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“Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha
enviado a vosotros.» Siguió Dios diciendo a Moisés: «Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios
de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a
vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación.”
Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído aquellas palabras de Dios cuando
os dice: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos,
sino de vivos.» Al oír esto, la gente se maravillaba de su doctrina.
Con esto sólo queremos decir que el pueblo de Israel se ha caracterizado por su
pertenencia a un único Dios, el Dios de sus antepasados; independientemente de si se
quiere decir que el libro del génesis se pretende fundamentar la existencia de un
padre común (Abrahán) que unifique a todos los clanes y pueblos nómadas que
deambulaban por la Media luna fértil; el pueblo de Israel se auto-concibe como el
pueblo del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de sus padres. Antes de abordar
el tema de lleno, deseo hacer reflexionar sobre dos elementos fundamentales de la
revelación judía:
1 “La tierra tiene prioridad lógica ya que todo lo demás depende de la promesa de que
él y sus descendientes la poseerán”. Blekinsopp, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra
2001, p. 148. Para Blekinsopp el tema de “la tierra” es el tema central en el cual gira
toda la historia Patriarcal, el Éxodo y la entrada en la Tierra prometida.
2 Cf. J.L. Ska, Introducción a la lectura del pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p. 12
3 Ibíd, p. 6
3
4Cf. J.L. Ska, Introducción a la lectura del pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p.
197-206.
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el Dios del éxodo y el Dios del éxodo cumple las promesas realizadas a los
patriarcas.
c) Ley de continuidad y de actualidad: con esto se busca establecer una unión con
un pasado remoto y, por otra, se quiere demostrar que las tradiciones conservan su
validez en el presente. Dt 5, 3: “No con nuestros Padres YHVH hizo esta alianza, sino con
nosotros, los mismos que estamos aquí vivos”. A pesar de algunas dificultades
interpretativas –acera de a qué Padres se refiere- lo que se quiere demostrar es que la
alianza no pertenece al pasado, sino al presente. El pasado interesa y se cuenta porque
funda el presente.
- Después del exilio el problema de la tierra se agudiza ¿vale la pena dejar
babilonia o Egipto y regresar a Israel? ¿cuál era el plan divino para su
pueblo? Los relatos patriarcales reconocen que las promesas patriarcales
no han perdido nada de su actualidad. Son promesas unilaterales, sin
condiciones, ligadas a un juramento divino (Gn 15-17), que nadie puede
abolir.
- Hay que recordar el pasaje de Mt 19, 9 en que se pregunta a Jesús si es licito
dar el acta de divorcio, a lo que Jesús responde recordando que en el
principio no era así, que en el plan divino no existía el divorcio.
“Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo
te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y haré famoso tu nombre, que será
una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. Por ti
serán benditas todas las naciones de la tierra”.
La alianza del cap. 17 recuerda la del cap. 15, aunque existen diferencias
significativas entre ambas. En 15,7-19, las promesas proceden de Yahvé, mientras que
en 17,1 la fuente de las promesas es El Saday - este texto forma parte de una serie que
5García López Félix, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2003, p. 103; Cf. Blekinsopp,
El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p. 156
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da por sentado que Dios sólo era conocido por los patriarcas como El Saday-. Por otro
lado, en 15,18 la promesa se refiere principalmente a la tierra; en el cap. 17: a los
descendientes – ahora la promesa de la tierra se subordina a la de la posteridad;
aparecen continuas referencias a la multiplicación y a la fecundidad en (17,2.6) que
remiten a (1,22.28; 8,17; 9,1). Por otra parte, a Abrahán y sus descendientes, Dios
promete «ser su Dios» (17,7-8). Y finalmente, a diferencia de Gn 15, la alianza del
capítulo 17 comporta un requisito: la circuncisión, como signo de la alianza y como
lazo permanente con Dios (v. 10-14). En esto, se asemeja a la de Noé (9,8-17), donde el
arco iris era el signo de la alianza6.
b) Promesas:
Promesa de un hijo: 15,4; 16,11; 17,16.19-21; 18,10.14. La promesa de un hijo
sólo se hace a Abrahán. Varios autores la subordinan a la promesa de
descendencia, dado que ésta lleva implícita la promesa de un hijo y que ambas
aparecen juntas en algunos textos.
Promesa de unos descendientes: 12, 2; 13, 16; 15,5; 16,10; 17,2.4-6; 21,12-
12.18 (Abrahán); 26,4-24 (Isaac); 28,14; 35,11; 46,3; (cf.48,4) (Jacob).
Promesa de una tierra: 12,1.7; 13,14-15.17; 15,7.13-16.18; 17,8; (cf. 24,7)
(Abrahán); 26,2-4 (Isaac); 28,13.15; 35,12; (cf. 48,4; SO,24) (Jacob).
Promesa de asistencia / acompañamiento: 26,3.24 (Isaac); 28,15; 31,3; 46,4;
(cf. 48,21; 50,24) (Jacob) La promesa de asistencia divina va ligada
exclusivamente a las historias de Isaac y Jacob. En la historia de Abrahán, falta
la fórmula específica de esta promesas (Estar contigo), aunque no las
referencias genéricas a la presencia favorable de Dios en la vida del patriarca.
Promesa de bendición: 12,2-3; 17,16.20; 22,17.18 (Abrahán); 26,4.24 (Isaac);
28,14(Jacob).
Junto a las promesas de la tierra y de una descendencia numerosa, el discurso
de 28,13-15 contiene un elemento nuevo: la promesa de ―hacer volver a Jacob
a la tierra de sus padres (28,15)
El bloque patriarcal se inserta como un parte aguas que marca una fuerte
distinción entre los relatos. Hasta ahora, Dios se había ocupado del universo y de toda
la humanidad. Desde ahora, la narración se preocupará sólo de un pueblo y de una
tierra. Si todavía se habla de otros pueblos o de otras naciones será en función de las
relaciones con este pueblo y esta tierra. Este drástico cambio en la trama significa
ciertamente que algo nuevo comienza en Gn 12,1-3.
La cuestión a tratar ya no es qué le sucederá a la humanidad sobre la tierra,
sino cuál será la suerte de los antepasados de Israel. Para Isaac, el programa se
encuentra en Gn 26,2-5. Por lo demás, Dios le repite a Isaac las promesas realizadas a
Abrahán: la promesa de la tierra y la promesa de una descendencia numerosa. El
discurso también establece la continuidad entre Abrahán e Isaac, entre el Dios de
Abrahán y el Dios de Isaac.
6 Cf. García López Félix, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2003, p. 104
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Ex 2,24: “Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abrahán, Isaac y
Jacob”.
por consiguiente, las palabras dirigidas a Moisés resuenan en los oídos del
lector Israelita que se encuentra en el exilio, asegurándoles que todavía puede
contar con que Dios que hizo estos antiguos juramentos – a los Patriarcas- los
cumplirá llevado nuevamente a su pueblo a la patria10.
moraron como forasteros. Y ahora, al oír el gemido de los israelitas, reducidos a esclavitud
por los egipcios, he recordado mi alianza. Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Yahveh; Yo
os libertaré de los duros trabajos de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os salvaré con
brazo tenso y castigos grandes. Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy
Yahveh, vuestro Dios, que os sacaré de la esclavitud de Egipto. Yo os introduciré en la tierra
que he jurado dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré en herencia. Yo, Yahveh.»
10 Blekinsopp, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001, p. 156.
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Desde el punto de vista teológico, los dos elementos esenciales para el pueblo
de Israel son: las promesas hechas a los padres y el binomio éxodo/ley (cf. Ex 20,2-3).
El Señor de Israel se define como ―el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob (Ex 3,6)- y como -el Señor, tu Dios, que te sacó (a Israel) del país de Egipto, de
la casa de servidumbre- (Ex 20,2). Estas dos afirmaciones son las dos columnas que
sostiene todo el Pentateuco, excepto la historia de los orígenes (Gn 1—11). En todo
caso, los primeros capítulos del Génesis añaden un último elemento: el Dios de los
patriarcas y el Dios del éxodo es también el creador del universo.
11 Cf. Brevard S. Chids, el libro del Éxodo, Verbo divino, Navarra, 2003, p. 63-64.
12 A. Alt, Der Gott der Vader. Ein Beitrag zur Urgeschixhte der israelitischen Religion,
Stutgtgar 1929. En J. Ska, Introduccion a la lectura del Pentateuco, Verbo divino 2001,
Navarra, p. 144.
13 Para todo lo referente a este tema: J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco,
Dt 29, 9-12: “Aquí estáis hoy todos vosotros en presencia de Yahveh vuestro Dios: vuestros
jefes de tribu, vuestros ancianos y vuestros escribas, todos los hombres de Israel, con vuestros
hijos y vuestras mujeres (y también el forastero que está en tu campamento, desde tu leñador
hasta tu aguador), a punto de entrar en la alianza de Yahveh tu Dios, jurada con imprecación,
que Yahveh tu Dios concluye hoy contigo para hacer hoy de ti su pueblo y ser él tu Dios como te
ha dicho y como juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”.
Por tanto concluye Ska: “Ningún texto de la perícopa del Sinaí menciona a los
patriarcas. Es verdad, en ninguna parte se dice, como en Dt 29, 12, que YHVH haya
realizado su alianza con Israel por ser fiel a una promesa hecha a los patriarcas”15.
c) Padres o Patriarcas:
Estrechamente relacionado a la anterior cuestión, encontramos el interrogante,
discutido hasta el día de hoy: dilucidar si la expresión “los padres o nuestros padres”
son los patriarcas o los Israelitas en el desierto. Este tema ha sido estudiado
14 Cf. J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco, verbo divino, 2001, Navarra,
España, p. 234.
15 Ibíd, p. 336.
16 Cf. Ibíd., p. 236.
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principalmente por diferentes exegetas17, bástenos poner como ejemplo que las
promesas de las que habla Jos 21,44 no se encuentran en el Génesis, sino en Dt 12,10b;
25,19.
Jos 21, 44-45:Yahveh les concedió paz en todos sus confines, tal como había jurado a sus
padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente. Yahveh entregó a todos sus enemigos
en sus manos. No falló una sola de todas las espléndidas promesas que Yahveh había hecho a la
casa de Israel. Todo se cumplió.
En estos dos últimos textos (Dt 12, 10b; 25,19), la promesa está hecha al pueblo del
éxodo, no a los patriarcas. “Si existe relación, es realmente poco evidente y de
cualquier modo tardía18”.
A manera de conclusión hay que coincidir con Ska que la palabra “padres” en el
Deuteronomio y en toda la escritura tiene más de un significado y es necesario
estudiar cada contexto antes de establecer cuál es su significado en un determinado
texto. Cada vez –afirma Ska- “resulta más verosímil que la unión entre las tradiciones
patriarcales y las tradiciones del éxodo sea una creación deuteronómica y no pueda
remontarse al periodo precedente. Por tanto, no existía antes del Deuteronomio un
documento completo que ya hubiera unido los dos bloques narrativos. Las tradiciones
estaban yuxtapuestas e incluso opuestas”19.
Por ejemplo:
En Os 12: Jacob está presentado en contraposición a Moisés.
En Ez 33, 23-29: Abraham se encuentra contrapuesto con la ley.
En Is 63: Abraham aparece opuesto a Moisés.
El Dios de Abraham:
Lc 1,72-75: “Teniendo misericordia con nuestros padres y recordando su
santa alianza el juramento que juró a Abrahán nuestro padre, de
concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en
santidad y justicia en su presencia todos nuestros días”.
El Dios del pueblo en desierto.
Jn 6,31: “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está
escrito: Pan del cielo les dio a comer.»
EL Dios del pueblo exiliado.
Hb 1, 1: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a
nuestros Padres por medio de los Profetas”.
EL Dios de David.
17 Cf. los artículos de Alt, «The God of the Fathers», Essays, pp. 3ss; J. P. Hyatt, o. c; F. M.
Cross, HTR, o. c; W. Richter, o. c, con abundante bibliografía; F. M. Cross, TWATl, pp.
259-79.
18 J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco, verbo divino, 2001, Navarra, España,
p. 239
19 Ibíd., p. 239.
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Bibliografía:
Biblias:
Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer, 1976, Bilbao España.
Libros:
J. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco, verbo divino, Navarra, España 2001.
Blekinsopp, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2001.
García López Félix, El Pentateuco, Verbo divino, Navarra 2003.
Brevard S. Chids, el libro del Éxodo, Verbo divino, Navarra, 2003.
Lecturas recomendadas:
José Luis Sicre, Introducción al antiguo testamento, Verbo divino, Navarra, 2000.
Oliver Artus, Aproximación actual al Pentateuco, Verbo divino, cuadernos bíblicos,
Navarra, 2001.
Jaques Briend, El Pentateuco, Verbo divino, cuadernos bíblicos, Navarra,1980.
Brevard S. Chids, el libro del Éxodo, Verbo divino, Navarra, 2003: ofrece abundante
bibliografía en la pág., 111. acerca del tema «Dios de tu padre», pero no aborda la
cuestión. Cf. los artículos de Alt, «The God of the Fathers», Essays, pp. 3ss; J. P. Hyatt, o.
c; F. M. Cross, HTR, o. c; W. Richter, o. c, con abundante bibliografía; F. M. Cross,
TWATl, pp. 259-79.
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b) El segundo éxodo
En el momento de imaginar la salvación es natural que surja con fuerza renovada la
tradición del éxodo. Es verdad que a ella se alude sólo esporádicamente en el texto
(43,16-17; 51,9) y no de
modo unívoco . Pero el patrón canónico del éxodo es
reconocido por la gran mayoría de autores no tanto en la literalidad cuanto en la
simbología. La estructura de base se mantiene (salida-desierto- entrada), aun con
modificaciones significativas. Para sacar al pue- blo, el Señor sale (42,13) o sale su
Palabra (55,11); precede y cubre a su pueblo (52,12). Como antaño lo liberó de la
esclavitud y de los trabajos forzados, así libera al pueblo de la esclavitud, de la cárcel o
de la oscuridad (40,1-2; 42,7; 47,6; 49,9; 51,14; 52,2.4). El Señor reivindica su título de
redentor (cf. supra). El camino es seguro y rápido, el desierto se transforma en paraíso
(40,3; 41,17-19; 43,19- 20; 44,3-4; 55,1). Desaparece el carácter de prueba, pero se
mantienen las resistencias, encarnadas en los otros dioses, en la misma Babilonia e
incluso en el propio pueblo (40,27; 41,13-14; 42,18-20; 43,18; 45,9-11; 48,1-8; 49,14).
Pero la Palabra del Señor vencerá con facilidad; esta seguridad abre y cierra el texto
profético (40,8; 55,11). Por fin, llega la meta, la entrada. El pueblo es traído o vuelve
(44,22) porque la Palabra del Señor (55,11) o el Señor mis- mo (52,8) vuelven. La
tierra, meta del primer éxodo, se concentra en Jerusalén (49; 54); a Jerusalén se le
anuncia el mensaje salvífico (41,27) y es la interlocutora del Señor (51,17-52,6). Con
ella se abría el poema (40,2) que se cierra con Babilonia (55,12). La mano que salvó a
Israel y que le castigó hará nacer al nuevo pueblo con su poder (43,12-13; 50,2).
Nuevo Éxodo
El Éxodo del siglo XIII sirve de referencia para perfilar, como una salida todavía un
tanto pálida, la salvación y el futuro de “consolación” previsto en el plan de Dios.
Simultáneamente, avanzando en el tiempo y en el texto, el libro de Isaías centra su
atención y su mirada sobre las mediaciones de la salvación. De esta forma, interviene
la figura de un misterioso mediador-siervo, “flecha aguda” en las manos de Dios
(49,2), protegido por Él, (42,6), y que es depositaria del espíritu que traerá la
salvación al pueblo (42,1), que librará de toda ceguera y de todas las tinieblas.
Ese siervo se encuentra en el corazón del misterio dela historia que aparece fijado en
el libro de Isaías por medio de una serie de oráculos que lo introducen en escena.
Figura misteriosa que une la elección a la desfiguración y al sufrimiento y, éstos, con
toda certeza, a la resurrección en el oráculo presentado en 52, 13-53,12.
Estos oráculos del Siervo vienen acompañados, además, por una serie que, en este
caso, se refiere a la figura femenina de Sión, situándose, de forma repentina, en un
nivel de trascendencia y perfección inéditos (cf. 49,21; 54,4-5).
Nuevo Éxodo
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Esta santa Sión se ve descrita alumbrando un pueblo nuevo (49,21; 54,1 y 66, 7-9).
Éste es otro aspecto del misterio de la historia. Hasta tal punto que la novedad de la
salvación reside, ahora, en la unión de las naciones a Israel.
Este libro, que dedica oráculos fulminantes a los juicios terribles contra las naciones
arrogantes e idólatras, llega, además, mucho más lejos, anunciando la reunión de las
naciones en torno a Sión.
Contra toda esperanza, el acto de gracia que perdona el pecado de Israel reúne a las
propias naciones paganas, que vivían al margen de la fe de Israel (45,14; 56,1-8;
66,18-21).
Así, en el horizonte del presente, el tiempo escatológico contiene la perspectiva del
juicio de los rebeldes y malvados que hacen de la historia una pesadilla y, al mismo
tiempo, el júbilo universal para todos los redimidos, invitados a “un festín de manjares
suculentos y vinos de solera” que será ofrecido por Dios en monte Sión (25,6).
Este anuncio de salvación es un nuevo éxodo, que será más maravilloso que el
primero y se realizará en tres etapas:
- Salir de Babilonia
- Caminar por el desierto, que se convierte en un jardín.
- Entrar en Jerusalén
En el primer éxodo, el faraón ordenó la salida del pueblo. Ahora, es Dios mismo el que
dice: ¡Salid! Ciro es el nuevo Moisés. Los prodigios superan los del primer éxodo.
Cuando pasan por el desierto se transforma en un vergel. El pueblo se pone en
marcha, es una liturgia procesional: no toquéis nada que sea impuro, salid de su
medio, purificaos, vosotros que lleváis los utensilios de Yahveh. No saldréis con prisa...
(52, 11s). El desierto, transformado en jardín, es una autopista. La meta es la ciudad
de Jerusalén. El punto de destino en el éxodo de Egipto era la Tierra prometida. Ahora,
Jerusalén tiene un papel central. Esto es debido a una evolución ideológica: en el
primer éxodo tenían una mentalidad agrícola, y ahora urbana.
Estas características (en el desierto sale vida) hacen referencia a la creación y a la
redención. El nuevo éxodo es una nueva categoría salvífica. Se invita al pueblo a mirar
al futuro y no más al pasado (43, 16ss). Habrá un tercer éxodo, que lleve a la
conversión, a desarrollar un nuevo paraíso en la vida del pueblo, será el éxodo
mesiánico.
en los cuatro evangelios, comienza junto al Jordán, donde Juan Bautista bautizaba.
¿Por qué este escenario? Para quien ha leído el Pentateuco, la respuesta es inmediata.
Moisés ha llegado hasta el Jordán con el pueblo y ha muerto sin haber podido cruzar
esta última frontera. Su obra ha quedado incompleta. La conclusión del Pentateuco es
una conclusión abierta hacia la tierra que contempla Moisés. Josué finalizará la obra
iniciada.
Cuando Jesús aparece en los evangelios, su misión es similar: él anuncia la venida del
reino, es decir, el momento en que Israel podrá finalmente tomar posesión de la tierra.
El inicio del Nuevo Testamento se presenta como cumplimiento de la obra incompleta
de Moisés. Jesús es otro Josué.
En realidad, los dos nombres son idénticos: Josué es la forma hebrea y Jesús la forma
aramea. Jn 5, el pasaje de la curación del paralítico de la piscina de Betesda, hace
alusión a esta temática cuando Jesús dice: ―Moisés escribió acerca de mí (Jn 5,46).
Moisés ha anunciado que Yhwh había escogido a Josué para cumplir la promesa hecha
a los patriarcas de darle la tierra al pueblo. Para Jn 5, Jesús es este Josué anunciado.
Por esta razón, los evangelios empiezan en las márgenes del Jordán, donde todavía se
encuentra el pueblo en Dt 34, cuando se baja el telón sobre el Pentateuco y Moisés20.
Sin embargo, no pensemos que Moisés, tan preocupado por los débiles, acepta
fácilmente la misión que Dios va a en- comendarle. El relato de la vocación, contenido
en los capítulos 3-4, indica sus numerosas resistencias. Para comprenderlo bien hace
falta tener presente su complicada estructura. Después de la visión introductoria de la
zarza (3,1-3), encontramos un diálogo entre Dios y Moisés, que contiene los siguientes
elementos:
20 Ska, Pentateuco, p. 12
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