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corresponde al concepto restringido que existía en la época de Justiniano
La eficacia del contrato romano estaba circunscripta en la esfera de los
derechos personales (obligaciones). En el derecho romano el contrato tenía
eficacia obligacional pero no eficacia real; éste no era suficiente, por si solo,
para operar el traspaso de la propiedad. Para el derecho romano únicamente
son contratos aquellas convenciones que constituyen (producen) obligaciones;
fuera del concepto de contrato quedan las convenciones cuyo objeto es
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modificar o extinguir un vínculo obligacional.
A diferencia de lo que sucedía en el derecho romano, en el derecho
común la eficacia obligatoria del contrato no aparece limitada a determinados
tipos de convenciones fuera de las cuales el acuerdo de las voluntades no es
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idóneo para producir Os, sino que el contrato en general es fuente de Os.
Este concepto de contrato sufrió una expansión al sancionarse el
Código de Napoleón. El contrato logra la eficacia real que carecía en el
derecho romano. El contrato francés traspasa la propiedad por el solo
consentimiento de las partes sin necesidad de la tradición.
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El Art. 1247 (Inc. 1º) define al contrato diciendo que “es una
convención por la cual una parte se obliga para con la otra o ambas partes se
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relación jurídica que el contrato va a crear, la ley usa el término de “parte”.
El contrato es un negocio jurídico bilateral por cuanto requiere el
concurso de dos partes.
La finalidad del contrato: constituir (formar) una relación obligacional.
Las partes se obligan, una para otra, o bien recíprocamente, a una prestación
cualquiera.
Con excepción del primero, corresponden al consentimiento, los
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elementos mencionados difieren de aquellos que el Código califica de
“requisitos esenciales para la validez de los contratos” (Art. 1261).
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LOS SUJETOS: EL CONTRATO, NEGOCIO JURÍDICO BILATERAL.
CONCEPTO DE PARTE. TERCEROS. PARTE EN SENTIDO FORMAL Y
PARTE EN SENTIDO SUSTANCIAL. LA PARTE COMPLEJA O
PLURISUBJETIVA.
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del interés y el sujeto de la voluntad. Todo incapaz, que carece de capacidad,
se encuentra representado por su representante legal y de esta manera,
aunque no puede contratar directamente (no es sujeto de la voluntad,
precisamente porque es incapaz), ello no impide que pueda ser sujeto del
interés, ya que le es posible adquirir derechos y contraer obligaciones por
intermedio del representante y contrata por él (en nombre de él). De esta
manera el incapaz (privado de capacidad de ejercicio o de obrar) conserva su
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capacidad de goce (jurídica o de derecho) mediante el instituto de la
representación.
La voluntad en la formación del contrato es la del representante (parte
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en sentido formal) pero no es el destinatario de los efectos del contrato, los
cuales van a radicarse en la esfera del representado (parte en sentido
sustancial). Se denomina a éste como sujeto del interés al representante se le
llama sujeto de la voluntad.
La moderna doctrina civilista define a la parte como un centro de
intereses.
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El artículo 1247 establece que “cada parte puede ser una o muchas
personas”. En un contrato el que determina el número de partes es la posición
de las mismas respecto al interés regulado.
Normalmente, la parte se compone de un solo sujeto que persigue, al
estipular el contrato, la satisfacción de su propio interés particular (parte
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Los actos complejos se dividen en actos colectivos y actos complejos;
el conflicto de intereses es imposible, porque los intereses son “paralelos” o
“comunes” en el primer caso (acto colectivo) o existe un único interés (acto
complejo).
Actos simples aquellos que se concretan en la manifestación de la
voluntad de un solo sujeto u órgano
La posición dominante funda la distinción entre actos simples y
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complejos en la manera como se manifiesta la voluntad de los sujetos que
intervienen en el acto plurisubjetivo: en el acto complejo las voluntades se
funden en una voluntad unitaria; en e acto colectivo las distintas voluntades se
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unen pero siguen siendo distintas en lo interno del acto.
En el acto complejo está en juego el interés de uno solo de los sujetos
intervinientes; en el acto colectivo existe, en cambio, comunidad de intereses o
intereses paralelos.
Gamarra cree que el artículo 1656, inciso 2º, suministra un ejemplo de
acto complejo en nuestro derecho positivo. Aquí para que exista el
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puede existir coincidencia de intereses en lo interno de una parte, pero nunca
entre una parte y otra.
En la sociedad existe una comunidad de fin entre los socios pero este
elemento no excluye la oposición de intereses entre los mismos. El fin común –
como señala Ferri – no es un fin en sí mismo, sino que constituye el medio a
través del cual se realiza el interés particular y egoísta de cada socio. Es
evidente que en la constitución de la sociedad, las diversas partes tienen
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intereses antagónicos.
Peirano Facio sostiene que no hay oposición de intereses en la
sociedad, peor no niega la naturaleza contractual, porque a su entender, para
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formar la parte es suficiente con que los intereses sean “distintos” (sin que se
requiera la oposición o antagonismo de los mismos).
Es con relación a los actos colectivos que se habla de intereses
distintos, pero no contrapuestos.
Pero – fundamentalmente – no comparte (Gamarra) el concepto de
parte construido sobre la base de la presencia de intereses distintos (aunque
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dos, aunque pueden existir “dos o más personas”.
Si la parte es un centro de interés, todas las personas que tengan un
mismo interés forman una sola parte. Entonces, el problema se desplaza hacia
otra cuestión, que fue resuelta, es necesario saber si existe o no conflicto de
intereses entre los socios ya que es este elemento el que determina y distingue
las partes en un contrato. La respuesta afirmativa ubica a la sociedad en la
categoría de contrato plurilateral.
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Ningún inconveniente existe en que el acuerdo de voluntades pueda
tener lugar entre más de dos partes, ni tampoco esa pluralidad de partes es
obstáculo para la producción de obligaciones a cargo de ellas, y se requiere
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que deba existir oposición de intereses entre las partes que intervienen en un
contrato, este conflicto de intereses aparece también en la sociedad, según
acaba de verse.
La categoría del contrato plurilateral incide, además en la división de
los contratos en unilaterales y bilaterales del artículo 1248, clasificación ésta
que atiende a las obligaciones generadas por el contrato y no a las partes que
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dos centros de intereses, y por lo tanto, dos partes: B, parte vendedora y A,
parte compradora.
Sucede lo mismo en el caso de la doble representación, donde el único
sujeto que interviene en el contrato es A, el representante, pero el contrato
vincula a B con C, vendedor y comprador que tienen intereses opuestos y las
partes son contratantes.
La distinción entre parte en sentido formal o sujeto de la voluntad y
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parte en sentido material o sustancial o sujeto del interés, aclara todavía más
este tema. El representante no es nunca sujeto del interés, interviene sólo
como parte en sentido formal.
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Tal como lo señala Barbero, el contrato consigo mismo presenta dos
aspectos:
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Nuestra ley es – quizás – demasiado amplia. La doctrina mira con
marcado desfavor el contrato consigo mismo, y asimismo la tendencia del
Derecho Comparado es más exigente que nuestro artículo 2070.
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MUERTE DEL DONANTE (INSTITUCIÓN CONTRACTUAL DEL HEREDERO
O LEGATARIO).
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El contrato pertenece a la categoría de los negocios entre vivos, que
se construye por oposición a la de los negocios mortis causa (por causa de
muerte). Nuestro derecho reconoce un solo ejemplo de negocio mortis causa,
el testamento.
Se dice que en los negocios mortis causa la muerte tiene un valor de
coeficiencia causal, en cuanto a la muerte el negocio deviene irrevocable y
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es irrectroactivo.
Por el contrario, en el negocio mortis causa ningún efecto tiene lugar
antes de la muerte, porque aquí la muerte es un elemento (intrínseco)
constitutivo o de perfeccionamiento del negocio, y no un elemento extraño
(accidental) que se agrega al negocio, como sucede con la condición.
Esta distinción es la que permite calificar de negocio inter vivos, de
donación válida, a la donación bajo condición suspensiva de la muerte del
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donante contra el parecer de la doctrina nacional, según la cual se trata de un
“acto para después de la muerte”.
Según el artículo 1291 los contratos “forman una regla a la cual deben
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som3eterse las partes como a la ley misma “; el artículo 1294 admite la
revocación del contrato pero siempre que sea hecha “por mutuo
consentimiento”; y el artículo 1253 expresa que “la validez y el cumplimiento de
los contratos no pueden dejarse al arbitrio de uno de los contrayentes”
Sobre el fundamento de estos principios escribe Salvatore Romano:
“Está en la esencia del negocio no unilateral el limitar la autonomía individual
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Los autores uruguayos sostienen que el donatario tiene la obligación
de pagar las deudas del instituyente, donante, responde por el pasivo sucesorio
según las normas que da el Código Civil al tratar las sucesiones. Este criterio
se apoye es citas que se extraen de la doctrina francesa.
El único precepto que hace mención de las deudas es el artículo 1650,
que no corresponde a la disciplina específica del contrato en estudio, sino al
régimen general de toda donación por causa de matrimonio.
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La tradición, que es un negocio jurídico de cumplimiento, corresponde
al título (contrato) que genera la relación jurídica obligacional. Por el contrario,
el modo sucesión no se ajusta al período de consumación o ejecución de un
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negocio de carácter contractural, porque no es negocio de cumplimiento; en él
la muerte es la causa, el título de adquisición, a diferencia de lo que sucede en
los contratos.
obligaciones.
La noción de contrato no se identifica con la de convención.
La doctrina francesa identifica “convención” con el acuerdo de
voluntades de dos o más personas, noción más amplia que la de contrato
porque puede abarcar aquellos acuerdos que no están regidos por el derecho,
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obligaciones).
El contrato uruguayo no opera fuera de la relación obligacional. Es
ajena al derecho uruguayo la figura del contrato con efecto real, también
llamado traslativo.
El doble alargamiento de la noción del contrato que presenta el
derecho moderno, a partir del Código de Napoleón y del italiano de 1865, es
ajeno al derecho positivo uruguayo, donde el contrato sigue siendo como lo era
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en la época de Justiniano, un negocio exclusivamente productor de
obligaciones.
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DELIMITACIÓN DEL CONCEPTO. EL CONTRATO, NEGOCIO JURÍDICO
PATRIMONIAL. PROHIBICIÓN DE LOS PACTOS SUCESORIOS. LOS
CONTRATOS DE DERECHO PÚBLICO.
último caso, carece de influencia sobre la disciplina del negocio, puesto que
sus efectos serán los inherentes al carácter público de la relación, y no de
aquellos que son propios de los contratos de derecho privado.
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