Está en la página 1de 4

Para hablar de brujería y hechicería en la América colonial es necesario remitirnos a un

contexto político, social y religioso que conducía a la mujer especialmente como un sujeto
marginado dentro de una sociedad patriarcal en esencia por la posición subordinada de la
mujer en el catolicismo, cono también de una época donde los destellos de la época
medieval perduraban fuertemente en las mentalidades, y con ello las creencias
supersticiosas y las prácticas “mágicas”, y también vinculándolo con las prácticas indígenas
que también tenían una relación intrínseca con una ritualidad mística.

El mestizaje que propició el choque del mundo europeo y su catolicismo que conllevaba a
las supersticiones teniendo como eje lo diabólico, se mezcla con las tradiciones amerindias
que en el caso concreto de los aztecas podemos entrever la importancia que se le daba al
corazón como un órgano vinculado al deseo y al poder. Las dos tradicione tenían en común
el poder del varón y la subyugación de la mujer, por lo cual, ésta encontraba desde su
marginalidad una defensa propia en su cotidianidad en la brujería y la hechicería, una
manera de contener desde lo supersticioso y lo mágico los maltratos de los hombres, ellas
encontraron un poder netamente femenino que se encontraba en el uso de elementos
naturales para ejercer un deseo sobre una persona o sobre una situación particular que hace
suponer una sabiduría de lo ritual como también de los elementos de la naturaleza que
propiciaban sus actos.

Celene García en su texto: “Amuletos, conjuros y pócimas de amor: un caso de hechicería


juzgado por el Santo Oficio” nos contextualiza las significaciones que propiciaba la brujería
y la hechicería en el México colonial exponiéndonos un caso, el de Margarita de Palacios,
una mujer de cuarenta años que nunca había salido de Puebla, una mujer pobre y mestiza
que fue acusada de brujería por evidenciar sus actos de hechicería por un caso expuesto en
la Santa Inquisición que manifiesta que esta mujer hacía brujería con la intención de
recuperar a su amado que la había abandonado por otra mujer.

La autora expone que la Santa Inquisición se encargaba de juzgar estos actos teniendo en
cuenta que en el momento en que esta ejercía en América era un contexto donde la
modernidad estaba emergiendo, por lo tanto, esta institución eclesiástica tenía más
fundamento a la hora de juzgar un caso como se evidencia en el texto de Ruth Behar
“Brujería sexual, colonialismo y poderes femeninos: opiniones del Santo Oficio de la
Inquisición en México" que expone un caso donde una mujer está evidentemente
arrepentida de su acto y el juez la perdona, pero sin embargo no significa que se deba
desconocer una violenta arbitrariedad de esta institución a la hora de juzgar estas prácticas
que llevaron al exterminio a muchas mujeres en Europa especialmente.

Los sincretismos en América fundamentaron nuevas prácticas en la hechicería, poniendo


como un ejemplo del texto mencionado de una mujer con tradición indígena que ponía
alfileres a un corazón que era envuelto de cera. La concepción del corazón para los aztecas
era profunda, pues este era el órgano que contenía la esencia y el alma del ser humano y por
eso los sacrificios en las pirámides tenían como eje fundamental sacar el corazón de una
persona para así el sacrificador alimentarse del alma de la persona sacrificada.

Por esto, los sincretismos de las concepciones católicas donde la superstición y la


hechicería eran prácticas concebidas por lo diabólico, y eran las mujeres las descendientes
de Eva la pecadora en la Biblia, las que propiciaban estas prácticas con el fin de “dominar”
“Retraer” “hacer maleficio” a los hombres que normalmente eran sus esposos, lo que
evidencia un sistema patriarcal donde no era mal visto la subyugación del hombre a la
esposa, pero sí era mal visto la sabiduría de la naturaleza de las mujeres a la hora de hacer
sus rituales y defenderse de la violencia machista o incluso para sus propios deseos
femeninos de “amarrar” a un hombre que desean, o por el contrario de cortar la potencia
sexual de los mismos para evitar el abuso.

La brujería quizá era un modo profundamente femenino de defensa frente a la violencia


física de fuerza bruta masculina, incluso se podría entender la brujería como una violencia
de otra manera porque de alguna manera lo que se deposita en el ritual de estas hechicerías
son formas de controlar a los hombres desde actos rituales muy viscerales que pretendían
debilitar al hombre desde lo emocional, lo supersticioso o lo psicológico:

Puesto que las mujeres tenían muy pocas esferas en las que podían hacerse respetar,
desarrollaron, en México y en otras partes de América Latina, un rico lenguaje simbólico
de creencias y actos para oponerse, castigar y hasta controlar a los hombres que la
dominaban. Era un lenguaje saturado de violencia: así como los hombres golpeaban a sus
esposas, las mujeres se vengaban con una forma más sutil de violencia [ CITATION Rut91 \l
3082 ]

Ana M. Splendiani en su texto “El santo oficio en Cartagena de Indias: El delito de


brujería” nos expone un punto muy interesante y es la influencia de las poblaciones
africanas en acciones de brujería y hechicería que se desataban en el Caribe. El padre
Claver era un personaje ambiguo en su actuar ya que tenía una vocación de defensa por las
poblaciones negras en Cartagena de Indias, a la vez que también era el que hacía confesar
las acciones de brujería que asistían al interés del santo oficio. Las prácticas rituales
africanas tenían sus propias connotaciones culturales y materiales, el uso de pomadas en la
piel provocaba efectos alucinógenos que eran utilizados para “la cena de las brujas”, una
ceremonia donde se enaltecía la animalidad del ser humano y culminaba con un ritual que
terminaba en una orgía sexual. Estas son evidencias de la cultura africana más libertaria en
la sexualidad y más vinculada a una esencia del cuerpo como un agente de la naturaleza del
instinto.

En conclusión, las prácticas de brujería en la América Latina colonial eran desde espacios
sociales marginados, las mujeres como sujetos marginados de una sociedad profundamente
religiosa y patriarcal donde el hombre podía hacer lo que quisiera con ellas, encontraron un
refugio y una defensa en la brujería, como también un espacio donde ellas podían
evidenciar su poder como seres humanos porque era la única manera de sobresalir en una
sociedad dominada por el hombre. Por otro lado, la influencia de la religión católica traída
por España en América Latina suscitaba los sincretismos con las culturas originarias
indígenas que tenían conocimientos de la naturaleza y rituales que eran tomados como
brujería por la institución eclesiástica, como también la influencia de los esclavos africanos
en América que también tenían otras maneras de hacer rituales de hechicería, lo que nos
hace pensar que la superstición y el uso de la naturaleza para los deseos, las venganzas, las
fuerzas del bien y del mal son intereses en toda la humanidad y que se pueden evidenciar en
todas las épocas.
Bibliografía.

 Behar, Ruth. Brujería sexual, colonialismo y poderes femeninos: opiniones del


Santo Oficio de la Inquisición en México. Editorial Anjalbo, México, 1991.
 García Ávila, Celene. Amuletos, conjuros y pócimas de amor: un caso de
hechicería juzgado por el Santo Oficio (Puebla de los Ángeles, 1652).
Contribuciones desde Coatepec, Toluca, 2009.
 Splendiani, Anna Maria. El santo oficio en Cartagena de Indias: El delito de
brujería. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1997.

También podría gustarte