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Instruccions:
Llegeix el text A i respon les preguntes, editant aquest document. Després, llegeix el
Text B, contesta les preguntes i envia l'activitat pel Moodle com a tramesa.
TEXT A
Font: La Vanguardia 10/10/20
Desde los tiempos más remotos las epidemias han afectado y condicionado la
humanidad que, mientras tanto, buscaba mecanismos de adaptación para salir del
paso y seguir adelante. En el pasado la planificación urbana fue capaz de mejorar
la esperanza de vida de sus habitantes y limitar el avance de epidemias. La
arquitectura y el diseño urbanístico de las ciudades son un testimonio de ese
proceso.
Que el medio ambiente influye en la salud de las personas, es algo que se sabe
desde siempre: Hipócrates se extendía ya sobre la cuestión en Sobre aires aguas y
lugares. Siglos más tarde, los médicos de la Edad Media veían en la “corrupción
del aire” el origen de la peste, de ahí la instauración de lazaretos, donde, bajo la
protección de San Lázaro, se solía recluir a enfermos o imponer cuarentenas en
puertos o zonas alejadas de las ciudades. En síntesis, igual que hoy, distancia física
y cuarentenas han sido los principales medios para luchar contra enfermedades, y
la arquitectura tuvo un papel decisivo en esta contienda.
Ya desde fines del siglo XVIII surgieron discursos que promovían airear las
ciudades. Se acusaba a las “miasmas” (los vapores producidos por enfermos,
excrementos, materiales en descomposición, aguas estancadas, etc.) de ser
responsables de los temidos brotes de cólera que devastaban la población, igual
que de las famosas “fiebres continuas” (que incluían enfermedades como el tifus,
malaria, fiebre amarilla, escarlatina, etc.), y de las enfermedades crónicas como la
tuberculosis.
En 1854 se encaró la tarea de erradicar los tugurios del centro de París, abrir
avenidas amplias que conectaran sectores estratégicos de la ciudad, crear espacios
verdes, prever grandes reservas de agua potable destinadas a aprovisionar la
ciudad, construir acueductos para llevarla a las casas, construir una red de galerías
subterráneas para evacuar las aguas servidas y de las alcantarillas, establecer un
sistema de limpieza en las calles… En fin, la ciudad fue transformada
radicalmente y no se trató de una operación precisamente de orden estético.
La década de 1930 vio nacer la Bauhaus con sus diseños amplios y despejados,
orientados en función de la luz y vientos, y en que se eliminaron tapicerías y dio
preferencia a materiales lavables. Le Corbusier diseñaba por entonces edificios
con grandes terrazas, sobre pilotes, para aislarlos de la humedad del suelo. En esa
misma década un grupo de arquitectos, entre los que se contaba el mismo Le
Corbusier, produjo el Manifiesto de Atenas, donde dejan claro que la calidad de
vida e higiene habitacional deben ir siempre por delante del patrimonio: no
había que dudar en derribar barrios históricos, por muy pintorescos que fueran, si
atentaban contra la salud de sus ocupantes.
Solo el tiempo nos dirá si la crisis producida por la pandemia de la covid llevará
a nuevas pautas de construcción que podrían incluir el diseño de ambientes más
amplios, terrazas, espacios previstos para teletrabajo… En otras palabras, llevarían
a restablecer la alianza entre salud y arquitectura.
2. Per què es creia que l'estat no havia d'intervenir, segons els principis
neoliberals? Hi estàs d'acord?Quins arguments fa servir Chadwick per
millorar el disseny urbanístic?
TEXT B
«Es algo global y transversal. Hace años que pedimos incluir a los indicadores sociales
en la salud, en aras de conceptos como la sociología de la salud. Es algo que aparece en
cualquier estudio de ciencias sociales que trabaje con la salud», explica Elisa Alegre,
antropóloga, profesora en la UOC y la URV y doctoranda en Antropología Médica.
Alegre mantiene que «hay que huir de esas justificaciones que dicen que en los barrios
pobres o con rentas más bajas se cumplen menos las normas» y señala unas
«condiciones estructurales o de vida concretas»: «En los barrios más empobrecidos, el
tipo de trabajo que se suele tener no es virtualizable. Hablamos de la gente que trabaja en
hostelería, en la obra, en los supermercados… en lugares de primera línea que, de hecho,
se consideraron, algunos de ellos, esenciales durante el confinamiento. Muchos tuvieron
que seguir trabajando. En algunos casos coinciden con que los puestos más precarios son
los que no se pueden hacer a distancia.
Pero los contrastes no acaban ahí. No todo el extrarradio es igual. Sant Pere i Sant Pau,
con una tasa de 253, está más alineado con el centro, pero si el análisis vuelve a Ponent,
se atisba otra vez la descompensación: Bonavista, un barrio genuinamente obrero,
generalmente con sueldos más bajos, destaca por una afectación mayor que llega a 311
casos por cada 100.000 personas, según los datos de Salut. En Sant Salvador, otro de los
lugares de la periferia con una menor renta, la afectación se elevada a 490, si bien hay
que tener en cuenta que se incluye ahí otro municipio, Els Pallaresos.
Otro caso ilustrador es el de Constantí, núcleo muy próximo a Tarragona, con una tasa
disparada de 406. Esta población del Tarragonès figura entre las que tienen una renta
más baja, según los últimos estudios del INE. Estos datos van en la línea de otras
aproximaciones. «Empezamos a ver que el nivel socioeconómico es importante para
establecer quién tiene más riesgo por estar más expuesto pero también por la capacidad
que se tiene para dar respuesta», cuenta Israel Rodríguez, profesor de los Estudios de
Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC. Rodríguez recalca que «los
trabajadores esenciales pueden verse más expuestos a los contagios» y, además, pone
algunos ejemplos: «Lo que pasó con el brote de Lleida, con los temporeros, es una
muestra clara de la dimensión económica de la pandemia. Influye la falta de condiciones
laborales de los trabajos. Lo mismo sucede con la vivienda y la propia densidad de los
barrios».
Rodríguez, igual que Elisa Alegre, cree que «hay muchos empleos vinculados a los
cuidados que son difícilmente virtualizables». «El teletrabajo, en cierta manera, se
convierte en una forma de privilegio. La distancia física de la periferia también influye
porque comporta una mayor movilidad, así como la vivienda y la posibilidad de hacer la
cuarentena bien hecha. Si no lo puedes hacer, tiende a haber más riesgo», indica
Rodríguez.
En ese sentido, el doctor Enric Aragonès, médico en el CAP de Constantí, está en una de
las zonas con una incidencia más alta: «Es difícil hacer un confinamiento muy estricto
en algunos tipos de familias, muy grandes, con muchas relaciones y una posibilidad alta
de que cuando haya un caso se esparza rápido. Afecta el tipo de vivienda, que no
siempre sea el más adecuado. Hemos visto la dificultad de confinar a personas que no
pueden coger la baja porque su sueldo depende de que vayan a trabajar».
5. Quines són les raons per les que hi ha més incidència de la Covid als barris
de ponent que al centre de Tarragona?