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minado momento o proceso preciso del método, o en algún instrumento La historiografía ha recibido abundantes préstamos metodológicos y téc­

o factor analítico o formal, para que sean preferibles unas prácticas a nicos. Entre ellos, la atención a la cuantificación, el análisis de las es­
otras. Cantidad, cualidad, comparación, experimentación, informatiza­ tructuras sociales, las creaciones simbólicas, los problemas del poder,
ción, trabajo de campo, etc., son instrumentos de un método concreto y, entre otras muchas cosas, son direcciones del estudio acompañadas
en función del énfasis que se les conceda, puede hablarse de escuelas generalmente de sus propios medios de exploración, que han venido
o corrientes metodológicas. desde fuera, de la sociología, la antropología, la politología o la econo­
Por último, queda en otro plano lo que son las técnicas de investigación, mía. Pero es preciso destacar que toda disciplina debe crear su propio
que podemos adelantarnos ya aquí a definir como conjuntos articulados método, aun cuando el estímulo para ello proceda del exterior. No pue­
de reglas para transformar los «hechos» en «datos». Sobre ellas volve­ de, en consecuencia, haber disciplina bien fundamentada de la historio­
remos de forma más detallada al hablar del método historiográfico. El grafía sin la creación de auténticos métodos específicos para el estudio
confusionismo que se introduce con harta frecuencia entre método, par­ de lo histórico. Decir esto en modo alguno representa un desconoci­
tes y prácticas del proceso metodológico, corrientes, instrumentos y téc­ miento o un repudio de lo mucho que nuestra disciplina debe a otras.
nicas tiene, sin duda, mucho que ver con las dificultades reales de con­ La exposición que vamos a hacer aquí de los fundamentos del método
ceptuación de la realidad con las que las ciencias sociales han de vérse­ historiográfico sigue estrechamente la pauta de lo que se ha expuesto
las muchas veces. antes a propósito de las ciencias sociales en general. Creemos que es­
Un esquema de esa argumentación es lo que intenta exponer gráfica­ tas dos exposiciones simétricas son la mejor forma de transmitir esta
mente este cuadro: idea central de que el historiador trabaja lo mismo que cualquier otro in­
CUADRO 6 vestigador social. Si bien, en un plano disciplinar, el historiador se en­
Método, prácticas metodológicas y técnicas cuentra con algunos problemas especiales derivados de su objeto de
estudio que dan a su método algunos rasgos característicos.
2. LA NATURALEZA DEL MÉTODO HISTORIOGRÁFICO
Lo genérico y lo específico en el método historiográfico
El método historiográfico puede entenderse también en función de otra
doble perspectiva, paralela a la que ya hemos expuesto líneas arriba. Si, Se ha repetido reiteradamente que el obstáculo principal para que sea
de una parte, investigar la historia es investigar una dimensión de la so­ posible una investigación de la historia en términos de método científico
ciedad y, en tal sentido, el método historiográfico es una parte del méto­ deriva del hecho de que la historia se compone de procesos «únicos»,
do científico­ social, por otra, reconstruir la historia, reconstruir ciertas o, dicho con mayor propiedad, «singulares» y que, en esas condiciones,
historias particulares, es, a su vez, una de las alternativas metodológi­ donde no hay «regularidad» en los fenómenos no puede haber estudio
cas, de las prácticas, de las que hemos hablado antes, con las que científico. Pero, sin duda, pueden constatarse también otras dificultades.
cuenta el conjunto de las ciencias sociales. No hay dificultad alguna en Se ha dicho que la historia no puede «observarse» de forma directa y
admitir, naturalmente, que hay un método historiográfico en sentido es­ que por ello tampoco puede ser estudiada científicamente. Con la histo­
tricto, que es el que da su carácter propio a la disciplina de la historio­ ria, como con otros muchos aspectos del comportamiento humano, no
grafía, pero que «método histórico», como hemos visto, es, en realidad, puede «experimentarse» y, en consecuencia, tampoco puede hacerse
una práctica metodológica que, aún de forma bastante desvirtuada, apli­ un estudio empírico real, lo que es básico para que pueda hablarse de
can otras ciencias sociales en sus investigaciones. método científico. En definitiva, el comportamiento temporal de la reali­
dad humana, que es la clave de la historia, es muy difícil de encuadrar Si la historiografía puede establecer con claridad que existe un objeto
en explicaciones teóricas, de validez universal, lo que es otra de las con­ histórico53, de ello debe inferirse que existe también un método capaz de
notaciones de la ciencia, y ello hace que para muchos el estudio de la investigarlo. La definición del objeto y el método para su investigación
historia se aleje de la imagen correcta de un conocimiento científico. son dos extremos que no pueden separarse, que se imbrican mutua­
Las dificultades que nombramos son perfectamente reales, innegables. mente. Podría ser, en efecto, que el conocimiento de la historia fuera
Coinciden, justamente, con algunas que hemos señalado como propias una cuestión sui generis, absolutamente ajena a cualquier otra práctica
de la naturaleza de lo humano: las dificultades de la observación, de la de conocimiento y que, por tanto, hubiera de tener también un método
experimentación, el papel de la temporalidad, etc. Pero, en realidad ­y enteramente autónomo, la construcción del discurso narrativo, por ejem­
esto conviene tenerlo muy en cuenta­, uno de los mayores problemas en plo. Sin embargo, nosotros hemos mostrado que lo histórico es un atri­
la construcción de nuestra disciplina procede precisamente del erróneo buto de lo social y que, por consiguiente, su estudio, y el método para
enfoque que ha considerado durante mucho tiempo, y sigue consideran­ ello, tendrá que estar incardinado dentro del ámbito de lo social. La so­
do, que la «historia» (la historiografía) es una forma de conocimiento sui ciedad es el sujeto de la historia.
generis. Ello quiere decir que el conocimiento histórico es una forma es­ Pero nadie niega tampoco al método histórico su especificidad. Y, si ello
pecífica de conocer, que no puede ser encuadrado dentro de la ciencia, es así, ¿cuáles son sus connotaciones? Para responder a esto podemos
de la filosofía o de otra forma de conocimiento establecida, que es una emplear un orden de ideas enteramente análogo al que hemos puesto
forma de conocimiento aparte, de la misma categoría, que esas otras. en práctica al hablar de las ciencias sociales. Las primeras peculiarida­
Ya conocemos lo que esto ha supuesto de negativo en las corrientes de des y dificultades detectadas en un posible método histórico procedían
la historiografía «tradicional», en el historicismo, en el idealismo en la lí­ de la naturaleza misma de lo histórico. Recuérdese que la inespecifici­
nea de Croce y de Collingwood hasta llegar a Ricoeur, y en ciertas co­ dad de los «hechos históricos» fue agudamente percibida por C. Seigno­
rrientes anglosajonas como puede ser la filosofía analítica de la historia. bos; lo histórico en un hecho no era otra cosa que una connotación «re­
Hayden White ha señalado que fue J. G. Droysen el primero que insistió ferente a su posición» en el tiempo. No cabe duda, obviamente, de que
en que la historia era un tipo de conocimiento distinto de todos los de­ la dificultad de captar lo histórico es igualmente la primera que se perci­
más52. Si se acepta tal premisa, la temática del conocimiento y del méto­ be también para establecer un método.
do historiográficos se encuadraría así en un sistema de conocimiento El método historiográfico, ya lo hemos señalado, tiene así una parte ge­
distinto y divorciado de los que llamamos «de lo social». Pero, por nues­ nérica que coincide con el método de la ciencia social en general. No es
tra parte, hemos insistido a lo largo de todo este texto en que la historio­ posible conocer la historia sin alguna forma de generalización. Porque la
grafía, el conocimiento de la historia, se encuadra, sin ninguna duda, historia no es el puro registro de la diacronía en los fenómenos huma­
dentro del conocimiento de lo social. Es conocimiento de la sociedad. nos. No hay unas «leyes» de la historia, pero de ahí no se sigue, tampo­
Esto resulta crucial para un entendimiento de lo que, en nuestra opinión, co, que el objetivo del conocimiento histórico no pueda superar el plano
caracteriza el método histórico. de lo descriptivo. En realidad, lo que el método historiográfico tiene de
genérico, es decir, de plenamente coincidente ­al menos en sus rasgos
más básicos­ con el método de la ciencia social estriba en:

52 53
H. White, El contenido, capítulo dedicado a Droysen. Véanse los caps. 4 y 5.
a) Que es captación de sociedades, de sistemas. El «evento» es una de interpretar la «secuencia temporal»­ de los fenómenos sociales. No
«manifestación de estructura». puede decirse con propiedad, ya lo hemos advertido, que el mero estu­
b) Que no es simplemente una ciencia del comportamiento humano, si­ dio del pasado sea ya un estudio histórico. Raymond Aron expuso una
no de las estructuras que se crean, o se destruyen, más allá de las in­ idea en este sentido equívoca: para él, la diferencia esencial entre soció­
tenciones de la acción humana. logo e historiador es que el uno estudia en el presente las cosas que el
c) Que hay un método específico de la historiografía, pero no sui gene­ otro estudia en el pasado54. Tal distinción es insuficiente; la diferencia
ris. verdadera es la diferente consideración que uno y otro están obligados a
hacer de la variable tiempo.
Por el contrario, el método historiográfico tiene de distintivo, de particu­ 2. El estudio de la historia tiene, naturalmente, como su objeto teórico
lar, de específico: preciso, la consideración de la historicidad. ¿Cómo y en qué medida el
proceso aprehensible de lo histórico expresa la historicidad? En reali­
a) Que el tiempo, la temporalidad, el cambio, es el determinante, el con­ dad, la respuesta a esta pregunta es el problema que subyace en la difi­
dicionante esencial de su investigación. cultad de trascender una mera historia de «acontecimientos». Porque la
b) Que para poder hablar de regularidades, la historiografía tendría que historicidad no es en este caso ya sólo una cualidad intrínseca al objeto
proceder siempre a través del establecimiento de claras tipologías entre estudiado, un presupuesto, como en el caso de las demás ciencias so­
los «hechos» históricos, por la inespecificidad de la que hemos hablado. ciales, sino que es el objeto fundamental del estudio de la historia, sien­
c) Que la descripción (en forma de relato o no) ocupa en el método his­ do la historicidad una de las condiciones de la naturaleza humana más
tórico un lugar de gran relieve. Que la descripción histórica sea esencial difíciles de aprehender.
en el análisis histórico, aunque en forma alguna sea lo exclusivo, expli­ 3. Otro más de los problemas máximos del método historiográfico es la
ca, sin embargo, que la historiografía se haya quedado muchas veces fijación de lo que debe entenderse, en el plano teórico y, por consiguien­
en mera descripción. te, en sus consecuencias metodológicas, por singularidad del devenir
histórico. La unicidad y singularidad de todo el devenir de la historia es
Objetivos e instrumentos en el método historiográfico una de las más destacadas notas que los filósofos han captado. Se ha
dicho que lo histórico es «lo concreto», «lo único», lo que realmente ha
Si desde este plano general nos adentramos después en las peculiarida­ sucedido. La singularidad de los fenómenos y los estados en el devenir
des más internas, más distintivas, del método de la historiografía, podre­ humano constituye, sin embargo, una cuestión que se presta a interpre­
mos señalar que ellas derivarían de dos tipos de realidades. En primer taciones muy diversas. Ella constituye el fundamento tanto de la nega­
lugar, de la naturaleza de su objeto, es decir, serían determinaciones del ción de la posibilidad de una «ciencia» de la historia, como de la afirma­
método histórico condicionadas por las dificultades ontológicas de su ción de que la historia es la realidad más global que hay en el mundo y,
objeto. Así: como tal, la más universal; la historiografía sería por esa circunstancia la
1. El objeto histórico tiene, por definición, como determinación intrínseca «casi» única ciencia de lo humano, según decía Gianbattista Vico.
la temporalidad. Seguramente, en el contexto general de la investigación 4. Aunque parezca paradójico, la singularidad del devenir se acompaña
de lo social, esta es la particularidad más radical de lo específicamente de la generalidad de lo histórico como cualidad de las cosas. Todo es
histórico. Por ello, el método histórico no puede hacer abstracción jamás
del comportamiento temporal­secuencial ­cualquiera que sea la forma 54
R. Aron, Dimensiones de la conciencia histórica, Tecnos, Madrid, 1962, p. 29.
histórico, todo está afectado por el tiempo y, en sentido absoluto, ontoló­ ño que, como hemos visto ya, buena parte de la vieja preceptiva meto­
gico, todos los hechos que afectan al hombre son objeto de la historio­ dológica de la historiografía se centrara casi en exclusiva en el análisis y
grafía. Lo histórico es inespecífico, es cuestión de su ordenamiento tem­ crítica de los documentos, como si el trabajo del historiador no consistie­
poral no de una tipología. Por ello, el problema metodológico típico de la ra más que en eso.
historiografía es el tan manoseado asunto de cuáles «hechos» debe te­ 2. El método de la historiografía tiene una orientación esencial que es la
ner en cuenta el historiador y cuáles no. Como ya sabemos, el problema comparativa. Y ello en un doble sentido: la comparación entre procesos
real es cómo construir el discurso histórico, no cómo seleccionar los he­ simultáneos que se producen en ámbitos diversos ­comparación entre
chos históricos. historias nacionales o entre tipos de fenómenos o procesos paralelos (la
Estos cuatro puntos, cuando menos, podrían resumir cuáles son los aparición de la violencia política, de la sociedad industrial, etc.)­, pero
principales problemas metodológicos que se derivan de la naturaleza también la comparación sucesiva, la comparación entre lo anterior y lo
misma del hecho u objeto socio­histórico. Se trata de dificultades que posterior. Esta es la clave de lo historiográfico. Al intentar reconstruir la
tienen, tal vez, más entidad, más calado, que las que afectan a los obje­ sucesión de los comportamientos humanos, lo que el historiador se pro­
tos de otras ciencias sociales particulares. pone en última instancia es definir estados sociales y compararlos, ana­
Pero, además, a las peculiaridades ontológicas se suman en la realidad lizar esencialmente el cambio. El método histórico tiene, en consecuen­
histórica también aquellas otras que afectan al método desde el punto cia, una segunda característica propia: investigar la historia es distinguir
de vista de las dificultades, instrumentales, desde el punto de vista pro­ las composiciones sociales en unos momentos con respecto a las de
piamente operativo, cognoscitivo. En este sentido, las especificidades otros. Es decir, en algún sentido el método histórico es siempre compa­
del método histórico podrían ser caracterizadas así: rativo. Estudiar una situación estática en el pasado puede ser el objetivo
1. Siendo lo histórico el resultado del comportamiento de los fenómenos de cualquier otra ciencia social. De hecho, sucede así muchas veces
sociales en el tiempo, el material empírico sobre el que la historiografía con estudios politológicos, sociológicos o antropológicos56. El objetivo es
trabaja consiste en una proporción muy alta, en restos. Pero no, desde definir el grado de desenvolvimiento de una sociedad en un determinado
luego de una manera absoluta55. Los documentos históricos pertenecen momento ­obsérvese la gran dificultad de definir ese «momento» en el
por lo general a esa categoría de cosas. A la inmensa mayoría de los fe­ tiempo­ desde el punto de vista de su permanencia o su cambio y todo
nómenos que conforman la historia los conocemos por las huellas que ello a base del análisis morfológico. Por tanto, el método histórico gira
han dejado, puesto que se han producido en un tiempo anterior al nues­ sobre dos pivotes: estructuras de las sociedades y comportamientos
tro. Por tanto, en la investigación de la historia, el «documento temporales.
indiciario», y no la observación del fenómeno mismo, es la «fuente de in­ 3. El método histórico capta su objeto a través de conceptualizaciones
formación» por excelencia. Pero de esto no debe hacerse en forma al­ sobre los colectivos pero también sobre los individuos. Como ya hemos
guna un mito, como hace la historiografía tradicional y algunas corrien­ indicado anteriormente, el contencioso entre individualismo y holismo es
tes actuales. Hay que decir que se trata de una peculiaridad que se pre­ superable, y está hoy superado, saliendo del plano de la irreductibilidad
senta también en todas las otras disciplinas sociales, aunque no con la
56
importancia, la centralidad, que en la historiografía. Por ello no es extra­ Los ejemplos aducibles de esto son fáciles. Existe, por ejemplo, más de un estudio de
politólogos o sociólogos españoles sobre problemas concretos de la Segunda República,
es decir, de los años treinta. Existe una rama o corriente de desarrollo
55
No lo es así, como puede comprenderse, en empresas historiográficas como la histórico-antropológico que ha dado en llamarse antropología histórica. El estudio de los
historia oral -como método o como sector- y, en buena parte, en todo el ámbito en «sistemas políticos», por ejemplo, no es otra cosa que el estudio de la historia política
general de lo que se llama historia del tiempo presente o historia reciente. contemporánea.
de esas dos concepciones. Las acciones de los individuos no explican la ta a todas las ciencias sociales con sus propias realidades, a cada una
historia, pero en absoluto puede marginarse su papel. El método históri­ en su campo.
co debe buscar los colectivos sin olvidar a los individuos. Ninguno de
esos dos planos de la realidad social contiene en sí mismo toda su inteli­ De lo expuesto puede concluirse, en resumen, que el método historio­
gibilidad. El proceso histórico se configura siempre por la interacción de gráfico tiene, como caracterización de su procedimiento, al menos tres
las estructuras y el sujeto. peculiaridades distintivas:
4. El método histórico es esencialmente globalizante. Pierre Vilar señaló
ya que la sociología y la historiografía eran las dos únicas ciencias «glo­ a) Su tratamiento de una realidad prácticamente siempre mediata (res­
bales y dinámicas» de la realidad social57. La distribución de la materia tos).
historiográfica en sectores, ya sean de materiales y enfoques sistemáti­ b) Su necesidad de captar siempre el proceso (diacronía).
cos ­las historias política, económica, de las mentalidades, de la literatu­ c) Su necesidad de globalización (inespecificidad de lo histórico).
ra, etc.­ o en sectores de la historia mediante cortes cronológicos ­anti­
gua, medieval, renacentista, etc.­ no es más que un recurso de método, Y, en su estado actual al menos, el método historiográfico debe conjugar
de exposición. La historia, como ontología, es una, pero otra cosa es tres problemas importantes:
que podamos reducirla entera a un discurso. Tal vez puede hablarse, no
obstante, de una diferencia teórica entre la reconstrucción de un proce­ a) Su escaso nivel de formalización metodológica, la escasa articulación
so histórico­social global y la historia de un fenómeno social parcial. Ello de las reglas del método histórico y la carencia de un lenguaje distintivo.
puede basarse en que, en teoría, todo fenómeno sectorial puede tomar­ b) Los escasos instrumentos teóricos y técnicos de que dispone para la
se en sí mismo como un todo. aprehensión de una realidad con muchas variables implicadas.
5. Lo que sabemos de la historia es necesariamente una visión desde el c) El problema siempre presente de la necesaria articulación entre el
presente. Independientemente de las implicaciones epistemológicas de análisis de las estructuras y el acontecimiento, y entre lo sistemático y lo
esta situación, desde el punto de vista del método hay que decir que la secuencial.
historiografía no puede nunca pretender que la historia que podemos co­
nocer es el legado de todo el pasado del hombre. Ni está claro si esa La comparación en el método historiográfico
expresión «todo el pasado del hombre» tiene algún sentido. La historia
que escribimos es una concepción que forja el hombre presente. Ni pue­ Por todo lo dicho, se comprende que la comparación tiene una especial
de entenderse técnicamente la posibilidad de un todo que sería la suma importancia en el método histórico. La investigación de la historia es
de «todos los acontecimientos», lo que es incognoscible, pero ni siquie­ siempre en algún sentido comparativa, al menos en una comparación
ra que haya una realidad pensada de esa forma que tenga algún senti­ que podríamos llamar «diacrónica», en el tiempo, puesto que no es posi­
do. Esto muestra el profundo error en que caen quienes piensan que es ble captar la naturaleza del movimiento histórico si no es por la compa­
posible una historia total, como suma de historias parciales. El discurso ración de sucesivos estados sociales. O «por la contraposición de las
histórico lo hacemos desde el presente, la adecuación de ese discurso condiciones precedentes con las consecuentes»58. Pero la práctica com­
con la realidad «objetiva» es un problema del mismo tipo que se presen­
58
Así lo dice C. S. Maier, «La historia comparada», Studia Historica (Salamanca), X-XI
(1992-1993), p. 12. Este número de la revista, aparecido en 1994, es un monográfico
57
P. Vilar, Iniciación al vocabulario, pp. 17 y ss. de gran interés sobre la historia comparada.
paratista explícita es aquella que busca homologías o heterologías entre método comparativo, aunque sea implícitamente, se ha empleado desde
desarrollos históricos de sistemas separados, no la evolución de esta­ la Antigüedad nunca se ha hecho una historia de ello64.
dos sucesivos de un mismo sistema. La comparación en historia implica Las más interesantes generalizaciones históricas que se han producido,
la confrontación entre sociedades globales o entre determinados facto­ e incluso los intentos de formular ciertas «leyes» de lo histórico, presen­
res, movimientos, peculiaridades de cualquier tipo, niveles de actividad, tes en el pensamiento de Montesquieu, Tocqueville, Comte, Marx, Toyn­
etc., observables en sociedades distintas y, normalmente, en periodos bee o Braudel, proceden justamente de la comparación de una abun­
cronológicos coetáneos o cercanos a la coetaneidad59. dante evidencia empírica, aunque el verdadero valor teórico de todo ello
La comparación como práctica metodológica ha sido definida de formas no se justifique de forma plena por la existencia de similitudes a gran es­
diversas. Ya Durkheim mantuvo que había que buscar las «variaciones cala. Pero las tienen siempre como base. La comparación puede dar
concomitantes» como forma de analizar los hechos sociales 60. Marc cuenta de importantes procesos de diferenciación y también de lo con­
Bloch habló de la búsqueda de similitudes entre «series de naturaleza trario, de desdiferenciación, cosas ambas de importancia obvia en la
análoga, tomadas en medios sociales distintos»61. La posición de Char­ complejidad creciente de las sociedades.
les Tilly es más radical puesto que cree que no hay posibilidad de supe­ El estudio comparativo en historiografía procura grandes aportaciones
ración de los postulados «perniciosos» en la ciencia social heredados pero a condición de hacer de él una aplicación cautelosa y bien planifi­
del siglo XIX si no es a través del estudio histórico­comparativo de los cada; los peligros de una práctica inadecuada de la comparación son
fenómenos sociales62. Pero no han faltado tampoco aquellos que pien­ bastante claros65. Un análisis comparativo no es posible sin un trabajo
san que la comparación en términos que hagan posible el hallazgo de previo para definir lo que es comparable, para definir de forma muy es­
verdaderas homologías, o de diferenciaciones que tengan valor signifi­ tricta las realidades empíricas o las conceptuaciones extraídas de cada
cativo para explicar las sociedades, es una quimera. ámbito que quieren ser comparadas, y sin un control constante de la
El método comparativo en las ciencias sociales se ha descrito con unas comparación66. Las ventajas son en unos casos propiamente metodoló­
coincidencias básicas para todas ellas. No hay procedimiento comparati­ gicas: mejora la utilidad del trabajo histórico, ayuda a formular proble­
vo practicado en una disciplina que no pueda ser útil en otras 63. La com­ mas nuevos, fija mejor el «territorio» sobre el que se trabaja, permiten
paración es no sólo en historiografía, sino en todas las ciencias sociales, generalizar y controlar las conclusiones. En otros son ventajas explicati­
una manera de paliar la imposibilidad de experimentación. De otra parte, vas: permiten definir mejor cada uno de los fenómenos comparados,
la importancia de la comparación reside en que es uno de los caminos pueden establecer mejor las «causas» o la relación entre fenómenos,
para generalizar, para obtener conclusiones de más alta universalidad etc.
acerca de las características de procesos socio­históricos que pueden Pero los peligros son también evidentes. El fundamental de ellos es el
producirse con regularidad o con rasgos regulares. A pesar de que el que de antiguo se ha formulado diciendo que «sólo se puede comparar
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lo que es comparable», lo que viene a querer decir que la comparación
Cercanos a la coetaneidad, pero no estrictamente simultáneos, porque una de las
funciones de la comparación es establecer si procesos homólogos se producen en
es ociosa. Pueden cometerse grandes anacronismos intentando compa­
momentos diversos de la historia de sociedades determinadas.
60
É. Durkheim, Las reglas, p. 128. 64
G. Busino, La permanence du passé: questions d'histoire de la sociologie, Droz, Gine-
61
Citado en C. Cardoso y H. Pérez Brignoli, op. cit., p. 339. bra, 1988, p. 320.
62 65
C. Tilly, Grandes estructuras, p. 173. Véase C. Cardoso y H. Pérez Brignoli, op. cit., pp. 339-346, que son unas breves pero
63 excelentes páginas sobre la comparación.
G. Sartori y L. Morlino, eds., La comparación en las ciencias sociales, Alianza Editorial,
66
Madrid, 1994, p. 12. G. Sartori y L. Morlino, eds., La comparación, pp. 17, 31 y passim.
rar sociedades, instituciones, evoluciones que están separadas en el es­ temas mundiales, como el definido por Immanuel Wallerstein en su «mo­
pacio y el tiempo, donde las analogías pueden ser meros espejismos; derno sistema mundial»71.
pueden quererse comparar cosas que no se conocen aún bien. Pero en La comparación se ha visto como la mejor posibilidad de que la historio­
la historiografía actual las ventajas son muy superiores a los riesgos y grafía pueda contribuir de una forma decisiva a explicar grandes proce­
presentan, sobre todo, el gran avance de que la historia comparativa es sos lo que, a su vez, es la mejor manera de contribución a que la ciencia
la forma mejor de entender los procesos de «mundialización» de algu­ social adquiera una importante base histórica. Los procesos históricos,
nas de las características de las sociedades contemporáneas. evidentemente, sólo pueden facilitar sus mejores enseñanzas si de la
La comparación puede tener temática y objetivos diversos, que requie­ misma manera que se les ve como fenómenos «singulares», se intenta
ren métodos diversos también67. La principal diferencia se da entre la también ver qué rasgos «generales» poseen. Tal como ya hemos dicho
comparación caso a caso o de fenómenos análogos y la comparación antes, la inteligibilidad general de los cambios históricos reside en que
entre el desarrollo de dos procesos amplios. Ejemplo del primer tipo están compuestos de muchos elementos de cambio simples que son ho­
puede ser la evolución demográfica de dos o más conjuntos sociales; mologables entre sí.
del segundo, por ejemplo, el de las «transiciones» a la democracia ope­
radas en años recientes en varios países deficitarios en burguesías mo­
dernizadoras y en desarrollo del capitalismo industrial68. O el de los pro­
cesos de violencia social de amplio desarrollo en épocas de ruptura de
sistemas de valores establecidos y vigentes durante mucho tiempo69.
Charles Tilly ha expuesto la necesidad de la comparación entre los gran­
des cambios estructurales históricos y ha señalado cuatro tipos de com­
paraciones que él llama individualizadoras, universalizadoras, diferen­
ciales y globalizadoras70. La primera es la que compara dos fenómenos
específicos a fin de captar las peculiaridades de cada caso, el fascismo
en dos países, por ejemplo. La universalizadora intenta analizar casos
de aplicación específica de algún modelo definido, como el del creci­
miento económico. La tercera busca explícitamente las diferencias entre
situaciones comparables. La comparación globalizadora, la más amplia
de todas, «coloca distintos casos en distintos puntos del mismo
sistema», intentando ver cómo funciona el sistema en su conjunto al ver
las relaciones de cada caso con él; el ejemplo adecuado es el de los sis­
67
Un buen recuento, excelentemente estructurado, en M. Duverger, Métodos, pp. 411 y
ss.
68
G. O'Donnell, P. C. Schmitter, L. Whitehead, eds., Transiciones desde un gobierno
autoritario, Paidós, Buenos Aires, 1989. Para lo que decimos interesa especialmente el
vol. 3: «Perspectivas comparadas».
69
H. Arendt, On Violence, Harcourt, Brace and World Inc., Nueva York, 1970.
70 71
C. Tilly, op. cit., pp. 104 y ss. I. Wallerstein, El moderno sistema mundial, Siglo XXI, Madrid, 1979-1984.

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