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La barrera ideológica en las tradiciones

Wendy J. Castro
Nacidos en el siglo XIX, el escritor peruano Ricardo Palma y el mexicano Luis Gonzáles

Obregón, escribieron tradiciones destacables ubicadas en sus respectivos territorios. El

tiempo-espacio de sus obras databa de dos siglos anteriores, durante el apogeo del

virreinato, esclavismo y el santo oficio. Los elementos supersticiosos, mágicos y

escalofriantes que transmiten, son los que mantienen al día presente las tradiciones volando

entre los habitantes de Hispanoamérica, asombrando a quienes las escuchan y leen.

Se identifica al individuo marginal, en este caso, al hombre o mujer de ascendencia

negra o indígena como el motivo de corrupción de las clases altas, miembros del clero y

todos aquellos que fueran de orígenes aceptables para la sociedad de la época. La mancha

en la moral provenía de caer en las tentaciones que dichos personajes representaban. En la

mujer era su físico, su belleza y cualidades ¨mágicas¨. Lo mágico se puede reinterpretar

como una conexión espiritual y empática distinguida, que, a cambio de dinero y

suministros, se fusionaba con una personalidad estratega que facilitaba la manipulación de

quien solicitaba sus servicios. No muy diferente a la mujer, el hombre también debía ser

atractivo y místico.

En ¨La emplazada¨ y ¨El Manchay-puito¨ la figura que se ve tentada a caer en el

romance prohibido es la del capellán o sacerdote. Ambos son fascinados por una mujer, en

la primera tradición, al no ser correspondido decide vengarse y eso conlleva a la muerte de

un esclavo y la condena de una condesa. En la segunda tradición, el sacerdote profana los

huesos de la amante y se pone a cantar en quichua. Por un lado, el acercamiento al otro se

infiere como algo malo, de ocurrir, la tragedia promete aparecer en la forma de la muerte. Y

más que la rápida muerte, vemos que la condena es la verdadera tortura, el no saber lo que
hay más allá de este mundo, y las posibles fuerzas sobrenaturales que puedan regir nuestro

destino.

En ¨La mulata de Córdoba¨, la mujer adquiere la etiqueta de hechicera por sus prácticas

de índole milagrosas. Los individuos se ven atraídos por sus promesas y remedios hasta que

se ve aprehendida por la inquisición. Sin embargo, logra huir de la manera más

escalofriante y fantasiosa posible, según la tradición. Volviendo a repasar la historia de la

¨curandera¨ y especialista en botánica para su época, no es complicado inferir que alguien

la ayudó a escapar por medios menos sobrenaturales y después mistificó la realidad para

que se continuara creyendo a la hechicera. En una sociedad que quería progresar por sus

medios científicos y ajenos a las culturas no occidentales, que grupos ajenos pudieran

hacerse cargo de solucionar las enfermedades o proveer otros servicios, debía ser mal visto,

debía ser producto ¨del diablo¨.

La explicación de los elementos sobrenaturales proviene de la misma superstición del

pueblo; es gracias a su desconocimiento por las culturas ajenas que se crea un sesgo hacia

lo irracional. Tenemos entonces dos perspectivas, el que no comprende porque el temor a lo

desconocido lo ciega, y el que siente fascinación por lo extraño pero su formación y valores

crean una barrera entre su visión y la visión del otro. El final para ambos escenarios es la

muerte, o tragedia.

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