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SEMINARIO DE SEÑOR SAN JOSÉ DE LA ARQUIDIÓCESIS

DE GUADALAJARA

INSTITUTO DE TEOLOGÍA
«SAN CRISTOBAL MAGALLANES»

El amor como oblación en su máximo


esplendor

Disertación escrita para concluir la formación teológica

Asesor: Sr. Pbro. Doc. Ramón Salazar Estrada.

Alumno: Néstor Antonio Meza Magallanes.

Guadalajara, Jalisco a 28 de octubre de 2020


2
INTRODUCCIÓN

El sufrimiento, es una realidad que está presente en la vida del hombre y que sin
duda es algo que le aqueja y le perjudica. El hombre está en una constante búsqueda
del porqué del sufrimiento y del cómo poder sanar esta cuestión tan difícil de entender
y de vivir.

Para que el hombre pueda encontrar un sentido al sufrimiento será necesario que
tenga el conocimiento de su valor, tanto humano como moral. Por ello consideramos
necesario el estudio de este tema tan importante.

Buscaremos responder al sentido del sufrimiento dándole un lugar importante en


nuestra vida como creyentes. Será a la luz de la revelación y de la entrega de Cristo
en la cruz como buscaremos dar respuesta a esta cuestión. Nos adentraremos en el
misterio de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, quien es el hombre sufriente,
pero que se entrega por amor a los hombres.

Así, en el transcurso de este estudio, queremos reconocer qué es el sufrimiento,


cuáles son sus causas y cómo debemos afrentarlo. Así como cuál es la misión del
hombre y cómo Dios le va dando el camino para que él se una a la misión que le tiene
preparada.

Trataremos de presentar la humanidad de Jesús como un ejemplo y testimonio de


sufrir con entrega generosa, pues es en Cristo en quien todos los cristianos tenemos
un ejemplo a seguir.

3
Por último, nos gustaría manifestar cuál es el sentido cristiano del sufrimiento y
cuál es la finalidad de este en la vida del hombre. De la misma manera pondremos de
manifiesto cuál es el compromiso del hombre al saberse frágil y necesitado, y cual es
la manera correcta de vivir el sufrimiento como creyente.

La respuesta la vamos a encontrar a la luz de la revelación, de la sagrada escritura


y de los documentos de la iglesia. Citaremos algunos autores que mencionan su
postura al respecto y que nos pueden ser de gran ayuda en la comprensión de esta
incógnita.

Buscamos demostrar pues, que el sufrimiento, que es causado en vistas a la entrega


generosa de la persona y visto desde la teología, así como vivido desde ella no se
puede llamar así, sino entrega de amor, “oblación”.

4
CAPÍTULO I

LA REALIDAD, EL HOMBRE SUFRIENTE Y DAÑADO POR


EL PECADO

Vamos a comenzar a querer responder a una de las grandes cuestiones que tiene el
ser humano frente a su existencia, pues al saber que es creatura de Dios y ver que
sufre, se cuestiona sobre el por qué del sentido del sufrimiento y me gustaría que
analizáramos al hombre desde la perspectiva de ser creado por Dios con amor, pero
aun con eso, el hombre sufre.

1. El hombre sufre
El hombre es persona y debido a su composición de alma y cuerpo le hacen un ser
sensible, el cual le hace poder percibir y sentir afectos, emociones, dolores, etc. Es
por esto, que el hombre es un ser que sufre, pues gracias a sus sentimientos, se llega
al sentido del desánimo o la desesperación, lo cual le ocasiona dolor y sufrimiento. El
hombre, por tanto, sufre cuando experimenta algún mal. Esto es, que el hombre prueba
el mal y probándolo se hace sujeto del sufrimiento, se encuentra siempre una

5
experiencia de mal y a causa de esta el hombre sufre1. San Agustín menciona al mal
de la siguiente manera:

Como yo estaba ignorante de la verdad acerca de estas cosas, me hallaba no poco


embarazado y perturbado con tales preguntas, y por los mismos medios y con los mismos
pasos con que me apartaba de la verdad me parecía que la iba alcanzando, por no haber
llegado todavía a conocer que no es otra cosa el mal sino privación del bien, hasta llegar
al mayor mal, que es la nada y privación de todo bien. Pero ¿cómo lo había yo de conocer,
si mi conocimiento por los sentidos no pasaba de las cosas corpóreas, y con el interior
conocimiento del alma no pasaba de los fantasmas o especies de mi fantasía?2.

El sufrimiento en la vida del hombre, es un sector muy estudiado por la medicina,


pero no deja de ser algo profundo y amplio, e incluso complejo. Siempre se ha querido
buscar una respuesta a esto, no solo el sufrimiento físico, sino el moral, para esto es
necesario que nos demos cuenta de la doble dimensión del hombre, lo corporal y lo
espiritual. Para poder reforzar esta diferencia, tenemos que tomar en cuenta que el
sufrimiento físico se da cuando de alguna manera existe dolor en el cuerpo, mientras
que el sufrimiento moral es el dolor del alma. Es un dolor de tipo espiritual, pero
también acompaña al dolor físico.3

El hecho de ver la dificultad de definir al sufrimiento, no significa que no podamos


comprenderlo, para ello será necesario analizar lo que está en el fondo del hombre,
puesto que ya mencionábamos que era algo espiritual, para ello tomaré un ejemplo
que menciona que el sufrimiento es lo que en términos clínicos se llama dilaceración.
En esta acción se llega a la acción de desgarre, desunión de algo que formaba una
totalidad, un miembro y ahora queda desgajado en partes. De la misma manera el
sufrimiento surge como respuesta a un bisturí anónimo que rompe al hombre en lo
que lo constituye y lo deja totalmente desarmado ante su propia existencia4.

Entonces podemos mencionar al sufrimiento, como una actividad de dolor, de


tristeza, de desilusión, de abatimiento o desesperación, según la estructura del sujeto

1
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 7.
2
S. AGUSTIN, “Confesiones”, L. III, C. VII.
3
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 5.
4
Cf. F. J. ALARACOS, “Bioética y pastoral de la salud”, 236.

6
que sufre y de su sensibilidad. Es decir, que el hombre sufre a causa de un mal, esto
es una ausencia de un bien que no posee o que quisiera poseer en mayor grado5.

En la filosofía se menciona que el sufrimiento es: «El modo específico con que el
hombre vive la frustración y el fracaso de sus propias empresas, o bien el mal de las
situaciones en que se encuentra metido sin poder salir de ellas».6

El sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y a la


vez aún más profundamente enraizado en la humanidad misma. Una cierta idea de
este problema nos viene de la distinción entre sufrimiento físico y sufrimiento moral.
Esta distinción toma como fundamento la doble dimensión del ser humano, e indica
el elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto del sufrimiento.
Se trata, en efecto, del dolor de tipo espiritual, y no sólo de la dimensión «psíquica»
del dolor que acompaña tanto el sufrimiento moral como el físico. La extensión y la
multiformidad del sufrimiento moral no son ciertamente menores que las del físico;
pero a la vez aquél aparece como menos identificado y menos alcanzable por la
terapéutica.7

El dolor, a pesar de ser un hecho subjetivo, personal e intransferible, merece también ser
considerado desde una perspectiva objetiva, en la forma de un problema explícito, el cual
pide, a las preguntas que surgen desde el interior del hombre, que se busquen respuestas.
Y estas respuestas son variadas, dependiendo de la opción –científica, religiosa o
filosófica- que se tome, pero no hay que olvidar que el sufrimiento humano es un mundo
que está más allá de una mera descripción8.

Podemos afirmar, que el sentir del sufrimiento y la acción misma del sufrimiento
hacen que se unan los hombres, pues poseen esta semejanza y realidad, la del
sufrimiento, pues buscan la comprensión y atención ante la situación que están
viviendo y en la que averiguan una verdadera respuesta a su sufrir. Esto sin duda nos
lleva a una comunión y solidaridad9.

5
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 7.
6
J. GEVAERT, El problema del hombre, 280.
7
Cf. LAVADOS M. C., El Sentido Cristiano del Sufrimiento, Revista de Ciencias Religiosas,24
8
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 23.
9
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 8.

7
Entonces podemos afirmar que el hombre sufre por causa del mal, pues el mal es
una falta del bien, considerada distorsión o limitación el mismo bien que se debe tener.
Por tanto, el hombre sufre a causa de un bien que no posee, tiene o del cual participa,
es excluido de esta bondad y no forma parte de ella, por ello sufre y el sufrimiento por
tanto se sustenta en el mal. Pero esta falta del bien, no tiene su origen en Dios, sino
en el hombre mismo en su limitación10.

Para poder entender la cuestión del sufrimiento se necesita situar el problema en su


justa dimensión y empezar a buscar su causa. El sufrimiento es la privación de un bien
como ya lo mencionábamos. En este sentido, la privación del bien sería un mal, por
tanto, sufrimiento y mal se identifican. El mal no tiene en sí entidad positiva y no
puede tener causa o principio positivos; su origen es una mera privación. Hay tantos
males como carencias que generan dolor, tristeza, abatimiento, desilusión y hasta
desesperación, según su intensidad. Pero puede generar solidaridad y esto será lo que
ayude al sufrimiento11.

Ante la pregunta de ¿qué es el dolor? Podemos mencionar que la palabra dolor se


usa para describir un rango muy amplio de sensaciones, desde la molestia de un
pinchazo, golpe o pequeña quemadura, hasta las sensaciones anormales de los
síndromes neuropáticos. El dolor no tiene una fácil definición, pues es algo subjetivo,
incluso, llegó a afirmarse que era indefinible. Algunas organizaciones definen el dolor
como una experiencia sensorial y emocional desagradable. El adjetivo desagradable
incluye un conjunto de sentimientos, entre los que se encuentran el sufrimiento, la
ansiedad, la depresión y la desesperación, que pueden abocar hasta el suicidio. El
dolor, por lo tanto, no puede definirse exclusivamente como una experiencia sensorial,
sino que constituye un hecho subjetivo, integrado por un conjunto de pensamientos,
sensaciones y conductas, que se integran y forman el síntoma del dolor12.

10
Cf. F. J. ALARACOS, “Bioética y pastoral de la salud”, 242-244.
11
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 25.
12
Cf. LAVADOS M. C., El Sentido Cristiano del Sufrimiento, Revista de Ciencias Religiosas,25

8
El dolor se ha interpretado como un absurdo, ante el cual el ser humano se rebela
o acepta, lucha contra él o cae en la desesperación y la desesperanza. Además, del
sufrimiento individual, está el sufrimiento colectivo, que se presenta debido a los
errores y transgresiones de las personas, en especial en las guerras en las cuales hay
tiempos en que este sufrimiento colectivo aumenta. No hay que olvidar que el
sufrimiento tiene un sujeto real y concreto y que es el individuo quien lo vive13.

Tras esta realidad del dolor que contiene sufrimiento en la vida del hombre, al ser
este el protagonista de esta realidad, estará en búsqueda de una respuesta al
sufrimiento, y viene la pregunta ¿Por qué?, ¿Cuál es la razón de mi sufrir? Esta actitud
se da, porque el dolor en el hombre, a diferencia de los animales, es un dolor con
conciencia, lo cual lo hace sufrir y ser consciente de que sufre y al ver esta conciencia,
desea quitarlo y eliminarlo, pero para ello necesita una respuesta a su sentir. Si esta
respuesta no es encontrada, su sufrir se vuelve de una manera más profunda y quizá
más cruel, pues al no encontrar sentido, se pierde y solo es el dolor por el dolor y duele
más.14 Este dolor puede llegar a ocasionar grandes cuestiones, como lo es la negación
misma de Dios e incluso de su amor por nosotros, o pensar que solo hemos sido
creados con finalidades masoquistas. «El hombre es el único ser consciente de su
sufrimiento y se pregunta por qué, y su sufrimiento puede ser mayor si no encuentra
una respuesta que le satisfaga. El creyente se lo pregunta a Dios, a quien puede llegar
a negar, porque Dios guarda silencio»15

Dios no quiere el sufrimiento del hombre, pero tampoco se lo evita ni lo usa como
arma de castigo o prueba hacia él. Dios quiere que el hombre ponga todo su empeño
en luchar contra el sufrimiento y encontrar su sentido. quizá aquí estaría la clave para
dar sentido al sufrimiento: asumir el dolor con verdad, transparencia y honestidad, y

13
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 20-24.
14
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 9.
15
LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 20-24.

9
asumir al otro también desde su sufrimiento y lucha. Esto es posible por el amor de
“agape” que hace salir al hombre de sí mismo e ir al encuentro del otro16.

Me gustaría recordar el pasaje del justo Job, en el cual se muestra el sufrimiento


como un envío de parte de Dios, no como un castigo, sino como una purificación. En
estos pasajes bíblicos se ve el sufrimiento como paga por los pecados que se han
cometido y se veía de una manera justa. Pero en el caso del justo Job, nos damos
cuenta que Dios no envía el sufrimiento como castigo por algo que se ha cometido,
sino como una prueba de la fidelidad de aquel hombre que es motivado a vivir
conforme a la voluntad de Dios17.

Podríamos mencionar y decir que el sufrimiento de Job es el sufrimiento del


inocente. Pero adquiere un sentido, que sufra el inocente. Dios afirma que sólo la
intercesión del justo Job podrá salvar del castigo al pueblo: «mi siervo Job intercederá
por vosotros. Yo haré caso a Job y no los trataré como merecen sus obras»18.

De esta manera pareciera que aquellos que pretenden ser los defensores de Dios
son ahora los acusados (en una ocasión Job dice a sus amigos que defienden a Dios
«con mentiras e injusticia»19. Es más, necesitan la mediación del irreverente Job para
que Dios no tenga en cuenta «su temeridad».

2. El sufrimiento como consecuencia del pecado


Es pues en el Antiguo testamento, donde se nos muestra el sufrimiento como una
pena por el pecado, y es debido al pecado que se ha cometido que el hombre sufre.
Podríamos mencionar que es pagado de parte de Dios, mal con mal y bien con bien.
Pero no es así, el mal sí es causa del pecado, pero no como enviado por parte de Dios,
sino como una consecuencia, pues el pecado es la violación libre y consciente de un

16
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 10.
17
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 9.
18
Jb. 42, 8.
19
Jb 13,7.

10
bien que no es dado por Dios, esto se convierte no solo en una trasgresión sino en una
ofensa directa al Creador.20

El libro del Génesis menciona que, en la creación, cuando Dios creó cielo y tierra,
vio que todo era bueno21, al crear de esta manera (buena) todo lo que había hecho,
quitamos la pertenencia del sufrimiento a Dios, por no ser creado por Él. Cuando el
hombre es creado con libertad y en la libertad del amor, él puede elegir entre vivir el
bien o el mal, pero es a causa de la concupiscencia que el hombre opta por el mal y al
tener un mal, tiene una carencia de un bien que debería de tener, pero del cual se ha
privado él mismo por el pecado. De esta manera afirmamos que el sufrimiento es
consecuencia del pecado en el hombre.

Tras la caída de nuestros primeros padres en la desobediencia, Dios sentencia al


hombre, pero no como un Dios que lo castiga por su pecado, sino como quien recibe
las consecuencias de su pecado. El hombre peca y Dios a pesar de su amor por
nosotros, permite que vivamos las consecuencias de lo que hemos realizado. En la
narración del libro del génesis, menciona las consecuencias que se tendrá tras ese acto
de desamor a Dios, tras alejarse de sus mandatos, el hombre sufre y de una manera
cruel y dura, lo más fuerte fue la pérdida del paraíso y alejarse de aquello que había
sido creado para él con tanto amor22. Ahora en el hombre primitivo hay una carencia,
es decir un bien que ellos deberían de tener y no es así, por eso sufren. «Es la privación
de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente
corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al
sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado»23.

20
Cf. Ibid., N° 11.
21
Gn. 1,31
22
Cf. Gn 3,14-19.
23
Cf. CEC, No. 402-406.

11
San Pablo menciona en su carta a los romanos «Por tanto, como por un solo hombre
entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos
los hombres, por cuanto todos pecaron»24

Se puede mencionar por tanto que la consecuencia del pecado, que es el


sufrimiento, puede venir como una pena, que nos sirve para pagar el mismo mal que
se ha cometido y para tener la posibilidad de reconstruir el bien mismo por el que se
está sufriendo. Por lo tanto, el sufrimiento debe servir de manera especial para la
conversión. Pero para dar una verdadera respuesta al porqué del sufrimiento, se tiene
que volcar la mirada a la revelación del amor divino, de lo contrario se dará un sentido
vano, e incluso falso del verdadero porqué del sufrimiento. Para ello será necesario
buscar como fuente el amor divino25.

3. El Sufrimiento en la Sagrada Escritura

Caemos en la necesidad de distinguir el sufrimiento con el problema del mal, pues


con frecuencia ambos se han estudiado conjuntamente bajo el título del mal. El
sufrimiento y el mal parecen ser particularmente esenciales a la naturaleza humana26.
El hombre posee una capacidad de sufrimiento que le es desconocida hasta que sufre.

En la Biblia el problema del sufrimiento ha estado vinculado al pecado. El gran


principio de interpretación de la historia judía ha consistido en reconocer en los
problemas y desventuras que sufría el pueblo como el castigo merecido por sus culpas,
como ya lo mencionábamos anteriormente. Al principio, el castigo era considerado
como algo colectivo; la iniquidad de los padres era castigada hasta la tercera o cuarta
generación, como es mencionado en el libro del éxodo «yo Yahveh, tu Dios, soy un
Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me odian»27. Posteriormente el profeta Ezequiel, menciona la

24
Rm. 5,12
25
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 12-13.
26
Cf. Ibid., N° 2.
27
Ex 20,5

12
individualidad de la pena y se excluye la posibilidad que los hijos puedan ser
castigados por los pecados de sus padres; «El que peque es quien morirá; el hijo no
cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo: al justo se le
imputará su justicia y al malvado su maldad»28. De esta manera se ve al sufrimiento
como un castigo de Dios por el pecado que se ha cometido y el hombre está condenado
a pagar sus culpas, porque ha pecado, Dios le castiga29.

El sufrimiento colocado como un castigo de parte de Dios, es superado en la


tradición bíblica cuando se plantea que las penas son puestas para educar al pueblo y
de esta manera se pueda llegar a tener la fidelidad a Dios. Pero siempre se menciona
que la misericordia supera a la ira «y tengo misericordia por millares con los que me
aman y guardan mis mandamientos»30. Más adelante en el N.T., Jesús es quien se
niega a atribuir la desgracia a la culpabilidad del que sufre, y cuando habla del castigo
del pecado se está refiriendo en un sentido escatológico y tampoco acepta que las
desgracias, que sobrevienen durante la vida terrena, sean el castigo por su pecado31.
«Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: Maestro,
¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres? Jesús respondió: Ni él pecó,
ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios»32

En A.T., los conceptos de sufrimiento y mal se identifican. En hebreo, el


sufrimiento en un sentido objetivo corresponde a lo malo, esto puede significar tanto
lo moralmente malo, como lo dañoso y contrario al bienestar33.

El pueblo de Israel ha tenido la experiencia, en su propia historia de la existencia


del mal que le ocasiona sufrimiento: la esclavitud de Egipto, las derrotas, los castigos,
el destierro, la deportación, etc. El hombre protesta contra Dios por el sufrimiento de

28
Ez 18,20
29
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 19.
30
Ex 20,6.
31
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 19-20.
32
Jn 9,1-4.
33
Cf. J. BAURER, “Diccionario de teología bíblica”, 995.

13
los inocentes, o de todo el pueblo en el castigo, o contra un sufrimiento claramente
inmerecido y pregunta con impaciencia: “¿por qué?”, “¿hasta cuándo?”. El
sufrimiento causa dolor y ocasiona en el pueblo la sensación de recriminar y pedir una
explicación. En el salmo 22 se escucha el clamor del pueblo, quien pide a Dios una
justificación y explicación de aquello que se está viviendo y el sentimiento de
abandono de parte de Dios, o el profeta Jeremías, quien reprocha a Dios por dejarlo
en las manos del inquisidor y dejarle sufrir tal suplicio, o con el Justo Job quien
pregunta por la presencia de Dios su protector. El sufrimiento en el hombre, desde la
antigüedad se manifiesta como un abandono o un quedarse en soledad y sin amparo34.

La respuesta a la causa del mal es la transgresión del orden natural creado por Dios.
Así lo mencionan los amigos de Job. Pero es Dios quien termina con esta tesis
aprobando la inocencia de Job y ahora su sufrimiento queda como una pregunta: ¿todo
sufrimiento viene por una transgresión, por recibir un castigo, por algo que se ha
cometido? si no, ¿de dónde viene? Esta es una prueba para la justicia de Job. Es un
preanuncio de la pasión de Jesús. Más aún, se afirma que el sufrimiento es una pena
puesta para corregirse, para que del mal se siga un bien, para cambiar positivamente
en la vida, para la reconstrucción del bien que se ha perdido o destruido. Una primera
respuesta al problema del dolor inmerecido lo constituye el hecho que el hombre
clama a Dios y desahoga en Él su corazón.

La prueba del dolor en el Antiguo Testamento está en el plano de reconocer a


Yahvé como el señor absoluto y trascendente, que Él sólo puede ayudar. Es el
decidirse por Dios o contra Él, y poner así a prueba la fidelidad y piedad del creyente.
El Antiguo Testamento conoce el dolor de Dios, pero siempre es un dolor por un amor
no correspondido, o de compasión por su pueblo, nunca es un dolor por debilidad. Por

34
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 20.

14
parte del hombre los motivos que darían sentido al sufrimiento es su valor purificador,
o por asumir una persona los pecados y culpas de otra, y sufrir por el bien de otros35.

En el N. T., el sentido del sufrimiento tiene más importancia que para el AT: casi
todos los libros en el Nuevo Testamento hablan del dolor. Jesús rechaza la doctrina
de los Fariseos quienes decían que todo sufrimiento es por retribución o castigo. Si en
el Antiguo Testamento el paradigma del sufrimiento del inocente fue Job, en el Nuevo
Testamento el modelo del dolor libremente asumido es Jesucristo. Desde la muerte de
Cristo en el Calvario, la cruz se ha convertido en el emblema del dolor para toda una
civilización. Lo que Jesús busca no es colocar una doctrina sobre la naturaleza o el
origen del dolor, sino que le da una dirección correcta al sufrimiento y es Él mismo
quien asume este sufrimiento, incluso hasta la muerte36. En el siguiente capítulo
vamos a profundizar un poco más sobre el verdadero sentido del sufrimiento en Cristo.

San Pablo en sus cartas menciona que todos estamos destinados al sufrimiento,
pero al igual que Jesús estamos llamados a la vida, y por Jesús que ha triunfado sobre
la muerte es que somos salvados, por su sufrimiento, por su dolor y por su
resurrección. Para san Pablo el valor del sufrimiento ya no es un castigo ni un
abatimiento, sino ocasión para padecer por Jesús y con Él. El sufrimiento no sólo
redunda en provecho de los discípulos de Cristo. Si el dolor se asume, entregándole
un significado desde Cristo, entonces el dolor redundará a favor de los demás. Para
Pablo no se sufre en solitario ni en soledad, sino en la Iglesia y para la Iglesia 37. Este
sentido lo explicaremos en el capítulo tercero.

4. Sentido del sufrimiento


El sufrimiento es un tema que ha acompañado al hombre desde siempre al ser
consciente de que sufre, pues pareciera ser que le pertenece a su naturaleza, pero

35
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 9-11; LAVADOS M. C., “Sufrimiento
Humano desde la Teología Moral Católica”, 20
36
Cf. B. FORTE, “Jesús de Nazaret”, 249-268.
37
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 20-22.

15
también se da cuenta que esta es una realidad que lo trasciende y que debe superarlo.
La primera pregunta que se hace el hombre es el ¿por qué? del sufrimiento, su causa
o razón como también por el para qué, esto ya se mencionaba con anterioridad. La
respuesta tenemos que buscarla en el interior del hombre, pues en el sufrir se puede
demostrar la grandeza y madurez espiritual que este posee entregando lo mejor de sí,
que es el Amor. Sin embargo, hay que estar muy atento para darle un sentido al
sufrimiento, ya que el sentimiento y sensación de inutilidad que muchas veces se
siente puede provocar peso y molestia para los demás lo que causaría aún más
sufrimiento38.

Por tanto, el sentido del sufrimiento se estará dando por el amor que se tenga, esto
deberá de hacer que el que sufre tenga una buena relación con los que le rodean,
viéndolos con ojos de novedad. Las relaciones con los demás sufrientes no se deben
tornar tensas o de manera angustiante, mucho menos de peleas o discusiones. El
sufrimiento debe y se convierte en una invitación a la virtud que le permitirá superar
y soportar lo que está mal y daña al hombre, pero manifestando su grandeza moral y
su madurez espiritual y humana39.

El sufrimiento debe generar amor al que sufre, esto es, buscar ayudarlo por amor,

sin interés alguno y buscando aliviar aquello que le aqueja. En la Sagrada escritura se

nos presenta la parábola del buen samaritano, el cual nos manifiesta un verdadero

evangelio del sufrimiento y del amor.

«El sentido del sufrimiento es hacer el bien con el sufrimiento y hacer el bien al

que sufre»40 Es tener compasión, que es sentir lo que siente el otro, para ayudarlo,

esto se convierte en la entrega generosa de sí mismo, se abre el propio yo al otro y se

38
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 20-27.
39
Cf. Ibid. 22-24.
40
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 27.

16
encuentra la plenitud en la entrega y en el amor. Solo en el amor y compartiendo tu

yo al otro, se puede encontrar una respuesta al sentido del sufrimiento41. El que busca

un verdadero sentido del sufrimiento no puede quedarse de brazos cruzados, debe

sentirse llamado a la solidaridad y al servicio de los demás42.

El ser humano experimenta el sufrimiento. Pero no todos lo hacen de la misma


forma. Hay hombres que con el dolor y el sufrimiento se destruyen, y otros se
engrandecen. No es que existan sufrimientos que empequeñezcan o engrandezcan.
Son los hombres quienes se destruyen o edifican con el sufrimiento. No depende del
sufrimiento, sino de los hombres. Hay personas que se derrumban con las penas
cotidianas. Hay otros a los que nada les afecta. Unos son débiles, otros son fuertes43.

Algunas actitudes que pueden tener ante el dolor son:

a) Amargura: esta se produce en personas con malos sentimientos, estos se pueden


convertir en odio, rabia, desesperación y desconfianza. A estas personas les cuesta
creer y amar y llegan a sentirse vacías.
b) Debilidad: quienes experimentan de esta manera el sufrimiento no quieren vivir,
ya no tienen fuerza para poder actuar frente a su sufrimiento, se sienten cansadas. A
diferencia de la anterior no sienten odio o amargura, pero ya no les asombra nada.
Poco a poco se va terminando su vida y permanecen en su sufrimiento como si este
se pudiera exterminar por sí mismo.
c) Huir: como se tiene miedo al sufrimiento, se busca alejar de este sentimiento e
incluso lo evade diciendo que no pasa nada, más nunca lo enfrenta ni lucha contra ese
sufrimiento y ahí permanece.

41
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 26.
42
Cf. Ibid. 29-30.
43
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 30.

17
d) Pequeñez: esta persona vive para la pena, y busca imponérsela a los demás, así
quiere causar lastima en ellos para lograr obtener compasión, como si de los otros
dependiera su sufrimiento. Pierde la alegría y siempre sufrirá más que los otros.
e) Revelarse: esta actitud es la que debemos de tomar, pues despierta en la persona
una fuerza interior que le motiva a revelarse contra sí mismo y contra el sufrimiento
que vive, esto le ayuda a dar vida, no solo en él mismo, sino en todos los que le rodean
y que también sufren. Su sufrimiento ya no es vacío, ya tiene un sentido, le hace
humilde y le ayuda a tener ganas de vivir y comprender. De esta manera el sufrimiento
se vuelve algo más grande, bello y profundo.44

El verdadero sentido del sufrimiento va a despertar en la persona los sentimientos


más profundos de actuar sus valores, su fortaleza y le ayudará a sacar lo mejor de sí y
de los demás que le rodean. Con esto decimos que no se debe actuar en función del
sufrimiento, sino actuar como persona buscando el sentido del sufrimiento y creciendo
en beneficio propio y de los demás.

Podremos terminar mencionando que el verdadero sentido del sufrimiento lo


podremos encontrar solo a la luz de la fe, pues solo en ella podrá obtener un sentido,
no negativo sino de verdadera entrega y confianza. Esto se resume, en una palabra,
amor45.

44
Cf. E. MAZA, “El amor, el sufrimiento y la muerte”, 156-161.
45
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 12.

18
CAPÍTULO II

CRISTO, EL HOMBRE SUFRIENTE

El sufrimiento y el dolor dado a conocer por sí mismo no se entiende y no puede


ser un dato en el que se cimiente la historia humana. No podemos decir que Dios es
el autor del sufrimiento, pues si esto afirmamos caeríamos en el error de decir que
Dios no es amor. Dios ama y es solidario con la humanidad1. Sufre a fin de liberarla
del sufrimiento y lo hace desde dentro, con Jesús2.

En el plan perfecto de salvación, Dios no quiso que el hombre se condenara, o


que sufriera la muerte, y como sabía que por su pecado el hombre sufriría y peor
aún, estaría condenado a la muerte, le mostró el verdadero plan de salvación y amor.

1. Jesucristo, el sufrimiento vencido por el amor.


Cristo se acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber
asumido este sufrimiento en sí mismo, es por su elección que se acerca de una manera
tan directa al sufrimiento que lo experimenta en su propia carne y hablaba a sus
discípulos de los sufrimientos y de la muerte que le esperaban. Jesús va a su pasión y
muerte con toda la conciencia de su misión que ha de realizar en el mundo. Es gracias
a este sufrimiento que hace que el hombre no muera, sino que tenga la vida eterna3.

1
Cf. LAVADOS M. C., “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 17.
2
Cfr. BOFF, L., Pasión de Cristo, 228.
3
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 16.
«Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su propio Hijo, para que todo el
crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna»4 En estas palabras está centrada
la salvación del hombre. Dios da su propio Hijo al mundo para librar a los hombres
del pecado, del mal, del sufrimiento que ellos viven. Pero tal sufrimiento, solo puede
ser pagado con un sufrimiento mayor, el de Dios, que da su propia vida por los
hombres pecadores. Esta paga, se hace con sufrimiento, pero es por mero amor, el
amor del Padre por sus creaturas, por su creación, por sus hijos y el amor del Hijo,
por ser hombre, por nosotros ser semejantes a él. Con esto, el verdadero sentido del
sufrimiento, lo cimentamos en el amor de Dios por los hombres, Cristo sufre, pero es
por amor, es por la salvación de sus creaturas y de sus hijos perdidos por el pecado.
Es tanto el amor de Dios por sus hijos, que da a su Hijo unigénito, para que el hombre
no muera, lo entrega al sufrimiento, a la muerte, pero es por amor. La misión de Cristo
será pues vencer el pecado y la muerte de una manera definitiva. «Jesús vence al
pecado con su obediencia hasta la muerte, y vence a la muerte con su resurrección»5.

Muchas veces podemos ver la muerte como un escape del sufrimiento, incluso me
atrevo a mencionar que algunas muertes por suicidio son una búsqueda de dejar el
sufrimiento por el que se está pasando en ese momento. Y en cierta manera es real, el
sufrimiento termina con la muerte, más la muerte es un sufrimiento para el hombre,
porque con la muerte se pasa de un estado a otro, de una vida terrena y mortal, a una
eterna que no tiene fin. Jesucristo vino para quitar el sufrimiento en la vida del
hombre, pero en la vida eterna, la muerte es considerada como la perdición total y
absoluta, más Jesús al venir al mundo, dio su vida por la salvación de los hombres y
para que no mueran en la eternidad. Él al salvar al hombre de la muerte, lo libra del
mal definitivo, que es el mal que se debería de tener en la eternidad por haberlo
obtenido en la vida terrena al optar por el pecado. Por lo tanto, la misión que tiene

4
Jn 3,16.
5
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 14.

20
Cristo con su sufrimiento, y al entregar su vida, es vencer al pecado, al sufrimiento y
a la muerte. Jesús los vence con su obediencia hasta la muerte y una muerte de Cruz67.

Jesús al abajarse a nuestra humanidad tocó el mal en su raíz, no como una


consecuencia por el pecado como lo es en nuestro caso, pero sí por amor, Él decide
sufrir y morir para salvar a los hombres que viven en el pecado y que sufren a causa
de su pecado original. Jesús sabe que el sufrimiento es causa del pecado en el hombre,
por eso decide salvarlo, porque lo ama8.

A pesar del pecado que se ha enraizado en esta historia como herencia original, como «
pecado del mundo » y como suma de los pecados personales, Dios Padre ha amado a su
Hijo unigénito, es decir, lo ama de manera duradera; y luego, precisamente por este amor
que supera todo, Él « entrega » este Hijo, a fin de que toque las raíces mismas del mal
humano y así se aproxime de manera salvífica al mundo entero del sufrimiento, del que el
hombre es partícipe9

Es Cristo pues, quien se acerca al sufrimiento del hombre, tanto, que se hace hombre, con
todo lo que esto implica. Menciona Christian Duquoc que Cristo en su humanidad no sufrió
una muerte cualquiera, sino que fue asesinado y fue injustamente condenado, por amor a los
hombres y por buscar su salvación10. En esto encontramos el verdadero sentido de la
salvación en Cristo, que Él siendo inocente se entregó por nosotros y así una sangre inocente
pagó la deuda de los pecadores.

2. Jesucristo, verdadero hombre, que muere para salvar al hombre pecador

Podemos ver en Jesucristo el sufrimiento que vivió y que entregó para la salvación de los
hombres, es por ello que tomaremos unas de las imágenes que se nos presentan del Cristo
sufriente.

6
Cf. Ibidem.
7
Cf. Flp 2,8.
8
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 14-15.
9
Ibid. N° 15.
10
Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 283.

21
a) Condenado

La primera de ella será ver a Jesús como el “condenado”. San Pablo menciona en sus
escritos que Jesús ha sido entregado por nosotros y por nuestros pecados para nuestra
justificación. Es gracias a esta muerte redentora a la que nosotros obtenemos la gracia y el
perdón de nuestros pecados. Si no tuviera este tinte redentor, el sufrimiento de Cristo sería
vano y sin sentido, es más, de nada hubiera servido que Cristo muriera en la cruz, pero al ser
una muerte redentora obtiene un verdadero sentido, morir en la cruz para salvar al hombre
pecador. Jesús es condenado a muerte, sufre la muerte como cualquiera, pero lo hace con un
tinte salvífico, lo hace por amor y por la salvación de los hombres, es por ello que adquiere
sentido su sufrimiento y no es vacío11, su muerte sirve para indicar hasta dónde llega el amor
de Dios al hombre. Es condenado aun sin culpa, es condenado por temor que sea mejor que
los gobernantes, sacerdotes o incluso que el mismo pueblo, es condenado porque anuncia y
denuncia la verdad.

Jesús es hombre como nosotros y supo enfrentar la muerte sin temor al fracaso, sabiendo
que de ese modo iba a triunfar y a obtener la validez de su mensaje de amor a la humanidad.
Su resurrección no es un prodigio, sino que es el testimonio de aquél que supo amar hasta el
extremo, siendo fortaleza para los hombres. Fue nuestra muerte la que vivió y nos convida a
luchar en este mundo y a asumirlo con libertad12.

b) Crucificado

La segunda imagen que tomaremos será la del “crucificado”, pues es en la cruz donde
Jesús sufre la muerte por nuestra salvación y es en ella donde nos brinda la vida a toda la
humanidad. Es un símbolo de la acción de Dios, que se esfuerza por reconciliar al mundo
con él. Con este símbolo, sabemos que no es Pilato quien condena a Cristo a la Cruz, sino
que es Dios quien castiga a Jesús, quien lo entrega para perdonar nuestros desvíos13.

Cuando el nuevo testamento afirma que el Hijo de Dios fue un hombre, afirma que
también él se encuentra bajo la cólera y el juicio de Dios, que viene a chocar y a romperse

11
Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 284-295.
12
Cf. P. M. VAN BUREN, “El significado secular del evangelio”, 168.
13
Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 295.

22
contra él. No podría ser de otro modo. La historia del Hijo de Dios hecho hombre tiene
que ser una historia de sufrimiento. Porque Dios tiene razón en contra de él. Y él mismo
le da la razón a Dios Padre, aceptando y llevando a cabo una obra que lo conduce a la
cruz... El Hijo de Dios existe (en efecto) solidariamente con la humanidad de Israel,
sufriendo bajo la mano poderosa de su Dios. Existe como uno de esos hombres de quienes
nos habla el antiguo testamento. No acepta cualquier cosa, sino su sufrimiento: el
sufrimiento de los hijos de Israel castigados por Dios, su Padre. No muere con una muerte
cualquiera, sino con la muerte hacia la que tiende irresistiblemente toda la historia de
Israel14.

El sufrimiento de Cristo en la cruz es tal que no solo es condenado, sino que es


rechazado por los hombres, este rechazo y condena a muerte es un proceso humano.
La cruz refleja la realidad humana, producto de nuestra historia (en tiempos de Jesús
a los malhechores se les crucificaba y condenaba a muerte), y no de Dios.

La cruz no es juicio de Dios, pues Dios no ha condenado a Cristo a morir en la cruz,


sino que Dios permite que los efectos del pecado del hombre, que lo llevan a sufrir,
sean cargados con todo su peso sobre los hombros de Cristo y que nuestra
responsabilidad produzca sus propios efectos sobre un hombre inocente, que es Dios
la muerte de Jesús, su sufrimiento entre los malhechores, trae la salvación. Al hacerse
hombre Dios, quiere sufrir lo mismo que el hombre y de la manera más cruel, la
muerte de los desgraciados15.

La actitud de Cristo, que sufre en obediencia, nos invita a una obediencia interior,
a una humildad, no a la lucha de poderes, sino a la búsqueda del amor. En la cruz, el
Jesús sufriente, dialoga con sus compañeros de suplicio, el ladrón encuentra en Jesús
un soporte y una fortaleza, Jesús le muestra aquel hombre, que su sufrimiento, su
muerte y la cruz, no tienen un tinte de fracaso total, sino de gloria y eternidad. Al
mencionarle tu estarás conmigo en el paraíso, le da la esperanza de que pronto se
encontrará con Dios16.

14
K. BARTH, “Dogmatique IV/1”, 183.
15
Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 296-302.
16
Cf. Ibidem.; Lc 23,43.

23
No fue suficiente con poco la crucifixión del Señor, sino que continuaron las burlas
y termina con el trágico fracaso de la muerte, su condena se convertía en un acto de
humillación total. El significado central, no era su humillación, sino la salud pública,
pues el mismo San Juan lo menciona «era mejor que muriera uno solo por el
pueblo»17. De esta manera Cristo se hace sufrimiento por nosotros y nos rescata de la
maldición de nuestros pecados, haciéndose él mismo maldición por nosotros,
siguiendo la narración escriturista «porque un colgado es una maldición de Dios»18.

c) Abandonado

Una tercera imagen que tomaremos será “abandonado”. Jesús tiene miedo y expira
sintiéndose en soledad y abandono de su Padre. Jesús sufre la soledad y el miedo de
quedarse solo. Algunos de los padres de la Iglesia lo mencionan como la tristeza de
Jesús por los pecadores19.

Las palabras que Jesús menciona en la cruz son: «Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me
has abandonado?»20 estas palabras sobre el abandono nacen en el terreno de
inseparable unión del Hijo con el Padre, y nacen porque el Padre ha cargado en Cristo
la iniquidad de los hombres21.

El sufrimiento de Jesús como abandonado, es un momento especial, pues en este,


experimenta el abandono de Dios, porque es pecado, se ha hecho pecado por nosotros
quien no ha cometido pecado, de esta manera la cruz se convierte en el juicio de Dios
sobre el pecado. Jesús vivió este desamparo en tres etapas: 1) como un fracaso, pues
se ve condenado y crucificado, recordemos que en la noche anterior a su condena,
Jesús ora a su Padre, pidiendo que si es posible aparte de él aquella copa. Aquel que
se ha pasado haciendo el bien a los otros, ahora es incapaz de hacérselo a él mismo y

17
Jn 18,14.
18
Dt 21,23b; Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 296-302.
19
Cf. H. U. VON BALTHASAR, “Camino de la Cruz”, 222-223.
20
Mc 15,34
21
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 18.

24
de llevar este bien a un buen término, parece que aquello que ha prometido se
encuentra lejos de su cumplimiento, es una aparente ausencia en la presencia. Jesús
vive el fracaso de su anuncio, pero no como un orgullo herido, pues no tiene pecado.
2) La angustia del justo, Jesús se ve clavado en el madero, dispuesto a dar la vida por
los hombres, más se da cuenta que la maldad en el corazón del hombre se encuentra
presente. La angustia de Jesús proviene de su justicia. Si muere el justo, muere el
pecador. El fracaso de su tarea plantea la cuestión de eficacia de la justicia de este
mundo. «El abandono (en la cruz) nada tiene que ver con una experiencia mística; es
la angustia del justo entregado a las persecuciones de sus enemigos, de quien no
parece acordarse Dios, puesto que no lo protege»22 la angustia de Jesús es como la de
los justos en el antiguo testamento que aguardaban a que Dios manifestara su justicia
dándoles la razón y manifestando su poder ante los pueblos. Recordemos lo
mencionado en el capítulo primero, donde mencionábamos al justo Job que sufre en
la prueba. Es por esto pues que la angustia del justo parece escandalosa. Por eso la
angustia de Jesús en la cruz no es solo suya, sino que es la de todos los que esperan
en su palabra23. Y por último 3) El abandono, Jesús sufre el abandono de su Padre,
siente la desolación en la cruz, pero confiesa su esperanza. Espera en su Padre que
todo lo puede y que dará lo justo a cada uno de sus verdugos, incluso pide el perdón
para ellos. Dios Padre en su plan de redención debe hacer que Jesús padezca el
abandono, el sufrimiento de la cruz y de la muerte por la redención del mundo entero.
San Irineo de Lyon menciona que Cristo no ha podido imponer a sus discípulos unos
sufrimientos que él no ha padecido.

Si Jesús no hubiese tenido que padecer personalmente, sino que hubiese eludido su pasión
entonces ¿por qué exhortó a sus discípulos a que cargasen con la cruz y le siguieran, si
según ellos él no llevaba esa cruz, sino que había abandonado la economía de la pasión?24.

22
DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 305.
23
Cf. Ibid. 305-307.
24
Cf. GONZÁLEZ CARLOS IGNACIO, “San Ireneo de Lyon contra los herejes”, 266.

25
De esta manera el abandono que sufrió Cristo en la cruz se convierte en el modelo
de desamparo místico, esta es la desolación del alma que sufre el hombre, del que
hablaremos más adelante25.

Calvino mencionaba que Dios Padre utilizó a Jesucristo como un blanco en el cual
descargar su ira contra el pecado y en Él encuentra su venganza y justicia: «Jesús
hacía las veces de pecador en la cruz, no de justo e inocente, Él moría por el pecado,
no por la justicia»26 con esto menciona que Jesús es un maldito y con esto se llega a
la condenación de la muerte, pero por el pecado no por el amor. Si le diéramos esta
interpretación a la muerte de Jesús en la Cruz le estaríamos quitando mérito, porque
se estaría colocando a Jesús por fuerza en la cruz y en la muerte, pero no es así, es un
acto de amor, de libertad y de entrega, en la que Cristo mismo en obediencia y libertad
sube a la cruz para salvar al hombre de la condenación eterna que le es causada por el
pecado27.

d) Muerto, descendió a los infiernos

Jesús para que su sufrimiento salvífico surtiera efecto tenía que descender a los
infiernos, pues ¿de donde salvaría al hombre si no se hace presente ahí? Para los
antiguos bajar a los infiernos era ir al lugar de los muertos. Cristo baja al lugar de los
muertos para darles la vida, para salvarlos y redimirlos con su presencia salvadora. El
descenso de Jesús implica que realmente murió, Jesús padeció el sufrimiento de la
muerte y llega al lugar de los muertos para después resucitar victorioso y dar la vida.
Con esto abre el camino de la vida y rompe el destino del hombre por su pecado, la
muerte28.

25
Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 304-309.
26
Cf. J. CALVINO, “Introducción de la religión cristiana I”, 377.
27
Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 310-312.
28
Cf. Ibid., 315-318.

26
Cristo baja a los infiernos y ataca la fortaleza de la muerte donde reina Satanás, su
misión es salvífica y liberadora, no quiere que el hombre sufra más y le libera de este
suplicio. Satanás pierde todo su poder sobre el infierno y queda él mismo
definitivamente prisionero en el lugar donde tenía condenados a los hombres29. En el
evangelio apócrifo de Nicodemo lo menciona así:

Y resonó la voz del hijo del Padre Altísimo, como el fragor de un gran trueno, que decía:
«Levantad, ¡oh príncipes!, vuestras puertas y elevaos, ¡oh puertas eternales!, que va a
entrar el rey de la gloria». Entonces Satanás y el infierno se pusieron a gritar de esta
manera: «¿Quién es ese rey de la gloria?». Y les respondió la voz del Señor: «El Señor
fuerte y poderoso, el Señor fuerte en la batalla...». Entonces el santo David montó en
cólera contra Satanás y clamó fuertemente: «Abre, asqueroso, tus puertas para que entre
el rey de la gloria...». Y he aquí que el Señor Jesucristo vino rodeado de claridad excelsa,
manso, grande y humilde, llevando en sus manos una cadena; con ella ató el cuello de
Satanás y, después de ligar de nuevo sus manos por detrás, le arrojó de espaldas al tártaro...
Entonces todos los santos le adoraron y aclamaron diciendo: ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor; el Señor Dios nos ha iluminado30

El infierno pues, es considerado como el lugar que está alejado de la presencia de


Dios, también es considerado como la muerte segunda, la que se deriva de una actitud
aferrada del alejamiento de Dios. Es Jesús mismo quien sufre entonces los dolores y
el sufrimiento de la condenación, Calvino lo menciona así:

Si alguno me pregunta si Jesucristo descendió a los infiernos cuando oró al Padre, para
que lo librase de la muerte, respondo que ello no fue más que el principio. De ahí se puede
concluir cuan crueles y horribles tormentos ha debido padecer al comprender que tenía
que responder ante el tribunal de Dios, por llevar sobre sus hombros todas nuestras culpas
y pecados. En este sentido dijo Pedro que Cristo resucitó «sueltos los dolores de la muerte,
por cuanto era imposible que fuese retenido por ella» (Hech 2, 24). No se nombra
meramente la muerte, sino que expresamente se dice que el hijo de Dios fue cercado por
los dolores y angustias, que son fruto de la maldición y la ira de Dios, la cual es el principio
y el origen de la muerte. Porque, ¿qué mérito hubiera tenido que él se hubiese ofrecido a
sufrir la muerte sin experimentar dolor ni padecimiento alguno, sino como si se tratara de
un juego? En cambio, fue un verdadero testimonio de su misericordia no rehusar la muerte
hacia la que sentía tanto horror... Así que Jesucristo, orando con lágrimas y con grande
clamor, fue oído a causa de su temor; no para ser eximido de la muerte, sino para no ser
ahogado por ella como pecador, puesto que entonces nos representaba a nosotros.
Ciertamente no se puede imaginar abismo más espantoso, ni que más miedo deba infundir

29
Cf. Ibid., 318-319.
30
A. DE SANTOS, “Actas de Pilatos o Evangelio de Nicodemo”, 497.

27
al hombre, que sentirse dejado y desamparado de Dios, y que, cuando le invoca, no le oye;
como si Dios mismo conspirara para destruir a tal hombre. Pues bien, vemos que
Jesucristo se vio obligado, en fuerza de la angustia, a gritar diciendo: «Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt 27, 46; Sal 22, 1)31.

Con esto se demuestra la lejanía que adquiere el hombre de su creador por causa
del pecado, pero al mismo tiempo nos damos cuenta de la gran esperanza al saber que
Jesucristo al sentirse abandonado por Dios no perdió la confianza en Él ni en su
bondad. La intención de Jesús al bajar a los infiernos es abrazar más plenamente el
destino del hombre que es trágico al separarse de Dios, acompañarlo hasta el punto en
que se ve más abandonado, la muerte eterna32.

Tras analizar los sufrimientos de Jesús en la cruz por salvar al hombre, nos damos
cuenta de la verdadera locura del amor de Dios plasmada en la cruz, porque el mismo
sentimiento de abandono que percibió Cristo en la cruz, es el mismo que motivó al
justo Job a gritar con sentimiento de soledad a Yahvé, por lo tanto, pareciese que «el
Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona».33 mas no es así, pues la cruz
de Cristo nos indica que Dios se ausenta del mundo para poder vivir en el mundo,
pues solo de esta manera se puede hacer presente Dios en la vida del hombre. Lo que
realmente interesa no es la cruz, sino el crucificado, pues la cruz no es exaltada como
un símbolo, sino que es una invitación a seguir los pasos del maestro que sufre por
amor, se debe seguir la actitud salvífica, no a partir de la cruz, sino de la renuncia a
una salvación con poder, con la cual violaría nuestra propia libertad y sin amor34.

3. El sufrimiento de Jesús cimentado en el amor

El Papa Benedicto XVI quiere reafirmar que la venida de Jesús y su sufrimiento obtienen
sentido solo en el amor. Menciona que Jesús al estar con sus discípulos momentos antes de
padecer, sabe que le ha llegado su hora, que es la hora del amor hasta el extremo. El

31
J. CALVINO, “Introducción de la religión cristiana I”, 385.
32
Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el Mesías”, 326-327.
33
D. BONHOEFFER, “Resistencia y sumisión”, 209.
34
J. MOLTMANN, “Teología de la esperanza”, 225; Cf. DUQUOC C., “Cristología, Ensayo dogmático sobre
Jesús de Nazaret el Mesías”, 327-331.

28
sufrimiento del Señor se ve como una entrega dada solo en el amor. El amor mismo que tiene
Cristo, es el paso de la transformación del salir de los límites de la condición humana que
está destinada a la muerte, en la que todos estamos separados unos de otros. Por lo tanto, es
el amor hasta el extremo el que causa que se haga lo imposible, que acoja en la totalidad la
humanidad, que sufra y que se entregue por nosotros en el amor. San Juan menciona este
amor, cuando Jesús crucificado a punto de entregar el espíritu menciona que todo está
cumplido. Ese es el verdadero amor, un amor de “agape” en el que se entrega totalmente
incluso hasta la muerte, el sufrimiento pasa a un segundo término y el centro de todo se torna
en el amor. Este proceso de amor, se refleja en su descenso, como lo mencionábamos en
partes anteriores, no solo a la tierra, sino a los infiernos, no considera su condición divina y
se abaja. Con este descenso se tiene la finalidad aceptar y acoger a la humidad entera y junto
con ella el retorno de los hombres a Dios35.

Cristo, sufrió voluntariamente y de manera inocente, pues no debía sufrir mas, Él acoge
con su sufrimiento aquel interrogante que los hombres habían expresado, y da respuesta
desde su propio ejemplo, con su sufrimiento y entrega en la cruz. Esta respuesta es la
“doctrina de la cruz”36.

35
Cf. J. RATZINGER, “Jesús de Nazaret”, 427-429.
36
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 17.

29
CAPÍTULO III

EL SENTIDO CRISTIANO DEL SUFRIMIENTO

Tras conocer el sufrimiento del ser humano y teniendo la verdad de que Jesús es
verdadero hombre y verdadero Dios, quien sufrió hasta la muerte, ahora vamos a ver
el verdadero sentido del sufrimiento cristiano, vivir a ejemplo de Cristo y unirnos a
sus padecimientos. Por lo tanto, el sufrimiento es una invitación a entregarnos como
Cristo. Es cierto que la razón no tiene la total inteligencia del sufrimiento, pero esto
no quiere decir que sea inútil o imposible encontrar un sentido cristiano al sufrimiento,
sentido que tiene que buscarse en lo profundo del hombre que es la “capacidad de
amar”1.

1. Partícipes de los sufrimientos de Cristo


Los cristianos creemos que el dolor y el sufrimiento de la existencia humana no
derivan simplemente de su ser finito. Todo lo que ha creado Dios es bueno y Dios
crea seres para la eternidad. Es nuestra realidad de seres limitados la que nos
proporciona sufrimiento. El cuerpo nos hace capaz de tropezar. El espíritu limitado
incluye la posibilidad del rechazo por parte de otros o de un mal uso de la libertad
personal con las consecuencias que de ello se derivan. El deseo del hombre de no

1
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 13.
sufrir, o de impedir todo tipo de sufrimiento, querría decir abolir la finitud y hacer del
hombre un dios. Es la tentación original del jardín del Edén y sería procurar lo
imposible. El sufrimiento le da al hombre la posibilidad de desafíos y realizaciones.
«El amor desea donarse a sí mismo y realizar algo que sea un don para la persona
amada»2. Entonces se puede decir que el grado de sufrimiento presente en cualquier
persona estaría determinado por el modo en el cual éste es percibido3.

En el cristianismo se afirma que, según el ejemplo de Cristo, los cristianos deben


de sufrir por los demás. En este sentido del sufrimiento se encuentra la total
posibilidad de unirse a Jesús y de contribuir a un mundo más armónico, donde reine
la paz. Con esto decimos que el amor a Cristo, nos invita y motiva a imitarlo, a vivir
como Él vivió y a morir como Él murió, una entrega generosa, por amor y en el amor.
Por tanto, el discípulo sabe que debe de correr la misma suerte que su maestro4.

San Pablo nos menciona en su carta a los Efesios, que es el sufrimiento redentor y
del redentor, que es Cristo, el que nos debe de motivar a unirnos a Él. Debemos
unirnos a Cristo5. Esta acción se realiza cuando sufrimos, pues de esta manera nuestro
sufrimiento adquiere un sentido redentor y salvífico, no por nuestros méritos sino por
nuestra íntima unión a Cristo.

San Pablo en su carta a los Romanos menciona que no hay nada que pueda escapar
de la órbita de Dios, ni mucho menos que nos pueda alejar de Él, es por esto que el
cristiano deberá de tener especial afecto por el sufrimiento, no como una manera
victimaria, sino como una adhesión a los mismos padecimientos de Jesús en la Cruz6.

San Ambrosio sabía de la importancia de la adhesión del hombre a los


padecimientos de Cristo en la cruz y del consuelo que esto le traería, lo menciona de
esta manera: «Cristo, ven en busca de tu oveja, no por medio de tus siervos, ni por

2
S. TOMÁS, “Summa Teologica”, L.12,Q.20, A.I.
3
Cf. L. M. CLAUDIO, “Sufrimiento Humano desde la Teología Moral Católica”, 30-33.
4
Cf. Ibid. 34-35.
5
Cf. 2 Cor 1,6s; 4,8-12; Ef 3, 13.
6
Cf. Rm 8,35-39.

31
medio de asalariados, sino ven en persona. Tómame en esta carne que cayó de Adán.
Tómame… Llévame a la Cruz, que es salvación para los que yerran; sólo ahí
encuentran descanso los que están fatigados, y vida, los que están muriendo».7

Es de esta manera, que es una visión trascendente la que le da el sentido al


sufrimiento cristiano, si lo pudiéramos llamar así, adquiere valor, pues se sacrifica
algo, se sufre por algo mayor y mejor8.

Sí se vive desde una manera religiosa el sufrimiento mismo, se le asigna una


significación, que es diversa a la meramente razonal, pues desde la razón se puede
caer en un sufrimiento sin sentido, sin razón de ser y al adquirir este sentido religioso
y sobre todo trascendente, se llega a tener una unidad con los padecimientos de
Cristo9.

Sí se llega a negar el dolor y no se hace el esfuerzo sincero de aceptarlo y asumirlo,


haciendo de la vida como si no tuviese sufrimientos, nos llevaría a vivir en una
aparente felicidad, que podría llegar a una existencia llena de vacíos. Lo que cura al
hombre no es esquivar el sufrimiento, y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar
la tribulación, madurar en ella y encontrarle un sentido mediante la unión con Dios, y
es aquí donde se manifiesta más plenamente el amor, pues se decide, se acepta el
sufrimiento y se une al dolor de Cristo en la cruz10.

Entendemos, después del segundo capítulo, que el Dios cristiano en Jesús, ha tenido
la experiencia del dolor, del sufrimiento, y ha llegado hasta el fondo de la condición
humana, con toda la carga de mal, de pena y de muerte. El Dios de Jesús no es aquel
que permanece inmutable y lejano en lo alto del cielo y al cual las preguntas de los
hombres no le interesan, sino que en la visión cristiana es el que solidariza con el
hombre en todos sus aspectos. El dolor y el sufrimiento no son extraños ni indiferentes

7
Cf. SAN AMBROSIO, “Sin Psalm”, 118, XXII, 30.
8
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Evagelium vitae”, N° 15.
9
Cf. JUAN PABLO II, “Mensaje con motivo de la X jornada mundial del enfermo”, 11 de febrero, 2002.
10
Cf. BENEDICTO XVI, Carta Encíclica“Spe Salvi”, No. 37 30 de noviembre, 2007, n° 37.

32
a Dios, no se coloca al otro lado del sufrimiento como un espectador más, sino que en
el lugar del que sufre. La muerte y el sufrimiento no tienen la última palabra y no son
un absurdo insuperable, porque Jesús se acercó a todos los hombres de su tiempo,
especialmente a quienes sufrían11 y, si bien Jesús no suprime totalmente el dolor ni
los sufrimientos, sí le entrega una nueva luz y comprensión, un valor nuevo porque
todos los sufrimientos de los hombres están vinculados, unidos a Ello que da la
convicción que al final triunfará la vida12.

Es pues a la luz de la pasión del Señor y junto con ella que todo sufrimiento humano
se ha encontrado en una nueva situación. El mismo Job, nos da una prefiguración de
esto, pues el menciona «Yo sé en efecto que mi Redentor vive…» 13, de esta manera
el sufrimiento adquiere un sentido y es el sentido cristiano, pues sin la redención no
hubiera podido revelarse la plenitud de su significado. En la Cruz del Señor se ha
cumplido la redención mediante el sufrimiento y de esta manera el sufrimiento
humano ha quedado redimido en la cruz del Señor, pues la muerte de Jesús se
convirtió en el precio de la redención14.

De esto hablarán a su tiempo los testigos de la Nueva Alianza, estipulada en la


Sangre de Cristo. El apóstol Pedro lo menciona así en su primera carta: «Habéis sido
rescatados no con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como
cordero sin defecto ni mancha»15. San Pablo menciona algo semejante en la carta a
los Gálatas: «Se entregó por nuestros pecados para liberarnos de este siglo malo»16; y
en la carta a los Corintios menciona: «Habéis sido comprados a precio. Glorificad
pues a Dios en vuestro cuerpo»17. Con esto podemos mencionar que el sufrimiento
adquiere un sentido de redención a la luz de los padecimientos del Señor en la cruz,

11
Cf. M. SERENITA, “Gesú Cristo. Ieri, Oggi e Semopre”, 369-371.
12
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 15 - Cf. H. GARCÍA, A. BENITO, “Juan
Pablo II a los enfermos”, No. 107, 76.
13
Jb 19,25.
14
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 19.
15
1Pe 1,18-19
16
Gal 1,4
17
1Cor 6,20.

33
pues Él que no tenía pecado murió para salvarnos, de esta manera con sus
padecimientos exalta los nuestros y lo hace que adquieran un verdadero sentido. El
Redentor ha querido sufrir en vez del hombre, muere en lugar de él y muere por él.
Por eso todos los hombres estamos llamados a participar de este sufrimiento del Señor,
mediante el cual se ha llevado la redención. Mediante el cual todo acontecimiento
humano ha sido redimido. Esta acción salvífica se ha realizado mediante el
sufrimiento de Cristo en la Cruz, que ha sido elevado juntamente el padecimiento
humano a un nivel de redención. Por eso, todo hombre en su dolor, puede hacerse
partícipe del sufrimiento redentor de Cristo18.

Esta redención no tendría un verdadero sentido si no fuera por la resurrección del


Señor: «La elocuencia de la Cruz y de la muerte es completada por la elocuencia de
la resurrección» 19.

En los escritos Paulinos se hace mucha referencia y el Apóstol lo ve desde una


perspectiva de invitación a asumir lo padecimientos y unirlos a los de Cristo. «Os
ruego hermanos por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como
hostias vivas, santas y agradables a Dios: este debe de ser nuestro culto racional»20.
Con esto se hace una verdadera oblación, ya no es sufrimiento, es decisión, ofrenda,
entrega y amor.

La gran misericordia de Dios nos pedirá una correspondencia superior a la de los


sacrificios de animales de la Antigua Alianza. El cristiano debe ofrecer en su lugar su
propio servicio en amor, su vida, su sufrimiento. De esta manera logrará actuar
conforme al Espíritu de Dios y no será una mera actuación, sino el sufrimiento y la
entrega adquieren un sentido, el amor mismo21.

18
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 19.
19
Ibid. N° 20.
20
Rm 12,1
21
Cf. P. BARNABAR, M. AHERN, C. P., “Epístolas a los Gálatas y a los Romanos”, 126.

34
Con esto, si un hombre se hace partícipe de los sufrimientos de Cristo es porque el
mismo Jesucristo ha abierto su sufrimiento al hombre, pues Él mismo en su
sufrimiento redentor se ha hecho en cierto sentido partícipe de todos los sufrimientos
humanos. Con esto Jesús toma todo el sufrimiento del hombre y lo exalta. Por lo tanto,
no hay un sufrimiento humano que no allá sido tomado por Cristo. San Pablo lo
menciona en su carta a los Gálatas: «Estoy crucificado con Cristo y ya no soy yo, es
Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo de la fe del Hijo de
Dios, que me amó y se entregó por mí»22. Se puede mencionar que la fe le permite a
San Pablo conocer el amor que condujo a Cristo a la cruz. Reconoce que Jesús amó
de este modo, sufriendo y muriendo, por eso, en su padecimiento y su muerte vive en
aquél al que amó así, vive en el hombre, en este caso en San Pablo. De este modo el
hombre se une a Cristo y Cristo al hombre mediante la cruz23.

La cruz del Señor es por tanto la que arroja la luz salvífica sobre la vida del hombre,
sobre su sufrimiento y en el misterio de la pasión se encuentra el misterio pascual. Sin
duda la manera en que San Pablo enfoca esto es pascual, pues la participación de la
cruz de Cristo se realiza a través de la experiencia del resucitado, por eso el
sufrimiento del hombre tiene y le lleva a una resurrección, a una trascendencia. El
tema del sufrimiento se ve presente con el motivo de la gloria, la resurrección del
Señor no estaría presente sin su pasión y su muerte. De esta manera, el sufrimiento en
la vida del hombre se puede visualizar como una participación de los sufrimientos de
Cristo, pero como un sufrimiento por el reino de Dios. Con esto, los que participan de
los sufrimientos de Cristo se hacen dignos de este reino de Dios, pues es Cristo mismo
quien nos introduce en este reino mediante su sufrimiento, por este mismo, maduran
para el mismo reino los hombres, que están envueltos en el misterio de la redención
del Señor24.

22
Gal 2,19-20
23
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 20.
24
Cf. Ibid., N° 20-21.

35
Todos los hombres, pero de manera especial aquellos que participan de los
sufrimientos del Señor, están llamados mediante sus propios sufrimientos a tomar
parte de la gloria. San Pablo lo menciona en su carta a los Romanos: «Somos
coherederos de Cristo, supuesto que padezcamos con Él para ser con Él glorificados.
Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en
comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros»25 Lutero hacía un
comentario al respecto:

Comienza a hablar él ahora y consuela a los cristianos que sufren tales padecimientos,
y habla como quien ha pasado por ellos y tiene conocimiento de la causa. Habla como
si viera esta vida parpadeando o a través de una ventana pintada, al tiempo que
contempla la otra vida con ojos claros. Observemos como él da la espalda al mundo
y vuelve su rostro a la revelación futura, como si no viera sobre la tierra desgracia ni
desdicha alguna, sino tan solo pura alegría. Convierte él todos los padecimientos
sobre la tierra en una gotita de agua y en una chispita diminuta, pero hace de aquella
gloria que debemos esperar un mar infinito y gran fuego26.
Quien desee ser glorificado con Cristo, debe antes padecer con él; por grandes que
puedan ser los sufrimientos, que con toda seguridad visitarán al cristiano toda su vida,
no se deben comparar con la gloria de la abundancia de toda la gracia que Dios nos
ha concedido, y que ya poseemos, aunque de modo invisible. Algún día
conseguiremos esa totalidad que supera todo sentimiento humano. De ello tenemos
ya ahora unas garantías: la esperanza de consumación que alienta en la creación,
nuestra propia esperanza de consumación, los gemidos del Espíritu Santo en nuestros
corazones y el designio divino de elección27.

Dios ha dicho que el sufrimiento tiene una gran importancia en la preparación de la venida
de su reino. Pero este sufrimiento nos parecerá una nadería en comparación de la gloria
que como un chorro de luz nos inundará en luz y calor. Toda la creación aguarda con
angustia suspirando por el día en que los hijos de Dios brillarán con la gloria de su
herencia; porque el mundo irracional ha sido creado para el hombre y participará de su
destino28.

25
Rm 8,17-18
26
M. LUTERO, “Carta a los Romanos”, 283.
27
Cf. K. OTTO, “Carta a los Romanos, Carta a los Corintios, Carta a los Gálatas”, 117.
28
Cf. P. BARNABAR, M. AHERN, C. P., “Epístolas a los Gálatas y a los Romanos”, 104.

36
Los que adhieren a Cristo en sus padecimientos, están llamados a tomar, por sus
propios sufrimientos, lugar en el cielo. El motivo del sufrimiento por el reino de Dios
tiene su fundamento evangélico, pues la resurrección es la manifestación de la gloria,
que le corresponde a Cristo por su elevación y muerte en la cruz. Es en la cruz donde
Cristo ha alcanzado a realizar con total plenitud su misión, no curando enfermos, no
con su encarnación o con las múltiples acciones que realizó en su presencia terrenal,
sino muriendo en la cruz para salvación y redención de todos los hombres, cumpliendo
la voluntad del Padre29.

Con esto, es pues el sufrimiento una llamada a manifestar la grandeza moral del
hombre, su madurez espiritual. Mencionábamos al inicio de este trabajo de
investigación, que el sufrimiento era algo que se presentaba en el ámbito espiritual y
es por ello que solo algo espiritual y trascendente como la fe en el Hijo de Dios, pueda
dar respuesta, solución y sentido al sufrimiento humano30.

El sufrimiento del cristiano es por tanto una prueba a la que se queda sometido el
hombre y el cristiano, pues desde ella deberá de entender su significado de entrega y
pertenencia a la pasión del Señor. Los que participan en los sufrimientos de Cristo,
tienen ante sus ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección. Sufrir, entonces,
adquiere el significado de hacerse de una manera particular receptivos, abiertos a la
acción de las fuerzas salvíficas de Dios. Es a través de la tribulación que se produce
la virtud de la paciencia, que es una virtud probada de la esperanza31.

El sufrimiento no tiene una llamada a la virtud, esta el hombre la deberá de ejercitar:

«Esta es la virtud de la perseverancia al soportar lo que molesta y hace daño. Haciendo


esto, el hombre hace brotar la esperanza, que mantiene en él la convicción de que el
sufrimiento no prevalecerá sobre él, no lo privará de su propia dignidad unida a la
conciencia del sentido de la vida. Y así, este sentido se manifiesta junto con la acción del
amor de Dios, que es el don supremo del Espíritu Santo. A medida que participa de este

29
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 21-22.
30
Cf. Ibidem.
31
Cf. Ibid. N° 23.

37
amor, el hombre se encuentra hasta el fondo en el sufrimiento: reencuentra el alma, que le
parecía haber perdido a causa del sufrimiento»32.

Cuando se menciona la adhesión del sufrimiento humano a los padecimientos de


Cristo en la Cruz, no nos referimos a tener en Jesús una redención que no es completa
y por ello la completamos con nuestro sufrir, sino que Cristo ha obrado la redención
completamente y hasta el final, pero al mismo tiempo no la ha cerrado. En este
sufrimiento redentor, a través del cual se ha obrado la redención del mundo, Cristo se
ha abierto desde el comienzo al sufrimiento humano. Con esta apertura, en cada
sufrimiento humano Cristo ha obrado con su sufrimiento en la redención del hombre.
Es por esto que cada sufrimiento humano en virtud de la unión en el amor con Cristo,
completa el sufrimiento de Cristo. Es por ello que la Iglesia lo ve como un bien ante
el cual se inclina con veneración y con toda la profundidad de su fe en la redención33.

2. La cruz parte del seguimiento a Cristo


Existe el evangelio del sufrimiento, el cual significa un tema de revelación de la
fuerza salvadora y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de
Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia. Es por eso que el evangelio
del sufrimiento implicará tomar la cruz para seguir al Señor: «Sí alguno quiere venir
en pos de mi… tome cada día su cruz… se niegue a sí mismo» 34. De esta manera se
ve que el Reino de Dios tiene el camino angosto y estrecho, y es Cristo mismo quien
lo contrapone a lo sencillo y ancho. Sin duda el Señor sabía que sus discípulos
encontrarían dificultades y persecuciones por causa suya y sin duda ahora la Iglesia35.

El Evangelista San Lucas menciona las palabras del Señor Jesús al hacer parte de
la vida de sus seguidores el sufrimiento y menciona como es que deben de actuar ante
tales momentos.

32
Ibidem.
33
Cf. Ibid. N° 24.
34
Jn 3,16 / Lc 9,23
35
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 25.

38
«Pondrán sobre vosotros las manos y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y
metiéndoos en prisión, conduciéndoos ante los reyes y gobernadores por amor de mi
nombre. Será para vosotros ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preocuparos
de vuestra defensa, porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán
resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados aun por los padres,
por los hermanos, por los parientes y por los amigos, y harán morir a muchos de vosotros,
y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre. Pero no se perderá ni un solo cabello
de vuestra cabeza. Con vuestra paciencia compraréis (la salvación) de vuestras almas»36.

Si el cristiano vive de esta manera, entonces vivirá un sufrimiento “por Cristo y


causa de Cristo”. De esta manera se vive conforme al plan de Cristo y su sufrimiento
adquiere un sentido. Cristo mismo lo menciona cuando dice: «Si el mundo os
aborrece, sabed que me aborreció a mi primero que a vosotros… Si me persiguieron
a mí, también a vosotros los perseguirán»37. Con todo esto, Jesús nos invita a vivir un
evangelio del sufrimiento. En él, se nos habla de las persecuciones que viviremos por
ser sus discípulos y por causa suya, además contiene una llamada especial al valor y
a la fortaleza, que está sostenida por la resurrección. Todo su sentido del sufrimiento
cristiano gira entorno a la resurrección de Cristo. Es a través de esta resurrección que
se manifiesta la fuerza victoriosa del sufrimiento y con esto nos quiere infundir la
convicción de que el sufrimiento trasciende, y es en espera de algo más grande38.

«Todos los que aspiran a vivir piadosamente en Jesucristo sufrirán


persecuciones»39. Con todo esto, se manifiesta la fuerza que nos acerca interiormente
a Cristo, pues Cristo al ser hombre ha sufrido en la cruz por salvarnos, de la misma
manera el hombre que sufre se une a los padecimientos de Cristo y esta es una gracia
muy especial, pues el hombre se une con el Salvador en su suplicio por redimirle. Con
esta unión a Cristo, el hombre que sufre se convierte en un hombre verdaderamente
nuevo y al darle un sentido salvífico a su sufrimiento lo pone como una nueva
dimensión de toda su vida y de su vocación al amor. Con esto, el hombre llega a una
madurez interior y a una grandeza espiritual, que le llevará a cumplir con mayor

36
Lc 21,12-19.
37
Jn 16,3
38
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 25.
39
2Tim 3,12

39
fidelidad el proyecto de Dios. Esta madurez será sin duda fruto de una verdadera
conversión y cooperación con la gracia de Jesús que nos redime en la Cruz, pues el
sufrimiento podemos mencionarlo como probar el mal, pues se siente el mal y se
quiere el bien, el bien de Cristo, de su salvación. Cristo con su sufrimiento en la cruz
ha tocado las raíces mismas del mal, pero eso no es lo mas importante, sino que ha
vencido al artífice del mal, que es Satanás40.

Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los
horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado
del pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta
pero eficaz, Cristo introduce en este mundo, en este Reino del Padre al hombre que sufre,
en cierto modo a través de lo íntimo de su sufrimiento. En efecto, el sufrimiento no puede
ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior. Cristo, mediante su
propio sufrimiento salvífico, se encuentra muy dentro de todo sufrimiento humano, y
puede actuar desde el interior del mismo con el poder de su Espíritu de Verdad, de su
Espíritu Consolador41.

Tras el dolor que es causado por el sufrimiento, el hombre se pregunta un porqué y


lanza una cuestión a Dios mismo, pero no puede dejar de notar que Aquél a quien
lanza su cuestión, sufre y sufrió en su propia carne y quiere responderle desde la cruz,
desde el centro de su propio sufrimiento. Cristo mismo es quien da la respuesta al
sentido del sufrimiento, pero no responde de manera directa ni de manera abstracta,
sino que da su respuesta al hombre desde la salvación en la medida en que el mismo
hombre se hace partícipe de los sufrimientos de Cristo. La respuesta que le es dada
al hombre, se verá a lo largo de su vida, en la convivencia interior con el Maestro.
Esto se convierte en una llamada, en una vocación, pues el Señor no da una respuesta
directa al sentir del sufrimiento, sino que lanza una invitación y es el hombre quien
debe de responder, el solo dice: «Sígueme, Ven». Esto implica tomar parte con su
sufrimiento en la obra de salvación del mundo, que es realizada a través del
sufrimiento de Cristo42.

40
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 26.
41
Ibidem.
42
Cf. Ibidem.

40
A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se
revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a
nivel humano, sino a nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel
de Cristo aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace, en
cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz
interior e incluso la alegría espiritual43.

Cuando el hombre se adhiere completamente a este sentido del sufrimiento en


Cristo se alegra de sufrir, no como un masoquismo, sino como una alegría verdadera
por entregar su vida a Dios, decide y lo hace con y por amor. San Pablo en su carta a
los Colosenses lo menciona: «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros»44, es
pues una verdadera alegría el superar el sentido de inutilidad del sufrimiento, porque
ahora es algo redentor y cooperador45.

La Iglesia al reconocer que el sufrimiento es la invitación a unirnos con Cristo en


sus padecimientos, se da cuenta de la fuerza sobrenatural que se puede obtener en el
sufrimiento, pues son verdaderos ríos de fuerza divina que brotan en medio de la
debilidad46.

3. Una invitación a ayudar a los que sufren.

En el Evangelio del sufrimiento, se nos presenta una parábola contada por el mismo
Jesús, en la que se nos invita, no solo a encontrar el sentido del sufrimiento en nuestra
vida, sino en darlo a conocer a los hermanos y ayudarles con esta carga pesada y a
veces insoportable del sufrimiento47.

Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para
tener en herencia vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»
Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» Díjole entonces: «Bien
has respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién
es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en

43
Ibidem.
44
Col 1,24
45
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 27.
46
Cf. Ibidem.
47
Cf. Ibid. N° 28.

41
manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio
muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De
igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano
que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus
heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó
a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero
y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos
tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» Él dijo: «El que
practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»48

En este relato de la Sagrada Escritura se nos presenta cómo debemos ayudar al


necesitado, al que debemos de ayudar en su sufrimiento. Sin duda esta parábola
pertenece al Evangelio del sufrimiento, pues nos muestra cuál debe de ser la relación
entre cada uno de nosotros con el hermano que sufre. No podemos pasar de largo, ni
dejarlo solo, sino que tenemos que pararnos junto a él. Un buen samaritano es todo
hombre que se detiene al ver el sufrimiento de otro y se compromete a ayudarle y
buscar sanar su sentir de sufrimiento. Y no como una curiosidad o quizá con actitud
morbosa de ver qué es lo que siente o tiene, sino con una disponibilidad de ayudar.
Buen samaritano es, por tanto, todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, es quien se
conmueve ante la desgracia del otro. Por eso es necesario cultivar en sí mismo una
sensibilidad del corazón que testimonia la compasión por el que está sufriendo49.

Esta parábola es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo


que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante
tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano. Toda otra opción termina o
bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse
del dolor del hombre herido en el camino. La parábola nos muestra con qué iniciativas se
puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad
de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen
prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común. Al mismo tiempo,
la parábola nos advierte sobre ciertas actitudes de personas que sólo se miran a sí mismas
y no se hacen cargo de las exigencias ineludibles de la realidad humana.50

El sufrimiento, para ser comprendido debe de ser compartido, pues no podemos


mirarnos solo a nosotros mismos, si queremos ayudar al hermano, será necesario salir

48
Lc 10,25-37.
49
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 28.
50
FRANCISCO, Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, N° 67.

42
del egoísmo propio y no solo mirarse como sufriente, sino ver como sufre el
hermano.51

El buen samaritano no se queda con en mera compasión, sino que se convierte en


un verdadero estímulo de ayudar al hombre que está herido. Por eso todo hombre que
ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea y que pone todo su corazón
en el beneficio del hermano que sufre, es un verdadero samaritano. Se puede decir
que se da, entrega su propio ser y lo abre al otro en su necesidad52.

El Papa Francisco en su actual encíclica menciona que lo peor que se puede hacer
frente al sufrimiento es ser indiferente al hermano que vive esta realidad.

La parábola nos hace poner la mirada claramente en los que pasan de largo. Esta peligrosa
indiferencia de no detenerse, inocente o no, producto del desprecio o de una triste
distracción, hace de los personajes del sacerdote y del levita un no menos triste reflejo de
esa distancia cercenadora que se pone frente a la realidad. Hay muchas maneras de pasar
de largo que se complementan: una es ensimismarse, desentenderse de los demás, ser
indiferentes.53

Jesús nos invita a dejar de un lado la indiferencia y al ver la realidad del


sufrimiento, seamos nosotros lo que nos volvamos cercanos a los que viven esto, es
decir me siento llamado a volverme un prójimo de los demás. Para los cristianos,
deberá de motivarles a ver a Jesús en el hermano sufriente, que esta abandona y
excluido54. «La fe colma de motivaciones inauditas el reconocimiento del otro, porque
quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor
infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita»55[

El hombre pues, no podrá encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega sincera


de sí mismo a los demás. Por esto mismo se nos presentó como el primer

51
Cf. FRANCISCO, Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, N° 68.
52
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 28.. - Cf. FRANCISCO, Carta Encíclica
“Fratelli Tutti”, N° 62.
53
Cf. FRANCISCO, Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, N° 73.
54
Cf. Ibid., N° 80-85.
55
FRANCISCO, Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, N° 85.

43
mandamiento, «Amar a Dios y al prójimo, como a ti mismo», es por esto, que se nos
enseña que no se puede separar el amor a Dios, del amor al prójimo56.

«San Pablo en la carta a Santiago menciona: ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien
diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una
hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos
en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?
Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá
decir: ¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por
las obras mi fe.»57

San Pablo pone de manifiesto que todos, estamos llamados a unirnos al hermano,
a manifestar nuestra fe en Cristo que nos salva, ayudando al hermano, sirviendo y
siendo generosos con aquellos que nos necesitan. Un verdadero cristiano, no será pues
quien se ponga a manifestar su sufrimiento propio, sino que será aquel que busque al
hermano que mas necesita, para ayudarle, amarle y ser un verdadero prójimo. El amor
de Cristo en la Cruz, no fue momentáneo, sino que fue de una vez y para siempre.
Nosotros a su ejemplo debemos dar testimonio de él ayudando al hermano.58

Una de las consecuencias que podrá causarnos el sufrimiento, será irradiar el amor
al hombre, pero un amor universal, no egoísta, sino un amor en favor de los otros que
sufren. Es de esta manera que el mundo del sufrimiento humano invoca sin pausa a
otro mundo: el mundo del amor humano, un amor desinteresado que brota del corazón
y con las obras, esto se debe sin duda al sufrimiento. Es pues un detenerse y
conmoverse, para después actuar como el samaritano de la parábola. En esto se resume
el sentido cristiano del sufrimiento en “la entrega por amor”59.

De esta manera, confirmamos que el sufrimiento es algo verdaderamente


sobrenatural, pero humano. La parte sobrenatural es porque se fundamenta en el
misterio divino de la redención, del que se nos hace partícipes, y es también de una

56
Cf. GS 24.
57
St. 2,14-19.
58
Cf. FRANCISCO, Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, N° 105.
59
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica “Salvifici Doloris”, N° 29.

44
manera más directa y profunda humano, porque por medio de la experiencia de
sufrimiento, el hombre se encuentra a sí mismo, ve su propia humanidad, su fragilidad,
su dignidad y su misión60.

60
Cf. Ibid. N° 31.

45
CONCLUSIÓN

Tras el estudio que hemos realizado, podemos concluir algunos puntos. El primero
de ellos es que el sufrimiento no es algo que se puede resolver ni comprender a la sola
luz de la razón, pues con ella queda limitada la respuesta y no se da un sentido total,
por ello es necesaria la ayuda de teología y de la revelación, pues a través del sentido
salvífico de Cristo es como podemos iluminar el ser del sufrimiento y de esta manera,
el hombre está llamado a vivir con una intención mas fuerte que el sufrimiento mismo.

En segundo lugar, concluimos que el sufrimiento es en cierta manera necesario para


que el hombre pueda alcanzar la plenitud y logre descubrir la misión que Dios le ha
otorgado, la cuál es el amor, vivir en el amor y entregarse por amor. Solo tras la
experiencia del sufrimiento el hombre se sentirá llamado y motivado a la entrega
generosa, tanto con los hermanos, como consigo mismo y con Dios. Es a raíz del
sufrimiento que el hombre se siente motivado para entregarse de una manera generosa.

En tercer lugar, consideramos necesario que el hombre se convenza totalmente de


este sentido del sufrimiento, pues cuando el hombre se da cuenta de los beneficios que
conlleva el sufrir, entonces lo exalta y no es sufrimiento, es oblación, entrega.
Consideramos que si se asimila el sufrimiento como consecuencia de una verdadera
entrega, deja de serlo para convertirse en amor, en una verdadera oblación.

Por último, concluimos que solo a la luz de la muerte del Señor en la Cruz podemos
adquirir un verdadero sentido del sufrimiento, pues Cristo en la Cruz se inmoló por
46
nosotros. Su morir no fue un sufrimiento, sino una verdadera oblación, una entrega
generosa por amor, para dar vida. Nosotros estamos llamados a vivir a ejemplo de
Cristo, a vivir en este amor de entrega y de servicio, y a dar vida.

El sufrimiento tiene un verdadero sentido y es salvífico, el hombre de fe deberá


saber que el sufrimiento le hará participe de la gloria eterna. Por tanto, creemos que
el sufrimiento es necesario en la vida del hombre, pues es lo que le ayudará a alcanzar
la salvación.

47
SIGLAS Y ABREVIATURAS
1 Cor – Primera carta a los Corintios.
1Pe – Primera carta de Pedro.
2 Tim – Segunda carta a Timoteo.
2Cor – Segunda carta a los Corintios.
CEC – Catecismo de la Iglesia Católica (por sus siglas en latín).
Cf. – Confrontación.
Col – Carta a los Colosenses.
Dt – Deuteronomio (libro).
Ef – Carta a los Efesios.
Ex – Éxodo (libro).
Ez – Ezequiel (libro).
Flp – Carta a los Filipenses.
Gal – Carta a los Gálatas.
Gn – Génesis (libro).
GS - Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes.
Ibid. – Mismo autor y mismo libro.
Ibidem. – Mismo autor y misma paginación.
Jb – Job (libro)
Jn – Evangelio según San Juan.
Lc – Evangelio según San Lucas
Mc – Evangelio según San Marcos.
Rm – Carta a los Romanos.
St – Carta a Santiago

48
BIBLIOGRAFÍA

CHRISTIAN DUQUOC, “Cristología, Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret el


Mesías”, Sigueme, Salamanca, 1985.
GEVAERT, J., “El problema del hombre”, (pdf).
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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ...................................................................................................... 3

Capítulo I ................................................................................................................. 5

LA REALIDAD, EL HOMBRE SUFRIENTE Y DAÑADO POR EL PECADO


.............................................................................................................................. 5

1. El hombre sufre ............................................................................................. 5

2. El sufrimiento como consecuencia del pecado ........................................... 10

3. El Sufrimiento en la Sagrada Escritura ....................................................... 12

4. Sentido del sufrimiento ............................................................................... 15

Capítulo II .............................................................................................................. 19

CRISTO, EL HOMBRE SUFRIENTE .............................................................. 19

1. Jesucristo, el sufrimiento vencido por el amor. .......................................... 19

2. Jesucristo, verdadero hombre, que muere para salvar al hombre pecador . 21

3. El sufrimiento de Jesús cimentado en el amor ............................................ 28

Capítulo III ............................................................................................................. 30

EL SENTIDO CRISTIANO DEL SUFRIMIENTO .......................................... 30

1. Partícipes de los sufrimientos de Cristo ...................................................... 30

2. La cruz parte del seguimiento a Cristo ....................................................... 38

3. Una invitación a ayudar a los que sufren. ................................................... 41

CONCLUSIÓN ......................................................................................................... 46

SIGLAS Y ABREVIATURAS ................................................................................. 48

BIBLIOGRAFÍA....................................................................................................... 49

ÍNDICE ..................................................................................................................... 51
51
52

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