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¿Por qué es científica la ciencia?

Agustín González Ruiz

Solemos pensar en la ciencia como un saber seguro e irrefutable


que nos conducirá de forma progresiva e inexorable hacia un cono-
cimiento cada vez más preciso del funcionamiento del mundo. La in-
vestigación científica parece exenta de crítica.
Sin embargo, a lo largo de la historia de la ciencia y especialmente
durante el siglo XX, se han sucedido diversas crisis de certezas, so-
bretodo en el campo de la física, aunque no de forma exclusiva. Es-
tas crisis llevaron en primer lugar a preguntarse sobre la presunta
«superioridad» de la ciencia respecto a otros campos del saber y, de
ahí, a la necesidad de establecer una línea de demarcación entre lo
que definimos como ciencia y lo que consideramos pseudociencia.
El objetivo de este libro es el de proporcionar una primera aproxima-
ción a las principales líneas de pensamiento en torno a la fundamen-
tación filosófica del saber científico, con objeto de emitir una com-
prensión crítica del mismo.

[1]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Agustín González Ruiz

¿Por qué es científica la


ciencia?
La ciencia a la luz de la filosofía
Descubrir la ciencia - 25

ePub r1.0
Titivillus 07.07.2020

[2]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Título original: ¿Por qué es científica la ciencia?


Agustín González Ruiz, 2016

Editor digital: Titivillus


ePub base r2.1

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Para María, Agustín y Gabriel, por muchas y muy


variadas razones. Siempre.

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Índice de contenido

Cubierta

¿Por qué es científica la ciencia?

Prefacio

La ciencia
Orígenes del conocimiento científico
El Círculo de Viena o la concepción científica del mundo
Definición de ciencia
Recuadro: Giro lingüístico en el siglo XX
Una definición de saber
El saber científico
Criterios de demarcación
Clasificación de las ciencias
Breve historia de la filosofía de la ciencia
Moritz Schlick
Ludwik Fleck o los estilos de pensamiento en ciencia
La concepción clásica o proposicional de las teorías científicas
El falsacionismo popperiano
El calado en el ámbito científico de la filosofía de la ciencia
contemporánea
La concepción estructural de las teorías científicas
La inconmensurabilidad conceptual entre paradigmas
La concepción constructivista de las teorías científicas
Los métodos de justificación racional de la ciencia
La inducción
La deducción
La abducción
La abducción
La heurística
El método hipotético-deductivo

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

El método científico según Einstein


La modelización
Los límites gnoseológicos y éticos de la ciencia
La concepción acumulativa del progreso científico
Concepto acumulativo del progreso científico
La concepción no-acumulativa o revolucionaria
El progreso científico como verosimilitud

Ciencia y filosofía
La filosofía como pseudociencia para el positivismo lógico
La filosofía como pseudociencia
Filosofía y ciencia: una historia en común
Filosofía y comunidad científica
La filosofía y los criterios de demarcación
Filosofía como ciencia de la ciencia o metaciencia
La doble limitación ética de la ciencia
David Hume y la falacia naturalista

Ciencia y pseudociencias
La astrología y otras pseudociencias
La predicción en las pseudociencias
La astrología y los criterios de demarcación
Equivalencia epistemológica entre ciencia y mitología según Qui-
ne
La verdadera razón de la incontrastabilidad empírica de la predic-
ción astrológica
Carga ideológica de la astrología

Hipótesis psicológica sobre la popularidad de las pseudociencias

Explicación de la pseudociencia en clave científica


Explicación médica de los poderes especiales

Ciencia y religión
Creencia basada en la razón frente a creencia basada en la fe
Ciencia frente a religión
Los criterios de verdad
Creacionismo y diseño inteligente como pseudociencias

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Religión y precisión terminológica


Funcionalidad social de la religión

Apéndices

Bibliografía recomendada

Glosario

Sobre el autor

Notas

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

«Es asunto de la mayor trascendencia aislar


conocimientos que, según su género y origen, se
diferencian de los demás, y prevenir celosamente que
no vayan a mezclarse con aquellos con los que,
en el uso, habitualmente van unidos».

IMMANUEL KANT, Crítica de la razón pura (B870/A842)

«Pues el rasgo característico de la verdadera ciencia


consiste en que sus conocimientos son universales,
objetivos, vinculantes para todas las épocas y todos los
pueblos, que sus resultados pretenden por ello un
reconocimiento sin límite y que al final se imponen
siempre. Los progresos de la ciencia son definitivos y es
imposible ignorarlos por mucho tiempo».

MAX PLANCK, La ley de la causalidad y la libertad de la


voluntad
Conferencia del 17 de febrero de 1923

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

PREFACIO

La ciencia es una empresa humana que goza de enorme prestigio


social. Afirmar que algo está «científicamente demostrado» equivale
a decir que es valioso, que se acepta, que nadie en su sano juicio lo
pondría en duda. «Científicamente demostrado» es uno de los galar-
dones más deslumbrantes al que puede aspirar una afirmación o
conjunto de afirmaciones realizadas en público. Y hasta tal punto es-
to es así que se ha llegado a utilizar incluso como eslogan publicita-
rio: si aparece alguien en los medios, por ejemplo, ataviado con bata
blanca afirmando que está científicamente demostrado que un de-
terminado dentífrico protege como ningún otro contra la caries y
blanquea los dientes como los imaginaron los poetas clásicos en
sus seres amados, o que el detergente lavaplatos, además de relu-
cir las vajillas como ningún otro, cuida el medioambiente y mima y
conserva los engranajes de su electrodoméstico, nadie dudará de
las bondades de estos productos, menos aún si se acompaña la cu-
ña publicitaria de alguna suerte de gráfica numérica que refuerce el
apoyo científico-matemático del mismo.
En la consulta del médico, ante la presencia de la bata blanca y
la inminencia de su saber científico, nuestros dolores parece que se
aplacan; en la sala de espera del dentista deja de molestarnos la
muela que nos arruinó la noche al simple aroma de sus productos y
conocimientos suministrados por la ciencia odontológica. Y hasta los
docentes embutidos en sus batas blancas resultan más respetables
y convincentes que aquellos que sólo pueden mostrar en su ropa el
blanco del polvo de la tiza.

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Esta confianza social en la ciencia, este prestigio de las batas


blancas de laboratorio no es casual y resulta, sin duda, bien mereci-
do. La ciencia médica y la farmacéutica, por ejemplo, han aumenta-
do nuestra esperanza de vida y mejorado la calidad de la misma, in-
cluso han reducido los dolores de su tramo final. Nuestra existencia
resulta en este sentido menos dolorosa que la de nuestros antepa-
sados gracias al conocimiento científico. Esperamos además de la
ciencia avances alentadores que nos libren de lacras presentes, ta-
les como el Alzheimer o el Parkinson, y aplaudimos con entusiasmo
toda noticia relativa a cualquier progreso científico que haya acaba-
do por fin con alguna epidemia endémica en el mundo.
Nos interesan también, pues somos curiosos por naturaleza, los
últimos descubrimientos realizados en sofisticados aceleradores de
partículas que sacan a la luz los componentes más escondidos del
mundo material que nos rodea, hallazgos que nos permiten avanzar
en el conocimiento del universo, representarnos cómo pudo surgir la
realidad de la que formamos parte y cuál es su futuro más probable.
Nos maravillan, en este sentido, las imágenes que recibimos del
confín del espacio mediante potentes telescopios, puestos en órbita
gracias al avance tecnológico que se alimenta del conocimiento de
la ciencia y revierte en él en una espiral progresiva que no parece
tener límite y que ha mostrado un desarrollo casi explosivo en las úl-
timas décadas de la larga historia de la humanidad.
Asimismo nuestro ocio se ve muy enriquecido por el desarrollo
científico: de los ya remotos y pequeños televisores en blanco y ne-
gro de válvulas de mercurio hemos pasado en unas décadas a im-
presionantes pantallas planas en color de cada día más alta defini-
ción y de pulgadas siempre crecientes, al cine en casa con proyec-
tores diminutos, al teléfono móvil prácticamente universal, al GPS y
a la videoconferencia, que hace no tanto estaba reservada a las pe-
lículas de ciencia ficción. Y qué decir de los ordenadores persona-
les, los programas informáticos o los sistemas cada vez más peque-
ños de almacenamiento de datos: un comparativamente minúsculo
ordenador portátil contiene hoy, por ejemplo, un estudio profesional

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

de grabación musical, un sistema profesional de edición de películas


en alta definición o todas las herramientas para la maquetación del
más sofisticado de los libros. Y ya que hablamos de libros, en un pe-
queño dispositivo del tamaño de un llavero caben todos los ejempla-
res que pudiera leer en su vida el mayor de los lectores humanos y
muchísimos más. En suma, los ejemplos de la repercusión que tiene
la ciencia directa o indirectamente en nuestras vidas son innumera-
bles.
Sin embargo, aunque todos estimamos en grado sumo la ciencia
y sus avances, pocos podrían ofrecer una definición precisa de lo
que es esta. Con la ciencia no ocurre, por cierto, nada peculiar en
este sentido: las definiciones son difíciles para quienes no están ha-
bituados a formularlas y sucede con frecuencia que conocemos muy
bien una cosa aunque no sepamos ofrecer una definición exacta de
la misma, es decir, una definición que incluya sólo el tipo de cosas
que caen dentro de ella y excluya el resto de objetos del universo.
Así, y es un ejercicio que solemos repetir en clase cada curso los
que pretendemos que la humanidad aprenda a pensar con mayor
precisión, los alumnos saben perfectamente lo que es una mesa y
saben distinguirla correctamente de otros objetos, pero les cuesta
suministrar una definición adecuada de la misma, perdiéndose al
principio en su forma, composición, número de patas, etc., es decir,
perdiéndose en una infinitud de posibilidades. Entonces se les hace
reparar en que debe delimitarse su género (mueble) y señalarse lo
que las caracteriza, su función, para qué sirven.
Si lo que se pide es la definición de ciencia, el ejercicio se com-
plica sumamente, y lo que suele responderse es parcial e impreciso:
ciencia es el conocimiento demostrado, seguro, cierto, definitivo. In-
cluso, a veces, aparece en la definición el científico de bata blanca.
Entonces se convierte en una descripción circular vacía: ciencia es
lo que hace el científico en el laboratorio. Sin embargo, aunque ten-
ga más que comprobado y demostrado que el sol derrite el hielo, mi
conocimiento no es científico por ello. Es un conocimiento que po-
seían ya los hombres primitivos, sin duda, cuando la ciencia como la

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

conocemos hoy ni siquiera se vislumbraba en el horizonte. Ponga-


mos por caso que tristemente sufro la infidelidad de mi pareja, sin
embargo no diría que poseo ciencia de esa infidelidad; o que he
constatado con frecuencia y lo doy por seguro que la ingesta de
ciertos alimentos me produce irremediablemente dolor de cabeza,
sin embargo, ignoro la explicación científica de tan fastidioso fenó-
meno.
Que el conocimiento científico sea definitivo tampoco es del todo
cierto, la ciencia avanza, evoluciona, progresa. Este avance supone
cambio, revisión, eliminación de lo que un día se tuvo por bueno. La
ciencia tiene una historia, un pasado y seguramente un futuro. Hubo
un tiempo en que la Tierra estaba en el centro del universo para la
ciencia del momento, luego resultó que era el Sol el que estaba en
el centro, pero no del universo, sino que ocupaba un lugar más o
menos marginal en una galaxia de tamaño medio, la Vía Láctea. Era
una galaxia entre millones de galaxias en un universo que bien pu-
diera ser uno entre innumerables universos paralelos, según afirman
algunos modelos cosmológicos actuales, todos ellos meros hologra-
mas, simples proyecciones de una realidad más fundamental, de na-
turaleza completamente distinta a la realidad conocida. También es-
tos modelos sumamente especulativos son científicos, aunque no
estén demostrados, ni confirmados, ni sean seguros ni ciertos y esté
por ver en el futuro qué será de ellos.
En fin, que no es tarea fácil ni trivial definir lo que es la ciencia,
ese componente tan importante de nuestra cultura. Y a ello nos va-
mos a dedicar en el presente ensayo. Veremos que la misma defini-
ción de ciencia tiene su historia y que ha habido que reflexionar y ar-
gumentar bastante hasta llegar a la que ofreceremos en estas pági-
nas, la mejor de la que disponemos y que tal vez produzca sorpresa.
Adelantamos, sólo para mantener la intriga y el interés de la lectura,
que la ciencia no es más que «una creencia racional justificada» y
que una delimitación exacta del alcance de su concepto exige la
contrastación con otro tipo de creencias, justificadas o no, racionales
o no, como son la filosofía, la religión y las denominadas pseudo-

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

ciencias. A trazar, por tanto, el mapa preciso del continente ciencia y


de sus aledaños dedicamos el presente estudio.

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

LA CIENCIA
Orígenes del conocimiento científico
Suele decirse que el conocimiento científico es el resultado del natural
y característico deseo de saber del ser humano. Como animal racio-
nal, el hombre busca una explicación de la realidad que le rodea. Es
un hecho sociológico, científico por tanto, que esta necesidad de ex-
plicarse y conocer simbólicamente la realidad se encuentra en todas
las culturas humanas de las que se tiene noticia, y que constituye una
constante de la naturaleza humana. Así, el hombre es un animal gre-
gario, orgulloso, hedonista, egoísta y altruista a la vez, un imitador
que busca una explicación de lo que le rodea, si bien esta explicación
es con frecuencia más de carácter mitológico o religioso que científi-
co.
En clave biológica puede decirse que el conocimiento científico es
una de las respuestas adaptativas del animal humano al medio. Origi-
nariamente, el conocimiento precientífico resultaba de vital importan-
cia: al ser humano le iba la vida en ello; saber significaba conocer el
medio, adaptarse a él, adaptarlo, en suma, dominarlo. En la lucha por
la supervivencia que nos detalla la teoría de la evolución de Darwin, el
conocimiento desempeñó un papel capital: el que más sabe es el más
apto, el que tiene más posibilidades de sobrevivir. Y en clave darwi-
nista puede explicarse, por ejemplo, que el oído sea más fino que la
vista en el ser humano. Experimentos con frecuencias de vibración
documentan que las personas siguen percibiendo un sonido como vi-
brante y no continuo a frecuencias en las que la luz ya parece conti-
núa, a pesar de ser vibrante, y esto es así porque para sobrevivir re-

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

sulta más decisivo poder escuchar tras la foresta al depredador que


no puedo ver y oírlo incluso cuando no puedo olerlo porque avanza
astutamente en sentido opuesto al que sopla el viento.
Actualmente, la relación entre saber y supervivencia no es tan evi-
dente ni acuciante, aunque siga produciéndose: hoy día hablaríamos
más bien de un interés práctico y de un interés teórico del conoci-
miento. La ciencia surgiría del cruce de estos dos intereses: el hom-
bre no sólo desea dominar el mundo, sino explicárselo, y es esta ex-
plicación en cualquier caso condición imprescindible de tal domina-
ción. Con ello tendríamos una suerte de explicación genética de la
ciencia, meramente hipotética eso sí, ya que a la pregunta «¿de dón-
de ha surgido o cómo se ha generado?» habríamos respondido: de
un deseo natural de saber asociado a un instinto natural de supervi-
vencia.
El nacimiento histórico de la ciencia en Occidente, es decir, el mo-
mento en el que comenzamos a disponer de documentos escritos de
carácter científico, es simultáneo al nacimiento de la filosofía: los pri-
meros filósofos se llaman a sí mismos físikos, esto es, investigadores
de la φυσις (phýsis), de la naturaleza, del mundo en perpetuo cambio
que les rodea y maravilla. Filósofos como Aristóteles ocupan un capí-
tulo relevante no sólo en la historia de la filosofía, sino también de la
biología, la física, la astronomía. Ello fue así hasta el siglo XVII, en el
que las diferentes ciencias alcanzaron un elevado grado de madurez
y se independizaron del tronco común de la Filosofía. El representan-
te más destacado de esta liberación es Newton, que fundó la Física
clásica, pero que aún titulaba su obra más importante Philosophiae
naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de filosofía
natural), es decir, que en sus comienzos la física será «filosofía de la
naturaleza», pero sólo nominalmente, pues se trataba de una ciencia
nueva, que ya había anunciado Galileo, con temática propia, con un
riguroso método propio: una combinación eficaz de observación, ex-
perimentación y matemática.

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Con Isaac Newton


(16431727) se consolida la
física como ciencia inde-
pendiente, si bien el título
de su obra principal sigue
haciendo referencia a la fi-
losofía como ciencia ma-
dre: Principios Matemáti-
cos de filosofía natural.

En el siglo XX la independencia alcanzada en el XVII se reforzó


mediante la consolidación académica de las diferentes disciplinas
científicas y una nueva revolución en el campo de la física: la que su-
puso la formulación de la teoría de la relatividad por parte de Albert
Einstein durante las dos primeras décadas del siglo. A ella se sumará
sin casi solución de continuidad la revolución cuántica. Estas verda-
deras revoluciones del pensamiento científico, además de socavar y
poner patas arriba el statu quo del paradigma dominante, ejercerán
una decisiva influencia en el pensamiento filosófico: implicarán una
nueva cosmovisión. En este contexto surge el Círculo de Viena, for-
mado mayoritariamente por científicos con vocación filosófica —o filó-
sofos con vocación científica—, como Schlick, Carnap, Reichenbach,
etc., que pretenden construir una filosofía científica, esto es, una filo-

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

sofía rigurosa, precisa, limpia de enunciados vacíos, que se atenga a


lo dado, a lo positivo. Surge así la filosofía del positivismo lógico y,
con ella, la actual filosofía de la ciencia: las contemporáneas teorías
físicas se convierten en modelo de cientificidad, se las somete por ello
a cuidadosos análisis, se estudia cuáles son sus métodos, qué proce-
dimientos siguen para obtener conocimiento, dónde están sus límites,
si es que los tienen, qué es lo que las convierte en ciencia y las distin-
gue de las pseudociencias o falsas ciencias, cuáles son, pues, los cri-
terios de demarcación entre ciencia y no-ciencia. El argumento de
fondo que impulsa todas estas cuestiones viene a ser el siguiente:
puesto que se trata del saber, veamos cómo proceden, para imitarlos,
aquellos que saben, los científicos: las teorías científicas son «obser-
vadas» detenidamente y de ello resulta una metateoría: esta metateo-
ría, es decir, esta teoría de la teoría, es la que nos dice lo que es la
ciencia. Y ¿qué es entonces la ciencia?

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

El Círculo de Viena o la concepción científica


del mundo
El Círculo de Viena lo fundó Moritz Schlick en 1921 y perduró como tal hasta
la muerte de este en 1936. Se trataba inicialmente de la «reunión de los jue-
ves» que una serie de profesores universitarios celebraban en un seminario
para discutir cuestiones de ciencia y filosofía, y a partir de 1922 para leer en
detalle la influyente obra del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein Tractatus
lógico-philosophicus. En 1929 publicaron su escrito programático o manifiesto
La concepción científica del mundo (Die wissenschaftliche Weltauffassung),
que contiene las ideas centrales de su visión, a saber: la explicación adecua-
da de la realidad es la científica, que se basa en el empirismo, esto es, todo
conocimiento procede y se fundamenta en la experiencia, de manera que
puede establecerse un criterio empirista de significado según el cual todo
concepto ha de poder retrotraerse directa o indirectamente a la experiencia.
Los conceptos que no pasan este criterio son considerados vacíos. De esta
especie son la mayoría de los conceptos de la filosofía, que para el Círculo de
Viena debe consistir en un análisis lógico y riguroso del lenguaje utilizado en
ciencia para eliminar precisamente conceptos vacíos, sin sentido u ociosos.
Este análisis lógico sirve, por tanto, para demarcar lo que es ciencia de lo que
no lo es.
La filosofía se convierte así en filosofía de la ciencia según el concepto positi-
vista o empirista lógico del Círculo, esto es, según su exigencia de atenerse a
lo dado, a lo positivo, en la experiencia (empiria, en griego). La ciencia debe
finalmente servirse de este lenguaje lógicamente purificado, a ser posible for-
malizado, de manera que se unifique según el modelo de la física, convertida
en la ciencia-patrón gracias a sus progresos recientes (se hacía referencia
especialmente a la teoría de la relatividad).

Definición de ciencia
En una primera aproximación provisional puede decirse que la ciencia
es un tipo de saber: frente al saber ordinario, que se contenta con la
constatación de los hechos, con el qué, el saber científico se pregunta
por las causas de los hechos, esto es, por su porqué. Así, por ejem-

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

plo, el saber ordinario o cotidiano ha venido constatando una y otra


vez, desde tiempos inmemoriales, que el sol derrite el hielo, pero sólo
en un tiempo relativamente reciente ha podido el conocimiento cientí-
fico explicar el porqué: conectando los conceptos de estado físico, es-
tado de movimiento molecular, temperatura y energía. Esta conexión
de conceptos entre sí no sólo permite establecer relaciones causales,
sino formular leyes: es decir, afirmar que estas relaciones se produ-
cen de forma regular (véase la figura 1).

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

FIG. 1. El saber científico.

El concepto de ley incluye la posibilidad de realizar predicciones.


Si vinculo estrechamente, por ejemplo con exactitud matemática, va-
rios conceptos, la aparición de uno de ellos me puede permitir prede-
cir la presencia de los demás. De hecho, se ha llegado a definir la
ciencia como la capacidad de predecir hechos futuros a la luz del co-
nocimiento de los hechos presentes. Así, si afirmo que F = m × a, es-
to es, que la fuerza es directamente proporcional a la masa y a la ace-
leración y que, por tanto, a = F/m, es decir, que la aceleración es direc-
tamente proporcional a la fuerza e inversamente proporcional a la ma-
sa del cuerpo, puedo utilizar este conocimiento para construir automó-
viles que consuman menos y aceleren y corran más mediante la re-
ducción de su peso, construyéndolos con materiales más ligeros, o
calcular la fuerza y el preciso instante —ya que la aceleración es a su
vez la variación de la velocidad en el tiempo— con la que un meteori-
to impactará sobre la Tierra si conozco la masa y la aceleración de
este. Otra ley de tipo estadístico vincula, por ejemplo, el consumo de
tabaco con la aparición del cáncer, («fumar provoca cáncer», se le ad-
vierte al fumador en las cajetillas de tabaco). Esta ley permite realizar
predicciones más o menos tétricas, como «si fumas morirás probable-

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

mente de forma prematura» e, incluso, calcular estadísticamente los


años de vida que resta el consumo de tabaco.

Giro lingüístico en el siglo XX


En el siglo XX la filosofía experimentó el denominado «giro lingüístico», que
consiste en la constatación de que todo conocimiento es de naturaleza lin-
güista o está, si se quiere, lingüísticamente mediado. Es un hecho que todo
conocimiento se expresa mediante alguna suerte de lenguaje, ya sea natural
o formal, esto es, nuestro acceso cognoscitivo al mundo es lingüístico, no hay
mundo (o es como si no lo hubiera) fuera del lenguaje con el que lo designo y
explico. Se identifica, por tanto, la realidad con el lenguaje. Así, la energía y la
materia oscuras existen para mí —para el género humano, es decir, objetiva-
mente— en la medida en que las nombro, las designo, las conceptualizo lin-
güísticamente, con lenguaje natural o matemático. Y estas realidades irán
creciendo en la medida en que descubra nuevas propiedades, esto es, en la
medida en que las designe y conceptualice lingüísticamente. Por eso escribirá
uno de los grandes filósofos del siglo XX, Ludwig Wittgenstein, ingeniero de
formación, que «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», y por
ello muchos filósofos del siglo pasado, también filósofos de la ciencia, acce-
derán al mundo, a la realidad, a través del análisis lógico del lenguaje. Porque
el lenguaje, cuando se independiza en exceso de la realidad de la que surge
y expresa, la experiencia, tiende «trampas» en las que suele enredarse la filo-
sofía —según el concepto del Círculo de Viena que acabamos de ver— en la
forma de conceptos vacíos, de conceptos sin sentido, conceptos ociosos que,
remedando al célebre dramaturgo inglés, no son más que «palabras, pala-
bras, palabras».

No obstante, esta primera aproximación resulta bastante insufi-


ciente, pues también fuera de la ciencia se habla de causas, se for-
mulan leyes y se realizan predicciones. De este modo, no sólo sé que
el veneno de determinada serpiente es mortal y que su picadura ha
sido la causa de la muerte del explorador, también puedo distinguir

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

entre picaduras mortales y no


mortales, establecer leyes y rea-
lizar predicciones sin que mi co-
nocimiento sea por ello científi-
co. El curandero de la tribu po-
see un conocimiento de esta es-
pecie. El conocimiento que el
pastor posee y le permite reali-
zar predicciones climatológicas
acertadas, con seguridad incluye
causas y leyes, pero no es cien-
tífico, no es propiamente meteo-
rológico. Además de insuficien-
te, esta primera definición de
ciencia resulta genérica y poco
Ludwig Wittgenstein (1889-1951), ingeniero de precisa. Su imprecisión puede
formación, está considerado como uno de los corregirse siguiendo el modelo
filósofos más influyentes del siglo XX. Inspira-
dor del Círculo de Viena es el máximo respon- de la filosofía analítica contem-
sable del giro lingüístico que experimenta la fi- poránea, que enraíza en el Cír-
losofía de la ciencia. En su obra más repre-
sentativa, Tractatus lógico-philosophicus, es-
culo de Viena y su afán de una
cribirá: «Lo que puede decirse, ha de decirse «filosofía científica». Incluso po-
con toda claridad, y de lo que no se puede ha- demos ensayar una definición al
blar, mejor es callarse».
estilo de las que aparecen en los
libros de matemática: definire-
mos primero lo que es el saber en general y, acto seguido, iremos
concretando lo que es el saber científico o ciencia. Ambas definicio-
nes presuponen el giro lingüístico de la filosofía que tuvo lugar en el
siglo XX: se da por sentado que todo conocimiento es de naturaleza
lingüística, esto es, se expresa mediante una proposición, ya sea en
lenguaje natural o sirviéndose de algún tipo de lenguaje formal.

Una definición de saber

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Podemos definir entonces el saber, al estilo de los filósofos del si-


glo XX que optan por el giro lingüístico, analizando los elementos que
intervienen en el mismo y las relaciones que se establecen entre
ellos. No extrañará, por tanto, que esta filosofía predominante en esa
época reciba el sobrenombre de filosofía analítica, pues se entiende
que el análisis se ejecuta sobre el lenguaje, que es la vía por la que
se manifiesta el mundo. Pues bien, en la relación que establece todo
saber hay necesariamente un sujeto que sabe y lo sabido, que no
puede ser más que un enunciado o proposición que lo contiene. Si
sustituimos estos elementos por variables, nos encontramos con la si-
guiente posible definición del saber:

Sean el sujeto S y la proposición p. Se dice que S sabe p si y sólo


si:

1. S cree que p.
2. La creencia de S en p está justificada racionalmente.
3. p es verdadera.

Veamos si nos sirve. Si esta definición es, además de precisa, co-


rrecta, entonces las tres condiciones de la misma han de ser necesa-
rias y suficientes (esto es lo que indica el «si y sólo si», que se repre-
senta también formalmente por un coimplicador (↔) o flecha de dos
puntas): no debe faltar ni sobrar ninguna. Sin embargo, la tercera de
ellas es redundante o entra en colisión con la condición 1. Si p es ver-
dadera no puedo decir que «creo», lo sabría con certeza. Además si
establezco p como verdadera, excluyo la posibilidad de toda revisión
futura, lo cual choca con el hecho de que el saber cambia con el tiem-
po, tiene historia. Resulta evidente además que el saber requiere un
sujeto que sabe, no tendría sentido un saber que no sabe nadie. Tam-
bién es necesaria la materia o contenido de ese saber que toma en la
definición la forma de una proposición. Por último, la justificación de la
creencia, su racionalidad —relación que vincula a S con p—, incluye

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¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

los procedimientos que sirven para «dar por bueno», en general, un


conocimiento. Si estos procedimientos se concretan y se precisan co-
mo métodos de investigación científica y sustituimos el sujeto indivi-
dual S por la idea de la comunidad científica C, y la simple proposi-
ción p por el constructo más complejo de teoría T —que no es, en
cierto modo, más que un entramado proposicional—, obtenemos una
definición muy pulcra de saber científico.

El saber científico
Sean la comunidad C y la teoría T, se dice que C sabe T si y sólo
si:

1. C cree que T.
2. La creencia de C en T está justificada racionalmente.

Atendiendo a las mismas razones que en la definición anterior, de-


jamos fuera la condición tercera por redundante y porque eliminaría el
desarrollo histórico de la ciencia, que constituye también un ingredien-
te definitorio de la misma. A partir de esta definición de saber científi-
co como creencia racional justificada que la comunidad científica in-
ternacional tiene en una gran teoría, podemos ir completando nuestra
visión de la ciencia al analizar cada uno de los elementos que apare-
cen en ella. Una aportación importante de la moderna filosofía de la
ciencia, desde que en los años sesenta apareciera la obra de Th. S.
Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, consiste en acen-
tuar la importancia de su carácter institucional, en desentrañar las re-
laciones de poder y competencia que se establecen entre los diversos
grupos investigadores, en destacar la influencia de la financiación, y
la presión social que puede ejercerse sobre una determinada comuni-
dad científica, todo ello a partir del estudio de casos históricos concre-
tos. El análisis pormenorizado de los otros dos elementos que apare-
cen en la definición, teoría y procedimientos de justificación racional,
que es lo mismo que decir, métodos de investigación científica, com-
pletará nuestra visión de lo que es realmente la ciencia. Antes pode-

[24]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

mos, sin embargo, precisar aún más nuestro concepto de conocimien-


to científico mediante una serie de criterios de demarcación.

Criterios de demarcación
Los criterios de demarcación sirven para distinguir, para delimitar,
ciencia de lo que no lo es, para trazar fronteras precisas entre la ver-
dadera ciencia y las denominadas pseudociencias. Estos criterios e
retrotraen originariamente al Círculo de Viena y a su afán por elaborar
una filosofía científica, precisa, rigurosa, ajustada a lo dado, verifica-
ble, que «demarcara» por completo sus límites de la filosofía tradicio-
nal —alemana— que, a ojos de los positivistas lógicos, resulta impre-
cisa, confusa, excesivamente especulativa y despegada de la «expe-
riencia», un discurso sin sentido y no verificable, por tanto.
En la actualidad, por criterios de demarcación se entienden, más
ampliamente, rasgos que caracterizarían al conocimiento científico o
distinguirían de supuestas ciencias —pseudociencias— como la as-
trología, la quiromancia, la futurología, etc. Estos rasgos de cientifidad
son:

LENGUAJE RIGUROSO: la ciencia se caracteriza por el uso de


un lenguaje riguroso, en el que todos los términos que apare-
cen están definidos con precisión y poseen un referente claro y
unívoco. En este sentido se prefiere, siempre que sea posible,
el uso de lenguajes formales, como los de la Matemática o la
lógica. No extrañará, por tanto, que la propia filosofía analítica
de la ciencia se sirva de definiciones formales, como las que
hemos visto aquí, de fuerte regusto matematizante.
SISTEMATICIDAD: resulta característico de la ciencia el hecho
de que aborde sus cuestiones de forma sistemática, esto es,
ordenada, distinguiendo lo que es primario y lo que es derivado
y sin dejar huecos o «dar saltos». Este rasgo incluye la exhaus-
tividad, es decir, la ciencia agota su campo de estudio. No sería
científica, por ejemplo, la biología en tanto que ciencia de la vi-
da, si sólo contemplara determinadas formas de vida (insectos
pero no vertebrados, mamíferos pero no protozoos, etc.).

[25]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

INCLUSIÓN DE LEYES Y TEORÍAS: para que pueda hablarse


de ciencia, esta debe establecer relaciones precisas y bien defi-
nidas entre diferentes conceptos y magnitudes, que permitan fi-
jar regularidades y realizar predicciones: lo que se conoce por
«ley». Estas leyes han de poder, a su vez, relacionarse con
otras de forma sistemática, orgánica, ordenada y constituir teo-
rías.
COHERENCIA: este es un criterio no sólo de cientificidad sino
de racionalidad en general. Que la ciencia sea coherente quiere
decir que no puede contener contradicciones: ni implícitas ni,
por supuesto, explícitas.
VERIFICABILIDAD O CONTRASTABILIDAD EMPÍRICA: se tra-
ta del rasgo más importante, del criterio de demarcación más
decisivo entre ciencia y pseudociencia, según el cual sólo es
científico aquello que se puede contrastar empíricamente, es
decir, aquello que la experiencia muestra ser verdadero (o fal-
so). Todo lo demás cae fuera de la ciencia. Las predicciones de
la astrología, por ejemplo, no cumplen con este criterio, no por-
que la experiencia las destape como falsas, sino porque, en
realidad, no son ni verdaderas ni falsas, sino realmente inverifi-
cables.

Ahora que sabemos mejor lo que es la ciencia o saber científico,


es el momento de ver cuáles son las ciencias de hecho existentes, es
decir, conviene que nos ocupemos de su clasificación.

Clasificación de las ciencias


Dentro de las ciencias existentes, que superan los criterios de demar-
cación acabados de exponer, se encuentran materias tan dispares co-
mo la Matemática, la Sociología, la Física o la Medicina. Difícilmente
puede afirmarse, por ejemplo, que la Matemática es una ciencia em-
pírica, que extrae sus conocimientos de la experiencia, como tampoco
puede negarse que su aplicación en ciencia es responsable directa
del progreso de esta. Por otro lado, los objetos de estudio de sociolo-

[26]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

gía y física son demasiado dispares como para que pueda metérselas
sin más en el mismo saco: poco tienen que ver un individuo actuando
dentro de un grupo y una partícula subatómica atravesando una cá-
mara de niebla. Además, el experimento con la partícula podemos re-
petirlo cuantas veces queramos y en las condiciones que deseemos y
que nos permitan nuestros recursos tecnológicos; por el contrario, a
los individuos que se relacionan en sociedad difícilmente podemos
manipularlos o hacer que se comporten según nos convenga: hemos
de contentarnos con observarlos y extraer consecuencias. La medici-
na, por su parte, es quizá el conocimiento científico que más útil nos
parece: nos ayuda a recuperar la salud y conservarla, se dedica a ve-
lar por ella, investiga para curarnos de enfermedades basta el mo-
mento incurables. Está emparentada, sin duda, con la biología —de
hecho, muchos conocimientos biológicos tienen aplicación médica—,
pero su afán es otro: la biología quiere saber lo que es la vida, la me-
dicina pretende conservarla, mantenerla sana. El interés e la biología
es primariamente teórico, el de la medicina práctico.
Teniendo presentes estas consideraciones debemos distinguir, en
primer lugar, entre ciencias empíricas y ciencias formales. Las prime-
ras extraen su conocimiento de la experiencia, deben salir al mundo,
contactar con él, tomar nota del mismo para obtener conocimiento. La
inmensa mayoría de las ciencias son empíricas. Dentro de estas cabe
distinguir un subgrupo al que denominaremos ciencias experimenta-
les. No toda ciencia empírica es experimental, aunque toda ciencia
experimental es necesariamente empírica. Empírica y experiencia no
significan exactamente lo mismo. Experiencia o experimentación im-
plican poder manipular la realidad, y controlar las variables que inter-
vienen en un fenómeno. Así, en las reacciones químicas manipulo
componentes y cantidades para producir determinadas reacciones. Lo
hago en un laboratorio y así puedo determinar cuál es el verdadero
causante de un efecto concreto. La historia es una ciencia empírica,
pero no es experimental. La historia recurre a la experiencia, al mun-
do, para obtener sus datos: recurre a documentos, a testimonios es-
critos, a información del pasado, a estadísticas, etc., pero no puede
realizar experimentos con ellos. No puede, por ejemplo, echar marcha

[27]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

atrás en el tiempo para ver si un determinado personaje histórico fue


causa directa y necesaria de un determinado acontecimiento. No po-
demos apartar al personaje, experimentar, para comprobar si elimina-
do este elemento se sigue produciendo o no el mismo suceso. Y algo
análogo, aunque no idéntico, ocurre con la sociología, que es una
ciencia empírica, la cual extrae su conocimiento del estudio de socie-
dades humanas reales, pero por razones éticas no puede experimen-
tar con seres humanos. Así, por ejemplo, para determinar en qué me-
dida influye una educación infantil, en un ambiente más o menos vio-
lento, en el desarrollo de una conducta adulta agresiva, no puedo ma-
nipular las sociedades en un contexto controlado y educar experimen-
talmente a niños en ambientes dispares. Sí puedo, claro está, rastrear
la biografía de sujetos violentos reales, esto es empíricamente, en
busca de factores comunes que han podido —verosímil y probabilísti-
camente— influir en el desarrollo de su conducta.
Las ciencias formales, en cambio, no precisan recurrir a la expe-
riencia para avanzar en el conocimiento. Ello se entenderá bien si
pensamos en las matemáticas, también denominadas ciencias exac-
tas. La matemática no obtiene su conocimiento del mundo, del estu-
dio de la realidad, sino que progresa analizando relaciones numéri-
cas, geométricas entre entes abstractos que no proceden del necesa-
rio contacto con seres reales. Para ello el matemático puede servirse
de instrumental, de calculadoras, de ordenadores, de representacio-
nes espaciales, pero las propiedades que se extraen no proceden de
la experiencia, no tienen en ese sentido un contenido material o em-
pírico, se trata de un conocimiento formal, de simples formas, un co-
nocimiento exacto, cierto seguro, pero que no me dice en realidad na-
da sobre el mundo (según, por ejemplo, el concepto de los filósofos
del Círculo de Viena). Otra cosa en distinta es que ese conocimiento
pueda aplicarse luego instrumentalmente en ciencia para matematizar
o metrizar conceptos, para cuantificar la realidad misma, que no es la
fuente de este conocimiento.
Esto nos lleva a otra distinción interesante entre ciencias teóricas
y ciencias aplicadas. En la práctica se trata de los aspectos teóricos y
prácticos de una misma ciencia, pero hay que tener presente su dis-

[28]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

tinción para mayor claridad. Hay ciencias cuya función fundamental


es explicar la realidad, cómo funciona el mundo. Hay otras «ciencias»
cuyo objetivo es más bien el de producir artefactos utilizando el cono-
cimiento científico. Así, la física pretende explicar, por ejemplo, qué es
la luz y cómo se comporta, cómo se propaga según el medio, etc. A
ello se dedica la especialidad de la física denominada óptica. Pues
bien, estos conocimientos teóricos sirven también, junto con otros
procedentes de otras especialidades teóricas, para producir lentes,
objetivos; para construir, por ejemplo, telescopios o microscopios ca-
da vez más potentes. Estos instrumentos sirven a su vez para avan-
zar en el conocimiento de la materia, del universo y desarrollar la as-
trofísica, que es una especialidad teórica de la física. En la práctica, y
esto ha de tenerse también en cuenta, la investigación en ciencia apli-
cada puede producir también avances teóricos, si bien los objetivos
iniciales son diferentes. Todas las ingenierías cabe clasificarlas como
ciencias aplicadas. Es bien sabido que el excesivo y elitista gusto de
los antiguos griegos por lo puramente teórico —mancharse las manos
con la realidad era cosa de esclavos— no les permitió avanzar en el
conocimiento todo lo que hubieran podido hacerlo.

[29]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

MATEMÁTICA
FORMALES
LÓGICA
SOCIOLOGÍA,
PSICOLOGÍA
TEÓRICAS
HISTORÍA,
ECONOMÍA
CLASIFICACIÓN HUMANAS PSICOTERAPIA,
DE ECONOMÍA
LAS APLICADAS APLICADA,
CIENCIAS SOCIOLOGÍA
EMPÍRICAS APLICADA
FÍSICA,
TEÓRICAS BIOLOGÍA
QUÍMICA, ETC.
NATURALES MEDICINA,
FARMACIA
APLICADAS
INGENIERÍAS,
ETC.

FIG. 2. La clasificación de las ciencias

Finalmente, puede introducirse, de acuerdo con el campo de estu-


dio, la distinción entre ciencias naturales y ciencias humanas. Las pri-
meras estudian la naturaleza en general y las segundas se centran en
el ser humano. Así, por ejemplo, la medicina es una ciencia empírica,
humana y aplicada, y la veterinaria sería una ciencia empírica, natural
aplicada. Del mismo modo, la física es una ciencia empírica, natural y
teórica, y la ingeniería industrial sería empírica, natural y aplicada. To-
das estas distinciones quedan recogidas en la figura 2.

Breve historia de la filosofía de la ciencia

[30]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Antes de seguir adelante conviene clarificar que el concepto de la


ciencia que vamos exponiendo es el resultado, más o menos consen-
suado, de un proceso de evolución histórica del mismo. Al igual que
nuestra visión del mundo ha ido cambiando de la mano del progreso
del conocimiento científico, así nuestro concepto de lo que es la cien-
cia se ha transformado paralelamente a la evolución de la filosofía de
la ciencia, de manera que no se puede hablar, si se quiere ser preci-
so, de la ciencia en general, sino de la ciencia según qué período o
enfoque de la filosofía de la ciencia. De hecho, en la comparativamen-
te corta historia de esta disciplina, pueden distinguirse tres fases fun-
damentales:

Moritz Schlick
Moritz Schlick (1882-1936) fue el fundador del Cír-
culo de Viena con el que surgió la filosofía de la
ciencia contemporánea. Schlick, que obtuvo un
doctorado en Física con una tesis sobre la reflexión
de la luz en una superficie no homogénea, contribu-
yó decididamente a la divulgación de la teoría de la
relatividad de Einstein con obras como El significa-
do filosófico del principio de relatividad (1915), Es-
pacio y tiempo en la física contemporánea o Intro-
ducción a la comprensión de la teoría de la relativi-
dad general (1917). En este segundo trabajo contó
incluso con la colaboración directa del propio Eins-
tein, a quien se dirigió por carta el 15 de octubre de 1919 para congratularse
de la confirmación experimental de la teoría de la relatividad general, al pre-
decir la curvatura de un rayo luminoso que atraviesa un campo gravitatorio
(experimento que se realizó durante el eclipse de sol que tuvo lugar el 29 de
mayo de ese mismo año).

Una primera etapa clásica es la que se inicia en los años veinte


en Austria y Alemania, y cuyo núcleo se trasladará, en los años

[31]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

cincuenta, a causa de la guerra, a Estados Unidos e Inglaterra.


Se trata de la epistemología de los filósofos del Círculo de Vie-
na y también del falsacionismo popperiano. Al margen de las
divergencias, prácticamente todos los filósofos de este período
distinguen entre conceptos teóricos y conceptos observaciona-
les —según la conexión más o menos directa de los mismos
con la experiencia— dentro de toda teoría científica, la cual
conciben como un conjunto sistematizado de proposiciones que
han de contrastarse con la realidad, con el mundo, para docu-
mentar su verdad o falsedad. Para los positivistas lógicos, con
cada experimento positivo crecería mediante inducción el grado
de verdad de la teoría sometida a prueba. Para Popper, en
cambio, las sucesivas confirmaciones no eliminarían ni reduci-
rían siquiera la probabilidad de que la teoría en cuestión fuera
en el fondo falsa; siempre estaría abierto el contraejemplo que,
de producirse, sí demostraría como falsa la teoría (según una
sencilla regla lógica: por muchos cuervos negros y cisnes blan-
cos que haya observado y siga observando en mi vida, no pue-
do dar por buenos ni por confirmados los enunciados «Todos
los cuervos son negros» ni «Todos los cisnes son blancos», ya
que el primer cuervo albino y el primer cisne negro que me sal-
gan al paso falsarán para siempre mis dos generalizaciones).
Se trata, en general, del concepto que el célebre filósofo
norteamericano Hilary Putnam bautizó con éxito como «con-
cepción heredada» (received view), en referencia a esta filoso-
fía de la ciencia pionera que, como consecuencia de la Segun-
da Guerra Mundial, se trasladó con sus creadores al mundo an-
glosajón para dar lugar a una segunda etapa de crítica y revi-
sión de los posicionamientos iniciales.
Una segunda etapa, o período historicista, arranca en los ses-
enta con la ya referida obra de Kuhn, La estructura de las revo-
luciones científicas (1962). Esta se nutría intensamente del tra-
bajo seminal de Ludwik Fleck, Génesis y desarrollo de un he-
cho científico (1935), que había surgido como reacción frente a
la filosofía clásica de la ciencia que, ensimismada en el análisis

[32]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

lógico de las teorías y en su expresión mediante una gran va-


riedad de lenguajes formales, practicaba una epistemología
imaginaria alejada por completo de lo que la ciencia real es.
Preocupada obsesivamente por lo normativo, la filosofía clásica
de la ciencia dice mucho sobre lo que la ciencia experimental
debe ser —por ejemplo, el racionalismo crítico popperiano im-
pele al científico a estar ideando de continuo experimentos que
puedan falsar su teoría para probar con ello su racionalidad
científica y su consecuente espíritu crítico—, pero dice poco o
nada sobre lo que la ciencia de hecho es. El giro historicista de
los sesenta significa, precisamente, volver a la ciencia real, a lo
que esta es y fue a través del estudio de ejemplos históricos de
ciencia acaecida de facto. Se trata de una etapa fundamental y
oportunamente crítica, pero que carece del necesario compo-
nente sistematizador.
La tercera etapa, o período de síntesis superadora, se extiende
hasta el presente. En ella se recogen los frutos de las etapas
anteriores. Se siguen utilizando los formalismos —y otros nue-
vos— del período clásico pero, una vez asumida la componen-
da historicista, estos se aplican a ejemplos concretos y relevan-
tes, esto es, a la ciencia real y no a una ciencia imaginaria. La
filosofía de la ciencia pierde todo afán normativo y permanece
en el plano de lo descriptivo: no se pretende decir al científico
lo que ha de hacer para ser un buen científico —al estilo del ra-
cionalismo crítico—, simplemente intentan establecerse los cri-
terios reales de cientificidad. A los cinco criterios clásicos de
demarcación se añade como concepto habitual la existencia de
un paradigma. Sólo donde hay uniparadigmaticidad hay cien-
cia. Por paradigma —estilo o colectivo de pensamiento, tam-
bién matriz disciplinar— se entiende una gran teoría vigente du-
rante un período histórico y que la comunidad científica interna-
cional que lo sostiene la dé por buena. Así será científico a par-
tir de ahora sólo lo que este paradigma y la correspondiente co-
munidad considere tal. El contraste empírico de las teorías para
determinar su verdad no se realizará ya enunciado a enuncia-

[33]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

do, ley a ley, sino de forma global, en clave holista, de modo


que tanto verificación como falsación adquieren un nuevo signi-
ficado. Tampoco se da por buena la asimetría del período ante-
rior que llevaba a la falsación permanente y a una verificación
nunca definitiva, sino que ambas son siempre revisables, inter-
pretables desde otra luz. Y ello es así porque no existe ya la
experiencia pura de los positivistas, sino que toda experiencia
se encuentra teóricamente cargada, y la gran teoría, el paradig-
ma, posee recursos suficientes para eludir la refutación, para
dejar racionalmente al margen todo lo que no puede explicar,
para convivir con fenómenos que aparentemente la contradicen
y con teorías candidatas a sucederla.

[34]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Ludwik Fleck o los estilos de pensamiento


en ciencia
Ludwik Fleck (1896-1961) se adelantó varias décadas a la obra de Th. S.
Kuhn con ideas muy novedosas sobre el desarrollo del conocimiento científi-
co, que incluyen el papel decisivo que juega la comunidad científica —el estilo
de pensamiento en terminología de Fleck— a la hora de determinar lo que es
o no científico. Fleck ejemplifica esta idea con el estudio histórico del surgi-
miento y desarrollo del concepto de sífilis. En el análisis histórico de este caso
se distinguen dos períodos, uno normal —de crecimiento y desarrollo de la
ciencia— y otro revolucionario —de cambio teórico radical, de cambio de esti-
lo y colectivo de pensamiento—, en el que se documenta la completa irrele-
vancia de los llamados experimentos cruciales —que falsarían la teoría— y,
como consecuencia de ello, la inmunidad de toda teoría a la falsación experi-
mental que se especifica en los grados siguientes:

a) no se considera lo que no se adapta a la teoría en cuestión,


b) caso de considerarse, o bien se oculta, o bien se intenta adaptar de todas
las formas posibles,
c) sólo se selecciona —y se cargan las tintas— sobre lo que cae bajo el cam-
po de aplicación de la teoría, es decir, la teoría crea su experiencia o, lo que
es lo mismo, la observación está cargada teóricamente. No existe, por tanto,
la «experiencia en sí». Fleck niega además que la ciencia progrese por acu-
mulación de verdades, sino que evoluciona por la transformación del estilo de
pensamiento. Los estilos de pensamiento serían incongruentes o inconmen-
surables entre sí. Y las teorías no serían sistemas lógicos, sino «unidades se-
gún estilos» que se insertan en colectivos de pensamiento determinados: sólo
dentro de ellos pueden tener lugar el conocimiento y la experiencia científicos.

La historia se convierte así en el recurso fundamental a la hora de elaborar


cualquier epistemología al evitar que esta se convierta en una «epistemología
imaginaria»[1].

La concepción clásica o proposicional de las


teorías científicas

[35]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Aunque difieran en qué ha de entenderse por filosofía de la ciencia,


en los tres períodos de esta filosofía reseñados se coincidió en que lo
más importante en ciencia es la teoría. Sólo hay ciencia donde hay
una (gran) teoría. Prescindiendo de lo que realmente sea esta, toda
teoría está compuesta por una serie de conceptos (observacionales o
teóricos) que se relacionan entre sí para formar enunciados, que pue-
den ser, a su vez, simples hipótesis por contrastar o que sirvan para
dirigir la investigación, o hipótesis ya contrastadas positivamente, con
lo que ascienden al rango de ley: sintetizando puede decirse, enton-
ces, que una teoría es un conjunto de leyes, organizadas en un siste-
ma jerárquico, que sirve para explicar un trozo de realidad o conjunto
de fenómenos y para predecir fenómenos futuros dentro de ese ámbi-
to.

[36]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

El falsacionismo popperiano
Karl Raimund Popper (1902-1994) es uno de los
más destacados filósofos de la ciencia en su etapa
clásica. Su postura epistemológica se conoce por
falsacionismo e insiste en que se da una asimetría
entre falsación y verificación empírica de una teo-
ría, de modo que un solo experimento crucial en
contra de la misma la falsaría, esto es, la mostraría
como falsa. Mientras que sucesivas corroboracio-
nes o verificaciones empíricas, no aumentarían si-
quiera la probabilidad de que la teoría fuera verda-
dera, ya que siempre estaría abierta la posibilidad
de un experimento que la falsara, un experimento
crucial. Esta falsabilidad constituye para Popper el verdadero criterio de cien-
tificidad: sólo es científico aquello que puede ser falsado, aquella teoría para
la que se puede idear un experimento que la false de forma definitiva. Según
este criterio ni psicoanálisis ni marxismo, por ejemplo, serían científicos, ya
que en ambos casos tanto psicoanalistas como marxistas encuentran siempre
algún tipo de explicación coyuntural, ad hoc, con la que salir airosos de cual-
quier contraejemplo, es decir, que convierten a estas dos hipotéticas ciencias
en infalsables, y por ello, según Popper, en pseudocientíficas.
Además, dentro del espíritu normativo vigente durante el período clásico
de la filosofía de la ciencia, Popper defendía que lo racional, lo verdadera-
mente científico debía consistir en someter las teorías a experimentos cada
vez más refinados de falsación que, una vez superados, reforzarían el valor
de la teoría aunque no creciera con ello el grado de veracidad de la misma.
Este falsacionismo, apoyado en una popularmente bien recibida racionalidad
crítica, amén de en la claridad y riqueza expositivas, facilitó la gran acepta-
ción de la que gozó la obra de Popper en su momento. Esto lo animó a exten-
der su doctrina al campo político y afirmar que lo esencial de la democracia y
del proceso de elecciones no consistiría en votar a un partido, verificándolo,
por así decir, para que gobierne, sino en dejar de votar al que se votó, esto
es, falsándolo, impidiendo que siga gobernando de manera que lo tenga que
sustituir el siguiente, de modo que cambio científico y cambio político presen-
tarían la misma estructura de racionalidad crítica.

[37]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Los conceptos que maneja la ciencia proceden preferentemente,


aunque no de forma exclusiva, de la experiencia, si bien no siempre
de manera directa: a veces, la distancia entre el concepto y la expe-
riencia es tan grande que difícilmente puede encontrarse un camino
que lleve de uno a otro. En muchas ocasiones ese camino sólo se
puede realizar, además, con la ayuda de un sofisticado instrumental
de observación. De este modo, sabemos que el concepto de «glóbulo
rojo» es observable a través del microscopio y lo mismo puede decir-
se del concepto de «hematoma» —que lo es directamente, a simple
vista—, pero no así del concepto de «electrón» o de los de «depre-
sión» o «paranoia», que no se pueden reducir a una simple observa-
ción directa, sino que incluirían, en el mejor de los casos, un buen nú-
mero de ellas: que se ven precisamente sintetizadas e interpretadas,
esto es, explicadas gracias al concepto teórico. Si no poseo el con-
cepto científico de depresión, sólo podré observar a una persona tris-
te, que no me sostiene la mirada y que últimamente descuida su
aseo. Si no poseo el concepto científico de muerte, no podré determi-
nar si la persona que yace en la cama ha fallecido o no. De hecho, se
precisa de un sofisticado instrumental y de toda la teoría que subyace
a este para determinar la muerte clínica, científica, de un ser humano.
Así que el concepto científico de muerte sería teórico, no reducible de
forma directa e inmediata a una serie de observaciones. Se trata de
un concepto mucho más preciso y cierto que el concepto ordinario de
muerte, que es básicamente observacional: frialdad al tacto, falta de
hálito, hedor.

[38]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Fotografía del choque de dos


protones en una cámara de bur-
bujas con hidrógeno líquido. El
concepto de «partícula subató-
mica» y, más concretamente el
de «protón», es teórico y difícil-
mente puede reducirse o definir-
se en términos observacionales.
En primer lugar, el protón no se
observa, sino gracias a un sofis-
ticado instrumental. En segundo
lugar, tampoco este instrumen-
tal nos lo presenta como la infi-
nitesimal bolita de billar con la
que suele representarse en los
modelos intuitivos: en realidad
aparece como una «doble tra-
za» que «interpretamos» (teori-
zamos) que ha sido producida
por la colisión de dos protones.
Un protón entra por la izquierda
de la imagen y «choca» con uno
que se encuentra en la cámara
de burbujas: las dos partículas
salen despedidas tras el choque
formando un ángulo recto.

Es por ello que los filósofos de la ciencia han visto la necesidad —


para dar cuenta de la compleja relación entre conocimiento y expe-
riencia— de distinguir en las teorías entre conceptos observacionales
(o conceptos directamente accesibles por la vía de la observación,
que no precisan instrumental para su constatación empírica, no pre-
suponen ningún tipo de teoría y comparten datos sensoriales con el
conocimiento ordinario, por ejemplo un hematoma) y conceptos teóri-
cos (o conceptos no directamente accesibles por la vía observacional,
que precisan de instrumental para su constatación empírica y presu-
ponen una teoría, por ejemplo un electrón). Esta distinción, además
de recoger un componente esencial del conocimiento científico, nos
sirve para diferenciar corrientes de la filosofía de la ciencia según
donde se pongan los acentos. Los epistemólogos clásicos, más empi-
ristas, más positivistas, más aferrados a lo dado, a lo factual, insisti-
rían en lo empírico como elemento fundamental, decisivo: siempre

[39]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

hay una vía que conduce de lo teórico a lo observacional o, lo que es


lo mismo, todo concepto teórico es definible en términos observacio-
nales, de lo contrario, según el criterio empirista de significado, podría
ser un concepto vacío, no científico, metafísico. Y los epistemólogos
contemporáneos, que reducirían en la ciencia el valor de lo puramen-
te observacional, puesto que toda experiencia estaría cargada de teo-
ría, mediada por esta, y sólo tendría sentido a la luz de la teoría: la
observación pura, el hecho puro es irrelevante en ciencia, ya que toda
observación se encuentra siempre cargada de teoría. Así, la contem-
plación de hechos cotidianos, como la salida o puesta del sol, está
cargada de una teoría astronómica mínima, escolar: sabemos que no
es el Sol el que sale sino que, como consecuencia de la relatividad
del movimiento, la que se mueve es la Tierra en torno a una estrella
estática y produce la «ilusión» de los amaneceres y los ocasos. Si me
limitara a lo observacional, sólo podría hablar de punto de luz o fuego
que surca el cielo azul. Toda observación se interpreta dentro de una
teoría o mitología, de lo contrario resulta ininteligible, realmente ciega:
los americanos precolombinos no veían humanos a caballo con arma-
dura y arcabuz, veían u «observaban» dioses del trueno.

Así, Rudolf Carnap (1891-1970), uno de los miembros más desta-


cados del Círculo de Viena, partió de posicionamientos originariamen-
te empiristas, pero comprendió las dificultades de estos —el conoci-
miento científico parte de fenómenos observables de forma directa y
recurre para su explicación a elementos que sólo pueden constatarse
mediante un sofisticado instrumental técnico y un elaborado desarro-
llo teórico— y alcanzó una postura intermedia que le llevó a afirmar
que entre lo teórico y lo observacional no se produciría una diferencia-
ción radical, sino de grado: entre lo teórico y lo observacional media-
ría un continuo qué sólo permitiría hablar de más o menos teórico o
más o menos observacional según el contexto (veremos más adelan-
te que el mismo concepto puede ser teórico en relación a una teoría y
observacional en relación a otra: así el espacio y el tiempo son mar-
cadamente teóricos para la física relativista —fenómenos de contrac-

[40]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

ción y dilatación espaciotempo-


rales— y, en cambio, puramente
observacionales para la medici-
na —tiempo/días de incubación,
desarrollo o cura de una enfer-
medad—). Carnap se hacía eco,
sin duda, de la célebre crítica de
Quine al empirismo, y su creen-
cia en que todo enunciado con
sentido es equivalente a un
constructo lógico de términos
que se refieren a la experiencia
inmediata[2]. Lo cual mantendría
intacto en cualquier caso el he-
cho de que el conocimiento cien-
tífico, las teorías, se constituyen Ruldof Carnap (1891-1970) es uno de los
como conjunto de proposiciones grandes filósofos de la ciencia del siglo XX.
Miembro destacado del Círculo de Viena, se
o enunciados a contrastar con la doctoró en Filosofía por la Universidad de Je-
experiencia para documentar su na con una tesis titulada El espacio, después
verdad o su falsedad. A la con- de que su proyecto de tesis titulado Axiomatic
Foundations of Kinematics fuera rechazado
cepción proposicional se le si- por la Facultad de Física por muy filosófico y
gue escapando, sin embargo, por la Facultad de Filosofía por excesiva men-
te físico. Carnap realizó incluso investigacio-
que este contraste no se realiza nes de carácter experimental, ya que proyec-
proposición a proposición, sino taba doctorarse en Física, pero el estallido de
de manera conjunta, holista, y la Primera Guerra Mundial hizo añicos su pro-
yecto, pues falleció el profesor con el que Car-
que es un proceso más comple- nap había estudiado y quien lo hubiera dirigido
jo que el de aceptación o elimi- en sus investigaciones.
nación de enunciados puntuales.
De todo ello va a dar cuenta, sin embargo, la concepción estructural
de las teorías científicas.

[41]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

El calado en el ámbito científico de la filosofía


de la ciencia contemporánea
En el año 2001 saltaba a los periódicos una noticia titulada «Un experimento
da pistas sobre nuevas partículas supersimétricas». La noticia recogía los re-
sultados de un experimento que podría suponer una revolución en física. El
texto comenzaba refiriéndose a un nuevo descubrimiento («nuevas observa-
ciones», «resultados» nuevos) que pareció contradecir o ser un contraejem-
plo para el paradigma vigente, a saber, «el modelo estándar» de la física de
partículas. No se trataría de resultados secundarios, puesto que parecían ha-
blar en contra del «núcleo de la teoría» y en contra también de componentes
periféricos de la misma, lo cual implicaría que el sobredicho modelo estándar
resultaría «insuficiente para describir nuestro universo».
El artículo informaba después de la postura tomada por la comunidad científi-
ca (científicos de Alemania, Japón, Rusia y Estados Unidos), que en principio
era de cautela, ya que podría tratarse de simples errores de cálculo («efectos
estadísticos de los datos»), si bien la probabilidad de error era mínima (1%),
dada la enorme precisión de las medidas realizadas. Luego se pasaba a ex-
plicar, en tono divulgativo, algunos términos técnicos como «muón», que no
son imprescindibles para captar el mensaje de fondo del artículo. Este infor-
maba de que la física de partículas podría estar a las puertas de una revolu-
ción dado que las nuevas medidas realizadas no coinciden con las prediccio-
nes de la teoría vigente, la cual no representaría «la ley de la naturaleza a su
nivel fundamental», lo que podría ser indicio de que «están escondidas tam-
bién partículas desconocidas». Existe, sin embargo, una teoría o paradigma
alternativo que sí sería capaz de explicar las divergencias que se han presen-
tado: la denominada teoría de «supersimetría», que es aún demasiado espe-
culativa, esto es, excesivamente teórica y despegada de los datos experimen-
tales.
El texto resulta sumamente ilustrativo pues documenta cómo también en los
científicos han calado hondo ideas procedentes de la filosofía de la ciencia,
más concretamente de la filosofía de la ciencia contemporánea, en detrimento
de su concepto clásico. Así, en contra de lo defendido por Popper, que reco-
mendaba y hasta exigía a los científicos abandonar sus teorías en cuanto
aparecieran contraejemplos —les exhortaba a buscarlos denodadamente co-
mo señal inequívoca de racionalidad científica—, vemos que estos reaccio-
nan más bien a la defensiva con una serie de estrategias conducentes a sal-
vaguardar su teoría: 1) los nuevos resultados tal vez sólo sean errores de cál-
culo o despreciables efectos estadísticos, 2) estos nuevos resultados, la exis-

[42]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

tencia de nuevas partículas «no sorprendería a los físicos, es decir, de algún


modo, realizando los retoques necesarios podría dárseles cabida. dentro de
la teoría vigente y 3) la teoría o paradigma alternativo es aún demasiado es-
peculativo, no es todavía una alternativa al exitoso paradigma vigente, a pe-
sar de que hayan aparecido en él unos pequeños problemas.
La noticia se decanta abiertamente, como decimos, por la filosofía de la cien-
cia contemporánea: se emplea de forma manifiesta la idea de lucha de para-
digmas, el vigente y el alternativo; no sólo se usa el concepto de comunidad
científica, sino que se la convierte en auténtico y casi exclusivo criterio de ver-
dad y cientificidad: ello quiere decir que, en el fondo, última palabra la tienen
los científicos, más que los experimentos. Por otro lado queda desmantelada
también la idea popperiana de experimento crucial que hablaría nítidamente
en contra de una teoría: los nuevos experimentos o hechos siempre cabe in-
terpretarlos dentro de la teoría vigente, porque los hechos nunca son puros,
sino que están cargados de teoría. Y lo que no es menos importante, las teo-
rías no son conjuntos de proposiciones que pueden contrastarse una a una
con la experiencia, sino estructuras dotadas de centro y periferia: pudiendo
esta última recortarse o amoldarse a los nuevos datos para proteger el nú-
cleo, que es el que puede conducir a la revolución científica o alternancia de
paradigmas cuando se ve seriamente afectado, y cuando existe verdadera-
mente un paradigma alternativo, de lo contrario, no se plantea siquiera la po-
sibilidad. Lo cual no es, por otra parte, nada sorprendente: nadie abandona la
casa en la que ha habitado cómodamente durante años porque aparezcan
unas goteras. Antes pone parches e incluso cubos: sólo cuando las «averías»
se acumulan y, sobre todo, cuando hay que marcharse, se plantea la mudan-
za. Calificaríamos de foco a alguien que abandonara su casa —como mutatis
mutandis pide Popper— porque le cierra mal una ventana. Como señalara
Kuhn, los paradigmas nacen y conviven con problemas que no son capaces
de resolver.
Queda, por último, apenas bosquejada en el artículo la idea del cambio cientí-
fico: la noticia no ofrece datos suficientes como para que podamos decidir si
la nueva teoría incluiría a la antigua como caso especial, y se produciría con
ello una acumulación de conocimiento o, en realidad, el nuevo paradigma im-
plicaría una nueva visión de las cosas, una nueva cosmovisión en la que no
podría decirse ya que lo antiguo se acumula sino que es reinterpretado, esto
es, que cambia nuestra visión del mundo y, con ella, el mundo mismo.

[43]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

FIG. 3. Las teorías. También para la concepción clásica del conoci-


miento científico, lo decisivo en ciencia son las teorías, y estas son un
conjunto de enunciados o proposiciones que resultan a su vez de la
vinculación de dos o más conceptos teóricos u observacionales. Los
enunciados pueden constituirse como hipótesis o como leyes. Las hi-
pótesis se formulan para ser contrastadas empíricamente. Una ley es
una hipótesis que se ha contrastado con éxito.

La concepción estructural de las teorías


científicas
La concepción estructural o contemporánea de las teorías científicas
surge para salirle al paso a las insuficiencias del concepto clásico, al
apoyarse en un estudio histórico detallado de determinados casos de
«revoluciones científicas». La obra decisiva y pionera de esta concep-
ción es la ya varias veces mencionada La estructura de las revolucio-
nes científicas de Kuhn. En ella se introduce varias ideas novedosas

[44]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

—anticipadas en buena parte por Fleck según queda dicho- y, a su


vez, revolucionarias sobre la ciencia:

La idea de paradigma, que designa a la comunidad científica


(mundial) que en un momento histórico dado comparte una
misma «gran teoría» y unos mismos métodos de investigación:
en suma, una misma forma de entender la propia disciplina y su
campo de estudio. El paradigma —o estilo de pensamiento, en
terminología de Fleck— determina también qué fenómenos son
susceptibles o no de explicación científica, cuáles caen o no
dentro del campo de la ciencia, qué metodología es la correcta,
qué modelo teórico es el válido, etc. Es por todo ello que Kuhn
se sirve también del concepto de matriz disciplinar como sinóni-
mo de paradigma. Una gran teoría —por ejemplo el modelo es-
tándar en la física contemporánea— y la comunidad científica
que lo sostiene —que incluye las mencionadas «normas» de
buena praxis científica— constituirían básicamente el paradig-
ma. La gran teoría o modelo se configura como una red cuyos
nudos los forman diferentes elementos teóricos; así la teoría de
la relatividad o la teoría cuántica son nudos en el mencionado
modelo estándar. El paradigma se convierte además en el ver-
dadero criterio de demarcación entre lo que es ciencia y lo que
no lo es: en la ciencia reina un solo paradigma (uniparadigmati-
cidad). En toda ciencia, en su génesis histórica, cabe distinguir
un período precientífico en el que se daba un estado de polipa-
radigmaticidad, es decir, la convivencia de diferentes teorías
hasta que se impone una de ellas y da lugar al surgimiento de
la ciencia como tal. Para dar cabida a ciencias como la psicolo-
gía, donde la uniparadigmaticidad no es tan evidente, se utili-
zan subdivisiones como ciencias duras y blandas o ciencias
maduras y en período de maduración. El cambio de paradigma,
es decir, la sustitución de una gran teoría por otra, implica una
verdadera revolución en ciencia.
La distinción de dos períodos, uno normal y otro revolucionario,
en el desarrollo de toda teoría científica. Los científicos se com-

[45]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

portarían de forma radicalmente diferente en cada uno de estos


períodos. Durante el período normal, los científicos desarrollan
el paradigma vigente por especialización teórica, es decir, de-
duciendo casos especiales de la teoría, esto es, aplicaciones
nuevas de la misma con las que extienden su campo de aplica-
ción y confirman experimentalmente esta. Es un proceso acu-
mulativo de conocimiento que no excluye el surgimiento de
«problemas», de casos o fenómenos que no pueden explicarse
mediante el paradigma vigente y que se dejan sencillamente al
margen. Cuando estos contraejemplos se acumulan y además
aparece una teoría o varias alternativas que sí pueden dar
cuenta de estos contraejemplos con un enfoque conceptual di-
ferente, entramos en un período de ciencia revolucionario, que
concluirá con la sustitución del viejo paradigma por un paradig-
ma nuevo. Sólo en el período revolucionario puede hallar una
aplicación, por mera aproximación y analogía, el concepto fal-
sacionista: no se falsan realmente proposiciones o elementos
teóricos sino que cambia globalmente nuestra cosmovisión de
un modo que no tiene que ver exactamente con la lógica de
enunciados. En todo caso los períodos revolucionarios son los
que menos se dan y menos duran en la historia de la ciencia.
La completa irrelevancia, por tanto, de los denominados «expe-
rimentos cruciales» (experimentum crucis) en los que una teo-
ría se ve expuesta a una prueba decisiva para dilucidar si es
válida o no —tan del gusto de Popper—, y como consecuencia
de ello:
La inmunidad de toda teoría a la falsación experimental, por-
que: 1) no se considera lo que no se adapta a la teoría (para-
digma) en cuestión, 2) en caso de considerarse, o bien se ocul-
ta o bien se intenta adaptar de todas las formas posibles a la
teoría, 3) sólo se selecciona y se cargan las tintas sobre lo que
cae bajo el campo de aplicación de la teoría, es decir, la teoría
crea su experiencia o, lo que es lo mismo, la observación está
cargada teóricamente: no existe, por tanto, la «experiencia en
sí» o «experiencia pura».

[46]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

La ciencia no progresa por acumulación de verdades definiti-


vas, sino por revoluciones que implican una forma completa-
mente nueva de ver las cosas. El cambio científico implica in-
cluso, utilizando terminología de Ludwik Fleck, la transforma-
ción del estilo de pensamiento, esto es, un cambio de cosmovi-
sión.
Los diferentes paradigmas, macroteorías o estilos de pensa-
miento son incongruentes o inconmensurables entre sí, es de-
cir, no se pueden traducir, sin pérdida, elementos de uno al
otro. Esto es así porque el cambio de paradigma implica que,
aunque se utilicen los mismos términos, estos han sufrido un
desplazamiento semántico, es decir, ya no significan lo mismo.
De manera que la mayoría de los conceptos son T-teóricos,
donde la T hace referencia a la teoría que los constituye, en la
que están insertos. Así las variables espacio y tiempo, s y t, no
significan ya lo mismo en la física clásica y en la física relativis-
ta.
Las teorías no son sistemas de enunciados, sino estructuras
más complejas y profundas de naturaleza lógica o matemática.
Estas estructuras se insertan dentro de los paradigmas, espe-
cie de colectivos de pensamiento. Sólo dentro del paradigma
pueden tener lugar el conocimiento y la experiencia científicos.

La inconmensurabilidad conceptual entre


paradigmas
Con Einstein y su teoría de la relatividad cambia radicalmente nuestra visión
del mundo. Conceptos físicos tan fundamentales como los de espacio y tiem-
po adquieren significado distinto al que poseían en la física clásica, ya no son
magnitudes absolutas, sino que se las relativiza respecto del sistema de refe-
rencia. Eso quiere decir, por ejemplo, que el tiempo físico transcurre más rápi-
do o más despacio según el lugar del universo en el que nos encontremos.

[47]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Ideas tan explosivas como estas que acabamos de ennumerar —


hoy moneda corriente según la noticia de prensa que comentábamos
anteriormente— producen una verdadera revolución en la filosofía de
la ciencia del momento y modifican de forma irrevocable el concepto
de conocimiento científico que se tenía hasta la fecha. El giro histori-
cista es tan inevitable como incontestables son los contraejemplos de
los que se sirven sus defensores: frente a las quimeras de los clási-
cos, la nueva filosofía de la ciencia documenta sus tesis con hechos
científicos históricamente acontecidos, con el estudio pormenorizado
de innumerables casos, con la reconstrucción racional del surgimiento
y desarrollo de teorías científicas de todos los campos del conoci-
miento.
Sin embargo, los agudos analistas lógicos representantes de la fi-
losofía clásica de la ciencia van a encontrar pronto argumentos para
defenderse: acusarán fundamentalmente a Kuhn de convertir la tarea
científica en algo muy similar a la práctica religiosa o de eliminar el
progreso científico. En efecto, la concepción kuhniana de la ciencia
arroja consecuencias a primera vista bastante chocantes: por ejem-
plo, que las teorías sean inmunes a la refutación empírica y que el
cambio de paradigma se asemeje por ello —al excluirse el experimen-
to crucial— a una especie de conversión de fe, lo cual conduciría de
forma irremediable al irracionalismo.
Autores posteriores, como Imre Lakatos (1922-1974), intentaron
limpiar el concepto kuhniana de la ciencia de ese halo de irracionali-
dad al precisar el concepto de teoría subyacente y haciendo uso de
una tesis holista: las teorías no son meros conjuntos de proposicio-
nes, sino configuraciones o estructuras dotadas de un núcleo y una
periferia que se contrastan empíricamente como totalidades. Esta te-
sis holista no encierra irracionalidad o acientificidad alguna.

El primero en tematizar el holismo fue Pierre Duhem (1861-1916),


que se refiere a un holismo moderado, según el cual la confrontación
entre experiencia y teoría se realiza no seleccionando elementos (pro-
posiciones) por separado, sino tomando la teoría en su conjunto. Pos-

[48]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

teriormente el holismo lo reasu-


mirá Willard van Orman Quine
(1908-2000), quien lo desarrolló,
y será Lakatos quien rebautice
la concepción holista como «te-
sis Duhem-Quine». A otro desta-
cado filósofo de la ciencia de la
concepción estructural, Wol-
fgang Stegmüller (1923-1991),
debemos la divulgación y desmi-
tificación del holismo, que se ex-
presa en cuatro afirmaciones: 1)
Las teorías se aceptan o recha-
zan como todos, no fragmenta-
riamente, proposición a proposi-
ción (ley a ley); 2) no existe el Wolfgang Balzer (1947) es uno de los máxi-
rechazo (falsación) mediante ex- mos representantes de la concepción estructu-
ralista de las teorías científicas que sostiene
perimento crucial; 3) no puede que estas no son simples conjuntos de enun-
distinguirse tajantemente entre ciados, sino más bien estructuras de mayor
las afirmaciones empíricas de la complejidad y naturaleza matemática.
teoría y los datos que las apo-
yan, y 4) con el cambio de campo de aplicación de la teoría cambia el
significado de los términos teóricos de esa teoría. En el desarrollo del
holismo realizado por Quine, la contrastación empírica de una teoría
se lleva a cabo a través de las predicciones de experiencias futuras
que de ella se derivan. En caso de que las predicciones resulten fal-
sadas, no se rechaza en modo alguno la teoría, sino que se la modifi-
ca, y el científico cuenta para ello con una enorme libertad a la hora
de decidir qué proposiciones del sistema teórico mantiene y cuáles
elimina. En principio, es posible elegir cualquier proposición de la teo-
ría y convertirla en proposición nuclear e intocable, siempre que se
esté dispuesto a efectuar cambios fundamentales en el resto de las
proposiciones sujetas a ella; como también es posible no privilegiar
proposición alguna de modo que todas sean susceptibles de una
eventual revisión. A pesar de esta enorme libertad de elección, Quine

[49]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

propone una serie difusa de prioridades para orientarla: a) realizar los


cambios que menos afecten al sistema, b) considerar menos suscep-
tibles de modificación las leyes más fundamentales para nuestra red
conceptual o c) realizar los cambios que más simplifiquen el sistema.
Si algún experimento hablase en contra de la teoría, habría que deter-
minar si lo afectado es la periferia o el núcleo. En el primer caso basta
con «recortar» esta (por ejemplo, recortando en su alcance la aplica-
ción empírica de la teoría); en el segundo, bastaría con realizar opor-
tunas reinterpretaciones: además, que se presente este segundo ca-
so es poco probable, ya que la periferia es una especie de cinturón
que protege el núcleo, que siempre puede salvarse efectuando
recortes-reinterpretaciones en la misma. Por otra parte, la teoría, el
paradigma, incluye dentro de sí su propio campo de aplicación experi-
mental (caso o casos paradigmáticos) interpretado desde la teoría: de
modo que se produzca la refutación o falsación popperiana resulta al-
go poco probable o siquiera verosímil. El halo de irracionalidad que
envuelve la tesis holista se desvanece por completo si se acaba en-
tendiendo que las teorías científicas no son conjuntos de enunciados,
sino estructuras matemáticas de mayor complejidad que cabe expre-
sar utilizando un lenguaje formal conjuntista. La utilización de este
lenguaje formal elimina los huecos o vacíos de racionalidad que los fi-
lósofos clásicos de la ciencia imputan a la concepción kuhniana, ma-
triz del enfoque estructural.
Así pues, un progreso decisivo en este sentido se realiza con la
denominada concepción estructuralista de las teorías científicas, de la
que Wolfgang Balzer, Carlos Ulises Moulines y Joseph D. Sneed: son
los máximos representantes, Wolfgang Stegmüller el gran promotor y
divulgador y Patrick Suppes el precursor o pionero. Para precisar y
clarificar los conceptos empleados por Kuhn y Lakatos, entre otros, el
enfoque estructural se sirve de lenguajes formales o semiformales
(teoría de conjuntos básicamente), lo cual parece ser causa directa
tanto de sus logros teóricos como de su «impopularidad», pues las
obras de los estructuralistas no son de fácil lectura general —como
las de Popper, Kuhn, Lakatos, etc.— dado el elevado grado de dificul-
tad técnica que las aleja del lector-filósofo medio y del gran público.

[50]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Con su reconstrucción formal de las teorías científicas, los estructura-


listas explicitan los conceptos fundamentales de las mismas y las re-
laciones que se dan entre ellos, de esta manera sale a la luz la es-
tructura oculta de la teoría.
Para la concepción estructural, los elementos mínimos de una teo-
ría no son las proposiciones, sino los modelos, esto es, los correlatos
formales de las parcelas de realidad que explica esta. Para precisar el
concepto de modelo se axiomatiza la correspondiente teoría mediante
el procedimiento de introducción de un predicado conjuntista. Los
axiomas de la teoría son entonces las condiciones de definición de
este predicado conjuntista. Con lo cual queda exactamente definido lo
que es un modelo de la teoría, a saber, toda entidad teórica que satis-
faga el predicado conjuntista, esto es, sus condiciones de definición.
Cada modelo teórico es correlativo a una aplicación empírica de la
teoría correspondiente. Los diferentes modelos de una teoría están
interrelacionados entre sí, lo cual es correlativo a su vez de la interre-
lación objetiva que se da entre las diferentes parcelas de la realidad
que los modelos pretenden explicar. Así, por ejemplo, dos modelos de
la mecánica clásica de partículas los constituyen nuestro sistema pla-
netario y la trayectoria terrestre de un proyectil; en ambos modelos
aparece la Tierra como objeto común de aplicación.
Al igual que la filosofía clásica de la ciencia, la concepción estruc-
tural distingue dos niveles dentro de una teoría científica: el nivel de la
aplicación empírica y el nivel propiamente teórico. Esta distinción no
coincide, sin embargo, con la dicotomía que en principio estableció la
filosofía clásica de la ciencia entre lenguaje observacional y lenguaje
teórico, sino que para el enfoque estructural esta distinción se relativi-
za y particulariza a cada teoría concreta. Así, en cada teoría algunos
conceptos funcionan como parte del campo de aplicación empírica de
esa teoría, mientras que otros lo hacen como componentes de la su-
perestructura teórica de la misma. Y ocurre que un mismo concepto
que es teórico en una teoría T, forma parte de la base empírica en T’
(así, por ejemplo, los conceptos dinámicos son teóricos en la mecáni-
ca y no-teóricos en la termodinámica). Esta distinción la expresa la
concepción estructural refiriéndose a conceptos T-teóricos y concep-

[51]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

tos T-no-teóricos. Son estos últimos los que constituyen propiamente


la base empírica de la teoría correspondiente. En cambio, los concep-
tos T-teóricos, la medición de los mismos, presupone la validez de la
teoría a la que pertenecen. Los modelos donde aparecen sólo con-
ceptos T-no-teóricos son parciales, y el conjunto de estos modelos
parciales constituyen la base empírica de la teoría.
De entre todas las posibles aplicaciones empíricas de una teoría
dada son de destacar las llamadas aplicaciones paradigmáticas de la
misma: se trata de un subconjunto del conjunto total de las aplicacio-
nes empíricas. Estas aplicaciones paradigmáticas son esenciales a
cada teoría y van, por tanto, estrechamente unidas a ella. Sirven no
sólo al aprendizaje y uso de la teoría, sino también como guía de des-
cubrimiento para un ulterior desarrollo de la misma. No hay, sin em-
bargo, criterio formal alguno que permita distinguir las aplicaciones
paradigmáticas de una teoría de aquellas que no lo son, para ello es
preciso recurrir al desarrollo histórico concreto de la teoría en cues-
tión.
Tanto el núcleo como las aplicaciones paradigmáticas de una teo-
ría son ingredientes inalterables de la misma, a no ser que al período
normal en ciencia lo suceda un período revolucionario. Elementos
cambiantes de una teoría son las aplicaciones no paradigmáticas y
las leyes especiales. Estas no forman parte del núcleo, y ni aquellas
ni estas constituyen la teoría en sentido estricto. Tanto unas como
otras se encuentran en la periferia de la teoría y sólo poseen una vali-
dez limitada. Son las aplicaciones no paradigmáticas y leyes especia-
les las que conceden dinamismo a la teoría correspondiente. El hecho
de que se pueda «cortar» o «ampliar» permanentemente tanto la ban-
da teórica (leyes especiales) como la banda empírica periférica ( apli-
caciones no paradigmáticas) convierte a la teoría propiamente dicha,
esto es, al núcleo junto con las aplicaciones paradigmáticas, en inmu-
ne respecto de la refutación empírica, ya que el cambio de paradigma
que acontece en los períodos revolucionarios del desarrollo de la
ciencia no tiene lugar propiamente por refutación del núcleo o por re-
visión experimental de las aplicaciones paradigmáticas, sino más bien
por una mutación de la cosmovisión reinante que se asemeja más

[52]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

que a la refutación empírica al cambio de credo (ideológico, político,


religioso, etc.).
Todo ello lo expresa el enfoque estructural sirviéndose de un len-
guaje formal, conjuntista, que no ha facilitado, según se ha dicho, su
popularización, y del que ofrecemos a continuación un resumen muy
breve.
Así, para la concepción estructural de las teorías científicas, toda
teoría o, más precisamente, todo elemento teórico se concibe como
una dupla T = <N,1>, donde N designa el núcleo que contiene el apa-
rato formal del elemento teórico e I se refiere al conjunto de las aplica-
ciones empíricas propuestas, esto es, que pretende la teoría (I de in-
tencionales, pretendidas), es decir, al conjunto de los sistemas reales
sobre los que se puede aplicar N. Dominio este delimitado por con-
ceptos T-no-teóricos que no presuponen la validez del elemento teóri-
co, pero que son compatibles con la estructura de N.
El núcleo es, a su vez, una tupla de la forma N = <Mp, M, Mpp>,
donde Mp designa el conjunto de los modelos potenciales del ele-
mento teórico. Mp fija el marco conceptual, es decir, funciona como
criterio para discernir cuál es un modelo candidato a pertenecer a M,
esto es, al conjunto de los modelos de hecho del elemento teórico.
Mp es cualquier sistema que evidencia la estructura conceptual de T,
aunque no se sepa si cumple las leyes empíricas, es decir, los axio-
mas de T. Así M se diferencia de Mp por el hecho de contener, ade-
más del marco conceptual, axiomas propios con contenido empírico
—leyes experimentales—, así como por el hecho de que sólo en M se
encuentran leyes de conexión que vinculan diversos conceptos entre
sí. Mpp designa el conjunto de los modelos parciales potenciales. Es-
te conjunto se origina cuando se extraen de Mp los conceptos
T-teóricos. Dicho en positivo, los modelos parciales potenciales de un
elemento teórico describen sistemas posibles a los que podría aplicar-
se T sin presuponer su validez de antemano.
En lo que se refiere al conjunto de aplicaciones empíricas I, dentro
de él hay que distinguir el subconjunto Io de las aplicaciones paradig-
máticas del elemento teórico. Si a estos elementos se le añade el he-
cho de que el elemento teórico es sustentado por una determinada

[53]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

comunidad científica CCi durante un cierto período histórico h, enton-


ces la definición formal del elemento teórico se formula así:
T es un elemento teórico si y sólo si existen N, I, CC y h tales que:

1. T= <N, I, CC, h>


2. N es un núcleo
3. I es subconjunto de Mpp
4. CC es una comunidad científica
S. h es un intervalo histórico
6. CC se propone aplicar N a I durante h

Los elementos teóricos se relacionan entre sí formando redes me-


diante la especialización teórica de los núcleos. Una gran red teórica
sería la formalización de la idea de paradigma, formalización que ser-
viría además para reformular con mayor precisión la tesis holista, que
ahora cabe expresar diciendo que el contenido empírico de una teoría
es una sola afirmación indescomponible según la cual todas las apli-
caciones propuestas por esta son convertibles en modelos. La deci-
sión respecto de una teoría T = <N, I> es del tipo todo-o-nada, (todo
en período de ciencia normal y nada en período de ciencia revolucio-
naria). Decidirse por la aceptación significa aceptar el núcleo junto
con el subconjunto Io de las aplicaciones paradigmáticas. Y ello resul-
ta absolutamente compatible con dos direcciones de cambio de la pe-
riferia de la teoría:

El conjunto I de las aplicaciones empíricas propuestas por la


teoría puede crecer o disminuir sin que se altere por ello el sub-
conjunto Io de las aplicaciones paradigmáticas.
Se puede enriquecer, creciendo, la red teórica por especializa-
ción sucesiva del elemento teórico básico —al que se le aña-
den nuevas leyes especiales—, o empobrecer, decreciendo,
cuando se le priva de estas leyes especiales o de los elemen-

[54]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

tos teóricos surgidos mediante especialización del básico, cu-


yos N e Io permanecen inmaculados.

Es así que los procesos de crecimiento y retroceso característicos


de los períodos de ciencia normal están determinados de manera de-
cisiva por las pruebas —y las confirmaciones y refutaciones resultan-
tes— a las que se somete, no a la teoría en sentido estricto sino a la
periferia, es decir, a las hipótesis o leyes especiales que giran en
torno al núcleo teórico. De manera que de una teoría, por su naturale-
za estructural, no proposicional, no puede decirse con sentido que es-
té bien o mal confirmada, ni que sea falsable mediante pruebas expe-
rimentales. Un experimento crucial sólo puede alterar las leyes espe-
ciales y las aplicaciones no paradigmáticas, la periferia, pero jamás el
núcleo. Y no es que el científico amañe los datos experimentales para
que estos puedan acoplarse perfectamente a su teoría, pero los con-
ceptos T-teóricos del núcleo no pueden determinarse con indepen-
dencia de la teoría T, es decir, sin presuponer su validez. En este pre-
ciso sentido es en el que puede decirse que cada teoría produce sus
propios datos experimentales y también que el significado de los con-
ceptos científicos ha de circunscribirse a cada teoría y puede cambiar
de una a otra.
Para finalizar, recordaremos una vez más que, a pesar de lo técni-
co, abstracto y en apariencia despegado de la praxis científica, con
sus numerosas reconstrucciones formales concretas y detalladas de
teorías reales, la concepción estructuralista saca a la luz la estructura
profunda de toda teoría, una estructura que no se manifiesta a simple
vista, pero que documenta sobradamente su concepción estructural,
no proposicional, de las teorías científicas.

La concepción constructivista de las teorías


científicas

[55]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Puede completarse el concepto de teoría científica que acabamos de


desarrollar como estructura que pretende describir y explicar la reali-
dad con un enfoque complementario que trata de dar razón, por así
decir, de la verdadera esencia de estas, de lo que realmente son, có-
mo surgen en concreto, cuál es su génesis en tanto entidades teóri-
cas. Esta cuestión no se agotaría para el constructivismo con la meto-
dología científica, esto es, los procedimientos de generación y
contraste del conocimiento que realiza la ciencia.
Explicar puede significar fundamentalmente tres cosas: a) detallar
de lo que está compuesto: las teorías serían estructuras de conoci-
miento de naturaleza lingüística —formal o natural— ; b) aducir la
causa: las teorías responderían al constante afán de saber del ser hu-
mano y c) subsumir bajo una ley según el denominado enfoque
nomológico-deductivo. De acuerdo con c) explico las mareas dedu-
ciéndolas de la ley de gravitación universal. Aplicado a las teorías
científicas, este enfoque llevaría a decir, según los constructivistas,
que las teorías son un tipo de construcción útil entre otro tipo de cons-
trucciones que realiza el ser humano, en lo cual se acentúa más su
naturaleza práctica que la vertiente teórica, que se reduciría a un tipo
de acción productiva.
Para el constructivismo, que posee por cierto muchas modalida-
des, las teorías son construcciones o constructos —como las casas,
los coches o los aviones—, lo cual lleva consigo la idea de la artificia-
lidad. Son artefactos creados por el ser humano para manejarse en la
realidad. Las teorías no son en este sentido reflejos fieles de un mun-
do objetivo que reproducirían como un espejo, sino herramientas, ins-
trumentos —el instrumentalismo es una variedad de constructivismo
— que sirven para manejar, manipular, ordenar, que resultan útiles co-
mo cualquier otro utensilio.
Este manejo o manipulación de la realidad se lleva a cabo sobre
una base de percepciones que para el constructivismo radical no se-
rían, en tanto que resultado de una excitación del sistema nervioso,
distinguibles de las alucinaciones, pues tanto percepciones como alu-
cinaciones muestran el mismo patrón de excitación neuronal, presen-
tan la misma base física y bioquímica. Lo cual lleva a la idea de que la

[56]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

realidad misma es un constructo y un constructo es asimismo la ver-


dad: la verdad sería un acto útil, logrado, exitoso de adaptación den-
tro de un mundo de percepciones.
Inspiración tradicional del constructivismo la encontramos en los fi-
lósofos Giambattista Vico (1668-1744) e Immanuel Kant (1724- 1804).
El primero considera que la verdad se fabrica, se hace (verum ipsum
factum), no sería resultado de una teorización, sino de una práctica; el
segundo defiende que todo conocimiento es elaboración desde su pri-
mera fase sensorial, de manera que el resultado es una realidad en
sí, independiente del modo de conocer humano, que se hurta necesa-
riamente al conocimiento. Para Kant incluso espacio y tiempo son in-
gredientes subjetivos del conocer humano. Las cosas no existen real-
mente en espacio y tiempo sino que nosotros, seres limitados, las or-
denamos en espacio y tiempo para poder abarcarlas progresivamen-
te.
Para el constructivismo las teorías serían entonces constructos
funcionales que le sirven al hombre para adaptarse a la realidad, or-
denándola, reorganizándola, lo cual le facilita la supervivencia. Ello
lleva implícito un componente convencional —el convencionalismo de
Ernst Mach (1838-1916) y Henri Poincaré (1854-1912) constituirían
también una variedad de constructivismo—, a saber, dado que la rea-
lidad ha quedado eliminada como criterio de verdad y la verdad mis-
ma puesta en entredicho, las teorías no serían más que convenciones
útiles cuyo fin no es reproducir la realidad, de modo que serán princi-
pios de utilidad, sencillez, simplicidad o economía —todos ellos ele-
mentos pragmáticos— los que decantarán la elección por unas u
otras. Este convencionalismo alcanzará incluso a la Matemática. Así
Poincaré, en La Science et L’Hipothese (París, Flammarion, 1902),
considera que los primeros principios, los axiomas o postulados de la
Geometría no derivan ni de la experiencia ni de la lógica «no son más
que convenciones» que surgen de «una especie de fuerza creadora»
que procede por construcción y posterior análisis de lo construido,
una fuerza natural de nuestro intelecto para la cual la experiencia sólo
ofrece la ocasión de ser ejercida. La elección entre todas las conven-
ciones posibles es libre y no conoce más limitación que el principio de

[57]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

no-contradicción. Así para Poincaré «una geometría no puede ser


más verdadera que otra; solamente puede ser más cómoda». Tam-
bién es de naturaleza constructivista en matemática el intuicionismo
de L. E. J. Brouwer (1881-1966), que convierte a los entes matemáti-
cos en el resultado de una construcción.
Para el instrumentalismo, variante del constructivismo convencio-
nalista, las teorías son meras herramientas útiles, ni verdaderas ni fal-
sas, sólo adecuadas. Las teorías serían en este sentido elementos de
cultura que surgen en un determinado contexto social, pertenecientes
a la institución social ciencia y encuadrables dentro de un marco más
amplio, tal como lo hacen Berger y Luckmann en su célebre La cons-
trucción social de la realidad (1966).
Es así que para el constructivismo las teorías científicas no descu-
bren la verdad sino que son construcciones que se adecúan a una
realidad, ella misma resultado de una construcción más básica, y sir-
ven para salvar los fenómenos, para manejarnos dentro de ellos de
forma coherente. Como consecuencia de esto, respecto de todos los
conceptos teóricos a los que nos hemos venido refiriendo (partícula
subatómica, depresión, gen, etc.) el constructivismo presenta una ac-
titud que va del agnosticismo a la incredulidad: o no se pronuncian, o
no saben o no creen que existan realmente. El constructivismo sólo
cree en una observación básica a partir de la cual se considera capaz
de explicar la construcción de los conceptos más abstractos mediante
operaciones simples.
Así, por ejemplo, el constructivismo metodológico de la Escuela de
Erlangen considera que en la base de la Aritmética se encontraría la
sencilla operación de contar, y partiendo de ella, según Paul Lorenzen
(1915-1994), se podrían reconstruir de forma práctica el resto de ra-
mas de la Matemática. De todas las teorías científicas cabría recons-
truir la correspondiente prototeoría que incluiría los conceptos básicos
prefigurados en operaciones fundamentales de contextos mundanos
precientíficos (así la Geometría a partir de operaciones rudimentarias
de medición y parcelación agraria). Existiría asimismo una protofísica
—como la Protofísica del Tiempo (1969) de Peter Janich— en la que
el tiempo viene definido a través de los engranajes que componen un

[58]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

reloj y otros instrumentos más rudimentarios de medición, que lleva-


rían a una Cronometría, como especialidad de esta protofísica. Es de-
cir, la ciencia y sus teorías pueden reducirse a operaciones de la vida
cotidiana dentro de un más amplio concepto de la acción humana.
Todo lo cual resulta, según apreciación de Stegmüller, una metáfo-
ra seductora, sugerente incluso, pero que puede llevar a la perdición
del verdadero sentido de lo que una teoría es. Reducirla a simple
operación básica es como querer explicar todo significado de un tér-
mino a partir de su etimología. Poco o nada aprendemos del término
técnico caos y de la teoría del mismo retrotrayéndonos al significado
prístino, originario, que nos lo presenta como la terrible y oscura boca
abierta de un lobo y el terror que debió de infundir en el pastor o cami-
nante solitarios y primigenios.

Los métodos de justificación racional de la ciencia


Estamos viendo que la ciencia es la creencia racional justificada de la
comunidad científica internacional en una gran teoría o paradigma. En
nuestro análisis de los diferentes elementos que intervienen en esta
definición nos faltan los procesos de justificación racional de la creen-
cia, que no son otros que los denominados métodos de la ciencia.
«Método» significa literalmente «camino hacia»: por métodos de la
ciencia se entiende los «caminos» que sigue la ciencia para obtener
conocimiento fiable. La idea de «camino» se refiere más precisamen-
te, en este contexto, a la vía que conduce de la experiencia a la for-
mulación de una ley o una teoría e incluye también el otro sentido de
una misma dirección, a saber, el sentido que lleva de la hipótesis a su
contrastación eµipírica. Con este fin se utilizan las siguientes sendas
o procedimientos:

La inducción

[59]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

La inducción es la inferencia que nos permite pasar de un caso o al-


gunos casos a la totalidad de los casos. Se trata pues de una genera-
lización. No sólo en ciencia, también en la vida diaria realizamos in-
ducciones con frecuencia aunque no se les dé ese nombre. Sé por in-
ducción que determinados alimentos me sientan mal, así he determi-
nado que el chocolate y la cebolla me producen dolor de cabeza «ca-
si» siempre. Detrás de las nocivas etiquetas o estereotipos hay induc-
ciones o generalizaciones insuficientemente fundadas. De «los cisnes
que he visto hasta ahora eran blancos» concluyo que «todos los cis-
nes son blancos». La inducción es un procedimiento poco fiable: pa-
sar de «algunos» a «todos» —de la parte conocida a la totalidad des-
conocida— es siempre arriesgado; de hecho existen cisnes negros.
De los riesgos de la inducción daba cuenta Winston Churchill cuando
le preguntaron qué opinaba de los franceses y respondía: «No sé, no
los conozco a todos».
La inducción se asienta en presupuestos metafísicos —no demos-
trables empíricamente— tales como que «la naturaleza es uniforme»
«la naturaleza no da saltos»: que serían a su vez, en el mejor de los
casos, resultado de una «gigantesca inducción» que incurriría en un
círculo vicioso; con lo cual, la falta de fiabilidad se multiplica.

[60]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

FIG. 4. La inducción. En la inducción pasamos de algunos corazones grises que


conozco, tres, a la totalidad desconocida —y en principio infinita e inagotable en el
espacio y el tiempo— de corazones: «todos los corazones son grises». Un solo
contraejemplo basta para que el enunciado sea falso. Piénsese que «todos» —los
cisnes, por ejemplo— se refiere a los pasados, presentes y futuros, y los que pue-
dan habitar en parajes remotos.

Por otra parte, la inducción no sirve para la formulación de conoci-


miento científico nuevo relevante, ya que este implica más que una
simple generalización. Así, la ley de gravitación universal según la
cual «todos los cuerpos del universo se atraen con una fuerza que es
directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia que los separa», aunque se
refiera a una totalidad («todos»), difícilmente puede formularse por
simple inducción. Al respecto suele relatarse que se le ocurrió a New-
ton un buen día en que, tumbado bajo un manzano, le cayó encima
uno de sus frutos. Sin embargo, antes de Newton los hombres vieron
caer manzanas e infinidad de otros objetos durante siglos, de lo cual
puede inducirse, a lo sumo, que «todos los cuerpos caen» (cuando se
elimina aquello que los sujeta). Pero la ley de gravitación universal,
que sin duda es una generalización, implica bastante más que eso:
incluye una fuerza no observable a simple vista —más que por sus

[61]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

efectos, ¡que sólo son tales cuando se la presupone!—, al igual que


unas proporciones matemáticas. A pesar de esto, en la base de im-
portantes conocimientos científicos, médicos por ejemplo, se encuen-
tran inducciones o generalizaciones que vinculan determinados ali-
mentos, hábitos, costumbres de vida, etc., con la conservación o pér-
dida de salud. Así, «el tabaco provoca cáncer» es el resultado de una
inducción.

La deducción
Es la inferencia que conduce de lo general a lo particular. Es, en este
sentido, lo contrario de la inducción: de «todos» se pasa a «uno» o
«un grupo» de ellos. De «los hombres son mortales» (todos, induc-
ción bastante contrastada, por cierto) se deduce que «los españoles
son mortales» o, más concretamente, que «el humano que teclea
ahora en el ordenador es mortal».
La deducción no es un procedimiento exclusivo de la ciencia: las
deducciones se realizan a todas horas y en todos los ámbitos de la vi-
da. Si leo en la cajetilla de tabaco que fumar provoca cáncer, deduzco
que yo, fumando, puedo padecerlo. Deduzco que he de abrigarme en
invierno para no acatarrarme a partir de la inducción de que los que
no se abrigan se acatarran. Si soy ordenado y tengo los calcetines
agrupados por colores en diferentes cajones, sacar los negros de su
cajón es el resultado de una deducción.
La deducción es absolutamente fiable siempre que lo sea la gene-
ralización de partida: ello quiere decir que es lógica o formalmente se-
gura, aunque no materialmente: de «todos los x son p» (por ejemplo,
de todos los corazones [x] son grises [p]), puedo concluir que lo es
cada uno de ellos; se trata pues de un procedimiento puramente me-
cánico, automático.

[62]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

FIG. 4.La deducción


.
La deducción se limita, por tanto, a extraer o explicitar un conoci-
miento que está contenido en la premisa de partida; implica un simple
análisis y no sirve para formular conocimientos nuevos. Esa es su
fundamental «carencia»: sólo entra en juego cuando se dispone ya de
conocimiento. Por cierto, el término «deducción» se utiliza de forma
abusiva e inexacta en el lenguaje coloquial como sinónimo de otros
modos de inferencia. Así, el famoso detective no «deduce» realmente
quién es el asesino, sino que en rigor lo abduce.

La abducción
El paso que conduce de los hechos de la experiencia a una ley o teo-
ría explicativa de la misma es más psicológico que lógico: es un mo-
mento creativo, genial, para el que no existen reglas que puedan
aprenderse, no es un procedimiento mecánico aplicable de forma au-
tomática.
Dada, sin embargo, su enorme importancia, los lógicos no han de-
jado de buscar una lógica del descubrimiento o lógica heurística. Se
han creado incluso programas de ordenador, dentro del campo de la

[63]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

denominada inteligencia artificial, para el «descubrimiento mecánico»


(machine discovery) de leyes y teorías[3].

La abducción
El químico Kekulé [Friedrich August Kekulé von Stradonitz (1829-1896)], por
ejemplo, nos cuenta que durante mucho tiempo intentó sin éxito hallar una
fórmula de la estructura de la molécula de benceno hasta que, una tarde de
1865, encontró una solución a su problema mientras dormitaba frente a la chi-
menea. Contemplando las llamas, le pareció ver átomos que danzaban ser-
penteando. De repente, una de las serpientes se asió la cola y formó un ani-
llo, y luego giró burlonamente ante él. Kekulé se despertó de golpe: se le ha-
bía ocurrido la idea —ahora famosa y familiar—de representar la estructura
molecular del benceno mediante un anillo hexagonal. El resto de la noche lo
pasó extrayendo las consecuencias de esta hipótesis.

Carl Gustav Hempel, Filosofía de la ciencia natural, Madrid, Alianza, 1992.

Aquí nos vamos a limitar a la cuestión en la medida que tiene que


ver con la formulación de conocimiento científico. Su nombre, abduc-
ción, se debe a Charles Sanders Peirce (1839-1914), que también la
denominó hipótesis o inferencia hipotética. Se trata, en cualquier ca-
so, del camino que lleva desde los hechos a la mejor explicación posi-
ble de los mismos: se la conoce también por ello como inferencia ha-
cia la mejor explicación posible. Se pueden distinguir dos modalida-
des:

1. La abducción que suministra una ley o teoría nueva, que no


existía antes, como es el caso de la ley de gravitación uni-
versal cuando la formula Newton.
2. La abducción que para explicar un hecho se sirve de leyes o
teorías ya existentes: abduce el médico cada vez que reali-
za un diagnóstico a partir de unos síntomas; lo hacen los
detectives, la policía, para llegar al asesino, que es aquel

[64]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

con quien «mejor encajan los hechos», normalmente aquel


a quien beneficia de forma indirecta el acto delictivo.

El proceso de abducción no es mecánico o automático, no existen


pasos ni reglas fijas que conduzcan de los hechos a la hipótesis expli-
cativa de los mismos. Tradicionalmente, se afirma que se precisa de
agudeza mental, esto es, de la capacidad para encontrar la semejan-
za dentro de objetos diferentes y la diferencia dentro de objetos se-
mejantes. Los clásicos acuñaron incluso el concepto de «arte de la in-
vención o descubrimiento» (ars inveniendi), que describían como la
capacidad para deducir verdades desconocidas a partir de las verda-
des conocidas. Capacidad que se componía básicamente de ingenio
y entendimiento, pero también de profundidad, fuerza de concentra-
ción y claridad conceptual.
A lo largo de la historia se han ido acumulando muchas reglas de
naturaleza heurística. Así, el matemático y filósofo francés René Des-
cartes (1596-1650) propuso sus célebres cuatro reglas del método
que debía servir para alcanzar y fundamentar un conocimiento cierto
en todas las ciencias, a saber: a) regla de la evidencia, según la cual
sólo debe aceptarse —como punto de partida y llegada— un conoci-
miento que resulte claro y evidente tanto sensible como intelectual-
mente; b) regla del análisis, que exige analizar todo conocimiento o
estado de cosas hasta llegar a sus últimos componentes; c) regla de
la síntesis, inversa a la anterior, que recomienda recomponer lo anali-
zado para constatar que todo encaja, que se ha comprendido el «en-
granaje» del problema y, finalmente, d) regla de la enumeración, se-
gún la cual han de repetirse las operaciones anteriores tantas veces
como sea necesario para descartar la comisión de error alguno; se
trataría, popularmente, de, lo que se conoce por el «repaso de la
cuenta». Estas reglas, que al gran matemático francés le parecían su-
ficientes para descubrir nuevo conocimiento, se le antojaron triviales y
poco seguras a Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), también mate-
mático y filósofo, además de físico e ingeniero. Aplicar las reglas de

[65]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Descartes en concreto sería como recomendarle a un químico que


buscara la piedra filosofal: elige bien los componentes, mézclalos en
la cantidad debida y hallarás lo que ansías.

La heurística
«Heurística» procede del verbo griego ευρισκω (jeurísco), que significa «en-
contrar». A la lógica heurística se la denomina también «lógica del ajá», que
es lo que se suele exclamar cuando se alumbra una idea brillante o se halla la
solución de un problema. Precisamente eso fue lo que exclamó Arquímedes,
ευρηκα (jéureka o heureka) —perfecto del verbo anterior—, es decir, «¡lo en-
contré!», sumergido en su bañera y alumbrando el célebre principio que lleva
su nombre.

Contemporáneamente, la heurística ha derivado además en una


técnica de resolución de problemas. Así el matemático húngaro Geor-
ge Pólya (1887-1985) consideraba que la heurística de la resolución
de problemas —los problemas científicos serían un caso especial—
se encuentra en la propia experiencia de resolverlos y en ejemplos
modelo de resolución. Al respecto Pólya proponía una serie de reco-
mendaciones, por ejemplo: a) conviene trazar esquemas de los pro-
blemas que no se entienden, b) los problemas abstractos conviene
examinarlos en ejemplos concretos, c) hay que intentar resolver los
problemas más generales y «ambiciosos», etc.
En lo que se refiere directamente a la práctica científica y a la for-
mulación de teorías, las reglas heurísticas más conocidas son las dos
siguientes:

1. Convertir lo normal en excepcional (sólo así se descubren


teorías nuevas). Esto podría ilustrarse con la teoría de la re-
latividad especial que surge de «problematizar» y «redefi-
nir» conceptos tan habituales y poco cuestionados como
los de espacio y tiempo (se trata de hecho de magnitudes

[66]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

fundamentales que son por definición indefinibles, esto es,


no reductibles a conceptos más simples; son magnitudes
de las que se parte, que se dan por sentadas). Einstein so-
lía reflexionar al respecto que no se pueden descubrir co-
sas nuevas pensando siempre de la misma forma. Curiosa-
mente, en Einstein desempeñaron siempre un papel impor-
tante los cuestionamientos metodológicos de carácter heu-
rístico, esto es, la problematización de los métodos o proce-
dimientos empleados en ciencia con vistas a realizar nue-
vos descubrimientos. De hecho, el trabajo de 1905 por el
que le concedieron el premio Nobel de Física llevaba preci-
samente por título Sobre un punto de vista heurístico con-
cerniente a la producción y transformación de la luz.
2. Convertir en normal lo excepcional (así se explican fenóme-
nos aparentemente nuevos mediante teorías conocidas).
Esta regla se aplica sobre todo a la modalidad b de la ab-
ducción, esto es, la que subsume fenómenos nuevos bajo
leyes conocidas, es decir, normaliza, regulariza lo nuevo.
Cuando la investigación médica se encuentra ante sínto-
mas de enfermedad absolutamente novedosos y excepcio-
nales tiene que intentar normalizarlos subsumiéndolos bajo
el diagnóstico de una enfermedad, de una variante de esta
o de una de las denominadas «enfermedades raras», que
no por raras y excepcionales dejan de afectar a miles de
pacientes en el mundo.

Bien mirado, estos consejos o reglas más que ayudar en la abduc-


ción describen de manera muy general una parte de lo que han solido
hacer los «grandes realizadores de importantes abducciones», que,
no en vano, son tenidos por genios.

El método hipotético-deductivo
Se trata, como su propio nombre indica, de la síntesis de los dos mo-
dos de inferencia anteriores, la abducción o hipótesis y la deducción,

[67]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

e incluye todos los pasos que conducen al científico a la formulación y


contrastación de sus hipótesis.
Partiendo de los datos de la experiencia, el científico formula hipó-
tesis para explicar los fenómenos que se le presentan en ella. El paso
de la experiencia a la hipótesis o la abducción es, según se ha dicho,
misterioso, casi un enigma; tiene que ver más con la psicología —del
genio— que con la lógica. Una vez que se tiene la hipótesis explicati-
va (por ejemplo, la hipótesis de gravitación universal), se deducen las
consecuencias concretas que ella implica (por ejemplo, predicciones
relativas a la caída de diversos graves, las órbitas de diferentes pla-
netas, etc.); si estas predicciones concuerdan con los datos de la ex-
periencia, la hipótesis se ve confirmada y convertida en ley, si no, es
desechada y se vuelve a buscar otra hipótesis con la que el proceso
comienza de nuevo.

El método científico según Einstein


El método del [físico] teórico consiste en la emisión de unas hipótesis genera-
les de base, llamadas principios, a partir de los cuales podrá deducir resulta-
dos. Su actividad consiste, pues, en: primero, encontrar esos principios, y se-
gundo, sacar conclusiones. Para llevar a cabo la segunda parte recibe en la
escuela los instrumentos adecuados. Por lo tanto, una vez resuelta la primera
parte de su tarea en un campo determinado de actividad, o en un conjunto de
actividades determinado, saldrá sin duda con éxito de su trabajo si se esfuer-
za y razona con perseverancia. [Pero lo más importante, es decir, encontrar
los principios que deben servir de base a las deducciones, se presenta bajo
aspectos muy distintos. Para esta parte de la tarea no existe método alguno
sistemáticamente aplicable que pueda ser aprendido y que nos conduzca a la
meta. El investigador debe intentar que estos principios sean un fiel trasunto
de la Naturaleza, aprehendiendo determinadas características de los hechos
experimentales más complejos que puedan ser formulados con rigor.

Albert Einstein, Mi visión del mundo, Barcelona, Tusquets, 1984, pp.149-150.

[68]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Este proceder se corresponde, en lo esencial, con la concepción


que el propio Einstein tenía del surgimiento de una teoría científica.
Una exposición de la misma, junto a un esquema clarificador, ofrece
en una carta a Maurice Solovine fechada el 7 de mayo de 1952[4].
Lo que nos es dado inmediatamente es la multiplicidad de las im-
presiones de los sentidos E. A partir de esta multiplicidad E, llegamos
al sistema de los axiomas A por procedimientos que no nos son exac-
tamente conocidos —a no ser de forma negativa en tanto que sabe-
mos que no es la lógica la que nos conduce de E a A—. Einstein utili-
za en su carta el concepto de una intuición psicológica para calificar
de algún modo esa función que posee carácter extralógico. Una vez
obtenidos los axiomas (hipótesis), se deduce mediante procedimien-
tos lógicos el conjunto de las proposiciones S, S’, S”… que hay que
volver a poner en relación con E para decidir sobre su verdad o false-
dad. Esta relación es, nuevamente, extralógica. Lo misterioso en este
esquema es, por tanto, el nexo que une la teoría con la experiencia,
con los hechos o viceversa: el estudio de este nexo constituye, preci-
samente, una de las tareas principales de cualquier filosofía de la
ciencia. A la dificultad de este nexo o relación nos hemos referido ya:
filósofos de la ciencia como Fleck, Feyerabend, Hanson, Kuhn, Toul-
min, etc., sostienen que las teorías crean, producen sus propios he-
chos. Lo «empírico» que debe confirmar una teoría está ya teórica-
mente cargado, no es neutral ni tampoco puramente empírico. No ha-
bría, por tanto, relación entre dos polos en sí inexistentes, como el de
lo puramente teórico y lo puramente empírico.

[69]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

FIG. 6. Surgimiento de una teoría científica


.

La modelización
La realidad que investigan los científicos, el mundo, es algo suma-
mente complejo. Las diferentes ciencias son el resultado de salirle al
paso a esta complejidad parcelando lo que existe: dentro de la totali-
dad se distingue lo químico, lo físico, lo biológico, etc. Pero tras esta
parcelación, los trozos obtenidos siguen siendo lo suficientemente
complejos como para que los científicos necesiten facilitarse la inves-
tigación mediante simplificaciones aún mayores que se concentren en
lo esencial y más relevante. Aquí es donde entran en juego la modeli-
zación y los modelos que esta produce. Pero ¿qué es un modelo?

Un modelo es un objeto, concepto o conjunto de relaciones, que se


utiliza para representar y estudiar de forma simple y comprensible
una porción de la realidad empírica[5].

Viendo los diferentes tipos de modelos que existen, se entenderá


mejor lo que son:

[70]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

MODELO ANALÓGICO. Procede por «analogía», esto es, por


semejanza entre la realidad representada y lo que la represen-
ta. De esta especie son los modelos que representan los áto-
mos como sistemas planetarios o la mente como un ordenador.
MODELO ICÓNICO. Es una variedad del analógico. Como su
propio nombre indica —«icónico» procede de «icono» y este
del griego εικων (eikonos) que significa «imagen». Son imáge-
nes reducidas, representaciones a escala de grandes objetos
para poder estudiarlos mejor. Nos estamos refiriendo a las ar-
chiconocidas maquetas; por ejemplo, de un avión, sobre las
que se pueden realizar sin poner en peligro vidas humanas
pruebas de resistencia de materiales, de resistencia al viento,
etc. Modelos icónicos son también las fotografías aéreas o los
mapas.
MODELO INTUITIVO. Sirve para representarse realidades de
difícil o imposible representación. Así, cuando se dice que la
estructura del espacio físico a gran escala no es euclidiana,
que tiene más de tres dimensiones, que en él no existen para-
lelas (por un punto exterior a una recta no puede trazarse para-
lela alguna) o que la suma de los ángulos de un triángulo es, en
este espacio, mayor de 180°, se está haciendo referencia a
realidades contraintuitivas de difícil (¡¿imposible?!) representa-
ción concreta. Para ayudar a la intuición se recurre a la superfi-
cie de una esfera que representaría la curvatura —concepto
matemático— del espacio no-euclidiano: sobre la superficie de
una esfera no existen —rectas— paralelas y la suma de los án-
gulos de un triángulo es mayor de 180° (véase la figura 7).
MODELO MATEMÁTICO. El modelo matemático traduce a pre-
ciso y sintético lenguaje formal, matemático, una parcela de la
realidad. Es lo que, por ejemplo, pretende la física matemática:
reducir el universo entero a una o varias ecuaciones. Según la
concepción estructural —que hemos analizado anteriormente
de forma pormenorizada—, toda teoría es, en el fondo, uno de
estos modelos, es decir, una n-tupla conjuntista con n elemen-
tos entre los que se dan las relaciones matemáticas, estructura-
les, que expresan los axiomas o condiciones de la definición.
Su utilidad es máxima: sirven para describir, explicar y predecir
la realidad con elevadísimo grado de precisión.

[71]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

FIG. 7. Una esfera nos


sirve para acercarnos a
una realidad contraintuiti-
va como podría ser el es-
pacio no-euclidiano.

Los límites gnoseológicos y éticos de la ciencia


Esta cuestión ha de tratarse necesariamente cuando se pretende de-
finir, esto es, delimitar detalladamente lo que es la ciencia. La ciencia
es, según hemos visto, la creencia racional justificada que la comuni-
dad científica internacional tiene en un momento dado en una gran
teoría. Con la cuestión de los límites no podemos constreñirnos sólo a
la definición, sino que ha de incluirse además el alcance cognoscitivo
y la frontera ética, si la hay, del conocimiento científico. Según la
perspectiva ética se trataría básicamente de establecer si todo lo que
el científico puede hacer en su investigación —por ejemplo, clonar se-
res humanos—, debe hacerlo también. Entraríamos con ello de lleno
en la relación entre ciencia y filosofía —la ética es una parte esencial
de esta— que abordaremos en el próximo capítulo. Según la perspec-
tiva gnoseológica, se trata de fijar cómo progresa la ciencia, si es que
lo hace, en su adquisición de conocimientos y si este proceso tiene lí-
mites o puede avanzar hasta el infinito. Al respecto cabe distinguir las
siguientes tres concepciones fundamentales.

La concepción acumulativa del progreso científico

[72]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Según este concepto, la ciencia progresaría por acumulación de teo-


rías verdaderas y definitivas. Cada nueva teoría se sumaría al acervo
de tesoros ya disponibles, adquiridos a lo largo de la historia de la
ciencia. Esta concepción va asociada a la idea de punto final en la
ciencia. Es decir, que algún día la ciencia dispondrá de todos los co-
nocimientos posibles y habrá llegado a su fin. Se trata de un concepto
clásico —sostenido también por científicos contemporáneos— defen-
dido, por ejemplo, por el celebérrimo físico alemán Max Planck. Se
suele citar al respecto la famosa conferencia que lord Kelvin pronun-
ció en 1900, en la que afirmaba que la física estaba a punto de con-
cluir, ya que sólo le quedaban dos pequeños problemas por resolver.
¡De estos dos problemas surgieron pocos años después dos revolu-
ciones!: la relativista y la cuántica, que traerían una nueva física y con
ella una nueva visión del mundo.

Concepto acumulativo del progreso científico


Pues el rasgo característico de la verdadera ciencia consiste en que sus co-
nocimientos son universales, objetivos, vinculantes para todas las épocas y
todos los pueblos, que sus resultados pretenden por ello un reconocimiento
sin límite y que al final se imponen siempre. Los progresos de la ciencia son
definitivos y es imposible ignorarlos por mucho tiempo.

M. Planck, «La ley de la causalidad y la libertad de la voluntad»


Conferencia del 17 de febrero de 1923.

Max Planck (1858-1947) fue un destacado físico alemán defensor a ultranza de la concep-
ción acumulativa del progreso científico.

[73]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

La concepción no-acumulativa o revolucionaria


El máximo exponente de esta concepción es Thomas S. Kuhn y su li-
bro La estructura de las revoluciones científicas. El concepto clave
aquí es el de revolución: con cada revolución científica cambia por
completo y radicalmente nuestra visión del mundo, hasta tal punto
que no puede decirse que la teoría anterior se sume (acumule) a la
nueva como caso especial, tampoco que se vea refutada por esta,
sino que la nueva teoría implica una forma diferente de ver las cosas.
El proceso que se presenta aquí es evolutivo, no puede hablarse
propiamente de progreso, de que sepamos más con cada nueva
«gran teoría» o paradigma, ni siquiera de que sepamos mejor, sólo de
que lo hagamos de forma diferente. Esta evolución sin progreso con-
sistiría en ir alejándonos de un punto inicial, pero sin teleología, sin
punto final visible.

t(0) t(1) t(2) t(3)...........t(n)

[74]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Contra este concepto habla la tecnología asociada a todo cambio


científico: la técnica de la mano de la ciencia; en tecnología nadie dis-
cute el progreso, que resulta un hecho evidente. Ahora bien, resulta-
ría extraño que en dos procesos, que transcurren paralelamente y en
interdependencia, se produjera progreso en uno y en el otro no.

Thomas Samuel Kuhn


(1922-1996).

El progreso científico como verosimilitud


Es una especie de solución intermedia o ecléctica entre las dos ante-
riores: es decir, pretende conservar las «virtudes» de las mismas evi-
tando sus «defectos». Aquí sí se produce progreso hacia la verdad

[75]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

(verosimilitud): las teorías serían cada vez mejores, las teorías anti-
guas serían casos especiales de las nuevas y se verían incluidas den-
tro de ellas por aproximación; las teorías nuevas avanzarían paulati-
namente hacia la verdad, que se encontraría en una especie de punto
final.
Es una cuestión abierta si este punto final resulta alcanzable o es
una especie de horizonte hacia el que se puede ir avanzando, progre-
sando ilimitadamente, pero al que nunca se llega, porque él mismo se
aleja también de forma indefinida.

t(0) t(1) t(2) t(3)...........t(n) VERDAD

[76]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Ciencia y filosofía
La filosofía como pseudociencia para el
positivismo lógico
El sentido originario de los criterios de demarcación entre ciencia y
«no-ciencia» (o pseudociencia) se remonta al Círculo de Viena y su fi-
losofía, el empirismo lógico, cuya declaración programática se recoge
en la obra de Carnap, Neurath y Schlick, El Círculo de Viena. La con-
cepción científica del mundo. Su sentido era el de desterrar la filosofía
tradicional, especulativa, del dominio de la ciencia. Todo enunciado,
según el criterio de verificación positivista que se retrotrae al empiris-
mo clásico de David Hume (1711-1776), respecto del que no puede
mostrarse en la experiencia un referente objetivo, es un enunciado
vacío, un sinsentido con el que no puede construirse ni conocimiento
ni ciencia algunos. La filosofía está repleta de estos enunciados va-
cíos, sin sentido, que se refieren a Dios, el alma, el ser, la nada, etc.
Así, como ejemplo paradigmático de este tipo de enunciados filosófi-
cos vacíos, Carnap tomará en su Superación de la metafísica me-
diante análisis lógico del lenguaje la afirmación del gran filósofo coe-
táneo del siglo XX Martin Heidegger (1889-1976), «das Nichts nich-
tet» (la nada nadea o la nada anonada). Es decir, que la filosofía tra-
dicional no ha hecho otra cosa que enredarse en las trampas que el
lenguaje le tendía y, partiendo de premisas más o menos claras y
aceptables, desarrollar un entramado conceptual que a la postre pro-
duce afirmaciones realmente ininteligibles, vacías, verdaderos sinsen-
tidos que nadie en su sano juicio estaría dispuesto a aceptar, según la
flemática definición de filosofía de Bertrand Russell (1872-1970), para

[77]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

quien se trataba de una disciplina que parte de verdades evidentes,


que nadie discute, para concluir con afirmaciones que sólo algunos fi-
lósofos están dispuestos a dar por buenas. La filosofía sería entonces
una pseudociencia practicada, según el diagnóstico del propio Car-
nap, por individuos con un talento intelectual disperso, pues quien po-
see talento intelectual suficiente se dedica a la ciencia, investiga, re-
dacta artículos especializados, y quien se encuentra dotado para el
arte lo practica y escribe novela o versos, compone música o pinta
cuadros. El filósofo, en cambio, que ni tiene capacidad para la ciencia
ni talento para el arte, un auténtico mediocre, compone obras a caba-
llo entre el tratado científico —que no lo es— y la obra literaria sin
gracia, con soniquete literario pero vacías de contenido cognoscitivo.

[78]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

La filosofía como pseudociencia


La filosofía de Martín Heidegger (1889-
1976) constituye para Carnap y el positi-
vismo lógico el modelo de pseudociencia,
una reflexión a medias entre la ciencia y el
arte, propia de mentes sin capacidad para
la investigación científica y sin talento para
el arte que produce enunciados con pre-
tensión literaria pero vacíos de contenido
empírico contrastable con la experiencia.
Y por si esto fuera poco, cuando se con-
cretan en algo inteligible, palpable, útil pa-
ra la gente, por ejemplo en doctrina políti-
ca, resulta que son directa e irredenta-
mente filonazis. «Reparo» este último que
en modo alguno se puede aducir en contra
El filósofo Martin
del empirismo lógico. Al respecto, el filóso-
fo austriaco Otto Neurath (1882-1945) es- Heidegger
cribirá:

Le doy gran importancia a los proyectos de libertad. Por ellos entiendo la


orquestación de la pluralidad. Otros podrán preferir otros programas. Pero
nadie puede utilizar el empirismo lógico para fundamentar un argumento to-
talitario. Este no ofrece cobijo alguno para el dogmatismo. El pluralismo es
la espina dorsal de mi pensamiento. Las actitudes metafísicas conducen a
menudo al totalitarismo, sin embargo, no conozco ni a un solo empirista
que, como tal, haya sostenido una concepción totalitaria.

Sin embargo, el criterio empirista de significado mostró pronto sus


carencias —como criterio desterrador— al fundamentarse sobre una
experiencia pura, privada de toda teoría, meramente sensorial, que
no se da nunca tal cual en realidad y, sobre todo, que no tiene rele-
vancia científica alguna, pues la experiencia científica, según vimos,
va siempre cargada de teoría (veo partículas como bolitas infinitesi-

[79]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

malmente pequeñas o cuerdas que vibran a diferentes frecuencias


según el modelo teórico a través del cual observo la realidad). En
cualquier caso, el episodio protagonizado por el Círculo de Viena en
la historia del vínculo entre ciencia y filosofía no es el único ni siquiera
el más destacado de unas relaciones que han sido desde el principio
más que tormentosas.

Filosofía y ciencia: una historia en común


De hecho, ciencia y filosofía nacen a la vez en Occidente según vi-
mos. Tradicionalmente se considera que en los siglos VII-VI a. C., en
Grecia, la explicación lógica de la realidad sustituyó a la explicación
mitológica y con esta sustitución, conocida como el paso o tránsito del
«mitos» al «logos», nacen en Occidente la filosofía y con ella la cien-
cia. Se abandona una visión del mundo protagonizada por dioses invi-
sibles que rigen la realidad por parcelas y a capricho, y que arroja un
decurso caótico de los acontecimientos y se sustituye por una visión
más lógica, más racional, más filosófica, más científica, donde los
protagonistas son elementos visibles de la naturaleza, fuerzas natura-
les, regidas por leyes lógicas que producen un suceder ordenado y le-
gal de la realidad. Las primeras obras de estos «filósofos», los deno-
minados presocráticos, que nos han llegado sólo de forma fragmenta-
ria e indirecta, llevan por título precisamente Peri Physeos («Sobre la
naturaleza»), pues se trata de explicar racionalmente el surgimiento,
desenvolvimiento y muerte de los seres naturales, y son en ese preci-
so sentido obras de física. El filósofo es entonces un individuo que
pretende una explicación racional de la realidad entera, del cosmos,
del todo ordenado, en el que cada suceso ocurre conforme a ley, in-
cluyendo el origen de esta misma ley, de la racionalidad observable
en el universo. A uno de los grandes filósofos de la Antigüedad, a
Aristóteles, se le considerará con justicia padre de prácticamente to-
das las disciplinas contemporáneas tanto filosóficas como científicas
(padre de la física, de la biología, de la lógica, de la ética, de la políti-

[80]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

ca, etc.), pues sobre todas estas materias compuso tratados sistemá-
ticos que fundamentaron y ampliaron el conocimiento que de todas
ellas se tenía en su momento. Es así que filosofía y ciencia nacen
unidas y permanecerán así largo tiempo . Todavía en el siglo XVII, se-
gún vimos, la obra con la que nace propiamente la física como cien-
cia, la publicación capital de Newton, lleva por título Principios mate-
máticos de filosofía natural. En ella se formulan los fundamentos de la
física clásica o newtoniana y se entiende por física la filosofía de la
naturaleza, esto es, una explicación lógica y racional del cosmos tal
como la entendieron los primeros filósofos/científicos griegos.

Aristóteles (384-322
a. C.), además de ser
un filósofo muy influ-
yente, se le considera
padre o precursor de
buena parte de las
ciencias actuales.
«Linneo y Cuvier han
sido mis dos dioses,
si bien, en modos
muy diferentes, no
fueron más que me-
ros alumnos del viejo
Aristóteles», Darwin,
Life and Letters, III,
p. 252.

[81]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Filosofía y ciencia nacen juntas y en su desarrollo las diferentes


disciplinas van madurando e independizándose de la que ha sido su
raíz o madre, de la que se han alimentado hasta alcanzar un grado de
desarrollo que les pedía iniciar una nueva vida. Hasta el siglo XVII y
aún después, muchos son los filósofos/hombres de ciencia que aúnan
en una misma persona conocimientos filosóficos y científicos no sólo
en grado de mera asimilación sino también de producción creativa.
Así René Descartes (1596-1650), tan importante para la historia de la
matemática como para la historia de la filosofía, se sirve precisamen-
te de la figura de un árbol para caracterizar el conjunto del saber hu-
mano del cual la raíz sería la filosofía primera o metafísica, el tronco
la física, y las ramas las diferentes disciplinas científicas. Con Descar-
tes se inicia además un proceso que lleva hasta nuestros días, y del
que con seguridad existen antecedentes más remotos, en el que la fi-
losofía, la madre, quiere aprender también del exitoso decurso de las
hijas. La filosofía debe imbuirse del espíritu matemático que tantos
frutos empieza a producir en el conocimiento de la naturaleza, por
ejemplo con Brahe, con Kepler, con Galileo. Pero será justo Descar-
tes, con su celebrado Discurso del método y haciendo uso de su do-
ble condición, el destinado a preparar el camino que debe conducir a
filósofos y científicos a proceder con cautela, aceptando sólo lo axio-
mático, lo evidente, lo incontestable, para construir sobre una base
segura un edificio de conocimiento mediante análisis riguroso, me-
diante síntesis de elementos y repasando el propio proceder cuantas
veces sea necesario para evitar la comisión de errores, esto es, tiene
que «repasarse» la cuenta —según vimos anteriormente— como ha-
cen los matemáticos. Dentro de este espíritu, Baruch Spinoza
(1632-1677) redactará su decisiva Ética al modo de los matemáticos.
Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), por su parte, sintetizará en
una sola persona todo el conocimiento de la época —seguimos en el
siglo XVII— y se convertirá tanto en un matemático destacado creador
a la par que Newton, pero de forma independiente, del cálculo infinite-
simal, como en un físico que formula un sistema alternativo al con-
cepto newtoniano, además de en un brillante filósofo en todas las ra-

[82]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

mas de esta materia, filólogo, historiador, etc. Leibniz es en suma, to-


davía, lo que se conoce por un hombre de ciencia. Ciencia significa
entonces algo diferente de lo que entendemos hoy por conocimiento
científico. Ciencia es conocimiento racional, conocimiento sistemático,
riguroso, bien fundamentado, conocimiento definitivo, no susceptible
ya de revisiones ulteriores que puedan alterarlo. Ese es el concepto
de ciencia que pasará al siglo XVIII y que recogerá lmmanuel Kant
(1724-1804) con ligeras modificaciones.

Filosofía y comunidad científica


Kant se servirá de la metáfora del «seguro camino de una ciencia»
que ya transita la física de Newton, y constituye con ello el modelo de
todo saber. Mientras la física se ha independizado de forma tan exito-
sa con Newton, la filosofía, dice Kant, sigue andando a tientas, dando
palos de ciego, sin encontrar su camino. El panorama que ofrece la fi-
losofía a lo largo de su historia es más bien el de una interminable lu-
cha de escuelas. Curiosamente, aparece aquí sobreentendido un cri-
terio de cientificidad que se convertirá, según hemos visto, en decisi-
vo en el siglo XX: el de la comunidad científica unitaria que se pone de
acuerdo en la validez de una gran teoría, de una gran explicación de
las cosas, de un paradigma, de una matriz disciplinaria que determina
lo que es y no es ciencia. Eso echa de menos Kant en la filosofía del
siglo XVIII, que por fin se abandonen las escuelas, las corrientes de
pensamiento, los debates vanamente especulativos y se constituya
una comunidad internacional de filósofos, en el sentido de las acade-
mias de ciencias características de la Ilustración, que se pongan de
acuerdo racionalmente, pues la razón pide por su propia naturaleza
universalidad, en una gran interpretación de la realidad, en una gran
cosmovisión.
Y es justamente, y sobre todo, la inexistencia de esta comunidad
internacional unitaria de filósofos —que podría resultar del incumpli-
miento de algún otro criterio de demarcación— y la correlativa falta de

[83]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

un gran enfoque filosófico de la realidad las que nos siguen permitien-


do afirmar que la filosofía no es una ciencia en el sentido del concep-
to de ciencia aquí definido. En filosofía parece no reinar la objetividad
sino la subjetividad en un modo que emparenta el pensamiento filosó-
fico más con la individualidad creativa del artista que con la intersub-
jetividad compartible del hombre de ciencia.
En esto presenta la filosofía una peculiaridad, digamos intrínseca,
una dificultad, si se prefiere, no fácil de soslayar y que conviene tener
a la vista. Por un lado, se trata de un hecho que no puede pasarse
por alto, la filosofía sigue evidenciando una vigencia universal frente a
la ciencia. Y eso a pesar de sus corrientes, de sus escuelas, de su no
ponerse completamente de acuerdo unos filósofos con otros. Sin em-
bargo, sigue presente en los planes de estudio y facultades de la ma-
yoría de las universidades del mundo, se sigue enseñando institucio-
nalmente —es decir en institutos, colegios y hasta escuelas de edu-
cación primaria— a jóvenes, adolescentes y hasta niños. Por otro la-
do, el afán de la filosofía es cognoscitivo, su abordaje de la realidad
es en parte teórico, pretende explicar cosas, compite por ello con la
ciencia. Si ha sobrevivido al proceso de emancipación de las ciencias
de un tronco común, será porque ofrece algo que no ha podido ser
agotado, apropiado, cancelado, por la ciencia experimental. Al menos
no ha sido agotado o apropiado todavía. Tampoco hay visos de que
surja en breve esa ciencia que acabe con la ciencia madre, con la filo-
sofía, de la que han brotado históricamente el conjunto de saberes
empíricos. Veamos pues, qué ofrece la filosofía en esa frontera en la
que limita con la ciencia experimental.

La filosofía y los criterios de demarcación


Antes de eso, cabe señalar que, sin forzar en exceso la hermenéuti-
ca, los criterios de cientificidad indicados en el capítulo primero los
cumple la filosofía de forma sobrada. Fijémonos en uno de los filóso-
fos más célebres de la historia del pensamiento, Immanuel Kant. Ex-

[84]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

traigamos del anaquel su obra más importante e influyente, la Crítica


de la razón pura. Se trata de un libro escrito con un lenguaje tan pre-
ciso y riguroso como la más precisa y rigurosa obra de ciencia. Exis-
ten de hecho incluso diccionarios que documentan el uso bien defini-
do que realiza el filósofo de la terminología que emplea en sus obras.
En él expone Kant su pensamiento de forma sistemática y ordenada y
se da respuesta o se muestra cómo responder al conjunto de las
cuestiones fundamentales de la filosofía. No se le puede achacar, por
tanto, falta de exhaustividad. La coherencia y la falta de contradicción
también se le suponen. Se trata de una obra que Kant, individuo rigu-
roso y metódico donde los haya, pensó profundamente durante diez
años. Los estudiosos de su filosofía —son muchos en el mundo— lle-
van más de dos siglos admirando el rigor estructural, la arquitectónica
de esta voluminosa obra de Kant.
En Immanuel Kant (1724-1804) aparece de forma tácita el concepto de comunidad científica
unitaria como criterio de demarcación, si bien su concepto de ciencia difiere del contemporá-
neo al concebir esta como conocimiento racional, sistemático y definitivo. Al conocimiento
provisional, revisable, sólo se le puede llamar ciencia de forma impropia y aproximada, según
el filósofo de Königsberg, para quien serían modelo de esta ciencia la lógica tradicional y la
física de Newton.

[85]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Y también podemos encontrar leyes y predicciones contrastabas


en esta Crítica de Kant, entendida como un tratado filosófico sobre la
razón humana que establece algunas propiedades de esta y las vin-
cula entre sí en relaciones de causa-efecto o de fundamentación (he-
cho y razón, fundamento o explicación del mismo), lo cual da lugar a
leyes/reglas (de regula, «que fija regularidades», esto es, cosas que
ocurren periódicamente), de naturaleza cualitativa y no métrica, que
permiten anticipar sucesos futuros dadas unas circunstancias de par-
tida. Por ejemplo, el hecho de que la razón se vincule con la propie-
dad de la antítesis o antinomia y se afirme que el razonar humano es
necesariamente antitético o antinómico, es decir, que la razón por sí

[86]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

misma, abandonada a su solo razonar, es capaz de demostrar tanto


una cosa como su contraria. Por eso, entre otras cosas, son tan in-
fructíferos debates como los televisivos, donde los contertulios se ex-
tienden infinitamente argumentando posicionamientos contrarios sin
desembocar jamás en afirmación convincente alguna. Y es que la ra-
zón humana es así, según Kant: no resulta por sí sola concluyente.
Otra ley formulada por Kant, que va de la mano de una predicción de-
cisiva y confirmada, presenta a la razón en una constante —se trata-
ría pues de una constante del pensar humano— propensión a aban-
donar la experiencia, los datos de la experiencia, todo dato, para nu-
trirse de sí misma, de forma absolutamente autónoma, incurriendo
con ello en lo que el pensador de Königsberg denomina ilusión tras-
cendental, consistente en querer hacer ciencia sin experiencia, a pe-
sar de saber muy bien que es imposible. Esta ilusión es equiparable a
los espejismos del desierto, que engañan al caminante sediento a pe-
sar de que no son reales. Kant predijo, y se cumplió, que a pesar de
haber demostrado él que la ciencia sin experiencia, esto es, la metafí-
sica —sobre Dios y el alma por ejemplo— no es posible, volvería la
razón, una y otra vez, a intentarlo, a dejarse engañar por el espejismo
de querer llegar a un oasis inexistente de conocimientos absolutos sin
recurrir a la experiencia. El idealismo alemán de Hegel, Fichte y
Schelling que sucedió a Kant e intentó pasarlo por alto, trascenderlo a
pesar de sus advertencias, confirma la predicción kantiana relativa a
la razón humana como facultad de conocimiento. Y en el siglo XX cul-
mina la razón su ascenso sin experiencia con «la nada anonadada»
heideggeriana.

[87]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Los filósofos alemanes Friedrich Wilhelm Joseph Schelling, Johann


Gottlieb Fichte y Georg Wilhelm Friedrich Hegel.

Filosofía como ciencia de la ciencia o metaciencia


Característico también de la razón humana es su afán por buscar
siempre un fundamento último, dar un paso más, ir siempre más allá
incluso de donde puede prudentemente irse, preguntar por el porqué
del porqué, por el principio primero de todo principio, por el antes del
tiempo, etc. Propiedad esta, si se quiere, algo infantil o ingenua, ca-
racterística de la niñez, que se manifiesta en el niño que acosa y aco-
rrala al progenitor más leído con cuestionamientos interminables del
estilo de «¿por qué moja el agua?». El preguntar infatigable se man-
tiene ocasionalmente en la etapa adulta del individuo y se expresa
también en la evolución de la especie con el surgimiento de los deno-
minados procesos de metacognición. Ya no se trata sólo de saber,
sino que el propio saber, el conocimiento, cómo se alcanza este y su
grado de fiabilidad, se convierten en objeto de reflexión e investiga-
ción en un nivel nuevo. Así, todo lo señalado en el primer capítulo so-
bre la ciencia no es científico en el sentido de ciencia definido en ese
capítulo. Se trata más exactamente del resultado de ese afán racional
por ir siempre más allá, por situarse en otro plano, superior, eso sí,
pues la razón humana es tradicionalmente orgullosa y hasta soberbia.
Lo afirmado en el primer capítulo se sitúa en su mayor parte en el pla-

[88]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

no de la metaciencia, va más allá de la ciencia, no es ciencia propia-


mente dicha, está en otro nivel. En el mismo nivel en el que se sitúa
la metaliteratura o crítica literaria o la crítica cinematográfica o teoría
del cine, que no son ellas mismas ni literatura ni cine, sino que se en-
cuentran en otro estrato de realidad; técnicamente, en otro nivel onto-
lógico.

FIG. 8. La metaciencia.

[89]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Veámoslo en detalle en la figura 8: en un nivel 1 se encuentra la


realidad, natural, física, biológica, etc., las cosas, situaciones, suce-
sos; el científico se coloca en un nivel 2, observa y teoriza sobre el ni-
vel 1, sobre el mundo, y produce ciencia, que se encontraría en este
nivel 2. Si quiero ahora saber lo que es la ciencia me tengo que colo-
car en un nivel superior 3 para observarla y teorizar sobre ella. En es-
te nivel 3 convierto a la ciencia en objeto de estudio y produzco un co-
nocimiento que no es propiamente científico, sino metacientífico, esto
es, filosófico. Por eso lo que hemos dicho en el primer capítulo sobre
la ciencia no es en sí mismo científico. Es el resultado de convertir la
ciencia en objeto de estudio y lo que produce este estudio es ya filo-
sófico. De hecho no es científico porque no cumple con los dos crite-
rios de cientificidad fundamentales, una vez más, de la comunidad y
la gran teoría o paradigma. No hay una comunidad unitaria e interna-
cional que se ponga absolutamente de acuerdo en una gran teoría
sobre lo que es la ciencia. Existe un interés compartido por el estudio
«científico» de la ciencia en tanto objeto; y a lo largo del tiempo se
han destilado algunas afirmaciones que podrían pertenecer a una
ciencia de la ciencia de mínimos. Este afán de cientificidad mundial-
mente compartido se muestra en el hecho de que haya filósofos de la
ciencia, por ejemplo en Alemania, que prefieran denominar a su disci-
plina Teoría de la Ciencia, porque la quieren desvincular de todo posi-
cionamiento de carácter filosófico y, por ello, controvertido. No es raro
tampoco que se dediquen a ella personas de formación predomi-
nantemente científica. En coherencia con esta pretensión no resulta
inusual asimismo que se imponga el estudio de carácter histórico: si
quiero saber lo que es la ciencia voy a hacer historia de la ciencia, da-
do que la historia es una ciencia ella misma (empírica, humana, teóri-
ca). Con esta historia se pretende obtener datos objetivos, limitarse a
lo objetivo, a los hechos, pero los hechos a su vez no son puros, pre-
cisan interpretación y así surgen las diferentes escuelas de filosofía
de la ciencia con una multiplicidad de denominaciones (positivismo ló-
gico, falsacionismo popperiano, estructuralismo, constructivismo,
etc.). Todas ellas candidatas a grandes teorías en busca de una gran
comunidad no encontrada. Aparece pues en este punto una curiosa li-

[90]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

mitación del conocimiento científico: saber lo que es la ciencia me im-


pone colocarme en un nivel o perspectiva que no es ya necesaria-
mente científico, sino más genéricamente racional o filosófico, en el
que mis resultados teóricos no producen ya la unanimidad que le exi-
jo a la ciencia. Sin embargo, sólo en este nivel controvertido obtengo
conclusiones de cierto calado e interés teórico que van más allá de la
«neutral» descripción de tareas y procedimientos que podría suminis-
trar asépticamente el practicante mismo de la ciencia, el científico en
cuanto tal. Ocurre algo análogo en arte: suele interesar más lo que di-
ce al respecto un teórico del arte que el propio artista describiendo
sentimientos, hábitos, motivaciones de su creación. Es decir, que la
ciencia limita con la filosofía y se convierte en ella cuando reflexiona
en profundidad sobre sí misma. Pero, además, la frontera entre cien-
cia y filosofía presenta dos hitos más.

La doble limitación ética de la ciencia


Así es, la ciencia no puede, por un lado, en tanto que teoría, decidir
sobre cuestiones éticas —la ética es, por cierto, recuérdese, una dis-
ciplina netamente filosófica— y, por otro, ha de rendir cuentas, en tan-
to que actividad, ante el tribunal de la ética.
En efecto, la ciencia trata de lo que «es», describe, explica la reali-
dad. Sin embargo, esta descripción/explicación no sirve para resolver
cuestiones que se desenvuelven en el plano de lo que «debe ser», en
el plano normativo, en el plano ético. Concretando, las cuestiones éti-
cas no pueden resolverse científicamente y cuando se intenta hacer-
lo, se comete la célebre falacia naturalista que popularizara Hume.
Por muy pormenorizada que sea la descripción científica del proceso
de fecundación y gestación de un ser humano, no sirve esta para de-
cidir de forma determinante la cuestión ética del aborto. Si así fuera,
tanto en este asunto como en otros de la misma naturaleza, la ciencia
resolvería las cuestiones éticas y reinaría en ellas la unanimidad ca-
racterística del conocimiento científico. Sin embargo, no es así y por

[91]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

ello es necesario establecer comités éticos en los que están repre-


sentados los diferentes puntos de vista: científico, moral, político, éti-
co, etc.
Einstein tenía muy claro que las cuestiones éticas no se podían di-
lucidar científicamente y proponía un ejemplo impactante para clarifi-
carlo. Decía que como físico estaba capacitado teórica y técnicamen-
te para sacar a la Tierra de su órbita y propulsarla contra el Sol aca-
bando con toda forma de vida en el planeta y con el planeta mismo.
Podía científicamente realizar los cálculos de masas, velocidades,
fuerzas centrípetas y centrífugas, etc., para establecer dónde colocar
el suficiente número de bombas atómicas como para propulsar a la
Tierra contra el Sol. Este cálculo científico podía realizarlo con preci-
sión, pero no podía demostrar científicamente que no debiera ponerlo
en práctica. Esta demostración tiene otra fuente. Por muchas vueltas
que se le dé, por ejemplo, a los correspondientes manuales de biolo-
gía, de química, de genética, etc., no podrá concluirse científicamente
a partir de ellos que la vida sobre la faz de la Tierra debe ser salvada.
No obstante lo cual, cuestiones éticas como esta y otras muchas nos
parecen claras, decisivas, de vital importancia.
La política no deja de ser ética proyectada a escala social. La polí-
tica establece lo que una sociedad debe ser y pretende ponerlo en
práctica. Un programa político propone modelos de sociedad y exis-
ten diferentes partidos porque no nos ponemos de acuerdo en las
cuestiones éticas de fondo, es decir, porque estas cuestiones no se
pueden resolver científicamente, con unanimidad, a no ser por alguna
modalidad forzada de partido único. Esta falta de unanimidad, esta
falta de acuerdo en lo que debe ser, en lo que está bien o mal, condu-
ce, llevada al extremo, a la guerra. Por eso el ya varias veces mencio-
nado gran filósofo, científico y matemático Leibniz soñó con la posibi-
lidad de matematizar la ética, de convertirla en ciencia exacta, de mo-
do que en caso de controversia en cuestiones de «deber» pudiéra-
mos decir «¡sentémonos y calculemos!» para resolverlas, para evitar
así los conflictos y la guerra. Sin embargo, basta echar un vistazo al
mundo que nos rodea para constatar que el sueño leibniziano de

[92]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

«cientifización» de la ética, de que en este ámbito también reine la


ciencia, parece distar mucho de hacerse realidad.

Gottfried Wilhelm Lei-


bniz (1646-1716).

[93]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

David Hume y la falacia naturalista

En todo sistema moral del que haya tenido noticia hasta ahora, he podido
siempre observar que el autor sigue durante cierto tiempo el modo de hablar
ordinario, estableciendo la existencia de Dios o realizando observaciones so-
bre los quehaceres humanos y, de pronto, me encuentro con la sorpresa de
que, en vez de las cópulas habituales de las proposiciones: es y no es, no
veo ninguna proposición que no esté conectada con un debe o un no debe.
Este cambio es imperceptible, pero resulta, sin embargo, de la mayor impor-
tancia. En efecto, en cuanto que este debe o no debe expresa alguna nueva
relación o afirmación, es necesario que esta sea observada y explicada y
que, al mismo tiempo, se dé razón de algo que parece absolutamente incon-
cebible, a saber: cómo es posible que esta nueva relación se deduzca de
otras totalmente diferentes. Pero como los autores no usan por lo común de
esta precaución, me atreveré a recomendarla a los lectores: estoy seguro de
que una pequeña reflexión sobre esto subvertiría todos los sistemas corrien-
tes de moralidad, haciéndonos ver que la distinción entre vicio y virtud, ni está
basada en relaciones de objetos, ni es percibida por la razón.

David Hume, Tratado de la naturaleza humana, Li-


bro III, I, Madrid, Editora Nacional, 1977, pp. 469-470.

[94]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Pero, además, la ciencia limita con la ética porque esta la constri-


ñe, y recorta lo que la ciencia puede hacer a la luz de lo que debe o
no hacerse. La ciencia, en cuanto actividad humana, está también su-
jeta al imperio de la ley, y la ley tiene raíz ética. No todo lo realmente
factible en ciencia es éticamente permisible. No podemos/ debemos
experimentar con seres humanos si el experimento atenta contra su
dignidad ética. También la experimentación animal se encuentra so-
metida al ojo escudriñador de la ética, que plantea la posibilidad de
que otros seres vivos tengan derechos. En películas como El show de
Truman se recrea en clave ética lo que no puede/ debe hacerse con
un ser humano bajo ningún concepto, ni siquiera bajo la «coartada»
de la experimentación científica. Las ciencias humanas empíricas tie-
nen por ello muy delimitado éticamente el alcance de la experimenta-
ción. Las pruebas de nuevos medicamentos con humanos se realizan
bajo un estricto control ético que garantice la seguridad y dignidad de
las personas que se ofrecen como sujetos de experimentación. Tam-
bién la investigación tecnológica, armamentística por ejemplo, se de-
sea que esté bajo el control político, y por tanto ético, internacional.
No todo lo que puede hacerse, debe hacerse, aunque haya siempre
quien argumente, desde una determinada ética, que el fin justifica los
medios. Ese alguien será respondido desde otra (ética), que todo fin
justificado por medios injustificables es un fin egoísta. Y volvamos al
debate ético que enfrentó a Sócrates y a los sofistas en el siglo V
a. C., que es el mismo que enfrenta hoy a quienes ponen por encima
de todo los resultados, la responsabilidad de los mismos, y a los que
se aferran a principios innegociables, a la convicción profunda que
afirman tener de estos. A ese debate ético está sujeta también la
ciencia.

[95]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Ciencia y pseudociencias
La astrología y otras pseudociencias
Nos vamos a ocupar ahora de unas «ciencias» que siguen vivas a
pesar de ser milenarias y que gozan de un sorprendente favor del
público, que puede medirse por la considerable actividad económica
que generan (anuncios en prensa, en televisión, canales monotemá-
ticos, etc.). Sin embargo, a la luz de los criterios de demarcación
analizados en el primer capítulo, no serían en modo alguno ciencias
sino pseudociencias, esto es, falsas ciencias. Son ciencias que se
hacen pasar por tales, que presentan una apariencia que podría
equipararlas con la ciencia oficial, pero que no lo son. Nos estamos
refiriendo a un grupo variopinto de conocimientos y prácticas que
cabría agrupar bajo el rótulo de astrología, entendida como «estudio
y análisis» de la posición y el movimiento de los astros, a través de
cuya interpretación se pretende conocer el carácter y el destino de
las personas así como pronosticar los sucesos terrestres. Existen en
este sentido diversos sistemas de predicción o adivinación y una tra-
dición oriental y una occidental. En esta última destaca el popular
horóscopo, que pretende determinar, por ejemplo, rasgos de la per-
sonalidad de los seres humanos a través de la posición del Sol, la
Luna y otros astros y constelaciones, hasta un número de ochenta y
ocho, en el preciso instante del nacimiento. A partir de estos se ob-
tiene la carta astral, en la que se muestra una estructura compleja
que incluye la visión que se tiene de los diferentes astros desde la
Tierra, que pueden aparecer alineados con otros signos zodiacales.

[96]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

De manera que se afirma que «la Luna está en Piscis» o «Mercurio


está en Leo»: lo cual significa que se fusionan los arquetipos que re-
presentan los correspondientes astros. Además están los «aspec-
tos», que son los ángulos que forman los planetas con la Tierra en
un momento dado y unos respecto de otros. Se consideran también
las denominadas «casas», que resultan de la división de la superfi-
cie de la Tierra en doce secciones. Así el «ascendente» es la marca
astrológica que introduce en el gráfico astral la primera casa, y que
viene determinada mediante el signo que asciende por el horizonte
en el día e instante de nuestro nacimiento.
Además de la astrología, cabe incluir como pseudociencias o
ciencias esotéricas los conocimientos y prácticas predictivas y adivi-
natorias de quiromantes, futurólogos, videntes, echadores de cartas,
espiritistas, etc. Todas estas «ciencias» tienen en común el hecho
de realizar predicciones; todas ellas pretenden predecir el futuro a
través de diferentes medios e instrumental: una bola de cristal, unas
cartas, las líneas de la palma de la mano, los posos que deja el té o
el café en la taza, etc.

La predicción en las pseudociencias


La predicción es un ingrediente esencial del conocimiento científico,
hasta el punto de convertirse a veces en elemento definitorio del
mismo: la ciencia sería entonces la capacidad de predecir sucesos
futuros a partir del conocimiento de los hechos presentes. Como de-
finición resulta muy simplificadora y además incluiría como conoci-
miento científico los saberes prácticos de un hombre de campo, de
un pastor, por ejemplo, que es capaz de predecir con cierto rigor y
certeza si va a llover o no mañana o si el invierno va a ser o no cru-
do a través de algunos indicios naturales. Según nuestro enfoque se
trataría de simple conocimiento ordinario, conocimiento de hechos,
por ordinario no menos útil e importante. Nunca se diría que este

[97]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

«meteorólogo» posee ciencia, a no ser que se emplee el término de


forma coloquial, analógica e imprecisa.
El concepto de predicción, además, está incluido en el concepto
más amplio de ley científica. Una ley científica expresa con preci-
sión, a veces incluso con precisión matemática, una regularidad de
la naturaleza. El conocimiento de estas regularidades, de estas le-
yes que las expresan, permite realizar predicciones ajustadas. La
astrología y demás ciencias emparentadas con ella también preten-
den incluir leyes a partir de las cuales se permiten realizar prediccio-
nes: el haber nacido bajo un determinado signo del horóscopo mar-
ca la forma de ser y precondiciona, por tanto, lo que puede esperar-
se de mí como persona. Los precisos posicionamientos de los as-
tros, las constelaciones astrales, ejercen una concreta influencia so-
bre los seres humanos, lo cual permite realizar predicciones. Es de-
cir, en la astrología hay leyes, se detectan y formulan regularidades
y pueden, por tanto, realizarse predicciones: si el día me va a ser o
no favorable para realizar inversiones, si va a aparecer o no una
persona decisiva en mi vida y si mañana o durante el mes de mayo
me conviene casarme. Y lo mismo vale decir de las líneas de la ma-
no, que van asociadas con ciertos rasgos de carácter, con ciertas
propensiones: si voy a tener suerte en los negocios o el amor, si voy
a tener buena o mala salud y si voy a vivir mucho o poco.

La astrología y los criterios de demarcación


La astrología y demás «ciencias» emparentadas con ella formulan
leyes o, si se prefiere, regularidades legaliformes, pero no cumplen
ningún otro de los cinco criterios clásicos de demarcación, lo cual
nos permite afirmar con fundamento, con solidez, de forma sistemá-
tica que son pseudociencias a pesar de su vigencia, del favor que
gozan y de la importante actividad económica que generan.
La primera condición que no cumplen la astrología y todas sus
«especialidades» de predicción del futuro es el de la existencia de

[98]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

una comunidad astrológica internacional que valide una gran teoría


o paradigma astrológico predictivo. El panorama que presenta el co-
lectivo de astrólogos, videntes, quiromantes, echadores de cartas,
etc., es más bien el que cabría caracterizar con el tradicional «cada
maestrillo tiene su librillo». Si nos dirigimos, por ejemplo, a los popu-
lares horóscopos y consultamos lo que dicen diariamente en las co-
rrespondiente secciones de los periódicos que los publican sobre
cada uno de los signos, rara vez coinciden las predicciones. Mucho
menos si en vez de la predicción diaria cotejamos la mensual o la
anual. Descubrimos también que existen astrólogos con cierto pres-
tigio internacional que tampoco coinciden en las predicciones. No
pertenecen a una comunidad unitaria, unificada, y no se sirven de la
misma teoría más allá de estar de acuerdo en los signos (12) y en
las características generales de los mismos: ser un signo de aire
marca para lo intelectual, lo espiritual, lo más gaseoso y etéreo; ser
de tierra te hace pragmático, tener los pies más en el suelo y el fue-
go te convierte en fogoso, impulsivo, autoritario. Además, no existe
un paradigma zodiacal para todas las culturas, los 12 signos del zo-
diaco de occidente conviven con los 12 signos del horóscopo chino.
Aquí lo decisivo no es el mes en el que se nace, sino el año. Es de-
cir, los seres humanos son caracterizados como los vinos, por cose-
chas. Existe la cosecha del 64, por ejemplo, que te convierte en dra-
gón, o la cosecha del 32 que te convierte en mono, si eres del 72,
sin embargo, has nacido rata, como podrías haber sido caballo, ca-
bra, gallo, conejo, tigre, buey, cerdo o perro. Nacer bajo un determi-
nado signo animal te hace apropiarte de los rasgos característicos
del mismo: las ratas son astutas, el perro es fiel, el mono inteligente,
el dragón fogoso y excitable, etc. Todo muy coherente, si bien suena
a primera vista algo pueril o simploide. De hecho el rasgo de la co-
herencia, la exigencia mínima de cientificidad, suele estar garantiza-
do en todo discurso que no sea el propio de alguien que ha perdido
la cordura. Una pequeña nota contraintuitiva superficial nos aparece
ya, por ejemplo, a quienes nos dedicamos a la enseñanza: no resul-
ta inusual impartir clase a un grupo de personas nacidas el mismo

[99]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

año, por ejemplo, a un grupo de conejos. De ser el horóscopo chino


cierto cabría esperar que un numeroso grupo de conejos, más de
treinta chicos y chicas, presentara una uniformidad caracteriológica
—los conejos tienen mucho talento, son afectuosos, tranquilos y tí-
midos— que no parece darse de hecho de forma especial. Y lo mis-
mo vale decir a la luz de los muchos Capricornios, escorpios o vir-
gos que uno haya podido conocer en su vida, en los que no ha creí-
do detectar la uniformidad de formas de ser que el signo del horós-
copo hacía esperar. Pero más allá de la apreciación subjetiva, su-
perficial, se encuentra, insistimos, el hecho objetivo y determinante
de la ausencia de comunidad científica internacional —habría como
mucho una escuela occidental y otra oriental— y de una única teoría
o paradigma que pusiera a todos los astrólogos del mundo de acuer-
do. Veamos ahora, uno a uno, qué sucede con el resto de criterios
de demarcación.
En lo que se refiere a la exigencia de precisión y rigor en el len-
guaje, la astrología y demás pseudociencias pretenden cumplir con
ella en «apariencia», si bien se han detectado errores de bulto, por
ejemplo: las constelaciones que recorre el Sol a su paso por la eclíp-
tica serían 13 y no 12, debido a la precesión de los equinocios a lo
largo de los milenios que se ha ido introduciendo entre Sagitario y
Escorpio, de manera que durante la primera quincena de diciembre
el Sol transita por la constelación de Ofiuco, no contemplada en el
horóscopo. En cualquier caso, la famosa carta astral exige saber
con precisión no sólo el día sino la hora de nacimiento para poder
determinar con rigor el signo, el ascendente, etc., según la posición
de los astros que ejercen influjo en ese momento preciso. Los doce
signos del zodiaco, digamos de la escuela occidental, combinan me-
ses, horas, posición astral, los cuatro elementos fundamentales
(agua, fuego, tierra y aire), para suministrar una caracteriología psi-
cológica que igualaría en especificidad, en principio, a la que pueda
ofrecer la psicología como ciencia empírica, que en el modelo que
hoy goza de mayor aceptación incluye cinco factores: neuroticismo o
labilidad emocional, extraversión o sociabilidad, la disposición a ex-

[100]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

periencias o interés intelectual, la agradabilidad o disposición al al-


truismo y el factor de la escrupulosidad que incluye responsabilidad
y capacidad organizativa.

Equivalencia epistemológica entre ciencia y


mitología según Quine
Como empirista, sigo concibiendo el esquema conceptual de la ciencia co-
mo un instrumento destinado en última instancia a predecir experiencia futu-
ra a la luz de la experiencia pasada. Introducimos con razón conceptual-
mente los objetos físicos en esta situación porque son intermediarios conve-
nientes, no por definición en términos de experiencia, sino irreductiblemente
puestos con un estatuto epistemológico comparable al de los dioses de Ho-
mero. Yo, por mi parte, como físico lego que soy, creo en los objetos físicos
y no creo en los dioses de Homero, y considero un error científico orientar la
creencia de otro modo. Pero en cuanto fundamento epistemológico, los ob-
jetos físicos difieren sólo en grado, no en esencia. Ambas suertes de entida-
des integran nuestras concepciones sólo como elementos de cultura. El mi-
to de los objetos físicos es epistemológicamente superior a muchos otros
mitos porque ha probado ser más eficaz que ellos como procedimiento para
elaborar una estructura manejable en el flujo de la experiencia.

W. V. O. Quine, Desde un punto de vista lógico, 1953.

El criterio de la sistematicidad también lo cumple la astrología co-


mo cuerpo de conocimiento ordenado que intenta abarcar de forma
exhaustiva su campo de estudio o aplicación. De hecho, incluye no
sólo una extensa y detallada caracterización de tipos psicológicos
sino que, a partir de ella, y de las posiciones de los astros en el fir-
mamento se permite realizar predicciones relativas a la salud, la
economía empresarial, el hogar, las amistades, el amor, la suerte, es

[101]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

decir, sobre todo lo divino y lo


humano.
La coherencia es un criterio
mínimo, más de racionalidad,
incluso, que de cientificidad,
que se le exige a todo discurso
inteligible y con el que ha de
cumplir necesariamente tam-
bién la pseudociencia astrológi-
ca en todas sus variantes. Pue-
de resultar inverosímil que la Dentro del pragmatismo que profesó, el filó-
sofo estadounidense Willard van Orman Qui-
posición de los astros influya en ne (1908-2000) sostenía que la diferencia
la suerte de los seres humanos epistemológica entre ciencia y mitología o
pseudociencia no era radical, sino de grado,
o que determine que vaya a tenía que ver con la utilidad de cada uno de
aparecer mañana una persona los enfoques, con lo que se puede hacer con
decisiva en mi vida, pero el rela- ellos, con su eficacia.
to es coherente, pues Venus,
planeta y diosa del amor, entra mañana precisamente en mi casa. Y
de la misma inverosimilitud, para incrédulos profundos se dirá, ado-
lecen todos los tipos de videncia: que mi probable destino, si yo no
interfiero, se exprese en unas cartas o pueda verse en la superficie
de una bola de cristal o se encuentre inscrito en las líneas de la pal-
ma de mi mano es coherente con todo un paradigma de fuerzas
ocultas, deidades favorables y desfavorables y, sobre todo, seres
capaces de interpretar adecuadamente los signos. Aquí cabe esta-
blecer un paralelo en la línea de la interpretación de Quine (véase el
recuadro «Equivalencia epistemológica entre ciencia y mitología se-
gún Quine», en la pág. 104), algo forzado si se quiere, con la física
de partículas contemporánea: en los gráficos que resultan de las co-
lisiones que se producen en los modernos aceleradores sólo ven
muones, leptones y el bosón de Higgs, los físicos de larga formación
y especialización, quienes saben interpretar de forma adecuada los
datos, con una experiencia que no sólo está muy tecnológicamente
mediada sino muy cargada de teoría. Del mismo modo sólo el viden-

[102]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

te, poseedor de una capacidad especial, resultado, eso sí, más de


un don originario que de una formación teórica o académica, sabe
interpretar adecuadamente los signos de la bola, las cartas o los po-
sos. La coherencia mínima de un discurso que, de lo contrario, re-
sultaría absolutamente demencial e ininteligible, está por tanto ga-
rantizada.
La astrología también incluye leyes y cumple, por tanto, con el
criterio de cientificidad que exige la presencia de estas. Una ley vin-
cula elementos, los liga de forma regular y permite predecir la emer-
gencia de uno o varios de ellos cuando se presenta el elemento con
el que va a regular, y con el que está legalmente vinculado. Así la
posición de Venus en un determinado lugar del firmamento se vincu-
la legalmente, por ley astrológica, con el dominio de los factores
asociados a él, por ejemplo, el favorecimiento de las relaciones
afectivas. Y lo mismo vale decir de Marte, vinculado por ley con el
surgimiento de hostilidades o desavenencias. El carácter géminis
del zodiaco o el signo del tigre del horóscopo chino se vinculan asi-
mismo de forma regular, legal, con determinadas fechas del calen-
dario y con determinadas conductas, al igual que el consumo regular
de tabaco está vinculado por ley médica con la alta probabilidad de
desarrollar algún tipo de cáncer. Así pues, la astrología no deja de
ser ciencia porque no incluya una serie de leyes de carácter más o
menos estadístico, más o menos probable. La mayoría de las cien-
cias no van tampoco más allá de la probabilidad en sus prediccio-
nes.

La verdadera razón de la incontrastabilidad


empírica de la predicción astrológica
Sin embargo, donde se manifiesta plenamente la pseudocientificidad
de la astrología es a la luz del criterio de contrastabilidad empírica. Y
no es, como suele pensarse, porque las predicciones de la astrolo-
gía no se cumplan, sino porque si bien se miran, no son ni verdade-

[103]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

ras ni falsas, no son en realidad contrastables, no se las puede ni


verificar ni falsar en el sentido en el que sí puede hacerse respecto
de toda predicción de carácter científico. Veámoslo.
Una predicción meteorológica que no se cumple —por ejemplo,
que mañana lloverá en la montaña a lo largo del día y luego resulta
que luce un sol esplendoroso toda la jornada—, no convierte a la
meteorología en pseudociencia. Simplemente ha fallado en su pre-
dicción, su predicción se ha visto falsada, bien porque ha intervenido
algún factor imprevisto, por un error de cálculo o porque la predic-
ción, siempre probabilísima, ha caído del lado de lo que al final no
se da. Las predicciones de la astrología no pueden verse en reali-
dad ni falsadas ni verificadas porque no son contrastables. Ejem-
plos: «mañana conocerás a una persona importante en tu vida», «el
mes de abril resulta favorable para emprender negocios», «el año
2016 es propicio para las reconciliaciones», estas predicciones y
otras parecidas que cabe encontrar a diario en las secciones de as-
trología de los periódicos no pueden ser verdaderas ni falsas, ni ve-
rificables ni falsables, no son aptas para su contrastación con la ex-
periencia, a pesar de su apariencia científica, por su ambigüedad in-
trínseca y seguramente calculada. Para verificar o falsar la primera
de ellas, tendría que contabilizar todas las personas nuevas que co-
nozca mañana —podrían ser muchísimas si soy, por ejemplo, un gé-
minis que se dedica a las relaciones públicas en una empresa— y
seguir el decurso de mi relación con ellas a lo largo de toda mi vida
para verificar si alguno de estos nuevos conocidos resulta a la pos-
tre importante. Importante sería, por ejemplo, que el futuro hijo de
una mujer que yo conozca mañana descubra con los años una cura
del alzhéimer de la que me beneficiaré yo de octogenario cuando lo
padezca. Tendría que hacer, por tanto, un seguimiento exhaustivo
de todas las personas que conozca mañana y de su futura parentela
para contrastar si «finalmente» son o no importantes en mi vida. Se
trata pues de una predicción intrínsecamente ambigua —que no
cumple tampoco con el primer criterio de cientificidad (que les con-
cedimos con generosidad al principio) que exige precisión y rigor ter-

[104]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

minológicos— y técnicamente incontrastable. Habría que multiplicar


hasta los nietos el área de verificabilidad de la predicción: a lo mejor
es el nieto policía de una joven que conozco mañana el que me sal-
va de un violento atraco en la sucursal bancaria en la que ya nona-
genario voy a cobrar mi pensión. ¿Y qué decir de la contrastabilidad
de la segunda de las predicciones? Si todos los aries del mundo,
mayores de edad, siguiendo la predicción con recomendación inclui-
da, se dedicaran en abril a abrir un negocio, no habría clientes en el
planeta para tanta empresa. Resulta además poco verosímil que
una empresa inaugurada en abril tenga más visos de éxito que una
emprendida en marzo o mayo, a no ser que nos refiramos a nego-
cios de temporada y resulte entonces tautológico, perogrullesco, re-
comendar abrir heladerías en verano, puestos de castañas en in-
vierno y una fábrica de paraguas en abril, por aquello de las aguas
mil. Para contrastar esta pseudopredicción habría que analizar el
decurso empresarial de todos los negocios inaugurados en abril y
verificar que los fundados por emprendedores aries han resultado
más exitosos por haber nacido bajo un influjo astrológico favorable.
Como en el caso anterior, un negocio inaugurado por los padres po-
dría resultar verdaderamente exitoso en la generación de los hijos o
incluso los nietos. El concepto de éxito también es ambiguo y relati-
vo: ¿puede considerarse éxito cubrir gastos, dar ocupación y permi-
tir la supervivencia o es precisa una acumulación importante de ca-
pital? ¿Cuántos años de fulgor son necesarios para hablar de éxito
en el negocio? ¿Basta un breve tiempo álgido seguido de ruina? La
tercera predicción, además de su enorme ambigüedad terminológi-
ca, presenta una característica dificultad añadida: se fusiona con la
predicción una recomendación, a saber, conviene buscar la reconci-
liación el próximo año. La reconciliación con los amigos, con la pare-
ja, con los compañeros de trabajo, con el jefe o superiores. Esta difi-
cultad ya la detectó Theodor W. Adorno (1903-1969) en su conocido
estudio Bajo el signo de los astros en el que, analizando pormenori-
zadamente la columna zodiacal de diversos diarios norteamerica-
nos, detectó que con el lenguaje descriptivo y predictivo de los ho-

[105]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

róscopos se mezcla el discurso normativo, moral. De modo que se


combina sin solución de continuidad la predicción de lo que te va a
pasar con la recomendación de lo que conviene que hagas: «acua-
rio, debes ser más comprensivo con tus superiores», «piscis, conse-
guirás tus metas si te muestras más colaborativo», «Capricornio,
mañana es el día idóneo para emprender la tarea pospuesta». Con-
sejos siempre dentro, en el caso estudiado por Adorno, de la lógica
capitalista de explotación. Todas las recomendaciones, todos los
«deberías» van en el sentido de que el trabajador trabaje más, sea
dócil con el capataz, se muestre inclinado a colaborar con los com-
pañeros y evite toda negligencia aunando eficiencia y eficacia.

Carga ideológica de la astrología


Theodor Wiesengrund Adorno (1903-1969) fue un
destacado miembro de la Escuela de Fráncfort,
corriente de pensamiento de marcada inspiración
marxista. En sus estudios pioneros de la columna
astrológica de la prensa norteamericana recogidos
en su obra Bajo el signo de los astros, detectó la
mezcolanza acientífica del lenguaje
predictivo-descriptivo con el normativo, y en este
último destapó la lógica capitalista explotadora
subyacente: la inmensa mayoría de los consejos
zodiacales iban dirigidos a que el trabajador fuera
más comprensivo, esto es, más dócil con el jefe y
realizara de forma más comprometida, acrítica y eficaz su trabajo.

[106]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Las predicciones de la astrología y otras disciplinas futurológicas no son tales, ya


que resultan incontrastables.

De manera que, resumiendo, la astrología y disciplinas futuroló-


gicas emparentadas con ella no serían ciencias, sino pseudocien-
cias porque sus predicciones no serían tales ya que resultarían in-
contrastables. No serían ni verificables ni falsables, por ambiguas e
imprecisas. De modo que quedarían vulnerados aquí a la vez el pri-
mer y quinto criterio de demarcación. La imprecisión, la falta de rigor

[107]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

se vería, además, agravada por el hecho de mezclar en las predic-


ciones de forma improcedente el lenguaje enunciativo, descriptivo,
predictivo, con el discurso normativo propio de la moral o de la ética
e impropio de la ciencia, con lo cual se cometería una vez más la fa-
lacia naturalista ya expuesta, que consiste en pasar indebidamente,
en la argumentación, de lo que las cosas son de hecho, a lo que las
cosas deben ser.

Hipótesis psicológica sobre la popularidad de las


pseudociencias
Y es precisamente en este punto en el que reside con seguridad
gran parte de la popularidad de la astrología y de todas las discipli-
nas emparentadas con ella, en el hecho de que se conviertan en
una especie de consultorio de psicología popular de muy amplio es-
pectro, prácticamente universal que, en principio, no puede hacer
mal a nadie. Los consejos genéricos del astrólogo son fácilmente
asumibles: conviene que seas más comprensivo, que te muestres
más dispuesto a colaborar, que seas más decidido, más sincero,
eso sí, con las personas que te quieren de verdad, etc. Tampoco es-
tá de más entablar buenas relaciones con los compañeros de traba-
jo. Algunas predicciones contienen y fomentan, y pueden resultar
peligrosas por ello, el efecto de profecía autocumplida: si mañana
creo astrológicamente que me voy a encontrar una persona decisiva
en mi vida, ello me puede condicionar, sobre la base de una mera
superstición, para que entable relaciones más que afectivas de las
que tal vez me tenga que arrepentir en un futuro.
Y es probablemente el carácter ansioso, neurótico, estresante,
acelerado —poco reflexivo por ello— de las competitivas sociedades
contemporáneas el que lleva a la población a recurrir a astrólogos, a
videntes, a espiritistas. Quiero saber las cosas antes de que suce-
dan. Es cierto que la incertidumbre crea desasosiego, la incertidum-
bre inquieta, por eso, entre otras cosas, queremos saber, para estar

[108]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

tranquilos. Saber que detrás de la foresta no acecha la mortal alima-


ña, saber que cuando me jubile tendré una pensión para estar tran-
quilo. Inquieta la incertidumbre, la novedad, eso para lo que no es-
toy preparado. Quiero prepararme, no quiero sorpresas desagrada-
bles. El astrólogo también apacigua a su manera mi ansia de saber
las cosas de antemano, antes de que sucedan. Es cierto que saber
de antemano que en breve aparecerá la persona largamente espe-
rada calma mis ansias, amortigua o diluye mi desesperanza. Tampo-
co está de más que me verifiquen que el ser querido perdido en el
más allá se encuentra bien, incluso que se preocupa por mí, me
ayuda, colabora en la medida de sus fuerzas sobreterrenales a que
todo me vaya bien a partir de ahora, en breve. Vuelve a producirse
aquí el efecto de profecía autocumplida: que me vayan mal o bien
las cosas depende de cómo interprete yo lo que me sucede diaria-
mente, de cómo me predisponga. Principio básico este de la psicolo-
gía cognitivo-conductual, las cosas no son como son sino como tú te
las tomas, que el astrólogo pone consciente o inconscientemente en
práctica de manera popularizada. El o la tarotista, el o la echadora
de cartas suelen poner la tarea, análogamente al psicólogo
cognitivo-conductual —la denominada terapia ocupacional—, de
sentirse bien que predispone a que todo vaya a ir bien a partir de
ahora. Si tienes buenos pensamientos, si crees que las cosas van a
ir bien, te sentirás bien y abordarás las situaciones de forma cons-
tructiva, de modo que, por ciencia y no por superstición, es probable
que las cosas vayan a mejor.

Explicación de la pseudociencia en clave


científica
Descartada la astrología como ciencia cabe explicar su proliferación
desde un punto de vista científico. La astrología «funciona», sobrevi-
ve porque responde a alguna necesidad. Acabamos de bosquejar su
hipotético fundamento en el carácter ansioso/estresante de la socie-

[109]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

dad contemporánea para el que ofrecería un ansiolítico más o me-


nos económico y popular. Cabe investigar el fenómeno también en
clave de fraude: ¿cuánto hay de fraude en la práctica de los astrólo-
gos?, algunos de los cuales ingresan cantidades astronómicas con
sus consultas astrológicas.
El tema merece, sin duda, un enfoque científico o al menos ra-
cional que no se puede menospreciar o parodiar. Ya Kant, interesa-
do como pocos por el conocimiento suministrado por la ciencia, ad-
mirador de la física de Newton y gran teórico del conocimiento hu-
mano, se ocupó en su momento del caso de Emanuel Swedenborg
(1688-1772). Lo abordó de forma racional, cruzando cartas con el
personaje, leyendo en latín su voluminosa obra capital Misterios del
cielo, y publicando finalmente un ensayo al respecto cuyo título vie-
ne traduciéndose regularmente de forma poco ajustada como Sue-
ños de un visionario. Pero «Geisterseher», el término empleado por
Kant, es alguien que ve espíritus y se comunica con ellos, es decir,
un espiritista, que es lo que realmente fue Swedenborg: veía espíri-
tus, se comunicaba con ellos y estos le transmitían mensajes de na-
turaleza más o menos religiosa para la humanidad. Swedenborg ha-
bía sido un importante hombre de ciencia sueco, con una obra rele-
vante publicada incluso, que a partir de cierta edad comenzó a decir
que tenía encuentros con espíritus y visiones que, y por eso se hizo
especialmente célebre, le permitían percibir lo que estaba ocurrien-
do a cientos de kilómetros sin disponer de ningún instrumental técni-
co para ello: como el incendio acaecido en Estocolmo, que estuvo a
punto de quemar su casa estando Swedenborg reunido a mucha
distancia, es decir, con testigos que documentaron cómo se inquie-
taba el «visionario», cómo describía el incendio hasta que finalmen-
te se apaciguó al ver —a cientos de kilómetros— que se había con-
seguido sofocar antes de que alcanzara su casa. Al día siguiente la
prensa del momento publicó el relato del suceso y pudo comprobar-
se que todo había ocurrido tal como Swedenborg lo había descrito.
Además, Swedenborg se podía comunicar con espíritus para, por
ejemplo —otra de las hazañas del célebre espiritista sueco—, pre-

[110]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

guntarle a un fallecido dónde dejó la factura pagada de una supues-


ta deuda pendiente que ahora le reclamaban injustamente a la viu-
da. Y Swedenborg al parecer lo hizo y la buscada factura fue hallada
según las indicaciones del difunto. A Swedenborg, además le visi-
tan, no sólo en sueños, también en estado de vigilia, espíritus y án-
geles, dentro de la tradición religiosa cristiana en la que había creci-
do y se había educado, que le transmitían mensajes píos. Los men-
sajes a veces se comunicaban en clave, de forma cifrada. Todo esto
le interesó a Kant, quien abordó el caso desde un prisma racional,
científico, con el conocimiento de que se disponía en la época, esta-
mos hablando del siglo XVIII, y terminó concluyendo que el espiritista
debía de padecer alguna suerte de enfermedad mental. Queremos
señalar con ello, de paso, que la actitud científica no es la mofa, el
escarnio de las personas ante hechos que pueden calificarse de ra-
ros o extraños.

[111]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Emanuel Swedenborg [1688-17729 fue un hombre de ciencia y espiritista sueco


cuyos poderes mentales extraordinarios asombraron a sus contemporáneos. Es-
tos podrían deberse a alguna suerte de enfermedad mental del tipo de la esquizo-
frenia de carácter paranoide.

[112]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

El «caso» Swedenborg recuerda mucho al del matemático John


Nash, recientemente fallecido en trágico accidente. Se trata de des-
tacados hombres de ciencia, de hombres serios, de proceder racio-
nal riguroso, a los que a partir de cierta edad empiezan a ocurrirles
cosas extrañas. John Nash sufría alucinaciones indistinguibles del
mundo
real en las que se le presenta-
ban agentes del servicio de in-
teligencia que le encargaban la
tarea de descifrar —a él, exper-
to en encriptación y desencrip-
tación durante la Guerra Fría—
mensajes enemigos en clave
para ser publicados regular-
mente en prensa y dirigidos a la
construcción de una bomba ató-
mica y a su activación en suelo
americano. A John Nash se le
diagnosticó una esquizofrenia
paranoide que precisaba medi-
cación. Las alucinaciones eran
fruto de esa enfermedad. La
medicación las eliminaba pero
mermaba las dotes y capacida-
des intelectuales de Nash, de
El matemático John Nash. manera que este tuvo que en-
contrar un difícil equilibrio y hu-
bo de aprender a vivir con ellas y a saber distinguirlas del mundo
real. Curiosamente, Nash se servirá para ello del principio de cohe-
rencia, según vimos criterio mínimo de racionalidad y cientificidad.
Así, determinará que una niña que aparece recurrentemente en su
mundo alucinado no es real porque no envejece, lo cual resulta inco-

[113]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

herente. Es decir, que parte del caso Swedenborg lo explicaríamos


hoy diagnosticando, esto es, abduciendo —técnicamente retrodi-
ciendo, que es lo mismo que predecir pero en relación a eventos del
pasado— que Swedenborg padecía una esquizofrenia de carácter
paranoide que le producía alucinaciones muy veraces en un contex-
to de amenaza y salvación, en su caso, religiosa. Es así que una ley
científica, médica, psiquiátrica, nos vincula la esquizofrenia con las
alucinaciones y nos permite predecir alucinaciones en el esquizofré-
nico y retrodecirlas respecto a esquizofrénicos no diagnosticados del
pasado. En lo que se refiere a la astrología y demás ciencias empa-
rentadas que aquí nos ocupan, puede concluirse que su interés eco-
nómico, resultado de una actividad que apacigua de forma fácil y po-
pular la ansiedad creciente del individuo en sociedades cada vez
más competitivas, masificadas y estresantes, mueve naturalmente al
fraude o al autoengaño que puede confundir la enfermedad mental
con la posesión de capacidades predictivas especiales.

Explicación médica de los poderes


especiales
La película de 2006 Una mente maravillosa recrea la vida del matemático
John Nash (1928-2015), premio Nobel de Economía en 1994, a quien se le
manifestó a partir de los treinta años una esquizofrenia de carácter paranoi-
de que le producía alucinaciones sumamente vividas, que tuvo que apren-
der a controlar. En ellas se le presentaban individuos con comunicaciones
de trascendencia mundial, que le encargaban la tarea de desencriptar men-
sajes codificados en prensa y otros medios. El caso de John Nash es muy
similar al de Emanuel Swedenborg (1688-1772) y serviría para dar una ex-
plicación científica y reducir a enfermedad mental las facultades especiales-
de algunos de los visionarios o espiritistas, descartados los directamente
fraudulentos.

[114]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Ciencia y religión
Creencia basada en la razón frente a creencia
basada en la fe
Ciencia y religión han presentado una relación polifacética a lo largo
de la historia. La religión también ha suministrado y suministra una
gran explicación de la realidad, una visión de las cosas y del mundo,
una cosmovisión que, con frecuencia, ha competido y entrado en coli-
sión con la explicación científica de la realidad.
Para delimitar esta relación, para delimitar los ámbitos de ciencia y
religión, vamos a servirnos de la definición de conocimiento científico
que hemos construido a lo largo de esta reflexión sobre el mismo,
probando con ello la corrección y utilidad teórica de esta. La ciencia
ha sido definida como la creencia racional justificada que tiene la co-
munidad científica internacional en una gran teoría.
La religión es también una creencia, un tipo de creencia basada
en la fe. Tener fe y creer son en gran medida sinónimos, con lo cual
resulta circular y casi tautológico hablar de creencia basada en la fe.
La fe, para quien la posee, sería una vía de conocimiento o acceso a
una serie de verdades sobrenaturales, que incluyen normalmente una
revelación de las mismas, una o más deidades, unos libros sagrados,
etc. La fe, en cualquier caso, no ofrece seguridad ni certeza absoluta
del conocimiento y es por ello mismo creencia. Así pues, la religión
puede caracterizarse como la creencia que una determinada comuni-
dad internacional de creyentes tiene en una doctrina o cuerpo doctri-
nal, que incluye una explicación del surgimiento del universo, de la vi-
da, del hombre, etc.

[115]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Ciencia frente a religión


El premio Nobel de física Steven Weinberg consi-
dera que el avance de la ciencia va de la mano de
una debilitación de la creencia religiosa. En este
sentido escribe: «Creo que entre la ciencia y la reli-
gión existe, si no una incompatibilidad, por lo me-
nos lo que la filósofa Susan Haack ha llamado una
tensión, que gradualmente ha ido debilitando la
creencia religiosa, especialmente en Occidente,
donde la ciencia ha avanzado más». Stephen
Hawking, por su parte, sostiene al respecto que las
leyes que descubre la ciencia «no dejan mucho es-
pacio para milagros ni para Dios».

Las primeras diferencias con la ciencia aparecen desde el princi-


pio claras: la comunidad religiosa no es unitaria, pues existen nume-
rosos credos y variadas comunidades de creyentes; y tampoco existe
una doctrina unitaria compartida, una gran teoría, digamos, que pon-
ga de acuerdo a todos los creyentes del mundo sobre los componen-
tes explicativos, sapienciales, de la religión.

[116]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Los criterios de verdad


Los criterios de verdad son los motivos, razones, puntos de referencia que
nos permiten establecer si una proposición, un conjunto de ellas, una teoría
doctrina son verdaderas. Estos criterios pueden concretarse en cinco:

1. EVIDENCIA: algo es verdad porque resulta evidente, salta a la vista,


nadie en su sano juicio podría negarlo. La evidencia presenta una do-
ble naturaleza, sensible e inteligible o intelectual. Por evidencia sensi-
ble sé que es verdad que hace sol, porque lo veo; y por evidencia inte-
lectual sé que 5 + 7 = 12, porque lo entiendo.
2. AUTORIDAD: de acuerdo con este criterio es verdad lo que determina
la autoridad competente en la materia. La verdad de una demostración
matemática compleja la establece el especialista. Es un criterio funda-
mental en ciencia, pues la verdad de la teoría o paradigma la determi-
na la comunidad/autoridad científica internacional.
3. CONSENSO: según este criterio es verdad lo que decide la mayoría
de manera dialogada y racional. En ciencia complementa el criterio an-
terior en caso de duda.
4. COHERENCIA: según este criterio, para que sea verdad debe estar li-
bre de toda contradicción. Algo incoherente, contradictorio, no puede
ser verdadero. Al mentiroso se le detecta por sus incoherencias.
5. CONSECUENCIAS PRÁCTICAS: según este criterio se admite como
verdadera una proposición o un sistema teórico o doctrinal por sus
consecuencias prácticas. Los postulados o axiomas — indemostrables
por definición— se aceptan por sus consecuencias prácticas, esto es,
la posibilidad de construir con ellos un sistema teórico impecable. El
creyente argumenta a veces que la verdad de su creencia reside en
convertirle la vida en más vivible o soportable.

La religión es también un saber que no es científico ni ordinario,


según las definiciones que veíamos al principio, pero sí un saber que
pretende contener verdad, no sólo en el plano moral, sino también en
el teórico, en el que se refiere al relato de lo que las cosas son o han
sido o cómo surgieron y acabarán en el final de los tiempos. «Yo soy
la verdad», afirma uno de los fundadores de religiones que nos resul-

[117]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

ta más próximo culturalmente. El concepto de verdad es gnoseológi-


co, es decir, tiene que ver con el conocimiento, está emparentado en-
tonces con el conocimiento científico, aunque suela evitarse en el dis-
curso contemporáneo de la ciencia por las dificultades que entraña.
La verdad, por otro lado, a pesar de su carácter solemne, de su re-
gusto a inamovible, de su aroma a cerrado —algo que es verdad es
así y no puede ser ya de otra forma, no hay quien lo cambie—, no de-
ja de ser más que una propiedad lingüística de ciertos enunciados
que se corresponden con el mundo. Así de decepcionante se muestra
tras el análisis un concepto tan prestigioso. Si digo «hace sol», el
enunciado es verdad si realmente hace sol. Establezco una relación
entre el lenguaje y la realidad, y resulta que de esa relación surgen
enunciados verdaderos y enunciados falsos, y no hay más. La verdad
es la propiedad que tienen los enunciados que se corresponden con
el mundo. Cuando un detective descubre la verdad del caso, está
descubriendo realmente el conjunto de enunciados, de frases, que
describen lo que pasó, quién es el asesino. «El asesino es el mayor-
domo» es verdad porque el mayordomo es quien cometió el asesina-
to. Cuando el fundador de religiones dice «Yo soy la verdad», en reali-
dad está diciendo que todo lo que digo se corresponde con lo que es
(o debe ser en este caso pues se incluye un componente normativo,
moral) y la recopilación de todas mis sentencias, el correspondiente li-
bro sagrado, describe cómo son las cosas, cómo fueron, cómo surgió
el universo, las plantas, los animales, etc., y cómo se acabarán cuan-
do comience un reino nuevo, un nuevo estado de cosas.
Comparada con la ciencia, la religión ofrece una explicación, pero
no produce una única teoría o doctrina, ni convence a todos para pro-
ducir una única comunidad. Ambas son creencias, pero nos falta el
adjetivo adecuado que las especifique. En un caso, en el de la cien-
cia, es creencia racional; en el otro, en el caso de la religión, habría
que utilizar por pura lógica el principio de no contradicción o de tercio
excluso, no-racional, creencia no racional, es decir, el adjetivo de irra-
cional, si bien este último adjetivo produce resonancias que pueden
resultar desagradables al oído e hirientes a la sensibilidad religiosa.
Además, también la religión ha buscado desde siempre un anclaje ra-

[118]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

cional de su doctrina, ha querido dar respuesta a las preguntas que


desde la razón se le plantean, por mucho que se insista en que la
creencia religiosa debe ser contra toda evidencia, contra toda raciona-
lidad.

Creacionismo y diseño inteligente como


pseudociencias
La religión entonces, por definición, no se basa ni puede basarse en
la razón, pues entonces dejaría de ser religión y se convertiría en
ciencia. Los intentos de compatibilizar la religión con la ciencia o vice-
versa tienen algo de fallido en su misma raíz. Dentro de este marco
cabe encuadrar por ejemplo las teorías pseudocientíficas del creacio-
nismo o diseño inteligente. Son pseudocientíficas para empezar por-
que no han sido admitidas como ciencia por la comunidad científica
internacional —criterio externo este de cientificidad que, como esta-
mos viendo, resulta decisivo y especialmente demarcador— por mu-
cho que se enseñen como teoría científica en las escuelas de algunos
estados de Estados Unidos. Y además de pseudocientíficas le hacen
un flaco favor a la religión al pretender arrancar su raíz que no es la
razón, sino la fe, la creencia. Sin caer en el mero juego de palabras y
sin pretender herir sensibilidad religiosa alguna, demostrar científica-
mente la existencia de Dios convertiría en obsoleto el texto de impor-
tantes oraciones y plegarias. El creyente no podría decir entonces,
por ejemplo, sin mentir «creo en Dios Padre», pues ya sabría que
existe y si lo sabe, no lo cree.

Guillermo de Ockham defendía que no se puede construir ni desarrollar ninguna ciencia so-
bre Dios, como ser eterno, infinito y omnipotente que es.

[119]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Dios, el concepto central de la religión, no es un objeto que pueda


presentarse en la experiencia ni directa ni indirectamente, es un ente
que desborda toda experiencia espacial y temporal. La experiencia
siempre es concreta: así, en concreto, puntualmente confirmo la exis-
tencia de un nuevo planeta, a través del telescopio o del radiotelesco-
pio, después de haber detectado previamente las perturbaciones que
producía en la órbita de otro planeta conocido. Es decir, la mera hipó-
tesis de su existencia se ve posteriormente confirmada cuando lo
contrasto. Dios, como ser eterno, infinito, omnipotente, omnisciente,
etc., no puede aparecer en experiencia alguna concreta en un deter-
minado lugar o en un determinado momento, pues excede todo lugar
y desborda todo tiempo. Es este uno de los argumentos utilizados por
Guillermo de Ockham (1287-1347), quien defendía que no se podía

[120]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

por ello construir ni desarrollar ninguna ciencia sobre Dios, cuyo papel
sería más ético o moral que científico.

Religión y precisión terminológica


Por otra parte, la religión tampoco se sirve de un lenguaje puramente
enunciativo, sus sentencias son en gran medida de naturaleza norma-
tiva, se refieren a cómo ha de comportarse el creyente moralmente. El
contenido de naturaleza más teórica, más susceptible de contrasta-
ción empírica, se sirve además de un lenguaje simbólico, figurado, su-
jeto a la interpretación, que varía con el tiempo y puede adaptarse a
los descubrimientos científicos según estos se vayan produciendo. El
lenguaje simbólico de los textos sagrados permite compaginar sus
contenidos con los avances de la ciencia. Así el relato bíblico de la
creación del ser humano a partir del barro a imagen y semejanza del
creador se compatibiliza sin mayor dificultad con la teoría de la evolu-
ción de las especies, al colocar a Dios como principio último de la vi-
da, como semilla primera de la misma, que luego ha evolucionado. Un
relato simbólico, un lenguaje poético es el adecuado, se dirá, cuando
se pretende transmitir un mensaje abierto para las futuras generacio-
nes. Siempre quedará la posibilidad de una nueva interpretación que
adecúe el mensaje con los nuevos descubrimientos. Afán este, por
cierto, que como queda dicho desvirtúa el sentido propio de la reli-
gión, que tiene más que ver con la fe que con el conocimiento.

[121]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

La creación de Adán, fresco en la Capilla Sixtina, pintada por Miguel Ángel.

La religión no es, por tanto, ciencia —ni debe pretenderlo en senti-


do estricto—, según los criterios de demarcación, porque no se sirve
de un lenguaje preciso y riguroso, sino de un lenguaje de marcado
carácter simbólico, e incluso poético («siempre hay un tiempo para
cada cosa, un tiempo para amar y un tiempo para morir»), más nor-
mativo que descriptivo. No realiza por ello afirmaciones o prediccio-
nes que resulten contrastables, verificables, confirmables o refutables
(dejando de lado los precisos apocalipsis o finales de era hasta ahora
siempre falsados); no hay un cuerpo de doctrina unitario, válido para
la humanidad entera, y si lo hay no pone de acuerdo a la humanidad
entera en el mismo; no incluye leyes que permitan precisas prediccio-
nes, más allá de que todo empezó alguna vez y es probable que algu-
na vez acabe. Sólo queda salvaguardada la coherencia, que es el mí-
nimo que se exige a un discurso inteligible frente a un relato absurdo,
en el que se perdería toda referencia. Así la coherencia «global» del
«misterio» de la Santísima Trinidad, trinidad que vulnera los principios

[122]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

fundamentales de la lógica (no-contradicción, identidad y tercio exclu-


so), se «salva» al reconocer que es una verdad que escapa a la ra-
zón humana y que debe aceptarse, como dogma, por fe.

Funcionalidad social de la religión


Enfrentada a la ciencia, la religión, aunque no unitaria, no paradigmá-
tica, presenta una extensión e implantación que ha de poder explicar-
se en clave científica. Estudios recientes documentan que hay más
creyentes que no creyentes en el mundo. La religión es importante,
entonces se dirá. Las predicciones de Weinberg no acaban de confir-
marse. El desarrollo de la ciencia, de la creencia racional justificada,
no redunda necesariamente en la disminución de la creencia religio-
sa.
La religión sigue vigente porque resulta funcional, afirmará el so-
ciólogo. Por eso precisamente ha sobrevivido, porque cumple una
función social; en clave darwinista podría decirse, incluso, que la reli-
gión y, sobre todo, la institución religiosa han demostrado ser aptas
para la supervivencia a través de un largo proceso evolutivo en el que
han experimentado numerosas mutaciones, diversas especificacio-
nes, ramificaciones, brotes, esquejes, etc., hasta llegar a las más de
cuatro mil religiones que hoy se contabilizan en el planeta. En clave
sociológica, la religión ha resultado útil sin duda como instrumento de
control social, como válvula de escape o seguridad. Si el ser humano
evidencia una doble tendencia social/antisocial (somos propensos a
unirnos —la unión hace la fuerza—, pero una vez unidos aparecen
tendencias disgregadoras, por ejemplo, la inclinación a apropiarnos
del bien del vecino, a apropiarnos de su pareja, a hacerlo con violen-
cia acabando incluso con la vida de este), conviene que, además de
la ley terrena, exista, para mayor seguridad, otra ley ultraterrena que
recuerde que no robarás, que no matarás, que no desearás a la mujer
del prójimo… y si lo haces, deberás rendir juicio insoslayable al final,
de modo que entre la población se extienda un socialmente conve-
niente terror metafísico al más allá. Si no te ve el prójimo, si no te
arresta la policía y te condena el juez, el Juez Supremo, que es ubi-

[123]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

cuo, que está en todas partes, te está viendo y te juzgará. La religión


favorece así el mantenimiento del orden del que se retroalimentan las
sociedades. Es como un cemento que se introduce por las grietas de
nuestra «insociable sociabilidad» y nos mantiene unidos y conformes.
Somos, se ha dicho, una especie de sociedad de puercoespines, nos
juntamos, nos necesitamos, pero cuando la distancia es demasiado
corta nos pinchamos y repelemos. La religión, en esta metáfora, lima
nuestras espinas. Y lo ejecuta de variadas formas. Que al final se va-
ya a hacer justicia nos hace más soportable la injusticia terrena, nos
convierte en más dóciles. En el más allá se redimirán todas las injusti-
cias y penurias del más acá. Es lo que los sociólogos denominan ins-
titución del tipo válvula de seguridad: cuando en la olla exprés social
aumenta en exceso la presión, pongamos por caso de la muy injusta
distribución de bienes terrenos, conviene que existan válvulas por las
que pueda escapar el vapor, para evitar el estallido: con Dios, el Pa-
dre Bueno, el Buen Pastor que conduce a su grey por tierras de bue-
nos pastos, nada ha de faltarnos. Dios proveerá, hay que tener con-
fianza, y si no es en este valle de lágrimas, será «después», en el
reino de los mil años. Conviene por ello ser mansos, Dios nos quiere
mansos y limpios de corazón.
En el plano individual además, la religión, el sentimiento religioso y
la práctica del culto le hace a la gente la vida más llevadera, más so-
portable. Se suele hacer incluso en este punto uso del criterio de ver-
dad como consecuencia práctica. Algo puede ser verdad —cuando no
lo es por evidencia, por consenso, por autoridad o por contrastación
empírica— porque se siguen de ello consecuencias favorables, de-
seables, buenas. Así, la religión que tiene consecuencias favorables
para la vida, que la hace más vivible, más soportable, más llevadera,
sería precisamente por esto verdadera, por lo bueno que se sigue de
ella. Es este un criterio de verdad muy débil, que funciona por pura
analogía, y las analogías poseen un débil poder probativo. En todo
caso, y para concluir, la religión no competiría en modo alguno en es-
ta función social con la ciencia como creencia racional justificada de
la comunidad científica internacional en una determinada explicación
de las cosas.

[124]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

APÉNDICES

[125]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

W. Balzer, C. U. Moulines y J. D. Sneed, Una arquitectónica para la


ciencia. El programa estructuralista, Buenos Aires, Edito-
rial: Universidad Nacional de Quilmes, 2012.

Es la obra de referencia de la concepción estructural de


las teorías científicas, compuesta por sus máximos repre-
sentantes a nivel mundial. En ella se encuentra una re-
construcción racional de teorías científicas de diferentes
disciplinas, según este enfoque, que saca a la luz la es-
tructura profunda no-proposicional de todas ellas.

W. Balzer, Teorías empíricas: modelos, estructuras y ejemplos, Ma-


drid, Alianza, 1997.

Se trata de la versión actualizada de su traducción espa-


ñola de la correspondiente obra en alemán. En ella, Wol-
fgang Balzer, uno de los máximos representantes del en-
foque estructuralista, introduce al lector, a través de ejem-
plos sencillos de reconstrucción racional de teorías cientí-
ficas relacionadas con diversas disciplinas, en los concep-
tos fundamentales y técnicas de modelización de la con-
cepción no-proposicional de las teorías. El libro contiene
numerosos ejercicios.

A. Einstein, Mi visión del mundo, Barcelona, Tusquets, 1984.

[126]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Obra del científico más destacado del siglo XX. En ella


presenta los puntos fundamentales de su filosofía de la vi-
da y de la ciencia, esto último en un sentido más amplio,
más mundano, que el que presupone el presente ensayo.
Sirve este libro, entre otras muchas cosas, para constatar
lo útil que puede resultar la filosofía no sólo para fomentar
la creatividad científica, sino también para regularla ética-
mente como actividad humana.

L. Fleck, La génesis y el desarrollo de un hecho científico, Madrid,


Alianza, 1986.

Obra muy curiosa de Ludwik Fleck en cuanto se adelanta


en unas cuantas décadas a los resultados de Kuhn, en los
que influye decisiva y manifiestamente, en lo relativo al
componente social de la investigación científica, a la exis-
tencia de paradigmas o estilos de pensamiento o a cómo
la experiencia presenta una importante carga teórica que
inmuniza el conocimiento científico a toda falsación em-
pírica.

A. González Ruiz, La nueva imagen del mundo. El impacto filosófico


de la teoría de la relatividad, Madrid, Akal, 2003.

En esta obra se rastrea en detalle el impacto producido


por la teoría de la relatividad en el ámbito filosófico, im-
pacto que se concretó en una interesante polémica que
enfrentó a los filósofos del Círculo de Viena y a la Escuela
Neokantiana sobre la cuestión de si la física de Einstein
habría refutado importantes afirmaciones de la filosofía de
Kant, especialmente las relativas a los conceptos de es-
pacio y tiempo.

Th. S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, Méxi-


co/Madrid/Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,

[127]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

1971.

Se trata de la obra más leída e influyente de la filosofía de


la ciencia contemporánea. En ella desarrolla Kuhn, a par-
tir del estudio histórico real de la ciencia, conceptos tan
decisivos como los de paradigma, comunidad científica,
períodos de ciencia normal y ciencia revolucionaria, inmu-
nidad teórica frente a la falsación empírica, etc.

K. R. Popper, La lógica de la investigación científica, Madrid, Tec-


nos, 1962.

Es la obra más representativa de la epistemología poppe-


riana. En ella se trata la falsabilidad, el hecho de que un
enunciado pueda verse refutado, como criterio de demar-
cación entre ciencia y pseudociencia. También se muestra
en este libro el componente normativo característico del
racionalismo crítico, que pretende decirle al científico lo
que debe hacer —someter sus teorías a exhaustivas y se-
lectivas pruebas de resistencia— para practicar verdadera
ciencia.

W. Stegmüller, Teoría y experiencia, Barcelona, Ariel, 1979.

Wolfgang Stegmüller es uno de los grandes teóricos de la


ciencia del pasado siglo a escala mundial. Su monumen-
tal obra aúna documentación, rigor, brillantez y claridad
expositivas. Stegmüller ha divulgado fundamentalmente la
concepción estructural de las teorías científicas, pero tam-
bién todas las concepciones previas de la ciencia que
conducen a ella. En este libro se centra en los dos polos
decisivos del conocimiento científico, la teoría y la expe-
riencia y, sobre todo, en la «problemática» relación que
existe entre ellos.

[128]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

GLOSARIO

Abducción: Inferencia que conduce de un hecho o conjunto de he-


chos a la mejor explicación de los mismos. Presupone la
existencia de teorías bajo las que subsumir lo que se trata
de explicar. La abducción verdaderamente interesante y
«creativa» para la ciencia es la que conduce de los he-
chos a una ley o teoría nuevas que los expliquen. Se la
conoce también como «inferencia hipotética».

Comunidad científica: Expresión puesta de moda por el filósofo de


la ciencia Thomas Samuel Kuhn. Se refiereal conjunto
mundial de científicos que, en un determinado campo del
saber, son los responsables de decidir la aceptación o no
de una nueva teoría ode innovaciones teóricas parciales.
Las comunidades científicas suelen estar fuertemente je-
rarquizadas sobre la base del «prestigio científico».

Concepción proposicional statement view: Concepción clásica


de la filosofía de la ciencia que considera que las teorías
son conjuntos de proposiciones o enunciados que se pue-
den (verificar/ falsar) de forma independiente, una a una,
con la experiencia.

Concepción no-proposicional o estructural non-statement view:


Concepción contemporánea de la filosofía de la ciencia

[129]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

que considera que las teorías son estructuras complejas


—de naturaleza lógico-matemática, no necesariamente
lingüística— dotadas de núcleo y periferia, y cuya contras-
tación empírica se realiza de forma holística, es decir, co-
mo un todo.

Criterio de demarcación: Rasgo o conjunto de rasgos que sirven


para determinar lo que es ciencia y distinguirla de lo que
no lo es, es decir, de la pseudociencia.

Deducción: Inferencia lógica que conduce de una afirmación uni-


versal a una particular. Sirve para extraer verdades implí-
citas de verdades universales. Así, de «Todos los cuerpos
del universo se atraen con una fuerza que es directamen-
te proporcional al producto de sus masas e inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia que los separa»
(ley de gravitación universal), se deduce que también la
«manzana» y la «Tierra» se atraen con esta misma fuer-
za, es decir, que la caída de una manzana del árbol es un
fenómeno particular que se deduce de la ley universal. La
deducción es formalmente fiable, aunque no materialmen-
te: la conclusión será verdad siempre que lo sea la premi-
sa de la que se deduce.

Evidencia: Es sinónimo de claridad manifiesta. Algo posee la pro-


piedad de la evidencia cuando resulta tan claro que nadie
en su sano juicio puede dudar de ello.

Heurística: Se la conoce también como «lógica del descubrimien-


to» y se ocupa de establecer reglas que faciliten la formu-
lación de nuevas leyes o teorías a partir de los datos de la
experiencia.

Inducción: Inferencia lógica que conduce de lo particular a lo uni-


versal. De «Algunos cisnes son blancos» se induce que

[130]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

«Todos los cisnes son blancos». No es formalmente fia-


ble. No se puede pasar de «algunos» elementos conoci-
dos de un conjunto a la totalidad (desconocida) de ese
conjunto. Por muchos elementos que se conozcan empíri-
camente de ese conjunto, siempre está abierta la posibili-
dad del contraejemplo. De hecho, existen cisnes negros.

Metateoría: Teoría de la teoría. Es el resultado de convertir las teo-


rías en objeto de estudio. Los hallazgos, ordenados siste-
máticamente, de la investigación epistemológica sobre las
teorías científicas constituyen metateorías.

Método hipotético-deductivo: Método característico de la investi-


gación científica: partiendo de los datos de la experiencia
se formulan hipótesis; de estas se extraen, por deducción,
consecuencias que se contrastan con la experiencia; si la
contrastación es favorable, la hipótesis se convierte en
ley, en caso contrario, se elimina y vuelve a comenzar el
proceso.

Paradigma: Concepto acuñado por Thomas Samuel Kuhn y que


viene a designar a la comunidad científica (mundial) que
en un momento histórico dado comparte una misma «gran
teoría» y unos mismos métodos de investigación: en su-
ma, una misma forma de entender la propia disciplina y su
campo de estudio. Para Kuhn, la existencia de un para-
digma —uniparadigmaticidad— es un criterio de demarca-
ción entre la ciencia y la pseudociencia. El cambio de pa-
radigma implica una verdadera revolución científica.

Teoría: El término «teoría» procede del griego θεωρια (theóría) que


significa «observación», «contemplación». En la actuali-
dad se utiliza, en sentido lato, como sinónimo de «con-
cepción» o «idea general» sobre un asunto. Las teorías
proceden de la experiencia, por vía de la observación, y

[131]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

sirven para explicar y predecir trozos de realidad: contie-


nen por lo general relaciones causales y leyes que expre-
san regularidades. El concepto de teoría se asocia nor-
malmente al de ciencia y se habla así de «teorías científi-
cas», que se caracterizan por su rigor y poder de explica-
ción y predicción.

Verdad: La verdad es una propiedad de determinados enunciados


que, o bien se corresponden con el mundo, o bien son
aceptados como válidos por la comunidad o pueden inser-
tarse dentro de un sistema de enunciados sin producir
contradicción alguna dentro de él.

[132]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

AGUSTÍN GONZÁLEZ RUIZ (Madrid, España, 1964). Doctor en Fi-


losofía por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Lógi-
ca y Teoría de la Ciencia por la Universidad Ludwig Maximilian de
Múnich, se dedica a la enseñanza y principalmente a la elaboración
de libros de texto, así como a la escritura de guiones, relatos y cuen-
tos, normalmente junto a su hermano Fernando. Actualmente traba-
ja como profesor de filosofía en Enseñanza Secundaria.
Libros publicados: Filosofía (Akal, 2002); Historia de la Filosofía
(Akal, 2009); Historia de la Filosofía 2.o Bachillerato. Libro-guía del
profesorado; Historia de la Filosofía 2.o Bachillerato. Libro del
alumno; Historia de la Filosofía 2.o Bachillerato. Libro del alumno; Fi-
losofía y ciudadanía 1.o Bachillerato. Libro-guía del profesorado; Fi-
losofía y ciudadanía 1.o Bachillerato. Libro-guía del profesorado;
Educación Ético-cívica 4.o ESO. Libro guía del profesorado; Educa-
ción Ético-cívica 4.o ESO. Libro guía del profesorado; Filosofía y
Ciudadanía 1.o Bachillerato; Filosofía y Ciudadanía 1.o Bachillerato;
Educación ético-cívica 4.o ESO; Educación ético-cívica 4.o ESO; La
nueva imagen del mundo. Artículos de revistas: Los tres espacios

[133]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

(Tiempos) de Kant, 1996; El actor de las Revoluciones Científicas,


1998.

[134]
¿Por qué es científica la ciencia? Agustín González Ruiz

Notas

[1]Véase al respecto, L. Fleck, Génesis y desarrollo de un hecho


científico, Madrid, Alianza, 1986. <<

[2] Los dos dogmas del empirismo, 1953. <<

[3] P. Langley et al., Scientific discovery, Cambridge/Mass., 1987. <<

[4]
A. Einstein, Lettres à Maurice Solovin, París, Gauthier-Villars,
1956, p. 119. <<

[5] S. Ríos, Modelización, Madrid, Alianza, p. 24. <<

[135]

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