Está en la página 1de 41

CONTRATOS CIVILES

ABOG.JEFFERSON ALEXANDER MOGOLLON PACHERREZ


jmogollonpacherrez@gmail.com
La relación jurídica patrimonial
Cuando se celebra un contrato se genera entre
las partes la denominada relación jurídica
patrimonial.

Sin embargo, esta expresión puede ser


entendida en un sentido doble.

En primer término, debe recordarse que en


sede de Derecho de Obligaciones, la relación
jurídica patrimonial es sinónimo de obligación
propiamente dicha, empleándose en la referida
área del Derecho Civil, con frecuencia, en ese
sentido.

Dentro de tal orden de ideas, y siendo


conscientes de que los contratos son fuente
generadora por excelencia de obligaciones,
podría decirse que los contratos generalmente
crean más de una obligación y, por tanto,
generan más de una relación jurídica
patrimonial entre las partes.
Dentro de la segunda acepción de la expresión relación jurídica, se
entiende por ella al conjunto de obligaciones que las partes han
contraído entre si.

De esta forma, sería susceptible de identificación la expresión relación


jurídica con relación contractual, vale decir, con el conjunto de
obligaciones nacidas de un contrato.

Dentro de las concepciones modernas de la doctrina civilista, cuando se


celebra un contrato, éste deja automáticamente de existir, y lo que
queda subsistente es la relación jurídica o la relación contractual creada
por dicho contrato.
Carácter obligacional de los contratos

En el Perú, los contratos tienen efectos


meramente obligacionales. Esto significa
que los contratos no transfieren, por si
mismos, ningún derecho real.

Si a través de un contrato se generara la


obligación de transmitir un derecho real, la
transferencia de dicho derecho sería
consecuencia directa de la ejecución de
las prestaciones nacidas de ese contrato,
pero de ninguna manera se tratará de que
la propia obligación transfiera –ella
misma– derecho real alguno.

Tal vez el ejemplo más representativo a


este respecto lo encontramos en la
obligación de transferir propiedad, sea
ésta mueble o inmueble.
En el caso de la transferencia de la propiedad
mueble, cuando un deudor asume dicha
obligación frente a su acreedor, para ejecutarla
deberá proceder a entregar dicho bien al propio
acreedor.

Así, de conformidad a lo establecido por el


Artículo 947º del Código Civil, con la entrega se
producirá la transferencia de la propiedad de
ese bien.

Es claro que en el caso de las obligaciones


nacidas de contratos que implican el deber de
enajenar bienes muebles, el deudor deberá
realizar una actividad con el propósito de que
se produzca la mencionada transferencia de
propiedad del bien.

Es así que, salvo disposición distinta de las


partes, será posible identificar la obligación de
transferir con la transferencia en sí misma.
Caso contrario es el de la obligación
de transferir la propiedad de bienes
inmuebles, supuesto en el cual de
acuerdo a lo establecido por el Artículo
949º del Código Civil peruano, la sola
obligación de enajenar un bien
inmueble determinado hace al
acreedor propietario de dicho bien,
salvo disposición legal diferente o
pacto en contrario.

En estos casos, teóricamente podría


confundirse a la obligación de
transferir la propiedad en sí misma con
la ejecución de dicha obligación, por
cuanto sería susceptible de
sostenerse que la obligación transfiere
–ella misma– la propiedad del bien.
La explicación de la norma peruana (el Artículo 949º del Código Civil)
la encontramos en el hecho de que la propiedad inmueble no se
transfiere por el contrato mismo, sino porque el propio Código
establece en el Artículo 949º cómo opera dicha transferencia de
propiedad, sin que resulte necesaria la participación de ninguno de
los contratantes.

En buena cuenta, la propiedad inmueble se transfiere de esta forma,


porque así lo dispone la ley, constituyendo, junto a la promesa de la
obligación o del hecho de un tercero, las únicas obligaciones que el
Derecho Nacional da por cumplidas sin necesidad de la intervención
del deudor.
Con ello se ratifica el carácter meramente obligatorio de los
contratos.

En el Perú todos los contratos generan, modifican, regulan o


extinguen obligaciones, pero por sí mismos no transfieren derechos.

Similar situación ocurre con la hipoteca,


ya que el contrato en virtud del cual una
parte se obliga frente a otra a constituir
una hipoteca, en estricto no tendría por
qué celebrarse por escritura pública,
pues de lo que estamos hablando es del
contrato para celebrar una hipoteca
(obligarse a constituirla) y no del
derecho real de hipoteca, que debe
constituirse por escritura pública, salvo
disposición diferente de la ley, tal como
lo establece el Artículo 1098º del propio
Código Civil.
Partes contractuales y sujetos intervinientes

En acápite anterior nos hemos referido al hecho de que los contratos


pueden ser bilaterales o plurilaterales, entendiendo por bilaterales a
aquellos que son celebrados por dos partes, y por plurilaterales a
aquellos que son celebrados por un número mayor de partes
contratantes.

Dentro de tal orden de ideas, resulta necesario precisar que la parte


debe ser entendida como el centro de interés, vale decir, como
aquella persona o grupo de personas que interactúan en un contrato
buscando exactamente los mismos intereses y objetivos.
Podemos afirmar entonces que la idea de parte no coincide necesariamente
con la idea de persona, en tanto una parte puede estar constituida por una
persona o más.

Si hay varios copropietarios, todos ellos


son titulares del derecho de propiedad, por
lo que si quieren transmitir ese derecho,
todos ellos constituirán una parte, pues
comparten el interés de enajenar dicho
derecho real.

La parte es un centro de imputación de


intereses; en ese sentido, constituye una
unidad, aun cuando se encuentre
conformada por varios sujetos.

En esta línea de pensamiento, De la


Puente369 afirma que el Artículo 1351º del
Código Civil peruano, cuando se refiere a
que el contrato resulta del acuerdo de dos
o más partes, debe entenderse que cada
una de estas partes está constituida por
una o más personas (unidas por un interés
común).
Por último, resulta conveniente acotar que,
muchas veces, la persona que va a conformar
la parte contractual es una persona jurídica y,
por ende, requiere de procedimientos
especiales para formar su voluntad.

Deberán reunirse y actuar sus órganos para


tomar decisiones, siendo denominados los
actos que lleven a cabo como actos colegiales
o colegiados.

Hasta aquí queda claro que en todo contrato


existen partes contratantes.

Éstas generalmente son dos, pero nada impide


que hayan tres, cuatro o más partes, en la
medida de que cada una tenga un centro de
intereses relacionado con las otras. Cada
parte, a su vez, puede constar de uno o varios
sujetos, proyectados sobre el mismo interés.
1.- LOS ELEMENTOS DEL CONTRATO

La doctrina además de los elementos esenciales, también


distingue los elementos naturales y accidentales del contrato,
con lo cual la relación de elementos del contrato quedará
estructurada de la siguiente forma:

A. Elementos esenciales
son aquellos sin los cuales el
contrato no puede existir, la
falta de cualquiera de ellos
determina la nulidad del
contrato.
Los elementos esenciales para la existencia del contrato, se
subdividen en comunes, especiales y especialísimos.

a) Elementos Esenciales Comunes


Para la exigencia del contrato, son aquellos que deben existir en
todos los contratos y, según la doctrina, son: el consentimiento la
causa y el objeto.

b) Elementos Esenciales Especiales


Para la existencia del contrato, son aquellos que son
indispensables para la existencia de algunos grupos de contratos,
como por ejemplo, la formalidad en los contratos solemnes o la
entrega de la cosa los contratos reales.

c) Elementos Esenciales Especialísimos


Para la existencia del contrato, son aquellos que deben
necesariamente existir en cada tipo determinado de contrato, por
cuanto es lo que lo caracteriza. Ejem. El precio la compraventa y la
renta en el arrendamiento.
B. Elementos naturales

Son aquellos que son consecuencias de la


celebración de cada contrato o grupo de
contratos. Ejem. La gratuidad en la donación, y
el saneamiento en la compraventa

C. Elementos accidentales

Son aquellos que no obstante de no


existir naturalmente en el contrato, son
susceptibles de ser agregados por los
contratantes, para modificar los
efectos normales del contrato, pero sin
desnaturalizar lo. Son elementos
accidentales, la condición, el plazo y el
modo.
ELEMENTOS DEL CONTRATO EN EL CODIGO
CIVIL PERUANO
ELEMENTOS DEL CONTRATO
El contrato es un acto jurídico plurilateral, o sea
A) Acuerdo
que intervienen dos o mas partes en la
de dos o mas declaración de voluntad, destinado a constituir,
partes modificar, transmitir y extinguir una relación
jurídica patrimonial, es necesario para que
exista contrato, que se cumpla ciertos requisitos.

B) Partes o
La persona física o natural, es el hombre
Personas individualmente considerado. por tanto, el
Fisicas Juridicas contrato puede celebrase entre las personas
naturales o jurídicas o también solamente entre
las primeras o las segundas.
• crear
C)Consecuenci
El• contrato,
regular tiene un fin determinado que se
as Juridicas
manifiesta
• modificar
en cuatro modalidades:
• •crear
extinguir una relación jurídica patrimonial
• regular
• modificar
15
• extinguir una relación jurídica patrimonial
EL OBJETO DE LOS CONTRATOS
De conformidad con el Art. 1402 el objeto del contrato consiste en
crear, modificar, regular o extinguir obligaciones. En suma el objeto
del contrato, es en esencia, una fuente creadora de obligaciones
de dar, hacer y no hacer.
a. Creación de una relación jurídica

Es una función contractual que menos dificultades presenta,


pues a parte de las limitaciones impuestas por normas
imperativas (la ley o las buenas costumbres) es posible crear
relaciones jurídicas patrimoniales que satisfagan las
necesidades de los contratantes.

En tal sentido el Art. 1354 establece que las partes pueden


determinar libremente el contenido de los contratos, siempre
que no sea contrario o norma legal de carácter imperativo
.
En todo caso, de acuerdo al artículo V del Título Preliminar, es
nulo el acto jurídico contrario a las leyes que interesan al
orden público o a las buenas costumbres.

En consecuencia, salvo estas limitaciones, mediante el


contrato las partes pueden crear toda clase de obligaciones
utilizando para ello tanto los contratos típicos como los
atípicos.
b. Regulación de Una relación jurídica

El término empleado por nuestro Código ha


causado cierta confusión, pues para algunos
autores piensan que la expresión regular es el
equivalen de la expresión modificar.

En todo caso, la modificación supone un cambio de


lo existente, la regulación no tiene ese alcance.

En materia contractual las partes pueden regular o


precisar los alcances de una relación jurídica o bien
interpretarla o estableciendo reglas de detalle
(procedimientos de ejecución modalidades de
ejercicio de los derechos) que no implica la
modificación de la relación jurídica original.

Normalmente las partes obligadas pueden


considerar conveniente regular los alcances de sus
respectivas obligación sin aumentarlas, disminuirlas
ni modificarlas.
c. Modificación de una relación jurídica

Es frecuente que por diferentes circunstancias las partes se vean


precisadas en modificar las obligaciones existentes originalmente en el
contrato, es decir, modificar el contenido del contrato sin extinguir
supone un cambio de las condiciones u obligaciones
existentes.
d. Extinción de una relación jurídica

Esto ocurre cuando las partes deciden Poner


término al contrato antes de su vencimiento. Esta
figura jurídica se le conoce con el nombre de
“distracto”, que es el contrato cuyo objeto es
resolver una relación jurídica patrimonial existente
entre las partes.

Es de advertir que el distracto sólo puede tener


lugar para poner fin a una relación jurídica cuyas
prestaciones aún no han sido ejecutadas o cuya
ejecución sea continua o periódica Como una
especie de distracto existe el mutuo disenso, que
es la resolución convencional de una relación
jurídica patrimonial nacida de un contrato, sobre
esto se sostiene que el mutuo disenso sólo puede
operar en los contratos bilaterales (prestaciones
recíprocas) y no en uno unilateral, porque entonces
se confundiría con la remisión.
2. Licitud de la obligación

El Art. 1403, se refiere a la licitud de la obligación y a la


posibilidad de la prestación y de su objeto, indicando lo
siguiente:
“Art. 1403.- La obligación que es objeto del
contrato debe ser lícita. La prestación en que
consiste la obligación y el bien que es objeto de
ella, deben ser posibles”.
La obligación debe ser lícita,
pues si fuera contraria al orden
público, las buenas costumbres
y en general a la ley, sería ilícita
y con ello arrastraría su
invalidez. En otras palabras
debe encontrarse conforme con
el ordenamiento legal.

Distinta, por lo demás, es la situación


de la prestación, que es, el objeto de
la obligación y que sólo puede ser
posible o imposible física o
jurídicamente, al igual que el bien, el
servicio o la abstención que son objeto
de la prestación.
Todo contrato tiene un contenido obligacional. Es decir que al crear
obligaciones, las partes se están obligando a dar, hacer o no hacer
algo. Estas obligaciones generan el cumplimiento de determinadas
prestaciones cuyo objeto pueden ser bienes o servicios.

En el caso de las obligaciones de dar, comprende prestaciones de


entregar bienes o dinero, en las obligaciones de hacer, las
prestaciones están referidas al cumplimiento de determinados
servicios, y en las obligaciones de no hacer, la prestación es una
abstención de no dar o no hacer algo.

En cualquiera de estos casos, el objeto del contrato debe ser lícito


(crear, modificar, regular o extinguir obligaciones), y el objeto de las
prestaciones que se obligan deben ser posibles física y
jurídicamente, es decir que la obligación de dar, hacer o no hacer
deben ser posibles, así como el objeto de ellas (bienes, servicios o
abstenciones).
PRINCIPALES PRINCIPIOS CONTRACTUALES
Algunos principios se aplican en forma general a todos los contratos y
otros son específicos de cada forma contractual, sin perjuicio de los
principios generales del Derecho aplicables a los contratos.

Sobre esta base analizaremos los que, en nuestra opinión, son los
principales principios contractuales.
1. El Principio de la Autonomía de la Voluntad.

Este principio configura el acto creador de


la relación jurídica, siendo para ello
necesario que se realice en plena libertad.

La voluntad así expresada es la que


finalmente busca obligarse frente a otro
sujeto y generar, en esta forma, los
elementos del contrato.

La aplicación de este principio y su


importancia reside en que la
manifestación de voluntad se realice en
libertad.

Ello supone que los sujetos que se


obligan tienen plena autodeterminación
individual del acto, el mismo que generará
una relación obligacional que afectará su
esfera de interés y su patrimonio.
Para entender cabalmente el significado
de la libertad en este principio, Guido
Alpa ha señalado que “la libertad
contractual constituye una fórmula que
debe ser decodificada, porque si es
entendida genéricamente podría hacer
creer que las partes pueden celebrar
cualquier contrato, sin ningún obstáculo
ni límite.

(…)”. Aquí el autor reconoce un primer


límite al principio de la libertad
contractual, en notoria consecuencia
con la tradición italiana, al plantearnos
una primera mirada hacia la causa del
Negocio Jurídico, en donde el límite de
la voluntad en la conformación del
negocio estará puesta en la legitimidad
de su causa.
Podría aquí afirmarse que el postulado de la
autonomía de la voluntad se encontraría ceñido
con los contratos por adhesión. Cabe recordar, sin
embargo, que en un contrato por adhesión las
partes integran un contrato como cualquier otro
(forma y observancia de principios), y la
manifestación de voluntad es expresa y válida para
las partes.

La autonomía privada o autonomía de la voluntad


es concebida como la facultad o el poder jurídico
que tienen las personas para regular sus intereses,
contando para ello con la libertad para contratar y la
libertad contractual o libertad para determinar el
contenido del contrato.

Conforme a este principio, nadie está obligado a


contratar; uno contrata porque quiere, con quien
quiere y como quiere. Es conveniente precisar que
la libertad de contratación se encuentra reconocida
como un derecho fundamental de toda persona
(artículo 2, inc. 14) de la Constitución Política del
Perú de 1993).
2. Principio de Obligatoriedad (fuerza vinculante),
O “PACTA SUNT SERVANDA”
El artículo 1361 del Código Civil peruano
establece que:
“Los contratos son obligatorios en
cuanto se haya expresado en ellos.

Se presume que la declaración expresada


en el contrato responde a la voluntad
común de las partes y quien niegue esa
coincidencia debe probarla”.

En esta norma encontramos positivizado el principio de la


obligatoriedad del contrato o pacta sunt servanda, conforme al cual
los contratos obligan a las partes contratantes y, por lo tanto, los
pactos deben cumplirse.

Este principio es consustancial al origen del derecho contractual, lo


cual hace que no se cuestione su presencia.
Esta expectativa se traduce en la aplicación del principio de
obligatoriedad del contrato, principio que ordena que el acto
celebrado entre las partes revierta singular importancia, pues al
haberse constituido una relación jurídica se origina una deuda de
justicia entre las partes que conlleva los efectos que precisamente
las vinculan.

La obligatoriedad que se
desprende de un contrato
es una característica
común que no es
accesoria ni accidental,
sino que constituye uno de
los principales efectos que
genera su celebración.
3. El Principio de la Relatividad del Contrato (eficacia del
contrato).

Hasta aquí hemos analizado dos de los principales principios que se


recogen en materia contractual: la conformación de la relación
contractual a la luz del principio de la autonomía de la voluntad, y el
efecto de ella en el contrato, que se encuentra en el principio de
obligatoriedad contractual. Sin embargo, cabe aquí preguntarse: ¿Qué
sucede con los terceros ajenos al vínculo creado por las partes?.

Es común pensar que


efectivamente existen
situaciones en que los sujetos
se obligan a favor de un
tercero, como curre en el
contrato de seguro donde el
beneficiario puede ser un
tercero ajeno a la relación
jurídica entre la entidad
prestadora del servicio y el
asegurado.
Importante “el principio de relatividad no significa que el tercero
sea inmune a cualquier consecuencia fáctica que derive del
contrato inter alias. Es muy posible que un contrato tenga, de
hecho, consecuencias también muy relevantes para terceros
ajenos al mismo”.

Lo expresado se observa claramente en ciertas obligaciones de


“no hacer”, en las que se aprecia con claridad el principio de
relatividad de los contratos.

Por ejemplo, en un contrato de suministro con exclusividad o en


un contrato de distribución con la misma obligación de no hacer
o de no contratar con terceros, es notorio que los efectos de la
celebración del contrato que inicialmente perseguían las partes
se han extendido hacia terceros, quienes están impedidos de
celebrar un contrato de distribución similar con una de las
partes.
4. El Principio de la Causa Concreta.

En este sentido la “causa” del negocio


jurídico en nuestro ordenamiento, al
igual que en la doctrina italiana, se
manifiesta con la intención de las partes
para la celebración del contrato.

En otras palabras, no puede haber


contrato sin una motivación suficiente
que genere en los contratantes la
intención de contratar.

Este principio reposa por tanto en la


formación de la voluntad.

En este sentido la razón justificativa


sobre la que descansa la relación
contractual es precisamente aquello que
hace posible la existencia de un contrato
legítimo.
5. Principio del Consensualismo

Este principio se entiende en la declaración conjunta de voluntad


para la formación del contrato.

El Código Civil recoje a este principio en el articulo Nª 1352 que a


letra señala:
Los contratos se perfeccionan por el consentimiento de las
partes, excepto aquellos que, además, deben observar la
forma señalada por la ley bajo sanción de nulidad.
De la Puente hace referencia al proceso anterior a la creación del
contrato, a la parte negocial del acuerdo, cuyo final se da en la prestación
del consentimiento a lo planteado por cada una de las partes. Y de ello se
desprende, con posterioridad o simultáneamente, el perfeccionamiento
del contrato, que supone la eficacia de los acuerdos.

Nos referimos a la posterioridad y a la simultaneidad en el sentido en que


indistintamente y dependiendo del texto del contrato y la forma requerida
por la ley, el contrato quedará concluido y perfeccionado en dos
momentos o en uno solo, caso este último que se presenta cuando se
exige la forma “ad solemnitatem”.

El principio del consensualismo,


sin embargo, tiene una limitación
natural, y ella se presenta
cuando los efectos buscados por
las partes requieren de un acto
adicional para la celebración
eficiente del contrato y para que
sus efectos realmente tengan
lugar.
Cabe, pues, decir, que en la acción de contratar existen dos
consentimientos o, mejor dicho, el consentimiento entendido en dos
sentidos:
(a) el consentimiento constituido por la coincidencia de las voluntades
internas que es lo que determina que se acepte la oferta.
(b) el consentimiento concebido como la exteriorización de esas dos
voluntades coincidentes, ya que no debe olvidarse que para que exista
contrato no es suficiente que la aceptación coincida con la oferta, sino
que es necesario, además, que ambas partes quieran que mediante la
aceptación se forme el contrato; esto es, que surja ese ente al cual la ley
le otorga el poder de producir efectos jurídicos obligatorios.
6. El Principio de Sociabilidad /Solidaridad.
Al referirnos a la manifestación de voluntad lo hemos hecho desde
el punto de vista de su validez y de la libertad de las partes para
obligarse en las condiciones que desean pactar. Sin embargo, la ley
peruana señala límites que regulan el actuar de los sujetos en
atención a los principios que inspiran el orden social y la pacífica
convivencia.

Nuestro ordenamiento ha recogido aspectos de este principio en los


artículos 1354 y 1355 del Código Civil, al prohibir que el contenido
del contrato sea contrario a norma legal de carácter imperativo o
cuando la ley, por consideraciones de interés social, público o ético,
impone reglas o establece limitaciones al contenido de los
contratos.

Aquí se establece una limitación a la autonomía de la libertad


atendiendo al principio de sociabilidad y, en cierto sentido, al
principio de la causa concreta.
Es así que el principio de sociabilidad genera una suerte de
amortiguamiento sobre la voluntad de las partes, restándoles la
posibilidad de celebrar contratos “leoninos” o con cláusulas
exorbitantes.

Este principio se conjuga con otro denominado principio de


inalterabilidad, que protege lo pactado por las partes.
7. El Principio de Inalterabilidad.

Como se desprende de lo explicado sobre el principio de sociabilidad, la


ley, en atención al bien común, puede intervenir en el contrato imponiendo
reglas o estableciendo limitaciones a sus contenidos.

Sin embargo, en atención al principio de inalterabilidad, se debe respetar


lo pactado por las partes, cuando ello sea lícito y posible, ya que
usualmente el límite a la autonomía de la voluntad está impuesto por la
licitud de los acuerdos.

En ese sentido, el principio de inalterabilidad presupone y obliga a que lo


pactado por las partes, se mantenga en el tiempo, sin intervencionismos
ajenos a la voluntad de las partes, que no solo contravendrían las normas
imperativas de rango constitucional, sino la naturaleza propia del contrato.
8. El Principio de Eficiencia.

En el ámbito contractual la valoración de las prestaciones trasciende


lo que usualmente se conoce como el concepto económico de
eficiencia, esto es “el mayor resultado con la menor cantidad de
recursos utilizados”.

Desde esta óptica el efecto perseguido por una de las partes será
que se le entregue determinado bien o que se cumpla determinada
prestación, para lo cual está dispuesta a sacrificar una parte de su
patrimonio (onerosidad), y la otra parte está dispuesta a sacrificar
una parte del suyo (prestaciones recíprocas), pues desea lo ofrecido
por la otra parte.
Carlos Soto Coaguila, al referirse al principio de
eficiencia, expresa que en relación con la realidad
jurídica él supone un sistema de asignación de
recursos que garantice su apropiación, en donde
“este sistema, que reconoce y garantiza esta
asignación de recursos, no es otro que el derecho
contractual.

Así, el derecho de los contratos es el medio que


permite el intercambio de derechos y obligaciones,
y garantiza la seguridad de dichos intercambios;
por consiguiente es necesario un sistema de
exigibilidad eficiente (…) que no debe tener costos
de transacción elevados, por que ello ocasionaría
que el contrato no se celebre o, aun celebrado,
sea ineficiente.

Por tanto, el cumplimiento de la obligación debe


ser a un costo mínimo, razonable, que viabilice y
haga posible el tráfico de bienes y servicios”.
GRACIAS

También podría gustarte