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Unidad 1 - Concepto de nación, ciudadanía política.

Subtema 1.1 - ¿Qué es nación?

Conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos,


culturales, religiosos, etc., tienen conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o
comunidad, y generalmente hablan el mismo idioma y comparten un territorio.

Toda nación, a groso modo, se compone de los siguientes elementos:

Territorio: Todas las naciones del planeta poseen, de una u otra manera, un
territorio al cual se consideran su hogar y en cuya tierra reposan sus ancestros
muertos.

Lengua: Toda nación posee una lengua oficial, en la que se encuentra escrita su
burocracia, su código jurídico y sus documentos históricos, y con la cual
su población se identifica. En algunos casos las lenguas oficiales pueden ser varias,
dado que en un mismo país puede haber más de una cultura, pero siempre se tiene
alguna por predominante, por encima de las demás.

Gobierno: Toda nación se gobierna a sí misma o se adscribe a un gobierno común


junto con otras (en el caso de los Estados plurinacionales). Dicho gobierno hace
funcionar el Estado, impone el código jurídico y organiza a la población, además de
ejercer en nombre del pueblo la soberanía en el territorio nacional.

Población: No existe una nación sin pobladores que la conformen, o sea, sin un
pueblo que hable su lengua, que habite su territorio y que obedezca sus leyes. Es
decir, no hay naciones sin gente.

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Subtema 1.2 – La génesis del ciudadano y la ciudadanía.

Las tradiciones y enfoques sobre ciudadanía varían a lo largo de la historia y a lo


largo del mundo de acuerdo a los diferentes países, a la historia, a las sociedades,
a las culturas y a las ideologías, lo que se traduce en muchas diferentes
interpretaciones del concepto de ciudadanía.
El origen de la ciudadanía se remonta a la Antigua Grecia, en el que “los
ciudadanos” eran aquellos que tenían derecho a participar en los asuntos del
estado. Sin embargo, de ninguna manera eran todos ciudadanos: los esclavos, los
campesinos, las mujeres o los extranjeros residentes eran simples súbditos. Para
aquellos que tenían la condición privilegiada de ciudadano, la idea de “virtud cívica”
o ser un “buen” ciudadano era una parte importante del concepto, puesto que la
participación no se consideraba solo un derecho, sino también, y ante todo, un
deber. Un ciudadano que no cumplía con sus responsabilidades era considerado
socialmente perjudicial.
Esta idea de ciudadanía tiene hoy su reflejo en la mayoría de los significados más
comunes del término, que se refieren a la relación jurídica entre el individuo y el
estado. La mayoría de las personas en el mundo son ciudadanos legales de uno u
otro estado-nación, y ello les da derecho a ciertos privilegios o derechos. Ser un
ciudadano también impone ciertas obligaciones en términos de lo que el estado
espera de las personas sometidas a su jurisdicción. Por lo tanto, los ciudadanos
cumplen ciertas obligaciones con su estado y a cambio pueden esperar la
protección de sus intereses vitales.
Sin embargo, el concepto de ciudadanía tiene muchas más capas de significado
que la de ciudadanía legal. Hoy en día “ciudadanía” es mucho más que una
construcción jurídica y se refiere, entre otras cosas, a la sensación personal de
pertenencia, por ejemplo, al sentido de pertenencia a una comunidad que puedas
moldear e influir directamente.
Una comunidad puede definirse a través de una variedad de elementos, por
ejemplo, a través de un código moral compartido, de un conjunto idéntico de
derechos y obligaciones, de la lealtad a una civilización común, o a través de un

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sentido de identidad. Desde el punto de vista geográfico, el término “comunidad”
generalmente se define a dos niveles principales, diferenciando entre la comunidad
local, en la que vive la persona, y el estado, al que pertenece la persona.
En la relación entre el individuo y la sociedad se pueden distinguir cuatro
dimensiones que se corresponden con los cuatro subsistemas que uno puede
reconocer en una sociedad, y que son esenciales para su existencia: la dimensión
política/jurídica, la dimensión social, la dimensión cultural y la dimensión económica.
La dimensión política de la ciudadanía se refiere a los derechos políticos y
responsabilidades con respecto a su sistema político. El desarrollo de esta
dimensión viene a través del conocimiento del sistema político y la promoción de
actitudes democráticas y participativas.
La dimensión social de la ciudadanía tiene que ver con el comportamiento de los
individuos en una sociedad y exige cierto grado de lealtad y solidaridad. Las
habilidades sociales y el conocimiento de las relaciones sociales de la sociedad son
necesarias para el desarrollo de esta dimensión.
La dimensión cultural de la ciudadanía se refiere a la conciencia de un patrimonio
cultural común. Esta dimensión se desarrolla a través del conocimiento del
patrimonio cultural, de la historia y de las habilidades básicas (competencia
lingüística, lectura y escritura).
La dimensión económica de la ciudadanía se refiere a la relación del individuo con
la mano de obra y el mercado de consumo. Supone el derecho al trabajo y a un nivel
mínimo de subsistencia. Los conocimientos económicos (para el trabajo y otras
actividades económicas) y la formación profesional desempeñan un papel clave
para que se desarrolle esta dimensión.
Estas cuatro dimensiones de la ciudadanía se alcanzan mediante los procesos de
socialización que tienen lugar en la escuela, en las familias, las organizaciones
cívicas, partidos políticos, así como a través de asociaciones, medios de
comunicación de masas, el barrio y grupos de compañeros.

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Subtema 1.3 – La identidad Nacional.

La identidad nacional es el sentimiento de pertenencia a una comunidad histórica,


cultural, lingüística y social, que se corresponde en mayor o menor medida con
algún país, región o comunidad política.
La existencia de una identidad nacional supone la manifestación de ciertos
sentimientos de amor, orgullo y compromiso con la comunidad política nacional.
Estos sentimientos surgieron en la Edad Moderna durante el advenimiento de los
estados-nación, entre el siglo XVI y el XVIII.
La identidad nacional forma parte de lo que algunos filósofos han denominado la
“comunidad imaginada”, en el sentido de que los valores nacionales pueden ser
abrazados por personas de muy distinta proveniencia étnica, religiosa, cultural o
social, pero que hayan nacido en el mismo suelo (o a veces ni eso).
Es decir que la identidad nacional se transmite a quienes nacen en la geografía de
un estado nacional y forma parte de los discursos patrios, es decir, de la retórica
del nacionalismo
La identidad nacional abarca un conjunto distinto de elementos, que pueden
asociarse en conjunto o por separado al “ser nacional” o al conjunto de los rasgos
definitorios de su identidad colectiva. Estos elementos suelen ser:
Idioma. Aunque un individuo puede aprender a hablar tantos idiomas como desee,
siempre habrá uno que maneje con más soltura y con el que se asocie más
profundamente, el cual en principio tendría que ser su lengua materna.
Religión. La religión es una parte importante de las culturas y de los países, los
cuales pueden ser laicos o tener religión oficial, pero son herederos quieran o no de
una tradición cultural vinculada a lo religioso.
Etnia y raza. Si bien las naciones del siglo XXI presentan márgenes
de migración importantes y diversos, que les han aportado variedad racial y cultural,
es cierto que la idea de nación nació muy estrechamente vinculada con la de raza,
es decir, con la sangre compartida, con las semejanzas en el color de piel y en los
rasgos.
Tradiciones e historia. En esta categoría incluimos diversos aspectos de la cultura,

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que abarca desde formas de gastronomía, celebración de rituales patrios, folklore,
relatos tradicionales, proverbios y juegos de palabras, tipos musicales, preferencias
artísticas, y valores culturales heredados.
Símbolos patrios. Se llaman así al conjunto de signos convencionalmente elegidos
para representar a una identidad patria: una flor, un ave, un himno, una bandera, un
escudo, etc.

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Subtema 1.4 – La educación como medio de la construcción de la
identidad nacional.

La construcción de la identidad nacional es un proceso complejo que


involucra múltiples factores, y la educación desempeña un papel fundamental en
este proceso. A través de los sistemas educativos, se transmiten conocimientos,
valores, tradiciones y símbolos que contribuyen a forjar la identidad colectiva de una
nación.
La educación desempeña un papel crucial en la formación de la identidad nacional
al proporcionar a las generaciones jóvenes una comprensión de su historia, cultura
y valores compartidos. Los sistemas educativos establecen currículos que incluyen
la enseñanza de la historia nacional, la literatura, las artes y los símbolos patrios.
A través de estos contenidos, se busca transmitir un sentido de pertenencia
y fomentar el amor y el respeto hacia la propia nación.
La educación tiene el poder de transformar y moldear una sociedad. A través de
ella, se pueden promover valores de justicia, igualdad, tolerancia y respeto hacia los
demás. La educación crítica y transformadora puede impulsar cambios sociales
positivos, fomentando la participación ciudadana, la conciencia cívica y el
compromiso con la construcción de una sociedad más justa y equitativa. También
puede desafiar estereotipos y prejuicios, promoviendo la empatía y la comprensión
entre diferentes grupos sociales.
La educación no solo tiene un impacto en el presente, sino que también juega
un papel fundamental en la construcción del futuro de nuestra sociedad. A través
de ella, se prepara a las nuevas generaciones para enfrentar los desafíos del
mundo moderno, dotándolas de habilidades y conocimientos necesarios para su
desarrollo personal y profesional. También puede fomentar el espíritu emprendedor,
la innovación y la búsqueda de soluciones a los problemas sociales y ambientales.

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