CURSO- TALLER DE INTRODUCCIÓN AL

PERIODISMO CIENTÍFICO

Módulo 1

De qué hablamos cuando hablamos de

ciencia
Comprender una definición posible de ciencia.
Aproximarse a la dinámica y los alcances de la producción científica.
Distinguir en términos enunciativos la ciencia “pura” de la aplicada.
Interpretar los vínculos entre ciencia y tecnología.
Visualizar el impacto de la ciencia y de la técnica en la transformación social.
Relacionar la ciencia y la tecnología con la innovación.
Analizar distintas encuestas que exploran el imaginario social de la Ciencia.

En la segunda mitad del siglo XVIII, en estructurado y sujeto a determinadas

tiempos de la llamada revolución indus-
trial, Johann Wolfgang von Goethe se
declaró angustiado y atormentado por “la
máquina, ese monstruo arrollador”.
“Avanza impetuosa, como una tempes-
tad, despacio, lentamente, pero ha enfi-
lado ya la dirección y un día dará en el
blanco”, escribió. Nuestra sociedad es el
resultado de una revolución científico-
tecnológica. En la segunda mitad del
siglo precedente hemos sido testigos de
la capacidad de la tecnología para modi-
ficar nuestro entorno. Resulta imposible
concebir hoy un mundo sin televisión,
computadoras o antibióticos, entre otras
innovaciones. ¿Pero cuánto tiene que
ver la ciencia con esto?
El término ciencia es entendido como
un proceso sistemático de adquisición
del conocimiento, un saber formal que
se adquiere mediante la utilización de
una serie de compromisos metodoló-
gicos. Es un camino creativo, pero
normas, para buscar la verdad. Si bien
el conocimiento científico está hecho
de enunciados que informan acerca
de algo sobre objetos o sucesos, és-
tos tienen que cumplir con la condición
de ser validados por la experiencia y
sus proposiciones ser expresadas en
el lenguaje considerado pertinente por
los científicos.
En palabras de Miguel De Asúa, un his-
toriador de la ciencia y experto en meto-
dología de la investigación de la Univer-
sidad Nacional de San Martín, la ciencia
moderna consiste en una continua postu-
lación de sucesivas hipótesis explicati-
vas, validadas por el soporte empírico de
sus predicciones exitosas y por su capa-
cidad de explicar, que van revelando una
imagen posible de la estructura oculta
del universo. No es un camino sin tropie-
zos. “La marcha intelectual de la ciencia
es zigzagueante, penosa, vacilante y
ambigua –postula en el libro La investi-

Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico MÓDULO 1

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gación en ciencias experimentales- pero
a la larga se progresa y entendemos
mucho más acerca de cómo funciona el
mundo hoy en día que nuestros antepa-
sados de las cavernas”.
El físico y filósofo argentino Mario Bunge
definía la ciencia como “la más deslum-
brante y asombrosa de las estrellas de la
cultura". De los científicos, señalaba, “se
espera que exploren el mundo a fin de
entenderlo. Preguntan, responden y ar-
gumentan. Observan los hechos (natura-
les, sociales o mixtos) e inventan hipótesis
para explicarlos o predecirlos. Clasifican y
construyen sistemas de hipótesis, vale
decir, teorías de diversos grados de pro-
fundidad y extensión. Verifican los datos y
las conjeturas para averiguar si esas hipó-
tesis son al menos aproximadamente
verdaderas. Inventan técnicas para reco-
lectar, controlar y procesar datos. Y argu-
mentan sobre proyectos y descubrimien-
tos, amplios o limitados".
Ciencia “normal” y paradigmas.
Ciencia pura y aplicada.
La metodología “conservadora” de la
ciencia, su vocación por la construcción
meticulosa de la evidencia, promueve una
acumulación paulatina de conocimiento. Y
se aleja de cierta fantasía que visualiza a
la actividad científica como una sucesión
de grandes hallazgos, hitos y revolucio-
nes. Por cada “bosón de Higgs” o ensayos
sobre vacunas contra COVID-19 en la
tapa de los diarios, hay decenas de miles
de hallazgos o avances de menor escala
pero que contribuyen de manera singular
a la búsqueda colectiva de la “verdad”.
Diego Golombek defiende esa perspecti-
va: “La ciencia, en general, nunca descu-
bre nada, no tiene noticias que ofrecer,
Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico
sino más bien historias largas, falibles,
con retrocesos, pequeñas construcciones
que se suman unas a otras”.
El influyente historiador de la ciencia
Thomas Kuhn (1922-1996) caracterizó la
dinámica del progreso científico a partir
del análisis de cambios sociohistóricos.
Postuló que hay largos de períodos de
ciencia “normal”, en los existe una teoría
ortodoxa dominante que explica los fe-
nómenos observados y no se cuestiona
radicalmente. Sin embargo, decía, exis-
ten momentos excepcionales o “instan-
cias de ruptura” donde el paradigma
imperante (llamaba paradigmas a “las
realizaciones científicas universalmente
reconocidas que, durante cierto tiempo,
proporcionan modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica”)
es sustituido por otro distinto e incompa-
tible con él. Cuando los científicos ob-
servan que es imposible investigar sin
que los esquemas establecidos se pon-
gan en duda, se inicia una revolución
científica que destruye el paradigma
dominante en el momento. Dos ejemplos
arquetípicos serían la teoría copernicana
o heliocéntrica y la teoría microbiana de
Pasteur. Pero este cambio no se produ-
ce derivado de un razonamiento lógico.
La aceptación de uno u otro paradigma
va a ir determinada en última instancia
por la visión del mundo, las creencias, la
educación, los gustos o las influencias.
La teoría kuhniana del cambio científico
ha sido discutida: por ejemplo, Bunge
notó que todas las revoluciones científi-
cas conservan algo de la tradición. Lo
que es incuestionable es que, aun dentro
de lo que Kuhn denominaba paradigmas,
los científicos no están exentos de con-
dicionamientos politicos, sociales y cultu-
rales. Una expresión de estos factores
es la tradicional division operativa entre
la llamada ciencia pura o básica, la que
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busca el conocimiento sin fines prácticos
inmediatos, y la aplicada, aquella orien-
tada a resolver problemas concretos.
Hay caminos intermedios o alternativos.
El exministro de Ciencia y Tecnología de
Argentina, Lino Barañao, preconizaba
una tercera vía, la ciencia “pasteurizada”:
“Pasteur decía que la casualidad solo
favorece a los espíritus preparados. Hay
que pedirle al investigador que esté pre-
parado para pensar en una posible apli-
cación de aquello que ha encontrado”.
En tanto, otros propugnan la llamada
investigación “precompetitiva”: aquella
que se ubica en el punto medio entre la
básica que se desarrolla en la academia
y la orientada a productos específicos
que tiene lugar en compañías privadas.
Una derivación de la ciencia aplicada es
la tecnología, aunque no son conceptos
equivalentes. Donde la primera estudia
problemas de posible interés social, se
puede decir que la segunda se apropia
de los conocimientos teóricos y los pone
en acción. Mario Bunge, en su libro
Ciencia y Desarrollo, llama tecnología al
uso de las teorías científicas para su
adaptación a determinados fines, a la
producción de artefactos útiles. Por ello,
la tecnología representa el lazo de unión
entre el producto de la ciencia, el cono-
cimiento científico, y la aplicación prácti-
ca de dicho conocimiento.
El ingeniero argentino Ricardo Ferraro,
profesor universitario de políticas tecno-
lógicas y autor, entre otros, de los libros
¿Para qué sirve la tecnología? y La cien-
cia es negocio, precisa algunas diferen-
cias. La ciencia es una actividad huma-
na, a menudo financiada por el Estado,
que tiene por objeto indagar la naturale-
za para descubrir sus secretos, el cómo
y el porqué de las cosas. En cambio, la
tecnología es otra actividad, en general
Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico
encarada por empresas, que estudia y
sistematiza la forma de dominar los fe-
nómenos a través del desarrollo de pro-
cedimientos que apliquen lo descubierto
a la resolución de problemas.
Pero la distinción entre ciencia pura,
aplicada y tecnología no es tan simple,
clara ni definitiva, alerta Ricardo J. Gó-
mez, profesor de filosofía de las ciencias
de la Universidad del Estado de Califor-
nia, Estados Unidos. “Los laboratorios
industriales utilizan investigadores ‘pu-
ros’ y los entornos académicos están
plagados de gente dedicada a proyectos
tecnológicos. Tanto la ciencia básica
como la tecnología producen instrumen-
tos y conocimientos. En ese aspecto, no
hay gran diferencia; en cambio, parece
posible diferenciarlas en términos de
objetivos. El objetivo de la ciencia pura
es encontrar la verdad, el de la tecnolo-
gía y la ciencia aplicada, resolver pro-
blemas prácticos. Pero la ciencia no
busca meramente la verdad, sino la ver-
dad significativa, y entonces intervienen
la significatividad tanto teórica como
práctica, por lo que la distinción aparen-
temente clara se hace borrosa otra vez”,
escribió Gómez en La dimensión valora-
tiva de las ciencias. Hacia una filosofía
política, editado en 2014.
La revolución tecnológica
Han sido numerosos los procesos de
transformación tecnológica que mediante
la aplicación práctica de los conocimien-
tos han ido modificando la relación entre
economía, estado y sociedad. Hace casi
medio siglo, el físico y tecnólogo argen-
tino Jorge Sábato (1924-1983) planteaba
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por primera vez el que luego se conocería
como “triángulo de Sábato”. “Como la
característica esencial de la revolución
científico-tecnológica es la inserción de la
ciencia y la técnica en el contexto global
de la sociedad a través de su incorpora-
ción dinámica en el desarrollo, los tres
protagonistas del proceso son la infraes-
tructura científico-tecnológica, el gobierno
y la estructura productiva de la sociedad.
Las interacciones múltiples entre ellas se
representan por un triangulo donde cada
uno de sus vértices corresponden a cada
uno de esos elementos y cada uno de los
lados a las interacciones correspondien-
tes”, sostenía.
El historiador marxista británico Eric
Hobsbawn (1917-2012) identificó una
impresionante expansión económica
mundial que se dio durante la “edad
de oro”, como consecuencia de la
revolución tecnológica, y que él ubica
entre los años 1950 y 1973. En pala-
bras de Hobsbawn, “más que cual-
quier época anterior la edad de oro
descansaba sobre la investigación
científica más avanzada y a menudo
abstrusa, que ahora encontraba una
aplicación práctica en pocos años.”
tardaron algo más en dejarse ver.
Más cerca en el tiempo, el sociólogo es-
pañol Manuel Castells, director del Inter-
net Interdisciplinary Institute de la Univer-
sidad Abierta de Cataluña y profesor de
Sociología y Urbanismo de la Universidad
de California en Berkeley, ha indicado que
“una revolución tecnológica informacional,
centrada en torno a las tecnologías de la
información, está modificando la base
material de la sociedad a un ritmo acele-
rado”. Señala Castells que las nuevas
tecnologías de la información se han ex-
tendido por el globo con velocidad “relam-
pagueante” en menos de dos décadas, de
mediados de la década de 1970 a media-
dos de la de 1990, y que hoy la informa-
ción y la comunicación atraviesan el con-
junto de la actividad humana. En 2017, la
revista “The Economist” tituló: “El recurso
más valioso del mundo ya no es más el
petróleo, sino los datos”.

Sin embargo, Hobsbawn reconoce que el

impacto sobre la industria civil de la tec-
nología producida gracias a la investiga-
ción científica de alto nivel seguramente
no fue decisivo hasta los decenios poste-
riores a 1973, cuando se produjeron
grandes avances de la informática y de
la ingeniería genética. Puede que las
principales innovaciones que empezaron
a transformar el mundo poco después de
terminada la segunda guerra mundial
fueran en el campo de la química y de la
farmacología, por ejemplo, con el desa-
rrollo de antibióticos que salvaron millo- Creatividad e innovación
nes de vidas. Pero sus efectos culturales

Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico MÓDULO 1

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La capacidad que la ciencia y la tecnolo-
gía tienen para transformar las estructu-
ras económicas y sociales se plasmó
con mayor claridad que nunca cuando, a
mediados del siglo XX, los estados mo-
dernos comenzaron a financiar el cono-
cimiento y a las estructuras sociales y
productivas que le dan sustento de una
forma sistemática.
Así como se suele confundir ciencia con
tecnología, lo mismo ocurre con los con-
ceptos de creatividad e innovación.
Mientras que la creatividad es la capaci-
dad de concebir ideas novedosas y úti-
les, la innovación se refiere a la aplica-
ción de estas ideas. Sin embargo, es
imprescindible señalar que cuando se
hace mención a las innovaciones tecno-
lógicas no nos referimos exclusivamente
a la aplicación directa de la tecnología en
los procesos industriales.
¿Pero cómo se consigue la innovación
tecnológica? Según Castells, la innova-
ción tecnológica no es un acontecimiento
aislado. Refleja un estado determinado
de conocimiento, un entorno institucional
e industrial particular, una cierta disponi-
bilidad de aptitudes para definir un pro-
blema técnico y resolverlo, una mentali-
dad económica para hacer que esa apli-
cación sea rentable, y una red de pro-
ductores y usuarios que puedan comuni-
car sus experiencias de forma acumula-
tiva, aprendiendo a utilizar y crear.
Tal es el grado de importancia que ha
cobrado la innovación tecnológica, que
ocupa un lugar cada vez mayor en la
agenda de organismos internacionales y
gobiernos. Según un reciente documento
de la Conferencia de las Naciones Uni-
das sobre Comercio y Desarrollo (UN-
CTAD), no es posible lograr un creci-
miento económico sostenido ni una sus-
Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico
tancial reducción de la pobreza en el
actual contexto de liberalización e inte-
gración mundial sin el aprendizaje tecno-
lógico ni la innovación.
Desde 2007, una agencia de las Nacio-
nes Unidas participa de la publicación de
un ranking anual de países innovadores,
el Índice Global de Innovación o GII.
Aunque los cinco mejores ubicados en
en ese ranking también aparecen bien
posicionados en otro sobre “los mejores
países en ciencia”, publicado por Scienti-
fic American y que pondera atributos
como las patentes obtenidas, la inversion
en ciencia y tecnología, la producción de
papers y el número de candidatos docto-
rales (ver tabla 1), la relación entre am-
bos indicadores no es lineal. Es difícil
que haya innovación sin inversion en
ciencia y tecnología, pero la segunda no
determina necesariamente la primera.
Tabla 1
Ubicación relativa de países en sendos rankings
de innovación (GII) y desarrollo científico (Global
Science Scorecard de Scientific American). Da-
tos de 2015
Innovación Ciencia
Suiza 1 9
Reino Unido 2 4
Suecia 3 15
Holanda 4 14
EE.UU. 5 1
Finlandia 6 25
Singapur 7 17
Irlanda 8 32
Luxemburgo 9 ---
Dinamarca 10 21
En Argentina, desde 2007 (con alguna
degradación temporal) existe un Ministe-
rio de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva que, entre otras funciones,
organizó un concurso anual (Innovar)
para estimular el desarrollo de aplicacio-
MÓDULO 1
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nes innovadoras y empresas de base
tecnológica. Otros países lanzaron inicia-
tivas similares: España lanzó un Plan
Estatal de Investigación Científica y Téc-
nica y de Innovación. México, un Pro-
grama Especial de Ciencia, Tecnología e
Innovación que afirma que “la inversión
en ciencia y tecnología es una herra-
mienta fundamental para acceder a una
economía de bienestar, basada en el
conocimiento”. La pandemia de COVID-
19 dinamizó estas articulaciones.
La competitividad de las naciones de-
pende cada vez más de su capacidad
para la innovación. Pero la innovación
está cada vez más asociada a caracte-
rísticas estructurales, culturales y socia-
les que le son propias a cada contexto, y
está integrada en una matriz de comuni-
cación. Es difícil que prospere la innova-
ción si no existe una sociedad abierta al
aprendizaje, capaz de cuestionar sus
certezas, evidencias y rutinas, y de
afrontar el efecto desestabilizador que
ello supone, tal cual opina Innerarity.
Percepción pública de la ciencia
y la tecnología
Una “cultura de la innovación” requiere,
entre otros elementos, de una mayor
sensibilización o concientización pública
de la ciencia y de la tecnología, inclu-
yendo una promoción activa de la parti-
cipación popular en la orientación de
políticas tecnológicas. Se parte del su-
puesto de que una mayor comprensión
de la dinámica científica y de la innova-
ción también favorerá la valoración y el
apoyo a esas actividades e iniciativas,
aunque, otra vez, la relación no probó
ser estrictamente lineal. Más adelante
Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico
veremos cómo esos supuestos operaron
en la definición y justificación de esfuer-
zos de la comunicación de la ciencia.
Numerosos países han realizado de
manera sistemática encuestas periódicas
sobre la llamada percepción pública de
la ciencia y la tecnología, en lo que re-
presentan aproximaciones sobre cuán
“científicamente orientada” se encuentra
una determinada sociedad en un mo-
mento determinado y de qué manera
evoluciona esa “cultura científica” a lo
largo del tiempo. Sus resultados marcan
el terreno sobre el que operan desde
decisores de políticas públicas y educa-
dores de la ciencia hasta comunicadores
de ese ámbito.
En Estados Unidos, el relevamiento más
famoso y abarcativo es el de la National
Science Foundation, que se realiza des-
de la década del ’70 y explora desde las
fuentes de información hasta conoci-
miento factual sobre cuestiones técnicas
y actitudes respecto de la ciencia y los
científicos en general. La encuesta publi-
cada en 2018 muestra, entre otros datos,
que alrededor de cuatro de cada cinco
estadounidenses afirman estar interesa-
dos en “nuevos descubrimientos científi-
cos”; que solo 4 o 5 de cada 10 entrevis-
tados respondieron correctamente pre-
guntas sencillas del tipo “¿el universo
empezó con una gran explosión?” o
“¿los electrones son más pequeños que
los átomos?” (y un no despreciable 25%
afirmó que el Sol gira alrededor de la
Tierra); que la valoración dela astrología
como una disciplina “muy” o “algo” cientí-
fica roza el 40%; que el 40% cree que el
gobierno invierte “demasiado poco” cien-
cias sociales como la sociología y la
economía; que solo un cuarto interpreta
que los cultivos transgénicos pueden ser
“muy” o “extremadamente” peligrosos; y
MÓDULO 1
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que la mayoría apoya la energía nuclear
como fuente de electricidad y el uso de
las células madres embrionarias con
fines medicinales.
Las encuestas de
percepción pública de la
ciencia marcan el terreno
sobre el que operan desde
decisores de políticas
públicas y educadores de
la ciencia hasta
comunicadores de este
ámbito.
Una reciente encuesta sobre 28.000
personas de 28 países europeos, encar-
gada por la Dirección General de Inves-
tigación e Innovación de la Comisión
Europea, también revela datos de inte-
rés. Por ejemplo, que el cuidado de la
salud y la creación de trabajo son vistos
como las principals prioridades para la
innovación en ciencia y tecnología (C&T)
en los próximos 15 años. Que el desarro-
llo en C&T va a tener en ese lapso un
impacto positivo en la atención médica
(65%), educación y habilidades (60%),
transporte e infraestructura (59%), sumi-
nistro energético (58%) y protección del
ambiente (57%). Y que ese impacto va a
ser mayor que el que podría alcanzarse
solo con la intervención humana.
En México, el Instituto Nacional de Esta-
dística y Geografía (INEGI) y el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (CO-
NACYT) llevaron adelante en 2011 y
2013 una Encuesta sobre la Percepción
Pública de la Ciencia y la Tecnología
(ENPECYT). Entre los hallazgos más
Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico
significativos, se evidencia que el 82 por
ciento de la población dice estar “intere-
sada” en el desarrollo científico y tecno-
lógico, aunque menos de un tercio refie-
re tener conocimientos “buenos” o “muy
buenos” respecto de nuevos inventos y
tecnologías o descubrimientos científi-
cos. El 84 por ciento cree que la investi-
gación en C&T juega un papel funda-
mental en el desarrollo industrial, y el 87
por ciento, que el gobierno debería inver-
tir más en este rubro.
Argentina realiza una Encuesta Nacional
de Percepción Pública de la Ciencia
desde 2003, con ediciones sucesivas en
2006, 2012 y 2015 (la última, con datos
de 2018, está en elaboración). En la
última de las encuestas, la opinion posi-
tiva de la ciencia, la tecnología y la inno-
vación creció en 18 puntos perceptuales
respecto de la de 2012. El 54% de los
argentinos señala estar “muy de acuer-
do” en que el Estado debe hacer un
esfuerzo mayor en promover la investi-
gación científica. Siete de cada diez
opinan que los científicos y tecnólogos
tienen una profesión prestigiosa, y ocho
de cada diez valora positivamente la
figura de los científicos y su labor profe-
sional. Más de la mitad también tiene
una mirada favorable respecto a cuánto
se destaca el país en investigación cien-
tífica y desarrollo tecnológico. Asimismo,
se verificó que un 52% declara estar
interesado en la C&T, aunque la propor-
ción de quienes se consideran bien in-
formados al respecto decae al 37%. Los
efectos de la “grieta” cultural kirchneris-
mo-antikirchnerismo quizás hayan afec-
tado algunas de estas cifras, aunque
también puede hacerlo la pandemia de
COVID-19.
En líneas generales, se puede coincidir
en todos los países, en mayor o menor
MÓDULO 1
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medida, con la académica argentina
Carina Cortassa, profesora de la Univer-
sidad Nacional de Entre Ríos: “Como la
luna de las mejores noches, la ciencia
campea sin macula en el núcleo del ima-
ginario social”. Y se la asocia con el tán-
dem conocimiento/método así como con
el atributo inequívoco de progreso. Sin
embargo, la misma Cortassa identifica
circunstancias en que la cara luminosa
empieza a ensombrecerse, por ejemplo,
cuando se reflexiona sobre la equidad en
la distribución de sus beneficios o los
perjuicios ocasionados por las aplicacio-
nes de ciertos conocimientos. Por poner
un caso, la periodista argentina Soledad
Barruti vendió decenas de miles de libros
denunciando la “complicidad absoluta-
mente perversa” entre la industria ali-
mentaria y las instituciones científicas de
nutrición. El periodista, divulgador o co-
municador de la ciencia tiene entonces el
compromiso de dar cuenta de los mati-
ces de ese ecosistema dinámico, en el
que se moviliza la heterogeneidad de
sentidos que adquiere la ciencia, la tec-
nología y la innovación.

La ciencia es un proceso sistemático de adquisición del conocimiento, un saber formal que

se adquiere mediante la utilización de una serie de métodos.
Pero la ciencia y los científicos no están exentos de condicionamientos politicos, sociales y
culturales.
Se suele dividir a la ciencia en pura o básica, la que busca el conocimiento sin fines prácti-
cos inmediatos, y aquella aplicada, orientada a resolver problemas concretos. Pero la barre-
ra entre ambas es borrosa.
Se puede definir a la tecnología como el uso de las teorías científicas para su adaptación a
determinados fines, a la producción de artefactos útiles.
La ciencia y la tecnología han tomado un rol decisivo en la transformación social.
Mientras que la creatividad es la capacidad de concebir ideas novedosas y útiles, la inno-
vación se refiere a la aplicación de estas ideas.
La relación entre capacidad de innovación e inversión en ciencia y tecnología no es lineal.
Las encuestas periódicas sobre la llamada “percepción pública de la ciencia y la tecnolo-
gía” sirven para monitorear la “cultura científica” y las actitudes de la sociedad hacia la cien-
cia, la tecnología y la innovación.

Curso-Taller de Introducción al Periodismo Científico MÓDULO 1

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1. ¿Por qué creés que la astrología o la homeopatía no pueden ser consideradas
“ciencias”? ¿Y por qué sí la sociología y la economía?

2. ¿Estás de acuerdo con la distinción entre ciencia básica y ciencia aplicada?

3. ¿Podrías identificar algo que se pueda considerar una innovación argentina contra
COVID-19?

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