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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALENCIA “SAN VICENTE MÁRTIR”

EL SENTIDO CRISTIANO DEL SUFRIMIENTO

Por:
David Guillem-Tatay
PRIMERA PARTE: REFLEXIONES SOBRE EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO

PREGUNTAS
La enfermedad puede causar dolor y/o sufrimiento.
1. ¿Sólo la enfermedad?
2. ¿Qué significa dolor?
3. ¿Qué significa sufrimiento?
4. ¿Puede haber dolor sin sufrimiento?
5. ¿Puede haber sufrimiento sin dolor?
6. ¿Qué relaciones y/o diferencias hay entre dolor y sufrimiento?

INTRODUCCIÓN

La pandemia ha puesto de manifiesto algo que estaba claro, pero que lo hemos
escondido durante mucho tiempo y que seguimos escondiendo: nuestra incapacidad
social y personal de afrontar de modo eficiente el sufrimiento.

En esta sociedad de la globalización, del emotivismo, de la revolución digital,


tecnológica y científica, el sufrimiento no tiene cabida. No sabemos encajarlo en
nuestras vidas.

¿Por qué?

Porque el sufrimiento nos esclaviza, nos atemoriza, nos impide una reflexión serena que
nos faculte para vivir.

Y hemos suplantado unos valores perennes y comunes encaminados al bien común –


verdad, amor, justicia y belleza-, por intereses particulares, estados de ánimo y
emociones.

CONCEPTOS

RAE:

ENFERMEDAD: Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes


del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestadas por síntomas y signos
característicos, y cuya evolución es más o menos previsible.

DOLOR: Percepción sensorial localizada y subjetiva que puede ser más o menos
intensa, molesta o desagradable y que se siente en una parte del cuerpo; es el resultado
de una excitación o estimulación de terminaciones nerviosas sensitivas especializadas.
Sentimiento intenso de pena, tristeza o lástima que se experimenta por motivos
emocionales o anímicos.

SUFRIMIENTO: Hecho de sufrir o padecer dolor físico o moral.


SUFRIR: Experimentar una persona algo que causa dolor físico o moral o molestia.

ASOCIACIÓN INTERNACIONAL PARA EL ESTUDIO DEL DOLOR:

DOLOR: Una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada o similar a la


asociada con daño tisular o potencial. Esta definición es la asumida por la OMS.

¿SUFRIMIENTO?

REFLEXIONES

Así entendido, el dolor es una alarma que avisa de la existencia de algún problema que
amenaza nuestro estado de salud. Nos incita a detener la actividad y localizar el
problema, evitando su avance y empeoramiento: sin dolor, un esguince puede
evolucionar en una fractura.

Componentes del dolor: nocicepción y cognitivo-emocional. Vivencia del dolor


El dolor consta de dos componentes: un componente físico, que llamamos nocicepción 1
(componente sensitivo) y otro que acompaña esa experiencia con otros elementos, como
conocimientos, memoria o imaginación (componente cognitivo-emocional). Este
segundo componente es el que podríamos asimilar al concepto de sufrimiento.

El segundo componente hace que el sufrimiento vaya unido al dolor.

Ahora bien, ante un proceso nociceptivo similar, la percepción como vivencia puede ser
absolutamente diferente.

El umbral o grado de dolor de un cólico nefrítico es similar al de un parto. Pero no es lo


mismo tener un cólico nefrítico que vivir un parto del que va a salir un bebé: la felicidad
de lo segundo nada tiene que ver con el dolor de lo primero.

De modo que, como veremos, la vivencia de cada uno ayuda o empeora el dolor.

1
La nocicepción es un suceso fisiológico que es regulado por el sistema nervioso central, cuando se
producen estímulos nocivos en un tejido del cuerpo, es decir, es la capacidad de nuestro cuerpo para
detectar el dolor. (www.fisioterapia-online.com)
Dolor total: comenzamos a diferenciar dolor y sufrimiento
En los años 80, Cicely Sanders propugna un nuevo concepto que bautiza como “dolor
total”, incluyendo en el concepto de dolor no sólo los componentes físicos de la
experiencia de dolor, sino sus consecuencias en los otros ámbitos del ser humano: la
dimensión psicológica, social y espiritual.

Con lo que estamos empezando a deshilar dolor y sufrimiento: si bien el sufrimiento


acompaña al dolor, puede haber sufrimiento sin dolor. Como dice Cassell, “los cuerpos
duelen, las personas sufren”. El sufrimiento requiere algo más que una estructura
neurológica de alarma ante una amenaza de daño; es un fenómeno más complejo.

Sufrimiento: ¿emoción, sentimiento o vivencia?


Antes de intentar la difícil tarea de definir el sufrimiento, conviene que nos preguntemos
si éste es una emoción, un sentimiento o una vivencia.

Las emociones son estados afectivos consecuencia de reacciones subjetivas, inevitables


e incontrolables con complejas respuestas químicas y neuronales. La emoción impulsa a
la acción, pero, como hemos visto, no todos respondemos exactamente igual: no
responde igual un niño que un adulto. Por último, las emociones son transitorias: vienen
y van.

Lo sentimientos son la experiencia subjetiva de la emoción. Son el resultado de la


combinación de la emoción, instintiva y breve, a la que se suma un pensamiento que
obtenemos de forma racional. Los sentimientos son perdurables en el tiempo, en contra
de la emoción. Las emociones son incontrolables, sin embargo, las gestionamos a través
de los sentimientos en las que las transformamos. No controlamos las emociones, pero
sí podemos controlar los sentimientos.

Por su parte, la vivencia es aquella experiencia que vive una persona y que entra a
formar parte de su biografía vital, influyendo en su evolución personal, pasando a
formar parte de su bagaje vital y ayudándole a conformar su personalidad. Integra e
incorpora todo lo vivido en una experiencia vital, tanto desde la perspectiva intelectual,
cognitiva, emocional, afectiva, cultural. Engloba a todas nuestras dimensiones.

El sufrimiento, por tanto, más que una emoción o un sentimiento, es, más que nada, una
vivencia.

Difícil definición de sufrimiento: dos elementos


¿Por qué hemos puesto más arriba el concepto de sufrimiento entre interrogantes?
Porque no es fácil definirlo.

De todas las definiciones que hay, encontramos dos coincidencias: es un fenómeno


complejo y trasciende el dolor físico, pues involucra a todas las dimensiones del ser
humano, no sólo las interiores (afectivas, intelectuales…), sino también las exteriores
(comportamiento), y las relacionales (socialización).

Por otro lado, el sufrimiento ocupará todo el espacio que le dejemos. Por eso hay que
empezar por distinguir el sufrimiento inevitable del evitable... y tener claro que el
sufrimiento se vive en soledad.
SEGUNDA PARTE: EL SUFRIMIENTO Y DIOS. EL SENTIDO CRISTIANO
DEL SUFRIMIENTO

PREGUNTAS

1. ¿Por qué sufrimos?


2. ¿Cómo puede un Dios bueno permitir el sufrimiento?
3. ¿Hay respuestas a estas cuestiones? ¿Hay respuestas definitivas para
estas cuestiones?
4. Si no las hay, hemos acabado la sesión... y la vida, porque el
sufrimiento forma parte de la vida, es constitutivo de la persona.
5. Si las hay, ¿cómo podemos encontrar un camino de reflexión, al
menos, razonable y serio?

REFLEXIONES

Según San Juan Pablo II (1984, n. 2), el tema del sufrimiento “es un tema universal que
acompaña al hombre a lo largo y ancho de la geografía. En cierto sentido coexiste con él
en el mundo y por ello hay que volver sobre él constantemente”.

Además,

Aunque en su dimensión subjetiva, como hecho personal, encerrado en el


concreto e irrepetible interior del hombre, el sufrimiento parece casi
inefable e intransferible, quizá al mismo tiempo ninguna otra cosa exige
—en su «realidad objetiva»— ser tratada, meditada, concebida en la
forma de un explícito problema; y exige que en torno a él hagan
preguntas de fondo y se busquen respuestas. (n. 5)

El sufrimiento debe ser abordado desde distintas dimensiones. De hecho,

Puede ser que la medicina, en cuanto ciencia y a la vez arte de curar,


descubra en el vasto terreno del sufrimiento del hombre el sector más
conocido, el identificado con mayor precisión y relativamente más
compensado por los métodos del «reaccionar» (es decir, de la
terapéutica). Sin embargo, éste es sólo un sector. El terreno del
sufrimiento humano es mucho más vasto, mucho más variado y
pluridimensional. El hombre sufre de modos diversos, no siempre
considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas
ramificaciones. El sufrimiento es algo todavía más amplio que la
enfermedad, más complejo y a la vez aún más profundamente enraizado
en la humanidad misma. (n. 5)

De modo que, ante las preguntas antes indicadas:

1. Tenemos que admitir que ninguna respuesta puede satisfacernos por completo.
La mejor respuesta puede ser: “no lo sé”.
2. Admitir que creemos en un Dios cuyos caminos son misteriosos.
3. Ni el dolor ni el sufrimiento son voluntad de Dios. “Dios aprieta, pero no
ahoga”, dice el refrán: pues no, Dios no aprieta.
4. Aunque no hay respuestas definitivas, sí hay perspectivas y recursos que nos
sirven de ayuda.

Hay unas RESPUESTAS CLÁSICAS, tanto en el Antiguo Testamento como en el


Nuevo Testamento:

1. Castigo por los pecados


2. Misterio.
3. Purificación.
4. Nos permite participar en la vida de Jesús sufriente.
5. El Cristo que comprende el sufrimiento puede ser nuestro compañero en el
dolor.
6. Como parte de la condición humana en un mundo imperfecto.
7. Puede capacitarnos para experimentar a Dios de modos diversos e inesperados.

Pero también hay unas RESPUESTAS MÁS PROPIAMENTE


NEOTESTAMENTARIAS:

Las tres primeras quedan superadas en Jn 9, 2: Ante un ciego de nacimiento, sus


discípulos le preguntan: “Maestro: ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido
ciego?”. Jesús replicó: “Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las
obras de Dios”.

Dios no quiere nuestro mal, ni quiere que suframos. Lo que ocurre es que hay que ser
realista y reconocer que somos limitados, que somos frágiles, que el sufrimiento es una
realidad.

Y Jesús fue realista: no rechazó el sufrimiento; aunque con dudas por miedo, se enfrentó
al sufrimiento; y respondió sin devolver mal por mal, sino bien por mal.

De Jesús podemos aprender a responder ante el sufrimiento. Y ahí sí encontramos a


Dios.
De modo que, desde la repuesta de Jesús podemos realizar un proceso de discernimiento
y, en virtud de él, extraemos las siguientes conclusiones, aunque sean provisionales:

1. No evitar ni el dolor ni el sufrimiento. Las conductas evasivas no sólo no sirven


de nada, sino que son peores: retrasan el sufrimiento, además a peor.
2. Con el tiempo se aprende a manejar el dolor.
3. Es inevitable reflexionar.
4. Y reflexionar sobre distinguir entre el sufrimiento útil del inútil
5. Desde el primero, reflexionar lo que el sufrimiento te permite hacer y no hacer.
6. Reconocer lo bueno que es lo que puedes hacer.
7. Descubrir nuevas virtudes dentro de ti, entre ellas la capacidad de adaptación.
8. El sufrimiento puede abrir nuevos modos de experimentar a Dios.
9. Y descubrirlo en los pequeños signos, en las cosas más ordinarias, no
necesariamente en las extraordinarias.
10. PERO todo eso empieza a ocurrir cuando se acepta “la realidad de la situación”
(Ciszek, citado en Martin, 2010, p. 287).

Además, mi sufrimiento no es el tuyo. Del mismo modo que cada creyente debe
encontrar su camino personal hacia Dios, también debe encontrar su perspectiva
personal del sufrimiento: crecer en la fe, que sea una fe adulta.

Las respuestas fáciles, lugares comunes y trivialidades perjudican en lugar de ayudar e


impiden el proceso de profundización de la reflexión individual.

En el fondo, afrontar sinceramente con Dios el dolor y el sufrimiento.

CONCLUSIONES

1. Aceptar la realidad de la situación:


a. Se tarda un tiempo.
b. Pero hay que hacerlo, evitando reacciones evasivas

2. Reflexionar seriamente:
a. Evitar respuestas fáciles y simplonas.

3. Adaptarse a la situación:
a. Se aprende a manejar el dolor.
b. Algo difícil: perdonarse ante comportamientos que, de no sufrir, no los
cometerías.

4. Superarla viviéndola de otro modo:


a. Aprender a reorientar tu vida.
b. Descubres nuevas facetas en ti y en lo que puedes hacer.
c. Descubres nuevos modos de experimentar a Dios, las relaciones con Él
pueden ser nuevas.

5. Pero cada uno sufre de una manera muy personal:


a. Se aprende de los demás que han pasado por esa situación.
b. Pero cada uno debe de encontrar su propia forma de afrontar y responder
al sufrimiento.

BIBLIOGRAFÍA

Cerdá, G. (2022). Sufrimiento y sociedad moderna: del cómo sufrimos… el cómo


vivimos. En Tudela, J. & Marco, G. (dirección). Ciencia, razón y verdad: apuntes para
la reflexión bioética en el tercer milenio. Un homenaje al profesor Dr. Justo Aznar
Lucea. Editorial Trant lo Blanch: (Valencia). (pp. 459-494)

Martin, J. (2010). Más en las obras que en las palabras. Una guía ignaciana para casi
todo. Editorial Sal terrae: Santander. (pp. 283-300)

San Juan Pablo II. (1984). Salvifici doloris. Recuperado de:

http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/hlthwork/documents/hf_jp-
ii_apl_11021984_salvifici-doloris_sp.html

APUNTES ELABORADOS CASI EN SU LITERALIDAD DE LA BIBLIOGRAFÍA


RESEÑADA Y REDACTADOS EXCLUSIVAMENTE PARA LOS ALUMNOS DE
2º CURSO DE TERAPIA OCUPCIONAL

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