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RODRIGO CODINO
LA DESCOLONIZACIÓN
DE LA CRIMINOLOGÍA
EN AMÉRICA
PRESENTACIÓN
NILO BATISTA
PRÓLOGO
ANDRÉS CALAMARO
Las imágenes de la tapa corresponden a afiches publicitarios
franceses de neto contenido racista. El primero, de 1923,
que promocionaba el chocolate Félix Potin, señala un este-
reotipo de un hombre negro “batido y contento”, haciendo
alusión explícita a que el esclavo era como el chocolate, es
decir, solo era bueno si era batido o golpeado. El segundo,
de 1910, hacía publicidad de una lavandina llamada S.D.C.
y en el afiche original, además de la imagen, se decía que
“para blanquear a un negro no se necesita gastar en jabón”.
Codino, Rodrigo
La descolonización de la criminología en América / Rodrigo
Codino; Alejandro Alagia – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos
Aires: Ediar, 2019.
520 pp.; 21 x 15 cm
ISBN 978-950-574-393-3
IMPRESO EN LA ARGENTINA
305 Inocent Futch, El código negro, en “La esclavitud un crimen sin castigo”, El correo de
la Unesco, octubre, París, 1994.
306 Baldwin, James, The price of the ticket, ob. cit., p. 52.
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El gran flagelador
Fernando Ortiz
314 Ortiz,
Fernando, Contrapunto cubano del tabaco y el azúcar, con introducción de
Malinoswki,(primera edición de 1940), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1983.
315 Sobre su vida y obra puede consultarse: Ximeno, David López, Fernando Ortiz
ante el enigma de la criminalidad cubana, Fundación Fernando Ortiz, La Habana,
2011.
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316 Ortiz, Fernando, Hampa Afro-cubana: los negros brujos (apuntes para una etnografía
criminal), con carta prólogo de Lombroso, Ed. América, Madrid, 1906, pp. 7-13.
317 Ídem, pp. 254y ss.
318 Ídem, p. 267.
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los potros de tortura por el solo placer de sus patrones323. Pero con el
dinero que se compraba un esclavo blanco por diez años se compraba un
negro para toda la vida324 y Bristol pasó de la trata de blancos a la trata
de negros. No es la única interpretación para esta trasformación de la
trata. Otros señalan que la raza blanca fue una invención en respuesta a
la agitación de los esclavos blancos y negros para dividirlos, en la última
etapa de la rebelión de Bacon en 1676. La línea de color se definió cuando
debía resolverse en Estados Unidos quién seguiría siendo esclavo325.
El mismo Jefferson era esclavista, cuando opinaba sobre la libertad
de esta raza inferior, señalaba que no podían vivir junto a los blancos.
En tanto Tocqueville en su viaje por Estados Unidos describió al negro
como un ser que suscita repulsión y asco. Son bestias, decía, lo que los
define es el gusto por la sumisión y que la libertad los haría feroces.
En 1857 en el precedente “Dred Scott vs. Sanford” estableció que el
negro era inferior y pertenecía a otro. La ley inventó la raza cuando ya
existía un pueblo derrotado para justificar el trato punitivo del régimen
esclavista que era preexistente al concepto. El esclavismo del negro creó
la raza y no la raza el esclavismo. La esclavitud proporcionó la ideología
de la raza y hay tantos racismos como historias específicas326.
El propio Lincoln era un ferviente creyente de la supremacía blanca
y abrazó proyectos de forzar la emigración de negros a otros territorios.
Peleó contra la esclavitud una guerra total, pero no por la igualdad,
sin advertir que, por eso mismo, la esclavitud volvería con fuerza en el
linchamiento de negros, los códigos de segregación y la servidumbre
penal o alquiler de presos negros, durante la etapa posterior al período
de reconstrucción del país.
330 Wells, Ida, “Horrores sureños: la ley de Lynch en todos rasgos”, en Jobardo, Merce-
des (ed.), Feminismos negros, Traficantes de sueños, Madrid, 2012, pp. 82-83.
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333 Sobre linchamientos públicos de negros en Estados Unidos, Garland, David, Una
institución particular. La pena de muerte en Estados Unidos en la era de la abolición,
Didot, Buenos Aires, 2013, p. 21.
334 Ídem, p. 46 y ss. El informe más importante para no olvidar y recordar los
linchamientos terroristas en Estados Unidos es Lynching in America. Confronting
the Legacy of Racial Terror, Third Edition, Equal Justice Initiativa, Alabama, 2017;
en el informe se contabilizaron entre 1877 y 1950 más de 4.000 homicidios con tor-
mentos espectaculares en los 12 estados más linchadores: Alabama, Arkansas, Flo-
rida, Georgia, Kentucky, Luisiana, Mississipi, Carolina del Norte, Carolina del sur,
Tennessee, Texas y Virginia. El registro más alto lo tienen Florida y Mississipi y el
mayor número de linchamientos se encontró en el condado de Jefferson, Alabama.
Muchas de las víctimas no fueron acusadas de ningún delito o lo fueron por faltas
menores e insignificantes (dirigir la palabra a una mujer blanca o contestar a un
hombre blanco cuando espera que se quede callado) o por exigir derechos a un trato
humano. Cualquier contacto con una mujer blanca, tocar el timbre de la casa, escribir
una carta ofrecer una taza de té y mucha más el sexo interracial consentido eran moti-
vos suficientes para torturar y ejecutar públicamente a un hombre negro. Este genoci-
dio por goteo provocó la migración forzada más grande de la historia de EEUU hacia
el norte del país de más de 6.000.000 del pueblo negro del sur. Los linchamientos se
convirtieron en espectáculos públicos masivos. La multitud observaba y participaba
en la tortura que se prolongaba hasta la mutilación y el desmembramiento hasta la
quema del cuerpo en una hoguera. Al final, los despojos se repartían como trofeos en
un ambiente festivo con vendedores de comida y fotógrafos que hacían postales para
el recuerdo que se repartían por el correo postal. En Newnan, Georgia en 1899 se
repartieron pedazos de corazón, hígado y huesos de Sam Hose (falsamente acusado
de violación) después de ser linchado. Ese mismo año se repartieron en Maysville,
Kentucky se repartieron carne, dientes y dedos de manos y pies de Richard Coleman
(pp. 34 y ss.). No fueron actos de locos o extremistas blancos. Toda la comunidad
estaba implicada y era tolerado por republicanos y demócratas. El informe menciona
232 lichamientos de mexicanos entre 1949-1928 en los estados fronterizos del sur.
Recién el año 1952 fue el primero sin linchamientos en EEUU desde que comen-
zaron los registros en 1882 por el Instituto Tuskegee, hoy Universidad, cuyo primer
director fue un antiguo esclavo negro Booker Washington.
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335 Burghardt Du Bois, W.E.B., “La historia hecha propaganda”, en Huellas de Estados
Unidos, ob. cit., nº 5, septiembre 2013, p. 84; sobre los códigos negros y la nueva
servidumbre penal posterior a la abolición, en Morison, S. E.; Commager, H. S.
y Leuchtenburg, W. E., Breve historia de los Estados Unidos, FCE, México, 2003,
p. 381.
336 Schawarcz, L. M.-Starling, H.M, Brasil. Una biografía, Debate, Buenos Aires,
2016, p. 76.
337 Ídem, pp. 19-20.
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“En Brasil acostumbran a decir que para un esclavo son necesarias las
tres p: pau (palo), pão (pan) y pano (ropa); se empieza por el castigo que
es el palo”349. Trescientos años de esclavitud representaron trescientos
años de castigos corporales, torturas y ejecuciones sistemáticas para la
población negra de Brasil. Una parte de la historiografía del país resig-
nifica la esclavitud más larga del mundo para señalar las consecuencias
en el presente de la peor tragedia humana de la era moderna. Nueva
orientación que termina con la idea de la esclavitud como régimen de
explotación económica y dirige la atención sobre el carácter punitivo del
gobierno de señores y amos sobre millones de personas secuestradas en
plantaciones concentracionarias. Una anticipación del nazismo europeo,
pero con tres siglos de maduración en América, como lo pensó Cesaire
con la esclavitud colonial del Caribe.
Mayor invisibilización de la naturaleza punitiva de la esclavitud existe
en el derecho penal y la criminología. El penalista brasilero no puede per-
der de vista, dice Nilo Batista, el pecado original que niega reconocer que
355 Viotti da Costa, Emilia, Da Senzala a colonia, Editora UNESP, San Pablo, 1982,
p. 286.
356 Souza Filho, ob. cit., p. 83.
357 Sobre los códigos negros para la esclavitud con sus dispositivos penales, como el
código negro de Luis XIV de 1685 destinado a las colonias de ultramar, Le Code noir,
ou le calvaire de cannan de Louis Sala-Molins de 2006; también, Lucena Salmoral,
Manuel, Los códigos negros de América, ediciones Unesco/Universidad de Acalá, 1996.
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mejor vivir y servir que morir. El jesuita pone atención en que la palabra
servatus tiene origen en la idea de preservarse de la muerte, después adqui-
rió el significado de esclavitud. El discurso III de su economía política,
dice: “La tercera obligación de los señores es dar al esclavo castigo para
que no se acostumbre a errar, viendo que sus errores pasen sin castigo”. La
obligación de castigo para el señor se regula con el fin de evitar la sevicia.
Las reglas son: a) la pena debe ser merecida; b) prohibición de exceso y
crueldad; c) donde no hay culpa no hay castigo; d) se entiende por culpa
el dolo y la malicia; e) el ánimo y propósito cuentan para fundar un cri-
men sin resultado; f ) distancia temporal entre el hecho y la pena para
evitar el arrebato de pasiones; f ) el delito debe estar probado; g) derecho
del esclavo a ser oído; g) ni toda falta se castiga, ni toda falta se perdona;
h) el castigo, como la medicina, se administra en partes para que no mate;
i) no castigar repetidamente si se quiere evitar acostumbramiento al dolor
y que el esclavo no deje de temer; j) si corresponde la muerte debe entregar
al esclavo a la justicia aunque algo de la nobleza se pierda en ello; y k) las
únicas penas de tortura que se admiten son los azotes y los fierros358.
También estos manuales de trato convivieron con otros que legislan
recomendado que no se mutile ni incapacite al esclavo, como el Reglamento
que protege al capataz para cumplir bien con su obligación de 1663 cuyo autor
es João Fernandes Vieira de Recife. En cambio, recomienda que el esclavo
sea amarrado a la “mesa” de una carreta de bueyes para ser azotado, luego
de lo cual, cortados con una navaja o “cuchillo que corte bien” y tratadas las
heridas con sal, jugo de limón y orina serán encadenados359.
Los gastos en vigilancia y castigo de esclavos siempre fueron una
parte importante del presupuesto esclavista360 y después de la rebelión
de negros africanos “dos Males” de Bahía en 1835, que involucró a más de
mil quinientos esclavos, las medidas punitivas se extendieron, se hicieron
358 Benci,Jorge, Economía cristâ dos senhores no governo dos escravos, Grijalbo, San
Pablo, 1977.
359 Gonsalves de Mello, José Antonio, João Fernandes Vieira-Mariscal de Campo del
Tercio de Infantería de Pernambuco, 2000, p. 365, en Batista, Nilo, ob. cit., p. 23.
360 Souza Filho, ob. cit., p. 88.
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361 La Constitución del Imperio de 1824 prohibía las marcas con hierro caliente, pero
no para los esclavos, según la interpretación de la época, Nilo, ob. cit., pp. 20 y 35.
362 Sobre esto último, Souza Filho, ob. cit., p. 250.
363 Ídem, pp. 349.
364 Freyre,G., “Deformacoes de corpo nos escravos fugidos”, en Souza Filho, ob. cit.,
pp. 96 y ss.
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368 “Silencio obsequioso del discurso penal” dice Batista, Nilo, ob. cit., p. 33; también
señala casos en que la justicia privada estipulaba pena a ser ejecutada por la justicia
pública. En el año 1826 en Río de Janeiro “1786 esclavos, entre las cuales había 262
mujeres, fueron azotadas en el calabozo a pedido de sus amos”; los propietarios
pagaban 160 reyes cada cien azotes, p. 51.
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370 Europa dejó de ser el centro de gravedad del mundo por agotamiento de la capa-
cidad crítica, Mbembe, Achille, Crítica de la razón negra, ob. cit., pp. 25 y ss. Antes,
en términos de denuncia de ensalvajamiento del continente europeo, Césaire, Aimé,
Discurso sobre el colonialismo, ob. cit., p. 15; Comaroff, Jean-Comaroff, John L.,
Teorías desde el sur. O cómo los países centrales evolucionan hacia África, Siglo XXI,
Buenos Aires, 2013, p. 65.
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Por este camino se llega a coincidir con la idea que el verdadero pro-
yecto de ilustración moderna nace en el Caribe y no en Francia, porque
la revolución de Haití de 1804 no deja fuera a nadie, termina con la colo-
nización y la esclavitud al mismo tiempo. Este acontecimiento extraordi-
nario cuestiona por primera vez la supremacía blanca colonialista y con
ello el estereotipo punitivo racializado375.
No es forzado que se vuelva al problema de la raza y la modernidad.
La prisionización masiva de negros en Estados Unidos, las ejecuciones
extrajudiciales de jóvenes afrodescendientes en Brasil, el color no blanco
de los presos en toda América Latina y, en general, la selectividad puni-
tiva racializada puede verse como herencia de una situación colonial que
en algunos casos duró cinco siglos.
La ciencia social de América Latina parece regresar sobre el camino
abierto por la literatura abolicionista y anticolonial, que solo marginal-
mente fue académica, para señalar que “la idea de la raza, en su sentido mo-
derno no tiene historia conocida antes de América”376 y que se introdujo
para otorgar legitimidad a la violencia punitiva del colonizador. Des-
de entonces “ha demostrado ser el más eficaz y perdurable instrumento de
dominación… (porque) los pueblos conquistados fueron situado en una
posición natural de inferioridad y en consecuencia también sus rasgos
fenotípicos” 377.
Europa conoció antes otros estereotipos de persecución. Mujeres
y hombres fueron arrastrados al primer holocausto moderno, pero la
inferiorización para matar no fue racista para miles de herejes y brujas
penalizadas con el fuego. Aníbal Quijano señala que el primer antece-
dente europeo de señalamiento racista de enemigos fue con “certificados
de sangre” empleados en la expulsión de judíos y musulmanes de España.
375 Su origen se debe al libro Dark side of the light, slavery and the french enlightment de
Louis Sala-Molins, University of Minnesota Press, 1992.
376 Aníbal Quijano, “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en
Lander, Edgardo, (comp.), ob. cit., p. 122.
377 Ibídem.
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sociales lleva medio siglo de andar y tiene algo muy positivo que la crimi-
nología no podrá ignorar en el futuro. Puede parecer metodológico, pero
es la idea de que el pasado punitivo tiene efectos duraderos y profundos
en el presente. Qué de lo punitivo en la situación colonial moderna se
repite en una situación postcolonial.
En este contexto, el concepto de lo postcolonial puede considerarse,
también, un método de resignificación de la cultura occidental a través de
la crítica de la colonización. Diferentes lenguajes disciplinarios se unen
para señalar, que no hay ámbito de la vida que no sea tocado por la vio-
lencia que lanza al presente un pasado de historia colonial382. No dar por
muerta la situación colonial es útil para describir aspectos cualitativos
como cuantitativos de cómo trabaja el poder punitivo sobre una pobla-
ción y cuáles son las fuerzas que lo mueven. Permite ver en la prisión
moderna no una ruptura con un régimen punitivo anterior, como plantea
la criminología occidental, sino la continuidad del campo concentracio-
nario esclavista. Lo que se repite del pasado en el presente. La esclavitud
como pena moviliza el mismo estereotipo racializado de inferioriza-
ción como el castigo de prisión perpetúa al negro traficante. Prevalece
la continuidad donde otros ven progreso. En perspectiva postcolonial,
solo muy raramente se puede hablar de evolución, mucho menos cuando
se trata de poder punitivo. Este término debiera reservarse para el éxito
que se tenga en la prevención o en la reducción de agresión institucional
racializada.