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Ética del Ciudadano y la Función Pública – Actividad I

1.- La Bioética en tanto “Estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de


las ciencias de la vida y de la atención a la salud, examinando esta conducta a la luz
de los valores y de los principios morales.”, conlleva, de acuerdo al informe elaborado
por Beauchamp y Childress, cuatro principios fundamentales que rigen el manejo de
valores y la resolución de los dilemas éticos de la actividad biomédica y que
constituyen normas generales orientativas que deben ser analizadas en cada caso
concreto. Estos son: a) No maleficencia, b) Beneficencia c) Autonomía y d) Justicia.
El Principio Bioético de Justicia implica la igualdad de los ciudadanos como ideal a
perseguir y para ello la necesidad de una distribución considerada y justa de los
recursos (no necesariamente igual, pues la desigualdad puede ser también justa). Por
lo tanto este principio refiere a que los recursos de salud disponibles para las personas
deben ser distribuidos de manera considerada y justa para todos, siguiendo el principio
de que todas las personas son iguales en dignidad y derechos. Se trata de evitar al
máximo las situaciones de desigualdad que se puedan dar entre humanos basándose
en la dignidad de las personas como fines y no como medios.
El Principio de Autonomía por su parte se refiere a la capacidad de una persona
para autogobernarse, o sea tomar decisiones libre e independientemente, sin
coacciones, restricciones o presiones externas e internas o relacionadas con sus
valores. Para asegurar esta autonomía es imprescindible que el individuo sea
adecuadamente informado, se mitiguen sus miedos, se asegure la comprensión de lo
informado, se aliente la toma de decisiones, se diga la verdad, se respete la intimidad,
se proteja la información confidencial y se obtenga su consentimiento. Estas
decisiones deben ser respetadas, en forma amplia y abstracta excepto cuando
supongan grave perjuicio para otros.
El relato se relaciona con ambos principios puesto que, por una parte pone en
evidencia la necesidad aplicación del Principio de Justicia para una población
vulnerable, a cuya vulnerabilidad por la “situación de calle” o de “personas sin hogar”
se agrega una nueva capa que es el contexto de la pandemia de Covid-19 la que
aumenta su vulnerabilidad inicial. Esto hace necesaria la protección de este colectivo
en función de una ética de protección que propugne la igualdad social mediante la
inclusión y la justicia, distribuyendo los recursos médicos de acuerdo a las
necesidades de este grupo especialmente vulnerable (por la dificultad de implementar
las medidas de higiene y aislamiento que requiere el control de la enfermedad en este
colectivo en particular por sus condiciones de vida), siendo éste a su vez un
mecanismo de protección del resto de la población pues el control de la enfermedad
en el ámbito de las personas sin hogar repercute directamente en el manejo de la
crisis de salud pública general. Del relato surge claramente que la justicia en cuanto a
distribución de recursos no necesariamente implica una distribución equitativa de éstos
sino que, como sucede en el caso planteado, muchas veces una protección efectiva
del vulnerable requiere una asignación de recursos mayor o más inmediata que para
otros sectores menos vulnerables.
También entra en juego en el relato el Principio de Autonomía y sus eventuales
limitaciones en mérito a evitar grandes perjuicios para otros y teniendo en cuenta las
limitaciones a la autonomía (por ejemplo por razones de capacidad, sin que esto
implique dejar de reconocer el valor intrínseco de cada ser humano y su dignidad
implícita), y en este sentido surge del relato que resulta imprescindible el respeto a la
autonomía de las personas sin hogar en el marco de la pandemia de Covid-19,
siempre y cuando las decisiones sean tomadas con las garantías de intencionalidad,
comprensión adecuada, en ejercicio de valores y creencias propios y sin influencias
externas o internas que condicionen la acción, y con especial énfasis en evitar que
esta autonomía genere perjuicios al resto de las personas en tanto el apartamiento de
las medidas necesarias para prevención y contención de la enfermedad pueden
repercutir gravemente en la salud pública en general.

2.- a. Derechos Humanos son el conjunto de prerrogativas o atribuciones iguales e


inalienables inherentes al ser humano por su condición de tal y que se fundan en la
dignidad humana. Esto es son derechos y libertades tendientes a proteger y asegurar
el disfrute de una vida digna y que pertenecen a todos los seres humanos por el sólo
hecho de serlo.
b. En la situación expuesta en el texto se evidencia que las personas sin hogar durante
la pandemia de COVID-19 se enfrentan a vulneraciones a derechos humanos
reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, como por ejemplo:
Derecho a la Vivienda (art. 25): Las personas sin hogar carecen de un lugar seguro y
adecuado para vivir, lo que afecta su dignidad, a esto se agrega que en el contexto de
la pandemia de Covid-19 la falta de vivienda dificulta el cumplimiento de medidas de
prevención, como el distanciamiento social o el aislamiento, aumentando el riesgo de
contagio, agravando también y en consecuencia la vulneración del derecho a la salud.
Derecho a la Salud y Acceso a Servicios Médicos (art. 25): La falta de acceso a
servicios de salud adecuados y la ausencia de condiciones higiénicas aumentan el
riesgo de enfermedades y la propagación de virus en general siendo esta una capa de
vulnerabilidad de este grupo de personas. Durante la pandemia las personas sin hogar
por sus particulares circunstancias pueden tener mayores dificultades que el resto de
la población para acceder a pruebas de COVID-19, tratamiento médico y vacunación,
lo que agrava su situación de salud y agrega una nueva capa de vulnerabilidad.
Derecho a la Igualdad y No Discriminación (art. 7): La discriminación basada en el
estatus de personas sin hogar puede llevar a la negación de servicios esenciales y
oportunidades. La discriminación en el caso de las políticas públicas de prevención y
control del Covid-19 puede manifestarse en la asignación de recursos limitados,
excluyendo a las personas sin hogar de medidas de protección y cuidado.
Derechos Laborales y Económicos (art. 23): Las personas sin hogar a menudo en su
mayoría se encuentran con dificultades para acceder a empleo. Durante la pandemia
la pérdida de empleo y la falta de ingresos en la población general se ven agravadas,
limitando aún más la posibilidad de este colectivo en concreto de acceder a medios de
satisfacer necesidades básicas, como alimentos y atención médica.
Derecho a la Integridad Personal y Dignidad (art. 22): Las condiciones de vida
precarias implícitas en carecer de hogar pueden afectar la integridad personal y la
autoestima de las personas sin hogar. El aislamiento social y la estigmatización en
situación de pandemia pueden acentuar la sensación de marginación, afectando
negativamente la salud mental y emocional.
Derecho a la Información (art. 19): La falta de acceso a información de cualquier tipo
sobre la pandemia puede tener un efecto de exclusión y dejar a las personas sin hogar
desinformadas sobre medidas de prevención y recursos disponibles. La
desinformación contribuye a la vulnerabilidad de esta población, dificultando su
capacidad para protegerse y acceder a ayuda.

3. Partiendo de la teoría ética de mínimos y máximos creada por la filósofa Adela


Cortina y que se funda en el principio de universalización de aquello que se considera
justo, por la que se considera como mínimo ético universal exigible lo justo y se busca
alcanzar el nivel máximo de bienestar posible para los individuos, o sea lo bueno.
Aplicando estos conceptos al análisis de la situación de las personas sin hogar en el
contexto de la pandemia de COVID-19 se puede concluir que: el enfoque Ético de
Mínimos implicaría garantizar que se cumplan los derechos básicos y necesidades
esenciales de las personas sin hogar durante la pandemia y esto supondría
proporcionar refugio, alimentos, acceso a servicios médicos y medidas de prevención
básicas para proteger a las personas sin hogar del riesgo de contagio. En tanto desde
la Ética de Máximos se buscaría no solo satisfacer las necesidades inmediatas, sino
también mejorar significativamente la calidad de vida y abordar las causas
subyacentes de la falta de vivienda mediante acciones que trasciendan a la respuesta
inmediata a la pandemia, trabajando hacia soluciones a largo plazo que incluyan
vivienda estable, acceso a empleo y servicios de apoyo continuos para este grupo
especialmente vulnerable y así propender a su autonomía.
Ambas éticas, tanto de mínimos como de máximos, requieren el respeto fundamental
a la dignidad de las personas sin hogar.
En resumen, la teoría ética de mínimos y máximos proporciona los elementos
necesarios para establecer por un lado la respuesta básica necesaria a esta situación
de especial riesgo que a su vez afecta más gravemente al colectivo de las personas
sin hogar como es la pandemia de COVID-19, así como la búsqueda más ambiciosa
de mejorar la situación de estas personas sin hogar a largo plazo y de manera
sostenible. La búsqueda de soluciones éticas debería abordar tanto las necesidades
inmediatas como los desafíos a largo plazo que enfrentan estas personas.

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