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El momento de ingreso a la escolaridad signa el abandono de las relaciones tempranas, de

las certezas familiares, con la obligatoriedad de la pertenencia a una institución, donde hay
otros adultos con autoridad que no son los padres, los niños participan de actividades con
otros niños que no son los hermanos y se construyen conocimientos que no son los
domésticos.
La escuela se impone como una realidad compleja, coparticipada con sujetos y objetos
desconocidos que ingresan en la vida afectiva de los niños, y producen un cambio
significativo en su actividad psíquica.
En el momento del nacimiento se instituye entre el niño y su madre un único espacio y una
única relación preponderante la de su madre y él.
Con el tiempo la madre recupera otras satisfacciones, posterga al niño, quien queda
colocado en situación de carencia. Por la ausencia de la madre, el niño busca reeditar y
recuperar aquella plenitud perdida.
Desde el momento del nacimiento y por un lapso prolongado, la única realidad existente
para el niño es su madre. Con posterioridad descubre otro espacio de mayor amplitud, que
describe una realidad circunscrita al espacio familiar.
Estos espacios son denotativos de lo que para él adquiere valor de realidad: su realidad
psíquica, que se complejiza en la medida en que dichos espacios se multiplican.
Con la institucionalización del espacio familiar como único referente representativo de la
realidad psíquica surge la fantasía, producción con la que se intenta recapturar e imaginar
situaciones ideales de reencuentro con lo amado.
La fantasía resulta insuficiente, surgen pensamientos y proyectos. Se esbozan nuevos
espacios de mayor amplitud y complejidad que el familiar.
Previamente al ingreso a la escuela, en el interior de la familia, el niño elabora aspectos
básicos del lenguaje fundamental, una vez en la escuela confronta este lenguaje con el
discurso de conjunto, el de sus maestros y compañeros.
La imposición de la existencia de una diversidad de espacios y de lenguajes que el niño
encuentra entre sus compañeros del grado precipita la caída de las certezas familiares y
fomenta la integración de la diversidad, surge la reflexión como producción psíquica
preponderante. La escuela enriquece la realidad psíquica del niño y le permite potenciar el
pensamiento y el aprendizaje.
Algunos niños se resisten a abandonar el espacio dual de las relaciones familiares, y en la
escuela se muestran desinteresados y aislados. Los únicos referentes que ingresan para
ellos y a los que responden son los familiares.
Otros, en cambio, se integran interesados al espacio escolar, equivalente del societal,
confrontando con maestros y compañeros la vigencia de sus conocimientos y antecedentes
familiares. Encuentran situaciones desconocidas, reflexionan, piensan. La sustitución y la
integración de espacios que se produce con el ingreso del niño a la escolaridad no es
mecánica, ni repentina. Los niños que manifiestan dificultades para su integración escolar
suelen padecer algún tipo de fijación a modalidades o sujetos del entorno familiar, que
perturban la tendencia natural al enriquecimiento psíquico.

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