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Argumentos en contra del oncenio de leguía

Primer argumento: El gobierno autoritario de Leguía

Augusto B. Leguía fue el presidente que más tiempo tuvo en sus manos el poder y el destino del
Perú. Nadie niega que hizo obra y tuvo la intención de hacer del nuestro un país moderno; sin
embargo, inconsciente o deliberadamente, equivocó el camino: no solo zarandeó la democracia,
sino que además jugó con los más caros anhelos del pueblo.

A lo largo de los años, el autoritarismo, en cualquier forma y contexto se ha visto de manera


perjudicial tanto para la sociedad como para las instituciones democráticas y todo esto se debe a
que promueve la concentración excesiva de poder en manos de unos pocos individuos o un grupo
reducido, lo que conduce a prácticas corruptas, la represión de voces disidentes y la falta de
transparencia y rendición de cuentas en la toma de decisiones gubernamentales, por esto y mucho
más el autoritarismo en lugar de FOMENTAR la participación activa y diversa de la ciudadanía, limita
voces y perspectivas que son esenciales para el funcionamiento saludable de una democracia.

Durante este periodo, el régimen autoritario de Leguía restringió severamente las libertades
fundamentales, como la libertad de expresión y la de reunión. La prensa por su parte fue
CENSURADA y la oposición política fue reprimida. Hubo un control gubernamental de los medios de
comunicación, esto incluyó la compra de periódicos, la designación de editores y directores afines al
régimen. Como resultado, los medios de comunicación se convirtieron en instrumentos de
propaganda gubernamental en lugar de actores independientes que informaran de manera
imparcial. Se aseguraron de que los medios de comunicación siguieran la línea oficial del gobierno y
evitaran cualquier cobertura o comentario que pudiera cuestionar al régimen. Los periodistas que no
se alineaban con esta agenda enfrentaban represalias y amenazas, lo que fomentaba la autocensura.
También tomaron el control de la narrativa, donde el gobierno publicaba a su favor. Se aseguraron
de que los medios retrataran al régimen en términos positivos y promovieran sus políticas y logros,
mientras que cualquier crítica o información incómoda se suprimía o se presentaba de manera
distorsionada.

El 10 de setiembre de 1919, una turba de seguidores de Leguía saqueó y quemó la casa del director
de El Comercio, Antonio Miró Quesada de la Guerra, así como una parte de la imprenta en el local
del diario, el cual fue defendido por los propios dueños y trabajadores de esta casa periodística. Por
otra parte se persiguió y deportó a varios ejecutivos del diario; y muchos periodistas de esta casa
sufrieron acosos y persecuciones que terminaron a veces en la cárcel. Ciertamente, Leguía no solo
persiguió al diario decano, también buscó censurar a La Prensa, el medio de la competencia, pero
hermano en la lucha por la libertad de expresión.

Por otro lado se impuso una represion politica sistematica, como parte de la estrategia del régimen
para mantener un control autoritario y sofocar cualquier forma de oposición. Este régimen
autoritario llevó a cabo una serie de medidas destinadas a silenciar y reprimir a cualquier persona o
grupo que se atreviera a cuestionar el gobierno. Los arrestos arbitrarios eran una práctica común,
con opositores políticos y activistas detenidos sin fundamentos sólidos. Estas detenciones se
utilizaban como herramientas de intimidación, y las condiciones de detención a menudo eran
inhumanas. Los detenidos enfrentaban detenciones prolongadas, lo que tenía como objetivo
desgastar su determinación y debilitar su capacidad para llevar a cabo actividades políticas.
El hostigamiento y las amenazas también eran una táctica común. Los opositores políticos eran
vigilados de cerca y se enfrentaban a amenazas tanto directas como indirectas. Esto creó un
clima de miedo constante en la sociedad, lo que llevó a la autocensura y al retiro de la vida
política por temor a represalias.
La persecución política también condujo al exilio forzado de muchos opositores. Aquellos que
temían por su seguridad y la de sus familias se vieron obligados a abandonar el país para
escapar de la persecución. Esto representó una pérdida significativa de liderazgo y talento para
Perú, además de debilitar aún más la capacidad de la oposición para organizarse y desafiar al
régimen.

En los casos más graves, la represión se manifestó en violencia física y tortura. Hubo informes
de ejecuciones extrajudiciales y actos de brutalidad contra disidentes políticos, lo que agravó
aún más el clima de temor en la sociedad.

La persecución de opositores políticos durante el Oncenio de Leguía en Perú fue una estrategia
sistemática utilizada para silenciar a la oposición y consolidar el poder del régimen. Esta
represión tuvo un impacto profundamente negativo en la participación política, la libertad de
expresión y la democracia en el país, y dejó cicatrices duraderas en la sociedad peruana.

Su fin no pudo ser más triste: murió prácticamente solo, abandonado, en el


hospital Naval de Bellavista, la noche del 6 de febrero de 1932, hace
justamente 86 años.

Se restringerieron los derechosd e libertad

Maritaegui fue lelvado ala carcel injustoficadamente

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