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Introducción
La Navidad es una época en la que celebramos el nacimiento de Jesús. En todo lugar se busca
dejar un mensaje de amor y esperanza. Hay música y fiesta porque Él es el verdadero amor y la
esperanza que el mundo necesita. María fue escogida por Dios para dar a luz a Cristo y así, a
través de Su venida, se cumpliera la promesa de salvación para la humanidad. ¡Qué gran
noticia! ¿Cómo celebras tú la Navidad? ¿Te gusta dar obsequios? ¿Reúnes a tu familia para dar
gracias a Dios y celebra que Jesús vino al mundo?
Jesús fue anunciado por el profeta Isaías 740 años antes de Su nacimiento y el día llegó. Luego
fue entregado en la cruz para nuestra salvación y Él mismo nos dice que llegará el día en que
vendrá por Su Iglesia. Pero ¿hace cuánto dijo eso? Hace más de 2 mil años. Algunos podríamos
pensar que es mucho tiempo y que las promesas de Dios no se cumplen, sin embargo, Su
tiempo no es el nuestro. Él no retrasa Sus promesas, sino que es paciente para darnos a todos
la oportunidad de recibir la salvación de nuestras almas. ¡Cristo es la promesa de nuestra
salvación!
Jesús nos prometió la salvación, pero también una vida abundante; una donde no haya escasez
material, espiritual y emocional. Esa promesa sigue vigente y Su deseo es que todos podamos
recibirlo a Él como un regalo sin costo, dado que ya pagó el precio. Esta vida nueva y
abundante solo podemos recibirla gratis, pero debemos creer en la promesa de Cristo. ¿Puedes
creer hoy que esta promesa de vida nueva y abundante es para ti también?
Conclusión y aplicación
Llamado y ministración
Si no has aceptado a Jesús, haz una oración de fe y dile que aceptas el regalo de la salvación y
la vida abundante que solo Dios nos da. ¡Recibe sanidad y libertad en Cristo!
La Biblia nos invita a confesar con nuestra boca a Jesús y creer en Él con nuestro corazón.
Oremos para que las personas que aún no han recibido a Cristo puedan hacerlo hoy y
comiencen una vida nueva en Él.
Al nacer Jesús se presentaron unos magos para adorarle y le llevaron oro, incienso y mirra. La
costumbre de ese tiempo era que cuando se presentaban delante de un rey no podían llegar
con las manos vacías. Estos hombres reconocieron ese día que Jesús era un rey digno de
adoración. Adorémoslo y honrémoslo todos juntos con nuestras ofrendas.