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DOCTRINA GENERAL DEL CONTRATO.

TOMO VIII – GAMARRA

• CAPITULO I: CONCEPTO DE CONTRATO

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO DE CONTATO:

La definición de contrato adoptada por el Art. 247 del Código Civil

OM
corresponde al concepto restringido que existía en la época de Justiniano
La eficacia del contrato romano estaba circunscripta en la esfera de los
derechos personales (obligaciones). En el derecho romano el contrato tenía
eficacia obligacional pero no eficacia real; éste no era suficiente, por si solo,
para operar el traspaso de la propiedad. Para el derecho romano únicamente
son contratos aquellas convenciones que constituyen (producen) obligaciones;
fuera del concepto de contrato quedan las convenciones cuyo objeto es

.C
modificar o extinguir un vínculo obligacional.
A diferencia de lo que sucedía en el derecho romano, en el derecho
común la eficacia obligatoria del contrato no aparece limitada a determinados
tipos de convenciones fuera de las cuales el acuerdo de las voluntades no es
DD
idóneo para producir Os, sino que el contrato en general es fuente de Os.
Este concepto de contrato sufrió una expansión al sancionarse el
Código de Napoleón. El contrato logra la eficacia real que carecía en el
derecho romano. El contrato francés traspasa la propiedad por el solo
consentimiento de las partes sin necesidad de la tradición.
LA

El derecho francés sigue al derecho romano al consagrar la noción


restringida del contrato, según la cual solo son contratos los acuerdos de
voluntades que producen Os. No son contratos los acuerdos de voluntades a
modificar o extinguir una relación obligacional preexistente. La convención es el
género, el contrato es una especie dentro de ese género: es aquella
convención constitutiva de Os.
FI

El Código Civil Uruguayo no aceptó el criterio francés, por lo cual el


contrato uruguayo carece de eficacia real.
El Código Civil Italiano aceptó la modificación fundamental del Código
francés dotando al contrato de eficacia real. También en él la propiedad se


transfiere por el solo consentimiento sin necesidad de la tradición. En este


derecho la noción de contrato no se limita al acuerdo de voluntades constitutiva
de obligaciones sino que incluye, asimismo, los acuerdos modificativos o
extintivos.
La doctrina uruguaya patrocina un concepto amplio que, si bien no
aparece aceptable en línea de derecho positivo, es preferible en un plano
dogmático. Tanto la definición del Código de Napoleón como la del uruguayo,
pecan por haber pensado el contrato exclusivamente como fuentes de
obligaciones definiéndolo de acuerdo con esta estrecha perspectiva.

LOS ELEMENTOS DE LA DEFINICIÓN LEGAL:

El Art. 1247 (Inc. 1º) define al contrato diciendo que “es una
convención por la cual una parte se obliga para con la otra o ambas partes se

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obligan recíprocamente a una prestación cualquiera, esto es, a dar, hacer o no
hacer alguna cosa”.

Elementos que componen el concepto legal del contrato:

El Código al decir que el “contrato es una convención” exige un


acuerdo de voluntades, ya que por convención hay que entender “el
consentimiento de dos o más partes”.
Este acuerdo de voluntades presupone la presencia de, por lo menos,
dos sujetos entre los cuales el acuerdo tiene lugar. Para designar a éstos
sujeto cuyas voluntades forman el contrato y entre los cuales se traba la

OM
relación jurídica que el contrato va a crear, la ley usa el término de “parte”.
El contrato es un negocio jurídico bilateral por cuanto requiere el
concurso de dos partes.
La finalidad del contrato: constituir (formar) una relación obligacional.
Las partes se obligan, una para otra, o bien recíprocamente, a una prestación
cualquiera.
Con excepción del primero, corresponden al consentimiento, los

.C
elementos mencionados difieren de aquellos que el Código califica de
“requisitos esenciales para la validez de los contratos” (Art. 1261).
DD
LOS SUJETOS: EL CONTRATO, NEGOCIO JURÍDICO BILATERAL.
CONCEPTO DE PARTE. TERCEROS. PARTE EN SENTIDO FORMAL Y
PARTE EN SENTIDO SUSTANCIAL. LA PARTE COMPLEJA O
PLURISUBJETIVA.

El Código Civil designa con el nombre de partes a los sujetos cuyas


LA

voluntades forman de acuerdo que produce el contrato y resultan obligados por


el mismo. El Art. 1247 señala en el contrato la presencia de dos partes: “una
parte se obliga para con la otra, ambas partes se obligan algo recíprocamente”.
Y finalmente, aclara, que la noción de parte no se confunde con la persona
(“cada arte puede ser una o muchas personas”).
FI

Esta noción parte de parte impone clasificar el contrato dentro de la


categoría de los negocios jurídicos. En efecto, los negocios jurídicos se
clasifican en unilaterales o bilaterales según el número según el número de
partes que intervengan en su formulación. Son unilaterales aquellos que
pueden formarse con la voluntad de una sol parte, como el testamento, la


renuncia, la ratificación, el poder, etc. Son bilaterales los que requieren el


concurso e dos partes ara su formación. El ejemplo típico de negocio jurídico
bilateral es el contrato.
Esta división de los negocios jurídicos en unilaterales y bilaterales no
debe confundirse con la clasificación de los contratos en unilaterales y
bilaterales.
Son partes aquellos sujeto cuya voluntad forma el contrato y resultan
destinatarios de la regulación de intereses creada por éste y llamados “efectos
del contrato”. La relación obligacional producida por el contrato se traba entre
las partes contratantes (Art. 1291 y 1292), pero no puede oponerse a terceros
(Art. 1293). Son terceros todos aquellos sujetos que no son parte del contrato.

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Lo normal es que los efectos del contrato recaigan sobre la esfera
patrimonial de los sujetos que han intervenido en la estipulación del mismo. No
siempre sucede así. La representación es un buen ejemplo de ello: “ El contrato
que hiciere una persona a nombre de otra estando facultado por ella o por la
ley, producirá respecto del representado, iguales efectos que si hubiese
contratado él” (artículo 1254).
Este fenómeno motivó la distinción doctrinaria entre parte en el sentido
formal (o sujeto del interés) y parte en el sentido formal es aquel sujeto autor
del contrato, el que intervienen la estipulación del mismo. Parte en el sentido
sustancial es el sujeto que recibe las consecuencias (efectos) del contrato.
En el caso de los incapaces se produce, una disociación entre el sujeto

OM
del interés y el sujeto de la voluntad. Todo incapaz, que carece de capacidad,
se encuentra representado por su representante legal y de esta manera,
aunque no puede contratar directamente (no es sujeto de la voluntad,
precisamente porque es incapaz), ello no impide que pueda ser sujeto del
interés, ya que le es posible adquirir derechos y contraer obligaciones por
intermedio del representante y contrata por él (en nombre de él). De esta
manera el incapaz (privado de capacidad de ejercicio o de obrar) conserva su

.C
capacidad de goce (jurídica o de derecho) mediante el instituto de la
representación.
La voluntad en la formación del contrato es la del representante (parte
DD
en sentido formal) pero no es el destinatario de los efectos del contrato, los
cuales van a radicarse en la esfera del representado (parte en sentido
sustancial). Se denomina a éste como sujeto del interés al representante se le
llama sujeto de la voluntad.
La moderna doctrina civilista define a la parte como un centro de
intereses.
LA

El artículo 1247 establece que “cada parte puede ser una o muchas
personas”. En un contrato el que determina el número de partes es la posición
de las mismas respecto al interés regulado.
Normalmente, la parte se compone de un solo sujeto que persigue, al
estipular el contrato, la satisfacción de su propio interés particular (parte
FI

singular). Pero cuando varias personas o sujetos contratan animadas del


mismo interés, o por un interés común esta pluralidad de sujetos se unifica
como una sola parte; el elemento que aglutina a esos diversos sujetos
formando una sola parte (parte plurisubjetiva, compleja o compuesta) es el
interés común de los mismos.


Si bien en lo interno de la parte compleja predomina el aspecto plural,


puesto que hay más de un sujeto cuyo interés considerado en este plano,
puede ser diverso o distinto al de los otros componentes del grupo (atento a
que cada sujeto es siempre un ser dotado de una individualidad propia), en lo
externo la parte manifiesta su voluntad tal cual si se tratara de un solo sujeto,
porque es menester que los diversos integrantes de la parte hayan aunado
previamente sus pareceres, para que el contrato pueda celebrarse.
De esta manera la noción de partes nos conduce al conflicto de
intereses.

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EL CONFLICTO DE INTERESES. DISTINCIÓN ENTRE EL CONTRATO Y
ACTOS COMPLEJOS. ACTOS COLECTIVOS Y ACTOS COMPLEJOS.
COMPLEJO DE ACTOS.

Siempre hay oposición o conflicto de intereses entre las partes


contratantes, y el contrato representa la voluntaria composición de este
conflicto.
Este elemento sirve para distinguir al contrato del acto complejo;
cuando hay intereses contrastantes se trata de un contrato cuando los
intereses no son opuestos el acto es complejo; dos centros de intereses en el
contrato; un centro de interés en el acto complejo.

OM
Los actos complejos se dividen en actos colectivos y actos complejos;
el conflicto de intereses es imposible, porque los intereses son “paralelos” o
“comunes” en el primer caso (acto colectivo) o existe un único interés (acto
complejo).
Actos simples aquellos que se concretan en la manifestación de la
voluntad de un solo sujeto u órgano
La posición dominante funda la distinción entre actos simples y

.C
complejos en la manera como se manifiesta la voluntad de los sujetos que
intervienen en el acto plurisubjetivo: en el acto complejo las voluntades se
funden en una voluntad unitaria; en e acto colectivo las distintas voluntades se
DD
unen pero siguen siendo distintas en lo interno del acto.
En el acto complejo está en juego el interés de uno solo de los sujetos
intervinientes; en el acto colectivo existe, en cambio, comunidad de intereses o
intereses paralelos.
Gamarra cree que el artículo 1656, inciso 2º, suministra un ejemplo de
acto complejo en nuestro derecho positivo. Aquí para que exista el
LA

consentimiento de la parte del donante se requiere el concurso de dos


voluntades: la voluntad del menor (donante) y la de aquellas personas cuyo
consentimiento necesita éste para poder contraer matrimonio.
Es fácil observar como, en este caso del acto complejo, está en juego
sólo el interés de uno de los sujetos, el interés del menor que hace la donación,
FI

sobre cuyo patrimonio va a recaer el empobrecimiento que determina este acto


jurídico de liberalidad (sujeto del interés o parte en el sentido material, pero
además, también en sentido formal). En tanto que los otros sujetos, cuyas
voluntades se requieren para que la donación pueda realizarse (y forman, por
tanto, el consentimiento de la parte donante) son ajenos a la regulación de


intereses creada por el contrato (son parte exclusivamente en sentido formal).


En cambio, en el acto colectivo los intereses son comunes. Todos los
sujetos intervinientes tienen el mismo interés, que es el interés del grupo
(parte). Por ello Donati dice que los intereses son “iguales o comunes” y otros
autores se refieren a intereses o voluntades “paralelos”.
Los actos simples y los complejos no indican figuras de actos distintas
de las ya conocidas (los actos unilaterales y los bilaterales) sino sólo un modo
de ser propio tanto de una como de otra especie de acto. Al respecto Coviello
puntualiza que el acto complejo “no es un acto especial en sí, sino una
configuración especial de un acto jurídico”
Con los actos complejos no debe confundirse el complejo de actos,
donde existen varios actos y puede hablarse, por tanto, de un tipo complejo,

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resultado de una pluralidad de actos. Tal es lo que sucede con las
autorizaciones (venias), que son distintas del acto autorizado.

SIGUE: EL CONFLICTO DE INTERESES. NATURALEZA CONTRACTUAL DE


LA SOCIEDAD. EL CONTRATO PLURILATERAL.

El contrato requiere necesariamente (al menos) de dos partes para su


formación. Puede hablarse de dos partes, porque los intereses son
antagónicos. También existe aquí una pluralidad de sujetos, pero a diferencia
de lo que sucede en los actos colectivos, estos sujetos no pueden agruparse o
reunirse entre sí, porque sus intereses son opuestos. En un contrato sólo

OM
puede existir coincidencia de intereses en lo interno de una parte, pero nunca
entre una parte y otra.
En la sociedad existe una comunidad de fin entre los socios pero este
elemento no excluye la oposición de intereses entre los mismos. El fin común –
como señala Ferri – no es un fin en sí mismo, sino que constituye el medio a
través del cual se realiza el interés particular y egoísta de cada socio. Es
evidente que en la constitución de la sociedad, las diversas partes tienen

.C
intereses antagónicos.
Peirano Facio sostiene que no hay oposición de intereses en la
sociedad, peor no niega la naturaleza contractual, porque a su entender, para
DD
formar la parte es suficiente con que los intereses sean “distintos” (sin que se
requiera la oposición o antagonismo de los mismos).
Es con relación a los actos colectivos que se habla de intereses
distintos, pero no contrapuestos.
Pero – fundamentalmente – no comparte (Gamarra) el concepto de
parte construido sobre la base de la presencia de intereses distintos (aunque
LA

no antagónicos). En primer lugar es necesario evitar el riesgo de jugar con las


palabras, porque sería menester aclarar previamente en que radica esa
distinción entre los intereses de los socios, para saber si son distintos porque
son contrastantes o si son distintos porque otra razón, y en tal caso hubiera
sido preciso mencionarla.
FI

En realidad toda persona que participa en un contrato tiene un interés


propio y particular, que por ello es distinto al de todos los otros sujetos; pero la
noción de parte no se construye sobre la base, sino partiendo de otra
consideración. Este interés(distinto) de cada persona es idóneo para
determinar la presencia de una parte (en un negocio bilateral o plurilateral)


cuando está contrapuesto al interés de otra u otras personas. El conflicto


(contraposición o antagonismo) de intereses es la idea matriz que determina el
surgimiento de las partes contratantes.
En la sociedad cada socio constituye una parte y, puesto que la
sociedad puede estar integrada por dos o más socios, es forzoso admitir la
existencia de contrato plurilaterales, esto es, de contratos en cuya formación
participan más de dos partes (o mejor dicho: contratos en cuya formación
puede participar más de dos partes).
Es cierto que los artículos 1247, 1248 y 1249 restringen el concepto de
contrato a aquel negocio en que intervienen únicamente dos partes. Y este
criterio quizá podría considerarse ratificado por el propio artículo 1875, cuando
admite que el contrato de sociedad se forme con la participación de dos o más

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personas, terminología que parece excluir la posibilidad de que intervengan
más de dos partes. Pero estas definiciones legales no obligan al intérprete.
Tampoco es decisiva la circunstancia de que el Código ubique a la
sociedad en el sector destinado a los contratos y expresamente la califique de
tal: “La compañía o sociedad es un contrato” (artículo 1875). Tan equivocado
sería decir “La sociedad es un contrato puesto que así lo proclama el artículo
1875”, como afirmar, “No es un contrato, porque el contrato es un negocio
bilateral, según los artículos 1247 y siguientes”.
El empleo de la palabra “personas” en el artículo 1875, proporciona un
argumento contra la naturaleza contractual de la sociedad, porque parece dar
a entender que en la sociedad no puede haber un número de partes superior a

OM
dos, aunque pueden existir “dos o más personas”.
Si la parte es un centro de interés, todas las personas que tengan un
mismo interés forman una sola parte. Entonces, el problema se desplaza hacia
otra cuestión, que fue resuelta, es necesario saber si existe o no conflicto de
intereses entre los socios ya que es este elemento el que determina y distingue
las partes en un contrato. La respuesta afirmativa ubica a la sociedad en la
categoría de contrato plurilateral.

.C
Ningún inconveniente existe en que el acuerdo de voluntades pueda
tener lugar entre más de dos partes, ni tampoco esa pluralidad de partes es
obstáculo para la producción de obligaciones a cargo de ellas, y se requiere
DD
que deba existir oposición de intereses entre las partes que intervienen en un
contrato, este conflicto de intereses aparece también en la sociedad, según
acaba de verse.
La categoría del contrato plurilateral incide, además en la división de
los contratos en unilaterales y bilaterales del artículo 1248, clasificación ésta
que atiende a las obligaciones generadas por el contrato y no a las partes que
LA

intervienen en su formación. Unto a los contratos unilaterales y bilaterales


veremos aparecer un tercer miembro – consecuencia de la admisión del
contrato plurilateral – al que se denomina “contrato con prestaciones
convergentes”. Esta particularidad del contrato plurilateral, que produce
obligaciones convergentes, y no interdependientes, determina la presencia de
FI

reglas específicas que se apartan de las consagradas por la ley para la


categoría de l contrato bilateral de cambio; así sucede en cuanto a la causa, a
la resolución del contrato por incumplimiento y a la excepción de contrato no
cumplido , a la relación de interdependencia o correlación, que en los contratos
bilaterales se trataba entre las dos obligaciones recíprocas generadas por el


contrato, pero que en el contrato plurilateral asume caracteres muy distintos.

CONTRATO CONSIGO MISMO.

Una hipótesis excepcional, en la cual el contrato se forma con la


intervención de una sola persona o sujeto, es la que se conoce por el nombre
de contrato consigo mismo o autocontrato. Aparentemente este caso vendría a
contradecir la configuración del contrato como negocio jurídico bilateral (o
plurilateral), pero la distinción entre persona (o sujeto) y parte, permite explicar
satisfactoriamente la especie.
Es el instituto de la representación el que origina este fenómeno; el
llamado contrato consigo mismo no se concibe fuera de la representación legal
o voluntaria.

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La distinción entre persona o sujeto y parte, es la clave que permite
explicar esta situación. La ley se cuidó muy bien de precisar que una parte
puede estar integrada por varias personas (artículo 1247, inciso 2º); nada dijo,
en cambio, sobre otra posibilidad: un solo sujeto o persona puede servir para
formar dos partes contratantes.
La parte no se confunde con las personas porque es un centro de
intereses. Así como la presencia de una pluralidad de personas no significa que
exista una pluralidad de partes, la intervención de una sola persona tampoco
indica la presencia de una parte única.
El interés de B (representado) como vendedor es opuesto y
contrastante con el interés de A (representante) como comprador. Hay, pues

OM
dos centros de intereses, y por lo tanto, dos partes: B, parte vendedora y A,
parte compradora.
Sucede lo mismo en el caso de la doble representación, donde el único
sujeto que interviene en el contrato es A, el representante, pero el contrato
vincula a B con C, vendedor y comprador que tienen intereses opuestos y las
partes son contratantes.
La distinción entre parte en sentido formal o sujeto de la voluntad y

.C
parte en sentido material o sustancial o sujeto del interés, aclara todavía más
este tema. El representante no es nunca sujeto del interés, interviene sólo
como parte en sentido formal.
DD
Tal como lo señala Barbero, el contrato consigo mismo presenta dos
aspectos:

1. Un aspecto estructural: ¿es posible la formación de un contrato


por obra de una sola persona?.
2. Un aspecto disciplinario: admitida esa posibilidad es necesario
LA

regular el conflicto de intereses que puede suscitarse entre el


representante y el representado.

El primer problema se vincula al acuerdo de voluntades. El acuerdo de


voluntades parece presuponer la existencia de voluntades distintas
FI

provenientes de dos sujetos diversos. En base a esta consideración se ha


negado la naturaleza contractual del contrato consigo mismo, ubicándolo en la
categoría de actos unilaterales.
La doctrina moderna admite la naturaleza contractual del negocio.
Aunque se trate de un único sujeto, éste expresa dos manifestaciones de


voluntad. Como representante expresa la voluntad del representado. Actuando


por sí mismo, en nombre propio, expresa su propia voluntad.
En el contrato consigo mismo el sujeto actuante se ve enfrentado a un
conflicto de intereses: por un lado está su propio interés personal; por otro, el
interés del representado.
El contrato consigo mismo está prohibido en la esfera de la
representación legal. Los contratos celebrados en infracción a estas normas
son nulos absolutamente.
El contrato es posible, pero no ya como contrato consigo mismo. El
contrato puede realizarse cuando el representante legal abandona esa calidad,
nombrándose en su reemplazo a un curador especial que represente al
incapaz. El artículo 458 prevé la designación de curador especial para aquellos

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casos en que los intereses de los incapaces “estén en oposición” con los de su
representante legal. No hay contrato consigo mismo.
Como los interese del incapaz están defendidos por el curador
especial no existe la posibilidad – que se da en el contrato consigo mismo – de
que estos intereses resulten sacrificados al interés personal del representante
legal.
La ley admite, en cambio, el contrato consigo mismo en la
representación convencional siempre que medie autorización (aprobación)
expresa del representado (artículos 1679 y 2070). Como la representación
convencional tiene lugar entre sujetos capaces la ley entrega a la voluntad del
representado al decisión de permitir o no el contrato consigo mismo.

OM
Nuestra ley es – quizás – demasiado amplia. La doctrina mira con
marcado desfavor el contrato consigo mismo, y asimismo la tendencia del
Derecho Comparado es más exigente que nuestro artículo 2070.

EL CONTRATO, NEGOCIO ENTRE VIVOS. DISTINCIÓN DE LOS NEGOCIOS


ENTRE VIVOS Y MORTIS CAUSA. LA DONACIÓN MORTIS CAUSA. LA
DONACIÓN POR CAUSA DE MATRIMONIO HECHA PARA DESPUÉS DE LA

.C
MUERTE DEL DONANTE (INSTITUCIÓN CONTRACTUAL DEL HEREDERO
O LEGATARIO).
DD
El contrato pertenece a la categoría de los negocios entre vivos, que
se construye por oposición a la de los negocios mortis causa (por causa de
muerte). Nuestro derecho reconoce un solo ejemplo de negocio mortis causa,
el testamento.
Se dice que en los negocios mortis causa la muerte tiene un valor de
coeficiencia causal, en cuanto a la muerte el negocio deviene irrevocable y
LA

perfecto, que la muerte es causa no sólo del ejercicio sino de la existencia


misma del derecho. Más concretamente todavía: en este tipo de negocios la
muerte es uno de los elementos esenciales para la existencia del derecho, un
elemento constitutivo del supuesto de hecho complejo que tiene por efecto la
adquisición o la sucesión mortis causa. Por consiguiente, la muerte puede
FI

considerarse como un momento atingente al perfeccionamiento del negocio, y


es por ello que, mientras no sobreviene tal suceso, el negocio no produce
ninguno de los efectos jurídicos que la ley atribuye a su tipo.
En el testamento no hay un desprendimiento actual, sino que el
testador dispone “para después de su muerte” (artículo 779); además el


testamento es un acto “esencialmente revocable” (artículos 779 y 998). En


cambio, el contrato es un negocio irrevocable y produce el surgimiento de un
vínculo obligacional desde el momento de su formación.
Cuando se dice que en el contrato de donación hay un
desprendimiento actual, o que se dispone actualmente (“desde luego”), este
carácter se contrapone al desprendimiento (o disposición) “para después de la
muerte”, que es rasgo típico del testamento (esto es, de los negocios mortis
causa). Esta diferencia atiende al momento en que se producen los efectos del
negocio. En los negocios entre vivos (y por ende, en los contratos) los efectos
se producen a partir del momento de la formación del negocio; en este sentido:
desde que el contrato se forma o concluye surgen los efectos jurídicos. Por el
contrario, en los negocios mortis causa los efectos se producen sólo a partir de
la muerte del testador.

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La muerte puede ser una condición del contrato, en cuyo caso, aunque
suspenda ciertos efectos de éste hasta el momento de su acaecer, el negocio
es inter vivos y no mortis causa. No obstante la inserción de una condición
suspensiva el negocio produce efectos a partir del momento de su formación
(esto es, a partir del perfeccionamiento del contrato y antes de acaecer la
condición). Gamarra se refiere a los llamados “efectos preliminares” del
negocio condicional, aunque el “efecto definitivo” tenga lugar sólo en el
momento de la muerte. Basta pensar en la facultad de ejercitar actos
conservatorios, que le corresponde al acreedor bajo condición (artículo 1423),
para comprender lo que acaba de decirse, sin contar con la eficacia retroactiva
de la condición cumplida (artículo 1421), mientras que el negocio mortis causa

OM
es irrectroactivo.
Por el contrario, en el negocio mortis causa ningún efecto tiene lugar
antes de la muerte, porque aquí la muerte es un elemento (intrínseco)
constitutivo o de perfeccionamiento del negocio, y no un elemento extraño
(accidental) que se agrega al negocio, como sucede con la condición.
Esta distinción es la que permite calificar de negocio inter vivos, de
donación válida, a la donación bajo condición suspensiva de la muerte del

.C
donante contra el parecer de la doctrina nacional, según la cual se trata de un
“acto para después de la muerte”.
Según el artículo 1291 los contratos “forman una regla a la cual deben
DD
som3eterse las partes como a la ley misma “; el artículo 1294 admite la
revocación del contrato pero siempre que sea hecha “por mutuo
consentimiento”; y el artículo 1253 expresa que “la validez y el cumplimiento de
los contratos no pueden dejarse al arbitrio de uno de los contrayentes”
Sobre el fundamento de estos principios escribe Salvatore Romano:
“Está en la esencia del negocio no unilateral el limitar la autonomía individual
LA

de las partes, en modo de originar una nueva voluntad unitaria inderogable


para las partes mismas, en cuanto se superpone a la voluntad particular de
cada una de éstas. Toda la finalidad de la disciplina de los contratos tiende
precisamente a apartar el vínculo obligatorio de la disposición de una sola de
las partes”.
FI

Como contrafigura de la irrevocabilidad del contrate el testamente es


un acto esencialmente revocable.
Hay acuerdo en que el artículo 1614 suprimió la donación mortis
causa. Este negocio no es un contrato, sino un negocio mortis causa.
En los artículos 1613 y 1614 está implícitamente consagrada la gran


división de los negocios jurídicos en inter vivos y mortis causa, la separación


entre el contrato y el testamento.
El contrato difiere, además del testamento, en cuanto al número de
partes que se requieren para su formación, puesto que el testamento es un
negocio unilateral, ya que basta para formarlo la sola voluntad del testador.
Se sostiene que el contrato por el cual sé tona “todo o parte de los
bienes que el donante dejare a su muerte” (artículo 1651) confiere al donatario
el título de heredero o legatario del donante, y por tanto, se hace propietario por
el modo de sucesión y tiene responsabilidad por las deudas hereditarias.
El examen de este contrato es importante porque se vincula a los
pactos sucesorios, esto es, a una materia sustraída al ámbito de los contratos
(artículo 1285) y porque – de ser cierta la tesis que acaba de exponerse – nos
encontraríamos ante una zona de confluencia de los negocios entre vivos y

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mortis causa, una encrucijada del derecho contractual y el sucesorio, frente a
un instituto que empieza como contrato y termina como sucesión mortis causa;
más que un anfibio: un Proteo del derecho.
La disciplina legal depone claramente contra la configuración anfibia,
mixta o híbrida, porque el articulado del Código uruguayo suprimió las
referencias a la materia de derecho sucesorio.
El artículo 1651 no dice que se dona el titulo de heredero (suponiendo
que pueda ser objeto del contrato de donación), ni la facultad de convertirse en
heredero, sino algo muy distinto: ”los bienes que el donante dejare a su muerte”
El donatario no tiene porque aceptar una segunda vez, porque ya
aceptó la donación (sin su aceptación no hay contrato).

OM
Los autores uruguayos sostienen que el donatario tiene la obligación
de pagar las deudas del instituyente, donante, responde por el pasivo sucesorio
según las normas que da el Código Civil al tratar las sucesiones. Este criterio
se apoye es citas que se extraen de la doctrina francesa.
El único precepto que hace mención de las deudas es el artículo 1650,
que no corresponde a la disciplina específica del contrato en estudio, sino al
régimen general de toda donación por causa de matrimonio.

.C
La tradición, que es un negocio jurídico de cumplimiento, corresponde
al título (contrato) que genera la relación jurídica obligacional. Por el contrario,
el modo sucesión no se ajusta al período de consumación o ejecución de un
DD
negocio de carácter contractural, porque no es negocio de cumplimiento; en él
la muerte es la causa, el título de adquisición, a diferencia de lo que sucede en
los contratos.

FINALIDAD DEL CONTRATO: CREAR OBLIGACIONES.


LA

La definición uruguaya se basa, fundamentalmente, en dos extremos:


1. dice que el contrato es una convención;
2. productora de obligaciones; ambos aspectos están ligados entre sí,
porque la distinción entre convención y contrato – que es la primera cuestión
que se suscita – se funda en que el contrato es la convención que produce
FI

obligaciones.
La noción de contrato no se identifica con la de convención.
La doctrina francesa identifica “convención” con el acuerdo de
voluntades de dos o más personas, noción más amplia que la de contrato
porque puede abarcar aquellos acuerdos que no están regidos por el derecho,


las relaciones de cortesía, o las convenciones que, si bien recaen sobre


materia jurídica, no están destinadas a crear obligaciones, sino a modificarlas o
extinguirlas.
La definición del Código Civil uruguayo coincide con su modelo francés
en cuanto circunscribe o limita la noción del contrato a aquellos acuerdos de
voluntades (convenciones), mediante los cuales las partes (esto es, los sujetos
que celebran dicho acuerdo) asumen un vínculo jurídico de naturaleza
obligacional. Según el Código, contrato es la convención, acuerdo de
voluntades, que crea obligaciones. No son contratos, en cambio, las
convenciones cuya finalidad no es producir obligaciones sino modificarlas o
extinguirlas. Artículo 1247 define contrato.
Según Narvaja “La especie de convención que tiene por objeto formar
algún compromiso, es lo que se llama Contrato...”.

10

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En nuestro derecho, donde el contrato tiene tan sólo una eficacia
obligacional (artículo705 inciso 2º), la definición del artículo 1247 está ajustada
al sistema general, que se funda en la distinción entre título y modo, en la
separación entre el contrato (título), negocio jurídico exclusivamente productor
de obligaciones (derechos personales), y por tanto, con eficacia meramente
personal, y el modo de adquirir (la tradición) o negocio atributivo de la
propiedad, que produce efecto real, o sea el traspaso del derecho real de un
sujeto a otro.
El concepto positivo del contrato que registra el derecho uruguayo se
circunscribe a la figura del contrato constitutivo de obligaciones, sin
comprender las figuras del contrato modificativo y del contrato extintivo (de

OM
obligaciones).
El contrato uruguayo no opera fuera de la relación obligacional. Es
ajena al derecho uruguayo la figura del contrato con efecto real, también
llamado traslativo.
El doble alargamiento de la noción del contrato que presenta el
derecho moderno, a partir del Código de Napoleón y del italiano de 1865, es
ajeno al derecho positivo uruguayo, donde el contrato sigue siendo como lo era

.C
en la época de Justiniano, un negocio exclusivamente productor de
obligaciones.
DD
DELIMITACIÓN DEL CONCEPTO. EL CONTRATO, NEGOCIO JURÍDICO
PATRIMONIAL. PROHIBICIÓN DE LOS PACTOS SUCESORIOS. LOS
CONTRATOS DE DERECHO PÚBLICO.

En general se entiende que no son contratos los negocios bilaterales


de derecho público, porque dios voluntades concurrentes no se encuentran en
LA

el mismo plano, ya que es predominante la de la Administración, y subordinada


la del particular, aunque se admite la existencia de un contrato de derecho
público cuando las dos voluntades actúan en condiciones de pariedad, como
sería el caso del acuerdo entra la Administración y el expropiado para la
determinación de la indemnización. Pero la clasificación de contratos, en este
FI

último caso, carece de influencia sobre la disciplina del negocio, puesto que
sus efectos serán los inherentes al carácter público de la relación, y no de
aquellos que son propios de los contratos de derecho privado.


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