Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Vi Keeland - Penelope Ward - Hate Notes
Vi Keeland - Penelope Ward - Hate Notes
2
TRADUCCIÓN:
Clau Brisamar58
Kath Nayari
Gilsha Cruz AuRose
Alixci JandraNda
cjuli2516zc Jailemat
Geanjuda Maria_clio88
Gerald
CORRECCIÓN:
Clau 3
Fatima85
Nanis
REVISIÓN:
Nanis
DISEÑO:
Moreline
SINOPSIS __________________ 5 21_______________________ 148
1 _________________________ 6 22_______________________ 156
2 ________________________ 10 23_______________________ 162
3 ________________________ 17 24_______________________ 171
4 ________________________ 25 25_______________________ 177
5 ________________________ 31 26_______________________ 185
6 ________________________ 36 27_______________________ 190
7 ________________________ 44 28_______________________ 199
8 ________________________ 52 29_______________________ 205
9 ________________________ 59 30_______________________ 215
10 _______________________ 65 31_______________________ 218
11 _______________________ 73 32_______________________ 227
4
12 _______________________ 80 33_______________________ 238
13 _______________________ 90 34_______________________ 244
14 _______________________ 95 35_______________________ 250
15 ______________________ 102 36_______________________ 255
16 ______________________ 110 37_______________________ 261
17 ______________________ 120 38_______________________ 265
18 ______________________ 125 EPÍLOGO _________________ 271
19 ______________________ 132 SOBRE LAS AUTORAS ______ 274
20 ______________________ 141
Todo comenzó con una misteriosa nota azul cosida en un vestido de novia.
Algo azul.
Había ido a vender mi vestido de novia sin estrenar en una tienda de ropa
vintage. Fue entonces cuando encontré el "algo viejo" de otra novia.
Cosido en el forro de un diseño fabulosamente a la moda estaba el mensaje
más bonito que alguna vez yo había leído: Gracias por hacer que todos mis sueños se
hagan realidad.
El nombre grabado en el papel azul: Reed Eastwood, obviamente el hombre
más romántico que haya existido. También descubrí que él es el más hermoso. Ojalá
mis fantasías de amor verdadero se hubieran detenido allí. Porque desde entonces
he descubierto algo más sobre el señor Romántico. 5
Es arrogante, cínico y exigente. Que debería saber. Gracias a un giro del destino,
él es mi nuevo jefe. Pero eso no me impedirá descubrir la historia detrás de su última
carta de amor. Una carta de amor que no dio lugar a un felices para siempre.
Pero esa historia no es nada comparada con la que se desarrolla entre nosotros.
Se está poniendo más caliente, más dulce y más sorprendente que cualquier otra
cosa que pudiera haber imaginado.
Algo nuevo.
Pero no tengo idea de cómo va a terminar esto…
Charlotte
N o habría sido atrapada aquí ni muerta hace un año. No lo tomes a mal. No
soy una esnob. Mientras crecía, mi madre y yo pasamos horas revisando
los estantes en la tienda de segunda mano. Y eso fue cuando las tiendas de ropa de
segunda mano se llamaban Goodwill, y estaban predominantemente en los barrios
obreros. En estos días, lo usado se llama vintage y se vende en el Upper East Side
por una pequeña fortuna.
Usaba la ropa "suavemente desgastada" antes del aburguesamiento de
Brooklyn.
Que fueran de segunda mano no era mi problema. Mi problema con los
vestidos de novia usados era las historias que imaginaba que cargaban consigo.
¿Por qué están aquí?
6
Saqué un vestido de novia de Vera Wang con una blusa entrecruzada y una
falda de tul en cascada del colgador. Expectativas de cuento de hadas. Divorciada
después de seis meses, decidí. Un delicado vestido de sirena Monique Lhuillier de
encaje: El novio murió en un horrible accidente automovilístico. La devastada novia
dona el vestido a la iglesia para su venta anual. Un comprador inteligente lo recogió
de un robo y triplicó el retorno de su inversión al revenderlo.
Cada vestido usado tenía una historia, y el mío pertenecía al anaquel de Resultó
ser un hijo de puta tramposo. Suspiré y regresé con las dos mujeres discutiendo en
ruso en la recepción.
—Es de la colección del próximo año, ¿sí? —preguntó la mujer más alta con
cejas extrañas y desiguales.
Intenté no mirarlas, pero fracasé.
—Sí. Es de la colección de primavera de Marchesa.
Las mujeres habían estado hojeando los catálogos, aunque les dije hace veinte
minutos cuando entré que el vestido era de una futura colección inédita. Supuse que
querían hacerse una idea de los precios originales del diseñador.
—No creo que lo encuentres allí todavía. Mi futura suegra... —Me corregí—. Mi
ex futura suegra está emparentada con uno de los diseñadores o algo así.
Las mujeres me miraron por un momento y luego volvieron a discutir.
Bien entonces.
—Supongo que necesitan más tiempo —murmuré.
Hacia la parte posterior de la tienda, encontré un estante con la etiqueta ECHO
A MEDIDA. Sonreí. La madre de Todd habría tenido un ataque al corazón si la hubiera
llevado a un lugar donde los letreros estuvieran mal escritos. Se horrorizó cuando fui
a ver un vestido en una tienda que no le servía champán mientras estaba en el
vestuario. Dios, realmente había estado borracha de ese coctel Roth y casi me había
convertido en una de esas perras presumidas.
Pasando mis dedos por los vestidos hechos a medida, suspiré. Estos vestidos
probablemente tenían historias más interesantes detrás de ellos. Novias eclécticas
demasiado libres para sus aburridos novios o esposos. Eran mujeres de mentalidad
fuerte que iban contra la corriente, mujeres que marchaban en mítines políticos,
mujeres que sabían lo que querían.
Me detuve en un vestido blanco con corte en A adornado con rosas rojo sangre.
El corpiño tipo corsé tenía una costura roja a lo largo de los huesos. Dejó a su novio
banquero por el artista francés de al lado, y este era el vestido que llevaba cuando se
casó con Pierre. 7
Ningún vestido de diseñador podría haber funcionado para estas mujeres,
porque sabían exactamente lo que querían y no tenían miedo de decirlo. Iban tras
los deseos de sus corazones. Las envidiaba. Solía ser una de ellas.
En el fondo, yo era una niña echa a la medida, el error es intencional. ¿Cuándo
había perdido mi camino y convertido en una conformista? No había tenido las
pelotas para admitir mis sentimientos a la madre de Todd, por lo que terminé con el
elegante y aburrido vestido de novia, para empezar.
Cuando llegué al último vestido en el estante ECHO A MEDIDA, tuve que
detenerme por un momento.
¡Plumas!
Eran las plumas más hermosas que jamás había visto. Y este vestido no era
blanco; era rubor. Este vestido lo era todo. Era exactamente lo que habría elegido si
hubiera podido diseñar un vestido diseñado a medida. Esto no era solo un vestido.
Era EL vestido. La parte superior era sin tirantes con una ligera curva. Plumas más
pequeñas y tenues asomaban por el escote. La capa de encaje cubría todo el corpiño,
lo que llevaba a una hermosa falda estilo trompeta. Y el fondo era un crescendo de
plumas. Este vestido cantaba. Era mágico.
Una de las mujeres en el frente me vio mirándolo.
—¿Puedo probarme esto?
Asintió, llevándome a un vestidor en la parte de atrás.
Me desnudé y con cuidado me deslicé el vestido. Desafortunadamente, mi
vestido de ensueño era demasiado pequeño. Todo el estrés que me había estado
comendo últimamente me había alcanzado.
Así que dejé la espalda abierta y me maravillé de mí misma en el espejo. Esto.
Esto no se parecía a una niña de veintisiete años que acababa de dejar a su
prometido infiel. Esto no se parecía a alguien que necesitaba vender su vestido de
novia para poder comer algo más que fideos ramen durante dos comidas al día.
Este vestido me hizo sentir como alguien a quien no le importaba el mundo.
No quería quitármelo. Pero honestamente, estaba sudando y no quería arruinarlo.
Antes de quitarlo, me miré en el espejo por última vez y me presenté a la
persona imaginaria admirando mi nuevo yo.
De pie con confianza, con las manos en las caderas, dije:
—Hola, soy Charlotte Darling. —Me reí, porque sonaba como una reportera de
noticias.
Después de que me quité el vestido, un parche de azul en el interior me llamó
la atención. Era una pieza de papelería cosida en el forro interior. 8
Algo prestado, algo azul, algo viejo, algo nuevo. Así era, ¿verdad? ¿O era al revés?
Se me ocurrió que tal vez se suponía que esto era el "algo azul".
Levantando el material más cerca, entrecerré los ojos para leer la nota. En la
parte superior, Del escritorio de Reed Eastwood estaba escrito en relieve. Pasé mi
dedo sobre cada letra mientras leía.
Para Allison—
"Ella dijo: “Perdóname por ser una soñadora”, y él la tomó de la mano y contestó:
“Perdóname por no estar aquí antes para soñar contigo”,” J. Iron Word
Gracias por hacer que todos mis sueños se hagan realidad.
Tu amor,
Reed
Mi corazón latió con fuerza. Esta tenía que ser la cosa más romántica que había
leído en mi vida. No podía ni comenzar a imaginarme cómo terminó este vestido
aquí, ¿cómo podría cualquier mujer en sus cabales alejar tan poderoso sentimiento?
Si antes pensaba que este vestido lo era todo… ahora, definitivamente era todo.
Reed Eastwood la amaba. Oh no. Esperaba que Allison no hubiese muerto.
Porque un hombre que escribe estas palabras a alguien no se merece ese desengaño.
La dependienta me habló.
—¿Todo bien?
Retiré la cortina para enfrentarla.
—Sí… sí. Parece que me enamoré de este vestido, en realidad. ¿Ya tienen idea
de cuánto dinero me darían por mi Marchesa?
Negó.
—No damos dinero. Te damos un crédito en la tienda.
Mierda.
En verdad necesitaba el efectivo.
Señalé el vestido de plumas.
—¿Cuánto costaría este vestido?
—Podemos hacer un intercambio.
Era tentador. El vestido era mi espíritu animal, y sentía como si la nota pudiera
haber sido escrita para mí por mi imaginario perfecto prometido. No quería adivinar 9
la historia detrás de este. Quería vivirla, crear mi propia historia para este vestido. Tal
vez no hoy, pero algún día. Quería un hombre que me apreciara, que quisiera
compartir mis sueños, y que me amara incondicionalmente. Quería un hombre que
me dejara una nota como esta.
Este vestido necesitaba colgar en mi armario como un recordatorio diario de
que el verdadero amor puede existir.
Dije las palabras antes de que pudiera cambiar de opinión.
—Me lo llevo.
Charlotte
Dos meses después.
1
Juego de palabras con el apellido Worman: Worm: gusano Man: hombre.
Demuestra una excelente ética de trabajo y compromiso con proyectos
especiales.
Después de agregar un poco más de tonterías, logros expresados en palabras
de moda, envié mi currículum vitae a una docena de nuevas agencias de trabajo
temporal y me recompensé con una copa de vino llena hasta el borde.
Qué vida tan emocionante la mía. Veintisiete años, soltera en la ciudad de Nueva
York el viernes por la noche, y estoy luciendo una sudadera y una camiseta a las ocho
en punto. Pero no tenía ganas de salir. Ningún deseo de beber martini de dieciséis
dólares en bares de lujo donde hombres como Todd llevaban trajes caros para
ocultar su lobo interior. Así que, en lugar de eso, hice clic en Facebook y decidí revisar
las vidas que todos los demás tenían, al menos las que mostraban.
Mi línea de noticias estaba llena de publicaciones típicas de los viernes por la
noche: Sonrisas de hora feliz, fotos de comida y los bebés que algunos de mis amigos
ya estaban empezando a tener. Me desplacé sin pensar por un rato mientras tomaba
mi vino... hasta que llegué a una foto que hizo que mi dedo se congelara. Todd había
compartido una foto publicada por otra persona. Era de él y una mujer de su brazo,
una mujer que se parecía mucho a mí. Ella podría haber pasado por mi hermana.
Cabello rubio, grandes ojos azules, piel clara, labios carnosos y la mirada de
adoración estúpida que también había tenido para Todd. Por la forma en que
estaban vestidos, pensé que tal vez iban a una boda. Luego leí el título debajo:
Todd Roth y Madeline Elgin anuncian su compromiso. 11
¿Su compromiso?
Hace setenta y siete días, no es que estuviera contando, nuestro compromiso
había terminado. ¿Y ya se lo había propuesto a alguien más? Maldición, ni siquiera
era la mujer con la que lo había atrapado engañándome.
Tenía que ser un error. Mi mano temblaba de ira mientras movía el mouse y
hacía clic en la página de Todd. Pero, por supuesto, no era un error. Había docenas
de notas de felicitación, e incluso había respondido a algunas. También había
publicado una foto de sus manos unidas, mostrando el anillo de compromiso en su
dedo. Mi. Maldito. Anillo. De. Compromiso. Mi ex con clase no se había molestado en
cambiar la configuración después de que se lo tirara a la cara mientras aún se estaba
subiendo los pantalones. No había forma de que hubiera cambiado el colchón en el
que habíamos dormido durante dos años antes de que me mudara. De hecho, es
probable que Madeline ya fuera compradora en la cadena de tiendas por
departamento Roth: Sentada en mi viejo escritorio, haciendo el trabajo que dejé para
no tener que mirar su cara engañosa todos los días.
Me sentí… no estaba segura de lo que sentía. Enferma. Derrotada. Agravada.
Reemplazable.
Curiosamente, no sentí celos de que el hombre que pensé que amaba hubiera
seguido adelante. Simplemente dolió ser tan fácilmente sustituida. Confirmó que lo
que habíamos tenido no era nada especial. Después de romper las cosas, se
comprometió a recuperarme, me dijo que yo era el amor de su vida y que nada le
impediría demostrar que estábamos destinados a estar juntos. Las flores y los regalos
se habían detenido después de dos semanas. Las llamadas se habían detenido
después de tres. Ahora sabía por qué, había encontrado el amor de su vida, otra vez.
Sorprendentemente, incluso ante mí misma, no lloré. Me sentí triste. Muy triste.
Junto con mi vida, mi apartamento, mi trabajo y mi dignidad, Todd me había robado
el ideal en el que siempre había creído: El amor verdadero.
Me recliné en mi silla y cerré los ojos, respirando hondo y de forma profunda.
Entonces decidí que no iba a tomar esta noticia acostada. ¡Esto es una mierda! No
tenía más remedio que tomar medidas. Así que hice lo que haría cualquier chica
despreciada de Brooklyn después de descubrir que su ex-prometido no esperó a que
la cama se enfriara antes de llevar a casa a otra mujer.
Acabar con la botella de vino.
12
16
Charlotte
—S iéntase libre de comenzar a mirar alrededor, o puede quedarse aquí
en el vestíbulo, lo que prefiera. El señor Eastwood está terminando
su cita previa y debería estar con usted en breve.
Al parecer, se necesitaba más de una persona para mostrar un penthouse de
lujo. Reed Eastwood no solo estaba en algún lugar en las cercanías, sino que también
se asignó a una anfitriona para que me saludara y me entregara un folleto brillante
con información sobre la propiedad.
—Gracias —le dije antes de que desapareciera.
Me quedé en el vestíbulo, agarrando mi bolso Kate Spade de color verde kelly
que había conseguido en la sección de liquidación de T.J. Maxx y sintiendo que esto
podría haber sido un gran error.
17
Tuve que recordarme por qué estaba aquí. ¿Qué tenía que perder?
Absolutamente nada. Mi vida era un desastre, y al menos, podía satisfacer mi
curiosidad sobre el autor de la nota azul y dejar todo esto en paz. Solo necesitaba
saber qué había sido de él, de ellos, y estaría en mi camino alegre.
Treinta minutos después, todavía estaba esperando. Podía escuchar el ruido
sordo al otro lado del espacio, pero aún no había visto a nadie emerger.
Luego se oyó el ruido de pasos que resonaban en el suelo de mármol.
Mi corazón latió más rápido, solo para frenar de nuevo ante la vista de la
anfitriona que pasaba con una pareja adinerada a través del vestíbulo y hacia la
salida. No era Reed Eastwood.
La mujer, sosteniendo un pequeño perro blanco, me sonrió antes de que los
tres desaparecieran en el ascensor.
¿Dónde está?
Por un momento, me pregunté si se había olvidado de mí completamente.
Estaba tan tranquilo. ¿Había una salida trasera? Aunque probablemente debería
haberme quedado en el vestíbulo, decidí vagar un poco y me dirigí a una gran
biblioteca.
Madera oscura y masculina bordeaba el espacio. Las estanterías abiertas
cubrían todas las paredes desde el suelo hasta el techo. Debajo de mis pies yacía una
alfombra persa que probablemente costaba más de lo que podría hacer en un año
entero.
El olor de los libros antiguos era embriagador. Mientras me dirigía a uno de los
estantes, recogí el primero que me llamó la atención: Las aventuras de Huckleberry
Finn de Mark Twain. Recordé haber escuchado sobre este libro en la escuela hace
años, pero por mi vida, no pude recordar de qué se trataba.
—La primera gran novela estadounidense, dependiendo de a quién le
preguntes.
Mi cuerpo tembló ante el sonido de su voz profunda y penetrante. Era el tipo
de voz que te atravesaba.
Mi mano sobre mi pecho, me di la vuelta.
—Me asustó.
—¿Pensaba que estabas sola?
Me quedé inmóvil, absolutamente congelada, mientras lo miraba. Reed
Eastwood era tan oscuro e intimidante como esta habitación. Una mirada, y me
temblaban las rodillas. Era incluso más alto de lo que había imaginado, y llevaba lo
que estaba segura tenía que ser una camisa de vestir hecha a medida para él.
Encajaba las curvas de su pecho como un guante. También llevaba una corbata de 18
lazo y tirantes, que en cualquier otra persona podrían haber sido consideradas un
poco nerd. Pero en este hombre, en ese musculoso pecho, eran increíblemente sexy.
Se quedó en la puerta, observándome y sosteniendo una carpeta. Pensé que
era un poco grosero, pero honestamente, no tenía experiencia en este escenario.
¿Un agente de bienes raíces no suele extender su mano a un cliente? ¿Disculparse
por llegar tarde?
—¿Lo ha leído? —Su voz una vez más vibró a través de mí.
—¿Qué?
—El libro que está sosteniendo. Las aventuras de Huckleberry Finn.
—Oh. Um... sí. Eso creo… sí, en la escuela, hace años.
Los escalofríos me recorrieron mientras se acercaba, dándome una mirada
escéptica como si pudiera ver a través de mi respuesta. Eso me hizo sentir muy
incómoda. Sus ojos eran como el chocolate oscuro, el tono más oscuro de marrón.
Mientras se desplazaban una vez a lo largo de mi cuerpo, mis pezones se
endurecieron.
—¿Qué te hizo elegir ese libro en particular?
Respondiendo honestamente, dije:
—Su lomo.
—¿El lomo?
—Sí. Es negro y rojo y combina muy bien con la habitación. Simplemente
apareció, se destacó ante mí.
Su boca se curvó en una leve y cínica sonrisa, aunque no se rió. Parecía estar
estudiándome. Su intensidad me hizo querer simplemente correr. Olvida todo este
esfuerzo loco. No se parecía en nada a lo que había imaginado, basado en la dulzura
de esa nota azul.
Esto no era para lo que me había inscrito.
—Al menos es honesta, supongo. —Inclinó la cabeza—. ¿Correcto?
Estaba sudando.
—¿Qué?
—Honesta.
Lo dijo como si me estuviera desafiando.
Me aclaré la garganta.
—Sí.
Se acercó un poco más y tomó el libro de mi mano, sus dedos rozaron los míos. 19
El ligero toque se sintió electrizante. No pude evitar revisar su mano izquierda
buscando una alianza de boda; no había ninguna.
—Este fue un libro controvertido en su tiempo —dijo.
—¿Por qué fue eso, otra vez? —Una vez más. Como si hubiera sabido la
respuesta en primer lugar.
Mientras esperaba su respuesta, respiré el aroma rústico de su almizcle.
Reed pasó sus largos dedos por los otros libros en el estante, sin mirarme
mientras hablaba.
—Es un relato satírico de la atmósfera social en el sur justo antes del cambio
de siglo, pero la visión del autor sobre el racismo y la esclavitud es interpretada de
manera diferente por muchos. De ahí la polémica. —Finalmente me enfrentó—.
Probablemente le enseñaron eso en la escuela cuando no estaba prestando atención.
Tragué.
Primer descubrimiento sobre Reed Eastwood: Cretino condescendiente.
Un cretino condescendiente que tiene razón. No había estado prestando
atención.
Volvió a dejar el libro en el estante y me miró.
—¿Lee?
Cada pregunta salía de su boca de una manera desafiante.
—No. Yo… solía leer novelas románticas. Pero me salí del hábito.
Él arqueó una ceja burlona.
—¿Novelas románticas?
—Sí.
—Entonces, dígame, señorita Darling, ¿cómo es posible que alguien que no lee,
aparte de una novela romántica ocasional, se interese por la propiedad de un
penthouse con una biblioteca que ocupa el veinticinco por ciento de todo el espacio?
Dije lo primero que me vino a la mente: Cualquier cosa para evitar un silencio
incómodo con este hombre.
—Creo que la biblioteca agrega carácter. Estar rodeado de libros es muy sexy…
acogedor… no lo sé. Hay algo intrigante al respecto.
Dios, esa fue una respuesta estúpida.
Continuó mirándome inquisitivamente, como si esperara más. Su mirada me
hizo sentir muy incómoda, no solo porque era tan serio, sino también porque era
muy atractivo. Su cabello oscuro estaba separado a un lado y, a diferencia del resto
20
de él, no estaba perfectamente peinado. También llevaba una barba de tres días en
la barbilla. Reed tenía una energía peligrosa sobre él que contradecía su adecuado
atuendo. Algo en sus ojos me dijo que no tendría problemas para inclinarme y
golpearme el trasero tan fuerte que lo sentiría durante días. Al menos, ahí es donde
iba mi mente.
Estar en la tranquilidad de la biblioteca, junto con el poder de su mirada, me
estaba poniendo tensa.
Finalmente dijo:
—¿Recorremos el resto del espacio?
—Sí… por favor. Es por eso que estoy aquí.
—Correcto —murmuró.
Respiré aliviada, agradecido por el cambio de ambiente. La biblioteca había
empezado a sentirse como un calabozo.
Reed era igualmente impresionante desde atrás. Viendo la curva de su trasero
moverse contra sus pantalones a medida, traté de luchar contra los pensamientos
sexuales en mi cabeza.
Me condujo a la impresionante cocina.
—Tenemos suelos de caoba. Como puede ver, es gourmet, diseñada pensando
en el chef y recientemente renovado. Las encimeras son de granito, la isla central es
de mármol. Electrodomésticos Bosch de acero inoxidable. Todo es de primera línea.
Los armarios son personalizados lacados en blanco. ¿Usted cocina, señorita Darling?
Enderezando mi vestido de vaina negra, dije:
—Sí, en ocasiones, sí.
—Genial. Bueno, siéntase libre de mirar alrededor. Puede hacerme saber si
tiene alguna pregunta.
¿Estaba empezando a actuar normal conmigo? Mi pulso comenzó a calmarse
un poco.
Paseé por la enorme cocina, mis tacones se movían por toda la habitación.
Apoyó sus musculosos antebrazos contra la isla central, su cuerpo inmóvil mientras
sus ojos me seguían. La ruptura en su intensidad aparentemente había sido de corta
duración. Estaba de vuelta
Forzando mis ojos lejos de él, asentí.
—Muy agradable.
—¿Preguntas?
—No. 21
—… y luego acabo de salir corriendo. Quiero decir, no culpo al chico por estar
molesto por haber perdido su tiempo. Es solo que me hizo sentir como una idiota
por tener sueños. —Había estado hablando con mi nueva amiga, Iris, durante más
de una hora. Justo como ella había dicho, había empezado desde el principio.
Habíamos pasado por mi compromiso, la ruptura, mi trabajo, la nueva prometida de
Todd, mi solicitud borracha para ver el apartamento y el resultado de la mordida de
culo que me trajo a este baño llorando. Por alguna razón desconocida, incluso le dije
que había sido adoptada y cuánto deseaba encontrar a mi madre biológica algún
día. No pensé que ese hecho tuviera nada que ver con todo lo que me estaba
trastornando hoy, pero a pesar de eso, me encontré descargando esa información
junto con mi historia de dolor.
Cuando finalmente terminé mi historia, ella se recostó.
27
—Me recuerdas a alguien que conocí hace mucho tiempo, Charlotte.
—¿De verdad? Entonces, ¿no soy la primera desempleada, soltera, que rompió
las cadenas y tuvo un ataque de nervios cuando intentabas lavarte las manos?
Ella sonrió.
—Es mi turno para una historia, si tienes un poco de tiempo.
—Literalmente no tengo más que tiempo.
Iris comenzó.
—En 1950, una joven de diecisiete años se graduó de la escuela secundaria y
soñaba con ir a la universidad para estudiar negocios. En aquel entonces, no muchas
mujeres iban a la universidad y muy pocas estudiaban negocios, lo que se
consideraba un campo de hombres. Una noche, poco después de la graduación, la
joven conoció a un guapo carpintero. Los dos tuvieron un tormentoso cortejo, y en
poco tiempo, la chica se había sumergido en su mundo. Aceptó un trabajo como
secretaria y atendió los teléfonos de la empresa familiar para la que trabajaba el
carpintero, pasó las tardes ayudando a la madre de él a cuidar de su casa y puso sus
propias pasiones y sueños en un segundo plano.
»El día de Navidad de 1951, el hombre le propuso matrimonio, y la mujer
aceptó. Pensó que al año siguiente estaría viviendo el sueño americano de ser ama
de casa. Pero tres días después de Navidad, el joven fue reclutado en el ejército.
Algunos de sus amigos también fueron reclutados, y muchos de ellos se casaron con
sus novias antes de ser enviados a la milicia. Sin embargo, el carpintero de esta mujer
no quería hacer eso. Así que ella prometió esperar su regreso y pasó los próximos
años trabajando para el negocio de carpintería de su padre. Cuando su soldado
finalmente regresó a su casa cuatro años después, ella estaba lista para su felices
para siempre. Apenas en su primer día de regreso, le informó que se había
enamorado de una secretaria en la base y estaba rompiendo su compromiso. Incluso
tuvo la audacia de pedirle el anillo que le había entregado para poder ofrecérselo a
su nueva novia.
—Ouch —le dije—. ¿Mencioné que la nueva prometida de Todd está usando
mi anillo de compromiso? Desearía no habérselo devuelto.
Iris continuó.
—Yo también desearía que no lo hubieras hecho. Eso es lo que hizo esta chica.
Se negó a devolver el anillo y le dijo que se lo quedaba como pago por los cuatro
años perdidos de su vida. Después de un par de días de lamer sus heridas, se sacudió
su dignidad, mantuvo la cabeza alta y rápidamente vendió el anillo. Usó ese dinero
para pagar sus primeras clases de negocios en la universidad.
—Vaya. Bien por ella. 28
43
Charlotte
E l estado de ánimo había cambiado por completo al segundo en que Reed
entró en la habitación. La vibra me recordó a cuando estaba en la escuela
primaria y la maestra de repente apagaba las luces para calmar a la clase alborotada.
La diversión había terminado oficialmente.
De repente, mis palmas volvieron a sudar.
Tomando un sorbo del café de caramelo helado que Max me había traído del
Starbucks al otro lado de la calle, traté de calmarme, pero no estaba funcionando.
Todo sobre Reed me intimidaba, su estatura, su corbata de lazo y tirantes, su voz
profunda. Pero lo que más me intimidaba era el hecho que sospechaba que me
odiaba. Entonces, estaba eso.
Su hermano, Max, por otro lado, era todo lo contrario: Encantador y realista.
Si esto fuera una escuela secundaria y no una empresa estadounidense, Max sería el 44
payaso de la clase. Reed sería el profesor de mal humor.
Max se las había arreglado para ayudarme a olvidarme momentáneamente
del sermón de Reed. Pero el indulto fue de corta duración.
Reed le lanzó a Max una mirada ceñuda.
—¿Que estás haciendo aquí?
—¿Qué parece que estoy haciendo? Dando la bienvenida a nuestra nueva
empleada, que es más de lo que puedo decir de ti.
Los ojos de Reed eran como dagas. Parecía aún más perturbado porque le
había contado a Max lo que había sucedido allí. Pero no pude evitarlo. Max me había
preguntado qué estaba mal, y había decidido ser sincera al respecto. Lo que estaba
mal era Reed Eastwood.
El Eastwood más joven, por otro lado, me había dicho que no tomara nada de
lo que su hermano mayor dijera o hiciera personalmente, que Reed a veces podía
ser duro incluso con él. Me había asegurado que Reed no era tan cruel como podría
parecer. Al parecer, había tenido un año difícil. Era realmente difícil imaginar que era
la misma persona que había escrito esa sincera nota azul. Lo que me hizo
preguntarme por Allison. ¿Lo había dejado ella por su actitud? Ciertamente no estaba
fuera del ámbito de lo posible. Sentí una punzada de culpa al saber sobre su boda
fallida y que él no tenía ni idea de cómo realmente había venido a buscarlo.
Reed hizo un gesto hacia su hermano.
—¿No tienes que, no sé, limpiarte los zapatos o algo así, Max?
Max se cruzó de brazos.
—No. En realidad, estoy bien. Mi horario está despejado por hoy.
—Qué sorpresa.
—Vamos… ya sabes que soy el presidente del comité de bienvenida. —Max
tomó un sorbo de su café y se sentó más profundamente en el sofá de cuero negro.
—Es curioso cómo el comité de bienvenida parece ser muy selectivo. No te
veo en la contabilidad dando la bienvenida al nuevo contable que acaba de
comenzar hoy.
—Esa sería mi próxima parada.
—De acuerdo. —Reed miró a su hermano.
Los dos eran similares pero diferentes. Aunque se parecían y ambos tenían
una apariencia oscura, Max tenía el cabello más largo y parecía más despreocupado
y más relajado con una sonrisa de mierda. Reed era más arreglado y perpetuamente
enojado. Esto último no debería haberme atraído, pero había algo sobre lo 45
inalcanzable que siempre me había parecido atractivo. A través de su pesado
coqueteo, Max dejó claro que probablemente podría tenerlo si lo quisiera. Y eso me
desanimó un poco. Por otro lado, ni siquiera estaba segura si Reed me odiaba, pero
estaba cautivado por su misteriosa personalidad.
—Bueno, necesito hablar con Charlotte —dijo Reed—. Sobre negocios reales,
a diferencia de lo que sea que llamas a lo que estabas haciendo ahora. Danos algo
de privacidad, por favor.
Más tarde ese día, noté una nota azul en mi escritorio. Realmente me tomó
desprevenida y me hizo detenerme por un momento antes de levantarla. Eso es
porque era exactamente la misma papelería azul que la del vestido de novia.
Los escalofríos me recorrieron la espalda. Casi me había olvidado de esa
hermosa nota y de las emociones que había sentido cuando la descubrí por primera
vez. No podía imaginarme que el hombre desagradable que llegué a conocer podría
ser tan romántico. El Reed que encontré fue pragmático y frío. Me hizo sentir aún
más curiosidad por lo que había agriado a un hombre que alguna vez fue tan dulce.
Suspiré.
Una nota azul de Reed.
Para mí
Esto se siente surrealista.
En la parte superior estaban las letras en relieve que decían Del escritorio de
Reed Eastwood. Respiré hondo y leí el resto:
Charlotte
Si tiene más preguntas sobre Bridge Hampton, siéntete libre de escribirlas en el
aire para mí.
Reed
51
Reed
M e detuve en el semáforo de la esquina quince minutos antes. Charlotte
ya estaba allí, de pie delante del edificio. Como la luz era roja, me dio
tiempo para observarla desde la distancia. Miró su reloj y luego miró a la acera antes
de caminar hacia una botella de agua vacía, tendida en la acera. La recogió, luego
miró un poco más alrededor.
¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Está buscando botellas en las calles de
Manhattan para entregar por un depósito de cinco centavos? Esta mujer
definitivamente estaba loca. ¿Quién tenía tiempo para esta mierda? La observé
mientras caminaba hacia otra cosa, se inclinó para recogerlo, luego se alejó unos
pasos y lo hizo de nuevo. Qué demonios…
La luz se puso verde, así que procedí a girar a la derecha y bajar por la calle
de un solo sentido frente a nuestro edificio. Charlotte dio un paso cauteloso hacia 52
atrás, luego se inclinó para ver quién era. La mujer estaba recolectando un tesoro
infestado de gérmenes en una calle de la ciudad de Nueva York y estaba preocupada
porque el Mercedes S560 pudiera ser un problema. Bajé mi ventana tintada.
—¿Estás lista?
—Oh. Sí. —Miró a la derecha, luego a la izquierda y levantó su dedo índice
antes de vagar a mitad de la cuadra—. Un segundo. —Mis ojos la siguieron mientras
caminaba hacia un cubo de basura y tiraba la basura que había recogido. Genial. No
solo limpia las calles de la ciudad al romper el alba, sino que su trasero con esa falda
luce fantástico mientras lo hace.
Abrió la puerta del pasajero y entró.
—Buenos días.
Alegre, también. Perfecto.
Señalé la guantera.
—Hay toallitas allí.
Su pequeña nariz se arrugó en confusión.
Suspiré.
—Para limpiarte las manos.
Esa sonrisa diabólica estaba de vuelta. Charlotte levantó las manos, con las
palmas hacia mí, y las agitó frente a mi rostro, burlándose.
—¿Te dan fobia los gérmenes?
—Solo límpialas. —Este iba a ser un día largo.
Me aparté del bordillo y me dirigí hacia el túnel mientras se limpiaba las
manos. Ninguno de los dos dijo una palabra más hasta que estuvimos fuera de la
ciudad y en fila para pagar el peaje al otro lado de Manhattan.
—¿No tienes uno de esos pases? —preguntó, mirando el gran cartel que
decía: SOLO EFECTIVO.
—Un E-ZPass. Sí. Pero la última vez que lo usé estaba en mi otro auto, y lo
olvidé allí.
—¿Es tu otro auto una furgoneta de trabajo o algo así?
—No. Es un Range Rover.
—¿Por qué necesitas dos autos?
—¿Por qué haces tantas preguntas?
—Cielos. No tienes que ser tan grosero. Solo estaba tratando de entablar una
conversación. —Miró por la ventana.
53
La verdad era que el Rover había sido de Allison. Pero no estaba abriendo esa
lata de gusanos con esta mujer. Había dos autos delante nuestra en la fila, así que
metí la mano en mi bolsillo para agarrar un billete de veinte y me di cuenta de que
había tirado mi billetera en la guantera.
—¿Podrías sacar mi billetera de la guantera?
Siguió mirando por la ventana.
—¿Qué hay de usar un “por favor” en esa oración?
Frustrado, y frente a solo un automóvil entre el cobrador de peajes y yo, me
incliné y agarré mi billetera. Esa posición, desafortunadamente, también me dio una
vista espectacular de las piernas bronceadas, tonificadas, y bien formadas de
Charlotte. Cerré de golpe la puerta de la guantera.
Una vez pasamos el peaje y tomamos la autopista de Long Island, decidí
probar qué tan bien, nuestra nuevo asistente, seguía las instrucciones.
—¿Cuántos dormitorios y baños tiene la propiedad que estamos mostrando
hoy?
—Cinco habitaciones y siete baños. Aunque no tengo idea de por qué alguien
necesitaría siete baños.
—¿Construcción de la piscina?
—Gunitado. Climatizada. Con la forma de un lago de montaña con una terraza
italiana importada de mármol envejecido y una cascada.
Había hecho su tarea… aunque… lancé unas bolas curvas en su dirección.
—¿Metros cuadrados?
—Son 1448 para la casa principal. Un adicional de 198 para la casa de la
piscina, que también es climatizada.
—¿Número de chimeneas?
—Cuatro dentro, una afuera. El interior es todo gas, fuera es leña.
—¿Marcas de electrodomésticos?
—Viking, Gaggenau, y Sub-Zero. En realidad, hay un refrigerador y congelador
Sub-Zero Pro-Series por separado en la cocina principal y otra unidad combinada en
la casa de la piscina. Y, en caso de que te lo preguntes, los tres refrigeradores,
combinados, cuestan más que un nuevo Prius. Lo comprobé.
Mmm.
Quería que se equivocara, así que me metí en una pregunta que no estaba en
54
el prospecto.
—¿Y la decoración interior fue hecha, por qué?
—Carolyn Applegate de Applegate and Mason Interiors.
Tuve la batalla más extraña librándose dentro de mí. A pesar de que había
querido hacerla equivocarse para que cometiera un error, una parte de mí también
celebró con el puño en alto que lo había entendido bien.
—Y es “quién” —murmuró, su voz se apagó.
—¿Perdón?
—Dijiste: “¿Y la decoración interior fue hecha, por qué?” Sería “quién”.
Tuve que fingir toser para esconder mi sonrisa.
—Bien. Me alegra que hayas hecho tu tarea.
Llegamos a la finca de Bridgehampton una hora antes de la primera
exhibición. Los del catering estaban ocupados preparándose. Necesitaba hacer
algunas llamadas y contestar correos electrónicos, así que le dije a Charlotte que
recorriera la propiedad para familiarizarse con ella. Media hora después, la encontré
en la gran sala estudiando una pintura.
Caminé detrás de ella.
—El dueño es un artista. Ninguna de las pinturas forma parte de la venta.
—Sí. Leí eso. Es bastante increíble. ¿Sabías que va a hogares de ancianos y
escucha cómo las personas conocieron a sus esposas y luego pinta la imagen que ve
al escuchar su historia de amor? Me pregunto si este es uno de ellos. Es tan
romántico.
La pieza mostraba a una pareja en una cita en un restaurante, pero la mujer
parecía estar mirando a un hombre diferente, uno sentado en una mesa frente a ella,
y con una sonrisa furtiva.
—¿Qué parte es romántica? ¿La parte en la que la mujer está mirando a un
hombre diferente al que está pagando la cuenta, o la parte en la que el pobre tonto
al que está mirando todavía no se da cuenta de que le hará lo mismo en unos meses?
Miré la pintura, simpatizando silenciosamente con el tonto desprevenido.
Confía en mí, amigo, es mejor que te des cuenta de que ella no es fiel ahora.
Charlotte se dio la vuelta y me miró.
—Vaya. Realmente eres un soplo de aire fresco, ¿verdad?
—Soy realista.
Sus manos fueron a sus caderas.
—Oh, ¿en serio? Dime algo positivo de mí, entonces. Un realista puede ver 55
tanto positivo como negativo en las personas. Lo único que has visto en mí desde
que nos conocimos es negativo.
Charlotte era baja, incluso con los tacones que tenía puestos. Y desde la
proximidad en la que estábamos de pie, tuve una vista directa hacia abajo de su
blusa de seda. No pensé que apreciase los pensamientos positivos que tenía en este
momento. Así que me di la vuelta y me alejé.
—Estaré en la cocina cuando lleguen los primeros clientes.
Incluso los idiotas dan un cumplido de vez en cuando si es necesario. Y tal vez
solo había sido demasiado duro con Charlotte. Pero algo en ella me irritaba. Tenía
una inocencia que quería romper, y no estaba muy seguro de por qué.
—Hiciste un gran trabajo hoy. —Cerré la puerta principal y extendí la mano
para que Charlotte bajara los escalones antes que yo.
Siendo su habitual dolor en el culo, no podía simplemente tomar el cumplido.
Se llevó una mano a la oreja y sonrió.
—¿Qué fue eso? No lo escuché del todo. Tendrás que repetirlo.
—Sabionda. —Caminamos juntos hacia el auto. Abrí la puerta del pasajero y
esperé hasta que entró antes de cerrarla.
Al retirarme del largo camino de entrada, pregunté:
—¿Cómo supiste todas esas cosas sobre Carolyn Applegate? —El primer
cliente no estaba convencido inicialmente con el diseño interior de la casa, pero
cuando Charlotte soltó el nombre de una docena de celebridades que recientemente
habían redecorado sus casas por la misma diseñadora, la mujer parecía ver el lugar
a través de lentes más brillantes. Esa pequeña venta que había hecho podría haber
cambiado el resultado completo de la visita de hoy.
Charlotte era inusual, eso era seguro, pero tenía que admitir que los instintos
de mi abuela solían ser correctos. No había llegado a donde está hoy por accidente.
Iris lee bien a la gente, y estaba empezando a parecer que su impresión de Charlotte
no estaba totalmente equivocada. Tal vez estaba dejando que mis sentimientos por
otra hermosa rubia mancharan mi juicio inicial un poco.
—Google —dijo—. Puse el nombre de los propietarios actuales y los encontré 56
en la lista de clientes en el sitio web del diseñador. Luego me acerqué a algunos de
sus otros clientes. Cuando mencioné que la diseñadora también había hecho la casa
de Christie Brinkley a unos pocos kilómetros de distancia, los ojos de la señora
Wooten se iluminaron. Así que abrí el sitio web y le mostré que las fotos de la casa
de Christie tenían una tela similar en las almohadas del sofá.
—Bueno, funcionó. Cambiaste su vista inicial de la casa. Y con la segunda
pareja, fingiendo que te gustaba su pequeño monstruo, funcionó a la perfección.
Frunció el ceño.
—No estaba fingiendo. El niño era adorable.
—Estaba gritando todo el tiempo.
—Tenía tres años.
—Lo que sea. Me alegra que pudieras callarlo.
Negó.
—Vas a hacer a una mujer desafortunada y serás un marido miserable y un
padre impaciente algún día.
—No, no lo seré.
—¿Oh? ¿Eres más amable con las mujeres con las que sales?
—No, no planeo casarme o tener hijos. —Mis nudillos se pusieron blancos
por el agarre mortal con el que sujeté el volante.
Charlotte estaba callada, pero una rápida mirada de reojo a la expresión de
su rostro me dijo que había abordado un tema que planeaba analizar todo el viaje
en auto a casa. Necesitaba cortar esa mierda de raíz, así que volví a centrar la
atención en los negocios.
—Necesitaré que envíes un correo electrónico de seguimiento de mi parte a
ambas parejas. Agradéceles por venir a ver la propiedad y asegúrate que podemos
hablar por teléfono la próxima semana.
—Está bien.
—También llama a Bridgestone Properties, en Florida. Pregunta por Neil
Capshaw. Dile que eres mi nueva asistente y pregunta por el estado de la propiedad
de Wooten Boca que están vendiendo. Referimos muchos negocios a su agencia,
por lo que estarán encantados de compartir información. Si los Wooten tienen un
comprador para eso, podrían estar más inclinados a comprar la casa de verano de
Bridgehampton más temprano que tarde.
Sacó su teléfono y comenzó a escribir notas en él.
57
—Bien. Seguimiento por correo electrónico a compradores. Llamar a
Capshaw. Lo tengo.
—También hay una cita en mi calendario para mañana a las cuatro en punto
que necesito cambiar. A ver si puedes moverla a las cuatro y media.
—Está bien. ¿Con quién es la cita?
—Iris.
Charlotte levantó la vista de su teléfono.
—¿Quieres que llame a Iris, tu propia abuela, para cambiar una cita?
—Sí. Eres mi asistente. Eso es lo que hacen los asistentes. Hacen citas, cambian
citas, e incluso cancelan citas en alguna ocasión. ¿No recibiste el memo que decía
que era parte de tus funciones de trabajo?
—Pero es tu abuela. No todas las relaciones deben ser tratadas como
negocios, incluso cuando se trata de negocios. ¿No deberías llamarla tú mismo?
—¿Por qué?
Charlotte negó y exhaló.
—No importa.
Por suerte para mí, condujimos en silencio por un rato después de eso. El
tráfico era escaso y nos las arreglamos para llegar a la autopista sin que la pequeña
Miss Sunshine me dijera cómo hacer mi trabajo. Estaba a punto de tomar la 495
cuando Charlotte cruzó las piernas en el asiento del pasajero, y mis ojos se desviaron
de la carretera durante una fracción de segundo. No podría haber sido más largo
que eso. Sin embargo, lo siguiente que supe es que Charlotte estaba gritando y
agarrando algo a lo que aferrarse.
—¡Cuidado!
Instintivamente, pisé los frenos antes de haber tenido la oportunidad de
averiguar qué demonios estaba pasando. Todo lo que sucedió después de eso vino
en cámara lenta.
Miré hacia arriba.
Una criatura peluda se escurrió por el camino frente a nosotros.
Mi auto se detuvo con un chirrido, y pude ver lo que casi había golpeado.
Una ardilla.
Una maldita ardilla.
Me había dado un susto de muerte porque un roedor había cruzado la calle.
Increíble. Estaba a punto de sermonearla cuando un gran estallido me detuvo.
Sorprendido, me tomó un minuto darme cuenta de lo que había sucedido. 58
Alguien nos había golpeado por detrás.
Charlotte
—¡Mierda! —espetó Reed antes de salir del auto y golpear la puerta.
No había podido mover el auto a un lado de la carretera. Lo que
sea que haya pasado, hacía que no pudiera arrancar.
Mi corazón estaba latiendo.
Está bien.
Estamos bien.
La ardilla, también.
Todo el mundo está bien.
Todavía entumecida cuando salí, fui vagamente capaz de registrar los sonidos
apagados de Reed discutiendo con el conductor de la camioneta roja que nos había
golpeado. 59
2
Chuck E. Cheese: Cadena de restaurantes familiares estadounidense.
Reed dejó escapar un suspiro exagerado. Tan enojado como parecía, todavía
era muy guapo, a veces incluso más cuando estaba enojado. Estaba vestido un poco
más casual hoy, con un polo azul marino que se ajustaba cómodamente sobre sus
anchos hombros y pantalones caquis. Se veía malditamente sexy.
Busqué en la bolsa de Walmart y saqué los dulces que había comprado. Al
abrirlo, desenvolví un trozo de regaliz de fresa y lo sostuve frente a su rostro.
—¿Twizzler?
Negó y se echó a reír, pareciendo finalmente ceder a la situación que se veía
obligado a soportar. Para mi sorpresa, en lugar de burlarse de mí otra vez, tomó el
Twizzler y comenzó a devorarlo. Sus dientes se hundieron tan bien mientras tiraba
que prácticamente podía sentir el mordisco en mi carne. Me estremecí. Cuando
terminó, extendió la mano en una solicitud silenciosa de más. Por primera vez, fue
evidente que tenía un lado más relajado enterrado debajo de ese exterior cubierto.
Eso me hizo tener esperanzas sobre la posibilidad de una mejor relación de trabajo
con él.
El Mini se detuvo con un chirrido y nos dejó en el Holiday Inn.
Reed nos consiguió las llaves y, justo cuando estaba pagando, su billetera se
resbaló de sus manos y cayó al piso de mármol. Una foto que debió haber sido
metida en ella yacía en el suelo. La reconocí de inmediato como la foto de
compromiso de su perfil de Facebook.
62
Oh, Dios mío. Todavía tiene su foto.
¿Por qué?
Esta fue la primera vez que realmente me di cuenta de que el mismo hombre
que había escrito la nota azul todavía estaba en algún lugar dentro de él. Tal vez
realmente no había cambiado tanto. Tal vez solo estaba fingiendo haber cambiado.
Necesitaba saber más, pero tuve que actuar con indiferencia para que no
sospechara que sabía algo que no debía.
Agachándome para recoger la billetera y la foto, me hice la tonta cuando le
entregué todo.
—¿Quién es esa mujer?
—No es nadie.
Mi corazón latía con fuerza mientras nos dirigíamos hacia el ascensor. Fuimos
a nuestro piso en silencio.
Me acompañó a mi habitación, que estaba a tres puertas de la suya.
¿Eso fue todo? ¿Solo iba a fingir que llevaba una foto en su billetera de alguien
que no significaba nada para él? ¿Esperaba que creyera eso?
Mi entusiasmo ante la perspectiva de descubrir una pieza faltante del
rompecabezas de Reed Eastwood me llevó a seguir adelante.
—No te creo cuando dices que era una imagen de nadie.
—¿Disculpa?
Las palabras se escaparon.
—Te busqué una vez en Facebook. Esa es tu foto de compromiso. Su nombre
es Allison. Sé que no es de mi incumbencia, pero así es como sé que mientes.
Oh. Mierda.
¿Qué está mal conmigo?
—¿Tú, qué? —espetó.
—Lo siento. Pero no puedes decirme que nunca has hecho eso… buscar a
alguien.
—No, no lo he hecho. No soy un acosador profesional como ciertas personas.
Casi tenía miedo de preguntar.
—¿Qué le pasó?
Ignoró mi pregunta.
—Esto está fuera de lugar.
—A menudo me pregunto si ella es la razón por la que eres como eres. 63
sentía.
M is pensamientos corrían en la ducha mientras el agua caía sobre mí.
Ninguna cantidad de jabón de hotel podía quitarme lo mierda que me
Luego tuvo que darme esos malditos Twizzlers, haciéndome sentir como un
imbécil aún más grande.
¿Quién hace eso?
¿Quién le da dulces a alguien que acaba de tratarte como a un pedazo de
mierda?
Charlotte Darling lo hace. Charlotte Darling con sus ojos brillantes, su
entusiasmo y energía cegadora y optimista. Y no había hecho nada más que intentar
aplastar su espíritu desde el momento en que nos conocimos para asegurarme de
65
que ninguna de sus jodidas chispas me tocara.
Que mencionara a Allison me obligó a subir la guardia peor que nunca.
Porque la única respuesta veraz a su pregunta sobre lo que sucedió habría requerido
abrirme a ella. Solo la familia inmediata sabía la verdad sobre lo que había ocurrido
entre mi exnovia y yo. Necesitaba mantenerlo así.
Honestamente, había olvidado que tenía esa foto escondida en mi billetera.
Pero entendí cómo me había hecho parecer, como un tonto sentimental. Tal vez fui
uno antes que Allison me hiciera perder la fe en el amor. Charlotte debió imaginar
que la foto le daba un boleto para intentar que me desahogara.
Con una toalla envuelta alrededor de mi cintura y mi cabello empapado, me
recosté en la cama y pensé en quedarme dormido de esa manera. Pero no había
comido nada más que el paquete de Twizzlers y tuve que salir de la habitación para
conseguir comida. Al menos, eso es lo que me dije. La verdadera razón era que no
podía sacar a Charlotte de mi mente. Tal vez dormiría mejor esta noche si me
disculpara por haberla tratado mal.
Volví a ponerme la ropa antes de aventurarme unas pocas puertas hasta la
habitación de Charlotte.
Respirando profundamente, llamé a su puerta un par de veces. Pasaron varios
segundos sin respuesta. Llamé de nuevo. Aún sin respuesta.
Bueno, sin un auto no podría haber ido muy lejos. Tomé el ascensor hasta el
vestíbulo y eché un vistazo a la sala de deportes, pero no había señales de Charlotte.
El único otro restaurante a poca distancia era un Ruby Tuesday. Cuando salí
de las puertas corredizas del Holiday Inn, la llovizna golpeó mi rostro. Las gotas de
lluvia brillaban en los autos mientras caminaba por el estacionamiento hacia el
restaurante.
Una vez dentro, vi que la estación de recepción estaba vacía. Era tarde,
probablemente cerca de la hora del cierre, así que solo había unos pocos clientes.
Solo tomó unos segundos antes que mis ojos se posaran en Charlotte. Estaba
sentada a una mesa del rincón, pareciendo pensativa mientras masticaba el extremo
de su pluma. Entonces comenzó a escribir algo en una servilleta. Me reí entre dientes,
pensando que tal vez las palabras eran improperios y que me estaba maldiciendo.
Sabía que tenía que disculparme, pero en ese momento preferí mirarla sin que
lo supiera. Podría subir mi guardia tanto como quisiera delante de ella, pero
mentirme a mí mismo era mucho más difícil; era imposible. No había una parte de
mí a la que realmente no le gustara esta mujer. Solo me disgustaba el hecho de que
me recordara todas las cosas que estaba tratando de olvidar. Fue más que su
curiosidad lo que me afectó. Sencilla y simple, la alegre actitud que siempre resonaba
en Charlotte me recordaba un momento de mi vida en el que era feliz. Era doloroso 66
pensar que una parte de mí todavía anhelaba esa felicidad.
Me dirigí hacia ella y decidí molestarla.
—¿Se les acabaron los libros para colorear?
Saltó. Independientemente de lo que estaba escribiendo, le gustaba tanto que
no se había dado cuenta de que estaba a su derecha.
Le dio la vuelta a la servilleta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Escuché que había una barra de ensaladas de todo lo que puedas comer. Y
podría tomar una copa.
—Y un relajante.
—No puedo mezclar los dos, así que me conformaré con una cerveza. —Me
senté frente a ella—. ¿Puedo sentarme contigo?
—No estoy segura si me gusta la idea de que intentes meterte en mi
experiencia culinaria, Eastwood.
Meterte. Estaba usando mi propia terminología en mi contra. Mierda. Me lo
merecía.
Dejando mi orgullo, forcé una disculpa.
—Lamento haber usado ese término en referencia a ti, anteriormente. Y
lamento haber perdido la paciencia.
—Podrías haber dicho que no querías hablar de eso. No tienes que ser tan
cruel con todo. —Su rostro estaba rojo. Estaba realmente enojada.
—Tienes razón.
Charlotte frunció el ceño.
—¿Estás de acuerdo conmigo? Esa es una primera vez.
—Hubo muchas primeras veces para mí hoy.
—¿Como qué?
La camarera vino a tomar mi pedido, interrumpiendo mi capacidad para
abordar la pregunta de Charlotte. Cuando estuvimos solos de nuevo, presionó por
una respuesta.
—Entonces, ¿qué primeras veces?
—Bien… —Me rasqué la barba incipiente en mi barbilla—. Esta es la primera
vez que pongo un pie dentro de un Ruby Tuesday. —Me reí—. Hoy también fue la
67
primera vez que he montado en un Mini. La primera vez que me he alojado en un
Holiday Inn. La primera vez que he estado en un accidente automovilístico…
Parecía sorprendida.
—¿De verdad?
—Sí. Gracias a ti.
—¿Gracias a mí? Tú eras el que conducía.
—Me distrajiste.
—No estabas prestando atención. Es por eso que no viste la ardilla.
Es cierto. No estaba prestando atención porque mis ojos estaban pegados a tus
piernas. Al igual que están actualmente pegados a tus labios.
—Tal vez estaba un poco distraído. —Nuestros ojos se encontraron por un
momento de silencio antes que cambiara de tema—. Entonces, ¿qué estabas
escribiendo?
Puso su mano sobre la servilleta, evitando que la tomara.
—No estoy segura de querer decírtelo.
—¿Por qué?
—Por alguna razón, creo que te burlarás de mí —dijo con expresión seria.
Cielos, realmente me tenía por un imbécil insensible.
—Nada de ti me sorprende ahora, Charlotte. Estoy preparado para cualquier
cosa en este punto. Pruébame.
Le dio la vuelta a la servilleta y la deslizó vacilante frente a mí.
Era una lista numerada que había comenzado. En la parte superior decía “Lista
Al Diablo”.
—¿Lista Al Diablo? ¿Qué es esto?
—Es como una lista de deseos. Pero estoy llamando a mi lista “Al Diablo”
porque así es como realmente me siento. La vida es corta, y nunca debemos asumir
que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer las cosas que queremos hacer.
Así que, ¡al diablo! Quiero decir, casi morimos hoy.
Su comentario me hizo sonreír.
—¿Casi morimos? ¿No es eso un poco exagerado? Fue, en el mejor de los
casos, un choque en cadena. ¿Cómo llamaríamos a nuestra muerte? Me gusta…
¿muerte por ardilla?
—¡Sabes a lo que me refiero! Podría haber sido mucho peor. Ninguno de
nosotros sabe cuándo llegará el momento. Así que toda esta experiencia de hoy me 68
ha motivado a pensar en hacer algunas de las cosas que he estado posponiendo.
—¿Están en orden de importancia?
—No. Justo en el orden en que vinieron a mi mente. Acabo de empezar. Tengo
que pensar realmente en el resto.
—Yo iba a decir… espero que estas no sean las cosas más importantes para
ti… porque el número uno, Esculpir a un hombre desnudo, es ciertamente extraño.
—Eso podría parecer extraño para ti, pero para mí, sería uno de los proyectos
más desafiantes y estimulantes que haya emprendido como artista. La oportunidad
sería un sueño.
Eso me recordó el jarrón que había hecho, el que le había hecho romper. Por
lo que recordé, parecía que definitivamente tenía algo de talento.
El número dos era aún más… interesante.
—¿Bailar con un extraño en la lluvia?
—Eso vino de una novela romántica que leí una vez. Comenzó con dos
extraños, y el hombre tiró de la mujer para bailar. Entonces comenzó a llover sobre
ellos. Creo que sería genial bailar al azar con un extraño, ni siquiera tiene que ser
romántico. La música y la madre naturaleza unen a dos personas. Se unen por el
mero hecho de que ambos están vivos. No importa cuáles sean sus creencias
políticas o religiosas. No saben nada el uno del otro. Todo lo que importa es que
están unidos en ese momento increíble, uno que nunca olvidarán mientras vivan.
—Entonces, un desconocido hará el tango contigo este año…
—Tal vez… si tengo agallas para hacerlo.
—No dudo que tengas las agallas. Pero, ¿cómo saber cuándo es el momento
adecuado para hacerlo?
—Creo que solo sabes. Así es como muchas cosas son en la vida.
—¿Eso es todo? ¿Solo estos dos?
—Bueno, el resto no ha venido a mí todavía. Interrumpiste mi lluvia de ideas.
Tengo que llegar a nueve.
—¿Por qué nueve?
—Bueno, en realidad son diez. Pero siento que debería dejar uno abierto
permanentemente porque probablemente hay algo que todavía no sé qué quiero
hacer. Así que, nueve por ahora.
Esta mujer realmente era como nadie que hubiera conocido antes. En muchos
sentidos, era como si fuera sabia más allá de sus años, y en otras formas, como si
hubiera nacido ayer. 69
En algún nivel, estuve de acuerdo con su actitud de vivir para hoy, porque
nunca se sabe cuándo la vida te lanzará una bola curva. Me había imaginado casado,
viviendo en los suburbios y escogiendo nombres de perros para este momento. En
realidad, mi situación era muy diferente. Supongo que el momento de agarrar la vida
por los cuernos es cuando las cosas van bien en lugar de esperar a que exploten.
—¿De dónde vienes, Charlotte?
Se detuvo por un largo tiempo antes que su expresión se volviera seria.
—No lo sé.
—Mi pregunta fue un poco retórica —aclaré—. ¿Pero a qué te refieres con
que no lo sabes?
Dejando escapar un suspiro, dijo:
—Bueno, tu pregunta era irónica, entonces. Porque realmente no sé de dónde
vengo.
—¿Adoptada?
—Sí.
—¿Fue una adopción cerrada?
—Tan cerrada como puede ser. —Miró por la ventana las gotas de lluvia y
luego dijo—: Fui abandonada. Alguien me dejó en la iglesia local. Tocaron el timbre
de la rectoría y huyeron, dejándome en el umbral.
Apenas podía creerlo. Mi cuerpo se puso rígido. Eso fue duro y no era algo
que estuviera preparado para responder. No había palabras. No podía entender
cómo alguien podía abandonar a su hijo. Mis propios sentimientos de abandono
parecían triviales en comparación con eso.
—Vaya. Lo siento.
—No lo hagas. —Hizo una pausa, luciendo reflexiva—. No fue una tragedia.
Terminé con dos grandes padres. Pero, obviamente, saber cómo llegué a estar con
ellos es algo que no puedo olvidar fácilmente. Y siento que falta una gran parte de
mí. Quienquiera que sea ella, la perdono. Debe haber estado bastante desesperada,
pero se aseguró de que estuviera a salvo. Simplemente me gustaría encontrarla para
poder decirle que la perdono, si es que se siente culpable.
Su respuesta me impactó. Qué perspectiva tan interesante. No podría decir
que me sentiría igual si mis padres hubieran hecho eso.
—¿Alguna vez ha considerado contratar a un investigador privado para
ayudar a resolverlo?
—Por supuesto… si pudiera pagarlo… en qué… ¿maní? Nunca podría 70
permitirme eso.
Esa fue definitivamente una pregunta tonta, y la lamenté de inmediato.
Cuando venías del dinero, era fácil olvidar que no todos tenían el mundo a su
disposición.
—Lo suficientemente justo.
Colocó un billete de veinte dólares sobre la mesa.
—Tengo que irme.
—¿Por qué?
—La piscina se está cerrando en media hora.
—Guarda tu dinero. Yo pago la cuenta.
—Bueno, no quería ser presuntuosa, pero gracias. —Tomó los veinte de
vuelta.
Charlotte comenzó a caminar hacia la puerta cuando la llamé.
—Charlotte.
Se dio la vuelta.
—¿Sí?
—¿Por qué me diste esos Twizzlers?
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir… acababa de gritarte. Estabas enojada. Pero luego me diste el
caramelo como si nada hubiera pasado.
Pareció reflexionar sobre eso y luego dijo:
—Pude ver que estabas molesto. Sabía que no tenía nada que ver conmigo,
sino más bien lo que mi pregunta te impulsó a pensar. No tomé tu ira personalmente,
aunque usaste el término “meterse”. Tu ira estaba dirigida hacia mí, supongo, pero
en realidad no era para mí. Y la verdad es que… tan curiosa como pueda ser sobre
ti… lo que pasó no es asunto mío.
Arqueé una ceja.
—¿Por qué tienes tanta curiosidad por mí?
Sus ojos ardían a través de los míos.
—Porque desde el momento en que te conocí, sabía que no eras la persona
que representabas.
—¿Cómo llegarías a esa conclusión tan rápido?
Aparentemente, yo había hecho demasiadas preguntas, porque simplemente
71
se alejó sin una respuesta.
72
Reed
C harlotte Darling, escribí en la barra de búsqueda.
Habían pasado al menos seis meses desde que había iniciado sesión
en Facebook. Las redes sociales no eran lo mío. Pero pasaba de la
medianoche, y todavía no podía conciliar el sueño. Sorprendentemente, la cama del
hotel de economía estándar que mi asistente había reservado era lo suficientemente
cómoda. Simplemente me sentía inquieto y no podía quedarme dormido por alguna
razón.
Desde que Charlotte invadió mi privacidad y me acosó, pensé que le devolvería
el favor. Comencé con sus fotos. La última foto que había publicado era de hace unas
horas, una foto artística de la piscina del hotel con algún tipo de filtro en ella. La
leyenda debajo se leía Solo sigue nadando. Esas tres pequeñas palabras resumen
bastante bien la visión de la vida de Charlotte Darling. Su capacidad para ver lo 73
positivo en una situación negativa me volvía loco, pero no pude evitar admirarlo de
alguna manera.
¿Accidentado y atrapado en un hotel de tres estrellas? Mientras yo gemía y
pensaba en inconveniencia y chinches, Charlotte recogía sus pompones y aplaudía
piscina de hotel y ¡Ruby Tuesday!
Hice clic en la siguiente imagen. ¿Qué demonios? ¿Ese soy… yo?
Debió apañárselas para sacar la foto a escondidas en nuestro viaje hasta aquí.
La foto era solo de mi mano, por lo que nadie, excepto yo, sabría quién era. Pero,
por supuesto, reconocí mi propia maldita mano. Mis dedos estaban envueltos
alrededor del volante, apretándolos tan fuerte que parecía que estaba intentando
ahogar la mierda. Mis nudillos eran blancos y las venas en mi mano y antebrazo
estaban abultadas. ¿Por qué estrangulé el maldito volante? Mis ojos se posaron en
la leyenda que había dado el tiro: Déjalo ir.
¿Qué demonios? Tuvo valor al tomarme una foto y publicarla en las redes
sociales, incluso si nadie reconociera que era yo. Déjalo ir. Tuve la necesidad de
marchar tres puertas hacia abajo y dejarlo ir, está bien.
¿Qué más podría haber publicado la señorita Darling sobre mí? Hice clic en la
siguiente foto. Era un jarrón pintado con flores de color púrpura brillante. La leyenda
era Crea tu propia felicidad. Crie lirios. Probablemente este era el jarrón que había
tirado de sus manos, el que había hecho para mi abuela. Me acerqué a la foto. Vaya.
Charlotte tenía talento, en realidad era hermoso.
La siguiente foto era un primer plano de Charlotte y una mujer mayor que
pensé que podría ser su madre. Sus mejillas estaban juntas, y sus sonrisas eran
amplias. La leyenda decía: Por tu culpa, soy.
La siguiente foto era de ella y una mujer de la misma edad que estaba en la
playa, vestidas con bikini y grandes sombreros de paja mientras sostenían bebidas
con paraguas. Maldita sea. Charlotte tenía algo de cuerpo, muchas curvas para una
niña pequeña. Ella no era tan delgada como Allison. Y a diferencia de Allison, que
tenía tetas falsas, redondeadas perfectamente, Charlotte tenía pechos llenos,
naturales, femeninos. Podría haber enfocado esa foto durante un tiempo,
preguntándome cuán suaves se sentirían en mis manos.
Mierda.
Esta fue una mala idea.
Volví a hacer clic en mi propia página de Facebook para evitar ser absorbido
por el pequeño vórtice rubio. Solo que no había mucho que ver allí. Las últimas fotos
publicadas fueron de Allison y yo en un bote el verano pasado. Recordé cuando
74
tomó la última foto con mi teléfono y la admiré. Parecíamos felices. Al menos pensé
que lo éramos en ese momento. Qué maldito tonto era. La miraba como si fuera el
sol que calentaba mi rostro. Poco sabía, debí haberme puesto protector solar porque
estaba a punto de quemarme.
Solté una respiración profunda. ¿Por qué no había publicado nada desde
entonces?
Por otra parte, ¿qué diablos iba a publicar? ¿Yo en la oficina a las once de la
noche? ¿Una foto de comida china para llevar? ¿Tal vez una foto de mi perro y yo?
Oh, es cierto. Allison también lo tomó, cuando empacó el resto de su mierda.
No podía soportar mirar más. Comencé a cerrar mi computadora portátil, pero
me detuve y volví a hacer clic en la página de Charlotte. Ella tenía un montón de
fotos recientes. No sabía lo que estaba buscando, pero no pude parar, hice clic en la
siguiente imagen, luego en la siguiente, luego en la siguiente.
Un vistazo de Charlotte en los brazos de un tipo me llamó la atención. Todos
estaban vestidos, y sus brazos estaban atados alrededor de su pequeña cintura
mientras se besaban. Tenía una mano envuelta alrededor de su cuello y la otra le
tendía la mano a la cámara con los dedos extendidos. Mis ojos se posaron para leer
la leyenda, Dije que sí, antes de volver a la foto para examinar la roca en su dedo. Ya
no llevaba ese anillo. Tal vez La Señorita Locura y yo realmente tuviéramos algo en
común después de todo… aparte de que a ambos nos gustaba ella en un bikini rojo.
propietario.
Uno de los proyectos en la lista de Iris fue compilar una base de datos de todos
los proveedores de la empresa de limpieza que utilizaron para que pudiera solicitar
ofertas para administrar varias propiedades para un ahorro de costos. Para hacer eso,
tuve que ir a cada una de sus carpetas individuales en el sistema y obtener
información sobre cada propiedad. Si bien los archivos de Max fueron un desastre,
con los documentos de Word y las hojas de cálculo de Excel esparcidos por todo el
lugar y sin un sistema claro de nombres de archivos en su lugar, los de Reed estaban
tan organizados como hubiera esperado. Cada propiedad tenía una carpeta
separada nombrada con la dirección de la calle del edificio, y dentro de cada carpeta
había subcarpetas separadas que estaban organizadas lógicamente, como la
etiqueta MANTENIMIENTO, donde encontré la mayor parte de la información que
necesitaba.
Tardé unas horas en compilar casi todo. Faltaba información de una sola
propiedad de Reed: 1377 Buckley Street. Después de revisar la carpeta de la
propiedad por segunda vez, hice clic para revisar algunas otras carpetas que no
estaban etiquetadas con direcciones. Una de esas carpetas fue etiquetada
simplemente PERSONAL. Dentro había una docena de subcarpetas. Revisé los títulos
de cualquier cosa que pudiera estar mal archivada y encontré carpetas como
MEDICO, CONTRATOS, LEGAL… Incluso había una etiquetada de BODA. Curiosa, hice
clic en botón izquierdo del ratón para ver la última vez que se abrió la carpeta. No
se había accedido durante más de seis meses. Estaba a punto de cerrar y dar un
paseo hasta la oficina de Reed para preguntarle si sabía dónde podría encontrar la
información para el edificio restante cuando vi que había un documento único de
Word sin archivar. Este archivo fue etiquetado LISTA.
Sin pensarlo, hice clic para ver el contenido. Lo que encontré me sorprendió
muchísimo. Reed había hecho su propia Lista Al Diablo.
En algún momento, a mitad de la tarde, me di cuenta de que tal vez Reed había
colocado esa lista en el servidor para molestarme. ¿Podría estar burlándose de mí?
¿O tuvo una revelación después de escuchar acerca de mi lista y realmente decidió
hacer la suya? No podía salir y preguntarle, ya que admitiría que había curioseado
en sus archivos personales. Bueno, podría, por supuesto, pero la última vez que hice
eso se había enfadado bastante. Así que decidí que evaluaría su reacción a la taza
que le había comprado. Si él hubiera plantado esa lista e inventó la parte loca de
cantar en un coro, podría ser capaz de verlo en su rostro. Así que alrededor de las
84
cinco, hice una nueva jarra de café y preparé una taza solo para mi jefe en su nueva
taza.
Reed estaba mirando una pila de papeles cuando llamé a la puerta abierta de
su oficina. Era la primera vez que lo veía usando lentes. Eran un par rectangular de
color carey, muy estudioso, que realmente funcionaba con su rostro cincelado.
Dios, parece un Clark Kent sexy. Deben haber sido solo para leer, porque se los
quitó cuando levantó la vista.
—¿Necesitas algo?
En ese momento, unas cuantas respuestas poco profesionales aparecieron en
mi cabeza. Alejé los pensamientos y di un paso adelante con la taza llena de café
humeante. La imagen en el frente estaba frente a mí todavía.
—Pensé que podrías querer un poco de café.
Me miró, luego la taza, luego de vuelta a mí y tiró sus gafas sobre el escritorio.
—Veo que me encontraste una taza.
—Lo hice, en realidad. Fui a la tienda de dólar en el almuerzo y te recogí una
para que puedas dejar el poliestireno.
—Fue muy amable de tu parte.
Sonreí.
—No hay problema. Es de su mercancía de temporada baja. Espero que no te
importe un poco de espíritu navideño en julio. —Giré la taza para que pudiera ver la
imagen en el frente y me concentré en su rostro para poder observar si tenía alguna
reacción.
Reed se limitó a mirar a los niños en la taza durante un tiempo. Parpadeando
confundido, estaba claro que lo había tomado desprevenido. Sin una pizca de risa
viniendo de él, supe que no había manera de que hubiera plantado esa lista para mi
diversión. Habría conseguido el chiste si ese fuera el caso.
Me miró.
—¿Por qué elegiste este?
Uh…
Oh, no.
Podía sentir el caso de las risitas nerviosas que se avecinaban. De vez en
cuando, cuando me ponen en el lugar, simplemente me río. Y una vez que comienza
a arrastrarse, no hay forma de evitar que suceda.
Esto no era bueno.
En lugar de responderle, caí en un ataque de risa que gradualmente fue de leve 85
a histérica. Las lágrimas se estaban formando en mis ojos.
—Lo siento. Lo siento mucho —dije mientras trataba de detenerme. Esto se
prolongó durante casi un minuto, me reí y Reed me miró con incredulidad.
Finalmente preguntó:
—¿Qué diablos es tan gracioso acerca de esta taza, Charlotte?
Oh, Dios mío.
O admito que estaba curioseando y encontré su lista de deseos o va a pensar que
me estoy burlando de su deseo de coro.
¡Nunca! Nunca sería tan cruel como para reírme de los sueños de alguien.
Quiero decir, pensé que esto era una broma para mí, que él había plantado esa lista.
Ahora que sabía que era real, nunca podría despreciar algo que realmente deseaba.
Mi risa fue más sobre quedar atrapada en una situación difícil. Me estaba riendo de
mí misma… pero él no lo sabría.
Solo había una salida. Tuve que decir la verdad.
—Lo siento. Esto es un malentendido.
—¿Te importaría explicar?
—Yo, tropecé con tu lista de deseos. La que guardaste en el servidor de la
empresa.
La expresión de Reed se agrió. El latido de mi corazón se aceleró en anticipación
a su respuesta.
Dejó escapar un suspiro y luego dijo:
—Estaba en el servidor, sí, pero estaba en una carpeta personal, Charlotte.
—Cierto.
—¿Estabas husmeando en mis archivos personales, y esta taza es tu forma de
burlarte de lo que descubriste?
—¡No! Está completamente equivocado. Lo ves… simplemente no podía creer
que estarías haciendo una lista de deseos en primer lugar. Estabas burlándote de mí.
No quería tener que admitir que había abierto ese archivo, aunque pensé que
cualquier cosa en el servidor de la empresa no podía ser tan privada, incluso si estaba
marcada como “Personal”. Pero me disculpo. Estaba equivocada. De todos modos,
pensé que tal vez dejaste la lista intencionalmente para mí como una broma. Estaba
tratando de evaluar tu reacción con esta taza para ver si mis sospechas eran
correctas. Pero se ha hecho evidente que estaba muy equivocada. No me estaba
riendo porque quieres cantar, en absoluto. Por favor, entiende eso. Me estaba riendo
de la situación en la que me había metido. Fue una risa nerviosa. Y ahora estoy 86
divagando. Lo siento.
Se quedó sentado mirándome mientras tomaba unos sorbos de café de la taza.
Capté una leve sonrisa. Parecía que estaba disfrutando viéndome sudar.
Cuando finalmente habló, dijo:
—Eres una verdadera píldora, ¿lo sabes?
Desatando la sonrisa que había estado conteniendo, dije:
—Así que... ¿es verdad? ¿Empezaste a hacer una lista porque querías? ¿Era real?
Bajó la taza y se frotó las sienes. Sus profundos ojos marrones se clavaron en
mí cuando levantó la vista y dijo:
—Sí.
—¿De verdad?
—¿No acabo de decir que sí?
Tomando asiento frente a él, crucé mis brazos y me apoyé en su escritorio.
—¿Qué te hizo hacerlo?
—Hiciste algunos puntos buenos, ¿de acuerdo? Nunca dije que tu lista fuera
estúpida. Nunca me burlé de ti por eso, como parece que piensas. Así que sí, me
motivaste a pensar en una lista similar para mí.
Tengo escalofríos. Una vez más, estaba demostrando que el hombre más
sensible que originalmente había imaginado que era cuando descubrí que la nota
azul estaba en alguna parte.
—Vaya. Eso es increíble.
Reed puso los ojos en blanco ante mi entusiasmo.
—El concepto de una lista de deseos no es tan sorprendente.
—Lo que quiero decir es... ni siquiera pensé que te gustaba. Mientras tanto... te
inspiré. Eso es impresionante.
Se levantó de su asiento repentinamente, caminando hacia el otro lado de la
habitación.
—No nos dejemos llevar. —Parecía que estaba fingiendo que revisaba los
archivos solo para evitar esta conversación.
—Entonces, me di cuenta de que solo anotaste algunas cosas. ¿Me dirás por
qué los elegiste? Subir una montaña tiene mucho sentido para mí. Quiero decir, me
imagino que eso es simplemente emocionante. Pero el coro de hombres… ¿cantas?
Dejó escapar un profundo suspiro, luego se volvió hacia mí. 87
—No voy a salir de esta pregunta, ¿verdad?
—De ninguna manera.
Reed regresó a su asiento en el escritorio y tomó el resto de su café.
—Sí, Charlotte. Canto. O mejor dicho, canté… cuando era más joven. Pero mi
ego adolescente intervino y abandoné la afición. Preferiría no entrar en eso con gran
detalle, excepto para decir que la imagen en esta pequeña taza aquí lo resume
bastante bien… tan asustadizo. Si alguna vez quieres escuchar sobre mi canto, Iris
estará encantada de contarte todo sobre eso. Ella tiene bastantes cintas de casete
con las que me ha amenazado.
—¿De verdad? Definitivamente voy a preguntarle sobre eso.
—Genial.
—Sabes... —Sonreí—. Una lista de deseos no sirve de nada si no intentas actuar.
Déjame ayudarte a organizar una o dos de estas cosas.
—Estoy bien.
—Todos necesitan motivación. Puedo ayudarte a seguir adelante. Podemos ser
como amigos de listas… o en mi caso, amigos de al diablo.
Eso sonaba mal, como amigos de mierda. El sudor comenzó a impregnar mi
frente.
—¿Por qué querrías molestarte, Charlotte? ¿Cuál es el truco aquí?
—No hay ninguno. Bueno, supongo que el problema es que tienes que
ayudarme a seguir mis propios objetivos. Podemos ser los capitanes de la alegría del
otro.
Inclinó la cabeza hacia atrás riendo.
—Está bien, calmémonos un poco.
—¿Al menos considerarás dejarme ayudarte? Quiero decir, me empleas. ¿Por
qué no aprovecharte de mí?
Su voz bajó, haciendo que mi piel se erizara.
—¿Quieres que me aproveche de ti?
Iris entró en ese momento inoportuno.
Juntó las manos y sonrió alegremente.
—Ohhhh… me alegra ver que ustedes dos finalmente se llevan bien.
Me aclaré la garganta y dije:
—Hola, Iris.
Ella se dirigió a Reed. 88
—Llámame loco, pero necesito toda la distracción que pueda obtener esta
noche, incluso si se presenta en la forma de tu locura. Todavía no tengo ganas de
volver a la fiesta, así que es mejor que pasemos el tiempo. Daré la vuelta ahora.
Me dio la espalda. Chillé de alegría cuando rápidamente me quité la ropa antes
de saltar al agua, lo cual fue sorprendentemente cálido.
Una vez que mi cuerpo estuvo inmerso, grité:
—¡Es seguro dar la vuelta!
Reed se quedó con las manos en los bolsillos mientras me observaba rebotar
en el agua. No se movió de su lugar y mantuvo sus ojos en mí, mirando de vez en
cuando para asegurarse de que nadie viniera.
Le grité:
—Mira… esa es una de las diferencias entre una Lista al Diablo y una lista de
deseos: El factor de espontaneidad. La Lista al Diablo es más espontánea. Parte de lo
emocionante de la lista es que, si tienes la oportunidad, debes aprovecharla. Y eso
es lo que estoy haciendo.
Se sentía emocionante estar desnuda en la noche en esta propiedad. También
fue emocionante porque parecía tan malo, dado que Reed estaba a pocos pasos de
mí. Mis pezones se endurecieron con el pensamiento.
Estaba orgullosa de mí misma por aprovechar el momento. Probablemente no
hubiera considerado hacer algo tan espontáneo durante el tiempo que estuve
comprometida con Todd. En ese sentido, sobrevivir a la ruptura no solo me había
hecho más fuerte, sino también más aventurera.
Después de llenarme, dije:
—¡Voy a salir!
Reed me dio la espalda. Me puse el vestido de nuevo sobre mi cuerpo mojado
mientras la realidad de lo que había hecho comenzó a hundirse.
—¿Cómo explicamos por qué estás toda mojada? —preguntó.
—No lo sé. ¿Cómo lo vas a explicar, Reed? —Sonreí con picardía.
—¿Me vas a achacar esto, Darling? ¿Es eso un reto?
—Si quieres aceptarlo.
Cuando regresamos a la fiesta, afortunadamente, parecía que Allison había
abandonado el local.
La gente nos miraba, confundida, particularmente Max y Jared. Todos estaban
perplejos, excepto Iris, que estaba radiante. 99
Querida Charlotte:
¿Sabes por qué las ardillas te aman tanto?
Porque estás loca3.
Reed.
101
3
You’re nuts: Es un juego de palabras, la palabra nuts significa bellotas, pero la frase significa estás
loca.
Reed
N o había planeado aparecer.
Al menos eso fue lo que me había dicho. El hecho de que hubiera
concertado una cita con un posible vendedor en la sección de Cobble Hill
de Brooklyn no tenía nada que ver con las audiciones abiertas que se llevaban a cabo
a doce cuadras de distancia el mismo día.
Mi reunión terminó a las seis y media, y conduciendo por Smith Street pasé por
delante de cierta iglesia enorme. Lo siguiente que supe fue que había estacionado y
estaba siguiendo a una manada de personas como una oveja sin mente.
—Bienvenido al Tabernáculo. —Un hombre mayor en la entrada me entregó
un folleto con una cálida sonrisa—. El talento es un don de Dios. Compartirlo aquí
es tu regalo de vuelta. Buena suerte esta noche.
102
Si bien el gesto de invitación me debería haber hecho sentir a gusto, me hizo
sentir exactamente lo contrario. Quería salir corriendo. Pero había llegado hasta aquí,
reprimí las ganas de huir, me senté en la última fila y observé cómo todos los rostros
excitados se amontonaban en las bancas delanteras de la iglesia.
—¿Te importa si me siento a tu lado? —El tipo que me había saludado estaba
en el pasillo al final de la banca en el que estaba sentado. Miré alrededor de la iglesia.
Tenía que haber treinta filas completamente vacías delante de mí.
Él leyó mi rostro.
—Me gusta sentarme al lado de la puerta en caso de que haya interrupciones
o retrasos que hagan un alboroto.
Asentí y me deslicé en la banca para hacer espacio. Eran más de las siete. La
gente había dejado de acumularse, pero las audiciones aún no habían comenzado.
—¿Eres nuevo? No creo haberte visto por aquí antes.
—Me detuve para… —¿qué demonios estaba haciendo aquí?—… para
comprobar las cosas.
—¿Entonces no cantas?
—No. Sí. No, sí. Quiero decir… solía. Hace mucho tiempo.
Él asintió.
—¿Qué te hizo dejar de venir a la iglesia?
No había dicho que había dejado de ir a la iglesia. Solo había insinuado que
una vez canté y ya no lo hacía.
—¿Cómo sabes que no voy a una iglesia diferente?
Él sonrió.
—¿Lo haces?
No pude evitar reírme un poco.
—No. No lo hago.
Hizo un gesto a las bancas de atrás.
—Cuando las personas regresan por primera vez después de una larga
ausencia, tienden a sentarse en las filas de atrás.
Asentí.
—Hace que el escape sea más fácil.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—¿Desde qué canté?
103
Sacudió su cabeza.
—No. Desde que has estado en la casa de Dios.
Sabía la respuesta sin tener que pensar en ello. La última vez que puse un pie
dentro de una iglesia había sido con Allison. Habíamos ido a misa antes de nuestra
reunión programada con el diácono. Eran dos semanas antes del día de nuestra
boda, y le habíamos dado las lecturas y las canciones elegidas para la ceremonia.
Irónicamente, el día que habíamos ido a la casa de Dios había sido la noche que ella
había elegido para su momento de ir con Jesús.
—Ha sido un tiempo.
—Soy Terrence. —El hombre extendió su mano—. Bienvenido de vuelta.
—Reed. —Temblaba—. Y no estoy seguro de haber vuelto.
—Cada viaje comienza con un primer paso. ¿Estás planeando probar para el
coro?
—No he tomado una decisión todavía. Pensé en venir esta noche y ver cómo
van las cosas. Hay una segunda noche de prueba la próxima semana, ¿no?
—Sí.
Las puertas de la iglesia se abrieron y entró un tipo con uniforme de
mantenimiento. Al ver a Terrence, dijo:
—Tengo un problema con la caldera en el sótano. Podría usar algunas manos
para ayudarme a mover los archivadores que la señorita Margaret nos hizo
almacenar allí. Están bloqueando el acceso al sistema.
Terrence asintió y se volvió hacia mí.
—El trabajo de un voluntario nunca acaba por aquí. —Se puso de pie y me dio
una palmadita en el hombro—. Espero que encuentres lo que estás buscando.
Unos días después, todavía no había decidido si regresar para la única otra
audición de la noche en el Tabernáculo de Brooklyn. Pero cuando entré en mi
calendario en línea, noté que se había reservado una cita para esa noche. El
programador mostró que Charlotte había ingresado la cita, aunque la única
información sobre el tiempo de bloqueo era un montón de letras que no escribían
nada: PEGHEEC.
104
Levanté el teléfono y llamé a su extensión.
Respondió en el segundo timbre:
—Bonjour, Monsieur Eastwood. ¿Je peux vous aider?4
Qué mier…
—¿Charlotte?
—Oui5.
Entonces me di cuenta. Cuando había revisado su Lista Al Diablo el otro día,
había agregado Aprender francés. La había visto antes en la sala de descanso,
comiendo su almuerzo con auriculares mientras murmuraba para sí misma. Ahora
tenía sentido. Bueno, sentido para Charlotte Darling. Ella había estado escuchando
frases y practicando hablarlas.
Por suerte, yo también he tomado algo de francés.
4
Hola, señor Eastwood. ¿Puedo ayudarle?
5
Sí.
—¿Ne tenez-vous pas la langue anglaise assez? —Traducción: ¿No te es
suficiente con el inglés? Cubrí el teléfono y me reí entre dientes, porque no tenía ni
puta idea de si mi propia traducción era correcta.
Ella respondió:
—Umm. ¿Eh?
Me reí.
—Es lo que pensaba.
—Todavía estoy aprendiendo.
—Nunca lo hubiera adivinado…
—Cállate. ¿Llamaste por alguna razón o simplemente sentiste la necesidad de
burlarte de alguien para que marques mi extensión automáticamente?
—En realidad, llamé por una razón. Simplemente haces que sea tan fácil
burlarse.
—¿Qué querías?
—Hay una cita en mi calendario para el miércoles a las siete. Está etiquetado
como PEGHEEC. ¿Sabes qué es eso?
—Por supuesto. PEGHEEC: “Para el gran hombre en el cielo”. Lo escribí en
código para que nadie lo descubriera excepto nosotros.
105
Negué.
—Excepto tú, querrás decir.
—Lo que sea. ¿Estás emocionado? ¿Has estado practicando?
—No estoy haciendo una audición, Charlotte. —Incluso si hubiera decidido
hacerlo, no había manera de que le hiciera saber sobre eso. No había cantado en
años, y la gente en esas pruebas era realmente buena. Dudaba que pudiera siquiera
hacer el corte. Además, si de alguna manera lograba superar las pruebas, la
imaginaba sentada en la primera fila de cada actuación. Probablemente invitaría a
todo el personal de la oficina y a algunos conserjes que nunca había conocido.
Pude imaginar el puchero en su rostro mientras hablaba.
—¿Por qué no?
—Solo porque hice la lista no significa que esté planeando hacerla como si
fuera una carrera.
—Oh. —Se quedó en silencio por un momento. Entonces otra vez dijo—: ¿Por
qué no?
—Solo quita la cita de mi calendario, Charlotte.
—Bien.
Después de colgar, me sentí un poco mal por ser así con ella. Así que abrí su
calendario, miré todas sus citas y recordatorios para la próxima semana, y comencé
a traducirlos todos del inglés al francés para que los resolviera.
Una cita decía: Vuelo de Iris aterrizando a las 5 p.m. Llame para confirmar a las
4. Así que lo traduje a: Le vol d’Iris atterrit à 17h. Appelez pour confirmer à 16h.
Entonces decidí agregar algunas tareas propias para que ella hiciera:
Prendre rendez-vous avec rétrécis. Traducción: Hacer una cita con el psiquiatra.
Al menos eso es lo que intenté escribir.
Otro recordatorio: La venta de Victoria´s Secret terminó. ¡Ordenar nuevos
innombrables después de recibir el cheque de pago!
Me reí a carcajadas al oír eso. Charlotte era definitivamente la única mujer de
veintitantos años que conocía usaría la palabra “innombrable”. Le di una buena
traducción para eso.
Commandez des pantalons et des soutien-gorge. Pide bragas de abuelita y
sostenes de apoyo.
Me estaba divirtiendo metiéndome con ella, hasta que llegué a la siguiente cita:
Cita a ciegas a las 9.
Una ira inesperada brotó dentro de mí. Aunque no tenía derecho a sentirme 106
así, no enfriaba la quemadura en mi garganta. Algún idiota iba a aprovecharse al
máximo de ricitos de oro. No estaba celoso, era… protector. En el fondo, enterrada
bajo toda esa locura, había una mujer que creía en los cuentos de hadas. Su novio
idiota había estado sumergiendo su pluma en la tinta de la empresa en el lugar
donde trabajaba, y Charlotte todavía publicaba cosas en Facebook como Solo sigue
nadando y crea tu propia felicidad. Algunas personas nunca aprenden. Ella no vería
que su caballero con armadura brillante era un imbécil envuelto en papel de aluminio
hasta que la jodiera. Y me molestaba que fuera tan ciega. Ese sentimiento se volvió
inmensamente peor cuando me di cuenta de que la cosa de compras de Victoria
Secret probablemente estaba directamente relacionada con su gran cita a ciegas.
—Déjalo en mi escritorio —dije sin levantar la vista. La había olido entrar a mi
oficina. Y eso solo sirvió para irritarme aún más, que conociera su olor. Que me
gustara la forma en que olía.
Charlotte colocó el informe en el que había estado trabajando para mí y se dio
la vuelta para salir. Solo que se detuvo en la puerta.
—¿Hice algo mal, Reed?
Le había dado una mala actitud durante unos días, desde la tarde que había
cometido el error de abrir su calendario.
—No. Solo estoy ocupado.
—¿Puedo traerte algo de café o algo?
—No. —Hice un gesto hacia la puerta sin levantar la vista de la edición del
folleto en el que estaba trabajando—. Pero puedes cerrar la puerta cuando salgas.
Después que mi puerta se cerró, tiré mi bolígrafo sobre el escritorio y me senté
en mi asiento. La maldita oficina entera olía como ella ahora. Unos minutos más
tarde, todavía no podía concentrarme, así que abrí mi computadora portátil y envié
un correo electrónico a mi molesta asistente.
Para: Charlotte Darling
Asunto: Tú.
Te agradecería mucho si pudieras reducir la cantidad de perfume con la 107
que te bañas. Mis receptores olfativos activan mis sensores de alergia veinte
pasos antes que llegues a una habitación. Además, una mujer lo usa con mayor
sutileza.
Al sacar eso de mi pecho, pude volver a centrarme en el trabajo real. Hasta unos
minutos después, cuando un timbre suave me notificó que había llegado un nuevo
correo electrónico. Sabía de quién era antes de despertar mi computadora del
protector de pantalla.
Para: Reed Eastwood
Asunto: Tus receptores olfativos.
Es una pena que tus receptores olfativos sean tan sensibles. ¿Has intentado
exponerte al alergénico para desensibilizar el efecto? Tal vez podría ayudarte si
en alguna ocasión te detuvieras a oler las rosas en lugar de pisotear el jardín. El
mundo está lleno de ramos de mujeres. Además, un hombre usa mejores
modales.
La noche siguiente, antes de irme a dormir, pasé por la oficina de Charlotte
para dejar algunos recibos para que pudiera preparar mi informe de gastos
mensuales. Eran casi las ocho, y asumí que ya se había ido. Su voz me detuvo justo
antes de llegar a su puerta.
—¿Y cuál es el precio de una cabina para dormir?
Tranquilo, y luego:
—Hmm. Bueno. ¿Y qué tan grandes son las camas en la cabina?
Más silencio.
—Vaya. ¿No tienes algo para dos? ¿Tal vez una queen o algo así?
Ella rió.
—Bueno. Bueno, supongo que siempre es una opción. No estoy lista para
reservar en este momento. Pero muchas gracias por la información.
No quería que me atraparan a escondidas en el pasillo, pero tampoco pude
resistirme a ser un idiota. Al entrar en su oficina, dejé caer el sobre de gastos en su
escritorio y dije:
—Usar un teléfono de la empresa en el trabajo para hacer planes de vacaciones
no es muy profesional, Charlotte.
Me fulminó con la mirada. Encontré su nariz arrugada, sus ojos entrecerrados
y el color rosado que se elevaba en sus mejillas para ser lindo. Sabiamente, mantuve
ese pensamiento para mí mismo.
108
Charlotte levantó su teléfono celular de su escritorio y lo agitó en mi dirección.
—Estaba usando mi teléfono celular, no el teléfono de la compañía. Y mi
jornada laboral terminó hace tres horas. Así que técnicamente, la única cosa de la
compañía que estoy usando es esta silla.
Oculté mi sonrisa.
—¿Viajarás a algún lugar? No me di cuenta de que ya habías ganado el tiempo
de vacaciones.
—No es que sea de tu incumbencia, pero solo estaba obteniendo información
para un viaje en tren por Europa. Me gusta soñar despierta con las cosas que quiero
hacer y, a veces, la visualización de cómo se ve eso ayuda.
Hizo clic. Bajo el sol toscano. Ayer ella había agregado Hacer el amor a un
hombre por primera vez en una cabina para dormir en un viaje en tren a través de
Italia a su Lista Al Diablo. Si ella supiera que había estado revisando su lista en el
servidor, consideraría que estaba interesado en ser su compañero, por lo que no
mencioné que sabía de lo que estaba hablando. En cambio, elegí un camino
diferente. Uno que sin duda llevaba directamente al infierno.
—Quizás si pasaras más tiempo trabajando y menos soñando despierta, sería
más productivo y no tendrías que quedarte hasta las ocho de la noche.
Sus ojos se ensancharon. Me miró por un momento, luego abrió el cajón de su
escritorio y sacó su bolso, lo golpeó contra su escritorio antes de volver a cerrar el
cajón. Cerró el portátil, se puso de pie y tiró de su bolso hasta el hombro. Luego
procedió a caminar hacia la puerta donde yo todavía estaba de pie. Sin esperar que
se detuviera cuando me alcanzara, di un paso cauteloso hacia atrás, anticipándome
a que me empujara.
En cambio, cerró los ojos, levantó las manos y comenzó a escribir
frenéticamente los dedos en el aire.
Seriamente. Maldito. Cabrón.
Y tan hermosa cuando sus fosas nasales se ensanchaban.
Ella pulsó lo que presumí era el botón imaginario Enviar, respiró hondo, abrió
los ojos y salió de la oficina sin una palabra más.
Podría haber visto el balanceo de su trasero todo el camino.
Ambos necesitábamos maldita terapia.
109
Reed
D espués de unos días más de evitarla a toda costa, ya no era posible cuando
Iris apareció en un almuerzo de negocios con Charlotte a cuestas. Matthew
Garamound, nuestro CPA, mi hermano y yo ya estábamos sentados. Aunque estaba
molesto por su presencia, me puse de pie cuando caminó hacia la mesa. Asintiendo
mi saludo, saqué la silla vacía a mi lado, mientras Garamound hacía lo mismo con
Iris.
—Charlotte.
—En realidad, me voy a sentar al lado de Max en el otro lado de la mesa si a él
no le importa. No quisiera que mi perfume moleste tus alergias.
Los ojos de Iris se estrecharon.
—No tienes alergia a los perfumes.
110
—Es algo que he desarrollado recientemente.
Max mostró su molesta sonrisa de megavatios y se levantó para sacar una silla.
—La pérdida de mi hermano es mi ganancia. —Se inclinó hacia Charlotte, cerró
los ojos e inhaló dramáticamente—. Hueles increíble.
Gruñí algo sobre su falta de profesionalismo en voz baja cuando los cinco nos
sentamos. Rápidamente se hizo evidente que Charlotte iba a evitar el contacto visual
conmigo, lo que inicialmente pensé que era perfecto hasta que me di cuenta de que
cuando no estaba mirando en mi dirección, me permitió una oportunidad ilimitada
de mirar su rostro. Estaba tan distraída. Tuve que obligar a mis ojos a prestar atención
a otra cosa, así que estudié a nuestro CPA.
Matthew Garamound tenía que ser diez años mayor que mi abuela. Su cabello
era plateado, su piel bronceada y siempre llevaba corbata con un alfiler de bandera
estadounidense. Él había sido el CPA de la compañía desde que Iris abrió sus puertas,
y los cuatro nos reunimos cuatro veces al año como un reloj, dos semanas después
del final de cada trimestre. Solo que acabábamos de tener nuestra reunión trimestral
hace un mes, y nunca trajimos un asistente para este tipo de cosas.
Después de que la camarera tomó nuestra orden de bebidas, Matthew dobló
las manos sobre la mesa y se aclaró la garganta.
—Así que… probablemente se estarán preguntando por qué nos estamos
reuniendo hoy.
Max se inclinó hacia Charlotte y le susurró, a pesar de que todos podíamos
escucharlo.
—En realidad me estoy preguntando qué perfume estás usando.
Respondí con los dientes apretados.
—¿Qué tal si tratas de mantener el acoso a los empleados limitado a cuando
estés recostado en el sofá de tu oficina?
Matthew miró entre los dos. Mientras tenía un ceño fruncido, mi comentario
pareció complacer a mi hermanito.
—Sí, bueno, de todos modos —continuó Garamound—. Le pedí a Iris y
Charlotte que organizaran esta reunión hoy porque, desafortunadamente, tengo
algunas malas noticias que ofrecer.
Inmediatamente asumí que estaba enfermo.
—¿Todo bien contigo, Matt?
—Oh. —Se dio cuenta de lo que pensaba—. Sí, sí. Estoy bien. Esto es sobre el
negocio y uno de sus empleados. Específicamente, Dorothy. 111
Ninguno de los dos dijo nada durante los primeros cinco minutos del viaje de
regreso al centro.
Finalmente, rompí el hielo.
—Buen trabajo viendo esa cuenta inconsistente.
Miró por la ventana y suspiró. 113
119
Charlotte
S in aliento y agotada cuando volví a mi oficina, llamé al celular de Max tan
rápido como pude.
Contesto al primer timbre.
—Bueno, hola. ¿A qué debo esta…?
—¡Max! —Interrumpí—. Escucha. Necesito un favor. No has hablado con Reed
desde la reunión del almuerzo de esta tarde, ¿verdad?
—No. Nunca regresé a la oficina. Me fui a casa. ¿Qué pasa?
Cubriéndome el pecho, dejé escapar un suspiro de alivio.
—Mentí a tu hermano. Le dije que tenía una cita contigo mañana por la noche.
La risa de Max llenó mi tímpano.
120
—Um.… bien. Déjame aclarar esto. He estado tratando de hacer que salgas
conmigo desde el primer día. ¿Me rechazas cada vez, pero le estás diciendo a la
gente que estamos saliendo?
—Bueno… sí. Pero solo a Reed.
—Eres una locura, Charlotte. ¿Estabas… tratando de conseguir un ascenso de
él? Ustedes dos tienen una extraña maldita dinámica.
—Estaba tratando de enseñarle una especie de lección. Es complicado. De
todos modos, me prohibió salir contigo.
—Qué idiota. —Se rió entre dientes.
—Si te menciona algo, ¿seguirías la corriente por un rato? Probablemente le
diga la verdad en algún momento.
—Cada vez que puedo sacar a mi hermano de su aburrimiento, estoy feliz de
hacerlo. ¿Puedo decirle que tú eres la que me está persiguiendo si me enfrenta?
—Preferiría que no lo hicieras.
Se estaba riendo en mi oído.
—Está bien.
—Hice un trato con Reed. No es algo de lo que pueda hablar, pero mi parte del
trato fue cancelar la cita. Así que la estoy cancelando.
—Estás cancelando la cita que nunca existió. Lo tengo.
—Sí. Y gracias, por cierto. Te debo una.
—¿Qué hay de cenar la próxima semana?
—Eres implacable.
—No puedes culpar a un chico por intentarlo.
Después de colgar, me senté a mi escritorio, pensando en los hermanos
Eastwood. Max era un playboy despreocupado, pero era un buen chico, y sabía que
se preocupaba mucho por Reed. Max era definitivamente el hermano más loco. Y
algunos podrían incluso etiquetarlo como el más guapo, dependiendo de su gusto.
Era el más salvaje, también, seguro. Pero en mi opinión, inquietante, la intensidad de
Reed era mucho más sexy. De hecho, yo nunca lo había encontrado más atractivo
que hoy en su coche, cuando regresó conmigo y me exigió que me mantuviera
alejada de Max. Todd nunca me dio esa clase de atención decidida, se sintió bien ser
el destinatario. Mientras que algunas mujeres me habrían aconsejado golpearlo en
ese momento, no pude evitar encenderme por la protección de Reed. No me
lastimaba el sol que ardía en sus hermosos ojos color expreso cuando hizo la
demanda, o que el auto estuviera lleno de su intoxicarte colonia Ralph Lauren.
Mi cuerpo le rogó que me quitara esa intensidad de otras maneras. Pero había 121
claramente una barricada invisible que Reed había puesto entre nosotros.
124
Reed
F ui malditamente duro con Charlotte y me estaba carcomiendo por dentro.
Había dejado mi oficina como un perro con la cola entre las patas. Ella
normalmente ataca en respuesta. No esta vez.
Ya era bastante malo que Eve hubiera estado sobre mí cuando Charlotte entró.
A pesar de que no había nada entre Charlotte y yo, podría decir que atraparme con
Eve la hizo sentir incómoda. Pero me ofrecí voluntariamente para llevar a Eve a tres
propiedades por esa misma razón, ¿no? Para mostrarle a Charlotte que no tenía
ningún interés en ella y para tratar de dirigir a mi pene en una dirección diferente.
Después de mi descontrol sobre su cita con mi hermano, era una distracción
necesaria. Esa distracción en realidad estaba tratando de frotar su pie contra mi
pierna debajo de la mesa en Le Coucou.
125
Deseé haber deseado a Eve. Porque era exactamente el tipo de mujer que
necesitaba en mi vida. Una que no quería ir por mi cabeza y mi corazón, una que no
quería nada a largo plazo.
Eve tenía dos divorcios bajo su cinturón y no tenía ningún deseo de casarse y
tener hijos. Perfecto. Pero mientras me sentaba frente a ella en el almuerzo, estaba
más que preocupado.
—Entonces, ¿qué propiedad vamos a ver primero? —preguntó.
Mis ojos se encontraron con los suyos, pero sus palabras no se habían
registrado.
—¿Hmm?
Repitió.
—¿A dónde vamos primero?
—Correcto. He estado pensando en el loft Tribeca ya que es el más cercano de
aquí.
Mostró sus brillantes dientes blancos.
—Genial.
Cuando Eve tuvo que ir al baño de mujeres, decidí revisar mi teléfono. Por
costumbre, hice clic en Instagram y revisé el perfil de Charlotte. Hoy no había nada
nuevo, así que me desplacé a través de las fotos de la semana pasada, llegando a
una de hace una semana que mostraba una foto de su televisión mientras sus pie
estaban en una mesa de centro. Ella llevaba unas pantuflas de peluche. La foto decía:
Son las 9:00 p.m. del miércoles. ¡Sabes lo que eso significa! Cita a ciegas. El mejor
espectáculo de la televisión.
Todo comenzó a juntarse en mi cerebro. La entrada a las nueve de la noche de
la “Cita a ciegas” en su agenda. El hecho de que Max no hubiera entrado en mi oficina
a la primera oportunidad para decirme que tenía una cita con Charlotte. Pensé que
era muy diferente a él, y que había estado demasiado enojado para siquiera
confrontarlo el tiempo suficiente como para sentirlo.
Charlotte había mentido.
Ella inventó completamente la cita con Max para que aceptara ir a la prueba de
esta noche. No sabía qué era peor, el hecho de que me había engañado para ir, o
que sabía qué reacción conseguiría al amenazarme con su cita con Max.
El resto de la tarde fue un borrón mientras acompañaba a Eve a las tres casas,
cuando todo en lo que podía concentrarme era en confrontar a Charlotte.
Después de dejar a Eve en su condominio, me puse en marcha a través del
tráfico en hora pico, con la esperanza de alcanzar a Charlotte si aún no había salido
126
de la oficina.
Su oficina estaba oscura, la única luz provenía de una pequeña lámpara de
escritorio. Casi todos se habían ido, pero Charlotte estaba sentada frente a su
computadora, pareciendo que estaba navegando por la red en lugar de trabajar.
Cuando se dio cuenta de que estaba parado en la puerta, saltó un poco.
—¿No deberías ir a Brooklyn? Las pruebas son a las siete. Tienes que estar allí.
—No —dije mientras la puerta se cerraba detrás de mí—. No iré a Brooklyn.
Charlotte se levantó de su silla y se cruzó de brazos.
—Pensé que teníamos un trato.
—¿Qué tipo de juego estás jugando conmigo, Charlotte?
—¿A qué te refieres?
—Me mentiste… ¿Por qué? ¿Para que pudieras verme perder la cabeza? Sabías
qué tipo de reacción obtendrías. ¿Es así como consigues tus golpes?
La culpa en su rostro era evidente.
—¿Cómo supiste que mentí? ¿Max te lo dijo?
—¿Está en esto también? Genial.
—No… solo le pedí que hiciera… umm… —Perdió su tren de pensamiento.
Saqué el teléfono de mi bolsillo, lo abrí en su publicación de Instagram y lo
coloqué frente a su rostro.
—Lo descubrí. “Cita a ciegas a las nueve”. Más un plus, Max nunca mantendría
algo así en silencio. Buscaría la primera oportunidad de restregármelo en la cara.
Todo tiene sentido ahora.
—Simplemente no quería que te perdieras la oportunidad de adicionar. Eso es
todo.
La expresión de Charlotte estaba llena de pesar. No era mi intención hacerla
sentir triste. Solo quería reclamarla por su mentira. Pero Dios, la expresión de su
rostro me hacía querer olvidarme de todo y… besarla.
Quería besarla.
Quería saborear sus labios y alejar esa mirada triste de su rostro, sin embargo,
sabía que si había un conjunto de labios que estaban prohibidos en esta tierra, eran
los de Charlotte Darling.
No era solo un rostro bonito y un cuerpo sexy. Era alguien que quería dentro
de mi alma, y eso nunca iba a suceder.
Debería haber salido caminando. En cambio, estaba completamente perdido 127
en este momento. El horizonte más espectacular se podía ver justo detrás de ella,
pero no había nada más espectacular que el pecho agitado de Charlotte, el sudor
que goteaba en su frente, la reacción que estaba teniendo hacia mí. Su atracción
hacía mí era palpable.
Estábamos parados a un metro de distancia, y su maldita esencia era todo lo
que podía oler.
Pasó un largo momento de silencio.
—¿Qué me estás haciendo? —murmuré, las palabras salieron de mí como un
hipo sobre el que no tenía control.
—¿Qué me estás haciendo? —susurró ella.
Bajé la vista por un momento, y fue entonces cuando noté la bolsa de Victoria's
Secret en el piso junto a su escritorio.
Mi voz era brusca.
—¿Qué es eso?
—Iris me hizo tomar un descanso a mitad del día para despejar mi cabeza. Era
el último día de la venta, así que fui de compras.
—¿Por qué necesitas aclarar tu cabeza?
—Porque me hiciste enojar.
Dios, ella era sexy cuando apretaba los dientes con ira. Me pregunté qué más
podrían tirar esos dientes.
Joder, tenía que parar.
Sin embargo, me moví más cerca.
—Muéstrame lo que te compraste en tiempo de trabajo.
Charlotte tragó saliva y luego se acercó a la bolsa. Se agachó y sacó el
contenido, quitando una etiqueta en el papel de seda. Volviendo al lugar frente a mí,
la abrió para mostrarme varios pares de ropa interior de encaje en un arcoíris de
colores.
Una tanga de encaje negro con una pequeña rosa de seda cosida en la parte
superior de la cintura me llamó la atención.
Recogiéndolo de la pila, lo sostuve en mi mano, sintiendo el suave encaje e
imaginándolo contra la piel cremosa de Charlotte. Pasando mi dedo por la correa
trasera, también imaginé cómo se vería dentro de la grieta de su culo perfectamente
curvado.
Doblando mis dedos sobre la tanga, la envolví, agarrándola en mi mano de la
misma manera en que quería hacerlo con ella. 128
Charlotte me estaba mirando, casi como si estuviera en trance.
Y sabía que iba a llevar esto demasiado lejos. Yo era su jefe, y no solo había
pedido ver su ropa interior. La estaba acariciando. Y si ella miraba hacia abajo,
también vería que estaba duro. Oficialmente había perdido mi puta mente cuando
se trataba de ella.
Una voz de razón dentro de mi cabeza me advirtió. ¡Vete!
Elegí escucharla.
—Buenas noches —dije mientras le entregaba sus bragas y salía rápidamente
de su oficina.
Bajando en el ascensor, seriamente consideraba dirigirme a un bar y
emborracharme, aunque raramente bebía.
En cambio, conduje por un tiempo y de alguna manera terminé en el puente
de Brooklyn.
Las audiciones ya estaban a la mitad cuando me deslicé dentro. Igual que la
última vez, me senté en la fila de atrás y miré a mi alrededor. A lo largo de los años,
había hecho muchos negocios en esta parte de Brooklyn, por lo que conocía bien el
área. Era un adolescente cuando la iglesia se cambió a este edificio en particular, el
antiguo Teatro Metropolitano de Loew. Debí tener alrededor de trece años cuando
comenzaron una gran restauración en el lugar. Iris y yo habíamos pasado una vez
por ahí durante ese tiempo. Ella se detuvo para contarme todo sobre el edificio. Mis
abuelos habían tenido su primera cita ahí, cuando todavía era un teatro. Por la forma
en que contaba la historia, lo impresionada que había estado cuando dijo que tenía
trescientos sesenta asientos, fue el más grande del país en un momento dado, uno
pensaría que mi abuelo lo había construido. Sonreí ante el recuerdo.
Mirando hacia arriba, pude ver por qué estaba tan impresionada. Los diseños
intrincados y ornamentados se restauraron a mano en las múltiples capas del techo,
y un entresuelo se elevaba por encima de la orquesta. Me sentía asombrado por la
arquitectura y toda la grandeza del edificio, algo que no había dejado de hacer en
mucho tiempo. Hasta que mi atención fue desviada al frente del escenario. Una mujer 129
con la voz más increíble y poderosa cantaba en el escenario. Maldita sea. Ella podría
sostenerse contra Aretha Franklin. Me hizo cuestionar mi cordura para siquiera
considerar audicionar. No estaba ni cerca de ser tan bueno como esta gente. Sin
embargo, me senté allí, contento de al menos ver el espectáculo.
Durante un descanso de quince minutos, estaba revisando los correos
electrónicos del trabajo en mi teléfono cuando una voz familiar me interrumpió.
—Vas a necesitar estos.
Mirando hacia arriba, encontré a Terrence, el viejo voluntario que conocí a
última vez que había venido, y me tendió unos papeles. Los tomé.
—¿Qué son estos?
—Aplicación para el ministerio de la iglesia. —Levantó la barbilla en dirección
al banco donde estaba sentado—. Muévete. He estado todo el día aquí y mis viejos
perros necesitan un descanso.
Me deslicé para hacer espacio pero sostuve los papeles que me había dado de
nuevo a él.
—Gracias. Pero no me voy a unir a la iglesia.
No levantó la mano para recuperar los papeles.
—Tienes que ser un miembro para audicionar para el coro. Necesitarás hacer
una clase de membresía y el bautismo de agua, pero te permitirán audicionar si la
aplicación está en proceso. Solo llena los papeles, te voy a sellar y estás listo para ir.
—No estoy audicionando.
Terrence entrecerró los ojos.
—No estás audicionando, y no te estás uniendo a la iglesia, pero aquí estás por
segunda vez en una semana. ¿Para qué viniste, entonces?
Sacudí la cabeza y me reí de mí mismo.
—No tengo ni idea. Espera, en realidad, eso no es cierto. Estoy aquí porque
ricitos de oro me ha dado la vuelta.
—Ah. —Una mirada de comprensión cruzó el rostro de Terrence—. Una mujer.
Y una que te hace cuestionarte a ti mismo.
Me burlé.
—Me hace cuestionarme, de acuerdo, sobre todo si he perdido la cabeza.
Sonrió.
—Te ve por lo que eres, y te hace querer ser un hombre mejor. No la dejes ir.
—No es así. 130
Terrence puso su mano sobre mi hombro.
—¿Estarías aquí, sentado en esta iglesia, si no fuera por ella?
Lo pensé.
—No, probablemente no.
—¿Te ha hecho cuestionar cómo tratar a los demás?
Dorothy inmediatamente apareció en mi cabeza. Hace unos meses, no estaría
seguro de no haberla despedido.
—Ella tiene una manera única de ver las cosas, que parece haber causado un
lapso en mi juicio en más de una ocasión. Pero es una empleada, tal vez un amigo
en un sentido de la palabra. Nada más.
Terrence se rascó la barbilla.
—¿Y si te dijera que tu ricitos de oro estaba en una cita esta noche con un joven
soltero?
Apreté mi mandíbula y los ojos de Terrence se centraron en ella. Se rió entre
dientes.
—Eso es lo que pensé. Todavía estas luchando. Apuesto a que volverás. Y mi
conjetura es que esta no es la última vez que voy a estar viéndote en este banco,
tampoco. —Se puso de pie y me tendió su mano—. Pero hasta entonces, guarda la
aplicación y toma el consejo de un viejo que ha aprendido de más errores de los que
eres capaz de hacer. La bendición pasada por alto de un hombre es pronto la
ganancia de otro hombre.
131
Charlotte
—O ficina de Reed Eastwood. ¿En qué puedo ayudarle? —Contesté el
teléfono a través de mis auriculares y di otro paso gigante en mi
siguiente zancada mientras esperaba a que la persona que llamaba hablara. Era mi
hora de almuerzo, pero no había nadie cerca para contestar el teléfono, así que me
había comido la ensalada que había traído en mi escritorio y luego procedí a hacer
zancadas y sentadillas en mi oficina. Si el presidente de los Estados Unidos podía
encontrar tiempo para hacer ejercicio, maldita sea, yo también podría.
—¿Está él? —dijo la persona que llamaba.
Fruncí la nariz ante la actitud de la mujer al otro extremo del teléfono y empujé
más hacia abajo sobre mi dedo del pie hacia atrás para apretar la zancada.
—No. El señor Eastwood no regresará hasta más tarde. ¿Puedo tomar un
mensaje o ayudarle a hacer una cita? 132
6
En inglés, necesitar se escribe Need, que rima con Reed.
La mandíbula de Reed se flexionó, y un ceño estropeó su hermoso rostro.
—Gracias.
Se volvió y se dirigió hacia la puerta de nuevo. Pero yo nunca podía dejar las
cosas como estaban.
—Dijo que te dijera que era por tu luna de miel.
Horas más tarde, me sentí mal por la forma en que había tratado a Reed. Ni
siquiera le había preguntado si había ido a su audición anoche, y luego le había
dado noticias sobre un tema que sabía que era muy doloroso, solo para poder ver
su rostro. Básicamente, fui grosera porque estaba celosa de esa estúpida llamada
de Allison.
Cuando comencé a cerrar mi computadora por la noche, noté que el punto
verde estaba iluminado al lado de su nombre en el correo electrónico interno de la
compañía, lo que significaba que él también había iniciado sesión. Sin pensarlo
demasiado, escribí usando la función de chat.
135
Charlotte: Hola. Estaba a punto de salir. ¿Puedo hacer algo por ti antes de
irme? ¿Un poco de café o algo?
Un minuto después, apareció una respuesta.
Reed: No, gracias. Estoy bien.
Me mordí la uña por un minuto, luego tecleé:
Charlotte: ¿Estás ocupado? ¿Puedo preguntarte algo?
Reed: No estoy ocupado en absoluto. Solo haciendo zancadas en mi
oficina.
Mis ojos se abrieron de par en par.
Charlotte: ¿En serio?
Reed: Claro que no, Charlotte. ¿Qué clase de chiflado crees que soy?
De hecho, me reí a carcajadas de esa respuesta.
Charlotte: Así que… sobre esa pregunta…
Reed: Escúpelo, Darling.
Por supuesto, mi apellido era Darling, y la gente me había llamado por él
mientras crecía. Pero cuando leí esa última oración, la leí como Reed llamándome
darling7, como en, amor, corazón, bebé, darling. Me sonreí y me gustó el sonido de
eso, y cerré los ojos para intentar escuchar la profunda voz de Reed llamándome
cariño sin que se capitalizara.
Cuando volví a abrir los ojos, había un nuevo mensaje en mi pantalla de Reed.
Reed: Espero que sepas que te estaba llamando Darling como en tu
apellido... No cariño como en el término de cariño.
Por mucho que el pensamiento lo matara, hubo muchas veces en que nuestras
mentes eran simpáticas. Decidí darle de comer su propia línea.
Charlotte: Claro que no, Reed. ¿Qué clase de chiflada crees que soy?
Reed: Touché.
Charlotte: De todos modos, sobre esas preguntas...
Reed interrumpió con otro mensaje mientras escribía.
Reed: ¿Entonces ahora son preguntas, no pregunta?
Lo ignoré.
Charlotte: ¿Cómo fue tu audición anoche?
Reed: Estaba empezando a preocuparme por ti. Han pasado casi
136
veinticuatro horas y aún no me lo habías preguntado.
Charlotte: Aww... eso es dulce. Te preocupas por mí. Entonces, ¿cómo te
fue? ¿Conseguiste pasar a la siguiente ronda?
Reed: Fui. Pero no me presenté.
Charlotte: ¿Qué? ¿Por qué?
Reed: Para ser honesto, no soy lo suficientemente bueno. Escuché algunas
de las audiciones y me di cuenta de que me costaría mucho trabajo para llegar
al punto en el que tuviera una oportunidad legítima de hacerlo.
Estaba decepcionada. Pero sonaba como si al menos hubiera hecho un examen
de conciencia al ir.
Charlotte: Siempre está el año que viene. ¡Comienza con algunas lecciones!
Reed: Tal vez haga eso. Y gracias, Charlotte. Por mucho que me molestaras
por esto, realmente disfruté yendo a ver las audiciones.
7
Querida.
Charlotte: De nada. Me alegro de poder poner en práctica mis habilidades
molestas como una mierda y ser de alguna utilidad.
Reed: Es tarde ¿por qué no te vas a casa?
No pensé que estuviera haciendo una pregunta a la que quisiera una respuesta
real, sin embargo, respondí en voz alta hablando con mi computadora.
—Porque no tengo nada por lo que apresurarme a volver a casa.
Charlotte: ¿Puedo hacerte una pregunta más?
Reed: Por supuesto. Me encantan las preguntas personales a las siete de
la noche que me interrumpen mientras trabajo.
Charlotte: Supongo que querías decir eso sarcásticamente, pero te lo
preguntaré de todos modos. ¿A dónde planeabas ir en tu luna de miel?
Reed no respondió. Después de unos minutos, la luz verde se volvió roja, lo que
indicaba que había cerrado la sesión del correo electrónico de la empresa.
Claramente había sobrepasado nuestros límites invisibles de nuevo. Así que terminé
de apagar mi computadora y ordené mi escritorio. Me sorprendió cuando Reed
apareció en mi puerta, aunque al menos no me caí en esta ocasión.
Tenía su chaqueta sobre su brazo y su bolsa de cuero colgada sobre su hombro.
—Hawái —dijo—. Íbamos a ir de luna de miel a Hawái.
Debo haber hecho una mueca sin darme cuenta. 137
Me encantaba trabajar con Iris. No solo aprendía nuevas facetas del negocio
cada vez que me involucraba en un proyecto, sino que también sentí una verdadera
conexión de mujer a mujer con ella. Cuando preguntaba cómo iban las cosas, creía
que realmente quería escuchar la respuesta, a diferencia de la mayoría de las
personas.
Acabábamos de terminar de recopilar los números financieros trimestrales para 138
—Umm. Bueno.
—Que tengas una noche maravillosa, Reed.
—Tú también.
Extreme Climb no había cambiado mucho en los dos años que había estado
ausente. El mega gimnasio se concentraba más en clases de escalada en interiores
que en ventas de equipo, y aunque tenían más de tres mil metros cuadrados
escarpados y tres paredes de entrenamiento, uno de los cuales llegaba a doce
metros, el lugar siempre estaba lleno.
El chico de la recepción se acordó de mí. Había hecho algunos de sus viajes de
escalada cuando comencé.
—Eastwood, ¿verdad?
Nos sacudimos las manos.
—Buena memoria. Desafortunadamente, la mía no es tan fuerte.
Sonrió.
—No hay problema. Es Joe. No te he visto en mucho tiempo. ¿Lesión?
—Nah. Solo tomé un descanso.
—¿Vuelves para una lección de repaso? Es noche de principiantes.
Probablemente no quieras golpear la pared de más de siete metros con ellos. Pero
el escalador trasero está abierto si quieres. Puedo conseguir que uno de los
muchachos te vea.
—Tal vez otra noche. Me detuve para recoger un casco para un regalo.
—Acabamos de recibir el nuevo casco de Petzl Trios hoy en negro. —Silbó—.
La cosa es dulce. Aún no está a la venta, pero puedo conseguirte uno para que lo
veas si quieres.
—Sí. Eso sería genial.
—Dame unos minutos. Si quiere divertirse mientras tanto, ve a ver la clase para
principiantes. Tenemos unos cuantos que se ataron el casco al revés. Debería ser
divertido verlo.
143
Me reí.
—Tal vez lo haga.
Cuando Joe desapareció, deambulé por ahí. Ver a todo el mundo trepando por
las paredes, o emocionado por su primer intento, me hizo recordar cuánto solía amar
este deporte. Tal vez debería intentarlo de nuevo.
Un grupo de chicos estaban reunidos en la pared de principiantes, mirando
hacia arriba mientras una mujer subía. Estaba casi en la parte superior de la pared
corta, a unos seis metros de la subida de siete metros sesenta, y llevaba pantalones
cortos de color rosa intenso que mostraban una parte trasera en forma de corazón
desde la parte inferior. Pensé que esa era la causa de las sonrisas gigantes que
llevaban. Hasta que oí el gemido.
Cada vez que la mujer escaladora alcanzaba la siguiente estaca, soltaba un
sonido que era un extraño híbrido de quejido, gemido y suspiro. Algo así como
Venus Williams en un partido de tenis, excepto que mucho más sexy. Claramente no
era intencional, porque la mujer se estiraba y se esforzaba al máximo por llegar a la
cima. Pero eso no hizo que el sonido fuera menos sensual. Ella se estiró de nuevo, y
el gemido sensual se disparó directamente a mi polla. Maldita sea. Había pasado
mucho tiempo desde que había escuchado ese sonido. Demasiado tiempo. Por
alguna razón, hizo que mi cerebro pensara en Charlotte. Apuesto a que ella haría
algunos grandes sonidos en la cama y también era bastante desinhibida. Toda esa
locura reprimida probablemente traducida en un infierno en la cama.
La mujer se las arregló para escalar unos cuantos metros más y agarrarse a la
cima de la escalada con un último y fuerte gemido. Se estiró y tocó la campana en
la parte superior. El grupo de chicos que miraban a unos pocos metros de distancia
aplaudieron y gritaron. El más alto del grupo dijo:
—Maldición. Voy a invitarla a salir. Apuesto a que suena tan bien debajo de mí
como lo hace por encima de mi cabeza. —Aunque yo no era mejor que él, de pie,
allí mirando fijamente el trasero de la mujer mientras pensaba en cómo podría sonar
otra mujer en la cama, el comentario del chico me enfureció.
Mi atención se desvió de nuevo hacia la escaladora cuando gritó un sonoro
woo-hoo y agitó los brazos en el aire como si acabara de escalar el Monte Everest.
Esa voz.
Oh, no.
Mierda.
No podría ser...
La mujer vitoreó una vez más.
Pero fue... 144
Reconocería ese grito en cualquier parte.
Ella comenzó a descender. Observé con asombro, todavía incapaz de creer que
fuera ella.
—¿Charlotte? —Mi voz sonó más fuerte de lo que pretendía, prácticamente
haciendo eco.
Se giró para mirarme, deteniéndose por un momento para recuperar el aliento
antes de perder completamente su enfoque y aterrizar en una posición retorcida.
—Ow... ¡Ay!
¡Mierda!
Corrí hacia ella, luego me arrodillé.
—¿Estás bien?
Ella me miró aturdida, sus ojos azules brillando.
Dios, es hermosa. Incluso cuando está hecha un desastre.
—Qué... ¿qué estás haciendo aquí?
—¿Puedes mover tu pierna?
—Es mi tobillo y mi pie en su mayoría. Pero todo duele.
Un par de empleados nos rodearon.
—¿Necesitas ayuda?
Negó con la mano.
—No, estaré bien.
—Podemos llamar a una ambulancia. ¿Estás segura? —preguntó uno de ellos.
—Sí. —Se volvió hacia mí—. No me contestaste. ¿Qué estás haciendo aquí?
¿Por qué estaba tan preocupada por eso cuando apenas podía moverse?
—¿Es eso realmente relevante? Iris me envió aquí para hacer un recado para
ella.
—Eso es extraño. Le mencioné que venía aquí. ¿Por qué no me lo pidió a mí?
Tengo mis teorías.
Cuando ella trató de mover su tobillo de nuevo, se encogió.
—Ay.
—Será mejor que te revisen. Te llevaré al hospital. ¿Puedes levantarte?
Soplando un suspiro, dijo:
—Averigüémoslo.
145
Ofreciéndole mi mano, la ayudé a levantarse lentamente.
Charlotte inmediatamente se estremeció cuando intentó caminar.
—Esto no es bueno. —Se apoyó en mí mientras cojeaba.
La hice esperar en la entrada mientras iba a buscar mi auto.
Al ayudarla a subir al vehículo, dije:
—Me sorprende que hayas perdido el control tan fácilmente. Te estaba
mirando antes de que sucediera, antes de darme cuenta de que eras tú. Tu balance
era bastante impresionante.
—Bueno, si hubiera sabido que me estabas mirando, estoy segura de que mi
concentración hubiera sufrido. Y perdí el control porque me asustaste cuando
gritaste mi nombre. No se suponía que estuvieras allí.
Caminé hasta el asiento del conductor y luego dije:
—Tal vez quieras considerar usar algo menos revelador. Tenías un grupo de
animadores admirando tus pequeños pantalones.
—¿Eras uno de ellos? —Arqueó una ceja, luego movió su asiento hacia atrás
antes de levantar su pierna en mi tablero.
Diablos sí, lo era...
Me negué a reconocer su pregunta.
Ella rió.
—La respuesta está en tu silencio, Eastwood.
Entrando y saliendo del tráfico, dije:
—Soy tu jefe, Charlotte. Todo lo que tendría que hacer es decirte que te estaba
admirando de esa manera, y podrías ir tras de mí por acoso sexual.
—Nunca te haría eso, jamás.
Le creía. Charlotte no estaba tratando de atraparme. Tampoco era una
oportunista. A veces desearía que lo fuera, así podría encontrar algún tipo de defecto
real en ella.
Mantener mis ojos en la carretera siempre era un desafío con Charlotte en el
auto.
La miré de reojo.
—Escalada en roca, ¿eh? ¿Justo después de que te dije que escalaba? Original.
Veo que tus tendencias acosadoras todavía están en plena vigencia. ¿Quieres
146
decirme que esto fue una coincidencia?
—En absoluto. Me diste la idea. No tengo ningún problema en admitir eso.
Pensé que si te gustaba, debía valer la pena, ya que hay tan poco que pareces
disfrutar.
Me reí.
—¿En qué basas esa opinión?
—Trabajas largas jornadas y luego te vas a casa. Hay poco espacio para otra
cosa.
—¿Cómo sabes lo que hago después de irme a casa por la noche?
—Bueno, estoy al tanto de toda tu agenda en su mayor parte. Asumo que no
hay mucho tiempo para actividades extracurriculares basadas en tus horas. También
trabajas en muchas exhibiciones de fin de semana.
—Si quisiera que algo se te pase, lo haría, Darling.
—Darling como en mi apellido, con una gran D y no una pequeña d, ¿verdad?
Eso está bien, me gustan las grandes D8.
Ella no acaba de decir eso.
Apuesto a que sí, Charlotte. Y en otra vida, tal vez te lo daría a ti.
147
8
Hace referencia a penes, dick en inglés.
Charlotte
R eed me llevó a la sala de emergencias de New York–Presbyterian. Había
salido para atender una llamada telefónica cuando el médico entró a la
habitación.
—Los resultados de su radiografía indican que es solo un esguince. Tiene
mucha suerte, señorita Darling. —Le entregó el papeleo a la enfermera a cargo.
—Entonces, ¿qué tengo que hacer?
—No pises por un par de días. Te dejaré con esta bota y muletas. —Me ayudó
a meter el pie en la bota antes de salir de la habitación.
Reed se cruzó con el médico al volver del pasillo.
—¿Te importaría ayudarme a levantarme de la cama? —pregunté.
148
Miró a mi bota, luego a mí.
—Por supuesto.
—Gracias.
Extendió su mano. La tomé, amando egoístamente que había tocado a Reed
más en las últimas dos horas que en todo el tiempo que lo había conocido. Se veía
particularmente sexy en este momento, también. Su cabello estaba un poco revuelto,
y se había aflojado el cuello en la parte superior. Había venido a Extreme Climb
directamente del trabajo en su traje y corbata, pero en el transcurso de la noche, se
había deshecho un poco. Me encantaba el Reed desaliñado.
—¿Qué dijo el doctor?
—Dijo que era un... —Dudé, decidiendo distorsionar la verdad—. Dijo que no
debo pisar durante al menos unas cuantas... semanas. Tal vez. —La enfermera que
había estado preparando mis papeles de alta me miró por detrás de los hombros de
Reed. Ella sabía que estaba mintiendo, pero no me lo arruinó.
Fue una decisión impulsiva exagerar la verdad. Me sentí mal por mentir sobre
el período de tiempo de recuperación, pero pude justificarlo en mi cabeza porque
me estaba ayudando a acercarme a Reed. Me encantaba la atención que recibía de
él, y simplemente no estaba lista para que terminara.
—Mierda. Está bien —dijo, frotándose la barbilla—. ¿Qué puedo hacer para
ayudarte?
—Puedes llevarme a mi apartamento.
—Sí. Bien. Vamos a llevarte a casa.
a juego.
Reed parecía dudar en entrar por completo en mi sala de estar. Se detuvo a
unos pocos metros de la puerta.
—Puedes tomarte tanto tiempo libre del trabajo como necesites —dijo.
—Gracias. Pero sigo planeando ir a trabajar. Solo debo cuidar no apoyar el pie.
Aunque podría necesitar que me lleven a la oficina.
—Puedo arreglar eso. —Se metió las manos en los bolsillos mientras seguía de
pie cerca de la entrada—. ¿Tienes hambre?
—Sí. Mucho.
—Puedo recoger algo de cenar y traértelo de vuelta.
—¿Te quedarás y comerás conmigo?
—¿Necesitas que me quede?
—Siento que lo hago, sí. No tengo ganas de estar sola.
Parecía pensativo, luego suspiró.
—Entonces me quedaré por un rato.
Dejando escapar un suspiro, dije:
—Gracias.
—¿Qué te apetece?
—Cualquier cosa está bien.
—Eso no es de mucha ayuda, Charlotte.
—Solo consigue lo que tú quieras.
Reed parecía frustrado conmigo y de repente se dirigió hacia mi cocina, que
daba a la sala de estar.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Voy a ver lo que tienes en tu cocina.
Estaba hurgando en mis gabinetes. Esto se sentía surrealista.
¡Reed está en mi cocina!
Sacó pasta de cabello de ángel, una lata grande de tomates pelados, especias
y un frasco de aceitunas kalamata.
Me miró por encima del hombro.
—¿Tienes ajo fresco?
150
—Sí. Lo guardo bajo el fregadero.
—¿Vino tinto?
—En el estante de vino en la esquina.
—Está bien, puedo trabajar con esto.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿De verdad vas a cocinar?
—¿Por qué no?
—No te vi como del tipo que cocina.
—No te vi como una escaladora de roca.
—Aparentemente no soy muy buena.
—Lo estabas haciendo bien... hasta que no lo estabas. —Me miró, mostró una
sonrisa rara pero genuina, y luego dijo—: Cocino para mí bastante.
—Estoy impresionada.
—Cuando llego a casa por la noche, normalmente no tengo ganas de salir otra
vez, así que he aprendido a cocinar. Lo disfruto a veces.
Me tumbé en el sofá en mi absoluta gloria, viéndolo moverse mientras cortaba
con las mangas arremangadas. Cada movimiento de su cuerpo era un deleite para
mis ojos mientras rociaba aceite de oliva, revolvía y tiraba la pasta en una sartén. El
intenso aroma olía muy bien, mejor que cualquier cosa que había olido antes en mi
cocina. Él había abierto la ventana, dejando entrar una delicada brisa nocturna. Una
punzada de tristeza me golpeó. Realmente extrañaba tener un hombre cerca, a pesar
de que nunca había tenido uno que cocinara para mí. Todd habría pedido comida
para llevar. A diferencia de mi ex, Reed no tenía miedo de arremangarse, ensuciarse
las manos. Me encantaba eso de él.
Pude ver que estaba sirviendo dos porciones.
—¿Debería ir a la mesa?
—No. Quédate donde estás. Te lo llevaré.
La noche seguía mejorando. Reed puso una copa de vino en la mesa de café y
me entregó mi plato.
—Esto se ve increíble. ¿Qué es?
—Mi versión de la pasta picante puttanesca. Espero que puedas soportar un
poco de fuego.
—Puedo manejar más que un poco.
Reed esbozó otra sonrisa. Definitivamente se estaba aflojando.
151
—Debería lastimarme más a menudo si eso significa recibir este tipo de
tratamiento. —Le guiñé un ojo.
Se sentó en la silla frente a mí.
—Me siento parcialmente responsable de tu accidente, así que estoy feliz de
hacerlo.
—Simplemente dijiste mi nombre. Fui yo quien se asustó al verte allí.
Tomó un bocado de pasta y luego dijo:
—Ciertamente incitamos reacciones muy extrañas entre nosotros, ¿no?
—Sí, pero lo disfruto... Incluso cuando me envías tus pequeñas notas de odio
azul. Disfruto cada minuto de discutir contigo.
Reed dejó de masticar por un momento. Casi parecía que le dolía oírme decir
eso. Se aclaró la garganta.
—Déjame traerte una servilleta.
Le impedí que se levantara.
—No. Estoy bien. —Se sentó de nuevo.
—Parece que quieres decir algo, Charlotte. —Reed parecía saber que había
algo en mi mente.
Lo había. Una pregunta que me había estado carcomiendo. No era asunto mío,
por supuesto, pero le preguntaría de todos modos.
—¿Por qué te llamó Allison por una luna de miel que nunca tomaste?
Reed hizo una pausa y colocó su tenedor hacia abajo, y tintineó contra el plato.
—Pagamos por todos los arreglos, y el resort no devuelve el dinero. Nos dieron
un crédito por una estadía en uno de sus locales. Allison ha insistido continuamente
en que yo sea quien lo use.
—Porque ella lo terminó. ¿Así que siente que te lo mereces?
—Sí. Evidentemente el crédito expira en tres meses. No podría importarme
menos y no tengo tiempo. Le dije que lo usara o dejara que expirara.
—Úsalo, Reed. Haz el tiempo.
—No usaría ese crédito incluso si tuviera el tiempo —dijo bruscamente.
Pensándolo bien, probablemente me habría sentido de la misma manera si
Todd y yo hubiéramos planeado un viaje antes de que todo se derrumbara. Teniendo
en cuenta lo fuertes que eran los sentimientos de Reed hacia Allison, tenía sentido
que no quisiera ir a lo que habría sido su luna de miel. De repente me sentí mal por
sugerirle que se fuera. 152
—Lo entiendo. Tienes razón. Siento haberme entrometido.
Levantó una ceja.
—¿Lo haces?
—En realidad no. —Sonreí—. Aunque todavía no sé qué pasó con ella, porque
no me contarás, para que conste, creo que cometió un gran error.
—No, no lo hizo. Esquivó una bala. —De repente se levantó y llevó mi plato
vacío a la cocina.
Bueno. ¿Qué fue eso?
Pasó un rato antes que volviera a la sala de estar. Se acercó a la ventana y miró
por un momento antes de recoger una de mis fotos enmarcadas.
Alcancé mis muletas y me acerqué a él.
—¿Son estos tus padres? —preguntó. Su espalda estaba hacia mí.
—¿Qué te dio la idea? ¿El cabello negro azabache? —bromeé—. Lo son. Frank
y Nancy Darling. Los mejores padres que podría haber pedido.
—Ellos parecen... agradables en esta foto, pero sí, claramente se ven diferentes
a ti. —Se giró para mirarme y me sorprendió cuando dijo—: Me di cuenta de que
agregaste algo interesante a tu Lista Al Diablo el otro día.
—Espiando mi lista, ¿verdad?
—Lo que hay en mi servidor es mío, Darling, con una gran D. No es espiar.
—Sí, agregué algo que había estado posponiendo.
—Quieres saber de dónde vienes.
Sabía que esa adición a mi lista era muy diferente a todas las demás.
Últimamente, descubrir exactamente quién soy se había convertido en un foco para
mí. Había perdido un poco de mí misma cuando estaba con Todd, tratando de
encajar en su carrera, su estilo de vida, sus pasatiempos, en lugar de lo que me hacía
feliz. Y no podía averiguar exactamente quién soy sin saber de dónde vengo.
—Algún día, me gustaría, sí. Lo agregué allí, aunque realmente es más de la
lista de cosas por hacer que del material de la lista de al diablo. No es exactamente
algo que pueda hacer en un día, ni es necesariamente uno de los puntos más
agradables para mí.
—Bueno, creo que es valiente. Quienquiera que sean... se asombrarían al ver en
quién te has convertido.
—Gracias. Y aquí yo que pensaba que pensabas que estaba loca.
153
—Estás loca... pero también tienes muchas cualidades atractivas.
—Gracias.
Pasaron unos momentos de silencio antes que él preguntara:
—¿Cuánto sabes sobre el día que te encontraron?
—Puedes buscar en Google “Bebé Poughkeepsie Iglesia Saint Andrew's”.
Encontrarás toda la información en repostajes de noticias antiguas. Y eso es todo lo
que sé. Era bastante interesante en ese momento. Pero hasta el día de hoy, nadie
sabe quién me dejó allí.
—Eso es fascinante.
—Supongo.
Reed pudo sentir que realmente no quería hablar de eso y cambió de tema.
Probablemente era lo único en mi vida que no tenía ganas de discutir. En el fondo,
sabía que tenía problemas de abandono. Pero vivir en la negación siempre hacía más
fácil abordarlos.
—Entonces, ¿dónde haces tus esculturas?
Agarré mis muletas e incliné la cabeza para que me siguiera.
—Vamos, te lo mostraré.
—No deberías estar moviéndote —regañó.
—Está bien.
Lo llevé a lo que técnicamente solía ser mi dormitorio. Reed pareció asombrado
al descubrir que en realidad ya no era un dormitorio.
Una sábana yacía en el suelo. Una rueda de cerámica estaba en el centro de la
habitación. Mi cama, que estaba cubierta de basura, fue empujada contra la pared.
Estantes circundantes contenían piezas pintadas y sin pintar.
—¿Dónde duermes?
—El sofá de la sala se convierte en una cama muy bonita. Recientemente, he
convertido mi habitación en un espacio de arte. Algún día tendré un dormitorio y un
cuarto de cerámica, pero por ahora así es como tiene que ser.
Dio vueltas, mirando mis piezas.
—¿Obviamente hiciste todo esto?
—Síp.
—¿Mencionaste una vez que fuiste a la universidad por el arte?
—Fui a la Escuela de Diseño de Rhode Island en Providence por un año. Pero
terminé abandonando.
154
—¿Por qué?
—Me di cuenta de que parte de la belleza de ser un artista no es que te
presionen para crear. Y cuando esa presión se puso sobre mí, ahí fue donde
básicamente terminó mi creatividad. Me gusta tirar arcilla cruda en la rueda y ver
qué pasa. Un cuenco a menudo se transforma inesperadamente en un jarrón y
viceversa. A veces mi trabajo se convierte en un pedazo inútil de basura, y otras
veces, en algo hermoso.
—Como el que hiciste para Iris y te hice romper. Ese fue uno de los buenos,
¿verdad?
—Por desgracia, sí.
—No me extraña. —Sonrió. La sonrisa de Reed era como un regalo. Era raro,
pero cuando sucedía, me consumía totalmente durante tantos segundos como
duraba—. ¿Tienes una pieza favorita? —preguntó.
—Te sorprenderías. —Me moví lentamente hacia la esquina de la habitación
para recoger un pequeño tazón—. Este, en realidad. Al principio no parece mucho,
pero si te fijas bien y te familiarizas con él, verás que está perfectamente equilibrado.
Pequeño, no llamativo pero colorido. Realmente exquisito.
—Sí —dijo, mirándome profundamente a los ojos. La temperatura en la
habitación se sentía como si estuviera aumentando—. Honestamente, no tenía idea
de que fueras tan hábil. Es muy impresionante.
—Vaya, he impresionado a Reed Eastwood.
—No es fácil de hacer.
—No lo es.
La expresión normalmente endurecida de Reed se había vuelto totalmente
suave. Sus ojos buscaban los míos, y sentí algo indescriptible pero muy fuerte entre
nosotros en ese momento. Su cuerpo estaba cerca, y sentía como si pudiera haberse
inclinado y besarme fácilmente. Tal vez eso fue solo porque quería que él me besara
desesperadamente. Esta noche habíamos alcanzado un nivel de intimidad que no
había existido antes. Quizás eso hizo la necesidad física aún más intensa.
Podía sentir su respiración un poco cuando dijo:
—Será mejor que te sientes y levantes el pie.
155
Reed
M e sentí enfermo.
Creo que podría haber sido una reacción al polvo de duendecillo
de Charlotte o cualquier hechizo que me estuviera lanzando.
La había llevado a la oficina durante los últimos días. Mi problema no era que
no quería hacerlo; era lo contrario. Esperaba el viaje más largo de la mañana mientras
ingería su aroma. Esperaba con ganas su risa y su ridícula necesidad de ir a dos
lugares diferentes para el desayuno, uno para el café y otro para el tipo especial de
muffin.
Este sentimiento me había seguido desde la noche de su pequeño accidente.
En su apartamento, cuando estábamos hablando de su misterio de nacimiento, había
visto una vulnerabilidad en sus ojos que nunca había notado. Y cuando me llevó a
su sala de arte, su talento me había dejado pasmado. 156
Cuando llegué a casa esa noche, no pude dejar de pensar en ella y pasé una
hora buscando en Google “Bebé Poughkeepsie Iglesia Saint Andrew's”.
Probablemente solo había una cosa más linda que la actual Charlotte Darling,
y era su versión querubín de rostro sonrojado de hace veintisiete años. Podría haber
impreso la foto y haberla escondido. Y me llevaría ese hecho conmigo a la tumba.
La historia era casi exactamente como la había descrito, un misterio total. Se
encontró a un bebé envuelto en una canasta y se le dejó frente a la rectoría de la
iglesia. La persona tocó el timbre de la puerta y corrió, dejando a bebé Charlotte en
manos de la iglesia, luego del estado, antes de que finalmente terminara en manos
de sus padres adoptivos.
Tal vez fue por la belleza de la niña, pero la noticia se mantuvo en los titulares
durante algún tiempo, siguiendo la difícil situación de Charlotte desde el principio
hasta que fue adoptada seis meses después.
Cuando me senté en mi oficina pensando en Charlotte, ella pasó caminando,
cargando algunos paquetes. Noté que estaba caminando perfectamente bien, sin
cojear. Justo esta mañana, ese no era el caso.
Hmm.
Me hizo preguntarme si estaba jugando algún tipo de juego conmigo.
Decidí enviarle un mensaje.
Reed: A juzgar por cómo acabas de llegar a mi oficina, parece que tu
tobillo está mucho mejor. Supongo que mañana no necesitarás que te lleven.
Charlotte: LOL. Pensé que se suponía que estarías en una reunión de
almuerzo en el Upper West Side.
Reed: Cancelado.
Charlotte: Ah, bueno, sí, estoy mucho mejor. Los paseos en la oficina han
sido muy útiles. Si bien he disfrutado de tu encantadora personalidad matutina,
tienes razón. Creo que puedo valerme por mí misma ahora. El tiempo de
recuperación ha superado con creces mis expectativas.
Reed: También las mías, tanto, que parece totalmente increíble. En
cualquier caso, me alegra ver que te sientes mejor. Supongo que ahora puedes
ir a buscar mis cosas a la tintorería. Tengo algunas camisas que necesitan ser
recogidas de los limpiadores de la calle Union.
Aunque las tareas de poca importancia, como traer un café, formaban parte de
la descripción técnica del trabajo de Charlotte, rara vez le pedíamos que hiciera cosas
así. La mayoría de sus responsabilidades la mantuvieron en la oficina o en
157
exhibiciones. Su papel en la empresa se fue expandiendo. Así que estaba jugando
con ella al pedirle que recogiera mi tintorería.
Charlotte: Estaría feliz de recoger tus camisas. ¿Están preparados?
Reed: Solo estaba bromeando. Puedo recoger mi propia tintorería. No
necesitas hacer eso.
Charlotte: Oh.
Unos momentos después, apareció en mi puerta. Su rostro estaba enrojecido,
y parecía que tenía algo importante en su mente.
—¿Puedo entrar?
—No tienes que preguntar. —Pude ver que Charlotte estaba definitivamente
nerviosa. Me quité las gafas y las coloqué en el escritorio—. ¿Qué pasa? —Cerró la
puerta y sus tacones chasquearon mientras se acercaba lentamente a mi escritorio—
. ¿Está todo bien, Charlotte?
—Sí. —Se frotó las palmas de las manos en la falda—. Estoy nerviosa por
preguntarte algo. Pero me dije que lo iba a hacer de todos modos.
—Bueno…
—Me preguntaba… si a te gustaría… bien…
—Solo dilo.
Charlotte se miró los pies.
—Últimamente me he estado diciendo a mí misma que voy a hacer un mayor
esfuerzo para perseguir lo que quiero en la vida, tomar el toro por los cuernos, si
quieres llamarlo así. Y bueno… realmente me gusta tu compañía. Me preguntaba si
querrías salir conmigo en algún momento fuera del trabajo. —Dejó escapar un largo
suspiro—. En una cita.
Sentí como si todo mi aliento dejara mi cuerpo.
Yo. No. Estaba. Esperando. Esto.
Charlotte me estaba pidiendo una cita.
Estaba loca. Y era tan jodidamente adorable.
Y quería decir que sí. Dios, cómo quería decir que sí, más que cualquier cosa
que hubiera querido en mucho tiempo.
Pero sabía que no podía alentarla, por mucho que disfrutara del tiempo con
ella. Tanto como estar cerca de ella me hacía feliz. Tan malditamente hermosa como
creía que era.
Mi falta de respuesta la hizo retroceder.
158
—Oh, Dios mío, Reed. Olvida que dije algo. Era solo una cosa impulsiva.
Realmente disfruté nuestro tiempo juntos esta semana, y te encuentro… muy
atractivo… y algunas veces me miras como si pudieras sentir lo mismo y toda esa
experiencia de la tanga en mi oficina esa noche… Era raro pero sexy y yo solo pensé
que tal vez...
—No puedo, Charlotte. Lo siento. Simplemente no puedo salir con nadie en
este momento. Las razones son demasiado complicadas. Pero debo decir que tiene
todo que ver conmigo y absolutamente nada que ver contigo. Creo que eres
increíble. Necesitas saber eso.
—Está bien. —Solo siguió asintiendo repetidamente—. Bueno. ¿Podemos
olvidar que pregunté esto, entonces?
—Totalmente olvidado.
Se dio la vuelta y básicamente huyó.
Cuando se fue de mi oficina, mi corazón se sintió como si hubiera sido
arrancado de mi pecho. Lo que acababa de hacer tuvo un montón de agallas. Sabía
que no importaba lo que dijera, de alguna manera lo tomaría personalmente, y eso
me mató. Me sentí muy mal. Ella no podía imaginar cuánto deseaba haber dicho que
sí.
Y su audacia… eso fue tan malditamente sexy. Saber que ella lo deseaba hacía
que fuera aún más difícil aceptar que no iba a poder tenerla.
A medida que avanzaba la tarde, no podía dejar de obsesionarme por haber
herido a Charlotte de alguna manera. Me pregunté si habría una solución alternativa,
si hubiera una manera en la que pudiera pasar tiempo con ella fuera del trabajo, pero
donde no se percibiera como una cita.
En el fondo, sabía que estaba cometiendo un error. Pero si procuraba que
nunca nos encontráramos a solas, ¿cuál sería el daño de pasar algún tiempo juntos?
Una vez más, en el fondo, sabía que esto era una tontería, pero de todos modos
me dirigí a su oficina.
—Charlotte, ¿puedo hablarte un momento?
Parecía especialmente escéptica.
—Bueno…
Acercando una silla frente a su escritorio, dije:
—Estaba pensando en lo que me preguntaste antes, y me preguntaba si… tal
vez en lugar de una cita, estarías interesada en pasar tiempo conmigo de otra
manera, más como amigos. 159
—¿Qué quieres decir?
Hacer que Charlotte se sienta mejor después de mi rechazo anterior fue mi
prioridad número uno. Sabía que en algún nivel esta proposición estaba
complicando la situación aún más. Pero quería recompensar su brutal honestidad
con algo, incluso si significaba un destino tentador.
—Me encantaría tener tu ayuda para abordar un par de puntos en mi lista de
deseos, es decir, la escalada en roca para comenzar, ya que eres una experta y todo
ahora. Estoy hablando de escalada al aire libre. Hay un lugar en Adirondacks con
instrucciones guiadas. Puedo enviarte la información. Podríamos ir este sábado.
Habría que pasar la noche. Habitaciones separadas, por supuesto. ¿Estarías
interesada?
Mi teléfono celular zumbó cuando cerré la puerta el viernes por la noche. Eran
más de las siete, y la oficina estaba en silencio. Incluso Charlotte había salido a
tiempo hoy para variar. Aunque eso no me impediría tomar mi ruta indirecta solo
para poder pasar por su oficina.
Cerré la puerta con llave y saqué mi teléfono vibrante del bolsillo. El nombre
de Josh Decker apareció en la pantalla. Josh era un detective retirado de la policía
de Nueva York que se convirtió en un investigador privado que revisó los
antecedentes de todos nuestros empleados. Desafortunadamente, nos habíamos
quemado hace años cuando contratamos a un agente de bienes raíces sin un control
suficiente, y básicamente usó Eastwood Properties como un frente para obtener
acceso a los apartamentos y el robo de nuestros clientes adinerados. Nuestros
métodos ahora eran tan extensos que a veces sentíamos que estábamos cruzando
una línea y entrometiéndonos en la privacidad de un posible empleado.
—Hola, Josh. ¿Qué está pasando?
—Lo mismo de siempre, lo mismo de siempre. Trabajando hasta tarde, así que
tengo una excusa para no comer la cazuela de atún de Beverly.
—¿Y si ella te guarda las sobras?
—Oh, siempre lo hace. Y lo tiraré en el contenedor fuera de mi edificio antes
de entrar. Intenté alimentar a los vagabundos fuera de mi oficina una vez, pero ni los
gatos hambrientos comían la cazuela de atún de Beverly.
160
Me reí.
—¿Cómo fue la investigación de Erickson? —Le pedí a Josh investigar un nuevo
agente de arrendamiento potencial.
—Está bastante limpio. Obtuvo un arresto por fumar en la universidad que fue
borrado de su expediente.
—Borrado, ¿eh? ¿No significa eso que está borrado de su registro? Sin
embargo, aquí estás, contándome sobre eso.
—No hay tal cosa como limpio, limpio. Siempre hay huellas dactilares, hijo.
Giré a la izquierda y caminé por el pasillo de camino a la salida de la oficina,
disminuyendo la velocidad cuando me acercaba a cierta puerta cerrada. CHARLOTTE
DARLING. Me detuve y leí la placa dorada en su puerta. Lo que me hizo preguntarme
acerca de lo que había agregado a su Lista Al Diablo últimamente.
—Josh… déjame preguntarte… ¿crees que podrías encontrar a los padres
biológicos de alguien?
—Encontré al padre de una clienta hace unos meses. Había vendido su esperma
durante la universidad hace veinte años y hoy no tenía hogar, viviendo bajo un
caballete en Brooklyn.
Vaya. Me quedé mirando el nombre de Charlotte mientras lo debatía por un
minuto.
—Tengo un trabajo para ti. Necesito encontrar a alguien. Es personal, fuera de
Eastwood Properties. Así que querría que se mantuviera discreto. Sin mencionarlo a
mi abuela ni a nadie. Especialmente no a nuestro personal administrativo. ¿Es eso un
problema?
—Discreto es mi segundo nombre. Envíame un correo electrónico desde tu
cuenta personal y dame los detalles.
—Lo haré. Gracias, Josh. —Colgué y pasé mi dedo por la placa de
identificación—. Parece que podríamos descubrir quién eres realmente, Charlotte
Darling.
161
Charlotte
T oda mi ropa estaba en un montón gigante sobre el sofá cuando Reed tocó
el timbre para recogerme el sábado a las cinco treinta de la mañana.
Presioné el intercomunicador antes del botón para desbloquear la puerta de abajo.
—Voy un poco tarde. Sube y toma algo de café.
Abrí ligeramente la puerta principal de mi apartamento y regresé a la búsqueda
frenética del atuendo perfecto para ponerme. Quería lucir bien, tal vez un poco sexy,
pero no quería que luciera como que estuviera intentado lucir sexy. Luego estaba la
complicación adicional de que el atuendo tenía que ser apropiado para escalar una
maldita montaña.
Reed tocó la puerta antes de entrar. Pasé junto a él en la cocina portando un
rostro frenético y me dirigí al baño para conseguir unos elásticos para el cabello.
Debió leer mi humor, porque sus palabras fueron dichas con precaución. 162
No había pensado realmente en cómo sería el día de Reed al escalar con una
principiante. Supongo que únicamente nos imaginé escalando el Everest hoy, más
que aprender a escalar en exteriores, que era lo que estábamos haciendo realmente. 164
Dado que el grupo al que nos había apuntado era para principiantes, pasamos toda
la mañana aprendiendo las técnicas básicas de escalar, cómo descender a rappel y
asegurarnos. Tomamos un descanso para el almuerzo sin que nadie escalara más de
metro y medio durante la práctica.
—Me siento terrible. Estás atrapado escuchando todo este entrenamiento
cuando podrías estar haciendo escalada de verdad. —La compañía de recorrido con
quienes estábamos trajo bolsas de almuerzo para todos y Reed y yo nos habíamos
ido a sentar a una gran roca plana alejados del grupo para comer.
—Está bien. No he escalado en un tiempo. Es un deporte en que
definitivamente quieres pecar en el lado de la precaución, así que un curso de
actualización no puede hacer daño.
Desenvolví un sándwich de jamón con queso. Reed había elegido pavo y el
suyo también lucía realmente bien.
—¿Te gusta el jamón? ¿Quieres comer mitad y mitad?
—Seguro.
Tomé un gran bocado.
—Oh, Dios mío. ¿Esta es la cosa más deliciosa que alguna vez haya probado o
simplemente estoy muerta de hambre?
Reed sonrió.
—La escalada en exteriores da mucha hambre. Puedo estar en el interior
escalando una pared de roca durante horas y estar tan tranquilo. Pero si hago una
escalada aquí afuera, acabo hambriento. Debe ser el aire fresco junto a la excitación
de no tener rocas sintéticas fijadas a las cuales agarrarte.
Tenía razón. Apenas había escalado unos cuantos metros durante la sesión de
entrenamiento de la mañana y fue complemente emocionante.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que escalaste?
—Cerca de dos años, tal vez.
—¿Qué te hizo tomar un descanso?
Algo en el rostro de Reed cambió. Había cambiado de despreocupado y abierto
a tenso y apartado con una simple pregunta.
—Era hora —dijo.
Dado que no tenía hacia donde correr hoy, presioné.
—Eso ha sido vago. ¿Qué te parece una respuesta más específica?
Metió un pedazo gigante de sándwich en su boca. Definitivamente comprando
165
tiempo para responder. Mantuve mis ojos en él, dejándole saber que esperaría por
su respuesta. Además, la forma en que su manzana de Adán rebotaba de arriba abajo
cuando tragaba era realmente sexy de observar.
—Ha habido un montón de cambios en mi vida durante el último año, así que
supongo que escalar ha quedado desplazado a un segundo plano.
—¿Te refieres a que fue debido a Allison?
—Entre otras cosas, sí.
—¿Qué otras cosas?
—Charlotte... —Reed me golpeó con ese tono de advertencia.
—No digas mi nombre de esa manera. Se supone que somos amigos,
¿recuerdas? Esto es lo que hacen los amigos. Hablan. Comparten.
—Un chico y una chica no se sientan y hablan sobre sus vidas y se cuentan
secretos a menos que sean una pareja.
Enderecé mi columna.
—Entonces, finge que soy un amigo.
Los ojos de Reed cayeron hacia mi escote, luego regresaron a los míos.
—Eso no es posible.
Suspiré ruidosamente.
—¿Sabes lo que sucede cuando la gente se abre con los demás?
Reed no respondió, así que continúe con una demostración. Junté mis manos
tan cerca como si estuviera sosteniendo una pelota dentro de ellas.
—Esto es alguien que es reservado. Nadie puede entrar. Pero tampoco nada
puede salir. —Abrí mis manos y las mantuve pegadas como si estuviera esperando
a que alguien colocara algo sobre ellas—. Ves. Está abierto... puede que dejes entrar
a alguien que no estabas esperando, pero... también permite que la gente que tienes
atorada dentro, se vaya.
Reed me miró fijamente por un largo rato, luego, abruptamente, se levantó.
—Voy a dar un paseo. Estaré de regreso antes que la sesión de la tarde
comience.
Reed regresó justo cuando estábamos reuniéndonos de nuevo como grupo. Lo 166
que asumí era el punto. No podía incitarlo enfrente de una docena de otras personas.
Bueno, podría... pero estaba razonablemente segura de que no lo haría.
Se paró justo detrás de mí mientras el instructor hablaba sobre la primera
escalada que íbamos a hacer. Mi piel hormigueaba y no tenía nada que ver con la
temperatura. El hombre tenía un gran efecto en mí. Y estaba segura de no estar sola
en eso. Sabía que había veces que su cuerpo también reaccionaba a mí. La única
diferencia era que yo no quería pelear contra ello. Había sido decepcionada por
alguien que me importaba, justo como él, aun así, todavía quería explorar lo que
estaba sucediendo entre nosotros.
Sentí su caliente respiración hacer cosquillas en la parte posterior de mi cuello
y me di cuenta de algo. Había estado haciendo las cosas con Reed de la manera
equivocada. Había estado intentando que se acercara haciéndole hablar conmigo,
abrirse conmigo. Pero se había cerrado tan fuerte que me rechazaba en cada intento.
Después de todo, tal vez la manera de llegar a él no era hablando. Incluso un
diamante tenía un punto vulnerable donde la preciosa piedra podía ser partida. El
punto débil de Reed no era la comunicación verbal, estaba en su atracción física
hacia mí. No me negaba a trabajar con las limitadas herramientas que tenía.
Di un paso hacia atrás, así mi trasero se rozaría contra su frente y giré mi cabeza
para susurrar, un gesto aparentemente inocente.
—Lamento haber sido tan entrometida.
Reed aclaró su garganta y susurró en respuesta.
—Está bien.
No me aparté después de nuestro corto intercambio. Y Reed definitivamente
no retrocedió. Algo me dijo que cuando trabajara en el punto débil de este hombre,
débil sería lo último que encontraría.
Frustrada, agité mis brazos en el aire y los dejé caer fuertemente contra mis
piernas.
—¿Sabes qué? Vete a la mierda. —Abrí la puerta del auto, pero luego me giré—
. Tal vez lo llame. No he tenido sexo en mucho tiempo. Y Dios sabe que me rechazaste
cuando te lo pedí. Así que bien podría seguir adelante y buscar a alguien más que
pueda sacudir mi mundo. —Salí del auto y cerré la puerta de golpe con tanta
ferocidad como Reed lo había hecho antes.
Me llamó mientras me iba rápidamente hacia el ascensor.
—¡Charlotte!
Respondí sin darme la vuelta, levantando mi dedo medio por encima de mi
hombro mientras caminaba.
Vete a la mierda, Reed Eastwood. Terminé contigo.
Reed
U na vez más, lo había jodido.
Parecía ser un fenómeno habitual cuando se trataba de Charlotte
Darling. Diría o haría algo que la molestaría porque estaba enojado, y
horas después me arrepentiría y me odiaría por la forma en que actué. Normalmente,
ella lo tomaba bien. Habíamos establecido una especie de rutina: O me ponía celoso
de que tuviera contacto con otro hombre o me frustraba porque no podía empujarla
contra una pared y mostrarle cómo me hacía sentir. Luego atacaría y ella se enfadaría.
Su ira herviría y se pondría molesta, y la culpa me comería. Me disculpaba y
volvíamos a ser amigos. Enjuagar. Lavar. Repetir.
Solo que esta vez, no me estaba permitiendo disculparme. A pesar de que su
habitación de hotel estaba justo al lado de la mía y la había oído moverse, fingió que
no estaba dentro cuando llamé. También envié un mensaje de texto que aparecía 171
como leído, pero no obtuve respuesta. Ahora era mi segunda llamada a su
habitación, y el teléfono sonó y sonó.
Me duché, respondí algunos correos electrónicos de trabajo y luego decidí que
necesitaba una bebida. De camino al bar del vestíbulo, llamé a la puerta de Charlotte
por última vez. Como era de esperar, no respondió. Después de un minuto de estar
parado en su puerta en silencio, escuché el sonido de movimientos dentro, así que
me arriesgué y hablé con mi frente presionada contra la puerta.
—Voy a ir a comer algo abajo. Sé que soy un imbécil. Si quieres unirte conmigo
para gritarme sobre un bistec y una copa de vino, sabes dónde encontrarme. —Me
alejé unos pasos de la puerta y luego volví—. Espero que te reúnas conmigo,
Charlotte.
El primer whisky fue suave, así que decidí pedir un segundo y comer un puñado
de cacahuetes del bar en lugar de pedir un bistec. Me había colocado en una esquina,
frente a la entrada, para poder ver quién entraba. Cada vez que alguien se acercaba,
mi patético corazón se aceleraba. Entonces me daba cuenta de que no era ella, y
perseguía mi dolor con otro trago de líquido ámbar. Después de la tercera copa en
una hora y media, decidí saltarme la cena y dormir un poco.
Prácticamente tropecé saliendo del ascensor y caí en el piso. Fuera de la puerta
de Charlotte había una bandeja de servicio de habitaciones. Levanté la tapa de metal
de su cena para ver qué había comido y encontré una hamburguesa con queso sin
tocar. Había un trozo de tarta de queso de la cual habían sacado una cucharada y...
un corcho. Supongo que tuvimos la misma comida.
Respiré hondo y golpeé una vez más para ver si de casualidad escuchaba mis
disculpas, sin esperar que respondiera. Pero lo hizo. Y cuando la puerta se abrió,
ofrecerle una disculpa fue lo más alejado de mi mente.
Charlotte estaba parada allí en nada más que un sujetador de encaje negro y
bragas.
—Te gustó tanto en la bolsa que pensé que tal vez querrías verlo.
Mis ojos ya se habían fijado en la pequeña rosa roja cosida en la parte superior
de la cintura de su tanga. Después de ese día en la oficina, cuando le dije que me
mostrara la lencería que había comprado, había pasado semanas imaginándola
llevándola por la noche. Usaría mis dientes para agarrar esa rosa y rasgar la tela de 172
encaje en sus hermosas piernas. Pero cualquier cosa que hubiera imaginado no
podía compararse a la visión que tenía ante mí.
Charlotte estaba simplemente impresionante. Mirándola, el aire salió de mis
pulmones. Toda esa piel cremosa y tonificada, esas maravillosas curvas asesinas
cubiertas en solo unos pocos pedazos de encaje negro. A la mierda. Sus pechos
llenos suplicando liberarse de ese pequeño sujetador escotado y… pude ver sus
pezones sobresaliendo a través de la tela transparente. Exuberantes, duros,
hermosos, pezones rosados que pedían ser chupados.
Sabía que me estaba mirando, pero no podía apartar los ojos de su cuerpo el
tiempo suficiente para mirar su rostro.
—¿Qué te parece? —susurró. Dio un giro lento y seductor, deteniéndose para
que pudiera echarle un buen vistazo a su trasero a plena vista, excepto por la tira
que corría por su raja. Me imaginé cómo se vería mi huella en los dos globos
cremosos de sus nalgas.
Cuando dio la vuelta para mirarme, nuestras miradas se encontraron. No me
quedaba fuerza de voluntad. Quería lamer su piel más que cualquier otra cosa que
hubiera deseado en mi vida. Quería chupar con fuerza y dejar marcas, escucharla
gritar mi nombre cuando mis dientes se hundieron en ella. Esto no iba a ser suave,
ni por asomo.
—Charlotte, eres tan jodidamente hermosa. Todo... tu cuerpo, tu rostro. Tú, por
dentro y por fuera. —Mi voz grave se tensó para hablar. No era fácil con el torrente
masivo de sangre hacia el sur.
—Es tu turno de desnudarte —dijo—. Te he mostrado lo mío, es tu turno de
mostrarme lo mío. —Sonreí, al principio, pensé que era lindo que se hubiera
equivocado en lo que estaba tratando de decir. Entonces... hipo, seguido de una
risita.
Intenté ignorar mi conciencia, incluso con las campanas de advertencia a mi
alrededor. La deseaba con tantas ganas. Pero... un corcho en la bandeja del servicio
de habitaciones. Discurso desordenado. Hipo y risitas.
Mirando por encima de su hombro, registré la botella de vino vacía en la
cómoda.
—¿Te bebiste esa botella de vino entera?
—No guardé nada —hipo—, para ti, jefe.
Mierda.
Mierda.
Casi lo hice. Casi la había alcanzado y habría tomado lo que quería desde el 173
momento en que entró en mi vida. Es decir, hasta que me di cuenta exactamente de
lo embriagada que estaba. Eso me trajo de vuelta a la realidad. Parecía haber
olvidado que no podía tenerla de todos modos.
Charlotte seguía mirándome con esos ojos vidriosos. Yo mismo estaba medio
borracho con muy pocas ganas de moverme de mi lugar para regresar a mi
habitación. Seguí mirando a su hermoso cuerpo.
—A veces me miras, Reed, y podría jurar que quieres golpearme el trasero.
—“Querer” no es lo suficientemente fuerte como para describir lo que quiero
hacer con tu trasero.
Mierda. ¿Qué estaba diciendo? Estaba loco.
Charlotte estaba mirando hacia abajo. Mi polla me había traicionado
completamente mientras se estiraba a través de la entrepierna de mis pantalones,
mostrando una erección más que obvia. Estaba tan duro como el infierno, y no había
nada que pudiera hacer al respecto.
—Parece que alguien está feliz de verme, incluso si estás tratando de
convencerte de lo contrario. ¿Tal vez pueda ayudar a aclarar algo de confusión?
Charlotte se estiró por detrás de su espalda.
¿Qué estaba haciendo?
Se desabrochó el sostén y lo dejó caer al suelo.
No. No. No.
Sus preciosas tetas estaban ahora en plena exhibición. Tragué, apenas capaz
de contener la necesidad de lamerlas. Sus pezones estaban erectos, y la piel
alrededor de ellos tenía un poco de piel de gallina. Mis ojos se posaron en un
pequeño grupo de pecas en medio de su escote. Los senos de Charlotte eran
hermosos, redondos y colgaban naturalmente, a diferencia de la silicona rígida de
Allison.
Salta arriba y abajo para mí, Charlotte. Quiero verlas rebotar.
—Tócame —dijo en un jadeó.
Literalmente puse mis manos detrás de mi espalda.
—No puedo tocarte así, Charlotte. Y ciertamente no puedo tocarte cuando
estás borracha.
—¿Qué es lo que te detiene siempre? Claramente me deseas. Le diste todo tu
corazón a alguien como Allison, pero te niegas a explorar las cosas, aunque sea un
poco, conmigo para ver a dónde podría ir esto. Solo dime qué me pasa. No puedo
soportarlo. 174
Dios, odiaba hacerle pensar que mi vacilación tenía algo que ver con Allison.
Bueno, sí tenía, pero no en la forma en que creía en lo absoluto.
Se acercó dos pasos y pareció perder el equilibrio. Entonces envolvió sus brazos
alrededor de mi cuello. Antes que pudiera procesar eso, sus labios estaban sobre los
míos.
Un ruido que no pude identificar salió de mí. Sentí como si todo el oxígeno en
mi cuerpo se escapara por la boca de Charlotte cuando me rendí a la necesidad de
besarla. Mis manos estaban agarrando su cabello como si se fuera la vida en ello.
Envolví sus labios con los míos. El sabor de Charlotte era dulce e intoxicante con un
toque de vino blanco. Dejé que mi lengua se deslizara dentro de su boca por unos
segundos, y el placer fue demasiado para soportar.
En un último esfuerzo, me aparté de ella para evitar cometer un gran error del
que nunca me recuperaría.
Con el dorso de mi mano, limpié su saliva de mis labios, no porque no la
quisiera allí. Justo lo contrario. Mi mano temblaba.
Cubriéndose los senos y viéndose humillada, Charlotte se agachó para coger el
sostén y luego se lo volvió a poner. Parecía más molesta de lo que probablemente
la hubiera visto. No podía culparla. Estaba seguro de que nada de esto tenía sentido
para ella.
Sus ojos brillaban mientras gritó:
—¡Vete!
—No puedo.
—¿Qué?
—No puedo dejarte cuando estás así de molesta.
—Vete a la mierda, Eastwood —resopló antes de dirigirse a la cama. Charlotte
enterró el rostro en la almohada. No podía decir si estaba llorando o simplemente a
medio desmayarse. Era probable que ni siquiera recordara este intercambio mañana.
Al menos, esperaba que no lo hiciera.
Parado allí como un imbécil con mis manos en los bolsillos, la vi acostada sobre
su estómago.
Después de unos minutos, me moví y me senté en el borde de su cama, luego
subí mis pies. La habitación daba vueltas un poco. Volviéndome hacia ella, la observé
mientras seguía tumbada allí, con el rostro hundido en la almohada y su respiración
aún pesada.
Hablando en voz baja, dije:
—Charlotte. ¿Qué voy a hacer contigo? 175
176
Charlotte
A briendo los ojos, miré hacia el lado opuesto de la cama. No podía recordar
cuando se fue Reed anoche. No podía recordar mucho de nada.
La hora en el reloj me hizo jadear. ¿Había dormido hasta el mediodía? ¿Qué
diablos? ¿Por qué no había llamado Reed para despertarme?
Un vago recuerdo de su parloteo en mi oído y sus disculpas de anoche se
registraron, pero no pude saber si lo había soñado todo. También... ¿nos besamos?
Creía que lo habíamos hecho, pero no podía estar segura si también lo había
imaginado.
Una sensación de vacío se apoderó de mí mientras mi cabeza latía. El teléfono
móvil sonó. Era un número que no reconocí.
—¿Hola?
177
—Hola, Charlotte. Soy John.
John era el instructor de ayer, quien había intentado que saliera con él.
—¿Cómo conseguiste mi número?
—Estaba en tus documentos de registro.
—Oh. ¿En qué puedo ayudarte?
—Tu amigo Reed acaba de ser llevado al hospital. Su instructor lo llevó. Aunque
está bien.
Mi corazón se aceleró.
—¿Qué?
Entonces recordé que Reed había programado un ascenso a primera hora de
la mañana.
—Sí. Estaba subiendo esta mañana y cayó. Sus piernas cedieron. Es política de
la compañía llevar al cliente al hospital para observación si algo sucede en nuestra
guardia.
—Sin embargo, ¿dijiste que está bien?
—Sí. Estaba coherente... caminando y todo. Solo con una leve cojera. Una vez
más, es solo procedimiento.
—¿Qué hospital?
—Newton Memorial.
—¿Me puedes llevar ahí?
Dudó.
—Um... por supuesto. Sí.
John se reunió conmigo fuera del complejo y manejó unos kilómetros hasta el
hospital. Insistí en que me dejara, imaginando que Reed y yo llamaríamos a un Uber
para ir al hotel una vez que le dieran permiso para irse.
Después de mucho buscar, vi a Reed dentro de una de las salas de
reconocimiento. Estaba hablando con un doctor. Sin saber si dar a conocer mi
presencia o no, opté por pararme fuera de la puerta. No pude evitar escuchar su
conversación.
—La cosa es... realmente me he sentido muy bien últimamente. No hubiera
planeado este viaje si hubiera pensado que los espasmos musculares iban a regresar.
—Así que has experimentado síntomas...
—Sí, pero son fugaces. Todavía estoy en las primeras etapas.
178
—Bueno, la esclerosis múltiple puede ser sigilosa. Y la verdad es que puede
tener varias semanas o meses con momentos en los que estés asintomático, solo
para que los síntomas vuelvan. ¿Has experimentado algo más en las últimas
semanas?
—Aparte de un ligero vértigo, no.
—¿Viniste a las Adirondack solo?
—No, estoy aquí con una amiga. Ella no sabe que estoy en el hospital, y no
sabe nada acerca de la EM.
¿EM?
¿Reed... tiene EM?
Reed tiene EM.
¿Qué?
Parecía que el vestíbulo del hospital daba vueltas. Sentí que mi corazón estaba
listo para explotar mientras corría por el pasillo y hacia el ascensor. Necesitaba aire.
Una vez fuera, me arrodillé con la cabeza entre las piernas sobre la hierba de la
parte delantera del hospital.
Respira.
Todo estaba cobrando sentido de repente. La boda cancelada. Todos decían
que Reed tenía sus razones para ser como era. Por qué no se permitía estar conmigo.
La lista de deseos. ¡Oh, Dios mío! La lista de deseos.
Mis hombros temblaban mientras lloraba entre las manos. Nunca en la vida
había sentido tanto dolor por otro ser humano. Al mismo tiempo, algo más estalló
dentro de mí, ya que cada momento que había tenido con Reed parecía brillar ante
mis ojos.
Dudaba en llamar amor a mis sentimientos por Reed. Todo lo que sabía era
que nunca había experimentado lo que estaba sintiendo. Hace mucho tiempo que
sabía que mis sentimientos por Reed trascendían el enamoramiento normal. Ahora
que comprendía realmente lo que nos impedía dar el siguiente paso, podía
permitirme experimentar realmente esos sentimientos por primera vez. Pasé de no
entender nada a entender todo. Todo.
Reed pensaba que me estaba protegiendo.
“Mereces estar con alguien que no sea un lastre en tu vida”.
¿De dónde ha venido eso? ¿Me había dicho eso a mí? Estaba enterrado en
algún lugar de mi mente. ¿Me había dicho eso anoche?
Entonces pensé en el vestido y la nota azul. No sabía lo que le esperaba cuando
escribió esa nota a Allison. Las esperanzas y los sueños de Reed probablemente se 179
hicieron añicos en algún momento después. Pero ¿por qué tenía que ser así?
Seguramente no podía simplemente darse por vencido porque Allison lo dejó. Ella
era una cobarde que nunca lo amó realmente.
Estaba empezando a comprender lo que Allison le había hecho. Lo dejó a causa
de su esclerosis múltiple. ¿Nunca había oído hablar de lo de en la enfermedad y en la
salud? Pensar que creí que la nota azul cosida dentro de su vestido representaba
amor incondicional. El cuento de hadas era una ilusión. El hecho era que Allison no
sabría el significado del amor incondicional así le golpeara en el rostro.
Una abrumadora necesidad de información me superó. Esta noche, juré leer
todo lo que había que saber sobre la EM en Internet hasta que mi cerebro sangrara.
Necesitaba encontrar toda la información que pudiera para darle esperanza.
Recuerdo haber visto al presentador del programa de entrevistas Montel
Williams en televisión. Tenía EM, estaba levantando pesas y parecía más saludable
que la mayoría de las personas. Tenía que haber una forma de evitar esto. Necesitaba
que hubiera esperanza. Reed no podía dejar que esto gobernase su vida.
Ahí estaban las lágrimas de nuevo. ¿Cómo diablos se suponía que me
mantendría tranquila hoy sin decirle que lo sabía? Claramente nunca quiso que yo
supiera sobre su diagnóstico. Nunca me lo iba a decir. Simplemente me enteré.
Tenía que pensar mucho en esto, porque no quería molestarlo. Merecía el
derecho de poder contarme en sus propios términos. El descubrirlo de la manera en
que lo hice fue una violación involuntaria de su privacidad.
Mi corazón. Se sentía tan pesado como si estuviera sosteniendo todo mi cuerpo.
Llamé a John para que viniera a buscarme y le pedí que no le mencionara a
Reed que había ido al hospital.
Al llegar al centro, regresé a mi habitación e inmediatamente abrí el navegador
en mi teléfono. Hojeando artículo tras artículo, estaba haciendo todo lo posible para
aprender más sobre la EM en el poco tiempo que tenía antes que Reed volviera.
Con la necesidad de averiguar cómo iba a abordarlo, decidí que no iba a decirle
que lo sabía. Al menos no todavía. Cuando sonó mi teléfono, contesté.
—Reed. ¿Dónde estás?
—¿Cómo te sientes hoy?
—Con algo de resaca, pero estoy bien. ¿Cómo es que no me has despertado
esta mañana?
—Confía en mí, necesitabas dormir. —Hizo una pausa—. Escucha, deberías 180
saberlo... me resbalé durante el ascenso de esta mañana. Me hicieron ir al hospital
solo por precaución. Tuve algunos rasguños y moretones, pero estoy bien. Ya estoy
de vuelta en mi habitación.
Tratando de actuar sorprendida, dije:
—¿Estás seguro de que estás bien?
—Sí. Será bueno ir de regreso a la ciudad.
—¿Cuándo vamos a volver?
—Cuando estés lista.
—Me gustaría salir pronto —dije.
—Bueno. ¿Qué tal si paso por tu habitación en unos veinte minutos? Podemos
comer algo y luego salir a la carretera.
—Suena bien.
El viaje de regreso a Manhattan fue tranquilo. Tenía miedo de que, si abría la
boca, no podría ocultar mis sentimientos. Así que decidí no decir nada en absoluto.
Reed se giró hacia mí cuando el sol comenzaba a ponerse sobre la autopista
interestatal.
—¿Estás bien?
Finalmente lo miré.
—Sí, estoy bien.
Parecía preocupado. Pasó más silencio antes de que preguntara:
—¿Recuerdas algo sobre la noche anterior?
Anoche.
Incluso si recordara los detalles de nuestro encuentro de borrachos en la
habitación, cualquier cosa más allá de la sorpresa de esta tarde sería un borrón.
—Fragmentos.
181
Su voz fue baja.
—Recuerdas… ¿el beso?
Así que fue real.
—Vagamente.
Apretó la mandíbula.
—No sucedió nada más. Por si te lo preguntabas.
—No lo hacía. —Esa era la menor de mis preocupaciones.
—Te desmayaste. Me quedé un rato. Te quedaste dormida. Luego me fui
temprano por la mañana.
—¿Por qué te quedaste?
—No me sentí bien al dejarte. Estabas molesta.
—Bueno, gracias... por quedarte.
—Asumo toda la responsabilidad de ir a tu habitación, pero ya no podemos
dejarnos llevar así.
Seguí asintiendo. Y pude sentir lágrimas formándose en mis ojos. Mierda. Por
eso no podía hablar con él. Volviendo la cabeza para mirar por la ventana, esperaba
que no notara mi total pérdida de control.
Reed subió el volumen de la radio cuando se activó “I Can't Make You Love Me”
de Bonnie Raitt. Las palabras me recordaron mucho la situación con Reed, porque
solo tenías un poco de control sobre los sentimientos de otra persona. No podía
hacer que Reed viera su futuro como lo veía yo. Él tenía que llegar a esa conclusión
por su cuenta. La canción no estaba ayudando a mi situación.
—Charlotte, mírame. —Cuando me volví hacia él, pudo ver mis lágrimas—.
¿Qué demonios? No llores. ¿Por qué estás llorando?
Porque tienes EM.
Y porque crees que eso me importaría.
Extendiendo mi mano, dije:
—No se trata de nada de lo que dijiste. Solo me siento emocional. Esta canción
de Bonnie Raitt que está en... “I Can´t Make You Love Me”. Es deprimente —mentí—
, y también es mi época del mes.
Reed simplemente asintió en comprensión. Parecía aceptar esa explicación sin
cuestionarme más.
Mantener todo dentro me estaba pasando factura, y no había pasado ni
182
siquiera un par de horas desde que lo descubrí. Ni siquiera un día completo, y no
podía mantenerme tranquila.
El resto del viaje a casa fue tranquilo.
Cuando Reed me dejó en mi apartamento, inmediatamente llamé a un Uber
para que me llevara a la casa de Iris.
Su portero me conocía y me dejó ir arriba.
En el momento en que abrió la puerta, las palabras salieron de mi boca.
—¿Lo sabes? —Pasando rozándole su hombro, entré.
Sus ojos se llenaron de preocupación.
—¿A qué te refieres, Charlotte?
Sin aliento, dije:
—La EM.
Iris cerró los ojos y caminó hacia el sofá.
—Ven a sentarte.
Me senté y puse la cabeza en mis manos.
—Iris, mi corazón se está rompiendo. Dime qué hacer.
Puso su mano en mi rodilla.
—¿Él te contó?
—No. Se supone que no sé nada. Me enteré accidentalmente.
Parecía sorprendida.
—¿Cómo?
—En pocas palabras, fuimos escalar en Adirondack. Reed está bien, pero se
cayó y necesitaba que lo revisaran. No estábamos juntos cuando sucedió. Lo seguí
hasta el hospital. Escuché una conversación entre él y su médico. Ni siquiera sabe
que estuve allí o que lo sé. —Colocando mi cabeza en mis manos, estaba al borde
de las lágrimas una vez más—. No sé cómo manejar esto. No puedo fingir que no lo
sé. Pero me temo que se enfadará si se entera.
Iris asintió en comprensión.
—Dale tiempo. La respuesta correcta vendrá a ti.
Levanté la mirada hacia ella.
—Tenías razón. Siempre dijiste que tenía sus razones para ser tan cerrado, pero
nunca me lo imaginé.
Dejó escapar un profundo suspiro.
183
—Charlotte... ya sabes... la EM no es una sentencia de muerte. Reed fue
cautelosamente optimista cuando fue diagnosticado por primera vez. Ha visitado a
los mejores especialistas en Manhattan, y todos le aseguraron que muchas personas
pueden vivir vidas perfectamente normales con eso, es solo que hay algunos que no
son tan afortunados. Realmente no hay manera de saber en qué categoría caerá
Reed. Solo el tiempo lo dirá. Pero cuando Allison determinó que no podía manejar
la idea del peor de los casos, Reed se quedó sorprendido. Eso le dio una perspectiva
diferente, una de la cual ninguno de nosotros hemos podido disuadirlo. Empezó a
centrarse en lo negativo... en el qué pasa si. Perdió mucha fe que no ha podido
recuperar.
—Realmente la amaba... —Eso era lo único que había sabido desde el principio.
—Sí. Pero claramente, ella no es la elegida. Está decidido a no dejar entrar al
amor, Charlotte. No puedo decir con absoluta certeza que alguna vez cambiará de
opinión al respecto. Pero el pensar en mi nieto viviendo su vida sin experimentar las
alegrías del verdadero amor y una familia propia hace que mi corazón duela
enormemente.
Las lágrimas inundaron mis ojos. Imaginar que existía la posibilidad de que
Reed nunca pudiera experimentar el amor nuevamente, también hacía que me
doliera enormemente el corazón.
184
Reed
N o había duda de que algo serio estaba mal con Charlotte desde el día en
que regresamos de los Adirondacks.
Durante el pasado par de días, había estado evitándome y mientras sabía que
realmente era lo mejor, mi curiosidad fue más fuerte. Programé que viniera a
ayudarme con la demostración de una de las propiedades más espectaculares de
toda mi carrera. Había insistido en conseguir un servicio de transporte y no conducir
hacia los Hamptons conmigo, inventando una patética excusa sobre su agenda. Pero
sabía que era porque estaba evitando estar a solas conmigo. Eso debería haberme
hecho feliz. Pero estaba perplejo. ¿Se trataba de mi rechazo hacia sus avances? No
podía estar seguro.
La casa Easthampton estaba tan cerca del agua que prácticamente estaba
acomodada dentro del océano. La propiedad estilo europeo de veinte millones de 185
dólares, estaba diseñada con los materiales más finos de importación de suelo a
techo y no iba a permanecer durante mucho tiempo en el mercado. Teníamos tres
citas una detrás de la otra y esperaba por completo estar cerrando un trato para
mañana, una vez que las tres partes tuvieran el tiempo para reflexionar sobre las
ofertas de su competencias.
Cuando terminaron las presentaciones, Charlotte y yo tuvimos una oportunidad
para hablar realmente por primera vez en todo el día. Se había quitado sus zapatos
mientras caminábamos a lo largo del agua arenosa.
—Déjame preguntarte algo, Reed.
—Está bien...
—Tengo la sensación por tu entusiasmo al mostrar esta propiedad, por la luz
en tus ojos cuando hablabas sobre esta majestuosa elegancia al estilo Gatsby... que
le tienes mucho aprecio. Pero ¿realmente vivirías aquí, en esta casa?
No tenía que pensarlo.
—Absolutamente lo haría, sí.
—¿Qué si te dijera que no viviría aquí porque está tan cerca del agua que me
daría miedo de lo que pudiera suceder si alguna vez hubiera un gran huracán?
—Diría que estás completamente loca.
Inclinó su cabeza.
—¿En serio? ¿Por qué?
¿Hacia dónde iba con esto?
—Porque esta casa es la propiedad más maravillosa que alguna vez haya tenido
el privilegio de representar. No querer vivir en ella, no querer experimentar todo su
esplendor diariamente porque estás preocupada por el potencial de una tormenta,
es absurdo.
—No crees que mi miedo debería evitar que disfrute esta hermosa casa a su
máximo...
—No, no lo creo.
Añadió.
—Porque la tormenta podría nunca venir.
—Es correcto.
—Así que, si esta casa representara la vida... entonces no crees que deberías
vivir tu vida basándote en el miedo.
186
La mirada seria en su rostro me hizo hacer una pausa. Dejé de caminar. La brisa
del océano estaba soplando su cabello en todas direcciones. La forma en que estaba
mirando mis ojos... algo no estaba bien. Charlotte estaba haciéndome esta pregunta
por una razón.
Realmente no estábamos hablando sobre la casa.
Repentinamente, una descarga de adrenalina me recorrió. ¿Lo había
averiguado? ¿De alguna manera había tenido acceso a mis registros médicos? ¿Podía
posiblemente saber sobre mi diagnostico? No. Eso era imposible. Había hecho todo
lo que tenía en mi poder para mantener toda esa información privada.
Pero esta era Charlotte Darling sobre quien hablábamos. Todo era posible.
Tenía que saberlo.
—¿Sobre qué estamos hablando aquí en realidad, Charlotte?
No me respondió de inmediato. Luego simplemente dijo:
—Lo sé, Reed.
—Lo sabes… ¿qué?
—Sé que tienes Esclerosis Múltiple.
Mi corazón se sintió como si cayera hasta mi estómago. Sus palabras fueron
como un puñetazo imprevisto al hígado. Simplemente me sentí... desnudo.
—Dime cómo lo descubriste —exigí.
Su rostro se volvió carmesí.
—Fue un accidente. Por favor, no te enojes. Fui al hospital a ver cómo estabas.
Estaba parada afuera de la puerta cuando estaba hablando con tu doctor. No pude
evitar escuchar.
Mientras que mi instinto era arremeter contra ella, eso no sería justo. No había
curioseado. No había hecho nada mal. Y la preocupación en sus ojos era genuina.
Coloqué mi mano en su mejilla.
—Ven a sentarte conmigo.
Charlotte me siguió hasta una gran roca que daba hacia el océano.
—¿No estás enojado?
Dejando salir una larga respiración, en silencio sacudí mi cabeza para decirle
que no.
—Gracias a Dios. Pensé que lo estarías.
—Una parte de mí está aliviada porque sepas. Pero necesito que entiendas que
esto no cambio nada, Charlotte.
187
—Escucha. He estado haciendo un montón de investigación y...
—Déjame terminar —interrumpí.
—Está bien.
—Sé que probablemente hayas recorrido el internet buscando información que
te hará sentir mejor acerca de esto. Sé que probablemente tienes un millón de giros
positivos para esto. Pero la verdad es que... no puedo ignorar lo que está ahí. Los
momentos en que tengo dificultad para moverme, los momentos en que mi visión
se nubla o mis piernas se sienten entumecidas. Las veces en que siento que estoy
perdiendo la cabeza. Son fugaces, pero están ahí. —Inhalé algo del aire del océano
para recomponerme—. Todo es como un susurro para mí en este momento, pero la
verdad es que... esto me alcanzará en algún momento. Es suficiente como está sin
tener que preocuparme por ser una carga para alguien. No puedo vivir sabiendo lo
que podría suceder, Charlotte. El único favor que Allison me hizo alguna vez fue
dejarme antes de que llegara a ese punto.
Levantó su voz.
—Allison cometió un gran error en pensar que una vida contigo no valía la
pena. Nunca veré las cosas de la forma en que las ves tú, Reed. Nunca entenderé
cómo alguien no podría aceptar tiempo de calidad, aunque limitado, con la persona
que aman por encima de todas las cosas. Por otro lado, no sería amor si pudiste
alejarte de alguien. La vida no es perfecta. Podría ser atropellada por un autobús
mañana. De hecho, ¡casi me pasa esta mañana!
No se supone que me riera de eso. No era nada gracioso, pero de alguna
manera la forma en que lo dijo me hizo soltar unas risitas.
Charlotte continuó.
—Dicho eso, entiendo tus miedos. Lo único que no puedo hacer es obligarte a
ver las cosas de la forma en que yo las veo. Si así es cómo te sientes realmente,
entonces quiero que sepas que siempre tendrás al menos una amiga en mí. —
Entonces miró hacia su teléfono y se levantó repentinamente—. Tengo que irme.
—¿A dónde vas?
—Mi transporte está aquí.
Me levanté
—Asumí que ibas a regresar a la ciudad conmigo.
—No. Llamé a un servicio de transporte.
Mis ojos se movieron de un lado a otro con confusión.
—Está bien.
188
Aun cuando había insistido en irse, Charlotte no estaba bien.
Lucía como si estuviera al borde de las lágrimas cuando dijo:
—Bonnie Raitt tenía razón. —Luego simplemente se alejó, dejándome ahí
parado junto al océano.
Bonnie Raitt tenía razón.
Bonnie Raitt tenía razón.
¿Qué significaba eso? Entonces lo entendí. La canción.
“I Can’t Make You Love Me”.
Permanecí en la playa durante un rato, reflexionando sobre las palabras de
Charlotte. Sin mencionar que esa maldita canción ahora estaba en mi cabeza. Estaba
determinado a no dejar que me persuadiera. Las cosas eran de la manera en que
tenían que ser. Charlotte no podía considerar las implicaciones a largo plazo de estar
conmigo porque solo veía el mundo a través de anteojos de color rosa. Tenía que
ser el sensible en esta ecuación. Estaba seguro de que estaba imaginando el mejor
resultado posible, sin verme potencialmente limitado a una cama o confinado a una
silla de ruedas, incapaz de comunicarme o comer efectivamente. Pero el hecho
permanecía que el peor escenario no estaba fuera del reino de las posibilidades.
Allison había tomado la decisión que pensó era la mejor para ella y asumió el
mejor riesgo como resultado. No tendría un esposo con una enfermedad debilitante
interfiriendo con su libertad. Eso era lo que quería para Charlotte, que fuera capaz
de vivir todos sus sueños de a la mierda, sin que algo la contuviera.
Mi teléfono sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Revisando la
identificación de quien llamaba, pude ver que era Josh, el investigador privado.
Respondí.
—Habla Reed.
—Eastwood... estoy revisando esa investigación sobre Charlotte Darling que me
diste en Poughkeepsie. Creo que encontré algo.
189
Reed
S iempre fui bueno escondiendo secretos.
Ahora por alguna razón, apenas pude mirar a Charlotte desde la
semana pasada cuando Josh llamó con la información de su madre
biológica. Desde luego, sabía que la retención era lo correcto hasta que Josh pudiera
verificar todo lo que había desenterrado. Sobre todo cuando la mayoría fue dicho
solo verbal. No había ninguna manera en el mundo en que le dijera ese tipo de
información no verificada a Charlotte.
Luego también estaba el hecho de que no tenía idea de cómo reaccionaría
Charlotte ante lo que había hecho. Los dos no éramos extraños a invadir la privacidad
del otro. Curiosamente, parecía ser lo nuestro. Acecharía sus redes sociales y abriría
su Lista Al Diablo. Y a su vez, ella me compraría una taza de Navidad con mi sueño
más personal de la infancia que nunca había compartido con ella. Pero desenterrar 190
a su madre, descubriendo su verdadera identidad e historia, eso llevaba las cosas a
un nuevo nivel de "jodido". No ayudaba el hecho de que lo que descubrí no era
bueno.
A primera hora de la tarde, le había enviado un mensaje a Charlotte para
averiguar a qué hora planeaba irse de la oficina esta noche. Ella respondió que a las
seis, así que esperé hasta las seis y media para dejar los archivos en su oficina en los
que necesitaba que trabajara mañana. Usé mi llave maestra para abrir la puerta,
esperando que no hubiera nadie dentro.
Solo que Charlotte definitivamente todavía estaba allí.
—Mierda. ¿No tocas? —Ella tiró del vestido que estaba en su cintura para
arriba, cubriendo su sostén.
Me quedé congelado y mirando fijamente, en lugar de hacer lo correcto y
darme la vuelta.
—Lo siento. Dijiste que te ibas a las seis y tu puerta estaba cerrada.
—La cerré para cambiarme.
Parpadeé un par de veces, finalmente logrando sacarme de eso.
—Lo siento. —Retrocedí y comencé a cerrar la puerta, pero Charlotte me llamó.
—¡Espera!
Mantuve la puerta parcialmente cerrada para no poder verla.
—¿Qué pasa?
—¿Puedes... ayudarme con esta cremallera? Siempre se queda atorada.
Miré al cielo y conté hasta diez en mi cabeza.
—¿Estás cubierta ahora?
—Sí.
Abrí la puerta y eché un vistazo a lo que estaba usando Charlotte por primera
vez. Había estado tan distraído por el contraste de su sujetador de encaje negro
contra su piel cremosa que podría haber estado poniéndose un traje de payaso y no
me hubiera dado cuenta.
Traté de mantener mis ojos en su rostro pero fallé. El pequeño vestido negro
que llevaba, uno con un escote bajo que mostraba una buena cantidad de escote,
era demasiado irresistible para dejarlo pasar. Cortó unos centímetros por encima de
sus rodillas, lo que hizo que sus piernas tonificadas parecieran interminables cuando
se deslizaron en un par de zapatos puntiagudos de tacón alto. Habría dado mi brazo
derecho por sentir que se clavaban en mi espalda.
Tragué. 191
Debería haber ido a casa. Pero no lo hice. Como un idiota, fui al bar al que mis
amigos y yo íbamos antes de conocer a Allison. No tengo idea de lo que estaba
pensando, pero sea lo que sea, era un maldito pensamiento estúpido.
Bebí el tercer trago; fue diluido lo suficiente para saber a mierda, pero aun así
funcionó. Rebuscando en mi bolsillo, tiré un billete de cien dólares en la barra y hablé
con el cantinero.
—Tomaré otro. 192
Había rechazado una noche de sexo por venganza cuando Charlotte estaba
haciendo algo para ganar unos pocos cientos de dólares en rosas. Mi culo que ella
había salido con un amigo. Sabía que ella había estado mintiendo. El vapor debería
haber estado saliendo por mi nariz y mis orejas por lo caliente que me sentía de
repente
La recepcionista tomó el teléfono. Supuse que era para llamar a Charlotte.
—No llames. Se las entregaré en la oficina a la señorita Darling para ella.
Pensé en meter el jarrón en la basura y pasar por allí, pero no pude resistirme
a ver la cara de Charlotte cuando las entregara. Ella estaba hablando por teléfono
cuando irrumpí.
—Entrega para ti. —Arranqué la tarjeta que estaba engrapada en el envoltorio
de celofán. El sarcasmo goteaba de mi tono—. Aquí, déjame leerte la tarjeta porque
estás trabajando duro. —Rasgué el pequeño sobre abierto mientras intentaba que
la persona saliera del teléfono. Aclarando mi garganta, leí:
—Qué bueno habernos puesto al día. Espero volver a verte pronto. Blake.
¿Blake? Suena como un total idiota.
Charlotte colgó el teléfono y se inclinó sobre su escritorio para tomar la tarjeta
que tenía en la mano.
—Dámela.
Lo alejé de su alcance y lo sostuve sobre mi cabeza.
—No te tomé por ser fácil, Charlotte. Supongo que estaba equivocado.
Su cara se puso roja.
—Lo que hago durante mi tiempo personal no es asunto tuyo.
—Ahí es donde te equivocas. Si tu vida personal interfiere con tu trabajo,
ciertamente es mi asunto.
Sus manos se deslizaron en sus caderas.
—Mi vida personal no ha interferido con mi trabajo.
—Recibir estas flores hoy es una interferencia. Estás distraída y eso afecta tu
trabajo.
—Creo que eres el que está distraído.
Charlotte salió de detrás de su escritorio y se montó a la silla de invitados al
lado de donde yo estaba. Arrancó la tarjeta de mi mano e inclinó su cara hacia la
mía. Nuestras narices casi se tocaban.
—Los celos no son halagadores para ti, Eastwood. 196
—No estoy celoso. —Rechiné entre dientes.
Una lenta y maliciosa sonrisa se extendió por su rostro.
—¿De verdad? ¿Entonces no te importaría si te dijera lo guapo que es Blake?
Quería borrar esa sonrisa de su cara, metiendo mi lengua en su boca.
—Charlotte, no jodas conmigo…
—¿Joder? —Se inclinó más cerca, nuestras narices realmente tocándose
ahora—. ¿Así que quieres hablar de Blake?
—¡Por el amor de Dios! —La voz de la abuela interrumpió nuestro partido de
gritos. Cerró la puerta detrás de ella de modo que los tres estuvimos cerrados dentro
de la oficina de Charlotte—. ¿Qué está mal con ustedes dos? Toda la oficina puede
oírlos gritarse el uno al otro.
Mierda. Deslicé las manos por mi cabello. Esta mujer me volvía loco. Soy el tipo
que le dice a la gente que se canalice cuando empiezan a hacer demasiado ruido en
la oficina, no el tipo al que hay que decirle que se calle. Por mi abuela, nada menos.
La última vez que tuvo que reprenderme fue probablemente cuando Max y yo
peleamos por un juguete cuando éramos niños.
Charlotte habló primero.
—Iris. Lo siento mucho. No me di cuenta de que estábamos gritando.
—Bájate de esa silla —dijo la abuela. Ella estaba enojada.
Charlotte se bajó y se puso a mi lado. Los dos esperamos con la cabeza
inclinada por la ira que sabíamos que iba a venir.
—Ustedes dos necesitan crecer. —Volvió su atención a mí primero—. Reed,
eres mi nieto, y te quiero mucho. Aunque a veces eres tonto. La vida te dio una mano
de mierda, sí. Pero eso no significa que te retires. Eso significa que respires hondo y
sacas todas las cartas de mierda que tienes, las arrojas al centro de la pila y coges
cuatro nuevas. Ten bolas, hijo. No te pliegues como un idiota. —Volvió su atención
a Charlotte y su voz se suavizó—. Y, cariño, vivimos en la ciudad de Nueva York. Hay
dos cosas que no tenemos que perseguir: Trenes y hombres. Porque siempre habrá
otro listo para recogernos justo detrás del primero.
La abuela giró sobre sus talones y alcanzó el picaporte. Mirando por encima
del hombro, continuó.
—Me voy a ir ahora, y voy a cerrar la puerta detrás de mí y darles dos minutos.
Luego espero que ambos vuelvan al trabajo como siempre.
Después de que Iris se fue, nos miramos. Tomé una respiración profunda.
—Lo siento por la forma en que actué.
197
—Disculpa aceptada. Y lamento haberte llamado bastardo narcisista.
Mis cejas se fruncieron.
—No lo hiciste.
Ella sonrió.
—Oh. Bueno, entonces lo pensé.
No pude evitar reírme.
—Estás loca, cariño. —Extendí mi mano—. ¿Amigos?
Ella puso su pequeña mano en la mía.
—Amigos.
Caminé hacia la puerta y la abrí, pero Charlotte me detuvo.
—¿Reed?
Me di la vuelta.
—No soy fácil. No pasó nada entre Blake y yo.
Ella estaba tratando de hacerme sentir mejor, pero solo me hacía sentir peor.
Porque escuché la palabra tácita que faltaba en su oración.
“No pasó nada entre Blake y yo… todavía”.
198
Charlotte
—A quí están los informes de gastos en la propiedad de Hudson que
pediste. —Coloqué un archivo en la esquina del escritorio de Iris.
Ella tenía papeles esparcidos por todas partes. A pesar de que eran casi las siete de
la tarde, no parecía que se fuera pronto.
—Gracias cariño.
Asentí y me di la vuelta para salir, pero tuve que decir algo.
—¿Iris?
Me miró.
—¿Sí?
—Realmente lo siento por lo de esta mañana. Fue totalmente no profesional y
no volverá a suceder. Lo prometo. —Inesperadamente, lágrimas brotaron de mis 199
ojos.
Iris se quitó las gafas.
—Cierra la puerta, Charlotte. Hablemos.
Caminó desde detrás de su escritorio y se sentó en una de las cuatro sillas
tapizadas de gran tamaño que se enfrentaban en el extremo opuesto de su oficina.
—Toma asiento.
Nunca antes había estado nerviosa con Iris. Esta era la mujer a la que había
derramado mis entrañas dentro de los primeros tres minutos de conocerla en el baño
de damas. Sin embargo, mis palmas estaban sudorosas, y tuve que luchar contra las
ganas de retorcerme las manos.
—¿Quieres hablar sobre ello? Sabes que cualquier cosa que me digas es entre
tú y yo, ¿verdad?
—Así es.
—Cuéntame sobre el hombre que te envió esas hermosas flores. ¿Está tu
corazón roto? ¿Tal vez quieres seguir adelante pero estás luchando contra ello? Sé
que te importa Reed.
—Sí. No. Sí.
Iris sonrió.
—Claro como el barro.
Respiré hondo y exhalé fuerte.
—No estoy luchando ni luchando contra ello. Blake es un chico que conocí en
la universidad. Salí con mi amigo anoche y me encontré con él. Hablamos un rato.
Me invitó a salir, pero le dije que no. Las flores no eran más que él intentando que
cambiara de opinión. Pero no le expliqué exactamente eso a Reed cuando vio las
flores. Tuvo la impresión equivocada, se puso celoso, y me gustó la forma en que me
sentía.
—Ya veo.
—Cada vez que nos acercamos, él levanta esta pared. —Comencé a quitar una
pelusa imaginaria del brazo de la silla en la que estaba sentada—. He intentado que
él cruce la línea... bueno, él es tu nieto, así que no quiero asustarte. Pero digamos
que ha rechazado todos los avances que he intentado, incluso cuando estoy
semidesnuda. Incluso he ido tan lejos como para decirle que iba a salir con Max.
—¿Pensaste que ponerlo celoso podría hacer que reaccionara?
Negué mientras miraba el suelo.
—Bueno, normalmente diría que un hombre que no muestra su interés sin los 200
juegos es un imbécil y no vale la pena. Pero sabemos que la lucha de mi nieto no se
trata de ser un soltero que no quiere establecerse. Tiene miedo de molestar a alguien
que ama con su condición.
—Esa es la cosa. Reed piensa que es una molestia. Pero la verdad es que él
tiene una carga, y es más fácil de manejar cuando se comparte.
Iris me miró fijamente.
—Realmente te has enamorado de él, ¿verdad?
Una lágrima cálida se deslizó por mi cara mientras asentía.
—Sé que él también se preocupa por mí. Puedo verlo.
—Tienes razón. Lo hace. Ustedes dos pelean como un viejo matrimonio,
coquetean como si estuvieran en la escuela secundaria y confían como si fueran
mejores amigos de toda la vida. Mi nieto no te está alejando porque tiene miedo de
enamorarse de ti. Te está alejando porque ya lo ha hecho.
—¿Qué debo hacer?
—Sigue intentando. Sin embargo necesitas hacerlo. Él vendrá. Solo espero que
no sea demasiado tarde cuando lo haga. —Iris extendió su mano y tomó la mía—.
Has estado herida antes, y con Reed estás librando otra batalla cuesta arriba. No te
olvides de ponerte primero. Esfuérzate con Reed, pero sigue esforzándote a ti
también, Charlotte.
Cuanto más pensaba en mi conversación con Iris, más me daba cuenta de que
tenía razón. Necesitaba esforzarme, seguir trabajando en las cosas que había dejado
escapar a lo largo de los años. Así que me comprometí a al menos progresar en mi
Lista todas las semanas, sin importar cuán pequeño sea. Rebuscando en la lista que
había impreso y guardado en mi cajón, me serví una copa de vino y me senté a la
mesa de mi cocina, rumiando sobre qué cosas debía hacer primero.
Esculpir a un hombre desnudo.
Baila con un extraño en la lluvia.
Aprender francés.
Montar un elefante.
Nadar desnuda en un lago en la noche. 201
Bueno, ese lo puedo tachar, ¿no?
Encontrar a mis padres biológicos.
Hacer el amor con un hombre por primera vez en una cabina para dormir en un
viaje en tren a través de Italia.
Agregué una nueva entrada a mi lista la semana pasada mientras estaba
sentada en la parte trasera de un Uber en la carretera y observaba cómo los grandes
camiones se deslizaban por la carretera.
Aprende a conducir un 18 Wheeler.
Mordí la tapa de la pluma y decidí qué hacer primero. Había una a la que seguía
volviendo. Sinceramente, ya era hora.
Encontrar a mis padres biológicos.
Había sentido curiosidad por mis padres biológicos toda mi vida. Mi mamá y
mi papá siempre habían expresado abiertamente el hecho de que fui adoptada y me
animaron a hablar de ello. Sin embargo, siempre tuve miedo de que si lo hiciera,
haría que mis padres sintieran que no eran suficientes, cuando en realidad eran más
que suficientes. Eran todo lo que un niño podría haber deseado. De alguna manera,
sin embargo, eso todavía no tapó el agujero que tenía al no saber nada sobre mi
historia familiar. Quería saber la historia de mis padres biológicos. ¿Habían sido
jóvenes? ¿Se habían amado? También quería hacerles saber que estaba bien, que la
decisión que tomaron fue la mejor para mí y que había resultado bastante buena.
Terminando el vaso de vino, respiré hondo y descolgué el teléfono.
Sonó una vez.
Luego una segunda vez.
Mi madre contestó en el tercer timbre.
—Hola, mamá.
—¿Charlotte? ¿Está todo bien? —Escuché el pánico en su voz. Llamaba todos
los domingos por la tarde como un reloj, pero era viernes por la noche.
—Sí. Todo está bien.
—Oh. Bien. Bueno, eso es bueno. ¿Qué estás haciendo esta noche?
—Umm... —Pensé en desmayarme. Pero luego pensé en lo que Iris había dicho
"sigue esforzándote"—. En realidad estoy haciendo una lista de las cosas que quiero
hacer. Algo así como una lista de deseos pero no, ya que no estoy enferma ni vieja.
—¿Estás segura de que todo está bien, cariño?
Llamé fuera de horario y empecé a hablar sobre hacer una lista de deseos.
202
Debería haberme dado cuenta de que ella estaría alarmada. Necesitaba explicarme
mejor, o ella estaría preocupada.
—Sí, todo está muy bien, mamá. Yo solo… olvidé quién era cuando Todd y yo
estábamos juntos. Me uní a su vida y puse las cosas que yo quería de la vida en un
segundo plano. Así que hice una lista de las cosas que quería hacer, para recordarme
vivir mi vida por mí. ¿Si eso tiene algún sentido?
—Lo hace. Y suena como que has hecho mucha búsqueda del alma. Me alegra
oírte decir que te centrarás en ti misma. Aunque espero que ninguna de las cosas
sea demasiado peligrosa.
—No lo son.
Mamá se quedó en silencio durante mucho tiempo. Ella me conocía.
—¿Hay algo en tu lista en lo que pueda ayudar?
Tomé otra respiración profunda.
—Sí, mamá… así es.
—He estado pensando en hacer un viaje a la ciudad. ¿Por qué no voy el
domingo, para que podamos hablar en persona?
—Me gustaría eso.
—Bueno. ¿Qué tal alrededor del mediodía, entonces?
—Eso es perfecto.
Hablamos un poco más, esquivando el tema que ambos sabíamos que estaba
en el horizonte. Preguntó lo habitual, sobre mi trabajo, amigos, finanzas. Justo antes
de colgar, ella dijo:
―Charlotte, no tienes nada de lo que sentirte culpable. Sé que me quieres.
Mis hombros se relajaron.
—Gracias mamá.
había sonado, lo que indicaba que estaba listo y que alguien había caminado detrás
de mí.
—¿Béisbol? No me di cuenta de que eras un fan.
Sobresaltada, agité el teléfono, y cayó al suelo.
—Me asustaste.
Reed se inclinó y recogió mi celular.
—Estás muy nerviosa esta mañana, incluso para ti. Miró a la pantalla—. ¿Vas a
ir al juego esta noche?
—¿Qué juego?
Él sonrió.
—Supongo que responde a esa pregunta. —Me entregó mi teléfono, sacó
nuestras tazas del gabinete y comenzó a servir café—. Vi el logo de los Houston
Astros en tu teléfono cuando entré. Estabas leyendo estadísticas, ¿verdad?
—Oh. Sí.
Él arqueó una ceja.
—¿Aficionada al béisbol?
—Realmente no.
—¿Apuestas?
—¿Eh?
—¿Por qué otra persona estaría leyendo las estadísticas de béisbol si no fueran
a un juego, un fanático del béisbol o apostaría?
—Yo solo... encuentro las estadísticas fascinantes. —Reed me dio una cara que
decía tonterías—. ¿Qué? Así es.
Terminó de hacer nuestros cafés y me entregó mi taza. Tomando un sorbo,
miró directamente a mis ojos.
—¿Cuál es la verdadera razón, Charlotte?
Suspiré. No tenía razón para mentirle. Sin embargo, hablar sobre querer
encontrar a mis padres biológicos en voz alta siempre me hacía sentir como si
estuviera traicionando a mi madre adoptiva. Luché, a pesar de que ella me había
asegurado que ese no era el caso la noche anterior. Reed ya había visto mi Lista Al
Diablo, por lo que lo entendería.
—Hablé con mi madre sobre mi adopción ayer. Ya casi sabía casi todo lo que
me dijo. La única información realmente nueva que descubrí fue que cuando me
encontraron en el hospital, estaba envuelta en una manta de los Houston Astros. 204
Algo se mostró en el rostro de Reed.
—¿Una manta de los Houston Astros?
Asentí.
—No sabía cómo era el logo, así que lo busqué en Internet y terminé en el sitio
del equipo. Supongo que me dejé atrapar por la lectura de todas las estadísticas
mientras mi mente vagaba.
Me miró fijamente, pero sus ojos parecían perder el foco. Reed definitivamente
estaba actuando extraño. Bromeé.
—¿Eres un fanático de los Yankees, y no podemos ser amigos o algo así? ¿Ya
que estaba envuelta en una manta de los Astros?
—Me tengo que ir —dijo bruscamente—. Tengo una cita y llegaré tarde.
Reed
L a ventaja de estar en Texas era enorme.
Josh terminó pasando dos semanas en Houston con mi dinero.
Necesitaba más tiempo para descubrir cómo manejar la situación y decirle
a Charlotte lo que estaba sucediendo, y cómo dejar de pensar en encontrar a sus
padres biológicos hasta que pudiera estar absolutamente seguro de cómo iba a
abordar esto.
Así que decidí crear una distracción, una que probablemente necesitaba que
me examinaran la cabeza. Me había dado cuenta de que Charlotte había agregado
recientemente Aprender cómo conducir un vehículo de 18 ruedas a su Lista en el
servidor. Solo Charlotte.
Decidí que la última distracción en una tarde de viernes era hacer que eso
sucediera de alguna manera, logrando alquilar un vehículo de 18 ruedas de una 205
empresa de distribución. Lo estacionaron para mí en un lote vacío en Hoboken.
Cuando nos detuvimos no nos quedaba mucha luz natural. Charlotte no tenía
idea de por qué estábamos allí.
—Pensé que habías dicho que íbamos a ver una nueva propiedad. ¿Por qué
estamos aquí en este lote vacío?
Al apagar el auto, dije:
—Realmente has trabajado duro para la compañía en los últimos dos meses.
Por complicada que sea nuestra relación personal, también soy tu jefe. Siento que
realmente no te digo lo suficiente, como tu jefe, lo apreciada que eres.
—¿Tuviste que llevarme a un estacionamiento desolado en Hoboken para
hacer eso? Si estuviéramos en Jersey, una cena hubiera sido mejor.
—Mira allá.
Los ojos de Charlotte se posaron en la gran plataforma.
—Es un camión.
—No cualquier camión. Un camión de 18 ruedas.
Ella finalmente vio a lo que estaba llegando.
—Me has estado espiando.
—¿No agregaste recientemente la conducción de uno de esos chicos malos a
tu Lista?
La comprendió y su rostro se iluminó.
—¿En serio? ¿Estoy aquí para conducir uno?
—Bueno, no podemos conducir en el camino. Especialmente porque ni siquiera
tienes una licencia de conducir. No creo que ninguno de los dos esté listo para morir
esta noche. Pero puedes divertirte mucho en este lote. —Al darme cuenta de que
asumí que era el instructor que contraté al llegar, moví mi cabeza para que me
siguiera fuera del auto—. Ven.
Charlotte caminó a mi lado hacia el vehículo, que tenía las palabras JB
LEMMON DISTRIBUTION pintadas en el costado. Un hombre desaliñado con una
larga barba blanca salió de un Ford Taurus más viejo.
—Buenas tardes, amigos. —Miró a Charlotte de arriba hacia abajo—. Debes de
ser Charlotte.
—Sí, señor.
—Soy Ed. ¿Lista para conducir?
Ella me miró y sonrió, luego rebotó sobre los talones de sus pies. 206
—¡Así es!
Charlotte tomó el asiento del conductor mientras el instructor, cuyo nombre
era Ed, se sentó en el costado del pasajero. Me agaché detrás de ellos en lo que
parecía ser la cabina del conductor.
—Lo primero que debes hacer es revisar tus líquidos.
—Oh, estoy bien. Tomé mucha agua hoy.
Él rió.
—Los líquidos están en la parte delantera del camión, cariño. Te mostraré.
Le susurré al oído:
—Cariño. ¿Debería decirlo así de ahora en adelante?
Charlotte rápidamente lo siguió afuera antes de que regresaran.
—Ahora, necesitas ajustar tu asiento con estos interruptores aquí. Vas a tener
que subir para tener la mejor vista sobre el capó.
Definitivamente se estaba aprovechando al máximo de la situación cuando se
inclinó hacia ella desde el lado del pasajero. Toda esta experiencia me estaba
molestando.
—Ahora, puedes comenzar tu diésel, pero antes de hacerlo, vas a presionar el
embrague y asegurarte de que estás en la segunda marcha.
Charlotte arrancó el motor. El rugido del sonido diésel resonó en todo el
espacio, y los humos se infiltraron en el aire.
—Ahora, imagina que estás mirando para ver si vienen otros vehículos. Si está
despejado, lentamente soltarás tu embrague.
Charlotte siguió cuidadosamente sus instrucciones.
—Ahora dale un poco de gas. Lleve los RPM a aproximadamente 1200. Luego,
retíralos, embrague hacia adentro.
Ella estaba haciendo preguntas como si estuviera planeando seriamente
conducir uno de estos algún día. Mis ojos seguían fijándose en sus manos sobre las
de ella mientras cambiaban de marcha. Guijarros de sudor se estaban formando en
mi frente cuando la gran plataforma comenzó a moverse. Yo era una causa perdida.
—¡Woo-hoo! —gritó Charlotte mientras daba su primer giro alrededor del lote.
Después de una media hora, detuvo el camión.
Ed se fue, dejándonos a Charlotte y a mí solos en la gran plataforma. 207
—Eso fue realmente increíble, Reed.
—Me alegro que hayas disfrutado.
Lo que había comenzado como un mecanismo de estancamiento se había
convertido en una experiencia que estaba feliz de compartir con ella. La alegría de
Charlotte siempre era contagiosa. También me hizo sentir bien ayudarla a eliminar
otro artículo de su lista.
Estaba en silencio dentro del camión. El único ruido era el débil tráfico de la
autopista en la distancia.
Charlotte decidió trepar a la parte de atrás, donde estaba sentada, y acostarse
en la cama que estaba ubicada justo detrás del asiento del conductor en la cabina.
Me moví rápidamente hacia el asiento del pasajero.
Ella levantó los pies.
—Así que así es como viven los camioneros, ¿eh? Creo que sería un buen
trabajo, viajar por el país, parar y dormir en diferentes lugares.
—Aparte del riesgo de quedarse dormido y de suicidarse... supongo que podría
ser... divertido —dije sarcásticamente.
Juguetonamente, me arrojó una almohada y luego dijo:
—Por supuesto, lo hacen solos. No me gustaría viajar sola.
Mientras se acurrucaba en la cama para sentirse más cómoda, era evidente que
Charlotte no tenía intención de abandonar el camión a corto plazo. Dios, cómo
quería acostarme junto a ella. Si hubiera sabido que la estaba llevando a un estudio
de sexo sobre ruedas, seguramente habría repensado esta aventura de camiones.
Nunca se me había ocurrido que hubiera una cama.
Me quedé pegado al asiento del pasajero, decidido a no dejarme atrapar por
el vórtice.
—¿Podemos quedarnos aquí por un tiempo? —preguntó.
—No creo que sea una buena idea.
—¿Por qué no? Es tan pacífico.
—Creo que es mejor si volvemos a la ciudad.
—¿Porque no confías en mí?
Me negué a responder eso, en lugar de decidir cambiar el tema.
—No tienes un lugar para estar, como una cita con… ¿Blake? —Su nombre salió
de mi lengua como una obscenidad.
—No... no voy a salir con Blake. Pero por qué preguntas... ¿Estarías celoso si lo
208
hiciera?
No queriendo mentirle, simplemente elegí permanecer en silencio. Mis celos ya
se habían hecho bastante claros hace un par de semanas, de todos modos.
—¿Por qué deberías estar celoso cuando sabes que puedes tenerme, Reed?
—No puedo tenerte —le espeté.
—Oh, pero tú puedes. Estás asustado.
—Detente —le dije con los dientes apretados, a pesar de que todo lo que
realmente quería era escucharla diciéndome algunas de las cosas que me dejaría
hacerle. Negué y suspiré—. ¿De dónde vienes, Charlotte?
—Siempre me preguntas eso. Si bien no puedo responder de dónde provengo,
sé exactamente cómo llegué a tu vida. Hay… algo que no sabes. Algo que nunca te
dije.
¿A qué estaba llegando?
—No estoy entendiendo…
—¿Puedo contarte la historia de cómo nos conocimos?
—Sé cómo nos conocimos.
—Crees que sí, pero no lo haces. Siempre pensaste que estaba jugando algún
tipo de juego cuando fui a la Millennium Tower. Hay mucho más en la historia.
Siempre me había preguntado cómo sucedió todo eso, en primer lugar, cómo
había aparecido allí. Nunca tuvo mucho sentido. Hacía falta algo
—¿Por qué no me iluminas, entonces? ¿Cómo llegaste a mi vida, Charlotte
Darling?
Palmeó el lugar en la cama junto a ella.
—¿Vendrás aquí? ¿Te sentarías a mi lado?
—Preferiría que no.
—¿Por favor?
A regañadientes, me moví al lugar en la cama junto a ella. Nuestros hombros
estaban uno al lado del otro cuando giré mi rostro para encontrarme con el de ella.
—Está bien, Charlotte. Cuéntame cómo nos conocimos.
—Era el destino —dijo con naturalidad.
Me reí.
—El destino…
—Sí.
—¿Cómo sabes eso? 209
214
Charlotte
R eed parecía preocupado mientras escuchaba lo que decía la persona que
llamaba al otro lado de la línea. Su polla todavía palpitaba debajo de mí a
través de sus pantalones. Todavía estaba en las nubes, a pesar de la aparentemente
urgencia de su llamada telefónica.
Mi corazón comenzó a latir rápidamente una vez que comencé a sentir
realmente que algo estaba mal.
—¿Qué está pasando? —interrumpí.
Levantó su dedo índice mientras continuaba concentrándose mucho en la
información que se le estaba dando.
—Necesita enviarme toda esta información lo antes posible. —Hizo una
pausa—. Bien. Buen trabajo, Josh. Gracias.
215
Tiró su teléfono a un lado y se pasó los dedos por el cabello.
—Vístete, Charlotte. Necesitamos hablar.
—¿Qué está pasando?
Reed estaba nervioso.
—Por favor. Solo vístete.
—Bueno.
Después de volver a ponerme la ropa, dijo:
—Tengo que decirte algo y te va a molestar. Pero quiero que sepas que tengo
las mejores intenciones.
—Bien...
—Charlotte, no importa lo que pase entre nosotros, te considero una de las
personas más importantes de mi vida. Quiero que tengas paz y paz cuando se trata
de dónde vienes. Quería ayudarte a encontrar a tus padres biológicos. Sabía que si
te lo dejaba a ti, te llevaría años, si acaso, encontrarlos. Tengo un investigador
privado a mi disposición y lo puse en el caso a tiempo completo.
—Oh Dios mío. ¿Tú qué?
—Josh ha estado en ello durante varias semanas. Ha pasado una gran cantidad
de tiempo tanto en Poughkeepsie como en Houston.
—¿Houston?
—Sí.
—¿Qué encontró?
—Parece que una semana antes de que nacieras, había una joven que dio a luz
a un bebé a quien nunca se le asignó un número de seguridad social. La adolescente
salió del hospital antes de solicitarlo. Josh consiguió el formulario de admisión
médica de la joven. Dio un nombre falso, pero había incluido a su pariente más
cercano como Brad Spears, y ese nombre fue verificado. Localizó a Brad, quien le dijo
el nombre real de su amiga que había desaparecido años antes. Su nombre es Lydia
Van der Kamp. Era de Texas y aparentemente había estado ocultando su embarazo
a sus padres.
El latido de mi corazón comenzó a acelerarse.
—¿Lydia es mi madre?
Reed asintió.
—Parece que así es. Este chico, Brad y Lydia, eran amigos por correspondencia
cuando se escapó de su familia religiosa y vino a Nueva York. Él no era el padre del 216
bebé, pero Brad sentía algo por ella. El plan era que ella se quedara, tuviera el bebé
y luego huyeran juntos. Esa es la parte donde las cosas se ponen un poco borrosas.
Por alguna razón, Lydia tuvo un cambio de opinión. Desapareció del hospital y se
llevó al bebé sin decírselo a Brad, y eso es todo lo que él sabe. Poco después, te
descubrieron en la iglesia. Josh localizó una Lydia Van der Kamp en Houston. Ella era
la única persona con ese nombre en el área. Alrededor de ese tiempo, me dijiste que
te habían encontrado con una manta de los Astros. Eso corroboró la conexión de
Texas.
Me tapé la boca.
—Oh Dios mío.
—Desde entonces, Josh ha estado en Texas y ha hablado con los niños de Lydia.
—¿Niños?
¿Tengo hermanos?
Reed medio sonrió.
—Sí. Ella tiene dos hijos Confirmaron que su madre confesó recientemente que
había abandonado a un niño en una iglesia de Nueva York cuando era adolescente.
No tenemos un análisis de sangre para confirmar nada, pero creo que es seguro
decir que encontramos a tu madre.
Quería saber cómo era ella.
—¿Tienes una foto de ella?
—No, desafortunadamente, no la tengo. Pero puedo conseguir eso para ti.
Asintiendo repetidamente para absorber todo esto, digo:
—Está bien...
Tenía la sensación de que él duda en decirme algo más.
—¿Hay más?
Respirando hondo, cerró los ojos.
—Se está muriendo, Charlotte.
Mi corazón se sentía como si se estuviera desintegrando.
—¿Qué?
—Esa llamada telefónica que acabo de recibir trajo algunas noticias
inquietantes. Al parecer, Lydia ha estado sufriendo complicaciones de la enfermedad
de Crohn, que le dio muy fuerte y joven. Tuvo algo llamado colangitis esclerosante,
que resultó en insuficiencia hepática. Tiene soporte vital en este momento y no se
espera que sobreviva. 217
¿Mi madre se está muriendo? Es tan joven.
—Oh Dios mío. ¿Qué significa esto?
Realiza una pausa.
—Significa que tú y yo nos dirigimos a Texas.
Reed
O diaba haberla puesto en esta situación, pero ¿cuál era la alternativa? Lo
habría lamentado por el resto de su vida si no hubiera venido a Texas.
Cuando nos paramos frente al hospital en medio de un calor sofocante, un cielo
cubierto era una adición apropiada para este día siniestro.
Charlotte se detuvo en la entrada.
—No estoy listo para entrar todavía.
—Podemos quedarnos aquí todo el tiempo que necesites. —Poniendo mi
mano en su hombro, dije—: ¿Puedo conseguirte algo?
—Necesito un poco de agua, creo.
—Vamos a la cafetería.
218
—No. Quiero quedarme aquí. ¿Puedes ir por una bebida y traerla?
—Por supuesto.
Charlotte definitivamente no estaba en su sano juicio hoy. ¿Quién podría
culparla? Eso quedó evidenciado por lo que presencié al regresar.
Los cielos se habían despejado y estaba lloviendo. Estaba caminando con dos
botellas de agua cuando noté que Charlotte estaba bailando con el hombre que
había estado fumando un cigarrillo afuera cuando la había dejado. Estaban
sonriendo y riendo mientras se balanceaban de un lado a otro con sus manos
entrelazadas.
¿Qué carajo?
Entonces entendí.
Baila con un extraño en la lluvia.
Ella había decidido aprovechar esta oportunidad para eliminar un artículo de
su Lista Al Diablo. Un momento extraño para elegir hacer eso, pero si conocías a
Charlotte, sabías que podías esperar cualquier cosa. Probablemente necesitaba la
distracción del estrés en este momento y lo había tomado.
Estaba tratando de no dejar que mis celos se incrementaran.
Charlotte dejó de bailar cuando me vio acercarme.
—Este hombre fue lo suficientemente bueno como para entretenerme. Le
expliqué lo de la Lista Al Diablo.
—No te preocupes. —Sonrió—. Estoy felizmente casado. No pretendía ofender.
La mirada en mi rostro debía haber sido obvia.
—No me ofendo.
Ella se volvió hacia él.
—Gracias. Realmente necesitaba eso.
—El gusto es mío.
Mientras nos alejábamos, hablé en su oído.
—¿Cuál es su nombre?
—No tengo idea. Eso habría arruinado el propósito.
Sacudí la cabeza y me reí entre dientes.
—Aquí está tu agua.
—Gracias. —Charlotte abrió la botella y se bebió la mitad de un largo trago.
Nos demoramos unos minutos en la puerta y luego me volví hacia ella.
219
—¿Lista?
Expulsando un largo suspiro, se aferró a su estómago.
—Tan lista como siempre lo estaré.
Después de que nos secamos la ropa, nos dieron fácil acceso a la habitación de
Lydia Van der Kamp simplemente diciendo que éramos familia. Nadie se molestó en
cuestionar nada. No estábamos seguros si nos íbamos a encontrar con sus hijos, pero
cuando llegamos a la habitación, ella estaba sola con una enfermera.
La mujer mostró una sonrisa amistosa.
—Hola.
—Hola —dijo Charlotte, con la mirada fija en la mujer en coma con tubos que
sobresalían de su boca.
—¿Estás aquí para ver a la señorita Lydia?
—Sí.
—Usted debe ser su hija. Ustedes dos se parecen. Solo estoy cambiando sus
sábanas.
—¿Puede ella escuchar lo que decimos? —preguntó Charlotte.
—Bueno, ella está muy sedada. No está realmente claro lo que puede y no
puede escuchar.
Después de que la enfermera se fue, me quedé en la esquina de la habitación
para darle espacio a Charlotte. Se dirigió a la cama de Lydia.
La mujer parecía mayor para su edad, probablemente debido al estrés de su
enfermedad. Estaba conectada a un montón de tubos, que parecía que la vida se
había drenado de ella. A pesar de todo, pude ver un rastro de semejanza con su hija.
A Charlotte le tomó un tiempo encontrar el coraje para hablar.
—Hola, Lydia... No sé si puedes escucharme. Mi nombre es Charlotte, y soy... tu
hija. Me acabo de enterar de ti, en realidad. Me apresuré en venir tan pronto como
descubrí que estabas enferma. He soñado con conocerte en diferentes
circunstancias. Lamento que esto te haya pasado. Eres demasiado joven. No es justo.
Puedo ver cuánto nos parecemos. Ahora sé de dónde viene mi cabello rubio blanco.
Charlotte me miró. Sus ojos brillaban, y tomé eso como mi señal para ir a
pararme a su lado, pensando que me necesitaba para consolarla. Tomé su mano
mientras ella continuaba hablando con Lydia.
—De todos modos, estoy aquí para decirte algo. Cualquiera que sea la culpa
que puedas tener por dejarme en la iglesia, déjelo ir. Todo resultó como se suponía.
Tengo dos padres maravillosos a los que adoro. Así que no sientas que hiciste algo 220
malo. Eras joven y tomaste la decisión que creías mejor. Gracias por elegir una
iglesia... y no como... no lo sé... una gasolinera o algún otro lugar aleatorio. Me
cuidaron muy bien allí. Espero que puedas escucharme. Todos merecen paz, y espero
darte eso. Gracias por elegir tenerme. Siempre te estaré agradecida por eso. Y
siempre te amaré por darme la vida.
Charlotte apoyó suavemente la cabeza en el borde de la cama cerca del cuerpo
casi sin vida de Lydia. Tomó la mano de Lydia y la sostuvo.
Unos momentos después, Charlotte saltó.
—¿Viste eso?
—¿Qué?
—¡Acaba de apretar mi mano!
—No lo vi. Pero si lo sentiste, eso es increíble.
—Espero que eso signifique que me escuchó.
Puse ambas manos sobre sus hombros. Yo también lo esperaba. Realmente lo
sentía por Charlotte. No podía imaginarme conocer a mi madre por primera vez en
estas circunstancias. Ella estaba siendo tan fuerte, y yo estaba realmente orgulloso
de ella.
El fumador de afuera que había bailado con Charlotte bajo la lluvia apareció de
repente en la puerta. ¿Por qué estaba aquí?
—¿Puedo ayudarte? —pregunté.
—Depende. ¿Puedes hacer que mi madre vuelva a la vida? —dijo mientras
entraba en la habitación.
Charlotte se congeló.
—Acabo de descubrir quién eres, Charlotte. Hemos estado hablando de ti
todos los días desde que el investigador se fue. Creí que te sentías familiar afuera,
pero ahora me doy cuenta de que es porque te ves como una versión más joven de
mamá. Ya nos hemos reunido... pero yo soy Jason... tu hermano.
Las lágrimas llenaron los ojos de Charlotte mientras lo abrazaba.
—Oh Dios mío. Hola.
Las manos de Jason temblaban un poco mientras las envolvía alrededor de la
espalda de Charlotte. Olía como una chimenea, pero a primera vista, parecía una
persona decente.
Esto era bastante surrealista. Debía de parecerse a su padre, porque nunca
hubiera imaginado que este tipo de cabello oscuro era el hermano de Charlotte. 221
—¿Cuánto tiempo ha estado tan mal? —le preguntó.
—Alrededor de un mes.
—¿Hay alguna esperanza?
Frunció el ceño.
—Me temo que no. Ella depende de las máquinas en este punto. Estamos en
medio de algunas decisiones difíciles.
Charlotte volvió a su lugar al lado de Lydia, luego miró a Jason.
—Lo siento mucho.
—Ella te amaba, Charlotte. Nos había hablado recientemente de ti. Mamá tenía
miedo de buscarte porque pensaba que tal vez la odiarías. Pero te llevó en su
corazón.
Las lágrimas que habían estado amenazando comenzaron a correr por el rostro
de Charlotte mientras miraba a su nuevo hermano.
—¿Me puedo quedar? Hasta... yo... quiero pasar tiempo con ella. Y contigo. Y
mi otro hermano. ¿Eso está bien?
Él sonrió.
—A mamá le gustaría eso. De hecho, no puedo pensar en nada más en este
mundo que pueda traerle más paz que tenerte aquí hoy.
—¿Cuánto tiempo tiene ella?
Jason caminó hacia el otro lado de la cama de su madre, y cubrió la otra mano
de la mujer con la suya.
—No mucho. Semanas... días... tal vez incluso horas. Hemos estado luchando
para quitarle el soporte de vida. Todos teníamos la sensación de que aún no era la
hora. —Miró a Charlotte—. Ahora tiene sentido. Todos te estábamos esperando. Ella
te estaba esperando.
—Hola —susurró Charlotte, parpadeando sus ojos para alejar el sueño mientras
me miraba. Hace unas horas, se había acurrucado en una bola en la silla al lado de
su madre y se había quedado dormida. Eran casi las dos de la mañana, hora de Texas.
Estiró los brazos sobre su cabeza y dejó escapar un gran bostezo—. ¿Cuánto tiempo
222
dormí?
—No lo suficientemente largo. Un par de horas.
—¿Jason se fue?
Mi primera impresión de Jason había sido correcta. Resultó ser un tipo bastante
decente. Habíamos pasado las horas mientras Charlotte dormía conociéndonos. Con
solo veintidós años, ya había cumplido cuatro años en el ejército y se había casado
con su novia de la escuela secundaria. También había sido el único cuidador de Lydia
en los últimos meses desde que había empeorado, y su madre claramente significaba
el mundo para él. Negué con la cabeza.
—Bajó las escaleras para traernos algo de café. No quería ir muy lejos en caso
de que te despertaras y estuvieras confundida.
Me dio una sonrisa triste.
—¿Me desconcierta cómo ayer era una hija única que servía el café de mi jefe
en Nueva York, y esta noche estoy en la mitad del país y mi hermano está preparando
el café de mi jefe?
Me estiré y apreté su rodilla.
—Sí, eso.
—¿Has dormido?
—Aún no. Pero reservé una habitación de hotel cerca mientras estabas
roncando.
Charlotte arqueó una ceja.
—¿Una habitación de hotel? ¿Como en uno, no en plural?
—Reservé una suite con dos camas. No quiero que estés sola.
Se inclinó hacia mí y me susurró al oído.
—O... ¿tal vez esperabas que levantara mi vestido otra vez?
Jason regresó a la habitación, evitándome tener que responder a eso. De hecho,
había debatido sobre cuántas habitaciones reservar durante una hora y media. Al
final, me di cuenta de que ya la había visto desnuda, había probado su coño y había
perdido la cabeza por esta mujer. Había cruzado la línea por un kilómetro,
reconfortándola y quedándome a su lado mientras ella luchaba durante este difícil
momento no podía profundizarme más. Su hermano me entregó un café y se volvió
hacia Charlotte.
—Tengo uno con crema y azúcar para ti. No estaba seguro de cómo lo tomas.
Ma y yo lo tomamos ligero y dulce, así que pensé que tal vez el sabor es hereditario
o algo así. 223
Ella sonrió.
—Eso es perfecto. Gracias.
Jason se sentó al otro lado de la cama.
—No sé cuánto tiempo planeas quedarte, pero probablemente deberías dormir
un poco. No tengo mucho espacio en mi pequeño departamento. Vivo en un estudio
con mi esposa. Pero puedes quedarte en el lugar de ma si quieres. Tengo sus llaves,
y no está muy lejos de aquí. Tal vez quince minutos por la carretera.
—Gracias. Pero Reed ya nos reservó en un hotel cerca.
—Tienes un buen marido. —Me miró—. Aunque creo que podría dormir un
poco. Te estaba mirando como un halcón mientras dormías y se veía tan estresado
como estabas cuando estabas despierta.
No se me había ocurrido que nunca hubiéramos etiquetado nuestra relación.
Teniendo en cuenta que había estado al lado de Charlotte todo el tiempo, su
conclusión era lógica.
—Oh. Reed no es mi marido. Él es mi… —Charlotte luchó—… jefe.
Jason levantó una ceja y tomó un sorbo de café.
—¿Jefe?
—Sí, él es mi jefe en Nueva York. Yo trabajo en su compañía.
—Por la forma en que parecía que podría matarme cuando nos encontró
bailando afuera, y la forma en que te veía dormir... simplemente asumí.
Charlotte me miró y luego de vuelta a su hermano.
—Es... complicado.
Él sonrió.
—Me lo imagino.
Después de que terminamos nuestros cafés, Jason nuevamente sugirió que
fuéramos a dormir un poco. A pesar de que Charlotte parecía vacilante, estuvo de
acuerdo cuando dijo que deberíamos regresar alrededor de las diez de la mañana,
ya que era cuando hacían las rondas.
El hotel que había reservado en mi teléfono estaba a poca distancia del hospital,
y el registro fue rápido y sin complicaciones. No fue hasta que los dos estábamos
solos en la habitación tranquila que empecé a preguntarme si había hecho algo
inteligente al instalarnos en un lugar con dos camas gigantes.
—Voy a tomar una ducha rápida —dijo Charlotte.
—¿Tienes hambre? El hotel tiene un menú de servicio a la habitación las
veinticuatro horas. ¿Por qué no nos ordeno algo? No has comido nada desde antes 224
de que salimos de Nueva York.
—Bueno. Sí. Supongo que deberíamos comer. Gracias.
—¿Qué te gustaría?
—Lo que sea que tengas. —Los hombros caídos de Charlotte y la tristeza en su
voz me estaban matando.
—Entonces, ¿dos órdenes de hamburguesas dobles con queso, papas grandes,
un batido y un postre?
—Por supuesto.
Había estado bromeando, aunque no creía que ella realmente quisiera toda esa
comida. Así que probé si estaba prestando atención.
—Bueno. También pediré un doble de nudillos de cerdo y ardilla asada.
Cuando la miré, respondió:
—Eso suena bien. —No tenía idea de lo que acababa de decir.
El servicio a la habitación llegó justo cuando Charlotte salía del baño. No estaba
seguro si había sido realmente rápido o su ducha había sido muy larga. Levanté la
tapa de plata del primer plato.
—¿Ensalada César con pollo? —Dejándola, levanté la segunda tapa—. ¿O
penne a la vodka?
—Lo siento. Realmente no tengo hambre. —Suspiró. Charlotte tenía puesta una
gruesa bata blanca de hotel, y su cabello mojado estaba envuelto en una toalla sobre
su cabeza. Para empezar, no era grande, pero enterrada debajo de todo eso, se veía
bastante pequeña en el momento. Me froté un punto en el pecho, a pesar de que el
dolor estaba dentro.
—Ven aquí. —Abrí los brazos y ella no dudó en caminar hacia ellos. Cerró los
ojos y dejó escapar otro fuerte suspiro cuando la envolví en un fuerte abrazo. Le
acaricié la espalda—. Ha sido un largo día. O dos días. Deberías dormir un poco.
No hizo ningún intento de moverse, pero asintió.
—¿Me abrazarás? Acuéstate conmigo, quiero decir.
—Por supuesto.
Juntos, entramos en el dormitorio. Me quité los zapatos y me quité la camisa
de vestir, sin llegar a quitarme los pantalones y la camiseta blanca. Charlotte
necesitaba mi apoyo, no una erección pinchando su culo. Retiré las sábanas, me metí
en la cama y le tendí los brazos. Se quitó la toalla de la cabeza y se acurrucó contra 225
mí, con la cabeza mojada apoyada en mi pecho justo sobre mi corazón.
Quería decir algo, ofrecer algún tipo de apoyo verbal. Pero sentí que las
palabras estaban atrapadas en mi garganta. En cambio, hice lo que me pareció
natural y le acaricié la cabeza con una mano y la espalda con la otra.
Después de unos diez minutos, pensé que se había quedado dormida, pero ella
susurró:
—Gracias por este regalo, Reed. A pesar de que mi corazón se rompe en mil
pequeñas piezas porque se está escapando y nunca la conoceré, de una manera
extraña, siento que es la primera vez que tengo todas mis piezas. Siempre sentí que
faltaban algunas.
Besé la parte superior de su cabeza y reafirmé mi agarre alrededor de ella.
—Es un placer, Charlotte. Solo deseo que las cosas con su salud pudieran ser
diferentes.
Unos minutos más tarde, se quedó dormida. Elegí quedarme despierto y
disfrutar la sensación de que ella dormía tranquilamente en mis brazos. Se sentía tan
bien. Tan increíble no hacer nada más que acostarme con la mujer de la que me
había enamorado y fingir que esta era mi vida.
Quería que fuera mi vida más que nada.
Pero al ver la angustia emocional que sentía Charlotte al ver morir a una mujer
que acababa de conocer, fue un claro recordatorio de que no podía ser mi vida.
Esta mujer finalmente tenía todas sus piezas y no estaba dispuesta a tomar una
que nunca podría devolver.
226
Charlotte
Nueve días después de que hubiéramos llegado a Houston, Lydia Van der
Kamp murió a las 11:03 p.m. en un domingo. Reed, Jason, mi hermano menor, Justin
y yo estábamos a su lado cuando ella simplemente tomó su último aliento. Habían
pasado menos de veinticuatro horas desde que le quitaron el ventilador.
Nada podría haberme preparado para ese momento. Después de que el
médico la declaró muerta legalmente, un sacerdote entró y dijo unas palabras. Luego
nos turnamos para despedirnos. Reed se ofreció a quedarse conmigo mientras decía
la mía, pero sentí que era algo que necesitaba hacer por mi cuenta.
Se había ido, pero esperaba que su espíritu pudiera escucharme mientras
hablaba.
—Hola, mamá. Estoy tan contenta de haberte conocido. Probablemente estés
pensando que estoy un poco loca por decir "Llegue conocerte" cuando no estabas
despierta todo el tiempo que he estado aquí. Pero sí te conocí, porque pude conocer
a mis dos hermanos, a quienes criaste. Son cariñosos y amables y el tipo de hombres
que son un testimonio vivo de la buena crianza. Entonces, aunque no hayamos
tenido la oportunidad de charlar, debo conocerte a través de ellos. Y eres realmente
genial. —Me limpié algunas lágrimas de la mejilla—. Sé que no debe haber sido fácil
para ti abandonarme. Mis hermanos dijeron que siempre sentiste que tomé un
pedazo de tu corazón el día que me dejaste en esa iglesia. Bueno, yo siento lo mismo
ahora. Una parte de mi corazón que acabo de encontrar está faltando nuevamente.
Desapareció cuando tomaste tu último aliento. Algún día, nos volveremos a
encontrar y nos llenaremos la una a la otra. —Me incliné y besé su mejilla por última
vez—. Hasta entonces, tendré un ángel cuidándome.
Ni siquiera recordaba haber salido de su habitación la última vez, o incluso
despedirme de mis hermanos antes de salir del hospital. En el viaje de regreso al 230
hotel, Reed me preguntaba si estaba bien. Yo pensé que lo estaba. Pensé que había
hecho las paces al encontrarla y perderla todo en apenas una semana. Ya no estaba
llorando y no me sentía angustiada, extrañamente. Pero hay una diferencia entre
encontrar paz y adormecerse. No fue hasta que volvimos a nuestra habitación y entré
a la ducha que todo me golpeó. Me había metido debajo del agua completamente
vestida.
El agua caliente se escurrió sobre mi espalda, haciendo que mi ropa cayera por
el peso. Cerré los ojos y empecé a llorar. Mis hombros temblaron y los sollozos
atormentaron mi cuerpo, pero durante los primeros veinte o treinta segundos no
salió ningún sonido. Pero luego el corcho se desprendió de la botella y todo
comenzó a derramarse. Lloré fuerte. Realmente fuerte. Un enfermizo aullido
gorgoteaba de mi garganta. Ni siquiera sonaba como si viniera de mí. Me apoyé
contra la baldosa para mantenerme en pie.
Vagamente escuché que la puerta del baño se abría, pero la presencia de Reed
no se registró hasta que estuvo justo detrás de mí, parado en la bañera. Envolvió sus
brazos alrededor de mi cintura desde atrás.
—Está bien. Déjalo salir. Te tengo.
Me incliné hacia atrás, cambiando mi peso de la pared al hombre que estaba
detrás de mí, y presioné mi cabeza contra su pecho. Lloré por tantas cosas: Lydia se
estaba muriendo tan joven, mis hermanos estaban sin madre, nunca podrían
escuchar su voz ni ver sus ojos, mi madre, mi madre adoptiva, que hizo todo bien,
pero yo solo podía darle el noventa y nueve por ciento de mi corazón porque el otro
uno por ciento pertenecía a una mujer que nunca había conocido.
Reed se quedó allí, con una mano sosteniéndome y la otra acariciando mi
cabello empapado. Nos quedamos así durante mucho tiempo, hasta que el agua se
enfrió. Eventualmente, cuando mis lágrimas se secaron, me rodeó y giró la perilla
para cerrar el agua. Chirrió mientras la giraba.
—Déjame quitarte esta ropa.
Temblando, asentí.
Se arrodilló frente a mí y me desabotonó los vaqueros. Sacando el dril de
algodón empapado por mis piernas, me miró y habló en voz baja.
—Sostente de mis hombros. Sácalo.
Haciendo lo que me dijo, saqué un pie de mis vaqueros y luego el otro.
—Voy a quitarte toda tu ropa, para poder ponerte algo seco. ¿De acuerdo?
Asentí de nuevo.
Reed deslizó mi ropa interior mojada por mis piernas y la saqué, esta vez al 231
menos sin necesidad de que me instruyeran.
—Levanta tus brazos.
Me quitó la mojada camiseta por la cabeza y me desabrochó el sostén, dejando
que la ropa pesada cayera al suelo de la bañera con un fuerte golpe. Todavía no me
había movido ni un centímetro cuando salió de la bañera, agarró una toalla y la agitó
antes de envolverla a mi alrededor.
—¿Estás bien? —preguntó de nuevo.
Sigo asintiendo.
—Venga. Vamos a vestirte con algo cálido y acostarte debajo de las sábanas.
Finalmente hablé.
—Pero tú también estás empapado.
—Me quitaré la ropa después de que te estabilicemos.
Negué con la cabeza.
—No. Esperaré.
Los ojos de Reed se elevaron a los míos, y pareció reflexionar sobre lo que
pregunté. Aunque vacilante, no me negaría nada en el momento. Cerró los ojos y
asintió.
El aire acondicionado era frío, lo que hacía que llevar ropa mojada fuera
insoportablemente frío. Incluso envuelta en una toalla seca, todavía temblaba. Reed
tenía que estar congelado, pero no lo demostró. Se desabotonó la camisa empapada
y la dejó caer al montón en el suelo de la bañera. Su delgada camiseta siguió a
continuación. Dudó en el botón de sus vaqueros, mirándome una vez más antes de
abrirlos. Me quedé mirando, esperando, hasta que él continuó. Se quitó una pierna
del pantalón y luego la otra antes de doblarse para salir.
Cuando volvió a levantarse, me di cuenta de por qué había sido tan vacilante.
La gruesa protuberancia en sus bóxers hizo latir mi corazón.
Reed miró la erección que sobresalía de la tela mojada. Un ceño fruncido
estropeaba su hermoso rostro.
—Lo siento. Yo... no puedo evitarlo.
—No lo sientas —le susurré—. Me sentiría decepcionada si no lo estuvieras.
Buscó en mi cara, tragó, y extendió la mano para enganchar sus pulgares en la
cintura de sus calzoncillos.
Contuve el aliento mientras él se quitaba la ropa interior. Su polla dura como
232
una roca se balanceaba contra su bajo vientre mientras se liberaba. No importaba
que la habitación estuviera helada y nos paráramos entre un montón de ropa
empapada, un calor repentino se extendió por todo mi cuerpo.
Reed observó mis ojos mientras vagaban por toda su hermosa piel. Nunca
había visto un cuerpo tan perfecto: Abdominales definidos, hombros anchos, una
cintura estrecha, pero era su innegable excitación a la que mis ojos seguían
volviendo. Cuando inconscientemente lamí mis labios, Reed gimió.
—Joder, Charlotte. No me mires así.
Mis ojos saltaron a los suyos.
—¿Así como?
—Como si te dijera que te arrodilles y me chupes, que eso te haría sentir mejor.
Como si eso hiciera volver esa sonrisa que extraño tanto a tu dulce cara.
Miré hacia abajo y luego volví a mirarlo bajo mis pestañas.
—¿Qué más crees que me haría sonreír?
—Charlotte... —advirtió.
El estado de ánimo cambió. Los dos lo sentimos. La tensión crepitaba en el aire.
Era una locura cómo mis emociones podían saltar al necesitar que él me abrazara
mientras lloraba por necesitarlo dentro de mí en tan poco tiempo. Si bien estaba
razonablemente segura de que actualmente estaba inestable, también estaba
absolutamente segura de que no me arrepentiría de nada de lo que sucediera entre
los dos. Lo que sea que incite la chispa a la llama no importa; quería sentir la
quemadura.
Me acerqué con un paso tentativo hacia él. Tal vez nunca me dé su corazón,
pero quería al menos fingir que era mío por un día. La cercanía entre nosotros la
semana pasada, la forma en que me mantuvo de pie cuando estaba lista para caer,
era fácil sentir que realmente éramos una pareja. Necesitaba sentir el resto. Mi
corazón latía contra las paredes de mi caja torácica.
—Te quiero, Reed. Solo quiero sentir algo que no sea doloroso esta noche. —
Mi mirada se posó en su amplia erección antes de que mirara hacia arriba y nuestros
ojos se encontraran—. Bueno, eso podría ser doloroso, pero es un tipo de dolor
diferente.
Las fosas nasales de Reed se ensancharon. Era un toro que observaba cómo la
capa roja se balanceaba detrás de una puerta cerrada. Quería abrir la cerca y verlo
cargar. Alcanzando el nudo en la toalla que me había envuelto, la aflojé y cayó al
suelo.
El músculo en la mandíbula de Reed se flexionó cuando sus ojos viajaron por 233
todo mi cuerpo. Su voz era tensa.
—No quieres esto, Charlotte. Tú no entiendes.
—Ahí es donde te equivocas, Reed. Entiendo. Después de la última semana,
entiendo mejor que nadie. Porque preferiría haber tenido estos últimos nueve días
con mi madre que terminaron con dolor a nunca haberla conocido. No me importa
si nuestro tiempo es más corto o más difícil, solo quiero lo que sea que podamos
tener.
Su pecho subía y bajaba.
—Estás destruida después de nueve días. Piensa cómo sería después de nueve
años si no tuviera suerte.
Cerré la distancia restante entre nosotros para que nuestra piel se tocara y lo
miré desafiante.
—Piensa en lo que podríamos tener durante esos nueve años.
Inclinó la cabeza.
—No puedo hacerte daño, Charlotte. Simplemente no puedo.
Lo sentí deslizarse de nuevo. La ventana comenzó a cerrarse ante la mención
de algo a largo plazo. Reed no me prometía nada que implicara un compromiso
porque no creía que pudiera cumplirlo de la forma que yo lo necesitaba. Pero esta
noche lo necesitaba, pasara lo que pasara. De cualquier modo, forma o manera.
Tomaría cualquier parte de él que él pudiera dar, incluso si no era su corazón.
—Entonces solo dame esta noche. Te necesito, Reed. Ayúdame a olvidar. —No
estaba por encima de mendigar—. Solo una noche.
Me miró fijamente. Pude ver el debate interno que se libró dentro de él. Decidí
más de lo que podrían ser necesarias las palabras para inclinar la escala a mi favor,
me acerqué y lentamente pasé la yema de mi dedo pulgar suavemente sobre la
cabeza de su brillante polla hinchada. Luego llevé mi pulgar a mis labios y me chupé
el pre-semen. Los ojos de Reed ardían. Su cabeza cayó hacia atrás y rugió.
—Mierdaaaa.
De repente, mi espalda golpeó la pared de la ducha. Reed presionó sus manos
contra la baldosa a cada lado de mí, y parecía que no podía controlar mi respiración.
—¿Es esto lo que quieres? —Bajó la cabeza y chupó un pezón.
Duro.
Mis labios se separaron y un gemido respondió su pregunta.
Lo mordió y tiró de mi dolorido pezón entre sus dientes.
234
—¿Es esto lo que quieres? Respóndeme.
—Yo-yo quiero sentirte.
Una sonrisa maliciosa se extendió por su rostro cuando levantó la cabeza para
encontrarse con la mía. Estábamos nariz con nariz.
—¿Quieres sentirme por una noche? Te haré sentirme por días.
Reed aplastó su boca contra la mía, tragando un grito ahogado. Envolvió mi
cabello alrededor de sus puños y lo usó para inclinar mi cabeza y profundizar el beso.
Piel contra piel, enjaulada contra la pared, con el cabello apretado, aún no era
suficiente. Necesitaba ser uno con este hombre más que nada en el mundo. Se sentía
como lo único que estaba bien.
Enganchando ambos brazos alrededor de su cuello, levanté mis piernas y las
envolví alrededor de su cintura. Aplastó su polla con fuerza contra mí, la fricción
contra mi clítoris casi me hace perder la cabeza. Mis ojos se fueron a la parte
posterior de mi cabeza mientras él chupaba mi lengua a la vez que frotaba su eje
hacia arriba y hacia abajo. Nunca había estado tan excitada en toda mi vida, nunca
había necesitado tanto a nadie. Estaba empapada entre mis piernas, y no tenía nada
que ver con la ducha.
Reed murmuró contra mi boca:
—Sin condón. Te quiero desnuda.
—Dios, sí.
Separó sus labios de los míos y se apartó lo suficiente para poder mirarme a
los ojos. Jadeando, su cara estaba turbia de lujuria cuando se contuvo y me estudió.
Parecía estar asegurándose de que estaba realmente de acuerdo con lo que había
dicho.
Le ofrecí tranquilidad.
—Estoy tomando la píldora.
Durante unos segundos dolorosos, cerró los ojos y pensé que podría estar
reconsiderándolo. Pero no podría haber estado más equivocada. Sacudió la cabeza.
—He fantaseado con estar dentro de ti desde la primera vez que nos
conocimos. Estabas en ese pequeño vestido negro, caminando por el ático que
estaba mostrando, actuando inocentemente. Quería inclinarte y azotarte el trasero
por perder mi tiempo. —Era imposible contener mi sonrisa. Eso era exactamente lo
que había sentido que quería hacerme ese día. Recordé vívidamente la sensación de
que él tenía una energía peligrosa que estaba en conflicto con su traje personalizado
y su corbata de lazo adecuada. Pensé que me lo estaba imaginando en ese momento.
—Deberías haberlo hecho. No me di cuenta de que era una opción con todas
235
las lujosas comodidades que el lugar había ofrecido.
—Ese día que recibiste esas flores de Blake. —Escupió el nombre como una
maldición—. Fui a casa y me salió la idea de follarte por detrás mientras ese imbécil
miraba desde una ventana. Estabas inclinada y mirando hacia el cristal para que él
pudiera verte, pero te cubrí la cara con las dos manos para que ni siquiera pudiera
verte venir con mi polla dentro de ti. Eso es lo mucho que odio la idea de ti con otro
hombre.
Su confesión hizo que mi boca se abriera. Sabía que se sentía atraído por mí,
incluso tenía sentimientos por mí, pero nunca pensé que lo escucharía admitir que
estaba tan obsesionado conmigo como yo lo estaba con él. Alimentó mi audacia.
Pasé mis manos de sus hombros a su cabello, enredando mis dedos en las
hebras mojadas.
—Podríamos hacer eso si quieres. Podría llamarlo y...
Reed me interrumpió.
—No lo hagas. No hables de llamar a otro hombre. No esta noche.
Se agachó y apretó su polla, llevándola a mi apertura. Mirando de nuevo, habló
con nuestros labios tocándose.
—Esta noche... esta noche estás follando la mía.
Condujo sus caderas hacia adelante y empujó suave pero firmemente hacia
adentro. Inconscientemente, mis ojos se cerraron.
—Ábrelos, Charlotte. —Su voz era áspera.
Los abrí y nuestros ojos se encontraron.
—Mantenlos abiertos. Déjame verte. Quiero ver tu hermosa cara mientras
tomas mi polla. Lo único mejor que soñar con eso es verlo en la vida real. —Se deslizó
dentro y fuera unas cuantas veces—. Mierda. Te sientes muy bien.
Había pasado una eternidad desde que había tenido relaciones sexuales, y
Reed era grueso y largo. Mi cuerpo lo apretó como un guante. Sonreí.
—Te sientes... grande.
Reed devolvió la sonrisa. La vista era impresionante. Él dentro de mí, y por un
momento en el tiempo, parecía que no le importaba el mundo.
Sus manos se deslizaron hacia abajo para ahuecar mi culo y se levantó para
ajustarnos. La pequeña inclinación de mis caderas le permitió hundirse aún más
profundo. Su sonrisa se desvaneció en profunda concentración.
—Mierda.
Gemí cuando él se agachó y comenzó a frotar mi clítoris con dos dedos.
Ninguno de los dos iba a durar mucho. Mi cuerpo se estremeció, y mis piernas 236
comenzaron a temblar. Reed comenzó a empujar más y más duro.
—Quiero llenarte. Bombear mi semen tan profundo que siempre tendrás un
pedazo de mí dentro de ti.
Dios. Tan sucio, pero al mismo tiempo, tan hermoso.
Gemí su nombre mientras mi orgasmo se afianzaba. Mis uñas se clavaron en su
espalda, mi cuerpo comenzó a temblar y sacudirse, y perdí la conciencia del mundo
que me rodeaba. Estábamos en un túnel, solo nosotros dos, aislados del resto del
mundo. Reed me miró a los ojos y se permitió dar mucho más que su cuerpo.
Estábamos conectados a un nivel que nunca antes había experimentado; nuestras
mentes, cuerpos y espíritus estaban en perfecta armonía.
Cuando mi cuerpo comenzó a aflojarse, Reed dejó de contenerse. Me
bombeaba cada vez más fuerte hasta que su cuerpo se puso rígido cuando su clímax
caliente me llenó.
Simplemente espectacular. Mejor que los fuegos artificiales el 4 de julio.
Siguió moviéndose dentro y fuera durante mucho tiempo después, besándome
y diciéndome una y otra vez lo hermosa que era. Sintiéndome débil, me aferré a la
vida mientras recuperaba el aliento. Reed besó mi cuello, mi clavícula, mis mejillas,
incluso mis párpados. El momento se sintió tan íntimo, como si viviéramos en una
pequeña burbuja protegida del mundo exterior.
Eventualmente, sin embargo, se retiró y me puso de pie. Rozó sus labios con
los míos.
—Gracias por esta noche, Charlotte.
Era una cosa aparentemente inocua de decir, incluso dulce. Sin embargo,
estalló esa pequeña burbuja abierta. Reed me estaba agradeciendo por esta noche,
porque las cosas no serían lo mismo mañana.
237
Reed
¿Q ué demonios hice?
No quería arrepentirme de lo que acababa de suceder.
Arrepentirme significaría que fue un error, que hicimos algo malo. Y lo
que sucedió entre Charlotte y yo… era lo contrarío de incorrecto. Había pasado
mucho tiempo desde la última vez que sentí algo bien. Pero eso no significaba que
no fue estúpido.
Una noche.
Charlotte no era una mujer de una noche, y a pesar de lo que dijimos, solo la
estaría lastimando más al final. Ahora que la sangre había dejado mi polla y
regresado a mi cerebro, dolorosamente me había dado cuenta de ello.
Por las ultimas nueve noches, desde la primera noche en que la sostuve hasta
238
que se quedó dormida, me había ido a la cama después de Charlotte. Sin importar
lo exhausto que hubiera estado, yo esperaría hasta que quedara profundamente
dormida y luego regresaría a pretender dormir en el sillón. Era lo último que podía
hacer para mantener la pequeña distancia entre nosotros. Pero tomar mi
computadora y pretender que trabajaba después de lo que acabábamos de hacer,
se sentía como algo de mierda. La incomodidad llegó después de que ambos nos
terminamos de cambiar para ir a la cama.
Deteniéndome, tomé una toalla y la llevé a mi cabello mojado mientras
Charlotte subía a una de las dos camas en la habitación. Cuando comencé a hurgar
en mi maleta para comprar más tiempo, ella suspiró ruidosamente.
—¿Vas a sacar toda tu ropa y volverla a doblar para evitar venir a la cama
conmigo?
Por supuesto, ella sabía.
Me reí y tomé una camiseta antes de sentarme en la orilla de la cama.
—No sé dónde debería dormir.
Ella sonrió.
—No me digas…
—Chistosita.
—Ven a la cama Reed. —Movió las cobijas—. Y en caso que tengas duda… me
refiero a esta.
En realidad, no existía otro lugar en el que desearía estar en el mundo. Y que
se jodan, una noche era más que una hora en el baño. Ella no tuvo que pedírmelo
dos veces. Caminé hacia el interruptor de la luz y lo apagué antes de ir a la cama con
ella. Acomodarnos se sintió tan natural como tocarla. Me recosté, y Charlotte se
acurrucó en mi hombro. Coloqué mi brazo a su alrededor, y mi mano comenzó a
acariciar su cabello.
Después de unos minutos ella dijo:
—¿Crees en Dios, Reed?
Por meses después de mi diagnóstico, había contemplado esa misma pregunta.
No estaba seguro si lo hacía. Pero luego me había dado cuenta que tenía miedo de
no creer, lo que significaba que en realidad sí creía que existía algo a que temerle.
—Lo hago.
—¿Crees en el cielo?
—Eso creo.
—¿Crees que los perros están ahí?
Sonreí en la oscuridad. Típico de Charlotte. Pensé que entraríamos a una 239
discusión filosófica sobre la existencia del cielo y el infierno, y ella estaba preocupada
sobre a dónde van los perros.
—Sí. ¿Alguno en particular que te preocupe?
—Richard Stamps.
—¿Quién?
—Mi viejo perro. Él murió cuando tenía diecisiete. Su nombre era Richard
Stamps.
—¿Fue nombrado por alguien?
—Algo así…
Por sus dudas, sabía que había una historia. Una que sería completamente
Charlotte.
—Escúpelo. Darling. ¿De dónde salió su nombre?
—¿Eso es con D mayúscula o d minúscula?
—Después de lo del baño, no vamos a volver a mencionar nada que involucre
una d minúscula.
Ella soltó una risita. Dios, amo ese sonido.
—Por supuesto que no.
Ella golpeó mi pecho.
—Cuando estaba en jardín de niños, aprendimos el Juramento a la Lealtad.
Dado que apenas estábamos aprendiendo a leer y muchas de las palabras eran muy
grandes, la maestra nos enseñó una línea a la vez. Estaba tan orgullosa que la
memoricé. Así que una noche, saqué la bandera que teníamos en el porche y me
levanté después de la cena para mostrarles lo inteligente que era.
—Continúa…
Ella se sentó en la cama. Estaba oscuro, pero podía ver su mano ir a su pecho.
—Juro lealtad a la bandera de los Estados Unidos de América, y a la república
por Richard Stamps, una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para
todos.
Solté una carcajada.
—¿Pensaste que por la que nos paramos era Richard Stamps?
—Mis padres pensaron que era divertido. Se volvió algo así como nuestro
chiste local. Siempre que mi papá le decía a mi mamá: “¿Cuál era el nombre del señor
que conocimos en la fiesta la otra noche?”, mi madre siempre diría: “¿Richard
Stamps?”. Así que cuando mis padres me sorprendieron en mi cumpleaños siete con 240
un cachorro, su nombre obviamente tenía que ser Richard Stamps.
—Obviamente.
—¿Te estás burlando de mí?
Me reí.
—Richard Stamps está en el cielo, Charlotte. Estoy seguro que todos los perros
con nombres como Spot y Lady están celosos de su genial nombre.
Charlotte volvió a recostarse. Esta vez su cabeza descansando sobre mi
corazón.
—Esperó que esté con mamá.
—Él lo está, hermosa. Él lo está.
Ella permaneció en silencio por un largo tiempo después de eso. Había
comenzado a creer que se había quedado dormida. Pero aparentemente había
estado pensando en algo más que Richard Stamps.
—¿Por qué Dios dejaría que alguien muriera tan joven?
—He pasado mucho tiempo haciéndome la misma pregunta. Y la respuesta es,
no tengo idea. No estoy seguro de que alguien tenga la respuesta. Pero me gusta
creer que quizás el cielo es un mejor lugar que aquí y la muerte no es siempre un
castigo, sino algunas veces un premio para sacar a las personas de su dolor.
Charlotte inclinó su cabeza para mirarme.
—Wow. Eso es una hermosa manera de pensarlo.
Tomé su mejilla con mi mano.
—Lydia esta en un buen lugar. Es más difícil para las personas que se quedan.
—Ni siquiera puedo imaginarme por lo que mis hermanos están pasando.
Siento como si existiera un hoyo en mi corazón, y ni siquiera tengo recuerdos con
ella.
Su sentir se quedó en el aire.
Besé su cabeza y la abracé.
—Duerme. Mañana haremos los arreglos y será un largo día.
Ella bostezó.
—Está bien.
Justo cuando estaba comenzando a quedarme dormido, susurró.
—¿Reed? ¿Estás dormido? 241
—Lo estaba…
—Solo quiero decir una cosa más. —Hizo una pausa—. Creo que es mejor pasar
años atesorando un recuerdo que pueda doler a veces, que nunca haber tenido uno.
Miré de reojo a Charlotte, mirando su sonrisa una vez más. Parecía que estaba
bien.
—¿Qué quieres decir?
Nancy dudo.
—Ustedes dos parecen cercanos, y dado que trabajan juntos, estarás más cerca
de ella que yo. Así que quizás puedas ayudarme a mantener un ojo en ella por mí.
—Está bien…
—No estoy seguro que lo sepas, pero Charlotte tiene problemas de abandono
latente. No es extraño en niños adoptados. Pero la manera en que las ansiedades de
cada persona se manifiestan puede ser diferente. El abandono es un trauma y genera
un trastorno de estrés post traumático, la mayoría no se da cuenta de ello.
—No sabía que ella sufriera de problemas a largo plazo —dije.
—Todos tienen problemas. Charlotte solo tiene la tendencia de hundir los
suyos y luego actuar impulsivamente para evitar sentir lo que realmente está
sintiendo.
Mierda. Impulsivamente. Como pasar de llorar a querer tener sexo en la ducha.
—El momento más difícil para alguien que sufrió una perdida normalmente es
después de que todo terminó —dijo Nancy—. No más vigilias en el hospital o la
familia uniéndose. Todo queda enterrado, literal y figurativamente. Luego todo a tu
alrededor regresa a la normalidad, y tú todavía no estás listo. Ahí es cuando me
preocupo más por Charlotte.
—¿Qué puedo hacer para ayudar?
Nancy dio palmaditas a mi pierna.
—Solo estar ahí para ella. Cuando la persona que se supone tiene que estar
para ti la mayor parte de tu vida, te deja atrás, tiendes a ser un poco asustadizo. Su
relación con ese imbécil de Todd, tampoco le ayudo a asegurarle que las personas
se quedan. Lo mejor que podemos ofrecerle a Charlotte es continuidad, ser
confiables cuando más nos necesite, de la forma que sea eso.
243
Reed
E stábamos de regreso en Nueva York, pero nada se parecía a cómo eran las
cosas antes de ir a Texas. Se sentía como si todo hubiera cambiado.
Charlotte se estaba tomando su merecido descanso del trabajo, un tiempo
apartada para aclarar su cabeza después de todo por lo que pasó en Houston. La
oficina estaba completamente apagada sin ella alrededor. Ella había decidido
quedarse con sus padres en Poughkeepsie por un tiempo, y apoyaba por completo
la idea. No estaba tan seguro, pero era un descanso necesario, uno que planeaba
usar para investigar que iba a hacer cuando regresara ella.
Me complacía que ella hubiera elegido apoyarse en sus padres y no en mí. No
era que no quisiera estar ahí para ella. Anhelaba poder apoyarla. Pero estar
físicamente alrededor de ella después de lo que hicimos en el cuarto de hotel de
Texas, hubiera sido demasiado. Mi cerebro racional era inútil cuando ella estaba 244
cerca. Y tenía grandes decisiones que tomar para las que necesitaba mi cerebro.
Solo en mi oficina, continuaba escuchando las palabras de la madre de
Charlotte en mi cabeza.
“Lo mejor que podemos ofrecerle a Charlotte es continuidad, ser confiables
cuando más nos necesite”.
Nancy Darling posiblemente no tenía idea que aunque podía ofrecerle a su hija
continuidad y confianza a corto plazo, estar para ella la perjudicaría más adelante.
Aunque Charlotte pensaba que era lo mejor para ella. Era joven, de ojos brillantes, e
inocente. La situación conmigo no era tan simple como ella lo quería hacer ver. Ella
había dicho que prefería tener una cantidad limitada de tiempo con alguien, que no
tener nada. Ella realmente no podía tomar decisiones por su cuenta en este
momento. Es fácil decir algo así cuando todos gozan de buena salud. ¿Se sentiría del
mismo modo si no estuviera sano y mi lento deterioro se prolongará por años en su
vida?
Tenía que ser cuidadoso. Habíamos cruzado una enorme línea cuando tuvimos
sexo.
Increíble, explosivo, salvaje sexo que nunca olvidaría mientras siguiera con vida.
Le había dicho, que solo sería una noche, y tuve la oportunidad de mantener
mi palabra y no terminarlo de joder.
A menos que fuera a estar con Charlotte a largo plazo, era imperativo que
nunca tuviera sexo con ella de nuevo. Una vez que rompiera la regla… que sucedió.
Sería extremadamente difícil regresar de ese punto. Sin mencionar, que se sentiría
más apegada a mí.
Pero quiero su apego a mí, ¿no es así?
Eso era la parte jodida. Estaba increíblemente dividido entre ese deseo egoísta
de dejarme llevar por mi necesidad de Charlotte y la elección inteligente de dejarla
ir.
Odiaba decirlo. Realmente odiaba decirlo, pero necesitaba a mi hermano. La
cabeza de Max estaba en las nubes la mitad del tiempo. Solo se preocupaba por sí
mismo y no necesariamente estaba al corriente con mi vida. Eso era parcialmente mi
decisión por no abrirme con él cuando se trataba de Charlotte. Pero cuando mierda
realmente golpeaba, él siempre había sido al que había acudido por consejos
durante los momentos críticos.
Dado que Charlotte se había tomado algo de tiempo fuera, era la perfecta
oportunidad para pedirle a Mx que me viera en la oficina para tener la oportunidad
de ponernos al corriente con la vida del otro. Aunque no fuera su día usual de la
semana en que normalmente nos agraciaba con su presencia, Max hizo un viaje
245
especial para verme después que le dejé un mensaje de voz urgente.
Él entró a mi oficina con una caja de donas y dos cafés, porque asuntos
urgentes aparentemente requieren donas. Max era la única persona que conocía que
podía consumir cantidades interminables de comida chatarra y aun así mantener su
torneado, fuerte cuerpo.
Dio una mordida a su comida, y habló con la boca abierta.
—Viejo… ¿estás muriendo o algo? No puedo recordar la última vez que me
llamaste para hablar
Yo podía hacerlo. Había sido después que descubrí que tenía EM. Esa había
sido literalmente la última vez que le pedía a Max que me viera por un asunto de
emergencia.
—Siéntate hermano —dije.
—¿De qué se trata?
—Es sobre Charlotte.
—Estás perdido por ella. La abuela me dijo que la ayudaste a encontrar a su
madre biológica en Texas, que murió. Eso es loco. ¿Cómo esta ella?
—Ella está con sus padres en las afueras, tomándose un tiempo fuera. Ese viaje
en Texas también me afectó, en más de una forma.
Entrecerró sus ojos.
—La follaste, ¿no es así? —Mi falta de negación fue suficiente para que
agregara—. Bastado suertudo.
Dejando escapar una larga respiración, dije:
—Necesito que me ayudes a analizar esto por mí, Max.
—¿Qué tienes que analizar?
—Tú sabes qué. Nunca quise involucrarme con ella, nunca quise que las cosas
llegaran así de lejos, por mi diagnóstico. Lo jodí en grande.
—Tú la jodiste en grande. No veo el problema en esto —Tomó otra dona y la
sacudió frente a mí—. ¿Quieres que te diga que necesitas deshacerte de la mejor
cosa que te ha sucedido y que no te duela? ¿Crees que soy un maldito mago? No
existe respuesta fácil para esto porque estás enamorada de la chica, ¿estoy en lo
cierto?
Respirando profundamente, me doy por vencido.
—Completamente enamorado de ella.
—Entonces quédate con ella. Ella sabe todo sobre ti. Lo ha aceptado. Quédate
con ella, Reed. 246
249
Charlotte
M i notificación de correo me mostraba que acababa de recibir un pago por
cinco mil dólares. Eso era posiblemente la mayor cantidad de dinero que
había obtenido en un solo pago. El vestido de novia de plumas de diseñador, de
Allison, se había vendido en eBay en menos de un día.
Eso no había tomado mucho. Ese vestido valía mucho más, al menos veinte mil,
pero necesitaba pronto el dinero para poderme costear mi viaje a Europa. Bueno, ya
había comprado los boletos, pero necesitaba el dinero para pagar la costosa factura
que llegaría al final del mes. La única forma de poder garantizar dinero rápido era
vender barato.
No le había dicho a Reed que ya estaba de regreso en la ciudad. Para él, todavía
estaba en Poughkeepsie con mis padres. Solo estaría aquí lo suficiente para enviar
el vestido y guardar mis cosas antes de mi vuelo este fin de semana. 250
Había decidido volar a parís y pasaría unos días paseando por la ciudad antes
de tomar un tren nocturno a Roma. Había reservado un compartimiento en el vagón
dormitorio. No era exactamente el escenario que había deseado en mi lista, pero era
lo más cercano que tendría.
Después de quitar con cuidado la nota azul de Reed del vestido, sostuve el
papel en mi mano y leí el mensaje.
Para Allison—
"Ella dijo: “Perdóname por ser una soñadora”, y él la tomó de la mano y contestó:
“Perdóname por no estar aquí antes para soñar contigo”,” J. Iron Word
Gracias por hacer que todos mis sueños se hagan realidad.
Tu amor,
Reed
Como deseaba ser amada por él. Pero quizás él no era capaz de amar de la
manera en que lo había hecho cuando colocó la nota. Se había endurecido. Por
mucho que deseara que pudiera ver las cosas del modo en que yo lo hacía,
simplemente no podía obligarlo. Su resistencia me había agotado. Y junto con mi
entumecimiento de los últimos días, no tenía la energía para luchar nada, mucho
menos Reed Eastwood.
Mientras cuidadosamente guardaba el vestido en una gran caja blanca. Desee
que le trajera buena suerte a Lily Houle de Madison, Wisconsin. Lily ahora sería quien
sería dueña de su magia, que ya no parecía funcionar para mí.
Pensé en cómo este vestido había cambiado mi vida. Me había traído a Reed,
y aunque él y yo nunca tuvimos más de lo que ya había sucedido, había cambiado
mi vida. Él me había hecho sentir cosas que nunca había sentido antes, y me había
dado el cierre que necesitaba al hablar de mis raíces.
Dándole un último vistazo a la tela antes de cerrar la caja, estaba lista para
poner a dormir el cuento de hadas. El amor no era sobre un hermoso vestido, una
nota, o incluso palabras conmovedoras. Era sobre estar con alguien en lo bueno y
malo, sobre verlos no solo en los mejores momentos de su vida, sino también en los
peores. Era sobre estar para alguien como Reed lo había estado para mí. Pensé en
mi madre biológica. El amor verdadero también era sobre el perdón.
Me ponía triste sentir que me estaba rindiendo con Reed, especialmente
después de la noche que tuvimos en Houston. Pero si ese sexo increíble no nos había 251
reunido finalmente, ¿qué lo haría? Extrañaba tanto su cuerpo, la manera en que se
sintió dentro de mí. Esa necesidad me había mantenido despierta en días pasados.
Nos habíamos vuelto uno físicamente, aunque emocionalmente él seguía tan
cerrado, todavía tan lejano. ¿Cuántas veces podría soportar ser rechazada por un
hombre? Prefería estar sola que junto a un inalcanzable Reed, jugando este juego
del gato y el ratón que nunca terminaría. No quería renunciar a Eastwood, pero
probablemente tendría que hacerlo. Tenía que tomar grandes decisiones, y estaba
deseando que el viaje a Europa me diera claridad.
El primer día en París consistió en pan y queso, seguido de pan y más queso.
Sentada frente a La Fromagarie, me pregunté si lograría algo más que ganar
unos kilos extra durante este viaje. No iba a encontrar soluciones en un baguette,
eso era seguro. Aunque comer sola parecía ser lo que quería hacer. Y este viaje era
para hacer nada y encontrar el significado en mi vida.
Estaba rodeada de parisinos fumando, bebiendo de sus cafés y hablando un
idioma que realmente no podía entender, a pesar de mis esfuerzos por tratar de
aprenderlo. Manteniéndome en mi propio mundo, disfruté del plato de fruta y queso
que había ordenado.
Había decidido que visitaría tantos cafés como fuera posible antes de abordar
el tren a Italia.
Y tan sola como me encontraba aquí, no me sentía sola, mayormente por todas
las personas rodeándome, disfrutando de su soledad. Por ejemplo, el artista sentado
en la esquina, dibujando algo. Estaba en buena compañía al estar sola. Y eso era
reconfortante.
La vista de la torre Eiffel a la distancia servía como un recordatorio increíble de
levantar la mirada de vez en cuando y no olvidar el esplendor de donde estaba. En
lugar de un hotel, había decidido quedarme en un Airbnb en Quartier Saint-Germain-
des Prés, un pequeño pero encantador vecindario no muy lejos de la torre. Mañana,
tomaría un descanso de mi gira gastronómica para visitar Notre Dame y el Louvre.
Mis ojos se dirigieron a un hombre que podría ser Reed de espaldas, cabello
oscuro, vestido en traje, estatura amplia. Mi corazón pareció detenerse al pensar en
lo increíble que hubiera sido si estuviera conmigo aquí.
252
El hombre estaba sentado solo, leyendo el periódico. De repente, me golpeó
que podías cruzar el Atlántico, buscar todas las distracciones en el mundo para
ocultar el dolor en tu corazón… pero un pequeño recordatorio destruiría todo. Unos
momentos más tarde, al hombre se le unió una mujer y dos niños con mejillas
rosadas. Se levantó de su silla y se inclinó para abrazar a sus dos pequeños
querubines. Aun observándolo desde atrás, el hombre para mí era básicamente
Reed. Y lo que estaba viendo era a Reed con sus hijos, una vida que él pudo haber
tenido si no fueran por sus miedos. Una vida que quizás hubiera tenido si no fuera
por sus miedos.
Lágrimas comenzaron a deslizarse por mi rostro. Era un espectáculo para la
vista entre el llanto y el masticar.
Justo cuando estaba a punto de levantarme y dirigirme a mi siguiente destino
culinario, el artista en la esquina comenzó a acercarse a mí. Dijo algo en francés que
no pude entender, luego me guiñó y me dio el retrato en el que estaba trabajando.
Se alejó deslizándose, literalmente, antes de que tuviera oportunidad de decir algo.
Miré hacia abajo y jadeé. Era la imagen más horrible de mí. Horrible no porque
fuera poco profesional, sino porque era exactamente como me había visto hoy. En
el dibujo, mi boca estaba abierta mientras llenaba mi boca con un pedazo de pan.
Mis ojos estaban saltones, y se veían hinchados por las lágrimas. Mañana, iría a ver
a la calmada Mona Lisa. Este desastre en mis manos era lo opuesto.
Mientras continuaba observando el retrato de mí, me golpeó que a pesar de
que sentía que mi vida era un desastre, este extraño había encontrado algo que
valiera la pena artísticamente en mí. Por simplemente estar y disfrutar el presente.
Lo había inspirado de cierto modo. Observé un poco más la imagen. Entre más la
veía, menos veía a la chica perdida comiendo pan y más a la mujer independiente.
Una que acababa de encontrar y perder a su madre, y que aun así perseveraba, y a
pesar de estar enamorada de un hombre que nunca podría tener, había sobrevivido.
Comiendo queso. Quizás, esta era la lección de que estoy bien como estoy, sola y
experimentando lo que sea que la vida me arrojé. Quizás yo soy suficiente.
Yo soy suficiente.
En ese momento, me di cuenta que aunque tomara algo de tiempo, realmente
estaría bien sin importar lo que sucediera entre Reed y yo, porque me tendría a mí.
Y yo era fuerte, perfectamente imperfecta.
253
Más tarde ese día, se dio la casualidad que caminé junto a una boutique en Rue
du Commerce que vendía vestidos vintage de novia.
No pude evitarlo y detener la mirada en el vestido que estaba en exhibición al
frente de la tienda. Era hermoso, no de la misma forma en el que el vestido de plumas
de Allison era. Este era en estilo trompeta, blanco, y cubierto en lentejuelas. Era un
estilo simple, pero tenía una hermosa cinta en la cintura que le daba carácter y unía
todo el estilo.
Pensé en mi pasado vestido de novia, la experiencia en la boutique meses atrás,
todo lo que había sucedido desde entonces, lo mucho que había cambiado. Mis
gustos habían madurado junto con muchas cosas en mi vida.
Tanto quedó incierto. ¿Continuaría trabajando en Eastwood, o regresaría a la
escuela? Tenía mucho en que pensar cuando regresara a casa. A pesar de las
incertidumbres, había muchas cosas de las que estaba segura en términos de lo que
quería de la vida.
Estaba segura que merecía a la clase de hombre que me amara, Reed quizás lo
ería si no tuviera tanto miedo. Y sabía que no debería de perder la esperanza en ello.
Incluso mi madre había encontrado amor y vivido felizmente, aunque una corta vida,
después de todo lo que pasó después de dejarme ir.
Le doy un último vistazo al vestido en la ventana. Era la clase de vestido que
quizás hubiera elegido hoy, no tan ostentoso como el vestido de plumas, pero
tampoco simple. Si el vestido de plumas representaba un ideal falso, este
representaba… lo que era.
Simple, aunque elegante con mucho brillo.
254
Reed
N o fue fácil, fingir que no me preguntaba dónde estaba o qué estaba
haciendo en cada momento del día. Prometí darle espacio a Charlotte y
no interferir con su viaje. Pero no pude evitar preguntarme si estaba a salvo o si
todavía estaba triste y deprimida. Todo lo que sabía era que estaría visitando Francia
e Italia y planeaba irse un par de semanas. También había dejado su fecha de regreso
en el aire. Me pregunté si alguna vez planeaba volver a Eastwood.
Cada día era más difícil concentrarse en el trabajo. Hice algo que casi nunca
hago: Me aventuré a Central Park en el almuerzo y decidí sentarme en un banco y
pensar. Las hojas de otoño soplaban a mi alrededor mientras los pensamientos de
Charlotte me consumían. Incluso con todo lo que esta ciudad tenía para ofrecer, era
asombroso lo insulsa que podía parecer una vida cuando la persona que importa
desaparece de repente. Supongo que no es hasta ese momento que te das cuenta
255
de lo importante que es la persona, hasta que te dejan.
De repente, hubo conciencia de una presencia en mi periferia. Cuando giré a
mi izquierda, noté a un joven en silla de ruedas que se había detenido al lado de mi
banco.
Probablemente tenía alrededor de dieciocho o diecinueve años y podría haber
sido una versión más joven de mí mismo con cabello oscuro y rasgos cincelados.
Niño guapo
Asentí.
—Hola.
Anteriormente ajeno, se volvió hacia mí.
—Hola.
Sintiéndome como si necesitara decir algo más, dije:
—Buen día, ¿eh?
—Uh… sí. —Medio sonrió, parecía tener una docena de cosas mejores que
hacer que hablar conmigo.
—¿Solo disfrutando del clima? —pregunté.
—No… uh, en realidad, estoy esperando una cita de Tinder.
¿Oh?
Debió haber notado la expresión de sorpresa en mi cara cuando entrecerró los
ojos.
—¿Qué? ¿Crees que alguien en silla de ruedas no tiene juego?
—No dije eso.
—Sí, bueno, la mirada en tu cara lo hizo.
—Lo siento si miré de esa manera. —Pasaron unos momentos de silencio. Miré
hacia el cielo, luego me volví hacia él—. Entonces, Tinder, ¿eh? ¿Te funciona?
—Oh sí. No creerías la cantidad de chicas que quieren jugar al héroe conmigo.
Quiero decir, las engancho con mi cara inicialmente. Nos conectamos, y luego
descubren que estoy en una silla de ruedas después del hecho. ¿Crees que habrían
corrido? Joder, no. Eso es realmente lo que sella el trato. Es como si pensaran que
me iban a salvar a mí o algo así. Mientras tanto, sólo quiero un poco de culo. Y lo
entiendo. Cada vez. Así que funciona para todos. Así que toma esa mirada triste y
guárdala para ti. Soy el que está teniendo sexo hoy. —Se inclinó—. Sexo sobre
ruedas.
Sexo sobre ruedas.
Incliné la cabeza hacia atrás por la risa. Algo me dijo que nunca olvidaría a este 256
niño. Tanto para nociones preconcebidas. Este tipo era rudo
Unos momentos después, se acercó una atractiva pelirroja paseando a un perro
pequeño.
—Tú debe ser Adán.
Se giró hacia ella.
—Ashley… eres aún más hermosa en persona.
Ella se sonrojó.
—Gracias.
Él me miró con una leve sonrisa, luego le dijo a ella:
—¿Nos vamos?
—Absolutamente.
Adam asintió una vez.
—Bien, hablamos, hombre.
—Sí. Cuídate. —Los observé hasta que se perdieron de vista.
Aquí estaba este tipo, viviendo lo que era básicamente mi peor pesadilla, y él
era más feliz que un cerdo en la mierda. Se demostró que la actitud es todo en la
vida. Exudaba confianza y no se estaba perdiendo nada porque creía que merecía
más, y eligió vivir, no esconderse.
Fue gracioso cómo a veces el universo colocó algo frente a ti que era
exactamente lo que necesitabas ver en el momento exacto.
Dios, sonaba como Charlotte.
Señalando mi dedo índice hacia el cielo, dije:
—Maldición, eres bueno. Casi me tienes convencido.
—Bueno, por casualidad lo miré y noté que tomará un tren nocturno de Francia
a Italia en un par de días.
—Te refieres… ¿cómo un coche nocturno?
—Sí. —Su expresión se volvió hosca—. Reed, no estoy tan segura de que esté
viajando sola.
Mi pulso se aceleró.
—¿Qué te hace decir eso?
—Sólo un sentimiento que tengo. Creo que aquel hombre, Blake, podría estar
con ella.
Entonces me golpeó.
El punto en su Lista Al Diablo.
Hacer el amor a un hombre por primera vez en una cabina para dormir en un
viaje en tren a través de Italia.
El pánico comenzó a establecerse. ¿Y si Iris tenía razón? ¿Y si Charlotte no
estuviera sola? Ella no estaba en su sano juicio. Charlotte era demasiado vulnerable
para tomar decisiones inteligentes. Sin mencionar que no entendía lo que realmente
sentía por ella. ¿Qué pasaría si estuviera haciendo este viaje con Blake para
fastidiarme por haberme acostado con ella? Ella había estado distante últimamente,
y nunca había mencionado que las cosas habían terminado exactamente con él.
Charlotte no tenía idea del nivel de impacto que había tenido en mi vida, la
profundidad de mis sentimientos por ella, porque nunca le había contado. ¿Quién
podría culparla por pensar que no tenía nada que perder en este momento? Joder,
si los roles se invirtieran, también estaría en un tren nocturno con Blake.
Me había estado mintiendo a mí mismo y a Charlotte durante meses. Ella creía
que el hombre que escribió la nota había desaparecido. Pero la verdad era… incluso
si ella no estuviera con otro hombre, quería ser el que le hiciera el amor en ese tren.
—¿Estás bien, Reed?
Estaba hablando rápido ahora.
—No. No lo estoy. Me temo que realmente me equivoqué con Charlotte. Pensé
que podría vivir sin ella, pero no puedo. Ahora puede ser demasiado tarde para
arreglar las cosas. Uno de los puntos en su Lista Al Diablo es hacer el amor con un
hombre por primera vez en una cabina para dormir. Si ella está con este Blake,
entonces se va a acostar con él en ese tren. —Me puse de pie y caminé.
—No es demasiado tarde, Reed. Charlotte quiere estar contigo. Incluso si ella
está con otro hombre, es solo porque la has ahuyentado. Tú eres el que ella quiere. 258
Tienes que ir con ella y decirle cómo te sientes.
Me di la vuelta.
—¿Y si ella está con él?
—Entonces lo haces de todos modos. No puedes dejar que se escape.
Por Dios, ella tenía razón.
—No, no puedo. Ella es la única, abuela. Ella es la única, y esa comprensión ha
sido aterradora… pero es innegable.
—¡Entonces vete! No tienes mucho tiempo para atraparla antes de que ella
tome el tren.
No pude tomar un vuelo que me permitiera abordar el tren de Charlotte en
París. La única oportunidad que tenía para subirme a ese tren sería tomarlo cuando
se detuviera en Venecia de camino a Roma, que según su itinerario era su destino
final. Eso significaba que podía llegar muy bien y descubrir que Charlotte ya había
cumplido su deseo de hacer el amor en una cabina con Blake, ya que cuando el tren
llegara a Venecia sería de mañana.
Esa era una oportunidad que tenía que tomar.
Cuando aterricé en Venecia, solo necesitaba llegar a la estación de tren. Había
dependido del hecho de tener Internet en mi teléfono para ayudarme a encontrar
mi camino allí. Pero por alguna razón, no tenía servicio. Por mi vida, no pude
encontrar a nadie que hablara inglés. Aunque no tenía conexión inalámbrica, todavía
podía enviar mensajes de texto.
Nota personal, nunca confíes en Max para tomar en serio cuando le pido que
me traduzca algo al italiano. En lugar de encontrarme en la estación de tren más
cercana, terminé en la casa de putas más cercana.
Recuérdame retorcerle el cuello cuando llegue a casa.
A pesar de que mi servicio regresó, ese desvío me retrasó al menos media hora.
Jodido Max. Realmente lo estaba cortando.
Finalmente llegué a la estación de tren Venezia Santa Lucia. Había dieciséis
plataformas, y tenía que averiguar dónde se detendría el tren nocturno de Charlotte. 259
Al parecer, Venecia fue la primera parada y también el destino final para algunos de
los pasajeros. Los que seguían a Roma se quedarían en el tren. No solo no tenía ni
idea de si Charlotte estaba realmente en este tren, sino que no sabía si estaba con
ese tipo. Mis nervios se dispararon. Mi estómago se sentía enfermo.
Finalmente, hablando con alguien que entendía inglés, pude averiguar a qué
plataforma llegaría su tren. Compré mi boleto a Roma, luego me dirigí al otro lado
de la estación para esperar por las vías.
Mi mente estaba corriendo. ¿Qué iba a decirle a ella? Sentí que tenía que
preparar dos discursos diferentes para dos escenarios diferentes. Las emociones
inundaban mi pecho, pero ninguna palabra parecía viajar a mi cerebro. Solo esperaba
poder formar algo coherente si tuviera la oportunidad.
Justo a tiempo, a las 11:05 a.m., el tren entró en la estación. Con el corazón
latiendo con fuerza, observé cómo un enjambre de personas salía del vagón
delantero y recuperaba su equipaje.
Le entregué mi boleto al conductor, subí al tren, encontré un asiento y esperé
con impaciencia. No quería hacer nada que pudiera meterme en problemas mientras
el tren estaba estacionado, pensando que serían mucho menos propensos a echarme
si nos movíamos.
Una vez que el tren salió nuevamente, me levanté de mi asiento para caminar
hacia donde estaban ubicadas las cabinas. Llamé a cada puerta. O bien no hubo
respuesta o me saludaron, en algunos casos, no tan cordialmente, por personas que
no eran Charlotte Darling.
¿Estaba ella en este tren?
En este punto, estaba bastante seguro de que preferiría no haberla encontrado
antes que descubrirla con otro hombre en una situación postcoital.
Mi corazón se detuvo por un momento cuando me dirigí al último vagón, el
comedor. Estaba vacío, excepto por un hermoso ángel rubio sentado en un rincón,
comiendo un croissant y mirando por la ventana, sola.
260
Charlotte
E l tren nocturno fue un error. No había sido capaz de dormir en toda la noche.
Las sacudidas combinadas con mi propia mente ocupada me habían evitado
conseguir un sueño de calidad.
Viajar en un coche cama a través de Italia no fue en absoluto como había
imaginado. Fue una experiencia solitaria e incómoda.
Echaba de menos mi hogar.
Echaba de menos a Reed.
Tan triste como me hacía, era cierto.
Decidiendo dirigirme a la zona del comedor para tomar algo de desayuno,
tomé asiento junto a la ventana y tuve todo el vagón para mí sola. Todavía en mi
viaje de comida francesa, pedí un croissant y un café. 261
Mirando por la ventana, admiré el pintoresco paisaje italiano. Mis ojos
permanecieron fijos en la agricultura fuera hasta que el reflejo de un hombre que se
parecía mucho a Reed apareció en la ventana.
Estaba alucinando.
¿Demasiada leche puede hacerte alucinar?
Pestañeé. Cuando él todavía estaba ahí, giré a la izquierda y me llevé la mano
al pecho ante su visión.
¿Reed?
¡Oh Dios mío, Reed!
Le estaba temblando la boca mientras me observaba.
—¿Estás sola?
Incapaz de formar palabras, simplemente asentí.
Alzó y bajó los hombros. Parecía duro, sin afeitar, como si hubiese estado
viajando de mochilero por Europa. Vestía un pantalón cargo y unas botas.
¿Es un sueño?
—Te ves como si fueses a la guerra —comenté.
—Pensé que lo hacía. —Dejó salir un largo suspiro—. Pensé que estabas aquí
con un hombre.
—¿Hiciste todo el viaje hasta aquí porque creías que estaba con un hombre?
—Sí. —Cerró los ojos—. Quiero decir, no. No lo sé. Creo que habría venido de
cualquier modo. Tengo mucho que decir, Charlotte.
—No puedo creer que estés aquí.
Finalmente se acercó, aterrizando en el asiento junto a mí y en mis brazos.
Apretándolo fuertemente, comencé a llorar.
—Te eché mucho de menos, Reed.
Respiró en mi cuello.
—Oh, hermosa. Yo también te eché mucho de menos. —Apartándose para
mirarme, dijo—: Bonnie Raitt tenía razón…
—¿Qué quieres decir?
Me miró a los ojos un largo instante antes de que contestase:
—No puedes hacer que alguien ame a una persona. Pero lo contrario también
es cierto. Tampoco nada puede hacer que alguien deje de amar a una persona. Me
he esforzado mucho en no amarte, Charlotte. Pero te amo con todo mi corazón y 262
alma.
Las lágrimas caían con fuerza mientras le rodeaba el cuello con los brazos.
—Dios, Reed, te amo tanto.
Hablándome al oído, preguntó:
—¿Podemos ir a tu vagón cama?
La excitación me inundó.
—Sí.
Nos levantamos apresuradamente y nos dirigimos a mi vagón. El momento en
que la puerta se cerró tras nosotros, sus labios estaban envolviendo los míos. No
podía soportarlo si me dijese una vez más que no podíamos estar juntos. Amaba a
este hombre y no quería vivir un segundo más sin él.
Su erección se presionaba contra mi abdomen mientras me empujaba sobre la
cama.
—Tengo mucho que decir. —Habló sobre mis labios mientras se cernía sobre
mí—. Pero necesito estar dentro de ti mientras lo digo. Por favor.
Jadeando, asentí.
—Sí.
Movía las manos a tientas para quitarme los vaqueros. Ayudé para quitármelo
por las piernas sin apartar los labios de los suyos ni por un segundo.
Ya estaba muy húmeda cuando su gruesa circunferencia empujó en mi entrada.
Estuvo completamente dentro de mí en un fuerte empujón. Me estaba follando
como si hubiese cruzado el mundo para hacerlo. Supongo que lo había hecho.
Pasé las manos por su cabello ya despeinado. Su barba incipiente me arañaba
la piel mientras devoraba mi boca.
Mientras me penetraba me susurró al oído:
—Te amo, Charlotte. Te amo tanto, y siento mucho no saber cómo detenerme.
Jodidamente no puedo. Soy un bastardo egoísta. Y te necesito a mi lado incluso si
eso termina arruinando tu vida. Te necesito.
—Me salvaste la vida y no quiero vivir sin ti.
—Mientras esté respirando, no tendrás que hacerlo.
La charla se detuvo cuando empujó en mí con más fuerza. La cama junto a
nosotros tembló. El tren se estaba moviendo, pero de algún modo todavía se sentía
como si estuviésemos meciéndolo. Nuestra primera vez en Texas me dejó
boquiabierta, pero no había palabras para lo bien que se sentía esta vez. Mi orgasmo 263
llegó sin advertencia. Mientras gritaba de éxtasis, su cuerpo tembló antes de que su
corrida caliente me llenase.
Tal vez se sentía diferente esta vez porque sabía con seguridad que era mío.
—¿Esto es real, Reed?
Todavía dentro de mí, me besó el cuello y contestó:
—Esto es la cosa más real que he experimentado jamás. Lo quiero todo,
Charlotte. Quiero casarme contigo, quiero que tengas mis bebés si eso es lo que
quieres, y quiero darte todo lo que has soñado jamás.
Su proclamación hizo que estallase en lágrimas.
—¿Dije algo mal? —preguntó.
—No. Soy tan feliz, Reed.
Nos miramos a los ojos y sonreímos. La felicidad en su expresión igualando la
mía propia.
Lentamente salió de mí y me acunó en sus brazos, hablando contra mi piel.
—¿Sabes?, nunca vi lo que pasó con Allison como una bendición hasta ti. Si
nunca me hubiese dejado, nunca te habría conocido. Mi amor por ti está más allá de
lo que he sentido jamás por nadie, Charlotte. No hay comparación.
—Parte de la razón por la que estaba llorando fue que mencionaste bebés. Por
alguna razón, tenía miedo de que tal vez estarías asustado de tener hijos. Escucharte
decir que los quieres conmigo, es como un sueño hecho realidad.
—Realmente nunca hablamos de ellos, pero siempre sospeché que querías
hijos —indicó.
—Sí, pero no más de lo que te quiero a ti.
—Bueno, quiero darte ambas cosas. Tendré que poner mucha fe en Dios de
que estoy tomando la decisión correcta. Sabes que me preocupo por mi habilidad
de ocuparme de ti y de ellos. Pero no hay nada que quiera más que tener una
pequeña Charlotte.
Se me estaban llenando los ojos de lágrimas de nuevo.
—Estoy tan feliz, Reed.
—Yo también. —Me besó antes de decir—: No puedo esperar a ver Roma
contigo. Qué tal si después también volamos de vuelta a París por unos cuantos días.
Abrí los ojos de par en par.
—¿De verdad? 264
—Quiero verla contigo. Nunca he estado.
—¡Puedo mostrarte tantas cosas! Encontré tantas cafeterías. ¡Tan buen pan y
queso!
—¿Queso, eh? Bueno, ahora estoy realmente emocionado.
Comencé a repasar los eventos de la pasada media hora en mi mente.
—Oye… ¿qué te hizo creer que estaba aquí con un hombre?
—Iris. Me metió en la cabeza la idea de que estabas aquí con Blake.
Cerrando los ojos tuve que reírme. Iris sabía muy bien que no salí con Blake. Lo
había dicho para poner celoso a Reed. Lo había engañado completamente.
Tendría que recordar darle las gracias.
Reed
Tres meses después.
Las reuniones de personal cuando Charlotte era participante siempre eran una
distracción.
No importaba que hubiese logrado que se mudase a mi apartamento y fuese
a dormir con ella cada noche. Cuando ella estaba alrededor, no podía centrarme en
otra cosa. Pero hoy, ese sentimiento era particularmente fuerte, y sabía exactamente
por qué.
Iris siempre tenía una sonrisa permanente en su rostro cuando Charlotte y yo
estábamos en la misma habitación con ella. Mi abuela ya consideraba a Charlotte
como parte de su familia. En la cena del domingo en Bedford la semana pasada, 265
había mostrado mis viejas grabaciones del coro. Podría haber luchado, pero dejé que
se las mostrase a Charlotte. Así estaba de confiado en el amor que Charlotte tenía
por mí, de que nada pudiese disuadir cómo ella me veía, sin importar lo vergonzoso
que fuese.
El contable hablaba y hablaba sobre los informes trimestrales, y honestamente,
no había escuchado una palabra de lo que había dicho.
Discretamente abriendo la carpeta en mi ordenador que contenía mi
documento sobre la lista de últimos deseos, añadí una línea: Casarme con Charlotte
Darling.
Ella me miró e inmediatamente cerré el documento, aunque de todos modos
ella no podía ver qué estaba escribiendo. Aunque se sentía como si supiese que
estaba tramando algo.
Cuando la reunión se terminó, tomé mi bolígrafo y escribí en mi libreta.
—Reed…
Bajé la mirada.
—¡Oh! Esto… sí. —Me rasqué la cabeza—. ¿Por qué no te acercas y lo averiguas?
Se limpió las manos y lentamente se acercó antes de quitarme suavemente la
bolsa de terciopelo.
—¿Qué hay dentro, Reed?
Se la quité.
—Mientras que esculpirme desnudo completa tu lista de momento, resulta que
hoy añadí un asunto muy importante a la mía, uno sin el que mi vida no estaría
completa. —Me apoyé sobre una rodilla y abrí el saco, tomando el anillo de
diamantes de dos quilates en forma de pera—. Charlotte Darling, ¿me ayudarías a
hacer realidad el último asunto de mi lista de deseos? ¿Serías mi esposa?
Me temblaba la mano mientras le ponía el anillo en el dedo. Se tomó una pausa.
Bajó la mirada hacia mí y sonreí con seguridad, negándome a creer que era miedo y
convenciéndome que solo eran nervios.
Ahora no. Que te jodan.
Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—¡Sí! ¡Sí, por supuesto, lo haré!
Todavía completamente desnudo, alcé a mi hermosa en topless al aire.
—Acabas de hacerme el hombre más feliz de la tierra.
—No puedo creer que organizases todo esto sin que lo supiese.
—No fue duro.
Me dio un tirón.
—Lamento disentir.
270
Charlotte
Veintiséis años después.
No necesito la ayuda de un poeta para expresar mi amor por ti. Pero intentar
reducirlo a unas cuantas frases nunca podrían hacerle justicia a mis sentimientos.
Incluso en mis sueños más salvajes nunca pude haber conjurado el nivel de amor hoy
en mi corazón. Estás más allá de mis sueños más salvajes. Mi amor por ti es infinito.
Tú. Eres. Mi. Todo.
Tu amor,
Reed.
VI KEELAND
Vi Keeland es autora bestseller del New York
Times. Con más de un millón de libros vendidos, sus
títulos han aparecido en más de cincuenta listas de
Bestseller y actualmente están traducidos en doce
idiomas. Vive en Nueva York con su esposo y sus tres
hijos, donde disfruta de su propio felices para siempre
con el niño que conoció a los seis años.
Es un ratón de biblioteca y se la puede ver leyendo
su Kindle en los semáforos, mientras le cortan el cabello,
pasando la aspiradora, caminando, durante los eventos
deportivos, y con frecuencia mientras pretende trabajar.
Es una aburrida abogada de día, y una
emocionante autora de bestsellers, por la noche.