Está en la página 1de 404

PAl{TE

n
_\) s.<\-
- --- -- ¡--
C= c;,,-~c:;-
, ' .

EDICIONES UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE


Vicerrecto1ia de Comunicaciones y Educación Continua
Ah.meda 390, Santiago, Chile
editorialedicionesuc@uc.cl
W\V\v.edicionesuc.cl

DERECHO PENAL
PARTE GENERAL
Enrique Cury Urzúa

© InscripdónNº 143.944
De.echos reservados
1982
1.S.B.N. 978-956-14-0808- l

Segunda edición, 1988


Tercera edición revisada, 1992
Cuarta edición, 1996
Quinla edición, 1999
Sexta ecHción, 2001
Séptima edición ampliada, marzo 2005
Octava edición ampliada, septiembre 2005
Novena edición, 2009
Décima edición, 2011

Diseño:
Publicidad Universitaria
impresor:
Salesianos Impresores S.A.

C.l.P. - Pontificia Universidad Católica de Chile


Cury Urzúa, Enrique
Derecho penal: parte general
Enrique CuryUrzúa, 3ª. ed. B!BLIOTE'CA
lnduye bibliografía.
1. Derecho penal-Chile
l. L 1111111111111111111
2004 345.83 dc.21 RCA2 32033S

' 1,
--..-------
1

Para Ana María,


mi mujer;
para Juan Enric¡ue,
Ana María y Luz María,
mis hijos,
que con su presencia y
amor me alentaron
a realizar la tarea.
ÍNDICE

PRÓLOGO 27
ÍNDICE DE ABREVIATURAS IMPORTANTES 29

PRIMERA PARTE
EL DERECHO PENAL EN GENERAL 35

CAPÍTULO 1
EL DERECHO PENAL EN GENERAL 37

§l. CONCEPTO, DENOMINACIÓN Y FUNCIONES DEL DERECHO PENAL 37


CONCEPTO 37
11 DENOMINACIÓN 43
III. FL'l'lCIÓN 44

§2. CONCEPTO, NATURALEZA Y FIN DE LA. PENA 63


l. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y SU SISTEtv1ÁIICA 63
11 LAS PRl~CIPALES TEORÍAS SOBRE LA NATCRALEZA Y flN DE LA PEI\A 64
a) Teorías absolutas y relativas de la pena 64
b) Las teorías absolutas: la relribución 65
e) Las teorías absolutas: la expiación 65
d) Las temías relativas: la prevención especial 67
e) Las teortas relalivas: la prevención general 71
i) Teoría de la prevención general negativa 71
ii) Teoría de la prevención genernl positiva 73

lll LAS PRI:'JCIPALES TEORÍAS SOBRE LA NATURALEZA Y FU DE LA PENA (continuación) 74


LA SOLUCIÓN PROPIA EN EL ÁMBITO DE LAS TEORÍAS UNITARIAS
a) Introducción. Concepto de teorías unitarias 74
b) El punto de visla personal 76
IV EL CONCEPTO DE LA PENA 83

§3. LAS CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PENAL 84


L ENUNCIADO 84
11 CARÁCTER PÚBLICO DEL DERECHO PENAL 84
l!L CARÁCTER SECUNDARIO O SUBSIDJARIO DEL DERECHO PENAL 86
!V. CARÁCTER FRAGMENTARJO DEL DERECHO PENAL 88
V CARÁCTER PERSONALÍSIMO DEL DERECHO PENAL 89
VI. DEREOlO PENAL DE ACTOS Y DERECHO PENAL DE AUTOR 92
§4.
IJlcRECHO PENAL I PARTE (;EN ERAL/ Enrique Cury Urzüa

LAS 1-'RONTERAS DEL DERECHO "PENAL C:0:-:! OTRAS RAlvlAS 96 111


ÍNDICE

LA l'\101.UCIÓN DE LA CIENCIA DE!. DléRECHO PENAL CON POSTERIORmAD 158


l
DEL ORDENAMlENTO JURÍDICO
A LA PROMUI.GACIÓN 01::l C(lDIGO PENAL DE 1875 Y SU l['.;FLUENClA SOBRr
GENERAI.ID.i\DES
96 LA LEGlSLAClúr-.: NACIONAL
II. REI.ACIOt\lES DEL DERECI 10 I'E~AL C.ON EL CONSTJTIJC!ONAL
96
111. REI.ACIONES DEL nERECHO PENAL CO:\/ El CIVIL
98
IV REI ACIONES DEL DERECHO PENAL l.ON El.i\DMlNISTRATI\10
100 CAríTULO III
A. Pena penal, administraliva y disciplinaria 101 LA LEY PENAL Y SU VIGENCIA 165
a) Orígenes del problema
101
b) El concepto de pena administrativa y su clasificación: 103 § 7. LAS J,UENTES DEL DEREC:IIO FENAL 165
penas gubernativas y disciplinarias El PRINGPJO RECTOR DEL DERECHO PENA! NULI.UM C/lfMf.,\', 165
e) La relación entre penas penales y gubemarivas (administrativas) 104 I,TVLU\. POENA SINE LEGEY SUS DISTINTOS SIGNIFICADOS
d) La relación entre penas penales y disciplinales J 13
II. l.i\ LEY COMO ÚNICA FUENTE IKMEDIATA DEl_ DERECHO PE:,..)Al 169
B, Ll!s medidas de seguridad y corrección y su relación con el derecho administrativo C. 11.'5 III LAS FUEI.\TES MEDIATAS DEJ. nl:Rl:CliO PENAL 172
C. El derecho penitenciario y su relación con el derecho administrativo l 16 IV LAS LEYES PENALES l'N fll.ANCO l 74
V RELACIONES DEL DERECHO PENAL CON El PROCESA l. 1J7 a) Fundamento del empleo de las leyes penales en blanco 175
a) Naturaleza de la relación: autonomía e interacción de ambos ordenamientos 117 b) Clasificación de las leyes penales en blanco 176
b) El principio nulla poe11a sine iw:liciu y sus relaciones con el derecho penal 119 c) Las leyes penales en blanco y el principio de legalidad 177
e) El principio in dubio pro reo y sus relaciones con el derecho penal. 120
El problema de la determinación alLernativa del hecho § 8 INTERPRETACIÓN DE LA LEY PENAL 783
l. CONCErTO DE INTERI'RETACIÓN El\ GENl'RAL 183
11. LA I)!TERPRETACJÓ:,..) DE LA J.EY l'N GENERAL 184
CAPÍTL"LO 11
111. LA INTl:RPRHACIÓN AUTÉNTICA. DE l.ALEY PT'NAI_ 192
CIENCIA DEL DERECHO PENAL Y EVOLUCIÓN 123 IV JNTERPRETACIÓN JUDICL\L DE LA LEY PENAL 193
HISTÓRICA DEL DERECHO PENAL V LA INTERPRETACIÓN DOCTRINARIA DE LA LEY PENAL 198
VI. LA INTEGRACIÓ~ DE LA 1..FY PEÍ'<AL. EL PROBLEMA ESPFUAI_ IJI: LA ANALOGL\ 200
§5. LAS DISCTPLINAS QUE PARTICIPAN EN LA LUCHA CONTRA EL DEUTO 123 Vll. 11.\"TERPRETACI(lK DEI.AS Li:'.YCS EN BL\.i"!CO 205
l. J.A POUTJCA CRIMINAL 124 VIII. EL COKCURSO APARENTE DE LEYES PENALES. (Runisión.) 206
Jl. LA CRIMINOLOGÍA 128
a) Origen y evolución de la criminología 128 ~ 9. LOS EFECTOS DE LA LEY PENAL EN EL ESPACLO 207
l. Criminología de los factores. Tendencias anrropológicas 129 LOS PRINCIPIOS SOBRE VALIDEZ ESPACIAi_ DE LA LEY PENAL EN (~FNl'RAL 207
2 Criminología de los factores. Tendencias de la socialización defectuosa 130 II. LA TERRITORIALIDAD FUNDAMENTAL DEL\ LEY PENAL Cl IILE\JA 209
l. Criminología ele los factores. Tendencias de las deficiencias en 1.11 a) Generalidades 209
la estrucLura social
b) Concepto de territorio 209
4. Criminología de la designación. La criminología crítica 133 c) Terrir.orio natural 209
b) Síntesis crítica 136 d) Territorio ficto 211
III. 1.A cu:r-.:cIA l)fil DERl'CHO PE\!AL 1.17 e) El lugar <le comisión del delito 212
a) Dogmática tradicional 138 213
III. EXCEPCIONES A LA Tl'.RRITORIALIDAD DE LA LEY PENAi
aa) Dogmática clásica 138 a) Aplicación del principio de personalidad o nacionalidad 214
bb) Positivismo defensista y dogmática positivista 139 b) Aplicación del principio real o de defensa. 215
b) Evolución de la ciencia del derecho penal la dogmática contemporánea HJ c) Aplicación del principio de universalidad 216
c) Síntesis 145 JV VALOR EN CHILE DE LAS 1.1'.YtS Y SENTENCIAS JUDICJALES EXTRANJERl\.S 217
d) División de la dogmática penal 147 a) ley penal extranjera 217
e) Los estudios de derecho penal comparado 148 217
b) Sentencia judicial extranjera
f) Las ciencias complementarias de la del derecho penal 148 218
V JA EXTRADICION
IV LAS TÉCN!CAS QUE PARTICIPAN EN LA LUCHA CONTRA El DELITO 1.50 a) Tipo de relaciones existentes entre los Estados 219
b) Calidad del hecho 219
:6. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO PENAL CHILENO 151 222
c) Calidad del delincuente
l. ORIGEN DEL-\ PENA
151 d) Situación de la punibilidad del hecho incriminado. 22:l
ll LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL DERECHO PENAL CHILENO .152 e) Efectos de la extradición . 225
a) Las costumbres penales de los aborígenes 1.52 225
VI DERECHO PENAL INTERNACIONAL.
b) El derecho penat espafml y sus antecedentes 15.1
e) la evolución de la ciencia del derecho penal corno amecedente 155 227
§10 LOS EFECTOS DE U\ LEY PENAL El\ EL TIEMPO
del código penal chileno: el clasicismo y sus precLmores 227
IRRETRüACTlVIDAD FUNDAMENTAL DE U\. LEY PENAL
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa INDICE'

II RETROACTIVIDAD DE LA LEY PENAL l'.YIÁS PAVORABLE 228 ll LOS CASOS DUDOSOS 273
a) Concepto de ley más favorable 228 a) Menores y enfennos memales 273
b) Promulgación y vigencia de la ley más favorable 230 b) Sueño hipnótico 274
e) Extensión Lemporal de la norma sobre aplicación 230 c) ACLos habituales y pasionales 274
retroactiva de la ley más favorable. lll. LA AUSENCIA DE ACCIÓN CON ARRl':GLO A LAS TEORÍAS CAUSALlSTA Y FINALISTA 274
d) Limitación a los efectos de la norma sobre aplicación 231
reLroactiva de la ley más favorable
e) La ley intermedia 231 CAPÍTULO Vl
f) La ley temporal 232 TEORÍA DE LA TIPJCIDAD (El injusto típico) 275
g) Carácter obligatorio del efecto retroactivo de la ley más favorable. 234
h) IrreLroactividad de los cambios jurisprudenciales 234 § 16. TlPO Y TlPICIDAD 275
l!I IRRE'TROACTIV!DAD DE LAS LEYES SOBRE MEDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN 234 GJ::Nl:'RALJDADES 275
IV EL TIEMPO DE Ejf.!CUCIÓN DEL DELITO 235 ll EVOlUCIÓ"J DEL CONCEPTO DE TIPO 277
a) Origen del conceplo 277
§ 11 LOS EFECTOS DE LA LEY PENAL RESPECTO DE LAS PERSONAS 236 b) El concepto de tipo en BEUNG y su evolución 278
PRINCIPIO FUNDAMENTAL DE IGUALDAD ANTE 1A LEY PENAL 236 lll. EL CONCEPTO DEL TIPO EN LA ACTUAUJJAD 279
11 EXCEPCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL 237 a) Definición 279
111 EXCEPCIONES DE DERECHO INTERNO 237 b) La descripción típica 280
IV. SlTCACIONES ESPECJALES r:N IAS QUE NO SE CONSAGRA INMUNIDAD 238 aa) Elementos descriptivos y normativos del tipo 280
bb) Elementos positivos y negativos del Lipa 28]
ce) Elem~ntos específicos y genéricos del Lipo 282
SEGUNDA PARTE dd) Elementos objetivos y subjetivos del tipo 282
TEORÍA DEL DELITO 240 ee) El principio de delerminación del tipo y sus límites 283
c) El tipo como tipo de injusto. El tipo y su relación con la antijuridicidad 284
IV TIPO Y TIPICIDAD 288
CAPÍTULO IV
ESTRUCTURA DEL DELITO 243 § 17 LA ESTRUCTURA DEL TIPO (faz objetiva) 289
LA ACCIÓN. FAZ 0BJETJVA 289
§12. CONCEPTO Y ESTRUCTURA GENERAL DEL DELITO 243 ll. EL RESULTADO 291
l. CONCErTO DE DELITO 243 lll. LA RELACIÓN CAUSAL 293
11. ESTRUCTURA DEI_ DELITO 244 a) La teoría de la equivalencia de las condiciones 294
llL CL\SIFlCACIÓN DE LOS DELITOS 248 b) La teoría de la causa adecuada 295
a) Generalidades 248 c) La teoría de la causa necesaria 297
b) Crímenes, simples deliLos y faltas. 248 d) la teoría de la relevancia típica 297
IV LA TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 299

CAPÍTULO V §18. LA ESTRUCTIJRA DEL TIPO (faz subjetiva en los delitos dolosos) 303
TEORÍA DE LA ACCIÓN 251 El. CONCI'.PTO DEL DOLO 303
a) La noción civil y la penal del dolo 304
§13. CUI'.STIONI;S PRELIMINARES: ACCIÓN Y OMISIÓN 251 b) La estructura del dolo 305
l. GENERALIDADES 251 c) CaráCler nemro del dolo 305
ll. EL CONCEPTO SUPERIOR DE ACCIÓN 251 d) El dolo en la ley 305
§ 14. EL CONCEPTO DE ACCIÓN 253 e) Volumariedad y dolo 306
1A CONCEPCIÓN CAUSAL DE LA ACCIÓN 253 ll EL CONOCJM!ENTO DE LOS HECHOS l::N LA ESTRUCTURA 307
II L\ CONCEPCIÓN NEO KANTIANA DE LA ACCIÓN 257 DEL DOLO (elemento imelectual)
llI WS PRECURSORES DE 1A CONCEPCIÓN FINALISTA DE LA ACCIÓN 258 a) Contenido del conocimiento de los hechos 307
IV LA TEORÍA FINALISTA DE,LA ACCIÓN 259 b) Consideracíón dogmática del elemenlo intelectual 308
V CRlTICAS A 1.:A TEORÍA-FINALISTA 267 c) Conocimiento de los hechos y conocimiento de la significación de los hechos 309
VI ESTADO ACTUAL DEL DEBATE. LA. TEORÍA SOCIAL DE LA ACCIÓN 269 d) El error de tipo' 309
§ 15. lA AUSENCIA DE ACClÓN 270 aa) Error de tipo y error de hecho 310
LOS CASOS I)JD!SCUTIDOS DE AUSENCIA DE ACCIÓN 272 bb) Error de tipo y de prohibición 310
a) La fuerza física irresistible 272 ce) Efecto general del error de tipo excluyenle del dolo 311
b) Los actos reflejos 272 dd) Error sobre el sujeto pasivo J11
c) Movimientos realizados durante el sueño 273 ee) Error sobre el curso causal 312
DERECHO PE"\'AL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Grzúa ÍNDICE

tl) Enm sobeo d licmpo y el lugsc 315 lll. LA A\JTl_]URIDICIDAD COMO CONCIYTO DE VALOR 354
gg) Error de tipo evilable a inevitable 315 IV ANT!JURIDICIDAD FORMAL Y AJ\Tl]lJRIDICID,'\D :'vU\.TERLAL 355
hh) Ignorancia y error 315 V. DISVALOR DE ACCIÓN Y RESULTADO 363
lll U\. VOLUNTAD DE REALIZACIÓN DI'. LOS HECHOS EN" LA 315 VI. ANTIJURIDICIDAD Y CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN 363
ESTRUCTURA DEL DOLO (elemento volitivo)
a) El dolo directo 316 §23. LA i\USENClA DE ANTTJURTDTCIDAD. L\S CAUSALES DE 363
b) El dolo de las consecuencias seguras corno forma del dolo direclo 316 JCSTTFICACIÓN El\ GENERAL
e) El dolo evrnlual 317 EL 1:1.EMENTO SUBJETIVO EN 1A CSTRUCHJRA DE LAS CAUSALES Dl:JUSTIFICACIÓN 364
aa) Teoría de la representación 318 a) La concepción causalista (ohjetiva) 364
bb) Teoría de la voluntad :318 b) La concepción finalista (subjetiva) 365
ce) Solución ecléctica de MEZGER Jl9 e) La solución dogmálica 366
dd) Crílica de KAUFMANN J2D d) Efectos de la ausencia del elemenlo subjetivo 367
d) Problema dogmático de la dasiilcación del dolo 321 11. LAS CACSALES DEJUSTIFICAC!(lN SÚRALEGALES 368
lV. LOS ELEMENTOS SUBJETIVOS DEL TIPO O ELE";v[E::-.JTOS SUBJETIVO::, DEI_ lf\JUSTO 322 IlI. CLASIFICAC!Ól< DE LAS CAUSAl.l:S rnCJUSTIFICACIÓl\ 369
a) Concepto 322
b) Elementos subjetivos del lipo y teoría del lipo 323 § 24. T.A AUSENCIA DE ANTlJURlDlClDAD. IAS CAUSALES DE 370
e) Los conectivos de la teoría tradicional del lipa 324 JCSTTFICACIÓK EK PARTICUU\R
d) Fundamento de los elementos subjetivos del tipo 325 CACSALES QUE SE FUNDAN E::-.J AUSl;NCIA DE 11\TERÉS 370
e) Elememos subjetivos del tipo y teoría final de la acción 326 a) El consentimiemo del interesado 370
b) El consentimiento presumo 371
§19. lA ESTRUCTURA DEL TIPO EN LOS DELITOS CULPOSOS 326 11. CALSALl'.S QUE SE FUNDAN E:! EL PRJNCIPIO DEL INTERÉS PREPONUERANTf' 372
LA NATURALEZA IJI'. l.A CULPA 327 PRESERVACJÓf\ DE UN Dl'RECl-JO
a) Teorías intelectuales J27 a) legítima defensa 372
b) Teorías de la personalidad J28 aa) Naturaleza _jmídica de la legítima defensa 372
c) Teorías volitivas 329 bb) La agresión ilegítima 373
d) Teorías de la cafüación ilícita 330 ce) La reacción defensiva 374
e) Las teorías del peligro 330 dd) Clasificación de la legílima defensa 376
l) La solución personal 330 ee) 1-a legítima defensa privilegiada 376
11 Fl_;NDAMENTO DI' J.A INCRIMINACIÓJ:\ DEL DELITO CULPOSO 332 b) El estado de necesidad justificante 377
I1I ESTRUCTURA DEI_ nro CULPOSO 333 aa) Estado de necesidad justificante y estado de necesidad exculpan te 377
a) El hombre medio empírico 334 bb) La situación de necesidad 378
b) Los criterios auxiliares (atención y cuidado) 336 ce) El sacrificio necesario 379
C) La atención exigida 336 del) Consecuencias civiles del estado de necesidad 380
d) El cuidado exigido 339 111. CAUSALES QUE SE FUNDAJ\: EN EL PRll\CIPIO DEL INTERÉS PREPOl\'DERA:!TE 381
e) La construcción de los tipos 341 AC Tt_;ACION DE UN DERECHO
t) El VUSCln in re il!ícila 342 a) I'.jercicio legílimo de un derecho, autoridad, oficio o cargo 381
IV EL SISTEMA DE LOS DE) .nos CCLPOSOS El\ LA LEY 344 b) El cumplimiento de un deber 383
V DISVAI.OR DE RESULTADO Y D\SVALOR DE ACCI(ll\ EN LOS JJl:LlTOS CULPOSOS 346

::no LAS PORMt\S EXCEPCIONALES DE LOS TIPOS 347


CAPÍTULO Vlll
DELITOS CALIFICADOS POR 1'.I. RESCI.TADO 347
11 CO>!DICIONl:S OBJETIVAS DE PCNIBJUDAD 348
LA TEORÍA DE LA CULPABILIDAD 385 '.
lll Dl'J.!TOS PRETERINTENC!Ol\ALES 349 !'
§ 25 LA CULPABT1JT);\T) EK GENERAL 385
§21. LA ACSENCLA. DE I1P1Cl0AD 350 CO::-.JCEPTO Y f'U\JCl(JN DE LA CUJ.PABll.lDAD
AI!PICIDAD O!lJETIVA 351 a) Concepto .l85
II. AT!PICIDAD Sl_;BJETIVA 351 b) Función de la culpabilidad: el principio "no hay pena sin culpabilidad'. 386
III. GENERALIDAD DE l.A ATIPICIDAD 352 11 LA EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE CCLPABILIDAD 392
a) Teoría psicológica de la culpabilidad 392
CAPÍTULO VII b) CJitica de la leoría psicológica 392
TEORÍA DE LA ANTijURlDICIDAD 353 c) Teolia normativa compleja de la culpabilidad 394
d) Crttica de la teoría normativa compleja; teoría nonnativa pura de la culpabilidad 395
§22. EL CO::,.:/CEPTO DE ANTIJlJRIDlCIDAD 353 III LA LIBERTAD COlv!O rlJNDAME\lTO UE U, CULPABILIDAD 398
GEf\ERALTDADES 353 IV CULPABILIDAD ÉTICA Y JURÍDICA 400
II LA POLÉMlC:A EN TORNO A LA ANTIJURIDICIDAD 353 V ANTIJlJRlDICIDAD Y CULPABILIDAD 401
OERl:CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury l.JrLúa INDICE

§ 26, Ll ESTRUCTURA. DE LA CULPABILIDAD Y SU GRADACIÓN 402 lll lA SITUACIÓN DOC:'v1A TlCA 445
ELEMEKTOS ESTRUCTURALES DE lA CULPABILIDAD 402 a) La opinión dominante 1
-
445
ll CULPABlUDAD POR EL ACTO, PELIGROSIDAD Y CLLPABILIDAD 403 b) La solución personal 445
lll CARACIE.R !NDIV1DUALIZADOR DE lA CULPABILIDAD 405 e) Los efectos del error de prohibición en la ley 447
lV JERARQUÍA DE LOS ELEMENTOS DE LA CULPABILIDAD 406
V. GRADUACIÓN DE LA CULPABILIDAD 407 § 29. 1.11. EXIGIBIUDAD DE LA CONDUCTA AJUSTADA A DERECHO 448
a) Elementos de la graduación 407 EL CONCEPTO DE "EX!Gl!l!UDAD" Y SUS FUNDAMENTOS 448
b) La situación en el derecho positivo 408 1J LAS CAUSAS DE EXCl.USION DE LA CULPABILIDAD 449
(:--10 EXIGIBILIDAD DE OTRA COl\"DCCTA) EN GEKERAL Y SU PROBLEMATIC".
§ 27. LA IMPUTABILIDAD 409
a) Extensión de la eficacia de la no exigibilidad 449
I. LA TMPUTABTUDAD EN GE;',JERAL 409
b) Medida de la exigencia 451
a) Concepto 409
c) T'undamento de la eficacia excusante de las causales de inexigibilidad 452
b) Las formas determinación legal de la imputabilidad 410
El carácter subjetivo de su apreciación
e) Efectos jurídicos de la imputabilidad 411
d) El efecto excusante de las causales de inexigibilidad 453
d) Tiempo de la imputabilidad: las acciones /iberae in cau..sa. 412
lll l..ll.S CAUSAS DE EXCLUSIÓN DE LA CULPABILIDAD 453
e) Clasificación de los casos de inimputabilidad 413
(NO EXIG!Blll DAD DE OTRA CONDUCTA) EN PARTICCLAR
l!. CASOS DE 1Nl:Vl1'UTABILIDAD DEBIDOS A TRASTOR.t"JOS 11ENTALES 413
a) La fuerza (moral) irresistible 454
a) La locura o demencia 414
aa) Sentido y naturaleza de la fuerza irresistible 454
aa) Concepto 414
bb) Concepto y requisitos de la fuerza irresistible 456
bb) La decisión sobre la locura o demencia 416
b) El miedo insuperable 458
ce) El intervalo lúcido 416
e) El encubrimiento de parientes 459
dd) Medidas de seguridad aplicables al loco o demente 417
d) El cumplimienlO de órdenes antijurídicas (la obediencia debida) 460
ee) la imputabilidad disminuida 420
aa) Denominación 460
fü La enfermedad mental sobreviniente 421
bb) Formas que puede adoptar el u.1mplimiento de órdenes anlijuríclicas 460
b) La privación total de razón 422
ce) Naturaleza jurídica de la eximente 462
aa) Concepto 422
dd) Delimitación del concepto de la eximente y requisitos 465
bb) Extensión dogmática de los casos de privación total de razón 424
ce) Problemas especiales de la embriaguez 425
lV. 1:1 PROBLEMA ESPECIAL DEL l':XCESO EN LA LEGÍTI!vlA DEFENSA 468
dd) Problemas especiales del consumo de drogas 427
ee) Los actos cometidos bajo sugestión hipnótica t27 § 30. EXCUSAS LEGALES ABSOLUTORIAS 468
fD El paroxismo emocional o pasional 428
lil CASOS DE l1'ilM1'UTAB!LIDAD DEBIDOS A UN DESARROLLO 428
JNSUF!CIE:'ffE DE LA PERSO::-.JALIDAD
CA1'ÍTUDIX
a) . Tnimputabilidad absoluta del menor de dieciséis años 429
LAS CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE 471
b) -Inimputabilidad condicionada del mayor de dieciséis y menor de dieciocho 430
LA RESPONSABILIDAD PENAL
e) Medidas tutelares aplicables al menor inimputable 433
IV La inimputabilidad del sordomudo: un problema de legeferenda 4J4
§ 31. LAS CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORlAS DI'. 471
§ 28. LA CONCIENCIA DE LA ILICITUD LA RESPONSABILIDAD PENAL E:\J GENERAL
434
NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO DE LO !!\JUSTO REQUERIDO POR LA CULPABILIDAD 4J5 L CONCEPTO Y NATURALEZA DE LAS CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE 471
lA RESPONSABILIDAD PENAL
a) Forma del conocimiento de lo injusto 4J5
II CL\SIFICACIÓN DE LAS ClRCUNSTANCli\S :MODIFICATORIAS DE 472
b) Calidad del conocimiento del injusto 4J6
11. EL ERROR DE PROHIBICIÓN EK GENERAL_ Y SUS EfECTOS L\ RESPOt-;SABILIDAD 1'ENAL
437
a) El concepto del error de prohibición en general 111. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL". REGULACION DE LAS CIRCUNSTANCIAS 474
437
b) El "error de derecho" y su irrelevancia 437 MODIFICATORIAS DE LA RESPONSABlllDAD PENAi

e) La teoría italiana: el error de derecho extrapenal como error de hecho 438


d) La solución correcta: error de tipo y de prohibición 439 § 32. LAS ClRCUNSTANClAS ATENUANTES 474
aa) Naturaleza del error de prohibición 439 L GE~ERALIDADES Y CLASIFICACIÓ~ 474
bb) Casos de errnr de prohibición 440 II. L\S EXIMENTTS J1'iCOMPLETAS 475
e) Los efectos específicos del error de prohibición 440 a) Concepto, origen y fundamento de la atenuante 475
aa) La teoría tradicional 441 b) Extensión de la aplicación de la atenuante (la divisibilidad de las eximentes) 476
bb) La teoria extrema del dolo 441 e) La exigencia del requisito básico 477
ce) La teoría limitada del dolo 442 d) Efecto atenuatorio de las exímentes incompletas 478 ;·¡
dd) La teor[a extrema de la culpabilidad 443 e) Admisibilidad de la atenuame en algunos casos especiales 479 l
ee) La teoría limitada de la culpabilidad 443
1
1
q
DERECHO PE'..-AL/ PARTE GENERAL/ énciqut' Cury Urzua INDICE

lll AHéi'iUANTES RJ>!DADAS E>J LOS MÓV!LES DEL AGl:N'I E 479 CAP[TULOX
a) Atenuantes emocionales (pasionalec,) 480 LOS DISTINTOS MOMENTOS EN _LA EJECUCIÓN DEL DEUTO. 549
aa) Denominación y relación de ]as atenuantes 480 TEORÍA DEL "ITER CRIMINIS" -
bb) La provocación o amenaza proporcionada al delilo 481
ce) La vindicación de ofensas 483 § 35 EL TIPO DE LA TENTATIVA Y EL DEUTO fRUSTRADO 549
dd) El arrebalo y obcecación 486 (~E:-JERAUDADES 549
b) Obrar por celo de la justicia 488 a) Concepto de lenLaLiva y delito frustrado 549
IV ATENUANTES REl.Affi"AS A !A PERSONALIDAD DEL SUJr'.TO: 489 h) Los tipos subordinados de lenLaLiva y delito frustado 550
lA IRREPROCHABLE CO'.\JDUCTA ANTERIOR II ESTRUCTURA DEL TIPO DE TE)!TATIVA 551
V ATENUANTES FUNDADAS EN L\ CONDUCTA DCL,\UTOR POSTERIOR Al_ IJ!:LllO 492 ,\. La faz objetiva del tipo de tentativa 552
a) Reparación con celo del mal causado o e>itación de sus consecuencias ulte1iores 493 a) Teorias objetiYas en general 552
b) Entrega voluntaria a la justicia 494 b) Teorías objetivas propias 553
e) Colaboración sustancial al esclarecimiento de los hechos 496 aa) Teoría fonnal de BEUNG 553
bb) Teorías mixtas 554
§ 33. LAS ClRCUNSTANCIAS AGRAVANTES 497 ce) Teorías escépticas 555
I. GENERALIDADES Y ClASJFJCACIÓN 497 c) Teorías objetivas impropias 556
a) Sistemas de las circunstancias agravantes 497 aa) Teoría pragmática de CARRA.RA 556
b) Naturaleza y fundamento de las circunstancias agravantes 498 bb) Teorías de la causalidad 558
c) Clasificación de las circunstancias agravanres 499 ce) Teorías materiale.s 558
n. Circunslancias agravantes subjetivas basadas en caracleríslicas personales del agente 501 d) Temía subjetiva exlrema 558
a) Abuso de confianza 501 e) Teoría subjetiva limilada 559
b) Prevalencia del carácter público 503 D Actos preparatorios y olras conduelas preliminares sancionadas 560
c) Reincidencia 504 expresamente. Proposición y conspiración
aa) Concepto e historia de la reincidencia en general 504 B La faz suh_jer.iva del tipo de tentativa 562
bb) Clasificación de la reincidencia 505 III. ESTRGCTURA DEL TIPO DEL DEUTO FRUSTRADO 564
ce) Fundamento de la reincidencia 506 A. La faz objetiva del tipo del delito frustrado 564
dd) Reincidencia impropia 508 n La faz subjetiva del tipo del delito frnstrado 565
ee) Reincidencia propia genérica 510 J\,: El TIPO DE CONSU:'vLi\.ClÓKY EL DEUTO AGOTADO 565
fD Reincidencia propia específica 511 V. 1.AS CACSAS ESPECliúES DE EXCLUSIÓN DE LA T!PICJDAD EN El, /T12R CR/MINIS: 567
gg) Algunos problemas comunes a las tres formas de reincidencia 513 l'l. DESI'.':>T!MIENTO DE LA TENTATIVA YEL DELITO FRUSTRADO
hh) Otros efectos de la reincidencia 514 LA ATIPIClnAD DE LA TENTATIVA DE I'Al.TA
ii) Prescripción de la reincidencia 514 a) fundamento y naturaleza de la institución del desistimiento 567
jj) Comunicabilidad de la reincidencia 514 h) El desistimiento de la tentativa 570
d) ACLuación con menor de dieciocho allos 515 c) El desistimiento del delito frustrado 571
Ill. CIRCU:-JSTANCJAS AGRAVAKTES SUBJETIVAS BASAD1\S EN LOS ÁNIMOS, 516 d) El desistimiento de la proposición y conspiración para delinquir 573
Tl'NOE:-JCIAS O ACTITUDES ESPECL\LES DEL SCJETO e) las situaciones de desistimiento tardío especialmenle legisladas 573
a) Alevosía 516 l) la alipícidad de la tenlaliva de falla 57J
b) Precio, recompeuse o promesa 520
e) Premeditación 522 ~ 36, lA ANTIJURIDICIDAD DE LA TENTATIVA Y EL DELITO FRUSTRADO 574
d) Abuso de superioridad 527 Rl:l_ACIQI\ES I:NTRE LA A:-JTIJURlDICTDAD l'~ Gl'.Nl:RAL Y LA DE LA 574
IV CIRCU:-JSTANClAS AGRAVAJ\"TES OBJETIVAS 528 TENTATIVA Y Dl'l.lTO f'll.USTRADO l'N PARTICCLAR
a) Empleo de medios caLastróficos 528 a) L-1 concepción objetiva 574
b) Ensañamiento 529 b) L-1 concepción subjetiva 574
c) Em¡:ileo de astucia, fraude o disfraz 531 c) La solución propia 575
d) Agregar la ignominia a loS efectos del hecho 533 JI. ANTI_]URIDICID,\D Y PUKIBILIDAD DEL'\ TENTATIVA 575
e) Comisión del delito con ocasión de calamidad o des!I;facia 5]4 111. TEt\TATIVA INIDÓNEA 576
f) Auxilio de otros 5.35 a) La teoría subjetiva extrema 576
g) Nocturnidad o despoblado 5.38 h) Las teorías objetivas 577
h) Desprecio de la autoridad pública 539 aa) La teoría oh_ieriva clásica 577
i) Comisión en lugar destinado a un culto 540 bb) la teoria de la ausencia (defecto) de tipo 578
j) Desprecio de la calidad del ofendido o en su morada 541 ce) la teoria de la impresión o del peligro concreLo 579
k) Escalamiento 543

§ 34. LA CIRCUNSTANCJA MIXTA DE PARENTESCO 544


DERl'.CHO PENAL I PAR"I ¡;GENERAL/ Enriy_ue Cury Urzüa INDICE

CAPÍTULO XI e) Formas de encubrirrúento 634


EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELITO 583 aa) Aprovechamiemo 634
bb) Favorecimiento real 635
§ 37. EL CONCURSO DE DELTNCUENTES EN GENERAL 583
ce) Favorecimiento personal ocasional 636
EL CONCEPTO DEL CO~CURSO DE Df:Ul\CUEJ\TJ:'S 583
dd) Favorecimiento personal habitual 637
a) Noción de la concurrencia y de sus formas 583
d) El concurso de formas de encubrirrúento 638
b) Los tipos complementarios de concurrencia 584
e) El encubrimiento de parientes 638
c) Concurrencia necesaria y eventual 584
II. Autorta y participación en general 585
A- Teortas causales §40. LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN LA RELACIÓN ENTRE AUTOR Y PARTÍCIPES 638
585
EL PRINCIPIO DE CONVERGENCIA 639
a) El concepto unitario de autor 585
II. EL PRIKCJPlü DE ACCESORIEDAD 640
b) Intentos de diferenciación objeüva-malerial 587
IIL LOS PROBLEMAS REFERENTES A 1A COMUNICABILIDAD 643
e) Teorías subjetivas 587
aa) Teoría del Dolo 587
bb) Teoría del interés 588 CAPÍTULO XII
ce) Temias subjetivas en Chile 589 UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS. CONCURSO DE DEUTOS Y 649
d) Teoría extensiva 590 CONCURSO APARENTE DE LEYES
B.- Teorías restrictivas 590
a) El concepto de autor según la Leoria objetivo-formal de Beling 590 § 41. UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS EN GENERAL 649
b) Teoría del dominio del hecho 591 § 42. LA UNIDAD DEL DEUTO 650
l. 1A UNIDAD NATURAL DE ACClÓ'.'J 650
§ 38. La autoría en particular 595
11 1A LG!IDAD JURÍDICA DE ACCIÓt< 651
1 - El autor en los delitos de dominio 595
lll. EL DEUTO CONTlNUADO COMO CASO LiMJTE DE 1A UNIDAD JURÍDICA DE ACCIÓN 653
a) Autor de propia mano, ejecutor o directo 595
a) la teoria subjeliva tradicional 654
b) Autor mediato 597
b) La teoria subjetiva de la finalidad 655
aa) Autoría mediata por coacción 598 e) La teoría objetiva 655
bb) Autoría mediata por error del instrumento 601 d) La concepción subjetiva italiana 655
ce) Empleo de un ~aparato organizado de poder'' 605 e) La concepción negativa 655
dd) Otros casos de autorta mediata requeridos de fundamentación 607 f) La valoración unitaria del injusto 656
especial y situaciones dudosas g) Los restantes requisitos del delito conlinuado 657
Dominio de la voluntad en la utilización de inimputables y menores. 607 h) El tratamiento penal del delilo continuado 658
2. Domino del hecho mediante el forjamiento de una situación de justificación 607 i) la situación en la jurisprudencia 659
3. ELinstrumellto doloso sin intención 608
ee) Consecuencias de la autoria mediata 608 § 43 LA PLURALIDAD DE DEUTOS 659
e) Coautoria (dominio del hecho funcional o co-dominio del hecho) 610 l. EL CONCURSO REAL DE DEUTOS 659
aa) El acuerdo de voluntades 611 a) Concepto y requisitos 659
bb) Preslación de la comribución funcional a la realización del hecho común 612 b) El tralamiento punitivo del concurso real 660
ce) El problema dogmático de la coauloría 614 aa) La regla general: acumulación material de las penas 660
II LA AUTORÍA E\l LOS DEUTOS DE INFRACCIÓ'.'J DE UN DEBER 616 bb) La primera excepción: la acumulaciónjuridica 661
a) Autoría ejecutiva, directa o de propia mano 619 ce) La segunda excepción: la absorción de la pena 662
b) Autoría mediata 619 dd) La regla especial del art. 451 del C.P 663
e) CoaUL01ia 620 JL EL CONCURSO IDEAL DE DELITOS 663
d) El problema dogmático en los deliLos de infracción de un deber 620 a) Concepto, naturaleza y estructura del concurso ideal 663
lll 1A AUTORÍA EK LOS DEUTOS DE PROPIA MANO 621 aa) El problema de la participación en el concurso ideal 664
bb) El delito preterintencional 664
§ 39. L,.\ PARTlC!PAClÓN Y SUS FOR11AS 622 ce) Los delitos culposos con pluralidad de resultados 664
l. GENERAUDADES 622 b) Clasiilcación del concurso ideal 665
11. INSTlGACIÓN 624 e) Efectos penales del concurso ideal 666
111. CO:MPUCIDAD 628
IV EL ENCUSRlMIEKTO 2JO § 44. EL CONCURSO APARENTE DE LEYES PENALES 667
a) Concepto y naturaleza 630 l. CONCEPTO Y NATURALEZ...l,. 667
b) Requisitos comunes a toda forma de encubrimiento 631 ll. LOS PRINCJPIOS DE SOLUCIÓK DEL CONCURSO APARENTE 668
aa) Poslerioridad de la intervención 632 a) Principio de especialidad 668
bb) Subsidiariedad del encubrimiento 632 b) Principio de consunción 669
ce) Conocimiento de la perpetración del hecho o de los hechos 632 e) Principio de subsidiariedad 670
ejecutados para llevarla a cabo d) Principio de accesoriedad 671
m,REUIO Pl;NAL/ PARTE GENERAL/ Enriqu~ Cury Lrzúa INDICE

CAPÍTCLO XIll CJ\PÍTC 1.0 XV1

TEORÍA DEL DELITO OMlSlVO 673 NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE LAS PENAS
707

§ 45. El delito omisivo y su problemática 673 § 48. ~ATUR.'\LEZA, EFECTOS Y EJECUCIÚK DE LAS PENAS CORPORALES. 707
l U_ CO\lCEPTO DE O:MJSIÓN 67:l LA Pf'.NA DE MUERTE
a) El concepto normativo 67.3 l. LA PEGA DE MUERTE. SU NATURALEL'.A Y PROBLEMÁTJCA 707
b) El concepLo natural mediante asimilación a la acción 674 a) El debare filosófico y teológico 709
c) El concepto natural como oposición a la acción 675 b) El debate sobre los fines del derecho penal y de la pena 7!0
II. f'L TTPO DE LA O'.v11SION 677 e) El debate práctico (político-criminal) 711
a) Las formas del tipo omisivo 677 d) La opinión propia 713
b) El tipo de los delitos de omisión propia (simple omisión) 679
e) El Lipo de los delitos de omisión impropia (comisión por omisión) 679 § 49. NATC"RALEZA, EFECTOS YEJECLiCJC)N DE L'\S PE~AS PRLVATIVAS DE LIBERTAD 716
Ill LA A~TIJURIDICIDAD DF 1.A OMISl()G 686 L NATURALl:ZA Y PROBLl:MÁT!CA DE LAS Pl'.I\AS PRIVATIVA.'::, DE UHl'RL'\D 716
a) Generalidades 686 a) las distintas penas privativas de libertad y su naturaleza 717
h) L--ts causales de justificación de los delitos omisivos 686 b) T'roblemática de las penas privativas de libertad 719
IV L'I. CUlP1\BlllDiill DE 1A Olv1JS1ÓN 687 TI EFl:CTOS DE LAS PENAS PRIVATIVAS DE l!BEIUAD 721
V LOS OTROS PROl\LEl'vJAS RU_ATIVOS AL DEUTO OMISIVO R6R 111. EJECUCTO>l DE L.\.S PENAS PRJVATIVAS DE LIHF.RTi\D 722
a) El "Her criminis" 688 a) L:i forma de ejecución de las penas en la ley positiva. 722
b) Concurso de delincuentes y de delitos 689 La libertad condicional-y su signillcado
b) Cousideraciones c1íticas en tomo al sistema de ejecución de 728
las penas privativas de libertad
IV MEDTDAS Al.TER~ATI\11\S Al.AS PEl\'AS PRlVATJVAS (O RESTRICTJVAS) DE LlllF,RT1\D 729
TERCERA PARTE a) la remisión condicional de la pena 730
TEORÍA DE LA REACCIÓN PENAL aa) Concepto y naturaleza 730
bb) Requisitos para obLener la'remisión condicional de la pena 731
ce) forma en que se otorga la remisión condicional de la prna 732
ü\I'ÍTULOXIV dd) Efectos de la remisión condicional de la pena 73,-¡
GENERALIDADES 693 ee) Revocación de la remisión condicional de la pena 734
b) l.a libertad >igilada 735
§ 46. Las fomms de reacción penal 693 aa) Concepto y naLuraleza
bb) Requisitos para obtener la libertad vigilada 735
ce) forma en que se OLorga la libertad ,i.gilada 736
CM'ÍTULO X'il dd) Efeclos de la libertad vigilada 7.l7
LA PENA EN GENERAL 695 ee) Revocación del beneficio de la libertad vigilada 737
c) T.a reclusión nocturna 738
§ 47. EL S1STE1v1A DE LAS PENAS 695 aa) Concepto y naLuraleza 738
CONCEPTO Y LÍMITES DE l.A PENA 695 bb) Requisitos para obtener la reclusión nocturna 739
II COJ.\SIDERACJÓK FSQU!:M.ÁTICA SOfllU::: LA EVOLUCIÓN HlSTÓRlü\. DE 1..A Pl:NA 695 ce) forma en que se oLOrga la reclusión nocturna 710
lll. 1A REU,Cl(l~ DE I...A PENA Y El DEUTO 695 dd) Efectos de la reclusión nocturna 740
IV. EL S!Sl"EMA DE LA PEKA EN LA LEY 698 ee) ReYocación de la reclusión nocturna 740
V CL\SlF1CACl(ll\ DE LAS PEI.\AS 699 d) Ojeada critica 740
a) Clasificación de las penas según su naturaleza 670
aa) Penas corporales 670 §50. "\!ATURA.LI'.ZA, EFECTOS Y EJECUClÓ"\! DE LAS PE:-JAS 711
bb) Penas infamantes 671 RESTRICTIVAS DE Ul3ERTAD
ce) Penas privativas de libertad 671 NATURAU;7A Y PROBLEMATICA DE LAS PEt\AS RESTRICTIV,\S Dt UHf'RTAD 741
dd) Penas restrictivas de libenad 671 a) Las distintas penas restrictivas de libertad y su naturaleza 741
ee) Penas privativas de olros derechos 671 b) Problemática de las penas restrictivas de libertad 713
ff) Penas pecuniarias 702 ll. HECTOS DE 1AS Pl'~AS RESTRICTIVAS OE l..IBERD\D 714
b) Clasificación de las penas según su gravedad 702 1/l EJECUCIOK DE L\S Pi::NA':o RESTRICTIVAS l)lé l.lllERTAD 745
c) Clasificación de las penas según su autonomía 702
d) Clasificación de las penas atendiendo a la forma en que se 704 §51. l\"ATC"RALEZ.A, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE LAS PENAS 745
ponen a disposición del tribunal PRIVATIVAS DE OTROS DE.R.lc:CHOS
t) Clasificación de las penas según su divisibilidad 704 NArURALEZ.A Y PROm EMÁTICA DE LAS l'f'>lAS PRNATIVAS Df'. OTROS DERECHOS 745
f) Clasificación de las penas según su aílictividad 705 a) C:oncepLo y generalidades 745
DERECHO PE"\!Al./ PARTE GENERAL/ Enrique Cmy Ur,:úa 1,-;:mcF

b) Naturaleza de las penas privativas de otros derechos 745 CUARTA PARTE


c) Problemática de las penas privalivas de oLros derechos 747 LAS CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
II. EFECTOS DE lAS PENAS PRlVAT!VAS DE OTROS DERECHOS 748 PENAL Y LA RESPONSABILIDAD CIVIL PROVENIENTE DEL DELITO
lll. EJECCCIÓN DEL.AS PENAS PRIVATIVAS DE OTROS DERECHOS 749

§52. NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE lAS PENAS PECUNIARIAS 750 Cll.PÍTULO XX


NATURALEZA Y PR0BLE1v1ÁTICA DE 1AS PENAS PECt.:NlARIAS 750 CAUSAS DE EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD PENAL 78.3
a) Concepto y generalidades 750
b) NalUraleza de las penas pecuniarias 750 § 57 CAUSAS DE EXTINCIÓN DE lA RESPONSABILIDAD PENAL EN GENERAL 783
e) Problemática de las penas pecuniarias 752 CONCEPTO Y PROBLEMÁTICA 783
II. EFECTOS DE lAS PENAS PECUNIARIAS 754 ll ENUJvlERACIÓN Y CL\SIFICACIÓN DE LAS CAUSALES DE 785
III EJECUCIÓN DE lAS PENAS PECUNIARIAS 756 EXTINCIÓN DE LA RESPONSABIUDlW PENAL

§58. CAUSAS DE EXTINCIÓ"N DE LA RESPONSABILIDAD PENAL QUE CONSTlTUYEN 786


CAPITULO XVII PURAS ESPECIFICACIONES DE PRIKCIPIOS GENERALES
DETERMINACIÓN DE LA PENA 757 LA MUf:RTE DEL REO 786
Il EL CCMPLIMlENTO DEJA CONDENA 788
§ 53. EL PROBLE11A DE LA DETERMINAClC)N DE 1A PENA EN GENERAL 757
I. ASPECTOS POLÍTICOS EN LA DETER\11NACIÓN DE LA PENA 757 §59. CAUSAS DE EXTINCIÓN DE LA RESPONSABUJDAD PENAL QUE 789
ll. L,\S DISTINTAS TÉC~ICAS PARA DETERMINAR LA PENA 759 CONSTITUYEN EXCUSAS ABSOLUTORIAS
A. CAUSALES FCNDADAS EN EL PERDÓN 789
§ 54. LA DETER!v!INACIÓN DE LA PENA EN U LEY 761 EL PERDÓN (O GRACIA) EN GEG"ERAL 789
GENERALIDADES 761 l\ lA AMNISTÍA 790
ll. REGLAS GENERALES SOBRE DETEM1INACJÓN DE 1A PEKA 761 111. EL INDULTO 792
lll rACIORES QCE INTERVIENEN EN L\ DETER111NACIÓN DE LA PENA Y 763 lV El. PERDÓN DEL OFENDIDO 795
SU lNFLCEl\:ClA EN ELLA B CAUSALES f-UNDADAS EN JA NECESIDAD DE CONSOLJDAR LAS SlTCACIOKESJURÍDICAS 797
a) la pena señalada por la ley al delito 763 CONCEPTO, FUNDAMENTOS Y NATURALEZA DE 1A PRESCRIPCIÓN EN GENER.i1.L 797
b) Etapa de desarrollo del delito 764 ll. 1A PRESCRIPCIÓ\J DE LA ACCIÓN PEKAL (PRESCRIPCIÓN DEL DEUTO) 799
c) La clase de intervención en el hecho 764 a) Denominación 800
d) Las circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal 765 b) Los plazos de prescTipción del deliLo y su cómputo 800
aa) Reglas generales 765 c) Imerrupción y suspensión de la prescripción del delito 801
bb) Reglas que dependen de la composición del marco penal 765 I1l LA PRESCRIPCIÓN DE LA PEKA 803
básico establecido por la ley para el delito IV. REGLAS CO:MUNES A LA PRESCRJPC!ÓN DEI. Dl'UTO (ACC!Ól\ PE~AL) Y DE LA PENA 804
e) Extensión del mal producido por el delito 770 V PRESCRlPC\0)1 DE LA RE\NCIDENClA Y DE JNHABILIDADES 805
D Determinación de la multa 770

CAPÍTULO XX!
CAPÍThLO XVI!l RESPONSABILIDAD CIVIL PROVENIENTE DEL DELITO 807
EL QUEBRANTAMIENTO DE PENAS Y LA COMISIÓN DE UN 771
NUEVO DEUTO DURANTE LA EJECUCIÓN § 60. RESPONSABILIDAD CIVIL PROVENIENTE DEL DELITO 807
FUNDAMENTO Y EXTENSlÓN DE LA RESPONSABlllDAD Cl\lIL 807
§ 55. QUEBRANT.Alv1IENTQ DE PENAS Y DELINQUIMIENTO DURANTE U CONDENA. 771 PROVE>l!ENTE DEI. DEI.ITO
El QUEBRANTAMIENTO DE PENAS 771 11. OBIJGADOS A LA REPARACIÓN 809
ll DEUNQUIMIENTO DURANTE UNA CONDENA 772 lll. EFECJ OS DE LAS EXIMENTES DE RESPONSABIIJDALJ PENAL SOBRE IA 811
RESPO\JSABILIDAD CIVIL PROVEl\lENTE DEL DELITO
IV OTRAS OBLJGACIOKES PATRlMONlALES QCEAFECTAN AL 812
CAPÍTULO XlX COJ\;TIEKiWO POR U)! DEJ.rro
MEDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN 775 V. PRESCRIPCIÓN DE LA RESPONSAI:HUDAD CIVIL PROVENIENTE DH DCUTO 812

§ 56. las medidas de seguridad y corrección en general y su vigencia en la ley 775


I CONCEPTO, ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE lA INSTITUCIÓN 775
ll. BASES PARA lJJ'.J: SISTE!v1A DE MEDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN 777
lll. LAS J.v!EDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN EN LA LEY POSITIVA 780
PRÓLOGO

Esta edición de la presente obra constituye, en lo fundamental, una


puesta al día legislativa que, luego de dos reimpresiones de la segunda edi-
ción, era indispensable para poner a salvo la vigencia del libro. Asimismo,
resultaba necesario introducir modificaciones en la bibliografía, haciéndome
cargo, en especial, de la más recienLe aparecida en nuestro país que, por
fortuna, está siendo otra vez importante especialmente en lo que se refiere
a trabajos generales. En cuanto a la literatura comparada, he limitado las
referencias a la más influyente y que además, es posible encontrar en nuestro
idioma, pues éste es al que tienen acceso la mayor parte de los alumnos a
quienes, como siempre, la obra pretende ser útil.
Aparte de lo dicho, en el parágrafo 22, al comienzo del Capítulo VII,
se sustituyó íntegramente el apartado relativo a "antijuridicidad formal y
antiJundicidad material". Ello no significa que haya abandonado las con-
vicciones que expresé sobre el tema en las ediciones anteriores; el cambio
obedece sólo al deseo de presentar el asunto desde un punto de vista más
práctico, enfatizando su utilidad para la solución de algunos problemas
concretos. También he modificado por completo el Capítulo XI sobre
"el concurso de personas en el delito", una materia respecto de la cual el
enfoque si ha cambiado en medida muy importante.
Sólo me queda desear que este libro siga siendo útil a los estudiantes;
a ellos, como siempre, está dedicado en primer lugar.

27
ÍNDICE DE ABREVIATURAS IMPORTANTES

BACIGALUPO, Bacigalupo Enrique, Derecho penal. Parte General, Hammurabi,


Buenos Aires, 1987

BACIGALUPO, Lineamientos: Bacigalupo Enrique, Lineamientos de la teoría de!


delito, Buenos Aires, 1974.

BAUMANN, Baumann Júrgen, Strafrecht. Allgemeiner Teil, Y edición, Tübingen,


1968.

BAUMANN, Derecho Penal: Baumannjürgen, Derecho Penal. Conceptos


fundamentales y sistema. Introducción a Ia sistemática sobre la base de casos,
traducción de Conrado A. Finzi, Buenos Aires, 1973.

EECCARlA: Beccaria Cesare, De los Delitos y de las penas, traducción por


Francisco Tomás y Valiente, "tvladrid, 1969.

BEUNG: Behng Ernst von, Esquema de Duecho Penal, traducción por Sebastián
Soler, Buenos Aires, 1944.

BETTlOL: Bettiol Giuseppe, Derecho Penal. Parte General, traducción por


José Luis Pagano, BogoLá, 1965.

BUSTOS: Bases Ciiticas: Buslos Juan, Bases críticas ele un nuevo derecho penal,
Temis, Bogotá, 1982.

BUSTOS: Bustos Juan, lntrodltcción al derecho pena[, Temis, Bogotá, 1986.

C.A.: Corle de Apelaciones


C.C.: Código Civil.
C. deJ.M.: Códigode]usticiaMílilm'.
C. de P.C.: Código de Procedimiento Civil.
C. de P.P.: C()digo de Procedimlento Penal.
C.O.T.: Cód(go Orgánico de Trib1rnales.
C.P.: Código Penal.
C.P.E.: Constitución Política del Estado de 1925.
C.P.P.: C(Jdigo Procesal Penal
C.P.R.: Constitución Po1flica de la República de 1980.
C.S.: Corte Suprerria.

29
Dl!RECllO PENAL/ PAIHE Cl;NERAL / f;nrique Cury Urzúa ll\DICE DE ABREVIATURAS lMPORTANnos

CARRARA: Carrara Francesco, Programa de Derecho criminal, traducción por José J HIRSCH: Hirsch, Hans Joachim, Derecho Pena!. Obras completas, traducciones de
Ortega Torres y Jorge Guerrero, Bogotá, 1956-1967 (9 lomos y un apéndice). diversos autores, Buenos Aires, 1999-2003 (3 tomos).

CEREZO: Cerezo Mir José, Curso de Derecho Penal Español. Parte General. HULS:'vlAN: Hulsman Louck y Bernat de Celes Jacquehne. Sistema penal y
Intrnducción, Madrid, 1976. seguridad ciudadana: hacici una cillemati-va, traducción de Sergio Pol-itoff, Ariel
S.A., Barcelona, 1984.
CORDOBA RODA Y RODRIGUEZ MOURLLLO: Córdoba Roda Juan y Rodríguez
Mourullo Gonzalo, Comcnlarios al Código Penal Espctllol. Barce.lona-Caracas-Méxi.co, JAKOBS: Jakobs GüntheL Derecho Pena/. Parte Genera., FundamenLos y Teoría de la
1976-1978 (3 tomos). lmpulación. Traducción de.Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González
de l'víurillo, Madrid, 1995.
COUSIÑO: Cousill.o Luis, Derecho Penal Chi1eno. Parte General, Santiago, 1992
(3 tomos). JESCHECK: Jescheck, Hans Heinrich, Tratado de derecho penal. Parle general, 4ª
Edición, Lraducci.ón de José Luis Manzanares Samaniego, Granada, 1993.
CURY, Ortentación. l" edición: Cury Enrique, Orientación para el estudio de la leoría
del delito, P edición, Val paraíso, 1969. JrtvlENEZ DE ASUA, La Ley y el dc/ilo: Jiménez de Asúa Luis, La Ley y el dehlo.
Principios ele Derecho Penal, Y edición, :tvléxico-Buenos Aires, 1959.
CURY: Orientación: Cury Enrique, Orientaci(ín para el estudio de la teoría del
delito, 2ª edición, Santiago, 1973. JIMENEZ DE ASUA: Jiménez de Asúa Luis, fratado de Derecho Penal, Buenos
Aires, 1962-1971 (7 tomos)
CURY. 1ª Edición: Cury Enrique, Derecho Penal. Parle general. Santiago, 1982-1988
(2 Lomos). LS.: Law and State (a BiannuaI Collection of recent Germcm contributions to these
fields). lnstitutes for Scientific Cooperalion, Tübingen.
CURY: Cury, Enrique, Derecho Penal. Parte General. 2ª Edición, Santiago, 1992
(2 tomos). LABATUT: Labatut Glena Gustavo, Derecho Pena!. 9ª edición actualizada por
Julio Zenteno, Santiago, 2000, (2 tomos).
DOHNA: Dohna, Alexander Graf Zu, La estrnctura de la teoría del delito,
traducción de la 4ª edición alemana por Carlos Fonlán Balestra con la USZT: Liszt rranz von, Tratado de Derecho Penal, traducción de la 18« edición
colaboración de Eduardo Friker, Buenos Aires, 1958. alemana por Quintiliano Sandaña, Madrid, 1929 (3 Lomos).

ETCHEBERRY: Etchebeny Alfredo, Derecho Penal, 2ª edición, Santiago, l'v!AURACH: ]Vlaurach ReinharL, Tratado ele Derecho Penal, Lraducción y notas de
1976 (4 tomos). derecho español por Juan Córdoba Roda, Barcelona, 1962 (2 tomos)

ETCHEBERRY, l ª: Etcheberry Alfredo, Dereclw Penal, 1 ª edición, S::mLiago, 1964- MAURACH-ZTPrF Maurach, Reinhart - Géissel, Karl Heinz - Zipff, Heinz.
1965 (4 tomos). Derecho Penal. Parte General, traducción de la 7'1 edición alemana por Jorge Bofil
Genzsh, Buenos Aires, 1995, (2 tomos).
ETCHEBERRY: Etchebeny Alfredo, Derecho Penal, 3ª edición, Santiago, 1998
( 4 tomos). MEZGER, I: 1vlezger Edmundo, Tratado de Derecho Pena[, tomo I, nueva edición
revisada y, puesta al día por José Arturo Rodríguez Muüoz, Madrid, 1955.
ETCHEBERRY: D.P.].: Etcheberry Alfredo. El Derecho Penal en la Jurisprudencia.
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1987. MEZGER, II: Mezger Edmundo, Tratado de Derecho Pena[, tomo TT, traducción
y notas de derecho español por José Arturo Rodríguez Muñoz. 3ª edición
GARRIDO: Garrido Monll, Mario, Derecho Penal. Santiago, 1997-2000 (4 tomos). adici01iada y puesta al día por Antonio Quintan.o Ripollés, Madrid, 1957.

GIMBERNAT, Introducción: Gimbemat Ordeig Enrique, Inlroclucción a la parle MEZGER, Libro de esludio: Mezger Edmundo, Derecho Penal. Libro de estudio,
general del derecho penal español, Facultad de Derecho, Universidad CompluLense, traducción de la 6ª edición alemana (l 955) por Conrado A Finzi, Buenos Aires,
Madrid, 1979. Parte General, Lomo 1,1958; Parte Especial, lomo ll, 1959.

GRISOLIA-POUTOFF-BUSTOS: Grisolía "f'rancisco; Poliloff Sergio; Bustos Juan, lVITR PUTG, Mir Puig Santiago, Derecho Penal Parle General, 6~ edición,
Derecho Penal Chileno. Parte Especial. Delitos conlrn el individuo en sus condiciones Barcelona, 2002.
físicas, Santiago, 1971.
MIR Pl:IG, Introducción: Mir Puig Santiago, Introducción C1. las bases del derecho
HASSEMER: Hassemer Winfried, Fundamentos del derecho penal, lraducción y notas penal, Bosch, Barcelona, 1982.
de Francisco Muñoz Conde y Luis Arroyo Zapalero, Bosch, Barcelona, 1984.

30 31
DERECHO PENAi. / PARTE GENERAL/ Enflque Cmy Llrztla INDlCE DE ABREVIATURAS IMPORTANTES

MUÑOZ CONDE, Introducción: Muñoz Conde Francisco, lnLrodu.cción al derecho ROXIN, Teoría: Roxin Claus, Teoría del tipo penal. Tlpos abiertos y elementos del
penal, Bosch, Barcelona, 1975 deber jurídico, traducción de Enrique Bacigalupo, Depalma, Buenos Aires, 1979.

MUÑOZ CONDE: Muñoz Conde Francisco, Te:oria General del Delíto, Temis, SCHMTDTHAUSER: Schmidthii.user Eberhard, Strafrecht. AHgemeiner Tei1,
Bogotá, 1984. Tübingen, 1970.

NÁQUlRA: Náquira Riveros, Jaime. Derecho Penal. Teoría del Delilo, Santiago, 1998 SCHÓNKE-SCHRÓDER: Schónke Adolf y Schróder Horst, Strafgesetzbuch,
KommenLar, München, 1972.
NOVOA: Novoa Eduardo, Curso de Derecho Penal Chileno, Santiago, 1960-
1966 (2 tomos). SOLER: Soler Sebastián, Derecho Penal Argentino, 6ª reimpresión total, Buenos
Aires, 1973 (5 tomos).
NOVOA: Causalismo y finalismo: Novoa Eduardo, Causalísmo y finalismo en
Derecho Penal Aspectos de ta ensenanza penal en Hispanoamérica, San José, Costa STRATENWERTH: Stratenwerth Günter, Derecho penal. Parte general, I. El hecho
Rica, 1980 punible, lra<lucción de la 2ª edición alemana (1976) de Gladys Romero.
Editoriales de Derecho Reunidas, SA, Madrid, 1982.
ORTTZ: Orliz Pedro, Nociones generales de Derecho Pena!, Sanliago, 1933 (2
tomos) WEBER: ·weber HellrnuLh von, Para la estructuracii5n del sistema del Derecho
Penal, traducción de Eugenio Raúl Zaffaroni, en Nuevo Foro Penal, Nº 13, enero-
PACHECO: Pacheco Joaquín Francisco, El Código Penal concordado y comentado, febrero-marzo, Bogotá, 1982, págs. 567 y sigts.
cuana edición, Madrid, 1870.
WELZEl: Welzel Hans, Derecho Penal Alemán. Parte General, Lraducción por
POUTOFF: Politoff Lifschitz, Sergio. Derecho Penal, Tomo I, Santiago, 1997 Juan Bustos y Sergio Yáfiez de la] P edición alemana, Santiago, 1970.

POLITOPF-MATUS-RAMÍREZ: Politoff, Sergio -Matus, Jean Pierre- Ramírez, WELZEL, 4ª Welzel Hans, Derecho Penal Parte General, traducción de la 4ª
Maria Cecilia, Lecciones ele Derecho Penal Chileno. Parte General, Santiago, 2003. edición alemana por Carlos Fontán Baleslra con la colaboración de Eduardo
Friker, Buenos Aires, 1956.
POLITOFP-ORTIZ y colaboradores: Politoff, Sergio - Orliz, Luis y
colaboradores, Texlo y Comentario del Código Penal Chileno. Tomo 1, Libro Primero. WELZEL, Nuevo sislema: We lzel Hans, El nu.evo sistema de Derecho Penal. Una
Parte General. (coordinador: Jean Pierre Matus A.), Santiago, 2002 introducción a Ia doctrina ele la acción finalisla, traducción por José Cerezo Mir,
Barcelona, 1964.
R.C.P. Revista de Ciencias Penales, Santiago, Chile.
ZAFFARONI: Zaffaroni, Eugenio Raúl -Alagia, Alejandro- Slokar, Alejandro,
RODRlGUEZ DEVESA: Rodriguez Devesa José María, Derecho Penal Espall.ol, Derecho Pena!. Parte Genera!, Buenos Aires, 2000.
Parte General, r edición, Madrid, l 979.
ZDRAVOMTSLOVy OTROS: Zdravomislov, Schneider, Kélina y Raskóvskaia,
RODRIGUEZ MOURULLO: Rodríguez Mourullo Gonzalo, Derecho penal. Parte Derecho Penal. Soviético, traducción de Nina de la Mora y Jorge Guerrero, BogoLá,
general, Editorial CinLas S.A., Madrid, 1978. 1970.

ROXIN: Roxin, Claus, Derecho Penal. Parle General. Tomo l. FundamenLos. La ZTPF: Zipf Heinz, Introducción a la política criminal, traducción de Miguel
eslructura de !a teoría del delito. Traducción y notas de Diego Manuel Luzón Peña, Izquierdo Macías-Picaveda. Edilorial Revista de Derecho Privado, :tvladrid, 1979.
Manuel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente Romeral. Madrid, 1997.

ROXIN: Autoría: Roxin, Claus, Autoría y Dominio del Hecho en Derecho Penal,
traducción de la sexla edición alemana por Joaquín Cuello Contreras y José Luis
Serrano González de Murillo, Madrid-Barcelona, 1998.

ROXIN, Iniciación: Roxin Claus, lniciación al derecho penal de hoy, traducción,


inlroducción y notas de Francisco Muñoz Conde y Diego Manuel Luzón Peña.
Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1981.

ROXlN, Problemas Básicos: Roxin Claus. Problemas básicos clel derecho penal,
traducción y notas por Diego Luzón Peña. Reus S.A., Madrid, I976.

32 33
PRIMERA PARTE

EL DERECHO PENAL
EN GENERAL
CAPÍTULO I

EL DERECHO PENAL
EN GENERAL

§1. CONCEPTO, DENOMINACIÓN Y FUNCIONES


DEL DERECHO PENAL

l. CONCEPTO

El derecho penal está conscttuido por el conjunto de normas que regulan la potestad
punitiva del Estado, asociando a ciertos hechos, estrictamente determinados por la ley,
como presupuesto, una pena o una medida de seguridad o corrección como consecuencia,
con el objeto de asegurar el respeto por los valores elementales sobre los cuales descansa la
convivencia humana pacifica. 1
Esta definición procura ser tan comprensiva como lo exige la situación actual del dere-
cho penal, cosa que a mi juicio no cumplen del todo las contenidas en otras obras generales.
Para ETCHEBERRY, por ejemplo, el derecho penal "es aquella parte del ordenamiento
jurídico que comprende las normas de acuerdo con las cuales el Estado prnhíbe o impone
determinadas acciones, y establece penas para la contravención de dichas órdenes." 2 Por
consiguiente, su concepto prescinde de las medidas de seguridad y corrección, que no son
penas y que, sin embargo, se consideran integrantes del derecho penal contemporáneo. La
definición de LABATUT parece más amplia, pues, con arreglo a ella, el derecho penal es "la
rama de las ciencias jurídicas, plenamente autónoma, que consagra normas encargadas de
regular las conductas que se estiman capaces de producir un daño social o de originar un
peligro para la comunidad, bajo la amenaza de una sanción" .3 Pero aunque el concepto de
sanción es más amplio que el de pena, LABATUT los identifíca4 y, además, no conviene a las
medidas de seguridad y corrección, por lo menos en teoría. NOVOA estima que "puede
definirse al derecho penal como la parte del derecho público que trata del delito y del delin-
cuente, desde el punto de vista del interés social, y que establece las medidas legales apro-
piadas para prevenir y reprimir el delito". 5 Sin embargo, en el derecho penal de actos que
impera entre nosotros, el delincuente como tal no forma parte directa de la materia de la
regulación, pues las normas mandan o prohíben acciones u omisiones y no enjuician la

En NOVOJ\, 1, 10, pág. 25, se puede encontrn:runa enumeraci.ón'crítica de otrns conceptos,


ETCHEBERRY, 1, pág. 21.
lABATUT, l, 1, pág. 3.
ldem.
NOVOA, I, 10, pág. 25

37
l
CAPlTULO 1 / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

1
DERECHO PENAL/ PARTE GE'.'IERAL / l'nrique Cury L;r;;úa

personalidad de su autor. 6 Por esto, a mi juicio, la noción de NOVOA desborda los conteni- cansa la convivencia humana pacífica", pero que ha de examinarse con más profun-
dos del ordenamiento punitivo en vigor. 7 Por otra parle, no siempre las medidas de preven- didad en los apartados siguientes. 18
ción tienen por objeto evitar la comisión de delitos en sentido estricto, sino sólo de acciones
típicamente antijurídicas. COUSIÑ0, 8 aunque se hace cargo de las limitaciones de este gé- De todas maneras, puede ·entenderse desde luego que esta peculiaridad de las
nero de conceptos, acepta la definición de USZT, acogida también por MEZGER, 9 conforme reacciones penales exige que los hechos a que se aplica estén determinados legalmen-
a la cual el derecho penal es "el conjunto de normas jurídicas que regulan el ejercicio del te en forma rigurosa. Aunque se consiga justificarla, no puede prodigarse una conse-
podn punitivo del EsLado, asociando al delito, como presupuesto, la pena como consecuen-
cia jurídica" rn El silencio que guarda sobre las medidas de seguri.dad y corrección sería
cuencia grave, que no se explíca inmediatamente por sí misma. Es preciso evitar, a
lógico si él aceptara que todas ellas son ajenas al ordenamiento penal porque incluso cuando toda costa, la "superfluidad" de las penas y medidas de seguridad y corrección. Por
son postdelicluales tienen carácler administralivo. Pero COUSIÑO no piensa así. 11 Además, esto, el derecho penal tiene que ser empleado siempre como un recurso de última
esa concepción encierra un riesgo de arbilrariedades que no debe asumir ni el derecho penal
del presente ni el del futuro.12 Por último, GARRIDO sostiene que el derecho penal ''es una
ratio -cuando todos los otros de que dispone el ordenamiento jurídico han fracasa-
parte del sislema jurídico constituido por un conjunto de normas y principios que limitan el do-y sólo si existe evidencia de que los sustituirá o complementará ventajosamente
poder punitivo del Estado, describiendo qué comportamientos son delilos, la pena que les (carácter subsidiario del derecho penal) .19 Ello explica también la naturaleza fragmen-
corresponde y cuándo se debe aplicar una medida de seguridad" .13 Así se aproxima al con- taría de sus prescripciones (BINDING), 20 pues sólo en "porciones" aisladas de lo
cepto presentado aquí, pero recogiendo sólo su parte formal y atribuyendo, además, a las
medidas de seguridad, un carácter sancionador que en rigor no debiera reconocérseles. 14 ilícito, delimitadas por su gravedad extrema, se justifica el empleo de un instrumen-
Mi conceplo coincide en parte con el de BAUl:vlANN, 15 a quien perlenecen asimismo la to tan riguroso. 21 Todo esto será reexaminado en las páginas siguientes, pero con-
mayoría de las críticas que dirijo a las otras definiciones. Sin embargo, el ,suyo, por su exce- viene tenerlo presente desde el principio.
siva amplitud, me parece impreciso, por esto lo he adicionado con una referencia material
que alude al fin perseguido por las distintas formas de reacción penal. 16
b) De la definición del derecho penal se deduce que los obJetos de su regula-
a) Lo más característico del ordenamiento punitivo es que sus consecuencias ción son dos: por una parte, los hechos que son o pueden ser objeto de una de sus
constituyen las formas de reacción más severas con que cuenta el derecho, pues impli- reacciones características; por la otra, las formas de reacción mismas.
can irrupciones muy enérgicas en la esfera de los derechos del afectado. n Además, Pese a que el empleo de los recursos propios del derecho penal no siempre
esas sanciones se superponen a los efectos jurídicos ordinariamente previstos para presupone la existencia de un delito en sentido estricto, ésta es la situación más
los hechos ilícitos, lo cual les confiere una apariencia de irracionalidad. En efecto, la frecuente: es decir, las penas y las medidas de seguridad y corrección se imponen,
exigencia civil de que quien no paga el precio restituya la cosa e indemnice el per- usualmente, como consecuencias de la ejecución de un delito. Por esto, al estudio
juicio es lógica. También lo es que deba hacer eso mismo el que la sustraiga furtiva- del conjunto de los presupuestos que autorizan la aplicación de una reacción pro-
mente o el que.se la hizo dar sirviéndose de engaño. En cambio, resultan enigmáti- pia del derecho punitivo se lo denomina teoría del delito. En cambio, la expresión
cos loS motivos por los cuales a estos últimos se les impone, además, una privación teoría de la pena, que solía emplearse para designar el análisis de los efectos caracte-
de libertad por tiempo más o menos prolongado. Esa adición requiere de una rísticos del derecho penal22 ha ido cediendo el paso a otras más comprensivas, tales
fundamentación especial que en la definición se postula, identificándola con la ne- como "teoría de la reacción penal" ,13 "teoría de la reacción social", 24 "teoría de las
cesidad de "asegurar el respeto por los valores fundamentales sobre los cuales des- consecuencias jurídicas del delito (o hecho punible)" 25 o, pormenorizadamente,
"teoría de las penas y medidas de seguridad". 26 En principio, cualquiera de ellas es
satisfactoria. Aquí he preferido emplear la primera por su flexibilidad. Por el con-
Sobre esLe punto, véase infra, 3, VL
En el mismo sentido, SOLER, I, 2, págs 24 y 25. trario, la expresión "penología" -que también se ha usado una que otra vez- me
COUSIÑO, l, l, 8, págs 9 y sigts
L!SZT, l, 1, pág. 5, MEZGER, l, l, l, pág. 3 y Libro de Estudio, l, 4, I, pág. 27.
10
En el mismo sentido POL!TOFF, I, 1, pág. 3.
11
COUSlÑO, I, l, B, pág. 10, sólo excluye del derecho penal a las medidas de seguridad y corrección
18
lnfra, m, c).
19
predelictuales. lnfra, 3, 111. Véase, además, entre muchos otros, por la forma sencilla en que esLá expueslo, ROXIN,
12
Sobre ello, infrn, III, c), dd). Iniciaciún, págs 30 y sigts.
13
GARRIDO 1, pág. 13. °
2
Citado por BAUMANN, 3, II, 2, pág. 9.
14
Debo reconocer que, en este punto, existe una contradicdón entre la concepción leórica de fas medidas y
21
En la actualidad se ha llegado a sostener que nunca es adecuado servirse de él. Esta posición abolicionista
la realidad -como se destaca infra 56, 11. Pero, a menos que acepLemos prescindiT de estas instituciones del derecho penal es defendida en especial por HULSMAN, passim.
para intentar un sistema de punibilidad monisla -cosa que, por ahora, no parece próximo a suceder- la n Así, con todo, ETCHEBERRY, lT, pág. 131. Véase también MEZGER, II, pág. 73 y sobre todo, Libro de
atribución a las medidas de seguridad de una naturaleza sancionadora, ya a un nivel conceptual. sólo Estudio, I, antes de 101, pág. 353, donde se explica que "la pena en un sentido amplio abarca todas las
contribuye a incrementar los riesgos asociados a ellas. consecuencias jurídico-penales del hecho punible, esto es, las consecuencias reguladas por el derecho
ló BAUMANN, 3, I, pág. 6. penal. De ahí que no consliluyen una pena, por ejemplo, las indemnizaciones tratadas en el Código Civil,
16
Contra esta clase de menciones, POUTOFF, 1, pág. 3, nota l) pero si la..s med[das de segttridad y corrección'·. (El énfasis es mío.)
23
MUÑOZ CONDE, Derecho Penal y control social. fundación Universitaria de Jerez. 198'í. Introducción, lvlAURACH, 11, pág. 488
24
pág. 14: "Hablar del Derecho penal es hablar, de un modo u otro, siempre de la violencia. Violentos son Li\BATUT, I, pág. 243; NOVOA, II, pág. 295.
generalmenle los casos de que se ocupa el Derecho penal (robo, asesinato, violación, rebelión). Violenta es
2
' JESCHECK, antes de 70, pág. 6 77, PISAPlA, lnstituzioni di Dirillo Pena le, Cedam, Padova, 1970, xrv, pág.
también la forma en que el Derecho penal soluciona estos casos (cárcel, manicomio, suspensiones e inhabilita- 162.
26
ciones de derechos)". El énfasis es mío. vVELZEL, pág. 326

38 39
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ t:nciqLI~ Cury Urzúa
CAPÍTULO I I EL DERECHO PENAL EN GENERAL

parece incorrecta, pues sugiere la idea de una ciencia autónoma que no existe como Hasta los teóricos del derecho penal marxista, no obstante su hostilidad a la noción de
tal. Asimismo es insatisfactorio reunir, bajo un rótulo común, las cuestiones relati- los derechos subjetivos, reconocían que el Estado tiene el deber de emplear los recursos
penales y el culpable derechos cuyo respeto exigirle. 34 Por otra parte, es preciso recordar que
vas a la pena y las sanciones civiles.27 el tus puniendi pertenece a la esfera del derecho público y, por consiguiente, es necesario
Se discute si además debe separarse una teoría de la Iey penal, con autonomía examinar sus caracteristicas prescindiendo de criterios privatistas. 15 En efecto, los derechos
semejante a la del delito y la reacción penal. Esta es la tendencia dominante en la subjetivos de esta clase no corresponden, en su noción y estructura, a los que maneja el
derecho civil. Corresponden, más bien, a los que se consagran en la Constitución Politica de
literatura nacional.2 8 Sin embargo, la existencia de esa teorta es dudosa. Su objeto, la República y se encuentran reconocidos en el catálogo de garantías que contempla el art.
desde luego, no es sino la ley en sentido estricto, tal corno la conoce el derecho civil 19 de la Carta Fundamental.
o cualquier otra rama del ordenamiento jurtdico. Por consiguiente, su estudio per- Por lo que se refiere a la exislencia y naturaleza de los límites del iu.s puniendi, se ha
producido, a mi juicio, una confusión.
tenece a la teoría general de la ley. En el derecho penal, es cierto, ella presenta pe- Esos límites del poder punitivo del Estado constituyen, ante todo, una experiencia
culiaridades relativas a su estructura, interpretación y efectos, pero sólo se trata de existencial y una idea enraizada en convicciones histórico-culturales, no una cuestión de
excepciones a las reglas generales, que no pueden integrarse a un sistema sin incu- lógica formal. En efecto, que ese poder Liene unos límites se aprecia históricamente como
algo verdadero, pues ni la organización más autoritaria ha conseguido desbordarlos sin ex-
rrir en reiteraciones inútiles de éstas. Por eso he preferido incluir su examen en la
ponerse, tarde o temprano, a que su imperio la doblegue. Incluso cuando el legislador de-
parte introductoria de este libro, como suele hacerlo parte importante de la literatu- mocrático abusa más o menos inconscientemente del ius puniendi -por ejemplo, amenazan-
ra extranjera reciente. 29 do con penas excesivas hechos insignificantes- sus límites se le imponen provocando el
fracaso práctico de la norma. Por esta causa, precisamente, casi todos los ordenamientos
c) Se debe distinguir el derecho penal subjetivo (ius puniendi) del objetivo (ius jurídicos cuentan con un grupo de figuras delictivas vigentes pero muertas. En el nuestro,
por desgracia, las situaciones de esa índole son numerosas.-' 6 Por esto, decir que un límite
poenalis). 30 El primero consiste en una facultad del Estado de prohibir o mandar no puede, lógicamente, ser inmanente, significa poco. Cuando se trata de analizar el juego
ciertos hechos bajo la amenaza de sancionar la trasgresión con una pena. El segun- de acciones y reacciones ético-sociales, la coherencia lógica suele ser superada por la reali-
do, en la manifestación de ese poder en el derecho positivo. dad, que impone soluciones axiológicas cuya capacidad limitativa es superior a la de la
coactividad trascendente.
Esta clasificación es objeto de reparos por una parte de la doctrina que cues- Pero, además, no es exacto que el poder punitivo del Estado sólo esté sometido a hmitantes
tiona la existencia del íus puniendi.J 1 La crítica fundamental consiste en que el poder inmanentes. La sumisión y disolución de la dignidad del hombre, de su naturaleza y su
del Estado para imponer un castigo no reconoce límites establecidos desde afuera, responsabilidad, en obsequio al dogma del Estado omnipotente, sólo puede defenderse si se
aspira al entronizamiento de un totalitarismo cualquiera o, cuando menos, arriesgándose
sino sólo aquellos que él mismo se establezca, usualmente reconociendo ciertos conscientemente al triunfo de esa alternativa. Estas convicciones no corresponden al estado
derechos individuales consagrados en la Constitución respectiva. Pero -se dice- una cultural y a los sentimientos que imperan actualmente en el pueblo, el cual, con razón, los
limitación inmanente no es tal, sino un puro arbitrio emboscado tras una apariencia resiste, defendiendo con energía-y desde afuera- las fronteras del poder punitivo del Estado.
Por esto, cuando se dice, por ejemplo, "que al iu.s puniendi le han sido trazados unos límites
engañosa. 32
por la dignidad humana y por una firme relación entre culpa y castigo", 17 se debe agregar
En la literatura contemporánea, sin embargo, la opinión dominante reconoce también lo que demuestra la experiencia existencial: que esos límites son custodiados por el
la vigencia del ius puniendi o poder punitivo del Estado, si bien realizando algunas grupo social, y que su trasgresión suele ser sancionada -más allá de cualquier "concesión"
constitucional o legal- por actos de fuerza -esto es, de manera trascendente mediante los
precisiones indispensables. 33
cuales el pueblo reasume la detenlación de la soberanía.

n Así, BE~TIOL, pág. 623. Sobre ello, véase la observación de MEZGER, supra en nota 22.
28 34
COUSlNO, l, págs. 79 y sigts.; ETCHEBERRY, l, págs. 65 ysigts.; LABATUT, 1, págs. 39 ysigts.; NOVOA, ZDRAVOMISLOV y otros, pág. 6: "En particular, el Estado (representado por los órganos encargados de
T, págs. 11 l y sigts. Los dos últimos autores no hablan, en rigor, de una ~leoría de la ley penal.TI Pero esto administrar justicia) adquiere el derecho y la obligación de enjuiciar al especulador". Por otra parte, in-
es sólo una cueslión de nomenclatura, pues tampoco emplean esa denominación cuando tratan del delito mediatamente, tras una formulación complicada, se deslizaba la aceptación de auténticos derechos subje-
Y la reacción penal. Lo imporlante es que conceden aulonomía a la exposición sobre la materia, Como en livos individuales: "Como sujelo de las relaciones jurídicas surgidas a consecuencia del delito, el culpable
el texlo, en cambio, POLTTOFF, 1, 4, pág. 95. tiene derecho a que se le haga responsable precisamente por el delito que cometió y no por otro delito distinto y
29
Véase, por todos, BAU!vlANN, 6, págs. 56 y sigts.; CEREZO, I, VII, págs. 178 y sigts.; l'.viAURACH, I, 8 y a que la medida de la pena para ese delito no sea mayor que la prevista para ese delito por la ley". (Los énfasis
s1gts., págs. 84 y sigLs.; RODRIGUEZ MOCRULLO, IV págs. 57 y sigts. (aunque, en realidad, este autor son míos). Se agregaba, además, que "la ley obliga al tribunal a cumplir estos y otros requisitos por ella
Lampoco separa expresamente la teoría del delito); SCHMTDT!·LAUSER, 5 y sigts., págs. 66 y sigts., WELZEL, previstos", pero, naturalmente, no se explicaba la causa por la que había realizado esas previsiones, porque
5 Ys1gts., págs. 35 y sigts. Se adhiere, en cambio, a la sisteTTlati.zación lradicional, JESCHECK, ames de 7, eso habría conducido a una franca confesión de que el individuo posee unos derechos anteriores a los del
pág. 43. Estado yvinculatorios para éste, lo que sobrepasaba a la ortodoxia marxista sobre el punto. En todo caso,
30
Véase, por todos, COUSIÑO, 1, 1, pág. 7, quien establece la diferencia al nivel de los conceptos más sobre las profundas diferencias que separaban al derecho penal de los países marxistas del de los demo-
generales, dando una definición distinta para cada uno de ellos cráticos -que, por supuesto, no eran todos los no marxistas ni mucho menos los que hacían profesión de
31
Así, EUSEBIO GOMEZ, Tratado de Derecho Penal, Buenos Aires, 1939, 1, 21, pág. 89 y sigts., que expresa antimarxismo- véase JESCHECK, E1 Derecho Pena! y su aplicación en la Zona Soviética de Ocupación de
un punto de vista generalizado entre los autores partidarios del "positivismo" italiano; J\.íANZINI, 1, pág. Alemania. Tubingen, 1965, págs. 5 y sigls. En gran parte, todo esto pertenece ahora a la historia, pero
113. Vé_ase, además, la referencia de MEZGER a GERlAND, l, 1, l, pág. 7, nota 6. La exposición de subsisten vestigios de ello en Cuba, China continental y algunos otros países asiáticos o africanos.
COUSTNO en el texto a que se refiere la nota anterior me parece inductiva a error. Aunque introducen 35
BETTIOL, pág. 61.
limitaciones al contenido del concepto, BETTIOL, JESCHECK, _JIMENEZ DE ASUA, J'vlAGGIORE o 36 Véase, por todos, el ejemplo propuesto por ETCHEBERRY en Objetiv[dad jwidica del delito económico, en
MEZGER no impugnan la existencia del ius. puniendi , sino todo Jo comrario. Sus precisiones tienen por R.C.P., tomo XXI, Nº 1, 15, pág. 73, relativo al empleo del instrumento punitivo, incluso con un "propó-
objeto, más bien, poner a salvo la practicab1lidad de esa idea.
02 sito noble y elevado", pero sin tener en cuenta "el sentimiento moral y político de los ciudadanos". Asimis-
"Lna exposición deLallada de este criterio en MAGGIORE, l, pág 171.
,a En este semido, especialmente J\.íAURACH, 1, 1, r, A, pág. S. mo, lo que se expone infra, 1, II, b).
37 J\.íAURACH, I, 1, I, B, pág. 5. 38 Con detalle,JESCHECK, 2, l, 2, págs. 9 y 10.

40 41
CAPJTL'LO 11 EL DERECHO PENAL EN GENERAL
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cmy L'rzU•

Por último, nuestro tiempo se caracteriza por los esfuerzos que se realizan con II. DENOMINACIÓN
el objeto de perfeccionar instrumentos de derecho internacional destinados a limi-
tar objetivamente la potestad punitiva del Estado 38 Por supuesto, la coactividad y En la literatura chilena esta rama del ordenamiento jurídico se ha denomina-
el contenido de tal normativa todavía son imperfectos. Más que trazar los contornos do siempre derecho penal. 43 Pero esto se debe a que ella no se ha desarrollado sino
del ius puniendi se contenta con establecer la punibilidad de conductas determina- a partir de este siglo, pues en el derecho comparado ese nombre es relativamente
das mediante las cuales se lo desborda. 39 Aun así, en los últímos años se han hecho nuevo. Los alemanes lo atribuyen a "un discípulo del filósofo CRISTIAN WOLF e]
progresos, que en nuestro país se expresaron, sobre todo, en la reforma del art. 5º Consejero de Guerra REGNERIUS ENGELHARD 44 , quien lo habría empleado ;or
de la Constitución Política de la República, con arreglo a cuyo inciso segundo actual primera vez en 1756. 45 De todas maneras, hoy disfruta de aceptación general y ha
"el ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos desplazado al nombre derecho criminal que se prefirió por largo tiempo, aunque en
esenciales que emanan de la naturaleza humana" y "es deber de los órganos del Francia y los países anglosajones se continúan usando hasta ahora, indiferentemen-
Estado respetar y promover tales derechos, garantizados por esta Constitución, así te, las denominaciones clroit pénal y droit crimine!, penal !aw y criminal law Otro
como por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren tanto ocurre en los países del Este. 46
vigentes". Basándose en esta disposición, la jurisprudencia ha pronunciado algunos
A pesar de su carácter nominal, la cuestión relativa a la corrección de estas expresiones
fallos que implican un reconocimiento, siquiera sea indirecto, de un Ül5 puniendi suele discutirse con algún delalle. 47 Para algunos el rótulo "derecho penal" tiene el inconve-
supraestatal. Cabe esperar que en el futuro se realicen nuevos progresos, y es tarea niente de acentuar sólo una de las posibles formas con que la ley reacciona en su "lucha
del jurista abogar por la concertación de un amplio acuerdo en este sentido. conlra la criminalidad". 48 Por eso MEZGER piensa que "hay [. .. } más de un motivo para
volver al antiguo nombre de derecho criminal"49 y SCHMIDTHAUSER que, si se lo quiere
En todo caso, si el derecho penal está llamado a crear unas condiciones de denominar atendiendo a sus efectos, sería preferible hablar de un "derecho de las conse-
convivencia mínimas para que los ciudadanos puedan desarrollar en su seno sus cuencias _jurídico-penales'' (Recht cler strafgesetzliche Rechtsjólgen) al paso que, si se pretende
mejores posibilidades, es indispensable reconocer la existencia de un auténtico de- subrayar la índole de los presupuestos necesarios para la imposición de tales consecuencias,
debería emplearse la anligua fórmula "derecho criminal". 50
recho a castigar que, como tal, no sólo confiere facultades, sino que impone obliga- En mi opinión estas objeciones no son convincentes.
ciones y reconoce límites. Únicamente así se puede realizar la idea de que "el Dere- Por una parle, cuando se sugiere emplear el término "derecho criminal" se prescinde
cho penal no sólo restringe la libertad sino que también la crea". 40 de que en algunos casos las medidas de seguridad y resocialización se imponen al autor de
hechos que, en rigor, no constituyen un "crimen" (delito). Es de esta clase, por ejemplo, la
En la definición del derecho penal se alude a la existencia del iLL1 puniendi "internación en un establecimiento destinado a enfermos mentales" que se conlempla en
cuando se confía a las normas punitivas la misión de regular "la potestad punitiva del el art. 682 del C. de PP. para "el acusado absuelto o sobreseído por estar exento de res-
Estado". En consecuencia, el derecho penal tal como aquí se lo concibe presupone ponsabilidad criminal" a causa de su enajenación, pero "cuya libertad constituya un peli-
gro", con arreglo a lo cual la medida se impone a quien no ha cometido un hecho que
un Estado de Derecho democráticamente organizado. Las sanciones que no son constituye verdaderamente un delito, puesto que el enfermo mental es incapaz de culpa-
establecidas por éste, que no respetan su idea o que trasgreden los límites que ella bilidad; y olro tanto ocurre con "la fianza de cuslodia y tratamiento". Por eslo, hablar de
les impone, tienden a convertirse en terrorismo estatal, aunque aparezcan ataviadas un "derecho criminal" resulta tan inadecuado como denominarlo "derecho penal"; salvo,
por supueslo, para aquellos que prescinden de la culpabilidad como elemenlo integrante
con el ropaje de leyes formales.
del hecho punible. 51
La denominación sugerida por SCMIDTHAUSER es comprensiva, pero lan complicada
d) Tanto las penas como las medidas de seguridad y corrección tienen por que difícilmente podría adoptársela en el uso común. Además, también en ella subsiste,
objeto "asegurar el respeto por los valores elementales sobre los que descansa la
convivencia humana pacífica". 41 Este punto de vista es controvertido. No todos
43
están de acuerdo en formular así el objetivo del derecho penal, y ni siquiera quienes Así, ORTIZ (1933), DEL RTO (1946), LABATUT, desde la primera edición hasta el 2000, NOVOA (1960-
1966), ETCHEBERRY (1964-1976-1998), GRISOUA-POUTOH-BUSTOS (1971), COUSTÑO (1975),
lo están coinciden en el significado que le atribuyen. Por esta razón, debe examinar- GARRIDO {1997), NÁQUIRA {1998), POLITOFF (1997-1998) y yo mismo, desde OrirnLación, lª edi-
se el asunto en un apartado especial. 42 Allí también se explicarán los motivos por ción, en 1973, hasta la segunda edición de este libro, en 1992
44
MEZGER, 1, l, 1, pág. 3.
los cuales esta característica se incluyó en la definición. 45 Sin embargo, esto es sólo relativamenle exacto, porque en realidad se refiere a la adopción de las expresio-
nes de raíz germana (Slrafrechl). En cambio, la de raíz lalina (pcinlichen Recht) se usaba desde antes, corno
38
Con detalles, JESCHECK, 2, l, 2 págs. 9 y 10. lambién lo señala MEZGER, l, 1, 1, pág. 3.
3
" ldem. 1é JESCHECK, 2, i, l, págs. 8 y 9.
47
40
JESCHECK, l, l, 2, pág. 3. Una contribución relaLi.vamenle recienLe al Lema pertenece a GERARDO LANDROVE DIAZ, Sobre la dcfcr-
41
Así, parci_almente,JESCHECK, l, l, l pág. 2; también WELZEL, 1, l, pág. 11, aunque no incorpora esta minación y naturaleza del derecho penal. Estudios Penales I. Universidad de Santiago de Compostela, 1977,
connotación. m.aterial a su definición del derecho penal, la cual es puramente formal. Con gran claridad págs. 251 y sigr.s, que contiene información bibliográfica. Véase, además, GARRIDO, I, J, TV, págs. 22 y
ROXIN, lmoaoón, págs 60 y 60: "Esto no significa, sin embargo, que si se rechace la idea de la pena como sigls
4
retribución, la pena y la medida lengan fines distintos, sino sólo una diferente limitación del poder de " MEZGER, T, l, I, págs. 4 y sigts.
49
imervención estatal" Pero, como se destaca a conlinuación en el r.exr.o, es preciso enjuiciar con cautela MEZGER, !, 1, 1, pág. 6, con referencias a la bibliografía alemana precedenle
estas coincidencias de expresión, pues suelen ocultar diferencias de pensamiento así en los punLos de 50
SCHMIDTHAUSER, l, 1, pág. 9.
partida como en las conclusiones. 1
' Véase infra, 26, II.
42
lnfra, l, lll.

42 43
8"1· .>'<.1
DFRECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPÍTULO I / EL DERECHO PENAL EN GENERAL ' i'~~."",
o\
¡'=;: :,1.>· ;3j
aunque atenuada por un rodeo, la referencia a la pena. Entre decir que un derecho es penal
y hablar de un derecho de las consecuencias juridico -penales, sólo media un abultamiento
to a las cuales existe coincidencia, de manera que la discusión versa \,éb;e--aeit~d"S---J!!-' /
del lenguaje.
problemas cuya importancia es innegable, pero en relación a los cuale~-,.¡5"6q,r;ªJ1f,--,\:\f~/
garse también a un compromiso si se los identifica con claridad o que, por'SU\:~-.--·/
Al parecer, por consiguiente, nada aconseja abandonar por ahora la denomi- ter limítrofe, son de ocurrencia infrecuente en la práctica -lo cual, a pesar de todo,
nación habitual. A fin de cuentas, también en el derecho penal vigente la pena es el no significa que deba desatendérselos.
recurso de reacción predominante del ordenamiento punitivo 52 , aun prescindiendo
de la desconfianza con que la doctrina más reciente contempla a su otro instrumen- a) Desde luego, existe un acuerdo amplio sobre el objetivo último que se per-
to, esto es, la medida de seguridad y resocialización. 53 Pero quizás lo más importan- sigue.
te es que "el término derecho penal aluda a la ley, por cuyo solo mandato, con En toda sociedad se ejecutan hechos que atentan en contra de ciertos valores
derogación de derecho consuetudinario, omnipotencia judicial y arbitrio del go- elementales sobre los que descansa la convivencia: es decir, valores tan básicos que
bierno, se convertirá una determinada conducta desvalorada en delito punible, so- su quebrantamiento pone en peligro la posibilidad misma de una agrupación social,
metido al poder punitivo del Estado". En el "cambio terminológico de derecho cri- pues implica una pérdida del respeto recíproco mínimo y, por consiguiente, de las
minal a derecho penal se agita el principio rector que ha dominado al derecho condiciones para que la vida en común sea tolerable e, incluso, realizable. 59 La
penal" desde el siglo XIX "el principio nul!a poena sine lege en sus tres manifestacio- finalidad del derecho penal, en consecuencia, no puede ser sino evitar, hasta donde
nes esenciales e imprescindibles para el derecho penal". 54 sea posible, la proliferación de tales actos, con el objeto de asegurar la practicabilidad
y, con ello, la continuidad de la vida humana, que sin coexistencia estaría condenada
Por el contrario, generalmente se cuestiona la expresión ''derecho penal de los jóvenes" a extinguirse. 60
o "derecho penal de menores" con la que en algunos países suele designarse al conjunto de
La mayoría de los penalistas estamos también de acuerdo en que la naturaleza
normas que regulan las medidas de reacción aplicables a una parle, por lo menos, de los
adolescentes que delinquen.~º Esta sólo se considera aceptable si se tiene debidamente en de los valores dignos de protección es cambiante, así como lo es la forma que adop-
cuenta que ese derecho penal es un recurso de ultima ratio en el contexto de un "derecho ta la estructura de una sociedad a lo largo del tiempo o, incluso, la de dos socieda-
protector de los jóvenes" (Jugendpfiegrecht) mucho más extenso, para el que se encuentran des contemporáneas. 61 Convenimos, asimismo, en que la pretensión de erradicar
en primer lugar las medidas de protección, formación, educación y disciplina. 56 En Chile no
existe un correlato de lo que en los sistemas aludidos se denomina "derecho penal de meno- totalmente las conductas que los infringen es utópica, pues una comunidad sin
res".57 Más adelante se discutirá si sería deseable contar con él, 58 aunque, en atención a la delito es tan inimaginable como una vida sin dolor, angustia o enfermedad62 y,
índole de este libro, sólo de pasada. probablemente, ni siquiera sea deseable. 63 A lo que se aspira, por lo tanto, es a
mantener un estado de cosas tolerable, una situación de paz en la cual los indivi-
duos pertenecientes al grupo puedan desarrollar, tanto como sea posible, las capa-
III. FUNCIÓN
cidades de que están dotados, 64 en que la dignidad de la naturaleza humana sea
En mi opinión la polémica relativa a la función del derecho penal se encuentra reconocida y en la cual la convivencia no se transforme en un campo de batalla
hipertrofiada. En efecto, hay un buen número de cuestiones fundamentales respec- donde "el hombre sea un lobo para el hombre".
Así, las cuestiones debatidas se reducen finalmente a dos. La primera se refiere
a si el Estado tiene derecho a emplear reacciones suplementarias tan gravosas como
51
JESCHECK, 2, 1, 1, pág. 8. En eL mismo sentido MIR, Introducción, 1, 3, pág. 26, para quien "la pena no la pena y las medidas de seguridad y resocialización para obtener los objetivos des-
sólo es ... el concepto central de nuestra disciplina sino que su presencia es siempre el límile de lo que
pertenece a ella". En esto sigue a RODRIGUEZ DEVESA, 1, pág. 13, con arreglo a cuya opinión para que
las medidas de seguridad (y resocialización) "puedan actuarse, hay que comprobar siempre si estamos
59
ante una conducta a la que la ley señala una pena". Una descripción detallada de los procesos que dan origen a la necesidad de la regulación penal, en MUNOZ
53
JESCHECK, 1, U, 3, pág. 5; SCHMIDTHÁUSER, 2, lll, 19, pág. 21. Sobre la posición de COUSIÑO, véase CONDE, Derecho Penal y Control Social, cit. l, 1, págs. 21 y sigts. Véase también JESCHECK, 1, págs. 2 y
la nota 11 de este capítulo. En el sentido del texto ETCHEBERRY, 1, pág. 15. Respecto a mi criterio, infra, sigts
1, m, e), ee). 60
COUSlÑO, 1, 2, pág. 13; l.ABATIJT, I, l, pág. 3, en el contexto de la definición que encabeza el párrafo;
54
MAURACH, 1, 1, A, 2, págs. 4 Y 5. En el mismo sentido lANDROVE DIAZ, op. cit. págs 257 y sigts. Sobre NOVOA, 1, 3, pág. 16; DEL RIO, Explicaciones de Derecho Penal, Nascimento, Santiago, 1945, l, pág. 208.
las otras manifestaciones del principio nu11a poena a que alude el texto, infra 1, b). El argumento no Entre las opiniones exLranjeras recientes, B0CKEL11ANN, Law and security in the modem state, en LS.,
convence a MIR, Introducción, l, 2, pág. 21, porque ~la expresión UDerecho Penal" no alude mayor vincu- vol. 9, 1974, pág. l 3 l y 132;JESCHECK, l, I, l, págs. l y 2; ROXIN, Sentido y límites dela pena estatal, en
lación a la ley que la que supone la de "Derecho Criminal" ". Sin embargo, lo importante es que la primera Problemas Bdsicos, B, l, Pág. 21, e Iniciación, 1, ll, pág. 32. En el mismo sentido, desde su punto de vista
enfatiza la sujeción de la. pena a los límites impuestos por la ley. La idea de que sólo se puede castigar la funcionalisla, JAKOBS, 1, 4 y sigts, págs. 9 y sigts.
61
infracción de una norma si ésta se encuentra consagrada antes de la ejecución del hecho es antigua. Pero ETCHEBERRY, 1, pág. 29; ROXJN, 2, 15, págs. 57 y 58.
lo que procede de la Ilustración es el principio según el cual también la pena debía estar legalmente óz ROXlN, Sentido y límites de la pena estatal, cil. B, lII, págs. 32 y 33; en el mismo sentido JESCHECK 1, I, 1,
establecida previamente. Sobre esto, véase STRATENWERTH, 64 y 65, págs. 28 y 29, e infra Por tal pág.2 y JAKOBS, 15, pág. 18: "La protección tiene lugar reafirmando al que confía en la norma en su
motivo, la crítica de MIR me parece equivocada. confianza, La reafirmación no tiene por contenido e1 que posteriormente no vaya nadie más a infringir la nor-
55
JESCHECK, 2, 1, págs. 8 y 9. ma... ". (El énfasis es mío).
56
ldern. 63
Una sociedad que se contentara con que nadie transgreda las normas que actualmente la rigen habría
57
Sobre el significado de este concepto en el derecho alemán, WELZEL, 36, I, págs 270 y 271. renunciado de antemano a todo perfeccionamiento.
58 lnfra, 27, lll, antes de a). M JESCHECK, 2, 1, 2, pág. 9.

44 45
DERECHO Pf,NAL / PARTE GENERAL/ l.'nriquc Cury Lrzlia CAPJTLLO 1 /El.DERECHO PENAL EN GENERAL

65
critos, esto es, si el ius puniendi, además de existir como tal y encontrarse limitado, cue~te" víctima ?e_ la mayor indignidad y del sufrimiento suplementario ue com orta el
sentirse tratado mJustamente. 69 q p
está, además, justificado. La segunda -que presupone una respuesta afirmativa de la
anterior-, a la forma concreta en que debe operar y de hecho opera el derecho penal para Por ~onsiguiente, la selección de los valores a que se otorgará tutela penal
alcanzarlos. debe ser ngurosa. Desde luego, sólo deben protegerse de esta manera los de "um-
~ral más bajo" ,70 es decir, los que en atención al reconocimiento generalizado de su
b) Por lo que se refiere al derecho del Estado a reprimir y castigar conductas
importancia para la convivencia suelen ser acatados hasta por los integrantes menos
dañinas de 1os valores básicos, la discusión es más bi.en teórica. Nínguna sociedad
respetuosos de la comunidad. Entre éstos se encuentran, en la cultura a que per-
puede subsistir sin echar mano de esos recursos "límiLes". 66 Por supuesto, en la
tenecemos, aquellos que se confunden con la existencia y la personalidad del hombre
mayoría de los casos basta con acudir a la sanción civil, que se contenta con resta-
(los derechos humanos), así como las funciones estatales que sirven a la preservación
blecer la situación correcta mediante su sistema de restitución, pago, nulidad e
de la convivencia pacífica en un marco de bíenestar y seguridad básicos. 71 Pero aun
indemnización coactivamente ejecutables. Pero en las hipótesis más graves estas
dentro de estas fronteras estrechas hay que efectuar restricciones. En primer lugar, no
soluciones son insuficientes, pues, como atacan aquello sobre lo que reposan las
se han de cautelar con medidas de reacción penal valores puramente éticos, cuya
bases de 1a organización social, su reiteración conduciría a un estado de cosas caó-
infracción "carece de víctima" individual o colectiva. 71 Asimismo se debe excluir de
tico, en que el ordenamiento jurídico carecería ya de eficacia para imponerse a los
tal protección a los que por su naturaleza no la admiten, porque su vigencia está
transgresores y obtener el reajuste. Siendo así, no hay otra forma práctica para limi-
cond1c10nada a que se los acate voluntaria y no coactivamente. Por último, incluso
tar la proliferación de esas infracciones que amenazarlas con una reacción más enér-
aquellos valores que reúnen todos los requisitos señalados sólo pueden tutelarse me-
gica -y, por llamarla de algún modo, "supernumeraria"- o, cuando menos, con la
diante reacciones penales cuando se encuentra demostrado que no es posible defen-
adopción de medidas encaminadas a suprimir en el caso concreto la posibilidad de
derlo satisfactoriamente acudiendo a recursos menos drásticos {naturaleza subsidiaria
nuevos atentados. del derecho pena1) 73 y si, además, existe evidencia fiable de que el instrumento puniti-
Este modo de proceder, sin embargo, implica costos y peligros que es preciso
vo aumentará el respeto por su vigencia en una medida razonable. 74
tener en consideración.
Por de~g.raci.a en la práctica el legislador suele olvidar estos criterios de política criminal.
Desde luego, el costo económico de las penas y las medidas de seguridad y resocialización :on_ frecuencia se l~tenta tutelar penalmente valores con escasa significación social, tipificando
es muy grande, ya que, cuando importan una privación de libertad no sólo comprende la delitos de bagatela , como ocurre a lo largo de todo el Libro ll1 del C.P (faltas), y también en
mantención del recluso sino, además, los gastos del proceso penal, el "lucro cesante" social rr_i-uchas otras disposic10nes de las que pueden citarse los arts. 385 y 386 del C.P, por sólo men-
irrogado por la sustracción total o parcial del sujeto a sus actividades normales, la c10nar algunos. Conslituyen casos de delitos sin víclima, destinados a proteger sólo valores éticos
pauperización del grupo familiar y las obligaciones de asistencia social que ello genera -¡o cuya mf~~cción no repercute socialmente, el incesto consentido entre adultos, que cae dentro de
debería generar!-, el valor del tratamiento cuando es necesario, etc. 67 Pern, además, respecto la preV1s10n del art. 375, nueva redacción. El adulterio y la mancebía, contemplados antes en los
de toda pena existen costos de otra índole, conslituidos por el desajusle que provoca en la anuguos arts. 375 y sigts. del C.P, hoy derogados, 75 son situaciones en las que se trataba de
sociedad la severidad de una reacción capaz de alterar, incluso, sus valoraciones. En este tutelar pen~lmente un valor cuya vigencia depende de que se lo acate voluntariamente, con la
sentido, un poder punitivo mal administrado puede ser hasta más devastador que la suma consecuenC1a de que la acción penal (privada) se había convertido en un instrumento mediante el
de todos los delitos a cuya e_iecución trata de oponerse.
Por otra parle, toda pena o medida de segurldad y resocialización significa quebrantar
la libertad del afectado. Naturalmente, puede discutirse 1a existencia de dicha libertad, y
hasla convenir en que nadie ha presentado pruebas concluyenles de ella. 68 Pero la sola ó9 RO~N, 3, 49, págs .. 101 y_102, e Iniciación, págs. 145 y 146: '· ... Pues no se trata del problema epistemológico
d:'- s_1 el hombre es hbre, smo del postulado normativo -perteneciente por tanto a otro ámbilo totalmente
sospecha de que el hombre puede ser libre nos obliga a obrar con cautela cuando se trata de
d1stmto al del ser- de que en f:1 Derecho :I h?I?-bre debe ser tratado como libre y capaz de responsabilidad,
reaccionar en una forma que involucra lesionar ese atributo, incluso concebido como en _tanto en cuanto, claro esta, sea en pnnupw mol1vable y accesible a los preceptos jurídicos'".
mera posibilidad. Por supuesto es más cómodo y aparenlemente más eficaz comportarse 70
Vv'"EI"ZEL, 1, I, 2, pág. 16.
como si los individuos fueran objetos determinados a los que se puede manipular con 71
ROXIN, S~nLi~o.y límites ~e 1a pena estatal, cit., B, l, pág. 21: '·En el estado moderno,junto a (la) protección
arreglo a las necesidades del grupo social. Pero para un sistema así el costo del error es de bienes Jund1cos previamente dados, aparece la necesidad de asegurar, si es necesario con los medios
enorme: pues si, contra lo presupuestado, el ser humano es libre, se habrá hecho al "delin- del Derecho penal, el cumphmiento de las prestaciones públicas de que depende el individuo en el marco
de la asistencia social por parle del Estado".
72
ROXIN, Idem, E, l, 2, pág. 23.
71
ROXJN, 3, 3, págs. 52 y 12, pág.56, e ldem, B, l, l, págs. 21 y 22, e infra, 2, llL Hoy este criterio
65
Supra, I, e). correspo~de al de 1~ ~brumadora mayoría de la doctrina comparada, aunque todavía no se proyecta en los
óó Asl, MAURACH, I, 6, I, A, pág. 63: ~La necesidad del derecho penal constituye una realidad que nos ordenamtentos posltlvos con suficiente eficacia
74
ofrece el conocim1ento empírico" Asimismo, JESCHECK, 2, l, 2, pág. 9: "... La necesidad de la coacción l'v1AIHOFFER, Legislation and the administration of justice between the conflicting claims of slate and soclety, en
penal forme parte de las primeras experiencias de la humanidad y el castigo de los delitos ha sido en todas LS., :Tol.. ~, 1971, págs. 23 y sigts. Con énfasis ROXIN, l, 2, pág. 66: "Pues supone una vulneración de la
las culturas una de las más antiguas tareas de la comunidad". proh1bic10.n de exceso el hecho de que el Estado eche mano de la afilada espada del Derecho penal cuando
67 Véase, por todos, JOAQUIN J\,lA.RTlN CANIVELLI, Prevención y predicción del delito y de la peligrosidad otras medidas de poliuca social puedan proteger igualmente o incluso con más eficacia un determinado
sonal, en el volumen Peligrosidad socia! y medidas de segwidad. Universidad de Valencia, 1974, pág. 26 3, bien jurídico". Véase, además, en general, WURTHENBERGER, Humanity asan element in pena! law, en
cuyas cifras siguen siendo impresionantes no obstante el tiempo Lranscunido. L.S., vol. .4, 1971, págs. 106 y sigts. Sobre todo el asunto, en el mismo sentido ahora, MUÑOZ CONDE,
68 La "aporía" de la libertad se encuentra expuesta de la manera más convincente por KANT, Prolegómenos a Inlrodumón, ll, A), b), págs. 71 y sigts.
toda meLafí.sica futura, Aguilar, Buenos Aires, 1956, 51 y sigts.,.págs. 158 y sigts Los arts 375 a 381 inclusive del C.P. fueron derogados por la Ley Nº 19.335 de 23 de Septiembre de
1994.

46 47
r ·.,.·
i
F
DERECHO PENAL/ I'ARTE GENERAL f Emiqu~ Cury Urzúa CAPÍTULO!/ t!L DERECHO PENAL EN GENERAL

cual maridos inescrupulosos extorsionaban a cónyuges o amantes adinerados. Cuando se incriminó de control social desforrnalizadas bastarían para solucionarlos. 81 Pero esto, si bien puede
en el art. 3° (hoy, 23) de la Ley de Cambios Internacionales 1a realización de operaciones de funcionar con la "delincuencia blanda" y hasta con algunas manifestaciones de la "dura"
cambio que infringían los acuerdos del Banco Cenlral de Chile, en lugar de obtenerse un mayor serta insuficiente para enfrentar las infracciones más severas. Nadie sabe cómo se las arregla~
acatamiento de los ciudadanos a la regulación cambiarla se fomentó el mercado negro de divisas, ría la sociedad con esos atentados si se suprimen las formalidades rígidas impuestas por el
transformando a casi todos los habitantes del país en delincuentes, y a una gran parte de ellos en sistema penal. HULSMAN sostiene que debe dotarse a la policía, "en el marco del manteni-
alegres y confiados recidivislas. Lo sucedido fue que los valores protegidos por ese lipo no eran miento de la paz pública", de mayores facultades preventivas, instaurando al mismo tiempo
familiares para el hombre común, el cual, a causa de eso, no los intemalizó ni entendió las razo- "un serio control judicial del poder de coacción" que así se le confiaría. 82 Pero esto es más
nes por las cuales se castigaban conductas en las que no percibía la infracción debido a la compli- fácil de decir que de poner en práctica. ¿Cuánta capacidad de control es capaz de ejercitar la
cación técnica del asunto. 7r; Finalmente, la difusión de material pornográfico (contrario a las judicatura ante quienes delenta la fuerza -sobre todo en los países menos desarrollados- si,
buenas costumbres) del art. 373 del C.P. es una norma simbólica, sin aplicación práctica, porque además, los que abusan ya ni siquiera se sienten obrando en fonna ilegítima? ¿No florecerían
el instrumento penal parece ser ineficiente para defender el valor comprometido, no obstante que en tales circunstancias modalidades encubiertas de venganza privada? Con toda razón se ha
en este caso la conducta crea un riesgo social efectivo. dicho que "quien pretende abolir el Derecho penal, lo único que quiere es ahuyentar al
diablo con Belcebú" porque "en todo caso, lo que en el sistema de control social viniera a
ocupar el sitio del Derecho penal sería quizás algo peor que el Derecho penal mismo". 83
Siempre que se ignoran los crilerios mencionados la amenaza penal fracasa y, El abolicionismo se encuentra correctamente orientado y sus intenciones están fuera de
lo que es peor, tiende a desvalorizar todo el ordenamiento criminal, pues una nor- toda duda, pero sus proposiciones son exageradas. Hay que abogar por la despenalización
ma que no se cumple desalienta a los que lo respetan y estimula con la esperanza de de numerosas conductas cuya punibihdad no está justificada. Al mismo tiempo, sin embar-
go, es necesario convenir en que no puede prescindirse de la pena para combatir hechos que
la impunidad a los que experimentan la tentación de desafiarlo. La eficacia del dere- lesionan la convivencia de manera grave; e, incluso, en que las complejidades de la vida
cho penal está condicionada por la certeza de que sus medidas de reacción operan moderna han creado nuevas posibilidades de atentar contra ella de modo insoportable, a
realmente cuando sus prohibiciones o mandatos son infringidos, 77 y esta seguridad causa de lo cual es indispensable, a menudo, consagrar delitos nuevos. Pero si se actuara con
prudencia, no hay duda de que en el futuro el catálogo de hechos punibles tendría que
es inversamente proporcional a la frondosidad de las incriminaciones.
experimentar una reducción.
Desde luego, es imposible evitar errores, pues en los límites las valoracio-
nes son difíciles de realizar. Sin embargo, cuando las incriminaciones desafortuna- c) Respecto a la forma en que actúa el derecho penal para cumplir su co-
das son consecuencia de una equivocación o de la confusión provocada por cir- metido, a mediados del siglo XX se produjo una polémica exagerada, provocada por
cunstancias coyunturales, sus efectos indeseables pueden repararse. Pero si el Esta- confusiones y disensiones teóricas que no guardaban relación con la magnitud de
do echa mano deliberadamente de los recursos penales para superar dificultades sus resultados prácticos. En la primera edición de este libro todavía la describí como
ocasionadas por los defectos de la organización imperante o para imponer arbitra- un antagonismo casi irreductible, aunque anticipé que podía resolverse "en un cier-
riamente la voluntad de los que gobiernan, la situación se vuelve insostenible, pues to compromiso". 84 En los años siguientes pensé que la discusión había formado
tan pronto como el Derecho penal deja de garantizar la seguridad y el orden, entra parte de una evolución normal que ahora podía considerarse superada. 85 Debo re-
en escena la autodefensa de los ·ciudadanos, e incluso la lucha de todos contra to- conocer, sin embargo, que el desarrollo posterior de la literatura no confirmó mis
dos, según ha enseñado repetidas veces la más reciente experiencia histórica. 78 esperanzas. La discusión sigue vigente y, en algunos casos conserva cierta virulen-
cia, porque compromete convicciones filosóficas y políticas difíciles de conciliar. La
A causa de los peligros generados por la reacción penal, en las últimas décadas se exposición presente, si bien persevera en una aspiración al compromiso, se hace
desarrolló una c6ncepción que propicia su abolición. 79 La idea es atractiva y coincide con
los requerimientos de la doctrina para que se despenalice un buen número de hechos punibles. cargo de la situación y, en algunos aspectos, toma postura frente a las cuestiones
Pero el propio HULSMAN -que es quien la ha formulado y defendido con más entusiasmo- controvertidas.
conviene en que la desaparición del derecho penal y sus sanciones no suprimirla los conflic-
tos sociales contra los cuales este reacciona. 80 El cree que el sistema civil y algunas formulas aa) La concepción tradicional, que imperó desde la segunda mitad del siglo pasado,
puso mucho énfasis en que la misión del derecho penal consiste en evitar que se produzcan
ciertos resultados. La esencia del delito, es decir, su carácter injusto, radicaba en que lesiona-
n Estas es una experiencia que se repite incluso en países tan avanzados como los que integran la Comuni- ba un bien jurídico o lo ponía en peligro (desvalor de resultado). Con esto se obtenía un concepto
dad Europea. Pueden encontrarse informaciones sobre la ineficacia de tales tipos en algunos de ellos, en de ilícito que se fundaba por entero en un acontecimiento objetivo, en el sentido de "exter-
DE BRESSON, JEAN-JACQUES, Infiation des 1ois péna1es et legisiation ou réglamentations "techniques", en no" o "perceptible por los sentidos", asegurando la prueba cierta de sus componentes y
Revue de sciencie crimine/le et de droit pénaI comparé, Nº 2 de 1985, págs. 241 y sigts. garantizando al procesado contra apreciaciones arbitrarias del juzgador sobre su actitud
77
Así lo advirtió, ya en el siglo XVIll, BECCARIA, XX, págs. 131 y sigts. Hoy es un lugar común, como lo espiritual. Al mismo tiempo, se satisfacían las tendencias naturalistas en boga, que aspiraron
señala ROXIN, Iniciación, pág. 47.
78 a dotar al derecho de un sustrato material, susceptible de verificación experimental.
JESCHECK, 1, 1, 1, pág. 2. Enel mismo qentido WELZEL, 1, l, 2, pág. 17; l'.viAURACH, !, 2, III, B, pág. 32
79
HULSMAN, passim; MIUER GERARD, Entrnista con Louck Hulsman, en Nuevo Foro Penal, Nº 30, octu-
bre-noviembre-diciembre de 1985, Bogotá, 1985, págs. 493 y sigts. que reproduce una entrevista de
HULS11.AN con MIREILLE DEL11.AS-1v1ARTY, en la cual aquel responde objeciones dirigidas contra su 81
HULSMAN, 54 y sigts. págs. 120 y sigts.
teoría de la despenalización; GARCIA MENDEZ, EMILIO, De! control como delito al control del delito (Notas 82
HULSl'.viAN, 43, pág. 103.
para una política criminal en la Argentina Democrática) en Nuevo Foro Pena!, Nº 28, abril-mayo-junio de 83
HASSEMER, 27, pág. 400.
1985, Bogotá, 1985, págs. 227 y sigts., y La dimensión política del abolicion[smo, en Nue:vo Foro Penal, Nº 32, e+ CURY, 1ª edición J, 1, III, e) págs. 26 y sigts. y La función de! Derecho Penal, en R.CP. XXXVI, Nº 1, enero-
abril-mayo-junio de 1986, págs. 178 y sigts. junio de 1977, llI, págs. 54 y sigls.
80
HULS1v1AN, 38, pág. 93. 85
·cuRY, 1, 1, m, c) pág. 16.

48 49
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL! Enrique Cury Vrzúa CA/'lTULO 1 / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

La critica principal que se ha dirigido a este criterio consiste en que desvincula la deter- autores que no participan de la posición finalista y reconocen la importancia del desvalor
minación de lo que es justo o injusto, de la acción u omisión dirigida a causar el resultado. de acción en la determinación del injusto. 89 90
Es inadmisible afirmar que el derecho sólo prohíbe ocasionar resultados o manda evitar El punto de vista expuesto tuvo el mérilo de destacar la importancia del desvalor de
resultados. Este punto de vista, en efecto, provoca consecuencias que, si bien algunos juris- acción en la constitución del injusto, pero creo que no fue acertado relegar el de resultado a
tas defienden todavía, para el hombre común son incomprensibles y ahora son rechazados un plano secundario e, incluso, prescindiT por completo de él en algunos casos
también por la mayoría de la doctrina comparada. Así, por ejemplo, si alguien conduce un A causa <le este énfasis en la reprobabilidad de la acción, por ejemplo, a la leoría no le es
automóvil de manera prudente, pero atropella y da muerte a un suicida que se arroja posible encontrar un criterio satisfactorio para fundamentar la impunidad de la Lentativa
sorpresivamente bajo las ruedas del vehículo, es absurdo sostener, con prescindencia de que se absolutamente inidónea (tentativa irreal, tentativa supersticiosa), y se conforma con incluir
ha comportado correctamente, que ha incurrido en un hecho injusto porque infringió la pro- en ella los casos que en forma tradicional se atribuyen a esas constelaciones, sea negando,
hibición de causar un resultado mortal. El ordenamiento jurídico no puede desvalorar· la prácticamente sin motivo, su ilicitud, sea afirmándola y pronunciándose por la impunidad
c_ausación de una muerte en sí, dirigiendo mandatos al azar, porque este escapa a sus posibi- sólo en el ámbilo de la "necesidad de pena" 91 Por la misma razón, WELZEL impugna el
lidades de control. Por la inversa, si en el proceso está probado que un funcionario de policía sislema de las legislaciones, que establecen una pena más benigna para la tentativa que para
privó de libertad, para intimidarlo, a un vecino con el cual había reñido, y sólo después se el delito consumado, pues tanto en uno como en otro caso el desvalor de la acción es idén-
impuso de que contra el detenido se había librado una orden de arresto por un juez compe- tico, y la diferencia relativa al resultado irrelevante92 y lo mismo ocurre con la imptmidad de
tente, es insatisfactorio afirmar que su conducta fue justa porque, aunque él no lo sabía la conducta imprudente que no ocasiona lesión alguna. 93 Sin embargo, desde el punto de
cuando la provocó, la lesión de la libertad de ese hombre estaba autorizada por el derecho. visla político criminal estas críticas no son convincentes 9+ y, aunque la regulación referente
La autorización imprevista para causar el resultado, en sí, es insuficiente para convencernos a tales materias ha experimentado en algunas legislaciones modificaciones que coinciden
de que la conducta dirigida conscienlemente a infringir una prohibición debe ser aprobada parcialmente con ellas, es poco probable que la lendencia se acentúe o prolifere en el fuwro,
por el ordenamiento jurídico. Con este criterio el derecho penal renunciaría en estos casos a pues ha sido objeto de considerable resistencia. Finalmente, el desprecio por la función del
ordenar positivamente la convivencia pacífica, y se contentaría con que las cosas resultaran desvalor de resultado conduce a una solución inapropiada cuando en el caso concurren los
bien por casualidad. presupuestos objetivos de una causal de justificación, pero el autor lo ignora: como lavo-
luntad contraria al mandato se ha expresado igual que en cualquier olra siluación, y la lesión
bb) En la primera mitad de este siglo se reaccionó contra esta concepción, desencade- del bien jurídico se ha producido, WELZEL aprecia un delito consumado, prescindiendo de
nando la polémica que alcanzó su apogeo entre 1950 y 1960. que el resultado está autorizado?'
De acuerdo con el nuevo punto de vista, la misión del derecho penal se cumple asegu- Este tipo de conclusiones ha provocado críticas, a menudo infundadas, 96 pero que han
rando el respeto por los vatoresjundamentales del sentir, es decir, por aquellos cuya importan- dificultado la comprensión del concepto del desvalor de acción97 y consiguientemente, la
cia es reconocida por la mayoría de los ciudadanos, los cuales experimentan la necesidad de
que todos los respeten como una exigencia vital para la convivencia ("valores del actuar
conforme a derecho, arraigados en la permanente conciencia jurídica" que "constituyen el 69 MIR, Introducción, págs. 280 y 281.
trasfondo ético social positivo de las normas juiídico-penales"). 86 La tarea del ordenamiento 9u Por otra parte, también se puede llegar a unos resultados parcialmente semejantes parliendo de otros
punitivo consiste en fortalecer esa conciencia ético social elemental de la comunidad afian- puntos de vista. Así, por ejemplo, el positivismo <le los italianos sostenía la punibilidad de la tenLaLiva
zando la fidelidad de los súbditos a tales valores. ' inidónea casi sin restricciones, como puede leerse en GAROFi\LO, La Crimino!ogie, París, 1888, págs. 320
y sigts. Pero la coincidencia es superficial. Ese criterio enfatiza sólo la función "negativa" (COUSifO, l, 2,
Con esto pasó a un segundo plano la causación del resultado lesivo o peligroso (desvalor pág. 19) y defensiva del derecho penal y, justamente porque se considera a toda la acción y a su autor
de resullado) y se acordó prioridad a la reprobabilidad de que era portadora en general la como consecuencias de la causalidad ciega, se inlenta asegurar preventivamente a la comunidad contra el
acción en la cual se exteriorizaba una voluntad desobediente a los mandatos y prohibicio- ataque mediante una prognosis relativa a la "peligrosidad" del sujeto. Se propugna, entonces, la punibilidad
nes del derecho (desvalo~ de la acc[ón). Lo injusto es la infracción consciente al deber y no de la tentativa inidónea porque en ella se expresa la '·temibilidad'; del autor, no en atención al desvalor
la mera producción causal del daño o peligro del bien jurídico. La protección de los bienes ético-social de que es portador el acto, pues este último no existe para tal punto de visla. La divergencia
jurídicos se realiza "por inclusión" ,87 es decir, como una consecuencia derivada de su del enfoque fundamental se hace patente cuando el positivismo reclama responsabilidad penal a los
función prevalente. Por lal motivo se debe castigar aun cuando la acción-la manifestación inimputables, al paso que, por el contrarió, estima (o deberla estimar) innecesario el castigo, aunque el
de voluntad desobediente- no ha causado daño ni puesto en peligro al bien jurídico, o en hecho sea ponador de un desvalor de acción elevado, si la conducta se ha ejecutado en circunstancias
irrepetibles y ha de negarse, por consiguiente_ la peligrosidad del autor.
los que la lesión ocasionada estaba autorizada pero el aulor lo ignoraba. A la inversa, 91 lnfra, 36, b). Cfr., además, JAKOBS, 25, 36, págs. 872 y 873, y SAKCINETTI, l'viARCELO, Fundamentación
cuando no existe desva.lor de acción, el hecho es lícito aunque haya causado un resultado subjetiva de/ ilícito y desistimiento de 1a tentativa. Una inve:stigación sobre !a fcmdamentaeirin del il-ceilo en]ahobs,
les1Vo. Así, esta concepción resuelve los dos ejemplos presentados en el párrafo anterior Temis, Bogotá, 1995, 14, 1, págs. 177 y sigts., los dos con bibliografía.
en forma contraria a la de la teoría tradicional: el conduclor prudente ha obrado de mane- 92 \VELZEL, 24, I, 5, pág. 262, sostiene que el legislador adopta esta decisión cediendo a una "mezcla" de
ra justa no obstante haber dado muerte al suicida; el funcionario de policía ha cometido "concepciones de raíces profundameme irracionales", según las cuales '·el resultado también pertenece al
un secuestro punible, aunque disponía, sin saberlo, de una autorización del ordenamiento hecho completo: asesino es sólo quien realmente ha dado muerte a otro".
jurídic_o _p~ra privar de libertad al vecino. Como este criterio acentúa la antijuridicidad del go WELZEL, Nuevo sistema, 1\\ 1, 2, pág. 75, lo expresa así: ·'Pues una acción es inadecuada o incorrecta -en
resumen, no responde al cuidado- con independencia de que conduzca o no a un resultado no deseado El
acto dmg1do conscientemente a quebrantar un mandato, se lo identifica con la teoría des\'a]or de la acción, como tal, ni puede aumentar por la concurrencia del desvalor del resultado, ni
~in~lista de la ~~ción.~ 8 ~llo es exacto en el sentido de que todos los partidartos de esta disminuir por su falta".
ultima concepc10n comc1den con el punto de vista ex.puesto, pero hoy existen muchos ,>4 Infra, 36, lI1
9' WELZEL, 14, 1, 3, b), págs. 121 y 122, J:v[A.URACH, 1, 25, 'v'. B, págs. 368y sigts., ~lESE, op. cit. UT, 2, b),
págs. 284 y 285.
% Son grotescos, -por ejemplo, los reparos que se oponen a la concepción de \VELZEL en ZDRAVOMlSLOV
86
y otros, XX, 6, 8, págs. 547 y 548. Más allá de las apreciaciones políticas sesgadas que, a pesar de todo,
WELZEL, 1, I, pág. 12. son comprensibles con una visión unilateral acentuada, está el hecho de que esos autores no entienden en
61
\-VE_LZEL, 1, 1, pág. 15; NIESE. La trnr[afina/ista de la acci(ín en el Derecho Penal Alemdn, apartado de la absoluto el sentido de lo que están comentando o, lo que seria peor. que lo distorsionan deliberadamente.
R Rev:sta de la Fac~itad de Der:cho de México, tomo XI, enero-julio de 1961, números 41-42, III, 2, pág. 283. gy En algunos casos se ad,ierten dificultades para distinguir el desvalor de acción, entendido como la
1
Infrn, 14, IV, vease, ademas, SUAREZ MONTES, Consideraciones críticas en torno a la doctrina de Ia reprobabilidad general del hecho contrario al deber, de la reprochabilidad personal del autor por haberse
anfijuridicidad en elfinalismo, 1963, antes de I, pág. ii; en el mismo sentido, i\RMIN KAUFMANN, Estado comportado incorrectameme aunque podía hacerlo de otro modo. Véase, al respecto, infra, en este mismo
de la doctiina del injusto, en Nuevo Pemamiento Penal, Nº 6, Buenos Aires, 1975, pág. 161. apartado, ce), 2)

so 51
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cmy Urzlia CAPITL"LO I / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

ponderación de su importancia, no sólo en la determinación de las funciones del derecho del funcionario público o la imparcialidad y sujeción al derecho del juez). Así,
penal, sino en la obtención de consecuencias prácticas adecuadas. Así, por ejemplo, no es
WELZEL los define en general como "cualquier estado social deseable que el dere-
cierto que la concepción de \VELZEL signifique entronizar un "derecho penal del sentír", 98
en el que se castiga ya la "actitud mala del autor". Tanto WELZEL como sus seguidores han cho quiere resguardar de lesiones" .102
subrayado siempre que para la punibilidad es indispensable la exteriorización de la volun- Como BELING advirtió hace tiempo, para el legislador el acufiamiento de las
tad desobediente, 99 de manera que es erróneo atribuirles la idea de apoyar todo el injusLo en figuras delictivas y, consiguientemente, la selección de los estados sociales a los que
factores subjetivos. 100 Por sus presupuestos filosóficos y su actitud general, VvELZEL está
lejos de ello. Pero como otorga una prevalencia tan marcada al desvalor de acción sobre el de conferirá el carácter de bienes jurídicos "no significa ningún juego de capricho". 103
resultado, algunas de sus consecuencias prácticas posponen la relevancia de los factores En efecto, sólo debe escoger aquellos cuya lesión o puesta en peligro constituye un
objetivos en la determinación de la ilicitud hasta aproximarse a las que defendería en esos riesgo para la convivencia porque deterioran las condiciones de supervivencia mí-
casos el "derecho penal del ánimo".
Sin embargo, lo dicho no justifica rechazar el concepto del desvalor de acción ni las nimas de la sociedad. Ahora bien, en el estado actual del desarrollo cultural de la
consecuencias que derivan de su reconocimiento. La solución debe encontrarse, más bien, humanidad, existe consenso en atribuir esa significación a algunos de tales estados,
en una apreciación equilibrada de su función y de la del de resultado en la constitución del como la vida, la salud, la libertad ambulatoria y de autodeterminación sexual, etc.
injusto.
Pero la coincidencia no es completa, y cada ordenamiento jurídico tiende a exten-
ce) En mi opinión, el derecho penal cumple con su misión de preservar los valores der el campo de la protección penal, incorporando bienes cuya importancia es dis-
elementales sobre los que descansa la convivencia, amenazando con una pena a quien cutible. La fijación de un límite a esta expansión es difícil aun en países que han
lesiona o pone en peligro un bien jurídico mediante la realización de una acción o incu- logrado consolidar el Estado Democrático de Derecho. 104 Para orientar una solu-
rriendo en una omisión inadecuadas a sus prohibiciones y mandatos. Por consiguiente, ción hay que tener en cuenta, aparte de lo que ya se ha dicho, 105 que en la sociedad
para la constitución del injusto penal se requiere Lanto el desvalor del resultado como contemporánea se entiende que la soberanía procede del pueblo y que, por lo tanto,
el desvalor de la acción. sólo se justifica la protección penal de bienes que pertenecen a todos los integrantes
de la comunidad, y no sólo a grupos de clase, posición o poder, o a convicciones
1. El desvalor de resultado consiste en la lesión o puesta en peligro del bien jurídico. morales, religiosas o políticas determinadas.

i) Los bienes jurídicos son estados sociales valiosos, que hacen posible la convivencia La idea de que el derecho penal tiene por finalidad proteger bienes jurídicos se originó
a fines del siglo XVIII. Pero los escritores liberales de la Ilustración no emplean este concep-
y a los que, por eso, el ordenamiento Jwidico les ha otorgado reconocimiento. to, sino que se refieren a derechos subjetivos. 106 De acuerdo con su opinión, sólo pueden
Puesto que son estados sociales, los bienes juridicos preexisten a su consagra- castigarse con una pena los hechos que lesionan a esas entidades espirituales (poderes),
ción como tales por el derecho, el cual se limita a conferirles ese carácter mediante consustanciales a la naturaleza humana, pertenecientes al individuo, a las cuales se atribuye
el otorgamiento de su protección. 101 En efecto, la vida, la integridad corporal, la una existencia real susceptible de ser reconocida por la razón. De esta manera limitan el
campo de lo punible, reservando la defensa penal sólo para las infracciones materiales a esos
salud, el honor, la libertad, la probidad de los jueces y los funcionarios o la propie- derechos, cuya dañosidad social es, por tal motivo, incuestionable. En esta concepción se
dad, existen y valen para sus titulares y para la sociedad antes de que el ordenamien- inspira el Code Pénal francés de 1810, del cual son herederos el español de 1848-50 y, a
to jurídico los reconozca. El derecho toma la decisión de preservarlos precisamente través de éste, el chileno.
A medida que la complejidad de la sociedad contemporánea exigía al Estado una in-
por esa razón, a causa de que percibe el significado de esos valores y la necesidad de tervención mayor en el cumplimiento de tareas destinadas a salvaguardar intereses indivi-
conservarlos para asegurar la convivencia pacífica. duales y colectivos, el concepto de los derechos subjetivos resultó insuficiente para funda-
Los estados que constituyen el sustrato de los bienes jurídicos pueden adop- mentar la misión del derecho penal. Estas funciones estaLales nuevas, que eran también
decisivas para establecer una convivencia pacífica, no eran captadas correctamente por
tar distintas formas: un objeto psicofísico (la vida) o "espiritual-ideal" (el honor), un una noción construida de conformidad con la concepción individualista propia del libera-
estado real (la intimidad de la morada), una relación vital (el parentesco), una rela- lismo temprano.
ción juridica (la propiedad) o la conducta que se espera de un tercero (la probidad De acuerdo con las informaciones disponibles, el primero en emplear el término bien
jurídico fue BlRBAUM en 1874. 107 Sin embargo, quien lo impuso parece haber sido

98
BAUMANN, 3, II, 2) a), pág. 14; Derecho Penal 1, l, 2, b), pág. 10, en donde se expresa con más reserva:
"Estas opiniones ... se encuentran siempre a poca distancia del precipicio del derecho penal del sentimien- º WELZEL, 1, I, 1, pág. 15.
1 2

to". (El énfasis es mío). 101


BEUNG, La doctrina, pág. 5.
99
WELZE!-, l., I, pág. 12; MAURACH, 1, 17, 11, pág. 214; STRATENWERTH, 630 y sigts., págs. 200 y sigls; Sobre este debate, véase princi.palmente la exposición sencilla pero convincente de GONZALEZ RUS,
104 ·

COUSINO, I, 2, pág. 19; CURY, 3, IV, a) pág. 3.0. Véase, además, NOVOA, Causalismoyfinalismo, 17, pág. JUAN, Bien jur[dico y Constitución. Bases para una te:oria. Fundación Juan March. Serie Universitaria, Ma-
101, qmen, a pesar de su posición adversa al fmalismo, lo reconoce en forma expresa: ~los partidarios de drid, con Bibliografía. Asimismo HASSEMER, 5, II, págs. 36 y sigts, JESCHECK, 26, l, págs. 231 y sigts., ,1
\VELZEL podr[an sostener que ellos no sustentan la idea de penar los puros pensamientos ni de que la ley ROXIN, 2, 28 y sigts., págs. 65 y sigts., y Sentido y límites de la pena estatal, ciL. B, I, págs. 20 y sigts., 1
pueda entrar en la interioridad del hombre no manifestada al exlerior o de que pueda prescindirse en la RUDOLPHl, HANS JOACHIM, Los diferentes aspectos del concepto de bien jurídico, traducción de Enrique
acción de la exteriorización de ésta en el mundo real. Y eso es verdad"'. (El énfasis es mío) Bacigalupo, en Nttevo Pensamiento Pena!, año 4, Depalma, Bueno Aires, 1975, págs. 329 y sigts.
wa cous1No, 1, 2, pág. 9. 105 Además de lo expresado precedentemente en el texto, véase supra, en este apartado, lll, b)
101
Este punto de vista corresponde al de LISZT, II, 14, l, l, págs. 6 y 7, La idea del.fin en el derecho penal, 1º6 GONZALES RUS, op. cit. lll, pág. 13; RUDOLPHI, op. cit., II, pág. 330.

traducción de Enrique Airnone, III, 2, pág. 85. En el mismo sentido, entre nosotros GRlSOLIA-BUSTOS- 107 Véase, por todos, GONZALEZ RUS, op. cit., IlI, pág. 14; RUDOLPHI, op. cit., !, pág. 329;
POLITOFF, Introducción, lll, pág. 30. Actualmente esta posición es dominanle en el derecho comparado STRATENWERTH, 8, pág. 3 í'.

52 53

l
l.
.
DERECHO PEKAL / PARTE GEt>iERAL / Enrique Cury Urzüa CAPÍTCl.O 1 / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

BINDING, 10~ que lo formalizó, poniéndolo al servicio de su concepción positivista del dere- A partir de este momento se produjo el rescate progresivo de la concepción de USZT 116
cho: el bien jurtdico es cualquier bien al que se ha otorgado protección _jurídica. Con esto, el y un esfuerzo creciente por dar cada vez más concreción a su nodón material del bien
concepto ya no constituye un límite para el legislador, pues de éste depende conferir tal jurídico.
carácter a cualquier interés individual o social. Sin embargo, el bien juridico tal como lo entiende LISZT tiene un carácter prejurídico.
Por esto, es importante el giro que realiza LISZT cuando atribuye al bien jurídico un Por tal motivo, cumple bien la función politico-criminal de limitar el arbitrio legislativo,
contenido material preexistente a su reconocimiento por el derecho. 1 º9 Pero no consiguió permitiendo exigir que sólo se consagren tipos destinados a salvaguardar intereses reales y
hacerlo prevalecer. Durante gran parte del siglo XX el bien jurtdico es, sobre todo, un con- preexistentes a su acuñación. En cambio, no se lo puede emplear como instrumento dogmá-
cepto metodológico que se aproxima mucho a la idea de ratio legis, cuya función principal tico de interpretación teleológica, debido a que no procede del derecho en vigor. 117
consiste en servir de instrumento para la interpretación de las normas y no de garantía En Alemania, Esparta o Italia, esto se ha solucionado -o, por lo menos, se intenta hacer-
política frente a la expansión de las pretensiones punitivas del Estado_ Lrn Debido a la enor- lo- ohteniendo un concepto material de las constituciones respectivas, cuya afirmación del
me influencia del pensamiento europeo en nuestro medio, esta noción formalizada corres- Estado Democrático (y Social) de Derecho constituye el punto de apoyo dogmático para esa
ponde a la que se expone en las obras de autores chilenos hacia la década del sesenta.11 1 elaboración. 118 De esta manera, los tipos penales encuentran un límite en los principios
Solamente GRISOLTA defendió explícitamente otro punto de vista en esa etapa. 112 fundamentales sobre los que descansa la idea del Estado de Derecho y no pueden atribuir el
Es WELZEL, precisamente, quien inicia el movimiento que devuelve al bien jurídico su carácter de bienes jurídicos a prescripciones morales o ideológicas, lesionando las libertades
contenido material y la función consiguiente de limitar el arbitrio legislativo en la consagra- básicas de los ciudadanos amparadas por la Carta Fundamental. Al mismo tiempo, el con-
ción de lipos pena1es. 1 u En efecto, él lo vincula con las valoraciones ético-sociales, antepo- cepto de bien juridico extraído del texto constitucional es capaz de cumplir también la
niendo la vigencia de éstas a los propósi.tos ordenadores del legislador. Asimismo, él es función hermenéutica que se le había asignado a la noción formalizada imperante a princi-
quien imroduce la idea de que el bien jurídico presupone un "estado social deseable", en lugar pios del siglo, y para la cual esta era en verdad inútil a causa de su ~acuidad. .
de un simple "interés", con lo cual materializa aún más el concepLo, porque ya no depende A partir de las reformas que se le introdujeron en 1989, de la C.PR. han desap_arec1do
de una pura apreciación sino de una situación ob_jetiva. 114 Esto se reconoce ahora de manera casi todas las disposiciones que dificultaban entre nosotros el empleo de este procedimiento
amplia en la literatura y nada tiene que ver con que, a juicio de VVELZEL, el modo preferible y se citaban en la edición anterior de este libro.11 9 Por consiguiente,.ª p~rti: de ellas ~se
de defender los bienes juridicos consiste en acentuar la prevalencia del desvalor de acción camino se encuentra expedito y perfeccionarlo depende de la elaboración JUnsprudencial.
por sobre el de resultado. Tal conclusión es, más bien, una consecuencia de la significación El punto de partida es que en una "república democrática" (art. 4° de la C.PR.) en la cual ''el
que \VEL7,EL atribuye a esos bienes, por lo cual su defensa no debe limitarse a la prohibi- ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que
ción de lesionados o ponerlos en peligro, sino que exige tamhién -y, en su opinión, principal- emanan de la naturaleza humana" y "es deber de los órganos del Estado respetar Y promover
mcnle- el acaLami.ento subjetivo de su vigencia. 115 tales derechos, garantizados por la Constitución, así como por los tratados intern?cionales
ratificados por Chile y que se encuentren vigentes" (art. 5° inc. segundo de la C.PR.), la
función primordial de la Constitución consiste precisamente en la preservación de estos
wH STRATENvVERTH, 8, pág. 3. derechos, consagrándolos explícitamente, amparando al ciudadano contra abusos del poder
109
Supra, nota 101. que los lesionen pero, también, de manifestaciones legislativas que los desconozc~n. A esta
110
GONZALEZ RUS, op. cil., quien proporciona además una explicación histórica, filosófica y política de idea fundamental tienen que subordinarse todas las normas y, cuando la contradicen, son
esta evolución. L'na versión acentuada de esta concepción desvalorizada del bien jurídico es apreciable en
inválidas, incluso si alguna se contiene en el mismo texto constitucional pero se refiere a
ANTOUSEI, Marmale di Dir[tto Pena/e. Parte Genera1e, segunda edición, Dott. A. Giuffre, Editor, Milano,
1949. "Quienquiera ... se percate plenamente de la transformación que tiene lugar en el derecho penal y de
materias que, respecto de ella, son secundarias. Desde esta perspectiva es posible a l_os tribu-
la improma cada vez más subjetiva que va asumiendo el derecho mismo, no puede no reconocer que la nales y la dogmática penal elaborar el concepto de bien jurídico en una fonna semeJante a la
importancia del bien jurídico no sólo dista de ser grande en la actualidad, sino que está destinada con el propuesta por la doctrina europea. En esta obra no cabe desarrollar m_ás _extensam~nte_ el
tiempo a disminuir aún másn. criterio expuesto. 120 En todo caso, debe consignarse que hasta ahora laJunsprudenua solo
111
Así, en ETCHFBERRY, I, pág. 29, se hace depender la existencia de los bienes jurídicos del "sistema de ha acogido en forma parcial las ideas que lo sustentan.
valores filosóficos y políticos" que profesa el legislador. Por su parte, NOVOA. I, 2, págs. 14 y 15, se Finalmente, vale la pena destacar que, aunque el concepto del bien jurídico no es
aproximaba entonces mucho al criterio de BlNDTNG. Por el contrario, en Causa1ismo y finalísmo, 20, págs manejado por el derecho anglosajón de la manera en que lo hace la doctrina contmenta1,
111 y sigts, presenta una noción material: "Sólo un concepto de bien jurídico que aborde el contenido la idea de emplear como límite trascendente a la legislación penal el estatuto de garamías
sustancial de éste y que lo ligue directamente con el valor que detenninados intereses, derecho o situacio-
constitucionales se ha impuesto implícitamente en los Estados Unidos de Norteamérica a
nes inslilucionales de la vida real invisten para el ordenamiento jurídico será apto para explicar la exislen-
cia misma del Derecho Penal y para imprimir carácter a la noción de injusto"(pág. 113). Pero todavía no través de algunas decisiones de la Corte Suprema sobre inconslitucionalidad de normas
se decide a conferirle una función limitadora para el legislador. punitivas. En ese país, en efecto, el más alto tribunal de b federación eJerce un enérgico
112
GRISOUA, El objetojur[dico de! de!lto. Ensayo de una Temia General. Separata de la R.C.P, tomo X'v1I Nº 3, control, tanto sobre el ordenamiento jurídico .federal como sobre los estatales, lo cual lo
Santiago, 1959, Vl, págs. 27 y sigts. ha constituido históricamente en garante de las libertades ciudadanas y del Eslado Demo-
rn BUSTOS, Polftica Criminal e Injusto, cit. 3, pág. 75; GONZJ\LEZ RUS, op. cit., ITT, pág. 21; ROX.lN, 2, 35, crático de Derecho
pág. 69, y Política niminaly sistema del DnnhoPenal, cit. V, 3, pág. 37; RUDOLPTfJ, op. cit., IV, pág. 343. Una posición contrastante con la expuesta expresa en la actualidadJakobs, q~ie~ s~s~ie-
1
1t RUDOLPHI, op. cit., I\~ págs. 342 y 343.
115 ne que "el rendimiento positivo de los esfuerzos por conseguir un concepto de bien JUnd1co
\VELZEL, La Icaria de la acción finalista, traducción de Carlos fontán Balestra, Depalma, Buenos Aires,
es escaso'' 121 , agregando que "bien jurídico-penal es la validez fáctica de las normas, que
1951, I, págs. 12 y 13: "La misión principal del derecho penal no es, como creyó la teoría anterior, de
índole preventiva, sino ético-social. Más esencial que el amparo de los bienes juridicos concretos, es la garantizan que se puede esperar el respeto a los bienes, los roles y la paz Jurídica ·•m. Pero ya
misión de asegurar en !os ciudadanos el permanente acalarniento legal ante los bienes jmidícos, es declr, la
fidelidad frente al Estado, el respelo de la persona (de la v[da ajena, 1a salud, la libertad, el hono1; etc)" (El
énfasis es mío). Basta leer estas líneas para advertir que en ellas la valoración del bien jurídico como
116 ROXIN, Franz vrm Liszt y la concepción polkítiw-c1imina! del Proyecto Alternativo, en Problemas Básicos, cit.,
concepto material está acentuada hasta el extremo, a causa de lo cual se aboga por atribuirle al derecho págs. 45 y sigts.
11, 4,
penal la misión de asegurar su acatamiento con prevalencia sobre la de impedir solamente su lesión o rn RUDOLPHT, op. cit., IV, pág. 337.
1 5 GONZALEZ RUS, op. cit., IV, págs. 23 y sigts., RUDOLPHL op. cit., IV, págs. 337 Ysigts.
1
puesta en peligro. Por tal motivo, conslituye un mal entendido de NOVOA, Causalismo y _{ina!isrno, 20,
pág. 111, afirmar que el concepto de bien jmidico "erosiona'' la construcción teórica de los autores fina-
119
CURY, 1, 1, lll, c), ce), 1), pág. 23
listas. La posición de 'WELZEL con respecto a la protección de bienes jurídicos es bien aclarada por
12
º Véase, con todo, supra, en este mismo apartado, 111, b).
ROXIN, 2, 34, págs. 68 y 69. m JAKOBS, 2, 22, pág. 55.
122
JAKOBS, 2, 2'3ª, pág.58.

54 55
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPÍTULO l / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

en esta formulación, así como en la exposición posterior deJakobs permanece latente la idea do que :e 1~ hace en las con~iciones_ qu ~ existían antes, se lo denomina juicio ex ante,
de que, si bien se puede "modificar" el procedimiento de protección de los intereses jurídi-
cos -por ejemplo, anticipando la punición o, a la inversa, renunciando a ella en muchos
prognosis postuma o prognosis postenor. 1 4 Es, pues, un pronóstico relativo al hecho
casos- en última instancia sólo esa finalidad protectora justifica las amenazas penales y su concreto, entre cuyos componentes fácticos se encuentra también la percepción que
realización en los casos concretos. Si no fuera así, a nadie podría interesar seriamente "la el autor tenía de él.
validez fáctica de las normas'', cuyo contenido sería indiferente para el ciudadano común.
Finalmente, para que exista peligro basta con que de acuerdo a la prognosis
ii) La lesión de! bien jurídico comiste en la destrucción, deterioro, supresión o me-' posterior la lesión del bien jurídico sea posible dentro de términos razonables. No es
noscabo de! estado social deseable protegido por e! derecho, Tiene carácter objetivo, en el necesaria la "probabilidad" entendida como un "alto grado de posibilidad". 125
sentido de que existe o no, con prescindencia de las percepciones o juicios del autor Ejemplos: Existe peligro cuando el autor realiza maniobras abortivas sobre una
o de un tercero. Debe distinguírsela siempre de los resultados materiales del hecho muJer que no está embarazada, si él creía, por razones objetivas, en la existencia de
punible, con los cuales a veces tiende a confundirse. Así, por ejemplo, en un homi- la preñez. Por el contrario, no lo hay, si estaba conscienle de que el embarazo era
cidio la lesión del bien jurídico es la destrucción de la vida en cuanto derecho aparente, porque había examinado a la paciente y verificado su estado real. 126 Hay
reconocido a la víctima por el ordenamiento jurídico, y el resultado material, la peligro si el autor dispara sobre la víctima con un arma que él había cargado, pero a
interrupción física de las funciones vitales de un hombre; en la falsificación de un la que en el intervalo un tercero había quitado las balas subrepticiamente (conocido
documento público, la lesión del bien jurídico es el menoscabo a la seguridad del como "caso Albrecht"); no existe, en cambio, si gatilla la pistola descargada, porque
tráfico jurídico, y el resultado material puede faltar por completo -en las falsificacio- es tan ignorante en materia de armas de fuego que las supone capaces de matar con
nes ideológicas- o consistir en algo como la contrafacción del instrumento -en las sólo accionar el disparador.
falsificaciones materiales- que, de todas maneras, es en sí juridicamente irrelevante. La prognosis póstuma plantea dificultades prácticas, por las inseguridades que implica
siempre un Juicio. 127 Sin embargo, estos inconvenientes son inevitables para el derecho,
iii) E! peligro consiste en e! pronóstico efectuado por un observador imparcial, en puesto que su misión consiste, precisamente, en efectuar valoraciones e imponer su acata-
conformidad a las reglas de la experiencia, de que en el caso dado la acción ejecutada por miento para el logro de fines sociales. La experiencia enseña que cuando se trata de eludir
un problema de esla clase en una parte del sistema -arriesgándose incluso a distorsionarlo-
el autor puede ocasionar la lesión del bien jurídica, 123 reaparece en otra. 128 Para combatir la inseguridad es más apropiado elaborar criterios cada
A diferencia del de lesión, el concepto de peligro descansa sobre un juicio (el vez más diferenciados y precisos por grupos de casos, a fin de disminuirla al máximo. Por lo
pronóstico), que se pronuncia de acuerdo con las reglas que regulan los hecbos de demás, quienes impugnan el procedimiento de prognosis póstuma por su falta de precisión,
la naturaleza. Es, por consiguiente, normativo. Pero esto no quiere decir que se trata sólo proponen suslituirlo por otros, que son lógicamente indefendibles, o tenninan renun-
ciando a cualquier consideración del disvalor de resultado lo cual, por supuesto, es social-
de un diagnóstico hecho al azar, pues debe contar con la base objetiva fundada en la mente aún más rie.sgoso. 129
experiencia general, sobre la probabilidad de que la acción ocasione el resultado.
Por tal motivo se debe estar a la opinión del observador objetivo, esto es, del hombre 2. El desvalor de acción comiste en !a reprobabilidad ético-social objetiva ele la
razonable que posee conocimientos apropiado sobre las leyes causales aplicables al caso conducta que exterioriza una voluntad inadecuada a los mandatos o prohibiciones me-
(conocimiento nomológico). En la práctica este observador es el juez, quien debe pro- diante los cuales el derecho asegura el respeto por !os bienes jurídicos.
curarse los antecedentes necesarios mediante el estudio de los hechos y la informa- Los distintos casos en los que una conducta es portadora de este desvalor
ción pericial relativa a los aspectos técnicos implicados. serán examinados más adelante. 130
El pronóstico recae sobre el caso dado, es decir, tal como se !o representaba el
La .inadecu~ción objetiva de la conducta se establece en abstracto. Es, por consiguien-
autor, lo cual depende de la información de que disponía sobre !as circunstancias obje- te, un JUicio referido al debn; y hay que diferenciarlo del reproche que luego se dirige al
tivas concurrentes al hecho (conocimiento ontológico). Por eso, para efectuarlo, el juez autor porque. lo eJecutó pltdiend.o abstenerse de hacerlo en el caso concrelo.rn Cuando un
tiene que imaginarse presente en el momento de ocurrir este último, y disponiendo enfermo mental da muerte dolosamente a otra persona realiza una acción ética y social-
de los mismos datos objetivos que el autor tenía en ese instante sobre las circuns-
tancias concomitantes concretas. A este juicio, que se emite después, pero suponien- 124
STRATENWERTTT, 684, pág. 213.
125
Otra opinión en RODRTGUEZ MOURULLO, 1, XVI, V, 2. pág. 338. Pero esto es sólo aparente, porque él
atnbuye a la probabilidad precisamente todo aquello que es razonablemente posible.
126
123
Esta concepción de peligro, con algunas modificaciones, coincide con la de LISZT, 11, 28, 11, 3, pág. 301. En este caso el aborto fingido debe quedar impune. Pero puede apreciarse un atentado a la propiedad si la
También lo defiende R0DR1GUEZ MOURULLO, XVI, V, 2, págs. 336 y sigts., con detalle y bibliografía superchería tuvo por objeto obtener ventajas patrimoniales aprovechándose de las creencias equivocadas
Pero el punto de vista que más se asemeja al del texto pertenece a MlR, Función de la pena y teorta del delito de la mujer.
en el Estado Social y Democrático de Drrccho, Bosch, Barcelona, 1982, pág. 65. No obstante, la sistemática lJ.T STRATEÑ\VERTH, 216 y sigts, págs. 82 y sigts., que se ocupa del problema en relación con la teoría de la
de MIR difi.ere de la mía, porque él no atribuye el peligro así configurado al desvalor de resultado sino que adecuación.
128
lo considera una característica del ucomportamiento peligroso". Por eso cree que la lesión efectiva del bien STRATE:'ffi/ERTH, 217, pág. 83
119
jurídico no constituye el injusto del delito y sólo puede ser tomada en cuenta como una prueba sobre la Véase, al respecto, con cierto detalle, infra, 36, Ill.
peligrosidad que entran.a la realización de la acciónn (op. cit., pág. 66). Eslo lo conduce a consecuencias rn Jnfra, 16 y sigts.
prácticas diferentes de las que se expondrán en el texto más adelante, infra, en este mismo párrafo, 3). rn lnfra, 25, I, a).

56 57
DERECHO PE'.'.'AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa C:APlTl/1 O I / "EL DERECHO PENAL EK GENERAL

mente inadecuada que, sin embargo, a él no se le puede reprochar personal1:1ente_a ca1:1sa por el derecho; pero, en cambio, como el observador imparcial, al efecluar la prognosis
de su incapacidad para autodeterminarse conforme a derecho. El orde~amtento Jurídico posterior con el conocimiento de las circunstancias de que disponía el autor, apreciaría un
quiere impedir también que los enfermos mentales maten a otros; pe:r~ Sl el hecho ocurre, peligro, éste subsiste y permite fundamentar el desvalor de resultado que autoriza a cons-
no puede "cargárselo a su cuenta", porque ellos no están en cond1ctones de acatar sus tituir el injusto de la tentativa punible.
mandatos o prohibiciones.
4. Los criterios que se han defendido aquí habilitan, en principio, para com-
3. Puesto que el desvalor de la acción y del resultado son ambos indispensa, prender el sistema de derecho penal que rige en nuestro país. En efecto, hay aspec-
bles para justificar la intervención del derecho penal, si falta uno de e!!os no puede tos de la ley chilena, como la punibilidad de la tentativa y el delito frustrado, 137 la
imponerse una pena, y si cualquiera de los dos se encuentra reducido, el!o tiene que expre- apreciación unitaria de los hechos ejecutados por varios partícipes, 138 o los requisi-
sarse también en una atenuación de la punibilidad. tos de las causales de justificación, 139 que no se pueden explicar si no se concede la
Ejemplos: 1) Cuando se produce una tentativa absolutamente inidónea, corno debida importancia al desvalor de acción en la constitución del injusto. A su vez, la
si alguien trata de dar muerte a su enemigo valiéndose de hechizos, no existe desvalor significación del desvalor de resultado es imprescindible para fundamentar la im-
de resultado, porque el observador imparcial razonable juzgará que esa conducta no punidad de la tentativa absolutamente inidónea (tentativa irreal), 140 la de la tentati-
crea peligro para 1a vida de la presunta víctima; por consiguiente, no debe imponer- . va de participación 141 o la del delito imprudente s1n lesión o con una lesión de poca
se pena. 2) La conducta del que guía su automóvil con prudencia y da muerte a un trascendencia. 142
suicida que se arroja de manera imprevisible ba¡o las ruedas del vehículo es adecua- En la práctica, sin embargo, la ley vigente no es siempre consecuente con
da a los mandatos del derecho, es decir, justa. En este caso falta el desvalor de acción estos puntos de partida. Ya se ha destacado que en ella se consagran tipos penales
y, por supuesto, se excluye la punibilidad. 3) En la tentativa el desvalor de resultado que no cumplen con la exigencia de proteger bienes jurídicos auténticos, 143 traspa-
es inferior que en el delito consumado, pues ella sólo pone en peligro el bien jurídi- sando a menudo las fronteras de la moderación y tolerancia que han de caracterizar
co pero no lo lesiona. Por eso, es correcto que la pena con que se amenaza a la a la legislación de un Estado de Derecho. Por otra parte, tamhién existen figuras
tentativa sea inferior a la establecida para el delito consumado. 4) La inadecuación delictivas cuyo injusto se ha establecido sin tener en cuenta para nada el desvalor de
al derecho de la conducta imprudente es menor que la de la dolosa. En consecuen- resultado. Así sucede con los delitos de peligro abstracto 144 , mediante los cuales se
cia, como su desvalor de acción es reducido, sólo se la debe sancionar con una pena castigan puras desobediencias. Finalmente, en algunos casos la ley sanciona hechos
cuando se le suma un desvalor de resultado considerable, es decir, la lesión efectiva en los que no concurre el desvalor de acción, como sucede con los delítos,calificados
de un bien jurídico de gran valor (porque no basta el puro peligro la tentativa de un por e1 resu1tado. 145 Para la cultura político-jurídica de nuestro tiempo todas estas son
delito culposo es impune; porque el bien jurídico no es de suficiente valor, tampoco situaciones repudiables.
se castiga el delito imprudente de hurto consumado, etc.).
dd) El derecho penal no puede cumplir su misión de proteger los bienes jurí-
Las consecuencias expuestas en este párrafo son disculidas.
RODRIGUEZ MOURULLO sostiene que la ausencia del desvalor de acción es impo- dicos en la misma forma respecto de todos los participantes en la convivencia, por-
lente "para excluir la antijuridicidad cuando concurre el desvalor de resultado''. 132 que no todos ellos están en condiciones de reaccionar en la forma normal ante sus
Cila como ejemplo el error sobre la concurrencia de los presupuestos de una causal ~e
exigencias. A la mayoría le exige que acate sus mandatos de no ejecutar conductas
justificación. En esta siluación no concurriría desvalor de acción y, sin embargo, el prnpto
WELZEL cons1dera que subsiste el injusto (la anl1juridic1dad). Pero la objeoón sólo es con- inadecuadas que los lesionen o pongan en peligro y, para motivar1os 146 a que lo
tundente si se está de acuerdo con RODRlGUEZ MOURULLO en el sentido de que en eslos hagan, amenaza la trasgresión con una pena. Pero en la sociedad existen personas
casos falta el desvalor de acción. En mi opinión, ese no es el caso, pues las causales de de las que no puede esperarse que reaccionen apropiadamente frente a la perspecti-
justificación no son más que autorizaciones especiales para la realización de una acción en sí
,desvaliosa. 133 va de la sanción porque no están capacitadas para autodeterminarse correctamente a
En otro sentido, autores como JESCHECK134 y ROXIN 135 afinnan que, cuando se dan causa de que no distinguen lo justo de lo injusto o de que sus controles inhibitorios
los requisitos objetivos de una causal de justificación pern el autor lo ignora, de manera
que no está presente el elemento subjelivo correspondiente, hay que castigar por una
tentativa a pesar de que "no existe desvalor de resultado". Es decir, en este caso la ausencia 137
lnfra, 36, II.
del desvalor de resultado no sería óbice para la imposición de una pena. De acuerdo con el ne Tnfra, 37,l
punto de vista que he desarrollado más arriba la solución es correcta,rn pero la 119
lnfra, 23, i, b)
fundamentación, distinta. En el caso propuesto, en efecto, el desvalor de resultado no 140
lnfra, 36, lll, b), ee)
consiste en la lesión del bien jurídico, porque ésta se encontraba autorizada objetivamente lH lnfra, 38, l, e), bb)
1 2
~ '.:iupra, en el párrafo precedente, 3), e infra, 19, V
H Supra, l, Hl, b). En el estudio de la Parte Especial esto se hace patente de una manera dramática
114
m RODRIGUEZ MOURULLO, l, XVl, V, l, pág. 335 Infra, 17, 11, b).
145
rn Véase, infra, l 6, lll, e) lnfra, 20, l.
i o Sobre la función motivadora de la norma penal véase ENRTQUE:; GlMBERNAT, ¿1lene futuro la dogmática
4
nt JESCHECK,31,lV,2,pág.296.
m ROXIN, Teoría, pág. 254. juridico-penal?, Temis, Bogotá, 1983, II, 2, págs 11 y sigts., y MUÑOZ CONDE, Derecho Penal y Control
rn, Véase también infra, 36, lll, b), ee) Soclal, clt., 11, págs. 31 y sigts.

58 59
CAPÍTULO 1 / El. nFRECMO PENAL EN GENERAL
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Uaúa

están <lanados o insuficientemente desarrollados. 147 A ellas, por consiguiente, la Por los motivos expuestos, la literatura contemporánea expresa desencanto
amenaza de la pena no puede inducirlas a detenerse, y a su respecto el ordenamien- por no poder prescindir de la dualidad de pena y medida. 156 Por desgracia, ella es
to punitivo debe limitarse a cumplir una función preventiva, renunciando a la aspi- inevitable, al menos en el presente.
ración de formarlas en el acatamiento de los valores ético-sociales: para esto echa En efecto, sería deseable que al autor del hecho injusto sólo se le impusiera un mal
mano de las medidas de seguridad y resocialización, que se aplican, en lugar de la pena, adecuado a su culpabilidad por la acción ejecutada, es decir, una pena. El ideal es que si
a sujetos que padecen de profundas perturbaciones psíquicas o son aún inmaduros. además es preciso actuar sobre su personalidad para corregirlo, se contase con su consenti-
miento y el tratamiento se desarrollara durante el período de ejecución de la pena, e, inclu-
Hay, además, otros individuos con un deterioro severo y más o menos perma- so, que apareciera sólo como una forma de ejecución de esta. 157 Ni lo uno ni lo otro es
nente de la personalidad, motivado por malformaciones psíquicas más superficia- posible por completo pues, aun diversificando fas formas de ejecución de la sanción a fin de
les, experiencias traumáticas, defectos de educación, alteraciones del medio, etc. 148 ofrecer más alternativas para que se adecue simultáneamente a los límites impuestos por la
reprochabilidad y a la necesidad de resocialización, siempre existirá un número de casos en
Por regla general, ellos no están inhabilitados para autodeterminarse según las exi-
los que la congruencia de ambos factores será imposible; 158 entretanto, no siempre puede
gencias del derecho, pero su capacidad de hacerlo se encuentra debilitada. A su esperarse que el sujeto acepte ser tratado y colabore a su recuperación, incluso prescindien-
respecto, pues, pueden cumplirse al mismo tiempo las funciones ético-social y pre- do de consideraciones atendibles sobre la discrepancia que agravan más el problema.159 De
este modo el derecho penal, al cual compete manejar la indeseable reacción punitiva, ha de
ventiva del derecho penal. Para ello se acude al sistema de doble vía o duplo binario, 149
asumir también la responsabilidad de manipular esta otra, aún más lamentable. Pero, por
que consiste en la irrogación tanto de una pena como de una medida de seguridad eso mismo, es inaceptable que delegue esa tarea en otros ordenamientos que ofrecen al
o resocialización, cuya ejecución puede ser sucesiva, simultánea o sustitutiva (siste- ciudadano menos garantías. 160 De lege Jerenda las medidas sólo deben aceptarse cuando su
ma vicaria!). imposición tiene como presupuesto a lo menos la ejecución de un hecho típico y antijurídico
(medidas postdeiictuales) siendo, en cambio, intolerables las que se funda únicamente en una
prognosis insegura sobre la peligrosidad del sujeto, no exteriorizada Lodavía en actos típicos
En la práctica, el derecho penal contemporáneo en todas las naciones es de doble vía, a
(medidas predelictuales), 161 como algunas de las que contempla la Ley 16.618, sobre Menores,
pesar de que a esta se la hace objeto de criticas severas. Por una parte, se observa que las
que me parece especialmente desafortunada. Asimismo, la irrogación de la medida ha de ser
medidas de seguridad y resocialización impuestas en forma coactiva significan, de todas materia de un procedimiento penal, seguido ante el juez competente para conocer de causas
maneras, un mal para el sujeto. 150 En ciertos casos esto es tan evidente que KOHLRAUSCH criminales y rodeado de las garantías correspondientes. 162 Por esto cabe deplorar el régimen
lo calificó como "fraude de etiquetas", pues afirmaba que "el paso de presidio (pena) a inter- de excepción que consagra la Ley 16.618 respecto a los menores. Por último, si bien la
namiento de seguridad (medida) se agotaba frecuentemente en la traslación del preso, bajo magnitud de las medidas de seguridad y resocialización no depende de la culpabilidad sino
un régimen invariable, del ala oriental a la occidental del establecimiento". 151 Pero también de 1a peligrosidad del sujeto, no debe imponerse una que sea desproporcionada al hecho
la ejecución de otras medidas más benignas importa una irrupción en la personalidad del cometido, al temor de que incurra en otras infracciones o al peligro efectivo que genera su
individuo cuyos efectos son difíciles de evaluar. 152 Por otro lado, la institución misma de las presencia en la sociedad. 163 Por consiguienle, aunque el pronóstico sobre la peligrosidad del
medidas de seguridad y resocialización se mira con desconfianza, a causa de que su imposi- autor sea sombrío, no puede sometérselo a una medida que importa una privación de libertad
ción no se vincula a la culpabilidad, 153 sus presupuestos son imprecisos y en la ley sólo
pueden perfilarse de modo general, su duración es indelerminada y el juicio de prognosis
relati\'o a la incapacidad para dejarse determinar por el derecho (peligrosidad), inseguro. 154 116
JESCHECK, 1, n, 3 pág. 6; BUSTOS, Pena y Estado, cit. 2, pág. 150: no '·tiene sentido una diferenciación
Finalmente, se objeta también la idea misma de la resociaU.zación en tanto implica una socia- entre penas y medidas, lo que sólo es producto de una determinada etapa histórica, que en la actualidad
lización determinada por las opiniones de los grupos hegemónicos, sin tener en cuenta la de ha quedado superada". Otra opinión, pero que también se orienta a concluir con la distinción, ROXlN,
quienes la conciben de una manera distinta, todo lo cual puede conducir al "Lotalitarismo de Franz von Li.szt y 1a concepción político criminal de! Proyecto Alternativo, JII, 3, págs. 57 y sigts.
uno, algunos, o de la mayoría sobre la minoría". 155 m CURY, Programa de la pena, cit., lll y IV, págs. 9 y sigts. y Contribución a! estudio de !a pena, en R.C.P, tomo
XXXII Nº 1, 1973, 3, IV, págs. 60 y sigts. De manera amplia se pronuncia sobre este tema MUÑOZ
CONDE, Derecho Pena! y Control Social, cit., lll, págs. 51 y sigts.
nR CLJRY, Programa ele la pena, cit., VI, págs. 14 y sigts.
159
Supra, nota 149.
w WELZEL, 1, II, págs. 17 y sigts.
16
º Cfr. supra, 1, I, antes de a)
148
BAUlvlANN, 3, ll, 2, b), pág. 15;JESCHECK, 1, II 2, págs. 4 y 5 161
Así, CEREZO, 1, pág. 38;JESCHECK, l, II, 3, pág. 6; \VELZEL, 1, 11, pág. 20. Acepta medidas, aunque
149 BAUMANN, 3, n, 2, B), pág. 15;JESCHECK 1, Il, 3, págs. 5 y 6; MAURACH, l, 7, III, pág_ 83; MEZGER, no se haya ejecutado un hecho típico SCHMIDTHAUSER, 2, Ill, 18, pág. 20; ese es también el sentido
Libro de Estudio, 1, 4, 11, págs. 27 y 28; WELZEL, 1, II, 2, pág. 21. de lo que expresa COUSIÑO, I, 1, E, 2º, pág. 11. Por el contrario, lvlAURACH, II, 32, B, 2, pág. 42, de
15 º SCHMIDTHÁUSER, 2, lll, 19, pág. 21 y 3, lll, 30. pág. 45; CURY, Progra.made la pena, en Revista Mexiw- acuerdo a su concepción particular sobre la estrucLUra de la culpabilidad (atribuibilidad), exige más
na de Pn:vencióny Readaptación Social, 7, 1973. Vl, págs. 14 y 15. que el texto, pues sólo acepta la imposición de una medida cuando, además de la antijuridicidad,
lSl Cfr. lvlAURACH, II, 66, IV, C, 2, pág. 283. concurre la "responsabilidad"' del autor, esto es, si "se ha comportado en la situación dada, de modo
152
Véase supra, nota 144. distinto a como cualquier hombre hubiera actuado en la misma situación Sobre los fundamentos de
TI.

l 5 J ROX1N, Iniciación, págs. 50 y sigts. este punto de vista, véase infra 29, L
c, JESCHECK, op. y loe. cit., en nota anterior. Parcialmente de otra opinión es FAlREN GUILLEN, El
154 HELENO FRAGOSO, Lei;:oes de Direito Penal, Sao Paulo, 1976, I, 10, pág. lO;JESCHECK, l, 11, 3, pág. 6. 1 1

Véase, asimismo, el conjunto de trabajos reunidos en el volumen Peligrosidad y Medidas de Seguridad (La proceso por peligrosidad sin delito en el derecho comparado. cit., 10, págs. 68 y sigts., quien se pronuncia
ley de peligrosidad y rehabilitación social de 4 de agosto de 1970), Universidad de Valencia, 1974. En especial, por un proceso jurisdiccional pero ·'especializado". También así M. PASTOR LOPEZ, Aspectos orgánicos
].R. CASABO RUIZ, El ftmdamenlo de la med[da de seguridad, págs. 35 y sigts. y Actualidad del pensamiento y funcionales de la ley de peligrosidad y rehabilitación, en Peligrosidad social y medidas de seguridad, cit.
histórico sobre la legislación penal preventiva, pág. 61; V. FAIREN GUILLEN, El proceso por pdigrosidaci sin págs. 311 y sigts.
delito en el derecho comparado, págs, 151 y sigts., y RODRlGUEZ MOURULLO. 1Vkdida de Seguridad y 1 1
" JESCHECK, 4, II, 2, pág. 22; ROXIN, Franz van Liszt y la concepción político ciiminal del Proyecto Alternativo,
Estado de Derecho, págs. 343 y sigts. cit., llt, 3, pág_ 58: "A la sanción preventiva de una conducta sociahnente insoportable la llamamos ... medida
m BUSTOS, Pena y Estado, en Bases c,'iticas, 2, págs. 147 y 148. de seguridad (si está limitada) por el principio de propordonalidad".

60 61
DERECHO PENAL/ PARTE GE:-JERAL / Enrique Cury Urzüa CAPITULO 1 / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

prolongada si sólo ha suslraído unas cosas de valor insignificante. La medida también tiene _ §2. CONCEPTO, NATURALEZA Y FIN DE LA PENA
que determinarse, en definitiva, de acuerdo con la situación concreta; no según previsiones
abstractas. 164
l. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y SU SISTEMÁTICA.
d) El derecho penal, por la naturaleza de las funciones que debe cumplir, constituye
un sistema de control social. 165 De acuerdo con lo que se ha expuesto, su misió!l es Como para cumplir su misión el derecho pena] se sirve predominantemente
obtener que los integrantes de la sociedad se comporten de un cierto modo y no de de la pena es indispensable referirse ahora a la naturaleza de ésta y a la forma en
otro, con el objeto de asegurar la convivencia pacífica, esto es, de solucionar los que debe actuar para la obtención de tales objetivos. La respuesta a estas pregun-
conflictos que se producen entre ellos. Para hacerlo, parte del supuesto de que un tas configura la teoría de la naturaleza y el fin de la pena y ha dado origen a un
estado de cosas es más deseable que otro e impone su respeto sirviéndose de la debate secular.
amenaza de la pena o recurriendo a la medida preventiva. Pero el orden que defien- En una exposición pedagógica sería deseable encabezar el análisis de la cues-
de no es absoluto. Por el contrario, depende de las particularidades de la estructura tión con un concepto de pena. Sin embargo, como éste depende del criterio que se
social. Una de las tareas más importantes que competen al jurista es efectuar la adopte respecto a su naturaleza y finalidad, parece preferible asumir primero una
crítica de esa estructura, a la luz de convicciones más altas sobre lo justo y lo injusto posición frente a esa materia, para sólo después ofrecer una noción que sea con-
y sobre el destino y la dignidad del hombre. gruente con ella. Ésta es la razón del orden en que se encuentran dispuestos los
El derecho penal es el sistema de control social más enérgico y, a causa de apartados siguientes: en ellos el concepto de la pena es la consecuencia de mis
ello, se ha impuesto la necesidad de formalizarlo para proteger al ciudadano con- puntos de vista sobre su naturaleza y objetivos.
tra excesos del poder estatal. 166 Sin embargo existen muchos otros sistemas de
En la literntura chilena y latinoamericana en general, es usual postergar el tratamiento
control social informales, cuya importancia es probablemente mayor que la del de estos problemas, haciéndose cargo de ellos al iniciar la teoría de la pena. 168 El empleo de
ordenamiento punitivo 167 y sin cuya intervención éste sería ineficaz o no subsisti- este sistema tiene la ventaja de presentar en conjunto todo 1o relativo a la reacción punitiva.
ría siquiera. Así, por ejemplo, las normas que regulan la coexistencia familiar, Sin embargo, la práctica demuestra que muchas cuestiones referentes al delito o la ley penal
educacional, laboral, o las que configuran las relaciones sociales; los preceptos no pueden resolverse con propiedad sino a partir del concepto de pena que se defiende, con
el cual la solución debe ser consistente. Asi, entre otros, -para no mencionar sino uno de los
éticos y las reglas de conducta impuestas por la religión, constituyen otros tantos más importantes- el de la noción, inclusión, ubicación y función de la culpabilidad en la
regímenes de control que van moldeando el comportamiento de los individuos estructura del hecho punible.
con arreglo a expectativas diversas. Todo el ordenamiento jurídico no penal·cum- Así pues, el asunto de la naturaleza y fin de la pena condiciona la unidad del sistema, del
ple también esa función. cual es un presupuesto y no un puro aspecto parcial. Es probable, incluso, que si no se lo
tiene presente desde el principio, la exposición dogmática aparezca como un despliegue
En muchos casos, cualquiera de esos sistemas realiza mejor que el derecho académico de tecnicismos insustanciales. Porque, en efecto, la eficacia práctica del derecho
penal la tarea de preservar los estados sociales deseables. Por eso, es absurdo e inútil penal se mide de acuerdo con lo que la pena es capaz de hacer por la sociedad en su lucha
el empeñÜ que se pone a veces en incriminar todo lo que se considera contrastante conlra el delito, y por las consecuencias que acarrea su empleo. Entonces, si no se percibe la
con .]os valores dominantes en la sociedad. El derecho penal sólo es el guardián de relación que existe entre esas cuesliones y el esfuerzo por depurar el concepto de otras
inslituciones, se experimenta la sensación de que todo el complicado andamiaje dogmático
las vigas maestras del edificio social y, para que cumpla su tarea con seriedad, debe está destinado a soportar una arquitectura monumental, pero inútil. En cambio, cuando esa
realizar1a garantizando que no dañará las otras estructuras que la componen. Ade- relación se tiene en cuenta, se comprenden también las razones por las que es preciso discu-
más, tiene que estar atento a lo"s cambios experimentados por la trama de las rela- tir cuestiones aparentemente abstrusas como la estructura de la acción, los casos de error de
ciones sociales, a fin de no constituirse en un instrumento insoportable de domina- prohibición y sus efectos, o la antijuridicidad de la tenlaLiva inidónea. Uno afirma que el que
intenta un aborto en una mujer no embarazada debe ser castigado, no por conservar la
ción interesada y conservadora. simetría teórica, sino porque piensa que la pena, como la concibe, es apropiada para enfren-
tar el problema social que genera ese componamiemo. Se desea saber si el dolo pertenece al
tipo o a la culpabilidad, porque se tiene conciencia de que el proceso penal surte ya muchos
efeclos propios de la sanción puniliva, y se quiere averiguar si es posible cerrarlo más tem-
prano, eludiendo el empleo de aquellos de sus procedimientos que provocan consecuencias

JH Para un examen más deLallado de las medidas de seguridad y resocialización, véase infra, 56
Jts El concepto de control social procede de la criminología. Se lo ha introducido más tarde en la dogmálica
penal, con resultados fecundos. La literatura sobre el tema es extensa. Puede encontrarse una visión del ior LABATUT, 1, 225, págs. 243 y sigts; NOVOA, II, 501 y sigts., págs. 301 y sigts., COUSIÑO, cuya obra
estado de la cuestión en HASSEMER, 27, págs. 3tl8 y sigts. hasta el fin de la obra; MUÑOZ CO"'JDE, y_uedó inconclusa, no se hace cargo del asunto en la parte introductoria: cabe presumir, por eso, que
Derecho Penal y Control Social, cit., passim.; BACIGALUPO, I, A, 1, págs. J y sigts.; GARRIDO, l, l, VI, lambién lo reservó para considerarlo en la teoría de la pena, que nunca escribió. Enlre los autores chilenos
págs. 25 y sigts. los únicos que adoplan un criterio como el del texto son ETCHEBERRY, 1, págs. 30 y sigts., GARRlDO, l,
166
Con detalle, HASSEMER, 27, págs 395 y sigts. 5, págs. 69 y sigts., y POUTOf'~ págs. 41 y sigts. En la literatura latinoamericana reciente, véase, exten-
167
STRATENVVHERT, 23, pág. 9. samente, ZAffARONl, 5 y 6, págs. 41 y sigts.

62 63
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ "Enrique Cury Urzúa
CAPlTULO 1/ EL DERECHO PENAi. EN GE-"ERAl

169
indeseables. Por estas razones, aqui el concepto, naturaleza y fin de la pena se examinan
a la cabeza del sistema. 17º - concepciones anteriores. Estas teorías predominan en la actualidad, pero esto no
implica uniformidad de criterios.
Por supuesto, en esta exposición no se puede describir detalladamente lapo-
II. LAS PRINCIPALES TEORÍAS SOBRE LA lémica que se agita en torno a la materia. Pero en los párrafos siguientes se intenta al
NATURALEZA Y FTN DE LA PENA menos profundizar un poco en los aspectos esenciales de cada teoría y destacar las
críticas más ceneras que se les han dirigido.
a) Teorías absolutas y relativas de la pena
b) La8 teorías absoluta8: la retribución
Sobre la naturaleza y el fin de la pena existe una amplia gama de concepciones
que se han desarrollado por más de veinticinco siglos, a lo largo de la historia de la La más representativa de las teorías absolutas es la de la retribución. Con arre-
filosofía y el derecho occidentales. 171 Sin embargo, todas ellas son variantes de tres glo a ella, la pena es el mal que se irroga al autor ele un hecho injusto, en consideración a
principales, cuyo contenido se encuentra sintetizado en la pregunta clásica: Punílur que éste puede serle reprochado por constituir una decisión contra1ia a los mandatos y
quia Pecatum est aut ne peccetur? (¿Se castiga porque se ha pecado o para que nó se prohibiciones del derecho. El sujeto, que podía comportarse en la forma exigida por las
peque'). 172 normas, ha preferido transgredirlas; la pena es la consecuencia de esta conducta
las teorías absolutas, responden en el primer sentido: al autor se lo castiga culpable, en la cual no sólo se funda, sino que, además, constituye la mechda de la
porque pecó, esto es, por el delito ejecutado, de manera que la pena no persigue finali- que se impondrá. 173
dades ulteriores y se justifica a sí misma. Por el contrario, las temias relalívas son de
La teoría de la retribución goza de un prestigio teórico indiscutihle. Su seducción se
índole preventiva. La pena se impone para que no se peque, es decir, con el propósito
debe, en parte, a la lógica interna del razonamienlo en que se sustenta, a cuya profundidad
de evitar la comisión de olros delitos. Se justifica, por consiguiente, sólo en relación a y perfección han contribuido algunos de los filósofos idealistas más import.antes, como KANT
ese objetivo, y de allí su denominación como relativas. y HEGEL 17+ En parte, también, a que su concepción del castigo se aproxima a la que los
Las teorías relativas, a su vez, tienen dos vertientes. La teoría de la prevención pensadores cristianos consideran propia de la reacción Divina frente a la transgresión de sus
mandatos (pecado). No es raro, pues, que encuentre eco en los grandes teólogos y filósofos
especial pretende alcanzar su meta mejorando al autor (reformándolo, readaptándolo,
católicos y protestantes, como SANTO TOMAS DE AQUINO, SAN J\GUSTTN, ALTHAUS Y
resocializándolo); en cambio, la de la prevención general, actuando sobre la comuni- TRILtHAAS. 17 " Así, en el mensc1je de PIO XII al V1 Congreso Internaci011al de Derecho
dad y el propio autor del delito mediante la amenaza de la pena y su ejecución, las Penal celebrado en 1954, se afirma que "el Juez Supremo, en su juicio finaL aplica única-
cuales deben constituir un motivo de abstención para los que desean evitar el riesgo mente el principio de la retribución, el cual, por lo tanto, debe poseer ciertamrnte un valor
digno de ser Lenido en cuenta"." 70 De este mudo, la idea de la retribucicín 11a penetrado
de encontrarse expuestos a ella.
hondo en las convicciones populares, más sensibles al estímulo religioso que a los argumen-
Junto a estos pu,ntos de vista básicos, que en sus formas ortodoxas se excluyen tos intelectuales.
unos a otros, se han desarrollados las teorías mixtas o unitarias. Como su nombre lo Una de las formulaciones más consistentes de las ideas retributivas procede de KANT
indica, ellas procuran conciliar, atribuyendo a la pena características y objetivos Según su punto de vista, "el derecho de castigar es el derecho que tiene el soberano de
afectar dolorosamente al súbdito por causa de la transgresión de la ley" "Lo pena _jurídica
múltiples, que Satisfacen, en cierta medida, los presupuestos y exigencias de las tres
(pocna_forensis) ... no puede nunca aplicarse como un simple medio de procurar otro bien, ni
aun en beneficio del culpable o de la sociedad, sino que debe siempre serlo contra el culpa-
ble por !asola mz15n ele que ha delinquido". "La ley penal es un imperativo categórico, y desdi-
169
ROXlN, Sobre el fin de protección de la nonna en los delitos imprudentes, en Problemas Bás[cos, CÍL I, pág. 181:
"No se debe intentar alcanzar este fin sólo por medios procesales ... , ya que Lales instrumentos de restric-
ción de Ia punibilidad presuponen un proceso o, al menos, un sumario en estado avanzado, cosas ambas
que en muchos casos serla mejor evitar de an'temanon. (El énfasis es mío.) ROXlN se está refiriendo aquí a la 1
n Así, por no citar sino algunos de los contemporáneos representalivos, CEREZO, 1, 1, págs 28 y sigts.;
delimitación de Ia imprudencia o culpa, un problema equivalente a los que se destacan rn el texLO. CORDOBA RODA, RODRIGUEZ MOURULLO Y C:ASAB0, IT, págs 9 y sigLs.; ML'\..URACH, l, 7, I, págs. 79
170
Este criterio es predominante en el derecho penal comparado del presente. Véanse, por todos, BAUMANNN, y sigts; NOVOA, 11, 505, págs 307 y sigLs., quien, presumiblemente, ya no piensa de esta manera;
3, 11, 2, págs. 9y sigts.; BELING, 2 ysigts. y 3 y sgts., CEREZO, l, págs. 22 y sigts.; _JAKOBS, 1, l ysigts.,
págs. 8 y sígts.; _JESCHECK, 1, 8, págs., 53 y sigts.;JIMENEZ DE ASUA, II, 478 y sigts., págs. 31 y sigts.;
MAURACH, I, 6, págs. 62 y sigts.; MIR, Introducción, II, II, págs. 61 y sigts.; MUÑOZ C:ONDF., Inlroduc-
RODRlGUEZ DEVESA, I, págs. 816; \VELZEL, 32, I. pág. 326. En todos los autores citados, el punLo de
partida retriburivo no es óbice para aceptar que la pena puede cumplir, además, cometidos accesorios de '!'I
l
1

prevención. En rigor, esto los sitúa entre los sostenedores de teorías unitarias, pero los alinea, asimismo,
ción, I, B, b),_págs 33 y sigts.; ROXIN, 3, 1 y sigts., págs. 78 y sigts. e Iniciación, J, l, III, págs. 32 y sigts.; en un secror definido <le ellas. Al respecto, véase infra, III, a).
SCHMlDTHAUSER, 3, II, págs 31 y sigts., STRATENWERTH, 24 y sigts., págs_ 10 y siguientes. En cam- 174
ROXIN, 3, 3, págs. 82 y sigLs. ¡:
bio, RODRIGUEZ DEVESA, I, págs 815 y sigts. y \VELZEL, 32, T, págs. 326 y sigts. se inclinan por la 17
Cfr. JESCHECK, 8, lll, .), pág. 62.
ubicación en la teoría de la pena.
'
,.
,n Idem. En su Lesis <le licenciado (no publicada) La muerte como causal de extinción de la nsponsabllidad 1

m Aparte de la prolija revisión que realiza JIMENEZ DE ASUA en el texto citado en la nota anterior, puede pena/, Santiago, Abril de 1997, lV, A, pág. 10, nota 25) JUAN IGKACTO PIÑA ROCHEFORT impugna
consultarse a COSTA, El Delito y la Pena en /a historia de la Filosofía, traducción de Mariano Ruiz Funes, agudameme esta conclusión del romíilce, porque "es evidente que en la etapa en que dicho juicio final se
172
México, 1953, passim. · lleYe a efecto ya no tendría razón de ser una teoría prevencionisLa", a causa de lo cual no serta posible ¡fJ
Esta formulación procede de SENE CA, que recoge la idea del Prolágonts de PLATÓN. Cfr. ROXlN, inicia- extraer de la naturaleza de la c,lli1ción Divina consecuencias para la de la pena impuesta por los ordenamientos
ción, I, 1, lll, b), pág. 36. _jurídicos humanos, para los males sí liene sentido senirse de una pena preventiva
1
64 65 1
1
DERECHO PENAL./ \'ARTE C.ENERAL / Enriqu~ Cury Urzúa
CAP1n:1.o l / EL DERECHO PENAL E>! GENERAL

chado aquel que se arrastra por el tortuoso sendero del eudemonismo, para encontrar algo
bb) Por otra parte, la concepción retributiva, sobre todo en sus formas orto-
que, por la ventaja que se puede sacar, descargase al culpable" .177
Sobre estos presupuesto, KANT llega lógicamente a la solución de su célebre ejemplci, doxas, tiene una marcada tendencia moralizante que parece impropia de la mi-
muchas veces repetido: "Si la sociedad civil llega a disolverse por el consentimiento de todos sión confiada al ordenamiento jurtdico. En esto acusa, sin duda, su origen religio-
sus miembros, como si, por ejemplo, un pueblo que habitase una isla decidiera abandonarla so. Sobre esta base, sin embargo, la pena retributiva difícilmente puede Justificar-
y dispersarse, el último asesino delenido en prisión debería ser muerto antes de esta disolu-
se; para hacerlo es necesario atribuirle alguna finalidad social práctica que, claro
ción, a fin de que cada uno sufriese la pena de su crimen, y que e1 crimen de homicidio no
recayese sobre el pueblo que descuidase el imponer este castigo, porque entonces podría ser está, no puede ser, como quería HEGEL, la de honrar al delincuente en cuanto ser
considerado como cómplice de esta violación pública de la justicia" .178 racional.
Esta idea de retribución tan depurada es chocante, porque resulta ajena a las exigencias
de la realidad. Empujado por su razonamiento, KANT concluye deslizándose, sin repugnan- ce) La afirmación de que la pena se basa en la culpabilidad por el injusto trae
cia, hasta el talión: "No hay más que el derecho del la/fon Qus lalionis), que pueda dar aparejada la de que una pena sólo es justa si corresponde a la medida de la culpabi-
determinadame.me la cualidad y la cantidad de. la pena, pero con la condición bien entendi-
da de ser apreciada por un tribunal (no por el juicio privado); todos los demás derechos son lidad. Esto, sin embargo, es impracticable, pues no existe una forma de cuantificar
movibles y no pueden concordar con la sentencia de una justicia pura y estricta a causa de la reprochabilidad de la conducta ejecutada por el autor. Más aún: ni siquiera se
las consideraciones exlrañas que con ella se mezclan". puede establecer empíricamente el grado de libertad aparente con que ha obrado,
Algo parecido sucede con la concepción dialécLica de HEGEL, según la cual la pena es porque para eso sería preciso reproducir la situación en que lo hizo, y ello es impo-
la expresión de la "voluntad general", representada por el ordenamiento julidico, y tiene
como finalidad negar la "voluntad especial" del delincuente que se ha manifestado en la sible.184 A causa de esto, la teoría de la retribución parece incapaz de funcionar. La
infracción del derecho. De este modo se reslablece la vigencia de la ley, demostrando la pena no podría operar como expiación justa porque no hay manera de conocer la
inutilidad del delito. 179 magnitud de la culpabilidad ni de adecuarla a ella.
En todo caso, antes de enjuiciar estas teolias es preciso recordar que, como puntualiza
\VELZEL, ellas deben entenderse como posiciones conlrarias a las le.orías de la pena desa- dd) Finalmente, la teoría retributiva no explica la razón por la cual ciertos
rrolladas por el derecho natural profano y en el periodo de la Ilustración, y por esta razón
sólo pueden ser explicadas "desde este trasfondo histórico y desde su propio sistema". 18º De
injustos culpables deben ser sancionados con una pena y otros no. En atención a su
otra manera, uno se expone a emitir un juicio ahistórico sobre ellas, como les sucede a punto de partida y a la lógica de su raciocinio esto no tiene fundamento, pues sólo
ciertos autores que parecieran imaginar a KANT y HEGEL encabezando movimientos políti- podría encontrárselo atendiendo a consideraciones de ulilidad social que le son aje-
cos contemporáneos. Además, por exagerada que parezca -y quizás por eso mismo- la con- nas e, incluso, contradictorias con su planteamiento.
cepción retributiva absoluta posee, como se verá,m un valor considerable para la determi-
nación de la naturaleza de la pena y, a consecuencias de ello, para la comprensión de los
límites que deben.observarse en su imposición. e) Las teorías absolutas: la expiación

La teoría de la retribución está sometida a varios reparos: De acuerdo con la teoría de la expiación, la finalidad de la pena es "la compren-
aa) En primer lugar, presupone aceptado que el hombre se autodetermina, que sión, por parte del autor del injusto realizado, así como de la necesidad de la pena,
es libre, pues sólo sobre esa base es posible dirigirle un reproche y hacerlo responsa- con la consecuencia de una reconciliación con la sociedad". 185 Entendida de esta
ble por su hecho. Esto implica funcionar en base a un postulado, 182 pues la libertad manera clásica, carece actualmente de sostenedores. 186 Lo característico de la expia-
del hombre sigue siendo improbable, a pesar de todos los esfuerzos desplegados para ción moral radica en que el sujeto la experimenta de manera inmanente, corno
acreditarla. Esto supone asumir un riesgo de error peligroso, sobre todo si se tiene en sentimiento de culpa. Con la pena esto puede no ocurrir, como en el caso del vaga-
consideración que de ese punto de partida dudoso se pretende extraer consecuencias bundo, para el cual constituye un agrado pasar en el establecimiento penitenciario
graves no sólo para el afectado por el castigo, sino para la comunidad en general. 183 los meses más crudos del invierno después de haber cometido, ex profeso, un pe-

184
HENKEL, Thr self-detennination of man as et problcm of Lcga/-Phi/osophy, en LS. vol. 14, 1976, pág. 20:
177 ~La posibilidad de acluar rn otra fonna sólo podría ser demostrada en forma confiable y convincente
KANT, Principios metafísicos de la doctrina del Derecho, selección, prólogo y notas de Amaldo Córdoba, mediante un experimento en el cual la persona fuera puesla nuevameme en la misma situación y su
México, 1968, págs. 166 y 167
178
conducta comparada en ambas ocasiones. Tal expnimento no es practicable, y la cueslión relativa a la
KANT, op. cit., págs 169 y 170. Una traducción algo distinta en WELZEL, 32, ll, l, págs. 328 y 329. El capacidad aClual para aclUar diferentemente en la situación dada no puede ser respondida". En el mismo
texlo original, que procede de Die lvletaphysich der Sitten, puede consuharse enJESCHECK, Lehrbuch des sentido GIMBERNAT, Introducclón, 4, H, pág. 35 y ¿Tiene _futuro la dogmática jurfdico-penal?, cit. n, l,
Strafrechts, Ailgemeiner Teil, cit. 7, III, pág. 44. págs 7. y sigts.; HASSE/vll'.R, 22, !\~ Excurso 2, pág. 287: ".:,.Jada se sabe sobre las posibilidades individuales
179
HEGEL, Filosofía dd Espíritlt, versión caslellana de E Barriolero y Herran, Biblioteca Pluma de Oro, Bue- en una acción alternativa; Lal saber supondria que e...-<lsle libertad real y que su diferencia con la acción
nos Aires, 1942, págs. 553 y sigts.
realmente elegida se puede conocer y medir"; ROXIN, "Cu.1pahi!idacl 11 y "responsabllldad" como catego1ias
IBO WELZEL, 32, II, 1, pág. 329.
sistcmáticasjurid[co-penalcs en Problemas llrlsicos cil., 11, 2, pág. 203. Otra opinión en TORIO LOPEZ,
un lnfra, IIT, b)
ANGEL, El concepta individual ele culpabilidad, en Anuario, mayo-agosto de 1985, tomo XXXVlll, fascículo
rn, Así expTesamente en KANT, Critique- de la raison practique, traducción de Francois Picavert. Presses n, págs. 285 y sigls
Universitaire de France, Paris, 1965, pág. 142.
16 1 rn, JAKOBS, l, l, 25, pág. 25.
- Supra, 1, 1, l!l, b). :ot Idem.

66 67
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL! Enrique Cury Ur2lia
CAPlTUl.0 1 / l:'L DERECfto PENAL EN GENERAL

queño delito, pues éste ni siquiera la siente como un mal. 187 Pero incluso si se pres- aquél. En efecto, la idea de que al delincuente es preciso resocializarlo en lugar de
cinde de situaciones excepcionales, lo cierto es que la mayoría de los condenados castigarlo presupone la de que el hecho no puede reprochársele porque constituye
juzga su destino como un infortunio inmerecido o como la realización de un riesgo el resultado de una constelación de factores causales que el autor no puede contro-
inherente a su actividad, y de ninguna manera como la reparación justa por un lar.194 Así, la misión de la pena consiste en remover esas condiciones para obtener la
comportamiento que, en realidad, no genera en ellos remordimiento. 188 En todas adaptación del sujeto a las exigencias de la convivencía. Pero como la cuestión de la
estas situaciones la pena como expiación no puede justificarse; para hacerlo es ne- libertad del hombre sigue siendo una aporía insoluble, en la práctica la teoría de la
cesario atribuirle alguna finalidad social práctica. 189 prevención especíal se mueve tan a ciegas como la de la retribución, y con peligros
semejantes. Pues el abuso de los recursos resocializadores puede conducir a conse-
d) Las teorías relativas: la prevención especial cuencias más devastadoras que el de los expiatorios. Aunque responda a propósito
humanitarios y generosos, una intromisión coactiva en la personalidad y el medio
A diferencia de las teorías absolutas, las relativas sostienen que la pena sólo se del autor puede causar sufrimientos y distorsiones inconmensurables.
justifica si se la emplea como medio para luchar contra el delito y evitar su prolifera-
ción. La de más reciente data es la teoría de la prevención especial, cuya consolida- Por otra parte, la teoría de la prevención especial no explica cómo es posible
ción se debe fundamentalmente a FRANZ VON LISZT. 19 Con arreglo a ese punto ° que siendo el iuez y las autoridades de ejecución de las penas determinados ellos
de vista, el cometido de la pena es resocializar al delincuente, actuando sobre él para mismos, estén en condiciones de intervenir y modificar los cursos causales que
conseguir que se adapte a las exigencias de una convivencia organizada y, cuando condicionan la personalidad y los actos del delincuente. Este es un asunto que no se
ello no es posible, neutralizándolo a fin de proteger a la sociedad. Por esta razón, es ha discutido con detención. Pero es evidente que hasta para hacer algo tan sencillo
preciso despojarla de connotaciones punitivas, sustituyéndolas por reeducación, como detener la caída de un cuerpo, se precisa la intervención de alguien que se
terapia y formación laboral. Así, la pena ya no es castigo, sino tratamiento. encuentre situado fuera de ese proceso causal y no esté condicionado por él. Dos
personas que se están hundiendo en un pantano no se pueden sacar la una a la otra.
En rigor es posible descubrir vestigios de esta concepción incluso en PLATON y ya Se Ahora bien, tratándose de relaciones tan complejas como las que presuntivamente
encuentran expresiones prácticas de ella en algunas ideas sobre la ejecución de la pena que
despuntan antes del siglo XVII, para desarrollarse de lleno a fines del siglo X\1111 y principios actuarían sobre el delincuente, la posibilidad de ser un determinado no compromel!do
del XIX (PENN, MACONOCHIE, OBERlvlAYER, MONTECINOS Y CROFTON). 191 Asimis- es inimaginable.
mo, eslá en la base de la te01ia concccionaiista de ROEDER. 192 Pero el periodo de su desen-
volvimiento sistemático coincide con el de la Escuela Positiva italiana, la Polílica Criminal bb) La teoría de la prevención especial nunca ha podido explicar lo que
de LISZT y la obra de DORADO MONTERO. Tiene influencia prolongada en el pensamiento
juridico anglosajó11 -que en el último período, sin embargo, tiende a distanciarse de ella, debe hacerse con quien comete un delito irrepetible. Imagínese el caso de un suJeto
orientándose a la retribución y la prevención general- y en una sector amplio de la doctrina que se ha especializado en robos con escalamiento y sólo comete ese tipo de deli-
europea continental. Es defendida lambién con preponderancia por los adherentes a la Leo- tos. Al dar un nuevo "golpe", cae desde un tercero piso, quebrándose ambas pier-
na ele Ia nueva dcfcnSa social (GRAVIN, ANCEL, PINATEL) y, dentro de ella, con especial
energía por el "grupo genovés" (GRAMMATTICA). nas y quedando inválido por el resto de su vida. En rigor, la teoría de la preven-
ción especial debería defender su impunidad, pues parece absurdo imponer una
La teoría de la prevención especial tiene el atractivo de ser una concepción medida para mejorar o innocuizar a quien ya no necesita serlo. 195 Pero ni sus
aparentemente generosa, que contempla al delincuente con acentuada humanidad. 193 partidarios más consecuentes llegan tan lejos, lo cual sólo puede explicarse como
Pero tampoco está exenta de reparos. una concesión a criterios de retribución o prevención general. Con ellos, la teoría
pierde consistencia.
aa) Así como la teoría de la retribución postula la libertad del hombre, la de la
prevención especial arranca de un presupuesto determinista tan improbable corno ce) Si la pena persigue resocializar al peligroso, es inútil esperar que cometa
un delito para imponérsela. Sin embargo, sólo el positivismo italiano, que postula-
rn 7 SCHMTDTHAUSER, 2. 7, pág. 16. ba la sustitución de las penas por medidas de seguridad y resocialización, se atrevió
188
SCHMIDTHÁUSER, 3, 11, 2, Pág. 42. En el mismo sentido fTCHEBERRY, La culpabilidad cunw fundamento
Y medtda de la r:na , en R C. P. : XX:Xll, Nº_ 1, _Santiago, 1973, págs. s y 6 a sostener esta consecuencia, abogando por su irrogación predelictual. En cambio,
189
190
Respecto a la cnnca de la leona de la exprnuón, dt manera general, véase JAKOBS, l, J, 25, pág. 25. todos los partidarios ortodoxos de la prevención especial que conservan el concep-
Vease, en especial, USZT, La idea df .f111 en el derecho pena!. cil. passim. Rtspeclo a la actualidad dt su
pen_samiento, ROXIN, Franz von Liszt y la concepción polltirn criminal del Proyecto Alternativo. rn Problcmus to de pena en sus sistemas, retroceden ante este resultado, asilándose más bien en la
191
Básicos, págs 37 ysigts concepción del "derecho penal de doble vía" .196 De esla manera, sin embargo, se
Cfr. GARRlDO, Compendio de ciencia penilencimia, Universidad <le Valencia. 1976, en especial los capítu-
los 111 a V, págs 45 y sigts.
102
Sobre los puntos de. vista de ROEDER, véase CARRARA, ll, anre.s de 582, págs. 8 y sigts 1q 4 BUSTOS, Estado actual de la teoria de !a pena estalol, cit ·'\ pág. 165
1
ºJ CARRARA, 11, antes de: 582. pág. 9, a pesar de que se opone a ella, ROXTN, Sentido y límites de !a pena 1'l 5 En el mismo sentido, ROXIN, Smtido y limites de la penu cslotaI, cit., A, 11, 2, pág. 1ó
estatal, cit. A, II, pág. 15. 196
Supra, 1, m, e), dd).

68 69
DEREClfO Pf'NAl. / PAR'I 1-: GFNERAL / Enrique Cury Ur~úa CAPÍTLLO l / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

abandonan los criterios fundamentales de la concepción pues, contrastada con la za, por pretendidas superioridades intelectuales o éticas, o por la mayoría, entonces
medida, la pena parece recuperar carácter retributivo. no es más que un instrumento de dominación. 200 Una resocialización apropiada
tendría que intentar tan sólo obtener de los individuos que acaten los pocos valores
Tampoco es satisfaclorio el argumento de que el delito constituye un indicio de inadap-
fundamentales respecto de los cuales existe consenso en todas -o, por lo menos, en
tación y peligrosidad más seguro)~ por eso, la imposición de la pena resocializadora sólo se
justifica después de que el sujeto lo ha cometido. Esto es falso. Muchos individuos que no la gran mayoría- de las agrupaciones sociales, incluyendo entre ellos la tolerancia y
son peligrosos cometen ocasionalmente delitos. Es más, probablemente todos hemos incu- haciendo, por consiguiente, del respeto a las diferencias una meta primordial. Esto,
rrido alguna vez en ellos sin que nadie deduzca de eso que somos temibles. 197 Si la ejecución sin embargo, es difícil de lograr. La tendencia de los conglomerados sociales a im-
de un hecho punible constituyera verdaderamente un índice de peligrosidad seguro, habría
que considerar peligroso tanto al que sustrae unas cuantas monedas del bolsillo de su vecino
poner sus valoraciones particulares es muy fuerte. Hasta entre los que impugnan lo
como al que se apropia indebidameme del libro que le prestaron; pero, curiosamente, los criterios preventivos especiales fundándose en argumentos semejantes a los expues-
partidarios de la resocialización no extraen esta consecuencia, y aceptan como integrantes tos aquí, suele percibirse la creencia de que la resocialización es defendible si la
de la "sociedad respetable" a personas en cuyas bibliotecas pueden encontrarse muchos sociedad se constituye con arreglo a sus propias opiniones sobre lo que es justo.
volúmenes mal habidos.
Aun en las naciones organizadas de manera más democrática, el auténtico pluralis-
dd) Otra consecuencia ineludible de la prevención especial es la pena absolu- mo es una aspiración constantemente frustrada y no una realidad vivida. Mientras
tamente indeterminada. Para resocializar a un delincuente será preciso "tratarlo" sea así -y probablemente lo sea siempre- la resocilización sólo puede justificarse si
durante más o menos tiempo, sin que al momento de dictar la sentencia pueda se limita a conceder oportunidades de desarrollo individual, pero no corno una
preverse cuánto. Pero la implantación de un sistema como este entraña tantos ries- función coactiva del recurso penal. 201
gos que casi nadie intenta defenderlo con seriedad.
e) Las teorías relativas: la prevención genera]
ee) Desde el punto de vista político, la prevención especial es, finalmente,
obJetada, 198 porque se presta para encubrir abusos insoportables. la teoría de la prevención general también atribuye a la pena la función de
evitar la comisión de nuevos delitos, pero no mediante la resocialización del delin-
El problema consiste en que la sociedad no es homogénea. En ella coexisten cuente, sino actuando sobre la comunidad en su conjunto. Dentro de ella se
diferentes grupos que adhieren a sistemas de valores también distintos. En conse- subdistinguen actualmente dos tendencias: una teoría de la prevención general ne-
cuencia, el individuo que pertenece a uno de tales conglomerados puede encontrar- gativa y otra positiva.
se perfectamente socializado desde el punto de vista de éste, porque adhiere y res-
peta el orden valorativo que impera en él y, en cambio, desocializado respecto de i) Teoría de la prevención general negativa
otro en cuanto no acata el sistema axiológico sustentado por sus integrantes. 199 Esto
es notorio, por ejemplo, en regiones donde conviven grupos culturales, étnicos o Históricamente esta es la forma clásica de la concepción preventiva general.
religiosos desemejantes, al extremo de que, en muchos casos, el conflicto ha desem- De acuerdo con ella, la pena, mediante su amenaza y ejecución, tiene por objeto
bocado en rupturas sangrientas, de las cuales, en los últimos años, hemos visto disuadir a los integrantes de la sociedad de cometer delitos
ejemplos dolorosos. Pero el problema se presenta asimismo en sociedades de apa-
En la práctica este criterio ha informado un poco más o menos a todos los sistemas
riencia uniforme, en las cuales, no obstante, las desigualdades de fortuna, de educa- punitivos adoptando, a veces, formas "intimidatorias" de una ferocidad repulsiva. En 1a doc-
ción o, simplemente, de enfoque sobre la realidad, provocan también diferencia en trinci, sin embcirgo, su florecimiento coincide con el de la Ilustración, hacia fines del siglo
las concepciones valorativas más marcadas de lo que una apreciación superficial XVIII, que 1a reelabora para adaptarla y ponerla al servicio de sus concepciones humanita-
permite sospechar. rias y liberales.
Así, para FEUERI3ACH la amenaza penal constituye un contramotivo psicológico desti-
Si la resocialización se concibe corno un intento de obligar a todos los partici- nado a inhibir en los ciudadanos los impulsos delictivos. 202 La función de coacción psicoló-
pantes en la convivencia a comulgar con un orden de valores impuesto por la fuer- gica corresponde a la "amenaza penal", en tanto que la "imposición de la pena" sólo tiene
por objeto conflrrnar la seriedad de esa advertencia. De esta fonna, FEUERBACH procura

191
Supra 1, I, c), dd).
198
Véase, por todos, BUSTOS, lll, 3, a), págs. 84 y sigLs., Estado artual de la temia de la pena, cil., 3, págs. 167
200 Así, expresamente, BUSTOS, Pena y Estaclu en Bases criticas de un nuevo derecho penal. cit., 2, pág. 148.
2
y sigts.; HASSEMER, 26, m, págs. 357 y 358; MUÑOZ CONDE, Derecho Penal y Control Soclal, cit., lV, 3, m Otra opinión en BACIGALUPO, ll, B, 5, pág. 46.
p_ágs. 109 y l~O; _ROXIN, Sentido y límltes_,de la pena estatal, cil.A, 11, 2, págs. 16 y 17. Desde otro punto de
202 fEUERl:IACH, Leherbuch des gemeincn in Deutsch1an gü1tigen peinlichcn Rechte. Reimpresión de la 14ª edi-
V1sta, pero comc1d1endo en el reparo, GOSSEL, Esencia y fundamentos de !as sancloncs jwidiw-penales, B, ción de 1847, Scientia Verlag, Aalen, 1986, 13 y sigts., págs. 38 y sigts., JESCHECK, 8, IV, 2, pág. 63, y
VI, c), 2, pág. 74: "Quien cienamente sea de esta opinión tiene que conferir al Estado el derecho, suma- MAURACH, L 6, TT, B, pág. 70, subrayan que la teoría de T'EUERBACH intenta "tender un puente entre la
mente dudoso. de imponer a sus ciudadanos determinados valores morales y de educarles conforme a ética kantiana·' y el "ulililarismo de la ilustración" Esto no es válido, en cambio, respeclo de BECCARIA,
ellos; ya se debería aprender del testimonio aportado por las dictaduras fascistas y socialistas, ideológica- su predecesor ilaliano, a quien KANT (Piincipios metafísicos de la doctrina del Derecho. cit., pág. 172) había
mente fundadas, de nuestro siglo". criticado expresamente por sus opiniones sobre la pena de muerte y tácitamente en cuanto a las relaciona-
igq MUÑOZ CONDE, Derecho Pena) y Control Social, cit., lV, 2, pág. 95. das con el fin de la pena.

70 71
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO J / FL DERECHO PlcNAL EN GENERAL

superar el ulilitarismo de algunos de sus anLecesores, como BECCARIAy BENTHAM, que


habían provocado la crítica de KANT 2 º3 ce ignorar el fracaso de la concepción utilitaria clásica sobre la prevención general
Unos pocos arios antes, en efecto, BECCARIA, en llalia, sostuvo "que el fin de la pena_ negativa y, por supuesto, está sometido a las mismas críticas que aquélla. Constitu-
no es atormentar y afligir a otro ser sensible, ni deshacer un deliLo ya cometido", sino ye, en todo caso, una demostración de lo inconveniente que resulta la intromisión
"impedir al reo hacer nuevos daños a sus conciudadanos y apartar a los demás de cometer
otros iguales" 2 º4 Por consiguiente, "para que una pena consiga su efecto basta con que el
de las disciplinas en campos ajenos a su competencia. 208
mal de la pena exceda al bien que nace del delito; y en este exceso del mal debe calcularse
la infalibilidad de la pena y la posible del bien que el delito produciría. Todo lo demás es ce) El reparo más severo que se ha dirigido a la teoría de la prevención general
superfluo y, por tanto, Liránico". 2º5 negativa es que atenta contra un principio ético fundamental, posiblemente el más
importante entre aquellos sobre los cuales descansa 1a cultura occidental contem-
Esta concepción es sencilla, clara, y coincide hasta cierto punto con las con-
poránea. En efecto, cuando se castiga a un hombre para intimidar o disuadir a
vicciones del hombre común. Pero también está expuesta a críticas.
otros, se lo emplea como un medio. Esto es inaceptable, "porque jamás un hombre
aa) Desde el punto de visla práctico se le impULa, precisamenle, el fracaso puede ser tomado por instrumento de los designios de otro ni ser contado en el
histórico de la pena como disuasivo. En efecto, ni los castigo~ más atroces han sido número ele las cosas como objelo de derecho real; su personalidad natural innata lo
capaces de intimidar a los delincuentes, como lo demuestra la clásica historia del garantiza contra tal ultra_je". 2 º9
ladrón que durante el enrodamiento de otro sustraía las bolsas a los espectadores
del suplicio. Pero tampoco las sanciones moderadas obtienen resultados mejores. ii) Teoría de la prevención general positiva
Por eso, se ha dicho irónicamente que la pena sólo atemoriza a los que tampoco
delinquirían si ella no existiera, esto es, a los "ciudadanos honestos". El delincuente Con arreglo a la teoría de la prevención general positiva, la pena tiene por
profesional no se deja intimidar por el castigo, pues siempre espera escapar impune objeto "la afirmación y aseguramiento de las normas básicas" 210 reforzando la serie-
gracias a su experiencia y habilidad y, en todo caso, lo considera como un "riesgo" dad de sus mandatos. La amenaza de la imposición del castigo y la condena del
propio de su actividad; el pasional, a su vez, se encuentra tan obnubilado cuando culpable -que pone de manifiesto la seriedad de aquélla- constituye una manera
actúa, que no se detiene a pensar en las consecuencias de lo que hace; para ·los de subrayar la importancia de los valores en Juego y de educar al grupo social para
delincuerites sexuales pareciera ser indiferente; para el delincuente por convicción que los introyecte y los acate, respetando la prohibición de lesionarlos o ponerlos
constituye el costo que siempre está dispuesto a pagar para la afirmación de su en peligro. 211
posición ideológica. Una prueba de todo esto es que en aquellos países en los que se Una de las formulaciones más recientes de la prevención general positiva es la de
ha abolido la pena de muerte, la delincuencia "capilal'' no parece haber experimen- JAKOBS, de conformidad con la cual, "misión de la pena es el mantenimiento de la norma
tado incrementos significativos y, en algunos casos, hasta ha disminuido. como modelo de orientación para los contactos sociales. "212 Si bien con ella se conservan
los puntos de partida de la teoría, al mismo tiempo la forma de expresarse de JAKOBS
bb) Una coricepción como ésta crea el 1iesgo de una progresiva exasperación coincide con el funcionalismo en que se basa su sistema. A mi juicio, ello reconduce a un
utilitarismo que, además, se basa en posiciones subjetivas extremas. Por tá.1 motivo, la
de las penas, con el objéto de auinentar el efecto disuasivo. 206 A pesar de los buenos fórmula no me parece aconsejable.
deseos expresados por los penalistás de la !lustración -y, en especial, por los
utiliLaristas- los castigos se volverán inhumanos si los delitos aumentan y se _juzga La teoría de la prevención general positiva es, sin duda, preferible a la de la
necesario acrecentar su intensidad a fin de fortalecer su efecto disuasivo. Pero, por negativa, sobre todo porque una prevención general concebida de tal manera tiende
lo mismo que este último es dudoso, el fenómeno se producirá inevitablemente. a morigerar el rigor de las sanciones, ya que la función formadora del respeto a las
normas sólo puede cumplirse mediante la amenaza e imposición de penas razona-
En estas circunstancias, es curioso que en los últimos años el punto de vista bles. Por otra parte, la adopción de ese criterio se coordina con la misión reconocida
utilitarista haya vuelto a ser planteado, pero ya no por juristas sino por economistas al derecho punitivo, 213 del cual la pena es el recurso principal. Probablemente, ade-
que, como GARY S. BECKER y GEORGE AKERLOF y JANET S ELLEN, lo presen- más, no está sujeta al reproche de ineficacia disuasiva que se" dirige a la prevención
tan crudamente como una cuestión de "costo beneficio". 207 Ese punto de vista pare-

208
ioi Véase nota anterior Conviene precisar que el enfoque de AKERLOF y YELLEN, al introdu_dr en el objeto del análisis los
"valores de la comunidad" (community va!ues), logra una percepción más fina, espnitualizada y certera que
N-t BECCARIA, XVI, pág. 111. Nótese el repudio de la retlibución; "ni deshacer un deliLo ya cometido".
el tosco e ingenuo pragmatismo de BECKER.
M BECCARIA, XV, pág. 112. La misma idea se reitera en la pág. 118: "Para que una pena sea justa no debe 20
g KANT, Principios metafísicos de 1a doctrina del Derecho, ciL. pág. 167. Este reproche se reitera actualmente
tener más grados de intensidad que los suficientes para apartar de los delitos a los hombres"
206
CEREZO, I, pág. 31. en todas las exposiciones sobre el tema. '
!11'
207
210
HASSEMER, 27, lll, pág. 392. i[J
BECKER, Crirne and Ptmishment: An Economic A.proch rn]ourna1 ('.f Polüiwl Economy, Volumen 76, (lvlarzo-
m En el mismo sentido JESCHECK, 8, n, 3, a), pág 60.
Abril de 1968) págs. 169 a 217; AKERLOF y YELLEN, Gang hehavior, Law Enforcement, and Community 212 :1,1'.l
JAKOBS, l, 11, pág. 14.
Values, rn Values a11d Public Policy, Aaron, Mann, and Taylor, Brookings, 1993, págs. 173 a 209. 213
Supra, 1, m, e), ce)
11:

li

72 73 11

'
1
DERECHO PENAL/ PARTE GFNf'RAI. / Fnriqut Cury Ur~úa CAPÍTULO 1 / EL DERECHO PEc\AL EN GENERAL

general negativa, pues "la afirmación de la vigencia de 1a norma" no es dependien- solución. En parte, esos logros constituyen el sustrato sobre el que se han desarro-
1
te de su acatamiento en los casos concretos. Sin embargo, ella también puede ser llado las teorías unitarias, las cuales intentan una concepción de la pena en que los
criticada desde el punto de vista de su licitud ética. En efecto, como la seriedad de puntos de vista de las teorías absolutas y relativas encuentren un significado exacto y se
las conminaciones o amenazas penales exige que ellas se cumplan, en la práctica realicen, hasta donde sea posible, combinadamente, en los distintos momentos en que e!!a
también esta concepción instrumentaliza al delincuente con el objeto de alcanzar opera .sobre la comunidad en general y sobre el individuo que ha delinquido en particular
sus fines, incurriendo en el mismo reproche que se ha dirigido de la prevención Para comprender correctamente 1o que se proponen las teorías unitarias es
general negativa. necesario Lener en cuenta los siguientes puntos:

III. LAS PRINCIPALES TEORÍAS SOBRE LA aa) Las teorías absolutas y relativas no sólo se diferencian en su concepción de
NATURALEZA Y FIN DE LA PENA (CONTINUACIÓN): LA SOLUCIÓN la pena, sino que implican visiones distintas sobre el derecho y su función. Para las
teorías absolutas, la finalidad del ordenamiento Jurídico es la realización de la justi-
PROPIA EN EL AMBITO DE LAS TEORÍAS UNITARIAS.
cia, es decir, de un orden social ideal, en el que a cada cual se da lo suyo. Para las
teorías relativas, en cambio, el objetivo del derecho es de carácter práclico, y consis-
a) Introducción: concepto de teorías unitarias. te en la preservación de la paz entre los integrantes de una sociedad plural. 216
El cuadro descrito en el párrafo precedente es desalentador y parece conducir bb) A causa de este antagonismo en sus puntos de partida, las teorías absolu-
al escepticismo sobre cualquier posibilidad de encontrar una justificación racional tas y relativas no pueden compatibilizarse, pretendiendo que la pena cumpla al
para la pena. Uno tendría que resignarse a reconocer en ella un quiebre del Estado mismo tiempo los distintos fines que cada una de ellas le atribuye. Así, por ejemplo,
de Derecho, que en las situaciones límites echaría mano de un recurso sin sentido, en el caso de un sujelo peligroso que ya ha sido condenado varias veces por delitos
sólo porque constituye una herramienta de represión poderosa y dispone de la fuer- violentos, y causa unas lesiones insignificantes a su adversario durante una riña, las
za necesaria para servirse de ella. Naturalmente, las consecuencias políticas de esta teorías absolutas exigirán la imposición de una sanción pequeña, proporcionada a
concepción son desastrosas. Las puertas de la organización social quedarían abier- la magnitud del injusto y de la culpabilidad del autor, mientras las relativas se incli-
tas a la arbitrariedad, y la lucha por la justicia y la paz social no sería más que una narán por un tratamiento resocializador prolongado (prevención especial) o una
mascarada destinada a ocultar una situación de guerra ]atente, contenida por los pena severa que disuada definitivamente al delincuente de incurrir en tropelías (pre-
más poderosos mediante el empleo de la violencia. vención general negativa). 217 Pero aunque no es posible conci1iarlas, las concepcio-
Por desgracia, concep'ciones como ésta no son inimaginables. Ideas semejantes se en- nes absolutas y relativas pueden en cambio limitarse entre sí, evitando los excesos a
cuentran tras cualquier punto de vista que acentúa las exigencias de seguridad colectiva o que las induce una afirmación exagerada de sus fundamentos respectivosY 8
pretende erigirse en solución dogmática excluyeme del disenso. Allí donde la pena se pone
al servicio de la L'ranquilidad colectiva o del Estado sin consideración al hombre, o se trans- ce) Como las teorías de la prevención especial y de la prevención general
forma en custodio de la: "única verdad posible", del grupo, clase o pueblo "elegidos", termina
por no servir a nadie, ¡ni siquiera a los que la esgrimen 1 pretenden que la pena asegure sus fines prácticos acudiendo a procedimientos dife-
En otro senlido, el escepticismo puede traducirse en la aspiración a deshacerse del siste- rentes, tampoco se las puede mezclar. Cuando alguien comete un delito grave pero
ma penal. Si éste no es más que un instrumento de dominación destinado a mantener a raya "irrepetible", la teoría de la prevención general (negativa o positiva) estará por im-
a los débiles y a los disidentes, parece razonable abogar por su desaparición. Pero, como ya
se ha dicho, 214 este tampocci es un camino confiable. La imposición de la pena en un proce-
poner una pena también grave; en cambio, la prevención especial deberta no reac-
dimiento .formal y en cumplimjento de una ley formal constituye una garantía de los indivi- cionar o, por lo menos, limitarse a una intervención limitada. Así pues, no es posi-
duos frente al poder del Estado, que no puede ser sustituida por otros sistemas de control ble cumplir coniuntamente los objetivos de prevención especial y general, pero
social menos regulados.m En tanto es así, no debe renunciarse a ella.
luego de decidirse básicamente por una de ellas, se puede intentar que, cuando sea
Pero 1a situación no es tan crítica como parece a primera vista. La prolongada necesario, la pena obtenga también, siquiera en parte, los resultados a que aspira la
polémica entre las Leonas absolutas y relativas es producto, hasta cierto punto, de otra, actuando para ello en el momento oportuno dentro de los varios en que des-
malentendidos, confusiones y falta de flexibilidad en las posiciones básicas. Todo pliega su eficacia.
esto es inevitab1e en una discusión compleja, que compromete intereses de tanta
significación. Pero el debate ha permitido superar dificultades y establecer con cier-
m En el mismo senlido, BAClGALUPO, l, E, 3, pág. 11.
ta claridad así la naturaleza de las distintas cuestiones como los límites de su posible En esle caso, probablemente la teoría de la prevención general positiva tenderá a plegarse a una solución
217

que la aproxima a la de la retribución, pues la reafinnación de la vigencia de las valoraciones jurídicas sólo
pueQe conseguirse mediante una pena proporcionada al injuslo.
214
Supra, l, Ill, h), al final m En el mismo sentido ROXIN, Sentido y límites de la prna estatal, A. TV, pág 19; STRATENWERTH, 43,
m Supra, 1, lll, d) pág. 18.

74 75
DERECIIO PENAL/ PARTE Gf'Nf'RAJ. / f'nrique Cury lirzú.a C.VlTUJ.0 1 / EL DERECIIO Pl:NAL EN GENERAL

De estas consideraciones se deduce que las teorias unitarias son variadas, y su ser "justos" en el sentido de conceder al inculpado todas las garantías de imparcialidad,
conlenido depende del punto de partida que se elija. 219 Ahora bien, la decisión en atención, defensa, celeridad, protección y otras que la ley consagre para ampararlo frente a
los excesos en que pueda incurrir esos poderosos adversarios que son 1a administración y
favor de uno de ellos es, en cierta medida, el resultado de convicciones personales sus órganos. En lo demás, Lienen que cumplir sus funciones de aplicar la coacción con
sobre la naturaleza del hombre, de la vida en sociedad y del derecho, que escapan a criterio social, sin semirse instrumentos de una Justicia absoluta que está reservada a Dios. 227
una racionalización rigurosa. Pero depende también de las condiciones históricas y Así pues, como la pena estatal no puede ser relribución _justa, es conveniente que se la
limite a ser prevención apropiada.
culturales de cada época, las cuales explican la preferencia de que goza uno u otro
en períodos distintos. 220 aa) La verdad es que en un derecho penal de tipos estrictos 228 como el que
La solución que se expone en los párrafos siguientes es una expresión de es- impera en el ordenamiento vigente -y en la mayoría de los contemporáneos- el obje-
tos criterios. tivo de la pena sólo puede explicarse como prevención general. ¿Para qué, si no, se
preocuparía el legislador de describir con minuciosidad las conductas que pueden ser
b) El punto de vista personal castigadas, determinando además la sanción que se impondrá a cada una de ellas? 229
Cuando se establece, en efecto, que quien mata a otro sufrirá una pena de presidio de
En mi opinión, la pena tiene por finalidad p1imordial la prevención generql (posi- cinco años y un día a diez años (an. 391, N° 2° C.P.), la ley se está dirigiendo a todos
tíva) mediante la amenaza de que quien inf1inJa determinados mandatos o prohibiciones los ciudadanos para advertirles que si no respetan la vida ajena, deberán padecer,
del derecho, lesionando o poniendo en peligro un bien jurídico, sufrirá un mal que no como consecuencia, esa enérgica y prolongada privación de libertad. Con eso, por
podrá exceder del injusto culpable en que incurrió y cuya CJCCUción debe procurar, en la cierto, prelende obligarlos (coaccionarlos) a comportarse en la forma exigida por la
medida de lo posible, evitar perturbaciones accesorias de su desarrollo personal y su capa- norma, observando una conducta de respeto por la vida humana.
cidad de reínsercíón en la convivencia pacffica.
A mi juicio la literatura no destaca bastante la relación que existe entre los principios de
Esta concepción que, con ligeras variantes, corresponde a la defendida en la segunda legalidad y tipicida<l y la prevención general. Sin embargo, salta a la vista que quienes echa-
edición de este librorn , implicó abandonar el crilerio que mantuve hasta la primera222 , de ron las bases de aquellos fueron también partidarios de ésla.23° Tanto para BECCARIA como
acuerdo con la cual se distinguía entre naturaleza y fines de la pena, sosteniendo que aquélla para FEUERBACH los delitos tienen que encontrarse descrilos previamente en una ley, con
era retributiva y éstos preventivos. el objeto de que los ciudadanos sepan lo que pueden o no hacer sin verse expuestos a un
Las razones de este cambio .fueron de dos c1ases. castigo. Con ello perseguían evitar arbitrariedades. Pero de eso se deduce también que, si
En primer lugar, llegué a la convicción de que la pena no tiene una naturaleza en sí algunas conduelas son presentadas como punibles, es para tratar de que los inlegrantes de la
Consiste, más bien, en aquello a que el ordenamiento jurídico decide <lestinarla, 223 pues sociedad ponderen el riesgo asociado a su ejecución y se abslengan de realizarlas. Ambas
esto determina su conlenido y su forma. Es verdad que casi siempre adopta la apariencia de cosas explican que para BECCARlA sea primordial la claridad de las leyes, pues "cuanto
una devolución de mal por mal; 214 pero esto se debe, precisamente, a que a menudo se la mayor sea el número de los que enliendan y tengan entre las manos el sagrado código de las
emplea como prevención general, y lo que mejor asegura la eficacia de ésta es la amenaza de leyes, tanlo menos frecuentes serán Ios delitos porque no hay duda de que la ignorancia y la
una mal, es decir, un castigo. incertidumbre de las penas favorecen Ia elocuencia de las pasiones"; 231 asimismo, permite com-
Por otra partf-, me he convencido t_a;mbién de que la retribución justa, esto es, aquella prender la aspiración de FEUERBACH, que exigía la redacción de un "Código Penal para el
mediante la cual se sanciona idealmente la culpabilidad por el injusto, no es una tarea para pueblo", el cual debía emplearse como libro de lectura general y texto escolar, y habilitar a
la cual sean competentes los tribunales del hombre. En rigor, éstos ni siquiera están en todo el mundo para conocer la ley penal. 232
condiciones de conocer con exactitud. el hecho que juzgan, pues como nunca obtendrán de Si, en cambio, la pena se concibe como retribución, todo esto carece <le sentido, pues lo
él una reproducción fiel y precisa en el proceso, no lograrán tampoco comprenderlo a justo o injusto de una conducta no depende de que se la haya descrito cuidadosamente por
cabahdad. 215 Además, para ser justos, tendrían que estar en condiciones de sancionar todo la ley. 1-Iay muchos hechos que lesionan bienes jurídicos y que el legislador ha omitido
tipificar, sea por consideraciones políticas, sea por consideraciones axiológicas, sea porque
delito que se cometa, pero todos sabemos que son muchos más los que permanecen impu-
nes que los efectivamente castigados. 226 Los Jueces humanos, pues, sólo pueden aspirar a no ha percibido su seriedad, sea porque en su momento no los pudo imaginar o, simple-
mente, por olvido. Desde el punto de vista de la retribución, todos ellos deberían castigarse
-con prescindencia del silencio de la ley- si el aulor es consciente de la lesividad de su
comportamiento y de que conlrarían los fines del derecho. A su vez, para la prevención
219
CEREZO, 1, 1, pág. 26, parece sostener que todas "las teorías unitarias reconocen que la retribución especial el principio de reserva está aún menos justificado, porque una persona que se com-
constituye la esencia de la pena··_ Creo que este punto de vista es inexacto. porta mal y hace dafio a los otros debe ser resocializado aunque sus fechorías no estén
mi Véase, con cierto detalle, BACIGALUPO, I, B, 3, c), págs. 16 y 17. previstas y sancionadas por la ley como delitos.
211
CURY, I, 2, III, b), pág. 43
222
CURY, P, I, 3, II, B), pá_gs 59 y sig~s.
m BACIGALUPO, I, B, 3, pág. 12: "Las teorías de la pena no responden a la pregunta ¿qué es la pena?, dado 227
que el '.'ser de la pena" no depende de la naturaleza que se le atribuya, sino de otra pregunta: ¿bajo qué JESCIIECK, 8, III, 4, pág. 62; ROXlN, Sentido y límifes de ta pena estatal, cil., B. I., págs. 20 y 27. Este
cond1c10nes es legítima la aplicación de una pena?". MTR, Función de !a pena y te01ia del delito en e1 Estado argumento, que ya fue desarrollado por CARRARA, 1, Prolegómenos, especialmente págs. 16 y sigts., es
Social y Democráticos dc Derecho, Bosch, Barcelona, 1982, 1, pág. 15: "La función de la pena constiluye un también acogido entre nosotros por ETCHEBERRY, I, pág. 33.
m lnfra, 16, I, b) y, en general, todo ese parágrafo
lema inevuablemente valorativo, opinable, pues, y sustraído a la posibilidad de una respuesta indepen- 229
diente del punto de vista que se adopte ante la cuestión de la función a atribuir al Estado". ROXlN, 3, 29, pág. 92 y Sentido y límiles de !a pena estatal, cit., 13, T, 2, pág. 24.
- ° Compárese supra, en este parágrafo, n, e), e infra, 7, 1.
21
224
CURY, l", 3, III, b), bb), pág. 59
225
Con detalle, HASSEMER, l 6, págs 145 y sigts. rn BECCARIA, V, pág. 79. (El énfasis es mío).
232
nr, JESCHECK, 8, Ill, 4, pág. 62.
Cit. por SCHMIDTI--JAUSER, 3, B, 1,5, pág. 30. Ver, además, FEUERBACH, Tratada de Derecho Penal, traducción
de la 14ª ed. alemana por Eugenio Raúl Zaffaroni e Inna Hagemeier, Buenos Aires, 1989, 19 y 20, pág. 63.

76 77
r
Df'.RECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ l'.nrique Cury Unúa
CAPÍTULO l / EL Dl-'RECHO PE:s;AL EN GENERAL

Por otra parte, la pena, cuando es impuesta, significa siempre un sufrimiento vía no justifica" ese procedimiento; 238 por eso, hay que examinar esta cuestión con
y un mal para quien la soporta. Esto es así en tanto se lo somete a ella coactivamente, detenimiento.
y por eso fracasa todo intento de Lransformarla en tratamiento resocializador. Un Para la sociedad, esta es una situación de necesidad extrema. Si quiere sobrevi-
"tratamiento" forzado es castigo, nos guste o no, pues sólo es auténticamente trata- vir como tal, tiene que preservar los estados que hacen posible la exisLencía en comu-
do quien ha consentido en ello. Entonces, si la pena es un mal, y si no podemos nidad, esto es, los bienes jurídicos de más valor. Para ello sólo cuenta, en la última
explicar su empleo mediante criterios de justicia absoluta que escapan a nuestra línea de defensa, con la reacción punitiva, es decir, con la violencia. En la coyuntu-
capacidad de conocimiento, de juicio y comprensión, sólo podemos entenderla como ra, trágica e ineludible, se ve forzado a echar mano de ese recurso desesperado
un recurso destinado a motivar a los ciudadanos para que se conduzcan en la forma para protegerse y proteger a sus integrantes, aunque ello implica quebrantar in-
deseada por el derecho. 233 cluso una exigencia ética.

bb) Las razones por las cuales es preferible atribuir a la pena una función de Es bueno hacer conciencia de esta realidad. Por mucho tiempo la sociedad ha eludido
prevención genera] positiva se han expuesto más arriba. 234 enfrentarse con ella, tratando de superar el conflicto moral mediante la ilusión de que la pena
puede Juslillcarse a sí misma (teorías absolutas) o ponerse al servicio de finalidades generosas,
ce) La pena es siempre, ante todo, prevención general. Lo es, sin duda, en el momento curativas y educativas (teoría de la prevención especial). Pero eso, si bien le ''tranquiliza la
de la pura amenaza abstracta conlenida en la norma, pues con ella se persigue, juslamenle, conciencia", también la habilita para abusar del recurso represivo sin autorreparos. Por esto, es
motivar la conducta del conglomerado social. Lo es también en el de su imposición en el preciso que se despoje de estas prelensiones sublimadoras y contemple la cosa tal como real-
caso concreto, porque mediante ella se afirma la seriedad de la advertencia que hizo la ley. mente es: una situación impuesta por las hrnüaciones de la naturaleza humana, que la obliga a
finalmente, sigue siéndolo en el de la ejecución, pues en ella se rnateriahza la irrupción en servirse de la fuerza y a instrumentalizar a algunos hombres para satisfacer su necesidad de
los derechos del condenado, cualquiera sea la fonna que adopte, e incluso si se procura, con conservación, aun a sabiendas de que el comportamiento de esos individuos es, en la mayor
la mejor voluntad del mundo, asemejarla en todo lo posible a un tratamiento resocializador. parte de los casos, el producto de las imperfecciones en su propia organización de la conviven-
El propio ROXIN, que en esta etapa quiere otorgar prevalencia a la prevención especial, cia.239 Esla percepción debe inducirla a conducirse con prudencia en el empleo de la pena,
conviene en que "Lampoco cabe eliminar completamente de la fase de ejecución el punto de usándola sólo en los casos en que no le es posible salvarse de otra manera y cuidando, incluso
partida de prevención general, pues está claro que la especial situación coercitiva, en la que en ellos, de examinar sus propios pecados antes de "tirar la primera piedra" .24D
entra el individuo al cumplir la pena privativa de libertad, trae consigo graves restricciones
a la libertad de conformar su vida, de las que, en atención a la efectividad de las conminaciones
penales, no se puede prescindir en los delitos graves, ni siquiera aun cuando, por ejemplo,
ee) Aunque no es útil para justificar la amenaza e imposición de la pena, el
renunciar a una pena privativa de libertad fuera más útil para la resocialización"; 235 pero a criterio retributivo constituye, en cambio, el límite principal a los posibles excesos
mí me parece que, si en los casos límites las consideraciones de prevención general se impo- de la prevención general. Para que esta última sea eficaz, en verdad, es indispensa-
nen y desplazan a los de prevención especial, ello significa que también en e.l momento de la
ble que el castigo sea racionalmente adecuado a la magnitud del injusto culpable. Por
ejecución la función que predomina es aquélla y no ésta; sin perjuicio, por supuesto, de que
por razones de humanidad y eficacia, en esa instancia debe inlenlarse una combinación de eso, todo intento de acentuar la prevención general exasperando las penas está con-
ambas tan perfecta como lo permita la naturaleza de las cosas. 236 denado al fracaso. La injusticia implícita en ese empleo arbitrario del recurso puni-
tivo lo vuelve inoperante. Las penas grotescas, en lugar de inviLar al respeto, provo-
dd) El punto de vista expuesto contrasta, sin duda, con el principio de que el can rebelión precipitando la guerra de todos contra todos y destruyendo hasta la
hombre es un fin en sí mismo y nunca un medio. 237 Hasta cierto punto, éste no es misma conciencia de comunidad. Sólo si se limita a la pena de acuerdo con los
infringido mientras la pe_na es sólo una amenaza que se dirige indeterminadamente
puntos de vista de la retribución puede conseguirse que sirva los fines de preven-
contra cualquiera que vulnere los mandatos y prohibiciones del derecho penal. Pero ción general que la justifican. 241
una amenaza carece de eficacia si no es seria, si no se cumple. Por eso, la pena tiene
que imponerse al transgresor y, al hacerlo, ese individuo es empleado como instru-
mento para la afirmación de la efectividad de la advertencia contenida en la ley. Tal ns SCHMIDTT-lAUSER, 3, B, 1, 7, pág. 31
239
situación constituye una realidad que no se puede ignorar. La sociedad ha obrado Sobre ello, véase infra, 5. II. En la exposición de motivos del Proyecto Alternativo del Código Penal Alemán
de los Profesores Socialdemócratas, se dice certeramente: "Imponer la pena no es un proceso metafísico, sino
en esta forma a lo largo de toda la historia, sin que hasta ahora se vislumbre una una amarga necesidad dentro de una comunidad de seres incompletos como ahora son los hombres". Cfr.
alternativa mejor para oponerse a los quebrantamientos severos de las reglas de ROXIN, Franz von Liszt y la concepcüín político-criminal del Proyecto Al!crnalivo, cit. 1, pág. 42
240
Aunque la fundamentación es distinta, se pronuncia de manera semejante, BUSTOS, Pena y Estado, en Bases
convivencia. Pero "el hecho de que ya nuestros antepasados impusieron penas toda- criticas de cm 11.llCi'O Dereclto Penal, 2, págs. 136 y sigts., GIMBERNAT, ¿Tiene futuro la dogmática jwiclico-
pcnai?, cit., 3 y sigts., págs J3 y sigts.; MUÑOZ CONDE, Derecho Penal y Control Social, V, págs. J 21 y sigts.
Hl Así, HASSEMER, 27, pág. 398: "La sabiduría de las teorías absolutas se pone de relieve con su negativa a
m GlMBERNAT, ¿Time futuro !a dogmática juridico penaP, cit., 2, págs. 11 y sigts., configura esta finalidad de justificar la pena y el Derecho penal por sus efectos fácticos en el mundo~;JESCHECK, 8, m, 4, pág. 62: "La
la pena a partir de una concepción psicoanalítica. En el mismo semido MUÑOZ CONDE, Derecho Penal v verdad pem1anente de las teorías absolutas consiste en que la protección de la sociedad a través de la pena,
Control Social, ll, 1, págs. 32 y sigts. ~
234
en lamo ésta devenga necesaria, ha de procurarse siempre de una manera justa". Por el contrario, soluciones
Supra, en este parágrafo, n, e), ii) como la propuesta en el texto son impugnadas por JAKOBS, l, 23, pág. 24, para quien la tensión entre la
J.J5 ROXIN, Sentido y límites de la pena estatal, cil., B, lll, pág. 32. finalidad de justicia y la de prevención es inconciliable. Como lo he destacado en el texto, a mí me parece, en
l)O lnfra, m, m.
cambio, que la prevención general sólo será eficiente si la pena es justa. Más allá de eso se arriesga el estable-
m Supra, en esLe mismo parágrafo, TT, e), i), ce) cimiento de un imperio del terror, reparo al que el punlo de vista deJAKOBS temo que está expuesto.

78 79
r
DERECHO PE!\AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPín:Lo 1 / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

Pero no sólo es indispensable que la pena sea jusla respecto a la proporción que ha de Por lo que se refiere a la imposibilidad de "medir" la culpabilidad en el caso
guardar con la culpabilidad por el hecho ilícilo: lambién tiene que serlo en relación con la
concreto, tampoco es significativa si se trata únicamente de evitar que la sanción
situación que autoriza su empleo. Para que exisla un verdadero estado de necesidad social es
preciso que los valores cuya vigencia se encuenlra en peligro sean de aquellos cuyo rTconocimiento exceda el límite de la culpabilidad. Es cierto que en este punto existe el peligro de
es necesmio para asegurar la convivencia en general, no un cierto ordenamiento de ella en errores perjudiciales para el reo. Pero esta es también una consecuencia de las im-
especial. Lo que ha de encontrarse en juego es la posibilidad misma de vivir juntos, de com- perfecciones que afectan a la capacidad de conocimiento del ser humano y, por
part[r la existencia, de dialogm; de disentir, de subsistlr como hombres en el mundo. Sólo cuando
consiguiente, al juez. Además, este riesgo es siempre inferior al que se corre si la
los valores comprometidos son de Lanla magnitud como para que eso eslé en peligro, y no
existe otro medio disponible y más razonable para preservarlos, puede emplearse el castigo sanción sólo se determina atendiendo a un criterio de utilidad práctica y con ese
proporcionado de un hombre como último recurso para hacerlo. 242 pretexto se exime al tribunal del respeto debido a la persona del procesado.
El hecho de que la prevención general sólo es admisible cuando se trata de salvaguardar La proporcionalidad entre Ia culpabilidad y el castigo sólo debe tomarse en cuenta
la convivencia en general y no una forma de ella en particular, explica la desconfianza que
para fijar el límile máximo de éste. 247 En cambio, si las exigencias de prevención
inspiran los delitos políUcos. 24 -' Asimismo, en ello debe encontrarse la razón de que todos
los ordenamienLo juridicos rechacen la exlradición si el hecho por el cual se la solicita no es general quedan satisfechas con una pena inferior a la que corresponde con arreglo a
constitutivo de delito en el pals -requerido (an. 353 C. Bustamante): 144 al menos en princi- la culpabilidad, o permiten prescindir incluso de toda pena, la sanción debe atenuarse
pio, cabe sospechar que lo que no es punible en un Estado constituye un error de valoración o excluirse. 248 En tales casos recupera plena vigencia el mandato de "no juzgar",
en la legislación ele otro que lo incrimina. Por supueslo, esto no implica que las condiciones porque la irrupción coactiva en los derechos del inculpado sólo se justifica si se
de posibilidad de convivencia sean idénlicas para toda sociedad imaginable. Por esto, los
estados cuya preservación es elemental para una pueden ser distintos en otra de las contem- funda en una necesidad extrema de preservar la paz social; y en tanto ella no concu-
poráneas, o para ella misma en circunstancias históricas diferentes. En este punlo son deci- rre, o puede cumplirse con una pena más benigna, es arbitrario imponerla o agravarla
sivas las condiciones fácticas en que se desenvuelve cada sociedad. En general, sin embargo, con el pretexto de hacer justicia absoluta.
las líneas gruesas son comunes, y sólo se alteran a lo largo de procesos paulatinos, de~ermi-
nados por un entrelazamiento de causas complejo.
El límile máximo de la pena no lo determina sólo la culpabilidad, 249 sino la culpabilidad
referida al injusto. En primer lugar -y de manera general- el legislador adecua la sanción a la
La exigencia de esta limitación tropieza, claro está, con los reparos que se han magnilud del desvalor del hecho considerado en abstracto. En el caso particular, sin embar-
dirigido a la teoría de la retribución: la improbabilidad de la libertad humana y la go, la detenninación del cast.igo se realiza considerando la medida en que ese injusto es
dificultad que existe, aun prescindiendo de aquella, para medir la culpabilidad. 245 reprochable personalmente al autor (desvalor del hecho en concreto). En igualdad decir-
cunstancia, la reprochabilidad de quien eJecuta un ilícito más grave será superior a la del
La primera de estas objeciones es exacta. Pero como aquí la culpabilidad no es que perpetró uno más leves; por ejemplo, un homicidio cometido en estado de arrebato
invocada para justificar la imposición de la pena sino sólo para limitarla, es razona- será siempre sancionado con más severidad que unas lesiones de mediana gravedad ocasio-
ble recurrir a ella, aunque el fundameuto sobre el que descansa sea dudoso. En nadas en la misma situación (arts. 391, Nº 2° y 494 Nº 5°, en relación con el 11, Nº 5º C.P.).
Pero también es posible que a quien ejecuta un injusto considerable no se le deba imponer
efecto, si la pi:;:na es un mal, conviene que la que se aplica al delincuente no exceda pena o haya que aplicarle una benévola si, en atención a la situación en que se encontraba,
de la que merecería en el caso de que su comportamiento fuese libre, pues de otra su culpabilidad era insignificante; por tal razón quedará impune el homicidio cometido a
manera nos expondríamos a tratarlo de manera injusta, sometiéndolo, por conside- causa de un miedo insuperable (art. 10, N" 9" C.P.), y se castigarán, en cambio, las les10nes
de poca consideración que se infligieron fríamente.
raciones utilitarias, a una coacción excesiva que atentaría en contra de su dignidad
humana. Para los efectos de la determinación del límite superior del castigo el hom- El hecho de que la pena se limite con arreglo a la culpabilidad por el inJUsto
bre debe tratar al hombre como si fuera libre y la sanción no debe superar a la que se implica también la consecuencia de que siempre debe estar conectada a la ejecución
le impondría si él se hubiera decidido voluntariamente a quebrantar la norma. 246 de una conducta previa. 250 Por tal motivo, la sanción punitiva nunca puede ser una
Frente a esta exigencia, que es una consecuencia de ]as bases materiales sobre las medida de pura prevención, aconsejada por consideraciones relativas a la persona-
que descansa el Estado Democrático de Derecho, pasan a un segundo plano las lidad del sujeto o a las características de la situación.
consideraciones sobre seguridad ciudadana y preservación del orden público que
pudieran aconsejar una pena superior, y también las relativas a la necesidad de ff) Las exigencias de prevención especia! constituyen también un límite a los fines de
resocializar al hechor. prevención general, y no un objetivo positivo de la pena. 251

242
247
ROXIN, Sentido y Umites de 1a pena estatal, B, n, 2, pág. 30.
Supra, l, III, b). na Idem.
i 43 lnfra, 9, V, b), ce). 24-'lETCHEBERRY, La culpabilidad como fundamento y medida de !a pena, en R.C..P., tomo XXXll, Nº 1, Santiago,
244
Idem. enero-abril de 1973, II, 8, a), pág. 9.
H'i Supra, ll, b), aa) y ce) 25 u Esta característica se enfatiza por GÓSSEL, Esencla y fundami:nto de 1as sanciones jwidico-penales, B, VI,_ pág.
246
En este sentido ROXIN, Sentido y límites de la pena estatal, cit. E, II, 2, pág. 27. Otra opinión en GlMBER..'\JAT, 67 y C, 11, A), pág. 79, quien la desarrolla metodológicamente, y apoya en ella su concepción ret~b:1tlva.
La culpabilidad como criterio regulador de la pena en R.C.P., tomo XXXTI, Nº 1, Santiago, enero-abril de m Sobre este punto, véase una exposición detallada de mi crllerio en La pre-vennón e~penal e.amo hnnt_e ~e la
1973, pág. 32. La lesis de GIMBERNAT se encuentra ampliamente explicitada en sus intervenciones du- pena, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, tomo XIJ, Fascículo 111, Madnd, sept1embre-d1C1em-
rante los debates que se publican en ese mismo tomo y número de la R C.P. págs l 71 y sigts. bre de 1988, págs. 685 y sigts.

80 81
DERECHO PENAL/ PARTF GENERAL/ Enrique Cury Urzlla CAPITULO l / EL DERECllü PEC'JAL EN GENERAL

La socialización adecuada de los participantes en la convivencia es una tarea IV. CONCEPTO DE LA PENA
que debe ser cumplida por instancias de control social distintas y anteriores al dere-
cho penal. Para obtenerla son mucho más apropiadas la educación, la moral, la Con arreglo a lo expuesto, Ia pena es un mal que consiste en Ia disminución o
religión, el arte y una organización política y jurídica justas, tolerantes y capaces de privacíón de cíertos bienes Juríclicos, eI cual se impone a quien camele culpablemente un
ofrecer posibilidades de desarrollo humano a todos los integrantes de la comuni- inJuslo de aquellos a que la ley amenaza expresamente con ella, para fortalecer el respeto
dad. La pena, en cambio, es siempre un recurso de que se echa mano cuando ya el por los bienes Juríclicos, evitar, hasta donde sea posible, la proliferación de tales hechos y
afectado ha adquirido una socialización defectuosa -o, por lo menos, desviada de asegurar así las condiciones elementales de convivencia, lodo ello dentro de los límites que
las normas básicas que rigen la convivencia pacífica-y que, por la coactividad de su determina la dignidad humana del ajectado.
imposición, contribuye más bien a profundizar su desocialización. Los aportes más Por consiguiente, no constituyen penas las medidas coercitivas que el dere-
valiosos de la teoria de la prevención especial consisten, a mi juicio, en haber de- cho privado o e1 derecho procesal autorizan a imponer en ciertos casos con el
nunciado estos defectos de la pena preventivo-general, enfatizando aquellas de sus objeto de forzar al cumplimiento de una obligación o de deberes jurídicos, algu-
características o modalidades que más los agudizan. Pero el error radica en preten- nas de las cuales puede adoptar formas que las asemejan a la reacción punitiva,
der que la pena podría ser transformada en tratamiento resocializador eficaz no incluyendo privaciones breves de libertad. De esa clase son, por ejemplo, los apre-
obstante las desventajas evidentes que implican las condiciones y la oportunidad en mios "al deudor para la ejecución al hecho convenido", a que da derecho, en caso
que se la impone y las circunstancias en que se la ejecuta. de mora, el an. 1553 del C.C., la detención del testigo que citado legalmente no
A lo que la prevención especial puede aspirar legítimamente no es a resocializar al comparezca, para forzarlo a hacerlo, y la mantención del arresto del que, compa-
delincuente -que muchas veces no necesita serlo- sino a protegerlo contra los efectos reciendo, se niega sin justa causa a declarar, de que tratan los arts. 380 incs.
desocializadores de la misma pena. En este sentido, ella debe cumplir funciones de segundo y tercero del C. de P.C. y 190 incs. primero y segundo del C. de P.P. la
importancia primordial, tanto en relación con la naturaleza de las sanciones como diferencia radica, ante todo, en la naturaleza y finalidad de estas instiluciones.
respecto a la procedencia de su aplicación en los casos concretos y, sobre todo, de Mientras la pena es prevención general, las medidas descritas sólo constituyen
sus formas de ejecución. Existe en estas materias un campo de acción inagotable, coacción para que se cumpla un hecho jurídicamente debido. Por eso, estos últimos
que aún espera ser explorado por los especialistas, y en e1 cual el criterio preventivo no presuponen la lesión o puesta en peligro de un bien jurtdico, sino sólo la
especial no ha prevalecido. A lo largo de toda la exposición siguiente se encontrarán existencia de la situación descrita por la ley; asimismo, ello explica que se ponga
referencias a la posibilidad de conformar las penas de la manera que menos perjudi- término al apremio tan pronto el afectado realiza el acto debido o cumple la obli-
que a la socialización del afectado. gación o demuestra que se encuentra en la imposibilidad de hacerlo. En atención
En ciertos casos, como los de quienes cometen hechos punibles atribuibles a a la autonomía de ambas formas de reacción, su imposición simultánea no impli-
su inmadurez -menores de edad- a perturbaciones mentales clínicamente detectables ca infracción del principio non bis in idem 255 , como lo demuestra el hecho de que
o a toxicomanías '(alcoholismo, drogadicción, etc), la función preventivo general en los ans. 380 del C. de P.C. y 190 del C. de P.P. se ponga expresamente a salvo
carece de sentido, porque la pena es ineficaz para motivarlos a observar una con- la posibilidad de una eventual responsabilidad penal.
ducta correcta. Al mismo tiempo, en ellos es realmente indispensable que la socie-
En cambio, no pertenece a esta clase la disolución de la corporación prescrita poT e1 art.
d.ad ofrezca a los autores una posibilidad de superar sus problemas. Para tales situa-
559 inc. segundo del C.C. En este caso se trata, más bien, de una pena administrativa (gu-
c10nes, por consiguiente, es deseable contar con una vía de reacción alternativa bernativa) de aquellas a que se refine el arl. 20 del c_pm
como las medidas de seguridad y resocialización, en cuya formulación prevalecen lo¡
fi~es ~e prevención especial. Pero incluso entonces la intervención debe regirse por Más difícil es precisar la diferencia que pudiera existir entre la pena en sentido
entenas como el de ultima ratio 251 y el de proporcionalidad253 y respeto a la dignidad estricto (pena penal) y las penas administrativas o disciplinarias mencionadas por el
humana del afectado, 254 pues también m ellos la sociedad es corresponsable de las art. 20 del C.P. Ella requiere un examen detallado que se realizará en otro lugar. 257
desviac10nes o msuficiencias que se han producido en la personalidad del sujeto o
de asegurnrle un desarrollo normal de ésta, y no puede tratarlo como a un objeto
r.e_IJUd1cial al que es posible modificar o suprimir sin cortapisas. Por eso, la imposi-
oon de estas medidas debe estar rodeada de tantas garantías como la de una pena
en sentido estricto.

m lnfra, 3, m.
155
m ldem lnfrn,
lY, lnfra, 3, VI. lóó lnfra, 4, IV~ A.
2 1
' Idem.

82 83
DERECHO PEC\AL / PARTJ' GJ,NERAL / Emique Cury Unúa CAPITULO 1 ! El. DERECHO PENAL EN GENERAL

§3. LAS CARACTERTSTICAS FUNDAMENTALES ataca. Esto no se conseguiría si se abandona a la víctima la decisión relativa a la
DEL DERECHO PENAL imposición o ejecución de la pena. Entonces se sabría que existen recursos disponi-
bles para incurrir impunemente en la infracción, y la certeza del castigo cesaría de
I. ENUNCIADO surtir sus efectos que son fundamentales para el cumplimiento de la misión confia-
da al derecho penal.
El derecho penal es público, secundario o subsidíario,fragmentario y personalísimo.
La existencia de unos pocos delitos de acción privada o mixta no contradice lo expuesto
Con arreglo a la ley en vigor debe afirmarse, además, que el chileno es, predominan- Respeclo de ambos ocurre, tan sólo, que el interés social en la imposición y ejecución de la
temente, un derecho penal de actos. pena está supeditado a otro, también social, de no ejercitar la pretensión punitiva cuando
hacerlo puede dañar otros valores básicos para la convivencia. Como en tales casos la cues-
tión de si dichos valores se encuentran en peligro depende de la forma en que la víctima
aprecie el contexto de la situación o de la posición que ocupa en ella, 1a ley le confía la
II. CARACTER PÚBLICO DEL DERECHO PENAL decisión de aclivar !a función pública del derecho punilivo, ya sea en forma limitada (los mal
I1amados delitos de acción mixta) o amplia (delitos de acción privada). 262
El derecho penal es público en un doble sentido, que no coinciden del todo De Ladas maneras, en ambos casos, si el particular resuelve exigir que el procedimiento
se active, es un órgano público (el Tribunal) el que adopta en definitiva la resolución de si ha
con e1 significado atribuido tradiciona1rnente a tal cálificación, pero sobre los cuales
de hacerse, cómo y en qué medida. Tratándose de acción privada hay incluso algunas mate-
existe acuerdo. rias respecto de las cuales el desislimiento o la transacción no producen efectos (art. 30, inc.
En primer lugar, ello quiere decir que la función de consagrar el carácter tercero del C de P.P.). Asimismo, la ejecución de ta sanción a que se condene lambién co-
delictivo de una conducta y establecer la pena aplicable a quien la ejecuta pertenece rresponde a los organismos públicos (autoridades penitenciarias, etc.).
Tampoco se op(me al carácter público del derecho penal que algunas penas puedan
exclusivamente al legislador y es, por consiguiente, pública. Desde este punto de cumplirse en recintos particulares (por ejemplo, la residencia del condenado, en el caso de
vista dicha característica se encuentra vinculada con el principio nullum crimen, algunas penas restrictivas de liberlad). Se lrata de situaciones en las que la ley ha
nulla poena sine lege y con la función de garantía del derecho penal. En el ordena- instrumentalizado esos lugares para el cumplimiento de su finalidad, incorporándolos de esa
manera al servicio de un objetivo público.
miento punitivo no existen figuras "innominadas" creadas por la voluntad de los
particulares. Las partes de un contrato no pueden, por ejemplo, someter de común El punto de vista expuesto fue aceptado en un período histórico reciente, al
acuerdo a una pena penal el incumplimiento de una cláusu1a del pacto. 158 Lo que menos como regla general. Por una parte, las sociedades antiguas, de composición
para la ley no es delito, no lo es para nadie; asimismo, la pena que la ley no establece más simple, solían delegar la facultad de castigar ciertos delitos en los particulares o
no puede imponerse en ningún caso. en organizaciones como la familia o las corporaciones. No es claro si esto ocurría en
Por otra parte, el derecho penal es público porque la función de realizarlo, Roma. 263 En cambio, no cabe duda de que el derecho penal de los pueblos germanos
díciéndolo y ejecutándolo en los casos concretos, pertenece exclusivamente a órga- admitía, en una medida muy amplia, tanto la venganza privada como un sistema de
nos del poder público (tribunales, instituciones penitenciarias o de asistencia, etc.). 139 composición penal pecuniaria. 264 Por otro lado, solo un Estado poderoso, capaz de
En el Estado de Derecho actual, por lo tanto, se encuentra proscrita la justicia penal ejercer soberanía sobre un territorio extendido y bien delimitado, se encuentra en
"de propia mano": el particular no sólo no puede castigar por sí mismo al que lo situación de reclamar para sí el monopolio de la función punitiva. Hasta donde
hizo víctima de un delito, sino _que, además, por regla general tampoco cuenta con sabemos, estas condiciones sólo se dan por completo a partir de la Epoca Moderna
la facultad de impedir que se imponga una pena al ofensor, o evitar la ejecución de y, más precisamente, hacia fines del siglo XVIII, si bien existen ya antecedentes en
ella (art 19 del C.P). los reinos francos a partir de los siglos V y VI de nuestra era. 2 65
Esta situación se explica por la función del ordenamiento punilivo. 26° Como
ella consiste en mantener la paz social mediante la preservación del respeto a los En rigor, el proceso mediante el cual los poderes públicos obtienen para sí el monopolio
de las reacciones penales puede haberse iniciado con el fortalecimiento del feudalismo, el
valores fundamentales sobre los que descansa la convivencia, el derecho se guarda
de admitir las reacciones pásonales -del afectado, muchas veces emocionales y
cual permitió a los sefiores acaparar esa función a cambio de la protección que dispensaban
a sus súbditos. Pero la forma que asume actualmente el carácter público del derecho penal ,,,.
'
descontroladas, pues sólo conducirían a un estado de violencia aún más perturba- 1,
dor para la comunidad que los efectos del deliLo. Por oLra parte, para fortalecer el
respeto a los bienes jurídicos, 261 es preciso tratar de igual forma a todo el que los
262

l 63
Sobre el carácter de obsláculos procesales de las llamadas acción privada y mixta, véase infra. 59, l y IV
UZT, I, 3, I, pág. 77, cree que el derecho penal romano tenía ya un carácter eminentemente público: "Pero
8
irresistiblemente se consuma (en él) la diferencia emre Derecho y Religión_ entre jus y Ja.s ,y con ello el
triunfo de la pena pública".
253
264
Así UZT, I, 4, págs. 156 y sigls., para el cual "tampoco la prna pública fue extraüa, sin embargo, al más
Así lo ha declarado expresamente la jurisprudencia. Véase ETCHEBERRY, D.Pj., I, 1, págs. l y 2 antiguo derecho alemánn (págs. 160 y 161). En el mismo sentido MEZGER, I, 2, págs. 19 y sigts; lviAURACl-1,
259
NOVOA, I, 12, pág. 26. l, 4, 11, págs. 47 y sigts. Una exposición que comparte este punto de vista, pero es más compleja, en
lóu Supra 1, lll, a)
261
JESCHECK, 10, 1 y sigts., págs. 81 y sigts
Supra, 1, III, e), ce), 1, i) 265
JESCHECK, 10, II, pág. 81.

84 85
DERECHO PENAL/ PAR'/ E C.ENERAL / Enrique Cury Urzúa CAPlTULO l f El. DERECHO PENAL EN GENERAL

corresponde a las ideas de la Ilustración y es contrasLanle con ese poderío avasallador que se
o subsidiario del derecho penal es una consecuencia de las tendencias político-
atribuyeron los caballeros feudales primero y los monarcas absolulos más taTde. La entrega
de las decisiones a la ley las t"ransfiere de la voluntad del "señor" a la del pueblo como titular criminales del presente, inspiradas en el princlpio de humanidad. 272
de la soberanía que ejercita por intennedio de sus representantes. Para completar el sislema,
el poder de juzgar se radica en óTganos independientes del Ejecutivo. El carácter accesorio, sancionatorio o secundario del derecho penal fue destacado a
El resultado, 1wr cierto, no es perfecto. Por una paTte, la complejidad de la sociedad principios del siglo XX por BINDING y BELING, 273 y dio lugar a una polémica que, en parte
contemporánea y sus dimensiones gigantescas hacen prácticamente imposible que el Estado se debe a los distmtos significados que pueden atnbuírsele, 274 de los cuales sólo algunos
cumpla a cabalidad con la tarea de prevenir los hechos delictivos. Por otra, una serie de son objetados.
conflictos sociales, que imporlan infracciones de las leyes penales, se solucionan al margen
de ellas y sin intervención de los tribunales, sencillamente porque el conglomerado social a) BINDING vinculó esta caracteríslica del ordenamiento juridico con su fragmentariedad
acepla tácilamente que así sea (piénsese, por ejemplo, en la sanción de las lesiones deporti- y, en efecto, ambas se relacionan estrechamente. 275 Pero, a causa de que peTcibía a la última
vas, o en la forma en que se resuelven ciertos prnhlemas delictivos al interior de los estable- como a un defecto, 27 ti su exposición dio pie para que la subsidiariedad del derecho penal se
cimientos educacionales, de las grandes empresas o en los círculos familiaTes o de amigos) interpret:::ira en el sentido de que éste carece de autonomia parn consagrar la ilicitud de un
Finalmente, es verdad que los órganos del poder público obran con una imparcialidad rela- hecho y debe limitarse a recortar, de entre los que las reslantes ramas del ordenamiento
tiva y "seleccionan" a quienes sufrirán una pena por motivos ajenos a los dictados de b jurídico declaran antijurídicos, aquellos a los que desea someter a una pena. Así, un grupo
ley 261i y cuyos fundamentos aún no se han precisado bastante. Aún así, lodavía no se-ha de autores importante sostiene que el deTecho penal cumple una función de refuerzo de las
formulado ni experimentado un sistema que sustituye con venLajas ,11 del derecho penal prohibiciones y mandatos erigidos por las normas constitucionales, administrativas, civiles,
público tal como aquí se ha descrilo, y pareciera que el camino más produclivo es el de comerciales, etc., y consideran que de esta concepción depende la posibilidad de afirmar la
seguir Lrabajando por su perfeccionamiento hacia el futuro. La mantención de ese crilerio unidad de lo injusto para Lodo el ordenamiento _jurídico. 277 -m
genera 1, sin embargo, no debe impedir que se discuta la posibilidad de otorgar nrnyor efica- En los últimos decenios esLe crilerio ha sido abandonado. Hoy la mayoría de la doctrina
cia a la voluntad de la víclima en el manejo de la pretensión puniliva estatal. 267 No se trata reconoce autonomía al derecho penal en la conslitucicín de sus prohibiciones y mandatos. 279
de abogar por una ampliación de las posibilidades de reacción punitiva del ofendido, rom- Es cierto que, en muchos casos, éstos ya han sido formulados (lógicamente) por olras ramas
piendo los rígidos marcos impueslos por la institución de la legítima defensa. Tampoco de del derecho cuando el punitivo resuelve sancionar su infracción con una pena; pero Lambién
limilarse a un incremento del número de delitos de acción privada -una solución que, en son numerosas las disposiciones penales cuyos imperativos no encuenlran correlato alguno
todo caso, contra lo que sostuve hasta la edición anterior,2 68 es lícito explorar. Pero en el en los otros sectores del ordenamiento _jurídico, de manera que la conslitución de la
futuro podría olorgarse al afectado más oportunidades <le inlervenir en una solución conci- antijuridicidad del hecho no puede atribuirse a ellos ni siquiera desde un punto de vista
lial01ia del conflicto cuando ella no perjudique a la función preventivo general de la pena ni lógico. Además, aun en los casos del primer grupo la formulación del precepto penal no se
se preste parn presiones indebidas. 2 ti'J Cuando la yictima ha recibido una reparación satisfac- encuenLra sometida a la configuración de los mandatos y prohibiciones extrapunitivos; y
toria del ofensor y ha llegado a comprender sus motivos, y si la paz social puede preservarse ello cobra gran importancia práctica en el momento de su interpretacüín, 280 que no debe
sin necesidad de sanción, la imposición de una pena a toda costa no es la opción más conve- plegarse a la de los conceptos civiles, administrativos o de cualquier otra índole, aunque,
niente desde el puma de vista político-criminal. En parte, estas ideas se han materializado ya por supuesto, tiene que tomarlos en cuenta al efeclUar la propia elaboración. Las dificul-
en el nuevo Có.digo Procesal Penal. tades que existen para distinguir los ilicilos penales de los adminislralivos 2 ~1 tampoco son
un argumento concluyente. 282 Desde el punto de vista práctico ellas deben resolverse
atendiendo a criterios que proceden de otros planos. Finalmenle, el supuesto carácter
subsidiario del derecho penal, entendido de esle modo, no es necesario para conservar el
III. CARACTER SECUNDARTO O SUBSIDIARIO postulado de la unidad del injusto. En efecto, la antijuridicidad del hecho sigue siendo
DEL DERECHO PENAL válida parn todo el ordenamiento _jurídico, cualquiera sea la rama de él que la ha conslitui-
do o la diversidad de los efectos que le atribuyen unas y otras. 283 Así, por ejemplo, el que
El derecho penal es secundario o subsidiario, porque la pena sólo debe ser
empleada cuando el ataque al bien jrnidico no puede sancionarse de manera apro- 272
JESCHECK, 4, lll, pág. 23.; vVURTEMBERGER, Humunily asan c!ement in penal law, cit., págs. 106 y sigts.
piada acudiendo a los medios de solucionarlo de que disponen las otras ramas del 273
Cfr. JESCHECK, 7, II, 2, pág. 46. Véase también BEU~G, 9, 1, ll, pág. 22.
ordenamienlo jurídico. La pena es, pues, un recurso de ullima ratio Yº Lo mismo i,,. !\sí, por ejemplo, la exposición que se hizo en la primera edición J.e esta obra, I, 2, TJT, a), págs. 38ysigts.,

emplea la terminología en un senlido diferente del que se le acuerda en el texto a partir de la segunda.
debe decirse de las medidas de seguridad y corrección. 271 Este carácter secundario 17
' lnfra lV
no Idem. Véase, además, JESCHECK, 7, II, 1, págs. 45 y 46.
21
' lnfra, TV
278 En Sudamélica este punto de vista ha gozado de un gran prestigio, a causa <le que fue defendido porJlMENEZ
206
En relación a todos estos problemas véase HASSEMER, 11, págs. 92 y sigts e infra, 5, ll, a), 4
DE ASUA, I, 8, págs. 34 y sigts., y SOLER, l, 1, VI, págs. 10 y sigts. la influencia de amhos contribuyó a
HASSEMER, 11, pág. 93
-'-Oi
expandirlo. Debe destacarse que estos autores subrayan el carácter iógiw y no cronológico de la precedencia
11;,
268
Cfr_ CURY 1, .3, n, pág. 54.
269
Esta posibilidad ha sido explorada inicialmente por HULS"tv1A~, págs. 51 y sigts, págs. 106 y sigts. ta
de la norma extrapenal sobre la punitiva, pues es evidente ql1e, en muchos casos, la disposición que casliga
un hecho antecede históricamenle a las leyes de otra clase que establecen la prohibición o el mandato.
1
1
perspectiva desde la cual lo hace es distinta de la del lexto, puesto que deliva J.e su posición abolicionisra.
Sobre ello, supra, l, m, b). Pero sus hallazgos sobre la eficacia J.e los procedimientos ~conciliatorios''
2:i-i Véase. por todos, CEREZO, 1, págs. 62 y sigts.;JESC11ECK, 7, II, 2, pág. 46; MUÑOZ CONDE, Introduc-
í
ción, ll, a; a), págs. 60 y sigts., quien defiende una postura matizada; MlR, Inlrodt<cción, l, págs. 32 y sigts.; !J
pueden ser fluctuosos en cualy_uier contexto
270
Véase, por no citar sino algunos, BUSTOS, Pena y Estado,en Ea.ses críticas, 2, pág. 149; GARRIDO, 1, 2, Tll,
pág. 40; GD.1BERNAT, ¿Tienejúturo la dogmática prnal?, cit., 11, .'3, págs. 13 y sigls.; MIR, Tntroducción, págs.
280
2
m
RODRIGUEZ MOURUJJ.O, ll. lll, págs. 35 y sigts.
lnfra, 4, III.
lnfra, IV A
1
iJ
124 y sigts., MUÑOZ CONDE, lntrnducción, ll, A, págs. 51 y sigts.; POUTOFE 1, 5, B. págs. 23 y 24; m CEREZO, II, pág. 62; MUÑOZ CONDE, Introduccir!n, IL a), págs. 64 y sigts.
RODR!GUEZ MOURCLLO, 1, 2, págs. 20 y sigts.; ROXIN, Sentido y iímitcs de la pena estatal, cit., B, l,
págs. 21 y 22, e lniciación, pág. 31
m Supra, 2, III, b), fO.
1·83 Esto último lo acepta también lvlAURACH, \, 2; IIL B, 1, pág. 33, quien desde el otro punto de vista,

afirma e! carácter secundario del derecho penal: "frente a los restanr.es ámbitos del derecho, el derecho 1
penal, en principio, es independiente en sus efectos.''

1
86 87

1
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ ('nrique Cury \Jrzúa CAPÍTULO l / lºL DERECHO PENAL EN GENERAL

fuera del derecho penal no exista norma alguna que consagre un deber de solidaridad precisión lo punible de lo que no lo es, lo cual se ha transformado en una exigencia
como aquél cuya infracción se sanciona en el art. 494 Nº 14 del C.P, no significa que la esencial del Estado de Derecho contemporáneo. De este modo el carácter fragmen-
omisión de socorro sea una conducta aprobada o siquiera indiferente para el derecho civil
o el laboral; sólo indica que la sanción punitiva es, en este caso, la única idónea para tario del derecho penal, en el que BINDING creyó ver un "defecto grave" ,289 se
resolver el conflicto generado por ese quebrantamiento. De la misma forma, el incumpli- considera hoy uno de sus rasgos más apreciables. Por eso, nunca se insistirá bastan-
miento de las obligaciones contractuales también es una conducta ant~jurídica para el te en la necesidad de hacer comprender a la sociedad que no todo lo que infringe las
derecho penal, aunque su autor no se encuentre amenazado por una reacción punitiva.
normas ha de ser castígado con una pena y, por el contrario, sólo sectores reducidos y
b) Por el contrario, la idea de que el derecho penal es secundario o subsidiario, en el acotados de lo que es ilícito Justifican su empleo.
sentido que ahora se le ha dado aquí, constituye una opinión dominante en la doctrina
comemporánea, aunque siempre existen voces disidentes. 284 La constatación de que la pena El carácter fragmentario del derecho penal debe extenderse también a las medidas de
es el medio de control social más violento de que puede servirse el Estado de Derecho y de seguridad y corrección si, con arreglo al punto de vista correcto, éstas deben ser siempre
que, por consiguiente, su mayor eficacia relativa no justifica su empleo indiscriminac;io, ha postdelicluales. En efecto, en ese caso la medida sólo se impondrá cuando el sujeto haya
conducido a una actilud cada vez más prudente. En tanto la infracción no pone en peligrn la ejecutado una de las conductas pertenecientes al catálogo de tipos delictivos, aun en aquellas
posibilidad de convivencia, siempre seTán preferibles las sanciones no punitivas para reme- situaciones en las que no se dan todos los presupuestos necesarios para sancionarlo con
diarla, eludiendo los efectos desocializadores del castigo penal.285 Pero debe reconocerse una pena. En cambio, dicha característica desaparece si en el sistema se incluyen medidas
que una y otra vez aparecen quienes defienden formas exageradas e ingenuas de prevención predelictuales, ya que para irrogarlas basta que sobre el individuo se haya pronunciado un
general negativa, abogando en consecuencia por un empleo más frecuente y agresivo de la diagnóstico de "peligrosidad" . .Es verdad que en algunas legislaciones la sujeción a una
pena. Desgraciadamente, esas opiniones influyen a menudo en la legislación que, a este medida predelictual no depende sólo del pronóstico sobre peligrosidad sino, además, de
respecto se comporta de una manera errática, penalizando o despenalizando conductas se- que concurran otros presupuestos descritos por las normas respectivas. Sin embargo, tales
gún el ir y venir de las opiniones callejeras o de circunstancias coyunturales. descripciones, aparte de no ser siempre concebidas satisfactoriamente, resultan en general
demasiado imprecisas y no salvaguardan las funciones de garanLía que competen al dere-
A causa de lo expuesto, existen amplias zonas de la antiJuridicidad respecto cho punitivo. 290
de las cuales no se producen efectos penales, 286 y la tendencia predominante en.la
doctrina es extenderlas todavía más.
V. CARACTER PERSONALISIMO DEL DERECHO PENAL.

El derecho penal es personalísimo en dos sentidos. En primer lugar, ello signi-


IV. CARACTER FRAGMENTARIO DEL DERECHO PENAL. fica que la pena o la medida de seguridad y corrección en su caso sólo pueden
imponerse al que ha participado en el hecho punible, y no deben afectar a terceros,
El carácter fragmentario del derecho penal significa que éste no pretende al-
cualquiera sea el género de relaciones que tengan con el autor (matrimoniales,
canzar con sus efectos a toda la gama de conductas ilícitas, sino sólo a aquellas que
parentales, herededitarias, amistosas, etc.). En segundo, que es también ese sujeto
constituyen ataques intolerables en contra de bienes jurídicos cuya subsistencia es
en quien deben ejecutarse, esto es, el que debe sufrir sus efectos. El derecho penal
capital para la preservación de la convivencia pacífica. Esto se expresa en el hecho
no admite representación. 191 De aquí se deduce como consecuencia -y no como
de que las acciones a las que se amenaza con pena se hallan descritas por la ley en
tercer aspecto autónomo de tal caractertstica 292 que ni la pena ni la medida de segu-
una forma que precisa sus contornos tan nítidamente como le es posible, y todo lo
ridad como tales, ni su ejecución, son transmisibles; la responsabilidad penal se
que yace fuera de esas descripciones se encuentra sustraído a la reacción punitiva.
extingue con la muerte del sujeto. 293
lo que se castiga, por consiguiente, son nada más que fragmentos de lo antijurídico.
BEUNG destacó esta idea, afirmando que "del común dominio de la ilicitud culpa- También en esto se ha producido una evolución histórica que, en ciertos aspectos, toda-
ble fueron recortados y extraídos determinados tipos delictivos" 287 y "de este modo, vía no concluye.
redúcese el actual Derecho Penal a un catálogo de tipos delictivos". 288 En muchos pueblos primitivos, en efecto, la reacción contra el delito afectaba a todo el
grupo familiar del aulor e, incluso, al clan o tríhu a que pertenecía. Esa tendencia se trasmite
Como es notorio y se advirtió, existe una relación estrecha entre esta caracte- a organizaciones sociales y políticas más desarrolladas y complejas, en las cuales, aun supe-
rística y la subsidiariedad del ordenamiento penal. Asimismo, es evidente que ella rado el período de las venganzas colectivas, se continúan imponiendo penas cuyas conse-
corresponde a una conquista del "movimiento liberal", afanado en delimitar con cuencias recaen sobre la familia del responsable. Así, por ejemplo, en el derecho romano y
hasta muy avanzada la época moderna.

IRt De otra manera en CURY, I, 3, lll, pág. 56. ;s9 Cfr. JESCHECK, 7, II, 1, pág. 45. Con mucho énfasis sobre el valor del carácter fragmentario del derecho
28
" Supra, 2, lll, b), fD. penal, ROXIN, l, 2, 29, págs. 65 y 66.
mr, JESCHECK, 8, III, 4: "no se acude a la pena siempre que la justicia lo requiere, sino únicamente cuando 29 °
COBO, Pel[grosidad y pdigrosidad ,oóal en 1a le-y de 4 de agosto de 1970, en Pcli}!;rosidad social y medidas de
resulta imprescindible en defensa de la colectividad." (El énfasis es mío). POLITOFF, I, 5, B), pág. 23; segwidad, cit., 12, págs. 120 y sigts~ la situación en España ha persistido hasLa ahora, no o~stan:e las
ROXIN, 1, 2, 28. pág. 65 crtticas de que es objeto. Véase MUNOZ CONDE, Derecho Penal y Control Social, III, L pags. ::,3 y s1gts.
287
BEUNG, 15, I, pág. 37. m Hasta aquí, en el mismo sentido NOVOA, l, J 6, a) y b), pág. 31.
288 292 Otra opinión en NOVOA, I, 16, e), pág. 31
Idem. Véase también NOVO A, I, 14, págs. 28 y sigts,, que para graficar la idea se refiere a un 'archipiélago
193
de ilicitudes"; POLITOFF, 5, B), pág. 23; ROXIN, I, 2, 28, pág. 65. · Tnfra, 58, l.

88 89
DERECHO PE!\AL / PARTE GCC'lERAL / Enrique Cury Urzúa
C",P\Tl_;LO l / EL DERECHO PENAL LN GENERAL

Pero todavía hoy esta naluraleza personalísima del derecho punitivo sólo parece ser
completamente reconocida en el primero de los sentidos expueslos. En cambio, varias legis- tradores. Como es lógico, esto significa atribuirle también la capacidad de cometer
laciones contemporáneas reproducen disposiciones como la del art. 93 Nº l O del C.P., según culpablemente un hecho injusto y, por lo tanto, un delito punible.297
la cual la muerte del procesado extingue la responsabilidad penal en cuanto a las sanciones A las consideraciones sistemáticas sobre las que se desarrollaba la polémica,
"personales'', pero, respeclo de las pecuniarias, "sólo cuando a su fallecimiento no había
recaído sentencia ejecutoria". Con razón 11.AURACI-I afirma que esta norma "no sólo repre- en los últimos decenios se han sumado argumentos políLico-crimi.nales. Quienes
senta un efecto tardío de la codicia fiscal, sino además la infracción más grosera del princi- abogan por reconocer la responsabilidad criminal de las personas jurídicas,
p10 de la alta personalidad de la pena", 294 pues, en efecto, ello significa ejecutarla en perjui- enfatizan el incremento de cierto tipo de delincuencia (económica, ecológica, fis-
cio de los herederos.
Por otra parte, lo cierto es que la pena constituye hasta el presente un castigo cuyos
cal, etc.), protagonizada por grandes corporaciones, muchas veces con alcances
efeclos sociales persiguen muchas veces al cónyuge y los hijos de aquel a quien se impuso e, transnacionales. Para combatir esa criminalidad no basta castigar a las personas
incluso, del que sólo llega a ser procesado y en definitiva fue absuelto. 29 " Asimismo, prácli- naturales que intervienen en los hechos, pues, aparte de que éstos están com-
camente en todos los casos la sanción provoca daños económicos y familiares que gravitan
puestos por una malla de actos complejísimos y es imposible establecer los lími-
sobre los integrantes del grupo y no sólo sobre el condenado. Comprobar todo esto corisli-:..
tuye otro motivo para subrayar el carácter subsidiario del derecho penal: el ordenamiento tes de la participación en ellos, los ejecutores materiales suelen cumplir políticas
jurídico únicamente debe echar mano de un recurso cuyos efectos colalerales no está en generales de la empresa, cuyos negocios, en conjunto, se desarrollan en las fron-
süuación_de controlar, cuando es el último de que dispone para preservar los fundamentos teras de la ilicitud. Por su parte, quienes se oponen a la persecución penal de los
de la convivencia.
entes colectivos subrayan que el tipo de sanciones aplicables a ellos sólo pueden
Este rasgo del derecho penal se relaciona con la cuestión relativa a la responsa- ser pecuniarias o consistir en su disolución. Las primeras, dentro de límites razo-
bilidad criminal de las personas jwidicas: ¿pueden estas ser sujetos activos de. un deli- nables, pueden imponerse administrativamente, sin que sea necesario forzar la
to y, consiguientemente, pasibles de una pena? naturaleza de las cosas para atribuirles el carácter de una pena penal. 298 La disolu-
La solución de este problema se ha vinculado históricamente al criterio que se ción, entretanto, puede provocar perjuicios a terceros inocentes, quebrantando el
sostenga respecto a la naturaleza de la persona jurídica. Los que ven en ella un ente principio de la personalidad de la pena. Desde luego, la soportan también los
o figura ficticio (teoría de la ficción), al que el derecho atribuye por razones prácticas socios (comúnmente accionistas), que no tuvieron intervención alguna en los he-
algunas característica propias de la personalidad (SAVIGNY, WJNSCHEID) niegan chos antijurídicos o en la decisión de ejecutarlos o, incluso, en la determinación
su capacidad delictual. 296 Para este punto de vista es decisivo el hecho de que a la de las políticas generales de la corporación, porque formaban parte de una mino-
persona jurídica no se le puede dirigir un reproche de culpabilidad, pues los actos ría. Además, daña a los trabajadores, muchas veces numerosos, que pierden sus
· que realiza no son el producto de su voluntad -de la cual, en rigor, carece- sino de empleos o ven reducidos sus ingresos.
la de las personas que la dirigen y administran (ejecutivos) o constituyen la mayoría De acuerdo con el art. 39 del C. de PP en Chile la responsabilidad penal sólo
en sus ó_rganos de decisión (directorios, consejos, juntas de accionistas). Así, sólo la puede hacerse efectiva en las personas naturales; por las personas jurídicas respon-
conducta de estos últimos puede ser objeto del Juicio de desvalor personal en que den los que hayan intervenido en el acto punible. De esta manera, la ley se decide,
consiste la culpabilidad penal. En cambio, la teoría de la personalidad colectiva real en principio -y correctamente a mi juicio- por la teoría de la ficción, coincidiendo
(GIERKE) considera que la persona jurídica es, como el hombre, una entidad con con el concepto que proporciona el art. 545 del C. C.
sustancia y voluntad propias, distinta de la de sus integrantes, directivos o adminis-
La expresión "hayan inlervenido en el acto punible" debe entenderse en un sentido
amplio, que abarca tanto a los autores como a los parlícipes y encubridores. 299 No se traL1,
pues, sólo de los que han tomado "parte en la ejecución del hecho" (arl. 1.5 N" l" C.P.), ni de
194
1v1AURACH, II, 59, ITT, C, I, pág.' 154. Después de la refonna del Código Penal Alemán, esla disposición quienes tienen el "dominio del hecho".ooo sino de cualquier concurrente.
ha desaparecido de ese ordenamienlo. También se la suprimió en el Código Penal Español. Véase COR-
DOBA RODA Y RODRIGUEZ lv!OURULLO, 11, pág. 618. Tampoco se la encuentra en los arts. 150 y 171
del Código Penal llahano, que distinguen entre extinción del delito y exlinción de la pena, según que la
Excepcionalmente, sin embargo, algunas leyes abandonan este criterio. Así,
muerte se produzca ames o después de la condena, y ha desaparecido asimismo del Código Penal del por ejemplo, la Ley Antimonopolios, Nº 13.305, reemplazada por el D.L 211 de
Bra_stl (art. 107). El_an_. 76 del Código Penal Colombiano de 1980 reproduce la distinción efectuada por el
itahano y, por consiguiente, tampoco contempla la ominosa institución de nuestro arl. 93 ::,,./ 0 1º. Sobre los
intentos de justificar esa norma acudiendo a argumentos formales, según los cuales lo que se lrasmite no 297
es la pena sino un "crédito", véaseinfra, 58, l, yla resis de grado (sin publicar), ele JUAN !GJ\:ACIO PIÑA, LlSZT, II, 28, I, 2, págs 298 y sigts., con desarrollo especial en la nota 4 de las págs. 299 y 300: ORTJZ, 1,
nt., VT, págs. 20 y sigts. págs. 20 y 21, reproduciendo textualmente a LlSZT; PFDRO SILVA, Reseña dt: su intervendón de las Quintas
295
CARNELUTTl, E! problema ele la pena, traducción de Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, 1956, 37, Jornadas de Ciencias Penales, en R.C.P, XXl, N" 1, Santiago, 1962, págs. 103 y sigts. En este sentido también
págs. 94 y s1gts JAKOBS, 6, 43 y sigrs., págs. J82 y siguientes, si bien con una fundamentación cüferenle, basada en su
296
BETTIOL, pág. 210; COUSIÑO, I, 68, págs. 275 y sigts. con detalle; asimismo, La cslrnctura del delito concepción funcionalislas de los "círculos de organización", la "esfera de competencia" y, sohre todo, "las
ern,nómlco, en R.C.P., XXI, Nº 1, Santiago, 1962, Ill, págs. 54 y sigLs.; ETCHEBERRY, T. págs. 125 y 126; expectativas de comportamiento", que lo conduce a afinnar tanto la posibilidad de acción como de culpabi-
JESCHECK, 23, V, págs. 204 y sigts.; lv!AGGlORE, L págs. 473 y sigts., J\IL\URACH, l, 15, II, A, págs. 179 y lidad de las personas jurídicas porque "Lanlo para la acción como para la culpabilidad son idénticas las
18~; M~ZGER, .Libro de Estudio, I, 20, I )~ 11, págs. 93 y sigts; NOVOA, l, 160, pág. 238, aunque con alguna formas dogmáticas (y no sólo los nombres) en la persona física y en la persorn:1 jurídica" (45, pág_ 184).
29
~ Sobre esre punto, véase infra, 4, IV, A.
vanlanon ultenor; RODR!GUEZ DEVESA, I, págs. 331 y sigts, con amplio detalle bibliográfico en notas; 299
SOLER, l, 21, I\\ págs. 250 y sigt.s. Con cierto detalle, véase además GARRIDO, ll, 8.3, págs. 55 y sigts. Sobre esto, infra, 37, T. En especial respecto a la distinción entre partícipes y encubridores, infra,
'ºº lnfra, 37, 11, E, b).

90 91
DERECHO PLNAL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urztla CAPÍTULO l / EL DERECHO PENAL E>! Gf'NER.AL

1973, consagró la posibilidad de imponer a las personas jurídicas la pena de disolu- tivas, y esto crea un riesgo tremendo de arbitrariedades. Además, para cualquier
ción. De acuerdo con el art. l º, inc. final del D.L 818, de 1974, sobre Régimen Legal totalitarismo es fácil describir como "tipo de autor" el modo de vivir, y aun de
de Propiedad y Administración de Bancos, la sanción es aplicable a estos últimos en pensar de sus adversarios. Esa tentación acecha también al Estado de Derecho, pues
los casos que allí se contemplan. Estas disposiciones son concesiones a las exigen- siempre existen personalidades inadaptadas a las cuales parece cómodo neutralizar
cias impuestas por la aparición de nuevas formas de delincuencia originadas en la echando mano del recurso punitivo o cautelar. Eso es inaceptable. Una organiza-
complejidad y volumen de los grandes negocios; pero sus efectos preventivo gene- ción social sólo puede prevalecer si es capaz de tolerar las discrepancias, ordenando
rales no han sido importantes y su aplicación es infrecuente. la convivencia de manera que realice la unidad y la paz también para los distintos.
Aquí no se trata de algo tan simple como ordenar un club de amigos fundado sobre
la uniformidad de origen, instrucción, educación, clase y buenos modales. Eso con-
VI. DERECHO PENAL DE ACTOS Y DERECHO PENAL DE AUTOR duciría a la paralización del progreso social, lo cual sobre ser desastroso, es irreali-
zable. ¡A fin de cuentas, las personalidades desagradables son inconfortables, pero
a) Se dice que un derecho penal es de actos cuando lo que en él se castiga son constituyen también una advertencia! A causa de todo esto, el derecho penal de
las conductas ejecutadas por el sujeto, con prescindencia de las características per- autor nunca se ha impuesto de una manera explícita y categórica y hasta los penalistas
sonales de este. Así, en un ordenamiento punitivo de esta clase se sanciona "el que lo contemplan con simpatía, como LISZT, son cautelosos y algo inconsecuentes
homicidio", "la violación", "el robo", o "la injuria", describiendo los hechos en que en sus resultados. 301
consiste cada uno de esos delitos y no a las personas que los cometen o tienen
tendencia a cometerlos. b) De acuerdo con lo expuesto, el derecho penal de actos prevalece en los
Por el contrario, se habla de un derecho penal de autor para referirse a aquel ordenamientos jurídicos de origen liberal -a los cuales pertenece el nuestro- en el
que sustituye el catálogo de las conductas punibles por el de unas descripciones de sentido de que lo que decide sobre si se impondrá una pena es la ejecución de una
características personales o modos de vida, a los cuales se conecta la reaGción puni- conducta desaprobada por la ley y no las características personales del hechor. Una
tiva o la medida correctora o segregadora. En lugar de sancionar hechos, aspira a personalidad defectuosa no es fundamento suficiente para la irrogación de un castigo.
configurar tipos de hechores ("homicidas", "delincuentes sexuales", "delincuentes Sin embargo, la consideración del autor ha cobrado cada vez más importancia
contra la propiedad", "delincuentes ocasionales", "delincuentes peligrosos por ten- para la determinación de la pena que se aplicará a quien ejecutó el hecho puni-
dencia", etc.). ble.302 A ello lia contribuido, por una parte, el desarrollo de la teoría normativa de
El derecho penal de actos tiene la ventaja de su objetividad. En este sistema el la culpabilidad, 303 según la cual la medida de la pena tiene que ajustarse a la medida
castigo se asocia a un hecho perceptible y, hasta cierto punto, verificable por el juez. del reproche que se puede dirigir al sujeto por su comportamiento contrario al
Las particularidades personales, las motivaciones y el pasado del inculpado no de- mandato o la prohibición, el cual, a su vez, depende de sus circunstancias persona-
ben influir en el juicio que se pronuncia en su contra, el cual sólo es determinado les (medio, formación, educación, salud psíquica y corporal, posibilidades de tra-
por el comportamiento que infringió el mandato o prohibición. No hay lugar, por lo bajo, etc). Asimismo, lia influido la progresiva importancia que se atribuye a las
tanto, para apreciaciones antojadizas ni desigualdades enraizadas en diferencias de consecuencias de la pena concretamente impuesta en el desarrollo ulte1ior del au-
credos, razas, educación, ideas políticas, situaciones familiares u otras semejantes. tor, tanto respecto de su propia existencia como del contexto social a que pertenece,
De aquí_que el derecho penal de actos posea enorme prestigio en los ordenamientos lo cual también exige hacerse cargo de sus particularidades individuales. En esta
jurídicos fundados en concepciones liberales. subjetivización de los criterios de determinación de la pena han cumplido, por
Pero esta objetividad, con todo lo apreciable que es, también genera dificulta- cierto, un papel importante los progresos de la criminología, 304 las consideraciones
des. Al prescindir de las características personales, parifica la responsabilidad, im- de prevención especial3º 5 y las político-criminales. 306
pidiendo o al menos dificultando la mdi\~dualización de las penas. Para un derecho
penal de actos en su forma más pura, el homicida ocasional que dio muerte a la
víctima en estado de arrebato emocional, debería ser casligado en la misma forma .JO! Cfr.JESCHECK, 7, m, l, pág. 47. Sobre l.o ocurrido con FERRI (que impl.ícitamente defiende rnmbién esa
concepción) cuando tuvo la ocasión de legislar, véase JIMENEZ DE i\SUt\, T, L32, págs. 355 y 356. La
que el "matador" a sueldo de una banda de pistoleros. Con él, sobre todo, se iustifi- crítica debe aceptarse con reserva, por su apasiornimicnlo manifiesto. Una exposición detallada y de con-
ca el sarcasmo de ANATOLE FRANCE, según el cual la norma, en su ma¡estad, junto sobre el tema puede encontrarse en ROXIN, 6, 1 y sigts., págs. 176 y sigts., quien le dedica un
exige el mismo respeto por la propiedad ajena a los banqueros y a los vagabundos apartado completo; con bibliografía. Asimismo POUTOFf, I, 6, 1, págs. 243 y sigts.
301 Sobre esto, con detalle, HASSEMER, 15, II, págs. 127 y sigts. En el sentido del texto tambiénJESCHECK,

que habitan bajo los puentes del Sena. 7, III, 2, pág. 47,
_ic_i lnfra, 25, 2, e) y d
El derecho penal de autor, en cambio, atribuye importancia a las característi- 04
' lnfra, 5, IL
cas individuales del hechor, que son, en definitiva, las determinantes de su asigna- Jo 5 Supra, 2, ll, d), y III, b), ff).
306 Tnfra, 5, l.
ción a un "tipo de autor". Pero para hacerlo tiene que acudir a apreciaciones subje-

92 93
fJr
DF.Rl'.CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzüa CAPÍTULO l / EL DERECHO PENAL EN GENERAL

En todo caso, es preciso enfatizar las siguientes conclusiones: (art. 11 Nº 6), las emocionales (art. 11 Nºs. 3, 4 y 5) y la de haber obrado por celo
de la justicia (art. 11 Nº 10). En algunos casos, esa consideración determina incluso
aa) La decisión relativa a qué se castigará debe realizarse siempre con arreglo la exclusión de toda pena, como sucede respecto de los enfermos mentales (art 10
a los criterios de un derecho penal de actos y, lógicamente, precede siempre a la W 1 C.P.) y menores de edad (art. 10 Nºs. 2 y 3), sin perjuicio de que se puedan
referente a la determinación de la pena, pues si la conducta ejecutada no es consti- imponer al afectado medidas de seguridad y corrección o cautelares. Hasta es posi-
tutiva de delito según la ley, no existe pena que determinar, y ninguna característica ble que, en unas cuantas situaciones, se introduzcan referencias a la personalidad
de la personalidad del autor justifica la imposición de una, cualquiera que sea. 1º7 del autor en la descripción del hecho punible, como ocurre con la exigencia de
Esta afirmación parece pe.rogrullesca y, sin embargo, no es superflua. Los tribunales
"habitualidad" contenida, entre otros, en el art. 367 del C.P. (favorecimiento de la
tienen que evitar la tendencia a decidir sobre la punibilidad de un hecho atendiendo a prostitución) pero en ellas este requisito constituye, más bien, un límite para la
consideraciones sobre los "antecedentes" del autor, su procedencia, su "prestigio" J sus "ma- tipicidad de la acción, que sólo se castiga si ejecutarla se ha transformado en un
las costumbres" u olros semejantes. En esa etapa del enjuiciamiento sólo es relevante la
lipicidad de la conducta. Desg~aciadamente no siempre esta exigencia se cumple, y las deci-
"hábito" del sujeto. 3 ll Por el contrario, es inadmisible que se sancione a alguien
siones prácticas son influenciadas por una serie de prejuicios originados en características fundándose en características de su personalidad (peligrosidad, vicios, malas cos-
personales del procesado. Como los jueces son seres humanos, eso no puede erradicarse por tumbres, taras, etc.). Una personalidad defectuosa no constituye base para la
completo. Pero ayudaría mucho a impedir los errores el que se Lenga presente el principio irrogación de una pena.
desde el que se ha de partir.
Por otra parte, la idea expuesta también debe regir para la irrogación de la otra fonna de
reacción penal, esto es, las medidas de seguridad y corrección. De emre ellas, las únirns que Sin embargo, contra el sistema predominame en la ley conspiran algunas de sus dispo-
siciones, que elevan a la categoría de conductas típicas lo que no es sino un ''modo de ser"
aclualmenle rigen (arls 682 y sigts. del C. de P.P. y artículos 4.55 y sigts. del C. P. P) presupo-
del individuo. Posiblemente las siluaciones más características eran la vagancia y mendici-
nen la ejecución de una conducta típica, cuya ocurrencia en el caso ccmcre~o tiene que
dad, a que se refería el párrafo 13 del Título V1 del Libro II del C.P., arts. 30.5 y sigts., hoy
apreciarse independiememente de las perlurbaciones psíquicas del autor. 308 Si en el futuro
se consagran oLras, debe mantenerse este punto de partida. 309 felizmente derngadas por la Ley 19.567. Pero subsisten algunas figuras sospechosas como,
por ejemplo, el tipo del favorecimiento de la prostilución del artículo 367 del Código Penal,
que pareciera castigar un cierto modo de "conducción de vida" (discutible).
bb) En la determinación de la pena hay que tener en cuenta, aderr{ás de ciertas Finalmente, debe señalarse que el procedimiento de determinación de la pena consagra-
parLicularidades del acto eiecutado, los rasgos personales del autor. La indagación do en la ley chilena es rigido 312 y no garantiza una apreciación adecuada de la personalidad
sobre estos ú1timos, sin embargo, tiene que hacerse con prudencia, pues en las del autor en esla segunda etapa del enjuicü:imiento.
situaciones extremas prevalece la dignidad humana del procesado. La indagación
sobre su intimidad no puede llevarse nunca más allá de ciertos límites, incluso
cuando tienda· a favorecerlo, si con ello se lesiona su condición de hombre y los
derechos que son consustanciales a ella. Para el derecho punitivo y el procedimien-
to penal es un desafío angustioso y casi irrealizable tratar de mantener este equili-
brio precario, que en muchos casos ni siquiera puede hacerse depender de la volun-
tad del afectado.m

c) El derecho penal chileno se encuentra estructurado en sus líneas funda-


mentales de acuerdo con el esquema expuesto en el párrafo anterior. Lo que se
castiga por la ley es la ejecución de una acción ilícita, prescindiendo de la persona-
lidad del autor. Esta última, sin embargo, se toma en cuenta para determinar la
pena, como lo pone de manifiesto la existencia de la agravante de reincidencia (art.
12, Nºs. 14, 15 y 16 del C.P.) o las atenuantes de irreprochable conducta anterior

307
HASSEMER, 15, 11, 1, pág. 130: "En particular, desJ.e el punto de visLa sistemático la medición de la pena
presupone la punibilidad. Si no resulta posible constatar una conducta punible, resulta superflua cual-
quier consideración sobre la medición de la pena"
308
lnfra, 27, ll, a), del).
309
Véase infra, 55, ITT. En relación con las medidas cautelares para menores, infra, 27, TTT, c)
Jlú HASSEMER, 15, 11, 1, págs. 130 y sigts. Especialmente en la pág. 134: ·'El acusado debe estar convenien-
temente protegido frente a su conversión en objeto de escudriñamiento~. "Las investigaciones sobre la
vida anterior del delincuente, sus relaciones personales y económicas de vida o el pronóstico de vida 3llSobre ello véase infra, 42, II
futura son elementos que pueden dañar gravemente el derecho a la intimidad del acusado" ju lnfra, 54.

94 95
DERECHO PL~AL / PARTE GE"\iERAL / Enrique C:ury Urzlia c,i,n l"ULO l / l'L DU!.ECHO PENAL EN GENERAL

§4. LAS FRONTERAS DEL DERECHO PENAL CON OTRAS ~iones autémicarnente pe~ales, prohibiendo la i::e~a de confiscación -por desgracia, ahora
con una re:eJ:Ya- y la de ~erd1da de derech('. pr~v1s10nales. También es norma penal que por
RAMAS DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO razones practicas se elevo a un rango constltunonal la del art . .58 de la C.P.R. sobre inviola-
bilidad parlamenlaria.

I. GENERALIDADES. Desde el punto de vista político criminal es importante la cuestión relativa a si


existen otros principios que, como el nulla poena, deban incluirse en la Constitu-
Como el derecho penal suele amparar bienes jurídicos que también reciben 1a ción. Si se prescinde del nulla poena sine ü1dicio,,1c del principio del "debido proce-
protección de otros ordenamientos, sus relaciones con ellos son múltiples y estre- so" y de la presunción de inocencia que ampara al procesado mientras no se dicta
chas. Por esto, a mi juicio resulta algo superfluo detenerse en el examen pormeno- sentencia condenatoria -todos los cuales son primordialmente de índole procesal-
rizado de tales vínculos. 313 restan por considerar, todavía, el de que no hay pena sin culpabi!idad, 317 el de la
Sin embargo, el estudio de estas relaciones cobra un significado especial en igualdad de las personas anle la ley penal, 318 el del carácler personalísimo de la respon-
zonas fronterizas cuyos límites no se encuentran trazados con nitidez, a consecuen- sabilidad penal, 119 el de la legalidad de las medidas de seguridad y corrección, 320 y el non
cia de lo cual presentan dificultades que, a veces, son prácticamente insolubles, o en bis in ídem.321 En el fondo, eso pretendían los párrafos V, VI, Vll y IX de la Declara-
ellas se han desarrollado principios e instituciones que pertenecen en común -aunque ción de principios de la Comisión Redactora de un Código Penal Tipo para
sólo sea parcialmente- tanto al derecho punitivo como a otro u otros ordenamientos. Lalinoamérica,.1 22 a mi juicio correctamente. Entre nosotros sólo el primero ha reci-
Aquí examino únicamente ese tipo de vinculaciones. Esto explica el rótulo empleado bido un reconocimiento constitucional parcial, mediante 1a formu1a ambigua del
para encabezar la exposición. art. 19 N" 3º, inc. sexto de la C.P.R., que prohíbe presumir de derecho la responsa-
Son muy importantes, en el sentido expuesto, los puntos de contacto del de- bilidad penal, sobre cuya interpretación los tribunales se muestran vacilanLes. 323
recho penal con el conslitucíonal, el civil, el administrativo y el procesal. Tan importante como lo anterior, es la tendencia que se ha desarrollado en el
derecho comparado en los últimos años, con arreglo a la cual en un Estado Democrá-
tico de Derecho las normas constitucionales que establecen garantías ciudadanas son apli-
II. RELACIONES DEL DERECHO PENAL CON EL CONSTITUCIONAL cables directamente por los tribunales en la decisión de los casos concretos que se encuen-
tran llamados a resolver y no simples mandatos dirigidos al legislador. 324 Así pues, este
Al derecho penal se le confía la defensa de valores que constituyen el funda- criterio, del que ha sido pionera la Corte Suprema de los Estados Unidos, estima
mento de la convivencia, mediante el empleo de los recursos más vigorosos con que 1os mandatos constitucionales forman parte de las leyes que cada tribunal debe
que cuenta el ordenamiento jurídico. Por lo tanto es lógico que los límites de su tener en cuenta en la solución de los conflictos sociales, y que a ésLos, por consi-
actividad estén establecidos en la instancia legislativa más alta, a fin de garantizar guiente, no les es lícito hacer interpretaciones o aplicaciones de disposiciones lega-
al súbdito contra arbitrariedades. De esta clase es la norma contenida en el arL 11 les que importen una infracción de esas normas superiores, aun cuando no existan
de la C.PE. de 1925 y reproducida ahora, con modificaciones que la perfeccio- declaraciones formales sobre la inconstitucionalidad de las mismas. En un Estado
nan, en el art. 19 Nº 3° incs. séptimo y octavo de la C.P.R. de 1980, la cual consa- Democrático de Derecho, la Constitución det.ermina la actividad concreta de todos
gra el principio de legalidad (nullum crimen nulla poena sine lege). En virtud de ella, los Poderes del Estado y, ciertamente, también la del Judicial De esta manera, las
tanto los hechos constitutivos de delito como la pena correspondiente deben en-
contrarse .determinados en una ley formalmente tal, antes de la ejecución de la 16
' Infrn, V~ b).
conducta por el sujeto. o,- lnfra, 2"5, l, b).
Ju; lnfra, ll. l

Otras de las disposiciones de la C.P.R. que aluden a materias penales son, en camhio, M Supra, 3, V
2
sólo mandatos constitucionales que producen efectos más o menos directos en el campo del ' º Tnfrn 10, TII
121
derecho punilivo. 3 L4 Así, por ejemplo, la del arl. 19 N" 7", letra i) establece, en realidad, un · lnfra,
322
derecho civil de orden público, cuya fuente es el auto de procesamiento o la sentencia penal C.P.T., 1, págs. 155 y 156
121
Infra, 28, II1, h)
condenatoria de ''cualquier instancia" que haya sido declarada "injustificadamente errónea o
arbitraria" por la Corle Suprema: la vinculación con el derecho penal es, pues, muy te- m Sobre ello, véanse FROMOJ\T, MI CHE L. T.e jugc constitulionne/ et le droit ptna! en la Rfpublique Fedéralc
c/'A11emagne, págs. 743 y sigLs.; IvlATHIOT, ANDRE, Le cmmó!e de !a conslilucionalité des lois pénales et de
nue.315 Por el contrario, las letras g) y h) de ese mismo artículo y número esLablecen limita-
proccdure ptnale par la Cocrrs Supréme de Elats Uni..1 au XX.tmc s[tcle, págs. 726.y sigLs.; LOTE PHILEPE, La
Constitutiona/isatio11 du drnit pénal Jrcmrais , págs. 712 y sigts, todos ellos en Revuc de scirnce crimine/le et de
dro[t péna1 romparé, año 1985, W' 4, ocrubre-diciembre de 1985, París, 1985; MAESTRE DELGADO,
m Una exposición muy compleLa del tema se encontrará en NOVOA, 1, 29 y sigts., págs. 52 y sigLs. Véase
ESTEBAN, Desarrollo jurispruclencial del derecho conslitucirmal a la prcsuncirln ele inocencia, en A.D.P. y C.P.,
también POUTOF~ 1, 1, 7, págs. 28 y sigs.
314 lomo XXXVlll, fascículo ITT, l\faJrid, 1985, págs. 721 y sigts., BERDUGO. IGNACIO, Derechos Humanos y
Con algún detalle respecLo de la C.PE. de 1925, NOVOA. J, 29 y sigLs., págs. 52 y sigts.
3 5 Derecho Penal, en Nuevo Foro PenaL Bogotá. Nº 39, enero-marzo de 1988. págs. 42 y sigts., FERNANDEZ
; No está de más advertir que esta disposición ha recibido escasa aplicación en la práclica, pues la Corte
CARRASQUJT.LA,JLAl\', Los derechos lwmanos como barrera de contención y oitc1io 1.1ulo1Tegtt!1.1dor dd poder
Suprema ha acogido las soliciLuJ.es fundadas en ella sólo en comadas oportunidades punitivo. en Nuevo Forn Penal, Bogotá, Nº 39, enero-marzo lle 1988, págs. 58 y sigts.

96 97
DERECHO PENAL/ PARTE GE"\:ERAL / Enrique Cury Urzila
CAPITULO 1 / EL Dl'RECl-lü PENAL EN GE>lERAL

garantías constitucionales se integran directamente a la normativa penal, configu- Pero esto tampoco significa sostener que exista una autonomía total, como
rando su sistema y decidiendo sobre la aplicación del mismo a los particulares. La consecuencia de la cual el derecho penal deba desentenderse por completo de los
importancia política y jurídica de este desarrollo, que desforma/iza los conductos a conceptos elaborados por el derecho civil y de las reglas contenidas en sus disposi-
través de los cuales las normas constitucionales imponen sus directivas a la juris- ciones. No se puede perder de vista que, a fin de cuentas, ambos ordenamientos
prudencia, es de una trascendencia capital para el perfeccionamiento de la demo- forman parte de un todo que aspira a regular coherentemente la vida social y, por lo
cracia en el futuro. En efecto, por su intermedio las declaraciones abstractas del mismo, la interacción entre ambos es constante. Lo importante es advertir, más
derecho contenidas en la Carta Fundamental se transforman en un· instrumento bien, que la solución de cada situación depende de consideraciones prácticas relati-
puesto al servicio inmediato y concreto de los ciudadanos para la defensa de sus vas a sus consecuencias, y no de definiciones apriorísticas. Por esto, cualquiera de
derechos personales, y en un recurso de control de la constitucionalidad de los los dos derechos puede tomar del otro los conceptos o desarrollos que le sean útiles.
actos ejecutados por el legislador y por los órganos de la administración estatal. Muchas veces, incluso, esto dependerá de la existencia de remisiones legales expre-
Un procedimiento de esta clase no sólo es posible en el ámbito de nuestro sas. Pero, al mismo tiempo, hay que evitar el error de entronizar en el derecho penal
ordenamiento jurtdico, sino que se encuentra imperativamente consagra~o en el un "pancivilismo" perturbador, que obliga a respetar los enfoques privalistas tam-
art 6°, incisos primero y segundo de la C.P.R, de conformidad con los cuales "Los bién cuando originan soluciones inconvenientes desde el punto de vista político
órganos del Estado deben someter su acción a la Constitución y a las normas dicta- criminal; 330 asimismo, por supuesto, la pretensión de imponer al ordenamiento
das conforme a eJla" y "Los preceptos de esta Constitución obligan tanto a los titu- privado nociones y desarrollos propios del derecho punitivo. 331
lares o integrantes de dichos órganos como a toda persona, institución o giupo".
Siendo así, parece evidente que los Tribunales deberán estarse a los. mandatos y F:n nuestro medio esto se olvida con frecuencia y existe una marcada tendencia a extra-
prohibiciones de la Carta Fundamental cuando se encuentra avocados a la aplica- polar los conceptos y resultados del derecho civil al punitivo. Esto, que es muy acentuado
en la pnictica, pero que se refleja también en la doctrina, no ha conLribuido a un desenvol-
ción de las normas legales, si entre ambas existen contradicciones, si d~ dos inter- vimienLo adecuado del derecho penal. Uno podría decir que, hasta cierto punto, el desarro-
pretaciones posibles de una disposición el precepto constitucional exigiría estarse a llo alcanzado por este último en el preseme, se ha producido a pesar de ese prurito, manifes-
una de ellas. 325 Aunque en algunos casos lo han hecho asi, se trata de un criterio tado sobre Lodo en cierta ceguera de la jurisprudencia frente a los progresos de la ciencia y el
derecho comparado. Uno de los ejemplos mds evidenLes y lamenLables lo proporciona la
que todavía no se ha consolidado en la práctica judicial. 326 persislencia en el dogma error iuris nocct (inexcusabilidad del error de derecho), que ha
sobrevivido, incluso en la literatura, no obstante las consecuencias penales aberranles a que
conduce y su consiguiente abandono por la práctica, la teoría y la legislación comparadas
más imponantes.:0 32
III. RELACIONES DEL DERECHO PENAL CON EL CIVIL.
Suele afirmarse que esta situación ha sido provocada por la influencia del derecho roma-
no sobre nuestro ordenamiento jurídico. Contra esta creencia hablan el vigor evolulivo y la
Las relaciones entre el derecho penal y el civil son numerosas y sería ocioso enérgica capacidad de adaptación al tclos que son caracterlsticos del sistema normativo ro-
intentar una enumeración de todas ellas, pues sólo se manifiestan completamente mano. Por eso, pienso, más bien, que la han causado, en parte, el prestigio de que han
en el examen pormenorizado de ambos ordenamientos. 327 Más importante que esto gozado enlre nosoLros las instituciones civiles francesas, más desarrolladas que las penales, y
la monumentalidad que todavía se reconoce al Código de Bello, después de más de un siglo
es discutir brevemente en qué medida las normas de cada uno de ellos son de vigencia; en parte, también, la tradición positivisla que imperaba al establecerse nuestro
vinculatorias para el otro. ordenamiento jrnidico, y que formó en los tribunales el hábito cómodo de asilarse en las
La afirmación del carácter subsidiario del derecho penal, entendido en su sen- prescripciones del Código Civil cada vez que la ley no le procura una solución expresa para
el conflicto sometido a su decisión . .Esta última actitud es dificil de corregir, pero, a la larga,
tido tradici.onal, 328 ha influido para sostener que este se encuentra en una relación la jurisprudencia Len<lrá que asumir la responsabilidad <le desarrollar las prescripciones pe-
de dependencia respecto del ordenamiento civil. 329 Tal criterio tiene que ser deses- nales con arreglo a criterios político-criminales enraizados en las convicciones ético-sociales
timado. Los objetivos y la particularidad de los recursos del ordenamiento punitivo imperantes y en la normativa consliLUcional, y no remitiéndose de manera superficial y
formalista a textos concebidos para resolver otra clase de problemas.
lo distinguen claramente del derecho privado, y exigen un tratamiento diferenciado
de sus normas tanto por el legislador como por el intérprete y, por lo tanto, así en lo
De entre las muchas zonas en que la relación entre los conceptos procesales y
práctico como en lo dogmático.
civiles necesitan ser analizada, pueden destacarse algunas que constituyen ejemplos

315
En el mismo sentido POUTOFF, l, 1, 7, 1\, pág. 30. Véase también la referencia al Dcred1u Cunslifucional de "° Uno de los ejemplos más deslacados de esta inclinación lo proporciona la obra de C:ARNT'.LUTTT, Teoría
VERDUGO, PPEFFER YNOGUE!RA, en la nota 55 de esa misma página. general dci delito, traducción de Víctor Conde, Madrid, 1 Y52, notable, por lo demás, en_ otros aspectos.
Jló Véase, a lilulo de ejemplo, senlencias de la Corte Suprema ele fechas sobre la vigencia de lo dispuesto en 331
En el mismo ~enti<lo del texto se pronunció expresameme .AKDRES BELLO, cuya opimón es, por cierto,
el artículo ele la Ley sobre Cuentas Corriemes Bancarias y Cheques muy importanle en nueslro medio. Véase, al respeclo, DOYHi\RCABAL, SOLANGE, FJ pensamiento c.fr
127
Véase una descripción de los contactos más relevantes rn NOVOA, l, 35, pág. 59. fü:1/o en el Derecho Penal, en Boletín de Jnvcstigacloncs de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad
m Supra, 3, IIT, a) . Católica de. Chile, Nº 43, agosto de 1979, págs. 29 y 30.
.m Así se advierte todavía rn la primera edición de este libro, l, 4, lll, pág. 69, aunque luego me esforzaba por m Tnfra, 28, y en especial 11, b). En esta maleria la jurisprudencia ha ejecutado un giro en los aftos recientes,
no sacar de i?sa posición consecuencias exageradas. del que se da noticia en el lugar ames cila<lo.

98 99
DERECHO PENAL/ PARTE GEKERAl / Enrique Cury Lrzüa
CAPlTULO 1 / EL DERF.CHO PENAL EN GE?,;ERAl

ilustrativos: ¿Hasta donde rigen para el derecho penal las definiciones de dolo y A, PENA PENAL, ADMINISTRATIVA Y DISCIPLINARIA
culpa que consagra el art 44 del C.C.' ¿O la de propiedad, establecida en el art, 582
de ese mismo texto legaP ¿O las reglas de interpretación de las leyes de los arts, 19
a) Orígenes del problema
y sigts, del C.C.' ¿Qué se entiende por documentos públicos o auténticos en los
arts, 197 y sigts, del C.P y en qué medida se corresponde su noción con la del art, En rigor, el derecho penal anterior a la Ilustración era derecho administrativo,
1699 del C.C,7 ¿Cuál es el sentido de la palabra "asesino" que emplea el art 6° de la pues, aunque las sanciones fueran impuestas por tribunales, los funcionarios judi-
Ley de Matrimonio Civil?: ¿se refiere ella al autor de un homicidio cualquiera, o sólo ciales estaban sometidos de tal manera a la Administración que sus decisiones se
al del calificado del art 391, N" 1º del C.P o, más rigurosamente todavia, única- orientaban de acuerdo con las necesidades y exigencias de ésta. Por otra parte, al
mente al que lo cometió por premio o promesa remuneratoria (art. 391, Nº 1º, menos desde el advenimiento del Estado absoluto, los intereses de la comunidad se
circunstancia segunda)' Y el "cómplice" a que alude luego dicha disposición, ¿lo es identificaban con los del órgano administrativo supremo, La idea de que "el Estado
tan sólo en el sentido del art 16 del C.P o también del instigador del art 15 N' 2°, era el monarca" traía aparepda la de que los intereses de éste eran vitales para la
segunda parte, y los partícipes descritos por el art 15 N' 3°? He aquí, escogidas preservación de la convivencia pacífica. 334 Así se entroniza, sin reparos, una 'Justi-
desordenadamente, unas cuantas preguntas que permiten formarse una idea del cia de gabinete" con una división puramente técnica del trabajo entre tribunales y
número, complejidad e importancia de las situaciones a que nos estamos refiriendo. autoridades administrativas. 335
En la mayor parte de Europa occidental, el triunfo de las ideas liberales, im-
puestas teóricamente por la Ilustración y realizadas por las revoluciones norteame-
IV, RELACIONES DEL DERECHO PENAL CON EL ADMINISTRATIVO ricana y francesa, conduce a una situación opuesta. Con arreglo a la interpretación
tradicional del principio de separación de los Poderes del Estado, la función puniti-
Las relaciones del derecho punitivo con el administrativo son especialmente va pertenece por entero al Legislativo y al Judicial, en tanto que el Ejecutivo, como
complejas, A partir de mediados del siglo XIX, m sobre todo, se han vuelto cada titular de la Administración, se encuentra despojado de ella. 336 Todo hecho merece-
vez más enmarañadas, a consecuencia de una serie de factores que han oscureci- dor de un castigo debe encontrarse descrito en una ley formal y su imposición estar
do progresivamente sus fronteras y, en especial, las existentes entre sus respecLi- precedida por un proceso seguido ante la jurisdicción ordinaria.
vos recursos de reacción frente al ilícito. la distinción entre la pena penal, la admi- El principio aludido prevaleció en lo fundamental, especialmente en Europa
nistrativa y la disciplinmia ha 1legado a constituirse en un problema cuyas conse- Central, aunque es improbable que haya sido aplicado de manera ngurosa, pues siempre
cuencias prácticas son graves y cuya solución teórica, entre tanto, dista de ser se reconocieron a la Administración facultades correctivas. 337 la consecuencia fue
unánime y satisfacLoria.
una hipertrofia de los Códigos y de la legislación penal accesoria, recargados por la
incorporación de infracciones intrascendentes a las que la literatura alemana denomi-
A, causa de la importancia que se atribuye a la maLeria, la Asociación Internacional de
Derecho Penal la incluyó en el temario de su XIV Congreso Internacional de Derecho Penal na, gráficamente, "delitos de bagatela", A esa tendencia se debe también la tripartición
que se celebró en Viena en 1989. En el precoloquio prepannorio sobre el tema, realizado en de los hechos punibles en crtmenes, simples delilos y faltas, 338 que permitió reservar
Estocolmo entre el 14 y el 17 de junio de 1987 se advirLió una importanle coincidencia enlre la última categmia para las contravenciones de menor entidad.
los penalistas presentes respecto de las cuestiones fundamenlales. Sin embargo, la reunión
verificó que en la práctica esos problemas están resuellos de manera anárquica en las legis- Tal situación pudo mantenerse mientras se acordó al Estado una función emi-
laciones de los di.stimos países y que, incluso, los hay que ni siquiera son abordados por nentemente subsidiaria de la actividad privada, pues entonces la injerencia admi-
ellas. Por otra parte, pudo vislumbrarse que los especialistas en derecho administrativo no nistrativa se encontraba reducida a su expresión más modesta. Pero a medida que la
siempre comparten los puntos de vista defendidos por los penalistas y que a menudo no se
pliegan a las exigencias de garantía formuladas por éstos. La unidad de pareceres teóricos, realidad obligó a superar esa concepción individualista exagerada y nuevos puntos
por consiguienle, en varios aspectos es más aparente que real. de vista ideológicos aceleraron la expansión de la actividad eslatal, las cosas se agra-
varon. El Estado, comprometido con tareas sociales cada vez más vasta y complejas,
Aparte de esto, se discuten también las vinculaciones que existen entre el e invadiendo progresivamente los espacios tradicionalmente reservados a los entes
derecho administrativo y las medídas de seguridad y corrección, como asimismo entre privados, se vio precisado a extender la actividad de sus órganos administrativos,
aquél y el derecho penitenciano, que, por su parte, adquirieron dimensiones desmesuradas. Incluso el contraste en-

-'! 4 Gna vigorosa reproducción histórica de eslos crilenos, si bien ideológicamente sesgada, puede encontrar-
se en FOUCAULT, op. cü., especialmente págs. 38 y sigts
l"l', !vLA.URACll. l, l, m, A, págs. 1ó y 17
jJt TlEDEl'vlAN.'\J, \\lirtsclwfts.,trcifrecht und Wirlschaflrl1imina!liat, Hamburg, 1976, 1, 3, l, 2. pág. 116
nr TlEDEtvlAN:,.J, op. cil. l, 3, l, 2, pág. 117
.1.J:< MAURACH, 1, l., III, A, págs. 16 y 17. 110
Infra, 12, m. b).

100 101
DERECIIO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPÍTl_;LO I / EL DERECHO PENAi, EN GENERAT.

tre intereses de la Administración y de los individuos entró en crisis, junto con ~sta situación no es corr_iparable con la de nuestro país. En los Estados que pertenecen a esa
area, el poder de los tnbunales es enorme, y ellos se atribuyen la facultad de examinar la
acentuarse los progresos de una organización social en la que la participación recla-
legalidad de tod_o ~cto ~dministrativo, incluyendo por cierto los sancionadores. Ningún ór-
mada por los ciudadanos es cada vez mayor. 339 En semejantes condiciones, la pre- gano de la Admm1strauón se atreve a oponerse a esta fiscalización o a desconocer las deci-
tensión de exigir una intervención formal de los tribunales para la sanción de toda siones adopladas por los jueces en el ejercicio de su derecho a realizarla, pues, cuando lo
han intentado, los tribunales reaccionaron con una auloridad avasalladora e impusieron sus
infracción, se volvió utópica. Para sortear las crecientes dificultades se echó mano,
facultades y autonomía a toda cosla. En esas condiciones, la potestad de la Administración
por una parte, de las "leyes penales en blanco" 340 y, por la otra, de la pena adminis- para sancionar se encuentra sujeta a una limitaciones reales que la fuerzan a ejercitarla con
trativa, entendida como algo distinto de la criminal y, por lo tamo, no sometida a las prudencia. A pesar ele esto, por supuesto, también hay abusos. Pero las posibilidades que
restricciones que implica la amenaza e imposición de esta última. La Administra- tiene el ciudadano de que se corrijan son mayores que las que le asegura un sistema jurídico
como el imperante entre nosotros hasla el presente.
ción, a su vez, acelera este proceso, asegurando que, para cumplir las extensas obli-
gaciones que le asigna una concepción social del Estado, necesita disponer de facul-
tades sancionadoras. h) El concepto d.e pena administrativa y su clasificación:
En nuestro país la evolución histórica, si bien participa de algunos de los rasgos Penas gubernativas y disciplinarias.
descrilos, sigue un camino algo diferente, en parte a causa de las peculiaridades de
nuestra sociedad y, en parte, debido a las de la madre patria. Como España no vivió el El concepto de pena adminislrativa tiene un doble sentido. 343 Por una parte
proceso de liberalización con la misma profundidad que Francia, Alemania, Italia u puede atribuírsele un significado procesal, en cuyo caso las penas administrativas
Holanda, por eiemplo, en ella las facultades de la Administración para establecer san- son aquellas medidas sancionatorias que, de conformidad con el ordenamiento vi-
ciones perduraron más tiempo y, en el hecho, nunca se las suprimió del todo, pues la gente, se imponen por una autoridad administrativa, sin intervención de los tribu-
repugnancia frente al ejercicio de ese poder fue menos intensa en el ámbito del pensa- nales de justicia, no obstante su naturaleza punitiva (o, por lo menos, su semejanza
mienlo político español que en el de olras naciones. 341 Ahora bien, hay b~enos moti- con las formas de la pena criminal). Por la otra, también es posible conceptuarla de
vos históricos para suponer que esa actitud peninsular informó la mentalidad de los acuerdo con un crilerio material, y entonces serán penas administrativas las aplica-
legisladores y la jurisprudencia chilenos mucho más que la procedente de otras nacio- das a hechos que atentan contra la estructura, organización y funciones de la Admi-
nes. De aquí enLOnces que en Chile no se haya ,~vido el proceso de penalización de las nistración, o contra otros bienes jurídicos cuya violación, por encontrarse estrecha-
infracciones "de bagatela" como en los países de Europa Central. Por influencia del mente vinculados con ella, la afectan de manera directa.
Código Penal francés, recibida a través del español de 1948-50, se acogió la división Lo que de ordinario se denomina derecl1o penal administrativo se encuenlra inlegrado por
tripartita y la inclusión en el texto legal de una cantidad de pequeños atentados agru- el conjunto de infracciones a que alude esta segunda noción, las cuales pueden, en ciertos
pados, en forma desordenada, en el Libro III del C.P. Pero es seguro que, al mismo casos, encontrarse amenazadas con penas penales propiamente tales, como ocurre con aquellas
a que se refiere la mayor parte del Título V del Libro 11 del C.P., y en otros con sanciones
tiempo, la Administración conservó siempre una amplia injerencia en la imposición administrativas entendidas en el primero de los sentidos, esto es, impueslas por la autoridad
de medidas sancionadoras. Naturalmente, al producirse más tarde una cierta "1egiti- administrativa. Sin embargo, el rótulo también se emplea a veces para designar únicamente
maci.ón" práctica de estas últimas aun en los países de tradición liberal más auténtica, el grupo de hechos castigados por la Administración, con prescindencia de los Lribunales o,
viceversa, para referirse a los auténticos delitos conLra la Administración. Todo lo cual, por
ello tiene que haber repercutido en nuestro medio determinando una creciente cesión
supuesto, origina confusiones perturbadoras para la solución de las cuesliones debatidas
de facultades en los_ órganos administrativos, con consecuencias que distan de mere-
cer aprobación. De esta manera hemos llegado a un punto en el cual, así como ocurre En el art. 20 del C.P, que se refiere en forma expresa al asunto, la frase "multas
todavía en España, "es más urgente la desadministrativízación (privación del poder y demás correcciones que lo5 supeliores impongan a sus subordinados y administrados
sancionador de la Administración) de lo que lo es la despenalización (entrega a la en lLIO de la JWisdícción disciplinal o atribuciones gubemactvas", alude al significado
Administración·del poder para castigar las contravenciones, los llamados asuntos ba- procesal de la pena adrrúnistrativa, como lo demuestran las palabras que se han su-
ladíes)" en el resto de los derecbos continentales. 142 Esto acentúa los problemas a que brayado. Por lo tanto, en las consideraciones siguienles se lo emplea en este sentido.
se refieren los párrafos siguientes. De confonnidad con el citado art. 20, las sanciones administrativas se pueden
clasificar en gubernativas y disciplinales. Las primeras, a las que la mayor parte de los
Ta~~oco el clerec~o an?~osajón evolucionó corno el del continente europeo, y siempre
reconoc10 a la Adm1mstrac1on una facultad de imponer sanciones más bien amplio. Pern autores identifican con el género344 son aquellas que la autoridad puede imponer a

oD TIEDE:v!ANN, op, cir., !, 3, !, 1, págs. 115 y 116.


m TIEDEMANN, op. cil., 1, 3, 11, 1, págs. 130 y sigts: STRATENW"ERTH 56 pág 25
340TIEDE A · ·. ' ' . . '+' Véase, por todos, CASABO RCIZ, en CORDOBA RODA y RODRTGUEZ J.vlOL;RULLO, II, pág. 78;
_,~ _M ~N, ,ºP· CU., I, 3, I, 2, pág. 118. Sohre las ·'leyes penales rn blanco", infrn, 7. IV COUSlÑO, 1, 4, D, pág. 23; FTCHEBERRY, 1, págs. 13 y 62. Por el contrario, NOVOA, T, 33, pág. 57,
1
BAJO FERNANDEZ, MIGUEL, Derecho pena/ ecunómico aplicado a la actividad empn~mia! Madrid 1978, incluye ~una parte considerable del derecho penal disciplina1io" en el derecho administrativo. Por lo que
págs. 93 y sigts ' '
se refiere a MAL:RACH, 1, l, III, b), págs. 9 y 10, es preciso aclarar que denomina "penas gubernalivas" a
w. BAJO FERNANDEZ, lVIIGUEL, op. ciL., pág. 99. fo·el mismo sentido CEREZO, I, págs. 46 y 47. (Ambos
un tipo de sanciones dislinlas, tanto de las que llamo así en el texr.o como de las J.isciplinarias.
con referencia a la situación en España)

102 103
DERECHO PENA l./ PAIHf, GF-'NER.AL / Enriqlle Cury Urzlia
CAPiTL'LO l / EL DERECHO PENAL E:,..¡ GENERAL

cualquier ciudadano; las segunda, en cambio, están reservadas para castigar a quienes de la sociedad en cuanto puede ser titular de ellos. En cambio, las infracc10nes
se encuentran vinculados con la organización administrativa por una relación; de subordi- administrativas aspiran, únicamente, a asegurar el cumplimienlo de obligaciones
nación, en cuya virtud deben acatar ciertas reglas de conducta destinadas a la con- de los gobernados para con la Administración, que han sido impuestas a fin de
servación del orden dentro de ella. Mientras las penas gubernativas se encuentran
proveer al buen funcionamiento de ésta y, por consiguiente, a la posibilidad de
dispersas y en gran número por Lodo el ordenamiento ju1idico, las disciplinales se alcanzar los objetivos prácticos que le son peculiares. Así, la naturaleza de los ilícitos
agrupan, de preferencia, en el C.O.T, el Estatuto Administrativo y el C. deJM. penales y administrativos es distinta; por lo tanto, también la de las sanciones im-
No se deben confundir las penas disciplinales prnpiamente tales con algunas que la ley, puestas a unos y otros.
a veces, denomina así, pero que en rigor no son sino sanciones administraLivas df orden, El punlo de ,~sta de GOLDSCHMIDT y WOLF no es convincente, a pesar de
destinadas a conservar el que debe Teinar en ciertos lugares o durame la celebración de actos su construcción tan cuidadosa.
delenninados. 3~5 A una de ellas se refiere, por ejemplo, el arL 426 del CP, cuya primeni.
parte establece que '·la calumnia o injuria causada en juicio se _juzgará disciplinariamente .. Desde luego, se funda en un contraste casi total entre los intereses de la socie-
por el tribunal que conoce de la causa". En efecto, la parte, el abogado, el testigo, ele., que dad y el individuo, que en el presente carece de vigencia. Ni siquiera conceptualmente
incurre en la acción injuriosa o calumniosa, no se encuentra relacionado con el tribunal por es posible practicar la separación entre las dos posiciones que atribuyen a los seres
un auténtico vínculo de subordinación, de manera que la facultad concedida a éste se fonda,
más bien, en la necesidad de que quienes -intervienen en los actos del proceso observen una
humanos. En efecto, en la sociedad contemporánea el sujeto tiene y aspira a una
actitud respetuosa. 346 participación cada vez mayor, que, recíprocamente, importa una asunción crecien-
te de responsabilidades sociales por los individuos. En ese contexto, la separación
e) La relación entre penas penales y gubernativas (administrativas). categórica de ambas posiciones resulta ilusoria.-'48 Aparte de que nunca ha sido sino
la consecuencia de un liberalismo entendido de manera fundamentalista -por lo
Existen dos tendencias respecto a la naturaleza de la relación entre la pena demás muy en boga actualmente- pues tampoco el pensamiento que antecedió a la
penal y la gubernativa. Conforme a la primera de ellas, los dos tipos de sanciones se revolución industrial aceptaba esa escisión tajante entre los intereses del particular
diferencian por la naluraleza de las infracciones a las cuales se imponen, de manera y de la organización social.
que son cualitalivamenle distinlas. La segunda, en cambio, estima que entre los ilícitos
La verdad es que, Lras la teoria de GOLDSCHMTDT, se oculta también la antigua distin-
castigados con penas penales y aquellos amenazados con una sanción gubernativa ción entre el delito natural y et de mera desobediencia (conductas que se prohíben porque son
únicamente existe un matiz gradual. Por consiguiente sólo se distinguen malas y conductas que sólo son malas porque están prohibidas). 349 Aquí no es posible dis-
cuantitaUvamenle. cutir esla concepción en detalle, pero se sabe que hoy se encuentra abandonada. 350

aa) Aunque las Leorías cualitativas obedecen Ladas al crilerio expuesto más En la práctica, por otra parte, la temia conduce a resultados antagónicos con
arriba, no están de acuerdo sobre lo que distingue al injusto penal y administrativo. las concepciones liberales. 351 En efecto, se presta para enmascarar, tras el rótulo de
Esto no siempre es Lomado en cuenta por la lileratura nacional -en la cual Lodavia penas administrativas, una serie de reacciones punitivas cuya aplicación se sustrae,
predominan- que suele combinar sus puntos de visla en una forma algo apresurada. con ese pretexto, al sistema de garantías que rodea la imposición de la pena penal.
La más prestigiosa de estas concepc10nes fue elaborada por JAMES A lo largo de todo el siglo actual los regímenes totalitarios han hecho uso de ese
GOLDSCHMIDT y "dotada de una fundamentación filosófico-,1urídica" por ERICK recurso en forma escandalosa, recuperando de este modo la facultad de hacer '1us-
WOLF.
347
Con arreglo a ella, el injusto administrativo sólo proLege intereses admi- ticia de gabinete" y retrotrayendo las cosas a la situación en que se encontraban
nistrativos y no bienes jurídicos auténlicos. Según este punto de vista, el hombre antes de enunciarse el principio de la separación de los Poderes del Estado, cuyo
ocupa en la sociedad una posición doble. Por una parte, es un individuo cuya con- objetivo fue, entre otros, el de ponerle fin.
ducta se rige por su voluntad autónoma, a la que sólo limitan leyes generales cons- la idea de que las infracciones administrativas no lesionan bienes jurídicos,
titutivas de ilícitos; por la otra, es un integrante de la comunidad y su voluntad se sino mera obligaciones impuestas por razones de orden, 352 tampoco es aceptable.
subordina en este aspecto a las finalidades de bienestar y progreso común. Ahora Es cierto que al organizar ciertas actividades sociales, la Administración puede adoptar
bien, los injustos creados por las leyes para restringir la autonomía de la voluntad decisiones arbitrarias, escogiendo una de varias alternativas inLercambiab1es. El ejem-
individual obedecen a la necesidad de proteger bienes jurídicos de otras personas o plo caracteristico lo constituye la exigencia impuesta a los vehículos motorizados de
transitar por el lado derecho de las calzadas. Por cierto, nada obsta a que la orden se

345 --------------
JESCHECK, 2, lll, pág. 12, se refiere también diferenciándolas a estas penas que "ciertameme, coneclan 34
con un hecho cometido, pero sólo tienen el carácter de una reprensión" H TIEDEMANN, op. cit., 1, 3, 11, págs. 135, con detalle y bibliografía.
349
146
Así, SOLER, T, 1, 11, pág. 4 CASABO RUTZ, en CORODOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 11, pág. 79.
130
47 En el mismo senr.ido la crítica de SOLER, I, 1, II, pág. 6, nota 9.
' CEREZO, 1, pág 4fi. Sobre el desarrollo histórico de esle criterio, ampliamente JAKOBS, 3, 1 y sigls., 1
págs. 63 y sigts. " SOLER, 1, 1, 11, pág. 6.
352
COUS!ÑO, I, 4, D, pág. 25.

104
105
DERECHO Pl.:NAL / PARTE GE!\ERAL / l'nri4ue Cury Grzúa CAPÍTULO I /El.DERECHO PENAL EN GENERAL

invierta y, de hecho, en algunos países, como Gran Bretaña, el tráfico circula por la en efecto, sólo puede hacerse una distinción de magnitudes. El administrativo no es
izquierda. Pero tras estas elecciones se halla, siempre presente, la necesidad de or- sino un injusto de significado ético-social reducido, que por tal razón sólo debe
denar en alguna forma -esta o aquella- el desplazamiento de los vehículos, con el estar sometido a sanciones leves cuya imposición no requiere garantías tan severas
objeto de reducir, hasta donde sea posible, los riesgos que origina para la vicia, integridad como las que rodean a la de la pena penal. Este es el criterio predominante en el
corporal, salud y propiedad de los participantes en la convivencia. Aunque mediatizada, derecho comparado. 359
la salvaguarda de los bienes jurtdicos también se encuentra presente, pues, en la
adopción de opciones como la descrita; por eso, la infracción a la regla elegida, ce) En contra de esta distinción cuantitativa, en la literatura chilena se invoca
apunta también contra ellos de manera indirecta. 3 '51 el art. 20 del C.P, con arreglo al cual "no se reputan penas, la restricción de la
libertad de los procesados, la separación de los empleos públicos acordada por las
Por último, es inexplicable que cierlas infracciones a las que los partidarios de es'ta autoridades en uso de sus atribuciones o por el tribunal durante el proceso o para
teoría atribuyen carácter administrativo -incluso expresamente- aparezcan, sin embargo, con-
sagradas como faltas penales en el Libro 111 del C.P y, muchas veces, hasta como delitos instruirlo, ni las multas y demás correcciones que 1os superiores impongan a sus
propiamente tales. ¿Qué son, en efecto, sino atentados en conlra de la organización de la subordinados y administrados en uso de su jurisdicción disciplinal o atribuciones
Administración, los nombramientos ilegales del art. 220, la usmpación de atribuciones del gubernativas". 360 Esta norma, se dice, traza una frontera categórica entre las penas
221, la denegación de auxilio simple del art. 253 inc. primero y el abandono de destino
simple del 254 inc. primero? De algunas de estas conduelas puede sostenerse 'que su indu-
criminales y las sanciones gubernativas (administrativas), que impide aceptar la
sión entre los delitos es errónea y deberian ser uasladadas a leyes en las cuales se les impu- existencia de una identidad sustancial entre ellas y, por lo tanto, distinguirlas exclu-
sieran simples sanciones administrativas. 1~4 Pero tal cosc1 no es válida para todas, pues res- sivamente por la magnitud del ilícito al que se conectan.
pecto a algunas de ellas nadie postularía una solución como esa, precisamente porque revis-
ten considerable ,~ravedad. De este modo, en última insLancia, es la magnilud del ilícito y no su
Pienso, sin embargo, que el argumento no es concluyente. En efecto, no sólo
calidad lo que determina la clase de castigo que se considera apropiado para é,l. existen valiosas razones sistemáticas, históricas y materiales para desestimarlo, sino
Menos aceptable que la concepción de GOLDSCHMIDT y WOLF son aquellas que de- que el propio texto del art. 20 del C.P. proporciona bases para sostener que la ley
ducen la distinción entre ambas clases de injusto de supuestas diferencias en sus consecuen-
acoge el punto de vista cuantitativo, expresado, además, en otras disposiciones cuyo
cias. Así, por ejemplo, la que sostiene que las infracciones administralivas se castigan sin
consideración a la culpabilidad del autor, c1l paso que las penales requieren de esta para ser contenido sólo puede explicarse acudiendo a él.
sancionadas. 35 "' Esa afirmación, en efecto, se basa en una petición de principios. La cueslión En primer lugar, el art. 20 expresa que las medidas descritas en su texto "no se
de si se necesita o no que el injusto adminislralivo sea, además, reprochable al sujeto para
reputan penas", esto es, que formalmente no se las tiene por tales, aun reconociendo
que proceda la imposición de la pena, además de ser discutib1e,-' 5 D depende, precisamente,
de si su naturaleza es en realidad distinta a la de la penal, pero no a la inversa. que participan de su misma naturaleza. Si el legislador hubiera creído en verdad que
Por último, tampoco es convincente la afirmación ele que los ilícilos administrativos esas reacciones juridicas eran cualitativamente diferentes de la pena criminal, el pre-
sólo ponen en peligro más o menos remoto a los bienes jurídicos, al paso que los penales los cepto lo habria consignado mediante el giro "no son penas" u otro equivalente que,
lesionan inmediata y concretamente. Un examen somero de la legislación penal demuestra
que tal cosa es inexacLa, pues nadie quenia transformar en meras infracciones administrati- incluso, habtia resultado superfluo. Pero el empleo del verbo reputar en el encabeza-
vas a todos los delitos de peligro, en los cuales, precisamenle, la seguridad de los intereses miento de la norma subraya el carácter artificioso de la distinción, pues significa que
Juridicamente. protegidos es afectada sólo de manera remota o inmediata y, en los de peligro a tales sanciones no se las tendrá por penas no obstante que naturalmente lo son. 361
abstracto, ni siquiera de modo concreto. 357 Del olro lado, quien conduce en forma negligen-
te un vehículo, y por eso causa UTI accidente del que resultan sólo daños cuantiosos en la Una segunda consideración, que no se refiere directamente a las sanciones
propiedad ajena, incurre únicamente en una sanción administrativa -sin perjuicio, claro gubernativas, afecta, sin embargo, a todo el contenido del art. 20. De conformidad
está, de las indemnizaciones civiles a que haya lugar-, no obstante la lesión efectiva e inme- con dicha disposición, efectivamente, tampoco se reputan penas las rest1icciones de
diata de un bien_jurídico. 358
la libertad ele los procesados. Sin embargo, el art. 26 establece que "la duración de las
bb) Por las razones expuestas, en mi opinión la diferencia entre el ilícito gu- penas temporales empezará a contarse desde el día de la aprehensión del procesa-
bernativo (administrativo) y el penal es exclusivamente cuantitativa. Entre ambos, do", y el 503 del C. de P.P, complementándolo, dispone que "las sentencias que
condenen a penas temporales expresarán con toda precisión el día desde el cual
351
CER~~O, I, pág. 38. Re.cientemente, además: sobre la afectación indirecta de bienes jurídicos -si bien con
empezarán ésLas a contarse, y fijarán el tiempo de detención o prisión preventiva
relac10n a otro tema- vease ROX!N, l, 23 y s1gts., págs. 60 y sigls.
m CURY, Contribución p0Iftico-c1imina1 eslrdio de los delilos funcionarios, en Octava.s}omadas Tnternaciona1es de
Derecho_Pena!, Universidad del Externado de Colombia, Bogotá, 1987, passim.
m COUSlNO, I, D, págs. 24 y 25. Véase, por Lodos, BAUMANN, 4, 1, La), pág. 33; CASABO RUIZ, en CORDOBA RODA y RODRIGUEZ
35 lv!OURULLO, II, págs. 82 y sigLs.; CEREZO, I, pág. 56;JAKOBS, l, 3, J, Jl, 6 y slgts., págs. 66 y sigts.;
" Infra: dd). Allí se defiende e_l criterio de que Lambién la sanción adminislrativa sólo puede aplicarse al que
JESCHECK, 7, V, 3, b), págs. 51 y 52: I, 3, 1, B, 6 y sigts., págs. 66 y sigts.; ROXlN, \, 41, pág. 72;
actuo culpablemen~e, coin,;1diendo con la opinión que ha predominado en la doctrina comparada actual.
057
ROXIN, 1, 2, 39, _pag. 71: ..._los hechos purubles y las comravenciones no se distinguen por la presencia STRATENWERTH, 57, pág. 25: WELZEL, 4, l, 1, pág. 31. lvluy enérgicamente SOLER, l, l; Il, págs. 5 y
o falla de una les1on de un bien Jurídico, pueslo que ambos lesionan bienes jurídicos". 6. Esta !"u.e también la opinión que prevaleció en el Coloquio de la Asociación de Derecho Penal sobre el
358
En el mismo sentido, JESCHECK, 7, V, 3, b), pág. SI: "La infracción adminisLralÍ\'a coincide con el delito tema en 1987, expresada en la introducción a las resoluciones, Nº J.
3
ou Así, NOVOA, l, 21, págs. 41 y42.
en que.1:resenta un grado tan considerable de peligrosidad en el ataque al bien jurídico protegido, que sólo

sanc10n ~epres1va del Estado es suficiente para la defensa del orden público, distinguiéndose en ello del m CASABO RUlZ, en C0RD0BA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, 11, págs. 70 y 71 y págs. 84 y 85, así
como I, págs. 301 y 302, punlualiza esla precisión Lerminológica.
rncumphm1emo contractual y de la mera infracción de policía." (El énfasis en el original).

106 107
DERECHO PENAL/ PARTE GEKERAL / Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO l / El. DEREC.f-10 PENAL EN GENl·.RAL

que deberá servir de abono a aquellos procesados que hubieren salido en libertad En mi opinión, no obstanle, este crilerio no es convincente. En realidad, lo que ROXIN
durante la instrucción del proceso". Ahora bien, parece indudable que si la priva- y JAKOBS denominan "campo nuclear del Derecho penal" está compuesto por ataques a
ción de libertad del procesado puede imputarse (abonarse) a la pena que se le im- bienes jurídicos de una significación social muy considerable, y es precisamente por ello
que, según su criterio, no se los puede sustraer al ámbito del derecho punitivo. Es posible,
ponga, a pesar de no reputarse ta1, ello se debe a que su naturaleza es semejante y a ciertamente, que ellos no impliquen lesión a los bienes jurídicos de mayor magnitud en
que, en consecuencia, la diferencia consagrada por el art. 20 no está fundada en términos del dallo material, individual o colectivo que causa su quebrantamiento, pero sí a
bases cua~italivas. Pues, de otra manera, incurriríamos en el absurdo de aceptar que los que la tienen desde la perspecliva del aprecio de que gozan y de la medida en que
compromelen la dignidad humana y la paz social. Por eso, me parece que también en estos
la sentencia condenatoria tiene la virtualidad sorprendente de mudar retroactivamente casos lo decisivo es una consideración cuantitativa,
la naturaleza de la detención sufrida por el afectado con anterioridad as~ dictación 362
o que cosas distintas pueden ser sustraídas las unas de las otras. ee) El punto de vista sostenido en los párrafos anteriores conduce a conclusio-
. Por estas razones, creo que el art. 20 del C.P no está fundado en la supuesta nes que se apartan considerablemente de los defendidos por la mayor parte de la
diferencia cuantitativa entre penas criminales y gubernativas, sino que, por el con- doctrina naciona1. 368
trario, constituye una demostración de que el legislador la consideraba impractica- En primer Jugar, es preciso reconocer que las sanciones gubernativas consti-
ble como tal. En efecto, el propósito de esa norma parece haber sido, más bien, tuyen una necesidad impuesta por la complejidad de la sociedad contemporánea.
despojar a ciertas sanciones leves de las connotaciones deshonrosas y aflictivas que Esta exige, en efecto, una regulación más o menos minuciosa de actividades que
rodean a la pena penal, con el objeto de sustraerlas a la vigencia de los principios generan peligros graves o, incluso, daños para los bienes juridicos individuales o
nulla poena sine lege y nulla poena sine judicio, haciendo de esta forma más expedita colectivos. Como es lógico, las infracciones más importantes a tales disposiciones
su 1mposición a infracciones de ordinaria ocurrencia y escasa significación ético- deben y pueden ser reprimidas acudiendo a una pena criminal; pero existen mu-
363
social. El legislador percibía, sin duda, que con eso vulneraba el postulado de la chas otras, de menor entidad o cuya reprochabilidad es inferior, frente a las cuales
separación de los Poderes del Estado. Pero, al mismo tiempo, se daba cuenta de que ha de reaccionarse con una sanción a la que, sin embargo, sería inconveniente atri-
s1 la irrogac10n de tales penas era confiada a los Tribunales de Justicia, estos serían buir las mismas consecuencias de la penal, rodeando su imposición con idénticas
abrumados por una multitud de asuntos sin importancia que entorpecetian en ex- garantías. Según ya se ha dicho, esto último implicaría gravar a la magistratura con
trem~ su. actividad. Así, en un intento por conciliar las exigencias políticas y el conocimiento de una infinidad de atentados insignificantes, entorpeciendo el
doctnnanas con las necesidades prácticas, buscó una solución en la distinción for- desempeflo de funciones más trascendentales. No hay, pues, otro remedio que en-
mal que, al paliar los efectos de ciertas penas, permitía administrarlas de manera tregar a la autoridad administrativa la facultad de imponer esas medidas, en un
más discrecional. 364 procedimiento expedito, aligerado de formalidades hasta donde sea prudente.
Pero si se acepta honestamente este punto de partida, hay que reconocer tam-
Una prueba concluyente de que este es el sentido que la ley acuerda a la dis- bién las limitaciones que derivan de él.
tinción practicada en el art. 20, la procura el 426 del C.P., donde la cuestión relativa
a si debe imponerse una sanción disciplinaria (administrativa de orden) 365 o una l. Ante todo, la de que este género de sanciones sólo es admisible para reac-
pena criminal se resuelve atendiendo precisamente a la "gravedad" de la infracción; cionar contra infracciones leves cuya significación ético-social es reducida, sea por
por consiguiente, a un criterio cuantitativo. la naturaleza de los bienes jurídicos afectados, sea por el modo o circunstancias de1
ataque, sea por la escasa reprochabilidad que éste involucra. Por consiguiente, la
dd) En la l_iteratura más recienle, con Lodo, se tiende a acoger una solución mixta a la
que s: d.enomma cuantitaliva-cualitativa, con arreglo a la cual, si bien el punto de ~ista
magnitud de estas reacciones no puede sobrepasar una medida modesta y, en espe-
cial, su naturaleza debiera limitarse a la irrupción en esferas de derechos cuya signi-
cua~t1~at1vo debe consi~erarse prioritario, hay un límite en que la diferencia de magnitud
del _mJUsto es tan considerable que asume significación cualitativa. 366 "No es planteable ficación es de segundo orden, como 1os patrimoniales. Confiar a la Administración,
castigar u~ ~sesi~ato, una toma de· rehenes o un atraco a un banco sólo como conlravencio-
como por desgracia ocurre entre nosotros, la facultad de fulminar multas
nes _Ca.dn:11rnstr~t1vas).' ~n. el campo nuclear del Derecho penal !as exigencias de la protección
s~bsidiana de bienes yundicos requieren necesariamente un casligo penal en caso de delitos de confiscatorias o imponer, incluso, privaciones de libertad prolongadas, debe consi-
oerto peso''.)67
derarse un atentado en contra del principio de legalidad y, por ende, una violación
de las normas constitucionales en que se encuentra consagrado.
::: {aASAB? RUI~~ en ~O~OBA RODA y RODRIGUEZ MOL:RULLO, II, pág. 71.
Por lo demás, esta es una conclusión confirmada por la ley positiva. En efecto,
cons1 derac10~ practica, vmculada a la msignifrcancia de la infracción, aparece ya muy destacada en el art. 501 del C.P. dispone que "en las ordenanzas municipales y en los reglamentos
+ PACHECO, l, pag. 302, por lo.menos en lo relalivo a las "correcciones disciplinarias"'.
36
Con senas dudas sobre la legitnnidad de tal solución, TIEDEtv[ANN, op. cit., 1, 3, 3, pág. 27. A ello debe
generales o particulares que dictare en lo sucesivo la autoridad administrativa no se esta-
agregarse que, en la práctica se las ha desnalurahz:ado por completo
36
' Supra, b) ·
OM Debe exceptuarse aquí, en especial, a POUTOFF, 7, D), pág. 38, quien, aunque no compromete una
~:; ~\KO~S, 3, 10, p,ág~. 68 y 69;JESCHE~K 7, V, 3, b), in fine, págs. 51 y 52; ROXTN, 1, 2, 41 págs. 72 y 73.
OXIN, op. y loe. CJts. en la nota antenor. (El paréntesis y los énfasis son míos). opinión definitiva respecto a la discusión, se muestra inclinado a la adopción de conclusiones como las
que se sugieren en el texto

108
109
DERECHO PE\!AL / PARTI::'. GENERAL/ Enrique Cury l.'rzúa CAPÍTULO ! / EL DERECHO PE:XAL EN GENERAL

blecerá, mayores penas que las señaladas en esLe libro, aun cuando hayan de imponerse en En todo caso, las disposiciones de esta clase no pueden mudar la naturaleza de las cosas
virtud de at1ibuciones gubernativas, a no ser que se determine olra cosa por leyes especia- y por eso me parece equivocado invocarlas para argumentar en favor de la pretendida distin~
ción material entre penas criminales y administrativas. 374
les". Esto significa que para los autores del Código las sanciones administrativas no
debían exceder de la de las faltas, para las cuales sólo se prevén privaciones de 3. Tampoco existe un motivo atendible para independizar las sanciones gu-
libertad de hasta sesenta días (prisión) o multas no superiores a cinco UTM. Como bernativas de la exigencia de culpabilidad. Lo mismo que las penas penales, ésta sólo
era lógico, dejaron abierta la posibilidad de que se contemplaran excepciones, pues debe ser impuesta a quien puede dirigírse!e un reproche personal por la eiecución de la
no podían imponer su voluntad al legislador del futuro. Pero, en todo caso, la nor- conducta prohibida.
ma consagra un criterio orientador 369 que, por desgracia, en la actualidad no se
respeta en modo alguno. EsLe punlo de visLa Lambién fue ob_ieto de acuerdo en el Coloquio de Estocolmo de la
Asociación Internacional de Derecho Penal. En la Recomendación relativa a "principios de
En relación con este aspecto, la Adminíst.raci.ón sostiene que, para cumplir sus funcio- derecho sustantivo", se sostiene que la "responsabilidad penal adminislrativa de las perso-
nes, requi.ere que se le reconozcan facultades sancionadoras enérgicas. No es posible ignorar nas naturales debe basarse en la culpabilidad personal (dolo o negligencia). Incluso, más
este reclamo, porque se encuentra avalado por realidades indesmentibles. Sin embargo, este adelante se llegó más lejos, declarando que "las causales de_justificaclón y excutpación recono-
es uno de esos puntos donde el conLraste entre Los intereses y necesidades de la sociedad y cidas por el derecho penal, incluyendo el error de prohibición" (enor de derecho, mistake of
los de los individuos que la inLegran debe resolverse haciendo opciones ético-polílicas defi- law en el original), 375 deben regir igualmente en mate-ria de derecho penal administralivo.
nidas. Puede convenirse en que, a veces, el bieneslar de la comunidad exige confiar a la El criterio, sin embargo, es contradicho constantemente por la jurisprudencia nacional,
Adminislración el derecho a reaccionar frente a ciertos hechos excepcionalmente perlurba- la cual afirma la responsabilidad administrativa de manera objeliva. EsLO conslituye una
dores mediante sanciones patrimoniales más severas que las ordinarias. Así puede ser, sobre arbitrariedad inexcusable.
todo, en materias que son capaces de provocar daños serios y extendidos, y en los que los
autores de las infracciones suelen ser corporaciones poderosas -no susceptibles de ser perse- 4. Aunque conviene simplificar el procedimiento sancionatorio administrati-
guidas criminalmente a causa del carácter personal de la pena.,70 - como sucede, por ejem-
plo, en el campo de los negocios y de las finanzas, en el de la protección del medio cnnbiente vo, debe conservar, en todo caso, una forma que garantice los derechos fundamen-
o en el de las obligaciones tributarias. En cambio, no debe autorizárseles nunca a los admí- tales de la defensa, incluyendo la presunción de inocencia del inculpado. 376
nisLradores una irrupción en derechos más elevados y personales, como lo es, en especial, la
libertad ambulatoria. Cuando la Administración considere que un hecho no puede ser repri- S. En el futuro, además, sería aconsejable asegurar siempre la posibilidad de
mido apropiadamente sino p-rivando de libertad al responsable o restringiélldosela, lo razo-
nable es que acuda a los Tribunales Ordinarios de Justicia, prnebe en un proceso sustancia- que la medida sea revisada por tribunales de derecho, a fin de establecer una barre-
do con t_odas las garantías constitucionales y legales la exisLencia de un delito penal, y se ra eficaz frente a eventuales abusos de la Administración. 377
atenga a la decisión correspondiente. Porque aunque eso sea menos eficaz desde el punto de vista
social, eI respeto a los individuos tiene p1imiclad a este respecto. 171 En el ordenamiento jurídico chileno hay algunas leyes que han cuidado de este aspec-
En muchos casos, una decisión como esta exige al legislador elegir los hechos que serán Lo. Desgracia<lamenLe, la mayor parte de ellas confía el conocimiento del recurso al tribu-
combatidos mediante una simple sanción administrativa asi limiLada, y los que se incorpo- nal que ejerce ju-risdicción en lo civil. 378 Esto se debe, probablemenLe, a que las infraccio-
rarán en el caLálogo de los tipos penales. Para hacerlo, como es imaginable, no exisLen crile- nes administrativas, no obstante su desvalor de acción usualmente reducido, suelen cau-
rios absolutos. Sín embargo, en los últimos tiempos se han desarrollado algunas investiga- sar resultados graves y generar la responsabilidad civil consiguiente. Sin embargo, si se
ciones orientadoras al respecto, que proporcionan pumas de partida aprovechables.m tuviera en cuenta la diferencia puramenle cuantitativa que medía entre las sanciones gu-
bernalivas y penales, lo correcto seria que de la reclamación conociera un tribunal con
2. No es admisible que un mismo hecho se castigue con una sanción guberna- jurisdicción en lo penal.
tiva y una pena criminal, pues eso ·constituye una infracción al principio non bis in
ídem. la circunstancia de que algunas leyes y reglamentos acepten esa posibilidad 373 6. Para terminar, también es preciso reclamar que, atendiendo al campo cada
significa sólo un abuso que se debe impugnar enérgicamente, evitando a toda costa, vez más extenso abarcado por las regulaciones administrativas, en lo sucesivo se
elevarlo a la categoría de norma general.
374 En el senliclo criücado en el texto NOVOA, L 21, págs. 40 y 41, quien abor<la el problema con un criteiio
3 9
ó De paso, el an. 501 constituye también una confirmación de que para la ley la diferencia entre las penas marcadamente positivista. En el sentido defendido aquí, en cambio, POUTOFF, l, 7, D, pág. 39.
penales y las adminislrativas es únicamente cuantitativa. Véase, supra, ce). i,·, Esta explicación sobre la eficacia excusante del error de prohibición fue incluida a irlSlancias mías. Se
370
ROXIN, I, 2, 39, págs. 71 y 72. Véase, respecto a ello, supra, 3, V funda en la idea de que los errores relativos a la reglamentación administrativa, usualmente engorrosa y
171
Este fue también el punto de vista acogido por el Coloquio de la Asociación lntemacional de Derecho tecnificada. suelen.ser más explicables que los referentes a prohibiciones penales. Véase, además,JESCHECK,
Penal en EslOcolmo, en donde se convino que la diferencia enlre la pena administrativa y la penal "implica
7, V, 5, pág. 52.
limitaciones en la da.se y sever[dad de las sanciones disponibles así como de las restricciones de los dere- m, Así lo recomiendan las conclusiones del Coloquio de Estocolmo de la Asociación lnten1acional de Dere-
chos individuales que pueden aceplarse en el curso de un proceso punitivo administrativo·'. De la misma
cho Penal, número 2, lelras a) y b)
forma se declaró que en materias adminislrnlivas, "las privaciones y restricciones de la libenad personal
Yi! BAJO FER..!~ANDEZ, op. cit., m, 111, 5, pág. 108. Con detalles sobre todo el problema relativo a los
no deben esr.ar disponibles como sanción primaria" ni medianr.e el expediente de la convenibilidad de la
recursos destinados a paliar los efectos de la situación, lll, lll, 3 y sigls., págs. 100 y sigts. La idea fue
multa ("asan cnforcement measure").
72 acogida también por el Coloquio de Eslocolmo de la Asociación Internacional de Derecho Penal: "el
' Véase, a este respecto, TULIO PADOVANI, La. distrlbuzione di scmzioni penali e di sm1zioni a.dministmtive
secondi l'espnicnza. ita!ia.na en Revista 1ta1ia.na di Di1itto e Prucedura Pena.le, Anno X)(VTJ, Fase. 3, 1984, recurso ante los tribunales y un procedimiento contradictorio deben ser posibles siempre que se haya
págs. 952 y sigts. impuesto una sanción renihut.iva"
m Véase NOVOA. l, 21, pág. 41. '~~ Véase NOVOA, !, 21, pág. 41.

110 lll
DERECHO PE:S'AL / PARTE GEN EH.ALI Enriqur Cury Urzua
CAPÍTULO l / EL DERECHO PENAL F.N GEC'lERAL

intente una tipificación precisa de las conductas que las infringen. 379 Natu'ralmente, Aquí no es posible hacerse cargo de otra serie de problemas más de detalle
1as descripciones correspondientes no pueden ser tan minuciosas como las penales. que genera la re1ación entre ambos tipos de medidas. Pero si se quiere el imperio de
Sin embargo, deben contemplar, por lo menos, los límites generales, más allá de los un auténtico Estado de Derechq Democrático, en lo sucesivo será indispensable
cuales se prohíbe a la Administración toda intervención punitiva. 380 38 l abordar su estudio concienzudamente. 386

fO La sanción gubernativa más característica es la multa, 382 ?Unque, corno se


desprende de los mismos arts. 20 y 501, no es la única posible. Junto a ella pueden
d) La relación entre penas penales y disciplinales.
mencionarse, entre otras, la clausura de eslablecimientos comerciales, la prohibi-
ción de habitar edificios cuyas condiciones materiales o sanitarias son defectuosas, Por su naturaleza y objetivos, las penas disciplinales son las que más se ase-
la suspensión de actividades u obras, el comiso de inslrumentos y efectos, etc. mepn con las criminales. En efecto, también ellas está destinadas a castigar conduc-
A causa de las mismas razones por las cuales es difícil distinguir las penas criminales de
tas que ponen en peligro 1a convivencia dentro de unos grupos de relación determi-
las gubernalivas, en muchos casos no se puede establecer fácilmente si una multa es de nados y más restringidos, pero indispensables para la organización y el desenvolvi-
naturaleza penal o administrativa. El solo hecho de que su imposición esté confiada a un miento de la sociedad en general.
órgano de la Administración, no es decisivo por sí mismo. 38., COUSIÑO estima, con acierto,
que, a falta de un criterio más firme, debe acudirse al de la convertibilidad. 38 + Sólo la mulla Las aulénticas sanciones disciplinales se caracterizan porque están destinadas a preser-
penal puede transformarse en una privación de libertad, con arreglo al art. 49 del C.P, en var el funcionamiento de organizaciones públicas sin las cuales la existencia de la sociedad
caso de no ser satisfecha por el condenado; la administrativa no, puesto que ello significaría se vería amenazada. Este es el caso de la Judicatura, la Administración Central del Estado,
desconocer el sentido de la distinción efectuada por el art. 20, cuyo objetivo consiste, preci- las fuerzas armadas, la policía, la organización municipal y algunas otras instituciones de la
samente, en despojar a estas sanciones de connolaciones afliclivas. 385 misma naturaleza e importancia que, por eso mismo, forman parte de la estructura estatal
entendida en sentido lato. Sólo a este género de medidas se refiere el art. 20 del C.P
gg) A cansa de que el art. 20 del C.P las excluye formalmente de entre las En cambio, hay que descartar la existencia de un "derecho pen:::il disciplinario" destina-
penas penales, _hay varios efectos de estas que no alcanzan a las sanciones guberna- do a regir en instituciones lales como sociedades, corporaciones de derecho privado, funda-
ciones, universidades y otros establecimientos educacionales, clubes sociales y deportivos,
tivas. Desde luego, su imposición no consta en los antecedentes ptmales del autor. comunidades religiosas y otras organizaciones semejantes. 387 Dichas agrupaciones requie-
Por consiguiente, no puede tomársele en cuenta para configurar la reincidencia y ren, ciertamente, conservar un orden interno mínimo y, para lograrlo, pueden imponer a sus
no excluirá la atenuación por "irreprochable conducta anterior". Asimismo, 1a pena integrantes algunas sanciones de poca entidad. Sin embargo, lales medidas .sólo producen
efecto si el afectado las acata voluntariamente, pues la institución no cuenta con la posibili-
gubernativa no tiene otras consecuencias accesorias que las establecidas en la dis- dad de hacerlas cumplir en forma coactiva. Por supuesto, siempre existe el recurso de expul-
posición donde· se la consagra. sar al desobedienle; pero eslo sólo significa excluirlo de unas actividades a las que se lo
había admitido bajo la condición de aceptar determinadas reglas; por consiguiente, se ase-
En cambio, me parece errónea la afirmación, bastame generalizada, de que las sanciones meja mucho más a la resolución de un contrato por incumplimiento de obligaciones que al
administrativas no prescriben, salvo cuando en el precepto correspondiente se haya estable- ejercicio de una facultad de castigar propiamente tal.
cido expresamente un plazo para ello. Como el propósito del art.. 20 es hacer menos gravosa Con todo, no se debe despreciar el control social que realiza este pretendido "derecho
para el autor la irrogación de penas de esta índole, permitiendo de ese modo su manipula- penal disciplinario" de carácter privado. Como se ha visto más arriba,' 88 la fuerza vinculante
ción más expedita, ~reo que la solución debe ser, precisamente, la contraria. Si la norma que inmanente a este tipo de sanciones es muy grande, y su eficacia preventivo-general más
la crea no ha señalado un tém1ino de prescripción, ha de aplicarse a las penas gubernativas extendida que la de la pena. Además, en un buen número de casos actúan como alternativas
el que se consagra de manera general para las faltas, esto es, seis meses (art. 97 inc. final socialmente aceptadas del castigo criminal, al cual desplazan en la práctica.
C.P.). Ello, además, está en consonancia con el precepto contenido en el art. 501 del C.P.,
que expresa implícitamente el propósiLo de someter las infracciones administrativas al mis- No obstante este parecido entre las penas disciplinales y las penales, la opi-
mo tratamiento que a las contravenciones, en todo lo que les sea aplicable.
nión predominante, incluso en el derecho comparado, considera que su naturaleza
es diferente. 389 De conformidad con ella, las penas disciplinarias sólo tienen por
79
' En este sentido, también NOVOA, ídem.
380
De acuerdo con esto, en el Coloquio de Estocolrno de la Asociación Internacional de Derecho Penal se 3 6
H Sobre las delicadas relaciones que existen entre la institución de las penas administralivas y el Estado de
acordó que "la definición tanto de las infracciones administrativas como cle las sanciones que le son Derecho, véase la interesante contlibución de EDUARDO SOTO KLOSS, El derecho administralivo penal
aplicables debe ser precisada de acuerdo con el principio de legalidad" (0fota para el estudio de la potestad sancionadora de la Administración), en Boletín ele Investigaciones de la
381
Sobre la situación actual del derecho comparado en relación con los diferentes puntos a que se refiere esle Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile Nºs. 44 y 45, 1979-1980, págs. 95 y sigts.
apartado, véaseJAKOBS, 3, 6, pág. 66;JESCHECK, 7, V, 4, pág. 52. Sin embargo, la configuración de un Estado de Derecho realmente Democrálico requiere ir más lqos en
382
JAKOBS, 3, 6, pág. 66; JESCHECK, 7, V, 4, pág. 52; lv!AURACH, !, 1, III, E, 3, pág. 23; POL!TOFF, 1, 7, esta materia, superando los criteri.os formales en que se funda la concepción de ese autor
págs. 37Y 38
183 JRi Así, por ejemplo, NOVOA, I, 20, págs. 34 y 35. Como en el texto, RODRlGUEZ DEVESA, I, págs. 27 Y
'
st
COUSIÑO, I, 4, D, pág. 26
Idem.
sigts l
385 oscl Supra, 1, lll., d). .
En los ordenamientos extranjeros también suele emplearse esle uiterio de la convertibilidad para distin- 38 q Cfr., con detalle y bibliografía, CASABO RUIZ, en CORDOEA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, II,
guir los dos tipos de multa, aunque algunos de ellos prevén para los casos de.incumplimiento de la mulla págs. 87 y sigts. Véase, además, COUSIÑO, I, 4, D, d), pág. 28; NOVOA, I, 20, págs. 35 y sigts. y
administrativa una forma de "arresto coactivo" Véase JAKOBS, 3, 6, pág. 6fi;JESCHECK, 7, V, 4, pág. 52 recientemente GARRIDO, 1, 5, VI, pág. 86
1
1

112 113
J)f'.RECHO PENAi. / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Ur,;úa CAPITULO T/ FI JlLRECHO PENAi. EN GE;:,;ER.AL

objetivo preservar el funcionamiento correcto de 1as organizaciones dentro de las camente en contra de la posición dominante, a la cual acusa de basarse "en una
cuales se aplican. Su imposición, por esto, no presupone la lesión o puesta en peli- concepción errada de la pena". 398
gro de un bien jurídico, como lo es, en los auténticos delitos funcionarios, "la con- Por otra parte, el punto de vista defendido aquí se encuentra más de acuerdo
fianza pública en la pureza del ejercicio de 1a función", 390 requieren, tan sólo, una con el espíriLu que presidió la dictación de la mayor parte de nuestras leyes funda-
falta de lealtad para con la institución 391, aunque no signifique deterioro alguno de mentales sobre la materia, pues la concepción de las medidas disciplinales como
su imagen hacia el exterior. Por esto, no precisan de una tipificación previa, y pue- una pura "especie" de pena era la que prevalecía de hecho en ese momento hisLóri-
den irrogarse conjuntamente con una pena penal sin infracción del non bis in ídem. co. Por el contrario, el criterio cualitativo sólo se ha desarrollado hacia la primera
Esta argumentación, sin embargo, no es convincente. Lo mismo que en el caso mitad del siglo XX, probablemente alentado, también en este caso, por una tenden-
de las regulaciones administrativas, el "orden interno" de las organizaciones admi- cia al autoritarismo que puede servirse fácilmente de él, insLrumentalizándolo para
nistrativas puede ser cambiante, 192 pero su objetivo fínal es la existencia de uno que el logro de sus fines represivos.
asegure la eficacia y "pureza" de la función a que están destinadas. Por coÍlsiguiente,
cuando se lo preserva mediante la amenaza de una pena disciplinaria, el bien jurídi-
co de protección existe, aunque aparezca hasta cierto punto difuminado tras el inte- B. LAS MEDI/JAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN Y SU RELACIÓN
rés de tutelar la lealtad funcionaria por sí misma. Cuando un miembro del ejército CON EL DERECHO ADi\11N1STRATIV0
o de la Administración Central del Estado no acude oportunamente a cumplir sus
obligaciones, no se produce, claro está, un sentimiento generalizado de desconfian- No ha sido infrecuente que se discuta la cuestión relativa a si las medidas de
za, pues sólo un círculo reducido de personas lo percibe, pero es evidente que esas seguridad y corrección forman parte del derecho penal o si son, más bien, recursos
conductas dañan la estructura, la eficacia y la fiabilidad de las organizaciones a que de reacción pertenecientes al ordenamiento administrativo.
pertenece el autor y, si se generalizaran podrían llegar incluso a deteriorarlas por
El fundamento de este último criterio radica en que tales medidas no son siempre con-
completo. Que en situaciones semejantes la lesión del bien jurídico resulte poco secuencia de un delito, pues es posible imponerlas también cuando faltan algunos de los
"ostentosa" no significa que no exista, sino, precisamente, que a causa de su e5casa elementos que integran l:::i eslructura del hecho punible -en particular la reprochabilidad-.
magnitud es poco visible. Así ocurre, por ejemplo, con la internación en un establecimiento psiqui:'.!trico, dispuesta
para el loco o demente por los ans. 682 y sigls. del C. de P.P. cuando haya ejecutado un
En el fondo, tal como aquí se ha sostenido, 391 el ilícito disciplinario no es sino hecho que importa delito. En tal situación, efectivamente, el su_jeto ha realizado una con-
una especie del administrativo y, por lo tanto, todos los argumentos invocados para ducta típica y antijurídica que, sin embargo, no es culpable, a causa de la inidoneidad del
sostener que entre éste y el penal no existe sino una diferencia de grado, son válidos autor para ser objeto de un -reproche personal por su acción. Por esto, se dice, la medida
para afirmar lo mismo _de aquel. 394 aplicada en tal siluaciún no debe tener relación alguna con las reacciones punitivas propias
del ordenamiento criminal. Es nada más que una decisión adminisLratíva, destinada a la
De allí deriva, a su vez, que entre la pena disciplinaria y la criminal sólo se protección y Lratamiento del autor y a la preservación de la seguridad social. Ahora bien, si
puede practicar una distinción cuantitativa, a la que el art. 20 del C.P. formalizó el razonamiento es -válido en estos casos, Liene que serlo también en aquellos en los que la
para facilitar la aplicación de las primeras, en cuanto pueden extenderse a ella. 395 medida de seguridad y corrección es impuesta conjuntamente con una pena, pues no existi-
ría motivo alguno para atribuirle una naturaleza diferente en unos y otros. Y, por supuesto,
Este criterio, aunque continúa siendo minoritario, en los últimos años princi- resulta aún más convincente en relación con las medidas predelictuales para quienes acep-
pia a ser acogido por un sector creciente de la doctrina que se muestra cada vez más Lan su existencia
crítico de la doctrina tradicional al respecto. Así, ROXIN considera que la posibili- Hoy este punto de vista se encuenr-ra abandonado casi del todo.
Presl1pone, desde luego, una concepción exageradamente expiatoria de la pena que,
dad de imponer conjuntamente una pena disciplinaria y una pena es insatisfactoria como no aprecia en esta sino sus finalidades punitivas, quiere trasladar a un ordenamienlo
"en muchos aspectos, porque la verdad es que materialmente acaba llevando a una distinto del que la administra Ladas las formas de reacción cuyo objeto es la socialización o
396 el aseguramiento del autor. De acuerdo con lo que aquí se ha expuesto, sin embargo, ese
doble sanción" ya que "la delimitación" (entre pena penal y disciplinaria) "par-
punto de vista no es correcto, porque la pena también tiene objetivos p-reventivos. 399 Por lo
tiendo del objeto de la conducta incorrecta es más bien de lipa cuantitativo y obedece tanlo, al derecho penal no le está confiado el castigo por el castigo; liene la obligación de
al principio de subsidiariedad". 397 De la misma manera, JAKOBS argumenta enérgi- emplear también sus recursos como un medio para combatir el delito, evitando, si es posi-
ble, los efectos de.socializadores de la pena y asegurando a la comunidad frente a las inclim-
ciones antisociales del delincuente
::~ MAURACH, I, TI, C. 2, pág. 11
Es problemát_ico si esta fundamemación es aceptable para individuos que integran una organización sólo
Por otra parte, la idec1 de que las medidas de seguridad y corrección no involucran una
p_orque han sido reclmados de manera forzosa, como los presos y los llamados al servicio militar obliga to- irrupción punili.va en la esfern de derechos del afectado, es una falacia. Ko es verdad que los
no. Sobre ello, JAKOBS, 3, 13, pág. 71 buenos deseos del legislador y el juez baslen para excluir los padecimientos que causa una
m Supra, e), aa).
391
Supra, b)
3
M En sentido semejame STRATEN\\lERTH, 59 y 60, págs. 26 y 27. 'JH JAKOBS, 3, 15 y sigLs., págs. 73 y sigts. Por el contrario, en la liLernLura chilena más recienle, se defiende
w, Supra, c), dd). siempre la independencia cualiLaliva de las sanciones disciplinales y penales, aceptando, consiguientemente,
96
' ROXI~, 2, 46, pág 75. la imposición acumulativa de ambas Así. entre todos, POLITOFF, 7, C:, págs. 33 y sigts.
191 99
ROXTN, 2, 44, pág. 74. (El &nfasis es mío). ' Supra 2, III, b).

114 115
DERECHO PENAL/ PARTE GEI\ERAL / Enrique Cury "Crzúa CAPÍTULO l / EL DERECHO Pf'NAL E:\ GENt'RAL

reclusión asegurativa prolongada, un tratami.enlo psi.quiátrico intensivo o una terapia Como lo ha destacado MICHEL FOUCAULT, 401 muchas de las ideas libertarias que
antialcohólica enérgica. Lo cierto es, más bien, que también l:::is medidas de seguridad y se habían agitado por los teóricos de la Revolución Francesa respecto al derecho punitivo, se
corrección implican una dosis inevitable de coacci.ón y, por consiguiente, quebrantamientos vieron frustradas mediante un desplazamiento de la función de castigar hacia las adminis-
de los derechos fundamentales del sujeto. Por eso es inconveniente abandonar su aplicación lraciones penitenciarias. Ese proceso de deformación se ha i.do acemuando cada vez más,
a las auloridades administrativas en cuyas manos pueden convertirse -y, de hecho, se han sobre Lodo porque cuenta con el beneplácito de una sociedad que se niega a reconocer su
convertido muchas veces- en instrumentos de abuso y arbilrariedad. corresponsabilidad en el fenómeno delictual y prefiere hacerla descansar por completo en el
autor de la infracción. La conciencia del ciudadano "honesto'' se sali.sface con la convicción
Las medidas de seguridad y corrección son, en realidad, uno de los medios de que los "culpables" han sido declarados tales en un proceso "justo". Todo lo que ocurre
después de eso tras los muros de la prisión lo deja indiferente. En nuestro país esta tenden-
característicos que emplea la sociedad para combatir el delito. En consecuencia, cia se ha visto favorecida, además, por el autoritarismo que nos flgicí durante casi vei.nte
forman parte imegrante del derecho punitivo, al cual compele establecerlas, consa- años, fundado precisamente en la certeza de que la verdad y la rectitud es palrimonio de
grando las garantías que deben rodear su imposición por el juez penal y su ejecu- unos cuantos y que quienes no las comparten son indignos de consideración y respelo
ción por las autoridades que la ley designe.

V. RELACIONES DEL DERECHO PENAL CON EL PROCESAL


C. EL DERECHO PENITENCIARIO Y SU RELACIÓN CON EL
DERECHO ADMINISTRATIVO. a) Naturaleza de la relación: autonomía e interacción
de amLos ordenamientos
Lo que se denomina derecho penitenciario está constituido por el conjunto de
normas que regulan la ejecución de las penas privativas de libertad. 400 _ Para un sector de la literatura y el derecho comparado, el derecho procesal
Dicho proceso exige, por cierto, una organización administrativa c;.omple_ja. Es penal es parte integrante del penal. Esa opinión predomina en Alemania402 y se
preciso contar con estableciillientos en los que recluir a los condenados, y esto ya sostiene también en Italia, donde, incluso, CARRARA incorporó directamente el
supone la realización de actividades financieras, constructivas, de equipamiento y tratamiento del "_juicio criminal" a la parte general de su obra sistemática. 403
mantención. A su vez, tales establecimientos tienen que estar dotados de personal Entre nosotros, en cambio, se considera que ambos ordenamientos son
para la vigilancia y atención de los reclusos. Todo ello induce a pensar que las autónomos, y el procedimiento penal se encuentra incorporado -por lo menos
disposiciones destinadas a reglamentar estos asuntos pertenecen al campo del dere- formalmente- a la sistemática del derecho procesal en general.
cho administraLivo. Sin embargo, no es así. Según mi parecer, este último punto de vista puede ser acogido en principio.
La parte fundamental del derecho penitenciario es aquella que organiza la Aunque CARRARA tiene razón cuando afirma que el juicio criminal es el momento
forma de ejecución de la pena, los métodos de tratamiento aplicables a los reclusos, en que se "desarrolla y se completa, conforme a la ciencia, la función punitiva", 404 y
sus derechos y obligaciones y las garantías que se le deben otorgar. Se trata, pues, de no obstante las estrechas vinculaciones existentes entre ambos géneros de normas,
disposiciones que versan sobre la pena y, concretamente, sobre su realización efec- la verdad es que cada uno de ellos obedece a ciertos principios distintos, de manera
tiva durante la ejecución. Por consiguiente, esta no es más que una parte del derecho que no es conveniente confundirlos en un todo homogéneo. Así, por ejemplo, la
pena!, muy importante, por cierto, pero a la que no hay motivo para segregar del prohibición de analogía y retroactividad, que impera de manera amplia en materia
conjunto. La verdad es que la-tendencia a independizar el "derecho penitenciario" de ley penal, 405 no se extiende a la procesal. De igual manera, la transferencia del
lejos de contribuir a su enriquecimiento, desarrollo e importancia, termina convir- principio procesal in dubio pro reo 406 al campo penal, da lugar a confusiones y difi-
tiéndolo en una especie de subsistema de escasa relevancia. Esto es muy inconve- cultades.
niente, porque la eficacia de la pena depende en gran medida del momento de su El derecho procesal no es, pues, una parte del punitivo, ni se encuentra subor-
ejecución, de manera que si este no se encuenlra normado y organizado adecuada- dinado a él. 407
mente, el sistema fracasará, por excelentes que sean sus otras instituciones.
4
uJ FOUCAULT, Vigilar y Castigm: Nacimiento de .1a prisión, cit., págs. 259 y 260: "La delincuencia es la ven-
En esto, además, juegan un papel primordial consideraciones políticas. No se saca nada ganza de la prisión contra la justicia". "la prisión, esa región la más sombrta en el aparato de JUSticia, es el
con asegurar la hberalización del régimen punitivo otorgando garantías al acusado frente a lugar donde el poder de castigar, que ya no se atreve a actuar a rostro descubierto, organiza silenciosamente
posibles excesos judiciales, si luego se abandona al condenado al arbitrio de los funcionarios un campo de objetividad donde el castigo podrá funcionar en pleno día como terapéutica, e inscnbirse la
penitenciarios. No sólo eI procesado tiene derechos que deben ser cautelados; también para el sentencia entre los discursos del saber". (Los énfasis son míos.) Se puede disentir con FOUCAULT sobre
sentenciado deben regir garantías que tutelen su humanidad y la dignidad que deriva de ella. Pero las razones precisas que llevan a esta siLuación, pero es indiscutible que ella existe como tal.
402
esto no se cumple cuando el proceso de ejecución de la pena se confía a una organización Véanse, por todos, BAUJl..íANN, 4, I, 1, pág. 29, para quien el derecho procesal penal perlenece tanto al
adminislrativa que dispone de facultades discrecionales y que, a veces, como ocurre en penal como al procesal en general;JESCHECK, 3, II, 2, pág. 14.
0
~ , CARRARA, ll, págs. 227 y sigts.
Chile con el Servicio de Gendarmería, eslá estructurada como un cuerpo paramilitar. ~u 4 CARRARA, ll, antes de 779, pág. 227.
405
lnfrn, 10, L
400
Véase, sobre ello, GARRIDO GUZMAN, Compendio de cienclas penilcndmiÜs, Universidad de Valencia,
4
uó lnfra, en este mismo párrafo, c) y especialmente bb).
107
1976, passim. SOLER, l, 1, l, pág. 3

116 117
DERFCIIO PE:\"AL / PARTE GE:\ER..AL / EnriqUt' Cury "Crzúa
CAPÍTULO 11 EL DERECHO PE"lAL EN GENERAL

Pero esta independencia no debe entenderse como la de unos departamentos En el futuro, por eso, el criterio debiera ser revisado. Para una percepción apropiada de
estancos que carecen de conexión. En rigor, eso no puede afirmarse respecto a parte las consecuencias sociales que pueden tener las diferentes interpretaciones de la ley penal y
alguna del ordenamiento jurídico, pues todas ellas se encuentran en una interrelación las correspondientes concepciones sistemáticas, es indispensable vincularlas a la naturaleza
y posibilidades de los procedimientos en que cobran realidad. Por ello, tamo las formulaciones
constante y fluida; pero la interacción es más notoria y esencial en casos como el . dogmáticas como las orientaciones polílico-criminales de las mismas se enriquecen cuando
presente, donde se trata de dos sistemas complemenlmios, 408 cuyas funciones de- los problemas son examinados teniendo en cuenta esas relaciones en disciplinas presentadas
penden de la forma en que esLán reguladas las del otro. 409 Para entenderlo así, basta con un criterio unitario.
con pensar que lo que ha de ser materia de 1a discusión y prueba en el proceso está
determinado por lo que la ley sustantiva considera relevante para la punibilidad del
b) El principio nulla poena sine iudicio y sus relaciones con el derecho penal
hecho y la determinación de la pena; y, viceversa, la decisión sobre si se ha de
castigar y cómo, se encuentra supeditada a lo que del hecho se haya acreditado en el De conformidad con el principio nul!a poena sine íudicio, nadie puede ser so-
juicio según sus reglas. 410 metido a una pena sino después de haber sido juzgado por un Lribunal de derecho,
A causa de esta estrecha relación, sucede con frecuencia que instituciones en un proceso formal legalmente regulado, dentro del cual el sujelo cuente con la
propias del derecho penal se encuentra consagradas en leyes procesales, y vice- posibilidad de defenderse oportuna y eficazmente.
versa. Así, el art 509 del C. de P.P. contiene una disposición de índole material En Chile el principio, que se encontraba consagrado de un modo escueto por
relativa al concurso de delitos; 411 a su vez, el arl. 455 del C.P es, sin duda alguna, el art. 11 de la C.PE., aparece ahora desarrollado con más detalle por el N° 3° del
una norma de procedimiento. Sin embargo, la cuestión no siempre puede resol- art. 19 de la C.PR., en los incs. segundo, Lercero, cuarto y quinto.
verse tan fácilmente como en los dos ejemplos citados. A menudo sucede, más Aunque se trata sin duda de una regla procesal, por 1o cual no es pertinente
bien, que la naturaleza de ciertas instituciones es dudosa y resulta difícil decidir si discutir aquí los pormenores de su significación y consecuencias, conviene sí: desta-
son penales o procesales, cosa que, a su vez, determina consecuencias prácticas car que constituye un complemenlo indispensable de las que en el ámbito del dere-
distintas. Estos casos, entre los cuales el más significativo es, quizás, el de la pres- cho penal garanlizan al ciudadano contra la posibilidad de un castigo arbitrario. En
cripción de la acción penal,+ 12 deben ser tratados uno por uno en 1a oportunidad efecto, los súbditos no ganan mucho con que sea una ley la que les diga lo que
correspondiente. constituye delito (nullum crimen sine lege) si quien está encargado de interpretar y
Existen también algunas instituciones y principios que indudablemente, per- aplicar la norma es una entidad misteriosa, mudable según los caprichos de la auto-
tenecen al campo del procedimiento, pero cuyas consecuencias sobre el derecho ridad, o si se les veda el derecho a exponer sus defensas y probarlas de acuerdo con
penal material pueden llegar' a ser tan i~mediatas y decisivas, que no es posible unas disposiciones uniformes y conocidas. Por esto, en la vigencia efectiva del prin-
descartar su tratamiento desde la perspectiva de este último. Aunque en forma su- cipio nulla poena sine iudicio -que en nuestro país ha sido apenas nominal- se realiza
cinta, en los párrafos siguientes se discuten, precisamente, dos de esas situaciones. la idea de que el derecho procesal penal es "Derecho constitucional aplicado". 411
La idea de que el derecho procesal es independiente del punitivo, no implica un pro- Por otra parle, la formalización de un procedimiento susceptible de control jurídico trae
nunciamiento pedagógico. En Chile es tradicional que el procedimiento penal sea enseñado aparejada una distorsión en el conocimiento que el Tribunal dispone del hecho sobre el cual
por los profesores de derecho procesal general. Los resultados han sido insatisfactorios, pues recaerá su juicio. La percepción objetiva de los acontecimientos fenoménicos es siempre
los estudios sobre el proceso penal se han desarrollado pobremente. Por cierlo existen algu- insegura, como lo demuestran las constantes revisiones a que se encuentran sometidas las
nas excepciones, pero en su mayoría proceden del derecho penal suslantivo, cosa que es concepciones de las ciencias naturales. Esa incertidumbre es aún mayor si de lo que se trata
aleccionadora.
es de establecer las peculiaridades de un caso complejo que, además, no se ha prnducido
frente a los ojos del juzgador y del cual, en consecuencia, este tiene que contentarse con una
re-producción obtenida en plazos limitados y sirviéndose de pruebas preestablecidas. Pero
408 también el riesgo de esas deformaciones ine,itables se encuentra asumido en beneficio del
HASSEMER, J 6, 11, pág. 150: ~El Derecho malerial, y su formulación de uiterios de é>elección, y el Dere-
inculpado. porque, a pesar de todo, para el procesado es preferible que la sentencia se pro-
cho fonnal, con la fomrnlación del escenario, depende el uno del otro, y sólo las prestaciones respectivas
de ambos hacen posible el proceso penal y la producción del caso'". nuncie sobre la base de un conocimiento insuficiente y hasta francamente errado, a que la
.¡{)
9
l'vl. ANCEL, El lugar de la invest[gación comparcitiva de los estud[os de Derecho Penal, en Revista de Derecho investigación se prolongue indefinidamenle, afectándolo en sus derechos y en su inlimidad
Penal, Buenos Aires, 1950, págs. l l y 12 más que la pena misma. 414 Hay que tener presente esto, para que las fonnalidades eslruclu-
.¡io HASSEMER, 16, antes de 1, pág. 146: ·'[¡ Derecho penal susta11livu contiene los critelios de relevancia para rales del proceso recobren en la práctica su sentido verdadero .
la c:onst)tución penal de la realidad, y en él se encuentran los criterios para la producción del caso penal. En consideración a todo esto, convendría repensar hasta qué punto es deseable aplirnr a
El Derecho procesal penal contiene las reglas de las que se deliva el cómo se ha de producir un caé>o y en las nonnas en que se materializa el principio nidia poe:na sine iuclicio algunas de las limitacio-
cuándo se puede considerar correctameme producido. En él se contiene los modelos de componamiemo nes garanlizadoras que rodean la interpretación y aplicación de las leyes penales sustantivas.
escérúco que hacrn posibk la fase de producción del caso a la vez que le aseguran"'. En general, sobre el Por ejemplo, convendría prohibir, haciendo excepción a las reglas generales sobre la mate-
tema, véase todo el parágrafo. págs. 145 y sigté>. En otro senrido, GOSSEL, Esencia y }undamrnlociún de las
scmciones jurídlco-penales, cit., B. T\~ afirma, de todas maneras, que "el juicio penal judicial es el fundamen-
to de conocirnienlo de las sanciones jmidico-penales".
+11 Hi\SSEMER, 16, Il, pág. 150.
+11 Tnfra, 43, I, b), bb)
m HASSEMER, 16, 4, págs. 182 y sigts., en donde se destacan las lirnir.ac:iones del proceso pe:1al en la deter-
412
lnfra, 59, B, I.
minación de la "verdad" y el sentido que debe darse a esta en defensa de los derechos del mculpado

118 J 19
1
DERECHO PE:\'AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury "Crzúa CAPITULO 1 / l'.L DERFCHO PENAL EN GENERAL

ria, Loda aplicación retroactiva de aquellas disposiciones procesales que modifican la natura- La cree~cia de que estas normas derivan del i.n dubio pro reo puede conducir a interpre-
leza y composición del tribunal llamado a conocer de un hecho punible, como asimismo de Laciones detectuosas de su alcance. Por ejemplo, deberia significar que para la aplicación de
las que importan una rest1icción del derecho a defensa o signifiquen disminuir, en cualquier la ley mas benigna es lícito mezclar los preceptos de la disposición antigua con la nueva,416
forma, la posibiliclacl ele probar los descargos. En efecto, la práctica ha demostrado que, en puesto que eso podría ser, en el caso concreto, lo más favornble para el reo; asimismo, que
materias de esta clase, el dogma según el cual las leyes procesales rigen in actum puede las leyes temporales no se aplican a los hechos ocurridos durante su vigencia, pero que aún
determinar un debilitamiento del nuJlum crimen, nutla poena sine 1ege. no han sido sancionados cuando esta concluye. 417 Si toda la norma del aTt. 18 del C.P. se
encuentra inspirada en el puro deseo de beneficiar al autoT, carecería de sentido el debate
que existe en tomo a estos problemas y, en especial, las soluciones acordadas a ellos por la
e) El principio in dubio pro reo y sus relaciones con el derecho penal. opinión dominante.m
El problema de la determinación alternativa del hecho.
ce) Aparentemente, el único punto de auténtico contacto entre el principio in dlrbio pro
aa) Con sujeción al principio in dubio pro reo, cuando de la prueba reunida en reo y el derecho penal sustantivo se produce en relación con el problema de la determinación
alternativa del hecho, muy poco debatido entre nosotros
el juicio penal no resulta la absoluta certeza de que el suieto ha incurrido en un
La cuestión se refiere a aquellos casos en los que, de acuerdo con la prueba del proceso,
hecho punible, el procesado debe ser absuelto Oa duda favorece al reo), Así lo dispo- es indudable que el sujeto ha comelido uno de entre dos o más delilos, pero no se sabe con
nía el art. 456 bis del C. de PP, y lo prescribe actualmente el 340 del C.PP, según el certeza cuál de ellos. Así, por ejemplo, cuando exisle certidumbre de que el autor se apoderó
cual "nadie podrá ser condenado por delito sino cuando el tribunal que lo Jlizgare de una cosa ajena, pero no de si, para hacerlo, empleó engaño (estafo) o la sustrajo furtiva-
mente (hurto), siendo, en todo caso, seguro que se valió de uno de esos dos medios.
adquiriese, más allá de toda duda razonable, la convicción de que realmente se Rigurosamente hablando, en todos estos casos el hecho no se encuentra delerminado y
hubiere cometido el hecho punible obieto de la acusación y que en él hubiere co- la subsunción en un tipo especifico es, por lo Lanto, imposible. Por consiguiente, con arreglo
rrespondido al acusado una participación culpable y penada por la ley." al principio in dubio pro reo debería absolverse al inculpado. Pero, poT otra parle, es inadmi-
sible que se renuncie a la imposición de toda pena cada vez que, no obstante encontrarse
bb) Debe quedar en claro que este plincipio es de carácter procesal y carece, por acreditada la ejecución de un delito, es imposible precisar los contornos del hecho a fin de
establecer con cerleza cuál de los tipos lo capta realmente.rn Si bien con ello se fortalece la
consiguiente, de relevancia directa en el ámbito sustantivo. confianza ciudadana de que nadie será castigado si no se ha probado por completo que su
Sobre todo, conviene subrayar que el in dubio pro reo no constituye una regla de conducta satisface Lodas y cada una de las exigencias del Lipo, al mismo tiempo se debilita la
interpretación de la ley penal. Si fuera así, cada vez que existieran dudas sobre el de que se impondrá en efecto una pena cuando esté procesalmente acreditado que se comet-ió
un hecho punible y el sujeLo participó en él de una manera jurídicamente relevante.
sentido de un precepto, habría que atribuirle el que resulte más favorable para el
Este es, pues, uno de aquellos extremos en los que las exigencias de la realidad imponen
autor, restringiendo o extendiendo su eficacia, según los casos, al margen de cual- una solución flexible, a costa de la coherencia conceptual, por lo menos en parte.+20 Lo
quier otra consideración hermenéutica. Este, por sllpuesto, no es el espíritu de la importante, en todo caso, es que el sacrificio excepcional del principio esté condicionado por
ley, pues una regla de esa clase no puede deducirse de su contexto. Por el contrario, criterios de aplicación no sólo seguros, sino, además, capaces de preservar los presupuestos
de _juslicia material sobre los que descansa el sistema, para que así conserve la calidad de
aquí también impera el art. 23 del C.C., con arreglo al cual "lo favorable u odioso de situación límite y sirva simultáneamente de garnmfa a la vigencia de aquellos.
una disposición no se tomará en cuenta para ampliar o restringir su interpretación 11 , Así es tamo más necesario cuamo que, si bien rn teoría puede cuestionarse entre noso-
de manera que la extensión de toda ley se determinará por su 11genuino sentido" y tros la posibilidad de efecluar una determinación allernaLiva, por no existir precepto expre-
según las reglas generales sobre la materia. Además, debe tenerse en cuenta que so que la autorice, es indudable que los nibunales la practican en mayor o menor medida
cuando la situación que le da origen se les presenta
aplicar el principio en este campo conduciría a resultados ilógicos, en que situacio- Desde d plmto de vista procesal, la determinación alternativa sólo es posible cuando existe
nes semejantes podrían ser tratadas de manera contrastante, con perjuicio para la la certeza de que el sujeto ejecutó una de dos (o más) acciones, cada una de las cuales
unidad del sistema y los sentimientos de justicia de la comunidad. satisface seguramente las exigencias de otros tantos lipos penales, y siempre que la duda
relaliva a la que efeclivamente realizó sea imposible de superar. A su vez, desde d punto de ¡,
También debe descartarse la idea de que ciertas normas sustantivas cuyos
vislCI sustai1ti-vo, es menester que los lipos susceptibles de ser aplicados sean semejames, no
mandatos favorecen al procesado sean emanaciones del in dubío pro reo. Así, por sólo en el aspecto formal, sino también en cuamo a la índole del desvalor de que son porta-
ejemplo, el plincipio de retroactividad de la ley penal más benigna (art. 19 Nº 3° ;1:
,,
inc. séptimo de la C.P.R. y 18 C.P) 415 En estos casos, el precepto obedece a objetivos
más profundos que un propósito de favorecer al reo a toda costa. A veces, como en m lnfra, 10. '!I
tia Tnfra. 10
el caso de la aplicación retroactiva de la ley más benigna, se encuentra comprome- 419
~o está de más advertir que la determinacló11 alternativa del hecha plantea un problema dlstinto del pro-
tida una cuestión valorativa. En la mayor parte de ellos, se persiguen finalidades puesto por el concur50 aparrntc de leyes prnalrs (infra,44). En los casos de este último, se sabe cuál es la 1:
conducta ejecutada por el autor. pero existen dudas sobre si la captan uno o máé> Lipos_ Se trata, por
político-criminales. Por lo demás, en ninguna de esas situaciones existen dudas, ya consiguiente, de un asunto material, perteneciente al derecho penal suslanLivo. En las hipótesis de deter-
que los hechos están claros y su regulación la ha resuelto la ley de manera expresa. minación alternativa, por el contrario, b duda es fáctica y relativa a la prueba, pues lo que se ignora es cuál
fue la acción precisamente realizada por el s1tjet.o. I'.n este mismo sentido, CORDOBA RODA, en notas de
derecho español a MAURACH, 1, 1 O, Ill, 2. nota 12a pág. 120.
420
En el mismo srntido SCHÓNKE-SCTTRÓDER, pág. 73. Asimismo. aunque quizás va muy lejos,
rn Infra, 10. WOLFG1\NG STRASSBURG, Ruchwirhungsverbort und 1\ndcru11g cier Rcchtspn:chung im Strafrccht, en
41
" lnfra, 10 Zeiischiiftfur die gesumte Strafrcchtswissemchaft, 82, Band, Heft 4, IlT, J, pág. 961

120 121
- ------------------------

DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique C.ury llrnia

doras las conductas descritas por ellos (rechtsethische und psychologischc Verglcichbarhcit). m
CAPÍTULO Il
La concurrencia de este último presupuesLo implica una fina Larea valorativa, que no puede
realizarse sobre una pura base de sentido común y requiere, por el contrario, pronunciar un
,
juicio axiológico en el cual radica todo el significado material del problema propueslo. 422
No se exige, desde luego, que las acciones representen sólo modalidades de ejecucí,ón
CIENCIA DEL
, DERECHO PENAL Y EVOLUCION
del mismo tipo, pues la delerrninación alternativa es posible lambién enlre lipos dislinlos, si
su conLenido de injusto es psicológica y éticamente equivalente (así, por ejemplo, entre
HISTORICA DEL DERECHO PENAL
estafa, apropiación indebida y hurto; violación y estupro; aborto a infanticidio, ele.). Por
otra parle, debe rechazarse la solución, aun cuando las conductas en conflicto representen
modalidades de ejecución del tipo fundamenLal, si está ausenle el requisilo sustanciaL 1T 1
Así, debe excluirse una determinación alternativa entre los daños graves cometidos "con la
mira de impedir el libre ejercicio de la autoridad" y aquellos que se consuman "proéluciendo
por cualquier medio infección o contagio de animales"; pues, en efecto, el significado de las
prnhibiciones subyacentes bajo las dos modalidades del tipo no se pueden idenLificar psico-
lógica y éticamente.
En consideración a la diferencia cµantitativa del contenido de injuslo, se rechaza la
determinación alternaliva entre tipos simples calificados y privilegiados. En esos casos recu-
pera vigencia el principio in dubio pro reo y, en aplicación eslricLa de sus consecuencias', debe
imponerse la pena establecida para la figura simple o la privilegiada en su caso.m Eso vale
para todas las situaciones en bs que la realización de una de las conductas es portadora de
un contenido de injusLo cuantitativamenLe inferior al de la otra, aunque cualitativamente § 5. LAS DlSCIPUNAS QUE PARTICIPAN EN LA
igual, como sucede entre tentativa y consumación, participación y autoría.42~ En cambio, se LUCHA CONTRA EL DELITO
debe a una diferencia cualilaliva de esos contenidos la inadmisibilidad de una .determina-
ción alternativa entre un tipo doloso y su correlato culposo. Esto último, claro esLá, es discu-
tible, y es posible que en la práctica predomine un criterio distinto. Pero, en mi opinión, la
El delito y los medios de que se sirve la sociedad para combatirlo son objeto
conducta culposa no es psicológica y éticamente equivalente a 1a dolosa.m de estudio desde diferentes puntos de vista, lo que lia dado origen también a disci·
Si se dan lodos los presupuestos para realizar unc1 delerminación alternativa, debe im- plinas distintas. la ciencia del derecho penal se ocupa de ellos desde la perspectiva
ponerse la pena correspondiente a aquel de los delitos que, en concreto, la merezca más
normativa y, aunque es objeto de críticas, continúa ocupando el lugar más impor-
benigna.,;¡_¡ Para ejecutar la selección hay que tener en cuenta, por consiguiente, todos los
factores concurrentes a la determináción de la pena. El juez debe evaluar, según esto, la tante en su estudio. complementada por la historia y la filosofía del derecho penal. la
siluación en, sus parlicularidades, inclU.so las relativas a circunstancias personales del proce- criminologí.a, por su parte, investiga al delito, su prevención y represión como fenó-
sado, deJando constancia en las consideraciones del fallo <le los fundamentos que decidieron menos sociales, va1iéndose de los métodos y construcciones teó1icas de las ciencias
su elección. En definitiva, sin embargo, el sujeto sólo será penalmente responsable por aquel
de los delitos por el cual se lo condene. A este nivel, pues, el in dubio pro reo recupera su causal explicativas. La polílica c1imínal, por úhimo, Liene a su cargo la crttica del
vigencia por completo. derecho penal vigente y la tarea de impulsar su perfeccionamiento futuro Constitu-
ye, por consiguiente, una élica social aplicada al campo del ordenamiento punitivo.
En la práctica, sin embargo, este esquema se complica, porque la interacción
de las distintas disciplinas es estrecha y profunda, de manera que sus campos de
compelencia no pueden delimitarse con certeza_ Por esto mismo, también se han
vuelto imprecisos los conceptos y la naturaleza de cada una de ellas, especialmente
en los últimos decenios. Estas dificultades no se pueden evitar por completo pero,
para contribuir a sorteadas, me parece conveniente 'intentar primero una clarifica-
ción de lo que debe entenderse actualmente por la política criminal y sus objetivos. 1
refiriéndome luego a las distintas tendencias que se han desarrollado respecto a la
noción y finalidad de la criminologfa2 , para sólo finalmente precisar el concepto y
misión de la ciencia del derecho penal y sus dísciphnas complementarias 3 . En el últi-
mo apartado 4 , se trata de la medícina legal y la criminalística, dos técnicas que
+21 BAUJ'vf/\NN, 14, 11, pág. 150; MAURACH, 1, 10, Ill, 2, págs. 120 y 121: SCHONKF-SCT-TRODT'.R, pág. 74. contribuyen también a la lucha contra el delito y, por consiguiente, se relacionan
SCHM1DT1TÁUSER, 5, 44, pág. 89. estrechamente con la ciencia penal. La historia de esta última, en cambio, se ha
422
JESCHECK, L 16, T, 2, pág. 196; SCHMTDTTTÁUSER, '5, 44, pág. 89.
423
BAUlv1ANN. 14, ll, pág. 150.
m SCHÓKKE-SCHRÓDER, pág. 77.
12 lnfra, l
ldem
'
426 Tnfra, II
VéaseJViCHECK, 1, 16, TT, 2, pág 197.
Infra, TTI
w SCHÓ!\KE-SUJRÓDER, pág. 78.
lnfra, IV

122 123
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique C.ury Urzúa CA~I ruto ll / CIENCIA DEL DERECHO PENAL. y EVOLUCION HlSTOR!CA DEL DERECllO PENAL

integrado a la exposición sobre la evolución del derecho penal', en donde cobra cuales integran, en conjunto, el contenido de la política criminal. Como tales disci-
mayor sentido porque se hacen perceptibles sus influencias recíprocas. plinas se valen de los métodos causal-explicativos para investigar la realidad social,
los factores que favorecen la delincuencia y los medios para combatirla, actuando
sobre el delincuente a fin de impedir "la comisión de otros crimenes en el futuro",
I. LA POLÍTICA CRIMINAL LISZT considera que la certeza de sus informaciones está asegurada, garantizando
el rigor y la imparcialidad de los juicios formulados sobre esa base. Así, la crítica,
La política criminal debe su creciente importancia actual a los trabajos de modificación y perfeccionamiento del derecho positivo ya no dependerán devalo-
FRANZ LISZT 6 , desarrollados durante el último tercio del siglo XIX y la primera raciones cuya exactitud y adecuación histórica ·es improbable, sino de resultados
década del actual. Sin embargo, el concepto es más antiguo' y, como se expondrá incuestionables, porque están acreditados experimentalmente.
más adelante 8 , si su contenido se entiende en sentido amplio, surge
contemporáneamente con el derecho penal mismo. b) Esta concepción de la política criminal gozó de considerable prestigio en su
De acuerdo con LISZT, "la política criminal nos da el criterio para la aprecia- época -aunque también fue objeto de ataques- porque coincidía con la atmósfera
ción del derecho vigente y nos revela cuál es el que debe regír, pero también no;, enseña cultural imperante. Sin embargo, hacia la primera mitad del siglo XX entró en crisis,
a entender aquél a la luz de su fin, y aplicarlo, en vista de ese fin, en los casos considerándosela superada. 12
particulares". 9 "Es, en primer lugar, lucha contra el crimen, obrando de un modo En su decadencia temporal influyó, sobre todo, la del "cientifismo"
individualizado sobre el delincuente, procurando impedir, por la privación de su liber- decimonónico, con el cual estaba relacionada, aun sin caer en sus exageraciones. En
tad, la comisión de otros crímenes en el futuro. En esta exigencia reside, por una efecto, las propias ciencias naturales, que con sus progresos espectaculares habían
parte, el medio seguro para la apreciación crítica del derecho vigente, y, por otra provocado la creencia en su infalibilidad, reconocieron que su capacidad para pro-
parte, el punto de partida para el desarrollo del programa de una legislación del porcionar conocimientos ciertos sobre sus objetos era limitada y relativa; además,
porvenir" 10 . Por consiguiente, para LISZT la política criminal es el arte de enjuiciar que muchas de sus teorías no se fundaban simplemente en la observación y la veri-
críticamente al derecho penal en vigor y de realizar su reforma o modificación, de ficación empírica, sino que obedecían a prejuicios enraizados en concepciones me-
acuerdo con los datos proporcionados por la ciencia sobre la forma y recursos más adecua- tafísicas implícitas y, por eso, hasta entonces imperceptibles. 13 Para las ciencias hu-
dos para combatir el delito. manas -en las cuales era preciso inscribir a la criminología y a lo que L!SZT designa-
Esta concepción de la política criminal, así como la evolución que ha experi- ba penología 14 - estas conclusiones eran más exactas todavía, privando a la política
mentado posteriormente, requiere de ciertas precisiones. criminal de su pretendida precisión y neutralidad.
La carencia de imparcialidad de los métodos científicos y sus resultados se
a) En sentido general, la idea de que el derecho positivo debe someterse a hizo patente en especial porque los regímenes totalitarios que proliferaron hacia
critica y perfeccionamiento, para lo cual es preciso valorarlo remitiéndose a nocio- mediados de este siglo se sirvieron de ellos para la obtención de sus finalidades
nes que se obtienen fuera de él. y que lo condicionan, no es algo novedoso. Aparte ideológicas. Entonces se percibió que los procedimientos y las conclusiones más
del positivismo jurídico más exagerado, siempre se la aceptó. A ella obedece, en el acreditados se convertían en instrumentos de opresión y deshumanización si se los
fondo, tanto el sistema de derecho natural "objetivo" o "realista" desarrollado por empleaba con prescindencia de consideraciones éticas. Una politi.ca criminal basa-
Aristóteles y la escolástica, como el "racionalista" que alcanza su apogeo hacia fines da en puros datos científicos puede conducir a cualquier parte, porque su orienta-
del siglo XVIII. ción depende de los puntos de vista axiológicos desde los cuales se la elabora.
Lo diferente en la concepción de LISZT -influido por el progreso de las cien- A consecuencias de todo ello, durante un tiempo volvieron a florecer criterios
cias naturales en el siglo XIX- es que ya no se sirve para realizar la crítica de referen- jusnaturalistas tradicionales, que efectuaban la crítica del derecho vigente prescin-
cias a un orden valorativo supralegal establecido por Dios o deducido de la natura- diendo de una política criminal como la que propone LISZT, o formas de positivis-
leza del hombre. En su opinión, esa crítica sólo debe apoyarse en datos científicos mo jmidico que reniegan de cualquier crítica objetiva a la ley en vigor, atribuyéndo-
objetivos, cuya obtención está encomendada a la criminologí.a y 1a peno1ogia 11 las les a todas un carácter subjetivo e ideológico.

Tnfra, 6
12
Asl se deslaca, en especial por ROXlN, Política Ciiminal y ,istcnw de! Derecho Penal, cil., I y IL p1igs. 1 5 y Véase con más detalle ROXIN, Frcmz von Liszt y la rnncepcirín político-oimi11al del Proyerto A1ternat[vo, cit.,
sigts., y franz Van Liszt y la concepción ¡){)iítico-criminal del P-ro,yecw Alternativo, cit., págs. 37 y sigts T, págs. 37 y sigls.
Q~!NTTUANO SALDAÑO, Tl, ll A, págs. 42 y sigts, la rernonla a los glosadores italianos del siglo XVI. n Esta realidad se encuemrn descrila de manera muy lúcida por JUAN DE DIOS VIAL CORREA, Célula y
Inirn, a) dtomo, en Fe, Uencla y Univen[dad, Farnltad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de
LISZl L 1, ll, pá"g. 7. Los énfasis en el original. Chile, 1987, págs. 149 y sigrs., quien b ilusrm desde el punro de vista de la ciencia biológica. "El trabajo se
ic LISZl U, lfi, L pág. 19 había publicado previamente en la revista Hombre y Universo, l\ 0 3, 1983.
11 14
USZT, L 1, 11, pág. l 7 Sobre esto último, supra, 1,1, b).

124 125
DERECHO PENAL/ PARTE Gl'l\ERAL / Enrique Cury Un:úa CAPITULO 1l / ClE:-JC!A Dl::L Dl.:RECJJO Pl:NAL Y l.'.VOLUCION HISTOR!CA DEL DERJ:'CIIO PENAl

c) Poco a poco, sin embargo, el valor de la política criminal se ha reivindicado pueda cumplir su tarea de protección de la Sociedad". 18 En cambio, los criterios axiológicos
(principios de Culpabilidad, de Estado de Derecho y de Humanidad), se consideran única-
1.- En primer lugar, en una sociedad democrática como aquella a que se aspi- mente límites para la aplicación de sus resultados a la legislación positiva.
ra actualmente, no se puede priorizar, sin más, a concepciones axiológicas basadas Este punto de vista me pa-rece insuficiente porque. priva a los valores de. la convivencia
en abstracciones o en creencias que no todos comparten, y que a menudo están en democrálica de la función positiva que les he atribuido aquí en la elaboración misma de la
solución a los problemas político-criminales. Desde el punlo de vista práctico, una proposi-
pugna con otras igualmente respetables. Pero, por eso mismo, tampoco es posible ción políli.co-criminal sólo es correcta si fortalece la vigencia y el desarrollo de esos valores
renunciar a la crítica del ordenamiento legal positivo, cuya consagración, interpre- en la realidad social; si se los tiene en cuenta como el elemento preponderante que conduce
tación y aplicación responden a circunstancias históricas variables y a los puntos de a su formulación. Por consiguiente, de ello depende también su eficacia, pueslo que ésta es
dependiente de la organización de la sociedad a que se aspira y no de puros dalos objetivos,
,~sta e intereses particulares o de grupo de los llamados a elaborarlo y ponerlo en como podrian serlo la reducción de la reincidencia o de la comisión de ciertos hechos. No
práctica. existen soluciones efecli.vas que no sean, al mismo tiempo, socialmente éticas. Nuestro país,
Sin embargo, la aspiración a una organización democrática en sí -con todas que ha vivido un período de persecución desenfrenada de la eficacia aseguraliva, constituye
una demoslración de que ella sólo se realiza en apariencias cuando se posponen los dlCtados
las imperfecciones y limitaciones que implica, como todo lo humano- presupone de la ética en la elaboración de las políticas represivas del delito.
algunos valores tales como la vida, la libertad, la dignidad de la persona humana y Por oua parte, en una concepción de la política criminal como la expuesta por JESCHECK,
la solidaridad social, sin la vigencia de los cuales es inimaginable. Así, pues, si se no se percibe la diferencia entre sus obJetivos y los de la criminología. Pues, p-redsamente, ésla
sólo puede consistir en que la pohtica c-riminal efeclúa la crítica del derecho vigente, v constru-
desea un ordenamiento _jurídico democrático, su formación y perfeccionamiento ye el del futuro, disponiendo los datos criminológicos de acuerdo con criterios de valor.
tienen que estar orientados a la preservación y el desarrollo de esos valores; por
consiguiente, ellos constituyen también el sustrato axiológico de su estudio crítico. d) Cuando formuló el concepto de la política criminal, LISZT destacó que ella
no sólo nos revela cuál es el derecho que debe regir, sino que también nos enseña a
2.- Para conocer las mejores formas de servir a esos valores, el estudio cientí- entender el vigente "a la luz de su fin, y a aplicarlo, en vista de ese fm, en los casos
fico de la realidad social y personal es el instrumento más eficaz, no obstante sus particulares". 19 Sin embargo, esta misión de la disciplina en la comprensión, siste-
imperfecciones e inseguridad. Los datos que proporcionan sobre ellas las ciencias matización y aplicación de la legislación positiva se postergó, desde el principio, a
humanas -en especial la criminologia- prudentemente reconocidos como inciertos un lugar muy secundario. El mismo LISZT contribuyó a que así ocurriera pues, en
y pasados por el tamiz crítico de los valores democráticos fundamentales, configu- su afán por preservar la eficacia garantizadora del principio nullum crimen, nulla
ran el entramado de la política criminal mejor a que podemos aspirar. Debe tenerse poena sme lege, declaró que "el Derecho penal es la infranqueable barrera de la Polí-
en clienta, además, que ese tejido no se encuentra nunca cerrado y concluido. Por el tica criminal 1120 , con lo cual parece reservar la tarea de interpretar el derecho positi-
contrario, está constantemente abierto a modificaciones y ajustes, como lo está el vo exclusivamente a técnicas lógicas, despojadas de toda referencia a las consecuen-
conocimiento del hombre y la realidad social. cias sociales de los resultados obtenidos.
Este punto de vista, que opone la ley positiva a la deseable socialmente, otor-
3.- Como lo anticipam0s más arriba, la política criminal, así concebida, apare-
gando prevalencia a la pnmera, provocó un paralelismo insalvable entre el derecho
ce como una ética social aplicada a la regulación penal. 15 Por consiguiente, no se
penal y la política criminal. Por eso, durante largo tiempo no se atribuyó a esta
confunde con la criminología, como ocurre en la concepción de USZT 16 , pero se re-
última función alguna en la interpretación y sistematización del ordenamiento _jurí-
mile a ella para la obtención de información científica que la política criminal ela-
dico ·vigente, pensando, sobre todo, que la introducción de criterios políticos y
bora, poniéndola al servicio de los valores democráticos fundamentales. Se trata,
sociales en ese campo constituía una fuente de inseguridad. Justo o injusto, bueno
además, de una ética cuyos contenidos cambian al modificarse y perfeccionarse el
o malo, el derecho que rige es el que el legislador formal promulgó y tal como lo
conocimiento del hombFe y la realidad social; pero, de todos modos, en ella perma-
entendió. Si esas leyes eran insatisfactorias, la política criminal debía denunciarlo,
nece estable el pequeño conjunto de esos valores a cuyo servicio se encuentra, y
abogando por su modificación, pero sus c1iterios no eran un elemento al que se
cuya preservación y desarrollo es consustancial a la forma de organización de la
pudiese recurrir para darles un sentido mejor, porque entonces perderían la certeza
sociedad a que aspira.
que asegura al ciudadano contra arbitrariedades. 21 El auge del positivismo jurídi-
No lodas las concepciones actuales de la política criminal coinciden con la expuesta. co22 llevó este punto de vista a su culminación.
Por el contrario, en muchas de ellas, como la de JESCHEC:Kli, se la presenta como una
ciencia que se ocupa de 11 coniigura-r el Derecho Penal de la forma más efirnz posible para que

10
JESCHECK, 4, antes de 1, pág. 18
rn LTSZT, l, l, II, pág. 7.
20
Sobre todo ello, ROX[\J, Po!ítirn crimina! y sistema del derecho penal, cit., 1, págs. 15 y sigb.
Supra, ames de T: J.l Una exposición clara de esta situación e·n MUÑOZ COKDE, Hocia una ciencia CJ"ilíca del derecho penal, en
1
" Sobre la penología, véase supra, nota 11. Derecho Penal y Criminología. Volumen 3 Nº 1 O, Bogotá, 1980, págs. 65 y sigts.
17
JESCHECK, 4, págs. 18 y sigts.
22
Supra h), infra, m, a), bb)

126 127
DERECHO PF'NAL / PARTE GENERl\l. / Enrique Cury Urzúa
CAPT'i l 1LO 111 CJE\'CJA DEL DERECHO PE:-;AL Y EVOL\JC\ON ll!STORJCA DEL DERECHO PENAl

En los últimos años, sin embargo, se ha abierto paso la idea, liderada por ellas, como su nombre lo indica, considera que existen factores identificables deter-
CLAUS ROX1N 13 , de que es preciso revisar la relación entre el derecho penal vigen- minantes de la delincuencia, a los cuales es necesario descubrir y, si es posible,
te y !a función crítica de sus instituciones. De acuerdo con ese criterio, esta última remover; la segunda, en cambio, cree que la criminahdad, como Lal, es sólo el resul-
debe penetrar la elaboración del sistema del derecho penal, condicionando su es- tado de un proceso de estigmatización selectiva de que son objeto ciertos grupos
tructura, la interpretación de las leyes y la concepción de 1as instituciones. 24 La sociales por parte de los sectores dominantes en la convivencia, y que la manten-
percepción de la realidad social y de sus necesidades o carencias debe ser e1 criteiio ción de sus niveles depende del inLerés de estos últimos en conservarlos e, incluso)
prevalente en la determinación de los posibles fines y sentidos de la ley en la solu- aumentarlos. Dentro de la criminología de los factores, a su vez, hay que subdistinguir
ción de los conflictos a que se aplica en la práctica. De entre todas las formulaciones las tendencias antropológicas, las de la socialización defectuosa y las de las deficiencias
del derecho vigente que el JUrista puede concebir, debe preferir aquella cuyas con- en la eslructura social. La exposición siguiente se orienta de acuerdo con este cuadro,
secuencias po1ítico-criminales sean mejores, según criterios obtenidos en los funda- que no pretende por cierto ser agotador.
mentos del Estado Democrático de Derecho dirigido a la organización de una socie-
dad compatible con la dignidad del hombre y orientado por las disposiciones de las
L- Criminología de los factores. Tendencias antropológicas.
normativas internacionales sobre la materia y de los textos constitucionales que
Los criterios antropológicos coinciden con el origen de la criminología y al-
consagran los derechos humanos básicos.
canzaron un auge considerable en la segunda mitad del siglo pasado. De acuerdo
Este criterio ha encontrado progresivamente más y más adhesión en la ciencia
con ellos, 1a tendencia a cometer de1itos obedece a ciertas particularidades indivi-
_jurídico-penal contemporánea. Con él se abre un amplio campo de encuentro y
duales del criminal, en virtud de las cuales éste se encuentra potencia1mente incli-
colaboración entre la dogmática y la política criminal, sobre cuyo significado y lími-
nado a ejecutar conductas socialmente desviadas. El origen y naturaleza de las 11 La-
tes será necesario hacer precisiones más adelante. 25
ras11 es muy discutido por los partidarios de estos puntos de vista. Algunos les asig-
nan carácter biológico y las atribuyen a causas hereditarias, congénitas o
traumáticas. 30 Otros, en cambio, consideran que se trata de desviaciones psicológi-
Il. LA CRIMINOLOGÍA"
cas, sin estar de acuerdo tampoco respecto a los factores que las provocan, entre los
cua1es, aparte de los mencionados, pueden encontrarse también defectos de forma-
a) Origen y evolución de la Criminología
ción, problemas de desarrollo socia1, patologías de distinta especie e influencias
La criminología, como se la concibe actualmente, aparece en la segunda mitad procedentes del mundo circundante. 31 Muchos sostenedores de estas concepciones
del siglo XIX27 , caracterizada como una disciplina causal-explicativa, que estudia la adoptan posturas eclécticas, y estiman que las tendencias criminales pueden obede-
criminalidad como fenómeno individual y social, sus formas, sus tendencias, los cer tanto a fallas biológicas como psíquicas, así como que su aparición es suscepti-
ble de explicarse por distintos motivos.
factores que la generan y la eficacia relativa de los medios empleados para combatir-
la, así como a los delincuentes, sus particularidades, sus características comunes y El prestigio de que gozaron en su tiempo estas teorías de corte antropo1ógico
las posibilidades de agruparlos, para su identificación y tratamiento, en "tipos de es explicable, porque se asocia con el entusiasmo del siglo XIX frente a los éxitos de
autor". Pero aunque muchas veces se ha pensado que el objeto y método de la las ciencias nalurales, y la creencia optimista de que todos los fenómenos podrían
nueva ciencia se encontraban claramente delimitados 28 , 1a discusión se ha prolon- explicarse causalmente. En la actualidad, en cambio, están en crisis y sólo uno que
gado hasta el presente 29 sin que exista acuerdo sobre el tema. otro autor aislado las resucita, de vez en cuando, invocando hal1azgos genéticos,
Aunque aquí es imposible hacerse cargo de la polémica en detalle, com~ene neurológicos o psiquiátricos, que nunca avalan las generalizaciones apresuradas de
describir esquemáticamente sus rasgos principales. Para ello, deben distinguirse los que se los pretende hacer objeto. Las investigaciones más fiables, por el contrario,
puntos de vista de la criminología de los factores y de la designación. la primera de parecen demostrar que la inmensa mayoría de quienes cometen delitos no son tarados
ni anormales, de manera que sus características biosíquicas se asemejan a las del
hombre común 11 no delincuente 11 • Por otra parte, muchas de las inferencias causales
23
ROXIN, Politica crimina! y sistema del derecho penal, tít., passim. dudosas efectuadas por los partidarios de estas orientaciones sólo son aplicables a
24
Sobre eslo, infrn, l!T, b).
J.ó Ídem las formas de criminalidad más tradicional y grosera, pero resultan inaprovechables
2
" La parte expositiva de este pánafo sigue de cerca la descripción de HASSEl'vffR, Capítulo Il, 6 y sigts.,
págs. 45 y sigts
n Sobre la contribución dd: positivismo ilaliano al nacimiento de la criminología conremporánea, infra. 6, 'º Esle criterio es explicito rn GAROFALO, La crim[no!ogía. Estudio sobre d ddilo y sobre la teoría de la repre-
][j
5ión, traducción por Pedro Dorado Montero, la bpalla Moderna, ~adrid, 1890, págs. 101 y sigts. En el
Js VASSALI, C1imi¡1.01ogía y justicia penal en R.C.r, tomo XIX Nº 1, 1960, 5, págs. 25 y sigb.
29 mismo sentido, EX'.'l"f'.R, Biología C1irni11al e11 su.s rasgos Junciamrntales, Lrn<lucción de Juan del Rosal, Bosch,
Véase una contribución sintética al debate en l lILDE Kli.UFtvlANN, ,\'uevo Pensamiento Prnal, allo 2, Nº l, Barcelona, 1957, ¡mnque su posición es más matizada que la de los posilivislas italianos,
Buenos Aires, 197.i, págs. 61 y sigts 1
' Así F.XNER, op. cil., 3, págs. 45 y sigts.

128 129
DERECHO PENAL/ PARTE GEi\ERAL / Enrique Cury Urzúa
i CAPITULO ll / ClENUA DEL DERECHO PENAL Y EVOLUCION HJSTORICA DEL DERECHO PENAL

respecto de la "delincuencia de cuello blanco", cuyos autores son individuos 1


defectos o insuficiencias de la recibida son una de las causas fundamentales en la
sofisticados pertenecientes a los estratos altos de la sociedad, con cuyas caracteristicas configuración de una personalidad delictuaL
biológicas y psíquicas se identifican. Finalmente, también ha contribuido a su descré-
Unos criterios semejantes orientan a concepciones como la de SUTHERlAND
dito el abuso político que se ha hecho de sus conclusiones, sirviéndose de las cuales se
sobre los "contactos diferenciales" y la de las "subculturas criminales" de COHEN.
han justificado persecuciones raciales, religiosas o ideológicas completamente arbi-
También estos autores atribuyen la delincuencia a defectos en la socialización pero,
trarias. Todo ello las ha relegado a un segundo plano, por lo menos temporalmente.
aun sin restar importancia a la formación familiar, estiman que tales insuficiencias
En torno a la intencionalidad política de estas concepciones se han elaborado interpre- dependen de una gama de interacciones más vasta y compleja, cuya estructura pue-
taciones exageradas y parciales. de ser, además, muy variada.
Lo más probable es que sus promotores originales se propusieran, de buena fe, dar Estas teorías tienen carácter optimista. 32 En efecto, en ellas subyace la idea de
sustentación a la reacción estatal contra la delincuencia en la información científica disponible.
Empujados por esa idea y por las convicciones deterministas en boga, cedieron frecuentemen- que una socialización deficiente puede ser corregida, apartando finalmente al afec-
te a la tentación de "objeUvar'' y "deshumanizar" a los delincuentes, considerándolos seres tado de la carrera delictual (procesos de resocialización). En tal sentido constituyen
inferiores, degenerados e integrantes de una casta homogénea, diferenciable del resto de los un fundamento para las concepciones modernas sobre prevención especial. Por
hombres. Además, puesto que la mayor parte de los asilados en los establecimientos peniten-
ciarios eran reos de delitos comunes -usualmente ataques violentos contra la propiedad- pro- otra parle, cuentan con el apoyo de una investigación empírica abundante y gene-
cedentes de las clases más desposeídas, no es raro que identificaran sus arquetipos biológicos ralmente conducida de manera rigurosa sirviéndose de los métodos más avanzados
o psicológicos con los de individuos pertenecientes a dichos eslratos sociales. La culturn de la de que disponen las ciencias humanas. Por tal motivo, sus conclusiones son más
época, pm su parte, estaba dispuesta a acogec estos puntos de vista, porque satisfacían la
aspiración inconsciente de la mayoría de los hombres a distinguir a los "buenos" de los "ma- convincentes que las de las concepciones antropológicas, y constituyen el material
los", a los "honestos" de los "deshonestos", y a situarse, obviamente, entre los primeros, des- con que trabajan preferentemente los programas de resocialización acLUa1es.
embarazándose de toda 1¡inculación con los segundos. Sin embargo, también presentan problemas. Ante todo, parten del supuesto
Este maniqueísmo latente se pTestó para que, posteTÍonnente, tendencias políticas auto-
ritarias lo instrumentalizaran, asignando a la "clase" de los delincuentes a los que disentían improbable de que existe un modelo de socialización perfecto o, por lo menos, prefe-
de sus opiniones en una forma muy radical, o a quienes deseaban presentar como "chivos rible a cualquier otro, lo cual significa desconocer el derecho a disentir de las minorías
expiatorios" ("todos los comunistas son delincuentes''; ''lodos los italianos son mafiosos" o o de grupos sociales culturalmente distintos y que carecen de los medios para impo-
"todos los árabes son terroristas"). Incluso algunos de los auténticos científicos que defen-
dían criterios anlropológicos se dejaron arrastrar a tales posiciones (FERRI, EXNER), por
ner sus puntos de vista. Una "subcultura" -por emplear la terminología de
motivos que en rigor ignoramos, e:O:tre los que incluso pueden haberse encontrado verdade- SUTHERlAND- puede ser diferente y hasta antagónica de la dominante, sin que eso
ras convicciones sobre la ceneza de sus planteamientos criminológicos. Pero de estas situa- nos autorice para descalificarla. De hecho, muchas veces ocurre que el modelo de
ciones no me parece lícilo extraer conclusiones generales, atribuyendo a todos los adherenLes
socialización imperante en un Estado o en una época es indeseable para otros en los
a las concepciones antropológicas una intencionalidad deliberada o inconsciente, o para
presentarlos como los portavoces complacientes· de una estructura social determinada. Por cuales se presenta bajo la forma de subcultura (piénsese, por ejemplo, en las concep-
el contrario, aún siendo tributarios· de la organización social en que les tocó vivir, muchos ciones valorativas del islamismo, en contraste con las de las sociedades occidentales y
fueron críticos de ella y deben haber contemplado con dolor el abuso que se hacía ele sus viceversa). A causa de esto, las teorías de la socialización defectuosa continúan traba-
planteamientos para fortalecer desigualdades e in_justicias que repudiaban
Por esto, si bien el porvenir parece no perlenecerles, es posible que más adelante, jando sobre la base de un corte radical entre "delincuentes" y "homlires honestos",
profundiwdas y depuradas, las teorías antropológicas tengan todavía contribuciones que que afecta a la fiabilidad de sus resultados y hace temer abusos en su empleo.
hacer a la problemálica criminológica.
También en este caso hay que poner a salvo la intencionalidad política de los adictos él
2.- Criminología de los factores. Tendencias de la socialización defectuosa. esLas concepciones, incluso con mayor seguridad que tratándose de las antropológicas. A
menudo, ellos mismos se apresuran a consignar que sus hallazgos sólo son aprovechables
Este segundo grupo de concepciones opina que la conducta de los delincuen- para una sociedad determinada en una etapa dada de su evolución cultural, y que no es
tes puede explicarse porque se trataría de indiv1duos que han recibido una forma- lícito exLrapolarlos a grupos cuya convivencia se desarrolla bajo circunstancias dislimas.
ción defectuosa, en un medio insatisfactorio y, por tales motivos, su inserción en la Con todo, el problema radica en la legitimidad de intervenir para resocializar según patro-
nes de valor dudoso o, por lo menos, variable, :::i quienes profesan convicciones diferentes de
vida social se ha visto perturbada. las imperantes en una coyuntura social determinada.
De las investigaciones realizadas en este sentido, es de las más prestigiosas la
de los hermanos GLUECK con arreglo a la cual uno de los factores más influyentes 3. Criminología de los factores.
en la desocialización de los delincuentes se encuentra en la organización deficiente Tendencias de las deficiencias en la estructura social.
del grupo familiar ("hogares deshechos", entendiendo por tales, en sentido amplio,
aquellos en los cuales falta por cualquier causa uno o ambos padres). De sus hallaz- Los partidarios de estas concepciones se encuentran ya en una zona limítrofe
gos en tal senUdo, los GLUECK deducen que la formación familiar tiene una impor- entre la criminología de los factores y la de la designación, pero todavía permanecen
tancia decisiva en la socialización de los individuos y, consiguientemente, que los
Jl En el mismo sentido HASSEtvfER, 7, lV, págs. 57 y sigts

130
131
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzlia
CAPITULO 11 / CIENCIA DEL DERl'CHO PENAL Y EVO!.CClON HlSTORJCA DEL DERECHO PENAL

adscritos a la primera. Con arreglo a sus puntos de vista, la conducta delictual es la de la concepción de DURKHEIM, según la cual el deliLo constituye un fenómeno
consecuencia de imperfecciones en la organización del grupo social, y constituye normal en la sociedad. Por eso, su enfoque es objetivo, absteniéndose de introducir
una forma de reacción frente a esos desajustes. Generalmente se considera que su en él reprobaciones éticas. Esa idea, además, lo aproxima a la criminología de la
expresión más difundida y ejemplar33 es la teoría de la anomía, formulada por ROBERT designación; pero lo separa de ella la convicción de que existe una delincuencia
K MERTON. identificable y diferenciable, en forma objetiva, cuyo origen es posible explicar.
Según MERTON, existe una tensión insoluble enLre la estructura de la socie- Los criterios de esta clase son sugerentes, y aún requieren de elaboración. En
dad y la estruCLura cultural. EsLa última, en efeclo, atribuye el más alto valor al logro todo caso, implican la convicción de que al delito sólo puede combatírselo en tér-
de ciertas metas, como el éxito socio-económico, pero, al mismo tiempo, la estruc- minos relativos, pues una estructura social perfectamente armónica es inalcanzable
tura social determina que sólo muy pocos dispongan de los medio$ institucionalmente y, por consiguiente, las tensiones generadoras de anomia perdurarán en cualquiera
aprobados para satisfacer esos objetivos. Esta situación genera la anomía, esto es, un que se conforme, aunque se configurarán de una manera distinta.
estado de vacío normativo debido a que las exigencias culturales no pueden ser
cumplidas por la mayoría de 1os participantes en la convivencia. Frente a ella, los 4.- Criminología de la designación. La criminología crítica.
individuos adoptan distintas actitudes, de acuerdo con las diferencias de su perso- Las teorias de la designacíón abandonan el criterio de la criminología tradicio-
nalidad, lo que permite a MERTON elaborar una tipología de esas reacciones, dis- nal, y se sitúan en una posición radicalmente diferente. Parten del supuesto de que
tribuidas en cinco clases:· conformidad, innovacíón, 1ilualismo, apatía y rebelión. todos los integrantes de la sociedad participan en la comisión de infracciones crimi-
El conformismo es la respuesta propia del "adaptado", es decir, del que lucha nales, pero sólo una porción insignificante de e11os son perseguidos y sancionados
por satisfacer los objetivos culturales, sirviéndose en la forma aprobada por las nor- por esas conductas. Si esto es verdad, resulta erróneo investigar los factores que
mas de los escasos medios que la estructura social pone a su disposición. MERTON determinan la comisión de delitos por ciertos individuos o grupos de individuos, ya
estima que son la mayoria, y constituyen la base sobre la cual descansa la organiza- que el objeto mismo de esos estudios estaria falseado. En cambio, es preciso más
ción social imperante y Je asegura estabilidad. En el otro extremo, el innovador bien analizar las razones por las cuales algunos autores de hechos delictuosos son
aprueba las metas culturales y aspüa a alcanzarlas, pero sirviéndose de medios que perseguidos y castigados mientras los restantes permanecen impunes.
infringen las normas. En consecuencia, su forma de reacción es la más conflictiva y Estas concepciones encuentran un apoyo imporLante en las investigaciones
suele dar origen a conductas delicLUales. Algo parecido ocurre con el rebelde, que estadisticas sobre la cifra negra (cifra oscura, cifra gris); es decir, la razón que existe
desaprueba tanto la estructura social existente como los valores culturales imperantes, entre el número de delitos efectivamente cometidos y el número de los que se cas-
y aspira a reemplazarlos por otros distintos. En muchas oportunidades los indivi- tiga. Aunque ese dato no proporciona certeza absoluta, porque la determinación de
duos de esta clase se agruparán en "subculturas" criminales; sin embargo, también los delitos cometidos tiene que basarse en cálculos y proyecciones estadísticos cuya
es posible que orienten su respuesta positivamente, dando origen a movimientos exactitud es insegura, las informacíones obtenidas son de todos modos sorprenden-
reivindicatorios laudables, o expresando su rebeldía en aportes perdurables al pro- tes. En efecto, de acuerdo con los datos disponibles, la cifra oscura del homicidio
greso del pensamienw, el arte o la ciencia. El ritualista rechaza las exigencias cultu- -un delito particularmente ostentoso- fluctúa en los países europeos y anglosajones
rales, pero aprueba la estructura social y se comporta de acuerdo a las exigencias entre 1,8 y 3 es a uno; esto es, aún en naciones desarrolladas y con una organización
institucionales; y el apático, a su vez, reprueba ambas cosas, pero no está en dispo- policial y Judicial muy eficienLe, puede ocurrir que por cada tres homicidios come-
sición de combatir por modificarlas, observando una actitud de pasividad retraída. tidos sólo se sancione uno, y en el mejor de los casos se castiga uno por cada uno
Aunque estas dos categorías de personas son poco conflictivas, es posible que incu- coma ocho de los que realmente han sucedido. La cifra es todavia peor respecto de
rran ocasionalmente en infracciones leves, y la tendencia evasiva de los apáticos la violación, donde alcanza el nivel de 8 es a uno y crece considerablemente tratán-
puede conducirlos a engrosar las filas de los drogadictos, toxicómanos, prostitutas, dose de delitos contra la propiedad, especialmente cuando no son violentos. Para el
vagos, etc. aborto, a mediados de los años sesenta, se la calculaba en Alemania, según
MERTON puntualiza que su concepción constituye un intenLo de explicar los MAIHOFER, entre 166 a 500 es a uno. 34
fenómenos delictuales en los Estados Gnidos en la década de 1930, con la estructu- lncluso suponiendo márgenes de error apreciables, estas informaciones sugie-
ra y las valoraciones culturales caracteristicas de esa sociedad y de esa época. Por ren que debe existir una diferencia significativa en la forma en que los delitos come-
otra pane, en su descripción y análisis de esa realidad se abstiene de juicios tidos son percibidos y tratados, tanLo por el grupo social como por los organismos
valoralivos, limilándose a verificarla a intentar comprenderla. MERTON panicipa de poder encargados de reprimirlos. Y, en efecto, las investigaciones relativas a ello,

v lV[t\THOFER, Lct,rislation and the Adminlstralion o} Ju.stice bclwern the Cunflicting Claims o[ Sta.te ancl Society,
Así, implícitamente, HASSE:VlER, 8, págs óO y sigts. También BAJO !-'ERNANDEZ, op. cít. 11, lll, 2 B),
págs. 58 y 59 en LS., volumen 4, IV, pág. 2.5. IVlA!HOf'ER apunta que por 500.000 a 2.000.000 de abonos cometidos
sólo se registran de 3.000 a 4.000 convicciones.

132 133
DERECHO PENAL/ PARTE GEL\ERAL / Enrique Cury Urzúa CAPITULO 11 / C!ENCL'\. DEL DERECHO PENAL Y EVOLlJCION HISTORTCA DEL DERECHO PENAL

corroboran que el elevado volumen de impunidad no es atribuible a simple inefica- dad designa como "verdaderos delincuentes", y sólo son auténticos delitos los que
cia de la policía y la judicatura. Por el contrario, existe otra serie de factores que cometen esos estigmatizados.
contribuyen a "ocultar"una parte importante de las conductas criminales, sustra- En opinión de los criminólogos críticos, esta situación no es el producto de
yéndolas tempranamente a la posibilidad de sanción. Desde luego, los estudios de- circunstancias azarosas. Por el contrario, los grupos sociales que controlan el poder
muestran que la policía y los tribunales no se comportan de la misma manera frente la alientan, empleando la estigmatización penal y, en general, todo el aparato pum-
a hechos semejantes cuando existen diferencias en las circunstancias concurrentes tivo, como un instrumento de dominación. Todos 1os esfuerzos destinados a identi-
y, sobre todo, respecto al tipo de personas intervinientes. Un gran número de he- ficar tipos de delincuentes -en especial los realizados por la criminología
chos punibles se "pierden" ya durante las investigaciones conducentes a su esclare- antropológica- tienen por objeto prestigiar la división de la sociedad en "buenos" y
cimiento, sea porque las autoridades no les conceden suficiente atención, sea por "malos", "honestos" y "deshonestos", "hombres honrados" y "criminales", con el
que el conflicto se soluciona prescindiendo de la sanción punitiva, a menudo con objeto de legitimar tal estado de cosas y la represión consiguienle. Por eso, no es
conocimiento y hasta intervención de los órganos policiales y jurisdiccionales. Pero extraño que las descripciones de los "delincuentes por tendencia" coincidan siem-
esto sucede así en respuesta a una actitud más generalizada de la sociedad, que pre con los rasgos predominantes en las capas más desposeídas de la población:
efectúa distinciones culturales caprichosas entre los hechos delictivos dignos de ser quienes son "marginales" desde el punto de vista social, cultural y económico, son
castigados y los que no lo son. así "marginalizados" también valorativamente.
En efecto, un número impresionante de actos criminales ni siquiera llegan a Por otra parle, el estado de cosas descrito se acentúa con la incorporación al
conocimiento de las autoridades, porque no se los denuncia. A veces ocurre porque catálogo de delitos de conductas contestatarias de la situación imperante. La
las víctimas están convencidas de que la acción de la justicia será ineficaz y que, punibilidad de las actividades de movimientos políticos, de manifestaciones de pro-
además, no se pondrá atención a sus demandas, como sucede con gran parte de los testa y disenso, de ciertas huelgas e incluso de la divulgación o promoción de ideas
hurtos, robos y otros atentados contra la propiedad, a veces relativamente cuantio- contrarias al orden establecido, constituyen formas de represión dirigidas
sos; otras, porque para el afectado es tan doloroso enfrentarse a las vicisitudes de un específicamente al objetivo señalado. Con esto ya no sólo se circunscribe la delin-
proceso y al juicio de la opinión pública, que prefiere guardar silencio, como ocurre cuencia, asignándola a un determinado grupo social, sino que se 11 criminalizan 11 las
con frecuencia en el caso de atentados sexuales. Muchos delitos de gravedad consi- conductas de los integrantes de ese grupo que intentan romper el cerco en el que se
derab1e se sancionan al margen del derecho penal, por mecanismos de control so- los ha encerrado.
cial alternativos, como los robos, hurtos, lesiones y daños cometidos al interior de Presentada en esta forma, la concepción tiene un sesgo ideológico y político
establecimientos educacionales, desfalcos en empresas e instituciones tanto públi- marcado, que sus autores no ocultan sino que, por el contrario, enfatizan expresa-
cas como privadas, lesiones y hasta homicidios perpetrados con ocasión de encuen- mente. La lucha contra el delito ya no es un combate contra la delincuencia sino
tros deportivos, etc. En un buen número de situaciones, la sociedad simplemente contra la organización social institucionalizada que "crea" al delincuente mediante
despop a hechos manifiestamente punibles del disvalor que conllevan, general- el "estigma". En sus formas extremas, este criterio propone la abolición de todo el
mente atendiendo a la clase de personas que incurren en ellos. Así, por ejemplo, sistema jurídico represivo, es decir, del derecho penal. 35 Todas abogan por una
contrabandos ejecutados por viajeros de situación social media o alta; lesiones gra- descriminalización severa y una modificación del sentido de la protección punitiva
ves y daños severos cometidos con ocasión de celebraciones tumultuosas en univer- del Estado, destinada a garantizar a las mayorías de los abusos de las minorías
sidades y colegios (recepción de nuevos estudiantes o despedida de los que egresan); hegemónicas.
apropiaciones indebidas de libros a veces muy valiosos o de otros objetos similares; La_criminología crítica ha ejercido gran influencia en las últimas décadas, y es
distribución y consumo de drogas en reuniones sociales privadas; aborto de muje- particularmenle prestigiosa entre los especialistas latinoamericanos. Por otra parte
res de clase media o alta, cometidos por simples razones estéticas o de comodid-ad nadie puede negar la importancia de sus hallazgos, verificados mediante una obser-
en establecimientos ad-hoc o valiéndose de viajes al extranjero; ataques lesivos y vación penetrante de la realidad social. En conjunto, sin embargo, muchos de sus
daños a la propiedad de pe1iod1stas perpetrados por personalidades políticas o ar- criterios son objetables y en su desarrollo existen vacíos que afectan la fiabilidad y
tísticas o por quienes los acompañan, etc. En todas estas situaciones, la opinión practicabilidad de sus conclusiones.
pública se niega a percibir el carácter delictuoso del hecho y, si bien a menudo no lo Si bien el análisis de la realidad social que ejecutan los criminólogos de esta
aprueba, lo mira con indulgencia, atribuyéndolo a ligerezas comprensibles y hasta tendencia permite profundizar la descripción de la discriminación con que se asig-
simpáticas de los autores. Por tal molivo, la intervención de la policía y la judicatura na la responsabilidad penal, no ahonda de manera convincente en los factores que
en tales casos será infructuosa y reprobada; lo cual, a su vez, forma en ellas la con- la determinan. Todos sabemos desde hace mucho que la población de los establecí-
vicción de que en esas circunstancias es preferible abstenerse de actuar y de que su
función debe ser ejercida selectivamenLe. Sólo deben ser castigados los que la sacie-
'" HULSMAN, Sistema penal y seguridad ciudadcma: hacia una allemaliva, cit., passim.

134 135
DERECHO PE;-.;AJ. ! PARTI: GE:-JERAL/ Enrique Cury Urzüa
CAPITULO 11 / Cff1'1CJA DEL DERECHO PENAL Y EVOl,UCiü:'< 1-l!STOlUCA DEI. DERECHO PENAL

mientas penales está conslituida en su maymia por integrantes de las capas despo- En los últimos decenios, sin embargo, la discusión se ha vuelto tan ardua, que
seídas de la sociedad, y que esta distribución es arbitraria, pues existe un porcentaje provoca desconcierto. No sólo se debate sobre los resultados, sino sobre el objeto
importante de hechos punibles cometidos por sujetos pertenecientes a otros niveles del estudio, sobre su método y su finalidad. Esto origina una situación confusa que
socioeconómicos, los cuales rara vez son perseguidos criminalmente. La criminología es indispensable superar. Pues, si bien todos reconocemos que la criminología es
crítica ofrece una explicación política vigorosa de la forma en que eso ocurre, pero una rama autónoma de la ciencia y no una mera disciplina auxiliar del derecho
no aclara, en cambio, por qué, a pesar de todo, la gran mayoría de quienes viven en penal3 8 , sus apones son difíciles de valorar y, por lo tanto, de aprovechar. Como lo
condiciones miserables nunca 1legan a la cárcel, no son estigmatizados y, al parecer, destaca con insistencia TIEDEMANN 39 , parece indispensable que las diferentes orien-
tampoco son perseguidos aun cuando, con seguridad, también cometen delitos. taciones consigan encontrar "un mínímum de conocimientos compartidos y con ello
Asimismo, permanece en la penumbra otra serie de situaciones en las cuales la también un mínímum de recíproco respeto y reconocimiento personal". Es posible,
institución represiva se dirige enérgicamenle contra sujetos que, de acuerdo con los por ejemplo, que la uiminología crílíca logre renunciar a su afán de encontrar para la
presupuestos de los criminólogos crtticos, debieran estar a ·salvo de ellos, como criminalidad una explicación teórica radical, con tendencia totalizadora, buscando
sucede cuando, aún en sociedades organizadas de la manera más conservadora, se luces nuevas en los hallazgos de las investigaciones empíricas conducidas por la
acentúa el combate conlra la delincuencia económica, la corrupción administrativa climinologia de los factores que les permitan obtener mayor practicabilidad política
de alto nivel, el crimen organizado, los atentados ecológicos, etc. Para estos proble- para sus concepciones en el seno de una organización democrática del Estado de
mas esa concepción solo tiene respuestas ideológicas, a veces seductoras, pero siempre Derecho. A su vez, es conveniente que los puntos de vista tradicionales reconsideren
amenazantes de la organización democrática del Estado de Derecho y, con desapasionamiento los supuestos y conclusiones válidos de la criminología críti-
consiguientemente, para los derechos fundamentales de la ciudadanía. 36 Esta últi- ca, con el objeto de reorientar sus propios estudios, según una percepción más
ma tendencia es particularinente evidente en las proyecciones que ha tenido la amplia de la realidad y del cambio social. Con seguridad los esfuerzos en estos
criminología ctitica sobre algunos seclores de la ciencia jurídica, y que se expresan sentidos ya se han iniciado, y probablemente sus consecuencias se harán más per-
en las proposiciones de un derecho penal alternativo. Aparte del consenso en torno a ceptibles en un futuro próximo. Para la ciencia del derecho penal ello es tanto más
la necesidad de desincriminar un buen número de conductas e incriminar a algunas deseable cuanto más estrecha es su interrelación con la información que le propor-
que actualmente no lo están -cosa en la cual, por lo demás, suelen estar también de ciona la criminología.
acuerdo la mayoóa de los penalistas ajenos a tales direcciones doctrinarias- no están
claros ni el contenido de ese ordenamiento alternativo ni los recursos de que se
serviría para cumplir con eficacia la función de garantizar al ciudadano sus dere- IIL LA CIENCIA DEL DERECHO PENAL
chos básicos. La idea de sustraer facultades a los tribunales del crimen y a los órga-
nos de ejecución de la pena, pero transfüiéndolas a entidades adminisLrativas o Como la entendemos actualmente, la ciencia del derecho penal tiene por objeto el
policiales "de nuevo cuño", es mas inquietante que alentadora. Como ya se expresó estudio de las normas penales y el sistema que ellas configuran. Lo caracteristico de esta
en otra parte, 37 la abolición de penas para sustituirlas por medidas preventivas con- formulación es la idea de que las normas conforman un sistema, es decir, un con-
fiadas a organizaciones que en la ·mayor parte de las sociedades contemporáneas junto de mandatos y prohibiciones dispuesto armónicamente, a lo interior del cual
son incontrolables, constituye una utopía temible. los casos particulares se resuelven según principios generales. Con esto se pretende
garantizar la uniformidad de las decisiones, asegurando que situaciones equivalen-
h) Síntesis crítica tes se resuelvan de manera semejante 40 ,,Y proporcionando un ámbito común en el
cual se comprenden y apoyan recíprocamente las distintas actividades destinadas a
Como puede deducirse de la exposición anterior, en aproximadamente un combatir el delito. 41
siglo y medio de existencia la criminología ha experimentado un desarrollo vigoro-
so, iluminando los aspectos hasta su aparición poco explorados de los orígenes del
delito y su prevención, y haciendo aportes invaluables a1 manejo más racional de su
represión. Pero esta evolución no está exenta de errores, contradicciones y polémi- 38
TIEDEMANN, Estado actual y tendencias de. la ciencia juiídico-penaI y de la Criminolog[a en la República
ca, corno ocurre, por lo demás, en todos los aspectos del saber humano. Federal de Alemania, cit., antes de I, pág. 92
-'
9
ídem, m, pág. 107 y rv, pág. 108.
40
LISZT, I, 1, I, pág. 6: "Como ciencia eminentemente práctica que trabaja continuamente por satisfacer las
necesidades de la aU.ministración de justicia, creando siempre nuevos frutos, la ciencia del derecho es y
Jó En esle sentido, TII'.DEl'vlANN, Estado actual y tendencias de la Cienciaju1ídirn-Penal y de la Criminologfa en debe ser una ciencia propiamente sistemática; pues solamente la ordenación de los conocimientos, en
la República federal Alemana en Dcreclio Pena! y Criminología. Volumen IV, Nºs 13 y 14. Bogotá, 1981, 1,
3, pág. 96.
forma de sislema, garantiza aquel dominio seguro y diligente sobre todas las particularidades, sin el cual
la aplicación del derecho, entregado al arbitrio o al azar, no pasaría de ser un eLerno dlletantísmo".-
li
Supra, 1, lll, b), al final. SCHMlDTHAUSER, l, 3 pág. 4.
41
JESCHECK, 6, 1, pág. 36 1
!

136 137
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPITULO Il / CIENCJA DEL DERECI 10 PENAL Y FVOI.UClO" HISTORICA DEL DERECHO PENAL

De acuerdo con el criterio predominante, esto es lo que ha distinguido a la ciencia del orden de razón que emana de la ley moral jurídica, preexistente a todas las leyes
derecho penal desde fines del siglo XVIII, diferenciándola de las simples exégesis de la ley
humanas y que obliga a los mismos legisladores". 45 De este modo se dispone de "un
efectuadas para la resolución de casos concrelos por los juristas del período anterior, a los
que se denomina "prácticos". Sin embargo no es seguro que las cosas ocurrieran de ese criterio perenne para distinguir los códigos penales de la tiranía, de los códigos
modo pues quizás los "prácticos'' también se remilían a sistemas, aunque éstos permanecie- penales de la justicia". 46 No estamos, pues, frente a un resultado de la interpreta-
ran implícitos y estaban compuestos sobre principios diferentes de los aceptados por la ción del derecho vigente, sino a un instrumento para su crítica.
cultura o la ciencia jurídica conlemporáneaY
Aunque ahora se insiste en que este modo de pensar se fundó en abstracciones lógicas
Tanto la naturaleza del objeto, como el método de la ciencia del derecho pe- improbables, poseía una lalencia políLica y social formidable, como lo demostró su eficacia
nal, han sido objeto de un debate en el que se cuestionó incluso su carácter de para Lransfonnar las instituciones que regían en la época anterior. Esa energía se expresa,
disciplina científica.+3 Actualmente, sin embargo, la polémica tiende a superarse. además, en la diversidad de orientaciones que adopta la doctrina, cuyos sostenedores ex-
lraen de ella consecuencias prácticas diferentes y amagonizan enlre sí, a veces con virulen-
cia. Por el contrario, lo que ocurre después reduce esa vitalidad histórica a poca cosa.
a) Dogmática tradicional
bb) Positivismo defensista y dogmática positivista
la idea de elaboraT al derecho penal como sistema coincide con la aspiración
a un tratamiento igualitario de todas las personas por la ley. Se encontraba, pues, La situación cambia cuando e1 sistema justo imaginado por los iusnaturalistas
implícita en los postulados del derecho natural racionalista que formularon los gran- -o, en todo caso, uno de ellos- se positivizó. En efecto, los textos constituciona1es y
des teóricos de los siglos XVI y XVII, y que encuentra su expresión más alta en el las grandes codificaciones del siglo XIX se inspiraron en la concepción racionalista
XVIII, con los pensadores de la Ilustración, incluyendo entre ellos a KANT Pero, y, como ésta conllevaba una pretensión de intemporalidad, los auLores de esos
cuando se la desarrolla expresamente, a lo largo del siglo XIX, esos puntos de vista ordenamientos nuevos y sus seguidores imaginaron que habían transformado en
ya se encuentran en declinación y, por un proceso de transformación histórica in- leyes escriLas las prescripciones de un derecho perfecto y eterno. Esto, por supues-
manente,44 van cediendo su lugar a las concepciones positivistas. Ella conducirá, de to, provocó oposición en quienes no compartían ese punto de vista, pero a causa de
este modo, a una formalización de la idea primitiva. la situación política imperante y de las otras circunstancias concurrentes, los disi-
dentes quedaron marginados de la discusión y se los relegó a una posición
aa) Dogmática clásica "rupturista".
Entretanto, los juristas contemplaban con admiración, pero también con in-
Para los iusnaturalistas los principios sobre los cuales se erige un sistema de quietud, el progreso de las ciencias naturales. En efecto, enjuiciado desde ellas su
derecho justo proceden de la naturaleza del hombre y se los conoce mediante actos objeto de conocimiento era percibido con desdén, porque el carácter natural de los
de razón. Por consiguiente, esos principios se sitúan por sobre las leyes positivas y dernchos y las obligaciones y, consiguientemente, la exactitud de los mandatos y
plasman en derechos fundamentales (derechos subJetívos) que éstas no pueden des- prohibiciones contenidos en las normas, no es susceptible de verificación experi-
conocer. Un ordenamiento jurídico positivo que ignora o quebranta-esos derechos mental, ni puede ser objeto de certeza racional como los de las proposiciones mate-
es injusto, y debe impugnarse su vigencia. La Revolución Francesa y las de las colo- máticas. Los sistemas clásicos, por lo tanto, no eran sino elaboraciones metafísicas
nias americanas de España y Gran Bretaña constituyen, precisamente, actos de re- sin base científica. Con el derrumbe de la filosofía idealista y el advenimiento del
belión justificada contra sistemas que vulneraban tales derechos de los ciudadanos. naturalismo positivista, la crisis de la ciencia jurídica quedó en evidencia. Para po-
El sistema de derecho penal que se e1abora sobre estas premisas se denomina nerla a salvo, se intenLaron caminos diferentes que, en un esquema simplificado,
dogmática, porque se lo deduce, como a las matemáticas, de los "axiomas" constitui- pueden reducirse a dos:
dos por los primeros principios racionales que constituyen sus "dogmas". La dog-
mática clásica, en consecuencia, no está construida sobre la ley positiva, sino que se 1.- Por una parte se concibió al derecho punitivo no como un orden que trata de
sitúa por sobre ella. "la ciencia del derecho criminal viene a manifestarse como un asegurar el bien de la comunidad, sino como un instrumento destinado a combatir las
conductas desviadas, para defender de ellas a la sociedad. Desde esta perspectiva, el
objeto de la ciencia penal no es la norma sino el hombre delincuente o, más amplia-
42
Por ejemplo, a una "dogmática supralegal" receptada, corno el derecho romano, o elaborada a nivel filosó- mente, el sujeto desviado. Como éste es susceptible de comprobación empírica, el
fico y teológico, como en el caso del iusnaturalismo escolástico
+> Una buena exposición simética de esta discusión, ilustrada con ejemplos relali.vos a instituciones claves
método de conocimiento inductivo sustituye al racionalismo deductivo.
del sistema punitivo, en ]OSE HURTADO POZO, El P1·inclpio de lega!ldad, la relación de causa!idady !a
culpabilidad: rcj)exiones sobre !a dogmatica penal en Nuevo Foro Prnal, Nº 39, Bogotá, 1988, págs. 11 y sigts.
44
Este proceso se describe con claridad por Fl3ERHARD SCHMIDT, La ley y los jueces. Los valures cld positi-
45
vismo, traducción de José María Rodríguez Paniagua. en Derecho Tnjcisto y Derecho Nulo, Aguilar, Madri<l, CARRARA, T, Prefacio, pág. 5 (El énfasis es mlo)
1971, 1, págs. 25 y sigts ló tdem.

138 139
DERECHO PENAL/ PARTl'·. GENERAL/ Enrique Cury l:rzúa CAPITULO 11 / CI lcNClA DEL DERECHO PENAL Y EVOI.UCION f-l!STO!UCA DEL DERECHO PENAL

Para esta tendencia, la formulación de un sistema de las normas penales care- proceso de positivización a que se aludió más arriba 10 , y permite a los juristas dis-
ce de sentido. En el enjuiciamiento de las leyes positivas, los crilerios sobre su tanciarse de las contingencias de las luchas políticas, filosóficas e 1deológicas.
eficacia para defender a Ía sociedad de los delincuentes reemplaza a las valoraciones Sin embargo, estas ventajas acarrean también inconvenientes, que en las for-
etico políticas. El derecho penal se transforma, pues, en un capítulo más de una mas más exageradas de la orientación positivista conducen a resultados inacepta-
ciencia nueva, llamada Criminología 47 , destinada a investigar las causas del delito y bles.
las formas de combatirlo, de entre las cuales la reacción punitiva es solo una, por En primer lugar, para asegurar la precisión de su objeto, el positivismo jurídi-
cierto, muy discutida. Más adelante 48 se volverá sobre este punto de vista, cuyas co tiene que vaciarlo de contenido de valor. La vigencia de la ley -que es el equiva-
posibles implicancias ideológicas permanecieron ocultas tras una apariencia de ob- lente de su existencia (de su "ser")- sólo depende para él de requisitos formales y,
jetividad científica. cuando éstos no pueden explicarse a sí mismos, de la fuerza, a la que se designa
eufemísticamente "acto de voluntad". El valor intrínseco de lo que las normas jurí-
2.- El otro camino consiste en poner como objeto de conocimiento de la cien- dicas positivas mandan o prohíben está fuera de discusión. 51
cia penal a la ley positiva como tal, es decir, prescindiendo de juicios críticos sobre Este punto de vista despoja a la dogmática penal de funciones críticas, puesto
los valores encarnados en ella. De acuerdo con este criterio, lo importante es que la que desvincula la elaboración del sistema del enjuiciamiento de la normativa vigen-
norma "exista" objetivamente, esto es, que posea fuerza obligatoria derivada de que te. En esto radica su 11 objetividad 11 científica, pero también su debilidad.
se ha formado con arreglo a las reglas jurídicas (constitucionales) pertinentes y de Conceptualmente es posible separar la tarea de sistematizar el derecho positivo de
que está vigente. Las apreciaciones sobre adecuación de los mandatos y prohibicio- la de evaluarlo críticamente, y los positivistas más destacados no renuncian a efec-
nes a principios de justicia, éticos o utilitarios, no penenecen al campo de la disci- tuar esta última, pero afirman que ella no pertenece a la actividad propiamente
plina jurídica. Se niega, por lo tamo, cualquier clase de "derecho natural" que pre- jurídica, no afecta a la validez de la ley formal ni influye en la determinación de su
tenda regir supralegalmente. La crítica de la ley positiva de acuerdo con conviccio- sentido y sus efectos. En la práctica, sin embargo, la división es ilusoria, porque la
nes axiológicas más o menos generalizadas es, por supuesto, aceptada, pero sólo naturaleza misma del derecho, con sus connotaciones culturales y axiológicas, tor-
como la expresión de convicciones subjetivas y de aspiraciones reformistas, que no na imposible efectuar una sistematización exenta de coloración valorativa. A causa
puede prevalecer sobre el derecho en vigor. El ideal de seguridad juridica se antepo- de ello, para los positivistas más superficiales, la pretendida "neutralidad" del análi-
ne al de justicía: únicamente la ley positiva dice lo que jurídicamente debe ser. 49 sis implicó adherirse inadvertida y acríticamente a la concepción sobre lo justo y lo
Concebido en estos términos el sistema de la ciencia del derecho penal se injusto que había cristalizado en las legislaciones decimonónicas, convirtiendo a la
presenta también como una dogmática porque se lo deduce de "dogmas". Pero esos ciencia del derecho -en particular a la del derecho penal- en un aliado del statu qua.
dogmas ya no son axiomas obtenidos por la razón que escudriña la naturaleza del Como no cuestionan a la ley imperante, tienden también a preservarla de ataque, y
hombre, sino que se identifican con los preceptos de la ley positiva. la aplican con indiferencia por los resultados a que conduce.
Es evidente que, de esta manera, el objeto de la disciplina jurídico penal al-
canza una fijeza de que no disponía el de la dogmática clásica, pues la vigencia En este sentido, es curioso que suela presentarse al "tecnicismo jurídico" 52 y a la dogmá-
actual de una ley puede determinarse con más certidumbre que la exactitud racio- tica positivisla corno los sucesores del "clasicismo" jurídico que había imperado a fines del
siglo XVIII y en la primera mitad del XlX. 53 Eslo ha ocurrido porque los dogmáticos posittvistas
nal de los principios de justicia. Asimismo, esta solución parece obtener para las ponen el acenlo en las normas y no en los hechos, las agrupan estructuradame.nte dando
ciencias del derecho una neutralidad semepnte a aquella de que se enorgullecían origen a instituciones fundamentales que, a su vez, se reúnen en la unidad de un sistema, y
las disciplinas experimentales, desde que se coloca al margen de todo juicio sobre la emplean para hacerlo el método deductivo, lo mismo que los clásicos. Todo esto parece
asemejarlos con ellos y, en cambio, dislanciarlos del positivismo defensísta a la manera del
bondad de los mandatos legales. Finalmente, la concepción es congruente con el italiano, ocupado de caracterizar y clasificar a los delincuentes y de explicar las causas de su
conducta. Pero en lo esencial exisle un abismo insalvable entre las concepciones clási.cas,

47
Este sistema se percibe claramente en la organización de la obra de GAROFALO, La Criminología, cit. :;o Supra, antes del).
48
Infra, 6, 111. KELSEN. Acerca de la norma básica, en Rnista de Ciencias Sociales, ciL, pág. 423: '·Ninp;una nonna perte-
49
En la filosofía del derecho, este pumo de vista alcanza su expresión más depurada con KELSEJ.\ y la neciente a un orden jurídico positivo, y que ha sido creada en conformidad a la constitución, puede ser
Escuela (le Viena. Véase, al respecto, KELSEN, Teo1ia Pura de! Derecho, traducción de Moisés Nilse, Edilo- considerada como derecho inválido porque su contenido no está de acuerdo con una norma que no
rial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba), Buenos Aires. passim. Para una información amplia y relati- penenezca a ese mismo orden. La norma bási.ca de la Teoría Pura del Derecho es la razón de validez de un
vameme reciente, véase la Revista de Ciencias Sociales, publicación oficial de la Facullad de Ciencias Jurtdi- derecho lanto democrático como autocrático, de un derecho capilalisla como socialista, de cualquier
cas, Económicas y Sociales de. la Universidad de Chile de Valparaíso, Valparaíso, diciembre de 1974, que derecho positivo, ya sea que se lo considere justo o injusto".
reúne varios trabajos inéditos de KELSEN y numerosos aniculos de otros autores destinados a comentar 52
Infra, 6, llI
su obra. Una excelente °'-'Posición sobre el positivismo jurídico rn general se encontrará en AGUSTIN ·,, Otro criterio en FERNANDO MEZA M., El posüivismo jwidico en d pensamiento de Francisco Carrara, en
SQUELLA, Positivismo jui-íd[co y Democracia, Instituto de Chile, Academia Chilena de Ciencias Sociales, Francisco Carrara. Homenaje 611 d Centenario de su. mu.erte, Temis, Bogolá, 1988, págs. 299 y sigts. Este
Santiago, 1989. Para la exposición del Lextq es panicularmente ilustrativa la Lección Primera, págs. 13 y autor cree que, en úllima instancia, CARRARA deriva hacia el positivismo, con el objeto de establecer las
sigts. garantías ciudadanas sobre una base más segura.

140 141
DERECHO PENAL/ PARTE GEGERAL / Enrique Cury \Jr:a;úa
CAPlTULO 11 / ClENCIA DEL DERECHO PENAL Y EVOLUClüN HlSTOR!CA DE]. DERECHO PFNAL

que aspiran por sobre Lodo a construir un sistema supralegal de garantías para el ciudadano,
con el objeto de protegerlo conlra los abusos tanto del ejecutivo como de legisladores com- más auténtica. Ni KELSEN ni ROSS las aprobaron e, incluso, las combatieron enérgicamen-
placientes o arbitrarios, y una dogmática que cae en el exceso de -renunciar a la función te. En la actualidad BOBBIO y HART también las rechazan. Para todos ellos esas legislacio-
crítica, limitándose a reverenciar la ley en vigor y a elaborar con ella un entramado exenlo de nes represivas eran derecho, pero no por eso constituían derecho justo. Además, si bien es
lagunas, sin preguntar po-r su justicia ni po-r la consistencia de sus consecuencias éticas y cierto que e1 positivismo jurídico está expuesto a incurrir en una cierta "idolatría" de la ley,
sociales. sin percibir ni denunciar sus aberraciones, el iusnaturalismo corre a su vez el riesgo de
El defensismo y la dogmática posiLivista antagonizaron, po-r supuesto, a causa de que las avalar situaciones semejantes, en un afán intolerante por imponer las propias convicciones a
perspeclivas en que se situaban eran muy distintas. A la larga, sin embargo, se hicieron los disidenles. Este último fue el origen del sistema totalitario que se entronizó en España a
concesiones recíprocas_~+ la dogmática comprendió que convenía palrocinar una ciencia principios de la década de 1930, prolongándose por cuarenta años. En Chile, asimismo, la
experimental, con pretensiones de "objelividad" semejantes a las suyas, que estudiara a la legislación autoritaria se fundó con frecuencia en concepciones extraídas del iusnaturalismo
delincuencia como fenómeno fáctico. A su vez, la criminología tradicional convino en que escolástico, inlerpretadas con arreglo a puntos de vista unilaterales y arbitrarios. Finalmen-
no podía prescindirse de una normalividad que organizara la lucha contra el delito, y que te, no se debe olvidar que HOBBES, uno de los precursores del iusnaturalismo raciona1isla,
fue también un ené-rgico defensor del absolutismo. Por eso, los argumentos basados en la
Lampoco le era posible incorporársela. Ambas tendencias llegaron así a un compromiso de
convivencia, sobre la base común de su pretendida "neutralidad". La dogmática positivista instrumentalización política contingente de una concepción teórica, si bien constituyen un
motivo para desarrollar críticas conslruclivas y foTITiu]ar correctivos, no justifican su desca-
favoreció una recepción hmitada de los puntos de vista naLuralistas en las legislaciones,
lificación global.
aceptando la creación de medidas de seguridad y conección destinadas a remover los facto-
res criminógenos y echando las bases de un sistema dualista para explicar su aparición. El
defensismo, entretamo, se planteó como instancia de crítica empfrica a la normativa en El positivismo, en todo caso, tampoco proporcionó la certeza casi absoluta
vigencia, promoviendo reformas avaladas por resultados experimentales. Y aunque nunca que de él se esperaba. Como el sentido de las leyes jamás es inequívoco 56 , porque el
dejaron de mirarse con desconfianza, se resignaron a colabora, para perseguir objetivos lenguaje es ambiguo, los sistemas que se construyeron en base a ellas difieren unos
comunes.
A diferencia de lo que sugieren cierlas exposiciones acluales de este proceso -en cuyas de otros en forma radical porque interpretan los mismos textos de manera distinta.
posLrimerías nos formamos, por lo demás, la mayoría de nosotros- creo que sus protagonis- En el fondo, los dogmáticos positivistas no extraen de la ley los criterios empleados
las actuaron casi siempre con rectitud. Simplemente obedecían al espírilu y las circunstan- para escoger uno de ellos, sino que acuden a valoraciones dependientes de sus
cias <le su época. Algunas de las cosas que dicen resultan sorprendentes o absurdas 55 , sobre
todo si se las descontexLualiza; pero en su tiempo fueron -recibidas sin escándalo e, incluso, propias convicciones ideológicas. 57 A causa de esto la dogmática, formalizada y
conquistaron una amplia adhesión. Lo cierto es, sin embargo, que esas concepciones confi- expuesta más que nunca a los avatares de la contingencia histórica, cayó temporal-
guraron una plataforma de legitiillacicín para las pretensiones de los grupos dominantes, mente en el descrédito. A eso contribuyó, además, la percepción de que los tribuna-
porque estaban dispuestas a confirmar la validez de cualquier sistema de organización social
que se presentara amparado por la forma de unas leyes positivas, o porque preLendían en-
les sólo se sirven de ella para dar una apariencia de seguridad científica a soluciones
contrarse en condiciones de confirmar científicamente las anomalías de quienes infringían el que en la práctica son dictadas por motivos poco objetivos y, en ocasiones, nada
ordenamiemo establecido. Y esa situación desgraciada se evidenció sobre todo a mediados defendibles. De esta manera la concepción positivista tradicional no sólo fue inca-
del siglo XX, cuando grupos totalitarios se apoderaron de varios gobiernos europeos y en-
comraron fácilmenle fundamentaciones jurídicas ·'científicas" para justificar cualquier viola-
paz de asegurar la unidad del conocimiento jurídico, sino que originó polémicas
ción de derechos humanos, sin necesidad de alterar en forma ostenlosa las convicciones interminables y artificiosas sobre problemas triviales y provocó un divorcio entre lo
teóricas en boga-. Así, por ejemplo, el nacionalsocialismo dispuso en Alemania de una co- que se dice que es el derecho y lo que se hace con él en realidad.
rriente científica estructurada -la Escuela de KIEL- de la que formaron parte grandes juris-
Las, la cual elaboró un derecho penal de amor sobre la base de criterios defensistas, y lo
impuso fácilmente medianle reformas legales que sólo objetó una minoría. En lLalia, a su h) Evolución de la ciencia del derecho penal.
vez, el fascismo obtuvo la adhesión y el apoyo teórico de ENRIQUE FERRI, uno de los La dogmática contemporánea
defensistas (positivistas) más ilustres, y comó siempre con los de ARTURO ROCCO, a quien
se considera el fundador del tecnicismo jurídico en ese país. En la Unión Soviética, por fin, La situación descrita alcanzó su estado más crttico hacia la mitad de1 siglo XX.
se desarrollo una concepción jurídica marxista, que en la práctica no se diferenció gran cosa Ya entonces, sin embargo, se había producido una reacción, alentada por los juristas
del defensismo onodoxo, con el cual coincidieron también las leyes de 1919 y el Código
Penal Soviético de 1922. Cierlamente, ninguno de esos cuerpos doctrinarios y legislativos neokantianos de la Escuela SudoccidenLal Alemana, de entre los cuales EDMUNDO
podría conciliarse con los sistemas de autores clásicos como ROSS1, FEUERBACH, lVIARAT, MEZGER ejerció gran influencia sobre los penalistas latinoamericanos. Los partida-
CARMIGNANI o CARRARA, quienes los habrían criticado duramente. rios de esa concepción parten de la distinción radical de la realidad entre ser (sein) y
Es preciso reconocer, sin embargo, que estas manifeslaciones deformadas de un positi-
vismo instrumentalizado no son la expresión exclusiva de esas concepciones, y tampoco la deber ser (soIIen) y reconocen, en consecuencia, el carácter axiológico del ordena-
miento jurídico. 58 Eslo implica aceptar que el sistema del derecho penal tiene que
elaborarse teniendo en cuenta los flnes de valor perseguidos por las normas, los
4
' En el mismo sentido, desde un punto de vista algo diferente, EMlUO GARCIA MENDEZ, ¿Ciimi1101ogia o cuales no se expresan por las leyes positivas ..con ello se renuncia, por una parte, al
Dercclio Penal t:n A mélica Latina?, en Dei-echo Penal y Criminología, volumen 2. Nº 7, Bogotá, 1979, págs.
33 y 34.
55
En una exposición oral que, por desgracia, no he encontrado reproducida por escrito, EUGENIO RAUL 06
ZAFPARON! desünó un apartado a recoger algunas de estas afimrnciones sin senlido, la mayor parte de las lnfra, 8, 11, b)
cuales proceden de plumas ilustres. I'.n todo caso, para formarse alguna idea sobre ellas, basta consuhar las HURTADO POZO, op. cit., págs. 37 y sigLs.
5
curiosas sugerencias de GAROFALO sobre el abandono en lugares desiertos de delincuentes con peligrosi- cl Conviene desLacar, en todo caso, que esta distinción consliwye Lambién el punto de partida de la teoría
dad reducida, en La. Criminología, ciL., págs. 349 y 350: ·'una especie de deportación a la SELKIRK'. (!I) pura del derecho que, como se ha ·visto en el apartado anterior (a, bb), Uesarrol1;1 sus consecuencias de
manera diferente

142
143
DERECHO PENAL/ PAR"I E GEJ\ERAL I Enrique Cury Urzüa
CAPIT\.;Lü ll / CIENCIA DEL DERECHO Pl't'<Al. Y EVOUJCION I-IISTORICA DEL DEREC:HO PENAL

carácter cerrado y carente de 1agunas atribuido por el positivismo a1 derecho vigen- ciudadano un margen de seguridad insustituible. En la precisión de esos límites,
te y, por la otra, a la pretensión de encontrar para la disciplina Jurídica un objeto de mediante la interpretación y sistematización de la normativa vigente, se atribuye sin
conocimienLo semejante al de las ciencias naturales. Pero no se va más lejos, porque embargo ahora una importancia decisiva a los fines político-criminales de la pena,
todavía se supone que las valoraciones del derecho deben obtenerse exclusivamen- apoyados en la rnultifacélica información proporcionada por la criminología, y a la
te del contexto del ordenamienlo jurídico positivo; con lo cual se defiende una adecuación de las soluciones con los valores ético-sociales que cuentan con el con-
aspiración de certeza explicable, fundada en consideraciones de seguridad para los senso ciudadano. Más que la coherencia racional del sislema, que muchas veces
ciudadanos. 59 conduce a abstracciones exageradas e inútiles y a discusiones triviales, importa la
Después de la Segunda Guerra Mundial se produjeron simultáneamente va- consisLencia práctica de sus resultados con las aspiraciones y necesidades de la
rios desarrollos que, en un principio, permanecieron independientes unos de otros. mayoría de los participantes en la convivencia 65 y con los presupuestos del Estado
Por una parte se produjeron los desenvolvimientos de la criminología que se han de Derecho Democrático. Por las mismas razones, se procura prescindir, hasta don-
descrito anteriormente, 60 así como la revalorización algo posterior de la política de es posible, de concepciones metafísicas que, no siendo susceptibles de compro-
criminal 61 ; por la otra, la dogmálica penal experimentó una evolución en la que se bación, tampoco son compartidas por todos los integrantes de la comunidad. En
acentuaron los aspectos sistemáticos, introduciendo en su formulación criterios este punto prevalecen, en cambio, los valores de la tolerancia y la solidaridad, cuyo
enraizados en la tradición iusnaturalista y enfatizando la función retributiva de la fundamento es la idea de la dignidad del hombre y su preservación.
pena. Esta última orientación, representada en especial por la teoría finalista de la
acción que lideró HANS WELZEL, no consiguió imponer su fundamentación, pero A pesar de todo, como es obvio, no se puede hacer por completo caso omiso de tales
criterios metafísicos en la formulación de un sistema, lo mismo que no es posible para el
una parte importante de sus consecuencias fue acogida en el derecho comparado
legislador desprenderse de ellos cuando elabora las normas. Aun quien cree firmemente que
más influyente e, incluso, ha condicionado con frecuencia a las reformas legislativas toda verdad humana es parcial y perfectible, no puede poner de lado la suya cuando se trata
recientes. 62 de construir las instituciones básicas del sistema por un lado, o de resolver las situaciones
límite por el otro, salvo que esté dispuesto a precipilarse en un relativismo insustancial. Pero
Aunque la polémica desencadenada por este ajuste sistemático fue exagerada
ésta es una limitación de nuestra naturaleza a la que no podemos sustraemos, y con la cual
y en cierto modo desalentadora, porque provocó discusiones interminables sobre debemos contar también, honestamente, cuando presentamos o defendemos las soluciones
cuestiones cuyas consecuencias prácticas eran insignificantes, tuvo la virtud de pro- que nos parecen preferibles.
vocar una reacción saludable. Por un breve período ésta se expresó en una actitud
de rechazo a la dogmática que pareció haber perdido toda importancia, y en que La ley en vigor no es sólo la base sino la frontera final de toda formulación
sistemática. Aunque sus límites presentan siempre un margen de incertidumbre,
ocuparon el primer plano soluciones de carácter "sociologizante", para muchas de
abierto a la interpretación y la sistematización, existe un marco último que no pue-
las cuales el derecho penal ni siquiera merece "ser tomado en serio". Las distintas
de ser traspasado. A partir de él, la dogmática debe ceder su puesto a la crítica de las
vertientes de la criminología de la designación (teoría de la estigmatización,
criminología crítica, abolicionismo), 63 contribuyeron en forma especial a la instituciones juridicas imperantes, pero no intentar desnaturalizarlas poniendo en
peligro también esa certeza relativa sobre la que descansa la seguridad de la socie-
fundamentación de estos puntos de vista. Sin embargo, pronto se ha percibido que
dad organizada.
tales criterios implican nesgas insoportables para la seguridad jurídica y las garan-
tías de los ciudadanos. Por eso, en los últimos años se ha reivindicado la función de Para el jurista no existe tarea más difícil pero, al mismo tiempo, tan imprescindible,
la dogmática, 64 si bien valorizando crecientemente la necesidad de elaborarla en como encontrar la línea que demarca en cada caso estos territorios. En efecto, si se la traza
una interrelación cada vez más estrecha con las otras ciencias que participan en la de una manera superficial y mecánica, atendiendo únicamente a la literalidad de los precep-
tos aislados, se priva a los criterios político-criminales de su capacidad para vitalizar el siste-
lucha contra el delito. ma y ponerlo al servicio de las exigencias de la sociedad; por el contrario, si se la ignora o se
El punto de partida es, otra vez, la ley positiva, cuya objetividad determina un acomoda ::mtojadizamente a las necesidades prácticas, sometiéndola a convicciones subjeti-
marco relativamente firme respecto a lo mandado o prohibido, proporcionando al vas, se reintroduce la incertidumbre y el riesgo consiguiente para la libertad personal. Ob-
viamente no existen criterios exactos para sortear estos peligros. Sólo el estudio constante, la
apertura al debate y la autocrítica rigurosa pueden ayudar a superarlos.
59
En la ciencia penal sudamericana esta posición es defendida hasta el presente, adecuándola a las exigen-
cias impueslas por la realidad social actual, especialmente por FERN1\NDEZ CARRASQUILLA, ¿Es la e) Síntesis
justicia extraña a !a lógica del derecho penal? en Nuevo Fom Penal, Nº 32, Bogotá, 1986, págs. 209 y sigts._ y
Cómo es posible ima dogmática axioióg[ca· en Francisco Carrara. Homenaje en e! centenario de su muerte
Temis, Bogotá, págs. 149 y sigts.
De acuerdo con todo lo que se ha expresado, la ciencia del derecho penal tiene
60 Suprn, II, a), especialmente 2) y sigLs. por objeto el estudio sistemático de las normas de derecho penal. Su tarea, por lo tanto,
,;i Supra, 1, e).
62 no se agota en la mera exégesis de las leyes penales, entendida como la interpreta-
Sobre todo esto, así como respecto a la situación en la dogmática nacional, infra, 14, VI
63
Supra, JI. a), 4)
M Véase, en especial GIMBERNAT ¿Tlcnefutaro la dogmct.t[cajuridico-pcnal?, cit., págs. ,;•; IIASSEMER, 5, T, págs. 34 y sigts., habla a esLe respecto de una "orientación a las censecuencias".

144 145
DERECHO PENAi. / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Unúa CAPJTULO 11 / CIE:-;;CIA DEJ. DrREO-tü PENAL Y EVOLUCIO,"J H!STOR!CA DEL DERECHO PENAL

ción, artículo por artículo, de las leyes positivas, aunque natura1mente la presupone la necesidad de compatibilización y respeto que se debe a las visiones disidentes·
como una etapa preparatoria indispensable de la labor sistemalizadora. por último -pero no de manera menos significativa- por aquello que hay de perma~
La función de la ciencia del derecho penal, en efecto, va mucho más lejos. nente y objetivo en toda asociación para la convivencia, sus componentes y el mun-
Aspira, en primer lugar, a identificar las instituciones fundamentales del ordena- do que la circunda, es decir por la naturaleza misma de la_, cosas, que reaparece cada
miento y precisar la estructura y el sentido que para cada una ha determinado la ley vez que se Lrata de regular relaciones humanas, cualquiera sea el nombre con que se
en vigor, mediante un análisis de la totalidad de los preceptos que se relacionan con la aluda o el origen que se le atribuya.
ella, directa o indirectamente. En una etapa más avanzada, examina las vinculacio-
dd) Entre la "textualidad" del precepto y los factores a que se alude en el
nes recíprocas que existen entre el conjunto de esas instituciones, con el objeto de
párrafo anterior existe una interrelación constante y dinámica, que o asegura la
incorporarlas a un cuadro global de significados coherentes (sistema) en el cual se
adecuación de la ley positiva a las exigencias cambiantes de la sociedad o determina
realice la idea de Justicia subyacente a la ley positiva, tal como ella se concreta en la
su modificación o caducidad. Una tarea primordial de la ciencia del derecho penal
actividad de las autoridades encargadas de imponerla y teniendo en consideración
es conseguir que ese proceso se realice, hasta donde sea posible, sin crisis de la
la realidad social y sus exigencias prácticas, los valores que rigen la conciencia de la
convivencia. Pero, además, la formulación del sistema cumple una función práctica
comunidad que, cuando son dispares, deben conciliarse hasta donde sea posible, y
inmediata, en cuanto asegura que situaciones equivalentes sean resueltas también
1a naturaleza de las cosas,
de una manera equivalente 67 y proporciona un ámbito común dentro del cual pue-
El bosquejo de este cuadro, amplio y ambicioso, requiere algunas precisiones
dan comprenderse y apoyarse recíprocamente las distintas aclividades destinadas a
suplementarias:
combatir el delito. 68
aa) La ciencia del derecho penal es una dogmática, en el sentido positiv~sta,
Por todo esto, la tarea científica no debe ser asumida como un juego académi-
porque para ella las normas de la ley en vigor constituyen un dato cuyo valor puede
co de conceptos ingeniosamente articulados. Sus cometidos son, ante todo,
cuestionar, pero cuya existencia se le impone.
práctico-políticos, pues está llamada a obtener, más allá de la racionalidad de las
bb) Sin embargo, el sentido de dichas normas -contra todo lo que se haya ideas, la justicia de las decisiones y de los cambios, la normalidad de los procesos
creído en la época de las codificaciones- no puede desentrañarse directa y sencilla- que conducen a ellos, el respeto de los derechos humanos y la mantención de las
mente del texto legal. Su aprehensión, en efecto, requiere de una operación tasas de crimina1idad a niveles compatibles con la necesidad de una convivencia
cognoscitiva compleja, en la que él "tenor literal" -por lo general de suyo equívoco- razonablemente pacífica. Por supuesto, no puede esperarse que siempre los satisfa-
pone apenas unos límites básicos, dentro de los cuales la forma de los contenidos es ga exitosamente. Pero el destino de toda acti>.ridad científica, después que se desva-
determinada en definitiva por otros factores. Un sistema de derecho penal no puede necieron las ilusiones decimonónicas sobre su eficacia indefinida, es extraer de los
deducirse de unos pocos axiomas a modo de puras conclusiones lógicas, pues cada fracasos el vigor necesario para intentar recorrer nuevos caminos.
nueva disposición-, en tanto tiene un contenido objetivo propio, presupone siempre
nuevas decisiones materiales, las cuales, ciertamente, no deben contradecir la pri- d) División de la dogmática penal
mera, pero tampoco pueden ser extraídas de ella como único resultado posible. 66
Tradicionalmente la ciencia del derecho penal se divide en dos partes: General
ce) De entre esos factores, la Idea de lo Justo que fluye del contexto del ordena- y Especial. La primera, que encabeza su estudio, se dedica al examen de aquellas
miento en su totalidad, cumple un papel preponderante. Pero a causa de la función instituciones que son aplicables a todo delito o pena o, por lo menos, a la mayoría
práctica -y, por eso, teleológica- que compete al derecho, ella misma está condicio- de ellos. La Parte Especial, en cambio, está destinada al estudio de cada delito en
nada a su vez: en primer lugar, por la forma en que los organismos encargados de la particular, y de la pena o penas que la ley le asocia.
administración de justicia realizan en concreto esa Idea cuando aplican los manda-
tos y prohibiciones a los casos particulares, esto es, por lo que constituye el derecho Aunque para el jurista ambas partes son de importancia equivalenLe, la verdad es que, .1
1.:1·.

hasLa ahora, la Parte General ha expe.rimenLa<lo más desarrollo. Esta situación no es satisfac-
vivo; en segundo, por los requerimientos polítíco-criminales, que exigen hacerse car-
go de la realidad social y orientarla a la obtención de resultados compatibles con la
toria y conviene Lrabajar para superarla. 6" Pero se trata de una Larea difícil y compleja que '.I•
dignidad del hombre y su aspiración de ser tratado igualitariamente; en tercero, por
r,, LJSZT, l, l, 1, pág. 6. Sohre ello, supra, antes de a), nota 434
la forma que esa Idea adopta en 1a conciencia de cada cornunidad, con los valores M JESCHECK, T, 6, I, l, pág. 36
6
determinados, en cada tiempo, Jugar y circunstancias, y sin desentenderse nunca de ' Sobre la situación en Chile, en semido crílico, véase mi antiguo trabajo Reflexiones sobre la evolución del
derecho penal chileno, en R.C.P., tomo XXlll, :Nº 2°, 1964, págs. 54 y sigts. Como entonces preví, en los
allos siguientes se hicieron progresos para superar la situación que desc1ibía acentuando, quizás, los
''tonos oscuros" (GRISOLIA). Pero, aparte de que se requería aún más, el proceso experimentó una
,,r, JESCHECK, I, 6, 1, 1, pág. 16. En el mismo sentido, M. ANCEL, E! lugar de la investigarlón. ciL pág. 11 'desaceleración"' preocupante, que sólo reciememente tiende a revertirse

146 147
Dl.:Rt'.CHO PENAL/ PARTE GE)JERAL / Emique Cury Lrzüa CAPITULO 11 / ClENClA DF.l. DERECHO PENAL Y EVOLUCION HISTORICA DEL DERECHO PE?\AL

requiere tiempo y esfuerzo. De entre los trabajos que se han hecho entre nosotros es preciso
destacar los de ETCHEBERRY, GARRIDO (sobre los delitos contra el honor y el homicidio),
la comparación de los métodos y enfoques es, en el presente, una característica
MERA (sobre los fraudes por engaño), GRISOLTA-BUSTOS-POLITOFFyLABATUT, asi como común de toda actividad científica.
las monografías de COUSlÑO y POLITOFF (sobre apropiación indebida) yVIVANCO (so- Aparte de la política criminal y la criminología, cuya estrecha vinculación con
bre robo con homicidio), por no cilar sino a los más destacados.
él ya se ha destacado, existen además dos disciplinas que no sólo se comportan
En esta obra, por ahora, sólo se trata de la Parte General. como auxiliares ocasionales de la del derecho penal, sino que la complementan y
condicionan. Esta es la situación de la historia y la filosofía del derecho penal. 72 Sin
su concurso resulta imposible la elaboración de una auténtica dogmática.
e) Los estudios de derecho penal comparado
Por supuesto, aquí el carácter complementario para la dogmática de la historia y la
los estudios de derecho penal comparado analizan las semejanzas y diferencias filosofía del derecho penal, se afirma de manera relativa. En rigor, esas disciplinas son panes
entre los ordenamientos punitivos de distintos países, así como las soluciones que integrantes de las ciencias autónomas respectivas, esto es, la Historia y la Filosofía en gene-
ral. Sólo en relación con la función que cumplen respecto a la del derecho punitivo se les
para los problemas comunes a ellos proponen los sistemas dogmáticos elaborados puede atribuir la de complementos.
sobre los textos legales respectivos.
aa) la historia del derecho penal habilita al jurista para desentrañar la carga
La finalidad primordial de eslos estudios, como la de todos los que realiza la ciencia del
cultural de que es portador el ordenamiento jurídico vigente. Ella lo ilustra sobre la
derecho penal, es contribuir a la comprensión y formulación más perfecta del propio siste-
70
ma. La pregunta que se propone quien efectúa el examen comparado de una institución, evolución experimentada por la ley penal en conjunto y por cada institución en
se refiere a cómo puede ayudarlo el cotejo con las leyes extranjeras a comprender mejor la particular. Le procura el conocimiento de los acontecimientos políticos, económi-
forma en que la regulan las nacionales, a fin de aplicarlas de manera más _justa y eficaz. En cos y sociales que determinaron el curso de esos desenvolvimientos, así como el de
cambio, debe postergarse a un segundo lugar la cuestión político-legislativa, esto es, la rela-
tiva a si debe abogarse por una reforma del derecho vigente, a causa de que el análisis los sistemas doctrinales que, construidos por una parte sobre él, contribuyeron por
comparativo revela la existencia de soluciones superiores a las acogidas en él. Esta úlLima la otra a producirlo y orientarlo. De este modo puede percibir, bajo el derecho de
posición, en efecto, debe reservarse para aquel1os casos en los que ninguna interpretación hoy, la trama del de las épocas pasadas, sobre la cual se encuentra erigido y que
válida de la ley en vigor permite superar los defectos y vacíos de su texto, pues la estabilidad
de las normas también es un valor apreciable, cuya importancia, si bien no debe exagerarse pervive, en una medida difícil de calcular, en la mayoría de sus instituciones. En
hasta toler¡i.r la injusticia o ineficacia, conviene cautelar denlro de márgenes razonables en esta luz las raíces de las normas se hacen patentes y la fisonomía de sus contenidos
obsequio a la seguridad jurídica actuales experimenta una transformación que, en muchos casos, es asombrosa.
Más allá y por encima de estos cometidos, los estudios de derecho penal comparado
deben servir como base para intentar, en lo posible, la unificación de los ordenamientos Por cierto, el conocimiento amplio de la historia del derecho penal es difícil
punitivos. Este es un ideal indiscutible ~n un mundo como el actual, donde las relaciones de adquirir en una primera etapa e, incluso, su examen global en detalle puede
entre los pueblos se estrechan cada vez más. Con todo, quizás no llegue nunca a realizarse resultar estéril cuando es prematuro. En este momento, en cambio, suele ser esti-
por completo, pofque, hasta donde es previsible, siempre subsistirán entre las sociedades
diferencias circunstanciales que exigirán para muchas materias soluciones distintas. Sin
mulante el análisis de los antecedentes históricos relativos a las instituciones en
embargo, en los últimos tiempos se han efectuado esfuerzos para acercarse a él en términos particular. Por eso, aquí solo he reservado un espacio breve a la exposición histórica
realistas. En tal sentido, el más próximo a nosotros ha sido el proyecto de Código Penal Tipo general 73 , dejando las referencias más detalladas para la explicación de aquellas
para Latinoamérica, 71 · debido a una iniciativa de EDUARDO NOVOA MONREAL, y cuyos
cuestiones cuya inteligencia las requiere especialmente.
trabajos, por desgracia, deben considerarse ahora definitivamente interrumpidos.
bb) la filosofía del derecho penal proporciona al jurista, hasta donde ello es
No está de más recalcar que, tal como se los entiende aquí, los estudios de
viable, una medida con arreglo a la cual establecer las posibilidades de coincidencia
derecho penal comparado no constituyen una ciencia autónoma sino uno de los re-
entre la ley penal positiva, las exigencias impuestas por la índole de las relaciones
cursos de que se vale la del derecho punitivo en general para cumplir sus cometidos.
sociales imperantes (naturaleza de las cosas) y las valoraciones ético-sociales más
arraigadas e importantes (dereclio natural)." Además, ella le procura la orientación
f) Las ciencias complementarias de la del derecho penal ética que determina sus decisiones político-criminales 75 y, consiguientemente, los
criterios con los cuales interpreta la ley en vigor según sus fines. 76 Si el "tenor lite-
A fin de satisfacer sus objetivos, la ciencia del derecho penal tiene que referir-
ral" de las disposiciones legales permite alcanzar estos objetivos, la filosofía del
se a otras que le procuran datos indispensables para la formación de su sistema. En
esto no se diferencia de cualquier otra, pues la interrelación de los conocimientos y
n En el mismo sentido, JESCHECK, 6, I, 3, b), págs. 37 y sigts
71
70 lnfra, 6
M. ANCEL, El lugar de la [nvestigación ... , cit., pág. 20 74
Exactamenle en el mismo sentido JESCHECK, 6, 1, 3, b), pág. 37
71
Véase, al respecto, aparte del C.P.T., GR1SOLIA, El Código Penal Tipo para Hispanoamélica. Proceso fonnali- 15
Supra, I, e), 2 y 3.
vo y estudio crítico. Madrid, 1967. 76
Supra b).

148 149
DERECIIO PENAL/ PARTE GEKERAl / Fnnque Cmy Unúa
CAPITULO ll / C:ffNC!A DEL DERECHO PE"\!AL Y EVOLUCIOC'< HlSTORICA DEL DERECHO PENAi

derecho penal condiciona en forma radical la tarea interpretativa; cuando no es así,


bb) La medicina legal se ocupa de los hechos médicos que, por sí mismos o
el1a genera el impulso para la reforma y, conjuntamente con la política criminal,
en relación con determinadas circunstancias poseen relevancia jurídica. Su activi-
preside su realización.
dad no se limita a la lucha contra el delito, porque también puede colaborar con
Prácticamente no hay otra rama del derecho que acuse una influencia tan el ordenamiento civil, administrativo, etc., pero su vinculación con ella es muy
marcada de la filosofía como el ordenamiento penal, pues gran parte de sus pro- estrecha.
blemas sólo pueden solucionarse dentro del ámbito de aquélla 77 o, en todo caso,
a partir de él. Para algunos autores, incluso, cuando el contraste entre la ley posi- Ha sido muy discutida la cuestión relativa a si la criminalística y medicina legal son
tiva y las valoraciones imperantes en la sociedad es irreductible, los tribunales ciencias auténticas o solamente se trata de lécnicas o artes. En realidad, esta última opinión
es preferible.~º En Lodo caso, la polémica casi no Liene significado práctico.
deberían resolverlo a favor de éstas, eludiendo la aplicación de aquélla. ' 8 Esto Por otra parte, es frecuente considerar a estas disciplinas como complementos de la
puede parecer paradójico, puesto que, por otro lado, el derecho penal es aquel en criminología. 81 Creo que ese criterio es injustificadamenle limitativo. La criminalística y la
que, por razones de seguridad, se confiere a la ley formal un papel preponderan- medicina legal tienen también muchas contribuciones que hacer al derecho penal y a la
te. Sin embargo, la contradicción es más aparente que real. En efecto, las mismas política criminal. Piénsese, por sólo citar un ejemp1o, en la cuestión relativa a la delermina-
ción del momento de la muerle. Esle es un problema médico legal cuyos resultados pueden
razones por las que se le dirigen exigencias tan severas de sumisión a la ley estric- ayudar a la interpretación de las normas sobre el homicidio o a la adopción de una política
ta explican la estrecha vinculación del ordenamiento punitivo con la filosofía. El legislativa en materia de autorización de L.rasplantes de órganos, o a la determinación de la
derecho penal tiene que ser seguro, porque sus decisiones afectan al ser humano subsistencia del matrimonio válido en la bigamia, etc. Por estas consideraciones, me parece
en aspectos que constituyen elementos integrantes de su entidad (vida, dignidad, más correcto referirlas ahora al conjunlo de la lucha contra el delito.
libertad, etc). Pero, por eso mismo, en el campo abarcado por las normas legales
éstas deben someterse a una verificación continua de su capacidad para la realiza-
ción de los valores, y su aplicación no depende solamente de una manipulación § 6. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO PENAL CHILENO
técnica más o menos acertada. 79
Aunque la historia de nuestro derecho penal es breve, se encuentra enraizada
en la del espafiol, y a través de ella, vinculada con la evolución de la cual son resul-
tado la mayor parte de los ordenamientos punitivos vigentes en las naciones occi-
IV. LAS TECNICAS QUE PARTICIPAN EN
dentales contemporáneas. Naluralmente, aquí no se puede intentar ni siquiera una
LA LUCHA CONTRA EL DELITO
ojeada general de ese desarrollo. Por eso, en los párrafos siguientes sólo se destacan
Ap_arte de las ciencias a que me he referido en los párrafos anteriores, existen algunos de sus aspectos fundamentales. 82
también dos disciplinas de carácter técnico que contribuyen a combatir la delin- En relación con esto vale la pena destacar que la hisloria del derecho penal chileno
cuencia: la críminalL-;tica y la medicina legal. todavía eslá por hacerse, lo mismo que la de la mayor parle del iberoamericano. 8 ., Sin
embargo, existen estudios importantes sobre la materia y la mayor parte de las fuenles
aa) la criminalística es la disciplma que tiene por objeto el estudio de las son accesibles gracias a ellos_R+ Lo que se requiere, por consiguiente, es un esfuerzo
técnicas encaminadas a descubrir y esclarecer los hechos punibles y a determinar y inlerdisciplinario deslinado a mostrar el conjunto en su evolución, significado y pro-
yecciones.
asegurar a quienes participaron en ellos. Se ocupa de recoger huellas e interpretar
los indicios que éstas proporcionan, de la identificación y localización de los auto-
res del delito, de determinar los medios empleados para realizar el hecho, de su
l. ORIGEN DE LAS PENAS
forma y tiempo de ejecución, etc. Su conocimiento es importante, en especial, para
quienes desempefian funciones policiales; pero también pueden ser de utilidad para La opinión predominante considera que el origen de la pena se encuentra en
jueces y abogados, pues los habilita para apreciar las pruebas y ponderar su fuerza la reacción instintiva de venganza frenle al atentado que lesiona intereses elementa-
de convicción.

BAUMANN, 1, pág. l.
8
·, As( categóricamente, SCHMlDTHALSER, 2. lll, ló, pág. 19, que va demasiado lejos. Sobre mi opinión,
supra, h), especialmente al final. cloVéase, por todos,JIMENEZ DE ASUA, 1, 34, pág. 145 y 37, pág. 154.
79 81
M. ANCEL, fl lugar de !a inwsligcición, cit., pág. 10: "Si, en regla general, todo el derecho penal posiüvo JESCHECK, 6, TT, 2, pág. 40. Así también en la p1imern edición de e-ste libro, J. 5, I1, e), págs. l 05 y 106.
02
está incluido en la ley escrita, al revés de lo que pasa en el derecho privado general, resulta que el sistema J.as razones para hacerlo así se han expuesto supra, 5, lll, f, aa)
represiYo de un país no es en verdad plenamente comprensible y claramente explicable si no se tienen en n Lna exposición bastante amplia sobre este particular puede encomrarse en_JI]VfENF?: DI'. ASGA, l. 308 Y
cuenta las raíces.filosójlca.s, morales, sociales, económicas y políticas que trazan el cuadro y que delermi- sigts. págs. 702 y sigts.
nan sus alcances·' (El énfasis es mío). r4 NOVOA, l, 71, pJ.g. 103, con información bibliográfica.

150 151
DERECHO PENAL/ PARTE GE>!ERAL / Enrique Cury Urzúa CAPJH:LO lT I Clf'NCIA DEL DERECHO PE>!AL Y EVOLUCIOh H1ST0RJCA DEL DERECHO PENAL

les del individuo. 85 La pena aparece, según esto, como retorsión 86 originada en la Al parecer, en principio operaba un sistema de composición (reparación pecu-
tenclencía a [a auloconservación. niaria), que se exlendía incluso a infracciones como el homicidio y el adulterio,92
Se oponen a este criterio quienes consideran que la pena presupone una for- pero no a la i~juria, a causa de que presumiblemente no se la consideraba delito_93
ma cualquiera de "convivencia social", 87 por rudimentaria que sea su organización, A falta de composición procede la venganza, eiecutada individual o colectivamente.
pues no puede concebírsela sino como reacción de ésla contra el que ha transgredido Sólo en el primer caso se admite una limitación taliona/. La responsabilidad es obje-
las normas por las cuales se rige y, de ese modo, "ha vulnerado o puesto en peligro tiva, es decir, se reclama de quien causó un resultado lesivo, con prescindencia de si
los intereses de la comunidad". 88 Este es el punto de vista más correcto. Se adecua, actuó en forma voluntaria, imprudente o casual y, consecuencialmente, no se cono-
históricamente, a la naturaleza gregaria del hombre y, conceptualmente, a la idea de ce el castigo de la tentativa. Posiblemente por esto mismo, la reacción punitiva no
la pena, que no se de_ja aprehender como un puro acto reflejo de índole vindicativa, grava únicamente al autor del hecho sino a toda su familia, en especial cuando los
pues su esencia radica, precisamente, en constituir una decisión conforme a valo- efectos de la infracción se extienden a la del ofendido. Entre los fueguinos se con-
res, a los cuales la comunidad acata de manera "transpersonal". 89 Es decir que la templan formas de duelo para solucionar conflictos provocados por atentados con-
pena llega a ser tal sólo cuando, aunque la reacción proceda del mismo ofendido, tra el honor y, aparentemente, la composición no era admitida con tanta amplitud
cuenta con el asentimiento de la "familia", el "clan", la "tribu" o como quiera se como por los araucanos, pues probablemente no operó ni siquiera tratándose de
denomine el grupo social al cual éste pertenece. 90 ataques a la propiedad. 94

Es bastante generalizada la opinión de que las "prácLicas penales" de los indígenas no


han tenido influencia alguna en el desenvolvimiento ulterior del derecho penal chileno. 95
II. LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL Sin embargo, esla afirmación no es inconlroverlible. Por una parte, aún no se ha estudiado
DERECHO PENAL CHILENO bastante hasta qué punto dichas costumbres condicionaron las instituciones del derecho
penal indiano, ni las proyecciones que ésle pudo tener sobre la legislación de la República
independiente y su desarrollo. Por la otra, tampoco se ha hecho una valoración respecto a la
a) Las costumbres penales de los aborígenes medida en que Lales práclicas han pervi,ido en la conciencia de algunas comunidades, de-
terminando, acaso, las decisiones de la jurisprudencia y, con eso, la inlerpreLación de las
Existe escasa inform~ción sobre las "prácticas penales" imperantes entre los normas vigentes, que no siempre es consistente con la que se da a sus modelos en los países
distintos pueblos que vivían a lo largo del territorio nacional al iniciarse la conquis- europeos de los que se los tomó. Este es uno de los campos que aún se encuentran abiertos
a la investigación histórico-jurídica.
ta. De todos modos, es indudable que no se trató, en ningún caso, de sistemas
normativos legalrµente formalizados, sino de co0tumbres más o menos arraigadas, a
las cuales es difícil atribuir incluso la _jerarquía de un derecho consuetudinario pro- b) El derecho penal español y sus antecedentes
piamente tal.9 1
El derecho penal español, que rigió en Chile durante la Colonia y hasta bien
81
entrado el período de nuestra vida independiente, es el resultado de un desarrollo
Entre nosotros opinan así LABATUT, 1, 21, pág. 16; POUTOFF, 3, 1, pág. 64. La posición de NOVOA, l,
38 y 39, págs. 62 y sigts., no es del todo clara, pues si bien su concepto de las "prácticas penales" sugiere prolongado por milenios, en el que se entremezclan, de manera más complicada
la idea de un grupo social incipiente que reatciona contra el infractor (pág. 63), el párrafo final (pág. 64) que en e1 de otras naciones europeas, las influencias autóctonas, romanas, germáni-
supone que la intervención de dicha organización en la imposición de la pena a través de su "autoridad"
sólo se produce más tarde. ETCHEBERRY, l, pág. 36, omite expresamente ocuparse del asunto. COUS1ÑO, cas y canónicas. 96
T, 13, B, pág. 60, se limita a consignar que "no aparece bien aclarado". La opinión aludida en el texto se En efecto, ya en el derecho penal ,~sigodo, representado fundamentalmente
encuentra descrita de manera ingeniosa y clara por CARNELUTTI, El problema de la pena, traducción de
Santiago Sentís lvlelendo, Buenos Aires, 1956, 1, págs. 13 y 14, que se basa en la observación de las por el Fuero Juzgo (Líber iudiciorum, 649-672), no obstante su origen germánico, es
reacciones infantiles perceptible la penetración de ideas procedentes del romano, tales como su tenden-
86
CARNELUTTl, op. y loe. cit. en nota anterior.
87
Cfr. LlSZT, l, 2, lI, pág. 20. cia temprana a la personalización de la responsabilidad pena1 o a conceder inHuen-
88
Así LlSZT, l, 2, II, pág. 19. Con detalle, SOLER, l, 4, III, pág. 41.
89
Véase, sobre este punto, P1AGET, Las rdaciones entre la mora[ y d derecho, traducción de Miguel A.
Quintanilla, en Bo!elfn de Investigaciones de ia Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile, Santia- 92
NOVOA, 1, 70; pág. 102.
go, 1978, págs. 130 y sigts. 03
90 Ídem.
ETCHEBERRY, 1, pág. 36, tiene razón, por esto, cuando afirma que "sólo de un modo muy analógico se 94
Una información sucinta sobre el derecho incaico, que seguramente influyó en la vida jurídica de los
puede hablar de derecho penal en grupos sociales en los cuales se desconocen los conceptos de Estado y
aborígenes chilenos del norte (atacameños, etc.) se enconlrnrá en SOLER C 11; Vl, págs. 83 y sigts. Es
de orden juridico". También está probablemenle en lo cierto al sostener que la influencia de las prácticas
penales primitivas "sobre el derecho penal chileno resulta remotísima, si es que alguna exisle'' (Véase, muy apreciable el "ensayo'· realizado por este autor en l; 11, págs. 72 y sigts., de elaborar una primera
presentación orgánica y crílica del ·'derecho y la costumbre penal en los pueblos aborígenes'· de. ArgenLina
sobre ello, en el texto, infra II). Aun.así, creo que es importante tomar posición en el asunto relalivo a los
orígenes de la pena, pues ésta condiciona la que se adopta respecto a su naturaleza y funciones. ETClll'.BERRY, T, pág. 45, ya no se pronuncia sobre este punro en la forma categórica en que lo hacía hasta
91
Se la niega, implícitamenle, ETCHEBERY, l, pág. 45. En cambio, NOVOA, I, 70, pág. 100, habla expresa- la segunda edición
mente de un "derecho penal aborigen·'. Es excelente y esmerada la información sintética que proporciona Yo Cfr. JIMENEZ DE ASUA, 1, 183 y sigls., págs 513 y sigts.: QUINTILL'\:_,,JO SALDAÑA, Adiciones de histmia
este úllimo autor sobre las referidas costumbres punitivas, I, 70, págs. 100 y sigts., con bibliografía y ciei derecho Penal c-n Espai1a en USZT, l, 1 y sigts., págs. 23 y sigts. Una síntesis rn SOLER, l, 1 O. págs. 67
exlendiéndola tanto a los araucanos como a los fueguinos. y s1gts.

152 153
DERl.'Cl!O PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique C..ury Urzúa
Cl\PlTUJ.0 1l / CIE!\"CIA DEL DEREc.!10 Pl'NAL Y EVOLUCJON it!STOR!CA Dl'L DERECHO PE/\AL

cia decisiva al elemento subjetivo para afirmar dicha responsabilidad y para graduar- pesar del orden ~e prelación consagrado por la Rccopilu.ción de Indias en 1680, la mayor parte
la. Pero, por otra parte, las instiLuciones romanas que así se hacen presentes en el de lo~ ordenam1entos que, con c1rreglo a ella, debían recibir aplicación preferente en las
Fuero Juzgo no son exactamente las mismas que regían en el Imperio, pues, a su vez, colornas, nunca fueron observados realmente por los Lribunales. Aunque Las Partidas fueron
r~legadas por 1~ R:-copilac1ón al último lugar de _la prelación, los jueces prosiguieron resol-
habían sido penetradas por prácticas y costumbres jurídicas milenarias de los pri- viendo en la prnctlca de acuerdo con sus disposiciones.
mitivos habitantes de la península (iberos, celtas y, más tarde, celtíberos). Estas
últimas, además mezcladas con elementos del derecho germánico (venganza de la
sangre, pérdida de la paz, responsabilidad objetiva o "por el resultado", etc.), co- e) La evolución de la ciencia del derecho penal como antecedente
existen con el Líber Iudicíorum al amparo de la legislación.foral, curioso conjunto de del Código Penal chileno: el clasicismo y sus precursores
normativas locales, "lamentablemente reñido con la justicia" 97 y cuya empecinada
vigencia signHicó, por regla general, un desplazamiento de la de aquél. La ciencia del derecho penal parece haber alcanzado en Roma un desenvolvi-
A pesar de todo, el hecho de que el derecho penal romano haya conservado miento que estuvo muy por debajo de la del derecho ch~l. Por consiguiente, Lam-
parcialmente en España su influencia a través de las leyes visigodas, explica quizás ~ién_su influencia posterior, si bien importanLe hasta cierto punto, fue menos signi-
que su recepción posterior se haya cumplido allí más temprano que en el resto de las ficauva y duradera que la que hasta hoy ejerce en el campo de los ordenamientos
naciones europeas. Efeclivamente, ese proceso se consumó ya con la dictación del privados. Los sistemas de derecho penal modernos tienen poco que ver con los
Fuero Real (1255) y de Las Siete Partidas (1256-1265), en los cuales se acogen, ade- esbozos más o menos rudimentarios que pueden encontrarse en las obras de los
más, numerosas instituciones de derecho canónico que proseguirán penetrando, jurisconsultos romanos.
cada vez más profundamente, el sistema jurídico español de los siglos siguientes. Aun así, estos últimos habían efectuado exposiciones y comentarios que, por
En ellos se consagra, de modo definitivo, la idea de que los meros pensamientos e su carácter orgánico y su profundidad, aventajaban a lo que pudiera considerarse
intenciones n(J bastan para fundamentar la imposición de una pena, un primer como cuerpo de doctrina imperante durante la lenta formación de los Estados euro-
esbozo del concepto de tentativa y la exigencia del componente subjetivo como peos en la Alta Edad Media. Es lógico, por lo tanto, que al producirse la recepción
presupuesto de la responsabilidad penal. Naturalmente, también se hacen conce- aparezca también un grupo de juristas que se aplican primero a glosar los textos
siones a principios defectuosos, como el del versarí ín re illicita, 98 pero porque ellos legales redescubiertos, empleando como base para ello lo que de la literatura Jurídi-
corresponden a ideas muy generalizadas en esa época. ca romana había podido encontrarse, y luego a comenLar, con fines prácticos, los
E I derecho penal de Las Partidas tuvo en España una vigencia práctica limita- nuevos cuerpos normativos que principiaban a promulgarse bajo el influjo de ese
da, 8. causa de que se mantuvo la tendencia a continuar aplicando las normas de las proceso.
innumerables legislaciones locales. En Chile, en cambio, como parece haber ocurri- No obstante que algunos de ellos realizaron una tarea importante
do en todos los pueblos·ame1icanos de habla hispana, contribuye de manera decisi- (COVARRUBIAS en España, CARPSOVIO en Alemania, BARTOLO, BALDO,
va a formar la conciencia jurídica nacional, pues se lo aplica preferentemente por FARINACCIO en Italia), los glosadores y prácticos no llegaron a remontarse por
los tribunales, incluso hasta mucho después de obtenida la independencia. 99 Por sobre los límites más bien modestos de la meta propuesta. Ninguno de ellos formu-
esta razón, es de presurnlf qur ejerció una influencia considerable sobre los redac- ló un sistema renovador, aunque Lodos contribuyeron a sentar las bases para la
tores de nuestro Código, formados en una atmósfera impregnada por el sentido de construcción de las instituciones fundamentales del ordenamiento punitivo. De este
sus dispósiciones. modo transcurrió no sólo la Edad Media, sino, además, el Renacimiento, sin que el
derecho penal se pusiera a tono con los aires de human_idad que dieron su fisono-
Es cierto que la Comisión Redcictora del C.P empleó como modelo inmediato una ley mía al pensamiento de la época. Antes bien, ese es, posiblemente, uno de los perío-
española muy influida por el Código Penal Francés de 1810; pero todavía no se ha investiga-
do sobre la medida en que algunas de las modificaciones introducidas por ella a dicho mo-
dos más vergonzosos de su historia, por la arbitrariedad que imperaba en los proce-
delo fueron concesiones al espíritu de Las Partidas, ni si el significado alribuido a muchos de dimientos, el empleo generalizado de la tortura como medio de prueba, la crueldad
los textos nuevos resultó de tal modo determinado por éste que, no obslanLe la idenlidad de las penas y la desigualdad con que se las imponía atendiendo a consideraciones
literal, las normas aprobadas se alejan sustancialmente de las contenidas en el precepto de clase, fortuna, religión, nacionalidad, etc.
copiado. 100
Por el contrario, es dudoso que la legislación punitiva española posterior .:1 tas Siele El movimiento que reaccionó en contra de esa situación, echando las bases
Partidas y anlerior a los Códi.gos de 1848 y 19.50 haya ejercido influencia sobre la nuesna. A del derecho penal contemporáneo, sólo se produjo en la segunda mitad del siglo
XVIII y constituye un mérito de la Ilustración. Lo encabezó CESARE BECCARIA
97
SOLER, 1, 10, II, pág_ 69. nacido en Milán el 15 de marzo de 1738 y muerto en la misma ciudad el 28 d~
% Tnfrn, 19, lll, O
g
9
Cfr.NOV01\,J,7l,y72,págs 10.3yl04.
noviembre de 1794. Su única obra importante es un opúsculo denominado Ii"atado
rnr, A esle úllimo respecto es sugerente que, rn dislintas ocasiones, la lena de una misma disposición sea de los delitos y de !as penas, que se publicó por primera vez de manera anónima en
interpretada de manern diversa por nuestra jurisprudencia y la española. Liorna, durante el verano de 1764. Aunque no se trata de un trabajo científico, sino

154
155
DERECHO PENAL/ PARTF GF?\ERAL / Enrique Cury "Crzüa CAPITULO ll / ClENClA DEL DEREC.110 PL:--JAJ. Y EVOI.UClüc"J HlSTOlUCA DEL DERECHO PENAL

de un alegato político en contra de la 'justicia de gabinete", los procedimientos la verdad es que los clásicos, no obstante la forma aislada en la cual desarro-
judiciales arbitrarios y crueles y la brutalidad de las penas, el libro de BECCARIA llan su trabajo, son hijos de una misma época. Por esto, más allá de las diferencias
desarrolla, para el derecho punitivo, las consecuencias de la teoría de la separación que los distinguen, en casi todos ellos pueden encontrarse orientaciones comparti-
de los Poderes del Estado (MONTESQUIEU) y del contrato social (ROUSSEAU). 101 das, que corresponden a los ideales filosóficos, políticos y culturales imperantes en
Así, en el curso de su argumentación echa las bases del derecho penal liberal, que el pensamiento de su tiempo. Esos puntos de vista son, ciertamente, condicionantes
sella con su impronta los ordenamientos jurídicos occidentales hasta el presente. A para la elaboración ulterior de sus sistemas, y les prestan una fisononúa común que,
él se debe, en especial, la elaboración del principio de reserva o legalidad de los si bien no debe ser exagerada, permite subrayar las semejanzas básicas. Estas son las
delitos y penas, enraizado profundamente en las teorias mencionadas, 102 y cuya siguientes. 109
clásica formulación latina, nullum crimen, nulla poena sine lege, fue acuñada, algo
aa) "El delito es un ente jurtdico 11 _11° Su característica esencial radica en la
más tarde, por ANSELM VON FEUERBACH (1775-1833) 103
Lo que se desarroJla a partir de BECCARIA y FEUERBACH es la construcción
infracción de la norma. Por consiguiente, no existen otros delitos que los consagra-
dos en la ley. No hay delitos que lo sean "por naturaleza". El fenómeno fáctico en
de auténticos sistemas de derecho penal, tal como se los ha descrito más arriba. 104
que consiste todo delito sólo es estudiado por los clásicos en cuanto sus circunstan-
Como allí se destacó, ellos constituían una necesidad para los ordenamientos puni-
cias determinan alteraciones de la valoración efectuada por la norma (causales de
tivos democráticos, en la medida que aspiraban a una justicia igualitaria. No era,
inimputabilidad, circunstancias de atenuación o agravación de la pena, etc.). Toda
claro está, la única, pero sí la que el racionalismo ilustrado había acentuado con la
otra consideración de él se encuentra excluida.
formulación de sus ideas. Además, la aspiración sistemática estaba ya explícita en
FEUERBACH, 105 pues en él la influencia de la Ilustración se entremezclaba con la bb) La responsabilidad penal se funda en la libertad del hombre. 111 Este pue-
del pensamienlo kantiano 106 y fue él quien primero desarrolló una concepción ge- de elegir entre quebrantar o respetar los mandatos y prohibiciones que le dirige el
neral de la ciencia del derecho penal, proyectándola a la práctica cuando le corres- ordenamiento. Si se decide por lo primero, en consecuencia, debe afrontar el cas-
pondió redactar el Código Penal bávaro de 1813.1'7 tigo correspondiente. Por esto, a su vez, cuando la facultad de autodeterminación
La ciencia penal se desarroJló con gran vigor durante todo el siglo XIX, sobre se encuentra deteriorada o no ha llegado todavía a su pleno desarroJlo (enfermos
todo en Italia y Alemania, por obra de numerosos juristas, de entre los cuales es mentales, menores de edad), el su,ieto es inimputable y no es posible someterlo a
preciso destacar, por lo menos, a FRANCESCO CARRARA y el ya mencionado una pena.
FEUERBACH. En este punto, sin embargo, no existe un acuerdo completo, pues algunos de
Estos autores elaboraron sus sistemas en forma independiente, sin sentirse los clásicos son deterministas (BENTHAM, FEUERBACH, ROMAGNOSI, y, más
vinculados por bandertas de escuela y ni siquiera identidades ideológicas reconoci- recientemente, MERKEl). Con todo, no me parece que eslo baste para considerar-
das. Más tarde, sin embargo, ·1os integrantes de 'la Escuela Positivista iLaliana -que los precursores del positivismo. 112
constituyeron, por el contrario, un grupo homogéneo con presupuestos y aspira-
ciones comunes- los reunirán bajo la denominación de "clásicos", 108 con el objeto ce) Por lo que se refiere a la naturaleza de la pena, los autores clásicos de-
de identificar mejor al adversario. fienden, en forma predominante, la teoría de la prevención general, pero esta
opinión no es uniforme. En cambio, todos exigen que la sanción se encuentre
determinada por la ley tan precisamente como sea posible. Ello es una consecuen-
101
Una exposición sobre las relaciones entre el pensamiento de BECCARlA, ROUSSEAU y MOKTFSQUIEU, cia lógica del espíritu liberal que los informa, y de la desconfianza generalizada en
en NODIER AGUDELO BETANCOUR, Las grandes corricnlcs del derecho penal. fo idcologia de la Escuda
C!ás[ca, en Nuevo Foro Penal, Nº 29. Bogotá, 1985, es-¡.1ecialmenre l!L págs . .106 y sigts. Al referirse a la
la judicatura, a la cual BECCARIA había deseado privar incluso de la facultad de
opinión de BECCARlA sobre la pena de muerte el autor cree encontrar una mayor coincidencia con el interpretar ·1a ley. 113
contractualismo de LOCKE que con el de ROUSSEAU (págs. 318 y 319) pero, en general_ conviene en
que la influencia del pensador suizo sobre el italiano fue decisiva.
102
BECCARIA, nI, pág. 74.
dd) En atención a sus presupuestos, la ciencia del derecho penal debe em-
'
03
Cfr. J:v1AURACH, l, 10, 11, B, pág. 114. e infrn, 7, L plear un método deductivo. El sistema se desenvuelve a partir de ciertos princi-
104
Supra, 5, m, e).
rns FEUERBACH, Tmlado de Derecho Penal. traducción de la 14' ed. alemana por Eugenio Raúl Zaffaroni e
pios expresos en la ley o que de ella pueden extraerse, desde los cuales, a través de
lrma Hagemeis, Buenos Aires, 1989
10
° Cfr. JFSCHECK, I, 8, 1\1, 2, pág. 99.
101
Una nota simtlica sobre FEUERB!\CH, con bibliografía, en MAURJ\CH, 1, 4, VI, pág. '5'5 io:¡ El esquema se cille, aproximadameme, al presenLado por JLV1E:\JEZ DE ASUA, la ley y el delito, 26,
wR La e:,..1Jresión no era usada por los positivistas en su sentido riguroso, al que usualmente c,e considera pág. 46.
laudatorio, sino, más bien. en el popular, que identifica el clasicismo con lo "antiguo", lo "viejo~, lo m cARRARA, T, f'refacio, pág. 4.
111
«caduco". Lo curioso es que el rótulo hizo fortuna, de modo que se lo prosiguió empleando en lo sucesivo; CARRARA, l, L nota 2, págs. 32 y sigls.
112
pero esta vez reintegrándole su contenido original. De esta manera, los clásicos se consideran hoy como Cfr. JIMENEZ DE ASUA, 11,481. b), págs. 34 y 35, con bibliografía.
111
aUlénlicos "modelos" para la ciencia del derecho prnal. BECC.:AR1A, IV págs. 75 y sigts.

156 157
DERECHO PL"Al. / PARIE GENER..",L / Enrique Cury lir~úa CAPITULO TI/ CJENCJA DEL DERECHO PENAL Y EVOL"CC!ON HlSTORlCA DEL DERECHO PENAL

un razonamiento lógico formal, se llega a la solución de las distintas cuestiones des casi insalvables con que tropezaban 1os grandes sistemas idealistas, empujaban
particulares. 114 a los pensadores de la época hacia una desconfianza generalizada respecto de la
metafísica y~ por ende, a considerar que los únicos conocimientos válidos y los úni-
Los encargados de redactar el Código Penal chileno se habían formado en cos resultados seguros eran aquellos que se extraían de la experiencia.
estas ideas. Es posible que no conocieran directamente la obra de los clásicos italia- En el ámbito del derecho penal, esto significó un desplazamiento del interés,
nos, alemanes o franceses, pero se informaron de sus opiniones en las exposiciones que hasla entonces recaía sobre las normas y sus condiciones de legitimidad y ahora
deJOAQUIN FRANCISCO PACHECO.m Por este motivo, el futuro Código habría se proyecta sobre el hecho antisocial en sí mismo y sobre su autor, a los cuales se
de ser, por fuerza, de factura c1ásica. Por otra parte, el origen español de nuestra puede someter a un examen empírico. Con esto, como es lógico, ya no se trata de
sociedad, y la influencia que había ejercido el derecho peninsular sobre el pensa, alcanzar soluciones juslas, sino socialmente eficaces, suponiendo, desde luego, que ellas
miento _jurídico nacional, explican que, además, esa orientación se haya encauzado pueden extraerse en forma directa del estudio del delincuente, de sus características
básicamente a Lravés de un modelo hispano. personales (LOMBROSO) o de las particularidades de su situación social (FERRI).
En efecto, luego de varios intentos fallidos por dotar a la República de un La escuela positivista se desarrolla con vigor en Italia, de donde proceden sus
Código Penal completo y propio,1 16 un decreto supremo dictado el 17 de enero de representantes más connotados: CESARE LOMBROSO, ENRICO FERRI y RAFFAELE
1870 constituyó la Comisión que cumpliría por fin esa tarea. Se encontraba com- GAROFALO. Enfrentando de manera radical a los clásicos, sus postulados aparecen
puesta por ALEJANDRO REYES, EULOGIO ALTAMIRANO, JOSE CLEMENTE como verdaderas contrapartidas de aquellos en que éstos se encontraban de acuer-
FABRES,JOSE A GANDARILLAS, MANUEL RENGIFO y JOSE VICENTE ABALOS. do.119 Así, en la siguiente exposición esquemática, el paralelismo resu1ta completo:
Unas pocas semanas más tarde se la integró también con DIEGO AMSTRONG 117 y,
posteriormente, ABALOS fue reemplazado por ADOLFO IBAÑEZ. Ahora bien, en aa) Para los positivistas, en primer lugar, el delito es un ente de hecho. Esto
un primer momento el Mimstro de Justicia, BLEST GANA, abogó por que se em, significa, por un lado, que su exislencia no se deduce de 1a infracción a la norma,
pleara como modelo a seguir el Código Penal belga de 1867; sin embargo, en la sino de ciertas características inmanentes a su contenido fáctico. Por ello se esfuer-
Comisión prevaleció el criterio de REYES, que se inclinaba a servirse, para esos zan en buscar un concepto de delito natural, esto es, de aquel que lo es en Lodo
efectos, del Código Penal español de 1848.11 8 Aunque no se descartó la consulta al tiempo y lugar, con prescindencia de cualquier ley destinada a consagrarlo. El em,
texto legal belga, la verdad es que el nuevo Código, aprobado con fecha 12 de peño, sin embargo, estaba destinado al fracaso, y hasta la definición debida a
noviembre de 1874 para principiar a regir el 1° de marzo de 1875., fue marcadamente GAROFAL0, 12 º una de las más perfectas que consiguieron acuñarse, no pudo pres-
tributario de la ley española. cindir de referencias normativas, ciertamente extrajurídicas, pero, aun así, ajenas a
la concepción fundamental de su autor
Por el otro lado, la afirmación implica la idea de que el estudio sobre el delito
HL LA EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA DEL DERECHO PENAL CON tiene un objeto de hecho y, en consecuencia, puede y debe realizarse en conformi-
POSTERIORIDAD A LA PROMULGACIÓN DEL CODIGO PENAL DE dad a los métodos y categorías de las ciencias naturales. Lo importante no radica en
1875 Y SU INFLUENCIA SOBRE LA LEGISLACIÓN NACIONAL establecer los presupuestos jurídicos de la conducta punible, sino sus causas y con-
secuencias.
En la segunda mitad del siglo XIX, adquieren una importancia predominante
las corrientes filosóficas de acento naturalista, cuya expresión más divulgada fue el bb) El punto de partida expuesto se basa en una concepción determinista. Los
positivismo, encabezado por AUGUSTE COMTE y HERBERT SPENCER El enor, actos del hombre son tan sólo el producto de factores ciegos que los condicionan y
me progreso experimentado por las ciencias causal-explicativas, una percepción no no manifiestan decisión de voluntad alguna. Por consiguiente, no puede hablarse
siempre afortunada del criticismo kantiano y el desaliento causado por las dificulta, de una auténtica responsabilidad personal por el hecho antisocial. Las medidas de
reacción que adopta la comunidad en contra del autor no persiguen castigarlo, sino
114
Este punto de vista lo desarrolla extensamente CARRARA al explicar los fundamentos de su Programa de sólo defender a la sociedad de su tendencia peligrosa. De este modo, la idea de la
Derecho Climma!; véase I, Prefacio a la 5ª edición, págs. 4 y sigts. Véase además, sup_ra .5, lll, a), a.a)
_
responsabilidad por el acto es sustituida por la de la temibilidad del sujeto, y se propicia
11
' Cfr. JOAQUIN FRANCISCO PAC!-TECO, El Cócligo Penal concorde.u/o y comentado, 5ª ed1uón, Mad1id, 1881,
Est1.dios ele Derecho Pena), 5 4 edición, Madrid, 1887. la instauración de un derecho penal de autor, 121 en el que 1a distinción entre impu-
m Sobre ello, véase la eAl)OSición de SOlAJ\iGI'. DOYH.i1.RCABAL, Histo1·ia del Código 1-'rncd Chileno, Merµoria tables e inimputables (enfermos mentales, menores de edad) carece de significa,
de Prueba para optar al título de Licenciado en Derecho en la Facultad de Derecho de la Pontificia Univer-
sidad Católica de Chile, versión mimeografiada, Santiago, 1968, que proporciona una ojeada general ción, pues la peligrosidad de unos y otros debe ser evaluada de la misma forma.
sobre el tema.
117
S. DOYHARCABAL, op. cit., pág. 460.
m Esta es_la opinión dominante. Contra ella opone reparos fundados COUSLÑO, 1, 17, nota 131, págs. 75 y u~ Supra, ll, e).
120
76, qmen estima que el Código español utilizado fue el producido por la reforma de 1850. La cueslión es GAROFALO, La Crimin·o/ogia, cit., págs . .51 y sigts.
J.iscutible. 121
Supra, 3, \-1.

158 159
DERECHO PENAi. / PARTE GENERAi I l·~cique Cury Urn\a
CAPITIJT.0 111 C!ENCJA DEL DloRECHO PENAL Y EVOLUC!ON HJSTORICA DEl. IJERLC!lO PE"\:AL

ce) Sobre estos presupuestos, la pena pierde incluso sus caracLeríslicas de tal, cri.te_rio~ y se disculia vi~orosa y abiertamente, los posilivislas sólo buscarían legitimar los
para Lransforrnarse en una pura medida de prevención especial, 122 que, a veces, se pnv1leg10s de la burguesia Lnunfadora. En especial son objeLados los intentos de identificar
entiende de una manera eliminatoria. 123 Por otra parte, como la medida ha de prn- a los sujetos con inclinaciones delicL_uales mediante la asignación de caracterísLicas que
usualmente coinciden con las de los rntegranles de las dases desposeídas -e, incluso, de
seguir surtiendo efectos mientras perdura la temibilidad del sujeto, y éste es un los puehlo_s económica~ente más aLrasado~- las medidas eliminatorias y segregadoras, y
término impredecible, los positivistas postulan su indelerminación absoluta. los tratamientos rehabünadores que prescinden de la dignidad del hombre y procuran
uniforrnaT la conducta de los oprimidos en beneficio de los opresores.
dd) Por último, el positivismo, fiel a sus precedentes filosóficos, exige que la Com_o suele ocurrir, estas opiniones conlrihuyen parcialmente a esclaTecer los orígenes
Ylas motrvaciones de la concepción criticada, pero no se <lebe absolutizarlas. Los posilivistas,
ciencia del derecho penal se valga, como las causal-explicativas, del mélodo inductivo. corno los clásicos, son hijos de su tiempo. Estos últimos combaten por el establecimiento
Es del estud10 de los hechos delictivos en panicular y de la contemplación de sus de una sociedad que les parece más justa y aquéllos creen haber alcanzado una organización
regularidades de donde pueden extraerse reglas generales, firmes, susceplibles de com- perfecta que, como es frecuente, camelen el error de suponer inmutable. Esto explica que
probación empírica. la teoría del "hombre delincuente" de LOMBROSO o la de los los positivistas observen una actitud conservadora y atribuyan las desviaciones de las con-
ductas socialmenle aprobadas a manifestaciones de perversidad hereditarias o a la
"sustitutivos penales" de FERRI constituyen ejemplos característicos de tal tendencia. desocialización provocada por la formación recibida en medios marginales. Pero, aun siendo
así, no es justo considerar sus planteamientos como un conjunto de consignas elaboradas
La aparición de la Escuela Positivista desencadenó una polémica tan violenta sólo para legiLimar el slalu quo. lV{ás bien, ellos represenlan la evolución natural de con-
que, muchas veces, superó los límites admisibles en un debate científico. Quizás cepciones que ponían una confianza excesiva en los resullados obtenidos por la nueva
organización social, económica y política, uno de los cuales había sido el progreso asom-
por este motivo la discusión, que había concentrado el interés de los juristas hasta broso de las ciencias naturales, conseguido entre otras razones, merced a 1a liberación de
la tercera década del presente siglo, fue cayendo poco a poco en el desprestigio e, las tutelas élico-rehgios;:is que la habbn limitado en el período precedente, pero que, por
incluso, provocó un cierto deterioro de la ciencia penal italiana, particularmenle eso mismo, tendbn a desdeñar los componentes morc1les implicados en los problemas
jurídicos. Esta actitud, mezclada con la convicción de que quienes no se plegaban a las
afectada por ella. En efecto, promediando los años treinta, ARTURO ROCCO reac- exigencias de un orden en el que se habLm puesto tamas esperanzas no podían ser sino
ciona en su contra, fundando la llamada Escuela Técnico-Jurídica, 124 con arreglo a anormales y degenerados, Les impidió percibir las deficiencias y carencias que subsistían
cuyo punto de vista el derecho penal debe desembarazarse de todos los problemas en el nueyo régimen, induciéndolos, además, a proponer soluciones éticamente inaceptables
para los conílictos que derivaban de ellas, con prescindencia de la dignidad humana de
metajurídicos ventilados por clásicos y positivistas, limitándose a efectuar una in- sus protagonistas. 126
Lerpretación objetiva. y acuciosa de las normas legales en vigor, prescindiendo de
cuestiones filosóficas cuyo estudio yace fuera del campo de su competencia. Este El positivismo, por consiguiente, provocó desorientación e, incluso, fue em-
enfoque, aceptado de Illanera entusiasta por una apreciable miymia de juristas ita- pleado muchas veces para legitimar irrupciones arbitrarias en la esl'era de derechos
lianos, contribuyó al desarrollo de una destreza hermenéutica admirable, pero, al de los ciudadanos. Sin embargo, como a pesar de todo respondió a un deseo de
propio tiempo, algo chata e inclinada al bizantinismo en el manejo de los textos saber auténtico y al propósito ele poner los conocimientos adquiridos al servicio de
positivos, cuyas inevitables ambigüedades o referencias al valor se intentaron supe- la sociedad, hizo también aportes val10sos al progreso del derecho penal.
rar, muchas veces, acudiendo a recursos técnicos y literales que semejan verdaderos Ante todo, obLuvo que el enfoque racionalista y abstracto de los clásicos se
JUegos de palabras sin contenido. Ello no ha significado, por cierto, el descrédito de corrigiera, en particular allí donde el derecho penal de actos clescuidaha en exceso
la ciencia penal italiana, pues su vigor histórico la ha preservado de precipitarse en la consideración del autor y sus circunstancias. Provocó, asimismo, un examen crí-
la rutina insustancial; pero, de todos modos, implicó que cediera a la alemana e1 tico del sistema de sanciones y su ejecución, abriendo el paso a ciertas conquistas
liderazgo que ejerció por mucho tiempo en el derecho comparado. válidas de la teoría preventiva especial y echando las bases para la instauración del
"duplo binario" 127 con la introducción de las medidas de seguridad y corrección.
Aparte de otras crílicas que se han dirigido en contra de las ideas posüivistas -en Sobre Lodo aportó los fundamentos para la organización y desarrollo de la
especial las relativas a la inseguridad que involucran sus concepciones desmesuradas sobre
prevención especial- 125 en el último tiempo se las acusa también de ser un punto de visla
criminología. Por otra parte, muchos de sus postulados, revisados y actualizados,
destinado a consolidar el predominio social de la clase que establecló su hegemonía con la perduran en tendencias modernas como 1a de la Nueva Defensa Social, de la cual se
instauración definitiva de los Estados Liberales (Democracias Capilalistas). En efecto, mien- aproxima especialmente a una cierta ortodoxia la variante genovesa encabezada por
tras los clásicos habrían sido los portavoces de tendencias dispares, en una época agitada GRAMMATTICA.
por ideas libertarias, sosteniendo un debate cienLífico en el que se expresaban todos los
La polémica entre clásicos y positivistas se proyectó tardíamente enLre noso-
---- ---·---·---
tros. Recién a comienzos de la década del cuarenta, RAIMUNDO DEL RIO, 128 lia-
m Supra, 2, II, e)
---· ----
w AsL especialmente, en GAROFALO, T.a Criminología cit., págs. 338 y sigls., cuyo sistema es de una dureza
, sorprendente. a causa de que en págs. 153 y sigts., ha negado toda posibilidad ele corregir al autor ·h Una exposición amplia ele toda esta problemática en ZAfFARO>!l, 19 a 24, págs. 249 y sigls .. cuyos
1-+ ROCCO, El problenw y el metodo de la ciencia del derecho prnnl, lrnJ.ucc10n de Rodngo NaranJo Vallejo, pumoc, <le ,ista no si.empre compartimos, pero cuyo valor es innegable
Terrús, Bogotá_ 1982 ID Supra, 1, Ill, e), dd) e i.nfra
m Un juicio parliculannente severo en este sentido expresa SOLER, L 3, I, págs. 26 y sigls. Po DEL RTO, Exp/icw:ionn de Dcn:dw PnwI, Samiago, 1946 (2 tomos): Manual de Dnec/10 Prnal, Santiago,
1947 (1 tomo).

160
161
DE'RfiCHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAP!TL1LO 111 CffNClA DEL DERECHO Pl,:-JAL Y E'VO!.UCION HlSTORICA DEL DERECHO PENAL

ciendo suyos los postulados de la nueva tendencia, la propone a la discusión. La la doctrina nacional es patente en la creciente producción literaria que caracterizó a
posición de los clásicos, a su vez, muy confundida con ideas propiciadas por la las últimas décadas del siglo pasado. En mayor o menor medida lo acusan las obras
llamada Escuela Moderna (o de la Política Criminal) de LISZT, 129 es defendida por generales o monográficas de NOVOA, BUNSTER, ETCHEBERRY, COUSIÑO,
PEDRO ORTIZ. El debate fue poco fecundo en creaciones originales, pero cooperó FONTECILLA, SCHWEITZER, POLITOFF, BUSTOS, GRISOLIA, YAÑEZ, LUIS
a la recepción de algunas ideas fundamentales. Numerosas leyes complementarias ORTIZ, GARRIDO, MERA, NÁQUIRA, RODRÍGUEZ COLLAO ' KÜNSEMÜLLER ,
del Código Penal recogen instituciones acuñadas o sugeridas y puestas en vigencia MATUS Y RAMÍREZ, y mías, entre otras.13 1 Para percibirlo, por lo demás, basta con
por la doctrina positivista. Así, 1a introducción del sistema de remisión condicional echar una ojeada a los artículos, comentarios y recensiones aparecidos en las déca~
de la pena como un recurso para combatir las consecuencias indeseables de las das de 1950 y 1960 en la Revista de Ciencias Penales, la publicación periódica más
penas cortas privativas de libertad (Ley 7.821, de 20 de agosto de 1944, modificada importante que se editó en Chile sobre la materia, pero que, por desgracia, actual-
por la 17.642 de 4 de mayo de 1972 y por la 18.216, de 14 de mayo de 1983, que mente ha dejado de aparecer.
reformuló una vez más la inslitución y consagró otras dÜs medidas "como alternati- La situación descrita es satisfactoria sólo hasta cierto punto.
vas" a las penas privativas o rest1ictivas de libertad: la libertad vigilada y la reclusión Por supuesto es positivo contar con un caudal de literatura especializada del
nocturna); 130 la creación de un sistema de medidas de seguridad y corrección -aun- que la práctica no disponía hace apenas medio siglo. Pero es preciso subrayar, en
que prácticamente inoperante- en la Ley 11.625, de 4 de octubre de 1954, sobre primer lugar, que en los últimos años del siglo XX el flujo de los trabajos disminuyó
Estados Antisociales, ele. en forma alarmanle. Por otra parte, aún prescindiendo de esta infortunada circuns-
A pesar de Lodo, el derecho penal chileno ha seguido siendo predominante- tancia, no está de más preguntarse hasta dónde hemos conseguido elaborar unos
mente clásico. Por otra parte, ni los proyectos de reforma nacionales (ERAZO- sistemas de derecho penal plenamente válidos para nuestro país, a partir de concep-
FONTECILLA, 1929; ORTIZ-VON BHOLEN, 1929; SILVA-LABATUT, 1938, y el ciones estructuradas no tan sólo en torno a un ordenamiento jurídico extraño, sino,
de la Comisión designada en 1945) ni el del Código Penal Tipo para Latinoamérica, sobre todo, a supuestos históricos, sociales y culturales distintos de los nuestros.
han modificado esa tendencia en lo esencial. Lo mismo puede decirse de1 que ela- La respuesta a esta pregunta debe ser cautelosa. Evidentemente, la exagerada
bora actualmente la Comisión designada por e1 Ministerio de Justicia a principios dependencia intelectual es indeseable. Pero también lo es el "provincianismo"
de 2003. científico, que agota el debate de las soluciones proporcionadas por la literatura
Nuestra ciencia del derecho penal, entre tanto, experimentó una evolución nacional, negándose a reflexionar sobre las posibilidades de encontrar en el derecho
alentadora después de la Segunda Guerra Mundial. A ella contribuyó, de manera comparado algunas susceptibles de adaptarse a los problemas planteados por el
importante, el jurista español LUIS JlMENEZ DE ASUA, quien abandonó su patria propio.
al concluir la contienda civil y se radicó en Buenos Aires, desde donde desarrolló
hasta su muerte, en 1970, una actividad académica y editorial infatigable. Esto sig- Entre nosotros la cueslión presenta dos caras distinlas. Por un lado, la doctrina se ha
nificó una amplia difusión de 1os sístemas europeos continentales en América Lati- dejado seducir con frecuencia por las construcciones cierlamente admirables de algunos
autores exnanjeros -en especial alemanes-, trasplantándolas, a veces de manera acrítica, a
na, que fue reforzada, además, con la traducción de ciertas obras fundamentales, nuestra dogmálica. Del otrn, la práclica, salvo raras excepciones, ha eludido casi por com-
como el Programa de Derecho Ciiminal de CARRARA, el Tratado de LISZT (algo ante- pleto la responsabilidad de discutir seriamente esos puntos de visla para verificar su
rior) y los de lV!ANZINI, MAGGIORE, BETTIOL, ANTOLISEl, MEZGER, WELZEL, operabilidad y eficacia en los casos concretos. Asilada en la superlícialidad del ''buen senti-
do" y la "intnpretación liLeral", la jurisprudencia ha renunciado su participación en la tarea
DOHNA, lV!AURACH, JESCHECK, WESSELS, STRATENWERTH Y RAINIERI, en-
de contribuir al desarrollo de una sistemática consisLenle con la ley en vigor y la realidad
tre otros. nacional. El resultado es un divorcio desalentador entre el derecho vigente y su aplicación.
En Chile, como en todo el resto del continente, este florecimiento estuvo mar- ¡Aquél no siempre es lo que sostiene la literatura, y raras veces lo que invocan las sentencias
cado, en un principio, por la influencia de la doctrina italiana, más accesible a nues- de los tribunales!
Para que se produzca una reacción adecuada son necesarios, pues, esfuerzos honesLos
tros académicos, también por razones idiomáticas. A ese período corresponde, en
de una y otra parte. La ciencia debe proseguir invesliganclo con una visión amplia, abierla a
especial, la obra de LABATUT, al que debe acreditarse el mérito de haber presenta- las sugerencias y soluciones procedentes del derecho comparado; pero, al propio tiempo,
do por primera vez, bajo la forma de un manual destinado a la docencia, un sistema tiene que detenerse más en la contemplación de la realidad nacional, a fin de adecuar mejor
del derecho penal en vigor. En ese momento, sin embargo, ya 1a ciencia alemana sus resultados a las exigencias ele ésta. La pní.ctica, entre tanto, necesita desembarazarse del
prurilo autoritario a que la vuelven proclive sus facultades resolutivas, para comprender que
había adquirido un desarrollo extraordinario y dominaba casi por completo el pa- el servicio de estas últimas implica la obligación de informarse permanenLemente sobre los
norama del derecho penal comparado. La proyección de ese estado de cosas sobre

IJI Una inLeresante exposición sobre la influencia del derecho penal alemán en el latinoamericano en
120
Supra 5 JESCHECK, Nueva dogmátira penal y política uiminal en perspectiva comparada enAnuurio ele Derecho Penal
1 Jo lnfra, 49, IV y Ciencias Penales, tomo XXXIX, fascírnlo I, enero-abril de 1986, :v1adrid, págs. 10.y sigls.

162 163
DERECHO PENAL I PARTE GC:-;:ERAL I Enrique Cury Crzúa

''f

progresos de la teoría, poniéndola, además, a prueba cada vez que las circunslancias lo
CAPÍTULO llI ·\
permitan. 1 ' 2 Sólo de esla manera puede "la dogmática del derecho penal servir como pueme
entre la ley y 1a praxis", procurando una equilibrada y progresiva reviviiicaci.ón de la aplica-
ción de las normas punitivas a través de los jueces, y atendiendo con ello, en más alta medi-
da, a los imperativos de _iustic:ia.13-'
LA LEY PENAL YSU VIGENCIA
Finalmente, es necesario señalar que en la actualidad, aparte de la influencia
italiana y alemana, se está dejando sentir en nuestro medio 1a del extraordinario
florecimiento experimentado en los últimos anos por la ciencia del Derecho Penal
español. A partir de la década del sesenta, en efecto, la dogmálica peninsular se ha
situado entre las mejores de Europa, elaborando sistemas muy valiosos. Autores
como CORDOBA RODA, GIMBERNAT ORDEIG, CEREZO, RODR!GUEZ DEVESA,
RODR!GUEZ MOURULLO, MIR, MUÑOZ CONDE, CANCIO MELLÁ y SILVA
SÁNCHEZ, por no citar sino algunos, han trascendido desde hace tiempo las fron-
teras de su país y sus puntos de vista se discuten al más alto nivel internacional.
Dada la vinculación histórica existente entre nuestra legislación y la espaftola, la
importancia de esta evolución para la dogmática y la práctica nacional está fuera de § 7. LAS FUENTES DEL DERECHO PENAL
discusión.

I. EL PRINCIPIO RECTOR DEL DERECHO PENAL NULLUM CRliVIEN,


NULLA POENA SINE LEGE, Y SUS DISTINTOS SIGNIFICADOS

Casi todos los ordenamientos punitivos en el presente se encuentran


estructurados sobre la base del pnncípio de reserva o legalidad, con arreglo al cual no
hay delito ni es posible la imposición de una pena sino cuando existe una ley que incrimina
eI hecho respectivo, estableciendo, ademds, la clase de castigo a que se encuentra sometido
(nu!!um crimen, nu!la poena sine lege).
Este principio, sobre cuyos orígenes históricos se ha dado ya una noticia bre-
ve 1 , expresa de la manera más enfática posible la función de garantía que compete
a la ley penal en el Estado de derecho liberal.' En efecto, a través de sus distintos
significados, traza con firmeza los límites de un campo en el que todas las decisio-
nes fundamentales competen exclusivamente a la ley, a fin de que el ciudadano
cuente con la certeza de que ella -y sólo ella- le dirá precisamente lo que debe o no
hacer a fin de no verse expuesto a la imposición de una pena, hasta dónde puede
llegar sin ser akanzado por la amenaza punitiva, e, incluso, la naturaleza y magni-
tud de las consecuencias a las cuales se lo someterá si toma el riesgo de infringir los
mandatos o prohibiciones legales. 1
111
M. ANCE1, El lugar de lc1 il1\'esligaclón, cit., pág. 15, proporciona, entre varios. este ejemplo excelente de lo
a) Cuando se trata de los signifícados del principio de reserva, conviene su-
1
que constituye una actitud respetable en este sentido: "fa así y_ue (.._) el derecho penal francés y algunos
otros sistemas que derivan de la misma concepción, aplican a la tenLaliva b misma pena que al crimen brayar, ante todo, que contiene una doble referencia al delito y a la pena. Su
consumado y que aplican, igualmente, a los cómplices las mismas penas que al autor p1incipal. Pero si. tal formulación tradicional, por consiguiente, puede desdoblarse en dos: por una
es la regla de principio en Francia, es sabido que la uplicación es muy amp1iamrntc atemperada en lc1 prá.ctirn
por d_iuego de algunas otras instituciones de la ley repres1 va. La facultad y_ue el derecho francés acLual recono-
ce al juez penal de acordar libremente, y sin explicaciones minuciosas, las circunstancias atenuan!es, hace
parte, no hay delito sin ley, y, por la otra, no hay pena sin ley. 4 Aunque es verdad que 1
que en realidad la represión de la tentCJtiv(] o de la complicidad no sean más que muy excc¡xiona!mentc !a misma
que 1c1 del crlmen crmswnado o que la de! autor piincipat. (Los énfasis son míos). NaLUralmf'nte, los presll-
pueslos legales son en Chile distimos que en Francia; pero aé¡uí sólo se Lrata de destacar el "modo" en que
los jueces de esLe último país abordan d problema ''
Supra, 6; U, e)
MAURA.CH, 1, 8, 'v~ A, pág. l 00
Sobre la forma en que el principio 1mUcr pocncr resulta c.:omplemenLado por la exigencia de tipicidad, infra,
1
\~
" JESCHECK 6, I, l, pJg. 35.
16, l, h); someramente lo discute ya en este primer momento ETC:HEBERRY, 1, pag. 49

l
164 165
DERECHO PEI\AL / PARTE GENERl\l. / Enrique Cury "[_:rzúa CAPITULO lll / 1.A LEYPEc\AL Y SU VlGE:,¡CIA

ambos se encuentran estrechamente vinculados, incluso de un modo conceplual, Históricamenle estos dos sentidos del principio de legalidad se reconocen e imponen
lambién separadamente. En efecto, el nullum crimen no fue del todo extraño a las legisla-
en la práctica pueden operar con plena independencia, cosa que no siempre se
ciones más antiguas que, aun cuando en forma imprecisa, procuraron siempre describir
enfatiza bastante y, sin embargo, es apreciable en los ejemplos siguientes: las conductas dignas de represicín. Así ocurre ya en la Biblia, el Código de Hammabi, las
leyes griegas y romanas 8 o el Corán. Aunque sólo fuera con propósitos de prevención
1) la ley A establece que cierta conducta constituye un hecho punible, pero general entendida en una forma rudimentaria, todos esos ordenamientos se preocupan de
omite consagrar la pena que se asocia a su ejecución o bien manda que se le impon- que el conglomerado social sepa lo que está prohibido y, salvo algunos casos de abuso de
poder relativamenle infrecuentes, no se imponían castigos de manera caprichosa e inespe-
gan las que se instituirán en un texto legal futuro destinado a regular materias conexas rada. Esta tendencia se encuentra ya muy acentuada en ordenamientos jurídicos más re-
con aquellas de que se trata en ella. Mientras no se subsane el defecto o no se cientes -como las Siete Partidas, la Constitución Carolina o la Teresiana- que sin ella care~
promulgue la ley a que reenvía la norma A, quien eiecute la conducta descrita por cerían incluso de razón de ser. Por el contrario el nulla poena, entendido como exigencia
de que la amenaza penal, su naturaleza y cuantía se encuentren también determinadas por
ésta no puede ser castigado -aunque en rigor ha ejecutado un delito- porque hacer- la ley, es una conquista de las doctrinas liberales inspiradas en la filosofía de la Ilustración.
lo importaría una infracción del nulta poena sine lege. Lo mismo sucederá si la ley A Por consiguiente, su consagración definitiva sólo se produce a fines del siglo X\1111 y prin-
dispone que la acción en cuestión se sancione "con la pena que el juez determine" o cipios del XIX.
con "la que se establece en un reglamento dictado por el Presidente de la Repúbli-
b) El principio de reserva tiene varios significados, cada uno de los cuales se
ca".5 En nuestro sistema jurídico-penal, la situación es semejante, incluso, cuando
ha acentuado más o menos por la legislación y la doctrina de los distintos países,
la ley A consagra una pena excesivamente indeterminada (vr.gr., "prisión o presidio
conforme a los reclamos de circunstancias históricas variables. Así, por ejemplo, la
menor o mayor en cualquiera de sus grados"; "reclusión o presidio menor o mayor
literatura alemana parece haber enfatizado especialmente aquel de sus sentidos que
en cualquiera de sus grados a presidio perpetuo"; "una cualquiera de las penas
implica una prohibición de analogía 9 , al paso que entre nosotros suele formulárselo
contempladas en las escalas graduales números 2 y 3 del art. 59 C.P", etc.). En
de una manera que subraya aquel en virtud del cual se prohíbe la aplicación retro-
todos estos casos, la indefinición de la pena aplicable equivale a la inexistencia de
activa de las leyes penales. 10 Hoy, sin embargo, existe un acuerdo relativamente
su consagración legislativa (discutible). 6
amplio para considerar que esos diferentes contenidos del principio son, en reali-
2) la ley B establece que se impondrá la pena que señala, precisa y dad, complementarios y se encuentran relacionados tan estrechamente que la inob-
detel'rninadamente, "a todos los hechos que el juez considera atentatorios contra la servancia de cualquiera trae aparejada la de todos. 11 Eso lo expresa la agregación
paz social" o "a las conductas reñidas con los sanos sentimientos de piedad y probi- sugerida por MAURACH, según el cual el p1incipio cumple tres funciones distintas,
dad imperantes en la convivencia", etc. En tal caso, la imposición de la sanción no formuladas sintéticamente de la siguiente manera: "Nullum crimen, nulla poena sine
es posible, porque significaría una infracción al nullum crimen sine lege, aunque el lege PREVIA, SCRIPTA et STRICTA" (No hay delito ni pena sin una ley previa, escrita
nulla poCna se encontraría a salvo. Otro tanto sucederá si la norma B impone esa y estricta). 12
pena a hechos que se describirán en un texto legal aún no promulgado, mientras
1) En el primero de los sentidos señalados (no hay delito ni pena sin una ley
este último no entre en vigor.
previa), el principio de reserva implica una prohibición de retro-actividad que limi-
Como se deduce de lo expuesto, la violación de cualquiera de ambos princi- ta, en consecuencia, las faculLades del legislador. Su Lratamiento pormenorizado
pios es equivalente, pues al perderlo de vista puede incurrirse en la confusión de corresponde, por consiguiente, al capítulo sobre los efectos de la ley penal en cuan-
considerar que, si la ley satisface las exigencias del nullum oimen, cumple también to al tiempo. u
las del nulla pm;na y viceversa; cosp. que, como se ha demostrado, es inexacta.
2) En el segundo (no hay delito ni pena sin una ley escrita), significa que sólo
Hecha esta salvedad, no existen inconvenientes para examinar en conjunto 1as puede ser fuente del derecho penal una ley propiamente tal, esto es, aquella que se ha
otras caracteristicas generales de ambos principios. No obstante, en lo referente a formado en conformidad a las normas constitucionales sobre la materia. Es, por lo
los detalles, la separación debe tenerse constantemente presente. 7 tanLo, una limitación dirigida al juez, que no puede buscar más allá de ese margen

Así, con basLante detalle, WH.ZEL, 5, T, págs. 3"i y 36. Aunque sus observaciones se apoyan en el texto STRATEN\VERTH. 64, pág. 28, afirma que el principio se encuentra enunciado explícitameme ·'por pri-
constilucional alemán, son válidas para nueslro derecho, sobre todo después de la inLroducción de los mera vez e-n Cicerón, quien sosliene que un componamiento pasado que no hubiese sido por sí mismo, ni
incs. séptimo y octavo del Nº 3º del arL. 19 de la C.P.R. de 1980. Véase, asimismo, RODRIGUEZ MUNOZ, legalmente, delictual y reprochable, no puede merecer ninguna consecuencia jurídica negativa".
nolas de derecho español en 1V[EZGER, 1, 10, ll, pág. 133. Cfr. .'v!AL'RACJI l, 8, V, A. pág. 100. Sobre ello véase asimismo ARTHCR KAUFMANN, J\11alogia y nalurn-
Sobre esta úlüma situación, véase lo expueslo infra, IV kza de !as cosas, traducción de Ernique Barros Bourie, Santiago, l 976. págs. 35 y sigts., en senlido critico
En el mismo senlido. WEI.ZEL, 5, I, pág. 36. :o lnfra, 10, I.
11
La diferencia tiene gran imponancia en relación con algunas cuestiones relativas a la vigencia dC las leyes :ViAURACH, l, 8, V, A, pág. 100.
penales en hlanco. Véase. al respecto, CURY, La ley penal en bianco, Temis, Bogotá, 1988, VTTJ, 31, págs. 12
ldem.
ll9y120 u lnfra, 10

166 167
DERECHO PEi\"AL / PARTE Gl:óNERAL I Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO JJJ / LA LE\ PENAL Y Sl.l VJGENCIA

estrecho la solución del problema sometido a su decisión. De él se trata en los IL LA LEY COMO UNICA FUENTE INMEDIATA
apartados siguientes de este capítulo.
DEL DERECHO PENAL
3) Por último, en el tercer sentido (no hay delito ni pena sin una ley estricta), De acuerdo con lo expuesto 19 , sólo puede ser fuenle del derecho penal una ley
el principio expresa una prohibición de analogía, estrechamente vinculada con el propiamente tal, esto es, aquella c¡ue se ha formado con suycíón a las normas constilucio-
14
aspecto anterior , pues si se prohíbe al juez recurrir a cualquier clase de normas nales sobre la materia'º (ley en el sentido del art 1º del CCJ
que no estén contenidas en una ley formal, con mayor razón ha de vedársele la
Esta exigencia, fundada en la teoría del contrato social, conserva todo su valor
creación de ellas mediante un razonamiento analógico. Por este motivo, el estudio
para el Estado Democrático de Derecho, En efecto, si ese Estado abriga la pretensión
detallado de este aspecto debiera efectuarse también dentro del presente capítulo,
de crear el espacio más amplio posible para la convivencia y conciliación de quienes
Sin embargo, a causa de su íntima relación con los problemas relativos a la inlerpre-
piensan y creen cosas distintas, es necesario que las prohibiciones y mandatos penales
tación de la ley penal -a la cual, en rigor, no pertenece, pero de algunas de cuyas
procedan de aquel de los poderes cuya configuración, por ser la más pluralista, otorga
formas es preciso delimitarlo~, se lo tratará en ese lugar.1-5
más posibilidades de expresión a 11 los diferentes", ofreciéndoles una oportunidad de
JESCHECK atribuye al principio, además, un cuarto significado: nullwn crimen sine lcge negociar sus contenidos y sus límites. Allí, en efecto, las pretensiones de las mayorías
certa, ele acuerdo con el cual se exige a la ley penal el máximo de deLnminación. 16 Es así, en o de los grupos dominantes tienen que concertarse, siquiera en parte, con las de las
efecto: "los tipos penales deben estar redactados del modo más preciso posible, evitando minorías y los conglomerados menos poderosos. Y ésta pareciera ser hasta ahora la
emplear c?nceptos indeterminados, imponiendo consecuencias jurídicas inequívocas y con-
teniendo umcarnente marcos penales de extensión limitada". 17 Sin embargo, esla exigencia única forma conocida de obtener algún acuerdo razonable para mantener al derecho
de. delenninación está ya implícita en la prohibición de analogía (nullum crimen sine lege penal, hasta donde sea posible, su carácter de ultima ratio, esto es, de instrumento
slnclu), porque ésta sólo cumplirá su función de garantía si la descripción legal de los deliliJs subsidiario, al cual sólo se acude cuando otros mejores han fracasado en la larea de
Y la conminación legal de las penas es precisa a inequívoca.
ordenar la convivencia21 ; pues, en efecto, mediante tal expediente se asegura que la
c) El principio de legalidad se encontraba consagrado en el art, 11 de la CPE, necesidad social de la pena sea ponderada y luego declarada por una representación
de 1925, reemplazado actualmente por los incs, séptimo y octavo de la CPR de proporcional de la comunidad a la cual afectarán
1980, con arreglo a los cuales "ningún delito se castigará con otra pena que la que A este respecto debe tenerse presente que la ley en sentido estricto es fuenLe
Señala una ley promulgada con anterioridad a su perpetración a menos que una del derecho punitivo aunque no revista carácter penal expreso. Por supuesto, toda
nueva ley favorezca al afectado" (nulla poena sine lege) y "ninguna ley podrá estable- ley que establece un hecho delictivo y le impone una pena es una ley penal, pero en
cer penas sin que la conducta que sanciona esté expresamente descrila en ella" las que forman parte de otros ordenamientos pueden encontrarse disposiciones que
(nullum crimen sine lege). La primera de es Las disposiciones se reitera, además, en el producen también efectos en el campo punitivo, Así, por ejemplo, el art 233 del
arL 18 del CP, y ambas en el l º, ine, primero, de ese mismo cuerpo legal, CC establece una causal de justificación que autoriza a los padres o a quien haga
sus veces para ejecutar respecto del hijo ciertas conductas típicas (violencia física
El are 11 de la CPE, de 1925 establecía que 'nadie puede ser condenado, si constilutiva de las lesiones menos graves o leves previstas en los arts. 399 y 494, Nº
no es Juzgado legalmente y en virtud de una ley promulgada antes del hecho sobre 5 CP, respectivamente; amenazas del are 297 CP; privaciones de libertad del art
que recae el juicio". La nueva redacción mejora en varios aspectos la formulación 141, inc, primero CP, etc,), 23 Este hecho es una consecuencia de la unidad del
del principio, separándolo de nulla poena sine iudicio, distinguiendo el nulla poena ordenamiento jurídíco, conforme a la cual la esencia de cada una de sus ramas sólo
del nullum crimen y consagrando de manera expresa 1a retroactividad de la ley más puede ser aprehendida mediante una referencia al contexto de que forma parte. Y
favorable al reo, Su texto, sin embargo, excluye todavía de la reserva las medidas de debe acentuárselo porque, tal como muchas veces se incurre en la tentación de
seguridad y corrección, lo cual, atendido el estado actual de la cuestión, es poco trasladar superficialmente a otros campos los conceptos pertenecientes a una de
deseable, 18 ellas 24 , es frecuente también olvidar sus relaciones, sobre todo cuando éstas son
menos evidentes que en el ejemplo propuesto,

:: En~¡ mismo sentido, l\11AURACH_ I, 8.' Y'. A, pág. 101.


lnfra, 8, VI. En:re nos()tros, en camb10, Lrntan del problema en el capítulo destinado a las fuentes del 19
Supra, 1, b), 2.
derecho pen_al, C:OUSINO, l, 21, págs. 88 y sigts., L1\BATUT, l. 44, págs. 74 y sigLs. Por su parte, :\JOVOA. 2
u JAKOBS 4, II A 1, pág. 59.
1, 102 YsigLs.,. ~ags. 146 Ysigts., le reserva un apartado especial, imnediatamente después del destinado a 21
MUÑOZ CONDE, lntrnducción, II, págs. 58 y sig;ts. ;; en especial, la exposición en págs. 79 y sigts. Véase,
la mterp~e.Lac10n. Como aqu_í ETCHEBERRY, l, págs. 75 y sigrs., GARRIDO, J, 2, págs. 30 v sigts. y asimismo, supra, 3, III.
_. POUTOff; 4, 1, págs. 95 y s1gts. , 22
LO JESCHECK 15 lll 3, pág. 122 CURY, La ley penal en blanco, cit. 4, págs. 18 y sigls., con detalle y bibliografía.
17 13
J_ESCHECK, idem. Con mucho detalle,JAKOBS, 4, págs 59 y sigts. · En el mismo sentido, con detalle, COUSJÑO, 11, 155, A, págs. 134 y sigLs., en donde se examinan varios
18
Sobre ello, con algún detalle, infra, 10, IIL otros casos
Supra, 4. III

168 169

1 [i;
DERECHO PE"'<AL / PARTE GENERAL I Enrique Cury Ur2úa CAPÍTULO 111 / LA LEY PENAL 1: !:>C" VIGENCIA

a) No son leyes en sentido estricto y, por consiguiente, no constituyen fuentes del su función social y desguarneciendo al ciudadano frente a los abusos de autoridad, sea que
derecho penal, los decretos con fuerza de ley, esto es, aquellas manifestaciones de la éstos procedan del Ejecutivo, del Legislativo o de ambos simultáneamente.
Por lo que se refiere a las dificultades que generarla la declaración de inconstitucionalidad
potestad normativa del Poder Ejecutivo que, en virtud de una delegación de facul- de aquellos D.FL. que infringen el nulla puena, creo que se las magnifica. Puesto que el
tades realizada por el Legislativo, regulan materias propias de una ley. recurso de inaplicabilidad sólo produce efeelos respecto de una o más normas concretas
La posibilidad de efectuar esta clase de delegaciones era cuestionada en gene- para el caso determinado sobre el cual se pronuncia, difícilmente provocaría una perturba-
ción de las relaciones jurídicas tan generalizada como la que parece temerse. Por supuesto,
ral cuando regía el texto original de la C.PE. de 1925. 25 La opinión prevalente las habría algún desorden, y el riesgo de que una actitud consistenle de los tribunales lo aumen-
consideraba inconstitucionales y "desaconsejables polítícamente". 26 Sin embargo, tara cada vez más, al declarar sucesivamente inaplicables los D.EL viciosos. Peru un peligro
como esa Carta Fundamental no se refería al asunto -aunque de su historia se des- como ése es saludable, pues fortalece el llamado de atención que se dirige a los Poderes
comprometidos, induciéndolos a regularizar con prontitud la situación anómala a la que se
prendía que tal silencio implicaba una desautorización 27 -, era posible abrigar dudas
trata de poner fin..11·
o eludir un pronunciamiento, como, en verdad, lo hizo constantemente la jurispru-
dencia.28 La reforma de este texto constitucional, que entró en vigencia el 4 de b) Tampoco son leyes en sentido estricto y, por consiguiente, no constituyen fuente
noviembre de 1970 (Ley 17.284), puso fin al debate. Por un lado, el art. 44, Nº 15 regular del derecho penal los decretos leyes, esto es, aquellas normas dictadas por el
permitía expresamente que el Poder Legislativo hiciera delegación de sus facultades gobierno de hecho durante un período de crisis constitucional, en el que los órga-
respecto de ciertas materias. Por el otro, en la enumeración que se hacía de estas nos del Poder Legislativo han cesado de funcionar.
últimas no se incluían (con toda razón) las de carácter penal. A partiÍ de ese momen- Con todo, el problema que se presenta aquí es distinto del que plantean los
to la cuestión quedó zanjada, haciéndose patente la inconstitucionalidad de los D.FL, pues, como observa ETCHEBERRY33 , en este caso no se trata de enjuiciar la
D.FL que crean delitos a imponen penas. Tanto más cuanto que la norma "previene constitucionalidad de tales disposiciones, porque ellas son, justamente, el producto
expresamente que la delegación no podrá referirse a materias comprendidas en las de una situación en la que el orden constitucional se ha derrumbado y la Carta
garantías constitucionales (con ciertas excepciones que no se extienden al principio Fundamental no rige, de suerte que tampoco es posible vulnerarla.
de reseiva ni a las garantías procesales-penales)". 29 La solución aparece aun mas Lo que ocurre es que en tales períodos existen de todas maneras unas relacio-
enfatizada en el art. 61, inc. segundo de la C.P.R de 1980, en donde la prohibición nes sociales a las cuales es preciso regular, y quienes detentan el poder tienen que
de que la autorización se extienda a materias comprendidas por las garantías cons- hacerlo mediante actos anómalos, cuya vigencia sólo depende de la medida en que
titucionales no reconoce ahora excepción alguna. las autoridades están en condiciones de imponerlos coactivamente. Por lo tanto, su
A pesar de todo, :O.i la doctrina ni la _jurisprudencia se inclinan a una solución radical y
imperio es una cuestión de hecho, que, como tal, no admite una valoración jurídi-
satisfacloria del problema que implicaría la declaración de inconstitucionalidad de cada una ca. Mientras persiste la situación irregular, esta clase de preceptos se cumplen o no,
de las normas penales contenidas en D.FL Esa actitud se funda, sobre todo, en considera- pero su validez está fuera de discusión, puesto que no hay una norma fundamental
ciones de carácter práctico. Por una parte, la Corte Suprema sostiene que decisiones de esa
clase imporlarían una invasión en las atribuciones de los otros Poderes del Estado-'º; por 1a
a la cual referirla.
otra, se leme privar de vigencia a normas más o menos complejas, que regulan actividades La cuestión surge cuando se restablece el orden institucional, pues entonces sí
de interés social considerable 31 y cuya sustitución importaría traslornos de toda índole. es necesario evaluar el conjunto de los actos realizados por la administración de
En mi opinión, ambos .argumentos son insatisfactorios.
hecho, incluidos los D.L de que se sirvió para ordenar las relaciones sociales mien-
Es una responsabilidad de la Corte Suprema, establecida expresamente en el art. 80 de
la C.P.R. de 1980 -que reproduce la facultad consagrada por el 86 de la C.PE. de 1925-, tras ostentaba el poder. 34
trazar los limites de la poteslad legislaliva de los otros Poderes a través del recurso de De acuerdo con lo expuesto, el principio ha de ser que los D.L carecen de
inaplicabilidad. Sólo una concepción anacrónica del principio de separación de los Poderes existencia en cuanto normas y, por consiguiente, sus mandatos y prohibiciones ce-
del Estado podría apreciar en eso una infracción de su contenido; pues para el Estado de
derecho contemporáneo, ese principio no excluye sino que presupone una interrelación san de surtir efecto cuando desaparece la autoridad de facto que les otorgaba la
constante entre dichos Poderes y, asi precisamente, la limitación de cada uno por los otros, coactividad en que se basaba su imperio. Lo cierto es, sin embargo, que, sobre todo
en un juego de permanente equilibrio y ajuste. Lo cierto es que nuestros altos tribunales, cuando el período de anormalidad ha sido prolongado, las relaciones sociales orde-
escudados por lo general en consideraciones formales, han renunciado una y olra vez a
participar en esa delicada tarea, declinando de lal manera quizás la parte más importante de nadas por esas disposiciones pueden ser numerosas y estar entrecruzadas de tal 1
manera con las que se rigieron por normas jurídicas auténticas, que resulta prácti-
camente imposible separar las unas de las otras. Por esta razón, la conducta legisla- 1
2
' Véase, detalladamente, NOVOA, 1, 90, págs. 127 y sigLs.
tiva más sana pareciera consistir en efectuar un examen conjunto de los D.L, des-
26

28
NOVOA, 1, 90, pág. 129. En el mismo sentido, ETCHEBERRY, la edición, 1, págs. 61 y sigts
NOVOA, l, 90, pág. 128 1
29
Véase, al respecto, ETCHEBERRY, D.P.J., 1, .1, págs. 16 y sigts.
ETCHEBERRY, 1, pág. 80, GARRTDO, T, 6, pág. 89.
12
Sohre b ari!;Umentacíón de los Lribunales en casos específicos, ETCHEBERRY, D.F.]., J, 3, págs. 5 y 6 y l\<
483, pág. l. Como en el Lexlo, POJ.TTOfT;; 4, l, pág. 100.
'º ETCHEBERRY, op. y loe ciL.; NOVOA, l, 90. pág. 129. Jj ETCHEBERRY, 1, pág. 82.
ETCHEBERRY, op. y loe. ciL 1
+ rn el mismo sentido, ETCHEBERRY, loe. ciL
1
170 171
DERECHO PEi\"AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury "Clzlia CAPÍTULO lll / 1.A I.FY PENAL Y SU VIGENCIA

cartando, sin más, todos aquellos cuyo desconocimiento no provoque problemas, y te, el art. 248 del C.P. es uno de los muchos y muy variados que pueden citarse en
formalizando los restantes mediante un procedimiento jurídicamente (constitucio- los cuales un decreto, reglamento a ordenanza puede determinar el contenido de la
nalmente) establecido. Miemras esto último no ocurra, aquellos que han creado ley penal y, así, actuar como fuente mediata del derecho punitivo. En efecto, allí se
delitos y consagrado las penas correspondientes no deben, en mi opinión, recibir castiga al "empleado público que solicitare o aceptare recibir mayores derechos de
aplicación. los que le están señalados por razón de su cargo, o un beneficio económico para sí
La doctrina dominante ha operado aquí con un criterio semejante al que jus- o un tercero para ejecutar o por haber ejecutado un acto propio de su cargo en
tifica la vigencia de los D.FL Los D.L, incluso aquellos que versan sobre materias razón del cual no le están señalados derechos." Ahora bien, el carácter de "actos
penales, siguen siendo aplicados después que concluye la situación anormal, con el propios del cargo" a que se refiere este precepto puede encontrarse establecido en
pretexto de evitar problemas prácticos. 35 Es verdad que en este caso el argumento un decreto supremo, como, por ejemplo, el que contiene el reglamento del respec-
se funda en hechos más complejos, lo cual acentúa su realismo. Aun así, creo que tivo servicio, y lo mismo vale para lo referente a la determinación de los derechos
también aquí una actitud enérgica del Poder Judicial contribuiria a una regulariza- que le pueden corresponder al funcionario.
ción satisfactoria de la situación. Y esto no con el objeto de abogar por un formalis- En realidad, los casos en que el decreto, reglamenlo a ordenanza cumple una
mo vacío, sino a causa de que, en esta clase de materias, el imperio de las formas es, función más "ostentosa" como fuente mediata del derecho penal, son los de las leyes
muchas veces, la única garantía de seguridad jmidica; por eso, habituarse a prestar- penales en blanco, a las cuales, por esto mismo-y a causa de los problemas especiales
les acatamiento puede ser fundamental para la preservación de la libertad. que suscitan-, he destinado un tratamiento separado en el apartado siguienle. Sin
embargo, esto no significa que ésas sean necesariamente las hipótesis más impor-
tantes en las que se presenta tal situación.
III. LAS FUENTES MEDIATAS DEL DERECHO PENAL
a) SCHMIDTHAUSER opina que la costumbre nunca puede ser fuente del derecho pe-
Lo expuesto en el párrafo precedente no excluye la posibilidad de que otros nal en el sentido de fundamenlar una pena. A su juicio, quienes sostienen otrn criterio
confunden este problema con el del valor vinculante de una inLerprelación de la ley existen-
actos legislativos cuya jerarquía es inferior a la de la ley en sentido estricto, y aun el Le por una jurisprudencia y doctrina constanles.'9 Pero lo último no es realmenle una cos-
derecho consuetudinario, puedan ser en algunos casos fuente mediata del derecho tumbre, pues ésta supone un consenso sostenido del grupo social, que bien puede ser anta-
penal. En efecto, esto ocurre, desde luego, cuando el precepto punitivo se remite a gónico con el punto de vista dominante en los tribunales y la literatura
En nuestro ordenamiento, este argumento de SCHMIDTHAUSER es plenamente válido
ordenamientos distintos cuya materia es susceptible de ser regulada en parte por cuando no existe una remisión ex.presa de la ley a la norma consuetudinaria. En el caso
decretos, reglamentos, ordenanzas o, incluso, por la costumbre. Asimismo, cuando, contrario, no obstante, la costumbre adquiere el carácter de fueme mediata del derecho
sencillamente, emplea conceptos procedentes de esos otros ámbitos jurídicos, cuyo penal, aun para los efectos de fundamentar la pena, atendido lo dispuesto en el art. 2° del
CC. Por tal razón, en eslas últimas situaciones lo decisivo para la resolución del tnbunal no
sentido exacto está determinado hasta cierto punto por disposiciones contenidas en es la opinión uniforme de la jurisprudencia o la doctrina, sino to que en Ia comunidad se ha
normas de menor nivel. 36 tenido durante largo tiempo por juridicamente válido.
Ejemplos de estas sitliaciones se encuentran en los arts. 483 y 483b del C.P.
b) Es muy discutida la cuestión relativa a si la costumbre puede derogar la norma puni-
-que, por lo demás, son muy reprobables desde el punto de vista técnico y liva cuando ésta cae en desuso. 1 () En mi opinión, eso no es posible. Es verdad que en la
político-criminal-37 los cuales aluden reiteradamente a nociones propias del dere- práctica son numerosas las normas penales que cesan de recibir aplicación y son, incluso,
cho mercantil. Como el art. 4º del C. de Comercio establece que "las costumbres olvidadas por lo tribunales y la literatura. Así, ellas carecen en rigor de eficacia fáclica. Pern
no por eso pierden lambién la \-igencia jwidica. Quienes sostienen olra cosa ignoran la d1s-
mercantiles suplen el silencio de la ley", puede ocurrir que la aplicación de los linción entre los planos del ser y el deber ser que, si bien no conviene exagerar hasla conver-
aludidos preceptos dependa, en definitiva, de una norma consuetudinaria. Otro tirlos en mundos incomunicados, no puede sino ser reconocida como existente. La norma
tanto cabe afirmar del art. 197 inc. segundo del C.P., en donde se sanciona la falsi- puniliva en desuso sigue rigiendo las situaciones para las que fue dada, aunque de hecho no
se les aplique y, por lo lamo, no llegue a conformar ni siquiera parcialmenLe la realidad con
ficación de instrumentos privados mercantiles; pues si "por obra de la costumbre su pretensión reguladora. Sin embargo, si después de mucho liempo un tribunal la reencuentra
comercial surgiera en nuestro país un documento mercantil diverso de aquellos que y somete a ella su decisión, no violará el principio de legalidad. Por supueslo, en una hipó- 1
están expresamente contemplados en la legislación comercial escrita", su falsifica- lesis de esta índole existirán grandes probabilidades de que el autor se halle en error de
prohibición y, por consiguiente, exculpado; pero esto último nada dice sobre la vigencia gene-
1
ción debería castigarse con arreglo a esa disposición, cuya pena es más severa que la
contemplada para la falsedad de un instrumento privado cualquiera. 38 Por otra par-
ral de la ley, pues sólo se refiere al reproche personal que puede dirigirse al sujeto por su 1
infracción. I',1
41
c) Las causales de justificación pueden encontrar su fundamemo en la costumbre y
35
Sobre los distintos argumentos que se invocan, según las circunstancias, permite formarse una opinión
ETCHEBERRY, D.P J 2, págs. 2 a 5. .
también en un simple decrelo u ordenanza. Ello es así en virtud de la unidad de la ihcilud 1
Je, En este caso, no por la cosLumbre. Al respecto, véase infra, a)
37
39
SCHMIDTHACSER, 5, 7, pág. 68
Cfr. ETCHEBERRY, III, págs. 473 y sigts. }'. especialmeme, pág. 475.
'
8
NOVOA,1, 85, pág. 122.
40
41
Así, SCJTMIDTI-1AUSER, op. y'loc. cit., categóricamente.
Así, también, NOVOA,l, 85, pág. 123. 1
172 173
1
1
DERECHO PE:\!AL / PARTE GENERAi. / l:nrique Cury Urztia CAP1TULO lll / LA LE'Y PENAL 'I SU V!GE".TIA

para el ordena.mienlo jurídico eil general. 42 Además, el reconocimiento de esta posibilidad motivos de estas dos particularidades -una de las cuales, cuando menos, aparece
permite que la legislación positiva se haga permeable a los nuevos intereses y valoraciones
que se desarrollan incesantemente en la sociedad. Es precisamente por este conducto que ahora impuesta constitucionalmente- se encontrarán en los párrafos siguientes.
cobra importancia práctica el concepto de la anLijwidicidad matnial y se evita una rigidización
inconveniente del calálogo de las causales de justificación. 43
Por el contrario, los casos de inimputabilidad y exculpación deben encontrarse estable-
a) Fundamento del empleo de las leyes penales en blanco
cidos formalmente en la ley 44
Una apreciación de los problemas planteados por las leyes penales en blan-
En atención al carácter especialmente riguroso que se reconoce al derecho co requiere tener presentes, ante todo, los fundamentos de su empleo en las legis-
penal, es preciso tener en cuenta, en todo caso, que el reconocimiento de estas laciones. Pues, en rigor, seria deseable que el contenido de todo precepto puniti-
fuentes mediatas de sus normas debe efectuarse en forma limitada. vo se encontrase en él mismo, sin que fuese preciso acudir a otras normas, incluso
En cuanto a la jurisprudencia y la doctlina, aunque son auxiliares valiosos en la de jerarquía inferior, para complementarlo. Pero en la actualidad esto es imposi-
interpreLación·de la ley penal, jamás constituyen una fuente mediata o inmediata ble y, probablemente, lo seguirá siendo más y más en el futuro, a medida que se
del ordenamiento punitivo. extiende la protección penal de bienes jurídicos cuya consistencia depende de
relaciones cambiantes, porque se hallan suietos a la compleja dinámica de la vida
Respecto de la jurisprudencia, sin embargo, la cuestión actualmente es objeto de conlro-
versia. Toda una corriente teórica estima, en efecto, que la norma general se concreta en la
contemporánea.
resolución judicial específica, y es en ella en donde adquiere vigencia efectiva. El asunto, Así, pues, es necesario acudir a una ley penal en blanco, en primer lugar,
cuyo traLamiento pormenorizado escapa a los límites de esta exposición, dista de ser acadé- cuando el legislador advierte que la materia sobre la cual versan las prohibiciones y
mico. Sob+e esa base puede afi.rmars,e incluso la irretroactividad de la aplicación de las reso-
mandatos puede experimentar cambios sucesivos, acelerados e impredecibles, a
luciones judiciales que alteran sustancialmente el contenido atribuido a una nonna por la
jurisprudencia constante. 45 causa de que se encuentra referida a relaciones complejas y muy sensibles a las
variaciones de situaciones diversas e interdependientes. Este es, por ejemplo, el
Finalmente, tampoco la llamada "ley del contrato" puede constituirse en fuen- caso de las normas que sancionan delitos tales como los cambiarías, los tributarios
Le del derecho penal. En consecuencia, carecen de efic8.cia las cláusulas en virtud de (delitos fiscales) y otros semejantes. Del mismo modo se requiere también de una
las cuales uno o ambos contratantes se someten a la imposiciQ,n de una pena penal ley en blanco cuando se estima oportuno amenazar con la misma pena una variedad
en caso de incumplir las obhgac~ones contraídas en virtud del pacto. 46 de conductas, normadas orgánicamente en un texto legal extrapenal o, de manera
dispersa, en varios de ellos.

IV. LAS LEYES PENALES EN BLANCO El legislador debe cuidarse, sin embargo, de la tentación de echar mano a leyes penales
en blanco para castigar, sin residuo, todas las infracciones a las normas reglamentarias o
legales que regulan una institución, actividad o relación. Esto suele conducir a un desperdi-
Ley penal en blanco es aque!!a que determina la sanción y la acción u omisión a la cio deteriorante del instrumento punitivo. Además a injusticias, pues el disvalor de los dis-
que bajo determinados presupuestos se impondrá, pero abandona la precisión de estos tintos ilícitos alcanzados por la sanción es, a menudo, diferente, y esta dlSparidad no puede
últimos a una norma clistinta.47 ser aprehendida por la ley en blanco, salvo si acude a una inaceptable indeterminación de la
pena. La economía legislaliva no debe confundirse con la pereza ni con el afán reprobable de
Este concepto se aleja, hasta cierto punto, del que suele encontrarse en la castigarlo todo.
literatura nacional. 48 Sobre todo porque contiene la exigencia de que la ley en blan-
co determine, en general, cuál será la acción a omisión que en ciertas circunstancias las hipótesis descritas precedentemente son las únicas en las que debe recunirse
especiales se castigará, y porque entre las de esta clase incluye leyes penales cuyo al procedimiento de dictar leyes en blanco.
blanco es cerrado por Ilormas procedentes de la misma instancia legislativa. los
b) Clasificación ,le las leyes penales en blanco

12
Supra, 3, m, a). Es bastante frecuente en la literatura distinguir las leyes penales en blanco
41

44
JESCHECK, 24, J, b), pág. 212: ROX!N_ 14, 9, pág. 560 e infra, 22, IV propias de las impropias. Al primer grupo pertenecen aquéllas en que "el comple-
En el mismo sentido NOVOA, 1, 85, pág. 123. ,
Así.: V STRASSBURG, Ri1chwirkungsverbol and Anderung dcr Rechtsprec/mng im Strafrecht, cit. 111. 4, b), págs
mento se halla contenido en otra ley, pero emanada de otra instancia legislativa". 49
96) Y 966. Al respecto véase infra, 10, JI, h); contra ROXn, 5, 59, págs. 165 y 166. con bibliografía. Al segundo, las que están complementadas por una ley distinta, pero de igual o
·lo Así la escasa JUnsprudenc1a sobre el pum.o. Véase ETCHEBT'.RRY, D.PJ., 1, l, págs. 1 y 2.
41
Una exposición detallada sobre mis pumas de vista en esta materia puede encontrarse en CURY, Contribu-
superior jerarquía. De acuerdo con este criterio, las únicas que presentan auténticos
ción al estttdw de las leyes penales en blanco, en Derecho Penal y Criminología, vol. l, Nº 4, Bogotá, noviembre
de 1978, págs. 7 y sigts. y la ley penal en blanco, cit., passim
8
~ Véase, por todos, COUSlÑO, I, 19, pág. 83, U\BATUT, 1, 43, pág. 40. Como rn el texto ETCHEBERRY, T,
págs. 83 y s1gts., GARRTDO, !, 6, I, el), págs. 89 y 90. 1
" MEZGER, 1, 24, III, pág. 397.

174 175
DERFCHU PENAL/ I'ARTE Gl'NERAL / Enriqut C\lry UTzt\a CAPÍTULO 111 1 LA LEY PENA l. Y SU VIGENCIA

problemas son las leyes en blanco "propias". Las olras, por el contrario, son una ción complementaria se encuentra en otra ley formal). Unas y otras generan proble-
simple aplicación de Lécnicas legislativas sin gran trascendencia práctica. so mas semejantes 55 , aunque cuando la remisión se efectúa entre disposiciones de una
En mi opinión, este punto de vista es incorrecto. normativa prevalentemente penal (Código Penal o leyes complementanas del mis-
Desde luego, la mayor parte de los problemas técnicos generados por la ley en mo) las dificultades se atenúan.
blanco se presentan cuando el complemento se encuentra abandonado tanto a una
norma del mismo rango como a una instancia legislativa de jerarquía inferior. Así,
e) Las leyes penales en blanco y el principio de legalidad
por ejemplo, los que surgen si la disposición integraliva no se dicta o se deroga
después de que la ley en blanco ha entrado en vigencia' 1 y los que provoca su Como ya se ha dicho, el problema principal (no el único) suscitado por las
modificación. leyes penales en blanco se refiere a su constitucionalidad 56 o, dicho de manera más
general, de su compatibilidad con el principio nulla poena. En efecto, la cuestión
De igual manera, las cuestiones susciladas por el error de prohibición que recae sobre el
contenido o la existencia del precepto complementario son semejantes en ambos casos, aun radica en decidir si esas normas satisfacen la exigencia de que las conductas delictivas
cuando exista, naturalmente, la posibilidad de solucionarlos en forma diferente.n deben encontrarse descritas y las .penas correspondientes establecidas en una ley
penal previa, escrita y estricta. Para lo cual no basta comprobar que ella~ constitu-
Pero, además, contra lo que parece ser la opinión dominante entre nosotros, yen una necesidad impuesta por la realidad legislativa de nuestra época'' , pues de
también puede ponerse en duda que en las llamadas leyes en blanco impropias el ese hallazgo a lo sumo podrta deducirse que es preciso consagrarlas aunc¡ue vulneren
nulla poena esté completamente a salvo, en especial cuando la disposición comple- el principio de reserva, pero no que se adecuen a sus exigencias.
mentaria se enc1'.lentra en una norma extrapenal. En efectq, a esas leyes no se exige Para una parte de la literatura, el problema es más aparente que real, pues
una determinación rigurosa del hecho que sancionan como la que se espera de las desde que la ley penal en blanco se remite al precepto complementaiio, el conteni-
punitivas. Más bien se piensa que técnicamente es deseable acentuar su generali- do de éste se incorpora al de aquélla, integrándose a su estructura y adquirtendo su
dad, evitando así lagunas en la regulación de la institución respectiva. Por otra par- mismo rango y calidad. Por consiguiente, el principio nuHa poena permanece a sal-
te, si a pesar de todo se presentan algunos vacíos, el juez cuenta con la posibilidad vo: las leyes en blanco sólo constituyen una excepción "aparente" a su vigencia. 58
de recurrir a la analogía y otros medios de integración para superarlos, cosa que el Este criterio, que desde el punto de vista lógico parece impecable, se encuen-
derecho penal no admiLe, excepto dentro de límites circunscrilos. 53 Todo lo cual tra sometido, en mi opinión, a reparos materiales y prácticos, aparte de que, en e1
complica la interpretación y aplicación de la ley penal en blanco impropia, ponien- presente, no podría compatibilizárselo con la disposición del art. 19 Nº 3º inc.
do en peligro al principio de reserva.
octavo de la C.P.R de 1980. 59
En realidad, cuando se sostiene que las leyes en blanco "impropias·' constituyen un El principal consiste en que de esta manera el nulla poena se formaliza de tal
puro arbitrio técnico, no se tiene en cuenta el verdadero significado del principio de reser- manera que cesa de cumplir la función de garantía en la cual radica su fundamento.
va. Como éste es una premisa válida para todo el sistema de normas punitivas, las condi- En efecto, el principio de reserva tiene por obJeto primordial asegurar que los ciu-
ciona no sólo en cuanLo les exige formas más precisas, sino, sustantivamenle, porque las
somele a un régimen de inLerpretación más esLricto, que circunscribe la materia de sus dadanos sepan, con tanta precisión y claridad como sea posible, cuáles son las con-
mandatos y prohibiciones. Por consiguiente, cuando una ley penal remite la determina- ductas cuya ejecución a omisión, según el caso, trae aparejada la imposición de una
ción de estos últimos a disposiciones situadas en otros ámbitos del ordenamiento, intro- pena. Para que cumpla ese cometido, la ley debe proporcionar los antecedentes
duce un cuerpo extraño en la eslructura del derecho·criminal que provoca, necesariamen-
te, dificultades a su organización y Iuncionamiento. 54 necesarios sobre lo que es mandado o prohibido, pues sólo de este modo el súbdito
estará enterado de lo que puede hacer o abstenerse de hacer. Al nulla poena no le
El hecho de que el precepto complementario proceda formalmente de la mis- basta con que una ley haya erigido ciertas conductas en de1ito, si no da cuenta, a1
ma instancia legislativa no es, pltes, cleeisivo, y, a mi _juicio, las leyes penales en blanco propio tiempo, de cuáles son ellas mediante una descripción de sus rasgos esencia-
de ambas categorías deben ser examinadas conjuntamente; sin perjuicio, claro está,
de acentuar las diferencia$ indispensables cuando lo exija la naturaleza de las cosas.
Las leyes en blanco impropias pueden ser, a su vez, con reenvío inlerno (el 55 lbíd. Olra opinión en SCHMJDTHAUSER, 3, 47, pág. 91. Asirrúsmo antes CURY, l ª, C 7, IV, b), pág. 135.
se, ETCHEBERRY, 1, págs. 84 y sigLS.
complemento se confía a otro artículo del mismo texto legal) o externo (la disposi- 51
Supra, a), . .
1R COLS1ÑO; l, 19, págs. 83 y 85; MEZGER, 1, 24, III, pág. 397: "Desde el punto de v1stapene11 es 1~reievanfe
50
esta especial fonna de legislación penal en blanco" "El necesario 'complemento' es siempre parte mtegran-
JIMENEZ DE ASUA II, 618, págs. 349 y sigts.; NOVOA, 1, 83, pág. 121, quien ni siquiera aprecia una ley te del tipo. Pero el tipo ya completado cumple exactamente las mismas funciones que .en lo~ casos norma-
51
en blanco cuando se trata de las impropias. Con reservas, COUSIÑO,l, 19, pág. 86. les, sobre todo en lo que concierne a su significación como fundamento de fa _ant1_Jund1,c1dad y como
En el mismo sentido, COUSIÑO, I, 19, pág. 86, nota 8. objeto de referencia de la culpabilidad penal". En el mismo senttdo, pero con hm1tac10nes impuestas por
52
Infra, 28. su sistema legal,JESCHECK, 12, III, 2, pág. 98.
53
lnfra, 8. IV, c) y Vl. s~ Conviene precisar que el criterio de COUSlÑO a que remite la nota anterior fue expuesto antes de la
54
Véase, con detalle, CURY, La ley penal en blanco, cit., 10, a), págs. 40 y sigts aprobación de este nuevo texto constitucional

176 177
DERECHO PENAL/ PARTE GENER..",L / Enrique Cury Urzú;,
C.APlTL'LO lll / LA LEY Pl'NAL í Sli VICENCJA

les. Naturalmente esto puede hacerlo también remitiéndose a esquemas trazados en


principio nulla poena. Esto significa que ese género de disposiciones sólo es aceptable
otros te~t~s le?al~s, incluso de jerarquía inferior, pero siempre que ellos satisfagan cuando reúne caracle1islicas capaces de asegurar al ciudadano el conocimiento cabal de
los_r:qms1tos md1spensables para dar certeza a los destinatarios respecto a lo que los mandatos y prohibiciones protegidos por una pena penal. Así como que el núcleo de
esta impuesto o vedado. Por esto, nadie aceptaría una ley en blanco que amenace éstos ha sido decidido inmediatamente por los representantes de la voluntad soberana de!
con una pena a quien infrinja "cualquier disposición contenida en un decreto su- pueblo: para lo cual, en cumplimiento del mandato expreso contenido en el art. 19
premo del Presidente de la República", a causa de que significaría crear un descon- Nº 3° inc. octavo de la C.P.R de 1980, es preciso respetar ciertos requisitos que
cierto general sobre la consistencia de los ilícitos punibles; y, sin embargo, también importan limitar el arbitrio del legislador al dictarlos. 64
en_ este caso podría afirmarse que la excepción al nu.lla poena sólo es aparente, pues
existe una ley "previa, escrita y estricta" que, al referirse a ellos en esa forma incor- 1) La ley penal en blanco rjene que describir inmediatamente la acción u omi-
poró a su contenido el de todos los decretos supremos que haya dictado el Presi- sión que bajo ciertos presupuestos puede llegar a ser sancionada con una pena,
dente de la República. abandonando a la disposición complementada sólo la precisión de las condiciones
en que ello ocurrirá.
~ El propio COUS1Ñ~,' no obstante soslener el criterio a que me.estoy refiriendo, subraya
que el ve_-rdadero reparo ª. las leyesye~ales en blanco está en la incertidumbre en que dejan Como se ha expresado, el fundamento práctico del mtlla poena se encuentra
a los habllantes sobre_la licitud o 1hc1tud de sus a.ctos. 60 Pero siendo así, el p-rincipio de en la necesidad de garantizar al ciudadano que lo amenazado con una sanción pu-
-reser:va no pue~e considerarse servido sólo porque ·'el precepto o hipótesis de hecho siem- nitiva se hallará siempre determinado en una ley fonnacla con arreglo a los procedi-
r:e llene un ongen legal, aunque se lo defina eri documentos adminislrativos dictados me-
diante autorización de la ley". 61 ' ' mientos establecidos constitucionalmente a ese efecto y recibido la publicidad con-
siguiente. Sin embargo, 1a ley puede cumplir dicha función sin ofrecer por si misma
Por otra parte, tampoco es aceptable.resignarse a la evidencia de que la ley en una desclipción pormenorizada de las circunstancias en que la acción a omisión
blanco constltuye una "clase especial" de leyes penales que "no satisfacen totalmente dada será objeto de castigo. Para ello le basta con alertar al súbdito sobre el hecho
las exigencias" de] nulla poena. 61 Puesto que éste se encuentra consagrado en la Carta de que tal o cual acción u omisión puede llegar a estar sancionada con una pena si
Fundamenta1, una norma que- no lo satisfaga tolalmenle debe considerarse sin más se la realiza bajo cienos presupueslos que se encuentran precisados o llegarán a
inconstitucional. ' ' estarlo en una norma distinla, de igual o inferior jerarquía.
El problema es actualmente más agudo, porque el inc. octavo del Nº 3º del Esta "puesta en guardia" es, además, una invitación a informarse sobre la nor-
art. 19 de la C.PR de 1980 pareciera vedar la posibilidad de consagrar una ley ma complemenlaria, cuyo contenido, por otra parte, queda de esta manera riguro-
penal en blanco. En efecto, con arreglo a tal norma, "ninguna ley podrá establecer samente circunscrito, de suerte que no podría sorprender al súbdito. De este modo,
penas sm que la conducta que se sanciona esté expresamente descrita en ella", y esto, por último, se satisface la exigencia del art. 19 Nº 3° inc. octavo de la C.PR. de
naturalmente, sugiere la idea de que se halla prohibida para esos efectos la remisión 1980, con arreglo al cual la conducta-pero no, necesariamente, los presupuestos de
a otras disposiciones, sobre todo si ellas son de una jerarquía inferior. Este criterio, su punibilidad- debe estar expresamente -pero no, necesariamente, de manera
por otra parte, fue defendido pm una considerable mayoría de los miembros de la agotadora- descrita en la propia ley que consagra la pena respectiva.fi 5
Comisión que redactó_ el proyecto de Constitución, de conformidad con cuyo pun-
Cuando, po-r el conlrario, el blanco de la ley se exliende incluso a la acci.ón u omisión
to de vista la d1spos1C1on tema por objeto y significaba la proscripción de toda ley -respectiva, de suerte que ella se limita a castigar la infracción de cierlas normas conteni.dc:1s
penal en blanco. 63 en otras leyes, su adecuación al nulla poena y, po-r ende, su constitucionali.clacl, son
En mi opinión, éste es unq de aquellos casos en que la vo1untad del autor de cuestionables. Con este prncedimielllo, efectivamente, se deja al ciudadano en la ince-rtí-
dumbre sobre lo que puede o no hacer. Y eso no tanto porque si el complemento se encuen-
la ley no coincide con la de esta última, pues el inc. octavo Nº 3° del art. 19 de la tra en un p-recepto de jerarquía legislativa inferio-r cesa ele regir a su respeclo la presunción
C.PR de 1980_ no excluye la posibilidad de sancionar una ley en blanco, sino que de conocimiento de la ley 66 -cosa que no me parece del todo exacta67- , sino a causa de
tan solo la hmlta, subrayando más bien el p1incipio de tipicíclad. Sin embargo, no considernciones que c1fectan a toda disposición de reenvío, cualquiera sea su origen.
El reparo principal deriva de que, en atención a su finalidad y funciones, las disposici.o-
cabe duda d_e _q~e, frente al tenor de ese precepto, es'preciso enfatizar las exigencias nes extrnpenales no describen conduelas sino que se limilan a estableen reglas de cuyo
que deben d1nguse a esta clase de normas si se quiere preservar su constitucionalidad. cumplimienlo depende la validez o los efectos jurídicos de los aclos o situaciones a que se
A mi juicio, para alcanzar una solución satisfactoria es preciso contemplar las refieren. A causa de eslo, su infracción puede adopta,, genernlmente, una multiplicidad de
formas insospechadas, muchas de las cuales, además, surgirán de interpretaciones que, sien-
leyes en blanco a la luz de las exigencias materiales que yacen en la esencia del

64 Una exposición ponneno1izacla de estos requisitos en CURY, La ley ¡:iencd en blcmco, cit., 17 a 29, págs. 68
6
° COUSlÑO, 1, 19, pág. 85 a JOS.
61
ldem é) Respecto al grado de precisión que se debe exigir a la descripción de la conducta. CURY, La ley penal en
,,2 A, blcmw, cil., 18, págs. 68 y sigts.
~l, emre__otros, NOVOA,. 1, _83,_págs. 119y 120, a quien pertenece la ciLa del lexto, (El destacado es mío)
Actas of1uales de la Corn1s1on de Estudio de la '.\!ueva Constitución, sesión 399, pág. 3151 eio Así, COUSIÑO, T, l 9, pág. 85.
61 lnfra, 28.

178
179
DERECHO PF.'>'AL / PAR1l: GENERAL/ Enrique Cury Urzüa CAPÍTULO 111 / LA LEY PENAL Y SU VIGENCIA

do l~~ítimas a su respecto, no lo son cuando se trata de establecer el sentido de un precepto Para evaluar el riesgo que significa entTegaT a una autoridad administrativa la facultad de
purnt1vo, porque CTean una zona de incertidumbre, sometiendo la libertad <le 1os ciudada- precisar la pena, es necesario tener en cuenta que éstas, aun con las mejores intenciones,
nos a un riesgo inlolerable. suelen seT prnclives a efectuar inconvenientes despliegues de severidad. Eslo obedece, en
Un ejemplo de las consecuencias aberrantes a que puede conducir una ley en blanco de parle, a que a menudo se encuentran demasiado pTóximas a los efectos inmediatos de la
e?a clase, no obslan:e sen.irse de un_ reenvío interno, lo proporciona el art. 125 de la Ley conducta reprobada, a causa de lo cual se inclinan a magnificarla; además, a que, por la
General de I'errocar~rle_s, de confonmdad con el cual "las infracciones (de esa ley), cometi- inversa, carecen de perspectiva suficiente para apreciar la globalidad de las valoraciones
das _c~n voluntad cnmmal (1) que no tengan pena especial señalada, serán castigadas con ejecutadas por el legislador y, por consiguiente, de las proporciones que recíprocamente
prrndw me1~0'. en su grad? máximo, y multa ... por denuncia de los inspectores, de los pasaje- deben guardar entre sí; en fin, a que la índole de sus funciones las inclina a conceder exce-
ros, ~ a soh_utud del mm1sterio público". No_ se necesita ahondar en la interpretación de siva importancia a la prevención general, descuidando, en cambio, las otras misiones de la
semepnte disposición para comprender que, con arreglo a ella, cualquiera puede verse ex- pena y su incidencia en la determinación de sus magnitudes relativas.
puesto a la 1_rnposición de una pena privativa de libertad severa por haber incurrido en el CASABO ha sugerido que, quizás, en estos casos la seguridad _jurídica quedaría a salvo si
quebrantam1ento de regulaciones triviales del tráfico fenoviario, cuya extensión y significa- la ley cuida de "señalar los límites máximos" para la pena a <letermmar. 69 Pero esto me
do son práclicamente imprevisibles. parece incierlo, pues, o bien el límite se coloca demasiado alto, y entonces el margen de
elección es tan amplio que la restricción no constituye garantía para el súbdito, o bien se lo
El hecho de que la ley formal no necesita determinar todos los detalles del sitúa muy abajo, y en ese caso parece inútil entregar una posibilidad de alternativa a la
hecho punible se deduce también de la historia del art. 19, Nº 3º, inc. octavo de la administración, cuando sería µ-refeTible ofrecerla directamente a la judicatura medrnnte el
establecimiento de un marco penal flexible.
C.PR En efecto, con arreglo a las actas de la comisión que redactó el proyecto, la
norma disponía originalmente que "ninguna ley podrá establecer penas sin que la Todas estas consideraciones, en suma, conducen, a mi juicio, a impugnar la
conducta que se sanciona esté completa y expresamente descrita en ella". No se constitucionalidad de estas leyes penales en blanco "al revés"'º , pues constituyen
conocen los motivos por los cuales más tarde el texto fue modificado y adoptó la una infracción a los fundamentos matenales del nulla poena. Finalmente, debe te-
redacción actual, pero es evidente que en ésta se abandonó la exigencia de que la nerse en cuenta que en el art. 19 Nº 3° inc. séptimo de la C.P.R. en donde se consa-
descripción fuera, además de expresa, completa. gra el principio, su vigencia se afirma de manera absoluta: toda pena debe estar
"señalada" en una ley.
2) Cuando la ley en blanco se remite a una norma legislativa de infe1ior jerarquía,
debe determinar por sí misma la sanción aplicable; a aquélla sólo puede abandonar la 3) Las normas complementarias de la ley penal en blanco deben recibir una publi-
precisión de las circunstancias bajo las cuales la conducta será castigada. cidad semejante a 1a de ésta, aun cuando se encuentren consagradas en un instrumento
Este asunto es debatido. 68 En mi opinión, sin embargo, no debiera prestarse a legislativo de jerarquía inferior que, en otras circunstancias, no estaría sometido a ese
dudas.
trámite. En la práctica, esto significa que deben ser publicadas en el Diario Oficial.
En primer lugar, no existen motivos prácticos que justifiquen una renuncia Como es evidente, sólo de esta manera cobra sentido la advertencia contenida
del legislador a precisar por sí mismo los marcos penales correspondientes a cada en la ley en blanco, franqueando al ciudadano la posibilidad de informarse, por los
delito. Que la descripción de una parte del tipo sea confiada a órganos legislativos conductos en que acostumbra hacerlo, sobre cuáles son las formas de la conducta
más ágiles puede comprenderse-porque, como se explicó, las circunstancias de las prohibidas y permitidas respectivamente. 71
cuales depende el disvalor de una conducta suelen ser mudables y su determina-
ción legal complicada, de manera que µo existe otro recurso viable para hacerse 4) El órgano al cual se confía la dictación del precepto complementario ha de
cargo de ellas. Los límites de la pena amenazada, en cambio, pueden ser estableci- tener una potestad extendida a todo el territorio sobre el que rige la ley nacional.
dos por el legislador en forma de habilitar a la jurisprudencia para hacerse cargo de Cuando menos, este criterio debe considerarse válido en los Estados unita-
las modificaciones que experimenta la valoración social de las conductas rios, así como en aquellos que, no obstante su organización federal, confían la
incriminadas, conservando, con todo, incólume la garantía de que en ningún caso dictación de uormas penales sólo al Poder Legislativo central. En ellos, efectiva-
la sanción a la cual está expuesto el ciudadano podrá sobrepasar ciertos márgenes o mente, los ciudadanos están acostumbrados a que los mandatos o prohibiciones
adoptar características insospechadas. cuya infracción se amenaza con una sanción punitiva rijan sobre la totalidad del
. No obstante, el peor reparo que puede dirigirse al empleo de este procedi- territorio nacional, de suene que, dondequiera se hallan, las cosas que pueden o no
illlento radica en que cuando la ley remite la facultad de establecer las penas a una hacer son las mismas o, por lo menos, han sido determinadas por una misma auto-
mstancia legislativa de jerarquía inferior, no dispone de recurso alguno para preca- ridad legislativa con unidad de criterio. Por consiguiente, la ley los sorprende de
ver excesos y arbitrariedades. una manera inaceptable cuando entrega la facultad de llenar el blanco a organismos

ó9 CASABO RUlZ, en CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURUUO, II, 23, l, pág. 29. _
'º Con este nombre las designaJIMENEZ DE ASUA, II, 618, e), pág. 353. Así también COUSINO,l, 19, pág.
ód Véase, por todos,JIMÉNEZ DE ASÚA, 11,618, e). pág. 353; así también T..ABATUT, 43, pág. 40; corno en 85; ETCHEBERRY, J, pág. 86, el cual, al parecer, las considera, como en el texto, inaceptables ..
el texto POLITOFF, 4, 1, a), págs. 105 y 106. 71 En el mismo sentido, COUSIÑO, 1, 19, pág. 85; ETCHEBERRY, 1, pág. 86; POLJTOFF, 4, 1, a), pág. 105.

180 181
DERECHO PE)-1AL / PARTE GE"\!ERAL / Enrique Curr Lrzüa CAPÍTULO lll I LA LEY PENAL Y SU VIGENCIA

administrativos o legislativos regionales, provinciales, departamentales, comunales relación con la extensión de la prohibición o mandato y la naturaleza del bien jurí-
o de cualquier otra índole semejante, pues eso significa exponerlos a encontrarse dico al que aquélla se propone dar protección, especialmente cuando emana de una
con la extraordinaria situación de que en ciertos lugares del país se considera lícito instancia legislativa de inferior jerarquía. 77
lo que en otros está permitido, y viceversa. Con respecto a los problemas de interpretación de la ley en blanco y su comple-
mento, infra, 8, vn. En relación con sus efectos temporales, infra, 10, 11, f, in fine.
Por supueslo, nada obsta a que, en determinadas circunstancias, el legislador atienda a
las peculiaridades de una zona determinada y consagre la tipiciclad de una conducta sólo
cuando se la ejecuta dentro de ella. De hecho esLe recurso suele emplearse con relativa
frecuencia. Pero ese procedimiento es distinlo del de una ley penal en blanco que, al remitir-
se a preceptos emanados de instancias legislativas territorialmente circunscritas, se incorpo- § 8. INTERPRETACIÓN DE LA LEY PENAL
ra un comenido variable, cuyo sentido se altera cada vez que el ciudadano traspone determi-
nados límites regionales. Así, por ejemplo, no hay inconveniente alguno para que la nonna
casligue al que trafique con una cierta sustancia en aquellas zonas del país que un decreto I. CONCEPTO DE INTERPRETACIÓN EN GENERAL
del Presidente de la República precisa.ni. En ca!nbio, es intolerable la ley que sanciona a
quien ejerce el comercio ambulante infringiendo los reglamentos dictados al respecto por las a) Interpretar, en sentido estricto, significa comprender, esto es, "un proceso
municipalidades. Miemras en el primer caso los súbditos sabrán con exactitud, Lan pronto espiritual [... ] mediante el cual un espíritu pensanle responde al mensaie de otro
se dicte el decrelo supremo, que la conducta descrita puede ejecutarse en algunos lugares y
se encuentra prohibida en otros, así·como cuáles son éstos, en el segundo pueden enfrentar- esplritu, que le hab1a a través de formas representalivas". 78
se, estupefactos, al hecho ele que precisan conocer centenares de reglamemos para saber lo Conforme a esto, la interpretación es una forma de conocimiento que presen-
que va siendo permili<lo a medida que se desplazan por las distintas comunas del país. ta la particularidad de suponer tres términos: la manifestación espiritual, la forma
representativa a través de la cual aquélla se exterioriza y el intérprete. Esto provoca
Con arreglo a lo expuesto, también es inadmisible la ley en blanco que aban-
dona el complemento a "una orden que obliga la conducta de un sujeto determina- dificultades, pues como la manifestación espiritual cuyo sentido se trata de apre-
hender sólo es accesible al intérprete a través de la intermediación de la forma re-
do en un caso concreto". 72 Esta situación involucra, más que una violación al nuHum
presenLaliva empleada para expresarla (lenguaie oral o escrito, lenguaje musical,
crimen, una infracción al principio de igualdad ante la ley, y al respecto parece exis-
tir acuerdo unánime: 73 representación plástica, actuación, etc.), la posibilidad de comprensión de aquélla
está determinada por la mayor o menor perfección del instrumento empleado a fin
Aunque el asunto se ha discutido poco, en general parece no haber inconveniente para de exteriorizarla y por la mayor o menor corrección con que su autor se haya valido
que el complemelllo de la leien blanco se encuentre en una ley extranjera71 o-cosa que en de él. A causa de esto puede llegar a suceder, incluso, que lo manifestado difiera de
el presente puede llegar a ser más frecuente- en normas ele carácter imernacional con ,rigen-
cia supraeslatal. 75 Con todo, es preciso enfatizar que, en tales casos, la ley en blanco sólo lo pensado por el autor, cosa que tratándose de la interpretación de la ley suscita
cobrará vigencia plena una vez que la norma exlranjera o. internacional a la cual se remite problemas de gran significación, aparLe de que se ve aún más complicada por otras
haya recibido la publicidad inLema correspondiente, de conformidad a lo expuesto prece- peculiaridades de ella. 79
demememe.
Lo expresado en el párrafo amerior vale, asimismo, para aquellos casos en que la ley en Con arreglo a lo expueslo, la interprelación en sentido riguroso sólo se da cuando se
blanco se remite a un tratado, en cuyo caso requiere, además, el cumplimiento de los otros trata de "saber" el sentido de una manifestación del espíritu humano. Los procesos pura-
requisitos establecidos constitucionalmente para la validez de dicho instrnmenlo en el terri- menle causales que ocurren en la naturaleza se conocen, pero no requi.eren ser int~;pre_t~-
Lorio de la República.
dos. Salvo, por supuesto, que se les atribuya un significado como expresiones de un_ esp_1~-
lu universal", según sucede con las corrientes de pensamiento panteísta. Pero la d1scuswn
5) Puesto que el contenido de la norma complementaría íntegra el tipo de la ley en de estos puntos de vista escapa a la presente exposición. En lo demás, sólo en sentido mela-
blanco, 1ige para ella la exigencia de determinación del hecho. 70 Es decir, ella debe fórico puede hablarse de una "interpTetación" de los fenómenos causales
precisar, tanto como le sea posible, los contornos de lo que está prohibido, descri-
Vale la pena subrayar que, en contraste con lo que a menudo se cree entre los
biéndolo, conjuntamente con la ley en blanco, de manera pormenorizada. Asimis-
juristas, las leyes son únicamente unas de entre las múltiples manifestaciones del
mo, debe someterse a los límites que le han sido fijados por la norma en blanco en
espíritu humano que requieren de interpretación. 80 No sólo el texto sagrado, la
obra literaria y la de arte en general tienen que ser "entendidos", sino también el
71
MAGGlORE, 1, pág. 148 acontecimiento histórico o la conducta práctica de un hombre cualquiera.
0
NOVOA. 1, 83, pág. 121, aunque comparte la afinnación, no le atribuye las cornecuencias U.estacadas en
el Lexto. Esto se debe a que interpreta la noción de '·orden·· en una forma disr.inta, como se deduce de los
ejemplos que propone. Sobre to que se entiende por orden, véase RAf'AEL ~C:KAY, El delito de desohe-
cliencia rn rl Código de Justicia Militar de Chile, Santiago, 1965. 50, págs. 103 y sigts.
H J\sL .:Vlf::ZGER, T, 24, lll, pág. 397. Para mayores precisiones, CURY, La ley penal en blanco, cit., 22 a 26, págs. 88 y sigls.
75
Una exposición sobre el desarrollo de esta clase de nomias y su crecieme importancia para el derecho EMlUO BETTI, Teorfagenerale ddla [nterpretaziune, Milano, 1955, I, pág. 95.
76
penal del futuro, puede enconlrarse en JESCHEC:K, 2, l. 2, págs. 9 y 10 y 14, págs. 103 y sigts Infra, II, c.
Infra, 16,111. b), [[). 88 Así lo destaca SCHiHDTH:\USER, 5, 29, pág. 80.

182 183
DER!:'.CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury l:r~úa CAPÍTULO lll / LA LFY PENAL 'I 5-¡_; VIGENCIA

b) La interpretación en general puede clasificarse, atendiendo a su finalidad, b) Como ya se ha dicho en el apartado precedente, la aplicación de la ley presu-
en cognoscítiva, reproductiva y normalíva. 81 la primera tiene por objeto la compren- pone su interpretaóón. 82 En efecto, sólo cuando el sentido de la norma ha sido preci-
sión del sentido de la manifestación espiritual para el solo efecto de su conocimien- sado es posible decidir si es apropiada al caso concreto que se trata de resolver y
to exacto, como ocurre, especialmente, con la interpretación filológica y la históri- cómo lo soluciona.
ca; la segunda implica- "hacer entender" a otros mediante la re-presentación de la Contra esta opinión se ha sostenido que, en el caso de leyes con un sentido
manifestación espiritual, realizada por el intérprete como intermediario (interpreta- perfectamente claro, la interpretación resulta innecesaria y la aplicación puede efec-
ción musical, teatral, etc.); la tercera obedece a la finalidad de entender para mante· tuarse de inmediato. 83 Pero el error de este criterio es perceptible si se piensa que ya
ner la vigencia de una norma de conducta (mandato o prohibición) destinada a la para afirmar la claridad de la norma ha sido preciso interpretarla, pues sólo después
regulación de los valores imperantes en una sociedad (interpretación teológica, ju- de haberla comprendido se puede decir de ella que su sentido es fácilmente accesi-
rídica, etc.). b1e. Por supuesto, hay casos en que la tarea hermenéutica es -o, por lo menos,
Naturalmente, la interpretación de la ley en vigor es de carácter normatívo y parece- sencilla, de suerte que el sentido de la disposición se aprehende con tanta
constítuye el motivo de nuestro interés actual. Sin embargo, puede haber también rapidez que pareciera no requerir esfuerzo de comprensión alguno. Pero esto no es
una interpretación de la ley puramente cognoscitiva, cuando se trata de precisar el sino aparente, pues hasta en los casos extremos -y, por cierto, más bien raros- en
sentido de las normas pertenecientes a un sistema _jurídico histórico, como, por los que ocurre así, el entendimiento depende de todo un acervo cultural adquirido
eiemplo, del derecho romano. Que la metodología aplicable en uno y otro caso ha previamente por el intérprete, el cual es puesto al servicio de la comprensión en
de ser distinta, debiera resultar más evidente de lo que suele serlo en la práctica forma automática pero siempre susceptible de ser distinguida y reconocida como
docente de esas disciplinas. anterior al acto de aplicación.
Así, pues, toda ley necesita ser interpretada, pues sólo después de ello puede
aplicársela y, consiguientemente, cumplir su función de regular la vida social.
II. LA INTERPRETACIÓN DE LA LEY EN GENERAL
En algunos periodos históricos se ha producido una tendencia a comba_Li~ la inLe~preta-
a) De acuerdo con lo expuesto, intfrpretar la ley significa comprrnderia. ción de manera radical, prohibiéndola, incluso, en forma expresa, como lo hiuerajustmrnno
respecto del Digesto. Muchos siglos más tarde, BECCARIA la impugnó desde un punLO de
Procurando precisar algo más esta idea, entre nosotros suele decirse que la interpreta-
vista teórico sosleniendo que ·'la aulondad de mterpreuu las leyes pen_ales [no] P.uede resi-
ción de la ley implica fijar "su senlido y alcance". En mi opinión, la formulación no es del 84
dir en los ju~ces de lo criminal, por 1a misma razón de. que. no son legisladores." Por esle
todo afortunada, porque supone desdoblar una aclividad que, por su naturaleza, sólo
motivo exigía que el magisLrado se limiLara a efecluar un silogismo perfecto en el que la
puede realizarse en forma indivisible. Lo que pareciera sugerir es que la inlerpretación
premisa mayor debía ser la ley general, la menor la acc~ón confo~e o no con la l_:-y Y la
debe determinar el contenido normalivo de la disposición y la extensión de los casos a los consecuencia la liberlad o pena, pues rnns1<leraba que' cuan<lo el JUEZ sea constrernd_o, o
cuales ella se propone afectar con sus mandatos-o prohibiciones. Pero estas dos operaciones cuando quiera hacer aunque sea dos silogismos, se abre la puerta a la incertidumbre".H, ,
se hallan en una relación de dependencia tan inextricable que no es posible independizarlas Es curioso destacar que este tipo de opiniones se ha generado en cons1derac10nes poh-
ni siquiera conceptualmente. Un mandalo o prohibición sólo tiene "sentido" en cuanto se Licas antagónicas. En efecto, la prohibición de interpretar el Digeslo, o el disgusto de Napoleón
encuentra referido a cierto circulo de casos, de tal modo que la precisión del "alcance" de al conocer los primeros comentaiios al Código Civil francés 8 \ se funda en el temor del
la ley es una precondición para el establecimiento de su significado. Por eso aquí he preferido autóuata de ver debilitada su autoridad por los resulLados de la labor hermenéutica. A1
prescindir del concepto Lradicional, que, según temo, se presta además para esquematismos contrario, la concepción de BECCARlA está inspirada en el deseo de impedir que una "jus-
y simplificaciones inconvenienles. , ticia de gabinete", puesta al servicio del poder, desnaluralice las expres10nes t~e la voluntad
soberana manifestada a través de la representación legislatiYa. En ambas snuacwnes se espe-
Puesto que la vigencia misma de toda ley depende de su comprensión, ya que ra preservar por esle medio el imperio de la voluntad de un legislador a cuya declaración se
atribuye la capacidad de mantener por sí sola un tipo de organización social en la cual se
sólo después de ella los destinatarios estarán en situación de acatarla y aplicarla, la
advierten ventajas aparentemente insuperables. . ..
teoría de la interpretación de la ley excede con mucho el campo del derecho penal. Prescindiendo por ahora de consideraciones materiales sobre la validez y pracucab1h~ad
Pero como, a su vez, la interpretación de la ley penal se rige en lo fundamental por de tal pretensión87 , lo cierto es 4.ue ella resulta insostenible inclus': ~esde un punto de _vista
formal. Así, en efecto, si se acepta una proposición como la de BECCARIA, se tropezara con
los mismos principios que la de la ley en general, resulta indispensable hacer aquí
algunas precisiones que incluso permitirán entender mejor varias de las peculiari~
dades referentes a la comprensión de las disposiciones penales en particular.
~2 COUSTÑO, I, 23, pág~. ;/r'y 98; ETCHEBE_RRY, l, pág. 97; GA_RRIDO, T, 6, m, págs. 9_,l y 92; ?ARCL'i
MAYNES, Lóglrn del raciocinio yuridico, l\kx1co-Buenos A1res, l Y64; pág. 32: POLTTOFF; 4, 2, pag. 119;
Li\BATUT, l. 97, pág. 45
n NOVO/\, I. 94, pág. 134
~
4
BECCARTA, 1\'. pág. 75
~o BECCARlA. !V, pág. 76
81
BETI1, op. cit., I, 21 º, págs. 347 y sigts. El autor denomina a la primera interpretación "meramente 8ó Cfr. SOLER, Interpretación de la ley, Barcelona, 1962, J, pág. 8, que alude Lambién a la prohibición de
ricognitiva 1', ténnino que seguramente es más expresivo que el empleado en el texto, pero, por desgracia, interpretar el Código de Baviera.
carece de un correlaLo exacto en lengua española. 8' Sobre ello véasr una sucinta discusión, i.nfra, e), especialmente aa).

184 185
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAl. 1 r:nriqur. Cury Urzúa CAPÍTULO 111 / LA T.EY PENAL Y SU VIGENCIA

la dificultad de que para eslablecer correctamente 1a relación entre la premisa mayor (la l_ey) éste pueda experimentar en el futuro, a causa de la dictación de otras disposiciones
y la menor (el caso concreto sometido a la decisión), es imprestdndible comprender el sentido
de aquélla, y, como se ha procurado demostrar más drriba, el solo esfuerzo por lograr _ese
que modifiquen su configuración. A diferencia de lo que ocurre-y sólo hasta cierto
objelivo implica ya un acto de interpretación. La verdad es que una nor_ma que ~o ha s_1do punto- con e1 poeta o el filósofo, que envían un mensaje aislado y sin otro propósito
interpretada no puede ser aplicada, sencillamente porque no es cononda, y es n11pos1ble que el de comunicarlo a sus semejantes, el legislador, por lo mismo que pretende
hacer impemr aquello cuyo significado "no se sahe". mandar o prohibir-esto es, regir la conducta de los participantes en la convivencia-
incorpora implícitamente a su manifestación de voluntad todo el tejido normativo
c) Como todo lo que se ha de interpretar, la ley es una manifestación espiritual
que se ha realizado a través de una forma representativa, la cual, en este caso con- que en el momento de efectuarla impera ya, e incluso, todo el que, aun cuando
creto, consiste en el lenguaje escrito. De acuerdo con lo que se ha expresado al principie a imperar más tarde, afectará por fuerza a su contenido. De este modo, la
respecto, esta inevitable intermediación de dichas formas representativas entre el interpretación de una ley nunca puede suponer sólo la reconstrucción del pensa-
miento de su autor -el cual, por lo demás, como se ha visto, únicamente puede
autor y el destinatario' crea dificultades considerables para la inteligencia exacta del
determinarse en forma relativa-, sino que debe hacerse cargo de las consecuencias
sentido que se trata de comprender. 88 Y, a causa de las particularidades que rodean
que para la comprensión del texto tiene su situación en el sistema jurídico actual.
la generación de las normas jurídicas, éstas se ven acrecentadas. En efecto, al menos
Una percepción quizás algo unilateral de estos problemas ha dado origen, a
actualmente, las leyes no son jamás la creación de una voluntad individual. En el
mi juicio, a la ardua polémica entre las teorías psicológica o subjeliva y leleoiógica u
proceso de su gestación interviene una pluralidad de organismos (oficinas de la
administración dependientes del Ejecutivo, Parlamento, etc.), que, a su vez, están objeliva de la interpretación,
compuestas por un número crecido de personas. Como se ha señalado con razón 89 , aa) En conformidad a la temía subJetlva o psicológica, la tarea del intérprete
incluso aquellos que en el seno de los cuerpos colegiados votaron en contra de lo consiste en rehacer el pensamiento del legislador, en "repensar" lo querido por éste
aprobado por la mayoría, contribuyeron, sin embargo, a la formación del precepto, en e1 momento de poner en vigencia el precepto legal. Por consiguiente, la voluntad
porque, aun con su disidencia, permitieron que la voluntad de la organización se de la ley aparece, de acuerdo con este criterio, confundida con la del legislador, Lo
expresara contando con el quórum necesaiio para ello. Si se piensa, además, que las que la ley quiere mandar o prohibir actualmente no es sino lo que su autor quería
palabras -contra lo que se creyó alguna vez- en pocas oportunidades -o, acaso,
mandar o prohibir al promulgarla,
nunca tienen un significado unívoco (cosa que se agrava aún más al incorporarlas
Este punto de vista imperó en la mayor parte de la doctrina en las postrime_das
en la contextualidad de una frase), se verán las enormes dificultades que existen del siglo XVIII y durante la primera mitad del XIX, En parte se fundaba en conside-
para determinar el contenido del mehs3je que pretendía tiasmitir ese ente ideal y raciones políticas semejantes a las de BECCARIA, esto es, el temor de que el texto
multifacético al cual en el presente denominamos legislador (en el sentido de autor legal fuese desnaturalizado por los intérpretes con el pretexto de desentrañar su
de la ley), ¿Qué es lo que se ha mandado' ¿Lo que deseaba el Presidente de la Repú- espíritu. Pero en parte quizás aún más importante, en el respeto que inspiraban los
blica o un parlamentario cualquiera cuando pidió a sus colaboradores que elabora-
legisladores de la época, que, según se suponía, habían satisfecho la esperanza utó-
ran el proyecto? ¿Lo que entendieron y procuraron expresar estos últimos en el
pica de convertir en ley posiliva los dictados de1 derecho natural racional.~º La
texto redactado? ¿Lo que estaban pensando que se mandaba aquellos congresales
norma imperante estaba ahora en armonía perfecta con las exigencias impuestas
que votaron favorablemente la proposición, supuesto incluso el caso improbable de por la naturaleza de las cosas. Por esto no era admisible que su interpretación ten-
que todos lo entendieran en la misma forma? He aquí esquemáticamente presenta-
diera a otro objetivo que el de reconstruir la reflexión de quienes habían hecho
do el cuadro de las dudas ante las cuales se encuentra el intérprete cuando aborda
realidad ese milagro,
su tarea desde este ángulo.
La teoría subjetiva tropezó, desde luego, con todos los inconvenientes que
Pero, aparte de esto, hay todavía otro aspecto del asunto que lo complica
existen para precisar aquello a Jo cual se ha de tener por la voluntad del legislador y
aún más
a los que se aludió más arriba. Pero, aparte de eso, fracasa también cuando intenta
El ordenamiento jurídico, como lo indica su nombre, constituye una totalidad
mantener vigente el sentido original de los mandatos y prohibiciones, prescindien-
orgánica, de 1a que las distintas normas no son partes dispersas e independientes
do de las alteraciones que implica no sólo su inserción en el sistema, sino, además,
unas de otras, sino elementos que se articulan para la integración del síslema. Por
las modificaciones experimentadas por e1 conglomerado social al cual pretende re-
consiguiente, una norma no puede entenderse rectamente si no se la aprecia en su
gir. En este punto, la ilusión de haber encontrado un ordenamiento perfecto de
posición dentro de esa esLructura cuya naturaleza depende, desde luego, del cuerpo
valores intemporales a inmutables tenía que conducir a consecuencias sumamente
lega1 existente al momento de su dictación, pero, además, de las alteraciones que
insatisfactorias, determinando una progresiva tensión entre las normas y la reali-

AA Supra, I, a) 90
EBERH.ARD SCHMlDT, La ley y !os_juercs, en Derecho injusto y derecho nulo, cit., págs. 29 y sigts.; SOLER,
cl
9
COL;sr~o. I, 25, págs. 99 y 100; RADBRUCH, Filosofía ele! Derecho, Machid, 1959, 15, pág. 147. Interpretación de la Ley; cit., TT, págs. 14 y sigté>.

186 187
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enriqur Cury Lrzúa CAPITULO 111 / LA LEY PE.'.NAL Y SU VIGENCIA

dad, con una pérdida de la fe no tan sólo en la ley positiva sino en el derecho como mación de MAURACH, según la cual "la interpretación histórica ha pasado [... ] a ser
conjunto. Al final los propios juristas, despojados ya de las convicciones un recurso de último grado". 100 No es posible, por cierto -como ya se ha explicado-,
jusnaturalistas que habían alentado a sus predecesores, se deslizarian durante todo identificar el sentido de la ley con la voluntad de los participantes en su creación;
el siglo XIX y principios del XX hacia un positivismo exagerado, en el cual las con- pero para fijar el significado propio de la norma es indispensable hacerse cargo de lo
sideraciones de seguridad desplazaban por completo a las de JUSticia 91 ; o bien hacia que fue esa intención, al menos en sus rasgos generales, ya que incluso sólo así
un 11 decisionismo 11 intuitivo y vacilante, que al romper con la primacía de la ley podrá verse el contraste entre uno y otra allí donde éste existe. Es verdad que el
sumergía al mundo de la relaciones jmidicas en la incertidumbre. 92 proceso de establecimiento de 1a ley constituye nada más que uno de entre los
varios factores que deben tenerse en cuenta para determinar el contenido de volun-
bb) La teoría objetiva o teleológica postula que la interpretación tiene por obje- tad de ésa, pero me parece excesivo reducirlo a la condición de un elemento auxiliar
to precisar la voluntad de la ley, patente en ella misma y con prescindencia de lo que de último rango. 101 Lo importante no es tanto minimizar su influencia corno crite-
pueda haber sido querido por el legislador concreto. En palabras de RADBRUCH, rio de interpretación, sino distinguir con claridad su función puramente instru-
uno de sus expositores más clásicos, "la ciencia del derecho es la ciencia del sentido mental de la calidad de meta del proceso hermenéutico que le atribuía la teoría
objetivo y no del subjetivo del derecho". 9' "No se propone, pues, la fiJación del sentido subjetiva.
pensado por el autor de la ley". 94 "El intérprete puede entender la ley mejor de lo Asimismo se ha observado que la teoría objetiva incurre en una cierta tautolo-
que la entendieron sus creadores y la ley puede ser mucho más inteligente que su gía, pues pretende emplear el fin de la norma como guía de toda la actividad
autor -es más, tiene que ser más inteligente-". 91 "De esta manera, no es la interpre- interpretativa, en circunstancias que la determinación de dicho fin solamente pue-
tación juridica un repensar posterior de algo ya pensado, sino un pensar una idea de hacerse mediante una precisión del significado de los elementos que integran el
hasta su último extremo". 96 precepto, lo cual presupone la interpretación. 102 La crítica, con todo, es más apa-
Esta determinación de la voluntad objetiva de las normas jurídicas presupone rente que real. Pues, como se ha destacado ya, esa finalidad puede deducirse de una
la de su finalidad (telas), pues es a partir de esta última que se puede fijar aquélla. El consideración más general, referida al contexto del ordenamiento jmidico y, en es-
sentido de la ley, lo que ella "quiere'', es dado por el fin que persigue, el cual debe pecial de los principios constitucionales que lo rigen 101 , a la cual puede relacionar-
deducirse no sólo de su propio texto, sino de las ideas que informan el derecho se, para elevarlo a un plano valorativo, el análisis "filológico" que sirve de punto de
como unidad de significados valoralivos. El punto de partida es brindado por la partida a la tarea del intérprete. Por otra parte, ya SCHLEIERMACHER había en-
interpretación filológica del texto legal 97 , pero luego se precisa remontar por enci- frentado esta dificultad, resolviéndola, según opinión de DILTHEY, "de la manera
ma de ella en una labor creadora orientada al fin de la norma, la cual procura no más elegante". "Comenzaba con una sinopsis de la articulación, que se podia com- 1

sólo precisar su voluntad, sino, además, desenvolver sus posibilidades implícitas de parar a una lectura ligera; abarcaba la conexión entera, tanteando; aclaraba las difi-
acuerdo con las exigencias cambiantes de las circunstancias. cultades, y mantenía reflexivamente todos aquellos pasajes que suministraban un
La teoría objetiva, así entendida, es dominante en la literatura comparada con- atisbo de la composición. Entonces empezaba propiamente la interpretación" .10 ~
temporánea.98 Sin embargo, no está exenta de reparos. En esta forma, mediante un procedimiento de "ida y vuelta" que presenta semejan-
En primer lugar, es evidente que, aun si se desea tomar como base del proceso zas con el de retroalimentación, superaba el obstáculo propuesto. Naturalmente, la
hermenéutico la ley en sí misma y no la voluntad de quienes la elaboraron, no es solución no es Lodo lo perfecta que podría desearse. Pero es que, como también lo
posible prescindir por completo de esta última, ya que, a fin de cuentas, por lo destaca DILTHEY, "tropezamos aquí con los límites de toda interpretación que cumple
menos la forma a través de la cual se expresa la norma ha dependido de ella y del con su tarea sólo hasta un cierto grado, de suerte que todo comprender es siempre
significado que les atribuía. 99 En tal sentido, resulta quizás algo exagerada la afir- relativo y jamás se puede agotar''. rns

1
ce) A mi juicio, siempre que se tengan en cuenta los alcances y dificultades expre-
" Sobre esle aspecto del proceso, véase la excelente exposición de E. SCHMIDl, op. y loe. cit
92
Al respecto, con gran dnalle y e_xtellsa crH_ica, SOLER, Intc11Jrrtaci611 de la Ley cil. IV y sigts., págs. 31 y sados en el apartado precedenle, la interpretación de la ley debe realizarse con arreglo a
s1gts., Las palabras ele la ley. México 1969. Vlll y s1gts., pág. 72 y s1gts
,n RADBRUCH_ Filosofíá del Derecho, cit., 15, pág. 146
94
RADBRUCH, op. cit., 15, pág. 147.
95 '.~o lvlAURACH, T, 9, E, pág. 107.
RADBRUCH, op. cit., 15, pág. 148.
96
101 Va bastante más lejos que lo expresado en el texto la slntesis entre teoría suhjetiva y objeliva propuesta por
lbíd.
JESCHECK; 17, IV 2, págs. 139 y 140: la interpretación objetiva sólo cumpliría una función auxiliar.
RADBRUCH, op. cit., 15, pág. 148.
98 cuando la subjetiva no es posible.
Véase., por lOdos_, aparre del ya citado RADBRUCH, BAU!VlA!\N, 13, 1, 2, págs. 136 y sigts; CEREZO,!,
tu Así, BAutv[/\NK, L\ l, 2, pág. 136, quien, sin embargo. admite que se trata de una objeción supernhle.
pág. 66; COCSINO, 1, 25, págs_. 99 y sigts ..; ETCHEBFRRY, I, págs. 98 y 99; !VIAlJRACIT. l. 9, E, pág. 107,
WJ "En el mismo sentido, BAUMANN, op, y loe. cit
J:vlEZGER, T, 11; l, pág. 138; SUlMIDTHÁUSER, 5, 31, pág. 82; SCHONKE-SCHRODER, 2, 34 y sigts ..
w+ DlLTHEY, 01ige11es de la hermenéutica, en Boletín dt Jnvest[gaclonfs de ta facultad de Derecho ele ta Pomi.flcla
págs. fl.) y sigts. Indeciso GARRlDO, I, 6, III,'págs. 93 y 94. lJna postura intermedia Lambién en ROXI\J.
Universidad Católica de Chile, Nºs 46-4 7, Santiago, 1980, pág. 107.
5, 32, págs. 150 y J 51.
9 lús Ibíd.
' En este sentido, BETTT, Teoriagenerale . . cir., TT, pág. 816 y sigts.

188 189
DERECHO PE"lAL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzüa
C",PJHJLO lll / LA LEY PENAL Y ~U VIGENc.JA

un crilelio objetivo. Esto significará que el ordenamiento _jurídico se encuentre en un La integración de la ley tiene lugar cuando existe una laguna lega!, esto es,
constante proceso de desarrollo orientado precisamente por la tarea de los intérpre- cuando el ordenamiento jurídico positivo no contempla una disposición que re-
tes, el cual lo privará, hasta cierto punto, de la certeza a que aspiró la escuela exegética. suelva en forma expresa el caso sometido a decisión. En tales situaciones, el juez
Tal cosa es inevitable. En un mundo en el que la rndiv~dualidad sólo puede trascen- debe, a pesar de todo, fallar el asnnto que se le ha confiado, porque así lo dispone el
der en forma hmitada y que está sometido a un cambio continuo, las reglas destina- art. 10, inc. segundo del C.O.T., para lo cual se encuentra en la necesidad de crear
das a ordenar la conducta de los hombres no pueden estar dotadas de una transpa- una norma nueva que le dé solución. Por consiguiente, en esta clase de hipótesis no
rencia total e imperturbable que asegure su fijeza, tiene lugar .interpretación alguna 109 , puesto que no existe precepto cuyo sentido
haya de averiguarse; el juez, aquí, integra el sistema con una regla que él formula y
d) A diferencia de lo qlle ocurre en otros ordenamientos jurídicos, eIJ- los que
establece para el caso concreto. 110 El recurso a la equidad natura! y al espílitu genera!
la manera de imerpretar las leyes se halla abandonada a los criterios de la jurispru-
de la legislación -del cual, como se precisará más adelantern, forma parte la analogía-
dencia, el nuestro dispone de un conjunto de reglas expresas sobre la materia en los
es un instrumento propio de la integración y no de la hermenéutica.
ans. 19 a 24 del C.C., las cuales reclaman aplicación general para Lodo el ordena-
miento jurídico, incluyendo las normas constitucionales y, por supuesto, también Como lo expuesto presupone la existencia de lagunas legales que requinrn de procedi-
las penales. mienlo inLegralivo, será rechazado por quienes consideran el ordenam1enLo_Jurícl1co posili-
vo como una totalidad cerrada y carente de vacíos. 112 En esle lugar resulta 1mpos1ble dete-
Dichas disposiciones, que no se encontraban en el Código Civil francés, fue- nerse sobre una consideración pom1enorizada de ese punto de vista y las criticas que se le
ron tomadas por BELLO del de las Luisianas, el cual reproducía, casi punto por han dirigido. Sin embargo, puede sostenerse con alguna certeza q~e, en el presenLe'. la opi-
punto, las fórmulas elaboradas por V SAVJGNY y consideradas tradicionalmente nión predomi.nanle se indina a considernr que el derecho, entendido como algo mas com-
prensivo que la pura ley positiva, carece de lagunas, pero, en cambio, que en esta última tales
como la expresión clásica del punto de vista psicológico o exegético. Por esto no es lagunas existen. La larea integradora del juez consiste, preci.samenle, en cerrar los claros del
raro que durante todo el siglo pasado y la primera mitad de éste, los juristas nacio- ordenamiento legal acudiendo a maleriales subyacentes en la idea del Dnecho.
nales -en especial los civilistas- hayan defendido el predominio de tal concepción
en nuestro ordenamiento jurídico. 106 OAtendiendo a quien la realiza, la interpretación de la ley suele clasificarse en
Sin embargo, las investigaciones más recientes han mostrado que al efectuar el auténtica o legislativa, judicial y privada o docliinaria.
traslado a su proyecto, BELLO introdujo en los textos del modelo escogido una serie
Esta clasificación ha sido objeto de crílicas que en lo esencial compartimos sobre todo
de modificaciones que no sólo alteraban su forma sino su contenido, alejándose del porque existen fonnas de interpretaci.ón c1Uténtica que no proceden del l~gislador 113 '. y además,
"canon" de V SAVJGNY. 107 Así, por qemplo -y aunqne aquí es imposible hacerse porque a lo largo ele la Historia sus distintos términos no siempre han pod1do el1.ferenciarse co:1 la
precisión necesaria. Con todo, siendo de uso común en el campo ele la docencia actua:, pr:hero
cargo del asunto con la extensión que requiere-, vale la pena hacer notar que en el art.
19 del e.eel elemento gramatical ha depdo de ser un recurso para averiguar la
echar mano de ella a fin de evitar innovaciones riesgosas en una matena que escapa al ambllo ele
mi competencia y en la cual es fácil inducir a confusión.
voluntad del autor de la ley, transformándose en un instrumento destinado a precisar
el sentido de ella misma, entendido como manifestación literal de su propia voluntad. aa) La interpretación es auténtica o legislativa cuando la efectúa el propio legis-
De la misma forma, en el inc. segundo de esa disposición la averiguación en torno a la lador en cuanto tal y, por consiguiente, mediante una ley.
"liistona fidedigna" del establecimiento de la ley cumple también un puro papel de
herramienta para la tarea de encontrar y fijar el telas de la norma (su "intención o bb) La interpretación es judicial cuando la realizan los tribunales en ejercicio
espíritu"). Por consiguiente, debe considerarse muy infortunado que una parte de la de su potestad _jurisdiccional, al resolver un caso concreto.
jurisprudencia prosiga considerando los ans, 19 y sigts. del C.C. como una
ce) La interpretación, finalmente, es p1ivada o doctrina[ cuando la efectúa un
extrapolación del "canon" de V SAVJGNY a nuestro ordenamiento jurtdico 108 y resol-
particular, por lo común perteneciente a la profesión jurídica.
viendo los problemas hermenéuticos según formulas exegéticas.
En los tres apartados siguientes, los problemas relativos a la interpretación de
e) La interpretación de la ley es algo distinto de su integración no obstante lo
la ley penal se examinan sistematizándolos sobre la base de esta clasificación. En el
cual es frecuente confundirlas, por lo menos en cuanto se incorporan al número de
los recursos hermenéuticos algunos que en realidad son integrativos.
1 19
' Salvo, naLUralmeme, la que ha de hacerse pJ.ra dar por e:,Lablecido que ninguna de las disposiciones en
vigor se refiere J.1 rnso en cuestión. Pero eslo es otra cosa .
• w En d mismo sentido, GARClA JVIAYNES, Lóg[rn del raciocinio juríclirn, cit., págs. 25 y 41
M, Cfr. D"LCCl, Interpretación jur[diw, Sanliago, 1977, 66, págs. 97 y sigts 11 lnfra, VI. a)
107
Sobre ello, con detalle, DUCCl, op. cit., 65, págs. 95 y sigLs., si bien sus resultados son discutibles. 112
Así, en e'.5pec:ial, los integrantes de la Escuela J.e Viena, encabezados por KELSEN. VéJ.se, por todos, de
'ºª En el mismo sentido del texto, la exposición de COUSIÑO, l, 26, págs. l 02 y sigts., así como su artículo
este último, Teoría pura cid Derecho, Lrnducción de 1'1oisés ~ilve, Buenos Aires, 1960, X, 7, págs. 172 y
sobre la interpretación de 1a ley penal en la dogmática chilena, en RC.P, tomo XX, 1961, págs. 197 y sigts
s1gts.
Para una consideración más detallada de los arts. 19 y sigls., véase infra, 1\/ 1 1
' DUCCl, op. cit., 18, págs. 40 y 41; GARRlDO, I, 6, l\~ pág. 95

190 191
DERECHO PENAL/ ~ARTE GfóNERA/ 1 Enrique Cury Urzua
C\P!TlJI_O 1!11 LA LE'I PE"'\L Y SU VlGE:,;CJA

ú1timo del capítulo, en cambio, se analizan ciertas cuestiones que caen de lleno en
en éstas". Esto significaiia atribuir a la 1ey interpretativa un efecto retroactivo, in-
el campo de la integración 114 , pero a las que se ha preferido asilar aquí a fin de aceptable en atención a la vigencia conslitucional del principio nulla poena. 118
conservar la unidad de la exposición.
En mi opinión, este punto de \'Í.sta es desacertado. Si la ley es en realidad
interpretativa -o sea, si efectivamente no hace más que fijar el sentido de ella dentro
de los marcos conceptuales preestablecidos-y si, además, la decisión respecto a esa
III. LA INTERPRETACIÓN AUTENTICA DE LA LEY PENAL calidad pertenece a los tribunales, no se divisa la forma en que su aplicación retro-
activa vulneraría e1 principio de reserva, puesto que 1a interpretación efectuada por
De acuerdo con 1o expuesto, la interpretación auténtica es la que realiza el
la ley también hubiese podido ser realizada lícitamente por el Juez aunque aquélla no se
legislador en cuanto tal, mediante la dictación de una ley interpretativa. En aten-
hubiere dictado. 119 Esto último no es tomado en cuenta por COUSIÑO y
ción a su origen, esta forma de interpretación es "generalmente obligatoria" (art. 3°
ETCHEBERRY cuando distinguen entre una interpretación auténtica más gravosa y
inc. primero C.C), fijando, en consecuencia, el sentido de la ley en una forma que
es \'Í.nculante para todos y en todo caso. más favorable para el reo. 12 º Si la ley interpretativa se ha limitado a fijar uno de los
varios sentidos que era posible atribuirle ya a la interpretada según su contenido
Aunque parece evidente, no está de más subrayar que la interpretación sólo es
preexistente, no se percibe cómo podría llegar a ser "favorable" o "gravosa" para el
auténtica cuando se efectúa en una ley. Las opiniones privadas del autor de la ley
quedan, pues, fuera de consideración. autor; si hace más, ya no es una ley interpretativa.
La cuestión de si una ley es verdaderamente interpretativa o si, por el contra-
rio, modifica, complementa o incluso deroga de manera tácita a la pretendidamente
interpretada, debe resolverse soberanamente por los tribunales con un criterio material. 115
IV. INTERPRETACIÓN JUDICLU DE LA LEY PENAL
Esto significa que una disposición puede ser c'onsiderada interpretativa, aunque a) La interpretación judicial de la ley es aquella que eiecutan los tnbunales en
formalmente no se atribuya ese carácter, cuando sea patente que su única finalidad ejercicio de su potestad jurisdiccional. No sólo se expresa, pues, en las conclus10nes
radica en esclarecer y fijar el sentido de otra norma. Al contrario, la ley no es ci_ue integran la parte dispositiva de los fallos, sino también, de manera más explíci-
interpretativa, aunque se titule como tal, si resulta que en realidad altera, extiende o ta, en las consideraciones de los mismos. Sin embargo, cuando exista una contra-
hasta contradice el alcance de aquella a la que supuestamente tenía el propósito de dicción entre esas dos partes de una sentencia, debe entenderse, a mi juicio, que la
interpretar. la opinión contraria, que ha sido sostenida especialmente en el campo interpretación judicial se encuentra asilada en la parte resoluLiva, en tanto que los
del derecho civil, implica una concesión exagerada al positivismo más extremo. considerandos contradictorios quedan reducidos a la calidad de meras opiniones
La CS. pareció ip.chnarse a una concepción material cuando resolvió que para que la doctrinales. Lo último también es válido para los argumentos que fundamentan las
interpretación-de una ley se estime dada por el legislador y adquiera los caracteres de obliga- disidencias en un tribunal colegiado.
tona, se requiere que aparezca en la ley imerpretaLiva el espíritu de declarar el sentido de
otra ley Asimismo, la C.A. de Valparaíso acordó el carácter de interpretaliva a la ley 11.625, b) En la realización de esta labor hermenéutica, los jueces se encuentran vin-
que hacia aplicables las agravantes de premeditación y de alevosía al robo con homicidio,
porque ya ames de su dictación esa posibilidad era discutida por la doctrina y la _jurispru- culados por las normas contenidas en los arts. 19 y s1gts. del CC
dencia, no obslante que el nuevo texto legal no se atribuía esa calidad.U 6 Claramenle se De acuerdo con ellas, el punto de partida es una investigación filológica (~rn-
pronuncia por un criterio material la sentencia de la CS. de 1971, según la cual "para que matical) sobre el sentido de la ley, que debe procurar extraerse ele su propio texto
una ley sea interpretativa no es preciso que lo diga en términos explícitos" aunque sí "que
comenga un alcance, una explicación o aclaración de la ley que interpreta, de la cual se (art. 19 inc. primero CC). Para ello, como es lógico, tiene que comenzarse por
desprenda su propósilo de aclarar el sentido de ésta" m determinar la significación de las palabras, a las cuales, por lo común, se atribuirá lo
que el art. 20 del CC denomina "su sentido natural y ob\io". Una opinión muy
lo expuesto hasta ahora es aplicable en general a 1a interpretación auténtica difundida sostiene que este último corresponde a 1as definiciones que proporciona
de la ley penal. En camb10, con arreglo al punto de vista dominante, no es válida el Diccionario de la Real Academia Española. 121 Pero este punto de vista me parece
para ella la norma contenida en el art. 9º inc. segundo del C.C., según la cual "las equivocado, en primer lugar, porque difícilmente seria posible sustentar que, en
1eyes que se limitan a declarar el sentido de otras leyes, se entenderán incorporadas caso de apartarse de las significaciones más 'populares, pueda sostenerse que son

114
Supra, e)
"ló DUCCI, op. cir., 22, pág. 48 m Así, COL'Sl~O, !, 28, A, a), pág. 105; DUCC!, op. cit., 28 y sigLs., 52 y 5.3; HCTTEllFRRY, I, pág. 102;
116 POLITOFF, 4, 2; pág. 125.
Cfr. ETCHEBERRY, D.P.J, 1, 6 págs. By 14. ETCHEBERRY se muesLra disconforme con el úlLimo de los
;\sí, Lambién GARRTDO, I, 6, !V, pág. 95; NOVO!\, T, 95, pág. 134; SOLER, T, 14, I\: pág. 136.
1 9
'
~allos citad_os, porque "en verdad nada en el texto de la Ley 11.625 permite colegir que se Lrate de una ley
m C.:OCSI~O, op. y loe. cit., en nota anterior; ETCHEBf'.RRY, op. y loe. cit., en nota anterior.
_ mte_rpr1?tal1va, y ella <la 1gualmeme base para sostener i?l punto de vista opueslo·' (op. y loe. cit. pág. 14).
11
' ETCHEBERRY, D.P]., IV, 486, pág. 5
w Así, entre otros, COUS!ÑO, T, 29. i\. págs. 107 y sigts., con una discusión mmuciosa del asunto que, sin
embargo, no me parece convincente

192
193
DERECHO PENAL/ PARTE C.f'NERAL / Enrique Cucy Urzlia
CAPITLLO III / l.A LEY PENAL Y SU VIGENCJA

más "naturales" y, sobre todo, "obvias", las estereotipias por lo general algo demostrar que tal claridad sólo era aparente y que, en su contexto, los términos
anquilosadas de dicho Diccionario; además, porque no es probable que, al elaborar empleados por la ley adquieren un significado nuevo o, cuando menos, una exten-
la norma, BELLO haya pensado en el recurso a un instrumento gramatical em_allado sión distinta de la que aparecía primitivamente.
de la Real Academia de la Lengua, por la cual, como es sabido, experimentaba poca
simpatía. Por consiguiente, debe entenderse que el sentido natural y obvio de las Me peTcato, naturalmente, de que al colocar el recmso sistemálico junlo al gramatical,
aL.ribuyéndole una función en el momento filológico de la mtupret~~ión, altero lo _que_~a
palabras es aquel que se les concede en el uso común de las mismas. 122 sido la pTesentación tradicional del tema enlr~ noso~ros. Esto requenna de una exphcac1on
más exlensa, que aquí, por desgracia, me es 1mpos1hle ofrecu. Hay, con lodo, dos puntos
La Jurisprudencia se sirve invaTiablemente del Diccionario de la Academia para fijaT el que me parece indispensable recalcar. . , . _
sentido "natural y obvio" de las palahrns. 123 En ello se expresa la lendencia al positivismo En primer lugar, puede sostenerse legítimamente que _la ~1ster:natica del parrafo 4. del
literalista de los tribunales, que procuran encontrar soluciones escritas parn los problemas, Título PreliminaT del C.C. responde p-recisamenle a este cnteno. Siempre ~e ha emend~do,
eludiendo su responsabilidad en la determinación del sentido de la ley en efecto -y no podrfo ser de otra manera-, que los aTts. 20 y 21 del C.~. t1e_n~1: por obJelo
complementaT y asegurar la practicabilidad del inc. primero del 1~. ~h opm10n es ~ue lo
Cuando la ley proporciona una definición de ciertos términos, ésta prevalece mismo ocurre con el 22, al cual no exisle motivo alguno parn atnbmr l_a autonomrn que
sobre su significado corriente (art. 20 C.C., in fine). No obstante, en conformidad a usualmente se le confiere. También los elementos "lógico" y "s1sLemát1co" -como suele
denominárselos practicando lo que, a mi juicio, es una diferenciación aTtíficwsa- están des-
la misma disposición, antes de hacer tal cosa es preciso investigar si la materia sobre tinados a precisaT el senlido de la ley manifestado en el texto_. Por eso, ellos forman parte del
la cual versa la ley que se trata de interpretar es la misma para la cual se dio la momento filológico en el prnceso hermenéutico, al cual sirven como mstrumentos de la
definición legal. De no ser así, recupera su vigencia la norma contenida en la prime- misma forma que el gramatical. . . . -.
ra parte del art. 20 del C. C. La segunda observación se refiere a la aparenLe conLrad1cción que s1gmf~ca colocaT re-
cursos de caráctn lógico al servicio de una función supuestamente descnptrva como es la
Tratándose de expresiones técnicas de una "ciencia o arte", se las debe "tomar determinación del sentido de un texlo. Pero en rigor no la hay. Pues en un proceso de
en el sentido que les den los que profesan la misma ciencia o arte" (art. 21 C.C., interpretación nonnativa 126 como la exigida por la ley, las simples descripciones están ex-
cluidas desde el principio. Toda la Larea es, en realidad, a.xiológica, puesto que ~p:1nta al
primera parte). Si entre éstos hay un desacuerdo, el tribunal tiene que decidir por el esclarecimiento de los contenidos de valor que se expresan en los mandatos Y proh1b1ci_o_nes
significado más adecuado al contexto legal y, por cierto, sin dejarse determinar por del ordenamiento _jurídico. Cuando al interpretar la ley procuramos dete_1:11inaT el sigmhca-
puras consideraciones estadísticas. La opinión sustentada por la mayoría bien pue- do de un vocablo, no nos imeresa establecer lo que descnbe, s1~0 la Iun_non q~~ cump1~ ese
contenido en la determinación de un delJa En esle plano es 1íoto acu_dn l~mb1en Y conJun-
de no corresponder a la que se acoge en la norma. Por fin, si de la propia ley aparece
tamente a la consideración del factor sisLemático, el cual tiene por_obJetC\JUStamem:, cola-
claramente que la expresión técnica ha sido tomada en un sentido diferente del que borar a la precisión de tal significación axiológica mediante la cons1dernc10n de la umdad de
le atribuyen los especialistas, se debe prescindir de éste (art. 21, in fine). las valoraciones realizadas por el ordenamiento.
Ya las salvedades aludidas en el párrafo anterior ponen de relieve que es impo-
Una vez fipdo el marco de sentido dado por el momento filológico, es preciso
sible una aprehensión cabal del sentido de las normas, incluso desde el punto de
todavía, para alcanzar una auténtica comprensión del precepto interpretado, hace_rse
vista filológico, sobre la base de su consideración aisl?-da y puramente textual. Por
cargo de su telas, de su fin, esto es, de lo que el arl. 19 inc. segundo del C.C. denomma
esto, el análisis gramatical de un precepto sólo constituye un punto de partida que
su "intención O espíritu", para lo cual hay que estarse a lo que de él ap~re~e claramenle
pone al intérprete un marco de referencia inicial, cuyos límites no deben ser sobre-
manifestado en la propia ley o en la historia fidedigna de su establecimiento.
pasados.124 Sin embargo, para perfilar de manera adecuada el contenido de signilí-
cación de la norma desde el ángul_o filológico, es preciso acudir todavía al recurso Nuevamente en esLe caso se haria necesaria una fundamentación detenida de la sistema-
123 tización que propongo, pern, en alención a la índole de la obra, tampoco ah,ora puedo hacer-
sistemático , con arreglo al cual, como unidad de sentido, ella debe ser interpretada
la. Con todo, vale la pena subrayar que en el aTt. 19 mc. segund? del C.C., las p~labr~s
en forma que entre sus distintas partes haya "la debida correspondencia y armonía" ''intención" y "espíritu" son empleadas como sinónimos, y que la p~1mera P?see una s1gmft-
(art. 22 inc. primero C.C.) y, además, que no aparezcan contradicciones entre sus caclón identificable con la de telas o "fin". POT otrn lado, quienes asilan trad1c10nalm~nte en
mandatos y prohibiciones y las emanadas del contexto del ordenamiento jurídico · esta disposición al elemento llamado "histórico",_rresci_~den de ,q~e la norma_se refiere de
modo primoTdial a la posibilidad de investigar 1~ 11:tenc~?n_ o espmtu de la ley mterpre~ad~,
(art. 22 inc. segundo). Esta labor no sólo permitirá resolver las dudas propuestas
aludiendo a la "historia fidedigna de su establec1m1ento solo como a uno de los recursos .:i
por la inteligencia del precepto que se trata de comprender, sino que resulta indis- que puede acudirse para la determinación de aquéllos.
pensable Lambién cuando se cree haber determinado con claridad su sentido me-
diante la simple aproximación gramatical, pues la consideración del sistema puede En la consideración de lo que la propia ley manifiesta sobre sus fines, ha de
tenerse presente, una vez mas, que ella no e~tá integrada por un _artículo o pá~rafo
m Como ene! texto, ETCHEBERRY, l, pág. 69; GARRmO, 6, V, pág. 98; POUTOFF, 4, 2, pág. 128. aislado, sino por el complejo de mandatos y prohibiciones relativos a_una m:sma
m Véase, sobre ello, ETCHEBERRY, D.P.J, I, 7, págs. 14 y sigls. Otra opinión en GARRIDO, op. y loe.citen materia. Ley, en este sentido, no es un precepto, sino una voluntad mamfes_tada que
nola anterior, para el cual el criterio J.el texto serta actualmente dominante. El asumo es discutible.
124
Así, BAUMANN, 13, l, 2, d), págs. 139 y 140; GARCTA l:VlAYNES, L(ígica del ra.cioci11iojwídico, cit. l, 3, frecuentemente es menester precisar mediante la apreciación de una vanedad de
págs. 23 y 24; ROXIN, 5. 28 y sigts., págs. 148 y sigts
m Así,JESCHECK,17,IV, 1,a),pág. 138.
m Supra, l, b)

194 195
DFRECHO PE\"AL / PARTE Cl'NERAL / "Enrique Cury Urzúa CAP1TULO 111 / LA LEY PENAL Y SU VICE'.\C!A

exteriorizaciones. Aquí, sobre todo, cobran significación las disposiciones constitu- d) Por ]o que se refiere a los resulLados de la interpretación, suele distinguírsela
cionales, cuyo sentido condiciona el de la totalidad del ordenamiento _jurídico.12 7 en declarativa, resllictíva y extensiva. J 32 Tales términos no se hallan suficientemente
Por lo que se refiere a la "historia fidedigna del establecimiento" de la ley, me definidos y es difícil conceptuarlos en forma correcta, por lo mismo que correspon-
parece, contra la opinión dominante, que no sólo ha de tenerse por tal la del proce- den a una inadecuada percepción del proceso hermenéutico.
so constitucional de su formalización. También forman parte de ella los trabajos La interpretación sería declarativa cuando de ella resulta que la voluntad de la
preparatorios e, incluso, los debates entre particulares cuando hayan encontrado ley coincide con lo que a primera vista aparece de su tenor literal; restrictiva cuando
una expresión pública significaLiva y sean reveladores de la situación cultural y conduce a decidir que aquélla pretende regir un ámbito más reducido que el que se
ético-jurídica imperante en el momento de la generación de la ley. 128 Lo importante deduciría de éste, y extensiva en el caso inverso. Sobre la base de tal distinción se ha
es que tales antecedentes sean comprobables, pues en tal sentido debe entenderse la sostenido, a veces, que la interpretación extensiva de la leyes penales se encontrarta
exigencia establecida por el adjetivo "fidedigna". vedada. 133
Lo que a mi juicio debe ser subrayado al con'i::luir esta ojeada de conjunto, es Este punto de vista, que significa una extrapolación del principio procesal in
que los distintos momentos del proceso hermenéutico, así como los diferentes re- dubio pro reo al campo de la hermenéutica, carece de fundamento. Puesto que la
cursos de que el lntérprete puede valerse con respecto a cada uno de ellos, no deben interpretación tiene precisamente por obJeto determinar la verdadera voluntad de
tratarse como "elementos" o "instrumentos" aislados y relativamente autosuficientes la ley, sus resultados no pueden sino ser declarativos, en el sentido riguroso del
situados en una relación de subsidiariedad. Jamás será posible aprehender el senti- término. La interpretación sólo interpreta, no extiende ni restringe. Por eso, cuando
do profundo de una norma desde una sola perspectiva y con prescindencia de los de ella resulta que una norma penal se refiere a un número mayor de casos que los
restantes enfoques. 129 Por esto, no obstante la formulación aparentemente tan pe- que aparecían de su consideración literal, nada obsta para que se la aplique a todos
134
rentoria y excluyente del art. 19, inc. primero del C C, ha de entenderse que él sólo ellos, sin que eso importe violación alguna al principio de legalidad , y así se
señala ·un orden de ''sucesividad" en la operación, impuesto por las limitaciones deduce, por lo demás, del art. 23 del CC, con arreglo al cual "lo favorable a odioso
inherentes al modo de conocer del ser humano. de una disposición no se tomará en cuenta para ampliar o rest1ingir su i.nterp~eta-
ción. La exlensión que cleba darse a toda ley, se determinará por su genuino scnttclo Y
c) Todo lo expuesto sobre la interpretación Judicial es válido para la ley penal. según las reglas de interpretauón precedente". .
A este respecto, por consiguiente, sólo vale la pena recalcar un punto que Por o~ra parte, como advierte Etcheberryus, no es infrecuente que una mter-
suele generar equívocos: el relativo a la procedencia de interprelar analógicamente pretación "restrictiva" resulte desfavorable para el inculpado, como ocurre siempre
las leyes punitivas. que se interpretan de esa manera "disposiciones benignas". En tales casos, en efecto,
La interpretación analógica, tal como aquí se entiende, no es más que uno de al procesado le conviene una interpretación extensiva. , .
los recursos destinados a la fijación del sentido de las normas en el ámbito sistemá- Naturalmente, es preciso hacerse cargo de que en muchos casos los limites
tico. Supone sencillamente, atribuir a un texto cuyo significado es dudoso, el mis- entre lo que constituye interpretación (extensiva), permitida y lo que ya es franca
mo que se le otorga en otra u otras leyes cuyo contenido ya ha sido interpretado y integración por analogía prohibida son, en la práctica, difíciles de establecer. rn En
esclarecido, sobre todo cuando estas últimas "versan sobre el mismo asunto" (art. tales circunstancias, cuando la duda persiste aún después de conclmdo el proceso
22 inc. Segundo CCJ hermenéutico, debe prescindirse de la ''extensión sospechosa para evitar la infrac-
En tal acepción, la interpretación analógica tiene que distinguirse de la analo- ción al nulla poena". Pero ésta es sólo una consideración práctica que nada tiene que
gíá empleada como recurso para la integración de lagunas legales 13°, y es, por lo
tanto, lícito acudir a ella a fin de fiJar el sentido de las leyes penales. ni
11)Asi,· por qe "0,,\'0¡\ , T, 100 , prig · 142 , quien ' sin embargo, no le ª.tribuye .real importa.
.· mpl"u,,~ l ncia práclica
m En el presente es difícil enconlrar quienes soslengan este punto de visLa en tonna amp ia. De manera
ir Sobre este ú_ltimo. pLmto, con detalle y bibliografía, BAUlVIANN, 13, 1, 2, a\ págs. ]36 y 137:
SCHMlDTHAUSER, 5, 34, págs. 83 y 84. En un senlido algo diferente, BETJI. Teoricl grnercile ... , cit., ll. calllelosa se refiere al punto B/\U:vlA>JN, 13, I, 3. ptig. 140. , _
u+ Así, entre otros, CEREZO. l, pág. 203; CORDOBA RODA y RODRLGUEZ MOCRULLO, l, pag. :s;
pi'igs. Bl 1 y 812
128
En srnüdo amplio, tambié.n COL'SIÑO, I, 29, B), pág. 110
cousu\o, I, 30, pág. 112; ETCHEBERRY. 1, pág. 109; G:\RRI~O, l, 6, \1. págs. l 02 y 103;JESC:1FCK,
12 17, IV, 4. pág. 141 :jll.vlENEZ DF. /\SUA, 11. 660, pág. 481; ME~GE~:TILEI. LO, lll, pag. 29, NO\i:)A, l,
) Fn este sentido, _DUCCI, op. cit._ 63, págs. 63 y sigLs., con ju1isprudencia y bibliografía; GARRIDO, L 6,
l OO. pág. J43; RODRIGCE7: DEVESA, l, pág. 190, con resLncc10n: Sm embargo. cuando b norma, por
\'. pág. 97, not,t 2.1.
defecto de técnica legislativa, es confusa a mdetenmnada, de tal manera que no_hay otra pos1b1hdad d~
110

1 1
·'
Infrn, Vl, a)
Clar.:imenre, en este sentido, JIMENEZ D[ 1\SUA, T1, 660, pág. 481, quien, sin embargo, prdi.ere prescindir llegar a una decisión respecLo a su conr.eniclo, la reg~a d_e que ha~ que restnngi_r l_o odioso
juicio, conservando su validez": SC.:HMIDTHAUSER, 7, 42 y 4 3, pags. _87 y 88, d1s_tmgu1endo c.nt1e_ n1~0
s:gu~~ -~ m 1

delrótulo "interpretación analógica" y habla en su lugar de "interpretación extensi,·;;I" A mi _juicio, la susti-


literal'' (aparenle) y "Lipo dic inteq,n:Lación": SC:HO'.\JKE-SCHRODER, 2,42 y43, pag, 66, con una lmuLa-
Luc1ón no es_ deseable, porque corno se verá infrn. d). se trata de cosas distimas. La mal llamada imerpreLa-
ción. Al parecer tainbién opina de este modo LABATUT, T. 49, pág. 48, pero su punto de v1sla no rs
nún ~extensiva" puede ser no sólo el resultado <le una inlerpretación realizada mediante el recurso analógico,
sino producirse a caLlSa del empleo de CLrnlquier otro dentro del proceso hernienéutirn. A su vez, una inLer- explícito.
pretanón ·'analógirn'· puede conducir también a resultados que imponen restringir el significado aparente ;_, 5 ETUTEBERRY, l, pág. 110.
del texlü legal o. simplemente, a confinnarlo. En el mismo sentido del texto. COUSI-:-JO, T, 21, pág. 90
111 ' Y!t:ZGER-BLEI, 10, Tll, pág. 29.

196 197
DERE:CIIO PENAL/ PARTE GE','f'RAL / Enrique Cury Lrzüa CAPÍTULO 11! / LA 1.FY PENAL Y SU VIGF.NClA

ver con la licitud de la interpretación extensiva ni importa aplicación del principio que ha imperado asimismo en otros tiempos por largos ~eriodos;_ pero hay también épocas
odiosa sunt restJingendo. 137 - 138 prolongadas en las que la fijación de las normas ha corrido precisamente por cuenta de la
ciencia jurídica.
Au~que ese autor, con prudencia, limita su indagación al derecho privado 142 , hay moti-
La jurisprudencia emplea estos conceptos en una forma confusa. Así, en un solo caso se
vos de sobra para pensar que el fenómeno descrito también se ha producido de esa manera,
ha sostenido que, para incluir las estampillas del Seguro Obrero enlre aquellas cuya falsifica-
ción castiga el art. 181 del C.P , es preciso hacer una interpretación extensiva de dicha por lo menos en forma parcial, dentro del campo del ordenamiento punitivo.
disposición (sentencia de casación); que basta con una declarativa (sentencia de segunda
instancia) y que la inclusión es procedente hasta con una interpretación restrictiva (senten- Con todo, es evidente que el sistema de los autores más respetados ejerce una
cia de primera instancia)U 9 Toda esa fundamentación engorrosa y contradictoria conduce, influencia considerable sobre la interpretación judicial, condicionándola, de este
sin embargo, en los tres fallos, a una misma solución. Eso demuestra que de lo que se trataba
era, en suma, de hacer una interpretación correcla del art. 181 del C.P., para lo cual las modo, indirectamente. Por otra parte, esto es más significativo en el ámbito del
referencias contradictorias al carácter declarativo, extensivo o restrictivo de la misma eran derecho penal, pues, con arreglo al art. 500, Nº 5° del C. de PP, los fallos criminales
inúliles, no significaban cosa alguna y entorpecían la inteligencia del asumo. deben contener "las razones legales o doctrinales que sirven para calificar el delito y
sus circunstancias, tanto las agravantes como las atenuantes, y para establecer la
e) En cuanto a sus efectos, en el ordenamiento _jrnídico nacional rige la norma
responsabilidad o la irresponsabilidad civil de los procesados o de terceras personas
de que la interpretación judicial de toda ley -por consiguiente, también de las
citadas al juicio". De esla forma, la interpretación doctrinal adquiere aquí una s1_g~1-
penales- sólo tiene valor "respecto de las causas en que actualmente" se realiza.
ficación supletoria de los textos legales que acrecienta su incidencia en las decis10-
Esto, por lo demás, es así en Lodos los sistemas de origen continental (por oposición
nes de la jurisprudencia y le otorga una función primordial en el proceso
al anglosajón o "insular"). En la práctica, sin embargo, una jurisprudencia constante
hermenéutico.
y firme puede llegar a imponer interpretaciones invariables, cosa tanLo más deseable
cuanto que contribuye a la seguridad jurídica. Por eslo, cierta tendencia a la vacilación En la obra de GUZ:tv1AN BRITO, además, se destaca el papel indispensable que cumplen
que en muchas materias·expres8.n nuestros tribunales, debe considerarse infortunada, los graneles sistemas de doctrina en la fijación del derecho, inclu_so cua:1-do éste tiene car~c-
ter legal o codificado. 143 "Un código legisbtivo tendrá pleno exito s1 se basa en trah_aJOS
y hay que alentar los esfuerzos que se hagan por superarla. científicos previos, cuyo contenido smtetizador, cuyo sistema comprensivo, cuya ª1:1pbtud
J.e tratamiento de instituciones y problemas, provengan del hecho de ser es_tos tra~aJOS pre-
Esto no significa abogar por una jurisprudencia rígida, que acata ciegamente sus prece- cisamente epigonales respecto de una dilatada actividad anterior" 14+ Es ilustrativa a este
dentes, pues ello conduce también a una situación insaüsfactoria, porque el derecho se respecto ]a descripción de cuatro ejemplos históricos que el autor analiza e_~ detalle_145 Y dan
vuelve inhábil para ir regulando los nuevos conflictos a que da origen la evolución de la cumplida prueba de su aserto. Pero todo esto, eviden_temente,_ra ~o se refiere a la mterpre-
realidad. Pero es diferente que la jurisprudencia se adapte progresiva y reflexivamente a los tación de la ley, sino a la formación del derecho, y l1ende, mas bien, a moslrar la estrecha
cambios, abandonando con fundamento ciertos puntos de vista superados, a que resuelva relación que puede existir entre ambos procesos.
simultáneamente casos idénlicos de manera distinla, atribuyendo caprichosamente inter-
pretaciones encontradas a una misma ley: Para el grupo social lo primero es comprensible; lo
segundo, en cambio, desconcerlante. A causa de que su actividad no está determinada por la necesidad de resolver
un caso acLUal y de que se la efectúa con mayor independencia respecto de los
textos legales, la interpretación doctrinaria tiende a ser, por una parte, más flexib~e
V. LA INTERPRETACIÓN DOCTRINARIA DE LA LEY PENAL que la judicial, y por la otra, más sistemática, esto es, más abstracta, general Y_ urn-
taria.146 Por eso mismo, sin embargo, un intercambio entre ambas resulta ennque-
La interpretación doctrinal de la ley penal es aquella que realiza la ciencia del cedor para cada una de ellas: la interpretación judicial gana en contenido d~ jus~icia
derecho penal1 40 y tiene, por lo tanto, un carácter extraoficial. En un sistema como el y en coherencia si se hace cargo de los progresos experimentados por la ciencia, y
que impera actualmente carece; en consecuencia, de autoridad vinculante. esta última obtiene de aquélla el material al que se aplican sus elaboraciones y pre-
serva de ese modo el realismo de su construcción. Al propio tiempo, con todo, las
No siempre ha sido así. Como lo demuestra GlJZ11.AN BRlTO en un lrabajo reciente1+ 1 ,
se trata ele una caracleristica muy marcada en los sistemas actuales ele derecho codificado y dos actividades tienen que conservar la posición deriva~a de sus puntos de partida.
Una ciencia de "caso por caso" concluye reducida a simple comentario. A su vez,
una jurisprudencia de puros concepLos y abstracciones se expone a incurrir en in-
137
Por esto me parece equivocado el alcance que da RODRIGUEZ DEVESA a la reserva cit.ada supra, nota justicias.
120.
11
R En relación con este punto, es certern la sintética exposición de l'v1AURACH, l, 9, A. 2, pág. l 06: "la
interpretación se mantiene dentro del marco del precepto jurídico dado: concemrn su malla, investiga el
ámbito afectado por el precepto sin extenderse más allá de sus límites. Por el contrario, la ampliación
139
rebasa conscientemente sus límiles. mameniendo como punto rector un precepto jurídico concreto". 142 GGZMÁ\l op. cü, Ill, pág. 19.
BRlTO,
ETCHEBERRY, D.P.J, I, 11, págs. 23 Y 24 w GUZ!'v1..AN op. cit , XIV, págs. 40 y sigts.
BRITO,
110
Supra, 5, l. 1.ci GUZ]l;L.\N op. cit. Xl\ págs. 41 y 42
BRTTO,
Hl ALEJANDRO GUZlvlAK BRlTO, La.fijación del Derecho, Valparaíso, 1977. Véase, especialmente, XII y Xlll, 1~ 5 GUZMAN op. cit.. XXlXy sigts., págs. 91 y sigts.
BRlTO,
págs . .15 y sigts. ;-16 SCH!vtlDUL'\USER, 5, 30, págs. 80 y 81.

198 199
DERECHO PEj\;A 1, / PARTE GI:Z\1ER.A L / Enrique Cury lirzüa CAPÍTCLO 1111 LA LEY PEC'iAL Y SU VIGENCJA

VI. LA INTEGRACIÓN DE LA LEY PENAL. y desde los que posteriormente puede alcanzarse, por deducción, la solución para los
EL PROBLEMA ESPECIAL DE LA ANALOGÍA casos particulares no legislados y sometidos a la dec1s10n del Juez.
Puesto que, como se ha expresado, en ambos casos nos encontramos frente a
Como se ha expresado ya, la integración de la ley presupone una situación en la fórmulas de inLegración, ninguna de ellas p~ed~ ~er emple~da para crear, nuevos
que no exisLe precepto expreso para resolver el Conflicto, no obstante lo cual el juez delitos O agravar las penas, en obsequio al pnnc1p10 de legalidad. lo cual, corno se
debe adoptar una decisión sobre él, arreglándose a una norma que, en el hecho, verá más adelante, no significa que carezcan de toda aplicación en el amb1to del
debe poner por sí mismo. Posiblemente la formulación más característica de ese derecho penal. 149
procedimiento se encuenLra en el ya clásico art. 1º, inc. segundo, del Código Civil
suizo, de acuerdo con el cual "a defaut d'une disposition légale aplicable, le Juge prononce a) Entre 1os recursos de que Pu ede echarse mano para hallar una solución de
selon le droit coutumier et, a défaut d'une coutume, selon les regles qu'il etablirait s'il avait equidad se encuentra la analogía, de acuerdo con la _que, se.gún ~l .ª_fo~ism~ romano,
a faire acte de législateur" (a falta de una disposición legal aplicable, el juez decidirá " donde existe la misma razón debe existir la misma d1spos1C10n . As1, pues, la
según el derecho consuetudinario y, a falta de una costumbre, según las reglas que él a::logía supone aplicar la ley a un caso para el cual no ha sido dada, .pero que es
mismo establecería si hubiese de actuar como legislador). semejante a aquel O aquellos que efectivamente estaba destmada a regir.

Es conveniente destacar que en la exposición precedenle he preferido hablar de '·norma Contra lo ue a veces se afirma, la analogía no_üene un carácter puramenle lógico, sino,
puesta por el juez", a fin de suslraerme a la polémica sobre la función creadora de derecho ·alme!e axioló ico. En efecto, la afirmae1ón de que el hecho A (no regulado po_r la
primord1 . ' l B (reg lado orla ley) importa una valoración que el JUez debe realtzar
de la judicatura_ Aquí no me pronuncio, pues, sob~e si la norma que "pone" el tribunal ha
ley) es s~m~J_antr rªazona~nto l~gico. Sólo a partir de ese juicio de valor es posible P,~ner 1~
sido toma.da de un ordenamiento jrnidico supralegal (derecho natural) de principios estruc-
con a~te ac10n a "A es seme·ante a B", de la cual se seguirá que, siendo la menor E est~
turales dados por la índole de, las relaciones compromeLidas (naLuraleza de las cosas), o si,
sencillamente, la ha creado en fom1a aulónoma. premisa mayori 1 f .l C' ha de concluirse: "A debe también ser resuelto en la forma
~,;_~~lt~iiri:rr~~:~: :n°;r;:cio~inio analógico un elemento de incertidumbre acentuado.
En el derecho nacional, la norma más general sobre integración se encuentra
En atención a lo expuesto, la analogía se encuentra prohibida, en virt1td del prin-
en el art. 24 del C.C. que, a mi jmcio de una manera impropia, habla de interpretar
cipio "nuHa poena", como ínstru.menlo destinado a crear dehtos o agravar penas.
"los pasajes oscuros o contradictorios del modo que más conforme parezca al espí-
ritu general ele la legislación y a la equidad natural". Pues, en verdad, ninguno de (BOBBIO SAX KAUFtvLil.NN) tienden
Algunas investigaciones relativamenle recientes 1 d ARTHU,R KAUFtvlANN .1s1 Con
los recursos aquí mencionados puede servir para interpretar una ley, sino Lan sólo a negar esta conclusión. Aquí, de entr~ ella:, s~ d~st~ca e~ :nanto importa reducción de un
para suplir un silencio que acaso venga determinado, en el caso concreto, por la arreglo a su punto de VlSta, toda aphcac10n -\ a uje hacerse analógicamente (en un sen-
oscuridad o las contradicciones de las disposiciones posilivas. principio general abstr~_cto al caso concretoi ~ol. ,P de la norma y la situación que se trata de
·¿ - b· l' · · ) 1~2 Pues enue la prescnpc10n .
la equidad nalural debe entenderse en el sentido aristotélico l47 , como adecua- t1 .º ~.as ien iaa~~~:j identidad propiamente tal (igualdad absoluta), sino Lan sólo semeJ~nl
ción del texto de la ley positiva, dada con caracteres de generalidad referidos a situa- ~:::~~~:;~_nPor consiguiente, tratar_ de excluí~ la adplictaalcioó~ea:a:!~t:1 d,;¿;~e~º::bié:
1 · l egar la existencia m1sma e ' ·
ciones de ordinaria ocurrencia, a casos especiales en los cuales, a causa de sus particu- dedrecho P_~1:ª equ:v~e \~1: sobre el fundamento de la analogía del ser, que es un punto
laridades, la regulación entregada por esa norma resultaría injusta)~ por consiguiente, or en Jun ico- e~1s . .. , i u al dad y diferencia"_ 1sJ
d
med10 entre ide.nt1dad Y contm 1e~w~, entre fgencia del principio nuU·um climen sine Iegc.
debe considerársele inaplicable; o bien como formulación de una norma para un caso Con esto, sm embargo, no se rec aza ~ v . , . d l J - " "Dice más bien
. ,1 . l" " a rohibicwn eslncta e a ana ogia - , '
respecto del cual, en atención a su singularidad, la ley ha guardado silencio. Parte,
pues, del presupuesto ele que para la situación sometida a la decisión del tribunal no !~~e\e 1/¡:'i~=~a\",:1:,:ia~~:a~: d~e ~eru:~::;:~f,~~;~,:~; ~?d~;:,~1ºr'::; :~':1 ~;¡;:;'!:
o menos descnto. Por ello, la analogrnln~ ·h l 1 L que queda más allá es investigación
hay un precepto expreso del cual echar mano, porque la solución ofrecida por los existen- ilic~t1:1d q~e s,~r.ve de ?~se a~;4ui~r:s~Aifl:~N~g;o~ e~de, la analogía es permtlida también
tes es, en el caso concreto, inaceptable, o porque sencillamente la ley no da una. 148 En J und1ca hbre madm1S1ble. 0
·1O d ntro de los limites del tipo, y así su invesugación se reüere
cuanto al espúitu general de la legíslación, se refiere a un cm~junto de principios que másel bien
en derecho penal,
a unas e d oJ,og1_cas
p~r. so meto
prec1s10nes . que a un intento de sobrepasar restricnones
pueden obtenerse mediante inducción a partir de las disposiciones del ordenamiento, politico-criminales, las que en lo sustancial comparte.

----------
Hi ARISTOTELES, Et[ca aNicómaco, V, X Véase, a este respecto, el interesante Lrahtjo deAC;l.,'STTN SQUELLA, 1~9 Infra, b). . l 11 CARCIA "M.AYNES Lógica del raciocinio jurtdico cit., rv, I, págs. 155 y
Lc1 rnncepción ele la equidad en Aristótdes, en Dos concepciones ele Ia eqtticlad, Valparaíso, J981, págs. U y 150 En el mismo sem1do, con ( ela, e, T UR KAUFMA"'.'JN Analogía y naturaleza de !as cosas, cit., V, págs.
sigts. Muy preosamenle, tambien, ARTH · ,
sigts. A pesar de la admiración que experimenLaba BEU.O por el sislema jmi<lico anglosajón, es improba- 76 y sigts. . .
ble que esla noción haya sido empleada en el art. 24 C.C. en el semido que aquél le atribuye. Sobre tal 101 ARTHUR KAUFMANN, Analogía y naturaleza de las cosas, Clt.. .
conceplo de equity, véase la breve pero certera explicación de RADBRUU--1, El espíritu del Derecho inglés, m ARTHUR KAUFMANN, op. cit., especialmente V, págs 71 Ys1gts.
14
traducción de Femando Vela, Machid, 1958, págs. 52 y sigts :o, ARTHUR KAUFM.ANN, op.cit., V pág. 73.
" Así Lambién, acentuando el carácter de la equidad corno procedímiemo ele integración, GARCTA ivlAYNES, 1s4 ARTHUR KAUFMANN, op.cit., VII, págs. 101 y 102.
Lógica cid rariocinio jurídico, cil., l, 8, págs. 88 y sigts. m Supra, IV, d).

200 201
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cur~ Urzlia CAPÍTULO 111 / LA LEY PENAL Y SU VIGE!\'ClA

aa) Aparte de las consideraciones que ya se han hecho sobre la necesidad y Pero este argumento otorga, en nuestro concepto, más importancia a la voluntad
dificultad de distinguir claramente entre lo que aquí entendemos por analogía y lo del autor de la ley -por lo demás sólo presunta y, en consecuencia, difícilmente
que hemos denominado interprelación extensiva 155 , e1 principal prob1ema relativo a reconducible a la histmia "fidedigna"- que a la que puede deducirse del contexto de
este punto consiste en determinar si la prohibición a que se alude tiene un carácter ella misma, y, por consiguiente, no me parece concluyente. En cuanto al criterio de
relativo a la creación de delitos y agravación de penas, como se deduce de nuestra ETCHEBERRY, según el cual la analogía en beneficio del reo no importaria una
formulación, o es, por el contrario, absoluta, extendiéndose a todo el ámbito del ~olación de la Constitución, pero sí de la ley, porque prescindiría de su voluntad de
derecho penal. En mi opinión, lógicamente, el criterio correcto es el primero. regir e1 caso 139 , olvida, a mi juicio, que la construcción analógica de eximentes y
Esto significa que sólo se prohíbe la integración mediante analogía cuando se atenuantes se basa, precisamente, en el supuesto de que existen motivos para afir-
la emplea en perjuicio del reo (analogía malam parten), pero que es lícito acudir a ella mar que la voluntad extraída del contexto normativo es 1a de no castigar o conceder
en beneficio del autor (analogía bonam partem). una morigeración de la pena en la situación de que se trata. De otra manera no
A mi juicio, esta conclusión se deduce, en primer lugar, de los textos legales
habría propiamente analogía, sino puro capricho del JUzgador.
imperantes, pues tanto los incs. séptimo y octavo del Nº 3° del art. 19 de la C.P.R.
de 1980 como el 18 del C.P. disponen solamente que lo que no puede hacerse si no Por lo que se refiere a la supresión del Nº 8° del art. 9º del CP español de 1848, que
lo autoriza una ley expresa es "establecer penas" o "castigar". Por consiguiente, nada consagraba las atenuantes por analogía, ta Comisión Redactora la aprobó en su sesión 811.,
de 17 de mayo de 1870, "unánimemente y sin discusión" 160 En la misma fonna se eliminó
obsta a la construcción analógica de eximentes, cuya consecuencia será excluir el
también del texlo nacional el Nº 23 del art. 10 del CP español, en el cual se autorizaba la
"castigo". Y si eso es posible, a fortiorí debe serlo también la elaboración analógica creación de agravantes poT analogía, en la sesión 9a de 21 de mayo de 1870. 161 Por lo tanto,
de atenuantes. no existen antecedentes sobTe los motivos que condujeron a esas decisiones.
Por otra parte, tanto la Constitución como la ley consagran expresamente la Sin embargo, pueden encontrarse indicios de lo ocurrido examinando los comentarios
de PACHECO a esos preceptos.
retroactividad de la norma penal más benigna. Ahora bien, si en esto ha querido Desde luego, el autor español critica severamente -y con toda razón- la disposición que
hacerse excepción al principio de reserva para beneficio del reo, uno puede pensar permite construir agravantes mediante analogía 1ó2, pues esa norma vulnera sin discusión el
lícitamente que pertenece al espíritu general de 1a legislación hacerlo imperar úni- pTincipio de legalidad. Por el contrario, PACHECO juslifica la inclusión de. una cl~usula
camente cuando su inobservancia perjudica al autor. analógica en materia de atenuames 163 , que considera indispensable para ev1tar la ng1dez
ocasionada por una casuística inflexible. Sin embargo, al pronunciarse sobre este último
Por último, aceptar la analogía bonam parten coincide con los fundamentos punto, el comentarista espafiol hace una rndeo retórico, exponiendo primero las razones
más profundos del nulla poena. Sí, como afirma NOVOA siguiendo a LISZT, el dere- por las cuales parecería lógico impugnar también la analogía en beneficio del reo, para sólo
cho penal está "encargado de proteger no a la comunidad, sino al indiv~duo que se después disculirlas y desestimaTlas.
Como la opinión de PACHECO gozaba de gran autoridad entre los Tedactores del C.P.,
rebela en su contra" 156 entonces parece lógico evitar que se sorprenda a éste me-
es verosímil pensar que la exclusión de las cláusulas analógicas lanto en el catálogo de las
diante la imposición de una pena no prescrita en la ley, pero nada impide que se le agravantes como de las atenuantes se debió a un mal entendido. Una lectura superficial de
conceda una absolución o una atenuación inesperadas. sus comentarios producía la impresión de que el autoT español impugnaba las dos disposi-
Contra este punto de vista se ha invocado, en primer lugar, el hecho de que ciones y~ por tal motivo, ambas fueron suprimidas. Afortunadamente, no se incluyó prohibi-
ción expresa alguna y, por consiguiente, es posible una inteTpretación contextual que coin-
también las normas relativas a "eximentes, atenuantes, etc., son leyes penales con
cida con el verdadero criterio de PACHECO.
igual título que las que definen tipos delictivos y establecen penas" 157 , pero este
argumento, puramente formal, me parece poco convincente por razones obvias. En el derecho comparado, la analogía bonam parten se encuentra lioy amplia-
Aquí lo que se debe discutir no es el carácter penal de estas o aquellas normas, sino
mente aceptada. 164
la necesidad y conveniencia de extender la eficacia del nulla poena a todo el campo
del ordenamiento punitivo, así como si ésa es la consecuencia que ha de extraerse La jurispmdencia nacional, siguiendo el criterio -a mi juicio erróneo- que prevalece en
de su formulación en la Constitución y las leyes. la doctrina, rechaza la analogía en favoT del reo o, por lo menos, elude un pronunciamiento.
En este último sentido, es ilustrativa la actitud observada por la Cmte Suprema de Santiago
Entre nosotros se sostiene también una razón histórica que militaría en contra en el fallo citado por ETCHEBERRY, D.PJ., 13, pág. 26: Se aprueba la absolución, fundada
del punto de vista sostenido aquí. En efecto, en el Código Penal espafiol de 1848 la
enumeración de circunstancias atenuantes concluía con una cláusula que admitía
expresamente su construcción analógica, la cual fue eliminada -sin hacer constar 119
ETCHEBERRY, 1, pág. 114.
las razones- por los redactores de nuestro Código. De aquí se deduciría la voluntad
1
'°Actas, pág. 238.
101
Actas. pág. 261
al menos tácita de los legisladores de prohibir también la analogía bonam parlen.15 8 i,; 2 PACIIECO, l, págs. 249 y sigLs.
:e,, PACHECO, 1, págs. 210 y sigts
164 Véase, por todos, BACIGALUPO, II, b), 2, HT, pág. 92; CEREZO, 1, pág. 204; CORDOBA RODA Y
1 6
'NOVOA, La evolución del Derecho Penal en el presente siglo. Caracas, 1977, V~ pág. 28. RODRTGUEZ MOURULLO, I, pág. 59; ROXTN, 5, 44, pág. 158; SCHONKE-SCHRODER, 2, 16, pág. 60;
m JJMENEZ DE ASUA, U, 683, pág. 527. STRATENWERTH, 84 y 85, pág. 36. En Chile apoya este punto di?visr.a POUTOFF, 4, 1, págs. 116 y l 17.
m ETCHEBERRY, I, pág. 114; NOVOA,T, 106, págs. 151 y 152 Implícitamente también GARR!DO, l, 6, V, pág. 101.

202 203
DERECHO PENAL/ PARTló GE:\!ERAL I Enrique Cm-y \Jrzúa
CAPÍTULO lll / LA LEY PENAL y Sl; VlCENClA

por el tribunal de primera instancia en un razonamienlo analógico, pero se suprime el con-


siderando que conLrnía ese argumenlo. 165 conductas que correspondieran al "pensamiento básico" de 1a ley penal, y aparecieran
como dignas de pena "para el sano sentimiento popular" .169 La norma, que significaba
bb) Es corriente distinguir enlre ctnaiogra legis y analogía juris. 166 La primera resuelve una aceptación amplia de la construcción analógica, permaneció en vigencia hasta el
el caso no previsto de conformidad con lo establecido para uno semejante por una dispo- ario 1945, en el que se la derogó por la legislación del Consejo de control establecido
sición legal; la segunda, con arreglo a los principios generales del derecho.
La distinción no sólo me parece inútil, como ya lo puntualizó BIND1NG, sino que, por las potencias aliadas, la cual resLableció la vigencia del nulla poena.
hasta cierto punto, incorrecta. Pues en los casos de la llamada analogía ju lis, la solución no En el presente, por ende, el único ordenamiento punitivo occidental que auto-
pareciera encontrarse acudiendo a un procedimiento analógico, al menos como éste ha riza declaradamente la analogía es el de Dinamarca. En efeclo, el Código Penal danés
sido entendido tradicionalmente, ya que no se la busca en un preceplo dado para una
situación semejante a la que se enjuicia, sino en principios generales aplicables, por eso, a de 1930, que rige desde 1933, esLablece tal posibilidad en su art. 1º.17° De acuerdo
cualquier caso. con la información proporcionada por JIMENEZ DE ASUA, la Jurisprudencia habría
empleado con prudencia la norma y podrtan abrigarse fundadas esperanzas de que
b) Lo expuesto en el párrafo aa) del apartado precedente es válido no sólo proseguirá haciéndolo asf en el futuro. 171 A eso contribuiría el hecho de que el art. l 0
respecto de la analogía, sino, en general, para toda forma de integración de la ley del Código Penal danés sólo acepta una rigurosa analogía legis. Otra opinión en
Eslo significa que tal procedimiento eslá prohibido en el campo del derecho puniti- COUSIÑ0 172 , quien estima que los trtbunales de ese país también tienden a ir
vo, pern únicamente si se pretende hacerlo operar en perjuicio del procesado. Es peligrosamente lejos en la elaboración de construcciones analógicas inadmisibles. Por
lícito, por consiguiente, acudir a la equidad natural o al espíritu general de la legis- supuesto, frente a cuestiones de esta clase no es correcto emitir un juicio definitivo
lación, cuando-se hace-bonam partem. prescindiendo de la cambiante realidad de los pueblos, su historia y tradiciones. Sin
embargo, es posible expresar el anhelo de que, en obsequio a la libertad, seguridad y
c) Como se ha destacado en forma reiterada, la prohibición de analogía es una
derechos fundamentales del hombre, se llegue a la consagración unánime del princi-
consecuencia del principio de legalidad. Por lo tanto, una conquista del pensamien-
pio nulla poena y, por consiguienLe, de la prohibición de analogía.
to liberal que se ha impuesto ampliamente a los ordenamientos jmidicos contem-
poráneos. Puede, así, decirse que a partir de las primeras décadas del siglo XIX
impera en las legislaciones penales de todo el mundo. VIL INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES EN BLANCO
Sin embargo, a lo largo de casi dos siglos no podía dejar de experimentar
vicisitudes. Así, la analogía fue permitida por el Código Penal soviético de 1922, y Como la ley en blanco es de carácter penal, su inLerpretación tiene que cum-
ta1 autorización continuó surtiendo efecto por mucho tiempo, basada en el argu- plir todas las exigencias que rigen la de las normas de esa clase. Esto se encuentra
mento de que a la ley socialista importa más sancionar las infracciones graves a los fuera de discusión. los problemas surgen, más bien, cuando se trata de interpretar
intereses sociales que garantizar el derecho de los individuos a ser castigados sólo la disposición complementaria en su conexión con el tipo en blanco.
cuando su conducta se encuentra prevista en una ley formal. 167 Este criterio, no Usualmente, en efecto, la disposición complementaria no tiene sólo por fina-
obstante, se fue abandonando progresivamente, de suerte que, a partir de la refor- lidad cerrar el blanco de la ley que remite a ella. En la mayoría de los casos persigue
ma de 1960, el art. 3° del Código Penal de la U.R.S.S. consagraba una formal prohi- primordialmente regular la materia civil, administrativa o de cualquier otra índole
bición de analogía, suscrita asimismo por la doctrina. 168 Con todo, no es posible extrapenal a que se refiere en concreto. En tales hipótesis, la disposición no es penal
decir hasta qué punto tal prohibición se entendió por la práctica en el mismo senti- por su origen, sino que inviste esa naturaleza sólo cuando cumple la función de
do que le atribuye la jurisprudencia occidental. integrar el tipo en blanco. Esta ambivalencia de la norma complementaria puede,
Generalmente se ha concedido mayor significación al abandono de la prohibi- como es obyio, generar dificultades.
ción por el derecho penal alemán en la época del nacionalsocialismo, entre otras
causas, tal vez porque significó el quiebre de una tradición jurídica particularmente El punlo de partida para resolver estos problemas debe encontrarse en la afirmación de
MEZGER según la cual "el necesario 'complemenlo' es siempre parte integrante del tipo. Pero
brillante a influyente, y porque dio lugar a excesos bastante conocidos y comenta- el tipo ya completado cumple exactamente Ias mismas funciones que en los casos normales, sobre
dos. Una ley de reforma de 28 de junio de 1935 modificó, en efecto, el parágrafo 2 todo en lo que concierne a su significación como fundamento de la antijuridicidad y como
del Código Penal alemán, estableciendo expresamente la posibilidad de castigar objeto de referencia de la culpabilidad penal". 173 Entonces, como una de las funciones del
tipo -en sentido amplio- es garantizar al ciudadano contra arbitrariedades, advirtiéndole lo
que se encuentra prohibido o mandado bajo amenaza de una pena, y como uno de los

u,, En los últimos aftos, con todo, este punto de vista tiende a evolucionar_ 16 9Véase, en especial MAURACH, I, JO, ll, B, 2, págs. 114 y J 15, que destaca la relació_n de esta reforma con
1
º~ Véase ETCHEBERRY, 1, pág. 74;JIMENEZ DE ASUA, II, 661, pág. 483 y sigts. la redacción del Código Penal soviético y da noticias sobre sus consecuencias ultenores
10
' Cfr.JIMENEZ DE ASUA, 11, 674y 675, págs_ 505 y sigts .. con detalle y bibliografía. Una ojeada general sobre 170 Sobre las razones en que se funda esa disposición, véasejlMENEZ DE ASUA, 11,672, pág. 503.
los fundamenlos del derecho penal en los países sodalistas,JESCHECK, El Derecho Penal y su aplicadón en la m JTMENEZ DE ASUA, ll, 672, pág. 504. Con cierta reserva, POUTOFf'. 4, 1, pág. 115
Zona Soviética de Ocupación de Alemania. Tubingen, 1962, especialmente II y III, págs. 11 y sigls. 172
COUSIÑO, l, 21, pág. 93.
ir,~ ZDRAVOMISLOV y otros, 2, 3, págs_ 10 y 11. 173
MEZGER, 1, 24, 111, págs_ 317 y 318. Los énfasis son míos

204 205
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury l.'rzúa CAPÍTULO Tll / LA LEY PENAL Y SU VIGENCIA

supuestos para que cumpla esa función son las exigencias referentes a la interpretación de la
ley penal, éstas deben regir asimismo la de los complemenlos que la inLegran. Sólo así reci-
§ 9. LOS EFECTOS DE LA LEY PENAL EN EL ESPACIO
birá aplicación efectiva el nullum ciimen sine Iege praevia et str,icta. m
las normas jurídicas expresan imperativos cuya pretensión de validez es, en
De este criterio se deducen varias consecuencias: principio, ilimitada. Sin embargo, la realidad impone el hecho de que en el mundo
a) Cuando la disposición complemenlmia forma parte de la ley en blanco, no es admisible
coexiste una multiplicidad de Estados, de manera que la voluntad soberana de cada
cerrar las lagunas que deja su le.xto mediante una inLegración analógica. Esta conclusión es uno de ellos tiene que detenerse allí donde empieza la aspiración de vigencia de la
válida, aunque en el campo en que esa norma está llamada a regir direclamente el recurso a de los otros. la teoría de los efectos ele !a ley pena! en e! espacio se ocupa, precisamen-
la analogía esté permitido o, incluso, sea imperalivo. Mientras sólo se trate de darle aplica-
te, de las normas de derecho interno que procuran conciliar esta antinomia, estable-
ción en ese ámbito, por supuesto, siempre se podrá o deberá extenderla analógicamente;
pero cuando se la conecta al tipo en blanco, tal prncedimienlo es inadmisible. ciendo reglas que limitan el ámbito de validez espacial de las leyes nacionales.
Con lo expuesto queda en c1aro que aquí nos encontramos frente a disposicio-
b) CUalquiera sea el procedimienlo que se adopte en materia de interpretación, la del nes pertenecientes al derecho nacional. Por lo tanto, resulta impropio el rótulo 11 de-
tipo ya inLegrado debe realizarse ele acuerdo con los critelios qcte presiden la de la tey en blanco.
Por consiguiente, si se sigue el método subjetivo, la voluntad del autor de dicha ley prevale- recho penal internacional 11 con el cual se ha propuesto, a veces, designarlas.
ce sobre la del de la disposición complementaria. A su vez, cuando se decide por una inter-
pretación objeliva, son los fines de la ley en blanco, deducidos de ella misma y de su posi-
ción en el contexto del ordenamiento jundico, los que predominan. Si esto resulta imposi-
ble, sea porque el contraste entre ambas normas es tan categórico que lo impide, sea porque I. LOS PRINCIPIOS SOBRE VALIDEZ ESPACIAL
la ley en blanco no proporciona unos puntos de apoyo suficientemente sólidos para la tarea DE LA LEY PENAL EN GENERAL
hermenéutica -por ejemplo, no precisa el bien jurídico- no queda sino oplar por la
inconstitucionalidad del tipo resultante, demostrada por esta situación.
Existen cuatro principios clásicos en materia de validez espacial de las leyes
c) Las leyes en blanco admiten una interpretación auténtica, como cualquier otra. Pern ha penales, cada uno de los cuales resuelve en forma distinta el problema relativo a
de tenerse en cuenta que, con arreglo al art. 3º inc. primero del C.C., "sólo toca al legislador cuál es el ámbito espacial sobre el que tendrán vigencia las normas punitivas de un
explicar o interpretar la ley de un modo generalmente obligatorio". En esta disposición la ordenamiento jurídico.
expresión "legi_slador" está empleada en su sentido estricto y, por lo tanlo, ella reserva la
facultad de hacer interpretación auténtica a la ley formal. Consiguientemenle, cuando se los principios aludidos son los siguientes:
trata de leyes en blanco propias no es interpretación auténliw Ia que pretenda efectuar del tipo
la disposición complementaria. La instancia legislativa de inferior jerarquía puede, ciertamen- a) El principio de la territorialidad, conforme al cual la ley de un Estado pre-
te, aclarar o explicar el senLido de las normas integralivas de una ley en blanco que ella tende regir todo hecho punible ejecutado en su territorio, cualquiera sea la naciona-
misma ha dictado previamente. Pero, por una parte, al hacerlo tiene que cuidarse de no
sobrepasar los límites impuestos a sus facultades por la Constitución y el propio tipo en
lidad del autor, de la victima o de los intereses jurídicamente protegidos. Conside-
blanco formal y, por la otra, lo que prescriba en este sentido no tendrá jamás efecto retroac- rado una consecuencia lógica de la soberanía de los Estados, predomina actualmen-
tivo, aunque prelenda expresamente dárseloY 5 te en la mayoria de los ordenamientos jurídicos.

b) El principio de la nacionalidad o personalidad, según el cual la ley de un


VIII. EL CONCURSO APARENTE DE Estado sigue a sus nacionales en dondequiera éstos se encuentren, prescindiendo
LEYES PENALES (REMISIÓN) del lugar en que se ha ejecutado el hecho. lo decisivo, por lo tanto, es la nacionali-
dad del autor del delito (principio de nacionalidad activo) o del titular del bien jurí-
Es indudable que los problemas relativos al concurso aparente de leyes penales dico que el delito lesiona o pone en peligro (principio de nacionalidad pasivo).
son características cuestiones hermenéuticas, como se destacará oportunamente.
No obstante, como su inteligencia adecuada requiere un conocimiento previo so- La distinción entre los principios de nacionalidad activo y pasivo no es clara. La opinión
dominante en el derecho comparado los caracteriza como se hace aquí 177 , pero es preciso
bre la naturaleza y efectos del auténtico concurso de delitos, he preferido reservar
reconocer que con ello tienden a confundirse el principio real o de defensa c_on el de nacio-
su estudio para el capítulo correspondiente, sacrificando el sistema a las necesida- nalidad o personalidad pasivo. 178 En la literatura chilena NOVOA 179 , ETCHEBERRYrno y yo
des pedagógicas. 176 hasla la primera edición de esta obrarn 1 , designamos principio de personalidad pasivo a
aquel según el cual la ley nacional pretende regir hechos ocurridos en territorio extranjero,
cuando tanto el autor como la víclima son chilenos. De esta manera, ese principio puede
vincularse luego a la disposición del art. 6º Nº 6º del C.0.T, así como con otras normas que
174
Véase la resolución 6 del Coloquio de Friburgo de Brisgovia, según la cual la interpretación de bs leyes en
blanco se debe realizar de acuerdo con los principios usuales del derecho penal, en Re\ille Tnlemationa!e de m COUSIÑO, I, 48, pág. 180; BACIGALUPO, pág. 1 l 9; JAKOBS, 5, 8, pág. 93.
) DroitdPeiw.l, 1 ª }b' 2º trimestre de 1983, Toulouse, Edilion Tres, 1983, págs. 41 y sigts. 118
Véase, al respecto, la prolija exposición de C:OLSlÑO, 1, 48, E, págs. 183 y sigts.
17
Con etalle, so re todo lo que se expone en este apartado, CURY, La ley penal en blanco, cit , 30, págs. 111 179
NOVOk 1, 109, pág. l '54
y sigts.
rnv ETCHEBERRY, l, pág. 126.
rn, lnfra, 44. 181
CURY 1\ I, 9, 1, b), pág. 167.

206 207
Dt'.Rf:CllO PLNAL / PARTE GENERAL / Enrique Cury lhzúa CAPÍTULO lll / LA LEY PENAL Y SU VIGENCIA

incluyen la exigencia de que no sólo la víctima sino Lambi.én el autor sean chilenos. 182 Pero, Aparte de los principios mencionados, en los últimos años se han desarrolla-
apaTte de que con ello no se contribuye gran cosa a la interpretación más precisa de esos
preceptos positivos, se crea una fuente adicional de malos entendidos, debidos a la falta de do nuevos criterios destinados a solucionar las dificultades propuestas por la aplica-
correspondencia entre lo que se enliende por principio de nacionalidad pasivo en nueslrn ción de cualquiera de las soluciones clásicas. Así, por ejemplo, el de administración
medio y en el derecho comparado. Por esle motivo, es preferible conservar la nomenclatura delegada de justicia penal y el de Jwisdicción adjudicada. 189 Aunque su aplicación to-
más generalizada, distinguiendo el principio real del de personalidad pasivo de acuerdo con
un criterio pní.clico que también encuenlra acogida en la mayor parte de las exposiciones davía se encuenlra poco extendida, cabe presumir que, a causa del intercambio
sobTe el tema. 183 internacional creciente, cobrarán cada vez mayor importancia.

Basado en el propósito de defender los intereses de los nac10nales en contra de


posibles arbitrmiedades .de autoridades extrar:i:jeras, así como en el deseo de manLener II. LA TERRITORIALIDAD FUNDAMENTAL
las vinculaciones jurídicas entre el Estado y aquellos de sus nacionales que abandona- DE LA LEY PENAL CHILENA
ban su territorio, el principio de personalidad fue sustentado, con frecuencia, por
países con grandes corrientes de emigración. Hoy se encuentra abandonado en cuan- a) Generalidades
to regla general, y sólo en raros casos se echa mano de él a título de excepción_ rn 4
De acuerdo con la tendencia universalmente generalizada, en Chile rige, como
Posiblemente la última legislación que lo consagró fue la alemana, en donde estuvo
vigente para una amplia caLegoria de casos desde 1940 185 hasta la entrada en vigencia de la pnncipio fundamental sobre validez espacial de la ley penal, el de la territorialidad
nueva Parte General del Código Penal alemán en enero de 1975. El parágrafo 3 de esta (art. Sº C.P). la aplicación práctica de esta regla exige, en primer término, determi-
última, en su versión actual, ha resLablecido en ese país la eficacia del principio ter:ritorial. 186 nar con exactitud lo que se entiende por lenitorio nacional y, en segundo, precisar eI
lugar de comisión del delito a fin de establecer si efectivamente se lo ha ejecutado
c) El principio real o de defensa, según el cual la ley del Estado pretende regir
dentro de dicho territorio.
hechos punibles cometidos fuera de su territorio pero que atacan a bienes jurídicos
ubicados dentro de él. 187 Por lo general, el principio real se considera aplicable
b) Concepto de territorio
cuando los bienes juridicos afectados pertenecen además, al propio Estado y tienen
un carácter social; en carp_bio, si son de· particulares, se entiende que el principio al "Por territorio de la República hemos de entender todo espacio de tierra, mar
que se acude es el de nacionalidad o personalidad pasivo. 188 La diferencia es prácti- o aire sujeto a la soberanía chilena" 190 , así como aquellos lugares que, en virtud de
camente significativa, porque en el primer caso la ley nacional se atribuye una vi- una ficción jurídica internacionalmente aceptada, se consideran también pertene-
gencia prevalente, a causa de la importancia del interés atacado, cuya infracción cientes a él.
compromete la int_egridad del Estado en cuestión; en el segundo, por la inversa, De este concepto amplio se deduce la existencia, para los efectos que aquí
sólo se trata de otorgar al nacional una protección subsidiaria, si la ley extranjera no interesan, de dos clases de territorio: el natural y el ficto.
se la ha proporcionado.
Estas nociones, por supuesto, deben entenderse como una pura convención.
d) El principio de la universalidad, según el cual la ley de un Estado puede y Desde un punto de vista estrictamente jurídico, hablar de territorio nacional natural
debe ser aplicada a todo delincuente que se encuentre en su poder, prescindiendo es, en cierto modo, una contradicción, pues los límites hasta los cuales se extiende
de la nacionalidad del inculpado y de los bienes Jurídicos afectados, así como del la soberanía de un Estado sólo pueden determinarse con arreglo a un criterio nor-
lugar en que se haya cometido el hecho. Se funda en una idea de amplia colabora- mativo. La expresión, en rigor, quiere significar que esta primera parte del territorio
ción internacional en la lucha contra el delito y en la convicción de que las conduc- chileno está compuesta por espacios naturales geográficamente delimitados.
tas punibles a causa de su elevada reprobabilidad ético-social, son generalmente
incriminadas por todos los ordenamientos _jurídicos de manera semejante. Lo mis- e) Territorio natural
mo que el anterior, sólo ha recibido aplicación excepcional:
Él territorio natural está integrado, en primer lugar, por el casco terrestre con-
182
Infrn, III, a). tinental e insular sobre el cual Chile ejerce soberanía, la determinación de cuyos
183
Sobre ello, infra, e). límites pertenece al derecho conslitucional. Este comprende tanto el suelo como el
181
BACIGALUPO, pág. 119.
i,io MEZGER, Ubro de estudio, I, II, pág. 71; WElZEL, 6, lt, l, pág. 46
186
MAURACH-ZIPF, Strafrecht, 5° edición, completamente revisada, HEIDELBERTKARLSRUHE, 1977, l, U, rng Véas¡:··:~bre ellos, DIETRTCH oEHLER, Thi:01y of the law governing appllcation of punishment, en LS., voL
11, A, pág. 147; JAKOBS, 5, 14, pág. 94. Véase también COCSI.ÑO, I, 48, A), págs, 181 y 182, quien 3, 1971, págs. 110 y sigts., especiatmente IV, 2), a), págs. 120 y 121, y 1\/'. 2), c), págs, 123 y 124.
infom1a sobre !a evolución hislórica que condujo a la situación actual. Asimismo, JESCHECK, New forms of international legal assistence in criminal matters en LS., vol. 2,1970,
187
BAClGALUPO, pág. _117 págs. 7 y sigts.
isA Idem;JAKOBS, 5, 8, págs. 93. 19
~ NOVOA, l, 110, pág. 155.

208 209
DERECHO PL:-JAL / PARTE GENERAL! Enrique Cury Ur;:úa CAPÍTULO lll / LA LEY PENAL Y SU VIGE",CIA

subsuelo, así como también los ríos, lagos y mares interiores que se encuentren "el Estado de Chile tiene la soberanía exclusiva del espacio aéreo sobre su territo-
dentro de las fronteras del país. De conformidad con la opinión dominante, forman rio". Con ello se ha superado la defectuosa disposición del DFL 221 (hoy deroga-
también parte de él los lugares ocupados por agencias diplomáticas extranjeras, do) que la limitaba al espacio atmosférico, así como las diferencias de apreciación
cualquiera que sea su destino (oficinas, habitación, almacenaje, actos culturales, que generaba. 195
191
etc.). Las instituciones como el derecho de asilo y la inviolabilidad de recintos
diplomáticos no se basan, pues, en una supuesta extraterritorialidad de tales
inmuebles -lo que implicaría una renuncia inaceptable de la soberanía nacional
d) Territorio ficto
respecto de algllnas porciones de territorio-, sino en una extensión de la inmunidad
El territorio ficto está compuesto por algunos lugares que en rigor, pueden no
personal acordada a los agentes diplomálicos, básicamente por consideraciones de
encontrarse dentro de los límites geográficos nacionales, no obstante lo cual la ley
cortesía internacional. 192
penal chilena reclama vigencia para conocer de los hechos dehctuosos ocurridos en
También forman parte del territorio natural el "mar territorial o adyacente",
ellos. En la mayor parte de los casos, esta extensión obedece al propósito de conce-
con arreglo a lo dispuesto por el art. 5° del C.P. Ahora bien, para la determinación
der la protección de nuestro ordenamiento jurídico a silios que, de otra forma,
de este último concepto, respecto del cual no existe hasta ahora norma constitucio-
estarían despojados de una cualquiera. En algunos, sin embargo, se debe a una
nal, es preciso remitirse al art. 593 del C.C., que, a su vez, distingue entre el mar auténtica decisión de extraterritorialidad determinada por la naturaleza de las fun-
adyacente propiamente tal, de una legua marina medida desde la más baja marea, y ciones que cumple el objeto, las cuales lo ,~nculan de manera estrecha al destino
una segunda extensión de hasta cuatro leguas marinas, medidas de la misma mane-
del Estado chileno.
ra, sobre la cual se ejerce "el derecho de policía, para objetos concernientes a la
El primer caso que debe mencionarse es el de las naves. Respecto de ellas,
seguridad del país y a la observancia de las leyes fiscales"; a esta última la doctrina antiguamente se distinguía entre naves mercantes y de guerra, Así lo hace, en efec-
civil suele denominarla mar lerritorial. Sin embargo, la opinión dominante estima to, el art. 6º Nº 4º del C.O.T., que regula la materia. Hoy, en cambio, los instrumen-
que el art. 5º del C.P. no hace tal distinción, pues el empleo de la conjunción tos internacionales y la doctrina hablan de naves públicas y ¡nivadas, pues estos
copulativa "o" significa que considera sinónimas las expresiones "territorial" y "ad- conceptos son susceptibles de mayor precisión que aquéllos. Las nav_es p~blicas son
yacente".193 Por consiguie.nte, la ley penal sólo pretende regir aquellos hechos ocu- territorio chileno dondequiera se encuentren; las privadas, en camb10, solo cuando
rridos dentro de lo que el art. 593 del C.C. denomina "mar adyacente", cuya exten- navegan en alta mar (art. 6º, N° 4° C.O.T.). .
sión en metros es de 5.555.
La distinción precedente y sus consecuencias también son aplicables a las
En cuanto a las 200 millas marinas sobre las cuales reclaman jurisdicción exclusiva aeronaves. Debe puntualizarse, con todo, que las aeronaves privadas chilenas son
Chile, Perú y Ecuador, en virtud de la "Declarnción sobre Zona Marítima" de 18 de agosto de territorio nacional no sólo cuando sobrevuelan la alta mar, sino, además, "Lierra de
1952 aprobada por el Congreso Nacional y mandada cumplir mediante Decrelo Supremo nadie" (art. 5° inc. primero del Código Aeronáutico).
4 32, de 23 de septiembre de 1954 (Zona Económica Exclusiva), se las entiende generalmen-
Le limitadas a fines de aseguramiento y exploLación de la riqueza marítima, y no a extender
Respecto de las aeronaves, por otra parte, en la doctrina contemporánea se ~a
el mar tenilorial chileno sobre una zona Lan vasta (discutible). 194 Tanto más cuanlo que las desarrollado el criterio de que quizás resultaría más lógico sustraer los hechos e3e-
Ventajas de hacer esto úllimo son, cuando menos, dudosas. cutados en una aeronave privada a la _jurisdicción del país que sobrevuela, cuando
ellos no lesionan los intereses de esa nación ni afectan su tranquilidad pública. Este
En el mar "territorial", la jurisdicción de las leyes penales se extiende también punto de ,~sta ha sido acogido por el art. 301 del Código de Derecho Intem~cional
al fondo submarino y al subsuelo correspondiente. Privado denominado también Código Bustamante, con arreglo al cual el pais com-
Respecto del espacio aéreo, que también integra el territorio natural, rige en petente 'para juzgar estas conductas es el de la bandera y lo ha hecho suyo asimis-
Chile el art. 1º del Código Aeronáutico (Ley 18.916), de conformidad con el cual mo, en los incisos segundo y tercero, el art. 5º del Código Aeronáutico. De confor-
midad con ellos, las aeronaves chilenas están sometidas a las leyes penales chilenas,
m Otro criterio, todavía, en un fallo de la C.S. de 1910, en ETCHEBERRY D.P.]., 1, 15, págs. 28 y 29. Las aunque se encuentren volando en espacio aéreo sujeto a la soberanía de ~n Est~do
cuentas de un Agente Diplomático de Alemania, adulteradas en el recinto de la Legación Alem.rna en extranjero, respecto de los deliLos comeLidos a bordo de ellas que no hubiesen s.1do
Chile, ~han sido otorgadas en el extranjero, en virtud de la ficción de extralerritorialidad'"
m COUSIÑO, 1, 46, B, d), págs. 176 y sigts.; ETCHEBERRY, 1, págs. 81 y 82; "NOVOA, l, 113, págs. 161 y juzgados en otro país; a su vez, las leyes penales chilenas son aplicables a delitos
162
103 cometidos a bordo de aeronaves extranjeras que sobrevuelen espaoo aereo no so-
ETCHEBERRY, l, pág. 118; GARRIDO, 1, 9, II, págs. 128y 129; ~OVOA, I, 110. págs. 156y 157; POUTOFF,
ORTJZYCOL., pág. 71; COUSIÑO, 1, 46, A, b), pág. 169, no se ocupa del asunto, pero del texto pareciera metido a la jurisdicción chilena, siempre que la aeronave aterrice en territorio chile-
194
deducirse 4ue se inclina por la opinión contraria; asimismo LABJ\TUT, 1, 57, pág. 58. no y que tales delitos afecten el interés nacional. 196
ETCHEBERRY, I, pág. 119. Más dudoso, NOVOA, l, 11 O, pág. 156, nota 4. Otra posición, aparentemente,
l.AEATUT, 1, 57, pág. 58. Entre los internacionalistas la cueslión es muy discutida, si bien la mayor pane
se inclina a la opinión del texto. Una observación crítica respecto de la pretensión de poner en vigor las 19, Sobre elh CURY 1\ l, 9, ll, e), pág. 170: ETCHEEFRRY, l, págs. 119 y 120; NOVOt\ l, 110, pág. 157
leyes punitivas sobre una extensión de tal magnitud, CEREZO, I, pág. 192. 196 COUS1ÑO, J, 46, B. b), pág. 173; ETCHEBERRY, 1, pág. 122; KOVOA, l, 111, pág. 1)9

210 211
DERECHO PENAL/ PARTE CENER.1\.L / Enrique Cury L'rzúa CAPÍTLLO 111 / LA LEY PE"JAL 't' SU VlGENCIA

Por último, también integra el territorio ficto aquel que, siendo por su natura- la primera parte del art. 302 del C. Bustamante, conforme al cual, "cuando los actos
leza extranjero, se encuentra ocupado por fuerzas armadas chilenas (art. 3º, Nº 1º de que se componga un delito se realicen en Estados contratantes diversos, cada
C. deJM.) En tales casos, la ley nacional regirá sin distinción, en materia de delitos Estado puede castigar el acto realizado en su país, si constituye por sí solo un hecho
militares y comunes, debiendo aplicarse a estos últimos las leyes penales correspon- punible". La argumentación, con todo, no es convincente. Como destaca
dientes aunque la competencia pertenezca a los Tribunales Militares. COUSIÑ0 202 , la norma del art. 302 del C. Bustamante no establece la vigencia del
principio de actividad, sino un sistema sumamente defectuoso, disponiendo el frac-
cionamiento del delito y su punibilidad por partes, cosa que puede conducir a re-
e) El lugar de comisión del delito
sultados indeseables, ya que la valoración normativa del con¡unto del hecho puede
Por regla general, determinar el lugar de comisión del delito y la consiguiente ser distinta de la de la simple suma de las acciones aisladas que lo componen. Por lo
territorialidad o extraterritorialidad del hecho no presenta dificultades. Sin embar- que se refiere a la extensión analógica del contenido del arl. 157 del C.0.T, sólo se
go, en algunos casos se complica, a causa de que la ejecución adopta formas com- justificaría si su solución fuera satisfactoria también en el ámbito internacional.
plejas que comprometen a varios territorios. Así, por ejemplo, cuando A dispara a Pero esto no es asf. Pues muchas veces la aplicación de la teoría de la actividad en
través de la frontera sobre B, el cual cae muerto en el país vecino; o cuando C este campo puede conducir a conflictos que determmen la impunidad del delito,
engaña a Den un país, a fin de que éste realice en otro nna disposición patrimonial como por ejemplo, si el Estado en que se inició la ejecución carece de todo interés
perjudicial para sus intereses; o cuando E se apodera de una aeronave mientras en el castigo a causa de que la perturbación experimentada por su convivencia fue
sobrevuela el territorio de un Estado, la obliga a variar de rumbo y aterrizar en un insignificante o inexistente. Así, no parece oportuno trasladar a este ámbito una
aeropuerto ubicado en el de otro, solicitando con éxito un rescate de una tercera regla dada para determinar la competencia entre distintos tribunales nacionales.
nación. ¿Dónde se ha cometido el homicidio, la estafa o el 11 secuestro 11 aéreo, respec-
tivamente, en cada uno de esto~ casos? ce) La solución preferible es la de la teoría de la ubicuidad, en conformidad a la
Para solucionar esta clase de problemas se han propuesto fundamentalmente cual es competente para conocer del hecho tanto aquel país en que se ha realizado
tres criterios distintos_ i 97 un acto de ejecución como aquel en que se produjo el resultado consumativo. Que
ella puede ser apoyada dogmáticamente en nuestra legislación ha sido demostrado,
aa) Según la teoría del resullado, el delito debe entenderse cometido en el lugar a mi juicio, satisfactoriamente por NOVOA. 203 Por otra parte, esta concepción pre-
donde éste se produjo. Su fundamento radica, sobre todo, en que la perturbación serva en forma adecuada la unidad de la valoración jurídica que ha de acordarse al
de la convivencia se deja sentir con toda su intensidad precisamente allí donde tiene hecho delictivo, permitiendo su enjuiciamiento conjunto por una de las leyes com-
lugar el resultado delictivo y en que sólo con la consumación se perfecciona por prometidas.
completo la conducta punible."8
El punto de vista aludido ha encontrado considerable acogida en el pensa- Es cierto que la teoría de la ubicuidad puede crear algunos riesgos de infrac-
miento jurídico americano. 199 Quizás por eso, lo acepta también como fórmula ción al principio non bís ín ídem. 204 Pero me parece que éstos dependen de circuns-
alternativa el art. 302 del C. Bustamante, el cual, de no ser aplicable la desafortuna- tancias prácticas, las cuales, en determinados ca.sos también podrían afectar a cual-
da disposición de su primera. parte 2ºº, ordena dar "preferencia al derecho de la quiera de los otros criterios.
soberanía local en que el delito se haya consumado".

bb) De acuerdo con la teoría de la actividad, el delito se comete allí donde se da III. EXCEPCIONES A LA TERRITORIALIDAD DE LA LEY PENAL
principio a la ejecución de la conducta típica. Este punto de vista se basa en la idea
de que el disvalor delictivo radica fundamentalmente en la acción y, por lo tanto, es Excepcionalmente, la ley penal chilena pretende recibir aplicación
al país en donde ésta se realiza al que corresponde su enjuiciamiento. extra-territorial, basada en uno u otro de los restantes principios sobre la materia.
En Chile, este criterio es acogido para fines de derecho interno por el an. 157 Tales situaciones se encuentran expresamente reguladas, según lo preceptuado en
O
del C.OT, el cual ETCHEBERRY considera aplicable también por analogía respecto los arts. 6º del C.P, 6° del C.OT, 3º del C. deJM., 106 del C.P., l de la Ley 5.4 78
de la materia que aquí no interesa. 201 Asimismo, piensa que ha sido consagrado en y algunas disposiciones de la Ley de Seguridad del Estado.

197 Respecr_o de. oLros punlos de visla menos difundidos, véase la prohja o,'"POSÍ.ción de COUSlÑO, I, 50, págs.
188 y s1gts.
¡
198
En este mis~o sentido, NOVOA, I, 114, pág. 162 l
COUSIÑO, I, 50, D, pág. 189, y E., pág. 191.

!
19g Cfr. COUS1NO,I, 50, D, pág. 190. 202 _
200 m NOVOA, I, 114, págs. 163 y sigts. En contra, COUSINO, I, 50, E, pág. 191.
Infra, bb). 2 º4 ETCHEBERRY, II, pág. 72.
101
ETCHEBERRY, II, pág. 72.

212 213
DERl:CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPÍTLLO 111 / LA Ll'Y PENAL Y SL VIGENCJA

a) Aplicación del principio de personalidad o nacionalidad la ley nacional aunque, posiblemenle, sometiéndola a requisitos más exigentes, como el
de querella de la víclima o sus herederos. Por el momento, sin embargo, no exisle solución
al problema.
El principio de nacionalidad encuentra expresión en el an. 6° Nº 6° del C.OT,
de acuerdo con el cual la ley chilena reclama jurisdicción para conocer de los delitos Para estos efectos debe entenderse que el delito se ha cometido contra un
"cometidos por chilenos contra chilenos si el culpable regresa a Chile sin haber sido chileno cuando éste es el titular del bien jurídico. No es necesario que dicho interés
juzgado por la autoridad del país en que delinquió". Debe advertirse, con todo, que tenga un carácter personal (vida, integridad corporal, salud, honor, etc.), pues la ley
el fundamento de esa norma es objeto de opiniones encontradas. no contempla esa limüación. 214 Por el contrario, del sentido de la disposición se
deduce que en ella sólo se está pensando en ataques dirigidos contra particulares, lo
NOVOA descarta su inclusión entre los casos de aplicación del principio de personali-
dad, a causa del carácter "supletorio" que el precepto atribuye a la ley chilena. 2º" Por tal que explica su carácter supletorio y es el motivo de que la consideremos aplicación
razón considera que se trata de una solución práctica, destinada a evitar la impunidad de del principio de nacionalidad pasivo y no del real o de defensa. 115
atentados conLra un bien jurídico chileno cuando el autor ha llegado al territorio nacional
sin haber sido casligado e~ aquel en que se cometió el delilo, y la ex.Lradición no es soliciLada En la práctica es Lo último tiene importancia para la determinación de la aplic_a~ilidad d~
o no procede por cualquier rnzón. 206 la ley chilena a casos en los cuales el bien jurídico tiene carácter social y no mdrv1c_lual. As1
En el mismo sentido se pronuncia ETCHEJ3ERRY2º7 quien, no obstante, pareciera consi- ocurre, por ejemplo, respecto del delito de bigamia del art. 382 del C.P, ~ue constituye un
derar que la disposición aplica el principio real, pues, aunque no lo dice expresamente, trata atentado en contra de la institución matrimonial como Lal, y no del pnmero o segundo
de ella bajo ese rótulo. A su vez, RODRIGUEZ MUÑOZ, frente a una disposición semejanle cónyuge en su caso. Por eso, cuando el que se encuentra casado válidamente contrae un
de la ley española, estima que constituye una combinación de ambos principios, el de la nuevo matrimonio en territorio extranjero, no es aplicable al art. 6º Nº 6º del C.O.T. y,
nacionalidad y el de defensaw 8 , pues "la exigencia de que el delito se cometa contra otro consiguientemente, el autor no puede ser juzgado ni castigado en Chile.
español excede ya los límites del puro principio personal y supone una referencia a la espe-
cífica índole del bien jurídico"
De acuerdo con el criterio de COUSIÑ0 209 , esta norma constituye sólo una aplicación b) Aplicación del principio real o de defensa
del prin~)pio de la personalidád activo 210 , que en el caso opera de manera supletoria.
El principio real o de defensa determina la aplicación de la ley chilena a he-
En realidad, h disposición del art. 6º Nº 6º del C.OT combina los principios chos ocurridos en el extranjero en los casos a que se refieren los Nºs. l º, 2º y 5º del
de nacionalidad activo y pasivo, dándoles una vigencia supletoria. Se funda, como
art. 6º del C.OT y el art. 3°, N°s. 2° y 3º del C. de].M.
lo destaca RODRIGUEZ DEVESA211 en el propósito de evitar la impunidad del au- De conformidad con tales disposiciones, quedan sometidos a la jurisdicción
tor cuando se niega su extradición en virtud de 1as cláusulas sobre no entrega del nacional los crímenes y simples delitos perpetrados fuera del territorio de la Repú-
naciona1 que usualmente contienen los tratados relativos a la materia. 212 Por esta blica "por un agente diplomático o consular" de ésta "en el ejercicio de sus fu~cio-
razón no se ha contemplado el caso en que el hechor es un extranjero, ya que, en tal nes", "la malversación de caudales públicos, fraudes y exacciones ilegales, la infide-
evento, la extradición se otorgará de todas maneras y quien lo juzgará será el Estado lidad en la custodia de documentos, la violación de secretos [y] el coheclio, come-
en cuyo territorio se cometió el delito. tidos por funcionarios públicos chilenos o por extranjeros al servicio de la Repúbli-
En la práclica, sin embargo, puede ocurrir que por cualquier razón no se olorgue la ca" y la "falsificación del sello del Estado [inexistente], de moneda nacional, de
extradición del extranjero que delinquió conlra un chileno fuera del territorio nacional, y documentos de crédito del Estado, de las Municipalidades o establecimientos pú-
ha llegado a Chile sin ser juzgado en el h1gar del hecho (por ejemplo, debido a que el país blicos, cometida por chileno, o por extranjeros que fueren habidos en el territorio
en cuyo Lerritorio se perpelró el deliLo no solicita esa extradición porque no concurren
algunos requisitos formales exigidos por su legislación para que la solicitud sea proceden- de la República". Asimismo, los "cometidos por militares en el ejercicio de sus fun-
te). En casos como éSte se dará la exnaña paradoja, destacada por ETCHEBERRY, de que ciones o en comisiones del servicio" y "contra la soberanía del Estado y su seguridad
dicho extranjero no podrá tampoco ser juzgado por los tribunales chilenos. 213 Para evitar exterior o interior".
esta situación absurda, sería necesc1rio aceplar en eslos casos una aplicación supletoria de
En todas estas situaciones, lo decisivo es, en efecto, el hecho de que las con-
ductas aludidas, aunque ejecutadas en el extranjero, lesionan intereses nacionales
100
NOVOA, 1, 118, pág. 168. de carácter público. La nacionalidad del autor es indiferente. La limitación consa-
Nó NO\!OA, I, J 18, pág. 169. grada en el Nº Sº, donde se hace depender la aplicación de la ley chilena a los
1 7
º ETCHEBERRY, 1, pág. 125.
20
~ RODRIC~UEZ MUNOZ, notas de derecho penal español. en lV!FZGER, I, 7, II, pág. 99
autores extranieros de que hayan sido habidos en el territorio de la República, no
209
COUSINO, 1, 48. A, pág. 182. En el mismo sentido, respecto de la n01111a española aludida porRODRTGUEZ altera tampoco la conclusión, pues obedece tan sólo a consideraciones sobre la
MUNOZ y a que se refiere la nota anterior, CEREZO, l, pág. 242 y RODRIGUEZ DEVESA, l, págs. 221 y 222
210
En CURY 1a, I, 9, Hl, a), pág. 174, se afinna que COUSI:'.'i"O considera esle preceplo como aplicación del practicabilidad de la norma.
principio de personalidad pasivo. Esa apreciación na errónea y derivó del sentido que en dicha exposi-
dón se acordaba al principio de nacionalidad pasivo Sobre ello, supra, l, b).
211
RODRIGUEZ DEV[SA, 1, págs 221.
212
Véase, infra, V, e) )l
4
NOVOA l, 118, pág 169
rn ETCITEBERRY, 1, pág. 125 2
'' Véase, supra,, 1, c).

214 215
DERECHO PENAL/ PAK! l.: GfcNf'RAl. / Enrique Cmy Urzúa
CAPÍTULO 111 / l.A LEY PENAL Y SU VIGENCIA

Más dudosa es la situación que se contempla en el art. 6° Nº 3° del C.O.T.. que trucción o deterioro de cables submarinos, el genocidio, etc. Respecto de todos
en su primera parte extiende el sentido del art. 106, inc. segundo del C.P., y con ellos se ha consagrado por lo pronto el p1incipio de universalidad en los arts. 307 y
arreglo al cual se someten a la jurisdicción chilena los crímenes y simples delitos 308 del C. Bustamante.22°
perpetrados por chilenos naturales o naturalizados, que vayan "contra la soberanía
o contra la seguridad del Estado". Asimismo, la del art. 1°dela Ley. 5.487, que
consagra la punibilidad del "chileno que, dentro del país o en el exterior, prestare IV. VALOR EN CHILE DE LAS LEYES Y
servicios de orden militar a un Estado extranjero que se encuentre comprometido SENTENCIAS JUDICIALES EXTRANJERAS
en una guerra, respecto de la cual Chile se hubiere declarado neutral". En definitiva,
sin embargo, ambos son también casos cuya atribución a la competencia de los a) Ley penal extranjera
tribunales nacionales se funda, básicamente, en el principio real o de defensa.
En virtud del principio de soberanía de los Estados, éstos no aplican en caso
Las dudas se deben, en primer lugar a que se limita el círculo de autores a los alguno leyes penales extranjeras. Ese punto de vista se encuentra expresamente
nacionales. Sin embargo, esto se explica por la naturaleza de los bienes jurídicos reconocido en el art. 304 del C. Bustamante, según el cual "ningún Estado contra-
afectados, cuya significación, en ligar, existe casi únicamente para los chilenos. tante aplicará en su territorto las leyes penales de los demás".
Por otra parte, hay autores que adscriben estos casos al principio de naciona- Sin embargo, esto no significa que en Chile se ignore por completo el valor de
lidad pasiva. 216 Esto se debe, por una parte a la formulación particular que dan de la ley penal extranjera, pues, aunque jamás se la aplica, hay distintos casos en los
ese principio 217 y por la otra, a que los bienes jurídicos atacados son chilenos. Sin que es necesario reconocer su existencia y eficacia. Asl ocurre, entre otras situacio-
embargo, debe desestimarse·ese criterio si el principio de nacionalidad pasiva se nes, en materia de extradición, atendido el principio de doble incriminación, 221
entiende como lo hace la mayoría de la doctrina comparada 218 y se tiene en cuenta, asimismo para la aplicación de lo dispuesto en el Nº 6º del art. 6º del C.O.T, que,
además, qlle eñ.' estos casos los bienes jurtdicos atacados pertenecen al Estado. 219 aun cuando no lo exprese, presupone que el hecho a que se refiere ha de ser tam-
bién punible de conformidad con la ley del país en que se ejecutó. 222 En estas hipó·
e) Aplicación del principio de universalidad tesis, la ley extranjera ciertamente no se está aplicando en nuestro país, pero su
reconocimiento resulta condicionante para la aplicación de la nacional. 22 '
El Nº 7° del art. 6° del C.O.T., con arreglo al cual se aplica la ley chilena a la
piratería, aunque los hechos que la configuran se hayan realizado -como general-
b) Sentencia judicial extranjera
mente sucederá- fuera del territorio nacional, es una clara expresión del principio
de universalidad. Por su índole peculiar, el delito de piratería afecta a la libre nave- La situación de las sentencias penales extranjeras es semejante a la de la ley.
gación de los mares, que interesa a toda la comunidad de naciones. Por otro lado, se También aquí el principio de soberanía obsta a su eficacia ejecutiva en nuestro país,
trata de un delito que generalmente se comete más allá de los límites territoriales de y, por consiguiente, en Chile nunca se cumplirá una pena impuesta en una senten-
todos los Estados, de suerte que si no se lo somete a la jurisdicción del captor, cia pronunciada por Lribunales de olro Estado.
quedará impune, pues es en extremo improbable que el autor se ponga al alcance Pero, lo mismo que respecto de las leyes, es imposible negar todo reconoct-
de la de la nave o naves abordadas -única otra a la que podría reservarse la sanción-. miento a las senlencias extranjeras, pues eso implicaría una actiLud "aislacionista"
Por esto, la mayor parte de las legislaciones contemporáneas consagra, en este pun- que, a la larga, provocaría resultados indeseables también para la nación que la
to, una solución semejante a la nuestra. asume. Por eso, en distintos casos es preciso reconocer el valor de cosa juzgada a
También suelen ser manifestaciones del principio de universalidad la mayoría senLencias penales pronunciadas en el exterior. Así ocurre, desde luego, en obse-
de los casos de extraterritorialidad contemplados en los tratados internacionales a quio al principio non bis in ·[dem, que obliga a no enjuiciar nuevamente un hecho por
que alude el an. 6°, Nº 8° del C.O.T. En efecto, éstos generalmente se refieren a el que el autor ya fue sancionado en el extranjero, aunque en \1.rtud de su preten-
delitos que por su naturaleza comprometen el territorio de varios países, ya que su sión de extraterritorialidad la ley chilena también se atribuya jurisdicción para co-
actividad presupone traslado de unos a otros o bien ejecución en "tierra de nadie", nocer de él. De la misma forma, en lo referente a reincidencia y reiteración, confor-
tales como el tráfico de estupefacientes, la trata de esclavos y la de blancas, la des- me al an. 310 del C. Bustamanle, deben apreciarse teniendo en consideración las

216
NOVOA, I, 16, pág. 166; CCRY l", l, 9, 111, a), pág. 173. Por su parte COUSIÑO, 1, 48, A, pág. 182, Con algún detalle respecto a las comTnciones y tratados celebraU.os en relación c:on tales malcrías,
220

contempla el último de los casos mencionados como manifestación del principio de personalidad activo COUSIKO, T, 49, pág. 187, nola 31L y NOVOA, 1, 119. pág. 170
217
Supra, I, b). m Tnfra, V b), aa)
f ldem.
21

219 Supra, l, e). En el mismo sentido del Le..,::to ETCHEBERRY, I, págs. 82 y 83. m Supra, UL a)
m DeLallaclamenle, COUST'.'10. t, SL págs. 196 y sigrs

216 217
DERFCJ-10 P\'NAL / PARTJ, GENERAL/ Emique Cury l;rzlia CAPITl_;LO III / LA Li'Y PENAL Y SU VIGENCIA

sentencias dictadas. por tribunales de otros países. Por último, también en materia respecto de algunos Estados americanos. 229 Esto, por supuesto, en los casos por
de extradición pasiva, en donde, al solicitarse la de un sujeto ya condenado, el país fortuna cada vez menos frecuentes en los que no existe entre Chile y el otro país
requerido tiene que acordar validez a la sentencia pronunciada en el requirente. comprometido un tratado bilateral sobre la materia, debiendo, eso sí, tenerse en
cuenta que usualmente tales instrumentos no consagran disposiciones reguladoras
De acueTdo con jurisprudencia reiterada de la C.S., las sentencias absolULorias dictadas en
el extranjero surlen efectos en Chile en materia civil, de conformidad con lo preceptuado al minuciosas.
respecto por los arts. 202 y 242 del C. de PC. y 64 y 448 del C.P.P 224 Asimismo, al pronunciarse A pesar de todo, las prácticas internacionales sostenidas han ido decantando a
sobre solicitudes de extradición, se ha reconocido expresamente el valor de una sentencia o de- este respecto un conjunto de condiciones y requisitos más o menos uniformemente
creto de pTlsión extranjero. 225 acogidos por la comunidad de las naciones, cuyo análisis permite estructurar la
institución, apoyándose además en las limitadas disposiciones del ordenamiento
En el presente existe una tendencia a intensificar la co1aboración internacio-
jurídico nacional. Se refieren a1 tipo de relaciones existentes entre los Estados, la
nal para combatir el delito y, consiguientemente, a ampliar los límites de reconoci-
calidad del hecho, la del delincuente y la situación de punibilidad del hecho
miento de las sentencias extranjeras. Aunque este punto de vista aún no se mani-
incriminado. En los apartados siguientes se da una noticia escueta sobre tales pun-
fiesta de manera categórica en nuestro ordenamiento jurídico, en el futuro, de segu-
tos.
ro, ganará terreno progresivamente.

V. LA EXTRADICIÓN a) Tipo de relaciones existentes entTc los Estados

La extradición consiste en la entrega que se hace por un país a otro de un individuo En principio, la regla es que la extradición procede enLre aquellos EsLados que
al que se acusa ele un delito o que ha sido condenado ya por él, a fin de que el último lo se encuentran vinculados por un lra[ado sobre la materia, cosa que en la actualidad
juzgue o pro~eda al cumplimiento ele la sentencia en el caso respectivo. Se habla de extra- es, por lo demás, muy frecuente. 230 Sin embargo, el hecho de que no exista un
dición activa cuando se la contempla desde el punto de vista del Estado que solicita instrumento de esta clase no es óbice para que de todos modos se conceda la extra-
la entrega (Estado requirente) y pasiva cuando se la mira desde el ángulo del Estado dición. Para hacerlo asf, 1os Estados tienen en cuenta, comúnmente, las perspecti-
al cual se le pide dicha entrega (Estado requerido). vas de reciprocidad, esto es, que el requirente la otorgue a su vez si más adelante le es
Aunque la institución posee antecedentes históricos remotos 226 su formalización solicitada.
general es reciente y sus fundamentos son objeto hasta el presente de opiniones La Corte Suprema ha concedido uniformemente la extradición cuando se le solicita bajo
cambiantes. Actualmente, sin embargo, tiende a imponerse la idea de que se en- promesa de reciprocidad. La seriedad de esa promesa se presume, y parn desestinrnrla, ne-
cuentra basada en un sistema de colaboración internaciona1, que impone obligacio- gando 1a extradición, sería preciso que se presentaran pruebas <le que alguna demanda de
exLradición formulada por Chile hubiere sido rechazada por el Estado requirente en casos
nes de asistencia reciproca entre los Estados para la lucha contra el delito. 227 Van simila-res al que se eslá discutiendo.rn La exlradición se concede, aunque ni siquiera exista
más leios quienes hablan de regular la institución de conformidad con el llamado oierla de reciprocidad o la que se ha hecho es insuficiente o no procede de b autoridad
orden público internacional. 228 Se trata, no obstante, de una idea que aún requiere competente, cuando existe evidencia de que el Estado requirenle no desconoce ni rechaza
desar~ollo y concreción, aparte de que es imposible determinar exactamente las las resoluciones de los tribunales chilenos. 232
consecuencias a las cuales daría lugar en el terreno que nos ocupa.
Muchas legislaciones contemporáneas contemplan normas destinadas a regu- b) Calidad del hecho
lar la institución tanto en sus aspectos procesales como sustantivos. La nuestra, en
cambio, se reduce a la ordenación de los primeros en el Título VI del Libro Il1 del C. En relación con este punto se exigen, por lo general, los siguientes requisitos:
de PP, arts. 635 y sigts., y ahora en el C.PP, arts. 431 y sigts. Las cuestiones mate-
riales, por el contrario, han quedado libradas de modo fundamental a los "princi- aa) Doble inoiminación del hecho, es decir, que sea constitutivo de delito tanto
pios generalmente reconocidos del derecho internacional", pues el C. Bustamante, en e1 Estado requirente como en el requerido. Esto es lógico, pues seria absurdo que
que las reglamenta de manera más o menos completa, sólo tiene valor vinculante el Es Lado requerido entregara a un individuo para que sea juzgado y castigado por

m NOVOA, T, 124, pág. 177.


n+ FTCH.CBERRY, D.Ej., l,17, págs. 29 a 31 n,i Sobre los tratados de extradición que vinculan a Chile con otras naciones, véase la prolija exposición de
m ETCHEBERRY, D.P]., I, 18, pág. 31. COL.:SlÑO, I, 53, A, págs. 204ysigts. Una enumeración más sucinta en NOV0.1\, l, 12.6, pág. 177. requie-
226
Cfr. C:O(..JSifm, 1, 5.1, pág. 200 re adicionarse con la referencia al tratado celehrado con Venezuela el 2 de junio de 1962 y ratificado el 1 º
22
/ Un punto de visla matizado en NOVOA, I, 124, pág. 176, para quien la !i.mdamentación del texto consli- de junio de 1965
tuye LOdavia una aspiración lowada sólo parcialmeme. rn ETCHEBERRY, D.P.J. 29, págs. 54 y .55.
m Cfr. COUSI~O, l, 5.3, págs. 201 y sigts 232
ETCHEBERRY, D.PJ. 29, págs. 49 y 53.

218 219
DEREC.llü PENAi_ / PARTE GENERAL I hrique Cury Lrzúa CAPiTCLO 111 / LA LEY Pf'NAL y SU VIGENCLI\

haber ejecutado una conducta que con arreglo a su ordenamiento es lícita o, en legal. Sin embargo, una interpretación teleológica adecuada, fundada en el art. 2 79 del C. de
P.P., conduce a aceptarlos lambién en este caso. 211;
todo caso, no origina responsabilidad penal. la regla, recogida expresamente por el
art 353 del C Bustamante, supone que la doble incriminación exista al momento ce) Delito común. Esto significa que, por el contrario, no se concede la extradi-
de realizarse el acto punible y subsista hasta aquel en que se lleva a cabo la entrega. ción por los llamados delitos políticos.
Aunque esta limitación es reciente, pues en su origen la extradición estaba
bb) Gravedad de! hecho. En relación con este aspecto, no existe todavía una
desünada precisamente a obtener la entrega de los enemigos políticos, sus funda-
coincidencia Lotal, pues en algunos tratados más antiguos se emplea el procedi-
mentos son lógicos y hoy goza de reconocimiento unánime. El delito político, de
miento de incluir un listado de los delitos por los cuales es posible conceder la
preferencia en sus formas más puras, obedece por lo general a móviles ideológicos
extradición. Tal sistema, que cuenta con la aprobación de JIMENEZ DE ASUArn,
elevados y apunta a propósitos altruistas determinados por valoraciones contrastan Les
ha sido criticado por NOVOA' 34 pues, si se lo generalizara, haría imposible la extra-
con las del orden establecido, pero no por eso menos respetables. Cuando el delin-
dición "entre países no ligados por tratados sobre la materia". En todo caso, cuando
cuente político se ve obligado a abandonar el territorio del país contra cuyo gobier-
se ha acudido a él, la extradición sólo puede concederse por los delitos que integran
no se dirigía su actividad, decrece la posibilidad de que ponga en peligro la estabi-
el elenco respectivo, según se deduce de lo dispuesto por el art 64 7, Nº 2° del C de
lidad de éste y, por otra parte, rara vez conslituirá un riesgo para la nación en la cual
PP (art 449, letra b) del CPP)
se refugió, pues incluso es posible que simpatice con los ideales y concepciones de
En el presente se prefiere establecer un limite relativo a la gravedad para deter-
sus dirigentes.
minar los delitos por los cuales se otorga la extradición. La opinión más generaliza-
da acepta que ella debe concederse cuando versa sobre un crimen o simple delito Sin embargo, la practicabilidad de la idea tropieza con dificultades provoca-
cuya pena no es inferior a un ano de privación de libertad. Consiguientemente, das por el hecho de que la distinción entre delitos políticos y comunes no es fácil de
queda excluida por definición la posibilidad de extradición por faltas, pero nada hacer en los límites.
obsta a la dé un crimen o simple delito frustrado o sólo tentado. Cuando se la Desde el punto de vista subjetivo, es delito político todo aquel que obedece al
solicita para enjuiciar al extraditado, la determinación debe hacerse en abstracto, propósíto de alterar, modificar o sustiLuir la institucionalidad política imperante en
esto es, atendiendo a la pena establecida en la norma respectiva; y si el marco allí un EsLado determinado. Con esto, no obstante, resultaría que casi cualquier género
contemplado consulta una extensión que en parte es superior al límite y en parte de conducta delictiva -incluso la más reprobable- podría, bajo ciertas circunstan-
inferior, lo decisivo es la pena mayor autorizada por la ley. 235 Por el contrario, cuan- cias, constituirse en delito político; al paso que, por otra parte, como la determina-
do se trata del cumplimiento de una pena ya impuesta, se debe atender a la determi- ción depende de momentos puramente subjetivos, su precisión en los casos concre-
nada concretamente en la sentencia respectiva. Por derivación del principio de do- tos es complicada a incierta. Por tal razón, tiende más bien a ganar terreno el crite-
ble incriminación, debe entenderse que este requisito relativo a la gravedad del rio objetivo, de conformidad con el cual es delito político aquel que, por la índole
hecho ha de cumplirse tanto respecto del país requirente como del requerido. Por misma del injusto correspondiente, lesiona fundamentalmente la organización
eso, aun en el caso de extradición destinada a cumplir una sentencia que ha im- instítucional del respeclivo Estado o los derechos políticos de los ciudadanos.
puesto una pena superior a un año de privación de libertad, ésta no debe conceder- Con todo, también si se acoge este último criterio, es indispensable efectuar
se cuando con arreglo a la ley del país requerido no seria posible castigar el hecho algunas precisiones, pues de otra manera resuharía demasiado restrictivo. En efec-
ep_ forma tan severa. · to, junto al delito político propiamente tal o puro, es menester mencionar los delitos
políticos complejos o relativos y los delitos conexos a delitos políticos. Son delitos
Lo expueslo rige, en mi opinión, como regla general, así como con aquellos países con políticos complejos o relativos aquellos que lesionan, al mismo tiempo, la organiza-
los cuales estamos vinculados por la Convención de Montevideo. Para extradiciones con
naciones a Las cuales nos li.ga el C Buslamante, hay que eslarse a la gravedad de la pena ción política y otros bienes jurídicos comunes, como, por ejemplo, el asesinato de
conminada por la legislación del país requirenle, con arreglo a lo preceptuado en el an. 354. un Jefe de Estado, el secuestro de un hombre público o incluso de particulares con
E_sla úllima es una solución insatisfactoria, porque obliga al país requerido a aceplar valorn- el objeto de obtener alteraciones institucionales, etc. A su vez, los delitos conexos al
Clones extrañas a su apreciación del hecho. Por eso, esümo que su aplicación debe ser res-
tringida sólo a los casos en que nos la impone el derecho interno, esto es, precisamente
político son aquellos de carácter común que se cometen durante el curso de la
aquellos a los que se alude más arriba. Seria erróneo, a mi juicio, elevarla a la categoría de ejecución de aquél a fin de favorecer su consumación, tales como la sustracción de
"principio de derecho internacional". explosivos destinados a sostener la insurrección, las violaciones o daños de morada
Cuando se trata de la extradición pasiva, la vigencia de los criterios seüalados se apoya
expresamenle en el art. 647, Nº 2º del C. de P.P (449, lelra b) del C.P.P) Respecto de la
con el objeto de asegurar posiciones, etc.
acliva, en cambio, parederan conlradichos por lo que expTesa el art. 635 de ese cuerpo la extradición no procede, por cierto, cuando se Lrata de un delHo pohtíco
puro. Asimismo, se excluye, en principio, a los conexos (art. 355 C. Bustamante);
rn Jltv1ENEZ DE ASUA_ lL 819, págs. 945 y sigts
234
NOVOA, T, 127, pág. 179. ---.,·--

m Así los fallo.5 citados en ETCHEBF.RRY, D.P]., 1, 31, págs. 69 y 70. lJo Véase la exposición de NOVOA, 1, 127, b), págs. 180 y sigb

220 221
CAPITlJLO 1111 LA LEY PENAL Y SU VlGENClA
DERECHO PE'.\Al. 1 PARTE GENER..li.L / Enriqu~ Cury Urzús

pero acLualmenLe tiende a desarrollarse la idea de concederla en este último caso, Buscando una solución alternativa, el art 345 del C. Bustamante dispone que
cuando el hecho punible común de que se trata constituye una expresión grave de "los Estados contratantes no están obligados a entregar sus nacionales", pero cuan-
vandalismo o inhumanidad o cuando consista en alentados contra la vi.da o integri- do nieguen su extradición estarán obligados a juzgarlos.
dad corporal, salvo si se han producido en el curso de un combate declarado y En Chile, como se ha dicho, no existe norma interna sobre este punto, y el
abierto, Por último, cuando se trata de delitos politicos complejos o relativos predomi- criterio predominante es favorable a la extradición del nacional. 238 No obstante
na el criterio de tratarlos como si fueran comunes, otorgando la extradición. Parti- ello, la disposición del art 345 del C. Bustamante ha recibido aplicación con cierta
cularmente es así cuando el crimen de que se trata consiste en "el homicidio o frecuencia. En tales casos se discute la posibilidad de que los tribunales nacionales
asesinato de]Jefe de Estado de un Estado contratante o de cualquier persona que en puedan juzgar al individuo cuya extradición se negó. En opinión de COUS1Ñ0 239 y
él ejerza autoridad" (art. 357 C. Bustamante). En la práctica, sin embargo, no es NOVOA2 4º, ello sólo sería posible si el delito del cual se trata se encuentra entre
241
posible atribuir a estas reglas un valor absoluto, porque pueden presentarse casos aquellos en que el arl. 6º del C.OT y las otras disposiciones legales pertinentes
de delitos políticos complejos en los cuales el atentado contra el bien jurídico co- admiten la aplicación extraterritorial de la ley chilena, porque en los demás nues-
mún sea más o menos insignificante y la prudencia aconseja negar la extradición. tros tribunales carecerían de jurisdicción. Es correcto, en mi opinión, el criterio de
ETCHEBERRY241 , según el cual esa jurisdicción no sólo puede deducirse de la parte
Los acLos de terrorismo político, que en las úllimas dé.cadas han experimentado un final del propio art 345, sino, además, del 341 del C. Bustarnante, "que confiere
considerable incremento, provocando una reacción de alarma generalizada, adoplan con
competencia a los tribunales de cada EsLado contraLante para conocer de todos los
frecuencia la forma de delitos políticos complejos o relativos, a causa de lo cual usualmente
su extradición deberia ser concedida. Eso, por supueslo, está fuera de toda duda en las delitos y faltas a que haya de aplicarse la ley penal del Estado conforme a las dispo-
hipólesis de terrorismo común que se someten a las reglas generales. siciones del mismo Código".
Por tenorismo entendemos aquí aquellas conductas delictuales que, a causa de la forma
Por último, debe señalarse que no procede únicamente la extradición del au-
en que se ejecutan, tienden a crear en el grupo social, o en sectores deLermim1dos de é.l, un
fundado temor de ser objeto de ataques semejanles. La motivación política, en consecuen- tor de un delito, sino también de los inductores, cómpllces y encubridores
c~a, no es indispensable. Así, por ejemplo, también constituye aclo lerrorista, en sentido
estricto, el de las bandas armadas que "venden proLección'' con propósito~ de lucro perso-
nal, o el del secuestrador de aeronaves que busca obtener un rescate para su propio benetí- d) Situación de la punihilidad del hecho incriminado
cio. _De aquí la distinción precedente entre terrorismo político y común. En cuanto al ''Lerro-
rismo de Es Lado", es sólo una forma de lerrorismo político, particularmente reprobable, que La exLradición sólo puede otorgarse bajo ciertos presupuestos relacionados
se caracteriza porque sus autores pertenecen a la organización estatal u obran amparados
con la punibilidad del hecho por la cual se la concede.
por ella, y los actos que ejecutan se dirigen contra integranLes de grupos opositores al go-
bierno establecido.
aa) En primer lugar, la acción penal o la pena no deben encontrarse respecti-
De acuerdo con Ia jurisprudencia, los delitos de extorsión, homicidio y asalto vamente prescritas, con arreglo a la ley del Estado reqrnrente o del requerido. Así lo
(robo con violencia) son delitos comunes y no políticos ni conexos con ellos, aun- establece de manera expresa el art 359 del C. Bustamante.
que Luvieran una finalidad de tal indole. 237
bb) La amnistía concedida en el Estado requerido después de la eiecución del
hecho no obsta en principio a 1a extradición, conforme a lo precepLUaclo por el art.
e) Calidad ,le! delincuente
360 del C. Bustamante.
En rigor, nuestro ordenamiento _jurídico no contempla requisitos especiales En mi opinión, esLa disposición constiluye un error, pues viola las exigencias del princi-
en este punto. Se alude a él, con todo, porque hasta el presente suelen presentarse pio de dob1e incriminación. Se ha observado ya que ésLe se funda en la identidad de la
problemas respecto de algunos Estados en relación con la entrega de sus nacíonales. valoración que hacen del hecho l::mto el Estado requirente como el requerido, y que esla
semejanza debe pennanecer desde el momento de la ejecución hasta aquel en que se efectúa la
La idea de que no debe concederse la extradición del nacional ha sjdo sosteni- entn:ga. 2~3 Pero tal condición no se cumple en el caso cil cua1 m<; refiero, pues la amnistía
da, en efecto, fundándose sobre todo en el temor de que los tribunales extranjeros -aun oto"rgada después de la consumación del delilo- implica una auténlica rnalorncüí11 de la
no lo traten con la debida imparcialidad. Poco a poco, sin embargo, este criterio ha conducta por parle del Estado requerido, que lo ha privado de su carácter punible por lo
ido cediendo en obsequio a los principios ele colaboración internacional que hoy se
extienden cada vez con más vigor. Pero hasta ahora la desconfianza no ha sido lJR COUS[ÑO, l, 55, B, e), pág. 224; NOVOA, 1,128, pág. 186.
superada completamente y hay Estados que persisten en la actitud negativa. rn COUSlÑO, 1, 55, pág. 255
º
2 '1 NOVOA, l, 128, pág. 186.
Hl Supra, 111.
242 ETCHFBERRY, l, pág. 138. Allí se ofrece también una solución satisfacLOria para el problema de compe-
tencia interna que pudiera plantear la siluación. Aunque en el mi~mo sentido, con oLrn fundamenlación
m ETCHEBERRY, D.P.J., l, 29, pág. 52. fo el mismo sen.Licio un fallo de 1971, en ETCHEBERRY, D.P.J., IV, POUTOFF, 4, 3, e), págs. 174 y 175. De acuerdo lambién GARRIDO, l, 11, 11( pág. 141
24
491, pág. 19. ' Supra, b), aa).

222 223
DERlcCl 10 PL'NAI. / ~AR I E GEt-:ERAL / Enrique Cury Urzúa CAT'ITULO 111 / LA I EY PENAL y SU VIGENCIA

menos para el periodo cubierto por ella. Por lo demás, el mencionado art. 360 del C. e) Efectos de la extradición
Buslamante no se encuentra referido sólo a los casos de amnistía, sino que alude en tém1inos
amplios a toda "la legislación del Estado requerido posterior al delito". Con eslo la infrac-
ción al principio de doble incriminación aparece aún más de manifiesLo: ¡el Estado requeri- En relación con los efectos de la extradición es preciso destacar su especiatidad
do estaría obligado a conceder la exLradición aunque con posterioridad a la ejecución del y su efecto de cosa juzgada,
hecho por el cual se la solicila hubiern decidido desincríminar definiLivamente esa conducta
porque Juzga que su reprobabilidad élico-social no juslifica la imposición de una pena! a) la especialidad de la extradición significa que, concedida ésta, el Estado
requirente sólo puede juzgar al extraditado por el o los delitos que dieron lugar a
En la práctica, los Estados acostumbran negar la entrega cuando, de confor-
ella o bien imponerle la pena establecida en la sentencia condenatoria que motivó la
midad con su ordenamiento jundico, la responsabilidad penal se ha extinguido, 244
solicitud acogida. Le está, pues, vedado encausarlo por delitos cometidos anterior-
ce) Por la misma razón a que se refiere la última parte del apartado anterior y menLe o hacerle cumplir condenas diferentes de aquella que se invocó como funda-
porque, además, significaría vulnerar el principio non bis in ídem, no se concede la mento para pedir la entrega (art 377, pnmera parte, C Bustamante), Salvo, natu-
extradición s1 el delincuente ya ha cumplido una condena en el Estado requerido por ralmente, que se solicite una nueva extradición en razón de esos delitos distintos o
el delito que motiva la solicitud (art 358 del C Bustamante), de la otra sentencia, y que el Estado requerido la acoja, autorizando el procesamien-
to o la ejecución en su caso (art, 3 77, segunda parte, C Bustamantel,' 45
dd) También obsta a la extradición la sentencia absolutoria pronunciada por En forma excepcional, sin embargo, puede procederse libremente contra el
los Tribunales del Estado requerido y referente al mismo delito por el cual se la pide sujeto. Así ocurre cuando éste, una vez absuelto en el Estado requirente por el
(art 358 del C Bustamante), delito que motivó la extradición, o cumplida la pena que se le impuso en el juicio
respectivo, permanece voluntariamente en el territorio de dicho Estado, renuncian-
ee) Tampoco se concederá la extradición cuando el sujeto se encuentra some- do así en forma tácita a la protección que le otorgaba el requerido (art 377, tn fine,
tido a un Juicio todavía pendiente en el Estado requerido por el delito que ha moti- C. Bustamante). Con arreglo a la norma citada, la permanencia debe prolongarse
vado la solicitud (art, 358 del C Bustamante), por tres meses a -lo menos.
En cambio, cuando e1 individuo cuya extradición se solicita comete un nue-
vo deliLo en el Estado requerido, debe hacerse una dislinción. Si el delito en cues- bb) De conformidad con el arL 381 del C Bustamante, la extradición produce
tión se ha perpetrado antes de recibirse la solicitud de extradición, podrájuzgárselo efecto de cosa juzgada, pues "negada la extradición de una persona, no se puede
y ejecutar 1a pena antes de entregarlo al requirente; si lo comete después, el1o no volver a solicitar por el mismo delito". Aunque la disposición ha sido objeto de
lia de ser motivo para diferir la entrega (art 346 del C Bustamante), En este crílicas 246 , corresponde a un criterio generalizado y, en rigor, obedece también a la
último caso, por supuesto, el Eslado requerido podrá, a su vez, solicitar la exLra- necesidad de estabilizar las situaciones jurídicas.
dición más tarde a fin_ de proceder al enjuiciamiento respectivo, siempre que ella
sea procedente.
VI, DERECHO PENAL INTER:'sACIONAL
Esta situación puede preslarse en la práclica a dificulL:ide.s Si el nuevo delito es, por
ejemplo, de carácter polílico o no tiene el nivel de gravedad indispensable o no se halla
comprendido' en el elenco de aquellos por los cuales se autoriza la extradición en el tratado Aquí entiendo por derecho penal internacional un conjunto de normas
respeclivo, el Estado requerido se verá en la imposibilidad de obtener ulteriormente la en- supranacionales destinadas a regular una potestad punitiva internacional, asociando a
trega_ El asunto no admite una solución sencilla, pues es _claro que, de no disponerse la
ciertos hechos que atentan en contra de los derechos de la comunidad de las naciones,
entrega i.nmediala, el suJeLo cuya extradición se ha soliciLado por un delilo gra,isimo podría
eludirla mediante la comisión de pequeñas infracciones sucesivas en el Estado re.querido, o de la humanidad en su conjunto, formas predeLerminadas de reacción punitiva. 247
que quizás sólo le significarán las moleslias propias del proceso deliberadamente prolonga-
do y sanciones puramente pecuniarias o consisLenles en breves privaciones de libertad a) Es evidente que la creciente interrelación de los Estados en el mundo con-
Lemporáneo hace sentir la urgencia de un ordenamiento de esta clase, y, de hecho,
fD Concedida la extradición, la enlrega se condiciona, por fin, a que no se hay numerosos esfuerzos que tienden a su rormación. 248 . Sin embargo, seria deseo-
eiecute la pena de muerte por el delito en razón del cual se la otorgó, la norma del
arL 278 del C Bustamante, que así lo establece, responde a un criterio aceptado
universalmente. 2
.¡o Sobre va1ios casos de extradición, tanto actiYa como pasfra, en los que la C.S. ha conf-lnnado la vigencia
del principio de especialidad. ETCHEBERRY, D.P.]., 20, págs. 32 y 33.
24
" NOVO/\., T, no, pág. 189
H
7
Sobre olrns acepciones posibles de este concepto bastante ambiguo, ETCHEBERRY, 1, págs. 85 y 86.
'
4
~ 1\parle de las informaciones ofrecidas porETCHEBERRY, l, págs. 129 y sigls., LABATUT, I, 62 y 63, págs.
- - - ., _ _ _ __ 69 y sigts. y KOVO,'\, l, 122 y l 2J, prígs. 178 y sigts., es de sumo interés la exposición deJ[SCHECK. 14,
págs. 103 y sigt.s., cm1 abundante bibliografía. Véase, asimismo. GARR!DO, 1, 11, v; págs. 148 y sigts
M En el mismo semido, POLlTOfl; 4, 3, e), pág. 176
1
224 225
DERECHO PENAL/ PARI E GENERA l. f Enrique Cury Urzlia CAPÍTCLO lll / LA LEY Pf'NAL Y SU VIGENCIA

nacer la realidad pretender que se ha obtenido un desarrollo satisfactorio. Por una las penas aplicables, abandonando su determinación a la legislación interna de los distintos
parte, los intereses soberanos de los Estados son demasiado influyentes en sus deci- Estados. 252 Como las perspectivas de implementar una jurisdicción suprnnacional son re-
motas, se ha explorado la posibilidad de hacer operante la incriminación de los Teferidos
siones y muchas veces paralizan toda tentaliva de adoptar normas limitativas de su delitos sometiéndolos al principio de universalidad y habilitando, por consiguiente, para
autonomía; por otra, la presión de los pueblos, que aún están lejos de tomar con- juzgarlos, al Estado que captura a los autores. 253 Pero este sistema también es objetado,
ciencia clara sobre la necesidad de un ordenamiento internacional, dificulta aún porque "la mayor parte de los crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad tiene
su o-rigen en un conflicto (político) interestatal, donde el proceso usual de administración de
más la tarea; por último, a consecuencias de lo anterior resulta por ahora utópico juslicia de los tribunales nacionales difícilmente puede ser satisfactoTio" .254 Así, la injerencia
pensar siquiera en la posibilidad de dar auténtico imperio a disposiciones de esta de los tribunales de un país en el juzgamiento de hechos ejecutados po-r autoridades de otro
índole, sobre todo cuando las infracciones proceden de quienes actúan en interés o, que han caído en sus manos, podría convenirse en una fuente de roces que dificultara aún
más el prnceso de concertación a que se aspira. 255
incluso, representación de las potencias más -Poderosas, a las cuales es imposible El intento reciente de crea, un Tribunal Penal lnternaciona1, al que han concurrido
imponer en forma coactiva las decisiones de un Tribunal Internacional cuando ver- numerosos países, tropezó en Chile con la decisión del Tribunal Constitucional que cuestio-
san sobre materias que afectan a su seguridad o a la estabilidad de los regímenes que nó su compatibilidad con la Carta Fundamental.
las gobiernan. Por lo que se refiere a los precedentes de los Juicios de Nuremberg y
Tokio, citados por lo general a este respecto, es preciso convenir en que no resultan
alentadores, porque en tales procesos, seguidos contra los autores de crímenes de § 10. LOS EFECTOS DE LA LEY PENAL EN EL TIEMPO
guerra, hubo que aplicar derecho previamente inexistente, justamente a causa de
que nadie antes había convenido en formularlo de manera expresa y someterse a I. IRRETROACTJVIDAD FUNDAMENTAL DE LA LEY PENAL
sus dictados. 249
Todo lo cual, por cierto, no significa rechazar la idea del derecho penal inter- El punto de partida en esta materia es que la ley penal dispone sólo para lo futuro
nacional en sí. Antes bien, se trata de efectuar una prospección realista de su estado y no puede jamás tener efeclo retroactivo.
actual, con el objeto de orientar correctamente la lucha para construirlo. Tareas de En principio, esta es una característica común a toda ley, con arreglo a lo
este-género suelen exigir esfuerzos seculares. Si eso no se tiene claro, es fácil des- preceptuado por el art. 9º inc. primero del C. C. Pero en el caso de las disposiciones
alentarse y abandonarlas. pena1es la irretroactivi.dad se encuentra consagrada conslitucionalmente (art. 19 Nº
3°, inc. séptimo C.P.R. de 1980), a causa de lo cual no puede ser modificada poruna
256
b) En el sentido que se le ha dado aquí, el derecho penal internacional presu- simple ley, como ocurre respecto de las civiles administrativas, laborales, etc.
pone: Esto se debe, como ya se ha expresado 257 , a que constituye una derivación del prin-
cipio de reserva o legalidad, el que sólo puede regir eficazmente sobre tal base.
aa) Un conjunto de normas internacionales formuladas y consiguientemente La disposición constitucional aludí.da se halla reiterada expresamente en el
acatadas por la comunidad de las naciones o por una parte sustancial de ella. art. 18 del C.P., a implícitamente en el 1°, inc. primero, de ese mismo cuerpo legal.
la irretroactividad de la ley penal vale sólo respecto del derecho penal sustan-
bb) la determinación precisa (tipificación) de los hechos dignos de sanción y
tivo. Las disposiciones de derecho procesal penal rigen in actu.m.
la precisión de la que se aplicará en cada caso. A este respecto,JESCHECK sugiere la
~onveniencia de crear tres grupos de tipos de de,recho penal internacional: ddilos Si se .1tiende a lo que se ha expuesto antes sobre las estrechas relaciones existentes entre
contra la paz, crímenes ele guerra y delítos contra la humanidad. 250 derecho penal y procesal penal25 ~ se compTenderá que, en mi opinión, sea deseable someler
a un análisis esta afinnación, inlroduciéndole algunas limitaciones. ¿No sería aconsejable,
por ejemplo, que si una ley nueva reconoce valo-r probatorio a cierlos medios que anles no
ce) La creación de una jurisdicción supranacional permanente encargada de se aulorizaban, se concediera al procesado la posibilidad de p-resentarlos si los tiene, aunque
la aplicación de las normas aludidas 251 y dotada de mecanismos que aseguren su el plazo para hacerlo se encuentre vencido? Las hipótesis de esta clase pueden multiplicarse
imperio. Aunque aquí el asunto no puede desarrollarse en fonna adecuada, es indispensable llamar la
atención sobre él.
De estas condiciones, sólo la p-rimera se cumple hasta cierto punto en la actualidad,
pues existen algunos acueTdos mullilaternles <le los cuales tales normas fundamentales pue-
den deduciTse. En algunos casos, esos instrumentos efectúan también tipificaciones de los
2s¡ SAU~AS, llER...'\!ÁN, "Dctnminación y aplicación ele sanciones por c1imenn inlernacionole-s que engendran
delitos internacionales, entre los cuales incluyen la pirnte1ict; pero, en cambio, no se precisan responsabilidad del individuo", en Revista Chilena ele Dereclw, Volumen 16, 1989, 11, págs. 515 y sigts
m SAUNAS, op. cit., lll, pág. 517 y 518
254 SAU'.'JAS, op. cit., IV, pág. 519

J.,·, idem.
240
Véase. al respecto, con muchas resenras, LABATUT, L 63, pág. 64 y 65 y NOVOt\, T, 123 pág. 175. Para 2' 6 :-.Jaturalmenle, el texto no se hace cargo de cuestiones especiales que se suscitan en materia de retroactividad
una defensa de los procesos, ETCHEBERRY, T, págs 131 y 132 de laé> leyes no penales. como por ejemplo, las referentes a derechos adqui1idos.
2
·,o JESCHECK, 14, IV, págs. 110, 111 y 112.
25
: JESCHECK, 14, 111, .'L pág. 110.
N
rn;
Supra, 7, 1, b) 1).
Supra, 4, V, especialmente b). 1
226 227
OJ,ll.i;CIIO Plº.'\AI ! PARTE GE"sERAL I Emique Cmy Urrna CAP] n;Lo Ill / LA LEY PENAL y é>U VJGEC\C!A

H. RETROACTIVIDAD DE LA LEY PENAL MÁS FAVORABLE el extremo inferior. ¿Cuál de ellas resulta más favorable para el reo? Dificultades
semejantes se presentan cuando una de las dos leyes impone penas más altas, pero
No obstante lo expuesto en el apartado precedente, se hace excepción al prin- reduce el plazo de prescripción; cuando, en el mismo caso, considera atenuantes
cipio fundamental sobre irretroactividad de la ley penal cuando la que se dicta es que la otra no consagra; cuando la ley que amenaza penas aparentemente más bené-
más favorable para e1 reo. Esta norma se encontraba consagrada desde su volas introduce al mismo tiempo agravantes no consideradas por la otra; cuando las
promulgación en el art. 18 del C.P.. habiendo experimentado modificaciones en penas establecidas por ambas leyes son de distmta naturaleza (por ejemplo, privati-
virtud de la ley 1 7. 727. del 2 7 de septiembre de 1972. Aunque nunca se cuestionó vas de libertad en una y restrictivas en la otra), etc.
seriamente su constitucionalidad, NOVOA observó, con razón, que ese texto no En la mayor parte de los casos, para resolver el problema bastará con que el
concordaba con el art. 11 de la C.P.E. de 1925, pues éste parecía consagrar la total juez decida teniendo en cuenta la totalidad de los factores que intervienen en el caso
irretroactividad de las leyes penales_n 9 la incongruencia, sólo aparente, se encuen- ·concreto y son relevantes para la deLerminación de la pena en conformidad a cada
tra salvada en la parte final del art. 19 Nº Jº, inc. séptimo de la C.PR. de 1980, que una de las leyes en conflicto. En la práctica, esto significa que el tribunal debe hacer
acepta expresamente la retroactividad de la ley más favorable al aíectado. dos borradores de sentencia -uno sobre la base de cada ley-, a fin de establecer cuál
De acuerdo con el art. 18, incs. segundo, tercero y cuarlo del C.P, "si después de ellas conduce a un resultado más favorable para el procesado. 260 lo que, en
de comelido e1 delito y antes de que se pronuncie senLencia de término, se promulgare cambio, no le está permitido es mezclar los preceptos de ambas leyes, tomando de
otra ley que exima tal hecho de toda pena o le aplique una menos rigorosa, deberá cada una de ellas aquello que beneficia al reo, pues esto implicaría entregarle la
arreglarse a ella su Jnzgamiento". Si la ley aludida se promulga "después de . 2b]
facultad de construir una tercera ¡ey, que nunca h a esta d o en vigor.
e_jecutoriada la sentencia, sea que se haya cumplido o no la condena impuesla, el Hay, sin embargo, una de las siLuaciones problemáticas a que nos hemos refe-
TribÍJnal de primera instancia que hubiere pronunciado dicha sentencia deberá rido en la cual el procedimiento expuesto tampoco ofrece una solución aprovecha-
modificarla, de oficio o a petición de parte y con consulta a la Corte de Apelaciones ble. Se trata de aquella en que las penas contempladas por las dos leyes son de
respectiva". Pero en el inc. final se advierte que la aplicación del artículo no "modi- distinta naLUraleza. Aquí, en efecLo, la comparación de los resultados arro_jados por
ficará las corlsecuencias de la sentencia primitiva en lo que diga relación con las la aplicación concrela de cada una de ellas al caso puede no ser, en principio, signi-
indemnizaciones pagadas o cumplidas o las inhabilidades". la disposición genera ficativa para la decisión. Si con arreglo a la norma vigente al ejecuLarse el hecho
variOs problemas a los que es menester referirse, algunos de los cuales son determi- corresponde imponer dos años de presidio menor en su grado medio, y de acuerdo
nados por 1a naturaleza de la materia regulada, y otros por cienas imperfecciones con la ley nueva cuatro años de exLrañamiento menor en su grado máximo, para el
del texto legal. juez subsiste la duda, pues no es evidente que al procesado convenga más_la privación
de libertad breve que la simple restricción de libertad prolongada, o ,oceversa. En
a) Concepto de ley más favorable tales situaciones, el tribuna1 Lendrá que resolver mediante una valoración de los
hechos que no admite ser sometida a un ciiterio uniforme. Un factor de importancia
En primer lugar, es necesario precisar cuándo la nueva ley es más favorable para efectuar1a será la situación personal del afectado -no su opinión, co_mo a ve:~s
para el reo. - se sostiene 262 ; así por ejemplo, para un sujelo de escasos recursos y poca mstrucc1on
puede ser más beneficioso ir a presidio por dos anos que ser expulsado del país por
aa) De las dos situaciones que menciona la ley, la primera, esto es, aquella en
que la nueva disposición exime al hecho de toda pena, queda fuera de dudas, pues
el mismo lapso.
es claro que una norma semejante no puede sino operar en beneficio del afectado. bb) Una nueva ley es más favorable para el procesado no sólo cuando suprime
En cambio, no siempre es fácil decidir si la pena impuesta por la nueva ley, que no disminuye directamente la punibilidad del hecho por el que se lo juzga, sino
0
ha desincriminado del todo la conducta en cuestión, es verdaderamente "menos también cuando consagra eximentes de responsabilidad penal o atenuantes que lo
rigorosa" que la prescrita en el precepto vigente al momento de ejecutarse el delito. benefician, cuando suprime agravantes que lo perjudicaban, cuando reduce los plazos
Puede ocurrir, por ejemplo, que la ley antigua contemple un marco penal cuyo de prescripción o modifica la forma de computarla de manera que resulta alcanzad_o
extremo superlor es más alto que el conminado por la nueva, pero que sea más bajo por ella, o cuando altera la descripción del delito (el Upo delictivo), agregándole exi-
gencias que no concurrían en 1a conduela por 1a cual se lo procesa. En Lodos estos
2
" NOVOA. l, 133, pág. 193. El auLoL sin 1:mbargo, consideraba que esta circunsrancia no detenninaba la casos, la pena del afectado, en efecto, se excluirá o reducirá indirectamente.
inconstitucionalidad del an. 18 C.P., porque a su juicio el arl. 11 <le la C.P.t. de l 925, que se encontraha
entre las "garnnlíac, constitucionales·', esLaba destinado a la "defensa de los derechos indi.viduales" y no
cabía ·'extenderlo como prohibición a los caso~ en que esos derechos se Yerían favoreridos". Este criterio
de NOVOA es correcLo. Sólo cabe pregunrarse por qué no lo emplea también para defender la procedrn- 1"º JESCHtCK, I, 15, l\l, S pág. 125; l'\OVOA, !, 134, pág. 194.
cia de la analogía bo1wm parten (supra, 8, \11, a), aa). Véase, sobre ello, ;:,...¡QVOA, l, 106, págé>. 151 r 152 2r, 1 Otra opinión en POUTOI'l; 4, .tl, pág. l RO Corno en el texto, ETCHEBFRRY, l, pág. 144,
También I!TCHEBERRY, T, pág. 144. 262 COUSJÑO, 1, 37, pág. L/.9, nota 219

228 229
CAPÍTLLO 111 / LA LEY PENAL Y SU VJGENC!A
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Grzúa

Se ha discutido si debe lambién apreciarse una ley más favorable en el caso de leyes oficio y sin establecer límite alguno, todos los tribunales se encontrarían en la nece-
extrapenales que afectan indirectamente la lipicidad de l_as conductas. La opinión correcta se sidad, cada vez que se promulga una ley que de una u otra manera pudiese benefi-
inclma por la afmnaliva y actualmente es dominante.'º' Sin embargo, respecto de las mo- ciar a los reos, de revisar indefinidamente la totalidad de los fallos qne hubieren
dificaciones de esta clase que se introducen a la norma complementaria de una ley penal en
blanco, véase infra, O. dictado aplicando el texto legal antiguo y pudieren resultar afectados por la norma
nueva. Naturalmente, esto implica una falta de economía procesal. Por eso, tiene
razón ETCHEBERRY cuando sostiene que "será preciso interpretar la modificación
h) Promulgación y vigencia de la ley más favorable
legal en el sentido de limitarla al menos a aquellos casos en que la sentencia
El an. 18 del C.P sólo exige, para la aplicación de la ley más favorable, que ejecutoriada está produciendo algún efecto", excluyendo, en cambio, aquellos otros
ésta haya sido promulgada. Así, pues, no importa que su vigencia se encuentre dife- en los que no tendría significación práctica alguna. 268
rida. Esta solución podía admitir discusión antes de la reforma de 1972. Hoy, en Cuando con sujeción a la nueva ley es posible imponer al reo una pena igual
cambio, puesto que la nueva ley tendrá que ser aplicada tarde o temprano en razón a la que se estableció en la "sentencia de término", pero también, facullativamente,
de lo preceptuado por el inc. tercero de ese mismo artículo, parece indudable que, una más benigna, el juez no está obligado a efectuar la modificación de oficio; pero
al menos en esta parte, la suspensión de vigencia no surtirá efecto. tendrá cuando menos que revisar el fallo si así Jo solicita la parte. 269

e) Extensión temporal de la norma sobre aplicación tl) Limitación a los efectos de la norma sobre aplicación
retroactiva de la ley más favorable retroactiva de la ley más favorable

Originalmente, el art. 18, inc. segundo del C.P disponía que la aplicación retro- Según el inc. cuarto del art. 18, la aplicación retroactiva de la ley más favora-
activa de la ley más favorable sólo tendría lugar respecto de aquellos hechos ejecuta- ble tiene dos limitaciones.
dos antes de su promulgación y sobre los cuales, al momenlo de producirse esta
aa) En primer lugar, no "modificará las consecuencias de la sentencia primiti-
última, aún no hubiese recaído senLencia de Lérmino. La limitación se justificó invo-
cando el principio de cosa juzgada, al cual los redactores del proyecto aluden expresa- va en lo que diga relación con las indemnizaciones pagadas o cumplidas". Aunque
mente.264 De todos modos, siempre fue objeto de críticas 265 pues daba origen a siLua- la disposición está encabezada en términos generales ("la aplicación de este artícu-
ciones injustas que sólo podían ser resueltas mediante el recurso al indulto, como, por lo"), su redacción posterior evidencia que sólo se refiere a la situación regulada en el
ejemplo, la de que hechos iguales, cometidos en un mismo día, fueran castigados en inciso precedente, pues presupone 1a existencia de una "sentencia primitiva". Por
forma dislinta sólo porque en relación con uno de ellos ya se había dictado sentencia "indemnizaciones" deben entenderse tanto éstas como las "restituciones", pero en
de término cuando se promulgaba la ley más favorable y respecto del otro aún no. ningún caso las multas, pues esLas últimas tienen carácter punitivo y no tienden al
La ley 17.727 modificó el precepto en cuestión, agregando al art. 18 los incs. simple restablecimiento de la situación civil. Es discutible la cuestión relativa a las
tercero y cuarto, de los cuales el primero tiene precisamente por objeto extender la - costas personales y procesales .. En mi opinión, participan del carácter indemnizalorio
aplicación de la ley más favorable también a aquellos casos en los que ya se ha y están, por consiguiente, incluidasYº
pronunciado sentencia de Lérmino.
bb) La misma regla se aplica en lo que toca a "inhabilidades", un concepto
Pot sent_encia de término se entiende aquella definitiva y ejecutoriada, respec-
poco claro que no parece corresponder al de las penas restrictivas de delitos deno-
to de la cual no se encuentra pendiente ni es posible interponer recurso alguno, minadas "inhabihlaciones" y que más bien se refiere a ciertas consecuencias civiles
excepto el de revisión. 266 Ahora bien, cuando la ley más favorable se promulga
o administrativas de algunos delitos, como las que se contemplan, por ejemplo, en
antes de pronunciada esta sentencia, lo que el tribunal debe hacer es arreglar a ella
el art. 372 del C.P
el juzgamiento del hecho. Si, por la inversa, la sentencia ya está ejecutoriada, sólo es
posible modificarla, cosa que ha de hacerse por el tribunal de primera instancia, se
haya o no cumplido la condena impuesta, de oficio o a petición de parte.
e) La ley intennedia
La amplitud de la disposición resulta excesiva, como lo ha destacado ya En relación con la aplicación retroactiva de la ley penal más favorable, susci-
ETCHEBERRY267 , pues en atención a que se les impone la obligación de obrar de tan un problema especial las llamadas leyes intermedias.
Ley intermedia es aquella que se ha promulgado después de ejecutado el hecho
261
ETCHEBERRY, T, pág. 143; NOVüt\, 1,134, págs. 195 y 196. y ha cesado de regir antes de que se pronuncie la sentencia de término. Ahora bien,
lM Código Penal df la República de Chile y J\cla.s ele las Se,iones de la Com[sión Redactora, :,ec,ión 127. de 18 de
abnl de 1873, págs. 472 y 473.
!<SS Tdem
Lés ETCHEBfRRY, 1 º edición, T, pág. 126; NOVOA, J, J 35, pág. 196.
2
106
ETCHEBERRY, I, pág. 145; NOVOA, T, 135, págs. 196 y 197. "" tdem.
m ETCHEBERRY, T, pág. 145 y 146. no Así, rnmbi&n, ETCHEBERRY, l, pág. 147; y GARRlDO, 1, 7, XT, pág. 116.

230 231
Dl'.RLClffJ PENAi. / PARTE G ENERAL ! EnriqLJt Cury Urzüa
0 CAPÍTULO 111 / LA LEY PENAL Y SU VIGENCIA

la cuestión consiste en si tal norma debe recibir aplicación al caso, cuando resulta funda, en efecto, en una revaloracíón del hecho, que ha conducido a desincriminarlo
más favorable para el reo, no obslante que carecía de vigencia en el momento de la o tratarlo en forma más benigna, a causa de que su reprobabilidad social ya no se
perpetración del delito y tampoco la tiene ya cuando se dicta el fallo. juzga tan intensa. En el caso de las leyes temporales, esto no sucede. Lo que en ellas
La opinión dominante se pronuncia en sentido afirmativo, fundándose, sobre ·determinó el elevado disvalor de la conducta fueron las circunstancias en las cuales
Lodo, en consideraciones humanitarias y, entre nosolros, en que el art. 18 del C.P. se la eiecutó, y el hecho de que la norma haya cesado de regir se debe a una modi-
sólo exige. para disponer la aplicación retroactiva de la ley más favorable, que ésta ficación de tales circunstancias, no a una revaloración del hecho que se perpetró
haya sido promulgada con posterioridad a la comisión del hecho punible, sin recla- cuando ellas todavía persistían. 273 Por eso, en este caso faltan los presupuestos de
mar, en cambio, que prosiga en vigencia cuando se pronuncia la sentencia. 271 Esle fondo para la aplicación del art. 18, incs. segundo y tercero del C.P. El delito perpe-
es, a mi juicio, el punto de ,,ista correcto.271 trado durante la vigencia de la ley temporal debe ser castigado, pues, en conformidad a
lo que ella dispone, cualquiera sea el tiempo en que se pronuncie la senlencía y sin que
f) La ley temporal ésta sea susceptible de modificación posterior.274

Se entiende por ley temporal aquella que es dictada para que riJa durante un En la literatura suele afirmarse, a causa de esto, que las leyes temporales tienen efecto
ultractivo. 275 La formula es incorrecta. Para que pudiera hablarse de ultracLividad sería pre-
período de tiempo predeterminado en ella misma (por ejemplo, "desde el 1 ° de ciso que la ley temporal rigiera también hechos ejecutados después de que ella ha cesado de
enero de 1982 hasta el 31 de diciembre de 1983") o mientras subsistan unas cir- estar en vigor. Es manifiesto, sin embargo, que aqui no se trata de eso
cunstancias que son las que determinan su promulgación (por ejemplo, "duranle el
período de epi\1emia"). Concluido el término de \.igencia, por consiguiente, recobra Por último, esta solución se deduce también de la letra del propio art. 18 incs.
imperio la legislación común, para la cual el hecho respectivo puede ser impune o segundo y tercero, pues éstos, en efecto, presuponen la promulgación de una nueva
estar somelido a una sanción más benigna. El problema consiste, pues, en decidir si ley más favorable al reo y a la cual ordenan acordar efecto retroactivo. En el caso de
también en estos casos debe aplicarse la disposición del art. 18, incs. segundo y las leyes temporales esa promulgación no existe: cuando ellas cesan de regir, recu-
tercero-del C.P, de suerte que al hecho cometido mientras se encontraba en vigor la pera simplemente su vigencia el derecho común contenido en la ley antigua que
ley temporal habría de castigárselo con arreglo al derecho común si la sentencia de nunca ha sido derogada.
término es pronunciada después de que aquélla cesó de regir, o, supuesto que el
Cuando se dicta una ley penal en blanco que favorece al reo, debe serle aplica-
fallo se dicte vigente todavía la ley temporal, habría que modif1Carlo luego de que
da retroactivamente. lo mismo sucede si se modifica la norma complementaria de
dicha norma' termine de imperar.
una ley en blanco impropia. En cambio, las disposiciones complementarias de leyes
En las acLUales circunstancias, ya el solo enunciado de la cuestión pone de
en blanco propias se ban confiado a una instancia legislativa de inferior jerarquía,
manifiesto que la respuesta ha de ser negativa. De otra manera, las leyes temporales
precisamente porque se refieren a materias cuya regulación debe variar cada cierto
carecerían de sentido -salvo si se las dicta para que permanezcan en vigor por lapsos
tiempo, de acuerdo con circunslancias también cambiantes. Por tal molivo, esas
sumamente prolongados-, pues la disposición del art. 18, inc. tercero las privaría
normas se comportan de la misma manera que una ley temporal y respecto de ellas
casi de toda posibilidad de surtir efectos prácticos. Todo el que ejecute el hecho
no es aplicable la regla sobre retroactividad de la ley más favorable al reo. 276 Sin
incriminado en ella sabrá que, incluso si se lo condena mientras la norma temporal
embargo, existen también situaciones en las cuales la derogación o modificación de
está aún en vigor, podrá solicitar .luego la modiíicación de la sentencia tan pronto
una disposición complementaria obedece sólo a que la instancia legislativa encarga-
concluya su periodo de vigencia. Eso equivale a anularla.
da de formularla reevalúa la situación y considera que la vigente con anterioridad
Pero aun prescindiendo de esta consideración hay motivos más profundos
no era adecuada tampoco para regular la situación concreta que debía regir. En
para descartar en este caso la aplicación retroactiva de la ley más favorable. Esta se
estos casos debe recuperar eficacia el principio general que ordena aplicar
retroaclivamente 1a nueva ley más benigna. La decisión relativa a cuando ocurre
m COUSINO, I, 36, pág. 125; ETCI-IEBERRY, 1, págs. 147 y 148, con la limitación de que, a su juicio, "el una a otra cosa depende de una cuidadosa interpretación teleológica. 277
argumemo es válido sólo en caso de que la tercera ley sea tan rigurosa como la primera o más que ella",
"porque si la tercera ley es más 1igurosa que la segunda, pero siempre más favorable al reo que la primera,
cumpliría con todas las exigencias legales (. __ ] y el solo texto del art. 18 no permitiría indinarse por
ninguna de las dos leyes posteriores": GARRtDO, 1, 7, VL pág. 111; JESUIL'.CK, 15, l\/, 5, pág. 126: 271
BAUMANN, 6, IV, 2, pág. 73;JESCHECK, 15, Iv, 6, pág. 126.
JUv[ENEZ DE ASUA, Il, 722, págs. 656 y sigts.; LA.BATUT, l, 52, pág. 90; :V1AURACJJ, l, 12,111, A, págs 274
ETCHEBERRY, T, pág. ]50; GARRIDO, 7, VI, pág. 111; NOVOA, T, 137, pág. 198. Otra opinión en
144 y 145; NOVOA, 1, 138, pág. 199; RODRTGUEZ DEVESA, I, pág. 209; RODRlGUEZ MCKOZ, notas COUSIÑO, l, 38, pág. 132 y POUTOFF, 4, 3, B, págs. 188 y sigts
a MEZGER,I, pág. 115: f'OUTOFF, 4. 3, B, págs. 187 y 188, con referencia a lajursiprudencia; SOLEK 1, m Así, por ejemplo, NOVOA l, 137, pág. 198 ("las leyes lemporales deben regir ultractivamente"). También
17, IX, pág. 194. La opinión de _)I/IEZGER varía: es favorable a la aplicación de la ley intennedia en!, 8. m. emplea la expresión COUSTÑO, I, 38, pág. 131 ("se afirma la ultractividad de estas leyes"), y LABATUT, l,
pág. 113; se pronuncia contra ella en Ubru de estudio, I, 12, 11, pág. 73; vuelve a darle acogida MFZGER-BLET, . 52, pág. 52
I, 13, 3, pág. 4.5; en esto ha seguido las vicisitudes de la ley alemana m Con detalle, CURY, La ley penal en blanco, cit., 31, b), págs. 122 y sigts.
m Contra, CI'.REZO, !, pág. 225, con bibliografía. 2
F Esta salvedad se omitió en el texto citado en la nota anterior.

232 233
CAPJTULO 111 / L.A L.F.Y PENAL Y SU YIGENC!A
DERECHO PE:,.;AL / PARTE GE"\'ERAL / Enrique Cury Urzlia

das en las cuales prevalece la finalidad curativa y educadora y negándoselo cuando


g) Carácter obligatorio del efecto retroactivo de la ley más favorable
las que instituyen tienen principalmente objetivos aseguradores. 280
En el régimen de nuestro ordenamiento jurídico la aplicación retroactiva de la De acuerdo con el criterio que he sustentado aquí, las medidas de seguridad y
ley penal más favorable es imperativa para el juez. Esto, que constituía opinión corrección, en cuanto importan una intromisión coactiva en la libertad del individuo
unánime ya antes de la reforma de 1972, ha quedado fuera de toda duda con la -a veces más enérgica que la de la pena-, participan de un carácter punitivo que es
introducción en el an. 18 del inc. tercero, que obliga a modificar de oficio la senten- inútil tratar de soslayar. 281 Y esto no sólo es verdad respecto de las que son asegurado-
cia pronunciada en caso de promulgarse una ley más benigna. ras, sino también de las que persiguen resocializar al afectado. No en vano se ha visto
en el presente a gobiernos autoritarios desembarazarse de sus opositores mediante el
subterfugio de someterlos a medidas aparentemente curativas, cosa que subraya de
h) Irretroactividad de los cambios jurisprudenciales
manera dramática la potencialidad sancionadora de tales recursos.
En aquellos países en que la jurisprudencia es muy constanle e, incluso, disponen de Por estas razones, pienso que las leyes creadoras de medidas de seguridad y
mecanismos procesales destinados a preservar su uniformidad, se ha desarrollado en los corrección son penales -no administrativas, como a veces se sostiene por sectores
últimos tiempos un criterio según el cual las modificaciones de ella no deben aplicarse
de la doctrina 282- y, en consecuencia, debe sometérselas al principio sobre
retroactivamente cuando son desfavorables para el reo, aunque la ley, en sí misma, perma-
nezca inalterada.278 Así, por ejemplo, si se ha resuelto siempre que un hecho detenninado irretroactívidad de tales normas.
no constituye estafa y, en cierto momento, la Corte Suprema decide cambiar ese punto de
vista y sancionarlo como tal, esta alteración no debería afeclar a las conductas de esa clase Cuando 11.AURACH sostiene que las medidas de seguridad y corrección se encuentran
ejecutadas con anterioridad a tal sentencia, la cual, incluso, no surtiria efectos respecto del establecidas en consideración a la peligrosidad del autor -no a su culpabilidad- y que, por
caso sobre el cual se está pronunciando y constituirla únicamente una "advertencia" para el consiguiente, respecto de su imposición sólo es decisiva la ley vigente al momento de la
fuLUro. condena28::i su razonamiento es impecable si se lo considera desde el punto de vista de la
Desde el punto de vista teórico, es La concepción se basa en la de KELSEN, de conformi- mayor o menor eficacia parn la remoción del peligrn. Pero aquí, como en cualquier olro
dad con la cual las resoluciones judiciales constituyen la última concreción de las normas. aspecto del análisis _iuridico, la discusión sobre la eficacia sólo puede desarrollarse denlro de
En la práctica es atractiva, porque constituye una reafirmación de la seguTidad jurídica. Sin cierlos límites impuestos por criterios éticos que, en múltiples ocasiones, obligan a sacrifi-
embargo, su punto de partida doctrinario es dudoso pues, en un sistema de derecho legisla- carla, incluso en su propio beneficio, pues lo que la colectividad y el afecLado experimentan
do, la función de la norma escrita consiste en trazar un m;:irco de referencia que aspira a
como una arbitrariedad jamás alcanza los resultados esperados. 284
orientar en general -y no caso por caso- la conducta de los ciudadanos. Por tal motivo,
quien toma el riesgo de componarse en la proximidad de la frontera más especifica delineada
por los fallos de los tribunales, asume también el de que éstos cambien, aprehendiendo su
conducta. Prácticamente, a su vez, el criterio expuesto crea un peligro de que la jurisprudencia IV. EL TIEMPO DE EJECUCIÓN DEL DELITO
tienda a rigidizarse de manera inconveniente.
Por úlLimo,, esa concepción es inaprovechable en nuestro medio, a causa del carácter
errático que hasta ahora se observa en las sentencias de los Lribunales.27 9 Para la aplicación de las reglas sobre eficacia temporal de las leyes penales es
indispensable determinar el ~omento en que se entiende ejecutado el delito.
En los delitos instantáneos, éste se corresponde con el de la realización del
285
III. IRRETROACTIVlDAD DE LAS LEYES SOBRE último acto de ejecución, no con el de la producción del resultado consumativo.
MEDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN En los delitos continuados, permanentes y habituales, todos compuestos por una
pluralidad de actos vinculados en unidad Jttridica, debe aplicarse, por eso, la ley
Durante largo tiempo ha prevalecido en doctrina, práctica y legislaciones una más favorable de entre las que hayan estado vigentes durante la realización de la
tendencia a sustraer las leyes que establecen medidas de seguridad y corrección a 1a serie. 286 En los delitos de omisión decide el momento en que el autor debiera
limitación de irretroactividad que es propia de las leyes penales. El fundamento de haber actuado. 287
este criterio consiste en que tales medidas no constituyen sanciones, sino que obran
en beneficio del afectado.
Ya JlMENEZ DE ASUA, sin embargo, llamó la atención sobre el hecho de que m) JIMENEZ DE ASUA, La ley y el delito, 107, 11ágs. 157 y 158.
muchas veces las medidas de seguridad están destinadas predominantemente a pro- MI Supra, 1, In, e), dd).
202
Supra, 4, 1\/, B.
teger la sociedad contra las tendencias peligrosas del sujeto, en tanto que por su 2 s3 :V1ACRACH, 1, 12, JU, B, pág. 145.
naturaleza tienen poco que ver con la resocialización de éste. Por eso propone dife- iw- Como en el texto, POLITOFI'. 4, 3, B, pág. 195.
m Contra, KOVOA, 1, 140. págs. 200 y 201. Véase la argumentación de ETCHEBERRY, que resuelve co~mo
renciar las situaciones, otorgando efecto retroactivo a las leyes creadoras de medi- en el texto, en 11, págs. 70 y 71 ;JESCHECK, 15, l\~ 2, b), pág. 123. Como en el texto también COUSJNO,
l, pág. 523; situándolo más temprano GARRIDO, L, 7, págs. 114y 115. Prefiere, en cambio, una solución
caso a caso, POUTOF~ 4, 3, B, págs. 198 y sigts.
m Véase BACJGALUPO, 11, b), 2, IV pág. 93, con bibliografía, y supra, 7, lll, b) y V STRASSBURG, 2cl 6 ETCllEBERRY, ll, pág. 70; KOVOA, 1, 140, pág. 201.
Ruchwirhung5verbot and Anderung de.r Rechtsprechung, cit., lll, 4, b), págs. 965 y 966 N JESCHECK, 15, 1\1, 2, b), pág. 123.
279
Supra, S. IV, e).

235
234
DERECHO PE"lAL / PAR'l E GENERAL/ J'nrique Cury Urzúa CAPÍTULO 111 / J.A 1.LY PC\AL Y SlJ V\GE:\ClA

Con el delito habitual existe una dificultad que destaca ETCHEBERRY. 288 La II. EXCEPCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL
acción propia de éste, en efecto, no se perfecciona con la sola ejecución material de
los dislintos actos, sino con la configuración del requisito subjelivo de la habitualidad, a) Con arreglo a lo preceptuado por el art. 297 del C. Bustamante, que recoge
que' usualmente se presentará después de la realización de varios hechos y en nin- una idea aceptada por las costumbres sobre la materia, la ley penal chilena no es
gún caso antes del segundo de ellos. Por esto, ETCHEBERRY estima con razón, que aplicable a los Jefes de Estado extrcmyros c¡ue se encuentren de visita en el lerrit01io
para los efectos de la ley aplicable sólo podrá considerarse aquella que esté vigente nacional. La excepción constituye un reconocimiento y respeto a la soberanía del
al momento de perfeccionarse ese elemento del delito y las que sean "promulgadas" otro Estado, que se considera encarnada en la persona de quien encabeza su gobier-
no. Aunque la doctrina se inclina a exigir que el Jefe del Estado se encuentre en
posteriormente.
visita oficial, la norma del C. Bustamante no introduce esa limitación.
Finalmente, en los casos de autoria mediata, el momento de la comisión es
aquel en que se actúa sobre el instrurnento. 289 b) Asimismo, de conformidad con el art. 298 del C. Bustamante, gozan de una
exención semejante los representantes diplomáticos de Estados extranjeros, "así como
sus empleados extranjeros y las personas de la familia de los primeros, que vivan en
§ ll. LOS EFECTOS DE LA LEY PENAL RESPECTO su cornpafiía". La disposición recibe una aplicación amplia, pues se halla práctica-
DE LAS PERSONAS mente reproducida en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, pro-
mulgada por Decreto 666, publicado en el Diario Oficial de 4 de marzo de 1968.
T. PRINCIPIO FUNDAMENTAL DE IGUALDAD Por otra parte, los funcionarios consulares, que antes se encontraban al mar-
ANTE LA LEY PENAL gen de la inmunidad, disfrutan ahora de una imiolabilidad personal relativa en
relación con infracciones comunes, y de inmunidad de jurisdicción respecto de
El principio rector, no sólo en relación con el derecho penal sino con todo el actos ejecutados en el ejercicio de sus funciones, según lo dispuesto por la Conven-
ordenamiento jurídico, es el de la igualdad de las personas ante la ley. Se encuentra ción de Viena sobre Relaciones Consulares, promulgada por Decreto 709, publica-
contemplado de manera amplia en el art. 14 del C.C. y reiterado casi textualmente do en el Diario Oficial de 5 de marzo de 1968.
en la primera parte del art. 5º del C.P Además de esto, existen diversas convenciones multilaterales que acuerdan a un
grupo considerable de funcionarios pertenecientes a organizaciones internacionales
Esle es, por lo demás, uno de los fundamentos sobre los que descansa la organización 290
del Estado democrático, de modo que prevalece como un imperativo político primordial. un régimen de inviolabilidad semejante al de los representantes diplomáticos.
Por esto mismo, sin embargo, sólo rige en forma genernlizada desde el triunfo de las ideas
liberales, a principios del siglo XIX. Hasta ese momenlo las legislaciones reconocían nume-
rosas diferencias que obedecían a desigualdades de clase social, fortuna, nacionalidad, raza,
sexo, etc. Generalmente se considera a la Revolución Francesa como el punto de partida en III. EXCEPCIONES DE DERECHO INTERNO
la evolución, pero es posible que ya antes se hubieran efectuado progresos parciales, sobre
lodo en el ámbito del derecho anglosajón. En todo caso, la situación tiende a consolidarse a) De acuerdo con lo establecido en el art. 58 de la C.PR. de 1980, "los dipu-
dmante el período de las grandes codificaciones que se desarrolla en la primera mitad del tados y senadores sólo son inviolables por las opiniones que manifiesten y los votos
siglo XIX. Htstóricamente, por lo tanto, se trata de una conquista reciente.
que emitan en el desempeño de sus cargos, en sesiones de sala o de comisión".
En rigor, este principio no reconoce excepciones auténticas, pues no existen Esta inmunidad de los parlamentarios se encontraba consagrada en el art. 32 de
individuos que se encuentren excluidos del derecho punitivo en atención a sus la C.PE. de 1925, según el cual "los diputados y senadores son inviolables por las
calidades personales. Lo que sucede más bien en algunos casos es que resulta preci- opiniones que manifiesten y los votos que emitan en el desempeño de sus cargos". A
so poner al margen de una posible persecución penal a quienes ejercitan ciertas causa de esto, se produjo una viva discusión sobre su extensión, pues mientras algu-
funciones, en consideración a la naturaleza e importancia de éstas. Por consiguiente, nos sostenían que únicamente alcanzaba a los votos y opiniones dados durante el
se trata de excepciones funcionales y relativas, que sólo amparan al sujeto en tanto curso de las sesiones de sala y comisión, el criterio contrario consideraba que debía
ejercita el cargo respectivo. aplicársela también a las manifestaciones hechas por el parlamentario en otros actos
Algunas de estas situaciones se hallan establecidas en normas de derecho in- de significación política, tales corno reuniones oficiales de su partido, proclamaciones
ternacional y otras en disposiciones de derecho interno, fundamentalmente de ca- electorales, etc. En doctrina y jurisprudencia tendía a prevalecer el primero de estos
291
rácter constitucional. En los apartados siguientes uno y otro grupo se consideran puntos de vista, si bien con ligeras variantes que moderaban su esquematismo.
por separado.
° Con algún detalle, COUSlÑO, I, 41, págs. 145 y 146.
29

288
ETCHEBERRY, TI, pág. 70 m Véase COUSIÑO, T, 41, pág. 151, que expresa la opinión más ortodoxa al respecto; ETCHEBERRY, 2ª
1.a 9 JESCF--TECK, 15, LV, 2, b), pág. 185. Sobre autoría mediata, véase infra, 38, I b) y TT b). edición, I, pág. 105; NOVOA, l, ll4, 4, págs. 208 y 209.

236 237
DERECHO Pl'NAL / PARTL CE:-;ERAL / Enrique Cmy Ur~ua
CAPIT1._;LO I / EL OERECHO PE]';AL EN GENERAL

El texto del art. 58 de la C.PR de 1980 intenta resolver el problema, pronun- individualmente considerados, y para esos efectos 1a competencia se encuentra le-
ciándose, al parecer, por el criterio restringido. Sin embargo, su redacción es des- galmente determinada en los art 51, 64 y 218 del C.0.T. 294
afortunada, pues sugi.ere más bien la idea de que existen otras oportunidades, apar-
te de las sesiones de sala y comisión, en las cuales el parlamentario t'ambién se
encuentra desempeñando su cargo, E~ tales condiciones, lejos de subsanar la cues- IV. SITUACIONES ESPECIALES EN LAS QUE NO
tión, presenta nuevas dificultades al intérprete. SE CONSAGRA INMUNIDAD
El fundamento de la inviolabilidad parlamentaria a que aquí nos referimos no
sólo es de un carácter funcional, sino que atiende además a la naturaleza del acto a) En Chile nunca se ha concedido inmunidad penal al Presidente de la Repú-
constitutivo del delito. Con eJla quiere preservarse la independencia de votos y blica, que, tratándose de delitos comunes, ni siquiera disfruta de un privilegio pro-
opiniones del representante, poniéndolo a salvo de cualquier amenaza que pudiera cesal. La situación no es aconsejable 295 , pues podría originar trastornos
coartar1a. institucionales. Aunque se la había reparado, la C.PR de 1980 omitió subsanarla.

b) El art. 76 de la C.PR de 1980, cuyo inc. primero reproduce con algunas b) Con arreglo a la C.PE. de 1925, modificada en esta parte por la ley 17.284,
variantes la primera parte del art. 84 de la C.PE. de 1925, establece que "los Jueces de 23 de enero de 1970, que entró en vigencia el 4 de noviembre de ese mismo ano,
son personalmente responsables por los delitos de cohecho, falta de observancia en los miembros del Tribunal Constitucional gozaban de una inviolabilidad semejante
materia sustancial de las leyes que reglan el procedimiento, de negación y torcida a la de los parlamentarios por las opiniones que manifestaran o los votos que emi-
administración de _justicia y, en general, de toda prevaricación en que incurran en e1 tieran en el desempeno de sus cargos. La norma ha desaparecido en la C.PR de
desempeño de sus funciones". A su vez, el inc. segundo, refiriéndose ahora de ma- 1980 y, por consiguiente, tal inmunidad ya no existe.
nera expresa a los miembros de la Corte Suprema, dispone que respecto de ellos "la
· ley determinará los casos y e1 modo de hacer efectiva esta responsabilidad 11 • c) Siempre se ha entendido, correctamente, que no constituyen excepción
Entre tanto, el art 324 del C.O.T., cuyo inc. primero contiene una norma alguna al principio de igualdad personal los procedimientos especiales establecidos
semejante a la del inc. primero del art. 76 de la C.P.R. de 1980, agrega en el inc. para el procesamiento de algunos individuos que ejercen funciones particularmente
segundo que tal "disposición no es aplicable a los miembros de la Corte Suprema en representativas o delicadas. A esta clase pertenecen 1os _juicios políticos, las reglas
lo relativo a la falta de observancia de las leyes que reglan el procedimiento ni en sobre desafuero de diputados y senadores así como de intendentes y gobernadores,
cuant? a 1a denegación ni a la torcida administración de la _justicia". lo cual, en las querellas de capítulo, etc. El hecho de que, una vez satisfechos los trámites
síntesis, implica establecer para dichos magistrados una auténtica inmunidad en prescritos, se aplican íntegramente al afectado las normas del derecho penal sustan-
relación con los delitos aludidos, que son prácticamente todos los mencionados por tivo, demuestra que en estos casos no existe inviolabilidad alguna.
la disposición constitucional, con excepción del cohecho.
Como fundamento de esta situación se ha mencionado una "ficción" de in-
falibilidad ("infalibilidad convencional") 292 en virtud de la cual "es legalmente
imposible la existencia de tales delitos", lo que se expresaría, además, en el hecho
de no existir un tribunal ·competente para conocer de ellos. Sin embargo, 1a
constitucionalidad del art 324 del C.OT ya había sido objetada bajo el imperio
de la C.PE. de 1925 291 y me parece tanto más indiscutible cuanto que el mencio-
nado inc. segundo del art. 76 de la C.PR no está referido a los Jueces en general,
como la segunda parte del art. 84 de la C.PE. de 1925, sino sólo a los integrantes
del Tribunal de Casación, lo cual parece subrayar la voluntad de la Carta Funda-
mental de sujetarlos a una responsabilidad que a la ley sólo corresponde regular
pero no excluir.
Por lo que se refiere a la inexistencia de tribunal competente, creo que se trata
de un argumento erróneo. Pues, como advierte ETCHEBERRY, aquí no se trata de
perseguir penalmente a la Corte Suprema como tal, sino a algunos de sus miembros
m ETCTJEBERRY, l, págs. 154 y 155; POUTOPf; 4, 3. C pág. 204; POUTOFF-ORTTZ y Colaboradores, l,
pág. 70. No es del todo claro el crilerio de GARRIDO, I, 8, IV, pág. 121.
m Cfr. NOVOA, I, 145, pág. 210. NOVOA, l, 143, pág. 206, seguido por ETCHEBERRY, 1, págs. 155 y 156. Otra opinión en POUTOFl~ 4,
293
ETCHEBERRY, 2• edición, 1, pág. 105 y 106.
3, C, pág. 201

238 239
SEGUNDA PARTE
~

TEORIA DEL DELITO


CAPÍTULO IV

ESTRUCTURA DEL DELITO

§ 12. CONCEPTO Y ESTRUCTURA GENERAL DEL DELITO

I. CONCEPTO DE DELITO

El delito es una acción u omisión típicamente antijwidica y culpable.


Esta definición es diferente a la del are. 1º, inc. primero del C.P., según el cual
"es delito toda acción u omisión voluntaria penada por la ley". Sin embargo, en el fondo
ambas coinciden y la que se adopta aquí -aceptada en lo fundamental por la mayo-
ría de la doctrina nacional y extranjera- 1 tiene 1a ventaja de explicitar todos los
elementos del hecho punible, que en la de la ley deben obtenerse mediante una
interpretación contextual. 2
Este concepto del delito se ha consolidado a partir de BELING, que en 1906
elabora y desarrolla el concepto de tipo y lo introduce en él. 1 Sin embargo, los
rasgos sistemáticos fundamentales de los cuales deriva se encontraban ya configu-
rados en la obra de LISZT. 4 A partir de su formulación, ha sido objeto de críticas,
especialmente por un sector de la doctrina italiana, que aspiraba a una noción
dicotómica del hecho punible estructurada sobre la base del esquema de

COUST~O, L, 63, pág. 254 se refiere a un ·'hecho típico, antijurídico y culpable!": ETCHEBERRY, 1, pág
165, lo define como en el texLO; LABATCT, I, 69, pág. 76, habla de ''una acción típicamenle antijurídica,
culpable y conminada con una pena··; ~OVOA distingue definiciones de la ci.enciajurtdica y definiciones
dogmáticas (l, 150, pág. 223), y entre estas úllimas acoge la de "conduela lípica, antijurídica y culpable
(reprochable)" (I, 152, págs. 227 y 228). En el mismo senLido, con una variante de delalle GARRJDO, lL
2, l, pág. J 2 y POUTOFF, 5, 2, pág. 211; en lo sustancial. también NÁQUlRA, I, pág. 4. Respecto de b
siluación en el derecho comparado, por sólo ciLar algunos, consúltese aj.ESCHECK, 21, IIT, 2, pág. 179;
ílAU-:V·JA!',.¡~, 15, 1, pág. 155; JAKOTIS, 6, 11, A, 46, págs. 187 y 188; implícitamente STR/\TEN'vVERTH, 7,
156, pág. 60; MAL:RACH, T, 13, H, 1, pág. 154; WELZFT., 10, pág. 73: CERl::ZO, T, Xl, pág. 307; MUÑOZ
CO>!DE, 2, pág. 5; RODRIGUEZ DEVESA, l, pág. 316; RODRl(;UEZ MOURULLO, Xl, II, pág. 195;
FERNANDEZ CARRASQUlLLA, I, 28, 8, pág. 197; REYES, pág. 133; Bi\ClGALUPO, 20, pág. 146
Una critica ponnenorizada de la definición legal en >!OVOA, l, 16, págs. 233 y 234.
¡
BELlNG, 15, l, pág~. 36 y sigts.
LISZT, 26, pág. 262: "Delito (acto punible) es el hecho al cual el orden jurídico asocia la pena como
1
legítima consecuencia'·

243
CAPJLULO IV/ ESTRUCTURA DEL DFUTO
Dl:11.l!CHO PE"\"AL ! PARTE GE:-JEll.AJ. / 1-r,rique C.ury Urzua

CARRARA, 5 pero, en definitiva, se ha impuesto en todo el ámbito del derecho na ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté expresamente
enraizado en la tradición continental europea. descri.ta en ella". 9

Esta definición del delito liene un carácter descriptivo y formal. Corresponde, además, c) No obstante su correspondencia con un tipo penal, no constituye delito la
a 'una concepción dogmática, con arreglo a la cual las características esenciales del hecho acción u omisión que está autorizada por el derecho, de acuerdo con normas
punible sólo pueden obtenerse del derecho vigente. Los intentos efectuados en algunas opor- permisivas que se extraen del contexto del ordenamiento jurídico. Por consiguien-
tunidades por elaborar un concepto natural del delito, es decir, una noción prejuridica que
exprese lo que éste es con prescindencia de la ley, se consideran actualmente fracasados.
te, una conducta típica sólo es antijurídica si no cuenta con tal autorización. Este
Desde ese punto de,vista sólo puede decirse que el delito es una perturbución,~rave del orden requisito tampoco puede obtenerse del art. 1° inc. primero del C.P., el cual ni si-
social,6 pero una noción tan vaga constituye apenas un criterio rector para la actividad quiera lo menciona en forma implícita. 10 Pero es posible extraerlo del art. l_ü Nºs.
incriminadora (o desincriminadura) del legislador. 4º, Sº, 6º, 7º, 10º y 12º, primera parte del C.P., con arreglo a los cuales se exime de
responsabilidad al que realiza una acción típica justificada. Pueslo que en tales casos
El acuerdo que existe respecto a la definición del delito no significa que el autor ha ejecutado "voluntariamente" una "acción u omisión penada por la ley"
todos le atribuyan el mismo contenido. Por el contrario, son debatidas las relacio- (tipificada), en ellos la exención de responsabilidad sólo puede explicarse por la
nes que median entre sus distintos elementos, así como los componentes de cada ausencia de un elemento que el arL. 1° inc. primero no ha mentado, pero cuyo
uno de ellos. Por tal motivo, es frecuente que a partir de un concepto semejante se concepto puede formularse mediante una elaboración dogmática.
desarrollen sistemas diferentes y soluciones distintas para los problemas concre-
tos. Esto, sin embargo, no debe magnificarse, pues generalmente las teorías del d) El derecho impone la obligación de respetar los mandatos y prohib1Ciones
delito suelen presentar en conjunto más acuerdos que contrastes, aunque sus an- expresados en sus normas, salvo cuando él mismo autoriza la desobediencia. Al que
tagonismos sean acentuados. Las discusiones, en definitiva, tienden todas a un pudiendo acatar ese deber lo infringe, le dirige, además, un reproche personal_ por
objetivo común: presentar a los tribunales criterios racionales y sistemáticos, que haberse comportado en esa forma. La culpabilidad consiste en ese reprocbe dmgido
los habiliten para resolver en forma consistente y tan justa como sea posible los al autor. Sólo cuando la acción a omisión típicamente antijurídica es susceptible de
casos sometidos a su decisión. 7 dicho juicio negativo se perfecciona el delito. Esta exigencia se deriva de la expre-
sión "voluntarias" empleada por el art. 1° inc. primero del C.P., de acuerdo con una
opinión que es prácticamente unánime en la doctrina, 11 aunque no tiene para todos
II, ESTRUCTURA DEL DELITO el mismo significado. 12

a) El delito es, en primer lugar, una acción u omísión. Este requisito básico se Estas categorías constituyen los componentes estructurales generales de todo
exige expresamente por la definición legal del art. 1 ° inc. primero del C.P. hecho punible.
Además, cada delito en particular debe reunir las características. específicas
b) Pero, por supuesto, no toda acción u omisión es delito, sino sólo aquella que lo diferencian de los otros, pero el estudio de ellas no es posible si no se exami-
que se adema a u~ tipo pena!, es decir, a la descripción trazada por la ley de los nan previamente las que son comunes y configuran, por así decirlo, el esqueleto
11 11

hechos que ha resuelto castigar porque constituyen alteraciones severas de la paz soportante de cualquier infracción penal. . .. .
social. El art. 1° inc. primero del C.P. no alude a esta exigencia que, tal como se la La determinación de los referidos elementos y de su sigmftcado ha sido el
expresa, sólo fue formulada mucho después de su promulgación. Se la puede dedu- resultado de un análisis que los ha obtenido abstrayendo de los distintos hechos punibles
cir, sin embargo, de la frase "penada por la ley", porque es justamente a las conduc- lo que los identificaba a unos con otros y disponiéndolos en un orden racional ele relación Y
tas descritas por los tipos a las. que el legislador asocia una pena, con exclusión de
cualquier otra. 8 Por otra parte, se encuentra contemplada también, a nivel constitu-
cional, en el art. 19, Nº 3°, inc. octavo de la C.P.R, en donde se declara que "ningu- GARRJDO, I1, 2, 2, pág. 15; NÁQUIRA, pág. 3; POUTOFF, 5, 3, E, pág. 217. . ._ -.
10 Así, NOVOA, 1, 155, pág. 233; ahora también ETCHEBERRY, 1, págs. 167 y 16~ .. o;;a opunon en C0~~1NO,
l, 64, pág. 258, quien piensa que también se encuenlra envuelto en la expres101: pena~as ~orla ley :. Este
Sobre esta polémica, que más bien pertenece a la historia, Cfr. COUSJÑO, T, 63. especialmeme págs. 251 úlümo criterio no es satisfaclorio, pues me parece ilógico sostener que unos mismos ter:11m~s se reheran
y sigts.; FERNANDEZ CARRASQUTLLA, l, 29, l, págs. 251 y sigts.; RODRlGUEZ MUNOZ, Prólogo a la simultáneamente a la regla y la excepción (la prohibición y la auloriz~ción). Sobre ello, vease mfra, 16,!'.l,
traducción española de CARNELUTTl, Teoría General del Delito, traducción del irnliano por Víctor Conde, c), dd). Incierlo GARRIDO, II, 2, 2, pág. 15; como en el Lexto NAQUlRA, pág. 4; al parecer tambien
Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1952, págs. Xl y sigts. POLITOFF 5, 3, C, págs. 217 y 218
BAClGALUPO, Lineamientos, 1, pág. 1, quien también advierte sobre la inutilidad de la fónnula para 11 EnCURY iªedición 112 II d) pá~.204,secitantambiénlosNºs.lº,2º,3ºy9ºdelart.10,yell7i~c
estruclurar la teoría del delito. De acuerdo con el texto asimismo, POUTOFF, 5, l, pág. 211. final del (: P. Esa ref~r~nci~ e; co,rrecta porque tales disposiciones se refieren a las causales de excluswn
BACJGALUPO, Lineamientos, 1, pág. 9; supra, 5, l!L antes de a). de la culp;bilidad Pero para fundame~tar su exigencia en el texto legal basta con la que se hace ahora en
CEREZO, l, pág. 306; COUS!ÑO, l, 64, pág. 258; ETCHEBERRY, !, pág. 167; NOVOA, l, 155, pág. 233; el texto.
RODRIGUEZ DE\'ESA, pág. 337; RODRIGUEZ MOURULLO, XI, IV, 2, pág. 200 12 Véase al respecto infra, 18, l, e).
1
244 245
DERECHO PE:\'AL / PARTE GENERAL I f'nriq<Je Cury Urzüa
CAPTTULO IV I ESTRCCTL'RA DEL DEUTO

subordinación. El proceso se ha prolongado por más de un siglo y se debe en gran La amenaza de 1a pena, sin embargo, no es una calegoría del delito sino una consecuen-
medida al trabajo de los juristas alemanes, 13 cuya influencia en nuestra doctrina y cia de él. Esto se ha reconocido de manera extendida, especialmente desde que BEUNG
jurisprudencia ya se destacó. 14 En todo caso, como la del derecho es una ciencia desarrolló la teoría de la tipicidad. En efecto, enlonces pudo decirse que la acción a omisión
práctica, que debe proporcionar soluciones adecuadas para una realidad en cambio antijuridica y culpable era punible porque se adecuaba a un tipo, evitando la tautología que
implica incluir en una definición el efecto de lo definido y sustituyéndolo por la caracterís-
cünsLante, la elaboración del sistema nunca se encuentra concluida; por eso, si bien tica especial que determina esa consecuencia. Esta concepción es dominante en la literatura
los progresos.alcanzados en la actualidad permiten trabajar sobre una base relativa- chilena. 20
mente estable, la tarea prosigue siempre abierta a los cambios. 15 Conlra este criterio se invoca la existencia de situaciones en las que la ley ha resuelto no
imponer una pena no obstante la concurrencia de todos los elementos generales a que nos
Debido al empleo del método descrito, la teoría del delito está expuesta a
hemos referido (acción, típicidad, antijuridicidad y culpabilidad), sea en atención a ciertas
incurrir en abstracciones exageradas que la distancian de la realidad. No es infre- particularidades de la situación (excusas legales absolutorias), 21 sea porque la supedita a la
cuente, pues, que se la critique por eso. Sin embargo, su valor práclico es innegable. producción de una consecuencia ajena a la voluntad del autor (condiciones objetivas ele
Una percepción clara y consistente de las estructuras componentes del hecho puni- punibilidad).22 En tales casos, se dice, la ausencia de punibilidad trae aparejada la inexisLen-
ble habilita no sólo al iuez, sino también a los órganos auxiliares de la administra- cia del delito y, por consiguiente, ellos exigen reconocer que la conminación penal es tam-
bién un componente de su estructura.
ción de justicia, para percibir dónde su intervención es indispensable y dónde, en La mayor parte de los autores que rechazan este razonamiento observan que tanto las
cambio, superflua y hasta abusiva. rn La forma y el orden de subordinación que se excusas legales absolutorias como las condiciones objetivas de punibilidad son extraordina-
asigna a los elementos del delito es también de importancia fundamental. 17 Quien riamenle escasas en el ordenamiento Jurídico y que, por lo lamo, parece equivocado deducir
ha ejecutado una acción atípica tiene derecho a que no se dirija en su contra un de su existencia en algunos raros casos un requisito cuya exigencia se pretende extender a
todo delito.23 Apane de esto, algunas invesligaciones recientes permiten poner en duda que
proceso penal, aunque la conducta sea ilícita, pues el carácter injusto de hechos que esos presupuestos de la pena sean independientes por completo de la antijuridicidad y la
no constituyen delito sólo puede ser discutido en un Juicio civil. El inculpable (me- culpabilidad, 24 lo cual, de ser exacto, echaría poT tierra no sólo la inclusión de la conmina-
nor de edad, enfermo mental, coaccionado, etc.,) que realiza un acto típico autori- ción penal en la eslructura del hecho punible sino, además, la remisión de las condiciones
zado por el ordenamiento Jurídico (por eJemplo, en legítima defensa propia), tiene objetivas de punibilidad y de las excusas absolutorias a un capítulo situado fuera de la teoría
del delito. 2 ' Por tales razones, aquí se ha rechazado la incorporación de la punibilidad en el
derecho a que se lo exima de responsabilidad porque su conducta ha sido justa y no
concepto y estructura del delito.
sólo porque no le es reprochable; a que no se le impongan a causa de ese hecho
medidas de seguridad o protección, en sus respectivos casos (enfermo El estudio de la teoría del delito es el de sus elementos considerados no como
mental-menor) 18 y a que no se le impute responsabilidad civil por lo que hizo, ni a "partes" autónomas, sino como categorías, mediante las cuales se hace posible al
él ni a los encargados de cuidarlo; asimismo el tercero que colaboró con él o lo pensamiento aprehender el concepto unitario, aunque complejo, de la infracción
indujo a actuar, tiene derecho a que su intervención se considere justificada. Por punible. Es preciso, además, tener presente que el delito es un concepto de valor y
esto, las distinciones, subdistinciones y complejidades de la teoría del delito no que, por ende, los momentos de su estructura sólo pueden ser captados en su di-
constituyen abstrusidades académicas, sino esfuerzos por dotar a los Lribunales de mensión axiológica. El estudio del delito, por lo tanto, es un estudio normativo que
crilerios seguros en la solución de los casos prácticos. No debe exagerárselas cuan- metodológicamente se realiza mediante un análisis y una síntesis pero que, además,
do carecen de ese valor, pero tampoco debe evitárselas si contribuyen a resolver y ante todo, requiere decisiones sobre el valor. 26 Los intentos de reducirlo a fórmu-
mejor tales problemas. las causal explicativas o de aplicarle métodos naturalísticos no sólo son vanos, sino
que inducen a confusión e invaden el territorio reservado a otras ciencias, como la
Aparte de los elemenlos del delito qt.Íe se describen más arriba, un secLor importante de
la doctTina agrega el de la linmibilidad. ¡q Asilo hace, por ot.r~ parte, la definición legal conte- nimino!ogío, la sociología, la psicología, etc.
nida en el art. 1° inc. primero del C.P

11
Un.a exposición sintética de esla evolución en.JESCHECK, 22, págs. 180 y sigts.
14
Supra. 6, llT, infinr.
JESCHI'.CK, 22, Vl, 5, pág. 195: '·No hay ninguna teoría del delito que pueda ser más que un proyecto
1v COUSIÑO, 1, 63, pág. 254; ETCHEEERRY, l, pág. 168; GARRIDO, 11, 2, 4, pág. 2'5; NOV01\, l, 152,
pasajero. Cabe decir, sin embargo, que la moderna sistemática proceJ.ente del finalismo encierra un alto págs. 226 y 227; POUTOF~ 5, 2, pág. 213. Otra opinión en lABATUT, 1, 69, pág. 76.
21
g_rado de fuerza convincente. I'.s menor el riesgo de que sea sacada de sus goznes, desde fuera, por nuevas lnfrn, 30.
22
s1ter11c:'iticas, que el de que ella misma se invalide por falta ele contacto con la praxis''. lnfra 20 II
ir, JFSCHECK, 21, 11, 3 pág. 267. 2-1 CER[zo', I, págs. 308 y 309; rTCHEBERRY, I, pág. 168; NOV01\, l, 152 págs. 226 y 227.
17
H.A.SSEMER, 22, pág. 254; _JAKOBS, 6, 46 y 4 7 págs. 127 y 128: JESCHECK, 21, lll, 1, págs. 178 y 179 2+ En especial, y extensamente, BACIGAlUPO, Delito y punibilldad, EJ.itorial Civitas S.A. \fadliJ., 1983,
Con detalle y bibliografía, ZAFFARCNI, 25, págs. 356 y sigts pas~im.
rn Sobre esto, véase infrn, 28, U, a), dJ.).
25 Así. expresamente, ETCHFBERRY, 168, y II, págs. 9 y sigts. En parte, implícitamente también CURY, 1 ª
19
Así, entre otros, 1ílJÑOZ CONDE, 2, pág. 5; RODRIGUEZ DEVESA, l, pág. 337; RODRIGUEZ MOURULlO, edición, 11, 33, págs. 95 y sigts., para las excusas legales absolutorias. Sobre ello, infra, 30. ..
XI, 11, pág. 195. Esta es una caraclerística ele la infracción penal que se encuenlrn asimismo en práctica-
26 L:na exposición escbreceJ.ora sobre este último punto, que me ha inducido a modificar la formulacwn
menrc: todos los autores ameliores a BELING, como por ejemplo USZT, 11, 26, l, pág. 262, pero esto por original manteniJ.a J.esde la primera edición de las Orirnlaciories para el estudio de la teo:f~ _cid del'.to hasta
CURY, P edición, I, 12, Tll, pág. 204, se encontrará en BACLG1\LUPO, Delito y plmiln!idad, cit., l, I,
razones distintas de las que se exponen en el texto.
especialmenle D), págs. 29 y sigts 1
246 247
CAPÍTULO IV/ ESTJWCHIRA DEL DLl.lTO
DERECHO pr;NAL / PARTE GENERAL/ Enr;qu,, Cury Urzlia

III. CLASIFICACIÓN DE LOS DELITOS miento) en cuya formulación se ha dado prevalencia a la certeza por sobre conside-
raciones de justicia. Por esto, la determinación de si un hecho punible es un crimen,
a) Generalidades un simple delito o una falta, se debe hacer atendiendo a la pena con que la ley
amenaza en abstracto al autor del delito consumado, y prescindiendo de la que se
Los delitos pueden clasificarse desde distintos puntos de vista que, por lo aplicará al sujeto en el caso concreto,31 sea en atención a la índole de su participa-
general, derivan de particularidades relativas a los distintos elementos de su estruc- ción en él, sea a la etapa de desarrollo de la conducta, sea a la concurrencia de
tura. Por esto, el significado y la importancia de cada una de ellas se aprecian meior circunstancias modificatorias de la responsabilidad. Así, el homicidio simple es un
cuando se las presenta en la parte del sistema con la cual están relacionadas. 27 Aquí, crimen (art. 391 Nº 2 del C.P.) también para el encubridor de la tentativa, al cual, en
por ello, sólo se tratará de la que se refiere a su gravedad la cual, a causa de su atención a las normas sobre determinación de la pena, 32 sólo podrá imponérsele en
carácter técnico y formal, puede ser fácilmente comprendida y no es vinculable a las el caso concreto una pena de falta. 33 De la misma forma, el autor de un hurto cuyo
categorías estructurales del hecho punible. 28 valor excede de 400 sueldos vitales comete un simple delito (art. 446 del C.P.),
aunque por haberse prevalido de un menor de dieciocho años para eiecutarlo (art.
72 inc. segundo), ser reincidente (art. 12 Nº 16) y no favorecerlo ninguna atenuan-
b) Crímenes, simples delitos y faltas
te, la pena que se le impondrá en concreto será probablemente de crimen.
De acuerdo con el art. 3° del C.P., "los delitos, atendida su gravedad, se divi-
Para la determinación de la pena que se asigna al delito en abstracto no se toman f.n
den en crímenes, simples delitos y faltas, y se califican de tales según la pena que les cuenta las circunstancias :::igravantes o atenuantes específicas que sólo determinan modifica-
está asignada en la escala general del art. 21". A su vez, el art. 4° agrega que 'la ciones del marco penal básico. El hurto de una cosa cuyo valor excede de 400 sueldos vilales
di,~sión de los delitos es aplicable a los cuasidelitos (delitos imprudentes) que se es un simple delito aunque, por habnlo cometido un individuo que trnbaja habitualmente
en la casa en que lo ha ejeculado, el juez resuelva hacer uso de la facultad que le confiere el
califican y penan en los casos especiales que determina este Código". art. 447 Nº 2ºy lo sancione con pena de crimen. En cambio, deben considerarse las circuns-
Como puede advertirse, la clasificación es de naturaleza formal, pues de- tancias prhilegianles o calificantes, que se incorporan al tipo y en \irtud de cuya inclusión
pende tan sólo de si la pena con que la ley amenaza al hecho se encuentra catalo- se le asigna un marco pen:::il propio. Por esto, aunque la figura básica de las lesiones es un
O
simple delito (art. 399 del C.P.), las lesiones graves del arl. 397 Nº l son un crimen, y las
gada en la "Escala general" del art. 21 del C.P. como pena de crimen, de simple leves, del art. 494 Nº 5°, una falta.
delito o de falta. Por lo que se refiere a la multa, que según esa disposición es una Cuando el marco penal establecido por la ley para el delito comprende sanciones perte-
pena común a las tres clases de infracciones, su pertenencia a cada categoría se necientes a c.lislintos tramos de la clasificación, decide la pena más alta. En consecuencia, el
robo con fuerza en las cosas en lugar habitado (art. 440 del C.P.), cuyo marco penal se
determina con arreglo a su cuantía, de conformidad con Jo preceptuado por el art. extiende desde el presidio menor en su grado medio (pena de simple delito) al presidio
25 inc. sexto del C.P. mayor en su grado mínimo (pena de crimen), es un crimen.

La división de los delitos en Lres clases no fue tomada del CP_9"igo Penal Español de la clasificación entre crimenes y simples delitos, por una parte, y faltas por la
1848-50, el cual sólo distinguía entre delitos y contravenciones (fa.lt-a',;;), sino del belga, que
la había reproducido a su vez del francés. Este último, por su parte, sfl'-' basó para formularla
otra, tiene importancia respecto de la punibilidad de la tentativa y el <lel1to frustra-
en un criterio procedente de 1a Ilustración, según el cual los crímene:S eran los hechos punibles do-'4 y de los partícipes en sentido estricto; 35 en el sistema consagrado para casligar
más graves, porque atenlaban contra "derechos naturalesn (vida, libertad), los simples deli- el concurso real de delitos, 30 en los plazos de prescripción y su computo; 37 en
tos afectaban, en cambio, sólo a los creados por el contrato Social (propiedad, probidad
re1ación con la procedencia del comiso 38 para la procedencia y revocación de la
funcionaria, etc.) y las faltas, finalmente, eran meras infracciones a los reglamentos y dispo-
siciones de policía. 29 En la práctica, sin embargo, ese criterio era inaprovechable, y basta remisión condicional de la pena, la libertad vigilada y la reclusión nocturna; 39 en 1a
echar una ojeada a la distribución de las penas en el Código Penal para darse cuenla de que determinación de la competencia y el procedimiento, etc. En cambio, la distinción
no fue el seguido por el legislador ni siquiera en el primer momento. entre crímenes y simples delitos es de poca significación. Con la derogación recien-
Tal como se la concibe actualmente, la clasificación sólo cumple funciones te del régimen de medidas de seguridad para enfermos mentales que contenían los
técnicas y, por tal motivo, no es lícito servirse de criterios materiales para interpre-
tarla.30 Se trata, simplemente, de una distinción destinada a distribuir ciertas conse-
' 1 ETCHEBERRY, l, pág. 72; JAKOBS, 6, 103, pág. 220
cuencias jurídicas (en el caso de las faltas, también la competencia y el procedí- ' lnfra, 53 y 54.
2

:,o Por eso, en esle caso el afectado será efrctivamente condenado a sufrir esa pena y deberá cumplirla,
aunque de acuerdo a los ans. 9 y 17 del C.P., no son punibles ni la Lentativa ni el encubrimienlo de faltas.
27 Pueden enconlrarse exposiciones de conjunlo sobre la clasificación de los delitos en COUSIÑO, l, 73 y º' 1
1nfra, 34. 'v~ D.
sigts., págs. 301 y sigts., LABATUT, I, 146 y sigts., págs. 161 y sigts.; NOVO A, I, 164 y sigts., págs. 246 y lnfra, 39
sigts., POLITOFF, 5, 5, págs. 227 y sigts. Jf lnfrn, 4 3 T.
28
Así también ETCHEBERRY, I, págs. 171 y sigts Infra, 59, B, li y III.
29 Cfr. NOVOA, l, 166, pág. 248; ROXlN, 9, 4, págs. 267 y 268. 30
lnfra, 52
30
JAKOBS, 6, 103, pág. 220.
39
1nfra, 49, IV

248 249
DERl:CI 10 Pt:'.\ Al. I PARTE GE>!ERAL / Enrique Cury Urzúa

incisos segundo y tercero del art. 10 Nº 1 del C.P, 40 ya casi no le resta sino la que CAPÍTULO V
ejerce en la determinación del plazo de prescripción 41 y en la penalidad de los
delitos imprudentes (cuasidelitos) contra las personas." TEORÍA DE LA ACCIÓN
A causa de esto último, así como del formalismo y arbitrariedad que implica, la clasifica-
ción tripartita ha sido siempre objeto de crílicas e, incluso, se han hecho reparos a la simple
bipartición enlre delitos y contravenciones (faltas) que impera acLUalmenle en la mayor
parte de 1as legislaciones. Esta última, sin embargo, corresponde a la realidad de las valora-
ciones sociales sobre la gravedad de los hechos punibles y sus consecuencias jurídicas, apar-
te de que resu1ta útil también desde el punto de vista prncesal. 43 Por eso, en la actua1idad
casi no se la discute 44 aunque también los límites entre las dos categorías sólo pueden con-
sagrarse por la ley de manera infundada.
Por largo tiempo, en efecto, se ha intentado trazar la distinción entre delilos (en sentido
amplio, que comprende también a los crimenes) y faltas, sobre una base material. Ese crile-
rio, que corresponde al de los redactores del Código Penal, tiene lan pocas perspectivas de
éxito como el intento de distinguir cualitativamente las infracciones administrat_ivas de las
penales a que ya me he referido 4 ½ y por idénlicas razones, pues en el fondo/ se" trata del
mismo problema. Las faltas, en efecto, no son sino infracciones de poca entidad qúe, por lo
tanto, sólo se pueden diferenciar cuantitativamente de los crímenes y simples .delitos. En § 13. CUESTIONES PRELIMINARES: ACCION Y OMISIÓN
muchos casos, incluso, están destinadas a la protección de bienes jurídicos sCmeJántes a los
que tutelan los hechos punibles más severos, contra formas de ataque semejanLes, si bien
con resultados menos graves. Así ocurre con la omisión de socorro del arl. 494 Nº 14 -un
caso que, de acuerdo a la opinión prevaleciente, debiera ser incorporado a la categoría de los I. GENERALIDADES
delitos- las lesiones leves del art. 494 Nº 5°, las infracciones de poca monta contra la propie-
dad del art. 494 Nº 19, o la circulación de moneda falsa de escaso valor del art. 496 Nº 31. Acción y omisión son la base sobre la cual descansa la estructura del deliLo.
Es posible que algunas hipótesis de las contempladas por la ley resulten absurdas por su No sólo constituyen el soporte conceptual de la teoría del delito, sino también el eje
obsolescencia, como la de elevar globos, empleando el fuego, sin permiso de la auloriclad,
del art. 496 Nº 30; aun así, cualquiera percibe que en su momenlo esluvo deslinacla a la que hace posible una doble consideración del hecho punible: la axiológica
preservación de bienes jurídicos importantes contra la creación de un peligro cuya realidad (político-criminal y _Jurídico-penal) y la natural (criminológica y sociológica).
es manifiesta. En consecuencia, la inclusión de un hecho punible entre las faltas constituye Por eso, la teoría del delito depende de los conceptos de acción 1 y de omi-
una decisión político-criminal que se adopta por razones de magnitud y, siendo así, implica sión2 y de la función que se les atribuye en ella. 3
un grado de arbitrariedad inevitable

II. EL CONCEPTO SUPERIOR DE ACCIÓN

En la dogmática alemana se ha procurado construir un conceplo de accíón en


senlido lato, comprensivo de la accíón en sentido estricto y de la omisión. Eslo era
motivado en cierta medida por necesidades que le imponía el texto de la ley posili-
va. Como el§ 2 del antiguo Código Penal alemán definía al delito únicamente como
accíón, los jurisLas germanos enconlraban dificulLades para la inclusión de las omi-
siones entre los hechos punibles. Puesto que el arl. 1° del C.P. chileno define expre-
samente al delito como acción u omisión, esa dificultad formal nos es ajena y pode-
mos prescindir de ella.
Más importantes que los problemas de texto, sin embargo, son otros de índole
material, que se refieren sobre todo a la admisibilidad constitucional de determinar
los tipos de delilos de comisión por omisión mediante una simple inversión de los
+o Tnfra. 28, II, a), dd). de acción, pues ese procedimiento constituye en rigor una forma de integración
41
lnfra, 59, B.
12
lnfra, 19, IV b)
analógica en perjuicio del reo. De acuerdo con la ley, en efecto, el homicidio consiste
+> fn el mismo sentido NOVOA, T, 166, pág. 248, que se refiere incluso a la clasificación t"ripartita.
44
JAKOTIS, 6, 102, pág. 151; ROXIN, 9, 5, págs. 268 y sigts. Tnfra, 14.
15
' Supra, 4, N, A lnfra, 45.
lnfra, 15.

250 251
¡
CAPín:Lo V! TEORÍA DE LA ACCIÓN
!
DERECHO PENAi ! PARTE GEó\ LRAL ! t:nl'ique Cury Urúia

en matar a otro (art. 391 del C.P.) y no en omitir acluar para evitar !a muerte de otro; el § 14. EL CONCEPTO DE ACCIÓN
hurto en apropiarse de una cosa ajena (art. 432 del C.P.) y no en abstenerse ele impedir
que otro !o haga, etc. Sostener que la omisión de impedir el resultado !eta! o expropiatorio En el curso de los últimos cien años, el concepto de acción experimentó una
es equivalente a ocasionar1o activamente puede ser quíz& correcto desde un punto de evolución en la que se entremezclaron puntos de vista filosóficos, poliüco-criminales
vista valorativo, 4 pero la exigencia de que esas actitudes se adecuen a la descripción y dogmáticos. Por eso, sólo cuando se la examina desde esos distintos ángulos pue-
típica respectiva sólo se cumplirá si se prueba que ellas constituyen una acción de apreciarse bien su significado y emitir un juicio válido sobre el estado actual de
sustancialmente idéntica a la de matar o apoderarse. D_~-_aqt1.í el empeño por encontrar la cuestión.
una noción de acción unificadora que sea capaz de abarcaf ambas situaciones.
Este concepto superior es lógicamente insosten_ib1e, como hace ya tiempo lo l. LA CONCEPCIÓN CAUSAL DE LA ACCIÓN
demostró RADBRUCH. Dos términos contradictoric,si(Posición y Negación, A y
A [ines del siglo pasado y principios del actual, se impusieron sistemas
No-A) no admiten ser reconducidos a una idea común, porque se opone a ello el
enraizados en el posllivismo filosófico y jurídico, cuyas expresiones más destacadas
principio de identidad. La acción y la omisión se comportan de esa manera y, por
a influyentes fueron los de USZT y BEL!NG. De conformidad con ellos, !a acción
consiguiente, es imposible reducirlas a especies de un género único. Por eso, en 1a
exposición siguiente se ha prescindido del "concepto superior", y la teolia del delito consisle en un puro movimiento corporal que causa una modificación del mwido exterior,
aparece "escindida de arriba abajo": mientras los delitos de acción se tratan inme- perceplible por los sentidos. En cambio no pertenecen a ella la finalidad perseguida
diatamente5 de los de omisión sólo nos ocuparemos más adelante. 6 En esa oportu- por el autor, ni cualquier otra característica subjetiva.
nidad habrá que hacerse cargo también del problema relativo al nuUum crimen, que Acto, según LISZT, es la "causa voluntaria o no impediente de u11 camb[o en et mundo
permanece sln solución. 7 exterior" 13 "La volición que caracteriza la manifeslación de voluntad y, por consiguiente,
el acto, significa simplemente, en el senlido de esta concepción, el impulso de la volun-
Uno de los intentos más interesantes que se h<ln efectuado en el úlümo tiempo por tad'" y "se 1e puede definir físicamenle como inervación, concibiéndolo psicológicameme
encontrar un concepto de acción capaz de contener al de omisión es el de JAKOBS. 8 De como aquel fenómeno de la conciencia por el cual establecemos las causas".!+ De este
acuerdo con ese criterio, lo común ci las dos ''fonnas de comporLamienlO" humano es la modo, la voluntad a que se alude en la definición está despojada de toda referencia a la
''evilabilidad" del hecho. Tanto en el caso de la acción como en el de 1a omisión, el aulor no orientación consciente del suceso externo por e1 sujeto, e implica sólo un "querer mover-
evita_lo que era e.vi.table, y esta caracteristica que las unifica, conslituye también la norn se" neurológicamente verificable.
esencial de ambas
Aunque es suge-renle, es Le criterio no me p,:irece satisfaclorio. Desde luego, aunque la Este concepto resulta difícil de entender para el neófito, porque es irreal a
evitabilidad del hecho es un componente de la omisión, inlroduce en cambio en el conceplo
lmpbca una división impracticable de lo que para 1a opinión común es una acción,
de acción un elemento normativo superíluo y que lampoco puede soslaycu la diferencia
estruclUral de las dos formas de comportamiento. Por otra parte, aunque JAKOBS impugna sustrayéndole precisamente lo que en ella parece más característico: el propósito de
el criterio de quienes han elaborado un "concepto negativo de acción", conviniendo a la alcanzar determinados objetivos. A pesar de eso, se generalizó en la ciencia jurídica
omisión en el génern del cual la acción es una especie, 9 él mismo termina por llegar a un con facilidad por varias razones.
resultado semejante cuando afirma que loda acción se deja trnnsfurmar en una omisión pero
no a la inversa. 10 F::s que, en e.freto, si lo esencial de la acción no es la actividad volunlaria En primer lugar, se conciliaba con las ideas filosóficas y científicas imperantes,
sino la evitab,ilidacl de su realización, lo fundamental del actuar queda reducido a 1a omisión por su carácter naturalista. La acción, concebida de este modo, tenía una consisLen-
de evitarlo. Naturalmente, de esta manera el problema conslilucional creado por los delitos cia física, era verificable empíricamente y se insenaba perfecLamenLe en la cadena
de omisión impropia se·resuelve, pu~s se puede sostener que tras todo delito de acción se
encuentra implícita una conducta omisiva; pero la solución se obtiene a costa de complicar
de los fenómenos causales con 1os cuales trabajaban las ciencias de la naturaleza.
en tal forma la estructura ele los delitos de acción, que se hace peligrar en conjunto la fun- Por tales motivos, confería a la teorfa del delito una aparente certeza estructural y
ción garantizadora de los tipos construidos en lorno a conductas activas. Por lo demás, el desvinculaba su elemento fundamental de cuestiones "metafísicas" como la relativa
propio JAKOBS elude ese riesgo, tratando en fonna completamente separada los delitos de
acción'' 1 y los de omisión; 12 lo cual, aunque sólo sea formalmente, constituye um admisión
a la libertad del comportamiento humano, que en e! simple cambio del mundo
ele la diferencia eslrnctural esencial existente entre ellos. exterlor no tiene cabida.
Desde el punto de vista dogmático, a su vez, el concepto causal de acción
permitió organizar los componentes del delito en forma sencilla y clara. De acuerdo
Sobre ello, infra 45, It e).
Ver también GALLAS, La trnrfa del d.c!lto en su momento acwal, traducción de Córdova Roda. füi.rcelona. con él, la acción es idéntica tanto cuando persigue como finalidad 1a realización del
1959, ll, 3, págs. 16 y sigLs hecho prohibido por la ley (dolo) corno cuando lo provoca en forma imprudente
lnfrn, 45.
lnfra, 45. m.
JAKOBS, 6, 28 y sigrs., págs 175 y sigr.s. y, rn especial 6 •.'32, p,í.g. 177.
·,i LlSZT, ll, 28, anLes de 1, pág. 297
JAK0l3S, 6, 33, págs. 177 y 178.
i,;. Ji\K(H:lS, 28, l, 2, pag. 940.
1+ Ll':iZT, ll. 28, 1, pág. 297. En el mismo sent,ido_ BEUNG, 8, l, págs. 19 y 20: "Debe entenderse por 'acción'
1
· JAKOBS, 6 y sigts., págs. 153 y sigls.
un cumportamicnto CDl]JOrCJI (Jilse exlerna "objetiva~ de /a acción) producido por el dominio sobre el cuerpo
(libertad de inervación muscular, "vnhmtmicdad"), (!Clse inlerna ~subjel[va'" de la acción)".
JAKons, 28 y sigt~. págs. 939 y sigts

252 253
CAPÍTULO Y I TEORÍA DE LA ACCIÓN
DERECHO PEl\Al. / PARTE GE:\"ER.AL / Enrique Cury Urzúa

(culpa) .º: incluso,


por un azar incontrolable (caso fortuito). La tipicidad y la Desde el punto de vista dogmático, los inconvenientes del concepto se mani-
a~tIJundIC1dad ~o~ atributos de ese concepto unitario, referidos, por consiguiente, festaron, sobre Lodo, en su ineptitud para tratar apropiadamente el delilo tentado y el
solo al.aconteC1m1ento exterior y ¡l]';l1~s también a las posibles diferencias del aspec- frustrado, las formas de !a participación crimina! o el injusto de !os cielitos culposos. En
to ~UbJetivo. De esta manera se cibti~_ne una teoría del injusto que es común a los efecto, ninguna de estas instituciones es manejable y comprensible si se caracteriza
~e~1tos dolosos ~ culposos -asir:n~~~o a los casos fortuitos- los cuales se distinguen la acción prescindiendo de sus componentes subjetivos. Si, por eJemplo, alguien
umcamente a mvel de la culpabilidád. Presuntivamente este esquema tendría venta- hace un disparo que no hiere a nadie, su conducta sólo podrá subsumirse en el tipo
ja.s expositivas y didácticas que facilitarían a los interesados Queces, abogados, estu- (accesorio) del homicidio frustrado, cuando se sabe que la ejecutó con el propósito
diantes), el aprendizaje, comprensión y solución de los problemas implicados en la de matar a un hombre; a quien proporciona a otro un cuchillo, sólo puede
teoría del delito. 15 considerárselo cómplice del homicidio cometido con el arma, si se establece que la
La simplicidad del sistema tenía que contribuir, desde luego, a la certeza de ha entregado con conocimiento de que se la empleará para dar muerte a un tercero;
las decisiones Judiciales y, por ende, a la seguridad jurídica, lo que justificaba la si un automovilista prudente y respetuoso de las normas que regulan el tráfico mo-
concepción también desde una perspectiva político-criminal. Además, se le atribu- torizado choca con un vehículo que otro sujeto conduce descuidadamente, la con-
yó el mérito de postergar hasta el último momento la indagación sobre los compo- ducta injusta (típica) no puede diferenciarse de la correcta sino refiriéndose a la
nentes subjetivos del hecho punible, cuya dificultad práctica es indiscutible e intro- actitud subjetiva de los intervinientes en la colisión. En todos estos casos el puro
duce un. riesgo de arbitrariedad en las apreciaciones del juzgador. Así, por eJemplo, movimiento corporal del sujeto y las relaciones causales que genera no nos dicen
qmen eJecuta una conducta que reúne los requisitos objetivos de una causal de nada sobre su relevancia Jurídico-penal, como en los ejemplos de delito frustrado y
justificación (causal de exclusión de la antijuridicidad) debe ser absuelto sin más complicidad, o -lo que es peor- nos conducen a enjuiciar de la misma manera
a~n.qu~ al actuar ignorara que en el hecho concurrían tales presupuestos, cosa qu; situaciones radicalmente distintas, como en el del accidente automovilístico.
rn s1qmera es necesario averiguar. Lo que constituye el injusto es, pues, únicamente Los adhnentes a la teoría causal de la acción trataron de superar por distintos medios bs
el desvalor del resultado. 16 De esta manera se conjura el peligro de etización de los objeciones referentes a la trntaliva (y el delito frustrado), que eran las más decisivas y per-
juici~s jurídicos que conllevan las investigaciones sobre lo que el autor sabe, piensa lurbadoras del sistema Lradicional. 21
o quiere, y las valoraciones inciertas sobre esos aspectos subjetivos. Se sostuvo, por ejemplo, que en la tentativa el dolo es un elemento subjetivo del tipo
(elemento subjetivo del injuslo).22 CEREZO, con razón, impugna esta construcción: "No es
posible (. .. ) que la resolución delictiva sea un elemento constitutivo de lo injusto en la
En Chile la concepción causal de la accicín sirve de bcise a la teoría del delito en las obras
generales de Li\BATUT y PEDRO ORTIZ, publicadas cuando ella dominaba por completo en tentativa y no lo sea, en cambio, en el delito consumado';. ''Una vez adoptado [por el legisla-
el derecho comparado. Pero su expositor más importante es EDUARDO NOVOA quien, doT] un criterio rector, es decir una concepción determinada de la antijuridicidad, habrán de
aparle de constnm sobre ella el sistema desarrollado en su "Curso de De-recho Penal Chilr- putenecer necesariamente al tipo de lo injusto todos aquellos elementos que se destaquen
~o", 17 l_a ha de_fen~ido en numerosos artículos y monografías, entre los cuales destaca como esenciales desde el punto <le visLa adoplado".2' De esta forma, las valornciones del
~a~sahsmo Y fm~'.1smo ,en Derecho Penal, Aspectos de la enseñanza penal en Hispanoarné- ordenamiento jurídico serian contradictorias entre sí, y esta conlradicción no sólo sería lógi-
nca Una posic10n mas mauzada sostuvieron POUTOFF1 8 y GRISOLlA. 19 Asimismo ca, sino "lógico-ohjetiva". 24
BUNSTER, 10 cuya posición a este respeclo parece haber variado más tarde aunque no dis- NOVOA, por su parle, sostiene que la resolución en la tentativa nada tiene que ver con el
pongo de evidencrn escnta sobre ello. ' dolo y es sólo "uno de esos elementos que la doctrina conoce como elementos sub_ietivos". 25
Esto significa que en el delilo tentado y el frustrado el conocimiento de los hechos pertene-
La prevalencia del concepto causal de acción no fue duradera. cientes al tipo legal y la voluntad de realizarlos, son un elemento subjetivo del tipo, distinto
Ante todo se le ob,1etó, desde el punto de vista de la filosofía Jurídica, su irrea- del dolo. Pero ¿En qué consiste entonces el dolo de la tentativa y la frustración? {En el puro
conocimiento de la significación de los hechos (conciencia de la ilicitud), que un autor
lidad. La ac~ión, como puro cambio del mundo exterior, es algo que no existe y, por causalista como NOVOA atribuye al dolo y al cual, además, no confiere relevancia jurtdica
eso, se contunde con el acaso e, incluso, con simples modificaciones de estado basándose en la ficción de conocimiento de la ley? NOVOA no lo explica, y tampocc~ lo hace
tota~m~nte incontrolables para el sujeto. Posiblemente constituye un objeto de co- POUTOFF; quien, luego de acoger ese punto de visla, se abstiene de otras consideraciones
nonm1ento más fácil de aprehender y, por eso, más seguro, pero como es falso, sobre el parlicular. 2 ~

c::onduce a juicios erróneos y a soluciones contradictorias o impracticables que, a la


larga, implican también incerteza y arbitrariedad. n En el mismo sentitloJAKOBS, 6, 6, págs. 160 y 161.
!.) 1\sí MEZGER, Libro de Estudio, 1, 77, pág. 279: 'T'.srn resolución es ( .. )un elemento subjetivo del injusto
Por eso es, a la vez, también dolo, es decir, culpabiliclaJ."'
13
CEREZO, Notas a la traducción de \VELZEL, Nuevo :,islema, págs. 64 y sigts. nota 15. Así tambiénJAKOBS,
1\sí, expTesamente, NOVOA, Cau.sa/ismo y.flnalismo, Introducción, págs. 16 v sigts. 6, 6, pág. 161.
16
Supra, L IIT. b), aa). , 24
CERI:ZO, op. y loe. cit. Sobre las "esr.ructurns lógico-objetivas", véase infra, l\~ a).
Véase, en especial, NOVO!\. l, 178 y J 79, págs. 265 y sigts 15
NOVOA, Algunw; wnsiderctciones acem1 de la lenlariva, apartado de 1a R.C.P Santiago, 1962, V, pág. 17; El
1'l POUTOFF, Los eltmenlos suhjtth,os ele! tipo legal, Editorial J~rídica de Chile, Santiago, 1965. Pero véase proceso de generación del delito, /enlativa y delito imposlble, Concepción, 1963, pág. 22. En Lrabajos más
a~ora, 6, 3, págs. 248 y 249, en donde se ahoga por una concepción causalisra ortodoxa recienres, corno Caw;alismo y finalismo, 7, págs. 47 y sigts., el autor ya no se refiere a este argumento.
19
(,RTSOUA, El objeto jurídico de/ dciito ciL POUTOfE lo.'i elementos subjetivos del tipo legal, cit., I\,; 22, págs. 111 y sigts.
20
BU~STF.R, La voiunlad del acto ddicli;o en R.C.P., tomo Xll, Nºs. 3 y 4, Santiago, 1950, págs. 149 y sigts
1
,.
1

254 255
l)l'RFCHO PENAL/ PARTE GENER..",L / Enrique Cur¡ l'rü,,,
CAPÍTULO V/ TEORIA IJL I.A ACCJO'.

Tampoco puePe)l~cirse, como lo ha hecho NOVOA más tarde, 17 que la tenlativa cons-
tiluye una situacióll e_xCepcional, colocada, por así decirlo, al margen del sistema, de ma- II. LA CONCEPCIÓN NEOKA!'!TIANA DE LA ACCIÓN
nera que parece_rfa_r¡Ó importar si encaja o no encaja en él. Por el contrario. La decisión de
castigar la tentatiV"a; caracteríslica de los sistemas Jurídicos basados en el principio de En realidad no existe un conceplO de acción propio del neokantismo. Lo que ocurrió,
culpabilidad, determina por eso mismo el sentido de éslos y es una viga maestra de su más bien, fue que las tendencias neokantianas imperantes en la doctrina penal alemana
estrnctura. Así, resulLa imposible calificarla y tratarla como un caso aislado que admite un durante la primera milad del siglo XX hicieron suyo el concepto causal intrnduci<lo por las
enfoque parlicular. corrienles naturalistas que las precedieron, pero dotándolo de una fundamentación teórica
diferente. 3·'
Este criterio se apoya en la distinción practicada por KANT entre ser y deber sn; a la cual,
Por otra parte, ya desde comienzos de este siglo se había descubieno que sin embargo, exagera, alribuyéndole una significación absoluta que su autor posiblemente
existen tipos en que la acción está descrila de tal manera que es imposible aprehen- no habria rnmparlido. 34 De acuerdo con este punto de visla, las categorías del ser no condi-
der su significado sino refiriéndose a la actitud interna del autor. Es, por ejemplo, el cionan ::i. l::i.s nonnas (mandatos o prohibiciones) que establecen el deber se1; a las cuales, por
consiguiente, les es posible desenlenderse de ellas, En consecuencia, aunque el derecho está
caso del huno (art. 432 del C.P) en el que la conducta consiste en apropiarse. Ahora
destinado a ordenar conduelas, determina libremente lo que entiende por tales, sin preocu-
bien, si sólo se contempla el aspecto objetivo de la acción, es imposible afirmar que parse de lo que ellas son en realidad -cosa que, por lo demás, para el kantismo en general es
lo que se ha presenciado es un apropiarse. Externamente, en efecto, la apropiación racionalmente inaprehensible. 33 Así, pues, el concepto causal de la acción es retomado por
en el hurto se manifiesta en una sustracción; pero esa sustracción puede estar diri- los sistemas penales neokantianos, justificándolo como la "idea de acto" apropiada para
formular mandatos y pnihibidones dirigidos a las puras manifestaciones exteriores <le la
gida subjetivamente a usar de la cosa para luego resliLuirla sana y salva a1 dueño, a conducta humana
destruir la cosa para perjudicarlo, o a conservarla con el propósito de disponer de A esle punlo de vista, por otra parte, se superpuso el desarrollo de la teoría del tipo y la
ella como si se fuera el titular del dominio. Sólo en el último caso el sustraer externo correspondiente sobrevaloración del "hecho típico" como base de la estrnctura del delito%
Con ello, el concepto de la accüín liende a disolverse en el de hecho aclcctwdo al tipo, -17 el cual,
constituye realmente una apropiación en el sentido del art. 432 del C.P Es claro, en algunos sistemas, lo suslituye definitivamente. Los resultados de esta evolución fueron
pues, que 1a conducta típica de1 hurto no puede comprenderse sino tomando en desafortunados, pues unida a los criterios neokanlianos, que pretendían orienlar el derecho
cuenta la posición subjetiva del agente en el momento de ejecutarla. a valores pero negaban la objetividad de éslos, permitió legilimar una distribución arbiLraria
de la punihilidad por los detentadores del poder estél.taL Sobre esa base fue posible extender
La doctrina denominó elementos subjetivos del lipa o elementos subjetivos del in- los casos de responsabilidad objetiva, tratar de manera diferente la misma acción cuando la
justo a estos ánimos, tendencias u objetivos puramente internos, sin cuya considera- fjecutaha un panicular que cuando la consumaba el integrante de un organismo guberna-
ción el significado jurídico de la acción es inaprehensib1e. Al reconocerlos, además, mental, const'ruir tipos penales para castigar ''eslados" no atribuibles a b voluntad del sujelO
(corno la vaganciél., la mendicidad, la pertenencia a un grupo étnico, cultural, de clase, etc.)
debió aceptar Lambién que, al menos en algunos delitos, la consideración externa e incorporar al catálogo de hechos punibles la adhesión a ideas políticas, religiosas, éticas e,
de 1a conducta era insuficiente para apreciar su tipicidad. Por otro lado, quedó incluso, estéticas.
de~ostrado que verificar la existencia de esLos elementos subjetivos sin afirmar Una vez más es p-reciso recalcar que estas consecuencias de las concepciones 11eokanlianas
fueron produclo de manipulaciones a las cuales sus fundadores erm1 prnbablemente ajenos.
antes la del dolo constituía un sin sentido; pues, en efecto, si el a~tor no ha querido
Sin embargo, debe convenirse también en que ellas favorecían de manera especial la distor-
susLraer una cosa ajena ~por ejemplo, porque cree erradamente que la que ha toma- sión a que se las sometió, debido a la ·'neutralidad ética'' que las caracteriza, Esla última, en
do le pertenece- es absurdo preguntarse si se la ha llevado con el propósito de usarla efeclo, permite desplazar fácilmente el cenlro de gravedad de las prescripciones penales,
y devolverla, de deslruirla, o de conservarla para sí. anteponiendo al respeto por la dignidad del hombre los Lntereses de grupos dominantes

La concepción .causal de 1a acción tampoco cumplió bien las funciones


político-crimina1es que 1e atribuyeron sus creadores, seguramente de buena fe. En sentido coincidenle ZAFE'\RON!, 25, V, 2, pág. 364
Manejada tendenciosamente-como puede serlo, en rigor, cualquier punto de vista- 1+ KANT, en efecto, si bien establece la <lislinción. realiza un esfoerzo fonnidable por enconnar un elemento
de conexión entre el mundo ele la libertad, regido por el deber ser, y el mundo de la causalidad al que se
se prestó para justificar formas de responsabilidad objetiva que conLradicen el prin- encuentra sometido el ser. Esta pretensión, que en opinión de algunos comentaristas const.i.Luye el objeti-
cipio de culpabilidad 18 e introdujo indecisión y arbitrariedad en el tratamiento de vo principal de Lo<la Sll reflexión filosófica, presupone la exislencia ele una relación ernre ambos planos <le
la que el neokanlisrno prescinde, enlre otras razones, porque las soluciones propuestas por KANT no son
los delitos tenta_dos y frustrados,1'' de la autoria 30 y de los delitos omisivos. 31 Por convincentes y encienan contradicciones insalvables. Aunque aqui no es del caso extenderse sobre ello
último, su afán por elaborar la temía del deltto sobre una base que excluyera toda -ni me siento calificado para liacerlo- parece razonable suponer que si KA:n huhiera reconocido y acep-
referencia ética, condujo a un divorcio entre mora1 y derecho punitivo, cuyas con- tado la debilidad ele su concepción en este aspecto, habría preferido intentar reformularla que aceptar la
desvinculación toral del ser y el debn ser, pues ésla significa la ruina de su sistema moral, que para él l:'.ra
secuencias han sido en muchos casos más inaceptab1es que las de la confusión entre irrenunciahle. Tras esa desconorión, en decLo, subyace la transformación del kanlismo en escepticismo,
ellos a la que se pretendía combatir. 32 cosa que el gran pensador alemán rechazaba enérgicamente. En relación con todo esto, véase KANT,
Fundamenlos de la metafísiw de las wstum/ne.\ txcdsior, Santiago, 1939, especialmente págs. 65 y sigts.,
C-rilique de la raison prntique, traducción de hancois Picavet, Presses Universitaires de France, París, 1965,
NOVO!\, Cc1w;allsmo y fina[ismo, 7, pág. 48. págs. 129 y sigts., .P1incip1os mrtafisicos de la doctrlna del derecho, Crnversiclad Autónoma de lvléxico, 1968,
2
-' Tnfra, 25, I, b), bb) pág». 7 y sigLs
29
lnfra, 35, IJT. A, a). .J 5 KAKT, Fundamentos ele la mélajfs1ca de !a, rnstumbrcs, pág. 70. Por lo demás, toda su Crítica de la razón pura
,u lnfra, 38 está constnüda sobre este presupuesto.
_,¡· lnfra, 45. ic; Enlre nosoLros este proceso se cumple tardíamente en COUSlf.:O. 1, 66. págs. 261 y sigts., en cuyo siste-
iJ. Infra. 'v~ b). ma finalista constituye, no obstante, una contradicción
JESCHFCK. l, 22, Ul, 2, a), pág. Hl'5.

256
257
CAPÍTULO V /TEORiA DE LA ACCION
DERECHO PENAL/ PAR"rl' GE"\:ERAL / Enrique Cury Urzlia

ap'oyados en mayorías aparentes, ocasionales y frecuentemente desinformadas. Al amparo porque \i\TEEER perseveró en la idea neokanliana de que el concept ¡ d 1
· d d d ¡ . . o Y a estructura e a
de estos criterios florecen el positivismo jurídico, las ideas de que "la ley es la ley", de que acc10n epen en. e o que ¡e11eg1slador qmere · . exp¡·1ca que
. mandar o prohibir·42 Este entena
todo mandato o prnhibición se aULojustifica por consideraciones de orden y seguridad, de acepte el paraI el 1smo. entre as dos clases de tipos
.. , tolerando incluso el co nrastemexp1ca
t · ¡· bl e
que la prosperidad del todo legitima 1a marginación y aún la destrucción de unos cuantos, y entre
. eld e.
¡ 1a tentativa y...el de la consumac1on respecto de un mismo h ecopumepor h 'bl (
otras semejantes. 38 eJemp o, el t1po del hom1c1d10
.. consumado
. d ¡·
. es causal y en la estructura de es eettoeoo ¡d l
En Chile no existen ex.posilores de un concepto de acción fundado expresamente. en el
neokantismo, entre otras razones porque se trata de una concepción filosófica poco difundi-
.. . ..
pertenece a 1a cu 1pab1hdad, mientras el tipo de la tentativa de homic,·d•o
cons1gmente, en ella el dolo mtegra el mJusto).
-~=~~
¡· ¡

da en nuestro medio. Hasta cieno punto coincide implícitamente con su criterio la opinión
de ETCHEBERRY, según la cual, aunque la finalidad es un componente de la acción, la ley . b) A.su vez, ALEJANDRO GRAf' Zl.; DOHNA dio un paso decisivo para la correcci on - d e¡
puede desentenderse de esa realidad y disociada en elementos a los que incorpora en parte sistema imperante en su época, pero en otro sentido y partiendo desde un punto de ·
·¡ ,, A
d1_e-rente. .
· · · . d. . . b. vista
su _1rnc10, es pre.oso 1stmgmr entre e1 o ')Cto de la valoración y la valoración del
al injusto y en parte a la culpabilidad. 39 Sin embargo, el neokantismo ha le.nido,
paradojalmente, una influencia inaparente pern generalizada en la doctrina penal de nuestro obyeto. Objeto de la valoración e.s el lipa, que comprende elementos tanto ohjelivos (acción)
país. En parte esto se debió a la influencia ejercida hacia la mitad del siglo pasado por como subjetivos (e_lementos subjetivos cld injusto y dolo). La valoración del objeto comprende
EDMUNDO MEZGER, cuyas obras se tradujernn en esa época y obtuvieron una adhesión en camb10, los juicios de anlljuridicidad (valoración del tipo objetivo) y culpahitidad (valora~
cicín del tipo subjetivo). Tampoco la solución de DOHNA es coincidente con la del finalismo
entusiasta entre los juristas más importantes del período. Pero, sobre todo, obedeció a que
tales concepciones coincidían con la atmósfera positivista que ha prevalecido en el derecho porque no incorpora la_volunlad de realización a la acción ni el dolo a un tipo unitmio de injusto'.
Po, eso, persiste en referir la antijuridicidad únicamente al tipo objetivo y la culpabilidad
nacional desde la codificación, y al que no es ajena cierta imprnnla kantiana que pasa acen-
tuada desde el Código Civil Francés al Chile.no, posiblemente a causa de la formación filosó- sólo a sus elementos subjetivos, descomponiendo arbitrariamente a1 hecho para poder dis-
tingufr las valoraciones por el objeto en que re.caen y no por la naturaleza del juicio que
fica de ANDRES BELLO, cuyas fuentes nadie ha investigado a fondo hasta el presente. Lo
cierto es que incluso los juristas más adictos al jusnaturalismo tomista acogieron sin reparos pronuncian. Fina_lmenle, también el pensamiento de GRAF ZU DOHNA está expresa y pro-
esa sistemática, que contrastaba manifiestamente con sus convicciones, e incluso rechazaron fundamente enraizado en el neokantismo, como es manifiesto en su concepción monista de
airadamente el finalismo, aunque en su versión más ortodoxa éste se concilia mejor con la anlijuridicidad. Sin embargo, ha de reconocérsele el haber impulsado a la dogmática por
ellas. Los tribunales, a su vez, la aceptaron también en lineas generales, justificando de un camino nuevo, que abrió las puntas al concepto final de acción
acuerdo con su espíritu las aplicaciones literales y acrílicas de los textos legales. En los dos
decenios penúltimos del siglo XX esa situación hizo crisis, impregnando de indiferencia
ético-social las resoluciones judiciales y provocando un desprestigio creciente de los órga- IV. LA TEORÍA FINALISTA DE LA ACCIÓN
nos que las pronunciaban. Hasta ahora eso sólo se ha logrado revertir parcialmente.
La concepción finalista de la acción fue expuesta por HANS WELZEL ya en
varios Lraba.1os publicados desde fines de la década de los treinta," y aunque en los
IH. LOS PRECURSORES DE LA CONCEPCIÓN años siguientes prosiguió desarrollando el sistema de la teoría de1 delito estructura-
FINALISTA DE LA ACCIÓN do sobre ella, sus ideas básicas permanecieron inalteradas. 45
Hacia mediados del siglo pasado, las dificultades dogmáticas ocasionadas por el concep- a) El punto de partida filosófico de este nuevo criterio es que el derecho está
to causal de acción indujeron a algunos juristas a rectificar el sistema de manera radical
sometido a límites impuestos por la realidad a la que valora y ordena, de manera que
a) Así, reconocíendo los vacíos con que la teoría tradicional tropieza en relación al delito no puede mandar o prohibir cualquier cosa. En otras palabras: el deber ser instaurado
tentado y a los tipos portadores de elementos subjetivos, IIELLMUTH VON ·wEBER afirma por la norma Jurídica no puede ignorar al ser respecLO del cual se establece el deber,
que los tipos delictivos en general deben dividirse en dos grandes categorías: 1) Tipos.finales,
entre los que incluye a los de lentaliva y a los que contienen elementos subjetivos del injus- ni las relaciones en que dicho ser se encuentra con los otros; si lo hace -si prescinde
to, en los cuales el dolo pertenece al tipo de injuslo, y 2) Tipos causales, concebidos según el de esas realidades- no configurará un ordenamiento auténtico, porque el ser no se 1
criterio clásico, sobre la causación de un cambio en el mundo extemo. 40 Esta solución lo deja organizar en una forma que contradice lo que es.
aproxima a la que YVELZEL desarrollará poco después, 41 pero sólo parcialmente, sobre todo
Más rigurosamente, WELZEL afirma que las limitaciones del derecho vienen 1
establecidas por la estructura ontológica de 1a materia de sus prohibiciones y manda-
18
· Ji\KOBS, 6, 7, pág. 162: "Precisamente esle carácter no comprometido del concepto causal de acción es el tos. Ese término precisa que, como e1 ordenamiento jurídico no pretende dirigirse
motivo de su difusión. No prejuzga casi nada". 1
09
ETCHEllERRY, l, pág. 180; "Dentro de nuestro esLUdio, la voluntad finalista, con las características señala- al ser en general, sino a determinadas manifestaciones de él en la realidad, es decir
das, pertenece a la acción. Las caracteríslicas de esa voluntad, que perrnilen darle el calificativo jurídico de a entes (onto y, de ahí, ontológico), lo que lo condiciona es la entidad de lo que se
dolo o culpa, serán estudiadas en la culpabilidad, ya que ello ,ignijica valorar jurtdicamcnte la voluntad, y no
sim_plemente considerarla desde el punto de vista nalurnl y psicológico. En suma, la volunlad pertenece a b
acnón, y su calificación corno dolo, a la culpabilidad. La acción significa simplemente volunr.ad, y el dolo (o
WEBER, op. cit.; especialmente 11, págs. 572 y sigt.s. En el mismo sentido del texto L.AFfARO:-:rl, Manuai,
la culpa) es voluntad mala ("reprochable"). La consideración del :,ustanlivo pertenece a la acción; la del
199, pág. 351.
adjetrvo, a la culpab1lidad". Aunque esta explicación es algo equívoca, el sistema que ETCHEBERRY desarro- 4
' DOHNA, págs. 14 y 40
lla parliendo de esas premisas se asemeja al formulado por MEZGER en su Libro de Eswdio de manera que no 44
Algunos de esos articuloé> se encuentran fusionados y traducidos al español por Carlos Fontán Balestra, en
sólo al dolo, sino tampoco a la volumad de realización la toma en cuenta para la constitución del injusto,
colaboración con Eduardo Friker, en La temia de la acciónfinali-sta, Depalma, numos Aires, 1951.
como se deduce del tratamiemo que otorga al error. Sobre ello véase ETCHEBERRY, L págs. 330 y sigts.
4
45
Esto queda de relieve en el último trabajo de WELZEL que se encuentra disponible en espanol; Lrt doctiina
n \VEBF.R, Para la estmcturnción del sistema del derecho penal, traducción de Eugenio Raúl Zaffaroni, en
de. la acciiín finalista lwy, traducción de José Cerezo Mir, en separata del Anuario de Derecho Penal )'
Nuevo foro Penal, Nº U, Bogotá, 1982,111, págs. 575 y sigts.
41 Ciencias Penales. Madrid, 1968. págs. 221 y sigts
Inlrn, IV

259
258
DER!.CHO PEt'-Al. / PARTE CE"\:ERAL / Emique Cury llrn\a CAPiTCLO V/ fEORiA DE LA ACCl()N

propone exigir que se haga o se deje de hacer Ahora bien, lo que el derecho tiene tarde con arreglo al análisis "de claridad poco común" hecho por HARTMANN sobre ella. 53
Como puede apreciarse, la base filosófica fenomenológica de la teoría ele la acción fina-
por objeto ordenar es la actividad humana, puesto que no existe nada más respecto lista constituye un esfuerzo por encontrar una síntesis enlre posiciones aparentemente
de lo cual sus prescripciones sean eficaces; luego el más importante de los límites a inconciliables. Por una parte, tiene en cuenta el hecho, verificado por la experiencia co-
que está sujeto es Ia estructura ontológica ele Ia acción. En consecuencia, el ordena- mún, de que los objetos ele conocimiento poseen una entidad real. Por otra, se hace cargo
de la exactitud de la crítica kantiana sobre las limitaci.ones de la razón especulativa para
miento jurídico no puede decidir arbitrariamente lo que es una acclón, sino, por el aprehender el "ser en sí'' de esos objetos, e intenla superarlas desde una perspectiva dis-
contrario, está determinado por lo que la acción realmente es y que, como tal, es tinta. Las dificultades que implica este planteamknto -determinadas, a su vez, por las que
independiente y anterior a lo que el leg[slador quiera que sea. Asi pues, el concepto conllevan los problemas a los cuales intenLa superar- dieron lugar a equívocos y
malenlendidos, sobre Lodo porque era antagónico al modo de pensar más difundido en el
de acción no se puede obtener mediante una interpretación de la ley, sino que, por momento en que se lo formub. Algunas de esas dudas serán discutidas brevemente cuan-
el contrario, una vez que se Jo establece ontológicamente, determina el sentido de la do me refiera a las críticas dirigidas al finalismo; otras exceden los límites de esLa obra y
ley y los rasgos esenciales del sistema. no pueden ser abordadas en ella.

La n::'.flexión de YVELZEL sobre esla materia se encuentra enraizada en el realismo b) De acuerdo con las premisas expuestas, para WELZEL la acción es "actíví-
17
aristotélico 4 ~ -como, por 1o demás, él mismo lo reconoce expn:same11te- y, por consi- dad Jmal" 54 es decir, "obrar orientado conscientemenle desde el fin.""
guiente, también ha experimentado la influencia de la escolástica, especialmente del pensa-
Gracias a su experiencia, el ser humano conoce los procesos causales y está en
miento tomista y de DUNS ESCOTO. Sin embargo, a diferencia ele esas corrientes filosófi-
cas, no cree en la posibilidad de un Derecho Natural como onlen axiológico ideal que pueda condiciones de controlarlos hasta cierto punto, imprimiéndoles una determinada
deducirse de la naturaleza para ser c:1plicado a los conflictos rnncretos. 48 En cambio, afirma dirección. De esta manera, cuando desea alcanzar un fin (un objetivo), puede inter-
que ·'no en el sector axiológico central, sino en el sector periférico de lo ontológico, ha venir en esos procesos causales, conduciéndolos de modo que lo lleven a la meta
conquistado el Derecho naLural los resultados mcis permanentes. lndependienLemente de
(fin) propuesta. Asi, por ejemplo, quien aspira a comer una fruta que todavía pende
toda polémica y toda duela en torno a los prnhlemas axiológicos materiales, exislen ciertos
elatos ontológicos fundc:1mentales a los que se halla vlnculada toda posible valoración y que de las ramas más a1tas de un árbol, no necesita esperar hasta que caiga de acuerdo
señalan, por ello, a ésLa límites muy precisos". 4 " 11 El legislador no sólo se encuentra vincula- con el curso de los procesos causales naturales (maduración suficiente, desprendi-
do a las leyes de la naturaleza física, sino también a determinadas estrncturas lógicas en el miento, atracción por la fuerza de gravedad hacia la tierra, etc.); puede intervenir en
objeto de su regulació11, la cual, si no las Liene en cuema, ha de ser necesariamente falsa. La
ellos, porque sabe, según su experiencia, que si sacude el árbol los modificará,
estructura onLológica de la acción, por ejemplo, precede a toda valoración y regulación, y
quien quiere norrnar acciones tiene que respetar la estruclurn ontológica de la acción. La anticipando la caída de la fruta.
estn1ctura ele la actividad 1-eleológica del hombre, así como la función ele la intención en e11a, En el sencillo ejemplo anterior se aprecia claramente que la acción es obrar
son cosas que el legislador no pl1e<le madi.ficar, sino que ha de tener en menta en sus regu- orientado conscientemente desde el Jin, pues todo el proceso se inicia con la repre-
laciones, si no quiere errar en el objeto de ésu:1 11 •50 sentación del objetivo (alcanzar la fruta), y está gu[ado desde ella. Al mismo tiempo,
Esta manera de pensar, que enfatiza la conexión del orden valorntivo a la realidad del
enLe sobre el que recaen los nrnndatos y prohibiciones, afirmando su consistencia en el
la intervención del que actúa en el curso causal tiende a disponerlo de manera que
respetÜ de ella, procede ele la fenornenologia y, por eso, se encuentra disLanciada tanto de la se dir~ja hacia cIJln, es decir, que realice el objetivo propuesto. 56 Por eso, graficando
51
doctrina clásica del Derecho Natural como de la ontología precrítica (anLerior a KANT). la diferencia entre la acción finalista, que se origina en la anticipación de la mela
En efecLo, \VELZEL acepta "el principio supremo de todos los juicios sintéticos de KANT, de hacia la que marcha, y el simple acontecimiento causal, que se desarrolla por el
que las condiciones de la posibilidad de la experiencia son al mismo liernpo condiciones de
la posibilidad de los objetos de la experiencia.,, y de él ''deduce que bs categorías del conoci-
miento son tambié11 car.egorías del sn; es decir, que no son sólo categorías gnoseológicas, sino
(de modo p1imario), categorías ont.ológkas". 5 ¿ Por esto, la ontología a que se refine tampo-
\VELZEL, t)uevo sistemci, Prólogo a b. mana edición, pág. 12. Respc:cto a la influencia de NlCOU'I.I
co se idenLifica con el "realismo ingenuo" prekantiano, aunque efectivamente tomc1 de liARfMAN"'.'J en la teoría de la acción finalista, usualmente exagerada por sus advnsarios, puede enconlrarse
AR1STOTELES su profunda intuición sobre la estructura de la acción, rdonnulándola más una aclaración deLallada rn el mencionado Prólogo a la cuarta edición del Nltl'VO sistema_ págs. 11 a J 6 que
sería ocioso reproducir. Una apreciación del pensamienlo de \Vl::'LZEL que lo asimila excesivamente: al realis-
mo ari~lolé.lic:o me parece la de Z..,\FFi\ROl'd, Momwl, 184, pág. 330. Y, recientemente, En busw de los penas
perdidas (De.dcgitim.acion y dogmcilirn jwídico-pcna.!), Ediar, S./\., Buenos 1\ires, 1989, >VT, 3, págs. 195 y sigts
' 10 Especialmente revdactoffs en esre senli.clo son !os parrafos finaks ele sn obra Derecho naturnl y Justicia En esta última obrn, loe. cit., pág. l lJlJ, se declara incluso que "cabe reconocer en \'lf:lZEL una considerable
dosis de "arislotdismu·· en su captación dd orden del mundo". agregando que: "esto no im•alida en modo
nwtciie1J, rn1ducción de !-'elipe González Vicen, Aguilar, \'ladricL 1957, 1\/, 4, págs. 2 5fi y sigls.
alguno sus premisas metodológicas, sino su personal percepción del mundo" De acuerdo con lo oq)ueslo en
WELZEL. La. tco1 [a de la acció11 .fina.lista, cit., ll, p,ígs. 18 y 19
18 'vVELZEL, Dcrcchu Nr1lurn/ y .Justiciél Afolena!, cit., tV, 4, p,í.g. 2'56: "Aquí, c:n este Lerreno, debería abando-
el LexlO la ·'percepción" que WElZf'.L rime del mun<lo no coinci<le con la que Zaffarnni le anibuye. En su
narse, al fin, como ruta sin salida, el camino iusnatura!isrn <le las ideas platónicas o de la entelequia última obra_ ZAf'fARONI, 25, V 3, pág. 36'5, esLos pumos de vista aparecen morigerados
aristotélica. Partiendo de esencias axiológicas ickaks no es posil,le llegar a una decisión concreta, y el \VELZEL, 8, T, pág. 53; Nun'o sislcma, 1, pág. 25.
concrpto entekquico de naturaleza presupone precharnente aquello que se: busca. Ko valores abstractos, \VELZFL, 1, 1, pág. 53
st :\ causa de esle. proceso en que el fin cumple una doble función de proponer (desde) y orientar (hacia),
sino bienes concretos constituyen los f"ines del ubrnr".
V\iELZEL sugirió en sus últimos Lrnbajos que, para evitar i.nterpretauones equi\'Ocadas de la palabra "[ina-
f:; \VLLZEL, Drn,c/10 Natural y .Justicia lvlcitc1iul, Cll., l\''. 4. p{1gs. 257 y 258. (Los énfasis ó,On míos)
li<lad"' con que ID había clesigna<lo I-lART!,'lAN:J_, hubiera sido prefe.1ible servirse del térrninD "c:ibernétic_o·',
'º VVELZEL. Dncc/10 i\1atura! J Jttsllcia AfolerioJ, cit., 1\/, 4, pág. 2'58 (Los énfasis :;,on míos)
51 qur se babia forjado en el intervalo y lo ckscnbia mejor. Véase \VELZEL, 1, l, pág. 58 y La doctmw finahsta
VVELZEL. Nuevo sislcma, Prólog0 a la marra edición, pág. 13.
51 idrn1. (Los &nfasis en el original) hny, cil., pág. 229.

260 261
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury l.'r:nia CAPJTCLO V/ TEORÍA DE LA ACCIÓN

mero encader:i-amiento natural de las causas y los efectos, \iVELZEL sostiene que la efectiva de la acción se apreciarán si se imagina que el sujeto sólo vio los nidos
finalidad es vidente y la causalidad, ciega. 57 cuando ya se encontraba bajo el árbol y, luego de reflexionar sobre ello, prosiguió
La acción, así concebida, está precedida, en efecto, por la representación de adelante, aceptando lo que pudiera ocurrirles.
un objetivo que el autor en su voluntad decide alcanzar Para ello, tiene que resolver El concepto de acción finalista, tal como se lo ha desclito, servirá de base al sistema
asimismo cuáles serán los medios de que se servirá para conseguir su propósito, de la teolia del delito que se expondrá en esta obra. Por tal razón es conveniente hacerlo
cuyo empleo y modo de operar también forman parte de lo querido por él. Al hacer objeto de algunas precisiones adicionales.
todo esto, además, puede imaginarse posibles consecuencias accesorias indeseadas
de su intervención en los cursos causales, ante las cuales unas veces se detendrá, aa) La acción posee una estructura compleja, comprensiva tanto de la voluntad
porque no desea tomar el riesgo de ocasionarlas, o bien seguirá adelante, sea por- que la dirige, como de su manifestación en el mundo exterior. Si falta cualquiera de
que confía en que logrará evitarlas, sea porque le es indiferente provocarlas. Sólo en esos dos componentes no existe acción alguna. 60
este último caso las referidas consecuencias se incorporarán también a la voluntad
1.-Al aspecto exterior de la acción pertenece el movimiento corporal del agente,
del sujeto, pues no sólo se "quiere" lo que se "busca" sino también lo que se "acepta
pero no los resultados que éste produce como consecuencia causal de esa actividad.
en caso de que ocurra".
El resultado, cuando lo hay, trasciende a la acción; por lo mismo, es inconcebible
Mientras esta etapa preliminar permanece en la interioridad del autor, como
que la integre. Así, de la acción matadora forman parte el acto de apuntar en direc-
mera resolución, es jurídicamente irrelevante, pues "el pensamiento nunca es puni-
ción a la victima y el de gatillar el revólver, pero no la muerte del ofendido, que
ble" (cogitalionis poenam nema pati.tur). 58 La acción, por lo tanto, sólo comienza cuando
puede ocurrir o no; la acción de hacer caer una fruta está integrada por el sacudi-
la resolución se exterioriza en voluntad de realización de las modificaciones de los
miento del árbol, pero no por el derribamiento efectivo de la manzana, que puede
cursos causales para su orientación al fin. En la práctica, sin embargo, las dos etapas
no suceder. Acción y resuitado son cosas distintas, como que una es la causa y el otro
descritas suelen "entrecruzarse" ,59 de manera que algunos momentos de realización
el efecto. En algunos casos acción y resultado formarán parte del hecho descrito por
de la voluntad anteceden a nuevas reflexiones y resoluciones sobre el fin o los me-
el tipo, 61 pero no siempre es así. Hay tipos configurados por hechos en los que se
dios para alcanzarlo o sus consecuencias accesorias. Cuando la voluntad de realiza-
exige una acción pero no un resultado entendido como consecuencia causal de
ción alcanza la meta propuesta, la acción está concluida (consumada). Si, en cambio,
aquéJla (violación, injuria, tentativa o delito frustrado, en general, etc.), y hay hechos
no c.onsigue su objetivo, se trata de una acción sólo inLentada.
en los que se da el resultado y falta la acción; estos últimos no deben servir jamás de
Si se aplica lo expuesto al ejemplo presentado más arriba, puede advertirse
base a un tipo, pero eso no significa que carezcan de toda relevancia juridica: pue-
con triayor claridad la forma en que se esLructura la acción. En primer lugar, cuando
den, por ejemplo, constituir el presupuesto de una causal de justificación, como el
el hombre ve la fruta en lo alto del árbol surge en su mente el propósito (fin) de
estado de necesidad justificante, 62 de exculpación, como el miedo insuperable, 63 o
hacerla caer para comerla. Entonces, tiene que reflexionar sobre los medios para
deLerminar la conversión de un de1ito consumado en frustrado, tentativa e, incluso,
alcanzar su objetivo, que pueden implicar el ingreso a un predio ajeno si la planta se
en acto preparatorio impune.M
encuentra en su interior; si éste es el caso, la resolución de hacer caer la fruta com-
De lo dicho se concluye que los problemas relativos al resultado y al nexo
prenderá, además, la de invadir la. propiedad inmueble de otro. Si, finalmente, en el
causal entre éste y la acción no forman parte de la teoría de la acción sino de la del
· árbol hay nidos de pájaros que posiblemente caigan al sacudirlo y el hombre, aun-
tipo. 65 En cambio, constituye un problema diferente el relativo a si la producción
que no lo desea, se resigna a que eso ocurra para el caso de que suceda, la caída de
del resultado es o no cofundante del injusto típico. r, 6
los nidos también se habrá incorporado a su voluntad como consecuencia accesoria
aceptada. La acción sin embargo sólo se iniciará cuando el hombre salte el cerco, 2.- A la acción, en su aspecto interno (psíquico), pertenece la finalidad, es
·principiando con ello la modificación efectiva de los cursos causales. Cuando el decir, la voluntad de realización del hecho mediante la dirección de los procesos causales
autor prosiga sus intervenciones en la causalidad natural hasta hacer caer la fruta -y, desde el fin y gracias a la capacidad del autor para scrpradeterminarlos de acuerdo con
de paso, un nido- sacudiendo el árbol, tendremos una acción de "hacer caer una
fruta invadiendo el predio ajeno y derribando un nido" (esto último como conse- r,o In.Ira 1 5 antes de I
cuencia accesoria aceptada y lo segundo como medio necesario para la obtención 01
lnfra'. 17: anles de T.
ril lnfra, 24, n, b).
del objetivo). Los entrecruzamienLos de la etapa puramente interna con la ejecución óJ Tnfra. 29, lll, b)
6f lnfra. 35, II.
r,o lvli\URAC:li, l, 17, III, págs. 219 y sigts.; NOVOt\, Causcilismo y Jinalismo, 13, págs. 82 y sigts. Otra opi-
_ VVELZEL, T, T, pág. 54; Nuevo sistema, 1, 1, pág. 25; La leorfa de la acción fina lis la, cit., TT, pág. 19 nión en MEZGER, 1, 12, lll, págs. 172 y sigts.: ·'En el conu:pto de la acción eslá comprendido el concepto
08
!Je esta fomrnlación SI? deduce que no cualquier exteriorización de la resolución da principio a una acción <lel resultado. Rewltado del ddiLo es la total realización típica exre1ior; por ello, el resultado comprende
ranto la "conducra corporal del agente"' corno el "resultado exlerno'' causado por dicha conducta. La
<leLerminada. Para ello es necesario que comience a manifestarse la voluntad de realización de esa acción
posición deJESCHECK, 26, 11, 1, a), pág. 2.'35, difiere sólo aparentemente de la del texto.
en concreLo. Sobre la importancia de esla precisión para el concepto de la Lentativa, infra, 35, 11, 19. 60 Sobre ello, con detalle, JAKOBS, 6, 69 y sigts .. págs. 201 y sigLs., quien a diferencia del texto, vincula
' 9 WELZEL, 8, I, pág. 54 estrechamente las dos cuestiones. Véase, además, supra, l, TTl, e), ce).

262 263
------------------------,

!
CAPÍTULO V/ TEülÜA DE LA ACCIÓN

DEREUIO PENAL/ PARTE GENL•RAL / Enrique. C.my Lrzúa

de tipos penales sobre acciones verbales traiga aparejada una tendencia a castigar
su experíencia. Así, pues, la finalidad no es lo mismo que la voluntariedad o mínimo manifestaciones ideológicas. En eslo me parece que 1a regla ha de ser la de someter
subjetivo, vacía de conLenido, que la teoria causal colocó en la base de la acción. 67 a sanción sólo acciones verbales que danen (arts. 412 y 416 del C.P.) o pongan en
la finalidad es voluntad de realización y, por ende, está plena de contenido y direc- peligro concreto (arts. 8°, 292 y sigts., 296 y sigts. del C.P.) a un bien Jurídico determi-
ción. Tampoco se han de confundir finalidad y motivación. La motivación es ante- nado. los tipos de peligro abstracto -cuya legitimidad siempre es cuestionable- 73 cuan-
rior a la acción y coincide con la formación de la voluntad de realización, un proce- do se los construye sobre acciones verbales entregan al juez una facultad discrecio-
so mediante el cual el Yo-central o el plano de la personalidad caracterológica efec- nal precisamente en el límite que separa lo ideológico de lo fáctico y se prestan, por
túa la selección "conforme a sentido" de los impulsos que provienen del plano pro- ende, para arbitrariedades; por esto son inaceptables.
fundo de los instintos. 68 La finalidad, en cambio, es la volunlad de realización mis-
ma, expresándose en acto, es decir, operando sobre el mundo exterior para la reali- e) El concepto finalista de la acción modifica profundamente la teoría del delito en
zación del fin cuya elección fue el resuUado de la motivación. 69 general. El tipo ya no es la descripción de la pura exterioridad del hecho, sino que,
en tanto se refiere a una acción, alude además a la voluntad que lo orienta. La
La motivación no perLenece a la acción, porque no contribuye a su dinámica sino en
cuanLo, recogida por la finalidad, se realiza en ella. La motivación es sólo una condición de antijuridicidad, por consiguiente, supone un juicio de desvalor que recae tam-
la acción, no un elemento de su estructurn. Por eslo, la relev:mciajurídica de la motivación bién sobre ese contenido subjetivo, acentuando el desvalor de la conducta y dan-
sólo se expresa cuando se Lrala de reprochar la acción a su autor, Porque, dadc:is las condicio- do origen a un "injusto personal", 74 en virtud del cual lo que exteriormenle pare-
nes concreLas en que obró, pudo-y por eso debió- comportarse de otra llanera. Sin embargo,
existen también algunos casos en los cuales un motivo determina la tipicidad de la condue- ciera ser un mismo hecho, es enjuiciado de manera diferente respecto a los distintos
la.'º El hecho de que esto ocurra excepcionalmente, demuestra asimismo que finalidad y intervinienLes en él precisamente porque al concurrir con diversas orientaciones
motivación son cosas distintas subjetivas, cada uno de ellos está reabzando una acción también diferente. Fínal-
mente, la culpabilidad concluye el proceso de normativización que había princi-
bb) Es importante destacar también que, según se deduce de lo expuesto, no
existe una "acción en abstracto"- sino sólo "acciones concretas", como "acClón de piado durante el predominio del neokantismo, despojándose de referencias fácticas
matar", "de sustraer", "comer", de "bolar una fruta" o de "derribar un nido". superfluas y convirtiéndose en un juicio de reproche dirigido al autor porque
podría comportarse de manera distinta a como lo hizo. La teoría finalista es pues,
Dado que las consecuencias seguras o sünp1emenle posibles (pern acepiadas) de los anle todo, una teoría sobre la acción, porque presupone que el carácter ontológico
medios_ empleados también inLegran el contenido de la acción concrela. es posible, incluso,
de ésta condiciona prejurídicamente la noción del delito y su estructura; pero las
que cada una sea, en rigor, diferenle de todas las otras. Por esto, para describir unitariamente
a un grupo de ellas es indispensable hacer siempre abslracciones que las reducen a sus consecuencias de esa determinación y sus resultados prácticos suelen ser más
rasgos principales comunes, presentándolas, por así decirlo, como '·familias de acciones". perceptibles en el análisis de los otros aspectos del heclio punible, especialmente
En la ley penal esta larea compete a los tipos de i1ljusto que la efecLúan siguiendo pautas
Lécnicas comple_ias. Sin embargo, las peculiaridades de la acción concreta vuelven a cobrar
en el del iniusto.
significación jurídica en varios aspecLos y~ espeCLalrnente, para la di.sLinción enLre los actos
preparalorios (impunes) y la Lentativa <le un delito.7 1 d) Desde el punto de vista políti.co criminal, la concepción finalista presenta
ventajas que, sin embargo, con frecuencia se le desconocen. Su mayor mériLo es que
La naturaleza concreta de una acción Ia determina el fin que persigue su autor. Así, permite descartar más pronto que la concepción tradicional la punibilidad de aque-
la conducta de quien guía un automóvil puede ser lo mismo una sencilla acción "de llas conductas en las cuales no concurren los elementos subjetivos requeridos por la
viajar", cuando el propósito del conduclor es sólo Lrasladarse de un lugar a otro, ley para sancionarlos. Esto, en efecLo, el causalismo y sus variantes sólo está dis-
una acción "de matar", si esLá destinada conscientemente a embestir con el vehículo puesto a hacerlo en el ámbito de la culpabilidad, muchas veces después de un pro-
a un adversario para quitarle la vida, y una acción "de dañar" si lo dirige contra una ceso largo cuyas consecuencias para el afectado suelen ser devastadoras y ruinosas.
tienda de campañ.a a fin de destruirla. En cambio el finalismo, al instalar los elementos subjetivos en el tipo, presupone
que su existencia es un antecedente al que debe atenderse aún antes de someter a
ce) la palabra, hablada o esc,ita, es acción. 72 Pero como el lenguaje es el vehícu-
proceso al inculpado, lo que sólo se justificará cuando existe por lo menos alguna
lo inmediato para la comunicación del pensamiento, es posible que la construcción
evidencia razonable de que están presentes en el hecho. 75
67
Supra, T. Esta consecuencia práctica, cuya importancia es incalculable, deriva de que la concep-
"" WELZEL, Nuevo Sistema, VI, I, págs. 86 y sigts , y la bibliografía a1lí citada, en la que se destaca la influen-
ción finalista de la acción es más realista que su anlecesora y valora más los componentes
cia de SCHELER
w Una fina distinción enlre volunlad y motivos se encuentra en KAKT, Fundamentos de ww metaj[sica de lus
costwnlm:s, cil., 32. n lnfra, 17, Il, b)
,·o lnfra, 18, IV 74 Sobre el concepto de "'injusto personal", véase, además, ARMIN KAUFtvlA~N, Sobre el estado de la doctrina
71
lnfra, 35, II. del injusto personal, cit., págs. 159 y sigts.
72 Otra opinión enjlMENEZ DE ASUA, La ley y el delito, 289, pág. 465. quien niega el carácter de actos a las .,, En el mismo sentido, con detalle, ZAFFARONI, 28, II, págs. 396 y 397
que denomina '·resoluciones manifestadas'" La opinión del jurista español se funda en su Lemor a la
punihilidad del pensamiento. ·

265
264
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAl / Emiqut' Cury Urzúa CAPÍTULO V/ TEORÍA DE LA ACC!Ól\

espirituales de la persona humana. Sus antagonistas, sin embargo, prescinden por complet_o tipo. Por esto, la acción no es sólo una categoría del tipo, 80 sino algo que a éste se
de ella. En cambio la acusan de que, como implica la introducción de componentes. subJeL1-
vos en el injusto y, por consiguiente, en las causales de justificación, genera un nesgo de impone y que, en cuanto es anterior a él y lo condiciona, goza de independencia y
incertidumbre en la apreciación de estas últimas. 76 Desde luego esto es efectivo sólo hasta constituye un elemento autónomo del delito. 81
cierto punto porque, aparte de que los elementos subJetivos de JUStificación no tienen la
naturaleza vaga y moralizante que a veces se les atribuye, 77 en su determinación procesal En rigor, puede imaginarse una legislación que adopte otro criterio y decida castigar
también rige el principio in dubio pro reo. Pero, además, no se tiene en cuenta que los casos hechos, acontecimientos causales en cuya producción no ha intervenido la voluntad del
en los que la exclusión de la tipicidad por ausencia de dolo o culpa decidirán la no apertura hombre. La Historia consigna e.Jemplos. Daría mandó azotar al océano por haber abatido
del proceso, son en la práclica muchísimo más frecuentes e importantes que a~uello_s e~ ~os las naves de su escuadra y en la Edad Media fueron frecuentes los procesos contra anima-
cuales se presentan dudas sobre los requisitos subjetivos de una causal. de J~SL1ficac10n. les. Todo el derecho penal germánico, fundado sobre una responsabilidad objetiva, casti-
Desde el punto de vista sistemático, este argumento estadístico es, por cierto, irrelevante, ga en definitiva, puros hechos, y otro tanto parecía hacer el de nuestros aborígenes
pero para la perspectiva político-criminal aseguraría las ventajas de la teoría finalista, inclu- mapuches. 82 Pero soluciones como éstas no son compatibles con las convicciones cultura-
so si fuera el único de que pudiera echarse mano al defenderla. . . les de nuestra época, para las cuales incluso resultan risibles.
La mejor prueba de que la concepción final de la acción se ajusta meJor a las necesidades
Sin embargo, hasta el presente subsisten en los ordenamientos juridicos situaciones más
de la prá¿tica, es que los tribunales, intuitivamente, han trabajado siempre a partir de sus
<lificiles de detectar, en las que del hecho causal no se derivan consecuencias penales para las
presupuestos básicos. Así, por ejemplo, cuando se produce la muerte de una persona con
cosas que intervinieron en él, sino para un hombre, al cual se le atribuyen mediante una
motivo de un accidente del tránsito, reconocen el carácter imprudente (culposo) del hecho
imputación abusiva del puro vinculo causaL Estos casos son más corrientes de lo que parece.
ya cuando dictan el auto de procesamiento -e, incluso, antes, en el mo_m:nto de iniciar el
procedimiento- sin esperar para pronunciarse sobre su calificación subJetrva a la sen_t:nua Las leyes antisemitas promulgadas por el nacionalsocialismo en Alemania son un e_jemplo
definitiva, que es donde se discuten usualmente las cuestiones relatrvas a la c_ulpab1hdad. elocuente. No estaban destinadas a reprimir una conducta sino a sancionar un estado preexis-
Asimismo, el que intervino en un hecho en forma causal, pero de manera nn.<lenteme:1-_te tente, en cuya producción el sujeto no había intervenido. De la misma clase eran, entre noso-
inocente, nunca es sometido a proceso, no obstante que, de acuerdo con la concepc10n tros, las normas que consagraban la punibilidad de la vagancia (arts. 305 y sigts. del C.P), las
causal del delito, su participación debería considerarse típica y ant~jurtdica. Si alguna vez se cuales, por fortuna, han sido derogadas. Si nos esmeramos, encontraremos otros casos simila-
hubieran aceptado rigurosamente los criterios de la teoría tradicional, esta mane~a ~e- obrar res tanto en nuestras leyes como en las de la mayor parte de los Estados contemporáneos.
sería inexplicable; pero, por otra parle, las decisiones consistentes con ella constllmnan un Contra ellos -por nuestra organización jurídica y social- se alza la exigencia de que los tipos
atentado contra 1a economía procesal, 1a equidad y la seguridad personal de los ciudadanos. están constituidos sobre una acción. A eslo se refiere \VEUEL cuando niega que sea ley la que
"condena a muerte a todos los niños de ojos azules". Es posible que quienes proponen sustituir
Aparte de lo expuesto, la concepción finalista implica la exclusión de toda res- la acción por el hecho típico no reparen debidamente en este punto. 83
pOnsabilidad objetiva. 78 Como el delito supone una acción humana o, en su caso, una
omisión y ésta, a su vez, una voluntad que la orienta hacia un fin determinado y de
una cierla manera, la verificación del componente subjetivo es una exigencia impues- V. CRITICAS A LA TEORÍA FINALISTA"'
ta por su estructura ontológica, que limita las pretensiones punitivas del legislador.
a) La concepción de la acción elaborada por el finalismo se ha impuesto de manera
Por tal motivo, a éste no le es lícito sancionar la pura causación objetiva de un resul-
extendida en el mejor derecho comparado, respecto de los delitos dolosos de acción. En
tado, a menos que decida renunciar al derecho penal de actos e intente regular a las cambio, existe la convicción muy generalizada de que es inservible para comprender la
fuerzas de la naturaleza, lo cual, obviamente, escapa a sus posibilidades. estructura de los delitos culposos85 en general y, hasta cierto punto, también la de los dolosos
de omisión. 86 En muchos casos, se duda también de su idoneidad para explicar los hechos
Así como ño debe imponerse una pena a conductas que no lesionan o ponen en peligro punibles dolosos cometidos como consecuencia de reacciones automáticas. 87
un bien jurídico 79 no puede. castigiuse la lesión o puesta en peligro del bien jmídic? p~ovoca- No es posible anticipar en este lugar una respuesta minuciosa a tales críticas, que usual-
da por el acaso y no por una acción -u omisión-. La combinación de estos dos entenas -de mente conducen a desestimar el criterio finalista, sobre todo en lo referente a sus presupues-
los cuales el segundo cuenta con una base aún más sólida que el_ primero a causa de su tos filosóficos. 88 Para ello es preciso referirse con detalle a los temas respectivos. Aún así, sin
índole ontológica- constituyen el fundamento para una interpretanón de la ley adecuada a embargo, puede señalarse desde luego lo siguiente:
los requerimientos del Estado de Derecho Democrático.
00
Esta consideración subraya la función de la acción como base sobre la que Otra opinión en COUSIÑO, l, 66, págs. 261 y sigts., 83 a 87, págs. 326 y sigls., en donde se desenvuelve
prohjamente el punto de visla impugnado en el texto. Véase, además, supra, en esle mismo parágrafo, ll
descansa la arquitectura del delito, según queda de manifiesto en el art. 1° inc. "
1
Gr. ARlvl.lN KAUFMANN, Prohlems of cognitíon in legal science with rcference to penal law, en L.S., vol I,
primero del C.P, rnnforrne al cual el delito es, ante todo, acción u omisión. Cada 1970, págs. 18 y siglS. En el mismo sentidoJAKOBS, 6, 67, pág 200 y JESCHECK, 23, 1, 1, pág. 197.
82
Supra, 6, II, a).
tipo, en efecto, clebe referirse a una acción. Los restantes elementos del hecho pue- b
3
Cfr. ARMlN KAUPMAN~, Prohlems of cognit[on ln legal science with reference to penal law
61
den faltar: la acción nunca -en su defecto habrá una omisión-. Por consiguiente, la la ex-posición de esle capítulo a los estudiantes debe posponerse. Pero conviene hacerlos volver sobre los
temas a que se refiere una vez concluido el esludio de la te01ia del delito.
ley no puede tipificar cualquier cosa. Un tipo que prescinde de la acción no es un 65
Vé.:ise, por todos, :::,;¡QVOA, Ccwsali.'imo y finalismo, 21, págs. 116 y si.gts.; FER.NANDEZ CARRASQUILL\,
T, 32, 10, págs. 337 y sigts.; GI:v1BERNAT, Delitos cualificados por el resultado y causalidad, Reus, S.A.,
76 En este senlido POUTOFF, 8, 2, A, a), págs. 335 y sigts. y Los elementos subjetivos de! tipo legal, cit., 7, págs. lvladrid, 1966, págs. 105 ysigts.;JAKOBS, 6, 15, págs. 165 y 166.
ilii FER.:."lANDEZ CARRASQCILLA, 1, 32, 11, págs. 344 y sigts.
56 y 57. 87
JAKOBS, 6, 16_ págs. 166 y 167
Sobre ello, infra, 23, 1, b). ilR Así, por ejemplo, GIMBERNAT, ¿Qué e.'i la imputación objetiwi.?, en Estudios Penales y Criminológicos de la
78 lnfra, 25, 1, b), bb) U11iversidad de Santiago de Composlela, X, 1987, pág. 170_ para quien incluso un concepto ontológico de
Suprn, l, lll, e), ce), 1. acción sólo puede ser causal.

266 267
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury llrzüa CAPTTUI O V/ TEORÍA DE LA ACClüG"

No hay duda de que el reconocimiento de la estructura finalista de la acción no tiene ción de las "estructuras lógico-objetivas" ofrece también un fundamento del cual deTlvar una
una significación jurídica idéntica para los delitos dolosos de acción que para los de omisión teoría de los derechos humanos y ele su salvaguardia. Ciertamente esto se trastoca si se hace
u para los imprudentes en general. En todos ellos, sin embargo, cumple la función primor- depende-r la reacción punitiva únicamente del disvalor de la acción; pero lo mismo sucede
dial de enfatizar que el derecho penal no puede regir el acaso, sino sólo aquellos hechos que cuando, a b inversa, se pone todo el énfasis en la pura lesión o puesta en peligro del hien
son o pueden ser gobernados por la volunLad del hombre. Lo cual quiere decir que debe jurídico, postergando el análisis sobre el contenido y la orientación de la voluntad que dirige
excluirse de antemano del ámbito de la regulación punitiva toda situación que no podía ser la conducta. Entendida así -es decir, como afirmación de la responsabilidad élica del dere-
dominada por el autor. 89 Si los frenos de un automóvil nuevo fallan de manera súbita90 -por cho frente al hombre- la etización del ordenamiento puniliyo provocada por el finalismu
ejemplo a causa de un defeclo de fábrica imprevisible parn el usuario- y a consecuenc_ias de de_be ser bienvenida. El problema consiste en formular el sistema desde esa perspectiva y
ello el conductor alropella y mata a otra persona sin disponer de medio alguno para evita-do, evnar deslizamientos en un sentido negativo. Pero, a fin de cuentas, cualquier concepción
la Lotal ausencia de gobernabilidad del hecho por la voluntad del sujeto excluye la existencia humana está expuesla al riesgo de ser desvirtuada e instrumemalizada con propósitos delez-
de una situación jurídica penalmente ordenable (mandable o prohibible). ¡Sólo una miopía nables o a causa de errores y exageraciones inconvenienles. Lo importanle es estar dispuesto
legislativa inexcusable ha permilido que en nuestrn ordenamiento jurídico se haya deslizado a trabajar con la finalidad de rescalar su contenido más valioso para ponerlo al servicio de la
una norma, contrastante con esta conclusión, a la que la falla de rigor hermenéutico de la sociedad, cuyo perfeccionamiento y preservación en el respelo de todos sus integrantes
jurisprudencia ha impedido corregir! Lo mismo sucede cuando el salvavidas del balneario debe constituir su meta fundamental. Por eso, la elección de una entre varias debe ser deter-
no acude a socorrer al bañista que se ahoga, porque un poco antes fue asaltado y atado por minada por su idoneidad potencial para cumplir esos cometidos. Naturalmente, la medida
unos facinerosos, de manera que no puede moverse. en que esa aptitud concurre en cada una de las que disputan el campo está abierta al debate:
Se puede argumentar que con cualquier concepción de acción la práctica llega a estos sólo un enfrentamiento desapasionado y respetuoso permitirá que todas contribuyan al ob-
mismos resultados. Pero lo importante es que pueda Lambién fundamentarlos en forma ra- _ietivo común. Por lo que a ml se refiere, estoy convencido de que para desa1Tol1ar una teoría
cional pues eso, por ejemplo, le permitiría reclificaT las disposiciones que los contradicen, del delito acorde con los dictados de justicia, humanidad, certeza y mínima intervención
apoyándose en su inconslitucionalidad. Esta última observación basta para apreciar la im- que deben presidiT al derecho penal de un Estado Democrático, es indispensable encabezar-
portancia de reconocer la naturaleza y esLructura prejurídicas reales de la acción. la con un concepto de acción realista, esto es, integrado por la finalidad que la gobierna. 95

b) La otra crílica que se ha dirigido con insistencia a la teoría finalista consiste en que, al
subjetivizar el concepto de lo injusto introduce un riesgo de etización del derecho penal. Esta
objeción se reitera con particular insistencia en la doctrina iberoamericana, 91 muy sensible a VI. ESTADO ACTUAL DEL DEBATE.
ella a causa de que los gobiernos autoritarios de la región se han servido usualmente ele LA TEORÍA SOCIAL DE LA ACCIÓN
argumentos moralizantes para justificar sus excesos.
Es cierto que la subjelivación ilimitada del injusto puede conducir a un derecho pena[ del
ánimo y a la punibilidad de meras intenciones, sobre todo si se desvaloriza completamente la a) Aunque no consiguió imponer sus presupuestos filosóficos ni,
fuñción del disvalor de resultado, como ocurre en la sistemática del fundador del finalismo. 92 consiguienlernente, la totalidad de sus consecuencias, el finalismo cuenta con un
Ta~b\én parece ser verdad que, desgraciadamente, cuando recién la formuló, WELZEL puso grupo de adherentes importante en Alemania, Austria, Suiza. España, Italia y
su concepción al servicio de la dictadura nacionalsocialista, a cuyas ideas se adaptó con
facilidad. 93 Unas formas de etización como éstas, que pretenden prohibir la expresión de la Sudamérica e, incluso, Japón. Por otra parte, aun sin compartir el punto de partida,
disidencia, o exigen al ciudadano motivaTse en b fonna impuesta po, quienes cuentan con un sector de la doctrina y la legislación comparada aceptan gran parte de sus hallaz-
el pode, son, sin duda, intolerables. gos mas importames, como la ubicación del dolo en el tipo de injusto, el concepto
Pero_ así como es injuslo atribuir a la neutralidad valora ti va de los neo kantianos Lodas las
consecuencias indeseables qtie se extrajernn de ella,94 también lo es responsabilizar al finalismo
normativo de la culpa o imprudencia fundado en la infracción de un deber objetivo
por las que le asignaron sus expositores en momentos de debilidad o inconsistencia política, de cuidado, la exigencia de elementos subietivos de Justificación, el tratamiemo del
o por las manipulaciones de que puedan haberlo hecho objeto grupos de interés deseosos de error de prohibición y la teoría del dominio del hecho para la determinación de la
instrumemalizarlo. Toda idea valiosa está expuesta a que se la deforme. En circunstancias autotia. Por lo menos en Europa occidental, sólo Francia, Holanda y Bélgica pare-
históricas_ difíciles, también los sostenedores de la concepción causal de la acción y,
consiguientemente, de un injusto objelivo, han enconlrado la fonna de adecuarlos a las cen permanecer al margen de su influencia -prescindiendo, claro está, de Gran
necesidades y pretensiones de gobiernos autoritarios o corruptos. Bretaña, cuya tradición jurídica discurre por otros cauces. 96
En cambio, la teoría finalista posee un sustrato ético positivo que sí debe destacarse y
constituiT una aspiración del derecho del porvenir en un Estado Democrático de Derecho. En la literatura chilena la primera exposición sistemática de la teoría del delito
Ante todo, porque cuando afirma la naturaleza y estructura de la acción humana sobTe una
base ontológica, distinguiéndola radicalmente de los simples hechos causales y estados desarrollada de acuerdo al criterio finalista fue mi obra Olientación para el estudio de
preexistentes ingobernables, enfatiza también la dignidad del hombre. Por esto, la concep- la teoría del delito, cuya primera edición procede de 1969. Antes, en la primera
edición de su Derecho Penal (1964) y en la monografía sobre El concurso aparente de
leyes penales, se había adherido al finahsmo ETCHEBERRY.9 7 Sin embargo, su siste-
84 En el mismo sentido STRATENWERTH, 148, pág. 57 y ZAFFARONT, 28, l\l, pág. 400. Véase también 1
supra, IV, d), al final. ma poco tiene en común con el del finalismo, aproximándose más bien a1 expuesto
90
STRATEN\VERTH, loe. cits. en nota anterior
91 Véase, por todos, BUSTOS, Consideraciones en tomo del injusto, en Bases Criticas, 3, pág 27; FERNANDEZ
CARRASQULLLA, l, 39, 4, págs. 284 y sigts., NOVOA, Causa!ismo y finalismo, 16, págs. 96 y sigts.;
POL!TOFF, Los elementos subjetivos del tipo 1ega1, cit., 7, págs. 56 y sigts
1
rn
92

93
Supra, 1, III, e), bb)
Cfr. POLITOFF, Sistema juridico - penal y [egilimaclón política en el Estado demorn'.itiw de derecho, en Nuevo

%
En senlido semejante ZA.ffARONI, 28, II, 2,
JESCHECK, 22, V, 6, págs. 192 y 193.
pág. 397.
1
94
Foro Penal, Nº 45, Bogotá,Julio - Sepliembre de 1989, págs. 313 y sigts
Suprn, n
97
ETCHEBERRY, P t:dición. l, págs. 161 y sigts ; El concurso aparente de leyes penales, Editorial jurídica de
Chile, Santiago, sin fecha, 30, págs. 77 y sigts
1~

268 269
CAPÍTLl.0 V/ TEORÍA DE LA ACCl()N
DERECHO PENAL/ PARTL' GENERAL / Enrique Cury Crn\a

por MEZGER en su Derecho pena!, libro de estudio, de 1955. 98 En la misma época se


§ 15. LA AUSENCIA DE ACCIÓN
afilió a ese criterio -del que luego se ha distanciado, pero sin prescindir de sus
Como no hay delito sin acción -u omisión en su caso- es obvio que cuando
consecuencias fundamentales- BUSTOS, en la monografía Culpa y Finalidad, de
no existe acción tampoco existe delito si, además, no concurren los presupuestos
1967 99 y posteriormente COUSIÑO, en su Derecho Penal Chileno, cuyo tomo prime-
de una omisión. Esto la ley no ha necesitado decirlo, pues la presencia: o ausencia
ro se publicó en 1975, y GARRIDO en las monografías sobre El homicidio y sus
101 de acción es una situación de hecho que, por regla general, puede verificarse
figuras penales 100 de 1976 y Etapas de ejecución del delito, autmia y participación, de
2 fácilmente. Ocurre así, en especial, cuando Jo que falta es la manifestación exte-
1984 y, en su obra general, Derecho Pena!, cuya última edición data de 1997.1°
rior de la voluntad, es decir, cuando ésta no se ha materializado en cambio alguno
Aunque con variantes, también acoge los puntos de vista fundamentales del finalismo
del mundo exterior y permanece en estado de simple deseo, lo mismo si se lo ha
LUIS ORTIZ. 1º3 De manera circunstancial se ha pronunciado además en su favor
105 o no expresado.
YAÑEZ, 104 extrayendo conclusiones en materia de parlicipación criminal. Desde
106 En cambio, se prestan a dudas los casos en los que se ha operado una modifi-
el punto de vista sistemático, también se orienta en este sentido NÁQUIRA. En
cación externa que, sin embargo, no ha sido conducida por la voluntad del autor y
conjunto, un sector importante de la doctrina nacional se inclina en la actualidad
es una pura consecuencia de fuerzas naturales o de terceros que aquél no está en
por la concepción finalista de la acción, aunque no todos los autores citados acogen
condiciones de dominar. En tales situaciones se presenta una apariencia de acción,
sus fundamentos filosóficos ni se pliegan íntegramente a sus criterios sistemáticos.
cuya presencia descartará un examen posterior. Las hipótesis indiscutidas son las de
b) Con posterioridad a la polémica entre causalismo y finalismo se ha desarro- la fuerza física irresistible, los movimientos reflejos y los movimientos ejecutados
llado en Europa una teoría social de la acción, según la cual "acción es(. .. ) comporta- durante el sueño normal o sonambúhco, todas las cuales son de importancia prácti-
miento humano socialmente relevante". 1 º7 Un comportamiento es socialmenle rele- ca reducida. 113 Para resolver otros casos que presentan más dificultades, es preciso
vante cuando afecta a la relación del individuo con su mundo circundante y sus tener en cuenta el siguiente criterio general: No hay acción cuando puede afirmarse
consecuencias alcanzan a este último. 108 que el sujeto sólo ha tomado parte físicamente en el hecho, pero sin intervención de
La teoría social de la acción, a la que adhieren entre otros JESCHECK y su voluntad en 1a conducción del mismo hacia un fin. Por el contrario existe una
WESSELS en Alemania y RODRIGUEZ MOURULLO en España, 109 se atribuye so- acción si. la voluntad del agente orientó los cursos causales, aunque lo hiciera para
bre todo el mérito de abarcar en su concepto todas las formas de conductas jurtdi- dirigirlos hacia una meta distinta de la que alcanzó (caso de error) 114 o porque se
camente significativas (acción y omisión, hechos dolosos y culposos). Pero la no- había formado anormalmente, bajo la presión de circunstancias extraordinarias (ca-
ción de que se sirve está recargada de componentes valoraüvos, a causa de lo cual es sos de inculpabilidad).11 5
imposible distinguirla de los restantes elementos del delito 11 º y recae en la tenden- Ejemplos: No existe acción dañosa del hombre que es empujado por otro, cae
cia neo kantiana de diso1ver la acción en el Lipo. l 11 Además, nunca se la ha formulado sobre una vidriera y la rompe. La hay, en cambio, cuando el sujeto conduce con
de una manera precisa y clara, justamente porque los ingredientes axiológicos difuminan prudencia su automóvil y mata a un suicida que se arroja sorpr~sivamente bajo el
sus contornos. Por estas razones ha tenido escasa difusión en nuestro medio. 112 coche. En este caso debe apreciarse una acción de "conducir automóvil" que, por
un error invencible del autor, ha ocasionado una muerte. También existe acción si el
sujeto es amenazado con un arma de fuego para que redacte y suscriba una carta
98 En el mismo sentido del texto NOVOA, Cau.salismo y finalismo, lntroducción, pág. 15, con énfasis en la nota 11.
injuriosa. En este úllimo caso la acción de injuriar será inculpable a causa de que la
g9 BUSTOS, Cu.1pay Finalidad, EdiloriaLjurtdica de Chile, Santiago, 1967, págs. voluntad que la orienta se forma de manera anómala, pero no está ausente.
100 GARRIDO, El homicidio y sus flgu.ms penales, Edi.ciones "Encina, Santiago, 1976, págs.
101 GARRlDO, Etapas de ejewclón dd delito. Autoria y participación, Editorial Jurídica de Chile, Sanliago,
La diferencia entre los casos de auténtica ausencia de acción y aquellos en que
1984, págs. ésta existe pero falta algún otro elemento del hecho punible (tipicidad, culpabili-
ioz GARRIDO, II, especialmente 3.3, págs. 36 y siglS, pero también a lo Largo de toda la obra
10' ORTlZ, LUIS, Algunas rnn.sideraciones sobre la acción Jinalista. en R.CP. Tomo XXIV Nºs. 1 y 2, Sanüago,
dad) cobra importancia especialmente en materia de concurso de delincuentes 116 y
1965, págs. 3 y sigts. y 101 y sigts. respectivamente. principio de ejecución en la tentativa. 117
10+ YAÑEZ, Problemas básicos de la autor[a y de la participación en el Código Penal Chileno, en R.CP, tomo

XXXlV N° 1, págs. 49 y si.gts.


105
Véase infra, 38, 1, e), ce).
106 NÁQUlRA, especialmente págs. 123 y sigts.
107
JESCHECK, 23, IV, 1, pág. 201.
100
JESCHECK, 23, IV, l, págs. 201 y 202.
109 RODRIGUEZ MOURULLO, XII, 11, 3, pág. 220. Véase una bibliografía más deLallaJ.a en GIMBERNAI
ilJ En cambio, como se verá infra, 45, los casos de ausencia de omisión son más frecuente" y significalivos.
114
ORDEIG, ¿Qué es la imputación objetiva?, cil., l, nota 3), págs. 171 y 172 1nfra. 18, 11, d), ee)
115
uc GlMBERNAT ORDETG, ¿Qué es ta imputación o~fctiva?, cit., IT, sobre todo 3, pág. 174 lnfra, 29, I y 11
rn ldem lló Infra, 38, I, a) y b).
112 Cfr. MUÑOZ CONDE. 7, b), págs. 19 y 20, quien no ha encontrado autoTes latinoamericanos que la 111
Infra, 35, 11,A.
sigan.

271
270
DERECHO Pl'>-lAL / PARTE GENf,RAL / Enr,que. Cury Lrzua CAPÍTULO V/ ·1 LORÍA DE LA ACCIÓN

I. LOS CASOS INDISCUTlDOS DE AUSENCIA DE ACCIÓN e) .Movimientos realizados durante el sueño

Tampoco es acción el movimiento corporal ejecutado durante el sueño nor-


a) La fuerza física irresistible
mal o sonambúlico.12 1 La madre que ahoga a su criatura durante el curso de un
En primer lugar debe mencionarse la hipótesis de fuerza }tsica irresistible, (vis sueño agitado no realiza conducta alguna, así como tampoco el que derriba un
absoluta) en las que el movimiento corporal del agente es el resultado de un aconte- Jarrón mientras camina sonámbulo por la habitación.
cimiento ajeno a él, que ha doblegado no sólo su voluntad sino también su cuerpo. Naturalmente, surge aquí el problema de si al echarse a dormir, la madre
Los ejemplos son, en su mayoría, creaciones de laboratorio con poco interés prácti- quiso aprovechar las condiciones de su sueño para dar muerte a la criatura; o de si,
co: la mano de A es forzada por B para trazar sobre el documento la firma falsa; el por Jo menos, previó o debió prever el resultado letal. En el primer caso existirá una
dedo de C es forzado por D a oprimir el gatillo del arma cuyo disparo mata a la acción parricida (dolosa); en los otros, una conducta imprudente que serviría de
víctima; E empuja a F que cae sobre el cristal del escaparate y lo destroza; una fundamento a un homicidio culposo. Pero en estas situaciones la acción Jinal se ha
piedra que cae de la ladera derriba a G, quien rueda y aplasta a su compañero de ejecutado cuando la mujer se acuesta a dormir junto a la criatura. Los movimientos
excursión, 1esionándolo; se levanta súbitamente un viento huracanado que arroja a posteriores no son sino el instrumento causal ciego de que la mujer se sirvió para
H sobre un objeto frágil al cual causa graves daños Es obvio que A, C, F, G y H no lograr su objetivo, o al cual no imprimió la dirección final necesaria a fin de impedir
han ejecutado acción. resultados indeseables; por ende, esos movimientos no constituyen acción.
Como se deduce de los ejemplos, la fuerza puede proceder de la actividad de Suele mencionarse estas hipótesis enLre las actio liberae in causa (acciones libTes en su
un tercero o de los elementos de la naturaleza. La distinción importa, porque en el causa). 122 Los resultados pTácticos son semejantes. Pero las actio hberae in wusa en senlido
primer caso existirá una acción de quien la ejerce, mientras en el segundo no hay esLricto son acción, si hien acción que, en principio, no podria imputarse al autor por haber
sido defectuoso el proceso de formación de la voluntad que los orienta. En estos otros casos,
acto en absoluto. en cambio, el movimiento corporal no constiluye acción, poTque la voluntad finalista no se
Una parte de la doctrina cree que la ley se refiere expresamente a esta situa- ha foTmado incorrecLamente, sino que, en verdad, no se formó y no existe.
ción cuando exime de responsabilidad al que ha obrado "violentado por una fuerza
irresistible" (art. 10 Nº 9°, primera parte del C.P). En mi opinión ésta es una causal
de inculpabilidad y abarca los casos de coacción (vis compulsiva) y fuerza moral H. LOS CASOS DUDOSOS
irresistible. 118
a) Menores y enfermos mentales
h) Los actos reflejos Por regla general los inimputables 123 (menores y enfermos mentales severos)
ejecutan acciones. En efecto, un niño de diez años (art. 10 Nº 2º C.P.) o un para-
Los actos reflejos son respuestas automáticas del sistema nervioso a ciertos estí-
noico (art. 10 Nº 1º, primera parte) imprimen usualmente una finalidad a su
mulos externos que, por consiguiente, la voluntad del sujeto no puede gobernar. En
conducta; otra cosa es que, a consecuencia de su desarrollo psíquico insuficiente
tales casos no hay acción, como cuando alguien estornuda, se le produce una hemo- o patológico no sea posible reprocharles la acción ejecutada. En ellos no está au-
rragia nasal y daña un valioso tapiz al mancharlo con sangre, o si recibe un golpe en la sente la voluntad, pero el proceso de su formación es anormal; éste es, pues, un
rodilla, levanta en forma refleja la pierna y da una patada a un tercero que pasa. problema de culpabilidad.
Tanto en estos casos como en los de fuerza irresistible, la inexistencia de acción puede, Sin embargo hay excepciones. Una criatura de seis meses de edad o un epi-
sin embargo, conciliarse con la presencia de una omisión. 119 En el caso del que eslornuda y léptico durante el ataque tonicoclónico no realizan acciones. Los movimientos cor-
mancha e1 tapiz, por ejemplo, el sujeto puede haber podido llevar consigo un pañuelo para
porales de esos individuos carecen de dirección final y, por consiguiente, no satisfa-
cubrirse la nariz y evitar un accidente de esa clase, cuando era presumible que ocurriera
poTque padecía de un fuerte resfrío. Aunque usualmente esLas hipóLesis tienen significa- cen el concepto de acción. En las relaciones causales en que intervienen lo hacen
ción social li-mitada, pueden darse algunas de mayoT importancia, sobre Lodo en el campo como simples objetos. La decisión para efectuar el distingo se funda en la capacidad
de la delincuencia imprudente: un médico liene que adoptar medidas para eviLar las con- de volición del sujeto, es decir, en si posee una psiquis lo bastante desarrollada y sana
secuencias de reacciones reílejas pffvisibles durante el curso de una intervención quirúr-
gica; lo mismo vale para e1 conductor de un automóvil, de una aeronave u oLro vehículo como para querer que el mundo de los fenómenos se oriente en un sentido determina-
motorizado. 12º do. Esto basta. La normalidad o anormalidad de la volición, en cambio, nada tiene
que ver con la existencia del acto. t
1.

us Sobre ello, CORDOBA RODA, Notas de derecho español en 11AURACH, Il, 7º, págs. 71 y sigts., CORDOBA
RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, T. pág. 331; JIMENEZ DE ASUA lll, 1181, pág. 733. Una posición
1
121
Sobre el sueño sonambúlico, otra opinión en BUNSTER, La voluntad del acto delictivo, cit., 7, pág. 32

119
intermedia en ETCHEBERRY, 1, págs. 348 y sigts. y COUS1NO, 1, 105, págs. 505 y 506, quienes coinciden
con el criterio de la jurisprudencia. Respecto al detalle, infrn, 29, lll, a), aa).
Como en el texto, COUSIÑO, I. 105, C, pág. 5ll;JAKOBS, 6, 41, pág. Hll; NÁQUIRA, pág. 51.
m lnfra, 27, ll, b), aa).
1
JAKOBS, 6, 40, pág. 181 123
Infra, 27, 11, a) y lTT
llú Tnfra, 19, lll, e).
1
272 273
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa

Con todo, los movimientos de las criaturas y las convulsiones de un epiléptico CAPÍTULO VI
durante una crisis son, en rigor, actos reflejos. Por esto, no es necesario crear una ,
categoría especial en la cual subsumirlos para excluir su carácter de acción. TEORIA DE LA TIPICIDAD
b) El sueño hipnótico (El injusto típico)
Los actos ejecutados durante el sueño hipnótico son más difíciles de solu-
cionar. De acuerdo con el estado actual de los conocimientos sobre ellos, parece 1

'I
que en tales casos el sujeto ejecuta una accíón, pero como el proceso de formación
de su voluntad ha sido interferido por el sugestionador, no es libre y, en conse-
cuencia, no se le puede reprochar Se trata, por ende, de problemas relativos a la
culpabilidad.12 4

e) Actos habituales y pasionales


Contra lo que se afirma con alguna frecuencia, 125 los actos habituales y
pasionales son fínales y constüuyen accíón. Lo que ocurre es que en e1los la determi- § 16. TIPO Y TIPICIDAD
nación del objetivo, la selección de medios y el examen de la forma en que se ope-
rará sobre los procesos causales se resuelven de manera automática porque respon-
den a un aprendizaje previo que habilita para efectuar1os inconscientemente, aun-
I. GENERALIDADES
que pueden volverse conscientes en cualquier momento. 126 En estos casos las reglas
de la experiencia se han introyectado por el autor, de tal manera que éste puede El concepto de tipo es reciente y aunque se ha impuesto de manera amplia, sus
servirse de ellas Sin necesidad de una reflexión previa. Existe, pues, una voluntad contornos siguen siendo imprecisos. Esto se debe, en parte, a que se le atribuyen
que gobierna el acto y, probablemente, con mayor seguridad que en otros casos. [unciones diferentes, las cuales, en rigor, corresponden a significados también dis-
Lintos.1 Pero entre nosotros contribuye además a la polémica cierta confusión lin-
III. LA AUSENCIA DE ACCIÓN CON ARREGLO güística, pues en español la palabra tipo se emplea para traducir libremente el voca-
A LAS TEORÍAS CAUSALISTA Y FINALISTA blo alemán Tatbestand, pero también para referirse a lo que en ese idioma se desig-
naba con las expresiones de origen latino Tipus o Delikt-ttpus, que actualmente se
NOVOA ha observado que los casos de ausencia de acción a que se refiere la encuentran casi en desuso. De esta ince.rteza en las acepciones derivan equívocos y
teoría finalista son los mismos que consigna la concepción causal. En su opinión, malos entendidos.
esto "reduce a límites bien medidos el 1gran descubrimiento 1 de los finalistas". 127 En honor a la verdad, la ley chilena no se refiere al tipo en parte alguna. Sin
La ob~ervación es exacta. No así la consecuencia que de ella extrae su autor. embargo, como el contenido del concepto es aludido, sin mencionarlo, por nu-
En primer lugar, porque la fundamentación de por qué en todas estas situaciones
merosos preceptos -incluyendo algunos de rango constitucional- es lícito usarlo
no existe una acción, pese a que el movimiento corporal, el cambio en el mundo
para sintetizar las ideas a que se refiere, siempre que se precise lo que se entiende
exterior, está presente, sólo resulta clara desde el punto de vista finalista. El
por tipo en cada caso. Con este objeto, conviene hacer desde luego las siguientes
causalismo, en cambio, únicamente puede lograrla mediante una construcción com-
distinciones:
plicada que supone un desmembramiento del elemento subjetivo. Además, las prin-
cipales consecuencias de la concepción finalista no se traducen realmente en gran- a) Antiguamente se habló de un tipo en sentido amplio, constituido por el con-
des modificaciones de este aspecto, sino en la consideración y tratamiento de la junto de todos los presupuestos c¡ue deben concurrir para que sea posible imponer una
antijuridicidad, de las causales de justificación, del error de tipo y prohibición, de la pena. En esta acepción, tipo significa lo mismo que delito, abarca no sólo la descrip-
participación criminal, de la tentativa, etc. Así pues, el hecho de que no innove en ción del hecho punible sino también los Juicios de antijuridicidad y culpabilidad, y
materia de causales de ausencia de acción no atenúa su importancia. es una noción inútil a inductiva a confusiones de la cual es preferible prescindir. 2

12 1
· Véase infra, 27, ll, b), ee), con delalle sohre el debate científico y la bibliografía disponible; como en el
texto, Ni\QUIRA, pág. 50.
125
JAKOBS, 6. 16, págs. 166 y 167. Como en el texto, JESCHECK, 23. lll, 2, a), pág. 199. ROXIN, 10, 1 y sigls., págs. 277 y sigts., y frmia del tipo penal, ciL., págs. 169 y sigts. Véase, además,
126
JESCHECK, op. y loe. cil. en nola anterior ZAHARONT, 29, TT, 2 y sigts., págs. 415 y sigts.
m NOVOA, Causalisrno yfinalismo, 2, pág. 29. \VELZEL, 10. V, pág. 7.

274
275
D!'.RECHO PJ':'1AL / PAR"! 1-, GEC\ERAL / Enrique Cury llrzúa CAPÍTULO VII TEORÍA ur: L, TIPIC!DAO (Fl injusto típico)

b) Mucho más importante es el concepto de tipo de garantía, c?mpuesto por la expresa, sino que se la presupone, además, circunstanciada, pues sólo así puede
desclipción legal del hecho al que la ley asocia una pena. De este tipo de garantía no expJ-icarse que una "circunstancia agravante" pueda ser incorporada a ella por la ley.
forman parte los juicios de anttjuridicidad y culpabilidad, sino sólo elementos fácticos;
c) En tercer lugar, se habla de un tipo sistemático, al cual puede también desig-
pero lo integran características que, por lo general, no se incluyen en el tipo sistemá-
narse como tipo en sentido estricto o lipa ele injusto, del cual sólo forman parte el con-
tico o tipo en sentido estricto, 3 pues si bien su concurrencia es indispensable para que
junto de las características obJetivas y subjetivas que constituyen la conducta prohibida.
el hecho sea punible, no son componentes de su desvalorjurídico, como ocurre con
Es a este tipo al que posteriormente se enlazan los Juicios de antijuridícidad y cul-
las "condiciones objetivas de punibilidad" 4 o las "excusas legales absolutorias". 5 A
pabilidad. De él se trata en la exposición que sigue en este capítulo y, por lo tanto,
este tipo de garantía se refiere el principio nulla poena sine lege, 6 pues los ciudadanos
aquí no es necesario precisarlo más.
tienen derecho a saber exactamente qué circunstancias deben concurrir para que su
conducta sea sancionable, con prescindencia de si ellas agregan o no algo a la res- d) Finalmente, puede también hablarse de un tipo del error o tipo regulador del
ponsabilidad social del comportamiento. EJemplos: El que presta auxilio a un suici- dolo, 10 al que pertenecen aquellos elementos del lipa sistemático al cual debe referirse el
da (an. 393 del C.P), debe saber que su acción no puede ser castigada sino cuando conocimiento del autor en los dditos dolosos. Su importancia es prevalente en la teoría
aquél se quita realmente la vida, aunque esto, por ser independiente de la voluntad del error de tipo, en donde se lo destacará especialmente. 11
del auxiliador, no añada nada al desvalor ético-social de su acto. El que sin la volun-
tad del dueño sustrae una cosa perteneciente a su hermano, tiene derecho a saber
que su conducta es impune (art. 489 del C.P.), si bien la vinculación parental con el U. EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE TIP0 12
propietario no pone o quita nada a la reprobabilidad ético-social del hecho y ni
siquiera es preciso. que el autor la conozca. a) Origen del concepto
Desde este.punto de vista, el tipo de gararrtía importa una precisión y perfeccio-
namiento al principio de reserva. 7 Este imponía la exigencia de que los hechos punibles El concepto del tipo se desenvolvió a partir de la teoría del cuerpo del delito
fueran declarados tales por una ley dictada con anterioridad a su ejecución, la cual (corpus clelicti), 11 una noción procesal que sobrevivió en nuestro ordenamiento jurí-
debía, además, precisar la pena; pero la descripción del hecho podía ser tan amplia y dico hasta el 6 de marzo de 1989, el cual se rderia al conjunto de características
vaga como el legislador quisiera, ya que en tal sentido no se establecía limitación. El fácticas del hecho punible que constituían "el fundamento de todo JUicio criminal"
principio de tipicidad, en cambio, exige que también el hecho típico -y no sólo la pena- y cuya comprobación era "el primer objeto"·a que debían tender las investigaciones
sea exacta y claramente descrito. Así como el principio de reserva impide la crea- del sumario (art. 108 del C. de PP, en su redacción antigua)." En esa evolución, sin
ción judicial de penas, el de tipicidacl veda al legislador incriminaciones genéricas, embargo, ambas nociones se distancian mas y mas, a medida que el interés se des-
completando la evolución que se había iniciado en el siglo XVIII. 8 No hay propia- plaza desde la pregunta procesal (¿qué es lo que ha sucedido de conformidad con lo
mente un tipO cuando se castiga "todo acto contrario a la revolución" o "cualquier probadol) a la material (¿cómo se ha de valorar el suceso'). 15
atentado a la seguridad nacional" o a "las buenas costumbres", etc. La acción, por lo Aunque se tra¡a de un concepto que se empleaba desde antes, quien le confie-
menos, debe especificarse. 9 re al Lipa la importancia que se le atribuye actualmente es BELING, a partir de sus
Hasta hace poco, el principio de legalidad no encontraba en nuestra legisla- Estudios sobre el delito, publicados en 1906, hasta su Doctrina del delito tipo, que data
ción. una consagración que permitiera referirlo con certeza al tipo de garantía. Por de 1930, 16 pasando por las sucesivas ediciones del Esquema del Derecho Penal. 17
eso había que recurrir a una interpretación prolija a fin de darle un fundamento BELING advirtió que en las definiciones tradicionales del delito, en las que se lo
dogmático. Actualmente, en cambio, se encuentra recogida por el art. 19, Nº 3, inc. caracterizaba como a un hecho penado por la ley, se incurría en una tautología,
octavo de la CPR de 1980, con arreglo al cual "ninguna ley podrá establecer penas
sin que la conducta que se sanciona esté expresamente descrita en ella". Por otra
parte, de conformidad con el art. 63 del C. P, esa descripción no sólo debe ser 10
ROXIN, 10, 3, págs. 277 y 278, y leoría del tipo pena!, cit., págs. 170 y sigts
11
Infra, 18, 11, d).
12 De acuerdo con lo expresado en el párrafo anterior, e), en lo sucesivo, cuando se emplea la palabra tipo sin
calificaciones, se alude al tipo sistemático, tipo en sentido estiicfo o tipo de injnslo.
Tnfra, e). JAKOES, 6, 48, págs. 188 y 189.
+ lnfra, 20, 11.
14 El conceplO de "cuerpo del delito" todavía subsiste en disposiciones penales como la del art 17, Nº 2 del
lnfra, 30. C.P., aunque all-í se la emplea en un sentido vulgar que difiere del expresado en el texto. Véase, sobre ello,
ROXIN, 10, 2, pág. 277, y Teoría de! tipo penal, cil, pág. 170. Roxin ar.ribuye a este tipo de garantía, con infra, 39, IV, e), bb).
razón una función político criminal. 1\ JAKOBS, 6, 48 pág. 189
1 16 La versión española que se cita en el texto es de 1944 y pertenece a SEBASTIAN SOLER. Existe, además,
Supra, 7, L
Supra, 7, 11. una anterior, de L PRIETO CASTRO y J. AGUlRRE CARDENAS, Edilorial Ruis S.A., Madrid, 1936.
1
Suprn, 7, 1v; e) ~ La versión española que se cita en el texto es la de 1944.

276 277 1
1
J
DERECHO PENA)./ PARTE GE.\1ERAL / Enrique Cury l;rzúa CAPÍTULO VI/ TEORÍA DE 1.A TIPICIDAD (l'I injusto típico)

como caracleríslicas de esa figura. 23 El delito-tipo ni siquiera es parte integrante de la


pues lo que se trataba de conceptuar era, precisamente, al hecho que, por ser
delito, merecía ser sancionado con una pena. Ahora bien, la categoría lógica que
diferencia al injusto punible de los otros injustos, es su adecuación a una de las
figura delictiva. "Son más bien imágenes representativas que preceden lógicamente a las
correspondientes figuras de delito, pero que sólo son regulativa a intelecLualmenle
condicionantes" .24
1
descripciones que de los distintos delitos traza la ley penal. BELING designó como Como puede observarse, los elementos subjetivos de lo injusto pueden lener cabida
en la figura delictiva, peTO se les ha expulsado del delito-tipo (Tatbcstand). Puesto que éste
tipos (Tatbestand) a tales descripciones, y ti picidad a la congruencia entre el hecho es un esquema conceplual que ha de servir de rector así a la faz objetiva (anlijuridicidad)
concreto y uno de dichos tipos. Con ello, la típícídad aparece, junto con la como a la subjetiva (culpabilidad) del delilo, BEUNG estima inconcebible atribuirle mo-
anlíJuridícidad y la culpabilidad, como la tercera caracteüstíca especificadora de la mentos subjetivos, porque ¿cómo puede la subjetividad referirse a sí misma?, ¿cómo pue-
de el autor conocer y querer su propia tendencia libidinosa (art. 366 ter C.P.) o su propio
conducta punible, asumiendo una significación autónoma en la estructura del ánimo de injuriar (art. 416 C.P.)? Para BELING este reconocimiento de lo subjetivo por lo
delito que hoy se le reconoce en forma preponderante, no obstante la polémica subjetivo es ininteligible. 25
que todavía persiste en torno al punto. 18 En lo relaLivo a la neuLralidad valoraliva del lipo, postulada inicialmenle con el objeto
de independizarlo y distinguirlo tanto de la antijuridicidad como de la culpabilidad, apa-
rece especialmente exagerada en el concepto del delito-tipo, al que formaliza por comple-
h) El concepto de tipo en BELING y su evolución to, privándolo incluso de una función sistemática aprovechable.
En el derecho comparado se reconoce a BEUNG el mérito de haber destacado la posi-
De acuerdo con la concepción inicial de BELING, el Lipo sólo contiene una descrip- ción independiente y fundamental de la tipicidad en la estructura del delito, aún por
ción del aspecto "objetivo" del hecho punible, esto es, de sus caracteríslicas externas. Los aquellos que polemizan con ese pumo de vista. 26 Pern el descamado concepto del delito-
elementos subjetivos, en cambio, se encuentran adscrilos en su totalidad a la culpabili- tipo ha perdido vigencia y en buena medida pertenece a la historia. La mayoría de la
dad, que en su sistema tiene carácter psicológico. 19 Por lo que se refiere a la antijuridicidad, doctrina conlemporánea considera que el lipo está compuesto por elementos tanto objeti-
esla concepción también la ''objetiviza", en cuanto el juicio de reprobación general que vos como subjetivos, entre los cuales se incluye al dolo y a la imprudencia (culpa). Una
implica recae sólo sobre el comportcimiemo exterior. Al mismo tiempo BELING enfatiza la parte apreciable de ella le alribuye, además, una función valoraliva que, en algunos casos,
independenciq de la tipicidad respecto de la anlijuridicidad, recalcando que "el tipo no se confunde incluso con la de la antijuridicidad. 27 Con todo, en la liLeraLura nacional
encierra ningúnj'uicio de valor" 2 º y que la verificación de la lipicidad no implica la de la lodavía se concede a la concepción de BEUNG sobre el tipo una importancia considera-
antijuridicidad. ble; especialmente por ETCHEBERRY. 28
La "obJetividad" de los tipos belignianos se vio pronto enfrentada a una crisis. En
1906 y 1930 se publicaron los trabajos de FISCHER, ZIMMERL, MAYER y HEGLER sobre
los elementos subjetivos del tipo o elemenlos subjetivos de lo injttslo. 21 Con ello se reconoce
III. EL CONCEPTO DEL TIPO EN LA ACTUALIDAD
que cienos tipos no pueden captar el significado del hecho si no se los refiere a unos
conlenidos subjetivos. Siendo así, ya no se puede caracterizar al tipo por una "objelivi-
dad" entendida como "exterioridad" sobre todo porque las investigaciones demostraron a) Definición
que los tipos porladores de elemenlos subjetivos eran más numerosos que lo que se supu-
so en el primer momenlo.
En 1930, BELING procedió a una revisión de su teoría intenlando salvar estas dificul-
El lipa está constituido por la desoipción legal del conjunto de las caracteríshcas
tades. Las modificaciones no tuvieron por objelo ampliar e1 conceplo original para dar objetivas y subjetivas (externas o ínlernm o psíquicas) que constituyen la materia de la
cabida en él a los elementos subJelivos, porque eso implicaba sacrificar la objetividad de la prohibición para cada delito especifico.
antijuridicidad, a la que BELING atribuía imporlancia por consideraciones de seguridad
política; por el ·contrario, procuraron reslringirlo, practicando una distinción. Por una Los autores que sostienen un criterio tradicional o causalista rechazan esta definición.
parte se encuenlran las figuras delictivas (Tipus o Dc1ihl-lipus), constituidas por cada una de Ellos prefieren excluir del tipo una parte importante de sus contenidos subjetivos que
las descripciones contenidas en la ley; por la olra, BELING deslaca el Tatbestand (aquello
asilan en la culpabilidad. Además, algunos impugnan la idea de que el tipo encierre la
en c¡ue el hecho esencialmente consiste, tipo en sentido eslriclo o delito tipo) un concepto abs-
maLeria de la prohibición, porque a su juicio esto implica recargarlo de referencias
tracto, apoyado dogmáticamente en el parágrafo 59 del antiguo Código Penal Alemán,
valorativas que en su opinión le son ajenas. 29 El criterio predominanle en la doctrina
que se refería al error.22 A diferencia de la figura delicliva, el tipo en sentido estricto no
comp:uada más autorizada estará, en cambio, de acuerdo con el concepto, naturalmente
contiene lodos los elementos específicos de cada delito, sino sólo un esquema rector
Gcitbild), descamado y esencialmente "objetivo", que sirve de directriz a la construcción que con variantes. 30
de las figuras. El delilo-tipo (Talbeslancl), es, así, "un cuadro conceptual que funda la uni-

¡1,~~
dad" de cada figura delictiva, cuadro sin el cual sus elementos perderían loda significación
23
BEUNG, La doct1ina del delito-tlpo, TT. pág. 6.
2' BELING, La doctrina del delito-tipo, 11, 2º, pág. 7. . .
rn lnfra, III, e) BEUNG, La doctrina del cldito-lipo, III, 4, págs. 17 y sigts En conlrn POUTOfF, Los elementos subJcllvos del
19
lnfra. 25, 11, a). tipo lcgai, cit., 1, 3, págs. 32 y sigts., TTT, l l, págs. 74 y sigts
2
°
21
Cfr. \-VELZEL,10, JIT, pág. 79; ROXlN, 10, 10 y sigLé.., págs. 281 y sigls.
20
Véaé.e, al respecLo, infrn, ITT, e).
n Tdem. . ,

Véase POUTOFF, los cltmenlos suhjet[vos del tipo legal, ciL., 2, págs. l 5 y sigts., supra, 14, l, in fine e infra,
18, IV 28 ETCHEBERRY, l, págs. 210 y sigts. En alguna medida Lambi.é.n NOVOA. Causalismo Y fmalismo, 22, pag.
n Por esra razón, lo que BEU!\G denomina Talbcslancl (delito-tipo o tipo en sentido estricto) no correspon- 124. 1

de a lo qué en el párrafo anterior, letra e), se designó como tipo sistemático o tipo en sentido estricto, sino
19 Extensamente NOVOA, Causa1ismo y Jina!ismo, 22, págs. 123. . 11
en cierto modo, a lo que en la letra d) llamamos tipo del enor. De todas maneras, sería superficial trazar 'º Véase, portodos,JAKOBS, 6, 52, pág. 19l;JESCHECK, 25, l, 2, págs. 221 y 222; ROXlN, 10, 8 Ysig_ts.,
paralelos demasiado precisos porque en los 70 al"ios corridos desde la última publicación de BEUNG la págs 280 y sigts.; ZAFFARONI. 21, TI, págs. 414 y sigts. En Chile, se asemeja a·nuestro concepto del tipo ' 1!
nomendiLUra ha cambiado de injusto el de COUSIÑO, l, 108, A, pág. 543; GARRIDO, Jl, 4.1, pág. 43.

278 279 1
1
DERECHO PENAL/ PARTE: GFNERAL / Enrique Cury l:rzúa
CAPITULO Vl I Tl'ORÍA DT: LA TlP!ClDAD (El injusto típico}

El tipo es la descripción de un hecho, es decir, ele un acontecimiento que se


con las normas jurídicas, como "ilegítimo", "cónyuge", "cosa mueble", "cosa inmue-
desarrolla en el ámbito ele los fenómenos causales. No es, pues, la pura acción sino el
ble", "persona", "matrimonio", "contrato", "comisionista", etc.
hecho la base estructural del tipo. La acción es uno de los elementos que concurren
a conformar el hecho típico, pero no el ún1Co. 31 En principio, esta clasificación tiene un valor relativo. La verdad es que, desde
De todas maneras, a la accíón compete, como ya se ha dicho, 32 una función el momento en que un concepto es incorporado al tipo, adquiere un significado
decisiva en la construcción de los tipos, porque si bien otros elementos pueden normativo y jurídico, cuya precisión siempre requiere de valoraciones. 36 Cada pala-
concurrir con ella a estructurarlos, la acción -o en su caso, la omisión- debe estar bra adquiere en la estructura del tipo un contemdo de valor que le es dado por la
siempre presente. Sólo hechos en cuyo núcleo se encuentra una acción clan 01igen a un norma Jurídica cuya realización persigue. El "hombre" del tipo es el "hombre" del
tipo. El tipo describe, así, un hecho voluntario, en el sentido que dan a esta expre- derecho, que puede no coincidir con el de la biología o el de la antropología; lo
sión los civilistas. Y aunque no siempre la acción es todo el hecho típico, nunca en mismo ocurre con toda suerte de conceptos descriptivos o culturales. Y aunque ni
el hecho tfpico puede encontrarse ausente la acción-o la omisión en su reemplazo. el "hombre" ni otro alguno de los conceptos jurídicos puede estar en contradicción
Lo dicho no ha de entenderse en el sentido de que sólo los hechos voluntarios son rele- con las estructuras 1ógico-objetivas correspondientes, 37 su contenido de valor jurí-
vantes para el derecho penal. Ello no es así. Hechos humanos no voluntarios, así como dico es el que la norma le adjudica.
acontecimientos de la naturaleza (terremotos, incendios, tempestades, avalanchas), cobran No obstante, es cierto que la valoración de los conceptos empleados en la
significación jurídico-penal en ciertas circunstancias. En la teoría del estado de necesidad, 33
de la exculpación por ausencia de exi?,ihilidad, 34 de la tentativa, 35 etc., esto queda de manifies- formulación de los Lipos puede exigir al juez referencias más o menos directas a la
to. Pero para la construcción de los tipos penales es indispensable echar mano de un hecho norma. Cuando más descriptivo sea un concepto, es decir, cuanto más firme sea
humano voluntario (de un hecho cuyo centro es una acción -o una omisión-). Esto porque la base ontológica sobre la cual descansa la valoración jurídica, más limitadas son
el tipo es la materia de la prohibición; y eI derecho no puede prohibir sino aquello a lo que los
súbditos pueden imprimir una dirección adecuada a sus mandatos. Pretender acatamiento
las posibilidades judiciales de interpretar el concepto y, por ende, más sencillo
de las fuerzas del-a naturaleza es absurdo. hacerlo. A la inversa, cuando la valoración del derecho se refiere, a su vez, a una
valoración cultural o a otra valoración jurtdica, la tarea hermenéutica es más in-
b) La ,lescripción típica cierta, porque aumentan las alternativas. Lo que el "hombre" vale para el derecho
está condicionaclo por lo que el hombre ontológicamente es, de manera que la no-
aa) Elementos descriptivos y normativos del tipo ción JUrídica del "hombre" sólo puede elaborarse refiriéndola a presupuestos que
limitan su posibilidad. Al contrario, la "honestidad" jurídica es un valor que vale,
Formalmente el tipo contiene la elescrípción del hecho voluntario al cual se depende de una concepción axiológica de contenido variable a la cual se refiere, y
asociará una pena. Por lo tanto, para trazarla, el legislador debe servirse preferente- por eso, la flexibilidad ele su significado es apreciablemente mayor Por estas razones,
mente de elementos descriptivos, es decir, de conceptos que se refieran a algo cuya pre- siempre que sea posible servirse de elementos descriptivos para construir un tipo
sencia en el caso concreto sea aprehensible mediante una pura operacíón cognoscitiva, debe preferírselo, evitando recurrir sin necesidad a generalizaciones normativas
tales como "hombre", "mujer", "animal", "casa", "lugar", "matar", "proferir", etc. Pero que conspiran contra su certeza. 38
esto no siempre es posible y, en muchas oportunidades, puede determinar el hecho
acudiendo a nociones nonnativas, esto es, sirviéndose de ideas cuya realización en el bb) Elementos positivos y negativos del tipo
caso concreto implica efectuar una valoración, tales como "legítimamente", "cosa mue-
ble", "indebidamente", "abuso", "buena fama", "contrario a las buenas costumbres", Usualmente la desc1ipción Upica se formula sirviéndose de elemenlos positivos,
"valor artístico", etc. Se debe distinguir, por consiguiente, entre elementos descripti- esto es, aludiendo a lo que tiene que concurrir en el hecho concreto para que éste
vos y normativos del tipo. sea punible. Así, el homicidio requiere que se haya "matado" a un "hombre" y el
Los elementos normativos del tipo se clasifican, a su vez, en culturales y jwidi- hurto que el autor se haya "apropiado" de una "cosa mueble ajena" con "ánimo de
cos. Los primeros requieren de una valoración que se realiza relacionándolos con lucro". En algunos casos, sin embargo, el tipo está integrado también por elemenlos
normas culturales ajenas al derecho, como "honestidad", "valor artístico", "buena negativos, es decir, se reíiere a algo que no debe darse en el caso concreto para que el
fama", etc. Los segundos exigen una valoración realizada, precisamente, en relación hecho pueda ser sancionado. Así, el hurto sólo se perfecciona si la apropiación de la

3'' TORIO LO PEZ, Racionalidad y relatividad en la.s lrn1iusjur[diaL1 del defüo en Anucirio de Derecho Penal y
lnfra, 17.
12
Supra, 14, IV, d), in fine. Ciencias Penales, Torno XLII, Fa5cículo lL Madrid, 1989, U, pag. 500. Véase también infr.1, ff)
33
lnfra, 24, 11, b). Supra; 14, a)
311
34
lnfta, 29,111. Sobre ello; véase además infrn, ee). f:n el mismo sentido del texto, ZAFF1\RONl, 29, TI, 11, págs. 417 y
35 lnfra, 35 y 36. 41H, qui~n incluso pone en J.uJ.a la c:onstitucionalida<l del empleo de esta clase de componentes en los
tipos; NAQUIRA, pág. 71.

280
281
""---------------------------~¡
1
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury l 1rzúa CAPÍTULO V[/ TEORÍA DE LA T!P!ClDAD (El injusto tipko)

1
cosa ocurrió "sin el consentimiento del dueno" (an. 432 del C.P); la violación de que deben cumplirse en el mundo exterior; los segundos, a la actitud psicológica
morada si se entró en ella "contra la volumad del morador" (art. 144 del C.P) y el del sujeto respecto del hecho.
fraude del an. 4 70 Nº 2 si el capitán del buque lo vendió, tomó dinero a la gruesa la tipicidad del hecho exige que en él concurran tanto los elementos objetivos
sobre su casco y quilla, giró letras a cargo del naviero, enajenó mercadertas o vitua- como los subjetivos, los cuales constituyen las dos caras de una misma moneda. En
llas o Lomó provisiones "fuera de los casos" y "sin las solemnidades" prevenidas por consecuencia, no puede hablarse de hechos que siendo objetivamente típicos no lo
la ley. En consecuencia, tanto la inconcurrencia de un elemento positivo como la sean subjetivamente o viceversa. Lo que no es adecuado al tipo tanto objetiva como
concurrencia de uno negativo, determinan la atipicidad del hecho que se juzga. De subjelívamente, no lo es en absoluto. Por esto, resulta equívoca la distinción entre tipo
la misma manera que no comete violación de morada el que no entra a ella, sino se objetivo y subjetivo, que en la literatura se emplea con frecuencia. 42 Más exacto es
limita a dar gritos amenazadores desde fuera (ausencia excluyente del tipo de un hablar, como se ha hecho en la primera edición 43 -y también antes- 44 de la faz
elemento positivo), tampoco la perpetra quien entra, pero con el consentimiento del objetiva y subjetiva del tipo.
morador (presencia excluyente del tipo de un elemento negativo). En todo caso, como el empleo de las expresiones criticadas se encuentra ya
La verificación de que en el tipo se encuentran elementos negativos, no supo- muy difundido, no hay inconvenienLe en servirse de ellas, siempre que se tenga
ne aceptar la llamada teoría de los elementos negativos del lipa, de que se tratará más presente que no designan formas independientes del tipo, sino partes de un todo
adelante 39 y que se refiere a una cuestión más. específica. los elementos de que se unitario e inescindible.
trata aquí son simplemente formulaciones negativas que, no obstante ello, contri-
buyen a deslindar el campo de los requisitos positivos necesarios para que el hecho ee) El principio de determinación del tipo y sus límites
concreto satisfaga la descripción típica.
La mayor parte, si no todos los elementos negativos del tipo, podrtan también En el derecho penal de un Estado democrático de derecho, el ideal es que la descrip-
expresarse en forma positiva. El hurto, por ejemplo, podría definirse como la apropia- ción típica determine con entera precisión los contornos del hecho punible. En BEUNG,
ción de la cosa "quebrantando el derecho del propietario a decidir sobre su destino". sobre todo, esta aspiración se encuentra particulannenLe enfatizada, 4"í y seguirá
Sin embargo, el .empleo de las formulaciones negativas se justifica por razones de siéndolo en las décadas siguientes por Lada la doctrina.
economía legislativa y clalidad descriptiva, como se aprecia también en el ejemplo. Sin embargo, los progresos de la lingüística y de las ciencias de la comunica-
ción, han evidenciado que la exigencia de delerminación concebida de esa manera
ce) Elementos específicos y genéricos del tipo constituye una utopía. 46 El lenguaje no es ni puede ser un inslrumento con la pre-
cisión necesaria para realizarla. Por el contrario, estudios recientes demuestran que
Es misión del legislador describir el hecho típico con la mayor precisión posi- la capacidad de comunicación de la palabra hablada o escrita se encuentra limitada
ble.40 Con este objeto, debe incorporar a la descripción cada uno de los componen- por una multiplicidad de factores, de manera que sólo puede trasmitir imperfecta-
tes específicos que ·distinguen el hecho a que se refiere tanto de cualquier otro hecho mente los pensamientos de quien la emplea. Esto es algo que afecta al principio de
típico ·como de los hechos aLípicos en general. determinación en forma directa, como lo demuestran las dificultades provocadas
Sin embargo, en todo tipo se encuentran también ciertos elementos genéricos, por los intentos de delimitar con certeza el significado incluso de aquellos tipos que
que son comunes a todo hecho amenazado con una pena o, por lo menos, a una parecen compuestos por elementos sencillos.
determinada categoria de ellos. Así ocurre, por ejemplo, con el dolo respecto a los
tipos de delitos dolosos, la culpa en relación a los de los imprudentes, o la relación Ejemplos: El homicidio consisLe en "matar a un hombre"'. Aparememente, ésta es una des-
cripción clara, que casi no podria plantec1r problemas. Sin embargo, existen varios que aún no
causal en los tipos de delitos de resultado. Por razones de economía 1egis1ativa, la encuentran respuesta unánime. ¿"Mata" quien induce a otrn a suicidarse? ¿Cuándo puede
descripción legal del hecho usua1menLe no alude a estas características genéricas, considerarse equivalenle a "matar" el "dejar morir"? ¿Es ya "un hombre" en el sentido de ese
cuya concurrencia es exigida por normas también generales y que sería ocjoso reiLe- tipo la criatura que aún no abandona totalmente el claustro materno; o todavía sigue siendo
"un felo ,, y, por consiguiente, sujeto pasivo idóneo sólo de un aborto? ¿Es Lodavía "un hombre·'
rar una y otra vez, pero debe considerárselas implícitas en cada una de ellas.
quien se encuemra total a irreversiblemente descerebrado? De la misma fonna, en el hurto, los
conceptos de "aprnpiación", "cosa", "cosa mueble", "cosa ajena" o "ánimo de lucro", generan
dd) Elementos objetivos y subjetivos del tipo una multitud de incertidumbres que, en tipos más complej~s, como la estafa, la malversación
de caudales públicos o los abusos sexuales son aún más numerosas y comphcadas.
Como se desprende de 1a definición dada más arriba 41 en la descripción típica
42
se encuentran elementos o~jeUvos y subjelivos. los primeros aluden a características Véase, por todos, BACIGALUPO, 26, a), pág. 177; CEREZO, XVl, pág . .'390 y XVII, pág 407;JAK0BS, 7,
pág. 152 y 8, pág. 210.
3
~ CURY, 1" edición, 1,19, pág. 236
44
C:CRY, Orientaclón, 8, pág. '32.
'
9
lnfra, e), bb). En el mismo sentido JESCHECK, I, 25, K, 3, pág . .'340 45
BELTNG, 15, 1, págs·. 36 y 37.
'· 0 Scíbre los límiles de esta exigencia. infrn, fO -+t Sobre esto y lo que vi.ene, véase también supra, 8, TV b)
1
' Supra, a).

282 283
DERLCHO PE"-;AL f PARTE GENERAL/ Enrique C.my Ur~,ia CAP11'ULO VI/ Jl'ORÍA DE LA TlT'IClDAD (Elinjmlo típico)

50
Contra lo que todavía parece suponer un positivismo superficial, no existe la conducta; _ Lan_ s~lo establece el objeto que habrá de ser valorado por las normas
ninguna posibilidad de que los tipos tracen descripciones en las que los hechos pero que en s1 esta hbre de connotaciones axiológicas. Con esto, BELING intentaba
puedan subsumirse como en un instrumento de medición matemática. Con figuran, asegurar la mclependencia de la tipicidad respecto de la antijuridicidad -y también
más bien, moldes toscos, cuyos contornos sólo pueden precisarse acudiendo a deci- de la culpabilidad- para consagrarla como elemento autónomo y claramente dife-
siones normativas, 47 es decir, a juicios de valor, que dependen de las convicciones renciado en la estructura del delito.
ideológicas y culturales imperantes y, en especial, de las que informan el pensa-
miento de la jurisprudencia y la doctrina. En circunstancias distintas, la misma bb) La teoría de los elementos negativos del tipo expresa un criterio radicalmen-
descripción típica puede recibir interpretaciones diferentes, que unas veces extien- te opuesto al de BELING_ n De conformidad con ella, la afirmación de la tipicidad
den y otras contraen su aplicación, como ocurrió, por ejemplo, con la del huno supone la de la ant11und1uclacl_, porque las causales de justificación -es dectr, aque-
respecto a las sustracciones de energía eléctrica antes de que el problema se solucio- llas que excluyen la anniundictdad- se entienden incorporadas al tipo, del cual
nara expresamente por el legislador, y como sucede periódicamente con la de la senan elementos negativos implícitos. Así, por ejemplo, el tipo del homicidio no
estafa o la de la apropiación indebida cuando se intenta trazar el llmite que las cons,stJTa simplemente en malar a un hombre (art. 391 Nº 2 del CP), seno en
separa del puro incumplimiento de obligaciones civiles. 48 hacerlo siempre que no concurran los presupuestos de la legitima defensa (art. 10
Todo esto no significa, sin embargo, que en el futuro deba renunciarse al prin- Nºs. 4º, 5º Y 6º del C.P.), del cumplimiento de un deber o del ejercicio legíümo de
cipio de determinación de los tipos, sino precisamente lo contrario. En la medida un derecho, autoridad, oficio o cargo (art. 10 Nº 10º del CP) 0 ele la omisión por
en que nos hacemos conscientes de que constituye una aspiración imposible de causa legít@a (art. 10 Nº 12 del CP). Desde este punto de vista, por consiguiente,
satisfacer por completo, pero de cuya vigencia depende la supervivencta del Estado lo que es t1p1co es_ también anlijwidico; la tipicidad es ratio essendi de la antijuriclictclad,
Democrático de Derecho, hay que extremar los esfuerzos por aproximarse a ella de la cual constituye el componente esencial; sólo está en general prohibido lo que
tanto como sea posible. Por una parte el legislador tiene que afinar su técnica a fin satisface tanto los presupuestos positivos como negativos del tipo.52
de obtener descripciones cada vez más sencillas, claras y precisas, evitando el em-
,~esde el punlo ele vista práctico l:;1 teoría de los elementos negativos del Lipo cobra impor-
pleo inútil de elementos normativos y de términos ambiguos, vagos o comprensi- tancia sobre todo en matena de .error,'' En efecto, al incorporarse en el tipo negativamente los
vos, procurando determinar suficientemente la naturaleza del bien jurídico que se presu]?uestos ~e las.causales de JUSt1ficación, quien crea equivocadameme que éstos concurren
desea proteger, eludiendo las remisiones y reenvíos que no sean necesarios y sir- (por ejemplo, 1magma que_un tercero lu está agredie11do, cuando sólo pretendía saludarlo en
fonna aparntosamenle efusiva) se encontraría en eiTor de tipo y no de prnhiblción.
viéndose, _donde parezca oportuno, de ejemplos que esclarezcan el sentido y los
contornos del hecho punible. Por otra, la jurisprudencia debe contributr a esta ce) Aunque 1a teoría de los elementos negativos del tipo cuenta en la actuali-
ta,rea mediante la credente uniformidad de las decisiones, pues sólo así es posible dad ~on numerosos a importantes adherentes:,4 no ha llegado a predominar en la
concretar en la práctica las fronteras de los tipos, asegurando al ciudadano contra doctnna Se le critica, sobre todo, que no distinga va1orativamente entre las con-
sorpresas arbitrarias. A ello está 11amada también la doctrina penal, cuyo aporte en ductas que no se ajustan a la descripción contenida en el tipo y las que, satisfacién-
este sentido es decisivo, incluso cuando no logra uniformarse por completo. Nada dola, se :ncuentr~n ju~;ificadas (es ~ecir, permitidas excepcionalmente por el dere-
de esto impedirá que las indispensables decisiones valorativas provoqu.en incerti- cho). As1, se ha dicho, ele conformidad con ella resulta igual matar a un mosquito
dumbre en los límites; pero al menos puede reducirlas a márgenes tolerables y com- que matar_~ un _hombre en legítima defensa, pues ambas conductas serían atípicas.
pallbles con las extgencias mínimas del Estado de Derecho. Est~ soluc1011, sin embargo, contrasta con los criterios axiológicos imperantes en la
sociedad que, sin duda, evalúa ambas situaciones de manera distinta
e) El tipo como tipo ,le injusto.
El tipo y su relación con la anti.juridicidad 'º Como en el texto, JAKOBS 6_ 50 págs 189 )' 190· )ESCHECK 25 l ¡ p'g 221 Ot · ·
\VELZEL 10 - ' ' ' . . . '· , , , , " . . ra opm1011 en
,1 _ , : lll, pags. 78 Y s1gts., qmen sug1er_e que BELING podría haber sido mal interpretado.

aa) Cuando BELING expuso su concepción sobre el tipo, afirmó que éste no S_obre_l_ª. leona de los elementos negauvos del upo. consúltese en espenal, ROXIN, Teoría del Upo prnal,
ul., pussirn, _en donde se la desarrolla amphamente, c()n abundante bibliografía. Una crítica de criterio se
encerraba ningún juicio de valor_-+9 Es decir, de acuerdo con su punto de vista la encuem~a, si~ embargo, en ROXlN, 10, 19, pags. 2B6 y s1grs. Entre los autores españoles que sostienen
verificación de que un hecho reahza la descripción contenida en un tipo no nos dice ~sta leona_, vease GI::vlBE~NAl, lntrnduccirJn, págs.. 33 y sigts.: MIR, Función ele /e, prnct y tem'ia del delito rn
d E_1tado )oualy Dernocrat1rn de Derecho, la Fd1c1ón, BOSCH, Barcelona 1982 V 5. págs. 85 si t . 'l

l
nada sobre su antiJurtdicidad y, al parecer, tampoco sobre el carácler prohibido de ~ODRIGu7z DEVEJ,!', '., pág. 39~. Fn Sudamérica la teoría es d,efendid; por FERNÁNJ5:z.
(j\RRASQL_~LU\. 11, J::,, pags. 322 y stgts., sobre una base original.
FE~ANDEZ CARRAS?-YTLLL\, _ll, 55, pág.' 325: '"Lo ju.1tifirndo pcrtrnece a le1 norma! Ubertad juridica ele /os
En _el mis mu sentido, TORiO LO PEZ, Racionalidad y rdatlviclad en l(]s temias juridirns del delito en A1mario asocwdo.\. lvlatar en legmma clelensa es_tá permitido siempre en todos los casos, respecto de todas las
de Ocrechn 1-'rnal y Ciencias Pena/e.\ Tomo XUl, FascícL1lo H, -:V1adrid, :Vlayo-Agosto de 1989. 11, 1xigs. 492 personas. corno matar sm elb está erohibido también eiga omnes". (Los énfasis en e] 01iginal).
y sigts. Véase también BACIGALUPO, Dc!lto y punibillde1cl, cit __ l, págs. J3 y sigts l_nfra, 18. d) j' 28. Así también .:\.1UNOZ C:ONDr. \~ 2, pág. 42 y ROXIN. JO. 18, pág. 286. J
!'
4
cl TORIO, Rr1cionalidad y rdati\'idad dr las termas juridlcas del delito, cil.. 11, p,\g. 500: ··J:l principio nullum Supra, nota ::, 1.
oimen sine !egr posee signifirnción dialéctica. btá en relación con la tensión de los Yalores del Derecho''. " W E:_2f L , 14, 1, 1, pág. 119. En el mismo senticlo,JAKOBS, 6, 58, págs. 194 y 195; MUÑOZ CONDE,\'.
N Supra. 11, b) 2 'pag. 4 1 .

284 285
DERECHO PENAi. / PARTE GE:\'ERAL ! Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO VI/ TEORÍA DE LA TlPJCllJAD (El injusto tipku)

ROXIN se hace cargo de esta objeción y conviene en que "por cierto, existe una diferen-
cia esencial entre el matar a un mosquito y un asesinato en defensa necesaria cometido con principio jurídicamente desvaliosa. En este sentido se afirma que el tipo describe
un arma de fuego". 56 Pero, a su juicio, ello no basta para distinguir el juzgamiento todos los componentes del hecho injusto -esto es, de la conducta que quebranta una
juridico-penal de ambas siluaciones, porque en ninguna de ellas "existe la menor sombra de norma general- y que, en consecuencia, contiene Ia materia de la prohíbíción, 04 el
una desaprobación jurídica". "La innegable diferencia de ambos actos, considerados desde
el punto de vista social, no repercute en el ámbito jurídico-penal"_ 5T Dicho de otra manera,
núcleo sustantivo de lo que está vedado, de lo que es relevante para e! derecho penal.
aunque no puede negarse que para el hombre común no es lo mismo que se mate a un El tipo es, pues, tipo de injusto, porque el hecho qué describe es, en general,
insecto y que se mate a un ser humano en legítima defensa, el derecho penal se ha desenten- una infracción de la norma. Pero los mandatos y prohibiciones de las normas nunca
dido de ello y trata a los dos casos de la misma forma.
La afirmación de ROXIN es correcta por lo que se refiere a las consecuencias jurídicas
son absolutos sino que en determinadas situaciones en que la preservación de la paz
que en definitiva se atribuirán a cada una de las dos situaciones, pero no en lo relativo a su social así lo exige, su quebrantamiento se encuentra permitido. En tales casos, que
Iundamentación_~A En efecto, cuando se verifica que en un hecho no concurren las caracte- conslíluyen siempre una excepcíón, la conducta típica no es antijurídica porque, a causa
Tisticas exigidas por el lipo (así, en los ejemplos, cuando se ha dado muerte a un mosquito),
de la autorización, no está en contradicción con la voluntad del ordenamiento jurí-
es innecesaria toda averiguación relativa a si concurre una rnusal de justificación, lo cual
sólo tiene sentido en el caso inverso (en los ejemplos, cuando se ha establecido que el autor dico. En consecuencia, la tipicidad es diferente de la antijuridicidad, pues esta última
dio muerte a un hombre, pero hay motivos para suponer que lo hizo en legítima defensa)."iJ requiere que, aparte de concurrir en el hecho las características del tipo, no exista
Desde este punto de vista la conducta atípica y la que, por el contrario, es típica pero está en el caso concreto una de aquellas situaciones en las cuales se permite su realiza-
justificada, se encuentran diferenciadas también en el campo de la apreciación _irnidico-penal.
La discusión sobre la antij uridicidad presupone la constatación de la tipicidad, sin cuya ción (causal de justificación). Sin embargo, dado que las causales de justificación
afirmación previa carece de sentido, pues respecto de aquello que no está prohibido en constituyen una excepción respecto de la prohibición general materializada en el
general resulta absurdo averiguar si está permitido en el caso particular de que se trata tipo, la verificación de la tipicidad del comportamiento es también un indicio de su
ant~juridicidad; un síntoma en virtud del cual puede pronosticarse -aunque sin ase-
Aparte de esto, también se ha objetado este criterio porque si las causales de
gurarlo todavía- que probablemente también es antijurídico. La lipicidad, por lo
justificación constituyeran elementos negativos del tipo, la realización dolosa de
éste exigiría que el autor obre a conciencia de que en la situación concreta están
tanto, es indiciaria (ratio cognoscendi) y no constitutiva (ratio essend¡) de la antijuridicidad.
ausentes. 60 Así, sólo cometería un hurto doloso quien no sólo supiera que se está De acuerdo con lo expuesto, el carácter indiciario de la tipicidad respecto de la
apoderando de una cosa ajena, sino, además, que en su caso no concurren los pre- antijuridicidad presupone la idea de que el Li.po de injusto realiza una función valoraliva
supuestos del estado de necesidad, la legíüma defensa, el ejercic10 legítimo de un inicial y generalizadora. Esa caracteristica, en efecto, sólo puede entenderse en el contexto
de un sistema de Tegla y excepción. La tipicidad es indiciaTia o sintomáUca <le la anti_iuridicidad
derecho, etc. Este requisito es irreal, sobre todo si se tiene en cuenta que, de acuer- porque la regla general es que los hechos típicos sean, además, antijrnidicos; y ello ocurre,
do con los criterios prevalentes en la doctrina comparada, el catálogo de las causales precisamenLe, a causa de que el tipo contiene el modelo de lo prohibido (la materia de la
de justificación no es taxativo y experimenta conlinuas adiciones a medida que el prohibición). Si, por el contrario, se concibe al tipo como un esquema que no implica valo-
ración alguna, como lo hacía BELING, no se lo puede hacer cumplir función alguna respecto
ílujo de las relaciones y los intereses sociales lo requieren, 61 de manera que, en la del juicio de antijuridicidad, del cual permanece desconectado. De hecho, BELING no esta-
práclic;:a, sólo los juristas mejor informados estarían en condiciones de cumplirlo. bleció una relación de esa clase entre el tipo y la antijuridicidad, puesto que, de acuerdo a su
concepción, carecía de sentido; a lo sumo acepló que el tipo (delito-tipo) y el tipo de ilicitud
dd) BEUNG tenía razón, por consiguiente, cuando sostenía que la llpicidad "hacen juego" ,t'h
Por lo demás, en tomo a todo este asunto se suele producir mucha confusión debido a
es independiente de la antijuridicidad, por lo cual la comprobación de aquélla no causas puramente terminológicas. Así por ejemplo, entre nosotros NOVOA rechaza el con-
implica la de ésta. 62 Pero para reconocer tal cosa no es necesario aceptar, además, cepto mismo del "tipo <le injusto" que le parece, "sino enterameme (erróneo), a lo menos
que el tipo carezca de toda significación valorativa, como lo postula ese autor. gravemente (perturbador) de una comprensión clara". 66 Sin embargo, él reconoce que la
tipicidad señala que "una acción ha sido escogida por el legislador para ser objeto de conside-
Contra este último criterio, la opinión predominante en la doctrina compa- ración penal" y que "el tipo es la puerta de entrada aI ámbito penal". 61 Pero, de acuerdo con lo
rada63 estima que los tipos son tipos de injusto, es decir, que describen comporta- expuesto más arriba, éstas son precisamente las ideas implícitas en el concepto de un lipo de
mientos prohibidos en general y cuya ejecución, en consecuencia, se considera en injusto indiciario de la ant~juridicidad aunque no constitutivo de ella y, por eso, no debiera
existir un motivo de fondo para que NOVOA lo rechace. El parece temer que el empleo de la
expTesión "injusto" se presle a confusiones respeclo a la relación que media entre ambos
5
tROXlN, Teoría del lipo penal, lll, O, llI, 2, pág. 283 elementos del delito (tipo y ant~juridicidad)_ Pero, tratándose de conceptos cuyas fronLeras
!dem se encuentran delimitadas de manera tan fina, esla clase de malentendidos es casi inevitable
00
JAKOBS, 6, 57 y 58, págs 193 a 195 y así, por ejemplo, aferrarse a una noción del tipo formal y descarnada puede, a su vez,
Idem. conducir a una pncepción insuficiente de su función en la estructura del hecho punible.
58 JAKORS, 6, 57, págs. 193 y 194. También se hace cargo <le esLa crítica ROXIN, lemia del Tipo Penal, cit.,

111, c), 1, 1, b), págs. 197 y sigts.


,;, lnfrn, 23, II. 4
''
2
BELING. 17,11, 2, a), págs. 54 y 55, La doctr[na del delito-tipo, lll, 1, págs. 14 y sigts. <: \-VELZEL, 10, I, pág. 74, explica que la "materia de la prohibición'' es un concepto procedente del Derecho
t.i Véase, por Lodos BACTGALUPO, 24. a), p_ág. 160; CEREZO, I, XV, pág. 388; JAKOES, 59, pág. 195 Narural Escolástico, y significa lo que "contirne la descripción objetiva, maLerial -el modelo ele conduela-
JFSCHECK, 25, I, págs. 221 y sigts.; STRATE~VvERTH. 165 y sigts., págs. 63 y sigts., en especial VIELZEL, de la conduela prohibida". Véase, además,JESCTTECK 25, l, l, pág. 221
lO, 111. págs. 71:l y sigts. En la doctrina nacional véase GARRIDO, JI, 4, .3, h), pág. 50. r,, BELIJ.\G, La doclrina del cielito-tipo, llI, 2, pág. 16.
06
NOVOA, Causa/ismo y Jinalismu, 22, pág. 125.

286 287
~
.p
: t¡

DERECHO PT'"-AL I PARTE GE"ll;RAL I Enriqu~ CllrY Urzlia CAPiTCLO Vi I TEORÍA DE LA TlPICIDAD (1::1 inju.s(o típico)

ee) No obstante sostener que, por lo general, la realización <lel tipo constituye un indi- respectivo en la Parte Especial, así como las relativas al tipo omisivo 72 , al iter criminís,n
cio de antijuriclicidc1d, \VELZEL opin:::i que en algunos casos excepcionales no ocurre así.
el concurso de delincuentes 74 y el de delitos. 75
Ello sucede respecto de los Lípos abiertos, (offene Tatbcstllnde), en los cuales la materia de la
prohibición no está descrita en forma total y exhaustiva por medio ele elementos ohjetivos;08
sino que se han introducido en ella elementos referidos al deber ,iurídico que, en el hecho,
serian elementos de la anti_juridicidad. Por tal motivo, en dichos casos el juez debe comple-
tar, rnedianLe una valoración, la noción de lo que está en general prohibido (o mandado), § 17, LA ESTRUCTURA DEL TIPO (FAZ OBJETIVA)
antes ele poder a-Armar la típicidad de la conducta que, en este caso, sí se confundiría con la
de la amij mi dicidad. La faz objetiva de todo tipo está construida básicamente sobre la faz objetiva
Dado que los elementos del deber Jurídico son componentes de la ant\juridicidad, de la correspondiente acción. Pero aunque el hecho típico puede constar sólo de
YVELZEL concluye que el error del aULor sobre su concurrencia es un error ele prohibición,
lo cual, como es obvio, significa una extensi.ón del campo atTibuido a este último y una una acción típica, es corriente que su descripción enlace a la acción con un resulla-
contracción correspondiente del asignado al error de tipo. do, porque el legislador estima que tanto el disvalor de éste como el de aquélla ha de
La característica fundamental de los elementos del deber juridico -y que los diferencia- ser mate~a de la prohibición. Por en.de, las categorías del tipo son tres: la acción 76 , el
ria de los simples elementos normativos del tipo 69- radica en que implican una valoración 71
referida a la globalidad de la conducta y no a aspectos detenninados ele ella. Así sucede, por resullado y el nexo causal, 78 que, al vincular ambos términos, los reúne en la uni-
ejemplo, en el arl. 141 del C.P. que, al describir el delito de secuestro, se re-Aere al que sin dad del hecho típico.
derecho encerrase o detuviere a otro privándolo de su libertad: es la totalidad del hecho
descrito por la ley el que ha de ejecutarse sin contar con la autorización jurídica. No es infrecuente la cita de otras categorías, a las cuales se atribuye relevancia constitu-
la teoría de los elementos de la antijuridicidacl no h:::i tenido acogida en la doctrina. La tiva del.os tipos. S~ ~1:-enciona al sujeto activo, al sujeto pasivo, el objeto material, el lugar y
mayor parte de ésta considera que sólo se trata de otros tantos elementos normativos, o bien los med1?,5 de com1s1011. A la inversa, resultado y nexo causal son examinados en el capítulo
ele simples apresuramientos legislativos a causa de los cuales se ha introducido inadvertida- de la acc10n, aun por aquellos autores que, como L\1AURACH, reconocen y afirman la radical
mente en la descripción típica una referencia inoporlUna a su antijuridicidad. 70 En nuestro distmción de esos conceptos. 79
medi.o prácticamente no han sido objeto de discusión. En reali~ad, no ha~ -:11ás categorías típicas que las expresadas. Sujeto activo, tiempo,
l_uga~ Y me~1,os ~e- co:1s1ón no son sino_ modalidades de la acción que contribuyen a su
caractenzacwn up1ca. Lo que se denomma obJelo material de la acción suele ser un medio
de comisión y, en todo caso, solarnenle oLra modalidad del acto. 81 El objeto material del
IV, TIPO Y TJPICIDAD resul_rn<lo, por su parte, es también una caraclerística acddemal de esa cmegoría. En cuanto
al SUJetO pasivo, no c_umple papel alguno en la estructura del tipo. Cuando es aludido, sólo
El tipo es una descripción abstracta y formal de aquello en que el delito con- es una forma de preusar el objeto jurídico del delito o bien se trata de una confusión con el
siste esencialmente. De manera que un hecho concreto, rea1, no constituye un tipo. objeto material de la acción o del resultado. 82
Por otra parte, res:~ltado y nexo causal son categorías del tipo y nada tienen que ver con
El hecho se adecua al tipo, pero no es el tipo. Por tal razón, el elemento categorial del la estructura de la accwn. Incluso es probable que gran parte de las dificultades en tomo al
delito no es el tipo sino la lipicidad, es decir, la cualidad del hecho concreto de confor- nexo causal encuentren su origen en el hecho de no haber reconocido la diferencia. 81
marse a la descripción abstracla trazada por el legislador. 71
Ejemplos: Cuando A dispara varias veces sobre B, causándole la muerte, su hecho es
lípico porque se adecua al tipo del art. 391 Nº 2ª del CP Si se reúnen también en el caso las L LA ACCIÓN, FAZ OBJETIVA
exigericias de ant\juri.dícidacl y culpabilidad, ese hecho constituirá un delito de homicidio.
Cuando C sustrae furtivamente dd bolsillo la billetera a D, su hecho es típico porque se La acción, desde el punto de vista objetivo, es el movimiento corporal en el que
corresponde coll la descripción del tipo del arl. 432, úllima parte, del C.P Ba_jo los mismos se manifiesta la voluntad final de realización. ,
presupuestos'del caso anterior, ese hecho configurará un delilo de huno. Obsérvese que los
hechos de A y C no son lipos sino típicos; los Upas se encuenlran en las clescripciones ahstractcL~ Gramaticalmente, la acción es aludida medianle un verbo rector que ocupa el
contenidas en los arls. 391 Nª 2º y 432 ltlfima parte del CP núcleo de la descripción. Así, el verbo rector del hurto y del robo es "apropiarse"

La tarea de verificar si el hecho concreto corresponde exactamente a la des-


lnfra, 45
cripción contenida en el tipo -esto es, si es típico- presenta en la práctica dificulta- 'J Tnfra. 35.
des enormes y es una de las más delicadas que debe cumplir el tribunal. Para reali- 74
lnfrn, 38 y sigts.
Infra, 4 l y sigts.
zarla deben tenerse en cuenLa todas las cuestiones que se tratan en este capítulo de ,e, Tnfra, I
1a Parte General, y cada una de las que se examinan en los correspondientes al Lipa lnfra, II.
7
f Infra. JTI.
;~ Ahora, rn cambio, de acuerdo con el texto, NOVOA, Causalismu yjlnalismo, 3, pág. 34, nota, 33 Como en el
t,
7
NOVOA, Cmisalisrno y finalismu, 22, pág. 128. (l_os énfasis son mios). texto wmbien GARRIDO, 11, 10, págs. 59 y s1gls,; NÁQCIRA, págs. 99 y sigts. Siguen situando el problema
08
WELZEL, 14, 2, págs. 119 y sigLs. Véase, Lamhién,JESCHECK, 25, II, págs. 223 y sigts Ro en el ámbito de la acción ElC:HEBFRRY, I, pág~. J 88 y sigts. y POUTOFF, 6. 5, págs. 250 y sigts
60
Supra, III, b), aa) - Infrn, !, a), b), e) y d).
70
Para una infonnación amplia sobre el estado de la discusión, véase ROXTN, 10, 43 y sigts, págs 298 y íll Tnfra. t b).
sigts. Sintéticamente JFSCHFCK, 25, II, págs. 223 y sigts in lnfra, U, e), dd),18.
En el mismo sentido GARRlDO, U. 4.2, págs. 46 y sigts. s, lnfra, !TI, d), Véase la nota precedente 79.

288 289
----
1,

CAPÍTULO Vl / TEORÍA DE LA TIPICTDAD (El injusto típico/


DERECHO Pl:'t\AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa

(art. 432 C.P); del homicidio, "matar" (art. 391 C.P); de la injuria "proferir" y 'eje- c) El tiempo de la acción habitualmente es indiferente para el tipo, pero en
cutar" (art. 416 C.P); etc. algunos casos adquiere significación constitutiva del mismo. Así, en los arts. 339
Pero la descripción de la conducta no se agota en el verbo rector. Por lo gene- ("en el momento de motín o asonada") y 394 ("dentro de las cuarenta y ocho horas
ral el legislador no tipifica toda forma de una acción, sino sólo aquellas que reúnen después del parto") del C.P
ciertas características en virtud de las cuales la conducta adquiere una significación
socialmente intolerable. Por ejemplo, no todo "imputar" es calumnia en el sentido d) El lugar de !a acción cumple un papel de importancia en gran número de
del art. 412 del C.P, sino tan sólo el imputar un delito determinado pero falso y que estructuras típicas. Ocurre, por ejemplo, en los arts. 106 ("dentro del territorio de la
pueda actualmente perseguirse de oficio; no todo "suministrar" tipifica la usura República"), 118 ('en la República"), 139, Nos. 2 ° y 3° ('lugar destinado al ejercicio
conforme al art. 472 del C.P, sino únicamente el suministrar valmes a un interés de un culto o que sirve habitualmente para celebrarlo"), 150, Nº 2º ("en otros luga-
que exceda del máximo que la ley permite estipular. De manera que la acción típica res que los designados por la ley"), 268 ("en el despacho de una autoridad o corpo-
es precisada no sólo por el verbo rector, sino también por el su¡eto y !os complementos. ración pública"), 278 ("a las casas referidas"), 323 ("una vía férrea"), 346 ("lugar no
Al derecho no sólo importa la acdón sino, especialmente, el modo de la acción. solitario"), 349 ("lugar solitario") 357 ("la casa de sus padres, guardadores o encar-
Las modalidades de la acción son numerosas. Con todo, de una manera gene- gados de su persona"), 440 ("lugar habitado o destinado a la habitación"), 442
ral puede afirmarse que las más importantes para la tipificación son las siguientes: ("lugar no habitado"), 443 ("en bienes nacionales de uso público o en sitios no
destinados a la habitación"), 476, Nº 2° ('dentro de poblado"), etc.
a) El sujeto de !a acción o sujeto activo. La regla es que cualquier individuo de la
especie humana puede ser sujeto de la acción típica. En muchos casos, sin embargo, e) Las .formas de comisión, expresadas mediante complementos
el tipo exige en el sujeto activo la concurrencia de una determinada calidad; por circunstanciales, tales como 'ilegal y arbitrariamente" (art. 148 C.P.), "arbitraria-
ejemplo, la de "sentenciado" (art. 90 C.P), "chileno" (art. 107 C.P), "empleado pú- mente" (art. 153 C.P), "usando de violencia o intimidación en las personas o de
blico" (arts. 148 y sigts. y 216 y sigts. C.P), "prestamista" (art. 283 C.P.), 'maquinis- fuerza en las cosas" (art. 432 C.P.), etc.
ta, conductor o guardarrenos" (art 330 C.P), etc.
Un examen de la rica variedad de los tipos revela, no obstante, que las moda-
En estos casos, se habla de delitos con sujeto activo "calificado". Ello impor-
lidades de la acción detallada más arriba no forman un cuadro cerrado. Se trata,
ta~cia en la teoría de la participación o concurso de personas.
más bien, de un esquema general, con finalidad orientadora.
b) El objeto mate1ia! de !a acción, es decir, aquella cosa o persona sobre !a cual
recae la acción.
El objeto material de la acción debe distinguirse, en primer lugar, del obJeto II. EL RESULTADO
materia! de! resultado. Este es aquella cosa o persona sobre la cual recae el efecto de la
Aunque lo decisivo para la construcción del tipo es la acción, hay casos en que
acción y en la que se materializa la modificación del mundo exterior que c-oncreta la
el resultado es cofundante de la descripción. En estas ocasiones el tipo alude expre-
lesión o puesta en peligro del bien jurídico tutelado por la norma. El objeto material
samente al resultado, entendido como aquel cambio del mundo exleiior, causado por
del resultado es, pues, la materia del resultado; el de la acción, una modalidad de ésta.
una acción, en e! que se concreta !a lesión o puesta en peligro del bien JUriclico tutelado.
De otro lado, el objeto material no debe confundirse con el obJeto JUridico del
Característica del resultado es su independencia de la acción. En realidad, am-
delito. Este últimb es de naturaleza inmaterial y está constituido por el o los bienes
bos se encuentran en una relación de causa a efecto; pero esa vinculación no impli-
jurídicos que el tipo pretende tutelar. Por lo mismo, el objeto material forma parte
ca identificación. Que acción y resultado pueden existir separados es un hecho de la
integrante de la estructura típica; en cambio, el objeto jurídico es una síntesis
experiencia. Así ocurre en la tentativa (acción sin resultado) y en el caso Jortuilo
valorativa que se extrae del conjunto de los elementos estructurales del tipo, pero
(resultado sin acción). Por lo mismo, la referencia de la acción al resultado es acci-
que trasciende a ellos y no forma parte de ese complejo. 84
denta!; de allí derivan las dificultades relativas al nexo causa!. 8"
El objeto material de la acción comprende a los instrumentos de! delito, pues
éstos son cosas sobre las cuales recae la acción. Así, por ejemplo, las "campanas u Desde que acción y resultado son ténnlnos independientes, se comprende que ta inclu-
otro instrumento cualquiera" y los "impresos" del art 123 del C.P; el "veneno" del sión de éste en el tipo es un arbitrio del legislador. Y, sin embargo, ese arbürio no es ilimita-
do; depende de la valoración selectiva ejecutada por el órgano legiferanle en el momento de
art. 391, Nº 1º, circunstancia tercera; las "llaves falsas, o verdadera que hubiere sido
la construcción de los Lipos, valoración que, como ya se apuntó, disla de ser puro juego
sustraída, las ganzúas u otros instrumentos semejantes" de los arts. 440, Nº 2°; 442, caprichoso. Por otrn pan.e, una vez que acción y resuilado son reunidos por la abrazadera
N° 3º; 443 y 445, y los "valores" del art 472 del C.P. Lípica (MAURACH), quedan indisolublemente vinculados al hecho, de suerle que éste no se
perfecdona si no se realizan ambos lénninos.
4
1J Sobre el objeto jurtdico cid delito, véase GRTS0L1A, El objeto jwidico del delito (t."nsayo de una te01iagenerc1D,
05
separata de la R.C.P., tomo X\11, :Nº 3, Santiago. 1959, pássim Tnfra, lll.

290 291
DERH-:HO PE0Al ! PARTE GE:-,ll'RAL / Enrique· Cury "Grzúa CAPITULO VI/ TEORÍA DE LA TIPIC!DAD (El injusto tipicn)

a) En torno a la distinción entre tipos de resultado y tipos de pum acción se ha trabado una embriagado, regresa a su casa conduciendo el automóvil con sumo cuidado, marchando
polémica exagerada. Un grupo de juristas confunde el resultado con la violación del orden lentamente por una ruta de poco o ningún tráfico, respetando escrupulosamente la señaliza-
jwidico y sostlene que todo delito implica un resultado. En realidad, se dice, lo que interesa ción, deteniéndose en cada cruce y ante cualquier obsLáculo perturbador, tendrá que ser
no es si el tipo exige una alteración del mundo sensible, sino aquella modificación de los sancionado, de todos modos, conforme a lo que preceptúa el arl. 111 de la Ley 11.256 de
valores jurídicos que todo tipo determina. Alcoholes y Bebidas Alcohólicas, en relación con el 330 del C.P Una interpretación como
Así se confunde, en primer lugar, el resultado del tipo (resultado de la acción incorporado ésta es poco aconsejable, sobre todo en una época en la que, a causa de las relaciones creadas
a la descripción del hecho) con el res11Itado jurídico del delito (arni_jmidicidad). Is claro que por un tráfico jurídico complicado, la legislación tiende a crear cada vez más delitos de esta
este último término no puede faltar en delito alguno, pues no es concebible un hecho puni- clase. Llegará un momento en que no se podrá hacer casi nada sin exponerse a la ünposición
ble. sin violación del ordenamiento; pero el resultado de que se trata aquí no es el rjeclo de la de una pena penal y, del otro lado, aumentará la inclinación a emplear los recursos penales
valoración, sino el efeclo de la accüín, que, conjuntamente con ella, se constituirá en el objeto como instrumentos educativos.
de la valoración. La diferencia es palmaria en la hipótesis de quien da muerte a otro en Pero si, por la inversa, se exige en todos los casos la prueba de que la acción creó un
legítima defensa propia. Allí se da el resultado del tipo homicidio (arL 391, Nº 2º C.P.), peligro concreio, 90 la protección de los bienes juridicos se debilitará en exceso. Además, se
consistenle en la cesación de los procesos vitales de la víctima, pero falta el resultado del causará un derroche procesal sumamente oneroso para la función jmisdicciona1, que no está
delito homicidio, porque está ausente la anlijuridicidad de la conducta (art. 10, Nº 4º C.P) en situación de sobrellevarlo. Por último, la ley construye los delitos de peligro, a veces
)~ en consecuencia, no hay violación del orden jurídico. describiendo el resultado y otrns no, y aunque no ofrece criterios para establecer los propó-
El resulLado es considerado, también, un elemento de todo tipo por quienes, como sitos perseguidos por esta distinción, de eso no se sigue que no existan.
MEZGER, le atribuyen un contenido amplísimo, que comprende incluso a la acción en cuanLo En mi opinión, la solución del problema exige tener en cuenta el conjunto de sus
manifestc1ción exterior de voluntad.R 6 Pero el propio MEZGER se ve obligado a efecluar implicancias. Los delitos de peligro abstracLo se perfeccionan mediante la sola ejecución de
después una di.stincicín emre resultado en sentido lato y resultado externo, que lo habilüe para la acción típica, porque ésta, generalmente, es hábil para crear una situación de peligro real.
establecer el vinculo entre este último y la accicín. 87 Con Lodo, como lo que la ley prohíbe es la ejecución de una acclón peligrosa, falla la lipicidad
cuando la que se realiza ha perdido ese significado porque fue orientada con cuidado, esto
El resultado que aquí nos interesa es el efecto c!e !a acción incorporado a la es, evidenciando una voluntad de evltación mantfestada exterionnente. Así, la cuestión no radi-
descripción típica por el legislador; luego, lo que se ha dado en llamar resultado ca en b prueba del peligro, sino en b de la peligrosidad intrínseca de la acción. De este modo,
el sujeto embriagado a que se refiere el ejemplo discutido más arriba 110 ha ejecutado acción
materia!. 88 De esta forma, se distmgue el lipa de resullado del lipa de pura acción; y esa peligrosa, atendida la voluntad de evitación que manifestó durante la conducción del vehí-
distinción es relevante, sobre todo en el estudio del iter crimínis. culo. A la inversa, el ebrio que trepa a su automóvil y lo dirige sin adoptar precaución
alguna, obró en forma adecuada al tipo del art. 111 de la Ley 12.256, porque su acción es
b) El resultado Jurídico, en cambio, puede traducirse en la lesión o puesta en peligrosa. In ambos casos el resultado es indiferenle. Da lo mismo que en el primero se haya
peligro del bien jurídico. En el primer caso, el cambio en el mundo exterior conclu- producido una situación de peligro concreto por causas azarosas y en el segundo no,
Las dificultades que erizan el problema derivan de que al proponerlo se incurre en la
ye en el deterioro o destrucción del objeto tutelado por el derecho. En el segundo, confusión, tan corrienle, entre acción y resultado. Por eso, se sustituye la indagación sobre
el bien jmidico permanece incólume, pero su situación se ahera, en perjuicio de su la peligrosidad actual de la acción por una relativa a la causación actual del peligro. Pása,
seguridad. Cuando la descnpción típica exige un resultado lesivo, se habla de un una vez más, que para precisar el sentido de la acción desentendiéndose de sus contenidos
delito de clai10; st se satisface con la puesta en peligro, el delito es de peligro concreto. subjetivos, los partidarios de la teoría Lraclicional requieren apoyarse en el resultado. Eso es
innecesario. Cierto que, para adoptar la solución propuesta aquí, es indispensable adelantar
Pero no todos los delitos de peligro requieren !a producción de un resultado exte- la pesquisa en tomo a elemenLos que integran la faz subjetiva del tipo. Pero éste no es el
rior. Entre ellos se encuentran también hipótesis en las que al legislador le basta con único caso en que se presenta ese problema. Como ya se ha dicho, la distinción entre faz
la ejecución de una acción a la cual se reconoce eficacia para causar, por lo general, objetiva y subjetiva de los tipos sólo obedece a propósitos de claridad expositiva; por eso, no
puede condicionar el planteamiento de problemas que, muchas veces, no admiten ser redu-
la efectlva lesión o puesta en peligro del bien JUrídico. En tales casos se habla de un
cidos a ese esquema. 91
delito de peligro abstracto.
Los problemas planteados por los delitos de peligro abstracto han provocado,
Algunos autores estiman que lcis delitos de peligro abstrnctu se caracterizan porque, a su
respecto, el legislador ha creado una' presunción_juri.s et de jure de que a la ejecución de la en los últimos tiempos, una tendencia a sustituirlos por una clase de figuras a las
acción se sigue la creación de la situación insegura.M Este punto de visla conduce a la que la literatura alemana denomina delitos ele peligro de nuevo cuño, en los cuales la
consagración de una pena por la desobediencia. El que ejecuta la acción prohibida es casti- presunción de la existencia del peligro se vincula a la omisión por parte del autor de
gado, sin mó.s, aunque pruebe que no creó peligro alguno y aunque haya adoptado todo adoptar unas medidas de precaución predeterminadas por la ley En nuestra legisla-
género de providencias para evitarlo. Si un individuo, consciente de que se encuenLra algo
ción, sin embargo, todavía no se encuentran tipos de esta clase.

m !v1EZGER,. L 12, lll, págs, 172 y sigts_ 9[, BUSTOS y POUTOFF, Los dclltos de peligro, en R.CP, lOmo XXVII, N° l, Sanliago, 1968, llI, págs. 38 y
Idem sigts. Fn \\ b), pi'ígs. 42 y 4.3, se efectúan algunas precisiones y_ue resultan, a mi juicio, insuficientes.
"~ 1\sí, por ejemplo, en COCSIJ\'.O, 1, 77, pág. 313. 01
Sobre los delitos de peligrn, aparte de la bibliografía citada en las notas precedentes, debe consultarse
w BER!:-JSTAIN, El delito de pcligm por rnnducción tcmercoia. en R.C.P, tomo XXIX, Nº 2, 1970, pág. 133; DA\llD BA!GGN, Los de/Uos de peligro y la prue/HI del dolo, numos Aires. 1967, y, sobre todo, la Revue
ETCHEBERRY, D.PJ., 1, 61, pág. 196; 11AURACH, 1, 20, m, 3, pág. 278; NOVOA, I, 170, pág. 258. La In.lemaliona!e de Drnlt Pénal (Bu.llctin de 1...'.Assuciation Inlenwtionale de Drnü Pénal), 1969, Nos. 1-2, que
sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, en FTC:HEBERRY, D.P.J l, 61, pág. l 97, no se refiere a contiene un conjunto de trabajos sobre la materia, reunidos con ocasión del XX Congreso Tnternacional
una presunción jwis et de jcm, pero parece inspirarse en eé>e criterio. de Derecho Penal.

292 293
DERECHO Pl::"l",]./ PARTE GENERAL I Enrique Cury t:,züa CAPITULO VI/ TEORIA DE l.A TIPlC!D1\.D (El injusto lípko)

III. LA RELACIÓN CAUSAL hemorragia sobreviniente, tanto la acción de A como la enfermedad de B son condi-
ciones de la muerte de este último; pues el resultado letal desaparece si suprimimos
Toda vez que el legislador incorpora a la descripción típica la exigencia de un menta1mente, sea la hemofilia, sea el rasguño; ambas circunstancias son, por lo
resultado es indispensable, para la realización del tipo, la existencia de un vinculo de tanto, conditio sine qua non del resultado.
causalidad entre acción y resultado. La accióu debe ser causa del resultado, y éste,
correlativamente, efeclo de aquélla. bb) La segunda cuestión es la de establecer cuáles de entre las distintas condi-
Por regla general, la necesidad de este vínculo no es aludida por el tipo, que se ciones del resultado son, además, causa del mismo. A esto responde la teoría postu-
limita a sobreentenderla. En raras oportunidades se encontrará alguna referencia a lando la equivalencia de todas las condiciones en la causación del resultado. Condición y
él (arts. 140, inc. segundo y 397 C.P.). Acaso por esto el problema no preocupó a la causa son, para esla teoria, conceptos que se identifican; de suerte que toda condi-
ciencia, sino hasta mediados del siglo pasado y sólo en relación con los delitos de ción es causa y viceversa. De donde se sigue que, así como pueden existir varias
lesiones corporales (arts. 395 y sigts. C.P.) y homicidio (art. 391), en los que tenía condic10nes del resulLado, las causas de éste también pueden ser múltiples, sin que
cierta relevancia práctica. Sin embargo, a partir de los primeros análisis mas genera- a ninguna de ellas sea posible otorgarle prevalencia. Por 1o tanto, la acción es causa
1es la cuestión se hipertrofia de una manera imprevisible y, durante un prolongado del resultado sí, suprimida mediante una operación mental hipotélica, determina la supre-
período, se dio el absurdo de que todo jurista experimentara la necesidad de hacer sión de éste; dicho de otra manera, la acción es causa del resultado cuando es condición
un aporte propio a 1a confusión reinante. 92 de su producción.
Debida a VON BURI, cuya influencia sobre el Tribunal Imperial alemán era
A la larga, esta polémica desmesurada tenia que caer en el desprestigio
En primer lugar, se observó que los casos prácticos de duda sobre el vinculo causal eran
inmensa, la teoría de la equiva1encia triunfo por }argo tiempo en la práctica ale-
raros)~ por lo general, el debate se desarrollaba en torno a hipótesis de laboraLorio. Los mana y fue dominante también en la jurisprudencia nacional. 93 No obstante, está
_jueces no suelen terciar en la discusión y sus resoluciones se inspiran en consideraciones de sujeta a reparos.
buen sentido que, al menos aquí, han demostrado ser eficaces. Luego debe adverLirse que
BINDING le imputa una extensión desmesurada del vínculo causal. De este
todas las dificultades parecen relacionarse con el delito de homicidio; con razón HELLMUTH
MAYER apuntó que la teoría general del delito tendía a transformarse en teoria general del modo, afirma, todos resultan ser responsables de todo; y agrega, con ironía, que
homicidio. Por último, se cayó en la cuenta de que la desafortunada problemáLica del nexo también el carpintero que construyó la cama es causa del adulterio. Se le ha respon-
causal era una_ consecuencia de la tco1ia causal de la acción. Desde el momento en que ésta
dido que causalidad y responsabilidad no son una misma cosa y que para la afirma-
pone el énfasis" en la causación del resultado lesivo o peligroso y que a ella se refiere el Juicio
de antijuridicidad, debe fijar la existencia del nexo causal a priori, conforme a criterios ción de esta última es indispensable la concurrencia del dolo -o de la culpa-. Se
mecanicistas, y envolverse en una estéril discusión que dista mucho de proporcionar daros olvida, sin embargo, que acaso el dolo o la culpa existen en el caso concreto; quízás
criterios jurídicos de solución. La crisis de la teoría causal determina, pues, también, el ocaso el carpinlero construyó la cama a solicitud de la mujer, conociendo el destino que
de las fantásticas elucubraciones sobre la relación de causalidad.
Por las razones apuntadas, aquí sólo se describen sintéticamente las posiciones princi- se le daría y queriendo contribuir a la relación ilícita -al menos de esa manera
pales y sus consecuencias más relevantes. equívoca- para vengar las ofensas que recibió del marido. De otra parte, en los
delüos calificados por el resultado, 94 los correctivos del dolo y culpa no operan, desde
a) La teoría de la equivalencia de las condiciones que su concurre:qcia no se exige para la afirmación de la responsabilidad. Por último,
en los casos de error sobre el curso causal, la teoría de la equivalencia no suministra
Punto de partida dominante es el de la te01ia de la equivalencia de las condicio- un criterio que permita decidir sobre la accidentalidad o esencialidad del error. 95
nes o de la conditio sine qua non. De acuerdo con el1a, es preciso resolver dos proble-
mas diferentes, mediante otros tantos razonamientos sucesivos: h) La teoría de la causa adecuada
aa) En primer lugar, cabe preguntarse cuáles de las distintas circunstancias La teoría de la causa adecuada arranca de presupuestos semejantes, pero llega
concurrentes en la producción de un resu1tado son, además, condiciones del mismo. a conclusiones diversas. Su fundador es VON KRIES y sus exponemes más conoci-
Para responder a esa inte.rrogante se recurre al procedimiento de la supresión menlal dos en Alemania, VON HIPPEL y MAURA CH. En Italia goza de considerable pres-
hípotéti.ca. Es condición del resultado Lada circunstancia concurrente a su producción, que, tigio. En Chile se inclina por ella BUNSTER
al ser suprimida mediante una operación menlal hipotética, delermina la supresión del También para la teoría de la causa adecuada es menester determinar las condi-
resultado. Si A hiere levemente al hemofíhco B, que fallece a consecuencias de la ciones del resultado mediante el procedimiento de supresión mental hipotética, Pero
92
Sobre una ojeada de conjunto a esa discusión bizamina, COUS15.JO, I, 88 y sigts., págs. 341 y sigts.: no todas las condiciones son equiva1entes en la causación del resultado; condíción Y
DRAPKIN, Relación de causalidad y delito, Santiago, 194 3, p:issirn: ETCHEBERRY, Reflex[ones c1íticas sobre
la relación de causalidad, en R.C.P., torno XVlIT, Nº 3, págs. 175 y sigts.; ETCHEBERRY, 1, págs. 188 y sigts.; 9-1 DR.APKIK, Re/u:ción de causaliclc.ul y delito, Samiago, 194 3, págs. 76 }' sigts
NOVO!\, 1, 184 y sigts., págs. 285 y sigts., JlMENEZ DE AZUA, lll, 1090 y sigts.; págs. 493 y sigts., y La
ley y el delilo, 153 y sigt.s., págs. 221 y sigts.; SOLER, I, 24, 11, págs. 302 y sigts.
g4
9
'
Infra, l. 20.
Jnfra, 11, d), ce). 18. 1
294 295
CAPÍTULO VI/ TEORÍA DE LA TlP!ClDAD (El inju.sro típic<>)
Dl'Rl'CIIO PleNAI. / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Ur2úa

causa no se identifican; la condición es e1 género y la causa la especie. Causa es sólo e) La teoría de la causa necesaria
aquella condición que aparece como generalmente adecuada a la producción del efecto. Por
Por razones históricas conviene mencionar la temia de la causa necesaria. Se-
ende, la acción es causa del resultado cuando, conforme a la experiencia general, aparece
gún ella, sólo es causa del resultado aquella condición de la cual éste es consecuen-
como una condíción adecuada a su producción. Si A 1esiona levemente al hemofílico B,
cia necesmia. Si conforme a la teoría de la equivalencia todos son causa de todo
que fallece a consecuencias de la hemorragia, la acción de A no es causa de la muerte
conforme a la de la causa necesaria todos lo son de nada. Porque en los complejo¡
de B -aunque sea condición de ella-, porque un rasguño no es adecuado, conforme a la
vitales la necesidad causal es algo muy difícil de afirmar. Una herida considerada por
experiencia general, para provocarla muerte de un hombre.
lo general como causa necesaria de la muerte, dejará de serlo tan pronto un cirujano
La teoría de la causa adecuada supera aparentemente los reparos opuestos a 1a
demuestre que es capaz de salvar a quien la ha recibido. La porción de veneno que
de la equivalencia, pero está sujeta, a su vez, acrílicas que afectan su practicabilidad.
no dañaría a Mitrídates, fulminará a una docena de niños.
Es cierto que evita extender el concepto de causa y que parece ajustarse a las exigen-
Algunos han creído ver en el art. 126, inc. segundo, Nº 2. 0 del C de PP un
cias del buen sentido popular. Pero, en cambio, no puede establecer un criterio para
reconocimiento del legislador a esta teoría. Allí se habla, en efecto, de consecuencia
decidir, en el caso concreto, cuál de entre las distintas condiciones que concurrie-
necesaría. Pero el precepto sólo establece una desafortunada exigencia al informe
ron a la producción del resultado es la que aparece como adecuada a provocarlo de
pericial en los casos de homicidio, aborto o suicidio. Y desde que tal informe no es
acuerdo con la experiencia general. Porque, al fin y al cabo, esta última no es más
vinculatorio para el juez, ni siquiera en tales casos (arts. 4 72 y 4 73 C de PP), es
que una abstracción, una formula vaga, inaplicable a la situación específica; un
imposible extraer del art. 126 la consecuencia general que se ha pretendido. La
criterio al que es fácil referirse, pero cuya fuente es imposible precisar.
disposición del artículo 126 inciso segundo, Nº 2 del C de PP. ha desaparecido.
Los partidarios de la teoría procuran, por supuesto, atribuir a la formula un
felizmente, en el CPP
significado aprovechable:

aa) Se dice que para determmar la adecuación de la conducta a la producción d) La teoría de la relevancia típica
del resultado debe estarse a la posición ocupada por el agente en el momento de
ejecutarla. Desde luego, la solución es inadmisible, porque, dadas sus limitaciones La solución correcta hay que buscarla en un replanteo del problema que sitúe
personales, el sujeto puede ampliar o restringir la adecuación en forma arbitraria. sus términos en el marco a que pertenecen. Debe tenerse presente que no se trata de
Desde el punto de vista de un individuo ignorante, la ejecución de maniobras su- establecer la relación causal existente entre cualquier acción y el resultado -un pro-
persticiosas es causa adecuada de la muerte por infarto cardíaco sobrevenida a la blema filosófico cuya solución no compete al jurista-, sino de apreciar cuándo la
victima aterrada por los hechizos. E1 criterio resulta deteriorado por su sub_jeLivismo, acción típica debe considerarse causa del resultado típico. Son dos los extremos de la
que in,roduce en el problema elementos ajenos a la causalidad. relación que se busca: acción típica y resultado típico. Mientras no se comprueba que
ambos concurren es inútil enfra:Scarse en especulaciones estériles sobre el nexo cau-
bb) Una segunda solución postula que la decisión se haga conforme al criterio sal, porque ninguna relación típica puede surgir donde no hay dos elementos típicos
de un hombre medio, representado, para algunos, por el _juez y, para otros, por un que relacionar.
perito. También aquí surgen dificultades insalvables. Si el magistrado -o el perito- El jurista debe, pues, en primer lugar, averiguar si en el caso concreto se da
resuelve con el conocimienlo de los hechos adquirido durante el proceso, es decir, una acción típica a la cual, como a su causa, pueda referirse el resultado típico. Una
después de su ejecución Quicio ex posl facto), deberá afirmar la adecuación en casi vez verificada esta investigación y sólo cuando el resultado sea afirmativo, procede-
todos los casos en que la Leoria de la equivalencia reconocería causalidad. Porque el rá a examinar el vínculo causal que, eventualmente, pueda reunir ambos términos.
rasguño ocasionado es adecuado para causar la muerte de un hemofílico; y el juez Así, será menester encontrar una acción matadora para poder ligarla al resultado
sabe, cuando emite e1 juicio ex posl, que la victima padecía esa enfermedad. Si, a la homicida (art. 391 C.P.); una acción hnidora o maltratadora para poder enlazarla al
inversa, el magistrado resuelve con el conocimiento que de los hechos se tenía antes de resultado lesivo (art. 397 CP).
su ocurrencia Quicio ex ante), el problema de causalidad se transforma en una cuestión Ahora bien, en esta primera fase del análisis se trata de encontrar una acción.
de previsibilidad. En efecto, la acción de A será adecuada o no para causar la muene Y es preciso no olvidar que la acción está compuesta por un elemento objetivo (movi-
de B, según que A supiera, previera, tuviera la posibilidad de prever o no pudiera miento corporal del agente) y por otro subjetivo. El elemento subjetivo, una vez
prever en absoluto la hemofilia de que padecía la víctima. En los dos primeros casos tipificado, es el dolo; por esto, en su oportunidad se dirá que el dolo es la finalidad
se afirmará la adecuación. En el último se negará. En el tercero subsistirá la duda. tipificada. Siendo así, la búsqueda de una acción típica implica examinar ambas
Pero así todo el problema se ha desnaturalizado: ya no es un asunto re1ativo a la fases de la acción, la objetiva y la subjetiva. No existe una acción obJetivamente
causalidad objetiva, sino que aparece determinado por criterios subjetivos y, matadora que colme la descripción del homicidio, sino tan sólo una acción matado-
concretamente, por la distinción entre dolo, culpa y caso fortuito. ra. La calificación típica no puede recaer más que sobre el complejo de acción en su

296 297
DERECHO PENAi. 1 PARTE GEC\'ERAL I Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO VII TEORiA DE LA TIPlClDAD (El injllsto t!pko)

conjunto. La acción es típica así objetiva como subjetivamente o no es típica en resultado (discutible) la teoría de la causa adecuada se aproximará a la solución
absoluto. El hecho de que, por razones analíticas y expositivas, se divida el examen correcta, pero por un camino equivocado y sin apoyo legislativo.
de las fases objetiva y subjetiva del tipo no ha de inducir al error de creer que
existen dos formas autónomas de tipicidad. la tipicidad es una sola, y lo que no es ce) Si A hiere levemente a B, que luego se embarca y perece durante un
completamente típico no es típico de ninguna manera. naufragio debido a que la herida le impide nadar, no existe problema causal por
resolver, ya que 1a acción de A no es una acción matadora en el sentido del art.
Partiendo de estos presupuestos, el planteamiento del problema causal anticipa•á la 391 del C.P. 97
investigación sobre el dolo. Esto no ha de ser motivo de preocupación. La resolución de los
casos prácticos no puede alcanzarse siempre conforme a los métodos sistemáticos que presi-
den una exposición didáctica. El deseo de someter la vida a esquemas de laboratorio suele dd) Cuando A, con un periódico doblado, golpea en la cabeza a E, que por
deteriorar toda posibilidad de éxilo en la búsqueda de la ve,dad; porque los esquemas no estar recién operado del frontal resulta gravemente lesionado, la solución ha de
son más que hipótesis de trabajo o recursos nemotécnicos a los que la realidad no siempre encontrarse conforme a los mismos presupuestos desarrollados en el párrafo bb)
admile ser reducida.
Por otra parte, esta situación es melodológicarnente explicable. Sucede que, de los tres precedente. La acción será o no adecuada al tipo según e1 conocimiento que el
componentes que pueden integrar el hecho típico, resultado y vínculo causal sólo se manifies- agente tenga de la situación total.
tan en la faz objetiva. En la faz subjetiva, en cambio, sólo se encuentran los elementos sub- Una vez establecido que en el caso concurren 1os dos términos del problema
jetivos de la acción. Es, pues, para averiguar la tipicidad de la acción que resulta indisp_ensa-
ble referirse a los factores subjetivos que le otorgan su calidad de tal, determinándola como
causal-típico, el vinculo de causalidad debe afirmarse conforme a la teoria de la
acción matadora, lesionadora, engañadora, etc. Proyectar esta realidad en la exposición do- equivalencia de las condiciones. Sin embargo, reducida a este ámbito, el papel que le
cente, sin embargo, provocaría excesiva confusión, porque significaría anticipar el análisis corresponde cumplir es modesto. 98 - 99
del dolo y de la culpa al estudio del resultado y el nexo causal.

En posesión de estos antecedentes, se verá que la mayor parte de los ejemplos


IV. LA TEORÍA DE LA IMPUTACION OBJETIVA
límites propuestos por la doctrina no plantean siquiera el problema causal:
En los últimos decenios se ha desarrollado con éxito la llamada teoria de la
aa) El carpintero que construyó la cama no podía ser causante del adulterio, imputación objetiva, cuyo principal expositor es ROXIN 10º quien, a su vez, se ha
porque su acción (construir una cama) no realizaba la que era típica de ese delito
fundado en criterios elaborados en las primeras décadas del siglo por LARENZ y
(yacer)% Con toda razón estima BINDING que las consecuencias extraídas por la HONING. 101
teoría de la equivalencia para este caso son insensatas.
El punto de partida de ROXIN es que al ordenamiento jurídico no le interesa
Este eJemplo deliberadamente ridículo de BINDING pone de relieve los inconvenientes establecer si una acción es causa de un resultado en sentido físico, sino en qué casos
de plantear el problema de la causalidad fuera de los marcos del tipo. Porque sucede, en puede imputarse normatívamenle un cierto resultado a un determinado comporta-
efecLo, que el adulterio era un carncterístico deliLo de mua acción, cuya consumación no miento humano. En su opinión, además, la imputación debe hacerse de conformi-
requería de un resultado externo enlendido corno efeclo de la conducta. El ejemplo sólo
funciona porque, al proponer el problema de la causalidad fuera del ámbito de la tipicidad, dad con criterios objetivos y preceder a la constatación del dolo o de la culpa.
se transformaba a la acción de yacer en resultado de la acción precedente de construir la En términos amplios, ROXIN estima que la imputación es posible cuando la
cama ejecutada por el carpintero. conducta humana ha creado un peligro JWidicamente desaprobado y éste se ha realizado
en d re.mltado. 102 Con e1 objeto de precisar cuáles son los casos en que así sucede y
bb) Si A rasgufia al hemofíhco B, ignorando su enfermedad, no realiza una
acción matadora que satisfaga el tipo bomicidio (art. 391 C.P.). No hay, pues, pro-
91
blema causal que resolver. Si, a la inversa, A conocía la hemofilia de B, su acción es Ejemplo de LISZT, n, 29, TU, 3, págs. 306 y 307, que lo resuelve, con arreglo a la Leoría ele la equivalencia
de las condiciones, en fomrn dislinta al le..,::Lo.
matadora, por lo tanto típica, y, en consecuencia, hay lugar a proponer la cuestión 98
El pumo de vista expuesto en el texto arranca, básicamente, del que defiende- MEZGER, I, 15, 1v: págs
causal. Aquí se advierte la necesidad de examinar Lada la acción para decidir su 241 y sigts. y Libro de estudio, 1, 24, VI, págs. 113 y sigts., pero con las modificaciones derivadas de un
enfoque distinto de la temia del delito en su conjunto.
tipicidad. Si en la segunda hipótesis se atendiera únicamente a la "Lipicidad objeti- 99
Sobre las vacilaciones de la jurisprudencia, que deriva sin rumbo, véase nota 45 y ETC! IEBERRY, D.PJ, T,
va" (una expresión sin sentido), se llegaría al resultado absurdo de que falta también 50 y sigts., págs. 157 y sigts.
100
ROXl:-J, 11, 1 y sigts., págs. 345 y sigts., y R~fkxiones sobre la problemática ele la imputación en el Derecho
la acción típica. La teoría 9-e la equivalencia afirmará en ambos casos la existencia Penal, en Problemas básicos del Derecho Penal, cit., pág. 128 y sigts. Véase, además,JAKOBS, 7, l y sigts ..
del ,1nculo, con consecuencias inaceptables, por ejemplo, en la punición del que págs. 223 y sigts.; JESCHECK, 28, 1V, págs. 258 y sigts.; 7./\FFARONI, 31, IV y si.gts., págs. 444 y sigts.:
HIRSCH, Acerca de la teoria de la imputación ohjetiva, en Hirsch, J, págs. 27 y sigts.
"pone manos violentas sobre la persona de un ministro del culto en el ejercicio de wi ROXlN, Op. cir. en nota anterior, 1, pág. 125; HIRSCH, 1, pág. 37.

su ministerio" (art. 140 C.P), la que, según opinión dominante, se califica por el ioJ ROXIN, Sobre el _fi11 de protección de la norn1a rn los delitos_ imprudente.,, en _Problemas bcisicos del _Derecho
Penal, cit., págs. U:ll y s1gts. Véase, además, LARRAURl, ELENA, lmputacwn Obyt:tiva. Nola.s preliminares
para u.na discusión sobre la imputación objetiva,. en el volumen La impulcnión objetiva. Temis, Bogotá, 19_89,
6, pág. 78. Véase, también, en ese mismo volumen, el trabajo de JUAN BUSTOS, Imputación o?Jetl\'.ª·
90
El delito de adulterio ha desaparecido del C.P. a pan.ir de 1994. Cuestiones melodo!ógiws y sistemdticas. Asimismo, GEvlBERNAT, ¿Qué es la imputación objetlva? en tstudws
de Derecho Pe:nal, Tecnos, Madrid, 1990, págs. 209 y sigts

298 299
DERECHO PENAL/ PARTE GEI\ERAL / Enrique Cury Urzlia CAPÍTULO VI/ TLURÍA DE LA TIPlUDAD (El injusto tipir.o)

resolver los grupos de situaciones dudosas, el autor alemán propone inicialmente sólo se esperan resultados parcialmente exitosos o en los que un alivio indispensa-
cuatro principios: la disminución del riesgo, Ia creación o no creación de un riesgo juridi- ble se obtiene medianle 1a inflicción de otras lesiones inevitables.
camenle relevante, el aumento del riesgo permitido y la esfera de protección de la norma.
Más tarde, ROXIN agrega a los mencionados criterios otros dos, cuya autonomía, CiCTtamente en estas situaciones es dudosa la concurrencia del dolo de lesionar. Si se
concluye que está ausenle, el criterio <le imputación pierde gran parte de su significación
sin embargo, es dudosa: la pertenencia del resultado al ámbito de protección de la nor- y la atipicidad queda ya resuelta a nivel del tipo suhjelivo. Por otrn lado, hay quienes se
ma y la realización del plan. 103 preguntan si los referidos casos no podrían resolverse acudiendo al estado de necesidad
No obstante que la teoria de la imputación objetiva ha obtenido una adhesión justificante. Este argumento, sin embargo, tiene enlre nosotros menos fuerza, no tanto por
la escasa aceptación que ha obtenido en la doctrina chilena la teoría de los elementos
considerable tanto en Alemania como en la doctrina española, no todos los que la negativos, si_no, sobre todo, por la ÍOTma limitada en que la ley positiva regula el estado de
acogen le atribuyen el sentido que le asigna ROXIN. Para muchos de sus expositores, necesidad. 101
se trata más bien de un procedimiento destinado a determinar la relevancia juridica
del vínculo causal previamente verificado, y no de un sustituto general de este últi- b) Con arreglo al principio de la creación o no creación de un riesgo jurídíca-
mo. En tal sentido, ella aparecería como un perfeccionamiento de la teória de la mente relevante, el resultado típico sólo es imputable al autor si con su conducta
relevancia típica, 104 a la cual debería ser adscrita. ha creado para el bien jurídico un peligro ¡widicamente desaprobado; no, en cam-
bio, si el riesgo provocado es de aquellos cuya causación el derecho aprueba o
Por otra parle, los principios elaborados poT ROXIN suelen ser ob_jeto de criticas, de tolera. Un ejemplo con el que frecuenlemente se lo iluslra es el de quien embarca
manera que con frecuencia se aceptan sólo algunos de entre ellos, rechazándolos.º_ estiman- al tío al cual desea heredar en el viaje regular de una aeronave, con la esperanza de
do que no tienen e1 caTácter objelivo exigido poT el propio creador de la concepuon. Entre-
tanto, aquellos autores que adhieren a la sistemática finalisla -incluyendo aquellos que no que· se produzca un accidente en el que su pariente muera, cosa que efectivamen-
comparten los presupuestos filosóficos de ésta- acostumbran destacar que muchos de los te ocurre. Puesto que obsequiar a otra persona con un paseo en avión constituye
casos a los cuales ROXIN aplica sus principios de solución, pueden seT mejor resuellos un comportamiento aprobado por el derecho, no obstante los peligros que conlle-
acudiendo de antemano a consideraciones subjetivas sobre el dolo y la culpa, y que varios va, en el caso expuesto la muene del tío no puede ser imputada al autor y debe
de ellos únicamente pueden ser solucionados a parlir de esa clase de apreciaciones. 105
negarse la tipicidad del hecho.
En mi opinión, es preferible, en efecto, aplicar los criterios de imputación El principio de creación o no creación de un riesgo jurídicamente relevante ha merecido
objetiva como correctivos a la extensión de conexiones causales desmesuradas, que muchos reparns. Desde luego, en casos como el del ejemplo, se pone en duda la concurren-
no se dejan tampoco reducir por las exigencias del tipo subjetivo. En cambio, no me cia del dolo del autor, ya que él carece de un control efectivo sobre el curso causal y, por
consiguiente, no está en condiciÓnes de conducirlo. En el ejemplo, poT consiguiente, se
parece deseable emplearlos de manera autónoma y prescindiendo de toda conside- confundiría la voluntad de realización con un simple deseo. 108
ración a la relación causal. Contemplados desde esta perspectiva, los mencionados Por otra parte, también se ha observado que existe una cierla yuxtaposición entre este
princip_ios -o, cuando menos, algunos de ellos- cumplen, a mi juicio, una función criterio y el del "aumento del riesgo permitido",1ü 9 respecto del cual parecería no ser sino la
práctica apreciable que justifica su introducción en el sistema. otra cara de una misma medalla. En efecto, parece lógico que no se crea un peligro desaprn-
bado mienlras no se excede los límites del riesgo permitido y viceversa. A todo lo cual debe
De acuerdo con lo expuesto más arriba, deben considerarse aquí por lo menos sumarse que las cuesliones Telativas a si se han o no sobrepasado los niveles de peligro
los cuatro criterios formulados originalmente por ROXIN, sin que ello implique autorizados por el ordenamiento jurídico tienden a confundiTse con las referentes a la exis-
excluir la posibilidad de elaborar otros nuevos cuando grupos de casos diferentes tencia de culpa y, por lo tanto, una vez más parecen inescindibles de la consideración del
tipo subjetivo.
así lo requieran. 106
c) De conformidad con el principio del aumento del riesgo permitido, el resul-
a) De conformidad con el principio de la disminución del 1iesgo, no deben serle
tado típico es objetivamente imputable al autor si éste ha ejecutado una conducta
imputados al autor aquellos resultados típicos causados por su conducta, cuando
que aumentó más allá de lo permitido el riesgo de que se produiera, aunque sea
ésta ha producido una reducción del peligro corrido por la víctima. Se cita el caso
dudoso si, de observarse el comportamiento correcto, el desenlace hubiera sido el 1
de quien, al percatarse de que una piedra dará en la cabeza de otro, y no pudiendo
mismo. Del número de casos que se suelen mencionar, pertenecientes a la jurispru-
evitar completamente la lesión, empuja al amenazado lo suficiente como para que el
dencia alemana, uno de los más gráficos es el del camionero que sobrepasa, sin
proyectil pegue en el hombro. En la práctica, este punto de vista puede ser de par-
observar la distancia reglamentaria, a un ciclista ebrio, que se estrella contra el cos-
ticular utilidad para excluir la tipicidad de intervenciones quirúrgicas de las cuales
tado del vehículo de carga y muere; en el proceso no es posible verificar si, dado el
estado de avanzada embriaguez del ciclista, el accidente y la muerte también se
101
Sobre todo ello, con detallZ y bibliografías. LARRAURI, op. cit., 6, págs. 78 Ysigts.
104
Supra, m, d)
º Exlensamente HlRSCH, I, págs. 50 y sigts.
1 5 107
lnfrn, 24, II, b).
106 108
Véase, a esle respecto, entre otros,JESCHECK, 28, T\~ págs. 258 y sigts;JAKOBS, 7, 1V y sigts., 35 y sigts., In.fra, 18, IIT, ames de a)
109
págs. 243 y sigts., con mucho detalle. LARRAURl, op. cit., 6, B, 2, pág. 87.

300 301
DERECHO PEKAL ! PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa C.APiTULO VI! TEORÍA DE LA TlPlCIDAD (El injusto tipko)

hubieran producido en el caso de que el conductor del camión hubiese mantenido tes, con tanta imprudencia que es atropellado por otro vehículo; o bien, A es herido
la distancia debida. ROXIN considera que en esta siLuación debe sancionarse la levemente por B, aunque con dolo homicida, luego de lo cual se lo traslada a un
conducta imprudente del camionero, prescindiendo de 1a consideración causal, hospital que se incendia, muriendo en el siniestro. En ninguno de ambos ejemplos
porque para hacerlo basta con que ese comportamiento haya excedido los limites se podrá imputar a E la muerte o lesiones de A, porque la materialización del peligro
del riesgo permitido, cosa que se deduce de la inobservancia de la disposición regla- se produce a consecuencia de cursos causales insólitos que desvinculan el resultado
menLaria.110 del comportamiento del autor. La norma que sanciona el homicidio doloso no tiene
por finalidad evitar la muerte de personas en el incendio ele un establecimiento hospitala-
Desde luego debe señalarse que en estos casos la exisLencia de una relación rio; la que castiga el homicidio imprudente no tiene por objeto impedir que st9etos
causal es dudosa con arreglo a la teoría de la equivalencia de las condiciones. Ob- alterados se anojen bajo las ruedas de los automóviles en marcha. Así pues, en el prime-
viamenLe, si se suprime menLal a hipotéticamente el paso del camión, como aconte- ro de los ejemplos presentados se negara la punibilidad del supuesto autor; en el
cimiento físico, el resultado n.o se habría producido. la cuestión, sin embargo, radi- segundo se lo deberá castigar únicamente por tentativa de homicidio -o, probable-
ca en saber lo que habría sucedido si el vehículo hubiera adelantado, pero a la mente, por homicidio frustrado.
distancia reglamentaria. Pues aquí no debe pensarse únicamente en Jo que ocurriría
cuando en torno al ciclista no acontecía cosa alguna, sino en lo que acaecería de Parn algunos autores, 1a esfera de protección de la norma es el único criterio aprovecha-
ble de imputación objetiva. Aún así, no siempre se encuentra exento de reparos. Sobre todo
suceder algo distinto de lo que en realidad pasó. Ahora bien, siendo así, éstas son en el segundo grupo de casos, sólo pareciera funcionar apropiadamente si se ha prejuzgado
situaciones en las cuales se hace funcionar al criterio de imputación objetiva -incre- sobre el carácter anormal de la relación causal, pero no estar en condiciones de ofrecer un
mento del riesgo- como sustituto del vinculo causal, cosa que, de conformidad con procedimienlo para trazar con claridad una frontera que de suyo es fluida.
lo expuesto más arriba, me parece discutible.
la discusión en torno a la "teoría de la imputación objetiva", su extensión, la
Por otra parte, el principio también se encuentra sometido al reparo de que
naturaleza de su función y el número de los criterios para establecerla, todavía se
incorpora a la determinación de la imputación, supuestamente objetiva, elementos
encuentra abierta. En nuestra literatura, sobre todo, requiere de más investiga-
relativos a la previsibilidad y, por consiguiente, a la culpa y al tipo subjetivo. Subsis-
ción y debate. De todas maneras, la concepción pareciera ser de particular signi-
te en consecuencia la cuestión de si, en tales condiciones, es realmente necesario
ficación en aquellos casos en los que no es posible servirse de la causalidad como
introducir en la estructura del tipo objetivo una problemática que puede resolverse
criterio básico de imputación; esto es, sobre todo en el campo de los delitos de
en otro plano.
omisión impropia. 111
d) Finalmente, de conformidad con el criterio de la esfera de protección de la
norma, el resultado no es objetivamente imputable, aunque haya sido causado por
la conducta del autor, cuando, de acuerdo con el sentido de la norma penal, la § 18. LA ESTRUCTURA DEL TIPO
situación en su contexto no es de aquellas que ésta se propuso evitar. (Faz subjetiva en los delitos dolosos)
En primer lugar, se agrupan aquí casos en los cuales el peligro que se ha
La faz subjetiva del tipo en los delitos dolosos se caracteriza por una rigurosa
realizado no es de aquellos que la norma tiene por fin impedir. Se cita, como ejem-
coincidencia entre la finalidad y el hecho típico objetivo, es decir, entre la faz subjetiva
plo, el caso de los ciclisLas A y B que viajan ambos de noche por una carretera con
y objetiva de la acción. La finalidad adecuada al tipo es el dolo del delito.
los faros apagados. A causa de ello, A es atropellado por un camión y muere. En el
El dolo es el contenido subjetivo necesaiio de todo tipo de delito doloso. Sin embar-
proceso se establece que si B hubiera llevado su faro encendido, el conductor del
go, es posible que otros elementos subjetivos, trascendentes al dolo, integren también
camión habrta visto a A y el accidente no habría ocurrido. Se niega la imputación,
ese contenido. 112
porque la norma que ordena a los- ciclistas llevar sus faros encendidos tiene por
finalidad el que vean a los peatones o los obstáculos que se presentan en la ruta y,
I. EL CONCEPTO DEL DOLO
además, que ellos mismos sean visibles para otros, pero no íluminar a terceros partící-
pantes en el tráfico con el objeto de qrre no sean víctimas de accidentes. Dolo es el conocimiento del hecho que íntegra el tipo, acampanado por la voluntad
Un segundo grupo de situaciones se refiere a hipótesis en las cuales el peligro de realizarlo o, al menos, por la aceptación de que sobrevenga el resultado como consecuencia
se materializa a causa de un curso causal anormal, aunque, probablemente, previsi- ele la actuación volunlaría.
ble. Se incluyen casos como el del transeúnte A, que presencia un accidente en el
que B causa la muerte de C Espantado, A echa a correr para dar aviso a los parien- m JESCHECK, 28, 1, 2, pág. 379. Sobre la situación en la doctrina nacional, véase ETCHEBERRY, I, 197 Y
198; GARRIDO, H, 10.5, págs. 68 y sigts.; l\ÁQU!RA, págs. 108 y sigrs.; POLITOFF, 6, 6, C, págs. 270y
s1gts.
m ROXIN, ll, 72 y 73, págs. 379 y 380. 112 Del dolo se trata infrn, I, II, y l.ll. De los otros elementos subjetivos del tipo, infrn, IV

302 303
DERECHO Plc"ll\l. / PARTE GENERAL/ Enrique' Cury Lrzüa CAPiTlJLO VI/ TEORÍA DE LA T!PIUDAJJ (El injustu típico)

a) La noción civil y la penal del dolo hechor. El que trepa al árbol para hurtar manzanas, no debe responder de lesiones
si cae de la rama y aplasta a un transeúnte. La definicíón civil del dolo es insuficien-
Esta definición se diferencia de la que brinda el an. 44, inc. final del C.C. Ese te para puntualizar estos hechos.11 5
concepto, en efecto, no se acomoda a las exigencias del ordenamiento pena1.
En primer lugar, de acuerdo con el texto de los arts. 2º y 10, Nº 13 del C.P,
h) La estructura del dolo
todo delito requiere para su configuración -por regla general- del dolo. De otro
lado, una ojeada de conjunto a los libros II y III del C.P, revelará que no sólo la Para el dolo se requiere la concurrencia de un elemento intelectual (el conoci-
persona y la propiedad son tuteladas por tipos de la Parte Especial. En tal sentido, miento del hecho que integra el tipo legal) y de otro volitivo (la voluntad de realizar-
la definición del art. 44, inc. final del C.C. es insuficiente para el derecho penal, lo o, al menos, la aceptación de que sobrevenga el resultado como consecuencia de
porque únicamente refiere el dolo a esos dos bienes jurídicos. Esta dificultad po- la actuación voluntaria).
dría subsanarse mediante una interpretación teleológica del precepto civil. A ello El reconocimiento de esta dualidad se vincula a la antigua polémica -hoy
obstan las consideraciones subsiguientes, que ponen de manifiesto la inutilidad superada en gran medida- entre las teorías de la voluntad y de la representación.
del correctivo. Aquélla radicaba la esencia del dolo en su elemento volitivo, postergando el valor
De otra parte, la defmición civil sólo puede explicar la naturaleza y estructura del intelectual; ésta, por su parte, sostenía que la concurrencia del elemento intelectual
del dolo directo o de primer grado, in porque al exigir una intención positíva, excluye suponía la del volitivo, de suerte que, dado ése, era innecesario aplicarse a la com-
toda posibilidad de mtegrar a ella la noción del dolo eventual. 114 En el ámbito civil probación de éste. Como puede observarse, ninguna de las teorías pretendió negar
esto es comprensible, dada la diferente eficacia que a la distinción entre dolo y culpa la dualidad, pero sí la equivalencia de los elementos estructurales. En tal sentido,
acuerdan ese ordenamiento y el penal. Mientras la responsabilidad civil descansa son sólo matices de una constante teoría míxla que hoy goza de general aceptación.
en cualquiera de los dos contenidos subjetivos, con consecuencias indiferenciadas, La polémica entre las teorías de la voluntad y la representación recupera, con
la penal sólo se erige, por regla general, sobre conductas dolosas, en cuanto la todo, gran parle de su importancia en el análisis del dolo eventual, donde se ofrecen
punibilidad de las culposas es excepcional, conforme a los arts. 2 º, 4° y 10, Nº 13 soluciones diversas al problema de la delimitación entre éste y la culpa con repre-
del CP, y las consecuencias penales de unas y olras, cualitativa y cuantitativamente, sentación.
son, en todo caso, muy diversas. Se comprende, pues, la falta de interés de la ley
civil en diferenciar los casos límites de dolo y culpa, y, por 1a inversa, la importancia
que concede el derecho penal a esa distinción.
e) Carácter neutro del dolo
Desde que elart. 44 del C.C. concibe el dolo como "intención positiva de El conocimiento de la significación antijurídica del hecho típico (conocimien-
inferir injuria", esa nÜción es inaplicable a los delitos penales en los que ningún to de lo in¡usto del actuar) no forma parte del dolo. La ley penal no conoce un dolo
resultado inJurioso (dañoso, perjudicial) es exigido por el tipo. Ocurre así porque a malo, con ~onsecuencias inaceptables en materia de error de prohibición. En contra
la ley civil no le interesan aquellas acciones ineptas para provocar una modificación de esta conclusión está el causalismo más ortodoxo. Hoy, sin embargo, esa tenden-
externa de las relaciones jurídicas, aunque aparezcan contrarias a la voluntad del cia se bate en reiterada, y aun causalistas como l30CKELMANN o ENGISCH acep-
derecho. El delito de mera acción, los delitos de peligro y la tentativa son conceptos tan que el dolo está libre de toda valoración y que el conocimiento de la antiJuridicidad
penales sin correlato civil. En este punto es decisiva la consideración de los distin- es un elemento autónomo del juicio de reproche (culpabilidad). 116
tos fines perseguidos por ambos ordenamientos.
Pero lo peor de todo, seguramente, es que la definición contenida en el art. 44
del C.C. sólo exige una intención genérica de causar injuria a otro. Esta indetermi-
d) El dolo en la ley
nación es inaceptable para el derecho penal. La imputación penal, en efecto, requie- El dolo es aludido en pocas oportunidades por la ley, que no contiene defini-
re que el sujeto haya previsto y querido el hecho típico, no una consecuencia daño- ción alguna del concepto. El an. 2. 0 del C.P es el único que emplea la voz dolo,
sa cualquiera, pues esto conduciría a entronizar, en la práctica, un sistema de res- haciéndola sinónima de malicia. No obstante, de esa disposición se deduce que el
ponsabilidad por los resultados, incompatible con la Idea de Justicia imperante en dolo es una exigencia general para la configuración del delito, la cual sólo puede
nuestra cultura. Quien arrojó una piedra para romper el cristal de una ventana, no
debe responder de homicidio si el proyectil golpea y da muerte a una persona cuya
presencia en ese lugar era imprevisible o, siéndolo, no había sido previsto por el rn Así rnmbién NOVOA J 304 págs. '303 y 504; POLITOFF, 9, 3, B, pág. 447.
116 '
La opinión ' causal1smo
del · ' ' trnd1uonal
'. · puede consultarse en MEZGER, 11, 44, 11 , pags.
-
. .b d
151 Ys1gts.·'.Li ro e
1
¡j
5
estudio, 1, 69, págs. 247y sigts.; NOVOA, l, 307, págs. 509 y s1g:s., ETC.HEB~~RY,.l, págs. 2~_2 y igts,
el sentido opuesto, véase BOCKELMANN, Relaciones entre autuna y partrc1pacwn, c:t., II, ~-' pags, 56 Y 5 ·
E;
m lnfra, lll, a). Como en el texto, POUTOFF, 9, 3, C, pág. 450, 'que previamente ha descartado la mcluswn en el dolo de

1
4
H lnfra, III, c) la conciencia de la ilicitud

304 305
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enriqur C,uy Urzlla
CAPiTUl.0 VI/ ·r EO RÍA DE LA TlPlCIDAD (U injusto típico)

desestimarse en casos especiales, en los que el contexto del ordenamiento permite haga tal cosa cuando se pone en su conocimiento, por ejemplo, que un médico, obrando
prescindir de él. Esa prescindencia es posible, en primer lugar, cuando la ley ha con el mayor cuidado y de acuerdo con la lex artis, provocó, sin embargo, la muerte del
previsto, junLo al tipo doloso, el correspondiente tipo culposo. En tales casos excepcio- pacienle al someterlo a una delicada inlervención quirúrgica. Y, no obstanLe, así deberían
obrar si fueran consecuenles con su adhesión a la supuesta presunción de do1o, desde que el
nales puede castigarse una conducta no dolosa -si a su ejecución concurre culpa- reconocimiento por parte del denunciante de las circunstancias que hacen desaparecer el
con una pena especialmente establecida para esos efectos. Asimismo, el delito se dolo no es, por regla general, testimonial aprovechable (an. 460, Nº 11 C. de P.P.), y siendo
configurará, aun sin dolo, en las repudiables hipótesis de calificación por el resultado. así, sólo constituye una presunción judicial (art. 464 C. de P.P.), insuficiente para la prueba
contraria a que se refiere la última parte del art. l.º, inc. segundo del C.P. (art. 488, Nº 2°,
La sinonimia entre dolo y malicia del art. 2° del C.P, sirve de punto de apoyo a los primera parle, C. de PP.). No lo hacen porque esto constituiría un atentado comra la econo-
defensores de la teoría del dolo malo, para sostener que el conocimiento de la antijuridicidad mía procesal y una paralización de casi Lodas las actividades riesgosas -algunas tan vitales
es elemento integrante del concepto. La malicia, en efecto, parecería referirse a una voluntad como la cirugía o el tráfico de pasaJeros en vehículos de locomoción colectiva-. Pero así
que obra con conocimiento de la significación ilícita de la conducta. No es así, sin embargo. derriban con una mano la presunción que defienden con la otra; lo cual demuestra que, en
En este punto es preciso desembarazarse de prejuicios literalistas en la interpretación, aten- el fondo, una presunción de dolo no sólo es injusta, sino impracticable.
diendo, en cambio, al contexto legislativo sistemático. Por lo demás, PACHECO -tan influ-
yente en la opinión de los redá.ctores del Código Penal- atribuía a la voz malicia un significa- ce) Se ha pretendido que, por razones históricas, debe aceplarse que el art. 1.ºdel C.P. se
do sustantivo, exento de nolas valorativas. Asimismo debe tenerse presente la escasa cautela refLere al delilo doloso y el 2° al culposo; de la relación enlre ambos se deduci.ría, de este
sistemática con que la ley emplea el vocablo: la multiplicidad de significados que pueden modo, la sinonimia enlre la volunlariedad y el dolo. Pero esto no es así. El arl. 1.0 alude, en
adjudicarse al adverbio maliciosamente lo pone de manifiesto. 117 general, a todo delito y sólo en el 2. 0 se efectúa 1a separación entre los dolosos y los culposos. 1¡q

dd) Por último, no hay motivo para suponer que la ley h:::iya querido consagrar semejan-
e) Voluntarieda,l y dolo le sinonimia. Ella no se reitera en parte alguna del sistema, lo que demueslra que no encon-
lraba arraigo en el espíritu del legislador
Conforme a la opinión dominante, la voluntmiedad a que se alude en el art. 1°
del C.P. ha de ser interpretada como sinónimo de dolo. 118 Contra este criterio En realidad, la voluntariedad del inc. primero del art. Lº del C.P se refiere a la
militan varias consideraciones. conciencia de la antijuridicidad y nada tiene que ver con el dolo, del que no forma
parte dicho elemento. 12 º
aa) Como el referido artículo exige, para la configuración del delito, una acción u omi-
sión, sería pleonástico que luego insistiera en el requisilo del dolo, implícito en aquella exi-
gencia. En efeelo, la finalidad es elemento necesario de la acción. Por su parle, el dolo no es
sino la finalidad en cuanto referida at tipo. Luego, el dolo es el elemento de la acción u II. EL CONOCIMIENTO DE LOS HECHOS EN LA
omisión típica. Por lo tamo, hablaT de una acción u omisión voluntaria en el sentido de ESTRUCTURA DEL DOLO (Elemento intelectual)
dolosa, es incurrir en una tautología.
Al momento de ejecutar la acción, el sujeto debe conocer todo el hecho inte-
bb) Si la voluntariedad de que habla el inc primero del art. l.º del C.P es sinónima de
dolo, la presunción.legal contenida en el inc. segundo es presunción de dolo. Desde hace grante del tipo legal.
1argo tiempo la doctrina se ha debatido contra la iniquidad de esta consecuencia, procuran-
do encontrar en el art. 109 del C. de PP. una derogación. La jurisprudencia, en cambio,
niega eficacia derogatoria a dicho art. 109 y cree aplicar rigurosamente la supuesla presun-
a) Contenido del conocimiento de los hechos
ción de dolo del art. 1ºinc. segundo del C.P. Pero una presunción tan desacerlada es inacep-
table y, desde el punto de vista práctico, insostenible. La misma jurisprudencia, que por Esto significa que el agente debe conocer la acción en sí y, además, sus mo-
comodidad quiere defenderla para los casos dudosos, en los que sería faligoso motivar las dalidades típicas,121 el resultado 122 y la relación causal, 123 en su caso.12 4 El sujeto
consideraciones que conducen a la afirmación del dolo, o en los que por falta de prueba
activo del delito de hurto (art. 4 32 C.P.) ha de saber que la cosa de que se apropia
suficiente precisaría absolver no obstante sus convicciones emocionales, liene que prescin-
dir de ella, también por comodidad práclica, en hipótesis más claras. Si no obrara así, se es mueble y ajena y que con su acción la sustrae a la esfera de resguardo del titular
vería ob1igada al sobreseimiento en lodo caso fortuito o frente a la realización imprudente de aparentemente legítimo; el sujeto activo del delito de malversación del art. 233
conductas que carecen del correspondiente tipo culposo. Este sólo procedería una vez ago-
del C.P. ha de conocer que reúne las condiciones de hecho necesarias para ser
tada la invesligación con que se haya tratado de comprobar el cuerpo del dehto y de deter-
minar la persona del delincuente (art. 413 C. de PP.). Pero nunca se ha visto que un tribunal considerado empleado público conforme al art. 260 del C.P. y que los coudales o

11
: Sobre ello, AMUNATEGUI, "Maliciosamente"y "a sabiendas~ en el Código Penal Chileno, Sanriago, 1961. Un m Sobre este punto consúllese la exposición y_ue ofrece BUSTOS en R.C.P., torno XXIII. N~ 3, Santiago,
esfuerzo por conciliar presupuestos finalistas con el concepto valornlivo de "malicia", mediante sutiles 1964, págs. 243 y sigts. Véase, además, COI:-DOBA RODA Unci nueva rnnCfprnln 1,'.d _ddlt~, clt, pá_g~- 87 y
dislinciones, en CORDOBA RODA, U1w nueva rnncepción del delito, cit., V O, l, págs. 95 a 97. Conforme sigts., GARRLDO, ll, 2.2, págs. l 5 y 16; N/\QCTRA, pág. 411 y ahora Junto a fel1pe LABALLERO, en
con lo expuesto en el texto, CEREZO, en notas a la traducción de V{ELZEL, Ni1evu sistema, pág. 66, nota POUTOFF, ORTIZ y colaboradores, Comentalio, !, Art. l º, l, págs. 53 y 54.
120
16. Véase, además, POUTOFE, 9, 3, B, págs. 447 y sigts Supra e) y d). Véase, además, BUSTOS y Felipe CABALLERO, op. y loe. en. en nota anterior.
10 lL Supra, 17, T.
- J\sí, COUSIÑO, 1, 125, A, pág. 754, aunque estima que la expresión "voluntarias" no se refiere exclusiva-
112
mente al dolo sino, además, "a la libertad e inteligencian; ETCHEBERRY, I, pág. 303; LABATUT, 113, pág. Supra, 17, II
122; KOVOA, L 311, pág. 525; POUTOFF, 9, .1, B, págs. 449 y 450. rn Supra, 17, III.
u+ En el mismo sentido, BACIGALUPO, 3, B, I, pág. 47.

306
307
------------,

DERECHO PENAL! PARTE GENERAL/ Enrique Cmy Crzlia CAP[TULO Vl / TEORÍA DI' LA TJPIClDAD (El injusto rfpic.o)

efectos públicos o de particulares que ha sustraído, o consentido que otro sustrai- La solución a estas dificultades debe encontrarse en el art. 64, inc. segundo del C.P.,
ga, eslaban a su cargo. conforme al cual las circunstancias atenuantes y agravantes que consistan en la ejecución
male1ial del hecho y en los medios empleados para reallzar!o, servirán para atenuar o agravar la
responsabilidad únicamente de los que tienen conocimienlo de ellos antes o en el momento de
Debe tenerse en cuenta que de los hechos integrantes del lipa hay algunos que ocupan
la acción o de su cooperación para el delito.
el núcleo de la conciencia del autor y otros que, en cambio, permanecen, por así decirlo, en
Ese precepto se refiere expresamente al conocimienlo de las circunstancias atenuantes o
su periferia. Para el autor de un robo con fuerza en las cosas en lugar habitado (arL. 440
agravantes, no al de aquellas que forman parte integrante del tipo y, en consecuencia, no
CP), el foco de la conciencia apunta al hecho de estar apoderándose de una cosa que no le
agravan ni atenúan sino que fundameman la punibilidad de la conducta. Pero si la agrava-
pertenece, mientras que el de esLarlo haciendo en un sitio en el que actualmente se encuen-
ción de la pena está sometida a la exigencia de conocimiento, con mucho mayor razón
tran morando una o más personas, seguramente permanece sólo en la superficie de ésta.
deberá entenderse que lo está su fundamentación. Pues seria absurdo suponer que la ley
Para la existencia del dolo basta con esto último.m reclama más presupuestos para la producción del efecto jurídico más leve (la agravación o
atenuación de la pena), en tanto que libra el más grave (la fundamentación misma de la
El conocimiento debe extenderse a todas las caractelisticas del hecho típico, pena) a la concurrencia de un menor número de requisitos. 127
sean éstas desuiptivas o normativas. Para el dolo de parricidio es indispensable saber
que se mató a otro (elemento descriptivo) y conocer la relación ele parentesco que une Del art. 64, inc. segundo del C.P., se puede extraer también, mediante una
al auLor con ese otro (elemento normativo cuyo conocimiento se exige de manera interpretación a fortiori, uno de los requisitos fundamentales exigidos para la confi-
expresa por el art. 390 C.P). Para la representación de las caracteristicas normativas guración del dolo: el conocimiento de los hechos integrantes del hecho típico debe
el agente necesita, naturalmente, ejecutar una valoración, pero sería absurdo exigir- ser actual, esto es, debe existir en el momento de la ejecución de la acción, ya sea
le realizarla con la precisión técnica de un jurista. Con razón se ha dicho que, en tal que se Jo haya adquirido en ese momento o en uno precedenteY8
caso, sólo los juristas serían capaces de dolo y, aun, de entre éstos únicamente los
partidarios de la teoría dominante. El conocimiento requerido es mucho menos e) Conocimiento de los hechos y conocimiento <le
riguroso; trátase, según la acertada fórmula de MEZGER, de una "valoración parale- la significación de los hechos
la en la esfera del profano"." 6
Puesto que el tipo es indiciario y no constitutivo de la ilicitud, el conoci-
miento del autor sobre los hechos integrantes del tipo no ha de extenderse a la
h) Consideración ,logmática del elemento intelectual significación antijurídica de esos hechos. El conocimiento de lo injusto de! actuar
no forma parte del tipo y, por ende, tampoco del dolo. De otra parte, desde que
Como la ley no define el dolo, tampoco expresa la exigencia de conocimienlo a que aquí
se alude. Por olra parte, el texto de artículos tales como el 390 del C.P., induciría a la errónea las causales de justificación no son elementos negativos del tipo, el conocimiento
conclusión de que cuando el conocimiento de un elemento perteneciente al hecho lípico es de los presupuestos fácticos sobre los cuales descansan tampoco es exigencia he-
necesario al dolo, el legislador se ha cuidado de exigirlo categóricamente; de donde resulla-
cha al dolo. El error sobre la concurrencia de una causal de ,1ustificación no es, por
rá, por la inversa, que en los olros casos no es requerido.
Con-respecto a la acción típica, basta, para desechar esa reflexión, considerar que a su lo tanto, error de tipo.
estructura pertenece la finalidad. En efecto, la finalidad como elemento de la acción supone
el conocimiento, pues la meta en que el fin consiste sólo puede ser perseguida en cuanto es
conocida por el agente. A esa misma consecuencia han de llegar quienes· identifican el dolo d) El error de tipo
con la voluntariedad del inc. primero del arl. l." del C.P., pues si la acción debe ser volunta-
ria -en el sentido de dolosa-, debe ser conocida por el agente, toda vez que sólo puede E! error de tipo es aquel que recae sobre un elemento integrante de! hecho típico. A
quererse lo que se conoce.
su respecto es preciso distinguir el auténtico error de tipo excluyente de! dolo y e! error
Pero estas afirmaciones sólo atañen al conocimiento de la acción. Es dudoso si alcanzan
también a las modalidades de la acción y, en lodo caso, no puede extendérselas al resultado de tipo al revés en perjuicio del agente. 129
y al nexo de causalidad cuando éstos integran el hecho Upico. El que comete el delito tipifi- El error excluyente del dolo existe cuando el agente se representa su acción i
cado en el art. 235 del C.P., deberá saber, sin duda, que está aplicando a usos propios o
ajenos los caudales o efectos; pero ¿habrá de saber también que tiene la calidad de "emplea-
como dirigida a causar un resultado atípico y, a consecuencia del error, se produce !¡
do público" (modalidad de la acción) y que con su acción causará un "daño o entorpeci-
miento del servicio ·público" (resullado)?
un resultado típico; o cuando, habiéndose representado su acción como dirigida a
producir un determinado resultado típico, causa otro más grave que aquél. A su
1
1

vez, el error al revés en perjuicio del agente se da cuando éste se representa su


acción como dirigida a un resultado típico y, a consecuencia de su error, dicho
125
Así, en especial, BACIGALUPO, 3, B, I, págs. 48 y 49; POLITOFf; 9, 3, C, págs. 454 y 455; con mucho
detalle y precisiones ROXIN, 12, 106 y sigts., págs. 471 y sigts.
m MEZGER, n, 44, l, 3, págs. 148 y sigts. En las páginas anteriores, MEZGER ha echado una ojeada a los 127
Sobre este punto, detalladamente, CORDOBA RODA, notas a la traducción de MAURACH, I, 22, IV, pág
dislintos criterios que se han enunciado sobre este particular. Luego de presemar su fórmula, agrega que 322, nota 35. Una sentencia de la C.A., de Valparaíso, de 3 de junio de 1967 (no pubhcada), acoge este
puede expresarse más claramente afirmando que lo que se pide es '·una apreciación de las caractertsticas punto de vista en su considerando cuarto, pero sin referirse para nada a los fundamentos.
del tipo en el círculo de pensamiento de la persona individual y en el ambiente del autor, que marche en 126
BACIGALUPO, 3, ITT, B), pág. 47
la misma dirección y sentido que la valoración legal-judicial". 129
MAURACH, I, 23, I, A, 1, pág. 332. 1
308 309
DERECHO PENAL/ PARTE GEl\ERAL / Enrique Cury Urzúa CAPÍTGLO Vl I TEORÍA DE LA TIPlClDAO {El injusto típico)

resulLado no se produce o se produce uno atípico o uno lípico, pero de menor de ese hecho. En el primer caso hablamos de un error de tipo; en el segundo, de un
gravedad. Los problemas a que da origen esta segunda hipótesis forman parte de la error de prohibición. Del primero, en cuanto excluye el dolo, se trata aquí; del
teoría de la tentativa, que, por su complejidad, requiere un tratamiento separado. segundo, con influencia únicamente sobre el juicio de reproche, al ocuparnos de
Aquí, por consiguiente, sólo nos ocupamos de la primera. la culpabilidad.
Como su nombre lo indica, el etTor de tipo excluyente ciel dolo determina la desapa-
rición de éste. Cuando es ínevilable, significa también exclusión de la culpa. Por el contrario, ce) Efecto general del error de tipo excluyente del dolo
el error de tipo excluyente del dolo, evitable, deja subsistente la rn1pa por la negligencia en la
evitación y, por ende, cabrá una punibilídad a título culposo en los casos excepcionales en que En principio, todo error sobre un elemento integrante del hecho típico exclu-
la ley la contempla. Pero ha de tenerse en cuenta que si el autor previó la alteración del ye el dolo. La distinción entre error esencial y no esencial carece, pues, de sígn1fica-
hecho como una alternativa indiferente, no puede hablarse de un error, pues su repre- ción. Si el error se relaciona con una circunstancia perteneciente al tipo de injusto,
sentación incluye también esa hipótesis, y así el dolo subsiste. 110 será esencial; en caso contrario, no. De este modo, por ejemplo, no se puede decir
que el error relativo al lugar de la acción sea, en sí, inesencial. Al legislador no le
Algunos ejemplos iluslran esla última consideración:
importa, en efecto, que se mate a otro en la calle o en su casa, en la ciudad o en la
Si A, conduciendo sn auloínóvil con el propósilo de acudir a su trabajo habitual, atrope-
lla y da muerte al Lranseúnte B, el dolo está excluido. Si A pudo prevn y evitar el resultado, playa, y, por eso, el error sobre el lugar de la acción, en relación con el tipo del art.
cabría castigarlo a título de homicidio culposo (cuasidelito de homicidio); en caso contrario, 391 del C.P., será irrelevante, porque no es un error ele tipo. En cambio, cuando el
restará impune. Si A previó el resultado muerte como una ahemalÍ\'a indiferente en su larea auLor de un tumulto o desorden ignora que se encuentra en el despacho de una
de conducir, no hay re.almeme error y subsiste el dolo.
Si A agrede a E con el obJeto de causarle una lesión corporal y E perece a consecuencias aut01idad o corporación pública incurre en un error sobre el tipo del art. 268 del C.P., y,
del ataque, el dolo de homicidio queda excluido. No así el de lesionar al que no afecla el por ende, queda excluido el dolo y desaparece la punibilidad; en este caso, el error
error. Si A pudo pTever el resultado letal, se lo castigará como autor de homicidio sobre el lugar es "esencial", porque el lugar es elemento integrante del hecho típico.
pre.terinle.ncional, y, en caso contrario, a lítulo de lesiones dolosas. Si A previó ese resullado
como una alternativa indiferente en el complejo causal desatado por su conducta, no hay
error y subsiste el dolo de matar. dd) Error sobre el sujeto pasivo
Si A yace con la Jovencita E creyendo que tiene catorce años de edad, en circunstancias
que aún no cumple. los doce, el dolo de. la violación impropia ha de excluirse. Nada importa
que A haya podido prever esa situación, pues la ley no contempla un tipo de violación
Como el sujeto pasivo no es una caLegoria del tipo y ni siquiera una modali-
culposa. Pero si A previó la posibilidad de la minoridad como una altemaliva indiferenle., no dad de la acción,1 32 el error sobre la persona ofendida por el delito no es nunca un
existe propiamente error y cabe sancionarlo por una violación impropia dolosa. error de tipo. Pero ha de tenerse en cuenta que, en muchos casos, un error sobre la
persona del sujeto pasivo puede causar errores sobre otras circunstancias que for-
aa) Error de tipo y error de hecho man efectivamente parte del tipo. Esto ocurrirá, frecuenLemente, respecto al objeto
malelia1 de la acción o del resultado, que suelen identificarse incluso -aunque sólo
La vieja teoría sobre el error de hecho -y 1a consiguiente distinción con el error
aparentemente- con el sujeto pasivo, en aquellos tipos protectores de bienes jurídi-
de derecho- se encuentra obsoleta, a causa de su impracticabilidad. En los casos
cos eminentemente personales (vida, integridad corporal, salud, honor, libertad fí-
concretos es imposible trazar un límite entre los elementos de hecho y de derecho
sica, libertad sexual, etc.). En tales hipótesis, el errorrespecto a la persona ofendida
que integran el delito, especialmente después de la progresiva invasión de los tipos
resta irrelevante; pero su consecuencia, es decir, el error sobre el elemento integran-
por elementos norma.ti.vos a que ya se ha aludido. Por lo demás, las consecuencias
te del tipo, cobra la eficacia respectiva excluyendo el dolo.
que habrían de extraerse de esa distinción serían casi siempre erróneas, cuando no
manifiestamente injustas. El error sobre la ajenidad de la cosa en el hurto -por Un ejemplo permite comprender mejor lo expuesto:
ejemplo- habría de considerarse, en principio, un error de derecho, con resultados A pretende. sexualmeme. a B, una muchacha de quince años, la cual ha prestado su
consenlimiento y franqueado al galán la intimidad de su alcoba mediante una cita nocturna.
inaceptables. MA SCHWEITZER no se percata de ello, a mi Juicio, cuando procla- Pero cuando A llega hasw la habitación de B, ésta ha sido sustituida por C, una jovencita de
ma una identificación entre error de hecho y de tipo, error de derecho y prohibición. rn once años de edad, que también e.sLá dispuesta a consentir la realización del aclo carnal. La
oscuridad reinante, un excepcional desarrollo füico de C y las circunslancias explicadas,
inducen a error al se.ductor, quien cree yacer con E. Aquí el error en la persona se identifica
bb) Error de tipo y de prohibición con el enor sobre el objeto material de la acción. Obje.Lo de la acción, en el de.lito de viola-
ción impropia (art. 362 C.P.), es una persona menor de doce años cumplidos; asimi~mo, ella
Lo que importa es saber si el error recae sobre una circunstancia perteneciente es el titular de la indemnidad sexual lesionada y, por ende, el sujeto pasivo de la infracción.
al hecho típico (tipo legal) o si sólo se refiere a la licitud o ilicitud de la realización En este caso, el error sobff la persona ofendida será eficaz para excluir el dolo de vi.o_lación
sólo en apariencias; en realidad, esa eficacia resulta de que dicho error ha determmado,
00
lnfra, l!T, e).
111
MlGUEL ALEX SCHWEITZER, El error de derecho en mate1ia penal, Santiago, 1964, pág. 50. m Supra, 17, antes U.et

310 311
DERECllO PENAL/ PARTE GE.\"ERAL / Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO Vl / TEORJ.'\. DE LA TlP!ClDAD (T.! ii,justo tfpico)

consecuencialmente, un error sobre el objeto material de la acción de \iolar a que se refiere


el art. 362 del C.P. actuación de otras fuerzas y energías que pueden cooperar, modificar u oponerse a
la potencia causal de la acción ejecutada. De modo que en la práctica la coinciden-
A esto se refiere la primera parte del art. 1. 0 , inc. tercero, in fine: "en tal caso no cia total entre el curso causal real y el representado no se da sino raras veces. Pequeñas
se tornarán en consideración las circunstancias, no conocidas por el delincuente, modificaciones son inevitables. No obstante, resultaría absurdo excluir el dolo en
que agravarían su responsabilidad". La ley emplea aquí una terminología anticuada todas esas hipótesis. Sólo desviaciones considerables pueden reclamar tal eficacia.
que provoca confusiones, pues habla de "circunstancias que agravarían su respon- Por esto se hace indispensable la distinción. 134
sabilidad", es decir, circunstancias agravantes. Más importante que regular el error El punto de partida es el siguiente: Cuando el agente se representó la acción como
sobre las circunstancias agravantes habría sido ofrecer una disposición relativa al causa, el resultado como efeclo, y, en realidad, ambos ocupan esa situación, sin que para la
error sobre los elementos integrantes del tipo de injusto. Con todo, una interpreta- producción de éste haya sido precisa la interposición de otras acciones del sujeto a de un
ción a fortiori debe conducir, también así, a la solución correcta. Si un error sobre tercero dirigidas a un fin distinto que la obtención del resultado, las desviaciones dd wrso
las circunstancias de agravación excluye su aplicación, un error sobre las circuns- causal son inesenciales. Los demás casos tienen una relevancia que es menester precisar
tancias cofundantes del tipo legal tiene que provocar la impunidad por ausencia de para cada uno de ellos.
dolo. Donde al error se reconoce eficacia para lo más, debe reconocérsele, asimis-
mo, para lo menos. Conforme a lo ex.puesto, es irrelevante la desviacirín si, por ejemplo, A dispara sobre B
con la intención de matarlo y éste fallece una fracción de segundo antes de que la bala lo
A la inversa, el otorgamiento de eficacia a las circunstancias atenuantes aun en el caso de alcance a causa de un infarto al miocardio provocado por el miedo; si A previó que la espada
no ser conocidas por el delincuente (art. l º, inc. tercero, in fine, última parte) no es más que se clavaría en el corazón, pero, contra lo esperado, ésta di.o en el estómago, determinando la
un precepto de política criminal, fundado en pura indulgencia legislativa. No puede, por lo - muerte; si la madre arrojó a la crialura al río para que pereciera ahogada, pero ésta fallece de.
un traumatismo encefalocraneano al golpearse contra las rocas de la ribera; si el ladrón se
tanto, ser extendido pot la interpretación, pues en donde la ley ha ignorado el error para lo
propone sustraer el botín en u.q.a bolsa, pero, luego de romperse ésta, debe cargarlo en los
menos (atenuar) no puede afirmarse que desee ignorarlo también para lo más (eximiT de bolsillos de su traje; etc.
responsabilidad), cosa que, por olra parte, se deduce de la pTimern parte del precepto. Aun
en materia de circunstancias atenuantes la norma sólo puede ser aplicada en el caso especí-
fico a que se refiere (ignorancia derivada de un error sobre la persona del ofendido); en los
Sobre estas bases pueden solucionarse las distintas cuestiones prácticas.
demás, recibe aplicación preferente el art. 64, inc. segundo del C.P En los casos de aberratio iclus o error en eI golpe, el sujeto dirige su acción hacia
un objeto del resultado, pero, a causa de una desviación del curso causal, es lesiona~
La disposición del art. 1º, inc. tercero del CP nada tiene que ver con la aberratio do otro equivalente, de una manera también equivalente. En esta situación se da un
ictus o error en el golpe. Esta es una forma de error sobre el curso causal de la acción eJTor al revés en perjuicio del agente respecto de la lesión querida y un error exclu.,.vente
s y, por consiguiente, se somete a los principios que regulan aquél. 133 del dolo en relación con la causada realmente. La solución depende ele sí esta última
fue o no previsible. En el primer caso debe castigarse por un delito frustrado e:n
ee) Error sobre el curso causal concurso ideal con un delito culposo (cuasidelito); en el segundo, sólo por la frus-
tración.135 Así, cuando el autor deseaba matar, la bala se desvfa y ultima a un tercero
En los tipos de resultado cobra eficacia excluyente del dolo el error sobre el que caminaba junto a la victima escogida, ha de castigarse por delito frustrado de
curso causal. homicidio en concurso ideal con un homicidio culposo, porque lo que ocurrió era
En este punto es preciso distinguir entre el error esencial y el inesencial. Pero previsible; si, en cambio, quien murió se encontraba oculto entre unos matorrales,
esta diferencia no ha de confundirse con aquella cuya irrelevancia denunciábamos de suerte que el autor no podía prever su presencia en el lugar, sólo se ha de conde~
anteriormente. Aquí no se trata de saber si el error sobre una determinada categoría nar por el homicidio frustrado.
típica es o no esencial, sino de establecer cuándo la errada representación de uno de Aunque la hipótesis descrita es la más corriente, no es la única de aberratio
esos elementos -el curso causal- es bastante significativa corno para adquirir eficacia icl-us. Puede ocurrir que la lesión del objeto material verdaderamente afectado con~
excluyente del dolo. La propuesta no es, pues, una cuestión de calidad, sino de crete un ataque contra bienes jurídicos de mayor o menor entidad que el que hubíe-
cantidad. Y es así porque toda representación de un curso causal es azarosa. El ra, realizado la lesión del objeto material contra el cual se dirigía la acción; o que,
control que el ser humano ejerce sobre los acontecimientos es limitado; su capaci- siendo los objetos equivalentes, la lesión producida sea de distinta naturaleza, o
dad de supradeterminar el suceder causal no es absoluta y está condicionada a la que, por fin, tanto los objetos como la lesión sean diferentes. En cada uno de estos
casos habrá que resolver conforme a los principios expuestos.
133
Consúltense la correcta argumentación de NOVOA, 1,337, págs. 582 y 583, y la jurisprudencia citada en
la nota 24, al final del párrafo. Respecto a los absurdos resultados a que conduce la tendencia
jurisprudencia!, véase sentencia de la C.S. en R.C.P., tomo XX, Nº 2, págs. 257 y sigts., con nota crítica de
ni Así, también, BAClGAUJPO, 3; B, 1, d), págs. 53 y 54; POLITOH) 9, 3; C, 2. pág 465.
CURY. En el mismo sentido del texto, BACIGALUPO, 3, B, I, d), págs. 54 y sigts.; POLITOFF, 9, 3, C, 2, 11
' Contra, 'vVELZEL, 13,1, 3, d). págs. 107 y l 08 y CCRY, la edición; JO, 11, d), ee). Como en el texto
pág. 459; ZAFFARONl, 35, V, 8, págs. 514 y 515.
BAClGALUPO, 3. B, l, d), págs. 54 y 55 y POLJTOFf": 9, 3, C, 2. págs. 462 y 463

312
313
DERECHO PFi',AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urztía CAPÍTULO Vl / TEORÍA DE LA TIP!C]T)AD {El injusto típic.o)

1) Supongamos que A dispara sobre su cuñado para darle muerte, pero se interpone su otro hn, alcanza impensadamente su propósito primitivo. Ejemplo: A dispara sobre
cónyuge, que sufre el impaclo y fallece. El objeto material contra el que se dirigía el curso
B para darle muerte, pero, por una desviación del curso causal representado, yerra
causal representado merece al legislador menos protección, (art. 391 C.P) que aquel efecli-
vament.e lesionado (art. 390 C.P). Hay, por una parle, un error al revés en petjuicio del agente y sólo lo hiere. Creyendo que B ha fallecido, A decide ocultar su delito y arroja al río
respeclo de la imaginada lesión al cuñado y, por lo tanto, tentativa de homicidio; por la olra, el cuerpo inanimado de su víctima. B muere por asfixia a causa de la inmersión.
un error excluyente ele/ dolo en relación con la lesión de la cónyuge, que se solucionará de En este caso, denominado generalmente "dolo de Weber", hay un error al
acuerdo con lo expresado al respecto El eventual homicidio culposo enlrará en concurso
ideal con la tentativa de homicidio. revés en perjuicio del agente respecto de la primera acción y un error exd uyente del
dolo -pero nunca de la culpa- en relación con la que alcanzó el resultado. Luego,
2) Si, al revés, A dispara sohre su cónyuge para darle muerte, pero se imerpone su tentativa de homicidio (delito frustrado) en concurso con un homicidio culposo. La
cuñado, que sufre el impacto y fallece, el objeto material contra el que se dirigía el curso
causal representado merece al legislador más- protección (arL. 390 C.P) que aquel efectiva- inLerposición de una acción final no incluida en el curso causal representado por el
mente lesionado (art.. 391 C.P). La solución debe buscarse según los mismos criterios que agente, rompe la unidad de la representación. 138
supra, l. En ciertos casos, cuando en estas hipótesis se den tentativa y delito .culposo, la
relación de concurso ideal será sustituida por la de concurso aparente de leyes penales, que
se resuelve conforme al principio de consuncicín.
fD Error sobre el tiempo y el lugar

3) 1\ dispara sobre B para darle muerte, pero yerra y lesiona a C. El objeto material Cuando el error recae sobre el tiempo o el lugar como elementos integrantes
contra el que se dirigía el curso causal representado es equivalente al efectivamenle lesiona- del tipo, han de tenerse en cuenta los principios que regulan el tiempo y el lugar
do, pero la lesión propuesta es de más enli<lad (art. 39] C.P.) que la producida (arts. 395 y del delito.11 9
sigts. C.P.). La solución se busca según idénticos criterios que supra, 2.

4) A dispara sobre B para lesionarlo, pero yerra y da muerte a C. El ob_ielo material gg) Error de tipo evitable e inevitable
contra el que se dirigía el curso causal representado es equivalente al efeclivamente lesiona-
do, pero la lesión propuesla es de menor entidad que la producida. La solución se busca El error de tipo es ínevitable cuando el sujeto ni previó ni podia prever cuál era
aquí según criterios idénticos que supra, 1. la situación real; es decir, cuando ni aun empleando la diligencia debida hubiera
podido salir de él. En tal caso, el elemento subjetivo del tipo queda excluido; no
5) A dispara sobre su cuñado para darle muerle, pero yerra y lesiona a su cónyuge; o
dispara sobre su cónyuge para darle muerte, pero yerra y lesiona a su cuñado; o dispara sólo el dolo, sino también la culpa desaparecen y, por ende, también la tipiciclacL
sobre su cunado para lesionarlo, pero yerra y da muerte a su cónyuge; o dispara sobre su Por el contrario, el error de tipo es evitable cuando la situación real podía ser
cónyuge para lesionarla, pero yerra y da muerte a su cuñado. En todos estos casos son de prevista por el agente, de suerte que si hubiera observado la diligencia debida, ha-
distinla entidad los objetos y las lesiones. Las soluciones requieren una combirn:ició~ de
criterios, lo cual, según es fácil de advertir, sólo importa ligeras variaciones del punto de bria podido salir de él. En esta hipótesis es menester distinguir según sí la ley con-
vista fundamental. templa el correspondiente tipo culposo o no. En el primer caso, el dolo queda ex-
cluido, pero subsiste la culpa y, como es posible la puníbilidad al título correspon-
Inducida a confusión por una equivocada identificación de objeto material y diente, ella procede; en el segundo, la desaparición del dolo implica la eliminación
sujeto pasívo, la doctrina dominante y la jurisprudencia resuelven los casos de aberralío del único tipo posible y, por consiguiente, también de toda sanción penal.
ictus conforme a la regulación contenida en el art 1º, inc. lercero del C.P para el error
en persona..136 Los resultados prácticos son defectuosos, 137 porque la diferencia no es hh) Ignorancia y error
sólo formal, sino que se relaciona con la naturaleza de las situaciones enjuiciadas. En
las hipótesis de error sobre la persona, la acción ejecutada por el autor se orienta, La sólita distinción entre ignorancia y error es jurídicamente irrelevante. Tanto
exclusivamentC, a la lesión de un bien jurtdico; así, por ejemplo, cuando quiere dar da que se ignore la letalidad de un arma de fuego como que se crea que el instru-
muerte a A y, en las sombras de la noche, lo confunde con B, a causa de lo cual ultima mento empleado no es un arma, sino un juguete de utilerta. En ambos casos, las
a éste. En los casos de aberratio ictus, en cambio, la acción del autor, sobre orientarse consecuencias prácticas son idénticas.
a la lesión de un bienJuridico, ha creado, además, un peligro para otros, al no prever
la posibilidad de una desviación del curso causal, que, sin embargo, era imaginable;
así cuando quiere dar muerte a A y, al verlo avanzar, acompañado por B, dispara y da III. LA VOLUNTAD DE REALIZACIÓN DE LOS HECHOS EN LA
muerte a este último, cosa que, aLendidas las circunstancias, era previsible. ESTRUCTURA DEL DOLO (ELEMENTO VOLITIVO)
Por último, cabe citar la hipótesis en la que el sujeto dirige su acción a la Al momento de ejecutar la acción, el agente debe querer la realización de todo
obtención del resultado típico, y, por una des-\.iación del curso causal, yerra sin
el hecho típico.
advertirlo, pero luego, medianle la ejecución de una acción posterior, dirigida a
rn En este punLo disiente EAClGALCPO 3, n, I, d), págs. 55 y 56. De acuerdo, en cambio, POLITOFR 9, 3,
1.;o ETCJTEBERRY, l. pág. 334; GARRIDO, 11, 13, 6.3 e), pág. 98. C, 2, págs. 460 y sigts.
119
137
Sobre ello, supra, dd), al final, y las citas allí contenidas Supra, 9, 11, e) y 10, lV,

314 31.5
DERECHO PE>iAL ! PARTE GENERAL/ T:nrique Cury L'n:úa CAPÍTULO VI / TEORÍA DE LA TIPICIDAD (El injus(o lipico)

En este punto conviene deslindar, desde luego, las nociones de querer y desear ob ra. 140 A, que se ha propuesto dar muerte a B para heredarlo, coloca una bom-
Se quiere todo aquello que es contenido de la voluntad, con independencia de refe- ba de tiempo en el avión en que éste viaprá. A sabe que al estallar la bomba
rencias afectivas de índole valorativa o utilitaria; por la inversa, el deseo implica, durante e] vuelo, todos los pasajeros y la tripulación del aparato perecerán; ese
precisamente, una lendencia afectiva hacia el objeto por motivos valoratívos o resultado no puede sino representárselo como una consecuencia seg~ra de su obrar.
utilitarios, tendencia que puede o no realizarse en un quera Deseo y querer son Puede suceder, incluso, que deplore esta situación, pero que, empupdo por el de-
conceptos autónomos. El sujeto puede o no desear lo que quiere y, del otro lado, seo de matar a B, no vacile en actuar, provocándola.
puede o no querer lo que desea. Otelo experimenta la mayor repugnancia ante la
Un examen detenido del dolo de las consecuencias seguras cond?ce a l_a_ certeza ~e q~e
idea de dar muerte a Desdémona, pero quiere hacerlo como único medio de solu- su estructura no difiere de la del dolo directo y de que, por ende, la dts~mcion es arbll_rana
cionar su aparente deshonra; por el contrario, Hamlet desea dar muerte al padrastro En efecto si se tiene en cuenta la diferencia entre que:rcr y desear y, especialmente, la referen-
incestuoso, pero se resiste a quererlo, suponiendo, incluso, circunstancias, a fin de ~i:::i del objctívo a los limites dados por la descripción típica, se a~vertirá qu: en los casos

dilatar la decisión. Por otra parte, deseo y querer no son ideas antagónicas; pero
comprendidos por el dolo de las consecuencias segurn_s 1:0
hay ~mo dolo d1recto. Lo J~e
induce a confusión es que. en estas hipótesis hay dos obJelrvos_t:plcos colocados en Telauon
pertenecen a esferas existenciales distintas. de medio a fin: la muerte de cada uno de los pasajeros del av10n se le ap_arece ~.A como el
Contenido de la voluntad es, en primer lugar, aquello que el SUJeto persigue medio necesario para obtener la muerte de B. Pero desde que la co~s1dernc10n de _c~:la
objetivo debe detenerse en los limites impuesLos por cada tipo en particular, esta pos1c10~
como objetivo de su actuar; pero, además, también aquello que es medio necesario subjetiva de las distintas mue.rles en el ánimo de A no altera la naturaleza del dolo con que
para la persecución de ese objetivo y, por fin, todas aquellas consecuencias posibles cada una de ellas es ejecutada. .
de la acción que el sujeto acepta para el caso eventual de que se realicen. Este enun- Prueba de lo expuesto es que no se puede citar un caso en el que 1~ cons'.:euencia qu_e. el
sujeto se ha represenlado como secuela de la segura sea un hecho atípico. Sl se pretendiera
ciado general permite ejecutar la única clasificación del dolo con validez teórica a hacerlo, se llegaría al resullado absurdo de que también b muerte de _B por ven~anza fue
interés práctico. causada con dolo de las consecuencias seguras, puesto que ella no es smo el me.d10 seguro
de que echa mano A para satisfacer su propósito vindicativo.

a) El dolo directo
e) El dolo eventual
El dolo es directo cuando el objetivo perseguido por el agente es la realización
del hecho típico. Obra con dolo eventual quien, habiéndose representado la producción del
hecho t.Ipico como una consecuencia posible de su acción, acepta en su voluntad
La noción de objetivo se determina en relación con el tipo de injusto y no con un criterio esa alternativa para el caso de que se realice. Ya este enunciado, p~ramente forma~,
natural. Así, cuando A da muerte a B para heredarlo, la consideración de sus objetivos se
muestra aquella característica que diferencia al dolo eventual del d1Iecto. En la acti-
deLiene en los límites del tipo homicidio; desde el puma de vista típico -único relevante
para e1 derecho penal-, el objetivo último de A es la muene de B, aunque, en un orden de tud interna del sujeto, el hecho típico no es un objetivo perseguido, 141 sino ~~a
cosas natural, esa muerte no sea para A sino un medio de obtener su meta final (la herencia). alternativa cuya posible realización le es indiferente. El autor no:~ tras la obtenc10~
Por esto, en el caso propuesto, A cometería el delito de homicidio con dolo directo. de resultados típicos, ni porque se haya propuesto su producc10n como meta, m
porque los estime necesarios para sus propósitos, sino que s~ limita a acogerlos
Aquí la naturaleza de la representación no tiene importancia. El sujeto obra con
como una posibi1idad que incorpora a su representación total sm rechazarla o, por
dolo directo aunque sólo se haya representado como posible la realización del he-
lo menos, sin hacer nada por evitarla. 142 . _
cho típic,o. De este modo, cuando A dispara contra su enemigo cün el propósito de
Problema fundamental en la concepción del dolo eventual es determmar cuando
matarlo, obra con dolo directo, aunque dude sobre si el arma empleada es debas-
puede afirmarse que el suieto ha aceptado en su voluntad la producción de hecho
tante calibre como para causar la muerte de un hombre; cuando C arroja al suelo un
típico. y la solución de ese problema es tanto más urgente cuanto que de ella <lepen-
objeto valioso con el propósito de causar un daño a su dueño, obra con dolo direc-
to, aunque se represente la destrucción de ese objeto sólo como posible. La posición
H: Algunos autores hablan de doÍo ind[recto. La denominación hende a establecer el antagonismo con el dolo
del hecho típico como objelivo del actuar exime de consideraciones sobre la índole · · en el texto, ta 1antagomsm
· o no existe
directo.· Pero, aparte de que, como se mdica . ' ese nombre
l . .nodexpresa
d I
de la representación. la verdadera naturaleza del concepto y, además, se presta a peligrosas e.xtens1ones d~ a nooon ecJR~·
Más !recuente todavía es denommarlo dolo de las consewen:'.ª5 necesanas, co~o ~o l
Orientación 10 III b) páas. 88 y 89. Sin emb.argo, esa expreswn mduce a error, segun
, ' ' ' '"' n cierto resultado
o:ª1º
se21nra
aun ~ELZEL.
~staca ,
necesanamen

1e
b) El dolo de las consecuencias seguras como forma del dolo directo 13 I 2 pág. 99 pues es imposible que algmen cuente con que u 1:> •
a s'u 'ac~ión. Po~· eso es preferible limitar el concepto, aludiendo simplemente a consecuencias que se
tienen por seg-tiras. ~ ,
Hay un dolo de las consecuencias seguras cuando el agente se representa 1+1 Sobre esto véase la anticipación de CARRARA, 1, 6 1 , pag. 72 . l l ..
el hecho típico como una consecuencia segura de su actuar y, no obstante ello, H
·En consecuencia,
' · - h echa JJOr
no rne parece exacta [ a a¡·mnac10n . . MAURACH de que . , 1avo
d l untacl 1de en acoon
(l 2
es idéntica en dolo eventual y directo y de y_ue ··tan sólo es d1stmta la represenlaoon e resu la O , 2 ,
lll,B,2,págs. 3J6y317).

316 317
DERECHO PE8AL ! PARTE GENERAL/ Enrique Cury lirzüa
CAPi'J ULO Vl / TEORÍA DE U\. TIPICIDAD (El injusto tfpirn)

de la decisión sobre si, en el caso concreLo, ha de castígarse a título de dolo o de


culpa consciente, con consecuencias prácticas considerables. como posible. De este modo, la teoria no se desentiende de la representación, pero
le atribuye una importancia relativa en la decisión.
En la determinación del dolo eventual recupera significado la polémica entre
Dentro de la teoría de la voluntad suelen subdistinguirse una teo1ia hipotética
las teorías de la voluntad y la representación. 143 Cada una de ellas pretende dar una
del consentimiento y una te01ia posítiva del consentimiento. la clasificación es sugerida
respuesta distinta a la cuestión de qué es lo que ha de entenderse aceptado por la
voluntad del su¡eto. por la evolución de las fórmulas de FRANK, cuya importancia es fundamental. 146

1) En conformidad a la primera fórmula de FRANK (teoría hipotética del con-


aa) Teoría de la representación ntimiento) "la previsión del resultado como posible sólo colma el concepto del
~:lo cuando' la previsión de dicho resultado como cierto no hubiera detenido al
Para la teoría de la representación lo decisivo es el grado de posibilidad con . dec1s1vo
autor, no hubiera tenido la significación de un motivo . . de contraste " . 141
que el sujeto se representó la producción del resultado típico. Acepta en su voluntad
ese resultado -y, por ende, obra con dolo evenLual quien se ha representado su 2) A FRANK se le criticó que, de este modo, la decisión dependía en buena
producción como una consecuencia probable de la acción. La probabilidad importa, parte del carácter del agente. Saber lo que el sujeto habría decidido en el c~so hipo-
según su significado natural, un alto grado de posibilidad. Conforme a ello, los segui- tético de haberse representado el resultado como cierto, solo puede hacerse aten-
dores de la teoría opinan que quien se representó el resultado típico como muy diendo a su conformación caracterológica. El autor se defendió de los ataques adu-
posible, no pudo sino aceptarlo en su voluntad para el caso de que se realizara. 144 ciendo que la primera fórmula era sólo un medio de prueba y que, en todo caso, la
Este punto de vista está sometido al reparo de que, aunque el sujeto se repre- decisión debería depender en primer lugar de "la posición del agente en orden a su
sente el resultado como probable, puede confiar en que conseguirá evitarlo. En tal fin concreto". 148 La síntesis de esta defensa se encontrará en la segunda fórmula de
caso, es injusto afirmar que lo aceptó en su voluntad. Esa identificación e_ntre acep- FRANK (teoría positiva del consentimiento), conforme a la cual el sujeto obra
tación y representacíón sólo es posible cuando la producción del resultado aparece dolosamente si "se dijo: sea así o de otra manera, suceda esto o lo otro, en todo caso
no sólo como probable sino como segura. Pero en tal caso hemos abandonado el actuó. "149
ámbito del dolo eventual y nos encontramos en el caso del dolo de las consecuen-
cias seguras.
ce) Solución ecléctica de MEZGER
De otra parte, la determinación de la probabilidad importa un juicio relativo,
cuyas alternaLivas dependen de las condiciones personales de quien lo emite. Lo :tv[EZGER intenla una solución mixta, sobre la base de las teorías posilivas del consenti-
que a un hombre aprensivo parecerá probable, a otro, seguro de sí mismo, se le mienlo (de la voluntad) y de la probabilidad (de la representació_n). A su juicw, en_ efecLo, la
solución correct:1 requi.ere considerar ambos puntos de vista, aphcánd_ol~s allernat1vamente,
ocurrirá sólo posible; el aficionado verá posibilidad en donde el experto apreciará según la naturaleza del caso concreto. La decisión ~epen_de de la pos1uon del agente frente
probabilidad. La teoría de la representación procura superar estas dificultades refi- a la producción del resultado. De esta manera, d1slmgue.
riéndose al juicio objetivo propio de un hombre medio. Pero, así, el dolo eventual
1) "El autor piensa el posible r~su1ta_clo como dep:'ndient~ ~~.;~u voluntad: en tal supuesto,
puede llegar a identificarse con un defecto intelectual, cosa inaceptable que echaría sólo puede deciTse que lo ha quendo s1 ha consentido en el .
por tierra toda la teoría del error de tipo y hasta los fundamentos mismos de un
derecho penal de culpabilidad. 145 2) "El autor piensa el posible resultado como independiente de su voluntad: en tal s~p-~esto, lo
ha querido en tamo lo considera probable, es decir, en tanto cueme con lá pos1brhdad de
que el resultado se produzca". 151
bb) Teoría de la voluntad
.t·vfEZGER observa que, en aquellas hipótesis en que la realización del resultado _típico
depende de circunstancias preexistentes, es difícil pretender que el agente ha consentido en
La teoría <;le la voluntad busca el criterio de aceptación en un acto de significa-
do volitivo . .La naturaleza de la representación pasa a un segundo plano; lo decisivo
es la actitud volitiva observada por el sujeto frente a la representación del resultado ""
"" De b e· anotarse.. como cosa cunosa,
. · ··· qu~L 1c;n ·'NK no era' partidario de la teoría de la voluntad.
b El. fue,
d
'''-'''

precisamente quien creó la denominación de ambas teorías, haciendo expresa reserva so r~ :u exacmu ,
en 1890. En' 1907 sigue considerándose un representante de la teoría de la repn-:~ntacrnn, con:ra 1a
Jf> Supra, T, b) · · d \'ON HIPPEL Véase al resixcto PRANK. Estructura dci concepto ele ndpab1!1~ad, trn~lu~cton de
opm1on e
Gustavo Eduardo .:. Aboro ·y lea
_ - Low,
' '.
lvlontcv1deo-Buenos . . 20 OO , 6 , pag
A1res, · s · 57 Y s1gts. As1m1smo, la
J+; Este punto dé vista es aceptado por la jmisprudrncia en fallo de la C.S. de 3 de septiembre de 1966,
publicado en R.C.P .• lomo XXV, Nº 3, 1966, pág: 212 ysigts._ en donde conduce a una solución defrnuo- detallada exposición de C.OCSIÑO, L 119, B, págs. 661 Y sigls. . , . nla
sa. 1-1, Cfr. MEZGER, Í1, 45, 111, 1), b), pág. 172, y especialmeme las notas 15 a 19 en esa rmsma pagma Y e 173 ·
145
En el último tiempo ha defendido la teoría de la representación, con especial energía GIMBERl,iAT ORDEIG, 1-1e- Cfr. IV!l'.7:GER, II, 45,111, l), b), pág. l 73. . . " 22 11l B 2 b) á s
Acerca del dolo eventual, en Nuevo Pensamiento Penal, Nº 3, Buenos Aires, 1972, págs. 355 y sigts. Una 1+c; Cfr. MEZGER, 11, 45, TTI. 1), b), pág. 172. Conforme con este cnleno, J:vli\URACll, I, , , , , ,P g ·
réplica mía a su punto de vista puede encontrarse en Co11t1ibución aI delia/e acerca del dolo evcnlual, en 3l7a318
Nuevo Pensamiento Peiwl, Nº 6, Buenos Aires, 1975, págs. 149 y sigls i,c 11.EZGER,II, 45, III, 2), a), pág. 173.
1 1
" \'1EZGER, ll, 45, III, 2), b), pág. 17.5

318
319
DFREC:HO PFNAI / PARTE GENERt\.L / Enrique Cury Urzúa CAPlTULO Vl / THJRJA DE l..-\. TIT'lC11Ur1 (El injusto \ipico)

ellas. Así, del que yace con una joven dudando sobre si tenía más o menos de doce años de dolo no basta una mera elección en éste o aquel sentido, sino una actitud posiliva que habrá
edad (arL 362 C.P) no puede decirse que haya consentido en que la muchacha sea menor de de expresarse en la evitación del resultado típico.
doce años para el caso de que ello ocurra. Porque lo que el individuo qtácre no es que la Con eslo, KAUFMANN no subsana, sin embargo, su principal objeción a la teoría posi-
mujer tenga más o menos de doce años, sino, simplemente, yacer con ella. Del mismo modo, liva del consentimiento. Porque para que el sujeto manifieste una voluntad de realización
de quien se apropia de una cosa mueble, sin saber con certeza si es o no ajena (art. 432 CP), dirigida a la evitación del "resultado delictivo'', es menester que haya considerado ese resul-
no puede afirmarse que consienta en que lo sea, pues su propósito es, sencillamente, apro- tado como indeseable. Nadie, en efecto, desplegará una volunlad de evitación sino en cuan-
piarse de ella. De aquí que en rales hipótesis lo decisivo sea el grado de prolnbilidad con que to estime que existe algo digno de ser evitado. Y, evidentemente, esta ponderación sólo
el sujeto se representa la producción del resullado. tendrá lugar e-n la medida en que el agente conozca la ilicitud del resultado. De manera que la
Al parecer, la posición de MEZGER es determinada por el hecho de que ese autor solución de KAUfü11\NN conduce, después de un rodeo, al mismo punto de. partida adop-
independiza las circunstancicls de la accir!n y el re'iult.ado, otorgándoles una relevancia aULóno- tado por la teoría del consent.imiento.
ma en la estructura típica y requiriendo, por eso, una referencia a cada una de ellas por En realidad, la crítica de KAUFJv1ANN confunde, al parecer, problemas diversos: el de
separado. Este punto de partida es, a mi juicio, incorrecto. 152 En realidad, el su.Jeto no quie- los motivos de la decisión y el de las consecuencias de ella_ La cuestión de por qué el sujelo
re sencillamenle -como pretende MEZGER en el primer ejemplo-yacer con una mujer, sino contempla la posible producción del resultado típico con repugnancia, indiferencia o, inclu-
yacer con dla aunque sea menor de doce años cumplidos. Asimismo, no quiere únicamente so, aprobación, no tiene que ver con el problema del dolo; para éste lo importante es cono-
apropiarse de la cosa, sino apropiarse de ella aunque sea ajena. Ciertamente la edad de la cer la índole de la decisión que en definitiva se adoptó. Por lo mismo que el conocimiento de
muchacha o la ajenidad de la cosa no dependen de la voluntad del autor. Pero sí depende de la anlijuridicidad no tiene cabida en el dolo, su influencia en la decisión del agente carece
ella la decisión de realizar la acción concurran o no esos supuestos; es en esto en lo que el aquí de relevancia. Lo probable será -como lo advierte KAUI'JvlANN que el individuo, igno-
sujeto consiente, no en la existencia de circunstancias cuya realización escapa a la esfera de rando la ilicitud del posible resultado alternativo, observe indiferencia respecto a su even-
su volumad. tual producción. En tal caso habrá dolo. La cuestión de si la culpabilidad quedará excluida
Por lo demás, MEZGER no cita ejemplo alguno donde la solución correcla no pueda luego por el error de prohibición ineviLable carece de significado en este momenlo: en cambio,
alcanzarse conforme a los presupuestos de la teoría positiva del consentimiento. 1" 3 impona la actitud psicológica concreta que en el hecho asume el autor, pues es ésta la que en
definitiva determinará los perfiles del hecho-dolo.
Por otra parte, KA UFJvlANN tiene razón al exigir que entre culpa consciente y dolo
dd) Crítica de KAUFMANN eventual se trace un deslinde no sólo cuantitativo sino cualitativo. Esto es importante para
nosotros, atendidas las peculiaridades de nuestra legislación.15 7 En principio, la fonnula
KAÜFMANN exige para el problema del dolo evrnlual una solución finalista. 154 propuesta por ese autor satisface mejor esta exigencia en cuanto requiere que el no consenti-
A su juicio, los criterios ofrecidos por las disLinlas teorías hasta ahora examilíadas presu- miento se exprese, además, en voluntad de evitación (voluntad de realización di1iJ::,71da a evitar el
ponen un dolo valorizado (dolo malo), es decir, conlineme del conocirnienlo de la resulw.do). De modo que, aun partiendo de los mismos presupuestos que la teoría positiva
antijuridicidad. En efecto, sólo de quien conoce la significación antijurídica del resullado del consentimiento, KAUFMANN efectúa una alteración en la estructura del dolo eventual,
puede esperarse que retroceda ante la representación de su probable producción. Asimismo, cuyas consecuencias pu.e.den ser decisivas para su desanollo poslerior.h8
la teoría positiva del consentimiento implica la conciencia de la ilicilud, pues del sujeto que-
ignora kt antijuridicidad del resultado representado no cabe prelender que adopte frenle a él
una decisión. Sólo quien reconoce el resultado como ilícito puede planrearse siquiera la d) Problema dogmático de la clasificación del dolo
cuestión de qué hará frente a la posibilidad de que en lugar de suceder las cosas como él
espera, se produzca el evento antijurídico. Para acreditar esta conclusión, KAUFMANN cita En nuestra ley, el concepto de dolo abarca, desde luego, así el dolo directo
algunos ejemplos en los que, por-faltar al sujeto la conciencia de la ilicilud en razón de un
error de prohibici6n, se advierle que la posible producción del resultado no puede serle sino
como el de las consecuencias necesarias. En cambio, RODRIGUEZ MUÑOZ 159 sos-
indiferente. tenía que la ley española incluía los casos de dolo eventual en las hipótesis culposas
En consecuencia, estas soluciones no han de ser adoptadas por la teoria final de la ac- del antiguo 565 del Código Penal español entonces vigente, que, al igual que nuestro
ción, para la cual es irrenunciable la postulación de un dolo libre de valoraciones, al cual es
art. 490, castigaba corno autor de cuasidelito al que por imprudencia temeraria cau-
ajeno el conocimiento de la antijuridícidad. Para la teoría final, y para la congruente teoría de
la culpabilidad, "no se trata de la determinación de los criterios del dolo malo, sino de. la saba un resultado típico. En efecto, RODRIGUEZ MUÑOZ cree que "tan sólo por el
delimitación de la frontera entre hecho-dolo y hecho-culpa". 150 Por lo tanto, es menesle.r que se aferra de manera rigurosa a 1a 'teoría del consentimiento' o ratificación podrá
encontrar una fórmula que procure una 50Jución a partir de presupuestos auténticamente desconocerse que el calificativo de 'temeraria' atribuido a una conducta refleja exac-
finalistas.
KAUFtvlANN estima que si el dolo es voluntad de realización del tipo legal, habrá dolo tamente lo propio y característico de los casos de dolus eventualis". 160
eventual todµ vez que el resultado típico sea abarcado por dicha voluntad de realización; del Con razón CORDOBA RODA pone de relieve que este argumento es relati-
otro lado, la voluntad de realización sólo quedará excluida por una voluntad de evitación. Por vo. l 61 Porque, precisamente, la temia del consentimiento es el único punto de par-
ende, "si la volu~tad de re.alizadón se dirige precisamente a la e,,,ilación del resultado delictivo, 1
falta el dolo, y el tipo prohibitivo no se cumple". 1 º" De este modo, el dolo eventual y la culpa tida correcto en la delimitación del dolo eventual. 162 De suerte que aferrarse a ella 1

conscienle se diferencian no sólo cuantitati\Ta sino cualitativamente. Para la exclusión del de manera "rigurosa" no puede constituir motivo de reproche.

m Supra,17,I 157
lnfra, d).
m MEZGER, U, 45, l!I, 2, págs. 176 y 177. ;·,~ Una exposición pormenorizada de las numerosas concepciones sobre el dolo evenlual elaboradas por la
154
KAUFMANN, El dolo eventllcil en la rstntctura del delito. Las repercusiones de la te01ia de la acriún y de la doctrina en el úlrirno tiempo puede enconlrarse rn ROXJN, 12, 21 y sigt.s., págs. 423 y sigts.
teorícl de la culpabilidad sobre los límites del dolo, traducción de Rf Suárez Montts, en Anuario de Derecho 159 RODRJGUEZ !v!Uf¡oz, noLa.s a la traducción de MEZGER, Il, 45, al final, págs. l 78 y sigts.

Penal y Ciencias Penales, tomo XTil, fascículo JI, mayo-agosLo 1960, pág_s. 185 y sigts. i,;s RODRJGUEZ M-UI\'OZ, notas, cit., ll, 45, al !lnal, págs. 181
i-,", KAUFMANN, EI dolo even/ual ... cit., pág. 186 1" 1 CORDOB;\ ROD1\ notas a la traducción de MAURACH, I, 22, lll, B, al finaL nota 34, págs 319 y sigts.

rns KALJF/v[ANN, fl dolo eventual . ., cit., pág. 203. \Ge Supra, e).

320 321
DERECIIO PE:-lAL / PARTE GENERAL I l·.nrique Cury L"rzua
CAPITULO VI/ TEORl,l, DE LA TIP!ClD,l,D (El injusto tipico)

ce) Por fin, si el dolo está situado en la culpabilidad, debe referirse a todos los elemenlos
La teoría del dolo específico, grata a los juristas italianos, ofrece el inconveniente de
del tipo y, por ende, también a los subjeLivos. Esto significa que el sujeto debe conocer y
abrir las puertas a la noción correspondknte de dolo genérico. Pero este último concepto
querer sus propios motivos o tendencias subjetivas. El que hace objeto a una Joven de
carece de significación jurídica. No hay un dolo que no se refiera específicamente al tipo
tocamienlos obscenos debe conocer y querer su Lendencia libidinosa. Algo que, con toda
delictivo particular. A menos que por dolo genérico quiera entenderse una vaga voluntad
razón, repugnaba a BEUNG 1~0 y que lo indujo a reelabornr su teoría del lipo. 171
general de obrar antijurídicamente; cosa inaceptable en los modernos sistemas penales, cuyo
Tampoco en este punto encuentra la teoría tradicional respuestas saLisfactmias.
enérgico rechazo del vcrsari in re U/icitct lo toma insostenible. 177
Ciertamente, como afinna E:'JGISCH, no es del todo inconcebible una relación psicoló-
Por oL.ra parle, ya se ha observado que el dolo, entendido como voluntad de realización
gica que implique el conocimiento del propio propósíto; 172 también es verdad, como reco-
del hecho lípico, puede desaparecer sin que resulten excluidos los elementos subjetivos del
noce CORDOBA RODA, que para los elementos subjetivos del tipo basta con el conocimiw-
tipo. Si éstos no son más que dolo específico, no se comprende cómo pueden subsistir una
to, sin que pueda seT requerido un absurdo querer el propósito_ 1 n Pero se olvida, por una
vez descartado el dolo genérico, que, se supone, ha de Iundamenlar la existencia de aquél.
parte, que para la configuración del dolo la relación de conocimiento es exigida siempre, y
Por último, la atribución de los elementos subjetivos a la culpabilidad -y, concretamen-
que, por la otra, la concurrencia del querer es indispensable a Sll estructura. No basta, pueS,
te, al dolo mal entendido como elemento de la culpabilidad- no explica por qué la
con que excepcionalmente tal relación pueda concebirse, porque eso significaría que para
ant~jmidicidad de los tipos portadores de tales elementos depende de su concurrencia. Pues
los tipos portadores de elementos subjeLivos la configuración del delito doloso-al menos en
esta doctrina arranca del supuesto de que el dolo pertenece a la culpabilidad y de que la
su aspecto intelectual- no es inconcebible, pero que en la práclica sólo se da raras veces y
anti.Juridicidad es un juicio ob_ietiYo {externo) realizado con anterioridad al de reproche.
que, desde otro ángulo, en tal evento puede prescindirse del elememo volitivo. Una conse-
Para ella, por ende, debiera resultar inconcebible que la ilicitud derive de consideraciones
cuencia que, a nuestro juicio, echa por lierra la pretensión de POLITOFF cuando quiere
subjetivas atinentes a la culpabilidad, ya que la afirmación ele ésta implica la realización de
reducir la objeción de BEUNG a una pura cuestión sohre la indagación del referido vínculo
psicológico.~ 74 un juicio que sólo debe y puede emitirse con posterioridad a la admisión de aquélla.

ce) Por el contrario, en mi opinión la teoria final de la acción 178 puede obviar estas
e) Los correctivos de la teoría tradicional del tipo dificultades y, sin abandonar sus presupuestos, ofrecer una solución satisfactoria.

Es lógico que, frente a estas dificullades, la doctrina tradicional se haya resistido todo lo
posible a reconocer la exisLencia de elementos subjelivos en los tipos. En cierto modo su d) Fundamento de los elementos subjetivos del tipo
conservación depende de la medida en que pueda expulsar a esos huéspedes inoportunos,
que con su presencia violan la "objelividad" del tipo, tan necesaria a la concepción causalista Los elementos subjetivos de lo injusto son elementos del tipo distintos del
del delito. Los esfuerzos despleg;dos para conseguir esa meta se orientan en dos sentidos
diversos:
dolo, pertenecientes a la faz subjetiva. Su origen ha de encontrarse, a veces, en la
necesidad de caracterizar adecuadamente conductas cuya identidad objetiva con
aa) El ele más consideración es realizado por BELING con su teoría del Lipa en sentido otras, jurídicamente irrelevantes, exige una especificación de los motivos y tenden-
estiicto.17' Sin embargo, ese punto de vista no puede ser acogido, tanlo por las razones que cias en que se funda su ilicitud. Así, por ejemplo, respecto del anim-us rem sibi habendi
en su oportunidad desarrollamos cuanLo porque sólo puede desenvolverse a partir de una
construcción legislativa y grnmatical propia del Código Penal alemán, que no encuentra
en el hurto (art. 432 C.P). Otras veces, en cambio, los elementos subjetivos son la
equivalencia en el nuestro. Por otra parte, al extraer los elementos subjetivos del tipo en consecuencia de una anticipación punitíva. El legislador quiere castigar verdaderos
sentido eslrjcto (Tat/Jcsfcrnc.l.), BELTNG se ve obligado a situarlos en el tipo en sentido lato torsos de acción, que no han llegado a realizar por completo la finalidad orientadora;
(Deliktypus), con lo cual crea un nuevo término estrnctural para el delito y deja sin resolver y quiere hacerlo porque ya la parte de la conducta realizada ha provocado la lesión
los principales aspectos de la nueva problemática.17 6
o puesta en peligro del bien jurídico, no obstante que dicha lesión o puesta en
bb) Un grupo reducido de autores desean incorporar los e/cmenLos subjetivos del tipo a la peligro sólo es jurídicamente relevante en consideración a los fines ulteriores perse-
culpabilidad y sostienen que ellos no son más que una manifestación de "impaciencia legis- guidos por el agente. Así, en el hurlo, el que se apropia de una cosa mueble ajena es
lativa". El legislador, impensa_damenle, ha insertado en el tipo la exigencia de un dolo especí-
castigado en consideración al ánimo de lucro que lo inspira; pero el legislador no
fico, característico ele ciertas conduelas delictivas. Así, en tales conductas el dolo eslá cons-
tituido por algo más que la mera voluntad de realizar los hechos pertenecientes al tipo legal; aguarda que el agente satisfaga ese ánimo lucrándose efectivamente con la cosa,
a ella deben agregarse los motivos y tendencias. porque ya el desposeimiento del legítimo tenedor ha concretado la lesión del bien
jurídico. Todo lo cual sólo puede comprenderse si se tiene en consideración la dife-
un BEUNG, LC! dl)(tri1rn ·Jd delito-Upo, 111, 4, págs. 17 y sigts. renci.a entre disvalor de acción y disvalor de resultado.
1 1
~ Suprn, 17, n
1 El distinto origen de los elementos subjetivos permite fundar la clasificación
" ENG1SCH, Dli' 11ormc1t1\'f Tatbcstcmdselemcnlc im Strafrccht, enMezgcr Fcstschi1{l, München y Berlin, 1954,
págs. 127 y sigts., Sub_jclitivc Tatbcstcmcls and Unrcchtselcmentc, en Rittler Fcstschr(!'t, Aalen, 1957, págs 118 de los llpos que lo contienen en tipos de tendencia y tipos de resultado cortado.
y sigts., cüs por C:ORDOBA RODA, Una nueva concepción del delito, cit, ll, a), pág. 15, noLa 14. Al primer grnpo pertenecen aquellos tipos en los que la inclusión del elemen-
173
CORDOBA. RODA, Una rurn·u rnncepción del clciito, ci.l .. 11, a), pág. 15
POUTOf'F. Lus clcmcntus subjclivus cid tipo legal, cit., T1l, lI, págs. 75 y 76 to subjetivo obedece a la necesidad de especificar la conducta objetiva en orden a su
Supra, 17, 1 l
171
ant11uridicidad. Aparte el eiemplo ya citado (ánimo de apropiación en el hurto),
B[Lll\G. Lu doctri11e1 del delito-tipo, lll, 4, pág. 19. Véase, además, la traducción de L Prifto CasLro y J
Aguine Cárdrnas. Barcelona. 1936, bajo el título de: El 1ntor de los tipos de delito, pág. 23. Para formarse
una idea de las complicaciones terminológicas -intraducibles- a que esto conduce, consúltese la nota a) de
e~La última traducuón. pág. 8. i,· infra, 19, l!I, e). aa) y bb)
rn Supra. 14, TV

324
325
DERECHO PE!\'AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa
CAPÍTL"LO VI/ TEORÍA DE LA TIPICIDAD (El injusto típico)

cabe mencionar aquí la tendencia lasciva en el delito de abusos sexuales (art. 366
9 Excepcionalmente, sin embargo,junto al tipo doloso aparece incriminado tam-
C.P).17 Al segundo grupo se adscriben los casos de anticipación punitiva, de los
bién el correspondiente tipo culposo. En tales casos se castiga a quien ejecuta una
cuales es característica la hipótesis del propósito defraudatorio en la estafa (art. 468
acción que en sí no es típica, pero a la que no se imprimió toda la dirección de que
C.P) y el de difusión en el delito de confección de material pornográfico (art. 374,
se era capaz, a fin de evitar resultados lesivos para un bien jurídicamente protegido.
inc. segundo C.P).
La teoría del delito culposo fue descuidada por la doctrina, que, por su mayor
Con todo, la exactitud y practicabilidad de estas clasificaciones son dudosas. gravedad inninseca, atendió con preferencia a la de los dolosos. Tanto ocurrió así,
Para comprobarlo basta acudir a casos como el de la apropiación indebida (an. 4 70,
que BINDING, junto con lamentarlo, decía que a la culpa se la había tratado como
Nº 1° C.P) o el hurto (art. 432 C.P), en los que se dan elementos subjetivos de
a un "hijo ilegítimo" del derecho penal. En los últimos tiempos, la tendencia ha
ambas clases, estrechamente vinculados los unos a los otros, impidiendo, por· lo
variado. Nadie duda de que la infracción dolosa es siempre más grave que la culposa,
tanto, un encuadramiento del tipo correspondiente. 180 - 181
si se las compara una por una. Pero, en e1 conjunto, éstas provocan un daño social
mayor que aquéllas y la necesidad de combatirlas se ha vuelto urgente. El progreso,
e) Elementos subjetivos del tipo y teoría final de la acción la industrialización, las invenciones de todo género han complicado nuestra convi-
vencia, creando una infinidad de actividades y situaciones peligrosas. Por cada per-
Tiene razón POUTOFF cuando afirma que la relación entre el dolo y los elementos
subjetivos del tipo presenta también dificultades a la teoría final de la acción. 182 Pero, pres- sona que muere victima de un homicidio, centenares pierden la vida en accidentes
cindiendo de que su exposición arranca de presupuestos objetables, 18_-¡ seria justo aclarar laborales, aéreos, automovilísticos, clínicos, etc. Aún ignoramos las consecuencias
que esas dificultades son, en todo caso, de menos e:nndad que las que dicha relación plantea de la contaminación atmosfé1ica y marina o la magnitud efectiva de los peligros
a la teoría tradicional. Por otra parte, no es imposible intentar una solución.
Los elementos subjetivos imporlan una tipificación subjetiva que excede la congruencia creados por la insLalación de reactores atómicos para fines pacíficos. El derecho
normal con el aspecto ob_jelivo del tipo. La relación subjetiva del amor con su acdón es penal ha tenido que reaccionar y ocuparse de "legitimar" al delito culposo.
captada por la descripción no sólo en cuanto importan el conocimiento y voluntad de reali-
zar el hecho típico (dolo), sino en otras características accesorias que no precisan expresarse Con lodo, el retardo se ha hecho sentir. La naturaleza y la estructura de los ti.pos culposos
en una exteriorización congruente. Porque, si bien el legislador no puede tipificar sino ac- permanecen todavía en un claroscuro de vacilaciones. En una obra como ésta ~ería -~relen-
ciones -y, por lo tamo, manifestaciones ex.ternas de voluntad-, le está permitido, en cambio, cioso procurar soluciones definitivas. Sin embargo, se debe inlenlar una aprox1mac10n que
exlender su descripción a particularidades de ella que no encuentran correlato en el ámbilo contribuya a esclarecer el panorama. Para eso, creo oportuno invertir el orden de la_ exposi-
del suceder causal o que, en lodo caso, sólo habrían de enconlrarlo más larde en operaciones ción, pesquisando primero la naturaleza de la culpa, 184 luego los fundamentos de la mcrimi-
sucesivas a cuya producción se adelanta la previsión legislativa. Para comprenderlo mejor, nación de los tipos culposos 18 " y, por fin, su estnictura. 18"
es preciso tener en cuenta que la construcción de los lipos exige realizar un corte descriptivo
en la sucesión del quehacer humano; pero al efectuar ese corte el legislador no puede perder
de vista la reahdad de tal sucesión, en la que el obrar del hombre aparece como una conexión
ininterrumpida de acontecimientos, cada uno de los cuales guarda relación más o menos L LA NATURALEZA DE LA CULPA
inmediata con todos sus cmtecedemes y subsecuentes
La naturaleza de la culpa ha sido objeto de una ,~va polémica que subsiste
hasta hoy, sin que ninguna de las concepciones pueda atribuirse el reconocimiento
§ 19. LA ESTRUCTURA DEL TIPO EN LOS unánime de la ciencia. La evolución del debate es, sintéticamente, como sigue. 187
DELITOS CULPOSOS
a) Teorías intelectuales
La regla general es que la ley castiga al autor cuando su acción estaba dirigida
a la realización final del hecho típico. Por esto, para la mayor parte de los delitos Para un sector de la doctrina, representado por ALMENDIGEN, la culpa con-
sólo se ha construido el tipo doloso (art. 10, Nº 13 C.P).
siste en un defecto de la inteligencia. Con esto renuncia al derecho penal de culpa-
bilidad en lo tocante a los delitos culposos; porque a nadie es posible reprocharle la
17
En contra, BASCUÑAN, El delito de abusos deshonestos, Santiago, 1961, l'v'. TT, 6, pág. TJ,. Confonne con el
g ejecución de una acción y la producción de un resultado a los que estaba determi-
texto, POLITOFF, los elementos subjetivos del t[po legal, cit, 'v'. 28. págs. 141 y 142. En ambos casos, se nado como consecuencia de insuficiencias intelectuales que no le son atribuibles. A
escribe sobre un texto legal distinto del ,,rigente en la actualidad. Véase, más reciente, pero todavía sobre la
ley antigua, POLITOFF, 7, 2, B, 2, pág. 296. este respecto es preciso recalcar, "con todo énfasis", que "las capacidades intelectua-
rno la vinculación ha sido puesta de. relieve. por POLITOFf; quien coloca el ánimo de lucro y el de apropiación
en una relación de género a especie., en El dciito de apropiación. indebida, Santiago, 1957, 54, págs. 208 y
sigts., y los elementos su~jetivos del tipo legal, C'ÍL V, 26, pág. 12.3. w lnfra, T
1 1 185
" Sobre los intentos de. clasificación más complejos, POLJTOFF, Los elementos subjetivos del tipo legal, cit, IV, Infrn, U.
18
16, págs. 87 y sigts., con reservas semejantes a las del texro. " Tnfra, III. . _ .
2
rn POLITOFF; Los elementos subjet[vos del tipo legal, cit, JI, 13, págs. 78 y sigrs. m Lna exposición ilustrada y ordenada en MEZGF:R, ll, 46, TT, págs. 187 y s1gts. Mas recte.nte~ente.,J:\KOBS,
18
J Supra, b), bb). 9, l y sigls., págs. 378 y sigts.,_JESCHECK 54 y sigts., págs. 509 ysigts.; ROXlN, 24, l Y s1gts., pags. 993
y sigts.; ZA.ffAROM, 36, págs. 522 y sigts.

326 327
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury l!rzúa CAPÍTULO VT I TE:üRÍA DE LA TlP!ClD!\.D (1:1 inj>Jsto típico)

les no pueden ser aumentadas [... J por medio de la conciencia de la responsabili- de su acción también pueden resultar consecuencias lesivas para su propio patri-
dad"; "un daño no hace más inteligente". 188 monio, para su vida e integridad corporal, o para la de personas que le importan
A este grupo de teorías puede vincularse la opinión de un conglomerado de mucho. Si quiere ser consecuente, la teoría tendría que negar la culpa de A cuando
autores -especialmente italianos- para los cuales la esencia de la culpa radica en la a causa del accidente que sobreviene sólo resulta herido su hijo pequefio que viaja-
previsibilidad del resultado lípico. Prever es conocer como posible; no prever lo ba junto a él; algo que no puede pretender.
previsible es ignorar lo que podía conocerse. Ahora bien, esta ignorancia, aislada- De otro lado, los dos criterios expuestos dirigen el reproche a la personalidad
mente considerada, es sólo el producto de un defecto intelectual y, por lo mismo, no del agente y no a su acto. Es claro que toda culpabilidad tiene un carácter eminen-
es, en sí misma, atribuible al agente. La previsibilidad es un elemento que integ¡a la temente personal; pero el dereclio penal moderno sólo conoce una culpabilidad por
estructura de la culpa, pero no basta para explicar su esencia. la maní festación concreta y actual de la personalidad en la ejecución de una acción
En atención a estos presupuestos, no es extraño que adictos a estas teorías antijurídica (culpabilidad por el aclü). Así, la pena se conecta al acto y cumple su
concluyan por reclamar la impunidad de la culpa y su eliminación de los sistemas función de prevención general. Cuando se autoriza un enjuiciamiento caracterológico
penales. Otros, aunque reconocen que tal criterio hace imposible imputar al sujeto de los sujetos, la pena asume un sesgo correccional, inconveniente, porque se entre-
un reproche, justifican la represión mediante consideraciones utilitarias. Aquéllos, ga a la autoridad una facultad discrecional de "corregir" a todo aquel cuya persona-
aunque consecuentes, ignoran la realidad y sus exigencias; éstos sacrifican la culpa- lidad no satisfaga las exigencias de la ideología temporalmente dominante.
bilidad -y, con ello, la justicia- a consideraciones administrativas que el derecho
penal no puede tolerar. 189
e) Teorías volitivas

h) Teorías de la personalidad Se ha realizado un esfuerzo por fundamentar la naturaleza ele la culpa en un


acto de voluntad del autor. Este se ha expresado en dos formas:
Desde otro punto de vista, la culpa se ha explicado mediante una referencia a
la personalidad total del SUJeto, que se efectúa de dos maneras: para algunos, el acto aa) Se babia, en primer lugar, de que la culpa implica una voluntad mala
imprudente revela en el carácter del aULor un desprecio por el sistema general de negativa, en el sentido de un querer "indirecto" del resultado.
valores imperante en la comunidad jurídica a que pertenece; para otros, el despre- En realidad, éste es un Juego de palabras sin significado inteligible. EXNER ha
cio se relaciona sólo con ciertos y determinados bienes jurídicos, respecto a cuya destacado que la expresión puede entenderse de dos maneras, ninguna de las cuales
preservación el agente observa -consciente o inconscientemente- una actitud negli- es aprovechable. Si se interpreta como voluntad mala inexistente, no se puede des-
gente. En ambos casos, la culpa se caracteriza no por una relación subjetiva entre el lindar la culpa del casus; si se la explica como voluntad orientada bacía fines nega-
actmy el acto, sino por un defecto intrínseco a la personalidad de aquél, del cual la tivamente valorados, se confunden la culpa y el dolo. 190
acción culposa no es más que un síntoma. Igual suerte corrió la idea de BINDING, para el que la culpa encierra un que-
. . Este criterio aventaja al anterior porque permite enlazar el reproche de culpa- rer inconsciente. Ese querer, así concebido, puede formar parte del contenido de la
b1hclad a Un elemento material: la fisonomía caracterológica del sujeto. Aun así, está voluntad, pero no es elemento del efecto de la voluntad en que consiste la culpa.
sometido a reparos.
Por de pronto, es inaceptable aquella de sus direcciones para la cual la acción bb) MEZGER se refiere a "un momento de querer consciente, contrario al
culposa involucra un desprecio específico de ciertos bienes _jurtdicos. Empírica- deber", situado en una etapa lógicamente anterior a aquella en que se realiza la
mente cabe demostrar que una misma acción imprudente sue1e poner en peligro acción productora del resultado desaprobado por el derecho. Hay un instante en
una diversidad de bienes, cualquiera de los cuales puede resultar, a consecuencias qu'e el sujeto debió adoptar medidas a fin de evitar que sus actos posteriores desen-
de ella, lesionado; que, por otra parte, algunos de esos intereses pueden ser caros al cadenaran el efecto típico, pero se abstuvo, voluntariamente, de hacerlo. De esta
agente, es algo que no necesita ser probado. manera, el facultativo, antes de iniciar la intervención quirúrgica, debe ponderar
Cuando A conduce su automóvil a una velocidad inadecuada y sin respetar las sus dificultades, los medios de que dispone y su capacidad profesional; si omite
normas de seguridad, pone en peligro la vida, la integridad corporal y los bienes de voluntariamente es9s cuidados y, a causa de ello, se produce el resultado indesea-
terceros, respecto de los cuales cabrta presumírsele una actitud despreciativa; pero ble, responderá por el delito culposo. "El acto culposo comienza siempre en este
instante del acto consciente o de la negligencia consciente, aun cuando termine más
tarde". 191 Este punto de vista ignora la realidad. Un análisis sucinto revela que, en la
lfR DOHNA, pág. 8.'3.
1 9
~ Aunqu.e el C.P alude, al tratar de los delitos imprudentes, a ciertas formas de "ignorancia o impericia", se
t_rata solo de una fo~a impropia de expresarse pues, corno puntualiza ETCIJEBERRY, J, pág. 319, "en el 190
EXNER, Das Wesen der Faer/aessigheit_ pág. 71, cit. por MEZGER, TI, 46_ 3, pág. 191.
londo se reduce a la imprudencia o negligencia" .. 9
i i MEZGER, II, 46, 11, 3, págs. 192 y 193

328 329
1
'

DF.RF.CHO PEC<AL / PARTE GEc-'ERAL/ Enrique Cutr Urzúa CAPÍTULO VI/ TEORÍA DE LA TlPICIDAD (El injusto !ipirn)

mayor parte de los casos, la realización de la acción imprudente no está precedida pesquisarse independientemente de los demás. 195 Gran parte de los problemas sus-
por un momento en el que voluntariamente se ignore la obligación de prudencia y citados por los cuasidelitos serían de solución más sencilla si el análisis evitase estas
cuidado. El médico puede haber iniciado la operación sin haber recordado siquiera confusiones.
la existencia de las medidas de precaución de que prescindió. En los delitos culposos Ahora bien, la acción integrante de un tipo culposo no se diferencia, en prin-
por olvido, la teoría de MEZGER fracasa, porque en ellos es imposible descubrir un cipio, de la que sirve de soporte al hecho doloso. Igual que ésta, consta de finahdad
instante de "acto consciente" o de "negligencia consciente" anterior o simultáneo a y manifestación de voluntad. La diferencia consiste en que quien la ejecuta no persi-
la ejecución de la acción culposa. gue provocar un resultado típico, sino, por lo común, causar alteraciones lícitas del
mundo circundante. Por ejemplo, la acción del que conduce su automóvil y preci-
d) Teorías de la causación ilícita pita un accidente está dirigida por y exterioriza una finalidad inocente: trasladarse
de un Jugar a otro. En consecuencia, el resultado típico de un delito culposo parece
En razón de las dificultades expuestas, un grupo de autores renuncian al pre- desvinculado de la voluntad manifestada por la acción. Y esto es desconcertante,
supuesto subjetivo en el delito culposo. El castigo de la acción culposa es, así, una , sobre todo si los dos términos no se han separado con cuidado. Parece como si en
pura imposición de la norma que ordena sancionar a quien realiza un acto ilícito y los delitos culposos la acción final careciera de relieve y lo único significativo para el
causa un resultado típico. Afirmados la ilicitud de la acción y el nexo de causalidad derecho fuese la causación del resultado.
entre ella y el resultado, es ociosa la indagación sobre la posición subjetiva del Sin embargo, si se mira de cerca, observaremos que existe aquí un momento
agente. De este modo, no obstante, el caso fortuito es limitado sólo a las situaciones subjetivo de importancia, sobre el cual reposa el sentido de la acción culposa. En
en las que el acto inicia1 es lícito y se entroniza en los sistemas penales el principio estos delitos, la producción del resultado es consecuencia de un error sobre el curso cau-
del versari. Tal cosa es inaceptable. Reconocer para todo el grupo de los delitos scd.196
culposos una responsabilidad objetiva, significa dar al traste con el principio de que Se produce, en efecto, una divergencia entre el curso causal que el sujeto se
no hay pena sin culpabilidad y renunciar a una conquista que para la ciencia penal representó y quería y el que se materializó. Esa desviación, por otra parle, no fue
ha sido meta ansiosamente perseguida. 192 - 193 casual. En la situación dada, el sujeto podía dominar el curso de los acontecimientos
y conducir el proceso causal hacia el objetivo que originariamente lo determinó a
obrar. No.lo hizo. Abandonó las riendas del hecho, aunque hubiera podido cogerlas.
e) Las teorías del peligro
En esto radica la esencia de la culpa.
De la misma manera, es inaceptable la opinión de autores que asimi1an culpa Obra culposamente c¡uien omite imp1imir a su acción la dirección final de que era
y dolo de peligro. Aquí la negligencia aparece como realización dolosa de una ac- capaz, penniliendo así la desviación del curso causal hacia la producción de resultados
ción imprudente. De esta forma, sin embargo, la culpa inconsciente queda excluida indeseables .
. del ámbito JUrídico-penal, pues a su respecto es imposible sostener que el sujeto se
La capacidad del sujeto para maneJar los procesos cau.sales se precisa factica_m~nte. No
ha representado y querido la imprudencia de su actuar Desde otro punto de vista, hay una norma que esLablezca la medida de dirección fmal que se debe lmpnmir ~ una
esta concepción abre las puertas a un crimen culpae genérico, un verdadero delito de acción. Un precepto asi ni siquiera es imaginable. Lo que ~e lrala d~ establ~~er es SI en el
impr"udencia, sin fundamento en la ley. 194 hecho existió la posibilidad de manejaT las cosas con más cmd.ado. La mdagacwn, en conse-
cuencia, es fáctica. Se orienta hacia una comprobación empínca: ¿podía el sujeto, de acuer-
do con la experiencia general, regir el curso causc:il que abandonó al acaso?
f) La solución personal Ahora bien, el hecho que se examina es concreto. Se analiza la capacidad del sujelo para
contrnlar esla siluación, aquí y ahora. Pero la capacidad de conducir ese hecho se establece
de acuerdo con la experiencia. Y Loda experiencia tiene que .referirse a un tén_nino invariable,
Cuando se contempla un delito culposo, uno experimenta, aun más que en en relación con el cual se examinan las variables desconocidas para delermmaT su compor- !I1
los dolosos, la tentación de incorporar el resultado a su estructura. Cierto, lo que se tcimiento. En este caso, ese lérmino es el sujeto. En otras palabras, nos interesa saber si un
enjuicia es el conjunto formado por la acción con sus modalidades, el resultado y el hombre med-io, colocado en la situación Iáclica dada, habria podido imprimir a los aconteci-
mienlús una dirección final que impidiese la producción del resultado indeseable.
nexo causal, es decir, el hecho típico culposo; pero en este complejo, que será ob1eto ele El hombre medio de que se habla es empírico. La media se traza atribuyéndole las carnc-
la valoracíón juridica, la acción es un elemento autónomo, cuya naturaleza debe terísticas que se encuenlran en la mayor parte de los seres humanos. No nos interesa el
hom1J1T normal, sino el hombre corrienle, que a veces no coincide con aquél. lmporl~ eslable-
cer la diferencia, para no atribuir a la culpa contenidos normativos proprns <le ~a
19 2 lnfra, lll, b), aa) y bb). reprochabilidad. Se lrn olJrado wlposamente si no se controló un hecho que el hombre medw
191
Sobre este particular, consúltese la coincidencia entre el crilerio expuesto en el texto y el defendido por los
representantes de la teoiia pura cld derecho. Así, KELSEN, I.a lrnr[a pi1ra del Derecho, traducción de Moisés
Nilve, Buenos Aires, 1960; también EBENSTEIN, La teo1ict pura del Derecho, lrnducción de J. lvlalagón y A
Pereña, México-Buenos Aires, 1947. w, Supra, 14, iV, b).
191 Supra, 18, II, d), ee).
Sobre una maniJE:Stación reciente de este criterio mSTRATENWHERT, véase :'JAQU1RA, pág. 116, en sentido ciitico. J%

330 331
---------------"

Dl;Rl!CJ-10 Pf'NAL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa


C\PÍTULO VI/ TEORÍA DE LA TIPICID,\D {El injusto típico)

crnpiiic.o puede dirigi1'. :°e .e:ta manern, e_l contraste enlre la finalidad empleada y la finalidad
potencial carece del s1gmficado valoratrvo que algunos autores le alribuyen. 19/ La finalidad de que es capaz el hombre medio, evitando, en lo posible, la desviación del
potencial no se delennina según nonnas, sino mediante una relación (esLadística) con la curso causal hacia resultados indeseables. Hay interés en que la vida de relación
expenencia.
se desarrolle, pero también, en que lo haga sin precipitar consecuencias pertur-
badoras para el individuo o el grupo social. Por esto se permite, por regla gene-
ral, la ejecución de acciones que se dirigen a un fin justo, siempre que se las
II. FUNDAMENTO DE LA INCRIJ\IIINACIÓN realice con cuídado.
DEL DELÍTO CULPOSO

. . _la incriminación de los delitos culposos se funda en necesidades sociales y de


III. ESTRUCTURA DEL TIPO CULPOSO
Justicia que, como se ha expresado, 198 aumentan considerablemente en los últimos·
años. La cuestión presenta dos caras contrapuestas, que el legislador debe poner en E! tipo culposo cumple !a tarea de precisar !as condiciones bajo las cuales se conside-
relación de equilibrio cuando construye los tipos respectivos. ra que en !a eJecución de una acción se ha omitido colocar la medida de dirección fina! de
que e! hombre medio es capaz, a causa de !o cual debe considerársela injusta. Hacerlo es
a) Por una parte, la vida de relación exige la ejecución de acciones que impor-
difícil, porque no se trata, como en los tipos dolosos, de la descripción de un hecho
tan un peligro para los bienes jurídicos. Pueden citarse actividades que son, por su
aislado, sino de situaciones cuyos términos se encuentran en una relación cambian-
naturaleza misma, creadoras de un peligro para ciertos bienes: el tráfico motoriza-
te. Por esto, sería insensato procurar describirlas, ya que su variedad supera todos
do, la explotación de yacimientos subterráneos o submarinos, la navegación y
aero~_av~~ación, ~as intervenciones quirúrgicas y la práctica de algunos deportes 1os cálculos.
Basta pensar, por ejemplo, en la multitud de situaciones a que puede dar
(eqmtac10_n, esqm, carreras automovilísticas, saltos ornamentales, etc.) son, apenas,
origen el acto de quien bota un cigarrillo encendido. La conducta que el hombre
alg~nos eJemplos característicos. Pero casi cualquier acción es capaz de crear un
peligro en determinadas circunstancias. WELZEL alude a las hipótesis del encerado mecho es capaz de observar al ejecutar esa acción cambia, infinitas veces, desde el
hogareño y del aseo de un fusil de caza. 199 Puede citarse un número infinito. El que caso en que la realiza mientras pasea por un yermo hasta aquel en que se halla junto
come un plátano y arroja la cáscara al piso o el fumador que abandona una colilla a un polvorín emplazado al interior de un regimiento en que hay tres mil hombres
en'.'endida en cualquier lugar, despliegan actividades que difícilmente podrían ser acuartelados.
mas mocentes; y, sm embargo, no se necesita mucha imaginación para descubrir su Para superar el obstáculo, puede escogerse uno de dos caminos: ejecutar
peligrosidad. una enumeración descriptiva y ejemplar, cuidando de puntualizar esta última ca-
. . El derecho no puede prohibir todas estas acciones. Equivaldría a la paraliza- racterística mediante una cláusula analógica, o introducir en la descripción gene-
c10n del progreso. la vida de relación se tornaría imposible. "La prohibición estricta ral un elemento normativo amplio que oriente el criterio del juez en la resolución
de lesión de bienes jurídicos llevaría en el acto al estado de paralización de la vida de los casos concretos. la primera fórmula es inconveniente. Vulnera la función
social, y trans(ormaría los bienes jurídicos en un mundo de museo, en el que, cier- garantizadora del tipo. Si la judicatura es irresponsable, bará una aplicación cada
tamente, permanecerian sin -lesión por obra de manos humanas, pero estérilmente vez más arbitraria de la puerta abierta hacia la analogía malam partem; en caso
anquilosados, sin función viva."·1.0º "Si en la vida humana tuviéramos que proceder contrario, caerá en el prurito de no castigar más que las conductas que se adecuen
con este grado de cautela, nunca se haría nada". 2º1 a las descritas, prescindiendo de su ejemplaridad. Por esto, las legislaciones mo-
Por.esto,.el ordenamiento admite la realización de acciones peligrosas o, in- dernas echan mano, invariablemente, de la otra alternativa, que sin ser del todo
cluso, lesivas -mtervenciones quirúrgicas, etc.- cuando son necesarias para el des- satisfactoria, resulta relativamente más correcta. Consiste en construir tipos am-
envolvimiento normal del quehacer humano y para el progreso de la Humanidad. plios, en los que la culpa es aludida mediante una fórmula normativa. Son de esta
índole las expresiones del Código Penal "negligencia o ignorancia inexcusables"
b) C.o.mo- contrapartida de esta autorización, el derecho impone al súbdito (arts. 224, Nº 1º; 225,228, inc. 2º, y 229), "abandono o negligencia inexcusables"
la obhgac10n de imprimir a las acciones peligrosas que ejecuta, toda la finalidad (art. 234), "negligencia" (art. 243, inc. segundo), "ignorancia culpable, impru-
dencia o descuido" o "inobservancia de los reglamentos del camino, que deba
conocer" (art. 329, inc. primero), "imprudencia" (art. 333), "descuido culpable"
io1 Cfr. SUAREZ MONTES, Consideraciones criticas en tumo a !a doct1ina de la antijwid[cidad rn el jlnalismo
- (art. 337, inc. segundo), "pudo prever" (art. 474, inc. primero) "imprudencia te-
Madnd, 1963. '
na Supra, ames de L meraria" (art. 490, inc. primero), "negligencia culpable" (art. 491, inc. primero),
1 9
~ .-WEUEL, 4.a, 18, I, l, págs. 135 y sigts
100 "mera imprudencia o negligencia" (art. 492, inc. primero), etc.
WEUEL, 4.a, 18, l, l, págs. 136

1
2 1
º CARRARA, lII, 1095, pág. 74

332 333
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrn¡ue Cury Ucürn CAPiTl:I.O V!/ TEORÍA DE LA TlPIC]l)AD (El injusto típico)

Como antes se ha dicho, 202 la introducción en 1os tipos de eslos elemenlos norrnaUvos hacerlo, hay que considerar como perteneciente al hecho todo lo que en el sujeto se da
amplía las facuhades interpretativas de la magistratura. Los tipos de delilos culposos, en que
el núcleo de la conducta está afecLado por ellos, son, a causa de esto, los más abierlos que como resultado de una adquisicíón voluntaria. Esas características, en efecto, contribu-
consagra la legislación penal. Pero, de todos modos, esta construcción es preferible a la yen a perfilar la fisonomía del complejo fáctico. Por la inversa, son circunstancias del
ejemplar, porque limita al juez según criLerios inmanentes y no puramenle analógicos. Aun- sujeto, de las que debe prescindirse al efectuar el análisis, las dotes naturales, es decir,
que las fronteras de los tipos no quedan trazadas con ex.aclitud, su linea gruesa se perfila lo
bastante como para evitar una interpretación ilimitada. El elemento normativo tiene un aquellas particularidades que forman parte dé la constitución del individuo, sean con-
significado cultural conocido por el grnpo social, y si la judicaLura lo extiende arbilraria- génitas o adquiridas inconscientemente.
mente, la reacción de aquél se hará senLir en forma de censura pública, obligándola a volver
sobre sus pasos. A causa de que los tipos imprndemes contienen elementos normativos Asi, por ejemplo, cuando el agente ostenta un tílulo profesional cuya posesión garantiza
situados en una posición de tanto relieve, inducen a una parte de la doctrina a creer que la, su idoneidad para ejecutar ciertas conductas peligrosas, esa característica se incorpora al
culpa misma es una noción norma ti.va, a la que no se puede, por esto, alribuir un significado hecho. No es "el médico quien praclica la inlervención quirúrgica"; la proposición correcta
natural, como el que la teoría finalista reclama para el elemenlo subjetivo del delito en será, en cambio: "A es quien praclica, en cuanlo médico, la intervención quirúrgica". De 1a
general. La confusión es explicable, pero creo que puede superársela. Para ello, conviene misma manera, no es "el capitán B quien conduce la nave al puerto", sino "Bes quien condu-
tener presentes las razones por las que el legislador se ve obligado a elaborar los tipos culposos ce, en cuanlo capitán, la nave al puerto". Por la inversa, peculiaridades típicamente constitu-
de esa manera peculiar. Sobre todo, es decisivo el hecho de que en los delitos de esta clase cionales, como la inteligencia o el carácter, deben ser descartadas. Por eso, no se toma en
existe una divergencia emre finalidad y resultado, a causa de lo cual, mientras casi no se cuenta el talento particular de A o B. Estas son características individualizadoras El hombre
encuentran -y no es aconsejable que los haya- tipos dolosos que se refieran expresamente a medio tiene, siempre, una inteligencia media.
su elemento subjetivo básico, en los imprndentes es casi imposible prescindir de esa referen-
cia; cosa que, por otro lado, resulta tanlo más necesaria cuanlo que la ley no casLiga la Ayuda a efectuar la distinción el hecho de que lo "adquirido voluntariamente"
ejecución culposa de toda conducta Lípica, de modo que también es difícil resolver el pro-
blema mediante cláusulas generales. Pero, en fin, el hecho de que la imprudencia sea multi- puede separarse conceptual y prácticamente del sujeto; lo constitucional, no. Un médi-
forme y no se deje aprehender por una síntesis descriptiva exacta, no autoriza para negar su co no actúa siempre "como tal". Al contrario, un hombre de talento no puede obrar
realidad. Los matemáticos no pueden ofrecer una fórmula descriptiva de la cuadratura del como un tonto, y, cuando lo hace deliberadamente, revela con ello inteligencia.
círculo, pero en la naturaleza es posible transformar un círculo en un cuadrado.
Sea como fuere, los límites de ambas categorías no suelen ser nítidos, e inducen a con-
Lo dicho exige detenerse a examinar los criterios que permiten precisar el fusiones. Una de ellas se expresa en la tendencia a enjuiciar la medida de cuidado con crite-
contenido de los tipos culposos. rio individualizador, nonnativizando, fata1mente, el concepto de imprudencia. En ese senti-
do, pero procurando establecer marcos de referencia, se mueve la concepción de
11.AURACH, 2º5 acogida en un tiempo por mí, 206 que acude a una imagen intermedia entre la
a) El hombre medio empírico del hombre medio y el concreto, ejecutando el juicio en relación con un hombre perteneciente
CI un medio paralelo aI del agente. La dificultad radica en que el concepto de "medio paralelo"

En primer lugar debe observarse, como ya se ha dicho, 203 si el hombre medio es también relativo y, por lo tanto, no ofrece un pumo de apoyo firme para trazar el deslmde.
¿A qué medio referirse? ¿Al profesional, familiar, cullural, religioso, jurídico, técnico, econó-
empírico hubiese sido capaz de dirigir la acción en forma de evitar que precipitara mico? Salta a la vista que loda elección envolverá un cierto grado de arbitrariedad.
un curso causal indeseable. Los problemas derivan de una insuficiente comprensión de la distinción entre circuns-
tancias del hecho y del sujelo, y, además, los causa una tendencia del lenguay'. a entrelazar
aa) La ley acoge este criterio en el art 44 del CC, que, inaprovechable para el ambas clases de factores. Así, cuando se habla de "un gran médico" o de un "abogado emi-
nente··, se alude, conjuntamente, a caracteristicas fácticas y constitucionales. "Gran médico"
estudio del dolo penal, 204 es fundamental, en cambio, tratándose de la culpa.
es el que estudió voluntariamente medicina y, gracias a ciertas particularid:::ides de su perso-
Conforme a este precepto, el ordenamiento juridico exige, por regla general, la nalidad, domina su ciencia y la maneja con pericia excepcional. El "abogado eminenle" es
medida de cuidado y diligencia que 'los hombres emplean ordinariamente en sus un abogado de gran talento o con un carácter relevante. L:::i símesis verbal no debe conducir-
negocios propios". Las expresiones destacadas ponen de relieve el carácter estadís- nos a olvidar la diferencia de los conceptos que reúne
tico (empírico) del criterio escogido. El sujeto obra con culpa si no imprimió a su
Una vez más debe enfatizarse que la culpa depende de si el hombre medio
acción la dirección final que es capaz de emplear, en la mayoría de los casos (ordina-
empírico podría, en el caso concrelo, dirigir e1 curso causal más certeramente de lo
riamente), el hombre común (los hombres) En condiciones óptimas, estos factores
que lo ha manejado el sujeto. De modo que sólo cuentan las particularidades del
podrian cuantificarse La dificultad para intentarlo deriva de la infinidad de varia-
bles intervinientes.
hecho, no las del suJeto. A un médico, actuando como tal, se le supone capaz de dmg1r
ciertas acciones con más habilidad que un profesor de literatura o un albafiil; pero
bb) Como al aplicar el criterio del hombre medio hay que situar a éste en el entre dos médicos no pueden hacerse distinciones cualitativas o cuantitativas, pues esto
contexto fáctico concreto, es preciso distinguir lo que pertenece a éste y aquél. Para significa individualizar Nadie está obligado a desplegar más diligencia que la que

20
20
? Suprn, 16_ JII, b), aa). ·, MJ\URi\CH, II, 44, B, 1, pág. 239. d l\
2
º' Supra, I, D.
201
, CURY, Orientación la edición, 11, III, a), aa), pág. 130. El criterio expuesto en el texto se esarro a ya en
204
Supra, 21, I, a). CURY, Orientación 11, m, a), bb), págs. J 15 y 116.

334 335
DERl·_CIIO PE"\!AL / PARTF GENERAL/ Emiqut Curr Urzua CAPÍTULO Vl / TEORÍA DE LA TlP!CIDAD (El in_1usto t!picu)

cabe esperar de un hombre medio, aunque, atendidas sus cualidades particulares, orientación final que, pudiendo imprimirse a fin de evitar la desviación indeseable del curso
pudiera esperarse de él que personalmente así lo hiciera. (discutible). 2°' caus:::il, no se puso. Y no cabe duda de que comprornelió menos su volunlad en la dirección
del acontecimiento quien ni siquiera la puso en_juego para sugerir a la inteligencia la nece-
sidad de estar atento a posibles alternativas del curso causal, que e1 que, luego de examinar-
h) Los criterios auxiliares (atención y cuidado) las, creyó imprudentemente ser capaz de manipularlas.

Cuando el sujeto no imprimió a su conducta la medida de dirección final de El sujeto obra con culpa si no puso en la ejecución de su acción la atención
que era capaz el hombre medio, ello pudo deberse a una falta de atención o de que puede concederle un hombre medio empírico; esto es, si no previo lo que para
cuidado (prudencia). Este análisis permite disponer de otros criterios para pesquisar ésle era pTevisible.
la culpa. Naturalmente, es imposible precisar lo que es previsible para el hombre me-
dio. Otra vez, sólo se pueden ofrecer criterios generales y establecer unos cuantos
límites indispensables:
e) La atención exigida
aa) En cuanto a lo primero, se entiende que es previsible, ante todo, cuanto
La desatención es, en rigor, un defecto de la inteligencia. Por eso, en principio, pertenece a la !ex artis de la profesión del sujeto, es decir, el conjunto de principios
no es imputable al agente. 208 Pero interesa aquí aquella falta de atención que en- y normas técnicas cuyo dominio es exigido a cuantos ejercen la actividad en razón
cuentra su origen en fallas volitivas; esto es, la del que cuenta con mecanismos de la cual despliega la conducta creadora del peligro. Suele decirse que el médico
intelectuales que lo habilitan para observar una actitud más atenta, pese a lo cual, que no estudia se transforma paulatinamente en un criminal. Esto puede hacerse
porque su voluntad no se empeña en evitarlo, incurre en desatención. Es la situa- extensivo a toda actividad profesional. Pero se ha de tener en cuenta, una vez más,
ción del que no prevé lo c¡ue era posible prever a un hombre medio empírico. En tales que la exigencia se pondera con el padrón del hombre medio. El derecho no está en
casos se habla de culpa inconsciente, culpa sin previsión o culpa sin representacíón, por condiciones de establecer preceptos extraordinarios para situaciones de excepción.
oposición a la culpa consciente, con previsión o con representacíón, que se presenta Para un médico no es previsible lo que sólo podía prever un Premio Nobel, aunque él
cuando el autor ha previsto pero confía imprudentemente en evitar. mismo haya obtenido ese galardón; para un conductor no es previsible lo que sólo
La doctrina 209 suele negar imponancia a la distinción entre estas fonnas de culpa. La serian capaces de prever algunos "ases del volante", aunque él, personalmente, sea
cuestión, sin embargo, no es clara. En los casos de culpa inconsciente, el abandono del el campeón mundial de automovilismo deportivo. Si el "gran" cirujano ha puesto,
proceso causal es más completo que en los de culpa con previsión; la voluntad no sólo los en la intervención quirúrgica, la atención prescrita por la lex arUs, no hay culpa,
dirigió ele manera inadecuada; ni siquiera estimuló en la inteligencia la representación de
que era necesario dirigirlos. Se ciLan ejemplos con el propósiLo de impugnar esta conclu- aunque él, personalmente, sea capaz de más. Otra cosa es que si, por la inversa, no
sión, comparnndo el caso del que, sin imaginar siquiera el peligro originado por su conduc- pone siquiera esa atención media, luego, en el ámbito de la culpabilidad, se liará
ta, conduce su automóvil desaprensivamente, con el del piloto de una aeronave de pasajeros objeto de un reproche más enérgico (discutible).
que, aun previendo la posibilidad de una lormenta en la ruta, prosigue el vuelo confiado en
que, su buena eslrella le permilirá sobrevolarla con éxito. El argumento es, no obstante,
inválido, porque en los ejemplos que se comraslan las situaciones son diferentes y, por lo bb) Quienes realizan una acción pueden contar, dentro de límiles razonables,
lanto, no existe un parámetro de comparación. Para demostrar que las culpas conscientes a con que los demás observarán una conducta correcta. En este sentido se habla de
inconscientes son de igual magnilud, seria preciso probar que Cuando el piloto de la aerona- un principio de confianza.21 2 Por eso, el conductor que vira hacia su derecha puede
ve ni siquiera se percata de la proximidad de la tempeslad, sea porque no vigila los instru-
mentos o por cualquier otra musa, su conducta es igual a la que observa cuando espera, esperar que ningún motociclista intentará sobrepasarlo por ese lado; el que transita
infundadamente, que su pericia lo ayudará a superarla. Y esto, naturalmeme, suponiendo a velocidad moderada y por su vía puede contar con que ningún transeúnte inten-
que, en ambos casos, la violencia de los elementos es idéntica e igual la posibilidad de tará cruzar sorpresivamente la calzada por un lugar prohibido; e1 comandante de la
detectarla.
Por esto, me inclino a pensar que la culpa inconsciente es de más entidad que la cons- aeronave puede emprender el despegue confiando en que todos los pasajeros abro-
cienle.210 La opinión dominante se deja influir por cierla semejanza enlre la culpa con pre- charon sus cinturones después de que las azafatas se 1o solicitaron. Pero esta con-
visión y el dolo evenmal. Pero es una apariencia engañosa. Aquí como allá, 2 u lo decisivo fianza tiene que detenerse en límites razonables. En mi opinión, estos límites son
para calibrar la apreciación es la medida en que la voluntad interviene en la configuración de
la conduela; pero en la culpa, a diferencia del dolo, lo que importa no es la rnmidad de los siguientes:
voluntad que se puso en la dirección final del acontecimiento, sino al revés, la cantidad de
1) El sujeto, aunque se comporte correctamente, no puede esperar un~ con-
2 7
º Comra, con una ojeada detallada a la polémica, ROXI1\', 24, 46 y sigts., págs. l 013 y sigts.
ducta satisfactoria de individuos a los que sabe incapaces para autodetennmarse
208
Supra, 1, a)
209
Véase, por todos, MEZGER, ll, 46, IV, pág. 203.
210
En el mismo sentido, 11AURACH. ll, 42, II, A, 1, págs. 221 y sigts. Una posi.ción intennedia en POLITOFF, m ORSCJ-JEKOWSKl, .La rn!pabihdad
·- .· ¡-1stct, tra d ucn"ón por
en el Dcrechu Penal sona _ Politoff y Juan
. Sergio _ .
9, 4, B, pág. 516. Bustos, en RC.P, tomo XXXI, Nº 1, Santiago, 1972, pág. 16; ROXlN, 24, 21 Y sigts., µags. 1004 Y Slgts.,
rn Supra, 18, lll, e). WEUEL, 18, pág. 189.

336 337
DERECHO PENAL/ PARTE GEl\/ERAl. / Enrique Cury "Gnúa
C,\PiTULO VI/ TJ:ORiA DE LA TlPIClDAD (El inju.sLu tiplco)

adecuadamente en la situación concreta. Este es el caso de los niños que juegan


junto al camino; del ciego que, dirigido por su perro, cruza la calzada; del anestesista será admisible castigarlo por un homicidio imprudente (cuasidelito de homicidio)
bisoño que, por la extrema urgencia que exigía la intervención quirúrgica, era el si se produce la muerte de la victima; el que despeñó una roca sobre el lugar en que
único con cuya colaboración pudo contar el médico. En todas estas hipótesis es se veían algunos matorrales, no responde a título de culpa por la lesiones causadas
decisivo que el agente conozca la inhabilidad del concurrente, sea porque le consta a la criatura que la madre había abandonado entre ellos, pues tal resultado era
o porque, atendidas las circunstancias, es manifiesta. imprevisible.
Además del resultado, debe ser previsible el curso causal. De esta manera, no
2) El principio de confianza otorga una facultad de "esperanza" que sólo cobra le será imputable un homicidio culposo al que conduce un vehículo contra el tráfi-
sentido para conductas futuras. Por esto, no cabe invocarlo cuando la acción inco- co, si uno de los neumáticos dispara una piedra que mala a un transeúnte; para ese
rrecta del concurrente es actual y el sujeto puede apercibirse de ella. En tales casos, el sujeto era previsible que su conducta podía causar un accidente -y, precisamente,
cuidado debido exige tenerla en cuenta. Es imprevisible una conducta incorrecta por también la muerte de alguien-, pero no el curso causal particularmente insólito de
venir; la presente debe ser tomada en cuenta. los acontecimientos. 216 De igual modo, el facultativo que ejecuta con negligencia
Así, cuando transito por una carretera, puedo confiar en que los otros vehícu- una intervención quirúrgica no responderá por cuasidelito de homicidio si la muer-
los conservarán su pista de circulación; pero si me percato de que alguno la abando- te del paciente es ocasionada por una hemorragia que se hubiera producido aun
na para sobrepasar, imprudentemente, al que lo precede, debo adoptar de inmedia- cuando se hubiese observado todo género de cuidados en la operación.
to medidas destinadas a evitar una colisión. En un caso semejante no basta enviar
señales admonitorias, tales como hacer sonar la bocina o parpadear las luces de los d) El cuidado exigido
faros; la prudencia exige más. Hay que contar con la persistencia del concurrente en
su conducta inadecuada. El que ejecuta una acción y ha previsto las consecuencias indeseables a que
puede dar origen, debe observar en su realización el cuidado de que es capaz un
Vinculada con la primera de estas limitaciones se encuentrn la obligación de seleccionar
y conlrolar a los colaboradores, que rec~e sobre quien dirige una operación peligrosa.m En
hombre medio empírico, a fin de evitar desviaciones que conduzcan a ellas.
efecto, para poder confiar en que la conduela de estos asistemes será correcta, es preciso
cerciorarse de su habilidad para ejecutarla. Naturalmente, no es menester hacerlo a cada aa) La prudencia puede llevar al extremo de no hacer nada por te~o~· a ocasio-
instante o cada vez que se les ordena intervenir en la tarea común, porque eso invalidaría su nar consecuencias típicas. Esta actitud, como ya se ha dicho, no es exigida por d
contribución y hasta los convertiría en un estorbo; basta con un control periódico, cuya derecho y, en muchísimos casos, hasta será jurídicamente objetable. 217
frecuencia variará de acuerdo con las circunstancias. El comandante de la aeronave puede
confiar en que su antiguo y experirnenlado copiloto se hará cargo de los .mandos satisfacto- E] criterio para decidir si debe, puede, no debe o no puede empre_~derse la
riamente, si ha cuidado de controlar, de cuando en cuando, la conservación de sus aptitudes ejecución de una acción capaz de crear peligros, depende de su ,adecuacwn SOC!ctL
profesionales; pero si debe emprender el vuelo con un asistente bisoño, ha de permanecer Las acciones socialmente adecuadas caen fuera del tipo, por peligrosa que sea su
junto a él, encomendarle, si es posible, sólo aclivi.dades secundarias;~ si se ve obligado a
entregarle los mandos, ofrecerle instrucciones pormenorizadas al iniciar cada maniobra. 214
realización y aunque importen lesiones de ciertos bienes jurídicos. 218 _ .

Nuevamente, aquí, sólo se ofrece un criterio general, porque sena vano mten-
ce) Por la inversa, también dentro de límites razonables, son previsibles las tar una descripción de todas las acciones que, no obstante ser peligrosa_s, pue_den Y
intervenciones licitas de térceros regularmente observadas en situaciones seme- deben ejecutarse. Por otra parte, en muchos casos la decisión dependera_no solo de
jantes. Así, el mecánico que revisa de modo negligente la aeronave puesta a su la conducta, sino de la situación en que se la ejecuta. De esta forma, por eJemplo, un
ca:rgo, dejando para el día siguiente revisiones ulteriores, debió prever la posibili- cancerólogo, un especialista en enfermedades cardi_ovasculare~ o un of~almol~go,
dad de que un piloto debidamente autorizado vuele en ella durante la noche, si Pueden intervenir quirúrgicamente aun a costa de nesgas cons1dera~les, no a~I un
permisos semejantes son otorgados regularmente por 1a compañía propietaria de · · estet1Ca.
especialista en C1rugia · · Una 1·mea aerea
· · d ebe operar, no as1
, una fena de··¡
la máquina. 215 diversiones que instala aparatos de uso nesgoso. E~ los casos menc10n_ados_~e d~c l
Por lo que se refiere a las limitaciones, es necesario, en primer lugar, la de atendiendo a la índole de la acción. En camb10, depende de la Slluacrnn si e
previsibilidad del resultado que se prodi90 realmente, no de cualquier evento típico. Por conduclor bisoño, que no está seguro de sortear con éxito las ~ific~ltades opuest_as
eso, cuando el conductor sólo podía contar con la posibilidad de causar lesiones, no por la ruta ha de abstenerse de emprender el ,iaje. La prudenna exige que no pai ta
si sólo deb~ asistir a una reunión social; ha de hacerlo cuando_es indispen~a~l~ para
------------
¿¡, MAURA.C!--!, Il, 44, pág. 248.
salvar la vida de un herido grave. Del mismo modo, un inLerrnsta no debe m1oar un
n+ Sobre todo el Lema a que se refiere este apartado. CLJRY, El principio de la confianza romo critnip regulador
de ia culpa, en Revista Mexicmw de Derecho Pena/, Cuarta Época, "t\1 º 10, México, 1973, págs. 11 y sigLs 216En situaciones de esta índole las concepciones más mo <lernas megan) · 'ª la im¡mtabi/idod objetiva,
· invocan-
m Conforme, aunque más amplio, SOLER, la edición, 43, Xll, pág 152. En las ediciones más recientes, sin
embargo, el asumo no se trata de
do el principio de la esfera protección de la norma. Véase supra, 17, l\~ d)
217 Véase sobre el punto, SOLER, ll. 43, Xll, págs. 136 Y 137 . . .· t IV págs 53 y siats
2m Cfr. \~'F:tZEL, 10, l'v'. págs. 83 y sigts.; 4 l. 10, rn, págs, 63 y sigts.; Nuevo 01s ema, 11 , , · o·

338
339
· - - - - - - - - - - - - - - - ~ 'J

CAPÍl ULO VI/ TEORIA DE LA T!PIC!DAD (121 injusto típico)


DERECHO Pl;NAL / PARTE GEC\ER..",L / Enrique Cury Urzúa

tratamiento o efectuar una operación quirurgica cuando la índole de la enfermedad e) La construcción de los tipos
y el estado de su evolución aconsejan y permiten la intervención de especialistas;
Como se ha expresado, 221 la ley elude, por lo general, describir las acciones
pero cuando un médico de campo advierte que es indispensable y urgente operar y
culposas, limitándose a efectuar una referencia amplia, que se ejecuta mediante la
no se dispone de medios para trasladar al paciente o para obtener el concurso de un
inserción de un elemento normativo en el tipo. A diferencia de la dolosa la acción
cirujano, puede y debe tomar el riesgo de ejecutarla.
imprudente no es típica en sí, sino en cuanto fue realizada de una manera defectuosa,
La regla general prescribe que !a magnitud de! ,iesgo permitido es directamente
Así, por eiemplo, en los arts. 490 y 492 del C.P. se castiga al que por impru-
proporciona! a la necesidad socia! de! acto, deducida de su naturaleza y la del caso concre-
dencia temerana ejecuta un hecho que, si mediara malicia, constituiría un crimen
to en que se !a ejecuta.
o un simple delito contra las personas, y al que, con infracción de los reglamentos
y por mera imprudencia o negligencia, ejecutare un hecho o incurriere en una
bb) Una vez que se inició la ejecución de la acción, la prudencia se expresa en
omisión que, a mediar malicia, constituiría un crimen o un simple delito contra
una tensión de la volunLad, que procura conservar constantemente las riendas del
las personas. En ambos casos, el legislador ha querido referirse a una acción no
curso causal, y se realiza en la adopción de resoluciones enderezadas a conducirlo
típica capaz de provocar los resultados característicos de los crímenes y simples
hasta la meta deseada.
delitos contra las personas. Porque si hubiera circunscrito la incriminación a los
N aturalmenle, la tensión es variable según los casos·. Depende en parte de la
resultados típicos causados mediante acciones típicas, no existiría diferencia en-
~~gnitud del riesgo que importa la acción, en parte de la mayor o menor proba-
tre delitos dolosos y culposos (cuasidelitos). El que eiecuta una acción matadora
bilidad de que el peligro se realice en lesión. La capacidad del hombre medio para
y causa con ello la muerte de un hombre, no ha realizado un cuasidelito de homi-
permanecer al mando del proceso causal está condicionada por estos facto.res,
cidio (homicidio culposo), sino un homicidio doloso. De suerte que la previsión
cuya interacción es complicada, al punto de que, muchas veces, se anulan entre
de los arts. 490 y 492 del C.P. sólo se puede referir a la causación de los resultados
sí._ En efecto, la capacidad de mantenerse atento y presto a intervenir es mayor
allí aludidos mediante acciones que no sean de aquellas descritas por los tipos de
mientras más alto es el riesgo y mayor la probabilidad de que se realice. Si uno de
los correspondientes crímenes o simples delitos contra las personas. Pero sobre la
ambos factores decae, la capacidad disminuye. Una prueba significativa parece
índole de esas acciones -u omisiones en el caso del art. 492- el legislador ha
encontrarse en el dominio de la navegación aérea. A medida que los recursos
callado. Cualquiera satisface su exigencia, siempre que sea ejecutada sin imprimirle
técnicos de seguridad alcanzan una perfección asombrosa, la conducción se hace
la orientación final suficiente para evitar que, por la índole de su fuerza causal,
monótona y disminuye la tensión del piloto en la operación de lo_s mandos; la
provoque el resultado típico.
mayor parte de los accidentes aéreos que ocurren en la actualidad se deben a
No siempre es así. Ya en el art. 491, inc. primero del C.P. se encuentra un prin-
"fallas humanas".
cipio de especificación, puesto que sólo tiene en consideración aquellas acciones que
ce) Puesto que hay acciones riesgosas permitidas por el derecho -es decir, impliquen desempefio de las profesiones aludidas (médico, cirujano, farmacéutico,
lícitas-, el problema de cuáles son y de cuáles, por el contrario, exceden los límites flebotomiano o matrona). En otros casos, la acción está delimitada en forma más
del peligro tolerado, pertenece al ámbito de la antijuiidicidad. 219 Esto significa, por rigurosa. P.or ejemplo, en los arts. 224 N° 1° y 225, Nº 1° C.P., en donde sólo puede
un lado, que la culpa ha de ser afirmada ya en el ámbito del tipo y que, por lo tanto, consistir en "dictar sentencia manifiestamente injusta en causa criminal o civil"; en el
es un elemento de la estructura de los tipos imprudentes, conforme lo sostiéne la art. 225, Nº 5° ("retener preso"); en el 288, inc. primero ("dictar providencia o resolu-
teoría final de la acción. Demuestra, por el otro lado, que es imposible desplazar, ción manifiestamente injusta, en negocio contencíoso-adrninístrativo o meramente
por razones metodológicas, el problema de la prudencia-y, sobre todo, de su medida administrativo"); en el 343 ("ocasionar con violencia"); etc. Estas situaciones, sin em-
concreta- al ámbito de la rn!pabilidad. 220 El JUicio de antiJuridicidad depende de si, bargo, son excepcionales y, según se advierte en los ejemplos presentados, la limita-
en el caso dado, se observó o n_o la prudencia de que es capaz el hombre medio; en ción es impuesta más bien por la naturaleza especial del resultado exigido. Lo normal
es que la descripción se agote con la alusión al "descuido", "falta de cuidado", "negli-
la culpabilidad sólo habrá de examinarse si, dadas las circunstancias, era posible
para el sujeto individual observar esa medida de cuidado. gencia", "imprudencia", etc. 1
No siempre la ley permanece en silencio sobre el significado de estas expresio-
nes. Es consciente de que no puede captar y solucionar todas las situaciones, pero
m Cfr. BUSTOS, Culpa y.flnalidad, cit., 4, págs. 22 y sigts. y, sobre todo, el párrafo final del apartado, pág. 27,
con una referenna a ENGlSCH.
suele ofrecer algunas descripciones concretas en relación con casos de ordinaria
220
N?V?A, I, 317, pág. 543. Más recientemente, en Causa1ismo y finalismo, _en especial 25, pág. 141. El ocurrencia en los que, empíricamente, cabe comprobar una cierta regularidad de las
cnten_o de 11AURACH, II, 44, 11, A, págs. 237 y sigts., con consecuencias importantes que se desarrollan circunstancias y, por ende, prescribir en principio la conducta a seguir. Los reglamentos,
det.emdamente por el autor, atribuye la omisión del deber de cuidado al ámbito de la responsabilidad,
entendida corno presupuesto de la culpabilidad en sentido prnpio (atribu.[bi!ldad). Esta formulación se
relacwna estrechamente con la concepción de l'vlAURACH sobre la estructura del último elemento del 221
Supra, lll.
dehto (ll, 30,11, C, 2, págs. 25 y sigls.) y, por ende, su aceptación depende de la de aquélla

341
340
1
CAPÍTULO VI/ TEORlA l)E LA TIPICJDAD (El inj,mo típico)
DERECHO PEN,\L / PARTT·: GENERAL/ Enrique Cury lirzüa

las ordenanzas e instrucciones contienen un cierto número de preceptos así canee~ todas sus consecuencias. De ahí se deducirá que no cabe hablar de culpa cuando el
bidos. Las ordenanzas del tránsito son un ejemplo característico de esta clase de resultado ha sido causado por una acción negligente ilícita.
disposiciones. Semejante debate no tiene cabida en nuestro derecho. Desde que el art. 492
Es fácil caer en el error de creer que la observancia o inobservancia de tales del C.P. admite la configuración de un tipo culposo cuando se ha incurrido en
reglamentos coincide, en todos los casos, con la observancia o inobservancia de la violación de un reglamento, la polémica está zanjada por la ley. En tales casos es obvio
diligencia debida. No liay tal. Como se ha explicado, los reglamentos sólo contie- que la acción es ilícita y, sin embargo, la culpa no es reemplazada por el dolo.
nen inducciones tentatívas: sus soluciones son estadístícas referentes a casos tipos y No obstante, algunos auwres afirman la vigencia del versari en nuestra ley; si bien de
222
establecen exigencias válidas únicamente para ellos. En la práctica puede ocurrir una manera que morigera sus consecuencias.
que, no obstante cumplirse el reglamento, no se satisfaga el deber de cuidado, por- Dicha opinión se apoya en el Nº 8° del an. 10, en relación con el art. 71 del C.P Del
juego de ambas disposiciones, en efecto, pareciera deducirse que quien ejecuta un acto
que en el caso dado cabía esperar, jurídicamente, una mayor diligencia. A la inver- ilícito con la debida diligencia (a fin de evitar la producción de resullados indeseables cli$tin-
sa, no pocas veces sucederá que, no obstante la violación del reglamento, faltará la tos de aquel perseguido por la infracción en sí) será castigado a título de imprudencia
culpa, sea porque a las circunstancias previstas por el precepto se agregan otras que (cuasidelito) conforme al art. 490 del C.P. Así, la realización de una acción ant'tjurídica, si
bien no acarrearla una responsabilidad dolosa por las consecuencias imprevisibles o casuál-
modifican la situación concreta, sea porque la lesión se produce a consecuencias de mente provocadas, conducirla, en cambio, a la punición de esos resultados como culposos.
un curso causal inesperado que no es el que el legislador ha tenido en cuenta y que Tal criteTio es inaceplable y no encuentra fundamentos válidos en la ley. 223 Basta con seña-
resulta, en general, imprevisible. El que conduce su automóvil conforme a las orde~ lar que si se lo acoge, el art. 492, inc. primero pierde todo significado y no puede ser aplicado
en ningún caso. En efecto, es evidenLe que quien incurre en "infracción de los reglamenLOs"
nanzas y ve de pronto a un niño que se precipita en la ~alzada tras su juguete, no está ejecutando un acto ilícito, y por ende, alendido lo que dispone el art. 71 del C.P., habría
puede proseguir impeiturbable su camino aunque los reglamentos han preScrito al de ser casligado siempre conforme al art. 492, inc. primero, cuyas hipótesis serían captadas
peatón, en general, una conducta diversa; dada la peculiaridad de la situación, a en todo caso por el 490; pues el art. 71 recibiría esa aplicación lanto porque el mal se causa
no obstante haber actuado con la debida diligencia, como porque a la infracción ele
este indi,iduo le es exigido más de lo establecido en la ordenanza. Del otro lado, el reglamentos se suma la imprudencia o negligencia, ya que de ninguna manera podrían tratarse
que para evitar atropellar a un ciclista sale de su vía y provoca una colisión con otro aquellas situaciones más severamente que éstas.
automóvil, o el que conduce contra el tránsito y da muerte al suicida que se arroja La verdad es que el art. 71 del C.P no liene el significado que pretende dársele. La
afirmación de que "cuando no concurran todos los requisitos que se exigen en el caso del
sorpresivamente bajo las ruedas de su vehículo, obran sin culpa, no obstante la
número 8° del artículo 10 para eximir de responsabilidad, se observará. lo dispuesto en el
violación del reglamento. En el primer caso, la situación está adicionada con cir- artículo 490", no significa que en lales casos haya de castigarse conforme al referido articulo.
cunstancias que el legislador no tuvo en consideración cuando prescribió la regla Observar lo que dispone el art. 490 implica estarse a lo que preceptcw; no aplicar la pena en él
contemplada a situaciones que no ha previsto. 224 Entendidas las cosas de este modo, los
general; en el segundo, el Curso causal se aparta del que la ordenanza se representó
casos posibles deben resolverse en la siguiente forma:
al dictar la disposición, y es imprevisible.
Esta comprobación se apoya en la ley. Cuando el art. 492 del C.P. exige viola- 1) Si con motivo ele ejecutar un acto lícilo con la debida diligencia se causa un mal por
115
ción de reglamentos y mera imprudencia o negligencia, está poniendo de manifiesto mero accidenle, el art. 10, Nº 8° exime de toda Tesponsabilidad poT ausencia de tipo.

que ambas situaciones son autónomas: puede darse la imprudencia aun si.n violación 2) Si con motivo de ejecutar un acto lícito sin la debí.da diligencia se causa un mal por
ele w1 reglamenlO, y puede también violarse un reglamento sin incurrir en ímprudencía. mero accidente, se observará lo dispuesto en el art. 490 del C.P., esto es: se aplicará la pena
Para el juez, por lo tanto, comprobar que se ha violado un reglamento no allí contemplada si la falta de eliligenci.a es tal que puede ser calificada como imprudencia
temeraria, y si el mal causado es de aquellos a que se refiere esa disposición, es decir, de los
constituye una presunción de culpa y viceversa. En cualquiera de los dos casos está que de mediar malicia "constituirían un crimen o un simple delilo c:.onlra las personas:'. Si,~
obligado a. investigar las circunstancias del hecho. En ambos reposa sobre él la res- la inversa, la falta ele di.li.gencia no puede ser considernda como imprudencia temerana, o Sl
ponsabilidad de afirmar o negar la concurrencia del cuidado debido. Para decidir el mal causado no es de aquellos que de mediar malicia constiluiría un crimen o un símple
deberá tener en cuenta los criterios que· se enuncian más arriba.
m Véase RODRTGUEZ MUÑOZ, nor.as a MEZGER, 11, 34, págs. 35 y sigts. Sobre ello cabe advertir que la
En la práctica, l.a judicatura no suele ser consciente de esta ohhgación que descansa drcunstancia cuarta del art. 9º antiguo del C.P español, cilado por Rodríguez, no tiene actualmente, por
so~re e_lla. Muchas veces condena ;,implemenle porque se ha infringido la norma reglarnen- fortuna, correlato en nuestro derecho. Del mismo modo, conviene destacar que la circunstancia octava del
tana, sm detenerse a exammar el conLexto de la situación. Eslo conduce a soluciones injus- arl. 8º de ese Código (hoy reemplazado por el de 1995) no coincidía con la del art. 10, Nº 8º C.P., porque
tas que la desprestigian. Es, pues, urgente que esa conducta se modifique. aquélla estaba adicionada con una frase final, indeseable sobremanera
221 Así, CORDOBA RODA YR0DR1GUE2'. MOURUl .l O, I, págs. 319 y sigts., con mucho detalle; R0DR1GUEZ

DEVESA, I, págs. 606 y 607. Sobre. la siluación, de acuerdo al Código Español aCLual, véase MIR, II, 75,
t) El versari in re illicita ~2~ . .

~
RODRIGUEZ DEVESA, I, pág. 606, apura hasta el exLremo las consi?cuencrns absurdas a que podna con-
22+
ducir la interpreLación impugnada "'Cuando el resultado se cau~e dolosamente con ocasión de eJecuLar un
Se ha discutido si pertenece a la estructura de la culpa la exigencia de que la aclo lícito, l?S evidente que el hecho no puede convertirse en un delito culposo·'
acción sea lícila. La cuestión resucita el viejo principio del versari ín re illicita, confor- m CORDOBA RODA YRODRIGli.CZ MOURCI.LO,'I, págs.]] 8y sigts., rn cambio, aprecian aquí una causal
de exculpación.
me al cual el que eiecuta una acción antijuridica es responsable, a mulo de dolo, de

343
342
1
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa C.APiHJl.0 VII TEORÍA DE LA TJPIC!Di\.D {El injusto típico)

delilo contra las personas, el hecho será atípico y, por ende, habrá de permanecer impune, b) La ley castiga, en general, la comisión culposa de aquellos hechos que, de
sin pe1:juicio de que, siendo ilícito, procedan reparaciones civiles.
mediar malicia, constituirían un crimen o simple delito contra las personas. La refe-
3) Si con motivo de ejecutar un acto ilícito con la debida diligencia se causa un mal por rencia debe emenderse hecha a los tipos contenidos en el Título VIll del Libro II del
mero accidente, se observará lo dispuesto en el art. 490 del C.P -y también lo que prescribe C.P., arts. 390 y sigts. Nunca se ha intentado extender su eficacia a otras figuras que,
el art. 492, inc. primero-. Puesto que esas disposiciones requieren imprudencia temeraria o no obstante su ubicación, importan también un atentado en contra de las personas.
mera imprudencia o negligencia en sus respectivos casos, y estos términos son contradicto-
rios con la diligencia, la punibilidad tendrá que excluirse. No obstante lo c.ual, dada la Por la inversa, en la Parte Especial ha de analizarse si es concebible la construcción
antijuridícidad del acto inicial, procederá imponerle las sanciones que en sí le correspondan. de un cuasidelito sobre todos los tipos dolosos contenidos en el Título VIII del
Libro II. La opinión domjnante es adversa.
4) Cuando con moLivo de ejecutar un acto ilicito sin la debida diligencia se causa un mal
por mero accidente, se observará también lo dispuesto en los arts. 490 y 492, inc. primero. c) En un caso (art. 490) la ley exige imprudencia temeraria; en otro, mera im-
Esto es: se castigará en todo caso por el hecho accidental, a título de culpa, siempre que sea
de aquellos que, ejecutados con malicia, hubiesen constituido un crimen o simple delito prudencia O negligencia y, además, in fracción de reglamento (art. 492).
contra las personas. Faltando este último requisito, el resultado alcanzado resta impune por En principio, es inútil tratar de establecer d1fe~enoas conceptuales _e~tre la
ausencia de tipicidad, sin perjuicio de las reparaciones civiles a que dé lugar su ilicilud. imprudencia y la negligencia. Se trata de formas serneJantes en que se mamfiesta la
5) Por último, si al ejecutar un acto ilícito sin la debida diligencia se causa un mal cuya culpa. . . , ..
posible producción se aceptó en la voluntad, procede castigar a.título de c1olo eventual. Es La imprudencia temeraria (art. 490 C.P.) importa un alto grado de_ meílex10n
notorio que, en este caso, nos encontramos ya fuera del ámbito de la culpa. 0
descuido y una actuación del agente creadora del nesgo. Conforme a lo
preceptuado, basta, por sí sola, para fundamentar el castigo de aquellos hechos que,
El art. 71 del C.P. no es, pues, una norma que impone la obligación de aplicar las penas
c.ontenidas en el art. 490. ·contiene la regla excepcional indispensable para sustraer el caso en
de mediar malicia, constituirían un crimen o un s1mp1e delito contra las personas.
ella contemplado a los efectos del precepto contenido en e1 ar/. 11, N° 1º del CP Si no existiera el Por la inversa la ·mera imprudencia o negligencia sólo es punible cuando el resulta-
227
aTt. 71, cabria pensar que quien, con ocasión de ejecutar un acto ilícito con la debida diligen- do se produc~, además, con infracción d~ reglamentos. La viol~ció_n de ~na ,nor-
cia, causa un mal por mero accidente, se halla en la situación prevista por el art. 11, Nº 1 º y ma legal O constitucional equivale, por oerto, a la del reglamento, as1 se deduce de
ha de ser castigado a título de dolo, con una pena atenuada. Esto supondría una auténtica
vigencia del versa1i. El art. 71 excluye esa posibilidad; así se explica que se encuentre ubica- una interpretación a forti01i.
do antes del 73, en el que se ofrecen reglas aplicables, precisamente, a las hipótesis contem-
pladas en el art. 11, Nº l º. Al mismo tiempo, el caso fortuito aparece como último lünite para d) En dos casos la ley castiga al que por pura negligencia o descuido culpable,
la tipici<lad del delito culposo y, por lo mismo, como una causal de exclusión del tipo. 226 aun sin incurrir en infracción de reglamentos, causa un resultado de aquellos que,
de mediar malicia, constituirían un crimen o un simple delito contra las p~rsonas
(art. 491 C.P). Trátase de personas que, por ejercer una profesión _en sí nesgosa
IV. EL SISTEMA DE LOS DELÍTOS CULPOSOS EN LA LEY (inc. primero) 0 por haber creado una situación peligrosa superílua_(mc. segundo),
están sometidas a un deber más estricto de evitar las consecuencias indeseables que
La ley castiga la comisión de un delito culposo sólo en contados casos. y siem-
pudieran derivar de la práctica de aquélla o de la mantención de ésta.
pre en relación con el tipo de los correspondientes delitos dolosos. El derecho penal
chileno, por lo tanto, no sanciona la conducta imprudente como tal, sino tan sólo el La pena acordada a los delitos culposos es idéntica para las _distintas formas
una conducta típicamente imprudente. No hay, pues, en nuestra ley, un crimen culpae contempladas en los arts. 490, 491 y 492 del C.P. Se determina d1stmgwendo los
(delito de culpa), sino crimina culposa (delitos culposos o cuasidelitos). casos que, de mediar malicia, importarían un nimen, de los que solo confrguranan

a) En uh· caso la ley ha ofrecido normas generales que se relacionan con una un simple delito.
multiplicidad de tipos dolosos (arts. 490 y sigts. C.P) y que constiluyen un conjun- · ·
f) Losmc1sos ° 4 .,
° 3 .,
2 ., ° 5 ·° y 7 .º del .art. 492. contienen un conjunto deA
to homogéneo. En los demás·crea expresamente un tipo culposo junto al corres- preceptos reglamentarios que por ningún motivo debieran encontrars~ en la 1ey.
pondiente tipo doloso (art. 224, _Nº 1º; 228, inc. segundo; 229, última parte; 234, mayor abundamiento, en los incs. segundo, quinto y sépLimo se deslizan p~eSun-
243, inc. segundo; 302, 329, 333, 337, inc. segundo; 343 (discutible), etc.). El ciones de culpa que, como toda presunción legal, son inoportunas en el ámbit? ~el
examen pormenorizado de tales tipos compete a la Parte Especial. Sin embargo, derecho penal. Es deseable, sin duda, una reforma que concluya con esa casrnSHCa
atendida su generalidad, en los apartados siguientes se ofrece un esquema del siste- y, sobre todo, que suprima las mencionadas presunciones.
ma contenido en los arts. 490 y sigts.
--· · ·· - . ·ncorrecta la afirmación ele que en
m ETCJ-TFBERRY ¡ págs 321 y- 322 observa, a este respecto, que es 1 . . l
226
Véase la nota precedente. El punto ele vista a que allí se alude es compartido, consecuentemente, por la · - ' ' · - ' ··
derecho penal la culpa no admlle graduac10n ..i\qm
-
.:! eno
1
- eda de mamfiesto aunque, por nerto, e
-~u.
inmensa mayorta de los autores causalistas lenguaje del Código Penal difiere del que emplea el Cod1go C1vtl.

344 345
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPÍTULO VJ / TEORÍA DE LA l"IPlCJDAJJ (El in_¡usto tipko)

En cambio, es importante subrayar que el inc. sexto ha creado la pena de la acción. Dicho de otra manera: sería realmente conlradictorio afamar que el injusto de los
delitos culposos se agola en el disvalor de la acción negligeme, con prescindencia del resul-
interdicción para conducir vehículos motorizados, cuya significación político-criminal
tado producido, y preLender luego medir la punibilidad atendiendo sólo a dicho resultado
es considerable. Penas de esta clase deberían, en lo sucesivo, reemplazar a muchas wl como se dio en La realidad; así se convertiría a los delitos culposos en delitos calificados
de las que consagra el código en vigor, en las que resabios tahonales permanecen por el resultado, infligiendo un golpe rudo al derecho penal de culpabilidad.ni Por lo mis-
8 mo que el resultado no tiene influencia sobre lo injusto de Los delilos culposos, la punibilidad
l~~~ntes.22 Sólo cabe lamentar que se haya limitado su aplicación a casos tan espe-
de éstos debe medirse con relación a la cantidad de negligencia de que es portadora la acción
cihcos, desaprovechando otras posibilidades de hacerla operar.
culposa; y esa canlidad depende de la magni.tud del peligro que era previsible para el autor
cuando la ejecuLó; no del dall.o que objetivamente se produjo a consecuencia de un curso
causal extraordinario. El que la condición objetiva de punibilidad se cumpla con exceso no
V, DISVALOR DE RESULTADO Y DISVALOR DE ACCION puede gmvar al hechor, cuya conducta es valorada con prescindencia de aquélla, aunque
sólo sea wsLigada si el evento se produjo.
EN LOS DELITOS CULPOSOS

A causa de la forma en que los tipos culposos describen el acto, el causalismo


sostiene que en ellos el di.svalor de acción es irrelevante y que para esos tipos única- § 20. LAS FORMAS EXCEPCIONALES DE LOS TIPOS
mente importa la causación de un resultado. Pero no es así. Antes bien en el delito
culposo el disvalor de acción adquiere una significación aún más mar~ada, puesto Los tipos de delitos dolosos y culposos constituyen la regla. Excepcionalmen-
que, como se ha visto, no se castiga la conducta en sí sino el modo de su ejecución, la te, sin embargo, la ley crea tipos de delitos calificados por el resultado o introduce en
forma particularmente reprobable de realizarla. l.a descripción típica condiciones objetivas de punibi!iclacl. En otros casos, la forma que
La acción culposa, ell. efecto, carece de relieve jurídico propio; por su natura- asume la realización concreta del tipo presenta características subjetivas complejas;
leza, es indiferente. Lo que la colora de ilicitud es la insuficiencia de la finalidad que así ocurre con los delitos prete1intencionales. Todas estas situaci.ones suscitan chficul-
se le 1mpnm1ó. Iodo su significado jurídico radica en ese modo de ejecución defec- tades y reclaman una consideración separada.
tuoso y, por lo mismo, su disvalor de acción está muy acentuado.
Es más, en los delitos culposos el resultado carece de importancia sustantiva;
a lo sumo es un instrumento de "selección" para la punibi.lidad en el sentido de que, l. DELÍTOS CALIFICADOS POR EL RESULTADO
por lo general, solamente se castiga aquella acción negligente que ha causado un
det~rminado resultado. Pero lo caractertstico del injusto culposo es la ·made'cuación Son ti.pos ele cielitos calificados por el resultado aquellos en que la pena con-
de la acción ejecutada al "modelo" de acción cuidadosa y atenta que se ~equiere para minada por la comisión dolosa de una conducta se exaspera si, a causa de ella, se
asegurar el tráfico jurídic?.22 9 producen resultados más graves, acmque no hayan sido previstos y queridos por e! agente
e, incluso, cuando ni siquiera fueron previsibles. Trátase de casos en los que se castiga
A esta concepción se objela la imposibilidad de ignorar el resultado en el análisis del (más) la pura causación de un resultado, sin referirla a la finalidad; por ende, ele
~e:ito culp,o~o. Tambi~n C[l\ien_e~ la acogen exigen, más adelanle, que la producción del auténtica responsabilidad objetiva, ya que a un resultado así obtenido es ímposible
resultado t1p1co haya sido prev1s1ble para el autor. 210 Y no sólo se reclama la previsibilidad
~e un resultado Lípico cualquiern, sino del que en concreto se produjo. ¿Cómo podría justi- enlazar el reproche de culpabilidad. Con toda razón LOFFLER declara que la con-
Ii~arse esta c'.msecuencia -in_duJablememe exacta- si el resultado no fuese más que un me- sagración de tipos semejantes constituye "un retroceso brutal", al que califica ele
dio de selección para la pumbihdad7 231
"baldón ignominioso de nuestra época". 234
La crítica no me parece consisLenLe. A mi juicio, el resultado de los delitos culposos se
comporla como una condinón o~jetiva de 1nmibilidad.n2 Como en otrns tipos que contienen Aunque se han hecho esfuerzos para demostrar que el delito calificado por el
esa clase de ele;11emos, lo que _el legislador casliga es lo injusto de la acción ejecutada, no el resultado es un concepto extraño a nuestro ordenamiento jurídico, los :irgurnentos
resu'.tado prod~c1do. Ahorn bien, el grado cuamilativo de injusto en la acción culposa -la invocados son insuficientes.23 5 Ni los antecedentes legislativos ni una supuesta "po-
~edid~_de su ~1svalor- es dado por la previsibilidad de las consecuencias indeseables que su
eJecuc10n neghgenle puede ocas10nar. I:1 que lales consecuencias se realicen O no, es indife- tencialidad de causación" ínsita en la acción dolosa básica bastan para acreditar el
rente Pªí3 la antijundicidad de la acción y sólo importa en orden a·condicionar su punibilidad. aserto. ETCHEBERRRY ha demostrado que los primeros se inclinan frecuentemente
Ahora, Sl la cond1c1ón se cumple en exceso, ello no puede afectar a la medida del injusto de a la creación de responsabilidades obJelivas y que la segunda no se identifica, como
pretenden sus sostenedores, con aquella previsibilidad que caracteriza a los tipos
m Véase, al respecto, ROXIN, The parpo se of Pw1ishment and ihe R.efonn of Pena1 Lmv, L.S., Volume 2, págs. 66
y s1gts
::: \V~LZEL, 18, antes de T_- 4. pág. 184: Nuevo sistema, IV, antes del, pág 69. 731 En los arts. 490 y sigls. la ley hace en pane esto cuando establece penas dependientes de la magnitud del
11

~
\VELZEL, 18, 1, 1, a), pags. 187 y sigts. resultado producido.
211
As~, CFR~ZO, notas.ª la traducción de wr:;r.zEL, l'<'uevo si.sfemct. Prólogo a la 4' edición, pág. 18, nota 4;
CURY, 011entctc1ón, l", 11, Ce), págs. 121 ys1gts.
m lnfra, 20, II
,
m Cit. por MEZGfR, 11, 34, IL pág. 44.
" 35 NOVOi\, I, 326, págs. 558 y sigts., ARJ:vlANDO UR1BE, Los del[tos calificados por d resultado, Santiago.

pássim.; COUSIÑO, l, 140, págs. 890 y sigts. ¡


/

346 347
Dl::RECHO PEC'iAI. / PARTE GENERAL/ Enrique Cuty Urzúa (APl l Ul.0 VI I TEORJA DE LA ·1 lP!C][)1\.D (1:ól injuslo upico)

cu1posos. 236-231 A est a cons1.d erac10n


. cabe agregar que si, como sostiene NOVOA, b) Las condiciones objetivas de punibilidad no forman parte del tipo. La des-
los tipos correspondientes hubiesen sido construidos como auténticos casos de cripción típica solamente puede referirse a un hecho de los seres humanos, es decir,
preterintencionalidad, 238 no se justificaría la diferencia de gravedad de las sanciones a un hecho voluntario. 242 Por lo mismo, una circunstancia cuya realización es inde-
impuestas en disposiciones como. por ejemplo, las de los incs. primero y segundo pendiente de la voluntad del que actúa no puede integrar la descripción típica. Es
del art. 4 74, respecto de la del inc. final. La verdad es que el legislador, en parte por claro que, en ciertos casos, el agente puede representarse la posibi.lidad de que la
descmdo y en parte por mal entendida severidad, quiso proteger con penas penales, situación en que la circunstancia consiste se dé en la realidad. Es posible, también,
mcluso contra lesiones meramente causales, ciertos bienes juridicos que considera- que así lo desee. Aun en tales hipótesis su voluntad no habrá abarcado esa posibili-
ba especialmente importantes. Este intento de amedrenlar al acaso es ridículo. Es dad, porque nadie puede querer, en el sentido de incorporar a su voluntad de concre-
indispensable reconocerlo y reclamar la necesaria teforma. ción, aquello que sólo está sometido a las leyes de la naturaleza o que depende de la
voluntad libre de un tercero, lo que, para el caso, es lo mismo. Un hombre puede
En. todo ca~o, debe tenerse presenle que el fundamento de la agravación de las penas en prever un terremoto o que un tercero dará muerte a su enemigo~ puede, asimismo,
los delitos calificados por el resultado se encuentra en la causación de rste último. Por consi-
guiente, debe excluirse la imposición de la pena mayor cuando no puede sostenerse la exis- desear fervientemente que ocurra alguna de esas cosas; pero, en rigor, nunca puede
tencia de una relación causal entre la acción del autor y el resultado más grave_n 9 -240 quererlas, nunca podrán ser contenidos de su voluntad de concreción. Por ese mo-
tivo, es incorrecto el criterio de quienes niegan la calidad de condición objetiva de
punibilidad a la muerte del suicida en el art. 393 del C.P. El auxiliador, en este caso,
H. CONDICIONES OBJETIVAS DE PlJNlBlLIDAD prevé seguramente la producción de ese resultado, y tal vez anhela que se produzca,
pero quererlo no puede. 243
En algunos raros cas0s el legislador condiciona la imposición de la pena a la
concurrencia de una o más circunstancias cuya realización es independiente de la c) Atendido lo expuesto, las condiciones objetivas de punibilidad no necesi-
voluntad de1 agente. A esas circunstancias se las denomina condiciones objetivas de tan ser abarcadas por el dolo del agente, por lo mismo que no forman parte del tipo.
punibilidacl

a) Conviene distinguir, desde luego, las condiciones objetivas de punibilidad de III. DELÍTOS PRETERINTENCIONALES
las excusas legales absolutmias. Estas últimas son situaciones cuya conCurrencia ex-
cluye la punibilidad de una conducta típica, antijurídica y culpable, en virtud del Obra preteJintencionalmente quien, con ocasión de ejecutar dolosamente una ac-
perdón que el legislador ótorga al SUJeto por razones de política criminal; su dife- ctón típica, causa culposamente un resultado típico más grave. La preterintencionalidad
rencia con aquéllas es evidente. Si se cumple una condición objetiva de punibWclad, el no es, pues, una estructura especial del tipo, sino más bien una forma peculiar de
agente será castigado, siempre que, por supuesto, haya obrado antijurídica y aparición de_ tipos dolosos y culposos, cuya realización se entrelaza.
culpable~ente; por la inversa, cuando se dan los presupuestos de una'excusa legal
a) La doctrina ha puesto en duda, algunas veces, esle conceplo de preterimencionalídad.
absoluto-na, el autor resta impune, aunque su comportamienlo antijrnidico y culpa- Se ha dicho que la misma actitud psicológica no puede ser calificada simultaneamenle de
ble se adecue al tipo penal. . dolo y culpa; ambas posiciones psíquicas, incompatibles entre sí, no pueden coexistir en un
E~ irnportarite, asiinismü, diferenciar las condiciones objetivas de punib-Wclad y mismo acto
La critica es infundada_ No se Lnna, en realidad, de una calificación referida a una misma
los obstaculos procesales o condiciones de procesabilidad. Como su nombre lo indica
actitud psicológica, sino a dos aspectos de esa posición psíquica que son perfectamente
éstos son requisitos de los cuales depende no la punibihdad del delito, sino el ejer'. separables desde un punto de vi.sta conceptual. Por una parle, el sujeto se represema y
ocio de la pretensión punitiva. A este grupo pertenece, caractertsticamente, la de- quiere la realización de la acción y 1a producción del resultado típico; por la otra, no po?e en
claratolia de quiebra en los delitos de quiebra fraudulenta. 241 la ejecución final de la accirín típica todo el rnidado que objetivamente le era e:..xigible a hn de
n'1tar la producción pre,'1sible de resultados típicos más graves. La situación es dara. Si se
niega su posibilidad, tendrá también que descartarse el delito culposo cu::mdo el méclic~ qu.e
216
E_TCHEBERRY, 1, págs. 326 y ~igts., con una exposició_n sintética y _exacta. En el campo de la Parle t:sµe- opera descuidadamente causa, con su imprudencia, la muene del paciente; porque la fmah-
c1al,.sm embargo, el autor extiende con exceso el ámbito de la calilicación por el resulrado. En e] mismo
senti~o G~RRIDO.. I~, 49, pág. 179. Implí_citamente, Lambién NAQUlRA, págs. 209 y 210. No es entera- Supra, 16, 111, a).
242

rner~~e cla1_a la pos1c1011 de POUTOF~ 9, 1, C, b), págs. 437 y sigrs., quien, si bien en principio reconoce w Cfr. ETCHEBERRY, lll, pág. 87; GRISOLÍ!\-BCSTOS-POLlTOFr, pág. 337; POLITOFF, 7, 5, pág. 325.
_ 1~ ex.istenna en la ley ele delnos calificados por el resultado, al cabo pareciera adherir al criterio de :'-Jovoa
131 Con respecto a esle punto suele traerse a cuerno el caso del inductor, el cual, ciertamente, realiza también
Supra, 19, lll, c)
rn, lnfra, IL una conducra cuyo resultado depende de la voluntad libre <le uno o varios terceros. La situación, no
obstante, es diYersa. El induCLor, en realidad, no e¡ecuta la conducta típi.ca y sólo es castigado en \irlud de
m El .ej_e_mplo relativo a la co~ducc_ión en eslado de embriaguez causando la munte que se contenía en la un Lipo subordinado que extiende 1a punibilidad ~ su acción, colocándola en una relación de accesoriedad
e_dicion antenor T, 20.1, pag. 342, c1.hora debe ser desestimado porque, en el intervalo, Li.jLuisprudencia respecro de la del autor mateiial. El auxiliador del suicidio; en cambio, realiza precisamente el hecho
_ tiende a negar que ese sea un delito calificado por el resultado.
1 10 Lípi.co; tal como está previsLo en la ley; ¡él es el autor material!; y, sin embargo; su punibilidad depende de
So_bre toda esta p:'oblemárica, GHdBERNAT ORDEJG, Delitos wlificadus por el resultado y causolidad, Ma-
dnd, 1966, especialmente VIL págs. 159 y sigts la acción ele un Lercero, enteramente ajeno, que actúa -o no actúa- cuando la acción típica ya está consu-
¡_,¡ Así, Lamb1én, NOVOA, l, 202, Bº, p.:íg. 322 mada, y que no realiza, por ende, parte alguna del tipo

348' 349
DERECHO PfóNAL / PAl{fE GENERAi. / Enrique Cury Crzúa C.APiTCLO VI/ TEORÍA DE LA TlPLCIDAD (El injusto !ipico)

dad perseguida ---exlirpar el apéndice, por ejemplo- excluiría la posibilidad de considernT al hecho típico. Las consecuencias son, en general, las mismas, y aun la diferencia a
mismo tiempo culposa la actitud psicológica del facultativo. que se alude infra, !II, es más aparente que real.
b) A diferencia de lo que ocurre en otras legislaciones, la nuestra no contem-
pla una disposición que señale el camino a seguir para la determinación de la pena l. ATIPICIDAD OBJETIVA
en la hipótesis de preterintencionalidad. Tampoco se ha cuidado de solucionar, por lo
menos, los casos de ordinaria ocurrencia: lesiones seguidas de muerte, aborto se- Quien realiza un hecho materialmente atípico no comete delito. Resultaría
guido de muerte, etc. 244 Hasta hace poco la doctrina consideraba que el art. 343 del inútil ejemplificar estas situaciones puesto que un hombre corriente ejecuta
C.P. contemplaba un caso de lesiones seguidas de aborto. 245 Hoy ese criterio es, por cotidianamente rnúlLiples conductas situadas fuera de cualquier tipo. Basta contem-
lo menos, discutible y una parte de la literatura lo abandonó. En realidad, el art plarse a sí mismo actuando en el campo del diario quehacer.
343 del CP sólo consagra una hipótesis cuasidelictual.246 Excepcionalmente, en El hecho que materialmente no corresponde a una descrípción típica no cons-
cambio, en el art. 474, incs. primero y segundo se castigan casos de incendio segui- tituye delito, aunque el que lo realiza crea lo contrario. Así, el que sustrae una cosa
do de muerte o lesiones, y en el 4 79, el de incendio seguido de otras consecuencias mueble para usarla y luego devolverla intacta a su legítimo tenedor o poseedor, no
dañosas más graves; en el 141, inc. tercero, el secuestro seguido de un daño grave a comete delito, aunque crea erróneamente que su conducta es típica. El delito putati-
la persona o intereses del ofendido; en el 142, Nº l.º, circunstancia b), la sustrac- vo no es delito.
ción de menores seguida de muerte o lesiones "gravísimas", etC.
Estas si.Luaciones deben diferenciarse ele aquellas que la doctrina examina bajo el rótulo
c) En ausencia de normas específicas que resuelvan los casos concretos, la juris- de "defeclo de tipo". El delito putativo se funda en un error de p'.ohibiciónal revé.s: el agente
cree equivocadamente ejecular una conduela adecuada a un tipo pe:1al y san:10nada con
prudencia ha solucionado correctamente los que se han presentado, aplicando los una pena. Por la inversa, el defeclo de L1po se fu1'.da en un error de tipo _al reves; e1 agente
principios generales. Puesto que el delito preteríntencional es un entrelazamiento de ejecuta una conducta realmenle adecuada a un t1po pe_nal, pern da e~uwoca_dameme por
los dos delitos -uno doloso y otro culposo- que se materializan en un solo hecho, se concunente un elemento de ese tipo. lncune en un deltlu putativo qrnen omite cu~phr la
obligación contractual de pagaT las Tentas de arrendamiento neyendo q~e eso es pumblc; al
lo trata conforme a los preceptos que regulan el concurso ideal de delitos y, aplicando lo contnnio, incurre en defecto de tipo el que se apodera de una cosa propia creyendo qu: e~a
clispuesto en el art. 75 del CP, se impone la "pena mayor asignada al delito más ajena, 0 el que, imaginándose equivocadamente e~plecid~ púhhco, sustrae c~udale_s,,p_ubh~
grave". Así, en un caso de lesiones seguidas de muerte, se contempla un delito doloso cos O privados, que tenía a su caTgo. El delito putativo es impune_ por ausen~1a de tlpK1dad,
el defecto de tipo da origen a una tentativa típica -en virl~d del tipo suborclmado de exten-
de lesiones en concurso ideal con un cuasidelito de homicidio, sancionando con la
sión contenido en el an. 7. 0 del C.P-y es, por ende, pumble
pena más alta contemplada en el art 397, por ser éste el que en el caso específico es de
mayor entidad. 2+7 Del mismo.modo, el aborto seguido de muerte habrá de castigarse
como un concurso ideal entre aborto doloso y cuasidelito de homicidio, etc., H. ATlPICIDAD SUBJETIVA

Quien realiza un hecho psíquicamente atípico, no comete delito,_ Lo_s casos de


§ 21. LA AUSENCIA DE TlPICIDAD atipiCldad por ausencia de elementos subjetivos son, en síntesis, los siguientes:
2
La ausencia de tipicidad determina la exclusión del delito. Lo mismo da que la a) Las hipótesis de error de tipo a que ya se aludió detalladamente. "
inadecuación se refiera a los aspectos subjetivos u objetivos (psíquicos o físicos) del Según se ha visto, dicho error hará desaparecer siempre el ttpo doloso; en
ciertos casos, en cambio, subsistirá una tipicidad culposa.
2
H Respecto a la violación dolosa, seguida de muerte culposa, ahora tampoco exisLe disposición expresa, b) El caso fortuito del art. 10, N.º 8º del C.P., a que también se aludió en forma
pues con la nueva redacción que se ha dado al artículo 372 bis -ames muy dd"ectu'oso- ese precepto sólo
245
es aplicable si el homicidio ha sido también doloso. pormenorizada. 249
U\BATUT, II, 385, a), pág. 129; NOVOA, I, 324, pág. 556; LUIS ORTIZ, Tcmia sobre !as hipótrsis

l%
pn::terintencionalrs, Santiago, 1959
Sobre los argumentos en que se funda esta allnnación, CL'RY, In.terprel11ción del art. 343 del Código Penal, c) En el art 10, N.º 13, la ley destaca la atipicidad de la conducta culp
2
~;ª en
en R.C.r, tomo XVII, Nº 3. l 95R págs. 86 y sigu;,. Parcialmente en el mismo sentido, aunque dando a la los casos en que no se contempla sino un tipo doloso. El precepto es mut1l.
disposición vigencia más extensa, ETCHEBERRY, IIl, págs. 93 y sigts., sub b), y
POL!TOFf-GRlSOLLt\-BUSTOS, 44, pág, 216. El crileiio divergente de NOVOA, !, 324, pág. 556, nota
8 l, no se encuentra fundamentado por el autor.
Hi En oLra época defendió NOVOA para el caso de homicidio preterintencional, un castigo a tílulo de homi- m Supra, 21, II, d).
cidio doloso. Posterionnente abandonó esa tesis, que, en la práctica, convierte el delito de homicidio en m Supra, 22, III, e), bb). ., - bTd d or ausencia de tipo
un delito calificado por el resultado. Sobre los argumentos que entonces invocó, véase su trabajo El delito La doctrina contempló.siempre en esta disposición una exenc10n de respo~sa l 1 1' 1"1 . . CURY L
-·"cd,,]ateonacausa
ele homicidio y la intención de matm; en R.C.P., tomo VIII, N.º 3, Santiago, 1945, págs. 183 y sigts., así como Sobre la inconsecuenua que eso representa para 1os par t<l 1 ª1,1'-'J '" . ce aacnon,d' , a
la exposición de ETCHEBERRY, III, págs. 38 y sigts. Conforme a lo expuesto supra, I, la eYolución de ausenda de tipicidad en d Código Penal, cit., págs. 51 y sigLs. Slll embargo, también lo~ au;~r;s a 1ctos a esa
NOVO!\ en esle punto ha sido radical. concepción aceptan esta solución sisLemáltca. Véase, por todos, )JQVOA, l, 204, pag.

350 351
---------------------¡¡
'
DEREC!IO PENAL/ PARTE C.i'NERAI, / Enriqu,· Curr L'rzüa

d) Por último, también la ausencia de un elemento subjetivo del tipo determi-


na la alipicidad del hecho y, con ello, la decadencia del delito. CAPÍTULO VlI
,
TEORIA DE LA
III. GENERALIDAD DE LA ATIPICIDAD ANTUURIDICIDAD
La exclusión del tipo tiene, como el tipo mismo, un carácter general. A causa
de ello, no puede haber panicipac1ón punible en una conducta atípica. Lo que es
at1p1co para el autor principal, lo es para todos los partícipes, en virtud del princi-
pio de accesoriedad media. ·

No se puede descartar, sin embargo, la posibilidad de una autoría mediata en los casos
de atipicidad por ausencia de los elementos lípicos subjetivos. Por ejemplo, cuando A con-
vence a B de que dispare sobre lo que asegura ser un arbusLo y es, en realidad, un hombre.
En tal evento, la tipicidad de la acción de E queda excluida por ausencia de dolo; no así Jade
A. '.e~o en esta hipótesis -como en todas las de auloría mediata- no hay participación. A es
el umco autor; B, sólo un instrumento del que se vale en la ejecución de su plan. 25 1
§ 22. EL CONCEPTO DE ANTIJURIDICIDAD

AntiJuridicidad es aquel disvalor de que es portador un hecho típico que con-


tradice 1as normas de deber contenidas en e1 ordenamiento jurídi.co.

l. GENERALIDADES
La voz antijwidiciclad representa un intento de traducir el vocablo alemán
Rechtswidligheit. Significa "lo contrano al derecho" y, por lo mismo, algo más que lo
puramente ihcito o "contrario a la ley". Por este motivo se consideró preferible cons-
truir ese feo neologismo, en lugar de reemplazarlo por la voz ilicitucl.1
Pero aun en su versión original el vocablo no está exento de reparos. Se ha
señalado que el delito, lejos de ser un hecho antyuridico, es un hecho eminentemen-
te jurídico. La observación no es tan cenera como parece. El delito es un hecho
antijurídico en cuanto contrario a las valoraciones del ordenamiento; en cambio, es
un hecho Jurídico en cuanto produce efectos jurídicos. Trátase, por lo tanto, de dos
acepciones distintas de la misma palabra; y esta dualidad deriva de que, en un caso,
la calificación se refiere al hecho y, en el otro, a sus consecuencias (efectos).
Hoy la voz anh¡uríclícidad tiene carta de ciudadanía en el derecho penal y,
como quiera que su significado se ha perfilado cada vez más nítidamente, resulta
ocioso intentar sustituirla por un prurito de elegancia idiomática.

U. LA POLÉMICA EN TORNO A LA ANTIJURIDICIDAD


Algunos autores, especialmente entre los italianos, niegan que la antijuridicidad
constituya un elemento estructural del de1ito.

2,1 E Como la noción de ley tiene además un significado amplio que trasciende con mucho el ámbito de lo
:n cas_os com? es.los se pone incluso en duda la existencia de auroría media la, afirn1ándose que el hombre _jurídico, la ilicitud puede resultar, a veces, un concepto demasiado vasto. También las reglas de la ética y
de ar.ras es mas bien un aulor apcutor. Véase, en ese sentido, infra, 3B, 1, a).
de la estética reclaman el carácter de lrycs; )~ en un campo más amplio aún, ocurre otro lanto con las leyes
de la necesidad, es decir, de la naturaleza.

352
353
DERECHO PE:,..JAI. / PARTE GENERA!./ Enrique Cury Grzúa CAPÍTULO Vll / TEORL\ DT- LA ANTIJVJUDlCl[JAD

"La amijuridicidad no es[ .. ] un componente, vale decir, un elemento constitutivo de lo cularidades o las del caso especial en que se encuentra. La norma de valoración
ilícito. Es mucho más que eso, como ROCCO lo puso de relieve con ex-presión feliz, 'la determina lo que debe ser, prescindiendo de lo que puede ser. En tal sentido cabe
esencia misma, la naturaleza intrínseca, lo en si del delilo'. Dado que el delito es infracción de
afirmar, con toda propiedad, que la antijuridicidad importa un juicio objetivo; en
la norma penal y en tal relación se agota su esencia, la ihcilud no puede considerarse un
elemento que concurra a formar el delito, sino que ha de entenderse como una de sus carac- cambio, implica un error trasladar esta objetividad al objeto de la valoraoón, enten-
terísticas: más aún, característica esencial." 2 "La antijuridicidad, como característica esen- diéndola como si supusiera materialidad. 8 El juicio de la valoración es objetívo en
cial del delito, es inmanente al delito mismo: lo invist~ en su totalidad, en todos los factores cuanto es general y abstracto; el ob_jeto del Juicio está compuesto por elementos
que lo constiluyen." 1
físicos (objetivos) y psíquicos (subjetivos); antijwidicidad es d1svalor obJetivo de una
Esta posición permanece relativamente aislada. Arranca, en mi opinión, de un supuesto
falso, porque implica concebir el delito como ilícito penal. Pero el ilícito penal en realidad no conducta final típica. 9
existe, pues, como se observará más adelame, 4 la ilicitud es una y la misma en LOdos los
ámbitos del ordenamiento jurídico. La antí_juridicidad no es, por sí sola, la nota característi-
ca del delilo. Hay un número incomnensurable de conductas que, no obstante ser antijuridicas, IV. ANTI.JURIDICIDAD FORMAL Y
no constituyen delito. Por otro lado, la distinción entre normas de valoración (deber) y deLer- ANTIJURIDICIDAD MATERIAL
minaciún (poder) permite destacar algo que ANTOUSEI niega: la posibilidad de concebir
una conducta antijurídica y, sin embargo, inculpable. Dice bien ANTOUSEI cuando destaca
Cuando se afirma que la antijuridicidad consiste en el contraste entre la con-
que no es posible referiT el juicio de antijuridicidad "al puro aspecto material del delilo [... ]
prescindiendo de la posición de la volunlad" de quien ejecuta el hecho. 5 ObJeto del juicio ducta del hechor y la norma, se presenta un concepto formal que, si bien es correc-
ha de ser la acción típica entendida como un comple_jo de factores materiales (objetivos) y to, nada dice sobre el contenido de la antijuridicidad. Desde este punto de vista, en
psíquicos (subjetivos). Pero aun la conduela que de acuerdo con la norma de valoración era efecto, hay que contentarse, a lo sumo, con una noción negativa, según la cual la
debida, puede ser excusada por el derecho si en el caso concreto no podía el sujeto abstenerse
aritijuridicidad consiste en la ausencia de causales que la excluyen (causales de
de ejecutarla; y será, por eso, conforme a la nornw de determinación. La anti_juridicidad no es,
como pretende ANTOUSEJ, característica esencial del delito en su conjumo, sino uno de justificación). Pero de este modo no se aprecia en que se diferencia sustantivamen~e
sus componentes estruclurales.f, de la tipicidad y, en verdad, para un partidario de la teoría de los elementos negati-
vos del tipo ambas son idénticas. 1[1
Para la doctrina decimonónica esta situación era tanto más insuperable, cuan-
III. LA ANTUUl:UDICIDAD COMO to que el positivismo imperante le impedía acudir al "derecho natural" par_a ~~tara
CONCEPTO DE VALOR la anliJundicidad de un contenido que le pennitiera distinguirla de la t1p1udad.
Aparte de otras críticas que se le dirigían -a las que aqu~ no es del cas~ refenrse- ese
Antijuríciicidad es disvalor Esto significa que la afirmación de la ilicitud es el ordenamiento supuestamente acorde a la naturaleza misma y deducible de ella ha-
resultado de un juicio en virtud del cual se declara que la conducta típica es contra- bía hecho crisis justamente porque el contenido de sus mandatos y prohibiciones,
ria a los valores reconocidos por la norma. si lo había, care;ía de precisión. Pero, además, porque no se sabía en donde podía
Como ya se ha señalado, 7 el legislador dicta la ley luego de ejecutar una cui- obtenérselo. Por eso decir que lo anttjuridico "en si" era lo contrario al derecho
dadosa selección de los bienes o intereses por los que quiere velar y de los modos de natural no significaba algo prácticamente aprovechable y, además, generaba riesgos
atentado contra los cuales quiere protegerlos. Esta selección presupone una valora- para la seguridad JUridica que contrastan con las exigencias del Derecho Penal hbe-
ción que plasma en el mandato de la norma. Al otorgar su protección a un bien, el ral. En cuanto al derecho natural de origen escolástico, estaba expuesto al m1smo
legislador lo declara jurídicamente valioso y, de otro lado, afirma que las conductas reparo pero, además, no tuvo influencia en las construccio~es teóricas~~ ese perío-
que atentan contra él son contrmias al valor jurídicamente reconocido; esto es, las do que, a su vez, marca.rian la evolución posterior de los sistemas pumnvos.11
disvalora. El positivismo caracteristico del siglo XIX se despliega y desenvuelve hasta
Como es fácil advertir, la valoración legislativa tiene características de genera- nuestros días, adoptando formas cambiantes. A la escuela histórica del derecho -que
lidad abstracta. La norma no hace una valoración pormenorizada y concreta, con
referencia a circunstancias y situaciones individuales. El mandato de respeto y la En el mismo sentido, COUS!Ñl-\ tl, 14 3, pág. 25; GARRIDO 11, 19; pág. 104; NÁQUlRA, págs. 222 Y
prohibición de atentado están dirigidos a toda persona, cualesquiera sean sus parti-
!~;; ambigüedad de los conceptos o~jctivo-s_ubjetivo detenni~a que una ?arte de la literatu:"~ prefiere elu-
dirlos. No, como parece sugerir c'!OVOA, Causalismo y Jmuhsmo, 24, pag. l 37, la pretens10n de que sus
comenidos alu<lan a categorías "ficticias o falsas''.
ANTOUSEI, Manua1f de Dlrito Prnaie, 'Vfilano, 1949. 74., pág. l 01. 10 Supra,16,nl,c,bb)ycc). . _ - , l. ¡
ANTOUSET, Manaale, ciL, 77, pág. 104. H El esfuerzo más importante para elaborar un sistema penal a parllr de presupuestos enraizac os en a
, , enos págs l l y s1gts y a lo largo de toda la
lnfra, VI escolástica pertenece, por cierto, a CARRARA , ¡ , _p ro 1egom , _ -_ · · _ _
A_'\¡TOUSEL Manuale, cit., 77, págs. 104 y 105. obra. Esta concepción, sin embargo. no repercuuó en el desenvol_vumento del Derecho Penal posterior,
Con detalle, sobre este debate, que vincula al problema <le la objetividad de la antijuridicidad, COUSIÑO, seguramente porque colisionaba con hs tendencias posi'.iv1._stas imperantes por entonces e_n la mayor
II, 143, págs. 23 y sigts. parte de Europa y, además, porque en Italia la ahogó la polem1ca de las escuelas desencadenada durallle la
Supra, 1, m, b). segunda mitad del siglo XIX.

354 355
DI'RléCHO PEG:Al. / PARTE (,C:\'ERAI. / Enrique Cmy \Jrzüa CAPÍTULO VII/ TEORÍA DE LA ANTlJURJDIC.!DAD

quiere tralar a su objeto como a un "hecho social" y, por ende, como perteneciente por el Estado, de un mandato o de una prohibición del orden jurídico." Asu vez, "el
al ámbito del ser- sucede el pragmatismo de los juristas anglosajones, en tanto que la acto es materialmente ilega1, en cuanto s1gmftca una conducta contra na a la soCledad
teoría pura clel derecho se esfuerza por construir un posilivismo auténticamente jurí- (antisocialJ."14 Así pues, "la lesión o riesgo de un bien jurídico sólo será material-
dico, eminentemente formal, en el plano del deber ser. Ninguna de estas concepcio- mente contraría a Derecho cuando eslé en conlradicción con los fines del orden
nes ofrece una respuesta a la pregunta sobre el contenido sustancial de la jurídico que regula la vida común; esta lesión o riesgo será materialmente legítima,
antijuridicidad, aunque el germen de una solución podía encontrarse en la primera a pesar de ir dirigida contra los intereses jurídicamente protegidos, en el caso y en la
de ellas, como se destacará más adelante. medida que responda a esos fines del ordenamiento jurídico, y, por consiguiente, a
la misma convivencia humana." 15 De esle modo liszt, apoyándose en la base que le
a) Una hija de estas tendencias que apunta, con todo, a una comprensión más proporcionan los dalos de la realidad social, reconoce que un mismo hecho puede
amplia de los fenómenos _jurídicos, es la temía de las normas de Karl Binding. 11 Para ser formalmente antijurídico y materialmente legítimo porque, no obstante contra~
ella el comportamiento de quien ejecuta un hecho típico no contrasta con la ley, decir los dictados de la ley positiva, se adecua a los fines de la convivencia, En su
sino que la cumple. El que mala a otro, hace lo que según el artículo 391 del Código opinión, esla contradicción será infrecuente pero no imposible. En todo caso, de~
Penal hay que hacer para que le sea aplicable la pena establecida en el N° 2 de esa clara que si el contraste existe, "el juez es leí lígaclo por la ley." 16
disposición -o quizás, la del Nº 1, si ha obrado con alguna de las cirq.mstancias El concepto de antiJuridicidad material formulado por Liszt es por consiguiente
descritas por él-. Así pues, la ley penal no ordena obrar o no obrar de una cierta de naturaleza metajurídica, pero su autor enfatiza que si entra en conflicto con el de
manera, sino que se limita a asociar una sanción a ciertos comportamientos descri- antiJuridicidad formal, obtenido de la ley positiva, este último ha de prevalecer.
tos por ella. Con eso procura poner a salvo la segwidad JU1idica, pues se percata de que su hallaz-
Por supuesto, las leyes no obedecen a meros caprichos, sino que presuponen go puede danarla, especialmente si los detentadores del poder se sirven de él p~ra
la existencia de mandatos y prohibiciones que configuran un orden determinado. crear y sancionar "injustos materiales" al margen del ordenam1ent~ Jund1co pos:u-
Esas órdenes de hacer o no hacer, se contienen en las nonnas, las cuales yacen fuera vo. Circunstancias históricas adversas impidieron que su advertencia fuera atend1da
de la ley pero la preceden lógicamente - por lo general también cronológicamente - lo cual, aparte de }as trágicas consecuencias que provocó en los hechos, oscureció el
y le dan sustento. De este modo deberá concluirse que lo que la realización del debate dando origen a una discusión confusa que ha dificultado reconocer las ven~
hecho Lípico contraviene son, en definitiva, estas normas que o bien prohíben "ma- tajas que pueden derivarse de acoger ese concepto nuevo y de contribuír en forma
tar", "robar", ''injuriar'', "lesionar", "violar", etc., o bien mandan "auxiliar o socorrer sana a su desarrollo ulterior.
al que se encuentra en despoblado, herido maltratado o en peligro de perecer" o
"reparar o demoler edificios ruinosos cuando lo ordene la autoridad 11 , etc. En conse- c) Una concepción distinta de la anLijwidícidad material es propnesta, casi
cuencia, la antijuridicidad consíste en c¡uebrantar las órdenes de hacer o no hacer conte- simultáneamente a la de Liszt, por Max Ernesto Mayer, cuya teoría de las normas de
níclas en las normas subyacentes a la ley. cultura encuentra su fuente en la nociones de valor desarrolladas por el neokantismo
Ahora bien, según Binding eslos mandatos y prohibiciones, si bien no se ex- de la Escuela Sudocc1dental Alemana.
presan por la ley, se encuentran implícitos en ella o, por lo menos, en el colltexto del Como Binding, J\fayer sostiene que los mandatos y prohibiciones se encuen-
ordenamiento jmidico positivo. Por eso, su concepción permanece enraizada al tran contenidos en normas que preceden lógicamente a la ley y dan sustento a las
positivismo. los reproches de aproximación al "jusnaturalisrno" que se le dirigieron decisiones de ésta. 17 Pero luego, siguiendo en esto a Jhering, afirma que e~as nor-
no son certeros si.no en el sentido de que, al menos hasta un cieno punto, pone en mas Jurídicas no eslán dirigidas al pueblo (a los súbditos), el cual ni siqmera las
duda la autosuficiencia de la ley positiva para justificarse a sí misma. 13 conoce, sino "al administrador de las leyes; los órganos del Estado, qne estan _llama-
dos a aplicar las leyes, son los únicos destinatarios de b.s órdenes. que la ~~y lor,mu-
b) Liszt propone por primerµ vez de manera explícita una distinción entre la "1s Enfrentado entonces a la cuestión de cómo tales normas obltgan al ciudadano,
19
antijuridicídaclformal y matnial. Con arreglo a su punto de ,~sta, "el acto es jormal- n~ obstante que no están dirigidas a él y que éste ni siquiera las conoce , condvye
men_te contrario al Derecho, en tanto que es transgresión de una norma establecida

1-' USZT, H. 32, pág. ]Jo. (T.os énfasis en el original)


No obstanle lo afirmado en el texto. existe un contraste marcado, por ejemplo, entre el pensamiento de USZT, IL 32, pág. 331 (Los énfasis en el ori¡smaD
Bmdíng y Kelsen, como puede verificarse comparando nuestra breve exposición de b teorla de las normas 0
• USZT, op. Yloe. cit. ,, d .·. d l, , .· ., prólogo por José Luis- Guzmún
de Binding con lo sostenido por KElSEN, Teoria pum de/ Derecho; "Inrroduuión a la cirnóa del Derecho", }/[AYER, ·\\'ormas jurídicas y rwrmcb de nilWrn . trn ucc10n e a1ernm1 ) -
traducción de Moisés Nilve, Eudeba, Buenos Aires. 1960, Ill, 4, p1lgs. 76 y sigts. oálborn., Editorial Harnmurabi, Buenos 1\ires, 2ú00, pág. 41.
u Los detalles sobre la teoría de BINDlNG, en "Dif Normcn und ihreúberstretung. Eine Unterwclwng llber dir
rn 1-lAYER.op.cit.,pág_.41. _ , . -']d'I , uesrrdieree!to,walaquedesig-
rechlsmahigc Ha11dlung und die Artrn eles Dc/ihts" (Las 11orn1a.s y su transgresión. Una investigación sobre Je¡ Ma¡·er rechaza enérgicamentf como exph. ca.Clon pos1hle ue 1 em,l'8 q , l ¡·
umducta conforma a Duecho y las _formas del delito), Scientia, Aalen, 1991, rei.mpresión de la segund11
edición de 1914-1922. Desgraciadarneme de esta obp1 fundarnenrnl no hay traducción castellana.
1,
· d l 1
na CO!IlÜ ""Ill0Il5lrU0SiJ. ficción" de (0n0Ctnlle1lt0 e aS eyes. e~ ,
R, ·¡x--to ·1 b oretens1on e e que esa 1tt10n
'L ' J , . •

p~diese apoyarse en b ·'publicación" de bs leyes, véase s11 rduL1non rn op. en., pags. '- ª
48 50

356 357
--------------------------,,

DERECHO PEi'<AL / PARTE GEKERAL / Enrique Cury lirü,a CAPÍTULO Vil/ TEORJA Dl; LA ANrtJUR\DICTnAD

que ello se debe a "que las normas jurídicas están en correspondencia con normas de ra, Igual que Liszt, Mayer acepta que en algunas oportunidades un hecho formal-
cultura, cuya obligatoriedad el individuo reconoce y acepta." 2º Las normas de cultu- mente antijurídico puede no ser materialmente antijurídico.27 Su opinión sobre
ra, que se distinguen de las jurídicas, son "mandatos y prohibiciones que se dirigen la manera de solucionar los problemas que suscita esta oposición no es tan cate-
al individuo como exigencias religiosas, morales, convencionales, de tráfico y de górica como la de Liszt En principio afirma "que las reglas JUrídico-penales de
profesión." 21 Las normas jurídicas se "moldean" sobre la norma de cultura, y por cualquier clase sólo pueden ganar y perder vigencia por conducto de la legisla-
eso los ciudadanos son obligados por aquellas, pues estas últimas les son conocidas ción"28; pero más adelante concederá que, "con todo, las costumbres socíales cons-
a causa de que pertenecen a la atmósfera en que su propia cultura personal se ha tituyen un factor importante en la interpretación y aplicación de las normas pena-
plasmadon Las prohibiciones de "matar", "lesionar", "robar", "violar", "defraudar", les"29, de suene que si alguien, obedeciendo a una costumbre arraigada provoca
"malversar" o "injuriar" pertenecen a un patrimonio cultural del que todos somos un resultado antijurídico "habrá obrado, en general, bona fide, y no puede ser
conscientes porque fuimos formados en él por la educación común, las reglas mora- castigado como quebrantador doloso del Derecho," 30
les, religiosas y de toda índole que rigen el comportamiento en una sociedad y en
un tiempo determinados. d) Las concepciones de Liszt y Mayer fueron y siguen siendo hasta el presen-
te objeto de críticas. Entre las más recientes, Zaffaroni afirma que "la más elemen-
Nlayer es consciente de la crítica obvia que se puede dirigir a su concepción, esto es, tal seguridad jurídica rechaza la introducción indiscriminada de cualquier crite-
que existen disposiciones legales cuyo contenido no se corresponde con las normas que
inLegran el acervo natural del ciudadano común. Por eso, se preocupa con cierlo detalle
rio pretendidamente sociológico para crear o eliminar antijurididdad arbítraría-
de despejar esa duda. A su juicio, las leyes que suscitan el problema son de cuatro clases: mente" pues, a su juicio, "con esos conceptos es posible criminalizar tanto a ino-
a) En primer lugar.se encuenlran aquellas que versan sobre materias muy especializadas, centes como a los asesinos que obraron conforme a la legislación
como, por ejemplo, las que incriminan delitos bancarios, fraudes de los comisionistas o
nacionalsocialista." 31 En términos más generales, se las ha acusado ora de consti-
del capitán del barco, delitos fiscales (tributarios), etc.n Respecto de.ellas observa que, si
bien las normas que las sustentan no pertenecen a la cultura del ciudadano corriente, se tuir una forma de positivismo sociológico, ora de significar una vuelta al
encuentran incorporadas, en cambio, a 1a de quienes profesan las aclividades a que se jusnaturalismo, con la incertidumbre que involucra y, por consiguiente, de haber
refieren, los cuales las han ido recepcionando como parte de la preparación que se les ha ·establecido las bases teóricas para el desarrollo de sistemas tan inaceptables como
dado para dedicarse a esas profesiones y que, en consecuencia, integran la respectiva cul-
el positivismo italiano y el derecho penal fascista que fue su secuela, o la escuela
tura especializada. Así, el hombre común puede no saber lo que se considera prohibido
por las normas culturales que rigen el comporlamiento de los banqueros pero, por el de Kiel y el derecho nacionalsocialista que prohijó,
contrario, ese conocimiento pertenece_ a cualquiera de los que sé han preparado para asu- Sin embargo, frente al hecho de que a causa de sus limitaciones la ley posi-
mir la a<lministracicín de bancos. b) A continuación, hay que considerar algunas leyes tiva conduce a menudo a situaciones en las cuales comportamientos que la con-
nuevas, que imponen prohibiciones y mandp,tos aún no asimilados por la cultura del hombre
travienen formalmente no 1esionan inLerés social alguno e, incluso, en algunos
común. Mediante ellas se realiza laftmción creadora de w1tura del derecho, pues la reitera-
ción de la imposición coactiva de estos mandatos y prohibiciones por los jueces los con- casos parecen servir al fortalecimiento de ellos, las teorías de Uszt y Mayer ofre-
vertirá, al cabo de un período más o menos prolongado, en integrantes del patrimonio cen unas soluciones que se acomodan mejor a las exigencias del derecho penal en
normativo de la comunidad}~ con ello, en normas de cultura. 24 e) En tercer lugar, habla un EsLado democrático de Derecho que un acatamiento "irrestricto a la letra de la
d_e "leyes que no se aclimatan" y, por ello, no consiguen erigirse en normas de cultura,
precisamente porque contrastan con los mandatos y prohibiciones latentes en el medio
norma escrita. Ambas, en efecto, intentan corregir esta contradicción invocando
, cultural. Se lrata, a su j Ll.icio, de "malas leyes", de "derecho injusto", en el cual, por lo una "idea de lo justo" que se obtiene, no ya del contexto del ordenamiento jurtdi-
mismo, ha de ejercitarse la función critica de lo jurídico. 25 d) Finalmente, Mayer se ocupa co positivo, el cual a menudo es incapaz de solucionarla, sino del cons~nso ciuda-
de las "le_yes de policía", a las cuales destina una reflexión pormenorizada en los últimos
dano. Al menos en liszt esta invocación al sentir y los intereses socwles se en-
capítulos de la obra 26 , sirviéndose de sus hallazgos para intentar un deslinde entre lo que
denomina "derecho penal judici._al" y "derecho penal administrativo", materia en la que cuentra sometida a los límites impuestos por la ley positiva; en Mayer, en ca~bio,
aquí no es posible detenerse ello no es claro pero, en todo caso, si se le reconoce alguna posibilidad de ehcacía 1

Con arreglo al criterio de M. E. Mayer, en consecuencia, la antyuridiciclad


real es únicamente para excluir la anliJUridicidad del hecho que desde el punto de
vista formal aparece en contraste con la ley. Eso es indispensable p~~a alcanzar
i
material consiste en la contradicción entre la conducta típica y las normas ele cu1tu- resultados justos en casos en que una sujeción estricta al derecho pos1t1vo ~on~l~,- 1
ciría a soluciones aberrantes, como lo pone de relieve el "caso del vetennano , 1
20
MAYER, op. cit., pág. 55 (El énfasis es mío)
2
' MAYER, op ciL., pág.56
22
MAYER, op. cit , pág. 56.
23 MAYER, op. cit., págs. 137 y sigts.
M.AYER, op. cil., pág. 61 lR MAYEK op. cil., pág. 140.
J; l\1AYER, op. cil., págs. 61 a 64. 29 "\!AYER, op. cit._ pág. 146.
MAYER, op. cit., págs 64 a 67. 30 MAY.ER, op. c:it., pág. 144.
26
MAYER, op. cit., págs. 147 y sigts. 11
ZA.FF1\RONl, 40, lJT, 4, pág. 570.

358 359
CAPín;LO Vll / TEORiA DE LA A,\·TIJURIDICIDAD
Dl'.RtCHO I'ENAL / I'ARTf' GENERAL/ Enrique Cury Ur:ús

citado por Politoff, que lo toma de la Jurisprudencia del Tribunal Supremo de los biciones del ordenamiento jurídico es lo socialmente dañino, de la misma manera
Países Bajos. 32 que el contenído de las normas de cultura permisivas está constituido por el catálo-
go de situaciones en que el comportamiento, no obstante lesionar un bien juridico,
Por otra pane, incluso quienes se oponen a la adopción del concepto de antijuriclicidad no está en contradicción con los fines de dicho ordenamiento, y que permanece
malerial terminan adoptando otros, que apenas se le diferencian, cuando requieren corregir
abierto porque la ley positiva es incapaz de abarcar sus innumerables posibilidades
las contradicciones que origina la realidad social entre el sentimiento de justicia y una no-
ción de antijuridicidad entendida sólo formalmente. Asi, por ejemplo, cuando Zaffaroni de configuración. Por esta razón, sin perjuicio de partir del concepto de
declara que "con frecuencia, por anlijwidicidac1 malerial se entiende algo obvio y usualmente antijuridicidad material formulado por Liszt, en las reflexiones que siguen se lo
expresado en otros términos, como es la exigencia de lesividad. En este sentido, es válido complementa con referencia a las normas de cultura allí donde estas son útiles para
afirmar que la tipicidad congloballle de la conducta es un indicio de lesividad, que se Lermi-
na de acreditar sólo en caso de que el permiso constilucional no prevalezca, esto es, cuando iluminar, flexibilizar y precisar el sentido de aquella.
se pueda afirmar que ha sido derogado por la prohibición, lo que ocurre cuando la conducta
no se ejecuta en el contexto previsto por un permiso legal o tipo de permisión. En sentido D El concepto de antijuridicidad materia! tiene importancia práctica en varios
esLricto, sólo con esta comprobación se puede afirmar que un bien jurídico ha sido afectado. aspectos, de los cuales aquí sólo se mencionan los más significativos 34 :
Pero para ello es preferible prescindir de una expresión tan cargada de problemas
semánticos." 33
De esta manera, en mi opinión, pareciera que Zaffaroni únicamente logrn prescindir del 1.- La antijuridicidad material del hecho concreto permite cuantificar el conte-
concepto de antijuiidícidad matedal sustituyéndolo por otro -el de "lesividad"- al cual en el nido de injusto del mismo, cosa que desde el punto de vista de la antijuridicidad
fondo acuerda un sentido muy semejante al que Uszt alribuye a aquella y que, por lo mis- formal es imposible. Así, por ejemplo, la relación de contradicción entre los manda-
mo, parece destinado a generar la misma clase de problemas que reprocha a esa noción.
tos y prohibiciones del derecho y la conducta del autor es igual cuando falsifica un
La idea de la antijuridicidad material, con arreglo a mi punto de vista es, pues, cheque de $10.000.-, perjudicando de esa forma a un tercero, que cuando hace lo
indispensable para la solución de la clase de problemas a que me he referido más mismo con uno de $10.000.000.- (artículo 197 del Código Penal); desde el punto
arriba y, como luego se verá, puede prestar además otros servicio~ a la praxís que de vista de la antijuridicidad material, en cambio, la segunda conducta es mucho
aconsejan no prescindir de ella. Por supuesto, para evitar excesos debe manejársela más daflina que la primera y, por eso, su injusto concreto es mayor. Que en casos
con prudencia, pero sin caer, a su vez, en las exageraciones del positivismo extre- como este se debe sancionar más severamente al falsificador del documento de más
mo; pues, a fin de cuentas, manipulado de mala fe, también este último se convirtió valor es, por lo demás, algo reconocido por la ley positiva, pues con arreglo al
en más de una oportunidad en instrumento de persecución injusta y ataque a los artículo 69 del C.P., dentro de los límites de cada grado de la punibilidad asignada
derechos fundamentales del ser humano. al delito de que se trata, el lribunal determinará la cuantfa de la pena en atención
-junto a otros factores- "a la mayor o menor extensión del mal producido por aquel."
e) De las concepciones expuesta·s en los párrafos anleriores, me parece que la Pero no sólo el juez, sino también el legislador sólo puede cuantificar el m¡us-
que ofrece más garantías a la seguridad _jurídica es la de Von Liszl si bien, como se to si atiende a la antijuridicidad material de los hechos. Pues, desde el punto de
expresará a continuación, flexibilizando su relación con el ordenamiento positivo, a vista formal, tanto quebranta las prohibiciones del ordenamiento Jurídico el que se
fin de obtener de ella un mayor rendimiento práctico. apropia furtivamente de unas cuantas monedas, como el que mata a otro o ·viola a
Por olra parte no está de más observar que la teoría de las normas de cullura una persona. Únicamente apreciando la distinta magnitud del daño social provoca-
presenta con la de Liszt afinidades que el propio Mayer destacó en cierta medida. do por cada uno de estos lieclios, es decir, a su antiJuridicidad material, puede el
En efecto, las conductas que se incorporan a las normas de cultura, tal como Mayer autor de la ley diferenciar la entidad de la pena que asociará a cada uno de ellos,
las concibe, son precisamente aquellas que tienen un carácter contrario a la socie- estableciendo además así el valor de los bienes jurídicos protegidos en cada ·caso.
dad, que se encuentran en "conlradicción con los fines del ordenamiento jurídico
que regula la vida común." Por consiguiente, las dos concepciones convergen en su 2.- Es, a su vez, la ausencia de antijuridicidad material la que permite funda-
finalidad y resultan complementarias, pues lo que configura los mandatos y prohi- mentar el efecto permisivo de las causales de justificación contempladas en la ley y, r
asimismo ordenarlas de una manera racional. Pero, asimismo, ella autoriza cons-
truir, co~o ya se ha visto más arriba, nuevas causales de justificación supralegales 1'1;.''
32
POLITOf~ 8, 1, pág. 328. ~El caso ... concierne a un veterinario, faculLado parn vacunar ganado contra la cuando ciertos hechos, si bien vulneran los mandatos y prohibiciones del derecho .
fiebre aftosa, que optó por poner en contaclü vacas que no daban leche con ganado infectado. Con ello se
obtendría el mismo resultado que con la vacuna, ya que los animales se enfermarían ligernmenle en el
período en que no son ordeñadas. La ley sobre ganaderta prohibía, sin embargo, el hecho de colocar
mtencionalmente en comacto ganado sano con animales infeclados con la fiebre aflosa. El Lipo legal
aparecen, no obstante, acordes con la voluntad del ordenamiento, porque no com-
portan daño social o, incluso, traen aparejado un beneficio para la convivencia.
35
11
1,1

¡1
existía y ninguna causa de justificación formalmente prevista en la ley holandesa pocha ser aplicada, pese
a lo cual el alto tribunal juzgó que el hecho rnn-cia de cmtíjuiidicidad, es decir que, aunque la conducta
podía subsumirse en la descripción legal, faltaba la materialidad del daño o· peligro que servía de funda-
mento a la prohíbi.ción.n
ZAFFARONI, 40, III, 5. pág. 571
14

35
En lo que sigue, la exposición del texLo se aproxima a la de ROXIN, 14, II, 6 ysigts., págs. 559 y 560, Las
-diferencias son menores
En este sentido el "caso del vete1inario", cit. suprn, nota 32.
.i
~.

l
Jo
.

361
360
1
DF'RECHO PENAL/ PARTE GE;',;ERAL / Enrique Cury Urnia CAPÍTLl.0 Vll / Tl:OR[A DE LA ANTIJUR!DlClDAD

De esta manera, en sociedades complejas como las contemporáneas el catálogo de bra un cambio de esta actitud que, curiosamente, se ha manifestado más en el cam-
las justificantes permanece abierto, incrementándose cada vez con autorizaciones po de la culpabilidad que en el del inJusto, como ha ocurrido con el reconocimien-
nuevas, a menudo de ordinaria ocurrencia y considerable importancia práctica. 36 LO, todavía vacilante, de la eficacia excusanle del error de prohibición invencible. 41
De aquí al reconocimiento de nuevas causales de exclusión de la antijuridicidad por
3.- La antijuridicidad material cobra también importancia en la apreciación ausencia de dañosidad social de la conducta debería mediar sólo un paso.
del error de prohibición. En efecto, en la medida qne el autor no es consciente de la
dañosidad social del hecho que ejecuta o -expresándolo en la forma propuesta por
Mayer, que aquí resulta especialmente apropiada- de que su comportamiento está V, DISVALOR DE ACCIÓN Y RESULTADO
prohibido por una "norma de cultura", el error será, por lo general, "invencible" y, en
consecuencia, excluirá la culpabilidad. Es cierto que esto no puede afirmarse de Como se ha expresado, 42 las valoraciones objetivas (abstractas) del legislador
manera categórica, pues también es posible que el sujeto ignore la antijuridicidad miran, por una parte, a la índole de la conducta (disvalor de acción) y, por la otra, a
material de la conducta por pura desidia y que, en consecuencia, la culpabilidad la protección de los bienes jurídicos contra eventuales lesiones o puestas en peligro
subsista, pero tales situaciones son más bien excepcionales. Por la inversa, la mera (disvalor de resultado). De este modo, la valoración es, ante todo, norma de conducta
ignorancia de la antijuridicidad formal del hecho nunca basta para fundamentar un ajustada a derecho y, en segundo término, norma de protección. Estos dos aspectos de
error invencible excluyente de la culpabilidad, si el autor conserva la conciencia de la valoración han de ser contemplados sucesivamente y el segundo está condiciona-
la dañosidad social de su comportamiento. 37 do por el primero: cuando la acción es adecuada a derecho, la lesión o puesta en
peligro del bien jurídico es iusta; el daño injusto de un bien jurídico sólo puede
4.- Aparte de lo expuesto, la apreciación de la antijuridicidad material es im- provenir de una acción antijurídica.
portante también en otras cuestiones más de detalle que aquí, por lo mismo, es
imposible exponer, como algunas referentes a la relación entre autor y partícipe o al
concurso de delitos, por no citar sino un par de ellas. 38 VI, Al"!TIJURIDICJDAD Y CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN

5.- En este punto, finalmente, pero de manera enfática, es indispensable seña- Como el tipo cumple una función indiciaria de la antiJuridicidad, 4º frente a una
lar un límite infranqueable: la consideración de la antiJundicidad materia/ debe dete- conducta típica el juez no está obligado a una fundamentación positiva de esta
nerse .sin más, cuando el hecho carece de anli)uridicidad formal, es decir, cuando no última. Le basta con cerciorarse de que en el caso concreto no concurre una causal
transgrede uno de los mandatos o prohibiciones del derecho positivo. Es función de los tipos de juslificación. 44 De esta manera, la Leoría de la antijuriclicidad se resuelve en una
penales trazar esa frontera y resguardarla contra todo ataque. Lo que no es típico no es teoría de las causales de justificación.
punible, cualesquiera sea la dañosidad socipl que se le atribuya lo cual, si bien pueda dar
oJigen a un ilícito civí1, nunca podrá fundar un injusto penal.
§ 23, LA AUSENCIA DE ANTIJURJDICIDAD,
g) La jurisprudencia nacional ha desarrollado poco las consecuencias prácti- LAS CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN EN GENERAL
cas de la anLijuridicidad material. En parte, ello se debe a que el concepto encuentra
escasa acogida en la doctriña especializada de nuestro país; 39 en parle, a la forma- Las causales de justificación son sítuaóones reconocidas por e1 derecho, en las que la
ción positivista recibida por la mayor parte de la judicatura, que le hace difícil ejecución de un hecho típico se encuentra permitida o, incluso, exigida, y es, por consi-
abrirse a las funciones critica y Creadora del derecho en que arraiga esta noción. En guiente, lícita. 45
especial, la pobreza de este desenvolvimiento se advierte en la forma limitada en Conviene destacar la incorrección en que frecuentemente se incurre cuando se afirn1a
que se trata el estado de necesidad justificante, que a causa de la forma restrictiva en que las causales de justificación toman o vuelven lícita la conduela típica. Esta formulación
que lo establece la ley positiva (artículo 10 N" 7 del Código Penal), reclamarta ur- induce ci pensar que la conducta, por ser típica, es ya antijurídica, y que las causales de
justificación la despojan de este carácter; lo cual, a su vez, emruelve la idea de que el lipo es
gentemente una ampliación supralegal. 4° Con todo, en el último tiempo se vislum-

+i Véase, sentencia de la Corte Suprema de fecha 4 de agosto de J998, en Falios del Mes Nº 477, págs. 1423
a 1446; y senlencia de fecha 23 de marzo de 1999, en Fallos del .lvfes Nº 484, págs. 187 a 203.
36
En el mismo sentido JASCHECK, 31 , TT, 4, pág. 293. 42
Supra, 1, m, e), sobre todo bb) y dd)
3
r lnfrn, 28. 13 Supra 16, lll, e)_ dd)
>IJ Al respecto, infra, 38, I, b), bb) y 4 3 +' lnfra, 23 y 24.
'
9
Una excepción en LABATUT, 78, _pág. 92 quier~, si bien se apoya fundamentalmente en el concepto de +> Este concepto difiere, en algunos aspectos, del que se encuentra en CURY, Orientación, 15, .antes de I, pág.
·'normas de cultura", recoge también parcialmeme las ideas de Liszl. 152. Ahora se deslaca, especialmente, que la conducta justificada puede estar sólo permitida o, incluso,
40
lnfra, 24, ll, b), ce), 1 cxiglda por el ordenamiento

362 363
DERECHO Pl'.NAL / PARTE GENERAL/ Enri<¡ue Curr L'rzua

ratio essen~i de la antijuridicidad, y las causales de justificación, elementos negativos del


upo. Antenorm:~te se ha demost~ado que esa concepción es equivocada.+6 De esta forma, el Los fundamentos de este criterio están sometidos a todos los reparos que se
~ue_ 1?ata en legitima defensa propia .(arL 1 O, Nº 4º C.P) o el que huna en estado de nece,idad han dirigido a la teoría causal de la acción. 48 Por eso, reiterarlos es inúLiL
JUSi_~rcante (ar~. l?, N.º 7.º C.P) eJecutan conductas típicas pero conforme a derech;; su
acc10n ha naudo Justa y así ha de ser enjuiciada.
b) La concepción finalista (subjetiva)

I. EL ELEMENTO SUBJETIVO EN LA ESTRUCTURA DE La teoría final de la acción -y, antes que ella, aunque con presupuestos diver-
LAS CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN sos, un número importan le de autores- sostiene un punto de vista opuesto. 49
Objeto del juicio de antijuridicidad es, para esta teoría, la acción final típica, com-
. . fa estrnctura de ]as Causales de JUStificación ha dado lugar a un debate que, a puesta por elementos maleriales y psíquicos (objetivos y subjetivos). Esa conducta,
m1 Jmc10, llene un carácter fundamental. por ende, será adecuada a derecho cuando no sólo su faz objetiva (material) se
idenlifique con 1a situación descrita por la causal de justificación, sino también su
a) La concepción causalista (objetiva) finalidad. Acción típica justificada es aquella que desde el punto de vista material
realiza todos los presupuestos de una causal de Justificación y cuya finalidad se
Una parte de la doctrina -mayoritaria entre nosotros- arranca de los presu- orienta a esa realización. Toda causal de justificación, por lo tanto, implica un
puestos de la teoría causal de la acción.47 Puesto que la acción es concebida como elemento subjetivo, a saber, la finalidad de obrar amparado por ella o, más lata-
acontecii:riiento perteneciente al ámbito mecánico causal, esto es, sólo en sus aspec- mente, de conducirse conforme a derecho. Así, pues, de acuerdo con este criterio
tos extenores aprehensibles inmedialamente por lü's sentidos, el tipo, a su vez, se se rechazará la concurrencia de una causal de justificación en todos los ejemplos
agota en la descripción objetiva (material) del hecho. El juicio sobre la antijuridicidad aludidos supra, a): la legítima defensa sólo puede invocarla quien subjetivamente
~or_ ~nde, sólo podrá referirse también al acontecimiento externo, y éste quedará se dej\ende o defiende a otro; el estado de necesidad, el que obra para evitar un mal; el
Justificado cuando aparezca ob1etrvamente (materialmente) adecuado a una causal de cumplimiento de un debe1~ únicamente quien tiene conciencia de estar actuando
jus~ifi~~ció~~ Una consecuencia necesaria de este punto de vista es que las cama/es algo a lo que está obligado jurídicamente.
de 1ustifrcacwn carecen de todo requisito subjetivo (psíquico). Las situaciones contem-
Este criterio despierta entre los adhnentes al causalismo una viva resistencia. Se acusa a
pladas pm ellas están captadas desde el puro lado exterior y su congruencia o in- la teoría final de abrir las puertas al derecho penal del ánimo, porque hace depender la licitud
congruencia con la ac~i~n típica tiene que establecerse también en ese plano. Sería o ilicit,ud de una conducta de las posiciones subjelivas (anímicas) del agente, de sus tenden-
absurdo que para decrd1r sobre la ilicitud o la licitud de la acción se exigiera un cias, de sus motivos y de sus convicciones. Por este camino es fácil llegar a la punibilidad de
ideas y sentimientos. Se podría negar la legitimidad de una acción alegando que, si bien se
determmado requisito sub1etivo (psíquico), puesto que dicha acción -al menos en ese
obró conforme a derecho, no se hizo así '1de corazón 11 • Quien se defendió de su enemigo que
estadio del análisis- carece de contenidos subjetivos (psíquicos) susceptibles de ser lo agredía, podrá ser condenado si se demuestra que le profesaba animadversión.
sometidos a enjuiciamiento. Tales criticas son posibles a causa de una confusión entre finalidad y mofrvación. 50 A la
ley sólo interesa que la finalidad actual del sujeto sea conforme a la norma jurídica. La
De e~te modo, obra en_estado de necesidad justificante (art. 10, Nº 7° C.P) el que hurta formación de la voluntad, con su rica gama de afectos, tendencias, sentimientos, conviccio-
un n_1e~1camento r_aro Y valioso con pr?pósitos puramente lucrativos si, al llegar a su casa, lo nes, etc., permanece al margen de la valoración. El derecho únicamente aspira a que el
s~mmistra ~ su conyuge, que, en el intervalo, había contraído una enfermedad delicada, sujeto se comporte conforme a sus prescripciones; no le importa por qué lo hace. Por eso,
solo suscept1b_le de ser atacada por ese medio, al que el delincuenle no habría podido acce- para que opere una causal de justificación basta con que el sujeto haya conocido y querido la
d~r en otras CJTcunstancrns, dada la exigüidad de sus recursos. Asimismo, obra en cumpli-
situación de hecho en que ésla cons[ste; los motivos que acompañaban a la voluntad de concre-
ción adecuada a la norma restan irrelevantes. 51 Así, cuando el sujeto sabe que se lo agrede y
mi~nto de u~ deb~r (art. 10, N.º 10 C.P.) el funcionario policial que, para vengarse de su
quiere actuar para repeler el au1que, obra en legitima defensa -si además se dan los otros
vec1_no, lo deL1ene, ignorando que_ a e:a_ misma hora se ha librado por el juez competente una
presupuestos de ésta- aunque haya encontrado el mayor placer en aprovechar la oportuni-
or~en de arresto_ en contra de ese md1V1duo, cuya ejecución le ha sido confiada precisamenle
dad para ultimar a su enemigo. Asimismo, el cleptómano que, sabiendo que su esposa ago-
a _el. Obra, por fm, en legítima defensa (art. 10, Nº 4° C.P.) el que, con propósito homicida niza, hurta el medicamento inaccesible para suministrárselo, obra en estado de necesidad
dispar_a sobre su rival, sin advertir que en el momento de ser alcanzado por la bala éste a 5~ justificante, aunque la ejecución del hecho le proporcione una satisfacción accesoria. La
vez, disparaba c_ont~~ éL .~n todos e~tos casos, en efecto, se dan los presupuestos 'exter,iores finalidad de actuar en situación justificada se asemeja en todo a la finalidad de ejecutar el
de la causal de Just1f1eac10n respectiva; y aunque el propósito del delincuente no era el de
obrar conforme a derecho, tal cosa carece de significación jurídica.

% Supra, 7, lT, a) qa Supra, 14.


47 y- d 4q En la literatura nacional, especialmente COUSIÑO, IJ, 156, págs. 137 y sigts., GARRIDO, H, 21, d), págs.
L eanse, porto _os, ~OVOA, l, 208, 3, _págs. 334 y sigts.; ETCHEBERRY, I, págs. 234 y sigls.; FONTEClLLA,
J13 y 114; indeciso, al parecer, NAQUTRA, págs. 214 y sigts. Respecto al derecho comparado, véasé, por
º~_Prob!emas_Jurldicos de !as wusale:s su.prnlegales en materia penal, en Anales de /a Facultad de Ciencia,
todos,JESCHECK, 31, rv~ págs. 295 y sigts.; J\.1AURACH, I, 25, V, B, págs. 368 y sigts., y la bibliografía_ alh
{~_id;t{Y So~iale.s, vol. ~11, años 19~1-1963, Nº 3, págs. 56 y sigts., especialmente en 4, antes de a), pág'.
,?JTOFF, 8, ~,yags. 332 Y _s1gts. y POLITOFF-ORTlZ y colaboradores, pág. 132. En el derecho
comparado esta posic1on es sostemda con énfasis por ZA.FFARONI, 40, rv, págs. 572 y sigts. ºº
aludida; con variantes,JAKOBS, 11, 18 y sigls., págs. 431 y sigts.; ROXIN, 14, 91 y sigts., págs. 596y sigts.
Supra, 14, TY, b), aa). 2.
51 Así, con mucha claridad, ?v1IR, J6, 16, pág. 413; JAKOBS, 12, 21, pág. 433.

364
365
....----------------,i
DEREC!IO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury L.'rzüa CAPÍTULO VII/ 'JTORÍA DE LA MH!JUR]])JCJDAD

hecho típico (dolo); y así como aquélla no es finalidad valorizada (dolo malo), ésla tampoco Pero nada dice contra la exigencia de una finalidad defensiva en la legítima defensa, pues-
es finalidad bien motivada. Lo que se refiere a una cosa distinta. 56
ETCHEBERRY sostiene, sin embargo, que la distincirín precedente es impracticable, por-
que el sujeto sólo puede "tener finalidad'' respecto de la acción (típica), no de aquellas bb) Por la misma razón, cabe reclamar un elemento subjetivo para la configu-
circunstancias "que no forman parte" de ella, en rebción con las cuales sólo "se puede tener ración de la justificante contemplada en el art. 10, N.º 10 del C.P También aquí la
conciencia o conocimiento más o menos perfecto", al que es preciso incluir "en la conciencia
de la antijuridicidad de la acción (culpabilidad) y no en la justificación misma". 52 En mi exención depende de que se haya obrado "en cumplimiento de un deber o en ejerci-
opinión, este punto de visla es semejante al de quienes piensan que el autor sólo puede cio legítimo de un derecho", etc.
querer aquello cuya producción depende de su voluntad, dé suerte que las circunstancias
preexistentes escapan al campo de la finalidad. Pero esto no es exacto, como ya lo he tratado ce) No cabe duda de que el estado de necesidad exige la concurrencia de un
de demostrar precedentemente. 03 El sujeto puede querer golpear al que lo agrede, y la prueba
de ello es que también podría querer "poner 1a otra mejilla". Lo único que verdaderamente no factor subjetivo, puesto que sólo se reconoce al que "para evitar un mal ejecuta un
se puede querer es aquello en relación con lo cual no se tiene alternativa, aquello respecto de hecho que produzca daño en la propiedad ajena" (art. 10, N.º 7. 0 ) , al "que entra en
lo cual se sabe que ha de ocurrir cualquiera sea la conducta que se observe. morada ajena para e-vitar un mal grave a sí mismo, a los moradores o a un tercero" y
"al que lo hace para prestar algún auxilio a la humanidad o a la justicia" (art. 145). El
e) La solución dogmática propio NOVOA lo acepta. 57 Los argumentos divergentes de ETCHEBERRY no me
· 58
parecen convmcentes.
La ley positiva exige expresamente, para la concurrencia de una causal de
justificación, el elemento subjetivo. 54 dd) Si en todos los casos anteriores la ley ha incorporado expresamente el
requisito subjetivo a la estructura de las justificantes, no hay motivo para suponer
aa) Así, los Nºs. 4°, 5º y 6° del art 10 del C.P CTegítima defensa) requieren que que haya querido abandonar ese sistema en el caso de la omisión por causa. legitíma
se obre en defensa de la propia persona o derechos (Nº 4º), de la persona o derechos (art 10, N.º 12 C.P), en el caso del consentimiento del ofendido (no legislado) yen las
de un pariente (Nº 5°) o de los de un extraño (Nº 6º). La partícula "en" significa restantes situaciones de justificación contempladas en normas especiales o deriva~
aquí, como en el art. 416 del C.P, una exigencia subjetiva. das de una consideración "supralegal". Así las cosas, la finalidad de obrar en el sentido
de la Justificante será un requisito común a todas ellas.
Contra esta interpretación se invoca la ultima parle del art. 10, N.º 6. 0 , en donde se
requiere que el defensor de un Lercero "no sea impulsado por venganza, resentimienlo u
otro moti-vo ilegílimo". Aquí, se dice, es indudable que la ley reclama un elemento subjeti- d) Efectos de la ausencia del elemento subjetivo
vo para la configuración de la justificame; y es obvio que, si para la legitima defensa de
terceros el legislador estimó necesario hacer una referencia explícita a la actitud psíquica Cuando el elemento subjetivo no concurre, porque el autor ignora que en el
del defensor, se debe a que, en los restanles casos, dicha actitud es irrelevante. Una inter- caso están presentes los presupuestos de la justificante, los autores finalistas esü-
pretación a wntrario permite descartar, por ende, el elemento· subjetivo en las hipótesis de
legítima defensa propia y de parientes; tal elememo sólo concurre a estructurar la causal
man que debe castigarse por un delito consumado. 59 Sin embargo, la opmíó~ pre-
en el caso de la legítima defensa de terceros extraños. dominante aprecia, en estos casos, una tentativa -en nuestro ordenamiento JUndico,
ES Le razonamiento demuestra la denunciada confusión entre finalidad y motivos. 55 Lo más bien un delito frustrado-. 6º Ello porque, si bien en tales siLUaciones concurre el
que el arl. 10, N. 0 6° exige al defensor de un tercero es que no obre por motivo ilegítimo, desva!or ele acción, se encuentra ausente el de resultado, ya que la lesión del bien
y molivos, no finalidad, son los que allí se mencionan por vía ejemplar ("venganza", "re-
jurídico afectado está autorizada por el derecho en atención a las circunstancias
sentimiento"). El precepto establece de Iege lata un requisito que de 1egeferenda es inacep- 61
table·, que el sujeto no sólo actúe con finalidad defensiva, sino, además, que lo haga satis- objetivas del hecho. Esta última solución es, en mi opinión, preferible.
facloriamente motivado. De este modo, la justificante no surtirá efectos, aunque se obre
con el fin de defender al tercero, cuando alguno de los motivos que acompañaron a la '° En el mismo senlido, CORDOBA RODA, notas a !vlAURACH, 25, V, B, noLa 4, pá_~s. 370 ysígls., YCORDO-
formación de esa finalidad no sea aprobado por el derecho. Tal regulación es censurable. BA RODA v RODRTGlTf::;Z :v10URl;LL0; 1, págs. 247 y sigts. Con varümles, tamb1enJIMENEZ DE ASUA, IV,
1318, p:í.g;. 195 y sigts. ('·esa preposi.ción en, que al tratar del anime~ [njwirmch ha quedado_ pa\a~r~~me;~:
eslablecido que se rellere al elemento subpc.tivo de lo inJUSLO, s1gmfica igualmente Lendencia am~mc_a,e '
52
ETCHEBERRY, Yedici.ón, 1, pág. 176, nota 4. En la úllima edición esLa nota se ha suprimido dirección de la conducta del sujeto; es deci~, elemento psicol.ógirn que, ª.srnsu contmno de lo que Sign'.f1?~ :n

l
53
Supra, 18, m, e). ce). los tipos de delito, funciona corno elemento subjelivo de Jo .1usto"). La d1f~rencia entre esta argumentanor Y
s.¡ Junto con aprobar y compartir mi pumu de vista general en lo relativo al elemento subjetivo de las causales la que se contiene en el texto es palmaria, pero ambas apuntan a condus10nes seme_¡antes. .
de _iusüficación, C0US1Ñ0, H, 1.56, págs_ 14 3 y 144, me censura en la pág. 145 la realización de esLa NOVOA, 1, 231, 2, pág. 387; rnmbién aquí, sin embargo, el auto1: habla de motivo en donde debtera
pesquisa dogmática que significa comprometerme en una ·'discusión Ínlrnscendente, tan sólo concernien- hablarse de Jinalidad. Pero esto, dada ;;u concepción personal, es lógico.
te a dos o más instituciones que legitiman la conducta, para llegar a una conclusión que, por la ví:a de la OH ETCHEBERRY, 1, pág. 237. - _ 1
E Te01ia Grneral del Ddíto, IX,
Véase; por todos; WELZEL, 14,1, 3, b), págs. 121 y 122: lVIUNOZ CONO ,
interpretación gramatical, siempre- deja importanles vacíos". Me pennito disentir de ese criterio. Aun
conviniendo en que la cuestión disculida se refiere a la esencia misma del injusto y, por consiguiente,
ó~

3, págs. 94 y 95. 600 601


!
,1
Lrasciende las argumentaciones purameme textuales, siempre me pare.ce oportuno esrar en situación de r,ü JAKOBS,ll,23,pág.434:JESCHECK,l,31,lV,2,_pag 296 _ROXJN 14_lOlysigts,p~gs sy '
apoyar en la ley vi.gente las conclusiones del debate, aunque sólo pueda hacérselo de manera parcial y en STRATENWERTH, 489, pág. 158. En un ordenamiento semepnte al n.uestro, _M:R, 16, 9, pag · 414 Y
referencia, como es lógico, únicamente a las instituciones contempladas por ella. 415. propone una solución difereme, apreciando en estos casos una eximente mconipleta.
55
Supra, b) 01 Véase, además, supra, J, Tll, e), ce).

367
366
DERECIIO PENAL/ PAlUE GEl\lcRAL I hirique C11rr Uncúa
CAPÍTCLO Vll l T EORlA DL LA ,l,)lTlJURlDlCIDAD

Se puede objetar esLe criterio, porque en estos casos el resullado se ha producido, y


pertenece a los conceplos de la tentativa y el delito frustrado consagrados por la ley el que mamente sólo existe "cuando el orden jurídico faculta expresamente para la realiza-
62
eso no suceda. El reparo es correclo. Sin embargo, como en las situaciones de que nos ción de actos típicos ... , o confiere una autorización de tal naturaleza, que ordinaria-
eslarnos ocupando el resulla<lo sólo ocurre materialmenle, no parece haber inconveniente mente ella debe ejercerse a través de la realización de actos típicos", 66 la aplicación
en aplicades analógicamente los precepLOs del art. 7° del C.P., puesLo que ello se hace en
"beneficio del reo". del art. 10, Nº 10 se restringe mucho y el precepto no es útil para sustituir las
causales supralegales de justificación.
En nuestra opinión, el art. 10, Nº 10 tiene una vigencia amplia. Ejercita un
H. LAS CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN derecho no sólo quien puede fundarlo en preceptos positivos, sino también el que
SUPRALEGALES puede deducirlo del contexto del ordenamiento jurídico y, por eso, también del
derecho consuetudinario. El ejemplo propuesto por ETCHEBERRY para justificar
Durante largo tiempo se ha debatido la posibilidad de construir causales de justifi- las restricciones que sugiere no es convincente; pues el incendiario de una cosa
cación supralegales, esto es, de otorgar eficacia justificante a situaciones que el legisla- propia no puede invocar la facultad de disposición, porque ésta se encuentra expre-
dor no ha contemplado de manera expresa al elaborar el catálogo respectivo.U samente limitada por el ordenamiento al menos en este punto, conforme a los arts.
En principio, las causales supralegales de justificación tienen que ser acepta- 4 74 y sigts. del C. P., que atienden al peligro creado para otros bienes jurídicos no
das. Por una parte, la unidad del ordenamiento jurídico 64 exige que lo que es per- pertenecientes al autor y, con frecuencia, de mayor entidad.
mitido o, incluso, mandado por el derecho para ciertos efectos, no aparezca prohi-
bido para otros; de otra, resulta imposible que el legislador aprehenda, en un catá-
logo circunstanciado y descriptivo, toda la gama de siluaciones en las que una con-
III. CLASIFICACIÓN DE LAS CAUSALES
ducta típica es permitida o mandada por alguno de los extremos del ordenamiento.
DE JUSTIFICACIÓN
La licitud o ilicitud de un hecho sólo puede juzgarse mediante una referencia al
conjunto de normas jurídicas, referencia que no se agota con el examen de las causales Intentar una clasificación agotadora de las causales de _juslificación es poco
de justificación expresamente legisladas, lo cual no significa siquiera aplicar una menos que utópico, pues habría que aprehender un número muy variado de situa-
analogía bonam partem, pues aquí de lo que se trata no es de aplicar el derecho a ciones.67 la utilidad práctica de esa clasificación, por otra parte, es dudosa. Con
casos no legislados pero semejantes a otros comprendidos por la regulación, sino de todo, y únicamente por motivos docentes, cabe ofrecer una sistematización más o
establecer cuál es el derecho que regula el caso dado y al que es efectiva y directa- menos general. Así, suele hablarse de:
mente aplicable. De este modo, las causales supralegales de justificación no son
tales; acaso resultaría más conecto llamarlas causales de justificación innominadas o a) Causales que se fundan en ausencia de interés (consentimiento del ofendido
no descritas; pues lo que sucede no es que se las extraiga de un ámbito trascendente y consentimiento presunto).
al derecho, sino, simplemente, que no han sido incorporadas al catálogo eiemplar
elaborado por la legislación positiva. b) Causales que se fundan en el principio del interés preponderante, dentro de
En Chile, sin embargo, se niega la neces-tdad de estas construcciones, fundán- las cuales debe subdistinguirse:
dose en que el art. 10 Nº 10, primera parte, al declarar de manera expresa la licitud
de la conducta ejecutada en el ejerci~io legítimo de un derecho, proporciona una aa) Aquellas que tienden a la preservación de un derecho (legítima defensa y
fórmula amplia, a la cual pueden referirse todas las situaciones que de acuerdo con estado de necesidad);
la doctrina extranjera constituyen causales de justificación supralegales. 65 Esa afir-
mación ·es correcta sólo si el art. 10 Nº 10, primera parte, es interpretado con lati- bb) Aquellas que tienden a la actuación de un derecho (ejercicio legítimo de un
tud. Así, por ejemplo, cuando se reconoce la existencia de derechos consuetudina- derecho, autoridad, oficio o cargo, cumplimiento de un deber). Sobre este esquema
rios. Si, por la inversa, se afirma que el derecho susceptible de ser ejercitado legíti- se orienta la exposición subsiguiente.

62
Infra, 35, 1, a).
03
Véanse, .sobi-e el panicular, MEZGER, I, 26, págs. 403 y sigts. y 32, I, pág. 467; lv[AURACH, 1, 25, IV, págs.
364 Y s1gts., DOHNA, págs. 46 y sigts. La cuestión ha revestido siempre un interés especial para los
autores alemanes, a causa de la reglamentación muy deficiente del estado de necesidad en el parágrafo 54 6
ó ETCHEBERRY, I, pág. 244. . _ __ , - 5 - 121
del antiguo Código Penal de ese país. Para una ojeada de conjunto, véasejllv!ENEZ DE ASUA, Ill, 1278, 01
Véase, sobre este particular, la extensa y cmdadosa exposicwn de COUSINO, II, 15~ Y 15 .: pags: ·n /
págs. 1061 y sigts. Una contribución en nuestro país se debe a FONTr:;CILlA, Los problemas jwidicos de sigts. En realidad, él tiene razón cuando sostiene que la clas1ficae1ón contemda en ~URY'. Oi '.~nt~c(w ]_ 1 ,
_ las cau.sa1es suprale-gales en matelia penal, cit. Detalladamente, HIRSCH, 11, págs. 3 lJ y sigts.
04 lll pág. 158 "no contribuye a la ansiada mela de encontrar un superconcepto de la JUStihcacton II, 54 ,
Supra, 22, f) ' 131); pero,
' · · ta¡ cosa. eorno :;e
, expresa en el texto , se trata de una
65 pág. a decir verdad, nunca pretend10
NOVOA, I, 210, págs. 339 y 340.
ordenación cuya finalidad es sólo didáctica.

368 369
DERECl I ü PENAL/ PARTE c; EN ERAL / f''1rique Cury Urzúa
CAPJ HILO Vll l TEORIA DE LA ANTlJUR!DIC!DAD

§ 24. LA AUSENCIA DE ANTIJURIDICIDAD.


años puede consentir en el ingreso de un extraño a su morada, pero no en la usur-
LAS CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN EN PARTICULAR pación de un inmueble de su propiedad. Capaz para dar el consentimiento es qwen
tiene la libre disponibilidad del bien .1uridico y conoce la significanón de la autorización
I. CAUSALES QUE SE FUNDAN EN AUSENCIA DE INTERES que otorga.

a) El consentimiento del interesado dd) El consentimiento puede ser expreso o tácito, y puede darlo el titular del
interés o quien esté legítimamente autorizado para ello. Ha de tenerse en cuenta, en
Obra conforme a derecho quien ejecuta una acción típica con el consenti- todo caso, por lo que a esta última hipótesis se refiere, que la índole de los bienes
miento, expreso o tácito, del titular del interés protegido por la norma, en los casos jurídicos protegidos por sanciones penales es, generalmente, muy personal. Por
en que dicho interés es susceptible de disposición. este motivo, no es frecuente que su disponibilidad sea confiada por 1a ley a terceros.
la libertad sexual, el honor, etc., sólo pueden ser sacrificados por sus tiLUlares. En
aa) La ley no ha regulado el consentimiento del interesado. Con todo, una derecho penal, la representación opera de modo limitado.
interpretación cuidadosa de los tipos de la Parte Especial, referida a la índole y
naturaleza del bien de protección, permite aseverar, en muchos casos, su eficacia ee) Es preciso distinguir el consentimiento del interesado, que justifica, del
justificante. perdón del ofendido, que sólo extingue una responsabilidad penal ya existente. El
Lo decisivo es la disponibilidad del bien juridicamente protegido. El bien ju- primero es concedido antes de la consumación del hecho, eliminando la
ridico es disponible y, por ende, el consentimiento eficaz, si su conservación sólo anlljuridicidad de la conducta desplegada posteriormente por el autor; el segundo
interesa al titular. Por la inversa, el bien jurídico no es disponible y el consentimien- se otorga sólo después de la consumación antijurídica y culpable del hecho típico.
to ineficaz, si su conservación compromete también el interés de la comunidad en No sólo 1os efectos sino también la extensión de la aplicación de ambas institucio-
general, o solamente el de ésta. La determinación de la disponibilidad exige una nes son distintos. El consentimiento justificante puede operar respecto de delítos
valoración que ha de efectuarse tipo por tipo. fi 8 que no admiten la eficacia extintiva de1 perdón. 70

bb) Al analizar la eficacia del consentimiento hay que cuidarse de no con-


b) El consentimiento presunto
fundir aquellas situaciones en las que opera cómo justificante, con aquellas en las
que suprime la tipicidad. En efecto, en no pocos casos la falta de consentimiento La ciencia penal alemana sue1e tratar, _junto al consentimiento propíarneme
del ofendido forma parte de la estructura típica como una característica negativa tal, una forma de consentimiento presunto con eficacia justificante. Tal consentí-
del mismo. Así, por eiemplo, en los arts. 144 (violación de morada), 146 (viola- miento es aquel que el titular del 111terés no puede otorgar, expresa o tácitamente, por
ción de correspondencia), 301, Nº l O (violación); 432, última parte (hurto); etc. enconlrarse impedido para ello, pero que, atendidas las circunstcmcías, cabe presumir c¡ue
En estos casos, el consentimiento excluye la tipicidad de la conducta y se lo deno- habría dado de estar en situación de hacerlo. 71
mina acuerdo. 69
La figura del consentimiento presunlo pretende solucionar ciertas situaciones
relacionadas, particularmente, con la necesidad de practicar intervenciones quirúr-
ce) El consentimiento, cuando se le reconoce eficacia, ha de ser libre, conscien-
gicas a pacientes incapacitados para autorizarlas. De este modo se justíííca, por
te y capaz. En tal evento, la capacidad no se rige por reglas generales precisas. En
ejemplo, la conducta del cirujano que amputa la pierna del accidentado inconscien-
determini¿das circunstancias, el loco ·o demente puede consentir útilmente. Los
t~. a fin de evitar la propagación de una gangrena.
menores de edad también pueden hacerlo, como en los arts. 362 y 366 C.P, en
En el ámbito de nuestro ordenamiento, sin embargo, creo que puede
donde se reconoce capacidad a toda persona mayor de doce años cumplidos para la
disponibilidad de la actividad sexual, incluso cuando su ejercicio es anómalo. prescindirse de esa complicada construcción, sometida a reparos aun en A_lem~ni~.
Desde luego, las intervenciones quirúrgicas ejecutadas según un d~ag~o_st1~
También aquí la naturaleza del bien jurídico es decisiva. Una mujer casada en
co cuidadoso y conforme a los principios de la lex artis no requieren de JUSttfica-
régimen de sociedad conyugal puede consentir en que alguien abra su correspon-
ción alguna porque yacen fuera de los 1ímites de1 tipo en razón de su adecuación
dencia, pero no en que sustraiga el automóvil común. Un muchacho de catorce
~----~-~~---
70
fB Esfuerz~s sistemáticos en tal sentido se encuentran en ETCHETIERRY, !, págs. 241 y 242; SOLER, 29, Vy LJ\RATUT, 1,99 3 págs. 110 y 111. . s , •• _

s1gts., pags. 330 y sigts., NOVOA_, I, 249, págs. 413 y sigts. 11


19
Lina ojeada sobre el punto, enJAKOBS, 15, 16 y sigts., págs ..541 y s1gts.;JESCHECK, 3.4, \ ll, p<1gs, 346
Sólo parcialmente asiJAKOBS, 7,104 y sigb., p·ágs. 289 y sigts., que distingue incluso el acuerdo de un y sigts; MF.ZGER, L 29. págs. 4 JO y sigts.; ROXTK, 18, 3 y s1gts., págs. 764 y s.1gts. quien, en _este caso,
co_n_sentímiento excluyente del_ tipo. Como en el texto, JESCH.ECK, .14, 1 b), pág. 335; MTR, 19, 8 y sigts., emien<le que sí nos encontrarnos frenle a una causa de justificación, a diferencia de lo que opma en !_os
pags .. 499 y s1gts Otra opm1ón en ROXl~, 13, l y sigts., que aprecia siempre una causal de exclusión de casos de consenrimiemo expreso. Para el derecho español, véase, suscintaf.0_ente, MlR, 19, ~O Y _:igts., pag
la tipicidad 509, rn Chile, en cambio, le niegan consideración independiente COUSTl\0, 11, 192, F, pags. )27 Y 528;
GARRlDO, TT, 27, e), págs. 126 y 127 y POUTOrr; 8, 3. O, pág. 403.

370
371
DFRF.CHO PE-"AL / PARTE CL'JERAL / Emiqut Cury IJrzúa CAPÍTULO VII/ TEORJA DE LA AN l [JURJD!ClDAD

12
social. Una operación semejante no configura una acción lesiva, en el sentido de sancionar el hecho ilícito ya ejecutado, que compete exclusivamente a la judicatura
los arts. 395 y sigts. del C.P., sino una conducta terapéutica que no satisface los y que nunca es susceptible de delegación. Si un policía, para impedir la consuma-
tipos correspondientes ni siquiera cuando fracasa. 73 Otras situaciones que suelen ción de un homicidio, hiere al agresor, nadie pondrá en duda la facultad de los
mencionarse, como, por ejemplo, el caso del sujeto que "irrumpe en la casa de su tribunales para juzgar y sancionar a éste por 1a tentativa en que incurrió; la situa-
vecino, en ausencia de éste, para reparar la cañería de agua descompuesta'', o el de1 ción es idéntica cuando el defensor es un particular cualquiera o el propio ofendi-
que "da muerte a un perro de gran valor a quien el tranvía ha seccionado las patas do. La legíhma defensa se funda en una delegación de las funciones preventivas de policía;
t raseras ",74 estan
,
expresamente resue 1tas por la ley, como hipótesis de estado de no en la de las punitivas judiciales.
necesidad, en los arts. 145 y 10, Nº 7° del C.P., respectivamente. Es discutible el
caso del que "abre la carta dirigida a su amigo para atender a un asunto de éste que
bb) La agresión ilegítima
no admite demora", 75 pero, en tal evento, lo correcto será reconocer, más bien, un
estado de necesidad supralegal. Otras situaciones que pueden imaginarse se solu- Base de la legítima defensa es la existencia de una agresión ilegítima, actual e inmi-
cionaran, por último, de conformidad al art. 10, Nº 10; así, obra en el ejercicio de nente y no provocada por el defensor Así se desprende del art. 10, N 6 4°, circunstan-
su profesión el médico cuando extrae sangre a uno de los accidentados que se en- cias primera y tercera, y de los Nºs. 5º y 6° de ese mismo precepto.
cuentra inconsciente, para inyectarla a otro que ha experimentado una hemorragia. Es agresión ilegítima aquella acción anti¡utidica que tiende a lesionar o poner
De este modo, la figura del consentimiento presunto, aunque no inconcebible, ca- en peligro un bien jurídicamente defendido. De la definición se deduce que sólo el
rece de eficacia jurídica; conviene, por ende, prescindir de ella. ser humano puede agredir, puesto que sólo a él es posible la ejecución de acciones
ilícitas. Contra ataques de animales no cabe legítima defensa; sólo será posible ale-
gar un estado de necesidad. 76 Por 1a inversa, cabe defenderse frente a una accíón
II. CAUSALES QUE SE FUNDAN EN culposa o contra ataques exculpados por cualquier causa; también éstos pueden
EL PRINCIPIO DEL mTERES PREPONDERANTE. configurar una agresión ilegítima.
PRESERVACIÓN DE UN DERECHO Como la agresión ha de ser ilegítima, no es posible defenderse de ataques que
se encuentran, a su vez, legitimados. No hay legítima defensa en contra de acciones
a) Legítima defensa ejecutadas por la autoridad dentro del ámbito de sus funciones específicas. La cues-
tión de si cabe defenderse contra una orden de detención injusta, o contra la ejecu~
Obra en legítima defensa quien ejecuta una acción Lípica, racionalmente nece- ción de una sentencia injusta, debe ser resuelta afirmativamente; la autoridad no
saria, para repeler o impedir una agresión ilegítima, no provocada por él y dirigida sólo debe actuar dentro de la esfera formal de sus atribuciones, sino también de la
en contra de su persona o derechos o de los de uri tercero. material.
la agresión ha de ser real, esto es, ha de existir como tal según una considera-
aa) Naturaleza jurídica de la legítima defensa ción ex-ante, es decir, teniendo en cuenta lo que para el autor aparecía como tal en
el momento de decidirse a defenderse, atendida su posición en el contexto de los
Por algún tiempo la ciencia discutió sobre la naturaleza de la legítima defensa hechos y los conocimientos de que disponía sobre la situación. 77 Quien reacciona
Hoy no cabe duda acerca de que se trata de una causal de justificación. Su funda- frente a una agresión que desde dicho punto de vista no puede ser sino apreciada
mento ha de encontrarse en la impotencia del derecho para evitar Lodo atentado como imaginaria o aparente, no actúa JUStificado por la legítima defensa; eventual-
antijurídico; -consciente de ello, el ordenamiento se ha visto en la necesidad de mente, sin embargo, su culpabilidad -no la antijuridicidad de la conducta- desapa-
facultar al propio ofendido o a un tercero cualquiera para que asuma la defensa del recerá a causa del error sobre la prohibición.
interés en peligro, incluso mediante la ejecución de una acción típica. A esta con- La actualidad o inminencia de la agresión pueden, en rigor, incluirse en el re-
cepción se. ha objetado que, si fuese correcta, no se comprende por qué quien ha quisito anterior: una agresión que no es actual o inminente, no es todavía real o ha
sido injusto agresor debe ser castigado luego de ser repelido. Pero esta crítica oMda dejado de serlo. Por esto, no se admite una reacción defensiva en contra de amena-
que lo que el derecho delega en el defensor es la facultad -generalmente ejercitada zas remotas, puesto que en tal caso existe la posibilidad de evitar la_ materialización
por la autoridad administrativa- de evitar la infracción de sus normas, no la de del daño solicitando el ejercicio de las facultades policiales preventivas. Del mismo
modo, no cabe hablar de una legítima defensa cuando ya la agresión alcanzó su
72 objetivo, lesionando o poniendo en peligro el bien jurídico; en esta situación, la
POUTOrF-GRISOLIA-BUSTOS, 54, E, págs. 250 y sigts.
73
POUTOFF-GRJSOUA-BUSTOS, 54, E, pág. 251.'
74
MEZGER, I, 29, pág. 431.
7
75
MEZGER, Tdem. ó lnfra; b).
77 Olra opinión en ETCHEBERRY, I, pág. 253; POLITOFF, 8, 3, B, pág. 371.

372 373
DERECl·lO PENAL/ PARTE GENERAi. / Enrique Cury Urzüa CAPÍTULO Vll / TJ::ORlA DE l.A 1\KT!JlJll!DlClllAD

defensa dejaría de ser Lal para transformarse en venganza o justicia por mano pro- quien ha sido derribado por su antagonista, puede disparar contra él si éste se pre-
pia, y éstas no son nunca autorizadas por el derecho: las facultades punitivas judi- para a ultimarlo con un rastrillo.
ciales jamás son delegadas en el particular. 78 La necesidad, en suma, es racional, no matemática. Ha de ser juzgada caso por
La agresión no ha de ser provocada por el defensor (art, 10, Nº 4°, circunstancia caso y teniendo en consideración el conjunto de circunstancias concretas. Importa
tercera, y Nºs. 5º y 6º). Sin embargo, no cualquier provocación excluye la legítima que la reacción sea necesaría, esto es, que, dadas las circunstancias, el sujeto no
defensa; se requiere, al decir de la ley, una provocación suhcienle, es decir, propor- disponga de otra forma menos enérgica de defenderse con éxito.
cionada a la entidad de la agresión," En todo caso, para la determinación de la necesidad racional sólo habrán de
Contra lo que sostuve hasta la edición.anterior, hay que convenir en que la tomarse en consideración las circunstancias objetivas y reales. Los estados de altera-
agresión debe revestir una cierta gravedad. 80 La vida en sociedad requiere de los ción anímica del ofendido o del que lo defiende, así como las situaciones imagina-
participantes en ella una actitud solidaria, que evite reaccionar contra molestias rias que, en su excitación, puedan inducirlo a actuar de una determinada manera,
reducidas o generalmente toleradas por los intervinientes en la convivencia pacífi- no deben tenerse en cuenta. Si, a causa de esto, desaparece la necesidad racional de
ca. De otra forma, se corre el peligro de desembocar en un estado de guerra genera- la reacción, la conducta ya no estará juslificada y nos encontraremos frente a un
lizado que al derecho penal compete, precisamente, evitar. En cambio, no se requie- exceso en la defensa, susceptible, sin embargo, dados ciertos presupuestos, de ex-
re que la agresión sea lípica; basta con que sea antijurídica. cluir la culpabilidad o, por lo menos, de atenuar el reproche.
Por último, habrá legítima defensa cualquiera sea la índole del derecho agre- A diferencia del estado de necesidad, 84 la legítima defensa no es subsidiaria. El
dido, Aparlándose de una desafortunada tendencia muy en boga en su época, la ley agredido no está obligado a esperar que "ya no quede otra salida" para reaccionar.
no limita la justificación a los casos en que se defienden la integridad corporal y la Esto significaría colocarlo en una posición desventajosa y esterilizar la defensa. Por
vida, El honor, la libertad personal, la libertad sexual, la propiedad, la inviolabili- otro lado, la huida vergonzosa, no puede exigirse al que se encuentra en legítima
dad del hogar y, en general, toda clase de derechos pueden ser defendidos lícita- defensa, pues "ante el injusto -de la agresión- nadie está obligado a ceder", No
mente. En cuanto se refiere a la cuestión muy debatida de si el particular está habi- obstante, hay ciertos casos en los que debe elegirse el camino de "una retirada digna
litado para defender bienes jurídicos comunes o pertenecientes al Estado o a otra si ésta puede librar del ataque". 85 En la literatura más reciente se considera que eso
clase de personas jurídicas, ha de ser resuelta afirmativamente, siempre que se trate ocurre cuando la agresión procede de un enfermo mental o de un niño, de un ebrio,
de bienes _jurídicos individuales, como la propiedad u otros semejantes. 81 0 de un comportamienlo sólo imprudente.
86
Lo cual no quiere decir que sea impo-
sible defenderse de tales ataques; sino, únicamente, que frente a ellos sólo cabe una
ce) La reacción defensiva defensa subsidiaria.
Las defensas predispuestas, esto es, aquellos obstáculos pasivos que suelen
Frente a la agresión ilegílima está jusl~ficada una reacción defensiva racionalmente oponerse a la acción de los delincuentes (cercos de púa, rejas de lanzas, vidrio
necesaria. 81 molido, timbres de alarma, ete,J, quedan cubiertas por la legítima defensa si no
Hablando de la ''necesidad racional del medio empleado para impedirla o crean un peligro para terceros inocentes. Por esto, puede mantenerse ur:1- foso
repelerla", la ley es poco clara, pues sugiere la idea de un equilibrio instrumental. disimulado al interior del muro que rodea la propiedad, no del lado extenor; es
No es ésa la interpretación correcta. la necesidad racional ha de manifestarse no admisible una rqa de lanzas cuya altura asegura que sólo corre peligro de lesio-
sólo en los instrumentos usados para reaccionar contra el ataque, sino en la totali- narse en ella el q~e intenta trasponerla ilícitamente, pero es inadmisible la pe_que-
dad de dicha reacción, 83 de donde resulta la posibilidad de que, en casos especiales, ña sobre la cual puede caer el niño que corre tras su pelota. A su vez, los offendtcu1a,
se empleen medios (instrumentos) que en circunstancias corrientes resultaiian ex- es decir, mecanismos automáticos capaces de precipitar un curso causal les1vo
cesivos. Asl, el viejecillo raquítico que es atacado a puño limpio por un fornido para agresores eventuales son, por regla general, condenables, Sin embargo, pu_e-
mocetón, puede echar mano de un arma de fuego para defenderse; del mismo modo, de usárselos excepcionalmente cuando el atentado contra el obJeto de protecc10n
crearía, además, un peligro común de consideración. Tal es el caso de los c~rcos
rn Supra, aa)
electrificados que rodean los depósitos de municiones y explosivos. ~n esas situa-
79 ciones es preciso adoptar precauciones para alertar a los terceros 1~ocentes; un
Sobre el concepLo de provocació11 y sus relaci.ones con el de c1gresión, véame, especialmente, COUSfÑO, JI,
169, págs. 286 y.sigts., NOVOA_l, 221, págs. 367 y sigts.
do Véase, CURY, 24, TI, a), bb), pág. 367.
offendiculum inaparente es inaceptable.
81
JF:SC!-TECK, 32, 11, 1, b), pág. 305.
52 En CLJRY, Oríe11tación, 16, l J, a), ce), págs. 164y sigts., se habla de "una reacción deiensfra racionalmente
proporcionada". Esto era un error, como certeramente lo señala COUSIÑO, II, 168, C, pág. 268, con "4 Infra, b), ce), 3).
referenci,a en la nota 66, pues induce a pensar, justamente, en una cierta relación matemática que en el "" MEZGER I 31 111 2 b) p,1g 459 Vease tambien la nota del Ltaductor al pie de esa pagrna
texto se n:chaza. Por eso, ahora, se ha suprimido Loda mención de la "proporcionalidad". "" ~'tase, m~y' aml)liai~e~Le, _JESCHECK, 32 llT 3 pags 110 J s1gts ROXTN 15 51 Y sigts pags 635 Y
m ETCHEBERRY), pág. 2'54; GARRJDO, ll, 28.7, pág. L33; NÁQUIRA, pág. 230. sigts.

374 375
DERECHO PE:\'AL / PARTE GT:\JERAL / Enriqut Cury lJnúa
CAPITULO Vll / TEORÍA DE LA ACHlJUR1D1C1DAD

La lesión del derecho de un tercero, ocasionada por la reacción defensiva, no


que, con el objeto de evitar su propia captura, da muerte al policía que premunido
queda cubierta por la legítima defensa. En ciertos casos se deberá a un error
de orden judicial competente, descerraja la puerta de la casa en que se ha refugiado
sobre _el curso causal y, en tal evento, procede aplicar los principios del error de
81 para huir de la Justicia y de la que se niega a salir; tal mterpretación es inaceptable.
tipo, en otros, puede darse un estado de necesidad; en algunas situaciones,
Por otra parte, el texto de la ley y su alusión expresa a la falta de necesidad racional
por Íin -especialmente cuando media un error sobre la identidad del agresor-, se
de la defensa revelan que la voluntad de la norma es dar también por concurrente
presentarán situaciones de inculpabilidad.
ese reqmsito de la legítima defensa, aunque en realidad falte, pero siempre que se
encuentren probados los restantes. 89
dd) Clasificación de la legítima defensa
b') La presunción opera en tres casos diferentes: l.- Respecto del que, en cual-
La ley distingue la legítima defensa propia (art. 10, N.º 4° C.P), de parientes quier tiempo, rechaza el escalamiento en los términos del art. 440 Nº 1º del C.P, en
(art. 10, N.º 5º) y de extraños (art. 10, Nº 6°) Al tratar de esta última agrega un una casa, departamento u oficina habitados o en sus dependencias; Il.- Respecto del
requisito inaceptable a la reacción, exigiendo que no sea determinada por resenti- que, durante la noche, rechaza el escalamiento en los términos indicados en el art.
miento, venganza a otro motivo ilegítimo. las consecuencias a que conduce esta 440 Nº 1 º del C.P., en un local comercial o industrial; y lll.- Respecto del que
desafortunada alusión a los motivos ya ha sido destacada. 88 impide o trata de impedir la consumación de los delitos señalados en los arts. 141,
142,361,365 inc. segundo, 98 390,391,433 y 436 del C.P.
ee) La legítima defensa privilegiada Como puede observarse, en las tres situaciones aludidas hay que acreditar un
hecho que es constitutivo de una agresión ilegítima, lo cual demuestra, según seña-
Con arreglo al inciso segundo del Nº 6º del art. ] O C.P. "se presumirá legal- la Etcheberry, que dicho requisito de la justificante nunca se presume. 91
mente que concurren las circunstancias previstas en (ese) número y en los números
4º Y 5º precedentes, cualquiera que sea el daño que se ocasione al agresor, respecto c') Debido a las dificultades que genera su entendimiento, y a las exigencias
de aquel que rechaza el escalamiento en los términos indicados en el número 1° implícitas que la desnaturalizan, la presunción ha sido hasta el presente práctica-
del artículo 440 de (ese) Código, en una casa, departamento u oficina habitados, mente inútil, pues los tribunales la aplican raras veces; además, a medida que entra
o en sus dependencias, o, si es de noche, en un local comercial o industrial y del en vigencia la presunción de inocencia del inculpado, contenida ahora de manera
que impida o trate de impedir la consumación de los delitos señalados en los expresa en el art. 4º del C.P.P, va perdiendo toda significación.
artículos 141 (sustracción de menores), 142 (secuestro), 361 (violación propia),
365 inc. segundo (inexistente), 390 (parricidio), 391 (homicidio), 433 (robo con b) El estado de necesidad justificante
violencia o intimidación calificado) y 436 (robo con violencia o intimidación simple
y robo por sorpresa)'1. Esta di,sposición es defectuosa y plantea algunas cuestiones Obra en estado de necesidad JUstificanle quien ataca el bien Jurídico de un tercero,
que aquí se discuten sólo someramente, porque en la práctica recibe una aplicación con el objeto de evitar la lesión ele uno más valioso, perteneciente a sí mismo o a otro.
lin:iitada.
aa) Estado de necesidad justificante y estado de necesidad exculpante
. a') A mi juicio, el art. 10 Nº 6º, inc. segundo, contiene una presunción legal
relativa sólo a la necesidad racional de la reacción defensiva. En efecto, allí se afirma La teoría del estado de necesidad es una de las más polémicas y fecundas que
que ~n los casos descritos se presumirá que concurren las circunstancias previstas conoce la evolución del derecho penal. ConLempla<la en su conjunto, está vincula-
en d1c~o número sexto y en los Nºs 4° y 5° precedentes, cualesquiera sea el dari.o que da no sólo a la de la antijuridicidad, sino también -y de modo particular- a la de la
se ocaswne a! agresor Es claro que el propósito del legislador es dar por concurrente culpabilidad. La verdad es que las situaciones de necesidad no siempre presentan
la legítima defensa. aunque falte la relación de necesidad racional entre la agresión características tan sencillas como las que se describen en la definición ofrecida más
ilegitima y la reacción del que se defiende. En otras palabras, el legislador quiere, en arriba. También es un necesitado e1 que, para salvar su bien juri<lico, no tiene otra
e~:os_cas,o~, legiti,mar una defensa excesiva. Por la inversa, la existencia de una agre- alternativa que sacrificar uno del mismo valor. Así, es necesitado el náufrago que,
sion ilegitima, as1 como la falta de provocación del que se defiende o de participa- en e1 clásico ejemplo, se agarra a la última tabla flotante y rechaza a s:u compañero
Clon en tal provocación del tercero defensor, han de ser acreditadas en el proceso.
De no ser así, caeríamos en el absurdo de afirmar que obra en legítima defensa el M ETCHEBERRY, 1, págs. 260 y 261, se aproxima considerablemente a la opinión del Lexto, pero sostiene
que, además, la presunción también incluye la falta de provocación o de participación en ella. Práctica-
meme de acuudo POUTOFF, 8, 3, B, g), pág. 3 78. Otra opinión en GARRIDO, 11, 28. ll, pág. 138.
87 90
Supra, 18, TI, d), ce). Esta referencia actualmeme esLá vacía de contenido, porque el inciso sep;undo del art. 365 del C.P. fue
Ra Supra, 23, a), ce). suprimido por la Ley Nº 19.61. 7, de 1999.
01
ETCHEBERRY, I, pág. 260.

376
377
DERECllO PENAL/ PARTl' GENERAL/ l'ndc¡ue Cury Urzúa CAPÍTULO Vll / TEORÍA Df, J.A ANTlJURIDlUDAD

de infortunio que con su peso amenaza perderlos a los dos; del mismo modo, está El mal amenazante (situación de necesidad) tiene que ser real. Un mal aparente o
en una situación de necesidad el alpinista que, suspendido sobre el barranco, corta imaginario no bastará para justificar, aunque, dados ciertos presupuestos, puede
la cuerda y deja caer a su acompañante a fin de evitar el despeñamiento de ambos. dar lugar a una exculpación.
Mucho se ha discutido sobre la necesidad de que el mal sea grave. JOSEANTON
Pensando precisamenle en eslas úllimas situaciones, se ha dicho que "la necesidad no
lo requiere y, para fundamentar su punto de vista, niega la posibilidad de justificar
conoce derecho". 92 No obstante, aceptar sin más este aforismo significaría situar lodos los
casos de necesidad fuera del ámbilo del derecho y, por ende, de la justificación. Por eso, si al petimetre que impide que la lluvia estropee su traJe arrebatando el paraguas a un
bien ha de convenirse en que la necesidad no conoce derecho, en este momento inLeresa, mendigo andraioso. El ejemplo importa un sofisma. Aquí lo decisivo no es que el
más bien, aclarar que el derecho conoce una necesidad: lo cual significa que, dados ciertos mal amenazado sea de escasa enLidad, sino el hecho de que, para evitarlo, se causa
pTesupueslos, el ordenamiento autoTiza al necesitado para salvarse, aun a cosla del sacrificio
de un bien Jurídico menos imporLante que el que se trata de preservar. otro de mayor magnitud; pues en el caso no sólo se halla comprometida la propie-
dad del mendigo sobre sus andraios, sino también su dignidad humana y, acaso, su
Para diferenciar ambas hipótesis, la doctrina distingue un estado de necesidad salud, bienes jurídicos que ni siquiera admiten ser comparados con la lujosa indu-
justificante y un estado de necesidad exculpante. Aquí sólo nos interesa el primero; del mentaria del ofensor En realidad, el mal no tiene por qué ser grave; basta con que
segundo, en cambio, se trata bajo el rótulo de "no exigibilidad de olra conducta" en el sea mayor que el causado para evitarlo. Un examen cuidadoso ele las situaciones
ámbito de la culpabilidad. 93 límites propuestas por la doctrina revela que todas son susceptibles ele solución
conforme a este criterio. 95
bb) La situación de necesidad
ce) El sacrificio necesario
Requisito básico del estado de necesidad es la existencia de una situación en 1a
que la salvación de un bien jwidico no es posible sino mediante la realización de una Quien se encuentra en situación de necesidad está justificado si, para superar-
acción típíca que causa un mal menor. la, sacrifica el bien jurídico menos valioso, siempre que éste consista en la propiedad
Dicha situación puede haber sido creada por el acaso (avalanchas, terremotos, ajena (art. 10, N.º 7.º CP) o en la inviolabilidad de la morada (art. 145) y que no se
maremotos, etc.,), por la acción de un tercero distinto de aquel en contra del cual se cuente con otro medio practicable y menos per1udicíal para evitarla (art. 10, N.º 7.º,
dirigirá la reacción salvadora o, incluso, por un acto fortuito, culposo o, aun, doloso, circunstancia tercera).
del'necesitado. Así, obra en estado de necesidad el suicida que se arroja al río y que La posibilidad de obrar en estado de necesidad justificante queda asi, por lo
luego, arrepentido, tiene que apoderarse de una barca para no perecer; del mismo tanlo, considerablemente hmiLada conforme a los siguienLes presupuestos:
r;nodo, está justificado el turista imprudente que insiste en subir a la montaña, no
obstante las prevenciones del guía, y enseguida, para escapar a la tormenta, tiene que 1) Los bienes jurídicos sacrificados no pueden ser otros que la propíeclacl o la
forzar las puenas de un refugio ajeno. Por la inversa, no hay estado de necesidad si la invío!abihdad de la morada.96 Ya no es discutible la cuestión de si cabe también con-
culpa o el dolo del sujeto abarcaban la lesión del bien jurídico menos valioso. Así, no templar un estado de necesidad justificante en los casos de aborto terapéutíco (arL
podrá invocar la causal de justificación el turista, si previó que a consecuencia de su
imprudencia podría verse obligado a dañar y violar la morada de un tercero; ni mu-
1 119 C. Sanitmio), pues esa justificante desapareció de la ley en 1989. Sín embargo,
en estos casos, bajo ciertos presupuestos, podría apreciarse la justificánte de obrar
7
cho menos el que provocó en su casa un amago de incendio con el objeto de perjudi- en cumplimiento de los deberes impuestos por la profesión médica.9
car a un vecino fracturando las puertas de su casa y sustrayendo su extinguidor. 94 En estado de necesidad, la propiedad puede ser atacada mediante la destruc-
La situación de necesidad puede también ser provocada por una agresión ción de las cosas o por cualquier otro de los modos tipificados en el Título IX del
6
ilegitimo; en este caso puede hablarse de un estado de necesidad si el agredido, en Libro II del C.P. (arts 432 y sigts.). La expres1ón "daño" empleada por el art. 10 N
lugar de reaccionar contra el agresor aegítima defensa), procura su salvación lesio- r no ha de ser entendida, por ende, en el sentido restringido que le confieren los
nando el bien JUrídico de un tercero. Obra en estado de necesidad, por ejemplo, el arts. 484 y sigts. del C.P., sino en otro más amplio que comprende todo género ele
que es asaltado por su enemigo y, dándose a la fuga, se introduce contra la voluntad atentados contra la propiedad. Ha de negarse, en cambio, la justificación cuando la
de su dueño en una morada aiena para refugiarse a!lí; o el que, con el prop¿sito de lesión de la propiedad, por las circunstancias de que está rodeada o por el modo ele
poner distancia entre él y sus perseguidores, incendia la sementera por la que éstos
tienen que atravesar. Qi Así NOVOA I 232, págs. ]88 y 389, con un examen adicional sobre la supuesLa "obligación de soportar
el ~al' Véas~, 'asimismo, su opinión sobre el ejemplo de ANTON en i, 23.1, pág. 391. Como en el texlo
~ ME7'.GER, l, 31, 1, pág. 449.
2
también ETCHEBERRY, i, pág. 266.
9, lnfra, 32. % COUSI°KO, I1; 183, B), pág. 424, critica esla inclusión expresa d.el bien jurídico "inviolabili~ad de la J
q+ Como enel texto, ETCHFGERRY, 1, pág. 266; GARRlDO, 1T, 29.4, pág. 141; POLITOFE 8. 3, C, pág. 388; morada" porque, en su opinión, ella "forma parte de la propiedaJ. ajena", concepto al que atnbuye un ,1
.
POUTOFf-ORTIZ y colaboradores, 1, pág. 142. Con reslricciones.JESCTIECK, .33, TV; 3, e), pág. 326. Así contenido muy amplio
Lambién ROXIK, 50 y sigb., págs. 49 y sigLs. 'l"i Así, ETCHEBERRY, lll, págs. 106 y 107.
1
378 379

J
DERECHO PENAL/ PARTE GLNERAL / Enrique Cur¡ Urzüa CAPÍTLLO Vll / TEORIA DE LA AN 1 [JUlUDl<.IDAD

verificarla, implica además un atentado típico en contra de otros bienes jmidicos de superar la situación de necesidad por medios menos perjudiciales. Con todo, para
la misma o superior significación. Así, no es posible una malversación de caudales que la justificación quede excluida es menester que esa posibilidad sea real y ade.
pírblicos en estado de necesidad, pues el ataque compromete también la probidad cuada al caso concreto, no meramente teórica. Por eso, la 1ey exige la practícabilidad
funcionaria. 98 Pero, a este respecto, es preciso tener presente que ciertos tipos de del medio (art. 10, Nº 7º, circunstancia t.ercera). 102
auténticos delitos contra la propiedad están situados fuera del Título IX del Libro II.
Un caso característico es el del art. 197 del C.P (falsificación de instrumento privado dd) Consecuencias civiles del estado de necesidad
con pe1juicio de tercero). 99 En tales hipótesis, el estado de necesidad Justificante es
concebible. Una cuestión discutida es la de si quien lia obrado en estado de necesidad
El sacrificio de bienes Jurídicos diversos de la propiedad y la imiolabilidad de debe indemnizaciones ci,~les al titular del bien sacrificado. En el ámbito de nuestra
la morada no configuran, según ya se ha dicho, un estado de necesidad justificante; ley, al menos, esta discusión no puede llevarse leios. Quien obra justificado por un
pero es posible que resulten exculpados a causa de no exigibi!iclad de ot;·a conducta. estado de necesidad al que la propia ley acuerda tal eficacia, no incurre en ilícito de
ninguna especie; la unidad del ordenamiento Jurídico impide, por ende, que se le
2) El mal que se causa ha de ser de menor entidad que el que se evita. La reclamen indemnizaciones civiles o de otra índole: el que se conduce de una mane-
valoración a que aquí se alude es de carácter jurídico, objetivo y relalivo. Las valora- ra justa, de nada es responsable.
ciones éticas, religiosas, afectivas o de cualquier otra índole semejante no pueden
La doctrina divergente estima que esta solución puede resultar arbitraria para el que, no
ser consideradas. La posición subjetiva especial del agente también ha de excluirse obstante su inocencia, ha sido perjudicado por el sacrificio. Estas dudas son razonables
(el artista mediocre no puede salvar su propia obra, por querida que para él sea, pero superables. Los bienes juridicos de todo individuo esLán sometidos a la contingencia d~
sacrificando un Giorgione). En cambio, deben tenerse en consideración las relacio- tenu que ser lesionados cuando el interés común lo exige; frente a la desgracia aJena tmpern.
un principio de solidaridad universal que aquí encuentra su expresión más caracLer[stica.
nes objetivas de carácter especial que, en e1 caso concreto, pueden determinar alte- Eslo es más evidenLe en el ámbito de nuesLra ley~ cuya regulación restrictiva del eslado de
raciones en los valores (la choza del humilde campesino es, acaso, Locla su fortuna y, necesidad impide, en la pn'ictica, la producción de siluaciones extremas. 101 Por otro lado,
por eso, relalivamenle más valiosa que el costoso automóvil del magnate). los casos de excepción que suelen destacarse, y en los que parece imponerse la exigencia de
Practicar esta valoración es una tarea que ha de emprender el juez. Aunque la indemnizaciones, no constituyen, en realidad, hipólesis de eslado de necesídacl. Así, se alu-
de a situaciones en las que el necesitado no sólo consigue salvar el bien jurídico amenazado,
1ey no ofrece soluciones precisas -ni podría hacerlo sin caer en un casuismo incon- sino además obtiene un provecho. fa obvio, no obstanle, que este beneficio no eslá induido
veniente-, suministra algunos criterios que han de tenerse en cuenta. La magniLud en el estado de necesidad y que, por lo mismo, su obtención ha de ser regulada de acuerdn
de las penas es un auxiliar valioso, pero no siempre decisivo. La forma más o menos con las normas civiles comunes, con independencia de aquél. Del mismo modo, los casos en
los que el necesilado ha querido dolosamente o previsto culposamente el daño de! bien
extensa de protección a )os bienes jurídicos en conflicto merece, asimismo, consi-
jurídico menos vc1lioso, no configuran un estado de necesidad justificante y no procede
deración. De todos modos, la ponderación exige una ojeada de conjunto al ordena- disculir sobre ellos. 1u+
miento en general, y un fino niterio jurtdico. La casuística elaborada por los auto-
res al examinar el problema proporciona alguna orientación, al menos para los ca-
sos más significativos. 100 , IIL CAUSALES QUE SE FUNDAN EN EL PRINCIPIO DEL INTERES
PREPONDERANTE. ACTUACIÓN DE UN DERECHO
3) El bien jurídico de menor valor sólo puede ser sacrificado si no existe otro
·medio practicable y menos pe1:judicial para salvar al más valioso. El rótulo con que se encabeza este párrafo no es satisfactorio, pues, en sustan-
El esLado de necesidad, a diferencia de la legítima defensa, es subsiclimio_ 101 ua, todo aquel que obra justificado está actuando un derecho. Sin embargo, a falta
No es lícito sacrificar un bien jurídico inocente cuando existe la posibilidad de de nomenclatura más exacta, puede echarse mano de él aunque sea sólo convencio-
nalmente, a fin de agrupar las diversas situaciones que se examinan a continuación_

% Es~a es larnzón dt fa exclusión, que a COUSIÑO, !L 181, E\ pág. 392. le parece infundada. Fs preciso
s~na:~r,_srn embargo, que en CliRY, 01ient.anón, 16, ll, b), ce), 1), pág. 171, que ts,e.J Lexlo citado por a) Ejercicio legítimo de un derecho 1 autorldad 1 oficio o cargo
COt::sn..;ro, por una errata de nnprenta el eJemplo sigmente estA refernlo a la fals1Itcación de mslnnnento
púhhco. I'.sLO puede explicar el desconcieno de ese autor, pues, ciertamente, en la falsificación de instrn- Obra justificado quien ejercita un derecho que le ha sido conferido por el
mento públi_co como rn la malversación de caudales hay. aparte de: la propiedad, otro bien jrnidico de
de,,acla _sigmf1cación que se: encuentra cumprometido, de suene que no se explicaría el contraste entre ordenamiento jurídico.
" ~mbas s1tuacio_nes. Tal _cosa no succ:de en el caso de falsificación de insuumento priva<lo
9
Sobre este part1cu lar. \Tase ETCHEBERRY, l\~ pág. 174 y r:I objeto jurídico en los delitos de .fa!sccicid d('CU men-
tal, en R.C.P., lomo XX, Nº 1, pág. 66. 1
º" Con cierto detalle NAQUiR.A.., pág. 259
rno Véase la importante e:,..--posición de ROXlN, 16, 22 y sigb., págs. 682 y sigrs., con mucho detalle Hay sin 'DJ Conforme, ETCHEBERRY, l, pág. 269; GARRIDO, II, 29.11, pág. J4 7; la solución propuesla por NOVO A,
embargo, <l1ferencias imponantes de legislación positiva. que han de Lenerse en cuerna l, 2.30, pJgs. 386 y 387 no tiene apoyo en la ky.
:oi Supra, a), ce). "'
4
Supra, hb)

380 381
1
DER!.'.CHO PENAL/ PARTE GENERAi. / Enrique Cury Urzúa
CAPJT"GLO VII/ TEORÍA DL LA /1.NTIJUR!DlClDAD 1
"
Es req uisilo fundamental de esta justificante -cuya importancia dogmática se prácticas. Así, el boxeador trepa al cuadrilátero con el propósito deliberado de cas-
ha destacado ya- 105 la existencía del derecho. Con todo, no es necesario que Ja facul- tigar a su adversario hasta ponerlo fuera de combate, y el derecho le confiere la
tad aparezca expresamente establecida por la ley; 106 la existencia de un derecho facultad de hacerlo en obsequio a la necesidad de estimular el desarrollo de la des-
puede también deducirse de normas consuetudinarias o mediante una inLerpreta- treza física de los deportistas. De este modo, las lesiones causadas en este género de
ción analógica; lo decisivo es e] contexto del ordenamiento en su conjunto. 107 deportes se hallan justificadas por el ejercicio legítimo de un derecho, siempre qne
Para que la conducta quede justificada, el eiercicio del derecho debe ser legiti- se originen en una justa realizada conforme a las reglas reconocidas y que su grave-
mo. Esta afirmación implica una tautología que, no obstante, es necesaria. Con ella dad no exceda los márgenes adecuados a la finalidad perseguida. 110 En los demás
el legislador ha querido privar de justificación a quien se excede en el uso de sus casos, esto es, en los de exceso en la lesión o en los de lesiones ocasionadas con
facultades; de este modo se enfatiza la aserción de que todo derecho tiene un límite violación de las normas que regulan el deporte respectivo, la situación es semejante
más allá del cual no existe como tal. En el fondo hay aquí una anticipación legisla- a la de las lesiones causadas con motivo del ejercicio de un deporte no violento.
tiva de la teoría del abuso de derecho.
ce) No existe un derecho a hacerse justicía de propia mano. Quien, con este
Los casos de ejercicio legílímo de una autmidad, oficio o cargo no son más que
propósito, ejecuta una acción Lípica que implica el empleo de violencia, obra típíca-
especificaciones de la misma idea. La justificante,, en efecto, se funda en que la
menle conforme al art. 494, Nºs. 16 y 20 del C.P y su conducta es, además, antijurídica.
autoridad, el oficio o el cargo implican ciertos derechos cuyo ejercicio legítimo _justi-
Si, por la inversa, el hecho realizado se adecua a la descripción de un tipo que no
fica las conductas típicas que en razón de ellos se ejecutan. 108
incluye la violencia, una interpretación a contrario de los referidos preceptos y del
Algunas hipótesis de eiercicio de un derecho han suscitado dificultades y re-
art. 471, Nº 1° del C.P, conduce a la conclusión de que la conducta es atípica pero
quieren, por esto, consideración especial. Así, deben destacarse:
,ilícita, y procederán reparaciones civiles. 111
aa) Los tralamientos curativos y, en especial, las intervenciones quirúrgicas. Des-
de que en tales hipótesis hemos descartado la tipicidad en consideración a su nece- h) El cmnpl:imiento de un deher
sidad o adecuación socia], 109 no podemos compartir la tesis de quienes las conside-
ran justificadas por el ejercicio legílimo de una profesión; lo atípico no necesita Obra conforme a derecho quien ejecuta una acción típica en el cumplimiento
_justificación. de un deber que le ha sido impuesto inmediatamente por el ordenamiento jurídico.
Es preciso, pues, que la obligación se encuentre establecida por el derecho de
bb) Las lesiones deportivas. En este punto es preciso hacer una distinción entre una manera inmediata y, además, especifica. Tal es el caso del verdugo que ha de
aquellas lesiones que se causan en la práctica de dcporles no violentos -aunque even- eiecutar, por mandato de la ley, las sentencias capitales; o el del funcionatlo ele
tualmente peligrosos-, tales como el fútbol, básquetbol, automovilismo, ciclismo, policía que está obligado a la detención de quien es sorprendido en el acto ele eiecu-
equitación, ele., y las que ?e producen a consecuencia de una justa deportiva que, tarun delito. Por la inversa, cuando la ley se limita a imponer una sujeción genérica
por su naturaleza misma, implica el empleo ele violencia (boxeo, lucha, karale, etc.). a órdenes emanadas de superiores jerárquicos, las conductas típicas que se reatícen
Las primeras sólo plantean un problema de tipicidad. Cuando el futbolista en cumplimiento de ésLas continúan siendo antijurídicas, y sólo podrán ser
12
lesiona a un rival, la cuestión, en efecto, se reduce a saber si obró de modo forluito exculpadas si se dan los presupuestos de la obediencía de órdenes antijurídicas, 1
o bien culposa o dolosamente. En el primer caso quedará excluida la tipicidad de la
conducta y el problema de la antijuridicidad no tiene por qué plantearse; en los dos
restantes se configurará el tipo respectivo y, como la finalidad que el ordenamiento
reconoce al fútbol no es la de causar lesiones al antagonista, resultará imposible
invocar derecho alguno para justificar esa conducta.

Los deportes violentos exigen _soluciones diversas. Su ejercicio supone la


causación dolosa de lesiones más o menos 1eves que el ordenamiento tolera y justi-
fica en consideración a los beneficios físicos que los competidores reportan d~ tales

rn:, Supra, 26, b). 11,, ETCHtl:lERRY, l, págs. 246 y 247; Gi\RRlDO, 32. \ pág. 158: con reservas POLJTOF~ _B, 3, D, ,~' _pá~
400. Exliende mucho la eficacia de fa.justificante NAQUIRA pág. 299, que tolera mclmo la mut.:ite del
rnn
10
'
En contra, ETCHEBERRY, l, pág. 244.
Ejemplos de un derecho concebido por la ley, de modo expreso, han sido cuidadosamente relacionados partícipe.
1
B
1u Contra, ETCHEBERRY, 1, págs. 245 y 246: en el mismo srnLido, NOVOA, l, 240, págs. 339 Y sigts., ,¡
por NOVOA. 1, 238, págs. 369 y sigLs.
108
De acuerdo, POUTOFF, 8, 3, D, 4, pág. 357. ~ÁQUlRt\, pág. 296. .1
10 ~ Supra, en este párrafo l, b). 112 lnfrn, .32, 111, d)

383
382
CAPÍTULO Vlll
,
LA TEORIA DE
LA CULPABILIDAD

§ 25. LA CULPABILIDAD EN GENERAL

I. CONCEPTO Y FUNCIÓN DE LA CULPABILIDAD

a) Concepto

La culpabilidad es reprochabilidad del hecho típico y antijurídico,fundada en que su


aulor lo ejeculó no obstanie que en la situacíón concreta podía someterse a los mandatos
y prohibiciones del derecho. Por consiguiente, significa que el dísva!or del acto in-
justo se extiende también a la persona del agente, porque puede serle atribuido
como obra suya. 1
Como se verá, la culpabilidad es un concepto fundamental para el derecho pe-
nal. Se ha dicho, mcluso, que "el problema de la culpabilidad es el problema del
destino del derecho a castigar" (HAFTER) 2 Sm embargo, quizás por eso mismo, se
encuentra entre los más debatidos hasLa e1 presente, así por la ciencia como por la
jurisprudencia; y, aunque se ha progresado en tal sentido, difícilmente puede espe-
rarse que en el futuro próximo se alcance un compromiso definitivo, al cual, por
otra parte, acaso nunca estemos en situación de llegar. A lo largo de la siguiente
exposición se percibirá, hasta cierto punto, cuáles son los motivos de la disparidad

En este sentido, especialmente, lvlAURACTT, II, 30, 1, 1, págs. 11 y 12, y 2, pág. 13; MAVRACH -
ZJPFF, 1, 30, 7, pág.515. También J\:IEZGER, 11, .i.3, 1, págs. 1 O y 11, habla de la acción "como expresíón
jmidicamente desaprobada de la pnsonaliclad del agenre'', pern esta fonnulación involucra una refe-
rencia a la "culpabilidad por la conducción de la vida"' que en la exposición del texto no se comparte
(infra, 29,11, b). Como en el texto ahora, JESCHECK, 37, 1, págs. 366 y 367. Discrepa en cambio,
ROXTN, 19, 18 y sigls., págs. 749 y sigb. Un concepto ·-funcionar· de la culpabilidad enJAKOBS, 17,
18 y sigts., págs. 58, y sigls. En Chile, la posición defendida en el texto, si bien con variantes, es
dominante. Véase, por todos, CUL'SLÑO, lll, 197, V pág. 24; ETCHEJH":RRY, 1, pág. 277; GARRIDO, II,
58. pág. 196: l(ÜKSEMlLLER, Culpabilidacl y prna..1, Editorial Juiídica de Chile, 2001, III, 1 y sigst.,
págs. 87 y si.gls., pero, en especial, 17, págs. 183 y sigts.: L<\BATUT, 1, 104, pág. 114; NÁQUIRA, pág.
322; l\OVO!\, l, 259, pág. 420; POUTOH, 9, 1, A, b), págs. 413 a 415
Citado por JTJV!El\'EZ DE ASUt\, \~ 1473, pág. 20.

385
DERECHO PENAL/ PARTE GH-.'l:'RAL / tnriqu~ Cury Uteúa
CAPÍTULO VIII/ LA TEOR[A Dl! LA cm PABlL!DAD

de criterios y en qué aspectos incide más profundamente, pero, por supuesto, un


incapaces (menores, enfermos menLa1es), 10 de la cual no se extraen consecuencias
debate exhaustivo sobrepasaría los límites impuestos por la naturaleza de esta obra. 3
ulteriores que a nosotros, en cambio, nos parecen obvias. No hay, pues, una línea de
evolución limpia y fluida, sino, como siempre ocurre en la historia del perfecciona-
b) Función de la culpabilidad: el principio miento humano, un recorrido sinuoso que muchas veces transcurre por senderos
"no hay pena sin culpabilidad" extraviados.

Con la afirmación de la culpabilidad, el delito se perfecciona y, de esta manera, Por otra parte, MEZGER observa acertadamente que las causas de este proceso nos son
11
se satisface el último presupuesto mdispensable para la imposición de la pena. Este desconocidas. Afirmar que se debe a una "espiritualización" de las costumbres prímítivas
es, precisamente, el sentido del principio "no liay pena sin culpabilidad", que en el motivada por la influencia del pensamienLo ético-religioso es insuficiente, porque en ese
ámbilo también se admite durante mucho tiempo una responsabilidad por el acaso, y en el
derecho penal del presente constituye una tendencia muy enérgica y más o menos Antiguo Testamento los primogénitos egipcios pagan con la vida por los actos de sus padres.
4
generalizada y para la ciencia una aspiración irrenunciable, siempre renovada. 5 Así pues, antes de subjetivizar al derecho el pensamiento ético religioso tuvo que
"espiritualizarse" él mismo. Parece razonable, en cambio, suponer que el fenómeno ha sído
aa) El proceso histórico que conduce desde el derecho penal objetivo (con arreglo determinado por el "sentido., de. la pena. 12 En algún momento la sociedad se percató de que
al cual se castiga por el resultado ocasionado, independientemente de si su produc- era insensato castigar a quien no podría exigirse. una conducta distinta de la que ha observa-
do, pues significa hacerlo expiar un hecho que le es ajeno", que "no 1e pertenece", y porque
ción es o no reprochable al autor) al derecho penal de culpabilidad, ha sido descrito en
en circunstancias similares nadie se dejará detener por el temor de sufrir una pena semejan-
muchas oportunidades con relativa exactitud. 6 Pero es preciso valorar con cautela te, ya que su amenazante evocación no podria alterar la realidad de la situación, Eso explica-
el esquematismo de tales exposiciones, pues el desarrollo aludido ha experimenta- ría, asimismo, que las primeras reacciones se Tefieran a los niños y enfermos, en quienes la
do innumerables vicisiLudes que en la síntesis no siempre es posible subrayar. Así, ineptitud para la motivación por el mandato se presenta de manera ostentosa y eslable, y su
percepción es, además, favorecida por estímulos emocionales.
hoy hay motivos para pensar que en pueblos tan primitivos como nuestros fueguinos
se otorgaba ya alguna significación a la posición subjetiva del autor del delito, mien- bb) La evolución a que se refiere el apartado anterior no puede considerarse
tras otros, más evolucionados, como los mapuches, la ignoraban por completo. concluida, pues a ello se oponen, en el presente, los casos de responsabilidad objetiva.
Hasta ahora nunca se ha sabido con exactitud el grado de desarrollo que alcanzó el que toda\ia perduran en nuestra legislación. 13
concepto de culpabilidad en el derecho romano primitivo, pues mientras MOMMSEN
estima que prescindieron de él, FERRINI opina que siempre se le atribuyó alguna 1) En primera línea se encuentran aquí los cielitos calificados por el resultado/'
7
importancia. Existe cierto acuerdo en el sentido de que el derecho canónico con- que constituyen, sin duda, la ,colación más flagrante del principio no hay pena sin
tribuyó a suavizar el rudo objetivismo del ordenamiento primitivo germano; 8 pero culpabilidad, pues al autor no puede dirigirse ningún reproche por la aparición de
también se destaca, con razón, que esa normativa provocó una grave perturbación una circunstancia que ni siquiera fue previsible para él, no obstante lo cual esas
del progreso hacia el derecho penal de culpabilidad, al introducir e imponer por figuras enlazan a ella una agravación de la pena. 15
algún liempo la institución del versari in re íllicila. 9 Durante largo tiempo, incluso, La existencia de esta clase de delitos en la ley es, desde luego, lamentable. l 6 Pero
la tendencia a subjetivizar sólo se expresa en la impunidad que se acuerda a ciertos lo más grave es que en la legislación más reciente se percibe una tendencia deplorable:
a fomentar su consagración. Junto a los arts. 313 c) y 317 del CP, introducidos por
------- ---- la Ley 17.155, del I l de junio de 1969, y criticados airadamente por COUSIÑ0 17
Para formarse una idea aproximada de l; rnagniLud de la polémica, puede consulLarse la impresioname
b1hliografía presentada por JTMENEZ DE A.SUA, \'. antl."s de 1473, págs. 13 y sigts., teniendo en cuenta
l:J MEZGER, ll, 34, n, págs. Jl y 32.
que data de hace más de treinta 'allos y que en l."stas tres décadas se ha sumado a ella una cantidad
u Cfr. ::vIEZGER, Libro de rsWdio, 1. 52, pág.193.
considerable d_e trabajos nuevos. Una exposición sintética y reciente, HIRSCH, r,. 149 y sigts 17
ldem.
Cuando en Cl, RY, Onrntm iones, 17, antes de I, pág. 176, afirmé que a la rl."alizauón di." tal p1incipio sólo 11 En el mismo sentido, RIVACOBA, El p1incipio ele culpabilidad en el Código Pena! chifena, en Actas Je las
se oponían ·'los casos -por fortuna cadu vez mas roro.,- de responsabilidad objetiva"', expresé una opinilin
Jornadas Internacionales de Dererho Penal en cclcbmción del centenario del Código Penol chileno, Valpan11So, 1975,
demasiado optimista. que la evolución legislaliva ha contradicho de manera desalentadora. Véase, al res-
I, 2. págs. 54 y 55.
pecto, _infra, bh)_. Sin embargo, la frase final del p.inafo citado ha de ser mantenida y subrayada enérgica- 14
Supra, 20, T. _ , .
mente. la extensión <le la responsabilidad obJet.rva a casos nuevos no ha de ser (íbice para continuar luclwndo 15 EsLe punto de vista es unánime en la lileratura. Véanse, por todos, COUS1NO, 1, 137, pa~s. 878 Y s1gts.;
por su desapaiición tolc1/
CURY, Orientación, 12. 1, p:igs. 132 y 133; ETCHEBERRY. T. pág. 326; GARRTDO, ll, 79, pags. 178 y 179.
Particulannente_enfatica en este sentido es la Declaración ele Principios dl."1 C.P.T., aprobada en la p1imera
JIMENEZ Df 1\SUA, La ley y el dditu, 244, págs. 384 y 385; USZT, II. 36, 111, 3, págs. 394 y 395; MEZG~R,
reumon .de Samiago de Chile (4 al 16 de octubre de l.963), cuyo párrafo Vl estableció: "No hay delito sin
II, 34, ll. págs. 44 y 45; °'.'!AQURA, págs. 209 y 210,·aunque sin tanto énfasis: POLIT.OFF, ~' C, b), pags.
culpab1hdael Las leyes penales deberán prosciibir toda fonna di." responsabilidad objetiva".
437 v sigls., quien se aproxima a la opinión de NOVO/\. en orden a negar su ex1stenc1a en nuestro
Vé~n_se, entre ot~os; LTSZT, lI, 3ó, H, págs. 300 y sigts.; MEZGER, 11, 34, li, págs. 31 y sigts.; RICARDO C.
orde~amiento posilivo; RlVACOBA, El p1incipio de wlpabilidud en el Código Penal chileno, cit., ll, 4, e),
NCJ\[Z, Bosquqo de ia culp~lnlidad.' en GOLDSCIIMIDT, La concepción normafi"l'a de la wipabilidacl, tra-
págs. 92 y sigts., RODRIGUEZ DEVESA, l, pág. 423. . . .
d_ucc1ón ele M. de Goldschm1dt y RJCardo NúilCz, Buenos Aires, 1943, TT, págs. XV y sigts. 15 La opinión de NOVOA., JT, 326, págs. 558 y sigLs., que la rechaza. permanece solitaria, n~ c?modecon la
Cfr. NUNEZ, Bosqtujo de la culpabi/idacl, cit., 11, pág. XVII.
práctica y es, por desgracia, insostenible. Al respecto, apane de lo expuesto.supra, 20, l, vease RIVACOBA,
Así, entre otros, NOVOA, 262, pág. 436, y NUNr:;7,, Bosqu.ejo de la rnlpabilidacl, cit. TT, pág. XVlL
SOLER, 11. 34, T, pág. 4. Sobre ello, supra, 19, IIl, f). E1 principio de rn!pabilidacl tn el Código Pena! chileno, cit, 11, 4, págs. 92 y s1gts
17
COUSIÑO, l. 137, págs. 879 y sigLs

386
387
DERECHO PEN,\.L 1 ~ARTE GEl'<ERAL I l'nrique Cllry Urzúa CAPiTCLO Vlll l LA TEORJA DE l.A ClJLP,\BILIDAD

-¡con toda razón'-, debe citarse el art. 121 de la Ley 17.105 sobre Alcoholes, Bebi- 4) Asimismo, constituyen un atentado en contra del principio todos aquellos
das Alcohólicas y Vinagres. Tales disposiciones revelan un extravío de la sensibili- casos en que la imposición de la pena se ,~ncula no a la culpabilidad, sino a la
dad legislativa, ante el cual es preciso hacer un enérgico llamado de atención, a fin peligrosidad, temibilidad o, en general, al carárter del autor. 21 En efecto, la idea de
de evitar que emprendamos una regresión hacia etapas culturales ya superadas. imponer una pena finalista, con puros propósitos de aseguramiento y sin considera-
Pm- oua parle, en mi opinión este género de nomws es ahora inconstitucional. En efecto,
ción a la reprochabilidad del sujeto por el acto concreto, equivale al establecimiento
con arreglo al art. 19, Nº 3, inc. sexto de la C.PR., "la ley no podrá presumir de derecho la de una responsabilidad objeliva Se reacciona en contra del agente no par la que ha
responsabilidad penal". Ahora bien, por responsabilidad debe entenderse el conjunto de los hecho, sino por cómo es; y, naturalmente, esto último no es sino el resultado de un
presupuestos que permiten atribuir un hecho a su autor, ··cargarlo a su cuenla·', pedirle que
conjunto de factores causales, respecto de los cuales el individuo carece de control
"conteste'· (responda) por él como por una cifirmacíón suya. Ella presupone la existencia de
una acción que pertenece psicológicamrnte al agente, en la c;,ual no puede sostenerse que éste 0 sólo lo tiene muy limitado y prácticamente nunca decisivo.
intervino únicamente como un objeto accionado por las fuerzas de b naturaleza o por la La ley chilena no consagra referencias a estos criterios. Sin embargo, ellos se han
conducta ele un tercero, o a consecuencias de un error insalvable que le impidió conocer su deslizado en la construcción de ciertos delitos de estado, de los cuales el caso más
verdadera índole; presupone, por consiguiente, dolo o, cuando menos, culpa, que hagan
posihle el establecimiento de un reproche. Así, pues, la existencia ele la vinculación subjetiva ostentoso -la vagancia- fue supnmido por la ley 19.567 de 1998, conjuntamente
con el acto es uno de los componen/es de la responsabilidad que la norma constitucional prohíbe con la mendicidad. Hoy, por consiguiente, sólo pareciera subsistir una figura mal
presumir de derecho. Pero si es inconslit.ucional presumirla jure et de j11re, con mucho mayor construida de promoción o facilitación de la prostitución de menores de edad en el art.
razón hu de serlo prescindir de ella, ignorarla, como se hace predsamenle cuando se consagra un
del-ilo calificado poi·· e/ rcsultaclo. Esto me parece irredargüible.
367 CP Asimismo, ha pretendido introdurn puntos de vista como esos el sector
minoritano de la jurisprudencia que vincula a ellos la declaración de discernimien-
2) Se discute, en cambio, si constituyen i.nfracciones al principio las presun- to del menor de dieciocho all.os, pero mayor de dieciséis. 24 Sus manifestaciones más
ciones de la culpabilidad -aun simplemente legales-, como la que se contiene en acentuadas se encuentran en el ámbito de las circunstancias atenuantes y agravantes,
el inc. segundo del art. 12 del C.P.18 En opinión de L1STZ 19 no es así, "pues si el donde la figura de la reincidencia, sobre todo, parece gravitar pesadamente contra el
Derecho admite la culpabilidad como demostrada, hasta que no se pruebe lo con- derecho penal de culpabilidad. 25 A las consecuencias de estos quiebres tendremos
trario, reconoce, de este modo, que sin.. [ella] no puede ni debe aplicarse una que referirnos, brevemente, más adelante?'
pena". Por el contrario, MEZGER2º cree que tales presunciones vulneran el prin-
cip10, pues hacen posible la aplicación de una pena sin que se haya demostrado la
11 En cambio, nada liene que ver con lo expuesto y es legítimo que se tengan en cuenta estos
factores -a los cuales se c1lude en fonna elíptica en el arL 4, letra c) de la Ley 18,216, sobre
culpabilidad del sujeto".
]Vf e di das Allernativas a las penas privativas o restrictivas de libenad, pues alli sólo se trata de-
La opinión correcta es esta última. El propósito de facilitar la prueba de compo- regular, con arreglo a un níterio de prevención especial, la ejecución de una sanción impues-
nentes subjetivos -cienamente difícil en muchos casos no justifica 1a creación de un ta a la conducta culpable del autor.
riesgo de !DjUSticias Contra la opinión adversa de NOVOA2 1 habla la historia de
innumerables casos judiciales en los que la presunción se ha transformado en un S) Por último, MEZGER cree también percibir "nuevos peligros para el coucepto
recurso para quebrantar el in dubio pro reo. de la culpabfüdad" en la llamada te01ia de la representación." En efecto, en la medi-
da que los defensores de ese punto de vista estiman suficiente para la conftgur~ct,°n
3) Como ya se ha dicho, también el versari in n: illicitci implica una infracción al principio de que del dolo eventual que el autor se haya representado la realización del hecho t1p1co
'·no hay pena sin culpabilidad'·.22 Sin emhargo. de acuerdo con lo expueslo, creo qL1e esta institución
no rige en el derecho chileno y, por consiguiente, no es del caso insistir en ella
como probable," lo independizan del querer y, por consiguiente, la reprochab,hdad
ele la conducta ya no tiene cabida. Tan cierto es ello, que algunos parudanos actua-
les de tal concepción proponen, directamente, eliminar la culpabilidad de entre las
1
' Tirne razón RTVACOBA, [:) principio de cul¡xi/Jilidacl en el Código Prnal chilrno, 11, 4, U), pág. 87, cuando
sostiene que para estos efectos da lo mismo que esa disposición se emienda corno presunción de dolo,
como lo hace la opinión dominante, o de culpabilidad (conciencia de la iliciLud) como lo hago en el texto,
especialmente infra, 28, ll, b), bb). En ambos casos la cuesrión relariva a la \'iolación del principio ·'no hay

1
~
pena sin culpabilidad" se plantea de la misma manera. Otra cosa es la objeción que me dirige l:'.TCHEBERR'í.
1, pág. 310 y_311. Sobre ella. infrn, 28,111, e)
LlSZT, 11, 36, lll, 1, pág. :394. En el mismo stntido, N0\/01\, I, 31 l, pág. 526, quirn, además, defiende la 2+
1\sí, en--~~peci':1,-Nl1~EZ, ~rx ', '~
Bosqcre_jo de la culpabilidad, cil .., II. pá_gs. XV, A,.'vl y X.Vil~ y V: pág_. s
Véase ETUIEBERRY, D.P_J., !, 92. pág. 297. Un análisis achnon8.1 d(C esos y ot10s fa,llo~ scni_e,:'.~nte. _-f:
1101
enconlrará en AJ\.lONlO BASCUÑAN y colaboradoffs, Lc1 resvo11s11h1/1dnd penal ele/ m1 , ¡_ Pªo"- 20fi)
presuncion contra lo que considera ataques de ''Leorizantes'· (pág. 525). Pero aquí no está sólo en juego
una rnestión teórica, sino también ti cuntrasle entre la exigencia del reconocimiemo dr los derechos del slgLs. Sobre Lodo el problema, tnrrn_, 27, JTL b).
ic1 culpabilidad en la mcdidct de fo
individuo a un traLarnienlo Justo y la pretensión puniliva del Estado. La misión del derecho penal no es 2 ·, En rsre srntido, sobff todo, BACl(;AUJPO, ficcrw de 1a pn.smcCClidcd
castigar ianw como sea posible, sino sólo cuando se haya acrediLado realemenLe que es jnsto hacerlo pcnci, en R.C.P., romo XXX.ll, J.\º 1, Sanliago,1973. págs. y "igls
2
r 1VlE7'.GER, 11. 34, H . pág. 45 (el subrayado es mío). As1 también RIVACOBA, El pnnLipio de ndpairilidad en lnfra. 33, 11, e), ce).
el Cód1gu Pcrwl c/1i!rno 11, 4, d), págs. 86 y 87 18 _m, e), aa)_
lv!T'.Z(~ER TT, 34, TT, pág. 43_. ':iobre la teoría de la rcp1:esc1:tación, ~u,p1.a,: lO se deduce de su ex osi-
Supra, nura 19 ::o Este punto de visr.a no habna sido acept_aJ.o en esos Lennmos pot rRi'l_l\K'.. c,on .- P
Suprn, 19,111, D. ción en btrudurn del umaplo de culpabtI1dad, cll., 6, espenalrnenre pags. )8 )' _)9

388 389
DERECHO PE.'JAI, / PARTE GENERAL I Enrique Cury llrzúa CAPÍTULO Vlll / LA TEORÍA DE LA CULPABILIDAD

taciones de valor de sus componentes y, de este modo, influye en la determinación de la


características del hecho punible, 29 reemplazándola, respecto de la determinación gravedad de la culpabilidad'', y que "cuanlo más graves fueron las consecuencias previstas o
de la pena, por consideraciones relativas a su finalidad; lo cual significa, en suma, previsibles del hecho, tanto más poderosamenle debió obrar la previsión de la seguridad o
renunciar a la fundamentación ético-social de la punibilidad. posibilidad de su realización o el conocimiento de las circunstancias de hecho
fundamenladoras de esta posibilidad". ' 4
Esto se deduce, además, de la ley positiva, pues el art. 64, inc. segundo, del C.P establece
ce) la afirmación de que la imposición de la pena presupone la realización culpa- expresamenle que las circunstancias de índole objeliva (ejecución material del hecho o me-
ble del hecho típico encuentra su límite en los casos de accesmiedad, 30 en los cuales se dios empleados para realizarlo) "servirán para alenuar o agravar la responsabilidad única-
castiga la actividad del partícipe -que en sí no realiza el núcleo de la conducta descrita mente de los que tuvícren conocimiento ele ellas antes o en el momento de la acción o de su
cooperación para el delilo"; esto es, precisamente, en la medida en que aumentan su
por la ley- o la del coautor-que puede realizarla sólo parcialmente- aunque el autor
reprochabilidad, por cuanto, habiéndose incorporado a su conciencia, aumentaron la inten-
principal o el coautor, en su caso, sólo hayan obrado de manera antijurídica. 31 Así, es sidad de la contramolivación. Y esto, que es válido para las circunstancias agravantes y
punible el inductor de un enfermo mental -inimputable-, o el cómplice que a con- atenuanles objetivas, no puede sino serlo larnbién para los elementos objetivos del tipo
ciencia de la antiJuridicidad de la conducta coopera con quien carece de ella y está, Iundamentadores del injusto. 35
Por otra parte, en situaciones excepcionales puede suceder, incluso, que cierto ilícito se
por consiguiente, exculpado. En estos casos, el hecho principal, c¡ue sólo es ilícito, haga objeto de un reproche -)~ por eso, de una pena- inferior a la de olro que es, en sí,
sirve, sin embargo, para fundamentar la punibilidad del partícipe. considerablemente menor. Piénsese, por ejemplo, en el caso de un mayor de dieciséis años
pero menor de dieciocho, que goza de irreprochable conducta anterior)~ obrando con dis-
Por otra parte, el principio de que no hay pena sin culpabilidad debe ser inter-
cemimienlo, da muerte a un tncero en vindicación pníxima de una ofensa grave dirigida a
preLado estrictamente. Sólo la reacción punitiva requiere como presupuesto de su su madre. En esas condiciones, aun dentro de nuestro complicado sislema parn detenninar-
imposición la concurrencia de la reprochabilídad. En cambio, las medidas de correc- la, la pena del homicida puede ser más benévola que la de un hurLo insignificante, precisa-
ción y seguridad pueden ser decretadas contra quien únicamente ha ejecuLado un mente a causa de su escasa reprochabilidad.
Así pues, la medida de la pena es determinada por la de la culpabilidad, que, parcialmen-
acto típico y antijurídico (menores, enfermos mentales, etc.). 32 le, depende de la del injusto, pero es, además, derivada de otros factores, cuya mayor o
menor incidencia es muy variable según las circunslancias,
dd) la culpabilidad no sólo es el fundamento de la imposición de la pena, sino,
además, el criterio determinante de su magnitud: la culpabiliclad es la medida de la pena. Sin embargo, con arreglo a lo que se ha expuesto sobre la naturaleza y el fin de
la pena, el principio aquí discutido tiene un valor relativo, pues la magnitud de la
En el presente tsta afinnación es objeto de críticas. 33 Se destaca, en especial, que tal culpabilidad sólo establece el límite máximo a la medida de la sannón. 36 Consideracio-
medida no puede ser independiente de la magnitud del injusto. A un homicidio, por lo
general, corresponde una sanción más severa que a unos daños, aunque el autor del primero nes relativas a los objetivos de prevención general o especial pueden aconsejar y deci-
37
haya obrado en circunstancias que atenuaban su responsabilidad, y el de los segundos, en dir la imposición de una pena cuya magnitud esté por debcyo de la culpabilidad.
cambio, en condiciones extremadamenle censurables. El simple cómplice debe ser menos En algunos casos esto ocurre incluso por disposición expresa de la ley, como cuan-
castigado que el autor y el que ha perpelrado un delito consumado más que ·quien sólo
incurrió en una pura tenlatíva. do en las hipótesis de tentativa y de1ito frustrado establece una reducción de la
En mi opinión, estas objeciones no son certeras. pena, 38 o en la de los delitos culposos, donde, con arreglo a los ans. 490 y sigts del
Por supuesto que el punto de partida en la determinación de la pena lo proporciona la C.P, sólo se impondrá la sanción correspondiente a1 resultado menor efectivamente
gravedad del injusto. Pero ésta, a su vez, sólo cobra eficacia en t:11 sentido en cuanto, al ser ocasionado, aunque para el autor fuese también previsible -y, por eso, reprochable-
asumida conscientemente por el autor, se le puede reprochar también a él pnsonalmenle
como una elección suya (por ejemplo, a causa de que ha preferido ejecutar un homicidio en la producción de uno más grave. 39-+0
lugar de unas lesiones menos graves o un robo con violación en lugar de un simple hurto).
Así pues, la censura que se dirige al agenle no se refiere a su actitud subjetiva considerada en
abstraclo, sino en relación a un ilícito definido que él ha querido ejecutar pudiendo abstener-
se de hacerlo. Es, pues, exacLo GOLDSCHMIDT cuando di.ce que "el interés que la comuni- '4 GOTDSCHMIDl, Lct umcepeirin nomwtiva dr; la culpabilidad, III, págs. 43 y 44. Este punto de ,ista es dejado
dadjuridica tiene en que no se viole o amenace un bien jurídico, se traduce en las represen- de lado por ETCHEBERRY, La ndpabilidad como.fundamenw y medida ele [a pena, ciL, 11, págs. 13 y 14
En el mismo sentido, \VT::T_ZT'.T.. ,1'.htevo s[s/ema, VII, págs. 81 y 82.
Supra, 2,111, h), ee). . .. . . . . .
~-~--~-- ---·-- j¡ En este mismo sentido, ROXIN, 3, 46 y sigLs., págs. 99 y sigts.; La cu1pabi1Ldad como entena l1m1tat1vo de
29
Así,GlMBERl'\JAT, La wlpabi!idad como crite1io regu/_(1(/or de /e¡ pe11a, en R.C.P., tomo XXXII, .'.\1° l, Santiago, /r1 pena, en R.C.P., tomo XXX.U, l\ 1, Santiago, 1973, especialmeme \,'. págs. 18 y _19; The purpose of
0

1973, págs. 30 ysigts. Véase, además, supra, l, 21, TTI, e), aa), nora 86 . .En el mismo sentido de Gllv!BERNAT punishment and lhe refurm of Penal Lciw, cit., 1, 3, págs. 67 y 68; The_ smse @el limilalwns of Govcrnment
se pronuncia enLre nosotros ahora FERNANDO GARCÍA, La culpabilidad como fundamento y medida de la imposcd ptwishments, cit., 11, 2, h), pág. 42. Pero su fundamemo es <l1ferente.
pena, en Boletín de Invesligacio11es de la Facullad de Derq:ho ele 1a Pontificia Universidad Católica de Chile, :--J"s v Supra, 1, lll, e), ce), 3. . . ._
48-49, Santiago, 1981, págs. 94 y sigls. 1" Fn esta última situación, la inversa, en cambio, no es váli<la: s1 sólo era previsible la produccwn de un
JcJ Con detalle, infrá, 40, ll resultado menos ~rave, no será posible imponer la pena conespondiente al más severo que, a causa de
31
lvlEZGER, Libro de estudio, l, 53, pág. 194. circunstancias excepcionales, se produjo realmente. .
v 11AURACH, 11, 30, 11, C., 2 a), págs. 25 y 26, con variames; :VlAURACH-ZlPFl'; l, 30, TI, 31 y 32, págs so tstos dos casos se invocan ert ~u argumentación c1ítica por ETCT-TFTIFRRY, La wlpabtlidncl com_o.f'.rndamen~
526 y 527; MEZGER, Libro de estttdio, 1, 52, págs. 193 y 194. to y mflHda de la pena, cil., 11, págs. 9 y 10. Creo que la explicación del t_exto supe~a sus obJec10nes, aSI
.,, En especial, véanse ETCITEBERRY, La culpabilidad como fundnincnto y medida de la pena, cit., II, pág~. 9 y como la que dirLge NOVOA, Causa!ismo yfinalismo,. V, 21, pág. 122: a m1 concepc10n sobre el p¡1.p~l- del
resultado en los delitos culposos, la cual, en su op1món, no sería posible sostener frenle a textos positivos
sigts.; RlVACOBA, El prinrlpio ele culpabilldacl en el Código Penal chileno, cit., 1, 2, págs. 55 y sigts., quien,
incluso, la estima ·'simplista'". que regulan la pena según la fVaw·.dad de éste

390 391
CAPÍTULO \ll!J / LA TEORÍA DE LA CL'l.PABlLIDAD
lJl.'.RECHO PENAL/ PARTE GENERAi / Enrique Cury lJrzüa

II. LA EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE CULPABILIDAD otro tanto ha de afirmarse de la culpa, en los casos en que puede concebírsela como
vínculo psíquico. 46
El concepto de culpabilidad ha experimentado en el curso de este siglo una Y, sin embargo, la culpabilidad puede ser medida más allá de la diferencia entre
evolución fundamental, cuya proyección sobre la teoría del delito -y aun sobre la dolo y culpa. Para reconocerlo no es necesario, siquiera, ser jurista. Usando el cono-
teoría general del derecho- exige presentarlo aquí, en sus líneas gruesas. cido eiemplo del caiero,4 7 FRANK demuestra que hechos enteramente semejantes
desde el punto de vista psicológico pueden ser enjuiciados de un modo diverso
desde el punto de vista de la culpabilidad.
a) Teoría psicológica de la culpabilidad
La idea de que alguien es más o menos culpable pertenece al acervo popular.
Durante la segunda mitad del siglo pasado y los principios de éste, la culpabili- Pero como esa cuantificación no puede hacerse en relación al vínculo psicológico,
dad es concebida simplemente como un vínculo de naturaleza psicológica que enlaza cuya inmutabilidad es manifiesta, debe concluirse que la culpabilidad no es única-
al autor con su acto (teoría psicológica de la culpabilidad). +J El dolo y la culpa son los mente dolo o culpa y que a su estructura ha de pertenecer algún otro elemento,
dos modos de presentación de esa relación psicológica, de las cuales la imputabilidad susceptible de alteraciones cuantitativas.
es el presupuesto. 42 En consecuencia, dolo y culpa son la culpabilidad: aparecen
bb) A la misma solución se llega cuando se contempla el asunto desde otro
como las especies del género culpabilidad, cuyo contenido colman por completo.
ángulo.
Esle pumo de visla corresponde, fundamentalmente, a la visión determinista que predo- Los inimputables, los que obran por coacción o impulsados por un miedo insupe-
mina e.n b segunda mitad del siglo XIX. 43 En efecto, donde no es posible anudar un rable, actúan, indudablemente, de manera dolosa o culposa en su caso. 48 Un niño de
reproche al aclo que libremenle infringe la norma, la culpabilidad tiene que ser reducida
cortos años, un paranoico o un individuo aterrorizado pueden, en efecto, conocer y
a una p_ura relación psicológica, aunque con ello pierda gran parte de su significación,++
que se hmita a excluir la punibilidad del caso fortuilo y, con eso, la responsabilidad por el querer la realización del hecho típico o incurrir en una imprudencia. 49 No obstante,
resultado. 45 doctiina y práctica niegan en estos casos la culpabilidad. Si la culpabilidad fuese puro
vínculo psicológico, semejante conclusión carecería de fundamento, pues en todas las
b) Crítica de la teoría psicológica situaciones propuestas el vínculo permanece inalterado y perfecto. Una vez más es
necesario aceptar que a la estructura de la culpabilidad pertenecen elementos aún no
La teoiia psicológica de la culpabilidad, si bien proporcionaba una noción sencilla precisados, pero en todo caso, distintos del vínculo psicológico.
y clara, estaba destinada al fracaso, especialmente porque en muchas situaciones re-
sultaba inservible para la práctica. Las crtticas que se levantaban en su contra encuen- ce) Por último, la teoría psicológica de la culpabilidad es inidónea para explicar
tran una síntesis en la obra de REINHART FRAI,K, fundador de una teoría normativa la naturaleza de la culpa inconsciente, en la cual no se encuentra el menor vestigio
de la culpabilidad, y en la de sus seguidores más inmediatos (GOLDSCHMIDT y de vinculación psicológica entre el autor y el resultado típico. 50 No es raro, por
FREUDENTHAL). Los reparos más importantes son los siguientes: consiguiente, que sean sostenedores de esa doctrina quienes contemplan en la cul-
pa un defecto de inteligencia, 51 renunciando a la culpabilidad misma y aceptando,
aa) 51 la culpabilidad es tan sólo el vínculo psicológico que enlaza al actor con su
acto -esto es, dolo o culpa-, ello significa la imposibilidad de medirla o, en todo
caso, reducir la posibilidad de hacerlo a límites insuficientes. En efecto, todavia 'º Así también, sobre todo; BAUGALUPO, Acerca de la personalidad y la culpabilidad en la medida de la pena,
cabe para esta concepción distinguir la gravedad de las dos "especies" de culpabili- cit., 11, pág. 40.
47 FRAl\iK, Estmclura del concepto de culpabilidad, cit., 2, págs. 228: "El cajero de una empresa Y un cartero
dad e incluso dentro de la primera puede intentarse la separación del dolo directo y repartidor de valores cometen defraudación cada uno por su lado. El primero tiene una buena sltttaeió~ Y
eventual, aunque la mayor parte de la literatura prescinde de ella. Pero si se ha carece ele familia, pero tiene amantes disprnsiosas. El segundo se gana apenas. la vida, tien~ nna ~uJer
enferma y numerosos hijos pequen.os. Si bien ambos saben que se apoderan 1líotamen_te. de dmero _aJeno,
decidido que el autor obró con dolo directo, ya no es posible ir más lejos, pues éste, de manera que en cuanto hace al dolo no media diferencia alguna. todo el mundo d1ra que al ca1ero le
como estructura psicológica, no admite magnitudes; simplemente existe o no. Y alcanza mayor culpabilidad que al cartero". ,
+8 DOHNA, pág. 60; FRANK, Estmctura del concepto de culpabilidad, 2, págs. 34; JESCHECK, 38, II, 2, pag.
378; MEZGER, 11, 35,1, 2, pág. 48; ROXIN, 19, 9, pág. 795. _
4'' Este punto de vista es rechazado por aquellos autores psicologistas que, como SOLER, lI, VI, pags. 17 Y !
11
Véanse, especialmente, USZT, 11, 36_ I, 1, pág. 388; NUÑEZ, Bosql!ejo de la culpabilidad, cit., 1 y sigts., sigts., conciben el dolo nonnalivamente. Que esa valoración basre para subsanar el problema lo rechazan
págs. XV y sigts.; SOLER, Tl, 34, lV y v: págs. 8 y sigts. ya expresamente el propio FRANK, op. y loe. cit. en nota anterior; DOHNA, pág. 60, Y MEZGER, ll, 33,
42
SOLER, !T, 34, VII, págs. 19 y sigts TI, pág. 13. nola 6. . .
4
' JESCHECK, 38, II, 2, pág. 378. 50 Este defecto de la temía psicológica había sido destacado ya por RADBRUCH, a qmen Ctta BAU!vlANN,
'
4
lv[AGMC!-T, II, 30, IT, A, l, pág. 17. "Este período, ba.sado en un pensamiemo naturalista(._.) desconocía 24, I, pág. 356. Véanse, además, DOHNA, pág. 60;JESCHECK, 38; 11, 2. pág. 276; "!vlAURACH, 11, 30, Il,
en ~ealidad un concepto material de culpabilidad, o cuando por excepción lo utilizaba, práclicamente no A, pág. 18; ~URACH-ZlPF~ l, 30, A, 15, pág. 519; nótese, sin embargo, que este argumento no es
sabia qué hacer con él"; _'vfAURACH-ZIPff; l, 30, U,. A, 15, pág. 518. aducido por FRANK.
45
BACIGALUPO, Acerca de la pers01wlidad y 1a culpabilidad en la medida de la pena, cit., 11, pág. 40 51
Supra, I, 22, TI, a)

392 393
Dl'.Rl'CHO PENAL/ PARTE GENERA l./ Enrique Cury l.irzúa
CAPiTCLO VII!/ U\ TEORÍA DE LA CCl.PABlUDAD

siquiera sea de soslayo, el entronizamiento de la responsabilidad objetiva en un tantes, más tenue la culpabilidad; en ciertos casos esa anormalidad puede ser tan
vasto sector del ordenamiento punitivo.52 decisiva que al sujeto ya no le sea posible -en términos generales- adecuarse a las
prescripciones del ordenamiento; en tales hipótesis, no se le podrá hacer reproche
alguno, puesto que no cabe exigirle una conducta distinta_ 59
e) Teoría normativa compleja de la culpabilidad
La concepción de FRANK transforma a la culpabilidad de manera fundamental.
Con el objeto de subsanar estos defectos, FRANK procura reconstruir el concep- Esta deja de ser un vínculo psicológico, susceptible de comprobaciones naturalistas,
to de culpabilidad. Conforme a su criterio, culpabilidad es reprochabilidad53 de la para convertirse en un juicio normativo (de valor) que exige apreciaciones axiológicas.
conducta típica y antijurídica; actúa culpablemente aquel a quien puede reprocharse La teoría psicológica de la culpabilidad cede el paso a una teoría normativa de la
por haber obrado de manera contraria al de:r:echo, en circunstancias en que podía üe culpabilidad. 60
era exigible) 54 adecuar a él su conducta. 55 A partir de la 18' edición de su comenta-
rio al Código Penal alemán (1929), FRANK formula lo que constituye su concepto d) Crítica de la teoría normativa compleja;
definitivo en esta materia: "culpabilidad es reprochabilidad de una conducta teoría normativa pura de laculpahilidad
antijutidica según libertad, fin y significado conocido o cognoscible". ·56 De este modo,
la estructura de la culpabilidad adquiere una fisonomía compleja; de ella forman Con todo, la teoría normativa de la culpabilidad, tal como la formulan FRANK y
parte los siguientes elementos: 57 sus continuadores, no está exenta de reparos, algunos de los cuales proceden, ínclu-
so, de estos últimos. Tres de ellos serán descartados, a mi juicio acertadamente; el
aa) La imputabilidad, entendida como capacidad de ser culpable, esto es, sujeto cuarto, en cambio, dará lugar a una evolución, originando la teoría normativa pura
de reproche. ele la culpabilidad.
bb) El vínculo psicológico -dolo o culpa- que constituye lo que puede denominar- aa) En primer lugar, se observa que si la culpabilidad es concebida como juicio
se culpabilidad sustancial. Puesto que dolo y culpa no constituyen toda la culpabili- de reproche, ello significa que no está "en la cabeza del delincuente sino en la del
dad, pierden la calidad de especies de ella y asumen la de elementos integrantes de la juez". 61 Tal cosa, se dice, es inaceptable. La conducta es culpable por sí misma, no
reprochabilidad. 58 porque el juez la estime reprochable. Más aún, el reproche con que el tribunal
afirma la culpabilidad se debe a que la acción es portadora de elementos cuya existen-
ce) La normalidad de las circunstancias concomitantes, es decir, la existencia de una cia determina esa declaración; en esos elementos, y no en el reproche, que es sólo
situación que, en el caso concreto, habilite al sujeto para obrar conforme a derecho, una consecuencia de ellos, consiste la culpabilidad. 62
de modo que, si así no lo hace, pueda ditigírsele un reproche por haber escogido Aunque ]a argumentación es exacta, la consecuencia que de ella se extrae no.
esa alternativa. FRANK atribuye a este nuevo elemento mucha significación. Puesto Efectivamente, lo que en su esencia constituye la culpabilidad es la reprochabilidacl
que la normalidad de las circunstancias puede ser mayor o menor, de ella depende de la conducta, es decir, un disvalor ínsito a ella, del que el "juicio de reproche" no es
la magnitud del reproche. Cu·anto más anormales sean las circunstancias concomí- más que una comprobación. La acción es, en sí, reprochable; el juez, al juzgarlo así,
no hace sino una verificación axiológica que manifiesta en la sentencia. Si FRANK
52
KOLSRAUCJ-I, cit. por SCHMlDTHÁUSER, JO, 3, pág. 284, lo reconocía expresamente. Véase también pone tanto empeño en destacar que la existencia de la culpabilidad ha de estable-
\VELZEL, 19, lll, pág. 199.
51
FRANK, Estn1ctura del concepto de culpabilidad, cit.,.3, pág. 39, reconoce que la expresión n:prochabilidad
(en alemán Vorwcrfbarkeit) "no es linda" Tampoco lo es en espaüol. Pero debe reconocerse, como lo hacía
FRANK, que no conocemos otra mejor ':¡ FRANK, Estrucfura del concepto de culpabilidad, cit., 3, págs. 41 y 42.
51
La idea de referir la culpabilidad al p;dcr no penenece realmente a FRANK La introdujo fREUDENTHA.L, r,c El punto de vista expueslo, aparte de ser importante en Chile, lo es en Latinoamérica. \léanse, por todo_s,
Culpabilidad y Repoche en d Derecho, traducción de José Lius Guzmán Dálbora, Montevideo - Buenos ALBERTO ARTEA(;A, LI,] culpabilidad en la teoria grneral del hechu pumhie, Caracas, 1975, tV, l y s1gts.,
Aires, 2003, TI, págs. 70 a 77, a quien GOLDSCHMIDT, Concepción normativa de la wlpahilidad, cit , l, pág. págs. 75 y siglS., y Derecho Penal, Parte General, Carneas, 1979, I, XIV, 3 págs. J 74 y sigts.: ALFONSO
10, critica por ello. Hoy, sin embargo, se ha impuesto de manera amplia. REYES, La wlpabilidad, Bogotá, 1977, págs. 38 y sigts., quien, si hien asume una posición ecléctica, arran-
55
FRANK, Estructu.ra del concepto de culpabilidad, cit., 3, pág. 39 ca de sus presupuestos fundamentales, y Derecho Penal, Parle General, 1972, págs. 230 y 231; MTGU~L
'ió Citado por GOLDSCHMIDT, Concepción nonnat[va de la culpabilidad, cit., antes de I, pág. S. REALE.JUNIOR, Antijcuicidade wncreta, SM Paulo, 1974, pág. 94. Pero actualmente las opiniones estan
57
FRANK, Estructura del concepto de culpabilidl,]d, cit., 3 pág. 36 y 37, y más extensamente, págs 40 y sigts. muy divididas. .
Este esquema, en lo fundamemal, se reproduce todavía hoy poT BAUMANN, 24, 11, 2, pág. 260. Coincide, 61 La frase, que se repite con gran frecuencia, pertenece a VO~ ROSEKFELD, citado por BAUMANN, 24, l,
además, con el que en la literatura chilena presentan ETCHEB.ERRY, !, pág. 272; también LI\BAICT, I, 2, a), pág. 357. ..
104, pág. 114; NOVOA, 1,265. págs. 443 y sigts., y Camallslno yjincdismo, 5, pág. 40; implícitamente 61 En este sentido se mueve la crítica de SOLER, II, 34, 1\/, pág. 13: "La afirmación de que la culpab1hdad es
RIVACOBA, El p1incipio de nilpc1bilidad en el Código Penal chileno, cit., 2, pág. 64, y 3. págs. 65 y sigts. Lina reprochabilidad equivale a decir que la virtud es aprobación, o que la peligrosidad es temor: así como un suje\~
posición especial en POLITOFF, 9, 2, pág. 445. es temible porque es peligroso o estimable porque es vinuoso, así también es reprochable porque es culpab!e .
58
FRANK, Estructura del concepto de mleabilidad, cit., 3, págs. 38 y 39. Otra opinión en Rl\/ACOBA, El Sin embargo, esta obsewación, aparenremente cenera, involucra una allerad?n del pensarruento 1:"~rmat1V1st~
principio de culpabilidad en el Código Prnal chileno, cit , 3 pág. 6 7, con arreglo a la cual "son a la vez especies. mediante una modificación del lenguaje. fRANK podría replicar que la v1rtud no es aprobac10n, pero Sl
fonnas y grados" "aprobabilidad~, y que, aunque la peligrosidad no es temor, ha sido denominada también "temibilidad".

394 395
DFRECHO PENAL/ PARTE GE:SlóRAL / l'.nrique Cury Urzlia
CAPiTIJI.O Vlll / LA TEOR[A DI: LA CULPAl:l!UDAD

cerse mediante el juicio de reproche, es porque quiere enfatizar el carácter nonnati-


ce) Es otro normalivista, JAMES GCJLDSCI-TMIDT, quien propone una cuestión cuya solu-
vo y valoratívo de ese elemento del delito, insistiendo en que su reconocimiento ción incluye, en cierlo modo, la de las dos a que nos refníamos en los párrafos precedemes.
requiere un proceso de enjuiciamiento y que no bastan, para afirmarlo, meras per- Consiste en que si la culpabilidad es un concepto referido al valor, hay que precisar la norma
cepciones sensoriales. Así pues, la culpabilidad es realmente algo que está en la en relación a la cual ha de expresarse el juicio de reproche. En su opinión, junto a la norma
acción y no en la cabeza del juez, pero ese "algo" no es un mero vínculo naturalístico de valoración, conforme a la cual se pronuncia el juicio de antijuridicidad, ha de encontrarse
una norma de delerminacüín, a la que se refiere el juicio de culpabilidad. En tanto aquélla nos
matizado de valor (dolo malo), 63 sino un disvalor que deriva del conjunto de la dice: "debes obrar de esta manera", ésta reza de la siguiente fomia: "has de motivarte confor-
conducta antijurídica como obra de su autor. 64 me a las exigencias del deber, porque en las circunstancias presentes eso te es exigible" La
norma de determinación aparece, así, como una regla autónoma Y parale1a a la de la norma
SOLER rechaza este punto de vista 65 porque el propio FRANK afirma que el Concepto de de valoración y con un contenido propio. 69
reprochabilidad "es alcanzado por vía sintética:', pues sólo "si se lo concibiera como dado, Con toda razón esta dualidad de normas ha sido rechazada,7° argumentando que, si entre
como directameme empleado por la ley, sus elementos serían verificables por vía analíti- las de valoración y determinación exisliera autonomía, tendría que enc?nLrarse siquiera un
ca".6(' Pero, no comprendo lo que se quiere probar con esto. Porque KANT nunca sostuvo caso en que la conducta, no obstante aparecer adecuada a la primera, mfnngiera la segun.da.
que el conocimiento alcanzado por vía sintética corresponde a algo que únicamente existe Esto no tiene sentido. 71 La conducta adecuada al valor no requiere, desde el punto de vista
en el sujeto cognoscenle, sino sólo a una propiedad del objeto que no puede deducirse de su jurídico, estar motivada correctamente ni, en rigor, po<lria estarlo, porque el derecho no
concepto_ SOLER, con loda seguridad, lo ha sabido bien. Pero aquí su entusiasmo polémico
hace exigencia alguna a su respecto. _ _ . _
parece haberlo Lraicionado, pues sugiere otra cosa.
No hay, pues, más norma que la jurídica; pero ella cumple dos func10nes diversas, si bien
no aulónomas; por un lado valora, por el otro determina. Son ésta_s, según dice MEZGER,
bb) Por otro lado, se objetó que la normalidad de las circunstancias concomi- como las dos caras de una moneda. La norma es una sola; sus cometidos, dos. En esta forma,
tantes no puede formar parte del contenido de la culpabilidad. La atribución del la cueslión propuesta por GOLDSCHMIDT queda resuelta a partir de su planteamiemo,
acto al delincuente no puede depender de algo que, como las circunstancias conco- pero en forma de conservar la unidad del ordenamiento y evllar confus10nes enlre
antijuridicidad y culpabilida<l. 72
mitantes, es, por definición, ajeno tanto al uno como al otro. Hay aquí una contra-
dicción en los términos. Aparte de esLo, debe hacerse notar que el principal aporte de GOLDSCHMIDT al desarro-
llo de la teoría normativa consiste en haber inlroducido en ella la idea de la 'formación
En relación con esto el pensamiento de FRANK siguió una evolución complica- incorrecta de la volunlad", con la cual funcionará en lo sucesivo casi toda la doctrina adicta
67
da. Acepta al principio la critica y resuelve que lo decisivo para la culpabilidad es la a este punto de visla.
forma en que las circunstancias se reflejan subjetivamente en el autor, motivando su
dd) La teoría final de la acción recoge el concepto de culpabilidad elaborado por
conducta. Por esto, sustituye el último elemento en la estructura de la reprochabilidad
FRANK, pero Je introduce modificaciones decisivas que dan origen a una teoría
y, en lugar de exigil' la normalidad de las circunstancias concomitantes, reclama una
motivación normal. Más Larde, todavía, imprimirá un nuevo giro a toda la construc-
normativa pura de la culpabilidad.
ción, identificando la "motivación incorrecta" con el dolo o culpa y colocando, junto A juicio del finalismo, la concepción de FRANK no es auténticamente norma-
a ella, un tercer elemento positivo de la culpabilidad, al cual denomina "libertad" o tiva, porque en ella se confunden el juicio de valoración y el obJelo val.orado. Dolo
"dominio del hecho", con lo cual alude, evidentemente, al efecto global que causa en y culpa, en efecto, son elementos fácticos, ~obre los cuales se p~onuncia, tamb_1e_~:
la psiquis del autor la mayor o menor normalidad de las circunstancias concomitan- el juicio de reproche. No se percibe el motivo por el cual esos cuerpos extran_os
tes. Así, éste será tanto más·reprochable cuanto mayor haya sido su "libertad" para han de permanecer en el ámbito normativo de la culpabilidad, en lugar de alopr-
adoptar la decisión de obrar con arreglo a las exigencias del derecho, y esa libertad se donde pertenecen, esto es, en el seno de la acción final típica. En tant? que
será más grande cuanto más normales sean las circunstancias que rodearon al hecho. objetos de la valoración, 73 ése es el emplazamiento que les corresponde, y solo de
Con ciertas variantes, relativas sobre todo a la función de las motivaciones, éste será el esta manera puede obtenerse un concepto normativo de culpabilidad, exento de
.
impurezas naturalislas. 74
criterio que prevalecerá en lo sucesivo. Entretanto, la idea de que aquí lo que importa
es determinar si al sujeto, en las circunstancias concretas en que actuó, 1e era exigible
comportarse según los dictados del derecho, que alcanzará gran difusión en lo sucesivo,
es mérito de Berthold FREUDENTHAL 68 , quien incorporó el concepto al dolo, ne- 09 GOLDSCHMIDT, La concepción normativa de la w1pabi1iciad, 1, págs. 7 y sigts.
gando su existencia como elemento integrante autónomo de la culpabilidad. 'º MEZGER, ll, 34, l, págs. 24 y sigts. . .. .
71
Los ejemplos propuestos por GOLDSCHMIDT, La concepción normativa de la wlpab1l1dad, I, pag~. 12 Y 1
sigts., no son convincentes. Véan~e, al respecto, la cita de MEZGER a que se refiere la nota antenor Yel
63
61
Como quiere SOLER, II, 34, V, págs. 15 y 16. comentario de RODRIGUEZ MUNOZ en la pág. 25. .. .. . . 1l
Así, también, ETCHEBERRY, l, págs. 277 y 278; MEZGER, JI, 33, II, pág. 12. Algunas reservas sobre la forma de practicar esta distinción enl_re culpab1hdad y ant1Jund1cid~d, e_n GALLAS,
n:,
66
SOLER, 11, 34, IV, pág. 12.
FRANK, Estructu.ra del concepto de wlpabiliciad, cit., 3, pág. 40.
La teor[a del delito en su momento actual, cit., V, págs. 61 y s1gts. Sobre los p_resupuesl?s filosoficos de la
concepción de GOLDSCHMIDT, véase NUÑEZ, Bosqttejo de 1a wlpahi/ic/ad, ctl., XVI, pags. XXXI Y XXXH
1J]

l'!
67 73
Esta aparece descrita sintéticamente en GOLDSCHMIDT, La concepción nonnaliva de 1a cu/pabiliciad, cit., DOHNA, págs. 40 y sigts _ , , .
74
antes de I, págs. 4 a 6 Véanse, en general,JAKOBS, 19, 13 y sigLs., págs. 572 ystgls.,JESCHE~K, 38, II, 4, pag_. 379, lv1AURA~:Í·
óS FREUDENTHAL; Culpabilidad y Reproche e-n el Dnuho Penal, cit. passim 11, 30, II, B, 2, págs. 21 y sigls.; l\1.AURACH-ZlPFF, 1, 30, II, 22, págs. J22 y 523; as1m1smo la expos1non
critica de BAUMANN, 24, II, 3, págs. 358 y 359
11

396
397
DERECHO PENAL/ PARTE GEGERAL / Enrique Cury Uczúa CAPÍTULO V!II / LA TEORÍA DE LA Cl_;LPABIU))AD

.Al efectuar el traslado del dolo y la culpa al tipo, el finalismo tiene que despojarlos de los sus decisiones. Ni el cletenninismo ni el libre arbitrio concebido a la manera del
elementos de valor que se les alribuyen en la concepción LradicionaL Ya no puede hablarse racionalismo clásico permiten fundamentarlo adecuadamente. El acto determinado
de un dolo malo. El dolo y la c.ulpa son conceptos libres de valor Sólo así pueden enconlrar un
asiento en el ámbito del tipo. Lo cu:::il, en último término, significa independizar del dolo y la por circunstancias exógenas y endógenas (carácter y motivos) no puede ser repro-
culpa la conciencia de la anlijuridicidad, la cual se convierte en elemento autónomo de la culpa- chado al autor. Por eso, los autores deterministas concluyen renunciando a la cul-
bilidad. 75 Las consecuencias de esta revolución conceptual son numerosas. Algunas se desa- pabilidad personal por el hecho y colocando en su lugar una especie de responsabi-
rrollarán someramenle en los apartados siguientes. En cuanto a los fundamentos en que
descansan, aquí se expone lo principal; para una visión exacta del problema es menesler lidad social fundada en la índole del carácter. 79 Pero, a su vez, el indeterminismo
tener en cuenta el conjunto de los presupuestos de la teorfa final de la acción absoluto destruye toda posibilidad de imputar el hecho a un sujeto, pues si los actos
A este respecto, ETCHEBERRY defiende un punto de vista diferente, 76 para el cual tam-
del hombre son el resultado de decisiones arbitrarias y como suspendidas en el
bién reclama la designación de "finalisla". 77 Con arreglo a su crilerio, la finalidad es, efecli-
vamenle, un elemento imegrant.e de la acción, pero el de dolo, emendido como concepto vacío, no es posible atribuírse1os como suyos, ya que aparecerán aislados por com-
desvalorado y ponador de la conciencia de la ilicilud, forma pane de la culpabilidad. Para la pleto de su personalidad, a la cual no puede conectárselos, porque eso significa
lengua espan.ola, en su opinión, el dolo ha sido y sigue siendo voluntad mala, antijurídica; aceptar que se encuentran determinados por algo distinto de sí mismos y de la
por eso, la situación de nuestra doctrina en este punlo es distima de la alemana, que emplea
el vocablo neutro Vorsatz, capaz de ser referido lo mismo a la ejecución de una conduela volición correspondiente. 80 Por otra parte, respecto de una voluntad que es libre en
ilícita que a la de un hecho indiferente. este sentido, la norma no está en situación de cumplir función alguna, pues por
Hay que convenir con ETCHEBERRY que la expresión "finalismo" puede ser empleada
para rotulaT puntos de vista distintos, pues nadie tiene un derecho exclusivo sobre ella. Pero definición es incapaz de determinarla a obrar conforme a sus dictados. 81
cuando RTVACOBA -y ahora NOVOA- ponen en duda "su finalismo"', sólo quieren significar Por consiguiente, sólo se puede partir de un indeterminismo limitado. El hom-
que él no emplea el término para denominar lo que desde hace más de medio siglo la litera- bre se encuentra efectivamente determinado por distintos órdenes de factores.
tura especializada emiende por tal. Y en eso, evidenlemente, tienen razón.
Por otro lado, uno podría aceptar hasta cierto punto la solución terminológica que propo- Así, WELZEL destaca que a nadie le es posible elegir lo que ni siquiera le ha sido
ne ETCHEBERRY, si él extrajera de ella unas consecuencias materiales diferentes. Así, por sugerido por el plano profundo de los instintos. 82 Pero a diferencia del animal, al
ejemplo, si conviniéramos en que el errOT de tipo excluye la finalidad y, con eso, ya la tipícidad
de la conducta. Porque, de otro modo, lo que I:TCHEBERRY designa como finalidad queda
cual los impulsos instintivos le señalan el qué y el cómo de la conducta (qué hacer,
reducido casi a lo que la doctrina italiana reconocía como suilas de la acción.n Aquí no se cómo hacerlo), el ser humano está librado en esta materia al juego de tendencias
trata Lan sólo de una cueslión relativa a las denominaciones. El sislema propuesto por contrasLantes, que sólo imperfectamente le señalan el comportamiento a seguk
ETCHEBERRY resulta contradictorio -entre olras cosas- porque uno no comprende cómo
Esto, que constituye una desventaja porque lo abandona a la perplejidad. _vital
sea posible sostener que exista una acciónfina.1 adecuada al tipo del homicidio, cuando el
autor cree firme e inevitablemente que aquello sobre lo cual dispara es un blanco inanima- donde el animal tiene resueltas automáticamente las alternativas, es tamblen la
do. Para que ese resultado sea inteligible es indispensable colocar a la cabeza de la construc- 83
fuente de su capacidad para conducirse conforme a sentido y valor, venciendo
cicín una acción concebida de manera puramente causal
]as puras compulsiones. La libertad aparece, así, no como una factütad de ~brar
arbitrariamente, de cualquier manera, sino como la capacidad de 1mpnmtr un
III. LA LIBERTAD COMO FUNDAMENTO DE LA CULPABILIDAD sentido al comportamiento y de no sucumbir simplemente al juego desordenado
de los impulsos pasionales. 84
El reproche de culpabilidad sólo es posible si se atribuye al sujeto la capacidad
de autodeterminar en cierta medida su conducta, esto es, un margen de libertad en
t9 Así, por ejemplo, USZI, 11, 36,1, 3, págs. 389 y 340. En el sentido ~el texto, HENKEL, The se~-dctermiria~:~
of man as a prnb1em of Legal Phi!osophy, en L.5., vol. 14, 1976, pag. 19; NOVOA, l. 257, pag. 426, Y,
75
Aparte de los autores citados en la nota anterior, véanse en este sentido BACIGALUPO, 5, 5, págs. 85 y
deLalle, 260, págs. 431 y sigts. _ _ _. . - al
sigts.; FRAGOSO, Llcon de Direito Penal, Sáo Paulo, 1976, 1, 18, 177, págs. 211 y sigts.; COUSIÑO, 1, so \VELZEL, 20; 1, .1, págs. 206 y 207: "Con esta afmnación el mdetenmrnsmo d_estruye prectsam~n:e
12 l, págs. 688 y sigts.; WElZEL, 19, IY, pág. 201, y Nuevo sistema, V, lll, pág. 83; MIR, 20, 18, págs. 520
y 521. Pero también deben mencionarse autores que no se reconocen finalistas. Así, BOCKELl\.-IA.NN,
sujeLo idéntico al que podiia hacérsele responsable de sus hechos, ya que el autor df ellos[ poste O ~
0

lendrá ningun~ relación con el anterior. El indeterminismo com'lerte los actos de vo untac en una sene
Relaciones entre autoría y participación, cil., pág. 63, aunque conserva el dolo en la culpabilidad, afirma absolutamente inconexa de impulsos aislados en el tJ.empo".
enfáticamente: "Por tanto, no puede haber ninguna duda sobre la posibilidad de un dolo indifereme ele e, JvIAURACH u 36 ¡ B 1oág. 98· lvlAURACH-ZJPf~ L 36, 1, 8, pág. 60. [ d d ¡
culpabilidad, en cuanto puede demosLrnrse que, en la realidad, existe voluntad de acción en el conoci- ' ', ' ' ' ' · ·' d d t oceso un a aen a
a! '0/ELZEL, Nuevo sistema, VI, 1, págs. 88 y sigts. Una profunda exposKmn e to Oes e pr , , . _ J
miento de la situación de hecho también cuando falta la capacidad de impmación o la libertad de deci- Jd d d TJART\1ANN se encontrará en HENK1':l, The sdj-detcrmrnattan ºJ
sión. Pero esa demostración ha sido hecha hace ya mucho y no queda de ello ninguna duda··. Yen la pág Lesis de l os estratos d e Ia pe_rsona 1 a_ e _ · _ , ;: , i ts _ ESCHECK 37, m, págs. 374y375.
man as a problem of Legal Phriosophy, cir.. , especialmente pags. 10) s g .,J if ¡ Ph-¡ h ·r pág ll ·
73: "el dolo no abarca la conciencia de lo injusto" 8J Sobre cllo, con detalle, HENKEL, The se1J-detemúMtwn of man as a problcm o Le:ga 1
osop Y, CI · · '
ETCf-IEBERRY, I, págs. 274 y sigts.
7
Puesta en duda por RfVACOBA, El pii11cipio de culpabllidad en el Código Penal chileno, cit., 1, pág. 60 del WELZEL 20 2 pags 204 Ysigts :l I b 1 11 de la coaccton
'
r~ WELZEL 20 3 pag 209 La hbert.ad no es un estado é>lnO un acto el acto e e l erac O f
Lexto y nota 52. También hace reserva a esLe respecto NOVOA, Cau.sali.1mo yfinalismo, lntroducción, pág • t do En la falla de este acto se une1a~
causal de los Impulsos para la autodetennmac10n con forme a sen 1
f d
15 del texLo y nota 11, que incluso lo "advierte i"uertemente inclinado hacia un real psicologismo". 0
menta el fenomeno de la culpah1hdad la culpab1hdad es la falla de aulOdetermmafcion cdon orme asenti
78
Al respecto, véase BUNSTER, la voluntad del cicto ddicLivo en R.CP, tomo XU, N.ºs 3-4, Santiago. 1950, 1 a sentido en avor e 1o ma 1o. smo e1
en un suJeto que era capaz para ello No es la d ecis10n con orme , ,
págs. 149 y sigLs. Sobre esa base, claro eslá, puede sostenerse consistentememe que hasta los aCLos reali- quedar SUJeto} dependiente el deprse mrastrar poT los unpulsos conlranos al valor Esta concepc1on se
zados durante el sueno sonambúlico contienen el componente subjetivo exigido por la acción (TT, 7, pág.
aproxnna com1derablemente a la de TOMAS DI'. AQUINO
32). Pero a mí no me parece que ETCJ IEBERRY piense así.

398 399
Of'RFCHO T'ENAL / PARTE GENERAL! Etiriquc Cllry l:r:nta
CAPÍTULO VIII/ LA TEORÍA DE l A CliLPABTUDAD

Tal como se ha expresado antes, 85 la prueba de que la libertad existe, aun en este moral. Mientras la primera se basa en el reproche de que el sujeto no se ha some-
sentido restringido, es imposible. 86 Para la razón es inaccesible, y a causa de que, si
tido a los dictados del derecho no obstante obrar en circunstancias en las que al
opera, lo hace inserta en un complejo de factores intrincadísimo, no hay forma de
común de los hombres podía exigírsele hacerlo, ésta se funda en el reproche que
someterla a una demostración empírica satisfactoria. Existen, ciertamente, indicios
la propia conciencia dirige al autor por no haber actuado con arreglo a las de-
sugerentes de su existencia, pero no podemos descartar la hipótesis de que no obe-
terminaciones de su senlldo del Bien. Por esto, jurídicamente es culpable aquel a
dezcan sino a una ilusión. La cuestión, por consiguiente, tiene que resolverse en
quien el derecho considera tal; en cambio, moralmente lo es tan sólo aquel que se
consideración a motivos prácticos. El hecho decisivo es que la afirmación de la
siente culpable. 90 - 91
libertad como postulado permite reclamar del hombre una responsabilidad perso-
nal sólo dentro de ciertos límites y, sobre todo, sólo hasta cierto límile, 87 poniéndolo a En este sentido debe buscarse la solución para el problema que plantean los autores por
salvo de los excesos a que puede precipitar la pretensión de tratarlo como a un ser convicción, vale decir, aquellos que infringen la norma jurtdica a causa de que los mandatos
de ésta se encuentran en contraste con sus convicciones éticas. El autor por convicción es
determinado del cual únicamente cabe reclamar la obligación de someterse a las
jwidicamente culpable si tiene conciencia de la ilicilud de su actuar y se encuentra en una
reacciones dispuestas por la autoridad para la preservación del orden social (res- siluación en la cual un hombre común hubiese acatado los imperativos del ordenamiemo:1'2
ponsabilidad social) 88 De esta suerte, la libertad resulta afirmada como una pura La nonna jurídica constituye aquí "la última instancia", porque, de otro modo, el derecho se
hipótesis de trabajo, a la cual, de acuerdo con el estado actual de nuestros conoci- lrnnsfonnaría en un puro conJunto de consejos que, consiguientemente, ya no serta hábil
mientos, parece razonable atribuir consecuencias mejores que a la tesis antagónica. para garantizaT con sus coacciones la convivencia pacífica. Sin embargo, como la organiza-
ción del Estado Democní.tico descansa también sobre el principio fundamental de la /oíeran-
Por otro lado, es indispensable introducir otro tipo de límites a esta considera- cla, seria deseable, de 1ege Jerenda, que junto con afirmar la responsabilidad de los autores
ción de la libertad como fundamento de la culpabilidad jutidica. Como se ha dicho, por convicción se encontrara para ellos una forma de sanción especial, la cual exduya. tanto
el supuesto de que ella concurre en un acto concreto decidiendo su realización como sea posible, los acentos negativos de la pena ordmaria. 9 ' La opinión contraria defien-
implica hacerse cargo de una multitud de factores causales interdependientes, cuy~ de soluciones rigurosas invocando la ninguna tolerancia que a veces caracteriza a las ideas
difundidas por esla clase de autores. Pero ese argumento no me parece convincente. Lo que
apreciación pormenorizada escapa a las posibilidades de un tribunal humano. 89 Así aquí interesa es reconocer jurídicamenle al c1uténtico autor por convicción, en una forma
pues, el derecho tiene que contentarse aquí con una generalización que afirma la compati.ble con las funciones del derecho, la pureza de sus moti.~os y la consiguient~ i~exis~
libertad del sujeto sobre la base de algunos componentes susceptibles de verifica- tencia de culpabilidad moral. Porque, precisamenle, un ordenamiento sólo puede ex1gir aca-
ción (conocimiento de la existencia de la norma. y capacidad común para dejarse tamienlo y justificaT la coacción que eJerce si es capaz de imponer valores mejores que aque-
llos sustentados por los que condena.
determinar por ella) y, en lo demás, darla por excluida solamente en casos en los
que, con arreglo a los dictados de la experiencia, el común de los hombres habtia
cedido a fa presión de las circunstancias. Por supuesto, ésta es una ficción; pero el
V. ANTIJURIDICIDAD Y CULPABILIDAD
derecho toca aquí las fronteras de su capacidad para adecuarse a la justicia.
La afirmación de la culpabilidad presupone la de la anttjuridicidad, porque des-
de el punto de vista del derecho sólo es reprochable aquello que es ilícito. 94
IV. CULPABILIDAD ÉTICA Y JURÍDICA
En la literatura nacional este punto de vista es unánime. Entre nosotros no tiene eco el con-
Lo que se ha expuesto en el apartado anterior demuestra que la culpabilidad cepto de antijuridicidad subjetiva, con arreglo al cual aquello que no es exigido tampoco puede
de que aquí nos ocupamos (culpabilidad jurídica) es diferente de la culpabilidad estar mandado. . ..
85
Por otra parte, ese criterio, que obliga a anteponer el Juicio de reproche al de drcrtud, hoy
Supra, 2, ll, b), aa) tampoco cuenta casi con adherenles en el derecho comparado.
36
Sobre ello, KANT, Prolegómenos a toda metafísica futura, 51 y sigts., págs. 158 y si~s. La que presenrn
WELZE~, mediante un argumento concerniente a la teoría del conocimiento, tampoco me parece conclu-
yente. Ve ase, además, el punto de vis La coincidente de HARTMANN, cit. por HENKEL, The self-dctermination
of ~cm as a problern of Lega! Philosophy, cit., pág. 8: "No hay manera alguna en que uno pueda aprehender ºº Por supuesto, el sentimiento de culpabilidad puede no obedecer a ra~ones auténti:ar~ente morales Y
87 la hbertad, Y la realidad de la libertad no puede ser probada directamente como la de alero perceptible" constituir, más bien, un puro síntoma de patologías. Pero en el texlo qmero destacar umcamente que tal
ROXl~, 19, 34 y sigts., págs. 807 y sigts., y La culpabilidad como criterio limitativo de la pn:a, cit., Vll, págs. sentimiento, irrelevante para la culpabilidad jurídica, es cond1tío sine qua non de la moral, aunque no se
20 y sigts
idenlifica con ella. . . . . 23 m 2 á
Ha Naturalmente, esto presupone un Estado de Derecho, pues no funcionará ''en un régimen de tesis que 91 Sobre la distinción emre culpabilidad moral y Jundica, veanse enlre otros, BAUMANN, , , , P g.
menosprecia al ser humano" Contra esle npo de detentadores del poder. de todos modos, es poco lo que 352; BEUNG, 12, 11, pág. 30;JESCHECK, 38, l, págs. 376 y 377; MAURACH-ZlPFF, 1, 35, 11, 3 Ysigts.,
89 se p~1ede conseguir con leyes:. ROXIN, La culpabilidad como criterio limitati_vo de la pena, cit., VT, pág. 19. págs. 583 y sigts.; POUTOFF; 9, l, A, D, págs. 409 y sigts.
HENKEL, The self-determmation. of ma11 as a problem of Legal Plnlosophy, ctt., pág. 20: "La posibilidad de g2 BAUJ\.1.ANN, 23, JIT, 2, pág. 253;JESCHECK, 37, IT, 3, págs 372 y 373; lvlAURACH, II, 35, 3, págs. 79 Y
actuar en otra forma sólo podría ser demostrada en forma confiable y convinceme mediante un experi- 80; :tv!AURACH-ZlPFF, l, 35, 11, 7, págs. 584 y 585
mento en el cual la persona fuese puesta nuevamente en la misma situación y su conducta comparada en 9
' JESCHECK, 37, II, 3, pág. 373. g . 431 E t
ai:nbas ocas10nes. Tal e_xperirnento no es practicable, y la cuestión relativa a la capacidad actual para actuar ªJ 4 DOHNA pág 40· JESCHECK 39 1 pág. 383; NOVOA. U, 257, págs. 427 y 25 , pag. · n con ra,
diferentemente en la situación dada no puede serrespondida". En el mismo sentido,JESCHECK, 37, l, 4, ' · ' ' ' ' · d ¡ ¡ b·[·d d · ¡ ·gs
GOLDSCHMIDT, T.a concepción nonnativa e a cu. pa t 1 a , Cll., , pa . 12 y s\gts · Sobre los reparos a este
pág. 3 71; J\.1.AURACH-ZJPFF, 1, 36, I, 17 y sigts., págs 606 ysigts . criterio, supra 11, d), ce).

400 401
DERECHO PC,'AL ! PARTT' GENERAi. ! Enrique Cury !Jrzúa
CAPITULO VIII/ LA TEORJ,\ Dl' LA CULPABll.lDAD

En relación con este punto, es preciso subrayar que la distinción entre


mayor parte de los individuos de la especie humana; sólo se excluye a quienes
antijuridicidad y culpabilidad ha sido objeto de un debate prolongado, que hasta el
presente no ha concluido por completo. carecen de madurez y a los que adolecen de Lrastornos mentales, patológicos o
accidentales. 102 La imputabilidad es, pues, la regla, y no conoce olras excepciones
Durante la segunda mitad del siglo pasado imperó la idea de que la antijuridicidad
que las establecidas expresamente por el derecho.
era un JU!CIO de valor referido exclusivamente a la faz objetiva o externa del hecho
típico, al paso que la culpabilidad, de carácter fáctico, se encontraba constituida por La integración de la imputabilidad en la culpabilidad ha siclo objeto de muchas
los elementos subjetivos o psíquicos del delito. A principios del siglo XX se de- discusiones. La rechazó siempre la teoría psicológica de la culpabilidad, para la cual
mue~tra_ la existenc~a de elem_entos subjetivos que pertenecen al tipo, los cuales, por era sólo un presupuesto de la culpabilidad, esto es, del dolo o la culpa. 103 En esta
cons1g~1ente, conciernen al Juicio de.antijuridicidad 95 simultáneamente, la teoría exposición; en cambio, partimos de la idea, común a prácticamente todos los
normativa de la culpabilidad 96 pone de manifiesto que esta última es también un normativistas, de que "lo que es presupuesto es, también, característica". 1\14 Por lo
JU1c10 valorativo. Con esto, el esquema tradicional es insostenible: ni la antijuridicidad demás, el debaLe tiene hoy un interés casi exclusivamente académico.
es sobmente objetiva, ni la culpabilidad es un hecho psíquico. Así, los dos concep-
tos tienden a confundirse. b) La po.sibilidad de comprender lo injusto del acto concreto (conciencia ele la ilicitud).
Con la distinción de DOHNA entre objeto de la valoración y valoración del En efecto, quien cuenta básicamente con la capacidad de esta comprensión pue-
97
objeto se establece la posibilidad de practicar una distinción sobre otras bases. Lo de, con todo, en eI caso dado, encontrarse imposibilitado para alcanzarla a causa de las
que dist~ngue ~1 injusto del reproche no es su naturaleza -pues ambos son juicios de circunstancias concurrentes. Esa situación no puede ser indiferente para el derecho.
valor- m el objeto al que se refieren -idéntico para los dos-, sino la índole de la La persona que al actuar carece de la conciencia de obrar injustamente y ni siquiera
n_~rma que les sirve de fundament~. El juicio de antijuridicidad se practica en rela- cuenta con la posibilidad de tenerla, no ha obrado de un modo reprochable.
b
c10n a n.orma de deber; el de culpabilidad se basa en la de "poder en lugar de ello". 98
c) La posibilidad concrela de autodeterminarse conforme a las exigencias del derecho.
La teona fmahsta completa la e\olución situando al dolo en el tipo, y evitando así la
mcert1dumbre que afecta al sistema de DONNA sobre su localización. Cada uno de estos elementos será discutido con algún detalle en los apartados
siguientes. 105
. ,~on esLo,_ la :-ulpa;:mdad._no se transforma en. un conceplo vacío, como pretenden los
cntico~ del ,rmahsmo. Contmúa plena de contenido, aunque se refiera al mismo objeto que
la ant1Jund1cidad, porque lo h3:ce desde una perspectiva dislinta. 100
II. CULPABILIDAD POR EL ACTO, PELIGROSIDAD Y
CULPABILIDAD DE AUTOR

§26. LA ESTRUCTURA DE LA CULPABILIDAD Y SU GRADACIÓN La culpabilidad, así estructurada, es reproche por el acto cometido, que se dirige
a la persona del autor, pero no se funda en ella. Se reprueba el haber incurrido en un
L ELEMENTOS ESTRUCTURALES DE LA CULPABILIDAD homicidio, hurto, violación o delito tributario, pero no se emite juicio alguno sobre
la personalidad del autor. A nadie debe castigarse por ser perverso o degenerado o
Del concepto de culpabilidad que se ha expuesto derivan los componentes de su irreflexivo o disidente, sino tan sólo por los actos concretos que ha ejecutado. La
estructura. Son los siguienLes: 1
personalidad únicamente se toma en consideración, como tal, para establecer si está

. a) La imputabilidad, es decir, la capacidad de conocer lo injuslo del actuar y de deter-


mmarse conforme a ese conocimiento. 101 Esa capacidad es atribuida por el derecho a la
conformada de manera que la habilite para servir de base al Juicio de reproche
(imputabilidad), y puede también ser tomada en cuenta, como una más entre las
circunstancias concurrentes, al graduar el reproche por el acto. Un derecho penal de ac-
i
¡·'
tos106 se funda sobre una culpabilidad por el acto. 107
¡
95 i
Supra, 14, J.
9t Supra, 11, e) En esta materia, sin embargo, existen puntos de vista que disienten del expuesto
:: DOHNA, pág 13; suprn, 14, lil, b). en una medida variable: 1:
9
WElZEL, 19, 1, pág. 197, y exle.nsameme en l 9 JJI págs 199 v 200
' \VE! Z 'l - ' . - ' ' . ; .
. - E , 19, llT, pag. 200. Rec1entememe ms1ste en esta acusación NOVOA. Causa/ismo y Jinali.smo 25
wo pags. 138,Y s~gts, c~ntrn e_se crit:rio_.JAKOBS, 17, 15_ págs. 5T3 y 574. · ' ' w2 Tnfra 27, II, b)
m Así, rodavill., SOLER, II, 34, VIC págs 19 y sigl5.
Cua~do NO\ OA, Causalmn_o y_fma/ISrno, 25, págs. 138 y 139, dice que "así como la anti_iuridi.cidad tiene 1~' 1 MEZGER, ll, 35, TI, pág. 51.
:~b~- ~~t~ r:~P ? de valorauón (obr11vo). la culpabih<lD.d necesita también uno determinado y preciso~ (el
1
1
~' Tnfra, 27, 28 y 29.
¡ ª) a
O
es mw), ol,n~a que un mbmo objeto puede serlo de múltiples valoraciones distintas según sea
rnr, Supra, 3, VI.
a ~orma ll. que. se lo retiere. Así, un hecho puede ser _juzgado con arreglo a normas jurídica¡, morales
toi es:_et1cas,.:lc.
1 1
:1
lo que él afrm1a fuese exacto, esLO no serfa posible. - '
107
Así, ent.re otros, COUSIÑO, III, 196, págs. 15 y sigts;JESCHECK, 38, IV, págs. 381 y sigts., con variantes
l\1AURACH, 11, 35, Tll, E, págs. 83 y84; 1if\URACTT-ZlPfF: 1, 35, lll, 14 y 15, págs. 588 y 589; POUTOFF,
\s tambien, bARRJDO, !T, 66, pág. 208; NAQL;IRA, pág. 346; ZAFFAROl\'I, 45, n, l, pág. 645.
9, 1, e), págs. 415 y sigts

402
403
........- - - - - - - - - - i i
,.n,
DERECHO PEKAJ I PARTE Gl::\ERAL / l;nrique Cury llrzúa
CAPÍTULO Vlll / LA TEORÍA DE LA CULPABILIDAD

.. a) La posición más extrema renuncia por completo al concepto mismo de culpa- a que se la refiere pueden y deben ser explicadas sin recurrir a ella. 116 Aparte de las
bilidad y pretende sustituirlo por el de peligrosidad o temibílídad. El derecho reaccio- cuesLiones políticas involucradas, y a 1as cuales ya se aludió, tal criterio afecta al
na contra el sujeto, sin hacerle reproche alguno, sólo porque está dotado de una principio nu!lum crimen nulla poena sine lege, porque significa abrir las puertas a la
personalidad peligrosa y es preciso proteger a la sociedad de sus tendencias
posibilidad de enlazar el reproche de culpabilidad no a la ejecución de la conducta
~~lictuales. Por este motivo no se hace diferencia alguna entre imputables a
legalmente tipificada, sino a una vaga apreciación conjunta del curso de la existen-
m1mputables, pues, a fin de cuentas, con arreglo a esa concepción todos los seres
cia del autor. Por otro lado, la prueba de esta última es prácticamente imposible,
humanos están privados de capacidad para autodetenninarse y no son sino el ju-
guete de los factores causales concurrentes. 108 como lo destaca, con razón, JESCHECK, 117 de modo que a la incertidumbre políti-
ca se agrega 1a procesal, incrementando incluso aquélla_
Ya nos hemos referido a los peligros que encierra este criterio. 109 En rigor, ni los
positivistas italianos, que fueron sus defensores más ardientes, ni otras tendencias En cambio, nada tiene que ver la culpabilidad por la conducción de la vida con la teoría
~osteriores, que procuran atenuarlo un tanto, 110 se han atrevido a ponerlo en prác- de la culpabilidad referente al error de prohibición. 118 En los casos de error de prohibíción
tica. No obstante, ha de tenerse presente la opinión de BACIGALUP0, 111 conforme evitable el sujeto es reprochado porque en el acto concreto, pudiendo hacerlo, no ha puesto
en juego para infonnarse mejor su capacidad de autodeterminarse conforme a sentido, esto
a la cual hay algunas manifestaciones de esa tendencia que se han deslizado en es, su libertad. E, incluso, el reproche puede ser mayor si, en atención al curso de su vida
derechos penales de culpabilidad como el nuestro, sobre todo a través de la reinci- precedente, él estaba mejor equipado para hacer1o. 119
dencia concebida como agravante genérica. u 2 En mi opinión, estas instituciones
deben ser consideradas indeseables "cuerpos extraños" al sistema, incompatibles
con el principio de culpabilidad. 113 III. CARACTER INDIVIDUALIZADOR DE LA CULPABILIDAD

b) Actualmente ha cobrado significación una tendencia distinta que, a través de La culpabilidad es reproche que se extiende desde el acto al autoL Tiene, pues,
una solución ecléctica, introduce la consideración de la personalidad en el auténti- un carácter personal o individualizador, en el sentido de que se pronuncia sobre ese
co_derecho penal de culpabilidad, mediante la incorporación del concepto de culpa- sujeto concreto, en su situación concreta y en relación con el hecho específica de
bilidad por la conducción de la vida (Le-bensführungschuld). 114 que se trata. El mismo hecho, por consiguiente, puede haber sido ejecutado
De acuerdo con este punto de vista, la culpabilidad, en general, lo es por el acto culpablemente por algunos de los que intervinieron en él, e inculpablemente por
concreto. Sin embargo, el derecho también reprocha al sujeto la realización de cier- otros, como se deduce, por ejemplo, de los arts. 72 y 456 bis, Nº 5° del C.P. Esto ha
tos hechos que, en rigor, han sido ejecutados de una manera automática, porque de tenerse presente en la te01ia del concurso de varias personas en el delito. 120
son el producto de un carácter adquirido a causa de una contrafacción defectuosa La individualización aludida, sin embargo, no puede ser llevada hasta las últi·
de la propia vida. "En todos estos casos, la culpabilidad del hecho individual tiene mas consecuencias, porque, como se ha explicado, 121 no hay una forma viable de
su raíz en un momento permanente, esto es, en la estructura defectuosa del estrato
determinar en concreto la medida de libertad con que el suieto ha obrado. m Sólo el
de la personalidad, en un defecto reprochable del carácter (llamado culpabilidad de
11 examen de la imputabilidad y de la conciencia de lo injusto puede aproximarse con
autor)" . Y A esta categoría pertenecerían los actos ejecutados con culpa inconscien-
eficacia a la situacióu realmente existente. El de la posibilidad de autodeterminarse
te (culpa sin representación); las conductas habituales, los delitos de estado, como
la vagancia, las actuaciones profesionales, etc. conforme a las prescripciones del derecho tiene que contentarse con una generali-
zación: la de que, con arreglo a la experiencia, podría exigirse a un hombre medio
. En mi opinión, esta concepción es inaceptable, porque crea el peligro de preci-
que en circunstancias semejantes se dejara determinar por los mandatos y prohibi-
pitarse en el derecho penal de autor, y, además, inútil, porque todas las situaciones
ciones del ordenamiento. No es posible ir más lejos.

6
H En el mismo semido, J\..iAURACH, 35,lll, 3, págs. 83 y 84; MAURACH-ZlPFF, 1, 35, lll, especialmente 14,
ws Véanse, sobre esLe punto, las exposiciones críticas de NOVOA 1 270, 1, pág. 450; SOLER, II, 35, IT y pág. 588.
9
Slgls., págs. 25 y sigts.; POLITOFF, 9, 1, c), págs. 415 y sigts. ' ' 117
JESCHECK, 38, 1\1, 1, pág. 381
rn Supra, 3, VI. 118
BAUJ\.1.ANN,23,lll, 1,págs.348y349. ,.
uo Sobre ellas, SOLER, op. y loe. cits. en nola J06. 119
Es curioso destacar a este respecto la contradicción en que, a mi juicio, incurre WEUEL, al ad:rnmr la
1

112 u BAC]GALUPO, La personalidad y la cu.Ipabi/idad en la medida de la pena cit II págs 38 y sigts nacesidad del concepto impugnado en el texto, no obstante que la noción de la hbertad (ca~aetdad de
lnfra, 33, II, e), ce). · ' ·, ' · autodeterminación) aquí defendida, procede en gran medlda de él. Al part1_r d~ ese punto ~e.v:ista parece
;:: Así también BACJGALUPO, La personalidad y la culpabilidad en la medida de la pena, cit., v, pág. 46. innecesario también acudir a ]a culpabilidad por conducción de vi.da para ,1ust1hcar la pumb1lidad en los
El f~n_dador de es_te punlo de vista es MEZGER, 11, 36, IV, págs. 61 y sigLS. Y, por primera vez de manera casos de culpa inconsciente,
exphrna, en el art1eulo citado porJ\..iAURACII, 35, m, 2, pág. 82, nota 362. Más Larde la defiende WEI.ZEI no Infra, 40, U.
20, II, págs. 211 y sigts. ., 121
Supra, 25, TIT. . .. . . .
5
u WHZEL, 20, TI, pág. 272. 112
Véanse, en este semido, GOLDSCHMIDT, La concepción normativa de 1a rnlpabtlidad, c1t, III, 40, pag. 55,
MEZGER, Libro de estudio, 53, págs. l 97 y 198; J\..iAURACH-ZlPFF, 1, 30, Il, 37 págs. 528 Y 529.

404
405
DEREC:Hü Pl:'.NAL / PARTL GEKERAL / 1:ónrique Cury L'rzúa
CAPÍTULO VIII/ LA TEORÍA DE I A cm PABIL!DAD

IV: JERARQUIA DE LOS ELEMENTOS DE LA CULPABILIDAD


miento d e Ia cu lpa. b·t 1 1· dad que le sustraería , precisamenLe,
. . . , uno - de los elementos - l más impor- t
d , l los que intervienen en su cuanuficac10n. En lo que aLane a os as~ec os
los elementos de la estructura de la culpabilidad se encuentran, entre sí, en una tante~ e elndred ¡ autor la cuestión tampoco es clara. La limitación en la accesonedad,
Prácticos a u 1 os por e , . . . . . ·¿ d bl
relación de subordinación. En efecto, quien carece en general de la capacidad para d sde 1uego me parece . 1·ncon,,eniente , pues ' si b1en los. casos de mex1g1bih . a se .esta¡· ecen .
conocer lo injusto de su actuar o determinarse conforme a ese conocimiento, no e
respeclo d e 'un h om bre medio , se· Jo supone también situado en unas c1rcunstanoas . . actICas
·
·
q ueb1enpue d en,mcu· [ 50 en abstracto ' concurrir respeclo de él y no.. de, otros . mterv:trnentes
d . d l
podrá, en los casos concretos, encontrarse en situación de hacerlo. De aquí que, · lo, so·t o el autor está obligado a obedecer
(por qemp . . la orden ant1Jund1ca proce ente ¡· d e
declarada la inimputabi!Jdad del sujeto, está de más preguntarse si concurren los supenor : Jerarqrnco,
· - · . no 05 -¡ el cómplice ' a1·eno
· al serv1uo,
. ,, y, por
, supuesto, ¡· tampoco l e m uc- d
restantes requisitos del juicio de reproche. Del mismo modo, al que no ha tenido la . la exi ibilidad se determina confonne a "tipos , pero estos se re ieren a a persona e
tord), dg I cc,ncurrentes ¡Tno al hecho como ta1. Por otra parte, Lampoco es adecuada la
posibilidad de conocer lo in¡usLo de su actuar no puede ya exigírsele lógicamente ca a uno e os .
.· que se, qu 1·ere extraer en lo concermente a a ap 1eac10n
¡ ¡· · d d'd d ·
consecuencia ·¿· e me 1 as· e segun- ·
que adecue su conducta a la~ exiiencias del derecho, puesto que ignora cuáles son da d y correcc10n. · · Ciar'L, que en un caso como el .del ej.ernplo _ parecen icu1o, a pnmera vista,
éstas. Así, un error de prohibición excusante exime de Lodo análisis sobre la exrgibilidad decretar l a mternac10n.
. · · p ero en la práctica la s1tuac10n puede presentarse . l manera muy
de l
de otra conducta. in ·
distmta. p or 1o m1smo
· nue
"1. la libertad del suJ· eto para auLodetermmarse se va ora d 1·con arreg O_
a un patrnn · genera t·iza d or, cabe imaginar que un enfermo mental cometa un l"d e rtod al con5e
h
'. cía de tendencias precipitadas par la dolencia, pero que, por pura c.asua 1 .ª _' o nga
1v1AURACH defiende en esto una posición dlslinta. 124 Debido a que, con arreglo a lo cue~ . exc1u yen t es de la exigibilidad (por ejemplo, el paranmco saC1al impulsos
explicado en el apartado anterior, las causas de exclusión de la culpabilidad por falta de en circunsLancias .. , . .
·
agresivos d esenca d ena dos P or su mal ' cumpliendo las órdenes ant1Jundicas . · . , que
d e imparte
" [
libertad para autodeLenninarse (causas de inexigibilidad) Liene que consagrarse en la ley
un supenor · o encu . b nen· do a unos paTientes). En estos casos la 1mpos1c10n d ¡ e una rec u-
mediante fórmulas generalizadoras, él estima que aquí nos encontrarnos anle un elemento
., " t blecimienlo psiquiátTico parece justificada, aunque no se en os presupuestos
extraüo a la culpabilidad en sentido estricto, al cual denomina responsabilidad por el hecho y ston en es a d cta1·ncluso a un hombre normal. Aquí, en verdad, el problema versa
que debe examinarse antes de pronunciarse sobre la imputabilidad del autor, enlre el _juicio Para ex1gn olra con u , - ·t·d d L e
de antijuridkidad y el de reprochabilidad. La culpabilidad, sosLiene, ha de ser un juicio de sobre al go que no es t a. en ,elación con la estructura_ de la culpabi 1 d'd a . o que d ,pasa · es tquble,
d ¡ d debe desecharse la idea anticuada de imponer una me 1 a a to o 1mmpu a
reproche personal que se dirige ?-1 hombre singular en sus circunstancias concretas. Pero
como en lo que atañe a la exigibilidad esto no es posible lograrlo y hay que referirla al
ee!r:e:t; hª;cho de haber ejecutado una conducta típ1ca y amijuri~ka_. Las med1das de
f:~ndad y corrección son recursos peligrosos, a los cuales, por consigmente, no hay que
hombre medio, resulta que la posibilidad de auLodeterminarse por los dictados de la norma
no se aprecia respeclo al individuo en sus circunslancias sino a una imagen esLereotipada de acudirbs~~o colmo ültimo~ecsayti::~J·enados hay que someterlos a ellas únicamente cuando no
carácler general. En consecuencia, si se qui.ere afim1ar el caráCLer personal e individualizador Tam 1en a os men , , . l ' , cia
· me·or ele evitar ue incurran en actos atentatonos contra a convwen , .
de la culpabilidad, es necesario desprender de ella este cuerpo extraño que, con su presen-
cia, la priva de tales características. MAURACH propone, por eslo, que el último elemento Obrar otra
existe caute a, aJ¡·m d e l·mpedi los abusos de la prevención especial, basta para eludtr
con fonnal
del delito tenga el senüdo amplio de una atribución del acto a su autor (aLJibuibilidad), Esa consecuencias absurdas ~o_mo las que Le~e l'vU1.U~~~investi ación sobre la imputabfüdad
atribución, a su vez, deberá realizarse en dos etapas: afirmando primero la responsabilidad Por fin nuestra ley positiva coloca mamfiestarn_e e g" . d d lCp A
por d hecho, a causa de que al sujeto le era exigible otra conduela, y determinando sólo antes que'¡ a d e Ja exi·g1·bilidad , como lo evidenua el art. 10, N 3, 11me. segun o e - ,
después la rnlpabi1idad en sentido esLJicto, mediante un examen de la capacidad concreta del causa de e,stcJ , el crilerio del autor alemán no encuentra apoyo en e a.
individuo para autodetem1inarse confom1e a senlido y de su posibilidad efectiva de conocer
lo injusto de la conducta. Por consiguiente, cuando un enfermo mental ha obrado en una
siluación tipo de inexígibilidad (coacción o miedo insuperable), la demoslración de las cir- V. GRADUACIÓN DE LA CULPABILIDAD
cunstancias correspondientes exime de Lodo pronunciamienlo sobre su impulabilidacl; la
situación que excluiría la responsabilidad de un hombre medio normal no puede sino supri-
mir, Lambtén, la de un psicótico. L 1 abl.lidad concebida normativamente, es esencialmente graduable y, como
MAURACH atribuye a su pi.mto de vista consecuencias prácticas concernientes a las me- se haªdestacado
cu P ' su cuantificación deLermma
aquí, · tam b"ien 1a de Ia p erra'. 126
didas de seguridad y corrección y a la accesoriedad del partícipe. En efeclo, con arreglo a su
criterio, la imposición <le una medida sólo procedería una vez establecida la responsabilidad
por el hecho, pues seria absurdo, por ejemplo, disponer la internación en un establecimien- a) Elementos de la graduación
to psiquiátrico cuando el enfermo mental .ba ejecutado un delito en circunslancias en las
cuales tampoco habría podido .exigirse que se absLmiera de hacerlo a un hombre medio
nonnal (coacción, miedo insuperable, encubriniiento de un pariente, etc.). A su vez, la aa) En primer lugar, se Loma en cuenta la gravedad del inju.stodeln que el sujeLtoo
. . .d d d 1 tora traves e conoc1m1en
accesoriedad media exigiría, para la punibilidad del partícipe, que el autor hubiera ejecuta-
do un hecho Lípico, anlijuridico y respecto del cual cupiera atribuirle responsabilidad.
ha incurrido. Esta se relleja en la subjel!Vl a 'e
que él tiene de las consecuencias de su conducta o o o
l ) de la previsibilidad de ªe~
Si bien sugerente, el punto de vista de iVIAURACH no ha encontrado adhesión. La verdad
es que, aunque efectivamente existen limitaciones para deLerminar el grado preciso de liber-
tad con que ha obrado el autor en el caso concreto y, por eso, es inevitable detener esa
- - - - - - - - - - - . ·-- - ,· , SS- ROXJN La culpabilidad como niterio /_imitativo de
pesquisa en la consideración del hol:Jlbre medio, ello no parece jusLifi.car un desmembra- CURY, Conlribució11 nl cstudw de !a pena, cll., II, pag. ' u~ña ,mediana criminalidad, s1gue siendo
]apena cit B T pág. 24: "La regla general, en los rnsos de pde. qd )¡ que aquí el principio de culpabili-
, ·, consti_tuye
que la pena '' - · ·-
la urnca sanc10n pnta
·, tivacleliberta e moco dlh h
. . . ·. ",¡ en casos de gran peligrosídad e ec or
1 f ··ón liberal de 11m1tac10n . ..,o O d
121 dad puede cumplir p enamente SU unn . , , . preponderante está coloca o en un
En el mismo sentido, BAUMANN, Derecho Penal, 6, pág. 208 l n estos casos el mleres pu 11 1ico d el
se imponrn med[das, e mot .º q~e ~ . "
d -
1
. - ,- b, !lo const[tuyc la excepción que no qmta na a e
H \1AURACH, TL 30, ll, C, págs. 24 y sigts.; 31, págs. 31 y sigts; MALRACH-ZTPl-'f: 1, 30, TI, 37 y sigts., Ju ar revalenr.e a la prolecc1ón mdnnduiJJ Sm em argo,_ e
págs. 528 y sigLS., y 31, 1, y sigts.; págs. 535 y sigts s}si~ificado a la regla general" (Los subrayados son mios.)
m Su~r;, 25, I, b), dd)

406
407
Dl'RLCHO Pl'.\"Al. / PARTE GENl:RAL / Enrique Cury Unúa CA~iTLLO Vlll/ U, TEORÍA llE U CUl Pr\BJLID.-\D

ellas (culpa); y, mientras más considerable es, con mayor energía ha debido obrar aquellos elementos aludidos en el párrafo aa) del apanado anterior, pues las penas
como contramotivo inhibitorio .127 correspondientes a cada injusto han de ser precisadas por la norma legal, pero es
Dentro de este mismo aspecto ejerce también una influencia determinante la discutible la forma y medida de efectuar esa preusión que emplea nuestro ordena-
mayor o menor intensidad con que la voluntad se relaciona al resultado. Si este miento punitivo. Por lo que toca a la apreciación de las "circunstancias concomitan-
último aparece como un contenido de ella, el reproche es más severo que cuando tes", es manifiesto y más o menos generalmente reconocido que los procedimientos
surge como una consecuencia previsible pero no querida, provocada tan sólo por- matemáticos empleados por el C.P. la entraban considerablemente. De lege ferenda
que el autor no empleó en la evitación toda su capacidad de conducción de] suce- se impone, pues, un ajuste.
der causal. De aquí la distinta punibilidad acordada generalmente por la ley a los
injustos doloso y culposo.12 8
§27. LA IMPUTABILIDAD
Lo expuesto demuestra que dolo y culpa, si bien pertenecen al tipo de injusto, deben ser
considerados también en la determinación del reproche. A este respecto, WELZEL destaca
que la teoría finalista nunca ha negado esta circunstancia, pero sí la concepción de la teoría I. LA IMPUTABILIDAD EN GENERAL
trndidonal, que solamente quiere ocuparse del dolo y la culpa en este momento, prescin-
diendo de que su establecimiento es ya necesario para sostener la tipicidad e ilicitud de la
conducta. 129 Vlsta en esta forma, la culpabilidad se refiere no sólo al dolo y a la culpa, sino a a) Concepto
todos los elementos del delito, con excepción únicamente de aquellos que configuran el
reproche mismo. "La voluntad de la acción -aunque es también portadora del reproche de la Imputabilidad es la capacidad de conocer lo injusto del actuar y de determinarse confor-
culpabilidad- es ya antes un elemento de la acción; el dolo es ya antes un elemento del lipa de
los delitos dolosos y con ello un presupuesto material de la antíjuridicidad de estos delilos; me a ese conocimiento. rn Dicho de olro modo, la imputabilidad es capacidad personal
la voluntad de la acción que como consecuencia de una falta ele observancia del cuidado de ser objeto de un reproche por la conducta ejecutada y, consiguientemente, capaci-
debido realiza en forma no dolo'sa un tipo, es ya ames un presupuesto de la anlijuridicidad dad de culpabíliciacl.1 33 En efecto, la libertad que fundamenta la reprochabilidad sólo
de los delitos culposos". 13 º
puede presuponerse 134 de un sujeto cuyas caracteríslicas personales 1o habilitan para
bb) En segundo lugar, deben considerarse las otras circunstancias que lian ro- adecuar su comportamiento a los dictados del derecho·, y esto no ocurre sino cuando
deado al hecho y cuya proyección sobre la psiquis del autor modifica su capacidad él está constitucionalmente capacitado para comprender el significado de lo que hace
de autodetermi.narse. Entre ellas se toman en cuenta no sólo las exteriores al sujeto, y para autodeterminarse a obrar según esas representaciones de sentido. En caso co;n.-
sino además aquellas que encuentran su origen en él mismo. Por eso, en mi opinión Lrario, los hechos en que incurra serán el resultado de insuficiencias personales, que,
corresponde tratar también aquí aquellas situaciones en las que el desarrollo aún no como no dependen de su voluntad, no pueden serle enrostradas.
se ha completado o la salud mental se encuentra alterada, pero sin que ni lo uno ni La i<lea de que la imputabilidad es capacidad de culpabilidad constituye actualmente una
lo otro excluyan completamente la capaoidad de autodeterminación conforme a opinión generalizada. El criterio de los hegelianos, con arreglo al cual se trataba de una ''ca-
derecho (imputabilidad disminuida). En rigor, éstos no son problemas propios de la pacidad de acción",u 5 se encuentra abandonado, porque se reconoce ampliamente que los
imputabilidad, pues ésta, como se desprende de su concepto, existe o no y, nifios y los enfennos mentales (inimputables) pueden ejecutar conduelas voluntarias (maní-
Iestaci.ones de voluntad). En cuanto a la acepción común, de conformidad con la cual "im-
consiguientemente, no admite gradaciones: se trata, en cambio, de un problema putar" equivale a "atribuir en un sentido general", se conserva, pero técnicamente no es
relativo a fo que se puede exigir de quien padece una anormalidad o no ha llegado aprovechada, porque originaria conf usiones. 136
aún a la completa madurez. 131
La imputabilidad, por lo tanto, descansa sobre un cierto estado de normalidad y
suficiencia de las facultades intelectuales y volitivas. Si unas u otras se encuentran
h) La situación en el derecho positivo

En un sistema de determinación de la pena tan reglamentado como el que con- 1J) CORDOBARODA yRODRIGUEZ )JQ"CRULLO, L, pág. 208; COUSLÑO, III, 202, llI, pág. 89; GARRIDO,
sagra la ley, gran parte de los factores intervinientes en la cuantificación de la culpa- !I, 66. pág. 208;JAK0BS, 18, 3. pág. 630;JIMEKEZ DE-'\SUA, \,; 1485, pág. 86; MAURACH~ZIPFF, 1, ~6,
1, B, 5, pág. 600; MEZGER, Ll, .35, TT, 1, págs. 49 _y 50; NAQUIRA, pág. 34fl: POU_TOFF, 10, l, A, b), pag.
bilidad se encuentran evaluados rígidamente por las normas correspondientes. En 528; SOLER, ll, 36, I, pág. 35; WELZEL 21, 2, pág. 216; ZArFARONl, 46, 2, pag.658.
un derecho penal de tipos esto debe ser así, hasta cierto punto, en lo concerniente a 111 ~OVOA, ll, 269, pág. 450; ETCHEBERRY, L, pág. 278;JESCHECK, 40, I, 1, pág. 391 y, en general, todos
los autores cils. en la nora anterior
1.1 4 Supra . 25_ m.
127
GOlDSc;:HMIDT, La concepción normativa de la culpabilidad, cit. III, l º, pág. 41. Así, rnmbién,JESCHECK, 11 ' Cfr. MEZGER, TT, 35, TT, 1, págs. 49 y 50; .tvlAURACll-ZTPf~ 1, 36, 1, A, 2, pág. 599.__
39, IV, .3, págs. 287 y 288. ,,r, En otro senlido, y sin apartarse fundamei1lalmenle de la idea se;gún la cual la 1mputab1hdad es u~.comp~-
us GOlDSCHMlDT, La concepción normativa de la culpabilidad, dl., l!T, 2°, págs. 44 y sigt.s nenle de la culpabilidad determmado por "estados personales' del suJeLo, impugna la concepc10n Lrad1-
129
WElZEL, Nuevo sistema, V, 11, págs. 81 y 82. cional afirmada en el Lexto RODRlGUEZ DEVf'.SA, T, págs. 558 y sigts. Esto, a causa de que no acepta la
no IU.em. diferencia de efectos entre la autémica ''anulación'' de l::i inteligencia y volunla<l Ylas simples malfonna-
rn Así, BEI.ING, 14, V, pág. 35 cicmes o insulkiencias U.e lales funciones psíquicas

408 409
DERECHO PE>IAI. / PARl"E GENERAL/ Enrique Cury Uraúa CAPin:1.0 VIII/ U, TEORlA DE LA UJLPABlUDAD

alteradas en forma relevante o no han alcanzado un determinado nivel de desarro- precisan de manera exacta los casos en que la inimputabilidad ha de ser declarada,
llo, la imputabilidad se excluye. rn Aliara bien, la ley parte del supuesto de que la pero limitan exageradamente las facultades de apreciación de la magistratura. A
mayoría de los seres humanos poseen el nivel de normalidad y suficiencia de dichas causa de su certeza, se las empleó frecuentemente en los Códigos clásicos.
facultades que requiere la imputabilidad. Por eslO, sólo son inimputables aquellos a los Por último, las fórmulas mixtas combinan ambos sistemas. Por una parte descri-
que la ley declara expresamente tules. ben los estados que dan origen a la inimputabilidad, pero por la otra exigen del juez
una investigación ulterior sobre la existencia efectiva de la incapacidad para com-
Lo expuesto no es más que una aplicación del criterio de "regla-excepción". No implica, prender y autodeterminarse. En la práctica, constituyen el régimen ímperante en la
por consiguienle, una presunción de imputabilidad y, mucho menos, una inversión de la
carga de la prueba. Por el contrario, Lan pronto el juez tiene sospechas razonables sobre la mayor parte de los ordenamientos contemporáneos.
concurrencia de una causal defoimputabilidad debe proceder de oficio a verificar la exacti- Con arreglo al criterio absolutamente dominanle, el Código Penal chileno con-
Lud de ellas (art. 109 C. de P.P.); 133 y si, agoladas las dihgencias probatorias, subsiste la sagra fórmulas de tipo psiquiáLrico, 144 al menos en lo referente a los casos de
incertidumbre, está obligado a sobreseer o absolver en su caso, atendiendo al principio in
dubio pro reo (an. 456 G. ele PP). 139 Así se deduce Lambién, ahora, de los arts. 4 y 4.58 del inimputabilidad por falta de salud mental, que es donde la diferencia cobra mayor
C.PP, pc1ra aquellas regiones del país en que ese Lexto legal ya entró en vigencia. significado práclico. Sin embargo, en mi opinión actual esto no es exacto, porque la
aplicación que da la Jurisprudencia a los textos legales pertinentes -impuesta, ade-
Como la imputabilidad es la regla, resulta que su estudio se resuelve en el de las más, por la estructura misma de éstos- ha conducido en la práctíca al imperio de
situaciones en las cuales se encuentra ausente, esto es, de las causales de una fórmula mixta. 145
inimpLLtabilidad y su determinación legal. 140
Esto, desde luego, es casi e1ridente tralándose de la privación total de razón por causa
independiente de la voluntad del aulor (art. 10, Nº 1º, se~unda parte), pues aqui la decisión
b) Las formas de determinación legal de la inimputahilidad sobre la inimputabilidad se adopta en consideración al efeclo psicológico que efectivamente
se ha producido en el sujeto, el cual Liene que ser valorado por el tribunal para cada caso
Para describir los casos de inimputabilidad, la ley puede echar mano de fónnu- concreto. Pero también ~s cierto para las hipótesis de locura o demencia (art. 10, Nº l°,
primera parle). Efectivamente, a causa de la indefinición de esos conceptos, 1415 ellos carecen
1as distintas, a las que la doctrina suele reunir en tres grupos: psicológicas, psiquiá- hoy de un significado psiquiátrico aprovechable y sólo al~den de manera general a _unos
tricas y mixtas. En rigor, tales denominaciones son inapropiadas y, por eso, una estados de perturbación mental cuyos efectos sobre la capacidad de conocer y quere~ tiene?
parte s'ignificaliva de la literatura las hace objeto de críticas justificadas. 141 Sin em- que ser valorados, una vez más, casoª. caso por el juez. Solamente en 1as oligofremas mas
graves (idiocia e imbeci1idad) los Lr1bunales .aceptarán p.or regla general ?eclarar la
bargo, es preciso convenir en que su empleo se halla generalizado y, por eso, parece inimputabilidad sobre la base del puro drngnósuco ps1quiéilnco PoT el contrano, hasta en
preferible conservarlas. 142 las psicosis más profundas (esquizofrenia, paranoia, locura maníaco-depresiva) se deten-
las fórmulas psicológicas se caracterizan porque describen la situación psíquica drán c1 evaluar sus consecuencias efectivas, atendiendo al estado de su desarrollo, a la muu-
que funda\nenta la in imputabilidad del sujeto, o sea, la incapacidad para compren- raleza de la alteración que implican en el caso concreto y para el delito de que se t:arn, ::e,
PoT lo que respecta a los mayores de dieciséis anos y menores de die~ioc~o_, la avenguacwn
der la significación antijuridica del acto o dejarse determinar por ella. Aunque su sobre el "discernimiento" se refiere, sin duda alguna, a la s1tuae1ón ps1c0Iog1Ca real del_aulor
elasticidad permite solucionar adecuadamente algunas situaciones limite, son criti- en el momento de ejecuLar el hecho, lo que también es propi.o de la fórmula mixt~. Unica-
e::ables a causa de su incértidumbre. Por eso, en la actualidad es difícil encontrar un mente en el caso de los menores de dieciséis anos es decisivo el simple estado del SUJE:lO para
excluir sin más la imputabilidad.
sistema de derecho positivo que las consagre. 143
Las fórm1:1las psiquiátricas, por la inversa, se limitan a atribuir a ciertos estados
patológicos, de alteración o inmadurez, taxativamente enumerados, la consecuen- e) Efectos jurídicos de la inimputabilidad
cia de excluir la imputabilidad. Ofrecen, ciertamente, ventajas prácticas, porque La inimputabilidad trae aparejada la inculpabílidacl de la conducta antijurídica.
147

Por consiguiente, en virtud del principio de accesoriedad media, Hs la participación


en el hecho de un inimputable es, por lo general, punible. Asimismo, cabe defen-
rn MAURACH, ll. 36, TI, C, 1, pág. 110; l'v1AURACH - ZTPFF, 1, 36, 11, 13, 27, pág. 611, más atenuado 4ur
antes; \VELZEL, 2L l, 2, pág. 216.
derse legítimamente en contra de su agresión, aunque con ciertas límitaciones rela-
m MAURACH, Il, 36, 1, C, 2, págs. 102 y 103; MEZGER, IT, 37, II, pág 70; Libro de estudio, 55, págs. 202 tivas a la subsidiariedad. i 49
y 203.
u,, CORDOBJ\ RODA y RODRIGUEZ MOURlilLO, 1, pág. 21l.
Hu ROXIN; 20, A, T, págs. 822 y 823 144 C:URY, Orientaciones, J 9, pág. 187; ETCHEBERRY T, pág. 2BO; GARRIDO, IT, 75, pág. 216; LABATUT, 1,
141
MAURACH, Il, :36, II, A, pág. l03; MAURACH-ZIPFF, 1, 36, ll, A, 24, págs. 609 y ólü; MEZGER, n, 39, 125, pág. 13.5; NOVO/\., I, 275, pág. 456. _ ., "
I, 1, págs. 79 y 80; Libro de estudio, 58, págs. 207 y 208 m De acuerdo con este punto de vista POLJTOFI' l. O, 1, C, pág. 543. Parnalmente, tambien COUSINO, III,
;u ETCHEBf'RRY, l, pág. 279 y 28, pero sin emplear la te1wino!ogía tradicional; GARRIDO. l, 75, págs. 215 209, pág. 133. En el mismo sentido también NAQUIRA, pág. 356.
y216; U\BATUT, C J 25, págs. 134y 1J5; NÁQUIRA, págs. 35.5 y sigts.; NOVOA, ( 275, págs. 456y457; 1+5 Infra, 11, a), aa).
POI.HOH, JO, l, C, págs. 543 y sigts., SOLER, IT, 36, IH, págs. 38 y 39, con detalle y fundamentación 1-11 Otra opinión en USZT, !1, 37, TV, pág. 401, para quien se trala de una pura exclusión de la punibilidad.
H! El Código Penal i¡aliano, cuyo art. 85 suele ser citado como ejemplo, establece más bien una formula 1 -1~ lnfra, 40, II.
mixta, como se deduce del contexto de las nornias que lo siguen W,' Supra, 24. 11, a), ce)

410 411
DERECHO PE"\lAl. / PARTE GENERAL/ Enrique C:ury Lrzlis CAPÍTULO Ylll / l.,", TEORÍA DE l.A GJLPABll.JDAD

d) Tiempo de la inimputabilidad: las actiones liberae in causa ra comparada. En Chile la punibilidad de las actiones liberne in causa no se apoya en el art
10, Nª 1ª, segunda parte, sino en las reglas generales sobre estructura de la culpabilidad,
extraídas del contexto del ordenamiento. 154
Para que la inimputabilidad excluya la culpabilidad es preciso que concurra en
el momento de ejecutarse la acción Lípica. 150 En cambio, es irrelevante la situación Só1o existe una auténtica actio liberae in causa dolosa cuando el autor dolosamente
existente cuando se produce el resultado, Así, A no es culpable si dispara sobre B se sirve de sí mismo como instrumento inocente (inimputable) para la ejecución de
con intención homicida cuando aún no tiene dieciséis años, aunque la víctima expi- la conducta querida por éL A su vez, sólo existe una actío liberae in causa culposa si
re cuatro días más tarde y, en el intervalo, el autor ya haya cumplido esa edad, En el agente, en el momento de realizar el acto generador de la situación de
cambio, la conducta del adulto Ces culpable si al disparar está en pleno uso de sus inimputabilidad, podía prever tanto esa consecuencia como la producción consi-
facultades mentales, aunque en el momento en que el agredido fallece su atacante gmente del resultado típico y el curso causal correspondiente. Entendidas de esta
haya perdido la razón. forma, las actíones liberae in causa dolosas son sumamente infrecuentes y, por lo
Lo expuesto pareciera encontrar una excepción en el caso de las llamadas actiones general, se refieren únicamente a casos de omisión. 155 Pero, por otra parte, tanto
liberae in causa, esto es, aquellos casos en. los cuales, al momento de ejecutar la ellas como las culposas -de más importancia práctica- no significan sino una forma
conducta típica, el autor se halla en una situaoón de inimputabrlidad que él mismo ele aplicación algo particularizada de los principios generales sobre dolo, culpa y
se ha provocado, sea en forma voluntaria, sea en forma culposa (imprudente o ne- participación; no representan excepción alguna a la regla sobre el tiempo de la
gligentemente), Así, por eiemplo, cuando el su,1eto bebe hasta perder el control de imputabilidad o al derecho penal de culpabilidad y, por lo tanto, constituyen nocio-
sus actos a fin de darse ánimos para cometer un homicidio que él sabe ser incapaz nes engorrosas y algo inútiles,1 56 de las cuales seria preferible prescindir,
de realizar en caso de encontrarse sobrio, o cuando conduce un automóvil después De todas maneras, vale la pena puntualizar que en estos casos el momento de
de haber ingerido una droga que es previsible le cause un estado de perturbación, y imputabilidad no se refiere al tiempo de la ejecución material del hecho típico, sino
en esas condiciones ocasiona un accidente con resultados mortales. En tales hipóte- a aquel en que el sujeto obró, consciente o negligentemente, provocando la situa~
sis se afirma la culpabilidad del agente, no obstante la inimputabilidad que lo afec- ción de inimputabilidad.
taba en el instante de realizar materialmente el acto típico.
La teoría de la aclio liberae in causa es de procedencia muy remota 151 )~ quizás
e) Clasificación de los casos de inimputabilidad
por eso mismo, actualmente resulta bastante confusa, pese a la opinión dominante,
qlie la considera un problema superado. 152
los casos de inimputabilidad contemplados por la ley pueden clasificarse en
En 'primer lugar, convi.ene Lener presente que, en rigor, srílo corresponderían al concepLo dos grandes grupos:
de acUo libnae in causa aquellas süuaciones en las cuales el autor se ha colocado culpablemente aa) Aquellos que encuentran su origen en un trastorno mental de carácter pato~
en un estado de inimputabilida.d. Por el contrario, aunque los resullados prácticos sean seme- lóg1Co o accidental; y
jantes, es preferible no incluir en la denominación ot.ras hipólesis -como las del sueño nor-
mal o sonam búlico- en las que lo que se encuentrn ausenLe es ya la acción . 153 Esta distinción bb) Aquellos que se fundan en un desarrollo insuficiente de la personalidad.
parece indiSpensable, sobre todo en un sistema de base finalista. De ambos se trata, separadamente, en los apartados siguientes.
Hay que tener en cuenta, además, que -contra lo que suele afirmarse- la disposición del
art. 10, Nª 11, segunda pane, relativa a los casos de privación toLal de razón por causa
independieme de la voluntad del autor, no consLituye una formula relativa a las actiones
liberac in causa, sino, más bien, la consagración de un régimen de rnli.ficación por el resul- II, CASOS DE INIMPUTABTUDAD DEBIDOS A
Lado sumameme reprobable. La confusión entre ambas cosas conduce a otorgar al concep- TRASTORNOS MENTALES
to de actio líbcrae in causa una exLensión que no coincide con la que le atribuye la liLeratu-

Con arreglo a lo preceptuado por el arL 10, Nº 1° del CP, están exentos de res-
1,° CARRAR.'\., 1, 232, pág. 168, nota 1, CORDOBA RODA y RODRIGUt:Z lvlOURULLO, 1, pág 229: ponsabilidad criminal, a causa de su incapacidad para comprender lo injusto de su
COUSIÑO, l, 107, pág. 525: LISTE, TI, J7, lll, pág. 309; l:v1Al}RACH - Z!Pff, 1, 36, II. 53, pág 621·
MEZGER. II, 37, TII, pág. 70. actuar y de autodeterminarse conforme a ese conocimiento, e1 loco o demente, a no
isi Cfr., COUSIÑO, 1, 107, págs. 525 y 526 ser que haya obrado en un intervalo lúcido, y el que, por cualquier causa indepen-
m Véase, por todos, lv!AlJRJ\CH, ll, ]6, 11, E, 1, pág. lH: ··J.a imlltución de la llamada actio li/!crac m ce1use1,
ante~ debatida, y hoy co1TecWmr11tc resucita, no representa tampoco excepción alguna" (PI segundo subra- diente de su voluntad, se halla privado totalmente de razón.
yado es mío). En el mismo sentido MAURACH-ZIP.ff, 1, 36, II, E, 54, pág. 62J. Aunque ele Jcuerdo con Esta formulación legal no es perfecta, pero una interpretación teleológica ade-
lo que se expresa más adelante en el te.xlo es posible que tal cosa sea exacra para el derecho penal alemán,
tiene razón COUSIÑO, l, 107, A, pdg. 528 y sigts., cuando sosue.ne que IVJAUR1\CH incluye aquí cierlaé> cuada debiera conducir a resultados satisfactorios en 1a mayor parte de los casos.
situaciones cuya naturaleza jurídica nada tiene que. ver con la imputabilidad: lo cual, cuando menos,
provoca dificultades sistemáticas.
15
-' Supra, l, 16, II y lll. COUSIÑO, l, 107, A. pág. 529, agrega que. aclem;\s, e.xié>Len arras posibilidades, como,
is+ Otra opmióo en POl.TTOr~ lü, l, lJ, págs. 583 y '584. .
por ejemplo, la <le que d amor se é>ilúe deliberadamente en una posición de jw,lificacicm fatas siLuaciones
m .MAL;RACH, IJ, 36, ll. E,l, pág. 113; MEZGT'.R, Libro de estudio. l, 64. pag. 222_,
pueden gennar problemas en el ámbito de fa participación. Ampliamente, lV[L\.URACH-ZlPff l, ]6, IL E,
1sc COUSIÑO, 1, 107, E, págs. 540 y 541; ROlJRlGUEZ Dt:VESA, I, págs. 430 Y sigts.
55, pág. 622: "objeto de referencia id(meo de la actio libera.e 111 uwsu e.s todo ekrnemo constirutivo del delit'o'

412 413
DERFCHO PENAL/ PARTE GI'l\ER,\L I Enriqu~ Cmy l;rzúa
CAI'ÍTULO Vlll / LA TEORÍA DL LA CULPAB!UIJAD

Dentro de la inimputabilidad motivada por trastornos mentales es menester dis- vechable. Por regla general, las psicosis se presentan como procesos evolutivos, que
tinguir, a su vez, dos casos: la locura o demencia, por una parte, y Ja p11vación total de habitualmente se inician en el individuo mucho antes de hacerse perceptibles por
razón, por la otra. Sus diferencias requieren un tratamiento separado. los síntomas exteriores; cosa que, aparte de dificultar su reconocimiento, provoca
problemas bastante complicados al enJUiciamiento jurídico.
a) La locura o demencia Aparte de las enfermedades mentales propiamente tales, los psiquiatras acos-
tumbraban distinguir un conglomerado más o menos vasto de simples anormalida-
aa) Concepto des que, sin implicar un desquiciamiento completo de la personalidad del paciente,
la alteran significativamente, dificultando su adaptación a las exigencias de la con-
En el estado actual de la ciencia, las expresiones locura y demencia carecen de un vivencia. Aquí deben incluirse, en primer lugar, las oligofrenias, caracterizadas por
contenido preciso y, por lo mismo, en principio parecen inaprovechables. las mo- un insuficiente desarrollo de las facultades intelectuales, dentro de las cuales se con-
dernas clasificaciones de las enfermedades mentales, determinadas por un estudio templan varios grados, atendiendo a la mayor o menor gravedad del deterioro (idio-
más perfecto -aunque de ninguna manera concluido- de su naturaleza y significado, tas, imbéciles y débiles mentales), hasta llegar a una zona de transición con la norma-
reclamartan, en efecto, una nomenclatura diversa. Con todo, acaso éste no sea un lidad, ocupada por los simples retardados mentales. La clasificación suele hacerse
defecto que haya de lamentarse. En este punto, una precisión exagerada podría mediante la aplicación de baterías de pruebas, de las cuales la más tradicional perte-
conducir a soluciones casuísticas y, por lo tanto, inelásticas, que seguramente perju- nece a BINET-SIMON. La exactitud del procedimiento ha sido cuestionada
dicarían las finalidades legislativas; 157 por la inversa, el empleo de vocablos con justificadamente, pero para los efectos persegmdos por el derecho penníte una
contenidos coloquiales, susceptibles de ser determinados, mediante una interpreta- cu_antificación relativamente satisfactoria. También pertenecen a la categoría de las
ción teleológica, permite acomodar m~jor el derecho a los progresos de las ciencias anormalidades las psicopatías o personalidades psicopélticas. Con arreglo a la defini-
causal-explicativas, que en este punto se encuentran aún en pleno desarrollo. ción ya clásica de SCHNEIDER, se trata de 1'perturbaciones graves de uno o más
Aquí no es del caso detenerse en el detalle de las patologías psíquicas, porque se rasgos del carácter o la voluntad del sujeto, en razón de las cuales éste sufre o bien
trata de una materia que escapa a nuestra competencia y cae en el ámbito de la hace sufrir a los demás 11 • De acuerdo con la clasificación de ese mismo autor, se
Medicina Legal. Con todo, la comprensión del texto legal y su aplicación por la distinguen hasta diez categorías diferentes de psicópatas, de entre las cuales debe
práclica requieren algunas explicaciones, siquiera sean muy generales. destacarse la de los desalmados, en quienes se aprecia una sorprendente anulación
Al parecer, en el presente tiende a prevalecer el criterio de que las anomalías del JUicio ético, y que corresponden al antiguo concepto de la locura moral (moral
mentales encuentran su origen en alteraciones cuantitativas de los componentes de insomty), muy difundido entre los especialistas anglosaiones. Por último, deben
la persorialidad. Tendencias o rasgos naturales de esta última aparecerían a veces mencionarse asimismo entre las anormalidades las neurosis, descritas como estados
hipertrofiadas o disminuidas, poi-: razones de distinta índole, provocando alteracio- angustiosos y depresivos cuyo origen es desconocido para el pacíente y que le pro-
nes más o menos acentuadas del conjunto. Por tal razón, los límites entre normali- vocan sufrimientos intensos, acompañados a veces por síntomas físicos bastante
dad y anormalidad presentan una gran fluidez y están determinados por factores significativos (taquicardias, parálisis parciales, sensación de asfixia, etc.).
sociológicos (culturales, religiosos, históricos, etc.), que complican su apreciación. Ahora bien, puesto que ninguna de las anomalías descritas corresponde exacta-
La psiquiatría contemporánea identifica como auténticas enfermedades mentales mente al contenido de las viejas nociones de locura o demencia empleadas por la
a ciertas alteraciones profundas de la personalidad del su.1eto, a las que se denomina ley, es indispensable precisar cuáles de entre ellas coinciden con la idea que dicha
psicosis, las cuales presumiblemente presentan bases orgánicas e importan un des- norma quiere expresar con esos vocablos. En el presente, la opinión dominante
ajuste tan considerable de ella que el individuo 11 se hace otro\ se enajena. Aquí se estima, correctamente, que la interpretación de ambas palabras debe efectuarse en
incluyen, entre varias, la esquizofrenia (demencia precoz), la 1ocura maníaco-depresiva relación con la idea de privación total ele razón usada por el art. 1O, Nº l º, parte Onal,
Oocura circular), la paranoia, a la que algunos especialistas consideran como una del C.P. 158 Debemos, en efecto, suponer que la identidad de consecuencias jurídicas
forma de aparición delirante de ia esquizofrenia; la parajrenia, la demencia senil, aLribuida a las dos situaciones se debe a que tanto una como otra perturban las
usualmente de base arteriosclerótica; la parálisis general progresiva, la epilepsia, etc. funciones psíquicas del su_jelo en una misma forma. Así, la locura y demencia serán
Suele distinguirse entre aquellas de estas enfermedades que encontrartan su origen estados patológicos de carácter durable -no necesariamente permanentes-, 159 que
en causas externas al sujeto (psicosis exógenas) y las que, en cambio, importarían un provocan en el autor una privación total de razón. A su vez, se entenderá que el
desenvolvimiento de defectos hereditarios o congénitos (psicosis endógenas); pero
tal clasificación ha sido objeto de reparos y, consiguientemente, no es del todo apro-
150
tTCl-IEBERRY, I, pág. 198; KOVOA, 1,278, pág. 462
159 Así, CORDOBA RODA y RODRIGCEZ i'v!OURULLO, I, pág. 212, quienes acenLúan, con razón, el hecho
lF En el mismo sentido, JTMENEZ DE ASUA, La !ey y el delito, 216, e), pág. 341. quien, con todo, prefiere, de que los progresos de la psiquianía lean despojado a muchas de las más graves enfermedades mentales
por ser aun más flexible y comprensivo, el término enajenado. Así, Lambién, ETU--IEBERRY, I, pág. 198. del carácter incurable (permanente) que antes se les atribuía.

414 415
DERECHO PEI\AL / PARTE Gt'NERAL / Enriyne Cucy L'rzti·" CAPiTlJI.O Vlll / LA TEORIA DI: LA CCl.Pi\lHUDAD

sujeto se encuentra totalmente privado de razón cuando no es capaz de compren- adoptar formas insidiosas, de suerte que lo que antaño se consideraba períodos de
der lo injusto de su actuar y de autodeterminarse con arreglo a esa cornprensión. 16º lucidez, no es más que una apa.riencia: 164 aun en esos estados el Lrastorno permane-
Aun así, los conceptos examinados conservan una considerable indefinición, ce latente y emboscadoY11
porque la psiquiatría contemporánea no está en condiciones de asegurar en forma Así las cosas, el supuesto intervalo lúcido constituye un error legislativo que
absoluta (generalizadora) que determinadas alteraciones psíquicas causan el efecto alribuye importancia decisiva a lo que no es sino una manifestación compleja de}
mencionado. Esto apenas puede predicarse con alguna ceneza de las oligofrenias estado patológico ininterrumpido.
más profundas (idiocia é imbecilidad), en las cuales el paciente posee un desarrollo
Algunos invesligadores, sin embargo, procuran no descanar por entero la si.gni.ficación de
mental equivalente al de un individuo de entre cuatro y ocho anos de edad. En los inlervalos, Consideran, en efecto, que ciertas enfermedades determinan en el sujeto un
cambio, se negará, por lo general, respecto de la simple debilidad mental. Respecto tipo más o menos uniforme de reacciones, a causa de las cuales su conducta delictiva se
de las psicosis, por su parte, la cuestión dependerá de las circunstancias del caso encauza, casi siempre, de un modo relativamente semejante. Estas observaciones no brinda-
rían, claro esLá, padrones rigurosos que pennitan elaborar una Lipologia de los delítos come-
concreto y, en especial, del grado de evolución alcanzado por la enfermedad. Tratán- tidos por las distimas clases de pacientes; pero serían posibles algunas aproximaciones, Asi,
dose, por fin, de las psicopatías y neurosis, lo habitual será considerar que no exclu- de un paranoico con delirio persecutorio cabe esperar que cometa cienos hechos punibles
yen la capacidad de entender y querer, salvo en casos particularmente graves y más que, arrancando de las premisas falsas inswladas en la psiquis del agente, son comprensíbles,
En otros casos, en cambio, dicho sujeto incurrirá en conduelas punibles que, aun parüendo
bien infrecuentes. de sus premisas, son evldentememe ilíciLas y respe_cto de las cuales podría esperarse, tam-
bién de ese individuo, una auLCJcletenninación conforme a sentido. 166
Lo dicho demuesLra que, no obstame las apariencias, la fórmula de inimputabilidad em- Cabria afirmar, pues, que la incapacidad del enienno menwl para comprender lo injusto
pleada por el art. 1 O, Nº l.º, primera parle, funciona, en la práctica, con carácter mixto. 161 El v delerminarse conforme a ese conocimiento es relativa. En algunas circunstancias también
reconocimiemo de la dolencia no trae casi nunca aparejada por sí sola la afirmación de la ~l loco o demente podría obrar de manera impulable. y con Lotal lucidez. La cuestión de
inimpulabilidad. Los casos de idiocia a imbecilidad son una excepción insignificante, por- cuándo y en qué medida ocurriria así tendría que ser objeLo de un análisis minucioso y
que, a fi.n de cuenlas, esas apornalías conducirían al mismo resultado con cualquier Lipa de delicado, propio de especialistas.
formula que la ley usara. Lo importante es que en el estado actual de la doctrina y jmispru- Con todo, este crilerio permanece más bien solitario. La opinión dominante piensa, más
dencia,162 los enfermos y anormales no serán declarados locos o demenles sino cuando se bien, que la conducta total del enfermo es un producto de su anomalía.
haya establecido concretamenle que al obrar estaban privados de. capacidad para compren-
der la antijuridicidad de su acto y autodeterminarse en consecuencia.
En la práctica, el concepto del intervalo lúcido ha jugado un papel perturbador
cuando se trata de apreciar los hechos de los epilépticos. Corno en este caso la
bb) La decisión sobre la locura o demencia enfermedad suele presentar crisis ostentosas de carácter periódíco (ataques
tóníco-ciónicos), se ha caído en el pruriLo de sostener que las conductas ejecutadas en
-Con arreglo a lo expuestO, la decisión sobre la locura o demencia del autor tiene
las etapas intermedias son plenamenle imputables. 167 Esto, ciertamente, constitttye
un Carácter valorativo que sólo el juez está en condiciones de practicar. El informe
un apresuramienlo que no puede suscribirse. ConLra ello habla, desde luegoj la
de los peritos médicos es, por cierto, fundamental para establecer las bases Íácticas
existencia de ciertas formas de epilepsia larvada, en las cuales el daño psíquico pue-
de la resolución, pero la adopción de ésta no sólo pertenece privativamente alma-
de ser muy apreciable aunque las manifestaciones externas resulten imperceptíbles.
gistrado: sino que, en rigor, sólo él cuenta con la capacidad y los elementos de juicio
Aquí también, pues, como en todos los otros casos, debiera decidir una apreciación
para hacerla. 163·
concreta sobre la capacidad efectiva del paciente para entender el significado ele su
acción y autodeterminarse conforme a esa comprensión.
ce) El intervalo lúcido

La ley declara irresponsable al loco o demente, "a no ser que haya obrado en un dd) Medidas de seguridad aplicables al loco o demente
intervalo lúcido 11 • Hoy la ciencia niega generalmente la existencia de tales interva-
Actualmente las medidas de seguridad aplicables al loco o demente se encuen-
los, pues afirma que la enfermedad mental, con su complicada estructura, suele
tran reguladas en el párrafo 1 del Título 111 del Libro IV del C. de PP, arts. 682 Y

Hin Esto significa otorgar a la e....-\.l)resión razón un senLido amplificado, entl:'.ndiendo que implica tamhién una
alusión a facultades volitivas que, con arreglo a su sentido natural y obvio, no abarca. Sin emhctrgo, parece 1t4 CORDOBA RODA yRODRlGUEZ MOURULLO, l, pág. 216; ETCHEBERRY, 1, págs. 200 y201; N~YOA,
lícito hacerlo en atención a las concepciones que imperahan en Ll época <le redactarse el Código, las cuales I, 280, págs. 465 y sigts., con detalle. LABATUT, I, 152, págs. 248 y 249, piensa que la deos10n en
parecían apreciar en toda perturbación mental una alteración de la función intelectual (razonadora) Véa- concreLo pertenece ,11 psiquiatra: pero esto, en realidad, nada resuelve.
se infrn, b), aa) .r,", Mi\UR}1.CH, 36, 11, B, 2, pág. 107, considera que éste es un "concepto anticu!do".
F" Supra, 1, b) 1 º6 Sobre este pumo se contienen algunas observaciones muy interesant~s en ALBtRCA U..OREN':E: La actua-
102
Sobre ello ETCITEBERRY. D.P..J., l, 83 y sigts., págs. 268 y sigts llda.d de la cnfnmedady la lipidllcul cid ddito en Derecho Pena), y VALENCTANO GAY!\, Pmble:masmcclica-forenses
16 J Sobre ello es de considerable interés el punto de vLsta expuesto por JAIME GAVTRlA y PEDRO GL'ERRE- de la psicosis delirante, ambos trabajo~ en el volumen Psiquiatria y Derecho Penal, lvladrrd, 1965.
RO, El iorn y la just[cia, .en Nuevo Foro Penal, Bogotá, l 982, Nº 12, págs. 411 y sigts. w ETC!-11'.flfRRY, D.t'.J., 1, 83, págs. 271 y 272.

416 417
DERl'.CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa
CAPITULO Ylll / LA TEORlA DE LA C.ULPAB1L1TJAD

683, que han sustituido a Jo preceptuado en el inc segundo del Art. 10 Nº 1° del también exigir fianza de que serán cumplidas las condiciones impuestas. Finalmen-
C.P. y en el art. 421 del propio C. de P.P., hoy derogados. Le, si en el momento de pronunciarse la sentencia absolutoria o el sobreseimiento
De conformidad con el art. 682 del C. de P.P., "cuando el acusado, absuelto o definitivo 11 la enfermedad ha desaparecido o no requiere tratamiento especial\ el
sobreseído definitivamente por estar exento de responsabílidad criminal en virtud afectado 1'será puesto en libertad sin condiciones 11 •
del número 1° del artículo 10 del C.P., sea un enaienado mental cuya libertad cons- En coincidencia con lo que se sostenía en la primera edición de este libro, 171 el
tituya un peligro ... , el tribunal dispondrá en la sentencia que se le aplique, como art. 683 del C. de PP. dispone ahora que "no obstante, si la absolnción o el
medida de seguridad y protección, la de internación en un establecimiento destina- sobreseimiento favorecen a un procesado que al tiempo de cometer el delíto era
do a enfermos mentales 11 • 11 En caso conlrario 11 -esto es, cuando no constituya un enajenado mental, pero se funda en un motivo diverso de la exención de responsa-
peligro- 11 ordenará que s'ea entregado bajo fianza de custodia y tratamiento en la bilidad cnminal establecida en el número 1º del art. 10 del Código Penal, se le
forma señalada en el art. 692 11 • Finalmente, 11 si la enfermedad ha desaparecido o no pondrá a disposición de la autoridad sanitaria si su libertad constituye riesgo, y si
requiere tratamienlo especial, será puesto en libertad sin condiciones 11• Con arreglo no lo constituye se le dejará libre". Esto es lógico. la adopción de una medida de
a lo expuesto, existen dos medidas que pueden ser aplicadas al enfermo mental: la seguridad sólo se justifica si la ejecución del delito ha sido motivada por la incapa-
internación en un establecimiento destinado a esa clase de pacientes y la entrega bajo cidad del inimputable para autodeterminarse conforme a sentido; cuando, en cam-
fianza de custodia y tratamiento. Aunque la ley no lo dice expresamente, ambas pre- bio, se produjo en una situación que también liabria determinado la absolución de
suponen la comisión por el enajenado de un hecho punible, pues así se deduce de una persona normal, no se divisan razones atendibles para imponérselas.
su contexto, pero ahora ya no se atiende, como lo hacía el inc. segundo del art. 10 la entrega a la autoridad sanitaria a que se refiere el art. 683 es una medida admi..
del C.P., a la gravedad de las infracciones. Asimismo, cualquiera de las dos medidas nistrativa destinada a la protección del enfermo, no a su aseguramiento en el sentido
puede decretarse tanto si se dicta una sentencia absolutoria o un sobreseimienlo de las medidas penales. Acentuando esa caracterislica, el art. 694 del C. de P.P. preceptúa
definitivo. De esta mallera se ha puesto fin a la situación inconveniente creada por que "la entrega del enfermo mental a disposición definitiva de la autoridad sanitaria,
el antiguo art. 421 del C. de ppim termina con todo control o responsabilidad de las autmiclades judiciales o penitenciarias
Como el art. 682 del C. de PP prescinde de las expresiones 11 loco 11 y 11 demente\ sobre su persona'' y que 11 la autoridad sanitaria será el Servicio de Salud correspondien-
prefiriendo la referencial al 11 enajenado mentaP y una remisión amplia a la causal de le o la que determinen las leyes sobre la materia 11 • El '1riesgo 11 que condiciona la entrega
inimputabihdad contenida en el número 1º del art. 10 del C.P., no es del todo claro debe considerarse sinónimo del "peligro" definido por el art. 688.
sí las medidas sólo pueden imponerse a los enfermos psíquicos o proceden también Particularmente importante es, por fin, la norma contenida en el art. 693 del C.
en los casos de trastorno menLal transitorio. 169 A mi juicio, debe prevalecer la pri- de PP., que consagra el principio de proporcionalidad de la medida de interna-
mera interprelación. Por una pane, es notorio que la disposición distingue entre los ción.172 En efecto, con arreglo a esa precepto, ella, "como medida de seguridad sólo
exentos de responsabilidad en virtud del art. 10 Nº 1 del C.P en general y los podrá durar mientras subsistan las condiciones que la hicieron necesaria, y no podrá
11
enajenados mentales\ reservando esta última expresión para referirse sólo a un exlenderse más allá de la sanción restrictiva o privativa de libertad prescrita en la senten-
grupo de entre ellos que, de acuerdo con el sentido acordado usualmente a esos cia, o del tiempo que corresponda a la pena mínima probable, el que será señalado por el
términos, sólo podríaµ ser los loco.s o dementes. 170 Por la otra, nada justifica la ¡uez en el .fallo". Por pena mínima probable se entiende, "para estos efectos, el tiem-
internación y tratamienLo de quien sólo está afectado por una privación de razón .po mínimo de privación o restricción de libertad que la ley prescriba para el delito
transitoria, que por lo común ni siquiera dejará secuelas apreciables. o delitos por los cuales se ha procesado o acusado al procesadon. Corno en otros
El internamiento sólo procede cuando la libertad del enajenado constitnye nn casos, se contempla la posibilidad de que una vez cumplida la medida el procesado
pehgro, es decir, si a consecuencias de su enfermedad el afectado puede atentar pase, por razones cautelares, a disposición de la autoridad sanitaria, 11 si su libertad
contra sí mismo o contra otras personas, según prognosis médico-legal (art. 688 del constituye riesgo 11 •
C. de PP). Cuando no concurre ese requisito, únicamente puede ordenarse la entre-
ga baio fianza de custodia y tratamiento. De conformidad con el art. 692 del C. de la razón por la cual el art. 693 del C. de P.P. habla de la sanción "prescrita en la
PP, esto significa disponer que se entregue el enfermo a su familia, a su guardador, sentencia\ que es ininteligible respecto del enfermo mental absuelto o sobreseído
o a alguna institución pública o particular de beneficencia, socorro o caridad. El definiLivamente, es que dicha disposición es común a ese caso y a aquél en que el
juez fijará las condiciones de la custodia y conLrolará que se realice el tratamiento procesado cae en enajenación después de cometido el delito, en relación con cuya
médico a que deba ser sometido, pudiendo exigir informaciones periódicas. Podrá situación cobra sentido. 173

168
Sobre ello, CURY, II, 30, 11, a), dd), pág. 40 u 1 CURY, II, 27, ll, a), dd). pág. 40.
lW [11frn, b). 172
Tnfra, 55, III, a), in fine
uo Supra, aa), nota J55. 171
lnfra, ff)

418 419
DFRLCHO PEG:AL I PARTlo Gic.NIORAI. / Enrique Cury Urzüa
C.APi ru1.o Vlll l LA TEORlA DE LA ClJI.PABlUDAD

ee) La imputabilidad disminuida En relación con este punto, vale la pena haceT presente que, bajo ciertas ciTcunstancias,
una personalidad psicopá.tiw puede lambién servir de base para la consideración de la mal
llamada 11 imputabilidad disminuida". La afiTITlación de M. E. l:vlAYER, con arreglo a la cual
Aunque los problemas relativos a la imputabilidad disminuida pueden presentar- "los motivos atenúan pero el carácter grava", hoy es Techazada por la mayor parte de la
se también respecto de los casos de privación temporal de razón, es más frecuente doctrina, al menos en cuanto se le quieTe atTibuir valor absoluto. No siempre es posible
encontrarlos relacionados con las hipótesis de locura o demencia y, por eso, resulta sostener que el sujeto ha de responder por las malformaciones de su carácteT, ni siquiera
desde el punto de vista (equivocado) de la cu!pabilldud por la conducción de vida. 176
preferible ocuparse de ellos aquí.
En el presente parece existir un amplio acuerdo sobre el hecho de que los tras-
tornos y enfermedad~s mentales pueden determinar alteraciones cuantitativamente fO La enfermedad mental sobreviniente
variables en la capacidad de entender y de querer. Cuando un SUJeto padece una
Como ya se ha dicho, la imputabilidad debe existir al momento de ejecutarse la
psicosis que se halla en las etapas iniciales de su evolución, o está afectado por una
acción típica. 177 Por consiguiente, cuando el sujeto cae en estado de locura o de-
psicopatía o una neurosis aguda, su posibilidad de autodeterminarse quizás subsis-
mencia después de realizar la conducta delictiva, su responsabilidad penal subsiste,
ta, pero se encontrará obstaculizada por tales circunstancias. En estos casos, la doc-
pero se genera un problema de índole procesal que actualmente regulan los arts. 684
trina dominante habla de una imputabilidad disminuida y, apoyándose en el art. 11,
y siguientes del C. de PP.
Nº 1° del C.P., concede una atenuante al autor, afirmando que sólo se darían en
Cuando la enajenación se produzca después de la sentencia condenatoria hay
forma incompleta los requisitos establecidos por el art. 10, Nº 1º, inc. primero, para
que distinguir si la enfermedad no es curable o sí lo es. En el primer caso, el juez
eximir de responsabilidad en el caso respeclivo. 174
dictará una resolución fundada declarando que no se deberá cumplir la sanción
Desde el punto de vista de los resultados prácticos, la solución es, en plincip-to,
restrictiva o privativa de libertad que se le hubiere impuesto. Si su libertad constilu~
satisfactoria. Sin embargo, en mi opinión es sistemálLcamente incorrecta. La
ye peligro, será puesto a disposición de la autoridad sanitaria. De no ser así, debe
imputabilidad, como tal, es un estado personal que determina una cierta conse-
subdistinguirse, si 1a pena o penas aplicadas constituyen en conjunto una privación
cuencia (la incapac;idad de autodeterminación) y, por consiguiente, no admite gra-
o restricción <le libertad por más de cinco años, será entregado bajo fianza de custo-
daciones. El sujeto es o no capaz de comprender lo injusto y actuar en consecuen-
dia y tratamiento; si es inferior la condena, se le pondrá en libertad (art. 687 me.
cia; el factor intelectual, desde luego, es indivisible, porque no existe un 11 entender
primero del C. de PP.). Cuando, en cambio, la enfermedad es curable, el cumpli-
a medias\ en cuamo al volitivo, como capacidad personal subsiste aunque se en-
miento de la sentencia sólo se suspenderá en una resolución fundada, hasta que el
cuentre limitado, o bien no existe del todo.
enajenado recupere la razón. El condenado cuya libertad constituya riesgo, y el que,
Lo que se llama imputabilidad disminuida, por lo t.anLo, es más bien una situación
sin estar en tal caso, haya sido condenado a penas superiores a cinco años de restric-
de exígibilidacI dismimücla por la anormalidad de las circunstancias personales conco-
ción o privación de libertad, será internado en un estab.lecimiento para enfermos
mitantes.175 Ahora bien, en la práctica esto puede tener consecuencias importantes
mentales· en las demás situaciones será entregado bajo fianza de custodia o trata-
cuando, además de esas circunstancias personales, concurren otras de carácler exte-
miento (;rl. 687 me. segundo del C. de PP). En cualquier tiempo que el enfermo
rior al sujeto que, aÍ actuar conjuntamente con las primeras, configuran un cuadro de
mental recupere la razón se hará efectiva la sentencia si no hubiere prescrito la
auténtica inexigibÜidad. Asi, por ejemplo, si el neurótico se ve sometido a una amena-
pena, pero si ella le impusiere privación o restricción de la libertad, se imputará a su
za que en él suprime la libenad para obrar de otra manera, aunque en un individuo
cumplnniento el tiempo que haya durado la enaienación mental (art. 687 inc. terce-
normal no produciría ese efecto. La teoría· dominante, al independizar los factores
ro del C. de PP).
determinantes de la llamada imputabilidad disminuida, impide esta apreciación con-
La enajenación puede presenLarse también después de cometido el clehto pero
junta ele las,circunstancias concomitantes, lo cual, en casos como el propuesto, puede
cuando aÜ.n no se ha concluido el proceso. En tal event.o, el procedimi.emo se sus-
conducir 2 resultados defectuosos (por ejemplo, sólo se concede al neurótico una
penderá si el juez decide que no es del caso continuarlo, teniendo en consideració~
2tenuante por su 11 imputabilidad disminuida 11 y otra por haber actuado en virtud de
la naturaleza del delito y la de la enfermedad (art. 684 del C. de PP) De conformi-
estímulos tan poderosos que naturalmente causan arrebato y obcecación, sin conside-
dad con el art. 686 del C. de PP., en esta situación, s1 el enfermo es incurable, se
rar que la conexióri de ambos factores debiera haber conducido a llllJ. absolución
dictará en su favor sobreseimiento definitivo (equivalente a una sentencia definlüva
fundada en que obró violentado por una fuerza [mora!I irresistible).
absolutoria), poniéndolo a disposición de la autoridad SJ.nitmia si su li?ert~d cons-
tituye un peligro, y ordenando su libertad en caso contrarío. En carnb1?; s1 el afec-
1 4
~ A.si, NUVOA, T. 280, pág. 466. Tamhif.n en este sentido, CORDOBA RODA y RODRlGLtZ J\ilOL:iZULLO, tado es curable, se pronunciará sólo sobreseimiento temporal (suspensrnn del pro-
l,p:'i.gs,2l0y211 _ _
1 5
: En el mismo sentido, BEUNG, 13. \'. pág. JS: JI":vIENEZ DE ,\SU/\. La ley y el dclitc>, 212, págs .1.1'"J y T36,
cedimiento) para continuar el proceso una vez que recupere b salud. Al procesado
con una solución <lisrinrn. "Para T.TS7'.T, 11, 37, TI, p:ig. 398, y l\111'.ZGC'.R, Libro de estucho, 64. pag. 223, el
asumo se rellere a la "gradación de la pena" Un punto de \ista muy particular. funda<lo en consickracio- 1 ,. 6 Supra, 26, ll, h).
nes dogmáticas. SOLI::R. II, 36, IV pág. 40. Véase, además. Sltprn, 26. \~ a). bb). ir Supra, l, d)

420 421
DERf'Cl!O PENAL/ PARTL Gt.:JERAL ! Enrique Cury Lrürn
CAPÍTL'LO YLll / LA TEORIA DE LA CULPAU!LIDAD

cuya libenad constituya un peligro y a aqnél a quien podría corresponder una pena cotidianamente esos mismos estímulos sin incurrir en Lraslomos de esta índole. Así pues, la
probable mínima no inferior a cinco años y un día de privación o restricción de diferencia entre las enfermedades mentales y la privación total de razón debería encontrarse
sólo en el carácteT más o menos permanente de aquéllas y en la circunstancia de que operan
libertad, se les recluirá entre tanto en un establecimiento para enfermos mentales; sobre la psiquis del sujeto, sin que sea necesaria la presencia inmediata de factores
en los demás casos se lo entregará bajo fianza de custodia o tratamiento. desencadenantes.
El juez, sin embargo, puede asimismo resolver que el procedimiento continúe Hay sin embargo, reparos muy consistentes que inducen a desestimar el punto de vista
expuesto.
(art. 684 del C. de PP.) y, en tal caso, se estará a lo previsto en los arts. 682 y 68J1 78
En primer lugar, aunque es se.guro que, en la mayor parte de los casos en los cuales se
si el enajenado resultare absuelto, o a lo establecido en el art. 687, antes examinado, pTesenta una auténtica privación de razón, el autor padecerá efectivamente de una patología
si fuere condenado a penas privativas o restrictivas de libertad. básica (neurosis, personalidad psicopátíca), no es posible afirmar de modo categóríco que
en todas las situaciones ocurra tal cosa. Por lo tanlo, establecer la concurrencia de la base
constitucional palúgena como requisito de la eximente significa poner en un nuevo peligro
h) La privación total de razón al principio de culpabilidad, ya que si existen casos en los que la privación de razón es posible
sin ella, casligar en ellos implicaría imponer una pena a quien no ha sido capaz de compren-
der la antijmidicídad de su conducta y autodelenninarse. en consecuencia. 182
aa) Concepto
Por otra pane, es sugerenle que la hipótesis de privación total de razón sea el único caso
de inimputabilidad para el cual la ley no consagraba la posibilidad de imponer al autor una
La privación total de razón, tal como se la entiende en la segunda parle del inc. medida ele seguridad o corrección. Tal cosa resulla ineA.l)licable si la norma exculpatoria
primero del Nº 1° del art. 10, consiste en una incapacidad temporal para comprender supone la existencia de una base constitucional patógena sobre la cual se estructura la per-
lo injusto del actuar y autodeterminarse conforme a esa comprensión, debida a una causa turbación menlal. m Naturalmeme, puede argumentarse. que esto se debe a que el legisladoT
de 1873 no echó de ver todas las implicancias del concepto empleado; pero sería curioso
exógena o endógena. Para que tal situación determine la inimputabihdad del sujeto, ql1e en 1954 la Ley 11.625, sobre EsLados Antisociales, tampoco lo hubiese hecho,
es preciso, además, que su,origen sea independiente de la voluntad de aquél. Por consiguiente, creo que en el estado actual de las cosas esa exigencia no debe hacerse
Como ya se ade!antó, 179 el lenguaje de la ley, al referirse a una privación de para apreciar la concurrencia de una privación total de razón.
razón, sugiere que ésta sólo concurre cuando el individuo tiene perturbadas sus
Para que se dec1are la inimputabihdad es preciso que la privación de razón sea
facultades intelectuales. Pero tal cosa no me parece decisiva. El legislador se ha
total, lo cual sólo debe ser entendido en el sentido de que, a! momento de ejecutar
referido, sin duda, a todas !as hipótesis de perturbación mental, sea que afecten
el acto, el sujeto debe haber estado efectivamente incapacitado para comprender la
primordialmente" a las funciones intelectuales o volitivas; pero como el desarrollo
significación jurídica del hecho y autodeterminarse consecuentemente. Cuando la
científico de su época identificaba o confundía esos distintos aspectos de la activi-
privación de razón sea, por el contrario, sólo parcial, la opinión dominante aprecia-
dad psíquica, incurrió lnvoluntarlamente en este defecto. Una interpretación ade-
rá una siluación de ímputabilidad disminuida, so1ución que está sometida a los repa-
cuada tiene que suplir esta laguna; 180 del mismo modo que las nociones de' 11 locura 11
ros que ya se han expuesto. 184
y 11 demencia 1' han de ser elaboradas por el jurista si quiere aprovecharlas, la idea de
Como se ha insinuado anteriormente, la exigencia de que la privación de razón
una 11 privación total de razón 11 necesita también ser interpretada.
obedezca a una causa independiente de la voluntad del autor, impbca más que una
A diferencia de lo que ocurre en las hipótesis de locura o demencia, la privación
pura consagración legislativa de las actiones liberae in causa_ rn5 En efecto, aquí se
de razón no responde a un proceso duradero de alteración mental, sino que se
requiere que la voluntad del sujeto no haya intervenido en la creación de la situación de
produce en forma transitoria, a consecuencia de la intervención de factores exógenos
inimpulabilidad, de suerte que, en ciertos casos, 1a ausencia de ese e1emento negati-
o endógenos que actúan como estimulantes. La emoción súbita, una situación lími-
vo de la causal cünducirá a castigar siLUaciones en 1as cuales ni siquiera es posible
te de peligro, angustia, temor o alegría, 1a ingestión de sustancias narcóticas o
apreciar una aclio liberae in cerusa. Así, por ejemplo, en el caso de un sujeto que
alucinógenas, un traumatismo, etc., son algunos de los facLores que pueden desen-
consume alcohol en una cantidad que basta para provocarle una profunda embria-
cadenar la reacción.
guez, pero sin abrigar el menor propósito de cometer un delito ni aceptar en modo
Una parte de la liternLura, en la que debo incluir opiniones persorn:iles precedentes, eslima alguno la posibilidad de que ello ocurra. Si, a pesar de todo, encontrándose en tal
que la privación de razón sólo se prnducirá si existe en el sujeto una base constitucional estado da muerte a otro, se Jo castigará por el homicidio doloso debido a que su
patógena. 181 Prueba de ello seria el hecho de que millares de individuos pueden afronlar voluntad participó en la causación de la situación de inimputabilidad. Con ello, por
m Supra, del). supuesto, no se está sancionando una aclio Hberae in causa, sino reclamando una
179
Supra, a), aa) pura responsabilidad por el resultado, de manera sumamente reprobable.
"º En el mismo sentido, ETCHEBERRY, I, págs. 198 y 199: "La voz 'razón'[. .. ] está tornada como sinónimo
1

de 'juicio' (según aparece además del tenor del inciso final del art. 81)".
m Véase, a esle respecto, y en general sobre la maLeria a que se refiere el texto, GILBERT C-\lABUlG, El trastorno
mental transitorio según la icgLslacióny la jwisprudn1ciaespaiiolu, en R.C.r, Lomo XX\~ Nº 1, Santiago, 1966, págs. rn 2 CORDOBA RODA y RODRlGUEZ lv!OURULLO, l, págs. 218 y 219.
3 y sigts. El criterio expuesto es defendido por CURY, Oricnladón, 19, 1, f), aa). pág. 193. La opinión coinciden- 1 3
e CORDOBA RODA y RODRIGUEZ J:vIOURULLO, 1, pág. 219
te de SOU'.R, TI, 38, JV, pág. '5.i, se basa en consideraciones de texto legal argentino, y aquí, por consiguiente iM Supra, a), ee)
está fuera de discusión. Véase también, en este senlido, RODRIGUE;,': DEVESA, l, pág. 576. lf'o Supra, l, el).

422 423
DERECHO PENAi. / PARTE GEI\ERAL / Lnrique Cury l:rztía CAPÍTULO Vl11 / LA TEORÍA DE LA CULPABIUOAD

Esta nonna se introdujo en el CP a sabiendas de que sus consecuencias eran violalorias Con arreglo a mi punto de vista, este criterio es inexacto. En los casos de ausen-
del principio de culpabilidad -entonces, por lo demás, puco desarrollado- por una razón de
política criminal mal entendida. Básicamente se pretendió excluir por complelo a la embria- cia de acción, la impunidad del hecho es determinada por la falta de un requisito
guez de entre las situaciones de inimputabilidad, sin consideración a su origen y a las cir- exigido expresamente en el art. 1º, inc. primero, del CP y no en virtud de lo que
cunstancias en que se hahía producido, como se deduce de los acuerdos adoplados en las dispone el art. 10, Nº 1º, inc. primero, segunda parte.
sesiones 51, 81 y 120 de la Comisión Redaclora.
La tendencia de los comisionados es explicable hasta cierto punto, porque el alcoholismo Contra lo que piensa NOVOA, 191 creo que la distinción no es sólo leórica, precisamente
ha constiluido, como es bien sabido, un flagelo constante para nuestra sociedad. Pero, evi- por lo que se ha expuesto sobre las limilaciones que introduce en la aplicación de fa eximen-
dentemente, resulta absurdo buscar una solución a ese género de problemas mediante el te la exigencia de que la "privación de razún1r obedezca a una causa independiente de la
recurso a las leyes punitivas; y peor aún es hacerlo sacrificando principios fundamentales de voluntad del sujeto. 192 Si se hace, en efecto, una extensión de esa clase, resultará que debe
justicia. Naturalmente no es deseable que se cometan numerosos delitos en estado de em- también castigarse como aulor de un homicidio doloso al que, ignorando las carncteristícas
briaguez. Mas para combatir esa siluación se requiere educar, p.rocurar nuevas fuentes de agitadas de su sueño, se echó volunlmiamente a dormir ,iunto a la criatura y la aplastó aho-
trabajo, mejorar las perspectivas de una subsistencia digna, tratar al inloxicado, etc. Con gándola. Pues en tal supuesto sería prácticamente imposible afirmar que el estado de priva~
sólo imponer una pena por los resullados, que cae sobre el sujeto corno el puro producto ción total de razón (en esle caso, de ausencia de acción) se debe a una causa independiente
azaroso de las circunstancias, no se llega a parte alguna, y así lo demuestra sobradamenle la de la voluntad del agente. Así pues, aparte de la consideración doctrinaría, aquí concurren
hisloria de nuestra delincuencia, que, en el curso de la ya dilaLada vigencia del C.P, ha razones que, a diferencia de lo que ocurria en España, 193 aconseJan resolver estas situaciones
esLado muy lejos de responder alas esperanzas puestas por los comisionados en su indefen- con prescindencia de lo prescrilo por el art. 10, Nº 1º, segunda parte.
dible sistema represivo. 186 A lo que debe agregarse que, si bien en la práclica la 11 privación
Lotal de razón 11 aparece estrechamenle vinculada al caso de los deliLos cometidos en estado ce) Problemas especiales de la embriaguez
de ebriedad, no sólo liene que ver con ellos; por lo cual la dislcnsión introducida en su
concepción afecta a oLras situaciones, deteriorando el conJunto de la inslilución en particu-
lar y de la estrucLura de la ley penal en general. La ebriedad es una de las situaciones en las cuales el sujeto puede encontrarse
fa preciso entender definitivamente que la cuestión del alcoholismo -y, consiguientememe, totalmente privado de razón. Ahora bien, aunque los redactores del CP expresaron
de los deliLos cometidos en estado de ebriedc1d- no es de carácter represivo, sino preventivo. la opinión de que al embriagado no debía considerárselo nunca exento de responsa-
No es deseable que los hombres se embriaguen hasla perder la conciencia de sus actos. Para
bilidad criminal, 194 lo cierto es que con arreglo a la ley vigente resulta indispensable
nitarlo es necesario diseñar toda una política compleja cuya puesta en prácLica es, además,
costosa. Pero si esto último no se hace, eludiendo la responsabilidad que en ello cabe al hacer algunas distinciones.
Estado, no es posible 1 resolver en la cabeza de un ebrio el problema social de la embria-
guez11
187
Quien comete un delilo, cuya ejecución no se había propuesto previamente, sumi- 1) En primer lugar, deben situarse aparte los casos de psicosis alcohólica, esto es,
do en el estupor de una intoxicación alcohólica profunda, no es impulable en el momento aquellos en los que la necesidad de beber hasta la embriaguez es impuesta al pa-
de la realización ele la conduela típica y, por lo tanto, rnsLigarlo como autor doloso del hecho
constituye una infracción ílagrante al principio ele culpabilidad.rn 8 _ 189
ciente por una perturbación profunda de sus facultades mentales. En tales situacio-
nes, nos encontramos frente a un verdadero enfermo, esto es, un loco o demente en el
Por supueslo, en el caso de las auLénticas acliones liherae in causa el origen del esLado de sentido de la ley. Por consiguiente, su responsabilidad se regula conforme a lo
inimputabilidad tampoco será independieme de la voluntad del agente. Pero en tales situa- preceptuado en la primera parte del Nº 1° del art. 10 y no con arreglo a la disposi-
ciones lo que importa es la rebción psicológica que enlaza al acto de colocarse en dicho
estado con la comisión del he~ho punible, y parn solucionar ese problema no era necesario ción relativa al trastorno mental transitorio.
introducir en la 11:;'.y un reqúisüo tan defectuoso como el examinado. la Comisión Redactora opinaba, en realidad, de otra manera, pues en el acta de
la sesión 120 se dejó constancia de que, a su juicio, debía ser sancionado el ir que
comete un delito en un caso de delilium tremens producido por el exceso de licor".
bb) Extensión dogmática de los casos de privación total de razón
Pero aunque este punto de vista ha determinado algunos fallos erróneos, existen
La opinión absolutamente dominanle entre nosotros considera que bajo la hipó- numerosas sentencias en las que ha prevalecido la doctrina correcta; 19 > y ésta pare-
Lesis de la privación total de razón no sólo se comprenden situaciones de auténtica ce ser la tendencia actual de la jurisprudencia.
inimpulabilidad, sino también casos de ausencia de acción. 190 Así, se encontraría
2) Cuando la ingestión de alcohol no obedece a una causa patológica, es necesa- }
enteramente privado de razón el sujelo que ejecuta el hecho típico durante el sueño
rio distinguir varias situaciones, pues la embriaguez puede o no ser preordenada, y,
,1~
normal o sonambúlico.

191
!
06
Una exposición completa y profunda sobre el asunto, orientada en el mismo sentido crítico del texto, en NOVOi\, I, 282, pág. 471.
192
Supra, aa) _
NOVOA, 1,285, págs. 473 y sigts. Así también RlVAC:OBA. l:',/ pr[11cipio de culpabilidad e-n fl Codigo Penal
i Respecto a la situación en la ley española, véase CORD.OBA RODA, en notas d:' derecho esp~nól a la
19
chileno, ciL, 4, b), págs. 83 y 84.
10 traducción de 11AURACH, 11, págs. 116 y sigts. En la legislación penmsular antenor a 1995, a diferencia
181
SOLER, II, 38, Vi, pág. 56.
de lo que sucede con la nuestra, debia hacerse una interpretación extensiva, por vía analógica, ~~ la
!I
la opinión comraria que sostuve en CURY, Orientación, 19, l, b), págs. 195 y 196, era equivocada y hoy la '¡,I
he abandonado por completo. "privación toral de razón" (an. 8º, Nº 1 ° C.P español antígua redacción), para hacerla alcanzar tamb1en a
19
" Sobre el tratamiemo legal de los delitos cometidos en estado de embiiaguez, infra, ce) los casos de ausencia de acción.
190
ETCHEBERRY, l, pág. 202; NOVOA, l, 282, págs. 470 y 471. m Sobre ello, en sentido crílico, supra, aa).
195
ETCHEBERRY, D.P.]., I, 90, págs. 289 y sigts

424 425
1
:1
DERECHO PENAL/ PARTI·. GENERAL I Enriqu~ Cury Ur2úa
CAP[IULO Vlll / LA TEORÍA DI:' LA CUl.PABlL!DAD

en el segundo caso, hay que diferenciar todavía los casos de ebriedad dolosa, culposa Finalmente, es del caso señalar que en el presente se suele emplear, para estable-
y fortuita ..
cer el grado de ebriedad de una persona, el test de Widmark sobre cantidad de
Se habla de una embriaguez preordenada para referirse a los casos en los cuales el alcohol en la sangre. En rigor, esa prueba es de una fiabilidad muy relativa, pues la
sujeto busca deliberadamente ese estado para cometer el delito durante él. Esto tolerancia al alcohol de una persona depende de numerosas variables que, en cier-
puede ocurrir corno una forma de 11 darse ánimo 11 o porque el autor tiene una idea tos casos, ni siquiera son cuantificables. 197 A pesar de eso, los tribunales, por como-
equivocada sobre la responsabilidad del que actúa en tal situación, etc. La hipótesis didad, experimentan la tendencia a atribuirle un valor de plena prueba que está
se dará con más frecuencia respecto de los delitos dolosos, pero no es inimaginable muy lejos de tener y que, además, se basa en una escala de niveles arbitraria. La
en los culposos (por eiemplo, el individuo bebe para tener el coraje de realizar la práctica debiera ponerse en guardia contra estas simplificaciones superficiales.
acción imprudente). En todos estos casos nos encontramos frente a unas auténticas
acliones liberae in causa y, por consiguiente, se afirmará sin más la responsabilidad
dd) Problemas especiales del consumo de drogas
respectiva, tanto de lege ferenda como con arreglo a la ley positiva en vigor.
La ebriedad es dolosa si el sujeto bebe sin la intención de delinquir, pero con el Tal como la ingestión de alcohol, el consumo de drogas puede conducir al
propósilo deliberado de sumirse en la embriaguez. A su vez, es culposa si no abriga sujeto a un estado de privación de razón en el sentido de la ley. Los criterios que
este designio, pero, atendidas las circunstancias, podría prever que el consumo de se han dado para el tratamiento jurídico de la embriaguez son válidos también en
las cantidades ingeridas lo precipitará en la inconsciencia. Tanto en uno como en estos casos.
otro caso, los delitos que el individuo cometa bajo la influencia de su estado sólo
deberían serle imput,ados a título de culpa, pues si bien son el resultado de una
ee) Los actos cometidos bajo sugestión hipnótica
imprudente falta de moderación, se los ha ejecutado en situación de inimputabilidad
efectiva. Lo que a él puede reprochársele es que, al momento de principiar a beber, Existe alglin debate sobre la situación del que incurre en una acción típica bajo
podía representarse las consecuencias típicas de su conducta, pero no lo que realizó sugestión hipnótica. Mientras la Escuela de Nancy afirma que de este modo es posi-
encontrándose ebrio. Con arreglo a la ley en vigor, como ya se ha dicho, se lo casti- ble suprimir totalmente la facultad de autodeterminación, de manera que el sujeto
gará como autor doloso de esos hechos, porque la causa de la privación de razón no se transforma en un simple instrumento causal del sugestionador, la de París sostie-
es independiente de su voluntad. ne que el sugestionado conserva fundamentalmente su libertad y, por consiguiente,
Por último, la ebriedad es fortuita cuando el suieto no conocía las propiedades no realizará de ningún modo actos profundamente reüidos con sus sentimíentos o
alcohólicas de la bebida y, por consiguiente, no podía prever que lo embriagaría. La que sean contrarios a sus principios más arraigados. la diferencia de criterios es
opinión dominante asimila al concepto el caso del que es forzado físicamente a relevante desde el punto de vista jurídico, porque si la primera de estas opiniones es
beber. A mi juicio, también debería incluirse aquí la situación en la que el autor exacta, quien obra bajo sugestión hipnótica no realizará siquiera una acción. Hoy,
conoce la naturaleza alcohólica del licor, pero lo ingiere en una cantidad moderada, sin embargo, las conclusiones más acepladas parecen ser las siguientes:
no obstante lo cual, debido a circunstancias imprev~sibles (por eiemplo, el consu-
mo de un medicamento que dismmuye en el sujeto la tolerancia al alcohol), es 1) Es posible que individuos con ha.se constitucional patológica sean totalmente
víctima de una intoxicación profunda. En todas estas hipótesis la causa de la priva- dominados por la sugestión hipnótica. Degenerados, débiles mentales, neuróticos y
ción de razón es independiente de la volunLad del sujeto y, consiguientemente, se personalidades psicopálicas acentuadas se hallan en esta situación. En tales casos, el
excluye la imputabilidad conforme al art. 10, N° 1°, inc. primero, segunda parte. sugestionado actúa, pero su voluntad se forma de una manera tan defectuosa que
Las reglas contenidas en este párrafo son válidas para la embriaguez patológíca, 196 debe apreciarse una situación de privación de razón.
esto es, aquella que se produce al ingerir pequeñas cantidades de alcohol a causa de
un defecto psicológico o fisiológico, temporal o permanente del sujeto. Así, cuando 2) Aun personas perfectamente normales pueden ser inducidas a la ejecución de
alguien, ignorando que padece de una afección semejante, bebe unos sorbos de una acción típica contraria a sus principios y sentimientos éticos si. mediante la
alcohol y se emborracha, su ebriedad es fortuita; si, sabiendo lo que le ocurre, acep- sugestión hipnótica se alteran las circunstancias fácticas de la conducta. Así, por ejem-
ta la bebida, exponiéndose por lo tanto a una embriaguez previsible, ésta es culposa; plo, cuando al soldado se le convence de que se encuentra en el campo de batalla y
si aprovecha la circunstancia para emborracharse fácilmente, la ebriedad es dolosa; se le induce a creer que su propio comandante es un combatiente enemigo al que es
y, si hace esto último para 11 darse ánimos 11 a fin de cometer el delito, su embriaguez preciso u1timar. Es dudoso si estas siLUaciones han de ser tratadas conforme a los
es preordenada. Las consecuencias jurtdicas serán, pues, las correspondientes a cada criterios que regulan el error, o si configuran hipótesis de privación total de razón. 1

una de las respectivas hipótesis. A mi juicio, cuando se induce al sujeto a un error de tipo, habrá que aplicarlas reglas 1
1
1

J% Sobre las causas de esta anomalía, RODR1GUE7. DEVESA, I, págs. 562 y .'563 197
11AURACH, n, 36, JI, e, pág. 111.

426 427
DERECIIO PENAL/ PARTE GENER.AL / Enrique Cury Crzüa
CAPÍTULO VJll/ LA Tl'üRiA DE LA CULPA131LlDAD

relativas a éste y excluir el debate sobre la imputabilidad. Por la inversa, si mediante presente hay también quienes piensan que esta situación 11 no afecta a ]a capacidad
la sugestión se le hace incurrir en error de prohibición (como en el eiemplo propuesto de comprender y dirigir las acciones 11 y que los menores, simplemente, 11 constituyen
más arriba), conviene descartar, desde luego, la imputabilidad, pues la interpreta- [. .. ] sujetos de un derecho penal especial, predominantemente preventivo especial
ción equivocada del significado de los hechos se ha debido a una perturbación 11
y tutelar , por lo cual no lo son del ordenamiento punitivo común. 201 Aunque este
profunda de las facultades psíquicas -ocasionada por un estímulo externo- que punto de vista es sugerente, no corresponde al de nuestro sistema. En efecto 1 el
inhabilitó, en general, al SUJetO para imponerse de lo injusto de su actuar hecho de que el art. 10, Nº 3º del C.P haga depender del discernimiento la responsa-
bilidad del mayor de dieciséis años y menor de dieciocho, demuestra que la ley
fD El paroxismo emocional o pasional vincula esa decisión precisamente a la capacidad de entender y querer. Por otra
parte, difícilmente podría sostenerse que en nuestro ordenamiento se haya configu-
Suele afirmarse que los casos de paroxismo emocional o pasional no quedan rado un auténtico derecho penal de menores, y la prueba más evidente de ello es el
comprendidos por la privación total de razón y que, en consecuencia, quienes obran tratamiento que se otorga a los menores adultos cuando se ha declarado que obra-
en esas circunslancias son imputables. 198 Este punto de vista es sólo parcialmente ron con discernimiento.
correcto, a implica, al parecer, una cierta confusión entre causa y efeclo. 199 Así pues, la ley consagra la inimputabilidad del menor porque, a causa de su
Efectivamente, es exacto que la acción de emociones y pasiones no basta, en la corta edad, de su educación todavía incompleta y de los procesos psíquicos pertur-
mayoría de los casos, para configurar una situación de privación de razón. Sin em- badores que acompafi.an al crecimiento, no posee un dominio cabal de su voluntad,
bargo, hay situaciones extremas en las cuales esos sentimientos, actuando sobre una la cual se forma de una manera defectuosa, de modo que no es posible dirigirle un
personalidad determinada (por ejemplo, con una base constitucional patológica o reproche personal por su conducta.
con una sensibilidad exasperada), provocan en el sujeto una auténtica incapacidad
para comprender lo injusto de su actuar o autodeterminarse conforme a esa com- Con todo, como se verá más adelante, 202 la ley pone fundamentalmente el acen-
prensión. La estrecha interrelación que existe entre las distintas funciones de la to en el aspecto intelectual del asunto. Esto corresponde, por lo demás, al criterio
personalidad es un antecedente que aquí no debe perderse de vista y que sirve de imperante en la época de la dictación del C.P., pues los clásicos tendían a destacar
fundamento a la exactitud de esta conclusión. que los menores poseen un 11 entendimiento 11 limitado. 203 Vale la pena subrayarlo,
porque las consecuencias dogmáticas de esta regulación cobran importancia en la
No me parece convincente el argumento de NOVOA, con arreglo al cual para estos casos sólo
apreciación de los efectos del error de prohibición. 204
puede concederse la atenuante de arrebato y obcecación contemplada en el art. 11, Nº 5° del C.P
Pues entre la obcecación a que se refiere dicha disposición y la prf-vación total de razón existe un
margen de diferencia cuantitativo, quizás difícil de ponderar, pero no por eso menos significati- La ley distingue en esta materia dos situaciones: la del menor de dieciséis años
vo. En cuanto al hecho de que el legislador parece haber pensado tan sólo en casos de privación cumplidos y la del mayor de esa edad, pero menor de dieciocho.
de razón por causas fisiológicas (sueño, sonambulismo), tampoco es concluyente. Aquí importa
básicamente la voluntad de la ley, no la de su autor; y, como ya se ha destacado, 200 con arreglo a
aquélla las dos hipótesis mencionadas ni siquiera constituyen auténtica situaciones subsumibles a) Inimputabilidad absoluta del menor de dieciséis años
en el art. 10, Nº 1, inc. primero, segunda parte, del C.P Por último, aunque es cierto que la ley
exige de Lodos un cierto grado de control sobre sus emociones y pasiones, ese reclamo no puede Con arreglo al art. 10, Nº 2° del C.P., los menores de dieciséis años son absolu-
llegar a limites irreales, pues eso equivaldria a fulminar mandatos dirigidos a las fuerzas de la
naturaleza. tamente inimputables. Esto quiere decir que se los presume, jure et de jure, incapa-
ces de comprender lo injusto de su actuar y de autodelerminarse conforme a ese
conocimiento. Por esto, una vez determinado de conformidad con el art. 33 7 del C.
III. CASOS DE INIMPUTABILIDAD DEBIDOS A UN DESARROLLO de PP. que el inculpado se encuentra en tal situación, debe sobreseerse sin más en el
INSUFICIENTE DE LA PERSONALIDAD proceso, según lo preceptuado por el art. 408 Nº 4º, sin perjuicio de ponerlo a
disposición del Tribunal de Menores, para que, si es pertinente, se adopten a su
La opinióri absolutamente dominante, tanto en nuestro medio como en el dere- respecto medidas tutelares de las contempladas por la Ley 16.618.
cho comparado, considera que los menores de cierta edad son inimputables, a cau- De acuerdo a la opinión más generalizada, el cómputo de la edad debe hacerse
sa de que su desarrollo todavía inacabado los priva de capacidad para comprender "momento a momento", de suerte que si el joven comete un hecho punible una
el significado jmidico de sus actos y autodeterminarse en consecuencia. Pero en el hora antes del instante en que cumpliría precisamente los dieciséis años, debe reco-

2
198 m BACIGALUPO, 5, 5, a), cid), pág. 87.
NOVOA, 1,287, pág. 482 2 2
ú tnfra, b).
199
En el mismo sentido, ETCJJEBERRY, I, pág. 204 3
200 1.o CARRARA, I, 218, pág. 159. Ver también I, 221, pág. 162, nota l.
Supra, bb). 20
+ Tnfra, 31, Hl, b), aa).

428 429
DERECHO PEKAL / PARTE GE\JERAL / Enrique Cury Urnia CAPÍTULO Vlll / LA TEORÍA DE LA ClJLPAB\L!DAD

nocérselo inimputable. 2t1 5 Lo mismo que en el caso de los enfermos menta1es, por rio, a la privación total de razón; junto con ésta, constituyen las especies del género
otra parte, lo que importa es la edad del autor en el momento de ejecutar la acción. Así inimputabilidad.
pues, es inimputable el sujeto que actúa antes de cumplir los dieciséis años, aunque Esto no es rigurosamente exacto, porque la expresión díscernímiento tiene, en
el resultado se produzca cuando ya alcanzó esa edad. 200 realidad, un significado intelectual muy marcado, 211 de manera que se refiere con-
El límite cronológico establecido por la ley ciertamente es arbitrario y en algunos cretamente a la aptitud para distinguir lo justo de lo injusto Lo que sucede es que si
casos no corresponderá a la rea1idad de las cosas. Sin embargo, hay que reconocerle no se cuenta con esa capacidad, tampoco será posible autodeterminarse conforme
una proximidad satisfactoria al momento en el cual, de conformidad con los conoci- al sentido de los mandatos y prohibiciones. Sólo se puede esperar una decisión de
mientos científicos actuales, concluye el período más arduo en la crisis de adolescencia. voluntad adecuada al derecho de quien cuenta con la posibilidad de comprender lo
No cabe duda de que hasta los dieciséis años la mayor parte de los Jóvenes experimen- que éste dispone. 212
tan gravísimas dificultades para gobernar su conducta. Y aunque, como es lógico, Con todo, vale la pena hacer la aclaración, porque, como se verá, con ello se
existen situaciones excepcíonales, en una materia de esta índo1e es preferible que los explica el tratamiento punitivo que la ley acuerda a los mayores de dieciséis años y
requerimientos de seguridad juridica prevalezcan sobre los de j usticrn. menores de dieciocho cuando han obrado con discernimiento,
El otro punto de vista, preconizado en la doctrina por LABATUT, 213 pretende
No es del todo claro lo que debe hacerse cuando el menor es, además, un enfermo mental,
al que puede calificarse de loco o demente con arreglo al art. l O, Nº l º, prirnern parte. En el que, para pronunciarse sobre el discernimiento, el juez 11 deberá atender a las posibi~
derecho comparado tiende a predominar el criterio de que la inirnputabilidad por falta de lidades de readaptación social" del menor, "de modo de dejar sometidos al régimen
salud mental es especial respecto de aquella fundada en un desarrollo insuficienle. 207 Todos tutelar y correctivo establecido por la ley a todos los que revelen posibilidades de
los hombres han s~do alguna vez o son acLualmente menores, mientras que sólo una ínfima
minoría ha estado o está aquejada por una enfermedad mental. Eslo, además, en considera- regeneración 11 • Esto quiere decir que 11 discernimiento 11 significa tanto como 11 pe1i-
ción a la particularidad del tratamiemo que debe aplicarse al que padece de una dolencia grosidad1', puesto que la declaración sobre aquél se asocia a las mayores o menores
psíquica, atendido, precisamente, el carácter paLológico y anómalo de su estado posibilidades de resocialización que presente la personalidad del menor
la solución en el derecho nacional no debe ser diferente. Cuando procedan, las medidas
de tratamiento aplicables al loco o demente deben ser dispuestas con preferencia a las lute- NOVOA, con toda razón, impugna enérgicamente esta solución, 214 que implica
lares contempladas por la Ley 16.618. Pero no se ha de olvidar que, con arreglo a lo expues- conferir a1 discernimiento un significado ajeno por entero a su contenido tanto
to sobre el particular, la internación del enfermo memal s6lo debe ser decretada si su efecti- natural como jurídico. En rigor, hasta se podría sostener que es más peligroso quien
va peligrosidad lo requiere. 208 Cuando no sea así, recupera vigencia la regla general.
no es capaz de discernir que el que puede hacer1o; pues el prímero, a causa de su
limitación, presenta ya una dificultad especial para regenerarse. Por eso,
b) Jnimputabilidad cornhcionada del mayor de ETCHEBERRY ha podido decir, correctamente, que la interpretación de LABATUT
dieciséis años y menor de dieciocho es de rechazar en todo caso. 215 Aparte de que aceptarla supondría que la pena im-
puesta al mayor de dieciséis años y menor de dieciocho que obró con discernimien~
De acuerdo con el an. 10, Nº 3º del C.P, el mayor de dieciséis anos y menor de
Lo se fundaría únicamente en su Lemibilidad personal, rompiendo por completo el
dieciocho es, por regla general, inimputable, a no ser que haya obrado con discerni-
principio de culpabilidad por el acto imperante en nuestro ordenamiento penal.
miento. El hecho de que aquí la inimputabilidad sea el punto de partida, cobra
Sin embargo, la práctica no ha precisado suficientemente su posición a este res-
especial importancia práctica porque si se establece que el adolescente obró sin
pecto.216 En algunos casos, la jurisprudencia ha acogido francamente el criterio de
discernimiento, ello habili_ta al juez.de Menores para someterlo al sistema de medi-
que 1 discernimiento 11 equivale a "peligrosidad" 217 fundándose en parte en consíde-
das tutelares contemplado por la Ley 16.618. 2º9
raciones extralegales y en parte en una equivocada interpretacíón de la antigua Ley
Lo que ha de entenderse por discernimiento es objeto de discusión, y ha generado,
4 .44 7, sobre Protección de Menores. En otros, ha sostenido categóricamente el punto
además, un cierto divorcio entre doctrina y práctica, que subsiste hasta el presente.
de vista correcto, declarando que el discernimiento consiste en 11 el desarrollo o ma-
la opinión que prevalece en la literatura sostiene que el discernimiento equivale durez mental indispensable para haber adquirido la conciencia de la punibfüdad
a la capacidad de comprender lo injusto y autodeterminarse según esa compren- del hecho que se ejecuta 1'. 218 En el último tiempo, por fin, tiende a efectuar una
sión.210 La falt3. de discernimiento, por consiguiente, corresponde, según este crite-

rn En este sentido, sobre todo, MEZGER, 11, 38, ll, pág. 76, y Librn de estudio, T, 56, 111, pág. 205, Aunque
205 sólo de manera implicila, rnmbién se deslaca así por NOVOA. op. y loe. cirs. en la nota antenor.
CORDOBA RODA y RODRIGU.EZ MOURULLO, I, pág. 229; RODRIGUEZ DEVESA, 1, pág. 581.
106
212
En el mismo sentido, BASCUÑAN, op. y loe. cits. en nota 207
CORDOBA ROD/\ y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 229
m LABATl;T, T, 162, pág. 263.
iD, l'vV\.URACH; 11, 36, J\,; A, 4, pág. 128; MEZGER, ll, 38, TI, págs. 76 y 77
2
m Supra, TI, a), dd) m KOVOA, 1,292, págs. 488 y 489.
209 ns ETCHEBERRY, I, pág. 206.
KOVOA, I, 291, pág. 486 2
110 :o ETCllEBERRY, D.PJ., T, 92, págs. 294 y sigts.
BASCUÑÁ>! y colaboradores, Responsabilidad pena/ del menor, cit., 1, pág. 219; CURY, Orientación, 19, JI.
u ETCHEBERRY, D.P.f., !, 92, págs. 297 a 299.
b), pág. 198; ETCHEBERRY, 1, pág. 206; NOVOA, 1,292, pág. 488; PEDRO ORTIZ, 1, pág. 61. 2 8
' ETCHEBERRY, D.P.]., 1, 92, pág. 296.

430 431
Df'RECIIO PENAL! PARl l· GENERAL I Enrique Cury l:rzúa CA"PiTULO vrn / LA TEORJA DE LA CIJLPAB1LIDAD

mixtura de los dos criLerios, aparentemente sin advenir que eso involucra una con- arreglo a sentido. Con todo, no llega al extremo de suponer que se encuentra habilitado para
gobernar su conducta con la misma propiedad que un adul_to. Más bien presume una cierta
tradicción, ya que, en verdad, son incompatibles. limitación de su libertad monvada por su aún pers1stenle mmadurez. Por consiguiente, le
Aqui, en suma, la expresión discernimiento se entiende en el sentido que le concede jure et ele jure una atenuación de la pena fundada en la exigibiildad disminuida.
atribuye la doctrina dominante, esto es, como capacidad de comprender el significado Naturalmente, esLa solución contrasta con la aspiración de sustraer a los menores del
campo del derecho penal para someterlos a un sistema tutelar y correctivo. Pero yo no estoy
jurídico de la propia conducta, de distinguir lo Justo de lo inJusto. convencido de que esla última formula constituya un dechado de perfección. Por una parte,
Como la ley se refiere al menor que 11 ha obrado con discernimiento\ ]as medidas tutelares me inspiran grnn desconfianza, por lo mismo que se las puede admi-
ETCHEBERRY esllma que éste debe apreciarse en concreto, es decir, respecto del nistrar arbitrariamente, sin consideración a sus consecuencias estigmatizantes y perturbado-
hecho punible actualmente ejecutado por el menor. 219 Mi opinión es contrastante. ras de la personalidad en desanollo. Por la otra, me asiste la sospecha de que el joven adulto
posee ya un desenvolvimiento personal apreciable y, por eso, recibe con mejor disposicíón
De lo que aquí se trata es de establecer la imputabilidad del menor, o sea, su capa- un casligo adecuado a su culpabilidad, que una medi.da de corrección patemalista, impuesta
cidad de culpabilidad en general. El texto legal sólo tiende a acentuar que esa capa- casi sin escucharlo y sin prestar atención alguna a su ser-libre.
cidad debe concurrir en el momento de realizar la acción, esto es, de obrai: 220 De Enlre ambos extremos, me parece preferible, de le.ge ferenda, la consagración de una pena
especial para jóvenes, detenninada con arreglo a la culpabilidad por el acto y ejecutada con
otro modo el art. 10, Nº 3°, sería innecesario, pues en relación al acto específico, fines puramente educativos y resocializadores. Pero es difícil saber cuán lejos nos encontra-
como en su oportunidad se precisará, la posibilidad de conocer lo injusto del actuar mos todavía de poder realizar una idea semejante.
también puede encontrarse excluida en un adulto. Por otra parte -y desde el punto Como es lógico, el sistema imperante se resiente de los innumerables defectos de nuestro
régimen penitenciario y, además, los que derivan de la lentitud de los procedimientos. Sin
de vista procesal-, resultaria extraño que si la declaración sobre discernimiento se emhargo, es dudoso que estas ci.rcunsLancias no reperculan también sobre un derecho penal
vinculara a la conducta concreta que es objeto de juicio, se la confiase a un magis- de menores puramente preventi"vo y tutelar. Las cuestiones prácticas determinantes de las
trado distinto de aquel que está conociendo el asunto y, aun más, se condicionara a deficiencias anotadas gravitarán posiblemenle con más fuerza sobre este último que sobre la
ella la apertura del procedimiento que, en definitiva, será el que podrá echar luz normaliva hoy en vigor. Un asunto de esta naturaleza tiene que ser abordado globalmente y
con el propósito decidido de hacer un esfuerzo social exlraordinario para solucionarlo, pues
sobre la cuestión de si, en el caso dado, existió o no la posibilidad de conocer el las carencias económicas y materiales no pueden ser superadas mediante un simple cambio
injusto, y consiguientemente, de autodeterminarse conforme a esa circunstancia. 221 de orientación legislativa.
Con arreglo al art. 10, Nº 3°, inc. segundo, del C.P., la declaración sobre discer-
nimiento del joven compete al Tribunal de Menores respectivo, quien debe hacerla e) Medidas tutelares aplicables al menor inimputable
previamente 11 para que pueda procesársele 11 • Con tal objeto, el juez de Menores ha
de escuchar al Conseio Técnico de la Casa de Menores, o a alguno de sus miembros, Siempre que un menor es declarado inimputable en consideración a su edad, la
según disponga el Reglamento respectivo. No habiendo Conseio Técnico, debe oír 1usticia de Menores puede aplicarle alguna de las medidas contempladas en la Ley
al funcionario del Consejo de Menores que éste designe a ese efecto. Si el menor es 16.618. Dichas medidas son: a) devolverlo a sus padres, guardadores o personas
declarado sin discernimiento y el hecho que se le imputa tiene asignada pena aflictiva, que lo tengan a su cuidado, previa amonestación-, b) someterlo al régimen de liber-
la resolución debe ser consultada a la Corte de Apelaciones respectiva, de conformi- tad vigilada, y c) internarlo en un reformatorio o establecimiento especial de educa-
dad con lo preceptuado por la Ley 16.618. En todo caso, la resolución del juez de ción adecuado al caso, o confiarlo al cuidado de alguna persona que se preste a ello,
Menores es vinculatoria para el del Crimen o de jurisdicción común que está cono- a quien el juez considere capacitada para dirigir su educación.
ciendo del proceso correspondiente. La imposición de estas medidas es facultativa para el juez y su duración índeter-
Cuando el Tnbunal declara que el menor obró con discernimiento, el iuzgamiento minada, pudiendo ser revocadas o modificadas por el Tribunal que las dictó, oyen-
de éste se rige por las reglas generales, pero, en caso de condenárselo, se le impon- do al Conseio Nacional de Menores. Tal como en el caso de las medidas aplicables a
drá la pena inferior en grado al mínimo de los señalados por la ley para el delito de los enfermos mentales, 221 en la adopción de todas estas decisiones es fundamental
que sea responsable (art. 72, inc. primero. C.P). la consideración referente a la peligrosidad del menor, pues aquí ésta cumple una
función preponderante. Asimismo, con arreglo a los puntos de vista generales antes
La norma recién citada, que ha sido objeto de criticas desde el punto de vista criminológico,
corresponde, sin embargo, a una concepción sistemática del ordenamiento punitivo, cuyos expuestos sobre el particular,w no debe aplicarse medida alguna por este concepto
fundamentos no está de más subrayar. Como se ha dicho más aniba, la ley pone en duda el cuando no se encuentre acreditado, por lo menos, que el menor ha ejecutado una canducta
discernimiento del mayor de dieciséis años y menor de dieciocho, eslo es, su capacidad para úpica y antijurídica. Esta última limitación, por desgracia, no fluye del sistema de la
distinguir lo justo de lo injusto, y por eso condiciona su imputabilidad a una indagación
previa sobre este punto. En cambio, parece considerar fuera de discusión que si el joven Ley de Menores, que tiende más bien a favorecer intromisiones indeseables en la
dispone de esa aptitud intelectual, cuenta también con la volitiva para aulodeterminarse con personalidad del joven sobre bases muy generales a imprecisas.

-----,--- ----
211
ETCHEBERRY. l, pág. 206.
220
Supra, aa) y 1, d). m Supra, II, a), dd).
211
En el mismo sentido, BASCU.NÁN y colaboradores, La rcspomabilidad penal del menor, cit., 1, pág_ 222 m Supra, l, 1, III, e), ee)

432 433
DERECHO PE:\TAL / PARTI' Gl::NERAL / Enriqut Cury Urzlia CAPLTULO VJIJ I LA TEORÍA DI LA Cl'LPABILJDAD

IV. LA INIMPUTABILIDAD DEL SORDOMUDO: género de conocimiento de lo injusto que se requiere para la reprochabilidad y cuáles
UN PROBLEMA DE LEGE FERENDA sus contenidos. 226 En segundo lugar, hay que determinar cuáles son las consecuen-
cias de un error sobre lo ilicitud del actuar (error de prohibición) en los distintos casos en
En numerosas legislaciones contemporáneas (Alemania, España) se contempla los que éste se presenta. En esto las opiniones se encuentran divididas y hasta ahora
expresamente al sordomudo entre los inimputables. En otras, como la argentina e no se divisa la posibilidad de un compromiso. 227 Por último, es menester efectuar
italiana, las fórmulas sobre inimputabilidad permiten comprender el caso cuando una cuidadosa interpretación de la ley, a fin de elaborar una construcción dogmáti-
las circunstancias concretas revelan que la perturbación orgánica suprime efectiva- ca practicable. A este respecto, el empeño de las legislaciones por evitar abusos ha
mente la capacidad del sujeto para comprender lo injusto y autodeterminarse con sido perjudicial para la corrección de las disposiciones y su claridad. Abrirse paso
arreglo á esa comprensión. Ese tratamiento jurídico se funda en el hecho evidente entre la maraña de preceptos contradictorios es algo que aquí só1o podrá intentarse
de que la sordomudez provoca en el paciente una situación de aislamiento, que es, de manera escueta.228
por sí sola, limitativa de su habilidad para entender y querer.
En el derecho chileno, sin embargo, la situación es diferente, pues el sordomudo
no se encuentra mencionado expresamente entre los inimputables y, por otra parte, I. NATURALEZA DEL CONOCllll.IENTO DE LO INJUSTO
la estructura de las normas sobre la materia no permite tampoco extender a él su REQUERIDO POR LA CULPABILIDAD
eficacia. Hay casos, por supuesto, en los que a causa de su insuficiencia los sordo-
mudos poseen un desarrollo intelectual muy pobre, equivalente al de un oligofrénico a) Forma del conocimiento de lo injusto
profundo, 224 lo cual permite incluirlos en la disposición del art. 10, Nº 1º, primera
parte, asimilándolos a un enfermo mental. Pero no siempre ocurre de esa manera, aa) Un número reducido de autores consideró en otra época que el conodmi:en-
no obstante lo cual es posible que, por la sola naturaleza de su enfermedad, el to de la ilicitud significaba conocimiento de la tipicidad. El sujeto debía estar, pues, en
paciente se encuentre realmente en la imposibilidad de autodeterminarse conforme condiciones de subsumir su conducta en el tipo penal. Semejante punto de vista no
a senlido. Para tales hipótesis se hace sentir la ausencia de una disposición legal, podía prosperar. Implica, como ya se ha dicho, que sólo los juristas estarían en
cuya dictación serta, por consiguiente, deseable. situación de delinquir y aun de entre ellos, únicamente los partidarios de la posi-
ción dominante (BINDING). Esta crítica sepultó a la teoría, que hoy no tiene sino
valor histórico.
§ 28. LA CONCIENCIA DE LA ILICITUD
bb) En un extremo opuesto se sitúan aquellos que identifican el conocimiento
El que interviene en la ejecución de un delito sólo obra cupablemente si, en el momento de la ilicitud con la conctencia de que el acto es contrario a los preceptos éticos.
de hacerlo, contaba con la posibilidad real de conocer lo m¡usto de su actuar A nadie Tampoco este criterio puede ser acogido. Por una parte, los dictados del derecho no
puede reprocharse la realización de una conducta cuya ilicitud no conocía ni si- siempre coinciden con los de la moral. Por otro lado, las concepciones éticas son
quiera poLencialmente. Es del todo injusto reprobar a la joven que se hace practicar mudables y dependen, en gran medida, de cierto género de convicciones, como las
un aborto, si ella procede de un Estado donde éste no sólo es autorizado sino aun religiosas, polílicas, etc., que no siempre se corresponden con las del ordenamiento
alentado por la ley y, consiguientemente, jamás ha tenido conciencia de que esa jurídico. A causa de ello, frente a un mismo hecho hombres semejantes emiten
conducta es antijurídica.225 juicios éticos diversos, cosa que el derecho, en cambio, no puede tolerar. Con arre-
Esta sencilla verdad, sin embargo, tropieza en la práctica con dificultades tan glo a una concepción de esta índole, en efecto, los autores por convicción no podrtan
considerables que la teoría de la conciencia de la ilicitud se ha convertido en una de ser ob.1eto de reproche alguno; pero esto, como ya se ha dicho, 229 es jurídicamente
las materias más difíciles y controvertidas de la ciencia penal. En primer lugar, es inaceptable. 230
obvio que al lego nos{ le puede exigir un conocimiento preciso de Jo que se consi-
ce) Es MEZGER quien ha precisado de una manera más satisfactotia el género
dera Justo e injusto. De hacerlo así, podría llegarse al absurdo de que sólo a los
de conocimiento de lo in.1usto que se requiere para la configuración de la culpabili-
Juristas fuese posible hacerles un reproche de culpabilidad, en tanto que, de otra
dad. lo que se necesita es la conciencia de que el hecho es injusto conforme a una
parte, se tornaria fácil burlar la ley Es preciso, pues, ante todo, determinar cuál es el

m Jnfrn, I.
,2+ SOLER, 11, 38, T, pág. 47. 127
lnfra, TT.
w \VEIZEL, Lc1 tcmia de la acciónfincdista, cit. VI, b), 1, pág. 36. Con toda rnz:ón DOHNA, pág. 77, impugna rn; lnfra, m.
"la rara idea U.e que la ficción que supone la ley conocida por todos, prnrege la autori.dad del orden estatal, 229
Supra, 25, IV -
mando, en verdad, nada hay más adecuado para socavar el respeto por la ley y para crear urn clima de 21 º Véase, en el mismo sentido, la ciítica de BAUl'vlANN, 23, TTI, 2, pág. 353, YJESCHECK, 38, 1, pags. 376

oposición que la~ sentencias in_jusrns". y 377Asimismo, entre nosotros, POUTOFE 10, 2, D, págs. 613 y 614 ..

434 435
DERECJTO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury L'rzúa CAPITULO VIII/ LA TEOR!A DE LA CULPAB!UllAD

"valoración paralela, en la e~fera del profano 11 •231 El sujeto tiene que apreciar el carác- reprochársela a quien la ejecutó a causa de que pudo conocer el deber y de este modo,
dejarse determinar por dicho conocimiento. 234
ter contrario al ordenamiento jurídico de su conducta, aunque no esté en situación
de encuadrarla técnicamente en la norma correspondiente. Se precisa 11 una aprecia-
Esta concepción es muy importante en la apreciación de las consecuencias que
ción de la característica del tipo en el círculo de pensamientos de 1a persona indivi- han de atribuirse al error de prohibición, como se verá en el siguiente apartado.
dual y en el ambiente del autor, que marche en el mismo sentido que la valoración
legal-judicial 11 • 232 No basta, en cambio, la vaga sensación de estar haciendo algo
11
malo 11 o 11 reprobable 11 o 11 indebido'1; es menester que el conocimiento se refiera a lo H. EL ERROR DE PROHIBICIÓN EN GENERAL Y SUS EFECTOS
jurldicamenle malo o reprobable o indebido. Así, posee el conocimiento de la
antijuridicidad de su hecho el ladrón, si sabe que en alguna ley se sanciona de una
a) El concepto del error de prohibición en general
manera -ignorada por é1- al que "torne cosas ajenas para quedárselas". No cuenta
con él, por el contrario, la joven que se hace practicar el aborto porque imagina que El sujeto se encuentra en un error de prohibicíón cuando éste recae sobre la
en el país de adopción -como en el de su origen- éste también es permitido y hasta antijurídicidacl de su conducta, de ta! manera que la ejecuta asistido por la convicción de
alentado por la ley, aunque piense que hacerlo importa una grave infracción a sus estar obrando lícitamente. En tales condiciones es, por consiguiente, imposible diri-
principios religiosos y un atentado en contra del 11 afecto maternal 11 • girle el reproche de culpabilidad, pues, en rigor, no tenía motivos para abstenerse
De todo lo expuesto resulta, finalmente, que el error sobre la punibilidad de la de realizar el hecho, lo cual equivale a decir que carecía de libertad para
conducta es irrelevante. Si el autor sabe que su conducta es jurídicamente inco- autodeterminarse conforme a las exigencias del derecho.
rrecta, nada importa que ignore la existencia de una amenaza penal dirigida a Aunque actualmente este concepto es manejado por una amplia mayoría de la
quien la ejecute (discutible). doctrina, su origen es reciente, y no puede afirmarse que se haya ímpuesto. Hasta el
presente 1a noción disputa el campo -y, a veces, tiende a confundirse- con otras
b) Calidad del conocimiento del injusto más anticuadas, cuya practicabilidad es dudosa. En los párrafos siguientes se pre-
senta un esquema sintético del estado del debate.
Una cuestión debatida es la de si el conocimiento de lo injusto, concebido según
ya se ha explicado, ha de ser actual o potencial. De acuerdo a la doctrina finalista, aquí
h) El "error de derecho" y su irrelevancia
defendida, basta con un conocimiento potencial.233 El sujeto obró culpablemente si
tuvo la posibilidad de valorar su conducta como contraria al ordenainiento y no lo la concepción tradicional emp1ea, en este punto, la vieja distinción entre error de
hizo. Ya esto es suficiente para dirigirle un reproche. Porque este último se basa en el hecho y de derecho, que procede de los ordenamientos jurtdicos romanos. Con arre-
hecho de que el autor actuó en una situación que lo habilitaba pare decidir libremente glo a ella, el error sobre un punto de hecho excusa cuando es sustancial; en cambio, el
entre infringir o no las normas, y esa capacidad existe si en el caso concreto él tenía la error sobre el derecho es irrelevante e, incluso, en ciertos casos alegarlo constituye
oportunidad de conocer la ilicitud de la conducta, aunque no la haya aprovechado. una presunción de mala fe que no admite prueba en contrario, como ocurre, por
ejemplo, en lo relativo a la adquisición del dominio (art. 706, inc. cuarto C.C).
La doclrina conlraria fue sustentada pcir los autores causalisLas más tradiciona1es. Es natu-
ral que haya sido así, pues e11os, por lo general, incluyeron el conocimiento de lo injusto en Esta idea imperó pacíficamente en la legislación, práctica y doctrina hasta hace
el dolo. De aquí que una ignorancia imprudente (culposa) no les pareciera suficienle para poco tiempo. Fundada en la presunción de conocimiento de la ley, pretendía impe-
integrar el requisito; una actitud culposa como fundamenlo de la responsabilidad dolosa es dir alegaciones difícilmente probables y que podían conducir a la indefensión de la
una contradicción
sociedad frente al criminal. Por otro lado -desde un punto de vista positivo-, encon-
La cuestión es diversa si se acepta que el dolo y la culpa son conceplos independientes del
conocimienlo de la antijuridicidad. Así, ya no hay conlradicción entre la actitud imprudente traba asidero en la concepción de que todo derecho es, de algún modo, expresión
del que pudiendo conocer lo injusto de su actuar se abstuvo de ejecular la indagación que lo de las tendencias éticas imperantes, de tal manera que sus prescripciones corres-
hubiese conducido a la Certeza, y la afirmación de su responsabilidad a título de dolo; pues ponden a los sentimientos morales del hombre común. 235
lo que aquí se eslá disculiendo no es si la conducta fue o no dolosa, sino la posibilidad de
Prácticamente, dicho criterio tiene que haber conducido, una y otra vez, a solu-
rn MEZGER, II, 44, T, 3, pág. 148.
ciones injustas. Esto, sin embargo, no alcanzó relieve sino cuando, al complicarse la
232
MEZGER, II, 44, 1,3, págs. 148 y 149. En nota, MEZGER advierte que no siempre es necesario referirse a organización jurídica de los grandes Estados modernos, apareció de manifiesto que
una "esfera del profanan, porque puede también pensarse el caso de un autor que posee fonnación jurídica.
Me parece, sin embargo, que esta aclaración es inexacta, pues aquí lo que se ha de requerir es un mínimo
vátido parn todos, y no una apreciación relativa a las cualidades personales del amor. De otra manera, sucede- lJ'! En esle sentido puede verse POUTOFF, 10, 2, E, págs. 622 y sigts., no obstante encontrarse en oposidón
lia que se concedería una posibilidad más fácil de invocar el error al jurista que al analfabeto, pues el primero a los puntos de partida del finalismo. . .
podría lamhién alegarlo cuando, por ejemplo, su inLeq1retación sofisticada se aleja de la opinión dominante, 235
FRANK, Estru.ctum del concepto de culpabilidad, cit., 5, págs. 52 y sigts. Debe adv_ernrse, sm ~IT:bargo, la
mientras el segundo sólo cuando su apreciación se aparta de ella en las líneas gruesas reserva del autor en el sentido de que su argumentación obedece a cons1derac10nes dogmaticas, y su
11
' MAURA CH, 11, 37, JI, A, pág. 144; \VELZEL, 22, págs. ,221 y sigts. aspiración, de lege Jerenda, a una regulación mejor (pág. 56).

436 437
DERECHO Pl:óNAL/ PARI !• Gl;Nl·RAI I l.'nri4ue Cury Urzúa CAPJTlJLO Vlll / LA TEORlA DE U, CUl,PABlUDAD

la presunción de conocimiento de la 1ey era una pura ficción, carente de realidad fracasa ya, puesto que no hay conceptos puramente juridico-penales; el derecho
básica, así como que la pretendida identidad entre los mandatos y prohibiciones de penal como derecho protector toma, más bien, sus conceptos de las restantes ramas
las normas penales y los sentimientos morales de1 hombre medio no pasaba de ser jurídicas 1'. 237 Todavía más, pueden imaginarse hipótesis en que un error sobre un
una ilusión. punto de derecho penal -en el sentido de la construcción criticada- parece tanto o
Pero, además, la concepción es teóricamente falsa, porque desde el punto de más fácil de producirse y digno de ser tomado en consideración que un error de
vista jurídico, el error de hecho, como tal, no existe. Los hechos, en tanto producen derecho extrapenal. ¿No parece igualmente inocente la anciana doméstica que, des~
un efecto jurtdico, se incorporan al ordenamiento jurídico y, por consiguiente, el conociendo los tipos contenidos en la Ley 15.192 (todavía vigente, aunque casi
error que recae sobre ellos es también un error de derecho. Cuando alguien dispara nadie lo sabe), 238 vende a un transeúnte los pocos dólares que le envió su hijo desde
sobre lo que cree ser una pieza de caza y es, en realidad, un vagabundo escondido
los Estados Unidos de Norteamérica, que el que dispone de la prenda porque pien-
entre el follaje, se equivoca en última instancia sobre la admisibilidad jurídica de la
sa tener derecho a ello desde el momento mismo del incumplimiento? Resolver
conduela desplegada y no sobre una cuestión puramente física. 236 Por esto, en
estas dos situaciones de manera diversa es insatisfactorio. Por últimof aun pre:$cin-
muchos casos la distinción entre las dos formas tradicionales del error es sumamen-
diendo de las consideraciones precedentes, la solución propuesta no supera la dlfí,
te difícil de efectuar y conduce a confusiones.
cultad de trazar una frontera clara entre los errores de hecho y de derecho.'"

e) La teoría italiana: el error de derecho extrapenal como error de hecho


d) La solución correcta: error de tipo y de prohibición
Los primeros esfuerzos destinados a superar estas dificultades se deben a la ciencia
La solución correcta, pues, exige abandonar la distinción entre error de hechO y
penal italiana y tienden a encontrar una solución de compromiso. Se continúa ha-
de derecho, sustituyéndola por la que actualmente impera en la doctrina, y que
ciendo la distinción entre eJTor de hecho y de derecho. Este último se divide, a su vez,
diferencia el error de upo del de prohibición.
en eJTor de derecho penal y error de derecho extrapenal. El primero implica ignorancia
o equivocación sobre los contenidos de la ley penal y es irrelevante; el segundo, en Incurre en error de prohibición240 quien cree que su conducta es licita, sea' porqüe
cambio, se relaciona con los contenidos de leyes no penales a las que, sin embargo, ignora que, en general, está sancwnada por el ordenamiento juridico, sea porque supone
la ley penal se refiere, presuponiéndolas conocidas, y se lo trata conforme a los que en el caso dado está cubierta por una causal de Justificación que na existe a a la que
principios que regulan el error de hecho. Así, incurre en un error de derecho penal atribuye efectos más exte115os de los que realmente produce, sea, en fin, parque supone la
(irrelevante) quien supone que hurtar una cosa de poco valor es permitido; a la presencia de circunstancias que en eI hecho no se dan, pero que, de concurrir;Jundament4~
inversa, comete un error de derecho extrapenal, que ha de tratarse como error de 1ian una auténtica justificación.
hecho, quien cree equivocadamente que la celebración del contrato de compraven-
ta genera un derecho real sobre la cosa y, por esto, se apodera de ella antes de que se aa) Naturaleza del error de prohibición
produzca la tradición, teniéndola por propia.
Error de prohibición es error sobre la licitud. El agente no yerra sobre los elemen-
Esta construcción está destinada al fracaso. Desde luego, es injustificado hacer
tos pertenecientes al tipo (error de cipo), sino sobre la relación entre su conducta y el
la distinción entre el error de derecho penal y extrapenal, pues implica desconocer
ordenamiento jurtdico. 241 El sujeto sabe que yace con una joven privada de razón~
la unidad del ordenamiento jurídico. Que la ignorancia de la ley civil no produzca
sabe que está dando muerte a un hombre; pero, por una a otra razón, cree que su
efectos en sede civil y sí en el ámbito penal, sólo por ser civil, carece de explicación.
conducta es aprobada por el derecho.
Decir que se debe a la gravedUd de las sanciones penales es 11 tomar el rábano por las
liops", porque la severidad de tales sanciones es motivada por la magnitud del
ilícito criminal y lo que aquí liabria que probar es algo imposible: que la ilicitud de 117
USZT U, 40, l, 2, pág. 418. . - d E t "n yde
la acción delictuosa es menor -o no exisle- cuando su ejecución es determinada nt La no;rna subsiste ahora en el arl. 24 del texr.o refundido de la ley sobre Comeroo e xpor acto
Importación y de Opefaciones de Cambios lnLernacionales, que s~ fijó por Decreto 471, de 17 de octubre
por un error del agente sobre un punto de derecho extrapenal. Por otro lado, desde
de 1977 publicado en el Diario Oficial N" 29.924, de 29 de noviembre de 1977, "· /
el momento en que la ley penal incorpora a sus prescripciones conceptos extraídos rn Sobre u~ desarrollo relar.ivamenle rectente de esta <loctnna puede consultarse FROSAU, Srstema pena C
de los otros ámbitos del ordenamiento juridico, los hace suyos y, a partir de ese ilaliano. ToTino, 19.58, I, 49 y sigts., págs. 128 Y sigts_ . . . ., POLITOFF
' 4 0 Sobre el enor de tipo, véase supra!, 21, 11, d). Sobre las ventaJaé> de esta clas1fica.c1on del error, •
instante, el error que recae sobre ellos es un error de derecho penal. '1Esta distinción
10, 2, E, págs. 609 y 610. . . - . A FONSO REYES La teor[a del error en la
241 Esle criterio de distinción es impugnado 1mpl1cnarnente por L '. ' l ¿·¡ ,·
· · · pena ¡ w ¡om b.wna, cit.,
dortrina y en /a m1eva legts!acwn - 10 · El quema efectuar ah'b'
· B , 1 , pag. 1 erenoa
.,
atendiendo únicamente al objeto "formal" sobre el cual recae el error. Con esto, el error_de P¡,:"º 1__icwn se
nü Una cosa distinta es que aquí el error verse primordialmente sohre la tipicidad de la conducta y que, por
redLicirá exclusivamente a loS casos en que la equivorn.áón versa sobre las causales de JUStl 1~acton. Pero
lo tanto, sus efectos sean diferentes de aquel que se refiere directamente a la antijuridicidad. Sobre ello,
véase infrn, lll esto no tiene en cuenla los lundamentos má~ prolundos de la clasificación y sus consecuencias.

438 439
DléRFCHO PEKAI. / PARTE (,Ei\E"R;-\L / Enrique Cury "Crztia CAPÍTULO Vlll / l.A l"l·.ORÍA DE l A Cl_;LPABILIDAD

bb) Casos de error de prohibición aa) La teoría tradicional

Las causas del error de prohibición pueden ser de cuatro especies: Fundándose en criterios tradicionales 245 y en una aplicación indiscriminada de
1) El sujeto obra en la creencia errada de que su acción no está prohibida, en general, por las normas y principios civiles al ámbito penal, la posición dominante -aunque
el ordenamiento (error de subsuncíón). Así, por ejemplo, ocurre si se apropia indebida- minoritaria en doctrina- negó eficacia al error de prohibición. Con todo, puesto
mente de una cosa de poco valor, creyendo que eso está permitido; si yace con una que ese criterio arrancaba de la vieja distinción entre error de hecho y de derecho,
menor de doce años, que ha consentido en el acceso carnal, porque cree que la edad se exceptuaban los casos de errónea suposición sobre la concurrencia de una causal
límite para la disponibilidad de la actú~dad sexual son los diez años , etcétera . 242 de iustificación Qustifícantes putativas), a los que se consideraban errores de hecho,
concediéndoles, por ende, eficacia excusanLe. 246 Es obvio que esta construcción no
2) El sujeto sabe que su conducta está, en general, prohibida, pero cree que en el caso correspondía al desarrollo actual de la ciencia penal y, por lo mismo, fue abandona-
concreto se encuentra justificada en virtud de una causal que, en realidad, no se halla da por 1a práctica con la jurisprudencia más reciente. 247
consagrada en la ley. Así, por ejemplo, cuando aplica una inyección letal a su cónyu-
ge enfermo, creyendo que el requerimiento de éste basta para asegurar la licitud del bb) La teoría extrema del dolo
acto; si la joven violada se hace practicar un aborto porque supone que existe un
derecho a suprimir el feto concebido en esas circunstancias; etc. Conforme a la teo1ia extrema del dolo, el error de prohibición inevitable excluye el
dolo y la culpa, determinando la impunidad por falta de culpabilidad; por la inversa,
3) El sujeto sabe que su conducta está, en general, prohibida, pero supone que en el
el error de prohibición evitable sólo excluye el dolo, pero deja subsistente la culpa por
caso concreto se ericuentra legitimada por una causal de justificacíón efectivamente vigen- la negligencia del aULor que, pudiendo imponerse de la ilicitud de su actuar, no adop-
te, pero cuyos efectos, en realidad, no alcanzan a esa situación (error ele interpretación). 243 tó las providencias necesarias para salir de su error (culpa de derecho).
Así, por ejemplo, si el autor piensa que también lesionar a una persona está justifi- Este criterio arranca de presupuestos causa1istas. Supone que el conocimíento
cado por el estado de necesidad.
del injusto es un elemento integrante del dolo, al que alop en la culpabilidad; por
esto el dolo desaparece si, a causa de un error sobre la prohibición, queda excluida
4) El sujeto sabe que su conducta está, en general, prohibida, pero supone, erradamente,
que en el caso se dan las circunstancias necesarias para la concurrencía de una au[éntica la conciencia de la ilicitud.
Aparte de los argumentos sustantivos que obstan a la adopción de este pnnto ele
causal de justificación. 244 Así, por ejemplo, si el sujeto da muerte a su enemigo jurado
vista, han de tenerse en cuenta algunas consideraciones prácticas que inducen a
que durante la noche se precipita sobre él, pero no para agredirlo sino para darle un
rechazarlo. En efecto, desde que el delito culposo sólo es castigado respecto de un
abrazo de reconciliación; si se apropia del extintor de un vecino para apagar lo que
número limitado de tipos penales, la teoría extrema del dolo conducirá, en la mayor
imagina ?er un incendio en la casa de un tercero y es, en realidad, el reflejo dé unos
parte de los casos, a soluciones inaceptables. Delitos de gravedad considerable ha-
fuegos de artificio; si el funcionario priva de libertad a un individuo en virtud de
brán de quedar impunes por ausencia del correspondiente tipo culposo, a causa de
una orden de detención despachada en contra de su hermano gemelo; etc.
que el autor no tuvo conciencia de la ilicitud del acto, no obstante que una diligen-
cia mínima Je hubiese permitido sa1ir de su ignorancia. Esto, seguramente, ha dete~
e) Los efectos específicos del error de prohibición nido el desarrollo de la teoría del error de prohibición en la jurisprudencia, con
desventajas para la evolución de1 derecho penal hacia soluciones más justas. Los
Los efectos específicos del error de prohibición han dado lugar a una polémica
tribunales se negaron a consagrar principios que se traducirlan en Ia absolución de
que hasta ahora no se encuentra concluida. la legislación y la jurisprudencia -aun
individuos cuya conducta evidenciaba un desprecio total por el ordenamiento jurí-
las de las naciones que han hecho grandes progresos penales- distan mucho de
dico imperante y prefirieron aferrarse a las viejas nociones, aunque probablemente
contribuir a uniformar los criterios. Un cuadro- esquemático de las distintas posicio-
nes es el siguiente: tampoco ellas satisfacían sus ideales de justicia.
BAUMANN, en especial, Techaza la crítica expuesla. 248 A su juicio, es muy limitada la
posibilidad de que el autor incurra en un error de prohibición evilable sobre un hecho grave
2 2
En CURY, Orientación, 20, II, e), bb), 1, pág. 205, se cita también el caso del que "contrae matrimonio
y no se cuente con un tipo de delito culposo para casLigarlo; pues, cuando "se dan graves
-+

antes de haber trnn_scurrido los plazos para que la sentencia que declaró la nulidad del vínculo anterior se 11
encuentre ejecutonada, porque cree que las resoluciones judiciales producen efectos desde el momento
en que son notificadas_a las partes"_ Esto es inexacto. Puesto que aquí el error recae sobre la validez del
vinculo matrimonial anterior, es de tipo y no de prohibición, ya que dicha validez es un elemento inte-
145 Suprn, b). Este criterio se defiende todavía en LAl3ATUT, l; 46, págs. 43 y 44. Sobre la jurisprudencia en
tal sentido, POUTOFF, 10, 2, C, pág. 608, nota 193
!
11
grante del tipo de la bigamia, con arreglo al art. 382 del C.P. rn; Supra, d), bb), 4.
m JESCHECK, 41, Il, 1, a), pág. 412.
L+:- JESC:HECK, 41, IlL 1, pág. 417 habla en este caso de un error de proh[bición indirecto.
247 lnfra, III, b), ee).

m BALMANN, Derecho Penal, 6, !!, 3, e), pág. 263. !


440 441
Dr,RECHO PEKAL / PARTE GFl\l'RAL / Enrique Cury Urzúa CAPITULO vm / LA TEORÍA DE LA CL;LPABIUDAD

lesiones de bienes jurídicos, lambién existen, casi siempre, Lipos culposos 1' . 249 El pro- dd) La teoría extrema de la culpabilidad
blema, en su opinión, rara vez se presentará en la esfera del <lerecho penal criminal
propiamente tal, y sólo puede <larse en el del derecho penal accesorio, donde, de ser
necesario -cosa que pone en duda-, puede solucionarse mediante la creacicín de las figu-
La teoría extrema de la culpabilidad es una consecuencia de la teoría final de la
ras culposas conespondiemes por el legislador. acción. Conforme a ésta, el dolo es un concepto libre de valoraciones que encuentra
Este punto de vista no me parece convincente. BAUMANN olvida, en efeclo, que también su asiento en el ámbito del tipo. Entretanto, la posibilidad de conocer lo injusto
en el derecho penal criminal propiamenle Lal exislen atentados gravísimos en contra de pertenece, como elemento autónomo, a la culpabilidad. Por ende, el error de prohi-
bienes jurídicos muy valiosos, cuya realización culposa es casi inimaginable, pero respecto
de los cuales, en cambio, puede darse perfectamenle la mal llamada "culpa de derecho " 250
bición y el consiguiente desconocimiento de la antijuridicidad no pueden influir
Así ocurre, por ejemplo, con la violación o los abusos sexuales, el rnbo con violencia, el sobre el dolo, puesto que éste existe o no con independencia de aquél.
secuestrn de personas, etc. Es casi imposible pensar un caso en que el autor cometa una Como consecuencia de estas premisas, la teoría extrema de la culpabilidad
\iolacicín (propia) por pura negligencia; pero, por el conlrario, puede ocunir que un indivi- -sosliene que un error de prohibición inevitable (excusable) no afecta al dolo, pero
duo acometa sexualmenle a una mujer porque cree que el acceso carnal violento está permi-
tido o es, incluso, la forma usual de satisfacer los instintos de esa clase. ¿Seria una solución
determina la desaparición de la culpabilidad. Por otro lado, como la culpabilidad
realmente razonable crear, parn todas estas situaciones, tipos culposos-puesto que la grave- se satisface con un conocimiento potencial de lo injusto, d errar de prohibición
dad de ellas puede considerarse fuera de discusión- nada más que con el objelo de captar evitable (inexcusable) no excluye la responsabilidad y el sujeto será castigado al
unos cuantos casos de "culpa de derecbo 11 ? ::vie parece que no. título correspondiente -doloso o culposo, según se haya establecido, con antela-
Por otra pane, debe tenerse en cuenta que las críticas a la Leoría del dolo no son única-
ción, en la esfera de la tipicidad-;con todo, en ciertos casos procederá una atenua-
mente de carácter práctico. Las fundamentales, más bien, obedecen a consideraciones sisLe-
málicas relativas a la naturaleza y esl.rucLura del dolo 251 y la culpabilidad. 252 Para ésas aún ción de la pena, en consideración a la medida en que el error, no obstante su
no se ha ofrecido una respuesta adecuada inexcusabilidad, sea debido a anormalidades en la motivación del agente. 255

ce) La teoría limitada del dolo ee) La teoría limitada de la culpabilidad

La teoría limítada del dolo 253 se hace cargo de las objeciones expuestas y, sin aban- Otra variante se encuentra en la teoría limitada de la culpabilidad, uno ele cuyos
donar los presupuestos de la teoría exLrema, procura introducir algunos correctivos primeros expositores es HIPPEL y que actualmente es dominante en el derecho
indispensables. A su jnicrn, cuando el error de prohibición es evitable, excluye el comparado. 256 Se acepta aquí en principio la solución propuesta por la teoría extre-
dolo, pero deia subsistente la culpa; salvo que el autor haya revelado una especial ma, pero se sosliene que el error sobre la concurrencia de una causal de justificación
11
ceguera jurídica", en cuyo caso procede castigarlo como si hubiese obrado ha de ser tratado conforme a los principios que regulan el error de tipo.
dolosamenLe. la situación excepcional, así creada, tiende a obviar las dificultades Este punto de vista puede obedecer a fundamentos distintos,
que la teoría extrema del dolo no puede superar, En primer lugar, será una consecuencia lógica para quienes adhieren a la teo-
Sin embargo, esta construcción no es convincente. No es una solución sistemá- ría de los elementos negativos del tipo. 257 Si, como postula esa teoría, las causales
Lica, sino un recurso para llegar a resultados aceptables acudiendo a supuestos éti- de justificación son e1ementos negativos de todo tipo, entonces el error que se
cos. Importa, incluso, una contradicción, pues, al menos en los casos de 11 ceguera refiere a sus presupuestos de hecho no puede sino ser un error de tipo, Como
jurídica\ pretende que el dolo se satisfaga con un conocimiento del injusto mera- aqui, sin embargo, ese criterio ha sido rechazado 258 , también tiene que serlo esta
mente potencial. Pero sólo se puede hablar de nn dolo entendido como voluntad de consecuencia. 259
realización si el sujeto 11 sabe lo que hace 11, no si únicamente 11 podía saberlo 11 • Por Pero a favor de la teoría limitada de la culpabilidad hablan otras consideradones
esto, cuando se quiere incluir el conocimiento de lo injusto en el dolo, ha de exigir- que juslifican su auge en la literatura contemporánea y explican que aquí se resuel-
se también la actualidad de aquél; lo cual priva de toda sustentación al concepto ele va adoptarla, abandonando el pnnto de vista de la teoría extrema al qne había de-
la 11 ceguera jurídica11• No es extraño, por eso, que en la actualidad este punLo de fendido hasta ahora. 260
vista se encuentre abandonado por complelo. 254
155
Así, CURY. hasta la edición anlerior, II, 28, II, especialmente págs 71 y 72; COUSIÑO, m, 215, págs. 201
y sigLs.; vacilante GARRIDO, II, 76.4, págs. 234 y 2.3"5; NÁQUIR..l,., págs. 411 y 412.
' Véase. por lOdos, JAKOBS, 11, V, 58 y 59, príg. 4.52:JESCHECK, 41,111, págs. 417 y sigts.; lvV\URACH·
251

ZlPFF, 1 , 3 7, TI, C, 1, 41 y sigLs., págs. 660 y sigLs; ROXIN, 14, Vlll, 62 y sigts., págs, 583 y sigts,
1
'"'l<lem. J. ¡ Supra, 16, llI, e), bb) y ee).
5

En el mismo sentido, VlEBER, 1\/, pág 586. 25


~ !dem.
2 1
'' Supra; l; 18, ( e). 259
En el mismo sentido, GALL.l,.S, La lemia del delito en su momento actual, cit. V., pág. 63, nota 89;JESCHECK,
m Supra, 25, 11, <l), dd) 41, Ill, 2, a)_ págs. 418 y 419. T_a relación entre la teoría limitada ele la culpabilidad y la concepción de las
m Cfr. .\1EZGER, 11, 44, lL págs. 15 y sigLs., pero, sobre todo. Libro de estudio, 1, 69, JI, 4, prígs. 250 y sigLs., causales ele justificación como elementos negatiYos del r.ipo, es destacada ya por DOHNA, pág. 79. Véase,
en donde se ofrece, además; una ojeada sobre la evolución del prnsamiemo <lel autor. también, \VEBER, IV, págs. 586 y 587, en relación con 111. pág. 580.
254
La menciona todavía, sin unbargo, JAKOBS, 19, m, 17, págs. 664 y 665. 26
ª CURY, 2º edición. IL 28, JI, págs. 71 y 72.

442 443
DL'RECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Emiqu,, Cury Urzúa CAPÍTULO VIII/ LA TEORJA DE l.A ClJLPABJLIDAO

Desde luego, debe tenerse presente que en los casos de error sobre los presu- TU. LA SITUACIÓN DOGMÁTICA
puestos ob3etivos (fácticos) de una causal de justificación, la equivocación del agen-
te es de percepción y no de valoración, como ocurre en 1os otros casos de error de a) La opinión tradicional
prohibición. 261 Es decir, lo que el sujeto ignora es lo que ha sucedido (el hecho que
realmente ha acontecido) y no la forma con que ese acontecimiento es valorado por De manera más o menos uniforme, doctrina y práctica invocaron durante mucho
e1 ordenamiento jurídico. 262 tiempo lo preceptuado por los ans. 8º, 706 inc. final y 1452 del C.C., para sostener
Como consecuencia de lo expuesto, en los casos de error sobre los presupuestos que el error sobre cuestiones de derecho no tiene eficacia excusante. 168 Como esas
de las justificantes la culpabilidad del amor es más reduC1da que en las otras situa- disp_osiciones se basan en la tradicional distinción entre error de hecho y de derecho,
ciones de error de prohibición. Aquí, en efecto, 1a motivación del sujeto es se exceptúan las hipólesis en que el sujeto supone equivocadamente la concurrencia
valorativamente correcta, pues, si los hechos fueran realmente como él se los repre- de las circunstancias que fundamentan una causal de justificación vusuficantes putati-
senta, el derecho aprobaría efectivamenle su comportamiento, cosa que no ocurre vas). Estas situaciones configuran un error de prohibición. 269 Sin embargo, como en
en las otras hipótesis de falta de conciencia de la antijmidicidad. 25.1 su base se encuentra un error sobre las circunsLancias fácticas, la tendencia entonces
Ejemplo: 1) Cuando el autor hiere a otro porque piensa equivocadamente que el dominanLe las trataba conforme a las normas que regulan el error de hecho_210
lesionado le estaba agrediendo, su conducta, de haber sido correcla su representa-
ción del hecho, habría sido realmente aprobada por el ordenamiento Jurídico. Esto, b) La solución personal
en cambio, no sucede, cuando 2) el maestro castiga corporalmente a sus estudian-
La construcción expuesta era sin duda insatisfactoria y dio lugar, con frecuencia, a
tes, porque piensa erradamente que el derecho lo faculta para ello, o 3) sustrae, por
soluciones injustas. Aunque en algunos raros casos la jurisprudencia había retrocedi-
la misma razón,.especies de poco valor de los escaparatés de un mercado.
do frente a ellas, buscando un paliativo en consideraciones procesales, la tendencia a
Pero no sólo la culpabilidad se ve reducida en los casos de error sobre los presu-
mantener el principio predominó con evidente perjuicio para el desarrollo del dere-
puestos de las justitkantes. También la anti3uridi ciclad disminuye, pues, como la
cho penal de culpabilidad. La aplicación esporádica de la distinción entre un error de
voluntad del su¡eto es adecuada a los mandatos y prohibiciones del derec/10, puesto que derecho penal y extrapenal tampoco ofreció ventajas apreciables. Y, no obstante, la ley
se pliega a sus valoraciones, el injusto resulta atenuado a causa de que el disvalor de penal contenía un conjunLo de preceplos que permitían una elaboración más correcta.
acción disminuye. 264
Lo expresado hasta aquí conduce, en mi opinión, a la siguiente consecuencia: el aa) Desde luego, ha de tenerse en consideración el art. 10, Nºs. 2º y 3º del C.P.,
error sobre los presupuestos objetivos de una causal de justificación es un error de en los que se excluye la imputabilidad del menor a causa de su incapacidad para
prohibición, pues recae sobre la ilicitud de la conducta. Por consiguiente, en rigor no discernir Como ya se ha destacado el cliscemimiento es, precisamente, la capacidad
excluye el dolo, pues el su_1eto sabe que lo que está ejecutando es el hecho descrito por de conocer lo injusto del actuar; de donde resulta que la inimputabilidad del menor
el tipo, y sólo se equivoca en que piensa estar autorizado para comportarse en esa ~y también la del enfermo mental, aunque no de una manera tan explícita en el
forma. Sin embargo, corno el yerro recae sobre la percepción de los hechos que ro- texto legal- se funda en la presunción de que es generalmente incapaz de conocer la
dean al acontecimiento., cuando es evitable presenta caracLeristicas tan semejantes a la ilicitud de su obrar. 271 Cabe preguntarse, entonces, ¿por qué daría la ley eficacia
imprudencia (culpa), que resulta adecuado at1ibuirle una consecuencia punitiva se- excusante a dicha incapacidad cuando es determinada por el estado personal del
mepnte a la de los delitos imprudentes (culposos) y, por supuesto, castigar sólo cuan- autor y no cuando deriva de las circunstancias paniculares del caso concreto?; ¿por
do exisle el tipo culposo respectivo. Eslo es lo que se designa como "temía de la qué se excluye la responsabilidad de quien se presume que no puede en ningún
culpabilidad que remite a las consecuencias 3uríd1cas" 265 "teoría de la culpabilidad caso conocer la ilicitud de su obrar y se ha de castigar, en cambio, al que prueba que
dependiente". (En el sentido de dependiente de la pena del delito imprudente). 266 - 267 frente a una situación determinada estuvo en la imposibilidad de adquirir dicho
conocimiento?; ¿por qué, en suma, casos iguales deberían ser tratados en forma
261
MAURACH-ZlPFF, 1, 37. II, 42_ pág. 661 diferente con flagrante violación del principio de justicia más fundamenta\l
161
En este sentido, _JAKOBS, 11, SJ, pág. 450· 'el sujeto yerra sobre c¡ué suceso social rnnstituyc fl casci"' (El
subrayaJ.o es mío.)
2
r,' En este senlido, GALLAS. T.a lco1ici ele! drllw rnsa momcntu c1ctual, cit .. \~ pág. 63. nola 89:JESCH.l:CK, 41, ETCI-IEBERRY, hasLa la 2ª edición, L pág. Ln y sigts.; ~OVOA, T, 335, págs. 573 y sigts., quien lncluso
IH, 2, d), págs. 420 y 421
161 sostiene que "lo que se ha expresado sobre el error de derecho cabe aplicarlo también al error juiidico que
fuí, JESU 1EC.K, 41, llI, d). pág. 430: "el autor cree actuar en el senrnlo dd derecho en vigor": ROXI~,
incida en algunos de los elementos nonnativos del tipo'' (pág. 576); l.J\BATUT, I, 46, págs. 43 y 44. y 123,
14, Vlll, l, b), 62. "T.o que pre lende es jurídicamente intachable no sólo según su opinión suhjetiva -no
pág. 131
decisiva- sino tamhién según el juicio ribjetivo del legislador"
Suprn, Il, d), bb). 4.
m Jf'.SCHEC.K 41, lll, d), pág. 420; \1AUR.ACtl-ZlPH 37, II, C 43, págs. 661 y 662
i,~, ETCHEBERRY, hasra la 2° edición, l, pág. 178; J.;\Tit\TUT, 1, 123, pág. 131. NOVOA, l, 340 y sigts., p;igs.
m, JAKOBS, 11, 58, pág. 452.
167 586 y siglS., eslima que el tratamiento de las "e,rimenres putativas" excede la teoría del error y les concede,
En d texto se prescinde del examen de los <lisLirnos criterios que se han daborado para fundamentar b
por consiguienLe, un lrnlamienlo separado.
teoría limirada de la culpabilidad o para prtcisar sus consecuencias. Una ojeada de conjunto putde en- 271
Supra, 27, l!I, b).
contrarse en ROXJN, 14, VIII, 62 y sigls., págs. 583 y sigts.

444 445
-----------------
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cmy Grzua
CAPÍTULO Vlll / LA TEORIA DE LA Cl.'LPABlLIDAD

bb) La interpretación correcta de 1a voz voluntaria, entendida no ya como dolo, discusión. Ella implica, en suma, que en la ley también está vedado constitucional-
sino como culpabilidad en senlido restringido, 272 brinda una viga maestra para la solu- mente presumir jure et de jure la conciencia de la ilicitud, puesLo que ella es uno de
ción del problema. En efecto, si lo voluntario se refiere aquí, precisamente, al cono- los componentes básicos de la responsabilidad
cimiento de lo injusto y a la normalidad de la motivación -o solamente a aquél,
según el punto de ,isla defendido por CORDOBA RODA-, ello significa que la fD Con arreglo a lo expresado, puede concluirse que la ley penal chilena admite la
presunción contenida en el inc. segundo del art. 1° del C.P es presunción de que el eficacia excusante del error de prohibición, siempre que éste se acredite en el proceso,
sujeto ejecutó la acción u omisión a conciencia de su ilicitud. De donde resulta que destruyendo así, mediante prueba en contrario, 1a presunción puramente legal de
en el ámbito penal el conocimiento de la antijuridicidad sólo se presume legalmente, conocimiento de lo injusto contenida en el art. l º, inc. segundo del C.P. Con variantes
a diferencia de lo que ocurre en sede civil, en donde la correspondiente presunción en la fundamentación, este punto de vista es acogido lioy por la doctrina dominante
de derecho excluirá toda prueba en contrario. en nuestro medio. 275 A su vez, en la jurisprudencia tal criterio también se ha abierto
paso. Posiblemente la primera sentencia que se hace cargo explícitamente del tema es
ce) Finalmente, en los arts. 224 y 225 de] C.P se encuentran argumentos decisi- la de la Corte de Apelaciones de Santiago de 18 de enero de 1972 276 , acogiendo la
vos en apoyo de la tesis según la cual, cualquiera haya sido la intención de sus eficacia excusante del error de prohibición indirecto desde el punto de vista de la
autores, es indudable que la ley positiva en vigor otorga eficacia excusante al error te01ia del dolo. Ese fallo, sin embargo, permaneció solitario y prácticamente ignorado
de prohibición. En efecto, esas normas sancionan a 1os miembros de los tribunales por décadas, no obstanLe su evidente importancia. Sólo en 1998, una sentencia de la
de justicia colegiados o unipersonales y a los funcionarios que desempeñan el mi- Corte Suprema de 4 de agosto de ese año ·vuelve ha ocuparse de un caso de error de
nisterio público cuando por negligencia o ignorancia inexcusable dictaren senten- prohibición indirecto (error sobre los presupuestos objetivos de la legitima defensa) y
cia manifiestamente injusta en causa criminal (art. 224, Nº 1º) o civil (art. 225, Nº en fallo dividido, acoge su eficacia exculpante, esta vez de acuerdo al criterio de la
l º), o contravinieren las leyes que reglan la sustanciación de los juicios en términos teoria de la culpabilidad 277 . Finalmente, otra sentencia del mismo tribunal de 23 de
de producir nulidad en todo o en parte sustancial (art. 225, Nº 2 º), o realizaren marzo de 1999 278 , se pronuncia, esta vez sobre una situación de error de prohibición
algunas otras conductas que importan, esencialmente, desconocimiento de disposi- directo y le acuerda eficacia excluyente de la culpabilidad, acogiendo también los
ciones legales (art. 225, Nºs 3°, 4° y 5º). A contrario sensu, por consiguiente, queda puntos de vista de la teoría de la culpabilidad 279 .
de manifiesto que aun para los JUeces y funcionanos del mirnsterio público hay
Aunque la senLencia de 4 de agosto de 1998 ha sido calificada generosamente de histórica
~asos en que la ignorancia de las normas jurídicas es excusable. Y, lógicamente, si por uno de sus comentaristas28 ª, no ha de olvidarse que ambos casos fueron resueltos sólo
eso se concede a quienes se halla confiada la administración de justicia, con mayor por mayoría ele voLos. Sin embargo, es cierto que expresan una tendencia que persistirá en el
razón debe serle reconocido al resto de los ciudadanos, cuyas posibilidades de co- futuro inmediato, y constituyen, en lodo caso, un llamado de atención al legislador.
nocer el derecho vigente son más limitadas.27 3
e) Los efectos del error de prohibición en la ley
d~) CORDOBA RODA quiere encontrar todavia otro argumento en apoyo de la tesis de-
fendida aquí, afim1ándo que la presunción de conocimiento de la ley no obsta a la eficacia
En la Constitución y la ley se encuentran elementos suficientes para afirmar 1a efica-
:xc_usante del error de prohibición, pcJTque conocimiento del derecho y conciencia de la
ihc~~u~ s_o1: cosas distintas. Efeclivamenle lo son. Quien ni siquiera tiene conciencia de la cia exculpante del error de prohibición, 281 pero, naturalmente, el Código Penal no con-
anl1J_undic1dad de su conduela está en una siluación de inculpabilidad más profunda que el tiene disposiciones sobre la eficacia que debe acordársele, cosa que h8sta el presente
que 1gnora solameme _la existencia de una nom1a legal que sanciona esa conducta. Pero, por permanece entregada a la doctrina y la jurisprudencia. 282 No es raro, por consiguíente,
lo mismo, el razonamiento de CORDOB.A RODA me parece inexacto; pues lo que la ley civil
presume es el conocim1emo del derecho, y quien conoce la ley difícilmente podría asewrar que en relación con ello se haya producido una dispersión de opiniones.
qu_e no _t_enía conciencia de lo injusto ele su obrar, ya que, por la misma razón expuesta, la
exisLencia de aquél implica la de ésta. 174

ee) Finalmente, la consagración en el art 19, N" 3° inc. sexto de la C.PR de una 275
COUS1ÑO, m, 2.115. págs. 203 y sigt.s.; ETCHEBERRY, 1, 29'5 y 296: GARRIDO, n, 76.4, págs. 235 y 236;
implícilamente, KLNSE1v1ULLER, Culpabilldad y pena, cit., págs. 2.4 3 y 2.44; NÁQUIRA, págs. 4 l l y 412;
prohibición de presumir de derecho la responsabilidad penal, lía puesto fin a la POUTOFF, 10. 2., E, e), págs. 622 y sigts., POUTOFF-ORTlZ, el. al., I, págs. 99 y 100.
7
J. ó Publicado rn R. C. P., tomo XXXI, Nºl, 1972, págs. 42 y sigts., con comentario crítico de CURY.

72
Publicado en G. J., Nº 218, año 19!:ltl, págs. 96 y sigLs., y F.M., Nº 477, Agoslo de 1998, págs. l 423 y sigts.
¿ Sobre _ello, vé_ase su~rn, 18. l; e)_, y especialmente la bibliografía cilada en el apartado ce) de ese párrafo 17R Publicado en El.V!., Nº 484, l\farzo de 1999, págs. 187 y sigLs
~s1m1srno, Kunsemuller, Culpabilidad y pe11a, cit., l\'. 4, págs. 250 y sigts., con detalle.
l/j no Como la primera de. las sentencias de la Corte Suprma citadas en el texto estimó que el error sobre los
En este sentido, c_~n detalle MTGCEL SCH\V"EITZER WALTER, El error de derecho en nwteria penal, cit., págs presupuestos de la causal de justificación había sido invrncibk, no es posible asegurar si en caso de un
107 _Y 108. Tamb1en ETCHEBERRY, l\,; pág. 21.6, se hace cargo de esta particularidad de los aTts. 224 y 225. error vencible el nibunal de casación optaría por la teoría extrema o limitada de la culpabilidad.
280 SOTO, !.vliguel, Unajcuisprndencia hisló1ica: hacia e1 recrmocimiento del pri11ci¡Jio de cu!pahi/idad en el Derecho
F1 '.1sunto es tratado con detalle y profundidad por.JUAN DOMlNGO ACOSTA. en la memoria de prueba El
m de,hfo _de_prevancación propiamente tal, no publicada, versión dactilografiada, 1982., págs. 306 y sigts. 1:'enal chileno, en Revisla de Derecho ele !a Universidad F[n[s Turae, tomo IIT, 1999, pág. 400.
281
JLA"K CORDOBA RODA, El conucimienlo dr la cmtijur[d1cidc1d en la teor[a del delito Barcelona 1962 JV J Sobre ello, en especial, POUTOF~ 10, 2., E, págs. 619 y sigts.
págs. 101 y sigts ' ' ' ' ' m. Respecto a la posición de la jurisprudencia, aparte de las indicaciones del Lexto en el párrafo anterior,
véase lo expresado en la nota 155 de este capítulo.

446 447
DERECHO PENAL/ PARTE CENFR.1\.L / Enric¡u~ Cury Unüa C.APITLLO VIII/ LA TEORIA DE LA C.ULP,\.Bll.!DAD

aa) Adhiere a la teoría del dolo EICHEBERRY, quien inicialmente se inclinaba conjunto de circunstancias concomitantes al hecho, el derecho le dirija la exigencia
por negar la eficacia excluyente de la culpabilidad del error de prohibición, 281 pero de autodeterminarse conforme a sus mandatos o prohibiciones. la exigibilídad es la
ahora ha modificado su criterio en consideración a lo preceptuado en el art. 19 Nº posibllidad, determinada por el ordenamiento Jurídico, de obrar en una forma distinta y
3 inc. sexto de la C.PR. 284 meJor que aquella por la que el sujeto se decidió.
Las exigencias del derecho encuentran su límite no tanto en la capacidad del
bb) La teoria extrema de la culpabilidad fue acogida por mí en las ediciones individuo para autoconlrolarse -la cual, en algunos casos, puede ser muy grande y
anteriores de esta obra, pero ahora debe ser abandonada, de acuerdo con lo explica- en todos prácticamente imposible de mensurar-, sino en el reconocimiento de que
do supra, 11, c), ce). Ese punto de vista es defendido, sin embargo, por una parte la l'ragilidad media del ser humano puede y debe ser atendida en ciertas hipótesis
apreciable de la doctrina, a la que se adscriben COUSIÑO, GARRIDO y NÁQUIRA. 285 como un fundamento de disculpa. 289
la regla de la cual se parle es que por lo general, en las circunstancias en las
ce) Finalmente, el criterio de la teoría limitada de la culpabilidad es acogido por
cuales se desenvuelve ordinariamente la vida de relación, los hombres cuentan con
POLITOFF2 8 °, a cuya opinión me sumo actualmente, con la única salvedad de que,
la capacidad de conducirse en la forma prescrita por la ley penal. Tanto más cuanto
conforma a mi punto de vista, el error sobre los presupuestos objetivos de una
que, como en su oportunidad se ha explicado, 290 lo reclamado por ésta no suele ser
causal de justificación es un error de prohibición que, no obstanle, por razones de
sino la abstención de actos groseramente atentatorios en contra de bienes jmidicos
justicia material debe ser tratado como si fuera un error de tipo con consideración a
particularmente estimables; de manera que acatarla, en la mayor parte de los casos
que, lo mismo que este último, supone una adhesión del autor a los dictados del
y para la mayoría de los seres humanos, es casi una tendencia natural o, por lo
derecho. 287 La importancia práctica de esta solución radica en que, como la con-
menos, determinada hasla por una formación precaria y elemental.
ducta del que yerra sobre los presupuestos fácticos de una causal de Justificación se
Cuando, sin embargo, la siluación es significativamente anómala, de suerte que 1a
considera dolosa, es posible en ella la parllcipación punible de terceros intervinientes.
voluntad del individuo se ha formado bajo la presión de esa irregularidad, el derecho
En cuanto a los efectos legales de los restantes casos de error de prohibición, me se hace cargo de ello, pero usualmente reconociendo sólo una disminución de la
parece correcla la idea de conceder la exculpación cuando es invencible, mediante exigibilidad, que permite cuantificar la culpabilidad -y, por lo tanto, la pena- sin
una aplicación analógica de lo preceptuado en el an. 10 Nº 1 del C.P relativo al excluirla. Muchas de las circunstancias alenuantes genéricas o específicas que consa-
trastorno mental transitorio por causa independiente de la volunlad del hechor. Pues- gra la ley se basan, precisamenle, en consideraciones de esta clase. Pero hay todavta
to que en esos casos la razón de la impunidad es el estado de incapacidad del hechor unos casos límites en los cuales el ordenamiento conviene en que, si bien de unos
para conocer lo injusto de su actuar o autodeterminarse conforme a ese conocimiento cuantos podría esperar un esfuerzo superior de autodeterminación, esto es imposible
causado por una perturbación de su psiquis, es lógico acordársela también a quien reclamarlo de la mayoria, y como, por otra parte, doblegarse a las circunstancias que
carece de conciencia de la ilicitud porque se encuentra en una situación inevitable de se han dado en el caso concreto es éticamente menos reprobable que hacerlo ante
error sobre los mandatos y prohibiciones del ordenamiento jmidico motivado por otras cualesquiera, 291 concede al autor una excusa personal, renunciando a castigar lo
otras circunstancias distintas del trastorno mental. A partir de esta misma base, para que no censura. Estos últimos son los supuestos de no exigibilidad de otra conduc~a
los casos de error vencible es posible construir una atenuante incompleta, con arreglo consagrados por la ley, en los cuales, si bien la reprochabilidad no se encuentra exclm-
a lo preceptuado en el art. 10 N°l, en relación con el art. 11 Nº 1 del CP 288 da por completo, es demasiado tenue como para justificar la imposición de una pena,

§29. LA EXJGIBILIDAD DE LA CONDUCTA II. LAS CAUSAS DE EXCLUSIÓN DE LA CULPABILIDAD


AJUSTADA A DERECHO (NO EXIGIBlLIDAD DE OTRA CO~DUCTA)
EN GENERAL Y SU PROBLEMATJCA
I. EL CONCEPTO DE "EXIGIBILIDAD" Y SUS FUNDAMENTOS
a) Extensión de la eficacia de la no exigihilidad
Para que la acción antijurídica realizada por un imputable a conciencia de su
ilicitud pueda serle personalmente reprochada, es preciso todavía que, atendido el El desarrollo de la dogmálica e11 relación a la eficacia de la no exigibilidad de otra conduela
como causal de exclusión de la culpabilidad ha seguido un curso cambiante.
En un principio el conceplo estaba destinado primordialmente a fundamentar los efectos
m ETCHEBERRY, 2ª edición, l, págs. 233 y sigts.
i,e 4 ETCHEBERRY, I, págs. 334 y sigts. )~ rn especial, pág. 338.
eximentes de algunas situaciones reconocidas en forma expresa por las leyes Y cuya natu- 18
m COUSIÑO, ITT, 215, pág. 203; GARRIDO, II, 76.4, b), págs 235 y 236: Ni\.QCIRA, págs. 409 y sigts. 1

2
Rf POLITOFF, 10. 2, A, a), págs. 595 y sigts r.¡
m La importancia de esta diferencia entre el error de t.ipo y el de prohibición es ignorada del LO<lo por
ETCHEBERRY, l, pág. 335, que precisamente a causa de ella adhiere a la teoría del dolo
1s~ BOCKELIV1AJ:\N, Re:iaciones mire @lurfo:y pm1iripaci6n, CÍL, III, págs. 84 Y 85
iw Supra, 1, ITT. b) y 3, ltl.
Il
1
J
288
Como en el texto POUTOFF, 10, 2, E, págs. 622 y sigts., quien sigue en esto a CEREZO
2 '31 BOCKELMA.\JI\', Relaciones entre autor[ay participación, cit., lll, pág. 84 ,,

448 449
!
DERECIIO PENAL I PARTE Gf,NFRAL I Enrique Cury Unúa

raleza no se enconLraba precisada suficientemente. En Alemania, que es donde se desarrolla


la noción, é.sle era e1 caso del eslado ele necesidad excuipante, el cual parecía imposible de
CAPÍTULO Vlll l LA TEORÍA llE LA CULPAB!LlDAD

está muy matizado de valoraciones, pero que las Lrasciende porque obedece también a con-
sideraciones puramente prácticas e, incluso, utilitarias. El derecho sólo comprende lo que
I
!

explicar a partiT de los criLerios manejados tradicionalmente por la literntura. quiere cornprender. 297
Pero ya cuando FR.ll.NK formula la idea, la práctica había resuelto algunos casos mediante
un razonamiento supraleg,11 que se valía intuitivamente de ella. Así, por ejemplo, en el clási-
co del '1Leinenjci11ger 11 Aquí se trata de un cochero, quien aceptó uncir al carruaje un caballo
En la ley chilena las hipótesis generales de no exigibilidad son las contempladas
que presentaba 1a extraña caraclerística de poder enredar las riendas con su cola, impidien- en los arts. 10, Nº 9º (fuerza itTes1slible y miedo insuperable), y 17, inc. final (encubri-
do al conductor controlarlo. El acusado previó que esa conduela crearia un peligro de acci- miento de paiientes), del C.P En varias dispocisiones dispersas del C.P., y en el dere-
dente, pero cedió a las presiones de su amo, quien amenazó con privarlo de su empleo si no cho militar, además, se encuentra consagrada la eficacia excusante de las órdenes
cumplía la orden de poner al animal en el coche. El caballo efectivamente se desbocó, provo-
cando lesiones a una persona; 292 sin embargo, el Tribunal Imperial Alemán eximió de res- antijurídicas -la, a mi juicio, mal llamada obediencia debida- (art. 214 en relación
ponsabilidad penal al cochero, no obstante el carácter manifiestamenle imprudente del he- con el 335 del C. deJM.). Aparte de esto, su eficacia excusante es reconocida por
cho, porque consideró que en tales circunstancias no ern posible exigirle una conducta dis- algunos preceptos para ciertos delitos en particular, como sucede en el art. 494, Nº
tinta de la observada por él. Ahora bien, esta situación no presentaba realmenle las caracte-
rísticas del esLado de necesidad tal como éste se encontraba legislado en la ley alemana
14 del C.P., donde se excluye la punibilidad de la omisión de socorro si el autor no
11
vigente, de manera que el Tribunal Imperial Luvo que acudir, para conceder la exculpación, hubiera podido actuar sin deLrimento propio 11 • El examen de estos últimos casos,
a una construcción suprapositiva. sin embargo, concierne a la Parle Especial.
A causa de esto, la no ex.igibilidad nació ya con las puertas abierlas para extender su
eficacia más a1lá de los límites impuesLos por las normas vigenLes, r-ransformánclose en una
exculpaile supralegal prácticamente ilimiLada. Aun así FRANK se muestrn lodavía muy cau- b) Medida de la exigencia
teloso al respeclo, y aunque piensa que se le puede conceder eficacia amplia en el campo ele
los delitos culposos, es más bien crítico de las sentencias que se la han otorgado Lambién en Hasta la última edición de mi hbro sobre la teorta del delito sostuve que la
el caso de algunos hechos dolosos. 293 Pero en los años siguientes el proceso evoluciona medida de lo exigible tiene que determinarse con arreglo a un criterio tan
progresivamente hacia urna exlensión cada vez mayor de las exculpaciones supralegales por
ausencia de exigibilidad, cuyo representante más destacado fue seguramente individualizador como fuera posible. 298 De acuerdo con lo que aquí ya se ha expre-
r,REUDENTHAL. 294 Estimu'Iado por un sentido humanilario laudable, condujo el criterio sado sobre ello, 299 este punto de vista ha sido abandonado. "Cuando el derecho se
hasLa el exceso del "tout comprendn: c'est tout pardonnerJl, 295 lo cual acarreó su desprestigio, atreve a penetrar profundamente en el alma humana, con el propósito de elevar a
poniendo en peligro incluso los fundamentos ele la teoría normativa de la culpabilidad. héroes a los hombres comunes, florece el fariseísmo". 300 Lo que se exigirá en cada
El movimiemo de retroceso, sin embargo, no concluyó con la vigencia del concepto. EsLe
sólo perdió autonomía en cuanto ya no se lo considera como b base adecuada para una caso, por consiguiente, es lo que podría esperarse del hombre medío, 301
posible construcción de exculpantes supralegales, pero conserva su valor para precisar la No obstante, es preciso subrayar que en nueslra legislación, a diferencia ele lo
naturaleza, significado y extensión de las causales de exclusión de la culpabilidd reconoci- que ocurre en algunas otras, hay causales de inexigibilidad, como la fuerza irreslsti-
das de manera explícita por la ley. Hay; pues, cienos casos en los cuales el autor de la con-
ble y el miedo insuperable, en las cuales no se han descrito precisamente las cir-
ducta típicamente ant\jurídica no es objeto de reproche personal por el derecho, a causa de
que, atendidas las circunstancias concomitantes, no le era exigible obrnr de otra manera; cunstancias fácticas que fundamentan la exclusión de la reprochabilidad, y sólo se
pero, de acuerdo con la opinión dominante en el derecho comparado, Lales situaciones son alude a ellas en forma inespecíf1ca, determinándolas más bien por su efectos sobre
sólo aquellas determinadas expresamente por la ley. 296 la molivación del autor. Esto, por supuesto, proporciona al juez una capacidad mayor
Esla restricción se explica porque la concesión de una disculpa es algo que concierne
únicamente al legislador. Sólo él puede efectuar una apreciación general y unitaria de los de individualización, pero tampoco ésta puede llevarse más allá de los márgenes
limiLes máximos de exigencia que se pueden dirigir a los integrantes del grupo social, de la generales impuestos por los preceptos y de lo que permüen las posibilidades prác-
misma manera que sólo a él debe confiarse la determinación de los límiles mínimos de Licas. En otras ocasiones, en cambio, como ocurre con el cumplimiento de órdenes
LOlerancia para eón la conduela ilícita medianle la vigencia del principio ele reserva. La deci-
sión de 11 perdonar" es, fundamentalmente, un acto de voluntad soberana, el cual, por cierto,
9
J Este punto _de vista, entre nosotros, sólo es compartido por .>Jovoa, l, 329, págs. 565 y 566 y; al pa:ec-er,
Y

por GARRIDO, 11. 78, pág. 238. En camb10, la mayoría de nuestra doctrina se inclma a aceptar la aslSten-
cia sde causales supralegales de ino..igibilidad. Véase, cousr~o, m, 220, l, 3, págs, 234 y 235, quien
m Cfr.. con algún detalle, FRANK Estrnctctra del concepto de culpabilidnd, ciL., 3, págs. 42 y 43. habla de causales ''intralegales'" de inexigibilidad que se apoymian en el requerimiento legal de "volunta-
291
FRANK, Estn1ctttm dd conccplo de culpn/Jilidad, cit., 3, pi'ígs. 34 y 35. Contra la solución dada a los últimos ritdad", exigida en todo ddito por el art. l O del C..!?; en el mismo sentido,_ ETCHEBERRY, l, pá~S- ?44 Y
casos, categóricamente DO!-INA, pág. 72.
sigts., POLITOFF, 10, 3, A, a), págs. 626 y sigts. 1\1 parecer, tamhién I.\AQUTRA, pág, 416, st bten su
c,H Una descripción detallada de esta evolución puede encontrarse en GOLDSCHMIDT, La conu:pci1ín norma-
posición es poco clara _ .,
liva de In culpabilidad, cit. antes del!, pág. 6. Su opinión favorable a la excusante supralegal se desanolla NA CURY, 01irntación, 21, TJT. págs. 214 y 215, con un intento de distinguir la musa y el efecto de la motivacwn,
rn 11,pág. 38, con fundamentación. Véase ahora, también FREUDENTTJAL, C1Alpabiliciad_y reproche rn e!
que, en realidad, es impracticable, porque ambas cosas tienden a confundirse. Para l\Il cobarde la causa de
Derecho Pena!, cil., passim. Debe tenerse en cuenta que el concepto de exigihilidad, tal como se lo maneja que cualquier temor venza su capacidad de resisrencia es. entre otros !actores, pnmordialmente su cobar-
en el presente. es una contribución capital de FRT:UDEKTHAL
2 5 día. La distinción supone, además, una apreciación empírica imposible de efectuar.
~ MAURA.CH, 11, 33, II, B, pág. 51; lvlAURt\CH-ZlPFR 1. 33. II, l:L 14, pág. 556.
9 Supra, 26, III.
J t _JESU-JT:CK, 47, ll, 2, págs. 457 y 458; MAUR1\CH, II, 33, II, B, pág. 51; J.vlAURACH-ZIPt'~ l, .33, TT, B,
Jco Citado por DOHKA, pág. 72.
l J y sigts., págs. 5.56ysigts., l'v!IR, 24, 12, págs. 588 y 589; NOVOA, T. 329, págs. 565 y 566; ROXIN, 22. >Gl F.sta opinión es dominante en el derecho comparado. Véase; por todos, con dtt_alle, lvlAURJ-\CH-Z_lPF_F,
f, 138 y sigts . , págs. 959 a 961. Orro criterio, en \VELZET., 23, Ill, págs. 256 y sigts. Parcialmente distinto
especialmente l, 36, 1, 17 y sigts., pi'ígs. 606 y sigts. En el derecho nanonaL en camb10, constituye un cnteno
Lambién _JAKOBS. 10. VI, 44, págs. 215 y 216.
casi solitario. Véase, detenidamente, KCN.'il'.Nlvl-CU.F.R, rnlpabíiidud y pena, cit .. l 9, págs. 689 Ys1gts.

450 451
DF.Rf"( 110 ~l.'.NAL I PA!rl ¡; GENERAL f l"'flric¡ue Cury Urzúa CAPiJLI O Vlll l LA Tl;ORii\ DI· LA ClJLPABIUDAD

antijurídicas y, sobre todo, el encubrimiento de parientes, la ley va más lejos en la Como el efecto cleformante de las circunstancias es independiente por completo
generalización (objetivización), pues alude a situaciones 11 tipo 11 , en las cuales presu- de la realidad de su concurrencia, la mexigibilidad debe enjuiciarse de acuerdo con un
me que al hombre común no podrta exigírsele una conducta ajustada a la norma. crite1io subjetivo. 303 Da lo mismo que la situación sea efectivamente anómala o que
En casos de este género es inaceptable la extensión de la exculpan te a otras hipótesis el sujeto se la represente como tal segun una apreciación ex-ante, pues su facultad
análogas; pero, a su vez, tampoco podría excluirse su aplicación por consideracio- de autodeterminarse se encontrará igualmente deteriorada en uno y otro caso. Cuando
nes relativas a la persona del sujelo, cuando en el precepto respectivo no se encuen- el error del autor sea evitable, en cambio, la reprochabilidad subsistirá, pero siem-
tra una referencia expresa a ellas. pre será posible dispensarle una atenuación de la pena, 304 con aneglo a las mismas
normas y por las mismas razones que se han invocado para justificarla al tratar del
e) Fundamento de la eficacia excusante delas cawrnlcs de inexigib-ilidad. El error de prohibición. 305
carácter su}1jctivo de su apreciación
d) El efecto excusante de las causales de inexigibilidad
Como se desprende de lo expuesto, la eficacia excusante de las causales de
inexigibilidad no se funcia en una exclusión de la voluntad del sujeto, sino en una la inexigibilidad significa que el reproche por la conducta típicamente antijuridíca
deformación de ella. En todos los casos de no exigibilidad el sujeto qwere o, por lo no se extiende a la persona del autor o partícipe respecto del cual han concurrido las
menos, acepta ejecutar la conducta típica, a conciencia, incluso, de su ant~juri.dicidad, circunstancias que la fundamentan. Como toda causal ele exculpación, por consi~
pero esta volunlad de realizacíón se ha formado en él defectuosamente como conse- guiente, es eminentemente personal y no afecta a la ilicitud del hecho.
cuencia de la presión ejercida sobre sus motivaciones por las circunstancias conco- A causa de lo pnmero, es posible que si en la eiecución de un delito intervienen
mitantes que, sin suprimirla del todo, han limitado, sin embargo, su libertad. varias personas, algunos de los concurrentes sean castigados, al paso que respecto
de otros proceda la impunidad por ausencia de exigibilidad. 306 En atención a lo
Para afirmar que la anormalidad de la situación alteró el proceso de formación segundo, a su vez, debe afirmarse que es procedente la legítima defensa. en contra
de la voltmtad en una medida significativa, sería preciso probar, caso por caso, la de quien agrede en situación de inexigibilidacl, puesto que su ataque esantijurídico?17
existencia de un contraste entre la decisión adoptada por el sujeto y la que hab1ia El derecho comprende la fragilidad humana, pero no impone al ciudadano la obli-
asumido si las circunstancias hubieran sido distintas. Así, por ejemplo, no ha obra- gación de ceder ante ella renunciando a la justicia de su posición.
do en una auténtica situación de inexigibilidad el que ya estaba decidido a violar la Puesto que la afirmación de la antiJuricidad debe preceder a la ele la culpabíll-
morada de un tercero, pero en el momento de entrar por la ventana abierta lo hace, dacl, cuando en un mismo hecho concurren los presupuestos de una causal de Jus-
además, presionado por el terror que le produce la proximidad de un perro furioso. tihcación y los de una situación de inexigibilidad reconocida por la ley, prevalecen
De la misma manera, es indudablemente reprochable la conducta del que falsifica los efectos de aquélla sobre los de ésta. Así, cuando el autor ha reaccionado pam
un documento para defraudar a un tercero si ya estaba dispuesto a hacerlo por pura repeler con un medio racionalmente necesario la agresión ilegítima de que era o~]e-
codicia, aunque esto coincida con el hecho de que otro sujeto amenace dar muerte to la absolución dehe fundarse en el Nº 4º del art. 10 del C.P. (legítima defensa
a su hijo si se niega a ello. En ninguno de estos casos la formación de la voluntad se pr~pia) y no en el Nº 9º, se¡,'llnda parte (miedo insuperable), aunque efectivamente
ha visto realmente alterada por la anormalidad de las circunstancias concurrentes, haya obrado presa del terror La aprobación del acto por el derecho se encuentra
la cual más bien ha contribuido a reforzar la decisión original. antes que la exclusión del reproche personal al autor.
A pesar de lo expuesto, el derecho, por regla general, prescinde de este aspee-
LO de la cuestiórí, porque su consideración implica efectuar un sondeo demasiado
profundo -y, por eso, peligroso- en el alma del autor. Por consiguiente, en la 1II LAS CAUSAS DE EXCLUSIÓK DE LA CULPABILIDAD
mayor parte de los casos se limita a presumir la deformación de la voluntad. Hay, (NO EXIGIBILIDAD DE OTRA CONDUCTA) EN PARTICULAR
sin embargo, por lo menos una de las causales de inexigibilidad (el cumplimiento
de órdenes antijurídicas) en el que reclama expresamente una exteriorización del De conformidad con lo que ya se ha dicho, nuestra ley consagra como causales
contraste entre la voluntad de realización y los deseos efectivos del sujeLO·, y otra genera(es de inexiglbilidad, la ft1erza irresistible (art. 1O, N° 9º, pnmera parle, CR), el
(el encubrimiento de parientes mediante aprovechamiento) en la cual consagra miedo insuperable (art 10, N° 9º, se¡,~mcla parte, CP), el encubnm1ento de parientes
excepcionalmente una presunción contraria (esto es, la de que el encubridor hu-
biera obrado también contra derecho, aunque las circunstancias hubieran sido JUJ En el nüsrno ~enüdo, WELZEL. 23, l, J. p·,tg. 253
104
Así. también, \VFT.ZFT., 23, l, 3, pág. 25.3
normales). 302 'º' Supra, 31, lll. e). véase, como aqui, ROXiN, 22, VII. 59, pág. 922
300 ::Vlt\URACH. ll, 33, lll, 5, págs. 59 y 60, con detalle: J.vlALJRM~li-ZIT'f~ l, 33, lll, 5, 39 y sigts, págs:. 565
2
'.->obre el!o, infra, 111, e) y d), dd), in fine. y sigts. . . . . - -
.,,)
'º 7 lvlAUR/\.Cll, ll, 33. 111. 4. págs. '58 y SY; :vL,\URA.CH-ZlPH, l, 33, lll, 4, 36 Y 3 7 , pag.::, 65 ·

452 453
DERL'CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzlia CAPÍTCLO VIll / LA Tl·.üRiA DE LA CUI.PABlUDAD

(art 17, inc. final C.P) y, para el derecho penal míhtar, el cumplimiento de órdenes 1) En primer lngar, las voces violencia y.fuerza no implican necesariamente la
antljuridicas (art. 214 en relación con el 335 del C. de j.M.). 308 Aparte de ello, en la idea de lo físico. 315 Si a lo largo del Código se encnentran frecnentemente emplea-
Leorta de las circunstancias atenuantes deberán examinarse hipótesis de exígibilidad das en ta1 sentido, es porque el legislador no contaba con otros térmínos que, de
disminuida 309 que, desde el punto de vista sistemático, debieran, en rigor, tratarse manera mas rigurosa, significaran sus propósitos. En todos esos casos, la limitacíón
también aquí. Sin embargo, consideraciones pedagógicas aconsejan, al menos por de los vocablos a lo físico se ha obtenido oponiéndolos a conceptos que incluyen la
ahora, reservar su exposición para ese lugar. idea de coacción (intimidación, amenaza, etc.). Pero hay otros, como ocurre en el art.
457, en que la ley sólo se refiere a la "violencia", no obstante lo cual ]os intérpretes
NOVO A incluye también en este lugar las llamadas causales ele justificación putati-vas 310 por aceptan que ella "comprende igualmente la intimidación", porque, entre otras razo-
razones que expone con cierto deta1le 311 y corresponden a una concepción sistemática dis-
tinta de la sostenida aquí. Tales situaciones, en efecto, ya han si<lo examinadas precedenle-
nes, "1a equiparación de la violencia y la intimidación es constante en el Código",
menle, al tratar del error de prnhibición. 312 Por el mismo motivo se puede sostener que en el art. 10, Nº 9°, las palabras "violen-
tado" y "fuerza" han sido empleadas conforme a su significado natural y obvio,
a) La fuerza (moral) irresistible comprensivo tanto de la fuerza y la violencia físicas como de las morales.

Con arreglo al arl. 10, Nº 9°, primera parte, del C.P se exime de responsabili- 2) Parecería absurdo, por otra parte, que el legislador hubiese considerado nece-
dad, por ausencia de exigibilidad, a quien obra violentado por una fuerza irresistible. sario incorporar al catálogo de eximentes una que, de manera específica, se refiriese
El sentido de esta norma y, con ello, la naturaleza, contenido y requisitos de la a esta hipótesis de ausencia de acción. Puesto que en la definición del delito, conte-
eximente, han sido objeto de una viva discusión. nida en e1 art. 1° inc. primero, la acción aparece como el elemento estructural bási-
co de todo hecho punible, resultaría pleonástico insistir luego en que no hay delito
si falta la acción. Los propios sostenedores de la teoría combatida lo reconocen,
aa) Sentido y naturaleza de la fuerza irresistible afirmando que la primera parte del Nº 9º del art. 10 contiene una disposición que
está de más,-' 16 aparte de que se referirta, como ya se destacó, a situaciones de
Un sector que actualmente es minoritario en la doctrina nacionaP 13 sostiene la
laboraLorio sin importancia prácLica. 317 Una interpretación que conduce a semejan-
opinión, predominante en España, 314 de que la fuerza irresistible a que se refiere e1 te esterilización de un precepto es, cuando menos, objetab1e.
art. 10, Nº 9°, primera parte, del C.P, ha de ser entendida como fuerza física.
Consiguientemente, la exención de responsabilidad no se fundarta en la ausencia 3) En estrecha relación con lo argumentado en el párrafo precedente cabe hacer
de exigibilidad, sino en una falta de acción. notar que el Nº 9º del art. 10 exime de responsabilidad al "que obra violentado por
Esta inLerpretación arranca de consideraciones gramaticales y sistemáticas. En una fuerza irresistible' 1• Ahora bien, quien simplemente se mueve vencido por una
términos generales, el contexto de la ley pareciera reservar las voces violencia (vio- fuerza física no obra. La expresión 1'obrar 11 significa tanto como "actuar", y la prueba
lentar) y fuerza para referirse a. situaciones de violencia y fuerza físicas. Así ocurre, de ello es que en el mismo precepto se la emp1ea para referirse tambíén al miedo
por eiemplo, en los art. 342 Nº 1º, 343, 361 Nº l º, 432, etc., del C.P. De donde se insuperable -respecto del cual nadie negaría que el sujeto realiza una acción y que
deduce, para el art. 10, Nº 9°, un significado semejante de ambos términos. Esta en los Nºs lº, inc. primero, 4°, 5° y 6° del mismo artículo se alude con ella a lo que
construcción, sin embargo, está sometida a reparos: evidenLemente son auténticas 11 actuaciones 11 • En cambio, nadie pretenderá que quien
cae desde un andamio sobre un transeúnLe, lesionándolo, o e1 que a causa de un
movimiento reílejo <lana un objeto o quien al ser empujado por otro vuelca una
Jos En el mismo sentido, ETCHEBI'.RRY. I, pág. 346. estufa y provoca un incendio, son sujetos que han obrado o actuado en uno de esos
30
'' lnfra, 32
Jw NOVOA, 1, 34 l y sigts., págs. 386 y sigts distintos sentidos. A1 parecer, no se ha percibido hasta ahora esta contradicción
m NOVOA, T, 330, pág. 566
312
entre la interpretación combaLid_a y el tenor de la norma.
Supra, 28, II, el), bh). 4, y, en general, a lo largo de LOdo ese parágrafo .
.1u NOVOA, l, lR). págs. 279 y sigts., RlVAC:OBA, E! principio de wlpabilidad m el Código Penol cliilrnu, cit.
pág. 103, quien sostiene que la posición adversa a la suya es minoritaria, lo cual, en verdad, no correspon- 4) Por último, no es razonable que la ley excluya la punibilidad del que se en-
de a la realidad de la situación actualmente imperan.Le. Una posr.urn especü,l en L-\BArUT, l, 72, págs. 63 cuentre en situación de inexigibilidad por una causa como el miedo insuperable y
Y 84, pág. 241, en donde admile que la opinión dominame aplica la eximente a hipótesis de fuerza moral,
inspirada "en el propósito de hacer justicia", pero sostiene que técnicamente lo conecro sería reservarla
para los casos de rnacciónfbirn, lo cual, cienamenle, no es lo mismo que idenlificarla con el concepto de :,i
5
Así, por ejemplo, en WELZEL, D, 2, a), pág. 252, el concepto de fuerza irresistible es empleado precisa-
fuerza física irresistible, como se explica en el texto mente para referirse a la vis compuhivu. Naruralmrnte aquí hay una cuestión idiomática, pero la lrnduc-
.,1t Cfr. CORDOBA RODA yRODRTGUEZ MOURULLO, l. págs. 330 y sigLs.;Jl~ENEZ DE A':ilit\, TTI, 1181, ción ha empleado, en verdad. las expresiones que mejor se ajustan al texlo original.
págs. 733 y sigLs.; RODRIGUEZ UEVESA, 1, pág. 478. CORDOBA ROD/\ ha cambiado de opinión. pues JU, Así, por ejemplo.JIMENEZ DE ASlJ:\, TIT, 1181. pág. 734; RODR!GUEZ lvlUÑOZ, notas a la traducción
en las notas a l\1AUR.r\.CH, Il, págs. 71 y 72, defendía un criterio como el del texto. la eximente ha de MEZ(~ER, I, págs. 219 y 220.
desaparecido del C.P. Español de 1995. '-
17
Supra, 15, !, a)
1

454 455
1
j
DERECHO Pl'i\AI I PARTE GEKERAL / l:nrique Cury l;rz11'l CAI'ÍTULO vm / LA TEORÍA DE 1.A ClJLP,\BlL!DAD

niegue la excusa cuando la ausencia de exigibi1idad se debe a otra aun más poderosa los cuales el autor realiza típicamente el sacrificio de un bien jurídico de valor idéntico
y comprensible, como lo es la amenaza de verse sometido a un grave dafio físico o al que trata de salvar de un peligro actual y no evitable de otra manera; por último,
anímicamente perturbado por una situación excepcional, aunque se obre, en reali- dentro de límites razonables, ciertos casos de inexigibihdad originados en reacciones
dad, sin temor. Decir que para los últimos casos se han concebido las atenuantes espontáneas del sujeto, que conmueven significativamente sus facultades de autode-
pasionales de los Nº 3º, 4º y 5° del art. 11 del C.P., nada explica. Porque, por una terminación y a los cuales, en otras legislaciones, es imposible acoger si no se empren-
parte, es incomprensible la injusticia de tratar diversamente hipótesis que, en sus de el peligroso camino de abtir las puertas a las excusantes supralegales.
efectos sobre la capacidad de autodeterminación y en su disvalor ético-social, sue- A pesar de su amplitud, no obstante, la causal reconoce límites más o menos
len ser idénticas 318 y, por la otra, la sola lectura de los preceptos que se reheren a las precisos que la sustraen al riesgo de un empleo abusivo.
aludidas atenuantes pone de relieve que ellas operan en casos en los que 1a intensi-
dad de la conmoción psíquica no fue suficiente para suprimir por completo la 1) En primer lugar, es preciso que el estímulo sea de una naturaleza análoga,
exigibilidad (provocación, amenaza) o en los que la reprobabilidad de la reacción desde el punto de vista de su enjuiciamiento ético-social, a la de otros a los cuales la
excluye la posibilidad de exculparla (vindicación, obcecación, arrebato). 319 ley acuerda eficacia excluyente de la exigibilidad. Estos son el miedo (art. 10, Nº 9º,
La fuerza irresistible de que trata el art. 10, Nº 9º, primera parte, ha de ser segunda parte, C.P), el afecto parental (an. 17, lnc. final C.P.) y el sentimiento de
entendida, pues, en el sentido de fuerza moral irresistible. Así lo ha declarado, aun- extrema obediencia (an. 214 C. de JM.). No podrán, pues, ser tomadas en cuenta
que con vacilaciones, la jurisprudencia. 320 la opinión dominante en la práctica es la sino causas de perturbación anímica que sean equiparables a ésas con arreglo al crite-
de que ese precepto alude a las dos clases de fuerza, 321 lo cual me parece equivoca- rio indicado. En atención a ello, creo que deben considerarse expresamente elimina~
do, sobre todo en atención a las consideraciones expuestas en los párrafos 2 y 3 dos el impulso vindicativo y la ira; 124 a los cuales los N°s. 4º y 5° del art. 11 del C.P
precedentes. Sin embai-go, como hipótesis de fuerza física no sue1en ser debatidas conceden tan solo el poder de disminuir la exigibilidad (atenuar la pena). Pero tam-
ante los tribunales, el punto de vista de éstos sólo cobra significación en los casos de bién implícitamente otros, como el arrebato sexual o la codicia desenfrena.da, etc.
fuerza moral. Este criterio, por supuesto, no traza unas fronteras enteramente nítíclas y preci-
sas, como siempre ocurre con aquellos que se sirven de razonamientos analógicos.
bb) Concepto y requisitos de la fuerza irresistible Constituye, sin embargo, un punto de apoyo valioso para las resoluciones de la
práctica. 325
Por fuerza moral irresistible ha de entenderse un estímulo de origen exlerno o
inlemo, cuyo enjuiciamiento ético-social es ancílogo al del miedo, el ajeclo parental o el 2) En segundo lugar, sólo pueden ser apreciados estímulos que hayan obrado
senUdo de obediencia, el cual desencadena en el sujeto un estado grave de conmoción actualmente sobre el sujeto. No pueden tomarse en cuenla, por consiguiente, defor-
psíquica, suficiente para alterar profúndamente en un hombre medio la capaciclacl de au- maciones educacionales o hábitos contraídos por el autor a lo largo de su existencia,
todeterminación. Tampoco corresponde hacerse cargo aquí de una base constitucional patológica
Así concebida, indudáblemente, la fuerza irresistible aparece como una excusante (psicopatías, neurosis, etc.), la cual es considerada más bien en el ámbito de la priva-
de importancia capital que, por la extensión de sus efectos, cumple entre las causales ción temporal de razón por causa independiente de la voluntad del autor. 326 Para la
de inexigibilidad una función hasta cierto punto semejante a la del ejercicio 1egíti- fuerza irresistib1e interesan únicamente aquellos estímulos que obrando aquí y ahora
mo de un derecho 322 enlre las de justificación. Dentro de ella pueden asilarse, en sobre un hombre medio, provocarian en él un efecto perturbador irresistible.
primer término, los casos de coacción, esto es, aquellos en 1os cuales el sujeto obra
3) Por último, es necesario que la perturbación experimentada por el sujeto sea
bajo la amenaza de una violencia física inminente que olra persona se propone
tan profunda que reduzca efectivamente su capacidad de autodeterminación hasta
ejercitar sobre su persona o la de un tercero, poniendo en serio peligro su integ1idad
un límite que tampoco el hombre medio podría sobrepasar. A esto alude la ley con
corporal o su vida; asimismo, las hipótesis de estado ele necesidad exndpante,321 en
el requisito de la irresislibilidad, que, como destaca certeramente EICHEBERRY,
constituye la mejor garantía de que la eficacia de la eximente no se ampliará en
m En el mismo semido, ETCI-JEBERRY, l, pág. 349, quien, incluso, extiende el concepto algo más que el
texto forma inmoderada. 327
Jl 9 lnfra, bb), 1 y 2.
120
ETCJ ffBERRY, D.P.J., ll, 118, págs. 111 y sigts. Cfr. también LABATUT, l. 147, págs. 241 y sigts.
12
Así, rnmbién, ETCHEBERRY, I, pág. 238; GARRIDO, II, 79.1, a), pág. 240. Como en el texto, l\"ÁQU!RA,
' Olro punto de vista, ETCHEl3ERRY, I, pág. 349; POLITOFF, 10, 3, B, a), 4, págs. 644 Y 645.
324

págs. 427 y sigts., POLITOFF; 10, 3, 13, a), 4, págs. 641 y sigts., POUTOFf~ ORTIZ y colaboradores, l, 325
En este preciso semido es objelable la sentencia de la C.A. de Santiago que atnbuye el carácter ~e :stímulo
pág. 148; POLJTOFf-lvlATUS-RAMIREZ, 1.2, 6, B, a), págs. 341 y sigts aceptable para configurar la fuerza irresistible al afecto inspirado por un :m1mal domestico. Cfr.
m Supra, 23, II. Sin embargo, no deben perderse de vista las diferencias entre ambas sir.uaciones con mwglo ETCHEBERRY, D.P)., II, 119, págs. 119 y 120,..con observación nitica.
a lo expresado supra, en este mismo parágrafo JT. m Supra, 27, 11, b). .
A causa de la posición tradicional que mantiene en materia de fueTza irresistible, l\'OVOA, !, 349, págs. w ETCHEBERRY, I, pág 349. Contra el criterio del "hombre medio·', con especial énfasis, "POUTOFF, lO, 3,
596 y sigts., tiene sorpresivamente qLte aceptar, para esta situación, una forma de exculpación suprakgal B, a), 3, págs. 640 y 641 pero también, entre otros, NÁQUIRA, pág. 419

456 457
DERECHO PE"\"AL / PARTE GE"\"ERAL / Enrique Cury Urzúa CAT'ÍTULO Vlll / LA Ti:'.ORÍA DE LA CULPABlLIDAD

Por el contrario, de acuerdo con lo que ya se ha expresado sobre la naturaleza causa la presencia próxima de enemigos, ni el policía su colaboración con los
su~jetiva de las causales de exculpación 328 es irrelevante en principio que la causa delincuentes alegando el temor de ser atacado por ellos. Más allá de esos límites la
del estímulo perturbador posea exisLencia real o constituya tan solo una representa- causal de inexigibilidad también surte efectos respecto de estos sujetos, pues la
ción equivocada del autor. La cuestión dependerá, en definitiva, de la evitabilidad o profesión de héroe, como tal, no existe.
inevitabilidad del error. 329 Algunos autores exigen, además, que el individuo no disponga de otro medio,
Asimismo, debe desestimarse la exigencia de que la fuerza proceda de una per- salvo la realización de la conducta típica, para evitar la causa del miedo. 335 Con
sona ("carácter personal de la fuerza"), según suele exigirlo la mayoría de la literatu- esto, no obstante, se pierde de vista la naturaleza subjetiva de la exculpante, pues
ra y práctica españolas sobre el tema. 330 Tal cosa carece de significación. difícilmenLe puede esperarse de un sujeto aterrorizado que realice un análisis de la
situación para verificar las distintas posibilidades con que cuenta a fin de escapar a
b) El miedo insuperable lo que lo aterra. 336 Por otra parle, si aquí se alude sólo a los medios que el pánico
deja apreciar (medios relativamente practicables), la exigencta pierde casi por com-
De conformidad con la segunda parte del Nº 9° del art. 10, está exculpado por pleto su aparente importancia.
ausencia de exigibilidad quien obra 11 impulsado por un miedo insuperable 11•
El miedo es un estado de perturbación anímica más o menos profunda, provocada por
e) El encubrimiento de parientes
la previsión de ser víctima o de que otro sea vfclima de un daño. Para que sirva de base a
la exculpante es preciso que tal perturbación alcance un nivel intolerable para un Conforme al inc. final del art. J 7 del C.P., se encuentra exculpado quien encubre a
hombre medio (insuperabilidad del miedo). Sin embargo, no es preciso que el sujeto sui cónyuge, a sus parientes legíctmos por consanguinidad o afinidad en toda la línea recta
llegue a un estado de 'auténtica inimputabilidad, como parece pretenderlo la opi- y en la colateral hasta el segundo grado inclusive, y a sus padres o hijos naturales o ilegí-
nión dominante en España ..,31 Los casos de alteración tan significativa caen, más timos reconocidos, con sólo la excepción de los casos que se hallaren comprendidas en el Nº
bien, en el ámbito de la privación total de razón del art. 10, Nº 1º, segunda parte. 332 1° del artículo. 337
En relación con las causas del miedo es indispensable realizar una individualiza- la construcción particularmente objetiva de este precepto y el desenvolvi-
ción mayor que respecto de otras causales de inexigibilidad. Es una realidad insos- miento tardío de la teoría normativa de la culpabilidad hacen explicable que,
layable que cienos sujetos experimentan un temor cerval frente a hechos que deja- durante largo tiempo, doctrina y práctica hayan contemplado en él una excusa
rían relativamente indiferentes a otras personas. Esta circunstancia no puede dejar- legal absolutoria. La verdad es que en este caso la ley no solamente ha generaliza-
se de lado en la apreciación de la eximente, por lo menos en la medida en que es do la situación de inexigibilidad, sino que también la ha formalizado en exceso.
susceptible de comprobación empínca. En efecto, el inc. final del art. 17 contiene una auténtica presunción jure et de ju.re,
Igual que en el caso de la fuerza irresistible, da lo mismo que la causa del temor de que a nadie es exigible que se abstenga de encubrir a personas con las cuales se
sea ré"al u obedezca a una representación inevitablemente errada del agente. En los encuentra parental o matrimonialmente vinculado y a las que lo ligan, por ende,
casos de error evitable la culpabilidad subsiste atenuada. 333 lazos afectivos que aquí se suponen indiscutibles. La presunción sólo decae cuan-
Hay ciertas categorías de personas para las cuales existe un "deber do el encubrimiento involucra, además, un propósito de lucra para sí o para el
incrementado" de afrontar el peligro -y, por consiguiente, de vencer el miedo- en encubierto, porque la ley estima que en este caso la situación anómala no ha
razón de la índole de las actividades a que se dedican. 334 Es el caso de militares, deformado la voluntad del sujeto. rn
marinos, policías, bomberos, médi.cos,. ele. Esto no significa que ellos no puedan Respecto del cónyuge, ha de tenerse presente que éste sigue siéndolo aunque
alegar en general la exculpante aquí examinada, sino, tan sólo, que no pueden medie un divorcio temporal o perpetuo, puesto que, con arreglo a la ley vigente, la
hacerlo invocando como causas del miedo aquellos riesgos que están obligados declaración de divorcio no disuelve el vínculo matrimonial. Por el contrario, cuan-
a soportar. Así, el soldado no puede exculpar la deserción por el terror que le do el matrimonio ha sido declarado nulo por sentencia ejecutoriada, se entiende no
haber existido nunca y, consiguientemente, los cónyuges no sólo ya no lo son, sino
Jl~ Supra, 11, e)
m Idem
que jamás lo han sido. En cambio, si el matrimonio es anulable, pero aún no se lo ha
''ºVéase, por todos, RODRlGUEZ DEVESA, !, pág. 478; en contra, CORDURA RODA y RODRIGCEZ decretado así mediante sentencia firme, los cónyuges se siguen consíderando tales.
IvlOURULLO, I, pág. 330, con deLalle. Debe tenerse rn cuenta que esLos autores se esLán refiriendo, en
todo caso, a la fuerza física irresistible. Por esto, gran parte de la argumemación de CORDOBA RODA y
RODRIGUEZ MOURULLO no es aprovechable para la exposición del texto.
-'J 5 AsL entre oLros, lABATUT. l, 130, pág. 150.
rn Cfr. CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURUlLO, I, pág . .336 y sigls quienes se muestran conformes 336
CORDOBA RODA y RODRIGl;¡:;z MOURULLO, l, págs. 3.':¡S y 356.
con esa interpretación. 1
' ' ETCHEBERRY, !, pág. 346, y II, pág. 107; LA.BATUT, I, 204, págs. 206 y 207; NOVOA, ll, 463, pág. 228;
rn En el mismo senlido, ETCHEBERRY, 1, pág. 348.
POLITOFF, 10, 3, B, d), pág. 655; POLITOff-lviATUS- RAMÍREZ, 12, 6, E, pág. 350. Contra GARRIDO, n,
m Supra, II, e).
103, 3, pág. 328. Como observa POUTOFF, la discusión es irerelevante desde el punto de vista práctico.
ni ETCI-TEBERRY, l, pág. 348; WELZH, 23, I, 1, pág. 251.
w Supra, II, e)

458 459
DERECHO Pl::'NAI. / PARTE GENERAL/ Enriqu~ Cury l.irzlia
CAPÍTULO Vlll / U\. TEORÍA l)E l.A ( ULPABT\ !DAD

La problemática que brevemente se ha expuesto en relación al matrimonio,


La obediencia eX1g1da es relativa cuando el subordinado sólo está obligado a
muestra los inconvenientes derivados de la exagerada formalización en la descrip-
cumplir los mandaLos lícitos que le imparte el superior; es, en cambio, absoluta, si
ción de la exculpante. El sistema puede conducir tanto a absoluciones como a con-
también se le impone el cumplimiento de mandatos antijurídicos. la obediencía
denas absurdas. Por otra parte, como advierte ETCHEBERRY, la causal está encerra-
absoluta, a su vez, es reflexiva cuando se concede al inferior la posibilidad de repre-
da dentro de límites que muchas veces pueden ser restringidos. 339 Algunos esfuer- sen¡ar la ilegitimidad de la orden, pero, una vez que el superior insiste en ella, no le
zos que se hicieron en la Comisión Redactora del Código para ampliarla, con todo y
resta sino cumplirla; por el contrario, reservo el calificativo de obediencía absoluta
ser más bien tímidos, resultaron infructuosos. 340
ciega para la que lo priva incluso de la facultad de representación.

d) El cumplimiento de órdenes antijurídicas (la obediencia debida) Por una parte, vale la pena subrayar que lo que aquí denomino "obediencia" ciega no es
consagrada por ningún ordenamiento juridico que yo conozca. Por la otra, que, con arreglo
Con arreglo a lo que preceptúa el art. 214 del C. deJM. en relación con el art. a lo que se ha explicado más arriba, 345 prefiero reservar la designación de auténtica obedien-
cia para la relativa. 346 En cambio, en los casos de 11 obediencia 11 absolula reflexiva creo mas
335 de ese mismo texto legal, se encuentra exculpado el militar q,1e haya cometido un
correclo emplear el rótulo "exigencia objeliva de cumplir órdenes antijurídicas"; porque, en
delito con motivo de la ejecución de una orden de servicio, siempre que, si el mandato verdad, la obediencia implica conceptualmente una forma de asentimierto subjetívo, de acata-
tendía notoriamente a la perpetración de un hecho punible, halla cumplido con la forma- miento ínfimo, que en situaciones de esta índole no sólo suele encomrarse ausente, sino que
lidad de suspender su e1ecución y representárselo así al .mperior que lo impartió, el cual, además debe- estarlo.

de todas maneras, insistió en imponerle la realización de la conducta típica.


En el ordenamiento jurídico chileno la obediencia absoluta reflexiva sólo se es-
Tanto la denominación como la forma, naturaleza y requisitos de esta causal de
tablece, como ya se ha indicado, en el ámbito del derecho militar. En efecto, el art.
inexigibilidad han sido objeto de un prolongado debate, sin que hasta el presente se
335 dispone expresamente que, cuando "la orden tienda notonamente a la perpetra-
haya encontrado una formula de compromiso que unifique totalmente las opiniones.
ción de un delito, podrá e1 inferior suspender" su cumplimiento, "y en casos urgentes
modificarla, dando inmediata cuenta al superior"; pero agrega que "si éste insistiere
aa) Denominación en su orden, deberá cumplirse" sin más. A su vez, el art. 214 señala que cuando en
Prácticamente toda la literatura chilena y una parte considerable de la ex.Lranjera emplean, tales circunstancias se haya comelido un delito, el único responsable será el supe-
para referirse a esla eximente, el rótulo de obediencia deb[da.341 A mi juicio, esta designa- rior que impartió la orden, al paso que el inferior sólo podrá ser castigado como
ción involucra la idea de que el ordenamiento juridico puede imponer un deber de auténtico
acatamiento a la orden de perpelrar un hecho injuslo, cosa que no sólo me parece inexacta,
cómplice -salvo, naturalmente, que estuviere concertado para la reallzaclón del he-
sino, además, deontológicamente inadmisible, pues lo que se encuentra prohibido no puede cho, caso en el que la situación cambia completamente- "si se hubiera excedido en
estar al mismo tiempo mandado y viceversa. 342 Por tal razón, prefiero hablar, en general, de su ejecución, o si, tendiendo la orden notoriamente a la perpetración de un delito,
un cumplimienlo de órdenes antijuridica.s,-14.J reservando la expresión obediencia debida sólo
para_aquellos casos en que se imparte una orden lícita, los cuales, como es obvio, quedan al
no hubiere cumplido con la formalidad" de representarlo (dar cuenta) al superior.
margen del derecho penal. Es, pues, manifiesto que en este caso se crea una obligación de cumplir incluso
aquellas órdenes enderezadas a la perpetración de un hecho típico y antijurídico
bb) Formas que puede adoptar el cumplimiento de órdenes antijurídicas (delito) cuyas características de tal son n~dentes (notorias) para el sujeto, siempre
que haya mediado insistencia del supertor.
La literatura suele clasificar las formas que puede adoptar en la ley el cumpli-
miento de órdenes antiJuridicas ("obediencia debida"), distinguiendo entre obe- En Chile no existe, como en España, una eximente genérica de "obediencia de-
diencia relativa y absoluta y, dentro de esta última, entre ciega y reflexiva. 314 bida" incorporada al catálogo del art. 10.
La Comisión Redactora del C.P. resolvió excluirla, pues a _juicio de sus integran-
m ETCHEBERRY, II, pág. 108 tes ella no constituía "otra cosa que una repetición del inciso anterior", relativo al
34
° Cfr. FERNANDEZ, Código Penal de la República de Chile esplicado i wnwrdado, Samiago, 1899, I, pág. 135,
con algún detalle y lambién en senrido crítico cumplimiento de un deber, y porque "da a todo subordinado el derecho de exami-
i+i Véase, por todos, ETCHEBERRY, I, pág. 350; lABATUT, I, 96, pág. 107; NOVOA, l, 251, pág. 416; RlVACOBA, nar la legitimidad del mandato de su superior; principio cuyos resultados vendrian
La obedienciajerdrquica en el Dereclw Penal, Va/paraíso, 1969, passim; SOLER, I, 22, IV, pág. 255. Respecto de
los autores españoles ha de hacerse la salvedad de que la denominación. es impuesta por el texto legal. a ser la insubordinación basada hasta cierto punto en la ley" (sesión 7a). Los dos
342
En este sentido, la reiterada crítica de RIVACOBA_ La obediencia jerárquica en el Derecho Penal, cit,, II, l, argumentos son deplorables. ·
págs. 65 y sigts
'+' Ene! mismo sentido, MAURACH, II, 34, III, pág. 71, se refiere al cumplimiento de "mandatos antijurídicos".
No empleo, sin embargo, la misma formulación, sólo porque enlre nosotros el vocablo "mandato" se
encuentra muy cargado de connotaciones civiles. o+s Supra, aa)._ - , lAURACH ll
14
316
Este e~ el sistema imperante, por ejemplo, en el derecho penal aleman actual. Sobre ello, rv _, ,
+ Con toda razón observa NOVOA, 1,251, pág. 418, que la llamada obediencla reflexiva es también, en el 34, m, pág. 74: "El inferior que realiza a sabiendas, en cumplimiento de un mandato, un.hecho pumble,
fondo, obediencia absoluta. Este es el criterio que se sigue en el texto, con la única salvedad de que se ejecuta no puede, en principio, invocar la relación de mandato y subordinación como caus~ autonoma de exclu-
una distinción entre obediencia absoluta ciega y reflexiva, Otro punto de vista, en ETCHEBERRY, 1, pág. 351 sión de la responsabilidad'' En el mismo sentido MAURACH-ZlPFF, I, 34, Il, 25, pag. 577.

460 461
]
DERECHO PENAL I PARTE GENLRAL I Enrique Cury L'rztb CAPi·1 u1,o V1111 LA TEORJA DE LA CULPABll.!DAD

La obediencia "debida" no es en realidad una pura forma del cumplimiento de rizado para defenderse lícitamente del ataque que la orden generó, si bien por lo
un deber, 347 sino algo esencialmente distinlo de éste. Por otra parle, la inclusión de común su repulsa recaerá no sobre el autor (el superior), sino sobre su instru-
la eximente, lejos de canonizar la insubordinación, parece más bien tender a la mento (el subordinado).
implanlación de un sistema de sujeción ciega a los mandatos de los superiores. 3 ~8 Aunque supera algunas de las dificultades generadas por la concepción anterior,
Pero aun cuando se rechacen los fundamentos de la supresión, ésta, en sí, debe ser tampoco este criterio es aceptable. Desde luego es irreal, porque no se puede soste-
aprobada. La creación de una posibihdad de obediencia indiscriminada, aunque ner seriamente que el inferior se encuentre en manos del superior en situación
sólo se haga medianLe la instauración de LUna causal genérica de inexigibilidad, semejante a la de un simple instrumento. Cierto que su voluntad se formará, por lo
debe ser desaconsejada. 349 general, de manera defectuosa, pero esto no significa que carezca de ella. Segura-
mente no deseará cumplir, pero, en la medida en que acata, quiere hacerlo y, en
ce) Naturaleza jurídica de la eximente consecuencia, actúa. Si esto último se predica incluso del coaccionado, uno no pue-
de comprender que se niegue del que sólo obra imperado por la orden de sus jefes,
La determinación de la naturaleza jurídica de la obligación de cumplir órdenes pues es evidente que en aquél la voluntad se encuentra más determinada que en
ilícitas se encuentra entre las más debatidas por la doctrina. Los puntos de vista éste por las circunstancias. Por otra parte, la concepción examinada trae aparejada
defendidos con más frecuencia son los siguienteq: una serie de consecuencias técnicas insostenibles.

1) En la literatura tradicional se sostuvo de manera más o menos uniforme que Así, por ejemplo, si el subordinado es considerado sólo un instrumento, el principio de
ejecución -y, con ello, la punibilidad por la lentativa- se producirá ya en el momento en que
ésta era una causal de 1usüficación, excluyente, por lo tanto, de la antijuridicidad.
~l superior (autor mediato) imparle la orden, lo cual significa adelantarlo exageradamente;
Ese criterio se halla hoy abandonado y sólo se lo defiende por algunos autores espa- del mismo modo, aunque se comprende el razonamienlo relativo a la autorización de que el
ñoles,3'50 en atención a supuestas consideraciones de lege lala que aquí no es del afectado se defienda, esa solución conceptual no supera las objeciones de fondo, pues a uno
se le ocurre injusLo q_ue el subordinado, lraLa<lo como un "instrumento" por el superior,
caso debatir y que en el nuevo C:P. Español de 1995 han desaparecido. En primer
deba soportar también como "insLrumento" la reacción del que se opone al cumplimiento de
lugar, no puede explicar el hecho de que se excluya la punibilidad del subordinado la orden. ¡No es evidentemente igual la siluación del revólver del atacanLe, al cual el agredi-
por la eiecucíón de la conducta típica, pero subsista la del superior que dio la orden. do deslruye para salYarse, que la del inferior al cual el atacado abate a Liros con el objeto ele
Esto, como ya se ha destacado, significa afirmar que la misma acción puede estar al evitar que lo ultime en cumplimiento de una ur<ler injusLa!

mismo tiempo prohibida para uno y permitida Qustificada) para otro, lo cual es 3) Goza de prestigio, especialmente en Iberoamérica, el criterio con arreglo al
inadmisible. 351 Por otra parte, esa solución priva al que es objeto del ataque provo- cual los problemas del cumplimiento del mandato antijuridico pertenecen a la teo-
cado por la orden de la posibilidad de defenderse legítimamente, pues ésta justifi- ría del error. 354 Según esta tendencia, al inferior se lo exime de responsabilidad por-
cante no se admite frenle a una agresión 'Justificada". Ambas objeciones son insu- que las órdenes que recibe están amparadas por una presunción de legitimidad, de
perables y condenan al fracaso a la concepción examinada. suerte que por lo común obra en la convicción de comportarse lícitamente.
2) Un punto de vista menos difundido, pero sostenido por autores influyentes la concepción expuesta no es admisible en general, pues, corno bien se ha di-
en nuestro medio 352 afirma que la impunidad del inferior en los casos de cumpli- cho,155 los casos problemálicos no son aquellos en los cuales el subordinado se
miento del mandato anttjurídico se funda en que éste no ejecuta acción. Es, más equivoca respecto al carácter ant~jurídico de lo mandado, sino, precisamente, aque-
bien, un mero instrumento del superior. Por esta razón, el Último puede ser casti- llos en los que cumple la orden a conciencia de su tipicidad e ilicitud, no obstante lo
gado como auténtico autor (mediato) 351 del hecho típico, y el afectado está auto- cual el ordenamiento Jurídico le concede impunidad. EsLO, por otra parle, aparece
especialmente subrayado en nuestro ordenamiento jurídico, en donde los arts. 214
y 355 del C. de JM. se refieren en forma expresa a órdenes que tiendan notoriamente
m lnfra. <ld). Hasta aquellos _autores que, como RODRIGUPZ DEVESA, T, pág. 529, la consideran causal de
.1usuficac1ón, mlentan delumtarla, aunque sólo sea fomrnlmente, del cumplimiento de un deber (págs. a la perpetración de un delito y sobre cuya naturaleza, por consiguiente, la posibili-
505 y 506). dad de error está excluida de anLemano.
-1,s En el mismo sentido,. ETCHE.BERRY, 1, pág. 350: "si se exime de responsabilidad al que obedece al supe-
nor, con ello se le mv1ta, prec1sameme, a que obedezca sm mayores preocupacwnes por las consecnencias
penales de su acto: juslarneme lo contrario de lo que temía la Comisión Redactora". 4) En los últimos tiempos tiende cada vez más a imponerse la opinión correcta,
49
' Sobre la situación de la obediencia en el campo del derecho común chileno, véase la esmerada exposición de conformidad con la cual la eventual impunidad de quien cumple una orden
dé NOVOA., I, 254, págs. 422 y 423.
i:so Véase, por lodos, RODRIGUEZ DEVESA. I, págs. 514 y sigts. Una bibliografía detallada puede encontrar- injusta obedece a que en tales hipótesis el inferior se halla en una situación de
se en RTVACOBA. La obediencia jerárquica en el Den:cho Penal cil. págs. 65 v sigts inexigibilidacl. De él, en efecto, atendidos los presupuestos usuales de las disposicio-
351
Supra, I, 25, en especial 111. Véase Lambién RIVACOBA, La ;bedi~ncia jerárquica e~ el Derecho Penal, cit.,
pág. 76. .
-'',J PEDRO ORTIZ, Curso breve de Derecho Penal (Común y Militar), Santiago, l.947, págs. 223 y sigts; SOLER.
1, 22, VTII, págs. 26 l. y sigts. ''
4
Véase, por todos,Jllv!PNFZ DE ASUA, VI 1846, pág. 808
i,, lnfra, 38, J, c) .m RIVACOBA, La obccjicnciajerdrqrüca en d Derecho PmaI, cit. pág. 112.

462 463
DERECHO PE1'AL / PARTT: GCC\ERAL / Ennque Cury Url.l,a CAPÍTLLü VLll 11.A lTORlA IJI: LA CLlLPAll!UDAD

nes que imponen la mal llamada "obediencia", no puede esperarse que se abstenga do de discusión generalizado Jo paralizaría por completo. Pero, naturalmente,
de cumplir la orden, porque las circunstancias lo presionan de tal manera que el como subproducto de un régimen disciplinario tan enérgico se desarrolla en los
ámbito de su facultad de autodeterminación se encuentra severamente reducido. 156 que 1e están sometidos una tendencia a acatar los mandatos que reciben incluso
cuando advierten que exceden las facultades del superior. Por consiguiente, el
Aquí, sin embargo, conviene hacer algunas precisiones más finas. ordenamiento puede aceptar razonablemente que cuando e1 militar recibe la or-
Como hm<lamentu de la exclusión de responsabilidad por las conductas ejecutadas en
cumplimiento de una orden antijurídica se afirma, a veces, que la actividad castrense es de den de cometer un delito y la cumple, la resolución de hacerlo se ha formado en
aquellas en que la certeza y prontitud en el cumplimiento de los mandatos impartidos por circunstancias realmente anormales y, en consecuencia, la realización del acto tí-
los superiores constituye una condición sine qua non de su eficacia. Un ejército en el que picamente antijurídico no puede serle reprochada, a causa de que no es una ex-
todos se sientan autorizados para discutir las decisiones de los mandos estaría condenado a
la derrota, que, acaso, conduciría a todo el país a una catástrofe. 357 Bste argumento es, en presión cabal de su facultad de autodeterminación conforme a sentido ni, por
principio, valedero, pero creo que no absoluto. Ya DOHNA-1 5 ~ ha demostrado que, en las eso, de su personalidad.
situaciones límite, debe ceder ante la imperiosa necesidad de evitaT que la acción militar
constituya un pretexto para la ejecución impune de conductas éticamente intolerables. Para Este punto e.le vista, claro está, aproxima mucho la situación del que cumple la orden a la
obrar con celeridad y éxito la~ fuerzas armadas no precisan incurrir en uimenes y, por de quien actúa coaccionado. Y, en realidad, la situación es semejante.
supuesto, no deben hacerlo. Ninglín gran general atlanzó sus victorias sobre esa base y, <le La diferencia radica en que, miemras al coaccionado se le presume la malformación de la
hecho, la inmensa mayoría de las órdenes que imparten los mandos durante una acción voluntad, en el sentido de no exigirle siquiera prueba de que la conducta realizada es
bélica no tienden jamás a esa finalidad. Los ejércitos, poT ·consiguiente, pueden funcionar contrastante con la que habría observado en caso de permitírse1e decidir libremente, 359 al
adecuadamente aunque se consagre la obligación dr. los inferiores de representar -y aun de que cumple et mandato antijurídico se le exige una manifestación de oposición. 360
incumplir- aquellos mandatos que presentan características evidentrmeme ant\jurídicas. Lo que ocurre es que, a pesar de todos los factores de deformación de la autodetermina-
Lo dicho cobra importancia cuando se trata de interpretar normas como las de los ans ción que concurren en el caso del militar subordinado a la orden de un superior, la ley
214 y 335 del C. dej.M. En efecto, si uno piensa que los militares deben cumplir las órdenes supone -y bien- que 1a presión ejercida por ellos sobre su voluntad es menos intensa de la
antijurídicas que les imparten sus jefes porque así lo exige el funcionamiento correcto de la que soporta la del aULéntico coaccionado; por eso a aquél le exige que declare su disidencia
institución castrense, concluye casi inevitablemente que al hacerlo obran justificados. Por- y sólo lo exonera de responsabilidad cuando se doblega ante la insistencia del superior.
que, a fin <le cuemas, las fuerzas armadas forman parte de la organización del Fstado y
cumplen, en consecuencia, funciones socialmente necesarias; por lo cual, aquello que es
indispensble a su operación Liene también que estar permitido por el derecho. En cambio, si dd) Delimitación del concepto de la eximente y requisitos
se acepta que una instilución militar puede y debe funcionar sin incurrir en hechos delictuales,
enLonces habrá que conceder también que cuando uno de sus integrantes cumple una orden De acuerdo con lo expuesto, sólo c!ebe considerarse cubierto por la causal de
antijuridica actúa injustamente, de manera que la exención de responsabilidad que la ley le
inexígibílidad relativa al cumplimiento ele órdenes ilícitas el subordinado que ejecuta el
acuerda sólo puede encontrar su origen en una exclusión de la cu1pabilidad
A mí me parece incontestable que esta última es la solución acogida por el ordenarnienLo hecho a sabiendas de que es ilícito y antijurídico porque, habiéndoselo representado así y
jurídico nacional, puesto que el art. 214 del C. de j.:tvl. establece expresamente la responsa- manifestado su disenso al superior que le impartió el mandato, éste ha insistido en él.
bilidad del superior que hubiere impartido la orden de cometer el delito, y porque así se
deduce, además, de los otros preceptos que regulan la situación. En consecuencia, deben colocarse fuera de la discusión algunas situaciones en las que la
exención de responsabilidad penal no se funda realmente en el cumplimiento de la orden,
Lo que sucede es que la ley militar parece arrancar del supuesto de que en estos sino en otras circunstancias. 361 De ellas es preciso destacar las siguientes, que se prestan a
casos la voluntad del inferior se forma de manera anómala. Es, ciertamente, una confusión:
hipótesis atendible. La instrucción de los soldados tiende a incukarles un respelo 1) Cuando el subordinado ignora la concurrencia en el hecho OTdenado de las caracte-
reverencial por el superior, cuyas órdenes eStán habituados a cumplir casi sin discu- rísticas que fundamentan su tipicidad, 1a razón de la impunidad será el error de_ tip?,
sión. Eso, desde luego, debilita su capacidad de oponerse a ellas, por lo menos hasta excluyente del dolo y, con ello, ya la faz subjetiva del tipo. La cuestión de la obed1enoa
aquí no viene en consideración, salvo en cuanto puede ser _uno de los elementos que ~e
el extremo de desatenderlas. Por otra parte, dicha actitud es el resultado de una tengan en cuenta a fin <le enjuiciar la evilab1Udad o mevitabilulad de error para la deterrm-
disciplina Iigida, que impone severos castigos al desobediente. Esto es comprensi- nación de sus efectos. 362
ble, pues, como se ha destacado, la eficacia de un cuerpo militar depende de la
2) Cuando el subordinado cree que la conducta ordenada por el superior se encuentra
celeridad con que se actúen las decisiones (lícitas) de quienes lo dirigen, y un esta- autorizada por el ordenamiento jurídico, sea porque ignora su ilicit~~ en_ ~eneral o porque
imagina que en el caso concreto está cubierta por una causal de JUSt1f1ca:1~~' nos hal_lamos
------ ---·------ frente a un problema de error de prohibicfo11 que excluirá o no la pumb1hdad segun sea
356 ASTROSA, Derecho Penal Mililcn; Santiago, 1971, 53, pág. 79; O)RDOBA RODA y RODRTGUEZ
lv!OURUllO, I, págs. 384 y sigls.; CURY, 01ientación, 21, lX págs. 220 y 221, con una fundamentación evitable o inevitable. 363
que hoy no comparto del rodo; ETCHEBERRY, I, págs . .'350 y 351; GARRIDO, 11,, 79.3. págs. 244 y sigts.;
POLITOFF, 10, 3, E, e), págs. 658y sigts.; POLITOFF, MATUS y RAMÍREZ, 12, 6, I; pág. 354; RJV;\COBA,
La obediencia jerárquica en rl Derecho Penal, págs. 138 y 139; VIVES ANTON, Considcracionts ,·,:¡ Supra, n, e).
políliw-criminale.~ fl1 torno a la obediencia debida, en Estudios Penales y Criminológicos, Universidad de San- ,w lnfrn, del).
tiago de Compostela, 1982, págs. 133 y sigts; muy matizado NÁQl;TRA, págs. 439 y sigts. Jtl En el mismo sentido, MAURACH, U, 34, m, A, 3, págs. 72 y 73; :V1AURACH-ZlPFF, 1, 34, lI, 25, pág. 577.
157 36 ) Supra, 1, 18, II, d), gg).
Así,,todavía, CURY, Orie-ntación, 21, IX, págs. 220 y 221
6
,,s DOHNA, págs 74 y 75 ' ' Supra, l8, 21:l, IL

464 465
D!:'.RECHO PE,\TAL / PART!: G~.C'JERAL / Enrique Cury Urzúa
CA~Í"JULO Vlll / LA Tl~ORiA DE LA CLLPAI\JLIDAD

Otra vez aquí las cuesliones relativas al cumplimiento de la orden, como tales, no llegarán
siquiera a ser abordadas sino en cuanto echen luz sobre el problema de la evitabilidad. Sólo
efectos eximentes prevalecen sobre los de la causal de inexigibilidad. Así, la expre-
recobrarán importancia inmediata si se concluye que el error del aulor fue evitable, a causa sión "que tienda noloríamenle a la perpelración de un delito", empleada por los arts.
de lo cual, en principio, procedería sancionarlo según corresponda. 364 214 y 335 del C. de JM., ha de ser entendida en sentido concreto: el carácter
delictuoso del hecho tiene que ser "notorio" para el subordinado "aquí y ahora".
3) Si el subordinado supone que el superior está autorizado también para ordenar la
ejecución de conductas lípicas, su siluación es equivalente a la descrita en el párrafo ante-
ricrr. En el hecho esto significa creer equivocadamente que la orden constituye, en sí, una
4) El mferior no debe obrar coaccionado, sino tan sólo imperado por el mandato
causal de justificación. antijur[díco. Los efectos excusantes de la coacción operan también con prioridad a
los del cumplimiento de órdenes ilícitas, pues éste ha de ser concebido siempre
4) Cuando el subordinado cumple la orden coaccionado -por ejemplo, a causa de que el como una causal de inexigibilidad de última ratw.
superior amenaza con darle muerte si desobedece, apuntándole con un am1a-, enlonces la
culpabilidad es excluida precisamenle por esta causal. El cumplimiento del mandato
antijurídico permanece ajeno a1 enjuiciamiento, pues, en rigor, apenas es posible hablar de
5) El subordinado debe haber expresado al supenor su desacuerdo con la orden
un cumplimiento auténtico. La falta de lihntad en la Ionnación de la volunlad no es causada que se le ha impartido, pues sólo se lo exonera de responsabilidad cuando se doblega
por el mandato, sino por la amenaza que lo acompaña. A fin de cuentas, esta última fue ante la insistencia de éste.
necesaria justamente porque la orden no era bastanle -o se temía que no lo fuera- para A mí juicio, éste es el único sentido en que es legítimo entender el mandato de
doblegar su capacidad de autodetem1inación.
dar cuenta al supe1ior que contiene el art. 335 del C. de JM. No se trata, pues, de un
Por lo tanto, para que concurra la causal de inexigibilidad que se está examinan- sencillo 'poner en conocimiento" o "dar noticias" del hallazgo relativo a la
do son necesarios los siguientes requisilos: delictuosidad de lo ordenado, sino, además, de una manifestación de disconformi-
dad, que evidencia el propósito de cumplir sólo en consideración a la eventual
1) Debe existir una orden. Esto debería implicar que entre quien imparte el insistencia y, por así decirlo, "a regañadientes".
mandato y quien lo cumple existe una relación jerárquica en virtud de la cual éste
En mi opinión, tal cosa es evidente en nueslro ordenamiento jurídico, puesto que el inc.
se encuentra obligado a acatar, dentro de ciertos márgenes y respecto de cíertas primero del art. 214 del C. deJ.1v1. dispone que no se conceda la exculpación al subordinado
materias, las decisiones de aquél cuando, además, se le ha encomendando su eje- en los casos "de concierto previo". Ahora bien, si el inferior recibe, por ejemplo, el mandato
cución satisfaciendo unas formalidades determinadas. Sólo cuando se dan Lales de cisesinar a un civil neutral, y se limita a comunicar al superior que la orden le parece
presupuesLos es posible hablar de una auténtica orden. En el caso que nos ocupa, notoriamenLe constitutiva de un delito, por lo cual la ha suspendido temporalmenle, pero
que la acalará 11 complacido'' si se le insiste, "porque le parece la manera más adecuada de
sin embargo, se acepta excepcionalmenLe atribuir esa calidad a un mandato que deshacerse del importuno 11 , creo que nadie dudará de b exislencia de un 11 concierto previa1'
cae fuera de la esfera de competencia del superior, pues es evidente que éste pmás se en caso de que la insistencia se produzca efectivamente y la acción punible se ejecute en
encontrará facultado para ordenar la realización de un injusto punible. Las res- definitiv;:i,. Eslo demuestra que el solo 11 dar cuenlan o 11 infonnar 11 de la delictuosidad de la
tantes exigencias, en cambio, deben también concurrir. Así, puede discutirse la orden no basta para asegurarse la exculpación. Es indispensable una manifestación de des-
acuerdo que exleriorice la deformación de la volunlad. Más aún, si esta última no se produ-
inexigibilidad por el cumplimiento cuando, durante el curso de la acción bélica, ce, esto es, si el disenso no se expresa, la ley presume que no ha existido, y por eso el inc.
un oficial ordena formalmente a un subordinado que dé muerte a integrantes de segundo del mismo arl. 214 preceplúa que, en lcil caso, el inferior ha de ser responsable
la población civil porque su presencia obstaculiza el desarrollo de una maniobra como cómplice.
estratégica; no si lo envía a ultimar a un enemigo personal con el fin de satisfacer Este es un aspecto crucial en la consideración de los requisitos que debe reunir el cumpli-
miento de mandatos ant~jurídicos para eximir de responsabilidad penal. El sólo deja de ser
propósitos vindicativos.
reprochable al autor rnateTial si se evidencia corno un acto de voluntad mal fonnada, como
un querer contrctstcmte con el deseco: Unicamente entonces puede afinnarse que la orden ha
2) la orden debe referirse a la realizaoón de un hecho típico y antijurídico. Por configurado para el infe1ior una situación de verdadera inexigibilidad. Con ello, _por. otra
consiguiente, la obligación de ejecutar la acción típica no·ha de estar consagrada parte, se echa luz nueva sobre las motivaciones no siempre explícilas del en:1uiciarn1ento
expresa y concretamente en la ley, pues en tal caso tanto el superior como el subor- recaído en cienas conduelas hislóricas, como las de aquellos jerarcas nacionalsocialistas que
basaron la defensa de sus casos en la obediencia- debida a las órdenes procedentes de sus
dinado obrarian en cumplimiento de un deber365 y sus conductas se encontrarían jus-
superiores. Puesto que en la mayor parle de Lales siluaciones había razones pod~r~s,as para
tificadas. suponer en los inculpados una adhesión decidida a los mandatos que se les clmg~an, los
tribunales obraron correctamente al desestimar La.les alegaciones, pues ellas pretendian for-
3) El inferior debe cumplir la orden a conciencia de su típícídad y antijurícídad, malizar la situación de inexigíbilidad más a11á de lo tolerable para el ordenamiento _iuiidico
pues si en el caso concurren los presupuestos de un (Tror de cualquier clase, sus de un EsLado de Derecho_ 3M

3
M Para quienes consideran irrelevante el error sobre puntos. de derecho, surge aquí una problemárica espe-
cial. Véase, al respecto, NOVOA, I, 346, pág. '592.
J
65
Supra, I, 24. III, b) w, Nar~~ra¡;·nerne, aquí no se discULe la cuestión <le si e~os procesos implicaron en ciertos casos una violación
del nullu. pena. Sobre ello, supra, 9, VI. a).

466 467
DERECHO PEG"AL / PARTE GEKERAl. / l:~rique Cury Urzlia CAPÍTULO Vlll / IA TEORIA DE LA CULPAB!LlDAD

IV. EL PROBLEMA ESPECIAL DEL EXCESO EN como "causas personales que excluyen la pena" 371 o, simplemente, "causas de exclu-
LA LEGITIMA DEFENSA sión de la pena"_.-m
Las excusas legales absolutorías son, pues, sítuaciones en las cuales el derecho renun-
Hay un exceso en la legítima defensa cuando el autor ha ejecutado el hecho típico para cia a la punibílidad de una conducta típica, antijurídica y culpable, por razones de utili-
repeler una agresión ilegítima, pero la intensidad de su reacción supera los límites de lo dad social.
que era racionalemente necesario para rechazar el ataque.
Suele afinnarse que esta renuncia obedece a consideraciones "prácticas 1'. 374 Naturalmen-
Com~ene destacar, desde luego, que entre el exceso en la defensa y la legílima Le, al hacerlo se atribuye a la expresión un significado restringido. 375 Sin embargo, como
defensa putativa existe una clara diferencia. En esta última, en efecto, el sujeto cree toda decisión Jurídica tiene, en última instancia, un fundamento práctico, me parece prefe-
estar autorizado para rechazar una agresión que sólo existe en su representación rible evilar esta ambigüedad.
equivocada, pero no implica exceso alguno en el medio empleado para impedir o
En nuestro ordenamiento jurídico el caso más indiscutido de excusa absolutoria
repeler el ataque imaginario. Se trata, pues, como ya se ha dicho 367 de un error sobre
se encuentra en el arL. 489 del C.P, con arreglo al cual se otorga impunidad por los
la prohibición. En el primero, en cambio, concurren efectivamente los presupuestos
hurtos, defraudaciones o daños que recíprocamente se causaren ciertas personas
de la justificante, pero el autor ha sobrepasado los márgenes de la reacción autoriza-
vinculadas parental o matrimonialmente. Es la hipótesis característica en la cual, si
da en tales casos por el derecho. Aquí, por consiguiente, no existe error alguno.
bien 1a imposición de una pena se encontraría en principio justificada, se prefiere
En la literatura se trata frecuentemente del exceso en la defensa como de una
prescindir de ella a fin de salvaguardar la institución familiar, cuyas bases podrían
causal de inexigibilidad;-' 68 cuando se ha debido a un "estado de excitación anímica". 369
resultar lesionadas si se perseverara en aplicarla. Por esto, con toda razón, la excep-
En el contexto de nuestra ley esta situación tiene que ser tratada con arreglo a los
ción Liene un carácter personal -como siempre ocurre en estos casos- y 11 no es apli-
criterios reguladores de la fuerza moral irresistible o del miedo insuperable en sus
cable a los extraños que participaren del delito". Aunque una parte importante de la
respectivos casos, y si no concurren los presupuestos de tales eximentes, sólo podrá
doctrina se pronuncia en ese sentido, es, en cambio, dudoso el carácter de excusa
concederse al liecho la atenuante contemplada en el art 11, Nº 1º del C.P 370
absolutona que se atribuye al desistimiento en la tentativa y el delito frustrado.
Personalmente soy de otra opinión. 376 De igual modo, es discutida la situación con-
templada en el art 430 del C.P., que se refiere a la retorsión en las injurias. 377 Por el
§ 30. EXCUSAS LEGALES ABSOLUTORIAS
contrario, el encubrimiento de parientes del art. 17, inc. final, se encuentra actual-
mente excluido de este ámbito y existe unanimidad casi completa para consíderarlo
Con la afirmación de que el hecho típicamente antijurídico es, además, culpable
como una causal de inexigibilidad. 378
-vale decir, reprochable personalmente al sujeto-, el delito se perfecciona por com-
En atención a sus fundamentos, las excusas absolutorias surten un efecto pura-
pleto. En principio, por consiguiente, de ella debería seguirse siempre la punibilidad
mente personal. Asimismo, contra la conducta cubierta por ellas siempre es admisi-
de la conducta.
ble la legílima defensa, puesto que no afectan en modo alguno a la antijuridicidad.
Sin embargo, esta regla no es absoluta. En efecto, hay unos pocos casos en los
Por último, el error sobre su concurrencia es irrelevante.
cuales la ley se abstiene de castigar, aunque se den todos los presupuestos para ello,
en atención a consideraciones político-criminales, esto es, de utilidad social y efica-
cia normativa. Se trata de situaciones excepcionales y muy calificadas en las cuales
la imposición a toda costa de un castigo causaría más perjuicio a la convivencia que
el otorgamiento de una indulgencia básicamente mj ustificada. Conslituyen, por lo
tanto, concesiones al utilitarismo realizadas en casos donde éste extraordinariamen-
te, con arreglo a la experiencia, parece servir mejor a la paz social que la justicia y el
afán de seguridad jurídica. La literatura de origen español denomina excusas legales
absolutorías371 a estas figuras, que en el derecho comparado se designan también
------- -----~
372
BELlNG, 33, págs. 117 y 118, que incluye aquí casos de inmunidad personal. . ,.
m "lvlAURACH, .'35, v, B, 3, a), págs. g y 91, quien hace alguna distinción entre "excusas absolutonas. Y
367
Supra, 28, II, d), bb), 4. "causas de exclusión de la pena" . . . _ .
368
AsL por ejemplo, MAURACH, II, 34, TV, págs. 74 y sigts. 3 4
' Así, por ejemplo, NOVOA, I, 355, pág. 606: "Su fundamento no es de índole JUiidica smo practica, como
.1 69 ldern. ser, razones de conveniencia o utilidad social, motivos de polit.ica elimina], etc."

-.~.
170
En el mismo sentido NOVOA_ ll, 365, págs. 23 y 24, con ligeras variantes determinadas por su conr;ep- J/ 5 Véase nota anterior.
ción respecto a la fuerza irresistible. Véase, además, infra, 35, U. 376
lnfra, 35, v: a), con bi.bliografía
371
Una exposición detallada sobre el origen y evolución del término se encontrará en NOVOA, I, 355, págs. m NOVOA, l, 355, pág. 608.
378
. Supra, 29, lll, c).

468 469
-----1
b

1
CAPÍTULO IX

LAS CIRCUNSTANCIAS 1

MODIFICATORIAS DE
LA RESPONSABILIDAD PENAL

§ 31. LAS CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE


LA RESPONSABILIDAD PENAL EN GENERAL

I. CONCEPTO Y NATURALEZA DE LAS CIRCUNSTANCIAS


MODIFICATORIAS DE LA RESPONSABILIDAD PENAL

Por circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal se entiende un conjcmto


de situaciones descritas por la ley, a las cuales ésta atribuye la virtualidad de concur,ir a
determinar la magnitud de la pena correspondiente al delito en el caso concreto, ya sea
alenuándola o agravándola a partir de ciertos límites preestablecidos en forma abstracta
para cada tipo. 1
Como las circunstancias modificatorias no afectan a la exístencia misma del he-
cho punible, suele afirmarse que son "accidentales" al delito y se limitan a "circun-
darlo"2 sin alterar su esencia. Esto, si bien en principio es exacto, requiere alguna
explicación complemenLaria, pues puede prestarse a equívocos.
Hay, en efecto, entre las circunstancias modificaLorias algunas que son ajenas a
la naturaleza y estructura del delito, de manera que su acción sobre la magnitud de
la pena se funda en consideraciones utílitarias de polítíca criminal o, incluso, referi-
das al estado personal del autor con acierto muy discutible. Otras, en cambio, son
también "accidentales" al hecho punible, en el sentido ya expuesto de que no deter-
minan su existencia como tal, pero tienen un carácter "sustancial" en cuanto alteran
la forma de algunos de sus elemenLos, como la antiJuridictdad o la culpabilidad.
Estas últimas, por consiguiente, aunque no afectan al "sí" del delito, por lo menos
actúan sobre su "como" y, en tal sentido, no puede afirmarse que se limitan a "cir-
cundarlo".

Sobre los efeclos precisos de las circunstancias modificatorias en la deLerminación de la pena, infra, 53,
HI, d).
1\sí, por ejemplo, NOVOA, Tl, 358, pág. 12, tanto rn el texto como en la nota 1: MIR, 25, 2, pág. 596.

471
DERLCHO PFNAL / PARTE Cf'KL:RAL / Enrique Cury "Crzúa CAPITULO lX / LAS C!RClJ"'.\SlANUAS MODfflCATORll\.S Dl. LA RESPONSABJUDAD PENAL

La me_jor prueba de lo expuesto es que, como se explicará más adelante" -y es, por lo c) En atención a su fundamento, debe distmguirse, de conformidad con lo ex-
demás, sabido-, algunas de las circunstancias modificatorias pueden, incluso, integrarse en
cienos casos a la tipicidad del delito, influyendo emonces sobre su misma existencia al puesto en el párrafo precedente, entre aquellas circunstancias modificatorias de la
detenninar la naturaleza del injusto respectivo. Eso seria ininteligible si en realidad perma- responsabilidad penal que sólo obedecen a criterios politicocriminales, aquellas que
necieran tan ajenas a la esencia de la infracción punible como a veces se enliende. se ba~~n :~ c_ons1deraciones relativas a 1a personalidad del autor y las que afectan a
Como, por otro lado, hay efectivamente circunslancias de la primera clase, las cuales son
del todo irrelevantes a la entidad del delito, se explica que exista alguna anarquía respecto a la anl1Jur1d1cidad o culpabilidad del delito. Cuando la situación fundarnentadora de
la sistematización del conjunlo. Así, mientras en la liLeratura española se trata de ellas den- la circunstancia se incorpora ya al tipo del hecho punible, determinándolo se trans-
tro de la teoría del delito, la alemana prefiere situarlas en la de la pena. Posiblemente el forma en un elemento de éste, calificándolo o privileg1á11dolo. Las calificantes y
método más riguroso exigiría aceptar una separación, reservando pare la Leoría del delito
sólo el examen de aquellas que modifican los elementos del hecho punible, y remitiendo a la pnv1legiantes, por cons.iguiente, no son ya "accidentes" del delito, sino integrantes
teoría de la pena las que sólo obedecen a consideraciones politicocriminales. 4 Conlra esla "esenciales" de su tipicidad, lo cual cobra importancia, especialmente en relación
solución milita, sin embargo, aparte de consideraciones pedagógicas relativas a la conserva- con la aplicación de las normas contenidas en el art. 63 del CP. 6 y para la resolu-
ción de una cierta unidad en el tratamiento <le las instituciones de la ley positiva, el hecho de
que muchas de las circunstancias no obedecen a un fundamento único y nílidamente dife-
ción de algunos problemas concernientes al concurso aparente de leyes penales. 7
renciado, de suene que su ubicación correcta suscita dificultades. Por eso, aquí se ha conser-
vado el orden tradicional en las exposiciones españolas y chilenas. La distinción entre ca_lwcantes y privilegiante5 por un lado, y agravantes y atenuantes por el
otro. suele presen:~r d1hrnltades en la práctica._ IIay algunos criterios orientadores para
ef~c:uar.la, que fac1ht~n algo esa tarea,- Así, por e_Jemplo, es frecuente que las calificantes y
pnvtlegiantes delermmen una alteración del marco penal at.ribuido por la ley al hecho, al
H. CLASIFICACIÓN DE LAS CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS paso que las atenuanles y agravanles sólo impliquen aumentos o disminuciones de la
punibilidad realizadas sobre la base del marco original. Pero, en definitiva, se tratá de un
DE LA RESPONSABILIDAD PENAL problema hennenéulico característico, cuya solución exige echar mano de todos los recur-
sos disponibles a la interpretación de la leyª
a) Con arreglo a los efectos que les atribuye la ley, las circunstancias modificatorias
de la responsabilidad penal pueden clasificarse en atenuantes, agravantes y mixtas. d) En atención a su naturaleza, las circunstandas modificatorias se clasifican en
Atenuantes son aquellas cuya concurrencia determine la imposición de una pena subjetivas y objetiva5_ Las primeras son aquellas que consisten "en la disposición
más benigna; agravantes las que con su presencia conducen a que el hecho sea moral del delincuente, en sus relaciones particulares con el ofendido o en otra causa
castigado más severamente; mixtas, por fin, las que mientras en ciertos casos ate- personal", y se caracterizan porque sólo sirven para alenuar o agravar la responsabi-
núan, en otros agravan. lidad de aquellos intervinientes en el hecho en quienes concurren (art. 64, inc.
primero C.P), es decir, porque no se comunican. Las segundas son las que consisten
b) Desde el punto de vista de la extensión de sus efectos, las circunstancias "en la ejecución material del hecho o en los medios empleados para realizarlo" y
atenuantes y agravantes 5 se dividen en genéricas y e5pecifícas. Son circunstancias sirven "para atenuar o agravar 1a responsabilidad únicamenle de los que tuvieren
genéricas aquellas que operan respecto de cualquier delito o, por lo menos, de la conocimiento de ellas antes o en el momento de la acción o de su cooperación para
mayoría. Se las encuentra establecidas en los catálogos contenidos en los arLs. 11 y el delito" (art. 64, inc. segundo C.P), esto es, se comunican. 9
12 del C.P Las circunstancias específicas, en cambio, sólo surten efectos en relación
con ciertos y determinados hechos punibles respecto de los cuales se las consagra e) Por último, conviene Lodavía distinguir enLre circunstancias modificatorias de
expresamente. Están, pues, dispersas a lo largo de la ley y su estudio compete a la responsabilidad comunes y e5peciales. Las comunes son aquellas cuyos efectos se
Parte Especial. Aquí sólo nos ocupamos de las genéricas. encuentran regulados de manera general en los arts. 65 a 68 del C.P. Las especiales,
Entre estas dos categorías sería quizá posible introducir una tercera, pues exis- en cambio, tienen consecuencias atenuatorias o agravatorias más significativas, que
ten algunas circunstancias agravantes, que no obstante incluirse en el catálogo de se establecen para cada una de ellas en diferentes disposiciones. Las atenuantes
las genéricas, actúan únicamente respecto de un cierto grupo de delitos (art. 12, especiales suelen también llamarse p1ivílegiadas.
Nºs 1° y 5°). Tal cosa no se hace, a fin de evitar complicaciones superfluas, pero no No deben confundirse las atenuanles especiales o privilegiadas con las que el an. 68 bis
está de más puntualizar el hecho. del C.P. denomina "muy calificadas" r:;1 carácter privilegiado de una circunstancia de ale-
nuación, así como la índole de sus efectos, se encuentran consagrados en forma categórica
por la ley. En cambio, la naluraleza "calificada" de las atenuantes concurrentes en una situa-
lnfra, 11, c) ción dada es prnducLo de una apreciación racional del juez. Por esto, las circunstancias
Por eso es excesivamente perentoria la afirmación de RODRlGUEZ DEVESA, I, pág. 649, con arreglo a la
cual usu lugar adecuado dentro del sistema se encuentra entre los presupuestos de la pena, esto es, entre
los elementos del delilo" Un criterio igualmente unilateral se sostenía en CURY, Olientación, 22, pág. 222 lnfra. 53, IIL, d), ::rn), 2.
Particularmente confusa respecto a la naturaleza de las circunstancias es la exposición de LABATUT, l, Infra, 43
207, pág. 209, en donde aparecen casi identificados términos tales como "culpabilidad" y "personalidad
del autor".
Fn el mismo sentido, RODRJGUEZ DEVESk L pág. 654, con algün detalle.
'.:iobre los problemas relativos a la comunirnbi/idr:ul, infra, 37, lll, d). En relación con esta clasificación, ,¡
Las circunstancias mixtas que conoce nuestra ley son siempre gcnélicas. véase también RODRJGUFZ DEVESA l. p:igs. 655 y ó"i6

472 473

l
---1
(!
gl
DERECHO PFNAl. / PARTE C.ENERAL / Enrique Cnry Gi·zúa CAPÍTULO JX / U\.S crnn;:-;slANUAS MODIFICATORIAS DE LA RESPONSABlJ.ll)AD PENAL

privilegiadas lo son siempre; por el contrario, variando las alternativas del caso concreto una
aquellas a las cuales el ordenamiento jurídico confiere ese carácter. Este se adoptó
misma alenuante puede o no ser calificada. La distinción enlre ambas categorías cobra im-
portancia, por eso, en relación con la procedencia del recurso de casación. por la Comisión Redactora no obstante que el Código Penal español, del cual se
servía como modelo principal, contenía una fórmula que autorizaba expresamente
la creación de atenuantes por analogía. La solución es criticable, en especial si se
III. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA REGULACIÓN tiene en cuenta la manera reglamentaria de individualizar la pena que emplea la ley
DE LAS CIRCUNSTANCIASMODIFICATORIAS DE en ,~gor. La apertura del Código Penal peninsular, en cambio, permite cuando me-
LA RESPONSABILIDAD PENAL 10 nos al _juez buscar una determinación más justa de 1a sancíón para el caso concreto.

Suele sostenerse que las atenuantes obedecen todas a fundamentos subjetivos. 13 Esta ge~
Una buena parte de las circunstancias modiflCatorias que contempla nuestra ley neralización es combatida, argumentando que el an. 64 del C.P alude a la existencia de
positiva se desarrollaron ya en el derecho romano o, en Lodo caso, en la obra bastan- alenuantes "ob_jetins'· y que en las hipótesis de "justificantes incompletas" la razón de ser de
la atenuación es evidentemenle de esa índole. 14 Las razones invocadas por la critica no me
te posterior de los postglosadores. Sin embargo, su sistematización en un conjunto
pcirecen comincenles. El hecho de que el art. 64 del C.P aluda a aLenuames objetivas no
más o menos cerrado y taxativamente compuesto, es obra sobre todo de la Ilustra- significa que las haya, por lo menos entre las genéricas. A su vez, las "justificantes incomple-
ción y el consiguiente derecho penal liberal, cuyo natural afán de seguridad jurídica tas'' no afectan a la anlijuridicidad-por lo mismo que en lanto justificantes son imperfectas-
, sino, más bien, a la culpabilidad del autor. 15
procuró que todos los factores participantes en la fijación de la pena se encontraran
tan precisamente delimitados por la ley como fuera posible. La tendencia actual, en Para ordenar la exposición en torno a las circunstancias de atenuación, la clasi-
cambio, procura la consagración de formulas más flexibles sin abrir las puertas a la ficación que ofrece ETCHEBERRY es la más satisfactoria. 16 Con arreglo a ella debe
arbitrariedad. Usualmente se emplea el procedimiento de establecer para el delito distinguirse entre eximentes incompletas, atenuantes funciaclas en los móviles del agente,
un marco penal más o menos amplio, dentro del cual la sanción concretamente atenuantes relativas a la personalidad del sujeto y atenuantes que se fundan en la conduc-
aplicable a cada caso se determina según unas pautas de orientación general sobre ta cleI autor postelior al clelílo. La única modificación que se le introduce aquí consis-
los criterios mensuradores. Este es, p~r ejemplo, el sistema que acoge el Proyecto de te en tratar la situación contemplada por el art. 72, inc. primero del C.P (minoridad)
Código Penal Tipo para Latinoamérica, cuyo art. 73 contiene una enumeracíón entre las eximentes incompletas. 17
ampliamente concebida de los puntos de vista a que debe atender el juez para la
individualización de la pena, refiriéndose a los aspectos objetivos y subjetivos del
hecho punible, la importancia de la lesión o del peligro, las circunstancias de modo, II. LAS EXIMENTES INCOMPLETAS
tiempo y lugar, la calidad de los motivos determinantes, las demás condiciones del
sujeto activo o de la víctima en la medida en que hayan influido en la comisión del
delito y la conducta del agente posterior al delito.
a) Concepto 1 origen y fundamento de la atenuante

Con arreglo al art. 1 .\, Nº 1º del C.P, son circunstancias atenuantes las expresa-
das en el art. 10, cuando no concurran todos los requisitos para eximir de responsa-
§ 32. LAS CIRCUNSTANCIAS ATENUANTES bilidad en sus respectivos casos. Esto es, se confiere capacidad atenuatoria a las
causales (circunstancias) que ordinariamente eximen de responsabilidad criminal,
I. GENERALIDADES Y CLASIFICACIÓN cuando, por encontrarse incompletas, no surten efecto excluyente de la punibilidad.
La atenuante es una creación del Código Penal español de 1848 y, al parecer, su
Las círcunstancias atenuantes gené1icas se encuentran enumeradas ta)cativamente 11 origen debe encontrarse en unas observaciones de PACHEC0, 18 quien, en 1842,
en el catálogo contenido en el art I l del C.F' Para una comprensión cabal del mis- defendió ya la tesis de que lo que no eximía de responsabilidad por estar incomple-
mo, sin embargo, es preciso tener en consideración las disposiciones de los arts. 71,
72 inc. primero y 73 de ese cuerpo legal lAl:IATUT, 1,208, pág. 210. Cfr. además, RODRIGCEZ DEVESA, T, pág. 653. Es segurame_!)le excesiva la
El sistema consagrado en la ley, por consiguiente, corresponde al del llamado opinión é>ostenida en CURY, 01ieniaLión, la édición, 22, pág. 232, a la que se adhiere PENA CABRERA,
Dnuho Peiw/ peniano, 1-'arte General, Tjma, 1980, pág. 2'5'5, de conforrni<la<l con la cual todas las atenuan-
numerus clausus, 12 con arreglo al cual sólo se aceptan como causales de atenuación tes son "accidentes modificalorios ele la exigibiliclacl·'; sin embargo, como se \'erá, es Vl:'.rdad que todas ellas
se relacionan hasta cieno punto con ese elemento de la culpabilidad
14
NOVOA, II, 361, págs. 16 y 17. En el mismo sentido, RODRIGUEZ DEVESJ\. T, pág. 653
15
lnfra, TT, a)
10
r:ste aspecto se desarrolla con esrnero por NOVOA, lL 359, págs. 13 y sigts y RODRlGLtZ DEVESA, l 10
HCHEBERRY, TT, pág. 15.
págs. 650 y 651. En el texLo sólo se ofrece una visión esquemáLica. 11
;\sí, también, NOVOA, ll, 368, pág. 27. Las razones para ello se exponen infra, 11, d), ce).
H LABATUT, L 209, pág. 210 1
~ CORDOBJ\ RODA, las eximentes i11comple1a.s en el Código Penal, Oviedo, 1966, págs. 19 Y sigts., con bi-
1
' KOVOA, 11, 359, pág. 15 bliografía y detalle.

474 475
DERECHO PE:\:AL / PARl"J:. GE:\:ERAl / Enriqu,, Cury Urzlla CAP! J'lll O lX / 1 AS CIRCL 1NS IANCJAS MOIJ!!-'!CATORIAS DI· LA R\'SPO>!SABTLlDAD PE:\:AL

to, debía lógicamente atenuar. 19 A causa de esta concepción formalista del clásico en la ley, sino también las que admitían ser divididas intelectualmente. 21 Sin embar-
español, que planteaba el asunto como un simple problema lógico de "todo" y "par- go, la fundamentación formal que él mismo le había dado condujo a que los comen-
te", él concluye que el fundamento de cada una de las causales de atenuación resul- tarios posteriores limitaran la eficacia de la disposición exclusivamente al primer
tantes no puede sino ser el mismo de la respecüva eximente. 20 grupo de causales de exclusión de responsabilidad;" y ese punto de vista fue inclu-
Estas reflexiones de PACHECO constituyen una intuición valiosa pero basada so afirmado en forma explícita por los integrantes de la Comisión Redactora de
en argumentos desacertados que, seguramente, han contribuido después a compli- nuestro Código Penal, en la sesión 73. A pesar de todo, tal criterio hoy se encuentra
car la inteligencia de Ja norma. Pues es claro que el efecto atenuatorio de las eximen- abandonado por práctica 23 y doctrina, 24 las cuales admiten unánimemente la posi-
tes incompletas no puede deducirse sin más de que sean "parte" de un "todo" capaz bilidad de transformar también en atenuantes a las eximentes que pueden ser divi-
de eximir. En el p1ano de las valoraciones jurídicas, este género de razonamientos didas sólo intelectualmente. En el hecho, esto no significa sino excluir el caso del
lógicoformales de Lipa matemático carece de vigencia. Si las cosas fueran como menor de dieciséis años (art. 10, Nº 2º) y la omisión por causa legítima (art. 10, Nº
pretendía PACHECO, se producirían conclusiones tan absurdas como las de que, 12, segunda parte), pues es evidente que al respecto no se puede imagmar una
cuando el sujeto ejecuta sólo una fracción de la conducta lipica (por ejemplo, acce- situación intermedia. Por lo que se refiere a la fuerza irresistible (arL. 10, Nº 9º,
de carnalmente a una mujer, pero sin ejercer violencia, porque ella ha aceptado, o se primera parte), su di,~sibiliclad suele ser negada por quienes admiten que puede
apropia de una cosa mueble ajena, pero con el consentimiento del dueño, que se 1a revestir carácter físico. 25 Ese criterio, sin embargo, es controverLido. 26 Como aquí
ha obsequiado), habría también que imponerle parcialmente la pena, porque si el se ha entendido que la fuerza aludida por el art 10, Nº 9°, es de índole moral, 27 no
"todo" es injusto, la "parte" debería serlo asimismo. resulta del caso tomar partido en el debate. Finalmente, hay todm1a eximentes in-
Lo que ocurre, en realidad, es algo distinto. Cuando se dan sólo algunos de los completas a las cuales la ley acuerda un efecto especial, pero cuya divisibilidad se
presupuestos de las eximentes, de suerte que éstas no justifican una exclusión de encuentra fuera de duela. Es la situación del caso fortuito (art. 10, Nº 8°) y del
los elementos integrantes del delito, subsiste, sin embargo, en la mayor parte de los mayor de dieciséis años, pero menor de dieciocho, respecto del cual se ha declarado
casos, una situación anómala que. deteriora la capacidad de autodeterminación del que obró con discernimiento (art. 10, Nº 3°).
individuo, reduciendo la posibilidad de exigirle que se comporte con arreglo al
mandato o la prohibición respectiva. Así, por ejemplo, cuando el que provocó sufi- e) La exigencia del re1püsito básico
cientemente es luego agredido y se defiende, no se encuentra ya justificado de con-
formidad al art. 10, Nº 4º del C.P, pero, atendida la presión de las circunstancias Con arreglo a 1a opinión dominante, para que una eximente se transforme en
concomitantes, 1a reprochabilidad de su proceder ulterior a la agresión disminuye, atenuante es indispensable la concurrencia, por lo menos, del requisito básíco o
a causa de que no le es tan exigible conducirse conforme a derecho como a aquel esencía1 de aquélia. 1 & Asi, 1a legítima defensa incompleta sólo puede construirse si ha
que ataca sin ser atacado. De la misma forma, cuando el autor del delito presenta existido una agres"ión iiegíLima; 29 el estado de necesidad incompleto, únicamente
una anomalía psíquica que, sin embargo, no lo priva por completo de capacidad cuando hubo un mal que se trataba de evilar; la mal llamada "imputabilidad dismi-
para comprender el significado antijurídico de su acto y autodeterminarse confor- nuida", si en el autor se presentaba una pato1ogia básica; etc.
me a ese conocimienlo, él es imputable, pero 1a anormalidad que lo aqueja constitu- Este punto de vista es correcto en principio, pero requiere ser precisado en el
ye una circunstancia que limita su libertad y, por eso, reduce en alguna medida 1a sentido de que, cuando el mencionado requisito esencial consiste en una situación
posibilidad de exigirle un comportamiento distinto. objetiva esto es, exterior al autor, como la agresión ilegítima o el mal que se trata de
Así pues, las eximentes incompletas como atenuantes no obedecen al mismo fun-
----- -----·--
damento -imperfectamenLe manifestado- de las respectivas causales de exclusión de 21
Cfr. NOV01\, II. 362, págs. 18 y 19.
responsabilidad, sino que todas ellas son situaciones de exigibíHdacl disminuida a causa 22
Cfr. CORDOBA RODA y RODRIG"CEZ "tv!OURUU.O. T. págs. 408 ysigts., CORD0t1AR0DA, Las eximrn-
Lcs inwmplelas C/1 el Códlgo Penal, cit.. , págs. 20 y 21. Véase. en la lileraturn cliilena, una defensa de esta
de la anormalidad de las circunstancias. EsLa apreciación conduce a importantes con- posición por f'T'.Rl\ANDEZ, Gidigo Penal de la Repú.bllrn de C/nle cspliwdo i rnnrnrdaclo, cit., l, pág. 102.
secuencias prácticas en la consideración de algunos de sus aspectos. n ETCHEBERRY, D.P..J., 11, 130 y sigls., págs. 153 y sigrs
14
ETCHEBERRY, II, pág. 16; Gr\RRlDO, l. 17, ll, pág. 182; lABATUT, l, 209, a), pág. 211; ~OVOA, ll, 362,
págs. 18 y sigls. Respecto de h literatura española, véase, por todos, CORDOBA RODA, Las e.xlmcntes
h) Extensión de la aplicación de la atenuante 25
incompletas en el Cód[gn Prnal, cit., pág. 23.
ETCHEBERRY, Il; pág. 15, con reserva; L•\BATUT, 1,209, a\ pág. 211.
(la divisil,ilidad de las eximentes) CORDOBA RODA y RODRTGUF'.Z :v!Ol:RULLO, ll, pág. 409; CORDOBA RODA, Las eximmtes [11complc-
tas rn el Código Penal_, cit., págs. 221 y sigts
PACHECO pensaba, correctamente, que podían convertirse en atenuantes no Supra, 29, lll, a), aa).
CORDOBA RODA y RODRIGUE?: "\10URULLO, 1, pág. 410: CORDOBA RODA, Las eximen1es incompletas
sólo aquellas eximentes compuestas por requisitos enumerados de manera expresa !.'!

n1 d Códlgo Penal. cit., pág. 24; ETCBEBERRY, ll, pág. 16; LABATUT, 1,209, a), págs. 213 y 214; NOVOA,
11; 364, págs. 22 y 23; RODRlGUEZ DEVES1\, l, págs. 659 y sigts; MJR. 25, 22, pág. 601
19
PACHECO, fatudios de Den:cho Penal, Lnclo11es ¡mmw1ewde1~ rn d Ateneo de ,'vfadiü/ lvladrid 1842 páo. 132 .>.; En este senLido, la mayor pane de los fallos que se refieren al asunto. Véase t:TCHETIERRY, D.PJ, ll, 127,
lC lbid. , , ' b págs. 145 y sigts.

476 477
DERECHO PEKAL / PAR.TE GEKl'RAL ! Enrique Cury Lrzúa
CAPiTUI O !X/ LAS c.TRClJNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE LA RESPOK'.:>ABILIDAD PENAi

evitar, basta con que aparezca en la represenlación del sujeto ex-ante y no es, en cam- bb) Cuando la eximente incompleta es el caso fortuito del art. 10, Nº 8° del C.P.,
bio, exigible su concurrencia efectiva en la realidad.-'º Así pues, el requisito bási- sus efectos se rigen por la disposición del art. 71 del C.P, con arreglo al cual en tal
co puede presentarse de manera sólo putaliva ..1 1 Esta es una consecuencia lógica caso "se observará lo dispuesto en el art. 490". El significado de esta norma ha sido
del criterio que aquí he sostenido sobre la naturaleza de 1a atenuante.32 Si ésLa se ya objeto de un examen pormenorizado.37
basa en una exigibilidad disminuida a causa de la anormalidad de las circunstan-
cias concomilantes, lo decisivo es cómo ellas afectan 1as motivaciones del agenLe y ce) Aunque no siempre se lo considera como una hipótesis de eximente incomple-
no su realidad objetiva. La voluntad del autor so forma de un modo anómalo lo ta, participa de la naturaleza de éstas el caso del "menor de dieciocho años y mayor de
mismo cuando cree que se lo está agrediendo sin derecho que cuando tal cosa dieciséis, que no esté exento de responsabilidad por haber declarado el tribunal res-
ocurre efectivamente. peclivo que obró con discernimiento". 38 En tal caso, que primitivamente se contem-
pló de manera expresa en el art. 11, Nº 2º del C.P -hoy derogado-, el art. 72 dispone
Puesto que aquí no se trata de concedo- sino una atenuación, el error del sujeto puede ser
que se imponga al afectado "la pena inferior en grado al mínimo de los señalados por
lo mismo evitable que inevitable. En el segundo caso, incluso, la alenuante vendrá en consi-
deración únicamenle si además eslá ausente algún olro requisito de la respectiva eximenle, la ley para el delito de que sea responsable". La atenuación es imperativa y tiene el
pues en caso contrario la responsabilidad habrá quedado excluida, con arreglo a los princi- carácter de privilegiada. 39 De sus fundamentos y las críticas a que ha dado lugar nos
pios que regular el error de prohibición33 o la no exigibilidad de otra conducta, 34 respectiva- hemos ocupado con ocasión de la inimputabilidad del menor. 40
mente.

d) Efecto atenuatorio de las eximentes incompletas e) Admisibilidad de la atenuante en algunos casos especiales

En principio, las eximentes incompletas producen el mismo efecto que las otras aa) No suele ser muy discutida la cuestión relaliva a si es posible la configura-
atenuantes, el cual se encuentra regulado por los arts. 62 a 68 bis del C.P. 35 Sin ción de una eximente incompleta en el caso de los delitos culposos. La cuestión debe
embargo, hay algunas situaciones excepcionales que escapan a esta regla. ser respondida afirmativamente.~ 1

bb) Por el contrario, se niega en forma categórica la posibilidad de contemplar


aa) Cuando la eximente es de aque1las que constan de requisilos enumerados
formalmente (art. 10, Nºs 4º, 5°, 6º y 7° C.P) y en el caso de que se trata concurre una atenuante de esta clase en los casos de privación parcial de razón causada por 1a
el mayor número de ellos, el tribunal deberá aplicar la pena inrerior en uno, dos o embriaguez. 42 Sobre ello hay acuerdo, aunque, por supuesto, no sobre los funda-
tres grados al mínimo de los señalados por la ley para el delito respectivo, impo- mentos de la normativa que conduce a tal solución. ~3
niéndola en aquel que estime correspondiente, atendidos el número y entidad de
los reqmsitos que falten o concurran (art 73 C.P.). Hacer la rebaja de la pena es,
pues, imperativo para el tribunal; en cambio, la determinación de su magnitud III. ATENUANTES FUNDADAS EN LOS MOVlLES DEL AGENTE
constituye una facultad para cuyo ejercicio la ley se limita a señalarle un criterio
En los Nºs. 3º, 4°, 5º y 10 del art. 11 del C.P. se encuentra un grupo de circuns-
orientador (el número y entidad de los requisitos que falten o concurran). Si el
tancias atenuantes cuya eficacia se funda en particularidades relativas a la motiva-
número de requisitos de la eximenLe que se encuentra presenLe no es el "mayor",
ción del sujeto. Todas ellas represenLan, por consiguiente, una situación de exigibiltdad
el art. 73 no recibe aplicación y la atenuante se regirá por las reglas generales de
disminuida a causa de imperfecciones en el proceso de formación de la vo1untad. A
los arts. 62 a 68 bis del C.P. 36
1as tres primeras se las denomina, usualmente, pasionales o emocionales. 44 La última
Como el art. 73 confiere a las eximentes incompletas a que se refiere un efecto
se refiere a quien ha obrado por celo de la juslícia.
minorante considerablemente superior al que se les concede por lo común a las
atenuantes, se dice que, en su caso, la atenuante es privilegiada.
'
7
Supra, 19, lll, O
.Jl En el mismo semido, ;,.JOVOA, 11,368; pág. 27.
1
' FTCHEBERRY, II, págs. 22 y 23
''' En el mismo sentido, CORDOBA RODA, Las cximentrs incumplcta.s en el Códigu Penal, cil págs. 13 y 126 4
y sigts .. con detalle. ' Supra, 27, lll, h), infim:. . . . ., . . ,
11 11 En el mismo '.:>ei1ti<lo, CORDOBi\ RODA, Las cx1mrntes mwmplcias en el Cod1go Prnal, c1t, pag. 38 y sigls.
ldem
11
Supra, a) Los problemas especiales que allí propone el auLOr sólo son válido; frenre ª. normas c:ntemd~s en el
1 derecho ]JOSitivo español vi.gente a la époCa de redactarsr esa obra. Veasr tamb1en lVllR, 2::i, 23, pag. 601,
' Supra, 28, TI, e), del), y JIT, c).
o+ Supra, 29, TT, e) GARRlüO, l, 17, 11, pág. 183.
11 NOVÓA, 11, 366, págs. 24 y 25. con detalle.
Infrn, 54,111. d). 1
+ '.-iupra. 27, TT, b), aa), inJinr:. . . _ .· , . ,
"l"OVOA, 11, .363, págs. 21 y 22. Sobre casos aislados en que la práctica aplicó la nornia del art. 73 C.P. a "
4
ETCHEBERR'( 11, pág. 19: 1..ABi\n.:T, T. 209, b), pag. 212; CARRllJO, 1, 17. 11, pag. 184, NOVO.'., TT,
una eximente que sólo es divisible intelectualmente, véase ETCHEBI!RRY, D.P}., TI, 130, págs. 153 y sigts., 369, pág. 28; RODRIGUE DEVESA. l. pág. 669; MIR, 25, JO y s1g.ts., págs. ~01 y 604, con referencia al
y 138, págs.172 y 173.
estado actual de la ley española en la que el Lralamiento de estas mrnorantes ~e ha sunplif1cado.

478 479
DERECHO PF.>1'\l / PARTE GE\TERAl./ t'nrique Cury Urzua CAPÍTULO IX/ !.AS ( lRCUNSTANC!AS ';10Dlf!CAl ORl.'\.S DEI.A RESPONSABll.lDAD PENAJ

a) Atenuantes emocionales (pasionales) Lantes características de éste (numerus clausus, régimen matemático para la determi-
nación de la pena, etc.), no me parece deseable.
Con arreglo a lo que preceptúan los Nºs 3º, 4° y Sº del art. 11 del C.P, la ley A causa de que se encuentran efectivamente en la mencionada relación de géne-
concede una atenuación de la pena a quien ha obrado en círcunstancias que, normalmen- ro a especie, las atenuantes emocionales son incompatibles entre sí, 5º de manera
te, provocan una perturbación anírníca más o menos pr~funda-y, por eso, una formación que un mismo hecho no puede jamás servir de fundamento a dos o más de ellas,
de la voluntad anómala- o al que lo ha hecho efectivamente alterado de manera significa- porque eso imp1icaría violar el principio non bis in íclem. Pero es posible aprecíarlas
tiva por cualquier causa capaz de ocasionar ese estado. conjuntamenLe cuando cada una de ellas se basa en un hecho diferente_ 51 Así, cuan-
do A lesiona a B porque este último ha ofendido gravemente a la mujer del primero,
aa) Denominación y relación de las atenuantes emocionales A sólo puede beneficiarse de la atenuación concedida por el Nº 4° del art. 11 del
C.P, si se dan sus otras exigencias, y no podrá invocar la del Nº 3° -aunque en
El nombre 45 con que habitualmente se designa a estas atenuantes puede ser efecto la ofensa a la cónyuge configure una auténtica "provocación"- ni la del Nº 5°
aprobado en principio, pero requiere de alguna precisión. En efecto, no en todas las -aunque el hecho le haya producido realmente "arrebato y obcecación"-. En cam-
hipótesis contempladas por los Nºs 3º, 4° y 5º del art. 11 del C.P., la ley exige que el bio, si B añade a la ofensa dirigida contra la señora de A una serie de burlas y otros
autor se halle realmente afectado por una pasión o emoción. 46 Como se verá, hay actos provocativos o amenazantes, es posible que A se beneficie conjuntamente de
por lo menos dos de ellas en las que le basta con cerciorarse de que se ha producido las atenuantes contempladas en los Nºs 3º y 4º -siempre, naturalmente, que concu-
una situación que en el común de los casos provoca alteraciones de esa clase, sin rran sus demás presupuestos.
exigir prueba alguna de que en el hecho concreto ha ocurrido efectivamente así. Por Aun cuando no suele destacarse, vale la pena señalar que las atenuantes emocio-
consiguiente, el carácter "emocional'' de dichas atenuantes sólo puede admitirse nales son perfectamente compatibles con los delitos culposos, 52 No hay ínconve,
como una abstracción. nientes para imaginar la realización de una conducta imprudente a causa de un
Lo que sucede es que aq.-y.í el derecho debe rendir otra vez tributo a su limitación estado de arrebato a obcecación o como respuesLa proporcionada a una provoca-
para sondear en el alma humana. 47 Por eso, en las dos situaciones aludidas (Nºs 3° ción o amenaza o, incluso, en vindicación de una ofensa grave. Pese a que la última
y 4° del art. 11 del C.P.), se contenta con reconocer que generalmente provocan en hipótesis será infrecuente, no es inconcebible (A, para vengarse de B, que lo ofendió
el "hombre medio" un estado de penurbación anímica apreciable y, en considera- gravemente, hace correr a gran velocidad el auLomóvil en que viajan ambos con el
ción a ello, dispone la rebaja de la pena sin admitir indagaciones ulteriores sobre lo propósito de aterrorizar a su acompañante; se produce un accidente y B resulta
ocurrido realmente en la psiquis del autor. gravemente lesionado).
Por la misma ra'zón, no es del todo exacta la afirmación, muy frecuente, de que
las atenuantes emocionales se encuentran en una relación tan estrecha de género a
bb) La provocación o amenaza proporcionada al delito
especie, que si se conserva la más amplia, contenida en el art. 11, Nº 5°, puede
prescindirse sin más de las dos restantes. 48 Es verdad que las tres circunstancias Con arreglo al art. 11 Nº 3°, es una circunstancia atenuante "la de haber prece-
obedecen, en última instancia, al mismo fundamento, y que la norma del Nº 5º dido inmediatamente de parte del ofendido provocación o amenaza proporcionada
tiene un carácter residual de regla general. 49 Pero desde el punto de vista práctico al delito".
procesal presentan una diferencia decisiva, pues mientras las de los Nºs 3º y 4º Provocar significa, en principio, tanLo como "causar" a "ocasionar". En este caso,
operan con sólo la prueba de que se han dado en el caso las circunstancias fácticas pues, la provocación debe entenderse como una acción o expresión capaz de crear en
determinantes de su eficacia, la última requiere, además, que se acredite la conmo- el sujeto una excitación conducente a la comisión del delito. 53 Naturalmente, su
ción anímica del sujeto, lo cual puede provocar a la defensa dificultades especiales. autor no necesita querer o aceptar la perpetración del hecho punible por él provo-
En tal sentido, las <lis-posiciones de los Nº 3° y 4º contienen una especie de presun- cado, pero sí la alteración de ánimo que será, a su vez, generadora de aquélla, 54
ción de exigibilidad disminuida que actúa en beneficio del reo. Su eliminación, por
consiguiente, significaría una modificación del sistema que, si se conservan las res-

----·------ C:ORDOBA RODA y RODR!GUEZ MOURULLO, !, pdgs._488 y 489; ETCHEBERRY, ll, p:.'igS-17 Y 18:
4
'' Sobre el sentido de los conceptos de "emoción" y "pasión", con detalle y reservas, NOVOA, TI, 369, págs GARRTDO, l, 17, ITT, pág. 184; LABATUT, 1. 209, b), pdg. 213. _
28 y 29. Véase también RODRlGUEZ DEVESA, !, pág. 670, quien atribuye a KANT el mérito de haberlos CORDOBA RODA y R0DRJGCEZ MOURULLO, T, pág. 513; ETCHEBFRRY, 11, pag. 20; GARRIDO, l, 17,
distinguido. m pág. 184. . . b
10
Vé-ase, por ejemplo, en ETCHEBEKRY, II, pág. 20, la posibilidad dt compatibilizar el propósito vindicativo se En, el mismo sentido. CORDOBA RODA y RODR!GUEZ MOURl;LLO, I, pág. 477, qmenes, SlO ~ml/rf~'
con la früildad del ánimo limitan L::t observación a una de ella~ (la proYocación o amenaza). Como en el texto GARRIDO, , , ,
7
~ Sobre ello, con más detalle supra, 28, lll, 29, lll, y 32, Il, b) págs. 184 y 185
48
T.ABATUT, l, 209, b). pág. 213. En el sentido del texto, RODR!UJFZ DEVESA, I, pág. 671 CURDOBA RODi\ v RODR!Gi_;EZ lVIOURULLO, l, pág. 469; 010VOA, II, 371, pág. 34.
1
' NOVOA, TT, 370, pág. 30 51 CORDOBA RODA;, RODRIGUEZ MOlJRUUD, l, pág. 469.

480 481
DERECHO PENAL/ PARfE C.EKERAL / Emique Cury "Crzlia
CAPITULO IX/ LAS CIRCUNSTANCIAS MODJHCATOR!AS DE LA RESPONSABILIDAD PENAL

La provocación no es una agresión en el sentido del art. 10, Nºs 4º, 5º y 6º del estado de auténtica excitación psicológica. 59 Semejante exigencia no encuentra apoyo
C.P (legítima defensa), pues en tal caso no nos encontraríamos ya frente a una cir- en la ley, que, corno se ha explicado reiteradamente, está erigida sobre otra base.
cunstancia ate~uante, sino a una causal de justificación o, en todo caso, ante una En cambio, el derecho vigente requiere -posiblemente sin demasiado funda-
hipótesis de exceso en la defensa que, como se ha visto, 55 obedece a una regulación mento- que la víctima del hecho punible sea la misma persona que profirió la ame-
diferente. Por regla general, la provocación tampoco será típica, aunque en algunos naza o ejecutó la provocación. Bajo determinadas circunstancias ese reclamo puede
casos límites llegue a serlo. 56 ser ilógico, como cuando el afectado reacciona no contra el pandillero que lo ame-
Amenaza es la manifestación o advertencia de que se hará victima de un daño al nazó o provocó, sino contra el jefe de éste, quien manifiestamente fue el que le
autor o a un tercero con el cual éste se halla vinculado. ordenó hacer1o. En tales hipótesis, sin embargo, el autor podrá siempre beneficiarse
Puesto que estarnos frente a una causal de exigibilidad disminuida, la provo- de la atenuante concedida por el art. 11, Nº 5°, si acredita la concurrencia de sus
cación o amenaza no necesitan ser reales. Basta con que, atendidas las circunstan- presupuestos. Por la inversa, la ley no requiere que 1a provocación o amenaza se
cias, el sujeto pueda creer seriamente que se lo hace víctima de ellas. Tampoco es hayan dirigido en contra del autor del delito. También pueden referirse a un tercero
menester que sean graves, pues a la ley le basta con que se encuentren en relación al que aquél se halla afectivamente vinculado 60
de proporcíonaltdad con el delito cometido. La proporcionalidad se mide con crite-
rio racional, esto es, teniendo en cuenta el conjunto de las circunstancias concu- Es debatida la compatibilidad entre la atenuante examinada y los "delitos sexuales", ¿Pue-
de invocarla el autor de una violación o unos abusos deshoneslos, si prueba que fue provo-
rrentes; pero, además, de acuerdo a un punto de vista objetivo. Esto último se debe cado po-r la víctima? La cueslión debe ser resuella con prudencia, pero sin incurrir en un
a que aquí la ley presupone que el autor ha obrado en un estado de perturbación puritanismo irracional
anímica, mas dicha presunción sólo puede construirse refiriéndola a las reaccio- En primer término, ha de tenerse presente que en el ámbito de las relaciones con signifi-
cación sexual es natural el despliegue de algunos artificios seducLores, entre los cuales ocupa
nes de un "hombre medio". Bajo ciertos presupuestos, las respuestas exageradas a un luga, destacado la provocación discretci. En mi opinión, este género de mesurada invita-
provocaciones o amenazas relativamente insignificantes podrán asilarse en la exi- ción a la excitación, consustancial incluso con el juego amoroso más inocente, no basta parn
mente incompleta de "perturbación total de la razón" (art. 11, Nº 1º, en relación servir de base a la atenuante, pues el ''hombre medio" debe estar preparado para afrontarlo
sin abandonarse por completo a sus tendencias instintivas. 61
con el Nº 10, Nº 1º, segunda parte, C.P) o en la atenuante del art. 11, Nº 5º. 57 Pe.ro el problema es diferente cuando la persona ofendida ha buscado en forma deliberada
Pero no siempre será así. estimular sexualmente al autor mds allá de límites razonables, sea con el propósito de hacer-
Cuando la provocación -en algunos casos también la amenaza- implique una lo sufrir, de satisfacer sus propios deseos de autocomplacencia o por cualquier otra causa.
Ignorar la violencia de las fuerzas irracionales que una actitud de esa clase puede desencade-
ofensa grave para el autor o alguna otra de las personas relacionadas en el art. 11, nar en el ser humano, significa desconocer la naturaleza del hombre o pretender transformar
Nº 4º del C.P., la atenuante a que se refiere esta última disposición prevalecerá sobre a la especie en una cohorte seráfica que no corresponde a su realidad. Es evidente que el
la que se está examinando, porque desde este punto de vista aquélla es especial derecho no quiere llegar Lan lejos)~ por eso, en siLuaciones como la descrita la atenuanle
debe ser concedida. 62
respecto de ésta. Es posible que en el caso concreto concurran, al mismo tiempo,
De lodas maneras, ya implica una concesión a las Lendrncias culturales imperantes, que
una provocación y una amenaza. En tal evento, só1o se apreciará una circunstancia se inclinan a desvalorar éticamente las reacciones procedenles del plano de la actividad
atenuante. 58 sexual, el hecho de que no se otorgue a quien actúa presionado por ellas la eximente de
la provocación o amenaza deben haber precedido inmediatamente a la ejecución fuerza inesistible. 63 Creo que, más allá <lE: eslo, la realidad de su existencia y energía debe
ser reconocida por la ley.
del delito. Esto quiere decir que lian de haber sido cronológicamente contiguas a la
realización del hecho punible. Una vez más, tal exigencia se explica porque, para
ce) la vindicación de ofensas
presumir que en el autor han determinado una alteración emocional significativa, la
ley requiere situarse en el tipo de casos en los cuales una provocación o amenaza De conformidad con el art. 11, Nº 4º del C.P, se atenúa la responsabilidad cri-
ocasionan ordinariamente ese resultado; y la experiencia demuestra que, por lo minal del que ejecutó "el hecho en vindicación próxima de una ofensa grave causa-
común, en semejante hipótesis la reacción no se hace esperar. Con todo, cuando los da al autor, a su cónyuge, a sus parientes legítimos por consanguinidad o afinidad
estímulos aludidos por la norma hayan ocasionado en el sujeto un estado de altera-
ción anímica efeclívo y más duradero, él podrá asilarse en la atenuante del art. 11,
59
N° 5º, probando, eso sí, la realidad de tal perturbación. Contra, C:ORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, págs. 474 y 4 75, con bibliografía. La posición
de ETCHEBERRY, TT, pág. l 9, no es del todo clara a este respecto, pero pareciera inclinarse a exigir algún
Con arreglo a todo lo que se ha expuesto, para la eficacia de esta atenuante no es grado de alteración emocional. Otrn opinión en GARRIDO, l, l 7, JTJ, a), pág. 186, que no exige estado de
necesario acreditar que la provocación o amenaza han determinado en el autor un perturhación algunó.
60
ETCHEBERRY, ll, pág. 19; implícitamente también GARRIDO, I, 17, III, a), pág. 185. ·
1
------ ------- '' Naturalmente, una actitud como la discutida en el texto puede inducir a confusión al autor respecto del
o\ Supra, 32, 1\/ Véase también NOVOA, n, 371, pág. 34. consentimiento de la victima. Esto, sin embargo, es algo ajeno a la materia que se está examinando y se
56
NOVOA, TI, 371. pág. 34. rige por los principios generales relatiYos al error
11
Infra, del) fcn el mismo sentido, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURUT.LO, T, págs. 476 y 477.
'¡f, CORDOBA RODA y RODRT(;l;EZ MOURULLO, 1, pág. 471. 60
Supra, 29. III, a), bb), l.

482 483
DERECHO PL"!Al. / PAR'] f: GJ:?-,'ERAL / Enrique, Cur¡- Urzúa
CAPITlll.O lX / LAS ClRC:UNSTANC!AS "'v10Dll'TCATOR!AS DE LA Rl·SPO"NSABlLI DAD PENAL

en toda la línea recta y en la colateral hasta el segundo grado inclusive, a sus padres
la ofensa se tiene que haber dirigido en contra del autor del hecho punible o de
o hijos naturales o ilegítimos reconocidos".
las personas que la disposición enumera basándose en la existencia de una relación
La norma exige que se haya obrado en vinclicación, esto es, con un propósito de
conyugal o parental. Una vez más la ley ha formalizado una presunción de afecto
venganza. Este es un móvi1 que se comporta como un "elemento subjetivo" de la
que no siempre corresponderá a la realidad y en ocasiones resultará francamente
atenuante, pues, por lo general, no encuentra correlato alguno en el mundo exte-
infundada. 71 Asimismo, se ha desentendido de que existen otras situaciones en que
rior. Como suele suceder con las motivaciones, es posible que coexista con otra u
la vinculación afectiva puede ser incluso más intensa que en las hipótesis consagra-
otras; tal cosa no es óbice para otorgar la atenuaéión.
das por el texto. Eslo último, sin embargo, admite un correctivo parcial, pues, si se
El sentimienlo vindicativo, aunque morigerado por la evolución cultural, se halla entre dan sus otras exigencias, el autor podrá quizás beneficiarse .con 1a atenuación otor-
los más sólidamente enraizados en la naluraleza humana. Hay épocas históricas que lo apro- gada por el Nº 5º del an. 11 del CP
baron e. incluso, censuraban al que no lo salisfacía. Hasta el presente pervive enérgicamente Como la atenuante constituye un caso de exigibilidad disminuida, no es necesa-
en algunos pueblos y en ciertas subculluras.
Pur est:::is mismas rnzones, quizás. la sociedad occidental conlemporánea lo combate, ha- rio, tampoco aquí, que la ofensa sea real. 72 Basta, igual que en el caso de la provoca-
ciéndolo objeto de repulsa ética. A causa de ello, no se encuentra emre aquellos que podrían ción o amenaza, con que, atendidas las circunstancias, el autor haya podido
fundamentar una situación de fuerza irresisr.ible exduyenle <le la culpabilidad. 64 Pern, tal verosímilmente representarse su existencia.
como se destacaba respecto al impulso sexual, 65 la ley 110 puede ignorar por completo su
existencia y, al menos dentro de un ámbito limitado, le concede el poder de atenuar la pena. La norma exige que exista proximidad entre la ofensa y la conducta vindicativa.
En principio, este requisito puede ser objeto de reparos, porque el ánimo de ven-
El ánimo vindicativo no implica necesariamente una alteración psicológica. Por ganza es capaz de subsistir latente por largo tiempo. Sin embargo, creo que se
el contrario, es compatible con una actitud fría 66 e, incluso, cuando así sucede, encuentra justificada a causa de la forma impresa a la atenuante. En efecto, como
suele manifestarse con más éxito. la ley presupone, sin más, que Lada ofensa grave genera un estímulo vindicativo
La ley exige que se obre para vengar una ~fensa. Con arreglo a la opinión absolu- vigoroso, sin reclamar prueba alguna de esLo último, es razonable que limite el
tamente dominante, 67 la expresión está empleada en un sentido amplio que no sólo otorgamiento del beneficio a situaciones que corresponden a las formas de reac-
comprende los actos injuriosos, sino cualquier conducta lesiva o dañosa para otra ción más comunes; y éstas, en realidad, suelen producirse prontamente. Por otra
persona. Por consiguiente, la ofensa podría en ciertos casos reunir las características parle, en aquellos casos en los cuales la ofensa ha ocasionado una perturbación
de una auténLica agresión, con excepción de la "actualidad"; y esto es, precisamen- emocional efectiva y que perdura largo tiempo, siempre será posible al afectado
te, lo que diferencia en principio a la atenuante de la legítima defensa, pues, a causa invocar la atenuante del Nº 5°.
de que en aquélla el ataque se encuentra ya consumado, el afectado no lo repele, sino La proximidad supone, pues, cercanía cronológica, pero no la estrecha contigüi-
que se hace una inadmisible "justicia de propia mano". dad reclamada por la "inmediatez". En esto, por consiguiente, esta atenuante es
La ofensa debe ser grave, o sea, revestir una cierta magniLud cuya apreciación menos rigurosa que la del art. 11 Nº 3°. 73
queda librada al juez, el cual, en todo caso, ha de enjuiciarla con criterio objetivo. 68 En la literatura nacional se sostiene que la ofensa ha de proceder de la misma
En cambio, el derecho vigenLe no requiere que exista una relación de proporciona- persona sobre la cual recae la acción vindicativa.7+ La cuestión es discutible. Si se
lidad entre ella y la reacción vindicativa. Así pues, la existencia de tal proporciona- entiende que la atenuante eslá fundada en la existencia de una alteración psíquica
lidad no basta para configurar la atenuante cuando la ofensa no es "intrínsecamen- de tipo pasional que motiva el conlraataque, entonces la limitación es justificada.
te" grave 69 , m, a la inversa, su ausencia, para desestimarla si concurren los otros Pero, como ya se ha destacado, ésta no es la posición dominante en nuestro medio,
requisitos;-o. al que se venga de una ofensa grave no se le pide que mida sus reaccio- donde la mayoría de los autores admiten la coexistencia del propósito vindicativo
nes para acrediLarle una disminución de la exigibilidad. con la frialdad de ánimo y, consiguientemente, parecen entender que la tendencia
natural a obtener venganza basta para reducir el margen de exigibilidad. Siendo así,
---·--- ---- no se divisan las razones por las cuales habría de exigirse una retorsión personal, ya
Suprn. 2lJ, lll a), hb). l.
H
6
que el deseo de vindicta puede también satisfacerse mediante la lesión a un tercero
' Suprn, bb) Lo expuec,to en c:l to,.lü nD significa parifirnr las <los situaciones. Aquí no me comperc:
analizarlas a pero es eviderne que, miemras las tendencias sexuale~ cumpkn una función positiva distinto del orensor. 75 Por esto, mi opinión es adversa a la introducción del requisi-
que ex.plim la ind1m1lión ele la n11Lurn contemporánea a reevaluarlas éticamente, las vinclicativ;:is consti- to que, además, no puede deducirse del texto legal.
tuyen una e.:,,:presión dt: \iokncia y pequellez humana. Aun así, no es posible desconocer su influjo pertur-
ba<lDr dt la conducta lrnrnana
"" ETCHEBf'RRY lI. pág. 20: GARRTDO, l. 17. b), pág 187; ~OVOA, TT, 372. pág. 36, nota 19.
r,
7
CORDOBA RODA RODRTGUEZ l'vlOURlJT.T.O, L págs. 480 y 481; ETCHEBERRY, !l. pág. 20; GARRT- 'v'éa~e supra, 29, TTI, e).
00, I, 17. h\ p,1g KOVCM, IL 372, pág. J'S Dudoso, a este respc:cto, CORDOBA RODA y RODRlGUEZ l'víOCRlJLLO, l. págs 481 y sigts., con detalle; fj
c.J
'
9
C.URDOBA RClDA y RODRIGLJ:1: l'vfOURCLLO L pág. 483; C:l"Cl-11:BFRRY, ll, pág 20.
ElC!JPJ3ERRY, 11, pag 20
c,imo en el texto GARRlDO, l, l 7, b), pág. 187
ETCHEBERRY, Tl, pág. 20; NOVOA, 11,372, pág. 35 !
7
r, CORDOB/\ ROD:-1.. y RODRIGUFZ lvlOURUlLU, T, pág. 486 FTCHEl\tRRY, ll, pág. 20; GARRIDO, 1, 17, b), pág. 187.
En tl mismo ~enti<lo, CORDOBA ROD;\ y RODRIGUEZ .i.vlOURl/U.O. T. pág. 487 1
484
485
_J
DERECHO PEKAL / PARTE GE"!ERAL / Enriqut Cury L'1nia
CAPÍTt:l.O IX/ LAS CIRCUNSTAKC!AS 'vlODlFJCATORIAS DE LA RESPONSABTl.!DAD PENAL

dd) El arrebato y obcecación El arrebato u obcecación deben ser el resultado de un estímulo tan poderoso que
los haya producido naturalmente.
De acuerdo con el art 11, Nº 5°, se concede una atenuación de la pena al que
obra "por estímulos tan poderosos que naturalmente hayan producido arrebato y El estímulo puede ser de cualquier índole. Sin embargo, hay quienes le han
obcecación". exigido una procedencia lícita e, incluso, digna de aprobación ético-social. Así, se
De las tres atenuantes emocionales (pasionales), ésta es la única que descansa en negaría la atenuante al que comete el delito poseído por los celos que le inspira su
la existencia real -procesalmente acreditada- de una perturbación anímica en el concubina a quien sorprende manteniendo relaciones con un tercero, y en otras
sujeto. En efecto, aquí por primera vez la ley se desentiende en principio de la causa situaciones semejantes. Este punLo de vista, que ha sido muy influyente en la prác-
que ha actuado sobre la psiquis del individuo, limitándose a describir los resultados tica82 carece de todo fundamento, como lo ha destacado la mayor parte de la litera-
producidos por ella en su ánimo. 76 Lo que aparece en primer plano no es el estímu- tura ~acional 83 y extranjera. 84 Todo lo que requiere la ley es que el estímulo sea lo
lo, sino el anTbato y obcecación ocasionados por él en el autor. bastante poderoso como para causar naturalmente -esto es, en el "hombre medio"-
El anebato se entiende como una perturbación intensa en la capacidad de un estado de arrebato a obcecación. Y es evidenle que existen motivaciones éticamente
autoconLrol de la persona. La obcecación, en cambio, supone una alteración de las reprobables -como el mismo derecho en vigor lo reconoce respecto al impulso
facultades intelectuales (razonadoras) que impiden una adecuada dirección de la vindicativo (art. 11, Nº 4° CP.)-, a las que, sin embargo, a causa de la fragilidad
conducta conforme a sentido. 77 humana, es preciso reconocer una capacidad para originar perturbaciones emocio-
nales intensas en la generalidad de los hombres.
En atención a lo expuesto, es explicable que una parte imporlante de la práctica y doctrine
españolas aprecien en esta atenuante un caso de imputabilidad disminuida. 78 Como para La confusión en torno a este punto parece proceder de que la norma exige al estimulo una
mí tale situaciones constituyen en realidad hipótesis de exigibilidad atenuada 79 , creo que idoneidad natural parn causar el arrebato a obcecación. Ahora bien, hay CleTtas excitac10nes
esa conclusión puede acogerse siempre que se haga reserva sobre el significado de los ética y socialmente reprobables, que no logran generar efectos perturbadores intensos sino
términos empleados. en un pequeño círculo de indi\,iduos afeclados por severas pervers10nes o que n~ han desa-
rrollado una capacidad de inhibición elemental frente_ a estímulos que la generahclad de los
De todas maneras, lo que aquí importa es que, en ambos casos, la posibilidad participantes en la convivencia son capaces de resistir con éx:ilo. Así, es claro que lo que
puede arrebatar u obcecar a un sc1domasoquisla o un felichista no es "naturalmenLe" idón_eo
del autor para autodeterminarse con arreglo a los mandatos y prohibiciones del
para poner fuera de Si al hombre medio; de]~ mism~ fo~a, el esrect~~ulo de ~na _mUJeT
derecho se encuentra mermada. Por lo tanto, el fundamento de la atenuación radica ligera de ropas, que puede conducir al paroxismo e mduur a la v10lac10n a un individuo
en un estado real (comprobable) de exigibt!idad disminuida. cuyos frenos inhibiLorios no se encuentran debidamente desarrollados, n~ pro:>oca u~rn _reac-
El arrebato y la obcecación, a pesar de su intensidad, son, en todo caso, menos ción semejante en la mayor parte de los seres humanos. Pe.ro éstas son situaoones limites a
causa de su rarew, no por la índole éticamente más o menos reprobable del impulso a que
- que una perturbación total de razón. Si no se los entendiera de ese modo, perdería obedeció la excitación. Hay personas que pueden precipitarse en el peor de los arrebatos s1.5e
todo significado la causal de inimputabilidad contemplada por el art. 10, Nº 1º, las pone en contacto con una pluma de ave, poTque padecen de una penur~~c1ón ~s_icolúg1ca
segunda parte del e p en La! sentido. También en esta hipótesis, en la cual el ongen <le la alteraoon es eticamente
neutral, tendría que negarse la atenuación concedida poT el art. 11, Nº 5° del C.P., porque
Aunque provoquen un estado que, desde el punto de vista de las valoraciones lodos convendrían en que el estímulo descrito no es lo baslante poderoso como para suscitar
jurtdicas es relativamente semejante, las dos siluaciones aludidas por 1a ley son, semejante reacción en un hombre medio. De aqui, por consiguiente, no puede deducirse re-
como se ha visto, diferentes y, en algunos casos, hasta antagónicas. Por tal motivo, querimiento legal alguno respecto a la licitud o corrección éúca de los mot.J.vos propulsores.
es absurdo que la ley parezca reclamar su concurrencia copu1ativa mediante el em-
pleo de la conjunción "y". En consecuencia, la doctrina más autorizada rechaza esa
A mi juicio, la exigencia de que los estímulos sean naturalmente capaces de oca-
80
exigencia y considera que el precepto ha de entenderse como si hablara de "arre- sionar el arrebato a obcecación ob_jeliviza excesivamente la atenuante, impidiendo
bato u obcecación". Esta es, por lo demás, la redacción que una reforma ulterior dio una apreciación más individualizadora 83 de las distintas situaciones posibles. ~e-
al texto correspondiente en el Código Penal español 81 , lo cual demuestra la exacti- biera buscarse una fórmula que permitiera apreciar también eventuales anomahas
tud del criterio expuesto. psíquicas en el autor; aunque es preciso convenir en que su elab_oración op~ne
dificultades considerables. En todo caso, el defecto se encuentra paliado hasta cter-
to punto mediante el reconocimiento de una aptitud atenuatoria a la imputabilidad
ETCHEBERRY, IT, pág. 21; NOVOA, II, 370, pág. 31: ·'la ley no reclama simplemente que e! estímulo sea
capaz de provocar esas rurbaciones anímicas, sino que exige claramrnfe que las hayc1 pmdacidu". (El subra- disminuida. 86
yado es mío).
77
Así lambién, aunque con alguna variame, l\"OVOA, !T, 370, pág. 31.
EICHEBERRY, D.P._f., 11,141, págs. 176 y sigts.
is CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, l, pág. 502.
19
Supra, 27, 11, a), ee)_ U\fü\TUT, I, 189, b), pág. 215; l\'OVOA TT, .370, V, págs. 32 y 33. 1\hora, como en el Lexto, también
8 ETCTJEBERRY. II, pág. 21. , ~ , l
'° 1ABATUT, 1, 189, b), pág. 214; GARRIDO. I, 17, e), pág. 189; NOVOA, n, 370, pág. 31.
H CORüOBA RODA y RODRJGUEZ :VlOURULLO, I, pags 509 y ,10, con detalle. Con imitaciones,
s: Cfr. CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 501. Lo mismo ocurre en el artículo 21 Nº .3
RODRIGCEZ UEVESA l, pág. 672.
del Código Penal Espaüol de 1995, acmalmenre vigente ETCHEBERRY, II, pág. 21 exige, a diferencia del
cJ·> En el mismo senlido, CORDOBA RODA y RODRJ(;UEZ MOURULLO. 1, pág. 516
Lexto, la concurrencia copulativa de ambos esLados
cló Supra, ll, y 27, TT, a), e-e).

486 487
1
DERECHO PE"\'AL / PARTE GlcNER.AL / Enriqu~. Cury lJrzlla CAPÍTULO IX/ LAS CIRCUNSTANCIAS MODlFlCi\.TORlAS Dl' LA RESPONSABJLIDAD PE:,.JAL

1
1

La ley no exige que entre el estímulo y la ejecución del delito medie un determi- a causa de su afán por cumplir mejor la misión que le está confiada. Por tal motivo,
nado espacio de tiempo. 87 Sólo impona que el estado de arrebato a obcecación una parte de la literatura piensa que la atenuante sólo puede beneficiar a quienes
perdure al momento de perpetrarse el hecho punible. Usualmente, por cieno, este ostentan esa calidad.94 Ese criterio, sin embargo, no encuentra apoyo en la ley. 95 En
tipo de alteraciones son de carácter pasajero, 88 pero existen situaciones excepciona- la mayor parte de los casos, ciertamente, las conductas que satisfagan sus exigencias
les en las cuales perduran por un 1apso prolongado o reaparecen excitadas por cir- pertenecerán a un funcionario público, pero no es ini.maginable la de un particular
cunstancias que rememoran su origen. 89 Nada obsta, en estos últimos casos, a la que también las cumpla. Así, por ejemplo, el acto de quien detiene y conduce ante
apreciación de la atenuante. el tribunal al que sabe autor de un delito cometido hace largo tiempo, porque le
Como la disposición importa el reconocimiento de una situación en que la consta su intervención en él. De la misma forma el que sustrae un niño de 1a casa de
exigíbilidad está disminuida, no se precisa, una vez más, la realidad de los estímu- sus padres, con el propósito de mejorar su situación, porque está impuesto de que
los.90 Bastaría con que existieran en la representación del agente si, atendidas las éstos lo descuidan y maltratan.
circunstancias, al hombre medio le hubiese ocurrido otro tanto. La expresión justicia ha sido empleada en un sentido amplio que equivale a lo
justo. Por consiguiente, 1a atenuante no se encuentra referida solamente a las activi-
dades propias de la administración de justicia, 96 sino a cualquiera que tenga por
b) Obrar por celo de la justicia
objeto "dar a cada cual lo suyo".
Según el Nº 10 del art. 11 del C.P., se atenúa la responsabilidad criminal del que
En aLención a lo expuesto y al fundamento subjelivo de la atenuante,_creo que ella debiera
ha 'obrado por celo de la JUsticia" serle acredilada, en muchos casos, al "autor por convicción" 97 . Con frecuencia, en efecto,
La atenuante es original de la ley chilena, pues no se la consagraba en los Códi- éste obra acuciado por un anhelo de "hacer justicia'·, posibkmeme equivocado, pero no por
gos que sirvieron de modelo a la Comisión Redactora del nuestro. 91 eso menos respernble. El art. 11 Nº 1O del C.P, proporciona un recurso valioso para tratarlo
equitativamente.
El fundamento de la atenuación se encuentra en la naturaleza particular del
móvil, que, en este caso, es de carácter valioso, pues el sujeto llega hasta la ejecu-
ción de1 hecho típico por amor a la justicia, en persecución de la cual se excede,
IV. ATENUANTES RELATIVAS A LA PERSONALIDAD DEL SUJETO:
lesionando otros bienes sociales. A causa de esto, se trata también de una hipótesis
LA IRREPROCHABLE CONDUCTA ANTERIOR
en que la exigibilidad está disminuida. Lo peculiar de la situación radica en que, en
este caso, la circunstancia que presiona sobre la libertad del autor suscita en princi-
Con arreglo al art. 11 Nº 6º del CP, se concede una atenuación de la pena "si la
pio la aprobación de la comunidad; es sólo la forma exagerada que adopta la reac-
conducta anterior del delincuente ha sido irreprochable". La disposición, que fue
ción lo que se le censura: él se ha dejado determinar por un mandato del derecho
tomada del Código Penal de Austria, pues no la contenían los españoles de 1848 Y
más allá de lo que este mismo desea y, por eso, ha violado otra a otras normas que ni
1850, ha sido objeto de mucha controversia, tanto por la naturaleza de su funda-
siquiera en tal situación debieron ser quebrantadas.
mento como por la forma y frecuencia con que se la trata por la práctica.
Como aquí lo decisivo es la acentuada apreciación ético-social del motivo, no se
requiere que el agente haya obrado en un estado de perturbación emocional 92 ; la a) En la literatura nacional se ha sostenido, a veces, que con esta norma "se abre
atenuante es compatible con la realización serena de la conducta punible. Pero, por paso, en cierta medida, la consideración de la personalidad del sujeto en nue.stra ky
eso mismo, parece exacta la afirmación de ETCHEBERRY' 3 en el senttdo de que no positiva" 98 , en el sentido de atribuir significado a su carácter para la determmac10n
admite la concurrencia de otros móviles. la ley sólo atenúa 1a desvaloración perso- de la punibilidad 99 Desgraciadamente este género de referencias al "estado" perso-
nal del autor si éste se ha dejado determi.nar únicamente por el celo de la justicia. nal del autor, que vulneran el principio de culpabilidad, no son completamente
Cuando la Comisión Redactora decidió introducir el precepto, lo hizo expresa- ajenas al derecho en vigor. 100 Sin embarg.o, yo no creo que éste sea uno de tales
mente pensando en el funcionario que se excede en el ejercicio de sus atribuciones casos, pues la atenuante admite una fundamentación y, por eso, también una inter-
pretación mejores.
67
ETCHEBERRY, Il, pág. 21; GARRlDO, 1, 17, l!l, e), pág. 188; LAl3ATUT, I, 189, b), pág. 213; NOVOA, TI,
370, 11, pág . .i2
8
~ No necesariamente, como parece sugerirlo la sentencia citada por CORDOBA RODA y RODRIGUEZ 94 ETCHEBERRY, op. y loe. cit. en nota anterior.
MOURULLO, l, pág. 502. los aurores, rn todo caso, recusan la exigencia de "irnne<liate-z" en l, págs. 5 ll ""' GARRIDO, T, J 7. nT, d), pág. 190; "'JOVOA, 11,377, pá_g .. 4_7 . . . once ción
y 512. "6 ETCHEBERRY, 11, pág. 22, quien, sin embargo, no suscnb1ra la ultima parte del texto, pues su e P
89
Así, en especial, NOVOA, TI, 370, 11, pág. 32 es más restringida.
:¡o CORDOBA RODA y RODR!GUEZ MOURULT.0, l, p:'ígs '51 O'y .51 J. 91
Supra, 25. IV
1
~ ETCHEBERRY, II, pág. 21 y 22; GARRJDO, !, 17, lll, d), pág. 189; NOVOA, ll, 377, pág. 47, nota 53 "
8
NOVOA, JI, 373, pág. 38
92
ETC!IEB.E'.RRY, IT, pág. 22; GARRIDO, 1, 17, Jll, d), pág. 190: NOVOA, II, 377, pág. 47. 99 NOVOA, 1,264, pág. 443.
9
' .ETCHEBERRY, 11, pág. 22. Asi también GARRIDO. t, 17, TTI, d). pág. 190. 100 Supra, 29, I, b), bb), 4

488 489
DERECHO PE"IAL / PARTE CENERAL / Er,rique Cmy Urzúa
CAPÍTULO IX/ LAS CIRCF';¡STANC!AS 2'10D1F1CATORJAS DEL,\. RESPONSABILIDAD I'Et-:AJ.

En primer lugar, cuando la conducta precedente del individuo ha sido intacha- minación más equitativa de ésta. En un sentido semejante parece moverse la dispo-
ble, hay motivos para suponer que la perpetración del delito fue ocasionada por sición contenida en el art. 73, Nº 5º del Proyecto de Código Penal Tipo para
unas circunstancias extraordinarias que conmovieron su capacidad de Latinoamérica, con arreglo a 1a cual, para fijar la pena, el juez debe tener en cuenta,
autodeterminarse. En tal sentido, la atenuante se apoyaría sobre un indicio de entre otras circunstancias, "las demás condiciones personales del sujeto activo(...)
exigibilidad disminuida: como la ejecución del hecho punible no puede reconducirse en la medida en que hayan influido en la comisión del cielito".
fácilmente a una personalidad que hasta entonces ha permanecido fiel a los dicta- En consideración a todo esto, las críticas que suelen dirigirse a la atenuante no
dos del derecho, cabe sospechar que no es un producto enteramente libre de ella, me parecen enteramente fundadas. 106 Si alguna vez se prescinde de ella, es posible
sino el de una situación anómala que la perturbó. que su ausencia se deje sentir en forma lamentable.
NOVOA invierte por completo este argumento, sugiriendo "que a un individuo que en
todo momento ha podido observar una conducta inlachable-en la cual habrán influido, de b) La ley exige una conducta anterior irreprochable, esto es, exenta de tacha. El
seguro, circunstancias muy favorables de ambiente y de cultura- se le puede exigir, con requisito es puramente negativo y, por lo tanto, no es preciso acreditar que el
mayor vigor, si cabe, que se mantenga en el mismo plano y que no decida entrar en el sujeto ha llevado una vida "virtuosa", pues esto último implica una actividad po-
campo de la trasgresiónjurídica". 101 El razonamiento es correcto, pero, a mi juicio, arran-
ca de una premisa equivocada. En efecto, refiere la exigibilidad a la personalidad esLable
sitiva en el sentido del bien. 107 Basta con establecer que el autor se abstuvo siem-
del sujeto -a su carácter-y a las circunstancias que conformaron esa entidad. Pero aquí lo pre de obrar mal.
que interesa es la relación de la personalidad con el acto y las circunstancias de ésle; la La irreprochabilidad supone que el comportamiento del agente ha respetado los
pregunta alude a si era exigible al amor comportarse de otra manera "aquí y ahora" Preci-
requerimientos élícos con significación social. 108 En consecuencia, no deben tomarse
samente porque no es normal que quien siempre se condujo en forma correcta se aparte
súbitameme de esa línea a incurra nada menos que en un hecho punible, surge la sospe- en consideración infracciones morales sin proyección sobre la convívencia. Que el
cha sobre la medida en que ese proceder es una expresión auténtica de su libertad. 102 Con autor sea un consumidor habitual de literatura pornográfica o no ame a sus herma-
el crilerio sustentado por NOVOA, en cambio, se produce la paradoja de que el buen nos es aquí del LOdo irrelevante. Sobre la ebriedad, que la jurisprudencia suele esti-
carácter grava y el malo beneficia.
Naturalmente, NOVOA está en lo cierto cuando da a entender que a quien más se ha dado mar óbice a la apreciación de la atenuante, 109 debiera hacerse una decisión más
puede exigirse más. Por eso, el hombre culto, bien edücado y dotado que se abandona una fina. La conducta del que se embriaga en la intimidad y sin provocar consecuencias
y olra vez a la lentación del delilo o vive, por lo menos, en los límites de lo socialmenle indeseables para otros integrantes del grupo social no es susceptible de reproche, al
intolerable, es digno de más censura que el delincuente inforturn1do, ignorante y desam-
biemado. Pero aquí no se Lrata de Lales casos -al menos según la volumad auténlica de la menos desde el punto de vista que aquí nos interesa. Otro tanto vale para el consu-
ley-, sino del individuo honesto y hasta el preseme "irreprochable", que ha incurrido oca- mo de drogas.
sionalmente en una acción punible. Si la aplicación práctica que se hace de la norma no es La jurisprudencia entiende, por lo general, que no existe conducta anterior irre-
consistenle con esta idea, debe serle objelado a la jurisprudencia, no a la ley. 103
prochable si el autor ha sido condenado antes por un delito cualquiera. En princi-
Por otra parte, MAURACH ha destacado también que "el conocimiento de la pio, este punto de vista corresponde a la realidad, pero no debiera erigírselo, sin
personalidad del delincuente es de importancia particular para la determinación de más, en regla. Algunos hechos punibles de poca importancia, como las faltas, o que
la llamada susceptibilidad a la pena", pues "es un hecho conocido que una misma no merecen una reprobación ético-social intensa (delitos culposos, ciertos atenta-
pena puede tener efectos bien diferentes sobre delincuentes diferentes", cosa que "no dos sin víctima en contra de la moralidad sexual, como la sodomía consentida;
ha de ser descuidada por el juez en el acto de fipr la pena". 104 También desde este determinados tipos de delitos políticos puros, algunos delitos económicos o tribu-
punto de vista merece consideración atenuatoria la irreprochable conducta ante- tarios, etc.), no deberían ser tomados en consideración sino en el caso de que real-
rior, aunque, como el propio MAURACH lo destaca, 105 ha de ser apreciada con mente revelaran en el individuo una concreta inclinación antisociaL 110
mucho tacto, prudencia y rigor, a fin de evitar que conduzca a una justicia de clase La irreprochabilidad debe juzgarse con un crite1io relativo a las circunstancias
como la que, con razón, pareciera temer NOVOA. personales del sujelo. 111 El conductor de un taxi que permanece doce horas diarias
De todo lo expuesto se deduce, en suma, que la atenuante del art. ll, Nº 6° del frente al volante puede invocar la atenuante si al cabo de veinte años ejerciendo su
CI', se encuentra basada en una presunción de exigibilidad disminuida deducida oficio incurre por primera vez en un delito del tránsito; en carnbío, no debiera
de la conducta anterior irreprochable, y en puntos de vista prácticos sobre la sensi- concederse al que sólo maneja su automóvil particular desde hace corto tiempo Y
bilidad del sujeto a los efectos de la sanción que procuran abrir el paso a una deter-
JU(,Así, también, ETCHEBERRY, ll, pág. 23, quien, desgraciadamenle, no expresa los motivos de su posíción.
107
NOVOA, II, 373, págs. 39 y 40
iui
102
NOVOA, TT, 373, pág. 39. El subrayado es mío.
En sentido semejante, MAURACH, La fixation de Ia peine crimine/le selon le droü actuel, el le projel dr: 1962,
en R.C.P., r.omo XXV, N° l, HI, pág. 30.
108
ETCHEBERRY, JT, pág. 24.
ioJ Cfr. LABATUT, l, 189, e), pág. 215. , .
lw En el mismo senlido, ETCHEBERRY, TT, pág. 24. Aunque se refiere a otra cosa, ~n entena seme~ante
. ¡
w, Sobre ello, en todo caso, infra, b), in_fin.e .1
10 puede deducirse también de MAURA CH, Lafixatíon de la pelne c1imine11e se!on le drmt actue!, et le proJel de
" M!\URACH, La.flxation de la peine uimine/Ie selon /e droit actw~I,' et le prujet de 1962, cit. lll, pág. 30
105
Idem. 1962, cit., IV, B, pág. 33. Asimismo, GARRlDO, l, 17, Iv, pág. 192. ;I·

Ju LABATGT, l, 189, e), pág. 215; NOVOA, II, 373, págs . .16 y 37 l

490 491
DERECHO PENAL/ PARTE GLc\1 ERAL / l'nrique Curr Urzúa CAPÍTULO !XI LAS URCUNSTANUA~ MODIF!CATORJA~ DE T.A RESPONSABTUDAD PENAi

únicamente en los fines de sernana. 112 Tiene derecho a 1a atenuación el obrero mo- punible, a paliar sus consecuencias o a facilitar la tarea de hacer justicia. Sin embar-
desto que recién después de muchos años viviendo honesta y humildemente se deja go, tras ellas yace asimismo, aunque de manera secundaria, 1a idea de que quien se
arrastrar por la tentación de apropiarse de una suma perteneciente a su patrón; no comporta en esa forma expresa un cierto arrepentimiento -cuya demostración, por
el jovencito disipador que incurre en la primera estafa tan pronto ha terminado de cierto, no se exige en la ley- o, cuando menos, algún propósito de colaborar con el
derrochar su herencia. "Lo decisivo no es el hecho objetivo de no haber sido castigado derecho, del cual se sigue un indicio de que la ejecución del acto típico no fue un
penalmente hasta el presenle, sino la perseverancia del delincuente para resistir a toda producto enteramente libre de su voluntad. 117 Esto último las emparenta también
tendencia criminal". 113 con los casos de exigibilidad disminuida. Aun sin ser decisivo, esto puede cobrar
Como la ley no establece un límite temporal, se exige que toda la ,~da anterior importancia cuando se trata de establecer si la atenuante tiene características de
del delincuente haya sido intachable. Pero es razonable el límite propuesto por "muy calificada", con arreglo al art. 68 bis del C.P., o de ponderar su "entidad" para
ETCHEBERRY, 114 con arreglo al cual no debieran tomarse en cuenta hechos de la aplicación de la norma contenida en el art. 69 del C.P.
adolescencia y juventud que no revelan tendencia antisocial alguna y sólo son ex-
presiones comprensibles de la efervescencia vital imperante en esa edad. Los mu- a) Reparación con celo del mal causado o evitación
chachos de UNAMUNO, que quiebran los faroles del alumbrado público para ex- de sus consecuencias ulteriores
presar su entusiasmo juvenil, no dejan de gozar, por ese solo hecho, de una conduc-
ta irreprochable. De conformidad con el art. 11, Nº 7°, se otorga una atenuación de la pena a
quien "ha procurado con celo reparar el mal causado o impedir sus ulteriores perni-
Ajuicio de NOVOA, 115 en los casos de reiteración de delitos que son enjuiciados en una
sola sentencia, únicamente debe acreditarse la atenuante respecto del primero ele ellos, ya
ciosas consecuencias"
que en relación a los restantes la conducta anterior habría cesado ele ser intachable en razón La disposición fue tomada por los autores de la ley del Código Penal austriaco,
de la comisión de aquél. Su punto de vista es correcto. En todo caso, el problema debiera ser pues no la contemplaba el español de 1848. 118
más bien Leórico, pues si la atenuante se aplicara rigurosamente por los tribunales, lo más La ley supone aquí el despliegue por el agente de una actividad que se realiza
corrienle sería que en la vida precedente del reiteranle se encontrasen frecuentes manifesla-
ciones de inclinaciones antisociales. La cuestión cobra importancia a causa de la forma ex- después de que el delito se encuentra ya consumado o, si ha quedado en estado de
Lremadamente gene.rosa en que los jueces prodigan la atenuación tentativa o frustración, cuando ya es evidente que no se consumará y luego de ha-
En efecto, la práctica suele contentarse a este respecto con una prneba de. que el sujeto no berse efectuado el último acto de ejecución. Si, por el contrario, el autor actúa
ha sido condenado antes por otro delito. Así, salvo raros casos en los que se opone a ello un
querellante acucioso y logra obtener de los tribunales superiores una apreciación más cuida- evitando voluntariamente la consumación, estaremos frente a un caso de desisti-
dosa, la atenuante se acredita invariablemente a aquél en contra del cual se impone una pena miento, 119 que dará lugar a la impunidad y no a una pura atenuación.
por primera vez -incluso en los casos de reiteración-. Todo esle procedimiento, por cierto,
es criticable. 1lli Pero es preciso reconocer que también obedece a un deseo de hacer justicia Esta regla, sin embargo, admite una excepción. Cuando, en los casos de un delito frustra-
dentro de un sistema _de· determinación de la pena excesivamente reglamentario. L~ juris- do (tentativa acabada), el sujeto desiste y actúa antes de la consumación para evilarla, pero
prudencia, impedida de apreciar mejor las circunslancias del hecho a causa del régimen de fracasa en su intento, no se lo eximirá de pena, pero deberá acredi.társele esta atenuanle,
marcos punitivos rígidos, busca en la consideración laxa de esta atenuante una forma ele siempre, por supuesto, que concurran sus otras exigencias.
escapar a ese esquematismo de la ley.
La actividad aludida puede ser desplegada por el mismo autor o por un tercero 1

a instancias de aquél; 11 º pero el so1o hecho de no impedir que otro la realice es


V. ATENUANTES FUNDADAS EN LA CONDUCTA insuficiente para la configuración de la atenuante_
DEL AUTOR POSTERIOR AL DELITO No se requiere esponlaneidad. 121 La espontaneidad supone que la idea de reparar
o impedir debe brotar en el sujeto sin interve1:ción alguna de terceros. En el texto
Las atenuantes a que se refieren los Nºs 7°, 8° y 9° del art. 11 del C.P aluden
todas a conductas desplegadas por el sujeto después de consumado el delito o de 1:1 Un desarrollo interesante desde este punto de vista, pero relaüvo a una ley positiva con.cebida en ~tra
forma, MAURA CH, La.fi.xation de 1a peine crimine/le selon le drnit uctuel, d le projet del 962, ci:., lV; C, pags.
haberse interrumpido su ejecución por causas independientes de su voluntad. Bási- 34 y sigts. Sus observaciones pueden ser útiles de lege.ferenda, pero no deben extrapolarse dJiectamente al
camente se fundan en consideraciones utilitarias: 1a ley otorga un tratamiento más derecho nacional en vigor. .
uo Cfr. NOVOA, II, 374, pág. 41. Aclualmente la ley española contiene un precepto equ1valenle, pero no
benévolo al autor, con el objeto de estimularlo, aun después de perpetrado el hecho enteramente semejante en el artículo 21 Nº5º. Véase, sobre ello, CORDOBA RODA Y RODRlGUEZ
MOURULLO, 1, págs. 516 y sigts. Y, recientemenLe, MIR 25, 45, pág. 606.
112
lv!AURACH, La.fi.xation de la peine crimine/le sdon le droit c1ctud, el le projel de 1962, cit, IV, B, pág. 33; en
este sent.ido también GARRIDO, 1, 17, IV, pág. 191.
i19 lnfra, ]S, V.
12 º ETCHEBERRY, II, pág. 25; GARRTDO, 1, .17, V, pág. 194. En con.tra, 111 parecer,_NOVO , . ,'
' A II 374 , 40

aunque la forma en que expresa su opimón no excluye categóncamente una mterpretanon como la del
, pag. , !
m Véase la cita de :'vfAURACH en nota anterior.
u+ ETCHEBERRY, 11, pág. 20. texto.
e- onua,
. LABA·ru·¡·, ¡ , 189 , d) , pág · 216", :\!OVOA b t ·b 1 1
w · , II , 374 ' pág.
. 40. Pero, al parecer,
h am · , ·a n dL -
·, dosl aurores
°
no NOVOA, II, 373, págs. 39 y 40, con detalle y jurisprudencia.
116
NOVOA, TI, 373, pág. 39. '
yen al término un significaJ.o ,aJ.go distinLo del que en rigor le corresponde, a.cien O smommo e
"voluntariedad" Véase, al respecto, NOVOA, II, 376, pág. 46. 1
492 493
DERECHO PE:\'AL / PARTE GENl·RAL / Enrique Cury \Jrzüa
CAPi"J UI O lX / LAS ClRCL:KSTANCIAé> MOD!HCATORIAS DE LA Rl.:SPONSABIUDAD PENAL

legal no hay elementos en que pueda apoyarse esta exigencia. 122 Nada se opone a precepto parece enfatizar más en este caso que en el del Nº 7° las características
que el propósito de obrar en esa forma sea sugerido al autor por un tercero. De indiciarias de exigibilidad disminuida que contiene la norma. 129 En efecto, el sujetó
hecho, en la práctica suele aconsejárselo su abogado defensor Lo que en realidad se que tuvo la posibilidad de eludir la acción de la justicia y, no obstante, prefirió
precisa es que la conducta sea ejecutada voluntaliamente por el hechor; esto es, que, someterse a sus dictados, parece evidenciar con ello una personalidad respetuosa
habiendo podido abstenerse de realizarla, se haya decidido libremente por ella. de los mandatos y prohibiciones del derecho, de la cual el hecho punible bien pue-
Los motivos del individuo son irrelevantes. Da lo mismo que actúe por un im- de no haber sido sino un producto anómalo, determinado por circunstancias que
pulso de auténtico arrepentimiento o tan sólo para procurarse e1 beneficio de una alteraron el proceso de formación de la voluntad. Aunque a veces pueden presentar-
sanción más benévola. 123 Igualmente, carece de importancia el momento en que se excepciones, 130 lo usual es que quien decide cometer un delito libremente, espe~
despliegue la actividad, siempre que sea el oportuno para la obtención de la finali- re también escapar a las consecuencias penales y procure hacerlo. Así pues, cuando
dad perseguida. Por consiguiente, puede hacerlo también aun después de iniciado se expone voluntariamente a sufrirlas, uno puede sospechar que la conducta típica
el procedimiento en su contra, 124 y hasta antes de dictarse sentencia de término. precedente fue ocasionada por una situación extraordinaria a la cual él cedíó mal de
la conducta del autor debe ser celosa, es decir, tiene que importar un esfuerzo su grado. Por consiguiente, en esta atenuante, como en ninguna otra de las de este
personal considerable enderezado al logro de los objetivos determinados por la nor- grupo, las consideraciones utilitarias y de justicia se encuentran entrelazadas
ma examinada. Pero si dicha actitud existe, no importa que la reparación sea in- inextricablemente.
completa o que las ulteriores perniciosas consecuencias no consigan impedirse en la atenuación se concede a quien, bajo ciertos supuestos, se denuncia y confiesa
todo o en parte. 125 La ley se contenta con la exteriorización efectiva de un propósito el delito. El verbo "denunciarse" no está empleado en el sentido técnico que le
serio; no reclama resultados exitosos. atribuye el art. 82 del C. de PP, sino en el coloquial de "entregarse a la justicia" o
Cuando el mal causado es susceptible de reparación, como ocurre caracteristica- "comparecer ante ella" .131 Por esta razón, la denuncia puede producirse aunque el
mente en los atentados en contra de la propiedad, el precepto requiere que el autor proceso ya esté iniciado e incluso si se ha dirigido en contra del autor.13 2 El sujeto
procure con celo darla. En los otros casos, que intente seriamente impedir las ulte1io- debe, además, "confesar", en el sentido de reconocer su participación en el hecho
res consecuencias del cielito (por ejemplo, asegurar la subsistencia de la familia de la punible. La existencia de este último, en cambio, debe ser acreditada por otros
victima del homicidio; proveer a la curación del lesionado, etc.). Como en la Parte medios, pues, con arreglo al sistema procesal vigente, la confesión no es hábil para
Especial suelen darse algunas normas particulares sobre esta materia, la compatibi- ese efecto.
lidad de la atenuante con los distintos tipos delictivos tiene allí que ser objeto de Se discute si se ha de otorgar la atenuación únicamente al que ha confesado una
análisis caso por caso. 126 participación "culpable" 133 o si también ha de concedérsele al que la calificó, ale-
gando causales de justificación o exculpación, o circunstancias atenuantes cuya exis-
b) Entrega voluntaria a la justicia tencia fue desestimada por la sentencia 134 . El criterio correcto es este último.

El art. 11 Nº 8º del C.P, concede una atenuación al delincuente "si pudiendo En primer lugar, debe tenerse en cuenta que el hecho de denunciarse y confesar_ el delit.o
facilita la acción de la justicia aun cuando el auLor alegue circunstancias atenuatonas o eXI-
eludir la acción de la justicia por medio de la fuga a ocultándose, se ha denunciado menles de la pena que luego no puede probar. También en tal caso, como lo han reconocido
y confesado el delito". La disposición no se encontraba tampoco en los Códigos algunas de las sentencias que se inclinan por esta tesis, la determinación de los hechos, de la
Penales españoles de 1848 y 1850, y fue tomada por el autor de nuestra ley del parlicipación y, sobre lüdo, de una serie de otros detal1es cuya relevancia jurídica puede ser
considernble, se hace más sencilla para el Lribunal. En segundo término, no ha de perderse
Código austriaco y del español de 1822. 117 de vista que muchas veces la verdad prncesal difiere de la real, de lal manera que el au.t?r
La mayoria de la doctrina considera que el fundamento de esta atenuante es puede haber fracasado en su empeúo de acredilar las calificaciones agregadas ª. 1~ co:1~es10~
básicamente utilitario (práctico) 128 : se premia al hechor porque con su conducta únicamente por razones técnicas. En tal evento se consumará la mayor de las lllJUSticrns Sl,
además, se lo priva de la atenuación no obslanle haberse entregado voluntariamente a la 1

favorece la acción de la justicia. Sin embargo, la forma en que está concebido el juslicia. Por último, debe recordarse que el prisma con que el hechor co_ntempla lo ocurndo
122
A diferencia de lo que ocurría en el antiguo texto U.el Código Penal Español, el anículo 21 l\º5, actual-
no es el mismo que emplea el tribunal. Aparte de todas las circunstancias que pueden coi:i-
tribuir a distorsionar las apreciaciones de aquél, hay que tener en consideración la tendencia
¡i
121
mente en vigor, tampoco incluye esta exigencia. Véase, al respecto, MIR, 25, 45, pág. 606.
ETCHEBERRY, ll, pág. 26; GARRIDO. l, 17, V, pág. 194; LABATUT, I, 189, d), pág. 216; KOVOA, Il, 374, m NOVOA, I1, 375, págs. 42 y 43, -pone también U.e relieve este aspecto, desestimando las desacertadas
pág'. 40. Por esta ra_zón, como se destacó supra, antes de a), el indicio de exigibilidad disminuida queda consideraciones de FUENSAUDA sobre el pumo (nota 40, en pág. 43)
aqm muy d('..svaneudo
114 rn:· IJ.em, nota 129.
NOVOA, TI, 374, pág. 40.
5 ui ETCHEBERRY, 11, pág. 26; GARRIDO, l, 17, V, pág.198; NOVOA. II, 375, págs. 43 Y 44, con <letal.le,
ETCHEBERRY, 11, pág. 25; LABATUT, 1, 189, d), ,rág. 216; GARRIDO, 1, 17, V, pág 194; NOVOA, TI,
1
1:
argumentación certera y jurisprudencia.
37.l, pág. 40.
m NOVOA H, 375, pág. 43.
rn, V~ase, al respecto, ETCHEBERRY, II, pág. 25, nota'. l; GARRIDO, I, 17, \ pág. 194 u.J NOVOA 11, 375, pág. 44. . . . . .
[1
127
Cfr. NOVOA, ll, 375, pág. 43. 1 l 4 ETCHEBERRY, TI. pág. 22. Sobre la situación de la polémica rn la JUnsprudencia, vease, ademas,
u.a ETCHEBERRY, 11, pág. 26; GARRlDO. I, 17, V, pág.197; NOVO/\., II, 375, pág. 42. ETCHEBERRY, D.P.j., H, 151, págs. 217 y sigts., con fallos muy divididos.

494
1
495

1
DERECl--!O PE:-.1\.L ! PARTE GENfRAl. / Enriqrn' Cmy L:r21ia CAPÍTULO IX I LAS CJR(UNSTA',CIAS MODIFICATORIA~ DE l.A RESPOL'SAlllLIDAD PLNAL

natural a la aulodefensa, en virtud de la cual hasla el que ha obedecido el impulso a de la mvestigación (en especial el Ministelio Público, pero también la policía, etc.).
denunciarse y confesar puede intentar salvarse incurriendo en una falsedad secundaria. Si la En estos últimos casos, no obstante, la colaboración deberá ratificarse ente el órga-
ley está dispuesla a reconocer hastc1 cierto punlo la debilidad del ser humano, no puede
ignorar por completo esta última realidad. no jurisdiccional correspondiente.
·la colaboración ha de ser sustancial, esto es, no debe limitarse a proporcionar
E1 que se denunció y confesó sólo se beneficia de la atenuante si contaba con la detalles intrascendentes sino constituir un aporte efectivo y serio al éxito de la in-
posibilidad de eludir la acción de la Jtc1ticia por medio de la fuga u ocultándose. Como es vestigación; pero, a diferencia de lo que requieren algunas disposiciones especiales
lógico, la ley no exige que exista la certeza de eludir, sino tan sólo una probabilidad como las del art. 33 de la Ley 19.366 y de la Ley 19.172, sobre lo que se denomina
razonable de hacerlo 115 . En todo caso, no obsta a la practicabilidad de la fuga u "arrepentimiento eficaz", no exige que él se traduzca efectivamente en resultados
ocultamiento el hecho de que de ellos pudieran segu!fse para el autor perjuicios concretos. 139
patrimoniales, perturbaciones familiares u otras desventajas semejantes. Para el de-
lincuente, en estas circunstancias, la impunidad es una prioridad de primer rango.
§ 33, LAS CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES
En esle punto la norma es úlil para la comprensión de lo que la ley entiende por "volun-
tario" Aquí se expresa -quizás por única vez a lo largo del arliculado del Código- que una
conducta se valora como libre (voluntaria) si el autor ha contado con la posibilidad de obser-
var otra distinta. I. GENERALIDADES Y CLASIFICACIÓN

c) Colaboración sustancial al esclarecimiento de los hechos a) Sistemas de las circunstancias agravantes

De acuerdo con Nº 9° del art. 11 de C.P, se atenúa, por último, la pena a quien Al igual que las circunstancias de atenuación, las agravantes genéricas se en-
"ha colaborado sustancialmente al esclarecimiento de los hechos". cuentran enumeradas taxalivamente 140 en el art. 12 del C.P, el que debe entenderse
Esta atenuante fue introducida en el Código recién en el mes de mayo del año complementado por la norma del art. 72, inc. segundo del C.P 141 También aquí,
2002, por la ley 19.806, y reemplazó a la de confesión espontánea, que anteriormente por consiguiente, se ha consagrado el sistema de numerus clausus. Pero en este caso
ocupaba su lugar y no se avenía con el espíritu del nuevo CP.P, próximo a entrar en tal cosa no sólo es digna de aprobación, sino que, en rigor, no puede ser de otra
vigencia en todo el territorio nacional. En atención a eso, no se encuentra desarrol1ada manera, 142 pues 1a introducción en el catálogo de agravantes de una cláusula que
143
por la doctrina 136 y la jurisprudencia que se refiere a ella es insignificante. autorice su creación analógica importaría una infracción grosera al nulla poena y
En este caso el fundamento es de un carácter político criminal más acentuado serta, en consecuencia, inconstitucional. Por lo tanto, en este punto obró con pru~
todavía que en las otras dos referentes a la conducta posterior del delincuente. 137 Aun ciencia la Comisión Redactora del Código cuando decidió suprimir una disposición
así, no le es del todo extraño cierto carácter indiciario de una exigibilidad disminuida. de ese género que se contenía en el modelo espar\ol 144 y que ya había s\do objeto de
Con su '.'colaboración al esclarecimiento de los hechos", el autor evidencia una perso- clitlca por PACHEC0. 145 Las causales de agravación deben encontrarse expresa y
nalidad a la que la eiecución del hecho punible es en algún modo ajena. agotadoramente descritas por la ley, que no puede otorgar al juez la facultad de
la colaboración es un concepto amplio y "para permitir una apreciación más crearlas mediante construcciones analógicas.
laxa'' de la atenuante, "muy necesaria en el nuevo proceso penal, particularmente lo expuesto, sin embargo, no significa aprobar la enumeración fatigosa, casuística
para recompensar a quien, reconociendo su responsabilidad por los hechos impu- y repetitiva de agravantes que contiene la ley en vigor. Uno debe entender que,
tados, acepta soluciones diferentes al juicio oral (sLL1pensión condicional del procedi- cuando se la incorporó al C.P., tomándola casi íntegramente del modelo español,
miento, procedimiento abreviado, etc.)". 118 Puede estar dirigida tanto al "esclareci- sus autores obedecieron a un propósito de seguridad jurídica laudable, pero des-
miento" del hecho punible propiamente tal, como a la intervención que en él ha pués de regir por más de un siglo ha suscitado tantas dificultades hermenéuticas y
tenido el sujeto u otras personas cuya participación en él era ignorada hasta ese
momento. rn E11 el mismo sentido, ídem. pág. 508.
Aunque el texto legal habla de colaborar con la justicia, la contribución puede '"º LABATUT, T, 211, pág. 219; NOVOA, II, 378, pág. 49.
i+i En este sentido, ETCHEBERRY, 11, pág. 28; GARRIDO, I, 18, pág. 200.
efectuarse no sólo ante el tribunal sino, además, ante otras autoridades encargadas 142 Sobre mi opinión ad\'ersa al numerns clausus en materia de atenuantes, supra, 32, L
14 º Supra, l, 8, VI, a); GARRIDO, I, 18, pág. 200.
rn ETCHEBERRY, ll, pág. 26 y 27; GARRIDO, 1, págs. 197 y 198; NOVOA, ll. 375, pág. 43. Poco claro 1+4 Cfr. 1\'0VOA, II, 378, pág.49. . .
LABATUT, I, 209, págs. 216 y 217. m PACHECO, J, págs. 249 y sigts. Vale la pena subrnyar que PACHECO veía perfectam~nte 1a d1fer~nc1a que
né Sólo se pueden encontrar algunas referencias escuetas en POUTOfF-l'vlATUS-RAMÍREZ, l8, A, a.5, págs. mediaba enlre la apertura del catálogo de las atenuantes y el d~ las agravant~s (pag: 249), asL como la
508 y 509. infracción al principio de legalidad que importaba sólo esta última, y no aquella (pags. 250 Y 251_). La
137
Ídem, pág. 508. doctrina nacional no suele enfatizarlo suficientemente, y más bien persevera en defender un tratamiento
lJcl Ídem, pág. 508. semejante para ambas situaciones

496 497
DERECHO PENAL/ PARTE GENl!RAL / Enrique Cury L'rz,ía CAPiTl;J O IX/ LAS CIRCi..;cssrANUAS \10D!FICATOR1AS DE LA RE.SPONSABJUDAD PEC\AI,

demostrado una inoperancia práctica tan acentuada, que, indudablemente, puede como se explicará en seguida, 153 la distinción realizada por el art. 64 no coincide con las
categorías de lo "objetivo'' y "subjetivo'' sino cuando estos conceptos, naturalmente ambi-
considerársela como uno de los sectores más confusos de la normativa penal. 146 guos, se emplean en un sentido algo impreciso, que se presta a confusión. _
Naturalmente, uno puede intentar atribuirles un significado aprovechable median- Lo cierlo es que, en realidad, las circunstancias agravantes tienen variados tundamen-
te una labor interpretativa sutil y prolija, 147 pero es dudoso que la Jurisprudencia tos154. Algunas de ellas implican un aumenLo de la antijuridicidad; un gran número se basa,
en efecto, en la existencia de una mayor rcprochabilidad; las hay que responden primordial-
esté dispuesta a trabajar con nociones tan depuradas y complejas; por el contrario, mente a consideraciones político-criminales, y exisLe, por fin, al menos una respecto de la
la realidad ha puesto más bien en evidencia que la enumeración se ha prestado para cual es preciso reconocer que carece de todo sustemo razonable en un derecho penal de
una dispersión de opiniones, la cual no hace, por cierto, honor a la justicia. De lege culpabilidad y, posiblemente, en cualquiera El deLalle pertenece al análisis de cada una en
ferenda, por consiguiente, es preciso reclamar una revisión profunda del catálogo y, particular.

posiblemente, una modificación integral del sistema.


e) Clasificación de las circunstancias agravantes
b) Naturaleza y fundamento de las circunstancias agravantes La opinión dominante, tanto en la literatura nacional como española, considera
Una parte significaliva de la doctrina sostuvo, en otra época, que las agravanles eran todas que la única clasificación de las circunstancias agravantes con importancia práctica
de naturaleza "subjetiva·,, en el sen Lid o de que implican '·una mayor perversidad y peligrosi- es aquella que las divide en objetivas y subJetivas, 155 sobre todo por la significación
dad del delincuente en cuyo acto concurren". 148 Este punto de vista es inaceptable y hoy se que cobra esa distinción en el art. 64 del CP, relativo a la comunicabilidad 156
encuentra abandonado por la opinión absolutamente dominante. 149
En primer lugar, el criterio expuesto involucra una ruptura en el sistema del derecho
Aunque este punto de vista es exacto en principio, requiere de algunas precisiones.
penal de actos 150 fundado sobre la culpabilidad. En efecto, de pronto se imroducen, como
fundamento para la determinación de la magnitud de la pena, puntos de vista relativos a la El arL 64 no emplea en verdad el contraste entre circunstancias objetivas y subjetivas,
personalidad del actor (peligrosidad, perversidad moral o social), prescindiendo de su rela- sino que opone las "que consistan en la disposición moral del delincuente, en sus relaciones
ción con el hecho ejecutado, al cual sólo se alude como a un "síntoma" revelador de Lales particulares con el ofendido o en olra causa personal", a "las que consistan en la ejecución
estados. Esto significa deslizarse hacia un derecho penal de auLor. Ahora hien, es preciso material del hecho o en los medios empleados para realizarlo". Así pues, aquí lo que la
reconocer que entre las causales de agravación las hay que no se dejan explicar sino median- doctrina denomina subjetivo alude a cualidades personales del sujelo c¡ue inlervicne en la realiza-
te una fundamentación de esa índole ,151 pues son inconciliables,con el principio de culpabi- cl()n de la conducta o participa en ella, al paso que lo designado con la expresión objetivo se
lidad. Pero esto ha de ser vislo en lo posihle como una situación excepcional y deplorable; refiere a las modalidades materiales ele la ejecució11 del hecho o a los recursos físicos de que e1 autor
de ninguna manera como la regla general aplicable a todas las circunstancias agravantes. se vale pare /1cvar1o a cabo. Esle sentido se aparLa de otros que también suelen atribuirse a los
,Sin embargo, la afirmación de que las causales de agravación tienen naturaleza subjetiva referidos conceptos. En especial, el que identifica lo subjetivo con lo psíquico o espiritual y
puede emenderse también_en un sentido distinto y sislemálicamente más COITecto. Por ejem- lo objetivo con lo físico o perceptible sensorialmente. Pues hay cualidades personales de los
plo, en el de que todas ellas se fundan en un aumento de la reprochabilidad del autor. Pero partícipes en el hecho (por ende "subjetivas'· desde el punto de vista atribuido al art. 64 del
esto tampoco es exacto, pues un análisis somero del caLálogo conlenido en el arL 12 eviden- C.P.), que sin embargo dependen de circunstancias externas, como ocurre con la de reinci-
cia que algunas de las agravantes implican más bien una extensión "objetiva'' de la ilicitud, dente (art. 12, Nºs. 14, 15 y 16) y con la de funcionario público (arL. 12, Nº 8º del CP). Por
motivada por la leSión accesoria de bienes jurídicos diferentes de aquel en contrn del cual otra parle, es evidente que en este caso las expresiones Lampoco pueden emplearse refirién-
atenla en principio la respectiva conducta lípica, o por un aumento o peligro de aumento de dolas respeclivamenLe al "objeto" o ''sujeto" del acLO cognoscilivo o valorativo, porque Lales
la intensidad del daño causado. En tales casos, lógicamente, la ejecución del hecho es tam- nociones Lienen poco que ver con el asunto en cuestión.
bién más reprobable, pero el molivo de la agravación descansa primordialmente en el incre- Es curioso que, no obsLante estas dificultades, nadie parece haberse preocupado de preci-
menlo del injuslo. Por oLra parte, contra una explicación de esla clase obsta, además, la sar mejor el alcance de los términos empleados por el art. 64 del C.P y, consecuencialmente,
existencia de aquellas agravantes que, como se ha dicho antes, escapan por completo al lo que en relación con él ha de entenderse por "objetivo" y "subjelivo" 157 La solución de tal
sistema del derecho penal de actos y, por consiguiente, <le culpabilidad. problema pareciera más bien presuponerse; y, no obsLante, es posible que de esta ambigüe-
Contra la opinión criticada se argumenta, por fin, que el art. 64 del CP distingue expre- dad deriven muchas de las contradicciones y divergencias que se encuentran en la doctrina
samente entre agravantes objetivas y subjetivas. Esle razonamiento, sin embargo, no es del sobre la naturaleza de las distinlas agravantes y su comunicabilidad.
todo convinceme, en parte por razones que ya se han expuesto, 152 pero, además, porque,
En mi opinión, lo que el inc. primero del art. 64 denomina "causa personal", y a
6
1+ En un sentido semejante, QUTNTANO RTPOLLES, Curso de Derr:clw Pena/, Madrid, 1063, 1, 38, l, pág. 433 lo que la literatura se refiere como circunstancia "subjetiva", tiene realmente dos
117
Así, por ejemplo, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOL'RCLLO, 1, págs. 542 y sigls.
118
Así, todavía, CUELLO CA.l.01\", Dereclw Penal confonne al Código Penal, texto refundido de 1944, 9º edición, significados diversos, lo cual puede incluso deducirse de las situaciones a que alude
Barcelona, 1948, I, XXX\tl, pág. 449. la norma por vía ejemplar. En primer lugar, lo son ciertas características de talma-
149
Veánse, por todos, ETCHEBERRY, II, pág 28: GARRIDO, 1, 18, pág. 200; NOVO,t\., 11, 378, pág. 48;
nera inherentes a la persona del suieto que sólo pueden afectar a la antijuridicidad
i
QUINTANO RTPOLLES, op, cit .. 1, 36, pág. 411; RODRTGUEZ DEVESA, I, págs. 683 y 684. Renuncian a
clasificarlas POUTOFF-l\1ATUS-RAMÍREZ, 18, .3, b), págs. 509 y sigts. La posic:i.ón de LABATUT en esta
materia es algo contradictoria. Por una parte, acepta la clasificación de las agravantes en objetivas y sub-
jetivas atendiendo al "carácter pn:dominante';. en 1,211, pág. 219. Por otro lado, en la misma página,
----·-------
m Jnfra, e)
11
sostiene, como CUELLO C:ALON, que todas ellas revelan una mayor perversidad moral y peligrosidad 15 '" En el mismo sentido, NOVOA, ll, 378, pág. 49 "
1
social en el agente, lo cual signitlca atribuirles natnralez.a subjetiva en general n, Véase nola 149 y además, MTR, 26, ~ 4, pág. 611.
150
Supra, 3, VI ior, Tnfra, 40, Jll.
15
:
151
Tnfra, 11, d), ce).
Supra, 32, !.
!51 Un llamado de alención sobre el punlo é>e consigna, con todo, en QUINTANO RIPOLLES, op. ciL, I, 38, 1
I, pág. 433.

498 499
1
DERECHO PENAL/ PARTE GENERA J./ Enrique Cury 1;,~úa CAPlTLLO lX / I.AS ClRCUNqAKCIAS M0DlF!CAl"ORL'\.5 DE LA RESPO"SABILTDAD PENAL

de su conducta, porque únicamente quien es portador de ellas es capaz de incurrir Conviene advertir desde Juego que el que una circunstancia tenga carácter obje-
en la lesión accesoria de bienes jurídicos que fundamenta la agravación, o bien sólo tivo no significa que el dolo del autor no tenga que referirse a los hechos que la
él es pasible, a causa de ella, de un reproche más acentuado por la ejecución del fundamentan. Por el contrario, a causa precisamente de que se encuentran basadas
hecho en tal siLuación 138 , o, por fin, únicamente a él, en vinud de esa cualidad, es en características externas de la conducta, sólo surten efectos si el sujeto ha conoci-
posible relacionar los motivos que aconsepn la exasperación de la punibilidad para do y querido su concurrencia. Las circunstancias agravantes "objetivas" lo son por
el logro mejor de los fines de la pena. A esta categoría pertenecen las circunslancias su naturaleza, no por la forma en que operan.
agravantes que consisten en las relaciones particulares del delincuente con el ofen-
dido a que se alude entre los ejemplos del art. 64, inc. primero. En segundo lugar, La exposición subsiguiente se desenvuelve con arreglo a la clasificación expuesta.
son lambién causas personales o subjetivas de agravación aquellas fundadas en cier-
tos ánimos o tendencias concurrentes en alguno o algunos de los participantes en el
II. CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES SUBJETIVAS BASADAS EN
hecho, y cuya existencia sólo modifica la responsabilidad de aquellos en quienes se
CARACTERÍSTICAS PERSONALES DEL AGENTE
presenta, a causa de que opera desde una intimidad intransferible e incompartible.
A esta segunda clase se refieren, en la enumeración del art. 64, inc. primero, las
a) Abuso de confianza
circunstancias que consisten "en la disposición moral del delincuente".
En cambio, las que se conocen como causales de agravación "objetivas'' son De conformidad con el art. 12, Nº 7º del C.P., es una causal de agravación "co-
circunstancias relativas a la forma de ejecución material del hecho, cuyo empleo o meter el delito con abuso de confianza".
aprovechamiemo en el caso concreto depende de la voluntad de cada uno de los La confianza presupone la existencia de un vínculo, en virtud del cual un terce-
intervinientes en su realización, los cuales se presume que han asentido en que se ro ha depositado una fe especial en el sujeto activo del delito, esto es, una cierta
eche mano de ellas si sabían que se lo haría "en el momento de la acción o de su esperanza en que por sus condiciones personales le guardará lealtad. 160 No es pre-
cooperación para el delito". ciso que ese vínculo encuentre su origen en una relación de carácter jurídico; 161
A causa de la engorrosa casuística que caracteriza al catálogo de agravantes, ni puede también tenerlo en una familiaridad de hecho. 162 Tampoco importa penna-
siquiera con esta determinación más rigurosa de los conceptos examinados es posi- nencia,163 pues existen muchas situaciones en que se otorga una auténtica confian-
ble ofrecer una clasificación de eJlas que se encuentre exenta de todo reparo. Sin za a personas con las cuales sólo se ha estado vinculado fugazmente, porque existen
embafgo, pienso que la qu_e se presenta a continuación es relativamente satisfacto- motivos para esperar verosímilmente que se contará con su lealtad.
ria, así para los fines de la exposición pedagógica como para la atribución de conse- La confianza puede haberla otorgado no sólo la víctima del delito, sino también
cuencias prácticas a las distintas causales. un tercero, 164 como, por ejemplo, el dependiente de aquélla. Esto cobra importan-
cia especialmente en los casos de ataque contra una persona jurtdica.
aa) Son circunstancias agravantes subjetivas de la primera clase -esto es, basa-
No constituye confianza el solo hecho de permitir al autor una aproximación
das en caracteristicas personales del sujeto- las de los Nºs. 7°, 8º, 14°, 15º y 16º del
más fácil al objeto del ataque. 165 En muchos casos, efectivamente, la victima puede
art. 12 del C.P. y la del art. 72, inc. segundo, que, como se verá, presenta una
verse obligada por las circunstancias a hacer esto último, sin que tal actitud impli-
fisonomía muy particular a este respecto.
que depositar esperanza alguna de lealtad en el hechor. Por este motivo me parece
bb) Son circunstancias agravantes subjetivas de la segunda clase -esto es, funda- razonable el criterio con arreglo al cual la agravante es compatible con el hurto
das en los ánimos, tendencias o actitudes especiales que se exigen del sujeto-, las de doméstico del art. 447 del C.P., pues éste, en cambio, se encuentra erigido sobre
los Nºs. 1º, 2°, 5° primera parte y 6° del an. 12 del C.P. una consideración puramente objetiva 166 referente a la facilidad del acceso.

ce) Por fin, son circunstancias objetivas las consagradas en los Nºs. 3º, 4º, 5°
li
segunda parte, 9º, 10, 11, 12, 13, 17, 18 y 19 del art. 12 del C.P. 159 160
En el mismo sentido, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 655, quienes invocan el
concepto desarrollado por la jurisprudencia española; ETCHEBERRY, II, pág. 30; GARRIDO, l 8, pág.
216
1 1
6 NOVOA, II, 387, pág. 69.
162
i·,s Por esta razón, no me parece exacta !a afirmación de ROlJR!GUEZ DEVESA, l, pág. 684, con arreglo a la CORDOBA RODA y RODRIGUEZ NIOURULLO, 1, pág._ 655; ETCHEBERRY, 11, pág. 30; GARRIDO, 18,
cual sólo las que él denomina circunstancias agravantes puramente subjetivas afecLan a la culpabilidad. pág. 216.
163 CORDOBA RODA y RODRIGUEl MOURULLO, 1, pág. 655. Al parecer, otra opinión en GARRIDO, 18,
Que, por el contrario, pueden darse posibilidades como la que señala el Lexto, quedará demostrado en la
exposición ulterior pág. 216. 1
159
Una exposición panorámica sobre las dislintas formas de clasi!kación que se han desarrollado en la 1M CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, págs. 658 y 659 1

F
literatura española, RODRJGUEZ DEVESA, I, págs. 683 y 684. Asimismo, puede encomrarse un inten- lós CORDOBA RODA y RODRTGUEZ MOURULLO, l, págs. 660 y sigts. ;. ',.',.l'·I
166 CORDOBARODA yRODRlGUEZ MOURULLO, I, pág. 656. Conlra, GARRIDO, 18, pág. 217; 1ABATUT,
to de clasificación más pormenorizado en NOVOA, U, 3 78, pág. 48, aunque con expresa reserva sobre '1"
su exactitud. 211, pág. 226; POLITOFF-l:v[A.TUS-RAMÍREZ, 18, 3, A, b.7, pág. 513.


500 501
DERECJJO Pl:N:\.L / PARTE GENHL-\.L / \:nrique Cury IJrzüa CAPÍTULO IX/ L,\S ClRCUNSTANCl,\S MODIFLCATORiAS DE l A REWONSi\BlUDAD PENAL

Como la existencia de la confianza es un hecho que debe acreditarse, no se la h) Prevalencia del carácter público
puede deducir tampoco de una relación parental entre el agente y la víclima. 167
Ciertamente las personas suelen tener confianza en sus parientes más próximos, De acuerdo con el Nº 8° del art. 12 es una circunstancia agravante "prevalerse
pero ésta dista mucho de ser una regla sin excepciones. del carácter público que tenga el culpable".
Para que la agravante surta efectos es preciso que el sujeto abuse de la confianza.
Carácter público tiene todo aquel que es funcionario público 174 en el sentido del
art. 260 del C.P., cuyo significado es más extenso que el otorgado a ese concepto
Esto es, que se sirva de ella, aprovechándola para la perpetración del hecho puni-
por el Estatuto Administrativo. 175 La ley presupone que a quien ostenta este carác-
ble.1'8 Como la ley habla expresamente de "cometer el delito con abuso de confian-
ter se ha dispensado, por el solo hecho de investirlo con él, una forma de "confianza
za", estimo, en cambio, que la causal de agravación no concurre si el agente sólo se
pública"; por tal motivo, existe una estrecha relación entre esta agravante y la del
vale de el1a para asegurar mejor la impunidad o un agotamiento más beneficioso. 1@ art. 12, Nº 7º, con la cual se encuentra decididamente emparentada. 176
"Cometer", en efecto, equivale a ejecular; por lo tanto, me parece que incluir en esa Prevalerse, a su vez, es un concepto que equivale a "abusar", esto es, quiere decir
noción conductas posteriores a la consumación es hacer analogía en perjuicio del reo. servirse, 177 aprovechar, 178 valerse 179 del carácter público para ejecutar el delito. En
No hay abuso de la confianza que la victima o el tercero dispensa al agente, si este caso, no obstante, el texto de la disposición permite considerar que también se
éste ignora que dispone de ella o cree erradamente que ya la ha perdido. El abuso prevale quien usa de las ventajas otorgadas por su función pública para asegurar me-
supone en el autor una voluntad de faltar a la lealtad debida, que sólo puede darse jor la impunidad u obtener más provecho de la perpetración del hecho punible. 180
si él cuenta con la existencia de la confianza que se le otorga para la realización del El agente sólo se prevale si el carácter público le procura o puede procurarle las
hecho punible. condiciones favorables que él se representa. Por el contrario, la agravante debe ser
desestimada cuando tales ventajas existen únicamente en su imaginación. 181
El hecho de que el abuso implique una infracción consciente de la confianza significa que
la circunstancia ex.aminada puede ser incluida en cualquiera de las dos calegorías de agravanles Asimismo, la prevalencia supone que el sujeto ponga la función pública al
subjetivas destacadas precedentemente. En efecto, por una parte supone en el autor una servicio de sus fines parliculares. 182 Cuando, en cambio, abusa de ella, pero te-
característica personal consistente en que es él quien dispone de la confianza; 170 por la oLra, niendo por objetivo el bien público, se dará normalmente la atenuante de haber
que obra con un cierlo ánimo o ''disposición moral". 17 ¡ De todas maneras como lo que
obrado por celo de la justicia (art. ll, Nº!O del CP.), con la cual la causal de
constituye el fundamento de la inslitución es la existencia de la relación de confianza, me
parece más propio asignarla al primero de esos grupos. agravación es incompatible. 183 Sin embargo, también en estas situaciones podrá
apreciarse la agravante -y, por consiguiente, desestimarse la atenuación- si el he-
'La razón de ser de la agravación radica en un incremento de la reprochabílidad. 172 cho delictivo ejecutado era absolutamente innecesario para e1 cumplimiento de
Para ejecutar el hecho con esta circunstancia, el sujeto no sólo ha tenido que vencer las finalidades públicas. 184
las tendencias inhibitorias opuestas por e1 rechazo legal de la acción típica, sino
Como la idea de la prevalencia envuelve un elemento de naturaleza psíquica, esla circuns-
también la repugnancia a quebrantar un vínculo de lealtad. Así, la conducta aparece tancia, al igual que la relativa al abuso de confianza, posee caracterísLicas que permiLirían
como una expresión más significativa de su personalidad y le es, por consiguiente, incluirla en cualquiera de las dos calegorías de agravantes subjetivas que aquí se han distin-
más censurable, Por esta misma causa, y con arreglo a lo dispuesto en el art. 64 del guido. Las razones para ubicarla en el primero son semejantes a bs que se han ofrecido
respecLo a la del art. 12 Nº 7º En efecto, en ésta como en c1quélla la razón de la agravación
C.P., no es comunicable a los otros intervinientes en el acto punible. 173 descansa, en primer lugar, sobre la caracleristi.ca personal del agente.
Por último, debe puntualizarse que la agravante es incompatible con aquellos
delitos en los cuales el abuso de confianza constituye un elemento del tipo. De entre Una parte de la literatura estima que el fundamento de la agravación reposa
ellos destaca, por su ocurrencia más bien frecuente, el de apropiación índebida (art. exclusivamente en e1 aumento de la reprochabilidad. 18 '3 Ese punto de vista me pare-
470, NºlºCP)
174
ECHERERRY, TT, pág. 29 y JO_
m En el mismo sentido, .\JOVOA, !1, 388, págs. 89 y 70, según el cual tiene carácter público "roda persona
que desempeña un cargo público al cual el Estado asigna o reconoce autoridad o atribuciones especiales".
OLra opinión en GARRIDO, l, 18, págs. 205 y 206, quien extiende aun más el concepto
7
ir, Contra, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, págs. 656 y 657 rn, CüRDOfü\ RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 671.
16
° CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, !, pág. 662; HCHEBERRY, II, pág. 30; GARRIDO, ,18, 11
¡ LABJ\TUT, T, 21L h), pág. 226; NOVOA, ll, 388, pág. 70
17
pág. 216; QUINTAN O RIPOLLES, op. cit., I, 38, 3, D, pág. 441 A LABATUT, op. y loe. ciL.
109 17
Otra opinión, en ETCHEBERRY, ll, pág. 30 " CORDOBA RODA y RODRIGUE MOURULLO, 1, págs. 673 y 674
1,o Supra, 1, e), aa). isu ETCHEBERRY, IJ, pág. 30. Sobre ello, en relación con el abuso de confianza. véase supra, a)
rn Supra, 1, e), hb). 'Ri CORDOBA RODA y RODRl(;UEZ MOURULLO, I, págs. 673 y 674.
12
' .ExpresamenLe, en este sentido, CüRDOBA ROD/\ y RODRlGUEZ MOURULLO, I, págs. 663 y 664. lm- rn 2 CORlJOTlA RODA y RODRIGLEZ MOURULLO, 1, pág. 674; LABATUT 1, 212, h), pág. 226.
plícilamente, también, LABATUT, 1,211, g), pág. 225, y NOVOA, 11,387, pág. 69. w CORDOBA RODA y RODR1GUEZ MOURi_;LT.0, C págs. 67.5 y 676; LABATUT, l, 212, h), pág. 226.
n., C0RD0IlA RODA y RODRIGL'EZ MOGRULLO, 1, pág. 670; QUTN1ANO RlPOLLES, op. ciL., !, 38, 3, D, rn-t CORDOBA RODA y RODRTGUEZ MOL'RULLO, I, pág. 675, con apoyo en la Junsprudencia española
pág. 441. u;·¡ CORDOBA RODA y RODRIGL;I;í'. J:v[OLJRULLO, l, pág. 676.

502 503
DERf'.CHO PENI\.L / PARTE GENERAL I Enrique Cury Ur~úa
CAPÍTULO IX/ LAS CJRCGNSTANCli\.S ;\'10D1FICAl"OR1AS DE LA RESPON~ABILIDAD PENAL

ce discutible, pues en este caso aparece también lesionado accesoriamente un bien bb) Clasificación de la reincidencia
jurídico distinto de aquel en contra del cual se dirige el hecho punible, esto es, la
lealtad funcionaria. Tal cosa significa un incremento de la antiJuridicidad de la con- En la doctrina contemporánea se suele clasificar la reincidencia en verdadera 0
ducta, y no tan sólo de la culpabilidad del hechor. Por tal razón, la agravante no propia y fleta o impropia. 195 La primera se caracteriza porque la condena anterior se
debe ser apreciada cuando el autor cree equivocadamente poder valerse de un ca- ha cumplido y, consiguientemente, la pena impuesta en ella ha surtido sus efectos
rácter público que en realidad no tiene o ha cesado ya de ostentar. 186 sobre el sujeto. En la segunda, en camb10, tal cosa no ha sucedido. La distinción
Aun así, como el bien jurídico de que se trata tiene un carácter relativo (relacional), cobra especial importancia cuando se desarrollan los puntos de vista de la Escuela
de manera que su existencia depende de una característica personal del sujeto, y Clásica sobre los fundamentos de 1a institución. 196
como, además, la ehcacia de la agravante presupone en el agente una actitud subje- A su vez, la reincidencia propia se subdivide en especifíca y genérlca. 197 Aquélla
tiva especial, ella no se comunica a los partícipes, de conformidad con lo preceptuado se caracLeriza porque el o los delitos comeLidos antes y después de la sentencia
por el an. 64 del C.P 187 Por otra parte, en virtud de lo dispuesto en el art. 63 del condenatoria son de la misma especie; ésta, en cambio, porque las infracciones
C. P, la causal de agravación es incompatible con todos aquellos delitos en los cuales punibles son de distinta naturaleza. .
la calidad de funcionario público -y, consiguientemente, el abuso de ella- constitu- Existe un amplio debate -aunque hoy algo obsoleto- sobre cuáles de estas dis-
ye un elemento integrante del tipo. 188 tintas formas de reincidencia han de tener eficacia agravatoria y, en caso de atribuír-
sela a más de una, respecto a cuál de las acogidas merece un tratamiento más rigu-
98
e) Reincidencia roso. ~ Con arreglo al punto de vista clásico, no existen realmente motivos para
mclmr a la reincidencia impropia, falsa o fingida, entre las circunstancias agravantes;
aa) Concepto a historia de la reincidencia en general pero ese criterio es impugnado por la Escuela Positiva, que contempla el problema
desde otra perspectiva. 199 la opinión tradicional atribuye más gravedad a la reinci-
En términos muy generales, existe reincidencia cuando el sujeto que ha slclo conde- dencia especifica, porque la insistencia del autor en cometer delitos de la misma
nado por uno o más delitos incurre, después de el!o, en otra u otras conductas punibles. 189 naturaleza le parece reveladora de una cierLa tendencia a la habitualidad o el
La interposición de la sentencia condenatoria entre el o los delitos cometidos antes profesionalismo criminal. Por este motivo, en las legislaciones más antiguas y una
de ella y el o los que se ejecutan con posterioridad, constituye la diferencia esencial parte significativa de las contemporáneas se excluye de entre las causales de agrava-
eritre la reincidencia y la reiteración 190 o concurso de dehtos. 191 ción a la reincidencia genérica. Sin embargo, hay autores para los cuales esta última
La historia de la reincidencia es muy dilatada. 192 A la llamada "específica" se le reconocen debe ser contemplada con más rigor que la específica, pues evidencia en el sujeto
efeclos agravantes desde la Anligüedad, pues ya PlA.TON 193 alude a e1la dando por descon- una inclinación indiscriminada a quebrantar las normas jurídicas.
tada su capacidad para exasperar la pena. La que se denomina "genérica", en cambio, só1o A mi juicio, todo este debate es inconsistente. Su origen ha de encontrarse en
parece haber sido introducida por el Código Penal francés de 1810. Como se verá, sin em-
bargo, 144 después de una evolución tan prolongada, la institución está en crisis y una parte que, como tal, la agravante de reincidencia carece de un fundamento raciona1. Por
importante de la literatura aboga por su eliminación o sustitución. tal motivo, aquí es inútil tomar partido en la polémica.
La ley en vigor atribuye eficacia agravante a todas 1as formas de reincidencia. El
--- --·--·---
180 GARRIDO, 18, pág. 206. Nº 14 del art. 12 del C.P. la consagra para la reincidencia impropia y los Nºs. 15 y
107
En el mismo sentido, aunque, naturalmente, con otros fundamentos, CORDOBA RODA y RODRlGVEZ 16 para la propia o verdadera; de estos ú1timüs, el 1.5 se refiere a la reincidencia
MOURUUO, l, pág. 678.
lii~ ETCHEBERRY, U, pág. 30; GARRIDO, 18. pág. 2.07; lABATlJTU, 2.12, h), pág. 2.26; POUTOFF-lv1AIUS-
genérica y el 16 a la específica; ésta, como se destacará oportunamente, 200 es consi-
RAM1REZ, 18, 3, B, b.9), pág. 513 derada más grave que aquélla.
139
En el mismo sentido, con varianles, ETCHEBERRY, II, pág. 30; GARRIDO, 18, pág. 208; LABATUT, I.
214, pág. 229; NOVOA, II, 397, pág. 82 y 399, pág. 83; P01ITOFF-1v1.ATUS-RA..MÍREZ, 18, 3, B, b), 18,
pág. 516.
190
NOVOA, ll, 397, págs. 81 y 82, quien ofrece, además, una cuidadosa exposición sobre la evolución
histórica del significado atribuido a la palabra "reiteración"; ETCHEBERRY, ll, pág. 30; GARRIDO, 18,
pág. 208.; lABATUT, 1,214, pág. 229. 195
191 lnfra, 43 LABATlJT, :, 2l 6, pág._231; GARRlDO, l, 18, pág. 208; ~OVOA, II, 400, pág. 87; CARRA.RA, II. 742, pág.
92 209, prefrna, en carnbw, las expre.sümes "verdadera·· por un lado y "falsa o fingida" por el otro, reservan-
! Sobre ella, NOVOA, 11, 398, pág. 83, con algún detalle.
~º el co_ntraste entre reincidencia '·propia"" e "impropia'' para designar lo que emre nosotros se denomina
m PLATON, Las leyes. traducción de Fernando Cervera Sanfelipe, Barcelona 1965, II, libro XI, pág. 206: "Si se específica·, y '·genélica". reé>pecuvamente.
comprueba que el acusado ha ejercido una ocupación indigna en su propio hogar, manchando la casa pater- 1
% hürn, ce). 1
na, será condenado a u.n año de p1isión, obligándose]e a apartarse de dicho tráfico; si reincide, la condena será
:~: LAT\A~UT, T, 216, pág. 231: GARRTDO, l, 18, pág. 208; NOVOA, ll, 480, pág. 88.
de dos años y, en general, toda rdncidencia llevará aparejada una condena siempre doble de la anteiior". (Los
Una Ojeada de conjunto mas o menos detallada sobre esa polémica puede encontrarse en QUINTAKO
subrayados son míos). La última parte del texto es poco clara, pero pareciera sugerir que PLA..TON aprovecha 1, RIPOLLES, op. nt., I, 40, 2, págs. 456 y sigrs
la referencia a 1a reincidencia en una materia particular para dar tuna norma general sobre su efecto agravatorio. 9
Véase, sobre ello, infra, ce), 2.
19
+ Infra, ce). 280
lnfra, ff)

504 505
DERECHO PENAL/ PARTE GE:<ERAL / Enrique Cury c;,¡:úa CAPITl'Lü IX/ LA~ C\RCU:-JSTA:'JCIAS lvlODlFlCATOR!AS DE LA ~l:óSPONSABlLIDAD PENAL

i
1.·

ce) Fundamento de la reincidencia chor. 204 El ordenamiento jurídico en vigor agrava la pena del reincidente, con pres-
cindencia de si es o no peligroso.
la doctrina ha realizado intentos para justificar la eficacia agravatoria de la rein- Por otra parte, la peligrosidad del sujeto puede iustificar, a lo sumo, la imposi·
cidencia desde distintos puntos de vista, sin lograr hasta el presente su objetivo: ción de una medida de seguridad, pero jamás una exasperación de la pena que
exceda los límites de la culpabilidad por el acto. En el sistema positivista, que abo·
1) Para la Escuela Clásica, cuya opinión se expresa sobre todo por CARRARA, el gaba por la liquidación de la pena retributiva y su reemplazo por medidas de segu·
fundamento hay que encontrarlo a panir de una consideración sobre los fines de la ridad y corrección, este criterio puede, pues, comprenderse, aunque no se lo com-
pena. El sujeto que, habiendo sufrido el castigo, vuelve a delinquir, demuestra que parta. En cambio, es inaceptable defender la construcción de una agravante de la
la sanción impuesta en la primera ocasión no era lo bastante severa como para pena como tal, erigida sobre el estado de peligrosidad_20 5 ·'º 6
disuadirlo de comeler otros crimenes. Por tal motivo, en la nueva oportunidad es
preciso imponerle una pena más severa. 201 Partiendo de este presupuesto, es evi- 3) Aunque se han hecho intentos de fundar la eficacia agravatoria de la reinci·
dente que sólo se justifica la reincidencia propia o verdadera, puesto que en la dencia en un incremento de la culpabilidad, 207 en realidad son insostenibles. La
impropia o falsa la primera reacción punitiva no ha surtido su efecto sobre el indi- reprochabilidad sólo puede referirse al injusto típico actualmente cometido y es
viduo. imposible deducirla de hechos precedentes, salvo en cuanto nos digan algo sobre la
Un criterio como el expuesto no puede ser acogido por el derecho penal de culpa· relación que enlaza al acto con la personalidad del autor. Pero este último no es el
bilidad, pues prescinde por completo de esta última y descansa únicamente sobre caso de la reincidencia, pues una condena anterior, que sanciona un hecho comeü-
exigencias de prevención crudamente intimidatoria, ya que incluso desde la perspec- do acaso por razones comprensibles, nada puede informarnos sobre la magnitud
tiva de la prevención especial es susceptible de reparos. En efecto, el fracaso de la del reproche que debe dirigírsele a causa de la nueva conducta por la cual se lo está
primera pena induce a sospechar no que ella pueda haber sido insuficiente, sino que enjuiciando.
acaso por su naturaleza sea inidónea para lograr la resocialización del recidivista. En
este último caso, lo aconsejable no es exasperarla, sino sustítuirla por otro género de 4) De todo lo expuesto resulta, pues, que la reincidencia, como agravante, no es
medida más eficaz para tales circunstancias. 202 sino un cuerpo extraiío en el derecho penal de culpabilidad, 208 sin otro fundamento
Así, el punto de vista clásico sólo puede ser aprobado a partir de la prevención que una serie de prejuicios y malentendidos más o menos reconocidos por la mayoría
general, aunque ni siquiera ella ofrece pruebas de que la sirve con propiedad. Pero de la literat~ra contemporánea. Tras ella, en efecto, parece ocultarse una confianza
tal como se ha expuesto en su oportunidad, 203 una prevención general que persigue candorosa en la eficacia preventiva de las amenazas penales, con arreglo a la cual, si se
sus fines sobrepasando los límites impuestos por la culpabilidad, es éticamente in- conmina una pena más severa en contra del recidivista, se detendrá con alguna certe-
defendible y está por lo general destinada a fracasar en la práctica. za a quien ya sufrió una sanción punitiva y se propone delinquir por segunda vez.
Que esto no es así ya se ha discutido antes 109 . Asimismo, 1a agravante enmascara un
2) Tanto para los positivistas ortodoxos como para todas aquellas tendencias propósito disimulado de atribuir a la pena finalidades vindicativas que, s1 bien mu·
que ponen el acento en la "defensa social", la reincidencia, en sí, carece de significa- chas cteen poder enconlrar en su origen210 , nadie suscribirá actualmente.
ción agravatoria. Lo que importa es verificar la habilualidad o el profesíonahsmo
dehctual del suieto, pues sólo en tal caso puede afirmarse su peligrosidad. Por SU·
puesto, muchas veces sucederá que quien reincide es realmente un delincuente 20
+ NOVOA, lI, 39, pág:;. 83 y 87
2 º' Así, defectuosamente, UIBATUT, !, 21.5, págs. _229 y 230. Algo confusa la exposición de NOVOA, que en
profesional o habitual, pero de ningún modo puede afirmarse que siempre suceda 11, 399, págs. 85 y 86, habla de "una mternauón prolongada dd suirto, por Llempo _indeternnnado, por
así. Con gran frecuencia el sujeto sólo reincidirá por circunstancias ocasionales que vía U.e pena y también de medida de seguridad'". La mezcla que aquí se hace de le msl1luuón purnt1va y la
no constituyen indicio alguno de una personalidad peligrosa.
medida me parece inadmisible. Sin embargo, del conjunto de la exposición contemcla enese autor, II,
399, págs. 84 y sigts., uno se inclina1ia a suponer que su concepción se mueve en el sentido del texto.
Esta concepción, desde luego, no sirve para justificar de lege lala a la agravante, 2i: 6 Una dilatada exposición en rste sentido, motivada por la criLicada disposición del parágrafo 20 a) del

amiguo Código Penal alemán, purde encomrarse en tv!AUR/\CH, ll, 64, págs. 552 y stgls .. cuyos comen-
pues, tal como la consagra la ley vigente, no corresponde a ella. los Nºs. 14, 15 y 16 tmios, sumamente ácidos. se encuentran, sin rmbargo, plenamente jusLiiícados. Hoy el precepto aludido
del art. 12 del CP se satisfacen con la pura comisión del nuevo o nuevos delitos, sin ha desaparecido del derecho alemán. '
autorizar indagación alguna respecto a la habituahdad o profesionalismo del he. º Véase, por ejemplo, RODRlGUEZ DEVESA, l, págs. 704 y 705.
2 7
. .
2 º8 CORDOBA RODA y RODRIGUEZ .'v10URUU.0, l, pág. 741; QUTKTA:'-:rü RIPOI.LES, ºP: cit., l, _40, 3,

pág. 462; EACIGA.LUPO. Acerca de la personalidad y la rnlpabilidac/ en la medida de In pena, clt , II, pag. 41,
181 sosüene, incluso, que no consagra un verdadero derrcho penal de culpabilidad el texto legal en el cual se
CARRARi\, 11, 739, pág. 207: ····cuando un condenado, después ele haber experimentado un sufrimiento
contempla este género de agravantes. .
efecti\·o, n1elve a delinquir, da una señal manifiesta ele que desprecia ese sufrimiento y qur para él no es J.c:¡ Supra, 2. Tl, a), aa), y 111, b), ee). De acuerdo con lo que allí se expuso, lo que puede esp_ernr~e ele la ef~Gl.éia
freno suficienLe esa suma dr penas·' ,
prevent¡ya general ele la pena es muy poco en relanón con un reíterante, y menos aun si se trata e un
m En este mismo senrido, las sugerenClas de /egeferencla que se pueden encomrar en CORDOBA RODA y
habitual o profesional.
RODRTGUEZ MOURULLO, l, pág. 744.
203 iw Supra, 6. I.
Supra, 2- II, c).

506 507
DERECHO PE'.NAL / PARTE GENERAL/ Enriqu,· Cury Urzüa CAPÍTUl.0 IX/ LAS C\RCUNSTAKCIAS MODIFICATORIAS DE LA RE~PüN~AlllUDAD PENAL

Debo convenir en que aquí mismo 211 -y también antes 212- he defendido la conveniencia anterior, no puede recibir aplicación en la práctica. Efectivamente, con arreglo a lo
de q_ue el ordenamie_nto juridico haga concesiones a ciertas convicciones profundamente
enraizadas_ en la conCJencia del pueblo. Pero esto sólo puede sostenerse cuando, como en los preceptuado por el art. 90 del C.P., el que quebranta una condena comete un delito
c~~os_ aludidos entonces, esos prejuicios obran en beneficio del acusado; nunca en la situa- sui generis, amenazado con una pena propia. Por lo tanto, el hecho del quebranla-
Cion m-:7ersa. Pues la tarea pacificadora del derecho no se ve perjudicada, sino, antes bien, mienlo, que ha de servir de base para la imposición de esta última, no puede tomar-
fort~leuda, cuand?, él ced~ ~nte creencias ampliamente compartidas que aconseJan excluir 0
~ongerar la reacc10n punmva; pero, en cambio, se deteriora si hace concesiones a la barba-
se en cuenta nuevamente a fin de estructurar la agravante, pues e11o implicaría una
ne de tendencias instintivas sostenidas sólo por la insensatez multitudinaria violación del non bis ín idem. 116

Así pues, es preciso concluir que la reincidencia es una agravante sin fundamen- :NOVOA117 sostirne otro criterio. A su juicio, el art. 90 no consagra realmente penas parn
el quebrnnlamiento, sino tan sólo un sistema de medidas enderezadas a asegurar mejor el
tos, que permanece suspendida en el vacío de unas normas positivas injustificables.
cumplimiemo de la condena quebrantada. Su argumentación, sin embargo, no me parece
Por eso debe ser bienvenido lodo cuanto se haga por excluirla de la ley en vigor. convincenle y él mismo conviene en que puede ser conlrovertida. 218
En el fu_turo, en cambio, habrá que abogar por una consideración cuidadosa de No creo, en efecto, que la sustitución de penas restrictivas de libertad o privativas de
la .habituahdad y el profesionalismo dehctual, como fundamentos para la imposi- dnechos por otras privativas de liberlad, pueda ser contemplada como una pura medida de
vigilancia, ni siquiera cuando a las últimas se atribuye una duración más breve que a las
c10n de una medida de seguridad y corrección, pues esa es la funcíón que les com-
primerns. Esa apreciación es aun más dudosa si a la sanción impuesla primitivamente se
pete en el seno de un derecho penal de "doble via".21 3 acumulan otras accesorias. Esto úllimo es manifiesto si se observa la redacción del art. 90,
Nª 6ª, donde se emplea la expresión "recargo".
Por desgracia, sin embargo, la inclinación acLual de la legislación nacional con- Tampoco resulta significativo que el arl. 90 se encuentre entre los preceptos de la PRrte
trasta con el criterio expuesto. Más bíen se tiende a subrayar los efectos punitivos de General, en la cual usualmente no se crean delitos ni se establecen penas. Es así, por supues~
la reincídencia, acordándole una importancía cada vez más exagerada, al mismo lo. Pero el legislador no observa siempre con rigor este género de exigencias sistemáticas, las
cuales, por razones prácticas, ignora con frecuencia.
tiempo que se descuida la consagración e implementación de un sistema de medi-
das satisfactorio, destinado' a los habituales y profesionales. Así se transfieren de La causal de agravación, por consiguiente, surte efectos nada más que cuando
nuevo a la pena responsabilidades que ataTien a la educación, el tratamiento y la quien comete el nuevo delito está cumpliendo la condena ante1ior y, aun en este
organizacíón social. , caso, sólo en las situaciones a que se refieren los incs. primero y último del art. 91
del C.P. En las otras hipótesis, en que dicha disposición no se limita a prescribir el
5) En el derecho vigente, la reincidencia se halla concebida casi por completo
orden en que se cumplirán las penas, sino que exaspera la del primer delito, consa-
según el cnterio clásico. Sin embargo, se aparta de sus formas ortodoxas, tanto
grando una especial y única que considera el nuevo hecho punible, se opone a su
porque da cabida a la reincidencia impropia como porque atribuye eficacia agra-
vante a la genérica. 214 aplicación el arl. 63 del C.P. 219
Para la operación de la agravante da lo mismo que el nuevo delito cometido sea
de la misma o distinta especie que aquel por el cual el sujeto había sido condenado
dd) Reincidencia impropia
anteriormente. Tampoco importa la gravedad relativa de ambas infracciones. Inclu-
Con arreglo al Nº 14 de1 an. 12, es circunslancia agravante "cometer el delito so cobrará eficacia si uno de los hechos en cuestión importa sólo una falta. 220 Esta
mientras cumple una condena o después de haberla quebrantado y dentro del plazo regulación, por cierto, es crilicable.
en que puede ser castigado por el quebrantamiento". Como la ley se refiere a quien está "cumpliendo una condena", la agravación
únicamente podrá tener lugar si la pena impuesta por la condena primitiva es de
Esta nonna no se encontraba en el modelo español. Fue introducida por la Comisión Redac- aquel1as cuya ejecución se prolonga en el tiempo. 221 No sólo se encuentran en
tor~1;tel CP en Ja_~esión 138, presumiblememe para complementar y pnfeccionar la del arL.
91. Pero la. re]ac10n enlre ambas disposiuones y con el arL. 90 ha permanecido confusa, como este caso las privalivas y restriclivas de libertad, sino también las privatívas de
pued_e advertirse en la exposición posterior. La verdad es que si fa eficacia agravante de la reinci- derechos (inhabilidades, suspensiones). Se excluyen, en cambio, las pecuniarias
d~nc1a_m:rece, en ge_neral, reparos, la que se consagra para el caso panicular comempla<lo en esta
d1spos1c10n es especialmente mdefendible. (multa, comiso).

En primer lugar, debe destacarse que la segunda hipótesis a que se refiere el Nº


14, esto es, la de quien comete el delito después de haber quebrantado la condena
no ETCHETII!RRY, ll, pág. 31; GARRllJO, l, 18, págs. 209 y 210.
217
>lOVOA, 11,401, págs. 91 y 92, con detalle.
21
· Supra, l. HT, e), bb). 21
~ NOVOA II, 401, pág. 92.
21
' ~URY, ]i:ntativay ddilo Jruslrado, cit., 99, a), págs. 198 y 199 u LABATUT, l, 221, pág. 236; NOVOA, 11,401, pág. 92
m CORDOBA RODA y RODRIGüEZ MOURULLO 1 pág 744 22
º LAfü\TUT, 1,221. pág. 236, s<? refiere al ca~o en que la primera conducta es constitutiva de falta; NOVOA,
m Véase. sobre ello, Pi\CHECO, op. ~Íl., l, pág. 239. ' · · lt 401, pág. 90, y 407, pág 105, a aquel en que lo es la segunda
15
J Sobn: ello, con algún detillle, NOVO A. II, 401, págs. 88 y 89. m l\OVOA, lI, 401, pág. 90

sos 509
tJl'.RI;( Hü PENAL/ PARTE GENERAL/ Er,rique C.ury Urzús CAPÍTULO !X/ LA~ C!RCUNST'\NCL'\.5 MODJF!CAJ ORJAS DE LA RESPONSABIUDAO PENAL

ee) Reincidencia propia genérica grave.dad abstracta de los hechos punibles el nivel más alto de los marcos penales respec-
tivos; pues él sell.ala el límite de la desvalorización a que están someliclos por la norma, y
constituye también -en abstracto- una de las posibilidades otorgadas al juez para sancio-
De conformidad con el art. 12, Nº 15, es circunstancia agravante "haber sido cas- narlos.233
tigado el culpable anteriormente por delitos a que la ley señale igual o mayor pena".
La disposición requiere que el sujeLO haya sido castígado, esto es, que haya sufri-
fD Reincidencia propia específica
do efectivamente la pena impuesta. 222 Así se deduce también del art. 92 del CP,
que al referirse a los efectos agravatorios de la reincidencia propia, 223 alude de ma- Según dispone el Nº 16 del art. 12, es circunstancia agravante "ser reincidente
nera expresa a penas cumplidas. 224 en delito de la misma especie". Tanto la redacción del precepto como su conexión
La pena también se considera sufrida si sólo ha sido induliacla, pues así lo dispo· con el art. 92 del C.P demuestran categóricamente que se refiere a la reincidencia
ne categóricamente el art. 93, Nº 4° del C.P, en su inc. segundo; no, en cambio, si especifica. 2·14
el sujeto se ha beneficiado de una amnistía, "la cual extingue por completo la pena y Aquí no se requiere condena anterior sino por un solo delito de la misma espe-
todos. sus efectos". 215 - 226 Tampoco es pena cumplida la que se ha remitido condicio- cie y es irrelevante que éste haya sido más o menos grave que aquel por el cual
nalmente, porque esa institución implica suspender su aplicación; 227 pero sí lo es ahora se persigue al sujeto. Es evidente, en consecuencia, que la ley contempla a la
aquella de quien se benefició con una libertad condicional, ya que esta última no reincidencia específica con más severidad que a la genérica, pues exige menos para
constituye sino un modo de cumplir en libertad las penas privalivas de ella. 228 - 219 atribuirle eficacia agravatoria. 235 Por tal motivo, cuando en el mismo caso se den los
Los delitos por los cuales el sujeto fue condenado anteriormente tienen que ser presupuestos de ambas formas de reincidencia, la regla general será que la especíh·
de una especie distinta a la del que ha originado el nuevo proceso. Ello se deduce ca prevalezca sobre la genérica, a la cual desplaza aun si están basadas en hechos
del art. 92, Nº 2º. Por consiguiente, el precepto del art. 12, Nº 15, está regulando las distintos. nn Puesto que el único fundamento de la agravación por reincidencia se
hipótesis de reincidencia genérica. encuentra en la mera repetición de conductas delictuales, no se divisan motivos
Los delitos precedentes han de ser dos o más. 230 Ello no sólo se deduce de que para exasperar la pena en tales situaciones.
el NºlS emplea el plural, sino, además, del ya mencionado art. 92, Nº 2°. Pero no es De todos modos·, también es válida para la reincidencia específica la exigencia
necesario que tales infracciones hayan sido' objeto de distintas sentencias, como de que la pena impuesta por el delito anterior se haya cumplido. Los casos en que
aparentemente sugiere LABATUT. 211 Aparte de ello, tales delitos tienen que ser de esto ha ocurrido se enjuician con arreglo a los criterios expuestos para la genéri-
igual o mayor gravedad que la nueva infracción cometida. Para estos efectos, la seve- ca.231

ndad de los hechos punibles se enjuicia en abstracto, es decir, atendiendo a la pena El delito por el cual el suieto fue condenado precedentemente y aquel por el
cqn que los amenaza la ley, no a la que en concreto se impuso en la sentencia. 232 Así, cual se lo procesa ahora deben ser de la misma especie. La ley ha descuidado precisar
es reincidente en el sentido del art. 12, Nº IS del C.P., quien, luego de ser condena. lo que esto significa y ello genera dificultades a la práctica.
do por dos homicidios, incurre en una estafa, aunque la pena a que efectivamente se En primer lugar, hay que desestimar la idea, afirmada en otra época por una
lo sentenció por cada uno de aquéllos haya sido -a causa de haberlos eiecutado en parte de la jurisprudencia,238 con arreglo a la cual "delito de la misma especíe"
una legítima defensa incompleta y con la concurrencia de otras atenuantes-inferior qmere decir "el mismo delito". Esa opinión, que significa confundir la identidad de
a la que se le irrogará por esta última. especie con la de tipicidad, formaliza exageradamente el requisito y, además, no
El sisLerna puede dar origen a cierla dificuhad cuando uno de los delitos está amenazado
encuentra apoyo en el texto de la ley. 239
con una pena cuyo extremo superior es más grave o igual que el del otro, pern que, al mismo Asimismo, parece inaplicable a esta siluación el precepto contenido en el art.
tiempo, liene un extremo inferior más benigno. En tales casos, sin embargo. decide sobff. la 509 del C. de PP., relativo al concurso real, conforme al cual, para esos efectos, "se
considerarán delitos de una misma especie aquellos que estén penados en un mis-
222
ETCHEBERRY, Il, pág. 31; NOVOA, ll, 402, pág. 93. mo título del Código Penal o ley que lo castiga". La norma es defectuosa, pues no
223
La norma se refiere, equivocadamente., a los Nºs. 14 y 15 del arl. 12. rn atención al contexto, es preciso
concluir que la relación debe. hacerse con los~ª 15 y 16. En el mismo sentido, ~OVOA, 11,402, pág. 93
resulta infrecuente que en la ley positiva las infracciones punibles se agrupen con
224
ETCHEBERRY, ll, pág. 32; NOVOA, TT, 402, pág. 93. arreglo a criterios práclicos que prescinden de consideraciones sistemáticas
225
NOVOA, II, 402, pág_ 93.
226
Sobre indulto y amnistía, infrn, 59, TT y 111. -----·----
227
Otra opinión, parcialmente, en GARRIDO, I, 18- pág. 212, quien cree que si ha transcurrido el tiempo de rn GARRIDO, 1, 18, pág. 21L
sujeción a la vigiliancia de la autoridad, existe reincidencia '-J1NOVOA, 11, 40.1, pág. 95. _
228
ETCITEBERRY, II, págs. 31 y 32. 2,, ETCH.CBERRY, U, pág. 3228; lABATUT, T, 221, a), pág. 236; :-!OVOA, II, 4~4,_pa~._99.
229
Sobre. remisión condicional de la pena y libertad condicional, infra, 49, lll, a) y tv; a). LJó Contra, L,\BATlJT, 1,221, pág. 237; como rn el texto, con detalle y alguna hmitanon, NOVOA, II, 404,
238
ETCHEBERRY, ll, pág. 31; GARRlDO, !, 18, pág. 211: LABATUT, I, 221, pág. 236; NOVOA, Il, 402, pág_ págs. 100 y 10 l
93; POL!TOFF-?1/lATUS-RAlvlfREZ. 18, 3, A, b.18.2, pág. 517_ 2
" Supra, ee).
1
" LABATUT, I, 221, pág. 236. habla, en efecto, de. ~dos condenas precedentes". nd ETCHEBERRY, D.P.j., 11, 157, págs. 240 y sigts.
m ETOTEBERRY, Il, pág. 31; I.ABATUT, 1,221, pág. 236; NOVOA, 11,402, pág. 94 n~ NOVOA, IL 403. págs. 96 y 97.

510 511
DF'RECII() P[i'i,-l,I. / PARTE CE"\1ER.AL / Enrique Cury Urzús CAPÍTULO IX! LA~ CJRC.UNSTANCJA'> MOlJIFICATORL\S DE LA RESPONSABIL!D,\D PE¡-.¡AL

sustantivas Así, sucede que, según el art. 509 del C. de PP, son delitos de la misma Por último, para la decisión sobre ta igualdad de especie de los delüos son indiferenles su
especie el homicidio y las injurias; no, en cambio, el homicídio y e1 aborto. De igual grado de evolución y ta participación que en ellos ha cahido al _sujeto: 247 Un homicidio sólo
tentado es de la misma especie que otro consumado; la comphc1da<l en el robo con fuerza en
manera, no son delitos de la misma especie el abandono de niños y el infanLicídio, las cosas, de la misma especie que la autoría en el hmto; eLc. 248
pero sí este último y la calumnia. Por Lales razones, y fundándose en que el inc. final
del art. 509 sólo se atribuye vigencia respecto de lo que en ese precepto se dispone, gg) Algunos problemas comunes a las tres formas de reincidencia
la opinión dominante rehúsa extender su imperio a otros casos, como el que esta-
mos examinando. 240 - 2"l De conformidad con el derecho actualmente en vigor, para la reincidencia en
La expresión "especie" debe entenderse aquí en e1 sentido de naturaleza o esen- general deben tenerse en cuenla también las condenas pronunciadas en el extranje-
cia, pues, de acuerdo con la interpretación que usualmente se otorga a la agravan- ro."9 A este respecto rige en nuestro país la norma del arl. 310 del Código de
te de reincidencia específica, ella encontraría su justificación en una tendencia del Derecho Internacional Privado (Código de Bustamante), que es vinculatoria respec-
sujeto a profesionalizar su actividad delictiva, incurriendo siempre en infraccio- Lo a los otros Estados contratantes y tiene, en relación con los demás, el carácter de
nes de la misma índole. Ahora bien, como la naturaleza de los hechos punibles se un principio generalmente reconocido de derecho internacional.
deduce fundamenlalmente de su o~jelo jurídico, el criterio prevalente considera Es discutida la cuestión de si la reincidencia debe surtir efectos en relación con
que, en principio, son de la misma especíe cuando los tipos correspondientes tienen los delitos culposos (cuasidelitos). NOVOA"º sostiene que sólo debería apreciarse
por objelo la proteccíón del mísmo bien jurídico. 242 Este, sin embargo, es sólo un cuando todas las infracciones concurrentes tienen carácter culposo; sin embargo,
punto de partida, pues la identidad de especie o naturaleza también depende de conviene en que la ley vigente, al no hacer distinciones, obliga a contemplarla en los
la.forma que aclopta el ataque; 243 por tal motivo, aunque ambos son atentados con- otros casos. LABATUT pretende que tanto doctrinariamente como de lege lata los
tra la propiedad, no constituyen delitos de la misma especie la estafa y el robo con cuasidelitos han de ser tomados en cuenta para la reincidencia únicamente entre
violencia o intimid;ción en las personas. En cambio, no me parece exigible la ellos porque entonces evidencian un profundo desprecio de las "normas de convi-
identidad de móviles en el autor, 244 pues esto significa forzar excesivamente el vencia social". 251 ETCHEBERRY, 2 " por último, la niega del todo, porque el delito
sentido de la norma, 245 acaso en un esfuerzo por aproximar el concepto de reinci- culposo no expresa rebeldía contra el derecho y, además, porque el art. 2º del C.P
dencia al de habitualidad o profesionalismo. contrapone su nocíón a la de los delitos dolosos-contenida en el art. l º- excluyén-
Cuando alguno de los delitos ejeculados por el sujelo es plurisubsistente, esto es, de
dolos, por tanto, de la regulación de éstos. .
aquellos cuyo tipo está deslinado a proLeger dos o más bienes jurídicos, la decisión sobre la Ninguno de los criterios expuestos me parece plenamente con~incente. En m1
identidad de especie presenta dificultades especiales. En efecto, es prácticarneme imposible opinión, co1¡ arreglo a la ley en vigor, es imposible susLraer el delito culposo a la
ofrecer una regla firme para tales casos, y el intérprete deberá resolver cada uno de ellos eficacia agravatoria de la reincidencia. A diferencia de lo expuesto por ETCHEBERRY,
t-eniendo en consideración la importancia relativa que la ley atribuye a los distintos bienes
jurídicamente protegidos en la fundamentación del tipo respectivo. Sólo podrá afirmarse 1a
creo que el art. 1° del C.P. contiene el concepto del delito en general, válido_ tanto
reincidencia específica cuando el que constituye el objeto jurídico del otro u otros delitos para el doloso como para el culposo, 2 D el art. 2°, a su vez, se limita~ puntualizar la
concmrentes aparezca muy destacado en el plurisubsistente, y el modo del ataque sea, ack- distinción que existe entre las dos formas del hecho punible, pero sm establecer un
más, esencialmenle semejante. Con arreglo a estos puntos de vista, me parece posible soste- contraste en~re la regulación aplicable a cada una de ellas. 2 A Por consiguiente, una
ner que son delitos de la misma especie, por ejemplo, la malversación de caudales públicos
mediante suslraccicín (art. 233 CP) y el hurLo (art. 432, última parle) o la apropiación institución no es aplicable al cuasidelito sólo cuando la ley lo dispone expresamen-
indebida (art. 470, Nº 1 º). te o cuando es inconciliable con su naturaleza -como ocurre, por ejemplo, con la
Cuando los bienes jurídicos protegidos por dos lipos son diferentes, pero se encuentran te~tativa o las normas sobre participación criminal-, y ninguno de éstos es el caso
conectados de manera_que la lesión de uno de ellos presupone necesariamente la del otro,
los dehtos respeclivos son también de la misma especie. Por tal razón, el homicidio es de la
de la que se está examinando. "Por otra parte, de legeferenda estimo que es deseable
misma especie que las lesiones corporales y la violación de la misma especie que los abllsos
sexuales. 246
---- - - - - - - -
LABATCT, T, 221. pág. 236. _ _
)'·B Sobre vacilaciones de h jurisprndrncia respecto a este pumo, ETCHEBERRY, D.P.J., n, 160, págs. 254 Y
240
NOVOA, TI, 403, pág 96; l.ABATUT, !, 221, pág. 236. HasW la segunda edi.ción, ETCI-IFBERRY, 11, pág. 255.
28, era de otra opinión. Ahorn, en n, pág. 32, nota 2, adhiere a la opiúión del Lato m LABATUT, l. 219, e), págs. 233 y 234; >!OVOA, 11,406, págs. 102 Y 103.
rn En el C.PP, el art. 509 del C. de P.P se ha sustit.uido por el art. 351, que es muy semejante, pero, en este 150 NOVOA, TT, 406, págs.103 y 104
punto. considera delitos de la misma especie aquellos que afectaren el mismo bien juiídico. J.a solución. 2 1
, T.ABAIUT, L 219. e), pág. 234. . _ , LLO - 732
aunque algo rnás razonable que la del C. de PP, sigue suscitando dillcultacks. Sobre ello, infra, 43, 1, b) bb) 2o2 ETCHEBERRY, 11, pág. 34. Asi_ rarnb1én, C0RD0BA RODA y RODRl(,UEZ MOURU . 1, pag. ·
w LABATUT, T, 221. pág. 236; NOVOA, Il', 403, pág. 97. También GARRIDO; l, Hl, pág. 21 '5.
2 13
- NOVOA, 11,403, pág. 97 "' Sobre dio, véase lo expueslo Sltpra, 18, 1, e). . _ . .
244
Contra. LABATUT. T, 221, pág. 236; NOVOA. II, 403, pág. 97 25+ )i se acoge el punto de vista de ETCHFBFRRY. será preoso conclrnr que tampoco se a~hcan al _delito
245
ETCHEBFRRY, II, pág. 32 ~ulposo las causales de inimputabilidad O la atenuante de irreprochable conducta antenor. Nadie, sm
N Asítambién,GARRlDO;l, 18,págs.214y215. embargo, suscribirá tales rt:>ultados.

512 513
DERECIIO PENAL/ PARTE C.ENERAL / Enrique Cury l:rzúa
C:APÍTULO IX 11 AS CIRCUNSTAl\'ClAS MODIFICATORIAS DL LA RESPO>ISAB!Lll)AD PENAL

excluir la reincidencia del catálogo de agravantes, así para los delitos dolosos como d) Actuación con menor de dieciocho años
para los culposos. Por eso, tampoco me satisface la simple limitación sugerida por
NOVOA y LABATUT Con arreglo al art. 72, inc. segundo del C.P., "en los casos en que aparezcan
En los delitos militares y políticos, la causal de agravación también surte efec- responsables en un mismo delito individuos mayores de dieciocho años y menores
tos.255 Las consecuencias son, por supueslo, aún más reprobables que respecto de de esa edad, se aplicará a los mayores la pena que les liabría correspondido sin esta
los h~chos punibles comunes,n 6 pero en la ley no se encuentran puntos de apoyo circunstancia, aumentada en un grado si éstos se hubieren prevalido de los menores
para mtentar sustraerlos a esa siLuación. Un problema semejante se plantea con las en la perpetración del delito, pudiendo esta circunstancia ser apreciada en concien-
faltas. 217 Jis ·
cia por el juez".
Aunque no se encuentra en el catálogo del art. 12 del CR;es indudable que esta
hh) Otros efectos de la reincidencia disposición consagra una agravante genérica a la que la ley acuerda una eficacia
261
especial. Ella, en efecto, puede operar respecto de cualquier hecho punible. Su
Aparte de su eficacia agravatoria, el ordenamiento jurídico atribuye a la reinci- particularidad reside, únicamente, en que deLermina una asperación de la pena más
dencia otros efectos. Así, impide el otorgamiento de la remisión condicional de la severa que la provocada. por las restantes causales de agravación, sustrayéndose a
pena, de la reclusión nocturna y la libertad ,~gilada, y restringe las posibilidades de las normas generales sobre la materia. 262
obtener la libertad condicional; interrumpe el plazo de prescripción de la pena; La agravante presupone la participación en un mismo hecho de individuos ma-
faculta al Juez para imponer la pena de sujeción a la ,~gilancia de la autoridad en el yores de dieciocho años y menores de esa edad. La expresión "responsable" emplea-
caso de los delitos de hurto y robo. Por último, aunque con arreglo a la ley en vigor da por el texto para describir ese requisito es desacertada, porque parece sugerir
ya no constituye una causal de inexcarcelabilidad, es también un factor que los que la circunstancia sólo concurre si también los menores pueden ser casLigados
tribunales suelen tomar en consideración para pronunciarse sobre las solicitudes de por su participación en el acto, o sea, cuando son mayores de dieciséis años y han
libertad provisional de los procesados. obrado con discernimiento. La práctica, con razón, ha desestimado esa interpreta-
ción que conduce a resultados absurdos, Debe entenderse, pues, que el menor es
ii) Prescripción de la reincidencia "responsable" en el sentido de la disposición cuando ha tomado parte en la realiza-
ción anlijurídica del hecho, prescindiendo de su imputabilidad
De acuerdo con lo preceptuado por el art. 104 ael CP, que sólo es aplicable a La causal de agravación surte sus efectos respecto del mayor que haya interveni-
los casos de reincidencia propia, ésta prescribe en diez años tratándose de críme- do en el delito como a'utor, inductor, cómplice o encubridor, pues la ley no di:;tin-
nes y en cinco respecto de los simples delitos. El plazo se cuenta "desde la fecha gue entre las distintas formas de concurrencia263 . Sin embargo, como es preciso
en "que tuvo lugar el hecho". Esta forma de efectuar el cómputo ciertamente es además que se haya prevalido del menor, resulta algo difícil que la circunstancia
defectuosa. A causa de ella, puede ocurrir incluso que a quien delinque nueva- opere cuando el adulto participa en una forma secundaria (complicidad, encubri-
mente cuando acaba de cumplir la pena impuesta por el o los delitos anleriores, miento). Aún así, la situación no es inimaginable.
no sea posible ya considerarlo reincidente. 259 Sin embargo, como la agravante se Prevalerse, como ya se ha explicado, significa servirse o usar al menor como tal
halla sometida a reparos tan severos, 260 uno no se siente inclinado a reclamar la para la ejecución del fin delictivo. Por consiguiente, para que concurra la agravante
corrección de este precepto. es indispensable que el mayor conozca la minoridad de su copartícipe 264 y quiera
aprovecharla a fin de facilitar la "pe1petración del delito" -no, en Cambio, para ase-
jj) Comunicabilidad de la reincidencia gurarse la impunidad 265-. De todas maneras, el requisito de la prevalencia aparece
abierto a consideraciones subjetivas del Juzgador, pues la ley lo faculta para apre-
En atención a su carácter personal, la reincidencia no se comunica a los partíci- ciarlo en conciencia.
pes en quienes no concurre (art. 64, inc. primero CP). El fundamento de la agravación es la reprochab!lidad incrementada del adulto,
que no se deja detener en sus propósitos por la representación de estar empujando

_2'5 lABAIUT, I, 2 l.5, pág. 230


256
ldern
261
1 7 ETCHEBERRY, IT, pág. 43; GARRIDO, 1, 18, pág. 238.
~ NOVOA, U, 406, págs. J 03 y l 04, con detalle y efectuando algunas distinciones
100 HI Véase, al respecto, infra, 54, lll,d).
Sobre l_a prueba ele la_n:íncidcncia, con inlerés más bien procesal, véanse las expo¡iciones de lAB/\TUT. I, 26
' ETCHEBERRY, II, pág. 43. Comrn, GARRTDO, 1, 18, pág. 238, quien eslirna que sólo alcanza a los autores
220, pags. 234 y 23::,, y NOVOA, U, 409, págs. 108 y sigts
y coautores.
N LABATUT, l. 219, h), pág. 233: NOVOA U 405 pág 102 264
Iúo Supra, ce), sobre todo 4. · ' ' ' '· · ETCHEBERRY, ll, pág. 43; GARRTDO, I, 18, pág. 239.
m Supra, a), en relación con el abuso de confianza para "cometer el delito".

514 515
-------------------------------------------.:-~

DERECHO PEN,\L I PAR l"l:é GENERAi_ / Enrique Cmy J;rzúa


CAPl"J ULü IX/ LAS CIRCU"\"STANCIAS "MOD1FJCATORI,\S DE l.A Rt,SPONSABll.JDAD PE?'lAL

a una persona inmadura a la ejecución de conductas ilícitas, y exponiéndola al


peligro de corrupción consiguiente. Como la ley atribuye a ese contrarnotivo una chamiento, para la ejecución del delito, de la confianza que la víctima o- un tercero han
significación elevada, se explica que 1a circunstancia produzca unos efectos más depositado en el hechor, o que éste se ha granJeado con ese objeto. no En este sentido, la
intensos que los de las comunes. alevosía constituye un auténtico "abuso de confianza" 271 , con el que es por lo tanto
incompatible y respecto del cual prevalece, por expresa disposición de la ley, en los
En consideración a lo expuesto, soy de opinión que la agravame no debe apreciarse cuan- delitos contra las personas.
do el mayor de dieciocho años es Lm ciutor mrdiato 266 que se sirve del menor inocente como
En el obrar sobre seguro, en cambio, se encuentran más acentuados los aspectos
mero instrumento para 1a ejecución ele la conducta típica. En este caso, en efeelo, falta la
razón para exasperar la pena, porque el Joven no es incorporado a la realización del hecho materiales 272 de la conducta. Significa ocultamiento del cuerpo del hechor o de los
antijurídico, en el cual sólo inlervi.ene objetivamente medios de comisión, con el objeto de provocar la indefensión de la víctima frente al
ataque. 273 Se expresa, asimismo, en acciones dirigidas a burlar la vigilancia de terce-
Como la causal de agravación implica una característica personal -la mayor ros erigidos en guardianes del bien jurídico. 2í 4 Lo mismo que respecto de la traí-
edad- y asimismo una actitud subjetiva especial -prevalerse del menor-, no se ción, e-1 autor puede crear por sí mismo las condiciones ventajosas en que actuará o
comunica a los partícipes, en los cuales no concurren copulativamente ambos aprovechar unas preexisLentes.275
requisitos. Así, no alcanza a los concurrentes mayores de dieciséis años pero me- La cuestión más discutida en torno a esta agravante se refiere a su naturaleza.
nores de dieciocho aunque hayan perpetrado el delito prevaliéndose de otro me- Un número reducjdo de autores opina que la alevosía es de carácter eminente-
nor, y obrado con discernimiento. De la misma forma, tampoco opera respecto de mente objetivo. nli En consecuencia, para que surta efectos basta con que 1a Victima
aquellos partícipes adultos en quienes está ausente el propósilo de servirse del se encuentre en una situación de indefensión real, aunque ella ni dependa de la
menor como tal.
voluntad del autor ni sea determinante para la comisión del delito_ Con arreglo a
este criterio, entonces, el que lesiona a un niño o un anciano y el que da muerte a un
ciego obran siempre -con alevosía, puesto que las condiciones personales del sujeto
III. CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES SUBJETIVAS pasivo le otorgan una venlaJa ineludible. 277 Pero, además, cuando el atacado huye,
BASADAS EN LOS ANIMOS, TENDENCLI\S O ACTITUDES tropieza y cae· al suelo, habrá también que afirmar la agravante, a menos que el
ESPECIALES DEL SUJETO autor "se detenga en su impulso agresivo, ya en desarrollo, hasta que la victima
pueda ponerse de pie"_rni La consecuencia es absurda, como con razón lo destaca
a) Alevosía POUTOFF
A causa de estos resultados inconsistentes, la opinión dominante en el derecho
De conformidad con el Nº 1º del art. 12 del C.P, es circunstancia agravante comparado 279 , y prácticamente unánime en e1 nacional 280 , se pronuncia por el crite-
"Cometer el delito contra las personas con alevosía, entendiéndose que la hay cuan- rio subjetivo, de acuerdo con el cual es preciso que el agente actúe con el propósito de
do se obra a traición o sobre seguro". aprovechar, para la eiecución del hecho punible, la situación de indefensión en que
La alevosía, tal como aparece descrita por la ley en vigor, constituye un concepto 1a víctima se encuentra o en que la ha colocado.
más extenso que los tradiciÜnalmente empleados en las legislaciones clásicas. Com-
prende, por una parte, a la traición; pero, además, por la otra, al obrar sobre seguro, el
cual, a su vez, abarca más que el puro "acecho" (aguato, guet-apens) a que se refertan En el mismo semilla; ETCHEBERRY, lll, págs. 59 y 60; Gt\RRTDO, T, l 8. pág. 240; GARRIDO, E! homicidio
los textos legales italianos y franceses del siglo pasado. 267 y sus Jixi,i.ras prnales, Santiago, 1976, 55, págé>. 156 y 157. Un concepto algo diferente en NOVOA. U, 379,
pág. 50.
la traicíón, a la que CARRARA identifica con la alevosía en sentido esnicto 268, m Supra, II, a).
li!. ETCHEBERRY, 11. pág. 44
era conceptuada por éste como "ocultamiento moral", el cual existiría "cuando el
m En el ni.i~mo sentido, ETCTTFBFRRY, III, pág. 60; GRISOllA-POUTOFF-TIUST0$ subrayan e! aspecto
enemigo ha escondido ·su ánimo hostil, simulando amistad o disimulando su ene- relativo a '·ocultamiento del cuerpo·', 31, E, pág. 157.
mistad".269 La noción es elegante, pero imprecisa, porque no destaca suficiente- m GR1SOLIA-POTJTOFF-BUSTOS, 3L E, pág. 157. En el mismo senli<lo, GARRIDO, El homicidio, ót, 55,
págs. 157 y J 58. T.a opinión adversa ele CORlJOBA RODA y RODRTGUI'.Z MOURULLO, 1, pág. 548, se
mente los límites de la agravante. Parece, pues, preferible definirla como el aprove- funda en d texto legal diferente de la ley española.
Do GARRlDO, El homicidio, cit., pág. 157.
hó QUN1ANO RlPOT.T.FS, op. ciL, I, 38; 2, pág. 434.
270
Así, expresamente. QUINTA NO RlPOlLES, op. ciL, I, 38, 2, pág. 435.
206
lnfra, 38, l, b) en donde se destaca que existen posibilidades de una amoría rnc:diala en casos en los cuales 278
POLITOFF. en nola critica a sentencia, R.C.r., tomo XX\ill, Nº l. pág. 79. En icknllco sentido,
no ocurre así. Véase, también, infra, 38, I a) GR1SOL!A-POUTOFF-BUSTOS, 31, C, pág.155.
2 9
2e fTCI-IFBERRY. llI, pág 60; U.BATUT, I, 212. a), pág. 220; NOVOA, 11,379. pág. "50. ,- CORDOBA RODt\ y RODRIGl:EZ :'v10URCLLO, 1, pág. 549; MIR, 26 llI, l 2, pág. 612; RODRIGUEZ
16
; CARRARA, 3.1161. pág. 186. DEVESJ\, I, pág. 685. _. . . . . _
26
~ CARRARA, .-), 1161, pág. 185 En el mismo sentido, LAB!\TFL 1, 212, a), pág. 220: m, ElCHEBERRY, II. pág. 44, y 111, pág. 61; GARRIDO, l, HL pág. 241: l,ARRIDO, El homirnlw, ctl., :i6,
GR!SOllA-POLlTOFF-BLSTOS, 31, l'"', pág. 157 págs. 161 y 162; GRISOUA-POUTOFF-BUSTOS, 31, C, pág. 156: U\BAfUT, L 212.. a), pág. 220: NOVOA,
ll, 379, pág. 52; POL!TOI'f'-ORTTZ y Colaboradores, I, págs. 190 y 191.

516
517
DE.RE.CIJO Pf'NAL / PARTE GENERAL/ Enriqu,· Cury Urzúa CAPÍTULO !X/ LAS ClRCUN'.>TANC!AS MODlf!CATORlAS DE LA RESPONSABILIDAD PENA!

En rigor, casi todos los autores que se pronuncian en este sentido hablan más bien de el honor (arts. 412 y sigts) y ni siquiera es aplicable -como debe apreciarse en la Parte
una concepción mixta porque exigen tanLo que el sujeto se halle "objelivamente" en una
Especial- a cualquier ataque en contra de la vida y la integtidad corporal. 288 Por otro
posición de indefensión incrementada como que el autor se valga de ella para consumar el
delilo. El empleo de esta nomenclatura, sin embargo, me parece inútil, pues nadie pretende- lado, a lo largo de la ley penal existen figuras punibles de carácter complejo, en las
rá agravar la responsabilidad del autor únicamente porque abriga un ánimo aleve que no se que la "abrazadera típica" ha enlazado infracciones dirigidas contra otros bienes
expresa en la creación o aprovechamiento de un estado de indefensión real de la víctima. 281 juridicos a auténticas lesiones contra las personas (vida e integridad corporal). Así
Las tentativas de agravante son algo sin sentí.do; sólo puede existir una Lentativa de delito
agravada, y para eso es necesario que se den todos los presupuestos de la circunstancia sucede, por ejemplo, en los arts. 140, inc. segundo, 141, inc. tercero, 142 Nº 1,
correspondienle. 282 Por consiguiente, una concepción de la alevosía es subjetiva si exige letra b), 372 bis y 433 Nº l del C.P., por no citar sino algunos. La cuestión de si la
también -y no "sólo"- el propósito de aprovechar las seguridades que ofrece la situación. alevosía agrava también la pena en esos casos sólo ha sido resuelta expresamente y
en sentido afirmaLivo para los atentados violentos contra la propiedad (art 456 bis,
Con arreglo a lo expuesto, cuando el estado de indefensión de la víctima preexiste,
inc. segundo del C.P). No obsLante, la opinión dominante estima que es aplicable a
podrá apreciarse alevosía si esa condición fue decisiva para la ejecución del delito
todos ellos. 289 Este es, en efecto, el criterio correcto; pero ha de tenerse presenLe que
por el autor. 283 Por el contrario, si es patente que el agente habria actuado aunque el
para que así ocurra se requiere que la alevosía esté vinculada a la ejecución del
sujeto pasivo hubiera contado con la posibilidad de oponerle resistencia efectiva, la
ataque conLra la vída o la integridad corporal de la víctima.
agravante debe ser descartada.
Considerando su naturaleza, no es necesario que la alevosía se presente
Cuando se trata del caso de víctimas que no ofrecen alternativas, Lales como niños, ciegos, contemporáneamente con el p1incipio de eiecución del acto punible. Es posible,
ancianos, inválidos o personas muy e~fermas, la mayor parte de la doctrina adicta a la posi- efectivamente, que aparezca cuando éste ya se encuentra en curso de realización. 290
ción subjetiva o mixta Liende a negar la alevosfa, 2 K4 porque estima que se opone a su aprecia- Así, por ejemplo, si después de que su primera embesLida es rechazada, el agresor
ción el art. 63 del C.P, ya que es de tal modo inherente al delito, que sin la concurrencia de
ella éste no puede cometerse. De todas maneras, aceptan que también en esos casos concu- simula un gesto de reconciliación que la victima acepta y del cual el autor se sirve
rre si el hechor actúa para sustraerse a 1a defensa que terceros pudieran ofrecer al afectado, para herirla con más facilidad.
cuma cuando aleja a la criada que cuida a la criatura, al enfermero que asiste al impedido o Es corriente, en la práctica, que la agravante analizada concurra con la premedi-
al lazarillo que aco1}l.pafia al ciego; 235 asimismo, cuando obra a fin de debilitar aún más la
capacidad defensiva de la víctima, como si se da muerte al pequeño ofreciéndole un carame-
tación.291 Esto, sin embargo, puede no suceder y de hecho no ocurre en muchos
lo envenenado. 28 1, A eslas situaciones debe agregarse, en mi opinión, aquella en que e1 autor casos, pues es imaginable la adopción súbita de una actitud alevosa. Las dos
elige deliberadamente, de entre varias víctimas posibles, a la que se encuentra inerme; como agravantes, son, por consiguiente, autónomas y compatibles entre sí. 292
cuando, deseoso de hered,u a uno cualquiera de sus Líos, escoge al que padece de parálisis
Por lo que toca a su fundamento, la alevosía es una agravante de carácter mix-
porque le es más fácil ultimarlo, o si, para vengarse de un enemigo, a cuya fortaleza física
teme, ataca y lesiona, en cambio, a su hijo pequeño o a su mujer enferma. to. 293 Implica, por una parte, un incremento de la antijuridicidad, a causa de la posi-
ción desvalida en que se sitúa o encuentra al bien juridico de protección; por la
, En atención a las particularidades de esle componenLe subjetivo que la inLegra, otra, un reproche de culpabilidad acenLuado, a causa de la mayor perversidad mo-
la causal de agravación sólo es concebible en hechos punibles ejecutados con dolo ral, "que es también mayor libertad expresada en la energía para vencer la propia
directo; pues no puede imaginarse un propósilo de aprovechar la situación venlajo- ínhibición". 294
sa en que se encuentra para obtener el resultado en quien no busca la producción En atención al requisito subjetivo que forma parte de ella, la causal de agrava-
ele éste, limitándose a aceptarla si sobreviene eventualmente. 287 ción no se comunica a los participes en los cuales aquél no concurre.
La alevosía surte efectos nada más que en los delítos contra las per_<;onas. En princi-
pio se entiende por Lales aquellos a que se refiere el Título VIII del Libro II del C.P,
arts. 390 y sigts. Sin embargo, no es efectivo que la agravante opere respeclo de todos
ellos, pues desde luego, su concurrencia carece de relevancia en los atentados contra ' 8~ CORDOfü\ RODA y RODRTGUEZ MOURULLO, l, pág. 553; LABATUT, !, 212, a), pág. 221.
2' 9 CORDOBA RODA y RODRIGUI!Z MOURULLO, I, pág. _554; GARRIDO, I, 18, pág. 239; LABATUT, l,
212, a), págs. 220 y 221; NOVOA, ll, 380, pág. 54.
isu CORDOfü\. RODA y RODRIGUEZ ::'vlOLRULLO, 1, pág. 555
191
2 1
" Incluso PACHECO, F.! CrJdigo Penal concordado y comentado, cit., pág. 218, al que é>e cita ocasionalmente Infra, e)
2 ') 2 ETCHEBERRY, m, pág. 61; lABATUT, J, 212, a), pág. 221, con _iurisprndencia; NOVO A, II, 379, pág. 51
como exponente de un extremo subjetivismo, presupone claramente la situación de indefensión efecliva
m ETCI-JEGERRY, ll, pág. 43 y III, pág. 61; GARRIDO, 1, 18, pág. 241 y El homicidio,. cit., 56, pág. 161;
E_so es no_wrio en las siguientes frases: "El alevoso es semejante al reptiL que llega callado, arrastrándose,
GRISOLIA-POlllOff-BUSTOS, JI, E, págs. 1.56 y 157; RODRTGUEZ DEVESA, I, pág. 685. lmplícita-
sm anunnar su ira, sm dar lugor para la dtjcnsa. Por lo mismo, que /e falta a él el pdigro, por lo mismo es más
abyecto y más odioso" (Los subrayados son míos). rneme acoge también este punto de vista NOVOA, II, 379, pág. 50. Por el contrario, acentúa el aumento
282
Infra, 35. de reprochabilidad QUINTAN O RlPOLLES, op. cit., I, 38, 2, pág. 435; ETCHEBERRY, que en 11, pág. 36,
2b"l l.ABATUI, I, 212, a), 220.
se pronuncia por la fundamentación mixta, enfatiza, sin embargo, el incrememo de la reprochabilidad en
ld
4
GRlSOLJA-POLITOFF-BUSTOS, 31, E. págs. 158 y 159. Con reserva, GARRIDO. t".! homiddio, ciL., 55, lII, pág. 42. T.a po'.>ición de CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 557, que la conside-
ran desprovista de justificación suficiente, se encuemra apoyada en un texto legal diferenLe. No es clara la
pág. 158.
28 posición de POLITOrr-MATUS-RAM!REZ, 18, 3, b. l. pág. 510, quienes, en todo caso, le atribuyen un
·' GRISOUA-POLITOFF-BUSTOS, 31, E, págs. 158 y 159; GARRlDO, El homicidio, cit., 55, pág. 158.
8
¿ r' GR1SOL1A-POLIT0fF-BUST0S, 31, E, pág. 159.
'·carácter marc1damente subjetivo·' '
294
)
87
LABATUT, 1, 212, a), 220; QUINTA NO RIPOLLES, op. ciL., !, 382, pág. 435. GRISOLIA-POUTOFF-BUSTOS, 31, E, pág. 157.

518 519
DERECHO PENAi./ PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPiTCLO lX / LAS CJRCUNSTAl\C!AS lvlüD!FlCATOllJAS lJE LA REST'ONSABIUDAD PENAL

Por último, debe tenerse presente que respeclo del homicidio la alevosía se com- paración. La promesa, por fin, no es sino el ofrecimiento de otorgar posteriormente
porta como calificante, integrando una figura suí generis a la que se aLribuye un el precio o la recompensa. 305
marco punitivo diferenciado y no una pena simplemente agravada. En la práctica, El problema principal que plantea la agravante se refiere a la extensión de sus
ésta es su función más frecuente y relevante. efectos. 306
Para la opinión que es mayoritaria entre nosotros, los efectos del art. 12, Nº 2°
b) Precio 1 r~compensa o promesa del CP, alcanzan tanto al autor material del hecho como a quien lo ha inducido a
ejecutarlo. 107 Arguye, por una parte, que el empleo del adverbio "mediante" implica
Con arreglo al art. 12, Nº 2º del C.P., es circunstancia agravante cometer el una alusión a la conducta de ambos concurrentes, y, por la otra, que el disvalor
delito "mediante precio, recompensa o promesa". delictivo de quien obra por codicia es semejante al de quien incurre en la cobardía
En primer lugar, es evidente que esta causal de agravación presupone la inter- de pagar a otro para que ejecute el hecho punible en su lugar. "Tanto el mandante
vención de por lo menos dos personas en el delito 295 , una de las cuales se compor- como el mandatario realizan el tipo de injusto". 3º8
tará como inductor y la otra como autor material. Asimismo, la opinión dominante Estos argumentos no son, sin embargo, convincentes.
en la literatura exige la celebración de un acuerdo o pacto previo relativo a la recom- En primer lugar, se ha hecho ver, con razón, que la voz "mediante" puede signi-
pensa295 -aunque no su recepción por el instigador-. 297 No basta, por consiguiente, ficar tanto "por medio de" como "en atención a" o "en razón de". 309 No hay, en
con que el autor abrigue la esperanza de ser recompensado porque sabe que el realidad, motivo alguno para suponer que el legislador haya querido emplearlo aquí
hecho puede ser agradable o provechoso para un tercero. 2Y8 Por otra parte, no es en el primero de tales sentidos. Tanto más cuanto que ello implicaría excluir de la
indispensable que la expectativa del lucro sea el único motivo que determina al agravación al autor material, pues quien en realidad delinque "por medio" del pre-
instigado, pero debe constituir por lo menos uno de los que concurren a decidir- cio, recompensa o promesa pareciera ser únicamente el inductor. En rigor, para
lo.299 A causa de lo último, la agravante no debe apreciarse si el autor estaba resuel- lograr que la agravante surta efectos respecto de ambos concurrentes, es preciso
to ya a delinquir cuando se le ofrece el premio o remuneración. 300 atribuir al adverbio 11 mediante 11 sus dos sentidos posibles a un mismo tiempo, lo
Por precio debe' entenderse el valor pecuniario en que se estima una cosa o servi- cual es evidentemente inadmisible. 310
cio.301 Recompensa, en cambio, según la opinión dominante en la doctrina nacional, Por otra parte, la afirmación de que en estos casos el inductor obra siempre por
es cualquier otro premio distinto del pecuniario, 302 En la literatura española, por el cobardía es, cuando menos, antojadiza. En efecto, bien puede ocumr que lo haga,
contrario, se exige también que la "recompensa" sea susceptible de una apreciación por ejemplo, a causa de que se encuentra en la imposibilidad física de ejecutar
económica. 303 Este último criterio me parece.más correcto, sobre todo porque el personalmente el delito, como si se tratara de un paralítico que quiere vengarse de
disvalor incremenLado que implica la conducta de quien delinque por motivos lu- quien lo dejó en ese estado o del que mancilló el honor de su hija. En tales situacio-
c_rativos no se aprecia con igual intensidad en el que lo hace por consideraciones de nes carece de fundamento el juicio de reprobación incrementada que se pre~ende
otra naturaleza. 304 En efecto, ¿cómo podria sostenerse que es igualmente reprocha- hacer recaer sobre él.
ble el que mata a otro a cambio de una suma de dinero, que quien lo hace, por Por último, aun en los supuestos en que efectivamente quien otorga el premio o
ejemplo, a causa de que la instigadora le ha ofrecido contraer matrimonio con él o hace la promesa se comporta así por falta de valor, parece exagerado parificar la
porque alguien le ha prometido promocionar y obtener el reconocimiento de sus reprochabilidad de su conducta a la de quien delinque sólo por afán de lucro. Ser cobar-
creaciones arlísticas? Creo, en verdad, que las situaciones descritas no admiten com- de es una debilidad, pero difícilmente una falta de moralidad comparable a la codicia
311
desenfrenada del que no se detiene siquiera ante el delito en su deseo de medrar.
295
LABATUT, I, 212, b), pág. 222; GARRIDO, T, 18, pág. 218.
2 0
" ETCHEBERRY ll, pág. 35; GARRIDO, I, 18, pág. 218 y f/ homicídirJ, cil., 65 . pág.172; GRTSOLTA- "'' CORDOBARODAy ROORIGUEZ MOURULLO, I, pág. 557; ETCHEBERRY, II, pág. 35; LABATUT, 1,212;
POUTOFr-BUSTOS, 22, C, pág. 164; LABATUT, I, 212, h), pág. 222; NOVOA, TI,.381, pág. 54. Contra, b), pág. 222; NOVOA, II, 381, pág. 54. _ , _ . .
CORD_OBA RODA y RODRIGUEZ iVIOURULLO, I, pág. 5.59 3Uó En el trat;imiento de este problema, el texto prescmde de las cuesuones planteadas por la d1f~r~nte redac-
297
NOVOA, TI, 381, pág. 54 ción que ha empleado la ley al desnibir la agravanle del art. 12, Nª 2º y la calificante del hom1od.10 en el art.
298
ETCHEBERRY, H, pág. 35. 391 Nº lº cirnmstancia segunda. Esta última e.s una cuestión de la Parte Especial que aqm puede ser
199
QUINTANO RIPOLLES, op. cit.,I, 39, 2, A, pág. 451: "la agraYcmle ha ele preceder y servir de estímulo a pert~rbado~ abordar. De lodas maneras, la interpre_tación que acepto para el arL 12, Nº 2" de~ C.P te_ndría
la conducra criminal". también que acogerse para el 39 l, Nº l º, circunstancia segund;i, e~ el cual aparee~ incluso aun mas enfat1wda.
_' ° CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, l, pág. 559. Jo1 ETCHEBERRY, 11, pág. 35; GARR!DÜ, !, 18, pág. 219 y E! hom1ndw, cit., 68, pags. ~ 75 y s1gts, GR1SOLIA-
0

301
Así, con una ligera variante., CORDOBA RODA y RODRTGUEZ MOL'RULLO, J, pág. 557. En el mismo P0UTOFF-BUST0S, 32, e, pág. 163. En la literatura espaüob este punto de y1sta es compartido por
Jo sentido, ETCHEBERRY, TI, pág . .35; LABATIJT, !, 212, b), pág. 222; NOVOA, 11, .384, pág. 54. QU!NTANO RJPOLLES, op. cit., I, 39, 2, A, pág. 449. _ ..
HCJIEB_~RRY, n, pág. 29; GARRIDO. I, 18, pág. 218; GRISOUA-POL!TOFf-BUSTOS, 32, e, pág. 164; JOB GRISOL1A-POUTOPf-BUST0S, 32, e, pág. 163. la observación de. estos a11tores se refiere a la cahficame
2

LABATUl, I, 212, b), pág. 222; NOVOA, II, 381, pág. 54. del art. 39. Nº lº, circunstancia segunda del C.P.
'º 1 COROOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, l, pág. 558; QUTNTANO RlPOllf'.S, op. cit, I, 39. 2,A, 3 o9 CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, págs. 561 y 562; NOVOA, Il, 381. págs. 55 Y 56.
pág. 452. Así también POUTOFF-J:vL'\TUS-RAlv!JREZ, 18, 3, b.2, pág. 51 O. 310 CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, T, págs. 561 Y 562.
w~ En el mismo sentido, CORDOBA RODA y RODRJGUEZ MOURULLO, I, pág. 5.58. 311 Ídem.

520 521
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cmy l'rzúa
CAPITULO LX/ LAS C!RCUNSTANClAS lvlODTFJCATORlAS DE LA RESPONSAHIUDAD Pl'.NAL

Atendiendo a todas estas razones, la agravante sólo debe exasperar la pena del cedentes sobre las razones de esta agrupación que, como se verá, m provoca algunos resulta-
autor mate1ial. 3u dos defecluosos.
De todo lo que se ha expuesto resulta manifiesto que el fundamento de la agrava-
Aunque la premeditación es una agravante que se encuentra en legislaciones
ción radica en un aumento de la reprochabilidad determinado por la bajeza del mó-
313
vil. E] autor está dispuesto a vulnerar la norma por obtener una ganancia, lo cual muy antiguas, su concepto, naturaleza y fundamentos permanecen hasta el presen-
demuestra que su libertad se encuentra intensamente comprometida en la infracción. te sometidos a una discusión confusa, y difícilmente podría afirmarse que exista
algún principio de compromiso en torno a ellos. En líneas generales, suele sostener-
En la literatura nacional suele asociarse a este incremento de la culpabilidad un aumento se que a este respecto pueden distinguirse tres criterios: el cronológico, el psicológico
de la antijurid1c1da<l basado en puntos de vista relativos a la mayor indefensión de la víctima o del ánimo y quienes propugnan la eliminación de la agravante o negativo. 319 Pero si
frente al ataque mercenario 314 o a consideraciones criminológicas sobre vulnerabilidad so-
ciaL315 Por consiguiente, se atribuye a la agravante una fundamentación mixta, objetivo- bien esta clasificación puede aceptarse en principio con el objeto de ordenar la
subJeliva. Tales puntos de vista, sin embargo, me parecen improbables. Aunque es ;erdad exposición, no debe perderse de vista que bajo cada uno ele esos rótulos se presen-
que a veces pueden darse esas circunstancias de mayor indefensión o vulnerabilidad no tan opiniones a veces muy dispares.
siempre ocurrirá de esa manera. La práctica demueslra, incluso, que muchas veces el me~ce-
nano retrocede con más facilidad ante la perspectiva de consumar de lo que lo habría hecho Con arreglo a los criterios cronológicos, la premeditación se caracteriza por el
el inductor en su caso transcurso de un cierto lapso entre el momento en que el autor adopta la resolución
de cometer el delito y aquel en que lo ejecula. Lo propio de la agravante consiste,
En atención al componente subjetivo que la integra, la agravante no se comuni- pues, en la persistencia de la voluntad criminal, no obstante que el autor dispone de
ca a los partícipes en quienes aquél no concurre.-' 16
tiempo para volver sobre sus pasos, renunciando a la perpetración del hecho punible.
A este respecto, ETCHEBERRY sostiene un criterio que permanece más bien solitario en En la doctrina y legislación del pasado se intentó establecer plazos para la apreciación de
nuestra doctrina, con arreglo al cual la causal de agravación del arl. ] 2, N" 2" -no así la la premeditación. 320 NaLuralmente todos ellos resultaban arbitrarios y eslo contribuyó al
calificante segunda del art. 391, N" 1" del C.P.- tiene carácter objelivo. 317 Ese pumo de vista desprestigio de la concepción cronológica. Sin embargo, es posible que las críticas hayan
s1gni_[ic~ despojar casi por completo a la agravante de una suslentación satisfactoria y, por sido algo infundadas y no lleguen al fondo del problema. En efecto, todo sugiere que cuando
cons1gu1:nte, me parece equivocado. Además, conduce a resultados inconvenienles. Impli- los defensores de criterios cronológicos fijaban esos términos ciertamente caprichosos, no lo
ca, por ejemplo, que también debe exasperarse la pena de aquellos concurrentes a los cuales hacían con el propósito de radicar en ellos la esencia de la agravante. Perseguían, más bien,
es ajeno el acuerdo existenle entre el inductor y uno cualquiera de los autores materiales, el propósito procesal de establecer una presunción de premeditación, la cual, por consi-
por el solo hecho de conocer su existencia y aunque sus propios motivos para intenrenir en guiente, consisliria en algo diferente o, por lo menos, en algo más que el simple transcurso
el acto sean, incluso, atenuatorios. Tal cosa es inaceptable.
del plazo predeterminado. Hoy, por supuesto, el sislema de la presunción no sólo debe
desestimarse por completo sino que, como se verá, la ley en vigor prohíbe expresamente
Finalmente, debe tenerse presente que respecto al delito de homicidio la agra- valerse de él. Pero de esto no debe deducirse sin más el colapso de1 criterio cronológico en la
vante examinada cumple funciones ca1ificantes, de conformidad con lo dispuesto concepci.ón de la causal de agravación, la cual, pese a todo, en mi opinión se encuentra
e1igida fundamenLalmenLe sobre él.
por el art. 391, Nº 1°, circunstancia segunda del CP Aunque la redacción de ambos
preceptos es distinta, los criterios que aquí se han defendido para la interpretación De conformidad con el punto de vista psicológico, en cambio, fo c~racterístico
del art. 12, Nº 2, reducen considerablemente la importancia de dicha diferencia. de la premeditación es la actitud anímica que observa el sujeto desde que resuelve
la ejecución del delito hasta que la lleva a cabo. Obra premeditadamente quien
e) Premeditación LOma la decisión de delinquir con "frialdad de ánimo", 321 esto es, sin dar cabida a
vacilaciones. 322
De conformidad con la primera parte del Nº 5° del art. 12 del CF' en los delitos Creo que esta concepción desnaturaliza la noción de la agravante, pues
contra las personas es circunsLancia agravante "obrar con premeditación conocida''. pre-meditar es "meditar" (o "reflexionar") "anLes"; y no hacerlo en forma fría o con
. ~a ley ha reunido en este número del an. 12 dos causales de agravación que no sólo disposición tranquila. Sin duda, el criterio psicológico puede servir de base a una
d1freren en su forma smo también respecto a su naturaleza y fundamentos. No existen ante- causal de agravación meior fundada que la premeditación e, incluso, es posible que
constituya una anticipación de la relativa a los "móviles bajos o abyectos", la cual,
:~: Í~em.; NOVOA, II, 381, págs. 55 y 56; RODRIGlIEZ DEVESA, 1, pág. 701.
en el presenLe, disfruta de considerable aceptación doctrinaria y legislativa; pero no
c:=mo~BA RODA y RO_DRI.GUEZ MOURULLO, 1, pág. 562; QUINTAN O RlPOLLES, op. cil., 1, 39, 2, A,
pag. 449. Al pare~er, se mclmaba tamb~én _en este sentido GARRIDO, El homicidio, cit, 69, pág. 177, pero corresponde al concepto empleado por la ley Por otra parte, está sometida también
ahor~, en l, 18, pag. 219, asume un cnteno marcadamente objetivo. Contra ETCHEBERRY. 11, pág. 35.
_)!4 NOVOA, TI, 381, pág. 55

m GRlSOLlA-POUTOFF-BUSTOS, 32,A, pág. 160


310
lnfra, I\'. e).
11
ó Gi\RRTDO, El homicidio, cil. 69, pág. 177: GR1SOLlA-POUT0fF-EUSTOS 32 C pág 163· QUINT!\"t\'O
Jl,lGlUSOLIA-POUTOFF-BUSTOS, 35, A, pág. 173
R!POLT.ES, op. cit., l, 39, 2, A, pág. 449. Es necesario no confundir el problen'ia r;latiYo a Ía co~rnnicabilidad vo Sobre ello, con algún detalle y crílica, CARRARA, lll, 1125, págs. 119 y siguientes.
2
' · C/\RRARA,lll,1124,pág.117.
_ de la circunstancia con el referente a si su ·'tipo" alcanza tanto al inductor como al actor mate1ial.
Ji, ETCHEBERRY, ll, pág. 35 .m Este punto de visla es defendido parcialmente entre nosotros por ETCHEBERRY, lll, pág. 59, quien, sin
embargo, agrega además un requisito cronológico.

522
523
DERECHO PL'\1 AL / PARTE GEC'<'ERi\l. / Enrique Cury Urzua
CAPiTLLO IX/ LAS ClRCUNSTAi\ClA~ ~,JOD!HCAlOIUAS DE LA RESPONSABILIDAD PE:\"AL

a reparos de otra índole, pues no sin razón se ha dicho que la frialdad en la resolu-
ción depende hasta cierto punto del carácter del hechor y, consiguientemente, esta opinión conecta, sin embargo, expresa sólo la voluntad legislativa de subrayar que
forma de concebir la agravante introduce en ella elementos propios del derecho no puede presumírsela por el hech? de que haya t~ansc_~rri~~ un cier~? lapso entre
penal de autor. eJ momento de la ideación del delito y el de su eJecuc1on. Es preciso que en el
Por lo que se refiere a los puntos de ,~sta negativos, que abogan por excluir la proceso se encuentren acreditados ac~os del reo en ~os cuales ~p_a_re~~\~n d_e 1:1am-
premeditación del catálogo de agravantes a causa de su irracionalidad, tienen segu- fiesto la reflexión preliminar y la efectiva permanencia de la decis10n. As1m1smo,
ramente razón, pero no constituyen un criterio interpretativo de la ley vigente, sino desde un punto de vista procesa}, enfatiza que la circunstancia integra_ el hecho
una aspiración politicocriminaL punible ("cuerpo del delito"), y, por tanto, no puede dársela por establecida con la
323 pura confes10n.. de1suJe. t o. 311 -312 .
A mi juicio, la premeditación requiere, en primer término, una reflexión pre-
via aun a la adopción de la resolución, en el curso de la cual el sujeto pondera las Al concebirla de esta manera, el ámbito de aplicación de la agravante se restrm-
ventajas o inconvenientes que el delito presenta. Esta cavilación preliminar a la ge considerablemente. Esto, sin embargo, es deseable, porque la fundamentación
decisión es lo más propio del pre-medilar en sentido estricto, pues una reflexión de sus efectos es, al menos, precaria. 331 Hay autores, por ello, que abogan por su
relativa a la resolución ya Lomada constituye una contradicción y supone que, en eliminación, 334 y la mayor parte de la literatura está de acuerdo en que sería prefe-
verdad, aquélla está siendo puesta en duda y re-tomada con cada nueva conclusión rible suslltuirla por una consideración a los móviles reprobables del agente. 335 La
afirmativa de la meditación. 324 verdad es que, en algunos casos, su concurrencia puede dar lugar a una
En segundo término, la premeditación exige la persistencia firme de una resolu- reprochabilidad incrementada, porque tanto la reflexión pre~a como el hecho de
ción ya adoptada y sobre la cual no se reflexiona porque al respecto no existen que el sujeto persista en la resolución, no obstante los contrar:1onvos opuestos por
vacilaciones. Por último, un espacio de tiempo indeterminado, pero que, en Lodo el ordenamiento jurídico, parecieran revelar que el hecho pumble es el resultado de
caso, sea suficiente para realizar la reflexión previa y poner además de manifiesto una decisión en la cual su libertad se ha comprometido con singular intensidad. 336
que la decisión tomada ya no es afectada por los contramotivos que puedan Sin embargo, esto no ocurre siempre e, incluso, cuando es así, no implica necesaria-
oponérsele. Así pues, no es posible aquí fijar plazo alguno, y la decisión sobre si ha mente un aumento de reprobabilidad que justifique la exasperación de la pena. Por
transcurrido el necesario sólo puede adoptarse considerando cada situación con- consiguiente, de !egeferenda sería oportuno excluirla del catálogo de agravantes y
creta en sus particularidades. reemplazarla por la relativa a los móviles.
Para la premeditación no se requiere el ánimo frío y tranquilo con el cual no En Lodo caso, debe descartarse el intento de justifica, la agravación afi_rmando q~e s_e
debe confundirse la persistencia del propósito, pues éste es compatible con la in- funda en la mayor peligrnsidad del autor. 337 Por una parte, como. ya se ha dicho, es,to s1gm-
tranquilidad. Tampoco una planificación o disposición de los medios de comisión. 325 Iica inLroducir en el derecho penal de culpabilidad referenoas mdeseables al caracter del
Sltjeto. Pero, además, se trata de un supueslo some_üdo a m~chos reparos, _rues con toda
Esto último es más bien propio de la alevosía y, aunque excepcionalmente podría razón puede sostenerse que es socialmente más pehgroso qmen comete delitos de manera
concebirse un proyecto de delinquir "lealmente", no es una exigencia que pueda súbita, violenta a irreflexiva, que el qu.e antes de hacerlo cavila largamente sobre el 1:unto.
deducirse del concepto de premeditar. Asimismo, es ajena a esta agravante la natu- Como prueba <le ello se han exhibido incluso estadísticas con arreglo a las cu_-ale~ :1 nume:o
raleza de los móviles que impulsan al agente. 326 de homicidios sólo tentados es mayor entre los que se cometen con prer:ried_nac~on _que sm
eUa lo cual demostraría la escasa peligrosidad de sus autores y la relaL1va mef1cacia de la
La premeditación debe ser conocida. Este requisito es un Lanto enigmálico 327 y se agr;vante para asegurar la indefensión de la víctima. .
ha prestado a interpretaciones confusas. Para algunos autores se trata simplemente Igualmente, me parece inexacto sostener que_la agrav~nt~ ~onlleva un aumento ~el mjus-
de reiterar -inútilmente, por cierto- la exigencia de que se haya manifestado en to a causa de un mayor desvalimiento del su3eto pasivo;· 3 pues, como se ha Vlsto, esto
hechos externos susceptibles de ser acreditados en el proceso. 328 Con arreglo a la
129 ETCHEBERRY, II, pág 29, y IJT,.pág. 50; GARRJDO, l, 18, pág. 204 y E! homicidio, cit., 50, pág. 153;
GRISOLIA-POUTOFF-BUSTOS, 35, E, pág. 179 .
.JJo CORDOBA RODA y RODRIGUEZ 110URULLO, I, págs. 599 y 600. . . .
m En lo que sigue, la opinión del texto es muy semejante a la desenvuelta por CORDOBA RODA yRODRIGUEZ rn GR1SOL1A-POL1TOFF-BUSTOS, 35, E, pág. 179. En el mismo senudo, NOVOA. 11, 384, pag. 64,
MOURULLO, 1, págs. 590 y sigts.
324 POUTOFF-ORTIZ y colaboradores, l, pág. 196. , · . ¡
CORDOBA RODA Y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, págs. 595 y 596, con detalle. Tampoco puede soste- m La elaboración de un plan detallado por el autor, que, como se ha. expresado en el texto, no :nte~: fa
nerse que la reflexión ulterior a la decisión es la que se refiere a la forma de comeLer el delito o planifica~ concepto de la premeditación, puede, en camb10, cobrar 1mpo_rtanc1a en.relación con este reqmsl~~ en la
ción, porque entonces, como se verá más adelante, la agrávanle de premeditación y su fundamento tende- agravante. En algunas ocasiones, en efecto, será posible deducir de esa c1rcunstanna la persistenc
rían a confundirse con la alevosía. Entiende la premeditación e2;:presameme como reflexión ulterior a la resolución
decisión. NOVOA, II, 384, pág. 59. En el mismo senlido, implícitamente, ETCHEBERRY, III, pág. 59 y rn En el rnis~o sentido CORDOBA RODA y RODRIGUE. Z MOURULLO, l, pág. 602. , ,· t
125
GARRIDO, I, 18, pág. 203 y El homicidio, ciL., 45, pág. 147 Jo4 QUINTANO R!POLLES, o_p. cit., 39, l, pág. 4 46 · Yª P1: ''CHECO
_ h b'ia e_x
se.ª "P~"'cado
"J en el mismo
'e sen á , 1c24. o.
CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO_ I, págs. 592 y sigls.; GARRIDO, I, 18, pág. 203 y El n, ETCHEBERRY, ll, pág. 29; GRIS0LlA-P0LlIOFF-BUS10S, 35, A, pa~. 175, LABATUT2 1, 7_ll, .), P g 2 l
homicidio, cit., 45. pág.148; NOVOA, 11,384, pág. 62. 116 CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, pág. 602..; q1:11NTANO RIPOLLES, op. cit., 1, 39 • ,
320
Aluden, por el conlrario, al móvil abyecto, GRISOLIA-POLITOFF-BUSTOS, 35. A, pág 178. Como en el pág. 445, quien, con todo, eslima que esto se apoya ~n una hccion. . edición Barce-
texto, GARRIDO, l, 18, pág. 203. JJ7 Así CUELLO CALON, Derecho Penal conforme a) Código Penal, texto refundtdo, de 1940LLO 90 .'
'
'
27
28
"Extraii.o aditamento" lo denomina QUINTANO RlPOl.LES, op. cit., I, 39, I, pág. 447.
L'\BATUT, I, 212, e), pág. 324; NOVOA, 11,384, pág. 64. m
lon~, 1948, 1, pág. 492. Como en el texto, CORDOBA RODA y RODR_I_GUEZ MOUR
E , t tid GRlSOLLil,.-POLlTOPF-BüSTOS, 35,A, pág. 178. Tamb1en NOYOA, lI, 384, P _g ... '
1
'á' P:f602
alud~
nesesen o,~, d J'- ·nherentealapremeditac10n.
a la mayor indefensión de la vicr.ima, pero hace reserva e que e rn no es 1

524
525
DERl:CHO I'ENAL / PAlUE GENERAL/ Enriqur Cury L.:rzúa
CAPÍTULO lX / LAS C!RCUNSTA?\ICIAS MODIFICATORIAS Df'. LA RESPONSABILIDAD PENAL

úllimo es algo que no se encuentra probado, y lampoco aparece incluido entre los requisitos Se ha discutido a veces la compatibilidad de inducción y premeditación. En principio, sin
de la premedilación el que se obre con el propósito de asegurarse ventajas de esa clase. embargo, ésta puede afirmarse siempre que el acto de inducción haya sido precedido de
deliberación y determinación permanente en los témrinos que se han desarrollado prece-
De conformidad con lo dispuesto por el texto legal, la premeditación sólo agrava dentemente. Por el conlrario, no puede apreciarse premeditación alguna por el sólo hecho
la pena de los delitos que atentan contra las personas. El concepto debe entenderse de que entre el momento de la inducción y el de la ejecución material de! _delito transcurra
un cierto lapso, 350 pues esta circunstancia es consustancial a la reahzac10n de los hechos
en el mismo sentido que se le atribuyó al tratar de la alevosía. 339 La problemática punibles en los cuales interviene esa forma de participación.
también es semejante. Además, la premeditación, como 1a alevosía, califican el ho- Finalmenle, también suele cuestionarse la compatibilidad de la agravante con las atenuantes
micidio con arreglo al art. 391 Nº 1º, circunstancia quinta del CP emocionales del art. 11, Nos. 3º, 4º y 5°. 351 En principio debe ser aflrmada, aunque en la
práctica generalmente obslarán a la configuración de las dos primeras causales de_ atenuación
Como aquí se trata de una agravante cuyas características subjetivas son mani- referidas las exigencias de "inmediatez" y "proximidad" que respectivamente contienen. 352
fiestas la opinión unánime estima que no se comunica a los partícipes en quienes
340
aquéllas no concurren. Asimismo, la peculiaridad de esos requisitos subjetivos
d) Abuso de superioridad
sólo permite concebirla en delitos cometidos con dolo directo, pues resulta inconci-
liable con la estructura del eventual. 341
Según el art. 12. Nº 6° del CP, es circunstancia agravante "abusar el delincuente
Unos problemas especfales suscitan a esle respeclo los casos de error en la persona del de la superioridad de su sexo, de sus fuerzas o de las armas, en términos que el
SUJeto pas1Vo y los de aberratio ictus. De acuerdo con el criterio que se ha sostenido aquí, 342 ofendido no pudiera defenderse con probabilidades de repeler la ofensa".
l?s _p~imeros serán irrelevantes ~ambién para la premedilación, cuyo efecto agravatorio per- Esta causal de agravación no fue tomada por la Comisión Redactora del Código
s1s_t1ra, en los segundos, por el comrano, se dará una Lentalrva premed1tada del delito que el
SUJeto deseaba perpetrar en concurso con el delito sólo culposo que en realidad consumó. 343 Penal español, sino que empleó como modelo la consagrada en el art. 16 del brasi-
lefio. Por tal motivo presenta diferencias con la que posteriormente se introdujo en
La premeditación también plantea dificultades cuando el autor ha condicionado el art. 10, Nº 8º, del ordenamiento punitivo peninsular, 3 '5 3 y ahora se contempla en
la ejecución del hecho punible. En la literatura nacional las opiniones se encuentran el art. 22 Nº 2 de dicho texto legal. 154
muy divididas al respecto. Algunos autores niegan toda importancia a la interposi- Como ya se ha expresado en relación con otras agravantes; 355 abusar significa
344
ción de la condición. Ülros se inclinan a apreciar o desestimar la agravante en "servirse" o "valerse". Implica, pues, una disposición subjetiva especial, por lo cual
tales situaciones según las características del caso concreto. 345 Los hay, por fin, que para que la norma surta su efecto agravatorio no basta con apreciar objetivamente la
adhieren al criterio de CARRARA, 146 con arreglo al cual la premeditación subsiste diferencia de sexos o el empleo de un arma: es necesario que el sujeto contemple
cuando del evento futuro sólo depende el modo de comisión del delito, pero no si
esas circunstancias como un factor decisivo para la perpetración del delito, 356 esto
lo que se ha condicionado es su perpetración. ' 47 A mi juicio, el criterio correcto
es, como uno cuando menos de los que lo han resuelto a cometerlo.
sigue siendo este último. En cambio, debe desestimarse la opinión de CARRARA
Los conceptos de sexo y fuerza no requieren análisis más detenido, si bien
según la cual "esta conclusión debe aceptarse únicamente cuando el evento incierto
debe puntualizarse que el último alude exclusivamente a la fortaleza física y no a
que ha sido causa de la determinación definitiva, es un hecho injusto por parte de la
348
víctima"; pues la cuestión relativa a la ilicitud de la condición no altera en modo formas de superioridad psíquica. 157 Las armas están definidas por el art. 132 del
alguno la posición subjetiva del autor en relación con la eventualidad de realizar la C.P., en el cual se encuentra una noción amplia, válida también para estos efectos
conducta típica. 3 49 y que depende más de la intención con que se emplea el ob,ieto que de su forma o
destino habitual. 358
m Sup,:a, a). Sobre los motivos de la restricción, que se operó siguiendo los niterios de PACHECO. véase
ETCHEBERRY, ll, págs. 57 y 58. N CORDOBARODAy RODRIGUEZ MOURUUD, J, pág. 619. Véase, a este re~pecto, la sentencia de la ~:S.
340
CO~DOBA RODA y RODRlGUE~,MOCRULLO, I, pág. 618: GARRIDO, El homicidio, cit., 51, págs. 153 y de 3 de enero de 1973, enRC.P., Lomo X,XX:IIT, págs. 63 y s1gts., con nota cnnca de_CURY, cuy_a ~~luc10n,
154, GRISOLIA-POL!TOI'F-BUSIOS, 35, pág. 179; QUINTA.NO RIPOLLES, op. cit. 1, 39, l, pág. 448 en V, pág. 81, hoy no comparto por compleLo, como se clesp_rende del texto. Niega la pos1b1hdad de
341
CORDOBA RODA y RODRTGUEZ MOURULLO, 1, pág. 605. premeditación en el inductor GARRlüO, I, 18, págs. 204 y 20'.:>. Como en el Lexto, POUTOFF-ORTIZ Y
342
Supra, 18, II, d), ee) colahoradores, J, pág. 196.
313
n Supra, 32, III, a)
C?RDOBA RODA YRODR1GUEZ MOURULlO, T, págs. 605 y606; GRlSOUA-POLTTOFF-BUSTOS, 3.'5, B, 1
'' Sobre ello, con detalle y acenadamenle, NOVO/\, II, 384, págs. 64 y 65. Véase, además, CORDOEi\
pag. 182. Cor~.tra GARRIDO, El homicidio, cit., 47, pág. 150, quirn razona sobre la base de una equiYakncia
RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, págs. 616 y 617
'H enue ambas suuac10nes )~ cons1gmentemente, ahrma la irrelevancia de las dos en el enjuiciamiento del caso.
J l.ABATUT, l, 212, e), págs. 223 y 224 fü NOVOA, ll, 386, pág. 68.
Jo~ Véase, al respecto, MIR, 26, 17, pág. 613.
m GRISOLVI.-POLITOFF-BUSTOS, 35, B, pág. 182; NOVO/\.,!!, 384, pág. 63, para quien la solución di:-
110 pende de la mayor o menor probabilidad con que el sujeto se ha representado la posibilidad del evemo Supra, Il, a). _ T II ,
CARRARA, m, 1128, págs. 124 y 125. fü En el mismo sentido CORDOBt\ RODA v RODRIGUEZ MOURULLO, l, pag. 645; ETCHEEERR'i, , pag.
14
37, quien, sin ernba;go, advierte sobre la's dificultades que supo1:e la disli~ció~ entre el s1mp_Je "usaf' Y el
' GAR~DO, El homicid'.o, cit., 48, págs. 15] y 152. El amor, aparentemente, persevera en este critnio en 1,
auténtico "abusar·'; NOVOA, II, 386, pág. 69. Es muy restnCll\'O LABAIU1, 1, 212, O'. P,~g 22'.:>, con
308 18, pag. 204 donde, sm embargo, no se refiere al caso en que lo condicionado es el modo de comisión. arreglo a cuya opinión se necesita que el sujeto haya buscado la supenoridad "de propósito
o-19 CARRA.RA, 111, 1129, pág. 125. 57
J GARRlDO, l, 18, pág. 224.
En el mismo sentido, COROOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 607.
·'°" lABATLJT, I, 212, f). pág.225.

526 527
DERECHO PENAL J P.'1.RTE C.l;NER,\L I Emique Cmy \Jrzüa
CAPÍTULO TX / LAS ClRCüNSTA"\:ClAS M0D!F1CATOR1AS DE LA RESPONSALIIL\DAD PEC'lAL

El fundamento de la agravante es idéntico al de la alevosía, con la cual tiende a


359 requiere, en efecto, que este último tenga además características de incontrolable. 367
confundirse. Por tal motivo, las dos agravantes son incompatibles.-'fiO Asimismo,
El veneno, por fin, es toda sustancia capaz de dañar el organismo humano o animal
de aquí deriva que la disposición haya sido objeto de críticas, pues se la denuncia,
y que, en atención a su naturaleza, puede ser administrado en forma insidiosa, esto
con razón, como un despliegue inútil de casuismo 361 e, incluso, como una preten-
es, sin que sea perceptible para la o las víctimas. Pero su empleo sólo da lugar a la
sión absurda de exigir al delincuente actitudes de lealtad y gentilliombría respecto
de su víctima. 361 agravante examinada si además se lo usa de tal manera que esa capacidad de dañar
subrepticiamente crea un peligro para la salud o la vida de un número indetermina-
Puesto que, como se ha explicado, el abuso presupone la concurrencia de una
do de seres vivientes. Por esto se ha dicho, con razón, que el concepto, tal como lo
actitud subjeliva en el agente, la agravante no se comunica a los partícipes en los
emplea el art. 12. Nº 3º. no coincide con el de la calificante del homicidio contem-
cuales ésta no se presenta.-·363
plada en el art. 391, Nº l º, circunstancia tercera, 368 pues el fundamento de esta
última reposa únicamente en la índole insidiosa del medio. 369

IV. CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES OBJETIVAS Sin embargo, ha de tenerse presente, por lo que se refiere al veneno, que éste sólo puede ser
empleado "peligrosamente" a causa de su virtualidad para actuar en forma "subrepticia". Por
eso la noción tiene un sustrato común a los dos casos, aunque en cada uno de ellos el incre-
a) .Empleo de medios catastróficos mento de la pena obedezca a motivos diferemes deducidos del modo en que se usa el medio.

Con arreglo al art. 12, N 9 3º, es circunstancia agravante "ejecutar el delito por La razón de la agravación descansa en un aumento de la antijuridícidad de la
medio de inundación, incendio, veneno a otro artificio que pueda ocasionar gran- conducta que. aparte de la lesión al bien jurídico protegido por el tipo correspon-
des estragos o dañar a otras personas". diente, es potencialmente peligrosa para otros. 370 No obstante, en la práctica la
la esencia de la agravante consiste en el empleo de medios de comisión que, por circunstancia es apreciada rara vez, sobre todo porque el empleo de varios de los
naturaleza, crean un peligro accesmio a causa de su capacidad para "ocasionar grandes medios a que alude configura delitos sui géneris (incendio, estragos), los cuales
estragos o dañar a otras personas· distintas de aquella que es víctima del delito. El entran en concurso con aquel para cuya ejecución se los usa por el sujeto: 370
Sltjeto, pues, tiene que haberse servido de esos recursos en la ejecución de la con- Puesto que la agravante es de naturaleza objetiva, se comunica a los partícipes
ducta típica. Si, en cambio, solamente se aprovecha de una situación catastrófica en los términos del art. 64. inc. segundo del C.P. 372
1.
preexistente para delinquir, deberá apreciarse la causal de agravación a que se refie-
re el art. 12, Nº 10, y no ésta. 364 b) Ensañamiento
La agravante concurre si los medios empleados son potencialmente catastróficos. 1

No es necesario que hayan provocado realmente el desastre. 365 De conformidad con el Nº 4° del art. 12 del C.P., es circunstancia agravante 1
A causa de la cláusula analógica incorporada en la última parte de la norma por "aumentar deliberadamente el mal del delito causando otros males innecesatios para
la Comisión Redactora del C. P., 366 la enumeración de medios que actualmente se su ejecución°'. Como puede advertirse, pues, la disposición no emplea el nombre
contiene en ella .tiene un mero carácter ejemplar. La ínundación es un anegamiento ensañamiento para designar la agravante; pero éste se usa expresamente por la ley
de grandes proporciones. Respecto del incendio, que debe ser objeto de un análisis cuando se refiere a la calificante del homicidio consagrada por el art. 391, Nº l º. 1
más prolijo en el ámbito de la Parte Especial. conviene destacar desde luego que no circunstancia cuarta,que, con algunas variantes, corresponde a la causal de agrava-
ción examinada aquí. 1
se configura por el solo hecho de dañar o destruir un ob.1eto valiéndose del fuego: se
El ensañamiento, como tal, es de origen reciente. Aparece incorporado al catálogo
35 de agravantes recién en el Código Penal español de 1822. 373 Sin embargo, la crueldad
" CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURUllO, l, pág. 644; LABATUT, T, 212, Ü, pág. 225; NOVOA, ll,
360
386, págs. 68 y 69. en la ejecución del acto criminal es tomada en cuenta para exasperar la pena desde
NOVOA, ll, 386, pág. 69. . bastante más remotos y por 1a mayor parte d11·1·
tiempos e as egis ac10nes. 374
~:; ETCHEBERRY, 11, pág. 37; GARRIDO, I, 18, pág. 223; P0I.IT0fF~ORT1Z y colaboradores, T, pág. 199.
NOVOA, ll, 386, pág. 68. Sin embargo, no me parece del todo exacta la frase ·'es contrano al buen senttdo
pretender sentimientos de honor y lealtad en los delincuentes"; pues, como es de sobra sabido, en el seno 16
.' ETCHEBERRY, II, pág. 36; QU!NTANO RIPOLLES, op. cit., 1, 38, 4, pág. 444; SOLER, IV; 126, TI, pág. 494.
de las subculturas delictuales rales sentimientos no sólo exisLen, sino que se encuentran muy desarrolla-
'"~ ETCHEBERRY, II, pág. 36, y llI, pág. 66. Poco claro, en cambio, LABATUT, I, 212, e), pág. 222,__que
dos. Por supuesto, NOVOA ha querido atribuir a la sentencia el senLiclo que procuro expresar en el texto.
Véase, asumsmo, ETCHEBERRY, II, pág. 37 parece atribuirle el mismo sentido en ambas disposiciones. Contra, QUINTANO RIPOLLES, op. CLt., 1,
,,;, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURUU.O, I, pág. 653, con detalle 38, 4,págs. 442 y sigts. . , . .
169
Otra opinión en GARRIDO, 1, 18, pág. 221, cuyo uiterio a este respecto es mas b1én sohtano. .
º"~ LABATUT, I, 212, e), pág. 222; NOVOA, II, 382, pág. 57; GARRIDO,!, 18. pág. 220.
36 370
En el mismo sentido, ETCHEBERRY, II, pág. 35; lABATUT, T, 212, c), pág. 222; NOVOA, I1, 382, pag. 56
' C0RD0BAR0DAy RODRIGUEZ MOURULLO, L pág. 567; ETCHEBERRY, 11, págs. 35 y 36; GARRIDO,
m ETCETEBERRY, ll, pág. 35; NOVOA, II, 382, pág. 57; QUINTANO RIPOLLES, op. cit., l, 38, 4, pág. 443.
l, 18, pág. 220; LABATUT, l, 212, c), pág. 222; NOVOA, II, 382,.pág. 56; QUINTANO RIPOLLES, op.
cit.,!, 38, 4, pág. 443. m POLITOFF-ORTJZ y colaboradores, 1, pág. 193
m GRJS0L1'\-P0LITOFF-BUSTOS, 34, 13, pág. 169
>fo Sobre ello, con especial referencia a la legitimidad de dicha cláusula, véase NOVOA, JI, 382, pág. 57. 3 4
' Ídem

528
529
!j
DER!:'.CHO PE:\'AL / PARTE Gi"NERAl, / Enri411e Cury Urzúa
CAPÍTULO IX/ Li\.S C!RCL:\STANUA~ MODlFICATOJUAS DE U, RESPO"N5ABlL!DAD PENAL

Objetivamente, la agravante se manifiesta en la agregación de males que son


inneceswios para la ejecución del delito 375 Esta superfluidad debe ser enjuiciada en la agregación de los "males" superfluos, 385 los cuales implican un daño mayor y un
forma objetiva y no con arreglo a los propósitos del agente 376 -para el cual, por atentado accesorio contra los sentimientos de piedad imperantes en el grupo social.
ejemplo, la satisfacción cumplida de sus finalidades vengativas puede exigir la Naturalmente, de ello deriva también una reprochabilidad más acentuada; pero ésta
inflicción de tormentos terribles a la víctima-. Pero, al propio tiempo, debe apre- es una consecuencia y no la base sobre la que descansa primordialmente la agrava-
ciársela en concreto, teniendo en consideración las características del hecho, tal óón.386 A causa de lo expuesto, el ensañamiento se comunica a los partícipes.
como se las representaba ex ante, el autor. 377 Por esto, no constituye ensañamiento
Aunque a veces se ha sostenido olro crilerio, el ensaña1:1ient_o_no sólo surte sus efectos en
el "matar a palos" si el sujeto no dispone de otra arma que le sea aparente para
los delitos contra las personas, si bien en la práctica suele 1dent1-fi.cárselo con ellos. La verdad
ultimar a su adversario, o el dar varias puñaladas a la víctima si, con arreglo a su es que puede concebírselo en Lodo hecho punible que admita un incremento del mal repre-
representación, el autor presume que sólo en esa forma podrá quitar la vida a un semado por la producción del resultado Lípico. 387 - 388
hombre que es particularmente robusto.
No son males susceptibles de apreciación aquellos de que la víctima no puede e) Empleo de astucia, fraude o disfraz
378
percatarse, como, verbigracia, el descuartizamiento del cadáver, o el dar de gol-
pes al lesionado que se encuentra inconsciente. Por otra parte, cuando el daño De acuerdo con el arL. 12, Nº 5º, segunda parte del C.P., es circunstancia agra-
accesorio es constitutivo por sí mismo de un delito, debe castigarse el concurso y vante, "en los delitos contra las personas, [ .. ] emplear astucia, fraude o disfraz".
desestimarse la agravante. 379 Como ya se lia expresado; 389 en el Código Penal español esta agravante se ha
encontrado siempre en una disposición separada de la que consagra la premedita-
Plantean algún problema aquellos casos en los que el autor se ensaña a causa de una
ción. La Comisión Redactora del C.P decidió reunirlas en un solo numeral del art.
alteración en su psiquismo 380 (hipótesis de sadismo derivado de dolencias mentales y otros
semejantes). En mi opinión, cuando tales situaciones no excluyen la imputabilidad, tampo- 12, sin que se conozcan las razones que se tuvieron en consideración para hacerlo.
co provocan una desestimación de la agravame; pero es posible que esta última concurra A consecuencias de ello, la causal de agravación quedó referida exclusivamente a
con la eximente incompleta de "imputabilidad disminuida", dando con frecuencia lugar a los delitos contra las personas -entendiendo por tales, como es lógico, los mismos
una compensación de ambas, aunque no necesariamente.
que en el caso de la premeditación y la alevosía-, cosa que respecto de dla resulta
Desde el punto de vista subjetivo, el ensañamiento requiere deliberación, vale injustificada. En efecto, es prácticamente imposible comprender los motivos por los
decir, en el sentido que aquí se atribuye al concepto, una extensión del clolo al incre- cuales el empleo de un "disfraz", por ejemplo, agrava la responsabthdad del que
mento del mal y su innecesariedad. 381 ETCHEBERRY exige, además, el ánimo de comete un homicidio o unas lesiones, y no la del que perpetra un robo con fuerza
obrar así en forma tranquila y reflexiva. 382 Pero esto, que efectivamente puede en las cosas, un rapto o una ,riolación. 390 ,
reclamarse respecto de la calificante contemplada en el art. 391, Nº 1° del C.P, me En la literatura nacional impera el criterio de que las expresiones astucia y fraude
parece que no es preciso en el caso de la agravante. 383 poseen un significado tan semejante que casi es imposible distinguir su conteni-
La deliberación no puede presumirse del med10 empleado por el agente. 384 Pues, do.391 Efectivamente, ambas se refieren a la idea de un engaño, esto es, de una ma-
como ya se ha dicho, bien puede suceder que el autor se represente ese recurso como quinación o artificio destinado a desfigurar la realidad 392 induciendo aJa victima a
el único disponible para consumar el delito o que ignore la índole de sus efectos. un error sobre los propósitos del autor. Sin embargo, aun así es posible enco~tr~r
Tal como se encuentra establecida en la ley, que la erige básicamente sobre carac- entre ambas nociones matices diferentes, pues mientras el fraude parece const1trnr
teristicas objetivas, la agravante se funda en un aumento del injusto determinado por el concepto genérico y referirse, por consiguiente, a cualquier engaño, incluso aque-

75
' A causa de esto, PACHECO, El Código Penal concordado y comentado, cit .. pág. 222, lo U.escribe como :,~5 Así, NOVO!\, II, 383, pág. 58, quien adhiere a la opirúón de PACHECO, El Código Penal concordado Y
'"puro lujo de males". La fómtula ha hecho fortuna por su plasticidad
376
CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, I, pág. 582. comentado, cit., pág. 222. _ _ . . b n t b"
,:, lclem. 1Só Contra, QUINTAN() R!POLLES, op. cit., J, 39. 2, E, págs. 4::>2 y 4::>_J. q_rnen, sm em argo, ama am 1en
la atención sobre la construcción ob_jetiva de la agravanle y sus denvac10nes.
ETCHEBERRY, II, pág. 44; GRlSOUA-POUTOff<-BUSTOS, 34, A, pág. 169; LABATUT, I, 192, d), pág
>o CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOCRULLO, I, págs. 580 Y 581. ._ , . , í
323; NOVOA, IT, 383, pág. 58. Orra opinión, parcialmente, GARRIDO, I, Hl. pág. 244.
oas Sobre la~ diferencias entre la concepción del ensai'iam1ento como agravante y la cahftcante ~el ho;i;~cl ~·
:P CORDOBA RODA y RODRTGUEZ MOURL'LLO, págs. 579 y 580; ETCHEBERRY, 11, pág. 44.
iRO lABATUT, 1, 212, d), pág. 223. véase apane J.e ¡0 expuesto ya en el texto v notas precedentes, GRIS0UA-POL1TOFF-BUST 0h , , :d'. •
págs. ·169 y 170, quienes las enfatizan
· en f' . ,· ¡ l·a ~u
arma espeua. - b ra)'ª , asimismo , GARRIDO , E1 om1c1 10,
,m CORDOBA RODA y RODRIGUEZ lvIOURL'LLO, 1, pág . .583; GRTSOL!A-POUTOfF-BCSTOS, 34, B, págs. cil., 72,págs. lSOyJSJ.
170 y sigts., con detalle y jurisprudencia; lABATUT, I, 212, d), pág. 223; NOVOA, TI, 383, pág. 58.
_;,, ETCHEBI'.RRY, II, pág. 44, y IIl, pág. 67 w, Supra, III, c). RTIZ 1b
383 .wJ En el mismo senlido, ETCHEBERRY, TT, pág. 36; GARRIDO, L 18, pág. 222; POUTOFF-0 Y coa o-
Así, GRISOUA-POUTOFF-BUSTOS, 34, E, pág. 172, quier\.es se apoyan en el hecho de que la circunstan- raJ.ores, 1, pág. 196.
cia cuana del]\¡º 1º del art. 391 exige, además de la deliberación, 'inhumanidad". Cfr. POLTTOl-'F-ORT!Z
y colaboradores, T, pág. 194. 19 F.TCHEBERRY, ll, pág. 36; LAíl/\.TUT, I, 212, e), pág. 224. _ , _ ,
192 Sobre el concepto de engaño, muy importante en delitos como la esLa~a, veanse, c?n deLalle, y por _ro_dº"-
:rn-s- CORDOBA RODA y RODRIGlíEZ l:VlOL'RULlO, I, pág. 583
CARRARA. VI, 2340 y sigb., págs. 417 y sigls., ETCHEBERRY, III, pags. 392 y s1gts, MEZGER, LibIO de
estudio, 11, 57, TT. págs. 239 y sigLs

530
531
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL I Enriqu,· Cllry L'rzüa C\PiTLLO IX/ LA~ CIRCU);STJ\j\;ClAS MODJHCATORIAS Dl; LA RESPONSABILIDAD PENAL

llos ejecutados de manera torpe o grosera, la astucia alude únicamente a la especie objetivizada. 403 Por el contrario, no hay inconvenientes para que concurra con la
de los enganos hábiles, diestramente elaborados y realizados. 393 El disfraz, por su premeditación, que reposa sobre presupuestos completamente distintos. 404
parte, es un "artificio usado por el delincuente para evitar ser conocido". 394
La astucia y el fraude lienen que ser idóneos para inducir a error a Ja víctima d) Agregar la ignominia a los efectos del hecho
y haberlo conseguido en el hecho. Además, debe empleárselos antes de la consu-
mación, sea con el objeto de facilitar la ejecución o de asegurarse la impunidad Según el Nº 9° del art. 12 del C.P., es circunstancia agravante "emplear medios o
ulterior. 39 '> hacer que concurran circunstancias que añadan la ignominia a los efectos propios
El disfraz puede consistir no sólo en un traje o vestimenta completos, sino del hecho".
también en otros recursos más modestos encaminados a ocultar la identidad, como Por ignominia debe entenderse la afrenta que lesiona el honor o los sentimientos
un antifaz, un panuelo que cubre parte del rostro, una media que lo desfigura, de decoro de las personas. 405 Para los efectos de la agravación da lo mismo que quien
etc.; 396 pero no lo constituye, en cambio, un simple fingimiento o deformación de la sufre sea la propia víctima del delito o un tercero. Así, en el ejemplo muchas veces
la voz. Se requiere emplearlo en el momento de la eiecución y debe ser eficaz para reiterado del marido que es obligado a contemplar la violación de su cónyuge, la
facilitarla o proporcionar la impunidad posterior. Finalmente, es necesario que su ignominia no recae sobre el titular de la libertad sexual -pues la mujer puede incluso
uso esté preordenado al delito; 391 por esto, la agravante no se configura si alguien no percatarse de la humillación infligida a su pareja-. Importa, en cambio, que, como
delinque durante el desarrollo de una fiesta de disfraces. 398 en el caso recién descrito, la ignominia sea algo superfluo, innecesario para la consu~
mación del hecho punible que el agente se ba propuesto perpetrar. 406
Las distintas formas de ffiaquinación descritas por la ley son alternativas entre sí. 399 Por La ignominia puede derivar tanto del empleo de ciertos medios de ejecución
lo tanto, el empleo de cualquiera de ellas configura la agravante)~ por otra parte, es irre- como de la agregación de unas circunstancias enteramente accesorias. En el primer
levante que el autor se valga simultáneamente de dos de ellas.
caso, sin embargo, para que la agravante surta sus efectos es preciso que el autor,
El fundamento de la agravación debe encontrarse en un aumento de la inde- con arreglo a su representación ex ante, advierta la disponibilidad de otros recursos
fensión de la víctima frente al ataque y en la facilitación de la impunidad. 400 Por hábiles para el logro de su objetivo; es decir, que perciba en concreto la superflui-
consiguiente, en un incremento de la antüLtridicidad, aparejado, como consecuen- dad de emplear precisamente aquel de que echó mano.
cia, a una mayor reprochabi1idad. A causa de este carácter básicamente objetivo, El dolo del sujeto tiene que extenderse a la producoón de la ignominia. El debe
la agravante se comunica a los participes de conformidad con las reglas generales conocer los efectos afrentosos del medio que usa o de las circunstancías que añade
sobre la materia. 401 y querer emplearlos y agregarlas para que los produzcan407 o, cuando menos, ser-
virse de ellos, aunque podría valerse de otros, aceptando que ocasionen la humilla-
En cambio, por las mismas razones que se han dado ya al respecto en varias oportunida- ción suplementaria. A mi juicio, por consiguiente, basta el dolo eventual.
des, la agravación no debe hacerse descansar sobre una supuesta mayor peligrosidad del El fundamento de la agravante es semejante al del ensaf\amiento, 408 del cual,
hechor. 402 Por lo demás, ésta es una presunción que puede resultar equivocada, pues es
concebible que el sujeto haya echado mano de la astucia o el disfraz precisamente porque es como se ha dicho correctamente, representa tan sólo la forma de realización "mo-
demasiado timorato para obrar a la descubierta. Por último, desde ese punto de vista sería ral". Así pues, como implica un aumento de la antijuridícidad por la lesión accesoria
inexplicable la comunicabilidad que tanto práctica como doctrina le atribuyen por lo gene- e inútil al honor, es de carácter objetivo y sus efectos se comunican a los 'partícipes,
ral a la agravante.
de conformidad con lo preceptuado por el art. 64, inc. segundo del C.P.'º9
En los casos concretos, el empleo de astucia, fraude o disfraz se confunde con la A pesar de la identidad general de sus fundamentos, la agravante no es incompatible con
alevosía, de la cual, en sustancia, no es más que una forma especificada y el ensañamiento, puesto que ambas se materializan en formas de ejecución distintas e, inclu-
so, provocan lesiones suplementarias a bienes jurídicos diferentes. La naturaleza del juicio
de disvalor que recae sobre el acto es de la misma índole, pero los presupuestos sobre los
391
que descansa son diversos.
CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, r, págs. 621 y 623; QUINTANO RIPOLLES, op. cit., I,
38, 3, A, pág. 438. La misma idea se encuentra implícita en las definiciones ofrecidas por NOVOA, TI,
385, pág. 66. 401
19 CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, T, pág. 630 Con vacilaciones, aunque en el mismo sen-
+ CORDOBA RODA y RODR1GUEZ MOURULLO, I, pág. 635, En el mismo sentido, ETCTIEBERRY, II, pág
tido, ETCHEBERRY, II, pág. 36; NOVOA, II, 385, pág. 67. La opinión de QUINTANO RIPOLLES, op. Cit.,
36; LABATUT, I, 212, e), pág. 224; NOVOA, 11, 385, pág. 66.
395 I, 38, 3, A, pág. 4 39, favorable a una compalibilidad restringida, se debe a que acepla el empleo de astucia
CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, l, págs. 624 y sigts., con detalle.
396 en la "preparación'· del delito, posibilidad que en el texto se ha descartado
CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, pág. 636. 404
397 CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, págs. 631 y 632, con detallé.
CORDOEA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, pág. 637 ~us En el mismo sentido, NOVOA, II, 389, pág. 71.
398
NOVOA, II, 385, págs. 66 y 67; LABATUT, 212, e), pág. 225. 40
~ ETCHEBERRY, II, págs. 37 y 38; GARRIDO, J, 18, pág. 225; NOVOA, II, 389, pág. 71; POUTOFF-ORTIZ
9
og NOVOA, JI, 385, pág. 67
4
cJo C:ORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO,l, págs. 627 y 628, en actitud nitica_
y colaboradores, I, pág. 203.
+o 7 Ídem.
'I
101
CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, págs. 635 y 640. 10
• ~ ETCHEBERRY, II, pág. 37; LABATUT, I, 212, i), pág. 226; NOVOA, U, 389, pág. 70.

1
402
Así, parcialmente por lo menos, NOVOA, 11,385, pág. 67. •
109
POLITOFF-ORTlZ y colaboradores, I, pág. 202.

532 533
DFRECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Curr C"nlla CAPiTln.o JX / LAS CJRCUNSTA"1ClAS MODIPICATORlAS DE LA RESPONSABTUDAD PENAL

En consideración a sus caracterisücas, la causal de agravación no puede concu- contempla la disposición los liay que pueden referirse perfectamente a hipótesis de
rrir en los delitos que atentan contra el honor (injurias, calumnias) .410 desgracias personales. 416 Por otra parte, es preciso convenir en que las fronteras entre
lo que se puede considerar desventura privada o pública son, en la práctica, demasia-
e) Comisión del delito con ocasión de calamidad o det1gracia do fluidas y muchas veces no será posible determinarlas en las situaciones límítes.
Para que la causal de agravación surta sus efectos no es necesalio que la calamí-
Conforme al art. 12, Nº 10 del C.P, es circunstancia agravante "cometer el delito dad o desgracia afecte directamente al sujeto pasivo. Esto, sobre todo, puede no
con ocasión de incendio, naufragio, sedición, tumulto o conmoción popular u otra ocurrir en el caso de catástrofes públicas.
calamidad o desgracia". Subjetivamente, es necesario que el autor conozca la situación infortunada y
La característica centra] de esta causal consiste en que el sujeto obra con ocasión quiera servirse de ella como ocasión para realizar el acto punible. Esto es, un dolo
de la calamidad o desgracia y no sirviéndose del medio catastrófico como instru- que se extienda a los componentes objelivos de la agravante.
mento para la ejecución de la conducta punible, como sucede en la descrita por el El fundamento de la agravación consiste en una mayor reprochabílidad deter-
art. 12, Nº 3º 4 ll. "Ocasión", en este sentido, significa "oportunidad o comodidad minada por la indiferencia del autor frente a una situación que, normalmente, de-
de tiempo o lugar". 412 berla constituir un contraestímulo poderoso a la resolución delictual. la agravante
constituye, pues, un caso característico de culpabilidad incrementada a causa de las
El expuesto es un punto de parLida unánime en la literatura nacional y comparada. Sin
embargo, la precisión de los casos en los que el autor actúa concrelamenLe con ocasión de la
particularidades de las circunstancias concomitanles. 417
calamidad o desgracia presenLa dificultades que en nuestra doctrina no han sido abordadas.
En términos sintéticos, 413 pu,ede sostenerse que ello ocurre en las siguientes situaciones: en Gran parte de la literalura, en cambio, pone el acento en la mayor facilidad para perpetrar
primer lugar, cuando la calamidad o desgracia ha sido desencadenada por las fuerzas de la el delito, aunque sin desconocer por comple.to el aumento de la reprochabilidad lmplíca-
naturaleza u ocasionada por e1 hecho de un tercero, y el sttjeto se vale de la oporlunidad que do.418 Esta consideración, sin embargo, me parece equivocada, ya que no percibo las razo~
eHa le brinda para delinquir; en segundo, cuando la ha provocado el mismo autor en forma nes por las cuales el delito merezca una sanción más severa sólo porque para e1 autor es mas
involunlaria y luego ejecula el hecho punible sirviéndose de esa ocasión; en tercero, cuando sencillo consumarlo. Si uno apura ese argumento, en efecto, debería llegar a la conclusión
el agente ha cautsado la calamidad o desgracia voluntaTiarneme, pero no como medio para absurda de que es preciso castigar más rigurosamente el hurto de hallazgo que el propio o
ejecutar el delito sino a manera de ac,to puramente preparatorio (por ejemplo, si incendia un que el robo con fuerza en las cosas.
bosque para distraer la atención de los habilantes del lugar y así poder entrar luego más
fácilmente en sus habilaciones a fin de robarles algunas cosas); por último, cuando el hechor Como descansa primordia1mente sobre sus presupuestos objetivos, la agrava-
ha originado voluntariameme la calamidad o desgracia, a la cual perseguía corno un fin en sí
ción se comunica a los partícipes, de conformidad con lo dispuesto por el art. 64,
mismo, y más tarde surge en él la resolución de aprovechar el acontecimiento para ejecutar
a su amparo otro-delito (por ejemplo, si incendia el bosque de su vecino para tomar vengan- inc. segundo del C.P
za de un agravio que le'ha inferido, y al advertir la confusión provocada por la catástrofe se
vale de ella para penetrar en la casa de la víctima y sustraer un objeto valioso). En todc1s estas
· hipótesis debe, pues, acudirse a la agravante que se está examinando y descartar la del Nº 3°. f) Auxilio de otros
En los dos últimos, por lo demás, ocurrirá frecuentemente que la conducta causame de la
desgracia o calamidad configurará un delito propiamente tal, y entonces la agravación cede- El Nº 11 del art. ¡ 2 del C.P. establece que es circunstancia agravante ejecutar el
rá el paso a una relación concursa!. delito "con auxilio de gente armada o de personas que aseguren o propcircionen la
impunidad".
La enumeración de situaciones catastróficas que la ley contiene está dada, actual-
Entre nosotros nunca se ha destacado baslante que esta disposición contempla
mente, sólo por vía eiemplar, pues la fórmula que cierra el precepto posibilita la inclu-
en realidad dos circunstancias agravantes distinLas que, si bien tíenen algunos pre-
sión de otras hipótesis análogas. La desgracia de que se hace mención en esta última
supuestos comunes, obedecen a fundamentos en cieno modo diferentes y exigen la
puede ser tanto de carácter público como privada,·+1 4 ya que, contra lo que sostiene
concurrencia de algunos requisitos francamento diversos. 419 En efecto, por una parte
ETCHEBERRY,4 15 en ambos casos concurre el incremento de reprocliabilidad que
la ley agrava la responsabilidad del que ejecuta el delito con auxilio de gente arma-
constituye la ratio legis de la agravación y, además, en el catálogo de ejemplos que
da; por la otra, del que lo hace con el auxilio de personas que aseguren o proporc10-
nen la impunidad.
+w POLITOFF-ORTIZ y colaboradorea, I, p 202
11
~ ETCHEBERRY, 11, pág. 38; NOVOA, 11,390, pág. 71. Véase, a<lemác,, supra, a). ~rn Sobre ello en especial, con algunos casos válidos p;ua nuestro ordenamiento, CORDOBA RODA Y
412
CORDOBA RODA y RODRlGU.EZ MOURULLO. L pág. 684
413 RODRIGUEZ lv!OURliUO, T, pág. 680.
El asunlo, en cambio, se disrnte con delalle en CORDOBA RODA y RODRIG!_;J:Z MOURULLO, T, págs fü CORDORA RODA y RODRlGUEZ :\10i_;RlJLLO, I, pág. 686.
681 y sigls., cuyas conclusiones se aceptan en el text.o. 410 HCH.EBERRY, 11, pág. 38; GARRIDO, I, 18, pág. 227; >!OVOL\, II, 390, pág. 71; QU!NTANO RlPóLLES,
414
CORDOBA RODA y RODRJGUEZ lv!OURULT..O, J. págs. 679 y sigts., QUTNIAl\fO RIPOLLES, op. cit., 1,
op. cit., I, 40, 4, A, pág. 463.
40, 4, A, pág. 463; RODRIGUEZ DEVES/\, 1, pág. 692. m En la doclrina española, en cambio, esto es subrayado categóricamente por-CORDOBA RODA Y
415
_E;TCHEBERRY, 11, pág. 38; asimismo, GARRlDO, I, 18', pág,. 226 RODRlC~L"EZ MOURULLO; l, págs. 688 y sigts.

534 535
DERECHO PE:-,lAI. / PAR-rE (,í,NERAL / Enrique Cury Urürn
CAPÍTULO IX/ LAS CIRCUNSTANCJAS ),,10DJFJC\TORJAS DE l.A Rl'.Sl'ONSABIL!DAO PENAL

lo que asemeja a las dos circunstancias es que en ambas se obra con el auxilio de hecho una referencia sucinta. 43(1 Para que la agravante surta sus efectos basta con
otro. "Auxilio", en general, significa cooperación accesoria y, por tal motivo, parecería que los auxiliadores porten las armas; no es forzoso que las usen. 431
lógico suponer que la norma sólo está destinada a agravar la pena de los autores que
actúan con unos cómplices cuya forma de colaboración está expresamente descri- Según se ha explicado, el conceplo de arma que emplea la ley es Telativo. Por tal razón, la
pena también se agravará cuando los autores se valgan de objetos que, aun sin constituir
ta.42º Sin embargo, como la ley chilena extiende considerablemente el concepto de formalmente un arma, puedan ser usados corno tal y aparezca manifiesto el propósilo de
la autoría, 421 esta conclusión no puede ser acogida, pues hay sujetos que realizan hacerlo. Así, por ejemplo, cuando hayan echado mano ele palos, garrotes, herramientas de
actos de puro auxilio a los cuales, con arreglo al art. 15 del C.P., se considera no lrabajo más o menos contundentes, etc.
Si, en cambio, el autor arregla las cosas de manera que sus secuaces se valgan de armas
obstante autores. En el ordenamiento punitivo nacional, por consiguiente, los apaTentes, con las cuales sólo pretenden engañar e intimidar a la víctima, como revólveres
auxiliadores pueden ser tanto autores 422 (en sentido lato) como cómplices y, en el de utíleria, espadas de latón u otro objeto semejante, creo que debe apreciarse la agravanle
caso de la segunda forma adoptada por la agravame, incluso encubridores. 423 del art. 12, Nº 5°, segunda parle ("aslucia") y no la que se está examinando. En tales casos,
con todo, por imperativo legal la circunstancia sólo surtirá efectos si el delito de que se lrata
las dos circunstancias sólo surten sus efectos respecto de quienes reciben el atenL1 contra las "personas".
auxilio y no de aquellos que se limitan a prestarlo, porque la misma conducta en
que se basará su calidad de concurrentes al hecho no puede, además, constituir el Desde un punto de ·vista subjetivo, esta forma de la agravante requiere que quie-
fundamento de una agravación. Con todo, si los auxiliadores realizan también actos nes se benefician del auxilio hayan querido aprovecharse de él. 432
de ejecución del hecho punible, nada obstará a que los alcance la agravación. 424 El fundamento de la agravación descansa básicamente en una antüuridicidad
Los auxiliadores deben ser varios. En la primera de las dos agravantes esto se incrementada por la mayor indefensión de la víclima, pero también por la creación
deduce del empleo de la palabra "gente", que implica multiplicidad. 425 En la segun- de un mayor peligro de daño para otros bienes jurídicos en atención a la capacidad
da, de que el sustantivo "personas" está usado en plural. 426 lesiva del auxilio. 433 Por esto, no es rigurosamente exacto que sea del todo semejan-
te al de la alevosía, 414 con la cual, sin embargo, es preciso convenir que no es com-
Se discute si entre los auxiliadores debe mediar un concierto previo. 427 Al respecto es patible.435 Como quiera que sea, es verdad que la inclusión de la agravante en el
preciso hacer una distinción entre las dos formas de la agravante. Tal acuerdo, en efecto, es
indispensable en el caso de aquellos que aseguran o proporcionan la impunidad, pues de
catálogo del arL. 12 del C.P. implica un reprobable exceso casuístico, pues en la
otra manera no se entendería la penalidad agravada que se atribuye a quienes se beneficiarán mayor parte de las situaciones podrían alcanzarse resultados jurídicos idénticos
con su intervención. En cambio, no parece necesario respecto de la "gente armada", cuya aunque se prescindiera de ella.
participación y aprovechamiento por los que ejecutan la conducta típica puede concebirse La segunda variante requiere que los auxi1iadores aseguren o proporcionen la
aunq~e no exista concierto alguno. 428
impunidad. En este caso, pues, da lo mismo que se sirvan de armas o no. 436 Basta
la variante consistente en perpetrar el delito con auxilio de gente armada, impli- que actúen con el propósito de asegurar o proporcionar la impunidad; no es necesa-
ca que ésta concurra a los actos ejecutivos del hecho punible, si bien su propósito rio que lo consigan efectivamente, ya que, en tal evento, la causal de agravación no
puede no ser el de participar directamente en ellos, sino sólo asegurar la realización tendría senlido. 437
expedita de la conducta por los autores materiales o procurarles una retirada más Subjetivamente, es preciso que el autor material sepa, al momento de e_iecutar el
fácil-con ello, también, mejores opciones de lograr la impunidad-. lo que se ha de hecho, que cuenta con el auxilio ulterior y quiera servirse de él. 438 Por eso, en esta
entender por arma se rige por el concepto del art. 132 del C.P,429 al cual ya se ha hipótesis resulta indispensable el acuerdo pre-vio.
También en este caso la agravación se funda en un aumento de la antijuridicidad
basado en consideraciones político-criminales relativas al hecho de que para los
delincuentes es alentador contar con una colaboración tendiente a procurarles la
m
4
En esle sen lid o, a la luz del derecho español, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, pág. 689
lnfra, JL 1, e), ce).
¡¡

m En este sentido, ETCHEB.ERRY, 11, págs. 39 y 40, quien, por esta razón, estima que para estos efectos es
preciso realizar la distinción entre los "cabecillas" y los restames autores, pues la agravante sólo surtiría ~i 0 Supra, Ill, d)
efecto respecto de los primeros ~
11
CORDOfü\ RODA y RODRTGUF:Z i'v!OURULLO, T, pág. 692: GARRIDO, l, 18, pág. 229; LABATUT, T,
411
Contra, LABATUT, l, 212, j), pág. 227. 212,j), pág. 226; .>JOVOA, ll, 391, pág. 73.
24
' ~n este sentido parece moverse la reflexión de NOVOA, TI, 391, págs. 72 y 73. C O n t r a , " 31 CORDOBA RODA y RODRIGUEZ ~v10URULLO, L pág. 694: lABAruT, L 212, j), págs. 226 y 227;
ETCHEBERRY,11, pág. 40, sobre cuyo pumo de vista dehe verse, además, la nota 428 precedente. Recha- QL:l~Ti\NO RIPOLLES, op. cil., I, 38, 3, E, pág. 439.
zan también la condusi~n del texto CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, I, pág. 698, aunque CORDOBA RODA y RODRJGCEZ 'v!OURULLO, !, pág. 697.
no se ocupan de la última situación discutida en él. A~í l\OVOA, ll, 391, pág. 72; QLINTANO RlPOLLES, op. cit, I, _--Hl, 3, B, pág. 439.
42
' CORDOBA RODA y RODRTGUEZ MOURULLO, I, pág. 692 43
' ETCHEBERRY, Il, pág. 38; LABATUT, C 212, j), pág. 226. Contra, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ
m ETCHEBF.RRY, 11, pág. 39; LABATUT, 1, 212, _j), pág. 226. Contra, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOl:RULLO, T, pág. 699
MOURlJLLO, I, págs. 695 y 696. "Jó CORlJOBA RODA y RODRIGLEZ MOURULLO, !, pág. 688; ETCHEJ:ll:RRY, 11, pág. 39.
t21 Así lo exige ETCHEBERRY, II, pág. 39.
428
~i,- CORDOBA RODA y RODRIGCEZ MOURULLO, L, pág. 696.
CORDOBA RODA yRODRIGUEZ lV10URULLO, I, pág. 694 1
~ " CORDOBA ROD1\ y RODRJGUfl MOURULLO, I, pág. 694. En el mismo sentido, LABATUT, L 212,j}_
~y, ETCHEBERRY, JI, pág. 39; LABATUT, 1, 212,j), pág. 226; KOVOA, 11,391, pág. 73. págs. 226 y 227: QUINTA.NO RlPOLLES, op. cit .. I, 38, 3, l:l, pág. 439.

536 537
DERECHO PENAL/ T'ARTF GENERAL/ Entiyue Cury Crzúa
CAT'ÍTl_;LO IX/ !.AS ClRCC:'JSTi\NClAS :V1üDlFlCA10R1AS DF LA RESPO~':,AB\l.!DAO PENA!.

439
impunidad. Por tal motivo, 1a circunstancia me parece compatible con 1a alevo-
sía, pues se aleja mucho de su ralio legis. 440 Subjetivamente, la agravante exige que el sujeto obre con el propósiLo de apro-
vechar las ventaps que le procura la nocturnidad o el despoblado, 448 esto es, que su
Puesto que ambas formas de 1a agravante son de naturaleza objetiva, se comuni-
can a los partícipes de acuerdo con las reglas generales sobre la materia. 441 dolo se extienda a la situación en que actuará y las ventajas que le proporciona.
El fundamento de la agravación radica en un aumento de la antijuridicidad deter-
minado por la mayor indefensión del sujeto pasivo. 449 Consecuentemente, la cir-
g) Nocturnidad o ,lespohlado cunstancia no es más que una forma especificada de la alevosía, y con toda razón la
Según el art. 12, Nº 12 del CP, es circunstancia agravante eiecutar el hecho critica NOVOA 450 por el casuismo inútil que implica su inclusión en el fatigoso
punible "de noche o en despoblado"; pero "el tribunal tomará o no en considera- caLálogo del art 12 del C.P
ción esta circunstancia, según 1a naturaleza y accidentes del delito". La ratío legis de la agravante explica asimismo la limitación introducida por el
Con arreglo a lo que la ley dispone expresamente, el deliLo debe ser ejecutado inc. segundo de la disposición. Hay delitos en que, por su naturaleza o las circuns-
durante la noche o en despoblado. No basLa, por lo Lanto, con que sólo se hayan tancias, no implica ventaja alguna la ejecución nocturna o en despoblado. 451
realizado en esas condiciones actos preparatorios o de agotamiento, o una pura En atención también a su naturaleza y fundamento objetivos, la agravación se
fracción de la conducta típica, pues en tales casos se encuentra ausente la ratio legis comunica a los partícipes de conformidad con el art 64, inc. segundo del C.P. 452
de la agravación. +42
Las dos situaciones descritas por el precepto surten efectos agravatorios de manera alter-
Lo que se ha de entender por noche no puede precisarse según un puro criterio nativa.453 Por tal motivo, sólo se tomará en consideración una de ellas, aunque concurran
cronológico o asLronómico. En general, debe tenerse por tal aquel período de la ambas simultáneamente.
jornada durante el cual la luz solar es tan escasa que predomina la oscuridad. 443
Ahora bien, la base natural de este concepto puede restringirse en ciertos casos h) Desprecio de la autoridad púlilica
atendiendo a consideraciones teleológicas, pero nunca ampliarse mediante recursos
analógicos que operen en perjuicio del reo. 444 Así, no debe darse lugar a la agrava- Con arreglo al N' 13 del art 12 del CP, es rncunstancia agravante eiecutar el
ción cuando el delito se ha cometido de noche pero en un lugar muy iluminado delito "en desprecio o con ofensa de la autoridad pública o en el lugar en que se
-como, por lo demás, se deduce del inc. segundo del Nº 12-; en cambio, al iuez le halle ejerciendo sus funciones".
eslá vedada la apreciación de la agravante s1 el hecho punible se ejecutó durante el En este caso específico, el desprecio u ofensa no implican que a la realización del
día, aunque se haya hecho en un lugar oscuro, como un sótano o una sala de cine hecho punible se agregue algo atentatorio en contra del honor o dignidad de la
durante la proyección de una película. autoridad. Es la ejecución misma de la conducta anL~jurídica, efectuada con pres-
Despoblado es el lugar solitario en el cual no hay hab1Laciones y, por consiguien- cindencia de su calidad o del lugar en que se encuentra, lo que los constituye. Por
te, no se espera Lampoco la llegada de personas que se opongan a la actividad tal razón, la agravanLe es incompalible con todos aquellos delitos que, por su natu-
445
delictiva. Se trata, en consecuencia, de un concepto relativo a la posibilidad de raleza, importan de suyo atentados contra la autoridad. 454
que la víctima reciba auxilio. 446 De todos modos, la agravación sólo tendrá lugar si subjetivamente el autor actúa
La noci~n se encuentra referida a la existencia de población}~ a causa de esto, algunos de la manera descrita con el propósito ele despreciar u ofender a la autoridad; esto
autores estiman que el concepLo no puede extenderse a sitios como la alta mar, el interior de
447
es, si conoce su calidad de tal o el hecho de que se encuentran en lugar en que está
un lago, etc. El crilerio no es comincente, pues el hecho de que un lugar sea despoblado ejerciendo sus funciones y quiere ejecutar la conducta típica no obstante esas cir-
no depende ~e su aptitud para n·.sichr en él. Por el contrario, los para_jes más despoblados
son aquellos 1nadecuados del todo para la habitación humana cunstancias.455 Así pues, más que un "ánimo" de despreciar u ofender, 456 el cual

m CORDOBA R0Di~ y RODRTGUEZ :'vlOCRULT.O, 1, págs. ó97 y 698 44


e CORDOB/\ RODA y RODRIGCEZ MOCRULLO, l, págs. 709 y 710; lABATUT, T, 212, k), pág, 227;
-r1o Contra, ETCHEBERRY, IT, p:'ig. 38, con una sJlvedad; L;\BATUI. 1,212.j), pág 226. NOVOA, II, 392, pág. 75
::; ~g~gg:1 :gg1 ~: :gg;¡g~~i t~gG~g~~g ~: r,:t ;~~: co~ detalle
149
ETCHEBERRY, TT, pág. 40; GARRTDO, l, 18, pág. 230; lABATUT, 1,212, k), pág. 227; NOVOA, TI, 392,
pág. 74. Contra, CORDOBA ROD1\ y RODRlGUEZ MOURlJTJ_Q, T, págs. 711 y 716, quienes la basan en
Hi NOV~~, ll, 392, pág. 73. En el mismo sentido, FTCl-JrBERRY, 11, pág. 40; GARRTDO, !, 18, pág. 230; un incrememo de la reprochabilidad.
+-' LABA1UT, I, 212, k), p:'ig. 227; RODRlGUEZ DEVESA, 1, pág. 693 4
4 '~ KOVOA, JT. 392, pág. 74.
COR?OBA RODA y RODRTGUEZ lv!OURUlLO. T, págs. 703 y sigts., con detalle; QUINTA\!O R!POLLES, 4
·,i F.n el mismo sentido se pronuncian CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, l, págs, 708, 709 y
op. cit., l, 40, 4, B, pág. 464
716, aunque en el Código Penal español rntonces vigente no se consagraba la limitación. En el actual, la
hs En el mismo ~entido, CORDOBA RODA r_ROlJRTGUEZ TvlOURUUO, l, p:'ig. 716. El concepto de LABATUT,
agravante ha desaparecido
l, 21_2, k), pag. 227, me parece resLring1do, pues no basta con que al momrnto ck cometer el delito el 5
'· ¿ CORDOBA RODA y RODR.lGUEZ MOURULLO, 1, págs. 714 y 717
parn1e carezc~ d.e habrlc.mtes;_ es prenso, a_demás, que esté efectivamente solitario, esto es, que en él no se 403
NOVOA, 11,392, pág. 73; GARRTDO, l, 18, pág. 230; POUTOff-ORTIZ y colaboradores, l, p:'ig. 206.
encuentren. rn s1qmera ocas10nal y transttonameme otras personas. El de NOVOA, TI, 392, p:'ig. 73, se 454
aprox.1ma en cambio al del texto. ETCHEBERRY, II, pág. 40; POUTOFf-ORTIZ y colaboradores, 1, p:'ig. 208.
l+ú HGTEBERRY, ll. pág. 40; NOVOA, II, 392, pág. T3 m CORDOBA RODA y RODRIGL'EZ MOURULLO, T, pág. 749; P0UT0FF-0RI1Z y colaboradores, l,
++t RODRJGUEZ DEVESA, !, 694. pág. 208
45
t Como lo requiere ETCHEBERRY, IT, págs. 40 y 41

538
539
C..APÍTUl.0 JX / LAS ClRCUt.STA"IClAS MODIFICATORIAS DI' l.A RESP0NSAB1L1DAD PENAL
DERECHO PE\IAL / PARTJo GE:\ERAL / Enrique Cury Ur~úa

cuales los adherentes a ciertas confesiones religiosas -muy respetables por lo demás- suelen
implicarla atribuir a la agravante un marcado carácter subjetivo (personal), lo que celebrar sus reuniones y ceremonias. En mi opinión, no es éste el sentido de la ley, que
se exige es tan sólo la voluntad de delinquir en una situación en que hacerlo es vincula la agravación al deslino especifico del lugar. 466
desdoroso para el investido de autoridad. Asimismo, me parece que, no obstante su naluraleza espiritual, no son propiamenle
"cultos'' los actos de espiritismo y otros semejanles, a causa de lo cual la agravante no debe
El concepto de autoridad, en el sentido en que lo emplea el art 12, Nº 13, es apreciarse cuando el delito se ejecuta en lugares destinados a ese género de pní.cticas. 467
amplio. Se refiere a cualquier persona que ejerce funciones de poder más o menos En efecLo, el culto implica, por definición, una actitud de adoración, amor o, por lo me-
generales457 . Para que la agravante pueda apreciarse es menester que se halle desem- nos, respeto, que en_ aclividades como las examinadas está ausente. Ellas tienen más en
común con la disposición anímica de quien realiza una investigación uenLiiica que un rito
peñando esas funciones, pues, en caso contrario, vendría más bien en consideración
religioso.
la circunstancia contemplada en el art 12, Nº 18 (ofensa o deprecio de la "digni-
dad").458 En cambio, no es necesario que la propia autoridad sea el sujeto pasivo del El culto a que e 1 lugar está destinado debe encontrarse permitido en la República.
delito cometido; es concebible que el ataque se dirija conlra un tercero. 459 Con arreglo al art. 19, Nº 6° de la C.PR, que reproduce en esta parte la norma del
Lugar en el que la autoridad ejerce sus funciones no es tan sólo aquel en que tiene art 10, Nº 2º de la C.PE. de 1925, se hallan en tal situación todos los "que no se
permanentemente su asiento u oficio. Puede ,tratarse de uno en que se encuentra opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden público"_ 4 ns
desempeñando ocasionalmente las actividades propias de su cargo. 460 Sin embargo, la agravante, como es lógico, sólo surte sus efectos si el dolo del sujeto se
no basta con que la conducta punible se ejecute en ese sitio; es preciso que realizarla extiende al hecho de estar delinquiendo en un lugar de esa clase; esto es, si sabe
allí implique un cierto desprecio de la persona constituida en autoridad. 461 que está destinado a un culto y quiere realizar en él la actividad punible no obs-
La agravación está basada en un aumento de la antiju.1idícidad motivado por la tante ello.
lesión al respeto debido a quien ostenta la posición de autoridad. 462 A causa de ello su El fundamento de la agravación reposa en un incremento de la antijuridicidad
naturaleza es objetiva y se comunica a los partícipes conforme a las reglas generales. ocasionado por la lesión a los sentimientos religiosos de quienes participan en el
culto respectivo, y a los de respeto en general que imperan en la comunidad, con
De la misma manera que la examinada en el pánafo precedente, esta agravame contempla
dos situaciones que se encuentran, no obstanle, en relación de alternalividad. 4('3 Por esto, arreglo a los principios sobre libertad de conciencia conslitucionalmente garantida. 469
aunque en el caso concreto concurran simultáneamenle ambas, la circunstáncia sólo puede En atención a su carácter objetivo, se comunica a los partícipes de acuerdo al art.
apreciarse una vez. 64, inc. segundo del C. P

i) Comisión en lugar destinado a un culto j) Desprecio de la calidad del ofendido o en su morada


Es circunstancia agravante, según el Nº 17 del an. 12, "cometer el delilo en De conformidad con el art J 2, Nº 18 del C.P., es circunstancia agravante "ejecu-
lugar destinado al ejemcio de un culto permitido en la República".
tar el hecho con ofensa o desprecio del respeto que por la dignidad, autoridad, edad
Por lugar destinado al eyrcicio de un culto se entienden todos aquellos que, por su
o sexo mereciere el ofendido, o en su morada, cuando él no haya provocado el
naturaleza, tienen por objeto la celebración de actos o ceremonias religiosas de
suceso"
cualquier confesión. Por consiguiente, no solo templos abiertos al público, sino Lo mismo que en el caso de la circunstancia decimoterGera, 470 no es menester
también capillas privadas, oratorios u otros recintos semejanLes, 4M y aunque en el que se sume al delito un ataque especial al honor, dignidad o calidad de la victima.
momento de ejecutarse el hecho punible no se estén desarrollando en ellos las acti- Subjetivamente, todo lo que se necesita es que el sujeto se represente la situación
vidades a las cuales están destinados.
objetiva existente y quiera, no obstante, desplegar la conducta típica.
LABATUT ofrece a esLe respecto un concepto excesivamenle amplio, 465 pues no hace exi- la digníclad es la posición de superioridad moral que se reconoce a una persona
gencia alguna concerniente c1 la índole del lugar. Eslu conduciría a considerar que también respecto de otras en atención a las cualidades relevantes que públicamente se le 11·

son sitios destinados al ejercicio de un culto calles, plazas u otros lugares públicos en los
atribuyen y que, en cierlos casos, se ha manifestado mediante el otorgamiento de
distinciones honoríficas oficiales o la destinación a cargos de elevada jerarquía_ Se 1
~'
7
ETCHEBERRY, II, pág. 41 trata, pues, de un concepto relativo a la siluación ocupada por ofensor y ofendí- ~
¡I
051
CORDOBA RODA y RODRIGUEZ J.vlüURULLO. l, pág. 751
59
' CORDOBA RODA y RODRlGUEZ lvlOURULLO, !, pág. 749.
+no NOVOA, 11, 393, pág. 76
+,si ETCHEBERRY, 11, pág. 41; LABATUT. l, 212,1), pág. 227
tf 6 Con dudas al respecto, [TCHEBERRY, Il, p:ig. 41. Como en el lexto, GARRIDO, 1, 18, pág. 233; POLITOFF-
4 2
CORDOB;\ RODA y RODRIGUI'.Z lvtOURULlO, l. pág. 759. En la literatura nacional, en cambio, NOVOiL
ORTIZ y colal)oradores, l, pág. 212. _ _ ,
1 º' Dudoso también a este respecto FTCHEBERRY, TI, pag. 41 Como en el texto, GARRIDO, 1, 18, pag. 233.
''

H, 393, págs. 75 y 76, la funda en consideracionec, subjetivas relativas a la mayor pnversidacl y peligrosi-
+or En d mismo semido, FTCllEBERRY, II, pág. 41, y LABATUT, 1,212, m), pág. 228, ,
dad del hechor. Mi punto de \ista adverso a ese crnerio ha sido ya expuesto en las páginas precedentes.
~ 6" En semido semejante, ETCHEBERRY, 11. pág. 41; GARRIDO, l, 18, pág. 233; NOVOA, II, 394, pag. 76:
+ó.1 ETCHEBERRY, II, pág. 41; >JOVOA, ll, 393, pág. 75; GARRIDO, T, 18, pág. 232.
t6t En este sentido, NOVOA, 11,394. p:ig. 76.
POLITOFF-ORTlZ y colaboradores, l, pág. 219.
4
r,-, Li\BATlJT, I, 212, m), pág. 228. ·liO Supra, h)

540 541

J
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Eruiqu(· Curv Ur:ttía CAl'i ruLO lX / LAS CIRCUNSTA:\:CIAS lv!ODIFICATORIAS DE LA RESPONSABIUDAD PENAL

do, 4 n que no depende necesariamente de las funciones desempeñadas por éste, 472 el lugar en que se encuentra su hogar. 485 A causa de su índole objetiva, es comuni-
y en ningún caso de consideraciones atingentes a la "clase social" de que procede .473 cable a los partícipes.
El concepto de autoridad debe entenderse en el sentido amplio que se le atribu-
Las distinlas hipótesis que describe la ley se comporlan en forma ahernativa, de suerte
yó al tratar de la agravante contemplada por el Nº 13 del art. 12 474 . Tal como se que la agravante surtirá sus efectos una sola vez, aunque en el caso concreto concurran
explicó allí, la diferencia radica en que la disposición de este Nº 18 surte efectos varias de ellas simultáneamente.
486

cuando la ofensa o desprecio no se dirigen contra la autoridad como tal, sino de la


persona que está investida de ella. 47 '5 k) Escalamiento
NOVOA sostiene un punto de vista diferente, basado en consideraciones históricas. 476
Como en la sesión 168 de la Comisión Redactora del C.P se agregó la mención a la autoridad
De acuerdo con el art. 12, Nº 19 del C.P., por último, es circunstancia agravante
-que el modelo español no contenía- ''para comprender los delitos comeLidos en contra de ejecutar el delito "por medio de fractura o escalamiento de lugar cerrado".
los tulores, curadores o encargados de la crianza y educación de una persona", ese autor Se encuenlra sometido a discusión el sentido de los conceptos "fractura" y "escala-
estima que el precepto examinado hace "alusión a personas que ejercen mando sobre otra en
vinud de relaciones privadas", al paso que la agravante del Nºl3 ~sLaría "claramente referida
miento". Una parte de la literatura se melina a otorgarles el significado (extensivo) que
487
a los que desempeñan auto1idad pública". les atribuye el an. 440, Nº 1º del C.P., relativo al robo con fuerza en las cosas. El
Aunque el argumento es aLendible, esa conclusión no se deduce de la voluntad de la ley criterio antagónico estima, con razón, que no existen molivos válidos para aplicar a
tal corno aparece expresada en el él.rt. 12, Nº 18. La relación entre ambas disposiciones
una norma general como la contenida en el art. 12, Nº 19, una acepción extremada-
sugiere, más bien, una interpretación como la que se defiende aquí, pues mienlras el Nº 13
se refiere a ofensa o desprecio "de la autoridad pública" como tal, el Nº 18 la remite al mente amplia, que no brota siquiera de una dehnición, sino de una mera enumera-
respeto que en atención a su aULmidad "merecine el ofendido". Por esto, en la medida en ción, y que se halla consagrada para atender a la defensa de un bien jurídico determi-
que la voluntad de la ley debe prevalecer sobre la de su autor, creo que ha de preferirse el nado en contra de un género de ataques específicos. Por tales razones, estima que
criterio que se acoge más arriba. 488
ambas nociones deben ser interpreLadas según su significado naturaL Así, siguien-
La edad se refiere a la que, por ser ascendente respecto de la del ofensor, debiera do a PACHECO ,488 el escalamiento implica saltar "por cima de pared, o aunque sea de
normalmente inspirarle respeto. 477 El sexo, a su vez, al femenino, pues con arreglo a vallado, siempre que presente resisLencia, y ofrezca de ordinario seguridad"; la fractu-
los sentimientos imperantes en el medio social conLemporáneo, sólo las mujeres ra, a su vez, existe "cuando se abre, por medios ·violentos, con rompimiento y destro-
son objeto de una deferencia especial por este mollvo:+18 - zo, puerta, caja o cualquier otra cosa que cierra y guarda.algún sitio".
478
La morada es el "hogar" de la persona, el lugar en que ella desarrolla su vida
El propio NOVOA conviene en que esLa interpretación es más t1exible e impuesta, inclu-
doméstica, 480 yno su domicilio civil. 481 La agravanLe no opera cuando la morada es so, hasla cierto punto, por el LexLo legal_ Sin embargo, abriga el temor de que ella, a su vez,
común a ofensor y ofendido, 482 "pues en tal caso no se da la exigencia de respeto pueda conduciT a extensiones indebidas_ en_ la 3plicaciún de 1:
agravan~e. !V~e parece, no
debido a la habitación 11 ajena". Tampoco surte efectos cuando el ingreso a la morada obstanle, que, en cienos casos, Lales ampliac10nes corresponderan a la ratw legr.s de la causal
de agravación, como, por ejemplo, cuando se rompe un cofre para violar la c_orres~ondencia
es inherente al tipo de delito respectivo; 483 como en los casos de robo con fuerza en de uun tercero; en los oLrns -que son los más- serán excluidas por una mtehgenc1a correcta
las cosas en lugar habitado, violación de morada, etc. Finalmente, también debe de los demás requisitos reclamados poT la descripción de la agravan~e.
excluírsela si ha mediado provocación del ofendido, concepto que ha de entenderse
en el mismo sentido que se le atribuyó al tratar de la legítima defensa. 484 Con arreglo a lo dispuesto por la ley, la fractura o escalamiento deben ser e':1-
El fundamento de la agravación se debe a la antijuridicidad incrementada por la pleados para "cometer" el delito, esLo es, en el curso de ejecución. En consecuencia,
lesión a los deberes de respeto que originan las calidades personales de la victima o no debe apreciarse la agravante cuando se ha echado mano de eUos.para fuga:se del
sitio en que se perpetró el hecho punible o con cualquier otra lmahdad ultenor a la
consumación. "9º
472
LABATUT, 1,212, n), pág. 228. El lugar cerrado al cual se fractura o escala es cualquier sitio u objeto al que, por
472
Otro criterio en NOVOA, lI, 395, pág. 77
4 1
' CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MüURUlLO, L págs. 752 y 753 estar clausurado físicamenLe, no se puede acceder en forma libre.
-m Supra, h). La agravación se encuentra fundada en un incremento de la antijwidicidad
~
75
ETCHEBERRY, TI, pág. 42
47
,; NOVOA, II, 395, pág. 78. Así, también, GARRIDO, l, 18, pág 234_
motivado por la lesión a los resguardos, con la consiguiente creación de alarma
,~, CORDOBA RODA y RODRTGLJEZ lv[OURUJ .LO, L pág. 7'56.
+7e CORDOBA RODA y RODRIGUE MOURULLO, !, pág. 757.
+79 ETCHEBERRY, II, pág. 42; GARRIDO, I, 18, pág. 235. +10 CORDOBA RODA y RODRJGCEZ "tv[OURULLO, L págs. 759 y 770.
"1)\) C.ORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, págs. 765 y 766 ~w, :_\JQVOA, ll, 395, pág. 77.
+51 Contra, U.BATUT, I, 212, 11), pág. 228 4s7 LABATCT, I, 212, ñ)_ pág. 228; >lOVOA, Il, 396, págs. 79 y 80, con detalle; GARRIDO, 1, 18, pág. 237
2
~H CORDOBA RODA y RODR!GUEZ MOURULLO, 1, pág. 768; ETCJJEBERRY, 11, pág. 42. +s~ ETCHEBERRY II, págs. 42 y 43.
103
ETCHEBERRY, 11, pág.42. +og Pi\.CHECO, T, pág. 245. ,
~84 -"JOVOA, TI, 395, pág. 78. Sobre la '·provocación"' en fa legítima defensa, supra, 24, II, a), bb) 4.>o Otra opinión, GARRIDO; I, 18, pág. 237. Como en el te_xto, POLITOrF-ORTIZ y colaboradores, I, pag. 223.

542 543
DERFCHO PE"'.\Al / PARTE GEKER.AL / f,nrique Cury Urzlia
CAPÍT"CLO !X/ LAS C!RCUNSTA:--ICIAS lv!ODIFlCATORlAS Dl. LA RFSPOi\"SAB!UDAD PENAL

491
social. A causa de su naturaleza objetiva, se comunica a los partícipes en los Se encuentran lambi.én en La! siLuación los delitos en contra de la fe plib/ica, 496 cualquiera
términos del art. 64, inc. segundo del C.P sea el significado que se atribuya a ese bien jurídico, muy controvertido por lo demás. Por
tal moLi.vo, se equivocan quienes i.ncluyen esos atentados entre aquellos en los que la rela-
Igual que en los casos precedentes, las situaciones descritas plrr el precepto se comportan ción parental por lo general atenúa. 497 Natmalmeme, pueden surgi.r dudas cuando, verbi-
alternativamente. Por lo lanto, quien comele el delito escalando un lugar cerrado y fractu- gracia, una falsedad documental entra en concu_rso _aparenle con un frau_de (estafa). Estas
rando olrn, incurre una sola vez en la causal de agravación. dificultades, cuya solución debe hallarse en el ambito de la Parte Espeual, se 0eben, sm
embargo, a que en las situaciones mencion~das seer:itrernezcla la infracción a la "fe públi~a"
con el a Laque a la pro pi.edad -un bien jurídico md1v1dual-; pero no debieran suscitar vacila-
ción alguna sobre la exactitud de la posición expuestc1 precedentemente.
§ 34. LA CIRCUNSTANCIA MIXTA DE PARENTESCO
· ¿o antes sucm
Lo que se ha de enLender por cónyuge ya se h a prectsa . tamen t'9s
e. '
Con arreglo al art. 13 del C.P., "es circunstancia atenuante o agravante, según la Las formas de parentesco por consanguinidad a que alude la ley no generan entre
naturaleza y accidentes del delito: ser el agraviado cónyuge, pariente legítimo por nosotros problemas de importancia. En cuanto al parentesco por afinidad, debe
consanguinidad o afinidad en toda la línea recta y en la colateral hasta el segundo tenerse presente que éste subsiste aun después de la disolución, por muerte de
grado inclusive, padre o hijo natural o ilegítimo reconocido del ofensor". uno de los cónyuges, del matrimonio en que se funda; 499 pero se entiende. ~o
haber existido nunca -como afinidad legítima- cuando es declarada nula la urnon
Esta circunstancia, como lal, no se consagraba en el Código Penal español que sirvió de conyugal que lo origina. El simple adoptado no se encuenr_ra comprendido en la
modelo a los redactores del nuestro, pues aquél consideraba siempre al parentesco como enumeración que efectúa el art. 13 del C.P. En cuanto al adoptado pleno ~un con-
una causal de agravación y encabezaba el catálogo respeclivo con la referencia a él.
Esa regulación, sin embargo, había siclo criticada por PACHEC0. 491 Este, en efecLo, que cepto introducido por la Ley 18.703, que sustituyó a la 16.346 sobre Legmma-
en un comienzo parece haberse inclinado a apreciar las relaciones paremales entre autor y ción Adoptiva- sólo se equipara a los hijos legítimos o mantales para efectos nv1-
victima como un moti\To de atenuación, concluye finalmente que pueden operar tanlo exas- les pero, para 1os penales, debe estimarse que sigue conservando el parentesco
perando como morigerando la pena, según la naturaleza del <lelito en que concurran.
con sus familiares biológicos. 5ºº
Aparenlemente la Comisión Redaclora del C.P. no se hizo cargo en principio de tales
observaciones, porque en la sesión 9° reprodujo, sin mayor discusión, la circunstancia agra- la ley expresa que la relación malrimonial o par~mal operará c_m~o circuns~an-
vante tal como se encomraba establecida en el texto legal español. Sólo al revisar el proyecto, cia atenuante O agravante, "según la naturaleza y accidentes del delito : Ahora bien,
en la sesión 122, reexaminó el asunto, inclinándose, primero, a conservar la agravante, pero e1 problema principal que plantea 1a interpretación del pre~epto consiste en dete~-
adoptando una redacción semejame a la del Código Penal brasileño, que PACHECO no
consideraba perfecLa, aunque, en lodo caso, superior a la del peninsular. Inmediatamente minar cuándo debe ocurrir una u otra cosa, pues los entenas que la norma ofrece
después, en la sesión 123, los comisionados resuelven en definitiva suprimir la causal de para hacer la decisión son vagos. 501
agravación, aceptar por entero el punto de vista de PACHECO y construir, en pélrrafo sepa-
, rada, la circunsLancia mixta tal como actualmente se la encuenlra en la ley, si bien la forma De acuerdo con el punto de vista desenvuelLo por PACHECO, el parentesco. debe.ate~
se modifica todavía en la sesión 168 con el propósito de armonizar todos aquellos preceptos nuar siempre en los deliLos conLra la propiedad y en los ,uaq~~~ leves conlra l_a mte.gnda~l
concernientes al parentesco. 493 Sólo con ocasión de la reforma de 1870, el legislador español corporal (lesiones), cuando el autor se encuentra en una pos1c10n ~e Sl~1xnor_1dad,1esp~c.-
acogió una-solución semejante, 494 que subsiste hasta ahora en el art. 23 del Código reforma- to del ofendido; por el comrario, agrava en todos los at:n_tados se\-eros conlr_a la \ida) la
do de 1995. integridad corporal, así como también cuando est~s 1:1t1rnos son de poca _1_mpo~t~{~c 1~,
pero quien los infiere ocupa una posición de infenondad res pe eLo ele la v 1cL1ma. L1
Para que la circunstancia mixta surta efectos es indispensable que exista entre solución tiene el inconveniente de que sólo se refiere a dos grupos de hecl1os l'.~rnbles, srn
suminisLrar un criLerio para abordar las oLras siLuc1ciones en las que l_a relac:on parenLal
el ofensor y el agraviado alguna de las relacrnnes matrimoniales o parentales puede jugar un papel. Además, como se destacará más a~elante, la at_irmac1~n de qu~ 1~
enumeradas por la ley. Por agraviado debe entenderse el sujeto pasivo del delito. circunslancia siempre aLenúa en los dehLos conlrn la propiedad, en m1 op11:-10n nu _ruede
Consiguientemente, la circunstancia no puede concurrir en aquellos hechos sostenerse de manera absoluta ni siquiera cuando se trata de hechos que ks1011an ese bien
_jurídico en forma no violema. _ _ ...
punibles cuyo objeto de protección es un bien jurídico comunilario 495 (delitos En la literatura nacional, ETCHEBERRY realiza un esfuerzo por establecer pun~os de_vislcl
contra la seguridad del Estado, atentados contra la libre competencia, delitos más amplios para resolver el problema, apoyándose principa_hnente en las ?nenLac10nes
de peligro común etc.). propoTcionadas por un conjunto de d1sp.os1ciones de la Parte Especrnl que atr~buyen al pa-
rentesco efeCLos agravatoril;s o aLenuaLonos según el caso, 5113 Aunque en prinup10 sus solu-

491
NOVOA, 11,396, pág. 80, está de acuerdo en lo último, pero por lo demás parece inclinarse a pensar en 1% CORlJOBA RODA y RODR!GUEZ MOURULLO, 1, pág. 781
un aumento de la culpabilidad.
4 2 19 7 Así, por ejemplo, RODR[C;UEZ DEVESA, l, pág. 713
" PACHECO, I, págs. 214 y sigts.
491 ·1% Supra, 29, lll, c). _
Sobre este úlLimo punto, véase el comemario de NOVOA, II, 411, págs. 11 O y 111
94 M CORDOBA RODA y RODRlGüEZ MOURULLO, 1, pag. _784. F01.1T01-'F-ORTIZ y colaboradores, 1,
L
495
Cfr. RODRJGUEZ DEVESA, 1, pág. 712, con detalles sobre alleraciones posteriores de la redacción. ,on Véase ETCHEBERRY, II, pág~ 48 y49, con dualle. Asimismo,
CORDOBA RODA y R0DR1GU.EZ MOURULLO. I, pág. 781; POLITOFf-ORTIZ y colaboradores, l, pág. pág. 22 5
224. Otra opinión m MIR, 26, 55. pág. 622, quien considera que ··también es agraviada la persona sobre SUJ lABATl}T, L 222_ pág. 238.
la que recae la acción (objeto material) aunque no sea litular del bien jurídico típico". sui PACHECO,cit._págs.215y216.
'º 3 ETCHEBERRY, 11, págs. 4fi y 47.

544
545
CAPiTULO IX:/ L'\S (.IR(.l:NST,\NCIAS lv!OJJJJ"'ICATORJAS DE LA RESPONSJ\Bll.lDAD PENAL
Df'RECHO PEt\AL / PARl"E GENtR,\L / Enrique Cury Urzúa

1 en cuando el c1tentado es de aquellos que usualmente darían lugar a ello, pero en la


ciones son correctas, 105 fundamentos en los cuales las hace descansar no siempre resultan ª P ª concreta ha sido provoca~o P?T. e l o fend'd
hipótesis 1 º: °". Puesto que en ta les snuac1ones
· · e1
convincentes, 504 al paso que, por oLra parte, no exlrae del texto del art. 13 del C.P todas las atacado ha vulnerado ya b deferenua ex1g1da para el vmculo p~rental, no es razonable recla-
consecuencias que, según mi parecer, pueden deducirse de él.5º5 mar del agresor que la guarde a LOdo trance. Pero ésta, claro esta, no es una regla rígida, pues
su apreciación depende de los otros factores concurrentes.
Con arreglo a lo que dispone la ley, hay que decidir, en primer lugar, atendiendo
a la naturaleza del delito, la cual, a su vez, es determinada por la índole del bien De acuerdo con la opinión dominante, es posible que respecto d~ ciertos delito~
jurídico que protege el Lipa respectivo. 506 Así, en principio, puede aceptarse que, 0
en determinados casos, la relación parental no surta efectos m atenuantes m
por regla general, el parentesco agrava cuando el hecho pumble ataca bienes juridi- agravantes. 'íl2 . . .

cos eminentemente personales, tales como la vida, la salud, la libertad sexual o Desde el punto de vista subjetivo, 1a circunstanua mixta exige que el autor co-
512
ambulatoria, cuya lesión implica un detenoro de la humanidad de la víctima; asi- nozca la existencia del vínculo que lo liga al ofendido. Por el contrario, la repre-
mismo, que atenúa cuando el delito sólo infringe relaciones patrimoniales del suje- sentación errada de una relación parental inexistente (por ejemplo, e1 autor cree
. 1 t ,14
to pasivo, según sucede característicamente en los atentados contra la propiedad. que la cosa su;traida pertenece a su hermano ) es ure evan e. . .
Más allá de esto, sin embargo, deben tenerse también en consideración los acci- E1 fundamento de la agravación o atenuación en sus respecn~Tos casos, radica e_n
dentes y, en primer término, de entre ellos, el modo de ejecución especificado por el el mayor O menor disvalor que puede atribuirse al acto, atendida la con~urrencia
tipo. Es por ese motivo que cuando el quebrantamiento de la propiedad adopta una del vinculo matrimonial O parental. Se trata, pues, de un asunto concermente a la
forma violenta o que de cualquier otra manera importa un desprecio por la entidad anliJuridicidad del hecho. 515 Pero, como depende de una caractertstica personal del
personal del sujeto pasivo, el parentesco debe agravar, como ocurre, en mi opinión, sujeto, no se comunica a los partícipes en quienes ella no concurre.
no sólo respecto del robo con violencia o intimidación o con la usurpación violenta,
sino, igualmente, con la usura. Por último, la apreciación de los "accidentes" debe
conducir también a un análisis del caso concreto en sus·particularidades,-' 07 inclu-
yendo tanto las del hecho ejecutado y sus motivaciones como las de la forma que en
la especie asume la relación parental Así, el vínculo debe atenuar, por ejemplo, en
situaciones de homicidio piadoso -incluso allí donde ya ha sido tomado en consi-
deración formalmente para la subsunción de la conduela en un tipo de injusto más
grave (parricidio)- o en casos de lesión que importan un exceso en el derecho de
corrección otorgado a los padres respecto de sus hijos.

Lo expuesto no significa, a mi juicio, que la decisión sobre el carácter aLenuatorio o


agravatorio del parenlesco perlenezca arbitrnriamente al juez. 508 Este debe resolver aten-
diendo a las características del caso concreto, pero según unas orientaciones que están dadas
por la ley y _a las cuales no puede ignorar. Por tal molivo, el asunto podría ser incluso objeto
de un recurso de casación cnan<lo esas directrices han sido desalendiclas. 509
Referente a la apreciación de las circunstancias del hecho, alguna jurisprudencia española
se inclina a deseslimar el efecto agravame del parentesco cuando se trata de casos en los
cuales se encuemra acredilado que no existe entre el ofensor y el agraviado una relación de
afecto. 510 En mi opinión, este punto de vista es desacertado, pues la ley no pretende aquí
defender vínculos emocionales -una cosa que para ella es imposible-, sino, solameme, el
respeto debido a ciertas relaciones que sirven de base a la organización familiar_jurídicamen-
le reconocida. Por esta última razón me paTece, en cambio, que en general no debe agravarse

oo+ Especialmente en relación con los argumenLos deducidos del an. 489 del C.P., véase la ciítica de CORDO- 414 C COROOllA ROD,'\ y RODRIGUEZ
BA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, !, pág. 793. referida al art. 564 del Código Penal espaüol, enton- rn QCJNTAKO RlPOLLES, op. cit., 1, 36, págs. 413 Y · otllra,
ces ,igente, que era el conespondiente en ese ordenamient.o juridico. lv!OURULLO, 1, pág. 790. _ ~, ,. __ - EBERRY TI .- 46" J...AB/\TUT, L, 222,
La discusión del asumo Lime un carácter más casuíslico rn J.\OVOA. 11,411, págs. 111 y 112. Ono tanto
<;CT·, CORDOBAROD/\ yRODRlGCEZ l'v!OURULLO, L pag. 188, EICH , ,' pag. , - - l de 1995·
ocurre en RODRTGUEZ DEVESA, L. págs. 712 y 713 - . - 2 ,- 622 a o ·ado ahorn rn el texto expreso dfl art. 2.3 del C.P. tspano , '
pag. 239, ·Mm, 26,; , p,1g. ., p } - 4B· POLITOFF-ORTLZ y colal,oradores, 1, pag. 226,
soú ~ORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURUlLO, I, pág. 788. QUlNTA>lO RlPOLLES, op. nt., 1, 36, 3, pa_g. -,
w ldern atendiendo únicarneme a la naturaleza del delno. ¡ ¡ d t ·na
'º8 En este sentido se pronuncia ;,.JOVOA, JT, 411, pág. 110. sic CORDOfü\ RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, T. pág. 786. ÉsLa es opinión unánirne e e a ocn
-"N CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, l, pág. 788 nacional
51
° Cfr. CORDORA RODA y RODRTGUEZ MOURULID, 1, pág. 784 y sigts , quiene~ impugnan tales decisio- ,·+ Ídem.
nes. En el mismo srnlido, QClNTA~O RIPOTLES, op. cit., 1, 36, 3, pág. 414. OLra opinión en MlR, 26. 515 1HR, 26, 53, pág. 622.
54, pág. 622

547
546
CAPÍTULO X

LOS DISTINTOS MOMENTOS


EN LA EJECUCIÓN DEL DELITO, TEORÍA
DEL "ITER CRIMINIS". 1

§ 35. EL TlPO DE LA TENTATIVA Y EL DELITO FRUSTRADO

I. GENERALIDADES

a) Concepto de tentativa y delito frustrado

De manera muy esquemática, en el proceso de ejecución de un dehlo es posible


distinguir una progresión de etapas sucesivas. El sujeto ldea piimero el hecho puni-
ble, es decir, éste se represenla a su inteligencia como posibihdad de rea1ización;
luego resuelve cometerlo. acogiendo en la voluntad lo que el intelecto le ha pro-
puesto y poniéndolo además nuevamente en iuego para piamficar la conducta. Una
vez decidido, el agente necesita preparar la ejecución, ordenando medios e instru-
mentos a fin de asegurar el éxito. Sólo entonces se dispondrá a verificar la accíón
Upica y, en el caso de los delitos de resultado, 2 a la consiguiente causación del evento
típico. 3 En la práctica, por cierto, estas etapas no aparecen siempre nítidamente
diferenciadas. En un homicidio pasional. por ejemplo, es posible que se confundan
completamente desde el punto de vista cronológico. Y, sin embargo, también en
tales casos se las habrá recorrido, aunque entre ellas sólo medie un espacio de tiem-
po imperceptible.
Este desarrollo complejo concluye con la consumación, esto es, con la realización
completa del hecho típico. Pero los límites del bpo suelen no coincidir con el momen-
to en que el autor alcanza la mela que se ha propuesLo. A menudo la ley sólo descri-
be una parte de la conducta desplegada por el suieto. sin esperar para amenazarla
con la pena la obtención del resultado final que él perseguía En estos casos se

Las cuestiones a que se refiere este capítulo han sido tratadas rn CURY, Ti::ntali\'a y delito JnJ..Strach cit. \.1i
opinión detallada sohre ellas, por consiguiente puede consultarse allí. Con todo, en el Lexto subsiguknte
se conr.ienen unas pocas novedades que he cuidado de destacar.
Supra, 17, 11, a).
En el mismo sentido, aunque con algunas variantes, "!VIAURACH, Tl, 39, 1\, pág. 165; lvl.ACRACH-ZIPF[(
Il, 39, A, págs. 2 y 3.

549
DERECHO PE>IAI. / PARTE GENi:,RAL / Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO X/ LOS DISTINTOS MOMENTOS EN LA EJECl:C!ÓN DEL DlóL!TO, TEORÍA DL:L "ITER CRl!,HNJS'

distingue la consumación del agotamiento4 del delito. Aunque la importancia penal


ha visto,7 una vigencia sin excepciones, pues de oLra manera la función de garantía
de este último es limitada, no es posible ignorarlo por completo. 5
que compete al tipo quedaria incumplida.
Ahora bien, el proceso descrito puede también verse interrumpido en cualquie- La ley soluciona esta contradicción, que llevaría a resultados insatisfactorios,
ra de sus distintas etapas, por causas dependienLes o independientes de la voluntad mediante 1a creación de tipos subordinados o no autónomos de tenLativa y frustra-
del agente. Cuando eso ocurre antes de que la voluntad delictiva se haya manifesta- ción.8 Si bien técnicamente hubiera sido posible colocar, junto a cada tipo de con-
d_o exteriormente de algún modo, la situación es irrelevante para el derecho, en sumación, los correspondientes a la tentativa y el delito frustrado, 9 este expediente
vmud del principio, aceptado ya por los Juristas romanos, de que cogitationis poenam habría resultado fatigoso y casuístico ~aunque es preciso reconocer que presenta
nema patitur (el puro pensamiento nunca es punible). Tampoco ha de considerarse ventaps desde el punto de vista de la seguridad jurídica-.'º Se ha preferido, en
la realización de actos preparatorios a los cuales no se sigue la verificación del delito. consecuencia, establecer tales tipos mediante una fórmula general, enclavada en la
Pero cuando el sujeto emprende la ejecución de la accíón típica y no alcanza a con- portada del Código, que permita resolver los distintos problemas suscitados por
cluirla, o cuando, ejecutada toda la acción, no consigue ocasionar el resultado típíco, ambas figuras. La diferencia entre el Lipo autónomo de consumación y los tipos
se da lugar a una sanción penal. subordinados de tentativa y frustración estriba, por lo que se refiere a su estructura,
Hay, en efeclo, tentativa cuando el culpable da principio a la e¡ecución del oimen o en que mientras aquél posee un contenido propio, a cuya realización se conecta
simple delito por hechos directos, pero faltan uno o más para su complemento (art. 72, inc. directamente una pena, éstos se hallan construidos como esquemas vacuos, que
tercero C.P); lo cual equivale a decir que la tentativa se con figura cuando el sujeto ha sólo adquieren significado al ser puestos en relación con uno de los distintos tipos
iniciado la realización de la acción típica, pero no ha llegado a completarla. Del otro lado, de consumación. Los verbos rectores de los tipos subordinados -p1incípiar a ejecu~
hay crimen o simple delito frustrado cuando el delincuente pone de su parte todo lo necesaiio lar y ejecutar todo lo necesario, etc.- carecen de contenido fáctico; para llenarlos es
para que el crimen o simple delito se consume y esto no se verifica por causas independientes indispensable conectarlos con un tipo de consumación.
de su voluntad (art 7°, inc. segundo CP); lo cual, a su vez, significa que el delito
No se debe, con todo, atribuir c1 esta construcción consecuencias exageradas. 11 Constitu~
fnistrado existe cuando el autor ha eJecutado toda la acción típica, sin conseguir, a pesar de ye, únicamente, un recurso de técnica legislativa. 12 De hecho, hay numernsos casos en los
ello, la producción del resultado. Conforme al inc. primero del art. 7° del CP, son punibles cuales la ley eTige a la conducta sólo intentada en figura principal autónoma, como ocurre,
tanto 1a tentativa de un crimen o simple delito corno el crimen o simple delito frustra- por ejemplo, en los arls. 106 inc. pTimero, 108, 117, 123, 126 y 241 del C.P, poT no c~l?r
do. Por el contrario, las faltas sólo se castigan si han sido consumadas (art. 9º CP) sino algunos de los más evidentes. Eso demuestra que la lenlau_va no es u~~ c?nstrncc10:1
excepcional destinada a castigar hechos que usualmente no debieran serlo, smo un aTbl-
lrio de que echa mano el derecho para diferenciar la punibilidad de la acción atendiendo a la
b) Los tipos subordinados de tentativa y delito frustrado mayor o menoT intensidad y significación del disvalor de resultado. 14

Si bien se mira, la conducta ejecutada no realiza el tipo de injusto sino en los


casos de consumación -por supuesto, también en los de agotamiento-, pues, en II. ESTRUCTURA DEL TTPO DE TENTATIVA
efecto, las descripciones contenidas en el catálogo de la Parte Especial usualmente
lo son de hechos conclusos y sólo en algunos casos se refieren a actos encaminados El tipo de la tentativa, como ya se ha dicho, Liene por objeto aprehender aque-
en un cierto sentido cuya verificación no se espera para irrogar la sanción (los lla- llas situaciones en que el sujeto, con el propósito de consumar, inicia la ejecución
mados delitos de emprender). 6 Por ende, así la tentativa como el delito frustrado
Supra, 16, l, b) y III, b), tD
constít~yen, por lo general, -casos de ausencia de tipicidad. En estas situaciones, BEUNG, 15, l, IV, págs. 38 y sigts. . _ _
una apl~cación estricta del principio conforme al cual no hay delito sin tipo debería Así concretamente, en el sistema juiídlco de los Estados Unidos de Norteaménca. Sobre el'.o, en sentido
crítico, GRET'.N y POCHODA. Comment 011 ciimina/ atlempl and cnm[1:a.1 -''.Jlicitation: Sectwns 2001 and
conducir, consiguientemente, a la impunidad. Y ese principio reclama, como ya se 2003, en \Vorking Papers of t/u Nmional Commission on &Jorm oj federal Cnmmal Lmvs. Washmgton,1970,
vol. I, págs. 351 y sigts.
10
Véase, al respecto. CURY, Tentativc1y clditofrnslrado, cit_-, T3, p:'igs. 141 y si.gts.
1
11 BEU>JG, 15, l, lV, págs. 38 y sigts. y 28, l, págs. 96 y s1gts., llega 1-iasta soste_ner que el tipo subordinado
· Véanse, sobre ello, CURY, Tentativa y de/Uo frustrado, cit . 2 f). pág 10· f\1AURACH JI 39 A ·í . 165 es de "se¡I;Undo orden" e, incluso. pri:fiere hablar ele un ~cuadro' de- la rentat1va.
WELZEL 2414 b) · 261 I bl · - ·. , ·. . '_ , ' . ,p,g .
, · , . , , pag. - w a en esto~ caso~ de cunscrmanón ma/enal, danJo al concepto un signifi- \'lEílFR, ITT, p:'ig. 576; WHZEL, 24, 5, pág. 2fil. _ _ ..
cacio que lo resLnnge solo a los casos en los que cobra importancia jrnidica, esro es_ los de "anricipaciones En este sentido, en fonna muy marcada, NOVO A_ Cc1usalismo y Jinahsmo, 7, págs. 47 y 48, para quien,_, en
de la pena rotal". ' principio [... ] el Derecho, concebido como un regulador de conduelas exlern~s, no_ <le?1e~a_ocuparse ~e
La _tende_~cia dominante en la literatura nacional se inclina, por el contrario a desestimarlo. i\sí CURY la tentatfra, y sólo lo hace excepcionalmenle, "más que en razón de est1ictos pnncq:nos Jund~cos, en_razon
~'.-¡e~tacwn: 1 ~-ed1_c'.ón,_ 24, _LV, pág_ 246; U.BJ\TUT, 1, 185, pág. 190: l\'OVOA: !T, 416. pág. 120. L~ otorg~ de defensa y conveniencia social, en aquellos casos en qu_e el bien _Jurídico L_Utelado llego_ a coner ,un
e :mua poco s1gmficat1va ETCHF.BERRY, 11, págs. 68 y 69. Corno en el texto, CURY Orientación 24 IV efectivo y serio peligro" A rn1 modo de ver, este punto ele vista pone rn entredicho las b~ses d:1.derecho
pags'. 2.36 Y 237, Y Tentalivay dclitofruslrado, cit., 2, !), pág. 10, y 47, págs. 90 y sigts.', .'vfAURAC.t-J. n_'39: penal ele culpabihdad, pues -se¡:;urmnenre en forma inadvertida- radica toda la razon _Jund1ca de la
~A, pag. 165; \VELZEL, 24, 1,4, b), pág. 261 punibilidad en consideraciones concemienres al resultado.
\VEBER, nI..: pág. 576; \"1:LZH, 24, 1, 5, pág. 261; MAURACH-ZIPF~ IL 40, 79 v sigts, págs. 38 ysigts., i+ En el mismo sentido, WEBER, IIT, pág. 576: ·'Más bien, el accionar doloso es un elemento del ddito_doloso
JAKOBS, 2), .'5 y s1gts., pags. 856 y 857:JESCHECK, 49. Vlll, págs. 476 y 477 ' de resultado que recobra su independenci_a en la tentativa. una independencia que de anLern_~no u;;ne en
otras fonnas, en los delitos de emprend1miento y en todos los delitos constru1clos con verbos !males

.550
551
DERECl-tü PENAL/ PARTE GloNERAL / Ertnqu~ Cmy Urzúa
CAPÍTULO XI LOS DISTINTOS lv!OME:-TOS EN LA EJECl..'CJÓN DEL DELITO. TEORÍA D[l. "'!TER CRJMJN!S"

d~ la _acción típica, pero no consigue concluirla. la conducta corres ondi


descnta por el me. tercero del an 7° d 1C p d. 1 .. p ente es actos, la "marca" que dislingue a los que realizan un "fragmento" de la conducta
. .. d ¡ . . · e · · me iante a expres10n dar princípio a la típica, de aquellos que sólo la anteceden o preparan.
e1ecucw11 e cnmen o simple delito por hechos dí. t l l
l ., ,, , . - iec os, a cua corresponde a una for- Naturalmente, también desde este punto de visla es preciso que el dolo con que
mb~ a_c10n mas o ~e~os clas1ca y suscita problemas tanto desde el punto de vista
o Jet1vo como subJellvo. obró el sujeto se encuenlre delerminado, porque sólo así puede saberse el tipo al
que debe referirse la investigación relaliva a los actos ejecutados. 18 Las teorías obje-
tivas procuran, únicamente, independizar los datos. Una vez acrediLado el fin que
A. LA FAZ OBJETIVA DEL TIPO DE TENTATIVA
perseguía el autor y, de esle modo, el tipo de tentativa a que deben relacionarse sus
h En relaci~n ~on este aspecto, la cuestión fundamental radica en determinar cuándo actos, la e_jecutividad de éstos tiene que deducirse de su exterioridad. Así, por ejem-
a c~men~a o a ejecución del hecho punible respectivo y cuándo, orla inversa plo, cuando ya se sabe que el agente trepó hasta la ventana y fracturó los cristales
~o~oa~tor eJecu~ios deben sindicarse sólo como preparatorios. Consti~ye sin duda' con el propósito de robar, hay que decidir si escalar hasta una ventana y quebrar los
v ~ os pdrol emas más arduos con que se enfrenta la ciencia del derecho puniti~ cristales son aclos que forman parte del tipo del robo, pero esta vez prescindiendo
º·
"l
ª causa e o cual GEYER la ca!T ·
1 lCO, · ·
qmzas con escepticismo exagerado corno
de su orientación subjetiva.
a cu¡ afdratura del círculo jurídico penal". A partir de la consagración en el Código Como el concepto del tipo se desarrolló recién a principios de este siglo, las
Ferra rances de la fórmul b· d
. d . ª asa a en e1cornmencement d'exécution la doctrin h teorías objetivas elaboradas a mediados del XIX no sitúan con precisión los límites
mt.enta o predc1sar su s!~nihcado acudiendo a distintos crilerios, cu~a presentaª~ió~ del problema. Por esto, algunas de ellas presentan solucwnes que amplían el campo
pormenonza a es aqrn impracticable. is Por eso sólo s . , . ., de la eiecución, extendiéndolo más allá ele las fronteras impuestas por la tipicidad.
aqu 11, . . . , e examinan a contmuac10n En otras palabras, para estas concepciones hay actos que se pueden considerar eje-
e as cuy~ ~~portanc1a práctica, teórica y política es generalmente reconocida
La exposic10n debe dislingu 1 · 1 cutivos, aunque todavía no realizan parte alguna del hecho descrito por el tipo de
va· l' . . r, en pnmer ugar, entre teorías objetivas y subjeti-
s. a~ pnmeras_, a su ~ez, se drviden en teorías objetivas pro Jías e im ro ías consumación respeclivo. En atención a esta circunstancia, he practicado la distin-
segundas en teonas subJetivas extremas y limitadas. Al grupo d~ las teo~a/obj~;;;:: ción entre Leorías objetivas propias a impropias. Las primeras son aquellas para las
propias penenecen la formal, la mJXta y, en cierto modo, la escéptica; al de las im Jro- que sólo es ejecutivo el acto típico; las segundas, en cambio, admiten que algunos
ptas, la teona pragmat,ca, las de la causalidad y las materiales.16 ¡ actos se consideren ejecutivos aunque no pertenezcan, todavía, al proceso descrito
por el esquema rector del deliLo consumado correspondiente.
a) Teorías objetivas en general
b) Teorías objetivas propias
Para las teorías objetivas en .¡ d ...
los actos realizad , genera , 1a ec1s10n sobre el carácter ejecutivo de
aa) Teoría formal de BELIN G
di·e n d d el propos1topor
° -º~
el autor en un caso concreto tiene que adoplarse prescin-
que ést b · b d ¡ t
ción y el modo en q l 'fe, a nga ~, e . ~ orma en que se representó la situa- BELING es el primero en puntualizar que el principio de ejecución a que alude
sí mismo ue pan~ Kº
su con ucta_ 11 Por lo tanto, el acto contemplado en la ley alemana -como la chilena- "lo es de Ia acción típica". 19 Por el contrario, el acto
, y como acontec1m1ento externo deb d d
proceso ejecutivo descrito or el ti o la c , . , e ar cuenla e que pertenece al que, no obstante encontrarse subjetivamente dirigido a la consumación de un deli-
características que revelm{ esta p:ticipac~~:1~;/~;;i~ce, e~tonce~, a precisarlas to, aún no realiza la acción descrita por el tipo, es solamente preparatorio y, por
trata de encontrar .. . . en e esquema rector. Se ende, irrelevante. Por 1o mismo, 1a cuestión del principio de ejecución debe ser
un entena para descubnr y descifrar, en la materialidad de los resuelta separadamente para cada tipo delictivo. Una fórmula general, válida para
todas las figuras punibles, no sólo es inencontrable, sino que carece de sentido. Hay
15
M.E. lvlEYER mume 10, -- -en su nernpo
· once grupo. d - b principio de ejecución del hurto, del robo, del homicidio, de la estafa, etc., pero no
entonces, se hayan elaborado varias o~ra U ~ e t~onas so re este pumo. Es posible que desde
°'.-
d
se rnconu-aní en SCARAN(l L i t .
s. n examen mmucioso aur
-
t '
ique ampoco pretende ser agota-
existe un principio de ejecución del delito en general. 20 En cambio, BELING sostie-
Y s1gts., págs. 1 y sigls.
. ,ª en atrva ' traducción de LUTS E· ROMFR) - ( SOTO, Bogotá_ 1960, 1, 1 ne que la relación entre el acto y el tipo se ha de examinar en abstracto. La conducta
16
Co~ algunas modificaciones, la clasificación del texto re r d ,
lLERO_ El proceso ejecutivo del de!ü B Al P O uce el cuadro presenr.ado por FRIAS CABA.-
17 B Al!"· · o, uenos res 1956 2ª edició - ·
. . - ivlf'.NA, Plincipios de Drrech 0 p ¡ · d .' ' n, pags. 87 y s1gts. CARRARA, Grado m la fuerza física de! delito, traducción de Ernesto R. Gavier y Ricardo C. Núñez, en Opüsculos
- - ena, tra ucuon de Eucreni 0 e 11 e¡· rn
pags. 44) y sigts.· ARAUJO L t t 1. . '"'· ue o a on, Madrid 1916 I ¡y 11
DOH
.
' ,
NA,págs.9ly92;FR1ASCABALLEÍzO
ª rn ci tva Montevideo 1958 54 · 88 BE
.ci ' .' ,_pag._ ;
' ' ' ' ,
L~NG, 29, TJ, pág. 100,
de Derecho Criminal, Buenos Aires, 1955, 25 y sigts., págs. 249 y sigLs.; ETCHEBERRY, ll, pág. 61.
19
BEUNG, 29, II, pág. 102. Sobre otros criterios que, no obs.tante partir de un punto de vista como el de
n a Y comen talios del Código Penal chileno Li~aO p /3' 291
, pag:s. 411 Y sigts.; f'UENSAUDA, Concordan- BEUNG, no lo sostienen con la misma pureza, CURY, Tentativciy delito jnistrado, cit., 15, pág. 33, nota 84.
uszT, m, 46, m, pág. 7; MAURACH 41 E l
18
á , 1, 32, pag. 1_9; lJ\BATUf, l, 178, A, 2, pág. 184; 10 BELlNG, 29, 11, pág. 102. En el mismo sentido, CURY, La teorla del principio de ejecución en la tentativa, en
estudio, l, 78, pág. 281· WELZEL 24 'm' .,' 'z~l 179, MEZGER, 11, 52, TI, 2, pág. 2.37, y Libro de R.C.P., tomo XXII, Nº 2, Santiago, 1963, 13, 1, pág. 189; ETCHEBERRY, Il, pág. 61; FRIAS CABALLERO,
concepción subjetiva lii'n.itada - ' ' ' pag. ' aunque en la exposición ulterior se indina a una op. cit. 11, II, B, pág. 140: SOLER, 11, 49, I, pág. 210; PALACIOS, La tentativa. El mínimo de ilicitud pena!,
México, 1951, 1\1, pág. 116.

552
553
DERECI 10 PENAL/ PARTl! GENl'RAL / Enrique Cucy Urzlia
CAPÍTULO X/ LOS DISTI'\"TO'.> MOMl:NTOS E:\ LA EJF.CUClÚN DEL DEUTO, TEORIA DEL '·HER C.RlMINJS"

que constituye comienzo de ejecución del hurto, lo es de todo hurto, sin excepcio- procura superar el hermetismo de la concepción de BELING empleando un criterio
nes, Viceversa, la que no es ejecutiva de un cierto homicidio, no puede serlo de otro valorativo para extender el significado del verbo rector, con arreglo al cual "se encuen-
cualquiera. 21
tra un principio de ejecución en todos los momentos de actividad que, en virtud de su
Para ~na exacta comprensión del concepto de acción típica es menester que, necesaria conexión con 1a acción típica, aparecen como elemenLos de la misma, según la
d.ada la nqueza del suceder cotidiano, ésta pueda adoptar variadas formas. Así, por concepción naturaI.2 6 Pero el complemento "natural" a que se acude con más frecuen-
eJemplo, es posible que su extensión temporal sea considerable, como ocurre cuan- cia es el peligro. Los actos integran el hecho típico y son, por lo tanto, ejecutivos si han
do para la consumación de un homicidio se acude a la instalación de un aparato de creado ya un peligro para el bien jurídicamente proLegido.27 Se considera como si
relojería que estallará tiempo más tarde, o cuando se envía una caja de bombones fuese típico todo lo que "agrede" en forma concreta al objeto de la tutela."
envenenados sirviéndose de un mensajero que ignora la letalidad del encargo. En Los criterios de esla clase presentan sobre todo el inconvenienle de que difuminan
ambos casos la acción se ha ejecutado de manera remota, echando mano de medios las fronteras del tipo, por lo mismo que pretenden trazarlas acudiendo a puntos de
cuya operación retardada no altera, sin embargo, según BELING 22 la unidad del vista valorativos. 29 Por otra parte, introducen en la determinación de la tipicidad
conjunto. La situación en cambio varía cuando el agente confía la ejecución de la elementos que son propios de la antiJuridicidad, tales como las nociones del "peli-
acción típica a la voluntad de un tercero; en Lal evento, la soluciÓn ha de estar gro" y "concepción natural". Con ello trastornan los términos del problema,. pues
conforme a los principios que regulan la participación crimina/ 23 y el problema se aquí se trata de determinar cuáles son los hechos injustos de los que cabe afirmar
sitúa fuera del ámbito que ahora nos preocupa. 24
que han traspuesto los límites de la conducta típica; y eso no puede deducirse. pre-
En mi opinión, estos últimos resultados son correctos. Pero con el mecanismo cisamente de su carácter antijurídico sin incurrir en una petición de pnnc1p10s. 30
empleado para obtenerlos BELING introduce en su construcción factores subjeti- Por último, los complementos materiales -y, en particular, el del peligro- conducen
vos. Con arreglo a ese procedimiento, el principio de ejecución no sólo es relativo al a confundir el principio de ejecución con el de la idoneidad de los actos, 31 dos
tipo considerado como una abstracción, sino, además, al "plan del autor" en el caso cuestiones que, a mi juicio, son independientes. 32
concreto. los mismos actos que son ejecutivos cuando el agente decide valerse de
un tercero inocente, no lo son si cuenta con el concurso de un coautor doloso.
ce) Teorías escépticas
Desde el punto de vista de BELING, sin embargo, esta referencia es defectuosa. Por
eso, en el contexto de su tesis el correctivo "es inaceptable". 25 De acuerdo con la opinión de las teorías escépticas, se acepta también, en prin-
Aunque la crítica expuesta puede parecer trivial, en realidad dista de serlo. Dice relación cipio, que sólo son ejecutivos los actos que integran la conducta descrita por el ti~o.
con la. c?herencia del sistema y, por eso, como ya se ha destacado a lo largo de este libro, con "Pero como estiman imposible encontrar una formula que sirva para trazar el deslm-
la pos1bll.1dad de hacer efectiva jusLicia, resolviendo de la misma manera los casos semejan- de en todos los casos, prefieren entregar al juez la facultad de hacerlo, frente a cada
tes. _En_ efecto, q~1en e_Jecuta un delito valiéndose de un tercero inocente o de un aparato de
re~oJe_na de ac~10n re_tardad~, puede con toda razón preguntarse por qué a él se le imputa un situación concreta, de una manera discrecional.
pnnop10 de e_Jecuc10n punible medrnnLe una referencia a las particularidades de su plan y, La concepción escéptica se diferencia del subjetivismo extremo, 33 porque reco-
en camb_10, eso no se acepta respecto del que obra sirviéndose <le olro género de recursos. En noce la necesidad de distinguir los actos preparatorios y el principio de ejecución.
esto radica la esencia del desacuerdo; no en el deslaque de la pura contradicción formal.
Sin embargo, al no limitar el arbitrio Judicial, llega a resultados que están sometidos
a reparos muy semejantes con los que se harán a dicha teoría. Pues esto equivale a
bb) Teorías mixtas entregar la designación de los límites del tipo a la jurisprudencia y llegar, así, a una
"iusticia de gabinete"
~as teorías mixtas aceptan como punto de partida que el acto es ejecutivo si
realiza una parte del hecho descrito por el tipo. Pero difieren de la concepción
formal porque para determinar los límites y contenido de ese hecho no sólo acuden J.ó rAANK. Kmmnentar zum Strafgesctzbuc/1, 43, IT, 2_ h), citado por MEZGER, Libro de est.uclio, 1, 7_8, 1, pág. 282.
Una critica a esle punto de vista se encontrará en CU.RY, Tentat[va y clelíto Jrus.:racio, Clt.,19, pags ..~8 Y 39.
a su descripción, sino, además, a complementos materiales. Así, por ejemplo, FRANK 27 Véanse, por todos, Jl!vlENEZ DE ASUA, La ley .Y el delito, 295, e), pág. ':78: MtZGER, II, 52, lll, pag~- 238 Y
243 y Libro de estudio, 1, 78, T, pág. 281; KUNEZ, Derecho f'en.a) Argentmo, Buenos Aires, 1960, 11, pags. 328
y si~ts., especialmenle en pág. 328; \VELZFT., 4º edición, 22, IIT, pág. ~93; JESCHECK, 49, 1\1, pág. 469.
21
" ~UÑEZ BARBERO, El cielito imposlble, Salamanca, 1963, Tl, V, 2, E, pag.· 48
BEUNG, 29, 11, pág. 1_02: "El deslinde entre preparación y ejecución surge uhjetivamente en cada caso del 29
ü contemdo de cada dehto-t1po". (El subrayado es mio). Sobre ello, supra 16, lll, b), aa). . __ . . . .
Jo BEUNG, La doctrina dd delito-tipo, 11, 5º, pág. 13: '·Las cuesliones relauva_s a 1~ ~nt1Jund1ndad sol.o,,alcan-
Sobre la teoría de los ".complementos de la acción", a que alude el texto, cfr. FR1AS CABALU'.RO op ·
II, 11, C, págs. 141 y s1gts .. con detalle. · ' · cit., zan inlerés jurídico penal respecto a acciones ya vinculadas.ª un delito-upo (1albestandbezogenes) ·
n lnfra, 37, y sigls. JI Esto es muy acentuado en NUÑFZ BARBtRO, op. CH., pass1m. .
i;, En el mismo sentido, SCARANO, op. cil., IV, 8, pág. 115. :'.vli punto de v1sla a esLe respe~to se encuentra
:: En el mi_s~1? senti~o, FRIAS CABALU:'.RO, op. cit., 11, TI, C, b) y c), págs. 142 y 143. ,
desarrollado en CURY, La tcoria del pri11clp[o de ejecución en la tentativo, nt., .12, b),. 3, pags. 186 Y sigt~.
RO~RlGliEZ_ MUNOZ, nolas de de_recho español a MEZGER, 11, 52, m, págs. 2.'38 y 239. En el mismo
1 Auny_ue JIMENEZ DE ASUA, \11, 2132, pág. 514, nota ,1991, impugna m1 criteno a este respeclo, el
s~ 1t1do, NUNEZ B~\RBERO, El del1Lo imposible, Salamanca, 1963, TT, V, 2, C, pág. 42. Contra, FRIAS
Lambién ·se pronuncia luego en VTT, 2189, págs. 658, y s1gts., por separar clarnmenre las dos cuesuones.
CABALLE!RO, op. cit. 11, 11, C, pág. 143, que, sin embargo, no expone las razones de su disenso. 33 lnfra, d).

554 555
DERECHO PEf\Al. / PARTL GENERAL/ Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO X/ LOS Dl~TINTOS M01v1ENT0S EN LA EJECUCIÓN DEI. DEUTO. TEORÍA DEL "!TER CRJMlNlS.,

Las teorías escépticas están en lo cierto cuando sostienen que es imposible conslruir una
formula para discernir, mecánicamente, los actos ejecutivos de los que no lo son. ¡Ningún El problema fundamental de la teoría pragmática consiste en que, aun respecto
problema _jurídico puede ser solucionado en esa forma 134 Pero el escepticismo, a su vez, de un resultado determinado, 1os actos objettvamcnte unívocos son poquísimos o,
pareciera no percatarse de ello, pues, al no encomrar una "receta" matemática, opta por
uizás inencontrables. En efecto, si se entiende que es unívoco aquel acto que no
abandonar el conjunto de la decisión al buen sentido del tribunal, limitándose a ofrece-de qpuede entenderse sino como una parte de1 proceso encamma . do a 1a consumac10n
..
algunos criterios orientadores que no son vinculatorios para su resolución y que sólo se
refieren a situaciones relativamente claras, cuya calificación jmidica es compartida por la de un delito cualquiera, se hallarán apenas unos cuantos para cada caso y ellos son,
mayor parte de la doctrina. Se sitúa así entre dos extremos irreductibles, de modo que recha- precisamente, los que en la práctica no suscitan dudas, porque están situados muy
zar una alternativa significa, inevilablemente, aprobar la otra. 35
próximos a la etapa final del iter crimínís. . , " .
A su vez, la categoría de los actos relativamente eqmvocos o preparatonos de
e) Teorías objetivas impropias modo contingente", construida por CARRARA para salvar esta dificultad, rnmpoco
es satisfactoria, porque sub_jetiviza e1 criterio, cosa que en su contexto es macepta-
aa) Teoría pragmática de CARRARA
ble.41 Cuando se dice que entrar en domicilio ajeno es un acto ejecutivo de homici-
Entre los esfuerzos por obtener una fórmula de distinción objetiva sin referirla a la dio si "se supone el caso de un enemigo a muerte que blandiendo su puñal se
estructura de tipo, destaca, en primer lugar, la teoría pragmática, enunciada por introduce en mi habitación mientras duermo", la solución no se extrae de factores
CARRARA en su programa36 y abandonada más tarde por ese autor. 37 De acuerdo con objetivos, sino de lo que éstos revelan sobre el propósito del autor .. "Entrar en mi
ella, son preparatorios los actos equívocos, esto es, aquel1os que, considerados objeti- habitación", "blandir el puña1", "ser mi enemigo", son actos que obJet1vamente con-
vamente, pueden estar enderezados lo mismo a la consumación del resultado típico siderados carecen de significado, pero su concurrencia en el hecho sirve para dedu-
que a una consecuencia jurídicamente indiferente; a su vez, son ejecutivos los unívocos, cir que la voluntad del agente no podía ser smo matarme. En esrn forma, el acto es
es decir, los que sólo pueden entenderse dirigidos a la perpetración del delito. 38 De absoluta O relalivamente equívoco por lo que es capaz de extenonzar sobre 1~ f~na-
este modo, el acto de comprar un arma es preparatorio, porque puede estar orientado lidad del sujeto y no en atención a una calidad intrínseca de su naturaleza obJettva,
lo mismo a cometer un homicidio que a practicar la caza o a procurarse defensa en como pretende CARRARA
caso de un ataque. En cambio, el de apuñalar a la víctima es, sin duda, unívoco.
P or otra par l e, CARRARA acepta expresamente que a ciertos aclos se d los consídere
· , 1 ejecu-
·,
Los actos equívocos pueden serlo de manera absoluta o relaliva. Es absolutamen- tivos aunque no realicen parte alguna de lo que posterio~mente se enommara a ac c10n
0
te equívoco aquel acto que, aun contemplado en el contexto del cual forma parte, t' ica Por eso advierte que su concepción no es compatlble con el texto del art. 2 del
~~di~o Pena1 francés, 42 porque éste exige que haya "te_:1tativa_ seg~ida de un prindp,io de
conserva su ambigüedad; lo es, en cambio, sólo relativamente, cuando se "halla
· - , " 41 Anticipando 1as conclusiones que BELIN(,- extraJO mas Larde de la te:ona del
acompañado por condiciones materiales de una índole tal, que manifiestan, sin e¡ecuc10n . · h ,- _ . ¡· t ·m utable
tipo, CARRARA concluye que para la ley francesa n?_ :)' 'tentativa po ltICamen e 1 _P ,
duda, su dirección hacia un delito determinado". 39 Así, el acto de "entrar al domici- sino cuand o se h an 1mua- · -· do los actos
- de comumacwn
· ··
' lo que ' adecuado a la termmologta
- - A
lio ajeno, si se contempla aisladamente, deberá llamarse acto preparatorio, porque comemporánea, equivale a decir que exige la realización de una parte del hec~o t1p1CO-
CARRARA esto le parece incorrecto J.esde el punto de vista supralegaL ~ero .c_onV1ene_ en que
no revela la propia dirección hacia un delito; será el delito autónomo de violación la jurisprudencia francesa obra acertadamente cuando, haciendo aphca:10n de la ley en
de domicilio y nada más; pero si se supone el caso de un enemigo a muerte que vigor, ha exigido, para configurar una tentativa, más de lo que requenna conforme a su
44
blandiendo su puüal se introduce en mi habitación mientras yo duermo, o el del Leoria. ¡ ¡ · o
Ah b- el art 7° del e p se encuentra construido, sin lugar a duc as, en e m1sm
amante r~chazado que invade por la noche en compañía de dos sicarios la casa de la ora 1en, · ··- f d
sentido que el 2º del ordenamiento punitivo francés. En_ avor e esta m erpre
· t tación habla
n
doncella, o el de los ladrones reconocidos que, provistos de ganzúas, escoplos y no sólo su origen histórico, sino además, y sobre todo, la forma del precepto. Conforme co
vasijas adecuadas para el transporte, penetran en la casa donde se encuentra un el modelo español, Ja ley dülena considera que "hay tentativa c_uando el c~lpable ha da?o
principio a la ejecución del crimen O símpie cielilo". En. consecuencia, no la satisface cualq~1er
botín que corresponde a esas vasijas, el juez, con toda razón, podrá ver en esa
acto que se inserte inequívocamente en el proceso eJeCUllVO, s.m~ sólo aquellos qre .CO~te~-
introducción, clandestina o violenta, el respectivo carácter de tentativa de homici- zan la realización del hecho típico ("del crimen o simpl~ d~hto' ). Por lo ~anto,. a leona /
dio, de rapto tentado, de tentativa de hurto, etc." 40 CARRARA no halla apoyo en el art. 7° del C.P, pues éste limita en forma mas estncta que e a
el campo de la tentativa punible.
3
'
1
En el mismo sentido del Lexto, PETROCELU, I1 delitto tenfato, Padova, 1955, pág. 5.
' Un punto de vista escéptico se sostiene todavía en CURY, 01ientaclón, 24, II, gg). págs. 232 y sigts. Asirnis-
mo, GARRIDO, II, 82, pág. 362. Como aquí, en cambio, lentalivay delito frustrado, 21, págs. 42 y 43. +1 Supra, c), aa), in}ine
3 41
" CARRARA, T, 398 y sigts,, págs. 270 y sigts. CARRARA. I, 398, 2º, págs. 269 Y 2?0. _ f, nera\mente \as teflexiones de
37
La afirmación del texto no debe entenderse, sin embargo, en forma absoluta. Sobre el sentido exacto del
+.1 El an 43 del Código Penal toscano -al que, como es sabido, se re 1eren ge l
cambio de opinión experimentado a este respecto por CARRARA, véase CURY, Tentativa y delito frustrado,
CARRARA- dis" one en cambio, que "los actos ejecutivos de un delito doloso que 1,1º 11 eg~n a consumar o,
38
cit., 23, págs. 45 y 46. 5 ~ consideran !amo 'rentativas". El contraste de ambas for_mulac10nes sub_rnya la d~fe~e:~:s~ueu:~:~~~~:
en el texto: para la ley toscana todo acto de ejecución configura una tentativa; para ª. rn Ep b .
CARRARA, I, 358, págs. 247 y 248
39
CARRARA, I, 358, pág. 248. una tentativa que por no estar seguida d e un prmc1p10· · · d e eJecucw
· "n , ha de
. quedar impune. so vio que
·
1
° CARRARA, l, 358, págs. 248 y 249. la palabra ~jewción ' tiene, en el precepto frances, , ·¿ o ma~
' un senn , - restringido
" que en e 1 toscano.
-11 CARRARA, T, .198, 2º, nota 1, pág. 271.

556
557
OERLCHO PENAL/ PARl E C.l::KERAL / Enrique Cury Lrzúa
CAPÍ'l !JU) X/ LOS DISTINTO~ MOMEKTOS EN LA EJECUClÓN DEI" DEl.lTO, TEORÍA DEL "!TER CR1M1N1S"

bb) Teorías de la causalidad expresión de la peligrosidad del sujeto. Por este camino se abren de par en par las
. Las teorías de la causalidad, como la pragmática, se desentienden de los límites formales
puertas a la "justicia de gabinete", a la creación Judicial de delitos y a la punibilidad
imp_uestos por el lip~ c~e consumación e inteman lrazar, para el de tentativa, una frontera del pensamiento.51 Por otra parte, se trata de una concepción que, entre nosotros al
autonorna. ~-ª nota d1slmtiva entre los actos preparatorios y ejecmivos deberla encontrarse menos, sólo tiene valor de lege ferenda, pues el art. 7º, ínc. final del C.P, exige
en la capa:1_dad causal de_ la conduct.a des1:1egada por el_ aulor. 45 Pern, aparte de que la
detennmac10n ele lal capacidad es casi 11npos1ble, esla solución tiende a confundir por com-
perentoria mente un principio de ejecución para 1a configuración de la tentativa.
pleto los problemas relativos a la ejecutivida<l con los atingentes a la idoneidad de la acción Del mismo modo, el art. 8° del C.P., al consagrar la regla de que ciertos actos prepa-
realizada. 46 ratorios (proposición y conspiración) sólo son- punibles por excepción, reafirma la
exigencia de hacer la distinción.
ce) Teorías materiales
e) Teoría subjetiva limitada
Un grupo importante de autores -entre ellos el propio CARRARA en la segunda
fo~m~lanon d~ su punto de vista- procura resolver el problema en base a puros En lo fundamental, la teoria subjetiva limitada coincide con la formal. Está de
cnte~1~s matenales, tales como la puesta en peligro del bien jurídico de protección, el acuerdo, por lo tanLo, en que la tentativa comienza cuando el sujeto principia a
pnncrpw de la lesión del objeto jurídico o, sencillamente, la idoneidad del acto. e_jecutar la conducta descrita por el tipo del delito consumado, pero introduce mo~
A diferencia de las teorías mixtas, para las cuales estas referencias materiales son dificaciones significativas en e1 procedimiento para determinar el contenido de ese
sólo un complemento que auxilia a determinar las fronteras del tipo del delito con- Lipo y, consiguientemente, en la precisión de sus límites.
sumado,4/ ésLas prescinden expresa48 o tácitamente de tales marcos formales. Por Es un mérito de esta concepción advertir que los tipos penales no describen
tal motivo, están expuestas a las mismas críticas que se le han dirigido a aquéllas, meras causaciones de resultados, sino procesos con un sentido determinado por la
pero de una manera aun más acentuada. finalidad del que los dirige, esto es, acciones. Ahora bien, las "causacíones de resul-
tados" son instantáneas y, además, cuando se refieren a la misma consecuencia,
idénticas ente sí; toda muerte de un hombre ocurre en un momento, y cada una de
d) Teoría suhjetiva extrema ellas es igual a cualquier otra de naturaleza semejante. En cambio, las acciones son
multiformes y, por esta razón, pueden prolongarse más o menos, según se exteriori-
Lo que aquí se denomina teoría subjetiva extrema corresponde al pensamiento
cen de esta o aquella manera. Se puede matar a otro empleando un procedimiento
d~ un gr.upo de autores para quienes el deslinde entre actos preparatorios y princi-
complejo y dilatado, o asestarle una puñalada a causa de la ira que .provoca, de
p10
de ejecución no sólo es prácticamente imposible, sino, además, jurídicamente
súbito, su actitud. Se puede sustraer la cosa mediante un solo_ mmnm1ento _que
mcorrecto. Estiman, en efecto, que el injusto se agota en cualquier exteríorización de
aprovecha la ocasión inesperada, o acudiendo a recursos comphcados que exigen
una voluntad mala que se orienta a la ejecución de una acción reprobada por el
una sucesión de operaciones preconcebidas. 1,
derecho o a la obtención de un resultado jurídicamente lesivo. Todo acto, tanto ,1
Como es lógico, la ley no puede describir todas las formas de exteriorización '
~~uellos que suelen denominars(:'. preparato'rios como los que habitualmente se ca- 1
posibles. El tipo, en consecuencia, se limila a presentar un esquema de conducta
lifican de ejecutivos, expresan ese propósito disvalioso; por ende, cualquiera de
que en la práctica, puede adoptar modos de realización dispares, cada uno de los li
ellos basta para determinar la punibilidad a título de tentativa. 49 ,,
cuales, sin embargo, satisface los rasgos generales contemplados por él. 52 Resulta 1

Una variante de tal argumentación defiende el positivismo italiano. 50 Aquí el


entonces que el contenido ejecutivo de los tipos es muy variable y depen~e de la
acto -sea preparatorio o ejecutivo- ha de ser castigado, no como expresión de vo-
luntad rebelde, sino de peligrosidad personal. forma en que el sujeto se haya propuesto cons~mar. Así, lo. que lo _determma para
cada caso concreto es el plan individual del a-utor.)3 "La tentauva comienza ~~n .aque-
. Este criterio destruye la función garantizadora del tipo y es, en consecuencia,
lla actividad con la cual el autor, según su plan delictivo, se pone en relac10n mme-
inaceptable. De seguirlo, cualquier acto, por irrelevante que aparezca, será sancio-
diata con la realización del tipo delictívo". 54
nado en el supuesto de que pueda atribuírselo a una voluntad mala o considerárselo
Con este criterio, el campo de la ejecución adquiere una extensión temporal
cambiante, que corresponde a la variabilidad de la estructura típica. De esta mane-
t, Véase, en esle sen:ido, J:viA:'JZI_NT, Tratado de Dnnho Penal, Lraducción de Santiago Sentís Melendo y
1;1anno Aye1n Bedm, Buenos Aires, 1957, lJT, 435, pág. 188 --..··-------·-..---·.... - - · · . CURY
Sobre las limitaciones propuesLas por aquel seclor de la doctnna Ilaliana que apoya este entena, ,
4_ Sobre dio, con algún detalle, CURY, Tentativa y delito frustrado, cit., 25 págs. 53 y 54
' Supra. e), bb). ' Tentalí-va y delito frustrado, 30, págs. 60 y sigts.
-ts<\sí · ISA · ,i En el mismo sentido_ WELZEL 24, lll, 3, pág. 264. . . . ¿· .d ¡· d ,,
' · por e_iemp o, · UER, Derecho Penal. Parle Gencml, traducción del alemán por Juan del Rosal y José
~
9
c:rezo, Barcelona, 19.56, 17, m. 2, c). págs. l 75 y 176 j.J ~ª
Ibid. Sobre esta base, WELZEl at1ibuye a la concepción el carácter _<le '·teoiía ~bje~1va m 1111 ua 1 ,,ora ·
lJe acuerdo con el texto, :VIAURAC!i, 11, 41, 1, B, pág. 179, la considera una ·teona.~e comprom1s~ que
Ve.ª7::e, por to_dos_ S1LVEL!\., El Der_echo Penal esludiacl.o en p1incipios y en la legislaci611 vigente en Espmla, 2º parte de la teOJía subjetiYa, aunque "ampliamente neutralizada por la incorporac10n de caractensttcas
,o ed1uon_, Madnd, 1903, !, págs. 126 y sigLs.; SCARA:'-10, op. cit., 25, págs. 44 y si.gts.
GAROFALO, La Cnmrnologie, ciL, págs. 328 y 329. objetivas o individualizadoras".
4
' VlELZEl, 24, lll, antes de 1, pág. 263.

558 559
DFRFCJ-10 ~l'NAL / PARTE GENLRAL / Enl'iqu,· Cury Urzüa CAPÍTUI o X/ LOS DlSTlN ros MOl.\E"\"TOS EN LA l::JF.CCCIÓN DEI. DEUTO. TEORÍA DEL "!TER CRTM!NJS'

ra, 1a teoría subjetiva limitada capta mejor 1a realidad de la ejecución, cuya estructu- Por último, hay situaciones en las que esas acciones son sancionadas como formas
ra es multifacética, por lo que ha de ser "construida" en cada caso, pero no de un anticipadas de participación criminal.
modo arbitrario, sino de acuerdo a la forma que el autor se propuso imprimirle. Aunque el primero de los recursos descritos es el más sencillo y comprensivo,
A fin de aplicar correctamente la teoría subjetiva limitada, es necesario precisar importa, por eso mismo, una extensión exagerada de la punibilidad; por tal motivo,
la función que se atribuye a la voluntad del sujeto en esta operación. el legislador se inclina a evitarlo y, al menos en el C P, no se encuentran preceptos
Para determinar si la conducta desplegada constituye un "principio de ejecución que empleen esa técnica. En cambio, la tipificación de actos que preceden a la eje-
del crimen o simple delito", el juez necesila saber si el sujeto se proponía cometer cución como delitos sui géneris es relativamente frecuente y, por lo que se refiere a
una acción punible, cuál y en qué forma. Pero esto no es suficiente. La comproba- la función de garantía, más satisfactoria. Casos de esa índole se hallan, por ejemplo,
ción de estos hechos sólo le proporciona el ob3eto sobre el que debe recaer la inves- en los arts. 124, 181, 187, 296, 404 y 445 del C.P.
tigación. Por lo tanto, aunque esté acreditado sin lugar a dudas que el autor había Por lo que se refiere a la sanción de actos previos a la ejecución del hecho típico
resuelto consumar un cierto delito con unas ciertas modalidades, todavía no puede mediante una ampliación de las formas de concurrencja criminal, los casos más
imputársele una tentativa. Para esto es menester determinar si con su conducta ha destacados son la proposición y conspiración para delinquir, a que se refiere el art. 82
iniciado o no, objetivamente, la forma de ejecución de la acción descrita por el tipo del del C.P. Con arreglo a dicho precepto, tales conductas no se castigan, salvo que la
delito consumado que corresponde al modo de realización planeado por él. ley disponga expresamente otra cosa, como ocurre en los arts. lll y 125, relativos
a delitos contra la seguridad exterior e interior del Estado, respectivamente, y en el
Así, por ejemplo, si se encuenlra acreditado en el proceso que A tenía la intención de art. 23 de la Ley 12.927, también sobre seguridad del Estado.
ma~ar a B instalando en la puerta de su casa un dispositivo que, al ser pisado por la victima,
acc10naba el disparador de un revolver oculLo enr-re el follaje del jardín, pero fue sorprendi-
Tanto la proposición como la conspiración requieren, además de la resolución
~o cuando todavía r~ndaba por los alrededores de la casa, cargando los implementos reque- interior una manifestación externa. 59 En la primera, el sujeto solicita a otra u otras
ndos para la colocación de b máquina infernal, el problema del principio de ejecución aún person~s que parücipen, conjuntamente con él, en la realización del hecho típico
no eslá resuello; sólo se cuenta con los antecedentes necesarios para plantearlo correcta-
que está resuelto a ejecutar. La conducta es punible aunque los terceros no acepten
mente. En efecto, la cuestión consiste en decidir si la conducta desplegada por A antes de la
l~terrupción inicia o no la ejecución del tipo "matar a otro mediante un dispositivo automá- la invitación; si, en cambio, la acogen explícitamente, se produce un acuerdo que
L1co que d1spara un revolver cuando lo pisa la víctima" transforma la proposición en conspiración. Esta última, en efecto, "existe cuando
dos o más personas se conciertan para la ejecución del crimen o simple delito".
En suma, la referencia al "plan del autor" sirve para precisar las caracteristicas
específicas del tipo con que, en el caso concreto, debe compararse la acción ejecuta- ConfoTme con una opinión defendida principalmente por J1MENEZ DE ASUA, cons_pira-
da por el autor. Pero la determinación de los límites de aquélla, y el probler,;a rela- ción y proposición no son actos preparatoTios, sino, menos que eso, mer~s resoluc10nes
manifestaclas.w L:I distinción me parece incorrecta. Es cierto que la proposición y la conspi-
tivo a si ésta los ha traspuesto, sólo se decide en una segunda etapa y con arreglo a ración sólo se exteriorizan mediante una expresión verbal, pero las manifesLaciones de esa
criterios objetivos. 55 clase son Lambién un aclo, 6 l ele otro modo, no se comprende cómo pueden incriminarse la
injuria y la calumnia orales o las amenazas de la misma índole. Aslyues, aquí se considera
que prnposLción y conspüación son sencil1amente actos preparatonos.
f) Actos preparatorios y otras conductas preliminares Hancionadas
expresamente. Proposición_ y conspiración Siempre que la ley castiga expresamente aclos preparatorios; empleando cual-
quiera de los procedimientos expuestos, la realización ulterior.de aclos ejecutivos
En algunos casos la ley castiga expresamente conductas que no realizan parte
del correspondiente tipo de consumación absorbe la punibilidad de aquéllos. Por
alguna del tipo del delito consumado, adelantando de esta manera la protección
otra parte, la opinión dominante conviene en que no se ha de castigar la tentali_va
penal del bien juridico contra determinadas formas de atentado. 56
de un acto preparatorio al cual el derecho ha eiigido, excepcionalmente, en delito
Desde el· punto de vista técnico se puede acudir a diferentes procedimientos
sui géneris. 62
para consagrar la sanción de este tipo de conductas. 57 En primer lugar, es posible
valerse de una extensión expresa y directa del tipo y establecer una pena para el que w ¡\NTON ONECA y RODRlGUEZ MUÑOZ, Derecho Penal, Madrid, 1949, p:ig. 94. .
"prepara" su ejecución. En otros casos puede elevarse a la categoría de delito sui 00 La noción es empleada, sin embargo, ya por PACHECO, 1, 40, 1 y sigts., págs. 100 y sigts. Véase, aderi;as,
jlMENEZ DE ASUA, La ley y el delito. 289, pág. 465; lABATUT, 1, 168, pág. 180; NOVOA, Il, 4l2, pa~:~
géneris a ciertas conductas más o menos específicas que preceden,a la ejecución. 58 127 v sigts. Como en el texto ETCllEBERRY, 11, pág. 55; mallizadamente, POUTOFF, Los actos predp9ra. l
ríos cid' ddito, tentativa y frusl-racwn.
· Estu J·w de dogmatica
· · pena¡ y de el e1ec
· Jw Pcnal comparado, E 1tona
Jmidica de Chile, Santiago, 1999, 2.1, págs. 51 y 52.
61
55
Por eslo habla \VElZEL de una "teoría objetiva imlividualizaJ.ora';. Véase supra, 'nola 53
Supra, 14, IV, b), ce). . , d reparación y
62 MAURACJl 11 40 B 2 pácr. 170· "Nos hallamos simplemente ante la tentanuva e una P . '
:: Sobre las razones de esta decisión, CURY, Trntativay delito frustrado, cit., 36, págs. 72 y sigts. ,,,,, 0 ·. ;,, . ·auszrm46,V,4,pags.ll
(. .. ) una tal tentativa no represenr.a peligro real alguno to el nnsm,0 senll o, • '. . JAKOBS
5
~ Cm: det_~lle sobre e~te.particubr, ?vlAURi\CH, 11, 40, págs. 168 y sigts.
"En 1elanon con las chsuntas fom1as de construir eslos lipos, cuyo interés es más bien académico, ]v1AURAC:H,
y 12; MEZGER, Libro de cslu.dio, l, 77, lll, 3, pág. 280; ZDRAVO~l'.:i~OV_ Y otros, X, 8
25, 6, pág. 857, refiriéndose a los deliLos de emprend1m1ento; di 5 u:1gme nd ºJES~UI ' á,
1
'/;g4 7
218
9
v1 } á s'.
' p g
11, 40, B, 2, pág. 170 2 4 7
474 y 475, pero igual quejACKOBS parn los delitos de emprrn<l1m1ento, en 49, ' , P g. ·

560 561
A
LJ

DERECHO PENAL/ PARTI. (,El\ERAI. / Enrique: Cury lCrzúa


CAPlT\JUl X/ 1.05 Dl5 1 INTOS VI OMENTO\ EN l_A, EJl'CUClÓN DEL DF.UTO. TEORÍA DEL "!Tf.R CRIMIN!S'

B. LA FAZ SUBJETIVA DEL TIPO DE TENTATIVA


e) En la tentativa deben darse también los demás elementos subjetivos del tipo
1
Desde el punto de vista subjetivo, el tipo de la tentativa no ofrece grandes difi- distintos del dolo (elementos subjetivos del injusto), cuando son exigidos por la
cultades. En términos más o menos generales, hay acuerdo sobre los siguientes correspondiente figura de consumación.
puntos:
d) La tentativa culposa (cuasidelito tentado) es inimaginable.m Parece, en efec-
a) No existe un dolo de tentativa. El dolo es común a la tentativa y a la consuma- to, inconcebible que se haya intentado algo no querido sino tan sólo previsto o,
c~ón.63 Sólo quien quería conswnar incurre en tentativa punible. El propósito de menos aún, apenas previsible.
eJecutar nada más que una parte de la acción típica no es suficiente para fundamen-
La opinión inve-rsa ha sido defendida por MEZGER, 70 fundándose en los presupuestos de
tar el castigo, al menos a ese título. la teoría del dolo para el trntamiento del error de prnhibición. 71 Incurriría en una tentativa
culposa el que, a causa de un eTTOL de prohibición evitable (inexcusable), intenta la ejecu-
Con todo, ha de tenerse en cuenta que, como el dolo es voluntad de realización, ción del delito. Desde el punto de vista de 1a temía de la culpabilidad limitada, sostenida
Y en la tentativa, por definición, el querer no consigue actualizarse enteramente, aquí, 72 tal conclusión no se puede compartir, pues para e1la la situación descrita por MEZGER
tiene el carácter de una tentativa dolos:::i. Sólo hacen excepción los casos de suposición erró-
aquella parte del dolo que en los tipos de dehtos tentados no alcanza a realizarse se
nea sobre los presupuestos de una causal de juslificación. 73 Pero, como se ha expuesLo, eslos
comporta, efectivamente, como un elemento subjetivo de lo injusto. 64 son en realidad comportamientos <lolusos que se deben castigar como si fueran imprudentes
por analogía (en beneficio del -reo).
b) Suele discutirse la cuestión relativa a si puede concebirse una tentativa come- Otros esfuerzos encaminados a construir conceptualmente una figura de tentativa culposa
tida sólo con dolo eventual. La opinión dominante se pronuncia en forma afirmati- parecen encontrarse en el presente destinados al olvido. 74

va.6'5 Sin embargo, hoy creo que este punto de vista es equivocado.Ni En efecto, la
e) Por lo mismo que una tentativa culposa es inconcebible, en principio lo es
tentativa implica, por definición, una búsqueda del hecho típico, cuya realización
también la de un delito preterintencional y, asimismo, la de un delito calificado por
e_s puesta por el autor como el objetivo directo de su actividad. Tal cosa es incompa-
el resultado. 75
tible con el dolo eventual; ya que éste, como aquí se ha destacado, 67 supone una
pura actitud de aceptación respecto de un resultado que el sujeto toma como suyo Sin embargo, existen situaciones límite en las que tales tentativas pueden imaginarse. Así
para _el caso hipotético de que se produzca. Por eso, no me parece en este caso cuando el sujeto comienza a ejecutar el delito doloso y, aunque es interrumpido antes de
consumarlo, causa culposamente el resultado mayor u ocasiona ob,ietivamente la conse-
imagmable un esfuerzo fallido hacia la consumación. Por otra parte, la ley en vigor
cuencia a la cual la ley vincula, en su caso, el aumento de pena. 76
excluye, en mi opinión, la posibilidad de una tentativa cometida con dolo eventual
pues. el art. 7°, inc. tercero del C.P, exige que se haya dado principio a la ejecució~ En los tipos que contienen condiciones objetivas de punibihdad la solución es
mediante hechos directos. 68 Esto significa, en efecto, que los actos realizados deben semejante.
estar Drientados a la consumación del delito; y ésta es una característica que sólo
puede otorgarles la concurrencia del dolo directo.

:: Véanse, par todos, BE~lNG, 29; l_, 2, pág. 100; NL.JÑEZ BARBERO, F:l ddito lmpo.'iible, ciL., !, ITI, pág. 28. eo 9 BETTIOL, pág. 481; CARRARA, l, .166, pág. 254, y Grado en la.fúerzafisíw del delito, cit., 30 y sigts., págs.
MEZGER Il, 51, II, _pags. !32 y s1gts., y Libro de eslmlio, I, 77, IT, págs. 279 y sigts. En el mismo sentido, 251 y sigts., GREEN y POC!---iADk Commenl o.f crim[11al attcmpt a11c/ c1imina/ solicitalion: Seclions 1001 and
LABAT~T, l, 179, pag. 18:-i; S!NJSCALCO, La struttara d_d_ delito tcnlaw, lvfilano, 1959, lll, 2 y sigt.s. págs. 1003, cit., pág. 354; l\iiAGGlORE, 11, pág. 89: lv!ERKEL, Derecho Penal, Lraducción del alemán por P.
óJ 1~9 Y s1gts., aunque con argumen;os y resultados que d1fleren, en parte, de los del texlo. Dorado, Madrid, sin fecha, 1, 42, 4, pág. 170; NOVOA, 11,427. pág. 143; NUÑEZ, op. cit., ll, pág. 315;
Veanse, en este_ se_r~.t1do, CURY, Onentricilín, 24, ll,_b), bb), págs. 233 y 234; GARRIDO. I, 86.l, pág. 269 NUÑEZ BARBERO, op. cit., l, TT1, pág. 28; PALACIOS. op. cit., X, pág. 248; PISAPIA, op. cit., Xl, 2, pág.
Y.Etapns de fJfwc_w_n del delito. Atllmia y participación, f'.duonal Jurídica de Chile, Santiago, 1984, 27, B, 114; QUINTi\NO RJPOLLE'S, Comentarios al Código Penal, Mad1id, 1946, pág. 44; SCARANO, op. cit., IX,
pag. 133; JES~HECK, 49, m,_ l,_Pág. 460;JAK0BS, 25, 24, J\, pág. 866; .\1AGG10Rf'., U, pág. 78; M.EZGER, lL a), p:igs. 299 y 300; SIKISCi\.LCO, op. cit., IIL, 2, págs. 189 y sigts., ZDRAVOMISLOVy otros, X, 1,
ll, 51, II, l, pag. 233, con b1bl10grafía; NOVOA, 11,427. ¡üg. 143· S!\UER o¡J cit. 17 IV l pªg 183· pág. 216
SCARANO - · - . ' '_ ·· ' ·. ·' ' '"'" .
, ºP· _nL, IX, l ~, e), p_ag 301 f'.ªra una revisión más amplia de la b1bhografía nahana que acoge
'
m MEZGER, II, 48, I, págs. 205 y sigts., y Libro de cs/udio, T, 69, IL, 4, págs. 250 y sigts. En el mismo sentido, r¡
este punt? de vista, SINISCALCO, op. cu., l!T, 7, pág. 205 y sigts. Con alguna reserva POUJOPF Los MANZlNl, op. ciL lll, 445, !Ll, pág. 225.
actos ... , ut., 8.3.2, págs. 158 y s1gts., quien la cree posible en algunos casos. En el ~ismno sen¡ido Supra, 28, lL e), bb).
tl
P?LITOFF-ORTIZ y colaboradores, T, págs. 82 y 83. Véase, asimismo, lvlAUR!\CH-ZTPFE lL 40 I 70' Supra, 28; II, e), ee).
06
pag. 36. ' ' '
Con d_etalle sobre las razones de este cambio de criterio; CURY, Tcntaliva y delito Jrustr~do, cit. 49 pá¡,;s
' IJ
H
Así tambié.n, MTR, 13, 7.1, pág. 344.
Véanse tt\AURACH, ll, 41, U, pág. 182; VANNl>JL 11 problema giuridico d'il tentativo, Milano, 1950, pág 1
¡'I~
9'5 y s1gts. ' ' e 86. Diferente, re;,peClo a la posibilidad de concebir una tentativa culposa, MALJRACH-ZIPFF, U, 40, U, 72
67
Supra, 1, 21, lll, e). ames de aa). y 73, pág. 37.
'!
68
CARRARA, T, 367, pág. 255; CORDOBA RODA, notas de derecho español a la traducción de :ViAURACH De manera absoluta, en este sentido, BETTIOL, pág. 481; M.AGGJORE, II, pág. 89; !viANZINI, op. cit., lll,
'1
TT, 41, TII, nota 89, pág. 189; ETCHEBERRY, 11, p~g. 641\Ul\EZ; Derecho Penal Argentino, cit., ll, pág . .) 17 '. 44'5, lll, pág. 226; NUÑEZ, op. cil., 11, págs. 319 y 32.0; SC:ARANO, op. cil, IX, 11, b), pág. 300. Así t,1
1

ar~mentando sobre un lex:to algo diferente. KUNE'Z BARBERO op cit. I II1 pág 27· TABATUT ¡ ¡79 también, ames, CURY, Orientarión, 24, 11, b), ee). -
pág. l.85. - ' - ' ' , . , . ' ' 7
,; BELTKG. 29, Jl, T, pág. 100; PALAOOS, X, pág. 251, siguiendo a HlPPEl. Con detalle sobre estas hipóte-
sis, C:URY, Tentativa y delito fnistrado, cil., 53 y sigts., págs. 102 y sigts.
!1

562
563
1
DERECHO PENAL/ PARTE GENLRAL / Emique Cury l:rzüa

1
CAPlTULO X/ LOS D1ST1NTOS MOMENTOS l'N LA EJECUCION DEL Dl·:UTO, TEOR1A DEL "JTER CR!MlNlS"

HI. ESTRUCTURA DEL TIPO DEL DELITO FRUSTRADO bb) La solución debe hallarse con arreglo a un criterio subytívo, El suieto ha ejecu-
tado toda la acción cuando, desde el punto de visla ele su representación, con el conoci-
, , El tipo de delito fmstrado se realiza cuando el sujeto ha eiecutado toda la acción miento de que dispone en el momento de obrar, ésta se encuentra concluida. 82
Llpica Y no causa, sin embargo, el resultado típico, por motivos ajenos a su voluntad. Contra esta afirmación se invoca el texto del art. 7°, inc. segundo del C.P., en
donde se exige, para la configuración de un delito frustrado, que el sujeto haya
l L( figura del delilo f~ustrado no se consagra en todas las legislaciones pues algunas como
a a emana o la arg~n~1~a, prescin.de_n de ella. Eslo se debe a que en ~sos ordenamientos
hecho todo lo necesario a fin de que el crimen o simple delito se consume, De allí se
c?rrectamente .ª ~IJU1c10, no se d1stmgue entre las dos elapas de desarrollo en lo e ue con~ deduce que 1a ley reclama una interpretación acorde con la teoría objetiva, 83 Pero
ciern~ a l_a purubllidad. No obstante, como en realidad se trata de eslructuras distint~s cu a esto me parece infundado, pues el art 71, inc segundo, no dice cómo se ha de
especific1da_d cobra unponancia respecto de otras inslituciones 77 práctica y literatur~ co~- juzgar sL el autor hizo o no Lodo lo necesario para que el delito se consumara.
d , . la diferencia , aun que sue1en empl ear otras designaciones
servan ' para aludirla. Así, en la
octn~~ germana se habla de tentativa awbada e inacabada y, en algunos textos, se reserva la Presuponer que el legislador ha querido dar a ese giro el sentido de todo lo objetiva-
e_xpr~~ion delito frustrado ljehlgeschlagene:n Versuch) a fin de mentar aquellos casos detenta- mente necesario, es considerar acreditado lo que se trata de probar.
tiva acabada en l_os cuales ya es seguro que el resulLado no se pruducirá.n Conviene tener
presentes estas diferencias tenni_nokíg1cas cuando se consulta literatura de esa procedencia b) Puesto que el delito frustrado exige la ejecución de toda la acción típica, la
porque puede dar lugar a confusiones. Lo que la ley chilena denomina delilo frustrad~
figura sólo puede concebirse respecto de un tipo de resultado, 84 En los tipos de mera
rnmp:ende tanto lo que los alemanes particularizan con ere rótulo como lo que llaman
tentativa acabada. acción, la ejecución total de la conduela típica se confunde con la consumación. Por
el contrario, es incorrecta la afirmación, nada Lnfrecuente, de que los tipos de mera
acción no admiten tampoco tentativa. Si la estructura de la acCLón es compleja, nada
A, LA lAZ OBJETIVA DEL TIPO DEL DELITO FRUSTRADO
obsta para que su ejecución progresiva pueda verse Lnterrumpida.
a) La fruslr_a_ción exige una realización total de la acción típica. Pero es objeto de
dudas la cuest10n de cuándo ha ocurrido así. B, LA FAZ SUBJETIVA DEL TIPO DEL DELITO FRUSTRADO

aa) Un punto de ,~sta defendido fundamentalmente por CARRARA considera La frustración no presenta problemas especiales en relación con su elemento
que el SUJeto ha realizado toda la acción típica cuando objeüvamente ha ejecutado la subjetivo y, por consiguiente, es válido para ella todo cuanto se ha dicho a ese
totalidad de los act~s ?_ertenecie.ntes ~ la descripción respectiva. Lo que importa, respecto sobre el de la tenlativa. 81
pues, no es la aprec1ac10n del SUJeto, srno el juicio objetivo emitido por el tribunal
con arreglo a los dictados de las leyes naturales, 79
, La realidad, sin embargo, pone de manifiesto que si el autor hubiese ejecutado IV, EL TIPO DE CONSUMACION Y EL DELITO AGOTADO
d
~~l;,;1vamente toda la accton descnta pm tipo, el resultado se habría produci-
, No hay nmgun sofisma en la afmnac10n, destacada por JIMENEZ DE ASUA si Aquí no se harán comentarios más detenidos sobre el tipo de con.sumación,
de_~ue qmen disparó a quemarropa sobre su enemigo y, a pesar de ello, no con~i- porque a él se encuentra referida toda la teoría general del delito y, por ende, le es
gu_w_ darle muerte, no ha realizado objetivamente toda la acción típica, pues ésta aplicable cuanto se ha dicho a ese propósito, El delito está consumado, precisamen-
exigia que se apuntara bien, De este modo, el delito frustrado será algo imposible te, cuando se ha realizado todo el hecho típica,
ya que su c::oncepto implica un elemento de la consumación. '

Bl La concepción subjetiva es dominante en el derecho comparado. Véanse, por todos, DORNA, pág. 93;
JIMENEZ deASUA, La ley y el delito, 298, pág. 483; MAlJRACH, TI, 41, V, A, pág. 202; MAURACH-ZIPFF
Infra, V, especialmente b) y c). defiende una posición objetivo-subjetiva, en 11, 41, 11, 18 y sigts., págs. 74 y sigts.;JESCHECK, 51, ll, 2,
78 pág. 490; MEZGF.R, n, 54, 11, pág. 267; SOLER, II, 49, VII, págs. 216 y 217; WELZEL, 25, I, 1, pag. 271;
Véanse. por todos, LISZT 111 46 IV 2 e) á s. 8 9· - ·- -
~ornenclaturn, que consid~rn ~xtra,ña; la, sis;e~}i· ~ ' MEz~¡R, ll, )4, 11, pág. 265. Cont.ra esta ZDRAVOMlSLOVy otros, X, 3, 2, pág. 227. La posición de los clásicos españoles es dudosa, pero parece
Uber den fehl esch1a en v. . h · . . ~ ica_ vigente en emama, se ha pronunciado GOSSEL, encontrarse una adhesión implícita al criterio subjetivo en el texlo de PACHECO en Estudios de Derecho
1, págs. j y s~gts. g en e1suc , en Znlschriftjur dte gesamte Strajre.chtswissenschaft, vol. 87, fascículo Penal, Sa edición, Madrid, 1887, Vll, pág. J 17 (el deliLo está frustrado cuando al delincuente "nada le
quedó por ejecutar de lo que emrara en sus intenciones") y SILVELA, op. cit, II, XXVII,f, pág. 145.
79 CARRARA, 1, 406, pág. 274, y Grado en la fuerza rí5¡ d 1 d l' , ,
sentido BEUNG 29 11 - lOS . · . J' ca e eito, C'll., 114, pag. 319. En el mismo n ANTON ONECA y RODRIGUEZ MUÑOZ, op. cit, I, pág. 412; CORDOBA RODA, notas de derecho
, , , , pags. y s1gts En Chile esla opi ., · ·
la doc_Lrina Cfr PTCHEBERRY 1T _
18 . . . "
5 _. rnon, con uenas variantes, es dominante en
, , pags. 5 y 66, GARRIDO 11 8"5 pág 261-.l· LABATUT 1 180 á
español a la traducción de :tv!AURACH, II, 41, V, A, nota 11, págs. 202 y 203; RODRIGUEZ MUNOZ,
notas de derecho español a la traducción de MEZGER, 11, 54, JI, pág. 267.
a
R~
! Y 188, aunque con muchas reservas; POUTOFE Los act~s '
MEZGE_R, IT, 54, 11, pág. 2fi7. ' ·
~it
.. , ·,
1Ü 2 1' - 2 .
f '
- · , pags. 24 J y 47
'p· gs.
B4 Supra ,17, II, a).
Bo POLITOH: Los actos ., cit. 10.2.2, pág. 247; POLJTOFF-ORTIZ y colaboradores, I, pág. 85; implíciLa-
JIMENEZ DE ASUA, La ley y el-delito, 298, pág. 483
meme ETCHEBERRY, II, pág. 65.

564 565
í:iF'RECHO PENAL/PARTE GENERAi /E11riquc Cury ürzua
C.APffCLO X 11.0S Dlé>Tli\'TOS MO'vll'C·-JTOS EN I A EJECL'C!ÓN DEL DH!TO, TEORÍA DEL "'!TER CRJMJl\lY

Sin embargo, como ya se ha dicho, 86 ocurre frecuentemente que el momento en


V. LAS CA USAS ESPECIALES DE EXCLUSIÓN DE LA
que el delito se consuma no coincide con aquel en que el autor logra el resultado
TIPICTDAD EN EL ITER CRIMINIS:
cuya obtención le interesa y a causa del cual, por consiguiente, ha ejecutado la EL DESISTIMIENTO DE LA TENTATIVA Y EL DELITO FRUSTRAD0. 91
conducta típica. Por esto se dice que el delito está agotado cuando el sujeto consi- LA ATIPICIDAD DE LA TENTATIVA DE FALTA
guió también ese propósito ulterior, diferenciándolo, así, del consumacio. De este
modo, habrá agotamiento del homicidio cometido con fines hereditarios cuando el a) Fundamento y naturaleza de la institución del desistimiento
autor consigue la posesión de la herencia; habrá hurto agotado cuando el agente
El que emprende la ejecución de un delito puede fracasar en su intento o abste-
logre efectivamente el lucro perseguido; etc. El delito agotado cobra importancia en
nerse de proseguirlo. Este enunciado destaca la diferencia entre ambas situaciones.
algunas hipótesis de participacíón criminal y conrnrso de delitos, 87 así como en mate-
También para el lenguaje cotidiano son diversas. El hombre de la calle dirá que "no
ria civil, al transformar la obligación de restituir en la de indemnizar.
poder terminar" es distinto de "no querer hacerlo". Recogiendo esa convicción po-
Las excepciones se relacionan con los delitos de resultado cortado en los cuales pular, el derecho construye la distinción entre tentativa punible y desistimiento de la
88
como se ha explicado, la ley anticipa la consumación, situando los Úmites del tip~ lentaliva y el delito fruslrado.
antes de que se produzca la lesión causal del bien jmidico. En tales casos, quien Conforme al art. 7, inc. segundo del C.P, el delito frustrado sólo es punible si el
mterv1ene con posterioridad a la consumación, pero antes del agotamiento y para delincuente ha puesto de su parte todo lo necesario para que el crimen o simple delito
hacerlo posible, es, en rigor, un cómpl-ice y no un encuhridor 89 De la misma manera se consume y esto no se verifíca por causas independíentes de su volunlad. De donde se
si entre la consumación y el agotamiento, con el fin de alcanzar este último s~ deduce, a conlralio sensu, que si la consumación no se verifica por una causa dependiente
comete un segundo delito, éste entra en concurso ideal, no real, con el primero. ' de !a voluntad del autor, la acción ejecutada no ha de ser castigada. Y si esto es así en los
Mientras la segunda de estas conclusiones debe considerarse plenamente válida casos de frustración, con mayor razón ha de afirmarse para la tentativa en la que el
con arreglo a la ley en vigor, la primera sólo puede aceptarse desde un puuto de culpable se detiene de propia iniciativa cuando ni siquiera ha ejecutado todos los
Vista teonco, porque obsta a su praclicabihdad la redacción del an. 16 del C.P, de actos necesarios para la complementación de la conducta típica. Esta breve considera-
conformidad con la cual sólo puede tratarse como cómplices a quienes intervienen ción basta para establecer los fundamentos dogmáticos del desistimiento en la tenta-
cooperando en "la ejecución del hecho por actos anteliores o simultáneos". 9º tiva y el delito frustrado. Su eficacia excluyente de la pena está hoy fuera de discu-
sión.92 Así, por su parte, lo reconoce reiteradamente la jurisprudencia.9 3
~as conclusiones disculidas en los párrafos anteriores únicamente son válidas para los
deht~s de/esultado co_rtado'. porque _sólo en ellos 1a lesión del bien _i urídico "ha quedado
La naturaleza de tales institutos -de cuya precisión depende, por otra parte, la
pe?~1ente . Por esto, _si _alguien auxilia al que maló para que herede, podrá d,use, incluso Indole de los requisitos que deben reunir y la extensión de sus efectos-9+ ha dado
leon~~~ente, _en_cubnm1ento o una conducta impune; en ningún caso complicidad en el lugar, en cambio, a interpretaciones encontradas. Aquí sólo se destacan, fuera del
hom1c_id~o. As1m1smo, cuando el autor falsifica un testamenlo para obtener la herencia cuya propio, 1os puntos de vista con más significación en la práctica.
expeclat1va lo condujo a mat.ar, los delilos entrarán en concurso real.
Las razones para hacer la disLincicín son manifieslas. En el primer caso, el auxiliador aa) El punto de vista dominante entre nosotros, y en una parte importante de
coopera al atentado .comra el bien _jurídico de protección; en el segundo, ésle ya fue que-
?ranta~? Y, por lo mismo, la rnter_vención del tercero será indiferente, salvo que realice una la literatura europea hace algunas décadas, procede de FEUERBACH. 95 De acuer-
mfracuon en contra de la admimsLrac1eín de justicia. De la misma manera, en el caso del do con él, el desistimiento es una excusa legal absolutoria que obedece, por lo
delno ~~ ~esultad? co.na~o, la segunda infracción se ha cometido como medio para realizar tanto, a razones de política criminal. 96 Trátase, según la expresión de LISZT, de un
el sacnfic10 d~l bien JUnd1co tutelado por el tipo de la primera y, en consecuencia, forma
~ar_te_ de un mt~mo contexto fáctico, dando origen a la unidad del injusto; en el olro, el bien
JUn~1co protegido por el pnmer h~cho punible ya fue vulnerado cuando se ejecuta el segun- ,n Fn esta parte la exposición del texto se apana fundarnentalmeme de CURY, 01ientación, 26, págs. 248 y sigts.,
do Y ambos, a causa de esto, configuran ilícitos diversos. siguiendo en cambio los criterios desarrollados en Tentativa y dellto_fn15trado, 56 y sigts., págs. 107 y sigts,
92
ETCHEBERRY, 11, pág. 63; GARRlDO, Etapas de ejecución, cit., 34, A, págs. 183 y 184 y H, 89, 2, pág. 280;
l\OVOA, IT, 4 35, pág.159; POLlTOff, Los actos ... , 9.2.2, pág. 217; POUTOFF-ORT!Z ycolaboradoTes, l,
86
Supra, L pág. 83. Es curiosa. en cambio, la opinión de LABATUT, I, 181, pág. 186, quien, contra texto expreso,
87 afirma que "el desistimiento espománeo es procedeme en la tentativa, no en el delito frnstrado",
Así también WELZEL 1 4 ¡Yíg 2f0 · - · 91
. , , , ,'., , s._) ys1gLs .. 4rnenagregaunaconsecuenciasohrelaprescripció11,respec- ETCHEBERRY, D.PJ. TT, 175, págs. 314 y sigts., NOVO:\, lT, 435, pág. 160, nota 39; POLITOFF; Los
lo a 1~ cual no estoy de acuerdo, Sobre las razones para esto, véase CURY, Tentativa y delito frnstrado cil actos ... , 9.2.2, págs. 217 y 218
47, pags. 92 y 93. · ' ·, 94
JESCHECK 51, l, 1, pág_ 488
"" Supra, l8, IV, d) 5
'J Cfr. JESCHECK, 51, l, 2, pág. 488 ,
sg
9
Una anticipación de este crilerio se encuentra en CARRARA l 479 y 480 · - "24 , · , ,r, Así, en especial, LISZT, IIL 48, l, pág. 20. También, para el desistimiento de la tentativa, CARRARA,_ l.
~ ETCHEBFRRYlª d·--- - . '' ,pags ..-' ;sigb.
·.. - , e tcion, ll. pag. 100. llama la atención sobre las características resl1ictivas de esla re- 417, págs. 281 v sigls., y Grado rn la _fuerza ft,iw del delilo, 119, pág. 295, quien, en lo tocante al del delito
daccw~, conforme a la cual_ t.ampoco se ha de considerar cómplice al que interviene con posterioridad frustrado, defie'ncle otra opinión. AU.emás, BETTIOL, pág. 488; Dül lNA, pág. 93; JAKOBS, 26, 2, pág.
c\1mphendo,prome_s?s an,:enores. _ConLra, L_'\BATUT, T, ~J 6, pág. 366, seguido por NOVO!\, ll, 4'58, 11. 899; más complejo ahora, :vJAURACH-ZIPFF, 41. T. 12 y sigts., págs. 72 y 73, que aboga por u:1-a
Pª?: 2 ! 8, para quienes el concieno prev10 (. .. ) convierte al participante en cómplice" Entrelanto fundamentación político-criminal; PACHECO, I, 30, 26 y sigts., págs. 95 y 96; QUTNTANO RlPOLLES,
E1CHEBERRY ha re,nsado su pumo de vista anterior y ahora, en n, pág. 100, también aprecia complici~ Comentarios al Código Penal, cir., pág. 44; MOLMENTl, El desistimiento volu.nt_mi? en _la tentativa, .~uenos
dad en este caso. Sobre ello, infra, 39, m, 2. Aires, 1953, pág. 14; SOLER, 11, 52, !, pág. 233. WELZEL ha cambiado de opmton. En la 4a ed1non, 23,
antes de 1, pág. 200, estaba de acuerdo; en su exposición actual, como se verá, se aparta de este cnterio.

566
567
DERECIIO PENAL/ Pi\){[ f, GENERAL/ Enrique Cury Urzüa CAPÍTULO XI LO'.> Dl~Tll\TOS MOMENTOS EC'< LA EJECUCIÓN DEI. DELITO, TEORÍA DEL "lTER CR!MINJS'

"puente de oro" 97 tendido por la ley al delincuente que ya era susceptible de una ce) Con arreglo a mi actual opinión, el desistimiento de la tentativa y el delito
pena a fin de que retorne a la ribera de la legalidad. El derecho perdona al que ya frustrado constituyen causales ele atipiciclad por insuficiencia del elemento subjetivo, esto
principió a ejecutar una acción típica, o, incluso, al que la realizó del todo, pero aún es, de! dolo.
no ha alcanzado el resultado, a condición de que se abstenga de lesionar en forma De conformidad con lo expuesto sobre e1 concepto del dolo, 103 éste consiste
voluntaria el bien jmidkarnente protegido o impida eficazmente la lesión, en su en una voluntad que se exterioriza "haciéndose acción" al propio tiempo que di-
caso. En obsequio a la salvaguardia de los bienes jurídicos, y para asegurar tanto rigiéndola. Por otra parte, el de 1a tentativa se caracteriza, precisamente, porque
como sea posible la adhesión del ciudadano a los mandatos del ordenamiento, se no consigue realizarse del todo, 104 no obstante lo cual aquélla sólo se castiga a
otorga este beneficio límite que aspira a detener, hasta el último momento, la mano causa de que la finalidad persiste, transformada en mera tendencia bacía el objetivo
del infractor. antijurídico. Para que exista una tentativa punible es preciso que la voluntad de
Este punto de vista, aparentemente razonable, es, sin embargo, irreal. Una ojea- consumar permanezca presente hasta el momento en que la acción se interntmpe
da a la _jur.lsprudencia 98 revela que jamás el sujeto desiste tras efectuar un cálculo o el resultado se frustra.
como el descrito entre las ventajas y desventajas jurídicas de consumar. 99 A causa En los casos de desistimiento no ocurre así. La voluntad de realización subsiste
de esto, en }os últimos anos un sector creciente de la literatura ha dejado de ver en como tal sólo hasta el instante que precede a la suspensión de la conducta típica o a
el desistimiento una excusa legal absolutmia -o, cuando menos, de fundarla con la ejecución de la acción destinada a evitar el resultado. Luego los dos componentes
arreglo al criterio del "puente de oro"-y busca otras soluciones. 100 dinámicos de la acción típica se detienen simultáneamente. En estas hipótesis, por
consiguiente, falta la perfección del dolo y, con eso, la base para castigar el principio
bh) \VELZEL -y con él, parcialmente, la literatura alemana recienle- estima que el "verda-
dero sentido del privilegio al que desiste reside en la insignificancia de su culpabilidad que de ejecución de la acción descrita por el Lipo. No se trata, como algunos autores
se muestra con el desistimiento" 101 pensaban en otro tiempo, de una "cancelación" de la voluntad preexistente, sino de
Hay, en efecto, casos en que el desistimiento obedece a móviles no utilitarios. Un ejemplo un defecto en su formación, que excluye la tipicidad del comienzo de ejecución
claro lo procura ese sicario de los cuentos infantiles que, conmovido por la tierna edad y la
hermosura de su víctima, se abtiene en el último momento de darle muerte. Pero no sólo en
porque falta el componente subjetivo sobre el que aquélla descansaba.W'
estas situaciones, sino también en aquellas en que el autor se detiene por razones delezna- Esto, cuyas consecuencias prácticas son importantes, está consagrado expHcíta-
bles, se manifiesta una personalidad sensible a los contramotivos que el ordenamiento jurí- mente por el texto legal, como lo advirtió en su oportunidad RODR!GUEZ
dico opone a la conducta ilícita. El que huye atemorizado ante la perspectiva de ser captura- MUNOz. 10 e En efecto, tal como la ley chilena, el Código español no contiene dis-
do o se desalienta rápidamente frente a la necesidad de superar obstáculos imprevistos,
pareciera revelar, con esa actitud, que la ejecución de la acción antijuridica contrasta con sus posiciones expresas sobre el desislimiento. Se limita a reconocer su existencia de
convicciones éticas más profundas y, por consiguiente, el ataque iniciado pierde gran parte manera negativa, en la definición del delito frustrado y -a diferencia del nacional-
de su reprobabilidad. también en la de la tentativa. A causa de estas referencias incluidas en la descrip-
Aunque los argumentos de VVELZEL han puesto en entredicho la concepción tradicional,
el problema radica en que, así como hay situaciones que ésta no explica ni soluciona satis-
ción, RODRIGUEZ MUÑOZ advierte que tanto en una como en otra institución, el
factoriamente, existen otras a las que aquéllos son inaplicables. Pues no es inconcebible por desistimiento es un "elemento negativo" de los Lipos subordinados respectivos, de
completo que un sujeto se abstenga de consumar el delito, únicamente porque, en el último modo que, cuando aparece en el caso concreto, determina una situacíón de "ausen-
instante, se percata de que hacerlo le procurará una satisfacción inferior al disvalor represen- cia de tipicidad".
tado por el riesgo de ser castigado y, en tales situaciones, parece imposible sostener que la
culpabilidad de autor es insignificante. Más bien, uno se siente inclinado a dirigirle un re-
Empleando una expresión cuyo rigor es dudoso, RODRTGUEZ MUNOZ afirma que el
proche enérgico, pues a la motivación codiciosa se adiciona el carácter f-rio y calculador. Sin
desistimiento constiluye un ''Lercer limiLe laLeral'' para los lipos de la tentativa y el delito
embargo, sería desacertado privarlo de impunidad por el desistimiento, ya que, precisamen-
frusLrado. Ese giro extraño obedece a que el jurista español no ha querido basar la dicada de
te en estos casos, negársela equivale a instarlo para que prosiga hasta consumar. WELZEL y la institución en un defecLo del dolo, como aquí se hace, y, además, aunque lo hubiera
los otros autores que comparten su punto de vista son conscientes de este inconveniente y, imemado no aceptaría, en principio, que eso excluye la tipicidad, porque sítúa el elemento
en consecuencia, sostienen -correctamente- que basta con que el desistimiento sea volunta- subjetivo en la culpabilidad. En consecuencia, la conslrucción se le presenta algo desprovis-
rio, no siendo exigible "un valor ético especial de los moti-vos que inducen a desistir". 102 Con ta de sentido, pero procura roturarla de una manera expresiva.1°7
esto, los fundamentos de la concepción pierden vigencia, pueslo que la insignificancia de la
culpabilidad sólo existe, justamente, cuando el sujeto desiste por molivos valiosos o suscep-
10 1
tibles al menos de ser reconducidos al valor. - Supra, 18, lll
rn+ Supra, ll, B, a).
105
En el mismo sentido del texlo, en especial, ZAFFARONI, 56, Vl, pág. 803: "d desistimiento que opera
97
sobre una tipicidad en curso la revoca, pues modilka la configuración del hecho"
USZT, lll, 48, pág. 20. 106
RODRIGUEZ ~IUÑOZ, notas de derecho español a la rraducción de MEZGER, IT, 56, págs. 270ysigts. En
gs Véase ETCHEBERRY, D.P]., II, 175, págs. 314 y sigts. el mismo senlido, CORDOBA RODA, notas de derecho español a la Lraducción de 11AURACH, 11, 41, V,
99
En el mismo sentido, la referencia de JESCHECK, 51, 1, 2, pág. 488, a la jurisprudencia alemana. A, nota 1O, pág. 200; NOVOA, El proceso de gmeración del dciíto. Tt'ntativc1 y delito frustrado, apartado del
100
Sobre las razones hislóricas que se invocan para sostener esta concepción en nuestra ley; véase, en senlido Nº 124 de la Revista de Derecho y Clmcias Socialrs, Concepción, sin fecha, 17, págs. 48 y 49.
crítico, CURY, Tenlalivay delito frustrado, cit., 58, e), pág. 112. 1
'°' La opinión del Lexlo fue defendida ya entre nosotros, sobre la base de consideraciones de justicia, por
'º 1
WELZEL, 25, pág. 271. fOI.\Tr:'CTLLA, El concurso de delincuente~, de delitos y de leyes penales y sus principales problemas jwidícos,
102
J~SCHECK, 51, 1, 3, págs. 488 y 489 Santiago, l 9'í6, 13, págs. 33 y sigts.

568 569
DERECHO PEl\Al. / PARTE Ci·NER.AL / Enrique Cmy l,lr,:üa
CAPÍTULO X/ LOS DISTl>fTOS MOlvlENTO~ E>l 1.A i:'.JEClJCJÓN DEL DELITO. TEORÍA DEL ·'JTER CRJMJ"ll5'

b) El desistimiento de la tentativa
ruego o insinuación de otro. 113 Asimismo, es indiferente que el autor sea descubier-
to por la propia víctima o un tercero si, a pesar de ello, cree que aún le es posible
Desíste de la tentativa el que abandona volunlariamente la ejecucíón todavía íncom-
pleta de la acción típica. consumar.11 4 Del mismo modo se resuelven las hipótesis en que el sujeto abandona
porque le es ofrecida la posibilidad de alcanzar "por vía legal" el provecho que
aa) Desde el punto de vista objetivo, el desistimiento de la tentativa exige el esperaba de la consumación. 11 :, El hecho de que lo realice a causa de promesas que
abandono de la acción típica que el autor, de acuerdo con su plan, ya inició, pero pueden ser incluso engañosas no excluye la voluntariedad del abandono. 116
aún no se encuentra concluida con arreglo a su representación.
En cambio no existe un desistimienLo voluntario si el autor estima que aunque complete
la acción obt¡ndrá un resultado enteramenLe diferente de1 que constituye su objetivo, como,
Abandonar, en este sentido, significa simplemente abstenerse de proseguir ejecuLando.
por ejemplo, si se detiene porque supone que en la caja de caudales sólo h~yuna_s~~a muy
Pero esto, que es válido por completo cuando se trala de la Lentativa cometida por un solo
inferior a la pretendida. fata representación eqwvale en todo a la de la 1mpos1btl1dad de
sujeto, presenta alguna variante si en la ejecución del hecho intervienen varias pnsonas. En
consumar. 1P
estos últimos casos, aquel de enLre los participantes que desiste debe retirar su contribución
a la ta.rea común en el evemo de que ya la haya realizado; en cambio, si aún no lo ha hecho,
le basta con abstenerse de efecLuarla. 108 Estas exigencias implican, en parte, un mayor grnva- La posibilidad de consumar se decide desde el punto de ,~sta del sujeto, con
men para el que interviene en el hecho de varios que para el aulor individual, por lo menos arreglo a su representación. Esto es lógico. El obra voluntariamente si cree que
cuando ya realizó su comribución. Pero se explica a causa precisamente de esta última cir-
cunstancia. En tales casos el SL0eto sabe que la consumación ya no depende de las manifes-
puede tener éxito y, sin embargo, desiste. Por el contrario, cu~ndo est_ima q~e- no ?ª
taciones de su voluntad de realización, sino de las de otro u otros partícipes. Entonces, lo le será posible concluir la retirada, no es una decisión suya smo una 1mpos1c10n de
menos que puede pedírsele es que exteriorice la intnrupción de su dolo de consumar, Teti- las circunstancias.
rando el aporle ejecutado. Si más tarde, sin embargo, los otros concurrentes perfeccionan el Hay abandono -y, por lo tanto, desistimiento- aunque el sujeto no renunci~ e~
dehto a pesar de todo, eso ya no puede afectar al desislen te. 109
defmitiva al propósito de delinquir. En este punto NOVOA es demasiado restncti-
bb) Desde el punto de vista subjetivo, el desistimiento de la tentativa requiere la vo.118 Por cierto, no habrá desistimiento cuando el autor se limita a interrumpir
voluntad de abandonar la qecución del hecho típico. Con ello se cumple el requisito momentáneamente la tarea, dejándolo todo predispuesto para proseguir más ade-
más característico de la institución, pues es la voluntwiedacl de la interrupción lo que lante,119 pero una vaga decisión de reincidir cuando las circunstancias le sean más
diferencia la tentativa punible de la desistida. Por otra parte, es la "voluntad de aban- favorables, no basta para excluir la causal de aticipidad.
donar" la que al exteriorizarse "corta" la "voluntad de realización'', impidiendo el per-
feccionamiento del dolo y, por consiguiente, la tipicidad de la conducta: mientras en ce) El desistimiento determina la impunidad por la tentativa. No obstante, si los
la tentativa auténtica (tentativa típica punible) sólo se interrumpe la realización obje- aclos que el agente alcanzó a realizar configuran de por sí un hecho punible, se los
tiva del tipo, al paso que su elemento subjetivo persiste en calidad de pura tendencia, castigará a ese título. Así, el que intentando robar penetró a la c_asa por la ventana:
en el hecho desistido no se perfecciona la faz subjetiva ni la objetiva del tipo. fracturándola, y luego se desistió, no será castigado por la tentallva de robo, pero s1
A causa de lo expuesto, la voluntariedad exigida para el desistimiento implica lan por la violación de morada y por los daños que ocasionó. la doctrina denomina
sólo c¡ue el agente se abstiene de proseguír ejecutando aun cuando considera posible la impropiamente tentatíva calificada a esta siLUación. 120
conswnación de acuerdo con su represenlación.11° Por consiguiente, la voluntad de
desistir es independiente de los motivos y no se requiere que descanse en conside- e) El desistimiento del delito frustrado
raciones éticas. m Tampoco es menesler espontaneíclad. La espontaneidad supone
que 1a voluntad se deLermina sin la intervención de factores externos. Tal cosa no es Desiste del delilo frustrado el que, habiendo eJecutado toda la conducta típica, actúa
112
exigible. Por esto, "no obsta a la voluntariedad que el sujeto desista cediendo al voluntariamente y de manera eficaz evitando la producción del resultado.

108
,, ____ · - ·-----

MEYER, KriUk an dcr ,\'curcgclung des Vci suchstrajbarkcit, en Zei tschrUi Jür die gesamte S1rcifrcch1swissrnschcift,
N° 87, 3, 1975, pág. 622; NOVOA, IT, 435, pág. 158. n.' MAGGIORE, II, pág. 86 . .
ws Contra, lVlAURAC.H, Il, 41, \: A, 3, pág. 203. Como rn d teXLo, .'v1EYER, op. cit.. , págs. 620 y sigts.; 1:~ Cfr. Mt\CR:\C.H, II, 41, \~ C. 1, págs. 207 y sigts.; J.vlEZGEI( Libro de estudio, l, 81, lll, 2, págs. 293 Y 294;
ZAFFARONI, 56, vm, págs. 81 O y 811. Sobre ello, con deLalle, CL'RY, Tentativa y cl.dito_fn1stmdo, cit., 59, WELZEL, 25, 1, 2, h), pág_ 274. Contra, BACIGALUPO. 7, 4, pág. 112.
h), págs. 119 y sigts. Ligeramente disLinto en POUTOFF, Los aclus ... , ciL, 9.2.6.1, pág. 239 1 'JESCHECK, 51, lll, pág. 493; JVLA.CRACH, II, 41. \~ TI, 2, pág. 206.

uc En el mismo sentido, aunque con ou-o fundamento, FRA.NK, citado por M1\URACH, 11, 41, V B, 2, pág. n \VFT.7Fl 25 1 2 pág 274· POLITOFF Los actos, cit., 9.2.5, pág. 2_36
204; USZT, IIl, 48,111, págs. 22 y sigts.; WEl.ZEL, 25, 1, 2, a), págs. 272 y 273. i:,,,,t·LZ·E:L-,2"', ¡ '2 'r,g 2_74 .Asimismo JEsctttCK, 51, m, 2, pág. 49J; !vIAURACH, n, 41, V, B, 1, pág. 2('.~
iu MERK.tL, op. cit., 1, 47, l, a), pág. 192:JESCJ JECK, 51, L 3, pág. 489; MOLMfNTl, op. cit., pág. 36; P1SAP1A, 1 v
'"NOVOA '
IL, ),433,
' '
pág. . 156.·. tnel
· - · ' ·.
mismo sentido, .
BAClGALUPO, . .-
7, 4, pag. 112,· QUlNTANO RIPOLLES ,
op. cit., Xl, 4, pág. 121; SOLER, Il, 52, JH, pág. 2:35; ZAffAROt,J, 56, Vll, 5, pág. 806. Contra, BtTTTOL, pág Comentarios al Código Penal, cit., pág. 44. . ., h
48; EAlACIOS, oµ. cit., X, págs. 226 y 227, nota '36; SAL'ER, Drn:cho Prnai, cit., 17, T\'. 2, pág. 18'3. CARRARA. rn1.v1A.LRACI J, JJ, 41, \,~ B, 2, pág. 206; MEZGl'.R, ll, 56, 11, 2, pág. 276, qmen habla de un aprovec amiento
112
T, 390 y sigts:, págs. 265 y sigb., establece una t,,'Tadacicín atendiendo a la rnliclad ck los motivos posterior de la situación" . , - 2
1
l\ Li'\.~Zt.:,n, op. cit., TII. 443. págs. 214 y 215; ZAFf'AROM, 56, VIT, 5, pág. 806. Contra, CARRARA, 110MERKEL, op. ciL, I, 47; 2, pág. 193; MEZGER, Libro dccstudw, 1, 81, Ill, 3, pags. 294 y 29::,; SOLER, 11, 5 ,
Grado en la fuerza f[sica del dclilo, cit., 108 y sigLs., págs. 292 y sigts !V, pág. 236.

570 571
DERl'CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ EC1rique Ciny Urzua
CAPITULO X/ LOS DISTINTOS "'vlO"\,íENTOS E"l l.A E_JEC:UCJO~ DEL DFLITO. TEORÍA DFL "JTER CR!MlNJ~"

Es_muy frecue:1re que _esla i_~sti¡uci_~n sea denominada Lambién arrepentimienlo activo, y
Y?, ~ismo emplee esa des1gnac10n. 21
Sm embargo, la expresión implica una idea de "contri-
mal causado o impedir sus ulteriores perniciosas consecuencias (art 11, Nº 7º C.P), 128
crnn que d:be obedecer, o?vi~mente, a motivos valiosos. Eso, en este caso, no se exige_122 con tal que se den los requisitos indispensables de ella.
Por eso prefiero ahora prescmdir del mencionado rótulo, pues la impropiedad terminolócrica
puede dar lugar, además, a imprecisiones hermenéuticas. to
bb) Subjetivamente, el desistimiento del delito frustrado, como el de la tentati-
va, tiene q~e ser voluntario. lo que se ha expresado ya sobre este particular 129 es
aa) En t~~to que, objetivamente, el desistimiento de la tentativa aparece como válido también aquí.
una abstencwn, el del delito frustrado exige una conducta positiva y efirnz Con una
imagen ace~tada se ha expuesto la diferencia afirmando que mientra~ al que desiste ce) Lo mismo que en el caso del desistimiento de la tentativa, el del delito frus-
de la tentativa le basta con "frenar", el que lo hace del delito frustrado debe "echar trado excluye la punibilidad por este último, pero no por la tentativa califícada. 130
marcha atrás". Y esto es así porque el desistimiento del delito frustrado presupone
q_ue el _su¡eto ha realizado ya toda la acción típica; de suerte que para la consuma-
d) El desistimiento de la propmiición y conspiración para delinquir
c10n solo resta la producción del resultado y el autor debe proveer a evitar ese
evento oper~:"1do activamente sobre el curso causal a objeto de interrumpirlo. El art. 82, inc. final del C.P., regula, de manera desafortunada, el desistimiento
la cuest10n de cuándo ha terminado la ejecución de la acción típica se decide para los casos en que proposición y conspiración son punibles. Con rigor inútil, la
123
como se explicó, atendiendo a la representacíón del agente sobre el particular. ' ley exige en estas hipótesis que la interrupción se produzca antes de iniciada 1a ejecu-
Para que pueda hablarse de un desistimiento con eficacia excusante es indis- ción del delito o el procedimiento j,rdicwl contra el culpable y reclama de éste, además,
d
pensable que sujeto actúe antes de la causación del resultado típico. Un ~rrepenti- una delación. Desde el punto de vista técnico, el precepto es insatisfactorio, porque
m1ento tard10 solo da lugar a una atenuación de la pena, conforme a lo preceptuado introduce demasiados factores objetivos en la estructura del instituto. Éticamente
124
en el a_rt. 11, Nº 7_º del C._P la diferencia entre ambas situaciones no siempre es es, cuando menos, sospechoso. Desde una perspectiva politicocriminal resulta con-
advertida con clandad, e mduce a confusiones, cuyas consecuencias son defectuo- traproducente, puesto que si lo que se persigue es tutelar de modo especial ciertos
sas. Así, LABATUT llegó a sostener que en el C.P. el desistimiento del delito frustra- bienes jurídicos particularmente valiosos o sensibles, es absurdo cerrar anticipada-
do no tiene jamás el carácter de una "excusa". 125 menle al delincuente el camino de la retirada.
. El que desiste del delito frustrado puede obrar por sí mismo o provocando la
mtervencwn ~e terceros. Así, quien dio a beber la pócima letal a su víctima, puede
e) Las situaciones de desistimiento tardío especiahnente legisladas
procurarle direc_tame~te el antídoto o reclamar la intervención de un médico que
ad~p.te las providencias necesarias para salvarle la vida. Lo importante es que la Aunque, de acuerdo con lo que se ha expuesto precedentemente, el desistimien-
actividad del tercero haya sido determinada por el autor mediante su obrar. Es in- to de un delito consumado es inconcebible en principio, existen casos, diseminados
suficiente_ n~ e_ntorpecer la ta.rea salvadora que otro emprendió espontáneamente. en la Parte Especial, en los cuales la ley acuerda electos especiales -que pueden
El desistimiento sólo excluye la punibilidad por el delito frustrado si el sujeto ha llegar incluso hasta la impunidad- a la conducta del que después de ejecutar todo el
consegrndo impedir el resultado típico. En este punto la ley crea una verdadera irres- hecho típico vuelve sobre sus pasos. Situaciones de esta índole pueden encontrarse
126
ponsa~í'.idad _objctiva. La solución es defectuosa e importa una supervivencia del en los arts. 129, 456 y 295 del C.P. Su tratamiento pormenorizado pertenece al
versan m re 11/icíta. Desde el momento en que con la exteriorización de la voluntad sistema de los delitos respectivos.
impeditiva se suspende la de realización (el dolo), toda imputación al sujeto de conse-
c_uencias posteriores tiene que hacerse sobre una base objeliva que co~trasta con el
f) La atipicidad de la tentativa de falta
sistema de derecho penal de culpabilidad . .E incluso, aunque no se reconozca el punto
de partida, la exigencia provoca un sentimiento de repugnancia natural, obedeciendo Aparte de lo expuesto en los párrafos precedentes, la atipicidad de la tentativa y
al cual se ha suprimido o atenuado en los textos legales más modernos. 12' el delito frustrado se rige por las reglas generales. rn Aquí sólo resta insistir en que,
De_ todo~ modos, si el autor ha fracasado en su intento de impedir el resultado, de conformidad con lo preceptuado por el art. 9° del C.P, "las faltas sólo se castigan
es posible siempre conced_er1e la atenuante de haber procurado con celo reparar el cuando han sido consumadas". Eslo significa que, aunque en un buen número de
121
casos la tentativa de falta es concebible, siempre deberá permanecer impune por
CURY, Orirntación, 26, lll, pág. 251
rn JESCHECK, 51, IV, 1, pág. 494. inexistencia del correspondiente tipo subordinado que la aprehenda.
m Supra, Ill, A, a), bb).
Supra, 32. V, a).
llf
m Supra, 32, 'v~ a).
::: ~A.BAll!l, I, 181, pág. 186. Así, también, PACHECO, pág. 99 129
En el mismo se_mido. l.VlAURACH, II, 41, v, e, 3, pág. 210. '.-iupra, h), bb)
127
'
3
º Supra, b), ce)
Sobre estc> panicular, con detalk, CURY, TrntaUvay cl.elito_frustraclo, ciL, 64, págs. 131 y sigts. _JJ Supra, 21.

572 573
DERFCHO PEi\",\L / PARTE GEC\ERAL / f•nriqut' Cmy Crzlla

CAPÍTULO X/ I.OS DlSTINTOS !vlOME:'H05 E':\ I.A EJF.CUCIÓN DEL DELITO, TEORÍA DEL "!TER CR1M1N1S''

§ 36 LA ANTIJURID1CIDAD DE LA TENTATIVA
Y EL DELITO FRUSTRADO puede conducir -y de hecho debiera hacerlo- a la punib1lidad de los actos prepara-
torios, a la consiguienle destrucción de la garantía constituí.da por el tipo y, así, a la
arbitrariedad.
I. RELACIONES ENTRE LA ANTUURIDICIDAD EN GENERAL Y LA DE
LA TENTATIVA Y DEUTO FRUSTRADO EN PARTICULAR c) La solución propia

Tal como ya se ha explicado, la solución correcta supone tener en cuenta, en


Los problemas de la anLiJuridicidad de la tentativa y el delito frustrado se en-
primer lugar, el disva1or de la acción, pero sin perder de vista la significación que
cuentran estrechamente vinculados con e1 de 1a antijuridicidad en general y, de esa
atribuyen al del resulLado, para ciertos casos, las concepciones socioculturales
manera, con el de la función misma del derecho punitivo. la cuestión ha sido ya
imperantes.13 9 Así la antijuridicidad, en su forma más plena, implica tanto el disvalor
objeto de un tratamiento más o menos detenido 132 )~ por consiguiente, aquí puedo
limitarme a una síntesis escueta. de acción como el de resu1Lado. Pero ésta sólo se presenta en 1os delitos consumados
de lesión, respecto de los cuales la ley ha tomado en cuenta ambos factores para la
evaluación del hecho y la atribución de la sanción. Por el contrario, en los delitos de
a) La concepción objetiva pura actividad y en la tentativa de los de resultado, prevalece la consideración del
disvalor de acción, mi y el de resultado es Lomado en cuenta únicamente como un
Para el punto de vista objetivo, la esencia del delito radica en la causación de un
límite extremo, para el descarte de la punibi1idad en casos cuya significación antijurídica
daño a los bienes Jurídicos de protección y, por eso, sólo acepta la punibilidad de la
es despreciable con arreglo a los puntos de visla socioculturales en vigor.
tentativa, en cuanto ésta crea efeclivarnente un peligro serio de que semejante lesión se
133
materialice. E1 disvalor de acción no es apreciado. la manifestación de voluntad
hostil al derecho, como tal, es jurídicamente indiferente. 134
IL ANTIJlJJUDICIDAD Y PUNIBILIDAD DE LA TENTATIVA
Los defectos de este criterio ya han sido discutidos. 135 Asimismo, se ha desta-
cado cómo la punibilidad de la tentativa demuestra que no coincide con el de la
ley en vigor. 136 Las distintas concepciones expuestas en el apartado anterior inciden en el debate
sobre la punibilidad de la tentativa, que entre nosotros sólo tiene valor de lege ferenda.
En efecto, una consecuencia lógica del subjetivismo extremo es la parificación del
b) La concepción subjetiva castigo de la tentativa y la consumación o, a lo sumo, la mera concesión al juez de una
facultad para atenuar la pena en los casos en que el tipo no alcanza su perfección y las
las opiniones subjetivas más extremas ponen todo el acento en el disvalor de la
circunstancias asilo aconsejan. 141 Por la inversa, el objetivismo exige una diferencia-
acción. lo antijurídico es la voluntad rebelde expresada en la ejecución total o par-
ción categórica. 142 Con arreglo al criterio que he defendido aquí, el punto de vista
cial del acto. Así, la tentativa aparece como la figura delictiva básica, de la cual el
acogido debe ser este último, puesto que, como en los casos de tentativa es menor el
delito frustrado y la consumación no son sino formas especiales. "Punible es el
disva1or de resultado, cabe exigir un tratamiento penal menos severo.
querer, no la ejecución; de este modo, lo punible primariamente es la tentativa, no
En cambio, no existe razón va1edera alguna para distinguir entre tentativa y
1a consumación. Esta última más bien sólo es punible como una forma especial de
delito frustrado El hecho de que la dualidad Lienda a desaparecer en los Códigos
la tentativa, esto es, porque tanto aquélla como ésta suponen una voluntad
delictiva". 137 modernos lo evidencia. Atribuir consecuencias pena1es a un deslinde tan sutil a
incierto es absurdo. los argumentos con que antaño se defendió el sistema 143 han
También los inconvenientes de este criterio han sido destacad~s. u 8 Sobre todo
es inaceptable cuando se lo formula de una manera tan inmoderada, pues entonces
39
, Supra, 1, 11 l., e), ce), 4 . , .
112
14
º Un criterio semejante, pero sin las lim1Lacioneé> ulLenore_s, VVEBER, III. pags. 575 y s1gts.
Supra, 1, lll. e) 141
\\lELZEL, 24, l, 5, págs. 261 y 26_2 . . _ . . _ , .
1 2
rn Muy vigorosamente en este sentido, NOVOA, Cau.salismo .Y .fl1wli,1110, 7. especialmente en pdg. 48 y ~ CARRAR/\, I, 355, pág. 245, y C,rado en la fuerza física del dci1to, cit., 168 y s1gts., pags. 321 y s1gts.,
POUTOrF, Los acto.1, cit .. 7.1 y 7.2, págs. 133 y sigts. l:Vlt\NZ!>JT, op. cit., III, 432, t, pág. 177: PALACIOS, op. cit., X_, pág. ~54. . . ,
u, NOVOA, op. cil. en no_ta ame1ior, 7, pdg. 48: "En principio[ ... ] el Derecho, concebido como un regulador i~i BETTtOL, pdg. 480; CJ\RRi1.RA l, 401, pág. 271, y Grado en lojucr~ajtsica de/ dehto,_ 166y sigts., pags. l 74
de conductas externas, no debiera ocuparse de {la temativa)" y sigts.; PACHECO, El Código Penal concoidado y comentado, !, 3 , 38 y s1gts., pags. 98 Y 99, aunque
rn Supra, l, llf, e), aa).
6
conviene en que podría prescindirse de la distinción, salvo, naLuralmenLe, cu~n~o se na.ta de regu_lar el
u Supra, 14, t, desistimiento; ZDR/WOMISLOVy otros, X, 3, pág. 228. Como en_el texto, NUl\'EZ BARBERO, op. _cit., II,
lJ; GFRMJ\Nl\, Ober drn G1 und dcr Strafborheit des \/crsuchs, 1918, S. 186, citado por SPE:"-iDEL, K1itik dcr \,'. J, pág. 49; PALAClüS, op. cit., X, pág. 216; REYES ECJIA!\D_L'\, n:1i1os 1mpeijcctos, en _Revista del
sujehlivc11 Vérsurhsthemic, en ,\'wc ]u1istische Woc/1c11sch1ift, 1965. pág 1882. Colegio de /\bogados, Lomo.X.X!, Nº 99 Medellín .. 1974, págs. 140 y s1gts.; SOLER, ll, 49, VII, P_ªg: 27_!· La
rn Supra, 1, lll, e), bb) bibliografía alemana a italiana contemporánea nende a ignorar el problema, a causa de que la d1stmc10n es
cksconoci<la para sus ordenamientos punitivos

574
575
DERECHO PENAL/ PAR"I 1ó GENERAL/ Enri,¡ue Cury Urzüa
CAPlTULO X/ LOS Dl5TlNTOS MOMFKTOS EN LA EJECL.:C!ÓN DEL DELITO. TEORlA DEL "JTT:R CR!MlK!S'"

caído en el descrédito. Nuestra ley observa a este respecto un criterio clásico. Delito que cuando el resultado no llegó a producirse, todas las condiciones que tendían a su causación
consumado, frustración y tentativa reciben un tratamiento penal diverso, conforme ~1e_ron equ.ivalentcmcnte inídóneas rara akanz~rlo. Asl _queda demostrado que no existe po-
s1b1hdad alguna de que una tentatrva sea considerada idónea. La distindón emre idoneidad
a lo preceptuado en los arts. 50 a 54 del C.P., sin perjuicio de las disposiciones a inicloneidad de la tentativa revela, una vez más, ser iníundada. 148
espenales que consagran reglas distintas para ciertos tipos.
En principio, la solución ofrecida por la teoría subjetiva extrema es correcta
pero lleva demasiado leios sus consecuencias. Con razón advierte DOHNA que, de
!H. TENTATIVA INTDONEA acuerdo a este crilerio, habria que condenar a quien da una patada en el suelo,
creyendo que de ese modo hará saltar a su antípoda.149 Es indispensable una limi-
la antijuridicidad de la tentativa y el delito frustrado se caracteriza fundamen- tación. Por oLra parte, la fundamenLación que se propone es incorrecta. El presu-
talmente, por el disvalor de acción. De aquí se sigue que es tenlativa p~nible no sólo puesto subjetivo, tal como se presenta, conduce a la imposibilidad de acudir a crite-
aquella que se e¡ecuta con medios idóneos para alcanzar el resultado típico y conlra cm rios restrictivos y arrastra Lan lejos que, por ese camino, no es difícil llegar a la
ob;eto matenal susceptible de ser lesionado por el ataque, sino también la que, a la inver- punibilidad de ideas o creencias.
sa, se realiza con medios ínídóneos o contra un objeto inexisteníe. La íentativa inidónea es
en príncipio, tentativa punible. ' Del olro lado, la teoría de la equivalencia de las condiciones, por lo mismo que aqui ha
sido rechazada en su senlido más general, no puede suministrarnos, tampoco en este caso,
Este punto de vista está lejos de ser unánime y en Chile es minoritario. 144 La un crilerio de solución.
polémica en torno al mal llamado delito imposible (tentativa inidónea) divide pro-
fundamente a la ciencia penal y hasta ahora no se divisa una fórmula de solución 0 b) Las teorías objetivas
compromiso. El debate puede sintetizarse así:
Frenle a la teoría subjetiva, el objetivismo proclama la impunidad de la tentativa
inidónea y, consiguientemente, se esfuerza por trazar un deslinde enLre ella y la
a) La teoría suhjetiva extrema
idónea. Es idónea aquella tentativa que ha sido ejecutada con medios capaces de
. La extrema teoría subjetiva, que ha logrado imponer su criterio a la jurispruden- causar el resultado típico y que ataca un objeto existente; si el objeto no exisle o los
cia alemana y cuyo expositor más destacado e influyente fue BURI, postula la medios de ejecuC1ón no son hábiles para realizar la lesión, la LenLaLiva es inidónea.
pumb1hdad de toda tentativa, así la idónea como la inidónea de manera ilimíta-
da.1~5 Nada importa que los medios empleados sean toLalmen~e incapaces de pro- aa) La teoría objetiva clásica
dum el resultado típico o que el objeto del ataque no haya existido Jamás. la volun-
tad rebelde que se expresa en la eiecución de la acción basta para justificar la La expresión más depurada de este punto de vista lo represenla la concepción
1rrogac1ón de una pena. - de CARRARA, i Jo quien distingue entre inicloneidacl absoluta y rdaLiva. La inidoneidad
es absoluta cuando los medios son por su naturaleza incapaces ele alcanzar el resul-
Ap_ane de las consideraciones básicas derivadas de su adhesión al subjelivismo extremo, tado, o cuando el objeto de ataque no existe del todo: como s1 se pretende dar
este cnteno se apoya en oLros dos argumentos.
muerte a otro haciéndolo inge1ir agua azucarada (medio absolutamente inidóneo) o
. aa).N~ ~uede sostenerse q_ue el castigo de la tentativa se funda en la puesla en peligro del practicar un aborto sobre una mujer no embarazada (objeto absolutamente inexis-
bien JUnd1co, ya que_ el de_luo tenlado se caracteriza porque fue incapaz de hacer correr tente). Por la inversa, la inidoneidad es relativa si los medios que generalmente
peligro ~lguno a es_e b1en. Dicho de otro modo, Loda lentativa es, por definición, inidónea. Si
los mechos Y el objeto hubiesen sido idóneos, la consumación habria sobrevenido. 146 serían hábiles para causar el resultado, no lo son atendida la situación concreta, o si el
ob_jelo exisle, pero, en el momenlo de ejecutarse la acción, se ha colocado accíclentalmen-
bb) Si_ s~ acepla, conforme a la teoría <le la equivalencia de las condiciones, 147 que todas Le fuera deI alcance del atac¡ue. EsLo ocurriría si se hubiese intentado envenenar a
las conchc10nes son causa del resultado que se produjo, del mismo modo habrá de aceplarse
Mitrídates con una dosis que sería letal para un hombre corriente (medio relativa-
11-i S?_b'.e la posición de la jurisprudencia, marcadamente objetivista en la mayoría de los casos véase mente inidóneo) o se disparara sobre el lecho en que la víctima no se encuentra en
ElC.HEBERRY DPT I1 , 177 , pags.
- 32~ · · e;·m em h argo, .hay ctertos
· casos de provocaclón en los' cuales
,
_ . - '. · ·J·, _::. Y s1g.ts., ese instante porque lo abandonó por un lapso breve (objeto relativamente inexis-
la practica castiga no obstan le la marufiesta midonetdad de los actos para lesionar el bien jurídico. Sobre
ello, ~on detalle, CURY, Icntativa y delito frustrado, cit., 89, págs. 179 y sigts. Respecto a la docnina para
145
una Ojeada de conJunLo véase POUTOFF, Los artos, 7.1, págs. 133 y sigts. ' 14~ Destacan mucho esLa relación entre la teoría de la equit·alencia y la solución subjetiva, MAURACH, 11, 41,
BURl, V~rsuch und ~ausalit~f, ut.yo_r
GA~OFALO, La Criminologic, cit., pág. 319. En el mismo sentido, F lll, B, 3, c), págs. 193 y sigts., en sentí.do crítico, y SAUER, op. ciL., 17, T, págs. 160 y sigts.
~!MEI\A, La questwne dt·'. mezz¡ midoner nd lentatlvo, Roma, 1930, 19, págs 87 y sigLs., pero haciendo 11
" DOHN1\. págs. 90 y 91
reserva sob1e los casos de mex1sLencia del objeto h' CARRARA, 1, 359 y sigts., págs. 249 y sigts., y Grado en la fuerza física del delito, cit., 70 y sigts, pags
110
A:í Larnbién.el .punLo ~e pan~da de Vv'EBER, ·m. pág . .578: ·'Conforme al principio básico de ~uficiencia, 2 71 y sigLs.; FEUERfü\CTT, Lchrbuch des gtnei11cn iri Deulschl anclgülligcn pciliclte11 Rechts, 4a eclición, 1808,
14
_ nrnguna tentativa ha sido peligrosa, corno inevi.tablernente lo prneba ]a ausencia de resultado" cil. por MF7:G[R, n. 5.1, 111, 1, pág. 253; Trntaclo ciL., 42, nota J, pag. 76; MERKEL, op. cit., I, 46, págs
' Supra, 17. III, a).
187 y si.gts., ORTOLAN, E)éme11ts de Droit Ptna/, Sa edición, París, 1886, l, 1027, págs. 468 y sigls.

576 577
DERf'CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ )enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO X/ LOS D1ST1NT0S MOMENTOS EN LA EJECUCIÓN DEL DELITO. TEORÍA DEL "ITI'R CR!\11NIS"

tente). En atención a estos presupuestos, y consecuente con su criterio objetivista una tentativa. Los otrns constituyen hipótesis de simple atípicidad, que es preciso diferen-
para efectuar el deslinde entre tentativa y delito frustrado, rn CARRARA estima que ciar de aquélla. "Si ya implica un error considerar a la ausencia de tipo como lentativa, es un
doble error querer ver en ella una tentativa inidónea". "En lodos esos casos, no falta la
la lentat1va es pumble cuando se han empleado medios relativamente idóneos O se
idoneidad, sino la adecuación Upica. Y, precisamente por eso, falt.a la tentativa"_ 158
ac~uó contra un objeto relativamente inexistente, en tanto que el delito frustrado La temia del defecto o ausencia de tipo incurre, a mi Juicio, en el error de tratar a los
exige, para su perfección, la existencia absoluta del objeto y la absoluta idoneidad elementos del lipo como si fuesen independientes los unos de los otros. Esto no es asl.
de los medios. 152 Conforme a la afortunada imagen de MAURACH, el Lipo constituye un "anillo de injusto"159-
que no admite parcelaciones. Puede, por razones científicas, ser analizado y descompuesto
En la práctica, el criterio de CARRARA es inaprovechable. La rica variedad de conceptualmente, pero en la realidad y para los efeclos de la valoración jurídica se da como
combinaciones que puede presentar la realidad vuelve relativa toda inidoneidad. un todo, en el que cada paTte depende de las demás y las condiciona. Por ejemplo, en el art.
U.n vaso de agua azucarada puede ser letal para un diabético. El golpe con un perió· 361, Nº 3°, del CP, la acción típica no consiste en un simple y autónomo "yacer" sino en
"yacer con mujer menor de doce años". Esa acción puede ser conceptualmente analizada y
d1co doblado causará la muerte a quien recién fue operado del cerebro. En el fondo examinada en sus distinlos componenles, pero en la realidad se pTesenta como un todo y así
todo depende de la situación real y del conocimiento que el autor tenía de ella. Fer~ es enjuiciada por el derecho. De manera que la acción típica de la violación impropia falta
~i se pretende introducir este correctivo, se pierde la objetividad que a los clásicos tanto cuando no se complela el yacer como cuando la mujer es mayOT de doce años y el
aULor CTee erradamente que aún no alcanzó esa edad. Desde este punto de vista ha de obser-
importaba tanto mantener.
varse, por lo demás, que el arl. 7º, inc. final, del C.P. exige, al configurar la tentativa, que
A p_artir de este momento, la evolución de las teorías objetivas ha seguido un falten uno o más hechos para el complemento del crimen o simple delito. Es notorio que el
cur~o ~1~uoso que, en la mayor parte de los casos, hace concesiones importantes al legislador ha evilado referirse a una pura inlerrupción de la acción considerada en su estruc-
lura básica y que, por la inversa, ha querido aludir a ella en tanto que condicionada por el
~ub.1et1V1smo. De entre las concepciones más recientes hay que destacar, por su conjunto de modalidades exigidas en el lipo. 160 Por consiguienle, la teoría de la ausencia de
importancia, las siguientes: lipc) caTece de apoyo en la ley y debe desechársela. 161 - 162

bb) La teoría de la ausencia (defecto) de tipo ce) La teoría de la impresión o del peligro concreto

,· _La teorí~ del ~efecto de t~po (]vlange'.m am Tatbeslande) es una consecuencia de la concep- Las bases de la teoria de la impresión (teoria del peligro concreto) fueron echa-
c10n de BELINC, sobre el L1po subordinado de lentaLíva 153 y ha sido desarrollada especial-
154 das por USZT, 163 para el cual "la tentativa no peligrosa ('absolutamente inídónea')
menle por DOHNA. Con_ arreglo a ese pumo de vista el tipo subordinado sólo ca~La con-
ducta,: que no ~leg~n- a realizar_ la descnpuón contemda en la figura autónoma, porque les no es tentativa y, por consiguiente, no es punible". 164
falta. la fracc10n ultima y líp1ca de 13. acción". 155 En cambio, Ctquellos hechos en que el Aunque aparentemente este punto de vista se asemeja al criterio objetivo de la
defecto se refiere a oLros elementos del tipo aulónomo, cuya concurrencia no depende de la concepción clásica, se encuentra, en realidad, tan alejado de ella como de la teoría
conducta ~esp~egada por el aulor, son completameme atípicos y, en consecuencia, no punibles.
:: exceptua, um~amente, lo que DOHNA denomina el error numo1ógico, esto es, aqliellos subjetiva.
. sos en q~e se d10 eq~1vocadamente por presente un elemento nomiativo de carácter jurí- La primera diferencia radica en que, mientras la teoría clásica trata de establecer
dico (por eJemplo, la _aJemdad de la cosa) .. A su vez, establece una contraexcepción para el la idoneidad de actos aislados, sustrayéndolos al contexto fáctico del que forman
que yerr~ sobre _su ~ahdad de J1.wcionario, hipótesis de "emrr nomolrígicó'' que, sin embargo,
prnvoca1:a la all~ic1dad de la conduct~. En contraste con las hipótesis de ausencia de tipo,
parte, la del peligro concreto emite su diagnóstico sobre ese contexto estímado como
las tentativas autenticas son todas pumbles, prescmdiendo de su idoneidad un Lodo. "El acto no debe ser considerado según una generalización arbitraria, sino
Des~e el punlo de vis_ta do'?rnático, la teoría del .defecto de tipo se fund~ en que el tipo que deben tenerse en cuenta todas las circunstancias especiales que le acompa-
subordinado de la tentauva exige un "pnnc1pio de e¡ecución". Ahora bien "e¡·ecul'l.d" p d
· · ¡ . - - , , "
ser umcameme ~ _acción., 1~ 6. Los reslanles elem_enlos del tipo autónomo no- pueden empe-
ue e ñan" .165 La segunda, en que el juicio se emite sobre una base concreta, esto es, aten-
zarse~ ejecutar m mLerrurnp1rse; en consecuenna, el de la tentativa no se refiere a ellos. Por diendo a aquellas de 1as circunstancias que el autor conocía o podía conocer en el
eso, Sl en el caso conneto no concurren, la conducta es atípica, pues ni éste ni aquél la momento de obrar. Por consiguiente, no se Loman en consideración los factores
captan
concurrentes que en el caso específico determinaron la no producción del resulta-
En el aspecto doctrinario, la leorfa descansa en el crilerio de que "la temativa es sólo un
caso especial de en:or"
157
El autor, en efecto, se ha propuesto la ejecución de una conducta do, sino sólo los "cognoscibles", es decir, aquellos de cuya presencia se habria per-
que, a s:1 JlllCJO, reu~e tod_as las carncterísLicas necesarias para configurar el hecho descriLo catado un hombre corriente y que, de acuerdo con los resultados ordinarios de la
por el tipo. P_e_ro est~ equrvocado, sea porque alguno de esos elementos no concurre, sea experiencia, obstaban a la verificación de las consecuencias típicas. USZT babla,
porque la acc10n realizada no es capaz de ocasionar su aparición. Sólo en los úllimos casos
est o es, cuando el error consiste en que el curso causal representado diverge del real, exist~
15
'"DOHNA, pág.90.
1 9
l',\ Supra, 35, lll, A, a), aa) ' MAURACH, 11, 41, lll, B, 2, pág. 192; lvLA.URACH-Z!PFF; 11, 40, l\'. 130, págs. 51 y 52.
151 16
º Supra, 17, antes de L
153
CARRARA. l, 407, págs. 274 y sigts, y Grado rn lct_fuerza./!sica del ddilu. n. p,g. 272. 161
"NOVOA, El proceso de generación del del[to, tentativa y delito imposible, cit., 14 y 16, págs. 35 Y sigts.,
Supra 35, 1, b). '
rn DOH~A, págs. 89 y sigls emplea sin embargo este criterio para aislar los casos de inidoneida<l "absoluta".
1 2
15
·, B.EUNG, 29, II, e), pág. 101
ei LlSZT, m, 47, II, págs. 16 y sigts; "tvlAURACH-ZlPFF, ll, 40, IV 128 y sigts., págs. 51 Y 52.
156 iG
3
USZT, m, 47, II, pág. 76.
DOHNA, .Pág. 80. 16
107 + LlSZT, TTI, 47, 11, pág. 17.
Cfr. MEZGER, 11, 53, 111, 2, pág. 255.
lfi'; Ídem. En el mismo sentido, WEBER, 111, págs. 578 y 579

578 579
DERECHO PE>!Ai./ PARTI' GENERAL I Enrique Cury Urzüa
CAPÍTULO X! LOS DISTINTOS MOMENTOS EN I A EJECUCIÓN DEL DELITO, TEORÍA DEL ·'JTER CR1"M1N1S"

por esto, de una "apreciación ex ante", para realizar la cual el juzgador ha de remon-
interrumpida debe ser capaz de crear en el observador razonable, en el ciudadano
tarse al "momento del acto de ejecución", oponiéndo1a a la "apreciación ex post",
común, 1a "impresión" de que su ejecución dañó o puso en peligro el sistema de
mediante la que se pretende determinar la idoneidad Lomando también en conside-
valores fundamentales. En esto se aparta la concepción defendida aquí de la formu-
ración las circunstancias conocidas sólo después de que el hecho se ha frustrado y
lación original presentada por LISZI, pues en esta última, en efecto, radica la
en razón de el1o. 166 Aquél1a permite distinguir las situaciones concretamente peli-
anti.Juridicidad de la tentativa en su aptitud para poner en peligro (concreto) al bien
grosas de las que no lo son; ésta conduce, me,itable y lógicamente, al resultado
.1urídicamente protegido, al paso que, de conformidad con el punto de vista expues-
defendido por la teoría subjetiva.
to, también es antijurídica la tentativa que no logra dicho objetivo, si, en cambio,
Con esto, la concepción de LISZI tiene el mé1ito de independizar el problema
crea un riesgo efectívo para e1 sistema de valores considerado como un loclo. Los resulta-
de la idoneidad del de la causalidad material. En efecto, la determinación del peli-
dos prácticos, sin embargo, coinciden casi por completo. 174
gro ya no depende de la capacidad causal real de los actos para ocasionar el resulta-
do -en cuyo caso, como lo afirmaba BURI seria imposible realizarla-, sino de la
representación que el autor podía, razonablemente, tener sobre ella en el momento
de actuar. En esta forma, por supuesto, la concepción se subjetiviza hasta cierto
punto. LISZT no lo dice expresamente, pero al referirse a los efectos derivados de su
criterio, acepta que éste "conduce, en los casos más importantes de la práctica, a los
mismos resultados que la teorta subjetiva" de la jurisprudencia, 167 y esto se debe,
justamente, a que concibe de manera correcta el peligro como la mera "impresión"
de que en el caso concreto "es posible causar".
Dicha tendencia subjetiva se acentúa en las formulaciones posteriores de la teo-
ria. Asi, para HIPPEL, "la tentativa es punible si, según el juicio recto basado en las
condiciones que existían al momento del hecho, la realización del delito era posi-
ble; no punible si ésta era excluida". 168 11 Cuando el espectador de recto juicio dice al
autor: ¡Deténte!, hay tentativa; no cuando le dice: Estúpido". 169
Con arreglo al criterio expuesto, que estimo fundamentalmente correcto, 170 debe
ser sancíonada lada actuaiizacíón de la voluntad c¡ue signifique la iniciación o ejecución
parcial de lafonna de conduela prohibida por el tipo de inJusto si, atendidas las circuns-
tancias cognoscibles para un observador razonable, es capaz de disminuir el respeto clel
grupo _-;acial por los valores elementales de acción, o de quebrantar su confianza en el
sislema de protección c¡ue se les ha otorgado. 171 1
El punto de partida, entonces, coincide con el de la Leoría subjetiva. En princi-
pio, toda eiecución incompleta y dolosa del hecho típico es tentativa punible, 172
porque constituye una in}racción al sistema elemental de valores de conducta. la
limitación primordial concierne al ámbito de la tipicidad y consiste en que la volun-
tad de consumar se haya actualizado realizando una parte de la descripción conte-
nida en el tipo, esto es, que se haya principiado la ejecución.17-' Además, la acción

ioé Una consideración crílica más detallada en CGRY, Jrntatíva y delito Jr11strado, cit., 84, págs. 166 y sigts
ir, 7 Ídem.
lód H!PPEL. 1'vlrnwa/e di Diiitto Pena/e, traducción italiana de Roberto Vezzi. Napoli, sin fecha, 46, pág. 223;
WEBER, III, pág. 578.
,;s HIPPEL, op. ciL., 46, norn 2, pág. 223
71
' ' Sobre algunas diferencias con los presupuesLo~ de la teoría de la impresión, CU~.Y, Trntativa y delito frus-
trndo, ciL, 88, pág. 176
rn En el mismo sentido, MEZGER, Ulno de estudio, T, 79, 3, pág. 289
iu MEZGER, Libro ele esludio, I, 79, 3. pág. 280.
171
Supra, 35, II, A, e\ En este punto se advierte la importancia de mantener claramente separados los pro- 1;·1 Fn el sentido del te.,"'.:to, véase \.1AURACH-ZTPPE 11, 40, 1, 40 y sigts., pags. 28 y sigts:,JtSOffCK,. 50, .1.
blemas relativos al "p1incipio de ejecución'' de los que se refieren a la idoneidad de la Lentativa. Sobre ello, 4 y sigts., págs. 480 y sigts_ Otra opinión enJAKOBS; 25, IV'. págs. 872 y 873, qmen afmna un cnteno mas
con algún detalk, CURY, Tentativa y delito fru.,trado, cit., 88, pág. 175
subjetivo

580
581
CAPÍTULO XI

EL CONCURSO DE PERSONAS
EN EL DELITO

37. EL CONCURSO DE DELINCUENTES EN GENERAL

I. EL CONCEPTO DEL CONCURSO DE DELINCUENTES

a) Noción de la concurrencia y de sus formas

Aunque en la mayor parte de los casos el delito puede ser perpetrado por una
sola persona, es frecuente que en su ejecución intervengan varias que se dividen
entre sí la tarea de realizar el hecho típico. En tales situaciones se habla de una
comüo1ia. Pero la reacción penal pretende alcanzar también la conducta de indivi-
duos que, sin haber verificado parte alguna del hecho punible, inducen o cooperan
a su reahzación mediante acciones que se orientan finalmente a ese objetivo. Para
estos casos se reserva el concepto de participacíón en sentido estricto_ Por último, el
legislador ha contemplado también en este ámbito la hipótesis del que interviene
con posterioridad a la ejecución del delilo, encubriéndolo o encubriendo a la perso-
na del delincuente. Tal asimilación es incorrecta, pues no es concebible la participa-
ción en un hecho ya concluido. Por eso, los ordenamientos jurídicos modernos
evitan esta confusión. Sin embargo, de lege lata el encubrímiento debe ser tratado
como una forma de participación.
Las normas relativas al Concurso de delincuentes Lienen por objeto regular las
situaciones a que pueden dar lugar estas distintas formas de intervención de varias
personas en un hecho punible.

b) Los tipos complementarios de concurrencia

Como ya se ha dicho, por lo común los tipos de la Parte Especial describen


conductas individuales; son, consiguientemente, tipos de autoria unipersonal. Por
tal razón, cuando en el caso concreto existen varios coautores que se reparten la
ejecución, los actos realizados por cada uno de ellos no satisfacen todos los extre-
mos del esquema conceptual trazado por el tipo. En las hipótesis de cooperación,

583
DERECHO Pl;NAL / PARTE Cf:NER,\L I Enrique Cury Urzüa
CAPÍTULO Xl / EL co:-;:cuRSO DE PER'.,ONAS EN EL DELITO

P.~r su parte, ocurr_e que el colaborador ni siquiera realiza parcialmente esa descrip- sufrirán una pena, la solución ha de ser dlfrTente en los casos de prnmoción o facilitación
c10n. Por eso, lo mrsmo que en el caso de la tentativa y el delito frustrado 1 , la ley ha de la prostitución (art. 367, primera parte). En mi opinión, es difícil ofrecer a este respecto
soluc10nado el problema mediante la creación de los tipos complementarios de Teglas generales. La solución hay que encontraTla para cada tipo e, incluso, muchas veces
caso por caso."
coautoría, inducción y complicidad. El tipo del encubridor, en cambio, no presenta en
prm~ipio esas características y es, más bien, el tipo autónomo de un delito específi-
co, vrnculado, por mandato expreso de la ley, a las formas de participación. II. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN EN GENERAL
. . De lo expuesto se deduce que 1a concurrencia es un asunto relativo al Lipo de
lllJUsto; no, como en un tiempo se sostuvo, a la cu1pabilidad ni a la determinación La ley distingue tres formas de concurrencia en un hecho punible: autoría, com-
de la pena. Se partrcrpa en el injusto típico del comportamiento del autor, lo cual plicidad y encubrimiento (art. 14 del C.P.). En teoría es indispensable, además, aislar
nada Liene que ver con 1a reprochabilidad personal de los intervinientes ni con el el concepto de inducción, que, por consideraciones concernientes al tratamiento pe-
merecimiento de pena de cada uno de ellos. nal, se halla asimilado al del autor por el an. 15, Nº 2º del texto punitivo.
De dichas formas, la mencionada en primer lugar es fundamental y constituye la
e) Concurrencia necesaria y eventual base sobre la que se erige todo concurso de personas en el delito. En efecto, mientras
es imaginable una autoría sin participación, resulta, en cambio, inconcebible la idea
No obstante lo expresado en el apartado anterior, en la ley se encuentran tam- de una participación sin autoría (carácter acceso1io de la participación). 5 Por tal razón,
bién algunos tipos delictivos cuya estructura presupone la concurrencia de dos 0 es necesario trazar con firmeza la frontera que divide ambos conceptos. Pero ésta no
más personas. Así, por ejemplo, el incesto (art. 375 del C.P.) o el duelo (art. 406, es una tarea sencilla y al respecto la literatura se encuentra hasta el presente dividida.
me. fmal) requieren la intervención en el hecho típico de por lo menos dos perso- En los apartados siguientes se ofrece una síntesis de las distintas posiciones.
nas, a cada una de las cuales se le exige la realización de una parte determinada de
la conducta. En tales casos se habla de una concurrencia necesaria. En contraste Puede parecer superfluo que se atTibuya Lanta importancia a determinar quien es el
autoT, porque el aTticulo 15 del C.P. contiene lo que en apariencias es una definición de
con esta última, en las hipótesis de concurrencia eventual se trata de la ejecución esa categoría. Pero, como se verá, una paTte de la doctrina -a la que aquí se adhieTe-
plural de concl uctas que, con arreglo a la descripción típica, pueden ser realizadas considern que esa disposición sólo alude a los coautoTes, y la gran mayo.ría eslima que en
por una sola persona (homicidio, violación, robo, estafa, malversación de cauda- ella se incluyen casos que no son de autores -o coautoTes- en sentido estriclo. 6 Ahora
les públicos, etc) bien, el concepto de autor no es de aquel1os que la ley pueda determinar a su amafio,
prescindiendo de lo que le viene dado en la materia de la regulación; se trata, por el
Como puede apreciarse, los casos de concurrencia necesaria son relativamente contraTio, de una noción que en sus aspectos fundamentales es prejmidíca 7 y que, por Lal
escasos. Por otra parte, su problemática se encuentra en estrecha relación con la del molivo, desafía los intentos de una regulación capTichosa, a la que termina imponiéndose.
En paTticular esto cobra importancia a causa de la acccsorledad de la puni.bilidad de los
tipo específico que la exige. A causa de esto, su tratamiento pertenece más bien al parlícipes respecto de la conducta desplegada por el autor 8 . Al tratar de ella se apTecia
ámbito de la Parte Especial. Aquí, por tal motivo, sólo me ocupo fundamentalmente como varios de los comportamientos descritos por el arlículo 15 del C. P. son, en verdad,
de la concurrencia eventual. accesorios, y no pueden castígaTse si no concurre el de alguien que ocupe la posición
principal en el hecho; a causa de lo cual sólo este úlLimo es au.tor en sentido estricto, en
En los Lipos de concurrencia necesaria, suele dislinguirse enLre delitos de. conver~encia v tanto aquellos seguirán siendo partícipes aunque la ley di~a -o paTezca decir- otra cosa. 9
2
del~1o_s de enwentm. Los pnmeros se caracterizan porque los distintos intervinien~es cuy;
acln11dad exige la ley actúan 1'coord1m1darnenLe" en procura de una mela común como
por e_1emplo, en el caso característico del incesto (arts. 375 del C.P.) o de la bigm~ia (art'
A. Teorías causales
382 del_ C.P.) En los delitos de encuentro, en cambio, las actividades de los concurrentes
n_ec_esanos emran en colisión, "impeliéndose recíprocarneme entre sí" 3 Hipótesis caracle- a) El concepto unitario de autor
nst1cas son el duelo, del art. 406 del C.P. v la riña en público y sin armas del arl 496
Nº!O del C:P , ., . Con el auge de los criterios causal naturalistas a mediados del siglo XIX, se
L~ distinción cobra importancia cuando se trata de resolver la cuestión de si todos los impuso un punto de vista según el cual es autor todo aquel que pone una candi-
parl!opantes necesarios han de ser castigados. Esto acune usualmente en los delitos Je
converg~ncia, pero incluso entre ellos hay algunos en que sólo uno de los paTtícipes debe
ser sanc10nado, como sucede en el caso de la sodomía consentida con menor de 18 años Véase, con algún detalle y proposiciones generales, JESCTIECK, 64, Vl, 2, págs. 637 y 638.
en d~1:de únicamente se castiga al interviniente mayor de edad (art. 365 del C.P.). L~ lnfra, 40, n
cuest10n es aun más compleja en los delitos de encuentro. Así, por ejemplo, mientras en lnfra, 38, l, e), ce). . . . ,,
Una exposición amplia sobre estas cuestione'.>, designadas como "puntos de parnda n~eLOdologicos .' en
los arts. 406 Y 408 del C.P se dispone expresameme que ambos duelistas y sus padrinos
ROXlN, Au.torfa. 2 y sigts., págs. 21 y sigLs. En especial dehe consultarse 5, págs. 36 y s1gts., que contiene
la exposición de su propio criterio
Supra, J:5, 1, b).
Infra, 40, II. . . .
lvll\.URACH, lT, 50, l!, A, págs. 351 y .352; JESCHECK, 64, Vl, pág. 686; JAKOBS, 24, 7 y sigts., págs. Otra opinión en GARRIDO, Etapas de Ejecució11, cit., 45, págs. 240 y sigts., cuyo cnteno me parece, sm
840 y sigts. embargo, insostenible y prácticamente inaprovechable, precisamente en los casos en los que se plantean
lV!..AURAC.H, II, 50, A, pág. 352 los problemas de accesoriedad a que se alude en el texto

584 585
DERECHO Pl:'.NAL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury L"rt.üa
CAPÍTULO XI/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

ción para la causación del resultado típico 10 . Como eso puede afirmarse también de b) Intentos de diferenciación objetiva-material
quien sólo presta una colaboración poco significativa o muy remota, ya que de
conformidad con la teoría entonces dominante sobre la materia todas las condicio- Los esfuerzos tendientes a conciliar la teoría causal con la distinción entre autor y par-
tícipe exigida por la ley, sólo pueden concebirse objelivamente si se intenla e_stablecer
nes de la causación del resultado son equivalentes entre sí (conditio sine qua non), 11
diferencias enlre las causas. En este sentido se orienta, por ejemplo, la doctnna de la
es imposible encontrar en ella un punto de apoyo para la distinción entre autor y necesidad de Ia aportación causa[, según la cual es autor el que realiza una aportación im-
partícipe. Ello conduce a un concepto unitario de autor, para el cual son autores prescindible, sin la cual el hecho no se habría podido ejecular, 16 y que encontraba expre-
prácticamente todos los intervinientes en la producción del resultado. Así, las for- sión legislativa en el C.P Español de 1848-18.50, por lo cual pudo haber pasado a nuestro
texto legal en donde, sin embargo, se la sustituyó por el nada afortunado Nº 3º del art. 15
mas de participación en sentido estricto no constituyen más que una creación de la del C.P. 17 Asimismo, cabe mencionar aquí la teoria de la simultaneidad para la cual son
ley, la cual las ha extraído del amplio círculo de la autoría atendiendo a la naturaleza autores tanto los que ejecutan el hecho como los que preslan alguna cooperación durante
más o menos secundaria de su significación para el hecho; para un punto de vista su ejecución, y partícipes, en cambio, quienes actúan antes o despu_és de él. Este cri~eri_o
gozá de aceptación en el derecho norteamericano, en donde se considera autores (pnnc1-
coherente, esas distinciones solo obedecen a un capricho legislativo y, por eso, los pales) tanlo a los que han ejecutado el hecho purnble (firs[ degree plincipa!s) como a los
sostenedores más consecuentes del concepto unitario desearían que de Iege ferenda que han cooperado o se enconLraban presentes durante su .realiz~ción (second degree
se las suprimiera.12 princioals), al paso que son sólo pa-rtícipes (accesories) quienes mtervienen antes (accesory
befon:t the fact) o después (acceso1y after rhe Jacl) de la ejecución. 18
las consecuencias de este punto de vista son insatisfactorias. Transforma al au-
Ni estas ni otras propuestas semeJantes 19 aciertan. Uno puede imaginar casos en que
tor en un concepto residual que se obtiene por exclusión: es autor aquel concurren- quien ha hecho una aporlación insignificante al delito provoca su fracaso al retirarla (por
te a la causación del resultado en quien no se dan las características especificadas ejemplo, el que prestó una escalera a los ladrones para que treparan al lugar del r~bo_, se la
por la ley para considerarlo cómplice o inductor. De esta manera, la imagen del l1eva, impidiéndoles cumplir su designio))~ sin embargo, parecería exagerado atr~buu~e_la
calidad de autor. Asimismo, es difícil aceplar la autoría del que hace una aportac10n tnvial
principal interviniente en el delito se desdibup y se la despoja de rasgos positivos a la ejecución sólo porque es simultánea a su realización, como la del que, a cierta distan-
que perfilen lo propio de su entidad; pues, en efecto, para esto último es inútil la cia d~l lugar del robo, cambia el neumático pinchado del automóvil en_el cual los_malhe-
referencia a la causación del resultado, ya que es una característica que se da lo chores se proponen escapar con el botín, facilitándoles así la consumauón del_ delito, o el
que alcanza al ladrón un vaso de agua para que se refresque y pueda proseguir el escala-
mismo en el autor que en los partícipes. Por otra parte, el concepto unitario aparece mienlo. Aunque, como se verá, esLas doctrinas tienen algunos elementos aprovechables,
especialmente inadecuado para aprehender la esencia de la autoría en los delitos no Jogran proporcionar un punto de vista general para establecer la distinción entre el
cualificados porque es evidente que la sola concurrencia causal no puede transfor- aulor y los partícipes.
mar en "obligado" a un tercero en el cual la cualificación no concurre. 13 Asimismo,
en los "delitos de propia mano" también habria que considerar autor a quien, sin c)Teoría subjetivas
embargo, no ha ejecutado por sí mismo la conducta descrita por el tipo. 14
Por último, la noción unitaria no encuentra apoyo en la ley \igente, pues ésta, aa) Teoría del Dolo
en efecto, no construye el concepto de autor como un residuo de las otras formas de
Para quienes arrancan de un punto de vista causal y defienden la equivalencia
concurrencia, sino, todo al contrario, coloca a la autoría como forma central de
de las condiciones, la única alternativa que les permite distinguir al autor de los
intervención en el acto, desde la cual derivan las de simple participación accesoria.
partícipes tiene que ser de carácter subjetivo, pues así se la sitúa fuera del ámbito de
El texto de los art 16 y 17 del C.P. es categórico en tal sentido. 15
la causalidad. No es raro, por consiguiente, que el representante característico de
De las legislaciones en vigor, sigue este criterio el C.P Italiano, cuyos arts 110 y sgtes esta tendencia sea VON BURI quien, precisamente, había echado las bases de la
establecen un tratamiento común para todos los concurrentes en el hecho punible. La lden- teoría de la condítio sine qua non. 20
lificación, sin embargo, no es completa, pues el art. l 15 penúltimo inciso contiene un reco-
nocimiento implícito de la accesoriedad de la instigación al declararla impune, aunque haya En su forma tradicional, para esta concepción es autor quien obra con dolo de
sido acogida, si el delito no es cometido. Sobre una aplicación más consistente ele la Leoria autor, el que ejecuta el hecho como propio; por el contrario, el partíc\pe es el que
unilaria en el Derecho Austríaco, véaseJAKOBS, 21, 7, 3, págs. 720 y 721 y JESCHECK, 61, actúa con dolo de participe, considerando el hecho como ajeno.
VIII, págs. 602 y 603. En JAKOBS, 21, 6, págs. 719 y 720 puede encomrarse además una
critica detallada del concepto unilario.
ir, En rigor, esLa concepci.ón equipara al causame necesario con el ejecutor de _propia mano, por ~o cual se la
1 suele conectar con la teoría objetivo-fonnal (infra B). Sin embargo, esLa última no es una teona causal en
° Con énfasis en la relación emre esla concepción y la teoría causal dela acción, J\.iAURACH, rr. 47, 11. págs el senlido a que se refiere el texto. Véase ROXlN, Autmia, 8, l, pág .. 56 y s1gLs.
301 y sigts.
11
Supra, 17, III, a). f1 C.P. de Espalla de 1995 todavia se refiere a esta categoría de intenrimentes en su art. 28 inc. 2", letra b),
12 pero sólo entre aquellos que ~se consideran" amores y no entre los que lo '·son" La solución no es feliz
Véase, por todos, LISZT, HI, 49, I, pág. 71. La referencia a MEZGER que se hacía en la edición anterior era pues, bajo cienos presupuestos, "los que cooperan a_Ja ejecución del hecho con un acto sm el cual no se
equivocada porque, como se verá más adelante (infra d)), ese autor defendió durame un peliodo un habría efectuado", bien pueden "ser~ autores en sentldo estlicto. .
concepto extensivo de autor, y lo hizo desde oLros presupuesLos y no con arreglo a las teorías causales. rn Véase una exposición elemental, con ejemplos esclarecedores, en LOE'NY, ARJ\'OL H Criminal Law man
n JAKOBS, 21, 6, pág. 720; JESCHECK, 61, 11, pág. 587,veáse sobre ello, infra, II, 2, antes de a) nutshdl, Segunda Edición, WesL Publishing Co., 1987, 14.01, págs. 231 a 234
H Idem, e infra 38, III. 10 Para una rnisión más amplia, ROXlN, i\.ul01ia, 8, págs. 56 y sgts.
]'; En el mismo sentido ETCHEBI:'RRY, ll, pág. 75. 2
'' Supra, 17, Ill, a).

586 587
DERECHO PENAL/ PARTE GEl\ERAL / f-.nrique Cllry Unli-~ ( APiTCLO X! 1 El. CONCCRSO DE Pl",R~ü;\"AS EN f'1 DEUTO

Aunque se la hace objeto de muchas críticas, es un mérito de este punto de vista ciones subjetivas, sin embargo, esta conduce al absurdo de negar e1 carácter de
destacar que la autoría requiere una actividad final, dolosa del sujeto, introducien- autor a quien ha ejecutado el delito de mano propia y con entera autonomía, só1o
do así en el concepto de autor el elemento subjetivo indispensabl~. Sin embargo, la porque carece de interés concreto en las consecuencias causales ~el h~~ho,.el cual
teoría subjetiva tal como se la formula por sus sostenedores, no puede ser acogida. radica en cambio en alguien que no ha realizado acto alguno de e.1ecuc1on m estaba
Desde luego, la finalidad conductora del hecho no es una característica exclusi- en situación real de decidir sobre la consumación. Un ejemplo paradigmático de
va del autor pues, como se verá, también el inductor y el cómplice deben actuar con esta situación es el "caso de la bañera", en el cual los tribunales alemanes condena-
dolo de consumar 21 ; por consiguiente, la sola concurrencia de ese requisito no sirve ron sólo como participe de) hecho a la tía de la criatura ilegítima, que le dio muerte
para diferenciar la autoría de la participación. Al cabo, al independizar la distinción ahogándola en una tina de baño, atendiendo a los. ruegos de 1~ m~dre 1a cu~l, con-
de todo punto de apoyo objetivo, la teoria subjetiva así concebida la transforma en valeciente del parlo, no estaba en condiciones de eJecut~r por s1 misma ~1-dehto. ~o
una mera petición de principio, que conduce a atribuir arbitrariamente la calidad obstante las críticas dirigidas a ese fallo, la jurisprudencrn germana volv10 a serv1rse
de autor a quien se quiere castigar como tal. Esto es, por cierto, lo que explica su anos más tarde del mismo criterio en el "caso Staschynskij", en el cual el acusado
difusión en una parte importante de la jurisprudencia nacional y extranjera, porque mató a dos ex políticos de la República Federal Alemana, de propia mano ,Y no
para los tribunales es cómodo manejarse con independencia de un criterio firme, y coaccionado, pero fue sancionado sólo como cómplice porque obraba en mteres del
asignar la calidad de autor según su "leal saber y entender", sin otra justificación servicio secreto extranjero que le había ordenado cometer el crimen. 24
que la afirmación de una voluntad de autor difícilmente probable." Lo grave es Aparte de estas inconsecuencias, respecto de las cuales no es del_caso ahon~ar,
que, de este modo, se destruyen los límites impuestos por el tipo en dos sentidos el criterio expuesto carece de apoyo en la ley que, en muchas ocas10nes, consldera
distintos: por una parte, se puede castigar como autor a quien sólo ha ejecutado una expresamente autor al que obra en interés de otro, como en los_artículos 206, 240
conducta que yace fuera de tales límites, argumentando que actuó animus auct01is; inciso tercero, 366 quater y 367 del Código Penal, entre otros."
por la otra, es posible considerar partícipe al que realizó de propia mano el compor-
tamiento previsto por el tipo, pretextando que lo hizo animus socíí. Asumida en esta ce) Teorías subjetivas en Chile
forma, la distinción entre autoria y participación se transforma en un problema de
merecimiento de pena y, por tanto, de su determinación, que los jueces resuelven Aunque no de 1a manera tradicional ni con perfiles precisos, las teorías subjeti-
atendiendo a reacciones emocionales. 23 vas han recibido algún apoyo entre los autores chilenos. Así, ETCHEBERRY, con
Los mismos reparos pueden formularse a la variante de la teoría subjetiva con arreglo a cuyo criterio "la voluntariedad de la persona que quiere hacer suyo el
arreglo a la cual el partícipe subordina su voluntad a las decisiones del autor, quien hecho pese a no haber realizado la acción típica, es el factor predommante para la
resuelve de propia iniciativa si continuar adelante hasta consumar o detenerse. Aun- ley chilena".26 Sin embargo, al ocuparse de la autoria en particular, est~ autor se
que también en esta proposición existen elementos aprovechables para una solu- aproxima más bien a la teoria forma.1, 27 ~o
cual es c~n~ruente
genera1.2s Un sesgo aún más subjetivo uene la teona no~mat1va de
su sistema ~n
aut_o~1a,
:o~ :ª.
ción correcta, padece asimismo de imprecisión. Además, la distinción entre el que
actúa animus auctoris y el que lo hace animus socii, introduce una referencia a los elaborada por GARRIDO, según el cual "autor es aquel _que tiene el prnpos1,;~;1p1co
motivos de los intervinientes en el hecho, que nuevamente parecen establecer la (finalidad) y realiza los actos tendientes a la concrec10n de ese prnpos1to . Esta
diferencia entre autor y partícipe como una cuestión relativa a la individualización concepción lo conduce a una ampliación desmesurada de la autona, al ~~nto,,d3~
de la pena. Finalmente, de esta manera también se crea la posibilidad de que quien que, a su juicio "la participación está conformada únicamente por la comphc1dad . ,
ejecutó todo el hecho por sí mismo pretenda, sin embargo, ser solo partícipe, ale- A nuestro juicio, el punto de vista de GARRIDO no puede aceptarse pues, aunque el
gando que actuaba subordinando su voluntad a la de otro y conduciendo con ello a procura diferenciarlo de los criterios subjetivos propiamente tales, comparte los
soluciones que pugnan con la naturaleza de las cosas. defectos que se critican a esa teoría.

bb) Teoría del interés 2+ Para más detalles sobre el "caso Staschynskif puede consultarse el análisis pormenorizado d: ROXlN,
na 43 A 2 pógs 603 )' sigLs. Respecto al "caso de la bañera", véase JAK0BS, 21, 30, pags. 737 Y
A ul O , , ' ' · 11 l ¡· ilamente apoyen
En un esfuerzo por dotar de precisión a la teoría subjetiva, algunos de sus 738. fcn la jurisprudencia nacional no se encuentran fa os que, por o menos exp lC ,

sostenedores elaboraron la teoría del interés, conforme a la cual es autor quien tiene estos pumas de vista. Uv1.ANN
20 En d mismo sentido respecto de la ley alemana, JESCT~ECK, 61, IV, ], pág. 392, Y BOCKE · ,
un interés concreto en el resultado del hecho pui:iible. Igual que las otras concep- Rc!aciones_entrc autoría y participación, cit., 11, págs. 70 y / L
16 ETCHEBERRY, II, pág. 75.
27
lnfra B, a)
n Tnfra, 39, II, 4 y m, 5. 2cl ETCHEBERRY, U, págs. 86 Y 87. . · · · d ¡ d l't
I
n JAKOBS, 21, 29, pág.737: "Alguien es autor porque ürne voluntad de aulor, pero no cabe averiguar por 29 GARRIDO, 11, 98 .4, pá~s. 301 y 302 y 99, págs. 303 y 304. Véase, asünismo, Ewpas de qewcwn e e o.
qué posee la voluntad de autor~ Auto1ia y participación, 45, págs. 240 Y sigts
21
En el mismo sentido,JESCI--IECK, 61, IV, 2, ínjlne, págs. 591 y 592. 10 GARRIDO, II, 99, pág. 304.

588 589
DERECHO PENAi. / PARTE Gf'<'<ERAL ! f·.nrique Cury l;rzúa
C.APÍTULO XI/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

d) Teoría extensiva paz de ofrecer una explicación coherente con sus puntos de partida. Asi, por ejem-
_La ~eoría extens~i"ª en sentido estricto no es una concepción causal sino que obedece a un
plo, cuando alguien se vale de un tercero al cual coacciona para la ejecución mate-
c:1leno teleoló~co," p~ra el que conceptos como el de autor y parlícipe son meras elabora- rial del hecho típico (v.gr., lo fuerza a disparar sobre la víctima amenazándolo con
Clones normatrvas destmadas a ordenar una realidad caólica en la que por lo mismo no
ei:i-c~ent:a punto de apoyo alguno desde el cual formularlos. Con arr~glo a ese crit~rio
distmci?n en~re ~u_loría Y participación depende de "la valoración jurídico-normativa de 'las
r: quitarle a él la vída) es manifiesto que el hombre de atrás no ha realizado de propia
mano parte alguna del hecho típico, respecto del cual habría pues que tratarlo como
aportac10nes md1V1duales al hecho" 32 · partícipe, aunque parece difícil negar que ha sido obra suya. BELING trata de ob-
Fundándose en estos puntos de p.artida EBERHARD SCH!v1IDT ¡· ¡ · viar esta dificultad sosteniendo que, en situaciones semejantes, servirse del ejecutor
¡ ·, d [ · . ' es 1rna que e tipo como
es10n e J1enes sonales, es la noción rectora desde la cual debe desenvolverse la deÍ aul material coaccionado es sólo una modalidad de realización de la conducta típica.
Autor es aq ] d 1 · . . or.
. , __ ue _que, e_ cua quier manera, realiza el tipo y la lesión consiguiente del bien
JUn~ico prot~g1do por este. _Corno es fácil adverlir, de este modo SCHMJDT construye una Pero esa solución no es convincente pues, con el objeto de resolver el problema
leona exten~1va_ de la aulo~a que llega a conclusiones semejantes por completo a las del introduce una excepción a 1a exigencia de que lo característico de la autoría es la
3
con~epto umtano de autor ,- presentado por las teorias causales más ortodoxas, y este es el eJecución de propia mano del hecho descrito por el tipo, la cual en este caso está
motivo por el cual se ha prefendo exponerla conJuntamente con ellas· 34 autor es pues tod
el que hac_e un .aporte a la realización del tipo, siempre que no pueda 'calificársel~ de i;duc~ ausente, no obstante que para BEUNG -y con razón- en ello radicaba uno de los

tor de comphce debido a la especificidad de su contribución. méritos principales de su concepción. Tampoco satisface la invocación de BELING
~n ~tención a lo expuesto, la teoría extensiva está sometida a los mismos reparos que la al "lenguaie común" para el cual, en su opinión, el que se ha servido de otro para
umtana_, con la cual, incluso, frecuentemente se confunde. Por consiguiente aquí n
n_ecesano detenerse más en ella. Conviene enfatizar, sin embargo, que. la conce~ción ex~e~~ matar a un hombre o para sustraer una cosa "ha matado" y "se ha apoderado"; pues,
~r;a no e.s una cons~cuencia mel~d1ble de la meto_dología teleológica. Como se verá ensegui- desde el punto de vista del "lenguaie común·', también "ha matado" quien pagó a un
• BEL_I~G, por 51~mplo, apoyandose en los mismos cnterios metodológicos llega a una sicario para que quitara la vida a su enemigo; y, sin embargo, en este último caso
conc 1us10n antagornca_ 35 '
nadie negará que el hombre de atrás es sólo un inductor y no un autor. 40
Pero la teoria formal tampoco explica satisfactoriamente la coautoría. Piénsese, por
B.- Teorías restrictivas
eiemplo, en el que inmoviliza a la víctima para impedir que escape o se defienda, mien-
a) El concepto de autor según la teoría objetivo-formal de Beling tras otro le asesta las pufta}adas mortales, o en la mujer que, valiéndose de sus encantos,
distrae al ofendido para evitar que se percate del sabor extraf\o del café envenenado que
La más conocida e importante de las concepciones que buscan restringir el con- su compinche le ha ofrecido. Ninguno de los su¡etos a que se refieren estas hipótesis ha
cepto de autor pertenece a BEUNG, 36 cuya influencia subsiste hasta ahora y por realizado una parte de la acción de matar, pero su aportación a la ejecución de la misma
31
buenas razones, junto o a lo interior de las teorias más modernas. Con arreglo a es tan decisiva que resulta imposible no tenerla por obra suya.
ella, es a~:or quien ha r~alizado, en todo o en parte, la acción descrita por el tipo. A pesar de estas limitaciones, la teoría formal fue por largo tiempo dominante en
L~s .part1c1pes, en cambio, sólo despliegan conductas preparatorias que en sí son la doctrina y continúa hasta el presente siendo defendida por un número apreciable
a~ipicas, pe~o q~e 1~ :ey somete a una pena mediante la creación de los tipos subor- de autores, especialmente en la literatura y práctica anglosajona. 41 Su prestigio se
dmados de mst1gac10n y complicidad. debió, sobre todo, a la seguridad que ofreCían sus conclusiones, particularmente si
La te~~a formal resuelve muchos de los problemas más graves que plantean las se las compara con los resultados caprichosos y arbitrarios de las concepciones
c_a~s~les. ~no de sus m~~Jtos mayores es enfatizar la relación entre autoria y subjetivas. Sin embargo, en su forma originaria cuenta actualmente con escasos
tipic1dad, as1 como la creac10n del concepto restríngíclo de autor, extraído positiva- defensores. 42
mente de la Parte Especial: y ante el cual las formas de participación constituyen tan
solo complementos espenalmente legislados. Sin embargo, a causa de su formalis- b) Teoría del dominio del hecho
mo, tamb1en ella conduce a resultados insatisfactorios o bien es incapaz de solucio-
nar algunos problemas estructurales. Probablemente su "talón de Aquiles·' más apa- De entre las concepciones que propugnan una noción restrictiva de autor, ac-
rente lo constituyen los casos de autoría mediata, 39 respecto de los cuales es inca- tualmente es predominante en el derecho comparado la del dominio del hecho, cuyos
orígenes pueden rastrease hasta muy atrás en el desarrollo de la doctrina penal, pero
;~ Sobre dlo, i.nfra; B, b), 3
ROXIN, Autoria, 3, pág. 25. que alcanza un alto nivel de desarrollo a partir de WELZEL 4'
33
Supra, a).
34
Un_o de los defensores más influyentes de este pumo de vista fue MEZGER 40
Así también ROXIN, Aulmia, 7, págs. 54 y 55.
quien declara eslar de acuerdo ·'en todo'· con SCH:MTDT , ll, 58, I, págs. 292 y sigLs., 41
'
5
lnfra, B. a) · ~ Cf. ROXIN, Autor[a, 7, pág. 52
12
x BEUNG, 20, a), págs. 60 y sigts. En Chile la representa, liasta cierto punto, ETCHEBERRY, 11, págs 8fi y 87, quien aun sin tomar explíci-
Infra,, 38, I, a), antes de 1 tamente partido por ella_ la cóloca en la base de su construcción de la autoría y, además, enfatiza mucho la
38
Supra, A contribuci.ón de ese pumo de vista a la exigencia de seguridad jurídica.
1
w lnfra, 38, I, b). '- WELZEL, 15, pág. 142. Una panorámica detallada de esta evolución puede consultarse en ROXlN, Autor[a.
11., págs. 79 y sgts

590 591
DERECHO PENAL/ PAR I E GENERAL/ Enrique Cury Urnis
CAPÍTULO Xl / EL Cü'\CURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

A pesar de lo dicho, en el presente no es posible todavía afirmar que el dornimo encadenamiento causal de este últimó es autoría; para ellos, por consiguiente,
del hecho es un concepto definitiva y claramente precisado por la doctrina. Por el rige el concepto extensivo de ~utor, y a su respecto sólo puede concurrir autoría
contrario, a lo largo del debate se ha presentado bajo formas variadas que deambulan simultánea. 48
desde las que le atribuyen un contenido marcadamente subjetivo hasta las que pro-
curan atribuirle un significado más objetivo. Así, por ejemplo, para WELZEL "en 2.- La cueslión de quien es autor se resuelve con arreglo a la teoría del dominio
los delitos dolosos es autor solamente aquel que mediante una conducción, cons- del hecho en los delitos ele dominio. En carnb10, hay que determinarla de acuerdo a
ciente del fin, del acontecer causal en dirección al resultado típico, es señor sobre la otros ctítetíos en los delitos de infracción de un deber y en los delitos de propio mano.
realización del tipo. Mediante el dominio final sobre el acontecer el autor se destaca
del mero partícipe, el que, o bien sólo auxilia el acto dominado finalmente por el Por delitos ele domínio 49 se entienden aquellos constituidos por una actividad
autor o bien incitó a la decisión". 44 Aún más subjetiva es la versión de que lesiona O pone en peligro un bien Jurídico, sin que ello implique quebranta-
BOCKELMANN, 45 para quien el dominio del hecho es más bien un criterio de miento de un deber jurídico extrapenal. Entre los eJemplos pueden menc10narse la
determinación del animus auloris. mayoría de los hechos punibles (homicidio, violación, lesiones, robo, liun~, estafa,
Aquí no es del caso detenerse a criticar estas opiniones. Tan sólo conviene enfa- secuestro, etc.). Constituyen, pues, la regla general. Los del!los de mfraccwn de un
tizar que el criterio de WELZEL tiene el mérito indiscutible de haber establecido debcrso , a su vez, son los que lesionan o ponen en peligro ~n bie~ jurídico ~ediante
definitivamente que la participación en un hecho no doloso es inconcebible, de el quebrantamiento de un deber extra penal. El ejemplo mas obvio lo consntuyen el
donde se sigue que la afirmación de la autoría es dependiente de que el autor haya grupo de los delitos especiales propios de los funcionarios públicos, pero constitu-
obrado finalmente; pero, por otra parle, también debe destacarse que la existencia ye un error limitarlos sólo a ellos. A título ejemplar pueden cllarse_, entre los ~ue no
del domrnio final es en sí insuficiente para distinguir al autor de los partícipes pues pertenecen a esa clase, la bigamia, el falso testimonio o la deser_oón. los _delitos ele
el inductor y el cómplice, en tanto también obran dolosamente, lo comparten. propia mano 51 son aquellos que sólo pueden ser reali~a_dos ~ediante -~na mterve~-
De las posturas objetivas hay que poner de realce, en especial, la de MAURACH,4" ción corporal del autor en la ejecución del hecho npico (mtervenc10n de propia
para quien el dominio del hecho significa que el autor conserva en sus manos el mano). Su existencia, así como la razón de ser de la misma, pertenecen a los porme-
curso del hecho típico. Tiene, así, dominio del hecho, todo aquel que puede impe- nores de su tratamiento.
dir o hacer continuar, a su albedrío, la realización del resultado total. Es claro que la 3.- Ha sido objeLo de mucho debaLe la cuestión de si el concepto de autor se ob~iene de
idea de "tener en las manos" la posibilidad de configurar el hecho típico es más la "naluraleza de las cosas'' y es, por consiguiente, prejurühco, de man~ra que s~ 1mpon_e
objetiva y, por consiguiente, más apreliensible que las versiones subjetivas del con- al legislador ya en la materia de las prohibicio~es o manda:os_ ~onto/og¡sm_o reahsta) o si,
por el conlrario, constituye una creación del Jeg1slador que, Slfvte_ndose de el -entre ot_ros-
cepto. Por eso, el punto de vista que defiendo aquí se aproxima más al de ]l;!AURACH pone un orden en el conglomerado caótico del aco~:~cer circun_danle (teleo~og1smo
que al de VvELZEL Sin embargo, su concepción requiere de precisiones ulteriores, neohantiano). Un ejemplo destacado de la primera pos1e1on lo constituye la teona d;, la
· d e V'ELZEL5 2 y de la segunda los conceptos de autor expuestos por MEZGER
pues MAURACH no llegó a desarrollarla en sus particularidades. au l ona 1v , · ' d ¡· d ··Y
BEUNGs4 -por lo demás, contrastantes entre ellos-. En nuestro país e 1en e_ ~na nonon
Básicamente, pues, el concepto de autor que se defiende en las páginas siguien- de autor básicamenle teleológica, fundada en el conceplo normativo _de acuon: ~'\RIO
tes está fundado en la idea del dominio del hecho, al cual se acoge con un sentido y GARRIDO,ss lo que le permile encajar en ella,_ co~o auténtica autona, las h1potesis del
con ciertas limitaciones que lo asemejan al expuesto por ROXIN, si bien con varia- artículo 15 Nºs 2" y 3º del C. P.. Asimismo, el cnteno expuesto por ETCHEBERRY recono-
ciones en puntos cruciales. A continuación, en todo caso, sólo se exponen los crite- ce un origen teleológico consistente. 56 . . , .
Mi punto de vista se ha inclinado hasla ahora, s1 bien no de r1_1~nera explicita'. haci~ una
rios fundamentales. Una exposición detallada corresponde al examen de la autoria concepción ontológica57 . Básicamente, sigo pensando que la noc10n d_e_ aULor est~ e_n_raizada
en particular. 47 en la "naturaleza de las cosas~. Pero debe reconocerse al derecho positivo l~ pos1b1hdad de
escoger, mediante su selección por los tipos delictivos, las formas de la autona a q~e acorda-
rá relevancia para cada uno de ellos. De esta manera, la autoría aparece como un concepto
1.- La distinción entre autoría y participación sólo puede presentarse en los
delitos dolosos. En ellos, la autoría supone la conducción final (dolosa) del aconte-
48 Sobre el conceplo de autoría simultánea, infra, 38, l, e), aa), 3.
cimiento típico por el autor, lo cual es una precondición del dominio del hecho. 49
lnfra_ 38, l.
Como en los delitos imprudentes no se da una finalidad configuradora del aconte- 'º lnfra, 38, ll.
51
cimiento sino tan sólo la causación del resultado típico, toda contribució,n al des- Infra, 38, lll. d · · f d 1 d 1
\VELZEL, 15, 1, pág. 145. Para él, el conceplo de aulor "surge de las ete~:nac10ne5.. un ament~ e~, e
. ¡ d e acoon}
concepto f ma ·' , del concepto personal
. de lo injusto ,para. la accwn dolosa . Sobre el caracler
--·-- --·- ----
44
VVELZEL, 15. 2, b), pág. 143. prejurídico que WELZEL atribuye a esas noc10nes, supra, 14. IV Y 22, I
5
15 -' MEZGER, 11, 57, lll, págs. 289 y 290.
Cfr. ROXJN, 13, pág. 103. BOCKEU,lANI.\ ha experimentado más larde una evolución que lo aleja de la st
solución subjeliva BELING, 20, II, 3, pág. 65
46
1\iAURACH, Il, 47, B, pág. 309 ·i5 GARRIDO, II, págs. 297 y 303 y sigts
47
lnfra, 38
5
G ETCHEBERRY, 11, págs. 85 y 86.
CURY, ll, 37, II, d), pág. 224.

592 593
DERECHO PE"lAL / PAR'I E GL"l/'RAl. / l:nriqu~ Cury Urzúa
CAPITULO XI/ Ll CO:--lCURSO Dló PERSONAS EN EL DEUTO

abierto" que, si bien recibe un sustrato estructural de nociones y valores prejurídicos es, a su
vez, moldeado y complementado constantemente por las decisiones del legislador. 58 Por § 38. LA AUTORIA EN PARTICULAR
esta razón, si bien el legislador no puede convertir en aulor de un hecho a quien realmente
no lo es, le es posible, en cambio, excluir del círculo de los autores a algunos que natural- De acuerdo con lo que ya se anticipó, 63 autor en general es aquel sin cuya interven-
mente son tales, atendiendo a consideraciones de justicia material, político criminales o de
cualquier olra índole. Pero, además, la noción de autor viene determinada por la índole y los cíón el hecho típico no puede siquiera principiar a ejecutarse o, aunque se ejecutara, no
fines del tipo de que se trate, sin que e11o implique como se verá en seguida, renunciar a un sería ya típico o sólo saUsfaría las exigencias de un tipo diferente del que se trata en el caso
concepto unitario de la autoría. 59 concreto. Se advirtió, asimismo, que quienes satisfacen las exigencias de este criterio
4.- El concepto de autoría es independiente así del merecimiento de pena como de la orientador debe determinarse en forma diferente para los delitos ele dominio, los de
peligrosidad del interviniente en el hecho. Es perfectamente posible, en efecto, imaginar infracción de un deber y los de propia mano."
situaciones en las cuales un inductor, a causa de la bajeza de sus motivos o a la perversi-
dad de sus propósitos, merezca en concreto una pen~ superior a la del autor. Asimismo,
un cómplice puede ser especialmente peligroso. Ni lo uno ni lo otro transformará a esos
partícipes en autores. 1.- EL AUTOR EN LOS DELITOS DE D0MINI0 65

5.- Aunque la autoría adopte formas diferentes respecto de distintos tipos, 60 ello no En los delitos de dominio es autor quien cuenta con el dominio del hecho. Para
significa que no ex.isla un concepto unitario básico de autor. ROXIN piensa que para determinar en quien concurre esa cualidad, hay que distinguir los casos en los cua-
determinarlo conviene acudir al principio orientador de que "el autor es la figura central
del acontecer en forma de acción"' advirtiendo, en todo caso, que "no se trata de una les el sujeto domina el hecho porque domina inmediatamente la realización de la
descripción del contenido de la autoría, sino de un criterio formal, de un punto de partida acC1ón (autoría de propia mano, autor eJecutor o autor directo), de aquellos en que lo
metodológico que desbrozaría el camino a la síntesis en varias capas, desarrollada antes, domina porque domina la voluntad del que ejecuta la acción (aut01ia mediata) y de
entre la consideración ontológica y la teleológica en una fórmula concretable''. Por consi-
guiente, agrega "con ello aún no se dice nada <le a través de qué criterios de contenido ha los que comparte tal dominio con otros, en conjunto, (ca-dominio del hecho o domi-
de colmarse el concepto de figura central,. Lo cual puede ser distinto con arreglo a los nio del hecho funcional o coautorta). Esta diferenciación corresponde, por lo demás, a
criterios valorativos del legislador, según la estructura del comportamiento subyacente y la que es tradicional para clasificar las formas de la autoría. En cambio, la autoría
de los tipos individuales". 61
Sin desconocer las venta:ias metodológicas de este uiterio descamado y abierto, creo que
intelectual de que todavía se hablaba en la primera edición de este libro, 66 es un
puede avanzarse todavía un poco más en la formulación unitaria del concepto ele autor, sin concepto obsoleto que debe ser desestimado, aunque algunas veces la jurispruden-
sacrific"ar su amplitud y su consiguiente capacidad orientadora. Me parece, en efecto, que cia, equivocadamente, todavía se sirve de él.
puede considerarse autor a aquél sin cuya intervención el hecho lípico 110 puede siquiera princi-
piar a ejecutarse o, aunque se ejecutara, no snia ya típico o sólo satisfaría las exigencias de un tipo
diferente del que se trata en el caso concreto. Tras esta noción subyace la de ''la figura central del a) Autor de propia mano, ejecutor o directo
acontecer en forma de acción" propuesta por ROXIN, pero me parece que, no obstante ser
también puramente formal y orientadora, incluye algunas especificaciones que permiten Autor eJeculor, directo o de propia niano es aquel que realiza dolosamente y por sí
obtener un concepto más descriptivo de la autoría, sin sacrificar las ventajas de la propuesta mismo, la conducta descrita por el tipo.
por el autor alemán. A lo largo de la exposición ulterior, la noción expuesta será empleada
como "banco de prueba" de los distintos grupos de situaciones que se reconducen a la autoría. En cuanto quien obra así tiene materialmente en sus manos el curso de la ac-
ción, cuenta siempre con el dominio del hecho y, por consiguiente, nunca será un
6.- El autor es la forma central del concurso de varios intervinientes en un delito simple partícipe como, en ocasiones, lo ha sostenido la teoría subjetiva. 67 El que
puesto que la autoria es un elemento nuclear del tipo de injusto. Las formas de parti- ejecuta materialmente la conducta descrita por el tipo es señor del hecho, aunque
cipación, en cambio, sólo tienen un carácter complementaría: mediante ellas la ley obre con puro anlmus socií o "en interés de otro" pues esas actitudes subjetivas en
extiende la punibilidad a conductas que yacen fuera del tipo de inJUSto y que, por nada modifican la situación objetiva, con arreglo a la cual él es quien conserva el
consiguiente, de no existir las normas de complemento que las conforman.restarian poder de decidir sobre la prosecución del acontecimiento delictivo hasta su consu-
impunes. 62 El sistema que se expone aquI, en consecuencia, se funda en un concepto mación. En haber reconocido y defendido esta verdad, radica el valor permanente
restrictivo de autor que domina el conjunto, condicionando al del participe. Así como, de la teoría formal de BELING que, sin embargo, resultó insuficiente para delimitar
indudablemente, pueden concebirse delitos concretos en los que sólo se da la autoría otras manifestaciones de la autoría y los problemas que suscitan. 68 1
y está ausente la participación -como, por lo demás, ocurre a menudo en la práctica-
no es imaginable un hecho punibl.e sin autor, al que únicamente concurran participes ! .-Autor ejecutor es, en primer lugar, quien ejecuta físicamente el hecho Lípico, 1
(inductor o cómplices; mucho menos, por cierto, encubridores). como cuando ·el homicida A dispara sobre la víctima B o le asesta la puñalada letal,

1
0 Supra, 37, II, B, b), '5
;e Profundamente, en el mismo senlido, ROXT>J, Autoria, 5, págs. 36 y si.gls.
,,1 Supra, 37, IT, B, b), 2.
lnfra, 5.
w Supra, 3.
61

"
2
ROX!N, Autoiia, 6, págs. 42 y 43.
Ona opinión en GARRIDO, II, pág 297_
Go
66

n:
Sobre el conceplo de delitos de dominio, supra, 37, 11, B, b), 2
CURY1982-85,IT,41,Lb)
Supra, 37, 11, A, c), bb).
1
¡~
r,c Supra, 37, TI, E, a).

rr
1
594 595
Dl'RLCHO PE"\'AL / PARTE C.l",Nlc.RAL / Enrique C.ury Urrna CAPÍTULO Xl / EL COL'i"ClJRSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

o cuando el violador C reduce mediante la fuerza a la joven D para acceder a ella mo, a su vez, no haya realizado todavía sino aclos preparatorios.72 Al poner en movimiento
a quien, sin saberlo, desplegará la conducta desaprobada, el sujeto de atrás penetra él direc-
carnalmente, o cuando el ladrón E penetra en la casa quebrantando los resguardos tamente en la zona ejecutiva del tipo.
que la protegen y, apoderándose de la cosa la lleva consigo fuera del ámbito de
custodia y resguardo del tenedor legítimo, ele. La autoría será directa, o de propia mano, tanto cuando el "hombre de atrás"
provoque el error en el ejecutor material, como cuando se aproveche del error en
2.- También es autor de propia mano quien para realizar e1 comportamiento que éste se encontraba desde antes. Asimismo, es indiferente si el ejecutor obra de
típico se sirve de otro como de un instrumento inanimado que, por consiguiente, ni manera inocente o en forma imprudente. Por supuesto, en el último caso podrá
siquiera ejecuLa una acción. Así, debe considerarse autor ejecutor de los daños al ser castigado independientemente por su propio hecho culposo, siempre que exista
que empuja a un tercero que cae sobre los cristales del escaparate y los quiebra; lo el tipo respectivo; pero ello no obsta a que quien domina dolosamente el curso
es, asimismo, de las lesiones, el que fuerza el dedo de otro para que apriete el galillo del aconlecimiento típico sea el autor de propia mano del delito doloso de que se
del arma de fuego que estaba examinando, provocando un disparo que hiere a un trate. Por último, en estos casos habrá autoría directa no sólo cuando el "hombre
espectador. Se comprenden en estas situaciones los casos de fuerza absoluta (vis de atrás" despliegue una conducta de inducción sino, también, cuando se limite a
absoluta). Por el contrario, las hipótesis de coacción (vis relativa) constituyen autoría prestar una colaboración propia del cómplice, como cuando, al darse cuenta de
mediata. que el otro ha colocado equivocadamente un veneno en lugar de café en la taza
que piensa servir a un tercero, guarda silencio y se ofrece para llevar la pócima
3.- Son discutidos, en cambio, los casos en los que el sujeto se vale, para alcan-
letal al destinatario.
zar su objetivo, de la actividad de otro que obra sin dolo, el cual sólo concurre en el
"hombre de atrás". Así, por ejemplo, cuando A envía a su victima, B, una caja con 4.- De acuerdo con la opinión dominante en nuestro medio -y en parte impor-
bombones envenenados, encomendando la entrega al mensajero C que ignora la tante también de la doctrina espaftola- al autor ejecutor único 71 se refieren directa-
letalidad del encargo; cuando D invita a encender la luz a E, el cual desconoce que mente los tipos de la parle especial. Autor único, de propia mano, es "el que", o
al accionar el interruptor hará estallar una bomba en un lugar vecino, o cuando F "aquel que" a que se refieren los correspondientes artículos de la ley, y para justificar
solicita al botones G que le traiga desde el departamento de H un portadocumentos su punibilidad no es preciso efectuar un rodeo por el artículo 15 del Código Pe-
con dinero, convenciéndolo de que esa es su habitación y que, por consiguiente, el nal, 74 el cual sólo está deslinado a regular los casos de pluralidad de intervinientes
maletín le pertenece. Estos casos sue1en ser citados como las hipótesis clásicas de en el hecho. Esta última, en todo caso, no sólo existe, como se sostenía hasta la
autoría mediata. 69 edición anterior, 75 en las hipótesis de coaulmia, sino también, según se apreciará,
Este criterio es atendible, en tanto pone el acento en que en tales situaciones el en las de auténtica autoría mediata. 76
"hombre de atrás" dispone de un completo dominio del hecho. Sin embargo -y por
eso mismo- parece preferible concluir que esos supuestos deben considerarse más
b) Autor mediato
bien como verdadera autoría directa o de propia mano del que controla el aconteci-
miento. Como en estos casos la voluntad del ejecutor material se subordina com- Autor mediato es quien para eJecutar el hecho típico se sirve de otro, cuya voluntad
pletamente a la del que lo instiga, puesto que él ignora la orientación real del domina, y que es quien lo realiza materialmente.
curso causal, aparece transformado en un verdadero instrumento sometido al arbi-
trio del "hombre de atrás". Contra esto puede objetarse que en ellos el actor inmediato El concepto de autor mediato fue desarrollado en especial por la ciencia penal alemana
1
a partir de algunos presupuestos legales defecluosos en los que aquí no es necesario pro- I;
conserva la libertad de decidir si prosigue o no la realización del hecho; pero eslo es 1
sólo aparente, ya que al no conocer el sentido verdadero del comportamiento que ¡1
.1
n Esto último, por lo demás, es figurado, pues como el ejecutor material ignora el sentido del curso causal
despliega, no tiene motivo alguno para inhibirse de proseguir hasta concluirlo. ío
en que se lo ha embarcado_ en su representación los actos efectuados no pueden aparecer m como eJecu-
tivos ni como preparatorios. Esas categorías sólo cobran sentido respecto del hombre de atrás.
Aunque este debate pudiera parecer académico, en mi opinión cobra importancia práctica 71
En los casos de panicipación necesaria esto es aplicable a todos los partíci.pes cuya intervención, según el
en la determinación del "principio de ejecución" para la tentativa. 71 Si el "hombre de atn,í.s" tipo, resulta indispensable para la realización del hecho descrito por él.
es en estas hipótesis autor ejecutor, o de propia mano, la ejecución se iniciará ya cuando él 7
" Cfr., por todos, GlMBERNAT, Autor y Cómplice en Derecho Penal, Universidad de Madrid, Facultad de
de comienzo a la ejecución del hecho típico por medio del actor material, aunque este últi- Derecho, Sección de Publicaciones e Intercambio, Madrid, 1966, págs. 218 y 219; MIR, notas de derecho
español a Jescheck, Hans Heinrich, Tratado de Derecho Penal. Parte General, traducción y adiciones de
derecho español por Santiago Mir Puig Y Fral1cisco Muüoz Conde, Barcelona, 1981, II, 61, pág. 910;
69
Cfr. MEZGER, II, 60, lll, 2, págs. 320 y 321. En este semido toda-vía CCRY, 1992, II, 38, b), pág. 23 7. En NOVOA, ll, 455, págs. 207 y 208; C0RD0BA RODA y RODRIGUEZ MOURUlLO, l, pág. 802;
la literatura recieme, JESCHECK, 62, II, 2, pág. 607;JAKOBS, 21, VT, B, 1, 74 y sigts., págs. 767 y sigts. RODRIGUEZ MOURULLO, El autor mediato en Derecho Penal Español, enA.D.P., tomo XXll, Fascículo lll,
;-o En el mismo senlido, ROXIN, Aalorta, 22, J, e), pág. 195: ~el instrumento que sufre error no aparece rn el Madrid, 1969, pág. 462. Otra opinión en LABATUT, I, 192, pág. 227; GARRIDO, II, 99, pág. 303 y Etapas
acontecer en su calidad específicamente humana de ser que actúa finalmente, sino que se ye implicado en el de Ejecución del Delito. Autoriay Participación, cit., 1984, 47 a 49, págs. 256 y sigts
15
plan de hecho detenniname como factor condicionante ciego, equiparable a las concausas no humanas'". C.URY, II, 38, 1, a), pág. 234.
76 Infra, b), aa), 2 y a lo largo de todo el apartado
ll Veáse, además, infrn, b), ee).

596 597
Dl:'.Rl::CifO PE;\"i\J / PARTE (;F\'ERAL / Enrique Cury "Crzlia CAPÍTULO XI/ EL CONCURSO DI' PERSONAS EN EL DEUTO

fundizar. 77 A causa de ello pudo suponerse que constituía la exlrapolación inútil de una ción, por consiguiente, implica empleo de violencia física o amenaza de emplearla
inslitución conslruida para subsanar problemas originados por errores de un derecho posi- inmediatamente, sea en forma directa sobre el instrumento, sea sobre otra persona
tivo extrnnjero. 78 Pero no es así y de hecho el concepto ha sido y es manejado actualmente
por el derecho comparado de manera habitual. a la cual lo vinculan lazos de afecto profundo.
En LOdo caso, es preciso puntua1izar que aquí no nos encontramos frenle a una categoria
autónoma de concurrente, sino sólo anle una de las formas que puede adoplar la autoría. 79 1.- Se ha discutido si para entender configurada la autoría mediata ha de te-
La noción debe ser apreciada de esle modo, sobre todo cuando se afirma -como aquí se nerse en cuenta un criterio psicológico o normativo. Con arreglo al primero de estos
hace- un concepto restrictivo de autor, con arreglo al cual éste constituye el modo primor-
dial de intelv'ención en el delito, del cual los casos de participación son extensiones acceso- puntos de vista basta para afirmar la autoría del "hombre de atrás" que la violencia
rias. Enlonces, en efecto, la cuestión relativa a si una conducta constituye autoría mediata se empleada por éste sea suficiente para quebrantar la resistencia psicológíca del eje-
silúa en posición prevalenle, y no puede considerársela como un simple recurso para "tapar cutor atendidas las circunstancias concretas en su conjunto. De acuerdo con la
los agujeros" que se encuentran en el concepto de la instigación, es decir, para transferir a la
autoría mediata lo que no se ajusta debidamente a la inducción.
segunda opinión, en cambio, sólo concurre autoría -~ediata s~ la coacción ha c~,ea-
do una siruación que excluye según la ley la culpabilidad del mstrumento por no
La autoría mediata exige que el instrumento se encuentre en una posición exigibilidad de otra conducta". Como se deduce del concepto expuesto más arri-
subordinada frente al "hombre de atrás" que es quien, por consiguiente, ostenta el ba, el último criterio me parece preferible. "La decisión "determinante" y,
señorío del hecho 80 y a quien deben reconducirse todos los presupuesto de la consiguientemente, el dominio de la volunlad, tal como ha de entenderse con
punibi1idad. En términos muy generales, puede decirse que ello ocurre así cuan- arreglo a la ley, reside, pues, en el sujeto de detrás, no sólo cuando al agente ya.no
do el hombre de atrás domina la voluntad del ejecutor, sea sirviéndose directamente le es posible, desde el puro punto de vista psíquico, una decisión autónoma, smo
de coacción, para doblegarlo, sea ocultándole el significado concreto del hecho cuando el Derecho Penal ya no la exige de él". 82 En favor de este punto de vista
mediante un error, e impidiéndole así orientar el acontecimiento conforme a su militan consideraciones evidentes de seguridad jurídica, en 1as cuales, por consi-
verdadera finalidad. Más discutidos y difíciles son los casos en que el autor me- guiente, no parece necesario insistir.
diato se sirve de un aparato organizado de poder, en el cual su control deriva de la Con arreglo a lo expuesto, sólo concurre autoría mediata en los casos en que e1
fungibilidad de los eiecutores. 8 r Pero aún dentro de los dos primeros grupos exis- coaccionado obra violentado por fuerza írresistible (artículo 10 Nº 9º, primera
ten disparidades de opinión en cuanto a la fundamentación, la extensión de los parte, del Código Penal) o si, a causa de las violencias de que se lo hace objeto se
limites y la admisión dogmática de los casos. En los apartados siguientes estas encuentra en un estado de miedo insuperable (artículo 10 Nº 9º, segunda parte, del
cuestiones se tratan de abordar en forma comprensiva aunque, atendida la natu- Código Penal). Lo mismo sucede, caracleristicamente, en las hipótesi~ ~e o~e.díen-
raleza de la obra, de manera sucinta. cia de ordenes anlijwiciicas (artículos 214 y 335 del Código de Justicia Militar),
donde la propia ley afirma la punibilidad del autor mediato (el superior que da la
aa) Autoría mediata por coacción orden) y excluye la del eiecutor material del hecho típico. En est.e último caso,
aunque no existe explícilamente una coacción, el1a se encuentra 1mp1lota en el
Es aulor medíato quien coacciona a otro para que ejecute el hecho típico, colo- contexto de la situación. 83
cándolo en una situación en la que la ley excluye la culpabilidad del autor e1ecutor a En cambio, no es autor mediato e1 que, para inducirlo a la comisión del hecho,
causa de "no exig1bilidad de otra conducta". Así, por eiemplo, cuando el "hombre se vale del gran dominio psicológico que ejerce sobre el ejecutor, como.en el discu-
de atrás" amenaza al instrumento con darle muerte o herirlo gravemente si no sus- Lido caso de la "esclava sexual" que, a requerimiento del amante, de qmen es extre-
trae para él la cosa de que se ha propuesto apoderarse; o si lo golpea hasta forzarlo madamente dependiente, da muerte a su marido. En esta hipótesis, por considera.-
a disparar sobre su enemigo para lesionarlo o quitarle la vida; o si atormenta al hijo ble que sea el dominio volitivo de que dispone "el hombre de atrás", la responsab.i-
del ejecutor hasta vencer su resistencia a cometer el delito de que se trate. La coac- lidad de la mujer no se excluirá; por consiguiente ella es autora purnble de propia
mano, y el amante sólo inductor

Sobre este punto, con detalle, aparte de lv1AURACH, !T, 48, págs. 313 y sigts., que proporciona una 2.- En los casos de autoría mediata sirviéndose de coacción, el "hombre de atrás"
bibliografía amplia, véase también BAUMAKN, 36, 1, 3, pág~. 531 y sigts.; lv!AUR.i\CH-ZIPFF, 11, 48, I, B,
l, a, págs. 330 y 331; JESCHECK, 62, pág. 604, también con bibliografía; WElZEL, l '5, II, págs. 146 y
es autor (mediato) pero, a su vez, el coaccionado es también autor (ejecutor) si bien
sigts. irresponsable por exclusión de la culpablidad. En este caso -y en otros que se exa-
7
NOVOA, 11,446. pág. 182, anticipa Lambién esta crítica, pero sin detenerse en el debate. En relación con
d

esLa problemáLica, con detalles, CURY, El concepto de au.tor mediato como categoría indisprnsahlr: en la ínter-
minarán más adelante 84- se habla del a-utor_tras el autor 11 , un concepto introducido
11

prelación de la Ley Penal Chilena, en Revista Chllena de Denc/w, facultad de Derecho, Pontificia Universi-
dad CaLólica de Chile, vol. 12, N° 1, Santiago, enero-abril de 1985, págs. 35 y sigLs.
79
En el mismo sentido NOVOA, Il, 446, págs. 182 a 183, si bien su argumentación J.ifiere un tanto de la del c1 ROXIN. Autoría, 21, r, 3-, pág. 169 Allí puede encontrarse también una exposición amplia Y detallada
texto a causa de los puntos de panida generales dislintos. sobre todo el problema.
RLi JESCHECK, 62, T, 3, pág. 605 s.1 Sobre todo ello. veáse supra, 29, lll, d), especialmenLe del), 5
s: Para una mayor clarificació11, ínfra ce). 8+ Tnfra, bb), 2, 3 y 4

598 599
1
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAi. / Enl"ique Cury Urzúa CAPITULO XI/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL OtUTO

por Roxin y que ha dado lugar a discusión. 85 Lo que ocurre es que, mediante la "fuerza directamente a otro" a ejecutar el hecho punible. El adverbio "directamente''
1
coacción el sujeto de atrás no domina el hecho, sino sólo la voluntad del instrumen- implica una exigencia de dolo directo, que respecto de esta situación resulta super-
to que es quien, en última instancia, tiene el dominio de aquél y es, por lo tanto, ílua, pues sólo de ese modo se puede dominar la voluntad de otro y, de esa manera,
autor -aunque inculpable y, por lo mismo, impune-. El que coacciona domina di- enseñorearse del curso de los acontecimientos.
rectamente sólo al coaccionado. "Sólo porque el coaccionado, a su vez, merced a su
6.- Se presenlan dificullades especiales cuando la situación de "miedo insuperable" no ha
actuar, tiene en sus manos el curso del hecho, domina el sujeto de detrás el propio sido provocada por la coacción ejercitada por el hombre de alrás sino por circunstancias
hecho". Puede afirmarse que el dominio de la voluntad sobre el titular del dominio ajenas a él, pero que éste aprovecha para lograr del ejecutor que se decida a la realización del
de la acción fundamenta el dominio del hecho. 86 hecho. Así por ejemplo, cuando los montanistas A y E han caído y permanecen suspendidos
Para entender mejor esta situación, que en principio puede parecer contradicto- de una cuerda incapaz de soportar el peso de ambos, lo cual aprovecha el tercero C -que se
encuentra fuera de todo peligro- para proponer a A que corte la soga y provoque la muerte
ria, ha de tenerse pr~sente que la coacción no elimina enteramente la libertad del de B a fin de salvarse o, incluso, le arroja un cuchillo cün el cual realice su propósilo. Con-
instrumento el cual, en casos límites de heroísmo o santidad podría todavía negarse currirá, sin duda, autoría mediata, si ha sido C quien previamente provocó la caída de A y B
a ejecutar el hecho típico. En consecuencia, la facultad de decidir sobre la consuma- para originar la situación de necesidad. En otro caso, sólo se podrá afirmar el dominio y, con
ello, la aULoria del hombre de atrás, si él ha hecho algo para modificar la situación a favor del
ción permanece en sus manos, aunque tan reducida que la ley renuncia a dirigirle necesitado (por ejemplo, lanzándole el cuchillo). Si, por el contrario, se limita a incitarlo
un reproche de culpabilidad si no la ejercita, pero siempre suficiente como para para que se salve, falta el señorío del hecho, que permanece en manos del necesitado, el cual
radicar en él el señorto inmediato de la conducta, del que el hombre de atrás se sirve conserva el poder de decidir si acepta o no la sugerencia; por consiguiente, sólo podrá
apreciarse participación del que hace la proposición. Como en este último caso el autor
para el logro de sus objetivos. (necesitado) habrá obrado dolosamente-aunque no culpablemente-no habrá inconvenien-
te para afinnar la punibilidad del inductor. 89
Eso no ocurre, por cierto, en los casos en los cuales el inslrumento es reducido a la condi-
En mi opinión estos supuestos hay que incluirlos también en el artículo 15 Nº 2, primera
ción de un simple objeto, del cual el hechor se sirve como de un proyectil. Pero en estas
parte del C.P., pues si bien en ellos el hombre de atrás no ejerce inmediatamente la fuerza
situaciones ya no existe autoría mediata sino de prnpia mano pues, en rigor, el instrumenlo
sobre el inslrumento, se sirve de aquella provocada por causas preexistentes, conjuntamente
nada ejecula, y el hecho es entera y directamente obra de quien lo emplea como a una cosa
con su capacidad superior de dominio sobre las circunstancias para presionar sobre lavo-
inanimada87 . luntad de ésle.
3.- La solución que se ha dado precedentemente varia algo cuando el hombre de aLrás
coacciona al instrumento para que éste se quite la vida. Como el suicidio en nuestra legisla-
bb) Autoría Mediata por error del instrumento
ción no es punible, en este caso el ejecutor será autor de un hecho atípico, al paso de que el
sujeto de atrás cometerá, como autor mediato, un homicidio.
En este caso es especialmente importante establecer si el coaccionado se ha encontrado en Es autor medialo quien induce al instrumento a un error, o se sirve de aquel en
realidad en una situación que, de acuerdo con la ley, excluye su culpabilidad. De no ser así, que éste se encuentra, para hacerlo ejecutar el hecho dolosamente pero sin conoci-
como por ejemplo, en la hipótesis de la '·esclava sexual", el hombre de atrás sólo será induc-
miento de su significado antijurídico o de su reprochabilidad o, finalmente, del
tor y, puesto que en nuestro ordenamiento la inducción al suicidio no se casliga (articulo
393 del Código Penal) deberá quedar impune. sentido de su configuración concreta.
En todas las situaciones a que se refiere este supuesto de autoría mediata, el
4.- Cuando e1 ejecutor es coaccionado para que se autolesione inculpablemente, la solu-
ción es semejante a la del caso anterior: autoría mediata del hombre de atrás en las lesiones
hombre de atrás no domina inmediatamente la voluntad del ejecutor, el cual, apa~
experimentadas por la víctima-instrumento. rentemente, decide libremente reahzar el hecho. Pero, en tanto a él se le oculta el
Cuando la coacción no llega a excluir la culpabilidad, el problema es algo más complejo. verdadero sentido del acontecimiento y, de esa manera, se lo induce a ejecutar algo
Si se considera que las aulolesiones son punibles en general, entonces quien ejerce la coac-
que, de no ser así, se hubiera abstenido de realizar, se lo priva del dominio total del
ción podrá ser castigado como inductor y el ejecutor responderá corno aulor de sus propias
lesiones. Si en cambio, de acuerdo con la opinión dominanle, se estima que las autolesiones comportamienlo que, en cambio, ostenta el sujeto de atrás. Estos casos son cierta-
no son sancionadas sino si mediante ellas se infringe otro bien juridico dislinto de la integri- mente más complejos que los examinados hasta ahora y, por eso, han dado lugar a
dad corporal (artículo 295 del Código de Justicia Militar) 88 entonces en los casos corrientes, un debate arduo. En los párrafos siguientes las distintas cuestiones se presentan
igual que en el suicidio, el inductor deberá quedar impune. Aunque provoca una laguna de
punibilidad, este último criterio es el correcto; aquí no es pertinente detenerse en su escuetamente, abandonando la pretensión de agotar la discusión que excederla los
fundamentación. límites impuestos por la índole del libro.

5.- Desde el punto de vista dogmático los casos en que el autor mediato coaccio- 1.- Debe prescindirse, desde luego, de los casos en los cuales, a causa de un
na al ejecutor no presenLan problemas, pues se encuentran regulados expresamente error de tipo vencible o invencible, el eiecutor obra sin dolo. Ellos, como ya se ha
en el artículo 15 Nº 2, primera parte del C.P., en donde se considera autor al que dicho, constituyen supuestos de autoría directa o de propia mano. 90
85
Roxin,Au.torfa, 21, 1, l, pág. 165.
íln Ídem. 89
Sobre estos casos, cuya importancia práctica es marginal, puede consulLarse, con mayor detalle y foncla-
87
Sohre ello, supra, a), 2 mentación ROXlN, Autmia, 21, 11, págs. 171 y sigts
9
d~ ETCHEBERRY, lll, pág. 118; GARRlDO, III, 15.7.A, pág. 178; POLITOFF-GRlSOÜA-BUSTOS, 53, pág. 249. c Supra. a), J.

600 601
DERl;CHO PENAL/ PARTE CE!\ERAL / Enrique Cury Lrzúa
CAPlTUl.0 Xl / l'L CONCl;RSO DE PEfl.SONAS t:e,, EL DELITO

2.- Cuando el ejffutor obra dolosamente, pero de manera inculpable porque el


Cuando en los casos de error de prohibición concurre autoría mediata, el com-
hombre de atras lo mduce a error sobre la prohibición O aprovecha aquel en que ya
portamiento del hombre de atrás tiene que encuadrarse en el artículo 15 Nº 1º,
s~ e~contraba, concurre autoría mediata 91 . Así ocurre, por ejemplo, si la joven ex-
segunda parte del C.P. En efecto, en tanto él mediante su inducción a ese error o su
tianJe~ra embarazada, ~rocedente de un país en que el aborto se encuentr; legaliza-
aprovechamiento del preexistente priva al instrumento de motivos para inhibirse
do -~ _incluso es estimulado por la autoridad- es inducida por un tercero a
de obrar, interviene en la ejecución del hecho impidiendo o procurando impedir
practJcarselo en Chile, argumentando que tampoco aquí dicha intervención es ilícita.
que éste se evite (es decir, que no ocurra).
En es~~s casos, en verdad, puesto que obra finalmente, el ejecutor domina la confi-
g~racton del h~cho, y es él mismo autor directo; pero el hombre de atrás, en cuanto 3.- De menos interés práctico son los casos en los cuales el autor directo, o de
d1~pone ademas del conocimiento sobre el significado antijurídico del aconteci- propia mano, obra dolosamente y con conciencia de la ilicitud de su comporta-
~1ento, cuenta :on un dominio superior sobre su configuración y, por consiguien- miento pero, a causa de un error inducido por el hombre de atrás o que éste apro-
te, es autor mediato. Nos encontramos, una vez más, con la figura del a-utor tras el
vecha, da por concurrente una causal de exculpación que en realidad no existe. Así,
autor a que ya nos hemos referido antes. 92
por ejemplo, si se hace creer equivocadamente a un montañista inexperto, cuando
L~ ~oncunencia de autoría mediala en estos supue~tos es hoy opinión preponderanle en se encuentra suspendido en un lugar peligroso, que la cuerda de la cual pende está
los caso~ en .los.cuales el error de prohi_bición del ejecutor es invencible y su comportamien- próxima a reventar, y que sólo podrá salvarse cortándola más abajo para deshacerse
~º'. por co~siguienle, mculpable; no as1 en las hipótesis, más frecuentes en la práctica de un del peso de su compañero que lo sigue, a causa de lo cual, invadido por un miedo
enor venc1b)e :n las que se apreciaría participación del induclor. 93 Esta solución, si.n ~mbar-
insuperable, ejecuta el comportamiento homicida.
go,,~~asla,da 1TlJUst1Iicada~e~le al campo de la delimilación entre autor y partícipe una dis~
lmuo~ ref~reme al m:reetm~ento de pena. Lo que importa aquí es que, lanto en los casos de En estos supuestos el ejecutor doloso domina el curso del acontecimiento y,
error vencible como mvenc1ble, para el ejecutor permanece oculta la <lanosidad social del además, conoce su desvalor social (injusto material), pues no ignora que en esas
hech~i _Y, por eso, se encuentr_a privado de moLivos para inhibirse de ejecutarlo. Por esto una circunstancias matar esta prohibido a causa de su lesividad social. Sin embargo, a
solucion correcla debe prescmdir de la excusabilidad o no excusabilidad del error del e{ecu-
tor Y atender, en camb10, a los factores que se precisan a continuación. · consecuencias del error en que lo hace incurrir el hombre de atrás, su capacidad de
inhibición se encuentra anulada y, por consiguiente, quien posee un dominio más
P~ra que _en supuestos de la clase que estamos examinando exista efectivamente alto de la situación es el inductor. Ciertamente, también el instrumento es autor
a~tona mediata d:l sujeto de atrás es necesario que el error de prohibición del (aunque posiblemente inculpable), puesto que es él quien decide sobre la eJecución
eJecut~r sea matenal, esto es, que él desconozca la lesividad social de su conducta del hecho, por lo cual este es olro supuesto de autor tras e1 autor, 94 pero quien
Yno solo la reprobabilidad JUrid1ca del hecho (error de prohibición Jormal). Así, e~ mediante el engaño cuenta con el dominio superior sobre la configuración del acon-
el ejemplo de la Joven embarazada, el hombre de atrás será autor mediato si ella a tecimiento es el hombre de atrás que, consiguienLemente, es autor mediato. Su
causa de la educación que ha recibido, llega a creer, cuando aquel la engaiia, q~e punibihdad a este título se debe incluir también en el artículo 15 Nº 1º, segunda
pr~cncarse un aborto es, tanto en Chile como en su país, un comportamiento útil v parte, puesto que, igual que en los casos deinducción al error de prohibición, se ha
val:oso_ para ~1 co~t~ol del crecimiento demográfico; por el contrario, el sujeto d~ privado al instrumento de la capacidad de detenerse y, por eso, interviene en la
atras_s~lo sera participe si la muchacha, a causa del engarro cree que abortar no está ejecución impidiendo que el hecho sea e,~tado.
prohibid o exp~esamente por la ley, pero es consciente de que en nuestro país el
aborto se considera como algo moralmente reprobable y socialmente dañoso. 4.- El caso más polémico de este grupo lo constituye aquel en que el ejecutor
obra dolosamente y de manera plenamente responsable, pero el hombre de atrás le
Naturalmenle, para apreciar un error de prohibición invencible se exige, por lo general, oculta el sentido concreto de su comportamiento. Un eJemplo sencillo es el de A
que sea ;~tenaL Pero la inversa no es eíect_iva, pues el error puede ser material y sin embar-
go, venci e. En el supueslo de nuestro e_iemplo, ese será el caso si la mu·er ~; obstante que, resuelto a dar muerte a B, espera a que éste salga del espectáculo multitudinario
~aber llegado~ la _comicc1ón de que en Chile el aborlo carece de lesiviclad !o~ial no ~Tacila al que acaba de asistir para ultimarlo, pero experimenta dificultades para identificar
ampoc~ ante ª circunstancia de que se le ofrezca practicárselo en un lugar cla~deslino a su enemigo, pues es miope y ha oMdado llevar consigo sus lentes. C, conocedor
md ali eqmpa_~o, no ob stanle que ella cuenta con m.edios para atender a los gaslus c¡ue demaiZ de los propósitos y del problema de A, se ofrece para auxiliarlo, avisándole cuando
_.e a atenc10n en un estable,· · ¡ano d e superior car.egoria. Por eso la disr.in-
· t o h osp1ta
um1en
ClOn entre error excusable e mexcusable es inútil en este ámbito. , ' B haga su aparición. Sin embargo, al ver salir a D, a quien odia, C engaña a A,
haciéndole creer que se trata de B. A dispara y da muerte a D. Error ín persona,
91
Así)AKOBS, 21 , 96, e), pág. 779;JESC:HECK, 62. 11. 5 pág. 609· ROXII\ !\.utorfa 22 ¡¡¡
irrelevante para la responsabilidad dolosa de A, conforme al artículo 1° inciso terce-
y s1gls. · ' - ' , , , , l, D. págs. 222
92
ro del Código Penal. Pero ¿qué es C?
Supra, aa), 2.

:i l~::; ~~);~~n~:t~1\~
qJ F.n esLas situaciones, JAKOBS v JESCT{ECK o s , l · , · .
sólo participación del hombre ,de atrás. Co~o ~~· ª~;ec;;t lsuDLo)na :le.12c2Jc8-cutor }'
, , , . . , pag 4
" · Supra, aa), 2.

602
603
CAPÍTULO Xl I l:L CONCURSO DE PERS01'AS F.C'i EL DEUTO
DERECHO PENAL/ PARl E GENERAL/ Enrique Cury Urzúa

a') Si lo que se ocuha al instrumento es el hecho de que su comportamiento conducirá


La.opinión dominante aprecia en supuestos como el del ejemplo un error en los motivos, a su muerte, entonces habrá autoría directa o de propia mano del hombre de atrás, que se
i~sufJClente para apreciar autoria mediata del hombre de atrás, el cual sólo sería partícipe. 95 regirá por las reglas a que me he referido supra, a), 3. Aquí, en efecto, el que ejecuta carece
Sm embargo, cabe preguntarse ¿cuál seria la clase de participación que podemos atribuir a C por completo de control sobre la configuración del acontecimienLo y el do~inio del he~
en una situación como la del ejemplo? Inducción ciertamente no, pues no ha formado en A la cho, por consiguiente, pertenece por completo al hombre de atrás, que se sirve de él como
volun_tad de matar que en ésLe ya existía. Afirmar otra cosa sería otorgar aquí al error in persona de un puro objeto para la obtención de sus fi.nes y es quien liene en sus manos el curso de
ve! obyeClo (error en los motivos) una s1gruficación que se le quiere negar para la delerminación los hechos. Así ocurre, por ejemplo, si A invita a B a arrojarse en la piscina, escondiéndole
de 1a autoria mediata, pues lo que fundamentarla la inducción seria la formación de la volun- que, por un desperfecto del sistema de iluminación, las aguas se encuentran electrificadas;
Lad d~ matar a D en lugar de B, la cual, por lo demás, nunca existió. Tampoco es posible o si se entrega al otro una pisLOla cargada, asegurándole que no lo está, e instándolo a
a-preciar complicidad, pues difícilmente puede sosLenerse que C cooperó realmente a la ejecu- gatillarla con el cañón apoyado en la sien; o cuando el Lazarillo de Tormes asegura al ciego
nón del hecho pretendido por A, por mucho que quiera negarse eficacia al error en la persona que puede continuar sin peli.gro, ocultándole la existencia de la profunda sima en que el
En ausencia de una voluntad de actuar en común, cuyo concepto también tendría que extre- inválido cae y acaso pierde la vi.da. En Lodas estas hipótesis el instrumenLo efectúa una
marse allende todo límite razonable para enLenderla concurrente, Lampoco es posible afirmar conducta aLípica y el hombre de atrás es autor ejecutor o de propia mano del respeclivo
O
coauloria, como proponeJAKOBS. 96 Respecto de una posible autm,iasimultcmea (aut01ia para- homicidio, por lo que su comporLamiento es aprehendido por el artículo 15 Nºl , prime-
!ela),9_7 _también hay que desestimarla pues, si se independizan las conductas de los dos ra parte del C.P.
mLervm1entes en el hecho, C verdaderamente no ha ejecuLado cosa alguna que pueda apreciar-
se como realización de una acción matadora en el sentido del artículo 391 del C.P., de suerte b') La situación es diferente si se engaña al suicida sólo sobre la significación que tendrá
que no se divisa la base objetiva sobre la cual se pretende erigir la autoría. para él darse muerte, convenciéndolo, por ejemplo, de que de ello derivarán ciertas ventajas
para sus descendientes, o que él mismo será premiado sobrenaturalmente por su heroísmo,
Es verdad que en este caso, así como en otros de características semejantes, etc. I'.n estos supuestos, la decisión permanece en manos del suicida y, si realiza el acto de
com? las hipótesis de "error sobre presupuestos de la acción relevantes para el he- quilarse la vida, él es el autor único de su hecho atípico. El inducLor, por su parte, sólo es
partícipe de un comportamiento que no realiza tipo alguno y como, por otra parte, nueslra
cho", "error sobre presupuestos de cualificaciones" y "error sobre el riesgo" ,98 el ley no conoce un delito autónomo de insligación al suicidio (artículo 393 del C.P.), perma-
autor realiza el tipo por deCLsión propia, conociendo la ilicitud de su comporta- nece impune.
miento y de forma plenamente culpable, Pero, en verdad, puesto que lo que él
Un supuesto límite de esta clase es el extraño "caso Sirio" ocurrido en Alemania y conoci-
quería ejecutar no era el hecho abstracto descrito por el tipo homicidio -matar a un do por los Lribunales de ese país. El acusado hizo creer a una joven que él era un habilante
cualquier otro- sino dar muerte a un individuo determinado, al escamotearle 1a de la eslrella Sirio, de la cual procedía, y que estaba en condiciones de procurarle una vida
posibilidad de hacerlo, haciéndolo configurar e1 acontecimiento concreto conforme futura mejor y superior. Para conseguirlo, la mu_jer debía dejar caer el secador de pelo en-
cendido en la bañera, mientras la ocupaba, lo cual provocaría un accidente que en aparien-
a sus deseos y no a los del eiecutor, Cha ejercitado sobre el hecho un control que cias le causaría la muerte, pero sólo para despertar más tarde en un cuerpo distinto en el cual
supera el de A y lo sitúa en posición de autor mediato. Corno esto no significa que reinicímia una vida renovada. Eslo último acontecería en un punto determinado, junto al
la autoría del ejecutor decaiga, y ni siquiera que su responsabilidad se vea reducida lago de Ginebra, donde ambos se reunirían. De todas fonnas, como en su vida nueva reque-
riría dinero, la instó a tomar un seguro por 500.000 marcos a nombre del hechor. El plan
o atenuada, nos encontrarnos aquí frente al único caso en que, en nuestra opinión, fracasó, porque aunque la joven dejó caer el secador en la tina no murió y, en cambio,
puede apreciarse autoría mediata del hombre de atrás cuando el autor de propia después de algunas oLrns alternativas el hecho fue descubierto. Como en el proceso se esti-
mano es, a su vez, plenamente responsable.9 9 ffió acreditado que la víclima obró segura de que 110 morÍ/ia sino sólo en apariencias y que, de
no ser asi, no habiia participado en e[ proyecto porqu.e reprobaba moralmente el suicidio, el tribu-
Al igual que en los casos anteriores, en este la actividad engañosa del sujeto de
nal apreció una tentativa de asesinato -afirmando, eso si, autoría mediata y no directa del
atrás priva al ejecutor de conoClmientos que probablemente lo inducirían a iJ~hibirse hombre de atrás-. Con arreglo a la opinión sostenida aquí, el hecho tendría que haber resta-
de ejecutar el hecho o, en todo caso, el que realiza en concreto y, en esa medida, do impune si la joven hubiera supuesto que iba a morir antes de despertar a orillas del lago
de Ginebra, y que "entraría en una vida tras la muerte" porque en ese evento sólo habría
impide que el hecho sea evitado. Por consiguiente, su comportamiento se encuadra
inducción a un hecho atípico. 100
en el artículo 15 N° 1°, segunda parte. La punibilidad del instrumento, a su vez, se
deduce del artículo 15 Nºl º, primera parte, puesto que él interviene en la ejecución
ce) Empleo de un "aparato organizado de poder"
de manera inmediata y directa.
5.~ 1-!na breve consideración separada requiere el caso en que se engaña a alguien para que En este grupo de situaciones, propuesto por ROXIN, 101 se sostiene que es autor
se smc1de, especialmeme porque en estos supuesLos el comportamienlo del ejecutor es atípi- mediato aquel que, para realizar e1 hecho típico, se sirve de un "aparato organizado
co. Al respecto, es preciso hacer una dislinción. de poder". En estos casos el hombre de atrás dominaria el hecho porque tiene a su
disposición un número indefinido de ejecutores plenamente responsables, de ma-
Veáse, por todos JAKOBS, 2 l, lOO, págs 782 y 783;JL'.:'iCHECK, 62, Il, 2_ pág. 607; WELZFL, l '5, ll, '( b), nera que si alguno de ellos se opusiera a cumplir la orden, siempre puede ser susti-
pág.153.
6
'' JAKOBS, 21, l 02, pág. 783.
JESCHECK, 62, ll, 2, pág. 607. Sobre la auloría simultanea, paralela o acu:soria veáse infra, e), aa), 3.
98 Sobre estos supuestos, cuyo detalle excedetia los línutes de esLa exposición, veáse ROXIN, Ai1/011'a, 22, V
págs. 235 y s1gts., cuya opinión e, la que se compane en el texto 100 Sobre los det,üles de este curioso caso y su problem:iLica, ROXll'\, Autur[a, 43, A, 16, págs. 626 y sigts. ,.

99 En los casos ~e error vencible sübre la prohibición o sobre la concurrencia de lma causal de exculpación,
que se han d1scundo supra, 2 y .1. el ejecuLOr tamhién será responsahle pero de manera atenuada
101 ROXIN, !\utoria, 24, págs. 267 y sigLs 1
1

605
604

1
DERECHO PEt\AI_ / P,\RTE GENERAL/ Enriqu,, Cury Urzua
CAPÍTULO XI/ F.L COKCUR~O DI' PERSONAS EN EL DEUTO

tuido por otro u otros que realizarán lo mandado. Así, en estos supuestos la volun- puestos de la obediencia debida, de la fuerza irresistible o del miedo insuperable,
tad del instrumento no es dominada mediante coacción ni engallo, sino porque el enLonces ya no nos encontramos frente a un ejecutor responsable y la situación no
sujeto de atrás cuenta con que en las filas de la organización siempre ha de encon- corresponde a la discutida. 10 +
trar voluntades disponibles para la concreción de su objetivo y, en ese sentido pue-
de decirse que tiene en sus manos la voluntad del ejecutor. dd) Otros casos de autoría mediata requeridos de fundamentación
especial y situaciones dudosas
ROXlN enfatiza que estos supuesLos sólo se dan cuando el "aparato organizado" opera
al margen de la ley, 102 pero, al mismo tiempo, exige que no se lo confunda con un grupo l. DOMINIO DE LA FOUnV1'.4D EN LA UTILIZACIÓN
delicLUal cualquiera, como pudiera serlo una de las tantas bandas de criminales que ac- DE INIMPUT.4BLES Y MENORES.
túan en cualquier sociedad. Tal aparato debe contar con una estruclura eslablecida y
jerarquizada que garantice al hombre de atrás la obediencia y "fungibilidad" de los ejecutores Hoy se acepta de manera prácticamente pacífica que exisle autoría mediata en
y debe operar en conjunto fuera de la ley Por ello, será más frecuente que se originen
asociados a la actividad de "estados criminales". 103 Solo en casos relativamente especiales los casos en los que el hombre de atrás se sirve de un inimputable. 105 Así, por
se los encontrará en el ámbito de la criminalidad organizada de carácter privado. ejemplo, cuando A envía a un niño a sustraer la cartera de que quiere apropiarse, o
Una de las peculiaridades de esta forma de autoría mediata la constituiría el hecho de cuando B incita al enfermo mental C para que ataque y de muerte a su enemigo D.
que, a diferencia de lo que suele ocurrir en los supueslos tradicionales, en los que cuenta
con más dominio quien se encuentra más próximo a la ejecución, aquí sucede al contra-
En verdad estas hipótesis no requieren de una fundamentación complicada. Con-
rio, pues usualmente el jerarca con más poder y, por consiguiente, con mayor capacidad forme a lo que generalmente se sostiene, la inimputabilidad consiste en la capaci-
de control de la voluntad fungible de sus posibles ejecutores es quien se halla más distante dad de distinguir lo justo de lo injusto o de dejarse autodeterminar por ese conoci-
del teatro del suceso. miento.106 Ahora bien, puesto que hemos aceptado autoría mediata tanto cuando el
Es fácilmente perceptible que esta categoría de autores mediatos se ha originado sobre
todo para afirmar la autoría de jerarcas nacionalsocialistas en la perpetración de crímenes ejecutor se encuentra en error de prohibición 107 como cuando es coaccionado, 108
masivos, en especial contra individuos pertenecientes a la raza judía. Por una parte es de manera que ya no está en condiciones de someter su voluntad a los mandatos y
posible que haya tenido por obJeto deseslimar los argumentos defensivos de antiguos prohibiciones del ordenamiento jurídico, resulta coherente sostener que el sujeto
oficiales nazis intermedios, como Eichmann, "que pretendían asilarse en la institución de
la obediencia jerárquica u obediencia de órdenes ·'antijurídicas; pero en parte también de atrás también domina la volunLad del instrumento cuando éste es un inimputable.
pareciera hacer concesiones a consideraciones sobre el merecimiento de pen.:i que aquí
resullan inoportunas y que el propio ROXIN declara ajenas a la distinción entre autor y Por el contrario, en los supuestos de la llamada inimputabilidad disminuida, en los cuales
partícipe. la capacidad de autodeterminación está reducida pero no suprimida, el homhre de atrás sólo
es inductor y quien ejecuta es autor puesto que conserva -aunque con limitaciones- el
Esos supuestos de autoría mediata han encontrado una acogida significativa en dominio de la decisión al hecho,10 9

la doctrina y en la práctica. En la República Argentina se echó mano de tal concep-


2.- DOMINIO DEL HECHO MEDIANTE ET, FOR./AMlENTO
ción para Justificar la punibihdad a título de autores de integrantes de un gobierno DE UNA SITUACIÓN DF JUSTTFICAClÓN.
de facto acusados de formas de "criminalidad de Estado'·, y también se la ha invoca-
Se debe apreciar también auLoría mediata del hombre de atrás, cuando forja una situación
do ante los tribunales de nuestro país en casos semejantes. Sin embargo, pienso que de _justificación y logra, de esta manera, que el instrumento realice el hecho deseado por él.
debe prescindirse de esta categoría de autores mediatos. Como bien sosliene Así, es autor mediato de las lesiones A que, deseando vengarse de B, lo convence de que
GIMBERNAT, que también se opone a ella, tal concepción está enraizada en senti- alaque por sorpresa a C, pero luego avisa a este último, quien se defiende legítima y
exitosamente, propinando una paliza a B. Aquí el ejecutor, si bien obra dolosamenle, esta
mientos de culpabilidad naciona1 que induce a los juristas alemanes a una aprecia- Justificado y ha de quedar impune, pero es A quien: merced a su maquinación, ostenta un
ción escrupulosa de la situación. En estos casos me parece que el "hombre del escri- dominio superior del hecho y es, por consigu1e11te, autor.
torio" es más bien un coautor o, en todo caso, un instigador al cual, por lo demás,
puede castigarse con tanta o más severidad que al ejecutor. Creo que la cuestión de 104
Corno en el texto, ]1\KOBS, 21, 103 págs. 783 y 784: '·La consu-ucción de la autoría mediata es nociva,
s1 el "hombre de atrás" posee el señorío del hecho no depende tanto de su omnipo- porque en los hechos de la época <lel régimen nacional-socialista, encubre la vinculación organizativa de
tencia para conseguir un realizador material del comportamiento típko, sino de si todos los intervinientes ni mucho menos siempre forzada, hasta convertirla en un hacer común, Sólo
mediante la conjunción de quien imparte la orden y quien la ejecuta se _puede interpretar un hecho
controla de tal manera al ejecutor bien dispuesto, que éste carece de la posibilidad singular del ejecutor como aportación a una unidad que abarque diversas acciones ejecutivas". Por tal
de decidir sobre la consumación. Esto último es lo que estimo indefendible, tratán- motivo en est~s casos JAKOJ3S aprecia, por lo general coauto1íc1. En el mismo sentido JESCHECK, 62, ll, 8,
pág. 241.
dose de un autor material libre y consciente de la naturaleza y significado de su 105
Veáse, por todos, J1\KOBS. 21, 96. b'), pág. 779;JESCHECK. 62, TT, 4, págs.608 y 609, con limitaciones;
conducta. Por el contrario, si en el caso se dan respecto del instrumento los presu- parcialmenre GARRTDO, TT, 99, 5, e), pág. 312; ROXIX Auto1ía, 23 págs. 257 y sigts. con algunas distin-
ciones; también así WELZEL, 15, II, 2, b), pág. 149. Otra Dpinión en ETCHEBERRY, ll, pág. 37. que
aprecia sólo insligación.
100
Supra, 27, 1, a).
10
I Supra, bb), 2.
ROXIN, Autoria, 24, V, 2, págs. 274 y sigts.
lOi. 10
" Supra, aa)
m ROXTN, Autoría, 24, 'v'. 2, a), págs. 225 y 226. i,H Como aquí,JAKOTlS, 21, 94, pág. 778 para todos los casos de e:Xculpación sólo parcial.

606 607
DERECHO PENAL/ PAKH; Gt:"lERAL / Enrique Cury Urzúa CAPITULO XI /EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

Si en hipótesis como estas se quisiera apreciar participación (inducción), como ell::i no es nida, el aborto siempre se encuentra en etapa de tentativa -aunque el autor ya
punible en un hecho justificado, el hombre de atrás quedaría exenlo de pena en virtud de la
concluyó de ejercitar su influjo-. Cuando el enfermo mental E que, incitado por F,
accesoriedad media (o limitada). 11 1) En todo caso, para que en supuestos de esta clase pueda
apreciarse autoría mediata, es preciso que el sujeto de atrás, medianle sus maniobras domi- se ha propuesto matar a G, dispara sobre este último pero no da en el blanco, F
ne la volunla<l lanto del agresor como del agredido. Si, en cambio, sólo controla la del deberá ya ser castigado por un homicidio frustrado.
agresor, habrá únicamente instigación a unas lesiones tentadas, y cuando únicamente domi-
ne la del agredido, parlicipación impune en un hecho justificado. Aunque por rnzones pedagógicas suelen emplearse ejemplos de autoría mediata que se
refieren a delitos de estructura más sencilla -en especial el homicidio- en la práctica el
concepto alcanza una impoTtancia mayor respecto de tipos que, por su naturaleza y comple-
3. EL INSTRUMENTO DOLOSO SIN INTENCIÓN. jidad favorecen la instrumentalización de terceros. Este es el caso, sobre Lodo, de la estafa, de
la cual quienes aprecian autoria mediata en los casos de instrumenlalizac_ión de terceros no
Los casos, sumamente discutidos, del llamado ~instrumento doloso sin intención"', se re-
dolosos, han llegado a sostener que no es más que "'autoria mediata" especialmente tipificada;
fieren a supuestos en que el ejecutor obra dolosamente pero no concurre otro u otros ele-
pero también es cierto para las malversaciones de caudales públicos, los grandes delitos
menlus subjetivos exigidos por el tipo. Así, en el ejemplo muy reiterado en que el granjero A
bancarios, empresariales y fiscales, etc. En dichas maquinaciones el empleo de ejecutores
ordena a su <lependienle B que conduzca hasta su corral las aves del vecino C. Aquí, aunque
impunes es Lan frecuente como importante, y perturba considerablemente el enjuiciamien-
B ejecuta de manera dolosa la conducta típica del hurto (sustraer o apoderarse), carece del
to. Sin embargo, creo que las dificultades pueden reducirse si en las hipótesis de instrumen-
ánimo apropialuriu exigido por esa figura delictiva o, cuando menos, del de lucro. Por eso,
to no do1oso -que aquí constituyen los casos más frecuentes- se aprecian como autoría
algunos autores sostienen que hay autoría mediata de A. En mi opinión, la voluntad de
directa del hombre de atrás.
actuar en común 111 incluye b de incorporar al comportamiento propio aquellos elementos
subjetivos distintos del dolo que sólo están presentes en el otro interviniente, siempre que se
conozca su concurrencia. Por eso, en casos como los del supuesto autor doloso sin inLen- 2. También suscitan problemas los casos de error. Aquí pueden darse tres
ción, la ausencia de intención es realmente falsa y la autoria mediata del hombre de atrás situaciones:
debe ser rechazada. Así, en una situación como la del ejemplo, hay que afirmar autoría
directa o de propia mano de 13 y sólo induccióil de A a') El hombre de atrás supone erróneamente que el ejecutor directo actúa
dolosamente y en forma plenamente responsable, lo cual no es así. De este modo, por
ee) Consecuencias de la autoría mediata ejemplo, si A induce a B, creyéndolo una persona normal, a dar muerte a C, sin
percatarse de que el ejecutor es un enfermo mental profundo, que carece por comple-
El autor mediato es autor y, desde el punto de vista de la punibilidad no se to de la conciencia del injusto de su comportamiento. En supuestos de esta clase -que
diferencia del directo o de propia mano. también pueden darse cuando el ejecutor obra sin dolo- la opinión predominanLe
1.- Üno de los pocos aspectos en que esta categoría de autores presenta una tiende ahora, en mi opinión correctamente, a apreciar sólo participación (inducción)
peculiaridad es en la determinación de los límites de la tentativa. Se trata de una del hombre de atrás, pues ello es lo que corresponde al dolo con que el sujeto ac-
cuestión discutida pero, de las distintas soluciones propuestas me parece preferible túa.112 Contra la opinión deJESCHECK recién citada, esta misma debe ser la solución
aquella según la cual en estos casos el hecho se principia a eiecutar -y hay, por en los casos en que el insLrumento actúa sin dolo; 113 esla es, probablemente, la única
consiguiente, tentativa punible- cuando el autor medialo comienza a influir sobre hipótesis en la que cabe configurar participación en un hecho no doloso.
el instrumento. En cambio, el delito sólo se encuentra en la etapa de frustración si el
b') La segunda siLuacién es precisamente 1a contraria. El hombre de atrás cree
ejecutor ya hizo todo lo que el hombre de atrás le habla propuesto, no obstante lo
erróneamente que cuenta con el dominio del hecho, porque supone equivocada-
cual el resultado no se produce. Visto de otra forma: en los casos de autoría mediata
mente que el ejecutor obra sin dolo, o es inirnputable o carece de conciencia de la
el espacio entre el comienzo de ejecución y la frustración es más extenso, pero esta ilicitud. Asl, por ejemplo, si A incita a la extranjera B a que se practique el aborto,
última concurre en el mismo momento en que se la apreciaría si el instrumento
creyendo que esta ignora la ilicitud de ese hecho en Chile, pero la joven obra a
fuera verdadero autor responsable de propia mano. Esto se debe a que, conforme a plena conciencia de que en nuestro país tal conducta es injusta. En estos supuestos,
las representaciones del autor, él habrá hecho todo lo necesario para que el crimen
más sencillos que los precedentes, parece prevalecer ahora el criterio de que el
o simple delito se consume, y la actividad ejecutiva estará, por consiguiente, con-
hombre de atrás sólo es partícipe (inductor), pues eso es lo que corresponde a la
cluida, sólo cuando el e_jecuLor haya cumplido todas sus instrucciones. situación objetiva y, además, el dolo de autor abarca el de inducción, LH
Algunos ejemplos permiten aclarar lo expuesto. Si A es sorprendido cuando está
convenciendo al niño B para que entre por la ventana y sustraiga de la casa los e') El autor mediato no responde como tal de las conductas punibles que rea-
objetos de que desea apoderarse, ya hay tentativa de robo con escalamiento. Si la lice el instrumento excediendo el plan del hecho, sea que este último obre por
Joven extranjera C, a la cual D ha convencido que en Chile el aborto está permitido,
es detenida cuando ya se encuentra en la clínica clandestina, próxima a ser interve- 11
)- Veáse, JESCHECK 63, IIL pág. 611.
;n Así Lambién ROXI-:,-.:i, Arrtmiu, 26, 1, 2, e), bb), pág. 293, ¡::on detalle y fundamentación pormenorizada
JESCllECK, op. y loe. cit. en nota anLerior, prefiere apreciar aquí inducción lntentada lo cual, en nuestro
ordenamienLo, conduce a la impunidad del hombre de atrás. La cueslióri es muy debalida
1
'º lnfra, 40, ll. 11+ JESCHECK, 62,111, 1, págs. 611 y 612; ROXI:N, Autor[a, 26, 11, 2, págs. 298 y sigLs.
111
lnfra, e), aa) y 40,

608 609
DERECHO Pl;NAL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury ürzúa CAPÍTLLO Xl / EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELITO

iniciativa propia o porque se equivoca respecto de lo que deseaba el hombre de disponer todos ellos en común. De aquí el carácter funcional al todo de cada una de las
atrás. No cabe duda alguna de que tales excesos yacen fuera del dominio del contribuciones separadamente consideradas. De esta funcionalidad de la cooperación
hecho del autor mediato. 115 de los coautores -la cual se examinará con algún detalle más abajo- depende, a su
vez, la distinción entre ellos y aquellos intervinientes que son simples partícipes.
3. - Se discute la posibilidad de una autoría mediata por omisión. Ahora tiende a A diferencia de la participación, la coautoria no es accesoria. Esto se debe a que
imponerse el criterio de que si el sujeto está en posición de garante y omite detener cada uno de los coautores es corresponsable de la totalidad del hecho, y por ello, "la
al no responsable que va a cometer un delito, es más bien autor directo por omisión coautoría porta en sí misma su contenido de injusto, y no lo deriva de un hecho
del hecho consumado por éste. 116
ajeno". 123
Desde el punto de vista subjetivo, la coautoría requiere un acuerdo de volunta-
4.- Por razones que se expondrán, 117 no cabe autoría mediata en los delitos de
des114 y, desde el objetivo, la recién mencionada preslación de una contribución que
propia mano pero, en cambio, si en los de infracción de un deber. 1rn
sea JunóonaI a la realización del hecho común. 12 '5

e) Coautoría (dominio del hecho funcional o ca-dominio del hecho) aa) El acuerdo de voluntades

Son coautores quienes se han dividido la realización del hecho, en térmi- Sólo hay coautoría si los distintos intervinientes obran con una voluntad co-
nos tales que disponen del condominio del hecho, sobre cuya consumación mún. Por esta razón, la coautoría llega hasta donde alcanza la voluntad compartida,
deciden en conjunto, porque su contribución es.funcional a la ejecución total. de suerte que el exceso consciente de uno de ellos no grava a los restantes. Asi, por
ejemplo, cuando los coautores se han acordado para entrar a robar en una casa a la
º El conceplo anlerior corresponde a1 criterio que predomina actualmente en el dere-
que creen deshabitada, pero uno de ellos, que sube al segundo piso, tropieza en una
cho comparado, el cual fonda también la·coamoría en el dominio del hecho, que en este
caso es com-Cm_119 de las habitaciones con una joven doméstica a 1a que viola sin que sus compinches
En pane de nuestra doctrina, que se apoya en el texto del artículo 15 Nº3º del Código se enteren de ello, o enterándose sólo después de ocurrido el acceso carnal: por la
Penal, ha enconlrado con frecuencia acogida una concepción subjetiva, de conformidad violación sólo debe responder como autor único de propia mano el que se excedió.
con la cual lo que decide sobre la autoría de estos concurremes es la existencia del "con-
oerto previo". Este,. en lodo caso, es entendido de manera diferente por quienes corno
Con todo, ha de tenerse presente que para apreciar coautoría también en el exceso
~;ARR1D0
120
le alnbuyen un senlido amplio, criterio que defiende también el T;ibunal basta que los otros intervinientes obren a su respecto con dolo eventual. Por ello, el
Supremo Español -curiosamente sin apoyo legislativo- y que con toda razón critica
121
que sólo se había concertado para la ejecución de un robo con intimidación, pero
G~MBERNAT, y por quienes como YAÑEZ le confieren un significado restrictivo. 121 sabía que sus coautores eran portadores de armas de fuego cargadas, y no hizo nada
Mie_~Lras los primeros amplían la amorfa, reduciendo casi a la nada las formas de partici-
pacwn Y de_struyendo_ los h:11ite~ del. tipo, _los segundos no hacen más que retrasar el pro- para asegurarse de que no las usartan excepto pedirles que no lo hicieran, debe res-
blema relativo.ª 1~ ex1s~ene1,~ o mex1stencia del señorío del hecho, del cual hacen depen- ponder por el robo con hqmicidio que a la postre se consumó, pues su modesta
der la del prop10 concierto en sentido estricto. expresión de oposición no constituye manifestación seria de una voluntad de evitación.

Lo peculiar en los casos de coautoría es que ninguno de los coautores cuenta con 1.- El exceso se dará lo mismo cuando, como en nuestro ejemplo, el concurrente cometa
el control tota1 del acontecimiento, de cuya configuración, en cambio, sólo pueden un delito distinto del acordado -como ocurre en el ejemplo de la viobción de la doméstica-
o si provoca unas consecuencias que superan la vo!l.lmad común -como ~~dría h_aber ocu-
rrido en el caso del robo con intimidación que acahó en robo con hom1ucl10, s1 el tercer
m JESCHECK, 62, IIl, 3, pág. 612 imerviniente hubiese ignorado que los otros portaban armas capaces. de causar l~ muer:e: Y
116
JESC:HECK 62 IV, 2, pág. 613 hubiese confiado razonablemente que, en el peor de los casos, se servirían de su fuerza ÍlSlca
' lnfra, m. ' '
11
para reducir una posible resistencia de la víctima-. Asimismo, lampoco habr~ coaut~ría si el
11
~ lnfra, 11, a) exceso es provocado por el error ele uno de los compinches que, a causa de el, ocasiona un
m AsiJAKOBS 21 40 pág 74- "Eld · · Id elhec h o,einclusoelformal están pues distribuidos'·· resultado no comprendido poT la voluntad común. . . .
, . , , . ::>: omm10materia
~!,
JES~.E-:~c_K, .6_3, l,, l, pág. 61_4: "También l_a coautoria se basa en el dominio ciel hec,ho; p~ro puesto c¡u~ Por idénticas razones Lambién debe excluirse la coautoría si uno de los mtervm1entes
en su, eJecucwn_ lllttn1:nen vanos, el donumo del hecho nene que ser rnmlln'': ROXlN Autoría. 27 11 , dispone ele un conocimi;nlo de los hechos del que carecen el olro u otros intervinientes, l~s
l_ll, P,dgsl. 27 Y ~rgls; \\!ELZEL, 15, TV, e), pág. 158: "Cada coautor.... tiene que ser coport;dor del ·do~ini~ cuales se encuentran en una siluación de error de tipo, ele proh1b1ción, sobre la concurrencia
lma1 e hecho'.
120
de causales de exculpación o sobre el sentido concre!.o del hecho. ~n todas est~s h/Rót_esis,
9AR~l~O, Etapa;: de eje~ución del delito, cit., 56, A, págs. 316 y sigts. GARRIDO 1rincula el concepto ele
.concie1to prev10 al ele identidad de finalidad, lo cual lo conduce a negar que el cómplice concurra a la como ya se ha visto, el que cuenta con el conocimiento supenor sera autor medrnto siem-
fmahda~ conJunta de perpetrar el hecho (op. en. 45, pág. 245: ~el cómplice no tiene la finalidad del autor pre que sea consciente de la ignorancia o el error en que se encuentran el otro u otros.
su _rroposit.o es ayudar a que éste alcance su designio" ¡Pero cómo puede no compartirse la finalidad dei
olrn Y, al mismo tiempo, ayudarlo precisamente a "que ... alcance su desianio~!) Veáse también GARRTDO
O
._IT,99.6,págs.312ysigts ,
m JESCliECK; 63, 1, 2, pág. 616,
"'
121
GU,JBER..l\JAT, Au.Lor y cómplice en derecho penc1/, cit., págs. 78 y sigts. JF Lnfra, aa)
YA:-IE7,, Problemas bdsiros 1e la autoria y de Ia participación en d Código Penal Chi1nw, en Revlsta de Ciencias 115
lnfra, bb)
Penales, lomo XXXIV, 197:::>, 111, passim. Fo Supra, b, bb).

610 6]1
DERECHO PFNAl. l PARTE GENERAL! l;nrique Cury l.'rzúa
CAPÍTULO X!/ .EL CO"\JCURSO DI'. PERSON,\S !'"-" EL Dl'LITO

2.- Se presenta un prnblema especial en los casos de la llamada coautmia sucesiva, "en la
que el sujelo se suma con posterioridad a un hecho ya iniciado para continuar ejecutando el de conducir a la consumación. Hasta cierto punto muestra aquí su aspecto de ver-
delilo junto con los otros". 127 Nada obsta, en principio, a que en supuestos como éste se dad parcial la antigua teoría de "la necesidad de la aportación causal",m si bien
considere coautoT al recién llegado que se suma a la decisión de obrnr en común, siempTe
que se den los restantes requisitos para considerarlo como tal. Pero en casos de esta clase no desvinculada de las connotaciones naturalísticas de la concepción original.
puede gravarse al rezagado con circunstancias calificantes cuyos presupuestos han realizado
sus compinches antes de que él se les uniera. Así, por ejemplo, si A entTó a robaT a la casa 1.- Los coautores, en ciertos casos, pueden ejecutar en común la misma acción
escalando hasta una ventana que fracturó para ing-resar, y B, en cambio, sólo tomó la deci- típica, como cuando dos personas apuñalan al mismo tiempo a la víctima para
sión de sumársele, cuando ya se encontraba en el inlerio-r de la vivienda, a la cual penelró
causarle la muerte. En otras situaciones, seguramente más frecuentes, los coautores
por 1a puerta abierta po-r A, B sólo será coautor de hurto, no de robo con fuerza en las cosas
(robo con escalamiento). Sin embargo, en el caso de que B conozca las circunstancias en que se repartirán la realización de la conducta, "conforme a los principios de la división
A entró en la casa, podTá casligárselo como cómplice de aquél en el robo con fuerza. Esto del trabajo". En estos últimos supuestos, la afirmación de la autoría es fácil de hacer
último, en pTimer lugar, poTque como la complicidad es accesmia, 128 al cómplice puede
si los intervinientes ejecutan un tipo complejo compuesto por más de un acto, y
imputársele todo aquello que en conjunto ejecutó el aulor y de que él Liene conocimiento, lo
cual no es válido para el coautor al cual sólo puede hacé-rselo responder como tal por aquello cada uno de ellos efectúa uno de tales comportamientos, como si, en una violación,
a cuya realización é1 consintió en pTestar una cooperación funcional; en segundo, pmque si uno de ellos golpea a la víctima y luego la inmaviliza para vencer su resistencia y el
bien aquí serta posible estimar coauloria en el hurto y complicidad en el rnho 129 me parece otro accede carnalmente a ella; el hecho de que hoy exista acuerdo respecto a que es
que en virtud del p1incipio de consunción 130 esta última absoTbe a aquélla
autor quien ejecuta una parte cualquiera de la acción típica, facibta la solución;
3.- Cuando dos personas intervienen en la ejecución del mismo hecho, pero sin pero restan problemáticos los supuestos en que el interviniente realiza elementos
que medie acuerdo de voluntades, se habla de una autor[a accesoria o -lo cual es del tipo distintos de la acción, en relación a los cuales la solución debe buscarse con
más exacto- de autmia simultánea o paralela. Esta forma de autoría, que no constituye arreglo a los criterios que se exponen a continuación.
coautorfa alguna, tiene poca importancia en los delitos dolosos, en los cuales presu-
pone una serie ele coincidencias infrecuenLes; en cambio, resulta de mucho interés 2.- No es necesario que el coautor intervenga directamente en la ejecución del
tratándose de los delitos impruclentE:s o culposos, en los cuales conslituye la forma hecho típico, como lo sosluvo en el pasado la teoría objetivo formal. u 4 Basta que su
habitual de intervención plural. 131 Así, habrá autoría simulLánea si dos conducto- contribución sea decisiva para la consumación, como ocurre, por ejemplo, en el
res, cada uno de los cuales maneja imprudentemente, causan un accidente que caso del "experto" en cajas de seguridad que, en el robo del banco, no sustrae la
cosa ni ejerce violencia o intimidación, limitándose a encontrar la combinación y
provoca la muerte o lesiones de un tercero; pero también cuando dos individuos,
emboscados en diferentes lugares y sin saber de la presencia e intenciones del otro, abrir la puerta de la bóveda, a la cual ni siquiera ingresa, no obstante lo cual sin su
disparan al mismo tiempo sobre la víctima ocasionándole la muerte. concurso el delito no podría llevarse a cabo. Ni aún se requiere que se encuentre
presente en el lugar del hecho, pues también es coautor el jefe de la banda que
4.- El acuerdo de voluntades es condición necesaria, pero en modo alguno sufi- planificó el delito y, desde su guarida, se limita a impartir órdenes Lelefónicas a sus
cíente de la coautoría, pues ésta requiere, además, que el coautor intervenga secuaces, disponiéndolo todo de manera de que la operación sea exitosa_ us
funcionalmente en la realización de hecho típico. La pura voluntad de obrar en
3.- En nuestro medio es muy discutida la situación del ''lorn", esto es, del integrame de la
común es insuficiente para establecer la distinción entre coautores y partícipes banda que se limita a pennanecer en las proximidades del lugar del hecho, para avisar a sus
(inductores o cómplices), pues también estos últimos toman parle en la decisión de compinches en el caso en que se aproxime 1a policía, guardias o cualquin otra persona que
obrar en conjunto y persiguen, lo mismo que los autores, el designio común. 132 pueda sorprendnlos. Una solución satisfactoria requiere distinguir alendiendo a b
"funcionalidad" de la imervención de este concurreme: si se le ha confiado la ,igilancia
porque se estima probable una interrnpción que desbarataría el plan, debe apreciarse
bb) Prestación de la contribución funcional a la realización del hecho común coautoría; si, en camhio, la posibilidad de aparición de terceros es remota, y sólo se Lo ha
apostado allí porque se trata de un novalo al cual se desea ir fogueando sin exponerlo, se
Para que exista coautmia, es indispensable que los distintos inLervinientes pres- trnta únicamente de un cómplice.
ten a la realización del hecho una contribución que haga "funcionar" el plan con-
4.- Es discutido si cabe coautoría del que sólo ha ejecutado acciones preparato-
JUnto, que sea funcwnal a la realización del hecho, de tal manera que si uno de ellos
rias. Según WELZEL ello es posible, porque en estos casos el minus de coparticipa-
la retira el proyecto fracasa; pero, al mismo tiempo, la actividad de cada cual es, a su
ción objetiva en la realización típica es compensado con el plus de coparticipación
vez, dependiente de que los restantes realicen la suya, porque por sí sola es incapaz

112
Jnfra, 40, L GARRJDO, Etnpas de cjerncirm del delito autoría y pcntlcipa.ción, 45, g), págs. 249 Y 250, preten-
lJ., Roxin, Autoría, 27, [\,'. 2, págs,. 318 y sigts de que no b así, porque- el cómplice '·simplemente aspira a colaborar con d autor, a ay?dar,lo, siendo
-
28
Infra, 40, n ajeno a la elaboración intelectual del delito'" Pero qLlien colabora con el autor hace suya su fmahdad, pues
129
Así Roxin, Autoría, 27, !\~ 2, pág. 320 en caso contrario obraría sin dolo y no seiia cómplice en absoluto
uo lnfra, 44, JL b). 13
' Supra, 37, 11, A, b)
IJI Supra, 37, ll, B, b), 1 131
Supra, 37, II, B, a)
iJs ROXIN, Autor[a., 27, II, pág. 309.

612
613
DERECHO PENAi. 1 PARTE GENERAL/ Enrique Cucy Urzúa CAPJTULO Xl / EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

especial en el planeamiento del delito. 136 Por el contrario,JESCHECK 137 y ROXIN 138 Los casos que se prestan a dudas son los del Nº 1 º, segunda parte, y los dos que
exigen perentoriamente del coautor que haya intervenido en la fase ejecutiva. Esta contempla el Nº 3°, pues todos ellos parecieran asimilar a la autoría situaciones de
última opinión es preferible, pues la primera importa un deslizamiento hacia la mera complicidad. Contra esto opone YAÑEZ el argumento de que tales opiniones
teoría subjetiva, a causa del cual las soluciones, como es habitual en tales casos, derivan de una interpretación equivocada del texto legal, al cual doctrina y práctica
dependen del capricho judicial y quebrantan los límites del tipo. atribuirían más extensión de la que admiten legítimamente.
Una consecuencia de lo expuesto es que, si bien en el supuesto del artículo 15 N" 3"
El artículo 15 Nºl º, en efecto, exige respecto de los dos supuestos a que se
primera parte del C. P, puede apreciarse a veces coautoría, en la mayor parte de los casos se refiere una intervención en Ia ejecución del hecho, sea inmediata o directa, sea impi-
tratará sólo de complicidad, pues habilualmenle el que facilita los medios con que se lleva a diendo o procurando impedir que se evite; en ambos casos, pues, se exige la realiza-
efecto el hecho sólo interviene en la etapa preparatoria 139 . ción de actos ejecutivos. Por lo tanto, para que las conductas enderezadas a impedir
5.- Es posible la coautoría en una tentativa, si uno de los coautores da principio o procurar impedir ]a evitación puedan subsumirse en el concepto de autoría regu-
a la ejecución del hecho en el marco de la resolución común. 140 El delito frustrado, lado por el artículo 15 Nºl º, in fine, es preciso que se materialicen en actos incorpo-
a su vez, exige que todos ellos hayan hecho lo que de acuerdo al plan común era rados a la ejecución, entendida en el sentido amplio a que nos hemos referido antes,
necesario para que el delito se consume, pero que esto no se verifique por causas que no requiere realización de actos descritos por el Lipo respectivo. 145 Así, es coau-
independientes de su voluntad. Lor, con arreglo a esta disposición, el que amenaza con un arma a 1a víctima del robo
mientras su compinche la desvalija; el que agrega un detalle indispensable al enga-
ño preparado por otro para impedir que el estafado salga de su error y así ejecute
ce) El problema dogmático de la coautoría
definitivamente la disposición patrimonial; 1a mujer que distrae con sus encantos a
Con arreglo a lo que ya se ha expuesto, 141 el art. 15 del C.P. contiene fundamen- la víctima para que ésta no advierta el gusto extraño de la bebida envenenada y la
talmente la tipificación de la coautoría, además de supuestos de autoría mediata. que se pasea frente al lugar del robo para que el guardia de seguridad se distraiga
Ahora bien, la opinión dominante sostiene que esa disposición extiende la punibilidad contemplándola, mientras el otro concurrenle sustrae el objeto de que desean apo-
propia del autor, pues los tipos complementarios que contiene abarcan situaciones derase. Hasta aquí, podemos estar de acuerdo con YAÑEZ prácticamente en todo.
en 1as cuales la conducta descrita es de participación. 142 Por lo demás, tal cosa Por lo que se refiere al "loro", hay que estarse a lo expuesto supra, c), bb), 3. Ade-
corresponderia a una decisión consciente del autor de la ley, claramente manifesta- más, yo incluyo aquí los supuestos de autoria mediata en que el hombre de atrás se
da en el hecho de que el artículo está encabezado por la frase "se consideran auto- sirve de la ignorancia o el error del instrumento para el logro de sus fines, 146 los
res", la cual destaca que el legislador percibía la ampliación y sabía, por consiguien- cuales, en todo caso, también constituyen hipótesis de aULoría en sentido estricto.
te, que no todos los supuestos descritos por la norma son autores verdaderos. Hoy, En cambio, no me parecen convincentes los argumentos con que YAÑEZ, apoyán-
sin embargo, este punto de vista no es pacífico y la cuestión debe ser reexaminada_H3 dose tan solo en la exigencia de "concierto previo", pretende demostrar que todas las
Aquí, por supuesto, esto no puede hacerse a cabalidad pero, cuando menos, con- situaciones previstas por el Nº 3º se refieren a verdaderos auLores. 147 Baste pensar tan
viene echar una ojeada al debate. sólo en que, muchas veces, aquellos a que se refiere la primera parte del precepto
Desde luego, todos estamos de acuerdo en que la inclusión de los inductores en pueden intervenir únicamente en la etapa de preparación, lo cual, conforme a lo que
el Nº 2º del art. 15 importa incorporar entre los que se consideran auLores a un aquí se ha expuesto, los excluye desde luego del ámbito de la coautotia; pero también
partícipe. 144 Pero esto no tiene importancia, siempre que se lo reconozca para otros en otras situaciones habrá que convenir en que las actuaciones desc1itas por esa dis-
efectos -accesoriedad, exterioridad, comunicabibdad-, porque prácticamente to- posición no serán "funcionales" a la consumación del hecho. A mi juicio, además, el
dos los ordenamientos jurídicos imponen al inductor la misma pena del autor. esfuerzo hermeneútico de YAÑEZ, que en ef caso del Nº 1º, segunda parte, tiende a
cerrar la norma, evitando una aplicación abusiva de ella a supuestos distantes de la
136
W"ELZEL, l '5, IV, pág. 159. De la misma opiniónJAKOBS, 21, 49, pág. 751: "la disposición puede tener autoría, en 1o relativo al Nº 3° provoca e1 resultado inverso, pues se basa más bien en
.
7
lugar en todo el estadio de preparación o de tentativa"' una ampliación dudosa de la coautoria, destinada a cr~ar un espacio para dar cabida
1.1 JESCHECK, 63, nT, l. pág. 620.
m ROXlN, Autoria, 28, págs. 321 y sigts. en ella a las descripciones de un precepto positivo poco afonunado.
139
lnfra, ce) La interpretación del art. 15 aquí defendida conduce, por lo tanto, a los resulta-
i+o JESCHECK, 63, lV, 1, pág. 621. JJ\KOBS, 21, 105, pág. 785, en cambio, como acepta· coautoría en casos
de intervención del concurrente en actos preparaLorios, puede rechazar todavia la tentativa aunque uno dos siguientes:
de los coamores ya haya hecho Lodo lo que a él le correspondía.
141
Supra, a), 4.
112 CURY, 01ientación, 28, 1, C, c), págs. 266 y 267 y 2" edición, II, 38, II, pág. 241; ETCHEBERRY, ll, pág.
145 EsLo implica una ampliación considerable <lel crilerio mucho más restrictivo que se defendía en CURY, 2ª
87; LABATUT, l, 191, pág. 197, NOVOA, 11, 4'54, pág. 206.
HJ En el mismo sentido, ETCHEBERRY. JT, pág. 8, nota de pie de página. rdición, II, 38, I, a), págs. 234 y 235.
1+
4
Así, también, YAÑEZ, op. cit., V, pág 62, quien estima que esto basta para justificar el empleo por la ley de He, Supra, b). bb).
147
la expresión "se consideran autores" YAKEZ, u·p. cit., lV, pág. 59

614 615
DEREUlO PENAL/ \'ARTE GENERAL/ Fnrique Cmy Urzúa
CAPÍTULO X!/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELITO

a) Son autores en sentido estricto (coautores o autores mediatos) todos aquellos ción jurídica del sujeto originada no en circunstancias personales, sino de relación
a que se refiere el art. 15 Nº 1° del C.P con la institucionalidad vigente. Ejemplos de esta clase lo constituye el delito de falso
testimonio, de los artículos 206 a 209 del C.P. y el perjurio del artículo 210 de ese
b) Lo son también, aque1Jos cuya conducta se describe en el art. 15 Nº 2º, pri-
mera parte. mismo texto legal, la no presentación del menor por el encargado de su persona del
atL. 355, así como todos los delitos de omisión, tanto propios como impropios.1s1
c) En el art. 15 Nº 2°, segunda parte, se trata de un puro partícipe, al que sólo
Por el contrario, a mi Juicio no constituyen delitos de infracción de un deber los delitos
se considera autor para imponerle la misma pena establecida por la ley para éste_ 148 cualificados impropios los cuales, según se expondrá más abajo y por las razones que allí se
Lo mismo es válido, en ciertos casos, para el art. 15 Nº 2º, primera parte, según lo consignan, 152 son delitos de dominio, se rigen por las reglas respectivas y por las relaLivas a
que se expondrá más adelante al tratar de la inducción. la incomunicabilidad de las circunstancias personales agravantes o atenuantes.

d) las conductas descritas en el art. 15 Nº 3º, pueden satisfacer a veces 1os 2.- En los delitos de infracción de un deber, sólo puede ser autor el inlraneus,
presupuestos de 1a coautoría, cuando son "funcionales" a la ejecución del hecho, esto es, aquel a quien incumbe el deber mediante cuyo quebrantamiento se da ori-
pero también aluden -quizás con mayor frecuencia- a casos de complicidad a la gen a la lesión o puesta en peligro del bien jurídico respectivo; y ello prescindiendo
que se casliga con la pena prevista para el autor. de si cuenta o no con el dominio del hecho. A su vez -y por lo mismo- el exlraneus
será siempre sólo un partícipe, aunque en el caso concreto tenga en sus manos el
Po~ ú~Limo, conviene enfaü_zar una vez más que, cuando la norma a que me estoy refirien- sefiorio de la acción. Así, por ejemplo, cuando un empleado público, encontrándo-
do as1m1la hipólesis de panic1pación a la auLoría, lo hace úni.camenle con el objelo de equi-
parar sus penas a la de esta última. En lo demás, ellas si.guen rigiéndose por las reglas que se en otro país, convence a un sujeto extraneus que permanece en Chile de que
regulan 1a relación entre ambas formas de concurrencia, pues éstas pertenecen a la naturale- destruya documentos que le estaban confiados por razón de su cargo y que conser-
za de las cosas y, por consiguienle, no pueden ser alteradas. va en nuestro país, el ejecutor es sólo cómplice del delito a que se refiere el art. 242
del C.P, a pesar de que es él quien cuenta con el poder de decidir sobre la realiza-
ción del hecho, del que, en cambio, el intraneus está privado, no obstante lo cual es
H.- LA AUTORÍA EN LOS DELITOS DE INFRACCIÓN DE UN DEBER
el autor. Ello deriva de que en nuestro eiemplo -como en todos los supuestos de
Como ya se ha expresado, 149 los delitos de infracción de un deber son aquellos en los delitos de infracción de un deber- para ser autor hay que estar en condiciones de
c¡ue la lesión del bien jurídico se produce mediante el quebranlamíento de un deber jwidi- quebrantar el deber extrapenal de custodia de los documentos el que, en este caso,
co extrapenal (civil, aclminislrativo, procesal, pero tamb-ién profesional o de cualqui~r otra sólo compete al funcionario, de suerte que el exlraneus, por no estar sujeto a la
índole). En todo caso, lo decisivo es que se trata de un deber diferente de aquel que obligación de custodia y no poder, en cbnsecuencia, infringirla, se encontrará siem-
encuentra su origen en la propia norma punitiva -"no matar" "no robar" "no vio- pre reducido a la condición de partícipe aunque disponga del señorío del hecho. 153
lar", "no abusar sexualmente", etc. -y que su infracción es fu~danLe del i~jusLo del
La solución expuesta es tan evidente, que se impone a legislador el cual, cuando desea
hecho respectivo el cual, por consiguiente, de no mediar tal quebrantamiento sería que el extraneus sea considerado como si Juera autor se ve obligado a disponerlo expresamen-
jurídico- penalmente irrelevante. te, de manera excepcional. Así ocurre, en forma paradigmática en el articulo 212 del C. P,
donde se preceptúa que "el que a sabiendas presentare enjuicio criminal ... testigos ... falsos,
l.- Al grnpo de los delitos de infracción de un deber perLenecen pues, en mi será castigado como procesado por falso testimonio". Si en esta situación el dominio del
hecho jugara algún papel, la disposición del art. 212 resulLaría ociosa, porque el que presen-
opinión, los delitos cualificados propios 150 como, por ejemplo, la prevaricación, de los tara a sabiendas al testigo falso, o bien sería coautor o, por lo menos, aulor simultáneo o,
artículos 223 y sigts. del C.P, la prevaricación del abogado, de los arts. 231 y 232, las finalmente, bajo ciertos presupuestos, autor mediato.
negociaciones incompatibles, del arLículo 240, las exacciones ilegales del artículo 241,
la infidelidad en la custodia de documentos de los artículos 242 a 244, etc. En todos 3.- De lo dicho en el párrafo precedente deduce Roxin que en los delitos de ¡!
estos casos el deber cuyo quebrantamiento fundamenta el injusto del hecho incumbe infracción de un deber el dominio del hecho carece de toda significación. 154 En mi
sólo a quienes ostentan una determinada cualidad personal (empleado público, abo- opinión ello sólo es exacto en cuanto que en esos delitos el extraneus no puede ser
;1····
gado, miembro de los tribunales de justicia, árbitro, etc). Pero, además, también son autor aunque cuente con el señorío del hecho, y el intraneus, por el contrario, lo 11
delitos de esta clase otros en los que el deber extrapenal deriva de una especial posi- será aunque esté privado de la decisión sobre la configuración del acontecimiento.

Sobre los delitos de omisión propios e impropios, infra 45, 11, a).
1
151
1
~~ Con esto abandono Ja_inlerpretación doble de la palabra inducción que defendí rn CURY, 2\ JS, b), págs. m Infra, 40, lil, 3, in fine.
238 )" 239, cuya amb1guedad se prestaba para confusiones y resulta innecesaria a la luz de los criterios ]';J El punto .de vista expuesto en el texto es defendido Lambién por ETCHEBERRY, II, págs. 83 y 84, si bien
sostenidos supra. b), bb) la plantea como un problema de comunicabilidad y, aparentemente, sólo en relación con los delitos cua-
:
15
44

,i
Supra. 37, II, l:l, b), 2.
.Supra, 17, l. 15
+
lificados propios.
ROXIN, Aul01ia, 34, II y III, págs. 386 y sigts. [1'.·1. •
!.,'

616 617
1
- - - - - -------- ---------- -,.:.'
~
DERECHO PEC\1AL / PARTl:'. GE:,JERAL / Enrique Cury Ur2lia CAPITULO Xl / H. CONCURSO DE Pl.'.RSONAS EN EL DEUTO

Sin embargo, cuando en e1 de1ito de infracción de un deber intervienen varios


intraneus, me parece que el criterio del dominio del hecho recobra significación,
a) Autoría ejecutiva, directa o de propia mano
1
pues es posible que algunos de ellos dispongan de la facultad de decidir y otros, en En los delitos de infracción de un deber concurre autoría directa, ejecutiva O de
cambio, estén privados de ella. propia mano cuando el obligado por la norma extrapenal -y sólo él- reahza corpo-
Así lo ha resue1to recientemente un fallo de la C.S. 155 , en un caso que consti- ral y dolosamente el hecho punible. Igual que en los delitos de dominio, también
tuye un buen ejemplo de lo expuesto, referente al delito del art 196 A, letra c) de habrá que apreciar esta clase de autoría si el íntraneus se sirve para la ejecución de 1

la Ley Nº 18.290 (faltar a la verdad en la narración de hechos sustanciales en el un tercero al que emplea como un ob_jeto 157 o de un instrumento no doloso, al que
otorgamiento de padrones de vehículos motorizados). En el hecho intervinieron engafi.a o de cuyo error de tipo preexistente se aprovecha. 158 En los dos últimos
tres empleados municipales (empleados públicos, con arreglo al art. 260 del C.P.) casos el ejecutor material puede ser lo mismo un extraneus u otro intraneus. Así, el
que, por consiguiente, eran inlraneus en relación al hecho punible de que se trató, empleado público a que se refiere el art.242 del C.P es autor directo del delito de
pues éste sólo puede ser cometido por un funcionario público. Además concurrió infidelidad en la custodia tipificado en esa disposición, tanto cuando convence a un
una cuarta persona que carecía de cualificación y era, por consiguiente, extraneus. tercero cualquiera de que los documentos o papeles que le están confiados por
De los cualificados, sólo dos de ellos, A y B, estaban coludidos para cometer el razón de su cargo son basura desechable y le pide que lo ayude a deshacerse de ellos
delito, a1 cual el tercero, C, era ajeno; pero precisamente era C quien estaba arrojándolos al incinerador, como cuando hace lo mismo con otro funcionario.
facultado para extender los padrones y, en consecuencia, sólo él contaba con la
posibilidad de consignar en ellos una falsedad. Para lograr su objetivo, A y B b) Autoría mediata
alteraron la información que sobre los vehículos contenía la base de datos del
computador de que se servía C, a causa de lo cual éste, engañado por ese subter- En los delitos de infracción de un deber la autoría mediata presenta peculiarida-
fugio, otorgó a varios de ellos padrones que los autorizaban a funcionar como des más acusadas que las otras formas de autotia y, asimismo, algunos problemas de
taxis, aunque carecían de los requisitos técnicos exigidos para prestar tal servicio solución difícil y discutida.
y, por ende, para obtener dichos padrones. Así, los automóviles pudieron ser ven-
1.- Es autor mediato, en primer lugar, el intraneus que induce a un extraneus a
didos a un precio más ·elevado a compradores que se proponían, precisamente,
ejecutar por él el correspondiente hecho típico. Así, en nuestro ejemplo de partida,
explotarlos como taxis, y estaban dispuestos por eso a pagarlos meior. La CS.
el eclesiástico que desde el extranjero convence al extraneus que permanece en Chi-
resolvió, desde 1uego, que D, el cuarto interviniente, debía ser castigado sólo como
le para que éste destruya en forma plenamente responsable los documentos que a él
cómplice, pues el delito era cualificado propio y, por eso, quien no era empleado
le estaban confiados en razón de su cargo, es autor mediato del delito a que se
público no po_día ser autor, "no obstante que su conducta conslituyó una contri-
refiere el art. 242 del C.P., y el ejecutor material sólo cómplice 159
bución decisiva al hecho que, además, se desplegó cuando este se encontraba en
fase de ejecución" de suerte que, si se hubiera tratado de un delito de dominio, se 2.- Como es obvio, también concurrirá autoría mediata en supuestos como los
lo hubiera considerado coautor. A su vez, A y B fueron castigados como autores graficados en el párrafo anterior si el intraneus coacciona al no obligado o se aprove-
directos, siguiendo el críterio aquí sostenido, 156 en atención a que el ejecutor de cha de un error de éste sobre el significado del hecho, sea a consecuencias de un
propia mano actuó sin dolo. Este último, por fin, como es obvio, quedó fuera de error de prohibición, o sobre la concurrencia de una exculpante, o sobre el sentido
toda consideración, puesto que carecía por completo clel dominio del hecho, aunque concreto de la acción o porque se trata de un inimputable. En todos estos casos, sin
su condición de intraneus lo habilitaba para ser autor. La sentencia pone de mani- embargo, la autoría mediata del hombre de atrás se funda en su condición de intraneus
fiesto que, en los casos de concurrencia de varios intraneus en 1a ejecución de y no en su dominio del hecho, que en ellos es irrelevante.
delitos de infracción de un deber, la decisión de cuales de ellos son autores y '

cuales no puede depender de criterios propios del dominio del hecho.


3.- Tal como se_ ha explicado antes, el dominio del hecho recobra importancia cuando, lt
para ejecutar el delito, el inlraneus se sirve de otro intranets. 160 Así, por ejemplo, si el funcio-

4.- Del mismo modo que en los delitos de dominio, en los de infracción de un
nario A coacciona al empleado público B para que destruya los documentos y papeles que le
habían sido confiados conjumameme con él, 161 o for:ia una situación de necesidad, haciendo il
deber puede darse aut01ia directa o ele propia mano, autoría mediata y coaut01ia. Cada 1
una de esas categorías, sin embargo, presenta ciertas peculiaridades derivadas de las
características especiales de los delitos a que se refieren.
m

15

159

160
b
Supra, l, a), 2. En todo caso, atendida la naturaleza de los deliLos de infracción de un deber, estos supues-
tos son aquí aún más infrecuentes que en los de dominio y constituyen apenas una curiosidad,
Supra, T, a), 3.
Así, ROXI~, Autoria, 34, III, págs. 391 y sigls.
Supra, antes de a), 3.
i1
m C.S., 22 de mayo 2001, GJ Nº251, págs. 128 y sigts.
Júl El hecho a que se refiere la sentencia citada en el lugar citado en la nola anterior difiere de éste, porque allí
el ejecutor material obraba sin dolo y, por consiguiente, las personas de atrás eran autores directos. Ese 1
156
Supra, l, a), 3. supuesto corresponde más bien a los tratados supra, a), in fine. 1
1

618 619
DERECHO PEKAL ! PARTE GEl\"ERAL / Enriy_ue Cury Grzúa
CAPÍTULO XI/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELTTO

creer al otro que la única manera de evitar un mal mayo~ es sustrayendo tales papeles y
documentos, etc_ En tales supuestos A es autor mediato, ya no sólo porque es intmne-us sino III LA AUTORÍA EN LOS DELITOS DE PROPIA MANO
más bien a causa de su mayor dominio de la configuración del hecho.
Son delitos ele propia mano aquellos en los cuales, como el nombre lo indica, sólo puede
4.- Es muy discutido el caso en que un extraneus se sirve para la ejecución del ser autor quien ejecuta físicamente el hecho descrito por el ttpo. A causa de ello, no
delito de un intraneus que obra sin dolo. Así, prosiguiendo con nuestro ejemplo, si el admiten autoría mediata, y ni siquiera la autoría directa mediante instrumentalización
extraneus A, engaña al funcionario E, convenciéndolo de que quien le confió los do- de un tercero no doloso 166 o en que se lo emplea como un puro objeto. 167 El ejem-
cumentos y papeles en razón de su cargo, desea que los haga desaparecer, destruyén-
plo que se cita frecuentemente es el incesto del art. 375 del C.P. Únicamente existe
dolos. En supuestos de esta clase, Roxin aprecia participación del extraneus en el
incesto punible si se da dolosamente el acceso carnal entre dos de los parientes
hecho no doloso del obligado, lo cual lo conduce a sostener que en los delitos de
mencionados por la disposición. En cambio, si alguien engaña a dos hermanos para
infracción de un deber la participación no requiere en general que el autor haya actua-
que, sin reconocerse, tengan una relación sexual (caso académico de "la regenta del
do con dolo. Este punto de vista no ha logrado imponerse 162 y, en verdad, me parece
burdel de Hamburgo", ideado por LISZT) el incesto debe excluirse del todo, el
desacertado. Es cierto que en estos casos la imposibilidad de castigar como partícipe
hombre de atrás no es autor mediato y, como los ejecutores físicos obran sin dolo,
al hombre de atrás conducirá a su impunidad o, cuando menos, a sancionarlo por un
tampoco puede casligárselo como partícipe. .
deliLo de muy inferior gravedad. Esto es visto por ROXIN como una "laguna de
Como lo destaca NOVOA, 168 los criterios para la determinación de los delitos
punibilidad" intolerable. Pero eso no resulta censurable si se tiene en cuenta que aquí
de propia mano son inciertos. Así, hay autores para los cuales no existen, 169 mien-
de lo que se trata es de sancionar la colaboración en la infracción de un deber que, en
tras otros incluyen entre ellos a casi todos los hechos punibles cuyo comportamien-
tamo el ejecutor obraba sin dolo, no ha ocurrido realmente, y que para el hombre de
atrás era imposible puesto que para él la obligación no existe. Por otra parte, aun to importa una cierta actividad sexual, 170 a los delitos de simple actividad en gene-
prescindiendo de lo anterior, siempre es "más importante que no se pierda la determi- ral y a los de omisión.
nación que el dolo garantiza en los tipos a que la participación se refiere" .163 También en este punto han contribuido a esclarecer considerablemente la cues-
tión las investigaciones de ROXIN, el cual, luego de revisar críticamente los distin-
5- No existe problema, en cambio, cuando el extraneus se sirve de coacción para tos criterios propuestos por la doctrina anterior para deLerminar que delitos serían
conseguir que el obligado eJecute el hecho, o se vale para ello del error en que éste de propia mano, 171 sugiere atribuir a esa categoría dos grupos de hechos punibles:
se encuentra sobre la significación real del acontecimiento. Como en estos casos el a) Los "delitos de autor Jurídico-penal" o delitos de estado (infra, 1) y b) Los "delitos
intraneus obra dolosamente y, según se ha explicado 164 es, además, autor -si bien vinculados a determinados comportamientos, sin lesión de bien JUridico" (infra, 2).
impune- no existe inconveniente para castigar como partícipe al hombre de atrás.
1.- Los "delitos de autor ¡urídicÓ-penal" o delitos de estado son aquellos me-
diante los cuales el legislado~ castiga, no un comportamiento del sujeto, sino una
e) Coautoría
cierta condición suya o un modo de ·vida muchas veces no dependiente de su vo-
Puesto que no pueden ser autores, los extraneus tampoco pueden ser coautores luntad. Se trata aquL, pues, de manifestaciones de un derecho penal de autor, cierta-
de un delito de mfracción de un deber En ellos, pues, sólo cabe coautoria cuando mente reprobables, 172 de las cuales en la legislación nacional, por fortuna, no que-
dos obligados obran conjuntamente, haciendo cualquier aportación al hecho. dan casi vestigios. En efecto, una vez derogados por Ley N° 19.567 de 1998, los
delitos de vagancia y mendindad, a que se referia el párrafo 13 del Título VI ddhbro
d) El problema dogmático en los delitos de infracción de un deber , ¡¡ del CP, arts. 305 y sigts., sólo resta, posiblemente, la figura de la promocrnn o
facilitación habitual de la prostitución de menores de edad, del art. 367 del C.P.,
Como en los delitos de infracción de un deber la condición de autor pertenece mediante la cual no se castiga el ataque al bien Jurídico -en este caso, probablemen-
únicamente a quien ostenta la cualidad personal de autor exigida por el Lipa, la te la libertad sexual de los menores- sino más bien una actitud de vida que sólo
autoria se deduce siempre directamente de este último y, en principio, el art. 15 del p~ede ser adoptada personalmente por el promotor o favorecedor, y cuya provoca-
CP no Juega a este respecto papel alguno. Hacen excepción sólo aquellos supuestos ción por otro, sirviéndose de engaño o coacción, es prácticamente m1magmable.
en que intervienen en el hecho varios intraneus, en los cuales h'ay que estarse a las
reglas dadas sobre el particular más arriba. 165
1
M Supra, 38, I, a), 3.

io¡· Supra, 38, T, a), 2.


1
~OVOA, 11,446, pág. 183. _ .

161
2
Veáse, por todos,JESCHECK, 61, Vll, 2, pág. 597; WELZEL, 16, 1, 2, págs. 16] y sigts.
JESCHECK, 61, Vll, 2, pág. 597 in fine.
1w
"''
Cfr., especialmente en \s~its.
MEZGER, II, 58, ll, p~gs. 297 y 298; ROXlN,1u.to~a'. 35, 1, pags. 43_2
164 no Yo misrno he sostenido este entena, que aqm se abandona, hasta la 2 Ed1c10n, JI, 38, b), pag.
Supra, l, b), aa) y bb).
165
171
Para el detalle, véase ROXIN, Autorfrl, 35, ll a IV págs. 436 a 444.
Supra, antes de a), 3. 172
Supra, 3, VI

620 621
DERECHO PENAL/ PARTE GEl\ERAL / Enrique Cury "Crzlia CAPÍTULO XI/ i;L CONCURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

2.- Los "delitos vinculados a determinados comportamientos", son, en rigor, hechos cláusulas de subsidiariedad contenidas en los arts. 16 y 17, inc. primero, del C.P.,
punibles sin víctima, mediante los cuales se castigan conductas que contradicen las las cuales deben entenderse válidas también respecto de los instigadores a que se
convicciones morales del grupo social predominante, pero no lesionan o ponen en pe- refiere el an. 15, N° 2°, segunda parte, y de los cómplices tratados como autores en
ligro un bien Jurídico. Puesto que lo que se reprueba es la iurnoralidad intrínseca de la el Nº 3º de ese mismo artículo. 173
conducta, sólo pueden ser cometidos directa, dolosa y libremente --esto es, a conciencia La participación es intervención en un hecho ajeno, esto es, en el que se encuen-
de que el que se eiecuta es el hecho éticamente reprochable, y con el objeto deliberado Lra bajo el control de otro. Este aspecto no está, pues, determinado únicamente por
de obtener la satisfacción censurable-. Un comportamiento de esta clase, que se realiza el "ánimo" con que obra el partícipe, sino también -y principalmente- por la índole
ignorando su naturaleza y, por ende, su inmoralidad, o únicamente forzado por una de su situación objetiva en relación con la consumación. El partícipe colabora a la
coacción, pierde lo que constituye la esencia de su reprobabihdad y, en consecuencia, consumación, pero no está en condiciones de decidir sobre ella. La cuestión, por
un hombre de atrás no puede provocarlo sirviéndose del ejecutor como de un instru- consiguiente, no depende del 11 interés 11 que tenga en los resultados. El inductor es
mento, pues lo que éste hiciera en tales circunstancias no satisfaria las exigencias del tal, aun cuando tenga el mayor interés en que el hecho se consume, si la posibilidad
tipo y sólo podrían dar origen -si acaso- a un hecho punible distinto. de resolver que así ocurra queda al arbitrio del ejecutor material desinteresado,
También los supuestos de este grupo de casos han ido desapareciendo paula- pero que conserva en sus manos las riendas de 1a conducta típica. Este último, a su
tinamente de la legislación. Derogado el tipo de la sodomía consentida del anti- vez, nunca será cómplice sino autor, aunque obre guiado por el puro ánimo de
guo art. 365 inc. primero del C.P. -del cual, en mi opinión, se diferencia en este colaborar. 174
punto el acceso carnal con menor de 18 años del mismo sexo del aULor del art. En los ordenamientos jurídicos que consagran el encubrimiento como un delito
365 reformado- pareciera que el único que resta es, como ya se ha destacado, el sui géneris en contra de la administración de justicia, los actos realizados por los
del incesto, del art. 375. partícipes pueden calificarse en general como preparatorios. En el caso del nuestro
tal cosa no es posible, pues los encubridores, considerados partícipes por la ley,
3.- Los restanLes atentados sexuales, en cambio, deben excluirse del grupo de delitos de obran después de la consumación. De aquí la limitación introducida a este respecto
propia mano, porque tienen un bien jurídico claramente identificable. Así, por ejemplo,
en la parte final del concepto.
nada obsta a la existencia de autoría mediata mediante coacción, en el caso de una violación,
pues aquí el hombre de atrás ataca, sirviéndose del instrumento, la libertad sexual de la
víctima, sin que nada importe que él no experimente la satisfacción de ejecutar el acceso 2.- Desde el punto de vista subjetivo, sólo puede ser partícipe quien actúa
carnal, pues lo que en este caso se :reprueba es el quebranlamiento de la voluntad conlraria dolosamenLe. 175 No existe la participación culposa. El que colabora con su conduc-
del ofendido u ofendida, y no la obtención de un placer prohibido.
Por esta rnzón, lambién pueden negar la cualidad de delito de propia mano al incesto
ta imprudente a 1a realización de un hecho típico es autor único del correspondien-
quienes creen que tal hecho atenta contrn la integridad de la estirpe por las consecuencias te delito culposo, siempre que se cumplan los requisitos exigidos para ello. 176 En
dañinas que tendria para la descendencia la relación sexual entre parientes próximos. Pero todo caso, para que exista dolo del participe, es suficiente el dolo eventual. 177
esle pretendido resultado lesivo contradice hasla ahorn los hallazgos científicos más respeta-
bles y, mientras sea así, el criterio expuesto no puede ser suscrito. Por otra parte, también el hecho del autor tiene que haberse ejeculado dolosamente para
que exista participación en él. La insügación o colaboración dolosa en el acto culposo de
4.- Lo mismo que se ha dicho para los delitos sexuales, vale para los de simple actividad olro es, en realidad, autoría directa. 178
y los de omisión. Ninguno de ellos es necesariamente un delito de propia mano.
3.- Las formas de participación, en cuanto constituyen causas de extensíón de la
pena a hechos distintos de los tipificados por la ley, requieren de una fundamentación
§ 39. LA PARTICIPACIÓN Y SUS FORMAS especial.
A este respecto, hoy se considera abandonada la vieja teo,ia de la participación
I. GENERALIDADES basada en la culpabilidad, según la cual al partícipe se lo castiga por haber conducido
al autor a la culpabilidad y la pena, cooperando, además, con el hecho. Una concep-
Es partícipe, en general, el que interviene dol,osamente en un hecho ajeno sin concurrir ción como esta no explica la dependencia de la pena de los partícipes de la del autor
a la e1ecución de la conducta típica ni contar con el dominio de e!la, realizando ciertos (artículos 50 a 54 del Código Penal) aparte de que, lógicamente, debería conducir a
actos descritos en forma expresa por la ley y que de ordinario revisten un carácter prepa-
ralorio o de colaboración ulterior a la consumación.
w Supra, 38, I, e), ce).
1 Supra, 38, I, a)
1.- La participación, como se desprende del concepto ofrecido, Liene naturaleza ll'-

m MAURACa ll, 50, m, B,l, pág. 359


subsidiaria. Sólo puede ser partícipe aquel de quien se ha decidido ya que no es 1
'G WELZEL, 16, U, 3, pág. 167. en relación al instigador. AsimisrnoJESCHECK, 64, III, 2, pág. 626.

autor. En nuestro ordenamiento jurídico, por lo demás, esta caracteríslica se en- 177
Supra, 18, III, e).
-,e Supra, 38, l, a), 3
cuentra expresamente establecida para los cómplices y encubridores mediante las

622 623
CAPÍTULO XI/ EL CONCURSO DL PERSOC'AS EN EL DEUTO
DERLCHO PENAL/ PARTE GENERAL/ buique Cury Urzüa

la impunidad del partícipe cuando el autor es inculpable, lo cual es incompatible Pero la inducción directa puede ser no sólo expresa, sino también tácita. Cuando
con el principio de accesoriedad media acogido expresamente por la ley. 179 Yago hace sustraer el pañuelo que Otelo había obsequiado a Desdémona, entregán-
Actualmente, por esto, predomina la teoría del favormmiento (o de la causación), dolo luego a Casio con el objeto de que el moro crea que su cónyuge lo engaña con
con arreglo a la cual al partícipe se lo sanciona porque concurre a la realización de la su lugarteniente y se decida a darle muerte, incurre en instigación. Lo que importa
acción típica y antijrnidica provocando el dolo del que ejecuta el hecho o cooperando es que se actúe positivamente con el propósito de formar en el tercero la resolución
mediante actos anteriores o simultáneos. Así, la concepción precisa que el partícipe delictual.
no quebranta por sí mismo la norma que subyace al tipo del delito, sino que colabora En el derecho comparado se exige que el inductor ejerza una influencia espiri-
a la infracción de tal norma por el autor. De este modo se explica la dependencia de la tual sobre el inducido, 185 aludiendo con ello a una comunicación verbal u otra
punibilidad de los partícipes respecto de la del autor, así como que de este último sólo semejante. Tal exigencia es correcta si se la entiende como un mínimo pues, de
186
se requiere que haya actuado de manera típica y antijuridica. 18º conf~rmidad con los criterios que se han acogido precedentemente y con lo que
preceptúa el artículo 15 nº 2 ° del Código Penal, también puede concurrir inducción
Esta fundamentación no es idónea para explicar la sanción impuesta a los encubridores. cuando, más allá del simple influjo psíquico o espiritual, el inductor se sirve de
No es raro que sea asl, pues estos no son verdaderos partlcipes y, por eso, su comporLamien-
Lo está desvinculado del de los auLOres. Por eso, inevi.Lablemente quedan fuera de todos los coacción que, no obstante, no es suficiente para excluir normativamente la cu1pabi-
intentos de sislematización. m lidad del autor -en cuyo caso la instigación dejaría de ser tal y se transfonnaría en
autoría mediata- pero si para impulsar al coaccionado a decidirse a ejecutar el deli-
4.- Con arreglo a lo que ya se ha expuesto al respecto, 182 la ley en ,~gor distin- to, posiblemente con su libertad dismtnuida pero no suprimida, por lo menos des-
gue tres formas de participación en el hecho de otro: instigación, complicidad y encu- de el punto de vista del ordenamiento juridico en vigor. De lo expuesto se deduce,
brimiento. En los apartados siguientes se trata sucintamente de cada una de ellas. en primer lugar, que la inducción requiere a lo menos de un influjo psíquico, pero
que puede continuar siendo tal también cuando la intervención es más intensa, e
incluso si se manifiesta en actos de fuerza; en segundo que, por lo mismo,
II. INSTIGACIÓN.
dogmáticamente la inducción no sólo se encuentra asilada en el artículo 15 nº 2 º,
Es inductor el que, de manera directa, forma en otro 1a resolución de ejecutar segunda parte, sino también en la primera parte de ese precepto, pues a veces la hay
187
una conducta dolosamente típica y antijurídica. cuando se fuerza directamente a otro a cometer el delito.

1.- Para que pueda hablarse de inducción es menester que el agente haya forma- Cuando el influjo es sólo psíquico, su nivel de intensidad debe apreciarse caso por _caso.
Así, no será el mismo el que se exija para formar la voluntad de cometer un hurto en la Joven
do en el inducido la voluntad de obrar, y de hacerlo, precisamente, en el sentido del dependiente de una tienda, que hasla ahí ha observado un comportamiento honesLo, que el
tipo. Esto presupone la libertad del autor en la decisión delictiva, que, si bien es requerido para convencer de ejecutarlo a un ladronzuelo avezado al cual, probablemente,
Causada por la intervención del instigador, en última instancia es adoptada cons- bastará con sugerirselo y ponderarle las ventajas brindadas por la ocasión
Fmalmenle, la exigencia de que la i.nducción sea directa excluye la posibilidad de sancio-
cientemente por el ejecutor como suya. nar la "inducción en cadena" -esto es, la del inductor que induce a otro a inducir-. Se
induce al hecho, no a una conducta-sólo accesoria que yace ya excesivamente distante de la
2.- El inductor debe obrar de manera directa -vale decir, mediante actos positi- configuración del acontecimiento típico.
188

vos orientados a ese objeto- en la formación de la voluntad delictuosa del autor. Así
lo exige expresamente el art. 15, Nº 2º, segunda parte. 3.- Para que la inducción sea punible es preciso que la voluntad de delinquir del
Esta exigencia excluye la posibilidad de una instigación omisiva. Si alguien se autor se exteriorice al menos en un principio de ejecución. 189 Por consiguiente, la
abstiene de disuadir a un sujeto que le consulta sobre la conveniencia de cometer instigación no aceptada no es punible, 19 º aunque en los casos en los que la ley la
un delito, declarando que prefiere no emitir una opinión al respecto, no se le podrá pena excepcionalmente, puede ser castigada como proposición a delinquir, del artí-
calificar de instigador, aunque su silencio sea determinante en la formación de la culo 8 inciso segundo del Código Penal, siempre que se den los restantes presu-
voluntad del autor. 183 De otro lado, queda categóricamente establecido que la insti-
gación culposa no es punible; algo que, de todos modos, sería preciso haber afirma- M. JESCHECK, 64, In, L pág.626. WELZEL, 16, II, 1, pág.166. Más exigente JAKOBS, 22, 22, págs. 805 Y
do de acuerdo con las reglas generales. 18 + 806
me, Supra, 38, l, b), aa), l. . . . . . .
rn, En el mismo sentido ETCHEBERRY, 11, págs. 90 y sigts., qmen, sm embargo, prefiere d1stmguu enlre
rn lnfra, 40, ll, bb). forzamiento e inducción, plegándose así estrictamente al tenor de la ley; como en el texto, GARRJDO, Il,
180
JESCHECK, 64, l., págs. 624 y 625. En el mismo sentido, con algunas varianr.es,JAKOBS, 22, I, págs. 794 99, 5, págs. 309 y 310. . ,,
y sigts., en especial 9), pág. 798. Véase también MAUR.A..CH, ll, 50, Tll, D, págs.365 y 366. me ta inducción en cadena es admitida, en camb10, usualmente entre los autores alemanes. Yease, por todos,
1 1
~ Para más detalles, infra, IV a) JESCHECK, 64, lll, 2, a), pág.626; con limitaciones,JAKOBS, 22, LII, 30; pág·s. 809 y 810.
182
Supra, 37, II, antes de A. is 9 lnfra, 40, II, 2.
lcl> JESCHECK, 64, m, 6, pág.630 19D NOVOA, 11, 456, pág. 213.
tM Supra, l.

625
624
Df'RF.Ci-10 PF."!Af_ / PARTE GEN\.'RAL / Enrique Cmy Urzús
CAPITULO XI/ EL CONCCRSO DF. PERSONAS El\ EL DEUTO

puestos de ésta. De otra parte, limitarse a reafirmar una voluntad delictiva ya exis-
tente no constituye instigación; pero sí lo es restablecer una decisión que previa- 5.- De acuerdo con lo expuesto en el párrafo anterior la inducción debe referirse
mente se había abandonado, o inducir a un delito más grave que aquel que el autor a un hecho determinado. Sin embargo, puesto que el inductor carece del dominio
se disponía a ejecutar. del hecho, su posibilidad de hacer precisiones es limitada. Por eso, los detalles del
plan y su ejecución concreta quedan abandonados al autor, 195 pero no las desvia-
4.- Como se trata de formar una voluntad, el instigador ha de ejercer sobre el ciones esenciales ni el exceso en el dolo, los cuales no gravan al instigador.
autor una influencia determinante y orientada a la ejecución precisa de una acción
típica. Por esto no configuran inducción los consejos vagos relativos a la convenien- 6.- La instigación se refiere a la ejecución de un hecho típico y antijurídico. Puesto
cia de entregarse a la vida delictual o las apreciaciones generales sobre los "infortunios que la ley habla expresamente de inducir a "ejecutar", de ello debe deducirse que
de la virtud". De aquí se deduce, también, que solo puede existir inducción a la solo existe instigación a la autoría. 196 No es punible, en consecuencia, la inducción
realización de un hecho doloso. 191 a inducir o a prestar una simple colaboración accesoria (complicidad). 197
El dolo del inductor debe ser dolo de consumar. Si, por el contrario, el hombre de
Por otro lado, la exigencia de que se determine a la realización de un .hecho típico y
atrás sólo pretende que el autor intente el hecho, porque está seguro de que fracasa- antijuridico constituye sólo un mínimo. Por supuesto, si el qeculor .no real12a :-1~ª ~~c1ón,
rá, su conducta no constituye inducción y es impune. sino que es forzado a un movimiento o si medianle enga~o ~e lo dec.1de al~ ~enficac10~ no
dolosa del acto, no hay inducción sino autoría directa. As1m1smo, la mducc10n _para realizar
La situación descrita cobra importancia práctica en los casos de agentes
una acción justificada es, por regla general, impune o configura una h1pótes1s de autoría
provocadores, esto es, individuos que, generalmente coludidos con la policía -e, mediata en los raros casos en que el inductor ha forjado para el ejecutor una causal de
incluso, pertenecientes a veces a ella- inducen al delincuente a perpetrar un hecho justificación. Pero la aULoria mediata puede desplazar también a la instigación---:-con arreglo
punible con la finalidad de sorprenderlo infragami para posibilitar su persecución al principio de que el autor es siempre el concepto prevalente en la concurrencia- en casos
en los cuales el inductor "se ha servido" conscientemente de un mediador cuya conducta es
penal. De acuerdo con lo expuesto, en la medida que el "agent provocateur" no quie- solamente inculpable. Así pues, la instigación requiere, por to menos, que el ejecutor haya
re que el delito se consume, habtia de quedar impune, prescindiendo de los reparos obrado en forma típica y antijurídica, pero puede también darse habiendo más, y usualmen-
éticos que pueda generar su aclividad. 192 Sin embargo, esta conclusión debe ser le será así ya que en los casos en que el autor obra de manera inculpable lo corriente es que
sea sustituida por autoría mediata. 198
limitada teniendo en cuenta que, con su conducta, el agente provocador pone en
peligro concreto al objeto del ataque; como, por otra parte, para la inducción basta 7.- La pena contemplada por la ley para el inductor es la misma establecida para
con el dolo eventual, si el provocador se conforma con que el hecho punible, dado los autores, a los cuales el artículo 15 los asimila precisamente con este propósito.
el caso, se consume, sin exteriorizar una voluntad de evitación, se transformará en Esto no constituye una particularidad de la ley positiva chilena, porque esta equipa-
un auténtico instigador y deberá castigárselo como tal. 193 ración es común a la gran mayoría de los códigos actualmente en vigor. A ella objeta
Esto aparece de manifiesto en una ley que, como la 19.366 sobre Tráfico ilícito de Estupe- JACKOBS el distanciamiento del inductor respecto de la perpetración del hecho, y
facientes, autoriza expresamente tales comportami.enlos, seguramente en consideración a la su falta de dominio de la configuración. 199 Sin embargo, esta crítica no me parece
especial dañosidad social que se atribuye a los delitos contemplados en ella. En efeelo, el
convincente pues, a pesar de ese alejamiento, no ha de olvidarse que, a fin de cuen-
arlículo 34, inciso 3° de ese texto legal, al definir al "informante", expresa que lo es "quien
suministra amecedenLes a los organismos policiales acerca de la preparación o comisión de tas, el instigador es quien da el "impulso decisivo" al delito y, en muchos casos, su
un delito o de quienes han participado en él, o que, sin tener la intención de cometerlo, y con comportamiento puede incluso merecer una pena más severa que la del autor.
conocimiemo de dichos organismos, parlicipa como si fuese agente encubieno, en los tér-
minos señalados en el inciso anterior"; de donde se deduce que si, por el contrario, el "infor- 8.- Entre nosotros, ETCHEBERRY amplía desmesuradamenle el ámbito de la inducción
mante" actúa con dol'o de consumar, ya no estará cubierto por la exención de responsabili- pues, en su c1fan de suprimir del sistema la noción de la autoria media:a, incorpora a la
dad que le acuerda la disposición. Lo mismo debe concluirse para los "agemes encubiertos" instigación todos los casos de esta última, incluyendo supueslos en qu: el mstrumento obra
de que trata el inciso 2° de ese mismo arlículo, puesto que a ellos se les exige que simu./en sin dolo. 20º Esto puede explicarse aparenlemenle, porque ese autor s1tua el dolo en la culpa-
"estar interesados en la comisión del de1ito que se investiga", lo que excluye la decisión de bilidad y, por eso, diríase que la autoría es, a su criteno, independ1en:e d_e _lo qu,~ el autor
conformarse con la perpetración de tal hecho. 194 sabe y quiere. 2 º1 Sin embargo, esto no.es realmente asi, pues como el sltu~ la voluntad
finalista" en Ja acción, 202 y a su julcio "el dolo, sistemáticamente, es la. i:msma voluntad
191
BOCKELMANN, Relaciones entre autmíay participación, cit., 11, pág. 69. finalisla que imegra la acción, pern recibe esle nombre después de ser cahftcada o valorada
192
Sobre ello, véase GARRIDO, ll, 99, 5, d), pág.312
193
• JESCHECK, 64, Ill, 2, b), pág. 627; incondicionado, en cambio. en VVELZEL, 16, ll, 3, pág.167, que
representa la posición predominante en la doctrina 195
w En este sentido, aunque con algunas imprecisiones lerminológicas, la semencia de la Corte Suprema de 31 JAKOBS, 22, llI, 27, pág.808.
196
de Octubre de 200], con arreglo a la cual el agente encubieno "no puede ser ageme inductorn De ahí, en NOVOA, ll, 456, pág. 213.
197
todo caso, no puede deducirse, como lo hace el fallo, que "agente inductor" y "agente provocador" sean Ídem
19H JESCHECK, 64, 1, l, pág.624: C1ertamente son raros en la prncuca los casos de pamctpac10n en el hecho
términos sinónimos, ni que el ageme encubierto no sea un agente provocador. Es interesatlle, además, la cita
del informe de la Comisión Especial del Problema de la Droga en Chile, emitido en sesión ::,..Jº '57, de 30 de de un auLor incapaz de culpabilidad, pueslo que habría, por lo general, autona mediata"
1
Marzo de 1993, págs. 5.157 en adelante, con arreglo al cual "el agente encubierto en 1a medidc1 qw: no induzca 9:¡ JAKOBS, 22 JJT . .31, pág.810.
a la comisión de cm delito no incum: en ninguna infracción del Upo penal." Algún reparo merece, en cambio, la ETCHEBERRY, 11, pág.97.
afirmación, comenida también en la semencia, de que el agente encubieno sea una institución "loable" (sic) M ETCHEBERRY, I, especialmente págs. 273 y sgtes.
J.oi. ETCHEBERRY, l, pág.175.

626
627
DPRECHO Pf't\AL / PARTE GFt\ERAL / Enrique Cury Urzúa CAPITl_;LO XI/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

como reprochable" 2 º3 , resulta que en el caso del instrumento no doloso que actúa sin volun- Con arreglo a lo :xpuest?, incurre en enc_ubrimi.ento A si oculta el material pornográfico
tad final de provocar el resultado que ocasiona, lo que falta no es ya sólo la culpabilidad, elaborado por E mientras este adopla med1das encaminadas a su difusión ulterior. Por el
sino la acción. Ahora bien, que pueda hablarse de participación (inducción) en el hecho de c?1:"trario, i~cu_rre en complic~dad el que, dos_ días después del secuestro, se hace cargo de
quien no realiza siquiera una conducta (típica), me parece indefendible. v1gilar a la v1clm1a, que todavia permanece pnvada de libertad, para impedir que se fugue.

4.- la cooperación anterior al hecho puede consistir en meros actos preparato-


IH. COMPLICIDAD rios. Pero es necesario que ese auxilio sea aprovechado realmente por el autor y que
éste alcance a efectuar actos de ejecución pues, en caso contrario, se dará sólo una
Es cómplice quien coopera dolosamente a la eJecucíón del hecho de otro por aclos tentaliva de complicidad impune.
ante1iores o simultáneos.
5.- El cómplice debe obrar con dolo de consumación, igual que el instigador. 213
1.- La cooperación implica una aponación consciente (dolosa) 2º4 a la tarea que No hay complicidad imprudente (culposa), si bien ésta puede constituir autoría
se sabe y quiere común. No es necesaria una intervención causal. Basta con un simultánea. En todo caso, basta con el dolo eventual. 214 Quien presta colaboración
auxilio que facilite o haga más expedita la eiecución del hecho, aunque sin ella éste en la convicción de que el hecho no se consumará, no es cómplice punible.
también hubiera podido realizarse, pero siempre que el autor se haya servido efec-
tivamente de la colaboración prestada, 205 pues en caso contrario nos encontramos 6.- E1 autor no necesita estar enterado de la colaboración que le presta el cómplice
ante una pura tentativa de complicidad (impune). Tampoco se requiere una ayuda y, por consiguiente, tampoco requiere consentir en ella. Así, hay complicidad punible
material. El simple auxilio intelectual o moral es suficiente. 206 Asimismo esconce- si la doméstica A, que se ha enterado por otros de que su amante B se propone entrar
bible una cooperación omisiva, pero sólo si el cómplice estaba jurídicamente obli- para robar a la casa en la que presta servicios, deja esa noche la puerta sin asegurar
gado a actuar para evitar la consumación. 2°7 para facilitarle el acceso, auxilio del cual el autor es inconsciente. Esto es asi porque e1
cómplice sólo presta colaboración a un hecho ajeno, de manera que en su caso no se
2.~ La complicidad exige que la colaboración se preste mediante actos anteriores requiere el acuerdo de voluntades exigido para la coautoría. 215
o simultáneos (art. 16 C.PJ Actos posteriores a la consumación no constituyen
complicidad sino encubrimiento. En verdad aquí no hay ya cooperación, porque no 7.- La ley trata a los cómplices de dos maneras distintas:
se pueden hacer aportes a la realización de un hecho concluido. Sin embargo, es aa) Un grupo importante de ellos es asimilado a los autores para los efeclos de
preciso diferenciar de esta última situación la de quien ha comprometido antes de la
su punibilidad. Aquí deben considerarse:
ejecución su colaboración ulterior, pues en este caso la promesa constituye una
forma de auxilio moral que basta para configurar la complicidad, pudiendo, inclu- 1) Los que, concertados para la ejecución del hecho, facilitan los medios con
so, haber sido determinante para la perpetración del hecho. 208 que se lleva a efecto (art. 15, Nº 3°), en aquellos casos en los cuales no puedan ser
estimados como autores, a causa de que no cuentan con el dominio del hecho. 216
3.- Como la ley exige que la complicidad se materialice en una coopernción anlerior o
sünultánea a la ejecución del hecho punible, constiluye sólo encubrimienlo la actividad de La característica fundamental de esla forma de complicidad, y determinante de
quien presta ayuda después de la consumación formal, al aULor de un ddito de resultado su asimilación al castigo de los autores, es el concierto previo. Dicho concierto impli-
cortado 209 para que satisfaga la finalidad ulterior cuya persecución decide sobre la tipicidad ca un acuerdo expreso de voluntades y una planificación previa a la ejecución, y se
de la conducta respectívaYº Esta solución no es satisfactoria, pero la impone el texto legal.
En cuanto a los delitos permanentes, en cambio, debe calificarse como complicidad toda cola- diferencia, por ende, de la mera convergencia del dolo.
boración que se prop!)rcione al autor mientras persiste en mantener la situación jurídicamente
indeseable cuya finalización depende de su voluntad. 211 Puesto que la consumación se extien- YAÑEZ 217 11eva más lejos las exigencias dirigidas al concierto, del cual pretende que sólo
de a todo ese periodo, tales actos de cooperación deben considerarse simultáneos a ella. 212 puede apreciarse cuando supone una división del trabajo determinando la auloría de todos
y cada uno de los concertados. Me parece que esto significa apurar demasiado el significado
del conceplo, al que ni la ciencia ni la práctica aceptaran interpretar de manera tan restricti-
203
ETCHEBERRY, I, pág. 274. va. A mi modo de ver, por otra parte, el solo hecho de concerlarse no puede convertir
204
BOCKELJ\.1.ANN, Relaciones entre autoria y particlpación, cit., Il, pág. 69; JAKOBS, 23, 16, pág. 816; también en ejecutores a quienes realizan conductas accesorias y de mera colaboración.
JESCHECK, 64, lV, pág. 630. Claro está, lo que es abarcado por el tipo únicamente puede determinarse con arreglo al
2íl, NOVOA, 11, 458, 1, págs. 217 y 218; POLITOFF y colaboradores, l, pág. 246
plan de los autores, pero éste en ningún caso podrá extender su ámbito a simples conduc-
"ºº ETCHEBERRY II, pág. 100; LABATUT, l; POLITOFf y colaboradores, 1, pág. 246.
tas de facilitación de un medio aislado u otras semejantes, que no aseguran control alguno
207 ETCHEBERRY, lL pág. 100; lABATUT, 1, ; NOVOA, 11,458, IU,pág. 219; POLITOFF y colaboradores, l,
pág. 246.
20
A lABATUT, l, ; NOVOA, 11,458, lL pág. 218. ETCHEBERRY, hasla la l" Edición, 11, pág. 100, se pronun-
ciaba contra este criterio. pero luego abandonó expresamente dicho punto de vista y adhirió a la opinión 113
JESCHECK, 64, Iv~ 2, d), pág.633.
dominante expuesta en el texto, 11, pág.100; en el mismo sentido JAKOBS, 22, 39, pág. 815. 214
Ídem
209
Supra, I, 18, IV, d). m JESCHECK, 64, IV, 1, pág.630.
210
Sobre ello, con detalle, CURY, Tentativa y delitofrnslrado, cit., 47, págs. 90 y sigts. 216 Sobre las situaciones en que ocurre esto último, supra, 38, 1, e), bb) y ce)
211
lnfra, 42, 11, b). lF YAÑEZ, op. cit., l\l, pág. 59.
212
CURY, Tentativa y delitofrnstrado, cit. 47, pág. 91, con bibliografía; LA.BATUT, l,

628 629
DERECHO PEN.\L / PART\' GENERAi. 1 Enrique Cury Urzüa
CAPITULO XI/ !.'.l. CONCURSO DE Pl:'RSONAS EN EL DEUTO

sobre la consumación y que, además, suelen ejecutarse antes <le que la ejecución haya
principiado. 218 dad a su ejecución, realizando alguna de las conduelas descritas en los cuatro numerandos
que contiene esa disposición.
El medio facilitado ha de ser empleado en la ejecución o, al menos, en el principio
de ejecución del hecho, Si así no ocurre, la conducta queda impune, pues configura la apreciación del encubrimiento como una forma de participación en el he-
un acto preparatorio irrelevante.21 9 El criterio contrario, sostenido equivocadamen- cho ajeno -concretamente como auxilio posterior al acto- corresponde a un tra-
te por la Comisión Redactora en su sesión 126, y seguido por una parte de la litera- dición muy antigua, por lo menos en el derecho germánico, que subsistió hasta
tura nacional, 22 º pretende sancionar esta siLuación con arreglo al art. 16 de1 C.P 1995 en el espafiol. 222 Sin embargo, actualmente esa consideración es objeto de
Esto es inaceptable, Involucra castigar una simple tentativa de comphc1dad, lo cual, críticas, sobre todo porque, como la intervención del encubridor es posterior a la
como certeramente destaca NOVOA, significa punibilidad de las puras intenciones, ejecución, falta por completo la relación de causalidad entre aquélla y el resultado
tipico. 223 Por otra parte, aun prescindiendo de este aspecto de la cuestión, debe
2) Los que, concertados para la ejecución del hecho, lo presencian sin tomar destacarse que, cuando menos en algunas formas de encubrimiento (favorecimiento
parle inmediatamente en él (art 15, N° 3º, segunda parte), También aquí es decisi- real y personal), el bien jurídico lesionado por la conducta del sujeto no es el
vo el concíerto. La mera presencia, que a primera vista parece inofensiva, envuelve quebrantado por el hecho encubierto, sino el interés en una recta y expedita ad-
una facilitación o reforzamiento de la actividad ejecutiva cuando ha mediado un ministración de justicia.
concierto. En otro caso, ha de quedar impune, salvo cuando importa infracción de A causa de estas consideraciones, la mayoría de los ordenamientos jurídicos
una obligación jurídica de actuar. Por esto mismo, la asimilación de estos cómplices contemporáneos tratan las distintas formas de encubrimiento como delitos sui
a la punibilidad de los autores es defectuosa, ya que la existencia del concierto no géneris, y al mismo tiempo incorporan aquellos casos límites que configuran excep-
sólo agrava el significado de la conduda, sino que es además determinante de su cionalmente situaciones de auténti_ca participación 224 a un concepto más amp1io de
incriminación, lo cual implica haberla valorado doblemente, complicidad, Por lo demás, la naturaleza del encubrimiento exige en algunos casos
Refiriéndose a los casos examinados en este apartado, ETCHEBERRY impugna, con razón, que se lo regule como figura delictual autónoma, de manera tan marcada, que in-
la de.nominación de autoTes cómplices con que suele rotulárselos. Pero también me parece cluso la ley en vigor no ha podido sustraerse a ese requerimiento. Por tal motivo,
equívoca la designación de autores cooperadores prnpuesta por él, 221 pues o se es autor o se para las situaciones previstas en el Nº 4º del art 17 del CP, se ha visto obligada a
es mero colaborador. En realidad, las conductas descritas en el art. 15, Nº 3º, salvo en
situaciones más bien excepcionales, no lienen nada de autoría. Lo mejor es hablar simple-
contemplar una punibilidad independiente de la del hecho encubierto, con arreglo
mente de cómplices casLigados como autores. a lo que dispone el ine, tercero del art 52 del CP 225

bb) Los demás cómplices son tratados como tales, con una pena reducida, con-
b) Requisitos comlUles a toda forma de encubrimiento
forme a lo que dispone el art 16 en relación con los arts, SO y sigts, del CP El
primero de e~tos preceptos tiene un carácter residual. En la práctica se encontrarán De lo preceptuado por el ine, primero del art 17 del CP se desprende que son
pocas hipótesis susceptibles de ser subsumidas en éL características comunes a todas las formas de encubrimiento las siguientes:
ce) La severidad con que el legislador trata a los cómplices, asimilándolos en la 1) lnLervención posterior a la ejecución del crimen o simple delito;
mayor parte de los casos al castigo de los autores, no es satisfactoria. Una reforma
de la ley ha de abordar el problema desapasionadamente, 2) Subsidiariedad;

3) Conocimiento de la perpetración del liecho o de los actos ejecutados para


IV, EL ENCUBRIMIENTO llevarlo a cabo, y

a) Concepto y naturaleza
4) "Actuación en alguna de las formas determinadas que señala la disposición". 226 li
11
Con arreglo al art, 17 del CP, es encubridor quien, con conocimiento de la perpetra- 212
Sobre ello, con detalle y bibliografía, RODRIGUEZ DEVESA, l, págs. 7fi5 y sigts. A partir <le la reforma de 1

ción de un crimen o de un simple delito o de los actos e¡ecutados para llevarlo a cabo, sm 1995, el encubrimienlo como forma de participación ha desaparecido del rexto legal penmsular. 1

m En este sentido NOVO/\, II, 440, pág. 170 y 459, pág. 219
haber tenido participación en él como autor ni como cómplice, interviene, con posteri01i- 224
Sobre esLas hipótesis, véanse _ETCJ-JEBERRY, Il, pág. 96; RODRlGUEZ DEVESA, I, pág. 773.
i

m En el mismo senüdo, LABAl U1, l, 202, pág. 206 para quien esta circunstancia atnbuye a esas fonnas de
m Al respecto, supra. 38, c), bb), 4. encubrimiento el carácter de auténLicos delitos autónomos. El inciso 2° del artículo 52 ha quedado sin
119 sentido a partir de la refonna que introdujo al arlículo 1 7 la 1-ey 19 .077, de 28 de Agosto de 1991, la cual
ETCHEBERRY, 11, pág. 96; NOVOA, II, 457, pág. 215
210
U\BATUT, 1, 197, pág. 100 omitió suprimirlo. . .,
m ETCHEBERRY, TI, pág. 94. m Aunque el enunciado del texto difiere fonnalmenle del de ese autor, en lo sustancial la enumerac10n -y,
sobre todo, su orden- corresponde a la de NOVOA, 11,459, pág. 219.

,630 631
DERECHO PENAL I PARTE GENERAL I Enrique Cmy Unúa
CAPÍTULO XI/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DEUTO

De las tres primeras se trata en los distintos párrafos de este apartado; de la expresamente de ella y se contenta con que el sujeto sepa que está protegiendo o
última, en el siguiente. auxiliando a malhechores.
La redacción del precepto, con su alusión al crimen o simple delito, excluye la
aa) Posterioridad de la intervención punibilidad de quien encubre una falta."º De otra parte, la referencia a los actos
ejecutados para llevar a cabo la infracción esclarece que también puede encubrirse
El encubridor despliega su actividad con posterioridad a la ejecución del crimen una tentativa o un delito frustrado y permite, además, resolver ciertos problemas
o simple delito. Esta es la característica primordial para su calificación y, al propio relativos al momento en que el conocimiento debe concurrir, de los cuales se tratará
tiempo, aquella en la cual se fundan la mayor parte de las criticas dirigidas a su más adelante.
inclusión entre los partícipes, 227 pues, efectivamente, la idea de una concurrencia a El conocimiento debe referirse a los crímenes y simples delitos determinados come-
la acción ya concluida envuelve una contradicción.
tidos por los encubiertos, pues así se deduce, a contra1io sensu, de lo preceptuado
La intervención debe producirse después de que el autor o autores han ejecuta- por el Nº 4º del art. 17, con arreglo al cual en esta única situación puede prescindirse
do la conducta típica. En cambio, es indiferente que ya se haya producido el resul- de él. Por consiguiente, la representación del encubridor tiene que abarcar todas las
tado consumativo en los casos en los cuales éste es exigido por el tipo. Así, consti- circunstancias que son relevantes para la tipicidad del hecho. 231 Basta, en todo caso,
tuye encubrimiento, y no complicidad, la conducta del que proporciona la fuga a con un dolo eventual a este respecto. En lo demás rigen las reglas sobre exceso en el
un sujeto de quien sabe que ha instalado una bomba accionada por un aparato de dolo de los concurrentes, 232 que aquí adopta, excepcionalmente, la forma inversa
relojería, con el propósito de dar muerte a varias personas, aunque en el momento de un verdadero defecto. Así, quien compra objetos a los cuales supone procedentes
de hacerlo el aparato no haya estallado todavía. De la misma manera, el que oculta de un hurto, no se lo puede castigar como encubridor de un robo con homicidio,
1os instrumentos con que sabe se cometiÜ un homicidio, aunque en ese momento la aunque su origen sea realmente ése, a menos que se haya representado dicha posi-
víctima todavía se encuentre con vida y sólo expire más tarde. En tales situaciones, bilidad y la haya aceptado como una alternativa indiferente. 233
en efecto, la acción del encubridor es posterior a la ejecución y no influye sobre el Por regla general, en cambio, no es preciso que el encubridor esté impuesto de
curso causal desencadenado por la del autor; salvo, naturalmente, que exista un las agravantes que hayan concurrido en la ejecución del hecho. Mucho menos se
concierto previo al respecto, caso en el cual la calificación jurídica será distinta. 228 requiere, en consecuencia, el conocimiento de particularidades juridicamente irre-
levantes.234
bb) Subsidiariedad del encubrimiento El conocimiento tiene que referirse a la ejecución de la conduela típica; no es
menester, por e1 contrario, que abarque también la producción del resultado
El art. 17, inc. primero, contiene una cláusula de subsidiariedad expresa, en
consumativo, 235 el cual puede incluso no haberse producido cuando el encubridor
virtud de la cual el encubridor sólo puede ser considerado tal si no ha tenido parti-
presta su colaboración a los coricurrentes.23 6 Esto puede deducirse también de que
cipación en el crimen o simple delito ni como autor (o instigador) ni como cómpli-
la ley se satisface con que el encubridor esté al tanto de los actos ejecutados para
ce. Esta disposición resuelve, desde luego, el posible concurso aparente entre las
llevar a cabo el crimen o simple delito. Sin embargo, si dicho resultado acontece
diferentes formas de concurrencia; pero, además, cobra una importancia especial al
efectivamente, grava la punibilidad del encubric.lor, 237 el cual, en tanto obra con
excluir la posibilidad de un "autoencubrimiento" punible: 229 el que se encubre a sí
conocimiento de que se ha r"ealizado la acción Lipica, toma sobre sí el evento de su
mismo únicamente puede ser castigado por la conducta de autoría, instigación o verificación.
complicidad en que incurrió.
Cuando el sujeto realiza una acti\1.dad de encubrimiento sin el conocimiento
requerido -por ejemplo, se aprovecha de los efectos de un robo ignorando su pro-
ce) Conocimiento de la perpetración del hecho o de los actos cedencia-y lo adquiere sólo después de haberla concluido, su conducta no es puni-
ejecutados para llevarlo a cabo ble. Si, por el contrario, lo obtiene cuando su copducta encubridora se encuentra en
El encubridor debe obrar con conocimiento de la perpetración de un crimen o
simple delito o de los actos eiecutados para llevarlo a cabo. La exigencia, sin embar- 23
º Sohre la posibilidad de entenderla, además, corno una exigencia de accesoriedad máxima, véase supra.
go, sólo es válida para las formas de encubrimiento contempladas en los tres prime- 40.
rn ETCHEBERRY, 11, pág. 102, con algunas limilaciones. En el mismo sentido, aunque de una manera que
ros numerandos del art. 17, pues en el caso a que se refiere el cuarto la ley prescinde pennite abrigar dudas sobre ello, NOVOA, 11,459, pág. 221
rn lnfrn, 40, l, 3.
-------- ETCHEBERRY, 11, pág. l 02
227 ETCHEBERRY, ll, pág. 111; LABATUT, 195, págs. 201 y 202; NOVOA, II, 459, pág. 219. rn NOVO/\, II, 459, pág. 221
m Supra, lll, 2. En el mismo senlido, CORDOBA RODA y RODRlGGEZ MOURUlLO, l, pág. 91 J; rn En este sentido, CORDOBA RODA y R0DR1GUEZ MOURULlO, 11, pág. 910.
ETCHEBERRY, Il, pág. 102; RODRlGUEZ DEVESA, I, pág. 777. '·
16
Ídem.
229
CORDOBA RODA y RODRTGUEZ MOURULLO, l, págs. 911 y 912; ETCHEBERRY, II, pág. 75. rn Ídem.

632 633
DERECHO PE?;AL / PARTE GE:\'f'RAL / Enrique Cury L:rzúa
CAPITULO Xl / l'I. COt\CURSO DE PlcRSONAS EC' EL DELITO

curso de ejecución y, no obstante, la prosigue, debe castigárselo por ella (así cuando autores; si, por el contrario, ignora la procedencia de los objetos, se encontrará en
recibió la cosa sin saber su origen, pero la vende después de imponerse de él)_ns
un error al revés en perjuicio del agente, 246 que sólo dará origen a una tentativa impu-
ne de encubrimiento.
e) :Formas de encubrimiento De conformidad con el texto legal, el encubridor lo es tanto si se aprovecha por
sí mismo como si facilita a los delincuentes medios para que lo hagan.
Tradicionalmente las formas del encubrimiento se clasifican en aprovechamiento
En el primer caso, ETCHEBERRY estima que el suieto puede obrar de común
(art. 17, Nº 1º) y Javorecimienlo. Este último, a su vez se subdivide en real (art 17
Nº 3°) 1 · · , . , acuerdo con los delincuentes o por iniciativa propia. 247 En mi concepto, este punto
y persona . El favorec1miento personal, por fin, comprende el ocasional
(art. 17, N° 3º) y el habilual (art. 17, N° 4º). de vista es insatisfactorio. En mi opinión, el aprovechamiento personal sólo pue-
de ser tratado como encubrimiento si cuenta con un acuerdo, siquiera sea tácito,
Mientras el aprovechamiento es aquella de estas formas que presenta más puntos
de los delincuentes. En los demás casos, generalmente dará origen a un delito
de contacto con _la _participa~ión en sentido estricto -a peSar de lo cual no llega a
distinto, del cual el suieto será autor y los malhechores pueden aparecer incluso
serlo-, el favorec1miento habitual se encuentra completamente desvinculado de ella.
en posición de víctimas.
En el caso de facilitación de mechas, ésta debe ser "directa y de importancia" ,2+8
aa) Aprovechamiento cosa que se encuentra enfatizada en el acta de la sesión 127 de la Comisión Redac-
Con arreglo al art. 17, Nº 1º del C.P, es encubridor quien, concurriendo los tora del C.P. Se excluyen, por consiguiente, los meros consejos u otras formas de
presupuestos del inc. primero, se aprovecha 1:lor sí mismo o facilita "a los delin- auxilio puramente intelectual. 249 Sobre esta base me parece, también, que aun cuando
cuentes medws para que se aprovechen de los efectos del crimen o simple delito". una facilitación por omisión es concebible, 250 debe desestimársela.
A~nque esto implica restnng1r hasta cierto punto su significado, es frecuente deno- Con arreglo al criterio dominante, por delincuentes se entiende aquí a los auto-
~mar tam_b1én receptación a esta forma de encubrimiento 239 , aunque hoy existe un res, instigadores y cómplices; 2'í 1 se excluye, por lo tanto, a otros encubridores,
npo especial de esta última en el artículo 456 bis A del Código Penal. pues éstos, como destaca ETCHEBERRY, no son perpetradores ni ejecutores del
Aprovechar significa obtener una utilidad o ganancia de naturaleza económi- hecho punible.
ca.24º P?~ eso _ETC~EBERRY tiene parcialmente razón cuando sostiene que la
receptac10n se 1dent1fica con el agotamiento del delito. 241 Sin embargo, me parece bb) Favorecimiento real
que no siempre oc,ur_re así; pues cuando, por ejemplo, el encubridor se apropia de
los_z~patos de la vict1ma de un homicid10 antes de proceder a enterrar el cadáver a De conformidad con el Nº 2° del art. J 7 del C.P., son encubridores quienes,
sol:citud del autor, los propósitos finales de este último no se verán seguramente dados los presupuestos comunes a que se refiere el inc. primero de la disposición,
satisfechos por la realización de esa conducta. ocultan o inutilizan "el cuerpo, los efectos o instrumentos del crimen o simple deli-
. Lo que se ha de aprovechar son los efectos del crimen o simple delito, esto es, su to para impedir su descubrimiento". En este caso se habla de un Javorecimiento real,
obJeto material y los anexos de éste, 242 y debe hacérselo en forma directa.2-+-' En porque la acti,idad del suJeto se endereza a ocultar el hecho delictivo y no la persona
contraste con este último criterio, la opinión dominante en la literatura nacional de quienes concurrieron a ejecutarlo.
~cepta la posibilidad de una .receptación sustitutiva e, incluso, que se la obtenga por Inutílizar es destruir o alterar de rr:ianera que la cosa ya no sirva para los efectos
244
mterpósita persona. A m1Juicio, eso implica extender en exceso el ámbito de la a que está destinada o no pueda ser reconocida. Ocultai; por su parte, es un término
r_es~onsabilidad por esta forma de encubrimiento, la cual sólo reconocería como que se explica de suyo. Tanto en uno como en otro caso se requerirá, por regla
limite el desconocimiento del sujeto sobre la procedencia del beneficio. general, una conducta activa del encubridor. Sin embargo, el ocultamiento es tam-
Sujeto acti'.'º _del aprovechamiento puede serlo cualquiera, excepto la \ictima. 245 bién posible por omisión si el sujeto se encontraba jurídicamente obligado al descu-
Cuando esta ult.1ma'. en efecto, despliega la conducta propia de la receptación a brimiento.252
sabiendas, _Jusuficara usualmente con su consentimiento tácito la actividad de los
1
_,
)" 6 Supra, 18, II, d). l
2 247
_~: c_ORDOBA RODA y RODRIGU.EZ MOURULLO, T, págs. 908 y 909 ETCT-TETIERRY, n. págs. 75 y 76.
248
hJ NOVOA, JI, 460, pág. 222. . ETCHEBERRY, II, pág. 102 y l 03.
2 9
-'-
1

° CORDOBA RODA y RODRJGUEZ MOURULLO I, pág. 916 ' NOVOA, II, 460, pág. 223
Hl ETCHEBERRY, 11, pág. 102. ' 2
'º C:ORDOM RODA y RODRTGUEZ MOURULLO, 1, pág. 915.
2 1 201
-+ ETCHEBERRY, II, pág. 103. CORDOBA RODA y R0DR1GUEZ MOURULLO, I, págs. 915 y 916, con detalle; ETCITEBERRY, ll, pág.
H Ídem. 103; NOVOA, II, 460, pág. 222.
w I0-BATUT, I, 2l 7, A_ pág. 368; NOVOA, TI, 460, pág. 222. m En el mismo senlido, CORDOBA RODA y RODRlGUEZ :vlüURULLO, T, pág. 927; NOVOA, II, 461,
215
Contra, CORD0l3A RODA y RODRIGUEZ MOURl:LLO, T, págs. 914 y 915, con detalle. pág. 224, quien cita comD un ejemplo particularmente significativo la situación a que se refiere el arl.
84 del C. de P.P.

634
635
DERFCHO PE:\'AL / PARTJ' CE"lERAL / Enrique Cury Crzúa CAPÍTCLO XI/ El. CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELITO

Sujeto activo del favorecimiento real puede serlo cualquiera, incluso la propia sentido lato. Así pues, no sólo implica esconder, si.no también otras conductas con-
victima, 253 salvo que se trate de un delito de acción privada, en cuyo caso implicará duc:~tes a impe_dir la identificación ~el hechor. 261 Proporcionar la fuga implica dar
un perdón tácito del ofendido, excluyente de la responsabilidad penal (art. 93, Nº aux1ho al encubierto para que se aleje del lugar del delito con el objeto de eludir la
5º del C.P). A su vez, el objeto del ocultamiento o inutilización son el cuerpo del acción de la justicia.
delito, sus efectos o los instrumentos que han servido para ejecutarlo. La primera de El favorecimiento personal puede confundirse, en ciertos casos, con los delitos de evasión
estas expresiones no está empleada aquí en el sentido procesal, que la identificaba de c~e_Leruclos c~ntempl:dos en los arLs_. 2~'9 y 300 _del C:.P Para distinguir ambas hipótesis es
con el "hecho punible", que le daba antiguamente la ley, sino en el más corriente de dec1srvo el caract_er de preso o detenido del delmcuente. Cuando éste concurre la situa-
objeto material o cosa sobre la que recaen la actividad típica y su resultado. 254
ción debe enjuiciarse ele conformidad con los arts. 2~9 _Y 300 del C.P. Antes de' que ello
suceda, nos encontraremos frente a un caso de favorecnmento personal. La solución es de-
"Efectos", a su vez, significa algo distmto que en el Nº 1° del art. 17, pues está IecL_u_osa, porque, a causa de la conside~aciún del encubrimiento como una forma de partici-
referido, más bien, a consecuencias del delito que puec,lan conducir a su descubri- pacion que se amenaza con una pena ·vmculada a la del autor, puede conducir a castigar más
severamente a quien incurre en un injuslo de inferior gravedad. 262
mienlo.255 Por último, los "instrumentos" son los medios de ejecución del hecho
Antes de la reforma que introdujo 1a Ley 19.077 al Nº3 del artículo 17 el encubrimiento
punible, 256 entendidos en un sentido amplio que no se identifica con los puros personal se castigaba de manera restringida a cierlos casos. No estoy seguro de que la am-
recursos materiales. 257 pliación merezca ser aprobada. La cuestión requerirla un estudio más detenido. 263
Desde el punto de s~sta subjetivo, la conducta del favorecedor real debe encon-
trarse enderezada a impedir el descubrimiento del hecho_ Por tal razón, la literatura dd) Favorecimiento personal habitual
nacional sostiene de manera unánime que el ocullamiento de rastros u objetos que
permitirían identificar al delincuente, eiecutado después de que ya se descubrió el De conformidad con el Nº 4º del art. 17 del C.P., son, por fin, encubridores los
delito, no configura esta forma de encubrimiento. 258 que acogen, receptan o protegen habitualmente a los malhechores, sabiendo que lo
son, aun sin conocimiento de los crímenes o simples delitos determinados que ha-
yan cometido, o les facilitan los medios de reunirse u ocultar sus armas o efectos, o
ce) Favorecimiento personal ocasional
les suministran auxilios o noticias para que se guarden, precavan o salven.
De acuerdo con e1 an. 17, Nº 3° del C.P, es encubridor quien, reuniendo los Esta forma de encubrimiento fue tomada por la Comisión Redactora del C.P. del
requisitos generales respectivos, alberga, oculta o proporc10na la fuga al culpable. En texto legal español de 1822. Hoy, constituye una exclusividad poco feliz de nuestro
este caso, por ende, la conducta del sujeto se endereza a la protección de los hechores texto legal.
y por tal motivo se habla de un favorecímiento personal, al cual se designa, además, En efecto, la conducta que aquí se describe es la que permanece más distante de
como ocasional, para distingrnrlo del habitual, regulado en el apartado siguiente. toda auténtica participación. Tal cosa se encuentra subrayada, en primer lugar, por-
que al sujeto ni siquiera se exige el conocimiento de los delitos ejecutados por
Las condüctas descritas por la disposición pueden cometerse tanto por acción aquellos a quienes protege, reclamándole la ley tan sólo que esté al tanto de la
como mediante omisión, pero, en este último caso, sólo cuando existe para el encu- condición de malhechores de estos últimos. ¡Parece evidente la imposibilidad de
bridor una obligación jurídica de obrar. 259 atribuir la calidad de partícipe en un hecho a quien no sabe cuál es éste en concreto!
Por otra parte, la desvinculación está acentuada también porque la pena que le
Albergar significa hospedar al hechor, pero no es necesario que se lo reciba en la impone el art. 52, inc. tercero, es completamente autónoma -¡cómo no podía sino
morada propia; también puede aloJárselo en una habitación alquilada con ese obje- serlo 1- respecto de la de las conductas punibles ejecutadas por los encubiertos.
to260 o en el lugar en que se trabaja, etc. Ocultar es una expresión que se emplea en En realidad, el llamado Jávorecimiento habitual es un hecho independiente del
ejecutado por los que se benefician de él, al que sería preferible consagrar como
CORDOBA RODA y RODRIGCEZ l'v!OURULLO, l, pág. 926 atentado contra la administración de justicia y podría incluso trasladarse a la Parte
.En el mismo sentido, ETCHEBERRY, 11, pág. 103, y >JOVOA, ll, 461, pág. 224. Más amplio, CORDOBA
2 ',+
Especial del C.P. sin modificaciones sustanciales en el precepto o la sanción. Sólo la
RODA y RODRTGCEZ lv10L'RULLO, t pág. 927, siguiendo a CONDE PUh1P1DO
fTCHEBERRY, 11, pág. 103. Contra, CORDURA RODA y RODRIGUE?. ?vlOURULLO, I, pág. 928 voluntad expresa del legislador nos obliga a contemplarlo como una forma anómala
n, EICHEBERRY, II-, pág. 103 de participación criminal.
m NOVOA, 11,461, pág. 225
258 NOVOi\, JJ. 461, pág. 224. En el mismo sentido. f'TCJ !EBERRY, II, pág. 104; GARRlDO, II, l 03, 1.4, pág.

326 y LABATUT L 201, pág. 205 En la doctlina espall.ola, en cambio. este punlo de vista estaba sometido
Lr,i Así, la Corte Suprema, en semencia de 13 de Sepriembre de 2001, Gaceta ]widica Nº255, págs. 123 y
a reparos, a mi juicio sin razón: contra. deuchclamerne. CORDOBA RODA y RODRIGUEZ 1'10URC1.LO.
sigts., ha considerado que constituye oculramiento la conducta de quienes, con posterioridad al homici-
!, p.l.g. 929; vacilame, RODRlGL:EZ DEVESA, I, pág. 778
dio, arrasLran el cadáver hasta un camino público para generar la impresión de un alropello y desviar la
CORDOBA RODA y RODRIGl.:f:Z 'vJOl:RULLO, !, p.l.g. 934. Contra, NOVOA, 11, 462, p.l.g. 226, para
arención hacia personas distimas del autor, como en efecto ocunió en un comienzo.
quien ~albergar" y '·ocultar·' requieren una conduela acliv:1; de manera absoluta, RODRlGU.éZ DEVF.SA, 1, 2 2
c' En el mismo sentido. CORDURA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 933.
pág. 779. 2º-' Sobre ello, véase CURY, 1992, 11, 39, t\< e), ce), págs.256 y 257
260
ETCHEBERRY, 11, pág.105

637
636
DERFUIO PEL\AL / PARTE GE"lERAl. / Enrique Cury "Grzúa
CAPÍTULO XI/ EL CONCURSO DF PERSONAS EN EL DEUTO

Lo que caracteriza a la fatigosa descripción de la conducta a que se refiere el art.


tal vinculación exista, y, por la otra, los que debe satisfacer la conducta del autor
17, Nº 4º, es la exigencia de habitualidad. Esto significa que el encubridor sólo po-
para que la de los partícipes sea punible. De entre ellos, en mi opinión, es primor-
drá ser castigado si ha ejecutado los actos relacionados por dicha disposición más
dial el de la convergencia, pues constituye la base sobre la que descansa toda la
de una vez. Pero la pura repetición no implica de suyo habitualidad. Esta requiere,
concurrencia Yº Pero, además, deben examinarse también los de la exteri.ori.dadm y
además, una cierta Lendencia o actitud interna del sujelo cuya apreciación precisa
de un examen caso por caso. 264
accesoriedad, así como los problemas referentes a la comunicabiHdad.
Por malhechores, en esta hipótesis, debe entenderse a mi juicio algo más que quien
ha cometido delito. 265 La ley alude más bien al que hace del crimen una actividad
I. EL PRINCIPIO DE CONVERGENCIA
constante y, aun, profesional. El contexto de 1a disposición, en efecto, parece arran-
car del supuesto de que el encubridor auxilia a iíldividuos que, a causa de su con- Conforme al principio de convergencia, la concurrencia criminal exige que lavo-
ducta delictual sostenida, están permanentemente necesitados de albergue y pro- luntad de los distintos sujetos intervinientes en la ejecución de un delito se oriente
tección, pudiendo, en consecuencia, ser reconocidos fácilmente como tales. a la realización conjunta del hecho punible. En otras palabras, para que pueda ha-
blarse de un concurso es menester que los parLicipantes obren con un dolo común.
d) El concurso de formaH de encubrimiento No basta, pues, la simple congruencia objetiva (exterior) de las conductas. Es preci-
so que exista una "coincidencia del contenido de las voluntades de los inLervinientes.'·
La casuística del art. 17 del C.P, y el lieclio de que las formas de encubrimiento
sean en realidad conductas susceptibles de una tipificación autónoma, las cuales, en En opinión de NOVOA, esLa formulación es inexacta, pues para la configuración del
algunos casos, incluso, lesionan bienes jurídicos diferentes, determina, en la prácti- concurso basta saber (conocer) que la "propia actuación importa una colaboración en tal
ca, que muchas veces varias de ellas puedan ser ejecutadas por un mismo sujeto, hecho, el que será realizado conjuntamente con otro a oLros". 272 Con esto procura sustraer
al dolo del tipo de participación y desplazarlo al ámbito de la culpabilidad. Pero la solu-
dando origen a un verdadero concurso. Esta situación, sin embargo, es irrelevante. ción no me parece convincenLe
El sujeto, por consiguiente, será castigado como encubridor, con prescindencia de Desde luego, conocer que se colabora en un hecho supone saber también cuál es ese
cuantas sean las formas del encubrimiento que en el hecho haya realizado. 266 hecho. Vale decir el "conocimiento" exigido por NOVOA para la participación implica ya
el conocimiento del l1ecl10 tipico, que es, precisamente, uno de los elementos integrantes del
dolo, y supone, por consiguienLe, un desmembramiento inexplicable de este último. En
la única de dichas hipótesis que merece una consideración especial es aquella en efecLo, mientras el conocimiento de los hechos pertenecientes al tipo se incorpora a la
la cual se dan dos formas de encubrimiento, de las cuales una es alcanzada por la estructura del injusto, 1a conciencia de la ilicitud y, sobre todo, la volumad de realización,
causal de inexigibilidad contemplada en el inc final del art. 17 y la otra no. En ese permanecen adscritas a la culpabilidad, con la consecuencia, además, de que en los casos
de concurso el juicio de antijuridicidad se pronuncia sobre algo distinlo que en los de
caso prevalece la calificación con arreglo a la que es susceptible de ser sancionada. 267 ejecución unipersonal.
Pero hay más. El saber aludido por I\OVOA involucra en verdad un "querer participar
e) El encubrimiento de parientes en la realización conJuma del hecho" típico dado. Si así no fuera, NOVOA tendría que
aceptar participación en el caso de quien conociendo que otro se dispone a sustraer una
joya de la caja fuerte en que se encuentra, e informado de su plan, aguarda oculto a que
Corno ya se ha explicado, 268 el art. 17, inc final, contempla una causal de ex- aquél abra el recepLáculo y luego se apodera subrepticiamente de la totalidad del botín
culpación por inexigibilidad de otra conducta 269 para quien encubre a ciertos pa- Aquí se advierte cómo el conocimiento de que "la acLuacicín personal está acompañada
rientes. Aquí basta con remitirse a 1o que en su oportunidad se expuso al respecto. por otras actuaciones que tienden al mismo hecho punible'' y de "que la actuación perso-
nal es útil para la obtención de ese hecho", encierra, en realidad, una referencia a la volun-
tad de obrar conjunLamente.
§ 40. LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN LA RELACIÓN
Así pues, el acuerdo de voluntades puede ser tácito e incluso, respecto de ciertos
ENTRE AUTOR Y PARTICIPES
partícipes, puede adoptar la forma de una "voluntad de cooperar" que se "adhiere"
los principios que rigen la relación entre autor y participes tienen por objeto a la conducta del autor aunque éste no se encuentre impuest~ de e11a. De este modo,
precisar, por una parte, los requisitos fundamentales que deben cump1irse para que por ejemplo, es cómplice del hurto que consuma su amante la doméstica que, ha-
biéndose enterado ocasiona1mente de que aquél se propone desvalijar la casa en la
2M ETCHEBERRY, 11, pág. 106.
26
º En este sentido, ETCHEBERRY, 11, pág. 107.
26
" CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, 1, pág. 912. no Así, también, LATAGLU\.TA, El concurso de pnsona..s en el delito, traducción de Carlos A. Tozzini, Buenos
¿o;· lbíd Aires, 1967, 11, 3, págs. 84 y sigts
271
208
Supra, 29, lll, e). I'.n CURY, Orientación, 27, 11, págs. 255 y 256, se negaba al principio de exterioridad la autonomía que
209
Contra esta calificación juridica, CORDOBA RODA y RODRTGCEZ MOURULLO, I, págs. 94 3 y sigLS., reclama para él ETCHEBERRY, II, pág. 61, y que ahora, con mejor acuerdo. se le reconoce también en el
quienes estiman que la disposición debe seguir siendo apreciada como una excusa legal absolutoria; en el !ex.Lo.
20
mismo sentido GARRtDO, ll, 108, 3, pág. 327; y fo'I.QUIRA, pág. 445. NOVOA, H, 442, págs. 172 y sigts., y Algunas consideraciones acerca del concurso de personc1s rn w1 /techo
punible. en R.C.P., tomo XXTT, >fº l, 1964, págs. 3 y sigts.

638
639
DERECtlO PENAL / PARTE GEt\i'RAL / Enric¡u~- Cmy Urzúa CAPJTULO XI/ EL CONCURSO DI: PERS0c\AS FN EL DELITO

cual ella sirve, le facilita el ingreso dejándole por la noche la puerta abierta.
273 tales. A este.respecto, s~elen distinguirse cuatro modalidades del principio, de las
La exigencia de un dolo convergente acarrea importantes consecuencias: cuales 1a pnmera y la ultima carecen hoy d1a de interés práctico: 2 77 accesoriedad
mínima, media, máxima e hiperaccesoriedad.
1.- Se excluye, desde luego, la concurrencia en un delito culposo (cuasidelito). La
imprevisión y el descuido convergentes son inconcebibles. Entre ellos, a lo más aa) Se habla de una accesoriedad mínima cuando la punibilidad de los partícipes
puede darse un paralelismo. 274 se hace depender tan sólo de que el autor haya ejecutado una conducta típica.
Conforme a ello, el que colabora con quien mata encontrándose en situación de
2.- No existe, tampoco, participación culposa en el hecho doloso de un tercero. legítima defensa propia, será cómplice punible de un homicidio; el que coopera en
la sustracción de una cosa ajena con quien obre en un estado de necesidad justifi-
3.- El exceso en el dolo de uno ele los concurrentes no grava a los restantes. Sí la cante, será cómplice punible de un hurto; el que insta al verdugo para que cumpla
convergencia en el dolo se refiere a una lesión corporal, el homicidio cometido por con su deber, será inductor punible de un homicidio, etc. Ninguna ley ha dado
uno de los coautores puede ser imputado únicamente a él. cabida a un sistema que conduce a resultados tan absurdos. 278

4.- Lo que se expone en el párrafo anterior rige también en los casos de desvia- bb) De acuerdo con el cnterio de la accesoriedac! media, la punibilidad de los
ción del dolo de un concurrente hacia la ejecución de un delito distinto del abarca- partícipes depende de que el autor haya ejecutado por lo menos una conducta típi-
do por la voluntad conjunta. Así, cuando dos sujetos convienen en robar una casa, ca y antijurídica.
pero, luego de entrar en el edificio, uno de ellos viola a la doméstica, el otro sólo Este es el sistema acogido por la ley en vigor, según se deduce de varios precep-
responderá por el robo con fuerza en las cosas, si éste se ha consumado, o por la tos. Así, por ejemplo, en los arts. 15 y 16 del C.P., el legislador ha referido la parti-
tentativa correspondiente, si tal es el caso. cipación de cómplices e inductores a la ejecución de un hecho, no de un "delito", lo
cual significa que basta con que el autor haya realizado ilícitamente la descripción
5.- Para la convergencia basta con el dolo eventual. Esto cobra especial importan-
contenida en el tipo. A su vez, los arts. 72 y 456 bis, N" 5°, al agravar la pena de
cia precisamente en las situaciones a que se refieren los dos párrafos precedentes,
quienes ejecutan el hecho junto con inimputables que, eventualmente, pueden ser
pues si el concurrente acepta en su voluntad la producción del resultado más grave
los autores, reconocen, de manera expresa, la posibilidad de una participación pu-
o la ejecución del delito diferente, la convergencia ya no se excluye y él tendrá que
nible en hechos principales inculpables.
responder también por esos hechos.
Debe teneTse presenLe, con todo, que la cuestión de cuándo el incapaz o exculpado es
6.- Tal como se ha expuesto antes 275 , la voluntad de obrar en común tiene que en veTdad el autor depende básicamente de si en realidad domina el acto o es sólo un
concurrir no sólo en los partícipes, sino también en los coautores. instrumento del partícipe apaTente, a quien pertenece Tealmente el dominio del hecho.
PoT ejemplo, cuando el cooperador proporciona auxilio al enfermo mental, ignorando que
lo es, será un auténtico cómplice punible como tal; pero si sabe que se trata de un enaje-
nado y le presta ayuda, las riendas de la conducta típica se encuentrnn ahora en sus manos
II. EL PRINCIPIO DE ACCESORJEDAD y él es el autor (mediato), que se sirve del enfenno parn la perpetración del hecho típi-
co.279_ Esta es una consecuencia lógica, qu_e además resulta impuesta por el concepto res-
tringido de autor. 280 Con arreglo a él, en efecto, la ca1idad de autor se aLribuye a quien, por
1 - El principio de accesoriedad es formulado, por regla general, en términos va- su conocimiento de 1a situación y el control que ejerce sobre ella, cuenla con el poder de
gos, que dificultan su inteligencia en el ámbito de nuestra ley, a causa, principal- decidir sobTe la consumación, aunque no sea quien ha ejecutado la conducta lipica.
mente, del tratamiento complicado que ésta otorga a la autoría. 276 De todas mane- A causa de esto, la accesorieda<l media debe ser entendida sólo como principio lfmite,
que establece los requisitos mínimos para que el participe pueda ser casligado como tal;
ras, si se Liene clara-la distinción entre autor y partícipes, la accesoriedad puede ser no, en cambio, como un punto de vista <leslinado a efectuar la dislinción entTe autoría y
formulada como sigue: la punibilidad de los partícipes es accesoria de la conducta des- participación, pues ésta tiene que haber sido realizada antes, con arreglo al criteTiO del
plegada por el autor, en el sentido de que en esta (r!tima deben concunir por lo menos señorío ele hecho.
determinados elementos del delito para que las de aquellos puedan ser castigados como
Por tal motivo. algunos auLores prescinden de ellas. Así ETCHEBERRY, 11, pág. 80, distingue únicamente
la accesoriedad mínima (correspondiente a la que en el texLO se denomina media) y la máxima. Aunque
m LATAGL1AIA, El concurso de personas en el delito, cil., I\~ 3. págs. 256 y 258. Ver r.ambién supra, 39, Lll, 6
20 ·1 ROCKELJ.v1ANN, Relaciones entre cmtmia y parlícipación, cit., TT, pág. 72. Conlrn, c:on mucho de'Lalle,
eso simplifica la eAl)OSición, me parece que no da una cuenta cabal del estado de la discusión.
278
Sin embargo,_ LAlAGLIATA, El conwrso de personas en el delito, Iv~ 5, págs. 269 y sigts., retoma esta posi-
lATAGLIATi\, Et concurso cic personas en el delilo, C'lt. LlL, 2, págs. 1.56 y sigts. Véase, ,demás, supra 39, 1, L
ción para delenderla, siguiendo a GALLAS. las situaciones que propone, con todo, no me parecen con-
ai final. El asunto, en todo caso, es debatido, aunque hoy tiende a imponerse la Ol)inión del texlo, si bien
vincentes, pues se refieren a casos de error de prohibición exduyenr.es de la culpabilidad y no de la
considerándolo una derivación del de accesoriedad
antijmidicülad
m Supra, 39, 1, e), aa).
m Así, BOCKELJ.v1ANN, Relaciones entre autolia y participación, cit. l, pág. 17
rn, Una expli.cación ponnenorizada -aunque. en ciertos aspectos, divergente con la del texto- se encontrará
;so Supra, 37. IL 13, b), 4.
en NOVO/\, Il, 447, págs. L84 y sigts

640 641
DERECHO PENI\I. / PARTE GENERAL/ Enrique C.ury Urzúa CAPÍTULO XI/ EL CONCURSO DE'. PERSONAS EN EL DELITO

La solución legal es adecuada. Puesto que la culpabilidad tiene un carácter per- que el autor ni siquiera comienza a realizar, no pueden ser castigados. La ley sancio-
sonal e individualizador, su concurrencia o exclusión en los ejecutores de} hecho na la participación en una tentativa, como se deduce de los arts. 50 a 54 del C.P.,
típico no tiene por qué afectar a la punibilidad de los partícipes. pero no la tentativa de participación. 285
Algunos autores 281 piensan, de todas maneras, que en materia de encubrimiento
la ley chilena se adscribe al principio de la accesoriedad máxima, puesto que, con- 3.- A diferencia de lo que ocurre con la punibilidad de los partícipes, la de los
forme al art. 17 del C.P., únicamente se puede encubrir un delilo, esto es, una acción coautores -que son todos "principales"- no es accesoria. Puede ocurrir, por eso,
que reúna las características de tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad. Esto me que la conducta de uno de ellos esté Justificada y, en cambio, la de los restantes
parece inexacto. El art. 17, en efecto, exige que el encubridor haya obrado "con prosiga siendo punible. Por la misma razón, en la coautoría no se presentan, como
conocimiento de la perpetración de un c,imen o de un simple delito". Pero el empleo se verá286 , problemas de comunicabilidad, los cuales sólo constituyen una deriva-
de esos términos sólo tiene por objeto destacar que no es punible el encubrimiento ción de la accesoriedad.
de una falta. la formula es ambigua, pero, si se la interpreta correctamente, carece
de significación para lo referente a la accesoriedad. De otro modo resultaría que el
III. LOS PROBLEMAS REFERENTES A LA COMUNICABTLIDAD.
que encubre a un menor de edad no seria alcanzado por la agravante contemplada
en el art. 72, inc. segundo, cosa manifiestamente injusta a inadecuada, puesto que 1.- La accesoriedad de la participación respecto de la autoría no puede llegar tan
la administración de justicia también es afectada por ese hecho. lejos que implique extender al partícipe las consecuencias, gravosas o beneficiosas,
de circunstancias personales que concurren sólo en el autor. Aunque es un criterio
ce) De acuerdo al criterio de la accesoriedad máxima, la punibilidad de los partí-
que a veces se ha defendido por sectores de la doctrina y práctica, parece a primera
cipes depende de que el autor haya realizado una conducta típica, antijurídica y
vista injusto castigar como cómplice de parricidio al tercero extraño (extraneus) que
culpable. El sistema recarga la relación participativa al introducir en su estructura
cooper~ con el hijo (intraneus) que da muerte a su padre, lo cual implica imponerle
referencias al elemento indi,~dualizador del delito. Por eso lo han abandonado tam-
una pena de presidio mayor en su grado medio a presidio perpetuo, puesto que si el
bién aquellas legislaciones que en otro tiempo le dieron acogida. 181
hecho estuviese despojado de cahficantes y el extrane:u.s fuese su autor único de
Sin embargo, para los sostenedores del concepto extensivo de autor, se daba en muchos propia mano, la pena con que podría castigárselo sería sólo de presidio mayor en
casos la posibilidad de solucionar las dificultades originadas por la accesoriedad máxima sus grados mínimo a medio. Un incremento de la punibilidad tan abultado no pue-
acudiendo al concepto de autoría mediala. Así, cada vez que el partícipe intervenía en una de justificarse con el argumento formal de que la actividad del cómplice es accesoria
conducta principal desplegada por un inculpable, se tralaba de asegurar su punibilidad
calificándolo como autor mediato. Li\Jiora bien, aunque hay en efecto situaciones en las que a la del autor y que, por eso, también ha de serlo su sanción. Tampoco es convin-
ésta es la solución correcta, se dan también casos en los que resulta inaceptable, precisamen- cenLe el argumento de que, si el tercero conoce que cooperará a dar muerte al padre
te porque implica sancionar como autor a quien carecía por completo de un dominio sobre del autor, su conducta es más censurable que la de quien auxilia al hechor a quitar
el hecho, y esto -aunque no se reconozca de modo explícilo- induce a rechazarla. Pero,
la vida de un extrafio. 287 Esto es cierto, pero supone únicamente un aumento de la
además, ese procedimiento contribuyó a transformar la autoría mediata en una institución
"tapa agujeros", como c1lguna vez se le ha designado injustificada y despectivameme. 283 culpabilidad, y nuestro ordenamiento punitivo no conoce casos en los que el incre-
mento de la reprochabihdad importe por si solo una elevación de la pena en dos
dd) Por último, se habla de hiperaccesoríedad cuando la punibilidad de los partícipes se grados. Mutatis mutandi, no se ve porqué el extraneus que induce a la madre de la
hace depender, no sólo de que el autor ejecute una conducta típica, antijurídica y culpable,
sino también de que se hayan dado, en el hecho, las condiciones objetivas requeridas por la criatura a matarla dentro de las 48 horas después del parto, haya de beneficiarse con
ley para imponerle una pena, o de que no concurra, en su caso, una excusa legal absoluLmia. un tratamiento penal menos severo que si hubiera instigado a un extraño a ejecutar
Tampoco este sistema exlremo ha encontrado acogida en las legislaciones. En el C.P se el mismo hecho.
encuentra expresamenle excluido, como puede deducirse del art. 489, inc. final.
2--A consecuencia de lo expuesto en el apartado anLerior, en la doctrina y juris-
2.- Una consecuencia lógica de la accesoriedad es la exigencia de exterioridad,
prudencia actual es dominante la opinión de que a los partícipes no se comunican
con arreglo a la cual la conducta de los partícipes solamente es punible si el autor ha
las calidades personales que sólo concurren en algunos de ellos y que forman parte
dado principio a la ejecución281 del hecho típico y antijurídico, esto es, si ha incurri- del tipo del delito, siendo, por ende, determinantes de una punibilidad más o me-
do cuando menos en una tentativa. El que, en cambio, trata de inducir a otro para
nos grave de una conducta objetivamente semejante. Este punto de vista, sin em-
que cometa un delito sin conseguirlo, o el que coopera a la realización de un crimen

:R·;Sobre la situación de los coaulores y partícipes en relación con el desbtimienr.o de la Lentativa, véase
m ETCHEBERRY, 11, pág. 81. supra, 35, V, h), aa).
2
si, JESC!TECK, 61, Vll, págs. 596 y 597. ;~ 6Lnfra, TTT
1
"' En el mismo sentido, lv1AURA.CH, TI, 48, I, J\, 1, pág. 315 2 1
s GlMBERl\AT, Autor y Cómplice. en Derecho Penal, Madrid, 1966, págs. 273 y 274; GARRIDO, 11, 104, d),
284
Supra, 35, 11, A pág. 332.

642 643
DERL'CHO PENAL/ PARTE Gl:'.NERAL / Enrique Cury Urrna CAPJTULO XII EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELITO

bargo, no siempre ha sido pacífico, y hasta el presente es objeto de cierta polémica. c~ncurre a su ejecución. Pero esle argume~t~ prescinde de que esos intereses espe-
Como es imposible ofrecer una exposición completa de los distintos puntos de vista, ciales no pueden ser vulnerados por la act1V1dad del partícipe en quien no concu-
288
aquí sólo se destacan aquellos que han eJercido alguna influencia en la práctica. rren las calidades personales requeridas por el tipo cualificado. ¿Puede e] que no es
empleado público lesionar la "confianza o probidad funcionaria", Pienso que no.
a) Al menos en el ámbito del parricidio sostuvo SCHEPELER289 la comunicabilidad a
algunos de los partícipes, fundándose en la premisa improbable ele que la calificación del Por supuesto, si el extraneus conoce 1a calidad personal del autor y está consciente
delito "es dada por el autor'· y en la antigua redacción del artículo 17, nº 3º, ctrcunstancia de que aquél, con su conducta, está quebrantando bienes jurídicos muy valiosos, su
segundc:1, en donde se sancionaba como encubridor al que, dándose los presupuesLos del reprochabilidad es mayor; pero este incremento de la culpabilidad no justifica que
inc. pri.mero, albergaba, ocultaba, o proporcionaba la fuga al culpable, siempre que_ fuese
reo, enlre otros delitos, de parricidí.o. De aquí dedujo ese autor que tales encubndores su punibilidad se ri¡a por la asignada a un tipo destinado a proteger un bien Jurídico
debían ser casligados con una pena dependiente de la del parricidio, conforme a la rela- que él no está en situación de vulnerar.
ción entre los artículos 52 y 340 del Código Penal. _
Como el artículo 17, nº 3° ha sido reformado, 2911 suprimiéndose la antigua referencia a Con la cosa puesta de este modo, se ad\ierte que el parangón establecido por Novoa con
los delitos cometidos por el encubierto, el argumento de SCHEPELER perdió su apoyo el delilo de violación no es aceptable. 294 El arguye que, aunque de acuerdo con el texto
dogmáti.co. No obstante, conviene refutarlo de todas maneras, pues podría d~r páb:1lo a la antiguo del articulo 361 del Código Penal, todos estábamos ele acuerdo en que "yacer" con la
creencia de que los autores del Códi.go Penal de 1848-50 aceptaban la comurncabll1_d,a~ c_le mujer sólo podía hacerlo un hombre, conveníamos también en que olra mujer po<lía ser
las circunstancias personales, la cual podría todavía deducirse de su contexto. A m1 JUlClO coautora del delito, por ejemplo sujelando a la víctima para impedir su resistencia. Así era.
esto no es asi. Pero ello se debía a que el bien_juridico protegido por el tipo de la violación era la liberLad
En mi opinión, el razonamiento de SCHEPELER estaba vi.ciado por un salto lógico, casi sexu.al de la ofendida, y éste era un inLerés que existía, por así decirlo, e-rga omncs, de manera
imperceptible, pero decisivo. En efecto, la circunstancia de que el su_ieto a quien s_e ocultaba, que la imposibilidad de una mu_ier para ejecutar el hecho punible sólo derivaba de que, tal
albergaba o proporcionaba la fuga fuera reo de parricidio era, conform_e a la ant1~a redac- como se enconlraba descrito, no era rnpaz de realizarlo fisiológicamente, pero no <le que no
ci.ón, requisito indispensable para que. el hecho se calificara de cncubrinnenlo someL1do a r.ena, pudiera quebrantar el bien jurídico. Eso era Lanto más notori.o cuanto que esa misma mujer
pero esto no significaba que la punibilidad debía vincularse a la de di.cho delilo. La calidad sí estaba habililada para consumar sobre otra el ti.po de los abusos deshonestos del anliguo
de parricida del encubierto era, en otras palabras, un elemento del tipo complementano del artículo 366, que miraba a la protección del mismo bien jurídico, pero no requería de una
encubrimiento, pero no decidía sobre la pena que había de aplicarse. al parücipe. De. suerte cópula camal, para ella irrealizable
que el articulo 17, n" 3º, circunstancia segunda, nada resolvía sobre. el problema de la Por lo que toca al argumento apoyado por Novoa en el artículo 250 del Código Penal, con
comunicabilidad. La cuestión de cómo ha de castigarse al que había ocu1taclo, albergado o arreglo al cual en este caso 1a ley habría hecho excepción a la cornuni.cabilidad general de las
proporcionado la fuga a un parricida quedaba abierta. Lo único que e.se precepto nos decía cualidades personales, amenazando expresamente una pena inferior para el sobomante que
291
es que debía castigárselo, pero guardaba silencio sobre cómo había de hacerse. para el funcionario sobornado, puede ser revertido por completo. En efeelo, como lo de-
Por otro lado, hi afirmación relatí.va a que la calificación del delito "es dada por el au- muestra GRISOLÍA, 295 pareciera más bien que ese preceplo liene por objeto establecer la
tor", no se hace cargo de la situación presentada por los casos en que concurren en el punibilidad del extraneus, el cual, de no exislir lal disposición, debería permanecer impune,
hecho dos o más autores, de entre los cuales sólo uno es intraneus. En tal s1Luac1ón, no se -sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un delito de participación necesaria, en los
divisa la razón por la que haya de ser precisamente este último quien de_cida el Lítul~ del cuales, como ya se advirtió 296 , la cuestión sobre si se ha de castigar al "otro" interviniente
delilo ejecutado conjunlamente por todos. Lo cierto es, más bien, que la t.1p1cidad es siem- indispensable es siempre prnblemálica-.
pre determinada por la naturaleza de la acción, de la cual las cualidades personales espe-
292
~iales que concurren en el sujelo activo no son más que una modalidad accesoria. Por otra parte, Lampoco es exacta la afirmación de que un mismo hecho no
puede ser calificado jmicarnente en dos formas diferentes al mismo tiempo, pues
b) NOVOA defiende la comunicabilidad de las calidades personales integrantes
eso es lo que ocurre, justamente, en los casos de concurso ideal de delitos 297 , según
del tipo, fundándola en que un mismo hecho no puede ser calificado Jurídicamente
lo reconoce de manera expresa el artículo 75 del Código Penal.
en forma distinta para las diferentes personas que intervienen en su ejecución. Apo-
ya, además, ese criterio en algunas consideraciones dogmáticas que no me parecen c) GARRIDO, por su parte, sostiene la comunicabilidad de las circunstancias per-
convincenLes. 293 sonales, acudiendo al argumento, ya impugnado, 298 de que "no son equivalentes las
Así, por ejemplo, sostiene que la entidad de los bienes jurídicos protegidos por conductas del extraño que ayuda a un hijo a matar a su padre y del que presta igual
los tipos cualificados exige una sanción más severa Lambién p_ara el extraneus que colaboración para matar a un tercero: en la primera conducta hay un mayor desvalor,
299

M Una ojeada de conjunto, con especial destaque de la p1incipal bibliografía nacional. pero limitándola al
criterio que vale para la generalidad de las figuras calificadas y especiales "
1
exmn~n de la problemálica en ciertos delilos. (;RlSOLiA, Le1 comuniwbilidad de !os delitos de malvcrse1ción Curiosamente, GARRIDO deduce la comunicabilidad del dolo del participe (o, según su
y {mude, c:n, R.C.P., tomo XXXIV, "Nºl, 1976, págs. 3 y sigts. Véase también (~AETE, SERGlO, La opinión, del coautor). Pero se trata <le un "dolo" que parece agotarse en el conocimiento de
c.Omuniw/Ji/idad en tomo a los elementos del ddito, Santiago, l 963; passim,
" 8" SCJ \EPELER, Cmmrnlrnbi1ide1cl y paniciclio, en, RC.P., tomo XIII, 19.53, págs. 49 y sgres. En el mismo
sentido, aunque con al.s;unas variantes. SC:J-IWEITZER, DANIEL, nula a sentencia en R.C.P., tomo Xll, w MWOA, 11,472, pág. 242. 1
1948, pág. 198 29 ' GRlSOLíA, La wmunicahi1iclacl en /os delitos ele ma1-vn-.rnción y Jrawclc, cit., 13, págs. 27 Y sigts.
No Véase supra, 39, lV, e), ce) 296
Supra, 37, I, e)
2"l En el mismo sentido ETCHEBERRY, segunda edición, ll, pág. 6 7. lnfrn, 43; ll
11
Supra, 17, 1, a) m Supra, b).
m NOVOA, TT, 472, págs. 2:39 y sgtes. 299
GARRlDO, TT, 104, J), pág. 332.
1
644 645

1
DERECHO PENAL/ PARTE GEC\'ERAL / Enrique Cury Urzúa
CAPITULO XI/ EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELITO

que en el otro interviniente concurren las cualidades personales exigidas por el tipo califica-
cuales, por consiguiente, las cualidades personales determinantes sólo de un incre-
do. Sin embargo, al tratar del dolo, GARRIDO afirma, de acuerdo con la mayor parte de la
doctrina, que aparte del conocimiento, él requiere "la voluntad de concreción del tipo obje- mento o disminución del injusto básico, no se comunican.
tivo", pues por finalidad se entiende "no sólo el saber lo que se (pretende), sino la decisión La situación es diferente para los delitos calificados propios que, como ya se ha
de concretarlo". 300 Lo que aquí no se entiende es cómo podría el extraneus concretar la dicho, constituyen delitos de infracción de un deber y se rigen por las reglas a que nos
realización en el hecho de una cualidad que no le pertenece -o dicho de otro modo- cómo
podría obrar con dolo de un hecho del que él no puede ser autor. referimos en su oportunidad. 303 Básicamente ello significa que los extraneus
intervinientes, si bien sertan sancionados por el mismo hecho punible en que incu-
ETCHEBERRY, finalmente, se pronuncia por la incomunicabilidad de las cir- rre el inlraneus, tendrían únicamente la calidad de partícipes y deberían ser castiga-
cunstancias personales en los delitos calificados impropios, esto es, aquellos en los dos con la pena contemplada para éstos. 304
que ellas no fundan el injusto de la conducta sino sólo lo incrementan o reducen; en
cambio, las cualidades personales se comunican en los delitos calificados propios, es 4.- La distinción que se hace en el apartado precedente, obedece a lo siguiente:
decir, cuando son fundantes del injusto del hecho, de suene que no existe otro tipo En los delitos calificados impropios, la conducta de los partícipes extraneus es acce-
de carácter general en el cual subsumir y conforme al cual castigar la conducta del soria al hecho que funda básicamente el injusto, esto es, al correspondiente tipo no
partícipe. 301 Teóricamente se apoya en la distinción entre tipo en sentido estricto calificado por el cual, en consecuencia, se lo castigará; en cambio, en los calificados
(Tatbesland) y figura delictiva (Deliklipus) de BELING, afirmando la comunicabilidad propios-y en todos los de infracción de un deber- el comportamiento de los extraneu.s
de las circunstancias personales integrantes del primero, pero negando la de las que es accesotio del único hecho fundante del iniusto derivado del quebrantamiento
sólo forman parte de la última. del deber extrapenal, pero como, a causa de que no son obligados, ellos no pueden
vulnerar dicho deber, su posición será siempre sólo la de meros partícipes, nunca la
3.- Mi criterio se aproxima actualmente al de ETCHEBERRY, si bien con algunas de coautores. Jtl"í Finalmente, también milita a favor de esta solución diferenciada el
variantes, tanto en la fundamentación como en los resultados. texto del artículo 64 inc. primero del Código Penal, que se refiere a circunstancias
Dogmáticamente, el punto de partida se encuentra en el artículo 64 inc. primero que agravan o atenúan la pena, 1as cuales no concurren en los delitos de infracción
del Código Penal, con arreglo al cual "las circunstancias atenuantes o agravantes de un deber, pues en ellos las cualidades personales del autor no determinan
que consistan en la disposición moral del delincuente, en sus relaciones particula-
agravaciones o atenuaciones de la punibilidad, sino fundamentos de la misma. 306
res con el ofendido o en otra causa personal, servirán para atenuar o agravar la
responsabilidad de sólo aquellos autores, cómplices o encubridores en quienes con- Con lo expuesto, abandono el criterio que aboga por una incomunicabilidad extrema
curran". Algunos han pretendido que esta disposición sólo surte efectos respecto de de las cualidades personales, que defendí hasta la edición anterior del libro. 307 En parle
ello se debe c1 que, para defender tal opinión era preciso interpretar el artículo 64 del
las circunstancias atenuantes o agravantes que aparecen claramente desvinculadas Código Penal de una manera que distorsiona su sentido, valiéndome de una especie de
de los tipos y que la ley designa expresamente corno tales. Esta opinión, sin embar- argumento afortiori al revés, cuya lógica ahora me parece dudosa. No es cierto que si la ley
go, prescinde de que nuestro Código Penal desconoce la distinción entre circuns- no ha querido que las circunstancias atenuantes o agravantes personales tengan eficacia
respecto de aquel en quien no concurren, de ello haya de seguirse que tampoco quiera que
tancias minoran tes o agravatorias incorporadas a las descripciones de los tipos, a las eso ocurra respecto de las que fundan el injusto de un hecho determinado. Las razones
que usualmente se designa como privilegiantes o calificantes, 302 de aquellas otras para hacerlo en un caso no concurren en el otro y, por consiguiente, nada obsta a que las
que se consagran separadamente, atribuyéndoles por lo general una eficacia normas que los rigen sean distintas.
Desde el punto de vista material, por otra parte, la incomunicabilidc1d extrema provoca
modificatoria de la punibilidad menos intensa. De hecho, cuando los redactores de
lagunas de punibilidad que actualmente no me parecen defendibles. No es posible ignorar
la ley introdujeron en el inc. final del artículo 1 º del Código Penal la cláusula con- el injusto que encierra la conducta del que dolosamente colabora con el juez en la redac-
forme a la cual en los casos de error in persona "no se tomarán en consideración las ción y fundamentación de la sent.encia contraria a la ley expresa y vigente, o la del que
circunstancias no conocidas por el delincuente, que agravarían su responsabilidad, instruye a sabiendas al testigo para que preste una declaración mendaz A mi juicio, este
aspecto de la cuestión es decisivo.
pero sí aquellas que la atenúen", el ejemplo que citaron fue el del liiJo que por error
da muerte a su padre, no obstante que en el parricidio la relación parental se com-
---------··---
porta como una calificante y no como una agravante desvinculada de la descripción JO! Supra, JS, II.
típica. Por eso, hoy constituye opinión dominante que el artículo 64 inc. primero se Aquí se hacen muy niJenLes los inconvrnientes derivados de la desmesurada extensión acordada por la
ley a la punibilidad de los autores, que en estos ca~os conducirá a resulLados defecLuosos, semejantes a los
refiere tanto a las atenuantes y agravantes propiamente tales como a las privilegiantes de sislernas construidos sobre un conceplo uniLario o exrensivo de autor. Esle es asimismo el aspecto en
y cahficantes. A consecuencias de ello, debe afirmarse que la mencionada disposi- que mis resultados se diferencian de los de Etcheber11~ si bien, por lo que se ha dicho ames, su incidencia
práctica es limitaJa.
ción surte sus efectos también para los tipos calificados impropios, respecto de los Jc< 5 Aunque expresado de forma diferente; esta fundamemación es, según creo, similar a la de ETCHEBERRY,

TT, págs. B3 a B5.


jüo GARRIDO, ll, 12, 2; b), pág. 77. ,c-r, Otra opinión en GRISOLÍA, La rnmun[ca/Ji!idctd en los delitos de malversación y fraude, cit., 14 y sigls, págs.
101
ETOIETIERRY, II, págs. 83 a 8.5. 29 y sigL~.
'º 2
Supra, .i 1, I, c). w CURY, 2º Edición, JI . ."'J7, d), del), págs. 232 y 233

646 647
DERECHO PEKAL / PARTE GE.'lERAL / Emique Cury l_;rzua

5.- Como, según se ha dicho, Ja coautoría no es accesoria, en rigor a su respecto CAPÍTULO XIT
los problemas de comunicabilidad no existen. 308 Por eso mismo, sin embargo, en
relación a ellos los resultados prácticos son idénticos a los que se han expuesto para
los partícipes. 309 El coautor exlraneus del intraneus que comete un delito calificado
UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS.
impropio es, por consiguiente, sólo coautor del correspondiente delito base no ca- CONCURSO DE DELITOS Y CONCURSO
lificado. En lo concerniente a los delitos de infracción de un deber, los extranew;
nunca podrán ser coautores y únicamente cabe castigarlos como participes.
APARENTE DE LEYES

§ 41. UNTDAD Y PLURALIDADDE DELITOS EN GENERAL

Según ya se ha expresado, 1 todo tipo está construido sobre un hecho voluntario;


esto es, contiene 1a descripción de un suceso en cuya base ha de encontrarse siem-
pre una acción o una omisión, en su caso. Así pues; lo ordinario será que una sola
acción satisfaga el contenido de un solo tipo penal y que, a la inversa, varias accio-
nes den origen a otros tantos hechos típicos. Con todo, no siempre ocurre de este
modo. Puede suceder, en efecto, que distintas acciones a omisiones sólo colmen las
exigencias de un tipo y configuren, por ende, un solo delito, mientras que de la otra
parte debe examinarse por lo menos la hipótesis de que una acción realice la des-
cripción de varios tipos diversos o muchas veces la de un mismo tipo, dando origen
a más de un delito.

Es posibk que entre nosotros estas cuesLiones susciten menos dificultades que a 1a doctrina
exlranjera, 2 debido a que la ley destaca expresamente la distinción entre hecho y acción. Sin em-
bargo, aun así la polémica subsiste, como puede apreciarse más adelante. 3

A mi juicio, el punto de partida impuesto por la estructura de la ley en vigor es


el siguiente: una sola acción sólo puede dar orlgen a un delito. A este respecto, como en
su oportunidad se observará, no cabe admitir excepciones, 4 aunque una ejecución
materialmente conjunta de las manifestaciones de voluntad pueda, en cambio, dar
origen a la unidad del hecho y, por eso, a un tratamiento punitivo diferenciado.

Supra, 16, Ill, a).


Una ojeada de conjunto a la polémica en Alemania puede encontrarse en MAURACH, II, 54, págs. 415 y
sigts. las conclusiones son antagónicas por lo general con las del texto, en relación con los casos más
importantes. Asimismo, véase JvlAURACH-ZIPFf; 11, 55 y sigLs., págs. 511 y sigts.;JAKOBS, 31 Y 32, págs.
1044 y sigts., JESCHECK, 66 y sigts., págs. 646 y sigLs. Para el esLado actual del asunto en el derecho
,nR Supra, ll, 3. También en esto mi posición acLual se diferencia de la sostenida en CURY, 2º Edición, 37, lll, penal español, más próximo al nuestro, MIR, 27, págs. 623 y sigts.; sobre e1 derecho argentino más
d), dd), págs. 232 y 233.
9 reciente, ZAFFARONl, 57 y 58, págs. 815 y sigts.
Ju lo cual es lógico, precisamente porque 1a incomunicabilidad de las circunsLancias personales constituye
Véase, especialmeme, infra, 43, IT, a).
un límite a la accesoriedad.
Ídem.

648 649
DERECHO PENAL/ PARTE GENl·RAL / Enrique Cury \Jrzúa
CAPÍTULO Xll / lJNlllAO Y PLLRALIDAD DE DELITOS. COK CURSO DI' DEUTOS Y CONCURSO ,\PARENTE DE LEYES

Pero la afirmación anterior no es reversible. En efecto, hay oportunidades en la unidad natural de acción ha de ser tanto física como psíquica (objetiva y subje-
que el legislador exige para la configuración del hecho típico la concurrencia de tiva). El autor ha de obrar, por lo tanto, con la finalidad de realizar sólo una vez el
varias acciones, de varias omisiones o de unas y otras conjuntamente. Así da origen tipo de injusto correspondiente y exle1iorizar su propósito en un contexto unitario.
a situaciones que es preciso examinar con más detalle. la unidad, sin embargo, no desaparece porque la acción afecte a diversos objetos
La ubicación sislemática de la teoría sobre la unidad y pluralidad de delitos no es clara y,
materiales, si con ello se lesiona un solo bien jurídico de contenido indeterminado,
posiblemente, da origen a muchas de sus dificultades. 5 En efecto, en parte ella concierne a la como, por ejemplo, cuando con un solo acto se sustraen varias cosas muebles aje-
teoría del delito e, incluso, a distintos aspectos de ella; en parte se relaciona con el sistema de nas, sin la voluntad de su dueño y con ánimo de lucro. Del mismo modo, comete un
reacciones punitivas, como lo deja ver claramente nueslro ordenamiento positivo, en donde los
solo delito de lesiones quien golpea tres veces a la víctima en un mismo contexto
preceptos fundamenlales sobre la materia se encuentran ubicados entre las nom1as relalivas a la
determinación de la pena. Así por ejemplo, ciertas cuestiones relativas al concurso ideal de deli- temporal. La unidad del sujeto pasivo no es requerida sino cuando el atentado se
tos o al delito cominuado se relacionan estrechamente con las referentes al tipo de inJusto, al paso dirige en contra de bienes eminentemente personales, 9 o sea, aquellos cuya lesión
que el tratamiento del concurso real es, decididamente, un asunto de política criminal concer- sólo puede lograrse actuando inmediatamente sobre la personalidad física o moral
nieme a la forma de sancionar la pluralidad de delitos. Por fin, una comprensión cabal de la
problemática exige remitirse aquí a cuestiones vinculadas con la interpretación de la ley; como lo del agraviado. Así, no obsta a la unidad de acción que los objetos sustraídos perte-
son, sin duda, las atíngemes al concurso aparente de leyes. Por eso, echar alguna luz sobre esla nezcan a varias personas; pero ella desaparece si con una misma expresión se injuria
región fronteriza del sistema penal suele ser difícil.
a varios individuos o en un contexto de acción se lesiona a dos hombres. 10
También son casos de unidad natural de acción los de aquellos tipos que con-
En los parágrafos siguientes se tratan por separado los casos de unidad 6 y plura-
templan posibilidades de ejecución alternativa, cuando, de hecho, el autor única-
lidad7 de delitos, destinando uno distinto a 1a situación especial del concurso apa-
rente de leyes. 8 mente realiza una de ellas. Tal ocurre, por ejemplo, en las injurias, que se configu-
ran lo mismo mediante una acción o una expresión proferida en deshonra, descré-
dito o menosprecio de otro, si el sujeto activo se limita a emplear sólo una de estas
modalidades de ejecución. Pero la situación es distinta en las hipótesis de la llamada
§ 42. LA UNIDAD DEL DELITO
tipicidad reforzada, 11 pues allí, como se verá, la unidad de la acción es jurídica.
De acuerdo con lo que se ha expuesto en el párrafo anterior, el delito es único
cuando la acción es naturalmente úníca; pero también lo es en aquellos casos en los
cuales el ordenamiento positivo o el derecho consuetudinario ha creado una unidad H. LA UNIDAD JURTDICA DE ACCIÓN
Jurídica sobre la base de una pluralidad de acciones. los problemas que plantea
cada una de estas situaciones son diferentes. Hay también unidad de delito en los casos de unidad JWidica de acción, esto es,
situaciones en que el hecho típico está compuesto por varias acciones, varias omi-
siones, o acciones y omisiones que, en conjunto, lo complementan. En rigor, por
I. LA UNIDAD NATURAL DE ACCIÓN consiguiente, seria más correcto hablar de unidad de delito con multiplicidad de accio-
nes. En efecto, aquí no hay unidad de acción. Sólo se trata de que el tipo, "actuando
la mayor parte de los tipos que constituyen la base del sistema -esto es, las como una abrazadera", ha reunido varias acciones u omisiones en la unidad de un
figuras simples- exigen la realización de una sola acción. Así ocurre, por ejemplo, hecho. Tal situación puede darse en varios casos:
con el homicidio simpldart 391, Nº 2º C.P), el hurto (art. 432, última parte), la
apropiación indebida (art 470, Nº 1º), o las injurias (art. 416). Pero esto sucede a) la hay, en primer lugar, en los delitos comple1os, en que el tipo exige la
también con hipótesis calificadas o privilegiadas, como el homicidio del art 391, ejecución de dos o más acciones diversas. Así ocurre en las hipótesis de robo con
Nº 1º, circunstancias primera, segunda, tercera y cuarta del C.P.; el parricidio del \;iolencia en las personas (ejercicio de violencia física y sustracción), con intimi-
art 390; el infanticidio del art 394 o las lesiones corporales graves y gra\1simas del dación (amenaza y sustracción) y con fuerza en las cosas (ejercicio de fuerza física
art. 397. los ejemplos podrían multiplicarse. En tales casos se habla de unidad natu- sobre un objeto material y sustracción), del art. 432, primera parte, del C.P.; en la
ral de acción con la consiguiente unidad delictiva. Quien sólo mata a un hombre no ha de violación propia (ejercicio de violencia física o amenaza y acceso carnal), del
ejecutado más que un homicidio. art. 361, Nº l º; en las de giro fraudulento (doloso) de cheque (giro del cheque
contra cuenta sin fondos, cerrada o inexistente, o bien orden de no pagarlo fuera de
MAURACH, TI, 54 ,1, 2, b), pág. 417; MEZGER, IT, 65, ll, págs. 3'59y 360, y Libro de Estudio,!, 93, l, 2,
pág. 327; MAURACH-ZIPFF, Il, 54, l, B, 16, págs. 516 y 517.
lnfra, 42
Tnfra, 43. En el mismo sentido, MACRi\CH, 11, 54, III, E, 2, b), bb), pág. 434.
8
lnfra, 44 rn Cfr. JAKOBS, 32, l, 4, pág. 1075.
11
lnfra, ll, d).

650 651
DERECHO p¡;NAL / PARfE GENERAL/ Enrique Cury \Jrnia CAPÍTULO XII/ UNIDAD Y PUCRALIDAD DL DEUTO\. CONCURSO Dr. DELITOS y CONCURSO APARE:-lTE DE LEYES j
los casos en que ésta es autorizada por la ley, y omisión del deber de consignar en el e) Hay también un delito único con pluralidad de acción en ciertos casos en los
plazo de tres días contados desde la notificación del protesto), del art. 22 de la Ley que, por la estructura del tipo, es indiferente para la valoración jurídica que la
de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques (discutible), etc. la cuestión de si las acción descrita en él se haya ejecutado una o muchas veces. 16 Así ocurre en las
distintas acciones, independientemente consideradas, son punibles o no, es irrele- hipótesis de falsificación de moneda contemplada en los arts. 162 y sigts. El
vante; todo cuanto importa es que en la estructura del hecho típico puedan distin- for:jamiento de una o varias monedas metálicas es punible de la misma manera. El
guirse dos o más acciones.12 legislador enjuicia el hecho en su conjunto y no cada una de las acciones que lo
componen. Otro tanto sucede respecto de los delitos de violación de sepulcros 0
b) Asimismo, se da pluralidad de acciones con unidad de hecho punible en los
sepulturas del art. 321 y de exhumación o traslado ilegal de restos humanos del art.
llamados delitos permanenles, es decir, aquellos en los que se crea una situación
322, y en el de facción ilegal de operaciones de cambio internacional del art. 24 del
fáctica tal que cada momento de su duración puede ser imputado a consumación.
Decreto 4 71 del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción, publicado en
Así, por ejemplo, en el secuestro del art. 141, inc. primero, del C.P, en la sustrac-
el Diario Oficial de 24 de noviembre de 1977, que fi,ió el texto refundido de la ley
ción de menores del art. 142 o en la usurpación de los arts. 457 y 458. sobre Comercio de Exportación y de Importación y de Operaciones de Cambios
Lo más característico del delito permanente consiste en que crea una situación
lntemacionales. El reconocimiento de esta clase de tipos es el resultado de un pro-
de hecho Jurídicamente indeseable, cuya perduración en el tiempo depende de la
ceso interpretativo que debe realizarse, para cada uno de ellos, en la Parte Especial.
voluntad del autor, pues éste podría ponerle fin si quisiera. Por tal motivo, el sujeto
compromete dicha voluntad en un esfuerzo por mantener el estado de las cosas, y lo d) Ocurre lo mismo que en el caso anterior con respecto a ciertas hipótesis a las
hace momento a momento en tanto éste se prolonga. 13 En estas hipótesis, por eso, que suele denominarse de tipicidad reforzada. Son situaciones en las cuales el tipo
el hecho típico incluye una acción y una omisión. 14 Con su actividad el sujeto crea contempla varias posibles acciones, de manera que la ejecución de cualquiera de
la situación fáctica jurídicamente desaprobada; omitiendo hacerla cesar, provoca la ellas lo satisface, pero, al propio tiempo, le es indiferente el que se realice más de
perdurabilidad del efecto desvalorado por el ordenamiento. una. Así acontece, por ejemplo, con el delito a que se refiere el art. 123 del C.P, de
la situación es distinta en los delitos in.stantáneos de efectos permanentes. Aquí la acuerdo con el cual sólo debe imponerse una vez la pena señalada, aun cuando se
acción, natLLralmenle única, crea un estado jurídico nuevo que, como tal, subsiste y trate de un su,ielo que ha tocado campanas para excitar al pueblo al alzamiento, ha
. surte efectos con independencia de la voluntad del agente, quien carece de la posi- dirigido, con igual fin, discursos a la muchedumbre, y. le ha repartido impresos.
bilidad de ponerle fin por sí sólo. 15 Un caso característico lo constituye el tipo de la También estos casos tienen que reconocerse mediante la interpretación del tipo
. bigamia, contemplado por el art. 382 del C.P Aunque el segundo matrimonio es correspondiente en el campo de la Parte Especial.
nulo, poner fin a su existencia aparente no depende de la voluntad del autor, el cual
tampoco puede evitar que surta los efectos jurídicos limitados que le acuerda la ley. e) Deben incluirse asimismo en este grupo, a pesar de que presentan una estruc-
Por tal motivo, la consumación de ese delito se agota ya con la manifestación de tura algo diversa, los delitos habituales. En ellos la tipicidad presupone la ejecución
voluntad que origina el estado. reiterada de la acción, base objetiva indispensable -aunque no suficiente-para afir-
mar la habitualidad.
Es indispensable establecer una nítida distinción entre eslas dos hipótesis para Teconocer
que sólo la primera de ellas imporla una pluralidad de acciones -en este caso, una mixtma
de acción y omisión-. Ello impoTta, en primer lugaT, para la calificación ele la actividad del
DPor último, también es un caso de pluralidad de acciones que configuran un solo
que concurre con posterioridad al momento consumativo, que en el delito instanláneo de hecho punible, el delito continuado, una creación del derecho consuetudinario que, en
efectos pennanenles será siempre encubridor y en el permanente, en cambio, si mterviene atención a la complejidad de sus presupuestos, exige un tratamiento separado.
antes del :::igotarniento, puede ser coautoT o cómplice; luego, para el cómputo del plazo de
prescripción de la accióTJ penal, el cual en los delitos permanentes se inicia con el agota-
miento y en los instanláneos de efecLos permanentes con el acto consumativo; por fm, poT-
que los otros delitos que se cometan entre la consumación y el agotamiento entran en con-
cmso idea1 con el permanente, a1 paso que con el instantáneo de efectos permanentes todo
III. EL DELITO CONTINUADO COMO CASO LIMITE DE
hecho punible posterior a la consumación se encuentra en relación de concurso real. LA UNIDAD JURIDICA DE ACCIÓN

La hipótesis del delito continuado es, por lo menos en nuestro ordenamiento jurí-
12 JAlME VIVANCO, El ddüo de robo con homicidia, Edítorial]undica de Chile Santiago, 1957, 5, págs. 24 y
s1gLs. dico, una creación del derecho consuetudinario que, para una parte importante de
u "tviAURACH, ll, 54, IIl, A, 1, pág. 427; J:vLAURACH-ZlPFF, II, 54, lll, A, pág. 534: "el autor del delito la literatura, importa el reconocimiento de una unidad natural de acción. 17 Aquí, en
pennanente renueva una y otra vez la resolución de actuarn; JESCHECK, 66, U, 3, pág. 650.
1
+ J\.LJ,.URACH, U, 54, A, 1, pág. 427
15 As[, también, MACRACH, II, 54,111, Al, pág. 427, quien denomina delito de estado al que en el lexto,
con arreglo a la tradición doctiinaria nacionaL se designa como "instantáneo de efectos permanentes''; 16 MAURACH, II. 54, II, B, 2, págs. 423 y sigts., habla, en este casó, de "tipos reiterativos''
17
lv1AURACH-ZIPFF, TI, 54, IU, A, 55, pág. 534. Así, por ejemplo, MAURACH, 11, 54, III, E, especialmente en b), pág. 429.

652 653
,I
DERECHO PE)JAL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury L'rzüs CAPITULO Xll / UNJDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS. CONCURSO DE DELITOS y CONCURSO APARENTE DE LEYES

cambio, ese punto de vista se rechaza y el delito continuado es apreciado incluso tad criminal perseverante, proponiéndose, desde un principio, la ejecución de va-
como un caso límite de la unidad jurídica de acción. 18 rias acciones delictuales de una misma especie7 23

Esta discutida figura es una creación de los prácticos italianos (BALDO, BARTOLO,
FARINACCI0) 19 y sus orígenes se encuentran en un propósito de benignidad. La ley vigente b) La teoría subjetiva de la finalidad
en la época amenazaba con pena de muerte al que incurría en tres o más hurtos. Hasta para
un magistrado como FARINACCIO, que no se caracterizaba por su benevolencia, esa dispo- Enteramente semejante al anterior es el punto de vista que apoya el vínculo de conexión
sición tenía que conducir a resultados aberrantes. Con el objeto de e,itarlos, los prácticos en la existencia de una finalidad única. Puesto que el dolo no es más que finalidad tipificada
formularon la regla <le que no existen tres hurtos, sino uno, cuando las sustracciones, aun- (finalidad de realizar el hecho típico), la solución es equivalente a la expuesta en el apartado
que eJecutadas en tiempos diversos, han sido realizadas con un propósito unitario. La legis- anterior. 24
lación italiana recogerá más tarde esc1 idea que la doctrina había desarrollado y perfecciona-
do. De allí se trasladará a la dogmática extranJera, en donde por largo tiempo se la elabora e) La teoría objetiva
sobre una base consuetudinaria. Así, por ejemplo, el Código Penal alemán, como el nuestro,
no contempla hasta el presente una norma relativa al tema, pese a lo cual la jurisprudencia
de ese país, como la chilena, da a la inslilución una aplicación relativamente ex.tendida. 2º
Tampoco el criterio o~jetivo ofrece una solución satisfactoria. Desde luego hay
que descartar todo intento de establecer el vinculo de conexión en la unidad tempo-
Se habla de un delito continuado para referirse a varias acciones ejecutadas en tiempos ral, porque una de las características del delito continuado es que las distintas ac-
diversos, cada una de las cuales, considerada en forma independiente, realiza comple- ciones que lo integran han de haberse ejecutado en tiempos diversos. Pero tampoco
tamente las exigencias de tipos delictivos de la misma especie, no obstante lo mal han de la unidad de lugar, de objeto material, del sujeto pasivo o de bien jurídico atacado sumi-
ser tratadas como un lodo y castigadas como un solo hecho punible, en virtud de la nistran criterios aprovechables. No se divisa la razón por la que habría de contem-
relación especial que medía entre ellas. El problema fundamental consiste en deter- plarse un delito único cuando el agente, inadvertidamente, entra a robar en dos
minar cuál es y qué naturaleza tiene el vfnculo al que se atribuye la eficiencia de noches diferentes a una misma casa, o cuando simplemente ataca varias veces la
unificar las distintas acciones. Sobre este punto las opiniones se hallan divididas y propiedad aiena mediante una forma de actuar equivalente. En el fondo, los parti-
las soluciones distan de ser satisfactorias. 21 A continuación se presenta un esque- darios de apoyar el vínculo de continuidad en unidades de tipo objetivo no hacen
ma sintético de ellas. otra cosa que deducir de ellas una presunta conexión subjetiva, a la cual, sin embar-
go, se abstienen de aludir. 25 De no ser así, su punto de vista resulta arbitrario.
a) La teoría subjetiva tradicional
d) La concepción suhjctiva italiana
De acuerdo a un punto de vista subjetivo, dominante en doctrina y práctica, la
conexión es el resultado de que las distintas acciones se encuentran orientadas por Los autores italianos, arrancando del texto legal que los rige, aprecian un delito continua-
un dolo común. do cuando existe un designio (disegn.o) único, fonnula a la que atribuyen significados diver-
sos.26 Pero la mayoría eslá de acuerdo en que la unidad de acción así construida es una
En mi opinión, este criterio no resiste un examen atento, pues la voluntad de ficción juridica creada para asegurar una regulación más _justa en ciertas hipótesis de concur-
concretar el hecho típico (dolo) tiene que ser renovada cada vez que se emprende la so. Su sistema, pues, es inaprovechable si, como sucede en nuestro ordenamiento, no se
ejecución de cada una de las distintas acciones. Como el dolo es voluntad que se cuenta con una norma positiva en la cual apoyarlo. Por otra parte, la solución conduce a
resultados prácticos tan insatisfactorios como la de la unidad del dolo.
realiza en acto, su persistencia temporal en un período durante el cual nada se está
ejecutando es insostenible. En la práctica, además, esta concepción conduce a solu-
ciones desafortunadas. ¿Por qué motivo habrta de castigarse conforme a las disposi- e) La concepción negativa
ciones que regulan el concurso real (reiteración) 22 al sujeto débil de carácter que A causa de todo esto, la noción del delito continuado ha quedado, hasta cierto
cede a tentaciones ocasionales en diversas oportunidades, concediendo, en cambio, punto, suspendida en el vacío. Y, por eso, no es raro que NOVOA, entre otros, haya
el beneficio de tratarlo como autor de un delito ~nico al que manifiesta una volun- concluido por desestimarla, limitándose a invertir los argumentos técnicos que sue-
len encontrarse en la doctrina italiana.27 Si, en efecto, la continuación no es más
18
En el mismo sentido, ETCHETIERRY, Il, pág. 110; GARRIDO, II, 107, pág. 339
19
Sobre el punto, con detalle, PUNZO, Reato contlnttalo, Padova, 1951, 3, págs. 7 y sigts.; PILUTC", Il reato
continua/o, esposlzione della dolt1ina della continuaz[one secando i1 Codice Pena!e Rocco, Padova, 1936, págs. n 1-lAURACH, II, 54, B, l, b} bb), pág. 431; MEZGER, ll, 67, IV, 2, pág. 373.
2
42 y s1gts ¿ Con acierto me ha criticado, pues, NOVOA, El delito conlinuado en Chile: un_fetichejwidico, en R.CP., tomo
20
Sobre la situación de los fallos nacionales, vf.ase ETCHEBERRY, D.P]., lll, 196, págs. 102 y sigts. Asimis- XXTTT, Nº 2, 1964, especialmeme en pág. 144, nota 3, a causa de que en otro Liempo acogí ese punto de
mo, sentencia de la C.S. de 26 de abril de 1971, con no La critica de CURY, en Estudios _juridicos, publica- vista
2
ción de la f'acullad de Derecho de la Universidad Católica de Chile, 1972, vol. l, l.\º 1, págs. 134 y sigts. ·; Así, PROTO, Salla natura giwicliw Jd reato cont[nuato, Palermo.- 1951, 4, pág. 24.
26
Como en el rexto GARRJDO, II, 107, pág. 339. PUNZO, op. cit., págs. 127 y sigLs., con detalle
2 27
' 11.'\URACH-ZIPFF, II, 54, llI, 67, pág. 537. NOVOA, El delito continuado en Chile: un fetiche. jwiclico, cil , passim. En ese sentido también CURY, Orien-
22
Tnfra, 43, a) tación, la edición, 29, I, b), ee), págs. 285 y sigts.

654 655
Dl'RECHO Pl'.'-:AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury 1:rzúa C.APÍTULO J\.11 / UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS CONCURSO DE DEUTOS y CONCURSO APARENTE DE LEYES

que una construcción legislativa utilüaria, y si el ordenamiento jurídico chileno no Debe destacarse el sentido subjetivo de 1a formula, que exige efectuar el eni·u·1ciam1emo
· .
conforme a la repr_esenlación del autor, y al hecho de que la norma violada ha de ser idéntica
la contempla, hemos de concluir que la institución es ajena a nuestro derecho y hay
para Lodos los ob_Jetos de la valoración, esto es, .rara todas las ac_dones típicas en que se
que prescindir de ella. Por otra parte, la elaboración de la figura por la doctrina no descompone el <lelilo continuado. Cosa esla última que no sigmfica_ldentidad de fi ma
sólo genera un peligro de abuso en su aplicación, sino también de un tratamiento delictiva o unidad de sujeto pasivo, pues ni lo uno rn lo otro son cond1c10nes indispensatles
para que la norma vulnerada sea única.
injusto a ciertos casos. 28 Sin embargo, aun ponderando estas circunstancias, creo
que una exclusión total del delito continuado es imposible y tampoco satisface a la De acuerdo con lo expueslo, comete hurto continuado el sujeto que desea
pretensión de justicia." Así, la búsqueda de una fórmula satisfactoria para la deter- apoderarse de todo el mobiliario de una casa deshabitada, pero sólo dispone para
minación del vínculo de continuidad no debe ser abandonada. transportarlo de un vehículo que, conforme a su representación, no basta para
cargarlo en un solo viaje y, por esto, se ve obligado a ejecutar varios, cada uno de
f) La valoración unitaria del injusto ellos en una noche distinta. En cambio, los hurtos son múltiples si el sujeto obró
en esa forma porque, deliberadamente, deseaba disminuir el riesgo de ser descu-
No cabe duda de que el delito continuado está compuesto por una pluralidad de bierto, haciendo más imperceptible su conduela. Comete una sola malversación
acciones, cada una de las cuales, independientemente considerada, satisface las exi- de caudales públicos el tesorero que quiere sustraer$ 1.000.000 y, como sólo en-
gencias del tipo. cuentra en la caja$ 200.000 cada día, se ve obligado a tomarlos en cinco oportuni-
Pero que el "objeto de la valoración" sea múltiple no significa, necesariamente, dades; pero los delitos son varios si se apodera de la suma en pequeñas cantidades,
que la "valoración del objeto" también haya de serlo. Como, por otra parte, el juicio para disimular mejor su acción y asegurar así la impunidad. El incesto reiterado con
de reprochabilidad es individualizador y se dirige contra la persona del autor, no una misma persona es siempre continuado, pues aquí el fraccionamiento de 1os
puede servirnos para resolver un problema concerniente a los actos. La cuestión actos conducentes al fin global es impuesto por la naturaleza misma de las cosas.
queda así circunscrita al campo del injusto.
En los limites la situación puede ser suLil -como lo son siempre las decisiones axiológicas-.
Eslo, junto con plantear el problema en términos· diferentes, arroja nueva luz sobre las Ha de tenerse en cuenta, en todo caso, que la aceptación de una valoración unitaria se detennina
afirmaciones de los prácticos italianos, que, acaso, distan de ser tan c~prichosas o utilitarias conforme a la representación que el agente Liene sobre la necesidad de fraccionar para asegurar la
como suponen los autores conlemporáneos. BALDO, BARTOLO, FARINACCIO, no estaban consumación. Si el tesorero del ejemplo empleado antes desrn sustraer $1.000.000 y en la caja
en condiciones de expresarse con la precisión de jurisLas que casi han agotado el análisis los hay, pero $500.000 de ellos están en moneda metálica de $50, es obvio que la consumación
estructural del hecho punible; pero, quizás por esto mismo, sus intuiciones aprehendían la unitaria es imposible para un individuo, y, aunque no lo fuese, lo pondría en evidencia, de modo
esencia de las cosas con una inmedialez que muchas veces sorprende. Precisamente aquí, en que no se conseguirla conducir furtivamente la cosa fuera de la esfera de custodia del legítimo
el problema concreto suscitado por el delito continuado, parecieran haber advertido desde tenedor. La cuestión es distinta cuando la consumación inslanlánea es posible y el fraccicmamien-
el primer momento que se encontraban frente a un asunto relativo a la valoración jurídica de to se hace necesario para impedir un descubrimiento ulterior del hecho; este caso, pues, debe ser
las conductas. Fue menester la irrupción del naturalismo decimonónico y la deformación tratado conforme a las nonnas que regulan el concurso material. Como se ve, las consecuencias
consiguiente de las concepciones penales para que ese punto de partida se abandonara y de la formula para cada siluación concreta deben ser objeto de un examen prolijo.
perdiéramos de vista la naturaleza del asunto.
g) Los restantes recruisitrn; del delito continuado
El delito continuado aparece, pues, como un problema de injusto típico. Y, así,
diremos que consiste en una pluralidad de acciones, cada una de las cuales satisface Aparte del vínculo de conexión, el delito continuado supone los siguientes requi-
todas las características de un tipo legal, pero que han de ser valoradas conjuntamente, sitos, sobre los cuales ya se lia dicho lo fundamental en los apartados precedentes:
porque constituyen la violación, necesariamente fraccionada, de una misma norma de
deber la cuestión del nexo, que hasta ahora suele plantearse en el plano psíquico de aa) Pluralidad de acciones, cada una de las cuales satisface las exigencias del tipo
la acción o en el formal del tipo, se traslada al ámbito material de la antiJuridicidad. respectivo.
A su vez, los criterios positivos sobre 1os que se ha pretendido erigir el vínculo de
continuación se sustituyen por un punto de partida negativo: la violación de la bb) Transcurso de un cierto lapso entre la ejecución de cada una de dichas ac-
norma es única cuando, conforme a la representación del autor, no era posible consu- ciones. Cuando, por el contrario, todas ellas se realizan en un solo contexto tempo-
3
marla sino en forma fraccionada. ral, podremos encontrarnos más bien ante un caso de concurso ideal de delitos º o
de concurso aparente de leyes,31 pero no de delito continuado. A este último res-
pecto, por lo demás, es preciso distinguir las situaciones en las que realmente se han
lH MAURACH, II, 54, III, b, 1, b), bb), págs. 430 y 431, y 3, págs. 435 y 436. Véase, además, supra, aa)_ Más
detenidamente, MAURACH-ZIPFF, IT, 54, III, 59 y sigts., págs. 535 y sigts. Decididamente en contra ejecutado varias acciones conjuntamente, de aquellas en las cuales sólo existe uni-
JAKOBS, 32, V, C, 50, págs. 1.098 y 1.099; dudoso JESC11ECK, 66, V, 2, pág. 653.
2
g En el mismo sentido, MAURACH, II, 54, lll, b), 1, b), pág. 429: "la pretensión de una formación consue-
tudinaria, compendiadora de tipos, de unidades de acción, por aplicación de las reglas de la relación de 'º lnfra, 4 3, Il
continuidad, es imperiosa". ]J lnfra, 44.

656 657
DERECHO PE:NAL / PARTE GENl'RAL / Enrique Cury Urúrn
CAPiTUl.0 Xll / UNIDAD Y PLURALID,\D DE DELITOS. CONCUR~O DE DEUTOS y CONCURSO APARENTE DE LEYES

dad natural de la acción con pluralidad de actos, entendiendo por tales los distintos
En todo caso, a mi juicio no es aconsejable introducir en la ley una regulación expresa
movimientos corporales, homogéneos o heterogéneos, en los que, por las limitacio- para el delito cominuado. La experiencia italiana ha demostrado que esos preceptos suscitan
nes naturales del quehacer humano, suele tener que fraccionarse una conducta (sa- dificult:1des hermenéuticas insalvables, a causa de que es muy difícil ofrecer una fórmula
car una tras otra las manzanas del árbol para colocarlas en el cesto en que se las exacta para ejecular valoraciones y extran sus consecuendas.

transportará, o los muebles de la casa en la cual se roba para instalarlos en el vehí-


En consideración a la conexión de continuidad, la participación en una cual-
culo dispuesto con ese objeto; realizar las distintas operaciones conducentes a la
quiera de 1as acciones vinculadas por e1la lo es en todo el delito, siempre, natural-
falsificación de un billete de banco; etc.).
mente, que el concurrente conozca el hecho en su conjunto. Asimismo, el cómputo
En relación con el tiempo que debe separar a una de otra acción para que pueda
de la prescripción de la acción penal debe iniciarse cuando se consuma la última
apreciarse un auténtico delito continuado, no es posible fijar términos rígidos. Es conducta de la serie o el último acto ejecutivo de ella, en su caso.
preciso, en todo caso, exigir uno que permita afirmar, con arreg1o al criterio de un
observador imparcial, la independencia fáctica de las unas en relación con las otras. Durante mucho tiempo se contempló en el aTt.. 451 del C.P. una hipólesis particular de
hurto continuado con tratamiemo punitivo diferenciado. 33 No es así y hoy esto se reconoce de
ce) La unidad del sujeto pasivo sólo debe exigirse cuando los delitos de que se manera más o menos general.3 4 El art. 451 se refiere expresamente a "reiteración de hurtos",
esto es, a varios hurtos y, en consecuencia, a varios delitos. De donde resulta que solo contiene
trata lesionan bienes jurídicos eminentemente personales (vida, salud, 1ibertad una fórmula especial para el castigo del concurso real de esa clase de hechos punibles.
ambulatoria, libertad de autodeterminación sexual, honor). En los hechos punibles
que atentan contra el patrimonio es indiferente, así como también en los que atacan
i) La situación en la jurisprudencia 35
intereses de la colectividad.
La jurisprudencia ha vacilado mucho en relación con el delito continuado. En
dd) Los delitos en conexión de continuidad tiene que ser de una misma especie.
una época se inclinó a desecharlo, porque no encontraba una norma expresa en la
Esto es evidente, porque sólo de esta manera puede concebirse la violación unitaria
cual apoyar su construcción. Actualmente tiende a uniformarse para aceptar una
de la norma. De acuerdo con Jo que ya se ha explicado al respecto, 32 por delitos de
concepción subjetiva y sostener la unidad del dolo (finalidad). A esto suelen agregarse
la misma especie se entienden aquellos que atentan en contra de un mismo bien
consideraciones sobre la dificultad de probar el número de delitos por los que se
jurídico mediante un modo de comisión semejante. No se requiere la identidad de
debería castigar si se aplicaran las reglas del concurso real. Este argumento, natural-
las figuras punibles y tampoco en este caso ha de recibir aplicación la defectuosa
mente, es frágil si lo que se quiere establecer es la unidad de las distintas acciones,
disposición del art 509 del C. de PP o la del art 351 del CPP, corregida sólo
pero se lo encuentra también en la doctrina comparada más autorizada. 36
parcialmente. Es posible, por último, la continuidad entre hechos consumados y
tentados.

§ 43. LA PLURALIDAD DE DELITOS


h) El tratamiento penal del delito continuado

Si se admite que las conductas componentes de un delito continuado están vin- La pluralidad de delitos puede adoptar dos formas que es menester examinar
culadas por un nexo de necesidad que, sin amalgamarlas fácticamente, las somete a por separado. En efecto, aquí deben distinguirse -aunque la ley los identifique a
una valoración conJUnta, el precepto legal que resuelve sobre su punibilidad se veces para ciertos aspectos_ prácticos- el concurso real o maleríal y el concurso ideal o
encuentra en el inc. segundo del art 75 del C.P. En efecto, el fraccionamiento nece- formal de delitos.
sario sitúa las acciónes continuadas en relación de "medio a fin" y, así, ellas satisfa-
cen todas las características de 1a situación descrita por esa norma. En cierto modo, I. EL CONCURSO REAL DE DELITOS
el delito continuado es como la cara inversa del concurso ideal de delitos. En éste, el
movimiento corporal único importa una violación necesarla de varias normas; en a) Concepto y requisitos
aquél, el ataque unitario a una norma singular se ejecuta mediante una necesaría
pluralidad de actos separados en el tiempo. La situación, cienamente, no es reversi-
Hay un concurso real (material) de delitos cuando un su¡eto ha ejecutado o participa-
do en la eJecución de dos o más hechos punibles jwidica y fácticamente independientes,
ble, pero en el inc. segundo del art 75 del C.P. el legislador ha expresado su volun-
tad de otorgarles un tratamiento semejante a su~ dos aspectos. Así se resuelven
también las dificultades prácticas sobre punibilidad a que ha dado lugar la solución JJ
3
LABATUT, I, 165, pág. 178. , . .
'· ETCHEBERRY, II, págs. 113 114; GARRIDO, ll, 107, c), pág . .'342. NOVOA, 11,489, pag. 276; mdnectamen-
de casos concretos. re también POLITOFF-:VlATUS-RAlvllREZ, 16, 2, D, pág. 462. la primera vez que se adVJene el error de la
doctrina tradicional, sin embargo, se encuentro. en C:URY, Ei delito continuado, cit., 3, O, págs. 207 Ysígts.
15
32
Supra, 33, II, c), ff). - Véase supra, nota 20. _ _ ,
Véase, por todos. JESCHECK, 66, 'v'. l, pág. 652; MAURACH-ZIPFf, II, :-i4, III, B, 61, pag. 535.

658
659
DERECIIO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrl,pit C.my Urzúa CAPÍTULO Xll / LC'J!DAD Y PLURAUDAD DE DEUTOS. CONCURSO DE DEUTOS y CONCURSO APARENTE DE LEYES

r
respecto de ninguno de Ios cuales se ha pronunciado sentencia condenatoria firme y Con arreglo al art. 74, inc. segundo , cuando ello es pos,.ble , "e1 sentencia · do 1

ejecutoriada. A esta forma de concurso se la denomina también reiteración y consti- cumplir~ todas sus ~ondenas si.multánea1:1ente". Esto ocurrirá si las penas impues-
tuye en la práctica la hipótesis de pluralidad de delitos más corriente. tas n~, sol~ s?n de d1f:rente natural~za,. smo q~e además afectan a bienes jurídicos
El requisito básico del concurso material es la realización de la participación en tamb1en d1stmtos. As1, una pena pnvanva de hbertad (prisión, reclusión, presidio)
varios delitos. La fórmula enfatiza, desde luego, que la reiteración no exige una puede cumplirse al_mismo tiempo qu_e una pecuniaria (multa, comiso), pero no que
forma de concurrencia uniforme: también la hay, por consiguiente, si el sujeto ha una restnct1va de libertad (confmam1ento, extrañamiento, relegación, destierro).
intervenido en uno de los hechos punibles como autor único, en otro como coautor Cuando la ejecución simultánea no es posible, "o si de ello hubiere de resultar
y en un tercero como mero partícipe (instigador, cómplice o encubridor). Los deli- ilusoria alguna de las penas", el sujeto "las sufrirá en orden sucesivo, principiando
tos pueden ser de una misma o diferente especie -si bien lo primero determinará un por las más graves, o sea las más altas en la escala respectiva, excepto las de confina-
tratamiento punitivo especial-y hallarse en distintas etapas de desarrollo. Así, pue- miento, extrañamiento, relegación y destierro, las cuales se ejecutarán después de
de darse concurso real entre dos hurtos consumados y uno tentado, o entre una haber cumplido cualquiera otra pena" privativa del libertad. Debe entenderse que el
violación consumada, un robo y una malversación de caudales públicos sólo tenta- cumplimiento simultáneo de dos penas hace ilusorio el de una de ellas cuando la
dos y unas lesiones frustradas. imposibilidad de ejercer el derecho afectado por esta última está ya implícita en la
Se reclama la independencia fáctica de los hechos punibles para diferenciar el afectación de aquel a que concierne la otra. Por lo que se refiere al orden establecido
concurso real del ideal, 37 pues, en efecto, cuando todos ellos se exteriorizan me- para la ejecución, se explica por sí solo, así como también la excepción al mismo,
diante movimientos físicos unitarios (un solo hecho) nos encontramos frente a este que tiene por objeto asegurar la persona del condenado para el cumplimiento de las
último. A su vez, se exige independencia jwidica, porque si los hechos están vincula- penas restantes.
dos a causa de que su fraccionamiento fue necesario y, por esto, han de ser valo-
rados unitariamente, nos encontraremos ante un delito continuado.-' 8 bb) La primera excepción:
El requisito de que no exista una sentencia condenatoria intermedia, por últi- la acumulación jurídicade las penas
mo, tiene por objeto distinguir el concurso material de la reincidencia. 39 En cam-
bio, es indiferente que la pena impuesta se haya o no cumplido, pues en los casos de Conforme al art. 509 del C. de P.P, el concurso real de crimenes o simples delilos
reincidencia impropia, 40 esto último, precisamente, no ocurrirá. de una misma especie, o de una misma falta, se rige, excepcionalmente, por el sistema
de la asperación o acumulación jurídica de las penas. Esto es, se impone la pena corres-
pondiente a las diversas infracciones, estimadas como un solo delito, aumentándola
b) El tratamiento punitivo del concurso real
en uno, dos o tres grados, y si, a causa de la naturaleza de los atentados, la aprecía-
El tratamiento penal del concurso real está regido en la ley con arreglo a distin- ción conjunta no es posible, se aplica la sanción contemplada para aquella que
tos sistemas: considerada aisladamente, con las circunstancias del caso, tenga asignada pena mayor,
aumentándola en uno, dos o tres grados según sea el número de los delitos. Con
aa) La regla general: acumulación material de las penas todo, en los casos en que el régimen del art. 74 del C.P. resulte más favorable al reo,
el tribunal debe estarse a él. Aunque aparentemente la contraexcepción tiene un
El punto de partida general se encuentra contenido en el art. 74 del C.P., que carácler facultativo, la jurisprudencia le atribuye correctamente significado impera-
consagra el principio de la acumulación materia! de !as penas (quol crimina, tot poenae), tivo, otorgándole acatamiento en todos los casos.
tal vez la solución más "inmediata y primitiva" 41 que puede darse al problema. De Sobre lo que ha de entenderse por crímenes y simples delitos de !a misma especie
conformidad con ese criterio, los distintos delitos son sancionados como hechos la ley ofrece una solución clara pero infortunada. Tiene por tales a "aquellos que
independientes, y el autor común sufrirá la suma de las penas correspondientes. En estén penados en un mismo título del Código Penal o ley que los castiga". Así resul-
muchas ocasiones, sobre todo tratándose de penas privativas de libertad, se excede- tan ser delitos de la misma especie la inJuria (art. 416 del C.P.) y el homicidio (art.
rán en esta forma los límites de la culpabilidad por los actos -cuyo carácter 391, N" 2"); la fabricación de armas prohibidas (art. 288 del C.P) y los delitos relativos
unipersona1 el sistema ignora-, lesionando la base sobre la cual descansa e1 ordena- a !osferrocani!es, telégrafos y conductores de correspondencia (arts 323 y sigts.); pero
miento punitivo en su conjunto. no, en cambio, el infanticidio (art. 394 del C.P.) y el aborto (arts. 342 y sigts.), ni
tampoco aquél y el abandono de niños (ans. 346 y sigts. del C.P.). ¡La inconsistencia
31
Infra, II del sistema es evidente! En cuanto se refiere a las faltas se requiere identidad.
8
' Supra, 42, lll El art. 351 del C.P.P. reitera el 509 del C. de P.P, con algunas correcciones. En él ha
39
Supra, 33, 11, e).
'º Supra, 33, II, e), dd). desaparecido la referencia a las faltas. En cuanto a lo que se lia de considerar delito de
+1 lv1AURACH, 11, 56, lV, A, 1, pág. 476; MAUR.'\CH-ZIPF~ lL 56, IV, A, 56, pág. 591.

661
I,
660
DERECHO Pl·.'\AI. / PARTI:'. GEC'JERAL / Enriqut Cury Lrzüa
CAPÍTULO XIII UNIDAD Y PLURALIDAD DI.: DEUTOS. CONCURSO DE DELITOS y CONCURSO APARENTE DE LEYES

la misma especie, la disposición atiende únicamente a la afectación del "mismo bien junta y un trat~miento punitivo que se haga cargo de ella, aun más allá de la consideración
juridico", lo cual, si bien se orienta a la solución correcLa es incompleLo. 42 relatrva a la urndad del sujelo activo que la ley en vigor descuida casi por completo.

ce) la segunda excepción: la absorción de la pena dd) la regla especial del art. 451 del C.P

El an. 75 del C.P, en la parle final del inc. primero, dispone, excepcionalmente Para finalizar, el an. 451 del C.P. contiene una regla muy especial relativa al
también, que cuando de dos deliLos que se encuentran en concurso real, el uno "sea concurso real de hurtos. 49 Se trata de una disposición vinculada al tratamiento punitivo
el medio necesario para cometer el otro", se aplique el sistema de la absorción de la de ese delito y que pertenece, por consiguiente, al sistema de la Parte Especial.
pena/3 vale decir, se impone únicamente la pena mayor asignada al hecho punible
más grave.
A mi Juicio, la necesidad de la relación de medio afín debe Juzgarse en concreto. H. EL CONCURSO IDEAL DE DELITOS
Por consiguiente, su existencia depende de las circunsLancias concurrentes en el
caso dado y no sólo de la naturaleza intrínseca de los hechos (discutible).44 En a) Concepto, naturaleza y estructura del concurso ideal
relación con ello conviene recordar, por otra parte, que con arreglo al criterio
sostenido precedentemente ésta es la conexión que se presenta en las hipólesis de Hay un concurso ideal de delitos cuando con un solo hecho se realizan las exigencias
delito continuado 45 y, por consiguiente, el an. 75 la disposición que regula su de dos o más Upas delictivos o de uno mismo valias veces.
punibilidad. 4 r, La doctrina extranjera ha debatido por largo tiempo en torno a la naturaleza y
En cuanto consagra una norma que es excepcional aun respecto de la contenida estructura del concurso ideal. 'íO
'
en el art. 509 del C. de PP., el art. 75 del C.P. ha de aplicarse con preferencia a éste. Para una parte importante de la literatura, en efeclo, se trata aquí de una sola
Así, cuando crímenes o simples delitos de la misma especie se encuentran en rela- acción que colma los requisitos de distintos tipos. 51 Este punto de vista, sin embargo, i1,:
ción necesaria de medio a fin, prevalece la disposición del art 75 y se los debe es determinado por la forma en que se encontraba legislada la institución en el 11'

castigar. con arreglo a lo que éste preceptúa. En cambio, es dudoso lo que ha de antiguo Código Penal alemán, 52 con arreglo al cual los casos de concurrencia ideal li
¡!
hacerse cuando, corno sucede en algunos casos, para el autor puede resultar más se describían, precisamente, corno situaciones en las que una acción configuraba
!
beneficioso el sistema de la acumulación material (art 74 del C.P.) que el de la varios delitos. 'n
absorción. En principio, puesto que a diferencia del art. 509 del C. de PP., el 75 del En el ámbito de la ley chilena, en cambio, el problema se presenta de una manera
C.P. no contiene una norma de reenvío, pareciera que la ley aboga por la aplicación distinta. Conforme al art. 75, inc. primero, primera parte, el concurso ideal sólo
·de este último incluso en tales casos. Sin embargo, ésta es una situación en la cual, supone la unidad del hecho, no de la acción. Que, a su vez, un hecho único puede
en mi concepto, el telas de la ley debe conducir a una solución analógica en benefi- estar compuesto o integrado por distintas acciones es algo perfectamente concebible,
cio del reo, determinando que los hechos se castiguen con arreglo a lo preceptuado pues, como ya se ha explicado, 54 existen numerosos casos en los cuales la "abrazadera"
en el art 74 del C.P. Pues si lo que se persigue por la norma del art 75 es conceder del tipo reúne en unidad de becho lo que indiscutiblemente constituye una pluralidad
al autor un tratamiento más benévolo, resulta absurdo perseverar en darle aplica- de acciones. Por otra parte, en los casos de concurso ideal auténtico existen dos o
ción aunque en la situación concreta lo perjudique. más Jinalídades perfectamente diferenciables, las cuales, si bien se manifiestan
externamente con apariencia uniLaria, en realidad dan vida a distintas acciones. En
~a razón por la ~ue la ley sanciona estos casos de reiteración en una forma más benigna es el concurso ideal de delitos, por lo tanto, sólo es única la forma, el modo en que se
obJe:.o de cierta discusión. NOVOA 47 estima que tal sistema es injustificado y sólo puede
explicarse por unos molivos tradicionales exentos de racionalidad. Este crilerio coincide, en exterioriza y realiza la actividad final, pero las acciones son varias. 55
general'. con el que defiende en lo concemienle al delito contínuado. 4H En mi opinión, por el
contrnno, la conexión de necesidad entre los deliLos justifica una valoración jurídica con-
1
49
Véase, sobre ello, supra 42, m. h).
42
Supra, 33, lL e), ff. Una ojeada de conjunto al debate en t\lemll.nia. l'viAURACH, II, 54, T, 3, págs. 417 y sigts., con una
'.'O
4 solución distinta a la del Lexto.
] En_este mi_smo sentido, NOVOA, 1I, 483, pág. 266: "La verdad es que [este caso] no tiene nada de concur- 51
so ideal, smo que se trala de dos o más delitos conectados enrre sí por la relación de medio a [ln". ::VIAURACH, 11, 54,l, 3, págs. 418 y 419; MEZGER, ll, 69,1, 3, b), págs. 377 y sigts.
52
En el texto actualmente en ,igor (desde 1975), la figura del concurso ideal no se encuentra ya incluida en
+4 Como en el texto, ETCHEBERRY, II, pág. 118; GARRJDO, 11, 109.2, c), pág. 347; FOUT01'P-l\1ATUS-
Ri'1.MlREZ, 1~, 1, E, pág. 444. Dudoso, en cambio, NOVOA, II, 483, pág. 267, aunque los ejemplos de
el parágrafo concerniente a la ''pluralidad de hechos" (parágrafo 53).
·» Una crítica detenida de la teoría unilaria se desanolla en ETCHtBERRY, El conrnrso aparente de leyes
_ ~ue se ha vahdo en la pág. 266 de ese mismo apartado sugieren una solución conforme con la del texto.
·b Supra, 42, lll, f). penales, Sanliago, sin fecha, págs. 11 y 12.
51
Supra, 42,111, h). Supra, 42, TI.
47
NOVOA, II, 483, págs. 266 y 267. BETTIOL, págs. 545 y sigts., razona de una manera semejante a la del texto. Previameme, sin embargo,
+s Supra, 42, TTI, e). realiza una crítica de la terminología empleada por nuestra ley (págs 543 y 544), pues considera que en
los casos de concurso ideal el hecho también es múltiple.

662 663
O ERE CHO Pl.'.NAL / PARTL (,ENERAL / Enrique Cury Utzúa
CAPÍTULO XII/ UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS. CO',"CURSO DE DEUTOS y CONCURSO APARENTE DE LEYES

Como lo destaca certeramente RODRIGUEZ MUÑOZ, 56 la concepción unilaria Lropieza


muerte de un gran número de pasajeros; etc.) 61 • La cueslión, sin embargo, no es pacifica y,
con dificultades cuando uno de los delitos que integran el concurso ideal es complejo y, por
en casos semejanles, los tribunales han apreciado también, a veces, un solo cuasidelito e,
consiguiente, eslá compuesto, ya él, por varias acciones naturales. Se requiere una construcción incluso, en ciertas ocasiones, un concurso real de ellos.62
57
sumamente artificiosa para sostener la unidad de la acción cuando el autor, por ejemplo,
De estas soluciones, la última me parece insostenible. Es verdad que en las situaciones de
durante el curso de un robo, viola a su hermana (concurso ideal entre robo con violación e
la llamada concurrencia ideal homogénea dolosa, el disvalor de acción y el de resultado son,
incesto). En realidad, mantener ese criterio para estas situaciones es imposible.
por lo general, mú1tiples y la unificación de la acüvi.dad ejecutiva puramente accidental,63
pero esto no puede afirmarse de la misma forma para los casos en los cuales la conducta sólo
En principio, la polémica tiene un carácter teórico, sin consecuencias prácticas negligenle conduce a una variedad de resultados lesivos, pues com_o el suJelo en rea!idad.no
58
muy significativas No obstante, cobra importancia, en primer lugar, respecto a quiere la producción de éstos, no puede soslenerse que haya escogido la for~a de e_J.ecuclón
ciertos problemas concernientes a la participación, y, en segundo, para la solución unificada como una entre varias alternativas encaminadas a provocarlos. As1, un cnleno de
esta índole sólo puede defenderse cuando se pone el acento por completo en el disvalor de
adecuada de la situación que presentan las hipótesis de delito preterintencional y resultado; pero entonces toda la regulación del concurso ideal -y no sólo el homogéneo-
las de delitos culposos con pluralidad de resultados. queda privada de sustentación racional.
Por Tazones semejantes, estimo inapropiado el punto de vista con arreglo al c.ual en tales
hipótesis debe apreciarse un concurso ideal por el solo hecho de haber ~cas10na.do una
aa) El problema de la participación en el concurso ideal pluralidad de resulLados. Ciertamente, en la mayor parte de los casos quien realiza una
conducta culposa puede prever la lesión de uno o varios bienes jurid1cos como consecuencia
Parece lógico que los adherentes a la teoría unilaria consideren que el partícipe en un concurso de ella. Pero, por eso mismo, parece evideme que el disyalor de acción en esas situa~10nes ~s
ideal lo es de un solo delito 59 si él ha colaborado o instigado a una sola acción. Por el contrario, siempre idéntico, de manera que determinar la punib1lidad atendiei:ido a la contmgencia
cuando se sostiene, como aquí, que en los casos de concurrencia ideal las acciones configurad.oras azarosa de si en efecto ocurrieron dislinlos eventos o uno solo, estimo, otra vez, que es
de los distintos tipo son también múltiples, debe afirmarse que el partícipe lo es de todos los enfatizar en forma exagerada la significación del disvalor de resultado, con grave peligro,
delit~s si su acLividad satisface las exigencias requeridas para considerarlo cómplice o instigador incluso, para la supervivencia del derecho penal de culpab_i1idad. Por lo tanto, cr~o .q~e en
de cada uno de ellos y aunque se haya manifestado externamente en una forma unitaria. Lo tales hipótesis debe castigarse únicamenle por un dehto culposo_, pues el _1mc10 de
decisivo es lo que él sabía sobre la naturaleza del hecho en el cual colaboraba o respecto del cual reprobabilidad ético-social de la conducta no puede_ pronunciarse smo u~a vez, con la
formaba en otro la voluntad de realización. Así, el que instiga a la violación de una hermana del consiguiente unidad de la infracción de la norma que impone el deber de cmdad_o ..
autor, conociendo la relación parental que lo vincula con la victima, es inductor Lanto de la Excepcionalmente, sin embargo, habrá que apreciar una auténtica concurrencia ideal e_n
violación como del incesto. Asimismo, el que contribuye proporcionando la bomba que sabe aquellas situaciones en las cuales para el autor era previsible que si. la cond:ucta pr~d~cra
destinada a causar la muerle de tres personas al mismo liempo, es cómplice de tres homicidios. rfectivamente un resultado lfpico, tste sólo podía consislir en una lesión mú11ip1e de bienes !11nd1cos.
Por el contrario, cuando el hecho principal es efectivamente uno solo (matar a un hombre, Así, por ejemplo, ocurriría en el caso del capitán que sobrecarga la nave con gran numero de
lesionar a una persona, ejecutar un robo, etc.), la multiplicidad de conductas del concurrente pasajeros, exponiéndola a un naufragio o volcamiemo, y en el del comandan Le de la aerona_ve
accesorio es irrelevante, incluso si configuran distimas formas de participación, en virtud del que conduce a muchas personas y ejecula maniobras imprudentes durante ~l vtaJe,
principio de subsidiariedad expresa que consagra en esta materia la ley en vigor. ocasionando un desastre. En estos casos la previsibilidad de la inevitable pluralidad de
resultados diversifica el disvalor de la acción, mulliplicándola
De lo expuesto se deduce que las hipóLesis de delitos culposos con más de ~-:1- resultado
bb) El delito preterintencional no pueden ser solucionadas con arreglo a un criterio invariable, pues su aprec1a~1_cm depende
de los elementos que integran la eslructura de la culpa concurrenle en la s1tuac10n concreta
De acuerdo con lo que se ha dicho al respecto, 60 la práctica resuelve los casos de Lo cual como es obvio, no significa abogar por una decisión de "caso por caso", sino
preterintencionalidad para los cuales la ley no ha eslablecido una figura expresa en la Parte Especial, recond~cir el problema a reglas más generales concernientes a la realización del hecho típico.
apreciando un concurso ideal entre el delilo doloso básico y el tipo de delito culposo
correspondiente al resultado más grave. Esta solución es correcta. Aunque constituye el caso
límite de tal posibilidad, también aquí el movimiento corporal único del agente puede b) Clasificación del concurso ideal
materialmente desdoblarse er'l dos acciones, a la primera de las cuales presta su fisonomía la
finalidad orientada a la realización de la conducta típica perseguida (dolo), y a la segunda, la la doctrina distingue dos clases de concurso ideal: homogéneo y heterogéneo. El
omisión de imprimir a su actividad toda la dirección final de que era capaz a fin de evitar la
desviación del curso causal hacia otros resultados jurídicamenle indeseables.
concurso es homogéneo cuando con un mismo hecho se realiza varias veces el mismo
tipo penal, como, por ejemplo, si con un mismo disparo se da muene a dos personas,
o profiriendo una so1a expresión se injuria a muchos individuos. A su vez, el c~n~urso
ce) los delitos culposos con pluralidad de resultados
es heterogéneo cuando con un solo hecho se satisfacen las exigencias de d1stmtos
Una parte importante de la doclrina y jurisprudencia aprecia un concurso ideal cuando el tipos penales, como, por ejemplo, si para yacer con ella se vio1enta a ~na hermana
autor ha incurrido en una conducta culposa que da origen a varios resultados típicos (accidente casada, o se incendia una casa para dar muerte al que mora en ella, o s1 el autor de1
del Lránsito con muertos o lesionados múltiples; volcamiento de una nave sobrecargada con hurto fractura una ventana, daflándola, para escapar del lugar en el cual ejecutó la
56

57
RODRIGL'EZ MUÑOZ, notas de derecho español a MEZGER, !I, 69, I, in fine, págs. 378 y 379.
Ídem. o: Sobre ellos, véanse las sentencias de la C.S. de 11 de enero y 4 de abril de 1960, con comemario conjunto
8
' JESCHECK, 67, I, 2, págs. 657 y 658. de POUTOFF quien aprueba la solución en RCP, lomo XIX, Nº 1, pags. 62 Y s1gts
59
Así, expresamente, l'v1AURACH, 54, 11, C, págs. 424 y sigts. fü Este curso v;cilante de la juri.sprudencia, que subsiste en los últimos fallos, puede apreciarse en
60
Supra, 20, Ill, e). ETCHEBERRY, D.PJ, TT, J 06, págs. 50 y sigts.
r,, Infra, b).

664 665
DERECIIO PE:-iAL / PAln ¡; (.l,'.'JER.i\.L / Enrique Cury "Gr,:úa
CAPÍTULO XII/ UNIDAD Y PLURALlDAD DE DELilOS. CONCüRSO DE DELITOS y CONCURSO APARENTE DE Lf'YES

sustracción. La clasificación sólo tiene un valor sistemático, pues, desde el punto de No es posible dar una regla precisa y general sobre lo qne debe entenderse por
vista práctico, las dos situaciones se rigen por lo dispuesto en el art. 75 del C.P. 64 delito más grave. 67 Cuando la pena amenazada por la ley a los varios que concurren
es de 1a misma naturaleza, decidirá usualmente aquella cuyo limi.te superior sea más
e) Efectos penales del concurso ideal alto; si éstos son iguales, deberá compararse el inferior. la ponderación de hechos
punibles para los que se conminan penas de distinta naLuraleza tiene que efectuarse
la ley otorga al concurso ideal un tratamiento más benigno que el concedido en siempre caso por caso.
la generalidad de los casos al concurso real. En efecto, de acuerdo con lo preceptnado Pena mayor, por su parte, es siempre la pena más alta establecida para el delito
por el art 75 del C.P, se lo castiga siempre conforme al sistema de la absorción de las que se tenga por más grave. 68 Por consiguienle, cuando un hecho esté amenazado
penas, esto es, imponiendo Ja pena mayor asignada al delito más grave. con una pena compuesta por varios grados de una divisible, se deberá imponer el
Los fundamentos de esla benevolencia no son fáciles <le explicar, a causa de la generalidad
más severo de todos ellos, sin perjuicio de que a parLir de él se efectúen los cálculos
de la norma, que olorga un tralamiento seme_janle a situaciones distintas. correspondientes a 1a determinación concreta de la sanción, habida consideración
En efecto, hay ciertos casos en los cuales, a causa de circunstancias independientes de su de las circunstancias modificatorias de ella que en el caso puedan concurrir. 69
voluntad, el que ha decidido la ejecución de un <lehto no liene más remedio, aunque se
Por lo que concierne a la relación entre el art. 75 del C.P y las disposiciones que
valga de un solo hecho, que lesionar al mismo tiempo otro bien jurídico, consumando, de
ese modo, otro tipo legal. Así ocurre en la hipótesis del que viola a su hermana, pues la regulan el concurso real de delitos, debe estarse a lo expuesto en relación con los
existencia de un vinculo parental que lo liga a la muJer objeto de sus deseos es algo ajeno a efectos penales de este último. 70
su contrnl, e imposible de eludir cualquiera sea la forma que imprima a la ejecución malerial
de su designio. Naturalmeme, el sujeto siempre dispone de la alternativa de no cometer Finalmente, es posible que dos o más delitos se encuentren entre sí en concurso
delito alguno, pero lo decisivo es que si quiere consumar uno de ellos (la violación), está
condenado a querer también la perpetración del otro (el incesto). Algo semejante sucede ideal y entren además en concurso real con otro u otros hechos punibles. En tal caso
también cuando las circunstancias que determinan la infracción del segundo bien_jmídico deberá resolverse antes el primero, y la pena así determinada será la que se acumule
y la consiguienle realización de ot.rn tipo penal no preexisten, pero se presentan durante la material o jurídicamente -según corresponda- a la de las otras infracciones.
ejecución del primero, constituyendo una condición sine qua non de su consumación. Así,
por ejemplo, en el caso propuesto de quien comete el delito de daños fracturando una
ventana para poder escapar del lugar en que ha cometido el hurto. 65 Ahora bien, e.n
situaciones como las dese.ritas parece razonable conceder al autor un tratamiento más
benévolo que sí hubiera incurrido en un concurso real; porque, aunque en verdad e_jeculó § 44, EL CONCURSO APARENTE DE LEYES PENALES
düs acciones -unificadas tan sólo en la forma de su exteriorización-, ambas abarcadas por
su voluntad de realización, es cierto también que una de ellas le fue impuesta por las
circunstancias concurre.mes, las cuales limitaron su libertad de decisión. Si a esto se añade
que el régimen de punibilidad del concurso real consagrado por la ley en vigor es de una l. CONCEPTO Y NATURALEZA
aspereza rudimelllaria, puede comprenderse que el ordenamiento quisiera corregir siquiera
parcialmente su rudeza frente a casos que presenlan caracleristicas de esta clase.
Hay un concurso aparente de leyes penales cuando un hecho parece satisfacer las
Pero el razonamiento anterior es inaplicable a aquellas otras hipótesis en las cuales el
agente deliberadamente escoge, de enlre distintas alternativas posibles, aquella que le pem1ite exigencias cle dos o más tipos diversos, pero, en definitiva, sólo será regulado por ww de
alcanzar al mismo tiempo varias melas delictivas. Así, no se divisa un argumento satisfactorio eHos, en tanto c¡ue los demás resullarán desplazados por causas lógicas o valorativas. 71
para defender un sistema con arreglo al cual se castiga más severamente al que mata a tres de En rigor, por consiguiente, aquí no hay concurso alguno. No lo hay de hechos,
sus enemigos rnediame acciones sucesivas, que a quien hace lo mismo colocando una bomba
de gran poder explosivo en el lugar en que las víctimas se encuenlran reunidas. Sin embargo, puesto que el que se enjuicia es solamente uno. No lo hay tampoco de leyes, pues la
el mi _j:uicio, los ténninos en que está concebido el art. 75 del C.P. no permiten excluir estas concurrencia de éstas es puramente aparente y, al cabo, sólo una de ellas regirá la
situaciones de entre las que regula. 66 conducta de que se trata. No lo hay, por fin, de delitos, ya que, en suma, se entenderá
De Iege faenda este defecto podría ser corregido mediante tuna mayor especificación de
los requisitos exi_gidos al concurso ideal. Pero es probable también que eso provocara que únicamente fue cometido uno.
dificultades hermenéuticas y condujera a una casuística insalisfactoria. Por eso, seguramente
lo más apropiado es intentar una modificación racional en el régimen de punibilidad del
concurso en general. Esto habilitaría para suprimü- toda distinción enlre sus formas, sin 0
En el mismo sentido, l\OVOA, U, 484, pág. 268.
perjuicio de que, si la norma es suficientemente flexible, pueda concederse, a los casos éB Ídem, con algún dnalle.
concretos que asl lo requíi:.ran, un tratamiento diferenciado. "" Tnfra, 57, lll, d), hb)
iu Supra, T, b), ce)
:i Sobre el concurso aparente ele leyes penales, aparte de otros textos más generales, deben consultars_e
r,.; ETC!-IEBERRY, 11, pág. 121. FTCHEBERRY, El concurso aparente de leyes penales, cit., y .PO.>JTECIJ .LA, Concuno de delincuentes de deli-
60
Sobre las razones por las cuales este hecho configura un concLtrso entre hurto y daüos, no un robo con tos y de leyes penales y sus p1incipa/cs pro/Jiemas juridicrn. cit. Un examen detenido puede encontrarse tam-
fuerza en las cosas. ETCJTFBERR'( lll, pág. 317. bién enJAKOBS, 31, 1 y sigLs., págs. 1043 y sigts.;JESCHECK, 69, pags. 670 y s1gts; J\.iAURACH, lI.' 55,
ffi Como rn el texto, ETCHEBERRY, ll, pág. 121. OLra opinión, GARRTDO, Il, 110.2, a). pág. 248. Restan T, B, págs. 438 y sigts; MAURACH-ZIPFF, II, 55, II, págs. 5'51 y sigts; MlR, 27, TH, págs. 638 Y s1gts.,
importancian a la discusión, y no se pronuncian en definitiva, POLJTOFF-ORTIZ y colaboradores, I, ZA.FAROKl, 58, lll, págs. 830 y sigts. Aparre de ello, hay rnmbién una exposición amplia en FRANCISCO
pág. 400. PAVON VASCONCELOS, Concurso aparente de leyes penales. Puebla, México, 1975.

666 667
DERECHO PEKAL / PARTE GE"\TERAL / Enrique Cury Ur~úa C.A~i n;Lo Xll / l.:C'!IDAD y PLURALIDAD DE DEUTOS. C.OC,OJRSO DE DEUTOS y CONCURSO APARE e\ TE DE LEYES

Así pues, se trata en realidad de un problema de interpretación, como, en efecto, de manera más perfecta en todas sus particularidades. En tal caso la norma general
72
ya se anticipó. lo que se plantea es un conflicto entre varias disposiciones, cada será desplazada y el hecho será regulado sólo por la especial. Así, por ejemplo,
una de las cuales parece adecuada en principio para normar el hecho, no obstante cuando un empleado público sustrae caudales o efectos públicos o de particulares
lo cual es preciso, mediante la aplicación de los recursos hermenéuticos, determinar que tenía a su cargo, la conducta ejecutada se acomoda tanto a la descripción
cuál es la que de veras se acomoda precisamente a todas sus particularidades fácticas contenida en el art. 233 del C.P (malversación de caudales) como a la que ofrece el
y aprehende por completo su significado de valor. art. 432, última parte (hurto) o, quizás, el art. 470, Nº lº (apropiación indebida);
Sin embargo, esta cuestión interpretativa se encuentra entrelazada en forma pero corno el precepto que incrimina a la malversación es el que capta el hecho de
estrecha con la teoría del concurso de delitos. Pues, en efecto, la decisión relativa a una manera más completa y específica, sólo el art. 233 recibirá aplicación en el caso
cuál de los tipos recibirá aplicación en el caso de que se trata, está precedida por la concreto y el 432 o el 470, Nº 1°, habrán de ser desestimados.
de si en realidad éste ha de ser regido por una sola de ellas o si, más bien, nos
Aunque, como se ha dicho, el principio de especialidad funciona prevalentemente sobre
hallamos frente a una auténtica pluralidad de delitos con unidad de hecho, esto es, una hase lógica, esto debe ser entendido en la forma relativa que siempre ha de darse a tal
ante un concurso ideal. En la práctica, además, ambas interrogantes se condicionan afirmación en el terreno jurídico. En esla maleria, en efecto -por lo mismo que se trata de un
de manera recíproca, de tal modo que ni siquiera conceptualmente es posible problema H.'.ferente a la interpretación de normas-, 78 la purn apreciación lógica siempre es
insuficiente para alcanzar una solución. Aquí, por ejemplo, la decisión concerniente a que
separarlas. Por eso, no sólo desde el punto de vista didáctico, sino también atendiendo una de las leyes en conflicto tiene carácter ''especial" -respecto de la otra, si bien lógica en sí,
a consideraciones técnicas y sistemáticas, es preferible hacerse cargo del asunto en presupone una valoración preliminar de las normas para la fijación del senLido de cada una
este lugar, aun reconociendo que teóricamente no pertenece a él. de ellas y conduce, además, a una determinación sobre su "esfera de validez", que es
manifieslamenle axiológica. 79

El principio de especialidad, si bien no se encuentra expresamente consagrado


II. LOS PRINCIPIOS DE SOLUCIÓN DEL CONCURSO APARENTE en la ley penal, está formulado de manera amplia, para regular las relaciones del
ordenamiento jurídico en general, en los arts. 4º, 13 y 20 del C.C. 80
Para resolver los problemas generados por el concurso aparente de leyes penales
y sus relaciones con el concurso ideal de delitos, la literatura ha formulado varias Por último, es preciso lener presente que, con arreglo al criterio que se ha expueslo aquí, el
reglas o principios, pero hasta el presente no existe un acuerdo pleno sobre su dolo y la culpa son elementos del tipo que, por consiguiente, deben también tomaTse en cuenta
para la determinación de su especificidad. Ello es manifiesto en el caso de otros eventuales
número y practicabilidad. Así, FONTECILLA 73 y PAVON VASCONCELOS, 74 elementos subjelivos del lipo dislimos del dolo. 81
r~conocen por lo menos la existencia de cuatro: especíalidad, consunción, subsidiariedad
Yalternatividad. Por el contrario, ETCHEBERRY, 75 si bien efectúa una exposición de
h) Principio de consunción
los cuatro, considera que sólo dos de ellos rigen auténticamente la problemática: los
de especial-idad y consunción. 76 En el desarrollo subsiguiente prevalece este último El principio de consunción o absorción es de carácter axiológico y su aplicación,
criterio, aunque por razones prácticas se ha concedido al principio de subsidiariedad por ende, presenta más dificultades que la del de especialidad. De conformidad con
alguna mayor consideración que en otras ocasiones, 77 y se informa, además, él, hay también un concurso aparente de leyes penales, y no un concurso ideal de
someramente, sobre el de alternatividad.
delitos, cuando el hecho parece ser captado por dos o más tipos; pero como el
disvalor delictivo que implica la ejecución de uno de ellos contiene al que supone la
a) Principio de especialidad realización del otro u otros, aquél consume o absorbe a éstos, desplazándolos.
Así, por ejemplo, cuando alguien intenta penetrar por la ventana a una casa
El principio de especialidad es de carácter lógico y, por tal razón, su manejo es ajena para robar, pero fracasa, luego de lo cual fractura una puerta, logrando de este
más sencillo que el de consunción. De conformidad con él, hay un concurso ideal modo su propósito, pareciera que el hecho puede ser aprehendido tanto por el tipo
de delitos cuando el hecho parece ser captado por dos normas, pero éstas se de la tentativa de robo como por el robo consumado. Ahora bien, el disvalor delictivo
encuentran en relación de género a especie y es la ley especial la que lo aprehende del delito consumado absorbe al de la tentativa, pues mientras ésta no es portadora

Suprn., 8, Vll. 78
Sobre ello, supra, 8, T. b).
7
' FONTF.CILL\, Concurso de delincuentes de delitos y de leyes penales, cit., págs. 97 y sigLS. :
9
Cn ejemplo de lo expuesto puede encontrarse en el razonamiento desarrollado. por ETCHEBERRY, li,
74
PAVO~ VASCONCELOS, Concurso aparrnle de normas, cit., N, págs. 97 y sigts págs. 123 y 124, para resolver las situaciones de concurso entre estafa y falsihcac1ón de instrumento
ETCHEBERRY, El concurso aparrnle de leyes perwlcs, cit. 15 y sigts., págs. 45 y sigts., y 45, pág. 99 privado en perjuicio de tercero. Que sohre este caso exista una gran disparidad de criterios en relación con
76
Véase, además, en el mismo sentido. ETCHEBERRY, 11, pág. 123. Este crite1io corresponde básicarncme al el principio aplicable (ETCHEBERRY, I\,; págs. 176 a l 78), constituye una demostrnoón elocuente de lo
expuesto por MEZGER, TI, 69, 11, pág. 380. Asimismo, es semejante' el trntanüento que da al asunto que se sostiene en el texto.
GARRTDO, 11, l 11.2, págs. 352 y sigts bo En el mismo sentido, ETC! !EBERRY 11, pág. 124.
77
CURY, 01icntaci611, 29, 11, dd). pág. 288, donde en realidad se lo ignora. 81 Supra, 18, IV

668 669
1
f.,

IJF'REOIO Pf,NAI / PARTE GE"\:ERAL / Enriqu~ ( ury Urzúa


CAPil"ULO XII! VNIDAD Y PLURALIDAD DE DEUTOS. CONCL:HSO DE DEUTOS y CONCURSO ,'I.PARENTE DE LEYES

sino de un disvalor de acción, aquél contiene también ése y, además, el de resultado. En rigor, con lodo, es preciso convenir en que en una hipótesis como la descrita podría
Por eso, en el caso propuesto el autor sólo será castigado por el robo consumado. resultar discutible el carácter "general" de la d1spos1Ción aplicada respecto de la que se desplaza.
Pues, a fin de cuentas, para disponer la vigencia prevalente de un precepto, siempre será
De la misma manera, cuando el que quiere matar a otro le asesta varios golpes para necesario introducirle especificaciones que lo deteTI11men de algún modo. El asunto es de
dominar su resistencia y en seguida lo ultima de un balazo, su conducta pareciera interés p.rácLico reducido.
satisfacer tanto las exigencias del tipo de las lesiones como las del de homicidio. Sin
embargo, en tal situación éste consumirá a aquél, pues el atentado en contra del d) Principio de accesorie,lad
valor vida incluye el daño a la integridad corporal de la víctima.
En ninguno de los ejemplos anteriores podtia solucionarse el problema acudiendo En la prolip exposición que le dedica ETCHEBERRY85 se advierte de inmediato
al principio de especialidad, pues ni el homicidio es una especie del género lesiones que este principio ha sido formulado de muchas maneras distintas, sin que hasta el
ni, mucho menos, el robo consumado una especie del género tentativa de robo. Cuando, presente se haya encontrado una manera de expresarlo correctamente. En el fondo,
por el contrario, el conflicto acepta ser solucionado echando mano de cualquiera de lo que se designa con ese rótulo no es más que una forma específica de aplicación
ambas fórmulas y su aplicación sucesiva conduce a resultados contradictorios, debe del principio de consunción a situaciones planteadas por tipos con pluralidad de
otorgarse prevalencia al principio de consunción; porque, en efecto, el lelos de la ley hipótesis. 86 Cuando el sujeto, en efecto, haya realizado simultáneamente varias de
se orienta según valores y no atendiendo a puros engarces lógicos. éstas, la cuestión de si ha de castigárselo por un concurso de delitos o por un solo
Para la apreciación relativa a si un tipo de los concurrentes contiene el disvalor hecho punible (tipicidad reforzada) 87 exigirá una apreciación valorativa para cuya
delictivo del otro u otros, es decisiva la consideración de los bienes jurídicos solución el principio de alternatividad no brinda una regla prácticamente
protegidos por cada uno de ellos, su magnitud y su conexión, así como del modo aprovechable, limitándose a plantear el problema. 88
que asume el ataque en las distintas figuras en conflicto. La severidad comparativa
de las distintas penas amenazadas constituye un criterio de referencia, pero sería
engañoso dejarse guiar únicamente por él.

e) Principio de subsidiariedad

El principio de subs1diaiiedad se funda exclusivamente en una decisión del derecho


p'ositivo. De acuerdo con él, hay un concurso aparente y no un concurso ideal de
delitos cuando un hecho pareciera ser captado por dos tipos, pero, por expresa
disposición de la ley, uno de ellos resulta desplazado, porque su aplicación se subordina
precisamente a que el otro no concurra. 82
En opinión de ETCHEBERRY, se trata de un principio carente de autonomía.
Con arreglo a su punto de vista, en efecto, sólo se limita a declarar explícitamente la
existencia de una relación de especialidad entre los tipos aparentemente en conflicto;
en los demás no será sino una declaración categórica de que la ley confiere prevalencia
a la consunción. 83 En ambos la cuestión podria ser resuelta de la misma forma
mediante aplicación de las reglas generales relativas a la materia.
En principio, este razonamiento es correcto y, además, corresponde a la situación 1

de la ley en vigor. Sin embargo, no es imposible imaginar algún caso en el cual, por
puras consideraciones utilitarias de carácter político-criminal, el ordenamiento
dispusiera la aplicación subsidiaria de una norma que debiese recibirla 1

l
preferentemente tanto con arreglo al principio de consunción como al de especialidad.
En una situación límite de esta especie, la fóm1ula de subsidiariedad cobrarta alguna
"personalidad propia" 84 que justificaría la subsistencia de su tratamiento doctrinal.

-'" ETC:TTEBERRY, .ti concurso aparen/e de leyes penales, cit., 19, págs. 59 y sigls.
82
Isla fomrnlación corresponde básicameme a la ofrecida por ETCHEBERRY, ll, pág. 127, en donde se do En el mi~mo sentido, NOVOA, 11,494, pág. 287. 1.i

prescinde de la antigua distinción entre subsidíariedad expresa y tácita. ~, Supra, 42, 11, d). . . 1
hl
63 '
ETCHEBERRY, II, pág. 93; I'.1 conwrso aparente de leyes penales, 43, pág. 98, y 45, pág. 99. 8H En la doctrina chilena constituye otra opinión aislada la de POLITOFf-ORTIZ Ycolaborado1es, I, pag
4
" ETC!TEBERRY, El concurso aparente de leyes prnales, 45, pág. 99. 391.

670 671
CAPÍTULO
, xm
TEORIA DEL
DELITO OMISIVO

§ 45. EL DELITO OMlSIVO Y SU PROBLEJ\!LÁTJCA

La teoría de los delitos de omisión está somelida, desde hace largo tiempo, a un
debaLe cuyos resulLados han contribuido sólo en parle a la solución de su proble-
mática. Nos encontramos aquí frente a uno de los sectores más oscuros de la estruc-
tura delictiva. Por lo mismo, la exposición siguiente se hmi.ta a presentar escueta-
mente las grandes cuestiones sobre las que versa el debate. Hacer más excedería los ,,,/
límites del propósito perseguido por la obra.

I. EL CONCEPTO DE OMISIÓN

La naturaleza misma del concepto de omisión ha sido objeto ele opiniones en-
contradas. Aquí se destacan las más significatívas. 1

a) El concepto normativo

Para una concepción que ha llegado a ser en cierto modo dominante, 2 la índole
de la omisión no puede ser comprendida sino arrancando de presupuestos norma-
tivos. La omisión es un concepto de valor y no admite ser explicada conforme a un
criterio ontológico.
Con sagacidad ha defendido este punto de vista GRISPIGNL; Destaca, en efec-
to, que el no hacer algo no es, en si mismo, omitir. Así, por ejemplo, de quien al
despedirse luego de una agradable velada no abofetea al dueño de casa, no puede
afirmarse que ha omitido hacer1o. Y esto porque la ejecución de Lal conducta no era
esperada. Conforme a las normas y usos vigentes, el visitante no debía acometer a su

Cna descripción esmerada de la polémica se encontrará en COUSIÑO, 1, 104, págs. 490 y sigts. cuyo
punto de visla. sin ernhargo, sólo se comparte parcialmenle en el Lexlo
Así, también, CGCSlÑO, I, 104, C, pág. 499.
GRTSPlGNl, Diritto Pena.le Ttaliano, .:Vlilano, 1952, 11, 17, págs. 30 y sigts

673
DFRF.CHO PEC\1AL / PARTE GENl·RAL / Enrique Cury llrzúa
CAPÍTLLO xm / TEORIA DEL DEUTO OMISIVO

huésped, y si no lo ha hecho, es imposible atribuirle una omisión. 4 En cambio, no hacer, son nociones relativas, El individuo, situado en el núcleo de un complejo
ocurriría lo contrario si ese individuo se abstuviera de agradecer la cortesía de que de causas y efectos del cual físicamente participa, no se halla por completo estático.
se lo ha hecho objeto y no estrechara la mano de su anfitrión. En este caso se habla- Más bien puede afirmarse que actúa siempre y en cada momento, ya sea operando
rá de una omisión porque la conducta que no se ejecutó era la que de él se esperaba, sobre la causalidad circundante para acomodarla a sus designios y orientarla según
la que conforme a los usos y normas ele corlesía debíó realizar: sus fines, ya sea abandonándola a su discurrir natural que, en determinadas circuns-
Así, omite quien no hace aquello que de él se esperaba, porque era su deber tancias, se ajusta a sus propósitos y finalidades. De esta suerte, el sujeto realiza una
hacerlo. Y como desde el punto de vista jurídico sólo se está obligado a lo que el conducta así cuando empuja la piedra para que, arrastrada por la gravedad, se precipi-
derecho manda, la omisión en este ámbito consiste en no hacer aque11o que jurídi- te sobre su enemigo, como cuando observa una actitud pasiva, dejando que su anta-
camente se debía liacer. El concepto es, pues, valorativo y su significado depende de gonista permanezca en el lugar en que caerá el peñasco, próximo a derrumbarse por
las normas jurídicas vigentes. No puede omitirse sino aquello que el derecho orde- causas natura1es. En ambos casos la voluntad se ha exteriorizado. Sólo que en el pri-
na; por lo tanto, para afirmar la existencia de una omisión es menester decidir si, mero el individuo se valió de su actividad muscular para generar la serie de causas y
conforme a los preceptos legales en vigor, cabía esperar que el sujeto actuara. 5 efectos, en tanto que en el segundo empleó como instrumento el devenir en que se
EsLe punto de vista, aparentemente incontestable, presenta dificultades sistemá- encuentra inserto y al cual tiene 1a facultad de ordenar en una forma distinta.
ticas. Impide, sobre todo, trazar un límite que separe a la omisíón de la antijwidicidad Omite quien admite que el suceder causal circundante se oriente, conforme a su
de la omisión. Pues si sólo omite el que no hace 1o que jurídicamente debería hacer, dinámica natural, de acuerdo a sus fines.
la afirmación de que alguien ha omitido involucra la de que se ha conducido de una Este punto de vista vislumbra la solución, pero incurre, a mi _juicio, en dos
manera contraria a lo exigido por el ordenamiento, esto es, antijurídicamente. imperfecciones. En primer lugar, se apresura al identificar el actuar con el omitir,
GRISPIGNI procura salvar esta objeción afirmando que la valoración de la cual se afirmando que también en este último caso se verifica una exteriorización de la
deduce la existencia de una omisión es diversa de aquella en que se funda la ilicitud. voluntad; pues esto es improbable en el caso del delito omisivo culposo y, sobre
Pero si un sujeto ha omitido a causa de que se encontraba en un estado de necesi- todo, en los por olvido; más aún, tambíén en la hipótesis de un de1it0 omisivo
dad justificante, ¿podrá afirmarse que el derecho lo obliga a hacer algo de que, por doloso es difícil, si no imposible, encontrar e1 punto de conexión entre el acto de
otro lado, lo auLorizaba para abstenerse? voluntad y el fenómeno causal. Del otro lado, la concepción deriva hacia el autori-
Por otra parle, esta concepción normativa de la omisión contrasta con la idea de que la tarismo. Si acción y omisión se identifican, pareciera que todo omitir ha de ser
estmclura del delito descansa sobn;: una base ontológica prejuridica, que funda la unidad de castigado. La doctrina no tolera una extensión semejante. MAYER, que impugna la
su concepLo y se impone al legislador como materia de la regulación. 6 En efeclo, si la omi- exigencia consueLudinaria de una posición de garante para la llpicidad del deliLo
sión no es mé'is que una pura violación de normas jrnidicas, la configuración de hechos
punibles omisivos no estará sometida a límite alguno y, además, entre la acción y la omisión omisivo, 9 demuestra con ello que su postura ideo1ógica se identifica con un afán
no sólo existirá una relación de comradicción lógica,' sino larnbién de naturaleza maLerial. autoritario incompatible con las tendencias actuales del derecho penal.

h) El concepto natural mediante aHimilación a la acción e) El concepto natural como opmiición a la acción

Aun cuando se pretende construir un concepto natura} de omisión, es preciso Toda la polémica descrita se desarrolla en torno a una idea común: la de que la
reconocer que entre ésta y el no hacer hay diferencias. La nada, la pura ausencia de omisión no es sino una especie de la acción y, por lo tanto, posee una estructura
movimiento jamás podría servir de base a la cual enlazar los juicios de antijuridicidad similar y eslá someüda, en general, a los mismos principios. RADBRUCH se opuso
y culpabilidad. La omisión, por lo tanto, tiene que poseer alguna realidad s1 aspira a a esa idea hace tiempo, destacando el antagonismo radical que separa a los dos
servir de fundamento sustantivo a la estructura del deliLo. conceptos: "A" y "no-A", Posición y Negación, no pueden ser reducidas a unidad ni
Un paso en este senttdo es dado por HELMUTH MAYER," quien recuerda que el comportarse corno las especies de un género. 10 Pero la mayor parte de la doctrina,
hombre vive en un mundo cambiante, en perpetuo movimiento. La inmovilidad, el en todo el mundo -y especialmente entre nosotros-, 11 permanece aferrada a la con-
cepción tradicional.
Sin embargo, ARMIN KAUFMANN 12 relama la argumentación de RADBRUCH
Tanto el eJemplo como el razonamiento se encontrarán también rn GALLAS, La teoría ele/ delilo en su
momento actual, Barcelona, 1969, 11, pág. 17, nota 28. y, a partir de ella, desenvuelve toda una teoría del delito omisivo, avalada por
En esle mismo sentido, :VfEZGI:;R, 11, 16, II, págs. 293 y sigts. En la literatura nacional, el pumo de vista
expueslo es sostenido por ETCHEBERRY, I, pág. 199 y NOVOA, 1, 181, pág. 277.
Supra, 1.4, l'v'. a). y 22, IV, d) lnfra, II, especialmente e), bb)
lnfra, e). w Supra, 13, 11. . . .-
También COUSlÑO, L 104, págs. 495 y sigts., asµua ahorna la lormulac10n del concepto superior de
H. :'vfAYER, Deis Stmfrecltl cle.s Dentschcn Vo!kes, citado por RODRIGUEZ MUÑOZ, en notas de derecho
español a la traducción de MEZGER, T, 15, VI, págs. 251 y sigts., y, especialmente, págs. 265 y sigts.
acción en sentido amplio. . .
11 ;\RMJN KACFlvlANN, Die Dógmatih clcr Unlerla.ssungdclihte. Goettmgen, 1959, pass1m.

674 675
DERECHO PENAL/ PARTE GEKERAL / Enrique Cnry Urztía
CAPÍTULO xm I TEORÍA DEL DEUTO OMlS!VO

WELZELn que, si bien no ha logrado imponerse, H ha tenido considerable influen- que se podía actuar. Da lo mismo que el sujeto sea o no consciente de que cuenta
cia en el desarrollo posterior al concepto de omisión. con el dominio final. Para que haya omisión basta con que lo tenga.
Según este punto de vista, la omisión ha de considerarse una noción auLónoma, Aparece, así, un concepto de omisión natural20 que se opone al de accíón natural
lógicamente antagónica a la de acción. KAUFN!ANN, por esto, ha enunciado un -al cual es correspondiente- en forma radical y que, por eso, no puede ser tratado
"principío de inver5ión" -Lomado explícitamente de la "inversión coperniquiana" prac- conjuntamente con aquél. Hay que otorgarle un lugar separado en el sistema y
ticada por KANT en su teoría del conocimiento- 15 que consiste, precisamente, en desenvolver a1lí las consecuencias de su análisis.
volver "del revés" el concepto de acción a fin de obtener resultados aplicables a la Para determinar los casos de ausencia de omisión es necesario, a su vez, "invertir"
omisión. Se parte, así, del supuesto de que a dos términos contrarios convienen los términos de la ausencia de acción.21 Así, la omisión falta, en primer lugar, cuan-
predicados opuestos. do el sujeto actúa, pero también cuando no lo hace porque carece del poder para ello.
La omisión consiste en no hacer aquello que se tenía el poder final de ejecutar. Aquí, Y esto último ocurre si está ausente cualquiera de los elementos que componen el
de inmediato, se ve funcionar el principio de inversión. Lo característico de la ac- dominio final. No hay omisión si el sujeto ignora la situación en que la acción
ción era la conducción del suceder causal, empleando, para ello, el poder de orien- producirá sus efectos, como, por ejemplo, si el salvavidas no se percata de que una
tarlo según y desde un fin; lo característico de la omisión es la no conducción de ese persona se está ahogando; no la hay, tampoco, si carece de poder para seleccionar
acontecer, pese a que se contaba con el poder de manejarlo, con su dominiofina1. La los medios aptos para alcanzar el objetivo, como, por ejemplo, si la madre, ciega y
acción es finalidad que se exteiioriza; la omisión, finalidad ociosa. De donde resulta abandonada a sus propias fuerzas, no consigue encontrar los recursos necesarios
que, así como no hay acción cuando falta la finalidad, no hay omisión cuando falta para alimentar a la criatura; no la hay, por fin, si no tiene la posibilidad física de
el poder para orientar finalmente una serie causal. Parafraseando a VvELZEL, 16 pue- emplear los medios elegidos, como, por ejemplo, si el sujeto no sabe nadany el bote
de afirmarse que "los habitantes de Santiago no pueden 'omitir' la salvación de una de que podría echar mano para salvar al que se ahoga se halla a una distancia tan
persona que se ahoga en el Biobío 11 .17 grande, que no podrá llegar hasta él oportunamente.
Contar con el dominio final significa estar en situación de alcanzar el fin de la
acción que no se ejecuta. Para esto 11 d sujeto Liene que conocer la situación en que
produciría sus efectos; además, tiene que estar en condiciones de reconocer y de poder H. EL TIPO DE LA OMISIÓN
seleccionar los medws aplos para llevar a efecto el obJelivo ('capacidad de planeamiento');
por últnno, tiene que tener 1a posibilidad real física de emplear los medios elegidos y de a) Las formas del tipo omisivo
ejecutar el acto planeado". 18
No cabe duda de que, para el hombre común, el delito de acción es más familiar
A este respeclo GAU..AS 19 exige más, pues considera que el suJelo debe ·'habnse repre- que el de omisión. Tan pronto nos detenemos a imaginar un delito, los ejemplos
sentado_ como fin voluntario realizable la acción ordenada, o bien habérsela podido .repre-
sentar, con el debido esfuerzo de sus facultades psíquicas" Con esto la finalidad "esperada" que nos asaltan son siempre, en primer término, reproducciones de una acción.
adquiere en su sistema una mayor significación para la estruclura de la omisión y para la Esto explica que el legislador tipifique sólo unas pocas omisiones y, respecto a otras
distinción entre omisión "dolosa" y "culposa". que pudieran producirse, abandone la posibilidad de su sanción a la de subsumir la
conducta del sujeto en una figura de acción. Así, los modos de tipificar omisiones
Como lo que caracteriza subjetivamente a la omisión es la posibilidad de actuar,
pueden agruparse de la siguiente manera:
es innecesario que el sujeto exprese, además, una voluntad actual de no hacerlo.
Por eso, en rigor no existe una omisión dolosa. Lo que integra la omisión es lo aa) Delitos ele omis"ión simple u omisión propia, en los que la conducta se traduce en
"inverso" del dolo, esto es, un no-dolo (110-finalidad), el no exteriorizar una fmalidad la infracción de una norma imperativa (mandato). Todos ellos están descritos por la
ley. Tipos de esta clase se encuentran en los arts. 134, 149 Nº 2º, 4º, 5º y 6º, 156
W['LZF.l, 26 y sigts., págs. 276 y sigts. la exposición subsiguiente n:produce, en gran parre:, la de este inc. segundo, 224 N°s 3°, 4º y Sº, 225, N° 3°, 4º y 5º, 226,229,237,238,240 inc.
autor y ARMIN KAUf'MANN
segundo, 252, 253, 256, 257, 281, 282, 337 inc. segundo, 355, 448, 494 Nºs
H Sobre las niticas a esta concepción, que: él también desestima, COUSIÑO, 1, 104, A, págs. 492 a 495.
1
' El símil, por supuesto, es formal. Aquí sólo se invierte el concepto del objeto conocido para ohtener el del 9º,11,12,13 y 14,495 N° 19 y 496 Nºs 2º 4°, 5º segunda parte, primera hipótesis y
imTstigado, no la relación sujeto-objeto, como ocrnw en la teoría ele! conocimiento de KANT 22. La enumeración -en la que se ha procurado prescindirse de casos dudosos- es
1
" \VELZEL, 26, T, ¡x'ig. 277.
17
J\"aturalmente, los habitantes de Santiago tampoco pueden herir con un estoque a ese mismo sujeto, como lo bastante significativa corno para reclamar una mayor atención que Jaque la doc-
lo destaca, en senL1do crítico COUSIÑO. I, 104, A, pág. 4Y3 Pero que para la realización ele una accion trina nacional suele desl.lnar a este género de Lipos.
también se requiere el poder final ele ejecutarla, ha estado siempre fuera de duda. Además, ll.CjUÍ lo que se
enfatiza es que la omisión de la acción salvadora supone la capacidad de: vnifiutrla; no está en discusión
la posibilidad de realizar la conducta infractora 2" Pero en un sentido disti.nlu C[Lte en supra, h), porque allí se trntalJa de idenLificar acci0n y omisión preten-
lR \VELZEL, 26, 1, pág. 277.
chendo qur ésta no era sino nna especie de alj_uélla.
GATJAS, op. cit .. IV~ 4, pág. 56. 21
Supra, 15, L

676 677
1
DERECHO PENAL/ PARTE CE'Jf::RAL / Enrique Cury Crzüa
CAPlHJLO XJII / TEORÍA DEL DELITO OM!SIVO

bb) Delitos de comisión por omisión u omisión impropia, en los que la conducta que forma más precisa posible; los segundos, tipos de 1os que se sirve el legislador ''allí donde no
1
infringe una norma imperatíva (mandato) ocasiona, como consecuencia, el quebran- le interesa la cualidad exlerna de la conducta del autor, porque el fundamento de 1a sanción
rndica en que alguien infringe las exigencias de conducta derivadas del papel social que
tamiento de una prohibitiva (prohición). En relación con esta categoría existe una desempeña" .25 En opinión <le ROXIN, el problema de la equiparación entre acción y omi-
manifiesta anarquía legislativa. Los tipos se elaboran de distintas maneras o simple- sión no presenta dificultades en los delitos de mera infracción de un deber, pero es "apenas
mente quedan implícitos en el de comisión. Un cuadro aproximado, para tratar de solucionable" en los que él de.nomina delitos de acción. 26
ordenar los resultados de esta técnica confusa, puede construirse así:
h) El tipo de los delitos de omisión propia (simple omisión)
1) Casos en los que se ha establecido un tipo expreso y separado para el delito
de comisión por omisión. De éstos, en la ley, casi no se encuentra uno. La fundamentación de la tipicidad en los delitos de omisión propia no presenta
dificultades, porque las distintas figuras están previstas expresamente.
Para ser exactos, sin emhargo, es preciso reconocer que una gran parte de los delitos de
omisión tipificados por la ley son, en ligar, hipótesis de comisión por omisión. En efecto, se Desde el punto de vista objetivo, la tipicidad de estos delitos requiere que con-
lrata de situaciones en las que, al violar el manclalo de actuar, se infringe la prohibición de curran 1as particularidades de la situación descrita por la ley y que no se exteriorice
poner en peligro la incolumidad del hien jurídicamente protegido.22 Si aquí he mantenido el una volunLad final determinada también por el Lipa; esto es, que no se actúe.
criterio tradicional para la clasificación de los delilos omisivos, es por razones de claridad en
la exposición pedagógica. Pero, en un estudio más detenido, convendría reexaminada. Desde el punto de vista objetivo, es menester que el suieto disponga del domi-
nio final, cuyos componentes ya se han precisado.27 Si el sujeto ignora que se dan
2) Casos en los que, junto al delito de comisión, se describe expresamente el de los presupuestos de la situación fáctica en razón de la cual está obligado a actuar,
omisión impropia, como ocurre en los arts. 233, 243 y 244 del C.P. pero podía, con mayor diligencia, imponerse de ella, su omisión será "culposa" y se
lo castigará siempre que la ley haya prn~sto el tipo correspondiente; cuando faltó
3) Casos en los que el delito omisivo permanece implícito en el tipo comisivo,
esa posibilidad o no exisle tipo culposo, ha de quedar impune. En cambio, es irre-
abandonando, por lo tanto, sus precisiones a la construcción judicial. Entre éstos,
levante que no haya sido consciente de su "capacidad de planeamiento" o su posibi-
con todo, hay que distinguir dos situaciones: ·
lidad real física de emplearlos y alcanzar el objetivo (n~tador), salvo en aquellos
3') Existen tipos de comisión en los cuales en alguna forma hay una manifesta- casos en los que la ley ha empleado expresiones limitativas, tales como "maliciosa-
ción expresa de que el legislador contempla la posibilidad de una infracción om1siva. mente", "a sabiendas" u otras semejantes.
Esto sucede cuando para describir la conducta se emplean verbos ambivalentes, Tal como los tipos cornisivos, el de los de1it.os de omisión está construido sobre
que lo mismo pueden referirse a una acción que a una omisión, como "abandono", un hecho, pero a la inversa de ellos, no sobre un hecho voluntario, 28 sino sobre uno
"consentir en", "faltar a", "convenir en", "infringir", etc. Así, por ejemplo, es claro causal, en el c¡ue no se hizo intervenir una voluntad que era héibíl para modificarlo.
que para el art. 330, me. segundo del C.P., da lo mismo que el guardafrenos se aleje
de su caseta durante el servicio, o permanezca en ella, inactivo -por ejemplo, dur- e) El tipo de los delitos de omisión impropia (comisión por omisión)
miendo-. En ambos casos habrá abandono y el accidente será atribuido al suJeto.
A diferencia de la anterior, la fundamentación de la tipicidad de los delitos de
3") En otros casos, en cambio, el tipo de comisión está construido sobre un verbo omisión impropia está erizada de dificultades, especialmente en aquellos casos en
que, sin lugar a dudas, describe una conducta activa, como sucede, entre muchos }os que el legislador, al construir la figura comisiva, no ha exteríorizado, ni siquiera
otros, en los arts. 361 ("acceder''), 382 ("contraer matrimonio"), 390 ("matar"), 397 en forma indirecta, su voluntad de inc1uirlos en la imagen rectora. 29
("herir, golpear o maltratar de obra"), 4 32 ("apropiarse"), 4 74 ("incendiar"), etc.
aa) En primer lugar, cabe preguntarse, precisamente, si es posible construir la
La diferencia emre estos <los grupos es importante, porque en e1 primero las facultades tipic1dad de un delito sobre la base de una figura que de manera manifiesta sólo
cread_ores del juez se encuentran restringidas, a causa de que, en todos esos casos, la ley ha
descnto la situación en que cónsiste la posición de garanle y fundamenta el deher de actuaT, 23
alude a la comisión. La cuestión está resuella por el art. 492 del C.P. Allí se incrimina
cos~ :n extremo aconsejable. En el segundo, en cambio, falta este punlo de apoyo, y el tipo a título de cuasidelito a quien "ejecutare un hecho o incurríere en una omisión que, a
om1s1vo, por esLo, permanece muy abierLo.
En relación con toda la problemática de los dehtos de comisión por omisión, cobra tam-
bién imponancia la distinción· de ROXI::,;f 24 entre delitos de acción y delitos de mera infracción 25
ROXTN, op. cit. en nota anLerior, VT1, pág. 43
de w1 deber: Los primeros son aquellos en los cuales la ley describe la acción típiCa en la in ROXlN, op. cil., en nota ante1ior, VII, l, pág. 4'5, con detalle. Aunque d problema no presenla entre
nosotros tamas dificultades ·'técnicas"' como en Alemania, según se verá inírn. e), aa), las cuestiones funda-
22
menrales que subyacen tras la· exposición de ROXIK son válidas también para nuestro ordenamiento,
En el mismo sentido, \VELZEL, 26, 11, pág. 279. como se <lesprencle de lo que se dirá infra, ·e), bb)
23
En este senlido, WELZEL, 28, antes del, 1, pág. 228. Así, lambién GRISOUA-POUTOFF-BUSTOS, 1, 8, Supra, T, e).
e pág. n. H Supra, 16, lTT, a)
H ROXTN, Política criminal y sistema del clcrecho penal, cit, págs. 43 y sigts N Sobre los casos ele exteriorización indirecta, supra, 11, a). bb), 3.

678 679
DERl'.UIU PEKAL / PARTE GE""lERAL / Enrl,¡ue Curr Urzúa
CAPÍTULO Xlll / TEORÍA Dl..'I. DELITO OMISIVO

mediar malicia, constituiría un crimen o un simple delito conlra las personas". Aho- que recae sobre la concurrencia del deber de actuar constituye error de prohibidón.32
ra bien, todos los que 1a ley denomina "crímenes o simples delitos contra las perso- Puede ocurrir, además, que alguien, no obstante ocupar una posición de garante, no esté
obhgado a actuar, en virtud de que concurre una causal de justificación. Se trata, pues, de
nas" están concebidos como delitos comisivos. La referencia del art. 492, por ende,
dos conceplos diferentes.
presupone la legitimidad de construir sobre esa base los correspondientes tipos de
comisión por omisión. 30 Y, sin embargo, esto no se dijo en forma expresa al trazar las El problema, ahora, consi.sle en precisar aquellas situaciones de hecho que con-
descripciones de tales delitos; es de suponer, en consecuencia, que la situación es fieren al agente el carácter de garante del bien Jurídico. No es fácil. Hay que evitar,
semejante aun para el caso de olros tipos de comisión que, no atentando contra las en lo posible, dejarse Uevar por el entusiasmo y aceptar poner el rótulo a una serie
personas, no son alcanzados por la disposición del art. 492. de casos en los que un sentimiento de solidaridad cordial, consideraciones éticas o
inclinaciones emocionales, nos inducen a reclamar que actúe quien se encuenlra en
bb) Aun resue1ta la cuestión dogmática, la inversión de los delitos comisivos ellas. Es posible que la exigencia sea justa, pero lo que aquí nos inleresa determinar
tiene que limitarse a determinadas situaciones. Si fuera de otro modo y todos hubié- es si cuenta con un fundamento lo bastante preciso y fácil de reconocer como para
ramos de vigilar permanentemente la realidad para interferirla tan pronto se preci- castigar penalmente a quien la infringe. Es muy lriste -y revelador de una gran
pita por un curso indeseable, la vida de relación serta imposible. Viviríamos al ace- indigencia élica- que ninguno de mis amigos me socorra cuando estoy en peligro,
cho de lo que ocurre a nuesLro alrededor y tendríamos que inLerrumpir constante- pero de aquí no se deduce, sin más, que esa omisión sea sancionable con una pena
mente nuestra actividad cotidiana a objeto de evitar todo género de catástrofes na-
penal.
turales. Al mismo tiempo, la garanlía ofrecida por el tipo se convertiría en una La doctrina suele mencionar las siguientes situaciones en las que debería reco-
ilusión. Cualquiera podría ser acusado de "no haber hecho algo" para evitar un nocerse una posición de garante, varias de las cuales, sin embargo, están sometidas
cierto resultado. Al padre del homicida se le castigaría por no haber impreso a la
a reparo y discusión:
educauón de su hijo la dirección adecuada a fm de inculcarle el respeto por la vida
humana; al Lranseúnte, por no haber puesto más atención a lo que sucedía en torno 1) Aquellos casos respecto de los cuales la ley, si bien para efectos distintos de los
suyo y no haber, en consecuencia, avisado oportunamente al que iba a ser víctima penales, ha consagrado un deber de actuar, siempre que éste no aparezca expresamente
de un accidente; a] arquitecto, por no haber ingeniado mejores resguardos a fin de desestimado por el orclenamiento punitivo. Así, incurre en homicidio por omisión el
impedir e] acceso ulterior de los ladrones. Así, la extensión de los tipos carecería de que deJa perecer de hambre a su hijo pequeño, pues para él existe una obligación de
límites y la comisión por omisión se transformaría en un instrumento peligroso en alimentarlo, consagrada en el ordenamiento civil. Pero entiéndase bien que aquí el
manos de cualquier poder irresponsable. fundamento del tipo omisivo no es el deber Jurídico de alimentos, sino el hecho de la
Por esta y otras razonesJ 1 sería deseable que los tipos de comisión por omisión paternidad, al cual, si la ley civil vinculó la obligación de alimentar al hijo, cabe
fuesen consagrados de manera expresa en la ley, describiendo las situaciones a las presumir que la ley penal conside_ra una situación con relieve suficiente par~ dar
que se vincula una obligación de actuar. Como por ahora no es así, la doclrina ha origen a una posición de garante de la que surgirá la obligación de actuar a fm de
tenido que construir esas limitaciones mediante una interpretación sislemálica. Se evitar la muerte por inanición de la criatura. Por eso, WELZEL33 sostiene -y esta en
advirLió, en efecto, que en la mayor parte de los tipos de omisión propia la situación lo cierto- que aquí importa la relación de becho, no la jurídica, y que, mientras la
se caracteiiza porque la exigencia de actuar está dirigida a quien se encuenlra con el obligación de alimentos rige por la sola existencia del vinculo parental, la de actuar
bien jurídico en una relación fáctica de tutela, esto es, en 1o que se ha designado requiere que el hecho de la paternidad sea conocido. . .
como posicrón ele garanle. Así, se concluyó que en la creación _judicial de los de Del contexto de la ley podrta deducirse que, en determinados casos, s1tuac10nes
omisión impropia había que requerir una situación análoga. Sólo incurre en comisión consideradas por la ley civil para consagrar un deber de actuar en cierta forma, s~n
~o~ ~misión quien, encontrándose en una posición fáctica de garante respecto al bien desestimadas por la ley penal para fundamentar la irrogación de una pena La eXIs-
.1und1camente protegido, no actúa, a pesar de contar con el dominio final del hecho, para tencia de estas hipótesis no ha sido investigada con profundidad. Pesquisarlas com-
evitar una lesión o puesta en peligro ele dicho bien. pete a la Parte Especial.
Para_ enlenderse correctamente sobre el significado de lo ex.puesLo, ha de evilarse la 2) Casos en los que la existencia de un contrato ha creado una situación fáctica de
con_f~s_ión entre la posición de garante y el deber de actuar EsLe surge de aquélla, pero la ,i1):
pos1c10n de garante es una situación fáctica, un hecho que integra el tipo, al paso que el garante para una de las partes. De este modo, comete homicidio por om1s10n e~ sal~a- '
deber de actuar es un elemento de la antijuridicidad de los delitos de omisión. Por esto el vidas contratado para que vele por la integridad de los bañistas en la .playa, s1 omite
error sobre la existencia -fáctica- de la situación de garante es error de Lipo; en cambio: el auxiliar a uno de ellos y, a causa de eso, éste perece ahogado. Lo mismo que en el
,2 Otra opinión en PO{ITOFF 9 3, C, b), pág. 461, nota 167, cuyo criterio sim~lificador no puedle, sin! i
;¡·
Jo BUS!OS, FLISFI_?CH y POLJTOFF, Omisión dt: soco1Tu y homicidio por omisión, en R.C.P., romo XXV, Nº 3, ' 'confunde las cuest10nes
· d e h ec h o con 1as valorac10nes, a causa de o cua
1966, HI,pág. lrl. embargo, comparlirse, porque (

31
Infra, lll, a). En el mismo sentido, GALLAS, op. cil, m, b), pág. 37, especialmente nota 56 a sus resuhados son también defectuosos.
'' \VELZEL, 28, 1, 4, a), pág. 293.

680 681
DERECtlO PENAi. / PARTE GE:-.'ERAL / Enrique Cury L'rzüa
CAPÍTULO Xlll / TEORÍA DEL DEUTO OMISIVO

caso anterior, importa aquí la situación de hecho, no la vigencia de la obligación con 1os eventua1es aten t a dos S exuales de que. éste pudiere
37
. ¡· ser. .objet0. ·ctPero si esto es así
jurídica. El bañero está en posición de garante, aunque su contrato sea nulo, si de .
¿como pued e a¡·1rmarse qu e en la le¡, no se divisa una me maC1on
d a cons1
d erar
¡· que está en¡
· · · d e garante quien,
pos1c10n · con su conducta anterior, ha· crea1 o un142 esta o pe
d 1groso
· para e
hecho asumió la custodia de la playa; a la inversa, no ocupa tal situación, no obstan-
bien tutelado? Un razonamiento semejante al que sugiere e art. pue e Intentarse en
te ser válido el contrato, si no se hizo cargo del puesto efectivamente. Si no se relación con el 141, inc. segundo.
entiende así, se corre peligro de confundir el homicidio por omisión con el mero
incumplimiento de una obligación civil. A causa de esto, la posición de garante · · · 1a con ducta anterior creadora
A m1· 3u1c10, . . de un peligro no funda
· sino
l una
d
puede generarse en caso de agencia oficiosa o cualquier otro que suponga crear, de posición de garante dentro de lüniles restnngtdos. Debe tra:arse, en _pnmer ugar, e
hecho, una relación semejante a la que podría surgir de un contrato. El que se una acción ilícita (pero no necesariamente típica) y, ademas, dar ongen a una ele~a-
ofreció, motu proprio, para auxiliar a un ciego que cruza la calle, se encuentra en una da robabilidad de daño. De otro lado, sólo pueden tenerse en cuenta conductas
de estas situaciones. vol~ntarias. La negligencia no es suficiente. Al fin, tiene que resolverse caso por
Ha de tenerse en cuenta que en estos casos la posición de garante sólo existe caso. Estas reglas generales son sólo limitativas.
dentro de los limites de la situación de hecho creada por la convención. El bañero
contratado para prestar sus servicios en un balneario no puede ser incriminado si 4) A las hipótesis precedentes suelen agregarse los casos en que la posición d~
omite brindar auxilio en una playa distinta de aquella cuya custodia se le confió. garante surge por l as 0 1¡.dan·dad que se origina en una .comunidad
. de vida especial.
1 Algu ·_
t S en efecto estiman que determinadas s1tuac1.0nes creadas por a asocia
nos au ore , , d · dd l l da
3) Mientras los casos anteriores no suscitan duda, se presta a discusión aquel en ·- · t comuni·dades fundan un estado de solidarida en virtu e cua ca
cton a cter as , . d l 1 ·· d
el cual el sujeto creó, con su conducta anterior, una situación de peligro para el bien uno de los componenLes del grupo está obligado a actuar ~a_ra 1mpe l.f ª. ~s1_on e
jurídicamente tutelado. bienes jurtdicos de sus compañeros. De este modo, i_n_curnna en u~ hom1c1d10 por

WELZEL3
4
es cauteloso en relación a este punto, aun en Alemania, donde la posición
dominante casi no lo discute. GRISOLIA-POUTOFF-BUSTOS, 35 entre nosotros, lo recha-
zan, porque "parece claro que el sistema chileno no ha tenido en cuenta, siquiera implíci-
~:r.isión el pasajero de la nave que se abstiene de auxihar al que cayo por la borda al
Entre los autores europeos este grupo de casos al~anzó gran_ desarrollo con
motivo de la guerra y, especialmente, en relación con ~ehtos c~met1dos en los gru-
tamente, un deber jurídico derivado del hacer precedente", aparte de que, si la ley otorga os armados. La cuestión es dudosa. Uno se siente inclmado, ciert_amente, a conde-
una atenuante al que procura con celo "impedir las ulteriores perniciosas consecuencias" ~ar desde el punto de vista ético la conducta del omitente. En mi concepto, sobre
de un delilo, resulta dificil conciliar el propósito legislativo de "premiar" al que intenla
eliminar los efectos de un hacer precedente, con un "deber Jur[dico de impedir tales ulte- tales consideraciones ha de primar, sin embargo, la necesidad de sostener ng~rosa-
riores consecuencias". mente los límites del tipo. Es claro que en una sociedad_como la nuestra ,la e~sten-
El último argumenlo no me parece convincente. En efecto, no hay contradicción alguna cia de obligaciones impuestas por la solidaridad adquiere cada vez m.as relieves_
entre dos decisiones como las que se quiere oponer. La ley, imeresada en la preservación de
los bienes jurídicos, "paga el precio" de una atenuación de la pena a fin de conseguir que el Posiblemente, algunas de estas situaciones debieran ser aceptadas .por tipos e;pr;
delincuente procure evitar olras consecuencias dañosas, pero de esto no se sigue, lógica- sos de comisión por omisión. Mientras así no ocurre, la reacc10~ penal _ª e
mente, que si así no ocurre, lo exonere de responsabilidad penal por ellas. Antes bien, por lo mezquinarse. Prodigarla con el objeto de crear una sensibilidad soCJal, ademas de
mismo que otorga a la evitación importancia suficiente como para conceder un "premio" por
ella, ·cabe suponer que su no evitación lo afecta lo bastante como para empujarlo a irrogar
infructuoso, puede prestarse a todo género de abusos.
una pena. La situación es muy semejante a la del desistimíenlo en la tentativa. 36 Allí también
se excluye la punibilidad del que se detiene anles de consumar, precisamente porque intere- S) A los mismos reparos destacados en el párrafo precedente se encuentran sr
sa evitar la lesión del bien jurídico, pero ese mismo interés conduce a castigar si se consuma. metidos los casos en que la posición de garante se origina en la s.oltdandad crea a
Nadie ha visto una contradicción entre ambas situaciones. Tampoco en la del desistimiento
del delito frustrado, que se aproxima aún más a la situación que nos ocupa.
por una conmnidad de peligro. Por lo tanto, también hay que desesllmarlos.
En cuanto a la ausencia de apoyos dogmáticos, también me parece dudosa. Lo que aquí
interesa averiguar es si la ley consagra situaciones en que expresamente se reconozca que el ce) Hay que practicar, todavía, una última limitación: la que se deduce de la es-
''hacer precedente" creador de peligro eslablece una relación fáctica de garante. tructura y sentido ele cada tipo comisivo en especial.
Dogmáticamente esto es, a lo sumo, cuanto se encontrará, tanto para este grupo de casos
como para los dos anteriores. Ahora bien, los mismos autores reconocen que en la ley se
La opinión dominante es que la mayor parte de 1os d erltos de com1s. ión pueden ser
consagran hipótesis de esta índole. Citan, por ejemplo, el caso de quien sustrajo a un menor
y, a causa de esto, asume, según expresa disposición legal, posición de garante en relación ejecutados mediante omisión. Sólo se excluyen las figuras que re~l~ma; expresa:e:
te una actividad corporal o presuponen una manifestación positiva e vo unta .
.
este último grupo pertenece, por eiemp lo, ¡a bigamia,
· del art . 382
. .del C.P, .pues con-
.bl .
>+ WELZEL, 28, T, 4, 8, págs. 297 y sigts. Sobre la amplia aceptación de la influencia como fundamento de
la posición de garante en el derecho comparado, véase.JAKOBS, 29, Ill, R, l, 29 ysigts., págs. 972 y sigts.; traer matrimonio sin hacer una declarac_i?n expresa de consennm1el;t~ ~:11~~os1 e,
JESCHECK, 59, Iv, 4, págs. 568 y 569; MAURACH-ZIPFf II, 46, 11, 5, 95 a 97, págs. 260 y 261, consig- al primero, la figura especial de subvers10n contemplada en el art.
nando las posiciones contrarias en 96, pág. 261; con reservas MIR, 12, 55 y sigts., págs. 317 y sigls.
Jo
16
GRISOUA-POUTOFF-BUSTOS, lº, 9, pág. 76.
Supra, 35, V
,; GRISOLIA-POLITOff-BUSTOS, 1º, 9, pág. 76, nota 59.

682 683
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury UrzUs CAPITULO Xlll / TEORÍA DEL DEUTO O MISIVO

Una admisión tan amplia de la comisión por omisión debe ser reexaminada. El autor de nada se habrá de ]nhibir. De otra parte, aun respecto a los primeros, sólo se
análisis de los tipos demuestra que en muchos casos, su estructura o su frnalidad adecua a hipótesis en las que el bien jurídico atacado es de una entidad tan conside-
excluye las formas de omisión impropia. Tal ocurre, por ejemplo, con el delito de rable que induce a un respeto natural. Ocurriría así con 1a vida, la integridad corpo-
injurias, previsto y sancionado por el an. 416 del C.P. y en varios otros. BUSTOS, ral o la libertad de autodeterminación sexual de las personas. Pero la experiencia
FLISFISCH y POLITOFF han introducido serias dudas sobre la posibilidad de cons- demuestra que bienes jurídicos de naturaleza diversa o de menor importancia están
truir un parricidio por omisión; 38 en este caso se daria una colisión entre los funda- lejos de provocar en todo sujeto la reacción solidaria pretendida por B!NDING. Por
mentos de la punibilidad agravada y los de la situación de garante. De aceptarse este último, el hecho de que la exteriorización de la inhibición pueda asumir formas
punto de vista -que me parece correcto-,39 convendrá investigar otros casos en que diversas, sin influir para nada en la índole del resultado, evidencia que entre aquéJla
pueden presentarse problemas semejantes. y éste no existe relación causal alguna.

dd) E! problema de !a causalidad es ajeno a !os tipos de omisión. La negación no 3) Entre las opimones elaboradas originalmente sobre la base de una concep·
puede engendrar una posición; el no hacer algo, nada puede causar. Y, sin embargo, ción normativa de la omisión, destaca la de MEZGER.
la equivocada tendencia a intentar una asimilación entre acción y omisión condujo Para MEZGER,4 1 la causalidad en el delito omisivo ha de vincularse no a la
a una viva polémica que, como lo destacó HELMUTH MAYER,4° fue el resultado de inactividad del suieto sino a la acción que se esperaba de él y que no ejecutó. La
una adhesión exagerada al dogma causal. afümación de la relación causal en estos hechos punibles se apoya en la compraba·
ción de que, si se hubiera ejecutado la acción esperada, el resultado típico no se
1) LUDEN propuso que en estos delitos se tuviera por causa del resultado la habría producido. Al procedimiento de "supresión mental hipotética" empleado
acción que el sujeto ejecutaba en lugar de aqueJla que hubiese impedido la canse· por la teoría de la equivalencia en los delitos comisivos 42 se sustituye una adicíón
cuencia indeseable. La debilidad de esta fórmula es manifiesta. Bien puede ocurrir mental hipotética. Salvo esta modificación, los resultados prácticos son los mismos
que el omitente se abstenga de ejecutar cosa alguna durante el tiempo en que la en ambos casos. También entran en juego los correctivos propuestos por la teo1ia de
acción impeditiva hubiera sido eficaz, abandonándose a una completa inmovilidad. la relevancia desarrollada por MEZGER.
Y, aunque así no sea, salta a la vista que entre la acción realizada en el momento de Este punto de vista no pretende afirmar en verdad la existencia de un nexo causal
la omisión y el resultado no existe enlace causal; prueba de ello es que esa acción entre omisión y resultado. MEZGER presupone, más bien, que tal relación es actual-
podría ser sustituida o incluso suprimida, sin que el efecto desapareciera o se altera- mente imposible. Lo que desea demostrar es que la ejecución de la acción esperada
ra. A esto se refería BINDING, con sarcasmo, cuando afirmaba que, desde el punto habría sido causal para la evitación del resultado, lo cual, en el fondo, "es una prolonga·
de vista de LUDEN, si la madre que dejó motir de hambre a su hijo hacía calceta en c1ón de la teotia sobre la posibilidad real de actuar, referida ahora a la posibilidad real de
el momento en que la criatura falleció, habría de concluirse que la causa de la muer- evitar el resultado", 43 pero no una respuesta al problema de la causalidad de la omisión.
te era el hacer calceta.
4) La cuestión pierde significación cuando el tipo de la omisión impropia se
2) Sin embargo, no es más afortunada la solución propuesta por el mismo contempla a la luz de la concepción sintetizada aquí. El delito de comisión por
BINDING. Este quiere encontrar la causa del resultado en un movimiento físico de omisión se estructura, así, sin referencias a una causalidad que es realmente impo-
inhibición que el autor debería ejecutar, aunque sólo sea de manera inconsciente, sible. En los tipos de esta clase, la atribución del resultado al sujeto deriva de su
en el momento en que adopta la decisión de no intervenir. A Juicio de BINDING, posición de garante. El autor nada ha causado: lo que se le imputa es no haber
evitado la lesión de un bien jurídico cuya salvaguardia le competía por la situación
1
esta reacción espontánea es inevitable. Hasta el más encallecido de los malvados
experimenta el impulso de evitar un resultado lesivo para bienes jurídicos de eleva- que ocupaba frente él_H l
da significación; reprimir esa tendencia exige un esfuerzo que se proyecta en una Es necesario reconocer que la vinculación causal es más precisa que la determi-
reacción física, en un movimiento de paralización, en una contracción muscular. Y nación de los casos en que el sujeto ocupa una posición de garante. 45 Esta es otra de
.11•.·
en esta exteriorización de la voluntad de inhibición radica la causa del resultado. las razones que aconsejan una descripción legislativa de las situaciones fácticas en l

Una construcción tan artificiosa podría, quizás, aceptarse en los delitos "dolosos" que esa posición se origina. 46
de omisión, pero no ofrece una respuesta satisfactoria para los "culposos", en los
cuales, por no haberse dado cuenta de la situación que reclama su intervención, el
+i

,. 2
MEZGER, 1, 16, ll., págs. 293 y sigts., y Libro de estttdiu, I, 28, II, págs. 121 y sigts. En el mismo sentido,
ETCHEBERRY, l, págs. 202 y 20.i, críticamente; NOVOA. 1, 194, pág. 307.
Supra,l 7, Ill, a).
1rl
41
BUSTOS-Í'LlSFISCH y POUTOFF, Omisión de socorro y homicidio por omisión, cit , IV, pág. 173. l
l
38
BUSTOS, FL!SFISCH y POUTOFF, Omisión de socorro y homicidio por omisión:, cit., págs. 163 y sigLs. Así, 44
En COUS1ÑO, 1, 93, C, págs. 390 y sigts., pareciera acogerse en principio este punto de vista, al cual, sin
también, GR1SOUA-POUT0FF-BUSTOS, 2, 16, pág. 107, con nola disidente de GRISOLIA. embargo, se dirigen luego reparos de fondo
39
Toda,ia me mostraba dudoso en CURY, Orientación, 30, JI, e), ce), pág. 303.
!,¡
45
Esta critica se encuentra acentuada especialmeme por ETCHEBERRY, I, pág. 203.
40
H. :tv1AYER, Das Strafrccht des Dwtschen Volhes, citado por RODRlGUEZ MUÑOZ en notas de derecho 46 En relación con este punto, con algún detalle, CURY, Reflexiones sobre la analogía en d Derecho Pena/ del
espafi.ol a la Lraducción de MEZGER, 1, 15, VI, págs. 253 y sigLs., y, especialmente, págs. 265 y sigts. presente, en Ciencia Penal, Nº 4, Sao Paulo, 1975, 11, a), págs. 26 y sigrs.

684 685
1
DERECHO PEKAL / PARTE GENERAL/ Ennque Cur¡ Urzua
CAPÍTULO Xlll / TEORÍA DEL DEUTO O"'v11SIVO

III. LA ANTIJURIDICIDAD DE LA OMISIÓN Es posible omitir en legítima defensa o en estado de necesidad. Aparte de eso, la
1
ley ha consagrado una causal de exclusión del injusto en el art. 10, N°, 12, primera
a) Generalidades parte del C.P, que, en la práctica, abarca todas las otras situaciones posibles de
omisión justificada, y constituye un correlato de la que establece el Nº 10 de ese
La antijuridicidad del delito omisivo se caracteriza, a la inversa de la del de acción, mismo precepto para los delitos de acción.
por la relación de contraste entre la inactividad y el mandato de la norma deducido del
con[exto del ordenamiento jurídico. 47
IV. LA CULPABILIDAD DE LA OMISIÓN
Hasta ahora se acepta casi unánimemenle que no existe diferencia entre el conlenido del
injusto de los deliLos comisivos y de omisión. Ambos se describen como equiparables por la La estructura de la culpabilidad es semejante en los delitos de acción y de omi-
mayor parte de la literatura. Pero para el hombre de la calle la cosa no es tan clara. Hay una sión.50 Lo mismo en éstos que en aquéllos, se requieren imputabilidad, conciencia de
sensación generalizada de que es más injusta la conducta del que actúa que la del que omite. la ilicitud y normalidad de las circunstancias.
Dijé.rase que quien hace algo para violar la norma expresa una voluntad más enérgica de
infringirla. Actuar supone trazar planes y vencer resistencias; para omitir basla, en la mayo- Respecto a la conciencia de la ant~juridicidad ha de tenerse en cuenta que para
ria de los casos, con abandonarse a circunstancias azarosas. Además, en los delitos de acción los delitos omisivos es conciencia del mandato. Por esto, la teoría del error ele prohibi-
hay una mayor certeza de que se produzca la lesión del bien jurídico como consecuencia de ción se sustituye, para tales casos, por una teoría del error de mandato (error sobre el
la efectiva conducción de los procesos causales por la actividad final del autor.
deber de actuar). Las consecuencias son las mismas.
A causa de esta divergencia enlre las opiniones de los especialistas y las instituciones de
los legos, se produce una consecuencia curiosa en la actitud de la jurisprudencia. En aque- En el caso de la omisión, la ley ha contemplado una causal muy amplia de
llos países, corno Alemania, en que la magistratura está muy atenta a los criterios de la inculpabilidad por ausencia de exígíbilidad, en el art. 10, Nº 12, segunda parte. Sin
doctrina y ha desarrollado, por su cuenta, todo un sistema teórico, prospera una inclinación embargo, un sector de la doctrina cree ver en la omisión por causa insuperable un
a castigar el delito omisivo frecuentemente y, muchas veces, se exceden los límiles de la
correlato del art. 10 Nº 9º, primera parte, y, consecuente con el punto de vista
prudencia. En aquellos otros, como Chile, en que los tribunales se apoyan bastanle en el
"buen sentido del hombre medio" y no han desarrollado todavía una línea consislente de sustentado allí, 51 afirma que la segunda parte del Nº 12 del art. 10 se refiere a un
criterios dogmálicos, se cae en el extremo opueslo y casi no se presta atención a los delitos caso de ausencia de omisión.52 Ese criterio, que en la actualidad es minoritario,
de omisión. 48 Por cierto, ambos excesos son desaconsejables, pero es dudoso que se los carece de fundamento; si era criticable la afirmación de que por fuerza irresistible
pueda corregir con el eslado actual de la legislación. En la nuestra, por ejemplo, los delitos
ha de entenderse la fuerza física irresistible, ésta lo es con mayor razón.
de omisión propia suelen referirse a situaciones infrecuenles y de escasa gravedad, mientras
los de omisión impropia son inaparentes, dada su estructura, y obligarían a irrogar sancio-
nes semejantes a las consagradas para la comisión. Desde luego, aquí no se ha empleado siguiera la voz "fuerza", a la que la_ interpretación
La opinión del hombre corriente es, a mi Juicio, exacta. El injusto de los delitos de omi- literal alribuye, en el caso del art. 10, Nº 9°, Lama importancia. Por el contrano, el legislador
sión no es Lan intenso como el de los de acción. Si no existieran otras razones para reclamar se ha referido a una "causa llmtperabie", y esta última expresión se identifica con la que
la creación de tipos de omisión impropia, ésta sería decisiva. Por supuesto, nunca se alcan- califica al miedo del art. 10, Nº 9º, segunda parte, al cual, sin excepción, se considera causal
za'rá una solución perfecta; jamás conseguirá el legislador aprehender, en formulas cerradas, de inexigibilidad. Si se trata, pues, de sostener una simelría formal, ésta e.s más evidente
todas las. situaciones que generan una posición de garante y fundamenlan un deber de ac- enlre la disposición del an. 10, N" 12, segunda parte, y una causal de mexigibilidad. Pero
tuar. Pero, en todo caso, los resultados serán menos defectuosos si se actúa en esle sentido al aquí, corno cuando impugnábamos la opinión tradicional en materia de fuerza irresist!ble,
reformar la ley. 49 lo fundamental no son los argumentos formales, sino los materiales que en esa oporturndad
se desenvolvieron. 53

b) Las causales de justificación de los delitos omisivos Por causa insuperable, en consecuencia, ha de tenerse aquella que excluye, en el caso
concreto, la exigencia general de obrar conforme a la voluntad del derecho. Para la pon-
En los delitos de omisión la tipicidad es también indiciaria de la antijuridicidad. deración de la causa y de sus efectos, rigen los criterios que se analizaron al tratar el
Pero, lo mismo que en los de acción, el indicio puede ser descartado por la concu- tema en los delitos de acción. 54
rrencia de una causal de justificación. Por eso, la teoría de la antijuridicidad también
se resuelve, en este caso, en teoría de las causales de justificación.

47 50
GALLAS, op. ciL, IV, 4, pág. 55, habla, a este respecto, de una violación del "deber hacer", la cual, en su Supra, 26.
conjunto, considera equivalente a la del "no hacer·, Supra, 29, m, a, aa)_ . . . ..
+s En ETCHEBERRY, D.P)., ni siquiera se ha considerado indispensable destinar un capítulo separado a la 52
LABATCT, I, 141, pág. 156, y NOVOA, 1, 183, pág. 284, admiten sm embargo, pese a sumterpretacwn
jurisprudencia sobre delitos omisivos, y sólo en II, 122, pág ..l 31, se encontrará un párrafo que se ocupa del art. lO, \!º9º, primera parte, que el 10, Nº 12, segunda parte, se refiere a una situación de mculpabthdad. r
de la "omisión por causa insuperable" como causal de inculpabilidad. Ülra opinión en GARRIDO, II, 56, págs. 192 y sigts. t
H Se pronuncia derechamenle por la inconstit.ucionalidad de construir delitos de omisión impropia que no 53
Supra, 29, lll, a), aa). '

se encuenr.ren expresamente lipificados en la le;; ZAFFARO~I, 39, lll. págs. 548 y sigls s+ Supra, 29, ll, b).

686 687
>· ,-~·-
-z~t\:

DERECHO PEN Al./ PA RTl; G I· NJ_;RAL / Ennque Cury Urzúa CAPÍTLLO Xlll / TEORJA Üf'L DELITO 0:VfJSIVO

V. LOS OTROS PROBLEMAS RELATIVOS AL DELITO OMISIVO ca u lela con que la _jurisprndencia enjuicia los delitos de omisión, la lentativa nunca es casti-
gada por nuestros tribunales. Lo cual me parece digno de aprobación desde el punto de vista
polílico-criminal5 7 y dogmálicamenle fundado. 58
a) El "iter criminis"
Aunque, con arreglo a lo expuesto, la omisión tentada (frustrada) es concebible,
Es muy discutida la cuestión de si puede concebirse una tentativa de omisión. 55 su punibilidad está excluida, a mi juicio, a causa de que el art 7°, inc. tercero del
Una vez más, aquí debe operarse con el principio de la inversión. En el delito de C.P, exige un principio de ejecución que en los delitos ornisivos, atendida su natura-
acción hay tentativa cuando el su_jeto inicia la ejecución del acto prohibido por el leza, no puede darse. Por otra parte, el delito frustrado exige, como la tentativa, que 1

ordenamienLo, pero no llega a concluirlo porque circunstancias ajenas a su volun- el sujeto haya comenzado a ejecutar, puesto que lo que no se ha iniciado no puede
tad se lo impiden. En el de omisión, la tentativa se configura cuando el autor se concluirse. "Ahora bien, si es asi, entonces debe admitirse que 1a omisión frustrada
encuentra en posición de garante y se abstiene de acatar el mandato de obrar, pero il
tampoco es alcanzada por el sistema de sanciones consagrado en el ordenamiento
de suerte que, si hubiera actuado, el resultado se habría producido de todas mane- jurídico vigente. "5 Y
ras, pues causas mdependientes de su voluntad le hubiesen impedido evitarlo. Lo
que llamamos tentativa de omisión es, en realidad, "la omisión de una tentativa
h) Concurso de delincuentes y de delitos
inidónea de impedir un resultado típico, o sea, una tentativa que, de haber sido
emprendida, habría fallado necesariamente", ya porque "la producción del resulta- aa) La coautoría y la participación en la omisión son inimaginables. Si dos per-
do no era inminente o habría sido impedido por parte de un tercero, o el que no sonas que se encuentran en posición de garantes respecto a un bien jurídico, omi-
actuó no estaba en situación de impedir el resultado que amenazaba realmente". 56 ten intervenir para evitar su lesión, cometen delitos independientes. E1 que instiga a
En el fondo, sin embargo, tentativa de acción y de omisión son equivalentes; se trata una omisión es autor mediato; el que impide actuar al garante es autor material de
de la misma situación contemplada por sus dos caras. En la primera, la norma pro- un delito de acción. La complicidad, en este género de delitos, no tiene sentido,
hibitiva no pudo ser violada porque algo se interpuso en el curso causal desencadena- porque no se puede cooperar a la inactividad. Todo esto se debe, fundamentalmen-
do por el agente; en la segunda, lo norma imperativa no pudo ser violada porque el te, a que, como en la omisión no existe una finalidad actual, tampoco puede darse
autor, aunque hubiese obrado, no habria podido modificar un curso causal cuya una "voluntad de obrar en conjunto".
dirección no dependía de él. Pero en ambos casos exislió el propósito de quebran- En cambio el encubrimiento es posible, precisamente porque no se trata de
tar, ora la prohibición, ora el mandato. El primero de esos propósitos se exteriorizó participación auténtica.
con el principio de ejecución de la acción; el segundo, con la abstención de actuar,
no obstante la posición de garante que ocupaba el agente. bb) No hay mucho que agregar en materia de concurso de delitos. Recuérdese,
De este modo, incurre en tentativa de homicidio por omisión el bañero que no solamente, que cuando la abrazadera típica congrega una acción y una omisión, da
acude en auxilio del que se encuentra a punto de perecer ahogado, si su interven- origen a un delito permanente. 60
ción hubiera sido infructuosa; la madre que no alimentó a su criatura, si un tercero
lo hizo antes de que pereciera; el médico que omite intervenir al paciente, si, a pesar
del diagnóstico, luego resulta que la operación era innecesaria para la supervivencia
del enfermo.
El garante sólo comete tentativa de omisión si permanece inactivo hasta el últi-
mo momento en que su intervención hubiera sido eficaz. De manera que éste es
siempre, mejor que una tentativa, un delito de omisión frustrado. Situarla antes su-
pondría castigar intenciones improbables. li
En la práctica, claro está, es muy difícil eslablecer cuál es el "último momento'' de que se
habla en el párrafo precedente. Si la madre abandona a la criatura en un cuarto, al que sólo
regresa una semana después, encontrándose con que el padre vino por ella poco después de i
su partida, para llevársela y hacerse cargo de su cuidado, la cosa parece sencilla de solucio-
nar. Pero en la realidad las siluaciones suelen ser más complicadas. A causa de esto, y de la

57 Sobre ello, CURY, Tenlaliva y delito frustrado, cit., 96, págs. 192 y sigts., con detalle
;e ldem.
55
Con detalle, sobre lodo este asunto, CURY, Tentativa y delito frustrado, cit., 94 y sigts, págs. 189 y sigts. CURY, Tentativa y dditufrustrado, cil., 96, pág 194.
50
WELZEL, 28, rv, págs. 304 y 305 60 Suprn, 42, 11, b)

688 689
TERCERA PARTE
;

TEORIA DE LA
;

REACCION PENAL

1
1
l
l
:

1
CAPÍTULO XIV

GENERALIDADES

§ 46. LAS FORMAS DE REACCIÓN PENAL

A causa de su importancia, ya en las primeras páginas 1 de esta obra se destacó


que. para cumplir su función, el derecho penal se sirve de dos instrumentos dife-
rentes: la pena y las medidas de seguridad y corrección. Así, el derecho penal chileno,
como la mayoría de los contemporáneos, es de doble vía, y en algunos casos puede,
incluso, echar mano, simultáneamente, de ambos recursos, lo cual demuestra su
autonomía. Sobre la puesta en práctica de este sistema, sus defectos y limitaciones,
no insistiré aquí, pues se ha dicho lo fundamental. 2 Algunas consideraciones com-
plementarias se agregarán al examinar la temia de las medidas de seguridad y co-
rrección. 3
Con todo, a pesar del reconocimiento generalízado que se otorga en el presente
a las medidas de seguridad y corrección, su importancia corno procedimiento de
reacción contra las conductas criminales es inferior a la de la pena. 4 Aun en aque-
llos ordenamientos jurídicos modernos que disponen de más recursos materiales
para implementarlas y simpatizan más con ellas, las medidas son un instrumento de
aplicación relativa y siempre menos significativo que la pena. Pero esto es todavía
más evidente en la normativa que nos rige, la cual, a causa de su factura clásica, sólo
abrió tardíamente las puertas a la institución y nunca adoptó medidas globales sufi-
cientes para asegurar su practicabilidad. En efecto, en el cuerpo del C.P., tal como se
lo promulgó originalmente, apenas se encuentran rastros de algo que se asemeje a
una medida de seguridad y corrección, de los cuales, tal vez, el vestigio más impor-
tante son las disposiciones de los arts. 682 y sigts. del C. de P.P., 5 y con una vigencia
más específica, la del art. 298 del C.P. Por lo que se refiere a la ley 11.625, de 4 de

1
Supra, 1, III.
Supra, 1, lll, e), dd).
lnfra, 56, especialmente 11 y lll.
4
En el mismo senlido, NOVOA, ll, 499; pág. 299
Supra, 27, H, a), dd) y fO.

693
DERECHO PENAL/ PARTE GEKERAI / J:nrn¡ue CuryUrzús

octubre de 1954, sobre Estados Antisociales y Mechdas de Seguridad, en la que CAPÍTULO XV


recién se consagró un sistema completo de estas úllimas, nunca llegó a entrar en
vigor, a causa de dificultades concernientes a su presupuesto, y actualmente se en-
cuentra derogada.
LA PENA EN GENERAL
Sin embargo, esto no obedece sólo a los problemas económicos, profesionales y
de toda índole que genera la operación de las medidas. Si éste fuera el caso, habría
que exigir enérgicamente la introducción de correctivos encaminados a superarlos.
Pero a ello se agrega actualmente un marcado escepticismo de sectores doctrinarios
apreciables, que ponen en duda la eficacia resocializadora de las medidas de correc-
ción -por lo menos en cuanto toca a los adultos- y no consiguen encontrar una
diferencia significativa entre las medidas de pura seguridad y la pena privativa de
libertad, para Justificar la falta de garantías que acompaña a la imposición de aque-
llas. En estas condiciones, la confianza en las ventajas de la medida se ha visto
barrenada, y no somos pocos los que las contemplamos como un mal inevitable, del
cual sólo conviene echar mano en situaciones límites. 6 En mi opinión, por consi- § 4 7. EL SISTEMA DE LAS PENAS
guiente, la formulación de un futuro sistema de medidas debe ser precedida por
cuidadosos estudios y consagrar garantías casi tan rigurosas como las que limitan
los efectos de la amenaza punitiva. I. CONCEPTO Y LÍMITES DE LA PENA
La pena, en consecuencia, prosigue siendo el recurso de reacción más importan-
te con que cuenta el ordenamiento criminal. Por eso, en los capítulos siguientes su El concepto de la pena, su naturaleza y sus fines han sido objeto ya de un trata-
tratamiento ocupa un lugar destacado, al paso que solo uno de ellos se ocupa de las miento detenido en la parte introductoria de este hbro. 1 Asimismo, allí se estudia-
medidas de seguridad y corrección. 7 ron los límites que la separan de otras instituciones -cuya naturaleza incluso com-
parte en ciertos casos-, con las cuales es preciso no confundirla. 2 Ahora es posible
omitir, por consiguiente, el examen de esas materias.

H. CONSIDERACIÓN ESQUEMÁTICA
SOBRE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA PENA

La evolución histórica de la pena se confunde, en la práctica, con la de la especie


humana, y es imposible, por ende, seguirla en sus vicisitudes. En una obra de esta
clase ni siquiera cabe ocuparse con algún detalle de sus aspectos más conocidos. 3
Los párrafos siguientes se limitan por tanto a una esquematización sucinta, relativa
tan sólo a lo ocurrido en el mundo occidental.
Al parecer, durante largo tiempo la sociedad reaccionó frente al delito con arre-
glo a una mezcla de criterios expiatorios y de prevención general. Esto se expresa en
el empleo frecuente de recursos eiiminalorios (expulsión del grupo social o muerte
del hechor) y en la imposición de otros castigos que impliquen sufrimientos físicos
(tormentos) y, si es posible, una cierta incapacidad del sujeto para la reincidencia
(corte de los brazos del ladrón, marcas corporales ostentosas que permitan recono-
cer fácilmente al delincuente y adoptar las medidas de precaución consiguiente,
etc.). A causa de todo ello, en los sistemas punitivos antiguos prevalecen las penas
que afectan a la vida y a la salud del condenado (penas corporales) o a su dignidad

Supra, 2
Sobre ello, CURY, Programa de lu pena, cit .. Vl, págs. 14 y sigts. Supra, sobre lodo, 4, l\( A
7
Tnfra, .56.
Sobre ello, exr.ensamerne, JIMENEZ DE ASUA, l, 74 y sigts. págs. 231 y sigts , con abundante bibliografía.

694 695
DF'RLCl-lO PENAL/ PARTE GENERAL/ Emiquc Cury Urzüa
CAPÍTULO XV/ LA PENA EN CENERAL

de ser humano (penas infamantes, a las que también podría denominarse Esta contracción del catálogo de. penas es aprobada por la opinión dominante.9 En rigor,
estigmatizantes). Por el contrario, la privación de libertad (encierro) es contempla- ha correspondido a una aspiración del derecho penal lihernl que la propició con razón en
cuanto importaba suprimir los castigos inhumanos, humillantes o desdeñosos de la digni-
da durante algo tiempo como un medio de asegurar la presencia del procesado al dad del hombre, que habían caracterizado a las 1egislaciones de la época precedente.
juicio y Ja sumisión del condenado al suplicio, no como una forma de pena propia- Sin embargo, a mí me parece que la pauperización exagerada a la cual se ha llegado tam-
mente tal. 4 Entretanto, el afán vindicativo, ejemplarizador y disuasivo conduce a bién tiene inconvenientes. 10 En efecto, la reducción de las formas de la pena, si bien no es
una exasperación de los castigos, que, de tiempo en tiempo, alcanzan niveles repul- óbice para una re.Lri.bución adecuada, 11 deteriora, en cambio, su capacidad para obtener
resultados en lo relativo a prevención especial. Desde. luego, la multa es, salvo casos muy
sivos de crueldad y refinamiento. excepcionales, inúlil para lales efectos. Pero también puede serlo el "encierro", incluso cuan-
do se diversifica la fonna de su ejecución.
No es infrecuente pensar que este proceso siguió un curso relativamente constante y regu- Esle úlLimo procedimie.nLo ha sido, como se verá, 12 aquel de que se ha echado mano con
lar, hasta hacer crisis en los siglos XV y XVI principalmente. Creo que tal concepción es más frecuencia para superar el problema. Pero, fuera de que provoca la sensación de una
equivocada, incluso cuando se intenla aplicar el esquema sólo a la historia de aquellos_pue- cierta indeterminación e.n la índole de la pena conminada por la le.y para cada Lipo delictivo,
blos cuyas raíces culturales son predominantemente grecorromanas. Al tender la muada perjudicando así las funciones de prevención general, no siempre resulLa un correclivo salis-
sobre los veintiocho o Lreinta siglos que abarca esta última-de los cuales, por cierto, la vista factorio. En el primer senlido, en efe.et.o, lo cierto es que una gran parte del grupo social no
no akanza a percibir sino los rasgos más gruesos-, uno se siente inclinado a pensar que la enlirnde bien por qué, de dos sujetos condenados por el mismo hecho a una pena privativa
evolución ha sido muy accidentada, alLernándose períodos de barbarie y humanitarismo, y de libertad, el uno la cumple permaneciendo encerrado duranle todo el tiempo de la conde-
existiendo aún algunos en los que ambas tendencias coexisten. En plena antigüedad clásica na, y el olro e.n un régimen de pura reclusión nocturna, que en 1_a ley no se contempla entre
la ejecución de Mitrídates se prolonga por dos semanas de suplicio lenlo e ininterrumpido; las alternativas de sanción punitiva (en cuanto tal) que pueden imponerse al de.lito comeu-
las crucifixiones romanas provocan agonías que se dilaLan por varios días; en el siglo VI la do. Desde el otro punto de vista, parece e.vidente que hay muchas conductas dignas de
princesa Brunehut es Lorturada duranLe tres jornadas antes de morir atada a la cola de un represión, para luchar contra las cuales no basta o no es conveniente la irrogación de una
caba1lo, y en el VlII, Romilda, duquesa de Friul, permanece muchas horas anles de expirar, pena puramenle pecuniaria, pero resulta también excesiva e inoportuna -sobre todo por la
empalada frente a las puertas de la ciudad que había entregado de propia iniciativa a los estigmatización que trae aparejada- la de una privativa de libertad, incluso cuando su cum-
invasores avaros, alendiendo a una promesa mendaz. Pero, al propio tiempo, ni los grandes plimiento no se hace efeclivo. Es en casos como éstos en donde la ausencia de altemalivas se
pensadores griegos y romanos, ni AGUSTIN DE HIPONA ni TOMAS DE AQUINO avalan patentiza más
con sus ideas este género de atrocidades -aunque, naturalmente, ninguno de ellos expresa Naturalmente, cuando abogo por una ampliación de los catálogos punitivos, no estoy
tampoco ideales humanitarios como los que se han desarrollado a partir de. fines del siglo pensando en una regresión a la barb.arie. de las penas diferenciadas por su atrocidad. Sugie-
XV1II e imperan e.nlre nosotros-; de la misma forma, los textos evangélicos, los episodios ro, más bien, la búsqueda de formas nuevas de castigar, que, JUnto con salisfacer las exigen-
históricos más o menos auténticos y los relatos legendarios conservados por la tradición, cias de .retribución dentro de un marco de humanidad y respeto, sirvan simuháneamente,
permiten apreciar, una y otra vez, la exaltación de. valores como la compasión, el perdón y la hasta donde es posible, las finalidades de resocialización. 13 Cualquiera enlenderá, supongo,
modernción en la vindicta pública. que esto se encuentra en total antagonismo con la idea de unas. penas multiplicadas por los
Hay, pues, en las grandes líneas, una tendencia constante al progreso. Pero ésle sólo se refinamientos de su crue1dad. Asimismo, es indudable que la ejecución del castigo s1empre
logra faligosamente, mediante avances y retrocesos alternativos. Nuestro tiempo, por consi- requerirá una diversificación que adecue mejor cada una de sus formas a las peculiaridades
guienle, no puede senlirse. seguro de sus conquistas -permanentemente traicionadas en la de la personalidad del condenado. 14 Aquí sólo sostengo que no de.hemos servimos de.ella
práctica-y debe proseguir trabajando sin descanso por la consolidación del humanitarismo, para suplir los vacíos del caLálogo de sanciones penales, pues así se tenmna por atribu1rl~s
la libertad y la seguridad individuales. las características de modos de reacción distintos, arbit.rariamenle seleccionados por el tn-
bunal para casos iguales o semejantes.

las penas privativas de libertad (de encierro) 5 como tales, inician su desarrollo
en el siglo XVl 6 y se imponen definitivamente hacia fines del XVJII y principios del III. LA RELACIÓN DE LA PENA Y EL DELITO
XIX. En los Códigos Penales de tendencia liberal que se dictan a partir de esa época,
ellas constituyen el recurso punitivo empleado con más frecuencia, al mismo tiem- De acuerdo con el sistema que se ha desarrollado aquí, la pena es la consecuen-
po que las corporales e infamantes retroceden hasta desaparecer casi por completo. cia jurídica del delito y no un elemento componente de su estructura. 15 La nota que
A su vez, las sanciones que afectan al patrimonio del condenado (pecuniarias) - especifica formalmente al hecho punible es la tipícidad. la conducta antijurídica y
muy importantes ya en el antiguo derecho penal germánico-7 ocupan también aho- culpable adquiere el carácter de delito cuando se la tipifica y no por el hecho de que
ra un campo considerable. En algunos cuerpos legales del presente son, junto con a ella se conecte una pena; 16 esto último es, precisamente, el efecto que se sigue de
las privativas de libertad, las únicas que subsisten. 8
Así, entre nosotros, NOVO;\, II, 506, págs. 312 y 313. _ _ .
JcJ Sobre lo que sigue, véanse también los pumos de vista discutidos en C:URY Contnb_unón al estudw de ia
prna, ciL., lll y IV, págs. 58 y sigLs., y Programa de la prna, cit., III, IV y V, págs. 9 y s1gts
LUIS GARRIDO GUZMAN, Compendio de ciencia penitenciaria, Universidad de Valencia, 1976, 7 y sigts., n NOVOA, II, 506, pág. 313
págs. 45 y sigts., con detalle u Infra, 49, LV
ETCHEBERRY JI, pág. 144. 13
Algunas ideas en tal sentido se desarrollarnn escueLamente en CURY, Connibución al estudio de lli pena, cit.,
LUIS GARRIDO GUZJ\irAN, op cit., 9, pág. 49 IV; págs. 60 y sigts., y Programa de la pena, cit., m, págs. 9 y sigts
Sobre ello. NOVOA, 1, 43, pág. 67. 14
En el mismo sentido, CURY, Programa de la pena, cit., 1\'. págs. J 2 y 13
Así, por ejemplo, como penas principales, en el Código Penal alemán de 1975, parágrafos 38 y sigts., en Supra, 12. ,
el brasileño de 1940, art. 28, y en el colombiano de 1980. 1
" Contra, enrre otros, JIMENEZ DE ASUA, lll, 962, págs. 54 y 55, y La ley y el delito, 141, págs. 206 y 207

696 697
DERECHO PJ,NAL / PARTE GENERAi. f Enrique Cmy Crzúa CAPÍTULO XV/ LA PENA EN (IENERAL

aquello. Por eso existen algunas situaciones excepcionales en las cuales, pese a cum- piensa que ésta es la parte de su texlo más necesitada de reforma.
plirse todas las exigencias para que la acción se califique como delito, la ley renun- Desde luego, la ley en vigor contempla un elenco de penas sumamente frondo-
cia a la imposición de la pena por consideraciones de utilidad práctica (político- so.22 Esta exuberancia de sanciones no se debe, por cierto, a un despliegue ele fan-
criminales). Así ocurre, como se ha visto, 17 cuando concurre una excusa legal tasía cruel, pues eso no condeciría con la mentalidad liberal de los redactores. Obe-
absolutoria, o cuando no se cumple una condición objetiva de punibilidad. dece, más bien, a un propósito mal entendido de contar con recursos suficientes
para rigidizar al máximo el mecanismo de determinación de la pena 23 poniéndolo
La afirmación de que la pena es el efecLo del delito debe entenderse en un sentido sólo tan a salvo como sea posible de la arbitrariedad judicial.
figurado, pues en el campo normativo las relaciones causales, como tales, no exislen. Lo que
se quiere decir, por consiguienle, es que a la ejecución del hecho punible debe seguirse, con
Esta última finalidad es la que condiciona la fisonomfa de todo el sistema.
arreglo a lo prescrilo por la norma, la imposición de la pena, aunque de hecho muchas veces Ansiosos por reducir las facultades de los tribunales -que, efectivamente, habían
no es así. La pena es la consecuencia mandada del delito, pero por supuesto, no siempre la abusado por largo tiempo de ellas-, los Códigos decimonónicos derivados del
realizada. francés -como lo es el nuestro- establecieron un régimen mediante el cual se pro-
curaba que la pena a imponer concretamente resultara de unas operaciones casi
Encontrándose con el delito en este género de conexión, la pena debe guardar
matemáticas y, por consiguiente, muy poco flexibles. Los márgenes concedidos al
con él una proporción que, por supuesto, no es material -como la que pretendió
juez para adecuar la reacción punitiva a la culpabilidad del sujeto son, en conse-
establecer la ley del talión-, sino Jurídica. 18
cuencia, estrechos, y aun dentro de ellos se trata de prescribirle la conducta a seguir,
El punto de partida con arreglo al cual se consagra la pena amenazada por la ley
disminuyendo considerablemente la posibilidad de individualizar la sanción. Por la
en abstracto para cada delito en general, es la magnitud del injusto respectivo, la que,
misma razón se emplea poco -en todo caso, menos de lo necesario- el recurso de
a su vez, deriva de la evaluación del disvalor de acción y resultado del hecho tipifi-
facultar al tribunal para elegir una de entre varias penas consagradas como alterna-
cado.19 Esta es una cuantificación delicada y difícil, que pone a prueba, como po-
tivas. Todo esto, unido a insuficiencias derivadas de circunstancias históricas sobre-
cas, la sensibilidad social y la prudencia del legislador. El ideal a que se aspira, de
pasadas, configura un cuadro en el cual destaca el afán por servir a la seguridad
conformidad con la acertada formulación de Al!MENA, es "alcamar el máximo de
jwidica, que, al desentenderse exageradamente de la justicía, termina por no atender
defensa social con el mínimo de sufrimiento individual". 2º
de modo satisfactorio a la una ni a la otra.
La pena que se obtiene mediante esta valoracíón del hecho constituye, sin embar-
go, sólo un marco flexible, dentro del cual compete al juez efectuar las precisiones A lo interior de este sistema ineláslico, los Lribunales, por su parte, se han acostumbra-
enderezadas a determinar una que se adecue a la reprochabi!idad (culpabilidad) perso- do a "dejarse guiar de la mano" por las prescripciones legales, renunciando incluso amo-
nal del autor de acuerdo con los criterios respectivos. 21 Así, la sanción será efectiva- verse en los espacios estrechos que se abandonan a su arbitrio. Un ejemplo chocante de
esta situación es la escasa consideración que se otorga al art. 69 del C.P., 24 así como -en el
mente proporcionada al delito concreto de que se trata, cuando su magniLud corres- aspecto procesal- la forma conservadora en que han tendido a interpretarse las disposi-
ponda (idealmente) a la de la culpabilidad por el injusto. ciones sobre libertad provisional de los procesados inLro<luci.das en el C de P.P. por el D.L.
2.185.
IV. EL SISTEMA DE LA PENA EN LA LEY
V. CLASIFICACIÓN DE LAS PENAS
Nuestro Código Penal, de factura clásica, contempla un sistema que, en princi-
Las penas que contempla el ordenamiento jmidico en vigor pueden clasificarse
pio, corresponde a los criterios expuestos. Pero como procede del siglo pasado, se
desde distintos puntos de vista, con arreglo a lo que puede apreciarse en los párra-
encuentra anticuado y los realiza mal. Por Lal motivo, la gran mayoría de la doctrina
fos siguientes. 25 Aunque algunos de estos criterios son más significativos que otros,
todas las clasificaciones cobran importancia para determinados efectos.
Supra, JO
rn NOVOA, U, 506, págs. 311 y sigls.; con cleLalk, destacando especialmenle las dificultades que implica
conseguir esta adecuación ideal.
i; Es imeresante verificar que NOVOA, 11,498, pág. 298, está de acuerdo en parte, por lo menos de manera
imp\-icita, con el texto. Efectivameme en el lugar citado se afirma que "no es solamente una gran enlidad
22
o gravedad de la transgresión jurídica lo que mueve al legislador a recurrir a las sanciones penales. rn En el mismo sentido, ETCTlEBERRY, 11, 137, quien consigna "veinte, incluyendo las penas accesorias".
efecto, también suelen disponerse sanciones penales para las acciones que lesionan un bien juiídico por Desgraciadamente, la C.P.R de 1980 y algunas leyes accesorias han consagrado todavía, con posterioridad
mcd[os particularmente repud[ados (i:mpleo ele fraude o violencia) o que hacen muy d(ticil la indiviJualización a la segunda edición de esa obra, otras fonnas de sanción cuya naturaleza es sumamente discutible
del wlpa/Jle y rnnsiguienlc acción judicial clvil (clandestinidad o sorpresa)". (El suhrayado es mio). Conviene " lnfra, 54.
4
U.estacar esta consideración del disvalor de acción por ese autor, pues en Cau.rnlismo y finnlLsmo, 18, págs L Infrn, 64, lll, e).
l 02 y sigts., NOVOA rechaza tal idea de manera enérgica, no obstante lo cual aquí se percibe que Lampoco ,., rl esquema del texto se aproxima al de ETCHEBERRY, TT, págs. 138 y sigts. Con ligeras variantes se
su siste~1a prescinde por completo de ella. rn relación con LOdo el asunto. su'pra, l, 1, lll, e). encontrará también en li\BATUT, l, 228, págs. 249 y sigts.; GARRTDO, I, 20, ITJ, págs. 256 y siglS. y
cv Este punto de vista, por lo demás; coincide con el que ya había desarrollado BECCARIA, X\~ págs. 111 y NOVOA, II, 509 y sigts., págs. 318 y siglS. Para la situación en el derecho español, y_ue en esta materia se
sigts asemeja también al nueSlro, véase por lOdos; con detalle y bibliografía, CORDOBA RODA y RODRIGUEZ
21
Supra, 26, en especial V MOURL"LLO, TT, págs. 98 y sigts

698 699
DERECHO P('l\'AJ. / PART/:' GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPÍTCLO XV/ LA PENA EN GEC'ERAL

a) Clasificación de las penas según su naturaleza bb) Penas infamantes

la clasificación de las penas de acuerdo con su naturaleza es considerada, por lo Penas infamantes son aquellas que afectan al honor del individuo. Fueron muy
común, la más general a importante. 26 Con arreglo a ella, las diferentes formas de frecuentes en el pasado y originalmente obedecieron al propósito de poner al delin-
sanción se agrupan atendiendo a la índole del bien Jurídico al cual afectan, y por eso, cuente en evidencia frente al grupo social para que este último pudiera precaverse
aunque la ley no la contempla expresamente, es la que permite una sistematización de sus tendencias criminales. A causa de su carácter ultrajante, que pugna con las
sustantiva mejor fundada.27 De conformidad con este criterio, las penas se clasifi- concepciones imperantes, en el presente se las rechaza por completo. El C.P. las
can en corporales, infamantes, privativas de libertad, restrictivas de libertad, privativas ignora, pero en el C. de JM. todavía subsiste con ese carácter la pena de degrada-
de otros derechos y pecuniarias. ción, cuya naturaleza y forma de ejecución se precisan respectivamenLe en los arts.
228 y 241 de dicho texto legal.
aa) Penas corporales
Entre los legos no es infrecuente encontrar opiniones favorables a este género de medidas,
Como su nombre lo indica, las penas corporales, en sentido estricto son aque- que habilitan a la comunidad para reconocer al "delincuente" y eludir sus posibles aLaques. Con
ello se ignora el hecho puesto de manifiesto por b criminología contemporánea, de que la
llas que afectan al cuerpo del reo, a su estructura física. Aunque hasta una época estigmatizacíón es un factor criminógeno poderoso. ''Marcar" a un sujeto como criminal es hacerlo
relativamente cercana este género de sanciones fue predominante en la mayor parte efecLivamente Lal, renunciar a toda expecLniva de resocializarlo y transformarlo, por consiguien-
de los ordenamientos Jurídicos, desde el advenimiento de las ideas liberales han te, en un peligro crónico para la convivencia pacífica. Frente a esta realidad, las supuestas venta-
jas que se atribuyen a la infamia son ilusorias, aun prescindiendo de la inmoralidad que involucran
caído en el descrédito y hoy tienden a desaparecer, a causa de su crueldad y del los argumentos con los cuales se pretende legitimarla.
atentado que significan en contra de la digmdad humana del ajusticiado. Sólo se
conservan formas diversificadas de ellas en algunos Estados orientales, aferrados a ce) Penas privativas de libertad
tradiciones milenarias enraizadas en concepciones religiosas o culturales difíciles
de modificar. En la ley nacional subsiste (por desgracia) únicamente la pena de muerte, las penas privativas de libertad afectan a la libertad ambulaLOria del condenado,
si bien ahora de manera muy limitada. quien debe permanecer, durante el término de ellas, recluido en un establecimiento
carcelario. Por tal razón se las denomina también penas de encierro. El derecho penal
NOVOA prefiere emplear aquí otra nomenclatura, colocando a la pena capHal bajo el
común contempla tres: presidio, reclusión y prisión. Además, debe incluirse también
Lérmino "pena de vida". 28 El rótulo es acepLable en principio, y tiene la ven.Laja de evitar
algunas ambigüedades a que da lugar la ley cuando, como se verá, se vale de la expresión aquí el arresto domiciliaiio previsto por la ley 17.934, sobre tráfico de estupefacientes.
"penas corporales" atribuyéndole un significado diferente del que aquí se le confiere. A En el sislema vigente, ellas constituyen la forma de reacción penal más frecuente.
pesar de Lodo, he preferido servirme de la designación tradicional, en primn lugar, por-
que resulta más comprensiva, y, en segundo, porque subraya que la pena de muene parti-
cipa de las características de las otras corporales y es, por consiguiente, tan reprobable dd) Penas restrictivas de libertad
como cualquiera de ellas.
Las penas restrictivas de libertad, como las privativas, limitan la libertad
La ley suele valerse del calificativo "corporales" en un sentido más extendido del ambulatoria del Sl~jeto, pero de una manera menos rigurosa. En efecto, los conde-
que se le oLorga aquí. Así, por ejemplo, en el art. 99 del Código TribuLario y otros nados a ellas no son encerrados en un edificio sino que pueden moverse libremente
semejantes. En esos casos el precepLo contrapone el concepto de pena corporal al denLro de un territorio determinado, del cual no deben salir, o bien en cualquier
de pecuniaria y, en consecuencia, el primero comprende todas las sanciones, con territorio o lugares, salvo algunos en los que se les prohíbe ingresar o presentarse. A
excepción de 1as que afecLan al patrimonio del condenado_ La noción así entendida este grupo pertenecen el confinamiento, extrañamiento, re1egación, destierro y sujeción
es inaprovechable desde el punLo de vista sistemático, ::mnque presta un servicio a la vigilancia de la autoridad.
práctico a1 legislador, permitiéndole oponer las penas que se refieren a los bienes 1
del sujeto a las que lo hacen a derechos más inherentes a su personalidad. ee) Penas privativas de otros derechos

Las penas privativas de otros derechos afecLan también en cierto modo a 1a liber-
1
!I
tad del sentenciado, pero no en el aspecto ambulatorio, sino en relación con la
ETCIIEBFRRY. JT, pág. 138. NOVO/\, Il, .509, pág. 318, fa califica, a su vez, como ''la más científica" Que
esLo último es así se deduce de su amplia dil·usión en el derecho comparado. Véase, entre otros, CARRARA, facultad de ejercilar cienos der~chos, desempeñar cargos o profesiones o ejecutar 1
f1
ll, 656, págs. 98 y 99: CORDOJ3A RODA y RODRTGUEZ ;vfOLRULLO, 11. págs. 124y sigts.: MEZGER. II,
73, 1, pág. 402; J.vlACRACH, TI, 59, 1, pág. 499.
una determinada acli,~dad. la ley común en vigor contempla las de inhabilitación "1'' '
'

n Sobre la opinión coincidente de NOVO/\ a. este respecto, ,·éase la nota amerior. ·para cargos y oficios públicos, derechos políticos y profesionales titulares, suspensión de
2
·' NOVOA, lL 510, pág. 319.
cargo u oficio público o profesión titular, inhabilitación para conducir vehículos a tracción 1
i
700 701
DERECHO PENAL/ PARTE GLNERAL / Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO XV/ LA PENA EN GENERAL

mecánica o animal y suspensión para conducir vehículos a tracción mecánica o animal. crímenes, simples delitos y faltas. La clase a la que pertenecerá la primera será deter-
Aparte de ellos, el art. 472 del C.P consagra excepcionalmente, para ciertos autores minada por su cuantía, con arreglo a lo preceptuado en el art. 25 inc. sexto del C.P.
del delito de usura, la cancelación de la carta de nacionalización; la Ley de Alcoholes y La de comiso, que de conformidad con el art. 31 del C.P. se sigue imperativamente
Bebidas Alcohólicas, el trabajo obligatorio sin remuneración y la clausura de estableci- a "toda pena que se imponga por un crimen o un simple delito" y facultativamente
miento comercial, de la cual también echan mano el art. 340 del C.P y el 165 del a las que se irroguen a una falta -sin tener nunca el carácter de sanción principal y
Código Sanitario; 29 el art. 3 72 del C.P establece la interdicción del derecho de e¡ercer única-, seguirá la suerte de aquella a la cual accede. Esto último es válido también
la guarda y ser oido como pariente; el D.L 211, de 1973, la disolución de las sociedades, para las otras penas accesorias, esto es, la caución, la sujeción a la vigilancia de la
corporaciones y demás personas Jurídicas de derecho privado, y la Ley 19.366, sobre autoridad, y la incomunicación. En cuando al problema propuesto por el art. 90 del
tráfico de estupefacientes, los trabajos determinados en beneficio de la comunidad (art. C.P., donde la última sanción mencionada funciona excepcionalmente como princi-
41, inc. final) pal, debe convenirse en que en ese caso ella escapa a la clasificación.-' 3
La distinción de las penas en atención a su cuantía importa, en especial, porque,
Es discutible la naturaleza juridi.ca de las sanciones comempladas en los incs, cuarto y
quinto del art. 81 de la C.PR. El texto elude otorgarles el tratamiento de penas penales, pero,
de conformidad con el arl. 3° del C.P -cuya norma es aplicable también a los
atendidas su naturaleza y gravedad, es difícil sustraerse a la idea de que efectivamente lo cuasidelitos, con arreglo al an. 4º del CP-, "los delitos, atendidas su gravedad, se
son. Si ese fuera el caso, pertenecerían tamhién a este grupo. Todo ello prescindiendo de que dividen en crimenes, simples delitos y faltas y se califican de tales según la pena que
el precepto, por la manera exageradamente abierta en que lo formula la disposición, me
les está asignada en la escala general del art. 21". Resulta, por consiguiente, que esta
parece una flagrante violación, enquistada en el texlo constitucional mismo, del principia
nulium crimen consagrado por el art. 19, Nº.3º, inc. final de la propia C.P.R. clasificación de los hechos punibles no está fundada en caractetisticas concernientes a
Por lo que se refiere a las medidas de amonestación, publicación de la sentencia condena- su naturaleza, sino en la magnitud de la pena con que se encuentran amenazados.
toria, y expulsión de exLranjeros indeseables, que LABATUT30 incluye también entTe las
penas de esta clase, estimo comincenle la argumentación con la cual ETCilEBERRY31 les
Esta afirmación, sin embargo, sólo es parcialmenle exacta. Pues, como ya se ha dicho, 34 la
rehúsa la calidad de auténlicas sanciones punilivas.
cuantía de la sanción con que se amenaza a un delito es deLerminada fundamentalmente por
el disvalor que se atribuye a éste. Por lo tanto, aunque de manera indirecta, es también esa
fD Penas pecuniarias consideración malerial Teferida a su entidad la que se halla tras la ubicación de un hecho
punible enlre los crímenes, los.simples delitos o las faltas.
Como su nombre lo expresa, las penas pecuniarias afectan al patrimonio del
condenado. De entre las que consagra el derecho en vigor, pertenecen a esta catego- e) Clasllicación de las penas según su autonomía
ría la multa, el comiso y la caución. La primera de ellas es, conjuntamente con las
privativas de libertad, una de las sanciones más empleadas por el ordenamiento Desde este punto de \,isla, las penas se clasifican en principales y accesorias. Son
punitivo y, además, aquella de que con mayor frecuencia se echa mano como pena principales aquellas que la ley determma expresamente para cada delito y cuya impo-
administrativa (gubernativa). 32 sición no depende de la de otra. Por el contrario, son accesorias aquellas cuya irrogación
se sigue a la de una principal, sea porque la ley así lo ha ordenado en general o porque
dispone que ocurra de esa manera en el caso específico de un cierto delito. 35
h) Clasificación de las penas según su gravedad
La ley conLempla como penas accesorias la incomunicación con personas extrañas
De acuerdo con su gravedad, las penas se clasifican en penas ele crímenes, simples al establecimiento penal (art. 21 del C.P), la suspensión a inhabilitación para cargos y
delitos y faltas. Como se trata de una distinción estruCturada en torno a una base oficios públicos, derechos polílícos y profesionales titulares (art. 22 del C.P), la caución,
cuantitativa, sus límites son más bien arbitrarios y corresponden tan sólo a una la SUJeción a la vigilancia de la auto1idacl (art 23 del C.P) y el comiso (art. 31 del C.P).
expresión de 1a voluntad legislativa. Así, son penas de crímenes la de muerte, todas Con arreglo al art. 21 del C.P, la primera tiene siempre esa calidad, pero en verdad,
las perpetuas, las privativas y rest1ictivas de libertad mayores y las ínhabílítaciones en en los dos únicos casos en que la ley común la impone (art. 90 y 91, inc. segundo,
general; a su vez, son penas de simples delitos las privativas y rest1ictívas de libertad del C.P) se presenta con el carácter de principal. 36 Respecto a las suspensiones e
menores, el destierro y las suspensiones; por último, es pena de falta la prisión. La inhabilitaciones pueden amenazarse como principales, pero de conformidad con lo
multa y el comiso de los instrumentos y efectos del delito son penas comunes a los preceptuado por el art. 22 del CP tienen carácter de accesorias "en los casos en ¡,,

9 J.J Sobre ello, con cieno detalle. ETCHEBER RY, !I, prígs. 139 y 140. Respecto a las distintas interpretaciones
l Véase, sobre ello, ETCFJEBERRY, TT, pág. 121. de que. puede ser objeto la disposición del an. 90 C.P., véase supra, 33, II, d), dd),

31
LABATIJT, I, 229, págs. 251 y 252, y 236, pág. 26.3. >+ Supra, llI.
ETCHEBERRY, II, págs. 131 y sigts. 35
3 En el mismo sentido, NOVOA, TT, 512. pág. 324.
l Supra, 4, IV, A) e), ee) iri I:TCIIFBERRY, TI, pág. 140. Contra, .\JOVOA, II, 512, pág. 324

702 703
Df'RLC!IO PENAl / PARTE GENLRAL / Enriqu~ (llry ürzlla
CAPITULO XVI LA PENA EN GENl·RAL

que, no imponiéndolas especialmente la ley, ordena que otras penas las lleven
consigo". A su vez, la caución y la sujeción a la vigilancia de la autoridad pueden
encontrarse establecidas "como penas accesorias o como medidas preventivas",
l f) Clasificación de las penas según su aflictividad

Esta categorización, que divide a las penas en aflicüvas y no aflictivas, se encuen-


según el an. 23 del C.P. Por fin, al comiso o pérdida de los efectos o instrumentos tra consagrada en el art. 37 del C.P, de conformidad con el cual "para los efectos
del delito, que no aparece expresamente enumerado entre las penas accesorias, se legales se reputan aflictivas todas las penas de crímenes y respecto de las de simples
le reconoce generalmente esa índole, no sólo en virtud de lo dispuesto por el art. delitos, las de presidio, reclusión, confinamiento, extrañamiento y relegación me-
31 del C.P, 37 sino, además en atención al rótulo del parágrafo en el cual está nores en sus grados máximos" (esto es, por consiguiente, todas las privativas y res-
ubicado. 38 trictivas de libertad menores cuya duraci.ón excede de tres años). 42 La clasificación
carece de interés penal, 41 pero, en cambio, tiene importancia constitucional y pro-
d) Clasificación de las penas atendiendo a la forma en que cesal. Así, por ejemplo, con arreglo al an. 17, Nº 2º de la C.PR, quien es condena-
se ponen a disposición del tribunal. 39 do a pena aflictiva pierde la calidad de ciudadano y sólo puede recuperarla median-
te rehabilitación del Senado. De la misma forma, de acuerdo, con el art. 16 Nº 2º de
En relación con este aspecto, las penas pueden encontrarse establecidas como ese texto constitucional, el derecho de sufragio se suspende "por hallarse la persona
copulativas, alternativas o facultativas. Se habla de penas copulativas cuando la ley procesada por de1ito que merezca pena aflictiva" -una disposición defectuosa, que
amenaza la ejecución de un delito con dos o más penas que el tribunal debe ·viola el principio según e} cual toda persona se presume inocente mientras su cul-
imponer conjuntamente, cosa que, desde luego, ocurre siempre cuando existe la pabilidad no haya sido declarada por sentencia firme y eiecutoriada Por su parte,
obligación de irrogar, además de la principal, una accesoria, pero también en en el C. de PP la distinción cobra significado respecto a la libertad pro,~sional de
otras situaciones. las penas, en cambio, están consagradas como alternativas cuan- los procesados (art. 356 y sigtsJ
do para castigar el delito se ponen a disposición del JUEZ dos o más, de entre las
cuales él debe optar por una para sancionar al sujeto en concreto. En relación con
estas últimas interesa destacar que, cuando el tribunal ha seleccionado una de
dichas penas para determinado partícipe, no está obligado a escoger la misma
para los demás, según lo dispone expresamente el art. 61 Nº 3º del C.P Por últi-
mo, penas facultativas son las que la ley autoriza al juez para imponer o no a su
arbitrio: En esta situación se halla, por ejemplo, la accesoria de comiso respecto
de las faltas. 40

e) Clasificación de las penas según su divisil,ilidad

Desde este punto de vista se distingue entr~ penas divisibles e indivisibles. Son
divisibles aquellas que admiten fraccionamiento, entre las que se encuentran todas
aquellas que tienen duración limitada en el tiempo (temporales) o una cierta cuan-
tía económica. las demás (pena de muerte, penas perpetuas), que no pueden ser
fraccionadas, son indivisibles. La clasificación adquiere importancia en relación con
el régimen de determinación de la pena, con arreglo a lo preceptuado en los arts. 63
y sigts. del C.P, que regulan la eficacia sobre éste de las circunstancias modificatorias
de la responsabilidad criminal. 41

,., ETC!-IEBERRY, U, pág. 167.


38
NOVOA, ll, 512, pág. 324.
39
NOVOA, ll, 509, pág. 318.
40
Supra, b).
41 lnfrn, 49 v 50
lnfra, 54. III, d).
"-' Solxe la l;istoria de la introducción dd art. 37 en el C.P., véase ETCHEBERRY, lI, págs. 142 Y 143.

704 705
CAPÍTULO XVI

J
!
NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN
DE LAS PENAS

§ 48. NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE LAS PENAS


CORPORALES. LA PENA DE MUERTE

I. LA PENA DE MUERTE. SU NATURALEZA Y PROBLEMÁTICA

La pena de muerte "consiste en privar de la vida al condenado". 1 Este concepto,


aparentemente tautológico, tiene, sin embargo, la ventaja de subrayar que en la
acLUa1idad la pena se encuentra despojada de todas las agravaciones con las cuales
solía exasperársela en otras épocas. 2
Durante largo tiempo la pena capital fue un recurso de que las legislaciones se
valían con gran frecuencia para combatir el deliLo, 3 al cual, en efecto, se agregaban
a menudo tormentos atroces y prolongados, con el objeto de aumentar su eficacia
expiatoria a intimidante. La ejecución, además, era pública y se la rodeaba decir-
cunstancias ostentosas, para atraer la atención del grupo social sobre ella.
El desarrollo de las ideas humanitarias que caracterizaron al pensamiento de la
Ilustración y a los dirigentes de los movimientos liberales en la segunda mllad del
siglo XVIII y los primeros decenios del XIX. determinó sobre todo una lucha contra
las torLuras que acompañaban a la ejecución de la pena, a las que se acusó de atentar
contra la dignidad del hombre y su cualidad de "fin en sí mismo". En cambio, la
idea de emplear la privación de la vida corno sanción sólo fue cuestionada de mane-
ra limitada. KANT 4 y ROUSSEAU 5 la defendieron, por el contrario. con inusitada
1

ETCHEBERRY, TT, pág. 148


Ídem.
Parn una hi.slorla de la penalidad en la Anti~edad, con abundantes referencias a las formas que adoptó la
capital, y bibliografía,Jil'vlFNEZ DE ASCA, I, 74 y sigts., págs. 231 y sigls. Una referencia histórica sucinta
en NOVO.,\ ll, 517, págs. 329 y sigts. . ..
KANT, Piincipios mctaffsicos ele 1a doct1inu. del clcrec/w, cit., págs. 168 y sigls.: "Si, por el contrano, el cnm1-
nal ha cometido una muerte, él también debe morir. ~o hay aquí ninguna conmutación capaz d~ s~tlsfa-
cer a la justicia. No hay ninguna identidad rntre una vida llena de trabajos y la muerte; por consiguiente,
ninguna igualdad emre el crimen y la pena más que por la muerte del culpable; pero por su ~uer!e ,,
pronunciada rn justicia y separada de toda clase de malos trnlamienlos que pudieran hacer homble la
naturaleza humana en el paciente" (pág. 16Y). '·Deben ser casLigados de muerte todos los asesmos Y todos 1
los que hayan ordenado semejante crimen o hayan sido cómplices" (pág. 171). .
ROUSSEAU, El rnnlrnlu social, traJ.ucción del francés por A.D., Editorial Tor, Buenos Aires, sm fecha,
págs. 36 y sigts
_

! .

707

J
1
DFRECHO PENAL/ P.~IHE GENl;RAL / l:nrique Cury "Crzú;,
CAPITULO XV! 1 NATURALEZA, léFECfOS Y EJECL'C!ÓN DE LAS PENAS

energía. Y hasta BECCAR!A, a quien se tiene, con razón, como el primer paladín del
a) El debate filosófico y teológico 10
abolicionismo/' hace concesiones a este respecto en dos casos: "cuando la nación
recobra o pierde su libertad, o en el tiempo de la anarquía, cuando los desórdenes En esta perspectiva, la polémica relativa a la legitimidad de la última pena se
mismos hacen el papel de leyes" y cuando la "muerte fuese el verdadero y único reduce a la de si puede aprobarse moralmente que la sociedad disponga de la vida
freno para disuadir a los demás de cometer delitos". 7 Incluso la publicidad de la de uno de sus miembros, con el objeto de cumplir sus fines. Ahora bien, la historia
ejecución no fue criticada, sobre todo por el efecto disuasivo que se le suponía. del pensamiento filosófico y teológico parece demostrar que esta pregunta puede
Con todo, la lucha contra los suplicios que exasperaban la pena trajo aparejada ser contestada en uno a otro sentido, aun arrancando de presupuestos idénticos. 11
una reducción apreciable de su empleo. Pues, en efecto, la supresión de éstos pro- Ni los argumentos que se invocan por los pensadores laicos son convincentes, ni los
vocaba una imposibilidad de graduarla, y entonces fue preciso reservarla sólo para textos a los cuales los teólogos atribuyen origen revelado son unívocos -por lo me-
los casos más graves. Un complemento muy valioso de este proceso lo proporcionó, nos aquellos procedentes de la tradición Judeo-cristiana. 12 Así mientras SAN AGUS-
seguramente, el progresivo desarrollo de las penas privativas de libertad, que ofre- T!N, VITORIA y DUNS ESCOTO se pronuncian contra la pena capital,ll una de
cían una alternativa razonable para muchos de los casos en los cua1es antes se acu- sus defensas más conspicuas pertenece a SANTO TOMAS DE AQUINO. 14 De la
día a la de muerte. misma manera, dos liberales "contractualistas" como ROUSSEAU y BECCARIA 15
Pero es sobre todo en la segunda mitad del siglo XlX que las ideas abolicionistas sostienen a este respecto puntos de vista contrastantes.
inumpen con energía mas allá de los círculos académicos y jurídicos, provocando En mi opinión, la situación filosófica se debe a que el problema propuesto pre-
una polémica a todos los niveles y transformándose en una materia de significación supone la solución de otros más fundamentales, como los de la naturaleza humana,
política. Al comprometerse con ellas algunos gobiernos progresistas que las acogen la inmortalidad del alma e, incluso, la existencia de Dios, que escapan a las posibi-
tempranamente, suprimiendo o intentando suprimir la pena capital de sus legislacio- lidades del razonamiento especulativo. Por esta razón -a causa de que las premisas
nes,8 y al combatir en su favor escritores y arlistas de gran notoriedad, como VICTOR básicas no se encuentran precisadas-, el discurso lógico posterior es vacilante, y
HUG0, 9 el tema se vuelve moneda corriente entre el grueso público. El debate se basta alterar ligeramente el contenido de uno cualquiera de los puntos de partida
desarrolla, sin duda, en un clima de apasionamiento que confunde frecuentemente para que las conclusiones a que se llega sean discrepantes por completo. Así, una
los argumentos racionales con las reacciones emocionales e, incluso, con las convic- cuestión concreta concerniente a la vida del hombre concreto en una sociedad his-
ciones religiosas, pero esto mismo demuestra que ya se trata de algo incorporado a los lórica concreta, se intenta resolver medianLe abstracciones construidas sobre conje-
sentimientos culturales del grupo social, en el cual, hasta muy poco antes, la subsis- turas improbables.
tencia de la pena capital se miraba como algo natural o, por Jo menos, indiferente. Por lo que se refiere a los enfoques teológicos, uno se siente inclinado a dudar de
La discusión, que se desarrolla en planos muy variados, no puede reproducirse que pueda extraerse una norma con validez absoluta de textos que son conlradicLo-
aquí sino en forma sucinta. Pero como me parece inexcusable adoptar partido al rios entre sí y parecen responder más bien a las vicisitudes de la realidad históri-
respeclo, también es indispensable echarle una ojeada, aunque sólo sea de manera ca.16 Por otra parte, las fundamentaciones de ese género sólo pueden invocarse al
muy general. Esquemáticamente, pues, la cuestión puede abordarse desde los tres
puntos de ,ista sigrnentes: a) el filosófico y leo lógico; b) el de los jlnes del derecho pena!
10
en genera! y de !a peno en particular, y c) e! ele lo consideración práctica (polílico-crimi- La apreciación de la pena de munte desde c:stos dos planos se presenta reunida en atención a los numero-
sos pu~tos <le contacto que'. al menos en relación con esta polémica, existen entre ambas disciplinas. Esro
nal}. La breve exposición que se hará de estos diferenles enfoques, se cierra con la no s1wi1hca, por supuesto, ignorar su autonomía recíproca o confundir los campos de su actividad.
11
Acoi, también, ETC:l!EBERRY, ll, pág_ 147
de la opimón propia.
n. ta situación es distinta, por ejemplo, en la musulmana, donde los escritos sagrados afirman explícitamen-
te la hc1md de la pena capllal.
BECCARlA, XVI, pAgs. 114 y sigts. u La cita de los dos últimos se puede: rncontrar en SA~TO TOMAS DE AQUINO, Suma Tenlógico, Tratado de
BECCi\RlA, XVI, pags. liS y 11 ó. Casi c:s innecesario coubrayar que amhas excq,ciones ----esprc:ialmente laJu_s1icid, traducción y anotaciones por una comisión de PP. Dominicos prtsü:lida por Fr. FRANCISCO
BARBADO Vlf'.JO, Introducción a la Cuestión 64, n, pág. 422, nota 9.
:¡::!
la segunda- están ahierLas a apreciacionc:s subjetivas ele gobernantes y legisladores, dne::riorando la co-
hnencia dd poderoso alegaLo con que BECC:AlliA aboga por la supresión de la prna. Pero, alendidas las I-I SANTO TCl.tv1AS DE AQUll\U, op. cit., Cuestión ó4, artículo 2, págs. 432 y sigts
caraclerísticas del pensamienLo imperanLe en la época, esLO debe Juzgarse con crilerio histórico y sin Clr. supra, ante~ ele a), notac, 5 y 6.
disminuir la imagen del gran milanés. Sea como fuere, hay un abismo enrre la concepción de BECC:ARL\ ir, Ese carácter contingente aparece muy enfatizado en el episodio de la mujn adúltera_ La ínvitación a qlle
y las ele sus contemporáneos, que KANT, por lo demás, destaca rn forma c:xpresa. (Ver Prl11cipios metafísi- cumpla la sentencia únicarnrnte quien satisfaga una condición humanamente imposible, parece envolver, 11
cos de la doctrino del den:cho, cit., págs. 172 y 1 TJ). Sobre la posición, bastante más condescendiente, <le a umtrarlo. la aimnación de que tales decisiones se encuentran reservadas a la Divinidad. En el mismo
sentido, BALMA"NK, I a pena de mcrerte dentro del si.slema de sanciones del Estado de Derecho, en Unívcrsitns,
1 i
Mi\RAT, véase su Plan de legislación Cl"irninal, trJ.ducción caé,tdlana por J\.E.L, Editorial Harnmurnbi. Bs.
Aires, 2000, págs. 77 y sigls. Revi5ta 1\Icmanu ele Letras, Ciencia y Arte, edición trimesrral en lengua española, vol. VI, N" 3, Stuugan, ¡11
Así, Portugal abolió la última prna en 1867 y la Comlitución Sltiza en 1874 -aunque con vicié>iludes diciembre de 1968, l, pág. 238: ''Frente a estos intentoc, se debe indicar que allí no se trata de artículos de
posteriores- Italia lo hizo por primera wz en el Có<ligo Zanar<lelli, <le 1889 -respecto del c:ual el de fe, sino de reglas de convivencia social, de reglas como las que a menudo encontramos en otros
ordenamientos penJ.les arcaico'' '·En mi opinión, se de heria poder ir más lejos todavía y Hegar, justamente !I.
l
J 91 l significó un retroceso temporal que se prolongó hasta 1944-, y Brasil en el dr 1890. ]'.\ pnmer
inrento por hacerlo en Francia data de 1870 en base a razones ético-religiosas, a un rechazo <le la pena de muerte. ¡Son precisamente los creyentes de 1

Sobre la participación de VlCTOR HUGO en la luchJ. por la abolición, véase GRAVEN, Peut-un se passa de la doctrina de la salvJ.ción cristiana quienc:s debertan estar espantados al imaginarse una condena a la pena 1
lo peine de mo1 t:>, Coirnbra, 1967, VH, págs. 42 y 43. ele muerte, qur rs obra humana, y al aplicársela mediante instancias humanas, mediante cristianos!~.
L
708 709
--------------------------------------- ..
DF.RlcCHO PENAL! PARTE GENERAL f Enrique Cury L:rzúa
CAPÍTULO XV!/ NATURALEZA, EFECTOS Y EJFCUC!Óc\ DEI.AS PENAS

creyente y, como lo destaca dramáticamente ALBERT CAMUS, 17 difícilmente tran- ción talional de la relación entre crimen y castigo.22 Pero este punto de vista hoy
quilizarán la conciencia de un juez ateo. es rechazado en forma generalizada hasta por los partidarios más decididos de la
Iodo lo expuesto debiera ponernos en guardia, no ya sólo respecto a la viabili- pena retribuliva. 23 Pues, en realidad, pareciera que esa relación ni siquiera en-
dad de la discusión, sino sobre la conveniencia de emplear un recurso cuya legiti- cuentra fundamento en las expresiones más antiguas de pena expiatoria, en don-
midad y moralidad no se pueden demostrar con certidumbre y al cual, en principio, de la de muerte se vinculaba preferentemente al delito de traición, 24 no al asesi-
hasta sus propios defensores ponen en duda. 18 En casos como éste, en efecto, la nato. Este último, en efecto, se sanciona todavía en el Génesis con una forma de
prudencia pareciera aconsejar abstenerse. "pérdida de la paz", como lo demuestra el exilio impuesto a Caín por el fratrici-
dio. Por otra parte, la solución talional no tiene en cuenta que la magnitud de la
b) El debate sobre los fines del derecho penal y de la pena pena debe ser adecuada a la de la culpabilidad y que, para jueces humanos, la
cuantificación de ésta concluye apenas en una aproximación relativa. 25 Por eso,
Es frecuente asociar la posición que se pronuncia por la legitimidad y necesidad pretender operar sobre una base tan precaria con una ecuación compensatoria
de la pena de muerte, con la concepción que atribuye a la pena una naturaleza que arriesga la posibilidad de un error respecto a los datos en que descansa su
retributiva. Esto es, por ejemplo, explícito en KANT, 19 quien en realidad deduce la formulación, es, cuando menos, imprudente; sobre todo si se tiene en cuenta la
justificación de la última pena del carácter retributivo que confiere a la sanción irreparabilidad de las consecuencias. Finalmente, la pretensión de una equivalen-
punitiva. Y suele serlo también entre los detractores de ella, los cuales, como GRA- cia exacta entre el puro injusto y la pena, como forma supuestamente óptima de
J\1ATlCA2º piensan que una posición abolicionista auténtica a integral sólo puede retribución, conduce a resultados grotescos, porque no se sabría qué hacer con el
desarrollarse en el cuadro de una concepción preventiva especial o, como BECCARIA, violador, el ladrón, el proxeneta y el traficante de drogas.
mediante una adecuada comprensión de la prevención general. Así pues, cuando se Lienen presentes las consideraciones anteriores, uno se sien-
En mi opinión, sin embargo, estos puntos de vista son arbitrarios. te inclinado a concluir que la teoría de la retribución es, precisamente, aquella que
Por una parte, la mayoría de los argumentos que se invocan en defensa de la tiene más dificultades y menos argumentos para defender el empleo de la pena
pena de muerte obedecen más a criterios preventivogenerales que retributivos, pues, capital. Lo cierto es que, en verdad, el problema tampoco puede ser resuelto desde
en efecto, se suelen atribuir a esa sanción unos efectos ejemplarizadores y disuasivos las concepciones teórico-prácticas sobre la naturaleza de la pena y los fines del
sumamente enérgicos, a causa de lo cual muchos miembros de la comunidad abri- derecho penal, pues, en las siluaciones límites, también ellas concluyen presentan-
gan equivocadamente la esperanza de que su aplicación frecuente provocará una do alegaciones contradictorias y resultados contrastantes que encuentran su origen
dismmución de los delitos capitales. Pero también entre los defensores de la pre- en convicciones procedentes de otro plano.
vención especial se encuenlran partidarios vehementes de la última pena, en la cual
aprecian -¡no sin buenas razones, por cierto!- una medida de seguridad (eliminato-
e) El debate práctico (político-criminal)
ria) particularmente eficaz.21 Así, resulta injusto conectar la pe-ria de muerte a la
-teorta de la retribución, como si fuera una consecuencia a la que sólo puede llegarse Es en este campo donde, en el presente, suelen situar la polémica en torno a la
desde sus presupuestos. sanción capital la gran mayoría de los que participan en ella. lncluso es posible que
Además, la idea de que para hacer una retribución concreta es indispensable siempre haya sido así y que, como se ha advenido, muchos de los puntos de vista a
echar mano a la pena capital, porque sólo ella constituye expiación adecuada para los cuales se envuelve con ropajes filosóficos, teológicos o de teoría general obedez-
ciertos injustos, únicamente puede mantenerse en tanto se defienda una concep- can, en última instancia, a consideraciones de esta especie.
En este sentido, el debate gira en torno a dos cuestiones fundamentales, que se
encuentran estrechamente relacionadas entre sí: la necesidad de defender al grupo
17
Véase, sobre ello, GRAVEN, op, cit., 11, pág. 16; ·Torsqu'un juge athée, ou sceptique, ou agnostique,
inflige la peine de mort á un condamné incroyam, i1 prononce un chátimem defirúL qui ni peut ttre revisé. Asi es, de manera ejemplar, en KAl\T, P1i11cipios metcifísirn.1 df la dnctrina d.c! derecho, c:it., pág. 168: ."No
11 se place sur le treme de Dieu sans en avoir les pom·oirs, et sans d ai11eurs y croie. ll tue, en somme, parce
1

hay máé, que el derecho del wlirin 0us ta/ionis) que pueda dar detenninadameme la c.ual1dad y la c_anttdad
que ses aíeux croyaient a la vie élernelle. Mais la société, qu'il prélend représenter, prononce en réalité une de la pena'·. En el mismo sentido del texto, RAUlVIA:'lN, La pena de mw'rtc dcntru del SL>tnna de sanciones del
pure mesure d'élimination, hrise la communauté humaine unie contre la mort. ,. E.'stCJdo de Derecho, cit.. Tl, pág. 242: '·'.-,e debe rechazar dec:ididmnente que en el caso de este argumento se
rn fato es tan evidente, que por eso el Aquinale puede tratar el asumo bajo la forma clásicamente escolástica
uwe de algo más que de las ideas alávicaé> del talión" . .. . ,
de la ·'cuestión disputada".
n Véase, por todos. 11.AURACH. I, 7, T, i\, pág. 79: ·'Vrnganza y talión repres!;"ntaban una retnbucwn ~n¡m-
10

20
KANT, Principios metafísicos de !a doclrina de! derecho, cit., págs. 166 y siguientes.
GRAtviATICA, L'aboUtion de la peine de morL dans le w.dre de ia Défensc Socialc, C:oimbra, 1967. 3, págs. 8 y
!
tiva''. ·'Ciertamente, la concreta averiguación de la pena retributiva, destinada a compensar b_c~lpab 1 1da:I
del hecl10, se enfrenta a importantes dificulrn<les, pub las magnitudes a compensar son, e1: ultcmo termi-
9. no, inconmensurables. De todos modos, con esta dificultad debe luchar, en la misma medida, el derecho
21
Véase, por todos, GAROFALO, La Criminologic, cit., págs. 229 y sigts. Contra, Bt\U":v11'1.>!N, La pena de penal regido por la idea de la prevención'·.
muerte dentro ele! sistema de sanciones del f.slado de Dereclw, cit., ll, pág. 241, para quien la pena de muerte :·I ETC:HEBERRY, Il, pág. 14 7
es un "cuerpo extraño" en una concepción preventivo-especial. Sobre ello, con algún detalle, supra, 28, lll

710 711
DERECHO PENAi. / PARTE GENER..liL / Enrique Cury Urzúa CAPITULO XV!/ NATURAl.l:ZA, EFECTO~ y EJ!:CUClÓN DE LAS PENAS

social, valiéndose de Lodo medio idóneo para luchar contra el delito, y la eficacia nal, actúa siempre en la confiama de que eludirá el castigo gracias a su habilidad
disuasiva de Ia última pena. para ejecutar el hecho sin dejar rastros delatores, y si es un ocasional, suele encon-
En efecto, los defensores de que se mantenga en el sistema la pena capital trarse obnubilado por pasiones u otros impulsos que le 1IDpiden detenerse a ponde-
afirman, por lo general, que no existe otra adecuada para preservar a la sociedad rar las consecuencias punitivas de su conducta. Por la otra, se exhiben estadíslicas
frente a los hechos punibles de más gravedad 26 y, por supuesLo, apoyan esta aseve- de aquellos países en que la pena ha sido abolida, las cuales parecen demostrar que
30
ración en la convicción de que está dotada de un elevado poder intimidatorio, por su inexistencia no determina incrementos apreciables de la delincuencia capital.
lo cual es capaz de reducir significativamente el número de tales conductas.27 Como Ahora bien, si la última pena no posee realmente el poder disuasivo que le atribu-
1

prueba de lo expuesto, se deslaca el hecho de que aun aquellas legislaciones en las yen sus defensores, entonces tampoco puede sostenerse más la evidencia de su ne-
cuales la pena de muerte ha sido excluida del derecho común, la conservan para el cesidad práctica para la protección de la sociedad contra los grandes crimenes, y ya
derecho militar en tiempo de guerra o en normas relativas a situaciones de emer- no resta en su favor sino el "crudo" argumento de la supresión física como forma de
gencia (terremotos, catástrofes, epidemias, etc.), lo que demostraría que, a la postre, prevenir la reincidencia del peligroso, o la vuelta a consideraciones abstractas de
reconocen su necesidad en casos de extrema gravedad. 28 Asimismo, se menciona a carácter ético, relativas a su valor expiatorio.
veces el hecho de que toda legislación abolicionista justifica, sin embargo, la muerte Naturalmente, la certidumbre de los datos invocados por los abolicionistas en
del agresor en los casos de legílirna defensa. También esto constituiría una prueba este plano de la polémica puede ser puesta en duda, 31 arguyendo, por eiemplo, que
de que, en determinadas condiciones, se acepta la supresión del delincuente por las estadíslicas previas a la abolición suelen estar distorsionadas, porque a esas altu-
razones de seguridad. ras la pena ya había caído en el desuetudo, en especial a causa del eiercicio de la
De los argumentos expuestos, el último es ciertamenle el más débil. Los casos en facultad de gracia (indultos, conmutaciones). Pero este razonamiento es en realidad
que la ley autoriza a privar de la vida al agresor ilegítimo son situaciones de colisión algo superficial, pues, efectivamente, si la pena capital tiende a ser abandonada de
actual de bienes jurídicos, en los cuales es preciso sacrificar el del atacante para hecho aun antes de su abolición jurídica, ello sólo puede deberse a que el grupo
salvar el del agredido. No se trata, por definición, de reaccionar contra el que ya social la mira ya como algo inútil para la defensa de su seguridad. 32 En semejanLes
cometió un delito, sino de detener a quien está cometiéndolo. No se pretende casti- condiciones, es de suponer que nadie querría reimplantarla "a sangre y fuego",
gar, suprimir o ejemplarizar, sino tan sólo evitar un hecho inminente, facultando al asegurando su ejecución a todo trance sólo para verificar hipótesis referentes a su
defensor para emplear todos los instrumentos disponibles y efectivamente necesa- valor preventivo.
rios a fin de impedirle( Prueba de ello es el esmero con que, práctica y doctrina Los partidarios de la abolición, por último, acostumbran incluir también entre
procuran trazar la fronLera entre la defensa oportuna y la mera actuación vindicaliva, 29 los argumentos prácticos en contra de la pena de muerte el relativo a su ineparabiHdad.
con el objeto de jusLificar sólo a la primera Así, pues, el derecho a quitar la vida que Por cierto ésta es una característica de la sanción que provoca consecuencias con-
se concede a quien obra en legítima defensa no deriva de la necesidad de proteger la cretas infortunadas, de las cuales cabe citar un buen número de ejemplos, sin que
seguridad fULura e indetermmada del grupo social, sino de la de proveer aquí y en su contra puedan adoptarse precauciones sino de eficacia relativa.
ahora a la incolumnidad de. un bien jurídico concreto amenazado inmediatamente Pero, a mi juicio, éste es un aspecto que afecta no sólo a la practicabilidad de la
por el agresor. Por eso, los dos casos no pueden compararse. Desde el punLo de vista pena capital, sino a su legitimidad ética misma. Los seres humanos, cuyo conoci-
prácnco la mstltución de la legitima defensa es imprescindible; la de la pena de miento de los hechos -y, sobre todo, de los que se desarrollan en la psiquis del
muerte no, cuando menos en esta perspectiva. hombre (los cuales cobran aquí una importancia muchas veces decisiva)- es siem-
Pero también las otras alegaciones de quienes defienden la conservación de la pre limitado a imperfecto, no pueden sentirse moralmente autorizados para adop-
pena son impugnadas por los parLidarios de su abolición. tar la decisión de eliminar a un congénere exponiéndose a incurrir en un error que
Desde luego, se cuestiona la supuesta eficacia intimidatoria de la sanción. Por no admite corrección. Tanto más cuanto que no existe prueba convincente alguna
una parte, se destaca que ella no corresponde a la realidad de las circunstancias de que tal cosa sea necesaria para preservar las bases de la convivencia pacífica.
psicológicas en que obra el delincuente, pues, en efecto, cuando éste es un profesio-
d) La opinión propia
20 1\sí, emre nosouos, NOVOA, TI, 519, pág. ·33s
27
En NOVOA, IT, 519, págs. 338 y 339, esLe punto de vista aparece reforzado, además, con argumentos Después de la sintética ojeada que se ha dado al debate en los párrafos anterio- ¡i
,1
relativos a la necesidad de una retrihución justa. Esto, en rigor, es una constante en los autores que res, parece lícito concluir que la pena de muerte no corresponde ya a las convicciones
defienden la supervivencia de la pena. Sohre ello, véase fü\Ul:vIANN, La pena de muerte dentro del sistema de
sanciones de! Estado de Derecho, cit., TT, págs. 242 y sigts. y GRAVEN, op cit., págs. 20 y 21. Solament.e los culturales actualmente vigentes. 1

partidarios de- un defensismo crudamente eliminatorio, como GAROFALO, La C1imino1ogie, clt., pág. 267,
acuden inmediara y únicamente al argLtmento sobre el valor disuasivo de la pena. 30 GRAVEN, op. cit., IV, págs. 24 y sigts.
~
lcl Así, muy especialmenle, NOVOA, 11, 519, págs. 335 y sigts. ' 1Cfr. NOVOA, 11,518, pág. 333, quien, sin embargo, no hace suyo este criLerio
Jq Supra, 27, Tl, a), bb). o; GRAVE.N, op. cit., IV, págs. 27 y 28. 1

712

J
713
l;1
h
d
DEREU!O PENAL/ PARTE GEl\f.RAL / Enrique Cury Ur~üa CAPÍTULO XVI/ t\A'f\JRAI.EZA EFECTOS y EJECUCIÓN DE LAS PENAS

Ello, por ende, no se debe sólo a los inconvenientes prácticos de la sanción angustiosas! La mayor parte de los ciudadanos son actualmente partidarios de que
capital expresados sobre todo en su fracaso histórico corno recurso disuasivo, pues la pena de muerte sea aplicada sólo a ciertos hechos concretos que repudian espe-
éste constituye una experiencia antigua que, sin embargo, no fue suficiente para cial y personalmente, por motivos ideológicos, afectivos o de cualquier otra índole
desprestigiarla. Diríase, más bien, que la percepción de esa inidoneidad es conse- semejante. Es decir, obedecen a resabios de atavismos vindicativos que sofocan tem-
cuencia de un cambio más profundo en la perspectiva desde la cual se la contempla poralmente su estructura y aspiraciones culturales, cuyo núcleo raciona1 en verdad
y Juzga. Es toda la concepción del hombre, de la sociedad y de sus relaciones recí- es adverso a esa forma de castigar. No es una mera coincidencia que la mayor parte
procas la que se modifica en los últimos siglos -si bien, por supuesto, a partir de de las votaciones populares contrarias a la abolición o favorables a la reimphnlación
acontecimientos más distantes, corno, por ejemplo, la revolución de las formas del de la pena de muerte ocurran con posterioridad a la comisión de uno o varios
pensamiento occidental por la filosofía griega o el advenimiento del cristianismo-, crímenes horribles. 36
atribuyendo un valor creciente a la vida del hombre y habilitando para ponderar En este punto, sin embargo, es preciso trabajar para que la convicción cultural
meior las debilidades de la juslicia humana, de su capacidad de conocimiento de los se imponga al irracionalismo. Aquí cobra importancia sobresaliente la apreciación
hechos y de su habilidad para juzgarlos. Sería presuntuoso tratar de escudriñar aquí ctitica de NOVOA sobre las aboliciones parciales, que han sido tan frecuentes en las
las causas de este proceso, su articulación y manifestaciones. Pero que se ha produ- legislaciones.37 En efecto, si, como creo, castigar mediante la privación de la vida no
cido y obra activamente sobre la conciencia de la colectividad contemporánea, es es algo que se adecue al modo de pensar, sentir y valorar de nuestro tiempo, la pena
algo fácil de verificar si se considera que durante milenios apenas se encuentran capital tiene que eliminarse por completo de la legislación, suprimiéndola tanto del
rastros de unas pocas opiniones desfavorables al empleo de la pena de muerte, al derecho común como de los ordenamientos punitivos especiales (derecho penal
paso que en el presente el número de los escritores que la impugnan es militar, derecho penal de las situaciones de emergencia, etc.). Pues lo que no se
abrumadoramente superior a la de quienes todavía salen en su defensa. Más aún, en percibe como JUSto y útil para la prevención respecto de los delincuentes ordina-
los últimos tiempos ya casi no existen autores razonables que se proclamen "parti- rios, no tiene por qué serlo para quienes quebrantan normas de un ordenamiento
darios" de la pena capital; a Jo sumo los hay que sostienen casi como deplorándolo, especial o actúan en circunstancias extraordinarias. Es irracional suponer que los
una cierta necesidad de conservarla para castigar hechos extremadamente graves e, Jueces de un tribunal de guerra están mejor equipados para conocer la medida
incluso manifiestan su esperanza de "que con el desarrollo moral y cultural de la exacta de la culpabilidad por el injusto que los que encausan a la civilidad en épocas
humanidad, podrá llegar en el futuro el día en que [... ] pueda ser suprimida" .1' Esta de paz, o que la pena de muerte posee más eficacia disuasiva después de un terre-
actitud contrasta de_manera chocante con la de pensadores ilustres que, por espacio moto que antes de él. ¡Y lo es mucho más todavía pretender imponerla a quien,
de siglos, contemplaron impasibles el exterminio de los delincuentes, considerán- por la depravación de sus costumbres, su origen racial, su postura ideológica o
dolo como algo tan natural que ni siquiera requería ser comentado 34 o a lo cual religiosa, nos resulta particularmente odioso! Todo esto no es más que una conce-
adheriari automáticamente, porque lo estimaban de una necesidad indiscutible. 35 sión enmascarada al derecho de la venganza. 38 La posición consecuente exige, o
Este cambio profundo de actitud no es ya más un patrimonio de los intelectua- bien conservar la pena capital para sancionar conductas muy graves tanto en el
les y académicos, sino que se encuentra enraizado en todos los estratos del conglo- derecho común como especial, 39 o prescindir completamente de ella. A mi juicio,
merado social. Sm duda, todavía hay en este último muchos que abogan por la pena la solución correcta es esta última. 40 La cultura que ha estructurado la noción del
capital, pero, por un lado, también ellos lo hacen en forma limitada y, pm el, otro, en Estado de Derecho, que lia logrado erigir las bases de la convivencia sobre una
la mayoría de los casos cediendo a impulsos emocionales provocados por circuns- idea democrática y pluralista, que lia declarado su vocación por los derechos hu-
tancias ocasionales. ¡Muchos de los que entre la multitud han clamado para que se manos y que ha conseguido, inspirada en el principio de humanidad, desarrollar
dé muerte al asesino de su anciano benefactor, se pasan luego 1a noche de la ejecu- técnicas de resocialización cada vez más auspiciosas -aunque, naturalmente, siem-
ción en vela "pensando en lo que estará pensando el condenado" durante esas horas pre perfectibles-, está en contradicción radical con la idea de aniquilar al hombre
que ha delinquido. La pena de muerte, cuya adecuación retributiva es improbable
33
NOVOA, 519, pág. 339.
y cuya eficacia para la prevención general se ha tornado más y más discutible, ya
>+ Que esta era la situación todavía en la seF;Unda mitad del siglo XVTll se deduce claramenLe de los p:\rrafos no puede sostenerse sino sobre la invocación a su capacidad para proporcionar
con que BECCARlA, XVl, págs. 123 y 124, cierra su alegaLo contra la pena. Es particularmente expresiva
la frase: "La voz de un filósofo es demasiado débil contra los Lumultos y los gritos de tantos que son
seguridad respecto. del sujeto concreto a quien se impone (esto es, mediante la 1
30
F;Uiados por 1a ciega costu.mhn:" (Los subrayados son míos)
Posiblemente constituyen una excepción en este sentido los grandes pensadores de la teología cristiana, a
quienes el asunto inquieta hasta cuando, como el Aquinale, se inclinan por aprobar el empleo de la pena
Pero esto se debe,justamenLe, a que la doctril1a crLstiana, en su formulación original, conliene demasiados
elementos que contrnstan con la idea de legitimar una fomrn de castigo capilal. A causa de ello, uno tiende
a pensar que sólo una enorme presión de la coyuntura histórica puede haber determinado que Santo
-'t
Jt

'
8
Cfr. GRAVEN, op. ci.t., lll, págs.17 y sigts
1'.0VOA, TT, 51, e), pág. 316.
BAUMANN, La pena de muerte denlro del s[stema de sanciones del Estado de Derecho, IT, págs. 242 y 243.
-'~ Asi, NOVOA, 11, 519, págs. 335 y sigts.
i
!!
Tomás se decidiera a defenderlo, contra una Lradición que quizás debería haberlo indinado a la solución +o En el mismo se.nlido, GRAJ\.1.ATICA, op. cit., 4, pág. 10. Entre los auLOres alemanes, usualmente, esto ni
amagónica siquiera se discute_ porque conesponde a la situación legislaliva.

714 715
DERl~CHO PENAL! PARTE GENER.~l I Enriqur Cury Ureús
CAPÍTULO XVJ f NATCRAI.EZA, EFECTOS Y EJECUClÓN DE LAS PENAS

eliminación); pero esa argumentación, que contrasta con los ideales culturales, involucra a) Las d_i¡.;tintas penas pr:ivativas de libertad y su naturaleza
además un reconocimiento del fracaso de la organización social para preservar los
valores sobre los cuales descansa en una forma compatible con ellos mismos. las penas privativas de libertad propiamente tales que se contemplan en el Có-
la ley en vigor, si bien ha mejorado hasta cierto punto en esle aspecto, todavía digo Penal son el presidio, la reclusión y la plisión. la accesoria de incomunicación con
no corresponde al criterio expuesto. En efecto aunque la Ley 19.734 abolió la pena personas extranas al establecimiento penal, a la cual se incluye también en esta clase,
de muerte en el derecho común, excluyéndola de la Escala General de penas que se supone en realidad una agravación de la restricción en la libenad ambulatoria del
contiene en el artículo 2J del C.P. la conservó, en cambio, en el C. de JM. y en sujeto y una limitación de otros derechos. Sin embargo, como no existe otro lugar
diversas leyes especiales, para determinados delilos cometidos en tiempo de guerra, adecuado en el cual tratarla, se Jo hace también aquí.
sin distinguir siquiera entre guerra exterior y guerra interna. 41 Además, la deroga- la pena de presidio consiste en el encierro del reo en un establecimiento penal,
ción se pagó con el precio de introducir en la Escala General del artículo 21 la figura SUJeto a los trabajos prescritos por los reglamentos de éste (art. 32 C.P.). Desde el punto
grotesca del "presidio perpetuo calificado", de difícil Justificación. 42 de vista de su duración, puede ser pe1petuo calif1cado, perpetuo simple o temporal
A causa de que la sanción capital no se excluyó totalmente del ordenamiento El presidio perpetuo calificado fue introducido en el C.P. por la Ley 19.734. Dado
,~gente, se ha sugerido que sería posible reintroducirla en el C.P. Esta opinión no su carácter perpetuo, se extiende por toda la vida del condenado, pero, además, con
puede compartirse, pues Chile se encuentra obligado por el Pacto de San José de arreglo al art. 32 bis del C.P. tiene las siguientes particularidades a) Al condenado a
Costa Rica, el cual asegura, "en tanto dicho tratado no sea denunciado, que al me- esa pena no se le podrá conceder la libertad condicional, sino una vez transcurridos
nos tratándose de delitos comunes, dicha pena no podrá ser reinstaurada". 43 cuarenta años de privación de libertad efectiva; b) Tampoco puede ser favorecido
con los beneficios que contemple el reglamento de eslabledmienLos penitenciarios
o cualquier otro cuerpo legal o reglamentario, que impone su puesta en libertad,
§ 49. NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE LAS PENAS aun en forma transitoria; sin perjuicio de lo cual "podrá autorizarse su salida, con
PRIVATIVAS DE LIBERTAD las medidas de seguridad que se requieran, cuando su cónyuge o alguno de sus
padres o hijos se encontraren en inminente riesgo de muerte o hubiera fallecido", y
c) No se favorecerá al condenado por las leyes que concedan amnistías o indultos
I. NATURALEZA Y PROBLEMÁTICA DE LAS PENAS generales, salvo que se le hagan expresamente aplicables. A su respecto sólo proce-
PRIVATIVAS DE LIBERTAD derá el indulto particular por razones de Estado o por el padec1miento de un estado
de salud grave o irrecuperable, debidamente acreditado, que importe riesgo inmi-
Según ya se ha explicado, 44 las penas de que aquí se trata afectan a la libertad nente de muerte o inutilidad física de tal magnitud que le impida valerse por sí
ambulatoria del autor, quien debe permanecer, durante el tiempo de la condena, mismo. A su vez, las disposiciones descritas se complementaron con modificacio-
encerrado en un recinto carcelario. Como puede advertirse, por consiguiente, no nes al D.L 321 de 1925 sobre Libertad Condic1onal, reiterando que los condenados
importan una auténtica privación de dicha libertad- cosa que, por lo demás,' sería a esta pena no pueden acceder a ese derecho hasta cumplir 40 años de presidio
imposible de lograr durante un periodo prolongado-, sino, más bien, de una enérgi- efectivo, agregando que la solicitud debe ser resuelta por el Pleno de la Corte Supre-
ca restriccióh. de ella. Por tal motivo, quizás les convenga más ser designadas como ma y, si es rechazada, no se la puede presentar nuevamente "sino después de cum-
penas de encierro, pues eso precisaría mejor su verdadera índole y evitaría confundir- plidos dos arios". A su vez, el presidio perpetuo simple, aunque también se prolonga
las con aquellas de que se trata en el ·parágrafo siguiente. 45 Pero probablemente por toda la vida del presidiario, se encuentra sujeta a las reglas generales en cuanto
porque esta última denominación no contiene alusión alguna al bien jurídico sobre a régimen de libertad provisional, asi como en lo relativo a beneficios intracarcelarios.
el cual inciden, suele preferirse el rótulo "privativas de libertad". En esta exposición El presidio temporal dura de sesenta y un días a veinte años, y se subdivide en
los dos nombres se emplean indiferentemente.
mayar; cuya duración se extiende de cinco años y un día a veinte años, y menor, que
dura de sesenta y un días a cinco arios (art. 25, inc. primero, C.P). Cada uno de
41
S~bre el complicad~ proceso que condujo a est.e eslado de cosas, véase POUTOFF y colaboradores, I, ellos, por último, se encuentra dividido en tres grados: mínimo, medio y rnáximo. El
pag~- 275 y 276, qutenes mforman asimismo respecto ele los delitos que en liempo de guerra pueden ser
castigados con la pena capital. Ese texlo se encuentra reproducido también en POLITOFF-l\1ATUS- presidio menor en su grado mínimo se extiende de sesenta y uno a quinientos cua-
RAMIREZ, 17, 1, A, a), págs. 469 y470 renta días; en el medio, de quinientos cuarenta y un días a tres años, y en el máxi-
t2 Infra, 49, l, a y h).
43
POL!TOFF Y colaboradores, l, pág. 276. Véase, además, un análisis pormenorizado del asumo en
mo, de tres afias y un día a cinco años. El presidio mayor en su grado mínimo dura
NOGUEI_RA, HUM_BERTO, _Info,nne cn_dcncho sobre moción para restablecer la pena de meterte para determi- de cinco afias y un día a diez años; en el medio, de diez años y un <lia a quince años,
nados cielitos, en Iu.s d Praxis, Uruvers1dad de Talca, Año 9 Nº2, Talca, Chile, 2003, págs. 217 y sigts., y
especialmente 5, págs. 228 y 229. y en el máx1mo, de quince años y un día a veinte arios (art. 56 C.P). Estas distintas
+-i v:
Supra. 47, a), ce) duraciones se computan "desde el día de la aprehensión del reo" (art 26 C.P), lo
+', Infrn. 50.
cual significa imputar a ellas el tiempo que el sujeto haya permanecido privado de

716 717
Dl'RECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cury llrzúa CAP[TULO XVI/ Ni'•il lJRALEZA. EFECTOS Y EJECUCIÓN DE LAS PJ'NAS

libertad durante el proceso (detención y prisión provisional). 'El producto del tra- b) Problemática de las penas privativas de libertad
bajo de los condenados a presidio será destinado: 1 ° A indemmzar al establecimien-
to de los gastos que ocasionen. 2° A proporcionarles alguna ventaja o alivio durante Aunque, como en varias ocasiones se ha destacado, las penas de encierro son las
su detención, si lo merecieren. 3° A hacer efectiva la responsabilidad civil de aqué- que los ordenamientos penales contemporáneos emplean con más frecuencia, se
llos proveniente del delito. 4° a formarles un fondo de reserva que se les entregará a encuentran sometidas, desde hace largo tiempo, a severos reparos.
su salida del establecimiento penal" (art. 88 C.P). El éxito de la pena privativa de libertad se debió, sobre todo, a que siendo más
humana que cualquiera de las corporales e infamantes, cumplía las funciones de
La reclusión, por su parte, es el encierro de1 reo en un establecimiento penal,
pero sin sujeción a la obligación de trabajar (art. 32 C.P.). Aunque esta última es su prevención general y aseguramiento, abriendo, además, un espacio para intentar la
diferencia principal con el presidio, en la práctica ha perdido casi toda importancia. resocialización del sujeto. Por eso, los hombres de la Ilustración le dieron una bien-
venida calurosa. Pero el desarrollo de los estudios en torno a la prevención especial,
En efecto, por un lado, el art. 89 del C.P. dispone que si bien los condenados a esta
que se produce a partir de la segunda mitad del siglo XIX, evidenció un cúmulo de
pena y a la de prisión "son libres para ocuparse, en beneficio propio, en trabajos de
su e1ección, siempre que sean compatibles con la disciplina reglamentaria del esta- desventajas que hasta entonces permanecían ignoradas.
los primeros ataques, encabezados fundamentalmente por USZT, se dirigieron
blecimiento penal", cuando carecieren de los medios para indemnizar al estableci-
contra las penas de corta duración (penas cortas privativas de libertad). 48 Estas, en
miento de los gastos que ocasionen o para hacer efectiva la responsabilidad civil
proveniente del delito (art. 88, Nºs 1º y 3º), o "no tuvieren oficio o modo de vivir efecto, son inadecuadas para la prevención general, porque, a causa de su brevedad,
apenas aseguran la prevalencia del derecho. Por la misma razón, no dan tiempo
conocido y honesto, estarán sujetos forzosamente a los trabajos del establecimiento
suficiente para intentar un tratamiento de prevención especial (resocializador) y, en
hasta hacer efectivas con su producto aquellas responsabilidades y procurarse la
cambio, exponen al sujeto a un contacto directo con delincuentes avezados (profe-
subsistencia". A su vez, el art. 89 del Reglamento Carcelario dispone la forma como
sionales y habituales), así como con la subcultura penitenciaria, todo lo cual puede
debe distribuirse el producto del trabajo de los penados, sin distinguir entre los que
deteriorar en forma irremediable su personalidad. Aparentemente sólo la retribu-
lo están a presidio o reclusión; e1 95 somete a los condenados a reclusión al régimen
ción queda bien servida. Pero esto también es dudoso, pues las consecuencias dañi-
de cuatro períodos que se impone a los condenados a presidio, si carecen de los
nas colaterales e imprevisibles agregan a la sanción un plus de castigo que usual-
medios necesarios para atender a los gastos relacionados en los Nº 1° y 3º del art. 88
mente sobrepasará la medida de la culpabilidad por el injusto. Por otra parte, res-
del C.P.; por fin, con arreglo al 96, el condenado a reclusión que tiene tales recursos,
pecto de los hechos a que tales penas se aplican, la expiación puede atenderse de
cumplirá su condena baio el régimen celular estricto (el más severo que contempla
manera satisfactoria valiéndose de otro género de medidas (pecuniarias o limitativas
el sistema), a no ser que se someta a las mismas obligaciones que los condenados a
de derechos), pues casi ninguno de ellos requiere con urgencia el aseguramiento
presidio. Resulta así manifiesto que este conjunto de normas tiende a imponer la
obligación de trabajar también al recluso, por consideraciones de prevención espe- personal del autor. 49
El descrédito de las penas cortas ha sido completo y la lucha por hallarles susti-
cial muy atendibles, pues el ocio es devastador para la personalidad. Pero como, en
tutos o paliativos encuentra una expresión progresiva en las legislaciones positivas
relacióri con los restantes aspectos de su ejecución, sus efectos 46 y en lo relativo a la
duración, ambas penas son idénticas (arts. 25 inc. primero, 26 y 56 C.P.), en la del presente. 50
En los últimos tiempos también las penas de encierro más extensas han sido
actualidad presidio y reclusión tienden a confundirse, de ma'nera que la distinción
se ha vuelto inútil y hasta criticable. objeto de críticas.
Desde luego, a algunas de ella se les reprocha una inhumanidad que no condice
La prisión, por último, es un encierro breve, que no puede extenderse sino de
con las concepciones culturales imperantes. Así, la lucha contra la pena de muerte
uno.a sesenta días (art. 25, inc. quinto). Está dividida sólo en tres grados -mínimo,
se desenvuelve hoy casi paralelamente con la que se libra por abolir las privativas de
medw y máximo-, que se extienden, respectivamente, de uno a veinte días, de vein-
tilmo a cuarenta y de cuarenta y uno a sesenta (art. 56 CP). Se trata, pues, de una
libertad perpetuas, aduciendo, no sin razón, que vivir recluido en recintos carcelarios
es, muchas veces, tanto o más cruel que morir. Por otro lado, allí donde no se
pena corta privativa de libertad, poco aconsejable. 47 Es aplicable únicamente a las
cuenta con abundancia de recursos de que por lo general no disponen sino algunos
faltas (art. 21 C.P.) y no importa, en general, la obligación de trabajar, salvo lo
preceptuado en el art. 89 del C.P.
En cuanto a la pena accesoria de incomunicación con personas extrañas al esta- +li USZT, II, 16, ll, págs. 20 y sigts.: "'Lo que caracteriza el comienzo del movimiento de reforma es la lucha
contra las pcni:is de p1ivacló11 de libntad, dominantes en nueslra jurisprudencia penal actual, que en la
blecimiento, su índole se deduce de la misma denominación. forma en que hoy se apli.can ni corrigen, ni intimidan, ni inocuizan; pero, en cambio, arrojan frecuente-
mente al delincuenle primario en el camino dd"inilivo del crimen".
4' Sobre este y otros aspectos de la problemátlca de las penas privativas de libenad, se encontrará una
exposición somera en GARClA VALDES, La nueva peno1ugiu, lvladrid,1977, pa.sslm, con abundante biblio-
q
6
lnfra, TI. grafía.
4
'' Infrn, b) so lnfra_ IV

718 719
,,
/1

Dl'.RECHO PENAL/ PARTE GENl'RAL / Enriqu" ( ury Urzúa


CAPÍTULO XV1 /NATURALEZA.EFECTO~ Y E_JECUClÓN DE 1.AS PENAS

países desarrollados -y, por supuesto, no siempre-, la ejecución de cualquier pena y el presidio, se diferencian apenas por su denominación. 54 Esta bipartición inútil,
1
p1ivativa de libertad se transforma en algo degradante y feroz. La vida en recintos
inapropiados, la imposibilidad de satisfacer normalmente las necesidades sexuales,
en efecto, crea en el legislador la ilusión de que, cuando echa mano de la reclusión,
está empleando una alternativa válida para el presidio, y lo alienta a conminar pe-
1
el hacinamiento, los rigores de una disciplina rígida manejada por personal poco o nas de encierro de esa clase. De !ege ferenda habría que evitarlo. Pero, sobre todo,
nada calificado y agobiado por tareas que exceden sus capacidades, la carencia de debe denunciarse aquí, con toda energía, la reciente introducción en nuestro orde-
incentivos, etc., configuran situaciones intolerables. Todos los esfuerzos endereza- namiento del presíclío perpetuo ca!ifícaclo, una pena privativa de libertad vergonzosa,
dos a mejorar ese estado de cosas han tropezado con las limitaciones de una reali- inexplicable en la legislación de una sociedad civilizada, e incapaz de cumplir cual-
dad insoslayable, o con la hostilidad de gobiernos incomprensivos o, incluso, de quiera de los fines que pueden atribuirse a la sanción punitiva. Con razón afirman
una sociedad sorda a la angustia de seres a los cuales tiende a desdeñar. Las Reglas POLITOFF y colaboradores55 que "este despropósito legislativo" -introducido por
Mínimas parar el Tratamiento de los Reclusos, adoptadas por el Congreso celebrado en la Ley 19.734- "requiere una urgente revisión para que nuestro sistema de penas
Ginebra por las Naciones Unidas en 1955, 51 no han logrado ser satisfechas sino por cumpla efectivamente los fines que se declaran, entre ellos, el de rehabilitación y
un número reducidísimo de países, 52 aunque contienen exigencias harto modestas. reinserción social, que parecen muy lejanos si lo que pretende es que el condenado
La falta de conocimientos, medios y buena voluntad es, en este aspecto, dramática. 'cumpla de por vida' y 'efectivamente' una sentencia de prisión, esto es, imponer
Pero aun allí donde se lía dispuesto de lo indispensable para estructurar un una pena de carácter incapacitante, renunciando con ello el Estado al mandato del
sistema penitenciario más progresista, es posible verificar contraindicaciones graves art. 1º de la C.P de la R que lo pone al servicio de la persona humana y le otorga
de la pena privativa de libertad. como 'finalidad' 'promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las
En primer lugar, ellas tienden, más que cualquiera otra, a provocar la condiciones sociales que permitan a todos y cada uno de los integrantes de la comuni-
estigmatización del recluso, dificultando su reinserción en la colectividad. Por otra dad nacional su mayor realización espiritual y material posible', a favor de
parte, el costo social de la reclusión, con la pérdida de la capacidad de trabajo del malentendidos reclamos de 'seguridad ciudadana'. Cualquier comentario adicional
condenado, la pauperización consiguiente de su grupo familiar, la amortización de está de sobra.
los capitales invertidos en la construcción de los establecimientos y el gasto que
demanda su atención, es simplemente sideral. A esto se añaden 1os deterioros per-
II. EFECTOS DE LAS PENAS PRIVATIVAS DE LIBERTAD
sonales del reo, provocados por el "contagio carcelano" y el desarrollo de una "psi-
cología de recluso", que ya sólo se adapta a la estructura de la subcultura peniten- Las penas de presidio y reclusión, aparte de los efectos que se derivan de su propia
ciaria y busca regresar a ella y a la seguridad relativa que le brinda tan pronto recu- entidad, llevan generalmente consigo otras penas accesorias. Son las siguientes:
pera la libertad.
Este cuadro sombrío ha frustrado las esperanzas puestas en las penas de encie- a) Las penas de presidio y reclusión perpetuos llevan consigo la de inhabilita-
rro por las tendencias liberales del siglo XVIII y principios del XIX. Hoy nos lamen- ción absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos por el
tamos de la extensión con que se las amenaza por el ordenamiento punitivo, y la tiempo de la vida de los penados y la de sujeción a la vigilancia de la autoridad por
ciencia busca afanosamente otros medios mejores de los cuales servirse en la lucha el máximum que establece el Código (art. 27 C.P).
contra el dehto. 53
Entretanto, es preciso también prevenir contra excesos de optimismo, pues, al b) Las penas de presidio y reclusión mayores llevan consigo la de inhabilitación
menos por ahora la pena privativa de libertad es un recurso insustituible para el absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la de inhabi-
castigo, aseguramiento y tratamiento en los casos de crimin8.hdad severa; Por consi- litación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena (art. 28 C.P.).
guiente, posiblemente nunca nos será posible prescindir por completo de ella. Pero,
c) Las penas de presidio y reclusión menores en sus grados máximos llevan
cuando menos, es preciso combatir la prodigalidad con que se la irroga en la ley,
reduciendo su empleo a lo indispensable. consigo la de inhabilitación absoluta perpetua para derechos políticos y la de inha-
bilitación absoluta para cargos y oficios públicos durante el tiempo de la condena
Contra estos propósitos conspira, entre otros factores, la subsistencia en el orde-
(art 29 del C.P.).
namiento punitivo de penas privativas de libertad paralelas, que, como la reclusión
d) Las penas de p·residio y reclusión menores en sus grados medios y mínimos
01
Véase PAUL CORNIL, Las reglas internacionales para e1 tratamiento de los delincu.enres, en Revista Internacio- llevan consigo la de suspensión de cargo a oficio público durante el tiempo de la
nal de Política Criminal, Nº 26, 1968, Naciones Unidas, Nueva York, 1970, págs. 3 y sigts condena (art 30 del C.P.).
51
Sobre ello, en relación con nuestro cominente,J CARLOS GARCIA BASALO, Difcultades en /a aplicación
de las Reglas Mini mas en Amtrica Latina, en Revi.sw internacional de Política Criminal, Nº 26, 1968, Naciones
Unidas, Nueva York, 1970, págs. 17 y sigts. 5·1 Supra, a).
51
Sobre ello, CURY, Cont1ibución al estudio de !a pena, cit., IV, págs. 60 y sigts POLTTOFf y colaboradores. l, pág. 301

720 721
DERECHO PENAL/ PARTE G2NERAL I Enrique Cury Unüa CAPiTCLO XVI/ KAHIRALEi:A, EFh:ros y EJECUClÓN DE LAS PEN.,\S

La pena de prisión, a su vez, lleva consigo, como única pena accesoria, la sus- ALEXANDER MACONOCHIE, quien lo introdujo en la pnsión de Norfolk I l d
pensión de cargo u oficio público durante el tiempo de la condena (art. 30 del C.P.). en Australia (1840)/ 1 pero que tiene un precursor muy importante en el c;r~~ei
MANUEL MONTECINOS. 62 Acogido por OBERMAYER en la Prisión del Estado de
Mumch a par'.nde 184_2, y por WALTER CROFTON en Irlanda, a contar de 1854,
JU. EJECUCIÓN DE LAS PENAS PRIVATIVAS DE LIBERTAD tuvo en este ultimo pais una acogida tan amplia que desde entonces se lo
· · · ¡ d' 63 f conoce
como stslema tr on es. La orma dada al sistema por CROFTON es, en realidad
A medida que ganaban prestigio y se las incorporaba masivamente a las legisla- aqu~lla co~ 1~ ~ua1 éste se populariza y corresponde a la que tiene en nuestro orde~
ciones positivas de todo el mundo, la ejecución de las penas de encierro principió a nam1ento JUnd1co.
presentar problemas y dificultades crecientes. Por una parte, su naturaleza deman- El sistema, como rige en Chile, contempla un tícmpo de observación, que no pue-
daba establecimientos, equipamiento y personal de vigilancia; por la otra, las aspi- de exce.der de un mes, dura~te el cual se examina al penado para decidir si requiere
raciones de prevención especial que se desenvolvieron casi paralelamente con su ser enviado a un ~stablec1miento o sección especial, y cualro períodos, que constitu-
popularización, les exigían orientación y resultados resocializadores que su admi- yen la parte ~s~ncial de su estructura, aplicables únicamente a quienes cumplirán la
nistración tradicional estaba, por lo general, incapacitada para proporcionar. A cau- pena en el regimen regular.
sa de esto, el estado de las prisiones, que había ya merecido un enérgico a histórico El primer período es de duración indeterminada, pero en ningún caso inferior a
alegato crítico de HOWARD 56 en las postrimerías del siglo XVIII, se convierte, a un mes. El plazo lo fija el director del establecimiento. Durante ese lapso, el conde-
partir del XIX y hasta el presente, en un objeto preferente de investigación, análisis nad~ e_s _sometido a un régimen celular estricto, propio del llamado sistema
y reforma. penstlvamco. No puede recibir visitas ni comunicarse con extraños u otros recluid
En primer lugar, como es lógico, se buscan los métodos de eJecución de la reclusión se le pr~híbe leer o tener distracciones y se le conoce por un número. Solamenteoss~
que mejor se adecuen a las exigencias de humanidad y prevención especial le permite pasear al aire libre, vigilado, durante una hora al día. El tiempo que el
imperantes. 57 Pero, al mismo tiempo, se analizan y proponen instituciones sustitutivas, penado permanezca en este período determina una nota para los efectos de la liber-
especialmente de las penas cortas privativas de libertad. 58 En los párrafos siguientes tad condicional.
se examina sucintamente el estado de la ley en vigor respecto de estas dos materias. ~l ~egundo período se subdivide, a su vez, en cuatro grados, en los cuales la
berngmdad del tratamiento es progresiva. El sistema aplicable en estas etapas es el
a) La forma de ejecución de las penas en la ley positiva. de Ausburn, _que importa aislarrnento celular, pero el trabajo, estudios, ejercicios y
La libertad condicional y su significado. s~rvic10s rehg10sos se venfican en común, aunque en silencio. Esta última caracte-
nstica, no obstant_e, tiende a desaparecer a medida que el sujeto pasa de un grado a
El C.P. es muy parco en este punto. Se limita a establecer que "los condenados a otro, luego de satisfacer un tiempo mínimo de permanencia en cada uno de ello
penas privativas de libertad cumplirán sus condenas en la clase de establecimientos con arreglo a un sistema de puntaje que determina, además, la nota de conduc:~
carcelarios que corresponda en conformidad al Reglamento respectivo" (a{t. 86),
parn _los efectos de la libertad condicional. Si el puntaJe del penado en un grado es
precisando además que "los menores de veintiún años y las mujeres cumplirán sus ddrciente, puede, incluso, ser devuelto al precedente. Todavía en este período se lo
condenas en establecimientos especiales" y, "en los lugares donde éstos no existan, sigue designando mediante un número.
permanecerán en los establecimientos carcelarios comulles, convenientemente se-
En_el tercer períod~ el sujeto e~ llamado nuevamente por su nombre. Desapare-
parados de los reos adultos y varones, respectivamente" (art. 87). En los arts. 88 y
ce el sistema de puntaJe y se supnmen los castigos disciplinarios. La nota de con-
89 se dan normas relativas al trabajo de los condenados y al destino de sus produc-
ducta, para los efectos de la libertad condicional, se determina de conformidad con
tos, cuyas consecuencias para el sistema ya se han examinado. 59 El grueso de la
el procedimiento y las pautas que señalan los arts. 18 y 19 del Reglamento de la Ley
cuestión, por consiguiente, se encuentra abandonada a la regulación del Reglamen-
de Libertad Condicional.
to Carcelario, como se deduce expresamente de la norma general contenida en el
art. 80, inc. segundo, del C.P
n
cuarto período, por fin, se identifica con el tiempo que el individuo permane-
cera en libertad conchc'.wnal, mst1tución a la cual, por su importancia es preciso tra-
El Reglamento Carcelano ,igente es de 1929 y ha establecido u.n sistema de eje-
tar con algún detalle. '
cucíón progresivo de las penas privativas de libert.ad, 60 cuya paternidad se atribuye a
La libertad condicional fue establecida en Chile por el D.L 321, de 10 de marzo
de 1925, modificada por la Ley 18.144, de 7 de julio de 1982, cuyo Reglamento se
56 Cfr. JlMENEZ DE ASUA, 1, 69, págs. 221 y sigts . con bibliografía.
5.,, lnfra, a)
18
Infra, b)
61
59 Supra, l, a) GARRIDO, op. clt., V, 18, 1, págs. 89 y 90.
60 Sobre los sislemas penitenciarios en general, véase, aparte de las exposiciones que pueden encontrarse en GARRIDO, op. cit., IV, 14, págs. 71 y sigts
obras más generales, GARRIDO, Compend[o dr ciencia penitenciar[a, cil., especialmente v; págs. RO y sigts. 6
.1 ETCHEBERRY, II, pág. 159. Sobre el <lelalle, GARRlDO, op. cil., V 18, 3, págs. 90 y 91.

722 723
1
DERECHO PENAL/ PARTE CENERAL / Enrique Cury Urzúa CAPÍTULO XVI/ NATURALEZA. EFECTOS Y EJECUC!ON DE LAS PENAS

contiene en el Decreto Supremo 2.442, de 30 de octubre de 1926. Con arreglo al respecto de quiénes entre los que reúnen "los requisitos para obtener su libertad condicio-
art. 19 de este último texto legal, es "un modo de cumplir en libertad, ba¡o determinadas nal" se la solicitarán al Supremo Gobierno. Que eslo se decida así e, incluso, sin necesidad
de fundamentar el acuerdo, importa el olorgamiento de una facultad discrecional a dicha
condiciones, y una vez llenados ciertos reqmsitos, la pena privativa de libertad a que está Visita de Cárceles y, entonces, una transgresión al "derecho" concedido por el art. 2° del D.L.
condenado un delincuente por sentencia ejecutoriada". 321. 6s Este, en efecto, parece convertirse más bien en una concesión graciosa que dispensa
la mayoría de 1a Visita, según sean sus deseos. No cabe duda de que la situación es anómala
Muchas veces, cuando se critica superfi.cialmenle esta inslilución, afinnando incluso que a Hegal la disposición reglamentaria, la cual convendría corregir.
constituye una forma de ''burlar la pena'', no se tienen en cuenta su muuraleza y sentido,
expresados en la definición precedenle. Importa, pues, subrayar que quien está en libertad las exigencias establecidas por el art. 2º del D.L 321 para la concesión de la
condicional no ha cesado de cumplir su pena; sólo significa que la cumple de una manera libertad condicional son las siguientes:
distinta. Esto, por lo demás, se encuentra también enfatizado por el art. 1° del D.L 321,
según el cu:::il la institución ''no extingue ni modifican la duración de la pena''. 6+ .
Las razones que abogan por dicho cambio en la forma de ejecuuón apenas necesitan ser aa) El sujeto tiene que "haber cumplido la mitad de la condena que se !e impuso
destacadas después de lo que se ha expresado sobre los reparos dirigidos a las penas priva- por sentencia definitiva. Si hubiere obtenido, por gracia, alguna rebaja o se le hubiere
tivas de libertad. 65 En efecto, la institución de la libertad condicional como "culmrnación del fijado otra pena, se considerará ésta como condena definitiva" (art. 2 º, Nº 1º).
sistema penitenciario progresivo" ,66 no es más que un esfuerzo. por reducir ~os_ rie~?os de
deterioro personal que ellas originan, aumentando las perspecuvas de resocrnhzac10n del No obstante, el an. 3° del D.L 321 contempla algunas situaciones de excep-
condenado. ción a esta regla, que en su versión original eran sólo dos, pero la ley 18.144
Por supuesto, es posible que existan olras maneras mejores de enfrenlar el prob1ema. aumentó a cuatro:
También puede ser que la forma práctica en la cual opera el sistema entre noso_lros sea
criticable. Pero es evidente que, mienLras se encuentran fónnulas más ef1c1entes, importa
trabajar por perfeccionar la institución disponible. No es una manera de hacerlo volver al 1) A los condenados a presidio perpetuo que, atendido el carácter indivisible de
cumplimiento compleLo del encierro, o aumentar los plazos de ésle parn la concesión del la pena, parecerían en principio no estar en situación de obtener Ja libertad condi-
derecho -como por desgracia se ha hecho en la reforma recienle de la ley o en el ca~o del cional, ésta podrá concedérseles, sin embargo, una vez cumplidos veinte años (art.
presidio calificado perpetuo- o restringir su otorgamiento respecto a los ~eos de ciertos
delitos. ¡Todo eso son concesiones a los atavismos vindicativos, y una renuncia a las respon- 3º, inc. primero, del D.L 321). Hasta la reforma de 1982, el plazo era sólo de diez
sabilidades impuestas por la prevención especial! arios; además, se establecía expresamente que por el solo hecho de otorgarle el
beneficio la pena quedaría fijada en veinte años, lo cual permitía efectuar en forma
De conformidad con lo prescrito por el arl. 21 del D.L 321, la libertad condi- racional los cómputos a que se refieren los arts. 7' y 8° del D.L Con la modifica-
cional es un derecho que, por consiguiente, debe concederse a todo individuo con- ción, el sistema se ha deteriorado. Por una parte, la extensión del plazo ha conver-
denado a una pena privativa de libertad de más de un ano de duración, siempre que tido hasta cierto punto en ilusorio el derecho de los sentenciados a presidio perpe-
cumpla con los otros requisitos que dicho precepto enumera. 67 Nada dicen contra tuo, para quienes, en todo caso, la libertad llegará siempre Larde y cuando las posi-
la expresa voluntad de la norma aludida ciertas ambigüedades del lenguaje emplea- bilidades de resocialización y recuperación de la autoestima son ya prácticamente
do por los artículos siguientes del D.L y desgraciadamente acentuadas por la Ley nulas. Con ello sólo se ha dado satisfacción a los partidarios superficiales de una
18.144, ni las contradicc10nes de algunos preceptos contenidos en el Reglamento. retribución entendida como pura venganza irracional, acentuando los inconvenien-
En efecto, ya en la versión original del D.L 321, el inc, segundo del art. 3° calificaba tes de la pena perpetua. Por el otro lado, la supresión de la última parte del antiguo
sospechosamente a 1a libertad condicional como un "beneficio". Sin embargo eso no tenía inc. primero significa que la libertad concedida al condenado será condicional de
imporlancia, pues el inc. primero de esa misma disposición insistía en que, hajo ciertos por vida, pues ahora ya no existe un término al cabo del cual pueda solicitar que su
supuestos, los condenados tenían derecho a obtenerla. La redacción del me. segundo debía
entenderse, por lo tanto, como una licencia eslilíslica fundada en la consideración de que la
sanción se tenga por cumplida o dentro del cual hacer efectivo el derecho otorgado
instilución constituye el derecho a algo "beneficioso" por el art. 8° del D.L 321. El castigo perpetuo ha recuperado así toda su eficacia,
La cuestión se ha vuelto más engorrosa, porque en la redacción que la Ley 18.144 ha dado sin beneficio social alguno. 69
al art. 3º se habla una y otra vez de "conceder el beneficio" (incs. primero, segundo y terce-
ro), suprimiendo toda referencia a la exislencia de un derecho. Esto es defectuoso y se presta En lodo caso puesto que aquí se trata de una ley cuyo contenido penal sustantivo es
a equívocos. Pero, de lodas maneras, mientras la norma del arl. 2º permanece intacta y manifiesto, en mi opinión no se le puede conceder efecto relroacli.vo. Esto significa que sólo
posee un evidenle carácter fundamenlador del concepto, prevalece contra cualquier inter- rige las condenas a presidio perpeluo pronunciadas respecto de hechos perpetrados con
pretación amojadiza del contexto que pudiera intentarse. posterioridad a su promulgación. Los otros casos deberán resolverse con arreglo a la antigua
El precepto contradictorio se encuenlra en el art. 25 del Reglamento, que entrega a los regulación legal, pues la forma de un den:cho concerniente a la ejecución de la pena amena-
integrantes de la Visita de Cárceles un verdadero árbitro para resolver, por mayorta de votos, zada por el ordenamiento para el delito en el momento de su comisión, constituye una
modalidad que afecla a la entidad de la sanción y esLá cubierta por la consagración constitu-
64
cional del nuHa poena, conforme al art. 19, Nº 3°, inc. séptimo, de la C.P.R.
En el mismo sentido, NOVOA, U, 529, pág. 354, con detalle; ETCHEBERRY, ll, pág. 213.
65
Supra, I, b).
ff, ETCHEBERRY. U, pág. 213.
67
ETCHEBERRY, 11, pág. 213, NOVOA, U, 529, pág. 354, habla de "facultad" concedida al penado, lo cual, rn Así,también, ETCHEBERRY, II, pág. 213.
en el fondo, viene a ser lo mismo ó
9
Sobre el régimen disparado establecido para el presidio perpetuo calificado, véase supra,!, a).

724 725
DERECHO PENAL/ PARTE G\óNERAL / Enrique Cuty Lrzüa
CAPÍTLLO XVI/ l\ATllRALEZA, EFECTOS Y EWCUCIO~ DI' LA'o PENAS

2) "A los condenados por los delitos de parricidio, liomicidio calificado, robo Con arreglo al an. 17, inc. primero del Reglamento, el Tribunal de Conducta
con homicidio, violación o sodomía con resultado de muerte, infanticidio y elabo- deberá acordar, quince días antes de la Visita Semestral de Cárceles y Estableci-
ración o tráfico de estupefacientes, se les podrá conceder el beneficio de la libertad mientos Penales a que se refieren los arts. 578 y sigts. del C.OT, quiénes son los
condicional cuando hubieren cumplido dos tercios de la pena" (art. 3º, inc. segun- reos que cumplen los requisitos para obtener la libertad condicional, a los cuales
do, del D.L 321). Esta norma es una creación de la Ley 18.144 y se orienta con incorporará en una lista que tiene que estar hecha cinco días antes de la Visita (art.
arreglo a la misma tendencia que la reforma del inc. primero de] art. 3°. Importa un 24, inc. primero, del Reglamento). En ella incluirá también "a los que cumplan la
aumento del plazo exigido para la obtención de la libertad condicional en el caso de mitad de su condena, hasta tres meses después de la fecha" de dicha Visita (art. 24,
los delitos enumerados, lo cual, de acuerdo con el criterio sostenido aquí es repro- inc. segundo). La lista será presentada a la Visita por el jefe del respectivo estableci-
bable. Especialmente resulta enigmática la inclusión, entre aquellos que se desea miento penal, y ella decidirá, por mayoría de votos, quiénes de entre los enrolados
tratar más rigurosamente, de un tipo privilegiado,7° como el infanticidio, pues eso en ella son acreedores a la concesión de la libertad condicional, la cual solicitará del
da lugar a una contradicción en las decisiones del ordenamiento. Supremo Gobierno (art. 25, me. primero, del Reglamento). De acuerdo con el art.
17 del Reglamento, la Visita puede incluir también en la solicitud a reos que no se
También en estos casos es aplicable, a mi modo de ver, la regla sobre irretrnactividad de la
ley penal. Los motivos son los mismos que se aducen en el párrafo anterior hallan en la lista preparada por el Tribunal de Conducta, mediante mayoría de votos
fundada. "la libertad condicional se concederá por Decreto Supremo" (art. 5° del
3) 'A los condenados a más de veinte años se les podrá conceder el beneficio de D.L 321)
la libertad condicional una vez cumplidos diez años de la pena, y por este solo El carácter condicional de la libertad obtemda en esta forma se debe al hecho de
hecho ésta. quedará fUada en veinte años" (an. 3º, inc. tercero, del D.L 321). Esta que el sujeto ha de acreditar, con su proceder ulterior, que se encuentra en situación
disposición contiene la norma que originalmente era también aplicable a las penas de reincorporarse a la convivencia. 71 Por tal motivo, el art. 6° del D.L. 321 le impo-
perpetuas. Se inspira en el propósito correcto de intentar prontamente la ne ciertas obligaciones: "no podrán salir del lugar que se les fije como residencia,
resocialización del sttjeto condenado a una privación de libertad prolongada y, por sin autorización del Ministerio de Justicia; estarán obligados a asistir con regulari-
fortuna, no fue alterada en la reforma. dad a una escuela nocturna y a trabajar en los talleres penitenciarios, mientras no
tengan trabajo en otra parte, y deberán presentarse a la Prefectura de Policía del
4) "Los condenados por hurto o estafa a más de seis años podrán obtener el respectivo departamento, una vez a la semana, con un certificado del jefe del taller
mismo beneficio una vez cumplidos tres años" (art. 3°, inc. cuarto, del D.L 321, donde trabajen y con otro del director de la escuela nocturna donde concurran, en
que reproduce a la letra la norma contenida antiguamente en el inc. segundo de que conste que han asistido con regularidad y han observado buena conducta".
dicho texto legal). Si el liberto satisface estas obligaciones durante el tiempo que resta de su conde-
na, su responsabilidad penal se extinguirá por el cumplimiento de la pena. Además
bb) El sujeto debe "haber observado conducta intachable en el establecimiento
los reos en libertad que han cumplido la mitad del tiempo que les falta para comple-
penal en que cumple su condena, según el Libro de Vida que se llevará a cada uno"
tar la pena y hubieren observado durante él muy buena conducta, según se des-
(art. 2º, Nº 2º, del D.L 321). De conformidad con el arl. 17 del Reglamento, para
prenda del Libro de Vida que se les llevará con este objeto, "tendrán derecho a que,
dar por cumplida esta condición, asf como las dos siguientes, se requiere un pro-
por medio de un Decreto Supremo, se les conceda la libertad completa"; esto es, a
nunciamiento del Tribunal de Conducta que deberá existir en todos los estableci- que se los indulte (art. 8º del D.L 321).
mientos penales y cuya composición deLermina el art. 5º de ese mismo Cuerpo legal.
Cuando, por el contrario, el reo en libertad condic10nal incumple las obligacio-
Con arreglo al art. 11 del Reglamento, el Libro de Vida de los reos privados de nes que le impone el art. 6° del D.L 321 o es condenado por un nuevo delito, se
libertad será llevado por el mencionado organismo.
produce la revocación del beneficio y el sujeto debe ingresar nuevamente a1 estable-
ce) "Haber aprendido bien un oficio, si hay talleres donde cumple su condena" cimiento penal que corresponda para satisfacer efectivamente el tiempo que le falte
(art. 2º, Nº 3°, del D.L 321). por cumplir de su condena (art. 7° del D.L 321). Con todo, el periodo que ha
permanecido en libertad no se pierde, pues se lo imputa al cumplimiento de la
dd) "Haber asistido con regularidad y provecho a la escuela del establecimiento sanción. En ambos casos la revocación requiere un nuevo decreto supremo, pues
y a las conferencias educativas que se dicten, entendiéndose que no reúne este re- no opera de pleno derecho. En el segundo se precisa condena, o sea, una sentencia
quisito el que no sepa leer y escribir" (arl. 2º, Nº 4º, del D.L 321). firme que declare la responsabilidad del sujeto e imponga una pena por el nuevo
delito. El reo al cual se ha revocado la libertad condicional por la primera de las
causas explicadas tiene derecho a obtenerla nuevamente, pero sólo después de ha-
70
S~pra, 3,4, 11, e) Sobre el ~arácler privilegiado del delito de infanticidio, véanse ETCIIEBERRY, III, pág.
h; GRlSOLIA-POLITOH-BUSTOS, 24, págs. 142 y sigls. 71
En el mismo senlido, NOVOA, JL 529, pág. 354.

726 727
DERECJ 10 PE'\AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzüa CAPÍTULO XV1 / NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIO?\ OE LAS PENAS

ber cumplido la mitad del tiempo que le faltaba para completar la pena cuando se resnictivas, como tas que adopta la Ley 18.144. Sin embargo esLá fuera de dudas que con
eso no ha de progresarse gran cosa
produjo la revocación, y se le concederá "en las mismas condiciones y con las mis- Para superar esla situación es preciso elaborar un programa de acción que alienda a las
mas obligaciones señaladas" (art. 7º, parte final, del D.L 321). exigencias de una auLéntica prevención especial y se funde en los progresos obtenidos por la
investigación criminológica. 74 Además es necesario trabaja-r a fin de formar en la comunidad
un sentido de responsabilidad por los destinos del delincuente, que son, hasLa cierto punto,
b) Consideraciones críticas en torno al sistema de ejecución también los suyos. Por último, hay que vencer las limitaciones impuesLas por la falla de
de las penas privativas de libertad 72 -recursos; para ello las autoridades deben comprender que lo que se invierle en la
resocialización de un malhechor es socialmeme mucho más rendldor que lo que se consume
E1 sistema progresivo de ejecución de las penas privativas de liben.ad constituyó, sin duda, en pura satisfacción de afanes vindicalivos o eliminalorios.
en la época de su implanlación, un esfuerzo por servir finalidades de prevención especial.
De todas maneras significó un adelanto imponantisimo respecto de los que lo precedieron
(sislema pensilvánico, sistema de Ausburn) y, por supuesto, inconmensurable respecto de la IV. MEDIDAS ALTERNATIVAS A LAS PENAS PRIVATIVAS
antigua organización de las prisiones, cuya inhumanidad había denunciado HOWARD con
dolorosos acentos.
(O RESTRICTIVAS) DE LIBERTAD
Sin embargo en el presente se le dirigen algunas criticas fundadas, en especial a causa de
cierlos hallazgos criminológicos. Las crílicas dirigidas en contra de las penas cortas privativas de libertad, 75 die-
Se ha enconlrado, en efecto, que la debilidad de carácter constituye uno de los compo- ron origen muy pronto a fórmulas encaminadas a superarlas. Así se desarrolló, por
nenles más típicos en la personalidad de tos delincuentes habiluates y profesionales, es de-
cir, de aquellos cuya resocialización presenta más dificultades. Por otra parte, individuos
una parte, el sisLema de suspensión condicional de la pena, mediante el cual se daba la
con esa clase de rasgos son también los que se acomodan mejor a las exigencias del sistema oportunidad, a quien era condenado por primera vez a una pena de corta duración,
progresivo, pues se pliegan instintivamente a los requerimientos de los equipos encargados para que no ingresara en el establecimiento, sustituyéndole e1 cumplimiento efecti-
de su custodia, simulando una adhesión irrestricta a las normas imperantes en el estableci-
vo del encierro por el de ciertas obligaciones tendientes LanLo a asegurar como a
miento. Cuando, como es lógico, tales sujetos cumplan rápidamente las distintas etapas del
régimen y obtengan su libenad condicional, estarán más expuestos a recaer en el delito que verificar su rehabilitación. Paralelamente, en los países anglosajones se configuró el
muchos de sus compañeros, caracterológicamente mejor dotados, pero, por eso mismo, menos instituto de la suspensión condicional de la condena, en el cual, como su nombre lo
dispuestos a observar una conducta que complazca a la dirección del establecimiento.
indica, lo que se deja pendiente es ya el pronunciamiento de la sentencia bajo la
Asimismo se observa con frecuencia que el sistema progresivo alienta una compelitividad
poco saludable, en medio de la cual florecen la deslealtad y los resentimientos. Esto, natura1- condición de satisfacer determinadas exigencias asegurativas y resocializadoras. Como
mente, comribuye poco a ta resocialización de los reclusos. consecuencia de la diferencia de naturaleza entre ambos sistemas, resulta que cuan-
Por estas razones -entre otras- actualmente se aboga por un -régimen de ejecución dife- do aquel a quien se suspendió la pena quebranla las obligaciones impuestas en lugar
renciado, en establecimiemos penales de dimensiones reducidas, en donde los condenados
puedan ser distribuidos desde un principio según sus caracteristicas personales y las consi- de ella, basta con exigirle el cumplimiento efectivo de la sanción ya fijada; en cam-
guientes necesidades de tratamiento. Esto, claro está, supone deslinar recursos importantes bio, cuando quien lo hace tiene suspendida la condena, es preciso pronunciar la
a la implementación y mantención del sistema penitenciario. Pero la sociedad, que vive sentencia cuya dictación había quedado pendiente.
angustiada por el crecimiemo de las tasas de delincuencia, debe comprender que sólo podrá
obtener algún éxito en la lucha conlra ese fenómeno si realiza un esfue-rzo considerable y
Eslo úlli.mo, como es lógico, provoca algm1as dificultades procesales 76 y se lo crílica, además,
racional en tal sentido. Hay que descana, 1a idea de que se puede conseguir también seguri-
porque concede un trato seme_iante al inocenle que no luvo la oportunidad de defenderse, acre-
dad eliminando a los malhechores o sepultándolos de por vida en 1ugares donde su existen-
diLmdo su condición de tal, y al efectivamente cu1pable. 77 No obstante, el sistema pcirece haber
cia transcurra ignorada. La violencia engendra violencia y en la lucha contra el delito nunca
funcionado en la práctica sin inconvenienles excesivos y, por olra parte, debe reconocé-rsele la
tendremos una pax romana.
ventaja de evilar la "esligmalización" que usualmente se apareja a una sentencia condenatoria.
Aparle de todo esto, debe concederse que el funcionamiento del sistema en nuestra reali-
dad es deficiente. Fuera de las limitaciones maleriales con que tropieza toda la organización
carcelaria, la institución de la libertad condicional también se ha deteriorado a causa de la En 1a ley chilena, aunque se hicieron algunos intentos de inLroducir la suspen-
forma en que se la maneja. El otorgamienlo del derecho se ha mecanizado y la ponderación sión condicional de la condena, prevaleció en definitiva la de la pena, cuyo origen
que hacen de la conducta y personalidad del reo los organismos encargados de ella suele no centroeuropeo se conciliaba mejor con el contexto del ordenamiento imperante. El
resistir un análisis serio. Por olro lado -y siempre a causa de estrecheces económicas-, e1
sistema legal no contempla un régimen de apoyo efectivo al liberto en el proceso cj.e su
primero en introducirla fue el C. de PP, cuyo art. 564 (art. 603 en la versión origi-
reinserción social. 73 Abandonado a su suerte, esligmatizado por la condena, perseguido po-r nal de ese cuerpo legal) la consagró exclusivamente para las faltas. 78 Posteriormen-
los efectos de las penas accesorias, el sujeto se encuentra expuesto casi de inmediato a la te, la recoge también el art. 24 de la Ley 6.827, de 28 de febrero ele 1941, sobre
recidiva. Naturalmente, esto ha conlribuido al desprestigio de la institución y a decisiones
Organización de los Juzgados de Policía Local, que actualmente se reproduce en el
12
A este respecto, véanse también las apreciaciones de NOVOA, 11, 354, pág. 359, en relación con la libertad
condicional, que conservan plena vigencia. Asimismo, POLITOFF-l:v[A.TUS-RAMÍREZ, 20, págs. 553 y -------·---·---
74
sigts. Cn punteo básico en este sentido ha realizado NOVOA, IL 534, pág. 359.
75
73
Sobre el que le conceden los Patronatos de Reos, véase la información proporcionada por NOVOA, II, Supra, l, b)
16 Véase, al respecto, la crítica de NOVOA, 11, 541, pág. 364
535, pág. 360. Pero ese mismo autor destaca en II, 546, pág. 370, que tales instituciones "han llevado
durante los últimos años una vi.da muy lánguida'·,. En el lapso que ha transcurrido desde la publicación de Ídem.
70
su obra, esa tendencia, lejos de corregirse, se ha acentuado. Sobre la historia del establecimiento de esta norma, véase la eA'"JlOSición de NOV01\, TT, 543, pág. 367.

728 729
DERECHO PENAL 1 ~ARTE GENERAL/ l!nriquf Cury l,'r,:i,a CAPÍTULO XVI/ NATlJRAl,EZA, EFEC ros y EJECUC10N DE LAS PENAS

art. 25 de la Ley 15.231, de 8 de agosto de 1963, sobre Organización y Atribuciones bb) Requisitos para obtener la remisión condicional de la pena
de los Juzgados de Policía Lo~al.
Hasta ese momento, sin embargo, la institución sólo recibía una aplicación limi- De conformidad con lo preceptuado por el art 4° de la Ley 18.216, para que
tada. La ampliación de su empleo a la generalidad de las penas cortas privativas de pueda decretarse la remisión condicional de la pena es preciso que concurran los
libertad se produce con la dictación de la Ley 7.821, de 29 de agosto de 1944, sobre siguientes requisitos:
Remisión Condicional de la Pena, la cual se originó en un proyecto preparado por el 1

Instiluto de Ciencias Penales a petición del Ministerio de justicia. 79 En 1972 la Ley 1) La pena privativa o restrictiva de libertad impuesta por la sentencia no debe '
exceder de tres afias.
17.642 introdl~jo modificaciones significativas a esa normativa, especialmente en lo
relativo a la gravedad de las penas, cuya ejecución podía ser suspendida. Por últi- Originalmente, el beneficio sólo podía concederse. re.specl~ de penas c~ya _dur_a_ción no
mo, la Ley 18.216, de 14 de mayo de 1983, reformuló una vez más la institución y pasara de un año. Esto se. encomraba <le acuerdo con los onw~ne~ de la mst1tuc10n, que,
como se ha explicado, le.nía por finalidad evitar las consecuencias rndeseables de las penas
consagró, asimismo, otras dos medidas "como alternativas a las penas privativas (o
de corto üempo. El requisito fue modificado por _la_ Ley 17.642, de 1972,_ con lo c1:al se
restrictivas) de libertad": la libertad vigilada y la reclusión nocturna. Con ello, el dere- abandonaron los fundamentos primitivos del benetic10, pues una pena de. mas de un ano no
cho en vigor conoce tres formas de sustituir las penas que afectan a la libertad e.s ya 1o que tradicionalmente. se ha considerado "corta", y en u~ lapso de ~asta tres años se
ambulatoria del su1eto, las cuales, dicho sea de paso, no se refieren sólo a las de dispone de tiempo para emitir un diagnóstico so?re _la personalidad del su)elo y someterlo a
un tratamiento resocializador. Parecía, por cons1gme.nle, que la reforma 1mpl1caba una re-
encierro ni se encuentran limitadas ya a las de corta duración. En los párrafos si- nunci;:1 a preocuparse. de. la prevención especial. . ..
guientes se trata escuetamente de cada una de ellas. Sin embargo es preciso reconocer que existían buenas razones para JUstificarla. 82
En primer lugar, desde un punlo de visla leórico, era necesario tener preseme ~ue ~a lucha
contra los efectos inconvenientes de las penas privativas de libe.rlad ya no se hm1ta solo c1 las
a) La remisión condicional de la pena de. cona duración, pues, como se ha explicado, HJ hoy existe consenso en que todas ellas los
producen. En segundo, era indudable que entonces -y, po_r desgraci_a, lo m1smo_ocurre
aa) Concepto y naturaleza ahora- el régimen carcelario chile.no no bnndaba oportumdades senas de rehab1l1tar al
condenado durante el encierro. Así, pues, como lo deslacó BACIGALUP0, 84 re.sull~ba ab-
surdo perseverar en privaciones de. libertad que de ning~na "'.11anera c?nducir~~n a meJorar la
La remisión conclicional de la pena consiste en Ia suspensión, por el Lribunal que la situación del sujeto. Todo lo que podía obJetarse con JUSUCla a la ~nnovauon era qu: no
impuso, ele la e1ecución de una pena privativa o restrictiva de libertad, y en la discreta contemplarn un sislema ele apoyo efectivo al beneficiario de la re_m1s1_ó_n cuando re:=i~ena de
observación y asislencia del condenado por la autoridad administrativa duranle cierto él H5 y que no prestara suficiente atención a las exigencias de reln_buc10n y preven_c~o~ ?ene-
O ral. No obstante, en relación con eslos aspe.Clos, la Ley 18.216 ha mtroduc1do rect1hcac10nes
tiempo (arts. I y 3° de la Ley 18.216) A diferencia de lo que ocurre con la libertad satisfactorias. 86
80
condicional, por consiguiente, aquí no se trata de una forma de cumplir la pena
fuera del establecimiento carcelario. La pena remitida 110 se ejecula y es sustiluida 2) El reo no debe haber "sido condenado anteriormente por crimen o simple
tan sólo por medidas de observación y asistencia del condenado, a las cuales no se delito". Las condenas por faltas, en cambio, son irrelevantes. . .
atribuye carácter punitivo, sino tutelar. Esto explica, como se verá, algunas caracte- Esta es, por lo tanto, otra de las instituciones en las que cobra 1mportanc1a la
rísticas y consecuencias de la institución. reincidencia. 87
Con aneglo al texto legal, la remisión condicional procede no sólo respecto a las
Cabe hacer notar que a este respecto no surte efectos b prescr~pción a qu~ _se refiere el ~r:.
penas privativas de libertad en senLido estricto, sino también de las restrictivas de ella. 104 del C.P., pues, de acuerdo con el texto expreso, ella opera solo en relacwn con el carac-
NOVOA tiene razón cuando observa que esto no se concilia con los fundamentos ter agravante de la reincidencia.
Asimismo debe cle.slacarse. que la ley no aclara si este Tequisito se excluye cuando el reo
miginales del instituto, cuyo objetivo era evitar las consecuencias insatisfactorias de
ha sido condenado anteriom1ente en el e.xtranJero. En mi opm1ón, la respuesta debe ser
las penas cortas privativas de libertad y no satisfacer propósitos de gracia o benevolen- negaliva. 83 Sin embargo ello no significa prescindir por completo de tal condena, pues
cía.81 Sin embargo como la experiencia ha demostrado que la ejecución de toda pena
que afecta a la libertad del sujeto posee un efecto "estigmatizanLe" -y posiblemente s1 Sobre este particular, es ilustrativo el debate que se p.rmlujo -precisamente a causa de una_ intervención
crítica mía- en la Quinta Sesión del Coloquio lnternac10nal de Derecho Penal celebrado en '.:iar~uago en:re
también otras consecuencias deterioranles de la personalidad-, la objeción ha perdi- los días 4 y 12 de abril de 1973. El texto se reproduce en R.C:r, torno XXXTJ_, Nº l, correspond1en~e a_l a~~
do validez. Ho)~ por ende, debe aprobarse la inclusión de las penas restrictivas de 1973, págs. 277 y sigts. Se orientan especialmente en el sentido q~e ahora tiene el texto las observac10ne,:,
de BACIGALUPO, VIVANCO y GONZ!\LEZ 13ERI'.~DTQUE, en pags. 279 a 281
libertad entre aquellas que pueden beneficiarse con la suspensión. 80
Supra, l, b)
8
'· Véase el texto a que se refiere la nota 82, pág. 280. . .
En el texto a que se refiere la nota 82, pág. 281 ,_GONZALf'.7: BERE~:~_IQUE so_sliene que nunca nec:snara
7 readaptación '·un hombre que ha caído por pnmera vez en el delito . f!sto, sm embargo, me parece una
'' Sobre la.s diferencias entre el proyecto original y el texto legal aprobado. véanse las obsen-aciones críticas generalización inadmisible.
de >lOVOA, ll, 544 y sigts .. págs. 368 y sigts. 6
00 " Tnfra, b) y e).
Supra, 111, a). 7
1 cl Supra, 33. H, e), hh).
~ NOVOA, IT, 544, pág. 368.
~6 Otrn opinión, en NOVOA, ll, 544, pág. 368

730 731

j
DERECHO PE>!AL / PAR fE GENERAL/ Enriqu~ Cury \Jrzúa CAPl"I ULO XV! 1 NAHIRALEZA, l,!"ECTO'.> y fJECUCH)N DE LAS PE"'AS

puede tenerse en consideración para la apreciación de la exigencia a que se refiere el Como la concesión del beneficio supone la ejecución de una valoración personal por el
número siguiente. juez, la sentencia que lo deniega no es susceptible del recurso de casación. Sin embargo
podría concederlo el lribunal, que "acogiendo un recurso de casación en el fondo dictara
3) Es necesario que los antecedentes personales del reo, su conducta anterior y sentencia de reemplazo en la cual se impusiern c1l reo una pena que permiliera la remisión
condicional de la misma", 92 siempre que la establecida en el fallo anulado no la autorizara,
posterior al hecho punible y la naturaleza, modalidades y móviles determinantes pues, en caso contrario, querría decir que los jueces de la instancia se negaron a otorgarla
del delito permitan presumir que no volverá a delinquir. La fórmula, aparentemente porque consideraban que no concurrían los otros requisitos exigidos por la ley. 93
complicada, constituye en síntesis una exigencia de que el sujeto no sea peligroso,
expresión de la cual los legisladores prefirieron no echar mano a causa de sus dd) Efectos de la remisión condicional de la pena
implicancias doctrinarias y políticas. 89
Aunque la ley procura al juzgador criterios rectores para orientar su decisión, es La remisión de la pena significa suspender su ejecución bajo ciertas condiciones
evidente que ésta implica una apreciación valorativa global sobre la personalidad que, si son satisfechas por el beneficiario, conducirán a darla por cumplida al cabo
del agente, cuyas últimas precisiones quedan abandonadas a su criterio, 90 En esto, de un Clerto lapso. Con este objeto el art. 5º de la Ley 18.216 dispone que, al
como en muchas otras materias, la opinión del juez representa, en última instancia, conceder el beneficio, el tribunal establezca un plazo de observación, el cual "no
la del hombre común y las convicciones culturales dominantes en el grupo social. será inferior al de duración de la pena, con un mínimo de un afio y máximo de tres",
imponiendo al reo las siguientes obligaciones:
4) Por fin, de las mismas circunstancias a que se refieren los dos párrafos prece-
dentes debe deducirse que es innecesario "un tratamiento o la ejecución efectiva de 1) "Residencia en un lugar determinado, que podrá ser propuesta por el reo. Esta
la pena". podrá ser cambiada, en casos especiales, según calificación efectuada por la sección
Esta exigencia ha sido introducida por la ley 18.216 y tiene por objeto distin- ele tratamiento en el medio libre de Gendarmería ele Chile". ETCHEBERRY clestaca, 94
guir aquellas situaciones en las cuales es aconsejable conceder pura y simplemente correctamente, que la obligación de residencia no significa una prohibición absoluta
una remisión condicional de las que, por el contrario, recomendarían echar mano de abandonar el lugar en que se la ha fijado, pues, en caso contrario, la remisión
de las otras medidas alternativas creadas por ese texto legal. la última parte de la condicional implicarta una verdadera relegación, y no se entendería en qué pueda
disposición, sin embargo, parece superflua, porque es evidente que el _juez siempre consistir el beneficio para los condenados a esta última pena o a la de destierro. Por lo
debe contar con la posibilidad de disponer la ejecución efectiva de la pena, según se tanto, debe entenderse que las ausencias breves no implican quebrantamiento de la
infiere del carácter facultativo con que se presentan las instituciones examinadas. 91 obligación, siempre que se cumpla regularmenLe con la asistencia a la sección trata-
También esta decisión se encuentra abandonada al criterio del nibunal y tiene miento en el medio libre de Gendarmería de Clúle a que se refiere el párrafo siguiente.
un carácter residual, pues depende de que en el caso concreto no se presenten las
circuns.tancias que aconsejarían acudir a la reclusión nocturna (art. 8°, letra c) o a la 2) "Sujeción al control administralivo y asistencia de la sección correspondiente
libertad vigilada cuando ésta proceda (art. 15, letra c, tratándose de penas privati- de Gendarmería de Chile, en la forma que precisará el reglamento. Esta recabará
vas o restrictivas de liberLad superiores a dos años y que no exceden de tres). anualmente, al efecto, un certificado de antecedentes pronLuariales". Las obligacio-
nes de que trata esta disposición debían ser controladas, antes de las reformas intro-
ducidas por la ley 18.216, por los Patronatos de Reos.
ce) Forma en que se otorga la remisión condicional de la pena
3) "E,iercer, dentro del plazo y bajo las modalidades que determinará la sección
la remisión condicional de la pena es concedida, de oficio o a petición de parte,
tratamiento en el medio libre de Gendarmerta de Chile, una profesión, oficio, em-
por el tribunal que pronuncia la sentencia condenatoria "expresando los fundamen-
pleo, arte, industria o comercio, si el reo carece de medios conocidos y honestos de
tos en que se apoya y los antecedentes que han dado base a su convicción" (art. 24,
subsistencia y no posee calidad de estudiante''. El precepto, en su forma original,
inc. primero). Por la inversa, la denegación del beneficio sólo requiere ser fundada
sólo exigía que la profesión, oficio, empleo, arte, industria o comercio se "adopta-
cuando el reo lo ha soliotado expresamente ( art. 24, me. segundo).
ran". El nuevo texto requiere que se las "ejercite". Aun así, como esto último es algo
Cuando el afectado no quiere apelar de la sentencia que lo condena, peto sí de la
que no depende sólo de la voluntad del reo, sino, además, ele las condiciones del
denegatoria de la remisión condicional, puede hacerlo. En tal caso "el Tribunal de
mercado de trabajo, creo que debe darse a la obligación un sentido relativo: el suje-
Alzada sólo se pronunciará sobre la procedencia o improcedencia del beneficio"
to debe ejercer la ocupación respectiva si las circunstancias se lo permiten; en c~so
(art. 25)

d" NOVOA, II. 544 pág. 369


92
UCliEBrRRY, ll, pág. 202
~,, ETCHEEERRY. 11, pág. 201. Ídem
91
En el mismo srnlido ETCHEBERRY, 11, pág. 202.
9
~ ETCTTEBERRY, II, pág. 203: GARRTDO. l, 24, lll, pág. 343

732 733
DERECIIO PENAL/ PARTE GE'.\ERAL / Enrique Cury Lrztla CAPÍTULO XVJ / '>ATURALEV,, El'ECTOS Y EJJoCUCIÓ', DE LAS l'ENAS

contrario, le bastará con haberla adoptado. Que las exigencias contenidas en el art. En el primer caso, la revocación sujetará al reo al cumplimiento del total de la
5° son dependientes de su practicabilidad, parece deducirse claramenle de la nor- pena inicialmente impuesta o, si procediere, de una medida alternativa equivalente
ma a que se refiere su leLra d). a Lada su duración (art. 27, inc. primero). En el segundo, el juez dispondrá el cum-
plimiento de la pena "o su conversión en reclusión nocturna, según fuere aconseja-
4) "Satisfacción de la indemnización civil, costas y multas impuestas por la sen- ble" (art. 6º). No se sabe por qué en esla última situación se restringe la posibilidad
tencia. No obstante el tribunal, en caso de impedimento juslificado, podrá prescin- de conversión a la pura rec1usión nocturna, puesto que, a veces, también podría
dir de esta exigencia, sin perjuicio de que se persigan .estas obligaciones en confor- echarse mano de la libertad vigilada. Tampoco se ha preocupado la ley de señalar a
midad a la reglas generales". Como lo advierte ETCHEBERRY95 _ esto úllimo puede quién compete tomar la decisión alternativa a que se refiere el art. 2 7, inc. primero.
significar que la persecución del pago de la multa concluya mediante su convers10n Aplicando un criterio analógico, debe entenderse que es también al juez que otorgó
en pena privativa de libertad, 96 lo cual frustraría los propósitos de la remis10~ con- el beneficio. Cuando es necesario efectuar conversiones, rige lo preceptuado en el
dicional concedida. La reforma de 1983 no aprovechó la ocasión de correg1r esla art. 9º para 1a de la pena privativa o restrictiva de libertad en reclusión nocturna
inconsecuencia. (art. 27, inc. final). 97
Cuando el beneficiado por la remisión condicional cumple el tiempo de obser- Con arreglo a lo expuesto, cuando se revoca la remisión condicional, el sujeto
vación sin que la medida haya sido revocada, "se tendrá por cumplida la pena priva- debe cumplir toda la pena inicialmente impuesta o someterse, por el tiempo que
tiva o restrictiva de libertad inicialmente impuesta" (art. 28 de la Ley 18.216). Ade- ella duraba, a otra de las medidas alternaLivas contempladas en la ley. Esto es lógico
más ello le significará la ehminaclón definitiva, para todos los efectos legales y admi- porque, a diferencia de lo que ocurre con la libertad condicional, la inslilución de
nistrativos -salvo las certificaciones que se otorguen para el ingreso a las Fuerzas que aqui se trata no constituye una forma de ejecución de la pena, sino la suspen-
Armac(as, de Orden y Gendarmería de Chile y las que se requieran para su agrega- sión de su cumplimiento.
ción a un proceso criminal-, de las anotaciones prontuaria1es a que die~on origen la
SUjeción a proceso y la condena (an. 29, incs. segundo_y tercero)._ Peromclusoya el b) La libertad vigilada
solo otorgamiento del beneficio por sentencia eJecutonada tendra rner~to suficiente
para la omisión de dichos antecedentes en ta1es certificados, con las mismas excep- aa) Concepto y naturaleza
ciones que en el otro caso (art. 29, incs. primero y tercero).
De conformidad con el art. 14 de la Ley 18.216, "la libertad ,~gilada consiste en
En relación con las excepciones a que se refiere el inc. final del art. 29, c?nviene_ observar
someter al reo a un régimen de libertad a prueba que tenderá a su tratamiento
que por lo menos el primer grupo de ellas no se juslifica: En e'.ecL?: no existe r~zon alguna
para perseverar, respeclo a ciertas actJ1.ndades, en la esugmaL_iz~c10n de un SUJeto ~u: h~ intensivo a individualizado, bajo la vigilancia y orientación permanentes de un de-
demostrado -hasta dónde ello es posible- enconLrarse resocrnhzado. La regla prm,oca la legado".
impresión de una suerle de puritanismo castTense mal entendido. Si se examina este concepto en relación con el contexto de la regulación que se
ha dado a la institución, ésta aparece conformada hasta cierto punto como una
ee) Revocación de la remisión condicional de la pena modalidad de remisión condicional de la pena, a la que se lían mcorporado elemen-
tos del sisLema de probatíon anglosajón En efecto, por una parte la libertad vigilada
la revocación de la remisión condicional de la pena se produC.e por el solo mi- importa la suspensión del cumplimiento de 1as penas privativas o restrictivas de
nisterio de la ley si durante el período de cumplimiento de la medida el benencrndo libertad, que puede acordarse incluso respecto de las de duración relativamente
comete un nuevo cnmen o simple deliLo (art. 26 de la Ley 18.216). Por consigmen-
prolongada; por la otra, la sujeción del reo a la custodia de un delegado cuya misión
te es irrelevante la comisión de una falta. Basta con que el crimen o simple delito se coincide en gran medida con la del "oficial de prueba" anglosajón y, por consiguien-
h~ya comelído durante el lapso de observación. Pero, daro está, el efecto revocatorio te, no cumple sólo funciones de vigilancia, sino también de apoyo y consejo enca-
de pleno derecho operará únicamente una vez que se haya pronunciado al respecto minadas a la resocialización del sujeto.
sentencia condenatoria firme, pues mientras eso no ocurra la comisión permanece
incierta. Aun es difícil saber por ahora si est.a duplicación relativa de instituciones se
Asimismo la revocación puede ser decretada (facultalivamente) por el Lribunal justifica prácticamente. En todo caso, si la experiencia demuestra lo contrario, es
que concedió la suspensión, cuando se lo solicite la sección de tratamiento en el probable que aconseje la conservación de la libertad vigilada para penas más pro-
medio libre, debido a que el beneficiado quebrantó, durante el período de observa- longadas y la reducción de una remisión condicional mm más liberal a las auténticas
ción, alguna de las condiciones que se le ltabían impuesto (art. 6º de la Ley 18.216). sanciones de corta duración. Se hace necesario un estudio detenido del asunto.

~s ídem. 97
6
lnfrn, e), <ld).
" lnfra, 55, JI, a).

734 735
DERECHO Pl:i\AI / PARTI' GCC'JERAL / Enrlque Cury Urzúa CAPÍTULO XVI/ NATCRALEZA, EFf:óCTOS y EJECucró:,,; DE LAS PJ.:~AS

bb) Requisitos para obtener la libertad vigilada dd) Efectos de la libertad vigilada

Con arreglo al art. 15 de la ley 18.216, "la libenad vigilada podrá decretarse": El beneficiario de la libertad vigilada no cumple la pena privativa o restrictiva de
libertad a que se encuentra condenado, pero queda sujeto a la vigilancia y orienta-
1) "Si la pena privativa o restrictiva de libertad que imponga la sentencia conde-
ción permanentes de un delegado de libertad vigilada por Lodo el término de un pe-
natoria es superior a dos años y no excede de cinco". De aquí resu1ta que cuando en
el fa11o se ha deLerminado una pena cuya duración supera los dos años pero no
ríodo que esLablecerá el tribunal al conceder el beneficio, el cual "no será inferior al
excede de Lres, e1 tribunal puede escoger entre oLorgar la remisión condicional o la de duración de la pena, con un mínimo de tres años y un máximo de seis" (art. 16,
libertad vigilada-e, incluso, disponer el cumplimiento er:1 reclusión nocturna-, ba- inc. primero de la ley 18.216 en relación con el 17, inc. 1º, letra b).
sándose únicamente en criLerios de índole valorativa. Durante dicho plazo el juez puede ordenar que el suieto sea sometido a los
exámenes médicos, psicológicos o de otra naturaleza que aparezcan necesarios (arts.
2) "Si el reo no ha sido condenado anteriormente por C1imen o simple delito". 17, inc. final). En informe fundado, que se someLerá a la consideración del tribunal,
Son irrelevantes, en consecuencia, las condenas anteriores por una falta. Nueva- el delegado puede proponerle, por una sola vez, la prórroga del periodo de observa-
mente aquí la reincidencia surte efectos indirectos. ción y tratamiento fijado, hasta por seis meses, siempre que el Lotal del plazo no
exceda del máximo indicado en el inc. primero del art. 16. Puede asimismo, sin
3) "Si los informes sobre antecedentes sociales y características de personalidad limitaciones, proponer la reducción del plazo, siempre que éste no sea inferior al
del reo, su conducta anterior y posterior al hecho punible y la naturaleza, modalida- mínimo establecido con arreglo al an. 16, inc. primero, o que se egrese al reo del
des y móviles determinantes del delito permiten concluir que un tratamiento en sistema, cuando éste haya cumplido el período mínimo de observación. El juez se
libertad aparece eficaz y necesario, en el caso específico, para una efectiva readapta- pronunciará sobre estas proposiciones con consulta a la Corte de Apelaciones res-
ción y resocialización del beneficiado". Cuando estos informes hayan sido agrega- pectiva (arL. 16, incs. segundo, tercero y cuarto).
dos durante el curso del proceso, el tribunal se estará a sus conclusiones; en caso
"los delegados de libertad vigilada son funcionarios dependientes de Gendarrneiia
contrario, "el juez de la causa o el Tribunal de Alzada los solicitarán como medida
de Chile" -lo cual es muy inconveniente-, "encargados de vigilar, controlar, orien-
para mejor resolver".
tar y asistir a los condenados que hubieren obtenido este beneficio, a fin de evitar su
Lo decisivo en el otorgamiento del beneficio es que aparezca eficaz y necesario
reincidencia, protegerlos y lograr su readaptación e integración a la sociedad" (art.
para la readaptación y resocialización del sujeto. Las exigencias son copulativas,
20, 1nc. primero). Los arts. 20 inc. segundo y siguienLes regulan someramente los
pero se encuentran en una relación tan estrecha que su duplicación es superflua: un
requisitos que deben cumplir, la forma de su designación y sus otras obligaciones.
tralamiento que se prevé ineficaz es también innecesario y, a la inversa, si no es
Aparte de esta obligación de sometimiento a la ,~gilancia del delegado, y de
necesario, porque la personalidad del sujeto no requiere de corrección, difícilmente
cumplimiento de "las normas de conducta a instrucciones que aquél imparta res-
puede discutirse el problema de la eficacia.
pecto a educación, trabajo, morada, cuidado del núcleo familiar, empleo del tiempo
La necesidad y eficacia del tratamienLo en libertad se enjuician en concreto -"en
1ibre y cualquiera otra que sea perLinente para un eficaz tratamiento en libenad", el
el caso específico"-. Tratándose de una cuestión de hecho, n9 podría ser en otra
tnbunal le impondrá, con arreglo al art. 17 de la Ley 18.216, las siguientes:
forma. Aunque la ley emplea nuevamente una redacción elíptica, que evita aludir a
la peligrosidad del condenado, debe entenderse que el tratamiento es necesario 1) "Residencia en un lugar determmado, la que podrá ser propuesta por el reo,
cuando el sujeto es peligroso, y puede esperarse que su aplicación conLribuirá a pero que, en todo caso, deberá corresponder a una ciudad en que preste funciones
remover esa característica de su personalidad.
un delegado de libertad vigilada. la residencia podrá ser cambiada en casos espe-
De esle modo, la ley crea una situación contradictoria. En efecLo, mientras a ciertos delin- ciales calificados por el tribunal y previo informe del delegado respectivo". Son
cuemes peligrosos pero recuperables condenados a penas privativas o restrictivas de libenad aplicables a esLa obligación de residencia los comentarios que se hicieron respecto
cuya duración excede de nes años pern no pasa de cinco podría concedérseles la libertad
de la que se impone a quien se remitió condicionalmente la pena (art. 17, inc.
vigilada, el ocasional que se encuentra en la misma siLuación, sólo puede esperen- que se cum-
plan a su respeclo los requisitos de la libertad condicional para abandonar el recinto carcelario. primero, letra a). 99
Salta a la visLa que ésta es una inconsecuen,;ia, derivada de que en el contexto de un derecho
penal básicamente retributivo se está dando prevalencia incidental a la prevención especial. 2) "E¡ercer, dentro del plazo y baio las modalidades que determine el delegado
de libert~d vigilada, una profesión, oficio, empleo, arle, industria o comercio, si el
ce) Forma en que se otorga la libertad vigilada reo carece de medios conocidos y honestos de subsistencia y no posee calidad de
estudiante" (art. 17, me. primero, letra e).
Rigen, a este respecto, las mismas normas que regulan el otorgamiento de la
remisión condicional de la pena (arts. 24 y 25 de la ley 18.216). 98
9
9
~ Véase supra, a), ce). " Supra, a), dd), l.

736 737
DERECHO PE."JAL / PART/o GENERAL/ Enriqu~ Cury llrzúa
CAPÍTIJLO XVI/ NATUR.i\UZA. EFECTOS Y FJJ;CUCIÓN DE LAS P[NAS

3) "Satisfacción de la indemnización civil, costas y multas impuestas por la sen- de reclusión nocturna resultaTá usualmente más limilador de la liberlad ambulatoria del
tencia", con las mismas modalidades y limitaciones que se examinaron en el caso de sujeto que una relegación o un destierro. En la práctica, sin embargo, la extensi_ón de la
la remisión condicional de la pena (art. 17, inc. primero, letra d). 100 institución también puede justificarse en ciertos casos. Así, parn el procesado sera a veces
más resocializador permanecer vinculado a su familia, a su trabajo y su me~io, aunq~e
tenga que pasaT la noche en un establecimiento carcelario, que ccm~ervar la hber~a_d mas
4) "Reparación, si procediere, en proporción racional de los daños causados por
amplia pero limilada a un lugar_en el cual caTece de relacion_es_ ~fect1va: y probab1l1dad~s
el delito" (art. 17, inc. primero, letra e). de ganarse la vida. Por consigmente, debe aprobarse la pos1b1hdad abierta por l~ le~ e_n
El cumplimiento satisfactmio de la medida se rige por lo dispuesto en el art. 28, este sentido, siempre que los tribunales cuiden de emplearla con una prudente d1scnm1-
y son aplicables, asimismo, las, disposiciones del art. 29 sobre anotaciones nación
prontuariales. 101
bb) Requisitos para obtener la reclusión nocturna
ee) Revocación del beneficio de la libertad vigilada
De acuerdo con el art. 8º de la Ley 18.216, "la reclusión nocturna podrá dis-
La revocación de la libertad se produce por el solo ministerio de la ley si durante ponerse"·
el periodo de cumplimiento de la medida el beneficiado comete un nuevo crimen o
simple delito (art. 26 de la Ley 18.216). 1º1 1) "Si la pena privativa o restrictiva de libertad que imponga la sentencia conde-
La revocación puede se decretada también (facultativamente) por el juez, en natoria no excede de tres años". En atención a la índole de la institución, esta hm1-
caso de quebrantamiento de alguna de las condiciones impuestas por el tribunal o tación estrecha no es justificada. Si se reúnen los otros requisitos, nada debería
de desobediencia grave o reiterada y sin causa justa a las normas de conducta im- obstar a que un régimen de esta naturaleza se aplique también respecto de pe~_as
partidas por el delegado. La revocación debe ser fundada y dispondrá el cumpli- más prolongadas. Como en este caso la sanción cumple efectivamente su f~nc1on
miento de la pena inicialmente impuesta o su conversión, si procediere, en reclu- preventivo general -aunque con modalidades que atenúan los ef~~tos n~~at1Vos de
sión nocturna (art. 19). la privación o restricción de libertad-, eso implicaría una conces10n leg1t1ma y de-
En caso de revocación de pleno derecho, nge lo dispuesto en el art. 27, inc. seable a las finalidades de prevención especial.
primero. 103
2) "51 el reo no ha sido condenado antenormente por crimen o simple delito o lo
ha sido a pena privativa o resnictiva de libertad que no exceda de dos años o a más
e) La reclusión nocturna
de una, siempre que en total excedan de dicho limite". En esta materia, pues, los
efectos de la reincidencia se encuentran atenuados. Si se acogiese de Iege Jerenda el
aa) Concepto y naturaleza
criterio expuesto en el párrafo anterior, sería necesario relajarlos todavía más.
Conforme al art. r
de la Ley 18.216, "la medida de reclusión noc.turna consiste
en el encierro en establecimientos especiales, desde las 22 horas de cada día hasta 3) "Si los antecedentes personales del reo, su conducta anterior y posterior al
las 6 horas del día siguiente." A diferencia de las dos anteriores, la institución no hecho punible y la naturaleza, modalidades y móviles determinantes del delito per-
implica una suspensión condicionada de la ejecución de la pena, sino una manera miten presumir que la medida de reclusión nocLurna lo disuadirá_de comet_er nue-
de cumplirla e_n una forma que atenúa las limitaciones de libertad impuestas al reo. vos delitos". Una vez más reaparece en esta disposición el eufemismo alusivo a la
Esto se encuentra confirmado por los arts. 11 y 27, inc. segundo, con arreglo a los peligrosidad y, además, se hace una referencia ambigua a la_disuasión, que lo mismo
cuales, en caso de revocación del beneficio, el afectado sólo debe cumplir el reslo de puede aludir a las funciones de prevención general o especwl. Debe entend.erse, p~r
la pena primitiva, "abonándose a su favor el tiemp~ de ejecución de dicha medida", consiguiente, que procede aplicar la medida tanto cuando el reo ~s un SUJe~o peli-
lo cual demuestra que durante este último lapso la sanción se estuvo ejecutando, si groso al cual ella basta para resocializar, como cuando es un ocas10nal a qmen esa
bien de un modo especial. ' forma de ejecución alejará de tentaciones futuras.

Igual que las otras allemalivas, la reclusión nocturna procede lanto respecto de las 4) Por último, con arreglo al art. 12 de la Ley 18.216, "los condenados a reclu-
penas pTi-valivas como restTicLivas de libenad. Tal cosa es sorprendente, porque el régimen sión nocturna deberán satisfacer la indemnización civil, costas y multas impuestas
por la sentencia", no obstante lo cual el tribunal, en caso de impedimento justifica-
do, podrá prescindir de esta exigencia, sin perjuicio de que se persigan estas obliga-
·oo Supra, a), dd), 4.
wi Supra, a), dd), después de 4. ciones de conformidad a las reglas generales.
ic¿ Sobre el detalle, véase lo expuesto supra a), ee)
rnJ Véase nota anterior.

738 739
DERLCl-10 PENAL/ PARTfó GENERAL/ Enrique Cury Urzúa
CAPÍTULO XVJ / NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN OE LAS PENAS

ce) Forma en que se otorga la reclusión nocturna prescindiendo de los aspectos técnicos, su éxito depende también de los recursos
También son aplicables en esta materia las normas de los ans. 24 y 25 de la ley que se destinan a su implemenlación. En olro orden de cosas, es desalentador, por
18.216, cuyo contenido se ha expuesto en relación con el otorgamiento de la remi- de pronto, que la ley confíe a Gendarmería de Chile la manipulación de las medí·
sión condicional de la pena. H14 das, pues es claro que esta institución no cuenta con el personal calificado para ello
y, por la índole de sus restantes actividades, no se encuentra en una actitud general
que favorezca sus progresos.
dd) Efectos de la reclusión nocturna

El recluso nocturno, como se desprende de la definición legal del beneficio,


debe cumplir la pena impuesta permaneciendo encerrado en un establecimiento § 50. NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE LAS
especial, desde las 22 horas de cada día hasta las 6 horas del día siguiente. Durante PENAS RESTRICTIVAS DE LIBERTAD
el resto del tiempo está facultado para desarrollar su vida normal en libertad, acu·
diendo a su trabajo, atendiendo a sus obligaciones familiares, etc.
Incluso el cumplimiento nocLUrno de la pena puede suspenderse "en caso de
I. NATURALEZA Y PROBLEMÁTICA DE LAS
enfermedad, invalidez, embarazo y puerperio que tengan lugar dentro de los perío· PENAS RESTRICTIVAS DE LIBERTAD
dos indicados en el inciso primero del artículo 95 del Decreto ley Nº 2.200, de
Las penas a las que se denomina restrictivas de libertad suponen, como las de
1978, o de circunstancias extraordinarias" que lo impidieren o lo transformaren en
encierro una limitación de la libertad ambulatoria del condenado, pero menos ri-
extremadamente grave. La suspensión la puede decretar el tribunal de oficio, a pe-
gurosa ¿ue la impuesla por éstas. 107 En efecto, este tipo de sanciones sólo afecta la
tición de pane o de Gendarmería de Chile, y se concederá "por el tiempo que dure
libertad de desplazamiento del sujeto en cuanto éste es obligado a permanecer en
la causa que la motiva" (art. 10 ele la ley 18.216). Para los efectos de la conversión
un cierto territorio que no puede abandonar, o bien es expulsado de uno al que no
de la pena inicialmente impuesta se computará una noche de recl.usión por cada día
puede regresar, o se le prohíbe presentarse en algunos lugares por un tiempo deter·
ele privación o restricción ele libertad (art 9º).
minado. En cambio, no se le impone el encierro dentro de un edificio o estableci-
Son aplicables a la medida los efectos relacionados con los certificados de los
miento penitenciario y, en tanto no trasponga los límites espaciales que la pena
ant.ecedenLes prontuariales a que se refiere el art. 29. También las observaciones que
respectiva prefija, puede realizar una vida relativamente normal, sin someterse a un
se le hicieron en su oportunidad.10'5
régimen de conduela determinado, trabajando en lo que desee y conviviendo, si así 1
lo decide, con su grupo familiar. En términos generales, por consiguiente, se las ! .

ee) Revocación de la reclusión nocturna considera más benévolas que las privativas de libertad, aunque, como es lógico, en
el caso concreto pueden resultar no serlo.
Como en ·el caso de las dos medidas anteriores, la revocación de 1a reclusión
nocturna se produce de pleno derecho si durante el período de cumplimiento de
ella el beneficiado comete un nuevo c1imen o simple delito (art. 26). 106 Asimismo, a) Las distintas penas restrictivas de lihertad. y su naturaleza
el tribunal puede revocarla, de oficio o a petición de Gendarmería de Chile, "en caso
Las penas propiamente restrictivas de libenad consagradas por la ley son el con-
de quebrantamiento grave o reiterado y srn causaiustíficada de la medida" (an. 11).
finamiento, el extrañamiento, 1a relegación y el de5tierro. La mjeción a la vigilancia de la
En ambos casos la revocación obliga al reo al cumplimiento del lapso aún no ejecu-
autoridad importa, en realidad, una hmitación de derechos algo más compleja. Sin
tado de la pena primilivamente impuesta.
embargo se la incluye en esta clase porque representa una cierta contracción de la
libertad ambulatoria del sujeto y, en conjunto, una disminución de la de autodeter,
1
d) Ojeada crítica minación. 108 _rn'.l
El confinamiento "es la expulsión del reo del territorio de la República con resi- 1
Es imposible, hasta ahora, pronunciarse sobre los resultados que han tenido las
dencia forzosa en un lugar determinado" (art. 33 del C.P.). lo que caracteriza a la 1
i
instiluciones examinadas en los párrafos precedentes, pues no se cuenta con estu-
pena es que, por una parte, el condenado no puede regresar a Chile y, por la otra,
dios completos y detenidos sobre ese particular. En todo caso, es evidente, que,

i¡:, Supra, 49, I, ames de_a). _ . __ [:I


Jr,+
100
Suprn, a), ce:)
V(ase ~uprn, a), dd\ l11 Jill('
1-:-o Otro ranto hacen ETCHEBERRY, Tl, pag. 155; GARRIDO, 1, 21, llI, e), pág. 281; LA.BATLIL 1,234, pág.
257 y I\OVOA_ IJ, 510, pág. J20. por d contrario, POLlTOFF-M:\TLJS-RAMfREZ., 17. 2, E, pág. 485, la !
1
º" Supra, al, ee). tratan sólo corno pena accesoria.
109 Sobre los antcCeclentes históricos de estas penas. de origen remoto, véase NOVOA, 11,549, págs. 374 1
740 741

1
DERECHO PE:,.JAL/ PARTE Gl!NERAL / lónric¡ue Cury Urzúa CAPÍTULO XVI/ r-.ATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓK DE LA~ PENAS

debe permanecer forzosamente en un "lugar determinado" del extranjero. Por "te- se, cuando menos, el territorio de una comuna, a fin de que la sanción cobre alguna
rritorio de la República" debe entenderse, también aquí, el que se precisó al tratar importancia práctica. De todas maneras, es de aplicación escasa. En el C.P. sólo se
de los efectos de la ley en el espacio.11° La expresión "lugar", empleada por la ley encontraba establecida en el art. 381, inc. segundo, para la manceba en el delito de
para referirse a aquel en el cual deberá residir el sujeto, es amplia, y puede mancebía (equivalente, hasta cierto punto, a un adulterio del hombre casado). Como
entendérsela referida tanto al conjunto del territorio de un país extranjero como a ese delito fue despenalizado por la Ley 19.335 de 1994, hoy prácticamente ha caído
una parte de él (por ejemplo, una ciudad). rn Reservada, por lo general, para delitos en desuso.
de índole política (contra la seguridad exterior e interior del Estado), el confina- Desde el punto de vista de su gravedad, el destierro es siempre una pena de
miento es una pena de aplicación cada vez más difícil, pues su ejecución supone simple delito (art. 21 del CP). Dura de sesenta y un días a cinco años (art. 25, inc.
que el Estado extranjero acepte vigilar el cumphmiento; 112 esto implica, pues, la cuarto, del CP) y se encuentra dividida en tres grados: el mínimo se extiende de
existencia de un acuerdo internacional por lo menos bilateral, que es cada vez más sesenta y uno a quinienlos cuarenta dfas; el medio, de quinientos cuarenta y un días
infrecuente. a tres años, y el máximo, de tres años y un día a cinco años (art. 56 del C.P.).
Desde el punto de vista de su duración, el confinamiento sólo puede ser tempo- No está de más puntualizar, como se deduce de lo explicado, que la ley concibe
ral; se divide en mayor y menor, y cada uno de éstos, a su vez, en tres grados: el destierro de una manera diferente a lo que éste significa para el lenguaje común y
mínimo, medio y máximo. La extensión de cada uno de estos términos es idéntica a al sentido que históricamente se le atribuye. Estos últimos, en efecto, lo aproximan
las de los correspondientes en el presidio temporal (arts. 21, 25, inc. primero y 56 más bien a las nociones de extrañamiento o confinamiento.
del C.P)m La pena de sujeción a la vigilancia de la autoridad puede imponerse como acce-
El extrañamiento "es la expulsión del reo del territorio de la República al lugar soria o como medida preventiva (art. 23 del C.P.). Según se desprende del art. 45
de su elección" (art. 34 del C.P.). La única diferencia con el confinamiento radica en del C.P, el autor de la ley la concibió como una verdadera sujeción indirecta a la
que el sujeto es libre para escoger el lugar del extranjero en el cual se radicará e, vigilancia del propio juez. En el presente, en cambio, se encuenlra entregada
incluso, trasladarse sin restricciones de uno a otro mientras no regrese a Chile. De la prevalentemente a la policía, lo cual es indeseable. 116
misma forma, se trata de una pena impuesta casi exclusivamente a los delilos contra De conformidad con el ya aludido art. 45 del C.P., la pena "da al Juez de la causa
la seguridad del Estado. el derecho de determinar ciertos lugares en los cuales le será prohibido al penado
En cuanto a la duración, el extrafiamiento es idéntico al confinamiento. Sin presentarse después de haber cumplido su condena y de imponer a éste todas o
embargo, en un caso especial, el C.P. ha contemplado una forma de extrañamiento algunas de las siguientes obligaciones: 1") La de declarar antes de ser puesto en
perpetuo (an. 4 72, inc. segundo). 114 La misma situación se presenta en los arts. 3º y libertad el lugar en que se propone fiJar su residencia. 2") La de recibir una boleta de
5º de la Ley 12.927, sobre Seguridad del Estado. viaje en que se le determine el itinerano que debe seguir, del cual no podrá apartar-
La relegación "es la traslación del reo a un punto habitado del territorio de la se, y la duración de su permanencia en cada lugar del tránsito. Y) La de presentarse
República con prohibición de salir de él, pero permaneciendo en libertad" (art. 35 denlro de las veinticuatro horas siguientes a su llegada ante el funcionario designa-
del C.P) A diferencia, pues, de las anteriores, se trata de una pena que se cumple do en la boleta de ,~aje. 4") La de no poder cambiar de residencia srn haber dado
dentro del país. Aunque la ley no explica lo que se ha de entender por "punto", aviso de ello, con tres días de anticipación, al mismo funcionaiio, quien le entregará
existe cie~to consenso de que la expresión se refiere al territorio comprendido den- la boleta de viaje primitiva visada para que se Lraslade a su nueva residencia. Y) La
tro de los limites urbanos (habitados) de un pueblo o ciudad. de adoptar oficio, arle, industria o profesión, si no tuviere medios propios y conoci-
En cuanto a la duración, la relegación puede ser perpetua o ternporal; esta última dos ele subsistencia. 117
se divide y subdi\~de en la misma forma que el presidio temporal (arts 21, 25, inc. De acuerdo con el an. 25, inc. cuarto, la sujeción a la vigilancia de la autoridad
primero y 56 del CP). 115 dura de sesenta y un días a cinco años.
El destierro "es la expulsión del reo de algún punto de la República" (art. 36 del
CP) y, aunque la ley no lo dice expresamente, se entiende que es con prohibición h) Problemática de las penas rcstriclivas de libertad
de volver a él durante el tiempo de la condena, pues, en otro ·caso, este último
perdería todo significado. Por "punto", en relación con dicha pena, debe entender- A causa de que su empleo por la ley es infrecuente, las penas restrictivas de
libertad no han sido objeto de una evaluación Lan cuidadosa y polémica como las de
encierro. Sin embargo la apreciación general que aquí debe hacerse sobre ellas no
m Supra, T, 9, ll, h)ysigts.
iu En el mismo sentido, ETCHEBERRY, TT, pág 157.
puede sino ser crítica.
ll1 F.TCHEBERRY, II, pág. 157; NOVOA, ll,_ 548, pág. 373. ----- --·-
111
Supra, 49, l, a) LO En el mismo sentido, NOVOA, IT, 549, pág. 374
4
H Sobre las razones para pensar así, véase la argumentación de ETU JEFH::RRY, 11, págs. 158 y 159. u La salvedad contenida en esLa última obligación pone de relieve que el legislador decimonónico no perci-
115
Supra, .52, l, a). bía el valor pedagógico y resocializador que puede tener el trabajo incluso para los ricos ociosos.

742 743
!;··.1.1.·
1~

¡ l'J
1
DF.Rl'CI-IO PENAL/ PARTE GEC'JER.AL / Enrique Cury L'rzüa
CAPÜULO XV!/ NATURALEZA. EFEl TOS Y EJECUClÓN DE LAS PENA~

j !

El confinamiento y extrañamiento, desde luego, aparte de las dificultades que Las penas de confinamiento, extrañamiento y relegación menores en sus grados
importa su aplicación, han demostrado ser penas mucho más severas y deteriorantes
de lo que su apariencia sugiere. El desarraigo experimentado por el sujeto al que se
l
,
l
medio y mínimo, y la de destierro, llevan consigo la de suspensión de cargo a oficio
público durante el tiempo de la condena (art. 30 del C.P).
expulsa. de su medio habitual provoca, usualmente, consecuencias dañinas para su Jl
l
desenvolvimiento personal proyectándose, además, de manera perjudicial sobre los Estos efectos colaLerales de las penas restrictivas de libertad acentúan la esligmalización
terceros inocentes que integran su grupo familiar. Por otra parte, ambas sanciones
1 que se les apareja y, por consiguiente, su ineficacia para 1a prevención especial

significan una renuncia deliberada del Estado a toda acción resocializadora sobre el
reo, ya que, en rigor, se desprende de la tutela que pudiera ejercitar respecto de él,
III. EJECUCIÓN DE LAS PENAS RESTRICTIVAS DE LIBERTAD
abandonando su responsabilidad de hacerlo a otros grupos sociales. En el caso del
extrafiamiento, cuando menos, ni siquiera la prevención general es bien servida, pues el La ejecución de las penas restrictivas de libertad no presenta dificultades, 118
afectado por la sanción suele trasladarse a sitios en los que la conducta que motivó el aparte de las que se han destacado respecto al confinamiento. 119 En relación con
castigo es apreciada en forma positiva. Así, la expulsión pierde en gran medida su con- esto, sólo interesa recordar que a ellas también les son aplicables las medidas alter-
notación punitiva, aunque sus efectos prosiguen siendo devastadores para el afectado. nativas del cumplimiento a que se refiere la Ley 18.216, esto es, la remisión condicio-
Por lo que Loca al destierro, se trata de una medida insignihcante, cuyo progre- nal de la pena, la reclusión nocturna y la libertad vigilada. De acuerdo con lo que ya se
sivo desuso basta para demostrar su ineficacia. la relegación, en cambio, se emplea ha expuesto, 12 º en esta materia son aplicables las mismas reglas que en el caso de las
con relativa frecuencia y es, de todas estas penas, la que reviste más importancia penas privativas de libertad.
práctica. Pero también ella sugiere reparos, sobre todo porque su ejecución no ofre-
ce condiciones que habiliten para alcamar objetivos de prevención especial. El he-
cho de que en los ordenamientos punitivos más modernos se prescinda por com- § 5L NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE LAS
pleto de ella, demuestra que es una forma de castigo anacrónica a insatisfactoria, a
la cual debería excluirse también del nuestro.
PENAS PRIVATIVAS DE OTROS DERECHOS
Tan sólo la sujeción a la vigilancia de la aULoridad merece, por consiguiente, ser
defendida, siempre que su ejecución se adecue mejor a las exigencias del derecho I. NATURALEZA Y PROBLEMÁTICA DE LAS
penal contemporáneo. En efecto, si se la pone en manos de funcionarios especiali- PENAS PRIVATIVAS DE OTROS DERECHOS
zados, que den un apoyo eficaz al afectado para facilitar su reinserción en la socie-
a) Concepto y generalidades
dad, puede cumplir finalidades apreciables. Pero en verdad se trata de una institu-
ción cu fas características la aproximan más a una medida de seguridad y corrección Como su nombre lo indica, estas penas consisten en la supresión de los dere-
que a una auténtica pena, y si prospera el régimen de libertad vigilada creado por la chos políticos o en la supresión o limitación de otros derechos civiles del condena-
Ley 18.216, bien puede convertirse en una duplicación inútil de la que también do, distintos de la libertad ambulatoria.
convendría deshacerse.
Las más importantes consagradas por la ley en vigor son la inhabilitación para
cargos y oficios públicos, derechos politicos y profesiones titulares, la suspensión de cargo u
oficio público o profesión titular y la inhabilidad o suspensión para conducir vehículos a
II, EFECTOS DE LAS PENAS RESTRICTIVAS DE LIBERTAD
tracción mecánica o animal (art. 25 del C.P). Aparte de ellas, en distintas leyes espe-
La pena de relegación perpetua lleva consigo la de inhabilitación absoluta per- ciales se contemplan algunas que ya se han enumerado. 121 Aquí sólo se discuten
petua para cargos y oficios públicos y derechos políticos por el tiempo de la vida de sucintamente las consagradas de manera general por el C.P.
los penados y la de SUJeción a la vigilancia de la autoridad por el máximum que
establece el Código (art. 27 del C.P). b) Naturaleza de las penas privativas de otros derechos
las penas de confinamiento, exlrañamiento y relegación mayores llevan consigo ~
li
la de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y ofictos públicos y derechos De conformidad con el art. 42 del C.P, la inhabilitación para derechos políticos
políticos y la de inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la consiste en la privación de los activos y pasivos; por consiguiente, de la capacidad 1,,
' ·'!·.¡·,·!

condena (an. 28 del C.P). para ser ciudadano elector, la capacidad para obtener cargos de elección popular y
Las penas de confinamiento, extrañamiento y relegación menores en sus grados lt
!~
máximos llevan consigo la de inhabilitación absoluta perpetua para derechos políti- 118
Véase, sobre ello, NOVOA, II, 548, pág. 373 y 374 ti
cos y la de inhabilitación absoluta para cargos y oficios públicos durante el tiempo
119

120
Supra, 1, a). 1 ¡
de la condena (rn. 29 del C.P).
Supra, 48
m Supra, 46, V, a), ee). 'i'J,,
1 !

744 745
DERECHO PEN,\L ! PARTE r;¡,_;-.·ERAL / Enriqu,· Cmy Lrzúa CAPÍTULO XVI/ NATURALEZA, EFECTOS Y \;JECUCIÓN DE LAS PENAS

la capacidad para ser jurado. La última de las inhabilidades, sin embargo, carece de autorización a que afecta, debe entenderse que su imposición lo incapacita para
significado práctico, pues la institución del jurado es ajena a nuestra legislación. obtenerla, sea perpetuamente, sea por el tiempo de su duración.
La pena siempre es perpetua. En efecto, el mismo art. 42 del C.P. dispone que
los condenados a ella sólo pueden ser rehabilitados "en la forma prescrita por la e) Prohlemática de Jas penas privativas de otros derechos
Constitución". A su vez, el art. 17 de la C.PR establece que quienes han perdido la
ciudadanía por condena a pena aflictiva deben solicitar su rehabilitación del Senado Aunque entre nosotros el asunto ha recibido escasa atención, en la literatura
una vez extinguida su responsabilidad penal. Ahora bien, con arreglo a los arts. 37 comparada es debativa la cuestión relativa a la exacta naturaleza de las penas priva-
y 21 del C.P., la inhabilitación es siempre una pena de crimen y, en consecuencia, tivas de otros derechos.12 4 En efecto, parte de la doctrina tiende a considerarlas más
aflictiva. Así, el indulto de la pena de inhabilitación, sea que se la haya impuesto bien como medidas de seguridad, acentuando su carácter preventivo. Con arreglo a
como principal o accesoria, nunca puede extenderse el ejercicio de los derechos este criterio, las inhabilitaciones y suspensiones se imponen, prevalentemente, con
políticos, respecto de los cuales se requiere la rehabilitación por el Senado. el objeto de evitar que el sujeto abuse de los derechos afectados por ellas. Al apre-
La inhabilitación para cargos u oficios públicos implica la incapacidad para desem- ciarlas de este modo, sería lógico que su irrogación fuera determinada por la peli-
peñarlos y, por lo tanto, también para acceder a ellos. Por cargos u oficios públicos grosidad social del autor más que por su culpabilidad.
debe entenderse todo empleo o actividad públicos, en el sentido amplio que pres- Este punto de vista es indefendible ante la realidad de nuestra ley positiva. 125
cribe el art. 260 del C.P. 122 La inhabilitación puede ser absoluta, en cuyo caso supo- Evidentemente, ni el C.P. ni sus antecedentes las han consagrado de esa manera.
ne incapacidad para todo cargo u oficio público, o especial, y en tal evento sólo El criterio con que las incorporan a las amenazas penales y las reglas que se dan
inhabilita para el eiercicio de uno determinado. para su determinación en concreto, las vinculan decididamente a la reprochabilidad
La inhabilitación para profesión titular consiste en la incapacidad para el ejercicio por el injusto y no a la temibilidad del reo. Por lo demás, en el art. 21 es manifies-
de una labor que se encuentra reservada a quienes cumplen ciertos requisitos lega- to que para el C.P. éstas son penas equiparables a cualquiera de las otras conteni-
les o reglamentarios. 123 No es indispensable, por consiguiente, que el otorgamiento das en el catálogo.
del titulo sea privativo de una facultad universitaria. La inhabilitación es absoluta Ahora, bien parece fuera de dudas que el carácter punitivo de la mayor parte de
cuando incapacita para el ejercicio de toda profesión titular, y especial si sólo se las inhabilidades y suspensiones radica en la segregación y estigmatización del au-
refiere a una determinada de entre ellas. tor, al cual transforman en una "persona de segunda clase", privado de ciudadanía e
Desde el punto de vista de su duración, ambas inhabilidades pueden ser perpe- incapacitado temporal o perpetuamente para el ejercicio de ciertas actividades que
tuas o temporales. La temporal dura de tres años y un día a diez años, y se divide en conllevan consideración social. Con toda razón se ha destacado, por eso, que en sus
tres grados, de los cuales el mínimo se extiende de tres anos y un día a cinco años; orígenes estas sanciones tenían carácter infamante. 126 Y aunque seguramente se han
el medio, de cinco años y un día a siete anos, y el máximo, de siete años y un día a realizado esfuerzos por despojarlas de esa connotación, 127 es preciso convenir que
diez años. el hecho concreto de sus consecuencias prácticas no puede superarse mediante una
La pena de suspensión afecta a la capacidad para desempeñar cargos u oficios simple declaración doctrinaria o normativa.
públicos y profesiones titulares. Es siempre especial, refiriéndose al cargo, oficio El asunto es difícil, porque, por otro lado, hay que aceptar que a lo menos las
público o profesión desempeñados por el reo al tiempo de cometer el delito. En inhabilidades para cargos y oficios públicos y profesiones titulares cumplen, ade-
todo caso, es temporal. Dura de sesenta y un días a tres años, dividiéndose en tres más de sus funciones aflictivas, objetivos de seguridad. En efecto, no parece aconse-
grados, de los cuales el mínimo se extiende de sesenta y un dfas a un año; el medio, Jable confiar al que lia delinquido actividades delicadas, uno de cuyos requisitos de
de un año y un día a dos años, y el máximo, de dos años y un día a tres años. eficacia es, precisamente, la respelabilidad de quienes participan en ellas. Esto es
La pena de inhabilidad perpelua y suspensión parar conducir vehículos a tracción exacto hasta cierto punto, Por tal motivo, es posible que medidas de esta clase sean
mecánica o animal fue incorporada al art. 21 del C.P, entre las de simple delito, por indispensables, en especial cuando se trata de sujelos recidivistas habituales o pro-
la Ley 15.123. No obstante, como puede acompañar también a la prisión, que es fesionales e, incluso, de quienes han cometido ocasionalmente atentados severos
pena de falta, debe considerársela común a las dos clases de infracciones. Su natu- contra intereses públicos (delitos graves de los funcionarios públicos, contra la fe
raleza se deduce de la denominación. Mientras la inhabilidad es perpetua, la sus- pública, contra los intereses fiscales, etc.). Pero las aspiraciones de seguridad deben
p~nsión siempre es temporal, pero la ley no le atribuye unos límites generales, si reconocer límites razonables. La sociedad no puede pretender la eliminación de
bien éstos se han precisado en los casos en los que se la conmina. Cuando el autor
del hecho sancionado con estas penas carece en el momento de ejecutarlo de la
124
Cfr. CORDOBA RODA y .RODRTGCEZ MOURULLO, TT, págs. 27 y sigts
122
m En el mismo sentido, CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, op. y loe. cits
ETCHEBERRY, H, pág. 160 126
NOVOA, ll, 551, pág. 375.
m I'.TCHEBERRY, 11, pág. 161. .n idem

746 747
DERECIIO PE""!AL / PARTE GENERAL/ Enrique Cury Urzúa C.APÍTU.0 XVl / KATURALEZA, l'FECTOS y EJECUC!üt\ DE LAS PENAS

todos los riesgos, si desea comprometerse sinceramente con finalidades de preven- aun cuando sean de elección popular"; 2 º "la privación de todos los derechos polí-
ción especial. Por eso es reprochable un sistema como el vigente, que fulmina inha- ticos activos y pasivos y la incapacidad perpetua para obtenerlos", y 3 ° "la incapaci-
bilitaciones como pena accesoria contra un amplísimo sector de quienes han delin- dad para obtener los honores, cargos, empleos, oficios y profesiones mencionados,
quí.do. La práctica y la investigación criminológica han demostrado que muchas perpetuamente si la inhabilitación es perpetua y durante el tiempo de la condena si
veces los que han cometido atentados de consideración son, no obstante, capaces es temporal" .131
de asumir, incluso con ventajas, funciones de confianza pública (por ejemplo, inte- A su vez, de conformidad con el art. 39 del C.P, las inhabilitaciones especiales
grando los equipos de los propios establecimientos carcelarios con finalidades de perpetuas y temporales llevan consigo: 1 ° "la privación del cargo, empleo, oficio o
apoyo a los reclusos, para sólo mencionar un caso). La prodigalidad en las profesión sobre que recaen y la de los honores anexos a él, perpetuamente si la
incapacitaciones y el carácter punitivo de que están revestidas impiden aprovechar inhabilitación es perpetua, y por el tiempo de la condena si es temporal"; 2 º "la
estas posibilidades de resocialización. 128 incapacidad para obtener dicho cargo, empleo, oficio o profesión u otros en la mis-
En cambio, debe considerarse por separado la situación de la inhabilitación y ma carrera, perpetuamente cuando la inhabilitación es perpetua, y por el tiempo de
suspensión de la autorización para conducir. Esta sanción, a diferencia de las res- la condena cuando es temporal".
tantes, sólo "etiqueta" al condenado en medida reducida y cumple satisfactoriamen- El art. 44 del C.P., por su parte, dispone que "el indulto de la pena de inhabilita-
te funciones de retribución y prevención general, sin perjudicar seriamente las de ción perpetua o temporal para cargos y oficios públicos y profesionales titulares,
prevención especial, a las que puede dar también auxilio. Por desgracia, nuestro repone al penado en el ejercicio de estas últimas, pero no en los honores, cargos,
ordenamiento jurídico no la emplea de manera satisfactoria. Por una parte, la reser- empleos u oficios de que se le hubiere privado", agregando que "el mismo efecto
va casi en forma exclusiva para sancionar hechos culposos del tránsito, y tan sólo produce el cumplimiento de la condena a inhabilitación temporal".
un delito doloso de peligro (conducción en estado de embriaguez), en los cuales, La suspensión de cargo y oficio público y profesión titular sólo inhabilita para su
claro está, el abuso de la licencia aparece muy destacado; pero con la misma razón ejercicio durante el tiempo de la condena, y priva de todo sueldo al suspenso mien-
debiera contemplársela en otros casos, tales como el empleo de vehículos motoriza- tras dure (art. 40, incs. primero y tercero, C.P). Puede también ser decretada duran-
dos para la realización de atentados contra la vida, integridad corporal, libertad, te el proceso por el juez, en cuyo caso no se reputa pena (art. 20 C.P), trayendo
pudor o propiedad de las víclimas. 129 Por otra, no se ha percibido al parecer que como consecuencia inmediata la privación de la mitad del sueldo al presunto reo, la
una medida como ésta tiene efectos retributivos distintos según las circunstancias. cual solamente se le devolverá en el caso de pronunciarse sentencia absolutoria (art.
En efecto, una suspensión prolongada de la licencia puede ser extremadamente 40, inc. segundo, C.P.).
severa para un conductor de camiones, microbuses o automóviles de alquiler, y De conformidad con lo expuesto, la suspensión se diferencia fundamentalmente
relativamente moderada para el particular que sólo se sirve de ella por razones de de la inhabilitación temporal especial por la índole de sus efectos. El inhabilitado,
comodidad. La ley en vigor, si bien da latitud al tribunal en la determinación de la una vez cumplida la pena, recupera la capacidad para el ejercicio de la profesión,
pena, no tiene debidamente en cuenta estos criterios para orientar su decisión 130 e, cargo a oficio, pero no se lo repone en las situaciones que ocupaba antes de la
incluso, permite que cierto sector de la jurisprudencia se haya desarrollado en un condena. Al suspenso, en cambio, debería reintegrárselo a sus actividades prece-
sentido que contrasta con ellos, violentando el principio de culpabilidad por el dentes. Pero en realidad este límite ha sido suprimido por lo preceptuado en el
prurito de exagerar la prevención general (por ejemplo: a los camioneros y taxistas Estatuto Administrativo, con arreglo al cual tampoco quien ha sido suspendido en
hay que tratarlos más severamente, con el objeto de ejemplarizar, porque su activi- virtud de una sentencia condenatoria puede ser repuesto en su cargo, pues lo pierde
dad en las vías públicas es más frecuente). Por último, se ha extendido demasiado la definitivamente. 132
irrogación de la medida a meras infracciones administrativas.

III. EJECUCIÓN DE LAS PENAS PRIVATIVAS DE OTROS DERECHOS


II. EFECTOS DE LAS PENAS PRIVATIVAS DE OTROS DERECHOS
En atención a su naturaleza, la ejecución de estas penas no presenta problemas
Con arreglo al art. 38 del C.P las penas de inhabilitación absolutas, sean perpe- dignos de mención.
tuas o temporales, producen: 1º "la privación de todos los honores, cargos, empleos
y oficios públicos y profesiones titulares de que estuviere en posesión el penado, rn El N" 4" del art. 38 establecía, además, "la pérdida de todo derecho para obtener jubilación a otr'a pensión
por los empleos servidos con anterioridad". Hoy se encuentra suprimido, con arreglo al art. l ºdela Ley
m Por último, conviene hacer notar que la supervivencia de estas penas como accesorias de las privativas y 17.902, de 15 de febrero de 1973, que dispuso la derogación de todos los preceptos legales que estable-
reslrictivas de libertad, puede malograr las finalidades perseguidas con la introducción de las medidas cían como sanción la privación de derechos previsionales.
alternativas consagradas en la Ley 18.216. m Sobre los límites bastante indefinidos entre las penas de inhabilitación y suspensión, véase NOVOA, ll,
w En este sentido amplio, el parágrafo 44 del Código Penal alemán. 553, págs. 378 y 379, con detalle. Algunas de sus informaciones, sin embargo, difieren algo de la norma-
Do En el mismo sentido, RODRIGUEZ DEVESA, 1, pág. 850. Liva vigente. Véase, sobre lodo, lo expresado en la nota precedeme

748 749
DERl'.CliO PENAL/ PARTE GENERAL/ J:nrique Cury l:uúa CAPÍTULO XVI/ NATURALléZA, \'1-'ECTOS l 1.'JECUU(lN DE LA~ PENAS

§ 52. NATURALEZA, EFECTOS Y EJECUCIÓN DE de cuantía superior (art. 25, inc. sexto, C.P). El inc. séptimo del art. 25, del C.P
LAS PENAS PECUNIARIAS establece lo que se ha de entender por "unidades tributarias mensuales", unidad de
valor cambiante que tiene por objeto corregir los electos de la inflación (desvalori-
zación monetaria). A su vez, ''cuando la ley impone multas cuyo cómputo debe
I. NATURALEZA Y PROBLEM_ÁTICA DE LAS PENAS PECUNIARIAS hacerse con relación a cantidades indeterminadas, nunca podrán aquéllas exceder
de treinta unidades tributarias mensuales" (art. 25, inc. octavo), pero ésta es tam-
a) Concepto y generalidades bién una norma que admite en la práctica excepciones legales. No obstante su
divisibilidad natural, la multa no se encuentra dividida jurídicamente en grados.
Penas pecuniarias son aquellas que afectan al patrimonio del condenado. El destino del producto de las multas está determinado por el art. 60 del C.P,
que fija incluso los objetivos a los cuales debe destinarse.
Esle conceplo, sin embargo, no es correcLo sino parcialmenle, pues, como se verá,u, la
caución no se ajusla a él. El problema radica, precisamente, en que es difícil que pueda El comiso, según se desprende del art. 31 del C.P., consiste en la pérdida ele los
sostenerse el carácter punilivo de esa medida electos que provengan del delito y de los instrumentos con que se ejecutó. Efectos
son los productos de la acción punible (cosas sustraídas, etc.) o los objetos sobre los
Hasta la entrada en vigencia de la C.PR. de 1980 nuestro ordenamiento JUridico que ella recae (documento falsificado, etc.). Instrumentos, a su vez, son los medios
sólo comprendía en esta categoría las penas de multa, comiso y caución. El nuevo materiales de que se sirvió el autor para llevarla a cabo. Como es lógico, el comiso
texto constitucional introdujo la de confiscación, aunque limitándola expresamente no tiene lugar cuando los efectos o instrumentos pertenecen a un tercero inocente
al caso de las asociaciones ilícitas (art. 19, Nº 7°, letra g) de la C.PR. (art. 31, in fine, C.P.)
El an. 19, Nº 7º, letra g) de la C.PR., que prohíbe en principio la pena de confis-
b) Naturaleza de las penas pecuniarias cación de bienes -con la salvedad ya examinada-, exceptúa expresamente el caso
"del comiso en los casos establecidos por las leyes".
La confiscación consiste en desposeer al condenado de bienes de su propiedad. El comiso es también, como la multa, una pena común a crtmenes, simples
El art. 19, Nº7º, letra g) de la C.PR. únicamente autoriza para imponerla a las aso- delitos y faltas (art. 21 C.P.). Es siempre pena accesoria de los dos primeros. En
ciaciones ilícitas, prohibiéndola en cualquier otro caso. Con arreglo al texto consti- cambio, respecto de las faltas, el tribunal tiene la facultad de decretarlo a su pruden-
tucional, me parece claro que la medida sólo puede afectar a los bienes de la asocia- te arbitrio (art. 500 C.P.) y, en caso de hacerlo, sólo recaerá sobre los efectos a
ción como tal y no a los de las personas naturales que la componen. Por consiguien- instrumentos enumerados por el arl. 499 del C.P.
te, se trat~ de una pena que tiene carácter colectivo, comparable tan sólo al de la de El dinero que cae en comiso y el producto de la subasta de las cosas decomisa-
disolución de personas jurídicas. En cambio, es dudoso si las asociaciones ilícitas a das tienen el mismo destino que el de las mullas (art. 60, inc. cuarto, C.P.).
las cuales puede irrogarse son únicamente aquellas que la C.PR. declara tales, o Es relativamente frecuente que en algunas leyes especiales, y aun en el propio
también cualquiera de las aludidas por el art. 292 del C.P. A mi juicio, esta última C.P, se establezca en forma expresa el comiso como pena accesoria para algunos
interpretación extiende desmesuradamente el campo de aplicación de la pena y, por delitos. Estas son disposiciones inútiles que constituyen un error de técnica legisla-
eso, debe preferirse la primera. tiva e inducen a confusión en la interpretación de las reglas generales.
La multa es la pena pecuniaria por excelencia. Consiste en obligar al condenado Por último, "la pena de caución produce en el penado la obligación de presentar
al pago de una suma de dinero. A causa de su flexibilidad aflictiva, se la consagra un fiador abonado que responda o bien de que aquél no eiecutará el mal que se trata
como pena de crímenes, simples delitos y faltas (art. 21 C.P); asimismo opera como de precaver, o de que cumplirá su condena; obligándose a satisfacer, si causare el
sanción residual, pues se considera como la pena inmediatamente inferior a la últi- mal o quebrantare la condena, la cantidad que haya fiiado el tribunal" (art. 46 C.P.).
ma en todas las escalas graduales (an. 60, inc. primero, C.P). 1
Con arreglo al art. 23 del C. P la caución puede imponerse como pena accesoria o
Desde el punto de vista de su cuantía, puede fijársela directamente en cantida-
des determinadas, o en relación con la del delito, por lo general como una parte o
como medida preventiva. En la primera forma sólo eslá contemplada por el an. 298
para el delito de amenazas.
1
1
porcentaje de ella. En el primero caso, "la cuantía de la multa, tratándose de críme- De conformidad con el art. 25, me. noveno, del C.P., "en cuanto a la cuantía de ~
nes, no podrá exceder de treinta ur¿idades tributarias mensuales; en los simples
delitos, de veinte unidades tributariaS mensuales, y en las faltas, de cinco unidades
la caución, se observarán las reglas establecidas para la multa, doblando las cantida-
des respectivamente, y su duración no podrá exceder del tiempo de la pena u obli-
i
tributarias mensuales"; pero ésta es sólo una regla general que admite numerosas gación cuyo cumplimiento asegura, o de cinco años en los demás casos". Cuando la 1
:J
excepciones cuando, atendida la gravedad de la infracción, se contemplan multas caución se hace efectiva a causa de que el afianzado incumple la condena o realiza el ~
')

133
lnfra, e).
mal que se trataba de precaver, su destino es semejante al del producto de las mullas li
y comisas (art. 60, inc. cuarto, C.P.) i1;!

750 751
DERECHO PENAL I PARTE GE:,.;ER.AL I Enrique Cury L..'rzúa
CAPÍTULO XVI/ NATCRALEZA. EFECTOS Y EJECUClÓN DE LAS PENAS

Se entiende, finalmente, de acuerdo con lo expresado al respecto por la Comi- Pero lo más delicado es el carácter relativo de sus efectos afhctivos. 14º Efectiva-
sión Redactora del C.P., que es aplicable a la caución la regla del art. 2337, inc. mente, la misma multa que impuesta a un menesteroso le inflige un mal muy seve-
segundo, del C.C., conforme a la cual "si la fianza es exigida por ley o decreto de ro, carece de significación seria para el reo cuando es rico. El sistema más conocido
_juez, puede substituirse a ella una prenda o hipoteca suficiente". para obviar este inconveniente es el de día-multa, ideado por THYREN, y que se ha
puesto en práctica sobre todo en la legislación sueca. Consiste, fundamentalmente,
e) Problemática de las penas pecuniarias en calcular la multa de modo que constituya una reducción más o menos sustancial
de los ingresos diarios del condenado por un determinado lapso. De esta manera,
Como se ha destacado, la pena pecuniaria más representativa a importante es la un individuo menesteroso y otro acaudalado que han incurrido en el mismo hecho
multa. 134 punible pueden ser condenados a idéntica cantidad de días-multa, los cuales, no
Aunque los orígenes históricos de tal sanción son remotos, 135 habiéndose en- obstante traducirse en sumas diferentes, significarán para ellos un sacrificio patri-
contrado muy extendido su empleo, durante un prolongado período pasó a un monial y, por consiguiente, un mal equivalente. 141
segundo plano, empujada por el auge de las penas corporales primero y de las Aun cuando la solución se aproxima a lo deseable, en la práctica no ha conse-
privativas de libertad después. 136 Sin embargo, la crisis progresiva de éstas últimas guido imponerse ampliamente, 142 sobre todo porque requiere una organización ad-
devuelve a la multa su antigua importancia, pues las legislaciones y la doctrina ministrativa compleja y costosa, que esté en condiciones de proporcionar al tribu-
perciben cada vez con mayor interés sus apreciables ventajas sobre aquéllas. 137 En nal información sobre los ingresos del reo, evitando que se burle su eficacia. Cálcu-
efecto, la multa, a causa de su flexibilidad, se adapta fácilmente a las exigencias de la los procedentes de los países escandinavos, en los cuales se aplica con más genera-
retribución, porque puede dividírsela cómodamente para asegurar que sea propor- lidad (Suecia y Finlandia), consignan que, muchas veces, su operación consume
cionada a la culpabilidad; posee eficacia preventivo-general más constante que las cifras superiores al producto de las multas. Estos datos, sin embargo, no pueden
penas privativas de libertad, pues, por el desarrollo de la psicología de recluso, 138 apreciarse objetivamente si no se tiene en cuenta, al mismo tiempo, lo que significa
estas últimas pueden llegar a perder su valor intimidatorio; no provoca consecuen- el costo de mantención de establecimientos penitenciarios bien equipados; porque
cias colaterales tan destructivas de la personalidad como las otras sanciones puniti- como es natural, la implantación de un sistema de esa clase no sólo debe tener por
vas; en especial, no aleja al condenado de su medio familiar, social y laboral, no lo objeto una mayor igualdad en la eficacia reLributiva de las multas amenazadas ac-
expone a contagio carcelario y no ocasiona a la administración los enormes desem- tualmente por los ordenamientos jurídicos, sino, además, habilitarlos para sustituir
bolsos que significan la mantención y vigilancia de reclusos; constituye, además, por sanciones pecuniarias muchas de las privativas y restrictivas de libertad que
una fuente de ingresos que la colectividad puede destinar, entre otras finalidades, al todavía prevalecen en ellos. Una limitación que afecta indudablemente a la multa es
financiamiento de programas de prevención especial; por último, carece de conse- su ineptitud para cumplir funciones asegurativas del sujeto. Por eso es posible que
cuencias estigmatizantes o, en todo caso, las que provoca son tenues. nunca esté en condiciones de sustituir completamente a las penas privativas de
Apesar de todo, la multa también presenta problemas. libertad más severas. Aunque, por otra parte, no es desdeñable la idea de combinar-
En primer lugar, la pena tiene el inconveniente de que es relativamente fácil la con un sistema de medidas que cumplan esos objetivos desde la perspectiva de
transfe_rirla a terceros, pues el reo puede obtener de personas adineradas, con las una prevención especial humanamente concebida y capaz de superar los riesgos de
cuales se encuentra relacionado, que la paguen o le proporcionen los recursos para arbitrariedad involucrados en ella.
hacerlo por sí mismo. 139 Esto deteriora su capacidad para cumplir la función retri- Finalmente, suele destacarse también que, a causa de la procedencia
butiva y, hasta cierto punto, la de prevención general. socioeconómica de una inmensa mayoría de los que delinquen, la posibilidad de
hacer efectiva la multa impuesta es generalmente ilusoria, 143 de manera que, por
114
Supra, b). obra del sistema de convertibilidad, 144 conduce otra vez al imperio de las penas
135
Sobre ello, NOVOA, 11, 556, págs. 382 y 383 cortas privativas de libertad. Tras esta afirmación, cuya realidad es innegable, se
136
Esto no significa, por cierto, que la "codicia fiscal" CvL-\URACH) permaneciera insalisfecha. Se aplacaba.
por el contrario, con espléndidas confiscaciones al principio, y más tarde con multas acumulativas. Pero la esconden cuestiones sociológicas y políticas complejas, que aquí no es posible dis-
función retributiva y preventiva general de estas últimas aparecía supeditada por completo a la de la pena cutir en detalle. Sin embargo no está de más observar que la curiosa uniformidad en
privativa o restrictiva de libertad a la cual se agregaba
117
Véase, sobre ello, NOVOA, II, 557, págs. 383 y 384; RODRlGUEZ DEVESA, 1, pág. 85l;JESCHECK, 73,
I, 2, pág. 704; 11..AURACH-ZIPFF, II, 59; lll, 24 y sigts., págs. 645 y 646.
rn Supra, 49, I, b) 140
Sobre ello, véanse, por todos, la exposición de NOVOA, ll, 557 y 558, págs. 383 y sigls.; RODRIGUEZ
119
En cambio, no es atendible la objeción con arreglo a la cual la multa carece del carácter personalisimo DEVESA, l, págs. 851 y sigts
propio de la pena penal, porque la merma patrimonial experimentada por el condenado grava a su grupo HJ Sobre la vigencia del sistema con arreglo al Código Penal Alemán de 1975, véaseJESCHECK, 73, Ul, págs.
familiar. Como destaca NOVOA, ll, 557, pág. 384, este reproche puede dirigirse a cualquier otra sanción 707 y sigts.; MAURACH-ZIPFF, 59, III, C, 35 y sigls., págs. 649 y sigts.
punitiva, pues el empobrecimiento provocado por una reclusión o relegación más o menos prolongada 142 RODRlGUEZ DEVESA, I, págs. 853 y sigts.
también afecta a la familia del sujeto. Como ya se ha dicho, supra. l, 2, V, el carácter personalísimo de la 143
NOVOA, II, 557, págs. 383 y 384
pena tiene limitaciones insoslayables. 144
lnfra, II, a).

752 753
DERECHO PENAL/ PARTE GE;'\ERAI / Enrique Cury Unúa
CAPiTULO XV/ LA PEC\A EN GENERAJ

los orígenes del "delincuente" -a la cual se da siempre por descontada- quizás no es


ejecutivamente; lo cual, si bien parece justificado en los casos de ocultamiento de bienes, no
determinada por la naturaleza de las cosas, sino por las particularidades de los sis- lo es en aquellos, más frecuenLes, en que el condenado simplemente carece de recursos.
temas socioeconómicos y de su manipulación. Este es un punto sobre el cual hJy
mucho que decir. Cuando la multa es convertida en reclusión y el condenado cumple con la priva-
En realidad, la multa es una medida punitiva imperfecta, como posiblemente ción de libertad equivalente, su responsabilidad penal se extingue conforme al art.
lo sea cualquiera que se imagine. Con todo, en el presente debe reconocérsele 93, Nº 2º, del C.P. y ya no podrá reclamársele el pago aunque más Larde mejore de
ventajas sobre muchas otras de las que se contemplan en nuestro derecho y en la fortuna. 146 Asimismo, si se ha producido la conversión y el reo paga la multa antes
gran mayoría de los contemporáneos. Es una tarea abierta la de mejorarla y asegu- de satisfacer completamente el lapso de reclusión resultante, debe devolvérsek de
rar su eficacia. inmediato la libertad y, además, rebapr del monto inicial de la pena la canudad
correspondiente al tiempo que permaneció privado de ella. 147
La caución presenta problemas de otra especie Lo que está en cuestión es, más bien, su
naturaleza penal. En efecto, resulLa difícil atribuirle ese carácter a una medida que hásica- En cambio, no debe imputarse al valor ele la multa el tiempo que el sujeto se ~a ~ncomra-
mente crea el riesgo de disminución patrimonial sólo para terceros ajenos a la ejecución del clo en prisión prevenLiva, 14~ aun cuando exisLen algunos casos en los cuales la J~nsprud:n-
hecho punible; pues, aunque prácticamente los casos en que se la otorga con garantía prendaria cia ha resuelto de otro modo. 149 A este respecto, más allá de las dudas que podnan susc~tar
o hipotecaria sobre bienes del propio reo pueden ser frecuentes, el sistema concibe esa alter- los arts. 26 del C.P y .503 del C. de PP, debe tenerse en cuema que el art. 49 del C.P ha sido
nativa como una excepción; la regla, según el art. 46 del C.P., es que la fianza sea personal y consagrado para un caso enteramente especial
afecte, con su amenaza, al inocente que la rinde. Por tal motivo, debe convenirse en que aquí
nos encontramos realmente frente a un recurso cautelar preventivo y no ante una reacción El sistema de conversión de la multa contemplado por la ley no es satisfactorio,
penal de índole retributiva. Esta conclusión es válida incluso respecto del único caso en el
cual la ley pretende imponerla como pena, para el delito de amenazas, en el art. 298 <lel C.P. porque reconduce a la imposición de penas cortas privativas de_ lib~rtad precisa-
Allí, en efecto, se la consagra con el objeto de precaver el peligro en que consiste el disvalor mente en el caso de los más desposeídos. A fin de e,~tarlo, las leg1slac10nes moder-
de resultado de las conductas tipificadas en los arts. 296 y 297 del C.P.; no para castigarlas. nas procuran transformarlo en un recurso de ultíma ratio, que sólo se aplica cuando
El comiso, por el contrario, satisface al mismo tiempo finalidades de prevención especial,
de retribución y de prevención general Pern como la ley acentúa las dos últimas, su natura- el condenado, contando con la posibilidad de satisfacer la multa, no la solventa.
leza punitiva está fuera de dudas. Naturalmente, la implementación de una fórmu1a de esa clase presenta problemas
prácticos que no es fácil resolver.

II. EFECTOS DE LAS PENAS PECUNIARIAS b) De conformidad con el art. 46, inc. segundo, del C.P., si el condenado a la
pena de caución "no presentare fiador, sufrirá una reclusión equ~valente a 1~ cuantia
En principio, los efectos de las penas pecuniarias son fáciles de precisar y se de la fianza, computándose un día por cada quinto de sueldo vital; pero sm poder
dedu.cen de su rr:lisma naturaleza. Tan sólo exigen alguna consideración aquellos en ningún caso exceder de seis meses".
casos en los cuales el sujeto no eslá en situación de satisfacer la multa o caución y, Corno, según se ha expresado, 150 la caución tiene un carácter más cautelar que pu~iüvo,
por tal motivo, es preciso convertir esas penas en una privativa de libertad, de con- su conversión participa en cierta medida ele esa naturaleza_. Debe en_tenderse que al SUJeto se
formidad con la ley. lo priva de libertad no tanto para castigarlo cuc1mo para evitar que e_iecute el mal ~ue se. tr~ta
de precaver O para asegurarse de que cumplirá su condena. Pero como la conno_tac10n aflictiva
es inseparable del encierro, la institución adqmere ~q~í un se_sgo mconvemente ..En tod~
a) Con arreglo al art. 49 del C.P., "si el sentenciado no tuviere bienes para satis-
caso, la imposición de la caución como pena e.s tan mfrecueme que el pro_blema care~e de
facer la multa, sufrirá por vía de substitución y apremio, la pena de reclusión, regu- significación práctica. En cambio, cobra una importancia eno~e e~ el_ amb1Lo pr_ocesal,
lándose un día por cada décimo de sueldo vital, sin que ella pueda nunca exceder donde la medida se encuentra estrechamente vinculada con la mstnuuón de la libertad
provisionaL 151
de seis meses. Queda exento de este apremio el condenado a reclusión menor en su
grado máximo o a otra pena más grave".
Al igual que en el caso de la multa, la presentación ulterior del fiador -o _la
Es discutible si el pago de 1a multa es obligatorio par'a el afectaclol 45 o si éste puede esco~ constitución de la garantía prendaria o hipotecaria suficiente, en su caso- pone fm
ger voluntartamente entTe pagarla o someterse a la privación de libertad alternativa prevista a la privación de libertad sustitutiva. Pero en este caso el monto de la caución no se
por el art. 49 del C.P. A mi _juicio, como el texto legal sólo autoriza la conversión cuando el
sentenciado no tiene bienes para satisfacer 1a multa, debe entenderse que en los demás casos el
pago es obligatorio y puede, en cbnsecuencia, ser perseguido mediante ejecución. Así, el 14é Así se"d;~;;~·~e expresamente en el~lerecho español. Cfr._ CO~DOBA RODA y ROD~IGCEZ MOURU.LLO,
que la privación de libertad constilL1ye un apremio debe entenderse más bien en el sentido n, págs. 475 y 476. Aunque nuestra ley permanece en silenc10 al respecto, la soluuon ha de ser la misma.
147
restringido de que tiene por objeto constreñir al pago cuando éste no puede obtenerse ETCHEBERRY, JT, pág. 222, _ .
1,d CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, H, págs. 475 y 476; M)VOA, JI, 559, pag. 387. Contra,

respecto a la situación en España, R0DR1GUEZ_ DEVESA, 1, pág. 899. ,. _- .


-------- -- --- 149 Véanse las senlencias chilenas y españolas relac10nadas en los textos a que se refiere la cita antenor.
145
RODRIGUEZ DEVESA, 1, págs. 896 y 897. lóO Supra, I, e)

m ETCHEBERRY, U, pág. 168

754
755
DERI,c.JfO PENAi. 1 PARTE GEC'ERAL / Enrique Cury l.'r;:úa

rebajará en la parte proporcional correspondiente al tiempo en que el condenado CAPÍTULO XVII


permaneció recluido; sólo se reducirá su duración.
DETERMINACIÓN DE LA PENA
III. EJECUCIÓN DE LAS PENAS PECUNIARJAS

La ejecución del comiso y la caución no presentan particularidades importantes.


La de la confiscación carece de regulación.
Por lo que se refiere a la de la multa, el tribunal dispondrá en principio su
pago total en el acto. Pero, atendidas las circunstancias, podrá, tanto en la senten-
cia como en el momento de ejecutarla, autorizar al afectado para pagarla por
parcialidades dentro de un límite que no exceda del plazo de un año. "El no pago
de una sola de las parcialidades liará exigible el total de la multa adeudada" (art.
70, inc. segundo C.P.).

En la ejecución de las multas se ha suscitado de hecho la cuestión relativa a si ella puede


§ 53. EL PROBLEMA DE LA DETERMINACIÓN DE LA
ser pagada por un tercero. 152 La respuesta debe ser negativa, en consideración al carácter PENA EN GENERAL
personahsimo de la sanción penal.
Determinar la pena significa precisar, en el caso concreto, la sanción que se impondrá
Finalmente, el art. 48 del C.P. consagra un orden de prelación para el cumpli-
a quien ha intervenido en la realización de un hecho punible como autor, instigador, cóm-
miento de las responsabilidades pecuniarias, cuando los bienes del culpable no son
plice o encubridor. Para el legislador la elección de un sistema que resuelva esta cues-
bastantes para cubrirlas todas. En él la multa ocupa el cuarto y último lugar.m
tión no implica solamente una decisión técnica. Presupone, por el contrario, la
adopción de un punto de vista político. Por eso en los apartados siguientes esos dos
aspectos del asunto tienen que ser discutidos someramente.

I. ASPECTOS POLITICOS EN LA DETERMINACIÓN DE LA PENA

Cuando el poder.político se encuentra concentrado por entero en una persona o


grupo de personas, para el gobernante constituye un arbitrio no sólo la decisión de
castigar, sino también la de cómo hacerlo. El resuelve lo que es delito -y, por consi-
guiente, punible- y de qué manera se Jo sancionará en el caso concreto. En tales
circunstancias, el problema sobre la forma en que se determina la pena no existe,
pues, en el caso dado, el sujeto sufrirá la que.disponga quien detenta el poder.
En el presente, un sistema de esta clase es más bien una abstracción teórica.
Pero, por una parte, históricamente fue muchas veces una realidad, y, por la otra, en
más de una ocasión los regímenes autoritarios contemporáneos aspiran a imponer-
lo, aunque la tradición jurídica y la atmósfera cultural imperantes les impiden adop-
tarlo de manera ilimitada. Hoy ningún tirano podría castigar desembozadamente
con tormentos atroces al que se opone a sus caprichos, aunque el peligro de abusos
disimulados permanece siempre latente.
Sea como fuere, con el triunfo de la idea según la cual sólo la ley aprobada por
un poder independiente puede señalar el castigo que padecerá quien comete un
152
hecho punible (nulla poena sine lege), 1 surge inevitablemente el problema de su
Cfr. NOVOA, II, 561, pág. 389, quien se pronuncia en el mismo sentido del texto
15
J Sobre los inconvenientes del sistema consagrado por el art. 48 C.P., especialmente en su inc. final, relativo
a los casos de concurso o quiebra, véase NOVOA, 11,561, pág. 389. 1
Supra, 7, l, a)

756 757
_ _ _ia!"'_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

DERECHO PENAL/ PARTE GENERA!./ E~rique Cury Urzüa


CAPÍTGLO XVII/ DETERMl',;\ClÓN Df; LA PEN,\

determinación. Porque, en efecto, por muy precisas que se propongan ser las ame-
tad política. Confiaron excesivamente en la seducción ejercida sobre los ideólogos por
nazas punitivas contenidas en la ley, nunca pueden llegar hasta el extremo de seña-
verdades científicas a las cuales suponían irredargüibles a inmutables, como podía
lar para cada conduela típica una sola posibilidad de sanción. Eso haría imposible la
creerse que eran las procedentes de las matemáticas, física y biología. Sin embargo,
inclivid-ualización, es decir, una consideración de las caraclerísticas concretas del he-
más de uno pasó por la amargura de presenciar la deformación de sus ideas por
cho real y de su o sus protagonistas. Por ello, hasta el sistema más rigido tiene que
gobiernos autoritarios que las emplearon de un modo descarado para justificar sus
consagrar marcos penales, esto es, un conjunto de alternativas graduales con límites
excesos. En cambio, tal vez ninguno percibió que, incluso en una sociedad democrá-
superiores e inferiores, al interior de los cuales el tribunal selecciona la pena que
ticamente organizada, creaban una visión distorsionada sobre el origen de la delin-
habrá de imponerse en el caso sometido a su decisión. La cuestión de cuán dilata-
cuencia y sobre la orientación que debe imprimirse a la resocialización.
dos y flexibles han de ser esos marcos, y de cuánta libertad se concede al Juez para
La reacción contra estos fenómenos se agudizó en el período de la segunda pos-
realizar su elección, constituye la piedra de toque de la discusión política en torno a
guerra, manifestándose en una vigorosa rehabilitación de los criterios liberales so-
la determinación de la pena.
bre los cuales descansaba el pensamiento c1ásico. No obstante, ya desde antes se
Para los hombres de la Ilustración, y para las ideas liberales que predominaron
abria paso una fórmula de compromiso que intentaba conciliar las exigencias de
en el pensamiento de los clásicos, 2 los marcos penales debían ser tan rígidos como
segulidad individual y de justicia con los propósitos de rehabilitación: la pena rela-
se pudiera y la capacidad del tribunal pare escoger alternativas lo más limitada
tivamenle indeterminada. Consiste en consagrar para cada delito un marco punitivo
posible. Además la pena que se irrogaba debía encontrarse precisamente determi-
amplio, dentro del cual, en el caso concreto, el tribunal determina una pena varia-
nada en la sentencia. Aparte del deseo positivo de preservar al individuo contra los
ble, fijando un mínimo y un máximo. Así, la cuestión relativa a cuánto tiempo
eventuales abusos del Poder Ejecutivo, este criterio descansaba en un juicio negati-
permanecerá el sujeto efectivamenle privado de libertad depende del éxito que ob-
vo sobre las actitudes del Poder Judicial, que durante largos periodos había estado
tengan los tratami~ntos resocializadores a que se lo somete durante ellos, cuya eva-
al servicio de las administraciones despóticas. En los Códigos Penales decimonónicos
luación periódica se confía al propio tribunal o a organismos especializados legal-
ese punto de vista se manifestó en una técnica para la determinación de la pena bien
mente establecidos. En todo caso, la reclusión nunca puede exceder del llmite supe-
inspirada pero defectuosa.-'
rior fijado para la pena en la sentencia.
Hacia fines del siglo XIX la irrupción del positivismo y el auge de las concepcio-
Tampoco este sistema ha conseguido, sin embargo, aceptación. Lo ha desplazado,
nes preventivo-especiales provocaron una reacción contra los sistemas imperantes.
más bien el del duplo bina,io, que combina penas determinadas con medidas de segu-
La concepción 11 médica 11 del dehncuente como un enfermo al que es preciso tratar
Iidad y corrección indeterminadas.'í Pero más allá de las formulas que intentan reali-
cumplió también una función política. Para la sociedad es cómodo trabajar con la
zar la síntesis entre las finalidades de retribución, prevención general y especial, diríase
idea de que los delincuentes son componentes anómalos de su estructura; tarados,
que hoy prevalecen en los Estados democráticos aquellas que subrayan la necesidad
a los que es preciso segregar y, si es posible, 11 curar 11 para acomodarlos a sus exigen-
de poner a salvo los derechos del individuo, constantemente expuestos a ser avasalla-
cias. Así, por una parte, se libera de sentimientos de culpabilidad sobre su respon-
dos por el poder de la administración. También en la doctrina -pese a los matices-ésa
sabilidad en la formación de las conduelas desviadas y, por la otra, cuenta con la
pareciera ser la dirección predominante. De todas maneras, los intentos que ahora se
posibilidad de incorporar a esa zona imprecisa un número creciente de sujetos disi-
hacen otorgan más confianza a los jueces que la que les dispensaban los clásicos.
dentes a los cuales se le concede la oportunidad de manipular valiéndose de una
Pues, aunque siempre sus facultades se limitan pare evitar abusos, las garantías ya no
excuse 11 piadosa 11 •
son tan estrictas como las exigidas por las concepciones liberales. A esto contlibuye,
Como es lógico, este criterio rechaza la existencia de marcos penales
desde luego, la introducción de una serie de innovaciones en la organización de los
preestablecidos en la ley y la imposición de una pena fija en la sentencia, pues el
11 tribunales, cuya desclipción escapa a los objetivos de esta exposición; pero, asimis-
tratamiento 11 debe prolongarse tanto más o menos cuanto sea necesario para la
mo, una variación de la atmósfera cultural que, a su vez, se apoya en las conquistas
recuperación del paciente .. El problema de la determinación de la pena, por consi-
históricas concretas obtenidas en la lucha por una judicatura independiente.
guiente, pierde gran parte de sus connotaciones técnico-jurídicas y se transforma en
una cuestión de diagnóstico sobre la peligrosidad. 4 Los términos de la medida im-
puesta, por otro lado, se precisan de una manera mucho más flexible, que, hasta II. LAS DISTINTAS TECNICAS PARA DETERMINAR LA PENA
cierto punto, facilita la tarea del tribunal.
Probablemente los promotores de esta concepción fueron inconscientes de sus a) El sistema clásico liberal para determinar la pena es técnicamente el más mi-
propias motivaciones y de los peligros que encerraba para la preservación de la liber- nucioso y complicado, como consecuencia lógica de su punto de partida. Se basa en
la fijación de marcos penales muy rígidos, en la división de las penas en grados cuya
Sobre ello, véase supra, 6, II, e).
Jnfra, ll, a).
extensión se precisa estrictamente, en una casuística exuberante de las circunstan-
--------·------~
lnfra, IT, b). 5
Supra, 1, lll, e), dd) e infrn, 55, IL

758
759
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL! Enrique Cury Urzlia
CAPÍTL;Lo XVTl / DETERMINACTON DE LA PENA

cias que pueden concurrir en el caso concreto y en una prolija reglamentación de § 54. LA DETERJVIINACION DE LA PENA EN LA LEY
las consecuencias que cada una de ellas provoca en la determinación de la sanción
aplicable. De este modo, se esfuerza por desterrar el arbitrio judicial hasta donde le
es posible, encerrando al tribunal en un juego de fórmulas matemáticas. I. GENERALIDADES
El resultado de todo esto es un procedimiento engorroso e inelástico, a cuyo inte-
rior es imposible o muy difícil para los Jueces apreciar las peculiaridades más finas del El sistema para la determinación de la pena prescrito por el C.P es, probable-
caso, que, sin embargo, muchas veces influyen sustancialmente sobre la magnitud de mente, uno de los aspectos en los cuales sus origenes clásicos se manifiestan con
la culpabilidad del acusado. Asimismo, les impide hacerse cargo de la personalidad más evidencia hasta el presente. En efecto, las reformas y leyes complementarias
del suieto y, por esta causa, adaptar la forma de ejecución a sus necesidades de que han intentado adecuar otros sectores de la normativa a la evolución del pensa-
resocialización. De esta manera el proceso de individualización es tosco, y la pena que miento político y científico apenas se han ocupado de éste, posiblemente porque
se impone, una pura consecuencia de cálculos mecánicamente efectuados. para alterarlo es necesario efectuar un ajuste completo que, como afecta a la deLer-
Es indudable que en esta forma la seguridad jurídica obtiene un nivel de res- minación de los marcos penales, abarca prácticamente a todo el ordenamiento pu-
guardo excepcional. Pero el costo al que se otorga esa garantía gravita pesadamente nitivo. Por eso, sólo se han preocupado de intentarlo aquellos proyectos que se
sobre las exigencias de retribución justa y prevención especial eficaz. Aun así, pue- proponían una reforma integral del C. P
de que, bien administrado, el sistema funcione tan correctamente como es posible,
por lo menos desde el punto de vista de las grandes cifras. Pero para el derecho La única ley que se ha ocupado del asunto en forma relativamente general es la
penal los casos límites constituyen, justamente, una piedra de toque. Si no es capaz Nº 17.266, de 6 de enero de 1970, destinada a evitar las consecuencias aberrantes
de solucionarlos satisfactoriamente, tiene que intentar correcciones destinadas a provocadas por la inelasticidad del sistema en lo concerniente a imposición de la
enfrentarlos con propiedad. pena de muerte. Aunque sus efectos beneficiosos se hicieron sentir de inmediato,
la legislación posterior los deterioró en parle, y hoy han perdido casi toda impor-
b) Para aquellas tendencias que en su momento abogaron por una pena absolu- tancia.
tamente 'indeteniünada, el problema técnico-jurídico de la determinación práctica-
mente no existe. Precisar la extensión de las medidas que deben imponerse al sujeto H. REGLAS GENERALES SOBRE DETERMINACIÓN DE LA PENA
no es una cuestión susceptible de ser resuelta a futuro. Por el contrario, sólo puede
apreciársela ex post facto, verificando la incidencia que han tenido en la evolución Con el objeto de posibilitar la operación del sistema matemático que consagra
del individuo para emitir un veredicto de hecho referente a su recuperación social. en esta materia, la ley en vigor contiene ciertas disposiciones destinadas a establecer
A causa de eso la ley puede y debe eximirse de consagrar reglas relativas al punto. una relación cuantitativa entre las penas. Son las siguientes:
La decisión ha de tomarse con arreglo a criterios naturalísticos extraídos, para cada
a) Como se ha destacado al examinar la naturaleza de las distintas penas, todas
caso, del informe pericial. Así, el sistema se desembaraza de marcos penales legal-
las que de entre ellas son divisibles -excepto las pecuniarias- están distribuidas en
mente prefijados y de toda la regulación enderezada a vincular la resolución del
grados. Con arreglo al art. 57 del C.P, cada uno de dichos grados constituye una
tribunal.
pena distinta. Así, cuando a un delito se lo casliga, por ejemplo, con presidio menor
c) Con la reivindicación de la pena legalmente determinada -o, a lo sumo, rela- en sus grados medio a máximo (dos grados), debe entenderse que su marco puniti-
tivamente indeterminada- la técnica jurídica para la precisión de la sanción en el vo está compuesto por dos penas diferentes: presidio menor en su grado medio y
caso concreto recupera su importancia. Lo corriente ahora, sin embargo, es eludir la presidio menor en su grado máximo.
rigidez de los sistemas clásicos. La ley consagra de nuevo marcos penales, pero su
b) Por otra parte, si el marco está compuesto por dos o más penas distintas,
extensión es superior a la habitual en los Códigos de factura tradicional. Se abando-
"cada una de éstas forma un grado de penalidad, la más leve de ellas el mínimo y
na la división en grados y la fatigosa enumeración de circunstancias modificatorias,
la más grave el máximo 11 (art 58 C.P.). De esta manera cuando la sanción de un
así como la complicada reglamentación de sus consecuencias. La ley se limita, pues,
delito es, verbigracia, presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo
a orientar la decisión del tribunal, señalándole los factores a los cuales debe atender
calificado, el marco penal consta de tres grados: el más benigno, presidio mayor
para pronunciarla, pero abandonando a su arbitrio la evaluación de cada uno de
en su grado máximo; el siguiente, presidio perpetuo, y el más severo, presidio
ellos. Con esto, como se ha dicho, 6 se persigue el delicado equilibrio entre las exi- perpetuo calificado. 7
gencias de seguridad jurídica e individualización justa.

,; Supra, L ETCHEBERRY, ll, pág. 172, sinte~iza las dos reglas precedentes medianle la formula "cada pena es un
grado y cada grado es una pena".

760 761
UERECHO PLNAL I PARTE GENERAL I Enrique Cury L1raua
CAPJTULO X\1111 DETEf!.MlNAc.J(Jr,.; DE 1.A PENA

e) Las penas se encuentran agrupadas en el art. 59 del C.P en cinco escalas ne rebajar la pena un grado, la que se ha de aplicar es prisión en su grado máximo.
graduales (esto es, ordenadas por grados) destinadas a precisar la relación de grave- e) Cuando 11 se designan para un delito penas alternalivas, 12 sea que se hallen com-
dad que existe entre ellas (especialmente si son distintas) para señalar al tribunal de prendidas en la misma escala o en dos o más distintas, no estará obligado el tribunal
cuáles puede echar mano cuando, debiendo subir o descender más allá de los lími- a imponer a todos los responsables las de la misma naturaleza" (art. 61, Nº 3° C.P).
tes de la prefijada al dehto de que se trata, deba sobrepasar también las fronteras de Así, cuando un sujeto induce a otros dos para que causen a su enemigo común
la extensión total de ella. Aunque no de manera estricta, la ordenación se ha efec- lesiones del art. 399 del C.P. (menos graves), es posible que el inductor sea conde-
tuado teniendo en cuenta la naturaleza de las sanciones. 8 Así pues, 11 en los casos en nado a presidio menor en su grado mínimo, uno de los coautores a relegación menor
que la ley señala una pena inferior o superior en uno o más grados a otra determina- en su grado mínimo y el segundo a una pura multa de once sueldos vitales.
da, la pena mferior o superior se tomará de la escala gradual en que se halle com-
prendida la pena determinada" (art. 77, inc. primero C.P.). Ahora bien, si tratándo- D Inversamente, si las penas señaladas al delito son copulativas, 13 se aplicarán
se de las escalas 2 y 3, no hubiere pena superior, se impondrá el presidio perpetuo una y otras a todos los responsables; 11 pero cuando una de dichas penas se impone
(art. 77, inc. segundo C.P., en relación con el art. 59), pero cuando se tratare de la al autor de crimen o simple delito por circunstancias peculiares a él que no concu-
escala número I prevista en el art. 59, se impondrá el presidio perpetuo calificado; rren en los demás, no se hará extensiva a éstos 11 (art. 61. Nº 4° C.P). En esta dispo-
en el caso de las dos escalas restantes, las inhabilitaciones absolutas o especiales sición la expresión autores no se encuentra empleada en sentido eslricto, sino que
perpetuas se agravarán con la reclusión menor en su grado medio, que se impondrá se le atribuye, más bien, el de intervinientes en el hecho punible. Por consiguiente, el
conjuntamente con ellas (art. 77, inc. cuarto C.P). 9 Por la inversa, 11 faltando pena calificado personalmente a que se alude en ella podría también ser un inductor, un
inferior se aplicará siempre la multa 11 (art. 77, inc. tercero C.P)_, que 11 se considera cómplice o, incluso, un encubridor -puesto que la ley también quiere tratar a estos
como la [... 1inmediatamente inferior a la última en todas las escalas graduales 11 (art. últimos como partícipes.
60, inc,. primero C.P.). La misma regla tiene también lugar cuando con arreglo a la
ley deberían imponerse las penas de inhabi1iLación o suspensión, pero éstas no son
aplicables en el caso concreto (art. 61, Nº 5º, que además reitera lo establecido por UI. FACTORES QUE INTERVIENEN EN LA DETERMINACIÓN DE
el 77, inc tercero y el 60, inc. primero C.P.)_10 LA PENA Y SU INFLUENCIA EN ELLA
d) De conformidad con lo que se ha expuesto, y según se deduce de lo los factores generales que de acuerdo con el derecho vigente influyen en la
preceptuado por los Nºs 1° y 2° del art. 61 del C.P, el tribunal buscará la pena deLerminación de la sanción a imponer en un caso concreto son cinco: Ia pena seña-
aplicable al caso recorriendo la respectiva escala gradual. Cuando la ley le impone lada por la ley al delito de que se lrata; la etapa de desarrollo en que se encuentra el hecho
hacer rebajas respecto de un marco penal que contiene penas compuestas, debe punible; la clase de intervención que ha correspondido al reo en ese hecho; las circunstan-
hacerlas desde el mínimo (art. 61, Nº 2°) En cambio, es discutida la forma en que cias modijicat01ia..-; de responsabilidad criminal que concurren, y la mayor o menor exten-
han de efectuarse, en el mismo taso, los aumentos de grado por sobre los límites del sión del mal producido por el delito. Además, la ley ofrece unos criterios especiales
marco. 11 Una parte de la jurisprudencia estima que deben ser realizados a partir del para la individualización de la multa.
grado máximo de la pena compuesta. Otros fa11os, por el contrario, consideran que
en tales casos debe ser elevado cada uno de los grados que componen el marco a) La pena señalada por la ley al delito
penal. Esta última opinión es la correcta.
De acuerdo con ello, cuando la ley ordena aumentar en un grado la pena de un El punto ele partida para la determinación de la pena concreta que se impondrá
delito cuyo marco penal es, por ejemplo, presidio menor en cualquiera de sus gra- a los intervinientes en un hecho delictivo no puede ser sino la que la ley consagra en
dos, resulta un nuevo marco punitivo también compuesto, esto es, presidio menor abstracto para el delito de que se trata. Esto es una consecuencia lógica del princi-
en su grado medio a presidio mayor en su grado mínimo. Sólo haría excepción a pio nulla poena, que, por otra parte, se deduce de lo preceptuado en el art. 50 del
esta forma de ejecutar el cómpulo el arl. 68, inc. cuarto, que de manera expresa C.P Para establecer cuál es esa pena, que servirá de base a todo el proceso de indi-
habla de imponer la pena 11 inmediatamente superior en grado al máximo de los vidualización posterior, deben tenerse en consideración las calificantes o privilegiantes
designados por la ley'1. En cambio, si en una situación como la del ejemplo se dispo- concurrentes; en cambio, las simples agravantes o atenuantes no afectan su configu-
ración y sólo actúan cuando ya está fijada. 14
NOVOA, 11,568, pág. 401
NOVOi\, IT, 568, pág. 404 ll Supra, 47, \,'. d)
Jü Sobre algunas situaciones excepcionales qcie sr plantean en rdación con la ausencia de pena inferior, 11
Tdem.
véase ETCHEBERRY, Il, pág. 173. 14
Sobre ello. con <lewlle, ETCHEBERRY, TI, págs. 174 Y 175. Respecto a la dislinción entre calificantes,
11
Sobre ello, con detalle y jurisprndencia, KOVOi\, II, 568, pág. 402, cuya solución se acoge en d texro. privilegiantes, agravantes y atenuantes, véase supra, 31, ll, e)

762 763
DERECHO PE'.',JAL / PARTl' GENERAL/ Enrique Cury Urzúa CAPITULO XV!!/ D\'TERMlC'lAC!Ot\ DE LA PENA

b) Etapa de desarrollo del delito d) Las circunstancias modificatorias de la responsahilidad penal

Con arreglo a lo preceptuado por el art. 50, inc. segundo del C.P. "siempre que La influencia de las circunstancias modificatorias de responsabilidad en la deter-
la ley designe la pena de un delito, se entiende que la impone al delito consumado minación de la pena está regulada por un complicado conjunto de disposiciones,
-y, concretamente, a su autor (art. 50, inc. primero)..:... Al autor de crímen o simple cuya sistematización es difícil de intentar. 10 Algunas de ellas tienen carácter general,
delito frustrado corresponde la pena inmediatamente inferior en grado a la señala- al paso que otras dependen de la composición del marco penal básico establecido
da por la ley para el crimen o simple delito (art. 51 C.P), y al de tentativa, la por la ley para el delito de que se trata. En los apartados siguientes se exponen
inferior en dos grados a ella (art. 52, inc. primero). Las faltas, de conformidad con separadamente unas y otras.
lo dispuesto por el art. 91 del C.P., sólo se castigan cuando han sido consumadas.
El cómputo de las rebajas establecidas para los casos de frustración y tentativa se aa) Reglas generales
practica de acuerdo con lo dispuesto en el art. 61, Nºs lº y 2º.1'.i
Estas normas generales no reciben aplicación cuando el delito frustrado y la 1) Aunque la ley no lo dice expresamente, de su contexto se desprende que, en
tentativa se encuentran especialmente penados por la ley (art. 55 C.P.) El detalle de general, las circunstancias atenuantes producen efectos más intensos que las
tales casos pertenece al examen de la Parte Especial. 16 agravantes. Efectivamente, mientras aquéllas pueden llegar a determinar atenuacio-
nes de hasta tres grados (art. 73 C.P.), éstas sólo en casos muy especiales provocan
agravaciones de uno. Esta valoración diferenciada que se desprende del texto legal
e) La clase de intervención en el hecho
debe ser tenida en cuenta cuando se exige realizar evaluaciones al intérprete.
Tal como ya se ha destacado en el apartado anterior, la pena sefialada por la ley
2) Hay circunstancias agravantes que no producen el efecto de aumentar la pena,
al delito es la que corresponde a los autores (art. 50, inc. primero C.P), entendiendo
de conformidad con lo preceptuado por el art. 63 del C.P Los casos a que se refiere
por tales todos los enumerados en el arL. 15 del C.P., que incluye a los inductores, y
dicha disposición son los siguientes:
no sólo a quienes lo son en sentido estricto.17 A los cómplices de crimen o simple
delito debe imponerse la pena inmediatamente inferior en grado a la señalada por la 1
2 ) Aquellos en los que la circunstancia agravante constituye por sí misma un
ley para el crimen o simple delito (art. 51 C.P.), y a los encubridores, la inferior en delito especialmente penado por la ley. Con arreglo a lo que aquí se ha expresado, 21
dos grados (art. 52, inc. primero C.P.). También estas rebajas se realizan según lo existe una situación en la que siempre ocurre de esta manera: el art. 12, Nº 14,
preceptuado en los Nºs. 1° y 2° del art. 61. Asimismo, es aplicable a esta normativa segunda parte, esto es, cometer el delito después de haber quebrantado una conde-
general la cláusula de excepción contenida en el art. 55 del C.P 18 na. El quebrantamiento, en efecto, constituye el delito a que se refiere el art. 90 del
Respecto al cómplice de una falta, el art. 498 del C.P. dispone que se lo castigue C.P. y, por consiguiente, no puede ser tomado en consideración para exasperar la
11
con una pena que no exceda de la mitad de la que corresponda a los autores 11 • Los sanción del nuevo hecho punible, porque ello implica una violación del principio
encubndores de faltas, en cambio, no son punibles, de conformidad con lo que se non bis in ídem. 22 Esta situación, que significa privar de eficacia a la circunstancia
deduce de este mismo precepto y del art. 17 del C.P. 1" agravante, carece en la práctica de importancia. En cambio, la primera hipótesis del
Las reglas relativas al castigo de las distintas clases de intervención en el hecho art. 63 cobra realmente interés respecto de otras causales de agravación que sólo en
deben combinarse, para su aplicación en el caso concreto, con las que se refieren a determinados casos concretos pueden asumir la forma de un delito especialmente
la punibilidad de sus diferentes etapas de ejecución Para ello simplemente se su- penado por la ley, como, por eiemplo, en el caso del art. 12, Nº 3°, en relación con
man las rebJjas correspondientes. Asi, al cómplice de un delito frustrado corres- los delitos de incendio y estragos, en el del Nº 4º con cualquier otro delito configu-
ponderá una pena inferior en dos grados a la establecida en la ley para el hecho rado por el mal suplementario o en el del Nº 9º respecto al delito de injurias. En
punible de que se trate, y al encubridor de una tentativa, la inferior en cuatro grados todas estas situaciones la agravante se excluye y el delito que perfecciona entra en
(arts 50 a 54 C.P.) concurso con aquel cuya pena debía aumentar. 23

lcJ Véase, al respecto, NOVOA. ll, 570, págs. 406 y sigLs.


15
Supra, II, d) Supra, 33, 11, e), cld).
1t Una ojeada a tales situaciones en el C.P. ofrece ETCHfBfRRY. TI, págs. 176 y 177. Actualmente es frecuen- 22
Así, ETCHEBERRY. 11, pág. 179; GARRlDO, T. 22, Vll, a), págs. 317y 318; POT.TTOFF-ORT!Zycolabora-
te encontrarlas en leyes especiale'.> dores, T, pág. 251. Conlra, NOVOA, 11, 401, págs. 91 y 92 y 414, pág. 114.
17 Sobre ello, véase supra. 38, 1, e). ce). 21
En el mismo sentido, ETCHEBERRY, 11, pág. 179; GARRlDO, l, 22, VII, a), pág. 318; POLITOFF-ORflZ
16
Los casos de excepción mas significativos que establece el C.P. pueden consultarse en ETCHEBERRY, 11, y colaboradores, I, pág. 3'51. Dudoso, en cambio, NOVOA, H, 414, pág. 114, quien parece inclinarse por
pág. 178.l estimar "erróneo a innecesario este primer caso a que se refiere el art. 63". Este es también el punto de
1
~ Véase,,sohre ello, supra, 39, b). vista de LABATUT, !, 243, pág. 273

764 765
DERECHO PENAL/ PARTE CENERAL / Enrique Ct,ry Urzúa CAPÍTLLO XVII/ DETERMJ:-;ACJÓN llE LA PENA

2 11 ) Los casos en los cuales la ley haya expresado la circunstancia agravante al empresa que la ha defraudado, alegando que, atendida su posición, no podía sino cometer el
delito abusando de la confianza que se le dispensaba. Lo que ocurre es que, al concebir esLas
describir y penar un delito. Las hipótesis en que esto ocurre son relativamente nu- agravantes, la ley ha presupuesto :"u concurrencia obligada en lodo hecho en el que inter-
merosas, pues, al describir circunstancíadamente las figuras punibles, el legislador venga quien es portador de la calificación personal, manifesLando implícitamente su volun-
suele incorporar a ellas referencias expresas a causales de agravación. Así, la rela- tad de que, aun así, surta efectos. 26
ción parental, agravante del art. 13 del C.P, se encuentra en el tipo del parricidio
3) la comunicabilidad de las circunstancias atenuantes y agravantes se encuen-
(art. 390 C.P); el escalamiento, del art. 12, Nº 19, en el de robo con fuerza en las
tra regulada por el art. 64 del C.P Con arreglo a esa disposición, únicamente las
cosas de los arts. 440 Nº 1° y 442 Nº 2°; la comisión del delito en lugar destinado al
circunstancias objetivas se comunican a los intervinientes que tuvieren conocimiento
ejercicio de un culto permitido en la República (art. 12, Nº 17), en la descripción
de ellas antes o en el momento de la acción o de su cooperación para el delito. las
del hecho punible a que se refiere el art. 139, Nº 1° del C. P, etc.
subjetivas, en cambio, atenúan o agravan 11 la responsabilidad de sólo aquellos auto-
2 111 ) Por último, aquellas situaciones en que la circunstancia agravante es de tal res, cómplices o encubridores en quienes concurran 11 • Ya se ha discutido la signifi-
manera inherente al delito que sin la concurrencia de ella no puede cometerse. Esto cación de esta norma para el problema de la comunicabilidad en general, 27 así como
puede ocurrir en dos grupos de hipótesis. lo que se ha de entender por circunstancias objetivas y subjetivas. 28
En primer lugar, existen casos en los cuales la inherencia de la agravante a la
4) Las reglas que se darán en segurda sobre el efecto de las circunstancias
realización del hecho punible se encuentra implícita en el tipo penal, aunque no se
modificatorias en la determinación de la pena deben entenderse sin perjuicio de
la haya incorporado expresamente a su descripción. Así, por ejemplo, la ejecución
aquellos casos en los cuales la ley les atribuye uno distinto. Esto ocurre, por ejem-
de un infanticidio (art. 394 C.P) supone la alevosía, ya que, en atención a las carac-
plo, en el art. 72 del C.P respecto de la atenuante de minmidad y de la agravante
terísticas del sujeto pasivo, el autor no puede sino obrar sobre seguro. De la misma
que consagra para el adulto cuando actúa con un menor de dieciocho años; en el
forma, la violación propia (an. 361 Nº 1º) involucra el abuso de la superioridad de
art. 400 respecto de las agravantes al!I mencionadas, y en el art. 44 7 en relación a
sexo del arl. 12 Nº 6°. La diferencia entre estas situaciones y aque11as de que se trata
las circunstancias agravantes específicas del huno a que se refiere. En lo demás, son
en el apartado precedente radica, pues, únicamente en el hecho de que en aquéllas
válidas para toda circunstancia modificatoria, sean genéricas o especificas.
la inclusión de la circunstancia agravatoria al Lipa es expresa.

Es dudoso, por eslo, a cuál de ambos grupos debe adscribirse la inherencia de la agravan- bb) Reglas que dependen de la composición del marco penal básico
te contemplada en el art. 12, Nª 8ª ( 11 prewlerse del carácLer público 11 ) en los delitos funcio- establecido por la ley para el delito
narios tipificados en el Tílulo V del Libro II del C.P. y en los atenlados comelidos por funcio-
narios públicos contra los derechos garantidos por la Constitución (párrafo 4 del Tüulo ITI
del Libro TI C.P.). ETCHEBERRY los cita entre los ejemplos del caso previsto por el art. 63. los preceptos correspondientes se encuentran contemplados en los arts. 65 a 68
inc. primero, segunda parte. 2+ A mi juicio, en cambio, pertenecen más bien a los que se están del C.P El art. 68 bis, por su parte, da una regla común a todos ellos, y en el art. 69,
tratando aquí (art. 63, inc. segundo), porque en realidad los lipos respecLivos no exigen primera parte, se contiene un precepto complementario.
expresamente que el funcionario se prevalga de su carácter púhlico, pero lo presuponen
En primer lugar, cuando la ley señala una sola pena indivisible, el tribunal debe
En segundo término, también deben considerarse aquí los casos en que la inhe- aplicarla sin consideración a las circunstancias agravantes que concurran en el he-
rencia de la agravante a la ejecución no está implícita en el tipo legal, pero deriva de cho. En cambio, si hay dos o más circunstancias atenuantes y no concurre ninguna
las circunstancias concretas en que se comete el delito, pues el autor no tiene otra agravante, podrá aplicar la pena inmediatamente inferior en uno o dos grados (art.
forma de perpetrarlo sino configurándola." De este modo, por eiemplo, cuando el 65 C.P)
autor se propone dar muerte a una criatura de pocos meses, no puede hacerlo sino
La disposición, a diferencia de todas las restantes, no establece un sisLerna de compensa-
con alevosía. ción racional de atenuanles y agravantes para el caso en que concurran unas y otras. Esto,
que pudiera parecer una laguna, responde, sin embargo, a la voluntad de la ley e, incluso, de
El efecto de la agravante no puede excluirse por esLa razón cuando e11a se encuentrn su autor. Lo primero se deduce, sin más, del contraste enlre .al art. 65 y los tres siguientes. Lo
fundada en una característica personal del autor. Así, el reincidente no puede pretender que, segundo, ele la evolución experimentada por el precepLo, e,:h el cual no se inLrodu_jo el siste-
atendidas las circunstancias concreLas, él no puede sino cometer el deliLo en calidad de tal. ma no obstante la reforma de que fue objeto en 1972. La cuestión tiene importancia prácti-
Lo mism_o es válido para las agravantes que en pane se basan en una cualidad personal y en ca, pues, si bien la primera parte del articulo priva ele eficacia directa a las agravanles en la
parle en una determinada actitud subjetiva del agente, si esta última ha concurrido en el delerrninación de la pena-como, en realidad, no podría sino hacerlo-, luego se la atribuye
hecho. Por tal molivo, no puede asilarse en el art. 63, inc. segundo, el foncionario de una de manera relativa, en cuanto su concurrencia obsLa a la posibilidad de efectuar la rebaja
prevista en la parle final.
2
-+ ETCITEEERRY, 11, pág. 180. - -- --------
2
25
En contra, NOVOA, 11, 414, págs. 115 y 116, quien ex.Liende la eficacia del art. 63, inc. segundo, única- r, Otra opinión en POLITOFF-ORTlZ y colaboradores, 1, pág. 353.
rneme a las hipótesis contempladas en el primer gmµo de casos a que se refiere el lexto. De acuerdo, en n Supra, 40, III.
26
cambio, ETCHEBERRY, II, pág. 180; GARRlDO, T, 22, lll, a). págs. 318 y 319. Supra, 33, 1, e).

766 767
DERECHO PENAL / PAl<'I E G),NERAL / Enrique Cury Urzüa
CAPÍTULO XVII/ DETERMlNACJÓN DE LA PENA

En segundo lugar, cuando la ley señala una pena compuesta de dos indivisibles y no
bién en esta hipótesis recibe aplicación la norma sobre compensación racional de
acompafian al hecho circunstancias atenuantes nj agravantes, puede el tribunal im-
atenuantes y agravantes cuando concurren conjuntamente (art. 68 C.P.).
ponerla en cualquiera de sus grados. Cuando sólo concurre alguna circunstancia
Sin perjuicio de todo lo expuesto, en cualquiera de las situaciones examinadas
atenuante, debe aplicarla en su grado mínimo, y si, habiendo una agravante, no
precedentemente el tribunal puede imponer la pena inferior en un grado al mínimo
concurre ninguna atenuante, la impondrá en su grado máximo. Siendo dos o más
de la señalada al delito si en el hecho concurre sólo una atenuante muy calificada
las circunstancias atenuantes sin que concurra ninguna agravante, podrá imponer
(art. 68 bis). Con arreglo a lo que ya se ha dicho, 33 el carácter calificado de la ate-
la pena inferior en uno o dos grados al mínimo de los señalados por la ley, según sea
nuante se decide en concreto, atendiendo a las particularidades de la situación fáctica
el número y entidad de dichas circunstancias. Por último, cuando concurren ate-
sobre la cual se la construye. Por consiguiente, cualquiera de ellas lo será en el caso
nuantes y agravantes, el tribunal debe compensarlas racionalmente, graduando e1
dado cuando así lo resuelve el juez. 34
valor de unas y otras, luego de lo cual aplicará la pena con arreglo al resultado
Como ha podido verse, cuando concurren varias atenuantes y ninguna agravan-
obtenido y a las reglas precedentes (art. 66 CP)
te, los arts. 65, 66, 67 y 68 permiten rebajar la pena por baJo de los límites contem-
En tercer lugar, se contempla el caso en que la pena señalada al delito es un grado
plados en el marco penal respectivo. De acuerdo con el criterio prevalente en la
ele una dívisible. Cuando en tal caso no concurren circunstancias atenuantes ni
doctrina, es facultativo para el tribunal hacerlo. 35 Ello se deduce, desde luego, del
agravantes en el hecho, el tribunal puede recorrer toda la extensión de dicho grado
empleo del ;erbo 11 poder\ que, con arreglo a su sentido, implica sólo una potestad
al imponerla. Si concurre sólo una atenuante o una agravante, la aplicará en el
y no un imperativo; asimismo, de la historia de la ley, pues los redactores del CP.
primer caso en su mínimum y en el segundo en su máximum, para la determina-
introdujeron modificaciones a la redacción del modelo espafiol, cuyo Lexto imponía
ción de los cuales se divide por mitad el período de duración de la pena, entendien-
realmente la reducción de la pena; por último, del contexto legal, ya que cuando se
do que la más alta de esas partes constituye el máximum y la más bap el mínimum.
han querido establecer atenuaciones imperativas, se lo ha hecho en forma expresa y
Siendo dos o más las circunstancias atenuantes y no habiendo ninguna agravante,
clara, como ocurre, por eiemplo, en el art. 72, inc. primero, o en los arts. 51 a 54 del
podrá el tribunal imponer la inferior en uno o dos grados, según sea el número y
CP En algunas ocasiones aisladas la jurisprudencia ha acogido la opinión adversa,
eritidad de dichas circunstancias; en el caso inverso puede, a su vez, aplicar la pena
de conformidad con la cual la rebaja debe hacerse en todo caso, pues sólo su monto
superior en un grado. 29 Concuniendo atenuantes y agravantes, rige la regla sobre
sería facultativo. Sin embargo, ahora tiende a uniformarse en torno a la interpreta-
compensación racional de las mismas (art. 67 CP).
ción defendida aquí. 16
La división de la extensión de un grado para eslablecer el máximum y el rrúnimum suscita Por lo que se refiere a la regla sobre compensación de atenuantes y agravantes,
algunos problemas. En primer lérm.ino, es obvio que cuando ella eslá compuesta por años y contenida en los arts. 66, 67 y 68 del CP., debe enfatizarse su carácter raciona!,
días, será necesario reducir aquéllos a éstos para poder efectuarla. Al hacerlo debe operarse
expresamente destacado por dichos textos legales. No se trata, por consiguienLe, de
con años normales, de 365 días, desenlendiéndose de los bisiestos, puesLo que su ocurren-
cia duranLe el período de ejecución <le la pena es imprevisible.'º Por otra parte, puede suce- una pura sustracción aritmética. Las circunstancias concurrentes deben apreciarse y
der que el número de días comprendido por la ex.Lensión sea impar. En Lal evento, la única compararse tanto en su fundamento axiológico abstracto como en el concreto extraí-
solución posible consiste en formar el máximum y el mínimum realizando normalmenLe la do de una evaluación de los hechos sobre los cuales descansan. En relación con el
división y despreciando la mitad de dia resultante enLre ambos, pues en esle lipo de plazos
sólo pueden computarse días complelos y no es admisible el complemento de la fracción.-' 1 primero, el Juzgador debe recordar, además, que para la ley las atenuantes tienen,
por lo general, mayor poder modificatorio de la responsabilidad que las agravantes.
Cuando, por último, la pena señalada por la ley consta de dos o más grados, Pero éste es sólo un punto de partida para el cálculo compensatorio, y en el caso
cualquiera sea la forma en que está compuesta, el tribunal al aplicarla puede reco- dado puede no resultar decisivo. Así, atendidas las circunstancias, cuando en una
rrer toda su extensión, si no concurren en el hecho circunstancias modificatorias de situación concurren, por ejemplo, dos atenuantes y dos agravantes, el tribunal pue-
la responsabilidad. Habiendo una sola circunstancia atenuante o agravante, no apli- de darlas todas por compensadas, excluyendo sus efectos modificatorios respecti-
cará en el primer caso el grado máximo ni en el segundo el mínimo. Si son dos o vos; o compensar las dos agravantes con una sola de las atenuantes o las dos ate-
más las atenuantes y no hay agravantes, el tribunal podrá imponer la pena inferior nuantes con una sola de las 3:gravantes.
en uno, dos o tres grados al mínimo de los señalados por la ley, según sea el número De acuerdo con el art. 69 del CP, una vez precisado el grado de pena que se
y entidad de dichas circunstancias; en la situación inversa, en cambio, podrá aplicar impondrá al sujeto, el juez determinará la cuantía exacta del castigo, atendiendo, en
la inmediatamente superior en grado al máximo de los designados por la ley. 12 Tam-
1
' Supra, 31, 11, e).
34
29
Véase supra, TT, d) ETCHEBERRY, II, pág. J83 y 184; POLITOFF y colaboradores, l, pág. 370. Olra opinión en NOVOA, Il,
30
ETCHEBERRY, ll, pág. 188 570, pág. 407, nota 13.
1
ETCHEBERRY, ll, págs. 188 y 189, con detalle y ejemplos. Ülra opinión en l.AB/\TCT, l, 243, pág. 275 ·, ETCHEBERRY, TT, págs. 185 y sigts., con detalle; LABATUT, I, 276. pág. 428; NOVOA, ll, 570, pág. 408;
2 POUTOFP y colaboradores, l, pág. 360.
' Sobre esta solución, que tiene carácLer excepcional, véase supra, II, d).
-'t ETCHEBERRY, D.P.]., Tll, 227, págs. 287 y sigts.

768
769
,,!"
,,
f.,
~
DJ:'.11.J__;CIJU PENAL/ PARTE G0.NERI\L / Enrique Cury Urzli"

primer lugar, al número y entidad de las circunstancias atenuantes y agravantes. Esto


CAPÍTULO XVIII
significa, pues, que las circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal
concurrentes en el hecho deben ser consideradas por segunda vez; pero en esta
ocasión mediante una apreciación global que las evalúa haciéndose cargo de sus
EL QUEB~TAMIENTO DE PENAS
relaciones recíprocas en el contexto de la situación enjuiciada unitariamente. Con YLA COMISION DE UN NUEVO, DELITO
ello es posible que nuestro antiguo texto legal se apr¿xime de manera intuitiva al
tipo de valoraciones exigido por la teoría normativa de la culpabilidad 37 DURANTE LA EJECUCION
e) Extensión del mal producido por el delito

Finalmente, también con el objeto de determinar la cuantía de la pena dentro de


los límites de cada grado, el art. 69, segunda parte del C.P, dispone que se atienda "a
la mayor o menor extensión del mal producido por el delito". Cuando la lesión o
peligro en que consiste el resultado externo del hecho punible admite graduación,
aquí debe ser considerado, en primer lugar, su nivel (así, por ejemplo, la cuantía de la
§ 55. QUEBRANTAMIENTO DE PENAS Y DELINQUIMIENTO
estafa, la malversación, los estragos o los daños). Asimismo, ·tienen que tomarse en
cuenta las otras consecuencias dañosas causadas directamente por la conducta san- DURANTE LA CONDENA
cionada, aunque no formen parte del tipo respectivo38 (muerte del bombero ocasiona-
39
da por el incendio, descrédito de la víctima provocado por las injurias, entidad del
I. EL QUEBRANTAJ\1IENTO DE PENAS
perjuicio patrimonial experimentado por el tenedor del cheque sin fondos, etc.).
Quebranta la pena a que ha sido condenado qclien no la cumple total o parcialmente,
f) Determinación de la multa no obstante concurrir los presupuestos procesales que lo obligan a ello.
De acuerdo con este concepto, el quebrantamiento ocurre tanto cuando el
El sistema expuesto no se adecua a la individualización de la multa a causa de sujelo se sustrae por completo a la ejecución de la pena, como cuando principia a
que no se encuentra dividida en grados ni será posible hacerlo en una forma razo- cumplirla, pero cesa de hacerlo antes de completarla (fuga, interrupción de los
nable. Por tal motivo, el art. 70, inc. primero del C.P, dispone que en su aplicación pagos de la multa fraccionada, realización de actos propios de la profesión titular
11
el ·tribunal podrá recorrer toda la extensión en que la ley permite imponerlas\ sobre la cual recae la inhabilitación o suspensión, etc.). En el primer caso, el
señalándole sólo dos criterios de orientación para determinar su cuantía: el primero quebrantamiento presupone la existencia de una sentencia firme. No lo es, por
de ellos son las circunstancias atenuantes y agravantes del hecho, cuya importancia consiguiente, el de quien se fuga mientras se encuentra detenido o en prisión
en este caso tiene que ser evaluada por el juzgador de una manera más libre y preventiva o el del liberto provisional que incumple las obligaciones impuestas
semejante, hasta cierto punto, a la prescrita por el art. 69; el segundo -al cual la por su situación jurídica.
norma, sin embargo, atribuye prevalencia- es "el caudal o facultades del culpable", Según se ha expresado, el quebrantamiento constituye un delíto sui géneris que
esto es, su capital y su capacidad de generar rentas o ingresos. Con esta fórmula, el atenta contra la eficacia de las decisiones judiciales, 1 al cual, con una técnica legis-
vieJo Código español intentó, anticipadamente, paliar la relatividad de los efectos lativa defectuosa, se ha enqmstado en la Parte General del C.P La fórmula procede
de la sanción pecuniaria. 40 de los modelos españoles, de los cuales desapareció en 1932, porque, con buen
acuerdo, 1 la figura fue trasladada al lugar que le correspondía en la Parte Especial.
A mi juicio, el orden en que aparece dispuesto el precepto no obedece a consideraciones
esliltstícas, silo sustantivas. La ley dispone que el juez se haga cargo primero de las circuns- Fundamentalmente, el quebrantamiento está contemplado en el art. 90 del C.P,
tanc~as atenuanles y agravantes concurrentes para determinar el nivel de disvalor que se ha que regula sus consecuencias atendiendo a la naturaleza de la pena cuyo cumpli-
manifestado en el hecho. Luego exige que, para adecuar a ese disvalor el de la multa se
miento se ha infringido. Para el caso de las plivatívas de libertad, los Nºs 1 ° y 2°
atienda p1incipalmente, al caudal y facultades del culpable. Hay una relación lógica e~tre
ambas operac10nes, que no puede ser alterada sin traicionar la finalidad de la norma. consagran la imposición de penas que se agregan a la que se estaba cumpliendo, las
cuales, a pesar de que generalmente tienen carácter accesorio, respecto del que-
37
Supra, 25, ll, e) y d). brantamiento revisten excepcionalmente el carácter-de principales. Tratándose de
38
ETCHEBERRY, JI, pág. 191.
39
Ídem.
40
Supra, 52, 1, e). Supra, 33, 11, e), dd)
2
Sobre ello, véase RODRJGUEZ DEVESA, 1, pág. 112.

770
771
DERECHO PEKAL / PARTF GENERAL/ Eruiqrn, Cury Urzüa CAPÍTULO XVJ\l / El. QUEllll.ANTAlvUENTO DE PEKAS Y LA COMISJÓ"\" DE UN NUEVO DEUTO DURANTE LA EJECL'ClÓN

las restrictivas de libertad, el Nº 4° establece una pena de encierro que al propio Estas normas, sin embargo, no solucionan todas las dificultades que pueden
tiempo sustituye a la quebrantada y castiga el quebrantamiento Cuando la incum- plantearse, 6 y existen varios casos en los cuales, a causa de ellas, uno de los dos
plida es una inhabilitación, el Nº 5° dispone alternativamente para el quebranta- delitos deberá quedar sin sanción. En rigor, ésta no es sino otra consecuencia del
miento una pena privativa de libertad o pecuniaria que se adiciona a ellas, salvo si el sistema de acumulación material, que sólo podrá ser superado satisfactoriamente
hecho constituye un delito especial, pues entonces debe aplica:rse la sanción corres- mediante una revisión global de los princip10s que regulan la punibilidad del con-
pondiente a éste, que, como es lógico, absorberá la de aquél. La infracción de las curso real.
suspensiones se castiga con un recargo de las mismas, y la reincidencia en ella, con
En el art. 92 del C.P. se. esLablecen unas disposiciones referentes a los casos en que el
una pena adicional alternativa de encierro o pecuniaria (Nº 6°). Al sometido a la
sujeto camele un nuevo delito después de haber cumplido un~ conde1:.ª· ~n rigor, só~o
vigilancia de la autoridad que falta a las reglas que debe observar, el Nº 7° lo sancio- constituyen una reiteración más bien inútil de los preceptos que ngen la eficacia agravatoria
na con una privación de libertad, y otro tanto hace el Nº 8° respecto de quien de la reincidencia propia. 7
quebranta una suspensión o cancelación de la autorización para conducir. Final-
mente, debe recordarse que, con arreglo a lo preceptuado en el art. 49 del C.P., el no
pago de la multa acarrea su conversión en pena privativa de libertad, regulada se-
gún lo prescrito por esa disposición. 3

En este último caso, sin embargo, no se trala estrictamente de un quebrantamiento, pues


no puede calificarse de tal la imposibilidad de solucionar la multa por carencia de bienes

H. DELINQUIMIENTO DURANTE UNA CONDENA

Cuando el que después de haber sido condenado por sentencia ejecutoría co-
rr:iete algún crimen o simple delito durante el tiempo de su condena, bien sea mien-
tras la cumple o después de haberla quebrantado, el art. 91 del C.P lo somete al
régimen de acumulación material de las penas previsto por el art. 74 para el concur-
so real. 4 El sistema, no obstante, puede ser impracticable cuando el sujeto se en-
cuentra cumpliendo una pena de presidio o reclusión perpetuos y el nuevo delito
mereciere ser castigado con esas mismas sanciones, así como también cuando am-
bos hechos deben ser punidos con relegación perpetua. Para la primera hipótesis el
inc. segundo del art. 91 prevé la posibilidad de que se imponga la pena de presidio
perpetuo calificado. En la segunda situación, el inc. tercero dispone que se sustitu-
yan tanto la relegación perpetua que se estaba cumpliendo como la que debería
aplicarse, por la pena única de presidio mayor en su grado medio.
También existen problemas cuando el autor se halla cumpliendo las penas de
presidio o reclusión perpetuos y el nuevo crimen o simple delito tuviere señalada una
menor. En tal evento, el art. 91, inc. segundo, lo resuelve mediante la agravación de la
pena perpetua con la de incomunicación con personas extrañas al establecimiento
penal, que podrá imponerse hasta por el máximo de tiempo que permite el art. 25. 5

Supra, 52, II, a).


Supra, 43_ l, b), aa)
ETCHEBERRY, II, pág. 273, destaca, con razón, que en los casos en que el art. 91, inc. segundo, autoriza
la agravación de la pena que se eslaha cumpliendo con otra accesoria, estas úllima cumple en realidad,
respecto del nuevo delito comeüdo, función de principales. Se debe observar, por otra parte, que a causa
de las modificaciones que se introdujeron a esle inciso por la Ley 19. 734, la disposición carece de sentido. Supra, 33, IT, c),,ee) y ff).
NOVOJ\, 11, 576, págs. 416 y 417. Es efeclivo que en BECARIA, XU, págs, 180 y sigts. se evidencia una
ETCHEBERRY, II, págs.224 y 225, con detalle.

772 773
CAPÍTll LO XIX

MEDIDAS DE SEGURIDAD
,
Y CORRECCION

§ 56. LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN EN


GENERAL Y SU VIGENCIA EN LA LEY

I. CONCEPTO, ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA INSTITUCIÓN

Las medidas de seguridad y corrección constituyen una irrupcíón en los derechos de la


persona, destinada a! !ogro de finalidades de prevención especia!, esto es, a !a resocialización
del sujeto peligroso, cuando sea posible, o a su aseguramiento en los demás casos.
La idea de que hay casos en los cuales la pena es insuficiente para combatir el
delito se 1nLuía ya de alguna manera hasta por las legislaciones más antiguas de
corte clásico. 1 Se percibía, desde luego, que a algunas categorías de autores, como
la de los enfermos mentales, era injusto castigarlos, pero también necesario some-
terlos, en su propio beneficio y por razones de seguridad social, a un LraLamiento
curativo y a cierta limitación de su libertad ambulatoria.
Pero la concepción de las medidas como institución orgánica y general se debe,
sobre todo, a la escuela positivista italiana, 2 que las presentó como sustitutos de la
pena retributiva o prevenlivo-general característica del pensamiento clásico. La pre-
tensión de reemplazo fracasó, pero la idea de un régimen de medidas paralelas a las
penas, destinadas al tratamiento y aseguramiento de sujetos peligrosos, encarnó en
un amplio sector de las legislaciones modernas, fundamentalmente a partir del pro-
yecto de Código Penal suizo redactado por CARLOS STOOS (1893). 3
En este sistema, conocido como dualista o del duplo binario, las medidas pueden
irrogarse en lugar de la pena, cuando la imposición de esta última sea improcedente

considerable preocupación por la prevención de los hechos punibles. Pero a las ideas de] gran autor
italiano todavía es ajena la noción de una medida de corrección y seguridad impuesta coactivamente al
sujeto. Para B:\:'.CCAR1A la prevención es más bien tuna cuestión de política legislariva y social general.
Supra, 5, III, a). bb).
3
Cfr. NOVOA, TT, 577, pág. 418: SOLER, II, 70, pág. 406.
Aparte del punto de vista de ETCHEBERRY, 11, pág. 234, véase por todos, JESC:IIEC:K 77 _T, págs. 7T3 y

775
Dl:11.ECHO PENAL/ PARTE GE:-;ERAT. / J'nrique Cury Urz,ía c.wi'n;1.o XIX/ CAUSAS DE EXTlNCJÚ>l DE LA RESPO"'<SABILlDAD PENAL

por ausencia de culpabilidad; pero también junto a ella, si el autor punible es, ade- tanto o más que las de seguridad social y, por otro lado, se estrellan contra una
más, un sujeto con tendencia a recaer en el delito a causa de características persona- realidad en la cual un importante número de delincuentes pertenece a la categoria
les hereditarias (taras biológicas o psíquicas), congénitas (malformaciones biológi- de quienes son capaces de responsabilidad por sus actos, con arreglo a los conoci-
cas o psíquicas de nacimiento) o adquiridas (defectos de educación, malformacio- mientos disponibles y las convicciones culturales imperantes, pero, al propio tiem-
nes medio-ambientales, enfermedades, etc.). En cambio, siempre fue muy discutida po, padecen malformaciones personales susceptibles de corrección mediante un
la posibilidad de recurrir a las medidas para corregir (coactivamente) o asegurar a tratamiento. Para éstos, la justicia y la preservación de la convivencia requieren una
individuos cuyo estado es peligroso, pero que no han cometido un hecho típico o han pena, y las exigencias de prevención especial, una medida.
ejecutado alguno justificadamente (al amparo de una causal de justificación). La No obstante, la concepción monista es básicamente correcta. Porque, en efec-
oposición a este último género de medidas (medidas predelictuales), aunque en prin- to, el ideal es que se reaccione contra quien delinque empleando un solo tipo de
cipio fue reducida, hoy constituye una opinión ampliamente dominante en la doc- recursos, ya que la multiplicación de intervenciones en la esfera de sus derechos
trina y el derecho comparados. 4 siempre es indeseable, por muy laudables que sean los propósitos con que se las
ejecuta. Como este desiderátum no es realizable, hay que resignarse a trabajar con
. La ~rí~ica a las medidas pTedelictuales se basa, en primer lugar, en la inseguridad del
diagnostico sobre la pehgrosidad. EsLe, en efecto, es extraordinariamenle incinto cuando el un sistema dualista, pero alenuando tanto como sea posible los inconvenientes
sujet~ no ha incurrido siquiera en la comisión de un hecho anlijurídico, pues bien puede que le son característicos. En el apartado siguiente se discuten brevemente los
ocurnr que, no obsLante las malformaciones de que padece, nunca llegue a cometer uno. Por criterios fundamentales sobre los que, a mi juicio, debería descansar. Aunque se
supuesto, Lampoco b perpetración de un hecho punible proporciona certeza respecto a la
017enlación que asumirá la conducta fut:1ra del autor, pero, cuando menos, procura al diag-
trata sólo de un planteamiento político-criminal (de lege ferenda), creo que en este
nostico una base más segura, que justifica, desde el punto de vista social, la inlervención caso se justifica, en atención a las peculiaridades de la situación en que se encuen-
coacnva en sus derechos. tra nuestra legislación positiva y los inconvenientes que implicaría una decisión
_P_or ?trn parte, y como una consecuencia de la falibilidad del diagnóstico agravada por el
ut1htansmo sobre el cual descansa el concepto de las medidas predelictuales, ellas pueden apresurada sobre su vigencia.
ser empleadas fácilmente como instrumento de finalidades políticas. La vaguedad de los
presupuestos de su imposición las convierte en una temación para los gobiernos totalitarios,
que no en vano las miran con simpatía, pues les permiten desembarazarse de sus adversarios
medianle un expediente aparentemenle legítimo.
II. BASES PARA UN SISTEMA DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN 5

Pero también el sistema dualista configurado por puras medidas postdelictuales a) El punto de vista debe ser el "principio de la menor intervención posible", 6 en
es objeto de reparos. Se le objeta, sobre todo, la creación de medidas privativas de virtud del cual ha de procurarse que ésta sea siempre la estrictamente indispensa-
libertad de duración indeterminada, que afectan de la manera más severa los dere- ble. De acuerdo con ello, siempre que sea viable debe prescindirse de toda reacción
chos del sujeto y, cuando coexisten con una pena, permiten en el hecho una prolon- penal; cuando no lo es, debe preferirse aquella que implica el empleo efectivo de un
gación más o menos indefinida de ésta, allende los límites fijados por la sentencia. solo recurso (monismo relativo), y siempre de aquel que importe una intromisión
Han sido particularmente perturbadoras en este sentido las dificultades prácticas menos intensa en la esfera de los derechos del afectado; por último, sólo cuando sea
con que se ha tropezado para dotar a las medidas de esa clase con un régimen de inevitable ha de echarse mano de los dos (pena y medida), haciendo del dualismo
ejecución eficiente, humano y convenienlemente diferenciado del de las penas de un sistema de úllíma ratio. Por lo demás, todo esto no es sino una derivación del
encierro. En la realidad, como se ha repelido muchas veces, la diferencia entre el carácter subsidiario del derecho penal, 7 del cual sólo pueden prescindir en esta ma-
cumplimiento de una pena de encierro y la ejecución de una medida de interna- Leria quienes creen, equivocadamente, que las medidas pertenecen al ámbito admi-
miento "se limita al traslado del reo desde el ala oriental a la occidental del edificio". nistrativo. 8
Esta situación constituye el fundamento de las concepciones monL-;tas, que abo- Una derivación lógica de este criterio es el rechazo de las medidas predelictuales.
gan por la implantación de un régimen único de medidas, sustitutivo del de penas En el Estado de Derecho contemporáneo es injustificable la invasión del círculo de
-volviendo así a las raíces positivistas de la institución y a los orígenes de la polémi- derechos de quien no ha ejecutado acto alguno que atente contra la convivencia,
ca- o en el cual, cuando menos, la imposición de una medida excluya la de la pena, basándose tan sólo en una prognosis vaga sobre su conducta futura. Por supuesto,
de suerte que esta última subsista sólo como recurso de reacción contra delincuen- tratándose de enfermos mentales, alcohólicos avanzados, toxicómanos, menores
tes ocasionales plenamente responsables y de buen pronóstico. Tales ideas, sin em-
bargo, ponen en peligro las funciones de garantía que competen al derecho penal estudio de le1 pena, cit., y Programa de la pena, cit. Con rodo, en el intervalo han alcanzado más concreción
El concepto se encuentra enJESCHECK, 77, I, 2, pág. 733. Pero aquí se le atribuye mayor generali<lad y
preponderancia,
sigls., 1fül\OZ CONDE. Notas, TT, pág. 1136; PAGUARO, T11sWuzioni di Diiitto Pwale, cit., XIV 6, pág Supra, .-3, lV
168; WHZEL, 1, TT, 2. pág. 20. . Véase, en ese senlido, BETTlOL, págs. 76.5 y sigts. Conlra, supra, T, 4, IV, B.
Algunas de las ideas que se exponen en este párrafo se encuentran ya implicitas en CURY, Contiibución al JESCHECK, 77, 11, 2, a), pág. 735, si bien restringiéndolo sólo a algunas medidas privativas de libertad.

776 777
DERECHO PENAL/ PARTE (;ENl::RAL I Emique Cmy Urzüa
C.APÍTLLO XIX I CALSAS DE EXT!""!ClO"'< DE 1.A RESPO?\SA!l!L!DAD I'ENAL

destituidos de protección y tutela, etc., la sociedad está obligada a intervenir con el


conviniendo en una amenaza creciente y convergente con las más terribles que la acosan-
objelo de darles asistencia; pero entonces debe hacerlo únicamente en interés del , tiene que asumir su responsabilidad a ese respecto, o resignarse a verlo progresar hasta
afectado, dentro de un procedimiento administrativo despojado de cualquier con- poner en peligro sus estructuras.
notación estigmatizante y exclusivamente para suplir los defectos en su capacidad
de autoprotección. Esto, pues, nada tiene que ver con el ordenamiento punitivo. c) Cuando es indispensable recurrir conjuntamente a una pena y una medida,
la dualidad sólo debe manifestarse en la imposición simultánea de ambas por la
. ,De acuerdo con este criterio, la imposición de medidas no scílo debe presuponer la ejecu- sentencia. En la ejecución, por el contrario, ha de prevalecer un monismo relativo
~10~ .de una cond~cta. l.ípica, si.no, además, antijurídica. 9 En efecto, lo que se encuemra
JUSt1ficado para un mdnnduo comente, tampoco puede servir de fundamento para irrumpir
que se materializa en el sistema de cumplimiento llamado vicariaI. Con arreglo a
en la esfera de derechos de aquel a qui.en se reputa peligroso. Un sujeto díscolo desalmado éste, pena y medida deben ejecutarse conjuntamente, si el cumplimiento de la
ocioso a inclinado a b.e,ber en exceso debe contar con la posibilidad de defende~se legítima~ sanción punitiva no frustra los objetivos perseguidos por la medida. En caso con-
mente contra la agres10n de que se lo hace objeto, sin que ello le signifique consecuencias
trario, la ejecución de la medida ha de preceder siempre a la de la pena e impularse
prev:mivas de ninguna especie, de la misma manera que no las implica para el hombre
comun. Respecto de otros pormenores, cuya discusión cobra importancia ele /ege lata es al cumplimiento de ella. Esto significa que cuando la medida excede en duración
inútil, en cambio, referirse en abstracto.JO ' a la pena, esta última sólo debe ser declarada en la sentencia, pero su ejecución
efectiva será absorbida por la de la medida. Cuando, en cambio, la pena merecida
Asimismo, también deriva del carácter subsidiario del derecho penal y sus re- por el injusto culpablemente realizado es de mayor extensión temporal que la
cursos la exigencia de proporcionalidad entre la medida y la gravedad del acto que le
medida requerida para resocializar al sujeto, debe distinguirse: si el cumplimien-
suve de presupuesto indispensable. Un hecho cuyo injusto es insignificante no puede
to del saldo de pena restante perjudica los resultados obtenidos con la medida y
fundamentar la aplicación de una medida que limita los derechos del autor, aunque
con ello la función de prevención general no se verá deteriorada, debe prescindirse
existan motivos para suponerle tendencias criminales acentuadas. 11 La sociedad no
de la ejecución de ese remanente, valiéndose de mecanismos sustitutivos, tales
puede permitirse excesos con el pretexto de prevenirlo Lodo; está obligada, por el como la libertad condicional u otros semejantes; en caso contrario, el resto de la
contrario, a tomar ciertos riesgos con el objeto de evitar arbitrariedades.
pena tendrá que ser satisfecho. 12
. b) En segundo lugar, cuando se trata de decidir de cuál de los recursos de que d) Las ideas expuestas en los párrafos anteriores obedecen, en conjunto, a la de
dispone el derecho penal se echará mano, debe darse preferencia, en lo posible, a la que, si bien las medidas de seguridad y corrección persiguen una finalidad preven-
pena determinada por la culpabilidad sobre la medida indeterminada basada en la tiva, su operación no puede estar determinada solamente por motivos utilitarios.
peligrosidad. Con esto se quiere decir que, si puede también atenderse a la
Puesto que su naturaleza implica la intervención coactiva en los derechos de la
resocialización del sujeto durante el término de ejecución de la pena, debe
persona, su imposición también ha de encontrarse limitada por consideraciones
prescindirse de la medida, la cual ha de reservarse únicamente para aquellos casos
ético-sociales. 13 Esto ha de ser tomado en cuenta muy principalmente por el legis-
en los cuales no es procedenLe la imposición de pena o en que, debido a la conside-
lador, que debe abstenerse de concebir medidas muy eficaces pero inhumanas (crue-
rable peligrosidad del sujeto, no se puede someterlo a un tratamiento eficaz dentro les, inmorales, extraordinariamente lesivas de la dignidad personal, etc} No obs-
del período de cumplimiento de la pena.
tante, requiere también ser apreciado en concreto, esto es, en el momento de impo-
Esta idea es, hasta cierto punto, una consecuencia de la expuesta en el párrafo anterim-, ner la medida al caso dado. Por esto, como hacerlo implica efectuar una valoración
c.on la cual una gran mayoría de la doctrina está hoy de acuerdo. Sin embargo, hasta ahora ní
1 1
ético-jurídica, la tarea debe ser confiada al juez y no a organismos técnicos adminis-
s q~ era se la h'~ p_rn~uesto explícit.am_ente. Pero parece evidente que, si ha de senrirse co- trativos. La opinión de estos últimos, por supuesto, es valiosa para ilustrar la deci-
:rectame~te al pnnc1p10 de la menor mten'ención posible", conviene dar prevalencia en la
1mpos1c10n de los recursos penales a aquel que salvaguarda mejor la libertad y los derechos sión del magistrado, pero no debe sustituirla en modo alguno.
del afe:tado, en cuanto se apoya en un criterio de individualización más seguro y Je recono- El procedimiento, por su parte, tiene que ofrecer garantías suficientes al sujeto,
ce la d1grndad de ser capaz de autodeterminación .
de manera que pueda hacer valer ampliamente su visión de las cosas. Sólo así la
. _Naturalmente, la materialización de una idea como ésta presupone un sistema de ejecu-
Clon de las penas auténtlCa y correctamente orientado a la prevención especial, Jo ·cual, resolución estará en condiciones de apreciarla cabalmente, también para pronun-
co.mo se sabe, ~1sta de ocurnr entre nosotros. Pero ésta es una cuestión en la que, desde ciarse sobre la peligrosidad, el tipo de medida que ha imponerse, su proporcionali-
mi. punto de v.1sta, las. solucwnes ''a medias" están destinadas al fracaso. Si la sociedad dad, etc. Es del todo inaceptable la irrogación "paternalista" de medidas que se
qmere combatir al delno -y cada vez necesita hacerlo con más urgencia, porque se está
aplican con el objeto "pedagógico" de generar respeto por la autoridad.
-----------
lO 1'l. - l 11
qui ca )en, entre otros, los clebales sobre la exigi?ncia del dolo como presupuesto para la imposición de \V"ELZEL, 32:IIT, pág. 334: "Hasta qué punto y cómo l3 intervención frente al afectado puede ser jusLiii-
u~a medida, sobre las consecuencias del error de tipo y prohibición, sobre posibles excepciones al princi- cada, no resulta de la sola utilidad para la comunidad, sino de su admisibilidad ética frenr.e al afectado"
p10, etc.
"Únicamente la clara comprensión de que jamás la sola ulilidad social puede justificar la aplicación de un
ll WFLZFL, 35, antes de I, pág. 360. medio sino sólo su admisibilidad ética, y únicamenLe el claro reconocimiento de una limitación élica del
11
Véase, al respecto, supra, 2, III, b), ee), i11Jine. poder 'estatal, nos lleva más allá del utilitarismo y nos resguarda de un Poder estatal totalitario''
1+ Sobre la historia del eslablecimiento de la Ley l l·.625, véase, con algún detalle, NOVOA, II, 580, pág.

778
779
DERECHO PF.?'JAL / PARTE GENERAL/ EnriqHe Cury Urzúa

III. LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN


EN LA LEY POSITIVA

La Ley 1 J .625 fue hasta hace poco el texto positivo en el cual se contenía un
sistema de medidas de seguridad y corrección que debería regir en Chile. 14 Gene-
ralmente se la conoció como Ley de Estados Antisociales, y fue publicada en el Diario
Oficial el 4 de octubre de 1954.
La ley contenía dos partes, de las cuales la primera, compuesta por las
disposiciones de los Títulos II y III, se referia a reformas de los Códigos Penal y de
Procedimiento Penal. En tanto ésta última entró a regir treinta días después de la
publicación en el Diario Oficial (art. 67, inc. primero), incorporándose sus precep-
tos al cuerpo de los Códigos que reformaban, la vigencia del Título I y el art. 6 I -
que desincriminaba algunos hechos sobre los cuales se erigían estados antisociales- CUARTA PARTE
se postergó hasta noventa días después de la fecha en que el Presidente de la Repú-
blica dictara el decreto que señalaría los establecimientos adecuados para la deten-
ción y las casas de trabajo y colonias agrícolas a que se hacía referencia en la ley (art.
LAS CAUSALES DE
67, inc. segundo). El decreto nunca se dictó, pues implicaba poner en marcha un
sistema cuya implementación requería gastos que siempre se prefirió postergar, y EXTINCIÓN DE LA
así, en lo que se refiere a los estados antisociales y medidas de seguridad, la ley
permaneció inoperante hasta su derogación por la Ley 19.313, de julio de 1994. A RESPONSABILIDAD PENAL
partir de ese momento, en la ley sólo subsisten algunas medidas dispersas en dife-
rentes disposiciones, de entre las cuales las más importantes ya han sido expuestas
15
sucintamente. Como observa ETCHEBERRY, 16 "en una futura reforma del C.P o a
YLA
través de una ley especial habrá que reglamentar en forma sistemática esta materia,
cuidando de respetar las garantías constitucionales y la dignidad del ser humano."
RESPONSABILIDAD CIVIL
PROVENIENTE DEL DELITO

422.
1
' Supra, 27, II, a), dd), y Ill, e).
H' ETC:HEBERRY, ll. pág. 234
ETCHEBERRY, II, pág. 245; lARATUT, I, 251 pág. 296: "las causales exlintivas afecLan las consecuencias

780
1
,,
1,
'
CAPÍTULO XX
, 1

CAUSAS DE EXTINCION DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL

§ 57. CAUSAS DE EXTINCIÓN DE LA


RESPONSABILIDAD PENAL EN GENERAL

I. CONCEPTO Y PROBLEMÁTICA

a) Las llamadas causas de extinción de la responsabilidad penal son ciertas situaciones


que en algunos casos ocasionan efectivamente Ia exclusión lolal o pardal de Ios efectos de
una responsabilidad penal previamente existente y ya declarada, pero en otros determi-
nan solamente una imposibilidad de pronunciarse sobre ella, tanto para afirmarla como
para negarla.

EsLe concepto no corresponde al de la opinión dominante, que considera a todas estas


instituciones como rnusales de extinción de una responsabilidad ya exístente. 1 Y, en reali-
dad, ese punto de vista pareciera coincidi-r con el de la ley, la cual, cuando dispone que "la
responsabilidad penal se ex.lingue" (art. 93, inc. primero C.P.), aparentemente presupone la
existencia de aquello que se extinguirá.
Sin embargo hay varias silw:1ciones en las que las causales de extinción no actúan de esa
manera, sino que impiden de antemano una declaración tanto sobre la presencia como sobre
la ausencia de responsabilidad. Tal ocurre, en efecto, con la muerLe del reo antes de que se
pronuncie "senlencia ejecutoria", con la amnistía acordada en esas mismas circunstancias y
con la prescripción de la acción penal, así como en el caso en que el delito es de aquellos
respecto de los cuales la ley sólo concede acción privada y el ofendido renuncia al ejercicio
de la acción u otorga su perdón antes de la sentencia que pone término al proceso. En todas
estas situaciones, la causal surte efectos antes de que se haya resuelto si existe o no una '
responsabilidad penal susceptible de extinguirse
NOVOA pone de manifiesLo esta peculiaridacF y, asimismo, ella ha sido destacada por la 1
lileraLura española, 3 que reprocha al texto legal la inexactitud con que se expresa en este
,j'1'
1

punto a causa de su adhesión a conceptos civilistas.


penales de un delito existente"; GARRtDO, I, 25, l, pág. 257; GUZlvL4.N DÁLBORA en POLITOFF y 11
colaboradores, l, pág. 454 ~
3
0-IOVOA, TI, 589, pág. 435 y 436.
Véanse las consecuencias que extraen de ello, para la interpretación de la exlinción de la norma sobre
1
muerte del reo, CORDOB/\ RODA y RODRIGUEZ MOURUllü, TI, págs. 618 y sigts. 1
CORDOBA RODA y RODRlGUEZ MOURUllO, 11. pág. 617.

783 '
DL!U'CHO PENAi. / PARTF GE;-;FRAL / l'nrique Cury l:rzúa CAPÍTULO XX/ lv!EDIDA'.> DE SEGURIDAD Y CURRECCION

Puede ar~ui:nenlarse, quizás, que cuando en casos como los destacados la responsabilidad y así lo pone de maniíiesLo en especial el inc. segundo del art. 105 del C.P Eslo los indujo a
penal no ex1stia realmente-por eJemplo, debido a la concurrencia de una causal deJ·ust·¡· . _ incluir enlre ellas algunas hipótesis lan extravagantes como el cumplimiento de la condena
·· ¡ ·- ¡ 1 1ca
ClOn º. :xcu pac10n o por a1lar en el hecho alguna de las características típicas, etc.-, la -¡una forma de pago penall-6 o la muene del reo -una consecuencia obvia del carácter
exclus10n de la pena es_ delerminada por esa circunstancia excluyente de la responsabilidad personalísimo del derecho punitivo-,7 las cuales, sin embargo. contempladas desde esa pers-
Y no por la con_currenc1a de la _causal de extinc~ón de ella. Pero aunque eso sea lo que efecti- pectiva civilística, son verdaderamente situaciones en las que se exlingue la "obligación" de
va_rne~le debena suceder, lo cierto es que el sistema de la ley se orienta con arreglo a otro someterse a la pena. PoT supuesto, esas dos causales no se dejan concebir como auténticas
cnten?· La prueba de ello es que al ~mnisliado o a aquel respecto del cual la acción penal ha excusas absolulorias. Pero esto es sólo porque ambas no son sino especificaciones inútiles de
presento_, m'. se les permne renunciar a los efectos de la causal de extinción y reclamar un principios generales: la primera, del mdta poena, porque si la sanción ya fue ejecutada, cual-
pron~n_ciam1ento sobre su verdadera irresponsabilidad, cualquiera sea el fundamento de quier pretensión ele exigir nuevamente su cumplimiento importaría irrogar un castigo no
esta ultima.
autorizado por la ley; la segunda, del de personalidad de la pena

. _b) la ley no expresa l.o que debe entenderse por responsabilidad penal. En opi- La apreciación de esas causales de extinción como excusas absolutorias permite
rnon de una parte de la literatura, ésta se identifica con la culpabilidad. 4 Pero esta también asegurar su pertenencia al campo del derecho penal susLantivo, con conse-
interpretación pugna con disposiciones como la contenida en el art. 489 del C p cuencias prácticas significativas, sobre todo por lo que se refiere a la prescripción. 8
donde, al excluirse la "responsabilidad criminal" de sujetos que han obrad; Sin embargo no ha de perderse de vista que hay por lo menos dos de ellas -la
culpablemente, se está aceptando en forma implícita la idea de que alguien pueda muerte del reo y el cumplimiento de la condena- que, cualquiera sea la opinión que
ser irresponsable a pesar de su culpabilidad; de aquí se deduce, mediante una inter- merezca el hecho, se encuentran incluidas en el catálogo y no admiten ser caracteri-
pretación a contrario, que la responsabilidad significa más que la pura reprochabilidad zadas en esta forma. Por tal motivo, es imposible atribuir a todas estas situaciones
por la realización de.una conducta típica y antijmidica. A mi juicio, por eso, lo que una naturaleza uniforme, cosa que, evidentemente, dificulta su sistematización.
la ley comprende ba10 el concepto de responsabilidad criminal está constituido por
el con¡unto de todos los presupuestos que han de concurrir para que el sujeto sea
efectivamente pasible de la imposición de una pena, incluyendo también aquellos IJ. ENUMERACIÓN Y CLASIFICACIÓN DE LAS CAUSALES DE
que no forman parte de la estructura del delito en sentido estricto, como las condi- EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD PENAL
c10nes objetivas de punibihdad o la ausencia de excusas absolutorias en su caso.
Las causales de extinción de la responsabilidad penal se encuentran enumeradas
c) las causales de extinción de responsabilidad criminal se diferencian de todas en el art. 93 del C.P., que contempla las siguientes: muerte del reo, cumplimiento de la
aquellas que excluyen un elemento del delito (causales de atipicidad, justificación, condena, amnistía, indulto, perdón del ofendido, prescripción de la acción penal y pres-
m1mputab1hdad o exculpación), pues mientras estas últimas impiden el nacimiento nipción de 1a pena. 9
de la responsabilidad penal, aquéllas determman la desaparición de una que se La clasificación de ellas puede hacerse aLendiendo a sus efectos, a su fundamen-
perfecc10no, o supnmen ya la posibilidad misma de establecer si así ocurrió. to y a su naturaleza jurídica.

d)_En cambio, la mayor parte de las caúsales de extinción participan de las ca- a) Desde el punto de vista de la índole de sus efectos, puede distinguirse entre
ractensucas de las excusas absolutorias, con las cuales, en mi opinión, se identifi- aquellas causales que efectivamente extinguen una responsabilidad ya nacida y las que
can. En efecto, su examen pormenorizado revela que, cuando menos aquellas que impiden induso eslablecerla, aun cuando concurran indicios razonables de su existencia.
realmente cumplen una función efectiva, se encuentran fundadas en consideracio- Al pnmer grupo pertenecen la muerte del reo cuando se produce después de dicta-
nes prácticas de utilidad social, que aconsejan prescindir de la imposición de la da sentencia condenatoria de término; el cumplimiento de la condena; el indulto, la
pena Y,. en ciertos casos, hasta de la posibilidad de discutir los presupuestos de su amnistía y el perdón del ofendido cuando son concedidos después de la dictación
1rrogac10n, no obstante existir, por lo menos en principio, motivos para pensar que de la sentencia condenatoria de término, y la prescripción de la pena. A.l segundo,
ella es procedente.
la muerte del reo ocurrida antes de 1a sentencia firme; la amnistía y e1 perdón del
o[endidÓ concedidos también antes de esa oportunidad, y la prescripción de la
Esta concepci~n de las causales de extinción de la responsabilidad penal como excusas
legale_s absolutonas cuenta con adherentes en el derecho comparado. Entre nosotros, en acción penal (prescripción del delito).
camb10, ha sido usualmente desestimada, quizás porque nunca se ha efecluado un estudio
deLallado sobre su naLuraleza y, además, a causa de que el defectuoso "pandectísmo" con que
las regula la ley mduce a equívocos.
, En e~ecto, es ciar? que los autor_es de la ley apreciaron el significado de estas instituciones POLITOFF-ORTJZ y colaboradores, I, pág. 444; MIR, 33, 7, pág. 729.)
como s1 fueran equrvalentes a las formas de extinción de las obligaciones del derecho civil,5 Supra, 3, V
Supra, 3, V
Sobre onas posibles formas de exLinción disculidas por la liLeralurn comparada, vf.ase NCJVOA, 11, 590,
En_sentido semejante, CORD?BA R~DAy RODRIGUEZ MOURULLO, 11, págs. 616 y 617. págs. 437 y 438.
Asi, expresamente, LABATUT, l, 2:!3, pág. 297. Contra esa concepción, GUZ!viÁ~ DALBORA, en 10
NOVOA, II, 589, pág. 435.

784 785
DERF'CIIO PLNAI / PARTE GENER.\L / Enrique C.ury Urzúa
CAPITULO XX/ :'vlElJJDAS Die SEGURlDAD Y CORRECClON

Aunque NOVOA considera -posiblemente con razón- que ésta es la clasifica- declarada por sentencia firme.12 En caso de que asi no sea, constituye únicamente
ción más importante de las causales, 10 la ley no extrae de ella consecuencias expre- un impedimento para la determinación de su existencia, haciendo imposible la con-
sas. Sin embargo de todos modos las tiene, porque así lo exige la naturaleza de las tinuación del proceso destinado a ello.
cosas, como se procurará demostrar al examinar cada causal por separado.
c) Lo que el art. 93, Nº l º, denomina penas personales abarca, en realidad, todas
b) En atención a sus fundamentos, deben distinguirse los siguientes grupos de
aquellas que no son pecuniarias, como puede deducirse de su contexto. la declara-
causales de extinción de la responsabilidad penal:
ción, que sólo tiene por objeto diferenciar el tratamiento de estas últimas, resulta
aa) Aquella que encuentra su origen en la imposibilidad de determinar o hacer superflua y hasta grotesca en atención a las concepciones culturales actualmente
efectiva d1Cha responsabilidad (muerte del reo). imperantes.

bb) Aquella derivada del principio de legalidad (cumplimiento de la condena) d) Respecto de las penas pecuniarias, la disposición pretende implícitamente
ce) Las que están fundadas en el perdón público o privado (amnistía, indulto y hacer una distinción, declarando que, a su respecto, la responsabilidad no se extin-
perdón del ofendido); y gue sino cuando al fallecimiento del reo ''no hubiere recaído sentencia ejecutoria".
Es curioso que la doctrina nacional no se haya preguntado qué es lo que en este
dd) Aquellas que se basan en la necesidad de estabilizar las situac10nes jurídicas caso resulta eliminado, pues así como no puede serlo una responsabilidad que no se
(prescnpción de la acción penal y de la pena). ha declarado, tampoco una pena que jurídicamente aún no se ha impuesto. En este
aspecto, por lo tanto, la norma es absurda y carece de contenido aprovechable.
e) Por último, desde el punto de vista de su naturaleza, las causales se dividen en
Por lo que se refiere a la supervivencia de las penas pecuniarias aplicadas en una
las que son simples especificaciones de principios generales, a las cuales pertenecen
"sentencia ejecutoria", es preciso hacerla objeto del más severo reparo. La multa y el
la muerte del reo y el cumplimiento de la condena, y aquellas que pueden conside-
comiso son penas penales, no restitución o indemnización de los perjuicios causa-
rarse como excusas absolutorias, en donde se sitúan todas las restantes. La exposi-
dos por el delito. No constituyen, por consiguiente, unas formas de restablecer la
ción particularizada de las distintas causales en los apartados siguientes se dispone
situación jurídica precedente, sino un mal irrogado al autor por su hecho, que, a
con arreglo a esta última distinción.
causa de ello, sólo él debe padecer Nada dice en contra de este argumento el que
desde el punto de vista fáctico sea materialmente posible hacer efectiva la sanción
aun después de la muerte del reo, exigiendo el cumplimiento de sus herederos. 13
§ 58. CAUSAS DE EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
Pues el fundamento del carácter personalísimo del derecho penal no radica en la
PENAL QUE CONSTITUYEN PURAS
imposibilidad mayor o menor de transferir a terceros el sufrimiento en que consiste
ESPECIFICACIONES DE PRINCIPIOS GENERALES
el castigo -algo que más bien jamás puede evitarse por completo-, 14 smo en la
injusticia que significa hacer recaer directamente las consecuencias de la culpabili-
J. LA MUERTE DEL REO dad por el injusto en quien no participa de ella. Por tales motivos, la subsistencia de
la sanción pecuniaria más allá del fallecimiento del reo debe ser impugnada, con
Con arreglo al art. 93, Nº 1° del C.P, la muerte del reo extingue la responsabili- toda razón como "un efecto tardío de la codicia fiscal" y como "la infracción más
dad penal, "siempre en cuanto a las penas personales, y respecto de las pecuniarias grosera dei' principio de la alta personalidad de la pena". 15 .

sólo cuando.a su fallecimiento no hubiere recaído sentencia ejecutoria". A este respecto debe destacarse, además, que la persistencia de la pena pecuma-
ria ya impuesta sólo puede entenderse referida a la multa y el comiso, pues, por lo
a) Tal como ya se ha explicado, esta causal se encuentra fundada en el carácter que atañe á la caución, carece de sentido. 16 Por otra parte, en lo tocante a la multa
personalísimo del derecho punitivo 11 y en la consiguiente imposibilidad de deter- sólo se trasmite la obligación de pagarla pero no su posibilidad de convertirse en
minar o hacer efectiva la responsabilidad penal del difunto. A causa de esto, su pena privativa de libertad. 17
inc1usión en la 1ey es más bien inútil, se presta para confusiones sobre sus reales
efectos y, lo que es aun peor, ha dado lugar a una regulación defectuosa, que vulnera 13
ETCHEBERRY, II, pág. 247; NOVOA, II, 591, pág. 438.
el mismo principio en el cual se basa. 14
Así, el propio NOVOA, 11,557, pág. 384. . . , ,
b) En primer lugar-como también se ha destacado con anterioridad-, la muerte lvlAURACH, 11, 59, lll, C, T. pág. .514. Fn el rmsmo senudo, entre nosotros GUZMAN DAT.BORa: en
FOUTOFF-ORTIZ y colaborndores, I, págs. 442 y 44 3. La norma, por estas rnzones, ha 1do desapareClen-
sólo puede extinguir verdaderamente la responsabilidad penal cuando ésta ha sido do de los ordenamientos jurí<licos contemporáneos
----··---- ir, HC.l:iEl\ERRY, ll, pág. 246; NOVOA, lt, 591, pág. 439 _ .. _ .. _
ll NOVOA, II, 591. pág. 438. 1, ETCHEBERRY, II, pág. 247; NOVOA, II, 591, pág. 439; GUMA!\ DAU:IORA, en P0UI0fF-0RllZ y
lJ Supra, 57, T, a), y TT, a). colaboradores. , _
1~ LABATUI, !, 25.1, pág. 297; como en el texto. MIR, 33. 7, pág. 329; GUZMA~ DAI..BORI\, en POLTTOH-

786
787
~-._...------------------el

i
DERECHO PENAL/ PARTl:'. (,l'NERAI. 1 Enriqut Cury Ut~úa
CAPÍTULO XX/ MEDlDAS DE SEGURlDAD Y CORRECCJON

e) La muerte sólo extingue o impide determinar la responsabilidad penal. La


naturaleza, lo que se ha resuelto en ese acto determina la índole y extensión de la
civil que proviene del delito, en cambio, subsiste como pretensión equitativa a la
que ha de cumplirse para dar por extinguida la responsabilidad penal. 26
reparación y el r'establecimiento de la situación jurídica alterada por el injusto.

§ 59. CAUSAS DE EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD


II. EL CUMPLIMIENTO DE LA CONDENA
PENAL QUE CONSTITUYEN ESCUSAS ABSOLUTORIAS
De conformidad con el Nº 2 ° del art. 93, la responsabilidad penal se extingue
"por el cumplimiemo de la condena". Para el análisis de este grupo de causales de extinción de la responsabilidad
penal conviene hacer una subdistinción basada en los fundamentos de su eficacia.
a) Aunque en alguna ocasión se los ha comparado, 18 esta causal de extinción de Así, en los apartados siguientes me refiero, por una parte, a las que se basan e~ el
la responsabilidad penal nada tiene que ver con la solución o pago efectivo de las otorgamiento de un perdón público o privado (amnistía, indulto y perdón del ofen-
obligaciones civiles. La semejanza, en efecto, es sólo aparente, pues aun en aquellos dido) y, por la otra, a las que encuentran su origen en la necesidad de consolidar las
casos en los cuales el daño material causado por el delito es susceptible de repara- situaciones Jurídicas (prescripción ele la acción penal y de la pena).
ción, la pena no tiene por objeto cancelarlo, y, por otra parte, únicamente una con-
cepción retributiva de corle lógico como la hegeliana podría ver en ella una A. CAUSALES FUNDADAS EN EL PERDÓN
contraprestación destinada a liquidar el injusto como tal.
Como ya se ha dicho, 19 la declaración legal de que el cumplimiento de la pena I. EL PERDÓN (O GRACIA) EN GENERAL
impuesta extingue la responsabilidad criminal, no es sino un reconocimiento ex-
preso -yposiblememe superfluo-de una derivación obvia del principio nulla poena. El perdón o gracia, en general, consiste en la renunciad_: la pretensión punitiva por parte
Al que cumplió la pena no puede imponérsele ya otro castigo por el hecho, porque de quien tiene la facultad de eJercitarla o hacerla efectiva.'' El derecho a otorgarlo perte-
ello significaría crear para esa conducta una sanción supernumeraria no contempla- nece, en primer lugar y de una manera amplia, al legislador; en forma más restnng1da,
da en la ley. al Presidente de la República, como Jefe del Ejecutivo, y, por fin, dentro de límites
reducidos, al particular ofendido por el delito. Cuando quien lo eiercita es el primero,
b) La expresión "condena" empleada por el art. 93, Nº 2°, debe ser entendida se habla de una amnistía o ele un indulto general; cuando lo hace el]efe del Estado, de
como sinónimo de "pena". Por consiguiente, el cumplimiento de la pena extingue la un indulto particular, y cuando el propio ofendido, simplemente de su perdón.
responsabilidad criminal, aunque, en cambio, no se hayan satisfecho las
indemnizaciones civiles impuestas por la sentencia. 20 La facullad de gracia ha sido usualmente mal mirada po~ lo~ juristas, e~ e~p_ecial a panir
del entrnnizamiento de las ideas liberales y el imperio cons1gu1ente del pnnc1p10 de separa-
ción de los poderes del EsLado.n_ Los ataques se han dirigido sobre lodo con~rn el indulto, en
c) La pena está cumplida no sólo cuando así ha Ocurrido literalmente, sino tam- el cual se aprecia una subsistenc:ia del arbnno gube.rnamenlal para crear dehtos e imponer o
bién en aquellos casos en los cuales el suieto ha gozado de los beneficios de la remi- excluir penas, o bien una fórmula discriminatoria destmada a atenuar los excesos de un
21 régimen punilivo inmocleraclamenle severo.
sión condioonal o de la libertad ,~gilada22 y ha satisfecho las obhgaciones respecti-
Esta actitud es comprensible desde el punto de vista histórico, pero me parece_ que hoy no
vas, con arreglo a lo preceptuado en el art. 28 de la Ley 18.216. Por otra parte, quien puede ser companida legítimamente, porque e~tá basada en la idea eqL.1~vocada ~e que la ley
ha disfrutado de libertad condicional23 o ha sido sometido al régimen de reclusión puede }:tacerse cargo de todas las siluaciones posibles y ofrecer u~a solun_on pa_ra c~alqmera de
24
nocturna , ha cumplido efectivamente la pena que se le había impuesto. n ellas. La realidad demuestra, en cambio, que esto dista de ser as1. La. legislac10n solo_ cont~ene
normas generales que muchas veces son incapaces de plegarse a las_mlnnca~as parL1culanda-
des de ]os casos concretos o de la c:oyunlura social (políllca, económica, rehg10sa, etc.) sobre la
d) Si un indulto ha reducido la pena impuesta en la sentencia o modificado su
cual le Loca regir. En eslas hipótesis, la gracia es una de las más valiosas .herramiemas políLico-
criminales de que se puede disponer para efecLu_ar los ajusles necesanos; y aunque nmurnl-
ORTTZ y colaboradores, 1, pág. 444 mente imroduce un cieito grado de indelermmación en el derecho vigente, pud1rndo prestar-
1
~ Supra. 57, 1, e) se incluso para abusos, es dudoso que renunciando a ella se consigan mejmes resultados. 29
'º En el mismo se.mido, CORDOBA RODA y RODRJGUEl ::VlOURULLO. II, págs. 624 y 62.5. 1\unque err
nuestro ordenamiento jurídico no se pueden invocar las mismas razones de texto que en el español, la
solución es, de todos modos, incuestiomtble. Sobre la grncia como un derecho exlrnpenal que consl~tu?e la con;rnpanida del_ius ptmirndi-circrn_:sc~--
Supra, 49, !V a) lo, por lo tanto, únicamente a los casos de perdón publico-, vease CORDOBA RODA) RODRlGUEZ
2
' Supra, 49, IV, h). MOURULLO, II, págs. 633 y sigts.
n Supra, 49, III. 20 Así, desde luego, BECCARlA, XX, págs. 131 y sigls. Con sentido realisla_ pero ~in entusiasmo excesivo. la
71
Supra, 49, T\~ e). aprueba, en cambio, CARRARA, II, 710, pág. 167. . ._ .· . _
2
·; En d mismo sentido, ETCHEBFRRY, 11, págs. 44 7 y 248: GUZ11Ál\' DALBORA, en POUTOFf-ORTlZ y 29 Véase, a este respecto. la interi?sante evolución de la ec¡mty en el d:recho anglos:l_Jo_n, de:5c1na ::,uc~ntamen:
colaboradores, T, pág. 444. le or RADBRUCH, .E/ espi1itu del daeclw ingles, C1t.,_págs. 52 y s1gts. Alh ~e pernbe como ese sistemas,
16
ldem ori~ina en una progresiva institucionalización de la facultad de gracia que concluye por ng1cl12ar::,e.
'º Cfr. NOVOA, II, 593, pág. 440

788
789
~-------------------------;¡
DERECHO PENAL/ PARTE GENERAL/ Enrique Cmy llrzúa

Como se deduce del concepto ofrecido, el perdón o gracia no siempre extingue


una responsabilidad penal ya declarada y, por consiguiente, existente. En varios
CAPITULO XX! MEDIDAS DE SEGURJDAD l'. CORRECCIO's

b) De acuerdo con el art. 60, Nº 16 de la C.PR, la concesión de la amnistía debe


hacerse por ley. Esta exigencia enfatiza una vez más el carácter objetivo y general de
'
¡

casos, constituye ya un abandono de la pretensión punitiva que impide, por lo la institución y es, en realidad, una consecuencia de ella.
tanto, el establecimiento de dicha responsabilidad.
c) A causa de que importa un acto legislativo y una reevaluación de los hechos a
los cuales se refiere, la amnistía puede ser oLorgada en cualquier momento. Así,
U. LA AM.NISTIA cuando se la concede después de haberse declarado la responsabilidad penal del 1

sujeto por senLencia firme, la extingue; en cambio, si ello ocurre antes, impide ya la
De conformidad con el art. 93, Nº 3º del C.P, la amnistía "extingue por com-
pleto la pena y todos sus efectos". determinación de dicha responsabilidad. Por olra parte, cuando el caso es este últ1-
mo, el beneficiado por la amnistía no puede renunciar a ella, pidiendo que se emita
a) La naturaleza jurídica de la amnistía ha sido objeto de discusiones. un pronunciamiento sobre la existencia o inexistencia de su responsabilidad. 33 Tal
A1gunos autores vieron en e11a una verdadera derogación de la ley que incriminaba cosa en este evento está justificada también por e1 carácter objetivo de la institución
e1 hecho punible respectivo. 30 Este punto de vista es, sin embargo, inexacto, ya que, examinada y por la amplitud de sus efectos, que evitan la estigmatización del autor,
aparte de las situaciones alcanzadas por la amnistía, esa ley prosigue surtiendo efec- no obstante la dudosa situación en que lo dejan. En efecto, cuando la amnistía se
tos de manera regular, incluso respecto de hechos que se ejecutaron simultánea- concede correcLamente, revalorando los hechos en atención a consideraciones polí-
mente con los amnistiados. Se trataría, pues, sólo de una derogación parcial y ficti- tico criminales bien ponderadas, al grupo social ya no le interesará dilucidar si los
cia, difícil de concebir. agraciados tuvieron o no en ellos una intervención susceptible de ser castigada,
31 porque lo probable es que su punto de vista sobre la reprobabilidad que involucraban
NOVOA, por su parte, habla de una supresión total de la responsabilidad
penal, pero sin explicar la causa de que ocurra. haya cedido junto con el del legislador.
En mi opinión, como se ha destacado previamente, la amnistía importa una Corno bien lo destaca NOVOA, 14 la amnistía puede ser concedida mcluso des-
revaloración de los hechos a los cuales se refiere, en virtud de la cual, por conside- pués de haberse cumplido la pena. De ser así, como es lógico, ya no extingrnrá la
raciones prácticas de índole político-criminal, se les concede una excusa absolutmia responsabilidad penal, pues ésta dejó de existir por otra causa, pero de todas formas
que determina su completa impumdad e, incluso, la imposibilidad de examinar la surtirá otros efectos práclicos, como el de excluir la consideración de la condena
responsabilidad penal de aquellos a quienes se imputan cuando aún no ha sido respectiva para la apreciación de la reincidencia.-' 5
declarada. Como la reevaluación lo es de los hechos, en principio la amnistía debe
d) El origen de la palabra amnistía se encuentra en el latín amnesis, esto es,
basarse en un criterio objetivo y tener un carácter general. No obstante, como la ley
olvido. 16 La etimología subraya la amplitud de los efectos de la causal que, en rigor,
no hace exigencias especiales a este respecto, ha sido más o menos frecuente el
no sólo "exlingue por completo la pena y Lodos sus efectos", sino que borra el deli-
otorgamiento de amnistías personales, fundadas en el propósito de favorecer a un
to.37 Así pues, quien ha sido beneficiado por una amnistía se halla en la misma
individuo. Esto es insatisfactorio, porque implica una cierta desvalorización de la
función legislativa, pero formalmente no puede ser reparado. situación que el que no ha delinquido. No pueden serle impuestas penas principa-
les ni accesorias por el hecho de que se trate, y, aun, deben restablecérsele los dere-
Es frecuente sostener que la amnislía debe destinarse principalmente -si no de un modo chos políticos cuando se hubiere visto privado de ellos. 38 Asimismo, la conducta
exclusivo- a los delitos polílicos. 32 En la práctica es posible que de hecho sean esos los casos amnistiada no debe ser tomada en consideración para los efectos de la reincidencia.
en que con más frecuencia y de manera más aparenle se requiere acudir a ella. Sin embargo
no debe descartarse a priori la posibilidad ele que en olras oportunidades ocurra así. Por eso De acuerdo con la opinión unánime de doctrina y práctica, la amnistía sólo deja
me parece inconveniente presenlar esa afirmación como una regla general. subsistentes los posibles efectos civiles del hecho; 39 porque éstos derivan de su ilicitud
Por otro lado, la C.PR., en el an. 9°, inc. tercero, disponía que no eran susceptibles de
amnistía los "dehtos de terrorismo". La norma era extraordinariamente indeseable, sobre
todo cuando se atribuyen a la institución finalidades polílico-crimlnales, como lo hacemos ~~OA, 593, págs. 441 y 443, quien invoca, además, en este sentido, el origen hisLóri.co de la institución.
JJ ETCHEBERRY, 11, pág. 250.
aquí. Para colmo, la Ley 18.314, dictada para satisfacer las exigencias contenidas en el inc
,~ NOVOA, II, 593, pág. 441, especialmenle nota 6.
segundo del art. 9° del la C.PR., incluyó entre los referidos delilos una gama extensísima ele Ídrm
hechos, a todos los cuales alcanzaba la prohibición aludida. Con esto se prescindía ele un CA.. RRARA, 11, 711. pág. 167; NOVOA, 11,593, pág. 440.
recurso de pacificación importante, encerrando a los interviniemes en numerosos delitos en ídem.Véanse especialmente en NOVO A las vicisitudes de la redacción del precepto positivo y su significa-
un camino sin salida hacia la criminalidad violenla. Afortunaclameme, el Nº 1 del artículo ción para la inlerpretación de la norma vigeme. _
único de la Ley de Reforma Constilucional Nu 19.055 suprimió esa disposición. .J8 Véase, al respecto, la argumentación de ETCHEBT'.RRY. II. pág~. 2J0 y 2 51 En el mismo senli<lo, NOVOA,
593, pág. 444. ' _ ,
'') ETC:TTT'.ffERRY, II, pág. 250; U,BATUT. I, 25'5, pág. 302; 1!0VC?A, Tl, 593, pag. 442, con alg11_n detalle y
31
Ídem. jurisprudencia; Gi\RRTDO, l, 25, lll, c), pág. 364: GUZMAN DALBORA, en POUTOFF-ORTIZ y colabo-
radores, I, pág. 450.
,; ETCHEBF.RRY. II, pág. 248, aunque reconoce su procedencia en otros casos; U\BATUT, 1, 255, pág. 302;
~o Así ETCHFBERRY, II, pág. 250.

790
791
IJf'.RLC!{O PE','AL/ PAR! F GENERAL/ Enrique Cury Unúa CAPÍTULO XX 1 'vll'.J)lDAS DE SEGURlDAD Y CORRECC!Ó:\

y no de su punibilidad, y a causa de que, en caso contrario, resultaría vulnerada la También en este caso hay que deplorar 1a introducción de esta limitación en el texto
garantía otorgada a la propiedad en el art. 19, N° 24 de la CPR 4º- 41 constitucional. Las razones que se invocaron para repararla en relación con la amnistía 43
cobran aquí aún más significación, justamente a causa de la naturaleza básicamente perso-
nal del indulto; pues, en efeclo, concebida de esa manera, la institución aparece como un
III. EL INDULTO recurso valiosísimo entre aquellos destinados a recuperar al sujeto para la convrvenci.a pací-
fica, porque constituye un enérgico llamado de atención sobre las ventajas que subyacen en
el sistema de valores contra el cual ha dirigido su ataque.
El indulto es la forma más tradicional de gracia, puesto que históricamente la
facultad de otorgarla radica por lo común en eljefe del Ejecutivo y, antes de impo- b) Atendiendo a su origen, el indulto puede ser general o particular El primero
nerse el principio de separación de los poderes del Estado, la suma de todos ellos es concedido por ley, de acuerdo a lo preceptuado en el art. 60, Nºl6 de la C.PR, y
pertenece al monarca. Por ese motivo es también la que ha sido objeto de alaques el segundo, por el Presidente de la República, según el art. 32, Nº 16, de ese mismo
más frecuentes, e incluso es posible que muchas de las criticas dirigidas a las mani- cuerpo constitucional. Con arreglo a este último texto, por otra parte, los funciona-
festaciones del perdón público en general sólo hayan sido extensiones de las que se rios que han sido condenados en un juicio polítíco, sólo pueden disfrutar de un
enderezaban contra ésta en particular. Sin embargo la realidad demuestra que e1 indulto general ("sólo pueden ser indultados por el Congreso"). A su vez, el art. 60,
indulto bien empleado constituye también un recurso valioso de política criminal, N° 16 de la C.PR, exige que la facultad del Presidente de la República para conce-
cuyo ejercicio puede ser objeto de alguna regulación para evitar abusos o conflictos der indultos particulares se encuentre reglamentada en una ley, por lo menos en lo
de poderes, pero al cual parece indeseable suprimir o limiLar en exceso. referente a las normas generales. En el presente, rige en esta materia la ley 18.050
De acuerdo con el art. 93, Nº 4º del C.P, "la responsabilidad penal se extingue de 6 de noviembre de 1981.
por indulto. la gracia de indulto sólo remite o conmuta la pena; pero no quita al
favorecido el carácter de condenado para los efectos de la reincidencia o nuevo Aparte de esta diferencia en su origen, es más bien difícil trazar los límites que distinguen
delinquimiento y demás que determinan las leyes". al indulto particular del general. En rigor, no los hay. 44 Al parecer, la creanón del indulto
general tiene por objeto conceder al legislador una posibilidad de ejercitar la facultad de
gracia dentro de límites más restringidos que los supuestos por la amnistía.
a) Igual que las otras formas adoptadas por la gracia, el indulto es un instrumen-
to de política criminal, valiéndose del cual el Jefe de Estado o el legislador, en su c) Bajo el imperio de la C.PE. de 1925 se discutió sobre la oportunidad en que
caso, conceden una excusa absolutoria de efectos restringidos a quien ha sido de- podría concederse un indulto particular. La opinión dominante, sin embargo, con-
clarado criminalmente responsable de uno o más delitos. A diferencia de la amnis- sideraba que sólo era posible hacerlo después de pronunciada sentencia condenato-
tía,· por consiguiente, el indulto es siempre una auténtica causal de exlinción de la ria.45 El art. 32 Nº 16 de la C.PR. de 1980, siguiendo esa tendencia, declara expre-
responsabilidad penal, pues opera tan sólo cuando la existencia de ésta ha sido samente que "el indulto será improcedente en tanto no se haya dictado sentencia
establecida legalmente. ejecutoriada en el respectivo proceso".
Esta úlLima característica de la institución se explica porque, al menos en el La cuestión era y sigue siendo más controvertida respecto de los indultos gene-
espíritu de la legislación, la gracia se concede en este caso atendiendo principal- rales, a los cuales no es ciertamente aplicable la norma del art. 32 Nº 16, que,
mente a la persona del o los beneficiados por ella. No importa, por ende, una atendida su ubicación entre las atribuciones del Presidente de la República, sólo
reevaluación de los hechos, los cuales prosiguen considerándose ética y socialmen- puede referirse a los especiales. En opinión de ETCHEBERRY," "no estableciendo
te reprobables, también en las circunstancias en que se ejecutaron; representa sólo la Constitución Polít1Ca 47 ninguna regla especial sobre la naturaleza de los indultos,
un acto de comprensión y benevolencia a la personalidad del autor, sus condiciones una ley de indulto general podría hacer una excepción a lo dispuesto en el Código
de vida, sus motivos, sus peculiaridades caracterológicas, etc. Por esto, es lógico Penal, que no es más que una ley, y disponer que él produjera efectos antes de
que el indulto se otorgue únicamente cuando ya la procedencia de la imposición de existir sentencia condenatoria". NOVOA, en cambio, admitiendo que la cuestión es
la pena se ha decidido en el proceso con arreglo a derecho. difícil, 48 se inclina a darle una respuesta negativa, porque "podría reprocharse al
Precisamente a causa de su 1ndole personal el indulto procede en principio res-
pecto ele toda clase de delitos y, desde el punto de vista político-criminal, puede ser
conveniente otorgarlo a los más variados_ De lege lata, sin embargo, se prohíbe con- +' NOVOA, II, 594, pág. 446. Este aULor atribuye al indulto general efectos más _extensos., aproximándolo en
cederlo a los "delitos terroristas", de conformidad con lo preceptuado en el art. 9°, cierto modo a la amnistía. En la prácrica suele efectivamente ser así, lo cual refuerza la idea desarrollada en
inc. tercero de la C.P.R. 42 el texto.
~
0
ETCHEBERRY,.n, pág. 251; NOVOA, II, 594, págs. 447 y 448.
q
6
ETCHEBFRRY, U, pág. 251.
41
Otros deClos de la amnistía son discutidos por NOVOA, ll, '593, págs. 443 y 444, con especial énfasis en 41 El autor se refiere a la C.P.E. de 1925, pero el argumento puede hacerse extensivo a la que rige actualmen-
el relativo a la reinlegración del amnistiado en los cargos y oficios públicos y profesiones titulares de que te, pues tampoco se pronuncia sobre la naturaleza de los indúltos ni da una regla expresa para este caso
hubiere sido privado. sobre la oportunidad en que deben otorgarse.
42
Respeclo a or.ras limitaciones constilucionales para la dictación de indultos, véase infrn, b). +s NOVOA, 11,594, pág 447.
41
Supra, TT, a), in fine. +9 ídem.

792 793
DFREC!-10 PENAL/ PARTE GENFl{AL / Enrique Cury Un:úa CAPÍTl_;LO XX/ MEDIDAS DE SEGURIDAD Y CORRECCIÓN

[... ] legislador [... ] la conculcación del art. 80 de la Constitución Política, que les Según lo preceptuado por el art. 44 del C.P., el indulto no produce efectos retro-
veda ejercer funciones judiciales o avocarse causas pendientes''. 49 activos. Por su parte, e1 art 93, Nº 2°, enfatiza que su concesión "no quita al favore-
Aunque la solución de NOVOA me parece correcta, el argumento en que la cido el carácter de condenado para los efectos de la reincidencia o nuevo
apoya no es convincente, porque esa misma crítica podría dirigirse al Poder Legisla- delinquimiento y demás que determinan las leyes". Entre estos últimos, conforme a
tivo cuando dicta una ley de amnistía relativa a hechos sobre los cuales aún no ha la opinión unánime de la literatura nacional, 51 se encuentran las consecuencias civi-
recaído sentencia condenatoria. Por eso, es preciso concluir que la facultad de gra- les provenientes del delito, incluidas las inhabilidades de esta clase que traen apare-
cia entregada por la Constitución al Legislativo escapa a la previsión de su art. 73, jadas algunos hechos punibles. Así se deduce categóricamente, por lo demás, de la
inc. primero (an. 80 de la C.P.E. de 1925). Sin embargo creo que la limitación historia del establecimiento de la ley. 52
referente a la oportunidad en la cual pueden concederse los indultos generales se
encuentra en la naturaleza de las cosas. Tal como está descrito el indulto y regulados
sus efectos en el art. 93 Nº 4º del C.P., su concesión por el Legislativo antes de la IV. EL PERDÓN DEL OFENDIDO
sentencia condenatoria carece de un sentido aprovechable, 50 porque no se entiende
cómo, en tales circunstancias, podría subsistir "el carácter de condenado" del o los El perdón del ofendido es aquel concedido por el sujeto pasivo del delito des-
beneficiarios. Naturalmente, una ley podría modificar lo preceptuado por el C.P. y pués de la consumación del hecho típico. Esta caractertstica lo diferencia del con-
dar al indulto efectos más amplios. Pero entonces lo que concedería sería realmente sentimiento del titular del derecho. 53
Con arreglo al art. 93, Nº 5º del C.P., "la responsabilidad penal se extingue por el
una amnistía. Y como la C.PR. -lo mismo que la C.P.E. de 1925-, s1 bien no deter-
perdón del ofendido cuando la pena se haya impuesto por delitos respecto de los
mina la naturaleza de esas instituciones, les reconoce una existencia diferenciada,
cuales la ley solo concede acción privada". A su vez, el art. 19 del C.P. dispone que
creo que a una disposición legal de esa clase habría que tratarla constitucionalmen-
"el perdón de la parte ofendida no extingue la acción penal, salvo respecto de los
te como lo que en sustancia sería y no como lo que nominalmente pretendiera ser.
delitos que no pueden ser perseguidos sin previa denuncia o consentimiento del
Por lo mismo que, de acuerdo con lo expuesto, el indulto siempre extingue efectívamenle agraviado".
la responsabilidad ya declarada, no puede ser renunciado por el o los beneficiados. Cuando
la imposición de una pena se ha cncontrndo merecidamente resuelta en un proceso legal, la a) En primer término, debe destacarse que la ley, correctamente, declara que la
decisión de pn'.scindir de ella tiene, por lo general, un carácter social y salvo contadas excep-
ciones expresamenLe establecidas en la ley, la volumad de los particulares afectados en cual-
responsabilidad penal se extingue por el perdón del ofendido sólo cuando la pena se
quier senlido carece de relevancia a su respecto ha impuesto, esto es, cuando aquélla haya sido legalmente declarada por sentencia
firme en el proceso. En cambio, cuando ese perdón es concedido antes, extingue
d) Desde el punto de vista de sus efectos, tanto el indulto general como el parti- únicamente la acción penal, impidiendo con ello el establecimiento de una eventual
cular pueden ser totales o parciales. El indulto es total cuando perdona al condenado responsabilidad. 54
todas las penas en forma completa; para lo cual es necesario que se refiera de mane- Aunque en principio las consecuencias de ambas situaciones son semejantes, hay
ra explícita a cada una de ellas, incluso cuando son accesorias, pues con arreglo al dos aspectos en los cuales se diferencian. En primer lugar, por razones lógicas que se
art. 43 del C.P el indulto de la pena principal no las comprende, a menos que explicarán más adelante, 55 la causal de extinción de responsabilidad no opera sino
expresamente se les haga extensivo. El indulto, a su vez, es parcial en tres situacio- respecto de delitos por los cuales la ley concede solamente acción privada (art. 93 Nº
nes: 1) cuando remite sólo una de varias penas impuestas al reo; 2) cuando reduce Sº C.P); en cambio, la que exlingue la acción penal surte efectos tanto en relación a
la o las penas a que hubiere sido condenado; y 3) cuando altera la naturaleza de una ellos como a los que se denominan de "acción mixta" (art. 28 C. de P.P). En segundo,
o varias de las penas impuestas, sustituyéndolas por otra u otras. A la última de aunque la ley no lo dice expresamente, la causal de extinción de la responsabilidad ya
estas alternativas se la denomina "conmutación de la pena", designación que tam- declarada surte efectos incluso contra la voluntad del beneficiado, al paso que la de
bién suele hacerse extensiva a la segunda de ellas. extinción de la acción penal puede o no ser aceptada por éste, según se deduce de
Aunque el indulto sea total, sus efectos son considerablemente más restringidos
que los de la amnistía. Desde luego, el particular no puede comprender nunca la 52 Véase, al respecto, el acta de la sesión 140 de la Comisión Redacr.ora.
inhabilitación para derechos políticos, puesto que ésta requiere un acuerdo del Se- 53 Supra, 24, T, a).
ó4 ConLra, NOVOi\, 11, 602, pág. 467, para quien "dentro de la ley chilena no caben esas distinciones'', pues
nado (art. 17, inc. final de la C.PR.). El indulto general, en cambio, podría abarcar- "Loda manifeslación de volu-nla<l del ofendido por un delilo de acción privada, düigida a evitar el casligo
la, ya que se lo concede por ley y ésta es más que un simple acuerdo del Senado. 0 la persecución del delincuente, entra dentro del concepto genérico de perdón al que se refiere el Nº 5º
del an. 93 del C. Penal". En el lexlo se demuestra, sin embargo, que las disposiciones legales pertinentes
no admiren la interpretación defendida por NOVOA e, incluso, que consagran efectos jurídicos diferentes
para las situaciones diferenciadas en los arrs. 19 y 93, Nº 5°
su Así lo reconoce también ETCJ-IEBr:;RRY, TT, pág.252 lnfra, b).
51
ETC:HEBERRY, ll, pág. 251; NOVOA, 11,594, pág. 445; GARRIDO, l, 25, In, d), pág. 368. se, Véase supra, 3, II, en donde se destaca que, en todo caso, la existencia de este género de delitos no obsta

794 795
DERECIIO PENAL/ PARlT GENERAL/ Enrique Cury Grzüa CAPÍTULO XX/ MEDIDAS DE SEGURJJJAD Y CORRECCJON

distintas disposiciones procesales (arts. 28, 29, 30, 32, 33 y 34 C. de PP). También clase de figuras debe ser revisada cuidadosamente, pues es posible que a muchas de
esto es lógico, porque la resolución del ofendido por un delito de acción privada ya ellas convenga desincriminarlas, suprimiendo los tipos correspondientes; a otras,
sancionado legalmente que perdona al autor, es asimismo -aunque sólo sea indirecta- incorporarlas al régimen general de la perseguibilidad de oficio, y a unas cuantas,
mente- un acto que declara la inconveniencia social de hacer efectivo el castigo im- someterlas al sistema de la mal llamada acción mixta.
puesto y debe prevalecer sobre los deseos contrastantes del condenado; por el contra-
rio, la decisión de no perseguirlo deja al acusado en una posición dudosa respecto de c) De acuerdo con lo que ya se ha explicado al respecto, cuando el perdón del
la efectividad de las imputaciones, de la cual tiene derecho a salir exigiendo la prose- ofendido se otorga después de pronunciada sentencia condenatoria firme, extingue
cución del proceso y la declaración formal de su inocencia si procede. la responsabilidad penal; en cambio, cuando se concede antes, extingue la acción
penal, siempre que sea aceptado.
b) La regla general es que los delitos sean de acción pública, esto es, aquella que La ley no expresa si, en el primero de estos casos, la extinción abarca también las
se ejercita "a nombre de la sociedad para obtener el castigo" (art. 11 C. de P.P.) y que penas accesorias, pero de su sentido parece deducirse que efectivamente tal cosa
pertenece a "toda persona capaz de parecer en juicio, siempre que no tenga especial ocurre. Aun así, no alcanza a la inhabilitación para el ejercicio de los derechos polí-
prohibición de la ley" (art. 15 C. de PP) Se los denomina también delitos perseguib!es ticos, respecto de los cuales deberá estarse a la norma constitucional sobre rehabili-
de oficio. Excepcionalmente, sin embargo, en el art. 18 del C. de P.P, y en otras tación.
disposiciones especiales dispersas por el ordenamiento jurídico, la ley ha estableci- Tampoco está resuelto si el perdón extintivo de responsabilidad opera de mane-
do que ciertos delitos lo sean de acción privada, esto es, que la acción que nace de ra retroactiva. En mi opinión, la respuesta debe ser negativa y, por consiguiente, el
ellos sólo pueda ser ejercida por la persona ofendida o su representante legal. El condenado conservará la calidad de tal en relación con la reincidencia y para los
perdón de] ofendido, como causal de extinción de la responsabilidad penal, sólo otros efectos a los cuales interese.
opera respecto de estos últimos.
El perdón del ofendido que extingue la acción o la responsabilidad penal no
Entre los delitos perseguidos de oficio hay, con todo, algunos en los cuales para afecta a las acciones o indemnizaciones civiles a que haya lugar, salvo cuando ex-
que pueda darse principio al juicio penal es necesaria una manifestación de la vícti- presamente se lo haga extensivo a ellas. Asimismo, con arreglo al art. 30 del C. de
ma en que expresa su voluntad de que se proceda en tal sentido; pero, una vez que pp, no produce el efecto de que se devuelva la multa que se haya pagado pon1a de
esa manifestación se ha producido, el proceso criminal sigue su curso de oficio, con
pena, lo cual constituye otra de las apremiantes manifestaciones de codicia fiscal
prescindencia de los deseos del ofendido. La doctrina suele designar impropiamente que caracterizan la regulación de esta materia, y una defectuosa tendencia a asimilar
delitos de acción míxta a éstos, aunque en realidad no se trata sino de una categoría el tratamiento de las sanciones pecuniarias al de las consecuencias civiles del hecho.
especial de los de acción pública en los que la perseguibilidad de oficio está supedi-
tada al cumplimiento de una condición de procesabilidad (art. 19 C. de PP). El
perdón del ofendido, como causa de extinción de la acción penal, opera amplia-
B. CAUSALES FUNDADAS EN LA NECESIDAD DE CONSOLIDAR
mente respecto de los delitos de acción privada, y en forma restringida en relación
LAS SITUACTONES JURIDICAS
con los de acción mixta, cuando se lo concede antes de que la víctima manifieste su
voluntad de que el hecho sea objeto de proceso o en algunas otras circunstancias
expresamente previstas por la ley. l. CONCEPTO, FUNDAMENTOS Y NATURALEZA DE
En cualquiera de estos casos el perdón implica un acto de gracia cuyo ejercicio LA PRESCRIPCIÓN EN GENERAL
ha sido confiado por el derecho al particular que fue víctima del delito, e implica
también 1a concesión a posteriori a los intervinientes en el hecho punible de una La prescripción es una instilución en virtud de la cual, por el solo transcurso de un
excusa absolutoria fundada en consideraciones prácticas de política criminal. Aho- determinado lapso, se extingue la responsabilidad penal ya declarada en una sentencia
ra bien, la propiedad de esta decisión es indiscutible tratándose de los delitos de firme, o se excluye !a posibi!ídad de establecerla legalmente. En el primer caso se habla
acción mixta, cuya persecución contra la voluntad del ofendido podría provocar de presoipción de !a pena, y en el segundo, de prescripción del delito o, como lo hace
consecuencias sociales aun más indeseables que las ocasionadas por la perpetración la ley en vigoT, de la acción penal -aunque, como se verá, esta última formulación es
del acto criminal, y en los cuales su intervención está limitada a satisfacer o no la incorrecta.
condición de procesabilidad. En cambio, es muy discutible por lo que se refiere a
Los orígenes históricos de la prescripción son remotos, pues, al parecer, su eficacia fue
los delitos de acción privada, pues éstos parecieran vulnerar, por lo menos en parte, reconocida ya por el ordenamiento jurídico griego, del cual pasó al romano -parcialmente
el carácter público del ordenamiento punitivo. 56 En el derecho penal del futuro esta en un principio y de manera general más larde- y, paulalinamenle tamb_ü~·n, al derecho
canónico. 57 Sin embargo el derecho gennánico la desconoció. Por tal motivo, durante un
a la persistencia fundamental de ese carácter público
Cfr. NOVOA, 11,595, pág. 450. 50
JESCHECK, 86, l, 7, pág. 826.

796 797
DERECl·!O Pl'NAL / PARTE GEl\ER.AL / Enrique Cury Urzúa
CAPÍTL'Lü XX/ MEDIDAS or, SEGURJDAIJ y CORRECCJON

prolongado período desaparece casi por completo de los ordenamiemos jurídicos europeos
y sólo se la restablece para Lodos los casos en el Código Penal francés de 1810, 58 que tam- yen, entre otros factores, a determinar la actitud del conglomerado social frente al
bién expresa de este modo su tendencia liberal. Desde entonces, la institución se incorpora delito ya medio olvidado. Pero estas consideraciones se inscriben en un todo más
poco a poco a los Códigos que reconocen, direcla o indirectamenle, la influencia de aquél. amplio, dentro del cual predomina el punto de vista político-criminal relativo a la
Pero nunca ha llegado a generalizarse del todo. 59 En el derecho italiano, por ejemplo, no la
merecen los delilos más graves, "de los cuales queda larga memoria en los hombres". 60 En el ineficacia a inoportunidad del castigo tardio.67
derecho anglosajón la ignora la Common Law y sólo se la introduce en algunas leyes determi-
nadas (Statute Law). 61 En el derecho penal alemán se 1e atribuyen efeclos generales, pero con La cuestión relativa a los fundamentos de la prescripción cobra importancia práctica en
exclusión del genocidio y el asesinato. 62 relación con los problemas relativos a la vigencia temporal de las leyes que la regulan. En
efecto, si la institución es de carácter puramente procesal, entonces los preceptos legales_que
se refieren a ella deben regir desde que se promulgan, aunque afecten a hechos ocurndos
Los fundamentos de la eficacia j uridica de la prescripción son objeto de discusión.
con anterioridad (asf, por ejemplo, la norma que extiende el plazo de prescripción de un
Para una parte importante de la doctrina se trata de una institución procesal delilo gravaría también al autor de ese hecho punible no obstante haberlo eJecutado ames de
justificada, porque, con el correr del tiempo, tanto las pruebas de cargo como las de que tal disposición entrara en ,igencia). Por el contrario, .cuando se considera que se hall_a
descargo desaparecen o se hacen más difíciles de encontrar, más imprecisas y, por erigida sobre fundamentos materiales, las leyes relacionadas con ella se encuentran someti-
das al principio constilucional sobre irretroaclividad de la ley penal, 68 y sólo podrán afectar
consiguiente, menos fiables. Para este punto de vista, desde luego, es inexplicable la hechos pretéritos cuando resultan más favorables para el reo. 69 De acuerdo con el criterio
prescripción de la pena, que sólo puede comprenderse con arreglo a criterios mate- que he sostenido aquí, esta úhima es la solución c~rrecta. 70 • Pues_, de no ser así, podría
riales.63 Tampoco está en condiciones de señalar la razón por la cual la extensión de llegarse incluso a situaciones manifiestamente contranas a la vigencia del Estado de Dere-
cho como la de revivir plazos de prescripción ya expirados en virtud de una nueva ley que
los plazos de prescripción del delito (acción penal) depende de la gravedad de éste, los ;rolonga (lo que en la literatura comparada se denomina "gran retroac~ividad"). 71
pues el tiempo que dificulta la prueba de un pequeño hurto también puede hacer Asimismo, el asumo también repercute sobre la imperat1vidad de los efectos de la pres-
sumamente complicada la de un robo con homicidio. 64 Asimismo, le es imposible cripción del delito (acción penal). Efectivamenle, si ésta es mirada tan sólo como una conse-
cuencia de la situación procesal desmejorada en que se encomraría la defensa a causa del
aprehender el sentido de la llamada "prescripción gradual", 65 que también requiere transcurso del Liempo, el reo debe tener la oportunidad de exigir que se lo procese de todos
ser fundamentada en forma sustantiva. 66 modos, renunciando al beneficio que se le otorga con el objeto de acreditar legalmente su
Parece más adecuado, por consiguiente, basar la institución sobre una conside- inocencia en caso de serle posible. En cambio, cuando se estima que la institución tiene por
objeto la consolidación de la siluaciónjurídi_ca en beneficio de la paz social, esa allematíva
ración de índole material. Lo que ocurre, en efecto, es que luego de transcurrido un no, debe existir, pues sus fundamentos polítlco-crimmales prevalecen sobre los deseos del
período de tiempo más o menos prolongado la exigencia de retribución fundada en imputado. Eslo, que puede ser apreciado como una solución i~jusla para el _suje:o que quie-
la cúlpabilidad por el in1usto y la necesidad de imponer o ejecutar la pena para re y puede probar su inocencia, dejará de serlo si se contempla la prescnpc10n como un
institmo de índole material que, por consiguienle, acarrea para el afecLado consecuencias
servir a la prevención general se atenúa hasta desaparecer casi completamente. A similares a las de una sentencia absolutoria, y no como un mero obstáculo para su persecu-
causa de esto mismo, la necesidad social de castigar se reduce hasta ser inferior a la ción procesal.
también apremiante -y en estas circunstancias prevalen te- necesidad social de pre-
se1var la paz social· mediante la consolidación de la situación jurídica. Así, después Con arreglo a lo expuesto, la prescripción del delito (acción penal) y la de la
de veinte años de cometido un robo, un homicidio o una violación, ya no sólo es pena aparecen también como excusas absoluLorias que, actuando a posteriori, de-
inútil sino inconveniente perseverar en la idea de castigar a sus autores si el hecho terminan la impunidad del hecho típico por razones de política criminal.
es descubierto recién o si, habiéndoselo conocido, no se había podido encontrar a
quienes lo ejecutaron. En el intervalo, la paz de la convivencia a que el hecho afectó
se habrá restablecido, y existen buenos motivos para suponer que quienes intervi- II. LA PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL
nieron en él se hari reinsertado en el grupo social, al cual sería absurdo perturbar (PRESCRIPCIÓN DEL DELITO)
sustrayéndolos.
Con arreglo al art. 93 Nº 6º del C.P., "la responsabilidad penal se extingue por la
Naturalmente, las causas de esta situación material son también procesales. Las
prescripción de la acción penal". Como se ha explicado más arriba, tal manera de
dificultades de prueba y defensa que se producen con el correr del tiempo contribu-
expresarse es inexacta, pues esta forma de prescripción no puede extinguir la res-
59
Una información distinta en NOVOA, 11, 595, pág. 450
60
donde aparece más explícitamente reconocido por los textos legales. Sobre ello'. véase, por to?os, C?R-
BECCARIA, XTII, pág. J 04. Sobre las repercusiones de este uirerio en la ley-vigente, véase J\.iAGGlORE, ll.
pág. 366 DOBA RODA y RODRlGUEZ MOURULLO, II, especrnlmente págs. 676 y 677; MIR 33, 24 y s1gts., pags.
6
' Cfr. JESCHF.CK, 86, 1, 7, pág. 826 732 y 733.
68
62
Jf:SCHECK, 86, l, 4, pág. 824. Supra, l O, I,
69
'" JESCHI'.CK, 86, 11, 1, pág. 826 Supra, 10, ll. h
64
JESC:HECK, 86, l, 1, pág. 822 'º Sobre las características especiales que asume esta discusión en Alemania. a causa de la nomrn so re
fs lnfra, rv, e). imprescriptibilidad de los genocidios cometidos durante el imperio del nacionalsocialismo, véase
r,f JESCHECK, 86, l, l, pág. 822. JESCHECK, 86, l, l, págs. 822 y 823.
67 n Ídem. Véase, además, sobre este asumo, ROXIN. 5, 58, pág. 165
F.l criLerio material respecto a los fundamentos de la prescripción es dominante también en España, en 72
CORDOfü\ RODA y RODRIGUEZ MOURULLO. ll. págs. 674 y 675.

798
799
Dl!RECHO PE:\'AL / PARTE CENFR.i\.L I Enrique Cmy l:r~úa CA~ITIJLO XXI MEDIDAS DE SEGLRIDAD Y CORRECC!Ú\1

ponsabilidad penal cuando su existencia aún no ha sido declarada legalmente, sino "El término de la prescripción empieza a correr desde el día en que se hubiese
sólo impedir que se la establezca o desestime. cometido el delito" (art. 95 C.P). la cuestión relativa al momento en que esto ocurre
no es pacífica. Una parte de la literatura atiende al momento de la consumación del
a) Denominación hecho típico, incluida la producción del resultado si éste es exigido por la ley para su
perfección. 75 Según este punto de vista, sí el homicida dispara varias veces sobre la
A causa de los criterios civilíslicos que la inspiraron, la ley denomina "prescrip- víctima, pero ésta sólo muere un mes más tarde a consecuencia de las heridas recibi-
ción de la acción penal" a lo que es, en realidad, prescripción del delito. En efecto, das, el plazo de prescripción comienza recién a contarse desde esta última oportuni-
como lo destacan CORDOBA RODA y RODR!GUEZ MOURULL0, 72 "la prescrip- dad. En mi opinión, esta solución es insatisfactoria y, además, incorrecta, pues sólo
ción de una acción no puede contarse sino desde el dia en que puede ser ejercita- puede ser cometida la acción a omisión típica, al paso que la producción efectiva del
da". Ahora bien, como se verá, 73 "el término de la prescripción del delito [.. ] corre resultado externo perseguido por ella depende de factores causales azarosos que so-
desde la comisión del hecho y si resulta que este hecho no trasciende, bien respecto brepasan la voluntad final del autor. Por eso es preferible el punto de vista conforme
de su producción, bien respecto de su significado ant~jurídico, es c1aro que se ini- al cual la comisión del delito concluye con la realización por el sujeto de dicha acción
ciará la prescripción pese a que la acción persecutoria no puede ser ejercida". Así, u omisión, 76 prescindiendo del momento en que se verifica el resultado.
pues, lo que realmente prescribe es el delito, cuyo disvalor decae, desgastado por la De acuerdo con este criterio, el cómputo se inicia en la misma oportunidad
acción del tiempo. 74 tanto cuando el delito está consumado como frustrado. En los casos de tentativa, en
Esta verificación, por lo demás, en parte es una consecuencia de la naturaleza cambio, debe principiarse cuando el autor efectúa el último acto de ejecución pre-
material de la institución y, en parte, un argumento más en su favor. La prescripción vio a la interrupción. En los delitos habituales y continuados, por su parte, la pres-
no puede afectar a la acción persecutoria sino al deli.to mismo, precisamente porque cripción se cuenta desde que se comete el último de los hechos típicos integrantes
sus efectos no son de índole procesal sino sustantivos. Y el hecho de que la ley la del conjunto; en los permanentes, desde que concluye el estado juridicamente in-
regule como prescripción del delito, no obstante denominarla impropiamente "pres- deseable creado y sostenido en forma voluntaria por el sujeto con su actividad. Por
cripción ~e la acción penal", constituye una demostración de que así es. el contrario, en los delitos instantáneos de efectos permanentes, como la bigamia, lo
que decide es el momento en que se ejecuta la acción u omisión creadora de la
situación antijurídica, puesto que la persistencia de esta última escapa al control de
b) Los plazos de prescripción del delito y su cómputo
la voluntad del autor. Asimismo, en los delitos que contienen condiciones objetivas
De conformidad con el are 94 del C.P. los términos de prescripción del delito de punibilidad y en los calificados por el resultado, lo importante es el instante en
(acción penal) se regulan con arreglo a la gravedad de la pena impuesta por la ley al que termina la actividad del agente, debiendo prescindirse de aquel en que se cum-
delito de que se trate, y son los siguientes: ple la condición o se produce la consecuencia causal.
Estas reglas generales sobre los términos de prescripción y el modo de computar-
aa) Quince afws respecto de los crímenes castigados con pena de presidio, reclu- los reconocen excepciones tanto en determinadas disposiciones del Código Penal como
sión o relegación perpetuos. en leyes especiales. Así, por ejemplo, en los casos del matrimonio ilegal a que se
refiere el are 385 del C.P. (el plazo de prescripción más breve contemplado por el
bb) Diez años respecto de los demás crímenes. ordenamiento punitivo, pues es de sólo dos meses contados desde que el habilitado
para el ejercicio de la acción tiene conocimiento del matrimonio) 77 o de las injurias y
ce) Cinco años respecto de los simples delitos. calumnias (are 431 C.P.). De manera superflua, en el art. 94, inc. final, se dispone que
los plazos generales establecidos en él "se entienden sin perjuicio de las prescripcio-
dd) Seis meses respecto de las faltas.
nes de corto tiempo que establece" el Código para delitos determinados.
Como se desprende claramente de esta disposición, para la determinación de
los plazos se atiende a la pena que en abstracto se encuentra amenazada por la ley al c) Interrupción y suspensión de la prescripción del delito
hecho punible y, cuando sea compuesta, debe estarse a la mayor para la aplicación
De conformidad con lo preceptuado por el art. 96 del C.P, la prescripción del
de las reglas precedentes (are 94, inc. sexto).
delito (acción penal) "se interrumpe, perdiéndose el tiempo transcurrido, siempre

IJ lnfra, b)
DÁLBORA en POUTOff-ORTIZ y colaboradores, 1, pág. 470.
74 Véase, a este respecto, la interesanle exposición de CORDOBA RODA y R0DR1GUEZ MOURULLO, II, 16
ETCHEBERRY, II, pág. 257; GARRIDO, l, 25, lll, D, pág. 375.
págs. 676 y sigts. Ahora, en todo caso, el C.P. Español de 1995, arl. 130 NºSº ya no habla de prescripción - n Aunque el art. 385, inc. segundo, no habla de prescripción sino de remisión de la pena, existe unanimidad
de la acción penal sino de prescripción del delito. en la doctrina para entender que lo que consagra es una nonna especial sobre aquélla
71
CORDOBA RODA y RODRIGUEZ MOURULLO, II, pág. 685; NOVOA, 11, 596, pág. 453; GUZMAN 78
En este sentido,JESCHECK, 86, 1, 5, pág. 824: "La interrupción dc lu prcscripció11 hace que empiece a correr

800 801
DERJ,CHO PENAL/ PARTE GENERAL/ rmiqu~ Cury Urn\a CAPÍTULO XX l 'vffDlDAS l)I: SECURrnAD Y CORRECCIÓN

Igualmente, es muy clebaLido cuándo debe enlenderse que el proceso ha lerminado sin
que el delincuente comete nuevamente crimen o simple delito", En síntesis, la con-
condenar al inculpado o reo. Resulta, en efecto, que la norma del art. 96 del C.P no puede
secuencia de la interrupción es que e! plazo de prescripción se debe empezar a contar referirse a los casos más obvios -esto es, aquellos en que se ha dictado sentencia absolutoria
de nuevo desde e! momento de !a perpetración de! nuevo crimen o simple delito .78 o auto de sobreseimiento definüivo-, porque en ellos se ha producido ya cosa juzgada sobre
La interrupción no se produce sino cuando se comete un nuevo crimen o simple la inocencia del afectado y por eso una prosecución de la prescripción no liene sentido.
Según NOVO A, 84 la disposición alude a los casos de sobreseimiento temporal, aunque reco-
delito. La perpetración de una falta es insuficiente. noce que técnicamente éste no pone fin al proceso, limitándose a paralizar su tramitación.
La jurisprudencia es vacilante. 85 En mi opinión, el precepto carece de un significado aprove-
Como es lógico, la interrupción sólo ocurre si la ejecución del .nu~vo crimen o simple chable y constituye tan sólo un error ele la ley:
delito y la responsabilidad consigui.ente son declaradas por senten:1a frrme. En los casos d:
absolución o sobreseimiento definitivo, por el contrano, no tendra lugar, Y el plazo debera
computarse normalmenle, salvo que hubiere sobrevenido ?na susp_ens1ón._ M~entras .el prn_-
nunciamiento sobre el punto permanece pendiente, tamb1en lo esta la deos10n relal1va a la TII. LA PRESCRIPCIÓN DE LA PENA
interrupción. Todo esto genera problemas procesales que no se encuenlran debidamente
estudiados. 79 De acuerdo con el an. 93, Nº 7° del C.P., "la responsabilidad penal se extingue
Son posibles interrupciones sucesivas y, como la ley n~ esla?l.ece una limitació~ a este por la prescripción de la pena'·. A diferencia de lo que ocurre con la del delito
respeclo, ellas pueden determinar una prolongación casi mdef1rnda del estado de mcerlL-
dumbre jurídica. 80
(acción penal), esta forma de prescripción implica una auténtica extinción de la
responsabilidad penal ya declarada legalmente en el proceso respectivo.
Con arreglo a la segunda parte del art. 96 del C.P.. la prescripción del delito En otros ordenamientos _jurídicos los plazos de prescripción de la pena son más
(acción penal) se suspende desde que el procedimiento se dirige contrn el delm- prolongados que los de la del delito. Los establecidos en el art. 97 del C.P, en
cuente; "pero si se paraliza su prosecución por tres años o se termma sm conde- cambio, son idénticos a los contemplados en el 94, aunque, por supuesto, en este
narle, continúa la prescripción como si no se hubiere interrumpido". La suspen- caso deben determinarse sobre la base de "las penas impuestas" por la sentencia
sión, por lo tanto, determina que el plazo de prescripción cese de contarse, pero respectiva-es decir, en concreto-. "El tiempo de 1a prescripción comenzará a correr
no implica la pérdida del tiempo ya transcurrido hasta el momento en que ella se desde la fecha de la sentencia de término o desde el quebrantamiento de la conde-
produce. Por esto, la parte final del precepto dispone que en los casos a los cuales na, si hubiere ésta principiado a cumplirse'· (art. 98 C.P.).
se refiere, el cómputo se prosiga como si la prescripción no se hublere suspendido
(la ley emplea el término "interrumpido", incurriendo manifiestamente en un error), La parificación de los plazos de prescripción del cleliLo y de la pena es objeto de algunas
criticas a causa de que en el caso de la última no concurren a juslificar la institución las
esto es, agregando al tiempo ya corrido hasta entonces el nuevo lapso que ahora consideraciones procesales que se invocan respecto de la primera. 86 Sin embargo desde el
-se principia a contar. punto de vista políti.co-cri.minal es posi.ble que los motivos de censura sean irrelevantes.
Respeclo de los momentos en que de conformidad con la ley puede iniciarse el cómputo,
Es discutible la cueslión de cuándo ha de entenderse que el procedimiento se dirige con- no suscita mayores dificultades la delerminación del segundo, eslo es, el del "quebranta-
tra el delincuente. La opinión dominanLe considern, acertadamente_, '.1':e para ello n? es miento de la condena". Se trata, en efecto, de una precisión fáclica relativamente fácil de
necesario el sometimiento a proceso. 81 BasLa que el proceso se haya micrndo en cualqrnera hacer. En cambio, existe incertidumbre sobre e1 significado de la expresión "sentencia de
de las formas señaladas por el art. 81 del C. de P.P. y que apare~ca_d_higi~o precisa~~nte término" y sobre el instante preciso en que en este caso debe principiarse a contar el plazo.
conlra el sujeto, el cual, por consiguiente, ttene que encontrnrse mdrv1duahzado en el. Como el conceplo de senlencia de lérmino no tiene un sentido legal riguroso, parece
lógico entenderla de un modo natural, como aquella "sentencia que no admile ningún recur-
La reiniciación del cómputo se produce cuando el procedimiento se paraliza por so legal capaz de revocarla o modificarla". 87 En cuanto al momento en que ha de iniciarse el
cómputo, existen dos posiciones. ETCHEBERRY88 opina que el plazo comienza a correr
tres años O cuarido se termina sin condenar al sujeto. El criterio prevalente en los
desde que se notifica la resolución que manda cumplir la "sentencia de término". NOVOA, 89
tribunales considera que la paralización a que se refiere el art. 96 del C.P. puede por el contrario, aunque reconoce que existen buenos argumenlos para defender el punto de
originarse tanto en negligencia de los interesados en el juicio como en dilaciones vis La anL:igónico, considera que el plazo debe contarse "desde la fecha del fallo", o sea, desde
provocadas por el curso mismo de los actos jurisdiccionales. 83 El asunto, con Lodo, que éste se dicta. Esta última solución es preferí.ble, pues si bien hay también fundamentos
en la ley para aceptar la otra, desde el punlo de vista político-criminal ha de acogerse aquella
no es completamente pacífico. que con mayor certeza y prontitud conduce a la consolidación de la siLuación jurídica.

Respecto de la prescripción de la pena no existen plazos excepcionales, ni en


un nuevo plazo el día en que aquella se produce" cuanto a su duración ni en cuanto al momento de iniciar e1 cómputo. Por otra parte,
79 Véase, al respecto, NOVOA, ll, 596, pág. 454. __ _ _
so Sobre correcciones de esta situación en el derecho comparado, JESCHECK, Ti_·atado, 86, 1, _PªK 825.
si ETCHEBERRY, 11, pág. 259; NOVOA, lL 596, págs. 454 y 45'5, con dernlle y J.unsprudencrn
85 ETCHFRERRY, D.PJ., ITT, 243, págs. 361 y sigts.
s2 NOVOA, II, 596, pág. 455. ETCI-lEBERRY, 11, pág. 259 eXlge más,yu~s reqrnere .que h~y~ por lo meno,s
06
Supra, l.
1 87
NOVOA, IC 598, pág. 460, siguiendo a DEL RTO y corí detalles sobre el conjunto del problema.
querella. En relación con el pumo de vista de la práctica, que se mchna por una solucwn como la dd
texto, véase ETC:HEBERRY, O.P.]., Lll, 243, págs. 351 y s1gts. _ R
8
ETCHERERRY, IL pág. 259.
83 ETCHEBERRY, D.PJ., lll, 243, págs 354 y sigLS : NOVOA, U, 596, págs. 456 Y 4'3 t ·
89
NOVOA, 11, 598, págs. 461 y 462, con detalle.
s+ NOVOA, 11,596, pág. 457.
90 NOVOA, 11; 599, pág. 402

802 803
DERECHO PENAL/ PARTI·. GENERAL/ Enriqut' Cury Urn\a CAPJTUL(J XX/ MEDIDAS ))E ~EGURlDAD Y CORRECCION

ella se interrumpe en los mismos casos que la del delito y con los mismos efectos de la pena, pero habiendo ya transcurrido la mitad del que se exige, en sus respec-
(art. 90 C.P.), pero no se suspende. tivos casos, para tales prescripciones, deberá el tribunal considerar el hecho como
revestido de dos o más circunstancias atenuantes muy calificadas y de ninguna agra-
vante y aplicar las reglas de los artículos 65, 66, 67 y 68 sea en la imposición de la
IV. REGLAS COMUNES A LA PRESCRIPCIÓN DEL DELITO pena, sea para disminuir la ya impuesta". La última hipótesis implica una excepción
(ACCIÓN PENAL) Y DE LA PENA al principio de cosa juzgada, pues exige la modificación de una sentencia que ya
había pasado a tener tal autoridad.
En los arts. 100 a 103 del C.P se consagran reglas comunes a la prescripción del
Conforme al inc. segundo del art. 103, "esta regla no se aplica a las prescripcio-
delito (acción penal) y de la pena. Son las signientes:
nes de las faltas y especiales de corto tiempo", en las cuales, por razones evidentes,
a) El an. 100 del C.P da una norma especial para el cómputo del plazo en ambas tendería de otro modo a transformarse en la situación ordinaria.
clases de prescripción "cuando el reo se ausentare del territorio de la República". En
tal evento, debe contarse "por uno cada dos días de ausencia, para el cómputo de
V. PRESCRIPCIÓN DE LA REINCIDENCIA Y DE INHABILIDADES
los años''. La norma se justifica porque cuando el afecLado sale del Lerritorio nacio-
nal su persecución se dificulta y, por consiguiente, es lógico que se le hagan exigen- La circunstancia agravante de reincidencia prescribe corno tal de acuerdo con lo
cias Lernporales más estrictas para la consolidación de su situación jurídica. Como dispuesto por el art. 104 del C.P. Las particularidades de este precepto ya han sido
la parte final del precepto declara que la regla sólo es aplicable al "cómputo de los objeto de un examen somero. 93
años", ella no opera en relación con la prescripción de las faltas ni aquellas otras de A su vez, el art. 105, inc. primero del C.P., preceptúa que "las inhabilidades
corto tiempo cuyo plazo es inferior a un año. Asimismo, la jurisprudencia ha deci- legales provenientes de crimen o simple delito sólo durarán el tiempo requerido
dido que la disposición tampoco opera si el sujeto se ha encontrado fuera del terri- para prescribir la pena, computado de la manera que se dispone en los artículos 98,
torio nacional al servicio de la República, pues entonces permanece al alcance de las 99 y 100", agregando que "esta regla no es aplicable a las inhabilidades para el
autoridades chilenas como si se encontrara en el país. Finalmente, conforme a1 inc. eJercicio de los derechos políticos". Aunque la redacción de la norma -y, en espe-
segundo del art. 100, "no se entenderán ausentes del territorio nacional los que cial, la salvedad contenida en su última parte- sugiere que se refiere a las penas de
hubieren estado sujetos a prohibición o impedimento de ingreso al país, por el inhabilitación, NOVOA estima, basándose en la historia de la ley, que alude a cier-
tiempo que las hubiere afectado tal prohibición o impedimento". tos efectos producidos por la sola imposición de una sanción punitiva, tales "corno
la pérdida de la patria potestad, de la capacidad para ser nombrado tutor o curador,
b) De conformidad con el art. 101 del C.P., "tanto la prescripción de la acción
para deponer corno testigo enjuicio, etc.". 94 Este criterio, sin embargo, no es con-
penal como la de la pena corren a favor y en contra de toda clase de personas", lo
vincente, porque entonces no se explica la referencia a la pena de inhabilitación
cual significa que no tienen excepciones de índole personal corno las que consagra,
para derechos políticos mtroducida en la parte final del inciso. Así, pues, debe en-
en materia civil, el art. 2509 del C. C., y, además, que sus efectos extintivos de la
tenderse que la disposición sólo tiene por objeto reiterar la aplicabilidad de las
responsabilidad penal operan en forma individualizadora. 90 Por su parte, el arl.
reglas sobre prescripción a las penas de inhabilitación, haciendo expresamente la
102 del C.P. dispone que, a diferencia de lo que ocurre con la civil, las prescripcio-
excepción relativa a }as que afectan dichos derechos políticos. 95
nes penales deben ser declaradas de oficio por el tribunal, aun cuando el reo no las
· Finalmente, el art. 105, me. segundo del C.P., declara que "la prescripción de la
alegue, con tal que se halle presente en el juicio. Esta norma enfatiza el hecho de
responsabilidad civil proveniente de delito, se rige por el Código Civil".
que nos encontrarnos frente a instituciones de orden público.9 1 Por lo que se refiere
a la exigida presencia del reo en el jmcio debe entenderse que es jurídica y no
material. Basta, por consiguiente, que se encuentre actuando en él por intermedio
de abogado o procurador. 92

c) Por último, en el art. 103 del C.P. se consagra la llamada prescripción gradual
del delito (acción penal) y de la pena. Con arreglo a su texto, "si el reo se presentare
o fuere habido antes de completar el tiempo de la prescripción de la acción penal o

91 94
F.TCHEBERRY, ll, pág. 261. NOVOA, II, 601, pág. 466
9
g
2
Ídem. En el mismo sentido, NOVOA, II, 599, pág. 463, con delalle y jurisprudencia. ; Así, EICHEBERRY, TI, págs. 261 y 262.
90
Supra, 33, 11, e), ü). Supra, 1, lll, en especial e), dd).

804 805
CAPÍTULO XXI

RESPONSABILIDAD CIVIL
PROVENIENTE DEL DELITO

§ 60. RESPONSABILIDAD CML PROVENIENTE DEL DELITO

I. FUNDAMENTO Y EXTENSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD


CIVIL PROVENIENTE DEL DELITO

Todo delito constituye un quebrantamiento de los valores elementales sobre los


cuales descansa la convivencia pacífica, y esa infracción del interés social _justifica la
imposición de la pena con que se lo castiga, así como, en cienos casos, de una
medida de seguridad y corrección destinada a prevenir otros atentados semejan-
tes.1 A veces, además, el hecho punib1e implica un daño a los intereses particulares
de la victima. En tal evento. del delito nace también una responsabilidad civ~l. en
virtud de la cual los intervinientes en él estarán obligados a restituir o indemnizar,
en su caso. Este es precisamente el sentido del art. 10 del C de PP, con arreglo al
cual "de todo delito nace acción penal para el castigo del culpable; y puede nacer
acción civil para obtener la restitución de la cosa o su valor y la indemnización
establecida por la ley a favor del perjudicado".
Los problemas relativos a la responsabilidad civ~l procedente del delito penene-
cen, básicamente, al campo del derecho privado. Con todo, como ella emana de la
ejecución de un hecho típico, es inexcusable examinarla también aquí,2 aunque
sólo sea en sus rasgos generales.

El sistema de la ley chilena corresponde a una concepción privatista sobre la materia, que
en otros ordenamientos jurídicos, como el norteamericano, aparece aun más acentuada,
porque independizan totalmente las cuestiones relativas a la persecución penal de las refe-
rentes a la reparación civil, en especial desde el punto de vista procesal. Tales concepciones,
sin embargo, han si.do objeto de reparos. Los positivistas italianos (FERRl, GAROf'ALO), en
particular, destacaron sus inconvenientes, exigiendo de la sociedad una mayor preocupa-
ción por el infortunio de las ,ictimas del delito, y proponiendo soluciones enderezadas a

' En el mismo sentido, LABATUT, l, 248, pág. 291


Sobre ello, véase especialmente NOVOA, TI, 607. págs. 477 y 478. con detalle. En el mismo sentido.

807
DERECHO PENAL/ P.~R"I 1; GENERAL/ Emique Cury Urzl\a CAPlTl.'LO XXl / REé>PO-:-;SABlLIDAD CIVIL PROVf,;\'ff'<TE DEL DEU'lü

satisfacer las reparaciones correspondientes con cargo a los recuTsos del erario. 3 Fundamen- conoce del proceso penal como ante el tribunal civil que corresponda, a su elección
talmente, se sugiere por ellos 1a formación de un fondo eslatal destinado a ese objeto, y se (arts. 5° C. de PP y 171 C.O.T.). Los detalles pertenecen al campo del derecho
reclama un pronunciamiento de oficio sobre la materia por el juez que conoce de la causa.
En sociedades económicamenle débiles como la nuestra, en las cuales es corriente incluso procesal. 8 Con todo, aquí debe destacarse que, cuando se acude a la última de las
que el autor del hecho punible carezca de bienes para indemnizar al sttjeto pasivo, este alternativas mencionadas y ya se ha dictado sentencia condenatoria en el proceso
sislema es ciertamente pTeferible al que nos rige. penal, "no podrá ponerse en duda, en el juicio civil, la existencia del hecho que
constituya el delito, ni sostenerse la inculpabilidad del condenado" (art. 13 C. de
De conformidad con el arl. 2314 del C.C., "el qne ha cometido un delito o
PP); por consiguiente, el debate se reducirá a la determinación de la naturaleza y
cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la indemnización; sin perjuicio
entidad de los daños ocasionados por el delito y, consecuencialmente, al monto de
de la pena que le impongan las leyes por el delito o cuasidelito". A su vez, el an. 2329,
la indemnización.
inc. ptimero de ese mismo cuerpo legal, preceptúa que "por regla general todo daño
El art. 48 del C.P. establece un orden de prelación para la satisfacción de las
que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por
diferentes responsabilidades pecuniarias que recaen sobre el delincuente. Llama la
ésta". A causa de la amplitud de los términos con que se expresan estas normas, la
atención que en esa norma la reparación del daño causado y la indemnización de
jurisprudencia ha entendido en forma constante que la obligación de reparar emana-
perjuicios ocupan el tercer lugar, antecediendo sólo a la multa. Esta postergación es
da del delito se extiende tanto al daño materia! como al moral y, dentro de este último,
otra demostración de la poca importancia atribuida a esas reparaciones por el orde-
no sólo al que provoca consecuencias de carácter patrimonial, sino también al que se
namiento jurídico en vigor. 9
agota en el puro sufrimiento psíquico (daño meramente moral). 4
Por otra parte, de lo dispuesto en el arl. 10 del C. de P.P. se deduce que las Al ocuparse de la extensión de la responsabilidad civil proveniente del delilo, NOVOA inclu-
obligaciones civiles derivadas del delito pueden consistir por un lado, en restituir la ye en ella el pago de las coslas del prnceso y el resarcimiento al Estado de los gastos que demande
cosa o su valor y, por el otro, en satisfacer la indemnización establecida por la ley a la mantención del reo en el establecimiento carcelario. 10 Aquí no se acoge ese criterio, porque me
parece que las obligaciones respeclivas no encuentran su origen inmediato en el hecho punible. A
favor del perjudicado. causa de eso, por otra parte, ellas no se rigen por las mismas nonnas que las de restitufr e indem-
La restitución de la cosa debe reclamarse siempre al juez que conoce del proceso nizar en lo referente a su exigibilidad. 11
criminal, con arreglo a lo ordenado por los arts. 5° inc. primero, in fine del C. de PP.,
y 171 del C.O.T., pudiendo echarse mano para ello del procedimiento establecido
en el art. 115 del C. de PP, cuyo inc. final resuelve, además, que tratándose de cosas H. OBLIGADOS A LA REPARACIÓN
hurtadas, robadas o estafadas, "se entregarán al dueño en cualquier estado del Jui-
cio, una vez que resulte comprobado su dominio y sean valoradas en conformidad De conformidad con lo preceptuado por el arl. 2316 del C.C., "es obligado a la
a la ley". indemnización el que hizo el daño, y sus herederos", agregando que "el que recibe
provecho del dolo ajeno, sin ser cómplice en él, sólo es obligado hasta concurrencia
La aplicación de esta última norma da lugar a dificultades. 5 En especial se discute si debe de lo que valga el provecho". La relación entre las dos partes de la disposición
prevalecer sobre lo dispuesto por los incs. segundo y tercero del art. 890 del C.C., que exceplúan
de reivindicación a "las cosas muebles cuyo poseedor las haya comprado en una feria, tienda, parece, pues, conducir a la conclusión de que la reparación es exigible tanto a los
almacén, u otro establecimiento jndust:rial en que se vendan cosas muebles de la misma clase", autores como a los cómplices, excluyéndose en cambio a los encubridores, que sólo
agregando que, en este caso, el poseedor sólo estará obligado a restituir si se le reembolsa lo que estarían obligados hasta concurrencia del provecho que les ha reportado el dolo
haya dado por la cosa y lo que haya gastado en repararla y mejorarla. NOVOA6 de acuerdo con la
opinión dominante, se pronuncia en senlido negalivo, considerando que la disposición del art.
ajeno Y Esta, que es la opinión dominante, 11 tiene la ventaja de adecuarse mejor a
890 del C.C. es esp·ecial respecto de la del aTt. 115 del C. de P.P. ETCHEBERRY,'7 en cambio, la naturaleza de las cosas, ya que como es sabido, 14 el encubridor en rigor no es un
sostiene el criterio antagónico, porque estima -a mi juicio, correctamente- que en estas circuns- partícipe en el hecho punible, y por eso, salvo el caso en que se aprovecha por sí
tancias debe predominar el inteTés de la victima del hecho punible, quien, por otra parte, es el
prnpietario de la cosa.
mismo de los efectos del crimen o simple delito (art. 17 Nº 1º C.P.), resulta inJUsto
gravarlo con la obligación de reparar las consecuencias de una lesión a bienes jurí-
A diferencia de la restitución, las indemnizaciones establecidas por la ley en dicos en la cual no ha intervenido.
favor del perjudicado por el delito pueden reclamarse tanto ante el tribunal que

En el mismo sentido, ETCHEBERRY, lI, pág. 244.


ETCHEBERRY, II, págs. 235 y 236, y LABATUT, l, 248, pág. 292 1
° KOVOA, 11,606, pág. 473.
LABATUT, l, 249, págs. 292 y 293. En el mismo semido, aunque de manera menos explícita, ETCJ-IEBERRY,
11
lnfra, IT. Respeclo de la obligación de pagar las costas, véase infra, JV
TJ, pág. 190, y NOVOA, ll, 607, pág. 477. 12
Así, NOVOA, TI, 608, pág. 479
13
Sobre ello, con detalle, NOVOA 11,606, pág. 474. Sobre la Lendencia de la jurisprudencia en este sentido, aparte de la información procurada por NOVOA en
Ídem. el lugar a que se refiere la nota precedente, véase lambién ETCHEBERRY, D.PJ., IlT, 248, págs. 377 y sigts.
14
ETCHEBERRY, ll, pág. 238. Supra, 39, IV
Una información sucinta puede encomrarse en NOVOA, II, 610, págs. 481 y 482. ETCHEBERRY, 11, pág. 24 l.

808 809
¡¡

DfóRECllO PE',ji\L / PARTE (;\'.'-;ERAL/ EnriqUt' Cur)' llrzúa CAPÍTl.'L(J XXI/ RESPON~ABILIDAD CIVIL PRUVE,'.11::~ J"l' DEL DELITO

Sin embargo el cnterio expuesto no es pacífico, sobre todo porque el art. 24 del III. EFECTOS DE LAS EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD PENAL
C.P. establece que "toda sentencia condenatoria en materia criminal lleva envuelta SOBRE LARESPONSABILIDAD CIVIL PROVENIENTE DEL DELITO
la obligación de pagar las costas, da11os y perjuicios por parte de los autores, córnpli-,
ces, encubridores y demás personas lega1mente responsables". Basándose en ello, No siempre que desaparece el interés social en castigar un hecho cede, al mismo
ETCHEBERRY 15 considera que también en este punto el encubridor ha de ser trata- tiempo, el derecho del particnlar afectado a la reparación del daño que se le lía
do como un auténtico partícipe, porque así lo dispone expresamente un texto legal causado. Por esto, aquí es preciso hacer una breve exposición sobre los efectos que
que prevalece respecto del art. 2316 del CC Con todo, ese autor reconoce que la tiene la concurrencia de las causales de exención de la responsabilidad penal, sobre
solución es insatisfactoria y, además, inaplicable a los encubridores a que se refiere la responsabilidad civil proveniente del delito.
el art. 17 Nº 4° del CP., 16 cuya relación con el o los hechos punibles es tan tenue
a) Como es lógico, en los casos de exclusión de la acción a omisión, se excluye
que resulta imposible aprovecharla para erigir sobre ella la responsabilidad civil.
también la responsabilidad civil. A esta regla general, no obstante, hacen excepción
A m1 juicio, la disposición del art 24 del C.P. no es conclnyente, no sólo por la
aquellas hipótesis de responsabilidad civil por los hechos de terceros a que se ha
contradicción en que se encuentra con el arl. 2316 del C.C., sino, además, porque,
aludido más arriba, 17 pues en ellos la obligación de reparar no se funda en la causación
aunque esLablece que la sentencia condenatoria envuelve la obligación del encubri-
del daño, sino en una relación especial de aprovechamiento o cuidado basada en
dor de pagar "daños y perjuicios", no dice si los que ha de solucionar son todos los
otro género de consideraciones.
causados por el delito o únicamente la parte de ellos que cedió en su provecho. Así,
el art. 2316 del CC aparece, desde este punto de vista, aclarando el sentido del b) Cuando la eximente está fundada en la ausencia de llpicidad, es preciso hacer
precepto pena1; y como, por otra parte, Jo hace en una forma que satisface mejor las una distinción. 18
exigencias de justicia, la prevalencia de su precepto debe ser afirmada.
De acuerdo con el art. 2317 del CC, cnando el delito "ha sido cometido por aa) La exclusión de los elementos que integran la faz ob,ietiva del tipo no afecta
dos o más personas, cada una de ellas será soildariamente responsable de todo por regla general a la responsabilidad civil, siempre que el hecho haya prodncido de
perjuicio procedente" de él. Por otra parte, esta obligación de pagar el daño es todos modos un daño. La tipificación de una conducta es tan sólo una decisión
transmisible a los herederos, según lo preceptuado por los arts. 2316 del CC y sobre su intolerabilidad ético-social y, por consiguiente, concierne únicamente a la
40 del C. de PP. cuestión de si se reprimirá echando mano de los recursos penales, pero carece de
Fuera del autor del daño y su cómplice, pueden además ser responsables del iníl~encia sobre 1as consecuencias civiles que puede o no producir. Esto se aprecia
daño otras dos categorías de personas que, sin embargo, no han intervenido en la más claramente cuando se observa que existen por otro lado hechos típicos severa-
eiecución delhecho. En primer lugar, con arreglo al art. 2316, inc. segundo del mente castigados por la ley, los cuales, sin embargo, no ocasionan perjuicios civiles
C C, se encuenLra en esta situación "el que recibe provecho del dolo ajeno, sin ser a nadie (por ejemplo, homicidio calificado frustrado en el que la vícllma resulta
cómplice en él", pero "sólo es obligado hasta concurrencia de lo que valga el prove- ilesa, traición, falsificación de instrumento público, etc.). Ello destaca las diferen-
cho". En segundo, deben responder también del dano aquellos que tienen a su cias existentes entre los dos aspectos de la tutela jurídica.
cnidado a quien lo causó (arl. 2320, inc. primero CC} Los casos que se descnben
bb) La misma consecuencia es válida -y por las mismas razones- cuando se
en los arts. 232] y 2322 del CC no son sino explic1taciones de la regla general
halla ausente un elemento subjetivo anómalo del tipo. 19
contenida en el 2320 y de las limitaciones a que está sometida esta responsabilidad
por los hechos de terceros. Es a este segundo grupo de personas a las que se refiere ce) Cuando, por el contrario, se excluyen tanto el dolo como la culpa, entendi-
la última parte del art 24 del C. P dos como elementos de la faz sub,iellva del tipo, 20 la responsabilidad civil desapare-
Finalmente, debe recordarse aquí que, de conformidad con el art 39 del C. de ce, porque también ella se encuentra fundada en la existencia a lo menos de culpa,
P.P., por las personas jurídicas responden penalmente los que hayan intervenido en salvo algunos casos excepcionales de responsabilidad objetiva consagrados por la
el acto punible, pero ello es "sin perjuicio de la responsabilidad ci,~l que afecte a la ley. Sin embargo, aun en estos casos puede ocurrir que para la obligación de reparar
corporación en cuyo nombre hubieren obrado". baste con una forma de culpa menos grave que la exigida por el tipo penal, como,
por ejemplo, si éste requiere imprudencia temeraria y para la afirmación de aquélla

18
En ETCHEBERRY II, pág. 242, y NOVOA U, 609, pág. 480, se expresan opiniones distintas ala del texto,
a causa de la concepción Lradicional del tipo que defienden esos autores.
10
Supra, 19, IV
2
lri Ídem. º Supra, 19 y 22
21
17 Supra, TT, i11Ji11c Supra, 24, ll, b), dd).

810 811
Dr!RECHü PEl\AL / PARTE GENERAL I Enrique Cury lirzlia

basta con la "culpa lata". En tales situaciones la responsabilidad civil subsistirá no


obstante la exclusión de la tipicidad.
A su vez, la ausencia del dolo con subsistencia de culpa, que usualmente exclui-
rá la punibilidad por la inexistencia del tipo culposo correspondiente, no influye
sobre la obligación de reparar, pues ésta descansa indiferentemente sobre uno u
otro elemento subjetivo.

c) Las causales de justificación, en cuanto eliminan la ilicitud de la conducta,


determinan también la exclusión de la responsabilidad civil, pues lo que está auto-
rizado o, incluso, ordenado par el derecho, no puede generarla. Sobre los proble-
mas especiales que propone el estado de necesidad justificante, debe consultarse lo
que en su oportunidad se expuso al respecto. 21

d) En los casos de inimputabilidad la responsabilidad C1vil persiste, pero debe


reclamársela de terceros, con arreglo a lo preceptuado en los arts. 2319, 2320 y
2321 del C.C. 22

e) La concurrencia de una causal de exculpación o la existencia de un error de


prohibición no afectan a la responsabilidad civil proveniente del delito, que subsis-
te. Lo mismo ocurre cuando se da una excusa legal absolutoria, como lo pone ex-
presamente de manifiesto el arl 489 del C.P., que consagra la más característica de
las contempladas por el ordenamiento jurídico en vigor.

IV. OTRAS OBLIGACIONES PATRIMONIALES QUE AFECTAN


AL CONDENADO POR UN DELITO
De acuerdo con el arL 24 del C.P, quien es condenado en un juicio criminal está
obligado al pago de las costas. A su vez, el art. 4 7 del C.P. determma que ellas
comprenden ''tanto las procesales como _las personales y además los gastos ocasio-
nados por el juicio y que no se incluyen en las costas".
Por último, de lo preceptuado en los ans. 88 Nº 1º y 89 del C.P. se deduce que
los condenados a presidio y reclusión están además obligados "a indemnizar al esta-
blecimiento de los gastos que ocasionen".

V. PRESCRIPCIÓN DE LA RESPONSABILTDAD CIVIL


PROVENIENTE DEL DELITO
Con arreglo a lo establecido por el art. 105, inc. segundo del C.P., "la prescrip-
ción de la responsabilidad civil proveniente de delito, se rige por el Código Ci,~l". A
su vez, este último dispone que las acciones correspondientes "prescriben en cualro
años contados desde la perpetración del acto" (an. 2332 C.C.). Así, pues, el plazo
de prescripción de la responsabfüdad es usualmente más breve que la de la penal. 21

22
Véase. sobre dlo_ NOV01\, ll, 609, pág. 481
?.J Sohre b.s otras formas de rxtinción ele lR n:spon:;,abilidad civil. véase -:-,.JQVOi\, 11, 61 L pC!gs. 482 y 48.)

812

También podría gustarte