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Diplomatura Superior en

Derechos Humanos

Módulo Nº1
La génesis de los derechos humanos en
la edad moderna y contemporánea.

Felipe Pigna
Mariano Fain
Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

Introducción

La obra Modernidad y Espacio. Benjamín en París, de Renato Ortiz, introduce


algunas características de las profundas transformaciones en la concepción
del espacio y del tiempo que se relacionan con los inicios de la Modernidad en
el siglo XVIII. Pero estas transformaciones se iniciaron con las revoluciones
burguesas de los siglos XVII y XVIII y con el debate entre empiristas y racionalis-
tas.
Fundamentalmente, la sociedad en el transcurso del siglo XVII y gran parte del
siglo XVIII era la del Ancien Régime, el antiguo régimen inmerso en el poderío
del absolutismo. Pero este régimen se hallaba en crisis: en Holanda e Inglate-
rra, la burguesía trataba de sustituir a los estamentos tradicionalmente domi-
nantes, mientras que en Francia trataba de formar parte de ellos. En ese mo-
mento, las 13 colonias pretendían tener autonomía en sus decisiones frente a la
monarquía. En este marco, la Independencia de las 13 colonias y la Revolución
francesa conforman la base del origen y la ampliación de los derechos huma-
nos.
Es oportuno resaltar que el germen de estas revoluciones surgió de las ideas
de los empiristas y racionalistas de estos siglos, en particular Grocio, Puden-
dorf, Hobbes, Locke y Rousseau.
El holandés Huig van Groot (Grocio) (1583-1645) fue el iniciador del derecho
internacional. Proclamaba la autonomía del derecho natural y lo diferenciaba
de la moral (imperio sobre las debilidades del hombre). Distinguía el derecho
natural de la política y sostenía su procedencia desde la condición de la natu-
raleza del hombre. El derecho natural es distinto del derecho positivo, pues no
depende de la autoridad de la cual emana, no se asienta en la sanción, y con-
cretamente deriva su existencia de su autoridad sobre las conciencias. La
esfera de acción del derecho natural es la del principio racional de la sociabili-
dad, decir, el goce común de los derechos recíprocamente reconocidos y la
utilidad común. Así que el bien público es la regla suprema y la sociedad se
integra sobre la base de un contrato voluntario. Estas definiciones son la base

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de los derechos humanos y el inicio del pensamiento de la Ilustración.


A su turno, el sajón Samuel Pudendorf (1632-1694), precisaba la división en dos
contratos: un primer pacto de unión, del que surge la sociedad civil, y un
segundo pacto de sumisión, por el que se confiere poder al Estado de gober-
nar a la sociedad. Es esta división, justamente, el antecedente de las propues-
tas de Hobbes y Rousseau.
Según el inglés Thomas Hobbes (1588-1679), el estado de naturaleza era un
estado peligroso, del que había que huir. En este estado, el hombre se conver-
tía en enemigo del hombre. Por lo tanto, se requería un contrato. En De cive, y
en el Leviatán, Hobbes sustentaba que, en ausencia de instituciones políticas,
la humanidad viviría en un estado de guerra civil permanente entre todos los
hombres pues, siendo todos iguales, desean lo mismo y luchan entre sí por
conseguirlo. La característica fundamental del ser humano en el estado de
naturaleza es el egoísmo, y puesto que no está sometido a ninguna clase de
constricción legal, se impone el derecho del más fuerte, de forma que todo
hombre es un enemigo para cualquier otro: el hombre es un lobo para el
hombre (homo homini lupus).

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Los cambios del siglo XVIII y la Ilustración

El siglo XVIII fue un siglo de extraordinarios cambios en algunos países euro-


peos, especialmente en Inglaterra y Francia. El aumento demográfico resultó
asombroso, la población de ciudades como Londres y París alcanzó el millón, y
medio millón de personas respectivamente mientras las constantes innova-
ciones en las máquinas de hilar disparaban la revolución industrial.
En este proceso jugó un papel destacado la burguesía. Esta, desde los inicios,
adaptó sus aspiraciones y puntos de vista de acuerdo con la etapa de la evolu-
ción económica en que se hallaba. Primero luchó por deshacerse de una eco-
nomía medieval que trababa su crecimiento y, en su enfrentamiento con la
nobleza, se apoyó en los monarcas. Pero, superadas con el tiempo las dificulta-
des, lo que antes había apreciado como apoyo y protección, a partir del siglo
XVII comenzó a percibirlo como limitación, falta de libertad y control excesi-
vo.
Fue el inglés John Locke (1632-1704) el primero en interpretar sus aspiraciones.
Este gran pensador político vio con claridad cuál debía ser la nueva posición de
la burguesía y la clave para lograrla: la libertad individual.
Con el tiempo, Locke se convirtió en el inspirador de pensadores que imagina-
ron regímenes políticos en los cuales la burguesía pudiese desempeñarse
libremente en lo económico, así como de justificaciones apropiadas para ello.
Es por esta causa que, al conjunto de esas nuevas ideas, representativas del
pensamiento y los intereses de la burguesía se las conoce con el nombre de
liberalismo.
El liberalismo defiende la libertad del hombre, pero no del hombre en gene-
ral, sino del individuo en particular. Sostiene el derecho de cada hombre a
ejercer sus derechos esenciales, el de libertad de expresión y de comercio,
junto con el derecho a la propiedad y a la seguridad.

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Los invitamos a ver el video la ilustración, del programa el Historiador, que


brinda el marco de las nuevas ideas emergente.

La ilustración
ht ps:/drive.go gle.com/file/d/1iSbnHpLjtDFsjofxgaRDDV7pEOX8axOC/view
https://drive.google.com/file/d/1iSbnHpLjtDFsjofxgaRDDV7pEOX8axOC/view
https://drive.google.com/file/d/1iSbnHpLjtDFsjofxgaRDDV7pEOX8axOC/view

Entre los pensadores que sucedieron a Locke y aportaron ideas políticas y eco-
nómicas decisivas, merecen recordarse el barón de Montesquieu (1689-1755) y
Adam Smith (1723-1790). El primero, en su obra El espíritu de las leyes, sostuvo
el principio de la división de los poderes políticos; el segundo, en La riqueza de
las naciones, consideró que el hombre vive para producir e intercambiar y la
política no debe interferir en el curso de la vida económica. Por ello exigió
plena libertad para empresarios y comerciantes, y se opuso terminantemente
al intervencionismo del Estado. Pensaba que, si a cada persona se le permitie-
ra defender su interés particular, la sociedad toda acrecentaría su riqueza y
bienestar.
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) fue un pensador distinto, el primero de su
tiempo en abordar la problemática social. Entendió que sólo el pueblo tiene
derecho a decidir sobre su destino, por lo tanto, el pueblo es soberano. En su
obra política más famosa, El contrato social, antepuso los intereses de la socie-
dad a los del individuo, afirmando que “el orden social es un derecho sagrado
que sirve de base a todos los demás”. Además, sostuvo que la soberanía, el
último poder de decisión, debe estar en manos de la nación. Esto significaba
que unos pocos no pueden resolver por todos. Rousseau fue un apasionado
defensor del régimen republicano y de la voluntad de las mayorías.
Introdujo el concepto de “voluntad general” al hablar de una voluntad sobera-
na de la comunidad como un todo del que cada individuo forma parte, y que
es distinta del deseo del ciudadano tomado aisladamente o de los intereses de
los grupos minoritarios, lo que requiere el sometimiento de todo individuo o

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grupo a la voluntad de la mayoría. La comunidad, a través del contrato o pacto


social (como forma de acatar y respetar la voluntad general), se traduce en una
autoridad impersonal, y una representación que tendrá como valores la liber-
tad moral y la igualdad. En definitiva, la voluntad general hace posible el
pacto, mientras que la soberanía del pueblo es su resultado.

Los invitamos a ver el video La Enciclopedia, del programa el Historiador.

La Enciclopedia
https://drive.google.com/file/d/1R_yr1cj5dxCWQFgARePOZjDdTZTsbzZ6/view

Las ideas de estos pensadores no siempre eran semejantes, y en ocasiones pre-


sentaban diferencias conceptuales notorias, pero apuntaban a un enemigo
común: el Antiguo Régimen. Debe entenderse como tal no sólo a las monar-
quías absolutas basadas en la idea de que el rey gobierna por gracia de Dios,
sino a las sociedades rígidamente estamentadas anteriores a la revolución
francesa.

La revolución de las trece colonias


La sociedad colonial norteamericana

La colonización inglesa en Norteamérica se desarrolló, en su mayor parte,


durante el Siglo XVII y sus objetivos y posterior desarrollo fueron muy diferen-
tes de los del resto de América.
Mientras que España y Portugal tuvieron como principal objetivo la explota-
ción económica para enriquecerse, los ingleses ocuparon las costas del Atlán-

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tico Norte americano por motivos religiosos y políticos. En efecto, lo hicieron al


no poder desarrollar sus principios en Inglaterra. Ante la posibilidad de gene-
rar conflictos al tratar de imponer sus creencias, recibieron la oferta de cumplir
el sueño de una sociedad más "pura" en el nuevo mundo.
Estos grupos religiosos, cristianos protestantes, se inclinaron en algunos casos
por construir una sociedad calvinista. Otros en cambio intentaron un gobier-
no más democrático y participativo, marcando diferencias entre las colonias,
aunque todas se caracterizaron por su gran Independencia con respecto a la
monarquía inglesa.
Tras la Revolución Gloriosa de 1668 y del cambio de dinastía inglesa con
William III de la casa Orange (1689-1702), el ascenso de la reina Anne de la casa
Stuart (la hija de James II), y finalmente el nuevo cambio a los Hannover a
partir de 1714 (con George I) continuó la consolidación de las trece colonias. En
las colonias sureñas, se empleaba la mano de obra de los esclavos blancos
que se traían de Europa. Eran criminales condenados a reclusión o personas
avasalladas, convertidas en esclavos por deudas. Pero más comúnmente se
empleaba en las colonias la explotación de esclavos negros capturados en
África, sobre todo en las colonias del Sur, cuyas plantaciones cultivaban el
tabaco. Pero en las colonias del Norte, donde predominaba la economía de los
campesinos granjeros, se desarrollaban rápidamente la industria y el comer-
cio. Existían allí ricas pesquerías y de los bosques, que abundaban en la región,
se obtenía la madera con la que construían embarcaciones. Mientras tanto, los
nuevos principios religiosos se inspiraban en las Cartas sobre la tolerancia de
Locke, que proponía los derechos personales y la libertad de conciencia
contra la tradición, según la cual el Estado garantizaba la uniformidad religio-
sa, así como la superación del absolutismo en la forma del parlamentarismo y
la monarquía constitucional, comenzarían a influir sobre las ideas políticas y
religiosas de la Ilustración en el siglo XVIII y sobre los círculos de pensamiento
entre los colonos norteamericanos.
Los colonos ingleses, a diferencia de los conquistadores españoles, evitaron el
contacto con los indígenas y tendieron más a su destrucción que a intentar

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someterlos. No trataban de ninguna manera, de asimilarlos a su religión, la


cual vivían como un privilegio que no estaban dispuestos a compartir. En las
colonias norteamericanas, salvo raras excepciones, no hubo mestizaje entre
los colonos y los indígenas.

La Independencia de las Colonias norteamericanas

La autonomía hacia las colonias parecía más fácil separarlas que unirlas. Este
factor de unidad aconteció cuando la corona inglesa quiso igualar su política
colonial, creando impuestos para recuperarse de los gastos ocasionados por
su participación en distintas guerras. Entre ellos, el destinado a la imprenta
que afectaba especialmente a las colonias del Norte, que tenían una gran pro-
ducción industrial. Los colonos comenzaron las protestas y, en principio, los
impuestos establecidos por Londres a las colonias norteamericanas que termi-
naron con su autonomía histórica. Ya lo diría Benjamín Franklin con tono ame-
nazante en el parlamento inglés "…no conozco un solo producto exportado a
América del Norte que no pueda llegar a ser producido allí mismo".

Los invitamos a ver el video La independencia, del programa el Historiador.

La independencia
https://drive.google.com/file/d/1mPaGmN9FN9JPhTyXIBETqWqM0Cej571Y/view

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Pare y reflexione

Cuando en 1756 estalló la Guerra de los Siete Años entre Francia y Gran Breta-
ña, las asambleas de colonos desempeñaron un papel muy importante en la
aprobación de la participación de estos en la guerra. El conflicto también invo-
lucró a varios pueblos indígenas que veían amenazados sus territorios por las
potencias europeas. Por ejemplo, los hurones, los ottawas y los cheroquees,
apoyaron a los franceses, mientras que los mohicanos pelearon del lado de los
ingleses (más tarde lo harían los iroqueses en el momento de la revolución de
las colonias). En 1763, siendo rey George III (1760-1820), después de siete años de
luchas en Europa, América y la India, Francia se rindió y firmó el Tratado de
París que entregó a Inglaterra el Canadá y los territorios comprendidos entre
los Montes Apalaches y el río Mississippi. Los colonos británicos que participa-
ron de la contienda no recibieron los beneficios que su actividad en la
guerra. El gobierno británico estableció nuevos impuestos y limitaciones al
comercio de las colonias. El descontento se generalizó. Las asambleas colonia-
les hicieron oír su desacuerdo con los impuestos. Pero apelaron, fundamental-
mente, tradiciones constitucionales británicas que impedían nuevas imposi-
ciones sin el consentimiento de los súbditos sobre quienes se aplicarían.
En 1765 delegados de nueve colonias se reunieron en el Congreso de Nueva
York y rechazaron el principio imposiciones sin representación. La insurrección
fortaleció la unidad de las colonias británicas. La revolución estaba en marcha.

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1765
Ley de imprentas. Rechazo de las colonias.
1766
Franklin logra convencer al parlamento
1767 inglés para que derogue el impuesto.
Nuevos impuestos. Nuevos incidentes.

1774
Congreso Continental de Filadelfia.
1775
Se inicia la guerra de independencia 1776
contra Inglaterra.
Declaración de la independencia.
Redactada por Jefferson justifica la libertad
de los pueblos y el derecho de buscar para
los mismos la felicidad.

1783
La guerra continúa hasta 1783 con la
participación de Francia y España a favor
de las colonias.
1787
Constitución de los EEUU.

La verdadera pretensión de los norteamericanos era demostrar que debían


ser tratados como ingleses. En 1765, incluso las colonias, rechazaron la ley de
imprentas. Este fue el primero de una serie de impuestos que provocó gran
descontento entre los colonos y condujo a la reunión de un congreso de Fila-
delfia, en 1774. Los congresales declararon la Independencia el 4 de julio de
1776.

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La Constitución de las Trece colonias: El sistema republicano

Las diferencias básicas de las Trece colonias entre sí hicieron que las discusio-
nes para establecer la forma de gobierno no fueran pocas. El tema central
pasaba por el grado de autonomía que tendrían los estados, cuánto debían
ceder al gobierno central y cuánto de autonomía conservarla cada uno. En
cuánto la forma de gobierno general parecía no haber dudas: Entre una mo-
narquía y una República, convenía más la segunda.
Las monarquías con poder absoluto o controlado por un parlamento eran ata-
cadas duramente en Europa, por los abusos de poder de las minorías privile-
giadas cercanas al rey (nobleza) y por la imposibilidad de los burgueses de par-
ticipar en el gobierno o de controlarlo. El sistema republicano garantizaba
entre otras cosas la división de poderes y el equilibrio entre estos y la indepen-
dencia entre sí. Estos poderes son el legislativo, el ejecutivo y el judicial.
En 1787, los Estados Unidos promulgados o Constitución que contemplaban
los conceptos modernos en cuanto a la forma de gobierno, sin embardo no
contenía en sus artículos la defensa de los Derechos individuales (la libertad,
por ejemplo), como así tampoco se anulaba la esclavitud. Entre los congresa-
les en su mayoría representante de los grandes propietarios agrícolas y de la
burguesía mercantil, estaban más preocupados por presentarse como una
nación fuerte y organizada frente Europa, por defender los derechos del
pueblo norteamericano. Enmiendas posteriores cubrieron este vacío.
Los congresales evitaron tratar el tema de la esclavitud, porque consideraron
que no era tan trascendente y que dividía al país. El tema de la esclavitud
quedó pendiente y solo tras una cruenta guerra civil, finalizó con la derrota de
los estados sureños fue posible su abolición en toda la nación.

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La Constitución de los EE. UU. (1787) resultó fuente de inspiración para gran
parte de las constituciones americanas, entre ellas la Constitución Nacional
sancionada el 1 de mayo de 1853, aquí algunos de los principales artículos y/o
enmiendas referidas a diferente categoría de derechos y/o garantías.
El Preámbulo determina: “Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de
formar una unión más perfecta, establecer justicia, asegurar la tranquilidad
interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar
para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la liber-
tad, proclamamos e instituimos esta Constitución para los Estados Unidos de
América”.

En el Artículo 4to en la Segunda Sección se explicita:


Los ciudadanos de cada Estado tendrán derecho en los demás a todos los
privilegios e inmunidades de los ciudadanos de estos.
La persona acusada en cualquier Estado por traición, delito grave u otro

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crimen, que huya de la justicia y fuere hallada en otro Estado, será entregada,
al solicitarlo así la autoridad ejecutiva del Estado del que se haya fugado, con el
objeto de que sea conducida al Estado que posea jurisdicción sobre el delito.
Las personas obligadas a servir o trabajar en un Estado, con arreglo a las leyes
de éste, que escapen a otros, no quedarán liberadas de dichos servicios o
trabajo a consecuencia de cuantas leyes o reglamentos del segundo, sino que
serán entregadas al reclamarlo la parte interesada a quien se deba tal servicio
o trabajo.
Radical importancia tiene en la historia de los derechos humanos la llamada
“Carta de los Derechos” texto del año 1791 y que incluye las primeras diez
enmiendas de la Constitución:

Enmienda I
El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del
Estado o se prohíba practicarla libremente, o que coarte la libertad de palabra
o de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para
pedir al gobierno la reparación de agravios.

Enmienda IV
El derecho de los habitantes de que sus personas, domicilios, papeles y efectos
se hallen a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias, será inviolable, y no
se expedirán al efecto mandamientos que no se reforzarán en un motivo vero-
símil, serán corroborados mediante juramento o protesta y describen con par-
ticularidad el lugar que deba ser registrado y las personas o cosas que han de
ser detenidas o embargadas.

Enmienda V
Nadie estará obligado a responder de un delito castigado con la pena capital o
con otra infamante si un gran jurado no lo denuncia o acusa, a excepción de los
casos que se presenten en las fuerzas de mar o tierra o en la milicia nacional

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cuando se encuentre en servicio efectivo en tiempo de guerra o peligro públi-


co; tampoco se pondrá a persona alguna dos veces en peligro de perder la vida
o algún miembro con motivo del mismo delito; ni se le compelerá a declarar
contra sí mismo en ningún juicio criminal; ni se le privará de la vida, la libertad
o la propiedad sin el debido proceso legal; ni se ocupará la propiedad privada
para uso público sin una justa indemnización.

Enmienda VI
En toda causa criminal, el acusado gozará del derecho de ser juzgado rápida-
mente y en público por un jurado imparcial del distrito y Estado en que el
delito se haya cometido, Distrito que deberá haber sido determinado previa-
mente por la ley; así como de que se le haga saber la naturaleza y causa de la
acusación, de que se le caree con los testigos que depongan en su contra, de
que se obligue a comparecer a los testigos que le favorezcan y de contar con la
ayuda de un abogado que lo defiende.

Enmienda VIII
No se exigirán fianzas excesivas, ni se impondrán multas excesivas, ni se infligi-
rán penas crueles y desusadas.

Enmienda IX
No por el hecho de que la Constitución enumera ciertos derechos ha de enten-
derse que niega o menosprecia otros que retiene el pueblo.

Enmienda X
Los poderes que la Constitución no delega a los Estados Unidos ni prohíbe a los
Estados, quedan reservados a los Estados respectivamente o al pueblo.

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Posteriores enmiendas amplían el reconocimiento de derechos por parte de


dicho Estado:

Enmienda XIII (1865)


1. Ni en los Estados Unidos ni en ningún lugar sujeto a su jurisdicción habrá
esclavitud ni trabajo forzado, excepto como castigo de un delito del que el
responsable haya quedado debidamente convicto.

Enmienda XIV (1868)


Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sometidas
a su jurisdicción son ciudadanos de los Estados Unidos y de los Estados en que
residen. Ningún Estado podrá dictar ni dar efecto a cualquier ley que limite los
privilegios o inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos; tampoco
podrá Estado alguno privar a cualquier persona de la vida, la libertad o la pro-
piedad sin el debido proceso legal; ni negar a cualquier persona que se
encuentre dentro de sus límites jurisdiccionales la protección de las leyes, igual
para todos.

Enmienda XV (1870)
Ni los Estados Unidos, ni ningún otro Estado, podrá desconocer ni menoscabar
el derecho de sufragio de los ciudadanos de los Estados Unidos por motivo de
raza, color o de su condición anterior de esclavos.

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Para ampliar los conocimientos los invitamos a realizar las siguientes lecturas.

https://www.elhistoriador.com.ar/la-revolucion-norteamericana/

https://www.elhistoriador.com.ar/el-nacimiento-de-los-ee-uu/

Los invitamos a dirigirse a la sección citas textuales donde se encuentra un


fragmento del texto de Thomas Bender. Orientamos su lectura a partir del
siguiente interrogante:
¿Cuáles eran las razones adicionales que esgrimían los ingleses para
querer establecerse en Norteamérica?

La revolución francesa

Hacia 1789, Francia contaba con 25 millones de habitantes agrupados en tres


estados. Los estados constituían sectores sociales cerrados, nítidamente dife-
renciados por razones de nacimiento, condición de vida y, en la mayoría de los
casos, cultura y riqueza.
En aquella sociedad, el concepto de ciudadano, entendido como sujeto de
derechos políticos era una categoría inexistente, atendiendo a que solo el Mo-
narca tomaba decisiones en el plano gubernativo. Esta rígida organización de
la sociedad, también llamada estamental, reunía a personas vinculadas por un

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estilo de vida común: por un lado, la nobleza, por el otro el clero y, constituyen-
do un grupo social complejo y diverso, el tercer Estado.
La nobleza constituía uno de los estamentos privilegiados y se accedía a ella
sólo por nacimiento. La nobleza y el clero representaban los grupos privilegia-
dos y minoritarios de la población, mientras el tercer estado o Estado llano
estaba integrado por una abrumadora mayoría no privilegiada y plebeya. Era
considerado plebeyo todo aquel que no pertenecía a la nobleza, de origen
común y, por lo tanto, falto de distinción y delicadeza.

Los invitamos a ver el video la Revolución Francesa sobre los acontecimientos


y causas de la Revolución Francesa.

La Revolución Francesa
https://drive.google.com/file/d/1xwhWWZp-X4SUHGf8Bv3juhNtZkkubo4b/view

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Emanuel José Sieyes (1748-1836), uno de los protagonistas de la revolución,


dijo que el tercer Estado representaba al 96% de la población. En él pueden
distinguirse 2 grandes grupos, uno mayoritario, el campesinado; y otro decidi-
damente minoritario, la burguesía.
La burguesía estaba integrada por una gran burguesía, en mayor medida
comercial que industrial, y otras pequeña y mediana, en las cuales observa-
mos la presencia de artesanos, productores independientes y vendedores
directos. Es dificultoso analizar con rigor la composición de estos sectores. Exis-
tían distintos matices, desde la burguesía media hasta la que recurría al trabajo
manual. En el artesanado, por ejemplo, encontramos una gran diversidad,
tanto jurídica como social. Del artesano al empresario hay numerosas diferen-
cias no siempre claras y definidas.
De las filas de los artesanos y tenderos saldrán algunos de los dirigentes del
movimiento popular revolucionario. Los primeros tendrán coincidencias y
también diferencias con los sectores populares. Tenderos y artesanos coincidi-
rán con los trabajadores manuales urbanos (llamados sans-culottes por usar
pantalones largos en lugar de los pantalones hasta la rodilla de la alta socie-
dad) en combatir la concentración de la riqueza que realizaba la gran burgue-
sía, pero se cuidarán de atacar el principio de propiedad por ser propietarios
ellos mismos.
Hacia fines del siglo XVIII, la gran mayoría de los campesinos franceses eran
hombres libres. Sin embargo, el viejo sistema feudal estaba presente en los
impuestos señoriales y el diezmo. Los primeros estaban constituidos por
entregas, en cosecha o dinero, de los campesinos a la nobleza, cuya obligato-
riedad se remontaba al medievo; el segundo consistía en un impuesto que
obligaba a los fieles la entrega de la décima parte de las cosechas agrícolas a la
Iglesia (en otros casos significó el diez por ciento que sobre el precio de algu-
nos productos cobraba la corona).
Por todo esto, el campesinado estaba unido frente al noble local y al diezmero
(el encargado de cobrar el diezmo) y acordaba en combatir el impuesto real.
Estas coincidencias que ayudaron a iniciar el proceso revolucionario no oculta-

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ban la profunda división existente en el campesinado. Una gran cantidad de


terratenientes se había apoderado de vastas extensiones y dirigían su explota-
ción. Ante la ausencia de tierra y derechos eran numerosos los campesinos
pobres que veían empeorar día a día sus condiciones de vida.
Esta esquemática descripción de la sociedad francesa de la época pretende
advertir sobre la presencia de condiciones sociales que, en un primer momen-
to, favorecieron el inicio de acciones contra la monarquía, pero que, una vez
desaparecida ésta, por las profundas contradicciones que la misma sociedad
contenía, agudizaron la inestabilidad política y el enfrentamiento social.

La situación política francesa en 1789

La Revolución Francesa comenzó el 5 de mayo de 1789, cuando el rey convocó


a reunirse en Versalles (pequeña ciudad, cercana a París, donde residía el mo-
narca y la corte) a los tres Estados Generales. Cada estado se reunía por sepa-
rado y poseía un voto, por lo cual en las decisiones siempre triunfaba la minoría
privilegiada del reino.
Francia, como otros reinos europeos, era gobernada por un régimen de mo-
narquía absoluta, forma de gobierno donde el poder, centralizado en la perso-
na del monarca, le otorgaba a éste facultades ejecutivas, legislativas y judicia-
les. Las monarquías absolutas tenían como primer objetivo político garantizar

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la subsistencia del orden estamental.


El régimen absolutista gobernaba cuidando que la nobleza y el clero estuvie-
ran exentos de pagar impuestos y, en el caso de que algunos de sus miembros
debiesen rendir cuentas ante la ley, que fuesen juzgados por leyes y tribunales
especiales.
Luis XIV (1638-1715), denominado el “rey sol” por ser el que hizo uso del régi-
men absolutista del modo más recordado, para dirigirse a los franceses utiliza-
ba conceptos tales como “mis estados” o “mis gentes”. No pensaba en térmi-
nos colectivos, integrados. No pensaba en la nación, palabra que, precisamen-
te a partir de la revolución francesa, comenzó a adquirir el sentido comunita-
rio y asociativo que la convirtió en fuente de todo derecho.

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La Asamblea de París: el comienzo de una nueva era política

A fines de 1780, Francia atravesaba una crisis económica debido a malas cose-
chas y al costo ocasionado por el apoyo brindado a la independencia nortea-
mericana. Sin embargo, lo que realmente tornaba inestable la situación era la
debilidad de la aristocracia francesa, las nuevas ideas que entusiasmaban a
intelectuales y burgueses, y el conjunto de resistencias y descontentos que
subyacían en el Tercer Estado.
La reunión de los representantes de los tres Estados Generales había sido
esperada con una gran expectativa. La intransigencia real en aceptar los recla-
mos del Tercer Estado por una constitución y mejoras económicas obligó a la
rebelión de éste, que el 17 de junio de 1789 se constituyó en Asamblea Nacio-
nal.
Si bien una parte del clero se incorporó a la Asamblea, fue la falta de confianza
en el resultado de una represión indiscriminada lo que decidió a Luis XVI a
ordenar al resto del clero y a la nobleza a unirse al Tercer Estado. Surgió de esta
forma la Asamblea Nacional Constituyente (que sesionó hasta 1791).
Cuando el rey pretendió aplastar a los rebeldes, entraron en escena protago-
nistas hasta ahora ignorados, los sectores populares de París, los sans-culottes,
movilizados por volantes y periódicos que jugarán un importante papel
durante el proceso revolucionario.
La burguesía formó rápidamente un cuerpo armado, la Guardia Nacional, y la
ciudad de París cayó en manos de los revolucionarios que le dieron una orga-
nización municipal; denominada, en esa oportunidad: la Comuna.

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La toma de la Bastilla y la Asamblea Nacional

El 14 de julio de 1789 una furiosa multitud atacó la Bastilla, fortaleza y prisión


real. La caída de la Bastilla significó la derrota del absolutismo y se transformó
en símbolo del triunfo de las masas populares.
Una nueva bandera hizo su aparición en esos días, en ella lucían los colores
rojo y azul, de París, junto al blanco de la monarquía. Será de aquí en más que
la tricolor representará a la nueva Francia y al pueblo victorioso.
El 4 de agosto la Asamblea Nacional suprimió los privilegios feudales y el
diezmo. Entre el 5 y el 11 de ese mes dictó un decreto que decía: el feudalismo
queda abolido en Francia. No fue tan así. Los impuestos (llamados tributos),
que consistían en parte de la producción (en dinero o bienes) que debían
entregarle los campesinos al señor, continuarían pagándose hasta encontrar
un impuesto sustituto.
En realidad, la abolición del sistema feudal pudo completarse recién en 1793,
cuando, concluida su tarea, la Asamblea Nacional fue reemplazada por una
Convención que, ahora sí definitivamente, suprimió los derechos feudales.

Los invitamos a ver el video la Revolución Francesa II sobre la toma de la Basti-


lla, la constitución de la Asamblea y el rol de las mujeres.

La Revolución Francesa II
https://drive.google.com/file/d/1Llu99Th_2Q-FNaz4Z9HsXyyXkv1oRxLU/view

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

Por si algo faltara, para no dejar ni restos de un pasado tan cercano, el 27 de


agosto de 1789 fueron proclamados los Derechos del hombre y del ciudadano,
declaración de principios que puso fin a las concepciones básicas del Antiguo
Régimen, y fijó las bases de una nueva organización política y social.
La “Declaración” la realizaron los representantes del pueblo francés, quienes
consideraron que la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la
opresión eran, según queda expresado en su preámbulo, derechos naturales,
inalienables y sagrados, entendiéndose por esto último, que no podían ni
debían ser discutidos o reemplazados.
Los asambleístas crearon una nueva categoría política: el ciudadano, que será
titular de derechos y libertades, como también de obligaciones con la comu-
nidad. Estos derechos, reclamados por Locke y Rousseau, se convirtieron ahora
en realidad. De aquí en más, la legitimidad política sólo se podrá alcanzar con
el acuerdo de las mayorías y lo que se resuelva sin su aprobación será ilegíti-
mo. De esto a la democracia, no hay sino un paso. Todo el tiempo que sigue, la
edad contemporánea, será influida por esta creación.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

Texto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano:

1. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distincio-


nes sociales solo pueden fundarse en la utilidad común.

2. La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos


naturales e imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la pro-
piedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.

3. La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la nación; ningún indi-


viduo, ni ninguna corporación pueden ser revestidos de autoridad alguna que
no emane directamente de ella.

4. La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los
demás. El ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros
límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el disfrute
de los mismos derechos. Estos límites solo pueden ser determinados por la ley.

5. La ley solo puede prohibir las acciones que son perjudiciales a la sociedad. Lo
que no está prohibido por la ley no puede ser impedido. Nadie puede verse
obligado a aquello que la ley no ordena.

6. La ley es expresión de la voluntad de la comunidad. Todos los ciudadanos


tienen derecho a colaborar en su formación, sea personalmente, sea por medio
de sus representantes. Debe ser igual para todos, sea para proteger o para cas-
tigar. Siendo todos los ciudadanos iguales ante ella, todos son igualmente
elegibles para todos los honores, colocaciones y empleos, conforme a sus
distintas capacidades, sin ninguna otra distinción que la creada por sus virtu-
des y conocimientos.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

7. Ningún hombre puede ser acusado, arrestado y mantenido en confinamien-


to, excepto en los casos determinados por la ley, y de acuerdo con las formas
por esta prescritas. Todo aquel que promueva, solicite, ejecute o haga que sean
ejecutadas órdenes arbitrarias, debe ser castigado, y todo ciudadano requeri-
do o aprendido por virtud de la ley debe obedecer inmediatamente, y se hace
culpable si ofrece resistencia.

8. La ley no debe imponer otras penas que aquellas que son estrictas y eviden-
temente necesarias; y nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley pro-
mulgada con anterioridad a la ofensa y legalmente aplicada.

9. Todo hombre es considerado inocente hasta que ha sido declarado convicto.


Si se estima que su arresto es indispensable, cualquier rigor mayor del indis-
pensable para asegurar su persona ha de ser severamente reprimido por la ley.

10. Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aún por
sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del
orden público establecido por la ley.

11. Puesto que la libre comunicación de los pensamientos y opiniones es uno de


los más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y
publicar libremente, excepto cuando tenga que responder del abuso de esta
libertad en los casos determinados por la ley.

12. Siendo necesaria una fuerza pública para garantizar los derechos del
hombre y del ciudadano, se constituirá esta fuerza en beneficio de la comuni-
dad, y no para el provecho particular de las personas a las que ha sido confiada.

13. Siendo necesaria, para sostener la fuerza pública y subvenir a los gastos de
administración, una contribución común, esta debe ser distribuida equitativa-
mente entre los ciudadanos, de acuerdo con sus facultades.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

14. Todo ciudadano tiene derecho, ya por sí mismo o por su representante, a


constatar la necesidad de la contribución pública, a consentirla libremente, a
comprobar su adjudicación y a determinar su cuantía, su modo de amillara-
miento, su recaudación y su duración.

15. La sociedad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su admi-
nistración.

16. Una sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la


separación de poderes determinada, no tiene constitución.

17. Siendo inviolable y sagrado el derecho de propiedad, nadie podrá ser priva-
do de él, excepto cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo
exige de manera evidente, y a la condición de una indemnización previa y
justa.

Pare y reflexione

Para Georges Rudé, un experto en la temática de la Revolución Francesa no


existe una sola revolución, sino varias, con lo que resalta el carácter heterogé-
neo y complejo de la Revolución, lo que facilitaría la superposición de diferen-
tes interpretaciones desde la izquierda hasta la derecha, y permitiendo señalar
el protagonismo de diferentes personajes atraídos o repelidos consecutiva-
mente y convirtiéndola así en “realista, liberal, jacobina, anarquista o libertaria”.
En suma, se hacen necesarios los dos planos de análisis, el más inmediato o
político e institucional y el más mediato o económico y social.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

Lo invitamos a ver el fragmento del siguiente filme sobre la revolución. Anali-


cen y evalúen si toma alguna de las posiciones planteadas y si considera que
existen diferentes protagonistas de la revolución (por ejemplo, campesinos,
sans coulottes, alta burguesía, mujeres, niños, etcétera).

Fragmento de la película: “Historia de una revolución”


https://drive.google.com/file/d/1Kg13h1e2PMKUchFkIvmcjPCdcj1cN_u8/view

Revolución y poder eclesiástico

El 2 de noviembre de 1789 son nacionalizados todos los bienes eclesiásticos,


haciéndose cargo el Estado del mantenimiento de los religiosos.
El 12 de julio de 1790 se aprobó la constitución civil del clero, por medio de la
cual las autoridades eclesiásticas son elegidas por los miembros de la iglesia
francesa, sin que ésta debiese solicitarle al Papa su investidura (dignidad, o
poder, que éste otorgaba a una autoridad religiosa al asumir su cargo). Los reli-
giosos franceses, a partir de ahora, juran obediencia al Estado. La ruptura con
el Papa Pío VI, jefe de la Iglesia de católica, fue inevitable.
La burguesía francesa deseaba destruir el orden corporativo proveniente de la
Edad Media, por el cual artesanos de un mismo oficio se asociaban en la
defensa de sus intereses y controlaban la elaboración de productos diferen-
tes, como el pan o los tejidos. La burguesía veía en las corporaciones un obstá-
culo insalvable para el control de la producción y el mercado: las corporacio-
nes reglaban las características que debían tener los productos para ser vendi-
dos y determinaban sus precios.
Para lograr su propósito de destruir el orden corporativo, adoptó dos medidas.
La primera, mediante un decreto de marzo de 1791 (decreto de Allarde), por el

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

que se derogaron las corporaciones (gremios) y se estableció la libertad de


comercio, permitiéndose que toda persona (tuviese) libertad para realizar el
negocio que encuentre a su gusto. Esto era lo pretendido por la burguesía, pro-
ceder a fabricar y fijar precios a gusto, sin verse obstaculizada o regulada por
las corporaciones, o por el mismo Estado. La segunda fue una ley de junio del
mismo año (propuesta por el diputado Le Chapelier y conocida por su
nombre), por la que se estableció la libertad de trabajo y prohibió toda asocia-
ción, tanto de asalariados como de patrones. De este modo, el principio de
libertad de trabajo obligó a cada obrero a convenir, individualmente, sus con-
diciones de trabajo con su respectivo patrón, no pudiéndose acordar éstas de
modo colectivo, es decir, el gremio, representando a los trabajadores con el
empresario (o la empresa).
En septiembre de 1791, la Asamblea proclamó la esperada Constitución, esta-
bleciendo un régimen de gobierno monárquico parlamentario cuya cabeza
fue un rey que no deseaba gobernar y prefería vivir fuera de Francia.
Acentuando su tendencia impopular, la Constitución, aunque estableció la
división de poderes, impuso el sufragio restringido para acceder al poder
legislativo: sólo los ciudadanos que pagaran determinados impuestos podrían
votar. De la lucha por la igualdad quedaba poco. Luego de sancionar esta
Constitución, objetivo por el cual se había constituido, la Asamblea se disolvió.

De la monarquía a la república

En 1792 la se declaró la guerra a Austria que había salido en ayuda de los abso-
lutistas franceses. De este modo, comenzó un largo conflicto que, salvo breves
interrupciones, finalizó con la derrota de Napoleón y Francia en la batalla de
Waterloo (1815).
Durante 23 años, toda la Europa absolutista e Inglaterra combatieron a la
revolución para aplastarla. Los motivos, en cada caso, eran distintos. Los abso-

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

lutistas temían la difusión de ideas antimonárquicas y de libertad; Inglaterra


estaba preocupada por el peligro que para su comercio significó el control del
mercado continental por parte de Francia.
La Francia que surgió después del comienzo de la guerra fue otra. El 20 de sep-
tiembre de 1792, la batalla de Valmy salvó a París del ataque de Prusia, uno de
los reinos absolutistas interesados en aplastar a la revolución. Al día siguiente
(21 de septiembre) la Convención proclamó la República. Inmediatamente,
suspendió, depuso y condenó a muerte a Luis XVI por conspirar con los aus-
tríacos contra Francia. El rey fue ejecutado en enero de 1793.
A partir de febrero de 1793 la guerra se extendió. Los enemigos eran numero-
sos, Inglaterra, Holanda, España, Prusia y Austria se unieron contra Francia. La
situación exigía coraje. Se formó, entonces (abril de 1793), un Comité de Salva-
ción Pública para gobernar al país, y un Tribunal Revolucionario para juzgar
con dureza todo intento de traición, integrados ambos, en su mayoría, por
jacobinos. Este partido, que proponía una mayor igualdad política y social, era
sostenido por los sectores populares de París y no sólo enfrentaba a la nobleza
sino a la gran burguesía.
Esta fue la hora de Robespierre, Saint-Just y Marat, dirigentes jacobinos que,
ante el peligro de una derrota que parecía inevitable, tomaron decisiones
extremas. Se declaró a la patria en peligro y se decretó la leva (el reclutamien-
to) en masa. En el orden interno se acabó con la oposición. La guillotina cobró
cabezas, entre ellas las de numerosos inocentes que pagaron con su vida esta
política desesperada.
La derrota segura fue convertida en victoria; la bandera tricolor y La Marselle-
sa, el himno adoptado por la revolución, recorrieron Europa. Bélgica y el norte
de Italia fueron invadidos. Esta expansión será aumentada por un joven gene-
ral que pronto será famoso, el futuro emperador de Francia, Napoleón Bona-
parte.
La Convención adoptó medidas decisivas: fueron definitivamente abolidos los
derechos feudales que aún subsistían; para aliviar el sufrimiento popular, se
decretaron precios máximos en alimentos básicos como el pan y se organizó la

29
Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

educación pública, privando a la Iglesia del monopolio de esta. Europa y el


mundo quedaron sorprendidos. Es que la alta burguesía había cedido el con-
trol del gobierno a la pequeña burguesía, y ésta, necesitada del apoyo de los
sectores populares, adoptó medidas extremas.
Entre sus disposiciones más audaces, la Convención sancionó la Constitución
de 1793, que impuso el voto universal. Robespierre propuso reformar la Decla-
ración de derechos limitando el derecho a la propiedad, como se limitan
todos los otros derechos. Además, se atrevió a defender el impuesto progresi-
vo, que exige pagar más al que más tiene.

El lugar de las mujeres en la Revolución Francesa

A pesar de que gran parte de la iconografía de la Revolución francesa, que


comenzó el 14 de julio de 1789 con la toma de la Bastilla, tenía como excluyen-
tes protagonistas a mujeres representando a la Libertad, a la República, a la
Justicia, la situación jurídica de la mujer no había cambiado sustancialmente a
cuatro años del estallido revolucionario.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

Marie Gouze (1748-1793), con el seudónimo literario de Olympe de Gouges,


había escrito en los últimos años del Antiguo Régimen la pieza teatral “La
esclavitud de los negros”, que le había costado ser encarcelada en la Bastilla.
Durante la Revolución, Olympe adhirió a los girondinos, aunque sus ideas eran
más avanzadas. En 1791 dio a conocer su Declaración de los Derechos de la
Mujer y la Ciudadana, que constaba de un preámbulo y 17 artículos en los que
su autora establecía los derechos políticos de la mujer, el derecho a la anticon-
cepción y a la libertad sexual y estipulaba la igualdad para las mujeres.

1. La mujer nace, permanece y muere libre al igual que el hombre en derechos.

2. El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos


naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la
libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

3. El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es


más que la reunión de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo,
puede ejercer autoridad que no emane de ellos.

4. La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los


otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer solo tiene por lími-
tes la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregi-
dos por las leyes de la naturaleza y de la razón.

5. Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudi-


ciales para la Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, pruden-
tes y divinas, no puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que
ellas no ordenan.

6. La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y


Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de
sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y
todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisi-
bles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacida-
des y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.
7. Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en
los casos determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a
esta Ley rigurosa.

8. La Ley solo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y


nadie puede ser castigado más que en virtud de una Ley establecida y promul-
gada con anterioridad al delito y legalmente aplicada a las mujeres.

9. Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la
Ley.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

10. Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la
mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el
de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden públi-
co establecido por la Ley.

11. La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los


derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legiti-
midad de los padres con relación a los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir
libremente, soy madre de un hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárba-
ro la fuerce a disimular la verdad; con la salvedad de responder por el abuso de
esta libertad en los casos determinados por la Ley.

12. La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utili-


dad mayor; esta garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para
utilidad particular de aquellas a quienes es confiada.

13. Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administra-


ción, las contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa
en todas las prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto,
debe participar en la distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades
y otras actividades.

14. Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí


mismos o por medio de sus representantes, la necesidad de la contribución
pública. Las Ciudadanas únicamente pueden aprobarla si se admite un reparto
igual, no solo en la fortuna sino también en la administración pública, y si
determinan la cuota, la base tributaria, la recaudación y la duración del
impuesto.

15. La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribu-

33
Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

ción, tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente


público.

16. Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la


separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución
es nula si la mayoría de los individuos que componen la Nación no ha coopera-
do en su redacción.

17. Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son,
para cada uno, un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de
ella como verdadero patrimonio de la naturaleza a no ser que la necesidad
pública, legalmente constatada, lo exija de manera evidente y bajo la condi-
ción de una justa y previa indemnización.

Esa osadía de reclamar la igualdad jurídica y los derechos políticos, a Olympe


le costó caro, al tiempo que otras mujeres –que desde el inicio de las jornadas
revolucionarias se destacaron en las acciones de la “turba enfurecida” contra
los aristócratas y sus privilegios– padecieron persecución, cárcel y, en muchos
casos, la ejecución. En 1793, el Comité de Salvación Pública dominado por los
jacobinos la hizo arrestar –acusada de conspirar contra la República– y, tras un
juicio sumario en el que no se le permitió contar con defensor letrado, la
mandó a la guillotina.
Para finales del año 1793 Olympe de Gouges había perdido la cabeza en la gui-
llotina, se habían clausurado los clubes femeninos y tampoco se les permitía a
las mujeres reunirse en las calles. Quedaban muy bien como adornos, como
emblemas pictóricos de las diosas de la razón, pero las de carne y hueso, con
sus conciencias agitadas y demandantes, empezaron a resultar tanto o más
intolerables que sus compañeros varones con los que habían compartido la
lucha para instaurar un gobierno que seguía diciendo que gobernaba en

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

nombre del pueblo.


El Código Civil de los Francese (1804), el célebre “Código Napoleón” que servi-
ría de inspiración a la legislación continental europea y a las repúblicas latinoa-
mericanas negaba a las mujeres la igualdad jurídica reconocida a los hombres
y retaceaba sus derechos de propiedad, de contratar y de disponer por sí
mismas de sus vidas. Los ecos del reclamo de igualdad protagonizado por las
revolucionarias francesas se hicieron sentir subterráneamente, pero correría
mucha agua del Sena bajo los puentes y mucha sangre hasta que recién en
1946 las mujeres pudieran ejercer sus derechos cívicos y votar por primera vez
en Francia.

Pare y reflexione

El historiador Daniel Guérin señala:


“Los enragés no se habían atraído solamente a los más revolucionarios de los
sans culottes parisinos, también se habían atraído a su órbita a las mujeres más
revolucionarias. [...] En 1793 crearon la Sociedad de las Republicanas Revolucio-
narias [...]. En su entusiasmo, unas llegaron a vestir la escarapela tricolor sobre
su peinado y otras, el gorro frigio e, incluso, el pantalón rojo. Pero la fuerza de
sus enemigos fue tal que fracasaron en sus empeños. Uno de ellos, Chaumette,
misógino notorio, llegó a decir: ‘¿Desde cuándo les está permitido a las mujeres
abjurar de su sexo y convertirse en hombres? ¿Desde cuándo es decente ver a
mujeres abandonar los cuidados devotos de su familia, la cuna de sus hijos,
para venir a la plaza pública, a la tribuna de las arengas [...] a realizar deberes
que la naturaleza ha impuesto a los hombres solamente?’.”

Es oportuno destacar, que hubo hombres dignos que defendieron e impulsa-


ron los derechos de las mujeres, como Condorcet, quien pagará con su vida la
escritura de textos como este:

35
Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

O bien ningún miembro de la raza humana posee verdaderos derechos, o bien


todos tenemos los mismos; aquel que vota en contra de los derechos de otro,
cualesquiera que sean su religión, su color o su sexo, está abjurando de los
suyos”.
¡Mujer, despierta!; el arrebato de la razón se hace oír en todo el universo; reco-
noce tus derechos. El potente imperio de la naturaleza ha dejado de estar
rodeado de prejuicios, fanatismo, superstición y mentiras. La antorcha de la
verdad ha disipado todas las nubes de la necedad y la usurpación. El hombre
esclavo ha redoblado sus fuerzas y ha necesitado apelar a las tuyas para
romper sus cadenas. Pero una vez en libertad, ha sido injusto con su compañe-
ra. ¡Oh, mujeres!, ¡mujeres!, ¿cuándo dejaréis de estar ciegas?, ¿qué ventajas
habéis obtenido de la revolución?: un desprecio más marcado, un desdén más
visible. […] Cualesquiera sean los obstáculos que os opongan, podéis superar-
los; os basta con desearlo. (Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciuda-
dana. Olympe de Gouges).

Los invitamos a dirigirse a la sección citas textuales donde se encuentra un


fragmento del texto de George Rudé. Orientamos su lectura a partir del
siguiente interrogante:
¿Por qué se produjo una revolución en Francia?

36
Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

De Napoleón a las revoluciones liberales


De la república al Imperio

Superado el peligro de una derrota militar ante las potencias absolutistas, la


alta burguesía dio dos grandes golpes políticos, retomando el control de la
situación. Hacia 1794 ejecutó, en el mes de Thermidor (equivalente al actual
mes de junio, de acuerdo con el nuevo calendario revolucionario) a Robespie-
rre y a los principales dirigentes jacobinos, estableciendo un gobierno mode-
rado. La Constitución jacobina del 93 fue reemplazada y el voto restringido,
reimpuesto. Más tarde, mediante otro golpe de estado, el del 18 Brumario (no-
viembre de 1799), encumbró a Napoleón Bonaparte como jefe del gobierno
republicano, otorgándole poderes casi ilimitados. Poco después, en 1804, cen-
tralizó aún más el poder estableciendo el sistema imperial con el mismo
Napoleón como emperador. Con la sanción del Código Civil (1804) la igualdad
de los ciudadanos ante la ley y la inviolabilidad de la propiedad privada quedó
asegurada.
La alta burguesía vio concretados gran parte de sus sueños con Napoleón. La
nobleza tradicional sin participación en el poder político, los jacobinos des-
truidos y las diferencias sociales profundizadas, generaron el marco apropiado
para que la burguesía reciba Bonaparte con entusiasmo.
En esta época, el Directorio, rodeado de negociantes especuladores, había
perdido definitivamente su autoridad, no sólo entre el pueblo, sino también
entre la burguesía La burguesía exigía un poder fuerte, capaz de aplastar, con
mano de hierro, tanto a los monárquicos como a los jacobinos y llevar con
éxito la guerra contra la coalición absolutista y contra Inglaterra.
La mirada de la burguesía se dirigió hacia Napoleón Bonaparte y éste se deci-
dió a dar un golpe de Estado. Los banqueros parisinos le suministraron el
dinero. El 9 de noviembre (18 brumario del año VIII de la República), Bonaparte
hizo salir por la mañana a sus tropas leales. El Consejo de los Ancianos y el
Consejo de los Quinientos, en vista del peligro de la conspiración, presunta-
mente descubierta por Napoleón, trasladaron sus sesiones a Saint Cloud, una

37
Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

pequeña localidad cerca de París. La escolta de ambos consejos fue encomen-


dada al verdadero organizador de la conspiración, el propio Bonaparte. Al día
siguiente Napoleón apareció con sus tropas en Saint Cloud y disolvió ambos
Consejos. Los directores fueron despojados del poder y, dos de ellos, deteni-
dos. Bonaparte ordenó detener a varias decenas de diputados que trataban de
huir y los obligó a promulgar una ley, transmitiendo el poder a tres cónsules,
con él al frente. De esta manera, pasó el poder a los tres cónsules: Bonaparte
y dos exdirectores, que habían participado en la conspiración, el ex abate
Sieyés y Roger Ducos.
Los cónsules nombraban al Senado y éste, a su vez, designaban a los miem-
bros de las demás instituciones legislativas de entre varios miles de candida-
tos elegidos por la población. Las leyes eran redactadas por una institución
legislativa, el Consejo de Estado, discutidas por otra, el Tribunado, aprobadas
por una tercera, el Cuerpo Legislativo, y sancionadas por una cuarta, el
Senado. Con este sistema, todas las instituciones representativas o nombra-
das carecían de todo valor.
Con posterioridad al golpe de Estado del 18 brumario, Bonaparte convocó a los
banqueros de París y les propuso suscribir un empréstito complementario. La
bolsa respondió al golpe de Estado alzando la cotización de los papeles del
Estado. Los campesinos propietarios abrigaban la esperanza de que Bonapar-
te, cuyo nombre se vinculaba con las brillantes victorias en las guerras contra
la coalición absolutista, defendería a Francia contra el enemigo del exterior y
contra los emigrados y garantizaría la posesión de las tierras adquiridas duran-
te la revolución.

38
Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

Invasiones napoleónicas y revoluciones liberales

Napoleón invadió casi todos los países de Europa y la alta burguesía francesa
controló el mercado europeo impidiendo el ingreso al continente de las ma-
nufacturas inglesas. Esto le costó el trono a Bonaparte al invadir Rusia para
castigarla por comerciar con los ingleses. Pese a ocupar Moscú, el invierno
ruso, y la muerte y desaparición de decenas de miles de sus soldados lo llevó,
primero, a la abdicación (1814) y, finalmente, luego de un breve regreso, a la
derrota definitiva en Waterloo (1815). La nobleza francesa, que esperaba un
paso en falso de Napoleón, preparó su retorno.
Caído Napoleón, sus vencedores no actuaron con prudencia. El rey de España,
que desde 1808, había permanecido en un largo cautiverio en manos de Bona-
parte; luego de su regreso, a fines de 1813, persiguió con saña a los liberales
que, durante su ausencia, habían sancionado una constitución en 1812.

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Módulo N°1
La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

Por su parte, austríacos y rusos, aprovechándose de la derrota francesa, domi-


naron el norte de Italia y Polonia, respectivamente, impidiendo por la fuerza la
acción de los patriotas locales. Esta dura represión, sumada al intento forzado
de volver a una organización social en la cual la nobleza retomaba privilegios
cada vez más impopulares, contribuyó a mantener vivas las ideas liberales pro-
pagadas por la revolución, no olvidadas por intelectuales y burgueses.
Detrás de las revoluciones liberales hay que tener en cuenta que la naciente
burguesía industrial francesa, se vio afectada por los altos impuestos que
gravaban al hierro colado y a los artículos de hierro y acero, importados de
Inglaterra, que beneficiaban a los fundidores franceses, generalmente gran-
des terratenientes. La burguesía industrial debía pagar importes elevados por
las herramientas y las maquinarias, lo que hacía aún más lento su desarrollo.
Otros grupos financieros también se vieron perjudicados ampliamente por las
medidas político-económicas de los Borbones. Puesto que para resarcir a los
que habían visto expropiadas sus tierras durante la Revolución, el Estado fran-
cés destinó mil millones de francos, que obtuvo disminuyendo los intereses
que pagaban a sus prestamistas. Industriales y banqueros, desplazados del
Poder, no estaban dispuestos a soportar por mucho tiempo.
El descontento también se manifestaba en otros sectores sociales. Francia,
seguía siendo un país de campesinos, artesanos y de trabajadores de indus-
trias domiciliarias. Cierta cantidad de manufacturas daba vida a un incipiente
proletariado industrial que crecía lentamente, sobre todo en la industria textil.
Había distintas categorías de trabajadores de esta industria, desde los jefes de
taller a los oficiales y obreros, pero el representante típico del mundo del
trabajo textil era el “canut”, el tejedor lyones. Las condiciones de trabajo eran
extremadamente duras. En las manufacturas, la jornada de trabajo duraba de
quince a diecisiete horas, en talleres sin calefacción o refrigeración, donde el
aire era, prácticamente, irrespirable, y la higiene, y la seguridad, no existían. En
las hilanderías de algodón, la llamada tisis algodonera, era común entre los
trabajadores. El trabajo de los niños, la extenuación precoz y la mala alimenta-
ción, producían una enorme cantidad de individuos físicamente ineptos. El

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La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

trabajo de los niños era una gran fuente de ingresos extra para los patrones
puesto que sus salarios eran notablemente inferiores a los de los adultos, mien-
tras que sus horarios de trabajo eran semejantes, alrededor de dieciséis horas
diarias. Las condiciones de vida de estos trabajadores eran desesperantes. La
concentración de la producción implicaba concentración de trabajadores, lo
cual provocaba, un alza extraordinaria del precio de las viviendas (por llamarlas
de algún modo), de los alquileres, y la actividad de los especuladores que agra-
vaban aún más la situación. Las familias vivían hacinadas, a veces dos o tres
familias en una sola habitación.
Los levantamientos liberales, que hacia 1820 fueron contenidos en España,
Alemania e Italia, alcanzaron el éxito en Francia (1830), obligando a los Borbo-
nes, propensos a gobernar de forma absoluta, a ceder el trono a los Orleáns,
dispuestos a respetar tanto a la Asamblea, como a la constitución y a la bur-
guesía. Ya en 1848, una gran revolución europea destruyó al debilitado anti-
guo régimen resurgido en Viena e impuso definitivamente el liberalismo en
gran parte de Europa.

Para ampliar los conocimientos los invitamos a realizar las siguientes lecturas.

https://www.elhistoriador.com.ar/la-revolucion-francesa-i/

https://www.elhistoriador.com.ar/la-revolucion-francesa-en-d
ebate-de-la-utopia-liberadora-al-desencanto-en-las-democr
acias-contemporaneas-fragmentopor-fran%cf%82ois-furet/

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La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

Síntesis

La sociedad en el transcurso del siglo XVII y gran parte del siglo XVIII era la del
antiguo régimen inmerso en el poderío del absolutismo.
La burguesía trataba de sustituir a los estamentos tradicionalmente domi-
nantes, mientras que en Francia trataba de formar parte de ellos, en Inglaterra
al igual que en las 13 colonias pretendían sustituirlas y tener autonomía en sus
decisiones frente a la monarquía.
El siglo XVIII fue también un siglo de extraordinarios cambios en algunos
países europeos, especialmente en Inglaterra, y por ende en las 13 colonias, y
Francia. Algunos de estos cambios se relacionan con el pensamiento de los
filósofos empiristas y racionalistas, como John Locke y Jean Jacques Rous-
seau quienes retomaron las nociones de contrato social y propusieron otras
nuevas como la soberanía popular, pero especialmente los derechos de los
hombres y los ciudadanos.
En 1787, los Estados Unidos promulgados o Constitución que contemplaba los
conceptos modernos en cuanto a la forma de gobierno, pero no contenía sus
artículos la defensa de los Derechos individuales (la libertad, por ejemplo) y
de hecho no se anuló la esclavitud.
La Revolución Francesa es la principal de las revoluciones burguesas que
sacudieron el siglo XVIII y significó el fin del Antiguo Régimen con nuevas
ecuaciones de desarrollo sobre pacto y representación y la Declaración Uni-
versal de los Derechos del Hombre y el Ciudadano.
Como corolarios de la Revolución francesa, se destacan la influencia napoleó-
nica en Europa y las revoluciones liberales de 1820, 1830 y 1848.

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Citas textuales

Historia de los Estados Unidos.


Thomas Bender.

“Los ingleses tenían razones adicionales para querer establecerse en Nortea-


mérica. Durante el siglo XVIII, Inglaterra había experimentado un aumento
inusual de la población (un presagio de la posterior transición demográfica
que en el siglo XIX produjo una tasa moderna de crecimiento poblacional en la
Inglaterra que se industrializaba). Al no tener una adecuada comprensión de la
economía ni de la demografía, los ingleses no estaban muy seguros de lo que
estaba ocurriendo, pero la evidencia inmediatamente visible parecía indicar un
problema de superpoblación con su inevitable corolario de pobreza. Un
tiempo después, Adam Smith explicó que el comercio de larga distancia podía
producir la prosperidad metropolitana (o, como diríamos hoy, más empleo)
pero la idea de parte de la población y enviarla a otra parte atrajo a varios
defensores de la colonización y fue acepada por los propios colonos. Además,
existía una minoría religiosa insatisfecha dispuesta a abandonar Inglaterra y
mudarse a un lugar donde pudiera profesar su culto con mayor libertad. Estos
protestantes profundamente comprometidos podrían prestar un servicio adi-
cional como muro de contención para limitar la expansión e influencia de la
España católica en el Nuevo Mundo.
Como lo indica este último dato, la religión era una parte significativa de las
aventuras coloniales de España, Francia e Inglaterra. La revolución oceánica
sentó las bases del capitalismo moderno, pero el impulso inicial y el compromi-
so sostenido de los primeros colonizadores fue en gran medida religioso”.

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La génesis de los derechos humanos en la edad moderna y contemporánea

La Revolución francesa.
George Rude.

Entonces, ¿por qué hubo una revolución de esta clase en Francia? Los historia-
dores, que tienden a leer retrospectivamente la historia, han respondido de
distintos modos a la pregunta, de acuerdo con su propio prejuicio o lo de sus
contemporáneos.
“Podemos describir a la sociedad francesa del siglo XVIII como una suerte de
pirámide cuya cima estaba formada por la corte y la aristocracia, el centro por
las clases “medias” o burguesas y la base por los “ordenes inferiores” de campe-
sinos, comerciantes y artesanos urbanos. En sí mismo, esto no sería nada
nuevo: un modelo análogo podría ajustarse a la sociedad de otro cualquiera de
los países europeos contemporáneos. De modo que, para hallar el rasgo distin-
tivo de la sociedad contemporánea francesa, debemos buscar otra cosa: la
pirámide social francesa estaba agobiada por las contradicciones, tanto inter-
namente como entre sus partes constitutivas, pues tenía una monarquía que,
aunque en teoría absoluta, llevaba en sí misma la simiente de su propia deca-
dencia, una aristocracia que, si bien privilegiada y en general rica, alentaba un
profundo sentimiento motivado por el hecho de que se la había excluido largo
tiempo de los cargos, una burguesía que, aun gozando de creciente prosperi-
dad, veía negada su jerarquía social y una participación en el gobierno acorde
con su riqueza; y campesinos que, por lo menos en parte, estaban adquiriendo
más cultura e independencia, y sin embargo aún recibían el trato que se
dispensa a una bestia de carga despreciada y recargada de impuestos. Más
aún, estos conflictos y las tensiones provocada por ellos comenzaban a agudi-
zarse a medida que avanzaba el siglo”.

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Filmografía recomendada

Dantón (1983)
https://www.filmaffinity.com/ar/film335272.html

La noche de Varennes (1982)


https://www.filmaffinity.com/ar/film280600.html

Adiós a la reina (2012)


https://www.filmaffinity.com/ar/film216074.html

Napoleón (1955)
https://www.filmaffinity.com/ar/film146839.html

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Historia de una revolución (1989)


https://www.filmaffinity.com/ar/film320248.html

Revolución (1985)
https://www.filmaffinity.com/ar/film271208.html

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Bibliografía

Obligatoria
La Carta de Derechos (1791, Estados Unidos). Enmiendas I a X.
Décima tercera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos (1865)
Décima cuarta Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos (1868)
Décimo quinta Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos (1870)
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. (1789, Francia)
La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791, Francia)

No obligatoria
Bender, Thomas (2011). Historia de los Estados Unidos. Una nación entre nacio-
nes. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

La Declaración De Derechos De La Mujer De Olympe De Gouges 1791: ¿Una


Declaración De Segunda Clase? (2015) Cátedra UNESCO de Derechos Huma-
nos de la UNAM.

Mathiez, A.(1935) La Revolución Francesa. Barcelona: Ed. Labor.

Soboul, A. (1987) La Revolución Francesa. Principios ideológicos y protagonis-


tas colectivos. Barcelona: Ed. Crítica.

Jean-Clément Martín (2013). La Revolución Francesa, Una Nueva Historia. Bar-


celona. Ed. Crítica.

Rudé, George (1988). La Revolución francesa. Buenos Aires: Ediciones B Argen-


tina.

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