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JOSE MANUEL ROLDAN HERVAS

LOS HISPANOS EN EL EJERCITO


ROMANO DE EPOCA REPUBLICANA

SALAMANCA
1991
L O S H I S PA N O S E N E L E J E R C I TO R O M A N O D E E P O C A
REPUBLICANA

INTRODUCCION

! Hace veinte años emprendí el estudio de la contribución del elemento hispano al


ejército romano, con base fundamentalmente epigráfica y centrado en la época
altoimperial. Se trataba de un tema al que, a excepción de una serie de trabajos de
García y Bellido y de Balil, aún no se le había prestado la suficiente atención, siendo
como era crucial para la comprensión de uno de los factores, sin duda, esencial del
proceso general de integración de la Península en las estructuras del estado romano
que, todavía aunque impropiamente, llamamos de forma tradicional romanización.

! Posteriormente, seguí ocupándome, en una serie de artículos, del tema,


mientras otros investigadores, entre los que hay que destacar a P. Le Roux, se
interesaban por el ejército romano en la península Ibérica con un buen número de
trabajos que han despejado muchas incógnitas y que permiten hoy conocer, con la
precisión que permiten las no siempre explícitas y suficientes fuentes, las líneas
generales tanto del exercitus hispanicus de época imperial, como de la contribución
humana hispana a los cuerpos legionarios y auxiliares del ejército imperial romano.

! Pero la base fundamentalmente epigráfica - con el apoyo de la arqueología - de


este tipo de estudios, lo mismo que la propia consideración del ejército como institución
sólo a partir de la sistematización de Augusto, han llevado a prestar menos atención a
los ejércitos de época republicana, cuya presencia es constante en la Península en la
larga etapa de la conquista y cuya incidencia en ese proceso de romanización no
necesita ser puesta de manifiesto.

! Mi propósito, a lo largo de este trabajo, es sistematizar los datos con que


contamos para calibrar la presencia de mílites hispanos en los ejércitos de la República
romana, tanto dentro como fuera de la Península, es decir, exponer lo concerniente a la
explotación del material humano hispano dentro de la máquina militar romana, en el
contexto general de la organización del ejército de época republicana, como
presupuesto necesario para comprender las causas básicas de la creciente utilización
de soldados peninsulares en las fuerzas armadas de época imperial y el factor social
que representan en la historia de la Península.
LOS MILITES HISPANOS HASTA LA SEGUNDA GUERRA PUNICA

Hispanos al servicio púnico.!


! La paulatina inclusión de Hispania, a partir del Mediodía y Oriente, entre las
áreas culturales marginales del mundo clásico explica la utilización de hispanos al
servicio de potencias extranjeras. Concretamente, la Península entra en la historia
militar del mundo clásico de la mano púnica, a comienzos del siglo V a. C. No tenemos
constancia de una utilización de tropas hispanas al servicio de alguna otra potencia
mediterránea en fecha anterior. Son púnicos y griegos los primeros colonizadores que
toman contacto estable con pueblos de la costa hispana y que, en el marco de una
política internacional que se complica en el Mediterráneo con interferencia de
competencias y, en consecuencia, con posibles choques bélicos, podían estar
interesados en recurrir al concurso de guerreros reclutados más allá de su marco
geopolítico o étnico.
!
! La aparición de hispani bajo las banderas cartaginesas es una consecuencia
lógica tanto de la extensión territorial de la influencia púnica como del carácter mismo
del ejército, y presupone, al mismo tiempo, un espíritu bélico por parte del hispano.
Este ejército, transformado en un instrumento eficaz por la familia de los Barca, estaba
constituido, según las más modernas reglas de la técnica militar desarrolladas hasta
entonces siguiendo modelos creados y experimentados en el Mediterráneo oriental,
fundamentalmente con tropas mercenarias escogidas, que, como es lógico, habrían de
buscarse dentro del ámbito de influencia cartaginesa. Las fuentes, de acuerdo con este
principio, mencionan soldados sardos, corsos, libios, baleares e iberos.

Causas de la pervivencia del espíritu militar hispano.


! Por lo que respecta a los mílites de procedencia hispana, la causa de su
apreciación como instrumento militar se apoyaba en el extremo fragmentarismo étnico
y político de la Península: el carácter frecuentemente enemigo de las relaciones entre
las tribus vecinas obligaba al mantenimiento de un espíritu bélico constante. Sus raíces
eran, sin embargo, más económicas que políticas. De una parte, la precariedad de
medios en extensos territorios de la Península llevaba a buscar por la fuerza lo que
negaba la naturaleza; recíprocamente, se mantenían con ello, por razones de ataque o
defensa, tradiciones militares de necesidad vital. De otra parte, el mercenariado, una
vez en contacto las tribus con una potencia económica superior, debía constituir una
buena fuente de escape a las pobres posibilidades que ofrecía la propia tierra.
! Respecto al primer punto, ya hace tiempo García y Bellido 1 y Blázquez 2
llamaron la atención sobre la relación existente entre la pervivencia del espíritu militar
indígena y el factor económico. Si a él se unían también otros coadyuvantes, como el
social, geográfico, histórico o demográfico, no hay duda, en cualquier caso, de que era
el primero el que resumía todos los demás. Y se presentaba como un problema
esencialmente agrario. Ni todas las tierras eran igualmente fértiles, ni todas las
regiones contaban con una proporcionalidad demográfica acorde con los recursos que
éstas podían ofrecer. Pero se añadía aún un factor social: el desigual reparto de la
propiedad dentro de cada territorio entre unos pocos poseedores de los medios de
riqueza y una gran mayoría, continuamente engrosada, de desposeídos, de
desheredados de la fortuna. Para esta masa, una de las pocas posibilidades de
subsistencia consistía en agruparse en bandas o cuadrillas para conseguir por la fuerza
bienes materiales. Un texto de Diodoro 3 documenta explícitamente sobre esta
institución, que, aunque referida al 100 a. C. - la noticia procede de Posidonio -, refleja
unas condiciones que bien pueden remontarse a épocas anteriores. También Estrabón

1 A. GARCIA Y BELLIDO, Bandas y guerrillas en las luchas con Roma, Madrid, 1943.

2 J. M. BLAZQUEZ, "La expansión celtíbera en Carpetania, Bética y Levante y sus

causas", Celticum 3, 1962.

3 Diod. V, 34, 6: "Hay una costumbre muy propia de los iberos, mas sobre

todo de los lusitanos, y es que cuando alcanzan la edad adulta, aquellos que se

encuentran más apurados de recursos, pero destacan por el vigor de sus

cuerpos y su denuedo, proveyéndose de valor y de armas, van a reunirse en las

asperezas de los montes; allí forman bandas considerables que recorren Iberia,

acumulando riquezas con el robo, y ello lo hacen con el más completo

desprecio a todo".
4 abunda en el tema, referido a los lusitanos y desvelando el fondo del problema. El
continuo saqueo de tierras ricas por parte de bandas procedentes de regiones menos
favorecidas por la naturaleza extendió un estado permanente de alarma y de guerra,
que obligaba a los atacados a descuidar el propio laboreo de las tierras para dedicarse
a su defensa, preocupados más por mantener virtudes militares, y conduciendo en
muchos casos al abandono del cultivo del campo y a su empobrecimiento, en una
cadena que creaba la necesidad de lanzarse a su vez al saqueo de tribus vecinas para
poder subsistir.

4 Strab. III 3, 5: "...las que habitan un suelo pobre y carente de lo más

necesario, habían de desear los bienes de los otros...La mayor parte de estas

tribus han renunciado a vivir de la tierra para medrar con el bandidaje, en

luchas continuas mantenidas entre ellas mismas o, atravesando el Tajo, con las

provocadas contra las tribus vecinas...Como éstas (las tribus ricas del llano)

tenían que abandonar sus propias labores para rechazar a los de las montañas,

hubieron de cambiar el cuidado de los campos por la milicia, y, en

consecuencia, la tierra no sólo dejó de producir incluso aquellos frutos que

crecían espontáneos, sino que además se pobló de ladrones".


! En cuanto al segundo punto, bien estudiado por García y Bellido 5 , sabemos que
la casi totalidad de los mercenarios hispanos presentes en campos de batalla de
Grecia, Italia, Córcega, Cerdeña, Sicilia y Africa del Norte, antes de la segunda guerra
púnica, fueron reclutados entre estas gentes sin recursos. De acuerdo con un texto de
Pausanias (X, 17, 7 y 9), que podría referirse a mediados del siglo VI a. C., ya los
cartagineses contaban con mercenarios iberos, que, tras la conquista de Cerdeña,
desertaron para fundar con compañeros libios colonias en la región montañosa de la
isla. Pero independientemente de esta cita, desde el 480 a. C. hasta el final de la
primera guerra púnica, en 241, sabemos por textos clásicos 6 la continua presencia de
mercenarios hispanos, primero iberos y, luego también, celtas (lusitanos, sobre todo) y
de las tribus celtíberas de la Meseta, en los campos bélicos de Sicilia, alineados no ya
exclusivamente en las filas cartaginesas, sino también en las de sus inmediatos

5 A. GARCIA Y BELLIDO, "Los iberos en la Grecia propia y en el Oriente

helenístico a través de los escritores antiguos", Investigación y Progreso 8, 1934,

97 ss.; Id., "Factores que contribuyeron a al helenización de la España prerromana II.

Los iberos en Sicilia", BRAH CIV, 1934; Id., "Contactos y relaciones entre la Magna

Grecia y la Península Ibérica", BRAH CV, 1935; Id., "Los iberos en Cerdeña, según los

textos clásicos y la arqueología", Emerita III, 1935, 225 y ss.; Id., Fenicios y

cartagineses en Occidente, Madrid, 1942, 150 ss.

6 Heródoto VII, 165; Polieno, Stratagemata I, 28, 1 "Theron"; Diodoro, passim;

Polibio I, passim.
enemigos, las ciudades griegas y, en especial, Siracusa, e incluso, a través de este
puente insular, en la Grecia propia 7.

! Aunque los cartagineses perdieran el control peninsular entre la segunda mitad


del siglo IV a.C. y el último tercio del III, no significó que dejaran de servirse del
potencial humano militar indígena, como queda patente en Polibio, I 17, 4, para el año
262, y en la misma rebelión de los mercenarios, consecuencia de la derrota púnica de
240, en la que participaron iberos, celtas y baleares (Polibio I 67, 7; Diodoro V 2, 2).

! Como es sabido, la reducción del ámbito de influencia impuesto a Cartago tras el


desenlace de la primera guerra púnica, limitado al Mediterráneo meridional, trató de
compensarse con una ampliación en profundidad, mediante la introducción, a partir de
los puntos costeros, en la península Ibérica. Para ello, era imprescindible contar con
una fuerza militar que garantizase el éxito de la empresa. Los círculos interesados en
ella encontraron este apoyo militar en Amílcar, de la familia de los Barca, del que eran
notorias sus diferencias con Hannón, el representante del latifundismo continental. No
sabemos si, ganado a su partido o interesado directamente en estos planes
mercantiles, las dificultades de aprobación del plan en el interior del senado fueron
compensadas por el apoyo popular, cuyos intereses, sin duda, estaban más cercanos
al programa de expansión. Esta presión consiguió vencer la oposición agraria y ver
aprobado el plan de conquista de Iberia, que comenzaría en 237 con el desembarco en
las costas peninsulares de Amílcar y que se vería truncado veinte años después con el
estallido de un nuevo conflicto con Roma: la segunda guerra púnica.

7 El más antiguo testimonio de la utilización de mercenarios al servicio

cartaginés lo proporciona Heródoto VII, 165 y es anterior a la batalla de Himera.

Pero también, todavía dentro del siglo V a. C., aparecen iberos en los ejércitos

de Aristarco (Esteban de Bizancio, frg. 550-551 Kock). Los soldados iberos

formaban un elemento fundamental del ejército cartaginés a finales del siglo V

a. C. en las luchas sicilianas (Diodoro XIII 54, 1; 56, 5; 62, 1; 85, 1), pero

combaten también en el bando enemigo junto a Dionisio (Diodoro XIV 75, 8) y,

a través del tirano siciliano, los encontramos en Grecia al servicio de Esparta

(Helen. VII 1, 20; Diodoro XV 70, 1).


La inclusión de la Península en el horizonte de intereses romano.
! A pesar de las muchas especulaciones e hipótesis sobre un supuesto interés
directo del estado romano sobre la Península anterior a la segunda guerra púnica,
parece hoy suficientemente asegurado que fue el propio enfrentamiento con Cartago el
hecho que decidió a la dirección política romana a incluir las tierras de Hispania entre
los teatros de operaciones de la guerra 8 . Las causas, con ser obvias, no dejaban de
suponer por parte del gobierno romano una concepción estratégica lúcida, aunque
arriesgada. En efecto, es sabido cómo desde los veinte años antes del comienzo de la
guerra, la Península, o mejor, parte de ella, se había ido convirtiendo progresivamente
en la principal colonia de explotación y fuente de aprovisionamiento del estado
cartaginés: las minas de plata de Sierra Morena y Cartagena, tanto como la agricultura,
fuertemente impulsada en el valle del Betis, y la disponibilidad de inagotables recursos
humanos susceptibles de inversión como mercenarios en las fuerzas cartaginesas,
suponían para el estado africano el más firme puntal de su poder en el Mediterráneo,

8 G. SUMNER, "Roman Policy before the Hannibalic War", HSEh 72, 1967, 205 ss.;

Id., "Rome, Spain and the Outbreak of the Second Punic War. Some Clarifications",

Latomus 31, 1972, 469 ss.; R.M. ERRINGTON, "Rome and Spain before the Second

Punic War", Latomus 29, 1970, 25 ss.


después del obligado abandono de las bases sicilianas y sardas 9 . No es exagerado
suponer que, sin estos recursos, Cartago no hubiese aceptado el reto de enfrentarse
de nuevo a la potencia itálica apenas veinte años después de su derrota.

! El senado romano conocía bien el alcance de estos recursos gracias a sus


espías de Marsella y, recientemente y de modo aún más directo, por su sorprendente y

9 En general, sobre la colonización púnica en la península Ibérica, A. GARCIA Y

BELLIDO, Fenicios y cartagineses en Occidente, Madrid, 1942; Id., "Colonización

púnica y griega", en Ars Hispaniae I, Madrid, 1947; Id., La colonización púnica y griega

en la Península Ibérica, Madrid, 1954; Id., en Historia de España dirigida por R.

Menéndez Pidal I, 2: España protohistórica. La España de las invasiones célticas y el

mundo de las colonizaciones, Madrid, 1960; M. TARRADELL, "El impacto colonial de

los pueblos semitas", en I Symposium de Prehistoria Peninsular, Barcelona, 1960, 257

ss.; J. M. BLAZQUEZ, "Las relaciones entre Hispania y el norte de Africa durante el

gobierno bárquida y la conquista romana, 237-19 a. C.", Saetabi 11, 1961, 21 ss.; A.

BLANCO, "La colonización de la península Ibérica en el I milenio a. C.", en Las raíces

de España, Madrid, 1967; H. SCHUBART-G. NIEMEYER, L'espansione fenicia nel

Mediterraneo: Spagna, Roma, 1971; F.J. FERNANDEZ NIETO, "España Cartaginesa",

Hispania Antiqua 1, 1971, 335 ss.; A. MONTENEGRO, Historia de España. Edad

Antigua I, Madrid, 1972; J.M. BLAZQUEZ, en Historia de España Antigua I:

Protohistoria, Madrid, 1980, 389 ss.; G. CHIC GARCIA, "La actuación político-militar

cartaginesa en la Península Ibérica entre los años 237-218", Habis 9, 1978, 232-242.
legalmente controvertido aliado de Sagunto 10 . En especial, la fracción del Senado más
activa y emprendedora, ligada a intereses del tráfico comercial ultramarino y, por ello,
en cierto modo opuesta a la potenciación en exclusiva de un estado agrario y
continental, era especialmente susceptible ante el fortalecimiento cartaginés y, en
consecuencia, ante la ilimitada explotación púnica de los recursos hispanos 11 . No es,
pues, sorprendente que, decidida la rotura de hostilidades, la Península se convirtiera
en primordial objetivo estratégico para la dirección política romana, aún más por el
hecho de encontrarse entonces fuertemente mediatizada por esta facción agresiva, en
la que descollaba el clan Escipión, uno de cuyos representantes era precisamente el
cónsul en 218, año del comienzo de la guerra.

! A lo largo de los dos decenios siguientes, primero Amílcar, luego Asdrúbal y, por
fin, Aníbal consiguieron, con medios políticos y con la fuerza de las armas, ampliar
considerablemente el territorio bajo dominio público efectivo, extendiendo su influencia
incluso a territorios al margen de este dominio oficial. Esta influencia proporcionó a los
cartagineses, juntamente con unas incalculables reservas económicas, un importante
vivero de soldados, cuya consecución puede explicarse bajo el triple aspecto de la
conveniencia económica por parte indígena y de la dependencia política y la diplomacia
del lado cartaginés.

LOS HISPANOS EN LA SEGUNDA GUERRA PUNICA

10 Vid. sobre estas relaciones, T. FRANK, "Rome, Marseille and Carthage", Mil.

Hist. 1916, 394 ss.; F. R. KRAMER, "Massilian Diplomacy before the Second Punic

War", Harvard Stud. Class. Phil. 72, 1948, 205 ss.; A.E. STIER, "Saguntum and the

origins of the Second Punic War", Latomus 26, 1967; T. A. DOREY, "The treaty with

Sagunt", Humanitas XI-XII, 1959-60.

11 Para el tema de las orientaciones económicas del estado romano en la

época anterior a la segunda guerra púnica es imprescindible la obra de F.

CASSOLA, I gruppi politici romani nel III secolo a. C., Trieste, 1962.
La participación del elemento hispano en esta guerra será muy importante, cuando
no en ciertos momentos decisiva, y en ella los hispanos lucharán tanto al servicio del
estado cartaginés como al lado de Roma. Por una parte, el carácter mercenario del
ejército púnico y la influencia púnica en la Península presuponían importantes
contingentes indígenas en sus efectivos; por otra, el desarrollo de operaciones en el
litoral ibérico no permitía, lógicamente, posiciones indefinidas de neutralidad, que la
diplomacia romana se encargó de vencer sustancialmente a su favor.

Hispanos en las filas cartaginesas.


! Podemos seguir con García y Bellido y Balil 12 esta participación en ambos
mandos, que conocemos por fuentes literarias - fundamentalmente, Silio Itálico, Polibio
y Livio -, aunque sin garantías de excesiva exactitud.

! Al comienzo de las hostilidades, antes de emprender la campaña de Italia,


Aníbal, para asegurar su retaguardia, envió al norte de Africa un numeroso contingente
de soldados ibéricos, reclutados entre tersitas, mastienos, oretes, iberos y olcades,
además de honderos baleares, con un total de unos 16.000 hombres 13 . En cuanto al
ejército con el que emprendió la marcha, tras una serie de deserciones y nuevos
reclutamientos, contaba con 8.000 infantes iberos y un número impreciso de caballería
hispana, que participaron en las batallas del Tesino, Trasimeno y Cannae. Tras esta
última batalla, la lógica merma de efectivos llevó al senado cartaginés al acuerdo de
realizar nuevas levas en la Península para reforzar las tropas de Aníbal. Se decidió que
se reclutaran 20.000 infantes y 4.000 jinetes( Liv. XXII 13, 8), cifra que no sabemos si
se alcanzó y si llegó o no a Italia, aunque en 208 los iberos constituían la parte más

12 A. GARCIA Y BELLIDO, "Los mercenarios españoles en la segunda guerra

púnica", Rev. Hist. Mil. VI, 10-11, 1962; VII, 12, 1963; A. BALIL, "Un factor de

romanización: las tropas hispánicas al servicio de Roma (siglos III-I a. de J.C.)",

Emerita 24, 1956, 108 ss.

13 Pol. III 33, 8 ss.: " Los que pasaron a Libia eran tersitas, mastienos, oretes,

iberos y olcades. El total de esta gente ascendía a 1200 jinetes y 13.850

infantes. Pasaron también 870 baleares, llamados propiamente honderos, pues

el uso de este arma ha dado nombre a este pueblo y la isla que habitan".
importante del ejército de Aníbal. Ese año precisamente se había preparado en
Hispania un poderoso ejército que, al mando de Hasdrúbal, estaba dispuesto para ir a
Italia, pero la táctica de Escipión consiguió neutralizarlo en Baecula. A pesar de todo,
lograron reclutarse mercenarios en la Celtiberia (App. iber. 24) y, con los restos del
ejército derrotado en Baecula, Asdrúbal logró cruzar los Alpes y acudir al fatal destino
que le esperaba a orillas del Metauro, donde, según Polibio (XI 1, 11), la mayor parte
de los hispanos quedó en el campo de batalla. Las últimas levas cartaginesas,
posteriores a Ilipa, en la Península y en las Baleares, fracasaron en parte; no obstante,
en la última fase de la guerra, ya en tierra africana, todavía combatían mercenarios
celtibéricos, en número de 4.000, la mayoría de los cuales sucumbieron en la batalla de
los Grandes Campos.

Hispanos del lado romano.


! Lógicamente, si los contingentes hispanos en el ejército expedicionario de Aníbal
fueron nutridos, la defensa de la base hispana, en gran medida, se cimentó en el
concurso de tropas indígenas, cuyo montante no es fácil contabilizar. Pero, de todos
modos, interesa más saber que también por parte romana, desde el desembarco del
ejército de Cneo Escipión en Ampurias, se recurrió a ayuda indígena y cada vez en
más creciente medida.

! En efecto, ni siquiera la audaz y genial táctica de Aníbal de sorprender a los


romanos en su propio terreno desvió la primitiva intención romana de hacer de
Hispania uno de los teatros decisivos de la guerra, lo que de hecho se materializó con
el desembarco del hermano del cónsul, Cneo, en Ampurias. Puesto que se trataba
primordialmente de eliminar la influencia de Cartago de las plazas y territorios que
controlaba, no sin oposición por parte de las tribus indígenas, estaba claro que era la
liberación de esos territorios, con ayuda indígena, el objetivo más obvio e inmediato.
Incluso la ayuda de estos pueblos, imprescindible en la propia debilidad de recursos
romana, obligaba a los responsables de la guerra a identificar sus objetivos con los de
los aliados indígenas, como único medio de garantizar su concurso 14.

! Rodríguez Adrados 15 ha llamado la atención sobre la posible existencia de


alianzas romanas con algunos pueblos indígenas antes de 218, como consecuencia de
las rivalidades que enfrentaban a tribus del norte del Ebro: las de la costa,
fundamentalmente, buscaron el apoyo de los romanos, mientras los cartagineses
controlaban el interior. La llegada a Hispania de Cneo Escipión puso al ejército romano
ante nuevos problemas de efectivos y tácticas. En primer lugar, el ejército
desembarcado no era demasiado grande en comparación con el que podían oponer los
cartagineses, hasta el momento dueños de casi toda la Península; en segundo lugar, la
táctica era también muy distinta por parte del enemigo.

! La genialidad de Cneo, al que se le unió poco después su hermano Publio,


consistió en darse cuenta de que su ejército podía utilizar esos mismos efectivos
enemigos mediante la aplicación de elementales sistemas persuasivos. La gigantesca
máquina militar que hubo de ser puesta en marcha por los cartagineses en la empresa
de la lucha contra Roma se había hecho, en gran parte, a costa de los hispanos, y
podemos imaginarnos que, con las crecientes necesidades, los métodos de

14 El tema ha sido bien estudiado por J.M. MANGAS, "El papel de la diplomacia

romana en la conquista de la península ibérica (216-19 a. C.)", Hispania 30,

1970, 485 ss.; J.M. BLAZQUEZ, "Las alianzas en la península ibérica y su repercusión

en la progresiva conquista romana", RIDA 14, 1967, 209 ss.; F. RODRIGUEZ

ADRADOS, "Las rivalidades de las tribus del NE. español y la conquista romana", Est.

Menéndez Pidal I, 1950, 563 ss.; M. T. OLIVEROS, "Los ilergetes y sus confederados",

RHN 13, 1969; J.M. TRIVIÑO, "Indíbil, un reyezuelo ibérico en la encrucijada de dos

imperialismos", CHE 23-24, 1955, 268 ss.; M. GUALLAR, Indíbil y Mandonio, Lérida,

1956.

15 F. RODRIGUEZ ADRADOS, "Las rivalidades de las tribus del NE. español y la

conquista romana", Est. Menéndez Pidal I, 1950, 563 ss.


reclutamiento se habrían endurecido, apoyándose en muchos casos en la fuerza o en
la coacción. Si esto lo unimos a la manifiesta rebeldía de muchas tribus contra el
dominio cartaginés, a la promesa o donación de mejor paga, a la misma desunión,
cuando no franca enemistad de las distintas tribus, a un trato diplomático de parte
romana, que trataba de despertar sentimientos de amistad y confianza en el elemento
autóctono, tenemos suficientes explicaciones para comprender el rápido
desmoronamiento del predominio cartaginés en la Península y la paulatina utilización
del elemento hispano al servicio de Roma.

! Así, tras desembarcar en Ampurias, Cneo comenzó a reclutar tropas indígenas,


cuyo favor se atrajo y aseguró repartiendo el botín en iguales condiciones (Polibio III
76, 1; Livio XXI 60). Es cierto que también tuvieron que enfrentarse contra aliados
indígenas de los cartagineses, como los ilergetas, pero en la lucha, afortunada para la
causa romana, los hermanos Escipión recibieron la sumisión de los habitantes de
ciento veinte poblados hispanos (Livio XXI 22), mientras aparecía y se extendía, por
parte de los iberos incluidos en las filas cartaginesas, una tendencia filorromana. Es
comprensible que los responsables de la guerra en Hispania trataran de ampliar esta
base con política de alianzas o cuanto menos para conseguir la defección de los
efectivos hispánicos, tanto en la Península, como en el ejército de Aníbal. De hecho,
esta política comenzó muy pronto a surtir efecto, como demuestra la deserción masiva
con que Asdrúbal hubo de enfrentarse en Turdetania (Livio XXIII 26-27), la defección de
Castulo y la derrota de Magón (Livio IV 41) o, anteriormente, el hundimiento del centro
de la formación púnica, compuesta casi totalmente de iberos, en la batalla de Hibera
(Livio XXXIII 29), mientras se producían por el contrario constantes incrementos de
tropas indígenas entre los efectivos romanos de Hispania (Livio XXIV 49, 7).

! Blázquez 16 y Mangas 17 han estudiado mecanismos, formas y resultados de las


alianzas romanas en los prolegómenos de la lucha en Hispania. En un principio, en el
mismo 218, los romanos atacaron a los pueblos aliados de los cartagineses en el norte
del Ebro, lo que incitó a Asdrúbal a pasar el río para apoyar a sus aliados y someter a
los pueblos que habían hecho defección, pasándose a los romanos, al tiempo que
sublevaba a los ilergetas, lo que provocó el ataque de Escipión, cuando esta tribu se
lanzó a devastar los campos de los aliados fieles a los romanos. Está claro que en los

16 J.M. BLAZQUEZ, "Las alianzas en la Península Ibérica y su repercusión en la

progresiva conquista romana", RIDA 14, 1967, 209 ss.

17 J. MANGAS, "El papel de la diplomacia romana en la conquista de la

Península Ibérica (216-19 a.C.)", Hispania XXX 1970, 485 ss.


comienzos de las hostilidades en Hispania las tribus indígenas se veían obligadas a
participar en la lucha debido a sus alianzas con uno u otro bando. El proceso se repitió
al año siguiente, en 217: de nuevo los ilergetas volvieron a devastar los campos de los
aliados de los romanos, provocando un ataque de Escipión y un contraataque de
Asdrúbal, que acabó con el sometimiento, como se ha dicho más arriba, de más de
ciento veinte pueblos a los romanos.

! En la pugna diplomática por atraerse a los indígenas, los responsables romanos


se sirvieron repetidamente del gesto de liberar a los rehenes que los cartagineses
tenían en sus manos para asegurar la fidelidad de sus pueblos (Polibio III 97, 2), de
recompensar a los indígenas que se pasaban a su bando, de apoyar y defender a sus
aliados, como queda de manifiesto en la conquista de Sagunto y en la subsiguiente
expulsión de la guarnición cartaginesa, y, en general, de mostrar respeto y conceder
buen trato a los indígenas que luchaban en sus filas, como sabemos de los
mercenarios celtíberos que abandonaron a los cartagineses para pasarse del lado
romano, sin exigir mayor soldada. No es extraño que Livio afirme para estos años que
"la diplomacia tenía más parte que las armas en las operaciones militares" (Livio XXVI
21, 13).

! Pero el recurso al elemento indígena, que se había mostrado insustituible en los


primeros años, fue también causa del primer serio descalabro de las armas romanas en
la Península. No podía esperarse demasiado de contingentes cuya más inmediata
motivación, aun con la existencia de otras, era la económica. Así, en 211, Asdrúbal
consiguió que los celtíberos abandonasen a los romanos, neutralizando de este modo
los efectivos indígenas que tan necesarios eran, si se tiene en cuenta el reducido
montante de las tropas romanas, por otra parte muy alejadas de sus bases de
aprovisionamiento y, por ello, dependientes en gran manera de la aportación indígena
(Livio XXV 32 y s.; Polibio X 6, 2).

! La enérgica actitud de L. Marcio, elegido como propraetor tras el doble desastre


de Cneo y Publio, que logró reorganizar las fuerzas y mantener las posiciones del Ebro,
y la poca habilidad de los responsables cartagineses, que no supieron aprovechar
totalmente su doble victoria para hacer que los indígenas cerraran filas en torno a ellos,
procuró un respiro que, con la llegada en 210 de Publio Cornelio Escipión, se
transformaría en un nuevo y esta vez decisivo impulso a la suerte de las armas
romanas en la Península.

! Sin duda, el primer golpe decisivo lo constituyo el ataque y conquista de la base


principal de los púnicos en la Península, Cartago nova. Su desconfianza hacia los
auxilia indígenas, teniendo en cuenta la amarga experiencia que había supuesto el
desastre de su padre y su tío, no impidió que, antes del golpe de mano, recién llegado
a Tarraco, reuniera a los aliados y, desde el primer momento, los incluyera entre sus
efectivos.
! Como en la primera etapa de la guerra, la diplomacia se manifestó como el
medio más eficaz para conseguir la ayuda indígena en el conflicto con Cartago. Y, en
este sentido, las medidas de Escipión tras la toma de Cartagena causaron en los
indígenas un fuerte impacto. En efecto, es sabido como Escipión liberó a más de 300
rehenes que Cartago mantenía en la ciudad (Polibio X 18, 3) y así consiguió la alianza
de muchos pueblos y reyezuelos, entre otros los ilergetas Indíbil y Mandonio, los
celtíberos y la tribu de los edetanos, con su rey Edecón a la cabeza. En el caso de
Indíbil y Mandonio, en otro tiempo los más firmes puntales de los cartagineses, fue el
mal trato de sus antiguos aliados, la causa que provocó el cambio de bando -les habían
exigido rehenes y dinero a pesar de su probada fidelidad - y la firma de un tratado en la
que los ilergetes se comprometían a seguir a los jefes de los romanos y a obedecerlos
(Polibio X 37-38).

! El que en esta ocasión se le ofreciera a Escipión el título de rey (Dión Casio LVII
48; Polibio X 40; Livio XXVII 19) ha sido generalmente visto como ejemplo de la
influencia de una gran personalidad sobre los indígenas, más proclives a comprender y
aceptar el lazo concreto de una individualidad excepcional que el abstracto de
relaciones contractuales con un Estado. En ello confluían viejas tradiciones muy
enraizadas en la idiosincrasia de los pueblos iberos, como la fides y la devotio , bien
conocidas y hace tiempo estudiadas 18 . Desde el punto de vista romano, sin embargo,
Mangas 19 ha visto cómo la actuación de las grandes personalidades no estaba
separada de la línea política mantenida por Roma y, en este momento, el Senado era
partidario de una política blanda, de captación por la diplomacia más que por las
operaciones bélicas, siempre que fuera posible; por consiguiente, existía una
coherencia entre directrices políticas de los grupos dominantes en el Senado y las
actuaciones de los generales romanos en Hispania, por encima de una política
atribuible a la voluntad de individuos desligados de las líneas generales del Gobierno.

! Y esa línea política fue seguida por Escipión en los años siguientes con total
coherencia, procurando resolver diplomáticamente los conflictos y actuando con mano
dura cuando las soluciones pacíficas parecían impracticables. Así, una vez vuelto a
Tarraco, Escipión se informó de la conducta de los indígenas para premiar a cada uno

18 J. M. RAMOS LOSCERTALES, " La 'devotio'ibérica", An. Hist. Der. Esp. I, 1924, 3

ss.; F. RODRIGUEZ ADRADOS, "La 'fides' ibérica, Emerita XIV 1946, 128 ss.; J.M.

BLAZQUEZ, "El legado indoeuropeo en la Hispania romana", Primer Symposium de

Prehistoria de la Península Ibérica, Pamplona, 1960, 319 ss.

19 J. MANGAS, " El papel de la diplomacia romana en la conquista de la

Península Ibérica (226-19 a. C.)", Hispania XXX 1970, 494.


según sus méritos (Livio XXVIII 16), pero no dudó en aplicar castigos en los aliados
tibios o rebeldes, como en el caso de las ciudades de Iliturgis y Castulo, los celtíberos e
iberos, fluctuantes entre romanos y cartagineses, o la ciudad de Astapa.

! Las alianzas romanas y, con ellas, la presencia de indígenas en el ejército que


luchaba contra Cartago en Hispania fueron incrementándose conforme avanzaba el
curso de la guerra, cada vez más favorable a las armas romanas. Así se manifestó en
las dos batallas decisivas del valle del Guadalquivir, Baecula e Ilipa, donde a los aliados
iberos y celtíberos se añadieron régulos turdetanos de la región, como Attenes (Livio
XXVIII 15). A pesar de los esfuerzos púnicos para seguir utilizando la Península como
fuente de mercenarios 20 , la suerte estaba echada y la guerra contra Cartago en la
Península, ganada.

Cambio de la actitud indígena tras el final de la guerra.


! La base del éxito romano en Hispania había estado, como hemos dicho, sobre
todo, en la diplomacia y en la intención, propagada entre los indígenas, de eliminar la
influencia de Cartago de los territorios que controlaba. Mientras existieron objetivos que
liberar, aun con roces más o menos graves, la identificación de objetivos romanos e
indígenas y, en consecuencia, la colaboración de los hispanos con las armas romanas,
pudo ser mantenida. El desenlace de la batalla de Ilipa y la definitiva expulsión
cartaginesa dio un giro radical a las relaciones tejidas en la Península por Roma o, más
concretamente, por el responsable romano en ella, Publio Cornelio Escipión. La causa
no fue tanto un cambio de actitud romana en los territorios liberados o ante los

20 A. BALIL, "Un factor difusor de la romanización: las tropas hispánicas al

servicio de Roma (siglos III-I a. de J.C.", Emerita XXIV, 1956, 118 s.; J.M.

BLAZQUEZ, "Las alianzas en la Península Ibérica y su repercusión en la progresiva

conquista romana", RIDA XIV, 1967, 233 s. En 208 Asdrúbal hacía levas en la

Celtiberia (Apiano iber. 24); al año siguiente, Asdrúbal reclutaba mercenarios junto al

océano septentrional (Apiano iber. 28) y los celtíberos auxiliaban a Magón (Apiano iber.

31). En 206, Amílcar, con un ejército de celtíberos atravesó los Pirineos en socorro de

su hermano (Apiano iber. 28) y todavía, en 203, reclutaron los cartagineses un cuerpo

de más de 4.000 celtíberos y se atrevieron a intentar levas en territorio dominado por

los romanos, desembarcando reclutadores no lejos de Sagunto (Livio XXX 21, 3).
recientes aliados, como la incomprensión por parte indígena de la imposibilidad romana
de retirar su presencia de Hispania, una vez cumplida la expulsión púnica, antes de una
victoria definitiva sobre Cartago, aún más supuesto que esta victoria se preparaba
sobre la base de una invasión de la costa africana. Si puede negarse una voluntad de
anexión romana, no hay que suponer, sin embargo, una actitud tan intachable que no
ofreciera suficientes sospechas o temores justificados a los indígenas de encontrarse
simplemente ante un cambio de amo. Las necesidades límite de una guerra y el
recurso obligado a cualquier ayuda financiera o humana aclaran, si no justifican, la
actitud romana tras Ilipa.

SOLDADOS HISPANOS HASTA EL FINAL DE LAS GUERRAS CELTIBERO-


LUSITANAS.

Los comienzos de la resistencia hispana.


! En cualquier caso, el abismo se abrió, y la imposibilidad romana de renunciar a
los ingentes y valiosos medios peninsulares decidió al gobierno romano a volver las
armas contra los antiguos aliados y a exigir por la fuerza lo que ya era imposible
solicitar por pactos de alianza, asegurándolo aun con una presencia militar constante.
Esta confusa política, explicable en una situación de guerra, en cualquier caso, iba
tejiendo lazos entre Roma y los territorios indígenas, cuya disolución, finalizada la
contienda, superó el ámbito de lo posible.

! Las exigencias de Escipión suscitaron la primera rebelión (Polibio XI 31-33; Livio


XXVIII 31, 5-34; Apiano, iber. 37). Fueron sus protagonistas los ilergetes, acaudillados
por Indíbil y Mandonio, que, con el auxilio de los celtíberos, devastaron los campos de
los suessetanos y sedetanos, aliados del pueblo romano. La razón inmediata del
levantamiento es probable que estuviera en una reacción a las exigencias romanas
que, ya firmemente establecidos en la región catalana, habrían comenzado la
explotación regular en metálico y en subsidios humanos de las tribus sometidas.
Escipión, tras reprimir un motín que paralelamente se había producido en el
campamento romano de Sucro, en la región levantina, se dirigió a la región del Ebro a
marchas forzadas y logró que los ilergetes se le entregaran con Mandonio a la cabeza,
mientras Indíbil conseguía escapar con una parte de su ejército. Es cierto que, ante la
traición, el general romano no actuó con excesiva dureza en las condiciones de paz,
limitándose a exigir una contribución por el valor que se adeudaba a sus soldados. Hay
que tener en cuenta que los ilergetes eran una tribu poderosa y se extendían por la
zona de mayor influencia de Roma, con lo que un castigo duro hubiera podido
ocasionar la rebelión de otros pueblos, en un momento aún delicado, puesto que
proseguía todavía la lucha contra Cartago y se necesitaba el apoyo de las tribus
indígenas en hombres y dinero para continuar la guerra.
! No es de extrañar, por ello, que los métodos cambiaran cuando volvió a
producirse un nuevo alzamiento. Escipión, antes de regresar a Roma, había reducido el
ejército con el que había operado a la mitad, y las consecuencias de esta reducción de
efectivos no se hicieron esperar, todavía más porque la presencia de Escipión, con su
personalidad, había contribuido a estabilizar, no sin duras luchas como hemos visto, las
relaciones con las tribus indígenas. Y el golpe partió precisamente de la región que
durante los años anteriores había ya flaqueado en su lealtad, los ilergetes. Indíbil, su
caudillo, se apresuró a aprovechar la ausencia de Escipión para levantar contra Roma
a las tribus vecinas, con el concurso de su hermano Mandonio. Se añadieron así a la
rebelión los pueblos de lacetanos y asuetanos, que consiguieron poner en pie de
guerra un ejército numeroso, al decir de Livio, de 30.000 infantes y 4.000 jinetes, el cual
se concentró en la región de los sedetanos, esto es, en el campo de Zaragoza.
Desaparecido el peligro púnico y decidida la permanencia en la Península como colonia
de explotación, ya no era necesario mantener una amistad fundada en las
concesiones, sino aplicar simple y brutalmente la ley del más fuerte. Cuando Mandonio
y los otros supervivientes responsables de la rebelión intentaron llegar de nuevo a un
pacto, las condiciones impuestas por los generales romanos - los sucesores de
Escipión, Léntulo y Acidino - fueron muy distintas a las que poco antes había aplicado
Escipión. Se exigió la entrega de los jefes culpables, entre ellos Mandonio, que fueron
ajusticiados. La petición de paz por parte de los indígenas fue supeditada a la
aceptación de un tributo de montante doble al normal, al mantenimiento por seis meses
del ejército romano, a la entrega de armas, exigencia de rehenes y establecimiento de
guarniciones en sus principales núcleos. Sin posibilidades de resistir a estas cláusulas,
más de treinta pueblos, según Livio, se sometieron a los generales entregando
rehenes.

! Para este momento, Roma ya había decidido controlar permanentemente los


territorios sobre los que había extendido su influencia a lo largo de la guerra, lo que no
significa que el Gobierno hubiera reflexionado con precisión sobre su destino,
condicionado en todo caso a un sometimiento efectivo y duradero. El sistema de
alianzas y pactos que garantizaran esta hegemonía de Roma sin un despliegue
importante de aparato militar se manifestó muy pronto como impracticable, aún más por
las complejas y atomizadas realidades políticas indígenas. No tenemos muchas
noticias de Hispania sobre los años de transición entre el final de la segunda guerra
púnica y la provincialización de los territorios hispanos sometidos a Roma. La mención
en Livio de botines de guerra y de honores concedidos a los responsables romanos de
los asuntos de Hispania hacen pensar que en la Península continuaban las acciones
represivas contra los intentos de oposición al nuevo imperialismo, traducidas en
contribuciones de guerra en metales preciosos y en especie. Por ello, tras una serie de
estériles campañas, el Senado se vio obligado en contra de su linea continua de
pensamiento, a provincializar los territorios hispanos de una u otra manera ya incluidos
en el horizonte de intereses romano. Su peculiar distribución geográfica en una larga y
estrecha franja costera con acceso al valle del Guadalquivir decidió desde un principio
a dividirlos en dos circunscripciones distintas, encomendadas a sendos pretores desde
197.
! La decisión institucionalizaba legalmente una situación de hecho, producida por
la voluntad romana de no renunciar a las ingentes reservas que acumulaba Hispania,
aunque al mismo tiempo incluía una dura tarea: lograr el aceptamiento por parte de la
heterogénea población indigena de la mano regente romana y la sumisión a sus
exigencias de explotación de estas ricas reservas tanto humanas como materiales.
Frente a la política oriental, caracterizada en los cincuenta años siguientes a la
segunda guerra púnica por el intento de crear un equilibrio de estados soberanos
políticamente inofensivos para Roma, el desarrollo de los acontecimientos en la
Península demostró que, desde un primer momento, Hispania fue considerada como
terreno ganado por derecho de conquista y, como tal, súbdito del estado romano e
incluido en él como provincia. La consecuencia de las divergencias existentes entre
esta actitud y la posición de los indígenas daría lugar a un continuo estado de guerra.
Este proceso, que fatalmente habría de terminar a favor de Roma nos interesa aquí
sólo en lo concerniente a la explotación del material humano hispano dentro de la
máquina militar romana, en el contexto general de la organización del ejército de época
republicana, que explica la posterior utilización de mílites peninsulares en la fuerzas
armadas de época imperial. Y para comprenderlo, hemos de partir de la evolución que
sufre el ejército romano desde su formación en lo que se refiere a la paulatina inclusión
de elementos extranjeros en sus cuadros tácticos, como presupuesto para aplicarlo al
caso concreto de Hispania.

Los auxilia en el ejército romano republicano.


! Como otras ciudades-estado de la Antigüedad, el sistema militar romano 21
estaba indisolublemente unido al político y, por ello, el disfrute de los derechos

21 Sobre el sistema militar romano, en general, J. KROMAYER-G. VEITH,

Heerwesen und Kriegsführung der Griechen und Römer, Munich, 1928; M. MARIN Y

PEÑA, Instituciones militares romanas, Madrid, 1946; G. R. WATSON, The Roman

Soldier, Londres, 1969; G. FORNI, "Esperienze militari del mondo romano", en Nuove

Questioni di Storia Antica, Milán, 1972, 815 ss., con bibliografía; F.C. ADCOCK, Roman

Art of War under the Republic, Nueva York, 1940. La colección de articulos de diversos

autores, recogidos en Problèmes de la guerre à Rome, París, 1969 y Armée et fiscalité

dans le monde antique, Coll. Nat. C.N.R.S. no. 936, París, 1978, ofrecen importantes

contribuciones sobre aspectos del ejército romano.


inherentes a la condición de ciudadano estaba ligado a la obligación del servicio militar.
El ciudadano como tal era un soldado y viceversa. Esta obligación se extendía a todos
los ciudadanos varones sin excepción, que, desde la mayoría de edad, se encontraban
inscritos en una lista de movilizables, el censo. Por ello, la pertenencia, con la totalidad
de derechos, a la ciudad llevaba inmanente la obligación de servir en el ejército, e
incluso los conceptos de ciudadano y soldado en la etapa más antigua pueden
identificarse. Dentro de esta milicia ciudadana, los contingentes se alineaban según la
edad, bajo el principio de colocar en retaguardia a los más experimentados, en tres
líneas, hastati, principes y triarii, a los que se unía un contingente de infantería ligera,
los velites, y cierto número de jinetes.
!
! Dentro de este sencillo esquema, a lo largo del siglo IV, se establecerá un
elemento nuevo al compás de la prepoderancia que toma la ciudad del Tíber sobre la
liga de ciudades latinas a la que pertenece, en principio, en pie de igualdad, en la que
se asegura después una preponderacia de hecho y que acabará transformando en una
supremacía de derecho: la extensión cada vez mayor de las fronteras de Roma, la
pluralidad de frentes y, con ello, la mayor necesidad de contingentes armados obligó a
romper con este esquema primitivo 'ciudadano-soldado' y a aprovechar las fuerzas de
estas ciudades vecinas, dominadas y asimiladas. Se trata de los socii, obligatoriamente
enrolados en el ejército romano con la carga de proporcionar el mismo número de
infantes que los romanos y tres veces más de caballería. Estos contingentes de
aliados, sin embargo, no se ensamblaban en el ejército en las unidades regulares
romanas, las legiones, divididas en manípulos y centurias, sino en alae, de igual
efectivo humano que las legiones (Polibio VI 26, 9), bajo el alto mando romano, aunque
los cuadros inferiores son elegidos entre los propios aliados. También la caballería se
ordenaba en alae de 300 jinetes (Polibio VI 30).

! Conocemos más o menos el mecanismo de reclutamiento por Polibio, que, en el


capítulo VI 19-42, trata en general de la milicia romana. Cada año determinaban los
cónsules, de acuerdo con el Senado, el número y las localidades que habían de
proporcionar contingentes al ejército. La leva era dejada en manos de los aliados; sólo
el lugar y fecha de alistamiento eran determinados en el edicto consular.

! En los primeros tiempos, hasta mitad del siglo IV, estos aliados eran latinos y su
designación era auxilia nominis Latini et socii. Con la conquista de Italia, a los latinos se
añadieron otros contingentes de pueblos itálicos que, del mismo modo, aceptaron la
obligación de servir como socii en el ejército romano mediante un foedus. Sin embargo,
no podemos señalar estos elementos no ciudadanos de la época más antigua del
ejército romano propiamente como extranjeros. Se trata, como hemos visto, de
comunidades, pueblos o ciudades, aliados mediante un pacto y, por tanto, con ciertos
derechos reglamentados por las leyes romanas 22.

! El punto decisivo quedará marcado en este sentido por las guerras púnicas, que
lanzan a Roma fuera de la península Itálica y le proporcionan las primeras posesiones
extrapeninsulares y, con ello, pueblos con una táctica militar distinta y con una reserva
bélica extraordinaria. El contacto con los cartagineses, con el uso abundante de

22 Desde finales del siglo III a. C. hasta la guerra social en 91 a. C., los

contingentes aliados han representado, en efecto, un porcentaje considerable

de los efectivos anuales reclutados por Roma, según las cifras restituidas por

K.J. BELOCH, Die Bevölkerung der griechisch-römischen Welt, Leipzig, 1886; ID., Der

italische Bund unter Roms Hegemonie, Leipzig, 1880; A. AFZELIUS, Die römische

Kriegsmacht während der Auseinandersetzung mit den hellenistischen Grossmächten,

Copenhage, 1944: A. J. TOYNBEE, Hannibal's Legacy, Oxford, 1965, II, 106 ss.; P. A.

BRUNT, Italian Manpower 225 B.C. - A.D. 14, Oxford, 1971, 84 ss.; V. ILARI, Gli italici

nelle strutture militari romane, Milán, 1974. La proporción de itálicos, variable en las

fuentes, supone que oscilaba, debido a razones políticas o demográficas. Así, Veleyo II

15, 8, habla de contingentes aliados dobles en número a los romanos, mientras Apiano,

hannib. 8, testimonia para la segunda guerra púnica dos veces más que los romanos y

Polibio III 107, 12; VI 26, 7; VI 30, 2, indica en su época un número igual de infantes y

doble caballería aliada que los romanos. Según los porcentajes calculados por Ilari, op.

cit., si entre 218 y 201 la relación entre romanos y aliados era de un 45,9 y 54,1 %

respectivamente, entre 200 y 168 pasó a ser del 27,43 y 72,57, aunque también es

cierto que, en cifras relativas, los números son menos llamativos, puesto que la

capacidad demográfica de los aliados doblaba la de los ciudadanos romanos.


mercenarios de distintas procedencias, con sus particulares métodos y artes bélicas,
impone a Roma la necesidad de procurarse unas armas y tácticas efectivas contra
estos nuevos modos de guerrear. Aún la primera guerra púnica no debió tener en este
sentido apenas significación. La mayor parte de la lucha se resolvió en el mar, en suelo
de Sicilia, simple prolongación cultural del sur de Italia y, por ello, sin ningún nuevo
aspecto en el terreno militar, o en el propio país enemigo. Pero, al menos, la primera
guerra púnica trajo consecuencias importantes para el posterior desarrollo de la milicia
romana y es el hecho señalado de la toma de contacto de las tropas romanas con un
ejército distinto en su técnica y en su composición polivalente y el despertar de la
necesidad de contraponerle fuerzas equivalentes y efectivas en el mismo grado.

! Estos elementos extranjeros llegaban por diferentes caminos a las filas del
ejército romano. Podemos suponer que el primero de ellos es el mercenariado. Ls
fuerzas púnicas y los reinos helenísticos habían visto desarrollarse el tipo de militar
profesional, con especiales características que lo hacían apreciado por su armamento,
su táctica o su capacidad guerrera. De ellos, con mucho, los más conocidos y de los
que las fuentes nos proporcionan gran cantidad de citas, son la caballeria gala y
númida, los arqueros cretenses y los honderos baleares. Y, como en los estados
helenísticos, hemos de pensar que estos efectivos humanos se conseguían mediante
el envío de personas especializadas, reclutadores, que realizan las levas. Conocemos
en el mundo helenístico incluso mercados de soldados, y no de otra manera hay que
representarse el modo en que Roma, en sus primeros intentos de conseguir una
renovación de su táctica, realizaba el ensamblaje de estos elementos en sus filas. Se
trataba, en cierto modo, de un mal necesario. La experiencia de lo ocurrido en Cartago
al finalizar la primera guerrra púnica no debía hacerlos muy atracticos, pero, sin
embargo, necesarios, si se quería oponer un ejército semejante al del enemigo.

! Junto a este método de conseguir efectivos especiales, prontó encontró Roma


otro caminio que su política de expansión imperialista le fue proporcionando cada vez
en mayor grado. En este camino juega la península Ibérica un importante papel. La
anexión de Sicilia y la lucha en Hispania, el mayor centro de reserva del imperio
cartaginés, hemos visto que trae como consecuencia la acuñación del término
provincia. Con ello se ofrecía a Roma una nueva e inagotable fuente de recursos, en
algunos casos de probada eficacia y ya antes utilizados por otras potencias
helenísticas. La lucha por Hispania durante la segunda guerra púnica llevó ya a utilizar
estas tropas, aunque las fuentes dejan entrever que se trataba más bien de pactos
cerrados con las tribus indígenas que de la obligación de proporcionar contingentes a la
fuerza. Esta imagen sólo será válida al principio y desaparecerá o será sustituida por
otra más dura: levas obligatorias de los pueblos sometidos, los subditi.

La conquista de la península hasta las guerras celtíbero- lusitanas y la


participación de indígenas en las filas romanas.
! La brutal decisión romana de asegurar los ámbitos provinciales hispanos, aun
lesionando anteriores autolimitaciones legales, como inequívoca manifestación de una
decidida voluntad de dominio, fue contestada por parte hispana, de inmediato, con una
rebelión generalizada en la que participaron no sólo las tribus ibéricas, sino, lo que
parece menos obvio, también las ciudades fenicias costeras, para las que en principio
podría suponerse mayor interés por conservar buenas relaciones con la potencia itálica
que incluirse en el incierto destino de una guerra como aliados de pueblos bárbaros
(Livio XXXIII 21, 26).

! La suma de una serie de factores - falta de fronteras naturales, frecuentes


contactos de las tribus en coaliciones, incapacidad de organización de los territorios
provinciales, explotación y desnudo uso de la fuerza - explican que los primeros veinte
años de dominio provincial romano en Hispania apenas sean otra cosa que una
monótona serie de campañas en las que el estado romano invirtió un gigantesco e inútil
cúmulo de energías para lograr como soluciones últimas y elementales el sometimiento
total en el interior de las provincias y una aceptable seguridad al otro lado de unas
fronteras en gran medida convencionales, si tenemos en cuenta la debilidad del criterio
étnico como factor de separación. Si la primera meta era simplemente una cuestión de
inversión de medios, la segunda fue una muralla en la que se estrellaron una y otra vez
los esfuerzos romanos, incapaces de encontrar fronteras estables y condenados a
prolongar eternamente la guerra.

! Pero hay que evitar la consideración demasiado simplista o moderna de estas


campañas y de la actitud de los pueblos indígenas frente a la misma. Hispania, para
gran parte de la época republicana, no es sino un término geopolítico de la
superestructura romana, que, en ningún modo, se corresponde con el panorama
político de la base indígena. Nunca se insistirá demasiado en este fragmentarismo
hasta la atomización de la organización político-social de la Península en
correspondencia con las distintas etnias y, dentro de ellas, con las diferentes unidades
tribales. Pero además, esta fragmentación iba acompañada de una extrema variedad
en el grado de evolución socioeconómico y cultural de los distintos grupos. Tampoco,
de parte de Roma, hay que buscar unas directrices firmes y precisas en la paulatina
anexión de la Península en forma de guerras dirigidas a una meta fija. Es necesario,
para calar en la comprensión de esta conquista, imaginar los hechos de una forma más
primitiva.
! Para Roma, esta política de sometimiento interior y seguridad exterior no
pretendía ser ilimitada en cuanto al espacio geográfico de aplicación y, desde este
punto de vista, la expresión 'conquista de Hispania' sólo es una construcción
anacrónica. Lo prueba tanto la dramática búsqueda de fronteras a una no muy precisa
Hispania ibérica, como su efectiva aunque precaria fijación por Ti. Sempronio Graco a
comienzos de los 170. Para los indígenas, no puede aceptarse un supuesto espíritu de
rebeldía, impulsado por deseos de libertad, que despertó un generalizado rechazo
contra Roma. Intervenían, como decimos, factores de carácter elemental como las
rivalidades entre tribus vecinas, necesidades económicas o conveniencias
sociopolíticas, que rompían cualquier criterio unánime de rechazo y que podían
posibilitar la ayuda indígena a las armas romanas. Por ello no puede aceptarse el
criterio de García y Bellido 23 de que "toda España se hallaba entonces en abierta
rebeldía contra los nuevos dominadores...y no era fácil para el romano hallar entre
aquellas indignadas comunidades tribales hombres que, libremente, se prestasen a
defender la odiada causa de los nuevos dominadores". Las fuentes prueban lo
contrario en la etapa entre Caton y Graco 24.

! El propio Catón utilizó indígenas en su ejército cuando hubo de enfrentarse a las


sublevaciones de las tribus incluidas en la esfera de intereses romana. Así se sirvió de
contingentes de suessetanos, sometidos recientemente, en su lucha contra los
iacetanos y en el sitio de su capital Iacca (Jaca), en el Pirineo central. Es conocido el
odio inveterado de ambos pueblos y, en consecuencia, la oportunidad para los
suessetanos de caer, con las tropas romanas, contra sus odiados vecinos (Livio XXXIV
20, 1 ss.; Frontino, Strat. III 10, 1).

! No sólo se aprovechaban por parte romana estas rivalidades entre tribus;


también seguía utilizándose el expediente del mercenariado. Catón no dudó de reclutar
celtíberos, a los que ofreció 200 talentos (Plutarco Cat. 10) por sus servicios. Celtiberia
estaba todavía fuera de la órbita romana y, de hecho, los celtíberos también
proporcionaron soldados a los enemigos del cónsul, en concreto, los pueblos
turdetanos. Livio (XXXIV 17, 4 y 19, 1 ss.) habla de 10.000 hombres, que, no
atendiendo a los intentos de Catón de ganarlos a su causa ofreciéndoles mejores
condiciones, prefirieron mantenerse fieles al lado de los turdetanos antes que recibir
doble estipendio por abandonar sus puestos y pasarse al servicio de los romanos (Livio
XXXIV, 19 6 ss.).

! Emilio Paulo, pocos años después, debió utilizar también en Hispania los
servicios de tropas indígenas, seguramente apelando a sentimientos de rencor o
enemistad entre pueblos vecinos. Así se explica el famoso decreto de 189, en el que el
procónsul declaraba libres a los esclavos de la ciudad de Hasta que habitaban la Turris
Lascutana, haciéndoles entrega en usufructo de tierras de cultivo. También, en 181, el
pretor Q. Fulvio Flaco, en la Citerior, se vio obligado a reclutar cuantos auxilia pudo
sacar de los pueblos aliados (Livio XL 30, 2), lo mismo que C. Calpurnio y L. Quinctio
(Livio XXXIX 31) unos años antes.

23 A. GARCIA Y BELLIDO, " Los auxiliares hispanos en los ejércitos romanos de

ocupación (200 al 30 antes de J.C.)", Emerita XXXI, 1963, 213.

24 Sobre la época, G. FATAS, "Hispania entre Catón y Graco", Hispania Antiqua 5,

1975, 271 ss.


! Si está bien probada, pues, la presencia de soldados indígenas en los ejércitos
de conquista romanos durante la primera mitad del siglo II a. C., no sabemos en
cambio el mecanismo de inclusión, que, de todos modos, hay que imaginar muy
elástico y condicionado por las circunstancias. Puede suponerse que los responsables
romanos, en la plaza de armas correspondiente y por los medios más diversos,
reforzarían el núcleo romano-itálico de su ejército, con auxiliares indígenas, reclutados
temporalmente para cada campaña en particular en las regiones cercanas al teatro de
la guerra, aparte de unos contingentes mercenarios especializados de artillería ligera y
fuerza de choque, extraídos tradicionalmente de definidas procedencias.

! En todo caso, por lo que respecta a la relación militar romano-indígena, la


progresiva conquista no hizo sino ampliar la utilización del elemento hispano y extender
las fuentes territoriales de su reclutamiento, con formas cada vez más específicas.
Frente al recurso al mercenariado de los primeros años, poco a poco, a lo largo del
siglo II, la leva de indígenas terminó siendo casi exclusivamente fruto de los diferentes
foedera, concluidos con las tribus, que suponían por parte de éstas unas entregas en
materiales y hombres. Esta participación de mílites hispanos al servicio de Roma, hasta
donde se puede alcanzar, sólo o preponderantemente dentro de la Península, se
cumplía en formaciones irregulares según los grupos étnicos, con armamento
autóctono y de forma transitoria para cada campaña en particular, como consecuencia
de su sumisión a Roma y en virtud de los pactos o foedera regulados en particular con
los diferentes grupos étnico-sociales.

! Graco, durante su mandato en Hispania en 180-179, sin duda tuvo un importante


papel en esta sistematización de las contribuciones indígenas a las armas romanas. Su
acción política, en consonancia con las nuevas líneas marcadas por el Senado en las
relaciones exteriores, volvió al camino que Escipión había seguido en su contacto con
los indígenas y, frente a la inflexible y estéril decisión de los años 90 y 80 del siglo II,
que pretendía aislar los espacios provinciales entre rígidas fronteras para dejar bien
definidos a súbditos de enemigos, reanudó el viejo sistema de ligar las unidades
políticas indígenas, en especial, en los márgenes del dominio provincial, por pactos que
aseguraran un mínimo de garantías para tornarlas inofensivas, en un conjunto de
reconocimiento de derechos y contraprestaciones que gradualmente debían conducir
de los territorios efectivamente sometidos a la autoridad provincial, a la Hispania libre
sin relación con Roma 25.

25 Sobre la obra de Ti. Sempronio Graco en Hispania, E. BADIAN, Foreign

Clientelae, 264-70 B.C., Oxford, 1958, 122 ss.; W. DAHLHEIM, Gewalt und Herrscahft.

Das provinziale Herrschaftssystem der römischen Republik, Berlín, 1977, 90 ss.


! Entre estas contraprestaciones, la de suministrar fuerzas auxiliares a los
ejércitos romanos por parte del pueblo sometido o aliado debió ser habitual y así
aparece en los pactos firmados con las comunidades indígenas, con cláusulas que
expresamente las obligaban a una determinada ayuda militar (Apiano, iber. 44).
Durante su pretura, en 179, Graco hizo uso de estos pactos, como el que firmó con el
reyezuelo carpetano, Turro (Livio XL 49, 4), y, entre sus auxilia, incluyó a miembros de
la nobleza de la ciudad de Certima, en otro tiempo enemiga (Livio XL 17).

Los indígenas en las guerras celtíbero-lusitanas.


! Si la pacificación de Graco logró que los asuntos de Hispania pasaran a
segundo plano en la atención de la historiografía antigua y que, por consiguiente,
escaseen las noticias sobre aliados o mercenarios indígenas en las filas romanas, las
guerras celtíberas y lusitanas, a partir de 154 a. C., muestran que la presencia indígena
en los ejércitos romanos era ya moneda corriente 26 .

! M. Fulvio Nobilior, tras ser derrotado frente a Numancia, solicitó la ayuda de los
pueblos vecinos (Apiano, iber. 47) y su sucesor, M. Claudio Marcelo, obtuvo el
concurso de cien jinetes enviados por la ciudad de Ocilis (Apiano, iber. 48-49). También
Lúculo, en Cauca, solicitó fuerzas de caballería (Apiano, iber. 50-52) y Metelo aceptó la
colaboración de antiguos enemigos, como Retógenes (Pap. Oxyrh. 160). Galba, en
151-150, logró reunir en Carmo 20.000 aliados, según Apiano, iber. 58; Vetilio utilizó, en
147-146, 5.000 belos y titios en su lucha contra Viriato (Apiano, iber. 61-63) y Fabio
Máximo, poco después, reclutó en la Ulterior tropas entre sus aliados (Apiano, iber. 65).

! El concurso de auxiliares hispanos fue especialmente importante en la última


fase de las guerras celtíberas, durante el sitio de Numancia. Sabemos que Escipión
exigió de las tribus amigas soldados para completar sus tropas (Apiano, iber. 90), que
alcanzaron la cifra de 60.000 hombres. Se estima que alrededor de la mitad eran
hispanos 27 , reclutados, según supone Schulten 28 , en el valle del Ebro y en la
Celtiberia Citerior.

26 Para los pormenores de la guerra, sigue siendo el mejor estudio el de H.

SIMON, Roms Kriege in Spanien, 154-133 v. Chr., Frankfurt, 1962.

27 H. SIMON, op. cit., 179.

28 A. SCHULTEN, Numantia III: Die Lager des Scipio, Munich, 1927, 42.
! Pero esta masiva utilización no implicaba una integración en los cuadros del
ejército. Seguía tratándose de un expediente obligado y transitorio que las necesidades
concretas de la guerra dictaban. Así, en el sitio de Numancia,los auxiliares hispanos
estaban separados del resto de las tropas en el puesto más peligroso 29 . Se trataba
pura y simplemente de buscar una eficacia bélica, que reservaba a las levas auxiliares
indígenas la función de adaptar las fuerzas de combate al sistema del enemigo, como
una explotación más de los recursos provinciales, sin objetivos de más largo alcance.

LA EPOCA DE MARIO

La reforma militar de Mario.


! La famosa reforma militar de Mario de 107 a.C., aunque directamente no
implicaba que esta situación cambiase de derecho, tuvo importantes repercusiones de
hecho en el modo y volumen de utilización de auxiliares hispanos como consecuencia
de la evolución interna de la república romana.

! Vimos cómo el ejército romano se fundamentabe en una milicia ciudadana. La


pertenencia al cuerpo de ciudadanos conllevaba la obligación de prestar servicio militar
en las legiones, y el reclutamiento en las mismas estaba basado en el censo de bienes,
por lo que quedaban excluidos del servicio los proletarii, es decir, aquellos que, por no
poseer medios de fortuna, estaban censados exclusivamente en función del número de
hijos. Por tanto, el núcleo legionario que anexionó Italia, venció en las guerras púnicas
y conquistó el Mediterráneo estaba constituido por propietarios de tierra, que, en
principio, quedaban obligados a un servicio de dieciséis campañas consecutivas, las
cuales, a medida que el ámbito de injerencia romana fue ampliándose y los teatros de
la guerra se alejaron de Roma, quedaron reducidos a diez. Pero esta misma conquista
del Mediterráneo, llevada a cabo en la primera mitad del siglo II a. C., habría de
repercutir profundamente en la estabilidad de este cuerpo social de ciudadanos-
propietarios-soldados, debido a las grandes transformaciones económicas que se
hicieron presentes en esta época. Por un lado, apareció en Roma un nuevo capitalismo
agrario que, con el acaparamiento de tierras de cultivo, comenzó a destruir la base

29 A. SCHULTEN, Numantia III: Die Lager des Scipio, Munich, 1927; FHA IV, 75.
propietaria sobre la que se fundaba el ejército. La competencia de este capitalismo
llevó a la ruina a los pequeños campesinos, que perdieron sus tierras y vinieron a
engrosar la masa de proletarios, excluidos del servicio militar legionario, y de nada
sirvieron las tímidas medidas de rebajar el montante del censo ni los esfuerzos
conservadores de reformistas como los Gracos para devolver sus tierras al
campesinado y contar así de nuevo con una base propietaria de reclutamiento 30.

30 R. SEAGER, The crisis of the Roman Republic. Studies in political and social

history, Cambridge-Nueva York, 1969.


! Mario, en su reforma militar de 107 31 , llevó a cabo una serie de innovaciones y
acomodaciones que cumplieron el definitivo paso de transformar - es cierto que como
consecuencia de una evolución que, por causas complejas, había comenzado mucho
antes - la milicia ciudadana en un ejército profesional. Esta profesionalidad no
significaba que el ejército, convertido en una institución permanente, se individualizara
dentro del aparato de Estado. De hecho, a lo largo de todo el período republicano, no
existió una denominación oficial para el complejo de las fuerzas militares, como

31 Véase sobre la reforma A. SCHULTEN, "Zur Heeresreform des Marius",

Hermes 63, 1928, 240 ss.; E. GABBA, "Le origini dell'essercito professionale in Roma, i

proletarii e la riforma di Mario", Athenaeum 27, 1949, 173 ss., ID., "Ricerche

sull'essercito professionale romano da Mario ad Augusto", ibidem 29, 1951, 171 ss.; E.

VALGIGLIO, La riforma mariana del sistema di arruolamento, Cirie, 1953; R.E. SMITH,

Service in the post-marian roman army, Manchester, 1958; M.J.V. BELL, "Tactical

Reform in the Roman Pepublic Army", Historia 14, 1965, 404 ss.; J. HARMAND,

L'armée et le soldat à Rome de 107 a 50 avant notre ère, París, 1967; E. GABBA,

Esercito e società nella repubblica romana, Florencia, 1973; ID., "Sull'arruolamento dei

proletarii nel 107 a. C.", Athenaeum 51, 1973, 135 ss.; P. BRUNT, "The Army and the

Land in the Roman Revolution", JRS 52, 1962, 69 ss.; M. SORDI, "L'arruolamento dei

capite censi nel pensiero e nell'azione politica di Mario", Athenaeum 1972, 379 ss.; H.

AIGNER, "Gedanken zur sogenannten Heeresreform des Marius", en F. HAMPL-L.

WEILLER, Kritische und vergleichende Studien zur Alte Geschichte und

Universalgeschichte, Innsbruck, 1974, 11 ss.; J.A. BARTHELMES, The sullan Senate

and the Army, Ann Arbor, 1978.


tampoco existió el concepto de "fuerza pública", conexo con el moderno de Estado 32 .
El término exercitus siguió designando, como hasta entonces, a cada uno de los
cuerpos tácticos puestos a disposición de un magistrado con imperium, cuyo núcleo
fundamental era la infantería pesada ciudadana, la legión, completada con un número
determinado de infantes y jinetes aliados y de tropas extraitálicas. Sí varió, en cambio,
el comportamiento del soldado ciudadano en relación con el Estado.

! En efecto, Mario, ante el reto de conseguir suficientes reclutamientos para el


ejército de Africa, junto al tradicional método del dilectus, recurrió por vez primera al
alistamiento de voluntarios, cuyo censo estaba por debajo del mínimo exigido a la
última clase del orden centuriado romano, los proletarii. Este reclutamiento, que en todo
caso no era tan novedoso ni revolucionario como a veces se ha subrayado, empujaba
al ejército a la larga al voluntariado de los capite censi, que, gracias al estímulo
económico, eran quienes más dispuestos podían estar a nutrir sus filas. Y estos
proletarii debían considerar, por ello, el ejército como una profesión y no como un
expediente transitorio, en una promoción social dentro del Estado, profesión que se
traducía en la creación de una mentalidad, es decir, en el deseo de servir y luchar por
una compensación económica y en alargar indefinidamente el período de servicio 33 .

! Pero - y aquí es donde pronto empezarían a manifestarse las auténticas


consecuencias de la reforma - la voluntad de hacer del servicio un modo de vida en un
ejército que, como dijimos, no era una institución permanente, dependía más de un
comandante activo y emprendedor que del colectivo senatorial en cuyas manos
descansaba la responsabilidad del Estado. Las lealtades, en consecuencia,
experimentarían un giro en favor del comandante que supiera ganar la voluntad de sus
soldados con campañas afortunadas y rentables. Se creaba así el potencial para un
nuevo estilo de ejército, que podía operar fuera del sistema tradicional de autoridad

32 Para V. ILARI, Gli italici nelle strutture militari romane, Milán, 1974, 120, la palabra

exercitus es usada fundamentalmente con dos significados: por una parte, como

referencia a la asamblea centuriada; por otra, para indicar las fuerzas armadas

concretas al mando de los cónsules o pretores. En todo caso, exercitus no es usado

nunca con referencia a las estructuras organizativas que posibilitaban la leva y la

formación de las tropas operativas.

33 E. GABBA, Eservito e società nella tarda repubblica romana, Florencia, 1973, 41.
delegada por el gobierno senatorial al emprender objetivos no necesariamente
determinados por este gobierno 34 . El ejército o los ejércitos, con sus propios deseos y
metas, llevaban camino de politizarse, es decir, de depositar su lealtad en un caudillo,
eventualmente enfrentado a los propios intereses del Estado 35.

! Ciertamente el latente peligro no se manifestó de manera inmediata. Incluso los


primeros signos que podrían superficialmente parecer una inversión del ejército como
factor de presión para imposiciones políticas pueden explicarse de forma satisfactoria
en el tradicional juego de la vida comicial romana. Nos estamos refiriendo a la

34 J.A. BARTHELMESS, The Sullan Senate and the Army, Ann Arbor, 1978, 34.

35 El tema de la politización del ejército ha sido repetidamente tratado. Véase

W. SCHMITTHENNER, "Politik und Armee in den späten römischen Republik",

Historische Zeitschrift 190, 1960, 1 ss.; P. A. BRUNT, "The Army and the Land in the

Roman Revolution", JRS 52, 1962, 69 ss.; J. HELLEGOUAR'C, "Armée et parti politique

sous la république romaine", en Problèmes de la guerre à Rome, ed. J.P. BRISSON,

París, 1969, 157 ss.; E. H. ERDMANN, Die Rolle des Heeres in der Zeit von Marius bis

Caesar. Militärische und politische Probleme einer Berufsarmee, Neustadt/Aisch, 1972;

H. AIGNER, Die Soldaten als Machtfaktor in der ausgehenden römischen Republik,

Innsbruck, 1974.
presencia de veteranos de Mario en 103 y 100 para lograr distribuciones de tierra 36 .
Pero que el instrumento no fuera utilizado por quien más había contribuido a crearlo,
sin duda de manera involuntaria, no significaba que otros caudillos con menos
escrúpulos o mayor sentido de la oportunidad política renunciaran al formidable
potencial que encerraba. Para ello, sin embargo, hizo falta que tal instrumento se
emponzoñara entre un círculo de circunstancias desgraciadas que elevaron la espiral
de la violencia hasta los propios límites de la guerra civil.

Los auxilia tras la reforma de Mario.


! El recurso de tropas extraitálicas por parte del estado romano, como hemos
visto, es paralelo a la primera confrontación bélica con una potencia también
extraitálica, Cartago. Pero es en la segunda guerra púnica cuando se generalizan y,
naturalmente, fue su principal teatro de operaciones, la península Ibérica, la fuente más
inmediata y rentable. En ello, Roma, o más concretamente el clan Escipión, que hace
cuestión de familia la guerra en Hispania, no hizo más que seguir el ejemplo de los
Barca, hasta entonces quienes mejor habían comprendido y aprovechado el magnífico
material que las virtudes militares y la industria bélica indígenas podían proprocionar.

! Pero este recurso, con ser en ocasiones muy importante, no transformó la


estructura organizativa tradicional del ejército romano, que descansaba en una
infantería pesada compuesta de ciudadanos y socii. Los elementos extraitálicos, con el
nombre genérico de auxilia, sirvieron para sustituir progresivamente la necesidad de
tropas ligeras de infantería y caballería de los ejércitos romanos, los velites, que hasta
entonces había sido llenada por soldados itálicos. La pluralidad de las fuentes de
reclutamiento y el distinto armamento de que estaban provistas las tropas obligaba a
integrarlas bajo renuncia a cualquier tipo de homogeneidad. Es lógico, por tanto, que
sólo constituyeran un complemento - todo lo amplio que se quiera - de la infantería
pesada romano-itálica, sobre el que, por otra parte, estamos muy mal informados.

! En todo caso, parece que se puede establecer una clara distinción entre los
auxilia de infantería y los de caballería. Los primeros, según los magros datos que
ofrecen las fuentes, fueron durante toda la República un elemento que, aunque
constante, se incluyó en el ejército a impulsos de una continua improvisación, de

36 Apiano, bell. civ.I 20, 132;30, 134; 31, 139 s. Para E. BADIAN, Foreign Clientelae

(264-70 B.C.), Oxford, 1957, 228, Mario, que había creado un ejército profesional y

reconocido cierta importancia política, sin embargo lo consideraba sólo como un

agregado de clientes, utilizable, según la vieja tradición, sólo como apoyo moral y

político, pero sin evidencia de ir más lejos.


acuerdo con las circunstancias especiales a resolver en cada una de las campañas o,
aún más concretamente, de las operaciones bélicas. Su organización, según eso, no
podía ser excesivamente rígida. Los mandos eran indígenas y se agrupaban según su
nacionalidad y, en consecuencia, según su función en el combate, de acuerdo con el
tipo de armamento que portaban. Da la impresión de que pueden distinguirse dos tipos
de auxilia, unos constantes y provistos de armas arrojadizas - los que propiamente
habían sustituido a los velites arcaicos - y otros irregulares, reclutados para cada
campaña concreta en el correspondiente e inmediato marco geográfico por medio de la
fuerza o mediante los pactos con los príncipes o reyezuelos indígenas, que conducen
su armamento nacional con la extensa panoplia ofensiva y defensiva de los pueblos
mediterráneos. Esta falta de homogeneidad se traduce también en el sistema de
reclutamiento y sueldo. Para los auxilia, por decirlo así, regulares, parece que se utilizó
el sistema de mercenariado, de tradición helenística, aunque desconocemos los
montantes precisos y su relación con la soldada que perciben las tropas legionarias. En
cuanto a los auxilia irregulares, el reclutamiento se adaptaba a las circunstancias
concretas: con pueblos amigos, príncipes y reyezuelos o estados, mediante contratos o
pactos; en el caso de las provincias, de acuerdo con los tratados concretos o
recurriendo a distintos medios de coacción. Ya hemos visto suficientes ejemplos de
cómo se producían estos reclutamientos en la península Ibérica a lo largo del siglo II
a.C.

! Más complejo es el tema de la caballería. Como es sabido, en su origen, la


caballería fue un cuerpo de elite reservado a la cúspide de la pirámide timocrática
establecida por el ordenamiento centuriado de la sociedad romana. La doble acepción
del término eques como 'jinete' y 'noble' ahorra cualquier explanación sobre el tema 37 .
Pero la profunda y mal conocida evolución que aboca a la afirmación de la infantería
hoplítica pesada como núcleo fundamental del ejército afectó tanto a la importancia de
la caballería militar como al propio interés del noble por servir en ella. Y así, mientras la
legión se iba modelando como el instrumento táctico destinado a triunfar sobre la más
eficaz y temible formación en combate conocida hasta entonces, la falange hoplítica, la
caballería permaneció anquilosada, sin reformas ni acomodaciones sustanciales, como
muestra del escaso interés y, en consecuencia, significación en el arte militar romano, y

37 W. SOLTAU, "Reiter, Ritter und Ritterstand in Rom", Zeitschrift für Oest. Gym.

62, 1911, 385 ss., J. WIESNER, "Reiter und Ritter im ältesten Rom", Klio 36, 1944, 45

ss.; A. ALFÖLDI, Der frührömische Reiteradel und seine Eherenabzeichen, Baden-

Baden, 1951; CL. NICOLET, L'ordre équestre dans l'époque républicaine (312-43 av.

J.C), París, 1966, 15 ss.


pasó a cumplir un simple papel de complemento en cada unidad legionaria, que no
llegaba al 7 % de sus efectivos totales.

! No es extraño que, cuando la expansión italiana de Roma descubrió una casi


inagotable reserva de hombres para la guerra en los socii, se descargara
progresivamente en éstos un servicio que cada vez era menos atractivo para las capas
altas de la sociedad romana, en cuyos hombros descansaba esta carga 38 . No
obstante, la caballería ciudadana no desapareció de forma inmediata. Pero, mientras el
reclutamiento de la infantería pesada aliada se hizo bajo el principio de la paridad con
respecto a los correspondientes contingentes romanos, el de la caballería se multiplicó
por tres. Es significativo, sin embargo, que esta caballería aliada no suplantó a la
romana o sustituyó en parte el papel que, dentro de la organización táctica legionaria,
le había sido reservado al contingente montado ciudadano. Organizada en unidades de
trescientos jinetes, que recibieron el nombre de alae, se intentó subrayar
originariamente su carácter ajeno y contrapuesto al de la caballería legionaria
ciudadana. El término, que justifica su significado por el puesto asignado a estas
unidades en formación táctica, a los flancos del contingente legionario 39 , pronto
adquirió un significado orgánico y pasó a indicar el conjunto de tropas que ocupaban
habitualmente los lados en el orden de batalla, es decir, la caballería aliada y romana y
la infantería aliada.

! Es comprensible que la duplicación de cometidos se saldara definitivamente a


favor del contingente aliado. La última mención de un cuerpo romano de caballería en
formación táctica cerrada parece que se refiere al año 102, en un encuentro de la

38 V. ILARI, Gli italici nelle strutture militari romane, Milán, 1974, passim; H.

GALSTERER, Herrschaft und Verwaltung im republikanischen Italien, Munich, 1976,

105 ss.

39 L. CINCIUS, in Gell. 16, 4, 6: alae dictae exercitus equitum ordines, quod circum

legiones dextra sinistraque, tamquam alae in avium corporibus locabantur. Vid. V.

ILARI, Gli Italici nelle strutture militari romane, Milán, 1974, 124.
guerra cimbria a orillas del Atesis (Etsch) 40 . El ala se articulaba en diez turmae,
homogéneas por nacionalidad. La turma, pues, constaba de treinta jinetes 41 . A su
mando se hallaban tres decuriones, de los que el más antiguo era, al propio tiempo,
comandante de la unidad, el praefectus turmae. Estos mandos nacionales estaban a
las órdenes del comandante del ala, el praefectus equitum, puesto reservado a
oficiales romanos, generalmente de familias patricias, y apetecido por ser un mando
único, directamente dependiente del comandante en jefe del ejército 42 . A esta
caballería aliada podían añadirse tropas montadas de auxilia extraitálicos, que, aun sin
esquemas tan fijos, se ordenaban al parecer bajo los mismos principios aliados, esto

40 Así, según J. KROMAYER - H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der

Griechen und Römer, Munich, 1928, 309; M. MARIN Y PEÑA, Instituciones militares

romanas, Madrid, 1956, 76. Para A. LANGEN, "Über die Heeresverpflegung der Römer

im letzten Jahrhundert der Republik", Progr. Brieg. I, 1878, 12; II, 1880, 19, después de

140 a. C. no hay trazas de caballería ciudadana. H. HARMAND, L'armée et le soldat à

Rome de 107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 39, por su parte, supone que Salustio,

bell. jugurth. 46, 7, podría ser la última mención de equites romani en la historia de la

República.

41 Veg. mil. 2, 14; Varro, I 1, 5, 91. F. LAMMERT, 'turma', RE VII A, cols. 1390 ss.; J.

KROMAYER - H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der Griechen und Römer,

Munich, 1928, 270; M. MARIN Y PEÑA, Instituciones militares romanas, Madrid, 1956,

229, 393; V. ILARI, Gli Italici nelle strutture militari romane, Milán, 1974, 138.

42 J. SUOLAHTI, The Junior Officiers of the Roman Army in the Republican Period. A

Study on Social Structure, Helsinki, 1955, 203; V. ILARI, Gli Italici nelle strutture militari

romane, Milán, 1974, 131.


es, en alae de trescientos jinetes, divididas en turmae de treinta. Pero se trataba de
tropas reclutadas sólo para una campaña determinada y licenciadas, por tanto, al final
de ella.

! Primero la reforma de Mario y, luego, las consecuencias de la guerra social


afectarían gravemente a este esquema. Si la reforma de Mario acabó, como vimos, con
la caballería ciudadana y trasladó el peso de las fuerzas montadas regularmente a los
socii, la concesión de la ciudadanía a éstos, como consecuencia de los decretos que
liquidaron la guerra social, terminó a su vez con la caballería aliada. Desde entonces, el
peso total de las tropas montadas recayó sobre elementos auxiliares extraitálicos, en
su mayoría númidas, hispanos y tracios. Pero estos jinetes, como las tropas auxiliares
de infantería, se agrupaban más por técnicas de combate que por esquemas fijos de
formación, y su montante era tan irregular como heterogéneas las fuentes y
procedimientos de leva. En consecuencia, la caballería sólo podía cumplir ya un papel
secundario en el ejército, mal ensamblado en las legiones y poco fiable en cuanto a
efectividad y lealtad, hasta las radicales reformas de César 43 .

La utilización de auxilia hispanos fuera de la Península: la turma Sallvitana.


! Esta digresión sobre las tropas montadas del ejército romano desde comienzos
del siglo I a. C. se justifica por la existencia, documentada epigráficamente (ILS 8888),
de un escuadrón de caballería, la turma Sallvitana, formada por jinetes hispanos,
procedentes de la región del Alto Ebro, que formó parte de las tropas que combatieron
del lado romano en el sitio de Ascoli, durante la guerra social, y es, al mismo tiempo, la
primera mención segura de mílites hispanos fuera de la Península al servicio de Roma,
naturalmente excluyendo las tradicionales tropas auxiliares mercenarias.

! Su interpretación no puede separarse del contexto histórico en que se encuadra.


Como es sabido, la rebelión de los aliados itálicos constituyó uno de los momentos más
difíciles de la República, ante el que Roma reaccionó poniendo en movimiento todos
los recursos de que pudo echar mano, sin excluir siquiera libertos y esclavos. Este
documento prueba que se recurrió también a las provincias y, má concretamente, a
jinetes ibéricos de una región, ciertamente romanizada, pero donde aún existían
tradiciones militares mucho tiempo ya desaparecidas en otras regiones hispanas como
la Turdetania.

43 J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 â 50 avant notre ère, París,

1967, 46; J.M. ROLDAN, Hispania y el ejército romano. Contribución a la historia social

de la España Antigua, Salamanca, 1974, 37.


! El documento de Ascoli 44 tiene el interés de ofrecer el raro ejemplo de un

44 Entre los principales trabajos sobre el epígrafe, G. GATTI, "Lamina di bronzo

con iscrizione riferibile alla guerra dei socii italici", Bull. Comm. Arch. Com. 36,

1909, 168 ss.; ID., "Un nuovo frammento del decreto di Gneo Pompeo Strabone

durante l'assedio di Ascoli", ibidem 38, 1911, 273 ss.; E. PAIS, "Il decreto di Gn.

Pompeo Strabone sulla cittadinanza romana dei cavalieri Ispani", Stud. Stor. Ant. Class.

II, 1909, 113 ss.; ID., "Il decreto di Gn. Pompeo Strabone sulla cittadinanzza romana dei

cavalieri Ispani", Dalle guerre puniche a Cesare Augusto, Roma, 1918, I, 169 ss.; II,

750; ID., "Nuove osservazioni a proposito del decreto di Gneo Pompeo Strabone sulla

cittadinanza romana dei cavalieri Ispani", Rend. R. Accad. Lincei V, 19, 1910, 72 ss.; G.

DE SANCTIS, "Note di epigrafia giuridica. I decreti di Cn. Pompeo Strabone", Atti R.

Accad. Sc. Torino 45, 1909-1910, 148 ss.; ID., "Ancora il decreto di Cn. Pompeo

Strabone", ibidem 46, 1910-1911, 727 ss.; G. H. STEVENSON, "Pompeius Strabo and

the Franchise Question", JRS 9, 95 ss.; C. CICHORIUS, "Das Offizierkorps einen

römischen Heeres aus dem Bundesgenossenkriege", Römische Studien, Leipzig, 1922,

130 ss.; M. GOMEZ MORENO, "Sobre los iberos: El bronce de Ascoli", Misceláneas

Historia, Arte, Arqueología. Primera parte: Antigüedad, Madrid, 1949, 233 ss.; U.

SCHMOLL, "Turma Sallvitana", Gotta 35, 1956, 304 ss.; J.M. ANDERSON, "Turma

Sallvitana. A Study in ancient iberi linguistic relationship and local substratum influence

on spanish dialects", NPh 57, 163; N. CRINITI, L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo

Strabone, Milán, 1970; H. B. MATTINGLY, "The consilium of Cn. Pompeius Strabo in 89

B.C.", Athenaeum 53, 1975, 262, ss.; J.M. ROLDAN, "Los reclutamientos romanos en
escuadrón montado auxiliar en un momento en que las difíciles circunstancias de la
guerra social impedían el recurso a la caballería regular aliada, que, en todo caso,
estaba llamada muy pronto a desaparecer. Esas circunstancias de la guerra son, pues,
las que otorgan a la turma un carácter de excepción que empuja a analizarla desde
múltiples aspectos.

! Ya, en principo, la guerra era excepcional y colocó al estado romano ante


problemas excepcionales en el apresurado reclutamiento de fuerzas que oponer al
formidable levantamiento aliado. A los aproximadamente cien mil hombres que el
ejército federal logró reunir, pudo enfrentar Roma catorce legiones que sus propios
ciudadanos, los aliados fieles del Lacio y las colonias italianas, contribuyeron a llenar.
Pero lógicamente los contingentes montados, cuyo peso el estado romano había
descargado completamente en los aliados, estaban ahora en el campo enemigo. Y,
aunque la táctica romana descansaba sobre la infantería pesada, esa superioridad
aliada en caballería hacía tanto más necesario encontrarle un sustituto, que sólo
podían llenar las provincias y, de ellas, con un papel destacado, Hispania.

! La conquista de Numancia, ejemplarizada en las fuentes romanas, ha afirmado


la equivocada impresión de una pacificación definitiva de la Meseta. En otro lugar
analizamos la situación de la Península entre la destrucción de Numancia y la acción
de Sertorio 45 , y las fuentes de documentación, aunque escasas, son suficientementee
claras para deducir el pobre resultado de la acción militar romana en la Celtiberia,
donde durante todo el período hay un estado permanente de guerra que incluye
derrotas romanas y victorias con suficiente entidad como para autorizar la celebración
de triunfos, lo que prueba un volumen respetable y no una simple acción policial de
represión de bandolerismo o de apaciguamiento social 46.
! Pero también es cierto que, tras Numancia, todo el valle del Ebro, que
precedentemente había sido considerado como glacis protector de las zonas
definitivamente pacificadas, se incluye tras 133 en la esfera de dominio provincial
propiamente dicho, con la sustitución de una política de pactos y de cierta autonomía
política por otra de sometimiento y administración directa. El convencimiento indígena,

45 J.M. ROLDAN, "De Numancia a Sertorio. Problemas de la romanización de

Hispania en la encrucijada de las guerras civiles", Studien zur antiken

Sozialgeschichte. Festschrift F. Vittinghoff, Colonia, 1980, 157 ss.

46 Apiano, iber. 99, 100; Livio per. 70; Frontino 1, 8, 5; 2, 10, 1; Obsequens a los

años 98, 97 y 94; acta triumph. CIL I2 1, 177.


por su parte, de una irreversible subordinación al estado romano abrió los cauces al
camino de la organización territorial por encima del simple sometimiento. Las energías
que el gobernador debía invertir en las fronteras del dominio provincial al frente de un
ejército se aplicaron ahora en parte a la modelación de una vida comunal sustentada
en un marco jurídico y administrativo. No habían cambiado los principios ni los recursos
que el gobernador romano podía ofrecer en la práctica del gobierno provincial, tan
pobres y limitados como en los primeros tiempos, pero sí, en cambio, la actitud
indígena sobre su imposición. Por debajo de la autoridad gubernamental, una gran
parte de las funciones de la administración provincial sólo podía sustentarse en la
autonomía comunal. En un ámbito espacial, ajeno al fenómeno urbano, la pacificación
abrió el camino de la urbanización, es decir, de la creación, por encima de las
estructuras tribales, de un núcleo urbano que sirviera de centro administrativo y en el
que pudieran centrarse las obligaciones y cargas impuestas por el estado romano a las
comunidades subordinadas 47.

! Pero en el nuevo marco de la civitas, ligado a un centro urbano, era necesario


un elemento indígena que aceptase las tareas de la administración en nombre y al
servicio de Roma. El camino había sido ensayado con éxito mucho antes en la propia
Italia y su puesta en práctica en Hispania tampoco fue muy distinta: consistió en la
confirmación a las aristocracias indígenas de sus privilegios económicos y sociales,
canalizados ahora al servicio de Roma. La voluntaria aceptación de esta tarea por parte
indígena proporcionó a los nuevos centros urbanos sus minorías rectoras, al tiempo

47 W. DAHLHEIM, Gewalt und Herrschaft. Das provinziale Herrschaftssystem der

römischen Republik, Berlín, 1977, 100 ss.


que en el recién creado marco de la ciudad, éstas emprendían un proceso de
romanización creciente 48 .

! El medio siglo entre la destrucción de Numancia y la aventura de Sertorio, por


desgracia tan oscuramente documentado, significa una época de reorganización que
se mueve en los raíles de estas directrices teóricamente fijadas. A los étnicos
generalizadores de suessetanos, sedetanos, ilergetes, vascones y celtíberos de la
conquista suceden los nombres de civitates, bien documentadas con carácter de tales,
de Salduie, Bilbilis, Calagurris, Segia, Contrebia..., que conocemos por monedas y por
documentos epigráficos tan singulares e interesantes como la Tabula Contrebiensis 49 y
el bronce de Asculum.

! La mensión en este último documento de treinta jinetes, con sus respectivos


nombres y étnicos de origen, encuadrados en una unidad de caballería, la turma
Sallvitana, que toma su denominación del centro de reclutamiento, ofrece, con datos
inapreciables para la historia militar, otros no menos importantes de carácter lingüístico,
etnográfico y cultural.

48 Diferentes aspectos de la rica problemática que el tema de la atracción de

las minorías rectoras indígenas al servicio de Roma plantea, en conexión con el

problema de la urbanización, han sido tratados por E. SCHÖNBAUER,

"Reichsrecht, Volkrecht und Provinzialrecht", ZRG 57, 1937, 309 ss.; E. BADIAN,

Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958; C.K. WARRINER, "Social Integration

and the nature of Urbanisation", en R.L. STAUBER (ed.), Approaches to the Study of

Urbanisation, Lawrence/Kansas, 1964, 94 ss.; P. GARNSEY, Social Status and Legal

Privilege in the Roman Empire, Oxford, 1970; P.A. BRUNT, "The Romanisation of the

Local Ruling Classes in the Roman Empire", en Assimilation et résistence à la culture

gréco-romaine dans le monde ancien, París, 1976, 161 ss.

49 G. FATAS, Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) II. Tabula Contrebiensis,

Zaragoza, 1980.
! Como es sabido, el apelativo Sallvitana que lleva la turma mencionada en el
bronce de Ascoli procede de Salduie, núcleo urbano de la tribu ibérica de los sedetanos
sobre la que Augusto fundaría la colonia de veteranos de Caesaraugusta. Como ha
mostrado Fatás 50 , Salduie era a comienzos del siglo I a.C. un importante centro
estratégico y administrativo romano, por su situación en el límite noroccidental de la
Sedetania, que era también el de la Iberia propia, frente a las tribus celtíberas, y
cabecera de una extensa comarca, a donde fueron a confluir los reclutas indígenas
solicitados por Roma a tribus y comunidades vecinas para sus necesidades bélicas, no
sólo como hasta ahora fundamentalmente contra otros pueblos peninsulares - no hay
que olvidare la sorda guerra que aún incendiaba la Celtiberia - sino, como en este caso,
para su utilización en Italia. Los lugares de procedencia de los soldados mencionados
en el documento así lo prueban, todos ellos situados en una amplia franja entre los
Pirineos centrales y el curso medio del Ebro. Están representados, entre otras, las
grandes tribus de los ilergetes, de cuyas ciudades Ilerda y Succosa procede la sexta
parte de los jinetes; de los vascones, con soldados de Segia e Ilurcis, y de los
sedetanos, con cuatro jinetes que encabezan la lista sin mención concreta de
procedencia por pertenecer a la propia Salduie.

! La mención de tres jinetes, los tres de Ilerda, con nombre latino, en una época
en que la concesión de derechos de ciudadanía era un instrumento diplomático
otorgado apenas a las elites indígenas 51 , así como la propia condición de jinetes, es
decir, de dueños de un caballo, de los componentes de la tropa, permite adivinar en el
reclutamiento un criterio social. El papel privilegiado del jinete en las sociedades
primitivas indígenas y la utilización del caballo como símbolo de riqueza abonan la
suposición de que los jinetes que tan valerosamente combatieron en Ascoli pertenecían
a la aristocracia indígena 52 . En este sentido, podría ponerse en relación este

50 G. FATAS, "Los sedetanos como instrumento de Roma", Homenaje a D. Pío

Beltrán, Anejos AEspA VII, 1974, 106 ss.

51 P. A. BRUNT, Italian Manpower, 225 B.C.-A.D. 14, Oxford, 1971, 204; A.N.

SHERWIN-WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 292.

52 P. LE ROUX, L'armée romaine et l'organisation des provinces ibériques d'Auguste à

l'invasion de 409, París, 1982, 39.


reclutamiento con un texto de Livio 53, referido a una época mucho más temprana, la de
la acción en la Citerior de Sempronio Graco, que exigió a la ciudad celtíbera de Certima
la entrega de cuarenta jinetes nobles, no a título de rehenes, sino para incorporarlos al
ejército como prenda de fidelidad de sus conciudadanos.

! Entre los muchos aspectos que podrían analizarse o recordarse con referencia
al bronce de Ascoli destacaremos sólo dos: el hecho de que el reclutamiento auxiliar
traduce por parte de los romanos una necesaria adaptación a las condiciones
indígenas y el recurso a una fórmula que se desarrollará en época imperial, el de la
conscripción territorial. La provincia era esencialmente, desde el punto de vista militar,
una fuente de reclutas disponibles. Sin una demanda sistemática, la presión de las
circunstancias ha jugado sin entrañar exigencias desmesuradas. Si hacemos excepción
de los mercenarios, los soldados de infantería y de caballería indígenas han sido
probablemente reclutados sobre la base de la organización social de las comunidades
solicitadas. Para Le Roux 54 , también la importancia de la caballería hispánica, que
refleja no sólo el bronce de Ascoli sino otras menciones literarias, responde al papel
privilegiado del jinete, cuyo puesto en la guerra remite a la jerarquía indígena. La
elección descansa, pues, sobre la aristocracia de los grupos dominantes; los equites de
la turma Sallvitana, sin duda, no eran los más humildes de sus respectivas ciudades.

! Hay otro elemento interesante en este tema del reclutamiento, el papel de la


autoridad romana encargada de realizarlos. Por una afortunada casualidad, otro
documento contemporáneo del bronce de Ascoli, que tiene también como protagonista
a Salduie, la Tabula Contrebiensis, sabemos que la autoridad provincial en el momento
de la leva era C. Valerio Flaco, cónsul en 93 y luego procónsul de la Citerior, donde
llevó a cabo campañas contra los celtíberos que, años más tarde, le reportaron el

53 Livio XL, 47: sestertium quater et viciens ab iis exactum, quadraginta nobiles

equites, nec obsidum nomine - nam militare iussi sunt - et tamen re ipsa ut pignus fidei

essent.

54 P. LE ROUX, L'armée romaine et l'organisation des provinces ibériques d'Auguste à

l'invasion de 409, París, 1982, 39.


triunfo 55 . Fatás 56 y Richardson 57 han seguido su actividad en Hispania y su relación
con el pleito que dirime la Tabula Contrebiensis. Llama la atención especialmente el
hecho de que Valerio Flaco interviene en el conflicto no como consecuencia de sus
conocimientos legales, sino como imperator, el responsable del mando militar en el
área, aclamado por sus victorias en el campo de batalla. Su intervención ha de
considerarse en un contexto militar. No se trata, como subraya Richardson,
simplemente de un oficial desinteresado, sino de un comandante romano relacionado
con potenciales adversarios en un asunto que afecta directamente a su fuerza política y
económica. El procónsul ejerce una actividad jurídica como un método más de control
de los habitantes de un área en la que se halla estacionado y en la que ha actuado
militarmente.

! Así, el papel del ejército en el desencadenamiento y desarrollo de la


transformación indígena muestra un nuevo ángulo de reflexión. La colonización, el
tributo, la justicia, se apoyan en el ejército, aunque no dependen de él solo.
Paralelamente, las tropas auxiliares, reclutadas regularmente y, en consecuencia,
profesionalizándose, concurren a la estabilización de la conquista. El reclutamiento
local de auxilia asocia la función militar y la función social del ejército en una
convergencia indispensable para el éxito de la empresa imperial. Los jinetes reclutados

55 Apiano, iber. 100; Granio Liciniano p. 31 (Flemisch). Sobre el personaje, T.R.S.

BROUGHTON, The magistrates of the Roman Republic, Ann Arbor, 19682, II 77 ss., E.

BADIAN, "Notes on provincial governors from the social war down to Sulla's victory",

The Proceedings of the African Class. Ass. 1, 1985, 1 ss.

56 G. FATAS, Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) II. Tabula Contrebiensis,

Zaragoza, 1980, 111 ss.

57 J.S. RICHARDSON, "The Tabula Contrebiensis: Roman Law in Spain in the

early first century B.C.", JRS 73, 1983, 33 ss.


en Salduie y otras levas en esta época, que conocemos por fuentes literarias 58 ,
testimonian la utilización por parte romana de indígenas que aún no han perdido sus
tradiciones guerreras, pero que se consideran parte de una estructura política superior
en la que desean integrarse y promocionarse como uno más de los muchos
mecanismos del complejo proceso de romanización que está transformando las
estructuras tradicionales indígenas, adaptándolas a las propias romanas. Es
significativo que Roma, en un momento de tensión límite como es el de la rebelión de
sus aliados itálicos o la subsiguiente guerra civil, encuentre una fuente de sustitución
en provinciales escogidos de áreas incluidas en la práctica administrativa imperial.

! De todos modos, el papel que la turma Sallvitana juega en la guerra social, por
encima del cometido normalmente asignado a los indígenas como simples auxiliares de
un ejército romano en campaña, para llenar el vacío de los aliados rebeldes en las
unidades regulares de caballería, representa posiblemente un ejemplo de la efímera
utilización de jinetes extraitálicos en cuerpos de caballería regulares que, tras la guerra
y la promoción jurídica de los itálicos, podrían haber sustituido a las alae equitum
aliadas. Pero el estado republicano, con la tradicional miopía y falta de sensibilidad
para la administración de un imperio que les resultaba demasiado grande, no supo
sacar las consecuencias lógicas y dejó a un individualista ambicioso, César, la iniciativa
de forjar con jinetes de origen provincial un instrumento que aplicaría precisamente a
destruir ese Estado 59 .

La concesión de la ciudadanía a auxilia por méritos de guerra.


! Para que César, sin embargo, se atreviera a lanzar un ejército sobre Italia e
impusiera su voluntad sobre el propio Estado faltaba todavía un largo camino, que
precisamente empieza en las circunstancias que rodean la guerra social y donde
Pompeyo Estrabón, el general que concedió a la turma la ciudadanía romana por
méritos de guerra, protagoniza algunos de los primeros pasos decisivos, que hay que
tener en consideración.

! En efecto, la plaza de Asculum se había convertido en la guerra contra los


aliados en la clave del frente septentrional. Pompeyo Estrabón consiguió hacerla caer
y, junto a sus ruinas, en los mismos campamentos levantados durante el asedio,
disponía Pompeyo, aclamado imperator por sus soldados, las recompensas para los
soldados distinguidos en la campaña y, entre ellos, el otorgamiento de la ciudadanía
romana a la turma de jinetes hispanos reclutada en Salduie.

58 Apiano, bell. civ. 1, 89.

59 M. RAMBAUD, "La cavalerie de César", Mél. Renard II, Bruselas, 1969, 650 ss.
! Las circunstancias de concesión de ciudadanía romana a la turma se explican
así satisfactoriamente; no, en cambio, la intencionalidad de Pompeyo en la utilización
de un expediente ciertamente aún inusual en el marco constitucional romano.

! Las concesiones honoríficas de ciudadanía romana a título individual, como


recompensa por servicios prestados al Estado, es una práctica relativamente reciente
en la Roma republicana 60 . Los primeros ejemplos se documentan en la segunda
guerra púnica - el siracusano Sosis, el ibero Moericus y el cartaginés Muthunes,
desertores del bando púnico 61 - y no parece pueda retraerse mucho más en el tiempo
este expediente que, en la situación límite de la guerra, tiene carácter de emergencia.

! Sólo con el establecimiento de una soberanía extraitálica mediante el gobierno


directo en las provincias, adquieren estas concesiones honoríficas su verdadera
importancia fuera de Italia, puesto que tales circunstancias aseguraban a los
beneficiarios ciertos privilegios en sus respectivos países de origen, al sustraerles a la
jurisdicción del gobernador romano. En todo caso, durante mucho tiempo fueron
consideradas como extraordinarias, y no en último grado por los problemas jurídicos
que comportaban, de acuerdo con el principio romano de que duarum civitium civis
noster esse iure civili nemo potest, puesto que el beneficiario de una concesión de
ciudadanía romana se colocaba en una forma de relación especial frente a Roma que,
al tiempo, debía dejarle el pleno goce de sus derechos de ciudadanía local.

! No es sorprendente, por ello, que los romanos, en época temprana, fueran


reluctantes en adoptar la noción de otorgamiento de la plena ciudadanía, con las
correspondientes consecuencias sociales y políticas, a extranjeros con residencia fuera
de su territorio, e incluso, cuando estas concesiones proliferaron, existieron durante
mucho tiempo problemas sobre el status preciso de estos extranjeros en relación con el

60 CH. GOODFELOW, Roman Citizenship, Bryn Mawr, 1935; A.N. SHERWIN-WHITE,

The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 291 ss.; A. GILBOA, Viritane Grants of

Citizenship, Jerusalén, 1958; E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford,

1958, 152; H. WOLFF, Civitas romana. Die römische Bürgerrechtspolitik vom

Bundesgenossenkrieg bis zur Constitutio Antoniniana I. Viritane Verleihungen, Colonia,

1980.

61 Livio XXVI 21, 11; XXVII 5, 7.


estado romano y con sus antiguas comunidades civiles. El pensamiento de
incompatibilidad de la ciudadanía romana con la de cualquier otra comunidad, que aún
está vigente en Cicerón 62 , sólo gradualmente fue abandonado en favor de la noción de
ciudadanía doble, en la que la ciudadanía romana se combinaba con una patria local
63.

! Más fuerte que la repugnancia romana o las dificultades jurídicas era el hecho
cierto de las ventajas que el status de ciudadano comportaba y, en consecuencia, la
aspiración de quienes no gozaban de él de adquirirlo. Así, el otorgamiento de
ciudadanía debió ser un eficaz instrumento para el estado romano de adquirir lealtades
y obtener servicios 64 .

Politización de las concesiones de ciudadanía.


! Pero al concepto abstracto de Estado se superponía el concreto del magistrado,
como portavoz y exponente del poder estatal, y, por ello, no podía dejar de surgir la
tendencia de que otorgante y beneficiarios se sintieran unidos en la concesión de la
ciudadanía por lazos personales, más allá o por encima del propio Estado. Estas
concesiones, por tanto, cayeron en la categoría de un beneficium, que comportaba
lazos de clientela, que, si no en sentido estricto, quedaban bien expresados por la
propia costumbre de que el nuevo ciudadano recibiera, como el esclavo liberado, el
praenomen y el nomen de su benefactor, conservando su antiguo nombre indígena
como cognomen.

! Fue Mario, en este como en otros aspectos fecundo innovador de una institución
tan esencial como el ejército, el primero que utilizó el otorgamiento de la ciudadanía
como instrumento de recompensa para elevar el tono de sus tropas: dos cohortes
umbrias de Camerinum - unos 1.200 soldados - recibieron del general popular la

62 Cicerón, pro Balbo, 28; pro Caecina, 100.

63 A.N. SHERWIN-WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 295.

64 E. KÜBLER, 'peregrinus', RE XIX, cols. 645 ss.; F. VITTINGHOFF, Römische

Kolonisation und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Wiesbaden, 1952, 13.
ciudadanía como premio por su valor durante la guerra cimbria 65 . Que el
procedimiento era desacostumbrado, si no inconstitucional, lo demuestra el hecho de
que a la acusación de haber obrado con este otorgamiento múltiple de forma ilegal,
contestó Mario con la irónica disculpa de no haber podido oir la ley con el ruido de las
armas 66 .

! Pero esta concesión múltiple de ciudadanía a aliados itálicos, en un momento en


el que por parte de las comunidades aliadas se hacía sentir cada vez de forma más
insistente la necesidad de igualación de derechos políticos con los ciudadanos
romanos, deja en la oscuridad las verdaderas intenciones de Mario, es decir, si el
general descubrió en el otorgamiento de la ciudadanía un simple medio de recompensa
militar, o lo consideraba como un expediente más para intentar la solución del problema
itálico.

! De todos modos, el suicida tratamiento, en la década de los 90, por parte de la


oligarquía romana, de la delicada cuestión de los aliados, desencadenó finalmente la
guerra. La terrible y virulenta rebelión itálica apoyaba, sin embargo, un objetivo tan
frágil como paradójico: destruir un estado por no poder integrarse en él. Bastó por ello
que, bajo la presión de las circunstancias, uno de los cónsules del 90, L. Julio César,
promulgara un decreto - la lex Iulia -, que otorgaba la ciudadanía a los latinos y
comunidades aliadas aún fieles que deseasen aceptarla, para que, de inmediato, se
redujese el número de los insurgentes.

! Esa misma ley debía contener una cláusula que autorizaba a los magistrados
cum imperio a conferir, con el concurso de su consilium, la ciudadanía a individuos
extranjeros. Al menos, esto es lo que parece desprenderse del documento de Ascoli, en

65 Cicerón, pro Balbo 20, 46; Val. Max. V 2, 8; Plutarco, mar. 28, 2; apopht. marii 202

D 5.

66 Val. Max. V 2, 8; Plutarco, mar. 28, 2.


el que se hace mención explícita a la lex Iulia 67. Pero lo importante es que sólo a partir
de la guerra social el derecho constitucional romano contempla la posibilidasd de
autorizar a magistrados con imperium a conceder la ciudadanía romana como
recompensa militar, y que el el caso más antiguo conocido -y quizás el primero también
- es el documentado por el bronce ascolitano.
Las "clientelas militares".
! El expediente utilizado por Estrabón en un momento crítico para reconocer y
premiar pública e inmediatamente la lealtad y el valor de extranjeros al servicio de las
armas romanas, será en adelante una práctica común, utilizada por los comandantes
romanos de la tardía república, que, en muchas ocasiones, han hecho uso de ella de
manera ilegal 68 . Porque, independientemente de su ratificación legal, estas
concesiones eran una magnífica oportunidad para crear y extender conexiones

67 No obstante, estas concesiones por valor militar parecen haber estado

contempladas en otra ley, promulgada un año después de la Iulia, probablemente

por plebiscito propuesto por el tribuno L. Calpurnio Pisón Frugi. Así al menos lo autoriza

a pensar un fragmento de Sisenna (120, Peter): milites, ut lex Calpurnia concesserat,

virtus ergo civitate donari. El desajuste que crea el testimonio de Sisenna y la mención

de la lex Iulia en el documento de Ascoli no pueden ser explicados satisfactoriamente.

Vid. las distintas opiniones de G.H. STEVENSON, "Pompeius Strabo and the Franchise

Question", JRS 9, 1919, 99 ss.; E. WIEHN, Die illegalen Heereskommanden in Rom bis

auf Caesar, Marburg, 1926, 64 s.; M. GELZER, "Cn. Pompeius Strabo und der Aufstieg

seines Sohnes Magnus", Kleine Schriften, Wiesbaden, 1963, II 118; A. N. SHERWIN-

WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 150 s.

68 Cicerón, pro Balbo 19.


personales a las provincias, en una época en la que las clientelas comenzaban a ser un
factor de creciente importancia en la complicada política interior romana 69.

! El decreto de Estrabón viene a ser así no sólo término de una trayectoria, que se
reconoce ahora legal, sino también punto de partida de un fenómeno mucho más
preocupante y decisivo en la historia de la tardía república, la concentración de poder
personal, de la que la creación de ejércitos personales es sólo el primer paso en una
trayectoria política que alcanza su punto culminante en la generación siguiente,
precisamente con el hijo del general que protagoniza el decreto de Ascoli, Pompeyo el
Grande 70 .
! La reforma de Mario contribuyó a desarrollar una nueva relación de
interdependencia entre el comandante y sus tropas, múltiple y compleja, en ocasiones
descrita como "clientela militar", aunque más propiamente habría que considerarla
como un pacto de mutuo interés. Desde que las legiones se abren a un extenso
número de voluntarios proletarios, que esperan conseguir mediante el servicio militar
un cierto grado de bienestar y seguridad personal, el papel del comandante adquiere
una nueva significación. Puesto que los soldados naturalmente prefieren servir bajo el
mando de generales afortunados, que llenen generosamente sus deseos de
enriquecimiento, surge una dura competencia en el seno de la oligarquía dirigente por
conseguir mandos lucrativos en las provincias, donde más fácilmente es posible
satisfacer las aspiraciones de las tropas y, en consecuencia, asegurar su lealtad.

69 E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958, especialmente cap. XI,

252 ss.

70 Sobre los ejércitos personales, entre otros, A.V. PREMERSTEIN, Von Werden

und Wesen des Prinzipats, Munich, 1937, 23 ss.; E. GABBA, "Ricerche sull'esercito

professionale da Mario ad Augusto", Athenaeum 29, 1961, 171 ss.; P. DE FRANCISCI,

Arcana Imperii III, Milán, 1948, 233 ss.; J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de

107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 442 ss.; V. GIUFFRE, Aspetti costituzionali dei

potere dei militari nella tarda repubblica romana, Nápoles, 1973; N. ROULAND,

"Armées personelles et relations clientelaires au dernier siècle de la République",

Labeo 25, 1979, 16 ss.


Porque, sin duda, el aspecto más significativo de la reforma de Mario es la
transferencia de la lealtad militar desde el gobierno constitucional a los respectivos
comandantes, que pueden así imponerse al propio gobierno. Sin embargo, esta lealtad
tiene unos fuertes límites, ya que está sólo sostenida por el interés material de los
soldados y, por ello, puede cambiar fácilmente o ser sometida a toda clase de
chantajes. El motín y la deserción se convierten así en instrumentos de una fuerza que,
independizada del Gobierno, se va desarrollando de forma autónoma, sometida sólo a
sus propios deseos 71 .

! El enorme peligro que este potencial incontrolado encerraba para la estabilidad


del Estado necesitaba ciertamente unas condiciones límite para manifestarse,
condiciones que desgraciadamente hizo posibles la guerra social. Porque la guerra ha
servido de ocasión para que, no mucho después de la reforma militar de Mario, una
serie de aristócratas con intereses personales ambiciosos se haya visto al frente de un
ejército que las nuevas condiciones de servicio hacían posible modelar como
instrumento personal de presión para una futura inversión en la vida pública. Pero esta
misma multiplicidad de comandantes y ejércitos, sus ambiciones coincidentes en el
mismo objetivo y el choque de estas ambiciones con el interés del Estado y con la
dirección de la política gubernamental eran presupuestos más que suficientes para
precipitar la guerra civil. Quizás aún faltaba un ingrediente, que la rebelión aliada
ofreció de manera bien generosa: la repugnancia instintiva a derramamientos de
sangre hermana, a enfrentamientos fratricidas, fue vencida en los numerosos
encuentros armados de romanos e itálicos, que, si desde dos siglos antes habían
luchado codo con codo en los mismos objetivos y bajo las mismas enseñas, ahora, en
campos enemigos, aprendieron a levantar la espada contra antiguos amigos, aliados y
compañeros de armas.

! Difícilmente se puede reconocer a un político la gratuidad de una acción que


comporte un beneficio cualquiera, puesto que la capitalización es la más elemental de

71 W.G. MESSER, "Mutiny in the Roman Army. The Republic", ClPh 15, 1920, 158

ss.; J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París,

1967, 272 ss.; E.H. ERDMANN, Die Rolle des Heeres in der Zeit von Marius bis

Caesar. Militärische und politische Probleme einer Berufsarmee, Neustadt/Aisch, 1972;

H. AIGNER, Die Soldaten als Machtfaktor in der ausgehenden römischen Republik,

Innsbruck, 1974; E. GABBA, Le rivolte militari romane dal IV secolo a. C. ad Augusto,

Florencia, 1975.
las normas que rigen en el juego. Es bajo esta premisa, reconocida por otra parte de
forma unánime en la investigación, bajo la que hay que considerar los privilegios
concedidos por Estrabón a la turma hispana. Lo que, en cambio, resulta menos
evidente es la capitalización política concreta en la que Estrabón pretendía invertir su
concesión. Generalmente se ha supuesto que la intención de Pompeyo, por encima del
hecho cierto de premiar el valor de un escuadrón de caballería de su ejército, era la de
afirmar su clientela extraitálica en la península Ibérica, que contaba con unas raíces
plantadas por otros miembros de la gens 72 .

! Si ciertamente existen signos de estas "clientelas provinciales" ya desde mitad


del siglo II 73 , su importancia militar y política no puede ser demostrada de forma
decisiva hasta la guerra civil que comienza en 88. Cualquier tipo de concesión
extranjera adquiere desde entonces una nueva importancia como depósito de poder
militar, susceptible de ser usado por individualistas ambiciosos contra el estado
romano. Para Badian, la consecuencia combinada de la profesionalización del ejército y
de la guerra social han desarrollado una nueva clientela militar, que naturalmente
emerge como arma decisiva en las luchas internas por el poder político. Pero sólo con
la guerra civil, que sobreviene de inmediato, la nueva arma estaba lista para ser
utilizada sin limitaciones de patriotismo o geografía.

! La importancia militar y política de las clientelas provinciales comienza así a


demostrarse de forma decisiva con la crisis desatada por el golpe de estado de Sila.
Cualquier tipo de conexión provincial adquiere desde ahora una nueva importancia
como depósitos frente al estado romano. Con la clientela provincial, se intenta
consciente y sistemáticamente la adquisición de poder e influencia personal en suelo
provincial a través de los beneficios del patrono hacia el individuo o la comunidad
incluida en su fides: promulgación de leyes, repartos de tierras, solución de conflictos
internos y, especialmente y sobre todo, concesión de la ciudadanía romana. El bronce
de Ascoli nos da el primer ejemplo de una práctica que conducirá a la ruina de la
República. La promoción social y legal de tropas por parte de un general era un
magnífico medio para ganar lealtades personales y de ampliar la clientela militar,
precisamente con soldados procedentes de territorios provinciales especialmente
interesantes por sus reservas materiales y humanas.

72 Así, por ejemplo, N. CRINITI, L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone,

Milán, 1970, 184 s.

73 E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958, 263.


! Pero la lealtad a un comandante por encima de la debida al Estado denuncia el
carácter de los ejércitos que se gestan en la guerra social, a los que difícilmente puede
dejar de calificarse de mercenarios, no tanto por un servicio regularmente remunerado,
como por sus tendencias venales 74 . Si es evidente el objetivo al que ciertos
aristócratas destinaban fuerzas militares, cuya lealtad había sido comprada por
diferentes expedientes, no lo es menos el límite impuesto por los soldados a esa misma
lealtad, sujeta en última instancia al mejor postor.

! Este carácter venal no tenía por qué traducirse necesariamente en un beneficio


material inmediato. La aristocracia, de cuyas filas se nutren invariablemente los
individualistas que se enfrentan al Gobierno, tenían en sus manos buen número de
medios para atraer voluntades. Por encima del soborno personal o de las promesas de
botín en campaña estaban los fuertes lazos de dependencia personal en los que se
apoyaba la sociedad romana, lazos susceptibles de ampliarse indefinidamente 75 .

! Y en la extensión de estos lazos, en un momento y en una coyuntura bien


determinada, es donde se inserta el decreto de Estrabón en beneficio de la turma
Sallvitana. La decisión ad hoc de un general en campaña sobre tropas a su mando, a
las que se promociona social y legalmente, era un magnífico medio de ampliación de
clientes. Y además de un medio, podía ser un ejemplo que despertase en una buena
parte de esas tropas - los auxiliares extraitálicos - la esperanza de acceder a la misma
categoría jurídica de sus compañeros premiados a través del servicio al caudillo. Y ello,
en un político que contaba con el ejército para cumplir sus ambiciones personales, era
una buena razón para hacer uso de este instrumento.

74 J.A. BARTHELMESS, The Sullan Senate and the Army, Ann Arbor, 1978, passim.

75 Sobre el tema, N. ROULAND, Pouvoir politique et dépendence personelle dans

l'Antiquité romaine, Bruselas, 1979.


LA GUERRA SERTORIANA

! Las posibilidades que incluía un instrumento así en el caldo de cultivo de una


república, marcada por el signo de una múltiple crisis, habían de materializarse pronto
de forma trágica en la rápida sucesión de acontecimientos que sacuden al estado
romano en los años ochenta del siglo I a. C. No es este el lugar para volver a
considerarlos, pero sí interesa destacar que, en esos acontecimientos, la península
Ibérica jugará un destacado papel como consecuencia de la elección que de ella hará
uno de los protagonistas de la crisis - Sertorio - para, desde ella y con los medios que
sus tierras y sus hombres podían proporcionarle, intentar la aventura del poder76 .
! Para nuestro tema, la presencia de Sertorio en Hispania es de una importancia
fundamental por múltiples razones. No es sólo que el caudillo sabino haya buscado y

76 Es muy abundante la literatura sobre la figura de Sertorio, su obra y

significación, en muchos casos, partidista. Positivamente lo valoran TH.

MOMMSEN, Historia de Roma V: La monarquía militar, ed. española, Aguilar, Madrid,

19605, 538 ss.; A. SCHULTEN, Sertorio, Barcelona, 1949 (ed. orig. Leipzig, 1926); W.

SCHNUR, Sallust als Historiker, 1934, 238 ss.; V. EHERENBERG, en Ost und West,

1935, 196 ss.; R. GARDNER, en Cambridge Ancient History VIII, 376 ss. (ed. ital. Il

Saggiatore, Milán); F. TAEGER, Das Altertum 23, 1942, 324 ss. Aspectos negativos

sostienen, entre otros, V. IHNE, Römische Geschichte, Leipzig, 1886, VI, 31-33; 38-40;

H. BERVE, "Sertorius", Hermes 64, 1929, 199 ss.; J. CARCOPINO, Julio César. El

proceso clásico de la concentración de poder, Madrid, 1974, 28 ss. Otros autores,

como P. TREVES, "Sertorio", Athenaeum N.S. 10, 1932, 127 ss.; E. KORNEMANN,

Römische Geschichte I, 1941, 541 ss.; A. PIGANIOL, La conquête romaine, París,

19675, 466 ss., intentan comprenderlo equilibradamente. Vid. también W. STAHL, De

bello sertoriano, Erlangen, 1907; L. WICKERT, "Sertorius", en Rastlosen Schaffen,

Homenaje a F. Lammert, 1954, 97 ss.; E. GABBA, "L'origini della guerra sociale e la vita

politica romana dopo l'89", Athenaeum 29, 1951, especialmente el cap. IX: La

questione sertoriana. Aspectos más parciales tratan M. GELZER, "Hat Sertorius in

seinem Vertrag mit Mithridates die Provinz Asia abgetragen?", Phil. Wochenschrift 52,

1932, 1129 ss.; E. CAVAIGNAC, "Métellus contre Hirtuleius", REA 30, 1928, 97 ss.; W.

H. BENNET, "The Death of Sertorius and the Coin", Historia 10, 1961, 459 ss.; B,.
encontrado sus recursos bélicos entre los hispanos y, con ellos, se haya enfrentado al
gobierno romano. Es también que, por vez primera, Hispania se incluye en la crisis de
la República, con sus hombres, no como un elemento pasivo, utilizado desde las
instancias del poder, sino como parte activa, en la que, en el juego de las ambiciones y
de las luchas políticas, existe una toma de partido por una u otra opción. Pero también
hay que tener en cuenta las consecuencias que para la Península tendrá el desarrollo
de la guerra sertoriana en sus tierras, que la convierten en un factor clave para el
posterior discurso de la crisis, en la forma límite de guerra civil, de la que será uno de
sus principales escenarios.

! En la aventura hispana de Q. Sertorio, perteneciente al partido popular, es


protagonista, como decimos, además del propio Sertorio, la península Ibérica, en su
paisaje, escenario de violentos combates, y en sus hombres, que ofrecieron al proscrito
los medios para resistir con fortuna contra las fuerzas enviadas de Roma para
aniquilarlo.

! Sertorio no es hispano y, si analizamos críticamente los hechos, podría afirmarse


que, en su concepción política, Hispania jamás representó algo más que un punto de
apoyo, producto de las circunstancias, y nunca una idea central de separatismo
antirromano. El aventurero sabino es, ante todo, un hijo de su época y, como tal,
inmerso een una serie de condicionamientos políticos y sociales, extraído de los cuales
perdería todo su significado. Más que contemplar a Sertorio como un auténtico patriota,
como un traidor a su patria o como un aventurero, conviene recalcar el hecho de que
toda la obra de Sertorio está dirigida a desafiar la legitimidad del gobierno optimate
romano. No de otra manera hay que entender la aventura: su causa son las
proscripciones de Sila; su meta, el derrocamiento del Gobierno como tal y no, como lo
consideraban los puntos de vista nacionalistas del XIX, una traición a la patria.

! Pero independientemente de su justificación política, Sertorio merece la atención


por sus cualidades militares y es en esta faceta en donde hay que subrayar el papel
que, con el aventurero, juega la península Ibérica. Para Apiano, se trataría del primer
general de su tiempo, y los celtíberos lo llamaban "Aníbal" por su rapidez. Coinciden en
el juicio otros autores, como Plutarco, César e incluso Livio. Esta fama como general se
apoya indudablemente en sus dotes de organización y de táctica, ya que los medios de
que disponía contra las tropas regulares romanas eran numéricamente mucho menos
eficaces, a pesar de lo cual, aprovechando tanto el terreno como las posibilidades
indígenas, pudo burlar durante ocho años a bien pertrechadas legiones bajo dos
probados generales: Metelo y Pompeyo. La táctica utilizada por Sertorio debía ser
naturalmente la guerra de guerrillas, aprovechando el conocimiento del terreno, la
mayor movilidad de sus tropas y cualquier tipo de estratagemas, y rehuyendo, como es
lógico, los encuentros abiertos en campos de batalla que sus oponentes trataban de
provocar y que, al producirse, comienzan a apagar la buena estrella del proscrito. Y por
lo que hace a su organización militar, supo aprovechar las inagotables reservas de una
población autóctona naturalmente guerrera, tanto en mentalidad, convenciéndola de las
metas de la guerra, como en táctica, armándola a la manera romana y dándole el
sentido de la disciplina y las virtudes que habían hecho de las legiones el instrumento
bélico más eficaz de la época. Pero, al propio tiempo, trató de aprovechar el modo de
guerrear indígena, que a la larga era el único con posibilidades de éxito en esta
identificación del hombre al terreno, que dificultaba el despliegue de recursos de las
legiones.

Hispania entre la destrucción de Numancia y Sertorio.


! La primera cuestión que se plantea es por qué Hispania. Entre la destrucción de
Numancia y la acción de Sertorio, las escasas fuentes de documentación sobre la
Península son, sin embargo, suficientemente claras para deducir el pobre resultado de
la acción militar romana en la Celtiberia y Lusitania, alcanzado en los años anteriores.
La novedad más importante es que los territorios, que, precedentemente, habían sido
considerados como glacis extraprovincial, son incluidos, tras 133, en la esfera de
dominio romano propiamente dicho, con la sustitución de la política de pactos y de
autonomía política por otra de sometimiento y administración directa. En cualquier
caso, es indiscutible que, con sus limitaciones, el simple esfuerzo militar, decenio tras
decenio, aleja cada vez más hacia occidente la tensión propia de un estado de guerra,
con lo que se acelera, en un ambiente más normalizado, el proceso de romanización
en los ámbitos provinciales ya pacificados de antiguo, cuyos resultados hemos de
basar en apenas media docena de datos que nos documentan sobre aspectos muy
distintos y muy discutibles del mismo.

! Sabemos por Estrabón 77 que Cecilio Metelo, tras la conquista de las Baleares
en 123-122, fundó dos establecimientos en Mallorca, Palma y Pollentia, con tres mil
colonos sacados de entre los romanos de Iberia. Este dato ha dado pie a la suposición
de un respetable volumen de emigrantes en la Península para el último cuarto del siglo
II 78 . Pero si tenemos en cuenta la imposibilidad de una masiva colonización agrícola,
hasta el punto de permitir extenderla a las Baleares, y la aún más difícil posibilidad de

77 Estrabón III 5, 1.

78 Así, E. WILSON, Emigration from Italy in the Republican Age of Rome, Manchester,

1966, 22; E. GABBA, Esercito e società nella tarda repubblica romana, Florencia, 1973,

292; contra, P. A. BRUNT, Italian Manpower, 225 B.C. - A.D. 14, Oxford, 1971, 218, n. 3;

R.C. KNAPP, Aspects of the Roman Experience in Iberia, 206-100 B.C., Vitoria, 1977,

137.
interpretar las fundaciones como asentamientos de veteranos 79 , el dato sólo puede ser
reducido a las justas proporciones de interpretar los "rhomaîoi" de Estrabón - que toma
sus datos de Posidonio - en el término general de portadores de una cultura romana.
En la segunda mitad del siglo II a. C., hay que considerar como tales en la Península,
además de los itálicos que permanecen tras el servicio militar, a los hybridae e
indígenas de los centros urbanos romanos o romanizados como Carteia, Carthago
nova, Tarraco o Corduba.

! En cuanto a la concesión de la ciudadanía que documenta el bronce de Ascoli,


ya analizado, y su alcance en cuanto a la romanización, parece que hay que
considerarlo más como una excepción que como una regla. Viene a indicar que la
región de procedencia de los jinetes, el valle medio del Ebro, incluida desde antiguo en
la zona de dominio provincial, aún mantenía viva una tradición guerrera y estructuras
indígenas propias. No mucho después, en 82, conocemos también la presencia de
jinetes celtíberos en el ejército de Mario y Carbón 80 , reclutados, en condiciones
similares, en una región sobre cuyo estadio de romanización no cabe duda cuando, por
la misma época, el pretor Valerio Flaco aún los combatía en sus territorios de origen81.

79 A. GARCIA Y BELLIDO, "Las colonias romanas de Hispania", AHDE 29, 1959,

457, las compara con las deducciones de Ampurias e Italica, pero no conocemos

ninguna otra colonia de veteranos antes de las colonizaciones marianas, y, como

arguye R. C. KNAPP, Aspects of the Roman Experience in Iberia, 206-100 B.C., Vitoria,

1977, 137, en esta época, el legionario es un soldado agricultor que posee tierra en

Italia y espera su licenciamiento para volver a ella, y no para asentarse en una lejana

provincia.

80 Apiano, b. c. I, 89.

81 Gran. Licin. p. 31 Flemisch.


! En cambio, podríamos deducir una situación distinta en la Ulterior, limitándola,
eso sí, a muy concretas regiones, del episodio, narrado por Plutarco 82 con tintes
novelescos, sobre la huida de Licinio Craso a Hispania para encontrar refugio en las
tierras costeras de Vibio Paquiano, probablemente un rico hispaniense. Es un ejemplo
de la elección de la península Ibérica como meta de refugiados políticos, tanto
populares, como Junio Bruto 83 y, más tarde, Sertorio, como silanos. El enfrentamiento
civil en el que desemboca finalmente la crisis de la República a comienzos de los
ochenta, arroja de Roma, ante la perspectiva de perder la vida, a cientos de políticos de
causa perdida. Hispania, sin duda, no es un destino al azar, sino un punto de atracción
como lugar de exilio por sus condiciones político-sociales, asimilables, en zonas
concretas, a las propias de Italia, pero, al mismo tiempo, inmenso campo colonial
abierto a un robustecimiento, tanto por sus riquezas materiales como por la posibilidad
de reclutamiento de soldados con los que volver a emprender la lucha, como muestra
el episodio de Craso (Plutarco, crass. 4), que, refugiado en la Bética, armó a dos mil
quinientos hispanos. Es realmente paradójico, pero no por ello menos cierto, que el
espacio de una administración estéril y sin iniciativas en cuanto a la integración de las
provincias de Hispania, sea, en parte, llenado como consecuencia de una situación
anormal cual es la decantación límite en enfrentamiento armado a que se ve abocada
la crisis política republicana.

! El parco material con el que contamos contiene de todos modos los elementos
precisos para dudar razonablemente del alcance de la romanización, no ya sólo en los
territorios incorporados a las provincias romanas tras Numancia, sino incluso en las ya
pacificadas anteriormente, y desautorizan la hipotética excepcionalidad, en ocasiones
señalada, de un aporte de elementos que sólo se producen posteriormente, como las
concesiones de ciudadanía, urbanización y extensión de la colonización itálica. La
imagen compleja que permiten adivinar las fuentes presenta una serie de situaciones
escalonadas, de la costa al interior, en cuanto al grado de romanización: los resultados
más maduros los ofrece la costa mediterránea y su inmediato hinterland, así como
zonas concretas del valle del Guadalquivir, en donde, a la tradicional incidencia de una
emigración itálica limitada, tanto militar, como civil, atraída por las ventajas económicas

82 Plutarco, crass. 4-6.

83 Gran. Licin. p. 16 Flemisch; Apiano, iber. 60.


derivadas de la explotación del subsuelo, agricultura, comercio y banca 84 , se añade
ahora otra política, de incalculable importancia para su reducido volumen, puesto que
interesa e inserta a la población indígena en problemas específicamente romanos. En
un grado menor, la costa catalana y el bajo valle del Ebro, en la Citerior; la Beturia y el
Algarve portugués, en la Ulterior, definitivamente pacificados, inician una romanización
como consecuencia de la acción normalizadora de la administración, pero con una
mayor pervivencia de las anteriores estructuras indígenas, en parte, tribales.
Finalmente, la Meseta, del Guadiana al Tajo con el valle del Duero, apenas si se puede
considerar precariamente sometida, sin la presencia de elementos estimulantes para
una transformación de sus bases socioeconómicas tradicionales.

! Los mediocres resultados de unos métodos rutinarios de administración, sin


fantasía política, encauzados en los raíles de su propia inercia, se verán, sin embargo,
acelerados como consecuencia de esta excepcionalidad a que se ve sometida la vida
provincial, arrastrada, en principio pasivamente, en el torbellino de la crisis de la
república romana. Los tímidos inicios de esta inclusión, constatables en la presencia de
emigrados políticos en los albores del siglo I, se ampliarán con la acción de Sertorio,
para continuar ininterrumpidamente in crescendo hasta la propia agonía de la
República.

Los hispani en la guerrra sertoriana.


! Independientemente de las condiciones objetivas que concurrían para
considerar Hispania como meta idónea desde donde plantear una lucha contra el
gobierno optimate romano, la elección de la Península por Sertorio como base de
operaciones fue consecuencia de su nombramiento como propretor de la Hispania
Citerior en 83. Sertorio ya conocía Hispania, donde había servido como quaestor en el
90, a las órdenes de Tito Didio, y cuando se preparaba para asumir su cargo, la victoria
de Sila condujo a su destitución y al nombramiento, en su lugar, de un optimate. Desde
este momento Sertorio se convierte en el rebelde que, desgajado de su partido,
asumirá la responsabilidad de dirigir la lucha contra el dictador.

! Conocida su destitución, Sertorio apresuró su entrada en la Península para


ganar por la mano a su sustituto. Tras comprar a las tribus cerretanas del Perthus el
derecho de paso por los Pirineos, Sertorio inició sus tareas de gobierno, al decir de
Plutarco, con caracteres magnánimos y afables, pero, claro está, apoyado en el ejército
de que disponía. La atracción de los indígenas la logró Sertorio, de nuevo según
Plutarco, por tres caminos principales: la afabilidad en el trato con las clases dirigentes,
el alivio en la percepción de tributos y, lo que es más importante, el levantamiento de la
pesada carga que significaba el alojamiento de los soldados en las poblaciones,

84 Ver últimamente sobre el tema, M. A. MARIN, Emigración, colonización y

municipalización en la Hispania republicana, Granada, 1988.


decisión en la que influyó, sin duda, en gran parte el episodio del que fue protagonista
durante su etapa de quaestor en Castulo, en donde las tropas alojadas habían sido
pasadas a cuchillo 85 . Pero, aparte de su actuación con los indígenas, según Plutarco,
consiguió la paz, en el territorio bajo su control, armando a los romanos allí
domiciliados.

! Es verdaderamente lamentable la falta de información con que chocamos


continuamente al intentar conocer el trasfondo que se oculta tras estos datos simples
de historia militar y táctica. Es así, porque querríamos saber la distribución de estos
romanos en el territorio, su concreta procedencia tanto territorial como social, sus
relaciones con los indígenas, el modo de aglutinación urbana y sus ocupaciones. Pero
hemos de contentarnos con generalizar viendo en ellos a antiguos soldados ya
licenciados, asentados en parcelas de tierra cultivable a lo largo del medio y bajo Ebro.
Plutarco es el que nos proporciona de nuevo el número de estos soldados, nueve mil
en total.

! De todos modos, el control de Hispania iba a durar poco. En 81, el envío de


fuerzas por el dictador Sila, al mando de Annio Fusco, le obligó a embarcarse para
buscar fortuna en otros escenarios: sólo tras una serie de aventuras en tierras de
Mauritania y después de tomar contacto con rebeldes lusitanos, que le ofrecieron el
caudillaje para su lucha contra Roma, regresó a la Península en la primavera del 80.

! La etapa mauritana de Sertorio, simplemente anecdótica en su trayectoria


histórica, nos interesa sin embargo porque aporta alguna luz sobre el tema de la
utilización de hispanos en el ejército. Al parecer, los indígenas de Tánger se habían
rebelado contra su rey, Ascalis, vasallo del rey de Mauritania. Sertorio entró en trato
con los indígenas, a los que incluyó en su ejército, y con ellos venció a la guarnición
romana, mandada por Pacciano, que Sila había enviado en socorro del reyezuelo.
Según B. Scardigli 86 , existen fuertes razones para sospechar que el Pacciano a quien
vence Sertorio y cuyos restos de ejército anexiona, podría haber sido enviado por Sila
desde la península Ibérica. Puede suponerse que Pacciano, cuyo nombre tiene
muchas probabilidades de ser hispano, ocupaba alguna función en la provincia de
Hispania Ulterior, claramente filosilana, y, dada la vecindad de la Ulterior con el extremo
occidente de la Mauritania, es muy posible que Pacciano hubiese arribado a Mauritania
para ayudar a Ascalis desde la provincia hispana. El propio ejército habría sido
reclutado en la Península con hispanienses. El envío de este ejército se comprende si
pensamos que la revuelta de los mauritanos contra Ascalis es una insurrección interna

85 Plutarco, sert. 3.

86 B. SCARDIGLI, "Sertorio: problemi cronologici", Athenaeum 49, 1971, 229 ss.


en la que interviene Sila para evitar las posibles consecuencias que podrían resultar
para la zona y, especialmente, para la provincia romana más próxima, Hispania, sobre
todo desde el momento en que se supo la participación en ella de Sertorio. Ante la
urgencia, es lógico que Sila enviara ayuda desde el punto más cercano, y de ahí la
llegada de Pacciano y del ejército hispano, ya que otras tropas romanas que estuvieran
dispuestas en sus cercanías no podían acudir en ayuda del reyezuelo.

! La anexión de los restos del ejército de Pacciano, si admitimos su procedencia


hispana, pudo ser una razón de peso en la puesta de miras en la Península. Pero
queda el problema de la forma en que los lusitanos pensaron en Sertorio como caudillo
y el modo en que tomaron contacto con él.

! No puede dudarse de la estrecha relación, presente en toda la Antigüedad, entre


el norte de Africa y la península Ibérica y, más concretamente, de la Lusitania
meridional, cuyos habitantes sabemos que habían extendido sus incursiones al otro
lado del estrecho en épocas anteriores. No es, pues, improbable que los lusitanos
supieran pronto de la presencia de Sertorio y de la ayuda que éste estaba prestando a
los indígenas insurgentes contra un gobierno apoyado por Roma. Para los lusitanos,
Sertorio no era otra cosa que un "condottiero" dispuesto a luchar bajo cualquier
bandera si conseguía ser convencido con unas condiciones ventajosas. Por otro lado,
sabemos, por el período anterior, de la continua resistencia a la dominación romana por
parte de los lusitanos y de lo reciente y precario de la última pacificación. El
ofrecimiento, pues, a Sertorio es perfectamente lógico en la perspectiva de la lucha por
la independencia de las tribus lusitanas. Pero, en el lado contrario, por parte de
Sertorio, no hay duda de que los lusitanos sólo representan un medio, una plataforma
para conseguir sus fines. Jamás pudo pasar por la cabeza de Sertorio convertirse sin
más en el cabecilla de una lucha de independencia contra Roma, que en sí misma
justificara la acción. Para Sertorio había en este ofrecimiento dos claras ventajas: la
primera, rehacer y aun ampliar su ejército con la inclusión de indígenas lusitanos; en
segundo lugar, actuar con probabilidades de éxito en la lucha contra el gobierno
dictatorial, como auténtico representante de un partido político que pretendía recuperar
el poder en Roma. La prueba manifiesta de estas intenciones, que echan por tierra este
carácter de independencia y de hipotético estado hispanorromano con base lusitana, es
el hecho de que, una vez cumplidos los fines de robustecimiento de sus fuerzas,
ampliadas con base romana gracias a los restos del ejército de Lépido, conducidos por
Perpenna, Sertorio abandona la Lusitania a sus lugartenientes para siempre y se
instala en la Hispania Citerior, en el valle del Ebro y la costa levantina, donde sí se
daban los presupuestos humanos para estos planes políticos populares de base
auténticamente romana. Sólo en zonas romanizadas y con ciudadanos romanos
comenzará sus experimentos políticos - nombramiento de magistrados y creación de
un "antisenado" - que faltan en absoluto en la etapa lusitana.

! Para nuestro tema, en esta primera etapa lusitana, interesa saber que Sertorio
logró de los indígenas una confianza ciega y, con su conocida flexibilidad y espíritu de
adaptación, hizo de su pequeño ejército, si se le compara con las fuerzas enviadas
para combatirle, un instrumento eficaz a través de una mezcla, totalmente heterodoxa,
pero efectiva, de tácticas indígenas, excelentes en la guerra de guerrillas, y disciplina
romana.

! En el 77, tras dos años de guerra, Sertorio había logrado liberar Lusitania y
neutralizado las armas romanas, obligándolas a la defensiva, y decidió entonces
dirigirse con sus tropas al valle del Ebro, donde se asentó sólidamente, acuartelando su
ejército junto a Castra Aelia, ciudad no claramente ubicada, que Schulten coloca en la
desembocadura del Jalón. Allí se le unieron las tropas de M. Perpenna, vencidas en
Italia. Era el momento de reorganizar sus fuerzas, y a esta tarea dedicó Sertorio el
invierno del 77. Livio describe la extraordinaria actividad desplegada por el caudillo
sabino en los preparativos de la guerra: fabricación de armas, entrenamiento de los
reclutas, propaganda bélica ante los representantes de las ciudades indígenas. Las
circunstancias hicieron de Sertorio en este aspecto puramente bélico y táctico un genial
precursor de los dos más grandes organizadores del ejército romano: César y Augusto.
Ni las circunstancias, ni la cantidad de fuerzas, aconsejaban prolongar la guerra de
guerrillas que Sertorio había utilizado en Lusitania. Había que organizar un ejército
romano en su armamento y táctica, ya que no en sus efectivos. Y Sertorio se aplicó a
entrenar a aquellos indígenas en la disciplina, base de la eficacia romana.
! Si es cierto, como relata Plutarco, que hubo de hacer concesiones a la
ingenuidad indígena, permitiendo y fomentando, dentro de la severidad y de la
homogeneidad del uniforme e insignias militares romanas, el innato gusto barroco de
los hispanos, no puede concluirse por ello, como hace Berve, que Sertorio actuara
como un caudillo antirromano, despreciando o, al menos, demostrando absoluto
desinterés por las formas romanas y evidenciando con ello su postura, no contra el
gobierno romano, sino contra la propia Roma. Está claro que se trataba de un modo de
dulcificar las ajenas costumbres y dura disciplina que, a partir de ahora, exigirá Sertorio
a sus aliados indígenas.

! Interesa en este punto echar una ojeada a las disponibilidades de Sertorio en


cuanto a territorio controlado y recursos humanos para profundizar algo más en esta
participación hispana en la guerra y en sus motivaciones.

! Sertorio contaba por completo, como sabemos, con el territorio lusitano: había
sido su primer campo de operaciones y, tras el éxito sobre Metelo, podía considerarse
fuera del dominio gubernamental, ya que incluso las bases fuertes levantadas por
Metelo, como el campamento junto al actual Cáceres, fueron destruidos, como prueban
los restos arqueológicos. El Guadiana en su curso medio e inferior marcaría
aproximadamente el límite de la zona liberada y de la provincia Ulterior, fiel al Gobierno.
Por el norte, Sertorio contaba también con la Celtiberia, después de someter las pocas
ciudades que prefirieron permanecer neutrales o enemigas, como Caracca y Contrebia.
La Celtiberia proporcionó a Sertorio gran parte de sus recursos humanos, y se hicieron
famosas por su fidelidad algunas de sus comunidades, que incluso continuaron
resistiendo tras la muerte del caudillo, como Uxama, Clunia y Calagurris. El núcleo del
imperio sertoriano, sin embargo, no hay duda de que lo constituía el amplio territorio del
valle del Ebro, especialmente la orilla septentrional y su prolongación hacia los
Pirineos: aquí estaba situada Osca, la capital de Sertorio, Ilerda, Bilbilis,
Calagurris...Por último, en la costa, Valentia y Dianium servían de arsenales y bases de
operaciones en el levante ibérico.

! El territorio por donde se extendía la influencia de Sertorio agrupaba una


heterogénea población, cuyos lazos con el caudillo debieron ser de signos muy
distintos, siempre sobre la base de una total entrega. En primer lugar, la Lusitania
apenas había sido incluida dentro de las fronteras romanas, ya que las campañas
llevadas a cabo en el período anterior pueden considerarse más de represalia y
exploración que de definitiva conquista; los núcleos urbanos eran de base totalmente
indígena, y los distintos grupos étnicos y organizaciones sociales, en cuanto se
anclaron a la aventura de Sertorio, lo hicieron probablemente sobre la base de
mantener su independencia, utilizando para ello las dotes de un nuevo dirigente.

! Más hacia el este, en la Meseta, los pueblos celtíberos y los vacceos


meridionales contaban ya con una larga tradición de relaciones con los romanos, pero
también hasta muy recientemente estas relaciones habían sido de signo negativo,
basadas en las expediciones y campañas bélicas romanas de sometimiento. El
territorio, sin embargo, en este caso, estaba ya incluido dentro de las fronteras de la
Hispania Citerior, y de algún modo debían haber comenzado un nuevo tipo de
relaciones basadas en lazos más fructíferos que los del simple enfrentamiento.
Sabemos que en el período anterior muchos núcleos habían sido desmantelados,
otros, creados de nueva factura, para obligar a los indígenas a una nueva forma de
vida, de algún modo, bajo módulos romanos. Quizás actuó en la decisión de unirse a
Sertorio un espíritu aún de rebeldía y liberación similar al lusitano, aunque no podemos
descartar, al menos para el núcleo de la Celtiberia, metas más acordes con su larga
tradición de súbditos del estado romano. Nos referimos a la frase, recogida por Livio,
del interés que la provincia debía demostrar en abrazar el partido de Sertorio. Aquí no
se trata de propuestas liberadoras o de tinte nacionalista, sino de interesar a los
provinciales en su causa para ayudarle a alcanzar el poder en Roma, conscientes de
que su suerte variaría favorablemente bajo el nuevo gobierno, pero dentro de los
límites del imperio romano. En cualquier caso, tanto a unos como a otros, lusitanos
como celtíberos, Sertorio trató de unirlos a su causa utilizando lazos sagrados, de vieja
tradición indígena, que los romanos conocían bien y que tenían un fuerte arraigo en la
Península. Se trata de la devotio ibérica, institución bien documentada en la Antigüedad
hispana, de cuyos fuertes lazos de fidelidad personal hasta la muerte tenemos
abundantes ejemplos en las fuentes griegas y romanas que se refieren a Hispania.

! Todavía más hacia el este, en el valle del Ebro y la costa levantina, la población
indígena había estado sometida a más de un siglo de influencia continua romana,
aumentada en este caso por los fuertes contingentes militares y civiles procedentes de
la península Itálica que habían fijado definitivamente su residencia en la provincia
hispana. Si Sertorio asentó aquí su base de operaciones y trató de llevar la lucha a este
escenario, no es producto de una casualidad, sino de un plan bien estudiado. Sólo
conocemos para esta época dos núcleos de derecho privilegiado enclavados en su
territorio, Ilerda, colonia latina ya antes del 89, y Valentia, todavía seguramente colonia
latina, aunque posteriormente, antes del 60, alcanzara el privilegio romano. Pero esto
no excluye que otras muchas ciudades contaran con una fuerte base humana itálica,
que había transformado o estaba en vías de modificar el contexto económico-social de
la región. El tema ha sido extensamente expuesto por Gabba 87 , que demuestra con
datos cómo esta presencia de elementos romanos e itálicos explica la profunda
romanización del valle del Ebro a partir de finales del siglo II, así como las causas de
esta extensa emigración. Gabba aún intenta precisar el origen regional de estos
emigrantes: de acuerdo con las investigaciones lingüísticas de Menéndez Pidal, está
clara la presencia en el valle del Ebro de fenómenos lingüísticos que corresponden a
otros propios de la zona osco-umbra de la Italia centro-meridional. Osca sería el centro
de estos elementos procedentes de regiones de Italia con dialecto osco-umbro, aunque
no esté demasiado clara la hipótesis de derivación del nombre de la ciudad a partir de
los oscos, como sostiene Menéndez Pidal. La extensión de esta investigación a la
prosopografía hispana de época preaugústea lleva a la conclusión segura de que la
mayoría de los elementos que se instalan en el noroeste de la península Ibérica no son
propiamente romanos, sino itálicos, hecho en el que debió influir de forma fundamental
la propia composición de los ejércitos presentes en la Península, con una proporción
mayor de socii o aliados itálicos que de auténticos romanos.

! Esta composición étnica de los elementos "hispanienses", es decir, no


indígenas, asentados de forma estable en Hispania, habrían de jugar un papel decisivo
en la aventura de Sertorio. El desarrollo de la lucha indica una total adhesión de la zona
a Sertorio, y Gabba, recogiendo una vieja idea de Piganiol, concluye que esta adhesión
no es otra que la de los elementos itálicos, asentados en Hispania, a un caudillo
"itálico", que, en los epígonos de la guerra social, continúa levantando la bandera
contra Roma y por la liberación de Italia del yugo romano. Sertorio habría sido, pues,
de acuerdo con su origen sabino, el último caudillo itálico, y su lucha, el último reflejo
de la guerra social, aplastada apenas unos años antes por Sila.

! No creemos absolutamente certera la explicación de ambos historiadores,


aunque en gran parte su planteamiento es válido. En efecto, la colonización del
noroeste peninsular es en gran medida itálica y no romana, pero Sertorio no puede
considerarse simplemente como caudillo itálico, luchador de causas perdidas. El
problema itálico, tras las leyes Plautia-Papiria y las posteriores reformas llevadas a
cabo durante el consulado de Cinna y respetadas luego en la constitución de Sila,
había perdido toda su vigencia: Italia se había incorporado al estado romano. Lo que no
pudo tener arreglo tan sencillo fueron las consecuencias de la guerra: muchos itálicos
habían sido despojados de sus tierras en beneficio de los veteranos del dictador. Este
problema económico y no político fue el que mantuvo a los itálicos en el partido
popular, encabezado primero por Mario y Cinna, luego por Lépido y ahora, en Hispania,

87 E. GABBA, "Le origini della guerra sociale e la vita politica romana dopo l'89

a. C.", Athenaeum N.S. 32, 1954, 41-114; 295-345.


por Sertorio. La adhesión a Sertorio de los hispanienses no es otra cosa que la
identificación de amplias capas de la población ítalo-romana con el partido popular y
con su programa de derrocamiento de la dictadura de Sila y luego del gobierno
oligárquico postsilano, pero nunca de un romántico separatismo que ya unos años
antes había sido definitivamentee enterrado. Con ello, las guerras de Sertorio en la
Península alcanzan una nueva dimensión porque son al mismo tiempo la primera
expresión, documentada y de vasto alcance, del traslado de los problemas político-
sociales de la crisis romana al campo provincial, y de la participación activa y
consciente de los provinciales en estos problemas, participación que no sólo no cesará,
sino que incluso será aumentada a lo largo de los años hasta llegar a la guerra civil
entre César y Pompeyo, que, como veremos, tendrá uno de sus teatros decisivos en la
Península.

! Hacemos hincapié en esta nueva perspectiva porque esta adhesión de los


hispanos del valle del Ebro y Levante al ideal sertoriano contó, sin duda, con una
oposición entre los propios hispanos de otras zonas, fieles al gobierno senatorial. Entre
los indicios que dan pie a esta suposición está el probable origen hispaniense, ya
señalado, de Pacciano y del ejército enviado por Sila para acudir en ayuda de Ascalis
de Tánger contra los insurrectos mauritanos conducidos por Sertorio. Pero más que
ésto, al fin y al cabo contestable, es reveladora la posición mantenida por la Hispania
Ulterior durante la guerra. La posterior Bética será, a lo largo de ella, base de
aprovisionamiento y cuartel general de Metelo, y en ella jamás intentó Sertorio probar
fortuna, consciente de la inutilidad de la empresa. Salustio, Plutarco y Valerio Máximo
describen con lujo de detalles el recibimiento apoteósico tributado a Metelo por las
ciudades de la Ulterior a su regreso de la campaña del 74, y también es digno de tener
en cuenta el terror suscitado en la provincia, en el 80, ante el anuncio del desembarco
de Sertorio. Es evidente, pues, que en la Ulterior, la región más rica y romanizada de
Hispania, el gobierno optimate pisaba con pie firme, quizá como consecuencia de una
colonización de signo distinto a la nordoriental, con mayor predominio de romanos. Es
sintomático en este sentido que Tarraco, uno de los centros más frecuentados por
ciudadanos romanos, dada la existencia de un conventus, haya sido una de las últimas
ciudades en ceder a Sertorio, aun estando situada en su zona de influencia, lo mismo
que Sagunto, que, a pesar de estar enclavada cerca de Valentia, bastión sertoriano,
permaneció aliada al gobierno de Roma, dadas las viejas relaciones de la ciudad con el
gobierno senatorial.

! Pero fue no sólo la Ulterior el centro de la resistencia contra Sertorio. En otros


territorios de la Península el ejército senatorial contó con el apoyo indígena. Por Livio,
frag. XCI, sabemos que los berones y autrigones solicitaron la ayuda de Pompeyo para
resistir a Sertorio y le proporcionaron guías. Otros enemigos del caudillo sabino, de
acuerdo con las fuentes (Apiano, b. c. 109; Plutarco, sert. 18), fueron los bursaones,
cascantinos y graccurritanos, así como, en Levante, la ciudad de Lauro.

! Es evidente, en muchas de estas toma de partido, que no era tanto una


identificación con intereses romanos, lo que llevaba a las comunidades indígenas a
inclinarse por uno u otro bando, sino que intervenían, como antes, las tradicionales
rivalidades hispanas, que conocemos desde los propios inicios de la conquista. Y, si en
un principio, razones coyunturales hicieron que la Península se convirtiera en el
escenario de un conflicto civil - la lucha deseperada contra Sila de elementos populares
-, la participación de los indígenas, de grado o por fuerza y por razones en muchos
casos ajenas a la esencia del conflicto, convirtió la lucha contra Sertorio por parte de
las fuerzas senatoriales y, sobre todo, con Pompeyo, en una auténtica guerra exterior,
en una de las últimas fases de la larga conquista del territorio celtíbero-lusitano. Como
ha observado García Morá 88 , es ahora cuando Hispania es efectivamente conquistada
y cuando, por vez primera, las armas romanas llevan "lo romano" hasta lo más
profundo de la sociedad indígena. Ya no quedan poblaciones en la Península que no
hayan contactado con Roma tras el paso de Sertorio, incluidos vascones, cántabros y
astures.

! Pero también, con Sertorio, se produce la introducción masiva de elementos


"bárbaros" en las filas del ejército romano. Por razones coyunturales, los ejércitos
romanos que luchan en Hispania se ven obligados a usar de todos los recursos
posibles, y el traslado de los conflictos civiles, de los que la guerra sertoriana es el
primer ejemplo, fuera de Italia hacen necesaria la búsqueda de cualquier medio para
aumentar los recursos bélicos de los correspondientes caudillos. Los veinte años que
discurren entre el final de la guerra sertoriana y el comienzo de la guerra civil entre
César y Pompeyo son precisamente aquellos en los que va cristalizando la enorme
serie de contradicciones y problemas de la República hacia la única solución posible: el
enfrentamiento armado, donde las provincias por sus reservas materiales y humanas
son una pieza fundamental.

LA GUERRA CIVIL

88 F. GARCIA MORA, Quinto Sertorio. Roma, Granada, 1991.


Hispania en vísperas de la guerra civil.
! En el caso concreto de la península Ibérica, en el momento histórico anterior a la
rotura de hostilidades entre César y Pompeyo, su territorio había experimentado activa
y pasivamente unos fuertes impulsos que la convertían en la más importante de las
provincias en cuanto a material humano utilizable como elemento militar y, por tanto, de
peso en la decisión armada que se avecinaba. Pero esta importancia aún se veía
aumentada por los fabulosos recursos materiales que podían ser movilizados,
juntamente con un gran despliegue de ventajas políticas y estratégicas, producto de la
situación del momento, que la hacían punto clave en el inclinar de la balanza hacia uno
u otro bando.

! El mismo César, b. c. I, 29, 3, nos da las razones de su decisión de comenzar la


lucha por el Imperio precisamente a partir de la Península: Interea veterem exercitum
duas Hispanias confirmari, quarum erat altera maximis beneficiis Pompei devincta,
auxilia, equitatum parari, Galliam, Italiamque temptari se absente nolebat 89 . Es decir,
los puntos que trataba de evitar eran los siguientes:

- la afirmación tanto del ejército veterano como de las dos provincias hispanas a
Pompeyo, una de las cuales - la Citerior -estaba muy ligada a él.

- el ofrecer al bando pompeyano la ocasión de proporcionarse contingentes de tropas


auxiliares y caballería.

- la posibilidad de que, a partir de Hispania , Pompeyo intentaría la conquista de la


Galia e Italia.

! Como es sabido, Hispania, desde el primer momento de su toma de contacto


con Roma, recibió una fuerza armada que continuó sin interrupción a lo largo de toda la
República, por las especiales condiciones de conquista que sólo en la Península se
daban. En el año 71 a. C., una vez liquidado el problema de Sertorio, el enorme ejército
que habían acaudillado Metelo y Pompeyo marchó de Hispania. Este debía

89 Cf. Caes., b. c. II, 18, 7: ...tamen constituerat nullam partem belli in Hispanias

relinquere, quod magna esse Pompei beneficia et magnas clientelas in citeriore

provincia sciebat.
componerse de unas trece o catorce legiones, a las que habían de añadirse las cinco
que actuaban bajo Perpenna 90 .

! Sin embargo, la Península no pudo dejarse desguarnecida, como parece


desprenderse de las fuentes 91 , puesto que, en los años sucesivos, de forma indirecta,
sabemos que se luchaba en ella. Así, M. Pupio Pisón triunfaba ex Hispania en 69 92 y,
aún, un año antes quizás, haya que inferirlo del legado de Pompeyo, Afranio. Aunque
nada es es posible asegurar, cabe pensar que se trataría de operaciones de limpieza y
represalia contra los celtíberos, aún rebeldes tras la muerte de Sertorio y Perpenna 93 .
A estas operaciones y antes del 55, año en que Hispania fue atribuida a Pompeyo, hay
que añadir el ejército de Cn. Pisón en la Citerior para el año 65, donde se incluían
jinetes indígenas que, por cierto, lo mataron 94 ; el del propio César, durante su
propretura en la Ulterior, sobre el que nos detendremos más abajo 95 , y el de Metelo
Nepote, en 56-55, que combatió en la Citerior contra los vacceos, contra los que

90 P. A. BRUNT, Italian Manpower (221 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, 470 s. y tabla,

pág. 449.

91 Salustio, hist. IV, 49; Apiano, b. c. I, 121.

92 Ascon. in Pison. 62; T. R. S. BROUGTHON, The Magistrates of the Roman

Republic, American Philological Association, 1951-52, 130, núm. 133.

93 Fontes Hispaniae Antiquae V, 3; P.A. BRUNT, Italian Manpower (225 B.B. - A.D.

14), Oxford, 1971, 471.

94 Salustio, cat. 19, 21.

95 Plutarco, caes. 12.


precisamente sufrió una grave derrota al intentar sitiar Clunia 96 . Dos conclusiones
pueden sacarse de estos datos: una, que en 71 había quedado un ejército, tras la
partida de Metelo y Pompeyo con el grueso de las tropas. Este ejército debía estar
compuesto de dos legiones para cada una de las provincias, como había sido la regla
para los años anteriores a la guerra sertoriana 97 , puesto que César, al ocupar su
propretura, encontró dos legiones en la Ulterior, a la que, como veremos, añadiría otra
indígena; Metelo, por su carácter de consular, habría de tener también dos en la
Citerior y, especialmente, porque, al comenzar su proconsulado, Pompeyo encontró en
ambas Hispanias cuatro legiones 98.

! En segundo lugar, de los datos expuestos, queda bien claro que la situación en
Hispania exigía estas tropas y que no permanecían inactivas. Conocemos en parte, y
en parte podemos suponer, el escenario en que se movía este ejército. Los años
inmediatamente siguientes a la destrucción de Sertorio debieron ser empleados en
restablecer la situación por la fuerza en los territorios donde el caudillo había contado
con mayores simpatías y apoyos, es decir, entre los celtíberos. En los años sucesivos,
sin embargo, los esfuerzos armados se dirigen contra los lusitanos en la Ulterior y
contra los vacceos en la Citerior. En el primer caso, es César el encargado de conducir
las tropas. Desgraciadamente, las fuentes, partidarias unas y enemigas otras de César,
no permiten alcanzar una absoluta claridad sobre los motivos en la campaña de 61-60.
Para Apiano, iber. 102; b. c. 28, César, ambicioso general, más que prudente
administrador, en la gestión de su cargo habría abandonado la administración por los
más fáciles y provechosos laureles de las armas, sometiendo de este modo a "Hispania
entera". Este es el punto de vista de Dión Casio 99 , aunque este autor precisa el ámbito
en el que se movió César, el territorio montañoso de la sierra de la Estrella (mons
Herminius), donde siempre se habían refugiado los lusitanos más belicosos, confiados
en la naturaleza agreste, y la región situada al otro lado del Duero, el territoio galaico,

96 Cass. Dio 39, 54.

97 R.E. SMITH, Service in the Post-Marian Army, Manchester, 19612, 21; P.A. BRUNT,

Italian Manpower (221 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, 471 s.

98 Plutarco, pomp. 52.

99 Cass. Dio, 37, 52 ss.


donde ya se había movido anteriormente Bruto Galaico 100 . Para Suetonio, caes. 18,
sin embargo, César actuó a instancias de los propios provinciales, que sufrirían por las
incursiones de los lusitanos, cosa por otra parte bastante verosímil, de acuerdo con
otras fuentes que nos informan sobre frecuentes razzias sobre la Bética 101 .

! Para su campaña César contaba con las dos legiones acantonadas en la


Ulterior, a las que añadió una tercera, reclutada en la propia Península 102 . Se trataría
del primer ejemplo de leva legionaria entre ciudadanos romanos no itálicos.
Desgraciadamente, no sabemos el posterior destino de esta legión, ya que, puesto que
Pompeyo encontró al recibir Hispania cuatro, para entonces debió haber sido
licenciada. No se trata, desde luego, de la legio Vernacula tan activa en las guerras
civiles, puesto que, de haber sido reclutada por César, habría demostrado sus
preferencias por él desde el primer momento. Cabe, por tanto, pensar que, reclutada en
61, sería licenciada seis años después, en 54.

! Por lo que respecta a las operaciones en la Citerior, tienen por escenario la


región vaccea. Esta había prestado apoyo a Sertorio 103 , y uno de sus principales
núcleos, Pallantia, fue liberado por él al ser atacado por Pompeyo en 74 104 . En 56, los

100 Apiano, iber. 73-75; Strab. p. 152; Liv. perioc. 55-56; Flor. I, 33, 12...Vid. Fontes

Hispaniae Antiquae IV 135-140.

101 A. GARCIA Y BELLIDO, Bandas y guerrillas en las luchas contra Roma, Madrid,

1945; ID., Hispania 5, 1945, 547 ss.

102 Plutarco, caes. 12.

103 Livio, frag. libr. 91.

104 Apiano, b. c. I, 112.


vacceos se habían levantado en armas arrastrando a otras tribus 105 . La campaña
contra ellos de Metelo Nepote, que culminó en el asedio de Clunia, debió ser, en parte,
un fracaso 106 . Podemos suponer que las legiones sufrirían importantes pérdidas y
que, de cualquier modo, al recibir Pompeyo Hispania, el grave problema quedaba
latente, lo que aconsejaba el mantenimiento de fuerzas armadas.

! Si nos hemos explayado algo extensamente en estos años anteriores al


otorgamiento del gobierno de Hispania a Pompeyo, ha sido para hacer resaltar que la
Península no podía considerarse en estos momentos como pacificada y, por tanto,
pensar superflua la presencia en ella de un ejército importante, tal como,
tendenciosamente, César trató de demostrar en su alocución al entregado ejército de
Afranio y Petreyo 107 .

! En el año 55, la ley Trebonia asigna ambas Hispanias a Pompeyo con cuatro
legiones, es decir, las fuerzas con que regularmente contaba la Península desde fechas
anteriores 108 , pero la fuente añade que a ellas aumentó aún otras dos, quitándoselas a
César, que las necesitaba para la guerra de las Galias. Brunt 109 ha demostrado

105 Cass. Dio 39, 54.

106 F. WATTENBERG, La región vaccea, Madrid, 1959, 42 ss.

107 Caes., b. c. I, 85, 6 s.: neque enim sex legiones alia de causa missas in

Hispaniam septimamque ibi conscriptam, neque tot tantasque classis paratas neque

submissos duces rei militaris peritos: nihil horum ad pacandas Hispanias, nihil ad usum

provinciae provissumque propter diuturnitate, pacis nullum auxilium desiderarit.

108 Plutarco, pomp. 52.

109 P. A. BRUNT, Italian Manpower (225 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, 472 y

addenda, 714.
recientemente que Plutarco en esta noticia ha sido víctima de una confusión que
invalida sus datos. Por un lado, es poco probable que la lex Trebonia concediera a
Pompeyo sólo cuatro legiones, cuando César contaba en 55 con seis, a las que
añadiría aún dos más en 54-53, y Craso no tenía menos de ocho; de otra parte, según
Dión Cassio, 3, 33, 2, la ley que presentó C. Trebonio disponía que se diese a
Pompeyo el gobierno de Hispania con las tropas que él pidiese, dando como justa
razón el que en la Península se habían producido algunas sublevaciones. Esta razón
era aún más evidente si pensamos que, al menos las tropas de la Citerior, tras la
desafortunada campaña de Nepote, no debían tener completos sus cuadros. Además,
Pompeyo no privó a César de dos legiones, sino sólo de una, reclutada poco antes, en
54-53 110. Seguramente Plutarco ha trasladado a una fecha anterior el hecho de que, al
romperse las hostilidades entre César y Pompeyo, éste contaba en Hispania con seis
legiones, además de la Vernacula. Así pues, lo más lógico es pensar que, a las cuatro
legiones existentes a la llegada de los legados de Pompeyo, Afranio, Petreyo y Varrón,
éstos añadieron dos más, traídas de Italia, al mismo tiempo que completaban aquéllas
y reclutaban una nueva, ésta entre los elementos romanos asentados en Hispania.

! De forma indirecta sabemos, por un lado, que este ejército, al estallar las
hostilidades, era, al menos en parte, el mismo del año 55; de otra, que no había
permanecido inactivo en este lapso de tiempo, por lo que eran justos los temores de
César, al dar un gran valor a los soldados veteranos y además acostumbrados al país y
sus tácticas, que lo convertían en un peligroso enemigo. Ello se desprende en primer
lugar del epíteto vetus dado por César al ejército pompeyano 111 ; en el bellum
alexandrinum 112 , la legio II Pompeiana y la Vernacula son señaladas como veteranas
multisque proeliis expertas legiones, y aún el propio César 113 valora la táctica, ajena a

110 Caes., b. g. VI, 1; VIII, 54.

111 Caes., b. c. I, 29.

112 Bell. alex. 61, 1.

113 Caes., b. c. I, 44, 2: cum Lusitanis reliquisque barbaris [continenter bellum

gerentes barbaro] quodam genere pugnae adsuefacti; quod fere fit, quibus quisque in

locis miles inveteraverit, ut multum earum regionum consuetudine moveatur.


la acostumbrada legionaria, de maniobrar atacando y retirándose sin orden, al modo de
las guerrillas, aprendida de los lusitanos cuando habían luchado contra ellos.

! En correspondencia con la situación existente a la llegada de los legados de


Pompeyo, hemos de pensar que las campañas contra los indígenas corresponderían a
los puntos que ya antes habían presentado problemas, de acuerdo con los cuales fue
dividido el ejército: un frente en la Meseta norte contra los vacceos y otras tribus
limítrofes; un segundo contra los lusitanos, y el tercero, más que frente,
acantonamiento de protección en la zona más importante y al mismo tiempo más
romanizada, la Bética, confiados respectivamente a Petreyo, Afranio y Varrón, con dos
legiones para cada uno 114. Varrón añadiría, con las ricas reservas humanas de la
Península, una legión más a sus efectivos, aunque, dada la situación crítica en la
Citerior, cedería una de ellas a Afranio y Petreyo 115 . Todavía los efectivos quedarán
reforzados por una ingente cantidad de auxiliares, reclutados entre los indígenas, que

114 Caes. b. c. I, 38, 1 s.

115 Caes., b. c. I, 38, 1 s.; cf. II, 18, 1; I, 85, 6. Precisamente esta división de objetivos

será el primer precedente conocido de la posterior división de Hispania en tres

provincias, llevada a cabo por Augusto hacia el 16 a. C., aconsejable según la situación

militar, económica y cultural de la Península, en la que destaca especialmente el relieve

dado a la región occidental, hasta entonces perteneciente a la Ulterior, pero

completamente distinta al valle del Guadalquivir por sus condiciones naturales y

humanas, es decir, el país de lusitanos y vettones, al que aún en esta época queda

añadida la zona del Duero y el Océano (Gallaecia), que, posteriormente, pasará a la

Citerior, cuando sólo quede como frente de lucha contra los indígenas el norte de la

Península (galaicos, astures y cántabros).


examinaremos con más detalle abajo 116 . Se trata de otro de los puntos que César
consideraba explícitamente como motivo de su venida a Hispania.

Las clientelas peninsulares de César y Pompeyo.


! En cuanto a la última de las razones de César, la relativa al temor de que
Pompeyo duas Hispanias conifrmari, quarum erat altera maximi beneficiis Pompei
devincta, es en ella donde se inserta el papel que el múltiple proceso de romanización
juega en las guerras civiles. Hispania constituía indudablemente un puntal necesario,
sin cuyo control no era posible pensar en conseguir la supremacía del Imperio. No se
trata en este caso ni de la presencia en la Península de un ejército, ni de la posibilidad
de conseguir tropas auxiliares en ella, puesto que ambos puntos aparecen
explícitamente expuestos. Era además necesario conseguir un ánimo favorable, una
toma de partido entre los elementos de la población civil, ciudadanos romanos o
indígenas peregrinos, que apoyaran con sus recursos materiales y con su volumen
humano las pretensiones al poder de uno u otro caudillo. Y es en esta pretensión donde
queda clara y fundamentada la importancia relevante que adquiere Hispania en las
guerras civiles, una importancia no simplemente pasiva como fuente casi inagotable de
recursos, sino activa, como factor capaz por sí mismo de inclinar la balanza hacia uno u
otro bando. De ahí los esfuerzos, tanto de César como de Pompeyo, para atraerla a su
favor en el despliegue de una política de beneficios y de atadura de lazos personales,
que había sido emprendida mucho antes de la llegada de una solución armada y que
no se abandonará una vez decidida la contienda. Esta política puede definirse con un
solo término: clientela, el fundamento de la sociedad romana a finales de la República.

! Generalmente se suele destacar la expansión de la clientela provincial en


Hispania por lo que respecta a Pompeyo, olvidando la labor realizada en este sentido
por César en las dos gestiones de cargos anteriores a la guerra civil. Sin embargo, las
propias fuentes y el posterior desarrollo de los acontecimientos prueban que la
influencia política de ambos caudillos en Hispania contaba con raíces profundas
parangonables entre sí.

! Comencemos por Pompeyo. La influencia del princeps del Senado en la


Península era una herencia cimentada en la obra de su padre en la época de la guerra
social. Ya hemos visto como Pompeyo Estrabón había concedido la ciudadanía
romana, como mínimo, a una turma de jinetes españoles que habían combatido
valientemente en Ascoli. Pero esta herencia había sido más intensamente
fundamentada y ampliada en el tiempo que Pompeyo pasó en Hispania como general
encargado de la represión de Sertorio y llevada a cabo mediante la concesión de

116 Caes. b. c. I, 38, 3.


derechos de ciudadanía 117 , la fundación de ciudades 118 y los pactos de clientela,
patrocinium, praesidium, amicitia, hospitium, que tenían por base el mutuo respeto al
concepto de fides, tanto con personajes o comunidades indígenas como con muchos
de los colonos itálicos o descendientes de itálicos establecidos en Hispania 119 . Estas
relaciones habían tenido por escenario especialmente la Citerior, y de ahí que César
recalque la ventajosa situación de Pompeyo en esta provincia, y su profundo
enraizamiento en la población indígena no desaparecerá ni siquiera con la muerte del
patrón. Los pompeyanos tras Ilerda no tienen dificultad en volver a atraer gran parte de
Hispania a su causa 120 , y es conocida la sacrificada entrega y lealtad de celtíberos y
lusitanos a los hijos de Pompeyo 121.

117 Cic. pro balb.6; 51.

118 Como Pompaelo, Estrabón III 4, 10.

119 Ascon. 92 con Cass. Dio 36, 44, 5. Caes. b. c. II 18, 7. El patrocinio de

Pompeyo explica la enorme cantidad de colonos itálicos establecidos en Hispania que

forman parte de sus legiones, quizás un tercio de las mismas. Cf. Caes. b. c. I 86 s.

120 Si bien gran parte de culpa en esta defección la tuvo el lugarteniente de

César, Casio Longino, por su arrogante comportamiento y sus exigencias. Casio

ya había estado antes en la Península como quaestor a las órdenes de Pompeyo

(bell. alex. 48, 1; 50, 1; Cass. Dio 41, 24, 2; Cic. ad Att. 6, 6, 5), donde precisamente

por su mal trato a los indígenas sufrió un atentado.

121 Apiano b. c. II 87; bell. hisp. 35 ss.; Oros. 6, 16, 6; Val. Max. 9, 2, 4; Cass. Dio 45,

10, 1; Estrabón p. 161; Flor. II 13, 87; Apiano b. c. 5, 143...


! Pero por todo esto no hemos de considerar que César era en Hispania un
desconocido. Ya dos veces había cumplido también cargos en la Ulterior, y sabemos
que había atado una serie de lazos con indígenas y colonos, que serían la base de su
posterior influencia en la provincia. En el primero de ellos, como quaestor, a las
órdenes de C. Antistio en 68 122 , las fuentes recalcan su afortunada gestión 123 . Pero
para el posterior desarrollo de los acontecimientos, naturalmente fue más fructífero su
cargo de propretor. Explícitamente conocemos algunos de estos beneficios, que
hicieron conocido y respetado su nombre en la Ulterior; así, su ruego al Senado de que
levantase el tributo impuesto a la provincia por Metelo durante la guerra sertoriana 124 ,
sus predilecciones para con los gaditanos 125 , especialmente los lazos tendidos con
Balbo 126 , la política general en la provincia tendente a conseguir una pacificación

122 Plut. caes. 5; Suet. caes. 7; Cass. Dio 37, 52.

123 Así, Veleyo II 43, 4: et praetura quaesturaque mirabili virtute atque industria

obita in Hispania, cum esset quaestor sub Vetere Antistio, y el autor de bell. hisp. 42, 1:

initio quaesturae suae eam provinciam ex omnibus provinciis peculiarem sibi

constituisse et quae potuisset eo tempore beneficia largitum esse.

124 Bell. hisp. 42, 2.

125 Cic. pro balb. 43.

126 Cic. pro balb. 6, 3.


mediante una amplia labor legislativa, económico-social y de protección armada 127 , y,
sobre todo, la extensión de su clientela, tanto militar, mediante la serie de concesiones
a sus soldados, muchos de los cuales - una legión y la mayor parte de las tropas
auxiliares - eran precisamente hispanos, como civil, tal como se desprende del discurso
pronunciado ante la asamblea de Hispalis 128 . Los resultados de este inteligente
gobierno quedan bien patentes en la actitud de la Ulterior cuando, una vez vencidos
Afranio y Petreyo, César se dirigió contra Varrón: Corduba, Carmo y Gades se pusieron
de su lado 129 , una de las legiones de Varrón, la Vernacula, se le pasó, e Hispalis, a
donde dicha legión se dirigió tras su defección, abrió las puertas a sus soldados, tan
satisfecha del hecho que domum ad se quisque hospitio cupidissime reciperet 130.

! Considerado así, la guerra civil en suelo hispano adquiere todo su relieve no


como conflicto armado de dos facciones en territorio colonial y, por tanto, pasivo, sino
como conflagración general en la que la provincia se sintió inmersa, apoyando
activamente a los caudillos según la experiencia que les había tocado vivir con ellos y
actuando de acuerdo con los frutos de gratitud o enemistad que habían sido sembrados
en años anteriores. De esta forma queda perfectamente explicada tanto la táctica
cesariana de trasladar la lucha a Hispania, como el propio desarrollo de las
operaciones en el territorio de la Península.

127 Plut. caes. 12; Suet. caes. 18: profectus est, incertum metune iudicii quod privato

parabatur, an quo maturius sociis implorantibus subveniret, pacata provincia...Cic. pro

balb. 43: C. Caesar quum esset in Hispania praetor adfecerit, controversias sedarit,

iura ipsorum permissu statuerit...

128 Bell. hisp. 42: ...simulque patrocinio suscepto multis legationibus ab se in senatum

inductis simul privatisque causi multorum inimitiis susceptis defendisse...

129 Caes. b. c. II 19 s.

130 Caes. b. c. II 20, 5.


! Hemos visto cómo Pompeyo podía considerarse el gran patrono de la Citerior
desde la época de la guerra sertoriana, mientras que, en la Ulterior, gracias a la
cuestura y propretura de César, existía una tendencia procesariana. En el momento de
la rotura de hostilidades era de vital importancia para César el cimentar esta tendencia
y ampliarla, dado que la situación crítica en que se hallaba, amenazado por Oriente y
Occidente por tropas enemigas, abandonar Hispania a Pompeyo habría representado
perder su influencia en la Ulterior, que no se habría pronunciado por él si consideraba
perdida su causa 131 . Pero aún en el desarrollo de la lucha aparece siempre presente la
diversa actitud de las ciudades, territorios e individuos de acuerdo con sus preferencias
o antipatías. Así, una gran cantidad de ciudades del norte del Ebro, es decir, en la
propia Citerior, se pasaron a César 132 , entre ellas, Osca, que, como sabemos, había
sido durante mucho tiempo el cuartel general de Sertorio. Aquí reinaba, pues, un
ambiente desfavorable al princeps, aún fomentado por su sometimiento violento por
Afranio 133 . De forma contraria, es particularmente característica la lealtad lusitana a los
pompeyanos 134 , que podríamos explicar por la negativa actuación de César - no
justificable en algunos autores 135 - con respecto a la población indígena 136 . Del mismo
modo, la Celtiberia estaba fuertemente ligada a Pompeyo, y de ahí los intentos de
Afranio y Petreyo de trasladar a su territorio las operaciones, donde podía contar con el
apoyo de la población autóctona, entre la cual César era prácticamente desconocido.

Los efectivos hispanos en la guerra civil.

131 M. GELZER, Caesar. Der Politiker und Staaatsman, Wiesbaden, 1960, 196.

132 Caes. b. c. I, 54-60; Cass. Dio 41, 21, 2-4.

133 Caes. b. c. I, 61, 3; Oros. 5, 24, 14; Val. Max. 7, 6 ext. 3.

134 Bell. hisp. 35 ss.

135 Apiano iber. 102; b. c. 2, 8; Cass. Dio 37, 52 s.

136 Cass. Dio 37, 52 s.


! Pero, de cualquier modo - y esto es lo que nos interesa -, el elemento
protagonista que, en última instancia, habría de decidir la balanza a favor de César o
Pompeyo, lo constituyen los efectivos militares desplegados por ambas facciones. Y
aquí es donde Hispania representó un papel esencial, puesto que gran parte de los
mismos fueron reclutados en la propia Península. Hemos de analizarlos, pues, para
calibrar su verdadero valor, que, generalmente, ha sido disminuido o minimizado. Otro
punto, quizá más importante, una vez reconocido el valor numérico de los soldados
hispanos, es considerar cómo estaban incluidos en esos efectivos. Es decir, si existen
legionarios indígenas y, por tanto, ciudadanos romanos provinciales - problema
íntimamente unido al de la legio Vernacula - o se trata únicamente de elementos
auxiliares transitorios reclutados en virtud de su categoría inferior de súbditos y, por
tanto, sólo peregrini, según el esquema y la costumbre de la época republicana.

! Veamos en primer lugar el potencial humano desplegado en la guerra civil en


Hispania.

! Sabemos que en el año 49 Pompeyo contaba con siete legiones en la


Península, cuatro ya veteranas y tres nuevas, de las cuales dos habían sido
recientemente reclutadas en Italia, mientras la tercera, la Vernacula, había sido levada
en Hispania 137 . Pero seguramente, dadas las pérdidas sufridas en la campaña vaccea
de Nepote, debieron completarse en la propia Hispania los efectivos de estas cuatro
legiones veteranas 138 . En Ilerda, sólo cinco se enfrentaron a César; las dos restantes -
II y Vernacula - permanecieron bajo Varrón en la Ulterior 139 . A estas legiones se añade
un nutrido grupo de fuerzas auxiliares complementarias de caballería e infantería,
formadas casi exclusivamente por hispanos, y que habían sido reclutadas en su mayor
parte poco antes del enfrentamiento de Ilerda entre lusitanos, vettones, celtíberos,

137 Caes. b. c. I 38, 1 ss.

138 P.A. BRUNT, Italian Manpower (221 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, 472 s.; cf.

Caes. b. c. I, 38; II 18, 1; 20, 4. Según Caes. b. c. I 87, se desprende que un tercio de

los legionarios tenían domicilio en Hispania, sin contar los de la Ulterior.

139 Caes. b. c. I 38 ss.; II 18 ss.


cántabros y otros pueblos del norte de la Península 140 . Mientras, Varrón, en la Ulterior,
había añadido a sus dos legiones treinta cohortes (alrededor de quince mil hombres ) y
contaba, en principio, con dos cohortes colonicae, es decir, formadas por ciudadanos
romanos de Corduba 141 . El elemento auxiliar pompeyano en Ilerda lo formaban unas
ochenta cohortes de infantería y cinco mil jinetes, es decir, un total de unos cuarenta y
cinco mil hombres 142.

! Frente al ejército pompeyano, el de César estaba casi exclusivamente


compuesto de legionarios itálicos (seis unidades) y auxiliares de caballería e infantería
procedentes de la Galia, en parte veteranos 143 y en parte reclutados para la campaña,
a los que añadió un cierto número de principales de la Galia y de los pueblos limítrofes
montañeses, con un total aproximado de veinticinco a treinta mil hombres. La relativa
inferioridad numérica de los auxilia de César quedaba sin embargo contrapesada por el
hecho de que la mitad de ellos habían combatido ya bajo su mando en otras ocasiones,
es decir, se trataba de auxilia estables, como precedente genial de la posterior
reorganización del ejército imperial bajo Augusto 144 y, por ello, de mayor efectividad en
el combate.

140 Caes. b. c. I 38, 3.

141 Caes. b. c. II 19, 3.

142 Caes. b. c. I 39, 1.

143 Caes. b. c. I 32, 2: ...auxilia peditum [X] milia, equitum III milia, [quae] omnibus

superioribus bellis habuerat...

144 Caes. b. c. I 39, 2.


Tras Ilerda, las cinco legiones de Afranio y Petreyo fueron licenciadas 145 y,
finalmente, después de entregado el ejército de Varrón, César, al abandonar Hispania
dejó en la Ulterior cuatro legiones, las dos de Varrón - II y Vernacula -, que no fueron,
pues, licenciadas, y dos nuevas, recientemente enroladas en Italia - XXI y XXX - al
mando de Q. Cornificio 146 , que sería sustituido luego por Q. Casio Longino 147 .
Indirectamente estamos autorizados a pensar que este ejército de la Ulterior se
correspondía con unos efectivos similares en la Citerior, es decir, otras cuatro legiones,
al mando de M. Emilio Lépido, puesto que en 48, al rebelarse las legiones de la Ulterior
contra Casio, Lépido acudió de la Citerior con treinta y ocho cohortes legionarias, es
decir, tres legiones y media 148 . No conocemos, en cambio, el volumen de los auxilia
adscritos a estos ejércitos, aunque es indudable que los hubo 149 e importantes.

145 Caes. b. c. I 86 s.

146 Bell. alex. 53, 5.

147 Caes. b. c. II 21; Apiano b. c. 42; bell. alex. 48, 1; Cass. Dio 41, 24.

148 Bell. alex. 63, 1.

149 Cf. bell. alex. 63, 1: sobre el ejército de Lépido. Casio, bell. alex. 50, 3, alistó mil

jinetes e hizo levas de auxiliares en Lusitania (bell. alex. 53, 1). Bogud de Mauritania,

llegado a Hispania en ayuda de Casio, añadió a las fuerzas que traía - una legión -

muchas cohortes auxiliares de hispanos (bell. alex. 62, 1).


Todavía Casio añadió a sus tropas una quinta legión reclutada en la Península 150 y
realizó levas entre los caballeros romanos de la provincia 151.

! En la tercera etapa de la guerra civil en Hispania, que se resolverá en Munda, la


participación hispana es aún ás decisiva. No nos detendremos en el desarrollo de los
acontecimientos, que desembocarán en que gran parte de este ejército cesariano se
pasará al partido de Pompeyo, después de las disensiones surgidas en su seno, debido
en gran parte al malestar causado por la deplorable gestión de Casio. El hecho es que
en Munda, alrededor de los hijos de Pompeyo, estaban reunidas trece legiones 152 .
Desgraciadamente la fuente principal por la que conocemos con más detalle la fase de
Munda no es todo lo clara e imparcial que sería de desear 153 . El bellum hispaniense
está escrito por un cesariano y, por ello, son lógicos sus elementales esfuerzos por
desacreditar al ejército pompeyano. Según este autor, de las trece legiones, dos
pertenecían al antiguo ejército de la Ulterior desertado de César - la II y la Vernacula -,
una había sido traída de Africa, y otra había sido reclutada entre colonos hispanos. El
resto, ex fugitivis auxiliaribusque consistebant. Si bien Apiano, b. c. 2, 87, abunda en la
misma opinión, afirmando que el hijo mayor de Pompeyo, con Labieno y Escápula,
reclutaron un ejército de iberos, celtíberos y esclavos, no puede creerse al pie de la
letra que la composición de este ejército fuera tal. Los ánimos estaban enardecidos tras
el gobierno de Casio, y la Bética, como hemos visto, reunía ricas reservas de material
humano en condición de servir en las legiones. Si bien no podría aceptarse que se
trataba en conjunto de ciudadanos romanos, al menos en las legiones entrarían a
formar parte un número elevado de indígenas muy romanizados. Según el autor del

150 Bell. alex. 50, 3; 53, 5.

151 Bell. alex. 56, 4.

152 Bell. hisp. 7, 4.

153 Una buena edición con comentario es la de G. PASCUCCI, [C. Iulii Caesaris]

bellum Hispaniense , Florencia, 1965. En Introducción I, II, se estudian los problemas

relativos a la relación del bell. hisp. con el corpus caesarianum y los motivos de

propaganda y aspectos ideológicos mantenidos en él.


bellum hispaniense, César enfrentó en Munda ochenta cohortes legionarias, es decir,
ocho legiones, más los efectivos por uno y otro lado de caballería auxiliar 154 , que, en el
caso de César, en su mayor parte no eran hispanos.

! El destino de este ingente ejército hispano, que había ligado su suerte al partido
pompeyano, en su mayor parte - de creer al autor del bellum hispaniense -, no
sobrevivió a Munda, ya que perecieron más de 30.000 soldados y hasta unos 3.000
caballeros romanos, que, en parte, eran hispanos 155 . Pero seguramente muchos
pudieron escapar, puesto que poco después encontramos en Corduba varias legiones -
no se precisa el número -, según la misma fuente 156 , ex perfugis conscriptae, partim
oppidanorum servi qui erant a Pompeio Sexto manumissi. No sería, siguiendo la misma
fuente, mejor el destino de los mismos, ya que, atacados por César, perecieron en
número de más de 22.000.

! Por lo que hace al ejército vencedor, tras Munda hubo de ser retirado en gran
parte de la Península, dejando César una guarnición, que, según Dión Casio, 45, 10, 1,
debía ser poco considerable, al mando de Carrinas. Apiano, b. c. 4, 83, en cambio, da
noticia de que, al enterarse César de la sublevación de Sexto Pompeyo, envió a
Carrinas con un fuerte ejército. El justo medio sería pensar que se volvió a la situación
anterior a la guerra, es decir, un complejo de dos legiones con sus correspondientes
tropas auxiliares en cada provincia, que hubo de ser aumentado naturalmente en vista
de los ánimos del joven Pompeyo y de las fuerzas que consiguió reunir a su alrededor

154 Bell. hisp. 30, 1. Seis mil jinetes con soldados de infantería ligera y seis mil

auxiliares de infantería en el bando pompeyano; ocho mil jinetes en el ejército de

César, sin mencionar infantería, aunque antes, bell. hisp. 7, 5, afirma que en tropas

ligeras y caballería era superior en calidad y número a sus enemigos.

155 Bell. hisp. 31, 9.

156 Bell. hisp. 34, 2.


157.En efecto, según el propio Cicerón, ad Att. 16, 4, 2, sólo los elementos legionarios
debían elevarse a siete unidades, reclutadas casi exclusivamente en Hispania entre los
supervivientes de las antiguas campañas y partidarios de Pompeyo. A ellos debió
unirse una gran cantidad de indígenas peregrini, precisamente de las regiones donde el
nombre de su padre se había mantenido con mayor fervor, es decir, Celtiberia. Tras una
serie de favorables operaciones contra los sucesores de Carrinas, especialmente C.
Asinio Polión 158 , el gobernador de la Citerior, M. Emilio Lépido, ya muerto César,
consiguió poner fin a las hostilidades mediante la inclusión de Pompeyo en el aparato
estatal de la tambaleante república como jefe de la escuadra. Con ello acaba para
Hispania la era de la guerra civil, que todavía tendrá en llamas al Mediterráneo por más
de una década y en la que, si bien tenemos noticia de la participación de indígenas en
las tropas auxiliares de uno y otro bando 159 , el escenario es exclusivamente
extrapeninsular. De aquí en adelante, hasta el hito que marca el 19 a. C., los únicos
enfrentamientos armados tienen ya sólo carácter colonial.

! En este despliegue de fuerzas queda bien patente, pues, el importante papel


numérico que los hispanos juegan. Pero nos interesa aún más el papel social y
efectivos, o, dicho de otro modo, dónde y cómo se incluyen los elementos indígenas en
los ejércitos romanos y su contribución a la decisión de la contienda. De acuerdo con
las fuentes, podemos hacer los siguientes apartados:

157 Apiano b. c. 1, 105; 3, 4; 4, 83; Cass. Dio 45, 10, 1; Estrabón p. 161; Cass. Dio

45, 10.

158 Frente a Cass. Dio 45, 10, que da cuenta detallada de estas felices

campañas de Sexto contra Asinio Polión, Veleyo (2, 73) hace inclinar la balanza

del lado de éste, diciendo que condujo contra Sexto una brillantísima campaña,

lo que no es probable.

159 Apiano, b. c. 4, 88, cuatro mil jinetes galos y lusitanos con Bruto, y Casio con

dos mil iberos y galos; Plut. m. ant. 32, diez mil iberos y galos en Armenia con Marco

ANtonio en 36 a. C.
1. Caballeros.
2.Legionarios, es decir, ciudadanos romanos provinciales.
3. Auxiliares: caballería, infantería y tropas ligeras.
! !
- Equites hispanos.
! En primer lugar, vemos cómo a lo largo de las guerras civiles en Hispania
aparecen en distintos lugares una serie de equites Romani cuyo especial distintivo es
su origen provincial, hispano. Como es sabido, los caballeros 160 , que en la temprana
república se incluyen en dieciocho centurias aparte de la primera clase, formando las
tropas montadas ciudadanas, hacía mucho tiempo que habían perdido esta obligación
para pasar a los aliados itálicos y, a partir del 90 a. C., a provinciales sin derecho de
ciudadanía. Su papel se había tornado preponderantemente económico, especialmente
tras el impulso dado en este sentido por los Gracos. Pero, de cualquier forma,
continuaron prestando servicio al ejército, ocupando los puestos de oficiales, tribuni y
praefecti en las legiones y en las tropas auxiliares de infantería y caballería, o bien, sin
cargo fijo, en el estado mayor del general (amici). La aparición de equites Romani
hispanos, de forma tan frecuente, no ha de extrañar teniendo en cuenta la emigración
itálica hacia Hispania y los progresos de la romanización. Aún queda subrayada esta
extensión con el ejemplo de Cicerón, que, en una carta a Asinio Polión (ad fam. 10, 32,
a), alude a catorce filas de teatro reservadas en Gades a los caballeros,lo que se
corresponde con Estrabón, III, 5, 3, que cita a quinientos caballeros gaditanos en un
censo de su época. Sabemos aún que Casio Longino hizo una leva de caballeros
romanos en la Ulterior en el año 48 a. C., cuando su intento de pasar a Africa, aunque
la fuente (bell. alex. 56, 4) añade que permitía a los que temieran servir al otro lado del
mar, redimirse con una contribución. Por ello es más probable que lo que en realidad
Casio pretendía era conseguir dinero de un estrato bien acomodado y potente
económicamente, mediante este pretexto. Pero ello no excluye el que de hecho se
encontraran muchos caballeros hispanos en la contienda. Sólo en Munda 161 cayeron

160 El mejor estudio del ordo equester para la República es de CL. NICOLET,

L'ordre equestre a l'époque républicaine (312-43 av. J.C.) I: Définitions juridiques et

structures sociales, París, 1966.

161 Bell. hisp. 31, 9 s.


del ejército pompeyano unos tres mil, entre hispanos y romanos 162 . Es lógico que

162 CL. NICOLET, L'ordre equestre a l'époque républicaine (312-43 av. J.C.), París,

1966, 208 s., frente a E. GABBA, Athenaeum 32, 1954, 85 n. 2, duda de que se trate de

verdaderos equites Romani, apoyándose en que César a continuación cuenta sus

propias pérdidas en pedites y equites. Literalmente el texto, bell. hisp. 31, 9 s.,

menciona: in quo proelio ceciderunt milia hominum circiter XXX et siquid amplius,

praeterea Labienus, Attius Varius quibus occisis utrisque funus est factum, itemque

equites Romani partim ex urbe, partim ex provincia ad milia III. Nostri desiderati ad

hominum mille partim peditum, parti equitum saucii ad D. No vemos paralelo en los

miembros de la frase ...hominum...equites Romani, de un lado, y peditum...equitum de

otro. El autor da como cifra total de las pérdidas pompeyanas unos treinta mil hombres

y luego, de ellos, resalta como más graves la muerte de Labieno y Atio Varo y la de los

tres mil caballeros. Por el contrario, en el ejército de César, tratando de empequeñecer

las pérdidas, cita globalmente mil hombres, en parte, infantes y, en parte, jinetes. Por

otra parte, cuando César se refiere a la caballería, es decir, a las fuerzas montadas,

utiliza las expresiones nostri equites, equitatus o equites Iuliani, pero nunca equites

Romani, que tiene un sentido muy preciso como perteneciente al orden ecuestre.

Nicolet trata de salvar este escollo aduciendo que los pompeyanos no tenían caballería

auxiliar, lo cual en ningún caso puede admitirse conociendo las formas de reclutamiento

del ejército pompeyano, en una fuerte proporción hispana, precisamente de donde en

mayor grado se sacaba la caballería auxiliar. En este sentido, hubiera cuadrado mucho

más a César esta expresión, ya que gran parte de su caballería sí era, por el contrario,
precisamente entre ellos, por sus mayores influencias y su más amplia participación en
la vida política, la lucha civil se presentara más particularmente activa y, por tal razón,
tomaran partido decidido por uno u otro bando, con todas sus consecuencias.
Conocemos incluso nominalmente a algunos. Así, anterior a la contienda, Q. Junio
había ya participado como lugarteniente de César en la campaña de las Galias 163 . Dos
hermanos, los Titios, a cuyo padre había hecho César senador, cumplen el cargo de
tribunos de la legio V 164 ; seguramente uno de ellos es el L. Titio que aparece en otro
lugar 165 como tribuno de la legio Vernacula 166 , la cual, por otro lado, considerando su
origen, es lógico que tuviera su oficialidad compuesta en su totalidad por caballeros
hispanos. Lugar relevante tiene en Munda 167 otro caballero hispano, de Italica, Q.
Pompeius Niger, paladín de César, que, a la manera heroica, según subraya la propia
fuente, aceptó el reto singular de un pompeyano, Antistius Turpio.

! No fueron los caballeros hispanos ajenos al cambio de partido. Conocemos el


caso de tres, procedentes de Hasta, Aulus Baebius, C. Flavius y Aulus Trebelius, que,
de las filas de Pompeyo, se pasaron a César, como únicos a los que había
acompañado la suerte de una general defección de caballeros romanos, descubierta

163 CL. NICOLET, L'ordre équestre a l'époque républicaine (312-43 av. J.C.), París,

1966, 201, piensa que no se trata propiamente de un ofical del ejército, sino de un

personaje civil, que, por sus especiales dotes, fue incluido en las tropas para cumplir

una función diplomática. En cualquier caso, aparece inmerso en las hostilidades.

164 Caes. bell. afr. 28.

165 bell. alex. 75, 1.

166 CL. NICOLET, L'ordre équestre a l'époque républicaine (312-43 av. J.C.), París,

1966, 205.

167 Bell. hisp. 25, 4.


por Pompeyo, merced a una delación 168 . Y, finalmente, si bien no tenemos
confirmación explícita, pudieron muy bien ser caballeros hispanos los responsables de
la conjuración contra Casio en 48 a. C., causantes de la defección de parte de las
tropas y, con ello, del primer resquebrajamiento del dominio de Hispania por César
conseguido tras Ilerda: T. Vasius, L. Munatius Flaccus, L. Mercello, L. Licinius Squillus
y, especialmente, Annius Scapula, que es subrayado como maximus dignitatis et
gratiae provincialis homo 169 . Precisamente, el primer jefe elegido por los soldados
sublevados - la legio II y la Vernacula - era también un hispano de Italica, Titus Torius.
Bastan, pues, todos estos ejemplos para calibrar el peso del elemento hispano romano
dirigente en el desarrollo de la contienda.

-legionarios hispanos: la legio Vernacula.


! Pero el peso decisivo en la misma corresponde indudablemente al elemento
legionario, que, especialmente en el partido pompeyano, como hemos visto, contaba
con un fuerte número de soldados hispanos. Puesto que el legionario ha de ser
necesariamente ciudadano romano, ninguna muestra mejor tenemos de la amplitud en
Hispania de la ciudadanía, en cuya extensión influye una serie de fenómenos
suficientemente conocidos. Sin embargo, existen problemas que han inducido a rebajar
este papel del legionario hispano, aduciéndose que en muchos casos no se trataría,

168 Bell. hisp. 26, 2. La fuente dice textualmente: qui nuntiaverunt equites Romanos

coniurasse omnis qui in castris Pompei essent, ut transitionem facerent. G. PASCUCCI,

[Iulii Caesaris] bellum Hispaniense, Florencia, 1965, 299, piensa, y es lo más probable,

que la decisión de pasarse a César se refiera a todos los caballeros, pero sólo los de

Hasta, ya que sabemos cómo después cayeron en Munda tres mil, por lo que es

improbable que se tratase de un motín general. Como veremos, en la contienda hay

ciudades cesarianas y pompeyanas, y de ahí la toma de partido, en cuya decisión no

serían ajenas las personas más influyentes y, entre ellos, los caballeros.

169 E. GABBA, Athenaeum 32, 1954, 85, los considera como equites: contra, CL.

NICOLET, L'ordre equestre à l'époque républicaine (312-43 av. J.C.), París, 1966, 204

s.
aun sirviendo en las legiones, de ciudadanos romanos de origen hispano, sino a lo
sumo de indígenas más o menos romanizados. Es, en conjunto, el problema de la
legión - o legiones - Vernacula, que discutiremos a continuación.

! Legionarios de origen hispano en las guerras civiles aparecen en las siguientes


circunstancias:

- como complementación de las legiones de ocupación.


- la llamada legio Vernacula, formada en su totalidad, como su nombre indica, por
hispanos.
- una legión reclutada en Hispania por Casio en el 48 a. C.
- una legión formada por los hijos de Pompeyo, con colonos hispanos.
- dos cohortes colonicae, que aparecen en Corduba.
- varias legiones (número impreciso) reclutadas por los hijos de Pompeyo y
formadas de elementos heterogéneos, entre ellos, hispanos.

! Pasemos a considerarlas detenidamente:

! El primer ejemplo es el que presenta menos dificultades. Como ya hemos dicho,


las fuerzas con que los lugartenientes de Pompeyo se encontraron en la Península
debían tener sus cuadros disminuidos por las recientes campañas contra los vacceos.
Se llevaría a cabo, pues, una labor de complementación mediante levas entre los
ciudadanos romanos de la Península. La importancia numérica de tales levas queda
suficientemente manifiesta por el hecho de que, una vez entregadas las tropas de
Afranio y Petreyo tras Ilerda - cinco legiones _, al discutirse su posterior destino, fue
decidido que aquellos soldados que tuvieran domicilio o posesiones en Hispania serían
inmediatamente licenciados 170 . Al cabo de dos días, quedaron así fuera de servicio
como una tercera parte de las tropas 171 . Si pensamos que la legión que le quedaba a
Varrón, la II - aparte de la Vernacula -, habría sido completada siguiendo el mismo
criterio, nos encontramos con que el ejército pompeyano del año 49 no tendría menos
de ocho a diez mil legionarios de procedencia hispana.

170 Caes. b. c. I 86, 3.

171 Caes. b. c. I 87, 4.


! Nos queda la séptima legión de Pompeyo, la que una serie de citas del corpus
caesarianum denominan como Vernacula 172 . Sus problemas giran en torno a las dos
cuestiones siguientes: si el nombre Vernacula es el propio de la legión o simplemente
un apelativo común que designa en general a toda unidad legionaria reclutada entre
indígenas provinciales; segundo, si se trata de una formación legítima, es decir,
formada por ciudadanos romanos - bien que nacidos en Hispania - y, por tanto, con el

172 Caes. b. c. 2, 20, 4; bell. alex. 53, 5; 54, 3; 57, 3; bell. hisp. 7, 4; 10, 3; 12; 20, 4 s.

Sobre la misma, A. V. DOMASZEWSKI, Neue Heidelberger Jahrbuch 4, 1894, 169; E.

RITTERLING, RE XII, 1792, nota 2; CH. GOODFELLOW, The Roman Citizenship,

Lancaster, 1935, 59 s.; R.E. SMITH, Service in the Post-Marian Army, Manchester,

1959, 55 s.; A. GARCIA Y BELLIDO, "Los auxiliares hispánicos en los ejércitos

romanos de ocupación (200 al 30 a. de C.)", Emerita 31, 1963, 224 ss.; T.

JOSHIMURA, "Über die legio Vernacula des Pompeius", Annuario del Istituto

Giaponese di Cultura di Roma 1, 1963-64, 101-106; H. BOTERMANN, Zetemata 46,

Munich, 1968, 187 ss.; J.M. ROLDAN, "Legio Vernacula, iusta legio?, Zephyrus 25,

1974, 457 ss.


carácter de iusta legio, o si hay que considerarla como una agrupación irregular de
peregrini, explicable por el carácter de excepción de la época 173 .
! De hecho y frente a las tendencias de la moderna investigación, que da el
nombre de vernacula en general a toda legión reclutada entre indígenas provinciales

173 La investigación se inclina o bien a subrayar el carácter peregrino de los

soldados de la legio Vernacula o más bien a contar con una pronta concesión de la

ciudadanía romana a la entrada en la legión. Al segundo grupo pertenecen, además de

TH. MOMMSEN, Gesammelte Schriften VI 31, ss.; MARQUART, Römische

Staatsverwaltung, Leipzig, 18812, 432 s.; R.E. SMITH, Service in the Post-Marian

Army, Manchester, 1958, 55 ss. (es el que va más lejos, puesto que supone la inclusión

en la ciudadanía a la entrada en la legión o también el reclutamiento de hijos ilegítimos

y, por tanto, peregrinos, de soldados); H. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de

107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 235 s. El carácter peregrino lo defienden, por

ejemplo, VEITH, en J. KROMAYER-G. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der

Griechen und Römer, Munich, 1928, 386; CH. E. GOODFELOW, The Roman

Citizenship, Lancaster, 1935, 61 s.; A. PASSERINI, Diz. Epigr. IV, 552; E. FORNI, Il

reclutamento delle legione de Augusto a Diocleziano, Milán, 1953, 62; H.

BOTERMANN, Zetemata 46, Munich, 1968, 187-190; P.A. BRUNT, Italian Manpower

(224 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, 698. Por nuestra parte, hemos discutido los

argumentos que autorizan a suponer el carácter de iusta legio de la unidad en

Zephyrus 25, 1974, 457 ss.


174 ,solamente encontramos el apelativo de Vernacula para la legión hispana de
Terencio Varrón. Por ello es más probable que se trate de un nombre individual,
semejante al de legio Alaudae, Martia o Pontica. Esta interpretación aún queda
apoyada por el propio César, b. c. II 20, 4, al decir: altera ex duabus legionibus quae
vernaculae appellabantur, es decir, "la otra legión que era llamada Vernácula", y no
"que era vernácula". Por tanto, a priori, no existe apoyo suficiente en la tradición para
un término jurídico de legiones vernaculae, y los ejemplos que tenemos atestiguados
de legiones no formadas por elementos itálicos - para esta época la V Alaudae, Martia,
Pontica y el caso especial de la XXII Deioteriana - han de ser tratados particularmente
para poder explicarse las circunstancias de su formación. Se ha admitido, por otra
parte, como signo de su carácter irregular y, especialmente, peregrino, el hecho de que
no aparezca numerada 175 . Pero la legio Martia, que tampoco lo lleva, ha sido
recientemente demostrado 176 que se trata de una tropa de ciudadanos y de una legión

174 Ya MOMMSEN, Gesammelte Schriften VI 31 ss., las llama Eingeborenenlegionen

y, más recientemente, P.A. BRUNT, Italian Manpower (221 B.C. - A.D. 14), Oxford,

1971, passim y, especialmente, apéndice 26: Peregrini in republican legions, págs. 698

ss.

175 Cf. A. V. DOMASZEWSKI, Neue Heidelberger Jahrbuch 4, 1894, 169; E.

RITTERLING, RE XII, 1382, 1439, 1564, 1792; H. BOTERMANN, Zetemata 46, Munich,

1968, 207; exactamente, en cambio, KUBITSCHEK, RE XII, 1204.

176 H. WOLFF, Civitas Romana, Colonia, 1972 (Tesis Doctoral).


regular, mientras que la V Alaudae y la XXII Deiotariana, que en su origen sí estamos
seguros de su formación peregrina 177 , lo llevan en cambio.

! El apoyo textual por el que hemos de pensar que se trata de una legión formada
regularmente con ciudadanos romanos creemos que queda evidente en la observación
del autor del bellum alexandrinum: nemo enim aut in provincia natus ut vernaculae
legionis milites aut diuturnitate iam factus provincialis, quo in numero erat secunda
legio. Un provincial peregrino no es sólo in provincia natus, y, si el autor pretendía
demostrar claramente las simpatías de ambas legiones, hubiera podido expresarlo
mejor haciendo referencia al nacimiento peregrino y a la procedencia hispana. Pero es
claro que el autor presupone soldados del mismo status jurídico, sólo con distintos
lazos con respecto a la provincia. No vemos la razón para un encubrimiento de su
carácter por parte de los cesarianos, puesto que la legio Vernacula había pertenecido
antes al ejército de Pompeyo. El contexto histórico hace, por un lado, improbable un
reclutamiento de peregrini. La formación ha de colocarse hacia el año 55 a. C., es decir,
poco después de hacerse Pompeyo cargo de la Península, puesto que el bellum
alexandrinum, 61, 1, señala a la II y Vernacula como veteranas multisque proeliis
expertas legiones, que sólo es posible pensar si ambas habían sido fogueadas en las
guerras lusitanas de Pompeyo o sus legados 178 . Y precisamente por esta época

177 En el primer caso, de la Transalpina, reclutada por César entre 55 y 50

para sustituir a la las legiones I y XV, devueltas o cedidas a Pompeyo (Suet. div.

iul. 24, 2). La Deiotariana, por su parte, sólo alcanzó status jurídico de legión con

Augusto en 25 ó 24 a. C. Se trata de cuerpos de tropa del rey del estado vasallo de

Galacia, Deiotarus, que armó y organizó a la manera legionaria con súbditos suyos

hacia el 50 a. C. Vid. sobre el tema, por ejemplo, TH. MOMMSEN, CIL III p. 1210; E.

RITTERLING, RE XII 1791 ss.; O. CUNTZ, Jahreshefte des Österr. Inst. 25, 1929,

78-81; R. SYME, JRS 23, 1933, 19 ss.; CH. E. GOODFELOW, Roman Citizenship,

Lancaster, 1935, 60 s.

178 cf. Caes. b. c. I, 44, 2: cum Lusitanis reliquisque barbaris [continenter bellum

gerentes barbaro] quodam genere adsuefacti.


hemos dicho que los legados de Pompeyo completan las otras legiones con hispanos
en un múmero muy elevado. No tendría, pues, nada de extraño el que de estas
ingentes levas entre hispanos ciudadanos se hubiera separado un número suficiente
para formar una nueva legión, cinco mil hombres frente a ocho o diez mil que
encontramos en las otras. Estamos todavía aún lejos de la rotura de hostilidades que
hubiera podido obligar a Pompeyo a situaciones límite cual es ésta de transgredir la
norma de formar legiones con no ciudadanos, con lo que de desprestigio político y
antipropagandístico habría representado tal decisión en un momento tan esencial de su
carrera 179 . Y además la lex Trebonia había autorizado a Pompeyo a levar tantas tropas
como quisiese, tanto de romanos como de aliados, por las sublevaciones que habían
tenido lugar en Hispania 180, por lo que no había lugar para reunir una legión irregular y,
por tanto, en principio, menos efectiva, si se contaba con la autorización del Senado
para conseguir legiones regulares de ciudadanos.

! La legión reclutada por Casio en el 48 para añadir a las otras cuatro que César
había dejado en Hispania tras Ilerda, no presenta ningún problema en cuanto a su
formación regular. De los textos 181 se desprende que fue numerada con el ordinal V,
probablemente por ser la quinta de sus efectivos legionarios. Casio estaba como
lugarteniente en la Bética, donde las reservas de ciudadanos eran más que suficientes

179 Es digno de notar en este sentido que el propio César no menciona a la

legio V Alaudae, aunque la aprobada concesión del derecho de ciudadanía a sus

componentes le daba ocasión para ello; sólo aparecer por primera vez en bell. afric. I,

5, pero ya como veterana legio quinta. En ello debe verse el intento de encubrir una

circunstancia desfavorable con vistas a la propaganda, que no hubiera dejado de

aprovechar en cambio contra Pompeyo en relación con la Vernacula si hubiera existido

lugar para ello.

180 Cass. Dio 39, 32, 2.

181 bell. alex. 50, 3: quintam legionem novam conscribit; 35, 5: quinta legio nuper erat

ibi confecta.
para su propósito, puesto que, además, un poco antes, como hemos visto, muchos
veteranos de la campaña de Ilerda habían sido licenciados. Su reclutamiento, sin
embargo, no debió dejar de representar problemas, tanto por parte de la provincia, que
veía así aumentados sus gastos, como por parte de los mismos soldados, que si, como
es de suponer, se trataba en parte de licenciados, no verían con agrado ser de nuevo
incluidos en el ejército 182 .

! Todavía, en un momento inmediatamente anterior, nos encontramos con dos


formaciones de ciudadanos romanos hispanos, las dos cohortes colonicae del bellum
alexandrinum 183 . Se trataría de reclutamientos hechos por Varrón entre miembros de
Corduba, la única colonia propiamente dicha hispana para esta época 184 . Creemos
más bien que se trata de la propia Corduba y no de colonos dispersos por la provincia,
como piensa Thouvenot 185 , porque, aunque es cierto que el texto dice que sólo se
encontraban casualmente en la ciudad, no se habrían aprestado tan espontáneamente
a defenderla, si no hubieran existido unos lazos íntimos con la colonia. Por otro lado, no
son raras las milicias ciudadanas, de las que en la propia Hispania tenemos ejemplos,

182 bell. alex. 53, 3: augetur odium et ipso dilectus et sumptu additur legionis.

183 Caes. b. c. II 19, 3: cohortes duas, quae colonicae appellabantur, cum eo casu

venissent, tuendi oppidi causa apud se retinuit.

184 Caes. b. c. II 18, 1: Dilectum habuit tota provincia, legionibus completis duabus

cohortes circiter XXX alarias addibit.

185 R. THOUVENOT, Essai sur la province romaine de la Bétique, París, 1940, 141.
como es posiblemente la cohors Servia Iuvenalis de Castulo 186 o las disposiciones al
respecto de la lex Ursonensis 187 .

! Este origen, de colonos dispersos de la Bética, en su mayor parte antiguos


soldados, debe tener en cambio la legión reclutada por los hijos de Pompeyo, una vez
que se derrumba la hegemonía de César en la provincia tras la mala administración de
Casio y el motín de sus tropas. Tal se desprende al menos de bell. hisp. 7, 4: una facta
ex colonis qui fuerunt in his regionibus. El caso presenta aún menos dificultad, una vez
sabido que al menos diez mil veteranos de las antiguas legiones pompeyanas de Ilerda
habían sido licenciados en Hispania. Al crecer de nuevo la fuerza anticesariana, gracias
a los hijos de Pompeyo, no tiene nada de particular que los antiguos soldados se
ofrecieran a enrolarse bajo sus antiguas banderas. Apenas habían pasado tres o cuatro
años de lapso y no hemos de olvidar que se trataba de una guerra civil en la que cada
ciudadano debía sentirse identificado con uno u otro partido en uña y carne.

! Finalmente, y por lo que respecta a las legiones formadas por hispanos, si


hemos mantenido el origen ciudadano para los componentes de la legio Vernacula, no
contamos con los mismos puntos de apoyo para lo que se refiere al resto de las
legiones reclutadas por los hijos de Pompeyo 188 . Si bien es cierto, como hemos dicho,
que la fuente es totalmente procesariana y, por ello, es lógico que se trate de
desprestigiar a las tropas enemigas precisamente recalcando la irregular formación de
las legiones, no hemos de olvidar que en este caso, sí nos encontramos en una
situación límite, desesperada, que obliga a echar mano de cualquier elemento útil sin
pararse en respetar términos jurídicos. En el caso de las legiones que se enfrentan a
Munda, habrían sido, de las trece con que contaban los hijos de Pompeyo, nueve
reclutadas ex fugitivis auxiliaribusque. Hemos de ver en este término un conglomerado
heterogéneo de antiguos soldados de Pompeyo, tránsfugas del ejército cesariano
identificados con el partido pompeyano, siervos escapados y veteranos auxiliares que,
por su largo contacto con el ejército romano, podían incluirse, aunque siendo
peregrinos, en las legiones, en las que todavía entrarían hispanos romanizados pero

186 J.M. ROLDAN, Hispania y el ejército romano, Salamanca, 1974, 325.

187 FIRA I2 190. Vid. H. GALSTERER, Untersuchungen zur römischen Städtewesen

auf der iberischen Halbinsel, Berlín, 1971, 9.

188 bell. hisp. 7, 5; 34, 2.


sin el derecho de ciudadanía 189 . El mismo conglomerado hemos de imaginar en el
desesperado intento, tras Munda, de defender Corduba, en donde especialmente
resalta la presencia de antiguos esclavos, manumitidos por el joven Pompeyo, lo que
sólo puede entenderse si tomamos conciencia de la situación 190.

-Los auxiliares hispanos.


! Nos queda por considerar el elemento auxiliar. Si las legiones constituyen de
hecho las fuerzas decisivas de los ejércitos en liza, no hemos de dejar de lado el apoyo
imprescindible que prestan los auxiliares a las mismas, especialmente desde que, a
partir de 90 a. C., la caballería había pasado en su totalidad a ser reclutada entre
indígenas provinciales. Por lo que respecta al ejército de Pompeyo, sus auxiliares
fueron casi exclusivamente hispanos; pero el propio César, en cuanto le fue posible, no
dejó de utilizarlos, y si no fue así hay que achacarlo más bien a las circunstancias, ya
que tanto en Ilerda como en Munda se vio obligado a improvisar debido al fuerte
mantenimiento de la Península en manos de los pompeyanos. Aún para esta época, las
tropas auxiliares no son estables, sino que se reclutan y licencian de campaña en
campaña. Pero aquí y allá encontramos alusiones que permiten observar cómo en el
transcurso de la guerra empieza a cimentarse un ejército auxiliar estable en su
composición y en su organización, que dará paso al posterior ejército imperial. Como
hemos visto, Hispania constituía el vivero más importante de auxiliares por las
especiales características de la provincia. Una de las razones por las que César
consideraba imprecindible ganar la Península era precisamente su temor de que
Pompeyo lograse reclutar allí auxiliares y caballería 191 . Este temor debía estar
alimentado en la propia experiencia del dictador en sus campañas de las Galias. Aquí
se subraya cómo apoyaban a los galos elementos hispanos, duchos en el arte de la
guerra y conocedores de las propias tácticas romanas - lo que los hacía más peligrosos

189 G. PASCUCCI, [C. Iulii Caesaris] Comentarium bellum hispaniense, Florencia,

1965, 192.

190 bell. hisp. 34, 2: erant hic legiones quae ex perfugis conscriptae, partim

oppidanorum servi qui erant a Pompeio Sexto manumissi. En este punto coincide

también Apiano, b. c. 2, 103.

191 Caes. b. c. I, 29.


- por tratarse en parte de antiguos soldados de Sertorio 192 . Por ello, el propio César no
dejó en lo posible de servirse de ellos aun en la guerra de las Galias 193 , ya que, por
otra parte, conocía su valor, puesto que debió utilizarlos de un lado y combatirlos de
otro, cuando cumplió su propretura en la Ulterior. César se preocupó especialmente por
lograr una complementación del núcleo de infantería legionario, con el empleo de una
caballería auxiliar bien entrenada y, por tanto, estable. En este sentido se trata de una
verdadera revolución táctica, y él es su creador 194 . Y precisamente tenemos noticia de
su utilización por primera vez en la guerra de Hispania, en Ilerda 195 . Su composición
étnica en principio era en su mayor parte gala, pero una vez conquistada Hispania, es
lógico que se mezclaran elementos hispanos, y así, a lo largo del corpus caesarianum,
encontramos menciones de los mismos 196 . También sus lugartenientes, como es
lógico utilizaron en gran escala estas levas de indígenas como auxiliares, por ejemplo,
Casio en 48, tanto de caballería - 3.000 jinetes 197 -, como de infantería 198 , cuyo
vivero, para la Ulterior, lo constituía la Lusitania, y el mismo rey Bogud de Mauritania,

192 Caes. b. g. III, 23, 1; Cass. Dio 39, 46; Oros. 6, 8, 21.

193 Caes. b. c. 5, 26; 7, 55.

194 Quizá algo exagerado en E. SANDER, "Die Reform des römisches

Heerswesens durch Iulius Caesar", Historische Zeitschrift 179, 1955, 225-254.

195 Caes. b. c. I, 39, 2: equitum III milia quae omnibus superioribus bellis habuerat.

196 Caes. b. c. 3, 22; bell. afric. 39.

197 bell. alex. 50, 3.

198 bell. alex. 51, 3.


que, llegado de Africa con una legión para defender a Casio con ocasión del motín del
ejército, añadió a la misma complures cohortes auxiliarias Hispanorum 199 .

! Pero es sobre todo en el lado pompeyano donde la presencia de auxiliares


hispanos es decisiva 200 y constituye el puntal de la resistencia contra César, hasta el
punto de que, una vez deshecho el ejército legionario tras Munda, son casi
exclusivamente los indígenas lusitanos los que continuarán la lucha defendiendo la
causa del joven Pompeyo, bajo el mando de un hispano, Caecilius Niger 201 . Por otro
lado, ya hemos visto cómo incluso en las propias legiones pompeyanas de Munda
militaban indígenas no ciudadanos.

! Las causas de esta devoción de gran parte del elemento indígena a Pompeyo
han sido ya expuestas. No es comprensible una lealtad tan grande si hubiéramos de
pensar que el reclutamiento de indígenas se basaba únicamente en la obligación
impuesta de proporcionar contingentes a la fuerza o mediante el mercenariado, bien
que estos medios fueran empleados también 202 . En todo momento está presente el

199 bell. alex. 62, 1.

200 Reclutamientos de Afranio y Petreyo entre lusitanos, celtíberos, cántabros

y otros pueblos del Norte (Caes. b. c. I 38, 3); de Varrón en la Ulterior (Caes. b. c. II

18, 1). Cf. recuento de auxiliares en los enfrentamientos de Ilerda: ochenta cohortes

auxiliares y cinco mil jinetes (Caes. b. c. I 39, 1), y Munda: seis mil jinetes e infantes

ligeros y seis mil auxiliares (bell. hisp. 30, 1).

201 bell. hisp.3, 3; 36, 1 s.; 38, 3; 40 ss.

202 Caes. b. c. I 74. Pompeyo tenía cabecillas hispanos como rehenes, seguramente

para asegurarse el concurso de los indígenas.


prestigio de Pompeyo como gran patrón de Hispania y sus relaciones personales
basadas en la fides con muchas comunidades y personajes influyentes indígenas 203.

! El propio César valora al elemento auxiliar enemigo con sus formas


características de guerrear, que influyeron incluso en la táctica de las legiones
pompeyanas 204 . No se trataba en general de contingentes en forma tumultuaria y, por
tanto, sólo de muy relativa eficacia, sino de valiosos apoyos de las legiones, con una
inclusión en orden de batalla prefijada y con objetivos determinados a cumplir. Lo
mismo que hemos dicho antes para la caballería, en las fuerzas auxiliares de infantería
de las guerras civiles de Hispania, se encuentra el precedente inmediato de la posterior
reorganización del efectivo ejército imperial. De las fuentes queda claro que los
auxiliares aparecen organizados en cuerpos distintos de a pie - los sucesores de los
antiguos velites del ejército temprano republicano 205 -, mientras las legiones quedaban
complementadas por los auxilia propiamente dichos de a pie. Caballería y auxilia se
integraban en grupos homogéneos: alae, divididas en turmae para los jinetes, y
cohortes para la infantería, que puede en algún caso estar reforzada por algún
contingente montado 206 . Estos auxilia de infantería aparecen distinguidos en su
armamento, innovación de la guerra civil en Hispania, de consecuencias para la historia
militar romana, que tiene su origen seguramente en la forma de guerrear de los pueblos
hispanos: mientras los auxilia legionarios son caracterizados como cohortes scutatae,

203 Caes. b. c. I 61, 3 s.

204 Caes. b. c. I 44, 1 s.

205 bell. hisp. 30, 1: erat acies XIII aquilis constituta, quae lateribus equitatu

tegebatur, cum levi armatura milibus sex.

206 Tal se desprende de Caes. b. c. II 18, 1: cohortes circiter XXX alarias addibit,

que ha de ser el precedente de las cohortes equitatae de época imperial.


es decir, provistas de escudo grande como el legionario 207 , y, por tanto, se trataría de
verdadera infantería pesada, las unidades de apoyo de la caballería son llamadas
cohortes caetratae, levis armatura, es decir, provistas de pequeño escudo redondo de
cuero, la caetra lusitana 208 .

! No tenemos suficientes puntos de apoyo para decidir sobre el modo de


reclutamiento de los auxilia y sobre su remuneración, en el caso de tratarse de tropas
mercenarias. En este sentido, la única noticia indirecta 209 viene a decir que las tropas
ligeras recibían 17 sextercios al mes. Hasta César, la soldada cotidiana del legionario

207 Con gran seguridad, como piensa A. GARCIA Y BELLIDO, Iberische Kunst in

Spanien, Maguncia, 1971, 45 s.; dos de los relieves de Osuna representan a estos

auxiliares de cohortes scutatae, armados con falcata y gran escudo ovalado, puesto

que además dichos relieves se fechan en la época de las guerras civiles. En la propia

Osuna, según bell. hisp. 41 ss., tuvieron lugar, tras Munda, duros combates entre el

resto del ejército pompeyano, que allí se había atrincherado, y las fuerzas de César.

Vid. representación de los mismos en op. cit., láms. 67-69, y en A. GARCIA Y

BELLIDO, en Historia de España de Menéndez Pidal I, 3: España prerromana, Madrid,

1954, 548-550.

208 Caes. b. c. I, 39, 1; 48, 7; 55; II 70, 4; 75, 2; 78, 1.

209 bell. hisp. 22, 7: et siqui ex nostris transfugerent, in levem armaturum conici

eumque non amplius X. VII accipere.


era de cinco ases 210 , es decir, de sesenta sextercios al mes, con lo cual, si la noticia
del bellum hispaniense puede generalizarse, recibiría un tercio del haber legionario. De
algunas noticias dispersas puede inferirse que la recluta de auxiliares se realizaba por
comunidades, con lo cual, de ser así, tendríamos también un nuevo precedente de la
posterior costumbre en el ejército temprano imperial. Así encontramos una cohorte
ilurgavonense 211 ; en Ategua son apresados unos bursavonenses 212 , y el jefe de la
caballería italiana de César, Arquetius, da cuenta de cómo había tomado cinco
estandartes a los saguntinos 213, con lo que indirectamente tomamos noticia de que las
unidades auxiliares, como las legiones, tenían sus propias enseñas, tal como sería
preceptivo en el ejército auxiliar del Imperio.

Organización de los mílites hispanos de Mario a César.


! De lo expuesto, queda suficientemente explícita la contribución de los hispanos
a los ejércitos romanos de época republicana, acelerada aún por la inclusión de la
Península en la primera mitad del siglo I a. C. como uno de los teatros de operaciones
decisivos en las contiendas entre las que se disuelve el orden republicano. La cuestión
que surge ahora es cómo se organizan e incluyen estos mílites hispanos en los
ejércitos romanos de esta época, que puede acotarse entre la reforma militar de Mario
y las novedades que introduce César.

! Las fuentes no son desgraciadamente tan explícitas que nos proporcionen datos
concretos sobre los soldados peninsulares, si no es en el aspecto ya contemplado de
su volumen. Las noticias esporádicas sobre este punto se refieren a los auxilia en
general, sin especificar su origen concreto. Por ello, sólo es posible trazar un cuadro
general, lleno de dudas y huecos, de estas tropas auxiliares en las que, desde luego,
como hemos visto, los hispanos tiene un puesto. Por otro lado, nada autoriza a pensar
en una posición especial del elemento indígena peninsular frente a los de otras

210 Vid. J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère,

París, 1967, 262 ss., y especialmente, 271 s.

211 Caes. b. c. I 60, 4.

212 bell. hisp. 22, 1.

213 bell. hisp. 10, 1.


procedencia, por lo que la imagen, si bien demasiado general, no por ello es menos
válida. Por tanto, trataremos a continuación de resumir los resultados alcanzados por la
investigación sobre el tema en conjunto.

! Por lo que respecta a la infantería nos encontramos con un problema, resuelto


de forma contradictoria. Para Harmand 214 , el ejército republicano no fue nunca capaz
de solucionar el problema de la infantería ligera. El ejército de la época arcaica,
formado por los soldados de línea ciudadanos, soldados ligeros (velites) y gentes
inermes una vez utilizadas sus armas arrojadizas (arqueros y honderos), sufre con la
reforma - o evolución - de Mario la amputación del miembro intermedio, lo que
propiamente habría de considerarse infantería ligera. Sólo quedan estos elementos
extranjeros provistos únicamente de armas arrojadizas, que encontramos
frecuentemente citados en las fuentes con su procedencia originaria: arqueros
cretenses, honderos baleares y lanceros númidas, que , tras utilizar sus armas, quedan
al descubierto e ineficaces. Roma, durante el período republicano lucha contra este
problema, que sólo César terminará por resolver como fruto de las experiencias
acumuladas en las Galias con soldados de a pie de procedencia germana o gala,
capaces de cumplir las funciones del infante ligero. Frente a esta tesis se piensa 215
que las funciones de velites y soldados provistos de armas arrojadizas son asimiladas
ahora en común por estos auxilia, que forman, por tanto, una verdadera infantería
ligera, suficiente para las necesidades del combate.

! Es poco, muy poco, lo que nos ofrecen las fuentes para intentar resolver el
problema del valor y significado de los auxilia de a pie en la época de Mario a César.
Sin embargo, se tiene la impresión, de la lectura de las fuentes, de que Roma durante
toda la época republicana en este sentido ha actuado a impulsos de una continua
improvisación, de acuerdo con las circunstancias especiales a resolver en cada una de
las campañas y aún, más concretamente, de las acciones bélicas. Aunque en algunos
casos (Diodor. XXXVI 3, 1; 8, 1) se integren elementos extranjeros traídos de lejos, lo
normal en esta época es una utilización constante de los auxilia propiamente dichos de
armas arrojadizas, a los que el ejército romano estaba acostumbrado desde las guerras
púnicas, como hemos visto. Tácticamente debían cumplir con el cometido de los
antiguos velites, es decir, de abrir el combate con este fuego ligero, para retirarse a

214 J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París,

1967, 41.

215 J. KROMAYER-H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der Griechen und

Römer, Munich, 1928, 393.


posiciones de retaguardia una vez llegados al cuerpo a cuerpo. Y, junto a ellos, en cada
circunstancia - lo que aparece bien claro en el caso de Hispania -, se nutría el ejército
de auxilia nacionales mediante dilectus forzoso, pacto o mercenariado, para utilizar
contra las fuerzas combatidas, oponiéndoles un material humano y bélico acorde con
sus propias tácticas, en las que la infantería de línea romana podía tener menos
práctica o resultar menos eficaz. Creemos que toda la historia de los cuerpos auxiliares
romanos, desde su aparición hasta el Bajo Imperio, tienen principalmente este
cometido: valerse de armas y tácticas indígenas para oponerlas a los mismos
indígenas que combaten. En las guerras púnicas, como hemos visto, nacen por la
necesidad de contrarrestar el efecto de los mercenarios cartagineses, se amplían y
desarrollan de forma arbitraria e improvisada en las guerras de expansión imperialista
y, cuando, tras la reforma de César y Augusto, son asimilados a las legiones,
uniformados como ellas, han de encontrar un sustitutivo en las tropas nacionales, los
numeri, que conducen la guerra según sus costumbres autóctonas diferentes de la
táctica manipular.

! Un difícil problema es ver cómo se integran estos auxilia de infantería en orden


de batalla. La posterior formación en cohortes que aparece en César 216 no estamos
seguros de poder retraerla a la época anterior, como hace Veith 217 , ya que nos faltan
pruebas para ello. No se debe describir el ejército de época mariana con ejemplos
proporcionados por César, puesto que, como veremos, César es en muchos sentidos
un innovador, especialmente en lo referente a la utilización y organización de los
auxilia. Como hipótesis de estudio, podemos imaginar una somera organización bajo
mandos indígenas, agrupados según su nacionalidad - lo que equivale a decir su
armamento - y, por tanto, su función en el combate. Según la impresión que dejan la
lectura de las fuentes generales y los restos arqueológicos, pueden o deben
distingurise dos tipos de auxilia, unos constantes y provistos de armas arrojadizas -
arco, honda y diferentes tipos de jabalina 218 -, y otros irregulares, reclutados en las
cercanías y en cada campaña en particular a la fuerza o mediante pactos con los

216 Caes. b. c. III, 4, 3.

217 J. KROMAYER-H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der Griechen und

Römer, Munich, 1928, 393.

218 Vid. descripción y bibliografía en J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome

de 107 à 50 avant notre ère? parís, 1967, 75-81.


príncipes y reyezuelos indígenas, que conducen su armamento nacional en el que se
despliega la amplia panoplia de armas ofensivas y defensivas del Mediterráneo, y de
las que la península Ibérica podía ofrecer buenos ejemplares, que, en parte, serían
incluso, por su eficacia, adoptados por las propias legiones romanas: gladius, pilum,
falcata, puñales triangulares, caetra...

! Esta distinción permite también establecer una diferencia en el sistema de


reclutamiento y sueldo. Para los primeros, a los que podemos llamar tropas
especializadas, generalmente se debió utilizar el sistema de mercenariado, ya
practicado en época helenística y, por tanto, de vieja tradición y suficientemente
conocido. Estos soldados recibían la paga por sus servicios de manos romanas,
aunque desgraciadamente existen grandes controversias, dada la oscuridad de las
fuentes, sobre su montante y su relación con la percibida por los soldados legionarios.
Harmand 219 se inclina a creer que debió ser muy por debajo de la recibida por éstos,
aunque sin generalizar, puesto que naturalmente las condiciones del mercado debían
regir los precios. Para las otras tropas, el reclutamiento era de tipo multiforme, según
las diferentes circunstancias: así, mediante contratos con pueblos amigos, príncipes y
reyezuelos o estados, por pacto de alianza o de paz o, en el caso de las provincias,
como ya hemos referido, a veces a la fuerza, recurriendo a distintos medios de
coacción 220 . Naturalmente, en estos casos, eran los jefes o estados que
proporcionaban las fuerzas los que se encargaban de pagarlas.

! De cualquier modo, no hay que ser demasiado optimistas sobre su efectividad,


especialmente para este segundo tipo. Durante toda la época, en la que las fuentes son
relativamente abundantes, y seguramente para la anterior, aunque en este caso no
pueda documentarse, las citas literarias se refieren constantemente a la falta de

219 J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París,

1967, 271.

220 TH. YOSHIMURA, "Die Auxiliartruppen und die Provinzialklientel in der

römischen Republik", Historia 10, 1961, 473 ss.; J. KROMAYER-H. VEITH,

Heerwesen und Kriegsführung der Griechen und Römer, Munich, 1928, 312; 386.
preparación 221 , a las dificultades 222 y a la inadaptación 223 de los auxilia, a lo que se
une un cierto prejuicio o dudas respecto a su lealtad 224 y a su capacidad combativa
225.

! No muy superior hay que representarse la eficacia de la caballería. También,


desde que, tras la guerra social, fueron igualados los itálicos a los ciudadanos romanos
en el servicio de armas, el peso total de las tropas montadas recayó sobre elementos
auxiliares extranjeros. Las menciones de las fuentes permiten conocer los viveros
principales de recluta casi exclusivamente occidentales y, especialmente, la reconocida
caballería númida, junto a jinetes hispanos y de procedencia tracia. Sólo
esporádicamente tenemos noticias de gálatas 226 y de celtas 227 , anteriores a César.
Estos jinetes, como las tropas de a pie, se agrupaban por su técnica, eran conducidos
en sus mandos intermedios e inferiores al menos por indígenas y llevaban armamento

221 Apiano, mithr. III, 19.

222 Front. strat. I, V 18.

223 Caes. b. c. I 40-55; 59-84.

224 Front. strat. II, VII 3.

225 Apiano I, V 42.

226 Plut. lucull. XXVIII 2.

227 Plut. pompeius VII 2.


nacional 228. Su fuente de reclutamiento, naturalmente, es la misma que para las tropas
de infantería, generalmente mediante pactos de alianza o exigencias con los pueblos
sometidos, y se extendía sólo por la duración de cada campaña 229.

! Surge la pregunta del papel representado por la caballería romana en combate.


Teniendo en cuenta el modo de reclutamiento, su forma de ensamblaje en el ejército y
las noticias dispersas que nos proporcionan las fuentes, hay que concluir que se trata
únicamente de un papel secundario. La caballería no puede representarse en época
republicana romana como las bien formadas tropas macedónicas o helenísticas. Nunca
son utilizadas en grandes masas como fuerzas de choque, y el único ejemplo que
puede aducirse, su utilización por Pompeyo en Farsalia, fue un rotundo fracaso. En
este sentido, César introducirá una verdadera revolución con la aparición de fuertes
contingentes de caballería, sobre todo, celtas y germanos, y su sistemática utilización
de forma más homogénea, como veremos más adelante.

! Por lo que respecta a su incorporación al ejército, sabemos que estos


contingentes de caballería se agrupaban en alas, con un efectivo de 300 a 400 jinetes,
que aparecen subdivididos en turmae y decuriae, de carácter nacional en su forma de
lucha y en sus particularidades, como prueba el hecho de que, cuando en las fuentes
se citan tropas de caballería, casi siempre van acompañadas del étnico
correspondiente. Poseen mandos nacionales, que sólo dependen de un mando
superior romano, formado por prefectos, que, en César, son llamados praefecti

228 J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París,

1967, 81-88.

229 De forma contraria, es decir, la utilización de una caballería regular en

época republicana, es defendida por Schambach, Fröhlich, Passerini...A favor de

una caballería temporal, J. KROMAYER-H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung

der Griechen und Römer, Munich, 1928, 387 y M. MARIN Y PEÑA, Instituciones

militares romanas, Madrid, 1956, 74. Vid. el problema y la bibliografía pertinente en J.

HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 46

s.
equitum, aunque ya como comandantes de cuerpos de caballería independientes,
según la nueva táctica 230 .

! Como en los ejemplos mostrados en las tropas auxiliares de a pie, tampoco se


esperaba demasiado de las tropas montadas en efectividad 231 ni en lealtad 232 ,
aunque en contra tengamos una magnífica excepción en el comportamiento de la turma
Sallvitana que, precisamente, por su carácter aislado, no permite conclusiones de
ningún tipo a este respecto.

! En resumen, por lo que hace a la organización de las tropas auxiliares de Mario


a César, la impresión general que se deduce de las fuentes es la de que no hay ni una
conjunción con el resto del ejército, ni una organización de tipo romano, fuera de esta
sustitución de los socii itálicos por provinciales en la caballería, por tanto, ordenados en
alae y subdivididos en turmae. Los contingentes siguen teniendo carácter no
profesional y continúan siendo reclutados en virtud de los foedera cerrados con las
tribus o ciudades o mediante el mercenariado.

Las reformas de César.


! Esta imagen tradicional, tan elemental y precaria, va a recibir una radical
transformación mediante las reformas de César, que pondrán los presupuestos de la
ulterior reorganización de Augusto. Hispania tiene aquí un papel importante debido a la
resolución en su suelo de decisivas pruebas de fuerza entre Pompeyo y el dictador.
Sus elementos esenciales serán la profesionalización de las tropas auxiliares, tanteada
ya antes en la guerra de las Galias, que terminará por dar a las mismas una
organización homogénea y, por tanto, una mayor efectividad, en alas y cohortes, como
serán luego heredadas por Augusto.

! Es cierto que las innovaciones no han partido en su totalidad de César, ni de una


política consciente del genial hombre de armas, sino que son el producto de las
necesidades diarias, de las improvisaciones urgentes de una época revuelta, que
obligaban a adaptarse al terreno y a las circunstancias. Pero también en este cambio
juegan un enorme papel las experiencias acumuladas en su período de mandato en las

230 Caes. b. g. III 26, 1; IV 11, 3; VII 66, 3; 66, 7; b. c. II 42, 3; III 37, 5; 38, 4; 60, 4.

231 Plut. pompeius VII 2.

232 Apiano b. c. I, IX 89.


Galias, que serán el punto de partida y el campo de experimentación de gran parte de
estas fecundas innovaciones. Es lástima que no poseamos aún un trabajo de conjunto
suficientemente amplio de esta época del ejército republicano 233 . Pero las fuentes, al
menos, creemos que son lo suficientemente elocuentes, aun en sus problemas, para
delinear los nuevos elementos que aparecen en el ejército en relación con el empleo de
provinciales en sus filas. Estos elementos nuevos son, fundamentalmente, la utilización
masiva y racional de la caballería, uniformización de las tropas auxiliares de infantería y
aparición de legiones formadas por no itálicos, según la norma tradicional, sino por
provinciales.

! Respecto al primer punto, la utilización de la caballería, se está de acuerdo 234


en que se trata de una creación de César, obligado por necesidades tácticas al tener
que contrarrestar en las Galias a un enemigo bien experimentado en el empleo de
fuerzas montadas. El de bello gallico nos ofrece material más que suficiente para poder
seguir la evolución en este sentido. En b. g. I 42, 5-6, al comienzo de la campaña de
las Galias, César sólo disponía de la normal caballería romana hasta esta época, es
decir, de los contingentes transitorios reclutados al comienzo de cada campaña y
licenciados a finales de ella, proporcionados a la fuerza por tratados o mediante dinero

233 A. Von DOMASZEWSKI, "Die Heere der Bürgerkriege", Neue Heidelberger

Jahrbuch 4, 1894, 157 ss.; H.M.D. PARKER, The Roman Legions, Cambridge, 1958;

W.W. TARN, "Anthony's Legions", Classical Quarterly 26, 1932, 75-81; CH.E.

GOODFELLOW, The Roman Citizenship, Lancaster, 1935; H. BOTERMANN, Die

Soldaten und die römische Politik in der Zeit von Caesars Tod bis zur Begründung des

Zweiten Triunvirats, Zetemata 46, Munich, 1968; W. SCHMITTHENNER, The Armies of

the Triunviral Period. A Study of the Origins of the Roman Imperial Legions, Oxford,

1958.

234 J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París,

1967, 49; E. SANDER, "Die Reform des römischen Heerwesens durch Iulius Caesar",

Historische Zeitschrift 179, 1955, 229 ss.


entre las ciudades del sur de la Céltica 235 . El punto de cambio parece ser que lo
marcan las expediciones a Britania de 55-54 236 , ya que hasta esta fecha la poca
eficacia de esta caballería queda bien patente en un buen número de pasajes 237 .
Desde el punto indicado, parece como si hubieran sido introducidas reformas que
hacen a la caballería mucho más eficaz.

! ¿Cuáles son estas reformas? César mismo ofrece la respuesta en b. c. I, 39, 2:


equitum III millia quae omnibus superioribus bellis habuerat. Se trata de la creación de
una caballería permanente. El pasaje se refiere al año 49; las omnibus superioribus
bellis, a campañas anteriores. La existencia de esta caballería profesional y
permanente, organizada de forma semejante y con mandos, en parte, romanos, como
veremos más abajo, frente a la otra tradicional, de tipo nacional, heterogénea en su
armamento y organización y de mandos indígenas, puede aún documentarse por el
hecho de que, a partir de César, esta caballería acompaña a las tropas ciudadanas, las
legiones, en sus cuarteles de invierno, mientras que, como se ha dicho ya repetidas
veces, la caballería tradicional era licenciada al final de cada campaña 238 . Esta última
no desaparece tampoco, sino que la encontramos, junto a la de nueva formación, a
partir del 54 e, incluso, parece como si hubiera sido estimulada por la profesional.

! Una semejante evolución se marca en el desarrollo de las tropas auxiliares de


infantería, si se quiere, aún más clara, jalonada por una serie de experimentos llevados
a cabo por César entre 58 y 51 en relación con la utilización de los mismos, como

235 Estos contingentes estaban formados por jinetes enviados por las tribus

galas amigas de los eduos, tréveros y lingones, por germanos e hispanos.

236 b. g. V 17, 3-4.

237 J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París,

1967, 49, nota 163.

238 J. HARMAND, op. cit. 49, nota 168.


Harmand 239 ha puesto de manifiesto. En efecto, en el año 58, César aparece con una
infanntería auxiliar sin precisión de procedencia y de no demasiada eficacia, ya que, o
procura no emplearla, o sólo lo hace de forma secundaria. En el 57 encontramos las
tropas auxiliares mercenarias conocidas del ejército romano, provistas de armas
arrojadizas. En los años siguientes, son raros o nulos los elementos auxiliares ligeros
utilizados, y sólo en 52 y 51 volvemos a encontrar la presencia de una infantería
auxiliar preponderantemente gala y germana, que se manifiesta eficaz.

! ¿Cómo se explica tácticamente esta innovación, esta necesidad finalmente


aceptada? Según Sander 240 , se trata de contraponer a tácticas de lucha extrañas,
correspondientes y efectivos elementos. Los ejércitos romanos hasta el momento sólo
se habían encontrado con ejércitos de infantería, contra los cuales la formación
manipular primero, y la extendida en cohortes después, era suficientemente eficaz. La
campaña de las Galias enseñó a César que esta formación en cohortes era ineficaz
contra enemigos luchando en oleadas mezcladas de caballería e infantería ligera y, por
ello, imitó esta táctica, perfeccionándola aún con la inclusión de la antigua formación en
cohortes. Naturalmente, desde el momento que la caballería y la infantería ligeras eran
un elemento esencial en el combate, no podía dejarse a la improvisación su
reclutamiento a comienzos de cada campaña: el único camino existente era el mismo
que ya había seguido el ejército ciudadano desde la época mariana, la
profesionalización. Y con la profesionalización era natural que viniera a unirse una
mayor uniformidad en armamento, organización y mandos, sobre los que sólo
esporádicamente estamos informados o hemos de deducir de las fuentes, pero que
hemos de aceptar se desarrolló paulatinamente desde César hasta la reforma de
Augusto, en un proceso lento que había de conducir necesariamente a tal resultado y
del cual las distintas etapas permanecen oscuras.

! Que esto es así y que se produce en un cierto grado ya desde la época de


César, queda señalado por dos hechos sobre los que las fuentes nos proporcionan
mayor información: la uniformidad en la organización y en los mandos de las tropas
auxiliares.

! Respecto al primero, la uniformidad en la organización, aparece manifiesto por el


hecho de que desde César, y más concretamente desde la época del bellum civile - en
el bellum gallicum aún no está atestiguado -, las unidades auxiliares ya no son

239 J. HARMAND, op. cit. 44 s.

240 E. SANDER, "Die Reform des Heerwesens durch Iulius Caesar", Historische

Zeitschrift 179, 1955, 225 ss.


nombradas por su misión especial y su étnico únicamente, sino que, por primera vez,
reciben un apelativo y un nombre común, que señala su forma de organización dentro
del ejército: hasta César leemos por todas partes sagitarii Cretae, equites Numidae,
funditores Baleares...; a partir de César aparecen las denominaciones cohortes
Hispanae, cohortes scutatae y caetratae, funditores cohortes sescenariae, turma
Cassiana, turma Hispanorum, expresamente, junto a otras imperiales que pueden
hacerse remontar a época anterior a Augusto: cohors Trumplinorum, cohors Nautica,
ala Scaevae, ala Longiniana...Desde este momento, pues, hemos de arrancar la
organización de los auxilia imperiales en cohortes de infantería y alas de caballería,
divididas en turmae, cuya denominación se hace generalmente por el étnico de donde
proceden o por el nombre de uno de sus mandos en su primera época, o por otras
razones menos frecuentes 241 , pero que ya no especifican su función como arqueros,
lanceros o tiradores de honda, lo que prueba que han recibido una organización y,
como consecuencia, una homogeneización. Luego, en época imperial, encontramos
cohortes con nombres específicos señalando estas funciones especiales, pero siempre
bajo la organización en alas y cohortes y con apelativos determinativos para poder
distinguir unas de otras, por su uniformidad en el armamento y número: así, las alas I
Ulpia contariorum o Ulpia dromedariorum, augusta Ituraeorum sagittaria, las cohortes I
Ascalonitanorum, Flavia Canathenorum, Hamiorum y Syrorum, todas ellas con el
apelativo de sagittaria, por citar sólo ejemplos conservados en diplomas militares.

! En los mandos de estas unidades, sin embargo, se nota una gradación hasta su
completa similación a la forma romana. Los contingentes reclutados de los distintos
pueblos galos o germanos aparecen, naturalmente, al frente de un princeps de la tribu
de donde provienen, como había sido hasta el momento usual, pero desde el momento
que este contingente se transforma, bien organizado como cohorte o turma, aun
cuando siga llevando como jefe a un cabacilla de la tribu o principal indígena, éste lleva
un título oficial romano. Así, Vertiscus es princeps civitatis y praefectus equitum (b. g. 8,
12, 4), o bien el ejemplo de CIL V 4910, principi Trumplinorum praef. chort.
Trumplinorum. Naturalmente se trata de un paso transitorio hacia una mayor
uniformidad en la que la oficialidad es romana y pertenece al orden ecuestre. Por lo
que respecta a los suboficiales, no hay documentación que permita suponer que, ya en
época de César, existen centuriones y distintos grados de principales en estas
unidades, aunque indirectamente hay algún indicio que permite suponerlo, como es
llamar a un ala por el nombre del conocido centurio cesariano Scaeva (b. c. III 53, 4).

! Y en cuanto al tercer elemento nuevo en esta utilización de provinciales al


servicio romano, la aparición de legiones formadas por indígenas, como la Vernacula,
ya nos hemos extendido más arriba sobre el particular.

Procedencia y métodos de reclutamiento de los hispanos.

241 C. CICHORIUS, RE IV 232 s.


! Por último, habría que considerar, dejando aparte problemas imposibles de
resolver por falta de documentación como la cuestión de la soldada, detalles de
armamento ofensivo y defensivo, el ya mencionado de la suboficialidad, numero de
unidades, etc., dos puntos concatenados entre sí e interesantes, a saber, la
procedencia de los auxilia, o mejor, de los elementos humanos con que se formaban
los auxilia, y el modo de reclutamiento.

! El problema ha sido estudiado por Yoshimura 242 en relación con la importancia


que adquiere la clientela provincial de los dos grandes jefes de la guerra civil. Según
este autor, las tropas auxiliares de fines de la República eran reclutadas de tres
fuentes, ya existentes en anteriores períodos, pero ahora perfectamente documentadas
textualmente por César, b. c. III, 4, 6, y bell. afr. 40, 5. Son éstas el mercenariado, la
fuerza, velada por un intento de justificación cual es el derecho que confiere el
imperium, y, en tercer lugar, aquellas tropas enviadas voluntariamente por indígenas -
vasallos o amigos -, de acuerdo con las relaciones privadas que los unían con los jefes
de partido.

! Por lo que respecta a las primeras, hemos de ver en ellas, como en épocas
anteriores, aquellos elementos, en cierto modo profesionales, que, por tradición,
pertenecían desde siempre a los cuadros del ejército romano - arqueros cretenses,
honderos baleares, lanceros númidas...-, pero, en este caso, como sabemos
explícitamente, quizás superados en número por un nuevo filón, que, a partir de este
momento, no cesará de entrar cada vez de forma más numerosa en los ejércitos
romanos. Se trata del elemento germano. Estos germanos cumplirán dos importantes
papeles, precisamente aquellos de los que más necesitado andaba el ejército tardo-
republicano: la caballería y la infantería ligera, como textualmente da noticia César, b.
g. VII 65, 4.

! Las otras dos fuentes de reclutamiento, la leva forzosa y el prestamiento gratuito


a título de amistad, se basan en tres conceptos específicamente romanos, el imperium,
la gratia y la auctoritas. En el caso del primero, se trataba de la antigua costumbre, bien
probada en Hispania, de exigir tropas de los pueblos sometidos, de las provincias,
jurídicamente justificado por el ilimitado poder militar, jurisdiccional y político de los
magistrados supremos de la República. Según ello, los contingentes reclutados por
este medio serán naturalmente aquellos en cuyo territorio se desarrolla la campaña, o
las provincias vecinas. De este modo hemos de imaginarnos la recluta de elementos
galos e hispanos, principalmente en el Oeste, y tracios, ilirios y asiáticos en el Oriente.
El tercer tipo de reclutamiento, en el que Yoshimura hace especial hincapié, es fruto de
una mezcla de gratia y auctoritas, de relaciones privadas de amistad y patrocinio entre

242 TH. YOSHIMURA, "Die Auxiliartruppen und die Provinzial klientel in der

römischen Republik", Historia 10, 1961, 473 ss.


los jefes militares romanos y los príncipes y reyezuelos de estados vasallos o amigos,
con el poder jurídico del jefe militar que le hace digno de confianza. Las fuentes de las
guerras civiles citan, según estas relaciones, una serie de pueblos que se
corresponden, como en el segundo caso, con los teatros de la guerra: Galatia,
Paflagonia, Capadocia, Ponto, Cilicia...del lado de Pompeyo, y tribus galas y del Nórico,
gentes de Pérgamo, gétulos...al lado de César.

! Sin embargo, toda esta mezcla de elementos, como hemos visto, estaba
llamada a desaparecer o, quizás mejor, a unificarse. De la guerra de las Galias había
salido un ejército transformado por la aparición masiva de sujetos no ciudadanos
unificados, de los que, a partir de este momento, ya no será posible prescindir, atraídos
al servicio por la mezcla de dos principios, el mercenariado y la obligación de servir. En
ellos se encuentra el núcleo del definitivo ejército auxiliar de época imperial.

El aporte del elemento hispano a la guerra civil.


! ¿Cuál es el concreto aporte del elemento hispano a este ejército, en ciertos
aspectos revolucionario, que se gesta en los últimos años de la República?

! Las fuentes para calar en él son desproporcionadamente dsiguales,


considerando el desarrollo de los acontecimientos en la Península y fuera de ella. Esta
desproporción no es, sin embargo, casual y, en algún modo, debe corresponder a una
realidad que sólo llegamos a vislumbrar. Es ésta, y ésta será durante toda la historia
militar romana, lo precario de los efectivos y lo primitivo y elemental en la forma de
conseguirlos.

! En las líneas anteriores hemos hecho referencia a la aparición, por obra de


César, de una caballería permanente; hemos visto cómo se realiza una
homogeneización del elemento auxiliar en organización y mandos, también en las
unidades de infantería; conocemos o podemos suponer con ciertos visos de
verosimilitud las fuentes de donde estos elementos se extraen y la justificación por la
que se lleva a cabo. Pero, a pesar de todos nuestros conocimientos, el problema raíz
de si existe una planificación en la inclusión del elemento auxiliar dentro del ejército no
queda resuelto o, mejor dicho, no puede quedar resuelto porque sólo tiene una
contestación negativa.

! El núcleo decisivo, tanto antes como ahora, continúan siéndolo las legiones,
formadas por ciudadanos romanos. El elemento auxiliar procede, con pocas
excepciones explicables, de los teatros de la guerra en cada caso, y este principio no
se romperá hasta la última fase de la guerra civil que abre la muerte de César. Estas
excepciones a que nos referimos son, por ejemplo, los efectivos de caballería
mencionados por César (b. c. I 39, 2), pero hay que tener en cuenta que se trata de un
ejército personal, ya revolucionario en su propio mantenimiento y, por tanto, de
excepción: la larga guerra de las Galias y los propósitos de César se unieron en la
voluntad de crear un instrumento efectivo, cuya procedencia habrían de ser
naturalmente galos y germanos.
! El gran papel que juega Hispania y los hispanos en el ejército de época tardo-
republicana, cuya importancia no se puede negar, nace del hecho fortuito de que la
guerra civil tuvo en la Península algunas de sus fases decisivas y, por tanto, gran parte
de los elementos que habrían de decidirla fueron tomados de ella.

! Estos elementos son, sin embargo, muy heterogéneos y se corresponden con


las distintas formas económicas y sociales que existen en la Península. Seguir su
historia representaría en el fondo seguir la historia del ejército de ocupación, pero, en
todo caso, no puede considerarse en bloque su utilización y su comportamiento frente a
la política romana, como generalmente viene considerándose 243 . Hay que distinguir
netamente la Hispania incluida en el mundo cultural romano, tras dos siglos de
dependencia política, influida profundamente por la corriente ininterrumpida de
emigrantes y por la creación de núcleos urbanos de cuño romano, y la Hispania
simplemente sometida, que, o bien por factores económicos menos favorables, o por lo
reciente y aun precario de su sometimiento es simplemente una fuente de explotación,
tanto de materiales como de hombres.
! En la primera puede mantenerse el cuadro de la identificación - y siempre aún
con ciertas restricciones - con las luchas políticas romanas; indudablemente es
imposible pensar en tal espíritu para la segunda. En correspondencia, los contingentes
hispanos que, en ambos bandos, participan en las luchas políticas, se encuadran de
forma distinta en los ejércitos. Por primera vez, tenemos noticia no sólo de legionarios
hispanos, sino de legiones completas formadas con indígenas, indudablemente, en su
mayoría, ya ciudadanos romanos procedentes de la Bética. Frente a éstos, las regiones
periféricas de la Península ofrecen el imprescindible elemento auxiliar, en cierto modo
tumultuario y tradicional en los efectivos bélicos romanos. Su procedencia y su modo
de inclusión demuestran manifiestamente que no había de esperarse de ellos una
identificación política con los bandos en lucha, sino, a lo sumo, un apego al partido

243 Así, A. BALIL, "Un factor difusor de la romanización: las tropas hispánicas

al servicio de Roma (s. III al I a. C.)", Emerita 24, 1956, 127: "la identificación en las

guerras civiles de los hispanos a favor de un bando u otro será total"; A. GARCIA Y

BELLIDO, "Los auxiliares hispánicos en los ejércitos de ocupación (200-30 antes de

J.C.)", Emerita 31, 1963, 210 s.: "Ahora veremos a los españoles tomar parte en estas

contiendas civiles...como partidarios de soluciones políticas integradas en una

organización estatal suprema...Roma...un estado en el que el español se siente

inmerso".
dentro del cual combatían, movidos por intereses más elementales, ya fuera la
coacción o esperanzas y promesas de significado puramente material. Sin ser
exhaustivos, citemos los lusitanos de Petreyo (región que diez años antes aún había
necesitado una campaña militar del propio César y que todavía en las mismas guerras
civiles será combatida por Casio Longino); celtíberos, cántabros y otras tribus del
Noroeste, reclutadas por Afranio; y, en el bando cesariano, elementos de las tribus
ibéricas del Noreste.

! En este grupo habría que incluir todavía una forma especial de utilización que se
remonta a época anterior y que son las guardias personales de indígenas peregrini de
los jefes militares, de las que ya Sertorio se había servido 244 y que han de
considerarse como institución exclusivamente hispana, con unos caracteres especiales
nacidos de las nociones fundamentales de significado religioso que ligan a los soldados
al jefe, la fides y la devotio, mezcladas con los sentimientos de clientela militar ya
mencionados más arriba. En esta época de finales de la República las encontramos
con Cn. Calpurnio Pisón 245 , Afranio 246 , el rey Juba de Muritania 247 , Casio Longino
248, el propio César 249 y el triumviro Octaviano 250 .

244 Plut. sert. 14; Apiano b. c. I, 112.

245 Sallust. cat.19.

246 Caes. b. c. I 75.

247 Caes. b. c. II 40.

248 bell. alex. I 53.

249 Suet. caes.86.

250 Suet. aug. 49.


! Pero, si bien no identificados ideológicamente con el correspondiente ejército
donde combaten, existe en los auxilia un paso adelante en su inclusión como elemento
táctico, al que ya hemos hecho referencia en forma general y que particularmente se
atestigua en la Península: su organización en unidades regulares con una cierta
uniformidad en armamento que presupone un mando, en parte romano. Las fuentes
distinguen entre los auxilia hispanos, aquellos armados con escudo largo (scutum),
reclutados en la Citerior, y los de pequeña rodela (caetra) de la Ulterior, todos ellos
organizados en cohortes, designadas precisamente por esta característica de
armamento 251.

Esta larga utilización de auxiliares hispanos en la Península, unida a su más


compacta inclusión en los ejércitos romanos, explica que en el último acto de las
guerras civiles los encontremos ya no sólo en Hispania, sino en los campos de batalla
de Oriente; así, con Bruto y Casio 252 , Marco Antonio 253 y el propio Octaviano, en la
forma ya indicada de guardia personal, procedente de Calagurris 254 . Se trata de un
período de transición al que se ligará inmediatamente, tras la batalla de Actium, la
nueva reforma del ejército, que dará paso a la contextura en que lo conocemos en
época imperial y en el que los auxilia, y entre ellos con un papel importante los de
procedencia hispana, forman un elemento fundamental del mismo.

251 Caes. b. c. I 39, 1; 48, 7; 70, 4; 78, 1. La mención de scutati y caetrati se remonta

ya a la segunda guerra púnica (vid. Fontes Hispaniae Antiquae III 50, 53, 77 y 130),

pero sólo a partir de ahora aparecen formados en cohortes, lo que indica una

organización de cuño romano.

252 Apiano b. c. IV 88.

253 Plut. m. ant. 32.

254 Suet. aug. 49.


INDICE

INTRODUCCION................................................2
LOS MILITES HISPANOS HASTA LA SEGUNDA GUERRA PUNICA.........4
! Hispanos al servicio púnico............................4
! Causas de la pervivencia del espíritu militar hispano..5
! La inclusión de la Península en el horizonte de inte-
! reses romano..........................................10
LOS HISPANOS EN LA SEGUNDA GUERRA PUNICA...................13
! Hispanos en las filas cartaginesas....................13
! Hispanos del lado romano..............................15
! Cambio de actitud indígena tras el final de la guerra.23
SOLDADOS HISPANOS HASTA EL FINAL DE LAS GUERRAS CELTIBERO-
LUSITANAS..................................................25
! Los comienzos de la resistencia hispana...............25
! Los auxilia en el ejército romano republicano.........29
! La conquista de la Península hasta las guerras celtí-
! bero-lusitanas y la participación de indígenas en las
! filas romanas.........................................35
! Los indígenas en las guerras celtíbero-lusitanas......41
LA EPOCA DE MARIO..........................................44
! La reforma militar de Mario...........................44
! Los auxilia tras la reforma de Mario..................49
! La utilización de auxilia hispanos fuera de la Penín-
! sula: la turma Sallvitana.............................56
! La concesión de la ciudadanía a auxilia por méritos
! de guerra.............................................67
! Politización de las concesiones de ciudadanía.........70
! Las "clientelas militares"............................73
LA GUERRA SERTORIANA.......................................80
! Hispania entre la destrucción de Numancia y Sertorio..84
! Los hispani en la guerra sertoriana...................89
LA GUERRA CIVIL...........................................105
! Hispania en vísperas de la guerra civil..............105
! Las clientelas peninsulares de César y Pompeyo.......114
! Los efectivos hispanos de la guerra civil............120
! ! - equites hispanos..............................128
! ! - legionarios hispanos: la legio Vernacula......133
! ! - los auxiliares hispanos.......................143
! Organización de los mílites hispanos de Mario a
! César................................................149
! Las reformas de César................................158
! Procedencia y métodos de reclutamiento de los
! hispanos.............................................165
! El aporte del elemento hispano a la guerra civil.....168
INDICE....................................................174

LOS HISPANOS EN EL EJERCITO ROMANO REPUBLICANO

Notas

(1) A. GARCIA Y BELLIDO, Bandas y guerrillas en las luchas con Roma, Madrid,
1943.

(2) J. M. BLAZQUEZ, "La expansión celtíbera en Carpetania, Bética ! y Levante y


sus causas", Celticum, 3, 1962.

(3) Diod., V, 34, 6: "Hay una costumbre muy propia de los iberos, ! mas sobre todo de
los lusitanos, y es que cuando alcanzan la ! edad adulta, aquellos que se
encuentran más apurados de ! recursos, pero destacan por el vigor de sus cuerpos y
su ! denuedo, proveyéndose de valor y de armas, van a reunirse en ! l a s
asperezas de los montes; allí forman bandas considerables ! q u e r e c o r r e n I b e r i a ,
acumulando riquezas con el robo, y ello !lo hacen con el más completo desprecio a
todo".

(4) Strab., III, 3, 5: "...las que habitan un suelo pobre y carente de lo más
necesario, habían de desear los bienes de los otros...La mayor parte de estas
tribus han renunciado a vivir de la tierra para medrar con el bandidaje, en luchas
continuas mantenidas entre ellas mismas o, atravesando el Tajo, con las
! provocadas contra las tribus vecinas...Como éstas (las tribus ricas del llano)
tenían que abandonar sus propias labores para rechazar a los de las montañas,
! hubieron de cambiar el cuidado de los campos por la milicia, y, en
consecuencia, la tierra no sólo dejó de producir incluso aquellos frutos que crecían
espontáneos, sino que además se pobló de ladrones".
!
(5) A. GARCIA Y BELLIDO, "Los iberos en la Grecia propia y en el !Oriente helenístico
a través de los escritores antiguos", ! Investigación y Progreso, 8, 1934, 97 ss.; ID.,
"Factores que ! contribuyeron a al helenización de la España prerromana, II.
! Los iberos en Sicilia", BRAH, CIV, 1934; ID., "Contactos y ! relaciones entre la
Magna Grecia y la Península Ibérica", BRAH, CV, 1935; ID., "Los iberos en
Cerdeña, según los textos !clásicos y la arqueología", Emerita, III, 1935, 225 y ss.;
Id., Fenicios y cartagineses en Occidente, Madrid, 1942, 150 ss.
!
(6) Heródoto, VII, 165; Polieno, stratagemata, I, 28, 1 "Theron"; ! Diodoro, passim;
Polibio, I, passim.

(7) El más antiguo testimonio de la utilización de mercenarios al ! servicio cartaginés


lo proporciona Heródoto, VII, 165, y es ! anterior a la batalla de Himera. Pero también,
todavía dentro ! del siglo V a. C., aparecen iberos en los ejércitos de ! A r i s t a r c o
(Estéban de Bizancio, frg. 550-551, Kock). Los !soldados iberos formaban un elemento
fundamental del ejército ! cartaginés a finales del siglo V a. C. en las luchas
! sicilianas (Diodoro, XIII, 54, 1; 56, 5; 62, 1; 85, 1), pero ! combaten también
en el bando enemigo junto a Dionisio ! (Diodoro, XIV, 75, 8) y, a través del tirano
siciliano, los encontramos en Grecia al servicio de Esparta (Helen., VII, 1, 20; Diodoro,
XV, 70, 1).

(8) G. SUMNER, "Roman Policy before the Hannibalic War", HSEh, 72, ! 1 9 6 7 , 2 0 5
ss.; ID., "Rome, Spain and the Outbreak of the !Second Punic War. Some Clarifications",
Latomus, 31, 1972, 469 ! ss.; R.M. ERRINGTON, "Rome and Spain before the
Second Punic ! War", Latomus, 29, 1970, 25 ss.

(9) En general, sobre la colonización púnica en la península ! Ibérica, A. GARCIA


Y BELLIDO, Fenicios y cartagineses en !Occidente, Madrid, 1942; ID., "Colonización
púnica y griega", ! en Ars Hispaniae, I, Madrid, 1947; ID., La colonización púnica
! y griega en la Península Ibérica, Madrid, 1954; ID., en ! Historia de España
dirigida por R. Menéndez Pidal I, 2: España ! protohistórica. La España de las
invasiones célticas y el ! mundo de las colonizaciones, Madrid, 1960; M.
TARRADELL, "El ! impacto colonial de los pueblos semitas", en I Symposium de
! Prehistoria Peninsular, Barcelona, 1960, 257 ss.; J. M. ! BLAZQUEZ, "Las
relaciones entre Hispania y el norte de Africa ! durante el gobierno bárquida y la
conquista romana, 237-19 a. ! C.", Saetabi, 11, 1961, 21 ss.; A. BLANCO, "La
colonización de ! la península Ibérica en el I milenio a. C.", en Las raíces de
! España, Madrid, 1967; H. SCHUBART-G. NIEMEYER, L'espansione ! fenicia
nel Mediterraneo: Spagna, Roma, 1971; F.J. FERNANDEZ ! N I E T O , "España
Cartaginesa", Hispania Antiqua, 1, 1971, 335 ! ss.; A. MONTENEGRO, Historia de
España. Edad Antigua, I, ! Madrid, 1972; J.M. BLAZQUEZ, en Historia de España
Antigua, I: ! Protohistoria, Madrid, 1980, 389 ss.; G. CHIC GARCIA, "La ! a c t u a c i ó n
político-militar cartaginesa en la Península Ibérica ! entre los años 237-218", Habis,
9, 1978, 232-242.
!
(10) Vid. sobre estas relaciones, T. FRANK, "Rome, Marseille and !C a r t h a g e " , M i l .
Hist., 1916, 394 ss.; F. R. KRAMER, "Massilian ! Diplomacy before the Second
Punic War", Harvard Stud. Class. !Phil., 72, 1948, 205 ss.; A.E. STIER, "Saguntum and
the ! origins of the Second Punic War", Latomus, 26, 1967; T. A. DOREY, "The treaty
with Sagunt", Humanitas, XI-XII, 1959-60.
!
(11) Para el tema de las orientaciones económicas del estado ! romano en la época
anterior a la segunda guerra púnica es ! imprescindible la obra de F. CASSOLA, I
gruppi politici romani ! nel III secolo a. C., Trieste, 1962.
!
(12) A. GARCIA Y BELLIDO, "Los mercenarios españoles en la segunda guerra
púnica", Rev. Hist. Mil., VI, 10-11, 1962; VII, 12, ! 1963; A. BALIL, "Un factor de
romanización: las tropas ! hispánicas al servicio de Roma (siglos III-I a. de J.C.)",
! Emerita, 24, 1956, 108 ss.
(13) Pol., III, 33, 8 ss.: " Los que pasaron a Libia eran ! tersitas, mastienos, oretes,
iberos y olcades. El total de ! esta gente ascendía a 1200 jinetes y 13.850 infantes.
Pasaron ! también 870 baleares, llamados propiamente honderos, pues ! e l
! uso de este arma ha dado nombre a este pueblo y la isla que habitan".
!
(14) El tema ha sido bien estudiado por J.M. MANGAS, "El papel de ! la diplomacia
romana en la conquista de la península ibérica !(216-19 a. C.)", Hispania, 30, 1970, 485
ss.; J.M. BLAZQUEZ, ! "Las alianzas en la península ibérica y su repercusión en la
! progresiva conquista romana", RIDA, 14, 1967, 209 ss.; F. ! R O D R I G U E Z
ADRADOS, "Las rivalidades de las tribus del NE. ! español y la conquista romana",
Est. Menéndez Pidal, I, 1950, ! 563 ss.; M. T. OLIVEROS, "Los ilergetes y sus
confederados", ! RHN, 13, 1969; J.M. TRIVIÑO, "Indíbil, un reyezuelo ibérico en
! la encrucijada de dos imperialismos", CHE, 23-24, 1955, 268 ! ss.; M.
GUALLAR, Indíbil y Mandonio, Lérida, 1956.

(15) F. RODRIGUEZ ADRADOS, "Las rivalidades de las tribus del NE. ! español y la
conquista romana", Est. Menéndez Pidal, I, 1950, ! 563 ss.

(16) J.M. BLAZQUEZ, "Las alianzas en la Península Ibérica y su ! repercusión en la


progresiva conquista romana", RIDA, 14, ! 1967, 209 ss.

(17) J. MANGAS, "El papel de la diplomacia romana en la conquista ! de la


Península Ibérica (216-19 a.C.)", Hispania, XXX, 1970, ! 485 ! ss.

(18) J. M. RAMOS LOSCERTALES, " La 'devotio'ibérica", An. Hist. ! Der. Esp., I,


1924, 3 ss.; F. RODRIGUEZ ADRADOS, "La 'fides' ! ibérica, Emerita, XIV 1946, 128
ss.; J.M. BLAZQUEZ, "El legado ! indoeuropeo en la Hispania romana", Primer
Symposium de ! Prehistoria de la Península Ibérica, Pamplona, 1960, 319 ss.
!
(19) J. MANGAS, " El papel de la diplomacia romana en la conquista ! de la
Península Ibérica (226-19 a. C.)", Hispania, XXX, 1970, ! 494.

(20) A. BALIL, "Un factor difusor de la romanización: las tropas ! h i s p á n i c a s a l


servicio de Roma (siglos III-I a. de J.C.", ! Emerita, XXIV, 1956, 118 s.; J.M.
BLAZQUEZ, "Las alianzas en ! la Península Ibérica y su repercusión en la progresiva
conquista romana", RIDA, XIV, 1967, 233 s. En 208 Asdrúbal hacía levas en la
Celtiberia (Apiano, iber., 24); al año siguiente, Asdrúbal reclutaba mercenarios junto al
océano septentrional (Apiano, iber., 28) y los celtíberos auxiliaban a Magón (Apiano,
iber., 31). En 206, Amílcar, con un ejército de celtíberos atravesó los Pirineos en
socorro de su hermano (Apiano, iber., 28) y todavía, en 203, reclutaron los cartagineses
un cuerpo de más de 4.000 celtíberos y se atrevieron a intentar levas en territorio
dominado por los romanos, desembarcando reclutadores no lejos de Sagunto (Livio,
XXX, 21, 3).
!
(21) Sobre el sistema militar romano, en general, J. KROMAYER-G. ! V E I T H ,
Heerwesen und Kriegsführung der Griechen und Römer, ! Munich, 1928; M. MARIN
Y PEÑA, Instituciones militares ! romanas, Madrid, 1946; G. R. WATSON, The Roman
Soldier, ! Londres, 1969; G. FORNI, "Esperienze militari del mondo ! romano", en
Nuove Questioni di Storia Antica, Milán, 1972, 815 ! s s . , c o n b i b l i o g r a f í a ; F. C .
ADCOCK, Roman Art of War under the ! Republic, Nueva York, 1940. La colección de
articulos de ! diversos autores, recogidos en Problèmes de la guerre à Rome, ! París,
1969, y Armée et fiscalité dans le monde antique, Coll. ! Nat. C.N.R.S., nº. 936,
París, 1978, ofrecen importantes !contribuciones sobre aspectos del ejército romano.
!
(22) Desde finales del siglo III a. C. hasta la guerra social en ! 91 a. C., los
contingentes aliados han representado, en ! efecto, un porcentaje considerable de
los efectivos anuales ! reclutados por Roma, según las cifras restituidas por K.J.
! BELOCH, Die Bevölkerung der griechisch-römischen Welt, ! Leipzig, 1886; ID.,
Der italische Bund unter Roms Hegemonie, ! Leipzig, 1880; A. AFZELIUS, Die
römische Kriegsmacht während ! der Auseinandersetzung mit den hellenistischen
Grossmächten, ! Copenhage, 1944: A. J. TOYNBEE, Hannibal's Legacy, Oxford,
! 1965, II, 106 ss.; P. A. BRUNT, Italian Manpower 225 B.C. - ! A.D. 14, Oxford,
1971, 84 ss.; V. ILARI, Gli italici nelle ! strutture militari romane, Milán, 1974. La
proporción de ! itálicos, variable en las fuentes, supone que oscilaba, debido
! a razones políticas o demográficas. Así, Veleyo, II, 15, 8, ! h a b l a de
contingentes aliados dobles en número a los romanos, ! mientras Apiano, hannib.,
8, testimonia para la segunda guerra ! púnica dos veces más que los romanos y
Polibio, III, 107, 12; VI, 26, 7; VI, 30, 2, indica en su época un número igual de
! infantes y doble caballería aliada que los romanos. Según los ! porcentajes
calculados por Ilari, op. cit., si entre 218 y 201 ! la relación entre romanos y aliados era
de un 45,9 y 54,1 % ! respectivamente, entre 200 y 168 pasó a ser del 27,43 y
72,57, ! aunque también es cierto que, en cifras relativas, los números ! s o n
menos llamativos, puesto que la capacidad demográfica de ! los aliados doblaba la de
los ciudadanos romanos.
!
(23) A. GARCIA Y BELLIDO, " Los auxiliares hispanos en los ! ejércitos romanos
de ocupación (200 al 30 antes de J.C.)", ! Emerita, XXXI, 1963, 213.

(24) Sobre la época, G. FATAS, "Hispania entre Catón y Graco", ! Hispania Antiqua, 5,
1975, 271 ss.

(25) Sobre la obra de Ti. Sempronio Graco en Hispania, E. BADIAN, ! F o r e i g n


Clientelae, 264-70 B.C., Oxford, 1958, 122 ss.; W. ! D A H L H E I M , G e w a l t u n d
Herrscahft. Das provinziale ! Herrschaftssystem der römischen Republik, Berlín,
1977, 90 ss.
!
(26) Para los pormenores de la guerra, sigue siendo el mejor ! estudio el de H.
SIMON, Roms Kriege in Spanien, 154-133 v. ! Chr., Frankfurt, 1962.

(27) H. SIMON, op. cit., 179.

(28) A. SCHULTEN, Numantia III: Die Lager des Scipio, Munich, ! 1927, 42.
! !
(29) A. SCHULTEN, Numantia III: Die Lager des Scipio, Munich, ! 1927; FHA, IV, 75.

(30) R. SEAGER, The crisis of the Roman Republic. Studies in ! political and social
history, Cambridge-Nueva York, 1969.

(31) Véase sobre la reforma A. SCHULTEN, "Zur Heeresreform des ! Marius",


Hermes, 63, 1928, 240 ss.; E. GABBA, "Le origini dell'essercito professionale in Roma, i
proletarii e la riforma di Mario", Athenaeum, 27, 1949, 173 ss., ID., "Ricerche
sull'essercito professionale romano da Mario ad Augusto", ibidem, 29, 1951, 171 ss.; E.
VALGIGLIO, La riforma mariana del sistema di arruolamento, Cirie, 1953; R.E. SMITH,
Service in the post-marian roman army, Manchester, 1958; M.J.V. BELL, "Tactical
Reform in the Roman Pepublic Army", Historia, 14, 1965, 404 ss.; J. HARMAND,
L'armée et le soldat à Rome de 107 a 50 avant notre ère, París, 1967; E. GABBA,
Esercito e società nella repubblica romana, Florencia, 1973; ID., "Sull'arruolamento dei
proletarii nel 107 a. C.", Athenaeum, 51, 1973, 135 ss.; P. BRUNT, "The Army and the
Land in the Roman Revolution", JRS, 52, 1962, 69 ss.; M. SORDI, "L'arruolamento dei
capite censi nel pensiero e nell'azione politica di Mario", Athenaeum, 1972, 379 ss.; H.
AIGNER, "Gedanken zur sogenannten Heeresreform des Marius", en F. HAMPL-L.
WEILLER, Kritische und vergleichende Studien zur Alte Geschichte und
Universalgeschichte, Innsbruck, 1974, 11 ss.; J.A. BARTHELMES, The sullan Senate
and the Army, Ann Arbor, 1978.

(32) Para V. ILARI, Gli italici nelle strutture militari romane, ! M i l á n , 1 9 7 4 , 1 2 0 , l a


palabra exercitus es usada fundamentalmente con dos significados: por una parte,
como referencia a la asamblea centuriada; por otra, para indicar las fuerzas armadas
concretas al mando de los cónsules o pretores. En todo caso, exercitus no es usado
nunca con referencia a las estructuras organizativas que posibilitaban la leva y la
formación de las tropas operativas.

(33) E. GABBA, Esercito e società nella tarda repubblica romana, ! Florencia, 1973, 41.

(34) J.A. BARTHELMESS, The Sullan Senate and the Army, Ann Arbor, ! 1978, 34.

(35) El tema de la politización del ejército ha sido repetidamente ! tratado. Véase W.


SCHMITTHENNER, "Politik und Armee in den späten römischen Republik", Historische
Zeitschrift, 190, 1960, 1 ss.; P. A. BRUNT, "The Army and the Land in the Roman
Revolution", JRS, 52, 1962, 69 ss.; J. HELLEGOUAR'C, "Armée et parti politique sous
la république romaine", en Problèmes de la guerre à Rome, ed. J.P. BRISSON, París,
1969, 157 ss.; E. H. ERDMANN, Die Rolle des Heeres in der Zeit von Marius bis
Caesar. Militärische und politische Probleme einer Berufsarmee, Neustadt/Aisch, 1972;
H. AIGNER, Die Soldaten als Machtfaktor in der ausgehenden römischen Republik,
Innsbruck, 1974.

(36) Apiano, bell. civ., I, 20, 132; 30, 134; 31, 139 s. Para E. !B A D I A N , F o r e i g n
Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1957, 228, Mario, que había creado un ejército
profesional y reconocido cierta importancia política, sin embargo lo consideraba sólo
como un agregado de clientes, utilizable, según la vieja tradición, sólo como apoyo
moral y político, pero sin evidencia de ir más lejos.

(37) W. SOLTAU, "Reiter, Ritter und Ritterstand in Rom", ! Zeitschrift für Oest. Gym.,
62, 1911, 385 ss., J. WIESNER, "Reiter und Ritter im ältesten Rom", Klio, 36, 1944, 45
ss.; A. ALFÖLDI, Der frührömische Reiteradel und seine Eherenabzeichen, Baden-
Baden, 1951; CL. NICOLET, L'ordre équestre dans l'époque républicaine (312-43 av.
J.C), París, 1966, 15 ss.

(38) V. ILARI, Gli italici nelle strutture militari romane, Milán, ! 1974, passim; H.
GALSTERER, Herrschaft und Verwaltung im republikanischen Italien, Munich, 1976,
105 ss.

(39) L. CINCIUS, in gell., 16, 4, 6: alae dictae exercitus equitum ! o r d i n e s , q u o d


circum legiones dextra sinistraque, tamquam alae in avium corporibus locabantur. Vid.
V. ILARI, Gli Italici nelle strutture militari romane, Milán, 1974, 124.

(40) Así, según J. KROMAYER - H. VEITH, Heerwesen und ! Kriegsführung der


Griechen und Römer, Munich, 1928, 309; M. MARIN Y PEÑA, Instituciones militares
romanas, Madrid, 1956, 76. Para A. LANGEN, "Über die Heeresverpflegung der Römer
im letzten Jahrhundert der Republik", Progr. Brieg., I, 1878, 12; II, 1880, 19, después de
140 a. C. no hay trazas de caballería ciudadana. H. HARMAND, L'armée et le soldat à
Rome de 107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 39, por su parte, supone que Salustio,
bell. jugurth., 46, 7, podría ser la última mención de equites romani en la historia de la
República.

(41) Veg., mil., 2, 14; Varro, I, 1, 5, 91. F. LAMMERT, 'turma', ! RE, VII A, cols.
1390 ss.; J. KROMAYER - H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der Griechen und
Römer, Munich, 1928, 270; M. MARIN Y PEÑA, Instituciones militares romanas,
Madrid, 1956, 229, 393; V. ILARI, Gli Italici nelle strutture militari romane, Milán, 1974,
138.

(42) J. SUOLAHTI, The Junior Officiers of the Roman Army in the ! Republican Period.
A Study on Social Structure, Helsinki, 1955, 203; V. ILARI, Gli Italici nelle strutture
militari romane, Milán, 1974, 131.

(43) J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 â 50 avant ! notre ère,


París, 1967, 46; J.M. ROLDAN, Hispania y el ejército romano. Contribución a la historia
social de la España Antigua, Salamanca, 1974, 37.

(44) Entre los principales trabajos sobre el epígrafe, G. GATTI, ! "Lamina di bronzo
con iscrizione riferibile alla guerra dei socii italici", Bull. Comm. Arch. Com., 36, 1909,
168 ss.; ID., "Un nuovo frammento del decreto di Gneo Pompeo Strabone durante
l'assedio di Ascoli", ibidem, 38, 1911, 273 ss.; E. PAIS, "Il decreto di Gn. Pompeo
Strabone sulla cittadinanza romana dei cavalieri Ispani", Stud. Stor. Ant. Class., II, 1909,
113 ss.; ID., "Il decreto di Gn. Pompeo Strabone sulla cittadinanzza romana dei cavalieri
Ispani", Dalle guerre puniche a Cesare Augusto, Roma, 1918, I, 169 ss.; II, 750; ID.,
"Nuove osservazioni a proposito del decreto di Gneo Pompeo Strabone sulla
cittadinanza romana dei cavalieri Ispani", Rend. R. Accad. Lincei, V, 19, 1910, 72 ss.; G.
DE SANCTIS, "Note di epigrafia giuridica. I decreti di Cn. Pompeo Strabone", Atti R.
Accad. Sc. Torino, 45, 1909-1910, 148 ss.; ID., "Ancora il decreto di Cn. Pompeo
Strabone", ibidem, 46, 1910-1911, 727 ss.; G. H. STEVENSON, "Pompeius Strabo and
the Franchise Question", JRS, 9, 95 ss.; C. CICHORIUS, "Das Offizierkorps einen
römischen Heeres aus dem Bundesgenossenkriege", Römische Studien, Leipzig, 1922,
130 ss.; M. GOMEZ MORENO, "Sobre los iberos: El bronce de Ascoli", Misceláneas
Historia, Arte, Arqueología. Primera parte: Antigüedad, Madrid, 1949, 233 ss.; U.
SCHMOLL, "Turma Sallvitana", Gotta, 35, 1956, 304 ss.; J.M. ANDERSON, "Turma
Sallvitana. A Study in ancient iberi linguistic relationship and local substratum influence
on spanish dialects", NPh, 57, 163; N. CRINITI, L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo
Strabone, Milán, 1970; H. B. MATTINGLY, "The consilium of Cn. Pompeius Strabo in 89
B.C.", Athenaeum, 53, 1975, 262, ss.; J.M. ROLDAN, "Los reclutamientos romanos en
el valle del Ebro en época republicana", Estudios en homenaje al Dr. Antonio Beltrán
Martínez, Univ. de Zaragoza, Zaragoza, 1986, 761 ss.; ID., "El bronce de Ascoli en su
contexto histórico", Reunión sobre Epigrafía hispánica de época republicana, Zaragoza,
1986, 115 ss.

(45) J.M. ROLDAN, "De Numancia a Sertorio. Problemas de la ! romanización de


Hispania en la encrucijada de las guerras civiles", Studien zur antiken Sozialgeschichte.
Festschrift F. Vittinghoff, Colonia, 1980, 157 ss.

(46) Apiano, iber., 99, 100; Livio, per., 70; Frontino 1, 8, 5; 2, ! 10, 1; Obsequens a
los años 98, 97 y 94; acta triumph., CIL, I2, 1, 177.

(47) W. DAHLHEIM, Gewalt und Herrschaft. Das provinziale ! Herrschaftssystem


der römischen Republik, Berlín, 1977, 100 ss.

(48) Diferentes aspectos de la rica problemática que el tema de la !atracción de las


minorías rectoras indígenas al servicio de Roma plantea, en conexión con el problema
de la urbanización, han sido tratados por E. SCHÖNBAUER, "Reichsrecht, Volkrecht
und Provinzialrecht", ZRG, 57, 1937, 309 ss.; E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70
B.C.), Oxford, 1958; C.K. WARRINER, "Social Integration and the nature of
Urbanisation", en R.L. STAUBER (ed.), Approaches to the Study of Urbanisation,
Lawrence/Kansas, 1964, 94 ss.; P. GARNSEY, Social Status and Legal Privilege in the
Roman Empire, Oxford, 1970; P.A. BRUNT, "The Romanisation of the Local Ruling
Classes in the Roman Empire", en Assimilation et résistence à la culture gréco-romaine
dans le monde ancien, París, 1976, 161 ss.

(49) G. FATAS, Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) II. Tabula !C o n t r e b i e n s i s ,


Zaragoza, 1980.
(50) G. FATAS, "Los sedetanos como instrumento de Roma", Homenaje ! a D. Pío
Beltrán, Anejos AEspA VII, 1974, 106 ss.

(51) P. A. BRUNT, Italian Manpower, 225 B.C.-A.D. 14, Oxford, ! 1971, 204; A.N.
SHERWIN-WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 292.

(52) P. LE ROUX, L'armée romaine et l'organisation des provinces !ibériques d'Auguste


à l'invasion de 409, París, 1982, 39.

(53) Livio, XL, 47: sestertium quater et viciens ab iis exactum, ! quadraginta nobiles
equites, nec obsidum nomine - nam militare iussi sunt - et tamen re ipsa ut pignus fidei
essent.

(54) P. LE ROUX, L'armée romaine et l'organisation des provinces !ibériques d'Auguste


à l'invasion de 409, París, 1982, 39.

(55) Apiano, iber., 100; Granio Liciniano p. 31 (Flemisch). Sobre ! el personaje, T.R.S.
BROUGHTON, The magistrates of the Roman Republic, Ann Arbor, 19682, II, 77 ss., E.
BADIAN, "Notes on provincial governors from the social war down to Sulla's victory",
The Proceedings of the African Class. Ass. 1, 1985, 1 ss.

(56) G. FATAS, Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) II. Tabula !C o n t r e b i e n s i s ,


Zaragoza, 1980, 111 ss.

(57) J.S. RICHARDSON, "The Tabula Contrebiensis: Roman Law in ! Spain in the
early first century B.C.", JRS, 73, 1983, 33 ss.

(58) Apiano, bell. civ., 1, 89.

(59) M. RAMBAUD, "La cavalerie de César", Mél. Renard , II, ! Bruselas, 1969, 650
ss.

(60) CH. GOODFELOW, Roman Citizenship, Bryn Mawr, 1935; A.N. ! SHERWIN-
WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 291 ss.; A. GILBOA, Viritane Grants of
Citizenship, Jerusalén, 1958; E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford,
1958, 152; H. WOLFF, Civitas romana. Die römische Bürgerrechtspolitik vom
Bundesgenossenkrieg bis zur Constitutio Antoniniana I. Viritane Verleihungen, Colonia,
1980.

(61) Livio, XXVI, 21, 11; XXVII, 5, 7.

(62) Cicerón, pro Balbo, 28; pro Caecina, 100.

(63) A.N. SHERWIN-WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, ! 295.


(64) E. KÜBLER, 'peregrinus', RE, XIX, cols. 645 ss.; F. ! VITTINGHOFF, Römische
Kolonisation und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Wiesbaden, 1952, 13.

(65) Cicerón, pro Balbo, 20, 46; Val. Max., V, 2, 8; Plutarco, mar., 28, 2; apopht.
marii, 202 D 5.

(66) Val. Max., V, 2, 8; Plutarco, mar., 28, 2.


(67) No obstante, estas concesiones por valor militar parecen ! haber estado
contempladas en otra ley, promulgada un año después de la Iulia, probablemente por
plebiscito propuesto por el tribuno L. Calpurnio Pisón Frugi. Así al menos lo autoriza a
pensar un fragmento de Sisenna (120, Peter): milites, ut lex Calpurnia concesserat,
virtus ergo civitate donari. El desajuste que crea el testimonio de Sisenna y la mención
de la lex Iulia en el documento de Ascoli no pueden ser explicados satisfactoriamente.
Vid. las distintas opiniones de G.H. STEVENSON, "Pompeius Strabo and the Franchise
Question", JRS, 9, 1919, 99 ss.; E. WIEHN, Die illegalen Heereskommanden in Rom
bis auf Caesar, Marburg, 1926, 64 s.; M. GELZER, "Cn. Pompeius Strabo und der
Aufstieg seines Sohnes Magnus", Kleine Schriften, Wiesbaden, 1963, II 118; A. N.
SHERWIN-WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 150 s.

(68) Cicerón, pro Balbo, 19.

(69) E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958, ! especialmente cap.
XI, 252 ss.

(70) Sobre los ejércitos personales, entre otros, A.V. ! PREMERSTEIN, Von Werden
und Wesen des Prinzipats, Munich, 1937, 23 ss.; E. GABBA, "Ricerche sull'esercito
professionale da Mario ad Augusto", Athenaeum, 29, 1961, 171 ss.; P. DE FRANCISCI,
Arcana Imperii, III, Milán, 1948, 233 ss.; J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de
107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 442 ss.; V. GIUFFRE, Aspetti costituzionali dei
potere dei militari nella tarda repubblica romana, Nápoles, 1973; N. ROULAND,
"Armées personelles et relations clientelaires au dernier siècle de la République",
Labeo, 25, 1979, 16 ss.

(71) W.G. MESSER, "Mutiny in the Roman Army. The Republic", ClPh, ! 1 5 , 1 9 2 0 ,
158 ss.; J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París,
1967, 272 ss.; E.H. ERDMANN, Die Rolle des Heeres in der Zeit von Marius bis
Caesar. Militärische und politische Probleme einer Berufsarmee, Neustadt/Aisch, 1972;
H. AIGNER, Die Soldaten als Machtfaktor in der ausgehenden römischen Republik,
Innsbruck, 1974; E. GABBA, Le rivolte militari romane dal IV secolo a. C. ad Augusto,
Florencia, 1975.

(73) Así, por ejemplo, N. CRINITI, L'epigrafe di Asculum di Gn. ! Pompeo Strabone,
Milán, 1970, 184 s.

(74) E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958, ! 263.


(75) J.A. BARTHELMESS, The Sullan Senate and the Army, Ann Arbor, ! 1 9 7 8 ,
passim.

(76) Sobre el tema, N. ROULAND, Pouvoir politique et dépendence ! personelle


dans l'Antiquité romaine, Bruselas, 1979.

(77) Es muy abundante la literatura sobre la figura de Sertorio, ! s u obra y


significación, en muchos casos, partidista. Positivamente lo valoran TH. MOMMSEN,
Historia de Roma V: La monarquía militar, ed. española, Aguilar, Madrid, 19605, 538
ss.; A. SCHULTEN, Sertorio, Barcelona, 1949 (ed. orig. Leipzig, 1926); W. SCHNUR,
Sallust als Historiker, 1934, 238 ss.; V. EHERENBERG, en Ost und West, 1935, 196
ss.; R. GARDNER, en Cambridge Ancient History, VIII, 376 ss. (ed. ital. Il Saggiatore,
Milán); F. TAEGER, Das Altertum, 23, 1942, 324 ss. Aspectos negativos sostienen,
entre otros, V. IHNE, Römische Geschichte, Leipzig, 1886, VI, 31-33; 38-40; H. BERVE,
"Sertorius", Hermes, 64, 1929, 199 ss.; J. CARCOPINO, Julio César. El proceso clásico
de la concentración de poder, Madrid, 1974, 28 ss. Otros autores, como P. TREVES,
"Sertorio", Athenaeum, N.S., 10, 1932, 127 ss.; E. KORNEMANN, Römische
Geschichte, I, 1941, 541 ss.; A. PIGANIOL, La conquête romaine, París, 19675, 466
ss., intentan comprenderlo equilibradamente. Vid. también W. STAHL, De bello
sertoriano, Erlangen, 1907; L. WICKERT, "Sertorius", en Rastlosen Schaffen, Homenaje
a F. Lammert, 1954, 97 ss.; E. GABBA, "L'origini della guerra sociale e la vita politica
romana dopo l'89", Athenaeum, 29, 1951, especialmente el cap. IX: La questione
sertoriana. Aspectos más parciales tratan M. GELZER, "Hat Sertorius in seinem Vertrag
mit Mithridates die Provinz Asia abgetragen?", Phil. Wochenschrift, 52, 1932, 1129 ss.;
E. CAVAIGNAC, "Métellus contre Hirtuleius", REA, 30, 1928, 97 ss.; W. H. BENNET,
"The Death of Sertorius and the Coin", Historia, 10, 1961, 459 ss.; B,. SCARDIGLI,
"Sertorio: problemi cronologici", Athenaeum, N.S., 49, 1971, 244 ss.; R. ARCO,
"Sertorio y Huesca", Argensola, I, 1950. Los dos estudios de conjunto más recientes
son los de PH. O. SPANN, Quintus Sertorius: citizen, soldier, exile, Austin, 1976, y F.
GARCIA MORA, Quinto Sertorio. Roma, Granada, 1991, con abundante bibliografía.

(77) Estrabón, III, 5, 1.

(78) Así, E. WILSON, Emigration from Italy in the Republican Age ! o f Rome,
Manchester, 1966, 22; E. GABBA, Esercito e società nella tarda repubblica romana,
Florencia, 1973, 292; contra, P. A. BRUNT, Italian Manpower, 225 B.C. - A.D. 14,
Oxford, 1971, 218, n. 3; R.C. KNAPP, Aspects of the Roman Experience in Iberia,
206-100 B.C., Vitoria, 1977, 137.

(79) A. GARCIA Y BELLIDO, "Las colonias romanas de Hispania", !AHDE, 29, 1959,
457, las compara con las deducciones de Ampurias e Italica, pero no conocemos
ninguna otra colonia de veteranos antes de las colonizaciones marianas, y, como
arguye R. C. KNAPP, Aspects of the Roman Experience in Iberia, 206-100 B.C., Vitoria,
1977, 137, en esta época, el legionario es un soldado agricultor que posee tierra en
Italia y espera su licenciamiento para volver a ella, y no para asentarse en una lejana
provincia.

(80) Apiano, b. c., I, 89.

(81) Gran. Licin., p. 31, Flemisch.

(82) Plutarco, crass., 4-6.

(83) Gran. Licin., p. 16, Flemisch; Apiano, iber., 60.

(84) Ver últimamente sobre el tema, M. A. MARIN, Emigración, ! colonización y


municipalización en la Hispania republicana, Granada, 1988.

(85) Plutarco, sert., 3.

(86) B. SCARDIGLI, "Sertorio: problemi cronologici", Athenaeum, ! 49, 1971, 229 ss.

(87) E. GABBA, "Le origini della guerra sociale e la vita politica ! romana dopo l'89 a.
C.", Athenaeum, N.S., 32, 1954, 41-114; 295-345.

(88) F. GARCIA MORA, Quinto Sertorio. Roma, Granada, 1991.

(89) Cf. Caes., b. c., II, 18, 7: ...tamen constituerat nullam ! partem belli in Hispanias
relinquere, quod magna esse Pompei beneficia et magnas clientelas in citeriore
provincia sciebat.

(90) P. A. BRUNT, Italian Manpower (221 B.C. - A.D. 14), Oxford, ! 1 9 7 1 , 4 7 0 s . y


tabla, pág. 449.

(91) Salustio, hist., IV, 49; Apiano, b. c., I, 121.

(92) Ascon., in Pison., 62; T. R. S. BROUGTHON, The Magistrates of ! the Roman


Republic, American Philological Association, 1951-52, 130, núm. 133.

(93) FHA, V, 3; P.A. BRUNT, Italian Manpower (225 B.B. - A.D. 14), ! O x f o r d ,
1971, 471.

(94) Salustio, cat., 19, 21.

(95) Plutarco, caes., 12.

(96) Cass. Dio, 39, 54.

(97) R.E. SMITH, Service in the Post-Marian Army, Manchester, ! 1 9 6 1 2 , 2 1 ; P. A .


BRUNT, Italian Manpower (221 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, 471 s.
(98) Plutarco, pomp., 52.

(99) Cass. Dio, 37, 52 ss.

(100) Apiano, iber., 73-75; Strab., p. 152; Liv., perioc., 55-56; ! Flor., I, 33, 12...Vid.
FHA, IV, 135-140.

(101) A. GARCIA Y BELLIDO, Bandas y guerrillas en las luchas ! contra Roma,


Madrid, 1945; ID., Hispania, 5, 1945, 547 ss.

(102) Plutarco, caes., 12.

(103) Livio, frag. libr. 91.

(104) Apiano, b. c., I, 112.

(105) Cass. Dio, 39, 54.

(106) F. WATTENBERG, La región vaccea, Madrid, 1959, 42 ss.


(107) Caes., b. c., I, 85, 6 s.: neque enim sex legiones alia de ! causa missas in
Hispaniam septimamque ibi conscriptam, neque tot tantasque classis paratas neque
submissos duces rei militaris peritos: nihil horum ad pacandas Hispanias, nihil ad usum
provinciae provissumque propter diuturnitate, pacis nullum auxilium desiderarit.

(108) Plutarco, pomp., 52.

(109) P. A. BRUNT, Italian Manpower (225 B.C. - A.D. 14), Oxford, !1 9 7 1 , 472 y
addenda, 714.

(110) Caes., b. g., VI, 1; VIII, 54.

(111) Caes., b. c., I, 29.

(112) Bell. alex., 61, 1.

(113) Caes., b. c., I, 44, 2: cum Lusitanis reliquisque barbaris ! [continenter bellum
gerentes barbaro] quodam genere pugnae adsuefacti; quod fere fit, quibus quisque in
locis miles inveteraverit, ut multum earum regionum consuetudine moveatur.

(114) Caes. b. c. , I, 38, 1 s.

(115) Caes., b. c., I, 38, 1 s.; cf. II, 18, 1; I, 85, 6. ! Precisamente esta división de
objetivos será el primer precedente conocido de la posterior división de Hispania en
tres provincias, llevada a cabo por Augusto hacia el 16 a. C., aconsejable según la
situación militar, económica y cultural de la Península, en la que destaca especialmente
el relieve dado a la región occidental, hasta entonces perteneciente a la Ulterior, pero
completamente distinta al valle del Guadalquivir por sus condiciones naturales y
humanas, es decir, el país de lusitanos y vettones, al que aún en esta época queda
añadida la zona del Duero y el Océano (Gallaecia), que, posteriormente, pasará a la
Citerior, cuando sólo quede como frente de lucha contra los indígenas el norte de la
Península (galaicos, astures y cántabros).

(116) Caes. b. c. , I, 38, 3.

(117) Cic. pro balb. , 6; 51.

(118) Como Pompaelo, Estrabón, III, 4, 10.

(119) Ascon., 92, con Cass. Dio, 36, 44, 5. Caes., b. c., II, 18, ! 7. El patrocinio de
Pompeyo explica la enorme cantidad de colonos itálicos establecidos en Hispania que
forman parte de sus legiones, quizás un tercio de las mismas. Cf. Caes., b. c., I 86 s.

(120) Si bien gran parte de culpa en esta defección la tuvo el ! lugarteniente de


César, Casio Longino, por su arrogante comportamiento y sus exigencias. Casio ya
había estado antes en la Península como quaestor a las órdenes de Pompeyo (bell.
alex., 48, 1; 50, 1; Cass. Dio, 41, 24, 2; Cic., ad att., 6, 6, 5), donde precisamente por su
mal trato a los indígenas sufrió un atentado.

(121) Apiano, b. c., II, 87; bell. hisp., 35 ss.; Oros., 6, 16, 6; ! Val. Max., 9, 2, 4; Cass.
Dio, 45, 10, 1; Estrabón, p. 161; Flor., II, 13, 87; Apiano, b. c., 5, 143...

(122) Plut., caes., 5; Suet., caes., 7; Cass. Dio, 37, 52.

(123) Así, Veleyo, II, 43, 4: et praetura quaesturaque mirabili ! virtute atque
industria obita in Hispania, cum esset quaestor sub Vetere Antistio, y el autor de bell.
hisp., 42, 1: initio quaesturae suae eam provinciam ex omnibus provinciis peculiarem
sibi constituisse et quae potuisset eo tempore beneficia largitum esse.

(124) Bell. hisp., 42, 2.

(125) Cic., pro balb., 43.

(126) Cic., pro balb., 6, 3.

(127) Plut., caes., 12; Suet., caes., 18: profectus est, incertum ! metune iudicii quod
privato parabatur, an quo maturius sociis implorantibus subveniret, pacata
provincia...Cic., pro balb., 43: C. Caesar quum esset in Hispania praetor adfecerit,
controversias sedarit, iura ipsorum permissu statuerit...

(128) Bell. hisp., 42: ...simulque patrocinio suscepto multis ! legationibus ab se in


senatum inductis simul privatisque causi multorum inimitiis susceptis defendisse...
(129) Caes., b. c., II, 19 s.

(130) Caes., b. c., II, 20, 5.

(131) M. GELZER, Caesar. Der Politiker und Staaatsman, Wiesbaden, ! 1960, 196.

(132) Caes., b. c., I, 54-60; Cass. Dio, 41, 21, 2-4.

(133) Caes., b. c., I, 61, 3; Oros., 5, 24, 14; Val. Max., 7, 6 ! ext., 3.

(134) Bell. hisp., 35 ss.

(135) Apiano, iber., 102; b. c., 2, 8; Cass., Dio 37, 52 s.

(136) Cass. Dio, 37, 52 s.


(137) Caes., b. c., I, 38, 1 ss.

(138) P.A. BRUNT, Italian Manpower (221 B.C. - A.D. 14), Oxford, ! 1971, 472 s.; cf.
Caes., b. c., I, 38; II, 18, 1; 20, 4. Según Caes., b. c., I, 87, se desprende que un tercio
de los legionarios tenían domicilio en Hispania, sin contar los de la Ulterior.

(139) Caes., b. c., I, 38 ss.; II, 18 ss.

(140) Caes., b. c., I, 38, 3.

(141) Caes., b. c., II, 19, 3.

(142) Caes., b. c., I, 39, 1.

(143) Caes., b. c., I, 32, 2: ...auxilia peditum [X] milia, ! equitum III milia, [quae]
omnibus superioribus bellis habuerat...

(144) Caes., b. c., I, 39, 2.

(145) Caes., b. c., I, 86 s.

(146) Bell. alex., 53, 5.

(147) Caes., b. c., II, 21; Apiano ,b. c., 42; bell. alex., 48, 1; ! Cass. Dio, 41, 24.

(148) Bell. alex., 63, 1.

(149) Cf. bell. alex., 63, 1: sobre el ejército de Lépido. Casio, ! bell. alex., 50, 3,
alistó mil jinetes e hizo levas de auxiliares en Lusitania (bell. alex., 53, 1). Bogud de
Mauritania, llegado a Hispania en ayuda de Casio, añadió a las fuerzas que traía - una
legión - muchas cohortes auxiliares de hispanos (bell. alex. , 62, 1).

(150) Bell. alex., 50, 3; 53, 5.

(151) Bell. alex., 56, 4.

(152) Bell. hisp., 7, 4.

(153) Una buena edición con comentario es la de G. PASCUCCI, [C. ! I u l i i


Caesaris] bellum Hispaniense , Florencia, 1965. En Introducción I, II, se estudian los
problemas relativos a la relación del bell. hisp. con el corpus caesarianum y los motivos
de propaganda y aspectos ideológicos mantenidos en él.

(154) Bell. hisp., 30, 1. Seis mil jinetes con soldados de ! infantería ligera y seis mil
auxiliares de infantería en el bando pompeyano; ocho mil jinetes en el ejército de
César, sin mencionar infantería, aunque antes, bell. hisp., 7, 5, afirma que en tropas
ligeras y caballería era superior en calidad y número a sus enemigos.

(155) Bell. hisp., 31, 9.

(156) Bell. hisp., 34, 2.

(157) Apiano, b. c., 1, 105; 3, 4; 4, 83; Cass. Dio, 45, 10, 1; ! Estrabón, p. 161; Cass.
Dio, 45, 10.

(158) Frente a Cass. Dio, 45, 10, que da cuenta detallada de estas ! f e l i c e s
campañas de Sexto contra Asinio Polión, Veleyo (2, 73) hace inclinar la balanza del
lado de éste, diciendo que condujo contra Sexto una brillantísima campaña, lo que no
es probable.

(159) Apiano, b. c., 4, 88, cuatro mil jinetes galos y lusitanos ! con Bruto, y Casio
con dos mil iberos y galos; Plut., m. ant., 32, diez mil iberos y galos en Armenia con
Marco ANtonio en 36 a. C.

(160) El mejor estudio del ordo equester para la República es de ! C L . N I C O L E T ,


L'ordre equestre a l'époque républicaine (312-43 av. J.C.) I: Définitions juridiques et
structures sociales, París, 1966.

(161) Bell. hisp., 31, 9 s.

(162) CL. NICOLET, L'ordre equestre a l'époque républicaine (312-!43 av. J.C.), París,
1966, 208 s., frente a E. GABBA, Athenaeum 32, 1954, 85 n. 2, duda de que se trate de
verdaderos equites Romani, apoyándose en que César a continuación cuenta sus
propias pérdidas en pedites y equites. Literalmente el texto, bell. hisp. 31, 9 s.,
menciona: in quo proelio ceciderunt milia hominum circiter XXX et siquid amplius,
praeterea Labienus, Attius Varius quibus occisis utrisque funus est factum, itemque
equites Romani partim ex urbe, partim ex provincia ad milia III. Nostri desiderati ad
hominum mille partim peditum, parti equitum saucii ad D. No vemos paralelo en los
miembros de la frase ...hominum... equites Romani, de un lado, y peditum...equitum de
otro. El autor da como cifra total de las pérdidas pompeyanas unos treinta mil hombres
y luego, de ellos, resalta como más graves la muerte de Labieno y Atio Varo y la de los
tres mil caballeros. Por el contrario, en el ejército de César, tratando de empequeñecer
las pérdidas, cita globalmente mil hombres, en parte, infantes y, en parte, jinetes. Por
otra parte, cuando César se refiere a la caballería, es decir, a las fuerzas montadas,
utiliza las expresiones nostri equites, equitatus o equites Iuliani, pero nunca equites
Romani, que tiene un sentido muy preciso como perteneciente al orden ecuestre.
Nicolet trata de salvar este escollo aduciendo que los pompeyanos no tenían caballería
auxiliar, lo cual en ningún caso puede admitirse conociendo las formas de reclutamiento
del ejército pompeyano, en una fuerte proporción hispana, precisamente de donde en
mayor grado se sacaba la caballería auxiliar. En este sentido, hubiera cuadrado mucho
más a César esta expresión, ya que gran parte de su caballería sí era, por el contrario,
itálica (bell. hisp., 10, 1 s.).

(163) CL. NICOLET, L'ordre équestre a l'époque républicaine (312-43 ! a v. J . C . ) ,


París, 1966, 201, piensa que no se trata propiamente de un ofical del ejército, sino de
un personaje civil, que, por sus especiales dotes, fue incluido en las tropas para cumplir
una función diplomática. En cualquier caso, aparece inmerso en las hostilidades.

(164) Caes., bell. afr., 28.

(165) bell. alex., 75, 1.

(166) CL. NICOLET, L'ordre équestre a l'époque républicaine (312-!43 av. J.C.), París,
1966, 205.

(167) Bell. hisp. , 25, 4.

(168) Bell. hisp., 26, 2. La fuente dice textualmente: qui ! nuntiaverunt equites
Romanos coniurasse omnis qui in castris Pompei essent, ut transitionem facerent. G.
PASCUCCI, [Iulii Caesaris] bellum Hispaniense, Florencia, 1965, 299, piensa, y es lo
más probable, que la decisión de pasarse a César se refiera a todos los caballeros,
pero sólo los de Hasta, ya que sabemos cómo después cayeron en Munda tres mil, por
lo que es improbable que se tratase de un motín general. Como veremos, en la
contienda hay ciudades cesarianas y pompeyanas, y de ahí la toma de partido, en cuya
decisión no serían ajenas las personas más influyentes y, entre ellos, los caballeros.

(169) E. GABBA, Athenaeum, 32, 1954, 85, los considera como ! equites: contra, CL.
NICOLET, L'ordre equestre à l'époque républicaine (312-43 av. J.C.), París, 1966, 204
s.

(170) Caes., b. c., I, 86, 3.


(171) Caes., b. c., I 87, 4.

(172) Caes., b. c., 2, 20, 4; bell. alex., 53, 5; 54, 3; 57, 3; ! bell. hisp., 7, 4; 10, 3; 12;
20, 4 s. Sobre la misma, A. V. DOMASZEWSKI, Neue Heidelberger Jahrbuch, 4, 1894,
169; E. RITTERLING, RE, XII, 1792, nota 2; CH. GOODFELLOW, The Roman
Citizenship, Lancaster, 1935, 59 s.; R.E. SMITH, Service in the Post-Marian Army,
Manchester, 1959, 55 s.; A. GARCIA Y BELLIDO, "Los auxiliares hispánicos en los
ejércitos romanos de ocupación (200 al 30 a. de C.)", Emerita, 31, 1963, 224 ss.; T.
JOSHIMURA, "Über die legio Vernacula des Pompeius", Annuario del Istituto
Giaponese di Cultura di Roma, 1, 1963-64, 101-106; H. BOTERMANN, Zetemata, 46,
Munich, 1968, 187 ss.; J.M. ROLDAN, "Legio Vernacula, iusta legio?, Zephyrus, 25,
1974, 457 ss.

(173) La investigación se inclina o bien a subrayar el carácter ! peregrino de los


soldados de la legio Vernacula o más bien a contar con una pronta concesión de la
ciudadanía romana a la entrada en la legión. Al segundo grupo pertenecen, además de
TH. MOMMSEN, Gesammelte Schriften, VI, 31 ss.; MARQUART, Römische
Staatsverwaltung, Leipzig, 18812, 432 s.; R.E. SMITH, Service in the Post-Marian
Army, Manchester, 1958, 55 ss. (es el que va más lejos, puesto que supone la inclusión
en la ciudadanía a la entrada en la legión o también el reclutamiento de hijos ilegítimos
y, por tanto, peregrinos, de soldados); H. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de
107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 235 s. El carácter peregrino lo defienden, por
ejemplo, VEITH, en J. KROMAYER-G. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der
Griechen und Römer, Munich, 1928, 386; CH. E. GOODFELOW, The Roman
Citizenship, Lancaster, 1935, 61 s.; A. PASSERINI, Diz. Epigr., IV, 552; E. FORNI, Il
reclutamento delle legione de Augusto a Diocleziano, Milán, 1953, 62; H.
BOTERMANN, Zetemata, 46, Munich, 1968, 187-190; P.A. BRUNT, Italian Manpower
(224 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, 698. Por nuestra parte, hemos discutido los
argumentos que autorizan a suponer el carácter de iusta legio de la unidad en
Zephyrus, 25, 1974, 457 ss.

(174) Ya MOMMSEN, Gesammelte Schriften, VI, 31 ss., las llama


! Eingeborenenlegionen y, más recientemente, P.A. BRUNT, Italian Manpower
(221 B.C. - A.D. 14), Oxford, 1971, passim y, especialmente, apéndice 26: Peregrini in
republican legions, págs. 698 ss.

(175) Cf. A. V. DOMASZEWSKI, Neue Heidelberger Jahrbuch, 4, 1894, ! 1 6 9 ; E.


RITTERLING, RE, XII, 1382, 1439, 1564, 1792; H. BOTERMANN, Zetemata, 46,
Munich, 1968, 207; exactamente, en cambio, KUBITSCHEK, RE, XII, 1204.

(176) H. WOLFF, Civitas Romana, Colonia, 1972 (Tesis Doctoral).

(177) En el primer caso, de la Transalpina, reclutada por César ! entre 55 y 50 para


sustituir a la las legiones I y XV, devueltas o cedidas a Pompeyo (Suet., div. iul., 24, 2).
La Deiotariana, por su parte, sólo alcanzó status jurídico de legión con Augusto en 25 ó
24 a. C. Se trata de cuerpos de tropa del rey del estado vasallo de Galacia, Deiotarus,
que armó y organizó a la manera legionaria con súbditos suyos hacia el 50 a. C. Vid.
sobre el tema, por ejemplo, TH. MOMMSEN, CIL, III, p. 1210; E. RITTERLING, RE, XII
1791 ss.; O. CUNTZ, Jahreshefte des Österr. Inst., 25, 1929, 78-81; R. SYME, JRS, 23,
1933, 19 ss.; CH. E. GOODFELOW, Roman Citizenship, Lancaster, 1935, 60 s.
(178) cf. Caes., b. c., I, 44, 2: cum Lusitanis reliquisque barbaris [continenter
bellum gerentes barbaro] quodam genere adsuefacti.

(179) Es digno de notar en este sentido que el propio César no ! menciona a la legio
V Alaudae, aunque la aprobada concesión del derecho de ciudadanía a sus
componentes le daba ocasión para ello; sólo aparecer por primera vez en bell. afric., I,
5, pero ya como veterana legio quinta. En ello debe verse el intento de encubrir una
circunstancia desfavorable con vistas a la propaganda, que no hubiera dejado de
aprovechar en cambio contra Pompeyo en relación con la Vernacula si hubiera existido
lugar para ello.

(180) Cass. Dio, 39, 32, 2.

(181) bell. alex., 50, 3: quintam legionem novam conscribit; 35, ! 5: quinta legio
nuper erat ibi confecta.

(182) bell. alex., 53, 3: augetur odium et ipso dilectus et sumptu ! additur legionis.

(183) Caes., b. c., II, 19, 3: cohortes duas, quae colonicae ! appellabantur, cum eo
casu venissent, tuendi oppidi causa apud se retinuit.

(184) Caes., b. c., II 18, 1: Dilectum habuit tota provincia, ! l e g i o n i b u s c o m p l e t i s


duabus cohortes circiter XXX alarias addibit.

(185) R. THOUVENOT, Essai sur la province romaine de la Bétique, ! París, 1940,


141.

(186) J.M. ROLDAN, Hispania y el ejército romano, Salamanca, 1974, ! 325.

(187) FIRA ,I2, 190. Vid. H. GALSTERER, Untersuchungen zur ! r ö m i s c h e n


Städtewesen auf der iberischen Halbinsel, Berlín, 1971, 9.

(188) bell. hisp., 7, 5; 34, 2.

(189) G. PASCUCCI, [C. Iulii Caesaris] Comentarium bellum ! hispaniense,


Florencia, 1965, 192.

(190) bell. hisp., 34, 2: erant hic legiones quae ex perfugis ! c o n s c r i p t a e , p a r t i m


oppidanorum servi qui erant a Pompeio Sexto manumissi. En este punto coincide
también Apiano, b. c., 2, 103.
(191) Caes., b. c., I, 29.

(192) Caes., b. g. , III, 23, 1; Cass. Dio, 39, 46; Oros., 6, 8, ! 21.

(194) Caes., b. c., 5, 26; 7, 55.

(195) Caes., b. c., I, 39, 2: equitum III milia quae omnibus ! s u p e r i o r i b u s b e l l i s


habuerat.

(196) Caes., b. c., 3, 22; bell. afric., 39.

(197) bell. alex., 50, 3.

(198) bell. alex., 51, 3.

(199) bell. alex., 62, 1.

8200) Reclutamientos de Afranio y Petreyo entre lusitanos, ! celtíberos, cántabros y


otros pueblos del Norte (Caes., b. c., I, 38, 3); de Varrón en la Ulterior (Caes., b. c., II,
18, 1). Cf. recuento de auxiliares en los enfrentamientos de Ilerda:ochenta cohortes
auxiliares y cinco mil jinetes (Caes., ! b. c., I, 39,1), y Munda: seis mil jinetes e
infantes ligeros y seis mil auxiliares (bell. hisp., 30, 1).

(201) bell. hisp.,3, 3; 36, 1 s.; 38, 3; 40 ss.

(202) Caes., b. c., I 74. Pompeyo tenía cabecillas hispanos como ! r e h e n e s ,


seguramente para asegurarse el concurso de los indígenas.

(203) Caes., b. c., I, 61, 3 s.

(204) Caes., b. c., I, 44, 1 s.

(205) bell. hisp., 30, 1: erat acies XIII aquilis constituta, ! quae lateribus equitatu
tegebatur, cum levi armatura milibus sex.

(206) Tal se desprende de Caes., b. c., II, 18, 1: cohortes ! circiter XXX alarias addibit,
que ha de ser el precedente de las cohortes equitatae de época imperial.

(207) Con gran seguridad, como piensa A. GARCIA Y BELLIDO, ! Iberische Kunst in
Spanien, Maguncia, 1971, 45 s.; dos de los relieves de Osuna representan a estos
auxiliares de cohortes scutatae, armados con falcata y gran escudo ovalado, puesto
que además dichos relieves se fechan en la época de las guerras civiles. En la propia
Osuna, según bell. hisp., 41 ss., tuvieron lugar, tras Munda, duros combates entre el
resto del ejército pompeyano, que allí se había atrincherado, y las fuerzas de César.
Vid. representación de los mismos en op. cit., láms. 67-69, y en A. GARCIA Y
BELLIDO, en Historia de España de Menéndez Pidal I, 3: España prerromana, Madrid,
1954, 548-550.
(208) Caes., b. c., I, 39, 1; 48, 7; 55; II, 70, 4; 75, 2; 78, 1.

(209) bell. hisp., 22, 7: et siqui ex nostris transfugerent, in ! levem armaturum conici
eumque non amplius X. VII accipere.

(210) Vid. J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 !avant notre ère,
París, 1967, 262 ss., y especialmente, 271 s.

(211) Caes., b. c., I, 60, 4.

(212) bell. hisp., 22, 1.

(213) bell. hisp., 10, 1.

(214) J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant ! notre ère,


París, 1967, 41.

(215) J. KROMAYER-H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der ! Griechen


und Römer, Munich, 1928, 393.

(216) Caes., b. c., III, 4, 3.

(217) J. KROMAYER-H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der ! Griechen


und Römer, Munich, 1928, 393.

(218) Vid. descripción y bibliografía en J. HARMAND, L'armée et le ! soldat à


Rome de 107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 75-81.

(219) J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant ! notre ère,


París, 1967, 271.

(220) TH. YOSHIMURA, "Die Auxiliartruppen und die !P r o v i n z i a l k l i e n t e l i n d e r


römischen Republik", Historia, 10, 1961, 473 ss.; J. KROMAYER-H. VEITH, Heerwesen
und Kriegsführung der Griechen und Römer, Munich, 1928, 312; 386.

(221) Apiano, mithr., III, 19.

(222) Front., strat., I, V 18.

(223) Caes., b. c., I, 40-55; 59-84.

(224) Front., strat., II, VII 3.

(225) Apiano, I, V 42.


(226) Plut., lucull. , XXVIII, 2.

(227) Plut., pompeius, VII, 2.

(228) J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant ! notre ère,


París, 1967, 81-88.

(229) De forma contraria, es decir, la utilización de una ! caballería regular en


época republicana, es defendida por Schambach, Fröhlich, Passerini...A favor de una
caballería temporal, J. KROMAYER-H. VEITH, Heerwesen und Kriegsführung der
Griechen und Römer, Munich, 1928, 387 y M. MARIN Y PEÑA, Instituciones militares
romanas, Madrid, 1956, 74. Vid. el problema y la bibliografía pertinente en J.
HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 46
s.

(230) Caes., b. g., III, 26, 1; IV, 11, 3; VII, 66, 3; 66, 7; b. ! c., II, 42, 3; III, 37, 5; 38, 4;
60, 4.

(231) Plut., pompeius, VII, 2.

(232) Apiano, b. c., I, IX, 89.

(233) A. Von DOMASZEWSKI, "Die Heere der Bürgerkriege", Neue ! Heidelberger


Jahrbuch 4, 1894, 157 ss.; H.M.D. PARKER, The Roman Legions, Cambridge, 1958;
W.W. TARN, "Anthony's Legions", Classical Quarterly , 26, 1932, 75-81; CH.E.
GOODFELLOW, The Roman Citizenship, Lancaster, 1935; H. BOTERMANN, Die
Soldaten und die römische Politik in der Zeit von Caesars Tod bis zur Begründung des
Zweiten Triunvirats, Zetemata 46, Munich, 1968; W. SCHMITTHENNER, The Armies of
the Triunviral Period. A Study of the Origins of the Roman Imperial Legions, Oxford,
1958.

(234) J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant ! notre ère,


París, 1967, 49; E. SANDER, "Die Reform des römischen Heerwesens durch Iulius
Caesar", Historische Zeitschrift, 179, 1955, 229 ss.

(235) Estos contingentes estaban formados por jinetes enviados por ! las tribus
galas amigas de los eduos, tréveros y lingones, por germanos e hispanos.

(236) b. g., V, 17, 3-4.

(237) J. HARMAND, L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant ! notre ère,


París, 1967, 49, nota 163.

(238) J. HARMAND, op. cit., 49, nota 168.


(239) J. HARMAND, op. cit., 44 s.

(240) E. SANDER, "Die Reform des Heerwesens durch Iulius Caesar", ! H i s t o r i s c h e


Zeitschrift, 179, 1955, 225 ss.

(241) C. CICHORIUS, RE, IV, 232 s.

(242) TH. YOSHIMURA, "Die Auxiliartruppen und die Provinzial ! klientel in der
römischen Republik", Historia, 10, 1961, 473 ss.

(243) Así, A. BALIL, "Un factor difusor de la romanización: las ! tropas hispánicas al
servicio de Roma (s. III al I a. C.)", Emerita, 24, 1956, 127: "la identificación en las
guerras civiles de los hispanos a favor de un bando u otro será total"; A. GARCIA Y
BELLIDO, "Los auxiliares hispánicos en los ejércitos de ocupación (200-30 antes de
J.C.)", Emerita 31, 1963, 210 s.: "Ahora veremos a los españoles tomar parte en estas
contiendas civiles...como partidarios de soluciones políticas integradas en una
organización estatal suprema...Roma...un estado en el que el español se siente
inmerso".

(244) Plut., sert., 14; Apiano, b. c., I, 112.

(245) Sallust., cat., 19.

(246) Caes., b. c., I, 75.

(247) Caes., b. c. ,II, 40.

(248) bell. alex., I, 53.

(249) Suet., caes., 86.

(250) Suet., aug., 49.

(251) Caes., b. c., I, 39, 1; 48, 7; 70, 4; 78, 1. La mención de ! scutati y caetrati se
remonta ya a la segunda guerra púnica (vid. FHA, III, 50, 53, 77 y 130), pero sólo a
partir de ahora aparecen formados en cohortes, lo que indica una organización de cuño
romano.

(252) Apiano, b. c., IV, 88.

(253) Plut., m. ant., 32.

(254) Suet., aug., 49.

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