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es
definidas y nombres propios.
La solución de Russell al problema que plantean los nombres propios y las descripciones
definidas sin referencia es afirmar que ni los nombres propios ordinarios ni las descripciones
definidas son términos singulares. Un término singular auténtico, un nombre lógicamente
propio, sólo puede tener por significado el objeto que denota. Ahora bien, si no son términos
singulares, ¿cuál es el significado de los nombres propios ordinarios y de las descripciones
definidas? Russell ofrece una definición contextual del significado de las descripciones
definidas que le permite responder satisfactoriamente a esta pregunta y ofrecer soluciones a los
problemas examinados en el tema 1 (4, apartado 3.3).
una definición no es otra cosa que mostrar el sentido de una palabra mediante otros términos que
no sean sinónimos. (Locke, An Essay on Human Understanding, Libro III, capítulo 4,§6)
Definiendum X Definiens Y
(E1) Soltero =df Hombre no casado.
(E2) Unicornio =df animal fabuloso con forma de caballo y con un cuerno en la frente.
(E3) Número primo =df número divisible sólo por sí mismo y por la unidad.
(E4) Vaso =df recipiente no muy grande de forma habitualmente cilíndrica o cónica
hecho de vidrio (o plástico, o metal, o madera, o cerámica, u otro
material) que sirve para beber.
ii. Que sea informativa y no circular. Que explique X mediante términos conocidos por
nuestro interlocutor. En particular, que no explique X de forma circular usando
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FUERA Las definiciones contextuales son eliminativas: permiten eliminar cualquier oración O en la
que aparece el término definido (definiendum) sustituyéndola por una oración O’ (o por un conjunto de
oraciones) con el mismo significado que O en la que no aparece el término definido. Satisfaciendo una
serie de condiciones: son consistentes (no entrañan contradicción), no son circulares (no definimos el
término apelando a), son conservadoras: todo lo que podemos inferir de O se puede inferir de O’ y todo lo
que podemos inferir de O’ se puede inferir de O.
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5. Russell: análisis descripciones, Filosofía del Lenguaje jordi.valor@uv.es
definidas y nombres propios.
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FUERA: Igual que hay definiciones poco informativas, hay también explicaciones vacías que tienen la
forma de una explicación pero que no nos ayudan a comprender realmente el fenómeno explicado porque
no aportan nueva información. Algunos ejemplos de explicaciones vacías:
¿Por qué es soluble la sustancia x? Porque x tiene la capacidad de disolverse en un líquido.
¿Por qué es x un somnífero? Porque x tiene una propiedad “dormitiva”.
¿Por qué unas especies han sobrevivido a otros? Porque son las más aptas (o las mejor adaptadas).
En este caso, las definiciones no son el problema en sí mismo. Hemos estipulado qué significan ‘soluble’,
‘somnífero’ y ‘apto’ y nuestras estipulaciones son legítimas. Ahora bien, cuando alguien que conoce el
significado de estos términos quiere saber por qué algo es soluble (o somnífero o apto) –es decir, cuando
pide una explicación–, entonces dar una respuesta donde sustituimos el término en cuestión por aquellos
que, por definición, hemos estipulado que significan lo mismo no resulta satisfactorio. Como ser soluble
significa tener la capacidad de disolverse en un medio líquido; ser somnífero significa tener propiedades
dormitivas; y ser el más apto (o el mejor adaptado) significa ser aquél que tiene más posibilidades de
sobrevivir en un medio en competencia con otros organismos la explicación ofrecida no es informativa
sino vacía, es verdadera por definición: no puede ser falsa, no informa acerca de cómo son las cosas sino
acerca de cómo usamos todos el lenguaje.
DEFINICIONES ESTIPULATIVAS son arbitrarias (diferentes de las nominales de Locke pero similares
en algunos aspectos) vs DEFINICIONES ESENCIALES. Diferencia entre:
Agua =df H2O (no estipulativa) y Agua =df el mismo líquido que éste (estipulativa)
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entre comillas (véase tema 1, 3, sección 2.4)–. Ahora bien, esto sólo es posible si Y
aporta condiciones necesarias y suficientes para aplicar el término (o el concepto) X:
o Condición necesaria para ser X: a es X sólo si a es F.
o Condición suficiente para ser X: a es X si a es G.
Cuando esto ocurre, tenemos una definición del tipo 'a es X si y sólo si a es Y', donde
ser Y es una condición necesaria y suficiente para ser X. Por lo tanto, toda verdad que
contenga el término X puede expresarse sustituyendo X por Y. Una definición reductiva
de X en términos de condiciones necesarias y suficientes también es conservadora: toda
verdad que contenga el término Y puede expresarse sustituyendo Y por X. por lo tanto,
podemos hacer las mismas inferencias de las oraciones que contienen X y de las que
contienen Y.
Ej. 1: (E1) Soltero =df hombre no casado. a es soltero si y sólo si a es un hombre no casado.
Si definimos ‘soltero’ como 'hombre no casado' ofrecemos una definición en términos de
condiciones suficientes y necesarias que hace eliminable el término ‘soltero’. Podríamos
decir todo lo que decimos mediante el término ‘soltero’ empleando en su lugar la expresión
‘hombre no casado’. Ser hombre es una condición necesaria para ser soltero y lo mismo
ocurre con ser no-casado: se cumple que a es soltero sólo si a es hombre, y que a es soltero
sólo si a no está casado; y, conjuntamente, ser hombre y ser no-casado aportan una
condición suficiente para ser soltero: se cumple que si a es hombre y no casado, a es
soltero.
Ejemplo 2. Soltero =df monje. a es soltero si y sólo si a es monje.
Si definimos ‘soltero’ como ‘monje’, nuestra definición ofrecerá una condición suficiente
para ser soltero –ya que si a es monje, a es soltero– pero no una condición necesaria porque
se puede ser soltero sin ser monje: no es el caso que a sea soltero sólo si a es monje. La
definición no haría eliminable el término ‘soltero’: ciertas verdades relacionadas con
‘soltero’ pasarían a ser inexpresables. Un lenguaje que considerara ‘monje’ y ‘soltero’
sinónimos y prescindiese de la segunda palabra, expresaría que los solteros son hombres no
casados diciendo que los monjes son hombres no casados, pero no podría expresar que
algunos solteros son laicos diciendo algunos monjes son laicos. (La definición tampoco es
conservadora: de la verdad de ‘a es monje’ podemos inferir ‘a vive en un monasterio’ y ‘a
pertenece a una orden religiosa’ pero no podemos inferir eso de ‘a es soltero’.)
Definiendum X Definiens Y
(E5) pez =df animal subacuático
A menudo, utilizamos ‘pez’ para designar a animales que viven bajo el agua, pero obviamente
‘animal subacuático’ no constituye una definición reductiva de ‘pez’, ya que no ofrece una
condición suficiente para ser pez. Los peces son animales “subacuáticos” pero también lo son
algunos mamíferos (ballenas, delfines,...), crustáceos (cangrejos, gambas...), moluscos (pulpos,
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almejas...), corales o crías de anfibios (como renacuajos)… Pese a todo, en ciertos contextos
paradigmáticos –en este caso aquéllos en los que no nos hallamos en presencia de mamíferos,
moluscos, etc.– damos por buena la definición.3
X Y Z
(E6) ‘Obama’ ‘el hombre de quien hablé ayer’ ‘el presidente de los EUA entre 2008 y 2015’
(E7) ‘Agua’ ‘Esto que bebo ahora’ ‘el líquido que llena mares y océanos en la Tierra’
(E8) ‘IRPF’ ‘un impuesto’ ‘el impuesto que se paga cada año en mayo o junio’
Alguien que sólo sabe Y y/o Z sobre el significado de ‘IRPF’ sabe “algo” sobre su significado,
pero no todo lo que hay que saber (hay muchos otros impuestos y algunos también se pagan en
mayo o junio). Por otra parte, alguien podría saber qué significan ‘Obama’ o ‘agua’ sin asociar
estas expresiones a Y o a Z, como hacemos en (E6) y (E7). (Como veremos más adelante, la
posibilidad de definir verbalmente el significado de un nombre propio es dudosa.) Ahora bien,
en algunos contextos, saber de quién hablaba ayer tal persona o qué líquido bebe puede
ayudarnos a averiguar a quién hace referencia ‘Obama’ o qué puede significar ‘agua’.
1.2 Elucidaciones no verbales del significado lingüístico. No todas las elucidaciones del
significado de las expresiones lingüísticas son verbales. De hecho, no podrían serlo. ¿Cómo si
no aprenderíamos nuestra primera lengua? Deberíamos creer que poseemos una especie de
lengua innata a la que “traducimos” las expresiones que oímos proferir a nuestros padres.4 Pero,
aunque dispusiésemos de una lengua en todo momento de nuestra vida, ¿cómo podría alguien
que no la habla y que habla por el contrario una lengua totalmente desconocida para nosotros
hacernos aprender su lengua únicamente con elucidaciones verbales?
Si todos los nombres fueran definibles, sería un proceso in infinitum […] Pues si los términos de
una definición tuvieran que ser definidos por otra definición, ¿en qué punto tendríamos que
detenernos? (J. Locke, An Essay on Human Understanding, Libro III, cap. 4, §5)
En realidad, la objeción de Locke se aplica a cualquier elucidación de tipo verbal, no sólo a las
definiciones. Elucidar (total o parcialmente) el significado de una expresión X en términos de
una expresión Y requiere nuestra comprensión de Y. Si no comprendemos Y y elucidamos su
significado aportando una nueva expresión Z, el problema se volverá a plantear ahora para Z.
Por tanto, hacemos frente a un dilema: o encontramos algunas expresiones tales que nuestra
comprensión de su significado no depende de una elucidación verbal, o iniciamos un regreso al
infinito que hace imposible explicar el significado de ningún término, ya que la comprensión de
3
Otro ejemplo: Definir ‘víbora’ como ‘serpiente venenosa de cabeza triangular’ tampoco ofrece
condiciones suficientes (sin ser víboras, las cobras satisfacen la descripción) pero en contextos en los que
toda serpiente con la que podamos topar es una víbora o una culebra, damos por buena la definición.
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Sin embargo, muchos filósofos racionalistas han postulado hipótesis próximas a esta posibilidad. Han
pensado que, al nacer, incorporamos ya una especie de lengua y estructuras conceptuales innatas que el
aprendizaje de alguna manera “despierta”, activa y también transforma en algún sentido (dado que no
todos hablamos la misma lengua y, a la vez, no hay ninguna que no podríamos haber aprendido al nacer).
Platón en la antigüedad y Chomsky en nuestros días serían dos defensores claros del innatismo.
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cualquier expresión lingüística dependerá del significado de otras expresiones que sólo podrán
ser entendidas a partir de nuevas expresiones y así sucesivamente. M. Schlick hace una objeción
similar a la de Locke en "El futuro de la filosofía" y apunta, además, otro problema relacionado:
Cuando quiera que alguno de ustedes se encuentra con una palabra difícil cuyo significado desea
conocer, lo que hace es consultar la Enciclopedia Británica. Allí se da la definición de la palabra
en varios términos. Si se diera el caso de que desconociera usted estos términos, los consultaría a
su vez. Sin embargo, este procedimiento no puede prolongarse indefinidamente. Acabará usted
llegando a términos muy simples de los que no se encuentra ninguna explicación en la
enciclopedia. ¿Cuáles son esos términos? Son los términos que no se pueden definir ya. Admitirán
ustedes que existen tales términos. Si yo digo, por ejemplo, que la pantalla de la lámpara es
amarilla, usted puede pedirme que describa lo que yo quiero decir con amarillo. Y yo no puedo
hacerlo. Tendría que mostrarle a usted algún color y decir que esto es amarillo, pero sería
perfectamente incapaz de explicárselo por medio de oraciones o palabras. Si usted no hubiera
nunca visto el amarillo y yo no pudiera enseñarle ninguna muestra de color, me sería
absolutamente imposible aclararle qué es lo que yo quería decir cuando utilicé la palabra. (Schlick
1932, pp. 288-89)
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O tal vez podemos señalar una cosa del mundo íntimamente relacionada con el objeto, como por
ejemplo una fotografía suya (un signo no lingüístico que podemos interpretar como icono del objeto).
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alguien el significado de ‘Obama’ señalando a Obama con el dedo, con la mirada o con
otro gesto ostensivo.
• Predicados y expresiones relacionales. Otras expresiones, como las predicativas o
relacionales (que incluyen categorías gramaticales tales como adjetivos, nombres
comunes y verbos), no denotan –a diferencia de los nombres propios– un objeto
singular pero sí significan algo que distintos objetos singulares (o grupos de objetos)
pueden compartir o tener en común, algo que los hace semejantes y que los diferencia
de otros objetos. Llamamos propiedades a aquello que hace que distintos objetos
particulares sean similares entre sí en algunos aspectos y decimos que los objetos en
cuestión “tienen (o comparten) tal o cual propiedad”. La palabra ‘verde’, por ejemplo,
apunta a una semejanza que existe entre algunos objetos particulares que, de otro modo,
pueden diferir mucho entre sí: las hojas de la mayoría de árboles y plantas, la aurora
boreal, la luz inferior de un semáforo, el bronce oxidado, las esmeraldas, etc. Todas
estas cosas son muy diferentes entre sí en muchos aspectos (incluso las hojas de un
mismo árbol pueden diferir en forma y tamaño), pero detectamos un aspecto: el color,
en el que se parecen todas. Usamos la palabra ‘verde’ para hablar de esta semejanza
particular que encontramos entre los objetos anteriores y asociamos con tal palabra un
conjunto de objetos: aquellos que tienen la propiedad de ser verdes. Si tuviésemos que
explicarle a alguien el significado de ‘verde’, podríamos señalar diferentes objetos que
se parecen precisamente en aquello que la palabra ‘verde’ recoge: el color. Lo mismo
ocurre con expresiones como ‘caballo’ que no son adjetivos sino nombres comunes pero
que también significan semejanzas entre objetos (en este caso el parecido no se da en un
solo aspecto o propiedad sino en muchas distintas). Podemos aprender qué es un caballo
señalando cosas que son caballos, cosas que se parecen entre sí en ciertos aspectos o
propiedades, y asociamos con la palabra ‘caballo’ el conjunto de todas las cosas que son
caballos.6
¿Quiere decir esto que el significado de ciertas expresiones no guarda ninguna relación
con lo que podemos observar y hacer? En realidad, no. Para muchos filósofos empiristas
(como Locke, Schlick o Russell), la mayoría de términos que designan cosas que no podemos
observar directamente (ni por tanto indicar físicamente) están estrechamente relacionados –
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Las expresiones relacionales como ‘... es padre de...’ o ‘... está entre ... y ...’ designan semejanzas que
distintos grupos de objetos pueden mantener entre sí. El primer término relacional designa una semejanza
que se da de hecho entre los grupos de objetos {Carlos V, Felipe II} y {Felipe II, Felipe III} por ejemplo.
El segundo término, designa una semejanza que, en uno u otro sentido se da entre los grupos: {2, 1, 3} (2
está entre 1 y 3), {Felipe II, Carlos V, Felipe III}, {Valencia, Castellón, Alicante}, {abril, marzo, mayo}
por ejemplo. Podemos también señalar demostrativamente grupos de objetos relacionados de la manera
relevante para explicar el significado de un término relacional.
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aunque de diferentes formas– con las cosas que observamos y con las que interactuamos.
Algunos términos que designan entidades de ficción, como unicornio, son definidos
verbalmente apelando a términos y conceptos cuyo significado nos remite a cosas directamente
observables. Aunque no podemos señalar a Ulises ni a ningún unicornio, sí podemos señalar
caballos, cuernos y ejemplares de la Odisea.
(E2) Unicornio =df animal fabuloso que tiene la forma de un caballo con un cuerno en la frente
(E9) Ulises =df personaje de ficción que protagoniza el poema épico Homérico la Odisea
Otros términos, tales como ‘electrón’, ‘Francia’, ‘soltero’ o ‘Cleopatra’, no pertenecen al ámbito
de la ficción: pensamos que hay electrones y solteros, que Francia existe y que Cleopatra fue
una persona real. A pesar de no remitirnos a cosas directamente observables, muchos filósofos
empiristas mantienen que estos términos tienen en realidad un carácter teórico. Tienen
significado en la medida en que creer en la existencia de estas entidades ofrece la mejor
explicación de ciertas cosas que sí podemos observar directamente. Creemos que hay electrones
porque la existencia de estas entidades explica ciertos fenómenos observables como, por
ejemplo, las explosiones nucleares. Aunque no vemos directamente electrones, si vemos
directamente fenómenos que dependen de su existencia. Podemos decir, por tanto, que
inferimos su existencia a partir de cosas observables y que estas cosas guardan relación con lo
que entendemos por electrón y consiguientemente con el significado de ‘electrón’. Por otra
parte, aunque sólo podamos explicar verbalmente quién es Cleopatra, sabemos qué tipo de
entidad fue: un ser humano, y sabemos también que seguramente existió, porque su existencia
constituye la mejor explicación del hecho de que dispongamos de toda una serie de documentos
antiguos escritos por personas que sí observaron directamente a Cleopatra y que nos cuentan
aspectos de su vida. Finalmente, podemos observar parajes y habitantes de Francia y también
personas que son solteras pero observar Francia o la “soltería” de una persona no es algo que
podamos hacer directamente.7 Pese a ello, creer en la existencia de Francia y en el hecho de que
ciertas personas son solteras ofrece la mejor explicación de la realidad de prácticas sociales que
involucran objetos y acciones directamente observables. El significado de términos como
‘electrón’, ‘Francia’ o ‘soltero’ nos ayudaría a codificar y sistematizar buena parte de nuestras
experiencias. Esta tesis empirista mantiene, pues, que toda elucidación verbal de un término
lingüístico debe remitirnos en última instancia a términos que podamos elucidar indicando
objetos, propiedades, relaciones, acciones o hechos perceptibles. La existencia de ciertas
entidades es directamente observable y la de otras, sólo lo es indirectamente: puede ser inferida
a partir de sus efectos directamente observables.
1.3 Definición contextual. Las elucidaciones de significados lingüísticos vistas hasta ahora
tienen un rasgo en común. En todas ellas (verbales o no) “aislamos” o separamos una palabra de
las oraciones que la contienen y explicamos su significado de forma independiente, sin explicar
el significado de las oraciones enteras. Si ignorásemos el significado de las oraciones (1)-(4) por
ignorar el significado de las expresiones en rojo, elucidar el significado de tales oraciones
requeriría explicar sólo el significado de las expresiones subrayadas. Esto es lo que
proporcionan las oraciones (1’)-(4’) y (3*)-(4*), donde nos limitamos a sustituir la expresión
desconocida en (1)-(4) por otras que, o bien tienen el mismo significado, o bien ofrecen
información relevante para saber qué significa la expresión en cuestión.
7
Señalar a un soltero no ayudará mucho a explicar qué diferencia a los solteros de los no solteros porque
el estado civil de una persona no es inmediatamente observable (si obviamos la práctica de llevar anillos
de compromiso, que, en cualquier caso, no ayuda a comprender por sí misma qué supone ser soltero o
casado). Ahora bien, si le explicamos a alguien que un soltero no está casado –como dice (E1)– y además
le mostramos una boda, un certificado de matrimonio, le presentamos parejas que viven casadas, etc. y le
decimos que estar casado involucra todo esto, entonces comprenderá mejor qué significa no estar casado
y, por tanto, qué significa ser soltero.
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Podríamos decir que la aportación que uno de estos términos hace al significado de una oración
se puede “aislar” del resto de términos de la oración: podemos encontrar algo (un objeto
singular o una propiedad o relación de objetos) que es la contribución que el término hace al
significado de las oraciones en las que aparece. Podemos encontrar tal contribución
directamente (señalando al referente de un nombre o a los objetos que satisfacen una propiedad
o relación) o encontrarla indirectamente: aportando expresiones sinónimas o de significado
similar al del término en cuestión. Ahora bien, no todas las palabras pueden explicarse de la
misma manera. Hay una serie de términos a menudo llamados “sincategoremáticos” cuyas
aportaciones al significado de las oraciones no se puede aislar. No hay ningún objeto al que
podamos apuntar o ninguna expresión que nos ayude a elucidar el significado del término en
cuestión mediante otros más básicos. Como explicaríamos el significado de ‘todo’, ‘cualquier’,
‘algún’ o ‘la’? Para explicar el significado de estas palabras en oraciones como (5)-(8) hay que
explicar el significado de las expresiones subrayadas. Observad que, explicar el significado de
la expresión desconocida (en rojo), requiere explicar el significado de la oración entera.
No podemos aislar o separar del resto de la oración el significado de ‘todo’, ‘cualquier’, ‘algún’
o ‘la’. Explicar el significado de estas expresiones no consiste en ofrecer expresiones con un
significado relacionado –como ocurría con (1)-(4)– o indicar cosas observables del mundo que
sean su denotación o que se parezcan en cierto aspecto o propiedad. Para comprender qué
significan estas expresiones debemos comprender qué significan las oraciones en las que
aparecen. Cuando definir el significado de una expresión requiere definir el significado de las
oraciones donde la expresión aparece mediante oraciones distintas donde la expresión no
aparece, lo que necesitamos es una definición contextual. Frege define contextualmente los
cuantificadores y Russell define contextualmente las descripciones definidas en “Sobre la
denotación”. Su definición le permite solucionar los problemas discutidos en el Tema 2, 4.
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(1) Todas las ballenas son mamíferos. Análisis lógico del significado de (1):
Definición contextual de ‘todo’. Oraciones como: ‘todas las ballenas son mamíferos’, ‘todo
francés es europeo’, ‘toda casa tiene techo’,... se traducen sistemáticamente al lenguaje formal
siguiendo la regla:
Todo/a F es/tiene G
ß(traducción)
"x(F(x) ® G(x)) <Es siempre verdad de x, sea quien sea, que si x es F, entonces x es G>
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1.4 Definición contextual russelliana de las descripciones definidas: La contribución que ‘el
actual rey de Francia’ hace al significado de las oraciones, como (2), en las que aparece no se
puede aislar o identificar con independencia del resto del contexto oracional. No hay ninguna
entidad (sentido, objeto u otra cosa) que sea el significado de ‘el actual rey de Francia’. Según
Russell, en general, siempre que encontramos una oración con una descripción definida: ‘el F’
(donde F es una propiedad cualquiera, como “reinar actualmente en Francia”), debemos
traducirla en términos de otra oración que contiene cuantificadores. Esta es la propuesta de
definición que hace Russell. Un enunciado como (2) dice lo mismo que dicen conjuntamente
tres enunciados distintos con cuantificadores, (a) - (c), que todos juntos traducen el significado
de (2).
Forma lógica de (2): (2*) $x [ARFr(x) Ù "y (ARFr(y) ® x = y) Ù "y (ARFr(y) ® Calvo(y))]
o simplemente:
$x [ARFr(x) Ù "y (ARFr(y) ® x = y) Ù Calvo(x)]8
Definición contextual del artículo definido ‘el’/‘la’ (sistematicidad). Todas las oraciones con
‘el’/‘la’ se pueden traducir sistemáticamente en términos de oraciones sin ‘el’/‘la’ aplicando la
misma receta: (A) Oraciones que contienen ‘el’/‘la’ (B) Traducciones
‘El(/La) F es G’ Û ‘Hay un x que es F, sólo uno, y x es G’
8
NOTA: ¿Por qué las conectivas lógicas no son constituyentes proposicionales para Frege y
Russell? Para que una misma proposición se puede representar formalmente de distintas maneras y con
distintos símbolos lógicos. La forma lógica de (2), a saber, (2*) se puede representar formalmente
mediante cualquiera de los dos enunciados formales especificados arriba. Para Frege y Russell, (*) y (+)
expresan la misma proposición:
(*) ‘Todo x es rey’ y (+) ‘No hay un x que no sea rey’
Si representamos la negación mediante el símbolo lógico ‘¬’, la forma lógica de (*) y (+) podría
describirse indistintamente mediante ‘"xRey(x)’ o ‘¬$x¬Rey(x)’. Estos enunciados formales (pese a
tener símbolos lógicos diferentes) representarían la misma proposición: nadie puede creer una y rechazar
la otra. Todo lo que podemos inferir de una se puede inferir también de la otra. Podríamos decir que los
símbolos lógicos representan la forma lógica de una proposición y que dos enunciados como (*) y (+)
expresan una proposición con la misma forma lógica si de las proposiciones que expresan ambos
podemos inferir exactamente las mismas proposiciones y si las proposiciones que expresan ambos se
pueden inferir exactamente de las mismas proposiciones. Observeu que no és obvi que açò siga
correcte, no és obvi per exemple que ‘¬¬¬¬P(a)’ i ‘P(a)’ signifiquen el mateix, malgrat tenir les
mateixes condicions de veritat i ser lògicament equivalents (podem inferir les mateixes coses de
totes dues).
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5. Russell: análisis descripciones, Filosofía del Lenguaje jordi.valor@uv.es
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‘La madre de Juan es francesa’ Û ‘Hay una MdeJ, sólo una, y es francesa’
…
(Observad que en las oraciones de la derecha (B) –que tendrían el mismo significado que las de
la izquierda (A)–, el artículo ‘el’/‘la’ no aparece. Pero su significado no ha sido explicado
sustituyendo ‘el’/‘la’ por otra expresión con el mismo significado o señalando algo en el mundo
que sea la denotación de ‘el’/‘la’. Hemos explicado el significado de ‘el’/‘la’, ofreciendo un
modo sistemático de traducir las oraciones de la columna A por oraciones de la columna B.)
Russell soluciona los problemas (véase T2, 4, sección 3.3) que descripciones definidas y
nombres propios vacuos plantean a la noción de “proposición singular” afirmando que los
enunciados con descripciones definidas y nombres propios ordinarios no expresan
proposiciones singulares. La razón es que sólo los enunciados que contienen términos singulares
expresan proposiciones singulares y, según Russell, ni las descripciones definidas ni los
nombres propios ordinarios son términos singulares. Por lo tanto, su contribución al significado
de los enunciados en los que aparecen no es un objeto (su referente-denotación), sino otra cosa.
De no ser así, no podríamos explicar que hubiese descripciones definidas como ‘el cuadrado
redondo’ que no denotan ninguna cosa y que tienen, sin embargo, significado. La definición
contextual que Russell da de las descripciones definidas explica cómo contribuyen éstas al
significado de los enunciados en los que aparecen. ¿Qué pasa, pues, con los nombres propios?
2.1 Los nombres propios ordinarios son descripciones definidas abreviadas. Según Russell,
los nombres propios ordinarios son en realidad descripciones definidas abreviadas. Si los
nombres propios ordinarios fuesen términos singulares (nombres propios desde un punto de
vista lógico) y Russell tuviese razón al afirmar que la única contribución de un término singular
al significado de una oración es el objeto por el que está (su denotación/referencia), entonces (3)
y (4) expresarían una proposición singular, la misma: <Venus es idéntico a sí mismo>,
Ahora bien, Frege mostró convincentemente que (3) y (4) tienen distinto significado (una es
informativa, la otra no; se puede aceptar o creer (4) sin aceptar o creer (3)). ¿Cómo explica
Russell esta diferencia? Según Russell, estas divergencias de significado sólo se pueden explicar
si ‘Héspero’ y ‘Fósforo’ no son en realidad términos singulares. ‘Héspero’ y ‘Fósforo’ son en
realidad expresiones que asociamos con descripciones definidas y son las descripciones
definidas asociadas las que contienen su significado. ‘Héspero’ puede entenderse como una
abreviación de la descripción definida ‘el lucero de la tarde’ y ‘Fósforo’ como una abreviación
de la descripción definida ‘el lucero del alba’ (del mismo modo que ‘soltero’ es una palabra que
abrevia o significa ‘hombre no casado’). Por lo tanto, el significado de (3) y (4) es diferente
porque ‘Héspero’ y ‘Fósforo’ tienen distinto significado descriptivo (lo que no ocurriría si
fuesen términos singulares):
‘Héspero’ significa ‘el lucero de la tarde’ y ‘Fósforo’ significa ‘el lucero del alba’
Así pues, (3) y (4) significan cosas distintas: (3*) y (4*) respectivamente. Hay expresiones
significativas (‘alba’ por ejemplo) que aparecen en (3)/(3*) pero no aparecen en (4)/(4*).
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5. Russell: análisis descripciones, Filosofía del Lenguaje jordi.valor@uv.es
definidas y nombres propios.
Dada la definición contextual de Russell, (3*) y (4*) significan lo mismo que (3+) y (4+). La
forma lógica de cada enunciado: (3+)FL y (4+)FL representan la proposición que expresa cada
uno de los enunciados. Observad que no expresan proposiciones singulares. Las proposiciones
sólo tienen signos predicativos y relacionales (‘=’, ‘lucero’, ‘tarde’, ‘alba’) y símbolos lógicos
(cuantificadores: ‘$’, ‘"’; variables; conjunciones: ‘Ù’; condicionales ‘®’). No hay ningún
término singular.
(3+) Hay uno y sólo un lucero de la tarde y hay uno y sólo un lucero del alba y ambos son el mismo.
(3+)FL $x $y [(LucT(x) Ù "z (LucT(z) ® x = z)) Ù LucA(y) Ù "u (LucA(u) ® y = u) Ù x = y]
(4+) Hay uno y sólo un lucero de la tarde y hay uno y sólo un lucero de la tarde y ambos son el mismo.
(4+)FL $x $y [(LucT(x) Ù "z (LucT(z) ® x = z)) Ù LucT(y) Ù "u (LucT(u) ® y = u) Ù x = y]
PROBLEMA. Antes de ver cómo resuelve Russell los problemas planteados en T2, 4 (sección
3.3), observad que su teoría de los nombres propios sigue teniendo un problema que ya afectaba
a la teoría de Frege. Según Frege, distintos hablantes podían asociar distintos sentidos con un
mismo nombre propio ‘Aristóteles’, como el sentido forma parte del significado del nombre, el
sentido asociado con el nombre debería ser conocido por todos aquellos que conocen su
significado, pero éste no es el caso. Russell tiene un problema similar. Nos dice que todo
nombre propio significa una descripción definida. Pero ¿cuál de todas las descripciones
definidas que podemos asociar con ‘Aristóteles’ nos da su significado? Distintos hablantes que
asocien distintas descripciones definidas con ‘Aristóteles’ significarán cosas distintas con el
nombre, lo que va en contra de la intuición que los nombres propios ordinarios son usados
significativamente de la misma manera para cualquier hablante competente del lenguaje.
Veremos ahora como Russell, provisto de su teoría de los nombres ordinarios como
abreviaciones de descripciones definidas y con su definición contextual del significado de las
descripciones definidas, puede resolver los problemas que planteamos en T2, 4 (apartado 3.3).
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5. Russell: análisis descripciones, Filosofía del Lenguaje jordi.valor@uv.es
definidas y nombres propios.
(5) y (6) No expresan proposiciones singulares porque sólo contienen descripciones definidas
(‘la montaña de oro’) o abreviaciones de descripciones definidas (‘Ulises’, ‘Montcabrer’). Se
trataría de fijar los significados de ‘Ulises’ y ‘Montcabrer’ a partir de sendas descripciones
definidas:
‘Ulises’ significa ‘El legendario rey de Ítaca que combatió en Troya y bla, bla, bla’
‘Montcabrer’ significa ‘La montaña más alta de la Serra de Mariola’9
Como ‘Ulises fue rey de Ítaca’ expresa una proposición, (7) también expresa una.
La creencia tiene contenido proposicional y lo mismo se puede decir del deseo atribuido en (9)
(9) Ana desea que la montaña de oro sea más alta que el Montcabrer.
9
Se trata sólo de ilustrar la idea. Estrictamente hablando, la definición no es completa porque contiene
otro nombre propio ‘Serra de Mariola’ que deberíamos definir mediante una descripción definida (‘la
sierra que se encuentra en tales y cuales coordenadas’ por ejemplo).
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definidas y nombres propios.
(10) Juan cree que Obama ganará las próximas elecciones presidenciales.
(11) Ana cree que el actual presidente de USA ganará las próximas elecciones presidenciales.
Si ni Juan ni Ana asocian con ‘Obama’ la descripción definida ‘el actual presidente de USA’
sino que Juan asocia con ‘Obama’ ‘el senador de Chicago en 2006’ y Ana no asocia con
‘Obama’ ninguna descripción (nunca ha oído hablar de Obama) podemos explicar por qué Juan
y Ana tienen distintas creencias:
(10*) Juan cree que el senador de Chicago en 2006 ganará las próximas elecciones
presidenciales.
(11) Ana cree que el actual presidente de USA ganará las próximas elecciones presidenciales.
Juan y Ana tienen creencias con distinto contenido proposicional (involucran distintos
conceptos: senador, presidente, etc.) y ninguno de los contenidos de las creencias de Juan y Ana
es una proposición singular.
Desde la perspectiva de Russell, podríamos decir que (12)-(15) significan lo mismo que:
Todos estos enunciados, (12)-(15), expresarían proposiciones. Además, (12) y (13) no son
trivialmente o necesariamente verdaderos y (14) y (15) son verdaderos si nadie satisface la
descripción definida pertinente. (En realidad Frege y Russell consideran que ‘existir’ no es un
predicado genuino, y tratan estos enunciados de forma diferente pero no comentaremos aquí
estas cuestiones.)
Además de responder a las objeciones planteadas en T2, 4 (sección 3.3), Russell indica otras
ventajas de su teoría de las descripciones definidas y de los nombres propios ordinarios.
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definidas y nombres propios.
cualquier otro tipo) que tengan propiedades contradictorias y violen, por tanto, el principio de
no contradicción. Según Meinong, tendría que haber “algo” que fuera la denotación de la
descripción definida ‘el cuadrado redondo’ si oraciones como ‘el cuadrado redondo no existe’
son significativas, pero tal cosa tendría propiedades incoherentes y esto es inaceptable para
Russell. Nada puede haber que tenga propiedades contradictorias.
o que:
Según el análisis que interpreta las descripciones definidas como términos singulares sin
referente “El actual rey de Francia es calvo” y “La montaña de oro es más alta que el
Montcabrer” no son ni verdaderos ni falsos (porque no expresan ninguna proposición) y lo
mismo se puede decir de sus respectivas negaciones. Según el análisis russelliano, “El actual rey
de Francia es calvo” es falso y otro tanto ocurre con “La montaña de oro es más alta que el
Montcabrer”. Son enunciados que expresan proposiciones falsas porque no es cierto que haya
una y sólo una cosa que sea rey de Francia actualmente (o montaña de oro).
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definidas y nombres propios.
(Observad que cuando alteramos el orden de los operadores, los enunciados cambian
habitualmente de significado, no son verdaderos en las mismas circunstancias.)
Los cuantificadores también tienen alcance y su alcance interactúa con el de otros operadores.
Un cuantificador puede caer bajo el alcance de otro operador (por ejemplo, bajo el alcance de
otro cuantificador, o de una negación, o de un condicional o de un operador intensional como
‘creo que’ etc.) y puede tener mayor alcance que otros operadores. Considerad el siguiente
enunciado:
Este enunciado es ambiguo desde un punto de vista semántico. Puede expresar dos cosas
diferentes:
(+) Para todo individuo x es el caso que hay un individuo y tal que x ama a y.
(+)FL "x $y Ama(x, y)
(#) Hay un individuo y tal que para todo individuo x es el caso que x ama a y.
(#)FL $y "x Ama(x, y)
Podemos utilizar (*) para decir lo que dice (+) o para decir lo que dice (#). En el segundo caso,
(#), afirmamos que hay un individuo concreto que tiene la suerte (o la desgracia) de ser amado
por todos. En el primer caso, (+) afirmamos que cualquier persona ama a alguna persona, es
decir, que todos amamos a alguien pero no necesariamente a la misma persona. Esta
ambigüedad depende del alcance de las expresiones de cuantificación: si el cuantificador
universal que introduce ‘todos’ tiene más alcance que el cuantificador existencial presente en
‘alguien’, entonces expresamos (+) al emitir (*). Si el cuantificador existencial tiene más
alcance que el existencial, entonces expresamos (+) al emitir (*).
Según Russell, (16) es ambiguo, podemos usar el enunciado (16) para expresar proposiciones
diferentes: para expresar (17) o para expresar (18).
En un caso, (18), negamos que haya un (y sólo un) rey de Francia, en el otro, (17), negamos del
rey de Francia que sea calvo. La teoría de Russell explica por qué puede producirse esta
ambigüedad. Según Russell, toda oración con una descripción definida contiene un operador
lógico de cuantificación ‘hay’, que representamos en la forma lógica mediante ‘$’. El
enunciado (16) introduce otro operador lógico: la negación, que representamos mediante ‘¬’.
(16) es ambiguo porque cuando analizamos lógicamente (16) para ver qué proposición expresa
podemos encontrar dos análisis alternativos: uno hace que el operador de cuantificación tenga
más alcance que el de negación (17); el otro hace que el operador de negación tenga más
alcance que el de cuantificación (18).
Si es posible percibir la ambigüedad que contiene (16) es porque (16) debe contener un
cuantificador (en este caso, una expresión del tipo ‘hay un x tal que’)
Como los nombres propios son para Russell descripciones definidas abreviadas, lo que vale para
(16) vale también para (19): si ‘Ulises’ significa ‘el legendario rey de Ítaca que combatió en la
guerra de Troya’, (19) dice lo mismo que ‘el legendario rey de Ítaca que combatió en Troya no
duerme’
Según Russell, (19) también tiene dos lecturas: (20) y (21), dependiendo del alcance de la
descripción definida que ‘Ulises’ abrevia. En (20) la descripción tiene más alcance que la
negación (tiene una aparición primaria) y en (21) tiene menos (tiene una aparición secundaria)
(20) Hay un x y sólo uno tal que [x es legendario rey de Ítaca, x combatió en Troya y x no
duerme]
(21) No (es el caso que) [hay un x y sólo uno tal que x es legendario rey de Ítaca, x combatió
en Troya y x duerme]
Si los nombres propios ordinarios no son nombres lógicamente propios, ¿qué expresiones
contiene el lenguaje que podamos identificar con nombres propios? O, en otras palabras, ¿cuáles
son las expresiones lingüísticas que tienen por significado única y exclusivamente su denotación
o referencia? Según Russell, los únicos nombres propios auténticos que contiene el lenguaje son
ciertas expresiones deícticas: ‘este’, ‘ese’, ‘aquel’, ‘esto’, ‘eso’, ‘aquello’, etc. cuando son
usadas para hacer referencia a determinadas entidades de carácter psicológico: datos sensibles,
que forman el contenido de nuestra conciencia. Veamos con más detalle que piensa Russell.
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5. Russell: análisis descripciones, Filosofía del Lenguaje jordi.valor@uv.es
definidas y nombres propios.
nombres propios. No hay ningún ser (humano o divino) que sea el portador del nombre. Por eso
parece sensato pensar que su significado sea una descripción definida:
Pero, ¿por qué el significado de ‘Obama’ (o de cualquier nombre propio no vacío) debe ser una
descripción definida? Después de todo, existe la denotación o referencia de ‘Obama’: Obama
existe, es una persona real. ¿Por qué ‘Obama’ no es un nombre propio?
• Una primera razón que puede dar Russell es que una teoría semántica que trata
uniformemente el significado de todos los nombres propios es preferible a una que
trata de manera diferente el significado de nombres como ‘Obama’ y el de nombres de
personajes de ficción como ‘Apolo’. Debemos explicar qué contribución sistemática
hacen todos los nombres propios al significado de los enunciados en los que aparecen, y
eso es lo que permite la teoría de Russell. Tratar como descripciones a unos nombres y
no a otros resultaría extraño.
• Una segunda razón radica en la OBJECIÓN 4. Parece que si ‘Obama’ fuese un
nombre propio genuino, ‘Obama existe’ debería ser necesariamente y trivialmente
verdadero (ya que el enunciado sólo podría ser significativo si Obama existe) y ésta es
una consecuencia que no tiene la teoría de Russell: no es trivial determinar si es verdad
que existe un x y sólo uno que satisface las propiedades que le atribuimos a Obama: hijo
de tales y cuales personas, exsenador de Chicago, presidente de EE.UU. en 2009…
• La tercera razón proviene de la teoría del conocimiento empirista de Russell.
Daremos algunos detalles de la misma a continuación pero señalaremos los rasgos más
relevantes de las teorías empiristas del significado en otros temas.
4.1 Conocimiento directo y conocimiento por descripción. Según Russell conocemos las
cosas de dos maneras diferentes: directamente [by acquaintance (término inglés utilizado por
Russell)] y por descripción [by description]. Hay cosas de las que tenemos “conocimiento
directo” [acquaintance] a través de nuestra percepción; y cosas que sólo podemos conocer a
través de descripciones de sus propiedades y relaciones con otros objetos que no pueden ser
conocidas directamente. Hay que razonar para averiguar si existen las últimas o no. La idea es
que podemos referirnos a las cosas que conocemos directamente mediante nombres lógicamente
propios, pero no podemos referirnos a ninguna cosa conocida indirectamente mediante nombres
lógicamente propios. Sólo podemos referirnos a cosas conocidas indirectamente (a través del
razonamiento) mediante descripciones definidas y nombres propios ordinarios (que, como
hemos visto, abrevian descripciones).
4.1.1 Conocimiento indirecto o por descripción. Pensemos la Tierra como un cuerpo celeste
esférico y pensemos a continuación en la descripción definida: ‘el centro de la Tierra’.
Dividimos cada área de la superficie terrestre con la ayuda de líneas imaginarias que llamamos
meridianos y paralelos y pensamos en los meridianos como si fueran circunferencias con el
mismo perímetro10 que la Tierra y que recorren su superficie pasando por los dos polos
terrestres: el Polo Norte y el Polo Sur. Ahora bien, toda circunferencia tiene un centro: un punto
equidistante de cualquier punto ubicado en el perímetro de la circunferencia. Siguiendo este
razonamiento, sabemos que si la Tierra es una esfera, ‘el centro de la Tierra’ denota un punto
existente ubicado en su núcleo, a saber, el centro de las esferas concéntricas que llamamos
meridianos. Ahora bien, ¿cómo podemos conocer la existencia de este punto? Lo conocemos
10
En realidad, la Tierra no es una esfera perfecta (ningún cuerpo físico lo es) y, por tanto, los meridianos
no son circunferencias. El ejemplo sólo busca ilustrar en qué términos podemos pensar la diferencia que
hace Russell entre conocimiento directo y por descripción. El ejemplo real que da Russell (1905): el
centro de masa del sistema solar en el primer instante del siglo XX, es más complicado, por eso lo hemos
sustituido.
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5. Russell: análisis descripciones, Filosofía del Lenguaje jordi.valor@uv.es
definidas y nombres propios.
razonando a partir de propiedades que tienen las circunferencias y las esferas (y, por tanto, la
Tierra, si es un cuerpo esférico) pero no lo conocemos a través de la percepción. “Un punto” es
una entidad abstracta, no física, y las entidades abstractas no son conocidas a través de la
percepción (nadie ha visto nunca “un punto”) pero, aun si el centro de la Tierra fuera una
entidad física ubicada en el centro de su núcleo, observarlo sería imposible para nosotros. Las
temperaturas en el interior del núcleo de la Tierra se parecen a las de la superficie solar y
ninguna observación sería posible en estas circunstancias. Sin embargo, sabemos que el centro
geológico de la Tierra existe porque dadas ciertas verdades (la Tierra es una esfera, los
meridianos son circunferencias concéntricas, toda circunferencia tiene un centro, etc.) podemos
inferir razonando que ‘el centro de la Tierra’ denota un punto determinado.
Es el razonamiento, no la percepción directa lo que nos permite conocer que hay una denotación
o referencia para el término ‘el centro de la Tierra’. Según Russell, si un objeto sólo puede ser
conocido a través del razonamiento, nuestro conocimiento del objeto es indirecto y, además,
falible (vulnerable al error). En general, nos podemos equivocar razonando, sobre todo cuando
los razonamientos tienen cierta complejidad (muchas premisas o muchos pasos inferenciales).
Si hemos llegado a la conclusión de que un objeto X existe únicamente sobre la base de un
razonamiento, nuestra conclusión podría ser errónea si hemos cometido un error en algún paso
(alguna inferencia) de nuestro razonamiento. Cuando esto ocurre, nos equivocamos en cuanto a
la existencia de X. Pero si X no existe no puede ser nombrado, no puede haber un nombre
(genuinamente) propio que tenga a X por referente. Por ello, Russell defiende que no podemos
referirnos mediante nombres propios “auténticos” a cosas cuya existencia es conocida
indirectamente a través de inferencias (porque nos podríamos equivocar y entonces el nombre
propio no tendría significado). Sólo nos podemos referir a entidades conocidas indirectamente
mediante descripciones definidas y (en la medida en que abrevian descripciones definidas)
mediante nombres propios ordinarios.
Russell piensa que la posibilidad de error que se da en estos casos muestra que, en realidad, no
percibimos directamente ni objetos físicos del mundo exterior ni sus propiedades. En realidad,
lo que percibimos directamente son contenidos de nuestra mente: datos sensibles.
Datos sensibles. Los datos sensibles son entidades que aparecen en nuestra conciencia y a las
que tenemos un acceso directo e infalible: no nos podemos equivocar en cuanto a su existencia o
a sus propiedades porque los datos sensibles existen sólo mientras los percibimos y sólo porque
los percibimos, para los datos sensibles ser y ser percibido son una y la misma cosa (como
piensan los empiristas clásicos: Locke, Berkeley o Hume). Estas entidades tienen cualidades
básicas: forma, color, sabor, sonido, etc. que se asemejan a cualidades que tienen las cosas
reales. En algunos casos, la aparición de un dato sensible en nuestra conciencia es causada por
la presencia de un objeto externo (una manzana, por ejemplo) que tiene una cualidad similar a la
del dato sensible (el mismo color, o la misma forma, etc.). Estos son los casos de percepción
verídica. En casos de percepción verídica, la aparición de un dato sensible es el resultado de
percibir un objeto real externo que la causa. El dato sensible representa, por tanto, la propiedad
del objeto externo. En otras ocasiones, en cambio, los datos sensibles aparecen en nuestra
conciencia sin ser causadas por la presencia de un objeto real externo (es el caso de las
alucinaciones) o por la presencia de una cualidad que realmente tenga el objeto externo que
percibimos (es el caso de las ilusiones). Observad el contraste entre (*) y (+):
Si de hecho estoy viendo una manzana sobre la mesa, (*) será verdadera; pero si soy víctima de
una alucinación, (*) será falsa. Por lo tanto, me puedo equivocar en cuanto a la verdad de (*).
Pensad ahora en (+). Tanto si veo una manzana roja como si sufro una alucinación, (+) es
verdad: en ambos casos es verdad que me parece ver una manzana roja sobre la mesa. Siempre
nos exponemos a la posibilidad de un error cuando afirmamos (*) pero parece que nadie pueda
equivocarse nunca cuando afirma (+). La explicación que los empiristas (entre ellos Russell)
dan es que, en (+), hablamos del contenido de nuestra conciencia, hablamos de datos sensibles
de color (rojo), forma, etc. que aparecen en nuestra conciencia y que solemos asociar con la
presencia de un objeto externo que llamamos ‘manzana’. En (*), hablamos en cambio de objetos
externos a nuestra conciencia y de sus propiedades. A diferencia de los datos sensibles, los
objetos externos “no están en nuestra mente”. Son conocidos sólo indirectamente a partir de
cosas (los datos sensibles) que sí están en nuestra mente y que habitualmente son causadas por
la presencia de objetos externos (por eso nos permiten inferir su existencia). Ahora bien, si es
posible tener en la conciencia datos sensibles rojos parecidos a los que suscita una manzana
cuando no hay ninguna manzana delante (alucinaciones) o cuando hay una manzana verde
(ilusiones), entonces ni la manzana ni sus propiedades (color, etc.) son el tipo de cosas que
pueden ser denotadas mediante un nombre propio porque cuando no hay manzana (o cuando no
es roja) no podemos usar un nombre propio para referirnos a la manzana (o a su color). Ahora
bien, si un dato sensible es algo que existe únicamente cuando aparece en nuestra conciencia y
mientras ocupa nuestra conciencia, entonces nunca podemos equivocarnos con respecto a si
ahora mismo nuestra conciencia contiene o no un dato sensible rojo: si nos parece ver algo rojo,
hay un dato sensible rojo en nuestra conciencia (se corresponda o no con un objeto externo) y si
no nos parece ver algo rojo, entonces no hay ningún dato sensible rojo en nuestra conciencia.
Esta infalibilidad que supuestamente tenemos al detectar la existencia de datos sensibles en la
conciencia hace (para Russell) que sean los candidatos perfectos para ser el significado de un
nombre lógicamente propio. Como nunca podemos errar en cuanto a la presencia de un dato
sensible (son objeto de conocimiento directo) siempre podemos nombrarlos. Ahora bien, como
su existencia es efímera (sólo existen mientras los percibimos), sólo podemos nombrarlos
mediante demostrativos como: ‘este’, ‘esto’, ‘eso’, etc. Esta es la razón por la que los únicos
nombres lógicamente propios que contiene el lenguaje son, para Russell, ciertas expresiones
deícticas y sólo funcionan como nombres propios cuando son usados en oraciones como ‘esto es
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5. Russell: análisis descripciones, Filosofía del Lenguaje jordi.valor@uv.es
definidas y nombres propios.
rojo’ para referirnos a datos sensibles (el referente de ‘esto’ sería un dato sensible). ‘Obama’ y
‘Julio César’ no son nombres propios porque, en realidad, la existencia de Julio César o la de
Obama (al igual que la de cualquier otro objeto físico: manzanas, personas, etc.) es conocida
indirectamente, mediante el razonamiento. Para saber que Julio César u Obama existen,
debemos razonar, y cuando razonamos nos exponemos al error: la información que tenemos de
Julio César podría ser errónea (no tenemos datos sensibles de Julio César) y los datos sensibles
que tenemos cuando creemos que vemos a Obama podrían no corresponderse con la existencia
de un objeto físico real (externo a nuestra conciencia). Esta es la posibilidad que plantean los
argumentos escépticos basados en ilusiones, alucinaciones, sueños o cerebros manipulados.
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