Está en la página 1de 156

ALIEN

KING
ÍNDICE

Capítulo 1 ............................................................................. 5

Capítulo 2 ........................................................................... 11

Capítulo 3 ........................................................................... 21

Capítulo 4 ........................................................................... 30

Capítulo 5 ........................................................................... 40

Capítulo 6 ........................................................................... 47

Capítulo 7 ........................................................................... 51

Capítulo 8 ........................................................................... 56

Capítulo 9 ........................................................................... 64

Capítulo 10 ......................................................................... 68

Capítulo 11 ......................................................................... 74

Capítulo 12 ......................................................................... 80

Capítulo 13 ......................................................................... 83

Capítulo 14 ......................................................................... 87
Capítulo 15 ......................................................................... 91

Capítulo 16 ......................................................................... 95

Capítulo 17 ......................................................................... 98

Capítulo 18 ....................................................................... 103

Capítulo 19 ....................................................................... 109

Capítulo 20 ....................................................................... 114

Capítulo 21 ....................................................................... 122

Capítulo 22 ....................................................................... 125

Capítulo 23 ....................................................................... 129

Capítulo 24 ....................................................................... 133

Capítulo 25 ....................................................................... 138

Capítulo 26 ....................................................................... 145

Epílogo .............................................................................. 149

Próximamente ................................................................... 153


SINOPSIS

El Gran Príncipe de Nyrr toma lo que quiere. Y esta vez, soy yo.

Mi misión es encontrarle a la Tierra un nuevo hogar. Sólo hay un pequeño


problema: Un alto bruto alienígena atacó mi nave, me desnudó y me tomó como
su prisionera.

Ahora nos dirigimos a su helado mundo alienígena, y el exigente señor de la


guerra no me pierde de vista ni un segundo. De hecho, sus manos están sobre mí.

¿Y qué si sus ojos volcánicos y humeantes me debilitan las rodillas? ¿A quién


le importa si es más caliente que el propio sol?

Tengo que escapar.

Antes de que lleguemos a su planeta y me reclame como su eterna compañera.

Aunque me esté empezando a gustar el sonido de eso...

¡Alien King es el comienzo de una nueva trilogía! Es una historia de parejas


predestinadas, de ritmo rápido y con un Rey Extraterrestre gruñón que hará cualquier
cosa por su pareja, y una astronauta ferozmente independiente que no puede creer que se
esté enamorando de este tipo. Cada libro seguirá a una pareja diferente y puede ser leído
como un libro independiente. Sin trampas, ¡Un FPS está garantizada!
—¿Nueva Seattle? Creo que tengo un problema.

Me asomo a la ventana de mi nave espacial y entrecierro los ojos. Eso no puede


estar bien. Parece que hay una nave gigante y extraña ahí fuera. Y se dirige lenta
pero segura hacia mí. No aparece en mi radar, pero mis ojos no mienten.

—¿Cuál es el problema, Fairheart?

Hay un ligero retraso en la comunicación porque acabo de aventurarme fuera


de nuestro sistema solar. Soy la primera persona en hacerlo. Alguna vez. Mi
misión es encontrar un nuevo hogar para la humanidad, así que se podría decir
que hay mucha presión sobre mis hombros. Naves al azar flotando en el espacio
es algo que no necesito ahora mismo.

—Hay una enorme nave dirigiéndose hacia mí—, digo con la mayor calma
posible, pero tengo ganas de gritar. —¿Estás absolutamente seguro de que soy la
primera nave en llegar tan lejos?
Cruzo los dedos y rezo para que esto sea algún tipo de dispositivo militar
secreto del que olvidaron hablarme, porque no estoy lista para hacer el primer
contacto. Sé que es una misión de exploración, pero la vida extraterrestre no
estaba en mi lista de cosas por descubrir.

Está bien, quizás no me importaría descubrir cachorros espaciales en el verde


y exuberante planeta donde encontraré la Nueva Tierra... Pero ahí es donde estoy
dibujando la línea. Nada de hombrecitos verdes, por favor.

—Uh, Fairheart, ¿puedes repetir eso? ¿Sonó como si dijeras que estás viendo
una nave?

—Afirmativo—, digo.

—¿Está abandonada? ¿Una vieja nave soviética quizás?

—Yo... no lo creo.

Todo lo que puedo hacer es mirar por la ventana mientras la nave


decididamente alienígena se acerca. Ahora que está más cerca puedo ver mejor
su exterior, pero no me gusta nada lo que veo.

La elegante y negra superficie metálica está cubierta de púas.

Hay extraños jeroglíficos escritos por toda la nave.

Sea lo que sea esta cosa, definitivamente no es soviética. Dudo que sea siquiera
humana.

Mi boca se seca cuando la nave alienígena abre sus fauces puntiagudas y amenaza
con tragarme entera.

Me pongo en acción y configuro mis motores a máxima potencia. No sirve de


nada. Esta cosa se aproxima más rápido de lo que pueden ir mis motores.

Una alarma comienza a sonar, las luces rojas parpadean rápidamente.

—Oh, ¿ahora te despiertas? — Le pregunto a la nave. —Un poco tarde, ¿no


crees?

La nave gime en respuesta, y mi estómago se tambalea. Se supone que no debe


contestarme. Corro a la fuente de la conmoción, que es la gruesa puerta de metal
que me separa del mundo exterior.
Y se está derrumbando.

Quien o lo que sea que esté al otro lado de esa puerta parece empeñado en
derribarla. Estoy congelada en el lugar, todo mi entrenamiento olvidado mientras
la nave alienígena parecida a una ballena se traga mi pequeña nave entera.

Hice mil simulaciones.

Ninguna de ellas incluía esto.

—Nueva Seattle, ¿Me copian? ¿Me copian? ¡¿Me copias, carajo?!— Grito en mi
comunicador, golpeando violentamente mi auricular. Mi voz tiembla tan fuerte
que apenas la reconozco.

—Bbbz... no... bzz... repito... bzzz... contacto...

Mi comunicador se muere, y mi corazón se salta un latido. Esa nave alienígena


debe estar bloqueando mi comunicación. Estoy en el vientre de la bestia ahora.

—¡No puedo oírte! ¡Se está cortando! ¿Hola? ¡¿Hola?!

Vale, Nueva Seattle no va a venir a salvarme el día. Lo sabía cuándo me


inscribí en esta misión. Estoy sola aquí, en el espacio profundo. Bueno, yo estaba
sola. Ahora... no estoy tan segura.

Está bien. Respira profundo. Todo irá bien. Piensa, Fairheart. ¿Qué necesitas
ahora mismo? Un arma. No me dieron un arma. ¡¿Por qué no me dieron un
arma?!

Porque se supone que debes estar sola aquí, tonta. ¿Y realmente quieres disparar un
arma dentro de tu nave espacial? ¿Estás tratando de morir?

Vale, entonces no hay arma. Pero necesitas algo. Hagamos un balance.

Mis ojos escudriñan la habitación, la pequeña y acogedora nave que ha sido


mi hogar durante los últimos meses. Todos los paquetes de comida desechados
no me van a ayudar. Tampoco la multitud de almohadas que contrabandeé a
bordo justo antes de despegar.

Mis ojos aterrizan en un soplete, medio escondido en el rincón debajo de mi


ropa sucia. Un dispositivo destinado a ser usado fuera de la nave, en caso de que
necesite hacer reparaciones de emergencia.
¡Esto es definitivamente es una emergencia!

Agarro la pesada herramienta y la apunto hacia la puerta. Agarro la maldita


cosa tan fuerte que mis nudillos se vuelven blancos. —¡Estoy armada, te lo
advierto! — Grito hacia la puerta para animarme.

La pesada puerta se abolla aún más, y ahora está en las últimas. El desgarrador
sonido del metal retorcido viaja por toda mi aterrorizada espina dorsal.

—¡Basta! ¡No entres! — Grito, con las palmas de las manos sudorosas mientras
intento mantener mi agarre en el pesado soplete. Está diseñado para ser usado
en gravedad cero, así que me cuesta mantenerlo en posición vertical. No tengo
tiempo de apagar los simuladores de gravedad ahora mismo.

Ignoro el pensamiento en mi mente que dice que si esta bestia alienígena es lo


suficientemente fuerte para arrancar la puerta como si no fuera nada, ese soplete no va a
hacer nada más que hacerle cosquillas.

No queda más tiempo para preocuparse. Las chispas vuelan cuando la puerta
se abre completamente. Esto es todo. Es el momento que todo se vaya al infierno.

Aprieto el gatillo tan fuerte como puedo.

Llamas al rojo vivo estallan, engullendo completamente todo lo que tengo


delante. El calor es insoportable. El sudor se escurre por cada centímetro de mi
cuerpo mientras mis manos tiemblan. A pesar de las llamas y el calor, todavía
puedo distinguir el contorno de una figura alta y misteriosa. Imponentemente alta.

Los aspersores se apagan y me rocían con agua fría. No hacen nada para
detener el calor o las llamas. Aprieto los dientes y me aguanto. Quienquiera que
esté al otro lado de esta antorcha ya debe estar quemado, pero no me detendré
hasta que el tanque esté vacío.

Entonces, de la nada, una fuerte mano azul sale de las llamas y desintegra la
antorcha como si fuera un trozo de papel. Grito y dejo caer el pesado aparato,
retrocediendo instantáneamente hasta que mi espalda esté plantada firmemente
contra la pared.

Santa madre de...


Apenas puedo creer lo que estoy viendo. Una figura absolutamente hermosa
está de pie en la puerta, de más de dos metros. 2,44 de puro músculo, un hombre
que no se parece a nada que haya visto antes.

Literalmente. Porque este hombre es azul.

Y tiene cuernos. Dos grandes y aterradores cuernos que salen de su largo y


salvaje pelo oscuro, las puntas raspando contra el techo.

Me lleva un momento asimilarlo todo, porque mis ojos rebotan por todas
partes, desde su mandíbula cincelada a sus anchos hombros, a sus
impresionantes abdominales, a sus penetrantes ojos felinos, y luego de nuevo a
esa mandíbula cincelada.

Por un breve momento parece muy desnudo. La iluminación superior,


combinada con el agua que sigue lloviendo de los aspersores, ilumina cada
músculo de su amplio y bien definido cuerpo.

Es suficiente para dejarme sin aliento.

Me toma un buen vistazo a su impresionante bulto para darme cuenta de que


no está desnudo. Una mirada más cercana revela que su torso y sus piernas están
cubiertos por una capa fina, negra y apretada de lo que asumo es algún tipo de
armadura alienígena. Aunque también podría estar desnudo, porque, bueno,
todo es bastante visible.

Aunque, puede lograrlo.

Esto no es lo que imaginé que sería un macho alienígena. No después de ver


esa nave infernal en la que viaja. Me imaginé un monstruo, una monstruosidad
con alambre de púas, algo sacado de una película de terror.

No este guerrero salvaje, pero de aspecto noble.

Lo que más me atrae son sus ojos. Su mirada felina es ardiente, incluso
volcánica, pero al mismo tiempo tiene un toque de suavidad, de vulnerabilidad,
de bondad.

Un agudo contraste con su cuerpo asesino.


—¿Emma? ¡¿Adelante?! ¡¿Adelante?!— Nueva Seattle me grita al oído, la
alimentación vuelve a estar en línea de repente. —¿Estás bien? ¡¿Emma?! Dios
mío, creo que ha habido una fuga de gas...

—E... estoy aquí—, tartamudeo distraídamente, todos mis poderes cognitivos


ocupados en escanear cada centímetro de este imponente alienígena frente a mí.
—Y no vas a creer esto...

El macho con cuernos da un paso al frente, y mi aliento vacila. Se extiende, y


sus fuertes dedos rozan mi mejilla. No puedo evitar estremecerme al tocarle, ya
que una calidez como ninguna otra que haya sentido antes pasa a través de mí.

Gruñe algo con su voz alienígena tan profunda que puedo sentirlo en mi
interior. Agarra mi comunicador y lo aplasta en pedazos mientras cierra su
enorme puño, que es fácilmente del tamaño de mi cabeza. Si quisiera, este bruto
podría partirme en dos.

—Oye, estaba usando eso—, digo secamente.

Él ladea la cabeza mientras sus ojos felinos se estrechan, su lengua


humedeciendo su labio. Dos cosas se destacan inmediatamente. Una, su lengua
es bífida. Segundo, sus labios son suaves y atractivos.

Luego, en un destello azul sus brazos serpentearon alrededor de mi cintura y


me levantó, llevándome como si fuera su trofeo.

Bueno, a la mierda mi vida. Estoy siendo secuestrada por un maldito alienígena.


Llevo a la extraña criatura a mi nave y la bajo, mis manos siguen descansando
sobre su suave piel mientras las puertas se cierran automáticamente detrás de
nosotros. No puedo creer lo que estoy viendo. La criatura alienígena es exquisita;
nunca he visto nada como ella. Su piel es tan suave, su cuerpo tan curvilíneo.

Cuando la vi en mi escáner, el tiempo se ralentizó. Sabía que tenía que verla


en persona. Y ahora que lo he hecho, mi frío corazón de piedra se está derritiendo.

Una gota de agua se desliza por su suave mejilla, y apenas puedo resistir las
ganas de lamerla. Mi cuerpo está gritando, pura pasión corriendo por mis venas.
Que debo hacerla mía.

Pase lo que pase, debo a hacer a esta maravilla mía. ¡Ella será mi Xeer!

No creí que fuera posible que el vínculo yali se formara con una desconocida.
Pero no es una criatura ordinaria. Nunca antes había visto a los de su clase. Es
una joya rara.

Y ella es mía.
La hembra me mira, su hermoso rostro cubierto de una mezcla de miedo,
shock y rabia. Todo lo que puedo hacer es mover mi cabeza hacia un lado y
admirar su belleza.

Le quito un mechón de pelo dorado de la cara. Ella retrocede como si mi toque


la sorprendiera, mientras lanza insultos en mi dirección.

Creo que eso es lo que está haciendo. Los sonidos que hace son como los
maullidos de un gato agitado, todo silbidos y soplidos de aire. Es bueno, porque
cuanto más hable, más pronto mi dispositivo traductor habrá logrado mapear su
lenguaje. Ya estoy empezando a recoger palabras y fragmentos de frases.

Consisten en su mayoría en las palabras 'quedarse atrás' y 'gilipollas azul'.

El ingenioso dispositivo hace su magia, y segundos después su lenguaje es


mapeado, traducido completamente, y compartido automáticamente con la base
de datos para que todos los Aegir puedan comunicarse con ella. Por suerte para
mí, su lenguaje parece bastante rudimentario, así que no tarda mucho.

Le tendí un traductor para que lo usara, pero ella retrocede de nuevo, como si
yo oliera a un punir. Me inclino y deslizo suavemente el dispositivo en su oído.

—¿Qué estás haciendo? ¡Saca tu mano de mi oreja, cretino azul!

—Cálmate, pequeña—, le digo. —El dispositivo puede tardar un momento en


instalarse. Puede que te sientas mareada. Eso pasará.

Salta como lo haría un gato, con los ojos bien abiertos. —¡Hablaste!

—Eso hice—, digo, riéndome para mis adentros.

No puedo recordar la última vez que me reí. Y no es la única sensación


desconocida que este ser curvilíneo está moviendo dentro de mí...

—Espera, pero, ¿cómo? ¡¿Qué?!

—Pulmones, flujo de aire, cuerdas vocales. A juzgar por tu estructura, hablas


más o menos de la misma manera. Sin embargo, sospecho que tus pulmones son
bastante pequeños y frágiles.

Ella se congela por un momento mientras procesa lo que acabo de decir.


—Sí, no, ¿entiendo cómo funciona hablar... o eres el tipo de alienígena que se
toma todo literalmente? ¿...alienígena... ¿alienígena? Eso es lo que eres, ¿verdad?
No puedo creer que esté diciendo esto. Estoy divagando. Con un alienígena.
Ayúdame. Debo haberme quedado sin oxígeno o algo así. Esto tiene que ser un
mal sueño por la fiebre.

—No me lo tomo todo literalmente—, le digo. —A menos que quieras que te


tome literalmente, pequeña, entonces te tomaré aquí y ahora.

Ella se congela de nuevo. —¿Perdón?

—Cálmate—, me río. Es fácil irritarla. Disfrutaré haciéndola mi Xeer. —Vamos


a quitarte esa ropa mojada y voluminosa, y responderé a todas tus preguntas. No
tenemos mucho tiempo antes de que la horda nos alcance. O antes de que lleguen
los piratas. Quienquiera que sea, no estaremos solos por mucho tiempo.

La alcanzo.

—No me toques—, dice con firmeza, retrocediendo. —¿Quién eres y por qué
me has secuestrado?

Su comportamiento me divierte. Si quiero convertirla en una Xeer, tendré que


luchar por ella. Una bienvenida distracción de la pena que me ha estado tragando
entero.

—Soy el Gran Príncipe Malak del Xeerdom de Nyrr. ¿Y tú eres?

—Emma—, dice ella. —Emma Fairheart, de... la Tierra, supongo.

—Emma Fairheart de la Tierra. Bienvenida a mi nave.

—¿Bienvenida? Sí, claro, como si el abordaje fuera mi elección. Quiero ser


secuestrada por un príncipe alienígena. Claro.

Su tono es... extraño. Sus palabras no coinciden con su lenguaje corporal. Su


cuerpo, que está... cubierto por ese traje tan difícil de manejar, mantiene todo
alejado de mi vista. Eso debe cambiar.

Abro una navaja de golpe. Sus ojos se abren de par en par en un instante.

—No tengas miedo. No te haré daño.


—Dices eso, pero acabas de derribar mi puerta y me tiraste sobre tu hombro y
ahora estás empuñando una navaja. Perdóname si no estoy exactamente a gusto.
¿Para qué es eso?

—Te quitaré el traje mojado y voluminoso. No lo necesitarás a mi cuidado.

—Absolutamente no—, jadea.

—No era una pregunta.

En un rápido movimiento, le corto su engorroso traje. La cosa voluminosa cae


al suelo, exponiendo su cuerpo redondo y curvilíneo. Fina tela se aferra a sus
pechos y muslos. El resto de su pálido y hermoso cuerpo queda expuesto.

El calor atraviesa mi cuerpo, directo a mi polla. Joder. Es aún más hermosa de


lo que me había atrevido a soñar. Ella es mi yali. Estoy seguro de ello.

Emma jadea y se cubre, cruzando sus brazos y piernas, mientras intenta


proteger su cuerpo de mi mirada inquisitiva. Sin embargo, no importa hacia
dónde se gire, veo algo que me gusta.

—Te dirigías directamente al espacio controlado por los piratas, Emma


Fairheart de la Tierra—, le digo. —Tuviste suerte de encontrarme.

—Sí, bueno, no me siento tan afortunada—, me dice bruscamente. —¡¿Vas a


mirarme todo el día o vas a darme algo más para ponerme?!

Una pregunta justa. Podría mirarla todo el día. Pero ahora no es el momento.

—Esta es mi nave personal, así que no tengo nada adecuado para tu estructura.
Por supuesto, tengo un juego de repuesto de armadura dun.

—Suena perfecto, dámelo, por favor.

Recupero la pequeña piedra negra, y lo sostengo en la palma de mi mano para


que ella lo agarre. En vez de eso, ella mira como si yo hubiera mirado demasiado
tiempo al sol.

—¿Esto es una broma? — Emma dice. —Porque no creo que sea gracioso.

—No, este es mi juego de repuesto de armadura dun—, digo lentamente. —


¿No funciona bien el traductor?
—No sé, estás diciendo un montón de palabras que no tienen sentido para mí.
Xeerdom, Nyrr, dun, estás diciendo un montón de palabras grandes y raras aquí.

—Ya veo. Debo explicarme entonces. Xeerdom es... nuestra forma de vida. Es
la forma en que vivimos como pueblo. Cuando encuentre a mi Xeer, me
convertiré en Xeer Malak. ¿Eso lo hace más claro?

Emma sacude la cabeza tan fuerte que sus pechos apenas cubiertos tiemblan
con ella. Es una visión a la que me puedo acostumbrar.

Sólo la sangre que corre por mis regiones bajas hace difícil explicar las
complejidades de la sociedad Aegir a la bella hembra.

—No, en todo caso, estoy más confundida ahora.

—¿Cómo puedo aclarar esto? Yo soy... Malak.

—Sí, ese es tu nombre. Soy Emma. Pero ¿cómo se llama tu especie? Soy
humana, por cierto.

—Aegir.

—Bien, ahora estamos llegando a alguna parte, Malak. Eres un Aegir. ¿Cómo
se llama tu planeta?

—...Aegon.

—Me parece justo. Bien, otra pregunta importante: ¿Comen humanos en


Aegon? Es algo que quiero saber.

—¿Qué? No.

Emma se ve lo suficientemente bien como para hincarle el diente, sin embargo.


Sus duros pezones atraviesan esa delgada camisa blanca que cuelga de su cuerpo
perfectamente, y sus gruesos muslos tratan de ocultar ese lugar tan dulce, la
fragancia ya me hace la boca agua...

—Genial. Sólo estoy comprobando. Siguiendo adelante. Dijiste que eras algo
de Nyrr, ¿verdad? ¿Qué es Nyrr?

—Gran Príncipe del Xeerdom de Nyrr—, la corrijo.

—Creo que eso es lo que dije.


—Nyrr es nuestro territorio en Aegon. El lugar que llamamos hogar. Nombrado
por la Casa Nyrr.

—Tu país, lo tomo. Continúa. ¿Qué es esto de Xeerdom?

No sé por dónde empezar. ¿Cómo le explicas el agua a un pez? ¿El aire a un


pájaro? Xeerdom es... vida.

—El gobernante de Nyrr es el Xeer. Nyrr es un Xeerdom. ¿Eso ayuda?

—Oh, así que es como un reino—, dice Emma. —Bien. Creo que lo tengo. No
estoy segura de por qué el traductor no se dio cuenta de eso... ...pero estoy
perpleja de que funcione, para ser honesta.

—Tendrás que mejorar tu vocabulario si quieres convertirte en Xeer Emma,


pequeña humana.

—¿Xeer Emma? Pero acabas de decir que el Xeer es el... y tú serás Xeer Malak...

—Correcto.

—Pero eso significa...

Su nariz está arrugada, perdida en un pensamiento profundo, como si


estuviera haciendo un cálculo imposible. —No puedes decir...

—Eres mi yali, Emma Fairheart de la Tierra. Mi prometida, mi novia, mi


compañera predestinada, mi futura esposa. Vamos a reproducirnos y llevarás a
mi hijo. Serás mi Xeer, y juntos gobernaremos Nyrr.

Decir que Emma está conmocionada sería la subestimación del milenio. Su


boca está abierta, y sólo salen protestas mansas.

—P…pero... no puede ser, yo sólo... y tú eres...

—Eres el ser más exquisito en el que he puesto mis ojos, Emma, y serás mía.
Ahora, aquí está la armadura dun que pediste. Esta piedra es la cumbre de la
tecnología Nyrr. Hay una advertencia: tienes que estar desnuda para que
funcione correctamente. Si no lo estás, los resultados serán... incómodos.

—Bien, ahora estás bromeando, ¿verdad? Por favor... Sólo dime que esto es una
broma de mal gusto. No hay forma de que nada de esto sea verdad. Tú eres...
grande y fuerte y de la realeza, y yo sólo...
—Si quisiera que estuvieras desnuda, Emma Fairheart de la Tierra, ¡ya estarías
desnuda! ¡Tendría tus bragas colgando de tus tobillos, y tu culo redondo en mi
regazo si lo quisiera! Si quieres la armadura dun, mejor que pierdas toda tu ropa
ahora mismo, ¿entendido?

La hembra humana me exaspera y me excita al mismo tiempo. Demasiado


tiempo he estado rodeado de hombres en la corte, que asentirán con la cabeza a
todo lo que diga o haga.

No Emma Fairheart de la Tierra. Ella me pone a prueba. Me desafía.

—¿Qué pasa si no lo hago?

—Entonces le darás a todo mi personal real una vista perfecta de tus


suculentas aureolas rosadas. Tu ropa interior es prácticamente transparente,
humana.

—¿Todo tu personal real? ¿Es otro eufemismo Aegir?

Levanto una ceja. —¿Quieres una vista perfecta de mi personal real, humana?

—No, lo que quiero es que esta pesadilla termine. Tengo una misión, y.…
sabes qué, olvídalo. ¿Soy tu prisionera?

—Tú, Emma Fairheart de la Tierra, eres mi yali, mi destino...

—Sí, sí, ya lo has dicho. ¿Pero qué significa eso? ¿Con respecto a mi autonomía
como, ya sabes, una maldita persona?

—No lo entiendo.

—Me imaginé que no lo harías. Eres el primer macho alienígena, perdón,


macho Aegir que he conocido, pero ya puedo decir que no eres tan diferente. Sólo
porque seas tan alto como una montaña y tan ancho como la puerta de un
granero, sólo porque tengas un físico que le daría a Hércules un complejo de
inferioridad y una voz tan profunda como el océano y tan suave como la
mantequilla, no significa que sea tuya simplemente porque quieras que así sea.
Aunque no entiendo muy bien qué es lo que ves en mí, pero ese es un tema para
otro día.
Una sonrisa se forma en mis labios mientras la combativa hembra humana
despotrica una y otra vez. Oh sí, hacerla mía será una gran tarea. Nunca he sido
de los que se alejan de un desafío, sin embargo.

—Ve al grano, humana, o estaremos aquí hasta que los soles se extingan.

Ella coloca sus manos en sus caderas y exhala airadamente alientos sofocantes,
mirándome con una mirada que podría derretir los glaciares.

—Olvídalo. Creo que ya tengo mi respuesta.

—Bien. Ahora quítate la ropa, humana, porque estás poniendo a prueba mi


paciencia.

— De ninguna manera.

—No juegues conmigo, humana—, le gruño. —Querías la armadura dun. La


conseguí para ti. Rechazar un regalo tan valioso sería un grave insulto.

—Sí, bueno, secuestrar y desnudar mujeres también está mal visto de donde
soy.

—Suficiente.

Me acerco a ella y rasgo su endeble top por la mitad fácilmente. Sus redondos
pechos se derraman mientras jadea. Rompo sus bragas por la mitad un segundo
después. Meto la prenda rasgada en un bolsillo mientras sostengo la piedra dun.

Me pican los dedos para azotar su culo desnudo aquí y ahora por su actitud
recalcitrante, pero lucho por el control de mis instintos con un gruñido profundo
y bajo. No soy de los que pierden el control. Algo en Emma me vuelve
absolutamente loco, incluso salvaje. Es su exquisito aroma, su impresionante
aspecto, su poderosa energía.

Mi polla responde a la vista de la hembra desnuda, galones de sangre bajando


tan rápido que me siento mareado. Mi armadura dun abraza mi físico desnudo
con fuerza, pero incluso esas robustas aleaciones están indefensas contra el poder
de mi erección palpitante.

Tengo que ajustar mi bulto o mi armadura se romperá por la mitad.


Mi pulgar sólo roza ligeramente su piel desnuda mientras presiono la pequeña
piedra contra ella, pero es más que suficiente para sacudir todo mi sistema.

—¡¿Qu…qué está pasando?!— Emma llora frenéticamente.

En el momento en que la pequeña piedra negra toca su piel desnuda se


convierte en líquido, extendiéndose por su hermoso cuerpo como un derrame de
petróleo sobre el agua. El líquido se desliza entre las grietas de su redondo
trasero, abraza sus muslos, sus fuertes pantorrillas y sus bonitos pies,
envolviéndola completamente.

—¡Quítenmelo, quítenmelo! — Ella grita, sus dedos arañando el dun, pero en


lugar de detener la propagación, ahora sube por sus dedos, brazos, hombros y
pechos, deteniéndose sólo en su cuello.

—Cálmate, Emma Fairheart de la Tierra—, le digo. —Dale un momento al dun


para que se endurezca.

—¡Al diablo con eso, quiero que me quites esta cosa espeluznante! ¿Está... está
dentro de mí? ¡Oh Dios, creo que me voy a enfermar!

—No seas tonta. Tus entrañas no necesitan protección.

—Se podría pensar que, sí.

—El dun forma una capa exterior, justo encima de tu piel, que te proporciona
una protección de última generación y una máxima flexibilidad. No entrará en ti,
eso te lo prometo.

Ahora, yo no puedo hacer esa misma promesa.

La armadura que abraza el cuerpo acentúa cada curva de Emma, tanto


ocultando como mostrando todo. Sus duros pezones sobresalen como dos
pequeños guijarros, y entre esos dos deliciosos y perfectamente formados muslos
suyos, puedo ver los labios de su coño.

La hinchazón en mis partes bajas no ha bajado ni un centímetro. Al contrario,


estoy tan duro que estoy seguro de que puede ver cada vena de mi polla a través
de mi armadura.
Cierro los ojos y dejo que sus feromonas me rodeen. En cualquier momento,
mis responsabilidades reales me serán otorgadas una vez más. Disfruto de este
momento mientras dure...

Mi nave se tambalea hacia adelante violentamente.

Y ahí está. Un acoplamiento difícil. Tendré que hablar con Akil Pay sobre eso.
Un hombre de su edad y experiencia debería ser capaz de pilotar el Arco Negro
con más precisión, por muy engorroso que sea.

Las botas de metal hacen eco en la distancia. Extraño, suenan más pesadas de
lo esperado...

Ah. ¡Por la barba de Ran! He dejado que la hembra humana me distraiga tan
completamente que he olvidado dónde estamos.

Espacio controlado por piratas.

Una explosión masiva sacude la habitación, y Emma es derribada de sus pies.


La atrapo a mitad de la caída, y suavemente la bajo hasta el suelo.

Mi puerta ha sido volada de sus bisagras, y media docena de machos Zeila


irrumpen en la habitación, disparando sus rifles, balas disparadas al azar en el
techo.

En el momento en que uno de ellos apunta con un rifle a mi futura compañera,


algo dentro de mí se rompe.

Error.
Parece que mi pesadilla solo está comenzando, cuando un hombre con piel
translúcida y tentáculos en la boca me apunta con un rifle.

—¡¿Qué tenemos aquí?!— Brama, el dispositivo traductor que me dio Malak


convirtiendo sus extraños y blandos sonidos en palabras en un instante. —¡¿Una
suculenta hembra alienígena?! ¡Entrégamela, bastardo Aegir!

—Sobre mi cadáver—, gruñe Malak. Escuda mi cuerpo de su vista, pareciendo


aún más alto e imponente que de costumbre. Parece una montaña literalmente,
con sus cuernos coronando su enorme físico.

Buena suerte para atravesarlo.

—Eso puede arreglarse—, el hombre calamar cacarea mientras aprieta el


gatillo.
Un ruido infernal envuelve la habitación mientras rocía balas por todas partes.
Golpeo la cubierta, con los brazos cubriéndome la cabeza. Sólo rezo para que
Malak esté bien.

Aunque sea mi secuestrador.

Debería odiarlo, pero también hay algo extraño... reconfortante en él. Su voz
es tan suave, y a la vez tan autoritaria. Cuando me ladra órdenes, tengo que
obligarme a desobedecerle.

Porque hacer lo que esa montaña con cuernos me ordena hacer sería lo más
fácil. Yo no hago lo fácil. Yo forjo mi propio camino. Y lo último que haré será
hacer de esposa de un príncipe alienígena.

Aunque sea tan guapo como Malak.

Cuando los sonidos se apagan, miro hacia arriba, mi corazón se acelera a mil
millas por minuto. Malak no se ha movido ni un centímetro. El techo, sin
embargo, está lleno de agujeros de bala.

—Armadura Dun—, Malak gruñe mientras se golpea el pecho. —La chatarra


de la que sacas tus balas no me hará ni un rasguño.

¡Es lo mismo que yo llevo puesto! Y pensar que casi rechazo la oferta de
Malak... de acuerdo, la rechacé, y él no me escuchó, me arrancó la ropa y me
obligó a llevar la armadura.

Algo que tendré que agradecerle más tarde. Tal vez. Si salimos de esta con
vida. De alguna manera no lo dudo, porque Malak sólo emana poder. Me
pregunto si todos los Aegir son como él; tan altos, tan fuertes, tan dominantes.

No tengo intención de averiguarlo. De hecho, ¡esta es la oportunidad perfecta


para salir de aquí! No quiero ser la esposa de Malak, o yali, o xeer, o como quiera
llamarlo. Mi misión es encontrar un hogar adecuado para la Tierra, y esa misión
se ha vuelto diez veces más difícil.

No sólo tengo que preocuparme por fallos mecánicos, lluvias de meteoritos y


agujeros negros, sino que ahora puedo añadir piratas y secuestradores
alienígenas a esa larga lista de ansiedades.

Como si mi misión no fuera ya lo suficientemente difícil.


Me arrastro sobre mi vientre hasta el otro lado de la habitación, mientras
Malak se enfrenta a los intrusos.

—Has cometido un terrible error al venir aquí—, grita Malak. —Te doy una
oportunidad de enmendar ese error. Date la vuelta ahora y vete, y tu transgresión
será perdonada.

—¿O si no qué? — Un atacante de largas piernas resopla. Su apariencia es


insectoide, como una mantis religiosa con una ametralladora.

—O te arrancaré los miembros y golpearé a tus camaradas hasta la muerte con


ellos, Zeila—, gruñe amenazadoramente Malak.

—Grandes palabras para un hombre desarmado—, grita el calamar. —¿Qué


tal si nos das a esa chica bonita y nos vamos, eh?

Me arrastro hasta la esquina y me pongo las rodillas en el pecho,


hiperventilando. Debería correr ahora, volver a mi nave, volver a la seguridad,
pero...

Pero estoy indecisa, mi cerebro reptiliano intenta preservarse a sí mismo y se


desquita con mi córtex prefrontal que quiere hacer lo correcto.

No podemos dejar atrás a Malak, mi corteza prefrontal regaña. Te está salvando la


vida, enfrentándose valientemente a toda una banda de piratas solo, ¿y tú solo quieres
huir? ¡Debería darte vergüenza! ¡Vuelve allí!

Podemos dejar a Malak atrás. ¡Totalmente podemos! Mi cerebro reptiliano


responde. ¿No has estado prestando atención? Este no es el momento de apegarse
emocionalmente. ¿Puedo recordarte que este bruto nos SECUESTRÓ, nos DESNUDÓ
y estaba muy decidido a hacer algo con nosotros? ¿Puedo recordarle las palabras que usó:
REPRODUCIRSE? Esa montaña de hombre quiere follarnos. Has visto su bulto, sé que
lo has visto, es imposible no hacerlo. El tamaño de esa cosa está grabado en nuestra
memoria colectiva.

Sí, me he dado cuenta. Pero por lo que he oído a través de la vid, ese mismo bulto te ha
interesado, ¿no? ¿No te interesa el sexo, reptil?

No te pongas tan petulante y poderoso conmigo ahora, córtex. Sólo porque te sientes
en la primera fila no significa que seas mejor que yo, ¿de acuerdo? Claro, estoy escondido
en la parte de atrás, pero es agradable y seguro y cómodo aquí, así que cállate. Ahora sí,
ese bulto hizo que mis motores se dispararan un poco, no voy a mentir. No todos los días
te sientas en un abultamiento del tamaño del Monte Rushmore, ¿de acuerdo? ¿Pero mi
instinto de supervivencia? Sí, eso es más grande que mi impulso sexual.

¿En serio? ¡Eso es nuevo para mí!

¡¿Qué dije acerca de ponerse insolente conmigo?! Sí, estás a cargo de las funciones
ejecutivas, jodida gran cosa. ¿Sabes lo que hago? Controlo los impulsos primitivos; sed,
hambre, sexo. Sí, todas las cosas que a la gente le importan de verdad, que les dan una
alegría real. ¿O realmente crees que la gente obtiene una alegría genuina al acordarse de
hacer sus impuestos a tiempo? ¿Cómo crees que eso se compara con comer un delicioso
pastelito, o beber una taza de agua helada cuando estás sediento? ¡Eso es lo que yo
pensaba! ¡Yo soy el que hace feliz a la gente!

Chicos. Chicos. ¿Sabes qué me haría realmente feliz? ¿Si pudiéramos llegar a
un acuerdo, porque el sonido de las armas y el chasquido de huesos hace que sea
difícil para mí estar tranquila en este momento? Así que si ustedes dos pudieran
llegar a algún tipo de acuerdo... ¿Eso sería genial? ¿Chicos? Porque siento que
estoy perdiendo la cabeza mientras hablo conmigo misma.

Oh, mira, ahora lo hiciste, reptil. Molestaste a la jefa. Bien hecho. Ahora tengo que
planear un montón de actividades para aliviar el estrés, sólo para que vuelva a funcionar.
Veamos, ¿deberíamos hacer yoga... o algunos ejercicios de respiración... no es el momento
de pensar en cachorros, pero creo que eso la ayudaría...

¿Qué? ¿Estás bromeando, Cor? Nada de esto pasaría si hicieras tu trabajo y escucharas
a tus ganglios basales cuando te dicen que es hora de alejarte de aqui. ¿Sabes por qué
no hemos tenido noticias de la amígdala todavía, ¿verdad? ¿El pequeño centro del miedo
que está aquí conmigo, en la sección VIP del cerebro? Es porque está tan asustada que se
ha desmayado. Vamos a movernos. Ahora. AHORA. AHORA AHORA AHORA
AHORA

—¿Vas a algún sitio, piel suave?

Miro hacia arriba para ver un reptil real parado sobre mí, ojos rojos, dientes
pequeños y abundantes. Ah, mierda.

—No pensaste que podrías escapar de tu destino, ¿verdad? No, ni siquiera una
piel suave como la tuya puede ser tan estúpida. No puedo esperar a probar esa
carne rosada tuya—, gruñe, su larga y delgada lengua lamiendo su escamosa
cara.

Se arrodilla a mi lado y me pasa un dedo frío por la mejilla. Lo lleva a su


delgada y extraña boca.

—Mmhm. Salado. Húmedo. Agradable.

—¡Aléjate de mí, asqueroso!

Pateo al reptil entre las piernas tan fuerte como puedo, pero todo lo que hace
es reír y lamer su larga fila de dientes amenazantes. —No soy un primate tonta,
de piel lisa. ¡Pero si quieres mi pene, puedes conseguirlo!

Mi córtex prefrontal y los ganglios basales están finalmente de acuerdo, no


vamos a esperar por esto. Me pongo de pie y corro tan rápido como puedo, mis
pulmones trabajando horas extras, el pasillo cada vez más cerca, mis ojos
enfocados en ese dulce, dulce escape, ignorando los cuerpos y la sangre y el…

¡¡AH!!

Un dolor más grande que cualquier otra cosa que haya experimentado me
detiene en seco en mi camino. Me pongo de rodillas y grito, mientras araño el
cordón que me rodea el cuello.

Ese cordón, esa cosa se envuelve fuertemente alrededor de mi cuello,


exprimiéndome la vida, y enviando oleada tras oleada de dolor que adormece la
mente a través de mi sistema. Tampoco puedo rodearlo con los dedos; está tan
apretado que apenas puedo respirar.

Abro los ojos lo suficiente para ver que Malak tiene el mismo collarín
alrededor de su amplio cuello, sólo que no lo detiene.

Malak camina hacia los invasores, lento pero seguro, cada paso es pesado y
lleno de propósito. Su enorme cuerpo tiembla, pero sigue adelante, con los puños
bien cerrados.

El calamar pirata echa la cabeza hacia atrás y se ríe. —¿Cómo te gustan los
voltios, imbécil real? No eres tan duro ahora, ¿verdad?

—Pero no lo está derribando, jefe—, susurra el reptil. —¿Debería poner una


bala entre sus ojos, sólo para estar seguro?
—No, me encanta ver sufrir al Aegir. Los imbéciles creen que gobiernan los
cielos. ¡nosotros los Zeila tenemos una nueva bolsa de trucos, muchacho!

Malak alcanza el collar.

—No tan rápido—, dice el calamar, sosteniendo un dispositivo y girando una


perilla.

El dolor, que ya era demasiado grande para mi sistema nervioso, se eleva a


once. Mi visión se convierte en estrellas, y estoy bastante segura de que puedo
sentir mi interior retorciéndose en agonía. A través del dolor, puedo ver la figura
de Malak aún en pie.

El levanta la mano y se arranca el collar con un fuerte tirón.

El calamar maldice.

Malak se precipita hacia adelante con grandes y pesados pasos que sacuden el
suelo. El siguiente sonido que llega a mis oídos es un chasquido desgarrador.

Esa fue la cara redonda del calamar explotando por todo el techo.

Las garras de Malak gotean sangre violeta. Su enorme pecho se eleva y baja
con fuertes respiraciones.

Los otros asaltantes se dispersan como cucarachas, luchando por la salida. En


lugar de exigir su violenta venganza, Malak corre a mi lado y rompe el miserable
collar por la mitad.

—¿Estás bien, mi Yali?

Su voz es un gruñido bajo que siento reverberar en mi vientre.

—E... estoy b... bien—, tartamudeo. —G… gracias.

Sus grandes y fuertes brazos me levantan y me abrazan. Malak me quita el


pelo de la cara, y su aliento cálido hace cosquillas en mi piel aún sensible. Intento
sentarme derecho, pero otra oleada de dolor me atraviesa. ¡Esos choques frieron
todo mi maldito sistema nervioso!

—No te muevas, tu cuerpo acaba de soportar un montón de estrés. Me


sorprende verte todavía respirando. Eres más fuerte de lo que pensaba, humana.
—Sí, bueno, tú también. Acabas de... reventar la cabeza de ese tipo como un
globo.

—Eso es lo que haré con cualquiera que piense en lastimarte mi yali—, gruñe
Malak posesivamente.

—Si no me hubieras secuestrado, entonces ...

—Si no te hubiera salvado, entonces sí, esos asaltantes te habrían hecho


prisionera y te habrían vendido al mejor postor. Después de que se divirtieran.
No podía dejar que eso sucediera.

Un escalofrío recorre mi columna vertebral. Al menos esos choques no han


frito mi sistema nervioso por completo.

Más botas suenan en la distancia, y mi corazón se recupera justo donde lo dejó,


corriendo a mil millas por minuto. —¡¿Más invasores?!

—No, la horda ha llegado. Ya lo verás.

Los piratas vuelven a entrar en la sala, con las manos levantadas esta vez, y
justo detrás de ellos, una procesión de soldados Aegir, con rifles de alta tecnología
apuntando directamente a ellos.

Todos son de diferentes tonos de azul, algunos más índigo, otros más azules,
pero azules a pesar de todo. Ninguno de los guerreros alienígenas es tan alto, tan
ancho, o tan hermoso como Malak, sin embargo.

—Tienes un problema de alimañas—, un macho Aegir con armadura color


limón gruñe. —¿Debería dispararles desde la esclusa de aire y acabar de una vez?

—No, General Lynt. Envíelos a todos a Neralatos. Pueden pudrirse en ese


planeta prisión por unas décadas, y pensar en sus crímenes.

—Ah, vamos hombre—, gruñe el pirata reptil. —Sabes que mi vida útil es sólo
de cinco años, ¡¿verdad?!

—Deberías haber pensado en eso antes—, dice Malak. —Llévatelos.

Un hombre mayor Aegir vestido con elaboradas túnicas doradas se abre paso
entre la manada de soldados. Hay rayas blancas en su pelo, y las líneas en su cara
son profundas.
—¡Su Alteza, está cubierto de sangre! ¿Está herido? ¡¿No llegamos a tiempo?!

—Estoy bien, Akil Pay. Unos pocos piratas Zeila no son nada para mí.

—¡Eso me complace, mi príncipe!

Malak patea el collar roto hacia el viejo.

—Lleva esto al laboratorio, a ver de dónde lo sacaron. Los Zeila no deberían


tener tan buena tecnología. Alguien ha estado vendiendo nuestras armas en el
mercado negro.

—Yagna Coven, sin duda—, gruñe el general Lynt. Dice las palabras como si
fueran las más asquerosas, y escupe en el suelo para añadir aún más énfasis.

—Probablemente—, dice Malak. —Pero necesitamos pruebas concretas si


queremos llevar esto al Alto Consejo.

He estado viendo a los extraterrestres hablar con la respiración contenida.


Malak no estaba soplando aire caliente, realmente es un príncipe. Y tiene la total
lealtad de su tripulación; lo puedo ver en sus ojos.

El anciano Aegir ahora se vuelve hacia mí, con una mirada inquisitiva en su
cara arrugada. —Le ruego que me diga, ¿Quien es esta criatura peculiar, Su
Alteza?

—Emma Fairheart de la Tierra es mi yali.

Todo el oxígeno es aspirado de la habitación en un instante. Toda la delegación


real mira fijamente a Malak con los ojos abiertos por la conmoción. No conozco
los entresijos de la cultura Aegir, pero incluso para mí está claro que dijo algo
impactante.

—Y la tratarán como tal, ¿entendido? — Malak gruñe.

—Sí, Su Alteza—, los soldados responden al unísono.

—Akil Pay; ella necesitará algunas asistentes. Reúnelas para ella.

—S.… su Alteza, esto es muy inesperado, no sé si...

—Hazlo, Pay.

—Sí, señor.
—Prepara habitaciones para ella, y asegúrate de que esté cómoda. La revisaré
una vez que haya cumplido con mis deberes. Te la estoy confiando, Pay. No me
decepciones.

Malak me da una última inclinación de cabeza, y antes de que pueda


detenerlo, se da la vuelta y se aleja.

—No me dejes—, susurro, pero es demasiado tarde. Estoy sola.

Tan solo como se puede estar en una habitación llena de extraños alienígenas
azules mirándome como si estuviera en el zoológico.

Debí haber corrido cuando tuve la oportunidad.


—¡SU ALTEZA! ¡SI TIENE UN MOMENTO!

—¡Los pescadores se quejan de la desaparición de la carga! ¿Deberíamos


aumentar las patrullas en el distrito de los muelles?

—¡Hay rumores preocupantes de actividad rebelde en las Tierras del Sur, mi


príncipe! ¡Así como rumores de avistamientos de los Sandwyrms! ¡Le aconsejo
que envíe más exploradores allí ahora mismo!

—¡Es una mala temporada para el vino de frutas, mi señor! ¡Deberíamos


considerar compensar a los vinicultores, o podrían quebrar!

—¡No deberíamos hacer tal cosa! Los vinicultores se ahogan en monedas,


deberíamos desviar los fondos a la Academia de Guerra.

—¡No se pueden resolver todos los problemas con más soldados, General
Lynt!

—¡Silencio! — Yo rujo.
Mi personal clama por mi atención. A través de la espesa multitud de
consejeros no puedo ni siquiera echarle un vistazo a Emma mientras es guiada a
sus aposentos por Akil Pay. Esto es lo que más temía: Mis deberes reales
interfiriendo con mis más profundos impulsos.

Porque ahora mismo, todo lo que quiero hacer es quitarle la armadura dun de
su cuerpo bien formado y masajear sus músculos doloridos.

Y eso es sólo un comienzo, por supuesto...

—No más—, le gruño a mi personal, levantando la mano. —Lleva tus


preguntas a Akil Pay. Él se encargará de todo. Necesito ducharme y descansar.
Todos pueden ver que estoy cubierto de sangre Zeila de la cabeza a los pies.

—P… pero su gracia—, tartamudea el general Lynt, la desesperación tangible


en su voz. —Con el debido respeto, estos son asuntos de gran importancia, ¡no
podemos dejarlos a Akil Pay!

—El cadáver de mi hermano aún está fresco, y, aun así, ¿crees que debes
acosarme con estas preguntas inútiles? Pay ha servido a mi familia durante
décadas, si hay alguien en quien confío para hacer lo correcto, es él!

—Con el debido respeto, mi gracia, han pasado varios días, y... Mis disculpas,
Su Alteza.

Una mirada devastadora mía y Lynt se calla. Mi cabeza late con rabia, pero él
no se equivoca. El Xeerdom no se detiene por mí, el drahir no deja de fluir sólo
porque mi mente está preocupada por el dolor.

—Bien. Aumenta las patrullas en los muelles. Las Tierras del Sur no me
preocupan en este momento, pero manténgame informado. Si los Sandwyrms
están realmente de vuelta, tenemos un gran problema entre manos. Compensar
a los vinicultores. Ahora déjame en paz.

Me abro paso entre la multitud y me retiro a mis aposentos. Éstas fueron sólo
una pequeña fracción de las decisiones que tengo que tomar, pero no puedo hacer
mucho. Cierro las pesadas puertas detrás de mí y respiro profundamente.

Este es mi nuevo hogar, pero todo me resulta extraño. Estos no son mis
aposentos.
Pertenecieron al difunto Xeer de Nyrr. Moric. Mi hermano mayor.

Él nació para gobernar, se preparó para ello desde su nacimiento. Siempre me


sentí más a gusto en la Fosa. Me sentía como en casa allí, rodeado por mis tropas,
mis botas llenas de barro. Con gusto le dejé todos los bailes elegantes a Moric.

Entonces llegó la llamada.

Su crucero había explotado. Él y su compañera se vaporizaron en un instante.

Un accidente.

La corona, y toda la responsabilidad asociada a ella, de repente cayó en mi


regazo. Justo en el momento en que las minas dun, la fuente de nuestra riqueza y
poder, se están agotando.

Nyrr necesita un liderazgo estable, ahora más que nunca. Sé cómo liderar una
manada de guerreros de élite, cómo entrenarlos y asegurarme de que me
seguirán a través del infierno y de vuelta. ¿Discutiendo con diplomáticos?
¿Jugando al juego político?

Ese no soy yo en absoluto.

Nada me gustaría más que ir a la Fosa y pelear con mis soldados, pero
desafortunadamente, esos días ya han pasado.

Soy su líder, no puedo estar demasiado cerca de mi gente. Tengo que cumplir
con la realeza ahora. Sin dudas, ya hay rumores de que no soy apto para liderar.
Un Señor de la Guerra. Un veterano con cicatrices. El Carnicero de Gillig. Sin
compañera. Un solitario que deja que sus garras hablen.

Las Casas Viejas están afilando sus cuchillos. Los Xeerdoms vecinos están
planeando sacar provecho de mi dolor e inexperiencia.

Probaré que todos están equivocados. Debo hacerlo. Y lo haré con Emma
Fairheart de la Tierra a mi lado.

Mierda. Ya la extraño.

Mi armadura dun cae al suelo, volviendo a transformarse en una pequeña


piedra negra. Es un objeto tan pequeño, pero tiene tanto poder. Emma no tiene
ni idea de que la armadura que le regalé vale un pequeño ducado. Estiro mi
cuerpo desnudo, mis manos se mueven distraídamente hacia mis regiones
inferiores.

Bien... Eso es una mentira. He estado duro desde que puse mis ojos en esa
hembra humana, y he estado esperando este momento todo el tiempo.

Desearía que fueran sus manos las que estuvieran sobre mí. Pronto. Pronto la
haré mía, pero ahora mismo, anhelo la liberación.

Me dirijo a las duchas, enciendo el agua caliente y me lavo toda la sangre Zeila.
Mercenarios idiotas. ¿Quién ataca a una nave Aegir y cree que vivirá?
Especialmente uno que ondea la bandera Nyrr.

Debe haber sido por Emma. Ella es un premio, uno que debo proteger con mi
vida. No será la primera vez que alguien intente quitármela. Habrá más intentos,
garantizado, y no será la última vez que tenga que romper algunos cráneos.

Ella es MÍA.

Y cualquiera que piense lo contrario tendrá que vérselas conmigo.

Ella es realmente el espécimen perfecto. Podría pararme aquí bajo los cálidos
rayos y pensar en ella todo el día.

Me encanta la forma en que sus fosas nasales brillan cuando se enfada conmigo
por ofender su frágil sensibilidad humana. Me encanta la forma en que sus ojos
se iluminan cuando sonríe. Y, más que nada, me encanta la forma en que huele
simultáneamente a hierba fresca y a sexo caliente y sudoroso.

Mi mano se desliza alrededor de mi miembro pulsante. Mierda. No puedo


esperar a hacerla mía, a poner su hermosa y pálida carne en mis grandes garras
azules y apretar, azotar, tirar, morder, compañera.

Su aroma me convierte en un animal.

Ella ha removido algo dentro de mí, algo real, algo crudo, algo salvaje. Mi mano
se vuelve borrosa mientras me masturbo, gruñendo su nombre en voz baja.

Mi orgasmo me envuelve fuerte y rápido.

No he saciado mi hambre. En todo caso, ahora sólo quiero más a Emma. Sus
pechos redondos, sus pezones rígidos, sus muslos, su culo y sus labios, debo
reclamarlos. El auto-placer es un sustituto débil, ya que nada se puede comparar
con ella.

Me estoy secando cuando se abre la puerta de mi habitación.

—Su Alteza, si me permite interrumpirlo por un momento…

—No puedes—, gruño.

A juzgar por las insignias púrpuras de su traje, este sirviente es miembro de la


Guardia Real. Un grupo que siempre ha tratado de decirme qué hacer, y yo
siempre los he ignorado. Debí haberlos hecho subir por el muro cuando era niño.
La vista de mi cuerpo desnudo tampoco disuade a este sirviente de hacer sus
deberes reales.

—Pero mi príncipe, le recuerdo que necesita encontrar una compañera si


quiere ser coronado Xeer de NYRR. Tenemos ofertas de muchos Xeerdoms
diferentes, desde los Deadsea Sentinels hasta Scourge de Egos y Yagna Coven . Sería
de lo más grosero no responderles en el momento oportuno.

—¿Qué tal si les dices a todos que se vayan a la mierda? ¿Sería eso grosero?

Su cara pierde todo el color. —Eh, s…sí—, tartamudea.

—Bien. Hazlo.

—¡P…pero s.… su A… Alteza!

—Ya he encontrado mi nueva compañera. Diles eso.

—¿Lo ha hecho? — El sirviente da un suspiro de alivio. —¿A qué casa real va


el honor?

—¿Tierra? Creo yo. Estoy confuso en los detalles—, le digo.

El mensajero frunce el ceño. —No estoy familiarizado con esa casa... y es mi


trabajo conocer a cada aristócrata del universo conocido...

—Deja de sudar, no has fallado en tus deberes reales. No los conocerías. Son
forasteros. Extraterrestre.

Sus ojos se abren de par en par. —¿Una compañera extraterrestre? No eres


convencional de ninguna manera, ¿verdad? — Se da un golpe delante de su boca
cuando se da cuenta de que ha cruzado la línea y se ha referido a mí en un asunto
informal. Instantáneamente se arrodilla y comienza a disculparse profusamente.

—Levántate—, le digo mientras lo agarro la mano y lo pongo de pie. Puedo


ver el pánico en sus ojos; se supone que no debe tocar a un miembro de la realeza
y, sin embargo, no puede ignorar mi ayuda sin ser grosero.

Más etiqueta real que me saca de quicio. Si todos paramos con estos juegos, la
vida sería mucho más fácil para todos.

—Tienes toda la razón, no soy convencional. Ahora hazme un favor y rechaza


a todas esas otras Casas, de manera que no las ofenda profundamente. Ya
tenemos suficientes problemas sin que yo empiece una docena de nuevas
guerras. ¿Entendido?

—¡Sí, Su Alteza! ¡Entendido!

—Bien. Ahora déjame en paz. Y no vuelvas a entrar sin permiso.

Ahora que he lavado la sangre de mis enemigos, y me he ocupado de la


agitación de mis entrañas, se me han acabado las excusas. Me pongo la armadura
dun, el líquido que acuna mi cuerpo desnudo, y me siento detrás de mi escritorio
de madera.

Intrincadas y antiguas espadas decoran las paredes de esta habitación,


intercaladas con pinturas de todos los aristócratas que han servido a Xeerdom
Nyrr .

Mis ancestros. Por favor, denme orientación.

El trabajo espera. Tantas decisiones que tomar, y nunca se sabe cuál es la


correcta.

La vida es mucho más fácil en el campo de batalla. La decisión correcta es la


que te mantiene a ti y a tu horda con vida.

La equivocada hace que todos mueran.

Es fácil.

La puerta se abre de nuevo.

—¡¿Qué acabo de decir?!— grito. —¡No se permiten visitas!


—¿Ni siquiera un viejo amigo?

Kozus entra, y esa sonrisa familiar suya enfría mi ira inmediatamente.

Es mi amigo más cercano, o tan cercano a un amigo como se permite a alguien


en mi posición. Éramos compañeros de habitación en la Academia de Guerra, y
feroces rivales al principio.

Yo, nacido para liderar Xeerdom de Nyrr, él nacido para liderar Xeerdom de Kar.

Nos llevó un año darnos cuenta de que en realidad tenemos mucho en común.
El futuro de nuestro pueblo descansa sobre nuestros anchos hombros; nadie me
entiende mejor que él.

También ayuda que nuestras dos naciones no compitan por los mismos
recursos. Nunca podría ser amigo de los hijos de Yagna o Egos. Demasiado
peligroso. Bajas la guardia una vez y te clavan una daga en la espalda. Por suerte
para los dos, Kar está en el otro lado del Mar Idistric.

Kozus saca una botella de vino de fruta estrella de su abrigo, la descorcha y


nos sirve a los dos un vaso.

—¡Por Ran!

Brindamos y tomamos un sorbo de nuestro vino. Disfruto de la sensación del


líquido caliente que se desliza por mi garganta. Realmente hacen lo mejor en Kar.
Por supuesto, nunca puedo afirmarlo públicamente...

—Te escapaste del funeral bastante rápido—, dice Kozus. —¿Quieres hablar
de ello, grandulón?

—No.

—Intenta hacerlo, de todos modos.

—¿Qué hay que decir? Mi hermano está muerto. El funeral no va a cambiar


eso.

—Ya lo sé. Por eso se llama funeral, no ceremonia de resurrección. Aunque


sería un truco de fiesta genial. ¿Te imaginas la mirada en la cara del Gran
Arconte? Sería aplastado.
—Ese es exactamente el problema—, gruño. —¿Qué se supone que debo
hacer? ¿Sentarme ahí y ver el interminable desfile de aduladores? ¿Esperas que
escuche interminables discursos de gente que odiaba sus tripas? Todos querían
beber su sangre. Egos, Yagna, todos ellos. Estoy seguro de que brindaron por su
muerte en privado. ¿Y tengo que asentir solemnemente y aceptar sus
condolencias? Lárgate de aquí.

Kozus sacude la cabeza. —Esa es la política de la corte, mi amigo. Realmente


no quieres jugar el juego, ¿eh? ¿Ni siquiera después de todos estos años?

—No sé cómo lo haces, Kozus—, le digo. —Si no supiera que eres una buena
persona, pensaría que eres como el resto de los nobles. No estoy hecho para esta
mierda. Soy un guerrero. Un señor de la guerra.

—No disfruto del juego, pero conozco las reglas, Malak. Y tú también. Sólo
eliges ignorarlas.

Jugueteo con mi vaso vacío. —Tal vez.

—Como señor de la guerra, tenías ese lujo. Como Xeer, no tanto. Hablando de
deberes reales, ¿son ciertos los susurros? ¿Has elegido a tu compañera?

—Las noticias viajan rápido, parece.

—Así es. ¿Es realmente una forastera? ¿Está tratando de molestar al Alto
Consejo, o es sólo una ventaja adicional?

—Eso es sólo un bono—, sonrío.

Una sonrisa vuelve a mi cara instantáneamente cuando pienso en ella. Ella es


la única luz en la oscuridad que me rodea.

—Dime. ¿Cómo te las arreglaste para hacer eso?

—Yo estaba soplando algo de vapor, acelerando a través de grupos aleatorios


sólo para alejar mi mente de las cosas, empujando mi crucero a su límite, cuando
recogí una transmisión extraña y desconocida. A diferencia de cualquier cosa en
la base de datos. Así que la puse en pantalla, mi sistema pasando por alto la
seguridad rudimentaria fácilmente, y ahí fue cuando la vi. Y cuando lo hice, fui...
tomado.

—¿Tu yali? ¿De verdad? ¿Cómo lo supiste?


—Acabo de hacerlo. No puedo explicarlo. Es como... ¿sabes cómo una brújula
siempre apunta al norte? En ese momento, la brújula de mi corazón apuntaba
directamente a ella.

—¿Estás seguro de que no estás hablando de tu polla?— Kozus resopla. —No


sabía que eras un poeta guerrero.

—No diré que mi cuerpo no respondió tan bien, porque carajo, ciertamente lo
hizo.

—Entonces, ¿cómo es estar con ella? —Kozus dice con una sonrisa arrogante.

—¿Qué? ¿Crees que me aparee con ella ahí mismo en mi crucero? ¿Mi futura
Xeer, tomada tan poco ceremoniosamente?

—Sólo digo que, si alguna vez encuentro a mi yali, estaré con las pelotas dentro
de ella en una hora, y eso es una promesa.

—Hablas mucho para un hombre que nunca ha llevado a una cita al baile de
la Academia.

—Oye, no he encontrado a la elegida. Estoy ahorrando toda esa energía.

—Claro. Eres todo palabrería, Kozus.

—Ya lo verás.

—Preferiría no hacerlo. Tal vez se aparean en público en Kar, de donde eres,


pero no necesito verlo. Tenemos un poco más de clase en Nyrr.

—Dependiendo de la forma en que sople el viento, puede que lo oigas—,


sonríe Kozus.

Echaba de menos esto, sólo hablar tonterías con mi amigo. Todo cambiará
cuando ambos seamos coronados Xeer de nuestras respectivas naciones. Disfruto
el momento mientras dura.

—¿Quieres conocerla? —pregunto.

—Sí, me muero por ver qué hembra alienígena te tiene tan alterado. ¿Tiene dos
cabezas? ¿Tres pechos? ¿Cuatro coños?
—Eres incorregible, Kozus. ¿Cómo eres tan correcto en público y tan lascivo
en privado?

—Es un don.

—No lo llamaría así. ¿Qué harías con cuatro coños de todos modos?

Kozus se encoge de hombros. —Uno para la polla, uno para la boca y dos para
las manos.

Imita hacer el amor con una criatura así, y todo lo que puedo hacer es sacudir
la cabeza y tratar de no reírme. Es mejor no alentarlo.

—No hagas esos gestos cuando llegue mi yali, ¿entendido? No necesito que la
asustes.

—Créeme, eres mil veces más temible de lo que yo puedo ser, Malak.

—...voy a tomar eso como un cumplido.

—Eso es lo mejor.

Presiono un botón en mi comunicador que me conecta directamente con Akil


Pay.

—Envía a Emma Fairheart de la Tierra a mis aposentos ahora mismo.


MIENTRAS TANTO ...

Tres hermosas hembras alienígenas me guían a través de la enorme nave


espacial. Se elevan sobre mí, y mi mirada se dirige a sus largos y elegantes
miembros. Me siento como una patata con patas comparada con su
majestuosidad.

Su piel es de un azul profundo, su pelo largo y trenzado, sus orejas largas y


puntiagudas. Los largos brazos que asoman de sus túnicas están completamente
cubiertos de tinta. Las chicas susurran entre ellas mientras trato de asimilarlo
todo. Los pasillos son largos, la arquitectura vagamente gótica. Tengo que
recordar todo esto para cuando envíe un mensaje a la Tierra.

Si alguna vez consigo enviar un mensaje a casa. En este momento estoy en


graves problemas.
No, cuando. No perdamos la esperanza. Hay una baliza en la parte trasera de
mi nave, lo suficientemente poderosa como para llegar a Nueva Seattle desde casi
cualquier lugar del universo conocido. No puedo rendirme ahora. Si me
detuviera a la primera señal de problemas, no habría llegado muy lejos en la vida.

Sí, ser secuestrada por extraterrestres. ¿Se supone que eso es algo bueno?

Silencio, cerebro. Sí, mi situación actual no es óptima. Lo admito. Pero tengo


que mantener mis ojos y oídos abiertos, y tarde o temprano, se presentará una
oportunidad. Siempre lo hace.

Pasamos por delante de innumerables estatuas Aegir en poses heroicas, y


tapices que representan grandes batallas. El sueño húmedo de un un estudiante
de arte, pero el arte nunca ha sido mi fuerte. No, estoy más en casa jugando con
un motor. Si me pides que describa esta obra de arte, te miraré fijamente y me
arrastraré en silencio hacia la salida.

Las chicas se paran frente a una puerta enorme. Todas se inclinan, evitando el
contacto visual, y me hacen un gesto para que entre.

—¿Por qué tengo que ir primero?

Más paciente, aunque simultáneamente gestos urgentes.

—No, tú primero.

—No es... el modo—, susurra una de las chicas en voz baja.

—¿Sabes qué? A la mierda las maneras. No voy a entrar ahí hasta que me digas
qué hay al otro lado de esa puerta. Ya he tenido suficientes sorpresas por hoy.

Las chicas jadean al unísono. —Es tu habitación—, tartamudea la misma chica.

—¿Cómo te llamas? — Yo pregunto.

—Ezra, señora.

—Ezra, abre la puerta, por favor.

Ella asiente con la cabeza y me abre la gran puerta. Revela una habitación
espaciosa, con una gran cama de felpa en el centro, y espejos y lámparas por todas
partes. Es el lugar más exuberante que he visto en mi vida. Sólo los cuentos de
hadas se acercan.
—¿Alguien puede decirme por favor qué diablos está pasando?— Le pregunto
a las chicas. —Mi cabeza parece un torbellino en este momento.

Las mujeres Aegir intercambian algunas miradas, pero siguen evitando mi


mirada. Es como si estuviera maldita o algo así.

—¡Hola, te estoy hablando!— Digo, exasperada.

—Se supone que no debemos hablar con otras mujeres—, susurra Ezra.

—Ezra, cállate—, sisea la chica mayor.

—¿E ignorar una orden directa? Eso también va contra las reglas, Gada, y tú
lo sabes—, responde Ezra.

—Me importa un bledo lo que se supone que debes hacer—, le digo. —Te estoy
haciendo una pregunta, por favor, sólo respóndeme. Estoy perdiendo la cabeza.

—La pequeña será nuestro nueva Xeer, debemos obedecer—, dice Ezra. —Si
ella quiere que hablemos, debemos hablar.

—Así es, yo, uh, te ordeno que hables—, digo. Eso salió mal. Oh, bueno. —
¿Qué es este lugar?

—Esta es la habitación de la mujer Xeer.

—¿Qué pasa con esta nave?

—Este es el Arco Negro, la preciada nave del Xeerdom de Nyrr.

—Bien, y eso es...

Ezra ladea la cabeza, con una mirada perpleja en su rostro. —Esa es el Xeerdom
que usted gobernará, mi gracia—, dice suavemente.

Incluso estas chicas están en esto. Puede que tenga que afrontar el hecho de
que no me están haciendo bromas, ni asfixiando en mi nave espacial. No, esto está
sucediendo realmente.

El mundo me deslumbra y me derrumbo en la cama grande y lujosa,


sosteniendo mi cabeza en mis manos. —No soy Xeer. Todo esto es un gran error.

—Lo hará bien, señorita—, dice Ezra. —Sé que lo hará.


—Basta de charla, debemos quitarle el polvo a esta habitación—, dice Gada.
—Si Lord Araval ve la habitación en este estado, segura que será un azote.

Miro hacia arriba en estado de shock. —Lo siento, ¿un azote? Debo haber
escuchado mal.

Ezra sacude su bonita cabeza azul y se ríe. —Un azote es lo mejor que
podríamos desear—, dice.

—Me estás tomando el pelo.

—Nunca lo haría, su gracia.

—Entonces explícate—, le exijo.

—¿Qué quiere decir?

—No sé absolutamente nada de ti, Aegir, y sin embargo, se espera que sea una
Xeer... ¿Lo que sea que eso signifique? Ustedes dos son mis ayudantes, ¿correcto?
¿Eso es lo que dijo el viejo Aegir, Akil algo?

—Akil Pay—, Gada me corrige.

—Correcto. Bueno, definitivamente me vendría bien algo de ayuda en este


momento. Cuéntamelo todo. Tu historia, tu cultura, tus costumbres. Todo.

Las dos chicas intercambian una mirada. Empieza a ponerme nerviosa. Puedo
hablar con ellas, pero eso no significa que entienda nada de ellas.

—Muy bien—, dice Ezra mientras ella se sienta en el borde de la cama.

—¡Ezra, no podemos!

—Gada, debemos.

Gada sigue el ejemplo, a regañadientes.

Ellas hablan y yo escucho. Y lo que escucho me impacta hasta la médula. Los


Aegir son una sociedad basada en la guerra. Sus naves espaciales son lo único
moderno que tienen, porque sus valores son antiguos.

—¿Te castigan? ¿Físicamente? — rujo con horror.


Las chicas intercambian otra mirada y luego se quitan el vestido de los
hombros, dándome un vistazo a sus espaldas musculosas.

Que están completamente cubiertas de cicatrices.

Recé para que dejáramos todo eso hace siglos, pero el presente me está
mirando a la cara. ¡¿A qué clase de mundo arcaico y atrasado me está llevando
Malak?!

En ese momento la puerta se abre, y entra un Aegir de aspecto corriente. Mis


asistentes se apresuran a ponerse presentables.

—El Príncipe Malak ha solicitado su presencia, su gracia—, dice el hombre,


echando simultáneamente una sucia mirada a las dos chicas. Apenas puede hacer
que las palabras pasen por sus rígidos y delgados labios. Está claro por cada poro
de su ser que a este hombre no le gusto. Que siente que mi mera presencia está
manchando esta habitación.

Le devuelvo la mirada tan fuerte como puedo. El látigo atado a su cinturón no


ha escapado a mi atención. Este debe ser el cretino responsable de los azotes.

—Lord Araval, supongo...

—Asume correctamente, su gracia.

—Dirige el camino—, digo con frialdad.

Le voy a dar un puñetazo al llamado príncipe. Si cree que voy a hacer de su


obediente mujercita, le espera otra cosa.

—Espere, su gracia—, dice Ezra. —Me pediste que te pusiera un vestido


nuevo, ¿recuerdas?

—¿Hm?— pregunto. —No recuerdo...

Ezra me da una mirada que me detiene en seco.

—Bien. Lo hice. Lord Araval, espérame fuera. Y cierre la puerta.

El aegir gruñe y cierra la puerta. Me alegro de que haya una barrera entre
nosotros, porque me da escalofríos.

—Gracias, su gracia. Su traje es bastante... ¡Ay!


Gada le da un codazo en las costillas.

—¿Qué ibas a decir? — pregunto.

—¡N… nada, su gracia, se ve radiante!

—Vamos, ¿de qué acabamos de hablar? No me vengas con esa mierda de


cortesía que eres tan bonita. Soy una mujer adulta, puedo soportarlo. ¿Qué ibas a
decir?

Evita mi mirada, y Gada se aclara la garganta. —Tal vez quiera echar un


vistazo por sí misma, su gracia.

—Llámame Emma, por favor. Todas estas cortesías me están poniendo de los
nervios—, digo mientras me acerco a uno de los espejos de cuerpo entero. —
Ahora, ¿qué estabas... oh... mi... Dios. ¡Ese bastardo!

El calor sube hasta mis mejillas a un ritmo récord. De hecho, todo mi cuerpo
se siente como si estuviera en llamas. ¡¿Me dejó caminar con este aspecto?! ¡No
puedo creerlo! Argh, ¡¿qué esperaba?! Vi cómo le quedaba la armadura dun se
veía en él, cómo el material negro resaltaba cada músculo, cada pulgada de su
cuerpo... ¡¿cómo creí que me quedaría?!

Bueno, no esperaba esto.

No esperaba estar prácticamente desnuda. El material abraza mi cuerpo


firmemente. Énfasis en firmemente. Cada pliegue, cada arruga, cada cosa es visible.
Mis pezones sobresalen como dos picos. Podía decirlo con una mirada hacia
abajo, pero no pensé que fuera tan notorio.

Y voy a olvidarme del dedo de camello1 más épico de la galaxia de inmediato.


No necesito el estrés adicional de saber que todos a bordo vieron mi asunto.

Joder. Nunca he estado tan avergonzada.

—¡¿Cómo me quito esta maldita cosa?! — Grito. —¡¿Alguien?!

1
El término de argot "dedo del pie de camello" es una frase descriptiva que se usa para describir a una
mujer que usa pantalones demasiado ajustados y muestra el contorno completo de su área de la
entrepierna. El término "cameltoe" generalmente se escribe como "camel toe".
Gada coloca su mano en mi cuello y presiona un botón minúsculo.
Instantáneamente, la armadura dun se vuelve líquida, goteando por mi cuerpo
desnudo y se fusiona en el suelo de nuevo en su forma de piedra.

Dejándome con el culo desnudo delante de las dos chicas.

Estoy demasiado enfadada para que me importe. Prácticamente lo vieron todo


de todos modos.

—Aquí, Emma—, dice Ezra, sosteniendo un juego de ropa interior, mientras


Gada agarra un vestido de encaje negro.

No es algo que yo misma elegiría, pero servirá. Estoy bastante segura de que
no tienen un par de vaqueros y una sudadera con capucha por ahí. Estoy
demasiado cansada para discutir con las dos chicas, y dejo que me vistan. Les
lleva un momento arreglar el vestido correctamente, porque no soy tan alta como
esas mujeres Aegir, pero Gada es una maga con una aguja y tiene el vestido
arreglado en poco tiempo.

Un embarazoso par de minutos después estoy completamente vestida, y abro


la puerta de un tirón. Lord Araval casi se cae, sin duda alguna, pero rápidamente
se endereza la capa y se aclara la garganta.

—Dirige el camino—, digo, el vapor saliendo de mis oídos. —Tengo un par de


cosas que decirle a tu príncipe.
EMMA irrumpe en mi habitación con un enorme ceño fruncido en su bonita
cara humana. Kozus baja los cuernos en un saludo cortés, pero ella tiene su
mirada furiosa fija en mí y sólo en mí.

El vestido que abraza su cuerpo humano es exquisito. Parece de la realeza,


como una verdadera Xeer. Aunque extraño ver cada curva. El dun le queda bien.

—Un placer conocerte, Emma Fairheart de la Tierra—, dice Kozus.

—Tienes mucho valor, ¡¿lo sabías?!— Emma truena, ignorando


completamente a Kozus. Su cara está roja, su dedo golpeando en mi dirección. —
¡Haciéndome usar ese estúpido traje!

—¿De qué estás hablando? — Digo con calma.

—No te hagas el tonto conmigo, Malak. Sabes muy bien de lo que estoy
hablando.

Kozus se ríe ligeramente. —Creo que debería dejarlos a ustedes dos tortolitos
con esto—. Me hace una seña con la cabeza y se va.
No es así como imaginé que sería esta reunión, pero con Emma, siempre es
una sorpresa lo que vas a conseguir. Me levanto y me acerco a mi futura
compañera. —Cálmate—, le digo. —Esa armadura vale una fortuna. Y tú te veías
muy bien en ella, por cierto.

—¡Es humillante! — Emma llora. —Pero eso no es importante ahora mismo.


¿Esas chicas, las asistentes?

—¿Qué pasa con ellas?

—¡Están cubiertas de cicatrices, Malak! El tipo que me trajo aquí, Lord Araval
o lo que sea, las azota. Así que quiero saber; ¿es eso normal en tu Xeerdom? ¿Es
ese el tipo de líder que eres? Si no soy lo suficientemente obediente, ¿me harás
azotar también?

La forma en que se atreve a hablarme... es inaudita. Y para mi propia sorpresa,


me gusta bastante. Es luchadora, agresiva, no me tiene miedo.

Lo cual debería hacer. Es pequeña y débil. Debería tirarla sobre mi escritorio,


levantarle el vestido y azotarle el culo por atreverse a usar ese tono conmigo.

Le salve la vida, y le ofrezco una vida de riqueza, ¿y esta es su primera


reacción? ¿Una regañina?

Seres fascinantes. Me pregunto si todas las hembras humanas son como ella.

Su ira viene de un buen lugar. Se preocupa por sus asistentes. Las trata como
iguales. He elegido bien a mi compañera.

—No te azotaré—, le digo. —Pero lo haré si sigues levantando la voz.

Las orejas de Emma se ponen rojas, pero su comportamiento no cambia. —¿Y


qué hay de ese personaje Araval?

—Será despedido y desterrado de Nyrr inmediatamente. Su comportamiento


no será tolerado—, gruño.

—E…esta bien. Bueno—, dice Emma.

—Ahora toma asiento.

Le sirvo un vaso de vino de fruta estelar de Kozus. Hay mucho que debe
aprender sobre mi mundo, mucho que la sorprenderá.
—Eres amable, Emma—, digo mientras bebo mi vino. —Encontrarás esa rara
cualidad en cualquier Aegir. Por eso te necesito a mi lado. Necesito una
compañera para ser coronada Xeer. Tú serás esa compañera.

—Yo... todo esto va bastante rápido—, dice Emma, evitando mi mirada


inquisitiva. —Apenas te conozco. ¿Y sin embargo estás pidiendo mi mano?

—No estoy pidiendo. Te lo estoy diciendo.

Su sonrisa nerviosa desaparece. —Ningún hombre me dice qué hacer. No voy


a ser tu princesita, si es lo que estás pensando. No me importa lo grande o fuerte
que puedas ser. Simplemente no lo seré.

—Tú también lo sientes, Emma, ¿por qué luchas así? Puedo olerlo.

—¿O… olerlo? — Ella tartamudea.

—Tu humedad. El olor es tan fuerte, que casi me abruma.

—¡¿Humedad?!

Emma se está sonrojando mucho ahora, su cara casi emite la misma cantidad
de calor que su sexo.

—¿Cómo te atreves? ¡Eso no es verdad!

—Compruébalo tú misma entonces.

—¿Qué?

—Adelante—, hago un gesto. —Bájate las bragas ahora mismo. Las


encontrarás empapadas. Me juego mi futura corona en ello.

Está demasiado nerviosa para decir algo ingenioso y atrevido ahora.

—Eres mi alma gemela, Emma Fairheart de la Tierra. Mi yali. Si no me crees


ahora, está bien. Te conquistaré, y terminarás gritando mi nombre; terminarás
rogando por ello. No puedes negar la naturaleza.

—Eres un cerdo—. Me mira a los ojos, con la ira luchando con la lujuria dentro
de ella. —Ningún hombre me ha hablado nunca así.

—¿Y te gusta?
—¡Eres increíble!

Emma sale corriendo de la habitación. Sin responder a mi pregunta, lo noto.


Su seductora fragancia aún permanece en el aire, y yo aprieto mi palpitante bulto.

Pronto. Pronto, ella terminará esta farsa, y será mía.

Mientras tanto... saborearé la persecución.

Pero primero, hay algunos asuntos urgentes que debo atender.

—¿Lord Araval? —Grito, mi voz tan fría como el hielo. —Reúnete conmigo en
mi oficina.
MALAK ES INCREÍBLE. La forma en que me habla... Es tan atrevido. Tan
arrogante. ¡Como si conociera mi cuerpo mejor que yo!

Vuelvo a mi habitación, cierro la puerta con llave y me quito el vestido tan


rápido como puedo. Necesito ducharme, relajarme, descansar un momento y
dejar que todo esto se hunda.

Cuando me bajo las bragas, ya no puedo negarlo.

Maldito sea ese imbécil engreído.

Estoy malditamente empapada.

Mierda.

Ignorémoslo. Sí, si me toca ahora, él ganará. Y no hay forma de que ese bruto
alienígena gane. No lo permitiré.
Me dirijo a mi baño privado y abro el grifo. El agua caliente me quita el estrés
y puedo bajar la guardia un momento.

Mi objetivo es claro: tengo que escapar.

Tengo que encontrar mi propia nave, que está... en algún lugar de este
laberinto gigante de nave espacial. Es más, como una estación espacial. Y si no
puedo escapar, al menos debería desactivar la baliza y limpiar el disco duro de
mi nave.

Se supone que debo disparar esa baliza cuando encuentre un planeta


adecuado para que la humanidad lo colonice. No sé a dónde me lleva Malak,
pero lo que he visto hasta ahora no es un buen presagio.

Lo último que quiero es dirigir las naves coloniales de la humanidad al planeta


natal Aegir.

Esperaré hasta la noche y luego me escabulliré. Abrirme camino entre los


guardias que patrullan los pasillos no será fácil, pero tengo que intentarlo.

Antes de que Malak me reclame.

Antes de que no sólo me lo pida, sino que me ordene que me baje las bragas y
le muestre lo mojada que estoy.

Antes de que pase sus manos azul oscuro por mis pálidos muslos y mi
humedad.

Antes de que me gruña en la oreja, me diga qué buena esposa humana seré
mientras sus dedos me abren, preparándome para ese enorme bulto que no he
podido dejar de mirar.

Me está volviendo loca. ¿Como es? ¿Es tan grande y azul como él? ¿Cómo se
ve? ¿Venoso o liso? ¿Cómo se sentiría dentro de mí...?

Mierda.

Se supone que debería estar planeando mi escape, pero mis manos tienen
mente propia. Una está entre mis piernas, las puntas de los dedos descansan en
mi clítoris, la otra me pellizca los pezones...
De acuerdo, un rapidito no puede hacer daño. Eso no significa nada. Realmente
no me estoy enamorando de un alienígena. Es sólo estrés, una reacción natural.
Sólo necesito relajarme.

Esa es la dulce y sucia mentira que digo cuando juego conmigo misma, mi
mente corriendo desenfrenadamente, mi cuerpo en llamas.

—Malaaaak—, gimoteo mientras mis piernas tiemblan, mi orgasmo me golpea


con el poder de una estrella que se convierte en supernova. Mi espalda está
firmemente plantada contra la pared mientras mis ojos no ven nada más que
estrellas.

Respirando pesadamente, lentamente vuelvo a mis sentidos. La culpa me


invade mientras el fuego dentro de mi núcleo se enciende.

Mi principal objetivo debería ser proteger a todos en la Tierra. Hay


extraterrestres aquí, y la humanidad no sospecha nada. Lanzamos las sondas al
espacio exterior como un niño corriendo hacia el tráfico, completamente ajeno al
peligro.

La forma en que esos piratas alienígenas me miraban todavía me pone la piel


de gallina. No era nada más que un pedazo de carne para ellos. Por suerte tenía
a Malak a mi lado. Si no me hubiera rescatado, habría sido su esclava sexual, o
su comida... y no estoy segura de qué es peor.

Secuestrada. No rescatada. Malak me secuestro.

Las líneas están empezando a desdibujarse un poco. Cuando estoy al lado de


Malak, me siento segura. Protegida. Cuidada. Y eso no tiene sentido, pero en este
mundo alienígena en el que me han metido, es lo más cercano a un amigo que
tengo.

Malak me salvó la vida, después de todo. Y si hubiera querido salirse con la


suya conmigo, bueno, definitivamente podría haberlo hecho... ...y yo habría sido
impotente para detenerlo.

Pero no. Dijo que va a esperar. Hasta que me rinda. Hasta que le suplique por
ello.
El descaro de ese tipo... increíble. Y lo peor de todo es que ni siquiera estoy
segura de que no vaya a hacer eso. Porque alcanzar el orgasmo detuvo los
pensamientos sucios solo por un momento.

Pero ya están volviendo, y ahora son aún más fuertes.

Mierda.

Está tan malditamente seguro de sí mismo. Sigue hablando de compañeros


predestinados y yalis como si supiera lo que significa todo eso. No hay manera
de que siga adelante con nada de esto, sin embargo. Casarme con un completo
desconocido, esa no soy yo. ¿Y la realeza alienígena? No, gracias.

Resisto a la necesidad de apuntar el cabezal de la ducha donde sé que me


sentiré feliz, y me seco en su lugar. No puedo volver a venirme. No es mi
cumpleaños. ¡Tengo que concentrarme!

Me siento en la lujosa cama y miro por la ventana a las estrellas que pasan. No
sé si es una ventana de verdad o una proyección, pero no importa. No voy a abrir
la ventana para comprobarlo.

Mis pensamientos se dirigen a todo el mundo en la Tierra. Mis amigos, colegas,


mi familia. Si no les advierto... todos los que he conocido serán esclavizados o
asesinados cuando los alienígenas encuentren la Tierra.

Estoy aquí, después de todo, y estoy segura de que las noticias viajan a la
velocidad de la luz. Si la Tierra actúa ahora, quizás no sea demasiado tarde.
Quién sabe, un enemigo universal podría unir a todos los países por una vez.
Podría ser incluso el impulso que la humanidad necesita para detener las inútiles
luchas internas, la competencia por los recursos, los egos de los líderes mundiales
que se interponen en el camino del progreso real.

Sin embargo, todavía tengo que contactar con la Tierra para que eso ocurra. Si
tan solo envío un mensaje de que he sido tomada por extraterrestres...

Probablemente pensarán que me he golpeado la cabeza demasiadas veces, o


que me he quedado sin oxígeno y estoy balbuceando tonterías. La fiebre del
claustro espacial la llamarán... Lo descartarán, sólo sé que lo harán. Aunque Nueva
Seattle me crea, los de arriba enterrarán la historia. No, tengo que volver a casa,
y pasar el resto de mi vida tratando de convencer a la Tierra de que estarán un
poco jodidos si no me escuchan.

No es exactamente como planeaba pasar mis futuros días, pero oye, no


podemos elegir nuestros destinos. Supongo que este es el mío ahora.

Me recuesto en la cómoda cama, y el sueño me toma rápidamente. El último


pensamiento que pasa por mi mente es la sonrisa arrogante de Malak.

Sólo quiero borrarla de su cara.

Besándolo.
Me despierto fría y sola, enrollada en una pequeña bola en la cama grande, tan
desnuda como puedo estar. Necesito escabullirme, pero lo que realmente quiero
hacer es acurrucarme contra el cálido cuerpo de Malak...

Ugh. Menuda heroína soy. La ira pura me obliga a levantarme y encontrar algo
que ponerme. Busco en todos los armarios, pero no hay más ropa que el vestido
que me dio Gada.

Encuentro un pequeño cuaderno, escondido en la parte de atrás de un


vestidor, junto con un pequeño bolígrafo. Hojeo las páginas, pero está lleno de
jeroglíficos alienígenas. Parece que el dispositivo de traducción sólo me da la
capacidad de entender el habla Aegir, no de leer sus textos.

Tal vez sea lo mejor, porque esto parece el diario de la anterior Xeer. Ahora no
tengo que sentirme tan culpable si uso las páginas vacías de atrás para escribir
cada pensamiento que me viene a la mente.

Quién sabe qué será importante para los científicos de la Tierra. Sólo tengo que
escribir todo lo que veo, oigo, siento y huelo.
Día 1 escribo en la parte superior. Secuestrada por un guerrero alienígena. Alto,
fuerte, azul. Salvada de piratas alienígenas. Me hizo usar una armadura reveladora.
Imbécil. Aunque me gustaba la forma en que me mira. Sus ojos son tan cautivadores.

Frunzo el ceño ante mis propias palabras. ¡¿De dónde salió eso?! Nadie en la
Tierra tiene que saberlo. Tacho las palabras violentamente, tratando de borrar los
pensamientos al mismo tiempo, pero el gato está fuera de la bolsa.

Escribiré algo más inteligente más tarde. Escapar primero, biografía después.

No es fácil moverme por el vestido ajustado por mi cuenta, pero de alguna


manera me las arreglo. Paso mi mano por la suave tela y me miro en el espejo de
cuerpo entero. Tengo que admitir que no se ve tan mal.

Mi apariencia nunca ha sido una prioridad. La ignoré y me concentré en mi


trabajo. Este vestido, sin embargo... complementa muy bien mis ojos, y abraza
mis curvas de la manera correcta.

Ezra y Gada hicieron un excelente trabajo. Nunca fue mi cuerpo el que no


encajaba; ¡simplemente nunca he tenido un vestido adaptado a mi talla! Todavía
no me siento como una verdadera princesa, pero... quién sabe. Tal vez no sea tan
malo hacer el papel. Por ahora. No tengo otra opción, de verdad, así que podría
disfrutarlo. Pero no demasiado.

Puedo inclinarme un poco, aunque...

Me digo a mí misma que ya he pasado bastante tiempo mirándome al espejo.


Es hora de ir a salvar la Tierra. Abro la puerta y me congelo al instante.

Una docena de guardias bien armados me miran fijamente. Mis ojos se dirigen
a las enormes lanzas que están sosteniendo, y mi boca se seca.

—¿Sí, su gracia? — El guardia más cercano dice.

—Eh, sí, yo, eh... quiero inspeccionar la nave—, digo.

—Debe permanecer en sus aposentos, su gracia. Órdenes de Malak.

—¿Qué hay de mis órdenes? —Pregunto.

El hombre frunce el ceño profundamente. —No te sigo. Debes quedarte.


Órdenes de Malak.
—Te escuché la primera vez—, digo mientras camino de vuelta a mi habitación
y cierro la puerta.

De acuerdo, no será tan simple como simplemente salir. No hay problema.


Puedo preparar una especie de plan. Abro el cuaderno de nuevo y empiezo a
garabatear.

Mi puerta se abre de repente. Levanto la vista de mis notas e instantáneamente


deslizo el pequeño cuaderno en uno de los muchos bolsillos convenientemente
colocados que tiene esta prenda. La moda Aegir está realmente adelantada a su
tiempo.

Malak está de pie en la puerta, tan caliente como siempre. Su forma ajustada a
la armadura dun ha sido reemplazado por algo mucho más real: placas negras
entrelazadas de armadura, coronadas con una exuberante capa púrpura que
cubre sus anchos hombros. No tan revelador como su otro traje, pero igual de
sexy.

Quiero evitarlo. Quiero entender mis sentimientos primero, antes de


enfrentarlo de nuevo, pero es más fácil decirlo que hacerlo. En todo caso, el
tiempo de separación sólo ha aumentado mi atracción por él.

Todo es tan extraño aquí.

Quiero decir, es una nave espacial alienígena y todo eso, pero, aun así.
Honestamente, estoy tan asustada y sola, y cuando hablo con él, yo... no. Es lo
más cercano a un amigo que tengo.

Un amigo que puede oler mi humedad, que habla de mí sometiéndome a él


como si fuera algo totalmente normal y aceptable. Un amigo que se ve tan caliente
que sólo esta vista hace que mi corazón lata un poco más rápido.

—Emma Fairheart de la Tierra, nos acercamos a Aegon. ¿Quieres disfrutar de


la vista?

Mi boca se seca por un momento. En el fondo de mi mente, sabía que este


momento se acercaba, pero pensé que tendría más tiempo. Apenas he empezado
a pensar en un plan de escape.
En mi cuaderno he estado escribiendo las tramas de todas las películas que
recuerdo, tratando de encontrar una pizca de sabiduría, pero la mayoría de ellas
implican salir a la calle a disparar.

La vida no es una película de acción. No tengo un arsenal de armas. Y aunque


las tuviera, no tengo ni idea de cómo manejarlas. Todo lo que tengo son estos
nervios en la boca del estómago, y estas palmas sudorosas.

—Bien—, le digo. —Déjame ver este planeta tuyo.

Malak me lleva por varios pasillos largos. Cada soldado que pasamos en el
camino nos saluda, y Malak les da un rápido asentimiento como si fuera
completamente normal. Supongo que para él lo es.

Puedo sentir que todos estos hombres morirían por él. Él demanda una
completa lealtad. Es tan diferente a la cultura de la NASA, donde se alaba la
independencia, donde criticar a tus superiores es algo normal. Después de
algunos incidentes lamentables donde el pensamiento grupal llevó a desastres
totalmente evitables, todos se animan a hablar cuando tienen dudas.

Eso es lo que me atrajo de la organización al principio; la capacidad de ser yo


misma. No tener que comprometerme.

Eso es exactamente lo contrario de lo que Malak me pide. No seré nunca su


obediente y servil esposa humana, no importa lo severo que me mire o lo
cincelada que esté su mandíbula...

Entramos en la cubierta de observación, y mi boca se abre. La habitación tiene


una amplia ventana de cristal curvo, que ofrece una vista impresionante de todo
lo que hay delante y encima de ti.

Es más que magnífico.

—Estructuralmente, este es el punto más débil de todo el Arco Negro—, dice


Malak, pasando el dedo por la ventana. —Pero vale la pena cada uno de los drahir
que invertí en él. Me enfrenté a mi general en jefe en la plataforma de
observación. Simplemente insistí en ello. Si se hubiera salido con la suya, el Arco
Negro sería una esfera metálica sin ventanas. Ofrece la mejor protección, sí, pero
¿a qué precio? Existe la calidad de vida.
—Estoy completamente de acuerdo. ¿Qué sentido tiene viajar por el espacio si
no puedes disfrutar de la vista? — Le digo.

—Exactamente. ¿Cuál es tu formación celestial favorita?

—Oof. Buena pregunta. Me gustan los gigantes gaseosos. Tenemos este en el


sistema solar de la Tierra, absolutamente masivo con un anillo gigante a su
alrededor. Es mi planeta favorito con diferencia. Soñé con aterrizar en él, hasta
que tuve la edad suficiente para darme cuenta de que es un gigante gaseoso y es,
bueno, gas. Pero todavía tenía posters de él por toda mi habitación. Debes pensar
que soy una idiota.

—Creo que eres adorable—. Dice, y puedo decir que quiere decir cada sílaba.
Mi estómago se siente raro, y alejo las mariposas. Es mi enemigo. No debería
estar coqueteando con él.

—¿Cuál es tu formación celestial favorita? — Pregunto, mirando fijamente a


las estrellas. Todavía puedo ver su reflejo en la ventana, las comisuras de su boca
subiendo lentamente mientras me mira de arriba a abajo. Esto no debería
gustarme. Pero me gusta.

—Teth, el planeta del reloj de arena. En realidad, son dos planetas en órbita
cercana, tan cercanos que sus campos gravitatorios están entrelazados. La arena
de un planeta se desliza a través del espacio al siguiente, y luego de nuevo, como
un reloj. Por lo tanto, el Planeta del Reloj de Arena.

—Eso suena hermoso.

—Lo es... pero también es peligroso. Si te quedas en la superficie por mucho


tiempo, atrapado por la belleza natural que ofrece el planeta, podrías encontrar
tu nave tragada por la arena que sube, y una aparentemente interminable
tormenta de arena lloviendo sobre ti.

Trago. —Eso suena menos hermoso y más como mi peor pesadilla—, me


estremezco.

—Las cosas espantosas y las cosas hermosas son a veces una y la misma.

Malak me coge la mano. El momento en que nos tocamos es eléctrico, y yo


aparto el brazo como si me picara una abeja.
—¿Te asusto, humana?

Me doy la vuelta, con la espalda apoyada en el vidrio frío.

—Sí—, digo mientras veo su enorme y altísimo cuerpo.

—¿Por qué?

—Mataste a esos asaltantes sin dudarlo ni un momento.

Sus ojos se estrechan. —Te hicieron daño. Mataré a cualquiera que te haga
daño sin dudarlo un momento. Esa es mi promesa para ti.

—No quiero esa promesa—, le digo, pero me pregunto si realmente lo digo en


serio. Es algo útil tener un protector tan fuerte y valiente a mi lado. Por lo que he
visto del universo, no es un lugar muy seguro...

Malak ladea la cabeza. —¿No quieres que te proteja? Pero eres tan suave y
débil. ¿Cómo te protegerás?

—Caray, gracias—, le digo. —Eso es realmente lo que necesitaba oír.

—Es la verdad—, dice Malak, empujando sus hombros hacia atrás. —Eres
suave y confortable. Tus formas están hechas para que mis fuertes manos las
sostengan, las aprecien y las protejan. No fuiste hecha para luchar contra los
invasores.

Eso no suena tan mal. La vida sería más fácil si dejo que me proteja, eso es
seguro.

—Fuiste hecha para la crianza—, continúa con orgullo. —No puedo esperar a
ver tu vientre hincharse después de haberte llenado con mi semilla.

—¡¿Qu… qu… qué?!— Tartamudeo.

—Mi semilla—, repite. —Te llenará. Y entonces, tu vientre crecerá redondo y


hermoso.

El calor me llega a los oídos mientras miro con la boca abierta al enorme
príncipe alienígena. ¿El matrimonio es una cosa, pero esto?

¿De qué crees que se trataba ser su compañera? Le estarás dando herederos. Eso es lo
que le importa. Eso es todo lo que le importa. No se preocupa por ti, sólo quiere clavar su
gran y ancha lanza alienígena en ti y llenarte hasta el borde con su potente semilla
alienígena. Ya oíste lo que dijo, quiere usarte como ganado para reproducción. Eso es todo
lo que eres para él.

Me alejo lentamente mientras mi mente corre desenfrenadamente. Trato de


encontrarle sentido a sus palabras y al efecto que tienen en mí.

Me siento enfadada, porque se apoderó de mi cuerpo de esa manera.

Me siento tonta, por no haberme dado cuenta antes de que, por supuesto, tener
sus hijos sería parte de ello.

Y una parte de mí se siente excitada, por las mismas razones.

Sus ojos se estrechan mientras me estudia, una leve sonrisa en su preciosa cara.
—Sí, yo también estoy emocionado por ese futuro—, dice, confundiendo mi
temor con la emoción. —Pero hay mucho que debemos hacer primero. Debo
enseñarte sobre mi planeta y nuestras costumbres. Mira, ahí está mi mundo natal
ahora.

Estoy feliz por el cambio de tema, y me vuelvo de cara a la ventana. Cualquier


cosa para no tener que mirar su sonrisa arrogante un momento más. Mi corazón
está ardiendo, y en cualquier momento volverá a mencionar mi humedad
nuevamente.

Y me moriré de vergüenza o me quitaré las bragas y se las arrojaré a su sonrisa


arrogante. Aún no me he decidido.

En la distancia, aparece un planeta. Se hace más y más grande por segundo.

—Ese es Aegon—, dice Malak. —Mi mundo natal.

El Arco Negro se ralentiza, hasta que nos quedamos quietos en el espacio, el


planeta alienígena se asoma en la distancia.

—¿No vamos a aterrizar?

Él sacude la cabeza. —El Arco es demasiado grande para eso. Sería imposible
lanzarlo de nuevo, una vez que aterrice. No, llevaremos mi crucero a la superficie.
La tripulación desembarcará en sus naves de lanzamiento. Sígueme.
Mis ojos están pegados a la impresionante forma de Malak mientras nos guía
por el pasillo. Mientras tanto, mi mente no puede dejar de jugar con sus palabras.

Fuiste hecho para la crianza.

Mi semilla.

Te llenará.

No era una amenaza.

Fue una promesa.


El seductor y adictivo aroma de la humana llena hasta el último centímetro de
mi crucero. Ella es fértil, y está ansiosa por recibir mi semilla. Al menos, su cuerpo
lo está. Reconoce el vínculo que tenemos. Ahora tengo que ganarme su mente.

La superficie del planeta se eleva para recibirnos. Los continentes toman


forma, las grandes cadenas montañosas que salpican el paisaje se enfocan.

Había preparado un largo discurso sobre la historia de Aegon, sobre los


continentes y los Xeerdoms y su rica historia. Pero mis hormonas se disparan
demasiado fuerte como para centrarme en un tema tan árido. Mi miembro esta
duro y palpitante, lo que hace que mi armadura real sea bastante incómoda.

Pulso un interruptor y pongo el crucero en piloto automático, y me aseguro de


que tome la ruta larga y escénica hasta mi Xeerdom. Cuando lleguemos, ya no
podré ignorar mis deberes reales.

Este podría ser el último momento de paz y tranquilidad que tengamos juntos
en mucho tiempo. Tengo la intención de hacer que cuente. Pero primero, hay algo
de lo que debo ocuparme.
—Un momento—, le digo a mi futura compañera.

Me dirijo a una habitación en la parte de atrás y cierro la puerta detrás de mí.


Desencajo la parte inferior de mi armadura. Mi dura y palpitante lanza sale al
instante. Mierda. Creo que nunca he estado tan duro.

El olor del coño mojado de Emma me vuelve loco. Quiero, no, necesito
reclamarla, pero necesito controlarme. Agarro mi miembro y aprieto la base. Una
gota se forma en la parte superior de mi brillante cabeza, y lentamente la
extiendo, suprimiendo un profundo gruñido.

Es un desperdicio de una carga completa de mi potente semilla, pero


simplemente necesito esta liberación antes de hacer algo de lo que me arrepienta.
Nunca me he sentido así, esta pura necesidad. La hembra humana es más especial
de lo que cree. No puedo esperar a besarla, a sentir su cuerpo sobre el mío, a
probar su dulce coño, a convertirnos en uno.

Pronto, rezo a los antiguos dioses. Pronto.

—¿Malak?

No hay respuesta.

No tengo ni idea de adónde desapareció de repente, pero es el momento


perfecto para escapar. Mi nave está escondida en algún lugar de este enorme
crucero suyo. No tendré una mejor oportunidad.

Tengo que hacer que este momento cuente.

Un gemido sofocado me llama la atención mientras voy de puntillas por el


largo pasillo. No puedo evitar mirar a la vuelta de la esquina.

Lo que veo allí me quita el aliento.


La espalda de Malak está presionada contra la pared, los ojos cerrados, la
cabeza inclinada hacia atrás, los cuernos raspan ligeramente la pared. Su boca
cuelga ligeramente abierta mientras toma respiraciones rápidas y cortas. Cada
pocos segundos su lengua bífida sale disparada para mojarse los labios.

Eso no es lo que más me llama la atención.

No, es la enorme, venosa y azul profundo polla que descansa en sus grandes
garras. Se acaricia a sí mismo arriba y abajo, su lanza palpita salvajemente con
cada golpe.

Santo cielo.

He estado soñando despierta en secreto sobre este momento... y ahora está a


unos metros de distancia, mostrándome todo lo que tiene.

Sus ojos están cerrados, y aún no me ha visto.

Debería darme la vuelta ahora, antes de que me vea.

Debo respetar su privacidad.

Y debería usar este momento para escapar.

Probablemente no debería meter mi mano en mis bragas y jugar conmigo


misma mientras veo al guerrero alienígena correrse.

Pero oye, nadie es perfecto. Definitivamente yo no, porque mi mano ya es un


borrón, alojada firmemente entre mis piernas, con los ojos fijos en la vista frente
a mí.

Estoy absolutamente hechizada.

—¡Emma!

Mi corazón salta en mi garganta mientras Malak gruñe mi nombre con su


profunda y sexy voz... pero sus ojos permanecen cerrados. Está gimiendo mi
nombre. Un segundo después su miembro entra en erupción como un volcán, su
semilla sale disparada al aire.

La espesa y potente semilla con la que prometió que me llenaría.


Casi siento un poco de arrepentimiento al ver a Malak ordeñandose. Todo eso
podría haber sido mío...

Ese malvado pensamiento envía cosquillas de placer por mi columna


vertebral, y rápidamente me agacho en el pasillo, fuera de la vista, con la espalda
contra la pared mientras me vengo en silencio, mordiéndome tan fuerte el labio
inferior que pruebo la sangre.

Maldición. Eso fue... una locura.

Y pensar que esto es sólo el principio. No estoy segura de tener la fuerza para
rechazarlo, la próxima vez que haga un movimiento.

Sólo tengo que escapar antes de que eso suceda.

—Ahí estás.

La voz baja de Malak me asusta, y mis ojos se abren de golpe. Maldición, casi
me atrapa.

—Ven conmigo, mi mundo natal se acerca.

—E… está bien—, tartamudeo.

Demasiado para mi atrevido escape...


ASÍ QUE ESTO ES NYRR.

Un páramo congelado.

El viento es tan frío que lo siento en mis huesos, la nieve tan profunda que
nunca podría atravesarla.

Y Malak me está esperando en el fondo de la rampa de la nave, como si todo


esto fuera un algo normal. El guerrero Aegir no parece preocupado por las
condiciones ni un poco.

—¿Vienes? — Malak me llama. —Nuestro carruaje espera.

—E..e…e… estoy t…t…r…ratando—, castañeo. Parece que mis piernas están


en huelga, y si este frío se mantiene, mis pulmones pronto lo seguirán.

Malak se apresura a subir los escalones y desliza su gruesa y cómoda capa


alrededor de mis hombros. —Lo siento, debes tener frío.

—¿T…t…u c..r… ees?


Me rodea con sus fuertes brazos y me levanta. Normalmente gritaría, pero
tengo demasiado frío para protestar. En lugar de eso, me acurruco contra él,
anhelando su calor.

El alienígena me lleva a un carruaje con cuatro delgados y espeluznantes seres


de aspecto equino que impacientemente pisotean la nieve delante de ellos.

Malak chasquea los dedos cuando nos subimos y las bestias se mueven.

Viajamos por pequeños y sinuosos caminos a través de las montañas cubiertas


de nieve con una velocidad que me enferma el estómago. La noche comienza a
caer, y dos lunas brillantes son las únicas cosas que iluminan nuestro retorcido
camino. Si uno de esos caballos se tropieza, aunque sea una vez, nos
adentraremos en las profundidades. Todo lo que puedo hacer es acurrucarme
más cerca de Malak, apoyar mi cabeza en su pecho, y escuchar sus latidos.

Estoy realmente fuera de mi elemento ahora. De vuelta en esa nave, al menos


podría seguir fingiendo que voy a escapar.

Ya no puedo hacer eso. Ahora estoy a merced de Malak.

Entramos en un valle donde a lo lejos un oscuro y sombrío castillo brilla a la


luz de la luna, las torres puntiagudas sobresalen como lanzas. Un río sinuoso baja
por el mar, que apenas se ve a la distancia. Casas destartaladas se alinean en las
orillas del río, el río corta un sendero que se desvía a través de los muchos
edificios.

Todas mis esperanzas de que este sea un planeta de cuento de hadas se han
desvanecido al instante. Este mundo es frío y duro.

—¿Por qué no pudimos volar hasta aquí? — Pregunto mientras nos acercamos
al oscuro castillo.

—¿No te gustó la ruta panorámica?

Miro a Malak. ¿Está bromeando? Es difícil de decir con él a veces.

—No se permiten naves dentro de estos picos sagrados—, dice, señalándome


las cimas cubiertas de nieve. —Y nos mantiene más cerca de nuestras raíces.

Salgo del carruaje yo misma y al instante me hundo en la espesa nieve hasta


mi ombligo. Me enfría hasta los huesos. Escapar a pie está fuera de discusión.
—¿Un poco de ayuda aquí?

Malak me saca y me levanta. Supongo que no tengo otra opción que dejar que
me lleve.

Sólo ahora veo que los “caballos” tienen extremidades largas huesudas y ojos
rojos. Malak acaricia afectuosamente sus cabezas esqueléticas con una mano
libre, la otra descansando en mi trasero.

—Hermosas criaturas son estos Unurs, ¿no es así?

—Uh, son ciertamente... intrigantes.

—Los Aegir no irían a ninguna parte sin nuestros fieles Unurs. Son seres
sagrados para nosotros, capaces de soportar las ventiscas más frías.

Bien. Es bueno saberlo, antes de referirme a ellos como “esos espeluznantes


caballos huesudos con ojos raros”. Ahora que he superado su apariencia poco
convencional, son lindos en su propia extraña y huesuda manera. La forma en
que relinchan felizmente es bastante adorable. Malak debe tratarlos bien.

Akil Pay se acerca a nosotros junto con Ezra y Gada, listos para tomar los
caballos de Malak. Me parece criminal que un hombre tan viejo esté fuera con
este tiempo, pero el frío no parece molestarle en lo más mínimo.

—Su gracia, debo informarle que se está organizando una gala sorpresa para
usted.

—¿Qué? — Malak gruñe. —¿Ahora mismo?

—Sí, su gracia.

—No estoy de humor para festividades tan pronto después del funeral, ¿Para
qué es?

—Para celebrar su compromiso con Emma Fairheart de la Tierra, por


supuesto—, responde el viejo Aegir, asintiendo con la cabeza en mi dirección.

Malak se pellizca el puente de su nariz. —Por supuesto. ¿Quiénes van a asistir?

—Todos, su gracia.

—¿Y por todos te refieres a los Yaganes, los Egos, el grupo?


—Como dije, su gracia. Todos.

—Mierda. ¿Y si no aparecemos?

Oh, sí, por favor. No voy a fiestas de disfraces humanas, y mucho menos fiestas
reales alienígenas. No, gracias. De hecho, me he contagiado de una misteriosa
“gripe” por cada baile al que he tenido que asistir, desde mi baile de primer año
hasta las fiestas anuales de Navidad en la NASA.

Mis compañeros de trabajo siempre dicen que me “perdí” una “gran noche”.
No creo que Ian de contabilidad tratando de revivir sus días de gloria parándose
en un barril de cerveza y lesionándose la espalda califique como una “noche
épica”, pero ya sabes, gustos diferentes para personas diferentes. En esas noches,
me bañaba acompañada con un poco de vino y me sumergía en una novela. Esa
era una noche épica.

Y eso parece muy lejano ahora, mientras miro hacia arriba a un cielo
alienígena, dos lunas desconocidas mirándome fijamente.

—Le aconsejo encarecidamente que no lo haga, su gracia, — dice Akil Pay


diplomáticamente.

—Terminemos con esto, entonces.

—¿No es tu palabra ley? — Le pregunto a Malak. —¿No es así como funciona


su sociedad? Podemos saltarnos esto, ¿verdad?

—No he sido coronado Xeer todavía. Primero, debemos tener nuestra


ceremonia de apareamiento, Emma.

Gulp.

—E incluso entonces, encontrarás que hay límites al poder de un monarca.


Incluso Nyrr necesita aliados. Especialmente en estos tiempos difíciles. No,
necesitamos mostrar nuestras caras. Desafortunadamente.

Solo puedo sentir el color drenándose de mi cara, y mi vestido se siente de


repente bastante ajustado. ¿Me está asfixiando? Parece que me está ahogando.

—Su gracia—, Ezra irrumpe. —Por favor, déjenos ayudar a cambiar su yali a
algo más apropiado para esta ocasión.
—¿Es realmente necesario? — Malak frunce el ceño.

—Oh sí, este vestido es adecuado para el ocio, pero completamente


inadecuado para una gala real de esta magnitud, su gracia, — dice Ezra,
señalando mi vestido.

—Hm. No lo veo así, pero está bien. No tardes demasiado.

Malak me baja al suelo, y Ezra y Gada me llevan al castillo. Sigo sus pasos,
abrazando la capa de Malak cerca de mi cuerpo congelado.

En el momento en que nos quedamos lejos del oído de los dos varones, las dos
chicas estallan en risas.

—No puedo creer que se lo haya creído—, dice Gada. —Eres tan atrevida,
Ezra.

—Oh vamos, como si Malak supiera de moda—, se ríe Ezra.

—Bueno, se ve bien, sin importar lo que use—, dice Gada.

—Exactamente, no importa lo que él use siendo la parte importante de esa frase.


Está bendecido con una buena apariencia, podría hacer que mi monótono
uniforme se viera bien si quisiera—, dice Ezra.

—¿Qué es lo que pasa? —Pregunto. Todos esos cumplidos a la apariencia de


Malak empiezan a hacerme sentir extrañamente celosa. Es mío, chicas. Apártense.

—Dije una mentira piadosa para darte un momento para recuperarte —, dice
Ezra. —Sí, podrías ponerte algo más elegante, pero es tu fiesta, de verdad, así que
tú y Malak hacen las reglas. Parecías un poco estresada, así que pensé que
querrías un respiro.

—Oh, no tienes ni idea—, suspiro mientras nos acercamos al castillo. Parece


aún más amenazador de cerca, lo que no hace absolutamente nada para calmar
mis nervios. —Yo no pedí nada de esto.

—Sin embargo, tienes suerte—, dice Gada. —Malak es el soltero más codiciado
de todo el continente.

—¿En serio?
—Por supuesto, es el Gran Príncipe de Nyrr después de todo. Uno de los
Xeerdoms más prósperos de todo el planeta. Además, es amable, dulce, gentil,
protector, sexy...

Gada tiene una mirada de ensueño, y para mi propia sorpresa, esos celos
persistentes no van a ninguna parte.

—Además, no es un aristócrata estirado como la mayoría de la realeza—, dice


Ezra.

—Sí, es sólo él mismo, ¿sabes? — Gada dice. —No le importa la política de la


corte, la puñalada por la espalda y la charla en la trastienda. Lo que ves es lo que
obtienes con Malak.

—No estoy tan segura. Sólo... quiero irme a casa—, digo, aunque por primera
vez, empiezo a tener dudas. Algunas chicas matarían por ser una princesa, ser
robada por un galán como Malak. ¿Por qué soy tan rápida en rechazar todo eso?

Porque tienes una misión, Fairheart, y no era que te dejara embarazada un alienígena
de dos metros y medio. Es tu misión encontrar un hogar adecuado para la Tierra, y hasta
ahora, esto no parece ser así.

Tienes razón, cerebro. Sí, puedo respirar el aire de aquí, por suerte, pero las
condiciones son árticas. No es exactamente el paraíso.

—Oh, no. Este es tu hogar ahora—, dice Ezra mientras pasamos por las
grandes puertas metálicas y entramos en el ominoso castillo. —Ven, vamos a
encontrarte algo espectacular para ponerte.

Creo que tiene buenas intenciones, porque sólo ha sido amable conmigo, pero
sus palabras parecen extrañamente presagiadoras. ¿Esta fortaleza encantadora
va a ser mi hogar... o mi prisión?
—¡Ah, la mujer del momento finalmente nos honra con su presencia!

Una voz llama desde el fondo de la escalera, llamando la atención de toda la


multitud de la realeza de Aegir. La música se queda en silencio, y cientos de ojos
me miran.

Mierda.

¡¿Ahora esperan que baje esta escalera con malditos tacones?! Ezra y Gada son
agradables, pero nunca las perdonaré por convencerme de usar tacones. Nunca
seré tan alta como ellas, ¿así que a quién estoy engañando? Soy un dumpling
rodeado de gigantes.

Además, soy un astronauta punto. Como reglas, los tacones no son parte de mi
vestuario. Bueno, técnicamente no es una regla, sé que Katherine Adamson tiene
un buen par de tacones, pero... no soy Katherine.

Soy Emma. Emma no usa tacones.

O eso pensaba.
Busco en la multitud los cálidos ojos de Malak. Lo necesito a mi lado ahora
más que nunca porque mi corazón late en mi garganta y mis palmas se sienten
sudorosas y tengo miedo de que pueda tropezar por esta escalera y romperme
cada hueso de mi cuerpo en el camino si no me atrapa.

¿Eso mostraría debilidad? ¿Causaría que los enemigos de Malak invadieran? ¡¿Y si
lo avergüenzas delante de todos?!

Oh, cerebro, para, por favor. Puede ser útil en caso de necesidad, NO es uno
de esos momentos. Ya tengo el destino de la Tierra sobre mis hombros. No puedo
meter a Nyrr ahí también. Tal vez los anchos hombros de Malak podrían soportar
esa carga, pero definitivamente yo no. Ya me estoy doblando bajo el peso de la
Tierra tal como está.

Capto los vívidos ojos de Malak desde el otro lado de la habitación y doy un
suspiro de alivio. Gracias a las estrellas.

La multitud ya está susurrando. Estoy segura de que pueden oír el latido de


mi corazón, que se convierte en una tormenta, haciendo saber a todo el mundo
que no pertenezco a este lugar.

Los Aegir son todos magníficos. Los hombres son anchos y fuertes, vestidos
con hermosas armaduras, una más colorida y decorada que la otra, y las mujeres
son altas y delgadas, como un montón de... jirafas sexys.

No me siento como una jirafa sexy. En comparación, soy más bien un saco de
papas con un vestido demasiado bonito para mí.

—Ahí está mi yali.

La profunda voz de Malak calma el tamborileo de mis nervios.

La multitud se aparta para él, y sube las escaleras y me tiende la mano.

—Te ves absolutamente impresionante—, dice y el brillo de sus ojos felinos me


dice que está diciendo la verdad.

Ni siquiera sé cómo responder a eso. Nunca he sido la reina del baile. Todo lo
que sé es que el calor está subiendo a mis mejillas, y las mariposas parecen haber
migrado a mi estómago.
Mi protector alienígena lleva una hermosa armadura que complementa su
aspecto robusto.

—Tú también—, le digo.

Malak me lleva por las escaleras, con su mano plantada firmemente en la parte
baja de mi espalda. Todos me miran fijamente, así que mantengo los ojos fijos en
el suelo.

—Ya puedes mirar hacia arriba, Emma.

Cuando lo hago, veo que estamos en el medio del salón de baile, la multitud
todavía separa de nosotros.

—¿Qué está pasando?

Y entonces empieza la música.

Y yo lo sé. Sé lo que está pasando. Esto es un baile. Estamos bailando. Oh no,


él está agarrando mi brazo y mi espalda y mi cuerpo se está moviendo, detente
por favor, detente ahora. Oh no, todo el mundo está mirando, no puedo respirar...

—Cálmate, lo estás haciendo bien—, me gruñe Malak al oído.

Estoy segura de que se ve raro desde la distancia, simplemente por la


diferencia de altura entre ambos. Todos deben estar riéndose de mí.

—Mírame a los ojos—, dice Malak.

Sigo su orden, mirando hacia arriba. Sus ojos volcánicos arden, y mis rodillas
quieren doblarse un poco.

—Eres hermosa, mi yali.

—¿Estás bromeando? Todas las mujeres de aquí son más guapas que yo.

Mi cuerpo parece moverse con la música extraña y desconocida, pero eso se


debe principalmente a que Malak me está guiando muy bien.

—¿Por qué dices eso?

—Porque… Lo son. Son altas y delgadas y tienen orejas puntiagudas. ¿Por qué
no te gustan?
—¿Y si dijera que me gustas? — Malak gruñe posesivamente. —¿Y si me gusta
el aspecto de tu cuerpo, tanto con este vestido como sin él? ¿Y si me gusta la
forma en que tu cuerpo se siente en mis manos ahora mismo, tan suave, tan
atractivo? ¿Y si también me gustan tus orejas, cada parte redonda de ellas?

—Entonces tendría que decir que eres raro—, es todo lo que puedo decir. —Y
esto es todo, tan, tan raro.

—No para mí. Eres la mujer más hermosa desde que pusiste un pie en esta
habitación, Emma. Estoy seguro de que todos los hombres de aquí quieren ser yo
ahora mismo.

Miro a la multitud.

Los machos de Aegir tienen hambre en sus ojos. No sé si quieren follarme o


comerme, pero definitivamente quieren un pedazo de mí de cualquier manera.
Las mujeres parecen presumidas. Desagradables. Celosas.

—Ves. Eres una joya rara. Y tú eres mía—, gruñe Malak.

Me acerco un poco más a Malak y apoyo mi cabeza en su pecho mientras nos


balanceamos con el ritmo. Este planeta es frío e inhóspito, pero en los brazos de
este guerrero alienígena... definitivamente hay algo de calor.

La canción termina, y también nuestro pequeño momento. La multitud


aplaude, y al momento siguiente Malak me presenta a una fila aparentemente
interminable de estadistas de Aegir.

—Su Excelencia el Alto Anciano Elder de los Scourge de Egos, por favor conozca a mi
futura Xeer, Emma Fairheart de la Tierra...

—Dreadlord de los Centinelas de Deadsea, por favor conozca a...

—Gran Arconte del Aquelarre de Yagna, es un honor para mí...

Todos los nombres y títulos hacen que mi cabeza dé vueltas, y para mí todos
los viejos alienígenas azules comiencen a parecerse. No sé qué hacer, así que
asiento educadamente. Esto parece complacer a los machos. Bien, hasta ahora me
las he arreglado para evitar avergonzarme a mí misma. Sólo faltan doscientos
invitados más.
Akil Pay se acerca a Malak y corta la fila. —Mi gracia, su presencia es
urgentemente necesaria.

Oh, gracias a las estrellas, hemos terminado aquí.

Malak asiente con la cabeza. —Vuelvo enseguida—, me dice.

—¿Qué? ¡No me dejes! — Digo, desesperadamente aferrándome a su brazo.

—Sólo será un momento.

—Pero...

Y se ha ido. Dejándome completamente sola.

Miro a mi alrededor, y soy recibida con caras poco amistosas y abiertamente


hostiles. El oscuro pozo de mi estómago crece y crece con cada segundo que pasa.
Malak es mi ancla en este mundo; sin él, estoy perdida.

Hay susurros por todas partes. Trozos de conversaciones me llegan. Intento


ahogarlos, pero es imposible. Cuanto más lo intento, más oigo todas sus palabras
hirientes.

—¿Puedes creerlo?

—¿Una forastera? ¿En serio?

—Estoy seguro de que el difunto Xeer se está revolcando en su tumba.

—Un escándalo, francamente.

—Será de corta duración. Sólo está actuando en el dolor. Estoy seguro de que
entrará en razón.

—Es inapropiado, eso es lo que es.

—Tonto.

—¿Y has visto ese vestido? Es demasiado pequeña y redonda para quitárselo.

—Es un crimen de moda, eso es lo que es.

—¿Crees que todos los de su clase se parecen a los punirs?


—¡Oh, tienes tanta razón! ¡No puedo dejar de verla ahora! Esos miembros
cortos y rechonchos, ¡no puedo dejar de verla ahora!

Las lágrimas están llegando caliente y rápido. Esta es cada pesadilla que he
tenido y que ha cobrado vida. Por eso no fui al baile de primer año, o al baile de
graduación, o simplemente salí en general.

Intento defenderme, pero la mirada devastadora y venenosa que la mujer


Aegir lanza hacia mí, me deja en la estacada.

Ella tiene razón. No pertenezco a este lugar. Este no es mi mundo, y este no es


mi lugar. ¿A quién estoy engañando? No soy una princesa.

Me quito los tacones y subo las escaleras corriendo, llorando todo el camino.
Necesito salir de aquí tan rápido como pueda. Quiero irme a casa.

Pero no puedo.
—Alguien intentó entrar en su crucero, su gracia.

—¿Lo atrapaste?

—Desafortunadamente no.

—Es bueno que hayas venido a mí, Pay. Envía tropas extra de inmediato.
Quiero mi nave vigilada las 24 horas del día, ¿entendido?

—Sí, su gracia. ¿Qué crees que buscan?

—Mi mejor suposición sería la nave de Emma.

—¿Crees que nuestros enemigos lo saben?

—Los Yagna y los Egos tienen espías en todas partes, Pay. Tú más que nadie
deberías saberlo, con tus décadas de experiencia.

—Son nuestros aliados.


—Por ahora. Si muestro debilidad, tendrán tropas marchando a través de la
frontera antes de que llegue el invierno.

No puedo permitir que mis enemigos se apoderen de la nave de la hembra


humana. Sin duda podrán deducir dónde está el mundo de los humanos, y sé lo
que harán a continuación.

He visto cómo el Gran Arconte del Yagna Coven miraba a mi compañera. Con
hambre, con odio, con celos en sus brillantes ojos. Siempre ha querido lo que no
puede tener. Sus tierras nos limitan al sur, pasando las montañas que sus
parientes han tratado de reclamar como suyas durante miles de años. Yo mismo
dirigí la última pelea allí, una sangrienta y prolongada salvaje batalla que decidió
la guerra a favor de Nyrr. Yagna demandó la paz poco después, una paz que ha
durado. Hasta ahora.

Vuelvo corriendo al baile cuando nadie más que el propio Gran Arconte me
detiene en seco.

—¡Ah, sí es el futuro Xeer de Nyrr!

—Zakra—, gruño. —¿A qué debo el placer?

—Sólo estoy aquí para ver la nueva atracción, eso es todo.

El verdadero significado de sus palabras no se me escapa.

—Elija sus palabras cuidadosamente, Arconte. Permíteme recordarte que no


estas en tus propios dominios.

— Deberías elegir a tu pareja con cuidado, 'Xeer', antes de que te enfermes y


dañes nuestro estatus como...

Agarro a Zakra por el cuello y lo golpeo contra la pared de ladrillos. Sus pies
cuelgan indefensos en el aire mientras jadea para respirar.

—Vamos, termina tu frase. Dame una razón.

—¿Para hacer qué? — Zakra jadea. —¿Para empezar una guerra? Como si
necesitaras una razón. Eres un asesino, Malak, un asesino. Sabes cómo te
llamamos en Yagna, ¿verdad? El carnicero de Gillig.
—Le di a tus tropas la opción de rendirse. No lo hicieron. Por tu orden. Su
sangre está en sus manos, no en las mías.

—Sin embargo, fue tu mano la que empuñó la hoja que mató a tantos, ¿no es
así, Malak?

Aunque tengo mi pulgar presionando su tráquea, Zakra no muestra signos de


callarse. Realmente quiere que le quite la vida. Loco.

—Así es como funciona la guerra. No lo entenderías, envías a la gente a la


muerte mientras tú te quedas en esa cómoda capital tuya. Me enfermas, Zakra.

—Igualmente, Malak. Que tu reinado sea corto.

Aprieto su garganta un poco más fuerte.

—Puedo acabar con el tuyo ahora mismo, viejo.

—No te atreverías.

—No me tientes.

—¿Su gracia?

Dejé caer a Zakra al suelo. Se desploma en un montón, jadeando y resoplando,


maldiciéndome en voz baja.

—¿Qué pasa, Pay?

—Recibí noticias del General Lynt; más tropas están en camino al crucero real,
su gracia.

—Bien. ¿Eso es todo?

—Sí, su gracia.

Dejo a Zakra atrás y me dirijo a la fiesta en curso. He visto los horrores de la


guerra de cerca. Haré todo lo que pueda para asegurarme de que mi gente no
tenga que pasar por ese infierno otra vez, pero no puedo tolerar mucho al Gran
Arconte.

Si vuelve a insultar a Emma, no sé si podré controlarme.


EZRA Y GADA me miran sorprendidas cuando atravieso la puerta y me arrojo
a la cama.

—Esto fue un error. No pertenezco a este lugar. ¡Todo esto es un gran error!

Rompo violentamente el vestido y tiro la tela por la habitación.

—Ese vestido era una herencia familiar de valor incalculable... sabes qué, eso
no es importante ahora, puedo arreglarlo después—, dice Gada.

—¿Qué ha pasado? — Ezra pregunta.

—No quiero hablar de ello—, digo mientras entierro mi cara en una almohada.
Nunca he sido tan humillada en mi vida. —¿Puedes dejarme en paz, por favor?
Sólo quiero estar sola.

Llaman a la puerta y un segundo después Malak entra en la habitación. —


¡¿Qué pasa?!
Me escondo bajo las mantas lo mejor que puedo. No quiero que me vea así,
tan vulnerable, con lágrimas cayendo por mi cara. —Por favor, vete—, murmuro.

—Necesita un momento para recuperarse, su gracia—, dice Ezra.

Silencio. Y entonces Malak suspira profundamente. Lo he decepcionado. Y eso


corta aún más profundamente que cualquier comentario mezquino que haya
escuchado.

La puerta se cierra. Se ha ido. Y lo he estropeado todo.

—¿Permiso para hablar libremente, su gracia? — Ezra pregunta.

—¿Qué es? — Sollozo.

—Necesitas madurar. Su gracia.

Gada jadea fuerte. Levanto la vista de mi funda de almohada llena de lágrimas.


—¿Y ahora qué?

Gada mira a su colega con horror, pero Ezra permanece firme, sus manos
descansan en sus caderas en una pose de poder.

—No sé lo que pasó allí abajo, pero voy a hacer algunas suposiciones.
Deténganme si me equivoco. La realeza es una serpiente. Son viciosas, son
conspiradoras, son crueles. ¿Correcto?

—Sí.

—¿Es por eso que estás molesta?

—Sí.

Quiero mirar hacia otro lado y esconderme, pero Ezra no me deja. Su


puntiagudo y azul rostro está lleno de determinación.

—Digo esto con amabilidad, su gracia. ¿A quién le importa? Están celosas. No


sólo porque Malak es obviamente poderoso y sexy, sino porque sus sentimientos
por ti son obviamente genuinos. Sabes cómo te mira, ¿verdad? ¿Cómo habla de
ti? Una chica sólo puede soñar con encontrar un hombre tan obsesionado y tan
devoto, y tú tienes eso. No te das cuenta de lo afortunada que eres, y no puedo
sentarme aquí y ver como desperdicias la oportunidad de tu vida.
Gada se aclara la garganta, obviamente entrando en pánico. —Ezra, ¿no crees
que te estás pasando de la raya?

—No, déjala terminar—, le digo.

—Gracias, su gracia. Malak está enamorado de ti. Es un hombre que ha


encontrado a su compañera predestinada. Es un sentimiento que la mayoría de
la realeza nunca conocerá, porque sólo les importa el poder. Sólo se casan por
alianzas. Y ven lo que Malak tiene, lo que tú tienes, y te odian por ello. Por celos.

Ezra respira profundamente... está realmente en una buena racha y se está


esforzando. Todo lo que puedo hacer es agarrar las sábanas y dejar que la verdad
me inunde.

—Ha encontrado el verdadero amor, su gracia. También puedo verlo en ti,


pero también veo que estás luchando. Y antes de que digas “No pedí nada de
esto”, tengo más malas noticias para ti. ¡Todos recibimos situaciones en la vida
que no pedimos! ¿Cree que quiero ser un miembro del personal real de Nyrr?
¿Cree que quiero pasar mis días doblando ropa y limpiando el polvo de
habitaciones que nadie usa? No. Prefiero estar en su posición. O en casa, con mi
familia. Pero ellos necesitan comer, y por eso estoy aquí, trabajando. Su suerte le
ha hecho entrar a trompicones en la casa real de Aegir. Discúlpeme si no estoy de
luto mucho tiempo en su nombre, su gracia. Hay peores destinos que podrían
haberte ocurrido que ser de la realeza. Debería ver al verdadero Nyrr. Cómo es la
vida más allá de estas paredes. Puede ver cómo viven la mayoría de los Aegir,
cómo es realmente la vida en este planeta. Mire cuántas lágrimas te quedan para
llorar porque alguien le dijo algo malo entonces, su gracia.

Ezra respira profundamente, su cara azul se tiñe de rojo. Realmente se puso a


sudar mientras pronunciaba ese atronador discurso. Me quedé con la boca
abierta. Nadie me ha puesto nunca en mi lugar de esa manera.

—Vaya—, dice Gada. Aplaude lentamente. — Está diciendo lo que piensas, y


luego quemas todos los puentes del mundo. Fue un placer conocerte, Ezra.

—Sólo dije lo que nuestra gracia necesitaba oír—, dice Ezra, pero su
comportamiento confiado se desvanece con cada segundo que pasa. Sus manos
empiezan a temblar. —¿Verdad? No dije nada demasiado malo, ¿verdad?
—Eso lo decidirá nuestra señora. Tienes suerte de que Lord Araval ya no esté
por aquí; te habría colgado para que todos lo vieran como una advertencia.

—Tengo una familia—, tartamudea Ezra. —Su Alteza nunca haría eso. Ella es
amable.

Me levanto lentamente y me limpio las lágrimas.

—Nadie me ha hablado nunca así—, le digo. —Nunca antes en mi vida. Y


desearía... desearía que alguien lo hubiera hecho. Porque tienes razón. Tienes
toda la razón. Quiero decir, entre nosotras tres, todavía no estoy demasiado
entusiasmada por ser secuestrada, pero... no puedo dejar que un montón de
chismes malvados me hagan perder la cabeza. ¡Soy Emma Fairheart. De la Tierra!

Ezra sonríe tímidamente.

Gada sacude la cabeza con incredulidad. —Sólo tú puedes sobrepasarte con la


realeza y recibir elogios por ello, Ezra.

—Quiero aceptar esa oferta, Ezra. Quiero ver al verdadero Nyrr. Quiero ver
cómo es la vida fuera de estos muros. Si realmente voy a ser... una princesa, o una
reina, o Xeer, o como quieras llamarlo... al menos debería conocer a mis súbditos.

¿Mis súbditos? Eso llevará un poco de tiempo acostumbrarse.

—Es una buena idea, pero Malak nunca lo permitirá—, dice Gada.

—Bueno...— digo. —No tiene que saberlo, ¿verdad?


Dejo a mi compañera a solas por un momento - y esas víboras todavía han
encontrado una manera de hacerle daño. Estoy hirviendo de rabia, pero debo
calmarme. Ella me ha pedido un momento de paz, pero cada segundo que
pasamos separados se siente como una eternidad.

Llamo a su puerta.

—Entra.

Abro la puerta y encuentro a Emma sentada en su cama, con los ojos aun
ligeramente rojos e hinchados. Sólo quiero abrazarla, acariciar su pelo, besar sus
lágrimas, pero me contengo.

—Por favor, discúlpenos—, les digo a las dos asistentes. Asienten y nos dejan
en paz, y me doy cuenta de que no pueden evitar sonreír.

—¿Estás satisfecha con esas dos? — Le pregunto.

—¿Hm? Oh sí, Ezra y Gada, son muy amables, y me hacen sentir bienvenida.
—¿Y yo te hago sentir bienvenida?

Me siento en su cama, saboreando la sensación de cercanía. No quiero


separarme de ella ni un momento.

—Yo... no sé, Malak, esto es todo... demasiado.

Presiento que hay algo más que quiere decir, pero algo la está frenando. Ella
es la única. Pase lo que pase en esta vida, sé que quiero pasarla con ella a mi lado.
No puedo obligarla a amarme, no es una colina para ser conquistada, una
fortaleza para ser asaltada. Debo ser paciente. Debo darle tiempo.

Tiempo que no tengo. Permanezco sin compañera.

Un Xeer no puede estar sin compañera.

Cuanto más me demore, más municiones le daré a nuestros enemigos, el


Coven, el Deadsea, para separar a Nyrr. Para agitar el malestar. Para reclamar estas
montañas sagradas como propias.

No puedo permitir que eso suceda.

A veces desearía no tener esta alta estación sobre mí. Puedo ser el hombre más
poderoso de Nyrr, y aun así, cuando miro el Mar Adriático, no puedo evitar
envidiar a los marineros que son libres de irse como les plazca, necesitando sólo
un puñado de drahir para comprar cerveza y conseguir un lugar para pasar la
noche.

Estoy seguro de que esos mismos marineros miran mi castillo con la misma
envidia.

—Me disculpo por dejarte sola. Y desearía poder decir que no volverá a
suceder. Pero la verdad es que el futuro de Nyrr descansa sobre mis hombros.
Las víboras que tuviste el disgusto de conocer quieren usurpar mi trono.

—Yo... yo entiendo—, me dice.

Mierda.

Es tan malditamente adorable, incluso ahora, cuando está un poco herida y un


poco enfadada conmigo. Mi mente estalla con preguntas, pero hasta ahora, no he
encontrado un buen momento para interrogarla.
Ahora es un buen momento como cualquier otro.

—Cuéntame más sobre ti, Emma.

—¿Qué quieres saber?

—Todo—, gruño. —Quiero saber de dónde vienes, dónde creciste, cómo ha


sido tu vida. Quiero entender lo que significa ser humano.

—Esa es una buena pregunta—, se ríe. —Estoy bastante segura de que la


humanidad en general todavía se pregunta sobre eso.

—¿Qué piensas?

—Pff, no lo sé. ¿Qué significa ser Aegir?

—Honor y lealtad. Eso es lo que significa... para mí. A través de las montañas
y los mares tienen... diferentes valores.

—Así que no todos los Aegir están de acuerdo, ¿verdad?

—No.

—Esas personas de ahí abajo, ¿eran tus amigos?

—Los ancestros lo prohíban, no. Nada mas lejos de ello.

—Bien. Bien. Porque no me gustaban. En absoluto.

—Eso nos convierte en dos, mi humana.

—Entonces, ¿por qué los toleras?

—No lo hago—, gruño. —Pero hay un cierto sentido de la realeza... de la


etiqueta a la que hay que adherirse. Desgraciadamente. No tengo un ejército lo
suficientemente grande para conquistar el continente, para simplemente tomar
todo lo que necesito para dar a mi pueblo una buena vida por la fuerza solamente.
Y aunque lo tuviera, no querría hacerlo. Ya he visto suficiente muerte en mi vida.

—¿Lo has hecho?

Hay una preocupación genuina en su voz, mientras apoya suavemente su


mano en mi rodilla. Tiene un espíritu amable.

—Soy mejor guerrero que rey. Este nunca iba a ser mi lugar, era el de Moric.
Mi hermano mayor. Es más encantador. Era más encantador. Sigo olvidando que
realmente se ha ido.

—Lamento tu pérdida.

—Está bien. La pérdida es inevitable.

—Sí, pero aun así, si perdiste a tu hermano... entonces debes estar sufriendo.
En realidad, perdí a mis dos padres. Cuando era joven.

—Siento oír eso, Emma. ¿Qué paso?

Me cuenta la historia de su gente y yo la escucho.

—¿Así que han contaminado su propio mundo? — Pregunto incrédulo.

—Sí. Lo sé. No es un movimiento inteligente, ¿verdad?

—Creo que no.

—De acuerdo—, dice con una sonrisa irónica. —Y la peste negra de la que te
hablé se llevó a mis padres.

—Eso me entristece, Emma. Tal vez algunas buenas noticias te levanten el


espíritu.

—¿Qué buenas noticias?

—Nuestra ceremonia de apareamiento tendrá lugar en seis semanas—, digo


con orgullo.

—¡¿C… Ceremonia?!

—Sí. Necesitamos aparearnos, para poder ser coronados Xeer y tomar


oficialmente nuestro lugar como gobernantes de este Xeerdom. Por eso he fijado
la fecha más rápida posible para nuestra ceremonia de apareamiento. Junto con
Akil Pay he seleccionado a los mejores tutores de este hemisferio para ayudarte
a prepararte para tus deberes reales. Comenzarás tus cursos mañana.

—¡¿Qué cursos?!

—Esgrima, historia de Aegir, baile, montar Unur. Lo normal.

Me perteneces, Emma. Haré de ti una verdadera Xeer. Es una promesa.


PENSÉ QUE mi entrenamiento de astronauta era lo más difícil que había
tenido que hacer en mi vida. Chico, estaba equivocada.

¿Convertirse en una verdadera socialite de Aegir? Esto es cien veces más difícil.
Me despiertan al amanecer Ezra y Gada y desde ese momento todo un ejército de
tutores ocupa cada uno de mis momentos de vigilia.

Hay esgrima (diversión), baile (estremecimiento), historia de Aegir


(interesante), montar Unur (miedo), etiqueta (ronquido).

Apenas me queda tiempo al final del día para planear una escapada. Me
derrumbo cada noche, exhausta. Tampoco veo mucho a Malak, sus deberes reales
ocupan todo su tiempo.

Lo cual me causa un poco de conflicto.

Mientras no está, no tengo que enfrentarme a todos los sentimientos confusos


que tengo por él. Así que, de esa manera, es un buen cambio de ritmo.
Pero, al mismo tiempo, yo... lo extraño. Y me encuentro preocupada por él. Y
posponiendo el plan de escape.

Esta noche tengo otra cosa en mente, porque esta noche es la noche en que me
escapo. Una piedra golpea mi ventana, esa es la señal. Miro al jardín.

Dos figuras oscuras acurrucadas en capas me esperan abajo.

—Su gracia, ¿está lista? — Ezra susurra a gritos desde abajo.

Yo trago saliva. Es un largo camino hacia abajo, pero les hice una promesa a
esas chicas. No puedo echarme atrás ahora.

Me envuelvo en un abrigo grueso y cómodo, cuelgo mis sábanas por la


ventana y me deslizo hacia abajo, maldiciéndome en cada centímetro del camino.
Debo estar volviéndome loca para intentarlo. Mi mano se resbala. Oh, miiii...

Una gruesa capa de nieve amortigua mi caída. Ezra y Gada se apresuran a


ponerme de pie y quitarme la escarcha. —¡¿Está bien, su gracia?!

—Estoy bien, estoy bien—, tartamudeo. —Y por favor, llámame Emma.

—Vamos entonces—, Ezra sonríe maliciosamente.

No creí que fuera posible, pero lentamente me he acostumbrado al frío


abrasador que asola este mundo alienígena a diario. Mantengo mi capucha baja
mientras pasamos a los guardias del castillo. Ezra asiente con la cabeza y ellos
nos hacen pasar, sin siquiera echarme un segundo vistazo. Tres Unur nos están
esperando.

—Sabes cómo montar, ¿verdad? — Gada pregunta mientras arroja sin esfuerzo
su delgada figura sobre el caballo de seis patas.

No tengo tanta gracia.

—Eh, s… sí.

Sé cómo montar mi propia Unur personal, al que he llamado Lewis. Es fuerte,


protector, amable. Hemos construido una buena relación a lo largo de muchas
sesiones de entrenamiento, y empiezo a ver por qué los Aegir consideran a estos
nobles seres como sagrados.

Sin embargo, el gran e imponente Unur que está delante de mí ahora mismo...
No sé si puedo montarlo.

Bien, sólo recuerda tu entrenamiento. Tu pie va aquí, y luego tú... ¡AHHH!

El Unur se lanza al galope furioso. Conmigo colgando indefensa de lado de la


majestuosa bestia de seis patas.

Todo lo que puedo hacer es tomar las riendas y aferrarme a la vida mientras
la bestia corre cuesta abajo, directo a través de las calles llenas de tráfico y
sinuosas de Nyrr. Mi capucha vuela de inmediato, mi pelo ondeando libremente
en el viento.

Los comerciantes se agachan a un lado. Los niños saltan fuera del camino. Las
maldiciones Aegir son lanzadas en mi dirección.

Mi entrenamiento en Unur no me preparó para esto.

A lo lejos puedo escuchar a Ezra y Gada gritar frenéticamente. Las veo


tratando de alcanzarme, como luciendo como chicas rudas mientras espoleaban
a sus Unur.

Así es como podría verme. En vez de eso, estoy aleteando en el viento, como
un periódico colgando de la ventana de un tren.

Ezra y Gada pasan junto a mí y agarran la banda de la nariz de la bestia


frenética. Ellas disminuyen la velocidad, y momentos después el Unur se detiene
con un gran y fuerte relincho.

—Su gracia, ¿está usted bien? — Ezra dice.

—Es Emma—, resoplo mientras me pongo en la posición correcta, sentada. —


Y estoy bien.

Gada está tan agitada que se ve pálida. —Vas a hacer que nos maten a todas,
Ezra, ¡¿qué estamos haciendo aquí?!

Se ha formado una pequeña multitud. Los Aegir me miran fijamente, y me bajo


la capucha de nuevo. Demasiado para mantener un bajo perfil.

Estos Aegir están vestidos de forma muy diferente a la realeza o a los soldados;
sus ropas son más como trapos, apenas cubren su piel azul. Las destartaladas
casas detrás de ellos, si se les puede llamar así, prácticamente se están cayendo a
pedazos. Ezra no bromeaba cuando dijo que la vida es diferente fuera de los
muros del castillo.

—Sigamos adelante—, digo, tratando de que mi voz no tiemble. —Ya hemos


llegado hasta aquí.

—Tienes razón—, dice Ezra. Ella lidera el camino, y la multitud murmuradora


se separa lentamente para nosotras.

Sólo rezo para que este error no me cueste caro.


El futuro del NYRR se oscurece cada día que pasa. Las minas de arena son
estériles, y los pequeños cargamentos que logran salir son acosados por los
Stalkils, arañas del tamaño de un Aegir que normalmente se esconden en las
profundas grietas del mundo.

Algo las ha agitado. No sé si son mis mineros, que cavan demasiado profundo
para el estiércol, u otras fuerzas nefastas en juego...

Pero sé que la situación actual no puede mantenerse por mucho tiempo. La


economía de Nyrr depende de esos envíos. Hay poco más que ganar de estas frías
e inhóspitas montañas. Mi gente pasa hambre y frío, mientras que nuestros
vecinos, otrora amables, suben el precio de todo lo esencial, desde la comida a la
ropa y las hierbas.

El Gran Arconte del Aquelarre Yagna me está exprimiendo la vida.

Pasé las últimas semanas viajando por las muchas minas que hay en nuestras
montañas, para aumentar la moral e infundir confianza a mi gente. Tienen que
saber que el final no está cerca, que perseveraremos.
En cambio, he visto caras pálidas y hambrientas. La situación es más grave de
lo que incluso mis asesores han dejado ver.

Espoleo a mi fiel Unur mientras mi castillo se alza frente a nosotros. He viajado


atrás en el tiempo, porque una ventisca está en el horizonte, y pronto engullirá a
Nyrr. No puedo esperar a ver a Emma de nuevo, a tenerla en mis brazos, saborear
su aroma una vez más.

Los informes que he recibido sobre su progreso me complacen. Se está


entrenando bien, mejor de lo que me atreví a esperar. Será una perfecta Xeer.

Mi gente necesita nuestra ceremonia de apareamiento, quizás más de lo que


yo la necesito. Necesitan algo que celebrar, algo positivo, algo que afirme la vida.

Nyrr lleva demasiado tiempo de luto.

Adelantaré la fecha de nuestra ceremonia lo antes posible. No puedo esperar


a ver a mi yali en su vestido ceremonial, con suerte con una barriga redonda...

Corro con mi Unur a través de las puertas, salto y prácticamente subo las
escaleras corriendo dos pasos a la vez. Abro la puerta de su habitación.

—¿Emma?

La habitación está vacía. La ventana está abierta. Las sábanas cuelgan de la


ventana. Los pasos se alejan del castillo.

¿Un secuestro?

No hay signos evidentes de lucha.

El guardia del pasillo asoma la cabeza por la esquina, su atención es atraída


por mi incesante maldición.

—¿No era tu trabajo vigilar a Emma?

—Uh, s-sí s-señor, ¿por qué?

—Ella no está aquí—, digo con una voz tan fría como la tormenta de nieve que
se avecina fuera.

El guardia se ve horrorizado.
Me pellizco el puente de la nariz. Sería fácil culpar a este guardia. Tirarlo a las
mazmorras por unos días y dejarle rumiar sus fallos. Eso no sería justo.

Emma Fairheart de la Tierra es astuta. Esperaba esto. Sólo esperaba que no lo


hiciera por la noche, con una ventisca que se dirigía hacia nosotros.

—No digas una palabra de esto—, le dije. —Quédate aquí y vigila esta
habitación, como de costumbre. Si se corre la voz, si el castillo zumba con la
noticia de la desaparición de Emma cuando regrese, entonces no perdonaré tanto
tus graves errores. ¿Entendido?

—¡Sí señor! ¡Mi Príncipe! ¡Gracias! ¡Señor!

En Yagna o en Deadsea, harían descuartizar a un sirviente por un error así. Para


hacer un punto, o sólo para ser cruel. Estoy tratando de ser un tipo diferente de
gobernante. Uno mejor.

Emma me hace querer ser un hombre mejor. Necesito serlo, si quiero ser un
mejor padre, para cuando llegue ese momento.

Podría organizar un grupo de búsqueda y peinar la ciudad de arriba a abajo,


pero no quiero dar ninguna alarma, y alertar a los que acechan en las sombras de
que mi compañera es vulnerable.

Emma no entiende lo peligroso que es realmente este planeta.

Bajo las escaleras e inspecciono los pasos dejados en la nieve. Emma y dos
hembras Aegir...

Ezra y Gada. Por supuesto. Esperaba que tuvieran un poco más de sentido
común que esto...

Sigo el rastro con furiosa ira y profunda preocupación corriendo por mis
venas. Será mejor que la encuentre a tiempo.

O me volveré loco.
—!Y así tuvo que caminar por la playa, con sólo el snorkel para esconder sus
partes privadas!

Ezra y Gada se rieron a carcajadas cuando concluí la historia de una de mis


citas más horribles. Me alegro de que hayamos salido esta noche, es una maravilla
pasar el rato con mis chicas sin que los guardias miren por encima de nuestros
hombros.

A pesar de que la noche tuvo un comienzo pedregoso con la situación de ser


casi pisoteada por un caballo de seis patas, ha sido una salida tranquila desde
entonces. Me mostraron la ciudad, conseguimos fideos en un pequeño agujero
en la pared (no me dijeron los ingredientes y no creo que quiera saberlo, pero
estaba delicioso), y ahora estamos bebiendo Seabeer en un acogedor pub.

Y está dando en el clavo también, oh Dios. Aunque se está haciendo tarde, no


quiero volver al castillo todavía. Todo lo que me espera allí es una cama vacía, y
más clases, más estudio, más trabajo.
Este pub parecía un poco sórdido desde fuera, con su iluminación tenue y sus
clientes gruñones, pero el camarero es amable y los demás huéspedes no nos
hacen caso.

Aunque nuestras constantes risas fuertes pueden ser difíciles de ignorar.

—Oh, por la lanza de Ran, cuéntanos más—, insiste Ezra. —¡Tus rituales de
citas humanas son fuera de este mundo!

—¡No he tenido muchas citas, en realidad! — Digo que mientras tomo otro
sorbo de mi cerveza de mar. Para mi consternación, he llegado al fondo de dicho
vaso. —¿Qué te parece? ¿Uno más?

—¡Claro! — Ezra dice.

—Una más no puede hacer daño—, dice Gada. —Pero entonces debemos
irnos.

Me vuelvo hacia el camarero con entusiasmo, girando en mi taburete tan


rápido que se me cae la capucha.

—¡Camarero, otra ronda por favor!

Varios ojos se vuelven hacia mí. Miro fijamente a los hombres altos y azules.
¿Dije algo raro?

Oh... Sí, claro.

Para ellos, yo soy el alienígena. En mi neblina de borracha, me olvidé de ese


hecho tan importante. Me levanto la capucha cuando el camarero pone tres vasos
llenos en nuestra mesa.

Ezra me tira de la manga. —¡Vamos, cuéntanos otra historia!

—Vale, ¿dónde estaba...? Oh, esta es buena. No lo cuento a menudo porque es


un poco embarazoso, pero... ¿quieres oír hablar del tipo que intentó metérmelo
en el ombligo?

—¡Si! — Ezra y Gada exclaman al unísono.

Hay conmoción detrás de nosotros, interrumpiendo mi hilarante historia.


Me doy la vuelta y me encuentro frente a una cuchilla afilada. El hombre que
blande dicha hoja me mira con una sonrisa malvada en su cara. Acaba de ver caer
mi capucha, y el maligno brillo de sus ojos hace que se me enfríe la sangre.

—Perdí tu rastro y vine aquí para lamentar mi oportunidad perdida... ¡qué


amable de tu parte entrar aquí tú misma!

Mi boca está repentinamente seca. Me vuelvo hacia Ezra y Gada. Los


transeúntes los sacan de su asiento, lejos de mí. Patean y luchan tan fuerte como
pueden, pero no sirve de nada comparado con la fuerza bruta de los hombres
Aegir.

—Esto no te concierne—, gruñe uno de los machos. —No hagas que te maten
por ella, ella ni siquiera pertenece a este lugar.

Me vuelvo hacia mi aspirante a asesino, armada con nada más que mi cerveza
de mar.

—Realmente heroico. Atacar a una mujer desarmada.

—¿A quién le importa el honor cuando hay diez mil drahir en juego?

—¿Es ese el precio de mi cabeza?

—Seguro que sí, cariño. Y estoy aquí para cobrar.

Me apuñala en el corazón. Me muevo a un lado y esquivo su golpe. Con el


vaso de cerveza le golpeo la cara.

Esas lecciones de esgrima están dando sus frutos.

—Ah, perra—, grita, tropezando hacia atrás.

Esta es mi oportunidad. Levanto los puños y voy a dar el golpe mortal.

Mi golpe desesperado apenas le roza la barbilla. Maldita sea.

El asesino me golpea en la cara. Me golpeo la cabeza contra la mesa antes de


caer al suelo. Los hombres del pub se ríen de mi desgracia.

—Vas a pagar por eso, perra alienígena—, gruñe mi atacante.

Levanta su daga.
Una espada lo atraviesa.

Entrando por la espalda, la punta manchada de sangre sobresale de su pecho.

El asesino mira hacia abajo tan sorprendido como yo.

La sangre gotea en el suelo.

El pub está en silencio.

Mi atacante cae de rodillas. Gorgotea sangre, murmura una maldición final y


se derrumba en el suelo. Muerto.

Malak está de pie detrás de él. La espada ensangrentada descansa en su mano.

—¿Alguien más quiere un turno? — Él brama.

Todos los hombres luchan salvajemente por la salida, pero dos soldados Nyrr
la bloquean con sus lanzas.

—Eso es lo que pensé. Todos aquí están arrestados por traición.

Malak se vuelve hacia mí, la dureza de sus ojos desaparece al instante. Se


arrodilla a mi lado y pone su mano en mi mejilla magullada.

—¿Estás bien, Emma?

Asiento con la cabeza. —Lo siento.

—Está bien—, dice. —Vámonos.

Malak me levanta y me lleva fuera, donde un carruaje nos espera. Ezra y Gada
lo siguen en silencio.

Creo que todos se dan cuenta de lo estrecha que fue esa escapada. Si Malak no
hubiera aparecido cuando lo hizo, me habría desangrado allí mismo en ese sucio
suelo.

Malak tampoco dice una palabra. Mira hacia las calles oscuras, una mirada
que no se parece a nada que haya visto antes grabada en su rostro cincelado.

—No culpes a Ezra o Gada, por favor, fue mi culpa—, le digo. —Hice que me
sacaran. Por favor, háblame.
—Acabo de matar a un hombre. Porque ustedes tres dejaron la seguridad del
castillo. Y yo tengo un bar entero lleno de hombres arrestados por traición. Soy
un gobernante indulgente, pero estos hombres no hicieron nada para interferir.
No puedo perdonar eso. Esos son hombres que no volverán a casa con sus
familias esta noche. Ni nunca. ¿Qué quieres que diga, Emma?

Mi estómago se llena de una gran bola negra de dolor y arrepentimiento.


¿Cómo voy a hacer esto bien?
LAS ACCIONES TIENEN CONSECUENCIAS.

Emma, Gada y Ezra cruzaron la línea. Y ahora un asesino está muerto, y un


bar lleno de hombres que sólo quieren relajarse después de un duro día de trabajo
pasarán la noche en mi calabozo.

Además, quizás, muchas más noches por venir.

Aún no lo he decidido. Ahora mismo podría ejecutar a cada uno de ellos, ya


que no hicieron nada para salvar a mi compañera, pero la adrenalina sigue
bombeando por mis venas.

No puedo tomar decisiones de vida o muerte ahora mismo. Debo consultarlo


con la almohada.

Una vez que regresamos a mi castillo, Emma sube corriendo las escaleras, de
vuelta a su habitación. Me dirijo a sus dos asistentes con la rabia pura que aún
rodea mi corazón.
Casi pierdo a mi predestinada esta noche. Un segundo o dos más tarde, y su
luz se habría apagado.

Habría perdido la maldita cabeza.

—¡¿En qué estaban pensando ustedes dos?!— Bramo. —Ustedes dos deben
saber exactamente cuán peligrosos son los muelles por la noche. ¿Intentaban que
la mataran? ¿Son espías Yagna?

— No, juro que no lo somos. Realmente lo sentimos, su gracia, ¡¡de verdad!!—


Ezra suplica.

—Por favor, perdónenos—, dice Gada mientras cae de rodillas y ruega por mi
perdón.

—Casi pierdo mi yali esta noche. Y ustedes dos son responsables. ¿Por qué no
debería enviarlas al calabozo también?

—Emma.… quería saber más, y ver al verdadero Nyrr—, dice Ezra con
indecisión. —Nunca pensamos...

—Es por eso que ustedes dos no toman las decisiones por aquí—, enloquezco.
—¡Sé cómo es realmente Nyrr! ¿Me tomas por un príncipe mimado de alta
alcurnia? ¿Del tipo que nunca ha visto un día de trabajo duro en su vida?
¿Cuántas cicatrices tengo que mostrarte para demostrarte que estás equivocada?
¿Diez? ¿Veinte? ¿Cien? ¿Qué hay de la cantidad de amigos que he tenido que
enterrar? ¿O quieres saber el número de mis muertos? He visto más del mundo
real que ustedes dos juntas. Y por tu bien espero que siga siendo así.

—Sí, su gracia—, responden las dos, con las cabezas inclinadas.

Suspiro profundamente. Despotricar contra ellas no va a cambiar nada. Y


quizás he sido demasiado protector con Emma, quizás no le he mostrado lo
peligroso que puede ser mi mundo.

No quería que tuviera miedo. La Tierra es un planeta mucho más seguro, y


quería que se sintiera como en casa.

Al final, mi deseo de protegerla sólo empeoró las cosas.


—Si Emma no las considerara sus mejores amigas, las desterraría de Xeerdom
por su incompetencia e insubordinación—, digo. —Por su bien, no lo haré. Pero
a partir de ahora no más artimañas. ¿Entendido?

—¡Sí, mi príncipe! — Dicen al unísono. —¡Gracias!

—Salgan de mi vista antes de que cambie de opinión—, gruño.

Me dirijo a mis aposentos y me sirvo un trago fuerte. Lleva varias horas para
que mis nervios se calmen por completo, para que la furia de la batalla disminuya
por completo. Mi sueño esa noche es inquieto.

Me despierto a la mañana siguiente solo.

No más.

Anoche me demostró lo delicada que puede ser la vida. Como si necesitara un


maldito recordatorio. Todavía siento que Moric podría entrar en un momento,
de vuelta de sus viajes, con una sonrisa en su cara.

Si tan sólo pudiera ser así...

No voy a dejar que se desperdicie ni un minuto más. Emma será mi


compañera, y lo será ahora.

Me dirijo a la habitación de Emma y abro su puerta.

—¿No has pensado en llamar a la puerta? — Emma se frota el sueño con los
ojos. Su cabello está enredado, su pecho cubierto por una camisa de gran tamaño.

Nunca se ha visto más bonita para mí.

Me siento en el borde de su cama y le quito un mechón de pelo de la cara. —


¿Cómo estás, mi Yali?

—No, no seas tan amable conmigo. No me lo merezco.

—¿Y por qué no?

—Por qué.

Se da la vuelta y se cubre la cabeza con las mantas.


—Porque tienes razón. Un hombre murió. Y más están encerrados ahora
mismo. Por mi culpa. Por eso. No pertenezco a este lugar.

La agarro por el hombro y la llevo de vuelta hacia mí.

—No vuelvas a decir eso—, le gruño. —Nunca. Perteneces aquí, a mi lado.

—Soy de una especie diferente, Malak.

—¿Por qué importa eso? Tú eres mi yali. Humano, Aegir, Yktil, Zeila - nada de
eso importa. Lo que importa está aquí.

Agarro su mano y la pongo contra mi corazón. Su toque es cálido, agradable


y relajante.

—La conexión que tenemos, Emma, es real. Sé que tú también lo sientes.

—Tú... ¿no te das por vencido conmigo? — Ella pregunta.

—No. Nunca.

—Pero la he fastidiado.

—La he fastidiado mil veces, Emma, de mil maneras. Un error de cálculo no


cambia nada. Y no fuiste tú quien sacó el cuchillo. No fuiste tú quien se sentó
indefensa cuando una mujer fue brutalmente atacada. No. Te defendiste
valientemente. Y estoy seguro de que hubieras hecho lo mismo por otra persona.

—¿Por qué me defiendes? No tienes que salvarme de mí misma, lo sabes.

—Salvar está en mi naturaleza.

—¿Qué pasa con esos hombres? — Emma dice. —Aunque me perdones a mí,
ellos siguen estando...

—En el calabozo. Sí. ¿Qué crees que debería pasarles?

—Yo... creo que deberían ser perdonados. Creo... que también merecen una
segunda oportunidad.

Emma respira hondo, esperando ansiosamente mi reacción.

Es como yo pensaba. Y esperaba. Emma Fairheart de la Tierra será una líder


indulgente. Mi corazón tomó la decisión correcta. Ella es apasionada, de buena
manera. Todas las cosas que Nyrr necesita desesperadamente. No podría ser más
diferente de la mayoría de los aristócratas de Aegir, que ven los deportes de
sangre por diversión, que no se lo piensan dos veces a la hora de condenar a un
hombre a muerte por crímenes insignificantes.

Si puede mirar a los ojos a los hombres que no hicieron nada para salvarla y
perdonarlos, entonces es un verdadero ángel. Infinitamente más paciente e
indulgente que yo.

He enviado a suficientes hombres a la muerte. He matado a hombres que se


parecen a mí, pero que nacieron en Egos, en Yagna, en el Deadsea. Debido a que
un viejo cabrón empujó piezas en sus tableros de guerra, tuve que llamar a esos
hombres mis enemigos, en lugar de mis hermanos. He jurado nunca ser ese tipo
de líder.

Estos cobardes ponen a prueba mi paciencia, por eso me llena de alegría que
Emma no haya perdido su corazón en este mundo oscuro que llamo hogar.

—Está bien.

—¿Está bien?

—Bien. ¿Quieres ir y decirles eso?

—¡Seguro!

—Vamos entonces—, le digo.

—¡Aguanta mientras me visto!

—Seguro.

La veo pararse y caminar hacia su armario. Me complace ver que la camisa de


gran tamaño es lo único que lleva puesto, las mejillas de su culo apenas asoman
desde abajo. Emma se vuelve hacia mí y se baja la camisa.

—¿No vas a esperar afuera?

—Estoy exactamente donde debería estar.

—Típico—. Ella niega con la cabeza, pero detecto una leve sonrisa en sus
perfectos labios.
Tengo que reprimir el impulso de extender y agarrar esas mejillas firmes y
perfectas suyas y hacerla mía aquí mismo en esta cama. Primero, debemos
atender a los pobres tontos del calabozo.

Pero cuando todo ese asunto termine...

La estoy haciendo mía de una vez por todas.


Es difícil concentrarse en elegir un vestido apropiado cuando Malak me está
mirando directamente con su mirada inquietante. Sé exactamente lo que está
pensando. No hace falta ser un genio para darse cuenta, cuando ese gran bulto
suyo es visible desde el espacio exterior.

Ya he visto su vara real una vez.

Ahora, si soy totalmente honesta conmigo misma, sólo quiero arrodillarme,


bajar la cremallera y agradecerle adecuadamente por salvarme la vida una vez más.

Maldita sea. Me prometí a mí misma que encontraría una forma de escapar


antes de que mi cuerpo se rindiera.

De acuerdo, eso no es realmente justo. Tengo que dejar de culpar a mi cuerpo.


De hecho, tengo que dejar de inventarme excusas.

Me gusta Malak. Mucho. Ya está, lo he admitido. El gato está fuera de la bolsa.

Es un protector temible cuando tiene que serlo. Grande, fuerte, audaz, un


verdadero líder y guerrero. Pero al mismo tiempo, también es amable, gentil,
cálido, afectuoso, indulgente. Y muy caliente para empezar. Es jodidamente
perfecto.

¿Por qué me llevó tanto tiempo verlo? ¿Es por su inmensa altura? ¿Su piel
azul? ¿Sus cuernos me han hecho perder la cabeza?

¿O soy demasiado terca para admitir que por una vez he encontrado algo real?

Tengo que contarle mi misión, la baliza que está en la parte de atrás de mi


nave, esperando que se envíe un mensaje a la Tierra. Tengo que ser tan honesta
con él como él lo ha sido conmigo.

Aegon es inhóspito, seguro, pero los humanos podrían vivir aquí...

Tendrá que esperar por ahora.

Me pongo un vestido. —¿Puedes subirme la cremallera?

Las manos de Malak estarán en mi espalda en un instante. Su cálido toque se


siente tan bien que no puedo evitar quejarme. ¿Es su cálido aliento lo que siento
en la nuca?

—Sígueme—, me gruñe.

Desearía que me llevara a sus aposentos... pero no, primero debo enfrentar las
consecuencias de anoche.

Debemos ir al calabozo.

Malak me lleva hasta los sótanos. Hace frío, está oscuro y húmedo aquí.

—Abre la celda—,ordena.

—Pero su gracia, no es seguro—, responde el guardia. Una rápida mirada más


tarde y él aparta los ojos. —Por supuesto, Su Alteza.

La puerta de la celda se abre, y una docena de ojos me miran. Estos hombres


están sucios, cansados y asustados. He pensado mucho en lo que quiero decirles
a estos hombres... y a Malak.

Lo que he visto de Nyrr me ha sorprendido. Los Aegir son tecnológicamente


avanzados, pero no puedo decir lo mismo de su cultura. Tal vez no me
corresponda a mí juzgar, como forastera... pero si voy a ser la reina de Malak,
tendrá que haber algunos cambios.

No tengo ni idea de cómo va a reaccionar, pero no veo otra opción.

—¡Su gracia!

Uno de los hombres me llama. Se arrodilla y se inclina lo más profundamente


posible, besando el suelo delante de mí.

—Perdóneme, por favor, estaba borracho, lo cual sé que no es una excusa,


siempre he amado y apoyado a la familia real, por favor, tengo hijos, por favor...

El hombre ruega por su vida.

—No mientas—, digo en voz baja. —No siempre has amado a la familia real.
¿Cuál es su trabajo, señor?

—Soy un pescadero, señora.

—¿Y ganas suficientes drahir para mantener a tu familia? ¿Para alimentar a tus
hijos?

El hombre duda visiblemente.

—Responda a la pregunta, señor. Honestamente.

—No lo hago—, susurra. —Mi esposa también tiene que trabajar. Nuestro
vecino cuida a los niños...

—¿Por qué estabas en el pub entonces? ¿No debería ese dinero ir a tu familia?

—Debería, sí—, dice. Su cabeza cuelga baja de vergüenza. —Bebo para olvidar.
Mi hijo menor ha tenido un sarpullido, pero no podemos permitirnos un
curandero. Sé que no debería beber, pero...

—Pero tú eres simplemente humano. Lo siento, un Aegir. ¿Y quién puede


culparte? Trabajas duro, tu esposa también, y aun así apenas te las arreglas
mientras tu hijo menor está enfermo... querer relajarte con un trago es
completamente comprensible. Dentro de lo razonable, por supuesto.

—Uhm.

El hombre duda. Esto no es lo que esperaba. Y apenas estoy empezando.


—Seamos francos, señor. ¿Qué ha hecho la familia real por usted? Este
majestuoso castillo tiene vistas a la ciudad, mientras que tú vives en la pobreza.
¿No le hace eso enfadar?

Hay algunos jadeos en el público. Mi corazón se acelera como loco, porque lo


que voy a decir sonará a traición. Sólo rezo para que Malak me permita exponer
mi punto de vista.

—No... ellos... ustedes... nos mantienen a salvo, protegen nuestras fronteras...


estamos muy agradecidos...

—Estás mintiendo—, le digo. —Y por eso, te perdono. Dime: Si expresaras el


sentimiento que acabo de plantear, cualquier otra familia real te haría ejecutar,
¿correcto? ¿Malak?

—...sí—, dice él, después de un momento de silencio. —Si dudaras de la


validez de su autoridad... los Egos te harían descuartizar. Los Yagna te desollarían
vivo.

—Yo no soy así—, le digo a los hombres. —Yo no soy de aquí. Bajo mi
liderazgo y el de Malak, las cosas van a cambiar.

Me dirijo a Malak con una mirada de fiereza y orgullo. Al menos, eso es lo que
quiero. He visto cuán grande es el abismo entre ricos y pobres y si Malak se
preocupa de verdad por mí, si soy realmente su yali... entonces me respaldará en
esto.

Porque ningún tirano podría ser mi compañero predestinado.

Sólo rezo por haber leído bien al príncipe, y no haber cometido un error de
cálculo fatal...

—Bajo nuestro gobierno, las cosas serán diferentes—, repito. —Habrá


igualdad. Habrá prosperidad, y habrá libertad. ¿No es así... mi yali?

Malak está en silencio. Mi corazón late como loco.

Una pizca de sonrisa aparece en esa fuerte mandíbula suya. Un pequeño gesto,
pero calienta mi corazón.

—Por supuesto—, dice, y un peso cae de mis hombros. —Es nuestro deber
asegurarnos de que todos los Aegir se alimenten, que estén sanos y que estén a
salvo. Me aseguraré de ello. Le daremos a todos los de Nyrr la vida que se
merecen.

—¿Cómo suena eso? — Les pregunto a los hombres.

Están visiblemente confundidos. El que está arrodillado en el suelo se queda


sin palabras. Sin duda aún teme que se trate de una broma cruel. Nadie habla.

—Son todos libres de irse. Piensen en lo que les dije cuando estén en casa, con
sus familias.

Más silencio.

—¿En serio?

—¡Sí, en serio! — Salgo del camino y señalo la puerta. —¡Vete! Estás


perdonado. Liberado. ¿Qué quieres, un decreto sellado? Mi palabra debería ser
suficiente, creo. Vete. Fuera. Y por favor, no desperdicies todo tus drahir en cerveza
de ahora en adelante. Haremos lo que podamos, pero también debe tomar las
decisiones correctas

—¡Sí, sí, su gracia! ¡Gracias, gracias!

Los hombres salen corriendo, inclinándose profundamente. Los guardias


están visiblemente confundidos, pero saben que no deben hacer ninguna
objeción. Me vuelvo hacia Malak, con el corazón palpitando en mi garganta.

¿Cuál será su reacción?

¿Me va a castigar por esto?


—ESTÁS LLENA DE SORPRESAS, HUMANA.

Malak cierra la puerta de su cuarto detrás de mí y cruza sus fuertes y venosos


brazos sobre su amplio pecho. Me siento en el borde de su cama y paso mis dedos
por las suaves y sedosas sábanas.

—Dijiste que no querías ser de la realeza. Y sin embargo, ese fue el discurso
más conmovedor y real que he visto en mucho tiempo.

—Alguien sabio me dijo una vez que tienes que jugar la mano que te toca. Así
que pensé que podría hacer lo mejor de ello—, le respondo.

El gran cuerpo de Malak bloquea la puerta, sus manos ahora descansan en sus
caderas mientras me mira de arriba a abajo. El calor se eleva dentro de mí, pero
no puedo mirar hacia otro lado.

—Me has puesto en una posición imposible, humana—, me dice. —Nunca


podría estar en desacuerdo contigo delante de esos hombres, y tú lo sabías.

—Eso esperaba, sí.


—La política de la corte es una segunda naturaleza para ti. Serás un excelente
Xeer.

—Pero, ¿estás de acuerdo con lo que he dicho? ¿O querías estar en desacuerdo


conmigo?

Se dirige hacia mí, esa mirada melancólica suya se fija en mí.

—Las otras familias reales nos odiarán.

—Bien. No los necesitamos.

Malak se arrodilla delante de mí. Ahora está a un metro de mí. Puedo sentir
su calor, irradiando desde él.

—Si fuera así. Tus ideas van en contra de milenios de tradición. Somos una
especie de guerreros, donde los poderosos prosperan.

—Y los débiles sufren—, añado desafiantemente. —¿Es eso lo que quieres?

—No, no lo es—, responde Malak. —Eres... impresionante, Emma. Fuerte.


Desafiante. Orgullosa. Hay tanta fuerza en ese pequeño cuerpo humano tuyo.

Un extraño cumplido, pero lo acepto.

—También tengo una pregunta para ti. ¿Lo decías en serio cuando me
llamaste... tu yali? ¿Cuándo te referiste a nuestra regla? ¿Finalmente vas a dejar de
luchar contra esta conexión, y admitirlo?

—¿Admitir qué? — Digo evasivamente.

—No uses tu política de la corte conmigo, mujer—, gruñe. Puedo sentir su


cálido aliento en mi piel, su olor varonil rodeándome por completo. Sus pupilas
felinas me están estudiando de cerca. —Responde a la pregunta.

—Tal vez—, le digo. —Al principio pensé que no eras más que un arrogante y
pomposo imbécil real. Me llevó un tiempo ver que debajo de todo ese músculo
tuyo late un corazón bondadoso.

—¿Así que soy tu compañero predestinado?


—Nunca dije eso—, digo, desviando la mirada, pero él simplemente está en
todas partes. No me jodas, es tan grande. Tengo que cerrar los ojos si no quiero
verlo, pero eso solo significa que lo veré desnudo.

—Lo estás insinuando.

—Tal vez.

Pone su mano fuerte en mi mejilla y me obliga a mirarlo. Ahí está esa sonrisa
arrogante en su cara otra vez, la que me está empezando a gustar más y más.

—Admítelo—, gruñe.

Su pulgar roza mi labio inferior, y una fuerte energía recorre mi cuerpo, como
nada que haya sentido antes. Le muerdo suavemente el pulgar.

—...Oblígame—, le digo.

No tengo que decírselo dos veces.

Malak me empuja a la cama suavemente, y un segundo después está encima


de mí, su frente presionando contra la mía mientras me mira a los ojos.

Su cuerpo aplasta el mío, pero de la mejor manera posible. He visto sobre todo
su lado amable, pero también hay un guerrero ahí dentro, y está saliendo con
toda su fuerza ahora.

Bien. Quiero ver cada lado de él.

Y cada centímetro también, para el caso.

—Ten cuidado con lo que deseas—, dice, sujetando mis dos muñecas sin un
solo esfuerzo.

—¿O qué? Eres todo palabrería—, digo, retándolo más y más. Quiero que siga
adelante, que me haga pagar, quiero...

Mi corazón late en mi garganta cuando me doy cuenta, conscientemente, de lo


que realmente quiero.

Lo quiero a él.

Quiero que me tome. De esa manera, no tendré que admitir que me estoy
enamorando de este guerrero-Xeer de piel azul y aspecto salvaje.
Pero lo estoy haciendo. De hecho, cuando miro sus fascinantes ojos, me doy
cuenta de que ya he pasado la etapa de enamoramiento.

He estado luchando contra ello todo este tiempo, pero en realidad, amo
profundamente a este hombre. He sido demasiado terca - o demasiado temerosa
- para admitirlo.

No voy a hacer eso nunca más. La vida es demasiado corta para desperdiciarla.

Como si pudiera leer mi mente, Malak se inclina y me besa. Sus labios son
suaves y gentiles, y me derrito allí mismo, cuando su lengua se encuentra con la
mía, cada centímetro de mi cuerpo arde.

Me suelta las muñecas y yo envuelvo mis brazos y piernas alrededor de su


fuerte y poderoso cuerpo, desapareciendo ambos totalmente en este apasionado
beso. Agarro su pelo oscuro, mis dedos se agarran con fuerza, como si tuviera
miedo de que se alejara en cualquier momento, las puntas de mis dedos rozando
sus cuernos.

Esto es lo que he estado esperando toda mi vida. No voy a dejarlo ir, ni ahora
ni nunca.

Malak se sienta, y mi garganta hace un pequeño sonido quejumbroso,


haciéndole saber cuánto no quiero que se vaya.

—Ten paciencia—, sonríe.

El guerrero alienígena se levanta y se quita cada prenda de vestir que adorna


su enorme cuerpo, una por una. Todo lo que puedo hacer es ver sin aliento como
mi sueño se hace realidad justo delante de mí, cada nuevo conjunto de músculos
perfectamente esculpidos que aparecen a la vista me da una nueva sacudida de
energía.

Sus pectorales. Sus abdominales. Sus brazos. Sus muslos. Su trasero azul.

Es todo tan condenadamente perfecto. Quiero morderlo.

Malak guarda lo mejor para el final. Sólo le quedan sus calzoncillos, aunque
están tan apretados que prácticamente ya puedo ver todo. Aun así, quiero ver lo
más importante.
El engreído guerrero pone sus manos en sus caderas, como si supiera lo guapo
que es.

Ni siquiera puedo enojarme esta vez. Porque es cien por ciento cierto.

—Creo que te hice una promesa—, dice, su voz es un gruñido bajo que hace
que mis bragas se humedezcan.

—¿Cual? — Digo, mis ojos mirando a los suyos por un breve momento. Hay
demasiado para asimilar.

—Te prometí que te haría rogar por ello. Dijiste que nunca lo harías. Ahora,
¿quién tiene razón?

Pongo los ojos en blanco, pero por dentro, apenas puedo esperar otro
momento. Todas estas bromas me están volviendo loca. Exactamente lo que
quiere.

—¿De verdad quieres hablar de las viejas apuestas ahora? — Digo,


sentándome derecha para poder mirarlo bien. Sus calzoncillos apretados están a
un mero pie de distancia. Todo lo que tendría que hacer es estirar la mano...

Coloca su mano sobre mi hombro y suavemente, pero con firmeza, me acerca


más a él.

—Sólo quiero que lo admitas.

—¿Qué quieres que diga? — Pregunto, mirándolo. —Oh, mi Xeer, ¿no puedo
esperar a ver tu gran, magnífica, polla real?

Un cosquilleo recorre mi columna vertebral. Intentaba burlarme de él, pero


honestamente, me sentí bien al decirlo así...

Malak sonríe. Maldita sea, es tan engreido, tan arrogante, tan malditamente...
caliente.

—Así, sí—, dice. —Inténtalo de nuevo, pero con convicción esta vez.
Convénceme.

—¿Y luego qué?

—Entonces te daré exactamente lo que estás pidiendo.


Me lamo los labios. —Bien—, digo, meneándome en mi lugar. Ahí va.

—Oh, mi gran guerrero-Xeer, por favor, ¿podría honrame con la presencia de


su verga real? ¿Cómo está eso?

—Perfecto. Bájame los calzoncillos.

Ni siquiera finjo que estoy indecisa. Agarro sus calzoncillos y los tiro como un
labrador que se zambulle hacia un premio.

Su enorme hombría azul aparece, prácticamente abofeteandome en la cara.


Estoy a pocos centímetros de su grandeza, y todo lo que puedo hacer es mirar y
beber de cada vena palpitante, cada pulgada pulsante de él.

—Mierda—, murmuro. —Es aún más grande de cerca.

Malak arquea una ceja. —¿Me has visto... antes?

Miro hacia arriba. —Yo, uh, te vi, en tu nave, jugando con... eso,— lo admito.

—Ja—, Malak se ríe. Envuelve su fuerte puño alrededor de la base de su


miembro y se acaricia unas cuantas veces. —¿Quieres ver mejor esta vez?

—Sí—, digo, sin aliento. —Eso me gustaría mucho.

Se acerca aún más.

Hago lo único lógico. Abro la boca y le doy la bienvenida entre mis labios.

La cabeza de su miembro alienígena se siente suave como el terciopelo en mi


cálida boca. Lo lamo por todas partes, con los ojos cerrados mientras saboreo su
sabor, el sentimiento, el aroma, todo.

Malak gruñe mi nombre, un gruñido profundo, gutural y animal mientras


agarra un puñado de mi pelo.

Tengo una mano envuelta alrededor de la base mientras la otra se mueve entre
mis piernas. Apenas me he tocado antes de que mis piernas empiecen a temblar.

Malak me empuja hacia atrás, y un gemido gutural sale de mi boca.

—Mi turno—, dice.


Un segundo después me tiene de espaldas mientras me arranca la ropa. Jirones
de tela vuelan por la habitación, y antes de que lleguen al suelo su cara está
enterrada profundamente entre mis piernas, sus duros cuernos presionando mi
suave piel mientras su lengua bífida entra en mí.

Gimo su nombre y doblo mis caderas mientras la bestia salvaje me lame hasta
un orgasmo estremecedor.

—Malakkk—, lloro mientras el placer llena cada centímetro de mí.

El rey alienígena no me da un momento para recuperar el aliento. Está encima


de mí, su cuerpo azul presionando sobre el mío, sus labios sobre los míos
mientras su enorme polla se presiona contra mi entrada.

Todo esto va muy rápido. Un momento estábamos coqueteando... y ahora su


grueso miembro azul está a centímetros de llenarme entera. ¿Puedo incluso
tomarlo todo? ¿Es esto lo que realmente quiero?

...sí.

Sí, sí, lo es.

Él entra en mí con un empujón de sus fuertes y poderosas caderas. Su beso


amortigua mis gritos cuando toca el fondo dentro de mí, mis piernas y brazos lo
envuelven completamente. Somos uno, él y yo. Estamos exactamente donde
tenemos que estar.

Mi cuerpo fue hecho para el suyo.

Nuestras lenguas danzan alrededor del otro mientras él embiste, mientras


reclama mi cuerpo y mi alma. Nunca he sentido nada parecido a esto, tan
conectada, tan amada, tan... reclamada.

Eso es lo que estamos haciendo. Es dulce, es amoroso, es una profunda


conexión, pero también es caliente y sudorosa y sexy y todo lo que siempre quise.

Solía pensar que esas cosas eran mutuamente excluyentes. Qué equivocada
estaba. Malak hunde sus colmillos en mi hombro, gruñe mi nombre mientras su
miembro se hace más grueso dentro de mí, sus caderas empiezan a temblar y me
llena con su semilla - y nunca me he sentido más sexy y nunca me he sentido más
amada.
—Eso fue... una locura—, digo mientras finalmente tengo un momento para
recuperar el aliento.

Malak me besa la cara y el cuello por todas partes, asfixiándome con su amor.

—No fue una locura, fue perfecto—, me dice. —Nunca he conocido a nadie
como tú, Emma.

—Lo mismo digo.

—¿Serás mi compañera en este mundo y en el siguiente?

—Por supuesto.

Tres rápidos golpes a la puerta rompen el hechizo.

—Espera...

El general Lynt irrumpe en la habitación. No levanta una ceja ante el estado en


el que estamos, un montón de dos personas sudorosas.

—Su gracia, disculpe mi intromisión, pero tengo noticias urgentes—, dice. —


Su crucero acaba de ser robado.

Mi corazón se hunde como una piedra.

La baliza está en esa nave.

Quienquiera que lo tenga puede enviar un mensaje... ...y llevar a la humanidad


a una trampa.
Las endorfinas siguen corriendo por mis venas mientras me pongo mi
armadura real. No quiero nada más que pasar el resto del día (o, si fuera posible,
toda la eternidad) en los brazos de Emma.

Su tacto no se parece a nada que haya sentido antes. Ella me cura. Ella levanta
el peso sobre mis hombros, me hace sentir... feliz.

Pero eso tiene que esperar. El deber llama.

Salgo, donde Lynt me está esperando.

—Infórmame—, digo.

—Mi Príncipe, hemos recibido un informe inquietante. Parece que hubo un


ataque al crucero real. Catorce guardias han muerto, y el crucero real ha
desaparecido, y se presume que ha sido robado. Sugiero que vayamos allí ahora
mismo para investigar.

Las venas de mi cuello palpitan de rabia. Ese crucero es más que una nave, es
un símbolo. Esto no fue sólo un robo. Fue un intento de desacreditar mi gobierno.
—¿Algún testigo?

—Ninguno.

—¿Vigilancia electrónica?

—Todo revuelto.

—Hay que encontrarlo—, gruño con frustración. —¡Preparen mi Unur, salgo


inmediatamente!

Mientras el general Lynt se apresura, yo vuelvo al dormitorio. Desearía poder


quedarme, para poder disfrutar más de su cuerpo, pero no puedo quedarme.

—¡¿Qué quieres decir con que te vas?!— Emma llora cuando le explico la
situación.

—Debo irme—, digo mientras la beso en la frente y respiro profundamente. —


No te muevas. No tardaré mucho.

—Espera, tengo algo importante que decirte—, dice Emma.

—¿Puede esperar?

—No, no puede. Se trata de mi nave. Yo... no he sido completamente honesta


contigo. Y lo siento.

—¿Qué es? — Le pregunto.

—Era mi misión encontrar un nuevo hogar para la Tierra. Hay una baliza en
la bodega de carga de mi nave. Si se dispara, enviará una señal a la Tierra,
comunicándoles que he encontrado un nuevo hábitat. Enviarán naves. Naves
colonizadoras, llenas de miles de personas. Si tu crucero ha sido robado por esos
piratas de antes... Me estremezco al pensar lo que le harían a una nave llena de
civiles.

—Hiciste bien en decírmelo.

—Siento no habértelo dicho antes, no sabía si podía confiar en ti. No podía


arriesgarme a traer a la humanidad a Aegon si no estaba absolutamente segura de
que estarían a salvo aquí.

—¿Confías en mí ahora? — Le pregunto.


—Por supuesto—, dice Emma.

—Entonces créame cuando le digo que encontraré mi crucero y tu nave, sin


importar el costo. Tu gente estará a salvo, Emma. Te lo prometo.

—Bien—, me dice. —Te creo.

Me inclino de nuevo para darle un beso de despedida en la frente, pero Emma


me rodea con sus brazos y me besa los labios profundamente. Devuelvo el beso,
saboreando el momento, saboreando su calor, saboreando su aroma...

Antes de que todo se evapore.


AKIL PAY nos detiene mientras nos apresuramos por los pasillos.

—Su gracia, ¿qué sucede?

—No hay tiempo para explicar, viejo—, ladra Lynt. —Fuera del camino.

—Ha habido un ataque al crucero—, digo yo.

—¡Entonces recomiendo permanecer dentro de la seguridad del castillo! —


Pay dice. —¡Insisto en ello!

—Si no puedo viajar con seguridad por mi propio país, entonces ya he


fracasado como líder—, le respondo. —Sus comentarios son tomados en cuenta,
Pay, pero no puedo quedarme dentro y esconderme. ¿Qué pensarán los
soldados? No, viajaré allí de inmediato.

—Entonces viajaré con usted, su gracia. Y llevaremos el carruaje... y las tropas


también.
—¡No tenemos tiempo! — El general Lynt dice. —¡¿No escuchaste lo que el
príncipe acaba de decir?!

—Cálmate, Lynt—, digo. Mi general y mi asesor principal no siempre se han


visto cara a cara, pero nunca antes había visto a mi general en jefe tan agitado. —
Concederé a Pay su petición. Preparen el carruaje.

—...sí, su gracia—, Lynt rechina entre dientes.

EL PUERTO ESPACIAL REAL nunca se había sentido tan lejos como hoy.

—¡¿No puede este carruaje ir más rápido?!— Le pregunto al conductor.

—Vamos tan rápido como podemos, su gracia—, me dice. —Más rápido no es


seguro.

Me siento y trato de relajarme. Sin éxito.

—Sigo pensando que deberíamos haber viajado solos—, murmura Lynt.

—Estoy empezando a estar de acuerdo—, digo. —Es extremadamente


importante que recuperemos mi nave. A cualquier precio.

—Con el debido respeto, es sólo una nave, ¿no es así? — Pay dice. —Sé el valor
que tiene como símbolo para nuestro pueblo, y sé que tiene un valor sentimental
también, pero al final del día...

—No se trata de mi nave, sino de la de Emma—, digo. Levanto la vista para


ver si la atención del conductor esta sobre nosotros, pero está demasiado ocupado
atendiendo al Unur como para prestarnos atención.

—¿Qué pasa con eso? — Lynt pregunta, inclinándose hacia adelante.

—Su nave contiene una baliza. Puede enviar un mensaje directo a su mundo
natal, que atraerá a miles de personas. Si esa baliza cae en las manos equivocadas,
podría ser desastroso para la humanidad.

Pay y Lynt asienten gravemente.


—Entonces definitivamente deberíamos haber elegido a los Unur—, murmura
Lynt.

Finalmente, horas más tarde, llegamos al puerto espacial.

Y está desierto.

Esperaba encontrar innumerables tropas aquí ya, vigilando las instalaciones


mientras nuestros mejores científicos evalúan los escombros en busca de pistas
sobre quién es el responsable.

En cambio, todo parece estar en orden, excepto por la conspicua ausencia de


todo el personal, y el espeluznante y absoluto silencio. Incluso mi crucero sigue
ahí, estacionado donde lo dejé.

Vuelvo a mis consejeros, y lo que veo hace que la adrenalina corra por mis
venas...

Los ojos de Akil Pay están bien abiertos. Una daga descansa en su garganta. Y
es el general Lynt quien la empuña.

—Lynt, ¿qué significa esto? — Gruño.

—¡Idiota debería haberse quedado en casa! — Lynt dice. —¿Por qué tuviste
que involucrarte, viejo? ¡¿Por qué siempre pones tu nariz donde no pertenece?!

La furia de la batalla se apodera de mí en un instante. Mis pupilas se dilatan,


mis oídos se levantan, y mis puños se enroscan. Entré directo a una trampa.

De cada esquina, las tropas Aegir corren hacia adelante. El serpenteante diseño
del Arconte de Yagna adorna su armadura. Mis tropas están completamente
rodeadas. Luchar en esta situación no tiene sentido, sería una masacre.

A pesar de mi hambre de venganza, doy a mis tropas la orden de bajar sus


armas. No los dejaré morir para saciar mi ego.

—¿Me traicionaste, Lynt?

Son palabras que nunca imaginé que tendría que pronunciar.

—¿Cuánto te paga Yagna? ¿Qué vale la pena tirar tu honor al viento?


—Tú eres el que habla del honor—, ladra Lynt. —¡Tú fuiste el que acogió a esa
mestiza, esa forastera quiere cambiar todo lo que Aegir representa! ¿Ese pequeño
discurso que dio en el calabozo? ¡¿Crees que eso no llegaría a todos los oídos en
Aegir?!

—¿Así que de eso se trata? — Le digo.

—Tienes toda la razón. Tú eres el que está moralmente corrupto aquí, Malak.
He servido a tu familia durante décadas, pero no voy a dejar que un traidor como
tú arruine todo lo que han construido.

—Entonces que así sea. Deja ir a Pay, Lynt. Es a mí a quien quieres.

—Un testigo menos no puede hacer daño, ¿verdad?

—¡No!

Me apresuro a ir hacia él.

Llego demasiado tarde.

La hoja corta la garganta de Pay de par en par. La sangre roja oscura sale a
borbotones. Pay cae al suelo, la luz lo deja en un instante.

—Bastardo—, gruño mientras mi garra se desplazaba por el aire. Lynt intenta


esquivar, pero yo le doy un buen puñetazo, haciéndole pedazos la nariz.

Una docena de tropas de élite Yagna me asaltan. Noqueo a unos cuantos, pero
me superan en número y me hacen caer rápidamente al suelo.

—Disfruta el resto de tus días en Neralatos, bastardo—, dice Lynt, con una
mano agarrada a su nariz sangrante. —Oh, y gracias por ese pequeño consejo
sobre la nave de Emma. Me aseguraré de disparar esa baliza y atraer a su gente
aquí. El Gran Arconte se alegrará de saber que habrá juguetes humanos para que
los disfrute toda la realeza.

No.

Antepasados no.

Le he fallado a mi compañera.
Un viento cálido sopla en mi cara, y cierro los ojos y disfruto del momento. En
momentos como éste, cuando el estrés me afecta, voy a la cima del castillo y miro
a través de la ciudad. Malak tuvo que irse con tanta prisa... la sensación de
hundimiento en mi estómago no desaparecerá hasta que vuelva, sano y salvo.

—Vuelve rápido, Malak—, le susurro al viento. —No puedo criar a este bebé
sin ti.

¿Después de todo lo que acabamos de hacer? Sólo sé que me dejó embarazada.


Puedo sentirlo en cada fibra de mi ser. Mi mirada se dirige hacia el cielo. Nunca
me di cuenta de que di por sentado el cielo azul de la Tierra, adornado por la
luna, toda mi vida. En Aegir, el cielo siempre está teñido ligeramente de rojo, y
todavía no me he acostumbrado a ver las dos lunas que se mantienen en el cielo.

Echo de menos la Tierra, a mi familia, a mis amigos, incluso a mis colegas...


pero sobre todo echo de menos a Malak.

—Ah. Ahí estás.


Esa voz helada detrás de mí gotea burla, y la reconozco al instante. Me doy la
vuelta.

Zakra, el Gran Arconte del aquelarre de Yagna.

Mi sangre se enfría al verlo. Malak hablaba a menudo de su desconfianza hacia


este hombre.

—¿Qué? ¿Dónde está Malak?

—Oh, no lo verás por mucho tiempo—, gruñe.

Mi corazón se estremece, pero no puedo mostrárselo. Tengo que mantener el


control, aunque él no debería estar aquí. ¡¿Dónde están los guardias?! Me siguen
tanto que dejé de verlos a todos juntos... y por eso tampoco he notado su ausencia.
Ahora que lo pienso, el castillo parecía muy tranquilo hoy...

—Explícate—, le exijo.

—Oh, lo haré, terrícola. Verás, tengo una oferta para ti, Emma Fairheart de la
Tierra, y vas a querer escuchar atentamente. Tus pequeños planes han
desbaratado a Nyrr. De hecho, has jugado a mi favor, más de lo que jamás me
atreví a esperar—, se ríe para sí mismo. —La nobleza de Nyrr, es diabólicamente
nacionalista... ...pero por suerte para mí, tú llegaste y me facilitaste la vida.
Gracias por eso, por cierto.

—¿Vas a ir al grano o tendré que empujarte de este maldito castillo?

Tengo un pequeño cuchillo en mi bota, el frío metal presionando contra mi


pierna. Podría sacarlo ahora mismo, apuñalarlo en el cuello, y... y empezar una
guerra, obviamente.

Mejor dejarlo terminar su pequeño discurso.

¿O la guerra ya ha empezado? ¡¿Dónde están esos malditos guardias?!

—Al grano, como siempre, humana—, dice Zakra, dando un rápido paso fuera
de la cornisa.

Maldición, debí haberlo empujado cuando tuve la oportunidad y hacer que pareciera
un accidente.

—Ahora, ¿dónde estaba? Oh sí, tu llegada ha supuesto la perdición para la


familia Nyrr. Verás, tu futura pareja se está pudriendo en Neralatos. ¿Sabes
siquiera lo que es eso? Por supuesto que no. Eres una forastera. Ignorante de
nuestras costumbres. Neralatos es un planeta prisión. Una fortaleza impenetrable
construida sobre una roca helada. Nadie ha escapado nunca. Y nadie lo hará
nunca—, se ríe Zakra.

—No empieces a llorar todavía, humana, porque apenas estoy empezando.


Puedes llorar todo lo que quieras después, pero por ahora, escucha con esas
pequeñas orejas tuyas. Se trata de tu futuro. Verás, podría matarte de inmediato.

Zakra desenvaina una hoja dentada. Brilla a la luz de la luna.

—Disfrutaría mucho viendo la sangre que sale de tu suave cuerpo. Al igual


que tu esperanza se está agotando en este momento. Sí, puedo leer tu cara como
un libro, humana. Desafortunadamente, cortarte como un punir provocaría a las
restantes Casas leales. Lo que llevaría a una guerra sucia. Una guerra que yo
ganaría, no pienses ni por un segundo que Nyrr sobreviviría a esa batalla. Egos y
Deadsea se unirían, como buitres que huelen a carroña. Nyrr sería arrasada hasta
los cimientos. Todos los hombres muertos, todas las mujeres esclavizadas. Esa es
una opción. Estoy aquí para presentarles una segunda. Hazte mi compañera.

—¿Q… qué? — Tartamudeo. Esperaba mucho. No esto.

—Ya me has oído, mujer humana. Apareate conmigo. Con Malak


desaparecido, el control de la Casa Nyrr recae sobre tus frágiles hombros. Si nos
aparejamos, podemos fusionar nuestras casas. En teoría. En la práctica, los
recursos de Nyrr serán míos, y tú... serás mi mascota sexual. Me servirás a mí y a
mis invitados. Y con el tiempo, te gustará. Estarás agradecida por mi
generosidad.

Zakra sonríe, mostrando sus afilados colmillos, pareciendo poderosamente


satisfecho consigo mismo.

—Ni en un millón de años—, le digo.

—Piensa en lo que dices, mujer. — Sus ojos se estrechan en odiosas y delgadas


rendijas. —Porque mataré hasta el último hombre, mujer y niño de este Xeerdom.
Millones de personas morirán. Serán descuartizados. Serán colgados. Morirán
como las alimañas que son. El río se teñirá de rojo con su sangre. Todo el planeta
verá que esto es lo que pasa cuando vas en contra del orden natural de las cosas.
Y sólo cuando hayas visto personalmente cómo todo Nyrr se arruina, sólo cuando
hayas visto con tus propios ojos que todo lo que has defendido se destruye, sólo
entonces te capturaré, y te mantendré prisionera en mi sótano por el resto de tu
triste e inútil vida.

Zakra da un paso atrás y me muestra esa sonrisa malvada suya otra vez.

—De cualquier manera, eres mía. Una opción salva un millón de vidas. La otra
los condena a muerte. Entonces, terrícola, ¿qué será?

Estoy sin palabras. Sabía que Malak me dijo que Aegir es un mundo inhóspito.
Que no es como la Tierra. Que es peligroso. Pero este hombre no sólo es peligroso,
es un maníaco genocida.

—Tengo tu respuesta aquí mismo, escoria—, gruño.

Con un rápido movimiento saco el cuchillo de mi bota y me abalanzo sobre él.


Zakra esquiva hacia la izquierda. Mi cuchillo apenas le roza la mejilla. La sangre
gotea por su barbilla mientras me tambaleo para mantener el equilibrio.

—¡Puta tonta!

Levanto el cuchillo para un segundo golpe, pero el Aegir es más rápido. Me


quita la cuchilla de la mano, y se cae por el borde.

Me golpea la pierna y caigo de culo. Me da una patada en el estómago, y me


doblo de dolor.

—¡Debería descuartizarte! — Zakra gruñe. —Nunca he conocido a una perra


con una actitud como la tuya. No importa, ¡aprenderás! ¡Sí, sí, aprenderás!

Zakra consigue una cadena y la pone alrededor de mi cuello. Se ríe por la


electricidad. El dolor se extiende por todo mi cuerpo un segundo después.

—Si vas a actuar como una perra, te usaré como tal—, dice Zakra.

Lucho contra el dolor, aprieto los dientes y tiro de la cadena, pero cada
movimiento sólo hace que el dolor sea más intenso. Malak no está para salvarme
esta vez... Jadeo por aire mientras la cadena parece ahogar mi vida.

—Así es, ruega por tu vida—, dice Zakra. —Vamos a divertirnos mucho, tú y
yo. Pagarás por tus crímenes, rosada. Pagaras caro.
ALGÚN TIEMPO DESPUÉS

Me arrancan la capucha de la cara. Pestañeo varias veces, y me encuentro


sentado cara a cara con una cara familiar. Lord Araval, el hombre que azotó a
Ezra y Gada. Está sentado detrás de un gran escritorio, con un aspecto muy
complacido consigo mismo.

—Bien, bien, bien. Apuesto a que no esperabas verme de nuevo, ¿eh?

—Lord Araval—, gruño a través de mi mandíbula magullada.

—Paso por Warden ahora—, dice Araval.

—¿Qué le ha traído aquí?

—¿Sabes siquiera dónde estás ahora, Malak?

—Neralatos, supongo.
Me han tenido con los ojos vendados y atado durante días. Mi cuerpo está roto,
pero mi voluntad está intacta. Ni siquiera esta roca inhóspita, este planeta prisión
va a romper mi espíritu.

A pesar de que nunca antes ha habido un escape de Neralatos.

Yo seré el primero.

—Tienes razón. Después de que me despidieras tan groseramente, encontré


un lugar donde mis talentos son apreciados—, me dice.

—Bien por ti.

Los labios de Araval son una línea delgada. —No serás tan engreído cuando
mis prisioneros se hayan salido con la suya. Sabes quiénes son enviados a
Neralatos, ¿verdad? Sólo lo peor de lo peor. Estoy seguro de que muchos de ellos
quieren una oportunidad con la realeza. Sí, te estoy colocando en la población
general.

—Haz lo que debas, Araval. Tendrás lo que te corresponde.

—No estás en posición de amenazarme—, grita, con la cara arrugada por la


ira. —Disfruta de este momento, Malak, porque será el último. Ahora sáquenlo
de mi vista.

CAMINO por la cafetería con mi bandeja de alimentación.

No hay mejor manera de describirlo. Con tantas especies diferentes encerradas


aquí, todas con diferentes necesidades alimenticias, no queda mucho tiempo y
dinero para hacer algo comestible. Es por eso que la ingesta se hace en forma de
lodo gris.

Todos los ojos están puestos en mí mientras me siento.

Ignoro las miradas y me pongo a engullir el lodo. Sabe exactamente como se


ve, pero después de una semana de hambre no tengo mucha elección.

—¡Realmente eres tú!


Esa voz... es extrañamente familiar. Levanto la vista de mi comida para ver a
un reptil que me mira fijamente, mojándose furiosamente los labios.

—¡Voy a cortarte la cabeza y a llevarla como un trofeo, Aegir bastardo! —


Gruñe.

Toda la cafetería se queda en silencio. Cientos de prisioneros nos miran con la


respiración entrecortada. Finalmente me doy cuenta, es uno de los piratas que
nos atacó a Emma y a mí. Mierda, parece que fue hace toda una vida.

—Siéntate y deja de hacer el ridículo—, gruño mientras vacío mi bandeja. —


Todavía tienes tu vida. No me hagas quitarte eso también.

—¡Bastardo!

El reptil carga con un cuchillo en su pata. Idiota.

Me levanto y lo golpeo en la cara con mi bandeja de metal. Termina en el suelo


con un solo golpe. Me siento y termino mi comida.

Una sombra cae sobre mi cara. Un enorme Aegir bloquea todas las luces, sus
cuernos se curvan hacia arriba como flores que florecen hacia el sol. Tiene una
gran cicatriz que recorre diagonalmente su cara, justo al otro lado de su ojo, que
está cubierto con un parche.

—¿Eres el siguiente? — pregunto. —Podría hacer esto todo el día.

Hay más Aegir detrás de él, escuchando la conversación, pero mantienen una
distancia segura. ¿Saben algo que yo no sé? Este hombre definitivamente ha visto
batallas antes. Aunque sería un desafío más grande que el de los reptiles... el Aegir
está en la flor de su vida, y mi cuerpo ha visto mejores días... pero ganaré, pase
lo que pase. Tengo que ganar.

Por Emma.

El bruto se sienta frente a mí. Sus rodillas apenas caben bajo la mesa. —Dime
una cosa—, gruñe con una voz como la de la grava. —¿Es cierto?

—Sí, soy Malak, Príncipe de Nyrr.

—No, eso no—, dice. —¿Es cierto lo que dicen... sobre tu yali?
Mierda. Espero no estar tratando con otro xenófobo. —Eso depende. ¿Qué es
lo que dicen?

—Dicen... que es la criatura más hermosa que ha adornado nuestro planeta—


, dice el bruto. —Que es el alma más amable y pura que jamás haya existido; que
es la Diosa reencarnada. ¿Es eso cierto?

El Aegir que está detrás de él se inclina y espera mis próximas palabras. Decir
que estoy sorprendido es quedarse corto. Parece que las palabras viajan incluso
a una roca inhóspita y distante como Neralatos.

—...No sé sobre la Diosa, pero sí, ella es más que hermosa, — respondo
después de una pausa de un momento. —Y sí, es amable, es pura, es... lo mejor
que me ha pasado en la vida. Pero ahora estoy aquí, y ella no, y estoy... roto.

El macho estoico asiente con la cabeza. — Entiendo. Se dice que ahora se unirá
al Gran Arconte del Coven Yagna. Un alma amable como ella no debería terminar
con una comadreja como él. No está bien.

Eso es un golpe directo a mis entrañas. ¿Esa malvada serpiente Zakra, robando
a mi compañera? Eso simplemente... eso simplemente no puede ser. Debo
escapar. No importa lo que pase.

—Moriré por ella—, gruño con renovada convicción. —Debo escapar.

—Sí, debes hacerlo. — El macho responde. —Déjamelo a mí.

Hace una señal al Aegir que está detrás de él, y todos se dividen en grupos
inmediatamente. El resto de la población murmura. Está claro que algo está en
marcha. Este hombre no es sólo un matón. Es un líder.

—¿Quién eres tú? — Le pregunto.

—El Gran Arconte del Aquelarre Yagna me despojó de mi nombre y títulos hace
mucho tiempo, cuando me atreví a cuestionar su autoridad—, responde el
hombre. —Mi gente aquí me conoce simplemente como la Bestia.

—¿Por qué me ayudas, Bestia?

—Los Aegir han sido gobernados durante mucho tiempo por falsos profetas y
falsos dioses. Creo que tu yali es un mensaje de los ancestros. Un nuevo amanecer
está llegando.
A lo lejos se rompe una ventana. Un guardia ladra órdenes. Un Aegir gruñe.
Disparos. Gritos. Explosiones. Gritos. La Bestia parece no estar afectada.

—Y hay una razón más personal también, debo admitir. Los problemas
actuales de Nyrr, son... culpa mía—, dice. —Por eso debo expiarlos. Liberarte será
sólo mi primer paso en el camino de la redención.

Mis cejas se fruncen. —¿Qué quieres decir?

—No hay tiempo para explicarlo ahora, amigo mío. La revolución ha


comenzado. Pronto verás a tu compañera, Malak. Te lo prometo.
El GRAN DÍA ha llegado finalmente.

El día de mi ceremonia de apareamiento.

El día que he estado temiendo con cada fibra de mi ser.

El castillo ha cambiado completamente. Todo el personal ha sido


reemplazado. Todos los rostros familiares se han ido. Los estandartes Yagna
ahora se alinean en los salones. Apenas reconozco este lugar.

Incluso el reconfortante aroma de Malak ha desaparecido.

Yo también soy una mera cáscara de mí misma. He llorado tanto que creo que
no me quedan lágrimas. Zakra me ha mantenido encadenada, torturándome con
el collar de choque cuando le ha dado la gana.

Tal vez fui una tonta al pensar que podía cambiar un mundo tan cruel como este...

La puerta de mi habitación se abre. Zakra está de pie en la abertura, tan


engreído como siempre.
—No estás lista.

El vestido que eligió para mí está donde lo dejó... sobre una silla. Todavía estoy
en pijama, mi pelo es un desastre. No me voy a vestir para esta ceremonia falsa.
No me veré bonita para él.

—Vete a la mierda—, le digo.

No es algo inteligente decirle a alguien que te ha estado torturando tanto


tiempo que olvidaste qué día es... pero no me voy a someter a este bastardo. No
ahora. Ni nunca.

El dolor me golpea un segundo después, y cuando abro los ojos de nuevo me


encuentro retorciéndome en el suelo.

—Todavía con ganas de pelea—, dice Zakra. —Vamos a tener décadas de


diversión, mi humana. Décadas. Y si no quieres cooperar... lo haremos por las
malas.

Zakra agarra su cuchillo y corta mi pijama, arrancándome la tela del cuerpo


hasta dejarme desnuda en el frío suelo de piedra. Engancha una correa en mi
collar de choque y tira con fuerza.

—¿Vas a ser una buena chica? — Zakra se burla. —Demostrémosle a todos la


perra obediente que realmente es su reina.

Agarro la correa con ambas manos y tiro tan fuerte como puedo, pero antes de
que pueda moverme, el collar me golpea una y otra vez. Mi cuerpo arde con el
calor de mil soles. No puedo luchar contra este dolor... pero debo hacerlo. Por
Nyrr, por Malak, por mí misma. No dejaré que este monstruo gane. Prefiero
morir.

Lucho, y lucho, y lucho, entrando y saliendo de la conciencia, tres, cuatro,


cinco veces, hasta que finalmente, la oscuridad me lleva...

—ABRE LOS OJOS, HUMANA.

La luz se filtra cuando parpadeo tres o cuatro veces. ¿Es el gruñido bajo de
Malak lo que estoy escuchando? ¿Mi pesadilla finalmente ha terminado?
Me pongo de pie y abro los ojos... y encuentro los ojos brillantes de Zakra
mirándome. Una correa me empuja hacia adelante. Y no sólo está encadenada a
mi cuello esta vez.

No, también está atada a dos pinzas para pezones.

El dolor caliente me atraviesa con cada tirón. La risa cruel llena la habitación.
Zakra me lleva por el pasillo, desnuda.

Hay un santuario lleno de la realeza Aegir mirándome, sonriendo, riendo.


Reconozco varias caras; gente que Malak me presentó, todos esos días y noches
atras.

Las mismas personas que estaban ansiosas por saludarme entonces, ahora se
burlan abiertamente de mí mientras Zakra me arrastra.

Llegamos al altar, pero Zakra mantiene la correa extremadamente apretada, el


dolor en mi cuerpo nunca cesa. Cierro los ojos y rezo para que esta pesadilla
termine, mientras lucho contra las lágrimas.

No dejaré que me vean llorar.

—Hoy marca el día en que recuperamos lo que nos pertenece por derecho—,
dice Zakra.

—Escucha, escucha—, grita una voz.

—Esta pequeña y rosada criatura unicamente les hizo creer al pueblo que
merece más. ¡¿Como si nuestra posición no nos la hubieran concedido nuestros
Ancestros?! ¡¿Como si debiéramos cambiar la forma en que hemos vivido
durante mil años?!

—¡Muerte a los rebeldes!

—No, la muerte sería demasiado buena para ella. Sólo miren su cuerpo, no es
tan bello como el de una hembra Aegir, no, debería ser adorada, pero estas
humanas están construidas para el placer de todos modos. Por eso tengo buenas
noticias, mis queridos amigos. Hay más humanas en camino; una nave colonia
entera llena de ellas.

Me siento mal del estómago. No puede estar hablando de...

—Sí, así es, mi querida mascota. He activado tu pequeña baliza de rastreo.


Miles de humanos acudirán en masa a nuestras costas, y el Coven Yagna se
asegurará de que cada casa reciba su parte de humanos frescos, su propio establo
para disfrutarlo y usarlo como mejor les parezca.

La realeza se regocija, y el Gran Arconte recibe un aplauso estruendoso cuando


empiezo a desmayarme.

No sólo he condenado a Nyrr con mi ingenuidad, sino que ahora miles y miles
de humanos sufrirán un destino peor que el mío. No podría haberla fastidiado
más si lo hubiera intentado. Pensé que había agotado todas mis lágrimas. Me
equivoqué. Cálidas lágrimas fluyen por mis mejillas mientras me golpea el
alcance de mi fracaso.

—Tengo que agradecerte, humana—, me susurra Zakra al oído mientras la


realeza sigue murmurando entre ellos. —El suministro interminable de animales
vivos frescos de tu especie me hará el hombre más poderoso de todo Aegir, y todo
gracias a ti. Te voy a dar una ceremonia de apareamiento que nunca olvidarás.

Yo miro a Zakra. Me concentro lo más que puedo para hacer que estalle en
llamas usando sólo mi mente.

En ese momento, muchas cosas suceden aparentemente todas a la vez.

El techo de cristal del santuario explota. Los fragmentos de vidrio caen sobre
mí. Y, sin embargo, antes de que cualquier pedazo de vidrio afilado pueda
herirme, una misteriosa figura azul desciende en rappel a la velocidad de la luz,
aterriza con el estallido del trueno, y me envuelve con sus fuertes brazos
protectores.

Reconozco su aroma familiar antes de que mi cerebro nebuloso y adolorido se dé cuenta


de lo que está sucediendo.

Malak.

¿Podría ser verdad, o mi mente rota me está jugando trucos crueles otra vez?

Lo miro y mi corazón salta a mi garganta de pura alegría. Es él. Ha pasado por


el infierno y ha vuelto, está roto, maltratado y más azul de lo habitual, pero es mi
salvador.

—¡Atrápenlo! — La voz aguda de Zakra grita.


Nuestra reunión es de corta duración. Por todos lados los soldados Yagna
atacan, golpeando a mi compañero con sus alabardas ceremoniales. En un rápido
flash Malak desenvaina su espada. Lo que sigue es un torbellino de sangre y
muerte, de miembros cortados y gargantas cortadas, mientras Malak despacha a
sus enemigos uno por uno.

Mientras tanto, las tropas leales de Nyrr entran por cada esquina y bloquean
todas las salidas. Todo sucede tan rápido que apenas sé dónde mirar.

Mi emoción se detiene rápidamente cuando Zakra me jala con mis cadenas


hacia él. El dolor agudo me hace gritar cuando el Gran Arconte coloca un cuchillo
justo en mi garganta.

—¡La destriparé como a un punir! — Zakra grita.

Malak se congela. Gruesas gotas de sangre caen de su cuchilla al suelo de


baldosas. Su pecho se levanta y baja con cada respiración pesada, sus ojos fijos
en los míos.

Me da un pequeño, casi imperceptible asentimiento.

Es todo lo que necesito.

Con toda la fuerza que puedo reunir, aplasto el talón contra el pie de Zakra y
le doy un codazo en las costillas tan fuerte como puedo después.

Zakra grita de dolor y se dirige hacia mí. Veo la hoja acercarse en cámara lenta,
mi corazón latiendo sus últimos latidos...

Malak se precipita hacia delante y coge la hoja con el lado de su mano antes
de que me corte la garganta de par en par. La sangre corre por su mano y su brazo
mientras su otra mano se hace un puño.

—¿Sabes lo que les pasa a los hombres que tratan de lastimar a mi compañera?
— Malak gruñe.

Su puño se conecta brutalmente duro con la cara de Zakra. Siento el crujido en


mis entrañas mientras mi atormentador se tambalea hacia atrás, su nariz
destrozada.

—Les hice daño—, dice mi salvador.

Zakra jadea buscando aire mientras Malak me quita las cadenas y rompe el
collar. Me estremezco cuando quita las abrazaderas, el alivio me llena por
completo. Malak me envuelve con su capa, cubriendo mi cuerpo desnudo y
vulnerable.

—Eres tú, eres realmente tú. Has vuelto—, susurro en voz baja.

—Nunca dudaste de mí, ¿verdad?

—Me tenías preocupada por un momento.

—Entonces no me conoces tan bien como deberías—, dice Malak con una
amable sonrisa. —Nunca dejaré que te hagan daño, mi Yali. Nunca. Lamento no
haber regresado antes.

—Estás perdonado—. Me paro de puntillas y lo beso. —Pero no me dejes


nunca más, ¿de acuerdo?

La realeza presente se ha levantado con furia y se están gritando unos a otros.


—¡¿Cuál es el significado de este caos?!— un viejo Aegir en la parte delantera
grita.

Malak me rodea con su brazo y se vuelve hacia la multitud.

—Tu reinado acaba de terminar. Eso es lo que está pasando.

La realeza se calla mientras mira a mi compañero.

—El llamado Gran Arconte del Coven Yagna me envió a Neralatos, donde pensó
que me pudriría. En lugar de eso, hice nuevos amigos. Bestia, da un paso al frente.

Un Aegir tuerto, inmensamente alto y cubierto de cicatrices sale de la multitud


de soldados.

—¡Tú... deberías estar muerto!

Es Zakra quien habla. Se sienta en el suelo, agarrándose la nariz, pero aun así
se niega a rendirse.

—Lamento decepcionarte—, es todo lo que esta misteriosa figura tiene que


decir.

Malak se aclara la garganta. —Como estoy seguro que todos saben, hay una
escasez de dun aquí en Nyrr. El mineral más precioso de nuestro mundo, la fuente
de nuestra prosperidad... se ha ido de repente. Nuestras minas son estériles.
Nuestra economía se ha debilitado. O eso creía. Hasta que conocí a Bestia, y me
informó de que era el Coven Yagna quien estaba detrás de la escasez todo este
tiempo. Sus hombres se infiltraron en nuestras minas, robaron nuestros
cargamentos, mataron a nuestra tripulación y nos desangraron, ¡un trozo de dun
cada vez!

La misteriosa figura asiente con la cabeza. —Y es mi culpa. Como señor de la


guerra de Yagna, yo estaba a cargo de la operación. Hasta que mi conciencia se
apoderó de mí, y me opuse ...y entonces el Gran Arconte me envió a Neralatos.

—Zakra casi se sale con la suya... si no fuera por mi compañera.

Malak me agarra la mano y la sostiene en alto.

—Esta es la cara del futuro. Su bondad ha impulsado a la gente a tomar


medidas. Sí, la gente común... los que tratan como ganado. ¡Me ayudaron a
escapar, porque creen en Emma Fairheart de la Tierra!

—¡Ven! — Zakra grita mientras se pone de pie. —¡Todo es culpa de esta perra
alienígena!

Malak prepara el puño, pero yo pongo mi mano en su brazo.

—Permíteme—, le digo. —Tenemos algunos asuntos pendientes.

—Esa puta alienígena va a ser la muerte de todos nosotros...

Doy un paso adelante y golpeo a Zakra justo en la mandíbula. Cae al suelo


como un saco de patatas.

El pánico se apodera de la sala mientras la realeza se apresura a salir, pero las


tropas Nyrr bloquean el camino.

—No irán a ninguna parte—, gruñe Malak. —¿Se sentaron todos aquí y se
reían de mi compañera mientras era torturada? No, todos ustedes van al
calabozo, donde se quedarán por un tiempo. Su propia gente será su juez, jurado,
y dependiendo del tipo de gobernante que hayan sido, su verdugo.

—No puedes hacer esto—, grita una voz.

—Acabo de hacerlo.
Levanto a mi compañera y me alejo, lejos de la carnicería, el derramamiento
de sangre, el hedor de la muerte. He dejado a Bestia a cargo, le confío mi vida. Él
es la razón por la que estoy aquí en primer lugar.

Sin su ayuda, todavía estaría atrapado en esa prisión helada.

Se asegurará de que todos los Xeers, los Emperadores y los Arcontes sean
encerrados, y se enfrentarán a la justicia que merecen. Y me imagino que tiene un
tipo especial de justicia en mente para el Gran Arconte.

—No puedo creer que realmente hayas vuelto—, susurra Emma, mirándome
con esos ojos llenos de amor que tanto extrañé.

Es tan inocente, tan pura.

Saber por lo que Zakra la hizo pasar me hace hervir la sangre. Por sus
malvados crímenes merece arder por toda la eternidad. Ningún castigo será
demasiado severo para él.

—Me disculpo por haberte fallado—, dije a través de mi apretada mandíbula.


—Debería haber estado allí para protegerte. Y no lo estuve. Por eso, nunca podré
perdonarme a mí mismo.

—Oh, cállate—, responde Emma. —Hiciste todo lo que pudiste, estoy segura
de ello.

—Pero no fue suficiente.

—Estás aquí ahora. Eso es todo lo que importa.

—Debería haberlo visto venir—, gruño.

—Si no lo hiciste, es porque eres demasiado buena persona para concebir un


plan tan malvado, así que eso sigue siendo algo bueno en mi libro—, dice Emma.
—Y eso es definitivo. Zakra no tiene poder sobre nosotros.

—Tienes razón, como siempre. ¿Qué he hecho para merecer un compañera tan
amable y cariñosa?

—Calla y danos un baño caliente, ¿quieres? Vamos a lavar toda esta sangre.

Primero nos duchamos para limpiarnos, y luego ambos entramos en la bañera,


su cabello se despliega en el agua caliente. Me sumerjo con ella, nuestros cuerpos
desnudos apretados uno contra otro. Nunca más la dejaré ir. Nunca más.

La beso profundamente, y todo mi estrés se desvanece. Mientras mi lengua


está en sus suaves labios, estoy exactamente donde debo estar.

—Hay una cosa—, dice Emma, interrumpiendo nuestro beso. —Zakra dijo que
disparó la baliza, que las naves de la colonización humana están en camino...
¿estaba diciendo la verdad?

—Me temo que sí—, respondo. —Pero para cuando tu gente llegue, la guerra
habrá terminado, y los recibiremos con los brazos abiertos. Son libres de
establecerse en Aegon, si así lo desean, y si no, compartiré nuestros mapas
estelares con ustedes. Hay muchos mundos adecuados para tu clase.

Emma respira profundamente. —No tienes ni idea de lo feliz que me hace eso.
Por un momento pensé que lo había arruinado todo, que había llevado a la
humanidad a la ruina, y...

—Cálmate, mi compañera. La batalla ha terminado. Hemos ganado.


Finalmente podemos llegar a los asuntos importantes.

—¿Cuáles son?

—Ese soy yo devorando tu dulce y jugoso coño, mi humana.

Agarro su trasero y la levanto del agua. Ella grita y se ríe mientras sus piernas
se deslizan alrededor de mi cuello, sus manos agarran mis cuernos para
apoyarse. —¡¿Qué estás haciendo?!

—Exactamente lo que dije que haría—, digo mientras olfateo profundamente


su sexo. Su olor es aún mejor de cerca, un olor celestial, con el que nada se
compara.

—Es vergonzoso—, dice, pero no tiene adónde ir. Estoy sosteniendo su trasero
con facilidad, y voy a tomarme mi tiempo para explorar su deliciosa humedad
con mi lengua, pulgada por pulgada.

—Esto es todo lo que siempre quise.

Trazo mi lengua por su húmeda hendidura. Emma gime con aprobación


mientras me agarra de los cuernos un poco más fuerte. Saboreo el sabor, la
textura, el aroma, todo mientras lamo y chupo y beso a mi compañera.

—Si… ah… todos los Aegir son tan buenos en esto, creo que muchas… oh…
humanas van a querer establecerse aquí...— Emma gime mientras respira con
fuerza. Me encanta ver su cuerpo moverse arriba y abajo con cada respiración,
me encanta ver su nariz arrugada y sus ojos cerrados y sus mejillas cada vez más
rojas.

Nada me complace más que verla en la agonía del éxtasis.

Golpeo mi lengua contra su botón de placer, la pequeña parte que la hace


exhalar su aliento y gemir mi nombre, y segundos después su cuerpo está
agitándose y temblando de la manera más sexy posible.

La bajo sobre mi regazo y la envuelvo con mis brazos. Me besa


apasionadamente.

—Eso fue... increíble—, dice Emma entre besos.

—Apenas estamos empezando, mi Yali.


Me levanto del agua con ella en mis brazos, sus piernas envueltas en mi
cintura. Mi polla se coloca justo en su entrada. Cuando nuestras lenguas se
encuentran, la bajo suavemente, mi dureza la abre de par en par, una pulgada
palpitante cada vez.

—Oh, maldición—, gime en mi boca. —Extrañaba esto. Te extrañé a ti. No


tenía idea de cuánto te extrañé.

—Nunca tendrás que volver a extrañarme—, le respondo.

—¿Vamos a hacer esto todas las noches?

—Y cada mañana.

—Oh sí.

—Y todas las tardes.

—No sé si puedo soportar tanto.

—Te entrenaré—, gruño, mi frente descansando contra la suya mientras


flexiono mi lanza azul dentro de ella. Instantáneamente ella gime.

—Oh... Sí, soy tuya, Malak, soy tuya.

—¿Estás lista para recibir mi semilla, mi yali?

—Siempre lo estoy—, responde.

Me gusta esa respuesta.

Yo embisto contra ella, mis caderas son un borrón azul como los sonidos de
nuestro amor resuenan en las paredes. La beso profundamente, nuestros cuerpos
completamente como uno me rindo a ella. Un orgasmo cósmico me hace gruñir
su nombre mientras me vengo, una y otra vez, y otra vez, hasta que la he llenado
completamente.

Nos hundimos de nuevo en el agua, sonriendo, riendo, besando.

—¿Qué tal eso para una ceremonia de apareamiento? — Emma dice. —


Caramba. ¡¿Cómo es que sigues estando tan duro?!

—Es como dije, mi compañera. Sólo estamos empezando.


EPÍLOGO

Ocho meses después

—¿Cómo está mi humana favorita?

Malak me besa en la parte superior de mi cabeza, y me huele el pelo. Es un


poco extraño, pero ya me he acostumbrado a su idiosincrasia. Dice que mi olor le
tranquiliza. Si mi alto amante azul quiere oler mi pelo, ¿quién soy yo para decirle
que no? Para ser honesta, yo también he extrañado su olor...

—Voy a tener que compartir ese título muy pronto—, digo mientras pongo
mis manos en mi gran barriga.

Mi compañero se sienta a mi lado y me cubre la mano con su gran garra.

—Mi corazón es lo suficientemente grande para los dos—, dice.

—Más vale que así sea—, me río. —¿Cómo fue el juicio?

Ojalá pudiera asistir al juicio contra Zakra, testificar contra esa bola de baba
habría sido muy catártico, pero ya no soy tan ágil como antes, con el bebé
Aegir/humano que llevo y todo eso. Malak me prohibió estrictamente que viajara
hasta Yagna para el juicio, e insistió en que me quedara en el castillo mientras
Ezra y Gada me cuidaban.
En realidad, no me opuse tanto.

—Bien—, responde Malak. —El pueblo de Yagnan ha sentenciado a Zakra a


una vida de prisión en Neralatos. Bestia se asegurará de que se imponga el castigo.

—¿No deberíamos usar un nombre diferente para él a estas alturas? Eres


prácticamente el mejor amigo del tipo.

—Eso es lo que él prefiere. Ya basta de trabajo, ven aquí.

Malak se inclina y me besa profundamente, con sus cuernos rozándome


mientras me reclama.

—Te he echado de menos, mi Yali.

—Yo también te extrañé, Malak.

—Nunca volveré a viajar tan lejos. A partir de ahora sólo somos tú y yo... y el
pequeño Mori.

—¿Mori?

Malak asiente con la cabeza. —Ese es el nombre que me vino en una visión.

—Quieres decir un sueño.

—La diosa me habló, y dijo que me darías un niño sano, con tus ojos y mi nariz,
y que lo llamaríamos Mori. Él guiará a Nyrr, y traerá la paz a todo Aegon. Así que
eso es lo que haremos.

—Funciona para mí—, digo mientras le acaricio la mejilla. —Pero, ¿y si es una


chica?

—No lo será.

—Nunca se sabe.

—El bebé número dos y tres serán niñas. El cuatro y el cinco y el seis serán
varones. Serán guerreros, exploradores, curanderos, líderes. Así la Diosa me lo
mostró.

—¿P… perdón? — Tartamudeo. —¡¿SEIS?!

—Para empezar. Puede que haya más, pero la visión terminó ahí.
—No creo que mi cuerpo pueda soportar seis de estos, Malak.

—Eres fuerte, Emma.

—¡No tan fuerte!

—El tiempo lo dirá, mi compañera.

—Supongo que sí—, es todo lo que digo. —¿Quieres... frotar mi fuerte cuerpo
un poco? Mi espalda me está matando.

Sus ojos felinos se iluminan. Nunca se detiene al frotar la espalda. Ambos


sabemos eso. En todo caso, el embarazo sólo ha hecho que me quiera más. Malak
no puede dejar de ponerme las manos encima, y a mí... no me importa ni un
poquito. Los curanderos me han asegurado que es perfectamente seguro,
siempre y cuando esté cómoda.

Y en las fuertes manos de Malak, siempre lo estoy.

—No quiero nada más, mi amor... pero el deber me llama.

—Acabas de volver—, me quejo. —Seguro que tienes un minuto.

—Los dos sabemos que eso no tomará ni un minuto.

—Sí, pero aun así...

—Debo dirigirme a la nación, mi yali. Las minas de dun están operando a plena
capacidad una vez más, y usaré los nuevos fondos para asegurarme de que haya
suficientes curanderos para todos. Y quiero abrir la Academia de Guerra y el Círculo
de Curanderos a todos los que quieran unirse, no sólo a los de alta alcurnia.

—¿Lo dices en serio? — Jadeo. —Eso es...

—Exactamente lo que tu sugeriste. Escucho, Emma. Y siempre cumplo mis


promesas.

—Bien, admito que es una buena razón, pero será mejor que vuelvas corriendo
a mí en cuanto termines—, le digo.

—Por supuesto—, gruñe mientras me besa profundamente. —De hecho, ¿por


qué no vas y cubres ese cuerpo perfecto tuyo con aceite?
Sostengo su cabeza en mis manos mientras le beso, las puntas de mis dedos
rozando sus cuernos. Me encanta eso de él. Sus cuernos me aterrorizaron al
principio, pero ahora creo que son hermosos.

—¿No pensarás en mi cuerpo desnudo y aceitado durante tu discurso? No


quisiera distraerte...

—Mi compañera, siempre estoy pensando en tu cuerpo desnudo. No pasa un


solo momento en el que no desee que tu culo no esté en mis manos, que mi lengua
no esté entre tus piernas, que mi vara no esté enterrada hasta la empuñadura
dentro de ti.

—En ese caso... iré a prepararme.

—Hazlo.

Los colmillos de Malak rozan mi labio inferior antes de irse, dándome sus
patentados ojos seductores. Esa mirada melancólica y ardiente suya me derrite
completamente cada vez sin fallar.

La vida no podría ser mejor. El futuro es todavía incierto, pero sé que lo


afrontaremos juntos. Y eso me da esperanza.

Lo más incierto de mi futuro son las naves coloniales que la Tierra ya habrá
enviado aquí. He cumplido mi misión, he encontrado un nuevo mundo en el que
la humanidad puede asentarse, sólo que de una manera ligeramente diferente a
la que yo esperaba. Malak me ha asegurado que mi gente es libre de asentarse en
Aegon, pero no tengo ni idea de lo que va a pasar a continuación. Me preocupa
cómo reaccionará la humanidad cuando se dé cuenta de que no está sola en el
universo. Es un lugar peligroso, lo he visto de primera mano.

¿Pueden la humanidad y los Aegir realmente vivir juntos en paz?

¿Y las naves de colonización llegarán a Aegon a salvo?

Sólo el tiempo lo dirá.

Fin
PRÓXIMAMENTE

También podría gustarte