Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción y objetivos
El fenómeno del liderazgo es complejo y, que al final del día, las tres visiones son
complementarias y el líder debe adaptarse a las circunstancias y a las características
de sus seguidores para conseguir los mejores resultados.
De esto se deduce que ser un líder efectivo, no es una tarea fácil. Para desarrollar
nuestro liderazgo debemos desarrollar actitudes y habilidades que nos permitan
manejar una gama amplia de circunstancias de tal modo que adaptemos nuestra forma
de aproximarnos a cada una.
En esta unidad tendremos como objetivos:
Conocer cómo fijar metas para sí mismos y para otros y cómo planear para
alcanzarlas.
Conocer cómo evaluar y retroalimentar a otros.
Entender de qué manera podemos ser mejores coaches de nuestros seguidores.
Conocer cómo hacer más efectivo nuestro proceso de toma de decisiones.
Conocer cómo ser mejores comunicadores y persuadir a las personas que
trabajan con nosotros.
Conocer como motivar a las personas para conseguir resultados.
Finalmente, las metas nos ayudan a dar retroalimentación a nuestros liderados, porque
son una medida objetiva de lo mucho o poco que cada persona va avanzando en su
camino.
Tipos de metas
El líder efectivo comienza fijando una gran meta con una visión sobre un futuro
posible, aunque retador y difícil de alcanzar. Es lo que Jim Collins denominó BHAG o
«big hairy audacious goal» (meta grande, peluda y audaz) en su libro Build to
Last (1994). Esta es una manera potente de lograr el compromiso y el entusiasmo de
nuestros seguidores. Un BHAG debe ser claro y llevar a la acción. No se necesita
grandes explicaciones porque se puede expresar de manera corta y clara. Piensa en la
misión de llegar a la Luna de la NASA en los 60, o en el mandato de Jack Welch para
General Electric de ser el número uno o dos de cada industria en la que participaban y
tener la agilidad de una empresa pequeña.
Establecimiento de metas
Para hacer concretos los objetivos que conducen a la gran meta hay que establecer
estas metas más pequeñas. Una buena manera para hacer esto es mediante reuniones
con el grupo para generar un mapa de cómo se ve el futuro cuando se realice el
objetivo. Una visión clara del futuro es de ayuda para clarificar cuáles son las metas
que llevarán hasta ahí.
Peter Drucker definió en los 50 la gestión por objetivos (MBO o Management by
Objectives) en su libro The practice of management, como un sistema para generar
responsabilidad individual, dar dirección y controlar resultados. En los 70, Andy Grove,
CEO de Intel, creó a partir de ese concepto una metodología que luego sería conocido
como OKR (Objectives and Key Results, objetivos y resultados clave) popularizados en
los 90 por John Doerr en su libro Measure what matters.
Los OKR son grupos de objetivos retadores, donde a cada objetivo le corresponde uno
o más resultados clave, y obedecen a la misma lógica: El objetivo es el «qué» se quiere
lograr y mientras que es resultado clave es el «cómo».
Por ejemplo, el objetivo puede ser «que nuestra organización sea la líder en los
productos instantáneos de desayuno». Esa es una meta retadora, pero tiene que ser
traducida a resultados clave concretos. Así, a nivel departamental, un resultado clave
podrá ser «tener presencia física en el 90 % de establecimientos de supermercados
para el 31 de julio de este año». A nivel individual, el resultado clave para un ejecutivo
podrá ser «firmar 5 contratos nuevos de distribución para el 30 de junio de este año».
Los OKR son hoy usados por muchas organizaciones de nivel mundial como Google,
Microsoft, Adobe y otras. Las metas deben ser SMART para poder ser accionables:
Específicas (specific): deben definir claramente lo que se va a lograr.
Medibles (measurable): se debe poder medir si se lograron o no y hasta qué
punto.
Orientadas a la acción (action-oriented): deben conseguirse mediante acciones.
Realistas (realistic): se deben poder lograr.
Deben tener un plazo (time-bounded) para ser cumplidas.
EVALUACION Y RETROALIMENTACION
Evaluación del desempeño de acuerdo con el cumplimiento de metas
Dando retroalimentación
La retroalimentación es parte de la función del liderazgo de un grupo de personas.
Hay dos tipos de retroalimentación:
Recibiendo retroalimentación
El líder también requiere retroalimentación con respecto a su función. Es un proceso
fundamental en el camino a convertirse en un líder más efectivo. Recibir
retroalimentación de manera positiva no es fácil y hay que aprender a hacerlo. Una
manera es autoevaluarse y contrastar es autoevaluación con colegas. Se puede pedir
retroalimentación a un liderado con mayor experiencia.
Coaching
La mentalidad de crecimiento
Evaluaciones universales
Muchas veces las personas hacen evaluaciones universales sobre ellos mismos sobre
la base de un rasgo. Por ejemplo, cuando alguien dice «no soy bueno para los
números», niega ninguna posibilidad de poder realizar cualquier tarea numérica: si
alguien no es bueno para los números, no podrá serlo nunca, pues la evaluación se
hace sobre toda la persona.
Esta creencia se puede debatir reemplazando a evaluación por una menos universal:
«hasta ahora me entrené poco para trabajar con números, pero puedo empezar
aprendiendo a realizar esta tarea» o «generalmente no me siento cómodo trabajando
con números, pero voy a intentar con esto y pediré ayuda». De este modo, se combate
la inmovilización que general una autoevaluación negativa dirigida al ser de la persona.
Control externo
Cuando las personas atribuyen las causas de la situación solo a factores externos,
sienten que no tienen posibilidad de cambiar las cosas cuando las situaciones están
fuera de su control. En lugar de eso, el líder ayuda a la persona a pensar cómo puede
cambiar lo que hace para superar las restricciones del medio externo.
Por ejemplo, alguien podría decir «no puedo vender porque nuestra empresa pone los
precios muy altos». Frente a eso, el líder cuestiona la creencia de falta de control
preguntando y generando ideas sobre lo que se puede hacer dada la realidad: «¿qué
valor ofrecemos nosotros que no ofrece la competencia?», «¿quiénes son los clientes
que valoran eso que nosotros damos mejor que los demás?».
Por ejemplo, si la persona dice «no había manera en que pudiera haber sacado
adelante ese proyecto», se puede guiar a la persona para que reflexione qué se podía
haber hecho de modo diferente.
Para mantener estas conversaciones con sus liderados es importante elegir los temas y
momentos adecuados. Los temas más adecuados son aquellos en que la persona
enfrenta situaciones complejas y nuevas. Hay que buscar un momento tranquilo en que
tanto el líder como la persona puedan tener una conversación tranquila, fuera del
ajetreo diario y evaluar la receptividad de la persona al coaching. Si la persona se
muestra defensiva, es posible que no sea el mejor momento. Si el líder no tiene una
disposición tranquila y orientada a la atención y la escucha, es posible que no sea el
mejor momento.
En una buena conversación de coaching, el líder escucha la mayor parte del tiempo y,
más bien, hace preguntas y observaciones que fomentan la reflexión. Para una mejor
comunicación la escucha debe ser activa. Durante la escucha activa, el líder mantiene
el contacto visual, asiente para mostrar que está escuchando y solicita aclaraciones
cuando sea necesario para asegurar que entiende lo que la otra persona dice. Repetir
lo que la persona ha dicho también demuestra que el líder está escuchando y da la
oportunidad a que la persona añada información importante y que procese lo que ella
misma dice. No es necesario hablar todo el tiempo, y se pueden hacer pausas o
silencios para permitir que la otra persona procese la conversación y pueda intervenir.
Además, es importante observar el lenguaje corporal, pues puede ser muy revelador.
Las preguntas deben ser en general abiertas, lo que significa que no son preguntas que
se puedan contestar con un «sí» o un «no», y deben dar pie a reflexionar. Las
personas no necesitan, en este contexto, que el líder les dé una solución, sino que les
ayude a reflexionar, entender y llegar a conclusiones. Algunos ejemplos de preguntas
abiertas:
TOMA DE DECISIONES
En el estilo de liderazgo laissez faire, el líder puede dejar en manos del grupo algunas
de las decisiones, pero también podrá recibir alternativas de decisión del grupo para su
elección. Esto puede ocurrir sobre todo en los grupos con pericia técnica distinta a la
del líder.
Recomendar. Las personas que recomiendan son los que tienen la «R». Sobre
la base de su información y la que reciben de los informantes (la «I»)
recomiendan los posibles cursos de acción. Estos consultan a los actores e
intentan lograr su compromiso con la recomendación.
Acordar. Este grupo negocia (la «A») con los que recomiendan y, de no llegar a
acuerdos, le piden a quien tiene la «D» (quien decida) que dirima. Estos tienen
veto sobre la recomendación.
Informar. Los que tienen la «I» son los que proveen información a los que
recomiendan (la «R»). Ellos aportan información sobre la viabilidad de las
propuestas.
Decidir. El líder es quien tiene la «D». Este es el punto conde se concentra la
responsabilidad. El líder toma la decisión si el proceso se interrumpe en el
proceso y persuade y compromete al grupo a llevarla a cabo
Persuadir
Para persuadir a otros hay que cultivar la credibilidad, generar confianza, comprender a
la persona a la que se intenta persuadir y saber apelar la racionalidad y emocionalidad
del otro.
Motivación a otros
Motivación es el deseo por lograr una meta. Esta determina la dirección de las
acciones de la persona, su nivel de esfuerzo y su persistencia. Si una persona está
muy motivada para lograr algo, dirigirá conscientemente mucho esfuerzo y empeño, y
persistirá cuando enfrente dificultades.
El líder es el que reúne a un grupo humano para conseguir un resultado. Por esto una
función primordial del líder es la de contribuir a la motivación de su equipo. En esta
sección, veremos cómo el líder puede crear las condiciones para que sus seguidores
estén motivados.
¿Cuál es tu teoría?
En su libro de 1960, The human side of enterprise, Douglas McGregor propone que los
supervisores pueden tener una de dos teorías acerca de la gente que trabaja para
ellos. La «teoría X», como el la llama, dice que a las personas no les gusta el trabajo y
deben ser dirigidas y coaccionadas. La otra teoría, la «teoría Y» dice que a las
personas les gusta naturalmente el trabajo y disfrutan de aprender y asumir retos. Si
eres un líder, ¿cuál teoría se ajusta mejor a tu manera de ver a las personas? La
actitud que uno asuma ante los demás será producto de estas creencias.
Estas dos teorías o maneras ver a las personas, harán que el líder asuma dos
perspectivas muy diferentes para intentar lograr motivar a las personas. El líder de la
teoría X utilizará castigos y premios para motivar. Mientras, el líder de la teoría Y
utilizará recompensas, pero entenderá que hay que lograr que el trabajo sea retador y
una oportunidad de aprendizaje y desarrollo personal para que sea por sí mismo
motivador para las personas.
Animado por esta pregunta, Frederick Herzberg (2004) investigó qué factores son los
que contribuyen efectivamente a la motivación de las personas en el trabajo. Herzberg
descubrió que había dos tipos de factores. Un grupo de factores no contribuyen
realmente a la motivación para hacer un buen trabajo, pero eran necesarios para que la
persona estuviera satisfecha en la organización. A estos los llamó factores de higiene.
El otro grupo de factores sí producían motivación. A estos los llamó factores de
motivación
¿Cuáles son los factores que hacían que las personas no se sintieran insatisfechas?
Todos son factores relacionados con las políticas de recursos humanos de una
organización: Supervisión, relación con el supervisor, condiciones de trabajo, salario,
relación con los pares, estatus, seguridad. ¿Cuáles son los factores que creaban
motivación por el trabajo? Factores ligados al trabajo mismo como logro,
reconocimiento, responsabilidad y crecimiento. ¿Entonces por qué tantos líderes y
organizaciones utilizan los factores de higiene para motivar? De acuerdo con Herzberg,
estos funcionan como motivadores, en el mejor de los casos, por un tiempo muy corto
En un artículo que generó controversia, Alfie Khon (1993) presentó los resultados de
diversas investigaciones que muestran lo mismo. Khon concluyó de los resultados de
estas investigaciones que la paga no motiva, y que las recompensas terminan siendo
un castigo (si no tienes buenos resultados, pierdes el premio), destruyen las relaciones,
se usan como substituto del liderazgo, hacen que las personas no tomen riesgos y
matan la motivación intrínseca al trabajo. Los incentivos, comenta, no alteran las
actitudes que están por detrás de las conductas.
Pink propone tres factores que, además, generan satisfacción personal con el trabajo
y los llama: autonomía, maestría, y propósito. Para trabajos mecánicos, las
condiciones y el dinero parecen ser motivadores, pero para trabajos que requieren de
habilidades cognitivas, siquiera rudimentarias, estos factores son necesarios. Los
describimos a continuación:
Para motivar a las personas se necesita crear un ambiente en que estas puedan
desarrollarse y prosperar en las tareas. Dar a las personas autonomía, oportunidad
para tener retos y aprender, en el contexto más grande de una visión trascendente, es
darnos la oportunidad de obtener lo mejor de la gente en beneficio de las metas
planteadas.