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La coma, por Álex Grijelmo

Extraído del libro El estilo del periodista, editorial Taurus, Barcelona, 2001

Las Normas. Las reglas que se expresan a continuación están tomadas de la gramática de la
lengua española editada por la Real Academia (si bien se añaden algunos comentarios entre
paréntesis). Con esas seis normas bien aprendidas, el periodista cometerá infimos errores en el
uso de este signo.

1. Dos o más partes de una oración, cuando se escriban seguidas y sean de la misma clase, se
separarán con una coma. Ejemplo: "Juan, Pedro, Antonio". Pero no cuando medien estas tres
conjunciones: y, ni, o. "Juan, Pedro y Antonio"; "ni el joven ni el viejo"; "bueno, malo o mediano".

(Eso no significa que esté prohibido el uso de coma cada vez que preceda a una "y". La norma
habla de palabras que "sean de la misma clase". Por ejemplo, a veces se precisa la coma para
separar oraciones unidas por una conjunción copulativa, de modo que se facilite la lectura: "Juan
viajó la pasada noche a Barcelona, y a Madrid no irá hasta mañana". Si no escribiéramos esa
coma, el lector podría entender como un conjunto sintáctico el grupo "Juan viajó la pasada noche a
Barcelona y a Madrid". de ese modo le obligaríamos a releer la frase —lo que supone un fracaso
para el periodista— cuando se diera cuenta de que el grupo "no irá hasta mañana" se queda fuera
del sentido que él ha tomado).

"López suplirá ante el Steaua la baja de Santi y Caminero regresará a Europa después de
tres años". (El País, 20 de noviembre de 1996. titular de Deportes).

Una coma delante de "y caminero" habría facilitado la lectura.

"Capelo echa de menos a Meca y Seedorf recomienda a un holandés para el filial". (As, 19
de septiembre de 1996. Titular).

Ocurre lo mismo que en el caso anterior, para no leer "echa de menos a Meca y Seedorf".

"Una serie del segundo va a Teruel y Biescas arranca otros 14 millones". (La Vanguardia, 6
de enero de 1997. Titular sobre la lotería.
Ahí se forma, de igual modo, el grupo "va a Teruel y Biescas". ¿Dónde debió colocarse una coma
aquí?:
"Aparecieron las zancadas felinas de Lardín y Dani y Raúl fue creciendo en el partido. (El
país, 28 de marzo de 1996. Crónica dictada por José Sámano).

Evidentemente, tras "Dani" tenía que aparecer el signo, pues la siguiente "y" no une palabras de la
misma especie ("Raúl" no forma parte de la enumeración, sino que opera como sujeto de la oración
siguiente).

2. En una cláusula con varios miembros independientes entre sí, éstos se separan con una coma,
vayan precedidos o no de una conjunción. Ejemplos: "Todos mataban, todos se compadecían,
ninguno sabía detenerse"; "al apuntar el alba cantan las aves, y el campo se alegra, y el ambiente
cobra movimiento y frescura".

(Tal precepto coincide con el comentario al apartado anterior. En este último caso, el grupo tomado
erróneamente, si no se hubiera puntuado con la coma, habría sido "al apuntar el alba, cantan las
aves y el campo").
3. Las oraciones que suspendan momentáneamente el relato principal se encierran entre comas.
Ejemplos: "La verdad, escribe un político, se ha de sustentar con razones y autoridades"; "los
vientos del Sur, que en aquellas abrasadas regiones son muy frecuentes, ponen en grave peligro a
los viajeros".

(El periodista deberá tener cuidado con este uso de la coma en frases largas donde incluya otras
aposiciones. En esos casos, y teniendo en cuenta la mayor o menor profundidad del inciso, puede
—a veces debe— acudir a las rayas o los paréntesis).

4. El nombre en vocativo va seguido de una coma, si está al principio; precedido de una coma. si
está al final; y entre comas, si se encuentra en medio de la oración. Ejemplos: "Juan, óyeme";
"Óyeme, Juan"; "repito, Juan, que oigas lo que te digo".

5. Cuando se invierte el orden regular de las oraciones de la cláusula, adelantando lo que había de
ir después, debe ponerse una coma al final de la parte que se anticipa. Ejemplo: "Cuando el
cuadrillero tal oyó, túvole por hombre falto de seso". Sin embargo, la coma no es necesaria en las
transposiciones cortas y muy perceptibles. Ejemplo: "Donde las dan las toman".

(La agilidad del lenguaje periodístico puede implicar que no se cuente con esa coma en muchas
ocasiones. Lo cual no debe censurarse, siempre que el significado quede claro: "Antes de dos
meses te diré lo que hice").

6. La elipsis del verbo se indicará con una coma. Ejemplo: "Usar de venganza con el superior es
locura; con el igual, peligro; con el inferior, vileza".

(Pero atención: no se puede extender esta norma a las ideas meramente enunciativas en la que no
se pretende trasladar acción o verbo. Podemos usar la elipsis —y la coma correspondente— en un
titular así: "Abraham Olano, ganador de la etapa", porque elidimos el verbo ser. Pero no tendría
sentido en un titular meramente enunciativo, por ejemplo para un perfil personal donde se reflejen
los triunfos a lo largo de su carrera: "El ganador Olano". Si añadiéramos una coma, cambiaríamos
el sentido del titular).

(En cierta ocasión, un corrector del diario El País cayó en ese error de ultracorrección. El periódico
ofreció en exclusiva el primer capítulo de la última novela que había escrito entonces el ya premio
Nobel Gabriel García Márquez: El general en su laberinto. Pero el corrector interpretó que el título
encerraba la elipsis de un verbo —el general está en su laberinto—, y le añadió la correspondiente
coma: "El general, en su laberinto". Y hay que tener sumo cuidado con eso: no significaría lo
mismo "el fútbol antes de la guerra" —en cuyo caso nos referiremos a una situación histórica— que
"el fútbol, antes de la guerra" —como si primero hubiera que jugar un partido y después repartir
bombazos—. Igual que en tantos otros casos, conviene tener oído y seguir la lógica de la frase).

(Atención, pues, a ese oído para este ejemplo. Transcripción de unas declaraciones del futbolista
Iván Zamorano: "No tengo inconveniente en jugar de delantero centro o de defensa central si el
equipo lo necesita. Y el que lo valore bien, y el que no, pues nada". —El País, 23 de marzo de
1996. José Miguélez—. La frase debió puntuarse así: "Y el que lo valore, bien; y el que no, pues
nada").

LAS CONFUSIONES A CUENTA DE LA COMA

Jamás entre sujeto y verbo. La coma jamás debe interrumpir la circulación entre el sujeto y el
verbo, a no ser que se introduzca entre ellos a una aposición. Este error se extendió mucho en los
años sesenta y setenta, sobre todo en pequeños periõdicos para ir desapareciendo
paulatinamente. Pero aún quedan reminescencias. No se puede titular, por tanto, "Aznar, viaja a
Guatemala". Porque en ese caso, por ejemplo, lo escrito no traslada una información, sino que le
da una orden al político del PP (con la coma, el presente de indicativo se convierte en imperativo).
No siempre ocurrirá que cambie el significado. En otros casos simplesmente se cometerá un error
que despistará al lector y tal vez le obligue a leer dos veces por creer que se le ofrece una
aposición (que luego no se cierra).

Sí puede escribirse la coma en el caso de que al sujeto le siga un inciso, como hemos dicho:
"Aznar, y no Matutes, viajará a Guatemala".

Y cabe una excepción a la prohibición general de interponer una coma entre sujeto y verbo: que el
sujeto conste de una frase completa (normalmente, de relativo): "El que quiera venir conmigo a
casa esta noche, que venga". A veces incluso la coma facilita la correcta comprensión: "El que no
sabe, pregunta" (que diferencia esta frase de "el que no sabe pregunta").

La coma reparte juego. Dentro de su papel de guardia urbano, la coma distribuye las
dependencias en la oración. Como aquí:

"El ministro que no reparaba en elogios el año pasado, cayó en desgracia".

"El ministro que no reparaba en elogios, el año pasado cayó en desgracia".

Si atendemos a ese valor sintáctico de la coma, no caeremos en confusiones como ésta:


"Desde hace unos años vive en un pueblo al lado del Miño dedicado a la enseñanza y a la
escritura". (El País, 29 de noviembre de 1996. Amelia Castilla).

La presencia de una coma habría servido para ordenar por un lado la expresión "un pueblo al lado
del Miño" y por otro "dedicado a la enseñanza y a la escritura"; Porque sin ella podemos tomar
como un mismo grupo concordante "un pueblo dedicado a la enseñanza y a la escritura". Debió
escribirse así: "Desde hace unos años vive en un pueblo al lado del Miño, dedicado a la enseñanza
y a la escritura".

En el siguiente ejemplo, tal como se escribió, la ausencia de coma cobija bajo el mismo verbo dos
oraciones que debían tener un paraguas diferente cada una:

"Hace tiempo le vi lo lejos en las bodas del pintor Úrculo y supongo que no me vio ni yo me
levanté de mi mesa para saludarle". (El Mundo, 15 de septiembre de 1996. Martín Prieto).

Se está diciendo "supongo que no me vio" pero también "supongo que no me levanté".
Evidentemente, el articulista puede suponer que la persona a quien se refiere no le vio, pero no
debiera dudar de si él —quien habla— se levantó o no. Por tanto, debió colocar una coma en el
lugar adecuado, para que ésta ordenara el tráfico sintáctico: "Hace tiempo le vi a lo lejos en las
bodas del pintor Úrculo y supongo que no me vio, ni yo me levanté de mi mesa para saludarle".

"Olano sigue siendo una espléndida promesa, pero todos los expertos se pronuncian por
que será uno entre los grandes, no el más grande y el hijo de Induráin no estaría a punto
hasta una posible quinta legislatura del Partido Popular". (El País, 3 de enero de 1997.
Manuel Vázquez Montalbán).

Sin la coma en su papel de guardia de la circulación, el grupo que se forma es "será un grande
entre los grandes, no el más grande y el hijo de Induráin", lo que obliga a releer el texto para
encontrar sentido a la frase, que debió escribirse así: "…Pero todos los expertos se pronuncian por
que será uno entre los grandes, no el más grande, y el hijo de Induráin no estaría a punto hasta
una posible quinta legislatura del Partido Popular". También pudo resolverse la pausa mediante un
punto y coma delante de "y el hijo de Induráin".
"La gente abandonó sus casas al tiempo que la policía, con altavoces, le conminaba a
hacerlo". (El País, 14 de enero de 1997. Sin firma).

La falta de una coma forma el grupo "la gente abandonó sus casas al tiempo que la policía"; y ello
obliga a leer de nuevo la frase para entenderla correctamente.

La ultrapuntuación. Cualquier coma debe tener un porqué. Una coma que no cumple misión
alguna no debe continuar en el papel. Y no resultará fácil que cumpla una misión si no forma parte
de las seis reglas expresadas anteriormente (aunque en los siguientes apartados se examinan
unas pequeñas excepciones).

Así, por ejemplo, carecería de lógica escribir:

"Pedro es, mayor que Juan" .

"Juan es menor que Pedro pero, más maduro".

"Hacía mucho tiempo, que los medios de comunicación extranjeros no se hacían eco tan
apasionadamente de un suceso ocurrido en España". (El País, 4 de enero de 1997.
Entradilla de un resumen de prensa).

"Las canchas se vacían y las audiencias televisivas se han retraído. Pero, los valores de
este deporte siguen ahí". (As, 11 de enero de 1997. Alfredo Relaño).

Hemos visto con frecuencia una coma detrás de un "pero". Tal vez en muchos casos proceda de
que el periodista ha cambiado un inicial "sin embargo" por esa palabra, y se le ha olvidado luego
retirar el signo ortográfico.

Tampoco se puede caer en el error de agrupar entre comas determinados complementos de la


oración, como si se tratara de aposiciones. Si intentamos así resaltar una idea, darle mayor
volumen de voz en la entoación de la frase, sólo conseguiremos producir ruido y entorpecer la
lectura ágil del texto periodístico. Por ejemplo:

"El ministro llegó, en coche, hasta el Palacio de Justicia".


¿Qué necesidad tienen esas comas? Si queremos resaltar que llegó en coche, hagámoslo por
otros medios:
"El ministro llegó hasta el Palacio de Justicia. Y lo hizo en coche".
También se cae en ultracorrección cuando se coloca una coma tras el adverbio inicial de una
oración (siempre que el sentido permita prescindir de ella). "Quizás, éste no era el mejor momento
para venir". "Probablemente, iremos mañana". Porque estas fórmulas no equivalen a la presencia
de un complemento circunstancial formado por varias palabras (y del que hemos hablado más
arriba).

La coma después de "luego". Eso sí, habrá que hacer una excepción con el adverbio "luego":
"He ido sin comer. Luego, volveré hambriento". En el primer caso, "luego" funciona como
conjunción consecutiva (igual que lo haría "por tanto"). En el segundo, estamos ante un adverbio
temporal (equivalente a "después") que tiene capacidad para ocupar otro lugar en la oración.
"Volveré hambriento luego". La coma, como vemos, resulta fundamental para distinguirlos.

La coma después de "mientras". Igual que sucede con "luego", el adverbio "mientras' puede
tomar valor de conjunción según se ponga o no una coma: vemos la diferencia entre "mientras tú
vienes" y "mientras, tú vienes". La falta de cuidado en ese detalle conduce muchas veces a que el
lector no entienda nada, como en estos casos:
"Mientras Jordi Mollà, Nancho Novo y Carlos Fuentes resultan mucho mejor que Juan
Diego Botto, que funciona con un registro menos convincente que el resto de sus
compañeros del amplio, atractivo y bien conjuntado grupo". (El País, 11 de noviembre de
1996. Augusto M. Torres).

"Mientras la sueca Liv Ullmann se limita a retratar al famoso operador Sven Nykvist durante
su trabajo; el francés Régis Wargnier, a fotografiar al presidente François Mitterrand, y el
alemãn Wim Wenders, a sacar a los actores Bruno Ganz y Otto Sander sobre el tejado de
la gran Biblioteca de Berlín". (El País, 1 de mayo de 1996. Augusto M. Torres).

"El cubano Jorge Perugorría está más gordo que nunca y resulta poco convincente lejos de
su habituales camiones. Mientras Antonio Valero aparece perdido en su imposible papel de
maléfico marido". (El País, 12 de mayo de 1996. Augusto M. Torres).

La coma también significa. He aquí algunos casos más en que la coma sí cumple una función
diferenciadora. En infinidad de ocasiones, una sola coma puede cambiar el sentido de una frase.
Incluso puede volver del revés su significado. Ya lo hemos observado en el caso anterior (un
presente de indicativo pasa a imperativo, al convertirse el sujeto en vocativo). Pero toparemos con
muchos más.

A: Pedro, ¿está Juan aqui?


B: No está aqui.

A: ¿No está aquí, Alberto?


C: No, está aquí.

Vemos con claridad que C dice lo contrario que B, y que entre tan diferentes asertos sólo media
una coma.

La coma y el como. Uno de los errores de puntuación en los que más caen los periodistas
procede del uso de la coma delante del adverbio modal "como'. Porque, como en los supuestos
anteriores, también puede alterar el mensaje.

"He venido, como me dijiste".

"He venido como me dijiste".

He aquí un caso que, si lo comprendemos bien, nos despejará las dudas en muchos otros. Porque
se aprecia nítidamente cómo este signo de puntuación se constituye en paraguas que acoge bajo
su protección unas partes u otras de la frase; según la situemos, según la utilicemos o la
suprimamos.

En "he venido, como me dijiste" la coma tiene una misión específica: da cobijo a "he venido" y lo
aleja de "como me dijiste", de manera que la fuerza de la frase, la carga semántica principal, recae
sobre "he venido". Y separa el grupo "como me dijiste", con lo cual nos da el indicio de que se trata
de una oración diferente: he venido, y he cumplido así lo que me dijiste.

En "he venido como me dijiste", la ilación de todas las palabras impide atisbar la existencia de dos
grupos. Se trata de uno solo, y el "como" no cumple una función de conjunción (formaría parte
entonces del segundo grupo de la oración subordinada), sino de adverbio de modo (del que
dependen a su vez las restantes palabras: me dijiste): lo hago de la manera en que me dijiste.
"… Se dirigió anoche a la nación para anunciar que no encargará a los socialistas que
formen Gobierno, como estaba previsto que sucediera hoy". (El País, 11 de enero de 1997.
Agencias. Sección Internacional).

Con esa coma ahí, lo previsto era que no se encargara a los socialistas que formasen Gobierno.
Pero el periodista quiso decir lo contrario. En un caso así, se aclaran las dudas escribiendo "en
contra de lo que estaba previsto".

El fallo de puntuación a este respecto se produce con harta frecuencia en las fes de errores de los
periódicos: "Abraham Olano tiene 26 años y no 27, como informamos ayer". En ese caso, no hacía
falta la fe de errores, porque se informó bien (a tenor de lo que nos transmite la coma).

"The English Theatre Workshop no ha suspendido las funciones para niños que ofrece
dentro de la programación de las campañas escolares, como se informaba en estas
páginas". (El País, 19 de marzo de 1997. Suplemento Madrid).

La coma y su circunstancia. Ya hemos visto que el complemento circunstancial puede terminar


en una coma cuando se coloca delante de su lugar natural, cuando se sitúa antes del verbo ("el
primer viernes de la semana próxima, te daré los caramelos"). Pues lo mismo debe suceder
cuando, teniendo su lugar natural delante del verbo para comprender mejor su significado, lo que
colocamos detrás.

"Felipe González ha pedido ayudas, desde la oposición".


Veamos este otro ejemplo:
"Felipe González pidió orden durante su discurso".

"Durante su discurso, Felipe González pidió orden".

"Felipe González pidió orden, durante su discurso".

(Los ejemplos segundo y tercero son equivalentes: Felipe González pronuncia un discurso y en él,
genéricamente, pide orden. En el primero, em cambio, decimos que Felipe González debió de
escuchar algunas risitas y reclamó respeto hacia su intervención).

Pero no se trata del único caso posible:

"Ahora podremos analizar las piezas y las técnicas que usaban aquellos artesanos del
siglo XVI con métodos del siglo XX". (El País, 23 de marzo de 1996. Vicente G. Olaya).

En efecto, el orden adecuado debió establecerse así: "Ahora podremos analizar con métodos del
siglo XX las piezas y las técnicas que usaban aquellos artesanos del siglo XVI". De no hacerlo así,
se precisa una coma delante del último complemento, el que sale de su lugar natural. Porque, de
otro modo, se entendería "las técnicas que usaban aquellos artesanos con métodos del siglo XX";
es decir, que conocían el túnel del tiempo.

"Un grupo de encapuchados repartió ayer octavillas con instrucciones para fabricar
artefactos incendiarios durante una manifestación de HB celebrada en Bilbao". (El Mundo,
8 de septiembre de 1996. Andoni Biurrarena).

(Por tanto, las instrucciones hablaban de cómo preparar el artefacto rápidamente durante la
manifestación, según se entiende; y no tranquilamente en casa de cada cual para usarlos luego
cuando lo creyeran oportuno).
"El PP da por hecho su triunfo electoral en un congreso eufórico". (El País, 20 de enero de
1996. Titular de primera página).

(¿Cómo no iba a ganar el PP en su propio congreso, si era el único partido que asistía?).

"Un premio Nobel relata su travesía por la locura en el congreso de psiquiatría", (El País,
27 de agosto de 1996. Titular de Sociedad).

Debió de estar muy mal organizado el congreso, para que el hombre se volviera loco durante su
celebración).

La coma y el adverbio entrometido. Hemos hablado del paraguas que forma la coma. Según la
situemos, unas palabras se mojan y otras no; unas se apiñan en torno a una idea y otras quedan a
su aire. La barrera entre unas y otras la construye este modesto signo. Así ocurre con los
adverbios que se cuelan como aposiciones en el medio de una oración.

"Miguel no es claramente un hombre seguro".

"Miguel no es, claramente, un hombre seguro".

En el primer ejemplo, Miguel tal vez sea un hombre seguro, pero no lo vemos muy claro. En el
segundo ejemplo, no hay duda alguna de que Miguel tiembla cuando ha de tomar una decisión.

La coma, insistimos, trabaja como guardia de la circulación y envía a cada palabra con aquellas
que deben complementarla adecuadamente; o impide que se influyan las que han de entenderse
separadas.

El nombre y el cargo. Igualmente, la coma toma un valor fundamental en el caso de las


aposiciones equivalentes; es decir, aquellas que, desde el punto de vista del significado, definen al
sujeto o lo completan:

"El presidente del Gobierno, José María Aznar, declaró ayer…".

En este caso la aposición (,José María Aznar,) equivale a todo el grupo "el presidente del
Gobierno". Y fijémonos en que de esa equivalencia forma parte también el artículo "el". Por tanto,
estamos hablando de un presidente del Gobierno al que adjudicamos un artículo determinado; y
eso implica que tanto el emisor del mensaje como el receptor saben de qué presidente del
Gobierno se trata: igual que cuando se dice "dame el lapicero" en lugar de "dame un lapicero". En
este caso, sabemos que se trata del actual presidente, y que el Gobierno del que hablamos es el
español. Y sólo una persona reúne todos esos requisitos: José María Aznar. Ejemplo correcto,
pues.

Si hemos entendido eso, veremos con claridad cómo el siguiente ejemplo no casa con la lógica de
nuestro lenguaje:

"El jugador del Real Madrid, Davor Suker, viajó ayer a Croacia".

De nuevo se trata de una aposición equivalente: "el jugador del Real Madrid" equivale a "Davor
Suker". Pero nótese que, en efecto, estamos hablando de "el jugador", no de "un jugador". Y ahí se
rompe la lógica de la frase tal como estaba expresada. Porque previamente no teníamos
establecido de manera tácita que "el jugador del Real Madrid" ha de ser necesariamente Davor
Suker (al contrario de lo que pasaba en el caso de José María Aznar, donde no cabía más opción).
Porque Suker es "un jugador del Real Madrid" (al menos en el momento de escribirse estas líneas).
Así pues, se debió eliminar la aposición (y, por tanto, se debieron suprimir las comas):

"El jugador del Real Madrid Davor Suker viajó ayer a Croacia".

Sí habría servido en cambio la aposición si hubiéramos utilizado el artículo indeterminado:

"Un jugador del Real Madrid, Davor Suker, viajó ayer a Croacia".

Porque Davor Suker es, en efecto, un jugador del Real Madrid. No el jugador. Porque hay más
jugadores, y por tanto no podemos establecer el acuerdo tácito de que nos referimos precisamente
a él.

Ahora bien, si le definimos de manera que no quepa duda de que hablamos exclusivamente de él,
sí podemos utilizar las comas y la aposición:

"El jugador del Real Madrid que luce el 9 en su camiseta, Davor Suker, viajó ayer a
Croacia".

Ejemplo de incorrección:

"Esta frase del director de cine, Alejandro Amenábar, el goya más joven del cine español,
fue prácticamente coreada por el mundo de la cultura". (El País, 31 de enero de 1997. Sin
firma. Sección Comunicación).

De cómo lo que figura entre comas equivale a la totalidad del sujeto nos da buena referencia este
ejemplo:

"Los jugadores del Barcelona que venían de Brasil llegaron tarde al partido contra el
Logroñés".

En ese caso, sólo llegaron tarde los brasileños del Barça. Pero pongamos las comas y creemos
una aposición.

"Los jugadores del Barcelona, que venían de Brasil, llegaron tarde al partido contra el
Logroñés".

En este segundo caso, estamos diciendo que todos los jugadores del Barça se presentaron con
retraso en el estadio.

"Vera calificó de 'desagradable' la diligencia a la que accedió 'por respeto al juez'". (El País,
28 de mayo de 1996. J. D.).

Tal como se escribió, Rafael Vera sólo accedió a una diligencia por respeto al juez. Sin la coma,
"calificó" extiende su paraguas hasta el final de la frase. Al contrario que con ese signo ortográfico:
"Vera calificó de 'desagradable' la diligencia, a la que accedió 'por respeto al juez'". En este
segundo caso, la coma rompe la influencia de "calificó" y dota de paraguas propio a las siguientes
palabras, que se relacionan con "diligencia" y no con "calificó".

Los periodistas dejan ver a menudo sus dudas cuando se trata de ex altos cargos o personas que
ocuparon en otro tiempo determinada función.
"El ex ministro de la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, pronunció unas palabras de
recuerdo para su amigo Esteban Barcia".
Puntuación errónea ésa. Porque con las dos comas estamos diciendo que Pérez Rubalcaba es "el
ex ministro", no "un ex ministro"; y antes que él otros muchos desempeñaron el cargo.

El mejor truco, no obstante, para deshacer estos entuertos consiste en colocar primero el nombre
propio y después el cargo, suprimiendo el artículo:

"Alfredo Pérez Rubalcaba, ex ministro de la Presidencia, pronunció unas palabras de


recuerdo para su amigo Esteban Barcia".

Cuantas menos, mejor. El buen periodista deberá procurar un uso restringido de las comas.
Entiéndase: habrá de emplear todas las estrictamente necesarias. Ni una más.

En unos pocos casos, se puede elegir entre usar una coma o prescindir de ella (he aquí las
excepciones de las que hablamos al principio de este apartado):

"Yo soy de Burgos; y tú, de Barcelona".

"Yo soy de Burgos, y tú de Barcelona".

En efecto, la falta del verbo "eres" en la segunda oración obligaría a colocar la coma. Pero cuando
se trata de elisiones tan leves podemos prescindir de ese signo. En casos así, cuanta menos
puntuación mejor.

Porque aquí prima el sentido fonológico, siempre y cuando la frase muestre una claridad
indiscutible.

José Mejía, ex tipógrafo madrileño que ha elaborado un interesante trabajo práctico sobre el uso de
este signo de puntuación, habla de "el tabú de ciertas comas". Y, en efecto, la fidelidad a la
puntuación sintáctica se opone a veces a la realidad semántica de la puntuación fónica. "Hay
comas intocables desde el punto de vista de la sintaxis", escribe Mejía, "pero inútiles
prácticamente, cuando no opuestas al significado".

Sus ejemplos se reproducen a continuación:

CASI, CASI. Pese al ejemplo del diccionario de la Academia: "Casi, casi me caigo", la realidad es
que no hacemos la pausa de esa coma; al contrario, con la repetición sin pausa queremos
intensificar el significado del adverbio. "Casi casi me caigo" expresa un apuro mayor que "casi me
caigo".

ASÍ, ASÍ. Es necesaria la coma cuando se repite la afirmación: Así, así se hace"; pero a las
preguntas ¿qué tal estás?, ¿cómo se encuentra usted?, se responde "así así", sin pausa, formando
un grupo metódico que significa "ni bien ni mal, más o menos", respuesta de sentido indefinido que
sólo puede expresarse suprimiendo la coma y la pausa.

SÍ, SEÑOR; NO, SEÑOR. Esas comas están ante un vocativo en este ejemplo: "Manaña estará
usted aquí sin falta", le dijo. Y él respondió: "Sí, señor", pero en determinadas situaciones "señor"
se siente como un refuerzo del adverbio (incluso porque puede no ir dirigido a nadie): "Sí señor,
ése era el camino adecuado". Cuando se quiere expresar inequívocamente una afirmación, o una
negación, rotunda, en la que "señor" no se piensa como vocativo, la supresión de la coma es una
necesidad semántica.
¿VERDAD, USTED? Nuevamente un supuesto vocativo. En efecto, la coma nos lo presenta como
tal, igual que si escribiéramos "¿verdad, padre?". Sin embargo, se trata de una expresión coloquial,
que podemos dirigir incluso a alguien a quien tratemos de tú. Lo demuestra que el vocativo (el
verdadero vocativo) puede acompañarle: "Iremos al fútbol, verdad usted, padre?. Tan
coloquialmente pronunciamos la expresión, que nadie emplea la unión fonética de la "d" final de
"usted" y la "u" inicial de "usted": ¿ver-da-dus-ted?

ES DECIR. ¿Debe colocarse una coma después de este nexo? La duda viene dada precisamente
por el hecho de considerarlo un nexo invariable o más bien una oración que introduce a otra. "La
diferencia entre una y otra locución", escribe Mejía, "es más prosódica que semántica, por cuanto
'es decir' se pronuncia en un grupo melódico delimitado por la pausa de la coma; si esta pausa no
se hace se convierte en una especie de perífrasis verbal; y las palabras que la siguen, en su
complemento; lo cual es una degeneración fonosintáctica del castellano". Las mismas dudas se
pueden plantear con "o sea" y con "esto es". Mejía finalmente se declara partidario de que esta
expresión figure entre comas.

GÉNOVA, 13. En puridad, el nombre de una calle y el número de un portal situado en ella deben ir
separados por una coma; pero el sentido fonético nos hace prescindir de ella. En 'Génova, 13" (la
sede central del Partido Popular, en Madrid), hemos suprimido la palabra "número". Pero no
podemos comparar esa elisión con la de un verbo ("el Gobierno, asediado". El citado José Mejía y
el autor del presente libro estamos de acuerdo en que puede suprimirse. Conozco muchos
periodistas que eluden referirse así a la sede del PP —o a otros edificios conocidos— sólo por no
escribir esa molesta coma.

Los incisos aparentes. Algunas expresiones vienen a nuestra mente a menudo como incisos en
la frase: "Pedro se perdió, al parecer, la casa más grande". "Alberto cantó, al menos, fiel a su
costumbre". "Teresa diseñará, al parecer, su proyecto adecuado".

Se trata efectivamente de incisos porque si los suprimimos la oración no pierde sentido. Pero la
ausencia de comas puede alterar su significado.

"Pedro se perdió al parecer la casa más grande". "Alberto cantó al menos fiel a su
costumbre". "Teresa diseñará al parecer su proyecto adecuado".

He aquí un caso real, de los muchos que se pueden hallar en la prensa diaria:

"Uno de los heridos es Javier Rodríguez Esteban, al parecer canario de nacimiento". (El
Mundo, 4 de agosto de 1996. Gabriel Cruz).

Pues sí que le costó caro el parecer canario de nacimiento.

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