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El indigenismo tiene raíces en la resistencia de los pueblos

indígenas a la conquista y colonización europea de América.


Los taínos, por ejemplo, se enfrentaron a los hombres de
Cristóbal Colón tras su llegada en 1492, y los incas se
resistieron a la desaparición de su imperio y se rebelaron en
el siglo XVIII. El indigenismo también tiene antecedentes en
la percepción de religiosos españoles. Ya en el siglo XVI,
Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas
denunciaron los abusos de los conquistadores. Frente a ello,
las Leyes de Burgos establecieron derechos para los
indígenas, pero en el marco del dominio español.

Sin embargo, la situación general de los indígenas se


mantuvo después de las independencias. En el siglo XIX no
participaron en la construcción de los nuevos países, que
tampoco tuvieron en cuenta sus territorios históricos al
delimitar fronteras herederas de la época colonial. Estados
Unidos o Argentina incluso las expandieron a costa de ellos.
Lo mismo ocurrió con los aborígenes en Australia después
de la independencia del Reino Unido. Por tanto, el
indigenismo surgió como el estudio antropológico de la
“cuestión indígena” y como reivindicación de su existencia
en unos países que los habían relegado.

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