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mos que adviento, significa venida “adventus”). Esta preparación se daba sobre todo
declarando algunos días consagrados a Dios, esto es lo que hacemos en Adviento: prepararnos
para recibir al Señor. En el libro de Nehemías 8,9-10 leemos: Entonces Nehemías, el
gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el
pueblo: «Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren». Porque todo
el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: «Ya pueden retirarse; coman
bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este
es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la
fortaleza de ustedes».
Eran días muy especiales para el pueblo de aquel entonces, como hoy debe de ser para
nosotros. Días especiales, en donde la sensibilidad por las cosas de Dios nos lleva a valorar lo
más lindo y noble que hay en cada uno, como es la alegría y el gozo que surge de saber que Dios
es nuestra fortaleza y que, con Él, nada debemos temer.
En Levítico 23, 23-37 encontramos una serie de indicaciones para el pueblo de Israel de la
forma y el tiempo en que debían de celebrar las fiestas del Señor. Toda fiesta religiosa, todo
tiempo dedicado especialmente al Señor, tiene como finalidad ayudar al creyente a entrar en
verdadera comunión con Dios. Cuando se entra en comunión con Dios, puede el creyente decir
con propiedad: Dios ha venido a mí. Me ha visitado. Y este pueblo tenía experiencia de la
acción de Dios en la vida personal y comunitaria. Celebraba la acción de Dios y se preparaba
para que Dios volviera a actuar; para que siguiera produciendo los efectos beneficiosos en el
presente y en el futuro (dimensión escatológica), es decir, abre a la esperanza. Esto es lo que
nosotros hacemos en el Adviento, es lo que celebramos y lo que le pedimos a Dios. Que
podamos seguir gozando de su bendición en el ahora y siempre.
Se podría continuar extrayendo pasajes bíblicos del Antiguo Testamento en donde se nos invita
a preparar la venida del Señor. Sin duda alguna los profetas fueron grandes protagonistas de
esta invitación a preparar los caminos del Señor que llega como nuestro Salvador, el Dios con
nosotros (Emmanuel). Isaías nos dirá: “Decid a los cobardes de corazón: ¡Sean fuertes, no
teman! Mirad a nuestro Dios que va a venir a salvarnos” (Isaías 35,4). Y esta misma certeza
recoge san Marcos 1, 2-3 al inicio de su Evangelio: “Conforme está escrito en Isaías el profeta:
Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama
en el desierto: Prepararen el camino del Señor, enderezad sus sendas”. Lo que más debe de
resonar en nosotros durante este adviento es justamente esta exhortación que nos hace san
Marcos: “Preparen el camino del Señor, enderezad sus sendas”.
¡Adviento es BÍBLICO! Y su gran invitación sigue siendo la misma: prepárense para recibir al
Señor que está por llegar. A lo largo del Nuevo Testamento, la invitación a estar atentos y
preparados porque el Señor llega a la hora menos pensada, es una constante (Mateo 24.
Marcos 13. Lucas 21). Las cartas de san Pablo lo irán diciendo con diferentes palabras, pero
siempre manifestando la certeza de que el Señor vendrá y que es necesario estar atentos y
vigilantes: “Que el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu,
el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo” (1ª
Tesalonicenses 5, 23). Y en el Apocalipsis encontramos de nuevo la afirmación de la venida del
Señor. “¡He aquí que vengo pronto!”. El Espíritu y la esposa dicen: “¡Ven!” El que oye diga:
“¡Ven!” El que tiene sed, venga. El que quiere, tome del agua de vida gratuitamente (Apocalipsis
22,7).
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Como nos podemos dar cuenta, la Sagrada Escritura está constantemente invitándonos a entrar
en el espíritu del Adviento. Que este tiempo renueve la alegría del Dios cercano que viene a
estar con nosotros. Que Él nos abra los ojos del corazón para que podamos reconocerlo en
tantas circunstancias en las que se nos revela. Que seamos capaces de recibirlo pequeño, frágil
y humilde en el Niño que nace en Belén. Que ese Belén que preparemos para su nacimiento sea
nuestro corazón, nuestros hogares, nuestra vida.
4 propósito de Adviento: Perdonar, encontrar, servir y orar. Llega el fin de año y empieza la
preparación para la Navidad en todas partes. Vemos decoraciones, luces, árboles, nacimientos,
y todo lo que externamente representa este tiempo. Sólo se escucha hablar de regalos, fiestas y
reuniones sociales pero muy poco se habla de preparar el corazón para celebrar el nacimiento
del Salvador. Adviento significa “venida o llegada” y es un tiempo de gracia que nos invita a
disponer y alistar el corazón para la venida del Señor. En esta pequeña reflexión quiero
proponer 4 propósitos que podemos incorporar en nuestras tradiciones de fin de año y
especialmente en el Adviento.
Perdonar. El primero propósito de Adviento para acércanos al Señor es el perdón. Veamos en
nuestro corazón cuántas heridas tenemos, cuántos rencores guardamos, cuántas personas nos
han fallado, y a cuántas personas hemos fallado. Juan Bautista gritó en el desierto “¡Vuélvanse
a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!” (Mateo 3, 2). Para volver a Dios, tenemos que
regresar a nuestros hermanos por medio del perdón. Todos quizás hemos experimentado y visto
a miembros de familias que no se hablan por causa de una discusión o un desacuerdo. Amigos
que dejan de hablarse por malentendidos o fallas que pueden remediarse. En fin, podemos
encontrar muchas razones para guardar rencores, pero la venida del Señor viene con amor, paz
y reconciliación.
Que el propósito de Encontrar. El segundo propósito que propongo para este Adviento es el
encuentro. El Papa Francisco nos habla de una Iglesia en salida que busca a los ignorados,
olvidados y rechazados en nuestra sociedad. “Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve
enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.” (San Mateo 25:36). Podemos
recibir al Señor ayudando a familias con dificultades económicas, llevando alegría a los ancianos
que nadie visita, acompañando y dando consuelo a enfermos en hospitales. También encontra
mos al Señor en los niños que viven en albergues y no tienen familia. Visitando a un amigo que
esta sólo o invitarle a nuestra casa a compartir una cena. Son pequeños detalles que un
encuentro puede llevarnos a ver al Señor.
“Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí
mismo lo hicieron.” (San Mateo 25:40)
Servir. El tercer propósito que sugiero es el servicio. En el Adviento esperamos al Señor que
viene a servir, por lo tanto, como discípulos estamos a llamados a imitarle. “Porque, del mismo
modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en
rescate por una multitud.” (Mateo 20:28) El servicio puede comenzar en casa ayudando con los
quehaceres del hogar. Las familias podemos llevar ese espíritu de servicio a nuestros lugares de
trabajo o escuelas. Como cristianos estamos llamados a compartir nuestros dones con los
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urgente entrar en los sueños de Dios para esta humanidad, que se apoyan en las promesas que
Él ha hecho a lo largo de los tiempos a los que fueron sus testigos. Volver a soñar es construir
grandes proyectos que no se agotan, frente a los que sólo son capaces de ver lo inmediato.
Adviento no es tiempo fuerte: es tiempo para fuertes. Que estas semanas nos devuelvan la
riqueza del encuentro con el Dios que, sólo por amor, se ha hecho hombre y camina a nuestro
lado.
Para la reflexión personal:
¿Cómo afrontas este tiempo de Adviento? ¿Cómo están tus fuerzas?
¿Cómo vives y quieres vivir tu relación con la Palabra?
¿Qué lugar ocupa en ti la esperanza?
¿Cuál es tu relación con la humanidad, en todas sus/tus facetas?
¿Qué eco despierta en tus oídos la profecía?
¿Hasta dónde te atreves a soñar el sueño de Dios para ti y para otros?
Oración. “Miren: yo estoy haciendo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Isaías 43, 19)
Lo grande nace en lo hondo, en lo profundo. Porque lo que sólo enraíza en la superficie termina
agostándose enseguida. He conocido la poda. He visto cómo la sierra y el cuchillo han ido
hacien
do pedazos mi tronco y mis ramas. Antes cayeron mis frutos y se perdieron mis hojas. Y cuando
siento que soy nada apenas, mi raíz y mi savia se hacen manos ensangrentadas que se alzan y
que gritan. La vida, sin apenas saberlo, sigue luchando en mí porque tiene Tu sello. Y bajas.
Vuelves y haces fecundo lo que yo creía seco y mortecino. Que no me cierre, Dios mío. Que solo
deje que Tú hagas posible lo que tan difícil parece. Perdonar nos ayude a preparar la Navidad.
3. Como vivir este tiempo de gracia, que es el Adviento. ¿Que nos invita este tiempo de
Advien
to? El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a
recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro. … Triple finalidad:
Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y
nació en Belén.
“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Nos visitará el sol que nace de lo alto, Para
iluminar a los que viven en tiniebla Y en sombre de muerte, Para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz” (Lucas 1, 78-79). Zacarías, padre de Juan Bautista, bendice a Dios porque ha
visitado a su pueblo en la persona de Jesús, “sol que nace de lo alto”. Adviento es el tiempo
propicio para prepararnos a esta visita que brota de la “entrañable misericordia de nuestro
Dios”. Juan dirá en su evangelio que “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único”
(Juan 3,16). Es Dios quien toma la iniciativa de acercarse a nosotros porque así es el amor
verdadero: no necesita ser llamado; Dios nos, nos ama primero y acude en nuestro auxilio.
Es lo que hemos experimentado en este Año. La consecuencia es clara para nosotros que
somos sus discípulos, su Iglesia, y el Papa Francisco la expresa de esta manera: “por eso, ella
sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar
a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar
misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza
difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! (Evangelii Gaudium n. 24). Ahora bien, el
camino elegido por Cristo para revelar este misterio de amor gratuito y misericordioso es el que
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mejor podría expresarlo: el despojo de su gloria y de su poder divino para hacerse uno de
nosotros (Lucas 2,1-20; Filipenses 2,6-11).
Al respecto dicen nuestros Obispos: “Dios, siendo eterno, en Cristo se hace temporal, siendo
poderoso se hace débil, siendo fuerte se hace vulnerable, siendo rico se hace pobre, siendo
santo asume nuestros pecados, de tal modo que hasta el último de los seres humanos lo
sienta cercano, amigo, su compañero en el camino de la vida”. Meditando sobre este descenso
de Cristo el bienaventurado Carlos de Foucauld escribe: “Bajó con ellos y vino a Nazaret: en
toda su vida no hizo otra cosa que bajar: bajar en la encarnación, bajar haciéndose criatura,
bajar obedeciendo, bajar haciéndose pobre, abandonado, desterrado, perseguido, ejecutado,
poniéndose siempre en el último lugar”. Seguir este camino de Jesús hoy es más impactante
que en otros tiempos porque es claramente contracultural y es por eso mismo que a sus
discípulos nos cuesta tanto asumirlo.
La ideología neoliberal dominante hoy día en nuestro país, sobrevalora y estimula el ascenso
social, a partir del éxito individual medido en acumulación de títulos, de dinero, de bienes
materiales, de poder y de prestigio. En la mentalidad actual del mundo de los pobres hay que
huir, jamás entrar voluntariamente. Sin embargo, el Papa Francisco, nos invita a seguir este
camino de descenso que inició Jesús con su Encarnación entre los pobres: “La comunidad
evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica
distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la
carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así ‘olor a oveja’ y éstas
escuchan su voz” (Evangelii Gaudium n.24).
La tradición teológica, pastoral y espiritual que se ha desarrollado en nuestro continente desde
la Conferencia de Medellín (1968) para acá, se ha tomado en serio el misterio de la encarnación.
Ha habido todo un “descenso” hacia el mundo de los pobres, un asumir su cultura, sus
condiciones de vida y sus causas justas, a tal punto que hoy podemos afirmar que, el pobre, el
enfermo, el anciano, el inmigrante, el encarcelado ocupan un lugar central como el gran sujeto y
el gran destinatario de la evangelización de nuestros países. Basta para ello observar con
atención los lugares y personas que visita el Santo Padre en sus viajes por el mundo.
Contemplando a Jesús que se despoja de su gloria y de su poder divinos para entrar en este
mundo “por la puerta de los pobres”, como le gustaba decir al Siervo de Dios, Mons. Enrique
Alvear, sigamos dando pasos de misericordia, despojándonos de nosotros mismos y
acercándonos a los que más sufren. Escuchemos al Papa Francisco: “Abramos nuestros ojos
para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de
dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen
sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de
nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos
romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y
el egoísmo”.
PISTAS PARA LA ORACION PERSONAL.
Meditar el texto de 1ª de Juan, (4, 7-14). Dios nos amó primero.
¿Qué experiencias de ser tratado por Dios con misericordia he tenido este año?
Meditar el himno cristológico de Filipenses (2, 6-11).
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¿Siento que este Año Santo el Señor me ha dado un corazón más misericordioso? ¿He
practicado las obras de misericordia tanto espirituales como corporales? Terminar rezando
el Benedictus, (Lucas 1, 68-79).
SOBRIEDAD Y HUMILDAD. “Primerear”, salir de sí, involucrarse, descender, despojarse,
abajarse, desde un espíritu de misericordia como Cristo, es una gracia de Dios que debemos
implorar. No nos brota espontáneamente. Por eso, el Adviento es un tiempo propicio para
hacer silencio y orar. El entorno no nos ayuda porque la sociedad de consumo ha convertido la
Navidad y el tiempo que la precede en un festival de compra-venta, de cenas y regalos caros y
de endeudamiento y casi se nos pierde la figura del Jesús que viene en pobreza y sencillez. Sin
embargo, en nuestras familias y comunidades cristianas no podemos perder el norte y debemos
contemplar con más profundidad el misterio de amor entregado que se nos revela en Navidad.
Así Jesús podrá nacer de nuevo en nuestros corazones y seguir irradiando con nosotros y desde
nosotros su misericordia.
Los medios que nos ofrece la Iglesia están siempre a la mano: la lectura orante de la Sagrada
Escritura (“lectio divina”), especialmente los textos de la infancia de Jesús, la oración en
silencio ante Jesús Sacramentado o ante el pesebre, la Eucaristía, los retiros de Adviento. La
oración más intensa de este tiempo nos ayudará a descubrir hasta qué punto estamos
contaminados con la mentalidad mundana (consumismo, superficialidad, individualismo,
competencia) y nos ayudará a tomar buenas decisiones personales, familiares y comunitarias
para vivir una Navidad cristiana, empapada de misericordia. El Espíritu Santo que fecundó a la
Santísima Virgen, descenderá también sobre cada uno de nosotros y nos moverá interiormente
a una auténtica conversión personal y pastoral. El sacramento del Perdón está siempre
disponible para reiniciar el camino cristiano.
Jesús no viene para condenarnos sino para salvarnos. Al inicio de este Año Santo el Papa
Francisco nos recordó que “Jesús es el rostro de la Misericordia del Padre”. El fruto de esta
conversión es un estilo de vida como el de Jesús: austero, sencillo, cercano, alegre y sereno. En
su Carta Encíclica “Laudato si”, el Papa Francisco describe este estilo de vida que nos hace
felices y no daña nuestra Casa Común, el planeta Tierra.
“La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y
alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin
obsesionarse por el consumo. Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en
diversas tradiciones religiosas y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que “menos
es más”. La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide
valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada
realidad, por 7 pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de
realización personal. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una
capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a
valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que
tenemos ni entristecernos por lo que no tenemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio
y de la mera acumulación de placeres” (Laudato Si n. 222).
“La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es
baja intensidad sino todo lo contrario. En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada
momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y
experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben
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gozar con lo más simple. Así son capaces de disminuir las necesidades insatisfechas y reducen
el cansancio y la obsesión. Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es
capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en
el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la
naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos
atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida”
(Laudato Si n. 223).
PISTAS PARA LA ORACION PERSONAL
¿Cómo estoy preparándome para la Navidad con mi familia?
¿Cómo puedo recuperar el sentido cristiano de la Navidad?
¿Podría llevar un estilo de vida como el que describe el Papa Francisco en su Encíclica
LAUDATO SI?
Contemplar a Jesús en el pesebre junto a María y José: Lucas (2, 1-20).
Pedir al Señor Jesús la gracia de vivir una Navidad Cristiana.