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ESCUELAS PENALES

En el siglo XIX, se inicia la lucha de las Escuelas. Estas se consideran como un conjunto
de doctrinas correlacionadas y principios comunes que caracterizan a un grupo de
pensadores.
Las variaciones teóricas que se dan en los distintos autores, hacen difícil una
sistematización completa de las escuelas y de las divisiones de cada una de ellas. De ahí
porque nos hemos de limitar a los aspectos principales de los movimientos que han tenido
mayor repercusión en el mundo.
Como ha de verse, gran parte de las discusiones, versan sobre la naturaleza, el fundamento
y la finalidad de la pena.
En la primera de las grandes escuelas modernas es la Clásica, denominada así, con un
cierto matiz peyorativo, por Ferri.
La Escuela Clásica tiene como más alto representante a Francisco Carrara; pero junto con
él, se encuentran involucrados autores muy diversos por sus ideas, unidos simplemente por
su contraposición con los principios de la Escuela Positiva y que ésta reunió en un solo haz,
para simplificar su, tarea polémica.
Carrará comenzó; mediados del siglo XIX, la redacción de su “Programa de Derecho
Criminal” que es como el evangelio de la Escuela Clásica y que fue la primera gran obra
sistemática de la materia.
Los principios generales de la Escuela Clásica son los siguientes:
a) Método lógico-abstracto que parte de los principios generales para aplicarlos a los casos
concretos.
b) Imputabilidad basada en el libre albedrío; el delincuente es penalmente responsable
porque es capaz de escoger y de decidir libremente. Si tal libre albedrío no existe, por
cualquier razón, tampoco habrá responsabilidad penal.
c) El delito es un ente jurídico; es en el campo jurídico donde tiene particular existencia. No
es un hecho o fenómeno de la naturaleza.
d) La pena es un mal con el cual se sanciona al delincuente, porque éste ha violado el
ordenamiento jurídico; la pena es un medio para proteger o tutelar ese ordenamiento.
Aunque estas son las características esenciales del clasicismo, existe, sin embargo, una
gran variedad de posiciones sobre otros puntos. Por ejemplo, Benthan -el pensador inglés
que ideó el sistema arquitectónico llamado Panóptico- considera que el fin de la pena es
esencialmente utilitario, pues general. Dentro de la misma tendencia se mueve Romagnosi,
si bien este hace notar que la pena es un contra impulso al impulso criminal, con lo cual
hace resaltar un aspecto individual muy semejante al tomado en cuenta por la Escuela
Positiva,Carmignani basaba, sus ideas en la utilidad guiada por la justicia.
Escuela Clásica fue la gran sistématizadora del Derecho Penal, la que lo elaboro
científicamente, de un modo tan avanzado que sus puntas de vista tienen que ser tomados
en cuenta inclusive en los tiempos actuales. Pero es evidente que pecó de formalismo, que
dejó de lado la necesidad de individualizar el tratamiento penal. Esta fue una consecuencia
de las concepciones del siglo XVIII, que habían sido consagradas por el Derecho Penal de
la Revolución Francesa.
ESCUELA POSITIVA. Nacida en 1876, con la obra de Lombroso “El hombre Delincuente”
y perfeccionada por otros autores, como Ferri -sin duda el representante más destacado de
la escuela-, Garófalo, Sighele, etc., tuvo una etapa de predominio mundial de alrededor de
medio siglo. Sus principios estaban de acuerdo con el movimiento progresivo de las
ciencias naturales operado en el siglo XIX y ha alcanzado logros de los cuáles no se puede
prescindir hoy.
Los principios del positivismo penal son los siguientes -notándose en ellos la contraposición
con la Escuela Clásica-:
a) El método que debe utilizarse es, el experimental, el análisis de los hechos, de los cuales
han de extraerse los principios generales por vía de inducción.
b) Responsabilidad penal basada en el hecho de vivir en sociedad; el hombre no goza de
libre albedrio ni de nada semejante; su conducta esta fatalmente determinada. Si el
individuo tiene ciertas características, que la escuela se esforzó en establecer, y está
inclinado al delito, es peligroso desde el punto de vista criminal. La vida en la sociedad vía
peligrosidad son las bases de la responsabilidad penal. Consiguientemente, también los
inimputables tienen que responder por sus actos antisociales,
c) La pena es un medio de defensa social con el cual el grupo reacciona Frente a los
ataques criminales de que es objeto. Esta pena puede ser preventiva, aplicarse antes de
que se haya cometido delito y solo ante la peligrosidad del individuo; de allí provienen, las
medidas de seguridad.
c) El delito es un hecho natural que se presenta como resultado de causas también
naturales. El delito puede ser explicado a través de sus causas ambientales, biológicas y
psíquicas.
La Escuela Positiva tuvo como principal mérito el haber llamado la atención no sobre el
delito, como figura conceptual, sino sobre el delincuente de carne y huesos cuyas
condiciones individuales deben ser tomadas en cuenta para la aplicación de las sanciones.
Buscó humanizar el Derecho Penal, aunque pretendió hacerlo por un camino errado. En
cambio, sobre todo en sus primitivas concepciones, fue incapaz de construir un sistema de
Derecho Penal comparable al de la Escuela Clásica.
Por ello, a la larga, la dogmática jurídica tuvo que ser admitida como sucedió con Ferri en
1928 y con el neo positivista Filippo Grispigni.
LA “TERZA SCUOLA”. Pretende obtener una conciliación constructiva entre las escuelas
Clásica y Positiva.
Fue Manuel Carnevale, a fines del siglo XIX, quien dio a su posición aquel nombre y quien
encabezó un movimiento sumamente interesante en el campo del Derecho Penal, pues
deseaba salvar el rigor metódico del clasicismo y aprovechar también los hallazgos del
positivismo y de la recién fundada Criminología.
La “Terza Scuola” tuvo variantes notables. Por ejemplo, Bernardino Alimena -creador de la
dirección llamada del positivismo crítico- rechaza tanto el método abstracto puro del
clasicismo como la existencia de tipos delictivos criminológicos y la afirmación de que todo
criminal está morbosamente desviado de la normalidad humana.
Arturo Rocco, propugnador del Código Penal Italiano de 1930, es otro representante de una
teoría conciliadora reflejada en aquel Código, que no conoce tanto la pena como las
medidas de seguridad, la responsabilidad de los inimputables, la peligrosidad, etc.
ESCUELA CORRECCIONALISTA. Esta escuela, en sus líneas fundaméntales, sigue a la
Escuela Clásica, pero tiene algunos caracteres propios que justifican el dedicarle un acápite
especial.
Las teorías según las cuales el fin esencial de la pena es la corrección del delincuente, son
viejas; se hallan expuestas por Platón y por varios autores medievales. Sin embargo, sólo
adquieren su plenitud con la obra de Carlos David Augusto Roeder, autor alemán de la
primera mitad del siglo XIX.
Según Roeder, no sólo hay que buscar con la pena que el delincuente no vuelva a
transgredir la ley, sino que debe tratarse de reformarlo en lo interior, en su voluntad, hasta
lograr que ésta se pliegue libremente a las exigencias sociales.
Como se ve, Roeder comienza a considerar, medio siglo antes del na cimiento de la Escuela
Positiva, al delincuente como hombre concreto, con vida interior propia y que debe tomarse
en cuenta; se aparta así de las frías generalizaciones de la Escuela Clásica, entonces en
boga. Pero conserva para la pena un sentido general utilitario y preventivo.
La teoría correccional tuvo mucha influencia, especialmente en. España adonde llegó
sustentada por la filosofía de Krausse en que Roeder se basaba y que en la península tuvo
más discípulos que en la propia Alemania. Esa influencia se nota, por ejemplo, en Dorado
Montero cuya obra “Derecho Protector de los Criminales”es una de las fundamentales y
más originales que se han escrito en lengua española.
Pese a los innegables méritos de esta escuela y a su afirmación, hoy generalmente
aceptada, de que el fin de la pena es la corrección del delincuente, se le han hecho algunas
críticas básicas. Hoy se piensa que la pena debe contentarse con la readaptación jurídica,
logrando que el criminal no reincida; la readaptación moral completa es un gran ideal, pero
muy difícil de alcanzar. En todo caso, no se puede aplicar la pena por actos inmorales ni
continuarla aplicando simplemente porque la corrección moral no ha sido alcanzada. Basta
con que se haya logrado la readaptación jurídica a que más arriba nos referíamos.
Además, si el fin de la pena es la corrección, aquella no debería aplicarse a los reos que
son incorregibles o se hallan en el límite dé serlo, púes, ¿para qué sancionar cuando el fin
de la sanción no puede ser alcanzado.
ESCUELA DE LA POLÍTICA CRIMINAL. Es otra doctrina que pretende superar las
contradicciones entre el clasicismo y el positivismo, salvando lo mejor de ambos.
Es una escuela alemana a la que se denominó “joven Escuela” o “escuela sociológica”; fue
llamada especialmente “Escuela de la Política Criminal” porque busca los medios más aptos
para combatir a la delincuencia.
Las ideas de este movimiento se hallan ya, en lo fundamental, en Adolfo Merkel a quien
suele también considerarse como jefe del positivismo critico -una variante de la “Terza
Scuola” italiana- en Alemania.
Pero el gran sistematizador es Franz von Liszt, uno de los mayores penalistas germanos
de todos los tiempos. Su posición, teóricamente sólida y sumamente apta para la práctica,
ha sido seguida en lo esencial por numerosos autores, dentro y fuera de Alemania.
Los principios de esta escuela son los siguientes:
a) Existen tanto el Derecho Penal como la Criminología; en el primero debe utilizarse el
método lógico-abstracto, por ser el más adecuado; en la segunda, el método aplicable es
el experimental porque se trata con hechos. Sin embargo, eso no debe llevar a un
aislamiento entre ambos tipos de ciencia, sino a su complementación, como se busca
precisamente en la Política Criminal.
b) La base de la responsabilidad penal es doble. En principio, los delincuentes normales
son responsables porque son culpables y son culpables porque son imputables. Pero debe
admitirse, aunque excepcionalmente, para los delincuentes anormales, una
responsabilidad, basada en la defensa social y la peligrosidad, tal como hacían los
positivistas.
c) Hay un delito que es un ente jurídico, es decir, un concepto sobre él cual hay que basar
toda la construcción dogmática del Derecho Penal. Pero el delito, es también un hecho
concreto, un resultado de causas naturales, que tienen que ser estudiadas. Sin embargo,
las ciencias causal- explicativas no son parte del Derecho Penal.
d) La pena tiene una finalidad retributiva, es una consecuencia inevitable del delito ya
cometido. Pero como también es necesario buscar la corrección del reo y evitar el delito,
entonces hay que echar mano de las medidas de seguridad, cuyo carácter es
esencialmente preventivo; ellas miran al futuro.
Esta posición intermedia ha tenido gran influencia sobre todas las legislaciones y es, al
menos en sus aplicaciones prácticas, la que más se adecúa a la necesidad de no quitar al
delito cierto carácter axiológico y de defender a la sociedad de los ataques de que es
víctima.
ESCUELA DUALISTA. Lleva hasta el extremo las posiciones de la Escuela de la Policía
Criminal.
Fue Carlos von Birkmeyer quien, en 1911, en su afán de superar a la Política Criminal,
escuela de la que era adversario, propuso que se dictaran dos códigos: uno penal, con la
pena de carácter retributivo otro “código preventivo” integrado por medidas de seguridad.
En un sentido muy semejante sé pronunció Ernest von Beling en 1922, cuando propuso un
Código que tuviera dos partes: una Penal y otra de Seguridad.
En Italia, Silvio Longhi siguió esta tendencia, inclinándose a la solución de Birkmeyer.
LA ESCUELA HUMANISTA. Fue fundada por Vincenzo Lanza, en 1905. Adquirió relieve
sobre todo a partir de 1925 al aparecer la revista “La Scuola Pénale Umanista”; pero luego,
a la muerte de Lanza, la escuela perdió casi toda fuerza, pese al trabajo de dos ilustres
discípulos: Falchi y Montalbano.
Lanza considera que hay estrechos vínculos entre la moral y el Derecho Penal. Son los
sentimientos personales los que indican que debe ser considerado delictivo. El Estado no
es ente jurídico, sino moral y es por principios morales por los que debe reaccionar frente
al delito.
El Estado no debe considerar delictivas las conductas que no repugnan a los sentimientos
morales.
En cuanto a la pena, su fin esencial consiste en la reeducación moral de los delincuentes.
La evolución del Derecho Penal sólo será posible cuando busque ponerse en consonancia
con la moral del pueblo. En tal sentido, conductas hoy en que se llevan a cabo en legítima
defensa y por estado de necesidad, deben pasar a ser delictivas porque son
manifestaciones de suicidio tiene que ser considerado, como delito pues repugna a
nuestros sentimientos morales.
Aunque muchos postulados de esta escuela pueden ser alabados por su nobleza y aunque
llaman la atención sobre algo que muchos pierden de vista –las estrechas relaciones entre
moral y Derecho- la escuela de Lanza no ha tenido mayores repercusiones por la dificultad
que existe de crear un Derecho Penal sobre las bases que él consideraba las únicas
posibles.
LA ESCUELA TÉCNICO JURÍDICA. Es una escuela que nació como una reacción ante las
exageraciones y errores metódicos del positivismo. Según esta tendencia, el Derecho Penal
debe encarar y resolver sus problemas con método propio, que es el jurídico. Debe crearse
una verdadera técnica jurídica. Han de quedar fuera del Derecho todos los, problemas que
no sean jurídicos: por ejemplo,
los problemas filosóficos como el de libre albedrio, en su aspecto metafísico y los problemas
naturalísticos como, por ejemplo, los que plantea la criminología. La mezcla de problemas
y métodos lleva a la anarquía.
De estas concepciones participan, en Italia, Manzini, Rocco y Massari. Similar es la escuela
alemana de la Dogmática Jurídica -entre cuyos sostenedores se hallan Binding, Beling y
Mezger; sin embargo, estos autores no reniegan de la filosofía, sino simplemente de las
exageraciones del positivismo. La escuela Dogmática alemana está, de hecho, ligada a la
filosofía de los valores.
Hay que advertir que estos movimientos, por tomar en cuenta funda-mentalmente
problemas metodológicos, permiten entre sus sostenedores muchas discrepancias de
fondo. Tienen la desventaja -tal es el caso de las tendencias italianas- de endiosar al
derecho positivo y de encerrarse exageradamente en el estudio del mismo etc., tuvo el
mérito de evitar la disolución de la técnica jurídica a que se iba por influencia de la Escuela
Positiva.

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