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L AS DOS VERSIONES BÍBLICAS

Luego de la larga estancia de Jacob en lo de su tío Labán en Jarán,


durante la cual se casó con sus hijas Lía y Raquel (y con sus respectivas
criadas Zilpá y Bilhá), le nacieron once hijos y una hija, y acumuló una
gran riqueza (Gn 29–31), el patriarca emprendió el regreso a su tierra
para reencontrarse con su hermano Esaú. Según cuenta la historia, al
aproximarse al país de Seír (una región montañosa que se extiende des-
de el sur del mar Muerto hasta el estrecho de Akaba, en el actual terri-
torio de Jordania), lugar de residencia de su hermano, Jacob tomó sus
precauciones, como en el caso de toda caravana que se aproxima a un
territorio desconocido y hostil.
De acuerdo a la presente tradición textual, hay dos versiones dis-
tintas de las acciones emprendidas por Jacob. Según una de las versio-
nes (32,4-14a), al oír que Esaú venía a su encuentro con cuatrocientos
hombres, Jacob dividió su campamento en dos partes, teniendo como
estrategia que «si llega Esaú a uno de los campamentos y lo ataca, se sal-
vará el otro» (v. 9). De acuerdo a la otra versión de la historia (32,14b-
22), Jacob dividió el ganado que traía consigo en manadas indepen-
dientes, dejando espacio entre ellas, con el propósito de ganarse el afecto
de su hermano por medio de regalos (v. 21).
La presencia de dos versiones alternativas en un mismo relato no es
un fenómeno inusual en la literatura bíblica. Como en el caso de las dos
versiones de la creación (Gn 1,1–2,4a; 2,4b-25), también aquí el editor
final del relato habría combinado tradiciones literarias alternativas (una
originada en el reino de Israel [«fuente elohísta»] y otra en el reino de
Judá [«fuente yavhista»]), prefiriendo pagar el precio de la incoherencia
5
La lucha de Jacob contra «un hombre»:
¿un texto mitológico o psicológico?
literaria, antes que verse obligado a renunciar a una de las tradiciones
consagradas.
JACOB LUCHA CON UN «HOMBRE »
La historia continúa relatando que Jacob y su familia cruzaron du-
rante la noche el vado de Yabboq, y que luego de que todos hubieron pa-
sado el río, el patriarca se quedó solo. Y fue en esa ocasión cuando sucedió
un hecho excepcional, plagado de misterio e interrogantes: Jacob luchó
con «un hombre» hasta rayar el alba (v. 25). El relato sigue diciendo:
Pero viendo que no le podía, le tocó en la articulación femoral, y se
dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquél. Éste le dijo: «Suél-
tame, que ha rayado el alba». Jacob respondió: «No te suelto hasta que
no me hayas bendecido». Dijo el otro: «¿Cuál es tu nombre?». «Jacob»,
respondió. «En adelante no te llamarás Jacob sino Israel; porque has sido
fuerte contra Dios [elohim] y contra los hombres, y le has vencido». Ja-
cob le preguntó: «Dime por favor tu nombre». El hombre respondió:
«¿Para qué preguntas por mi nombre?» Y le bendijo allí mismo. Jacob lla-
mó a aquel lugar Penuel, pues [se dijo]: «He visto a Dios [elohim] cara a
cara, y tengo la vida salva» (vv. 26-31).
Y el relato termina contando que, como consecuencia de la cojera
de Jacob, por haber sido tocado en la articulación femoral, los israelitas
acostumbran no comer el nervio ciático (vv. 32-33).
Este relato resulta altamente intrigante: ¿quién fue el hombre con
quién luchó Jacob?; ¿por qué el cambio de nombre?; ¿qué significado
tiene la historia?

LECTURAS ALTERNATIVAS DEL RELATO


Este relato invita a varios niveles de lectura. Por un lado, la narra-
ción tiene un carácter claramente etiológico, por el cual ella viene a ex-
plicar la etimología popular de nombres («Israel», «Penuel») o el origen
de una prohibición alimenticia 1.
46 Figuras bíblicas
1 La costumbre de no comer el tendón de los animales está testimoniada entre
los indios del Norte de América. Según Gaster, los indios cherokees explican de dos
Otro nivel de lectura mucho más interesante y desafiante es su ca-
rácter mítico. La historia de Jacob preservaría una antigua tradición,
según la cual el patriarca habría luchado con un ángel (cf. Os 12,4-5);
en tradiciones posteriores, este ser celestial sería identificado con el ar-
cángel Miguel o Samael (el nombre del Satán en las fuentes rabíni-
cas) 2 . En términos bíblicos, este «ángel» habría sido una proyección
concreta y visual de Dios mismo, y representaría la presencia divina
ante los hombres 3 .
Aun cuando para muchos lectores semejante posibilidad sería ina-
ceptable, e incluso herética, el texto en cuestión es claro y preciso en
este sentido. La palabra «hombre» (en hebreo, «ish») del texto aparece
muchas veces en la Biblia Hebrea en el sentido de «ángel» o «ser celes-
tial» 4 . Y si a ello le sumamos el hecho de que la narración misma afir-
ma sin tapujos que Jacob «ha sido fuerte contra Dios» y que «ha visto a
Dios cara a cara», no puede sino concluirse que el relato del Génesis
aludiría ciertamente a una tradición legendaria, no muy diferente a re-
latos existentes en culturas «paganas» o «primitivas», en las que el héroe
47La lucha de Jacob contra «un hombre»: ¿un texto mitológico o psicológico?
maneras la costumbre: «una es que “este tendón, cuando se corta, se encoge; ergo,
cualquiera que tuviera la desgracia de compartir tal tendón de la corva se
encontraría
con que sus miembros se le encogerían de la misma manera”. La otra es que si el ca-
zador, en lugar de quitar el tendón de la corva y tirarlo, se lo comiera, como
conse-
cuencia se cansaría con mucha facilidad al caminar» (Mito, p. 271). Así, las
razones
para no consumirlo podrían haber tenido un carácter mágico.
2 Según el midrash rabínico, el patriarca Jacob habría luchado con el ángel pro-
tector de Esaú (ver Génesis Rabba 77,3). Desde un punto de vista etnográfico,
Gaster
ha sugerido la hipótesis «de que el misterioso adversario de Jacob era el espíritu
del
río y que Jacob provocara la lucha a fin de conseguir la bendición» (Mito, p. 266).
3 Según lo explica R. Friedman: «¿A qué se parece esto? A la posibilidad de oír
un concierto en nuestra casa por medio de un equipo electrónico. Es imposible ins-
talar una orquesta completa en la casa de una persona, pero es posible oírla, lo
que
produce la orquesta verdadera, por medio de la radio, el grabador o el disco; y
des-
pués de haber oído la música puede la persona decir “ví a la orquesta”; la
afirmación
es cierta desde un punto de vista pero no lo es desde otro punto. La persona no vio
ni oyó la orquesta, sino ondas de sonido y luz que tuvieron su origen en la orques-
ta. Así vieron los hombres bíblicos a los ángeles y después dijeron que oyeron y
vie-
ron a sus dioses» (La desaparición de Dios, pp. 25-26; traducción mía). Sobre los
án-
geles en la Biblia Hebrea y en el judaísmo del Segundo Templo, ver apéndice al
final
del artículo.
4 Cf. Gn 19,5.8.12.16; Ez 47,3.
biblicó «luchó con Dios» (o, más bien, con su representante). Y al igual
que en esos relatos míticos, también en el caso de Jacob su victoria he-
roica sobre el «hombre» lo transformó en una «nueva» persona (de aquí
el cambio de nombre) 5 para merecer convertirse en el padre de la na-
ción: «Israel» 6 .
Sin embargo, el contexto literario de la historia –es decir, los mie-
dos que acosaban a Jacob ante el inminente encuentro con su hermano
Esaú– invita también a una lectura de carácter psicologista. Según esta
tercera opción, Jacob no habría luchado contra Dios u otro ser celestial,
sino contra sí mismo. Según Elie Wiesel:
Esa noche, los dos Jacob se reunieron. El heroico soñador y el inve-
terado fugitivo, el hombre modesto y el fundador de una nación se ba-
tieron en Peniel en una fiera y decisiva batalla. Matar o ser muerto. Era
un momento decisivo para Jacob. Tenía una elección: morir antes de mo-
rir, o hacerse cargo de la situación y pelear. Y ganar. Y ganó. Podía ser un
ángel, su otro yo, o un hombre, pero hay algo que es seguro: el adversa-
rio fue derrotado. Ahora Jacob estaba preparado para enfrentar a su her-
mano enemigo 7.
Es dífícil saber cuál de los significados es el más cercano a la inten-
ción original del autor. Pero, en realidad, poco importa. La riqueza del
texto bíblico se manifiesta precisamente en sus innumerables lecturas,
que dejan la puerta abierta para la continua recreación e imaginación de
los lectores.
48 Figuras bíblicas
5 En una versión paralela, el nombre de «Israel» le fue dado a Jacob por Yahveh,
y el suceso tuvo lugar en Betel, y no en Penuel. Cf. Gn 35,10-15. Una combinación
de ambas tradiciones aparece aludida en el libro del profeta Oseas: (s. VIII a.C.):
«...
y de mayor [es decir, Jacob] luchó con Dios (elohim). Luchó con el ángel (malaj) y
le pudo, lloró y le imploró gracia. En Betel le encontró y allí habló con nosotros»
(12,4-6).
6 «La explicación del nombre Israel en Gn 32,29 es etimología popular. En los
títulos de los dioses el elemento que contiene el nombre del dios es el sujeto y no
el
objeto. Por consiguiente, Israel significa “Él lucha” más bien que “Luchó con Él”
[...]
El propósito de nombres como éstos era conseguir la ayuda divina para quienes los
llevaban. Israel significa, por consiguiente, “El lucha contra sus enemigos”» (G
RAVES
y PATAI , Los mitos hebreos, p. 277)

APÉNDICE
LOS ÁNGELES EN LA BIBLIA
Existe un variado y rico vocabulario en la Biblia para designar a los
«ángeles» o a los distintos tipos de «seres celestiales». El más común es
el nombre mal’ak, «enviado», «mensajero» (Gn 24,7; Ex 23,20-23; Nm
20,16) 8. Otros términos recurrentes en la literatura bíblica denotan el
estatus divino de estos seres celestiales (como bene elohim [literalmente,
«hijos de Dios»] en Gn 6,2.4; Job 1,6; 2,1; bene elim [«hijos de dioses,
seres divinos»] en Sal 29,1; 89,7; o elohim [«dioses»] en Sal 82,1), su
santidad especial (como qedoshim [«los santos»] en Job 5.1; 15,15; Sal
89,6.8), sus funciones (como ser: mesaretim [«ministros, servidores»] en
Sal 103,21; sar [«comandante»] en Jos 5,14; Dn 10,21; 12,1; seba’ot
[«ejército»] en Sal 89,9) 9.
Según la concepción presente en los estratos más antiguos de la
literatura bíblica, el mundo divino es imaginado en términos de una
corte celestial. Al igual que las representaciones mitológicas del mundo
sobrenatural del antiguo Oriente, también en Israel se imaginaba a Dios
como «rey» y a los ángeles como sus «servidores». Un ejemplo en este
sentido lo encontramos en la visión del profeta Miqueas en tiempos del
Ajab, rey de Israel:
... He visto a Yahveh sentado en un trono y todo el ejército de los
cielos estaba a su lado, a derecha e izquierda. Preguntó Yahveh: «¿Quién
engañará a Ajab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?». Y el uno
decía una cosa y el otro otra. Se adelantó el Espíritu, se puso ante Yah-
49La lucha de Jacob contra «un hombre»: ¿un texto mitológico o psicológico?
8 En la Biblia Hebrea, el término mal’ak puede denominar tanto a un ser hu-
mano (1 Sm 23,27; 2 Sm 11,19) como a un ser celestial. Pero en algunos casos, no
siempre es posible determinar esta distinción (por ejemplo, Mal 3,1). La antigua
tra-
ducción griega de los Setenta traduce regularmente la palabra mal’ak como angelos,
que derivó en el término técnico angelus en latín para llamar a estos seres
celestiales,
y posteriormente en la palabra ángel en español.
9 Los «querubines» no eran estrictamente ángeles, sino antes bien, un tipo de
«animales» del mundo celestial, cuya función era la de sostener el trono (Sal 80,2;
99,1), arrastar el carro divino (Ez 10,1ss) o guardar la entrada de los dominios
sagra-
dos (Gn 3.24; Ez 28,14). Los «serafines» eran figuras aladas con forma de serpiente
(Is 6). En la tradición tardía, estas figuras alcanzarían el rango de ángeles.
veh y dijo: «Yo lo engañaré». Yahveh le preguntó: «¿De qué modo?» Res-
pondió: «Iré y me haré espíritus de mentira en la boca de todos sus pro-
fetas». Yahveh dijo: «Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así» (1 Re
22,18-22; cf. también Is 6,1ss).
En distintas oportunidades encontramos a estos servidores cum-
pliendo diversas funciones: anuncian nacimientos (Gn 16,11-2); enco-
miendan tareas a las personas (Ex 3,2; Jue 31,11-13); comunican men-
sajes de Dios a los profetas (2 Re 1,3; Is 6) y les explican el sentido de las
visiones (Zac 1,9; Dn 8,15-16); alaban a Dios en el cielo (Sal 29; 103,20-
21). Los ángeles pueden ser tanto agentes de protección (Gn 24,7.40;
Nm 20,16), como también de castigo (Nm 22,33; 2 Sm 24,16). En nu-
merosas ocasiones son representados bajo forma humana cuando entran
en contacto con los hombres (Gn 18,2; Jos 5,13), comportándose inclu-
so de manera muy humana, tomando, por ejemplo, parte de las comidas
(Gn 18,19). Sin embargo, el autor bíblico pone en boca del ángel: «Pero
el Ángel de Yahveh dijo a Manoaj: “Aunque me obligues a quedarme no
probaré tu comida...”» (Jue 13,16).
De particular interés es el caso del «Ángel de Yahveh» (mal’ak
YHWH). En algunos casos, este nombre designa a un ser que goza de
una existencia personal diferenciada de la de Dios mismo, como es la
historia en que el ángel le habla a Agar:
La encontró el Ángel de Yahveh junto a una fuente de agua en el de-
sierto [...] y dijo: «Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y a dónde vas?».
Contestó ella: «Voy huyendo de la presencia de mi señora Saray». «Vuel-
ve a tu señora, le dijo el ángel de Yahveh y sométete a ella» (Gn 16,7-9).
Pero en el mismo relato, este ser «independiente» es presentado co-
mo la manifestación de Dios mismo: «Dio Agar a Yahveh, que la había
hablado, el nombre de “Tú eres Él Roí”, pues dijo: “¿Si será que he lle-
gado a ver aquí las espaldas de aquel que me ve?”» (v. 13). Y así hay nu-
merosos casos en que el «Ángel de Yahveh» se intercambia con Yahveh
mismo (Gn 21,15-21; 22,11-12; 31,11-13; Ex 3,2-6; Jue 6,11-24).
En resumen, como lo afirma E. Jacob:
el ángel no tiene existencia o función, ni como doble de Yahvé ni como
su mensajero, si no es en virtud de la libre decisión de Yahvé; tiene tan
poca existencia en sí mismo, que de un relato al siguiente no se puede
50 Figuras bíblicas
afirmar que se trata del mismo personaje, tanto más cuanto que grama-
ticalmente la expresión se puede traducir indistintamente como «el ángel
de Yahvé» o como «un ángel de Yahvé». El ángel existe cuando Yahvé tie-
ne necesidad de él, así como la multitud de ángeles a la cual el ángel de
Yahvé es integrado finalmente y que constituye la corte celestial no exis-
te verdaderamente más que cuando el señor de los ángeles les confía una
misión, precisa y temporal, que ha de ser ejecutada 10.
LOS ÁNGELES EN EL JUDAÍSMO DEL SEGUNDO TEMPLO
A diferencia de la doctrina sobre los ángeles adoptada por Israel du-
rante la época bíblica, a partir de la época exílica y postexílica puede no-
tarse un aumento significativo en la especulación sobre el mundo celes-
tial y sus habitantes. Una prueba de ello es la presencia significativa de
los ángeles en las visiones de los profetas de esa época. En Ezequiel, por
ejemplo, vemos que es un ángel con forma de «hombre de aspecto se-
mejante al bronce» que guió al profeta por las distintas habitaciones del
Templo futuro (caps. 40-42). O el caso de Zacarías, en que el «Ángel de
Yahveh» funciona como guía e intérprete (caps. 1-6), intercede por Is-
rael (1,12-17), preside y juzga en la corte celestial (cap. 3), y comanda
las huestes angelicales (1,11; 6,7).
Con el avanzar del tiempo, puede verse claramente que el interés
en el mundo angelical fue en aumento, y que derivó en desarrollos no-
vedosos y originales. En general puede decirse que los ángeles durante
la época persa y grecorromana se transformaron en mucho más activos
en su rol como agentes de la voluntad divina. Por ejemplo, y de acuer-
do a la concepción conocida de la época bíblica, encontramos que los
ángeles vienen en socorro de los justos y traen las oraciones a Dios:
Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y
Abed Negó, que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, con-
fiando en él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes
que servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios» (Dn 3,28).
En otros casos, los ángeles decretan y ejecutan los castigos de Dios
(Dn 4,13-26).
51La lucha de Jacob contra «un hombre»: ¿un texto mitológico o psicológico?
10 JACOB , Teología, p. 78.
Sin embargo, también encontramos nuevas ideas sobre los roles de
los ángeles. Un caso es el de los ángeles que funcionan como maestros y
mediadores de la revelación, y en el caso de la literatura apocalíptica o
de visiones, ellos funcionan como reveladores, guías celestiales e intér-
pretes de misterios y visiones, como es la caso en los libros de Daniel
(caps. 7-12), 1 Henoc (caps. 17-36), Apocalipsis de Abraham (caps. 10-
18) y 4 Ezra (caps. 3-14). Un ejemplo claro lo vemos en Daniel. Luego
de la visión de las bestias (7,1-8), del Anciano y del Hijo de hombre (vv.
9-14), el texto reza así:
Yo, Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas cosas, y
las visiones de mi cabeza me dejaron turbado. Me acerqué a uno de los que
estaban allí de pie y le pedí que me dijera la verdad acerca de todo esto. Él
me respondió y me indicó la interpretación de estas cosas (vv. 15-16).
Otro indicio de la nueva etapa de la angeología en Israel es el he-
cho de que ciertos ángeles son identificados por nombres personales,
siendo los más nombrados Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel (Dn 9,21;
10,13; Tob 12,15). Estos seres son considerados como criaturas espiri-
tuales, cuya manifestación física y su acción de comer y beber son en-
tendidas como aparentes y no reales. Como puede verse en Josefo, en
ocasión de recontar la historia de los tres ángeles que vinieron a visitar
a Abraham (cf. Gn 18):
Cuando Dios decretó la suerte de los sodomitas, Abram (que esta-
ba sentado a la puerta de su casa, junto al roble de Mambre), vio tres án-
geles, y creyendo que serían forasteros, se levantó, los saludó y les ofreció
su hospitalidad. Aceptaron y en seguida ordenó que se hicieran panes de
harina flor, mató un becerro, lo asó y se lo llevó a sus huéspedes, que es-
taban sentados debajo del árbol. Ellos hicieron que comían... (Antigüeda-
des Judías I, xi, 2).
En total acuerdo con la tradición antigua, también en la época del
Segundo Templo los ángeles formaban parte de la corte y tribunal ce-
lestial (Dn 7,9-10). Pero como novedad encontramos la idea, según la
cual los ángeles funcionaban como sacerdotes que sirven a Dios en el
Templo celestial. Como lo testimonia el Testamento de Leví:
En el siguiente cielo se hallan los ángeles de la presencia del Señor,
sus servidores, que interceden ante el Señor por todos los pecados de los
52 Figuras bíblicas
justos cometidos inadvertidamente. Ofrecen al Señor un sacrificio de
suave olor, una ofrenda razonable y sin sangre (3,5-6).
Incluso se afirmaba que los ángeles, al igual que los israelitas, esta-
ban obligados a descansar en sábado (Jubileos 2,17-18).
Debido al aumento cualitativo y cuantitativo de los ángeles en el rei-
no celestial, encontramos que ellos aparecen organizados en orden jerár-
quico, siendo considerado Miguel un arcángel responsable por la suerte
de Israel (Dn 12,1). Asimismo podemos hallar en las fuentes distintas ca-
tegorías de ángeles: los ángeles de la presencia, querubines, serafines, ofa-
nim, etc. Incluso en algunos textos podemos ver que a distintos grupos
de ángeles les son asignados diferentes cielos, hasta el punto de creer que
estos seres son responsables de los procesos físicos del cosmos:
En el primer día creó el cielo superior, la tierra, las aguas, todos los
espíritus que ante él sirven, los ángeles de la faz, los ángeles santos, los del
viento de fuego, los ángeles de la atmósfera respirable, los ángeles del vien-
to de niebla, de tiniebla, granizo, nieve y escarcha... (Jubileos 2,2).
Finalmente, al igual que los seres celestiales eran vistos como res-
ponsables del funcionamiento del universo, así también los ángeles fue-
ron considerados activos en el proceso histórico. De aquí, entonces, la
noción que los ángeles luchaban en el cielo la lucha de Israel en la tie-
rra, hasta el punto de afirmar que los ángeles del bien y de la luz co-
mandados por el Príncipe de la Luz se enfrentaban a los ángeles del mal
y las tinieblas al mando de Belial, Mastema, Satán o Malchiresha. Co-
mo lo explicita claramente el siguiente texto de Qumrán: «Y en el sép-
timo lote la gran mano de Dios someterá [a Belial y a to]dos los ánge-
les de su dominio y a todos los hombres de [su lote]» (1QRegla de la
Guerra I, 14-15).
¿Cómo entender esta «explosión» de la angeología en el universo
espiritual de Israel de la época del Segundo Templo? Según parecería ser,
la creencia tradicional en la Providencia Divina y en el accionar de Dios
en la historia en favor de Israel se habría visto reemplazada por una sen-
sación de vacío, silencio y lejanía a consecuencia de la destrucción del
Templo y del Exilio. El Dios Todopoderoso pareció haber entrado en un
estado de letargo y olvido (Sal 74,22-23); Él ocultó su rostro, dejando a
Israel a merced de sus culpas (Is 64,6; Dt 31,17-18). Debido a esta sen-
53La lucha de Jacob contra «un hombre»: ¿un texto mitológico o psicológico?
sación de extrañamiento, los ángeles habrían venido a «llenar» a mane-
ra de intermediarios este vacío existente entre el cielo y la tierra, ofre-
ciendo al hombre desesperado y angustiado una luz de esperanza en una
realidad caótica

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