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1. Las promesas: «El Dios de nuestros padres»

Objetivo: Desarrollaremos la noción de promesa, cómo ésta tiene su recorrido


en todo el AT y tiene su cumplimiento en el NT.
Preámbulo:
Independientemente de la teoría documentaria, la historia de las fuentes y el
análisis literario, la escritura posee una estructura fija, estable y desde su particular
punto de vista, una estructura bien definida. Dentro de la base que forma la Tora-
Pentateuco, se encuentra un tema recurrente que entrecruza todo el AT y salta hasta
el NT; es el “monoteísmo radical” del pueblo de Israel. Sin embargo dicho monoteísmo
se expresa con una formula establecida, así narra el hagiógrafo en Ex 3, 14-15 :

“Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha
enviado a vosotros.» Siguió Dios diciendo a Moisés: «Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios
de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a
vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación.”

En el NT se repetirá la triada patriarcal cuando los Saduceos cuestionen el tema


de la Resurrección a Jesús en Mt 22, 31-33:

Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído aquellas palabras de Dios cuando
os dice: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos,
sino de vivos.» Al oír esto, la gente se maravillaba de su doctrina.

Y finalmente después de Pentecostés, Pedro dirige un kerigma a los judíos que


se aglutinan frente al pórtico de Salomón después de haber sido testigos de las
acciones milagrosas realizadas por los apóstoles en nombre de Jesucristo (Hch 3,12-
13):
“Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos
miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste? El Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a
quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a
ponerle en libertad”.

Con esto sólo queremos decir que el pueblo de Israel se ha caracterizado por su
pertenencia a un único Dios, el Dios de sus antepasados; independientemente de si se
quiere decir que el libro del génesis se pretende fundamentar la existencia de un
padre común (Abrahán) que unifique a todos los clanes y pueblos nómadas que
deambulaban por la Media luna fértil; el pueblo de Israel se auto-concibe como el
pueblo del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de sus padres. Antes de abordar
el tema de lleno, deseo hacer reflexionar sobre dos elementos fundamentales de la
revelación judía:

- La fe en un “único Dios”: a diferencia de todos los grupos y culturas


antiguas, el pueblo de Israel se definió a sí mismo como el primer pueblo en
adorar un solo Dios, cosa que es aberrante para los pueblos de aquellas
épocas.
2

- Un Dios “personal”: por si no fuera poco la creencia en único Dios, este


pueblo afirma la fe, de que su Dios no pertence a un lugar o que habita en un
determinado sitio, ni siquiera se le puede representar: se convierte así en el
Dios que acompaña a una persona, el Dios que acopmaña a un peblo, el Dios
e Israel. Ciertamente, como lo demuestran los estudios más especializados,
algo de la herencia nómada y elementos de la comunicación con demás
culturas paganas han quedado en la configuración del pueblo, por eso habrá
un continuo intento por parte de los jefes del pueblo de purificar la fe del
pueblo de Israel.

1.2 Promesa de la tierra y de la descendencia.


Para encontrar las huellas más antiguas de sus antepasados es necesario
remontarse más adelante todavía y salir al encuentro de los patriarcas, Abrahán, Isaac
y Jacob. A ellos, el Señor les había prometido la tierra1 que, antes de morir, Moisés
contempló sin poder entrar (Dt 34,1-4). El Pentateuco contiene los dos elementos
absolutamente esenciales para definir la identidad de Israel: los patriarcas y Moisés.
Israel es el pueblo que desciende de los patriarcas y ha vivido la experiencia del éxodo
bajo la guía de Moisés2.

1.2.3 Importancia de la unión pentateuco y los libros históricos.


Según Blekinsopp no es posible separar la vida e historia de Moisés y la historia
deuteronomísta:
El libro de Josué como cumplimiento a la promesa de una tierra:
Sin el libro de Josué, la promesa de la tierra, realizada a los patriarcas, queda
incompleta. Por otra parte, Jos 21,43-45 ve en la conquista el cumplimiento de una
promesa hecha desde mucho antes de los antepasados de Israel: El Señor dio a Israel
toda la tierra que había jurado dar a sus antepasados. Los israelitas la ocuparon y se
establecieron en ella. El Señor la mantuvo en paz con todos los pueblos vecinos, como
había jurado a sus antepasados; ninguno de sus enemigos pudo resistirlos; el Señor
los entregó a todos en su poder. Ninguna de las promesas que el Señor había hecho a
los israelitas cayó en vacío; todas se cumplieron3.

1.3 Ciclo Patriarcal:

1.3.1 Características de la literatura antigua.

1 “La tierra tiene prioridad lógica ya que todo lo demás depende de la promesa de que
él y sus descendientes la poseerán”. Blekinsopp, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra
2001, p. 148. Para Blekinsopp el tema de “la tierra” es el tema central en el cual gira
toda la historia Patriarcal, el Éxodo y la entrada en la Tierra prometida.
2 Cf. J.L. Ska, Introducción a la lectura del pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p. 12
3 Ibíd, p. 6
3

Primero hay que entender el ambiente y la mentalidad en que se desarrolla la


teología del pentateuco y conocer unos axiomas claves en la investigación de la
literatura antigua4.

a) Ley de antigüedad o precedencia: en el mundo en que fue escrita la biblia las


cosas que tenían valor eran las cosas antiguas:
- San Pablo: cuando Pablo quiere demostrar la superioridad de la
justificación por la fe sobre la justificación por las obras de la ley, dice que la
fe precede a la ley porque Abrahán es anterior a Moisés (Gal 3, 17-19). En la
carta a los romanos formula un razonamiento parecido a propósito de la
circuncisión: quiere demostrar que, por la fe, Abrahán es padre de los
circuncisos y los incircuncisos, la fe también abre la puerta de la salvación a
los paganos. Argumenta lo siguiente: cuando Abrahán creyó en la promesa
divina y su fe le fue acreditada como justicia (Gn 15, 6) el patriarca todavía
no estaba circuncidado. La circuncisión tiene lugar en Gn 17,
posteriormente: Según Pablo Abrahán es padre de todo los incircuncisos
que serán justificados por la fe.
- Para la epístola a los Hebreos, el sacerdocio de Cristo es superior al de Leví,
porque es más antiguo, en cuanto que se remonta a Melquisedec, que ha
vivido mucho antes que Leví.
- Cuando Jesús dice , en Jn 8,58: “Antes que Abrahán naciera, yo soy”, invoca
el mismo principio: Cristo existía antes que Abrahán, por tanto es superior.
- Respecto a los Patriarcas: el razonamiento es analógico. El relato patriarcal
quiere inculcar una convicción fundamental al Israel postexílico: el Dios del
éxodo y el Dios de los patriarcas es el mismo Dios. Ex 3, 6 «Yo soy el Dios de
tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» el Dios que
se revela a Moises no es diferente de los patriarcas. ¿Por qué afirmar con
tanta fuerza la identidad entre el Dios del éxodo y el Dios de los patriarcas?
La respuesta nos la proporcionan algunos datos del periodo postexílico.
Cuando la comunidad de Israel se ha reconstruido, surge un conflicto entre
“el pueblo del país” y quienes volvieron del destierro, que se llevaron las de
ganar: económica, cultural y políticamente eran más pujantes. La cuestión
es ¿quién es el verdadero heredero de la tierra? Durante el destierro, el
pueblo que se quedo en Israel pretendió ser el único heredero de la tierra y
apoyo sus pretensiones en la figura de Abrahán: “los que habitan esas
ruinas(las ruinas de Jerusalén y Judá después de la deportación), en el suelo de
Israel, dicen: «Uno solo era Abraham y obtuvo en posesión esta tierra.
Nosotros somos muchos; a nosotros se nos ha dado esta tierra en posesión” Ez
33, 24. En cambio los deportados, se apoyaban sobre todo en la figura de
Moisés, en la experiencia del éxodo y en el nuevo éxodo para revalidar sus
derechos. En conclusión: el libro del Génesis quiere responder a las criticas
y mitigar las polémicas. Israel tiene un solo Dios. El Dios de los patriarcas es

4Cf. J.L. Ska, Introducción a la lectura del pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p.
197-206.
4

el Dios del éxodo y el Dios del éxodo cumple las promesas realizadas a los
patriarcas.

b) Ley de conservación: nada se elimina.


- Encontramos diversas versiones de un acontecimientos. La alianza de YHVH
con Abrahán en Gn 15 que parece repetirse en Gn 17. Por tal motivo, la
biblia conserva ambas versiones.
- Esta segunda ley es consecuencia de la primera: si aquello que es antiguo
tiene valor, es imposible eliminarlo. Si una tradición es antigua, será
conservada, aunque esté superada. Una ley no podrá ser abolida aunque ya
no sea aplicable.

c) Ley de continuidad y de actualidad: con esto se busca establecer una unión con
un pasado remoto y, por otra, se quiere demostrar que las tradiciones conservan su
validez en el presente. Dt 5, 3: “No con nuestros Padres YHVH hizo esta alianza, sino con
nosotros, los mismos que estamos aquí vivos”. A pesar de algunas dificultades
interpretativas –acera de a qué Padres se refiere- lo que se quiere demostrar es que la
alianza no pertenece al pasado, sino al presente. El pasado interesa y se cuenta porque
funda el presente.
- Después del exilio el problema de la tierra se agudiza ¿vale la pena dejar
babilonia o Egipto y regresar a Israel? ¿cuál era el plan divino para su
pueblo? Los relatos patriarcales reconocen que las promesas patriarcales
no han perdido nada de su actualidad. Son promesas unilaterales, sin
condiciones, ligadas a un juramento divino (Gn 15-17), que nadie puede
abolir.
- Hay que recordar el pasaje de Mt 19, 9 en que se pregunta a Jesús si es licito
dar el acta de divorcio, a lo que Jesús responde recordando que en el
principio no era así, que en el plan divino no existía el divorcio.

1.3.2 Las Promesas hechas a “nuestros Padres”.

En Gn 12,1-3, encontramos la “llamada de Abrahán”, que introduce una


primera gran fisura en las genealogías (tôledôt) del Génesis:

“Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo
te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y haré famoso tu nombre, que será
una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. Por ti
serán benditas todas las naciones de la tierra”.

Es importante remarcar que el pentateuco esta estructurado por los grandes


acontecimientos que recorren la historia de la salvación como la creación, el pecado
de los primero padres, la torre de Babel y Noé. Hasta este momento, la narración del
libro de génesis giraba en torno a la creación y mantenimiento del mundo; ahora, sin
embargo, tiene todo el protagonismo la figura de los “Patriarcas” a quienes Dios se
manifiesta realizando con ellos una alianza y haciéndoles unas promesas. La historia
de cada patriarca es introducida por narración de su genealogía o toledot.
5

Toledot Historia de:


. 1ª Gen 11, 27-25, 11 
 Teraj (Abram)
. 2ª Gen 25, 12-18 
 Ismael (Ismael)
. 3ª Gen 25, 19-35, 29 
 Isaac (Jacob)
. 4ª Gen 36, 1-37, 1 
 Esaú (Israel)
. 5ª Gen 37, 2-50, 26 
 Jacob (José y hermanos)
Un rasgo fundamental del ciclo de Abrahán es la tradición de un pacto entre
Dios y el Patriarca. Existen dos relatos de este pacto, el primero, de tradición Yahvista
(J) Gn 15; el segundo, de tradición de tradición Sacerdotal (P) Gn 17. A lo largo de
estos discursos narrativos Dios irá desarrollando las diferentes promesa: Un hijo, una
tierra, una descendencia numerosa y la bendición.
Hay que resaltar el valor central del pacto hecho por Dios a Abrahán: es
interpretado como un juramento unilateral por Dios, donde él no exige condiciones.
Por consiguiente el pacto con Abraham se extenderá a los demás Patriarcas, de
manera que, el mismo pacto se convierte en una promesa de la futura elección de
Israel: Dt 5, 35.

a) Comparación de los relatos:


La alianza del cap. 15 es un texto central en la Historia de Abrahán y un punto
relevante en su itinerario espiritual. “Consta de dos escenas: la primera (1-6) culmina
en la declaración de la fe de Abrahán; la segunda (7-18), en un rito y una fórmula de
alianza. En ambas, son fundamentales las promesas de una descendencia (5) y de la
tierra (18-21). La fe de Abrahán no parece exenta de dudas (2.8). Dios le había
prometido una descendencia, pero lo cierto es que el hijo tan esperado no termina de
llegar; y lo mismo ocurre con la promesa de la tierra. Cabe resaltar que por primera
vez, se aborda el tema del retraso en el cumplimiento de las promesas (13-16). Por
otra parte: La alianza de Yahvé con Abrahán - es la primera vez que suena el término
berit «alianza» en la historia del patriarca- tiene como núcleo la promesa divina:
«Aquel día Yahvé hizo alianza con Abrahán en estos términos: 'A tu descendencia daré
esta tierra'» (18). Yahvé no pone condiciones ni exige nada a cambio”5.
Las promesas de Gn 15 no son mera continuación de las de Gn 12-13, sino más
bien un replanteamiento y una profundización teológica de aquéllas. Tanto por su
estilo y forma como por su desarrollo temático, Gn 15 se distingue claramente de los
capítulos precedentes. Representa un episodio singular y aparte de la Historia de
Abrahán, tienen singular importancia las alusiones al éxodo ( 7.13-16) que conectan la
Historia de Abrahán con la Historia del éxodo. Las “manifestaciones” de Dios en Gn
15,7 y Ex 3,6 son recíprocas: a Abrahán, Dios se presenta como Yahvé («Yo soy
Yahvé») y, a Moisés, como el Dios de Abraham (Yo soy el Dios de Abrahán)

La alianza del cap. 17 recuerda la del cap. 15, aunque existen diferencias
significativas entre ambas. En 15,7-19, las promesas proceden de Yahvé, mientras que
en 17,1 la fuente de las promesas es El Saday - este texto forma parte de una serie que

5García López Félix, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2003, p. 103; Cf. Blekinsopp,
El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p. 156
6

da por sentado que Dios sólo era conocido por los patriarcas como El Saday-. Por otro
lado, en 15,18 la promesa se refiere principalmente a la tierra; en el cap. 17: a los
descendientes – ahora la promesa de la tierra se subordina a la de la posteridad;
aparecen continuas referencias a la multiplicación y a la fecundidad en (17,2.6) que
remiten a (1,22.28; 8,17; 9,1). Por otra parte, a Abrahán y sus descendientes, Dios
promete «ser su Dios» (17,7-8). Y finalmente, a diferencia de Gn 15, la alianza del
capítulo 17 comporta un requisito: la circuncisión, como signo de la alianza y como
lazo permanente con Dios (v. 10-14). En esto, se asemeja a la de Noé (9,8-17), donde el
arco iris era el signo de la alianza6.

b) Promesas:
 Promesa de un hijo: 15,4; 16,11; 17,16.19-21; 18,10.14. La promesa de un hijo
sólo se hace a Abrahán. Varios autores la subordinan a la promesa de
descendencia, dado que ésta lleva implícita la promesa de un hijo y que ambas
aparecen juntas en algunos textos.
 Promesa de unos descendientes: 12, 2; 13, 16; 15,5; 16,10; 17,2.4-6; 21,12-
12.18 (Abrahán); 26,4-24 (Isaac); 28,14; 35,11; 46,3; (cf.48,4) (Jacob).
 Promesa de una tierra: 12,1.7; 13,14-15.17; 15,7.13-16.18; 17,8; (cf. 24,7)
(Abrahán); 26,2-4 (Isaac); 28,13.15; 35,12; (cf. 48,4; SO,24) (Jacob).
 Promesa de asistencia / acompañamiento: 26,3.24 (Isaac); 28,15; 31,3; 46,4;
(cf. 48,21; 50,24) (Jacob) La promesa de asistencia divina va ligada
exclusivamente a las historias de Isaac y Jacob. En la historia de Abrahán, falta
la fórmula específica de esta promesas (Estar contigo), aunque no las
referencias genéricas a la presencia favorable de Dios en la vida del patriarca.
 Promesa de bendición: 12,2-3; 17,16.20; 22,17.18 (Abrahán); 26,4.24 (Isaac);
28,14(Jacob).
 Junto a las promesas de la tierra y de una descendencia numerosa, el discurso
de 28,13-15 contiene un elemento nuevo: la promesa de ―hacer volver a Jacob
a la tierra de sus padres (28,15)

El bloque patriarcal se inserta como un parte aguas que marca una fuerte
distinción entre los relatos. Hasta ahora, Dios se había ocupado del universo y de toda
la humanidad. Desde ahora, la narración se preocupará sólo de un pueblo y de una
tierra. Si todavía se habla de otros pueblos o de otras naciones será en función de las
relaciones con este pueblo y esta tierra. Este drástico cambio en la trama significa
ciertamente que algo nuevo comienza en Gn 12,1-3.
La cuestión a tratar ya no es qué le sucederá a la humanidad sobre la tierra,
sino cuál será la suerte de los antepasados de Israel. Para Isaac, el programa se
encuentra en Gn 26,2-5. Por lo demás, Dios le repite a Isaac las promesas realizadas a
Abrahán: la promesa de la tierra y la promesa de una descendencia numerosa. El
discurso también establece la continuidad entre Abrahán e Isaac, entre el Dios de
Abrahán y el Dios de Isaac.

6 Cf. García López Félix, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2003, p. 104
7

Cuando se pasa a Jacob, el discurso clave corresponde a la visión de Betel (Gn


28,10—22). Dios se revela como el Dios de Abrahán y de Isaac, subrayando así la
continuidad entre los patriarcas. Junto a las promesas de la tierra y de una
descendencia numerosa, el discurso de 28,13-15 contiene un elemento nuevo: la
promesa de ―hacer volver a Jacob a la tierra de sus padres (28,15). Este regreso
comienza en 31,3, cuando Jacob recibe la orden explícita de ―volver a la tierra de sus
padres. Gn 31,13 y 32,10 remiten a la misma temática.
Gn 46,1-5a se sitúa al inicio del viaje de Jacob a Egipto, donde nos encontramos
a José. Con él, toda su familia se traslada a Egipto. Aquí comienza la prolongada
permanencia de Israel en Egipto que concluye con el éxodo (Ex 12-15). En este punto,
el oráculo divino dirigido a Jacob le promete al patriarca acompañarlo en el segundo e
importante viaje de su vida y después hacerlo salir de Egipto. Pues Israel no se
establecerá para siempre en Egipto. Finalmente, antes de morir, José recoge esta idea
y anuncia que un día Dios conducirá al pueblo a la tierra prometida a Abrahán, Isaac y
Jacob (50,24).
Una línea importante de este trama es el interés por la tierra. Yhwh se la
muestra a Abrahán, se la promete de nuevo a Isaac, allí le hace regresar a Jacob
después del exilio con su tío Labán y le promete a sus descendientes cuando bajan a
Egipto que les hará volver ahí7. Aunque es más evidente en el caso de Jacob que en el
de Abrahán o Isaac, el mensaje de estos discursos es obvio: la tierra prometida para
Israel es la tierra de Canaán. Por ello estos discursos interpretan la vida de Abrahán
como una salida y una exploración de la tierra prometida. La vida de Jacob es un
itinerario circular, ya que abandona el país para volver con toda la familia. La historia
de José, en este contexto, explica por qué provisionalmente Israel se marcha a vivir a
Egipto. Los discursos de 46,1-5a y 50,24 ponen el acento en el aspecto provisional de
la estancia en tierra extrajera8.

1. 4 El Dios de los Padres en el desierto.


Leemos que Dios vio la opresión de su pueblo en Egipto y se acordó de la
alianza con Abraham, Isaac y Jacob:

Ex 2,24: “Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abrahán, Isaac y
Jacob”.

Y en Lev 26,42: “Y yo me acordaré de mi alianza con Jacob, y de mi alianza con Isaac; y


recordaré mi alianza con Abraham; y recordaré la tierra”.

La versión de P, de la revelación de Moisés –que no tiene lugar en el


desierto Madianita, sino en Egipto- identifica al que habla con El Shadai, que se
apareció a los Patriarcas en Gn 17 y cuyo encuentro se recuerda en (Ex 6, 2-99);

7 Cf. Blekinsopp, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p. 154


8 Ska, Pentateuco, p. 18
9 Ex 6, 2-9 Habló Dios a Moisés y le dijo: «Yo soy Yahveh. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a
Jacob como El Sadday; pero mi nombre de Yahveh no se lo di a conocer. También con ellos
establecí mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra en que peregrinaron y en la que
8

por consiguiente, las palabras dirigidas a Moisés resuenan en los oídos del
lector Israelita que se encuentra en el exilio, asegurándoles que todavía puede
contar con que Dios que hizo estos antiguos juramentos – a los Patriarcas- los
cumplirá llevado nuevamente a su pueblo a la patria10.

Como ya he mencionado, con la figura de Moisés se enlazan las promesas


hechas a los Patriarcas y el cumplimiento de dichas promesas: es con Moisés y
la salida de Egipto cuando el pueblo de Israel se constituye en el pueblo del
Dios de Abrahán, se convierten en una “nación numerosa” (Dt 10,22). Aunque
Moisés no pisa la tierra prometida, al menos alcanza a verla, sin embargo será
con Josué cuando se vea cumplida plenamente la promesa de la “posesión de la
tierra” (Jos 1, 11). No podemos olvidar que Dios ha hecho en el Sinaí una nueva
alianza con su pueblo, le ha dado su ley y sus mandatos, con esta alianza, Dios y
el pueblo han quedado unidos para siempre, quedando así cumplida la promesa
de asistencia y acompañamiento (Ex 19-20), pero no sólo eso, sino que Dios
durante toda la estadía en el desierto caminará con su pueblo, como nube que
protege la marcha de Israel durante el día y como antorcha de fuego por la
noche (Ex 40, 34-36). Dicha promesa será recordada en la época exílica, cuando
Dios abandone su templo y salga con su pueblo hacia el destierro (Ez 10). Por
otra parte, existe una promesa de la que se habla poco pero que es muy
importante: “el hijo de la promesa”. Toda la historia patriarcal habla del hijo de
la promesa, que en sentido propio sería Isaac, sin embargo, tanto el los relatos
del AT como los del NT van jalonados de la presencia de Tipos de hijos de la
promesa: al respecto señala Childs: que la intención del NT es llegar más allá del
testimonio del AT; Moisés se presenta como el hijo prometido para salvar a su
pueblo, como tipo del Mesías. Mientras que en el AT el esquema consiste en que
- el hijo de la promesa está en peligro; luego los gentiles anuncian su llegada y
acogen su venida. En cambio en el NT la amenaza no procede ya del rey pagano
de un imperio hostil, sino de Herodes, el rey de los judíos. Cristo encuentra la
mayor oposición dentro de su propio pueblo. Jesucristo es el cumplimiento de
todas las promesas hechas a los antepasados, si la misión de Moisés culmina
antes de llegar al “Rio Jordán”, la misión y la vida publica de Cristo dan inicio en
el mismo Jordán justamente del otro lado, dando así continuidad y plenitud a la
obra de Dios. Finalmente en (Ap 12) las dos tradiciones han sido radicalmente
transformadas por medio de imágenes apocalípticas. La lucha por el niño

moraron como forasteros. Y ahora, al oír el gemido de los israelitas, reducidos a esclavitud
por los egipcios, he recordado mi alianza. Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Yahveh; Yo
os libertaré de los duros trabajos de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os salvaré con
brazo tenso y castigos grandes. Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy
Yahveh, vuestro Dios, que os sacaré de la esclavitud de Egipto. Yo os introduciré en la tierra
que he jurado dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré en herencia. Yo, Yahveh.»
10 Blekinsopp, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p. 156.
9

adquiere dimensiones cosmológicas, acompañada de una guerra que estalla en


el mismo cielo. Toda la Iglesia, no sólo los inocentes, se ve envuelta en la lucha
por la vida y se le exige tanto la alegría como la resistencia. El final está ya a la
vista, y de esta manera Jesús viene a llevar a la plenitud la promesa hecha a
Israel11.

1. 4.1 La promesa hecha a los Padres:


El Dios de los padres, es una de las principales tesis de Albrecht Alt que merece
ser mencionada. Según Alt, el “Dios de los Padres” pertenece a la religión de los
nómadas, porque la divinidad no está vinculada con ningún santuario, sino con
personas12. La divinidad no tiene ningún nombre propio, sino el del antepasado al que
se ha revelado; por ejemplo, “el Dios de Abraham” (Gn 26, 23; 28, 13; 32,10; Ex 3, 6).
Este elemento original de la religión de Israel pertenece al periodo nómada pre-
israelítico, en el que los patriarcas son, por tanto, “los fundadores del culto”. De esta
manera, la religión patriarcal se distancia de la religión cananea, ligada a los
santuarios.

En muchos casos, señala Blenkinsopp, el término “padres” – abót se refiere a


los antepasados de Israel posteriores a Abraham, Isaac y Jacob. Actualmente la
exégesis bíblica intenta mostrar que en bastantes casos se alude como “padres” a los
antepasados de éxodo y del periodo en Egipto13. En todo caso, hay que resaltar que en
los textos proféticos pre-exílicos, no hay un consenso fijo para referirse a los
patriarcas: en efecto no percatamos con relativa facilidad que la población de uno u
otro reino es designada frecuentemente con el nombre de Jacob, (Am 3, 13;6,8; Os 10,
11; 12, 3), menos frecuentemente con el de Isaac (Am 7, 9, 16), y el de José (Am 5,
5.15; 6,6). Es curioso que no se alude a Abraham en los textos proféticos anteriores a
Ezequiel(3, 24). Pero antes de emitir cualquier juicio veamos que dicen las diversas
opiniones.

Desde el punto de vista teológico, los dos elementos esenciales para el pueblo
de Israel son: las promesas hechas a los padres y el binomio éxodo/ley (cf. Ex 20,2-3).
El Señor de Israel se define como ―el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob (Ex 3,6)- y como -el Señor, tu Dios, que te sacó (a Israel) del país de Egipto, de
la casa de servidumbre- (Ex 20,2). Estas dos afirmaciones son las dos columnas que
sostiene todo el Pentateuco, excepto la historia de los orígenes (Gn 1—11). En todo
caso, los primeros capítulos del Génesis añaden un último elemento: el Dios de los
patriarcas y el Dios del éxodo es también el creador del universo.

11 Cf. Brevard S. Chids, el libro del Éxodo, Verbo divino, Navarra, 2003, p. 63-64.
12 A. Alt, Der Gott der Vader. Ein Beitrag zur Urgeschixhte der israelitischen Religion,
Stutgtgar 1929. En J. Ska, Introduccion a la lectura del Pentateuco, Verbo divino 2001,
Navarra, p. 144.
13 Para todo lo referente a este tema: J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco,

verbo divino, 2001, Navarra, p. 228-239


10

a) La perícopa del Sinaí: Ex 19 – Nm 1014.

Dt 29, 9-12: “Aquí estáis hoy todos vosotros en presencia de Yahveh vuestro Dios: vuestros
jefes de tribu, vuestros ancianos y vuestros escribas, todos los hombres de Israel, con vuestros
hijos y vuestras mujeres (y también el forastero que está en tu campamento, desde tu leñador
hasta tu aguador), a punto de entrar en la alianza de Yahveh tu Dios, jurada con imprecación,
que Yahveh tu Dios concluye hoy contigo para hacer hoy de ti su pueblo y ser él tu Dios como te
ha dicho y como juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”.

Este texto de pertenencia como el pueblo consagrado a YHVH guarda una


estrecha relación entre la entrega de la ley, la salida de Egipto y la promesa a los
patriarcas; sin embargo la sección del Sinaí (Ex 19-Nm 10) contiene poquísimas
referencias a los patriarcas: se habla del don de la tierra, de su conquista, pero no se
alude a las promesas patriarcales –como en el texto que acabamos de mencionar-. Los
texto más antiguos no conocen la unión entre los patriarcas y el éxodo o entre los
patriarcas y el Sinaí. De tal manera, que todo parece indicar que la correspondencia
pudo haber sido creada posteriormente.

Por tanto concluye Ska: “Ningún texto de la perícopa del Sinaí menciona a los
patriarcas. Es verdad, en ninguna parte se dice, como en Dt 29, 12, que YHVH haya
realizado su alianza con Israel por ser fiel a una promesa hecha a los patriarcas”15.

b) La salida de Egipto: Ex 1 – 1516.

Una indagación parecida aparece en el texto de la salida de Egipto, en la que se


llega a la misma conclusión: la unión de los acontecimientos del éxodo y la historia
patriarcal ha sido una elaboración tardía; ningún texto presacerdotal y
predeuteronómico presenta la salida de Egipto como el cumplimiento de una promesa
hecha a los patriarcas: solamente los textos más recientes intentan una conciliación o
correlación.

Sólo el texto de Ex 6, 2-8 ya mencionado, un texto sacerdotal, establece la


correlación entre la promesa hecha a Abrahán, Isaac y Jacón, y el acontecimiento del
éxodo y la posesión de la tierra. Sin embargo, sorprende no encontrar no encontrar
ningún nexo entre los Patriarcas y el Éxodo en el relato de la vocación de Moisés (Ex
3-4). En efecto, el texto identifica al Dios que se le aparece a Moisés como el Dios de
los patriarcas (3-5), y no va más allá. No indica de ninguna manera que la tierra a la
que YHVH va a enviar su pueblo es la tierra prometida de los padres.

c) Padres o Patriarcas:
Estrechamente relacionado a la anterior cuestión, encontramos el interrogante,
discutido hasta el día de hoy: dilucidar si la expresión “los padres o nuestros padres”
son los patriarcas o los Israelitas en el desierto. Este tema ha sido estudiado

14 Cf. J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco, verbo divino, 2001, Navarra,
España, p. 234.
15 Ibíd, p. 336.
16 Cf. Ibíd., p. 236.
11

principalmente por diferentes exegetas17, bástenos poner como ejemplo que las
promesas de las que habla Jos 21,44 no se encuentran en el Génesis, sino en Dt 12,10b;
25,19.

Jos 21, 44-45:Yahveh les concedió paz en todos sus confines, tal como había jurado a sus
padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente. Yahveh entregó a todos sus enemigos
en sus manos. No falló una sola de todas las espléndidas promesas que Yahveh había hecho a la
casa de Israel. Todo se cumplió.

En estos dos últimos textos (Dt 12, 10b; 25,19), la promesa está hecha al pueblo del
éxodo, no a los patriarcas. “Si existe relación, es realmente poco evidente y de
cualquier modo tardía18”.

A manera de conclusión hay que coincidir con Ska que la palabra “padres” en el
Deuteronomio y en toda la escritura tiene más de un significado y es necesario
estudiar cada contexto antes de establecer cuál es su significado en un determinado
texto. Cada vez –afirma Ska- “resulta más verosímil que la unión entre las tradiciones
patriarcales y las tradiciones del éxodo sea una creación deuteronómica y no pueda
remontarse al periodo precedente. Por tanto, no existía antes del Deuteronomio un
documento completo que ya hubiera unido los dos bloques narrativos. Las tradiciones
estaban yuxtapuestas e incluso opuestas”19.
Por ejemplo:
En Os 12: Jacob está presentado en contraposición a Moisés.
En Ez 33, 23-29: Abraham se encuentra contrapuesto con la ley.
En Is 63: Abraham aparece opuesto a Moisés.

El Dios de nuestros Padres en el NT.

El Dios de Abraham:
Lc 1,72-75: “Teniendo misericordia con nuestros padres y recordando su
santa alianza el juramento que juró a Abrahán nuestro padre, de
concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en
santidad y justicia en su presencia todos nuestros días”.
El Dios del pueblo en desierto.
Jn 6,31: “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está
escrito: Pan del cielo les dio a comer.»
EL Dios del pueblo exiliado.
Hb 1, 1: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a
nuestros Padres por medio de los Profetas”.
EL Dios de David.

17 Cf. los artículos de Alt, «The God of the Fathers», Essays, pp. 3ss; J. P. Hyatt, o. c; F. M.
Cross, HTR, o. c; W. Richter, o. c, con abundante bibliografía; F. M. Cross, TWATl, pp.
259-79.

18 J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco, verbo divino, 2001, Navarra, España,

p. 239
19 Ibíd., p. 239.
12

Mc 11,10: “¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David!


¡Hosanna en las alturas!”
Lc 1,32: “Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre”.
Hch 2, 29: “Hermanos, permitidme que os diga con toda franqueza que
el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre
nosotros hasta el presente”.
Como vemos las opiniones se dividen, y no podemos afirmar de manera
categórica ni establecer una conclusión definitiva en torno a la discusión de quiénes
son los “Padres” tanto en el AT como en el NT, en todo caso debemos evitar caer en
opiniones extremas afirmando “los padres del Deuteronomio nunca son equiparados
con los patriarcas” o al revés: “los padres del Deuteronomio son siempre los padres
mencionados en el Génesis”, como señalaba Albrecht Alt, porque si bien esta
referencia a los “Padres” es un elemento recurrente en toda la Escritura, no siempre se
utiliza para referirse a la misma persona.
13

Bibliografía:

Biblias:
Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer, 1976, Bilbao España.

Libros:
J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco, verbo divino, Navarra, España 2001.
Blekinsopp, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001.
García López Félix, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2003.
Brevard S. Chids, el libro del Éxodo, Verbo divino, Navarra, 2003.

Lecturas recomendadas:
José Luis Sicre, Introducción al antiguo testamento, Verbo divino, Navarra, 2000.
Oliver Artus, Aproximación actual al Pentateuco, Verbo divino, cuadernos bíblicos,
Navarra, 2001.
Jaques Briend, El Pentateuco, Verbo divino, cuadernos bíblicos, Navarra,1980.
Brevard S. Chids, el libro del Éxodo, Verbo divino, Navarra, 2003: ofrece abundante
bibliografía en la pág., 111. acerca del tema «Dios de tu padre», pero no aborda la
cuestión. Cf. los artículos de Alt, «The God of the Fathers», Essays, pp. 3ss; J. P. Hyatt, o.
c; F. M. Cross, HTR, o. c; W. Richter, o. c, con abundante bibliografía; F. M. Cross,
TWATl, pp. 259-79.

14

¿SE PODRÍA ENTENDER EL RELATO DE LA CREACIÓN EN LAS CATEGORIAS DE


PROMESA-RUPTURA DE LA ALIZANZA, RENOVACIÓN DE LA PROMESA?
QUÉ RELACIÓN HAY CON LA VUELTA DEL DESTIERRO EN EZEQUIEL, REGERSO A UN
NUEVO JARDÍN.

b) El segundo éxodo
En el momento de imaginar la salvación es natural que surja con fuerza renovada la
tradición del éxodo. Es verdad que a ella se alude sólo esporádicamente en el texto
(43,16-17; 51,9) y no de 
modo unívoco . Pero el patrón canónico del éxodo es
reconocido por la gran mayoría de autores no tanto en la literalidad cuanto en la
simbología. La estructura de base se mantiene (salida-desierto- entrada), aun con
modificaciones significativas. Para sacar al pue- blo, el Señor sale (42,13) o sale su
Palabra (55,11); precede y cubre a su pueblo (52,12). Como antaño lo liberó de la
esclavitud y de los trabajos forzados, así libera al pueblo de la esclavitud, de la cárcel o
de la oscuridad (40,1-2; 42,7; 47,6; 49,9; 51,14; 52,2.4). El Señor reivindica su título de
redentor (cf. supra). El camino es seguro y rápido, el desierto se transforma en paraíso
(40,3; 41,17-19; 43,19- 20; 44,3-4; 55,1). Desaparece el carácter de prueba, pero se
mantienen las resistencias, encarnadas en los otros dioses, en la misma Babilonia e
incluso en el propio pueblo (40,27; 41,13-14; 42,18-20; 43,18; 45,9-11; 48,1-8; 49,14).
Pero la Palabra del Señor vencerá con facilidad; esta seguridad abre y cierra el texto
profético (40,8; 55,11). Por fin, llega la meta, la entrada. El pueblo es traído o vuelve
(44,22) porque la Palabra del Señor (55,11) o el Señor mis- mo (52,8) vuelven. La
tierra, meta del primer éxodo, se concentra en Jerusalén (49; 54); a Jerusalén se le
anuncia el mensaje salvífico (41,27) y es la interlocutora del Señor (51,17-52,6). Con
ella se abría el poema (40,2) que se cierra con Babilonia (55,12). La mano que salvó a
Israel y que le castigó hará nacer al nuevo pueblo con su poder (43,12-13; 50,2).

Nuevo Éxodo
El Éxodo del siglo XIII sirve de referencia para perfilar, como una salida todavía un
tanto pálida, la salvación y el futuro de “consolación” previsto en el plan de Dios.
Simultáneamente, avanzando en el tiempo y en el texto, el libro de Isaías centra su
atención y su mirada sobre las mediaciones de la salvación. De esta forma, interviene
la figura de un misterioso mediador-siervo, “flecha aguda” en las manos de Dios
(49,2), protegido por Él, (42,6), y que es depositaria del espíritu que traerá la
salvación al pueblo (42,1), que librará de toda ceguera y de todas las tinieblas.
Ese siervo se encuentra en el corazón del misterio dela historia que aparece fijado en
el libro de Isaías por medio de una serie de oráculos que lo introducen en escena.
Figura misteriosa que une la elección a la desfiguración y al sufrimiento y, éstos, con
toda certeza, a la resurrección en el oráculo presentado en 52, 13-53,12.
Estos oráculos del Siervo vienen acompañados, además, por una serie que, en este
caso, se refiere a la figura femenina de Sión, situándose, de forma repentina, en un
nivel de trascendencia y perfección inéditos (cf. 49,21; 54,4-5).

Nuevo Éxodo
15

Esta santa Sión se ve descrita alumbrando un pueblo nuevo (49,21; 54,1 y 66, 7-9).
Éste es otro aspecto del misterio de la historia. Hasta tal punto que la novedad de la
salvación reside, ahora, en la unión de las naciones a Israel.
Este libro, que dedica oráculos fulminantes a los juicios terribles contra las naciones
arrogantes e idólatras, llega, además, mucho más lejos, anunciando la reunión de las
naciones en torno a Sión.
Contra toda esperanza, el acto de gracia que perdona el pecado de Israel reúne a las
propias naciones paganas, que vivían al margen de la fe de Israel (45,14; 56,1-8;
66,18-21).
Así, en el horizonte del presente, el tiempo escatológico contiene la perspectiva del
juicio de los rebeldes y malvados que hacen de la historia una pesadilla y, al mismo
tiempo, el júbilo universal para todos los redimidos, invitados a “un festín de manjares
suculentos y vinos de solera” que será ofrecido por Dios en monte Sión (25,6).

Este anuncio de salvación es un nuevo éxodo, que será más maravilloso que el
primero y se realizará en tres etapas:
- Salir de Babilonia

- Caminar por el desierto, que se convierte en un jardín.
- Entrar en Jerusalén
En el primer éxodo, el faraón ordenó la salida del pueblo. Ahora, es Dios mismo el que
dice: ¡Salid! Ciro es el nuevo Moisés. Los prodigios superan los del primer éxodo.
Cuando pasan por el desierto se transforma en un vergel. El pueblo se pone en
marcha, es una liturgia procesional: no toquéis nada que sea impuro, salid de su
medio, purificaos, vosotros que lleváis los utensilios de Yahveh. No saldréis con prisa...
(52, 11s). El desierto, transformado en jardín, es una autopista. La meta es la ciudad
de Jerusalén. El punto de destino en el éxodo de Egipto era la Tierra prometida. Ahora,
Jerusalén tiene un papel central. Esto es debido a una evolución ideológica: en el
primer éxodo tenían una mentalidad agrícola, y ahora urbana.
Estas características (en el desierto sale vida) hacen referencia a la creación y a la
redención. El nuevo éxodo es una nueva categoría salvífica. Se invita al pueblo a mirar
al futuro y no más al pasado (43, 16ss). Habrá un tercer éxodo, que lleve a la
conversión, a desarrollar un nuevo paraíso en la vida del pueblo, será el éxodo
mesiánico.

1. YHVH os suscitará un profeta como Moisés: cumplimiento en Jesús.


Dt 18, 15.18: “Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos,
un profeta como yo, a quien escucharéis. Yo les suscitaré, de en medio de sus
hermanos, un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo
lo que yo le mande.
Mal 3:23: “He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de
Yahveh, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el
corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema”.
a. Jesús el verdadero Josué.
La estructura del Pentateuco y la organización del canon hebreo son
fundamentales para poder comprender el Nuevo Testamento. La vida pública de Jesús,
16

en los cuatro evangelios, comienza junto al Jordán, donde Juan Bautista bautizaba.
¿Por qué este escenario? Para quien ha leído el Pentateuco, la respuesta es inmediata.
Moisés ha llegado hasta el Jordán con el pueblo y ha muerto sin haber podido cruzar
esta última frontera. Su obra ha quedado incompleta. La conclusión del Pentateuco es
una conclusión abierta hacia la tierra que contempla Moisés. Josué finalizará la obra
iniciada.
Cuando Jesús aparece en los evangelios, su misión es similar: él anuncia la venida del
reino, es decir, el momento en que Israel podrá finalmente tomar posesión de la tierra.
El inicio del Nuevo Testamento se presenta como cumplimiento de la obra incompleta
de Moisés. Jesús es otro Josué.
En realidad, los dos nombres son idénticos: Josué es la forma hebrea y Jesús la forma
aramea. Jn 5, el pasaje de la curación del paralítico de la piscina de Betesda, hace
alusión a esta temática cuando Jesús dice: ―Moisés escribió acerca de mí (Jn 5,46).
Moisés ha anunciado que Yhwh había escogido a Josué para cumplir la promesa hecha
a los patriarcas de darle la tierra al pueblo. Para Jn 5, Jesús es este Josué anunciado.
Por esta razón, los evangelios empiezan en las márgenes del Jordán, donde todavía se
encuentra el pueblo en Dt 34, cuando se baja el telón sobre el Pentateuco y Moisés20.

Sin embargo, no pensemos que Moisés, tan preocupado por los débiles, acepta
fácilmente la misión que Dios va a en- comendarle. El relato de la vocación, contenido
en los capítulos 3-4, indica sus numerosas resistencias. Para comprenderlo bien hace
falta tener presente su complicada estructura. Después de la visión introductoria de la
zarza (3,1-3), encontramos un diálogo entre Dios y Moisés, que contiene los siguientes
elementos:

• Llamada y respuesta (3,4)


• Autopresentación de Dios (3,6)
• Discurso introductorio y misión (3,7-10)
• Primera objeción de Moisés: ¿quién soy yo? (3,11)
• Promesa y señal (3,12)
• Segunda objeción de Moisés: ¿quién eres tú? (3,13)
• «Yo soy el que soy», el dios de los padres, el libertador. Renovación del envío
(3,14-22).
• Tercera objeción de Moisés: «si no me hacen caso» (4,1)
• Prodigios (4,2-9)

• Cuarta objeción de Moisés: «no sé hablar» (4,10)

• «Yo estaré en tu boca» (4,11-12)
• Quinta objeción de Moisés: «envía a otro» (4,13)
• Aarón será tu boca (4,14-17)
El número cinco es más importante en la Biblia de lo que a veces se piensa. Y cinco son
las objeciones de Moisés, en su intento de eludir la misión que Dios le encomienda.
Usa argu- mentos muy distintos: lo descomunal de la tarea (1), su igno- rancia
teológica (2), el temor de que no le hagan caso (3), su falta de cualidades (4), para
terminar presentando su dimisión (5). Es el relato más elaborado en toda la Biblia

20 Ska, Pentateuco, p. 12
17

sobre la resis- tencia del hombre a aceptar una misión divina.


Pero Dios, como en el caso de Jeremías, no desiste de su empeño. Con esto comenzará
una nueva etapa en la vida de Moisés. Al despedirse de su suegro, pronuncia unas
curiosas palabras que provocan la sonrisa del lector: «Voy a volver a Egipto, a ver si
mis hermanos viven todavía» (4,18). Como si, inconscientemente, desease su muerte
para no tener que reali- zar su misión.

2. Promesa de una nueva ley inscrita en el corazón del pueblo


3. Emmanuel; promesa o castigo.

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