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LA MALDICION MALVADOC

Volví a nacer en otro lugar donde


nadie me conocía, mi aspecto
había cambiado.
Mi padre me llamaba desde el
mundo de los sueños y yo
obedecía sus ordenes como si
fuese un autómata.
Maté para subsistir, robe para
hacerme un sitio entre la nobleza,
al final él me encontró...
Subestimo mi poder, yo era
Agilius Malvadoc y ese era yo...
Yo era grande, ellos lo sabían y
no tomaron las precauciones
necesarias.
Encerrados en el velo se hallan,
la justicia recaiga sobre todos
los necios.

A mi regreso todo fue tan extraño…


Mi esposa Maikah me esperaba con los brazos abiertos, el amor se reencontró recio como antaño.
Nunca olvidaré aquellos momentos, esos felices días; era un héroe, y como tal así se me trataba allá
por donde caminase.
Mi sobrino Ellah había crecido, era todo un hombre, robusto, de buen porte, con los rasgos
peculiares de la familia Malvadoc; pocos podían mirarle a la cara y fiarse de sus intenciones reales.
El gozo duro poco…
Nos trasladamos a mi pueblo natal, mi madre acababa de fallecer y no pude verla con vida en sus
últimos momentos de agonía.
A la pira funeraria asistió todo el mundo de la aldea y alrededores. Ese fue el momento más amargo
de mi regreso, o eso creí yo, aún me quedaban sorpresas insospechadas e inauditas…
Mi pensamiento ahora me dice que todo comenzó con la recogida del alma de mi madre por los
Dioses.
Fue entonces cuando empezaron esos sueños negros…, los cuales me habían atormentado durante
gran parte de mi existencia en este mundo de desdichas.
Los aldeanos más ancianos del lugar comenzaron a tener un mismo sueño noche tras noche. Una
figura oscura se acercaba a las posesiones más valiosas de estos y con solo tocarlas las convertía en
polvo, polvo negro y marchito.
Este sueño recorría todas las calles del pueblo, y las miradas siempre iban dirigidas hacia mi
familia, pues los rumores decían que el personaje ataviado de oscuridad era el mismísimo Agilius
Malvadoc, que se les acercaba para traerles la muerte y la miseria.
Y así fue, la mayoría de los ancianos soñadores comenzaron a perder la vida uno tras otro, día tras
día… Los ojos inquisidores nos perseguían, mi familia estaba en peligro y me sentía con el deber de
protegerla, algo tenía que hacer al respecto.
Reuní entonces a mis vecinos e intente tranquilizarles lo mejor que pude; el mal había sido vencido
hacía tiempo, yo mismo participé en la gran batalla por la Gema, mis ojos gozaron del final de la
última de las ruinas.
Solo eran casualidades y miedos de gente chabacana y supersticiosa, así se lo hice llegar con mis
mejores palabras, parece que se tranquilizaron un poco, aunque yo he de decir que no me creí
ninguno de mis argumentos…
Dos meses después los ancianos del lugar habían desaparecido, todos estaban muertos…, algunos
por muerte natural o simplemente por la decrepitud ya de sus cuerpos y mentes.
Tome entonces la decisión más extrema, la cosa se estaba poniendo fea y me vi en la tesitura de
buscar la ayuda divina.
Mandé un halcón hacia la Torre de magos pidiendo consejo a mi gran amigo Ethron, el gran brazo
de la justicia tardo pocas lunas en aparecer a mis puertas, junto a él venían un puñado de templarios,
comandados por otro buen amigo, este era el inigualable Amunike “el negro”.
La noche de su llegada estuvimos departiendo sobre los viejos tiempos, comiendo y bebiendo los
mejores manjares, ellos se lo merecían, habían salvado mi vida más de una vez.
Llegado el momento expuse el delicado tema por el cual ellos nos visitaban; Ethron y Amunike se
preocuparon de manera excepcional por todo aquel misterio de los sueños negros que habían
alterado la tranquilidad de esta pequeña aldea. Hacía ya mucho tiempo que los antepasados de los
recientes difuntos sufrieron el poder de la Gema, ahora corrían días de paz que a nadie le eran
esquivos.
Ethron nos pidió permiso para retirarse a solas a la Capilla del pueblo, allí dijo que buscaría
soluciones, probablemente viajaría hacia el velo para departir con las deidades arcanas.
A los pocos días de su encierro volvimos a tener noticias del Archimago, este salio del lugar santo
con notables signos de cansancio, pero a la vez nos dio esperanzas a todos, según nos indico había
hallado una posible salida al problema que nos atormentaba.
Ethron se erigió como el líder de unos aldeanos atormentados por el terror a lo oculto. Subido en la
gran piedra sacó de entre sus ropajes arcanos un artefacto extraño que refulgía como el oro, se
trataba según nuestro interlocutor de un atrapasueños.
Ethron nos explico que era un amuleto fabricado en la Ciudad Negra, el artefacto era un círculo con
una red multicolor en su centro. El Archimago la mando colgar a la entrada del pueblo, sobre unos
postes de madera que él mismo conjuro como protectoras del contorno.
Ethron nos garantizo que el atrapasueños bastaría para acabar con los sueños negros que
atemorizaban a la aldea, los más viejos ya habían muerto, pero según mi buen amigo esto era el
principio de algún tipo de maldición. El nombre de su precursor le era desconocido, en el velo no
sabían de donde podía venir el mal que por entonces nos perseguía.
Mis huéspedes pasaron el invierno en mi hogar, durante su estancia no volvimos a tener ningún tipo
de sobresaltos en forma de sueños o similares.
Una mañana resplandeciente y llena de buenos augurios se marcharon de nuestro lado, Ethron y
Amunike tenían mucho trabajo atrasado que demandaba su presencia; nos abrazamos fuertemente, y
he de decir que lloramos juntos, aún recordábamos los tiempos pasados, nunca pudimos olvidar lo
que sucedió, la heridas las llevábamos dentro para toda la vida.
Hubo pasado ya un año desde la partida de la comitiva divina, todo había sido sosiego y paz en la
aldea, hasta que un buen día sucedió lo que nunca tuvo que suceder…, fue entonces cuando mi
mundo se vino abajo...

Una figura negra, un demonio, un oso gigante, un Skrall…


Nadie supo lo que pasó esa noche de niebla, esa noche de gritos y sangre, esa noche donde la luna
se tiño de rojo…
Yo dormía junto a mi querida Maikah, pude acariciarla, estaba a mi lado, y de repente había
desaparecido…
Me levanté raudo del camastro y me arrope con las pieles de arce, salí a la fría noche. Oí gritos a
mis espaldas, al frente, a los lados… El pueblo no dormía tranquilo, algo pasaba y no podía verlo,
una niebla densa como nunca jamás hubiese visto me cortaba mis pasos de raíz.
Algo o alguien me golpeo en la cabeza y caí sumido en un sueño.
Desperté, me encontraba en un valle lleno de flores blancas; una figura extraña ataviada con ropas
grises y capucha acercose a mi y me hablo en los siguientes términos:
- Hijo mio, de nuevo vuelvo para decirte que hay un hombre malvado en tu vida que no parara de
perseguirte hasta verte muerto.
Es un brujo poderoso, un cruento enemigo al servicio de las familias que deje huérfanas durante
aquella época tan nefasta de mi existencia.
Saben de tu fama, y les revuelve las tripas ver a un Malvadoc como salvador de la última gran ruina
de nuestros tiempos. Van a vengar a sus difuntos, quieren acabar con la extirpe de nuestra familia,
estamos maldecidos…
Busca un refugio en lo más olvidado del Continente, cambia de nombre y de aspecto, usa la cabeza
y no el corazón, tus pérdidas ya no tienen remedio, pero deseo que sigas con vida, pues te esperan
días aún de gloria - .
Me incorporé aturdido, otro sueño negro…
La gente se arremolinaba a mi alrededor, llorando y llenos de dolor.
Me contaron lo sucedido hacía ya tres noches. Alguien sigilosamente había aprovechado la densa
niebla para asesinar vilmente a mi gente.
Todos muertos, amigos y familiares..., mi bella mujer, mi sobrino… Solo quedábamos un puñado de
aldeanos en pie.
Muchos fueron desmembrados, algunos triturados como si fuesen carne picada… El lugar era
muerte, sangre y vísceras.
El pendenciero asesino además se ocupo de pintar con sangre runas extrañas en las puertas de las
casas de las víctimas, todo era misterio y dolor, mis días habían terminado, ya no era yo el que yacía
en el camastro, era la sombra de mi padre…

Agilius desapareció de la aldea sin pronunciar palabra y nunca más se supo de él; desde aquel
entonces la paz volvió a reinar en el lugar, hoy en día es un sitio de culto para los forasteros. A la
entrada del pueblo hay un gran cartel anunciando que fue aquí donde vivió la famosa y maldita
familia Malvadoc.
Con este reclamo el pueblo se lucra de unos ingresos extras que sirven para crecer día a día, hoy por
hoy es una de las villas más famosas y prósperas del Continente.

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