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EL ABORTO (A FAVOR)

• “Mi cuerpo, mi decisión”:


esta es una de las ideas más repetidas; que la mujer podría decidir hacerse un aborto
porque dicha decisión es “sobre su cuerpo” y “nadie podría meterse en eso”. En realidad,
precisamente el motivo para oponerse es que hay otra persona independiente de la
madre, que se encuentra dentro de ella y depende de ella, pero que no es parte de su
cuerpo.

• “Se debe despenalizar para que no mueran mujeres en aborto


clandestino”, “aborto legal para no morir”:
La tasa anual de abortos inducidos en México es de 33 abortos por cada 1,000 mujeres de
15–44 años; una cifra ligeramente superior al promedio que se reporta para América
Latina (31 por 1,000). A nivel nacional, ocurren aproximadamente 44 abortos por cada 100
nacidos vivos. En 2006, la Ciudad de México y las regiones Norte y Centro del país
reportaron tasas de aborto similares (34–36 por cada 1,000 mujeres en edad
reproductiva). Esta tasa fue sustancialmente menor en la región Sureste (25 por 1,000), el
área menos desarrollada en el país

• “La experiencia internacional recomienda hasta las 14 semanas”, “hasta


las 14 semanas no es riesgoso para la madre”:
frases como esa se usan para intentar justificar la arbitrariedad del límite en la edad
gestacional. Que “así lo han hecho otros países” evidentemente no es un argumento, salvo
que se intente explicar por qué lo han hecho así. Por otro lado, argumentar que este límite
es por la seguridad de la madre, esquiva nuevamente la pregunta de qué es lo que hay
dentro del vientre materno, e indirectamente se admite que, si no hubiera riesgo para la
madre, no habría problema en abortar sin límite gestacional. Al parecer, lo que hay detrás
del límite de 14 semanas es la idea de que las personas pueden ser “más o menos”
personas, cuando en realidad el mayor o menor desarrollo del que está por nacer en nada
afecta su dignidad.
En la Ciudad de México toda mujer puede ejercer su derecho a interrumpir el embarazo, si
así lo decide, de forma SEGURA, GRATUITA Y LEGAL dentro de las primeras 12 semanas de
gestación, e la única causal que aplica en todo el país, para que el aborto no se considere
un delito, ocurre cuando el embarazo es producto de una violación. El Estado, a través de
los servicios de salud tiene la obligación de garantizar la interrupción legal del embarazo,
tomando en cuenta la privacidad, confidencialidad y dignidad de las mujeres.

• “Depende de la subjetividad, del valor que yo le dé al embarazo”:


este argumento es sumamente preocupante, pues la dignidad de una persona no puede
depender de cómo conciba un tercero su existencia. Este modo de pensar ha estado
detrás de grandes crímenes en la historia de la Humanidad.

• “El feto no puede sobrevivir sin la madre”:


muchas veces se pretende poner como argumento a favor del aborto que la vida del feto
solo debe empezar a ser respetada cuando sea viable fuera del vientre. La dependencia no
tiene ninguna relación con la dignidad de la persona; y no puede usarse como fundamento
para atentar contra su vida. Muchos enfermos o ancianos dependen de terceros o de
tecnología médica para sobrevivir, y eso no da derecho a matarlos. En un sentido menos
evidente, todos dependemos de otros para vivir.

• “Abortar es un acto de legítima defensa”:


para que haya legítima defensa, tiene que haber una agresión ilegítima, lo que claramente
no se configura en el caso del feto que crece en el vientre materno.

• “No se puede criminalizar así a las mujeres”, “es otra forma de encarcelar
la pobreza”:
según información no hay ninguna mujer en la cárcel por haber abortado.

• “Deciden de forma libre”. “La ley de aborto no obliga a nadie a abortar”:


las conductas injustas deben ser prohibidas para todos, no simplemente decir que “cada
uno haga lo que quiera”. Lo contrario es tan absurdo como decir que el robo debe estar
permitido, porque una ley que lo permita “no obligaría a nadie a robar”. Además, esta
“decisión libre” en gran parte de los casos es fuertemente influenciada por los familiares o
el padre del hijo en gestación.

• “Las consecuencias en la salud mental de la mujer que aborta se deben


precisamente que la ley, y por lo tanto la sociedad, siguen criminalizando el
aborto”:
las secuelas negativas en las mujeres que abortan son independientes de cómo la ley trate
al aborto. Un ejemplo de esto es Canadá: un país liberal, que permite el aborto desde
1968, y que ahora tiene aborto libre sin límite gestacional. Aun así, el año 2003 el 24,3%
de las admisiones en hospitales psiquiátricos fueron de mujeres que habían abortado. En
Nueva Zelanda, una mujer adolescente que aborta (entre los 15 y los 18 años) sufre un
50% más de probabilidades de tener ideas suicidas.

• “La despenalización del aborto no aumenta el número de abortos”:


esto es falso. Ejemplos de países en que el aborto ha aumentado desde la despenalización
o legalización son China, Estados Unidos, Reino Unido, Uruguay.
En México,
A nivel nacional, ocurren aproximada- mente 44 abortos por cada 100 nacidos vivos.
Durante 2022, en México se registraron 25 041 muertes fetales. Estas correspondieron a
una tasa nacional de 72.2 por cada 100 mil mujeres en edad
fértil.
83.2 % de las muertes fetales ocurrió antes del parto, 15.8 % sucedió durante el parto y en
1.0 % de los casos no se especificó el momento.
53.0 % (13 270) de los casos de muertes fetales correspondió al sexo masculino
y 37.0 % (9 270), al femenino. En 10.0 % de los casos no se especificó el sexo.

• “De todas maneras se hacen abortos”, “la penalización promueve el


aborto clandestino”:
este argumento es absurdo; la penalización no promueve el aborto clandestino, sino que
hace que todo aborto fuera de la ley sea clandestino. Esto ocurre con cualquier conducta
que esté penalizada, por lo que es tan absurdo como decir que “la penalización del robo
promueve el robo clandestino”.

• “La oposición al aborto se basa en creencias religiosas”:


la oposición al aborto está basada en un principio fundamental de todo Estado
de Derecho, que es el respeto a la vida de las personas.
Aunque la sociedad es mayoritariamente católica y pese a que la Iglesia conserva un rol
político importante, México ha dado pasos notables en la liberalización de las leyes de
aborto.
EL ABORTO ( EN CONTRA)

No es interrupción.
Interrumpir es detener la continuidad de una acción, o sea, que luego se reanuda.
En el aborto podríamos hablar de frenar, liquidar, finiquitar, sacrificar, extirpar,
truncar, tronchar, erradicar, triturar… pero de interrumpir, ni por asomo.
No es voluntaria.
Un 75% de las mujeres que abortan no lo hacen por decisión libre, sino obligadas
por presiones insoportables de sus parejas, de sus familias y de su trabajo, frente
a las que no ven otra salida. Si no se dan opciones, si no se facilitan alternativas,
la decisión no es voluntaria, es obligatoria.
No es feminista.
La activista gay Beatriz Gimeno afirma que «en el fondo del debate sobre el
aborto late el miedo milenario a que las mujeres controlen sus cuerpos y su
sexualidad sin permiso de los hombres». La realidad es que las feministas
fundamentalistas odian hasta tal punto ser ellas las embarazadas en lugar de los
hombres, que prefieren matar esa vida antes que reconocerse diferentes al género
masculino. Y antes que ayudar a las mujeres que sí quieren tener esa vida.
No es un derecho.
Ninguna mujer tiene derecho a matar una vida. Aunque viva dentro de su cuerpo.
Es esa vida la que tiene derecho a ser protegida. Igual que es el niño el que tiene
derecho a ser adoptado, no sus futuros padres quienes tienen derecho a adoptar.
No es socialista.
Más bien lo contrario, es absolutamente capitalista. Las clínicas abortistas son un
negocio millonario amparado por el Estado y los Gobiernos Autonómicos, cuyo
único fin es el lucro (por 3.200 € son capaces de abortar a un no nacido sano de
26 semanas). El camino hacia un centro abortista es más conocido y facilitado que
el camino hacia los ginecólogos que defienden la vida. Por algo será.
No es salud.
Los centros de aborto no informan a la mujer sobre los detalles de este tipo de
intervención, las consecuencias físicas y psicológicas que tiene. Desde
perforaciones uterinas, pérdidas y prematuridad del siguiente hijo hasta
alteraciones del deseo sexual, esterilidad y graves alteraciones psiquiátricas. El
síndrome post-aborto es una traumática y dolorosa realidad que siempre se ha
tratado de ocultar.
No es constitucional.
«La vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental —la vida
humana— garantizada en el artículo 15 de la Constitución, constituye un bien
jurídico cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento constitucional»
(sentencia 53/1985 del Tribunal Constitucional).
No es solidaria.
Si tomamos la solidadridad como sinónimo de apoyo, respaldo, ayuda o defensa,
el aborto es justo lo contrario. Porque ni apoya a la mujer embarazada, ni respalda
su situación, ni la ayuda a superarla ni, desde luego, defiende la vida que lleva
dentro. Frente a los valores de entrega, caridad y amor al otro, los partidarios del
aborto transmiten conceptos puramente egoístas: mi cuerpo, mi derecho, mi
bienestar, mi comodidad, mi vida… yo, mi, me, conmigo.
No es un logro de la sociedad . Todos los expertos coinciden: el aborto es
un fracaso de la sociedad. Existe una reveladora carencia de recursos e interés,
por parte del Estado, en la asistencia, la formación y la información. Algo que,
según el doctor Jesús Poveda, evitaría 3 de cada 4 abortos. Eso sí que sería un
logro de la sociedad.
No defiende a la mujer. Defender a la mujer es informar de las opciones y
ofrecer los apoyos necesarios para que puedan, si quieren, tener a su hijo y
atenderlo. Y eso no lo hacen ni las asociaciones proabortistas ni las feministas ni,
desde luego, el Estado. Sí organizaciones provida, como Fundación Madrina, que
ya ha atendido a 140.000 mujeres en ocho años.
No es progresista. No dejar nacer a un ser humano es matar todo su futuro.
No dejar nacer cientos de miles de seres humanos es matar el futuro de una
sociedad. Y, de paso, envejecer considerablemente la población. ¿Es eso
progreso? ¿Ésta es la evolución que queremos? ¿Cuál será el próximo ´avance´?
No es moderno. Ganarse los votos de los jóvenes incitando a las adolescentes
a realizar un acto de gran trascendencia disfrazado de bagatela, sin contar
siquiera con el consejo de sus padres, no es ser moderno, es ser miserable. La
nueva ley convertirá el aborto no va a hacer más felices a las adolescentes; sólo
las hará más inconscientes y, a la larga, más desgraciadas.
No es inocuo. Un aborto no es una irrelevante operación de apendicitis o de
agmíldalas. Es la muerte y extracción de un ser vivo singular, independiente de la
madre que lo cobija. Y es, en muchos casos, una experiencia traumática que
puede provocar secuelas psicológicas severas cuando la mujer (o la niña) que ha
abortado es consciente de que lo que le han extirpado es a su propio hijo.
No es libertad. Hoy, abolida la esclavitud, nadie es dueño de nadie; nadie es
propiedad de nadie. Ni siquiera un hijo. La madre no concibe a su hijo como una
propiedad suya; es más, tiene la obligación moral (y natural) de protegerlo hasta
que se pueda valer por sí mismo, dentro y fuera de su cuerpo.
No es "europeo". Continuamente se nos planta en la cara el ejemplo de
países europeos "legislativamente más avanzados". Lo que nos ocultan es que
esos países están reduciendo el número de abortos precisamente porque ahora
están legislando a favor de la prevención, la información y la asistencia. Países
como Alemania, Bélgica y Holanda, que tienen el porcentaje de abortos más bajo
del continente pese a sus leyes más permisivas.
No es ciencia. En la Declaración de Madrid, más de 2.000 Académicos,
médicos y expertos se han unido para afirmar que «existe sobrada evidencia
científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación»; «el cigoto es
una combinación nueva y singular», con ADN propio. Aunque para la Ministra
Aído, un feto de 13 semanas sea un ser vivo pero no un ser humano, «porque eso
no tiene ninguna base científica».
No es racional. Para la Comisión de expertos de la Ministra Aído, el feto no es
viable antes de la semana 22, y por tanto no es ser humano y por tanto es
eliminable sin problemas. Pero a partir de ese tan preciso momento, por arte de
magia, el feto ya sí es viable y por tanto se convierte en ser humano y por tanto ya
no es eliminable. Todo muy racional y científico.
No es una mejora. En los países donde se ha establecido la ley de plazos el
resultado es unánime: más banalización, más embarazos, más abortos, más
indefensión, más adolescentes y más veces. Y eso, sencillamente, no es una
mejora.
No respeta los derechos humanos. No me lo invento yo, lo dice la
Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (Art. 1). «Todo individuo tiene
derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» (Art. 3).
No es económicamente rentable. El aborto es un negocio más que
rentable, pero sólo para los centros abortistas, claro. Para el resto de la sociedad
es una gigantesca pérdida económica. Conrado Giménez, presidente de
Fundación Madrina, ha evaluado en el 5% del PIB la pérdida de riqueza que
supone el aborto en nuestro país en concepto de desierto demográfico y por la
marginación laboral que sufre la mujer madre.
No es solución. La única solución es que el aborto sea la última solución
posible. El aborto es casi siempre un problema profundo. Para la madre, para su
entorno familiar y laboral, para la sociedad… La única solución es evitarlo en lo
posible. Pero ¿cómo? Simplemente con que la madre acuda al ginecólogo y vea la
ecografía de su hijo se evitan 3 de cada 4 abortos.
Los provida no son de derechas. La bipolaridad izquierda-derecha
asociada a defensa-rechazo del aborto es absolutamente infundada. «No hay en
nuestros días una afirmación más reaccionaria que la del derecho de una persona
sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más absoluto
concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo». Lo dicen los
Socialistas Cristianos. Además existen muchos ateos y agnósticos que defienden
la vida humana como principio. Y todas las Iglesias, por cierto, no sólo la Católica.
Ni son fundamentalistas. Los provida rechazan el aborto, pero no a la mujer
que aborta, de modo muy especial si se ve obligada a realizarlo por no contar con
ningún otro tipo de ayuda ni alternativa. Por eso centran todo su esfuerzo en
reducir el número de abortos indeseados, que son la inmensa mayoría. Y lo hacen
con respeto, entrega, generosidad y gran sacrificio personal.
Conclusión. Probablemente no podamos hacer ni deshacer las Leyes Abortistas, o
sea, tal y como desean los centros abortistas. Pero sí podemos concienciar y
presionar a las autoridades de salud de cada Comunidad Autónoma para
reglamentar la aplicación de esa Ley e implantar políticas de prevención y de
información, planes de apoyo a la maternidad y a la adopción, etc.
¿Y qué más podemos hacer los ciudadanos? Pues tener las ideas claras, para
empezar. Y apoyar cualquier iniciativa que respete la vida, con nuestras simpatías,
con nuestra involucración, con ayudas materiales.

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