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El Estándar de Adoración
La regla con la cual se mide la adoración verdadera está expuesta en las palabras
de Jesús a la mujer en el pozo de Jacob. “Dios es Espíritu; y los que le adoran,
en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn. 4:24). Este expone tres
aspectos de la adoración verdadera: (1) el objeto hacia el cual está dirigida; (2)
la disposición del adorador; y (3) la manera de su ejecución. Sea notado que el
objeto de la adoración verdadera es “el Padre”. El es el único objeto de la adoración
Cristiana. “... Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mat. 4:10). Pedro
actuó acorde con esta verdad cuando rehusó el homenaje presentado por Cornelio
por su negativa de que ningún hombre es digno de recibir adoración de su prójimo.
Aún la adoración de los ángeles del cielo debe ser aborrecida (Ap. 22:8-9).
El espíritu del hombre es esa parte invisible de él que percibe, refleja, siente y
desea. Adorar “en espíritu” es simplemente la adoración que viene del corazón o
de adentro del hombre. La verdadera adoración no consiste sólo en la forma o en
el ritual. Dios no aceptará la adoración que no surja de lo más íntimo del elemento
sensible del hombre. La misma naturaleza de Dios, “Dios es espíritu”, demanda
que la adoración verdadera se centre en el espíritu. Dejar el espíritu por fuera de
la adoración degenera en simple formalismo sin significado o valor.
Un estudio de la palabra de Dios revela que hay cinco actos que deben ser
ejecutados “en verdad”.
(2) Los Cristianos, este mismo día, el primer día de la semana, dan de sus me-
dios acorde a su prosperidad individual para financiar la obra de la iglesia
(1 Cor. 16:1-2).
2 Los Línderos de la Iglesia – 3
Anotaciones (3) Los salmos, los himnos y los cánticos espirituales son cantados “con gracia
en vuestros corazones al Señor” (Col. 3:16). En estos cánticos los Cristianos
se enseñan y exhortar los unos a los otros.
(4) La oración no debe ser descuidada, pero los verdaderos adoradores perse-
veran en ella (Hch. 2:42). Y,
Estos cinco actos completan el plan del Nuevo Testamento para la adoración
verdadera. No estamos en libertada de dejar alguno de estos por fuera de la ado-
ración que Dios manda, ni estamos en libertad de añadir algún otro elemento que
El no haya mandado.
Es posible que hoy día la iglesia de nuestro Señor pueda seguir el camino sec-
tario hacia la apostasía. Debemos estar constantemente en vigilancia no sea que
las tendencias y prácticas extrañas se entren de manera silenciosa. No nos permi-
tamos llenarnos del orgullo y la vanidad humana y tan deseosos de los aplausos
del mundo que nos olvidemos de a quién y con qué propósito damos adoración.
No permitamos que nuestro celo en la ejecución y perfección de los actos de
adoración perdamos el corazón en la confusión. Que debemos dar lo mejor de
nosotros al Maestro es incuestionable, pero tratar de hacer que nuestra adoración
sea atractiva para el mundo es, sin duda equivocado. Esto, me parece, es la más
grande amenaza hoy día de la adoración verdadera. No tiene que ser así, y no va
a ser así si mantenemos frente a nosotros el lindero divino de la adoración verda-
dera. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario
que adoren” (Jn. 4:24).
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