De Miranda Martin & Juno Wells Dragon's Baby (Red Planet Dragons of Tajss 1)

12 de junio de 2021 Página 1
#BatallaNavalAlienJulio2021
Portada
Disclaimer
Créditos
Contenido
Disclaimer............................... 2 Capítulo 11 .......................... 98

Créditos .................................... 3 Capítulo 12 ........................ 105
Sinopsis .................................... 3 Capítulo 13 ........................ 112
Capítulo 1 ................................ 4 Capítulo 14 ........................ 121
Capítulo 2 ............................. 14 Capítulo 15 ........................ 128
Capítulo 10 .......................... 90 Capítulo 23 ........................ 191
Alien Dragon’s Babys

Red Planet Dragon of Tajss #1
Miranda Martin & Juno Wells
Sinopsis
No todos los alienígenas son enemigos, incluso si te
secuestran...
Calista está feliz con su vida de investigación científica. No

necesita un hombre, tiene sus libros, sus amigos y su trabajo. Las
cosas van bien hasta que su nave es atacada por piratas
espaciales y aterriza en un planeta desértico con un calor tan
intenso que ella y sus amigos no pueden sobrevivir sin ayuda.
Ladon es un guerrero Zmaj resignado a una vida solo, que
solo desea proteger sus tesoros. Sus esperanzas de tener una
pareja se desvanecieron hace mucho tiempo, pero cuando
conoce a Calista algo se agita en él. No hace falta más de una
mirada para saber que ella le pertenece. Ha estado solo durante
tanto tiempo, pero ella es el tesoro supremo y él la protegerá.
Ahora solo queda el pequeño problema de que ella viva lo
suficiente como para entenderlo.
Un planeta devastado, una historia misteriosa, piratas
espaciales y amenazas ambientales y extraterrestres los acosan
por todos lados. El sexy guerrero Zmaj tendrá que luchar contra
la última amenaza del planeta en un esfuerzo épico para obtener
lo único que sabe que Calista necesita para sobrevivir. Entonces
tal vez puedan comenzar a aceptar los sentimientos que se crean
el uno al otro.
Pero, ¿aceptarán los demás humanos a este enorme y
alienígena guerrero dragón? ¿O lo encontrarán como una
amenaza tan grande como el resto del planeta rojo? El futuro
de ambas razas depende de ello.
Capítulo 1
Calista
Voy tarde. Salto de un pie a otro mientras espero en la cola de

seguridad. Maldita sea, se me hace tarde, ¡date prisa! El tipo que
está delante de mí parece tener más de ochenta años y, por lo
visto, se ha olvidado el carné de identidad, así que van muy
despacio a la hora de registrarlo. Tiene ochenta años, ¡qué más
da! Déjenlo entrar.
—Diablos, yo trabajo aquí, muestren un poco de maldito
respeto —gruñe el anciano.
—Si trabajas aquí, entonces conoce las reglas, Sr. Chamberlain
—dice el fornido guardia de seguridad que le cachea.
—¡Ahora, si tocas la mercancía será mejor que estés
preparado para terminar lo que has empezado! —grita el
anciano mientras el guardia le palmea la pierna.
Resopla.
—Lo siento, señor —dice el guardia más joven, Charlie.
Bert, el corpulento guardia, se limita a gruñir sin inmutarse.
Sacudo la cabeza y miro el teléfono para ver la hora. Gershom
me va a dar mucha mierda. Maldita sea. Necesito esto como si
necesitara un agujero en mi cabeza.
—¿Bert? —Pregunto y él mira más allá del viejo hacia mí.
—¿De alguna manera puedo pasar sobre esto?
Bert está cabreado, lo cual no es nada nuevo, pero
aparentemente hoy también quiere cabrear al mundo entero.
Esto queda muy claro cuando pone los ojos en blanco.
—Oh, lo siento, ¿crees que le pedí a este tipo que olvidara su
identificación y luego esperara pasar de todos modos? ¿Estoy
coartando tu estilo al hacer mi trabajo?
—Bert, no quise decir... –
—¿No querías menospreciar a los pobres guardias que cuidan
de vosotros, cabezas de huevo?
—No he dicho...
—¿No dijiste por favor? Sí, me he dado cuenta. Por cierto,
gracias por el respeto. Es muy importante. Ahora ponte en la fila,
por favor, mientras aclaramos este lío.
—Nunca tienes sexo, ¿verdad? —Chamberlain bromeó con
Bert.
Los ojos de Bert se abrieron de par en par y su cara se puso
morada mientras su presión sanguínea se disparaba por las
nubes. Está tan enfadado que aparentemente no era capaz de
hablar. Su boca se mueve y emite un ruido de balbuceo, pero no
le sale ninguna palabra.
—¿Qué? ¿Crees que puedes hablarle así a una chica guapa y
esperar que te dé cariño? —Chamberlain continuó y yo resoplé.
Charlie hace todo lo posible por no reírse mientras se pone de
pie frente a Chamberlain, pero está a punto de estallar.
Chamberlain sonríe mirándome con ojos brillantes y una sonrisa
que va de oreja a oreja.
—Te diría que si tuviera veinte años menos te estaría
invitando a salir —me dice—. Pero al diablo con eso, necesitas
pasar un buen rato, ¡tengo el equipo justo para demostrártelo!
El calor sube a mis mejillas y quiero arrastrarme bajo las
máquinas de seguridad y esconderme. No soy de ese tipo de
chicas y no tengo ni idea de cómo responder. ¿Debo sentirme
halagada? ¿Qué tal si me avergüenzo? ¿Es eso suficiente?
—Está autorizado, señor —dice Charlie tirando del hombro de
Chamberlain y obligándole a apartar los ojos de mí.
—Ya era hora —murmura Chamberlain y se aleja sin decir
nada más.
—Lo siento, Calista —dice Charlie cuando me acerco al
control de seguridad.
—Vaya —digo sin saber aún cómo reaccionar o qué decir.
—Sí, es... diferente —dice Charlie.
—¿Tratas con él a menudo?
—Más de lo que me gustaría, él también olvida
constantemente su identificación —responde Charlie.
—Odio a ese hijo de puta —murmura Bert.
Bert vuelve a la máquina de escaneo que controla a todos los
que entran en el sector. No estoy segura de por qué creen que
necesitamos este grado de seguridad en nuestra zona. Hacemos
investigaciones que a nadie le van a interesar. No es que estemos
diseñando armas. Mi equipo está trabajando en nuevas cepas de
trigo. ¡Whoopee! Un objetivo principal para el terrorismo,
supongo, si odias el trigo. ¿Existe tal cosa? ¿A alguien le importa
realmente lo que estamos haciendo?
Por muy importante que sea eso lo dudo, la seguridad me ha
hecho llegar veinte minutos tarde al trabajo. Gershom me va a
poner a prueba. Dios, es un imbécil. Bert y Charlie me hacen
pasar y yo corro hacia el ascensor. El viaje durará otros cinco
minutos y luego tengo que ir por el pasillo hasta dónde está mi
equipo. Voy a llegar veintinueve minutos y veinticuatro
segundos tarde. Está justo por debajo del límite de treinta
minutos, así que no me sobra ni un segundo. Treinta minutos de
retraso y Gershom puede descontarme medio día de sueldo. Si
no supera ese tiempo, sólo será una amonestación, aunque no
necesito más de eso, pero al diablo con la pérdida de la mitad de
mi sueldo.
El ascensor se arrastra hacia arriba. Juro que se mueve a
medio ritmo. Vuelvo a bailar de un pie a otro mientras veo el
número subir lentamente. Llega al cuarto piso y las puertas se
abren lentamente. Me zambullo en ellas en el momento en que
son lo suficientemente anchas como para que me pueda colar y
luego corro por el pasillo. Por suerte, hoy he llevado zapatillas
de deporte. El código de vestimenta en el laboratorio es bastante
informal, ya que todos llevamos batas de laboratorio o los trajes
especiales que evitan la contaminación cruzada.
—¡CORRE, FORREST! ¡CORRE! —me grita una voz aguda en el
pasillo mientras hago eso.
Corro a toda velocidad al ver a mi mejor amiga Jolie
haciéndome señas para que me acerque a la puerta del
laboratorio. Jolie es bajita y muy guapa. Tiene un toque asiático
en su genética que le da los ojos almendrados y su cuerpo
menudo la ha dotado de una capacidad para comer de todo sin
preocuparse por su peso.
—¡JOLIE, CIERRA LA PUERTA! —Suena el tono de barítono de
Gershom.
—¡Sí, señor! —Grita— ¡Estoy justo haciendo eso, sujetando la
puerta! —le dice por encima de su hombro sonriéndome.
Me detengo con el chirrido de las zapatillas justo dentro de la
puerta y pulso el botón de entrada en el ordenador. Jolie tenía
mi identificación de empleado ya marcada y me estaba
esperando. Es un truco, pero no es una infracción de las normas.
El reloj parpadea justo antes de que cambie la hora. Lo he
conseguido. Jadeo con fuerza y me inclino cuando Jolie me
abraza con fuerza.
—Calista —dice Gershom, acechando hacia mí como un gato
que merodea hacia un pájaro. Es espeluznante.
—¿Sí? —Pregunto.
Gershom es mayor que yo y tiene canas en las sienes de su
cabello oscuro. Tiene un bronceado intenso, un rostro delineado
y unas manos grandes que agarran constantemente una taza de
café. Lo sorbe para acentuar sus declaraciones. Parece creer que
eso le hace ser cool y estar a la moda. Los tirantes que lleva
acaban con cualquier moda. Es nuestro supervisor, pero no es un
científico como el resto de nosotros. Creo que esto lo hace
inseguro y es parte de la razón por la que le gusta imponer su
autoridad.
—Llegas tarde —dice dando un sorbo a su café.
—Sí, lo siento. Problema en seguridad—.
—Ya veo —sorbe —bueno, tenemos reglas por aquí —sorbe.
—Sí, señor —digo.
—Reglas que están hechas para ser cumplidas —sip —¿Tal
vez estuviste fuera hasta muy tarde anoche? —
—No señor —digo.
Creo que está coqueteando conmigo, lo que me hace sentir
aún más incómoda que Chamberlain abajo. Constantemente
hace comentarios o preguntas sobre lo que hice la noche
anterior. No es algo que haga con los otros trabajadores.
—Ya veo —sorbe —pues qué mal—. Sorbo—. Entonces
tendrías una razón, ¿no? —Sip.
—Supongo que sí, señor—.
—Bueno, medio día de paga —sorbo.
—Estaba dentro del límite de tiempo, señor —respondo.
Sus ojos se abren de par en par y se dirige al ordenador de la
hora. Introduce su código de seguridad y revisa los registros.
Cuando se vuelve hacia mí, desaparece toda pretensión de
control.
—Ponte a trabajar —dice señalando con su taza de café.
Intento contener la risa mientras sigo a Jolie de vuelta al
laboratorio. Gershom desaparece en su despacho mientras Jolie
y yo nos ponemos las batas de laboratorio.
—Eso estuvo cerca —dice Jolie.
—Sí —coincido.
—¿Dónde diablos estabas?
—Me quedé dormida.
—¿Otra vez? ¿Una cita caliente anoche?
Resoplo: —Sí, claro. Nadie quiere a la bibliotecaria empollona
fuera de las películas.
—Lo llamo una idiotez.
—Yo llamo idiotez a tu idiotez.
—¡Tienes que salir a la calle! Vamos, chica, tienes la
mercancía, bajo esa sonrisa de empollona y detrás de esas gafas.
—Ajá. Bueno, por ahora me voy a concentrar en el trabajo.
—¡Bah, el trabajo es aburrido!
—Sin embargo, estamos cerca de abrirnos paso —digo.
—Sí, me encanta la ciencia —dice Jolie y se ríe—. Supongo que
soy tan empollona como tú. –
—Quiero ver cómo van las nuevas semillas. Te encontraré
cuando termine en el cuarto estéril—.
—Más te vale —dice Jolie sonriendo.
Me dirijo a al cuarto estéril y compruebo todas las semillas
nuevas.
La bioquímica es divertida. Bueno, yo creo que es divertida.
También es de vital importancia si queremos alimentar al
mundo, tenemos que seguir desarrollando mejores cepas de
alimentos. Así que trabajo y el día pasa. Estoy en mi mesa
registrando los resultados de mi última ronda de pruebas y los
informes para terminar el día cuando Gershom se acerca de
nuevo, con la taza de café en la mano.
—Así que, sí —dice sin preámbulos.
Le miro por encima de mis gafas. No hay nadie más en el
laboratorio y, con la forma en que me mira, me siento
repentinamente cohibida. Me echo el cabello hacia atrás, lo meto
detrás de mi oreja, esperando a que hable.
—¿Sí? —
Gershom se aclara la garganta y mira alrededor de la oficina.
—Pensé que te gustaría salir a cenar esta noche—.
—¿Yo? —La sorpresa hace que mi voz salga más alta de lo
normal.
—Bueno, por supuesto —dice—. Tú, yo, la cena, tal vez algún
otro entretenimiento—.
—No creo que eso sea apropiado —digo con las mejillas
ardiendo.
—Oh, bueno, uhm, ¿por qué no? —
—¿Trabajo? —Digo rápidamente tratando de disimular.
¿Qué puedo decir? ¿Qué te encuentro repulsivo y baboso?
Dios, meses sin una cita o un indicio de una y todo lo que consigo
es que Gershom me coquetee.
—Ah, sí, por supuesto —dice.
—Hola Calista, ¿ya has terminado? —Jolie pregunta
caminando detrás de nuestro jefe.
Se pone rígido inmediatamente y agita su taza de café.
—Sí, bueno, muy bien. Asegúrate de rellenar bien ese informe
—dice y se marcha.
Jolie y yo le vemos irse. Cuando se pierde de vista, ella se
vuelve hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Otra vez? —pregunta.
—Dios, sí —digo.
—Tío, le ha dado fuerte. Podrías usarlo luego para un
aumento o algo así si quisieras —se ríe.
—¡Uf! ¡No!
—Oye, sólo digo —se ríe—. Rascar esa picazón y todo eso.
—Prefiero morir —respondo.
—Sí, no puedo culparte por eso. Bueno, el día ha terminado,
¿lista para irnos? —
—Claro que sí —digo apagando el monitor y frotándome los
ojos.
Salimos del laboratorio y pasamos la seguridad sin incidentes.
Fuera, en la vía pública, caminamos en silencio.
—¿Cena? —pregunta ella—. ¿O volvemos directamente a
nuestros dormitorios? —
—La cena sería genial. ¿Crees que podemos entrar en
Cosmos? —
—Ni idea, pero me encanta ese sitio —dice Jolie—. ¡Vamos a
intentarlo!
Nos abrimos paso entre la multitud del final del día, ya que
toda la gente se dirige a sus casas o sale por la noche. Cuando
llegamos a Cosmo's hay cola, pero nos dejan entrar en el bar
para esperar.
—¿Qué vas a beber? —pregunta Jolie.
—Un Bloody Mary esta noche —le digo.
Ella levanta dos dedos y pide nuestras bebidas. Cojo la mía y
me alejo de la barra.
—Quiero ver la vista —le digo.
—¡Claro! —dice ella siguiéndome.
Nos conduzco a través del abarrotado bar hasta que pasamos
por la pequeña puerta de la sala de observación. Hay pequeñas
mesas con tres sillas altas cada una. Elijo una de las más
cercanas a la ventana que está vacía y me subo en ella. Jolie se
sienta frente a mí. Me doy la vuelta y miro hacia la vacía
oscuridad. Pequeñas luces parpadeantes tan lejanas que parecen
destellos nos guiñan el ojo.
—Lucy en el cielo con diamantes —tararea Jolie, levantando
su copa y balanceándose de un lado a otro.
—Sin duda —digo admirándolo.
—¿Qué galaxia es esa? —pregunto, señalando una nebulosa
que debe estar a unos cientos de años luz.
—No estoy segura, no sé en qué punto del viaje estamos ahora
mismo —responde.
Me inclino hacia atrás y doy un sorbo a mi bebida. Mirando al
gran negro me siento pequeña y completa al mismo tiempo. El
negro vacío bosteza a nuestro alrededor, pero al mismo tiempo
lo hemos conquistado. Somos la tercera generación a bordo del
barco y nunca veremos nuestro destino. Dos generaciones más
vivirán aquí antes de que eso ocurra. Me río, gracias a los
abuelos, la vida tal y como la conocemos está confinada en la
nave.
—¿Y qué te parece? —pregunta Jolie.
—¿Sobre qué?
—¡El amor! En el gran esquema de todas las cosas, ¿qué pasa
con el amor?
Sonrío y miro fijamente a la oscuridad. Jolie tiene el amor en el
cerebro. Es lo único en lo que piensa. Le encanta ver películas
románticas y sueña con su caballero de brillante armadura, lo
que significa que también sueña con que yo encuentre al mío.
—Creo —digo sorbiendo pensativo—. Que la chica científica
empollona sólo consigue al chico en las películas—.
—Bah —dice ella—. ¡El arte imita a la vida y la vida imita al
arte!
—No estoy seguro de que Notting Hill sea "arte".
—Dios mío, ¿no estaba Julia genial en ella? Y Hugh, ¡para
morirse!
—Sí —digo suspirando—. Sin embargo, esa no soy yo—.
—No tienes ni idea de lo guapa que eres, ¿verdad? —
—¿Qué? —Pregunto mirándola sorprendida.
—Guapa, tú —repite—. A muchos chicos les gustaría salir
contigo.
—Claro —digo negando con la cabeza.
Jolie pone los ojos en blanco: —Créeme, sé de lo que hablo.
—Seguiré con mi ciencia, gracias —digo.
—Ya lo veremos, querida —dice Jolie riendo.
A lo lejos hay un rápido destello de luz que llama mi atención.
Miro fijamente hacia donde me pareció verlo pero no se repite.
—¿Has visto eso? —Pregunto.
—¿Hmm? ¿Qué?
—Un destello de luz por ahí —señalo hacia donde lo vi.
—No —dice sin interés.
—¡Huh! —respondo.
La noche pasa tranquilamente mientras cenamos y dábamos
una vuelta, luego fuimos a nuestros dormitorios y me apago
como una luz.
Capítulo 2
Calista
La mañana siempre es muy temprano. Puaj. Me doy la vuelta y

me estiro, luego presiono el interruptor en la pared que evita
que la luz del techo parpadee. El despertador más molesto del
universo. Al salir rodando de mi litera, mis pies golpean el suelo
y me tropiezo con el replicador incorporado. Tres pitidos y el
olor a café Verona recién hecho impregna la habitación. Me
siento en el borde de mi litera esperando a que termine, luego lo
agarro y le doy un sorbo a la deliciosa bebida caliente. A medida
que su calor se esparce por mi sistema, me despierto
lentamente. Entro al baño y dejo que el aire caliente lleno de
partículas de iones me limpie, luego me lavo los dientes y me
arreglo el cabello.
Vestida y preparada, salgo de mi habitación al área común que
comparto con otras dos chicas. Todos los dormitorios están
diseñados así, con la suficiente privacidad para mantenernos
cuerdos, pero el espacio es muy valioso en una nave colonia.
Jolie está acurrucada en el sofá con los pies metidos debajo de
ella sorbiendo su propio café. Parece alerta y lista para salir,
maldita sea. Siempre está llena de energía y estoy celosa.
—¡Buenos días, sol! —Jolie sonríe.
—Claro —gruño.
—Es otro día brillante y hermoso. Es hora de levantarse y
brillar, ¡vamos a rockear!
Jolie se pone en pie mientras canta su rutina matutina.
—Por el amor de Dios, ¿podrías cerrar la boca? —grita Amara
saliendo de su litera.
—No seas un oso —dice Jolie, girando sobre sus pies para
mirar a Amara.
Amara es ruidosa, descarada y está acostumbrada a dar
órdenes. Su rostro es de una belleza áspera. Tiene una
mandíbula fuerte y una nariz afilada que transmite un aire de
autoridad. Su cabello corto y oscuro está de punta y sus ojos
parecen agotados.
—¿No has dormido nada esta noche, Amara? —le pregunto.
—No y la señorita Happy no ayuda en absoluto —refunfuña.
—¿Por qué no? —Le pregunto.
—¿Porque es molesta? —responde mirando a Jolie, que le
saca la lengua.
Amara pone los ojos en blanco.
—Me refería a por qué no dormiste anoche —aclaro.
—Correcciones de curso, nos mantuvo a todos despiertos
hasta tarde —dice.
—Creía que todo eso era automático, que el ordenador lo
hacía—.
—Lo es, pero detectó algo que no pudo resolver y tuvimos que
ajustarlo—.
—¿No es raro? —pregunta Jolie.
—Sí —responde Amara sin querer dar más detalles.
—Bueno, ¿va todo bien? —le pregunta Jolie.
—¿Por qué no os dedicáis a cultivar maleza o lo que demonios
sea que hagáis? Y dejan el pilotaje a los que sabemos hacer las
cosas ¿ok? −
—Somos bioquímicos, muchas gracias, Alteza —bromea
Jolie—. Si no fuera por nuestro trabajo, ustedes, los altos y
poderosos pilotos, se morirían de hambre—.
—Claro, gracias, la comida ha sido maravillosa últimamente
—dice Amara sacudiendo la cabeza.
—¡Nosotras no somos las cocineras! —exclama Jolie picando
el anzuelo y yo suspiro.
—Te está provocando Jolie —la amonesto.
—Oh, claro —dice Jolie y luego se encoge de hombros—. Lo
que sea.−
La habitación tiembla con fuerza haciendo que las tres
perdamos el equilibrio. Hago girar los brazos para intentar
mantenerme en pie y luego caigo sobre el sofá. Los adornos que
tenemos en las estanterías de la habitación salen despedidos
hacia el suelo llenando mis oídos con el sonido de cristales
quebrándose.
—¿Qué demonios? —Pregunto cuando el temblor se detiene.
—¡Whoa! —grita Jolie.
—Maldita sea —gruñe Amara.
—Amara, ¿qué ha pasado...?
Mi pregunta se interrumpe cuando la luz de la habitación
cambia de blanco a rojo y comienza a parpadear. Una alarma
lejana suena, haciendo eco en nuestro espacio. Se me hiela la
sangre y se me hace un nudo en el estómago.
—¿Amara? —pregunta Jolie, con la voz temblorosa por el
miedo.
Lo hemos ensayado toda la vida, pero nadie esperaba una
alarma de verdad. Todo es teórico porque sólo hay un pequeño
puñado de eventos que harían sonar las alarmas y ninguno de
ellos es bueno.
—Ya conocen los simulacros. Tenemos que llegar a nuestras
cápsulas de supervivencia —ordena Amara.
—¿Pero qué es? —pregunto.
Amara me mira con ojos pesados—. No lo sé.
Está mintiendo y yo lo sé, pero no hay tiempo para discutir
porque las alarmas se hacen más fuertes mientras la habitación
vuelve a temblar. La luz empieza a parpadear a un ritmo
diferente. Amara la observa con atención mientras yo me
esfuerzo por recordar los códigos que aprendimos en la escuela
básica.
—Maldita sea —murmura Amara y luego se pone en
movimiento.
Agarra a Jolie y la ayuda a ponerse en pie. La habitación se
sacude con fuerza y vuelvo a caer de culo. Me levanto con
dificultad y veo a Amara y a Jolie apoyándose mutuamente. Las
alcanzo, nos agarramos la una a la otra y nos dirigimos a la
puerta. En cuanto se abre, nos ahogamos con el humo que llena
el pasillo. Otras personas llenan el espacio llorando y gritando
mientras intentan abrirse paso entre el humo y mantenerse en
pie mientras el suelo se agita bajo nuestros pies.
—Amara, ¿qué demonios es esto? ¿Humo? No había humo en
ninguno de nuestros simulacros —le pregunto cogiéndola por
los hombros y obligándola a mirarme.
Ella frunce los labios y tensa la mandíbula. Sacude la cabeza y
mira a un lado y a otro mientras otras chicas se abren paso junto
a nosotras hacia sus propios puestos o cápsulas de
supervivencia, dependiendo de sus asignaciones.
—Piratas —me responde Amara—. Tenemos que llegar a
nuestros puestos. Ahora—.
—Me estás jodiendo —digo—. Pensé que eran como un mito,
como el Imperio o algo así. –
—No, no lo son —responde ella.
—¡PIRATAS! —gritan a la vez tres chicas que se abren paso
por el pasillo al haber escuchado a Amara.
—No, cálmense. Id a vuestros puestos —ordena Amara.
Entonces oigo por primera vez disparos. El sonido resuena
por el pasillo rebotando en las paredes y reverberando en mis
oídos provocando un pitido que no cesa.
—¿Qué ha sido eso? —pregunta Jolie.
—¿Disparos? —Lo convierto en una pregunta porque estoy
adivinando. Sólo los he escuchado en las películas.
Todo a nuestro alrededor es un caos. La gente corre y grita.
Las tres nos mantenemos juntas y Amara cae en un papel de
liderazgo que me alegra que tenga. Salimos de los niveles de
nuestros dormitorios y entramos en la zona principal y entonces
las cosas pasan de ser malas a ser una pesadilla. Las luces del
techo parpadean en rojo al ritmo de las alarmas. El aire está
lleno de un humo espeso del que salen personas gritando hacia
sus puestos de seguridad o simplemente corriendo con miedo y
confusión. Jolie tiene un agarre mortal en mi brazo mientras yo
mantengo una mano sobre Amara mientras ella se abre paso
entre la multitud. Un sonido de zumbido atraviesa el aire sobre
nuestras cabezas, precedido por un destello de luz azul.
—Mierda —maldice Amara mientras las tres nos agachamos.
Los gritos se hacen más fuertes a medida que avanzamos
hacia nuestras cápsulas de supervivencia designadas. No está
tan lejos. Hemos ensayado esto toda la vida y se supone que
todos deben tardar menos de dos minutos en llegar a sus
cápsulas de supervivencia en una situación de emergencia. Ha
sido mucho más que eso. El humo, los gritos, el miedo, todo
contribuye, pero nadie procede con calma como en los
simulacros. Todo el mundo se ha vuelto loco corriendo aquí y
allá llorando y lamentándose. Parece que también corremos
contra la multitud, lo que no ayuda.
—¡Corre! —grita un hombre de cabello oscuro, agarrando a
Amara cuando él aparece entre el humo—. ¡Están por allí!
La suelta y pasa corriendo junto a nosotros. Miro tras él y
luego vuelvo a mirar a Amara.
—Ignóralo, están en pánico —dice ella y sigue adelante.
Avanzamos menos de una docena de metros cuando un grito
que hiela la sangre se eleva por encima de las alarmas.
−!!!!NOOOO!!!!!
Se me hiela la sangre y se me pone la piel de gallina en mis
brazos. Mi estómago se aprieta en un duro nudo que obliga a los
ácidos a subir por mi garganta. El humo se arremolina a nuestro
alrededor mientras avanzamos lentamente. El humo se disipa y
aparecen tres hombres delante de nosotros, pero no son
nuestros hombres. Su piel tiene un tinte anaranjado y un aspecto
correoso. Sus bocas están llenas de dientes afilados y hay dos
protuberancias puntiagudas que salen a cada lado. La parte
superior de sus cabezas es calva, pero tienen mechones negros
con aspecto de rastras o tentáculos alrededor de los lados y la
espalda, con bandas metálicas arriba y abajo de cada mechón.
Llevan cueros espaciales, trajes diseñados para servir como
trajes espaciales para viajes cortos en el frío vacío. Están
armados con palos y uno de ellos tiene una pistola que nos
apunta a las tres. En el suelo, frente a ellos, hay un cuarto
hombre que sujeta a una chica que ha sido la fuente de los gritos.
—¡Bueno, bueno chicos, nuestro día de suerte! —dice el pirata
con la pistola, sonriendo para mostrar sus afilados y
desagradables dientes amarillos.
—Oh, no —grita Jolie a mi lado.
Amara se adelanta y, de alguna manera, se las arregla para
quitarle el arma del pistolero. Se oye un fuerte crujido y luego su
cabeza explota al formarse un nuevo agujero en su frente y cae
al suelo. Mirando a mi alrededor hay un extintor montado en la
pared a mi lado, así que lo cojo de la pared y corro hacia delante
agitándolo locamente delante de mí. Grito, llena de una rabia y
una ira que nunca antes había experimentado. El que está
encima de la chica tiene los pantalones por las rodillas. Levanta
la vista en el momento en que me balanceo e intenta rodar, pero
lo golpeo directamente en la parte superior de su cabeza y siento
cómo se le hunde el cráneo con la fuerza del golpe. La humedad
me salpica y mi estómago se revuelve. Me hace falta toda mi
fuerza de voluntad para no caer de rodillas y vomitar. Me
arrodillo junto a la chica y me doy cuenta de que la conozco.
—Inga —digo suavemente acercándome a ella.
Ella se aleja de mí llorando mientras las lágrimas caen por su
cara.
—¡NO! —grita mirando a su alrededor y retrocediendo.
—¡Inga, para! —Le grito.
Sus ojos se posan en mí y los veo despejarse.
—¿Calista? —dice, con voz temblorosa.
—Estás bien, vamos, tenemos que llegar a las cápsulas de
supervivencia —le digo con voz tranquilizadora.
Ella asiente y tira de su ropa tratando de cubrirse. Amara y
Jolie la rodean y las tres la ayudamos a ponerse en pie. Miro el
cuerpo sin vida del pirata. Un ojo me mira fijamente mientras se
me nubla la mirada y la bilis me sube a la garganta. Me dan
arcadas y me doy la vuelta.
—¿Estás bien? —pregunta Jolie poniendo una mano en mi
espalda.
—Estaré bien —me ahogo forzando la bilis a bajar.
Es una mentira pero me aferro a ella. Estaba viva y yo sólo...
no puedo pensar en eso.
—Movámonos —ordena Amara.
Formamos un círculo protector alrededor de Inga y seguimos
nuestro camino. La nave retumba y hay explosiones en la
distancia.
—Vamos a morir —solloza Inga, apenas manteniéndose en
pie.
—No, no vamos a morir —ladra Amara sin mirar atrás.
Llegamos a un cruce al que no deberíamos haber llegado.
—Hemos perdido nuestro cruce —digo.
—No importa —dice Jolie—. Hay otra cápsula de
supervivencia en este pasillo. −
—Bien, vayamos allí entonces —dice Amara.
—¿Cómo lo perdimos? —Pregunto, pero tan pronto como lo
digo el sonido de una lucha resuena hacia nosotras.
Suena cercana e intensa. Los gritos de dolor acentúan los
sonidos de la carne golpeando la carne. Las cuatro nos miramos
asustadas, confundidas y sin saber qué debemos hacer. Nada en
nuestra vida de simulacros de seguridad nos preparó para una
completa invasión de piratas. Los piratas espaciales eran un
mito, un cuento para asustarnos. Se supone que no existen
realmente. Excepto que están aquí. Acabo de matar a uno. Mi
estómago se aprieta y arde con bilis caliente cuando veo a ese
hombre tirado con la cabeza destrozada. Yo hice eso. Oh, Dios,
¿qué vamos a hacer?
—Tenemos que avanzar —dice Amara.
—Es sólo unos pocos metros en esa dirección —dice Jolie
señalando la misma dirección de la que viene el sonido.
—Correcto, sólo unos metros —digo mirando hacia el
remolino de humo.
Jolie se encoge de hombros y esboza una sonrisa tentativa.
—Bueno, si no hay nada más que ser Han Solo —bromeo.
—¿Qué? —pregunta Amara mirándome como si estuviera
loca.
—¿La guerra de las galaxias? ¿Cuándo los soldados de asalto
los superan en número, así que él y Chewie cargan contra una
docena de ellos y todos los soldados huyen despavoridos
pensando que los superan en número?
Amara me mira sin comprender, pero Jolie se ríe. Inga se ríe
suavemente, es la primera respuesta que da que hace que
parezca que va a estar bien.
—¿En serio? ¿Nunca has visto La guerra de las galaxias? —le
pregunto a Amara.
—Siempre he preferido Star Trek —responde.
Sacudo la cabeza y suspiro.
—Los vulcanos son sexys —dice Inga y Jolie se ríe.
—Vale, claro, estoy de acuerdo, pero ¿alguien tiene una idea
mejor?−
Nadie habla, así que todas nos agachamos y nos arrastramos
hacia los sonidos de la lucha. Viene de una esquina a la que
llegamos en cuestión de minutos. Amara echa un vistazo y luego
se retira y se apoya en la pared.
—Uhm —dice.
—¿Qué? —susurramos las tres casi al unísono.
—Creo que ella está ganando —dice.
—¿Eh? —pregunto yo.
Amara sacude la cabeza y mira a su alrededor justo cuando
otra explosión sacude la nave haciendo que el suelo salte y se
doble. Nos hace caer a las cuatro. Se oye un fuerte silbido y el
aire pasa por delante de nosotras como un fuerte viento que
atraviesa el pasillo. Me pongo de pie y ayudo a Inga y Jolie.
Amara ya está de pie mirando a su alrededor. El techo se ha roto
y se ha formado una grieta en la pared de la que salen algunos
tubos. Una de ellas expulsa vapor y de otra sale agua. Amara
agarra la tubería de agua y la mueve de un lado a otro hasta que
se rompe en su mano. Me mira y luego baja la mirada hacia el
extintor que casi había olvidado que aún llevaba.
—¿Han y Chewie? —pregunta.
Asiento con la cabeza y levanto mi extintor. Nos adentramos
en el pasillo y ambos levantamos nuestras armas en alto, y lanzo
un grito de guerra sin palabras. El corazón se me acelera y
respiro entrecortadamente, tanto por el humo como por el
miedo alimentado por la adrenalina que me tiene atrapada.
Corro junto a Amara a través del humo hacia un grupo de
cuerpos que apenas puedo distinguir. La luz roja parpadeante
brilla en el cuero negro espacial, pero también hay destellos de
blanco. Mientras corremos hacia delante, dos de los cuerpos
vestidos de negro se elevan en el aire y luego aterrizan con
fuerza sobre sus espaldas sin moverse.
Una mujer vestida de blanco se pone en posición defensiva
frente a nosotras desde el otro lado de los cuerpos inmóviles.
Dejo de avanzar y me detengo. Esto no es lo que esperaba. Es
Lady General Rosalind, jefa de la fuerza de combate de la nave.
Es una mujer hermosa con una larga melena oscura que le
cuelga por encima de los hombros. Tiene las manos cerradas en
un puño y una pierna adelantada para estar ligeramente
agachada.
—¿Quién eres? —pregunta sin relajarse.
—Soy Cal....
Mi intento de respuesta se ve interrumpido por otra
explosión, luego el pasillo gira de lado y me estampo contra la
pared. El aire pasa tan rápido que me deja sin aliento. Amara se
echa encima de mí y luego caemos hacia delante. La gravedad
cambia de posición y me empuja contra la pared con tanta fuerza
que no puedo levantar la cabeza. Mi visión se vuelve gris en los
bordes y lucho por no desmayarme. Tengo que llevar a nuestro
grupo a la cápsula de supervivencia. Se acabó, la nave está
dañada, estamos jodidos. Levanto la cabeza, pero entonces se
produce otra explosión y lo último que siento es mi cabeza
golpeando contra la pared.
Capítulo 3
Calista
Mi cabeza late como un bombo macizo tocado por el baterista

de Metallica. Golpe doble, golpe simple, golpe doble, golpe
simple. La introducción de "One" me atraviesa el cráneo. Tengo
calor, mucho, mucho calor. Intento abrir los ojos pero es
demasiado esfuerzo. Siento la boca y la garganta como si hubiera
estado comiendo arena, y siento los ojos como si estuvieran
cerrados con pegamentos. Me rindo. Debo estar atrapada dentro
de un sol, hace tanto calor y no me importa ni siquiera
intentarlo. Le digo a mi mano que se mueva pero la siento como
si estuviera a un millón de millas de distancia.
Alguien grita y llora. Un gruñido de dolor resuena en mi
cabeza, cortando el ritmo de los golpes. Mi mano responde por
fin levantándose lentamente hasta que siento que me toca la
frente. Me froto los ojos. Algo arenoso los cubre, así que me los
limpio lo mejor que puedo. Todo se siente distante, como si
estuviera desconectado de mí, y fuera difícil de realizar. Las
tareas más sencillas requieren un esfuerzo monumental para
superar el dolor palpitante de mi cabeza. No quiero estar aquí. Al
forzar los ojos para abrirlos, siento como si se abrieran paso a
través de mis globos oculares y luego me asalta una luz brillante
que me ciega temporalmente.
—¡Gah! —Grito.
—¿Calista? —La voz de Jolie viene de algún lugar cercano.
Parpadeo repetidamente tratando de aclarar mi visión para
poder ver a mi amiga.
—¿Si? —mi voz suena vacilante incluso para mí.
—¿Estás viva? —ella pregunta.
—¿Quizás? —Todavía no puedo ver, así que me limpio los ojos
con furia y por fin mi visión se aclara.
Ojalá no hubiera sido así. Estoy acostada de espaldas mirando
hacia un cielo rojo anaranjado con tenues nubes que parecen
moretones morados. Un sol rojo ardiente me mira enojado.
Empujándome del suelo me levanto hasta los codos. Mientras lo
hago, se hunden un poco.
Arena, arena roja salpicada de enormes trozos de acero y
cuerpos hasta donde puedo ver. En la distancia hay
protuberancias de roca que se elevan rompiendo el horizonte y
mi línea de visión. Parece que estamos en una especie de valle o
en medio de un desierto.
—Maldita sea —dice Amara silbando.
Mirando por encima ella se pone de pie y protegiéndose los
ojos mientras gira en círculo. Me vuelvo a tumbar y me duele
aún más la cabeza.
—¿Qué pasó? —Pregunta Jolie.
—Nos estrellamos en Tattoine1 —me quejo.
—Es Vulcano —dice Amara.
—No lo es —gruño—. Arena, maldita arena por todas partes.
Eso es Tattoine.
—Es rojo y hay montañas, esto es Vulcano —responde Amara.
—Bien —me pliego a la amante de Star Trek—. Haz que
Scotty2 me transporte para que Bones pueda hacer algo con este
dolor de cabeza.
1 Tatooine: es un planeta ficticio del universo de Star Wars, un planeta

desértico escasamente habitado ubicado en los Territorios del Borde
Exterior de la galaxia.
2 Scotty: Personaje de Star Trek
—Alégrate de no llevar una camisa roja —bromea Jolie.
—Ugh —me quejo.
Jolie se arrodilla a mi lado y me inspecciona la cabeza. Cuando
me toca la parte de atrás, un dolor agudo me apuñala a través de
los latidos constantes y grito de sorpresa y dolor. Frunce los
labios y sacude la cabeza.
—Te has roto bastante —dice.
—Me doy cuenta —digo rodando y poniéndome de rodillas.
—Ten cuidado —dice Jolie ayudándome a estabilizarme.
—Claro, tengo todo el tiempo del mundo para eso —digo,
poniéndome de pie lentamente. Jolie me sujeta y Amara viene a
ayudarme en el otro lado. Me apoyo en ellas con gratitud hasta
que se me pasa el mareo. Las tres inspeccionamos en silencio la
zona. Es obvio que nos hemos estrellado en un planeta y no en
uno hospitalario. Enormes partes de la nave colonia sobresalen
de la arena, algunas de ellas podrían estar lo suficientemente
enteras como para servir de refugio. El paisaje está salpicado de
cuerpos que pueden estar vivos o muertos. Algunos se mueven y
unos pocos están de pie mirando a su alrededor perdidos. El
calor va a ser nuestro problema más inmediato. Tengo la
garganta tan seca como toda esta arena roja y la piel me arde.
Miro a mis amigas y veo que también se están quemando.
—Tenemos que encontrar refugio —dice Amara—. Ahora—.
—Sí —estoy de acuerdo—. Y averiguar quién ha
sobrevivido—.
Jolie palidece ante mis palabras, pero Amara asiente con la
cabeza.
—Esa sección parece bastante entera —Jolie señala una parte
de la nave que está a unos cientos de metros.
—Probablemente sea nuestra mejor opción —digo—.
Podemos recoger a los supervivientes por el camino—.
Las tres empezamos a caminar por la arena caliente. La
primera persona tirada en el suelo a la que llegamos no lo
consiguió. El decoro me hace querer enterrarlos o hacer algo,
pero la supervivencia tiene que ser lo primero. La siguiente que
encontramos es Inga. Cuando nos acercamos, se levanta de
repente y mira a su alrededor con los ojos muy abiertos.
—¡Inga! —La llamo.
Ella gira la cabeza tan rápido que hace que mi propia cabeza
me duela más.
—Estás bien —dice Jolie corriendo hacia ella.
—¿Dónde estamos? —pregunta Inga con voz entrecortada.
—En Tattoine —digo yo.
—Vulcano —dice Amara justo encima de mí. La fulmino con la
mirada y ella me la devuelve—. Yo gané ese debate, ¿recuerdas?
—
—Cierto —acepto cediendo—. Vulcano—.
Inga mira entre nosotras con lágrimas en los ojos. Su piel
blanca es de un rojo intenso y ya está empezando a llenarse de
ampollas. Tenemos que llegar a un refugio y encontrar agua o
nada más va a importar. Recogemos a Inga y continuamos
nuestro camino hacia el enorme trozo de lo que fue el único
hogar que cualquiera de nosotras ha conocido. Inga llora
silenciosamente mientras avanzamos y mi cabeza sigue latiendo
con fuerza.
Encontramos un puñado de personas, pero la mayoría a las
que llegamos no sobrevivieron. Reunimos a los que sí lo hicieron
y nos apoyamos unos a otros avanzando a duras penas. Para
cuando llegamos a la sombra que proyecta la nave rota, estoy
mareada y siento las rodillas débiles, además de tener calambres
en el estómago y náuseas. A los demás no les va mejor. El calor
es increíble, demasiado para ser soportado. Todavía no he visto
ninguna señal de vida. Tengo curiosidad por saber cómo tendría
que adaptarse la vida vegetal para sobrevivir. ¿Hay otra vida?
¿Estamos solos en este planeta y condenados a morir? Creo que
si tengo suficiente tiempo puedo encontrar una manera de
adaptar nuestras semillas si alguna sobrevivió, pero necesitaría
un laboratorio y tiempo.
—Por fin —suspira Amara con alivio cuando por fin llegamos
a la sombra.
Nos abrimos paso a lo largo del frío metal de la nave tratando
de encontrar una abertura. Es enorme, probablemente de
trescientos a cuatrocientos metros de largo y se eleva al menos
cien hacia el cielo. Parece un triángulo con una punta enterrada
en el suelo arenoso. El sol está detrás y la sombra que proyecta
es al menos veinte grados más fresca que fuera de ella, pero
sigue haciendo calor. Varios de nuestro pequeño grupo se
desmayan, lo que nos obliga a detenernos y ayudarles a ponerse
en pie antes de que todos continuemos. Nuestro avance es lento,
demasiado lento. Si no encontramos agua pronto nada más
importará.
—Creo que ese es el borde de ahí arriba —jadea Jolie.
Amara y yo asentimos. No puedo soportar la idea de seguir
hablando. Tengo la garganta demasiado seca. Trabajo mi boca
tratando de forzar la humedad en ella pero no consigo nada.
Incluso me arden los senos nasales y no quiero inhalar el aire.
Parpadeo intentando desesperadamente al menos sacar la
arenilla de mis ojos, pero tampoco hay suerte en eso.
Llegamos al borde de la nave y me apoyo en ella tratando de
absorber el pequeño confort de su frescor. Amara avanza y
desaparece por el borde. Por fin tengo fuerza de voluntad para
seguirla y doblar la esquina. La arena me tira de las piernas a
cada paso, lo que hace que todo sea más difícil. Este lugar es un
asco.
Una vez que he superado la esquina, la nave sigue un buen
trecho, pero lo primero que noto es que hay un desgarro en el
que puedo ver y hay gente entrando y saliendo de él. Se han
detenido a mirar a Amara y a mí, y algunos de ellos se apresuran
a abrazarme y caigo en sus brazos y nos llevan a mí y a los
demás al interior. Está fresco y oscuro y es la sensación más
increíble y maravillosa que he experimentado nunca. Es
perfecto. Fresco, sin sol, ¡gracias a todas las estrellas del cielo no
hay sol que me pegue!
Hacen entrar a nuestro pequeño grupo y entonces aparece
Rosalind, la mujer de blanco que conocimos justo antes de que
todo se fuera al infierno. Se levanta imperiosamente alta y
perfecta, como si ni siquiera el sol pudiera atravesar sus
defensas. Es perfecta y juro que no está sudando, lo cual es
extraño. Me mira fijamente y frunce los labios como si estuviera
debatiendo sus palabras cuidadosamente.
—¿Cuál es tu especialidad? —me pregunta.
Parpadeo y entrecierro los ojos para concentrarme en ella. Esa
no es ninguna de las preguntas que esperaba y me cuesta
encontrarle sentido.
—¿Eh? —Pregunto en un alarde de absoluta brillantez.
—¿Tu especialidad? ¿Cuál era tu trabajo? —repite hablando
más despacio.
Tal vez ayude porque sí penetra en el constante palpitar de mi
cabeza aunque no sea la pregunta que hubiera esperado.
—Bioquímica —le respondo—. Específicamente
perteneciente a la botánica—.
—Bien, te necesitaremos—.
—¿Bien? —Asiento con recelo.
¿Qué quiere decir con bien? ¿Y si no fuera bueno?
—Tenemos que encontrar agua —jadeo.
La Dama General hace un gesto con una mano sin apartar la
vista de nuestro grupo. Algunos de los que ya están dentro se
acercan con recipientes llenos de agua fresca. Todos los
presentes los cogemos y bebemos de un trago. El frío golpea mi
garganta como un bálsamo tranquilizador.
—Más despacio —ordena Rosalind.
El frío me da un fuerte calambre en el estómago y me doblo de
dolor. Amara ha sido más lista y ha estado sorbiendo su agua
donde el resto hemos engullido. El dolor y las náuseas
retroceden y mi dolor de cabeza vuelve a ser un sordo
estruendo, así que me pongo de pie y me enfrento a la mujer de
blanco, que ahora ha vuelto a centrar su atención en dar órdenes
a los demás supervivientes.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos? ¿Cómo hemos llegado
hasta aquí?
Se gira para mirarme mientras el pequeño grupo que vino
conmigo se acerca. Jolie e Inga se aferran a mis brazos a ambos
lados y hasta Amara se ha acercado para escuchar. Rosalind
suspira mientras dirige toda su atención hacia nosotros. Algunos
de los demás supervivientes han dejado de reunirse y
organizarse para escuchar también. Rosalind mira a su
alrededor, frunciendo los labios, y luego toma una decisión. Se
aleja un par de metros, se sube a varias cajas de suministros y
dirige su mano hacia todos nosotros. Nos acercamos a ella para
escuchar.
—Muy bien, todos ustedes —dice y su voz se transmite con
facilidad a los reunidos—. Esto es lo que sabemos con certeza.
Nuestra nave, nuestro hogar, fue atacada por piratas espaciales.
Dañaron el soporte vital y pusieron la nave en estado de
supervivencia de emergencia. Esto significa que secciones de la
nave fueron selladas y debido al daño causado se rompieron en
módulos. Nos estrellamos en un planeta inhóspito. La
supervivencia es nuestra primera prioridad—.
—¿Y el rescate? —pregunta alguien entre la multitud.
—No habrá rescate —dice Rosalind.
Los reunidos lanzan gritos de desesperación. Se me hace un
nudo en el estómago al ver la enormidad de la situación. Me giro
y miro a Jolie y veo las lágrimas en sus ojos. Inga me agarra el
brazo con la suficiente fuerza como para cortar el flujo de sangre
a mi mano, que hormiguea y está entumecida.
—Maldita sea —dice Amara en voz baja.
—Podemos sobrevivir —dice una hermosa rubia que se
adelantó para ponerse delante de Rosalind. Su cabello es tan
claro que parece casi blanco y con un halo en el sol rojo que
atraviesa las sombras de nuestro refugio. Sonríe y es como si un
relajante rayo de luz pasara por encima de la multitud—. Sólo
tenemos que organizarnos. Trabajar juntos, estaremos bien.
Alguien nos rescatará eventualmente, pero hasta entonces
tenemos que trabajar juntos—.
Rosalind la mira y asiente.
—Mei tiene razón —dice—. Tenemos que centrarnos en las
necesidades inmediatas. Reunir a los supervivientes, arreglar
este refugio, la comida y el agua. Después nos ocuparemos de los
que no lo lograron pero por ahora los sobrevivientes primero.
Con este calor hay que tener cuidado, ¿todos conocen los signos
de un golpe de calor? −
Varios reconocen que sí entre murmullos dispersos.
—¿Quién te ha puesto al mando? —pregunta un hombre entre
la multitud.
Rosalind busca la fuente pero nadie se adelanta. Casi creo
reconocer la voz pero no puede ser él. Me duele tanto la cabeza
que la hago a un lado por ahora.
—Soy Lady General Rosalind, Jefa de Seguridad, si alguien más
se siente más calificado que yo para dirigir esta misión de
supervivencia, entonces le doy la bienvenida a dar un paso
adelante—.
Nadie lo hace y eso parece resolver las cosas por el momento.
Una chica con curvas y cabello castaño se adelanta entre la
multitud. La conozco de la nave, se llama Lana. Lleva una camisa
escotada que deja ver su amplio escote y unos pantalones
ajustados. Mira a la multitud y luego a Rosalind.
—¿Y los piratas? ¿También se han estrellado? ¿También
tenemos que preocuparnos por ellos?
—He enviado unos cuantos exploradores y no hemos visto
ninguna señal de su nave ni de ellos —dice Rosalind.
—¿Pero eso significa que estamos a salvo? —pregunta Lana.
—¿Cómo te llamas? —pregunta Rosalind.
—Lana —responde ella, con una mano en la cadera.
—Lana, te pongo a cargo de un pequeño equipo que explorará
la zona específicamente para buscar cualquier amenaza, pirata o
de otro tipo que debamos tener en cuenta—.
—Yo no... —Dice Lana.
—Gracias Lana —dice Rosalind cortando sus objeciones—. Se
agradece tu contribución. ¿Tu nombre?
Rosalind me señala ahora y mi corazón da un vuelco.
—Calista —digo.
—¿Botánica? —pregunta.
—Sí —digo.
—Bien, esos tres que están ahí, todos trabajarán con Lana.
Calista quiero que te pongas a trabajar en el estudio de la fauna
local. Necesitamos establecer fuentes de alimentación. Nuestros
suministros actuales son limitados y necesitaremos
complementarlos lo antes posible. ¿Alguna otra pregunta? –
Rosalind examina imperiosamente a la multitud. Algunos
murmuran, pero nadie habla.
—Bien, pues a trabajar. Tenemos mucho que hacer. Una vez
que hayamos reunido y almacenado la mayor parte de los
suministros, formaremos equipos para atender a los que no
hayan sobrevivido. Tengan cuidado, no sabemos nada de este
planeta y todos nuestros ordenadores han desaparecido.
Trabajamos a ciegas—.
La multitud se dispersa y me vuelvo hacia mis amigas.
—Bueno, eso fue interesante —dice Amara en voz baja.
—Sí —estoy de acuerdo—. Supongo que todos tenemos
trabajo que hacer—.
—Supongo que alguien tiene que hacerse cargo —dice Inga.
—No quiero que estés sola —dice Jolie mirándome.
—Sí, yo tampoco, pero no creo que a Lady General le interesen
las ideas brillantes de otras personas —digo.
Nos separamos y nos dirigimos a nuestros destinos. Recojo
agua, pastillas de sal y raciones, además de encontrar un poncho
de tela reflectante que, según la persona asignada como
intendente de los supervivientes, ayudará a dispersar el calor. Lo
cojo todo, me pongo el equipo y salgo a estudiar el entorno local.
Capítulo 4
Ladon
La manada de vivos circula y luego se detiene y echa raíces en

la arena con sus colmillos protuberantes. Estoy enterrado en la
arena para que no capten mi olor, mirando y esperando. El alfa
de esta manada es más grande que la mayoría que he visto con
una multitud de cicatrices y espinas rotas que muestran cuántas
veces ha defendido su posición. Siseo mi emoción. Esta será una
prueba excelente y su carne será aún más suculenta por su
experiencia.
El viento sopla a lo largo de las dunas mientras los veo
desarraigarse hasta que encuentran algo de comida. De repente,
el viento cambia y el alfa bivo levanta su poderosa cabeza
cubierta de piel. Mira directamente a mi escondite y patea el
suelo resoplando violentamente. El cambio en el viento le trajo
mi olor. Me quedo de pie dejando que la arena roja se deslice por
mi espalda mientras me agacho, con mi lochaber 3 agarrado con
fuerza en mi mano derecha. Miro los ojos rojo carmesí de mi
presa. Resopla y niega con la cabeza. Le siseo mi desafío
mientras su manada se aleja. Es el único macho completamente
adulto y sus hembras no pelearán a menos que ataque a sus
crías. Su defensa está a su cargo.
Avanza al galope cuatro pasos y luego se detiene y vuelve a
resoplar sacudiendo su gran cabeza. Está tan cerca que puedo
oler su aroma animal a estiércol y pelaje. Muestra los dientes y
suelta un rugido aullante mientras levanta la cabeza todo lo que
3 Lochaber:
le permite su enorme cuello. Siseo más fuerte a su vez y me
preparo para su embestida inclinándome hacia delante para
apoyarme en las puntas de los pies. Es un animal de al menos
tres toneladas que está a punto de embestir, si no soy lo
suficientemente rápido me pisoteará y otro reclamará mi
territorio y mi ciudad. No lo permitiré.
Me inclino hacia adelante apuntando mi lochaber hacia el alfa
y siseo con fuerza. Mi amenaza es respondida con la suya.
Pisotea el suelo, sacude la cabeza y luego carga. El suelo tiembla
bajo mis pies mientras se abre paso hacia mí a través de la
cambiante arena roja. Permanezco agazapado esperando, mi
cola se mueve de lado a lado y acerco mis alas a mi espalda. Más
cerca, puedo oler su fétido aliento mientras se acerca a mí.
Espero, paciente, el batir de sus pezuñas en el suelo vibra a
través de mis piernas y mi corazón se sincroniza con él.
Sus ojos rojos están lo suficientemente cerca como para ver
los bordes blancos de ellos y la arena acumulada en las esquinas
cuando salto. Mis alas se abren mientras me lanzo hacia un lado
y hacia atrás. Levanto mi lochaber y lo balanceo mientras mi cola
golpea los ojos del bivo. Con dos manos llevo el lochaber por
encima de mi cabeza y sobre el cuello de la criatura mientras mi
cola rastrilla sobre sus ojos. Grita de dolor y sorpresa cuando el
borde afilado de mi lochaber corta su piel para alojarse en su
columna. Mi cola saca sus ojos al mismo tiempo. Un bivo es más
peligroso cuando está herido y no me arriesgaré con él.
Me bajo al suelo a unos metros de distancia, dejando a mi
lochaber enterrado en el alfa y espero mientras lucha contra un
enemigo que no puede ver. Gira, resopla, ruge, carga hacia
adelante en la dirección equivocada, luego gira y carga en otra
dirección. La sangre brota de sus heridas y se está
desacelerando. No pasará mucho tiempo ahora. Me agacho en la
arena y cambio hundiéndome en la duna. Mantiene mi
temperatura ajustada y me proporciona camuflaje de otros
depredadores o guerreros mientras espero.
El bivo lucha y gira. Su manada deambula y muge en la
distancia perdida sin su líder. Algún otro macho vendrá a
recogerlos y el ciclo continuará, así que no les presto atención. El
alfa se tambalea y cae de rodillas, luego lucha por ponerse de pie
una vez más. Olfatea el aire y debe captar un indicio de mi olor,
porque se vuelve hacia mí y luego avanza a pasos agigantados.
Da cinco pasos antes de volver a arrodillarse. Esta vez no se
levantará. Cae de lado y yo me levanto de la arena caminando
hacia él.
Agarro mi lochaber con las dos manos y lo libero de un tirón,
luego limpio la hoja con arena. Saco mi cuchillo de caza y
preparo el bivo para que la carne no se estropee. Esto me
alimentará durante muchos meses. Limpiarlo y aderezarlo lleva
tiempo. Observo a la manada mientras trabajo asegurándome de
que no se interesen, pero deciden alejarse.
Una luz brillante parpadea en el cielo. Me levanto y me tapo
los ojos, cerrando los párpados protectores, y miro fijamente el
cielo rojo. Otro destello tan brillante que rivaliza con el propio
sol resplandece y luego hay una raya blanca que atraviesa el
horizonte. Agarro con fuerza mi lochaber, mi garganta retumba y
me pongo en pie sin perder de vista el rayo. A medida que va
cayendo, distingo una forma a la cabeza de la misma. Algo
enorme está cayendo de los cielos. Recuerdo muy distantemente
que esas cosas suceden. Hace tanto tiempo que mi memoria se
ha vuelto borrosa, anteriormente viajamos y comerciamos con
las estrellas. ¿Ahora las estrellas parecen volver a nosotros?
Tendré primero cualquier tesoro que esté allí. Ningún otro
puede tenerlo. Este es mi territorio.
Mirando hacia el sur, en dirección a mi ciudad, me debato
sobre la distancia que tendré que recorrer. Mi presa sólo está
parcialmente cosechada, pero la atracción del tesoro es fuerte.
Puedo cazar en cualquier momento, los tesoros del cielo no
esperarán y debo llegar allí primero. Una vez tomada la decisión,
empiezo a correr por la arena roja y caliente. Caigo en un paso
fácil, extender mis alas me mantiene ligero permitiéndome
moverme a través de la arena con facilidad.
Recogeré los tesoros que pueda llevar y los llevaré a mi
ciudad. Mi antiguo hogar, donde una vez fuimos muchos. Me
pregunto qué es lo que ha caído de las estrellas. Mientras corro
se me ocurre, ¿y si hay supervivientes?
Otros venían aquí, antes de las guerras, antes de la
devastación. Siseo pensando en las consecuencias de la guerra.
Las antiguas ciudades son ahora ruinas, mi pueblo fue
devastado, ¿cuántos años han pasado desde que vi a otro?
Demasiados y ninguna hembra, mi cola se pone rígida y tiembla
pensando en las hembras. Mi raza está muriendo. Los pocos que
quedamos vivimos sin otro propósito que nuestro territorio y
los tesoros que recogemos sin herederos a quienes entregarlos.
Al cruzar una duna, veo el objeto en el horizonte. El sol brilla
en sus enormes lados metálicos, tan grandes que parece que
podrían formar parte de una ciudad propia. La estructura se
cierne sobre las dunas y las colinas en la distancia y hay
escombros esparcidos por la arena entre aquí y allá. Me agacho y
estudio lo que veo antes de decidirme a acercarme. Hay cosas
que se mueven por la arena mirando los escombros. Van
vestidos de forma extraña y, a pesar de la distancia, sé que no
son Zmaj. Lo que son no lo sé, pero voy a averiguarlo.
Avanzo con sigilo. Los extraños vagan por la arena luchando
contra ella en lugar de trabajar con ella. Se hunden y se abren
paso hacia adelante. A medida que me acerco, veo que no tienen
cola para equilibrarse ni alas para compensar su peso. Están
muy mal hechos para sobrevivir. Me desplazo a la arena y me
instalo a observarlos, estudiándolos. Van de un lado a otro
recogiendo objetos y llevándolos de vuelta al objeto gigante. El
paisaje está plagado de sus cuerpos tirados y sin moverse. Los
que se mueven empiezan a ir hacia ellos de uno en uno y a
hurgar en cada uno de los que están tirados. A veces los que
están tumbados se levantan, pero la mayoría de las veces dos de
los móviles agarran a los caídos por cualquiera de sus
extremidades y los llevan de vuelta al objeto.
El sol está en el cielo y ellos siguen deambulando. Una de ellas
se separa del resto y se marcha sola. La observo mientras se
aleja. A medida que se acerca, veo lo suficiente para definir los
detalles por primera vez. En cuanto lo hago, reconozco que es
una mujer. Los rasgos de su cara son delicados, sin crestas ni
escamas. Delicada, como un fino cristal lechoso, pero rosada por
la exposición al sol. Tiene el cabello largo que le llega hasta más
allá de los hombros. Su falta de cola y alas es fascinante. La
obliga a moverse mucho más despacio de lo que sería ideal.
Camina sobre la duna, así que me desplazo y la sigo
manteniéndome a poca distancia del suelo para no llamar la
atención.
Mueve las caderas al caminar. Es tentador y despierta
pensamientos y emociones que no había sentido en décadas,
desde antes de los tiempos de la guerra. Observo cada
movimiento con gran interés mientras su cadera se mueve de
izquierda a derecha, y luego de nuevo a la izquierda, y luego a la
derecha balanceándose con cada paso. Se detiene y mira de un
lado al otro, luego saca una botella de una bolsa que lleva en la
cadera y se la lleva a los labios. Tiene unos labios rojos y
carnosos que se fruncen al absorber el líquido y son hermosos,
como el resto de su piel, aunque parecen estar secos. La
humedad se acumula en su frente y corre hacia abajo. Se la
limpia con una mano, se tapa los ojos y mira hacia las dunas.
¿Por qué pierde esa preciosa humedad? Divisa una planta de
mirbalis en la distancia y dice algo en un idioma extranjero que
no comprendo antes de dirigirse rápidamente hacia ella. Bueno,
rápido para ella con su cuerpo mal diseñado. Mal diseñado
quizá, pero es fascinante y la quiero. La añadiré a mis tesoros y
la cuidaré.
La sigo mientras se acerca a la planta. Se arrodilla junto a ella,
la pincha y hace otras cosas con los dedos que no entiendo.
Aparentemente satisfecha, se levanta y vuelve a mirar a su
alrededor. Me quedo quieto y dejo que sus ojos pasen por
encima de mí mientras me mimetizo con el paisaje. Oscila de
lado a lado, esta vez de forma diferente a cuando camina, no es
tentador sino preocupante. Su piel está sonrojada de un rojo
intenso y la humedad ya no se forma en su frente. Bebe un largo
trago de la botella que lleva en la mochila y luego tantea para
devolverla al lugar de donde la sacó.
Se da la vuelta y empieza a caminar, pero el balanceo ha
desaparecido. Se tambalea al caminar y apenas se mantiene
erguida. Debato sobre si revelarme ante ella ahora, pero decido
que es mejor esperar un poco más. Quiero ver lo que está
haciendo y averiguar sus intenciones y las de los demás. Me
gustaría saber por qué están aquí. ¿Han venido por los epis? ¿Es
el comienzo de una nueva guerra?
La acecho mientras camina y se tambalea aún más y de
repente se detiene y se queda quieta. Emite un grito de dolor
como un bivo que ha sido herido y luego se desploma en el suelo.
Mi corazón da un vuelco mientras la observo. ¿Está herida? ¿Ese
sonido es de dolor o de placer? Mantengo mi posición el tiempo
suficiente para ver si se mueve de nuevo. Cuando no lo hace, me
abalanzo sobre ella.
Tiene los ojos cerrados y la cara y los brazos enrojecidos. Sus
labios están secos y agrietados. El calor es demasiado para ella,
no está equipada para sobrevivir aquí. Miro a mi alrededor y no
veo a nadie de su especie. No puedo dejarla aquí, está en mi
territorio y me gusta su aspecto. Necesita ayuda y sus
compañeros no están en mejor situación aquí que ella, así que no
pueden hacerlo.
Yo la salvaré. Le toco la cara y luego las manos. Es suave,
increíblemente suave, es extraño. Su temperatura es la misma
que la de la arena. Su cuerpo y la falta de escamas no transfieren
el calor de manera eficiente. Rebusco en su bolsa y encuentro la
botella de la que la vi beber antes. Vierto un poco del líquido
transparente en sus labios. Le entra en la boca y por fin traga. Le
echo un poco de frescor en la cara y luego la tomo en mis brazos
y me dirijo a casa. Ella será mi mayor tesoro.
Capítulo 5
Ladon
El sol está bajando. Tendré que encontrar pronto un refugio

para los dos. A lo lejos puedo ver las agujas de mi ciudad, pero
no llegaré antes de que anochezca. Cuando oscurece es peligroso
y no voy a arriesgar su seguridad. Al llegar a la cima de una
duna, trazo un rumbo hacia un oasis. La pongo sobre mis
hombros y empiezo a correr hacia mi objetivo.
El sol cae y me apresuro a llegar al oasis. Si no lo alcanzo antes
de que caiga la noche, es más probable que nos ataquen. El
guster y el sismis cazan de noche. El guster será el mayor
problema si no encuentro un refugio para nosotros. Cazan en
manadas y son astutos. Puedo enfrentarme a ellos solo, pero no
puedo protegerla y defenderme de una manada de ellos. Los
sismis son una amenaza menor ya que son cazadores solitarios.
El suelo tiembla bajo mis pies y me detengo, dejándome caer en
cuclillas. Apoyando una mano en la arena que hay debajo de mí,
me concentro intentando detectar cualquier movimiento, por
sutil que sea. Un zemlja sería lo peor que podría encontrarme en
este momento.
El sol cae más bajo mientras espero, pero es un riesgo que
debo correr. Los guster son una amenaza menor que los zemlja.
Los zemlja cazan mediante vibraciones. Sus sentidos son lo
suficientemente agudos como para detectar la respiración de un
Zmaj si está agotado. Con cuidado, controlo mi respiración y la
mantengo alejada del suelo para evitar que la detecte si hay uno
debajo de nosotros. Mirando fijamente al sol maldigo su
constante descenso mientras las sombras a mi alrededor se
alargan.
No ocurre nada. El temblor no se repite. Me levanto con
cautela y doy un paso adelante y luego otro, deteniéndome
después de cada uno de ellos a la espera de un temblor
revelador. No ocurre nada. Unos cuantos pasos más, con una
pausa cada vez, y por fin me convenzo de que no ha sido un
zemlja, así que vuelvo a acelerar el paso. Extiendo mis alas y las
agito para ganar velocidad. Es agotador y consume mi energía
más rápido de lo normal, pero ahora estoy corriendo a toda
velocidad. Los bosques de árboles de baboa se hacen más
grandes a medida que me acerco.
Disminuyo la velocidad y me detengo a poca distancia del
bosque. Tamizando la arena, la escudriño dejando que caiga
entre mis dedos. Quiero asegurarme de que no hay serpientes de
arena escondidas antes de depositarla aquí. Tendré que
ocuparme de las cvet que seguro han crecido cerca del agua.
También puede haber otras cosas de las que preocuparse. No
voy a entrar en el bosque sin estar preparado. Satisfecho de que
el suelo es lo suficientemente seguro, la acuesto con cuidado. Su
suave piel es de un tono rojo aún más brillante, pero no hay
humedad en ella. Le toco las mejillas y le acaricio las líneas de la
mandíbula. Ella murmura ante mi contacto emitiendo algún
sonido que podrían ser palabras. Está caliente, demasiado
caliente, sé que si no la enfrío pronto morirá.
Siseo casi involuntariamente al darme cuenta de esto.
Necesita epis. Aprieto su cara con las palmas de mis manos y la
estudio. Primero el agua, rebusco en su bolso y saco la pequeña
botella de líquido que estaba usando. Lo sé por su peso, pero lo
agito de todos modos para confirmar que está vacío. No importa,
habrá agua en el oasis. Ayudará, tiene que hacerlo, ella tiene que
sobrevivir. Quiero saber más de ella, entenderla. ¿Cómo llegó
aquí? ¿De dónde viene, qué hace, por qué es tan diferente a mí y
a los míos?
Le cubro el cuerpo con arena para protegerla del sol. Tomo un
poco de tela de malla de mi bolsa y le hago un escudo para la
cara de modo que la proteja y le permita respirar. Satisfecho por
haber hecho todo lo posible por ella, desengancho el lochaber de
mi espalda y me acerco al oasis. Los árboles de baboa están
dispuestos en forma de lágrima alrededor del agua.
El cvet ha crecido en la base de un enorme baboa que es más
grande de lo que podría rodear con mis brazos. Tiembla cuando
me acerco, las largas hojas se mueven un poco desde su enorme
centro naranja y rojo. Me acerco sigilosamente, con mi lochaber
preparado. Sus zarcillos se mueven en la arena provocando un
suave sonido al arrastrarse. Un pequeño pájaro pía y baja
volando para entrar en el oasis y el cvet ataca al pasar por
encima. Las largas hojas salen disparadas del suelo cerrándose
en forma de tulipán. El pájaro esquiva y consigue evitar ser
capturado por las hojas, pero los zarcillos son más largos, como
largos dedos verdes, y salen disparados más allá de las hojas,
agarrando al pájaro. El pájaro lucha, agitando sus alas
salvajemente, pero es inútil. Las largas hojas se abren y los
zarcillos arrastran al animal que grazna hacia el centro de la
planta. El pájaro enmudece al atravesar las temblorosas frondas
del terciopelo. La parálisis que ocasiona su tacto se apodera de
él.
El cvet está distraído con la merienda, así que aprovecho la
oportunidad para atacar. Salto, mis alas se extienden para
permitirme flotar hacia abajo, con mi lochaber en mis dos manos
con la punta hacia abajo. En cuanto estoy a su alcance, clavo la
punta directamente en la abertura de la planta, atravesando su
boca hasta llegar a su simplista cerebro. La planta tiembla y se
agita mientras sus zarcillos y hojas se agitan violentamente
tratando de encontrarme. Dos de los zarcillos me agarran y uno
se cierra alrededor de mi garganta. Me aprieta cortándome el
aire. Tiro de mi lochaber hacia atrás y lo hago girar para
atravesar los zarcillos en un largo movimiento que los separa del
cuerpo de la planta. Los zarcillos se desprenden y jadeo
mientras agito las alas para pasar por encima de la planta.
Aterrizar en el centro de la misma me dejaría paralizado durante
varias horas. Peligroso en el mejor de los casos, pero sin duda
supondría el fin de mi rescatado tesoro.
Aterrizo suavemente y me vuelvo hacia el cvet agazapado
para asegurarme de que mi puntería es correcta. Tiembla una
última vez y luego todas sus hojas se desploman y se queda
quieto. Lo golpeo con mi lochaber para asegurarme, pero no
responde. Sólo entonces sé con certeza que ya no representa
ningún peligro. Satisfecho, vuelvo a donde la dejé. Sigue
inconsciente, así que la destapo y la llevo al agua. Hay huellas en
el barro que son frescas. Bivos y Gusters han estado aquí
recientemente, pero eso es bueno. Si se han llenado de agua,
estarán cazando. Eso disminuye la amenaza por ahora.
La tumbo con cuidado y tomo agua fría con la mano. Se la
vierto lentamente en la frente y luego la rocío sobre su boca. Ella
traga por reflejo. Gime suavemente y gira la cabeza de un lado a
otro. Le quito el cabello de la cara. Es suave, más suave que todo
lo que recuerdo haber tocado antes. El sol se está poniendo y
proyecta un resplandor púrpura-anaranjado a medida que se
sumerge en el horizonte. Oigo los primeros gritos de los sismis
cuando salen a cazar. Aquí, bajo la sombra del baboa, estaremos
a salvo de ellos al menos.
Paso por encima del cvet que maté y cosecho sus frondas,
luego tomo algunas ramas bajas de los árboles de baboa. Usando
las ramas hago un entramado sobre el lugar donde ella se
encuentra y uso las frondas para cubrir el mismo. Es una
cubierta rudimentaria pero efectiva, lo suficientemente grande
para que los dos nos refugiemos. Una vez que estoy satisfecho
con el refugio, me siento a su lado y le doy agua en la boca de vez
en cuando. Necesita epis, fuerza vital. Tendré que cosechar un
poco para ella. Es un trabajo peligroso, pero si no se lo doy, no
sobrevivirá. Su cuerpo está mal equipado para soportar el calor.
Lleva capas de ropa. Tomo la tela entre mis dedos y puedo ver
que no está diseñada para respirar. En lugar de intercambiar el
calor con el aire, lo atrapa en su interior, haciendo que se
caliente aún más. Al darme cuenta de esto, empiezo a quitarle la
ropa para exponer su carne al aire fresco de la noche. Hay
pequeños cierres en la parte delantera de su pecho. Me inclino
para examinarlos. Son brillantes y resplandecen a la suave luz
mientras giro uno de ellos para determinar su funcionamiento.
Está unido a uno de los lados de la tela y luego perforado a
través de un pequeño agujero. Interesante. Rompo tres de ellos
antes de averiguar los movimientos correctos para soltar los
cierres, pero lo consigo.
Al tirar de la tela hacia ambos lados, su piel blanca y pálida
queda al descubierto. Es plana y lisa, sin crestas ni escamas.
Fascinante. Sus pechos son externos todo el tiempo. A diferencia
de las mujeres Zmaj, sus pechos estaban protegidos por escamas
que se abrían sólo para alimentar a los niños o aparearse. Los
suyos están protegidos con más tela que es de naturaleza
elástica. Tiro de ella y se ajusta contra ella. Las correas suben
por sus hombros y rodean su espalda. Una vez más, me inclino
para examinar esta característica, tratando de entender por qué
se desarrolló un sistema tan ineficiente. No tiene sentido.
Las correas que suben hasta los hombros se estiran y se
encogen cuando tiro de ellas. No hay conexiones donde pueda
separarse. Parecen estar cosidos directamente a las copas que
protegen sus pechos. Frunzo el ceño mientras exploro. Debe
estar unido a alguna parte, ya que es evidente que no forma
parte de su cuerpo. Vuelve a gemir, así que le echo agua fresca
en la boca y vuelvo a explorar sus diferencias. Recorro con mis
dedos los suaves montículos de sus pechos, que son carnosos y
suaves. Mi deseo se agita cuando se amoldan a la presión de mis
dedos. Agarrando por debajo de las copas de tela, tiro hacia
abajo y la carne se libera con un pequeño rebote. Unas
circunferencias oscuras se posan en el centro de ellas y mi deseo
aumenta. Mi pene de primera se extiende y se endurece al
mirarlos. Extrañamente, me pregunto a qué saben, pero reprimo
ese impulso.
Me acerco para estudiar las circunferencias oscuras, que
tienen pequeñas protuberancias alrededor que llegan a un punto
en el centro. Trazo el círculo con los dedos y el punto central se
pone rígido y se extiende hacia arriba, tensándose. Un escalofrío
me recorre la columna vertebral y mi dura polla se endurece aún
más deseando tomarla, pero ese no es mi propósito ahora. La
estoy salvando, no la estoy teniendo. Olfateo entre sus
montículos y su olor es bueno, tentador, y me hace la boca agua.
Me cuesta un esfuerzo de voluntad apartar mi atención de los
montículos de carne, pero ella gime una vez más para
recordarme su estado. Debajo de la banda de tela que se
extiende a ambos lados de ella para proteger los montículos, su
pálida piel es suave. La falta de escamas la hace vulnerable a los
daños. Su piel está caliente al tacto, así que le echo agua para
bajarla. Los chorros resbalan sobre ella, pero sirven para
refrescarla. Sus costados se curvan hacia adentro y luego se
hinchan donde sus pantalones se asientan en sus caderas. En la
parte inferior de lo que imagino que debe ser su estómago hay
un agujero que no parece un daño nuevo. ¿Es una cicatriz?
Queda justo por encima de la banda de la cintura de sus
pantalones y se adentra en su carne. Introduzco un dedo en él y
sólo recorre una distancia muy pequeña. Ella se retuerce cuando
lo hago y miro pensando que tal vez se despierte, pero en vano.
Esto es algo que tengo que entender más tarde.
La cintura de sus pantalones es elástica y no tiene ningún
cierre que pueda ver. Sigue ardiendo, así que agarro los
pantalones y los deslizo hacia abajo. La forma en que sus caderas
se hinchan y luego se adelgazan en las piernas es interesante y
sexy. A medida que los pantalones se deslizan hacia abajo, la piel
revela el encuentro de sus piernas con sus caderas. Me da miedo
ver esto ahí. Qué extraña es. Un tentador y almizclado aroma me
llega cuando la piel queda expuesta al aire y mi polla palpita de
necesidad y deseo reprimidos. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde
que tuve una hembra? El recuerdo es borroso y lejano. Antes de
la devastación. Después de que todas las hembras enfermaran.
Eso es todo lo que recuerdo de esa época. Algunos recuerdos no
los quiero.
Dejando los pantalones a un lado, dejo que mi dedo recorra
sus piernas. Todavía no hay escamas, interesante. Sin
protección, sin sistema de intercambio de calor, no es de
extrañar que le vaya mal. Epis es lo único que le salvará la vida.
Siseo y mi lengua tiembla mientras lo hago. Cosechar epis es un
trabajo peligroso que hago solo. ¿Qué haré con ella? Ella debe
despertar. Inconsciente, incapaz de valerse por sí misma, no
tengo idea de cómo la mantendré a salvo el tiempo suficiente
para cosechar los epis. Para cosechar los epis tendré que ir al
subsuelo y recorrer los túneles de zemlja. Enfrentarse a los
dragones de tierra bajo el subsuelo es una tontería y no es el
único peligro. Los sismis se alojan en las cavernas y a veces los
guster las utilizan como lugar para poner sus huevos. Es la
temporada de apareamiento de los guster, así que las
probabilidades de encontrarse con una hembra bajo tierra son
altas.
No tengo otra opción. Debo despertarla y luego conseguir los
epis para ella. La protegeré. Es hermosa, un tesoro perfecto. El
olor de su pelaje me atrae. Me acerco empujando sus piernas
para poder ver mejor. La carne bajo el pelaje son suaves pliegues
con una hendidura en el centro. Es fascinante. Toco los bordes
de la abertura. El pelaje es suave y rizado al tacto. La ligera
presión de mis dedos tira del punto en el que se une la carne y se
abre para revelar los pliegues del interior. Me acerco aún más, el
aroma es embriagador y me hace sentir casi abrumado por el
deseo y la necesidad.
Colocando mis dedos a ambos lados, separo la abertura y se
despliega ante mí como los pétalos de una flor. El interior está
húmedo y rosado, con un olor increíble. Utilizando el pulgar y el
índice para mantener la flor abierta, toco los pliegues interiores
con la mano libre. Suavemente, tanteo los suaves pliegues y,
para mi sorpresa, encuentro un túnel que se adentra en ella. Este
debe ser su canal reproductivo, diferente al de una Zmaj pero no
tanto. Menos protegido, más abierto, pero todo en ella es más
abierto y menos adaptado a la vida en Tajss.
Gime y se retuerce cuando mi dedo entra en ella y espero que
esto la haga despertar, pero cuando saco el dedo se detiene. Es la
mayor reacción que he podido obtener de ella hasta ahora, así
que tal vez si continúo se despierte. Entonces podré seguir
planeando cómo conseguir sus epis. El deseo se desata en mi
interior. Veo que seríamos sexualmente compatibles y casi nada
me apetece más que aparearme con ella, pero lo más importante
es asegurar su supervivencia. Ya habrá tiempo para el
apareamiento si tengo éxito. Primero tengo que conseguir que se
despierte.
Deslizando mi dedo alrededor de los suaves pliegues que
recubren el túnel, examino la estructura. Un poco de carne en la
parte superior de la abertura sobresale como un botón que
espera ser presionado. Sin saber su función ni su propósito, lo
toco ligeramente. Ella se sacude, gime y mueve las caderas de un
lado a otro. Mi polla se sacude con fuerza y los primeros indicios
de mi esperma se escapan. Mi segundo pene se excita también,
preparándose para sus funciones en respuesta a la fuga del
primero. Mi cola se mueve de lado a lado involuntariamente.
Respiro profundamente concentrándome en recuperar el
control de mis deseos físicos.
Paso un dedo por el botón y ella gime con fuerza y se levanta
de golpe. Tiene los ojos muy abiertos y mira a su alrededor.
Cuando me ve, grita con la boca abierta y se arrastra hacia atrás
hasta llegar al fondo del refugio que he construido para
nosotros. Mueve la cabeza de un lado a otro y su boca emite
sonidos que estoy seguro que son palabras. Levanto las manos,
abiertas, de cara a ella para no ejercer ninguna amenaza.
"Estás a salvo", digo. "Te protegeré".
Ella sube las piernas contra su pecho y las rodea con los
brazos mirando a su alrededor y continúa diciendo palabras que
no comunican. Siseo y sacudo la cabeza.
Capítulo 6
Calista
Mi cuerpo se estremece y luego me despierto de golpe con

señales confusas que me atraviesan. Estoy seca, tan seca que
apenas puedo tragar, pero algo me hace sentir bien. Las señales
de placer irrumpen en mi cerebro contrastando con el
agotamiento, la sequedad y las leves náuseas de mi estómago. Al
abrir los ojos siento como si los párpados se desgarraran sobre
mis globos oculares y arrastraran papel de lija a su paso.
Al mirar a mi alrededor, la confusión de señales me hace
sentir que no estoy segura de estar despierta y alerta o atrapada
en un extraño sueño. Un gemido se escapa de mis labios porque,
maldita sea, se siente bien y estoy tan caliente que no puedo
soportarlo. Involuntariamente, mi mano izquierda se dirige a mi
coño respondiendo a la necesidad de frotarlo para poder
despejar mi cabeza y concentrarme. Entonces lo veo y grito.
Hay un hombre entre mis piernas. Tampoco es un hombre
humano. Intento escapar hacia atrás y me topo con una
estructura sólida. Entonces me doy cuenta de que estoy casi
desnuda. Tengo la camisa abierta, me han bajado el sujetador y
no tengo pantalones. Me mira y luego levanta las manos con las
palmas hacia fuera, mirando hacia mí. Vuelvo a gritar y subo las
piernas hacia delante y las rodeo con los brazos para intentar
cubrirme lo mejor posible.
—¿Quién, no qué demonios eres? —Pregunto, mi voz se
quiebra al hablar.
No es humano. Parpadeo rápidamente e intento tragar. Me
pica la garganta y me duele. Estoy mareada, aturdida y sigo
teniendo náuseas. Los músculos de los hombros y de la espalda
están acalambrados, y todo esto se suma al hecho de que me he
despertado desnuda con un dragón alienígena entre las piernas.
La confusión es un eufemismo. Se inclina hacia delante como si
fuera a acercarse.
—¡NO! —Grito moviendo la cabeza de un lado a otro—.
Retrocede, aléjate de mí—.
Me revuelvo pero no puedo retroceder más de lo que ya lo he
hecho. Deja de avanzar y, de hecho, retrocede. ¿Me entiende? Su
boca se mueve y emerge un sonido sibilante como el de alguien
que habla con un ceceo, arrastrando los sonidos de la s. Sacudo
la cabeza sin entender. Parece fruncir el ceño o tal vez esté
pensando en comerme. Quizá en más de un sentido. Mi coño se
aprieta de nuevo al pensarlo.
—Dame un minuto, quédate ahí, no me comas —digo tanto
para mí como para él, sin tener idea de si me entiende o no.
Se acomoda en una posición sentada y se queda allí. Me relajo
un poco y trato de evaluar la situación. Esto es como la
investigación, observar, evaluar, decidir. Las emociones no
tienen cabida en la investigación y tampoco me van a servir aquí.
Estoy en un planeta extraño enfrentado a un alienígena caliente.
Caliente, hmm, maldición, es sexy de una manera extraña. Su
cara está finamente esculpida, perfectamente proporcionada con
una nariz fuerte y unos ojos preciosos. No, no hay emociones.
Enfocar, observar, evaluar, mi entrenamiento entra en acción de
nuevo. Bien, observo.
Estoy en una estructura que parece estar hecha de palos que
están cubiertos con algún tipo de material vegetal. No es grande,
del tamaño de una tienda de campaña. Ciertamente de
naturaleza temporal y apenas lo suficientemente grande para
acomodarnos a los dos. Así que, temporal. Lo más probable es
que haya construido este refugio y lo haya hecho lo
suficientemente grande como para contenernos a los dos. Así
que comerme parece estar fuera de la mesa. Vale, bien. Bueno,
tal vez no sea bueno. Mi clítoris está palpitando. ¡Maldita sea,
concéntrate!
El hombre me observa pero no se mueve, así que continúo con
mis observaciones.
¿Por qué estoy desnuda? Creo que es una pregunta
importante. Desnuda y él... El pensamiento se interrumpe
porque no sé a dónde quiero llegar.
Me he despertado excitada, muy excitada, y él estaba entre
mis piernas, muy cerca de mi vagina. ¿Estaba... haciendo juegos
preliminares? ¿Explorando? ¿Preparándose para violarme? No
hay datos, sólo observar lo que es, no especular. Vale, céntrate,
observa y evalúa. Estoy desnuda, bien. Ahí, mis pantalones están
al lado de donde me he despertado. Bien, así no tengo que
preocuparme por no tener ninguna protección contra la arena y
el calor de este planeta.
Él, el alienígena. Escamas, tiene un ligero patrón de escamas
alrededor de los bordes de su cara que se agrandan
gradualmente a medida que retroceden. Brillan en la luz
reflejada que debe venir de una luna fuera del pequeño refugio.
Hay cuernos que sobresalen de su frente a lo largo de una dura
cresta de hueso. La piel bajo las escamas es de un color
bronceado claro con acentos amarillos y azules en los bordes.
Tiene ojos afilados de un hermoso tono ámbar, pero las pupilas
son hendiduras como las de un gato o un lagarto. Es fascinante y
aterrador al mismo tiempo.
También es grande. Realmente grande, como para avergonzar
a la Roca o a Schwarzenegger. Tiene el cabello castaño rojizo
pegado a la cabeza, que cae hacia atrás hasta justo por encima de
los hombros y del que puedo ver unos pequeños cuernos que
recorren el borde de la cabeza y bajan por la espalda hasta
perderse de vista. Lleva una camisa suave y suelta que se
extiende un poco a su alrededor. Parece que está hecha de algún
material de malla que le permite respirar. Tiene sentido para el
entorno. Bien, entonces observa y luego evalúa. Qué es lo que sé.
Está particularmente adaptado al calor y a la arena, así que la
lógica dice que es un nativo de este planeta.
Se inclina hacia delante y yo grito. Deja de mirarme y coge mi
botella de agua y la extiende. No se acerca más de lo necesario, la
botella pende a medio camino entre nosotros. La observo con
atención, mirando de ella a él, y luego extiendo la mano y se la
quito. Asiente con la cabeza mientras la destapo y bebo con
avidez el refrescante líquido que contiene. Nunca nada me había
sabido tan bien. Lo engullo hasta que vuelvo a marearme y tengo
que parar para respirar. Me limpio la boca, le devuelvo la botella
y veo cómo la coge, da un sorbo, vuelve a taparla y la deja a un
lado. Se acerca y esta vez no exclamo en voz alta.
—¿Quién eres tú? —le pregunto.
Su cabeza se inclina hacia un lado y luego abre la boca y emite
un sonido que contiene muchas "S" y un poco de siseo. Sacudo la
cabeza sin entender, pero está claro que es inteligente y tiene un
lenguaje, aunque yo no lo entienda. Espera a que le responda y
vuelve a repetir los mismos sonidos. Sacudo la cabeza, frustrada.
—No entiendo —digo haciendo un gesto con las manos como
si eso sirviera de algo.
A bordo de la nave todos hablamos el galáctico común. Todo el
mundo lo hace, aunque algunos viejos resistentes también
conservan su lengua materna. No hay nadie en la galaxia que no
hable también el común. ¿Dónde diablos nos hemos estrellado
para que no lo sepa? Vulcano, cierto, bueno si sólo hubiera sido
lo suficientemente geek para aprender a hablar Vulcano. Por lo
que sé, eso es lo que realmente está hablando. Sin embargo, no
se parece a Spock y estoy segura de que no soy el Capitán Kirk.
Se acerca y, al hacerlo, mi estómago se tensa y mi coño vuelve
a mojarse. Ha estado... examinándome y realmente es muy
atractivo. Pero está mal, ¿qué demonios estoy pensando,
excitándome con un alienígena? Hace una pausa, como si
esperara a que lo detuviera, y luego extiende la mano y me toca
el muslo. Su mano es tan fría, que me recorre un
estremecimiento al tocarla. Es excitante y tentador, y está tan
mal. No puedo hacerlo. Me echo hacia atrás, pero el retraso de
mi acción parece animarle. Me toca las piernas con las manos y
me recorre los muslos desde las rodillas hasta las caderas. Un
escalofrío eléctrico me recorre la columna vertebral y luego sube
hasta el centro de mi cuerpo, mientras mi ritmo cardíaco
aumenta a medida que él se acerca a mis zonas erógenas y la
humedad empieza a brotar de mi coño.
Me estremezco y él deja de mirarme a los ojos. Dice algo, pero
quién sabe qué. Esto es una locura, incluso demente, no puedo
dejar que este hombre, este alienígena me haga esto. No puedo,
pero no quiero que se detenga. El deseo es una necesidad
palpitante en la apretada bola de mi abdomen inferior y no
quiero nada más que ser complacida. No importa lo malo que
sea. Me pasa las manos por las piernas y luego por los brazos.
Respiro entrecortadamente, mi corazón se acelera y muevo la
cabeza de un lado a otro.
—No —susurro—. No—.
No se detiene. Sus fuertes manos agarran mis rodillas y
empujan hacia abajo. Quiero resistirme, lo intento, pero no
puedo. Mis piernas se enderezan dejándome expuesta. Cruzo los
brazos sobre los pechos y me aferro a un poco de pudor. Sus
intensos ojos se clavan en los míos y luego desplaza su atención
entre mis piernas mientras sus dedos recorren mi piel. Vuelve a
hablar y termina con un suave silbido. Unos dedos fuertes me
amasan los músculos de las pantorrillas y luego suben por las
rodillas hasta los muslos. Mis piernas se separan mientras él se
mueve, casi como si tuvieran voluntad propia. Tiene el control y
no puedo detenerlo. Debería, debería querer hacerlo, pero se
siente tan bien mientras se acerca cada vez más a mi sexo.
—No puedo —protesto—. Esto está mal—.
Él levanta la vista, se detiene y ladea la cabeza. Es un
momento, puedo parar esto. Puede que no seamos capaces de
comunicarnos con palabras, pero parece entender que estoy
protestando y espera. Muevo la cabeza de un lado a otro pero mi
clítoris palpita con una necesidad desesperada que no puedo
ignorar. No digo nada más y él vuelve a moverse. Sus manos
llegan a mi coño. Con una mano utiliza el pulgar y el índice para
formar una V invertida que separa mis sedosos pliegues.
Lentamente, tan lentamente que me vuelve loca, observo cómo
el dedo índice de su otra enorme mano se acerca a mí. Cuando
llega a mi seda húmeda, un escalofrío me recorre mientras
arrastra ese dedo por las capas de mi sexo y luego roza
ligeramente mi clítoris.
Mi mente estalla en estrellas. Me oigo gemir y mis caderas se
agitan hacia delante queriendo, necesitando más. Necesito que
me penetren. Presiona mi clítoris y lo frota con un movimiento
circular perfecto, como un experto que toca mi cuerpo con una
sinfonía de su propia creación. Responde y me dejo llevar por la
belleza y el gozo.
Sus manos se detienen y se retiran, y luego me acaricia el
cabello, la cara, los brazos. Su tacto me hace vibrar mientras
sigue explorando mi cuerpo. Dejo caer todas mis defensas y me
entrego a sus suaves caricias. Alargo la mano y le toco la cara, lo
que le hace sonreír. Sus ojos se iluminan mientras recorre con
sus manos mis costados hasta llegar a mi culo. Me agarra por la
cintura y me levanta con facilidad, como si no pesara nada. Me
hace descansar sobre su regazo. Una de sus grandes manos me
coge por la nuca mientras la otra recorre mis pechos. Me toca los
pezones y ambos se erigen como pequeños diamantes listos para
cortar el cristal. Me recorre el vientre y baja entre las piernas.
Estoy mojada y preparada mientras él recorre mis pliegues.
Cuando se desliza por mi clítoris, grito de sorpresa y alegría,
incapaz de contener la emoción que me lleva al límite, y
entonces entierra la punta de su dedo dentro de mí mientras
mantiene la presión sobre mi clítoris.
Mueve el dedo de un lado a otro creando una presión de roce
en mi sensible nódulo mientras me da toda la sensación en su
interior. Es increíble y muevo mis caderas al mismo tiempo
dejándole hacer lo que quiera conmigo. Necesito esto, necesito
descargarme, despejar mi cabeza y entonces podré pensar.
—¡Sí! —Grito balanceándome.
Él me responde. Entierro mi cara en el glorioso frescor de su
cuello y sólo entonces veo su parte trasera. Lo primero que veo
es que tiene alas. Están plegadas contra su espalda y no parecen
lo suficientemente grandes como para permitirle volar, pero
probablemente le permitirían planear. Lo segundo que veo es su
cola. Sale rígida de su espalda y se mueve de lado a lado, casi
como una serpiente de cascabel. Vibra al ritmo del movimiento
de su mano dentro de mí y, por alguna razón, ver eso me lleva al
límite. Mi cuerpo se pone rígido, las estrellas estallan en mi vista
y me abalanzo contra él con fuerza, con mis manos agarrando
sus hombros con fuerza.
—¡AH! —Grito cuando el orgasmo me desgarra.
Me abraza con fuerza mientras me recorre hasta que me
quedo jadeando y sudando en sus brazos. Me abrazo a él hasta
que mi respiración y mis latidos se ralentizan hasta algo
parecido a la normalidad, y entonces me incorporo sintiéndome
incómoda por haberme corrido con un extraterrestre con el que
ni siquiera puedo hablar. Me levanta y me vuelve a sentar en el
suelo y luego se pone de rodillas. Lleva algo que se parece a una
falda escocesa, lo que me hace reír.
—Eres como un dragón alienígena Highlander —le digo con
mi mejor acento de Sean Connery. No es que vaya a apreciar el
humor o la referencia.
Ladea la cabeza y la sacude, indicando claramente que no lo
entiende. Sonrío y me encojo de hombros. Entonces se aparta la
falda escocesa y de entre sus piernas sobresale la polla más
grande y extraña que he visto nunca. Mis ojos se abren de par en
par al mirarla y luego me echo hacia atrás al darme cuenta de
que quiere meterme esa cosa dentro. Muevo la cabeza de un lado
a otro.
—Oh, no —digo—. No, todavía no, no estoy preparada para
eso—.
Señalo su polla mientras hablo y muevo la cabeza. No sólo es
enorme, sino que tiene una cresta ósea a lo largo de la parte
superior, como si fuera un condón raro acanalado para su placer,
y un pico nudoso en la base. Ni siquiera creo que pueda
acomodar una cosa así dentro de mí sin sufrir daños graves.
Desde luego, ¡no estoy dispuesta a averiguarlo! Mira de su polla
a mi coño y viceversa, claramente decepcionado, pero no se
acerca ni hace ningún tipo de movimiento amenazador.
Nos miramos fijamente hasta que, por fin, se recoloca la falda
y se sienta. Me ofrece más agua, que acepto amablemente, y se
acerca. Me estremezco un poco, pero él se mueve hacia un lado
del refugio y se tumba de lado. Me observa antes de dar una
palmadita en el suelo a su lado indicando que yo también
debería descansar. Estoy agotada por el día y el orgasmo, así que
me tumbo a su lado. Me cubre con un brazo para protegerme y
su cuerpo me alivia del calor abrasador del planeta. Me duermo
sintiéndome segura al menos por el momento.
Capítulo 7
Calista
Me despierto lentamente y me estiro. Está fresco y cómodo y

sólo quiero subirme el edredón al cuello y dormir una hora más.
Estiro las piernas haciendo que la sangre vuelva a circular y
luego giro el cuello. Mi espalda está fresca pero mi frente está
caliente. Cuando la niebla del sueño se disipa, me doy cuenta de
dónde estoy y de lo que he pasado. Me incorporo como un rayo y
miro a mi alrededor, con el corazón palpitando y respirando
entrecortadamente.
Es real. El hombre dragón-alienígena se levanta sobre un codo
apoyando la cabeza y mirándome con sus extraños ojos ámbar.
Dice algo o asumo que lo hace. Podrían ser los buenos días o un
bostezo, ¿qué sé yo de los dragones alienígenas y su lenguaje?
Sacude la cabeza en señal de frustración o tal vez está pensando
en comerme.
—Sí —digo—. Estoy de acuerdo—.
¿Con qué estoy de acuerdo? No lo sé, pero estoy sola en un
planeta alienígena y sólo el sonido de mi propia voz me
reconforta. ¿Ya me han echado de menos mis amigos? ¿Están
bien? ¿Cómo están sobreviviendo al calor y qué pasa con la
comida y el agua? ¿Vendrán a buscarme? Tengo que volver con
ellos.
—Vale, mira —le digo.
Me mira fijamente con los ojos sin pestañear, sus alas crujen
en su espalda y su cola se mueve de lado a lado. Pierdo el hilo de
mis pensamientos mirándolos y tengo que sacudirme
mentalmente. Dice algo. Es largo y sisea con fuerza al final. Me
encojo de hombros y sacudo la cabeza.
—No entiendo —digo—. Tengo que llegar con mis amigos—.
Me señalo a mí misma y luego me detengo y miro a mi
alrededor dándome cuenta de que no tengo ni idea de dónde
estoy en relación con el lugar del accidente.
—¡Mierda! —Exclamo y se incorpora tan rápido que apenas le
veo moverse.
Está en cuclillas con los brazos por delante como si estuviera
preparado para un ataque. Mira a su alrededor en busca de
alguna amenaza.
—No, no —le digo haciéndole un gesto con las manos.
Me mira fijamente con su mirada sin pestañear y luego a mis
manos. Por fin se relaja y yo respiro profundamente. Bien, ¿y
ahora qué? Mi barriga gruñe y ahora que no estoy a su lado
vuelvo a tener calor.
—¿Comida? —Pregunto, usando mis manos para hacer la
mímica de comer algo.
Él me observa atentamente y luego, lentamente, imita mis
movimientos.
—¡Sí! —Asiento con la cabeza, emocionada porque quizá nos
estemos comunicando, aunque sea a un nivel básico de lenguaje
infantil.
Su boca se ensancha y sus ojos se iluminan en lo que es
inequívocamente una sonrisa. Muestra unos dientes afilados y
puntiagudos. Come carne, dientes como esos no son para los que
comen plantas, así que eso es bueno. A menos que sea un
caníbal. Aunque supongo que técnicamente no sería
canibalismo, ¿verdad? No, si quisiera comerme ya lo habría
hecho y no conozco ninguna criatura en la galaxia que tenga
interacciones sexuales con su presa antes de comerla. Eso es
demasiado extraño para contemplarlo siquiera.
Pensar en el sexo hace que la necesidad apretada y palpitante
pase al primer plano de mis pensamientos. No, deja eso de lado.
La comida, el agua y luego llegar hasta mis amigos, eso es lo que
importa ahora. Le devuelvo la sonrisa y vuelvo a hacer la mímica
de comer.
—Comida —repito lentamente.
Asiente con la cabeza y sale arrastrándose de nuestro
rudimentario refugio. Le sigo recogiendo mi ropa mientras me
visto. Vuelve a meterse en el refugio y saca una bolsa que parece
hecha de algún tipo de cuero y se la echa al hombro. Luego
rebusca en la bolsa y rebusca un momento antes de sacar dos
objetos envueltos en lo que parece ser un paño de aceite. Se
arrodilla y los desenvuelve con cuidado para mostrar suculentos
trozos de carne. Me mira expectante.
Sonrío, se me hace la boca agua a pesar de que la carne está
cruda. Me tiende uno, lo cojo y lo miro más de cerca. Parece una
especie de ternera, una carne roja, y huele deliciosamente. Miro
a mi alrededor con el ceño fruncido. Tengo que encontrar alguna
forma de cocinarla para no enfermarme. Veo dos palos junto al
refugio, los cojo y después de dejar la carne con cuidado a un
lado, reúno un poco de hojas y hierba en un montón. Pongo la
punta de uno de los palos en la pila y empiezo a frotar el otro
con la esperanza de crear suficiente fricción para encender una
llama.
Se arrodilla y se inclina observando con gran interés. No dice
nada, pero sus ojos se mueven de los palos a mí y luego de
vuelta. Sigo frotando los palos y el que está en el montón se está
calentando, pero no tengo ni idea de si llegará a encender un
fuego o si estoy perdiendo el tiempo. Soy un bioingeniero, no un
Boy Scout. Mis brazos se están cansando y el sol caliente ya está
golpeando mi espalda. El sudor gotea de mi frente y cae en mi
yesca.
—¡Maldita sea! —Grito y tiro los palos con frustración.
Mi barriga refunfuña estrepitosamente y lo único que he
conseguido es acalorarme más, tener más sed y aún más hambre
que cuando empecé. La frustración me invade y las lágrimas
caen sin remedio. Vuelvo a caer de culo y golpeo las manos
contra el suelo sacudiendo la cabeza. Él se acerca hablando en
voz baja. Se acerca tímidamente a mí y, cuando no retrocedo, me
limpia una lágrima de la mejilla. Sostiene la lágrima en su dedo
examinándola y luego dice algo.
—¡No lo sé! —Le grito—. ¡Tengo hambre y sed y no puedo
comer eso crudo!
Le señalo el trozo de carne cruda. Él mira la carne, me mira a
mí y luego a mi montón de yesca. Juro que en sus ojos aparece la
comprensión. Se ensanchan y se iluminan y vuelve a decir algo y
señala la carne y luego mi montón de yesca. Repite las mismas
palabras y los mismos movimientos dos veces más hasta que
sacudo la cabeza y me encojo de hombros con las lágrimas que
siguen cayendo por mi cara. Con ternura, vuelve a limpiar las
lágrimas de mis mejillas y hace un sonido tan parecido a un
chillido tranquilizador como la de una madre a su niño que me
hace reflexionar.
Luego se vuelve hacia mi montón de yesca y se inclina, exhala
un silbido y ¡se incendia! Es un verdadero dragón que respira
fuego.
Ladon coge algunas de las ramitas que había recogido y las
echa a las llamas hasta que arde un bonito y pequeño fuego.
Sonríe y me mira por encima del hombro, luego coge la carne
cruda, la ensarta en un palo y la sostiene sobre las llamas. Clava
el palo en el suelo para que sostenga la comida por sí sola. En
unos instantes, el suave chisporroteo y el aroma de la carne
cocinándose llenan el aire y mi estómago gruñe aún más.
—Gracias —digo limpiando las últimas lágrimas de mis ojos—
. Gracias. Dios, si pudiéramos hablar de verdad—.
Habla y entra en el refugio. Cuando sale, me da mi botella de
agua. La cojo y bebo agradecida. Señala sus ojos, luego los míos y
después la botella de agua. La inflexión de sus palabras me hace
creer que es una pregunta, aunque no le entienda. Hay un ritmo
en su discurso que no difiere del común galáctico.
—Lo siento —digo disculpándome por no sé qué.
Supongo que por llorar. Frustración, ser un bebé, lo que sea.
Ha sido muy amable conmigo. En realidad ha sido el hombre
más amable y simpático con el que me he relacionado. ¿Quién
iba a decir eso de un enorme dragón alienígena? En casa, en la
nave, los hombres son tan diferentes. Siempre hay una relación
cuidadosa y una expectativa de que todos se emparejen y se
reproduzcan para que la próxima generación sea fuerte. Las
actitudes son mucho más... ¿despreocupadas, supongo? Los
hombres esperan que hagas lo que ellos quieren, que les des lo
que quieren y así son las cosas. Como Gershom, ha estado
coqueteando conmigo desde que tenía edad para tener sexo,
pero ni una sola vez ha sido realmente amable conmigo. Sólo
una simple y básica amabilidad. Como traerme comida,
ofrecerme agua o secar mis lágrimas con una cantidad
sorprendente de amabilidad.
Gira el palo para que las llamas estén en el lado opuesto de la
carne y luego clava el segundo trozo. Es tan diferente. Enorme,
mucho más grande que cualquier hombre que haya visto en mi
vida. Es probablemente más grande que Dwayne La Roca
Johnson en el apogeo de su carrera. Si la Roca fuera 30
centímetros más alto y creciera proporcionalmente en todo lo
demás, probablemente sería de este tamaño. Por supuesto, la
Roca no tiene escamas, ni cola, ni alas que revolotean de vez en
cuando en su espalda.
Sus alas son fascinantes. Parecen casi de cuero, pero tienen un
hermoso brillo que atrae la mirada. Sin embargo, no pueden ser
lo suficientemente grandes como para volar. En comparación
con su tamaño, son demasiado pequeñas para ello, sólo por las
leyes básicas de la física. Las estudio y pienso en lo que he visto
de este planeta y entonces me doy cuenta. No son para volar, su
propósito es hacerlo más ligero. El planeta es mayoritariamente
arena, bueno todo arena por lo que he visto, y cruzar la arena es
una mierda. En la pequeña caminata que hice me hundí todo el
camino y tuve que luchar para avanzar con cada paso. Si esas
alas le dan algo de sustentación lo harían más ligero
permitiéndole mover su gran volumen por la arena mucho más
fácilmente. Eso significa que la cola está diseñada para ayudar a
guiar.
Me río mientras mis pensamientos se dirigen a lo científico.
Los descubrimientos siempre me han proporcionado la mayor
alegría en mi vida y averiguar la naturaleza de su evolución es
fascinante. Mira por encima del hombro y sonríe al oír mi risa.
Le devuelvo la sonrisa.
—Gracias —le digo.
Él asiente con la cabeza. Acabamos de comunicarnos. La
euforia me invade. Puedo hacerlo. Puedo hablar con un
alienígena. Bien, es un comienzo. Bien, hmm, ¿qué tal unos
nombres?
—Soy Calista —digo señalándome a mí misma—. ¿Tú? —
Pregunto señalándolo a él.
Él frunce el ceño o, al menos, las crestas de su frente bajan y
su boca se convierte en una línea afilada.
—Calista —me señalo diciendo mi nombre muy despacio—.
Ca-lis-ta.
Lo pronuncio y sigo señalándome a mí misma. Él se queda
mirando fijamente el movimiento de mi boca, como si estuviera
memorizando los movimientos y los sonidos. Me repito docenas
de veces con la esperanza de que me entienda. Esta es la forma
más rudimentaria de comunicación, pero cualquier idioma
puede aprenderse si se encuentra un punto de partida. Lo repito
de nuevo y señalo, entonces él asiente y se señala a sí mismo.
—La-don —dice lentamente.
Mis ojos se abren de par en par mientras me pongo en pie de
un salto y grito de alegría bombeando el puño en el aire—. ¡Sí!
Él también se levanta de un salto y mira a su alrededor con las
manos en alto y las alas desplegadas. Su cola se mueve de lado a
lado evitando el fuego. Sacudo la cabeza.
—No, está bien. Está bien —le hago un gesto para que baje las
manos.
Mira a su alrededor una vez más antes de posar sus ojos en mí.
—No pasa nada —repito.
Vuelve a arrodillarse y gira el segundo trozo de carne. Se
inclina más y mira el primer trozo olfateando. Aparentemente
satisfecho, saca el palo y me tiende el trozo de carne.
—Ca-lisss-ta —dice arrastrando el sonido de la S en mi
nombre.
El corazón se me sube a la garganta y sonrío de oreja a oreja
cuando dice mi nombre. Mi propio nombre nunca había sonado
tan bonito saliendo de los labios de nadie.
—¡Sí! —exclamo, asintiendo emocionada mientras le cojo la
carne.
Él sonríe y yo me vuelvo a sentar a comer la comida. Está
deliciosa. Húmeda y suculenta, con un rico sabor que sorprende.
Me observa expectante mientras come.
—Está bueno —digo, limpiando un poco de jugo de la
comisura de mi boca—. Muy bueno—.
Hago un gesto con las manos y sonrío, lo que él parece
entender. Coge su propio trozo de carne y, sin importarle que
tenga que estar ardiendo, lo coge del palo con sus propios dedos
y se mete todo el trozo en la boca. Lo mastica tranquilamente
mirando a lo lejos.
—Ladon —le digo, me mira y la escama que tiene sobre el ojo
derecho se levanta independientemente de la otra, igual que un
humano levantaría una ceja para indicar una pregunta.
Le señalo y repito su nombre lentamente. Asiente con la
cabeza y sonríe.
—Ladon —dice señalándose a sí mismo y asintiendo—.
Calisssta —Me señala todavía arrastrando la S.
Sonrío y asiento sintiendo una profunda satisfacción, luego
agarro mi botella de agua y bebo un trago.
—Necesito llegar a mis amigos —digo poniéndome de pie y
mirando a mi alrededor tratando de orientarme.
Me he perdido. Bueno, tal vez sea una forma estúpida de verlo.
Llevo perdida desde que me estrellé en un planeta desconocido,
pero ahora no tengo ni idea de cómo volver con mis amigos.
Ladon me observa con gran interés mientras miro. Me tapo los
ojos y miro fijamente a mi alrededor buscando cualquier cosa
que pueda servir de punto de referencia. El refugio en el que
dormimos está en un oasis. Hay un pequeño estanque, quizá de
un par de cientos de metros de ancho y unos cien de largo, con
una hierba verde y exuberante de hojas anchas y raíces gruesas
y pesadas que lo rodean. La zona está bordeada de árboles. Los
troncos de los árboles son realmente anchos en la base, algunos
de ellos de hasta cuatro metros como mínimo, pero se hacen
más pequeños cuanto más alto está el árbol. Las copas no miden
más de medio metro. Las hojas son enormes palmeras que
crecen sólo en la parte superior.
—Amigos —le repito a Ladon.
Me mira con atención y luego sacude la cabeza, mostrando
que no entiende. Intento hacer gestos con las manos,
señalándome a mí misma y luego moviéndome en forma de reloj
de arena a mi lado. No tengo ni idea de cómo comunicarle la idea
de los amigos. Sacude la cabeza después de que lo intente varias
veces más. Ladon recoge las pocas cosas que llevamos del
refugio. Me da mi bolsa y se echa la suya al hombro. El último
objeto que saca del refugio me sorprende. Es una lanza, pero la
parte superior tiene una hoja de medio metro que se curva en la
parte superior. Parece muy afilada y muestra un nivel de
artesanía y habilidad que no estaba seguro de que tuviera. Ladon
se da cuenta de que estoy mirando el arma. La mira y luego
vuelve a mirarme antes de extenderla entre nosotros y
ofrecérmela.
—Oh, uhm, no, yo he, uh, sí —tartamudeo, levantando las
manos y apartando el arma.
Nunca he sostenido una cosa así y me intimida muchísimo. Él
sonríe, asiente con la cabeza y la hace girar con facilidad antes
de hacerla girar y abrocharla a su espalda de alguna manera.
Bueno, supongo que al menos estaré bien protegida. Vuelvo a
mirar a mi alrededor y observo una gran flor detrás del refugio.
Es enorme, con largas frondas que salen de su ojo rojo-
anaranjado. El centro parece tener algún tipo de agujero. Las
hojas y las frondas tienen un color oxidado y carecen de
cualquier brillo que normalmente asociaría con la vida. Me
acerco a él, pero me pone una mano en el hombro y me hace
volver a mirar hacia él. Mueve la cabeza y dice algo señalando la
planta.
No entiendo las palabras, pero entiendo el significado. No
quiere que me acerque a ella. Me encojo de hombros y él sonríe
asintiendo. Señala a lo lejos, dice algo y empieza a caminar. Da
cuatro pasos y se gira y me mira. Me debato entre qué hacer,
pero mis opciones son quedarme aquí y morir o seguir al
dragón-alienígena. Creo que está bastante claro qué camino
tomar. Me acomodo la mochila en el hombro y me acerco a él
para seguirle el ritmo.
Capítulo 8
Ladon
Calista, pienso mientras caminamos.

Me gusta cómo suena su nombre. Es casi un nombre Zmaj,
suena femenino y se siente bien en mi lengua. Ella tropieza y yo
la agarro, la sostengo hasta que me empuja. Dice algo, pero sus
palabras son demasiado rápidas y llenas de sonidos duros que
no puedo seguir. Sonrío cuando señala detrás de nosotros, luego
a sí misma y luego hace algún otro movimiento que no tiene
sentido. Me encanta su energía, está llena de vida, aunque su
pálida piel ya se está volviendo rosa. Le ofrezco un poco más de
agua y la bebe con avidez.
Tengo que conseguirle epis pronto. Se adaptará a vivir aquí.
Tengo muchas ganas de que viva. Me gusta su suavidad. Cuando
me rasco la nariz, capto su olor y es agradable. Sus suaves
pliegues, su humedad, su olor, los suaves montículos expuestos
de sus pechos, es hermosa. Extraña, diferente, y quiero volver a
darle placer. Con el tiempo, ella me dará placer a su vez. Estoy
seguro de esto, ella no está lista todavía, pero tenemos tiempo.
Una vez que tenga epis en ella tendremos todo el tiempo que sea
necesario.
Vuelve a tropezar y la cojo. Mueve la cabeza de un lado a otro.
—¿Estás bien? —Le pregunto.
Ella sonríe, se limpia la frente, tan extraña con su falta de
escamas protectoras, y luego asiente de arriba abajo. Sus ojos
son brillantes y no tienen párpados protectores. Cualquier
viento la cegará fácilmente, pero el azul nítido de sus ojos es
precioso, como unas escamas perfectas y brillantes. Le devuelvo
la sonrisa y empiezo a caminar. Ella tropieza una vez más y cae
de rodillas. Observo cómo se pone en pie con dificultad,
haciéndome señas para que me aleje. Se acerca a mí y sus pies se
hunden en la arena. Tiene que luchar por cada paso, levantando
un pie, colocándolo hacia delante, dejando que se hunda y
sacando el de atrás. Parece agotador. Necesita alas y una cola,
pero si no es así, quizá acepte mi ayuda. Me acerco a ella y le
paso un brazo por la cintura.
—Pon tu brazo alrededor de mi hombro —le digo.
Empuja y tira, pero al final se da cuenta mientras sigo guiando
su brazo hacia donde quiero. Extendiendo mis alas, avanzo
tomando parte de su peso sobre mí. Ella sigue haciendo la mayor
parte del trabajo, yo sólo la aligero y empezamos a avanzar
mucho más. Mirando el sol, ya casi habrá anochecido cuando
lleguemos al siguiente oasis donde podamos descansar.
Llegaremos a la caverna de epis en la mañana o en las primeras
horas de la tarde de mañana.
El sol se mueve más allá de la mitad del cielo mientras
viajamos. Ella habla, incesantemente, y yo intento seguir sus
palabras. Su lenguaje es difícil para mi lengua y habla rápido. O
las palabras son muy largas, tal vez. No estoy seguro. El suelo
tiembla debajo de nosotros y me quedo paralizado y me agacho.
Ella da un paso más y me obliga a agarrarla por la cintura y
levantarla del suelo. No puedo arriesgarme a moverme más.
—Quieta —siseo.
Ella dice una retahíla de palabras en voz demasiado alta.
Desesperadamente, niego con la cabeza, pero ella sigue
hablando y el temblor se acentúa, así que le pongo la mano sobre
la boca obligándola a cerrar la mandíbula. Sus hermosos ojos se
abren de par en par y reconozco la mirada de miedo que hay en
ellos, pero ahora no tengo otra opción. Intentaré explicárselo
cuando haya tiempo, pero ahora esto es supervivencia. Se debate
en mi agarre y me obliga a apretarla hasta que estoy seguro de
que siente dolor. Se le llenan los ojos de lágrimas y su boca se
mueve contra la palma de mi mano. Quiero soltarla, explicarle,
pero el suelo tiembla más, se mueve debajo de nosotros. El más
mínimo sonido podría atraerlo. He luchado y matado a zemlja
antes, pero no es fácil y la última vez me hirieron gravemente.
Apenas sobreviví. No hay manera de que pueda protegerla
mientras lucho contra uno, así que no la dejo ir.
Me hace sentir mal. Sé que no lo entiende. Probablemente
piense que soy mezquino o cruel, justo lo contrario de lo que
quiero. Quiero hacerla sentir bien. Quiero oírla gemir,
especialmente debajo de mí mientras la complazco. Mi cola se
endurece cuando mis pensamientos se dirigen a esas cosas y me
obligan a concentrarme. Extendiendo mis sentidos hacia el suelo
los temblores retroceden. Casi estamos a salvo. Ella forcejea con
más fuerza y mi agarre se resbala mientras se libera. Está
cayendo al suelo y lo veo a cámara lenta. Si se cae, el zemlja la
golpeará con seguridad. Extendiendo mis alas para apoyarme,
me inclino hacia adelante y la atrapo a centímetros del suelo.
—¡NO! —Siseo con fuerza intentando imitar una palabra que
le he oído decir moviendo la cabeza de lado a lado.
Creo que este es el significado correcto. La he visto hacerlo
antes. Está tumbada en mis brazos mirándome fijamente con la
boca abierta y al moverla muevo aún más la cabeza deseando
que se calle. Algo que hago funciona porque su boca se cierra de
golpe y se queda quieta. Mis brazos arden por el esfuerzo de
sostenerla del suelo mientras espero que el zemlja se aleje. Un
temblor recorre mis músculos mientras me esfuerzo, pero no la
dejaré caer. Es mi tesoro, la protegeré, nadie ni nada podrá
tenerla.
Por fin ya no siento los temblores y la bajo al suelo. Ella se
queda mirando sin moverse hasta que me levanto y ella hace lo
mismo. Nos miramos fijamente y ella dice cosas. Veo cómo
mueve la boca, pero nada destaca ni tiene sentido.
—¿No? —dice moviendo la cabeza de un lado a otro mientras
levanta la mano con la palma hacia mí.
Inclino la cabeza hacia un lado—. No. –
Repito la palabra y muevo la cabeza de lado a lado. Con las
manos, hago la mímica de caminar colocando una mano en el
aire tras otra delante de mí y digo la palabra "no" una y otra vez.
Ella me observa atentamente y luego asiente para comprender.
—Zemlja —digo.
Hago una mímica de lo que quiero decir manteniendo la mano
izquierda a nivel como si fuera el suelo y luego subo el puño y el
brazo derecho por detrás agitándolo como la criatura gusano
que son los zemlja. Abro y cierro el puño para simular una boca
que chasquea el aire.
—¿Ze-l-m-ja? —dice ella y yo niego con la cabeza.
—Zemlja —repito, todavía imitando al monstruo.
—Zemlja —dice ella correctamente y señala el suelo con una
mirada interrogante.
—Zemlja —acepto asintiendo y sonriendo con entusiasmo.
Es inteligente y rápida. Abro los brazos y la atraigo en un
abrazo mostrándole que la protegeré rodeándola con mis brazos
y estrechándola contra mi pecho. El embriagador aroma de su
cabello llena mis fosas nasales. Mis manos se posan en la
protuberancia de su culo y mis pensamientos vuelven a
centrarse en complacerla. Me rodea el cuello con los brazos y se
acurruca contra mí. Está caliente, demasiado caliente. La empujo
hacia atrás, a la distancia de un brazo, y la miro de cerca. Está
roja y su piel está agrietada con un aspecto poco saludable. Hay
grietas a lo largo de sus suaves labios que no parecen saludables
y sus ojos no son tan brillantes.
Saco mi botella de agua y se la ofrezco de nuevo, pero sé que
no va a ser suficiente. Necesita epis. Tenemos que llegar pronto a
la caverna o mi mayor tesoro no sobrevivirá. No puedo
permitirlo. Ella es mía y la protegeré. Ella bebe el agua con
avidez, se limpia los labios y luego me sonríe. Un calor me
levanta el pecho haciéndome sentir más ligero de alguna
manera. Un brillo interior que me hace feliz. La salvaré. No hay
otra opción.
—Zemlja —repite y señala el suelo.
Asiento con la cabeza, me rodea con su brazo y seguimos hacia
el oasis. Nuestro suministro de agua es escaso ahora, pero yo
necesito mucho menos que ella. Yo puedo estar sin agua durante
días, ella no puede hacer más que una marca del sol antes de
necesitar más, lo que sólo está retrasando lo inevitable. Su
cuerpo se apagará por el calor en días sin epis. No hay escamas,
no hay intercambio de calor, piel en lugares extraños, es exótico
y tentador, pero completamente inadecuado para la vida aquí.
El sol hace cuatro marcas antes de que nos encontremos con
las huellas de una manada de guster. Me detengo y me arrodillo
junto a las huellas para estudiarlas. Diría que la manada tiene
seis miembros, pero uno de ellos se arrastra por detrás con una
pata mala. Arrastra la pata trasera. Miro a Calista y sonrío. La
carne de Guster es un placer poco común. Es sabrosa y también
debería ayudar a ganar algo de tiempo para su supervivencia.
Normalmente no los cazo porque son peligrosos y se alimentan
de carne, a diferencia del bivo que suelo cazar. Pero el peligro se
compensa con el hecho de que la ayudará. Su carne es muy
reconstituyente.
—Guster —le digo señalando las huellas.
Ella mira con interés y se esfuerza por decir la palabra
conmigo. Le cuesta un par de intentos y todavía le faltan los
sonidos suaves, pero lo consigue. Sonrío y asiento con la cabeza.
Me quito el lochaber de la espalda, lo hago girar y lo coloco en
posición de alerta. Señalo a mi lochaber y luego vuelvo a las
huellas.
—Guster —digo y ella lo repite y luego dice otra palabra.
Observo su boca mirando las formas mientras dice la palabra
y luego hace la mímica de sacar algo de la palma de una mano y
llevárselo a la boca. Quiere decir comida. Sonrío y asiento con la
cabeza al ver que repite la palabra. La escucho con atención.
—Cooomida —le digo y ella asiente emocionada.
—¡Comida! —ella exclama y su voz es como el suave tintineo
de las campanas, hermosa.
—Comida —repito.
La hago avanzar y ella me pasa el brazo por los hombros y
luego cazamos. Las huellas son lo suficientemente frescas como
para pensar que no estarán muy lejos de nosotros. Basándome
en la dirección de su viaje, probablemente se dirijan al mismo
oasis que nosotros y deberíamos llegar allí poco antes de que
anochezca. Si logramos atrapar al guster y matar a uno,
tendremos la cena lista cuando nos detengamos para pasar la
noche.
Muevo mis alas y aumento mi velocidad al cargar con la
mayor parte de su peso. Sus piernas se mueven mientras nos
mantenemos en movimiento, pero ella apenas toca el suelo la
mayor parte del tiempo. Su cuerpo, mal diseñado, no se mueve
bien por la arena. El hecho de que mis alas estén completamente
extendidas también la protege del sol, lo que también es bueno.
A medida que nos movemos las huellas se vuelven más frescas.
El herido se arrastra más atrás de la manada. Sus huellas están
ahora a un lado. Se moverá por su cuenta para morir. Los Guster
son criaturas de manada, pero los débiles se sacrifican a sí
mismos para no retrasar al grupo. Una vez que mueren, la
manada se alimenta de ellos. Aunque no matan a los suyos, no
están por encima de hurgar en los restos.
Me pongo en cuclillas y la arrastro conmigo cuando oigo el
suave sonido de un guster. Está herido. No estoy seguro de lo
cerca que está la manada, pero estamos cerca de la que quiero.
Retiro el brazo de Calista de mis hombros y le hago un gesto
para que se siente. Tardo unos minutos en hacer gestos y repetir
palabras, pero por fin se tumba en el suelo y me observa. Le
quito una capa de tela y se la pongo por encima para camuflarla
en la arena de cualquier depredador que pueda venir hacia
nosotros.
Una vez que estoy convencido de que está tan bien escondida
como puedo, me tumbo y me dirijo a la cima de la cresta. Una vez
que llego allí, me muevo de lado a lado hundiéndome en la arena
con la ayuda de mi cola y luego avanzo hasta que veo al guster
herido. La manada está a bastante distancia y entra en el oasis
hacia el que nos dirigimos. El herido camina en círculos y se
queja.
Un guster es una criatura grande, con cuatro patas, con pies
palmeados y montículos enormes en la espalda. Las espinas
sobresalen en varios puntos a lo largo de la dura piel para
ayudar a alejar a cualquier depredador. No es que los guster
tengan ninguna amenaza real. Lo único que los caza es el zemlja
y nada de lo que haga el guster lo salvará de uno de ellos.
Aunque los pinchos pueden herir la garganta de un zemlja, no
salvarán al guster.
Me acerco manteniéndome parcialmente enterrado y fuera de
la vista. El viento sopla hacia mí manteniendo mi olor lejos, lo
cual es importante. El guster puede estar herido, pero sigue
siendo muy peligroso. Posiblemente incluso más peligroso que si
no lo estuviera. Mi única ventaja es que ahora está solo. Estoy a
menos de diez metros cuando el guster deja de girar y mira
fijamente en mi dirección, dando zarpazos en la arena con una
de sus patas delanteras. La pata trasera izquierda es la herida,
parece rota por la forma en que está retorcida e hinchada. Eso le
impedirá cargar, su forma normal de ataque, pero sus dientes
son su principal arma. Me quedo quieto esperando a ver si me ha
descubierto o sólo sospecha. Vuelve a dar zarpazos en el suelo y
corre tres pasos hacia delante. En el último paso, la pata herida
golpea el suelo y la criatura grita cuando la pata cede. Su mitad
trasera cae al suelo y yo salto en el aire haciendo girar mi
lochaber. No tendré una oportunidad mejor que ésta.
Doy la vuelta al lochaber y apunto hacia abajo mientras
extiendo mis alas para frenar y guiar mi descenso sobre el
guster. Mira hacia arriba mientras me deslizo. Su amplia boca se
abre revelando una fila tras otra de largos y afilados dientes. Se
abre de par en par como si tuviera la intención de tragarme
entero. Ajusto mi dirección para deslizarme a través de sus
fauces abiertas en lugar de hacerlo directamente. Al pasar por
encima, atravieso su boca con la hoja del lochaber, cortando los
tendones que controlan su mandíbula. La mitad inferior de su
boca se abre sin poder mantener la tensión y aúlla de dolor.
Aterrizo un par de metros a un lado, girando y apuñalando su
costado, atravesando las púas defensivas. Mi puntería es
errónea, golpeo una costilla en lugar de deslizarme entre ellas.
Se arremolina hacia la nueva fuente del dolor arrancando mi
lochaber de mis manos. Me agacho para hacer un blanco más
pequeño mientras me mira. No duda en cargar y, al hacerlo, oigo
un grito lejano que atrae mi atención. Calista está en lo alto de la
cresta. El guster se abalanza sobre mí mientras la miro y
entonces no hay más que dientes y saliva moviéndose a través
de mí. Los afilados dientes me cortan la piel mientras lucho por
sujetar al monstruo.
De su cabeza, por encima de los ojos, sobresalen dos largas
púas, a las que me agarro para hacer palanca. El impulso del
monstruo me empuja por la arena hacia atrás. Utilizo los
cuernos para evitar que los dientes se claven en mi piel. Mis
escamas protectoras han detenido la mayor parte de ellos, pero
tengo varios pequeños cortes donde hicieron su marca. Tiro
hacia atrás para obligar a la cabeza del guster a retroceder y, en
un movimiento desesperado, le meto la mano en la garganta
para ahogarlo. Se debate y lucha sin poder respirar hasta que
por fin cae muerto a mis pies.
Me tambaleo y me tomo un momento para recuperar el
aliento. Calista se acerca y mueve sus manos sobre mi pecho,
bajando por mis costados, a lo largo de mis brazos, y luego toma
mi cara. El deseo y la excitación brotan y mi cola se estira. Mira
cada uno de los pequeños cortes y luego arranca un trozo de tela
de la funda que había utilizado para protegerla, la que se
suponía que la mantenía a salvo, y la utiliza para frotar mis
pequeñas heridas. Un flujo constante de palabras brota de ella.
Le agarro las manos y la obligo a detenerse. Me mira a los ojos.
—Calisssta —le digo, hablando despacio para pronunciar
bien su nombre.
Se le humedece la comisura de los ojos. Ineficaz, tonto, y sin
embargo, eso la hace aún más atractiva para mí. Debe ser una
forma de demostrar que le importo.
—Ladon —me dice, y luego se acerca a mi mejilla para tocarla.
Yo imito su gesto. La suavidad de su piel me sorprende, pero
vuelvo a sentir que está demasiado caliente. De hecho, está muy
caliente y su cara está enrojecida. La sequedad de sus labios, la
falta de brillo en sus ojos, necesita epis. Mañana, sólo tiene que
sobrevivir hasta mañana. Rompo el momento y me dirijo al
guster. Lo preparo en el campo y empiezo a cosechar la carne.
Esta noche comeremos bien. Observo el oasis mientras trabajo
asegurándome de que la manada ha avanzado. No salen por este
lado y me tranquilizo. Las manadas de guster nunca se quedan
en un lugar por mucho tiempo.
Calista me ayuda con la recolección, envolviendo la carne en
paños de aceite para mantenerla fresca mientras corto los
trozos. Es un trabajo sucio, pero con su ayuda no se tarda
mucho. La levanto y nos dirigimos al oasis, pero incluso con su
brazo sobre mi hombro tropieza y cae de rodillas. Mira hacia
arriba y dice algo mientras se levanta con dificultad. Le doy agua,
pero sigue estando débil y muy roja. Sacudo la cabeza, la cojo en
brazos y la llevo el resto del camino. De todos modos, así hago
mejor tiempo, ya que no tengo que ir a su ritmo.
En el oasis construyo un refugio, enciendo un fuego y pongo a
cocinar la carne de guster. El olor que desprende llena el aire.
Calista observa con interés cómo se cocina, relamiéndose los
labios. Cuando está listo, le doy el primer trozo y veo cómo lo
sopla y se lo lleva a la boca. Sus ojos se abren de par en par
mientras mastica y luego sonríe y mastica rápido al mismo
tiempo. Ella emite palabras con los jugos chorreando por su
boca. No la entiendo, pero entiendo su significado. El rubor de su
piel desaparece a medida que la magia de la carne de guster se
abre paso en su organismo. Le doy también el siguiente trozo y
espero a comer yo hasta que ella se haya saciado. Ella lo necesita
mucho más que yo y el efecto en ella es dramático. Su piel
palidece hasta alcanzar su tono normal y sus ojos vuelven a
brillar. Sin embargo, sus labios siguen agrietados. El efecto es
temporal y sobre todo porque los guster a veces se comen los
epis ellos mismos por lo que la esencia del mismo infunde su
carne.
Ella se sacia y yo también como. Apago el fuego y nos
metemos en el refugio. Quiero complacerla pero me preocupa
que esté demasiado débil. No estoy seguro de cómo funciona su
especie. Cuando la complací antes había tanta humedad que
estoy seguro de que contribuyó a aumentar el efecto del calor,
así que resisto el impulso. Me tumbo, sin saber qué quiere, así
que pongo distancia entre nosotros. Está de espaldas a mí, pero
mira por encima del hombro cuando me tumbo. Frunce el ceño y
se desplaza por el pequeño espacio hasta quedar pegada a mí. La
cubro con un brazo y apoyo mi cabeza sobre la suya. Nos
dormimos acurrucados.
Capítulo 9
Calista
Me despierto fresca y cómoda. Fresca, hmmm, me acurruco

más cerca de la refrescante temperatura, disfrutándola. Este
lugar apesta, pero aquí, cerca de Ladon, se está bien. Está tan
fresco al tacto que es como tener un aire acondicionado
personal. Se revuelve y se mueve contra mí, lo que es agradable
de otra manera. Maldita sea, pero es sexy. Lo deseo, pero en
cuanto pienso en ello me vienen a la mente mis amigos. Perdidos
y asustados en el desierto. Tengo que hacer que lo entienda.
Sé que los ayudaría si puedo hacerle entender. Me da unas
palmaditas en el costado y luego se arrastra fuera del pequeño
refugio. Me doy la vuelta y observo cómo hace un pequeño fuego
y nos prepara el desayuno. Sólo puedo esperar que sea más de
esa deliciosa carne. Nunca había comido nada que supiera tan
bien. Era refrescante y me hacía sentir viva de nuevo. Mi dolor
de cabeza había desaparecido después de comerlo y todo.
Observo cómo saca algunos trozos, los ensarta en palos y los
pone sobre el fuego. Sonriendo, me arrastro y me uno a él. No
parece estar peor después de luchar contra ese monstruo. Le
paso una mano por el bíceps y luego por el pecho. Me mira y
sonríe.
—Calisssta —dice aún arrastrando la S.
—Ladón —respondo.
Comemos casi en silencio. El sol ya calienta y sé que el calor
aumentará a medida que avance el día. Mientras comemos, miro
toda la vida vegetal que crece alrededor de este oasis. Es
fascinante y me apetece mucho estudiar cómo se han adaptado
tanto al calor como al suelo. Nos hemos estrellado aquí y aunque
se envíe un rescate, lo cual es dudoso, pasarán generaciones
antes de que lleguen. Si mi gente va a sobrevivir, tendremos que
adaptarnos. Ladon termina de comer, guarda todas las
provisiones y apaga el fuego con cuidado. Se levanta, dice algo y
hace un gesto hacia los árboles. Me hace un gesto que parece de
sentarse. Tengo la idea de que quiere que me quede aquí.
—Vale, claro, vete tú. Yo me quedo, no hay problema Llanero
Solitario —bromeo como si él tuviera idea de quién es el Llanero
Solitario, o como yo si Johnny Depp no hubiera hecho una
película. Me encantan las películas antiguas.
Ladon asiente y se adentra en los árboles y se pierde de vista.
Estoy segura de que el agua debe estar en esa dirección. Estamos
al borde del oasis y tengo la intención de aprovechar la
oportunidad para explorar y recoger algunas plantas para la
investigación. La primera cosa que encuentro es como un cactus
en miniatura con un tono rojo. Tiene puntas afiladas y reacciona
al entorno que lo rodea. Cuando me acerco, tiembla y vibra.
Cuando me quedo quieta, se detiene. Encuentro un pequeño palo
y lo empujo hacia él y se aleja. Fascinante.
Recojo muestras donde puedo, pero gran parte de la flora está
viva de forma interesante con mecanismos de defensa
incorporados. Me pierdo en mis andanzas mientras investigo
hasta que oigo el sonido del agua circulando. Cuanto más me
acerco a la fuente de agua, más variada es la vida vegetal, así que
me dirijo hacia ella. La arena da paso a una exuberante
vegetación similar a la hierba, pero con hojas más anchas y tallos
más duros. Sin embargo, es verde, lo cual es agradable de ver.
Hay unas pequeñas flores de color amarillo intenso que crecen
en pequeños racimos. Me detengo y recojo algunas de ellas a
medida que avanzo.
El chapoteo del agua es fuerte cuando llego a más de esos
extraños árboles con una base enorme. Al rodear uno de ellos,
veo el estanque que es el corazón del oasis y mucho más. Ladon
está en el agua salpicándose. El agua sólo le llega a los muslos,
dejando cada centímetro de él expuesto en una gloriosa
exhibición. Es bello, increíble y deslumbrante. No tengo
suficientes adjetivos para describir su sensualidad. Mientras lo
observo, toma agua con las manos y se la vierte sobre la cabeza.
A medida que baja, la luz del sol se refleja en las escamas
húmedas y en la gloriosa perfección de sus músculos. Las
escamas cubren la mayor parte de su cuerpo con colores suaves
que van del amarillo al azul y forman un hermoso diseño.
Su polla cuelga flácida entre sus piernas y es impresionante.
Asusta. Nunca he visto un pene tan grande, pero parece normal
en su enorme cuerpo. Tiene el tamaño y la longitud de mi
antebrazo y en la parte superior hay una serie de crestas. Su
pecho, enormemente musculoso, se flexiona y se relaja cuando
se agacha por más agua y las duras líneas de sus abdominales se
tensan y luego se enderezan. Sostiene el agua por encima de su
cabeza y la vierte, luego se agacha y sale con dos puñados de
arena que utiliza para limpiarse.
Estoy mojada y quiero tocarme para aliviarme. No, quiero que
ÉL me toque para aliviarme, como hizo aquella primera noche, y
quiero más, pero ¿en qué estoy pensando? Ni siquiera sé si
somos realmente compatibles. Claro que tiene una polla, pero es
grande. Demasiado grande para mí, estoy segura. Sin embargo,
no puedo apartar los ojos de ella y, de repente, me doy cuenta de
que me está mirando porque esa enorme polla se levanta
erguida y se pone en posición de firmes. Mis mejillas arden más
de lo que el sol abrasador puede explicar.
—Uhm, hola, eh, sí, Ladon, eh —tartamudeo.
—Calisssta —dice la S de mi nombre más pronunciada que
nunca.
Miro hacia abajo, avergonzada, pero le oigo chapotear hacia
mí. Me muevo de un pie a otro y no sé qué hacer. Levanto la vista
y me mira con lo que sólo puedo interpretar como deseo. Me
desea, pero ¿qué es eso? ¿Cómo puede ser eso? Nadie me desea,
no realmente, sólo soy la chica empollona de ciencias. Los chicos
guapos como este, aunque sea un extraterrestre, no me quieren.
Está cerca. Demasiado cerca. Siento que no hay suficiente aire.
No puedo recuperar el aliento. La V de sus abdominales
inferiores, sus duros muslos, y luego su polla aparecen a mi vista
mientras miro al suelo, dura y rígida, hermosa mientras el sol
brilla en las crestas de colores. Gruñe, se acerca y me coge por
los hombros.
—Calisssta —dice mi nombre como un mantra.
El miedo y el deseo guerrean en mí. Me desea, pero esto es
una locura. Coloca sus dedos bajo mi barbilla y me levanta hasta
que me encuentro con sus ojos. Sus ojos extraños, raros,
seductores, que despiertan cosas dentro de mí que ni siquiera
puedo pretender entender. Quiero entregarme a él y asiente
lentamente. Me pasa las manos por los brazos, con suavidad y
delicadeza. Un escalofrío me recorre la columna vertebral y me
hace temblar. Hace una pausa, mirándome a los ojos, y luego
reanuda las caricias hacia arriba y hacia abajo. Me pasa los
dedos por el cabello y luego sujeta mi cara con sus enormes
manos. Se inclina hacia mí, más cerca, más cerca todavía. Va a
besarme, sé que va a hacerlo, lo deseo, pero no, tengo miedo.
Demasiado miedo, grito y salto hacia atrás.
Sisea y se inclina hacia mí para alcanzarme. Mis ojos se abren
de par en par mientras el miedo me llena el estómago de ácido y
me pongo a temblar. Es enorme y las ganas de correr me
invaden. No puedo resistirlo. Me doy la vuelta y salgo corriendo
lo más rápido que puedo. Corro a ciegas, estrellándome entre los
árboles, corro con las lágrimas cayendo por mi cara sin pensar.
Sin destino, sin saber a dónde voy ni por qué. Corro esperando
un salvador. Corro hasta que mis piernas no pueden más y me
derrumbo en un montón y lloro.
Las lágrimas me sacuden el cuerpo hasta que por fin me seco.
Es entonces cuando me doy cuenta de que tengo sed y de que, en
mi loca carrera por el bosque, he perdido la mochila que
contenía el agua y las únicas provisiones que tengo.
—Maldita sea, idiota —me reprendo—. ¿Y ahora qué? —Hablo
en voz alta para no entrar en pánico.
Me levanto y observo mi entorno. Estoy perdida, realmente
perdida.
—Vale, pues correr a ciegas por el planeta alienígena lejos del
único tipo que podría ayudarte al máximo es una estupidez. Lo
tengo. Nota para mí, la próxima vez no te asustes de la gran
polla, ¿de acuerdo? Así que está colgado como un... dragón. ¿Y
qué?
Sacudo la cabeza ante mi propia estupidez. Hay un grupo de
esos árboles unos metros más adelante. No tienen ramas
inferiores, pero las superiores son gruesas y abundantes, con
muchas hojas que dan sombra al sol. Algunos de ellos están lo
suficientemente cerca como para que pueda abrirme paso entre
ellos si tengo cuidado y llegar lo suficientemente alto para
orientarme.
—Maldición, soy como una de esas estúpidas adolescentes en
una película de terror. Oh Dios, un pene monstruoso, ¡corre por
el bosque! Todo lo que tenía que hacer era perder la camiseta
por el camino y sería el cebo perfecto para un asesino en serie—.
A Jolie le encantan las viejas y estúpidas películas de terror
como esa y me obligaba a verlas una y otra vez. Jolie. Espero que
esté bien y que todos los demás también lo estén. ¿Me están
buscando? Probablemente me han dado por muerta. Eso me
entristece, pero si están vivos está bien. Si puedo encontrar a
Ladon de nuevo sé que puedo hacer que lo entienda y cuando
vuelva seré un héroe. Ayudará a mi gente a sobrevivir. Sé que lo
hará.
—¿Lo hago? —Me pregunto mientras paso entre los árboles—
. ¿Cómo sabe eso señorita sabelotodo? −
No lo sé, supongo, pero siento que lo hará. Quiero decir que ha
sido tan gentil y amable conmigo. Ha sido, dulce supongo.
—¿Dulce? —No se lo pregunto a nadie. Y al no tener a nadie,
por supuesto me respondo a mí misma—. Sí, dulce, como si yo
fuera una princesa. –
Me río de mí misma. Quizá el calor me está afectando. Estoy
muy seca y mi dolor de cabeza ha vuelto. Por mucha agua que
beba sigo estando seca. La carne que me dio anoche ayudó.
Envió un frío por todas mis extremidades extendiéndose desde
mi vientre en una sensación placentera. Era increíble y maldita
sea lo que no daría por un poco más de ella.
—Así que, sí, soy la Princesa de Vulcano y ahora estoy
perdida. Ladon puede ser mi príncipe y venir a buscarme en
cualquier momento—.
Una ramita se rompe a mi lado y luego los árboles crujen
sobre mi cabeza. Doy un salto, buscando el origen y grito cuando
lo veo. Una cosa enorme, con aspecto de gorila, sale de detrás de
uno de los árboles. Tiene unos brazos enormes que parecen
pequeños troncos de árbol. Sus enormes puños están en el suelo
mientras camina hacia adelante, se detiene y luego golpea el
suelo. Un grueso pelaje cubre sus hombros y la mitad superior
de sus brazos, pero la mitad inferior es piel desnuda de un
intenso color azul. Tiene unos afilados ojos marrones que
observan todos mis movimientos. Agachada y apoyada en sus
manos como está, la cosa sigue siendo casi tan alta como mi
propio metro sesenta. Me quedo congelada tratando de no
provocarla.
—Uhm, ¿perdón? —Digo— No sabía que esta zona estaba
reclamada.
Retrocedo un paso y no se mueve, así que doy otro paso atrás.
Entonces, el árbol que está encima de mí se tambalea y algo cae.
Lo veo por el rabillo del ojo y grito poniéndome en cuclillas y
protegiéndome la cabeza. Hay otro detrás de mí. Los árboles
enloquecen con su traqueteo y luego más criaturas caen al suelo
como cocos que caen, excepto que están lloviendo enormes
primates. Se llaman unos a otros mientras algunos se golpean el
pecho o golpean el suelo. Un par de ellos se empujan entre sí,
pero mi principal preocupación es que estoy rodeada.
Mantienen la distancia pero también me mantienen en el centro.
Giro en un lento círculo tratando de verlos a todos a la vez.
—Mierda —murmuro, entonces el primero se acerca y me
giro para mirarlo—. ¡Alto ahí!
Grito, pero no importa. Se acerca paso a paso. Me alcanza con
su enorme mano que parece lo suficientemente grande como
para aplastar mi cabeza sin pensarlo dos veces. Me paralizo sin
poder moverme. Todos los músculos se bloquean y lo único que
puedo hacer es murmurar y hacer lo posible por no llorar. Me
toca el cabello y me pasa un dedo por él. Cuando se retira, suelto
un suspiro de alivio que se convierte en un grito cuando se
mueve con una velocidad cegadora y me agarra el cabello con el
puño y tira de él. Me tira al suelo con fuerza y mi grito no cesa.
Capítulo 10
Ladon
—Maldita sea —siseo, arrojando mi ropa sobre mí y

recogiendo mi bolso.
La deseo y sé que ha disfrutado del placer que le di, ¿por qué
ha huido? No tiene sentido. Nada tiene sentido. No tiene
protección, no tiene armas, no es lo suficientemente fuerte como
para levantar una rama de baboa por sí misma y huye a ciegas.
Es estúpido y peligroso. Tengo que encontrarla antes de que
corra hacia algo. Un cvet o esa manada de guster de anoche. Hay
pocas cosas aquí que no maten al que esté desprevenido. Tajss
no es un hogar indulgente.
Completamente vestido, sigo su rastro y empiezo a
perseguirla. La ira late con cada latido de mi corazón. Cuando la
encuentre le haré entender que no puede volver a hacer esto.
Ella es mi mayor tesoro y no permitiré que muera. Me detengo y
me arrodillo. Sus huellas son claras y fáciles de seguir. Mirando
hacia adelante veo un grupo de árboles de baboa. Maldita sea,
algunos majmun vivirán allí. Quizá se haya desviado. Corro
sabiendo en mi corazón que no lo hizo. Entonces la oigo gritar y
despliego mis alas saltando cada dos pasos para avanzar más
rápido.
—¡LADON! —grita mi nombre y la ira pulsa en respuesta.
Lo que sea que la amenace sentirá mi ira. Lo destrozaré con
mis propias manos. Ella es mía, nada puede dañarla. Salto por
encima de una rama caída y llego al grupo de árboles. La tribu
majmun está en el suelo rodeándola. Su alfa la tiene agarrada
por el cabello y la arrastra por el círculo mientras el resto se
golpea el pecho y al suelo.
—¡CALISSSTA! —Rujo, saltando en el aire y sacando mi
lochaber de la espalda.
Mis pies chocan con el árbol de baboa a varios metros de
altura y lo aprovecho para saltar aún más alto en el aire. Mi grito
atrae la atención del majmun. Miran hacia arriba y gritan, ya sea
por miedo o por desafío. El alfa deja de arrastrar a Calista. Se
levanta sobre sus patas traseras y se golpea el pecho rugiendo
hacia mí. Levanto mi lochaber sobre mi cabeza sujetándolo con
ambas manos y me balanceo hacia abajo con la intención de
enterrarlo en su cráneo. Me observa mientras me deslizo hacia
abajo. Me balanceo hacia su cabeza y él da un puñetazo,
golpeándome en las tripas y lanzándome hacia atrás.
El aire se me escapa. Agito mis alas intentando recuperar el
control mientras mi cola se mueve salvajemente de un lado a
otro. Me golpeo contra un árbol de baboa con la suficiente fuerza
como para que me duela, pero mis escamas me salvan de que se
rompa algo. Cierro mis alas y me dejo deslizar por el tronco del
árbol y aterrizo en cuclillas con mi lochaber preparado. El alfa
ladra y golpea el suelo, un sonido que casi imita la risa.
—Órale-estoy-hecha ese-es-mi-Ladon —dice Clarissa con
palabras que no entiendo pero reconozco mi nombre al final.
Mantengo la mirada en el alfa. Se adelanta, amenazante,
mientras golpea el suelo. Mantengo mi posición y no le quito los
ojos de encima. Si lo hago se sentirá dominante. Está en mi
territorio, aquí nada domina sobre mí. Doy un paso adelante
mientras él se retira y hago un sonido sibilante sin palabras. El
alfa sacude la cabeza, golpea el suelo y luego da varios pasos
rápidos hacia adelante golpeando la arena de nuevo. Me
mantengo firme y él se retira.
El público que le rodea abuchea y hace ruidos al ver que su
alfa es desafiado. Golpean el suelo y lo animan. Él mira a su
alrededor y luego a mí. Nos miramos fijamente durante mucho
tiempo y luego doy un paso adelante, con mi lochaber
preparado. Prefiero no matarlo. No son malos animales y evitan
que las manadas de guster se vuelvan demasiado densas. Su
carne tampoco es buena para comer, así que no gano nada con
su muerte. Lo único que necesito es que se dé cuenta por sí
mismo.
Golpea el suelo y luego se levanta sobre sus patas traseras y
lanza las manos a ambos lados. Calista lo observa desde atrás y
empieza a retroceder.
—¡Ladon! —grita.
Mis ojos se dirigen a ella por un instante y luego el alfa se
precipita hacia mí. Hago girar mi lochaber y me pongo en
cuclillas con él frente a mí, listo para recibir su ataque. Se desliza
hasta detenerse justo al lado de la punta. Golpea el suelo. Saco
una mano de mi lochaber y golpeo el suelo y luego apunto hacia
los árboles. El alfa mueve la cabeza de un lado a otro, así que
repito los movimientos. Retrocede lentamente y hace un ruido.
Salta hacia atrás volando por encima de Calista y se agarra a uno
de los árboles de baboa. El resto de la manada se une a él y en
unos instantes desaparecen entre las copas de los árboles. Mi
tesoro corre y me abraza.
La rodeo con mis brazos por un momento y luego la agarro
por la cintura y la alejo de mí—. ¡Podrían haberte matado! —
grito, el temor por su seguridad y la rabia por el majmun aún
bullen en mi interior. Ha huido y se ha puesto en peligro de
muerte. No lo entiendo. Sacude la cabeza y sus ojos se
humedecen, lo que me confunde aún más.
—¡No! No puedes hacer esto, ¿no te das cuenta de lo peligroso
que es lo que acabas de hacer? ¿Y si no hubiera llegado a
tiempo? Ese alfa te estaba reclamando como su propiedad.
Podrías estar muerta—. Quiero que entienda, que sepa que no
puede volver a hacer eso. La humedad en las esquinas de sus
ojos cae por sus mejillas y se aleja de mí levantando los brazos
delante de ella para protegerse.
Me adelanto señalando con un dedo a los árboles—. ¡Peligro!
—Digo en voz alta, tratando de que la palabra quede grabada.
Ella retrocede a trompicones y entonces lo veo.
Tiene miedo.
De mí.
Dejo de moverme y la miro atónito. La humedad corre por sus
mejillas y mueve la cabeza de un lado a otro diciendo algo una y
otra vez. Es la misma palabra, así que escucho su sonido con
atención hasta que el rollo se me hace familiar.
—Lo-siento-lo-siento-lo-siento —dice una y otra vez,
temblando mientras las gotas siguen rodando por su cara.
Estoy vacío. Toda mi rabia se ha ido dejando el
arrepentimiento a su paso. Está temblando y cada temblor de su
cuerpo se siente como si mi propio corazón se rompiera con él.
Cruza los brazos sobre el pecho y mira al suelo sin dejar de decir
la misma palabra una y otra vez. Me muevo lentamente para no
sobresaltarla hasta que estoy lo suficientemente cerca como
para cogerla en brazos. Me rodea con ellos, apoya la cabeza en
mi pecho y sigue sollozando. La abrazo fuertemente contra mí y
le acaricio la cabeza emitiendo sonidos tranquilizadores. Se
aferra a mí hasta que, por fin, los sollozos cesan y se limita a
abrazarme con fuerza.
Le acaricio el cabello y bajo por su espalda y luego vuelvo a
subir. Me gusta cómo se siente entre mis brazos. El deseo late en
mi estómago. La deseo, pero no si eso la pone en peligro de
nuevo. No entiendo lo que le pasa. Ni siquiera sé cuánto tiempo
permanecemos juntos allí, pero el tiempo suficiente para que
ella se calme—. Deberíamos volver al campamento —digo
mirando el sol.
Es tarde, no llegaremos a otro campamento. Mirando a Calista,
está cubierta de cortes y moretones que necesitan ser atendidos
para evitar infecciones. La sostengo a un brazo de distancia
hasta que me aseguro de que no hay daños graves. Habla y dice
muchas cosas, así que asiento con la cabeza y la saco del sitio.
No tardé mucho en volver a nuestro campamento. La dejo en
el interior del refugio y le pido que se quede. Cuando me
convenzo de que parece entender, me dirijo al corazón del oasis
y lleno las botellas de agua de ambos. Vuelvo al campamento con
un poco de miedo porque se me ocurre que podría haberse
escapado de nuevo. Un sentimiento de alivio me inunda cuando
despejo los árboles y la veo todavía sentada allí.
Cojo mi mochila y saco el bálsamo que llevo. Lo hago con las
garras de los sismis. Cuando las muelo y las mezclo con la
humedad de las hojas de un cvet, se crea una pasta que combate
las infecciones y ayuda a que las heridas se curen más rápido.
Huele fatal, pero es muy eficaz. Saco el tapón del tubo en el que
lo guardo y me arrodillo junto a Calista. Ojalá pudiera entender
lo que dice. Las pocas palabras de su idioma que conozco son
insuficientes para saber de qué está hablando. Pero no deja de
hablar. Me gusta que tenga mucho que decir. Hace mucho
tiempo que no hablo con ningún otro ser.
Tomo su brazo izquierdo con la mano y lo examino
detenidamente. Uno de los arañazos es especialmente profundo
y puede infectarse. Meto el dedo en el bálsamo y se lo paso por la
herida. En cuanto la toco con él, salta y suelta un grito. Intenta
apartarse, pero la agarro con fuerza y la mantengo quieta.
—Esto te ayudará —le digo, sabiendo que no entiende mis
palabras, pero esperando que entienda la intención.
Sacudo la cabeza mientras hablo. Ella habla rápidamente y
mueve la cabeza de un lado a otro.
—No. Ayuda —digo, usando una mezcla de mi propio idioma y
el suyo, ya que la única palabra que conozco es "no"—. Ayuda —
vuelvo a repetir.
Ella deja de hablar y me mira la boca, así que repito la palabra
lentamente. Sólo hacen falta seis veces para que ella misma
pronuncie la palabra. Sé que lo ha entendido cuando extiende el
brazo y señala la herida, y luego dice "ayuda". Sonrío y asiento
con la cabeza y vuelvo a ponerle la pomada. Sé por experiencia
lo que se siente con la pomada. Cuando toca por primera vez una
herida abierta, quema, pero luego se convierte en una sensación
de frío. Ella lo soporta bien y me impresiona su fuerza. Termino
con su brazo izquierdo y luego con el derecho, atendiendo cada
pequeño corte. Cualquier herida abierta es una invitación a la
infección.
Cuando termino con sus brazos, me dirijo a su camisa. Ella
mira hacia abajo, dice algo y vuelve a mirarme. Repito mis
movimientos y luego busco su camisa e intento quitársela. Ella
se aparta de mí y yo frunzo el ceño siseando. No me gusta que
me niegue. Dice más palabras, pero no me importa lo que sean,
sus heridas son más importantes.
—Tengo que mirar —digo señalando de nuevo su camisa y
haciendo la mímica de quitársela.
Suspira, mira al suelo y luego agarra el dobladillo de la camisa
y se la pasa por encima de la cabeza. Cuando la camisa se
levanta, pasa por encima de sus pechos, que se levantan y luego
rebotan hacia abajo. Los círculos marrones en la parte superior
de los montículos captan mi atención y me doy cuenta de
repente de que no estoy respirando. Mis corazones laten a doble
velocidad y mi cola se endurece. Es fascinante y hermosa. Me
pregunto a qué sabrán sus pechos y tengo que luchar contra el
impulso de averiguarlo.
Su pecho sube y baja rápidamente. Las puntas del centro de
los círculos se ponen rígidas como si estuvieran en posición de
firmes. Mi cuerpo reacciona ante semejante exhibición y mi polla
se endurece. Debajo de su pecho derecho hay un enorme
hematoma morado que indica claramente un daño interno.
Introduzco dos dedos en el bálsamo y le toco la piel justo por
encima del hematoma. Ella salta al mismo tiempo que yo y grita
de dolor. Retiro la mano y muevo la cabeza de un lado a otro.
—Lo siento —digo, levantando las manos con las palmas hacia
ella.
Ella asiente como si lo entendiera y yo vuelvo a señalar el
hematoma y luego el bálsamo que tengo en los dedos. Aprieta los
dientes y asiente. Me acerco a ella y la toco, con toda la
delicadeza posible, mientras extiendo el ungüento sobre el
hematoma. La humedad vuelve a formarse en la comisura de sus
ojos y empieza a caer por sus mejillas. Con mi mano libre, atrapo
una gota mientras cae.
—¿Por qué? —le pregunto sosteniéndola entre nosotros.
Mueve la cabeza de un lado a otro. Asiento con la cabeza,
comprendiendo que quizá ella tampoco lo sepa. Termino de
extender el bálsamo sobre el hematoma y vuelvo a
inspeccionarlo. Tiene otros pequeños cortes, y me ocupo de cada
uno de ellos hasta que he revisado todas las partes de su pecho,
y me dirijo a sus pantalones. Duda sólo un momento y se los
quita y los deja a un lado. Al hacerlo, me llega su embriagador
olor y mi polla, ya tiesa, se endurece aún más. Es tan tentador y
excitante que casi descargo mi primera carga sin siquiera
tocarla.
Cierro los ojos e inhalo profundamente saboreando su aroma.
Mi deseo late como un tercer latido en mi corazón. Mi necesidad
de tenerla sólo es comparable a mi deseo de darle placer. La
deseo más de lo que puedo expresar con palabras. Es un
sentimiento abrumador, una necesidad tan profunda que forma
parte de lo que soy. Me toca y un escalofrío me recorre la
columna vertebral cuando mi deseo se convierte en un sol
ardiente. Abro los ojos y me encuentro con los suyos. Hermosos,
brillantes, y caigo en ellos perdiéndome.
Capítulo 11
Calista
Paso mis manos por su pecho. Es duro, fuerte y frío al tacto.

Estoy nerviosa. Estoy sentada aquí, desnuda, con un hombre
dragón extraterrestre y contemplando seriamente la posibilidad
de tener sexo con él. No sé si puedo hacerlo. No porque no
quiera, sino porque no estoy segura de que no me vaya a hacer
daño.
—Calisssta —dice mi nombre en voz baja y mi deseo arde.
El sonido de su voz diciendo mi nombre es una de las cosas
más calientes que he oído nunca. La forma en que me salvó de
esos animales y la forma en que me mira, ¿cómo no voy a desear
a este hombre? Y es un hombre. No importan las diferencias
entre nosotros, no importan las escamas, no importa el
argumento, sus extraños y hermosos ojos. Cuando me encontré
con él en el agua y vi su polla se borró cualquier duda sobre su
hombría.
La humedad se me escapa mientras mi deseo sigue creciendo.
La parte delantera de la tela suelta que lleva como vestimenta
está abultada por su enorme pene. Ni siquiera podemos hablar,
no realmente, unas pocas palabras. Eso no cambia los hechos.
Voló por el aire. Se enfrentó a toda una manada de animales que
querían hacerme daño. Me salvó cuando estaba desmayada y ni
una sola vez ha intentado forzarme. Estoy a generaciones de
distancia de mi casa. Toda mi vida ha transcurrido en una nave
espacial rodeada de otros de mi misma especie y ni una sola vez
ningún otro hombre me ha tratado tan bien.
Trazo la línea de su mandíbula y luego bajo por sus hombros.
Es tan grande y fuerte. La forma en que luchó para salvarme fue
intrépida. Fuerte, dominante, una valentía que nunca había visto
antes. Paso mis manos por sus bíceps y por sus brazos. Algunas
partes de él son suaves mientras que otras son duras y
escamosas. Todo él es frío al tacto, lo que alivia mi piel ardiente.
Me pasa las manos por la espalda y baja hasta tocarme el culo.
—Ladón —susurro.
Me encanta sentir sus manos sobre mí. Me aprieta y me
levanta para que le rodee la cintura con las piernas. Se inclina y
yo inclino la cabeza de nuevo y nuestros labios se encuentran.
He besado antes, por supuesto, pero nunca ha sido así. Me carga
con facilidad mientras seguimos besándonos y luego se pone de
rodillas. Rompe el contacto de nuestros labios para tumbarme
dentro del refugio que ha construido para nosotros.
Nuestros rostros están a centímetros de distancia. Sisea, un
sonido suave, y luego se inclina y me besa a lo largo del cuello.
Pasa por mi clavícula y llega a mi hombro. Mientras lo hace, sus
manos recorren mi vientre dejando rastros helados de su tacto
frío en mi piel caliente. Me estremezco y mis caderas se mueven
de lado a lado. La humedad se filtra de mí a medida que aumenta
mi deseo.
Sus manos encuentran mis pechos y deja de besarme. Se
levanta sobre los codos y mira hacia abajo. Puedo ver la ardiente
lujuria en sus ojos. Agarra la tela de su ropa con una mano,
sosteniéndose con la otra, y tira, liberándose de ella. Su enorme
polla se levanta y la anticipación se mezcla con la inquietud.
Pero confío en él. Si no puedo soportarlo, dejará de hacerlo. La
decisión es mía. Lo quiero.
Le oigo inhalar profundamente y luego baja y besa el
montículo de mi pecho izquierdo. Sus dedos trabajan la suave
carne hasta que toma mi pezón derecho entre el pulgar y el
índice y rodea lentamente la areola. Me recorre un
estremecimiento eléctrico y mis caderas se agitan
involuntariamente.
—¡Ladon! —grito.
Sigue besando alrededor de mis pechos hasta que por fin se
lleva el pezón a la boca. Su lengua se prodiga alrededor y sobre
él mientras chupa y suelta. Las estrellas explotan en mi mente.
No se cansa, no se detiene, y el placer aumenta y aumenta hasta
que me siento tan tensa que ya no puedo contenerme. Me agarro
a él y me empujo contra él. Siento su dura polla presionando mi
vientre y me retuerzo tratando de moverme hasta poder frotar
mi clítoris a lo largo de su longitud.
Deja de hacer lo que está haciendo con mi pezón y luego me
besa el estómago. Llega al pliegue de mis piernas y me besa a lo
largo, pasando por mi montículo y deteniéndose en la parte
superior de mi abertura. Su lengua, larga, dura y penetrante, se
extiende y roza mi clítoris. Vuelvo a perder el control moviendo
las caderas y él sigue besando el otro lado. Ladon hace una pausa
y me mira.
—Calisssta —dice, luego se mueve hacia el centro y se
sumerge en mi coño como un sediento que traga agua.
Hace cosas con su lengua que no puedo describir. No lo
entiendo, pero las sensaciones son abrumadoras. Me penetra y
me acaricia el clítoris hasta que soy un desastre tembloroso.
Siento cómo sube y baja, hace círculos y luego introduce su
lengua hasta el fondo. Mis manos desgarran la tierra debajo de
nosotros mientras él sigue dándome placer. Crece y crece y
entonces caigo. Cada músculo se tensa haciendo que mi espalda
se arquee y lleve mi coño directamente a su cara. Me sostiene sin
quitar su lengua. Mi orgasmo se desata como un huracán que
arrasa con todo lo que tiene delante.
A medida que pasa lentamente y mis músculos se relajan, me
baja de nuevo al suelo. Sus dedos recorren mi piel con una
suavidad sorprendente. Es tan grande, tan fuerte y dominante,
pero también tiene otro lado. Un lado gentil, amable y cariñoso
que lo hace perfecto. Lo miro fijamente con los ojos
entrecerrados.
—Maldita sea —digo—. Ha sido increíble. Ni siquiera
podemos hablarnos y, sin embargo, eres un lingüista
magistralmente astuto.
Me río de mi propio chiste sabiendo que no lo entenderá. No
importa porque me sonríe. Pero no ha terminado. Se coloca
frente a mí apoyándose en los codos. Siento su dura polla en mi
abertura y, en el momento en que lo hago, toda la satisfacción
del orgasmo que acabo de tener es sustituida por la necesidad y
el deseo. Lo deseo tanto.
Me mira fijamente a los ojos y luego, lentamente, tan
lentamente que es tanto un alivio como una frustración, se
desliza dentro de mí. Me muerdo el labio, nerviosa. Se detiene,
mirándome fijamente.
—¿Calisssta?
Es una pregunta. Me pide permiso para continuar. Asiento
todavía mordiéndome el labio, cierro los ojos preparada para el
dolor o la incomodidad. Si es muy grave le haré parar. Lo hará,
puede hacerlo, tengo fe en él.
La cabeza está dentro y entonces se detiene. Sé, por haberlo
visto, que la primera cresta está ahí, presionando contra la parte
superior de mi abertura.
—Despacio —exhalo, con los ojos aún cerrados, y o bien
entiende mis palabras o lo hace instintivamente, porque eso es
exactamente lo que hace.
La primera cresta penetra y el placer me arrastra. Me estira
tanto por el tamaño como por la dureza de la cresta, pero a
medida que va entrando tira de tal manera que mi clítoris rueda
hacia abajo y roza la parte superior de su polla. Hace que las
ondas de placer me atraviesen como las blancas capas de una
tormenta en un lago. Grito de sorpresa ante la naturaleza
impactante del placer. Se detiene y vuelve a decir mi nombre
junto con muchas más palabras que no entiendo. Sacudo la
cabeza intentando hacerle saber que está bien.
—Bien —digo moviendo la cabeza de arriba abajo—. Más,
más. –
Le rodeo la cintura con los brazos lo mejor que puedo y tiro
suavemente hacia delante para asegurarme de que entiende.
Sisea y asiente con la cabeza y, lentamente, empieza a empujar
hacia delante de nuevo. Cada centímetro de él se expande y me
llena. Cada cresta que llega a mi abertura es cada vez más
placentera. Puedo sentir esas duras crestas en mi interior. Se
crea una sensación continua de placer a medida que él penetra
más y más profundamente.
Por fin nuestras caderas se encuentran y él está
completamente dentro. Me siento estirada más allá de todos los
límites, lo que se ve reforzado por las crestas de la parte
superior de su polla. Se mantiene dentro de mí y se inclina para
besarme los labios. Por impulso, introduzco mi lengua en su
boca. Sus ojos se abren de par en par, sorprendidos, y luego
reacciona como lo haría cualquier hombre. Su lengua encuentra
la mía y bailan.
Mueve las caderas y una ronda de placer sorpresa me
atraviesa. Las sensaciones son abrumadoras. Su polla se retira,
pero no la saca del todo, sólo hasta la primera cresta, y luego la
clava enterrándola. Se siente tan bien y la naturaleza se hace
cargo.
Al principio empuja despacio, pero luego aumenta el
desenfreno y yo respondo a cada empuje de sus caderas con uno
propio. Introduce y saca la polla. Le rodeo el cuello con los
brazos y aprieto su cara contra la mía. Nos besamos, nuestras
lenguas bailan, su polla entra y se retira. Gime en mi boca y es lo
más caliente que he oído nunca. Me aprieto todo lo que puedo
contra él y me estremezco cuando otra oleada de liberación
bloquea mi cuerpo. Grito su nombre y, de repente, rompe
nuestro beso. Arquea la espalda, mirando hacia el techo de
nuestro refugio, y grita mi nombre mientras se entierra en mí.
Su polla dentro de mí se hincha y puedo ver su cola tiesa y
recta detrás de él. Aguanta hasta que se completa la última
oleada de su orgasmo y se retira. Estoy completamente
abrumada por lo satisfecha que me siento. Sonrío y él me
devuelve la sonrisa. Se levanta por debajo de las rodillas y yo me
elevo sobre los codos. Me da una buena vista para lo que viene
después. Su enorme y estriada polla se ablanda y luego baja, y
mientras lo hace, otra polla cae de debajo de su cola y se pone
rígida entre los dos.
Miro de su nueva polla a él en completo shock, pero entonces
la biología universitaria se estrella en mi cerebro. Las serpientes
de la tierra tienen dos penes para asegurar la fecundación.
Nunca hubiera sospechado que su genética sería similar. Mira de
su polla a mí.
—¿Calisssta? —pregunta.
Asiento con la cabeza, dispuesta. Todavía estoy tan mojada y
dispuesta a complacerle que no tiene que ir despacio. En el
momento en que entra en mí me dejo llevar. No sabía que era
capaz de tener tantos orgasmos, pero siento que se acumulan
mientras él entra y sale. Le rodeo el cuello con los brazos y me
aprieto contra él mientras entra y sale.
Mi orgasmo crece y crece hasta que explota. Empuja una
última vez mientras mi orgasmo se desvanece y entonces grita
mi nombre al mismo tiempo que yo grito el suyo.
Capítulo 12
Calista
Estoy agradablemente dolorida mientras caminamos. Me

recuerda lo increíble que es el sexo con Ladon. No puedo dejar
de pensar en ello mientras viajamos y el paisaje que nos rodea
empieza a cambiar. Cuando llegamos a la cima de una colina,
vislumbro por primera vez lo que parece una ciudad en el
horizonte. Miro a Ladon y le señalo. Él señala y dice una palabra
que yo intento imitar. Me cuesta unos cuantos intentos hasta que
lo consigo. Ladon sonríe y asiente con entusiasmo, y luego
vuelve a señalar el horizonte.
—¿Hogar? —pregunto.
Vuelve a asentir y creo que lo entiendo. Seguimos nuestro
camino con él ayudándome a viajar. En los últimos días se ha
hecho increíblemente obvio lo bien adaptado que está a este
entorno. Sus alas no están pensadas para que vuele, sino para
que se desplace por la arena suelta sin problemas. Mientras que
cada paso que doy me hunde y tengo que luchar por liberarme
para dar el siguiente, él camina tan ligero como una pluma.
Sé que estoy de nuevo al borde del agotamiento por calor. El
agua no está reponiendo los electrolitos en mi sistema. Mi dolor
de cabeza es interminable, mi garganta está siempre seca por
mucha agua que reciba y ayer dejé de sudar. La carne de la
matanza ayuda más que nada sorprendentemente. No entiendo
cómo ni por qué pero me encantaría tener un tiempo en mi
laboratorio con muestras de ella. Ayuda pero no soluciona del
todo la necesidad de hidratación de mi cuerpo.
Sigo adelante con la esperanza de que las cosas mejoren de
alguna manera. A medida que se acerca el horizonte se hace
evidente que realmente es una ciudad, pero parece una que ha
sido devastada por la guerra. Las torres que antes eran altas
ahora son cascarones de su antigua gloria. Cuanto más nos
acercamos, más evidente es que este lugar ha conocido la
tragedia. Entrar en la ciudad es como pasar del desierto a una
civilización después de haber sido abandonada. Las calles están
revestidas de un material duro que tiene un ligero resorte que
da flotabilidad a cada paso que doy.
Ladon sonríe y me guía hacia el interior y no tardamos en
llegar a una gran plaza abierta en cuyo centro hay una
estructura piramidal. Delante de ella hay un cuadrado hecho de
lo que parece ser hormigón que se eleva un pie desde el suelo.
En el centro de este cuadrado hay una estatua de un hombre,
bueno, un hombre dragón alienígena como Ladon, que es al
menos el doble de grande que Ladon. Tiene las alas desplegadas,
una mano sostiene un arma similar a la de Ladon a su lado,
mientras que la otra está levantada hacia el cielo y sostiene
largas hebras de algo que parecen algas. Al observarlo, la
construcción parece haber sido una fuente.
Ladon apenas si mira hacia delante mientras nos guía hasta
una puerta que se adentra en el edificio piramidal. Cuando
entramos, está oscuro y fresco, lo cual es un alivio para el calor
que hace en el exterior. Ladon dice algo y continúa. Miro a mi
alrededor con gran interés. Es obvio que en algún momento del
pasado vivió aquí una civilización avanzada. Me pregunto qué
pasó. Le sigo hasta un conjunto de escaleras. Un lado sube y otro
baja. Él toma la que sube y nos hace avanzar por el edificio hasta
que llegamos a unas puertas dobles al final de un largo pasillo.
Por todas partes veo signos de tecnología, la mayoría de los
cuales sólo puedo adivinar su propósito original. Sin poder
detenerme a inspeccionar más de cerca, estoy bastante segura
de que la tecnología se consideraría avanzada para los
estándares de mi propia gente. Abre las puertas dobles y me deja
sin aliento. La luz inunda la habitación, pero no hace calor. De
hecho, el aire es un poco más fresco. La sala es lo
suficientemente grande como para albergar a cientos de
personas a la vez. Hay fila tras fila de lo que parecen
complicados puestos que se asemejan a cubículos rodeados de
cristal transparente. Muchos de ellos están completamente
destruidos y tienen aspecto de estar rotos. La luz que se refleja
en la sala atraviesa el techo, que también es de cristal. La luz del
sol se difunde y se altera de su estado rojo normal a una suave
luz blanca que es fría en lugar de cálida. Hay un puesto que sigue
brillando cuando la luz atraviesa el cristal, en su mayor parte
entero, que lo rodea. Resalta la superficie y puedo ver diseños
que parecen fluir y moverse por las paredes.
Ladon camina por la sala ignorando las maravillas que le
rodean. Le sigo, pero mi atención se centra sobre todo en la
tecnología. Quiero saber más. Este edificio parece estar situado
en el centro y tengo la sospecha de que era un núcleo central de
la ciudad. Me pregunto si hay más gente aquí como Ladon. ¿Vive
solo? ¿Qué pasó con su gente?
Cuando pasamos junto al cubículo, en su mayor parte entero,
sus paredes de cristal cobran vida y las imágenes empiezan a
reproducirse en él. Me detengo, fascinada, y entro. Las imágenes
comienzan como remolinos de color y luego se unen y se
convierten en visiones en 3D. Aunque no entiendo el lenguaje
que se habla, se parece lo suficiente a un telediario como para
adivinar su propósito. Comienza mostrando lo que debe ser la
vida cotidiana aquí antes de que lo que sea que haya sucedido
deje la ciudad vacía. Ladon se queda a un lado observándome.
Me observa pero está claro que no está mirando las imágenes.
—¿Esto está bien? —Le pregunto.
No dice nada, así que me vuelvo y observo. No pasa mucho
tiempo hasta que se me revuelva el estómago y se me llenen los
ojos de lágrimas. Las imágenes que recorren la pantalla cuentan
la historia y ahora sé lo que le ocurrió a su pueblo. Es horrible
verlo. En mi nave quieren asegurarse de que no repitamos los
errores de nuestro pasado. La historia de la Tierra se enseña a
todos los niños, incluyendo todas las atrocidades cometidas por
el hombre contra el hombre. De alguna manera, lo que estoy
viendo en las pantallas es peor.
Comienza mostrando la vida. Hombres, mujeres y niños como
Ladon viviendo, trabajando y jugando juntos. La cámara se
desplaza por la ciudad ofreciendo una visión completa de la vida.
Es evidente que su mundo es duro, pero su tecnología lo
compensa con creces. Cuando la cámara se desplaza, veo que la
ciudad está cubierta por una especie de cúpula. Supongo que
esto sirve para controlar el ambiente interior y protegerlo de la
dureza del planeta exterior.
Las escenas se suceden y mientras lo hacen veo naves que
salen del cielo. Extraterrestres. Interactúan y comercian con el
pueblo de Ladon. Docenas de razas diferentes van y vienen por
la pantalla. Aparecen puertos espaciales y se ven naves cargadas
con cajas. Después, las cámaras siguen a un grupo de dragones
alienígenas que atraviesan la cúpula y cruzan el desierto. Van en
coches que no tienen ruedas, sino que parecen fluir sobre un
cojín de aire. Llegan a una caverna donde los hombres
desembarcan, recogen su equipo y entran en unas oscuras
fauces.
El interior de la caverna es hermoso. Algunos de los hombres
parecen hacer guardia y llevan armas, mientras que los demás
llevan herramientas. Viajan en grupo. La cueva brilla con una
suave luz azul y, a medida que se adentran, del techo crecen
largas hebras de algo que emite una luminiscencia. Los hombres
con las herramientas trabajan juntos y comienzan a recoger las
hebras. El otro hombre monta guardia y no tarda en ver por qué.
Enormes criaturas parecidas a murciélagos surgen de la
oscuridad y atacan. Los defensores les disparan con sus armas,
pero en lugar de proyectiles, creo que se trata de un sonido, que
ahuyenta a los murciélagos y los recolectores terminan su
trabajo.
Cargan su cosecha en los vagones y los hombres vuelven a
subir. La cámara los sigue mientras salen de la cueva. El guardia
permanece atento todo el tiempo, con los ojos escrutando el
desierto. De repente, el suelo salta bajo ellos y el coche se inclina
tanto que creo que va a rodar. Algo corre hacia los hombres. El
suelo retumba y se rompe como si algo corriera por debajo,
haciendo un túnel a toda velocidad. Los guardias saltan del
coche en movimiento y sacan sus armas. De repente, el suelo se
abre de golpe y una criatura gigante con forma de gusano sale
disparada hacia el cielo y se eleva sobre ellos. Se agita en el aire
y luego abre unas gigantescas fauces llenas de afilados dientes.
El gusano se estrella contra el suelo y el coche sale despedido
por los aires lanzando a los hombres y las provisiones. Los
guardias comienzan a disparar y la cámara da vueltas.
El monstruo mata a dos hombres agarrándolos y tragándolos
enteros. El sonido de sus gritos resuena en mis oídos. Los
guardias siguen disparando y el gusano retrocede y se retira. Los
hombres restantes recogen la cosecha dispersa y la cargan de
nuevo en los carros. Se suben y continúan su camino.
Las escenas cambian y vuelvo a ver las calles de la ciudad,
pero ahora hay gente enfadada marchando. Llevan pancartas
con mensajes intermitentes mientras se dirigen al mismo
edificio en el que estamos ahora. Hay barcos en el cielo por
encima de la cúpula mientras la gente de la ciudad marcha.
Llegan a la plaza donde estaba la fuente. Tres hombres están de
pie frente a la fuente con las alas abiertas y los puños levantados.
Hablan, gritan, y la multitud responde. El del centro señala los
barcos en el cielo y luego cierra la mano en un puño y la agita. La
gente responde cerrando los puños y agitándolos hacia el cielo.
La escena cambia una vez más y el pueblo de Ladon está
armado para la guerra. Los invasores marchan por las calles que
están llenas de muertos. Las naves en el cielo disparan hacia
abajo y las bombas explotan por todas partes. Una nube de gas
inunda la ciudad y todos los que alcanza comienzan a ahogarse y
a morir. Por fin no queda casi nadie con vida. Hay drones
flotando por la ciudad y se hace evidente que lo que estoy viendo
es una película tomada por uno de ellos.
Me quedo conmocionada y triste. Me giro y veo a Ladon
mirando al suelo esperando a que termine. Siento que mi
corazón se rompe por dentro. No puedo imaginar el dolor ni
cómo ha sobrevivido. Corro hacia él y lo rodeo con mis brazos,
aplastando mis labios contra los suyos. Me abraza y nos
quedamos abrazados dejando que los duros recuerdos se
desvanezcan lo mejor posible. Quiero abrazarlo hasta que el
dolor de su corazón se cure, pero sé que eso no es posible.
¿Cómo puedo arreglar lo que ha pasado? ¿Perder a toda su
gente? Me retiro por fin y él habla en voz baja. Dice mi nombre y
yo sonrío.
—Oh mi pobre Príncipe de Vulcano, ¿qué voy a hacer contigo?
Eres como Spock, has perdido a tu gente y aun así sobrevives,
solo en el universo. Estoy aquí por ti. Sé que no me entiendes,
todavía no, pero estoy aquí Ladon—.
Le toco la mejilla y él sonríe. El momento se alarga y luego se
da la vuelta y nos lleva más adentro. Salimos de la habitación con
las pantallas detrás, pero mientras nos vamos pienso en la
ciudad que he visto. Puede que todavía haya energía aquí y hay
mucho espacio. Si consigo que Ladon entienda lo de mis amigos
podemos traerlos aquí. Hay toda una ciudad a mano esperando
que le devuelvan la vida. Hay mucho trabajo que hacer,
reparaciones, limpieza y todo eso, pero eso no cambia el hecho
de que podríamos construir algo increíble juntos.
Si hay energía, entonces tal vez pueda averiguar cómo activar
la cúpula de nuevo también. Eso nos protegería de las criaturas
que vagan por el desierto, así como de las temperaturas
extremas. Es una idea nebulosa con muchos "si" en ella, pero es
un comienzo. Es algo, puedo regresar a mi gente con esperanza.
Si ellos han sobrevivido. Si yo sobrevivo.
Capítulo 13
Ladon
Ahora lo sabe. Conoce el gran fracaso que llevó a la caída de

mi pueblo. Me sorprende su reacción. No sé lo que pensaba o
esperaba. Calista me sorprende. Ella vino a mí y me ofreció
apoyo, no recriminación. Fuimos estúpidos. Pensábamos que
éramos los reyes de la galaxia, los epis gobernaban el mundo,
nadie en la galaxia conocida podía sobrevivir o funcionar sin él y
lo controlábamos todo.
Nadie más podía cosecharlo. Sólo nosotros. Éramos unos
tontos arrogantes. Provocamos nuestra propia caída con nuestra
avaricia. Cuando los sindicatos se organizaron y nos arrebataron
el control del suministro, pensamos que sólo nos enriquecería
restringir el flujo de epis. Pero eso provocó la rebelión de todas
las demás razas, se unieron y casi nos borraron de la existencia.
Yo formé parte de las uniones. Jugué mi parte en la
destrucción de mi raza.
Había bloqueado mis recuerdos de los tiempos anteriores a la
devastación. Había olvidado el papel que había desempeñado. Lo
oculté, lo enterré tan profundamente que ya no creía que fuera
yo. Era una persona diferente, pero al ver las repeticiones no
había desaparecido ni se había olvidado. Sólo estaba escondido y
esperando a volver. Esperando para recordarme que no soy
diferente ahora de lo que era entonces. Mi maldición es haber
sobrevivido a la devastación. Mi castigo es vagar por la ciudad
vacía y conocer la mano que tuve en su caída.
No tengo tiempo para esto. Hago a un lado la memoria y guío
el camino hacia la ciudad. Esta noche descansaremos aquí y
luego, temprano, nos dirigiremos a las cavernas y cosecharé epis
para ella. La observo caminar a mi lado y puedo ver que se está
debilitando. Su ineficiente cuerpo no se está adaptando al calor.
No creo que ella lo vea todavía. Llegamos a mi casa y descargo
mi mochila para cocinar lo último de la carne de guster sabiendo
que le dará fuerzas. Una vez que terminamos de comer, la
conduzco a mi cama, donde nos acostamos juntos. Se acurruca
contra mí y la acaricio suavemente, deseando complacerla de
nuevo.
El calor debe de ser peor de lo que me temía, ya que se queda
dormida con demasiada rapidez. Me envuelvo en ella con la
esperanza de que mi cuerpo la refresque y caigo en un sueño
intranquilo.
Me despierto antes que ella y me quedo muy quieto
escuchando su respiración. Incluso aquí, en el edificio fresco, su
piel está caliente. Se estira y se revuelve contra mí abriendo los
brazos. Sonrío en la oscuridad mientras ella pasa su pierna por
la mía.
—Buenos días —le digo.
Ella gime y se estira, luego sus párpados se abren y veo sus
hermosos ojos y una calma pacífica se extiende a través de mí. Es
mi mayor tesoro. Dice algo y yo intento seguir las palabras.
—Buenos días —repito hablando despacio.
Ella imita los sonidos que hago y en un momento habla.
—Buenos días —dice en mi idioma con una sonrisa de oreja a
oreja.
Me levanto de la cama y me visto haciendo un gesto para que
ella haga lo mismo.
—Hoy hay peligro —digo señalando mi lochaber.
Ella lo mira y asiente con la cabeza. Se lleva una mano a la
frente y luego la baja bruscamente riéndose. Sonrío sin saber
qué significan esos movimientos, pero la hacen feliz. Preparo
nuestro desayuno y luego reúno las provisiones que
necesitaremos para el día. La caverna está al menos a dos
marcas de distancia. Puedo llegar más rápido por mi cuenta,
pero no es seguro dejarla aquí sola.
Engancho las provisiones a mi espalda y partimos cuando el
sol apenas despunta en el horizonte. El viaje a la caverna es
tranquilo. Calista habla casi sin parar, pero me encanta escuchar
el sonido de su voz. La encuentro relajante, casi musical. Al
escucharla, el viaje se hace más rápido y, al poco tiempo, la
lejana colina se alza en lo alto. La larga grieta negra en el terreno
que nos llevará a las cavernas subterráneas. Acerco a Calista y le
hago un gesto para que se quede a mi lado.
—Cerca —digo lentamente—. Muy peligroso. Peligro. –
Ella asiente y veo que sus labios tiemblan. Odio hacerla sentir
miedo, pero si tuviera alguna opción no la llevaría conmigo
abajo. Saco mi lochaber, lo preparo y saco una pequeña antorcha
de mi mochila, luego respiro desde mis glándulas internas en la
garganta, encendiéndola. La sostengo frente a nosotros mientras
nos adentramos en la oscuridad, la luz del día se desvanece y la
antorcha es nuestra única iluminación.
Desciendo con cuidado para asegurarme de que no llamamos
la atención. Las cavernas son el hogar de muchas de las criaturas
más hostiles de Tajss porque son frescas y un bienvenido refugio
del calor constante de la superficie. De repente, Calista tropieza
y hace caer algunas piedras. Éstas resuenan con fuerza y su
sonido resuena en las paredes de la caverna. El eco se une a los
chillidos de los sismis, que cobran vida. El aire se llena con el
sonido de sus correosas alas.
Los sismis descienden como una horda. Una ráfaga de alas,
dientes y garras. Agarro a Calista y me tiro al suelo. Los sismis
son en su mayoría ciegos y cazan por el sonido. Ella se debate
debajo de mí por un momento y se queda quieta cuando siso.
Los sismis se zambullen y vuelan en busca de presas hasta que
por fin regresan a sus perchas en el techo. Me quito de encima
de ella y la dejo en pie, poniendo un dedo delante de mi boca y
señalando el techo.
Ella mira fijamente hacia las sombras antes de asentir y
entender. La tomo de la mano y la conduzco al interior de la
caverna. El suelo desciende, las paredes se cierran y tengo que
girar hacia un lado para poder pasar a duras penas. Cuando
salgo al otro lado del punto de estrechamiento, la caverna se
abre de par en par. Del techo cuelgan hilos azules de epis y
sonrío. Miro a mi alrededor y no veo señales de peligro. Me subo
a un montón de rocas para llegar lo más alto posible y corto una
hebra.
La luz de la misma se atenúa mientras la corto y cae al suelo.
Me agacho y recojo con cuidado la hebra. La tierra retumba bajo
mis pies mientras me arrodillo. Miro hacia arriba pero es
demasiado tarde. Una cría de zemlja irrumpe en el suelo a unos
metros delante de mí chillando. Giro y lanzo el epis sobre mi
hombro apuntando hacia Calista.
—¡Calista! ¡Corre! —grito, poniéndome en pie de un salto y
preparando mi lochaber.
No tengo tiempo de mirar atrás cuando el gusano me apunta.
Me escupe, así que me agacho y ruedo hacia él. La roca en la que
estaba chisporrotea cuando la saliva de la criatura cae y la
atraviesa. Al blandir el lochaber, golpeo al gusano justo donde
emerge del suelo. Mi espada apenas araña su piel protectora, ya
que no veo la superposición de placas. Maldita sea.
Oigo gritar a Calista y un corazón deja de latir mientras el otro
se duplica. Todavía en cuclillas, giro sobre un pie. Ella retrocede
hacia la entrada de la caverna con el epis en la mano, pero su
grito ha llamado la atención del monstruo. Se sumerge bajo la
tierra y entonces el suelo retumba mientras corre hacia ella.
—¡CORRE! —Grito mientras extiendo mis alas.
Sigo el camino del monstruo. El suelo bajo mis pies se agita y
salta mientras se sumerge debajo de mí. Estoy a pocos metros de
ella, así que salto, pero cuando mi pie abandona el suelo, el
gusano emerge debajo de mí. Me elevo sobre él mientras sube
hacia el techo. Abre sus fauces y yo me balanceo a ambos lados
intentando evitar caer en sus afilados dientes. La mandíbula se
cierra de golpe y vuelve a abrirse. Agito mis alas furiosamente
ganando todo el impulso que puedo para continuar mi danza al
borde de la muerte.
Salto sobre las puntas de mis pies de un lado a otro de sus
fauces abiertas mientras golpeo mi cola contra él hiriéndolo lo
suficiente como para que cierre la boca. Alzo mi lochaber por
encima de mi cabeza y deslizo la punta entre las escamas
superpuestas de su piel protectora hasta encontrar su carne
blanda y vulnerable. El monstruo se agita salvajemente de un
lado a otro por el dolor, lo que me hace tambalearme.
Caigo de cabeza.
Extendiendo las alas, intento controlar mi giro, pero la fuerza
es excesiva y mi ala derecha se derrumba y uno de los pequeños
huesos se rompe. El dolor estalla en mi cabeza y luego en el
resto de mi cuerpo mientras me golpeo contra una pared y me
deslizo hacia abajo. A lo lejos, oigo a Calista gritar.
Sacudo la cabeza para intentar superar el dolor. Estoy
desarmado y un ala no funciona. Estoy en problemas si ese
monstruo sigue vivo. Nuestra mejor esperanza es salir de la
caverna con nuestro tesoro. Calista se arrodilla ante mí, con sus
cálidas manos en mi cara. La humedad brota de sus ojos y siento
lo alterada que está como si fuera una tormenta que golpea
contra mí.
—Corre —vuelvo a decir esforzándome por ponerme en pie.
El dolor se dispara desde mi ala y sube por mi espalda. Estoy
magullado y roto, pero detrás del rostro preocupado de Calista
veo que el monstruo se agita. Me arrodillo y le toco la cara. Me
inclino para besar sus suaves labios y le susurro al oído.
—Calista, corre —digo y señalo la grieta.
Ella niega con la cabeza, la humedad cae de su cara a su
camisa.
—No —dice—. No, no, no—.
Frunciendo el ceño, la agarro por los hombros y la giro
bruscamente hacia la abertura. Le señalo con un gesto áspero y
agudo y la empujo. Al hacerlo, el gusano se levanta y sus fauces
se abren y se cierran con un fuerte chasquido. Se agita de un
lado a otro tratando de liberar mi lochaber. Calista avanza a
trompicones dos pasos y se gira y me mira negando con la
cabeza. No se mueve lo suficientemente rápido, tengo que alejar
a la criatura, es la única manera de protegerla.
Ella se vuelve y da un paso hacia mí. Niego con la cabeza y me
vuelvo hacia la zemlja. Abriendo los brazos, siseo con fuerza y
lanzo un grito desafiante. La zemlja se mueve de un lado a otro y
vuelve la boca hacia mí.
—¡Ven, maldito gusano de estiércol! Yo, Ladon, te llevaré—.
Se eleva en el aire preparándose para aplastarme bajo su
enorme peso, así que corro hacia él en plena carga. Mis ojos se
fijan en mi lochaber, que sobresale entre sus escamas. Mi
puntería fue certera, pero no lo suficientemente profunda. Si
consigo clavar el arma en el monstruo, acabará con él. Si no lo
consigo, me aplastará y sólo puedo esperar haber ganado el
tiempo suficiente para que Calista escape. Seguramente se las
ingeniará para consumir los epis por su cuenta.
Cada vez que mi pie entra en contacto con el suelo, el dolor me
sube por la pierna y me nubla la vista. Lo supero, tengo que
hacerlo, por ella. No me dejaré vencer por una criatura
descerebrada de las profundidades. No dejaré que me vea
derrotado. La protegeré. El gusano siente mis pasos cuando me
acerco al suelo y lo utiliza para seguirme. Es grande y no se
mueve tan ágilmente como yo, lo cual es mi única ventaja. La
utilizo.
Se arquea hacia atrás y luego se balancea hacia adelante
usando su tamaño y masa. Cuando se lanza hacia el suelo, me
agacho y ruedo hacia un lado. Golpea el suelo donde yo estaba y
la fuerza de su impacto me hace rebotar. Volando por el aire,
abro instintivamente mis alas, pero el dolor me ciega al intentar
mover la ala herida, así que las retraigo con fuerza y extiendo
mis brazos para frenarme, luego abro mis brazos y aterrizo
sobre mis pies derrapando hasta detenerme al lado del
monstruo.
Mi lochaber está justo encima de mí, así que me agacho y salto
hacia él. Mi mano se agarra a la base del asta y me cuelgo en el
aire de ella. Pongo mis pies contra la cosa y luego me muevo
para estar encima de ella. Me sigo moviendo hasta que tengo las
dos manos en el eje. Trepando mano sobre mano, me acerco
cada vez más a la bestia. Se encabrita y se lanza hacia delante, así
que aflojo las rodillas y me preparo para el impacto. Mientras el
monstruo y yo volamos hacia el suelo, vislumbro a Calista. Se ha
retirado a la abertura pero no se va.
—¡Corre! —Grito.
Es todo lo que puedo hacer antes de que la bestia caiga al
suelo. Unas vibraciones espeluznantes entumecen mis
extremidades, pero mantengo el agarre del asta. La parte central
de la bestia se arquea mientras coloca su cabeza contra el suelo.
Se va a hundir, lo que no puedo permitir. Me levanto de un salto
y coloco mis pies sobre el monstruo, luego me inclino hacia el
lochaber, empujando la hoja más profundamente y hacia el
cerebro. Las fauces del monstruo se abren de par en par y luego
se cierran de golpe llenando la caverna con el sonido de los
dientes afilados. Empujo, poniendo todo mi empeño en ello. El
sonido de la roca quemada llega a mis oídos mientras su
escupitajo ácido derrite el suelo ante él. Tengo unos instantes
antes de que sea demasiado tarde.
No tengo opciones, así que hago lo único que puedo. Extiendo
mis alas de par en par. El dolor estalla en mi cerebro y todo lo
que puedo ver son estrellas, pero sé lo que tengo que hacer. Algo
chasquea y estalla cuando agito las alas para ganar empuje, lo
que me obliga a avanzar y hace que el lochaber penetre más
profundamente. Alcanzo mi objetivo y el monstruo se estremece
y se desploma. Me caigo sin poder mantenerme en pie. Todo es
dolor y la negrura se adentra en los bordes de mi visión
apagando lentamente las estrellas.
—¡LADON!
Oigo su voz como si viniera del otro lado de un vasto golfo de
oscuridad. Me aferro a ella y me abro paso hacia atrás. El
monstruo está derrotado, pero no es la única amenaza. Debo
protegerla y ella necesita comer el epis. Manos calientes en mi
cara, recorriendo mi pecho, luego toca mis alas. Un dolor agudo
la hace enfocar y la miro a los ojos. Una fría humedad cae de
ellos y se posa en mi cara. Una gota aterriza en mi boca
parcialmente abierta. Es salada. Es salada y extraña, pero sabe a
ella. Mueve la cabeza de un lado a otro. Sonrío y le toco la cara,
luego se inclina y me besa.
Su beso hace que el dolor sea menor, lo hace soportable. Su
beso hace que merezca la pena.
Capítulo 14
Calista
El corazón me late tan fuerte en el pecho que estoy segura de

que está a punto de desfallecer. Me siento mareada mientras
corro por la caverna hacia donde Ladon ha aterrizado.
—¡No! —Grito—. ¡LADON!
Está tumbado en un montón desmoronado. Tiene que estar
bien. Tiene que estarlo, ¿qué voy a hacer sin él? Es más que
supervivencia. Ha sido tan amable, cariñoso y ha luchado por mí.
Ha dado la cara por mí de una forma que ningún humano ha
hecho jamás. Lo necesito. La planta luminiscente que me arrojó
cae al suelo mientras corro casi olvidándola. Lo único que
importa es él.
El monstruoso dragón-gusano sigue en el suelo, pero me alejo
de él por si sólo se hace el muerto. La cosa asquerosa parece una
lombriz de tierra gigante con escamas, pero en lugar de un
extremo cerrado en la punta hay una enorme boca llena de miles
de dientes afilados en círculos concéntricos que bajan por su
garganta. Y escupe ácido. El suelo tiene marcas de orificios en los
lugares en los que escupía.
Mientras me acerco a Ladon, tropiezo con uno de esos hoyos y
caigo de rodillas para luego deslizarme a su lado. Mis pantalones
se desgarran y mis rodillas están en carne viva, pero no me
importa. Se revuelve cuando llego a él. Le toco la cara y gira su
cabeza hacia mí. Las lágrimas fluyen por mis mejillas y caen en
su cara. Sus ojos parpadean. Estoy tan agradecida que le paso las
manos por encima, tocando su cara, sus brazos, su pecho,
simplemente sintiéndolo. Siento los latidos de su corazón
cuando apoyo las manos en su pecho, pero el ritmo es extraño.
Me río para mis adentros y me doy cuenta de que creo que
tiene dos corazones. No hay otra forma de explicar el latido que
siento bajo las palmas de mi mano. Me inclino y apoyo mi frente
en la suya, con lágrimas en los ojos. Me toca el cabello, los brazos
y se levanta. Hace un gesto de dolor y le ayudo lo mejor que
puedo. Es mucho más grande y pesado que yo, no sé si le ayudo
o le estorbo, pero es lo menos que puedo hacer.
—Oh, gracias, gracias, me alegro mucho de que estés bien—.
—Calista —dice y por una vez no alarga la S de mi nombre.
Sonrío y le beso. Descansa unos instantes más y luego se
levanta y se pone en pie. Mira a su alrededor, obviamente
buscando algo.
—¿Epis? —pregunta.
—¿Epis? —Repito la palabra, pronunciándola.
Señala las plantas que crecen en el techo.
—¡Oh! Lo entiendo, está por aquí—.
Le conduzco hasta el lugar donde he dejado caer el epis. Se
arrodilla y recoge cuidadosamente la hebra. Una vez que lo tiene
todo, mira al gusano antes de tomar mi mano y dirigir el camino
fuera de la caverna. En el otro extremo del pequeño pasillo se
detiene de nuevo y deposita con cuidado la planta sobre una
piedra plana. Abre su bolsa y saca un pequeño cuchillo. Corta un
trozo muy pequeño de la planta y me lo da.
—Comida —dice señalando entre la planta y mi boca—.
Comida—.
Miro fijamente la planta azul claro que brilla en mi mano.
Arqueo una ceja con incertidumbre.
—¿Seguro? No soy de por aquí. ¿Y si esto no es bueno para
mí?
—Comida —dice con más insistencia.
Vuelve a hacer un gesto, pero esta vez hay una dureza en sus
gestos. Cuando sigo dudando, me coge la mano que sostiene la
planta y me la lleva a la boca. Asiente con fuerza.
—De acuerdo —digo, pensando qué demonios.
Mi cabeza no ha dejado de latir desde hace días y tengo que
admitir, al menos para mí, que me siento débil. No soy estúpida
y sé muy bien que he estado sufriendo un agotamiento por el
calor que no hace más que empeorar. Al final mi cuerpo se
apagará por completo. Sinceramente, debería haber ocurrido
antes.
Me meto la planta en la boca. La dejo reposar en mi lengua y
un sabor agrio, casi picante, llena mi boca. Sabe a curry sucio.
Ladon me observa atentamente y, cuando no trago, hace la
mímica de masticar él mismo.
—Comida —insiste.
A su instancia, empiezo a masticar. ¿Qué otra cosa voy a
hacer? Al morder por primera vez, el centro líquido estalla en mi
boca. Un frío recorre mi garganta y luego estalla por mis
extremidades. Es impactante pero no desagradable. A medida
que sigo masticando, las sensaciones se normalizan y parece que
mi cuerpo cobra vida. De repente soy consciente a nivel celular.
He tenido calor desde que me desperté del accidente. Ahora me
siento fresca. El dolor de cabeza ha desaparecido. Las leves
náuseas y los calambres en el estómago se desvanecen. Miro a
Ladon con asombro. Yo también me siento más fuerte. Como si
pudiera levantarlo por encima de mi cabeza y llevarlo con
facilidad.
Señalo el resto de la planta cosechada con una mirada
interrogante.
—Epis —dice de nuevo.
—Tengo que llevar esto a mis amigos —digo.
Me mira fijamente sin entender. Frunzo el ceño tratando de
averiguar cómo comunicarle la idea de los amigos. Conociendo
la historia de su planeta, el concepto puede resultarle extraño.
¿Cuánto tiempo hace que ocurrió lo que vi en el vídeo? ¿Estaba
vivo entonces? ¿Ha estado solo toda su vida?
—Amigos —repito la palabra intentando pensar en una forma
de transmitirle el concepto.
Tengo que hacerles llegar esto. Me siento increíble y cuanto
más mastico, mejor me siento. Un hormigueo recorre mi cuerpo
y mi organismo. Puedo sentir literalmente cómo mi cuerpo se
repara a sí mismo. Sacudo la cabeza asombrada por las
sensaciones y entonces se me ocurre cómo decir lo que quiero
decir.
—Amigos —digo, pero ahora hago la mímica de algo que cae
del cielo.
Él mira mi mano y yo me señalo a mí misma, luego pongo la
mano derecha en alto, doblando los dedos hacia adentro, y hago
la mímica de una caída mientras señalo desde mí misma a la
mano que baja.
—Amigos —repito.
Ladon sonríe y luego asiente. Se siente como si lo entendiera y
la emoción brota en mí. Le señalo los epis y luego le repito
amigos. Frunce el ceño y niega con la cabeza.
—¿Por qué? Mis amigos necesitan esto. ¿Por qué no puedo
llevárselo?−
Dice mucho y no puedo seguirlo. Cojo el epis y eso es todo. Se
encoge de hombros y luego niega con la cabeza, pero se ve triste
mientras lo hace. Señala el epis repetidamente y luego al techo
del que crece. Niego con la cabeza sin comprender y vuelve a
intentarlo. Se arrodilla a su lado y señala moviendo su mano
como si me estuviera mostrando algo. Ha pasado poco tiempo
desde que cosechó la planta. Pero puedo ver que el brillo es casi
inexistente ahora. Trago el bocado que tengo en la boca y me
arrodillo a su lado.
Busco en mi propio paquete y encuentro un poco de la tela
aceitosa que usa para envolver la carne. Con cuidado enrollo el
epis en un pequeño paquete. Ladon me toca la mano, así que lo
miro. Sacude la cabeza de lado a lado y luego señala el epis una
vez más.
—No —dice sacudiendo la cabeza.
—¿Pero por qué? Ellos también necesitarán esto. Me siento
increíble y quiero que mis amigos sobrevivan. −
Frunce el ceño y puedo decir que está tan frustrado como yo.
Lo señala de nuevo y dice que no junto con otras palabras que no
entiendo. Tengo que aplicar la lógica a esto. Miro la planta de
nuevo y ahora el resplandor se ha ido. Tomo el extremo del
mechón, luego arranco un trozo pequeño y me lo meto en la
boca. No sabe igual. Está apagado y agrio, el picante se ha ido.
Espero la fiebre fría que sentí antes y no llega.
—¡Maldita sea! —Exclamo con frustración.
El efecto no dura. Tiene que ser algo relacionado con la
frescura de la planta. Significa que no tengo más opciones que
llevarlos a la ciudad. No sé qué tan bien han sobrevivido, pero
tenían provisiones. Es más de lo que tenía cuando me encontró.
Tal vez estén bien. No, tienen que estar bien. Intento no pensar
en todas las criaturas de las que Ladon me ha protegido. Tienen
armas, estarán bien.
—¿Amigos? —pregunta.
—¡Sí! —Digo emocionada mientras él repite la palabra—.
Amigos—.
Él asiente en aparente comprensión y luego me toma de la
mano y me guía hacia la salida de la cueva. La luz del sol es
cegadora, pero mis ojos se adaptan rápidamente. Más rápido de
lo que lo hubieran hecho antes. Lo siguiente que noto es que no
tengo calor. Bueno, tengo calor, pero no estoy ardiendo hasta el
punto de pensar que voy a morir o desmayarme como mínimo.
Es una gran mejora.
Puedo ver la ciudad en la distancia. Si consigo traer a mis
amigos, podremos sobrevivir. La fuente de energía aún está viva
en la ciudad y estoy seguro de que podemos repararla. Podemos
devolver la vida a esta ciudad muerta. Ladon se da la vuelta y
empieza a caminar. Se mueve más despacio de lo normal, como
si cada paso le causara dolor. Una de sus alas cuelga en un
ángulo ligeramente extraño en lugar de estar pegada a su cuerpo
como es habitual. Su cola tampoco se mueve de izquierda a
derecha como suele hacerlo. Está herido y trata de ocultarlo.
Corro unos pasos hacia él y le pongo la mano en el hombro para
que se detenga. Se gira y me mira.
—¿Amigos? —pregunta.
No le hago caso, sino que meto la mano en su bolsa y rebusco.
Encuentro el tubo de pomada que usó en mis heridas y lo saco
sosteniéndolo entre nosotros. Le señalo las alas para que me
diga si ayudará o no. Se encoge de hombros y asiente con la
cabeza. Abro el frasco y meto los dedos en el bálsamo frío. Me
muevo por detrás de ellas y se lo unto por todas las alas donde
se conectan con la espalda. Cuando termino, devuelvo el frasco a
su bolsa y continuamos nuestro camino para salvar a mis
amigos.
Capítulo 15
Ladon
El bálsamo adormecedor ayuda a aliviar el dolor. Avanzamos a

buen ritmo por el desierto mientras nos dirigimos hacia la
dirección en la que la encontré al principio. Observando el sol a
medida que se desplaza por el cielo, creo que estaremos cerca de
donde la encontré al anochecer. Calista habla mientras
caminamos haciendo que el tiempo pase rápidamente.
Mientras habla, descifro nuevas palabras. Imito sus palabras
hasta que ella sonríe y asiente con emoción, y entonces
comparto la misma palabra en mi propio idioma. Pronto
seremos capaces de hablar con mayor facilidad. Es inteligente y
aprende muy rápido. Todo en ella es impresionante.
Mientras el sol cae en el horizonte, empiezo a pensar en un
campamento. No estamos cerca de un oasis, así que tendremos
que dormir al aire libre. Llevo conmigo algunas telas que puedo
utilizar para camuflarnos y suficientes trozos de madera para
hacer un pequeño fuego. Puedo usarla para cocinar algo de
carne para nuestra cena. También tenemos suficiente agua.
Ella está mucho mejor ahora que ha comido epis. Tendrá que
seguir tomándolo, lo que probablemente no sabe todavía, pero
está bien. Sólo significa que no me dejará. Ella es mía, mi mayor
tesoro, el premio de mi colección.
—Oscuridad —digo en mi idioma señalando el cielo.
Ella me devuelve la palabra y vamos de un lado a otro hasta
que ambos entendemos que estamos diciendo lo mismo y
aprendemos otra palabra. Me quito la mochila y saco la tela y los
trozos de madera. En poco tiempo tengo un pequeño fuego y el
suculento olor de la carne de bivo llena el aire. No es el manjar
que es la carne de guster, pero es resistente y dura más cuando
se viaja.
Extiendo un paño para que nos tumbemos mientras se cocina.
Ella se sienta cerca de mí para que nos toquemos
constantemente. Sus manos están calientes, pero no arden como
antes del epis. Es excitante cuando me toca. El deseo florece y
mis testículos se tensan contra mi cuerpo. Recorro con mis
dedos su suave piel y toco el cabello de su cabeza. Nos
inclinamos y nos besamos y mi polla de primera se pone dura y
se endurece. Recorro con mis dedos su pierna hacia su centro de
placer.
Quiero enterrar mi lengua dentro de sus extraños pliegues
rosados y buscar ese nudo de carne que le da tanto placer. Huelo
su olor y me atrae hasta que el aroma de la carne quemada se
entromete y recuerdo la carne olvidada que se está cocinando en
nuestro fuego. Salto y la recupero riendo y ella también se ríe.
Uno de los palos que sostiene la carne se ha caído más abajo y
está ardiendo. Soplé sobre él intentando apagar el fuego antes de
perder la carne. Ella se inclina y sopla también y juntos
conseguimos apagar las llamas.
—Maldición —dice riendo.
—¿Mal-diii-ción? —Pregunto.
Ella sacude la cabeza y se ríe, y luego dice la palabra
lentamente.
—Mal-di-ción.
Pone énfasis en el final de la palabra, así que la repito y ella
asiente dando una palmada.
—Sí —exclama.
La felicidad me invade cuando se ríe. Me siento ligero y vivo.
Siento cosas que no había sentido desde antes de la devastación.
Una conexión con otro ser. Trabajamos juntos para asegurar
nuestra supervivencia mutua.
Me acerco a ella, le toco el brazo y le llevo los dedos a la boca.
Ella sonríe y se lleva los dedos a la boca y los chupa. Su boca está
húmeda y caliente mientras chupa mis dedos moviendo la
cabeza hacia arriba y hacia abajo, lo que hace que me recorra un
escalofrío y que mi cola se ponga rígida detrás de mí.
Siento que mi polla está a punto de explotar por la pasión
reprimida que sus acciones crean en mi interior. Un gemido se
escapa de mis labios. Nunca había sentido algo así. Me mira
fijamente a los ojos mientras sube y baja mis dedos
deslizándolos dentro y fuera de su boca. Su lengua se mueve
alrededor de ellos lamiendo, acariciando, y la sensación es
increíble. Me agarra la otra mano y la atrae hacia ella
colocándola sobre su pecho mientras su mano libre se sumerge
entre mis piernas hasta llegar a mi polla.
Me estremezco y hago que mi pene no reaccione mientras
intenta descargar mi primera carga ante su contacto. Ninguna
hembra Zmaj ha hecho nunca nada parecido a lo que ella me está
haciendo. El apareamiento con una Zmaj era más sencillo,
aunque mucho más duro de lo que ha sido el placer con Calista.
Los Zmaj no son suaves como ella. Sus partes carnosas están
protegidas por escamas y se exponen sólo durante el
apareamiento y sólo con ese propósito. El sexo era placentero
pero no era un impulso central para tenerlo en sí mismo. Se
trataba de la siguiente generación, de la supervivencia más que
del placer.
Calista pasa su mano arriba y abajo agarrando ligeramente mi
polla simulando mi entrada en su suavidad mientras chupa mis
dedos. Mis testículos se tensan más, tirando contra mi cola y no
sé cuánto tiempo más podré aguantar. Le subo la camiseta
dejando al descubierto su vientre plano y suave, y los deliciosos
montículos de sus pechos. Ella gime alrededor de mis dedos en
su boca y yo pierdo el control. Mi esperma estalla con violencia.
A medida que mi primera polla se ablanda, se pliega bajo y la
segunda emerge, lista. Ella sonríe y se desliza fuera de mis dedos
tumbándose sobre su espalda. Se sacude los pantalones y su
delicioso y embriagador aroma llena el aire. No espero ni dudo.
Me muevo sobre ella colocando mi polla en su húmedo túnel de
placer. Voy despacio, ella no está bien diseñada para mi tamaño
y no quiero hacerle daño, pero hasta ahí llega el control que
puedo ejercer. Mi deseo por ella es demasiado grande.
Me deslizo hacia ella y me acepta con facilidad. Cuando entro
en ella, grita mi nombre y sus brazos se cierran alrededor de mi
cuello. Le doy a su cuerpo el tiempo suficiente para que se
adapte y luego me retiro y ella vuelve a gritar, pero con una
nueva palabra.
—¡Fóllame! —grita.
No sé lo que significa, pero sé lo que quiero y necesito. Vuelvo
a empujar dentro de ella y entonces me pierdo en el placer de
estar dentro de ella. Mi mente se consume con el empuje y la
atracción. La fricción, la humedad y el placer se mezclan hasta
que todo pensamiento racional desaparece. Su cuerpo se amolda
a mi polla apretando y tirando. La ordeña mientras su placer
pide mi semilla. Me contengo, mordiéndome el labio,
concentrándome en su cara. Su boca se abre en forma de O y sus
ojos se abren de par en par. Grita mi nombre mientras la penetro
profundamente y luego exploto, llenándola con mi vida.
Su cuerpo se arquea para encontrarse con el mío y yo me
mantengo en lo más profundo hasta que, en un último y
estremecedor bombeo, mi carga termina de pasar de mí a ella.
Mi polla se ablanda y aún la dejo dentro de ella hasta que relaja
su propio arqueamiento y vuelve a bajar al suelo. Beso sus
suaves y hermosos labios, luego salgo de ella y ruedo para
tumbarme a su lado en la tela.
Todavía no ha oscurecido del todo y las estrellas centellean en
el cielo. Me pregunto de dónde ha venido y cómo ha acabado
aquí. No puedo contar el número de marcas que han pasado
desde la devastación. Años, de repente recuerdo el término.
Años, han pasado años. No he usado esa palabra en mucho
tiempo, se me había olvidado. Al recordarlo me viene otra
palabra. Décadas. Han pasado muchas décadas.
Los epis alargan la vida pero es adictivo. Una vez que lo has
probado, no puedes pasar sin él. Si lo has tomado durante algún
tiempo, más de un puñado de probadas, te matará el síndrome
de abstinencia. Con menos tiempo puedes sobrevivir, pero
desearás no haberlo hecho porque te duele mucho. También es
lo único que nos permite adaptarnos y sobrevivir.
Oigo un movimiento en la arena detrás de nosotros y me
pongo de rodillas. Estamos en la base de una duna que me tapa
la vista. No veo nada, pero sé que debo confiar en mi instinto.
Calista se incorpora y mira hacia donde yo estoy mirando.
—¿Ladon? —susurra.
La miro y me pongo un dedo sobre los labios y señalo la duna.
Ella asiente comprendiendo y parece preocupada. Le doy una
palmadita en el hombro y señalo el suelo. Ella asiente una vez
más y yo me arrastro fuera de la tela. Me tumbo en la arena y
utilizo la cola y los brazos para enterrarme. Una vez que estoy
casi cubierto, subo por la duna hasta la cima. Mirando hacia
abajo hay una gran pieza de metal en forma de cilindro que está
enterrada casi por completo en la arena. Es grande, lo
suficientemente grande como para albergar a una persona, y es
extraño.
Me mantengo enterrado mientras miro a mi alrededor en
busca de cualquier señal de problemas. Veo que la arena de la
duna ha sido removida y tamizada. Por la forma en que se
encuentra me queda claro que alguien nos estaba observando
desde ese lado de la duna.
—¡Ladon! —Calista grita detrás de mí.
Ya no me molesto en cubrirme. Me pongo en pie de un salto,
con la arena roja cayendo sobre mí mientras me giro en el aire
para ver qué la amenaza. Una criatura de aspecto desagradable
la sostiene delante de ella como un escudo. Su piel tiene un tinte
anaranjado y un aspecto correoso. Su boca está llena de dientes
afilados y hay dos protuberancias puntiagudas que salen a cada
lado. La parte superior de su cabeza es calva, pero de ella
cuelgan unas gruesas cuerdas negras que parecen hebras del
pelaje de la cabeza de Calista y que tienen bandas metálicas
arriba y abajo. Tiene un brazo enroscado alrededor de su cuello
y en el otro hay un garrote con pinchos metálicos que salen de él.
Hace un chasquido y me apunta con el garrote. Siseo
agachándome. Nadie ni nada la amenaza. Nada. Siseo mientras
me pongo en cuclillas. Haré que esta criatura se arrepienta de
haberla amenazado. Hace un chasquido y sacude la cabeza
señalando con el garrote. Me deslizo hacia un lado y se gira,
obligando a Calista a permanecer entre los dos. Tiene miedo y
debería tenerlo. Lo destrozaré miembro por miembro. Sigo
deslizándome hacia un lado pero sin acercarme. Estoy buscando
un hueco. Cualquier error, un paso en falso, me dará la
oportunidad que necesito.
—Ladon, no —dice Calista, y la cosa se sacude hacia atrás
jalando su cuello forzando su barbilla hacia arriba.
Siseo y doy un paso adelante, pero el brazo de la criatura se
estrecha alrededor de su cuello y me detengo. Vuelve a hacer un
gesto hacia el suelo y se me ocurre una idea. Acato sus
movimientos y me agacho hasta que puedo apoyar las manos en
la arena. Me inclino hacia delante en cuclillas listo para saltar. Mi
cola se desplaza de lado a lado, si mis alas no estuvieran dañadas
saltaría y lo cogería pero no puedo confiar en que soporten mi
peso.
Agarro puñados de arena esperando. Chasquea y emite
sonidos guturales. Siseo suavemente observándolo. Estamos en
un punto muerto y él lo sabe. También parece saber
instintivamente que está en desventaja. Obliga a Calista a
acercarse a mí, manteniéndola entre nosotros. Más cerca, casi es
suficiente. Un paso más, necesito que esté un paso más cerca. Se
detiene mientras Calista lucha contra él. Ajusta su agarre y lo
hace más fuerte, obligando a su pequeño cuerpo a levantarse del
suelo y la oigo gritar. La adrenalina me recorre junto con la rabia
por su dolor y la obliga a avanzar un paso más.
Lanzo arena con las dos manos y giro la cola para golpear a la
criatura en las piernas, derribándolo. Se estrella contra el suelo y
pierde el control sobre ella. Ella se tambalea se lanza hacia un
lado mientras yo continúo mi giro hasta estar frente al monstruo
y salto sobre él mientras lucha para ponerse de pie.
Golpeo con mi puño su fea cara y siento cómo los huesos se
rompen bajo la fuerza de mi golpe. Su cabeza se tambalea hacia
un lado y la golpeo con el otro puño. La rabia barre toda mi
razón mientras golpeo a esa cosa que amenaza a mi Calista. Nada
la dañará, ella es mía, mía para protegerla y cuidarla. No tiene
derecho a tocarla. Lo golpeo una y otra vez hasta que por fin mi
rabia se agota y me quedo vacío mirando el desastre que he
hecho.
Me pongo en pie y me giro justo cuando Calista corre hacia
mis brazos. Me rodea con los suyos y la abrazo. No conozco a
esta criatura ni sé de dónde viene. Miro a mi alrededor, girando
en círculo, para ver si hay más en el lugar de donde vino ésta. Al
comprobar que está sola, al menos por el momento, me fijo en
ella. Levanto la barbilla y veo los moratones morados y rojos en
su garganta.
Saco un poco de bálsamo y se lo extiendo por el cuello. Me da
las gracias y habla en voz baja. Miro al monstruo y le señalo a
ella.
—¿Conoces esto? —Le pregunto.
Mueve la cabeza, pero no sé si es una negación o una
indicación de que no entiende. Ella frunce el ceño y luego señala
el cielo. Cierra la mano en un puño y la mueve como un barco
que atraviesa el cielo. La otra mano se levanta y hace un sonido
de silbido mientras cierra el otro puño. El primer puño se abre y
hace la mímica de que cae del cielo y señala a la criatura.
Asiento con la cabeza, comprendiendo. Esta es una de las
cosas que la hizo caer del cielo. Bueno, si no la hubiera matado
por herirla, tendría que darle las gracias. Así de bien. Sin
embargo, esto significa que probablemente haya más de ellos en
algún lugar. Tendré que vigilar mientras ella duerme esta noche.
Capítulo 16
Calista
Viajar es mucho más fácil ahora que antes. El calor no es tan

malo, la arena no tira tanto, todo es más fácil. Los minutos
parecían horas antes del epis, ahora las horas pasan volando
mientras viajamos y apenas me doy cuenta. Ladon y yo
hablamos mientras caminamos. Bueno, yo hablo, mucho, y él
dice palabras de vez en cuando. Está aprendiendo de verdad mi
idioma y yo siento que estoy consiguiendo al menos una
comprensión fundamental del suyo. Cosas básicas al menos.
Protegiendo mis ojos y mirando a lo lejos noto un punto negro
en el horizonte. Las mariposas bailan en mi estómago
emocionadas. ¡Esa es la nave! La señalo y Ladon mira y asiente.
—Amigos —dice.
—¡Sí! Ya casi hemos llegado. Espero que estén bien—.
Ladon asiente con la cabeza. No he discutido mi idea con él. Mi
conocimiento de su idioma y el suyo del mío no es suficiente
para mantener una discusión compleja. Las palabras
rudimentarias no te permiten realmente trabajar en algo como
el traslado de un grupo de náufragos a la ciudad que llamas
hogar, aunque esté casi vacía.
Acelero mi ritmo y también lo hace Ladon. Puede que el epis
me haya ayudado a lidiar con el calor y aparentemente parece
que me han hecho más fuerte en general, pero todavía no estoy
tan bien adaptada a este entorno como él. Incluso con su ala
dañada se mueve por la arena con una gracia que nunca
sospecharías. Es tan grande y musculoso y Dios es fuerte, pero
luego se mueve como una delicada bailarina. Ligero de pies y
rápido. Superamos la subida y miramos el casco de la nave
espacial que aterrizó aquí.
Sólo se ven dos personas mientras bajamos por la ladera de la
duna. Nos miran y les oigo gritar. La rotura del casco ha sido
cubierta con lo que parecen lonas y uno de ellos corre hacia el
interior gritando. El otro se queda de pie mirándonos con una
pistola en las manos. Seguimos caminando, pero ya no es la
bienvenida que esperaba. Ladon observa al hombre de la pistola
en silencio mientras nos acercamos y puedo sentir su tensión.
Un grupo emerge del naufragio. A la cabeza de ellos está
Rosalind, todavía vestida con su blanco impecable. Tres
hombres que no conozco están a su alrededor y uno que sí
conozco, Gershom. No estamos lo suficientemente cerca como
para escuchar las palabras que dicen, pero entonces Jolie sale
corriendo del interior del barco. Se tapa los ojos mirándome y
luego empieza a saltar señalando.
—¡Calista! ¡Corre FORREST CORRE! —grita por la arena sin
dejar de saltar.
—¡JENNY! —grito, imitando su amor por esa vieja película.
Agarro a Ladon del brazo y tiro de él mientras corro por la
duna hacia mis amigos y los demás supervivientes. Ladon no se
resiste, pero no echa a correr. Veo que sus ojos se mueven para
evaluar todo lo que ve y decidir si es amigo o enemigo.
—Hasta ahí está bien —dice Rosalind, levantando la mano
cuando estamos a unos diez metros.
Me detengo con sorpresa.
—¿Qué? ¿Qué está pasando? —pregunto mientras los
hombres que la acompañan apuntan con sus armas a Ladon.
Ladon se queda quieto, pero noto que sus músculos se tensan
bajo mi mano en el brazo. Está listo para la acción, mucho más
listo de lo que parecería a cualquiera que no lo conozca.
—¿Qué es eso? —dice Rosalind señalando a Ladon.
—Bueno, "eso" no es un "eso", es un "él". Y me ha salvado la
vida—.
Rosalind estrecha los ojos y los hombres que la acompañan
agarran sus armas con más fuerza. La tensión aumenta y no
entiendo por qué reaccionan así.
—¡Es un maldito monstruo, otro más! —Gershom dice desde
su lado— Mátalo antes de que nos mate a nosotros.
—¡NO! —Grito y el brazo de Ladon se tensa más bajo mi
agarre.
Ladon da un paso adelante y sisea, con una mano cerca de su
arma. Esto se está yendo al garete rápidamente.
—Maldición, Calista —dice Lana saliendo del casco.
Mira a Ladon de arriba abajo y luego mueve las caderas con
fuerza mientras pasa entre los hombres armados y se acerca a él.
Le pone la mano en el pecho y sonríe.
—Aterrizamos en el infierno y te las arreglas para conseguir el
mejor trozo de carne de hombre que he visto nunca. ¿Cómo está?
¿Es bueno? ¿Ya lo has reclamado? —pregunta Lana.
Me sorprenden y avergüenzan sus preguntas y su franqueza.
Ladon la mira pero mantiene su atención en los hombres y sus
armas. La ira me golpea como un puñetazo en las tripas cuando
ella lo toca y tengo que luchar contra el impulso de apartarla.
Eso no ayudará a calmar la situación.
—Apártate, Lana —ordena Rosalind.
—Rosalind, ¿qué está pasando? ¿Qué ha pasado? —Pregunto.
—Muchas cosas. ¿Dónde has estado? —pregunta, con voz
áspera.
Miro a todos los reunidos y nadie me mira. A medida que me
acerco a cada uno de ellos, miran hacia abajo o hacia la distancia.
Lana no aparta la mirada de Ladon y juro que se lame los labios.
Jolie frunce el ceño cuando llego a ella y empieza a decir algo,
pero luego cierra la boca. Todos esperan que diga algo.
—Me he desmayado. Este es Ladon, es un... nativo. Él... —No sé
qué decir. No puedo decirles que hemos tenido sexo. Ya están
tensos. No quiero que asuman lo contrario. Me arden las
mejillas, demasiado, y no sé qué decir.
—¿Él qué? —pregunta Rosalind.
Más gente sale de los restos de la sala. Veo que Amara se sube
a un cajón y nos mira imperiosamente a todos. Mei se abre paso
entre la multitud y comienza a acercarse a mí, luego se detiene,
mirando a su alrededor con incomodidad. Gershom se acerca a
Mei y le pone un brazo para protegerla. ¡Todo esto va tan mal!
—Mira, hay una ciudad, está abandonada, o bueno, en su
mayoría y podemos ir allí y creo que podemos...
—¿Una ciudad? ¿Qué? ¿Dónde? ¿Hay agua? ¿Hay monstruos?
¡Hay más como él!—
Una docena de voces hablan a la vez haciendo preguntas,
lanzando exclamaciones, es una cacofonía de ruido y no puedo
soportarlo. Me callo y lo único que deseo es encontrar un lugar
donde esconderme. Nunca he echado más de menos mi
laboratorio tranquilo donde nadie grita y nadie me molesta
tanto como ahora. Doy un paso atrás y me rodeo con los brazos.
Demasiadas preguntas, están hablando todos a la vez y algunos
de ellos se adelantan, me alcanzan. Es demasiado, estoy
abrumada.
Ladon se pone delante de mí y los bloquea. Sisea y extiende
los brazos, su cola se mueve de lado a lado y sus alas revolotean
en su espalda. Una mano agarra el mango de su arma mientras
con la otra apunta a los que están frente a él. Los hombres con
armas las levantan al hombro y apuntan. El tiempo se ralentiza.
Todo va mal, estoy aquí con la mejor noticia y están a punto de
matarlo.
—¡PARA! —Grito con todas mis fuerzas, mi voz se quiebra al
salir de mí. Las lágrimas me recorren la cara, la garganta se me
cierra, no me salen más palabras. Sacudo la cabeza de un lado a
otro y todos me miran.
Tengo una oportunidad de cambiar esto y es ahora mismo.
Tengo que detener esta locura antes de que vaya a más. No es un
monstruo, es mi amigo, mi amante incluso pero no puedo decir
eso. Tengo que hacer que se detengan.
Rosalind se aparta de la gente que se agolpa a su alrededor. Es
tan perfecta, tan imperiosa, su traje blanco aún inmaculado
donde mi propia ropa está sucia y rota por mis aventuras con
Ladon. Me siento inadecuada en su presencia. Es todo lo que un
líder y una mujer deberían ser. Soy una rata de laboratorio,
inteligente como un libro, no soy la chica que consigue al chico.
Se acerca hasta que sólo hay medio metro entre nosotros.
Tengo los hombros encorvados y no puedo obligarme a mirarla.
Me pone una mano en el hombro y Ladon sisea.
—¿Amigo? —pregunta en su propio idioma, queriendo saber
si me parece bien que me toque.
El alivio me invade cuando lo pregunta. Me está protegiendo,
lo merezca o no. ¿En qué le he metido? Se merece algo mejor que
esto. Pensaba meter a esta gente en su casa sin pedirle su
opinión. Pensé que tenía que salvarlos pero ahora no estoy tan
segura. Podría haberme alejado, quedarme con él y dejar que se
ocuparan de sus propias vidas.
Levanto la vista y veo a Jolie. Me sonríe, una sonrisa suave,
solidaria y llena de amor. Me da un abrazo que me llena de culpa.
¿Cómo he podido siquiera pensar en dejarla a ella y a los demás
atrás? Cierro los ojos y respiro profundamente para calmarme
antes de intentar hablar.
—Amigos —le digo en su idioma.
No está convencido, pero no ataca, lo cual es algo. No puedo
culparlo por no estar convencido. Yo tampoco lo estaría. Desde
luego, no es una bienvenida a casa muy acogedora.
—¿Estás hablando con él? —Gershom pregunta levantando la
voz—. ¿Estás hablando con este monstruo? ¿Qué demonios te
pasa? ¿Cómo conoces su lenguaje? −
—No lo sé, bueno algunas palabras, me ha salvado la vida —
vuelvo a defenderme, estoy exactamente en la posición en la que
no quería estar.
—Basta —dice Rosalind, haciendo un movimiento de barrido
con la mano y silenciando a la multitud.
Gershom aprieta su arma y murmura algo, pero no puedo
entender las palabras. Mira a Ladon y puedo ver el odio en sus
ojos. Me hace sentirme mal del estómago. No entiendo cuál es su
problema ni cómo puede ser así. Lo miro fijamente hasta que su
mirada se encuentra con la mía y tengo que apartar la vista.
—Tenemos preguntas —dice Rosalind—. Pero este no es el
lugar para hacerlas. Todos adentro. Yo me encargaré de esto,
pero primero salgamos del calor—.
La multitud ha crecido hasta incluir a casi todos los
supervivientes. Murmuran y hablan en voz baja, pero se
dispersan hasta que sólo quedamos Rosalind, Ladon, yo y cuatro
guardias. Agradezco que Gershom no esté entre los que se han
quedado. Veo a Jolie escondida entre los restos de la sala y
asomándose por la esquina hacia mí y tengo que reprimir una
risita a pesar de la gravedad de la situación.
—Rosalind, ¿qué ha pasado? ¿Por qué está todo el mundo tan
enfadado? —
Me mira fijamente y luego sacude la cabeza—. Entremos,
hablaremos donde esté más fresco—.
Se da la vuelta y camina, y yo voy detrás de ella, poniendo una
mano en el brazo de Ladon para que me acompañe. Caminamos
juntos hacia la fresca oscuridad del casco.
Capítulo 17
Calista
Sólo ahora que la tensión de la situación se ha relajado, miro

realmente a mis congéneres. Tienen un aspecto terrible. Sus
movimientos son lentos, su piel está laxa, sus labios agrietados y
sus ojos parecen hundidos. El calor del planeta los está agotando
y es obvio para mí que no sobrevivirán mucho más tiempo sin
ayuda.
Rosalind nos conduce a través del casco. Ahora que lo veo
creo que esto era uno de los hangares de la nave. Un gran
espacio tipo almacén que era enorme pero que ahora está
volcado y parcialmente enterrado en la arena. Han organizado
todo haciendo paredes con cajas de suministros y mantas para
las puertas. Aun así, es un espacio reducido para los
supervivientes y no hay verdadera privacidad. Entramos en una
zona de cubículos con un escritorio. Los guardias que nos
acompañan se detienen en la entrada mientras Rosalind entra,
se detiene y se gira para mirarnos a Ladon y a mí.
—Muy bien, quiero saber qué está pasando. Quiero detalles,
quiero saber todo lo que ha pasado desde que te envié a
catalogar las plantas—.
Trago saliva y me muevo de un pie a otro, incómoda bajo su
mirada y su comportamiento exigente. A mi lado, Ladon se tensa
y sus ojos se desvían. Tengo que mantener la calma o sé que
pasará a la ofensiva. Trago saliva y asiento con la cabeza. Le
cuento a Rosalind todo lo que ha pasado, dejando de lado la
parte en la que me despierto con Ladon entre las piernas y
nuestros posteriores encuentros sexuales. Eso es privado y no
siento la necesidad de compartir con nadie a quien lleve a mi
cama. Cuando termino, Rosalind asiente y suspira.
—Bueno, las cosas aquí han sido difíciles. Hemos perdido casi
una docena —dice.
—¿Perdido? —Pregunto.
—Muertos —dice Rosalind con frialdad.
—¿Qué? ¿Cómo? —Pregunto.
—Accidentes, monstruos, criaturas y estupidez. Nadie está
dispuesto a dar la bienvenida a otro extraño alienígena—.
Rosalind mira a Ladon de arriba abajo—. Cuéntame más sobre
esta ciudad—.
Le cuento todo lo que sé. Oigo a la gente arremolinarse al otro
lado de las cajas y luego pasos que se alejan. Ni siquiera he
terminado de contarle lo que he observado y lo que supongo
antes de que haya docenas de personas al otro lado de las cajas
escuchando. No puedo culparlos, esta es nuestra única
esperanza de supervivencia en este planeta.
—Hay una cosa más —digo.
—¿Sólo una? —pregunta Rosalind con mucho sarcasmo.
—Bueno, sí, supongo —digo y Ladon sisea mirándome.
—¿Amigo? —pregunta en su idioma mirando de mí a
Rosalind. Me encojo de hombros porque no me siento muy
amigo de ella. Demonios, apenas siento que pertenezco aquí con
los míos ahora mismo. Pero no puedo decírselo.
—Amigo —le confirmo. Rosalind observa el intercambio con
atención pero no dice nada—. Hay una planta, muy peligrosa de
conseguir y al parecer no dura mucho, pero... no lo sé
exactamente. Tengo que estudiarla en un laboratorio pero hace
que las cosas aquí sean más llevaderas—.
—¿Una planta? ¿Soportable? ¿Qué quieres decir exactamente?
—pregunta.
Frunzo el ceño tratando de averiguar cómo explicar el epis
cuando no sé realmente lo que hace, sólo cómo me ha hecho
sentir. No quiero parecer una drogadicta o algo así.
—Parece que interactúa con tu cuerpo a nivel químico. Desde
que me consiguió un poco no estoy, bueno no tan caliente. No
me duele la cabeza, ni tengo calambres en el estómago, supongo
que ya no sufro de agotamiento por el calor—.
Los ojos de Rosalind se abren de par en par y su boca se abre
en forma de O.
—Me estás tomando el pelo —dice en voz baja.
—No —digo encogiéndome de hombros.
—Tenemos que tener eso. Vamos a perder al menos tres más
mañana sin ayuda. No tenemos suficientes electrolitos para
repartir y no hay fuentes de alimentos que suministren
cantidades suficientes para este calor. La mitad de nuestra gente
está atrapada en la cama sin poder hacer nada—.
—Sí, bueno como dije, es peligroso conseguirlo y no dura
mucho después de cosecharlo. No estoy seguro de cómo
conseguir suficiente, pero dame un poco de tiempo, creo que
puedo averiguar algo—.
—Tiempo es algo que no tenemos —dice ella.
Pienso en eso y recuerdo la carne que Ladon me daba y cómo
me sentía un poco mejor cuando la comía.
—Ladón, comida —hago la mímica de comer y luego creo
recordar la palabra correcta—. ¿Gu-s-tur? —La pronuncio.
Él hace un gesto que parece un encogimiento de hombros: —
Guster —repite.
Entonces lo digo y lo hago bien porque sonríe y asiente.
Rosalind observa el intercambio entre nosotros pero
permanece callada.
—Hay una carne de cierto animal, no sé cómo, pero Ladon me
la dio hasta que pudo conseguir epis para mí. Podría ayudar a
mantener a todos con vida hasta que pueda averiguarlo—.
—Bien, entonces eso es todo —dice Rosalind y se seca el
sudor de la frente—. No tenemos ninguna otra opción viable.
Tenemos que confiar en este... Ladon. ¿Puede llevarnos a esta
ciudad?
Miro a Ladon debatiendo mi respuesta. Es extraño, pero
siento lealtad hacia él tanto como hacia mi pueblo. Sólo espero
que no le importe. Desearía desesperadamente poder hablar de
esto con él. Que pudiéramos transmitirnos ideas tan complejas,
pero la barrera del idioma lo hace imposible.
—Sí —digo por fin asintiendo.
—Bien, nos vamos por la mañana —dice con decisión y fuera
de las paredes del habitáculo la gente estalla de alborotada.
Miro a Ladon y le doy una sonrisa tentativa. Me observa en
silencio y no tengo ni idea de lo que está pensando. Despedidos
por Rosalind, salimos de su despacho e inmediatamente nos
rodean decenas de personas. Tocan a Ladon, empujan, tiran y se
agolpan a nuestro alrededor. Ladon me mira en busca de
orientación sobre cómo actuar, pero me apartan de él. La
multitud nos separa a los dos. Las chicas se agolpan alrededor de
Ladon tocándole, pasándole las manos por encima, rasgando su
ropa.
Los celos me revuelven el estómago al ver a estas mujeres
tocándolo, pasando sus manos por su fuerte cuerpo. Toda mi
vida, todo lo que quiero, me lo han quitado y están a punto de
hacer lo mismo con este hombre perfecto y cariñoso.
Lana sale de la multitud y se coloca justo delante de Ladon. Lo
mira a él y a mí, y sus ojos se abren de par en par y luego sonríe
de oreja a oreja.
—¡Dios mío, lo hiciste con él! —dice, señalándome a mí y la
multitud jadea.
Muevo la cabeza de un lado a otro sin poder hablar.
—¡Lo hiciste! Tú y él habéis hecho el tango horizontal. El
mambo del dormitorio —continúa.
—No... no, no es así, es... —No puedo formar un pensamiento
completo, mentir nunca me ha resultado natural.
—Vamos, cuéntanos, todos queremos saber. ¿Cómo es, ya
sabes, ahí abajo? ¿Es grande? ¿Pequeño? —sigue burlándose de
mí y la piel me arde.
—No, no puedo, no voy a hablar de esto —digo.
—No lo niega —dice Lana.
Tiene razón, no lo niego y no puedo. Viendo a estas otras
chicas pasar sus manos por encima de él no puedo negar lo
celosa que estoy. ¿Qué significa eso? Si estoy celosa entonces,
bueno, debe importarme. Y lo hace, él me importa. Seguro que
me ha salvado la vida más de una vez, pero también me gusta su
forma de ser conmigo. La forma en que me hace sentir cuando
me mira como si fuera lo mejor de su vida. Incluso aquí, con
todas estas otras mujeres hermosas tocándolo, sus ojos están
puestos en mí y no en ellas. Trago con fuerza. La multitud
murmura y oigo varios comentarios.
—No podrías pagarme para que me lo follara —dice alguien
de la multitud.
—Diablos, no tendrías que pagarme —dice otra persona.
—Probablemente es más hombre que cualquiera de los que
tenemos —dice otra voz.
Jolie se abre paso entre la multitud y me coge del brazo. La
miro agradecida por cualquier excusa para salir de aquí. Ladon
también se abre paso para ponerse a mi lado. Me rodea los
hombros con un brazo y empieza a agitar la cola de forma
exagerada, obligando a todo el mundo a apartarse de nosotros.
Sisea suavemente y sé que es una advertencia, lo entiendan o no.
—¿Puedes sacarnos de aquí? —le susurro a Jolie.
—Claro —dice ella—. Conozco un lugar donde podemos
escondernos.
Mientras Jolie nos aleja, miro por encima del hombro y veo
que Rosalind ha estado observando todo el incidente. No tengo
ni idea de lo que está pensando, pero espero que, por alguna
razón, no piense mal de mí.
Capítulo 18
Ladon
Estas personas son muy frustrantes. No escuchan, no

aprenden y su curiosidad causa más problemas de los que
resuelve. Sin embargo, son su gente y yo ayudaré a salvarlos. Por
ella.
Su hembra alfa, vestida de blanco, camina junto a Calista y yo
mientras guiamos a su gente por el desierto hasta mi casa. Se
mueven tan lentamente que probablemente nos llevará tres días
reunirlos a todos. Casi prefiero ser responsable de una docena
de bivos que intentar que este grupo se mueva.
Subimos a la cima de una duna y los tres nos giramos para
mirar hacia atrás. La gente de Calista se extiende casi hasta el
horizonte. Es estúpido y peligroso estar dispersos tan lejos y
sólo la suerte ciega ha evitado que atraigamos a un zemlja.
—Demasiado —le digo a Calista señalando la fila de gente que
hay detrás de nosotros.
Ella asiente con la cabeza y sólo puedo esperar que realmente
lo entienda. Se vuelve hacia la mujer de blanco y habla
rápidamente, que sacude la cabeza y mi irritación aumenta. Qué
estupidez. Calista se encoge de hombros y luego habla
rápidamente y hace un gesto enfático. Al menos entiende el
peligro.
Viajamos todo el día hasta que cae la noche. Llevan
provisiones en una especie de refugio de tela que levantan
cuando se acuesta. Calista quiere que me una a ella en uno, pero
niego con la cabeza y la alejo del brazo. Un refugio como ese
sería demasiado restrictivo si nos atacan, lo que es muy
probable con tanta gente haciendo ruido. Comparten conmigo su
comida, que tiene un asqueroso sabor metálico. La acepto para
no parecer descortés, pero una vez que la mayoría de ellos se
instalan en sus pequeños refugios, monto mi propio
campamento a cierta distancia y Calista se queda conmigo. Saco
un poco de carne de bivo y la cocino para Calista y para mí.
Ella me mira agradecida.
Yo la miro fijamente sin poder formar palabras que creo que
ella entenderá. Terminamos la comida y nos acostamos juntos.
No se acuesta a mi lado como todas las noches. Me quedo quieto
esperando, pero ella no se mueve. Está tumbada de lado, de
espaldas a mí, y no lo entiendo. Me desplazo por la tela para
acercarme a ella hasta que nuestros cuerpos se tocan y se pone
rígida.
Coloco mi mano en su pierna y subo hasta su cadera. Me
agarra la mano y la detiene, luego la quita de encima y la vuelve
a poner en mi pierna. Estoy confundido y dolido. Desde que
volvimos con sus amigos está diferente. No me gusta y hace que
ellos incluso me gusten menos. Cuando pienso en ello, me
enfado. Vuelvo a poner mi mano en su pierna y siseo
suavemente en su oído.
—Mía —le digo.
—No —dice más palabras pero no puedo seguirlas.
Ha dicho que no. ¿No qué? ¿Qué quiere decir con "no"? ¿Por
qué me está apartando?
—¿Entiendes? —Le pregunto.
Se da la vuelta hasta quedar de lado frente a mí. Me mira y
luego frunce el ceño y mira hacia otro lado. Sacude la cabeza y
mi frustración aumenta. No es diferente a cualquier otra noche,
excepto que ella está siendo diferente. Tiene que ser algo que
tiene que ver con estos otros. Me gustaría que todos se fueran.
Que un zemlja se los coma por lo que me importa. No son más
que problemas de todos modos.
—No, amigos —dice algo más y se toca las orejas.
Frunzo el ceño y comprendo. No quiere que sus amigos nos
oigan en nuestro placer. Repito la última palabra que ha dicho y
ella asiente. Está bien, pero eso no significa que no podamos
dormir cerca, como siempre. Le tiendo las manos con la palma
hacia fuera y trato de mostrarle que lo entiendo. Lentamente
extiendo la mano y acaricio su cabello, luego su cara y me inclino
para que su espalda quede pegada a mi pecho. La atraigo con
fuerza y sigo acariciando su cabeza hasta que se relaja y se
queda dormida.
***
Me despierto temprano en la mañana para cazar. Los
humanos son lentos y débiles y sólo empeoran. Sus cuerpos
ineficientes y mal diseñados no pueden soportar el calor. La
única manera de que lleguen a la ciudad es con carne de guster y
no tengo suficiente para compartir.
Después de una cacería exitosa, regreso con la gente de Calista
con mi cosecha. Puedo oír voces discutiendo incluso antes de
que el campamento esté a la vista. Cuando oigo los gritos de
Calista, la rabia me invade y empiezo a correr.
Llego a la colina y veo a Calista rodeada de otros humanos.
Uno de los machos con el cabello blanco y oscuro agita los
brazos con rabia y señala con el dedo. Calista está en el suelo
mirándole y veo el miedo en su cara. Una rabia ciega me invade.
Nadie ni nada daña mi tesoro. Dejo caer mi bolsa y corro más
rápido. Estoy casi sobre ellos antes de que me vean. Mientras
salto en el aire levantando el puño hacia atrás mi presa se gira y
me ve. Sus ojos se abren de par en par, su boca se abre y grita
como una niña. Se tambalea hacia atrás y luego cae al suelo, lo
que hace que falle mi puñetazo al aterrizar. Me acerco a él y se
revuelve en el suelo.
—¡Ladon! —Calista grita, pero su voz me llega por un largo
túnel.
Está muy lejos, al otro lado de la furia palpitante que hace que
mis corazones latan al doble velocidad. Abro y cierro los puños
preparándome para destruir a mi enemigo. Le daré un
escarmiento y todos sabrán que ella está bajo mi protección. No
se atreverán a enfrentarse a mí ni a intentar dañar lo que es mío
de nuevo. Serán mis invitados en mi casa y entonces mostrarán
respeto.
Balbucea mientras se esfuerza. Sus manos se mueven y se
esfuerza por apuntarme con su bastón. Lo alcanzo y lo agarro,
pero rueda hacia un lado para evitarme. Es rápido, lo reconozco.
Sigo acechando al que se atreve a ponerle las manos encima a
Calista.
—¡Ladon-por-favor! —Grita y su voz es más cercana, luego
está frente a mí levantando las manos— ¡Ladon!
Me detengo y siseo. Ella se acerca y pone sus cálidas manos en
mi pecho. Mis corazones laten con fuerza y rapidez, como si
quisieran saltar a sus manos. La calma se extiende en mí desde
donde ella me toca. Señalo al macho, que está sentado en el suelo
con los ojos húmedos.
—No —siseo. Doy un paso alrededor de Calista y miro
fijamente hacia abajo, señalando a él y luego a ella—. No—.
Vuelvo a repetirlo dejando lo más claro posible que no debe
volver a tocarla. Jamás. Asiente con la cabeza diciendo palabras
que no significan nada para mí. Sacudo la cabeza y vuelvo mi
atención a Calista. Le paso las manos por los brazos y luego le
sujeto la cara entre ellas.
—¿Estás bien? —Pregunto tratando de ver si está herida.
Ella sonríe y asiente con la cabeza—. Estoy bien—.
Satisfecho, le cojo la mano y vuelvo a subir la colina hasta
donde se me cayó la mochila. La recojo y la abro para mostrarle
la carne que hay dentro.
—¿Guster? —pregunta sonriendo.
—Guster —acepto devolviéndole la sonrisa.
Encendí el fuego y cocinamos para asegurarnos de que toda su
gente está alimentada. El macho me evita, lo cual está bien.
Todavía quiero acabar con él, pero por el bien de ella lo dejaré
estar. Sé que algunos le llevan la carne y una parte de mí quiere
negarle esto, dejar que el propio planeta lo reclame pero eso es
una pequeñez. Yo no seré mezquino. Si quiero derrotar a un
enemigo lo haré abiertamente. Mientras comemos Calista habla.
Cada vez nos resulta más fácil comunicarnos a medida que
aprendemos más del idioma del otro.
—No es malo —dice señalando al macho.
Siseo sin poder estar de acuerdo con su apreciación. Solía
conocer a hombres como él. Hombres llenos de bravuconería
hasta que llegaba el momento de actuar. Hombres que se
pavonean y controlan a los más débiles que ellos, pero que se
desmoronan ante un oponente real. Sin embargo, no tengo
palabras para explicarle esto, así que permanezco en silencio.
Ella se encoge de hombros y continúa hablando.
Capítulo 19
Calista
—¡No lo es! —Argumento, tratando de sacar a Ladon de su

silencio.
No sé si no me entiende o no está de acuerdo. No quiero que
odie a Gershom, pero lo entiendo. No sé por qué me importa.
Ladon sigue sin responderme. Quizá sea lo mejor. No quiero
discutir con él, especialmente por algo así. Al fin y al cabo, sólo
me defendía, aunque los demás no lo vean así. Creen que es una
amenaza.
—Realmente eres mi caballero de brillante armadura —digo,
tragando un trozo de bivo—. Aunque es un poco al revés. Quiero
decir que un caballero de brillante armadura mata dragones y tú
eres una especie de dragón. ¿Dónde diablos me deja eso? ¿Soy la
princesa? Todo esto se está volviendo demasiado profundo—.
—Tú eres el tesoro —dice Jolie, dejándose caer a mi lado.
—Es algo así —digo, pensándolo bien.
Ella se ríe y asiente. Ladon sisea y se encoge de hombros. Lana
se acerca a nosotros y se sienta demasiado cerca de Ladon para
mi gusto. Sonríe y le pasa los dedos por el brazo. Estoy a punto
de decir algo cuando Inga se acerca.
—¿Puedo unirme a vosotros? —pregunta tímidamente.
—Por supuesto que puedes —le digo—. ¿Cómo estás?
—Esta carne parece ayudar —dice, tomando asiento junto a
Jolie.
—Pronto estarás mejor, lo prometo —le digo.
No le he dicho a ninguno de ellos lo difícil que será cosechar
los epis. Cruzaremos ese puente cuando lleguemos. Amara y Mei
se acercan juntas.
—¿Esto es una fiesta privada o puede unirse alguien? —
Amara pregunta.
—Las dos sois bienvenidas —digo sonriendo.
Es agradable tener a mis amigos conmigo de nuevo. Aunque
pensar en eso me hace preguntarme cuánto tiempo ha estado
solo Ladon. Me imagino la pérdida que ha sufrido. Se me rompe
el corazón sólo de pensarlo.
—Entonces, ¿cuánto falta para esta legendaria ciudad tuya? —
pregunta Amara.
—Probablemente un día más si hacemos buen tiempo —
respondo.
—Bien —responde ella—. Algunos hemos estado pensando.
Has dicho que la ciudad parece estar bastante avanzada. Algunas
cosas de alta tecnología. Esperamos poder encontrar una forma
de salir de este planeta—.
—Dios, sí —añade Mei—. Odio este lugar. −
—Oh, no es tan malo —dice Jolie.
—A mí tampoco me gusta esto —dice Inga.
—Hace calor y hay arena por todas partes. Necesito una
ducha—.
—Oh, una ducha sería el cielo —coincide Mei.
—No sé. No he visto nada de eso. Me imaginé que podríamos
arreglarlo y tener un hogar—.
—¿Por qué demonios querríamos vivir aquí? —pregunta
Amara.
—No lo sé, como que me gusta —digo, mirando fijamente a
Ladon.
—Sé exactamente por qué te gusta —dice Lana, pasando los
dedos por el pecho de Ladon.
Me arden las mejillas al verla tocarlo. Él mira su mano y luego
me mira a mí. Le agarra la mano y detiene su movimiento, luego
la coloca suavemente en su regazo. Ella abre los ojos y se queda
con la boca abierta. No creo que ningún hombre la haya
rechazado tan descaradamente en su vida. Reprimo una
carcajada.
—En serio —dice Amara—. No debemos estar aquí, tenemos
que salir de este planeta—.
—Supongo —digo dudando.
La conversación se convierte en una pequeña charla mientras
terminamos de desayunar. Luego el día se consume en cargar
nuestras mochilas y continuar el viaje. Hacemos buen tiempo y
pronto la ciudad se vislumbra en el horizonte.
Sorprendentemente, deberíamos llegar antes del anochecer. La
vista de la ciudad nos anima a todos y entramos en ella mucho
antes de que anochezca.
Todos se quedan mirando con asombro mientras Ladon se
queda a un lado observando. Me quedo a su lado hasta que
Rosalind se acerca.
—Gracias —nos dice a los dos—. ¿Hay otros aquí?
—No creo —digo.
—Algunos parecen edificios de apartamentos, como aquel de
allí. ¿Está bien si nos instalamos allí como nuestra base?
Conseguir que la gente se refugie por la noche al menos y luego
ver qué podemos hacer para arreglar este lugar—.
Ladon mira de ella a mí.
—Humanos —digo señalándome a mí mismo—. ¿Allí?
Señalo el edificio que Rosalind había elegido. Ladon frunce el
ceño y luego asiente con fuerza.
—Sí —dice en común.
Miro a Rosalind y ella sonríe.
—¿Dónde te vas a quedar? —pregunta, mirando entre Ladon y
yo.
Me arden las mejillas y no puedo encontrar su mirada—. Nos
veremos por la mañana—.
Ella asiente como si no esperara menos—. Bien, tendremos
mucho trabajo que hacer—.
—Tendremos que conseguir epis también. La carne que
consiguió para nosotros ayuda, pero es una solución temporal—.
Rosalind asiente—. Sí, está en mi lista—.
Se va ladrando órdenes y organizando a la gente. La observo
durante un par de minutos. Ladon me rodea la cintura con su
brazo y me inclino hacia él. Seguros, felices y juntos. Mientras
todos se dirigen al edificio que eligió Rosalind, Ladon y yo nos
dirigimos a su casa en el corazón de la ciudad.
El paseo me da tiempo para pensar. Quieren irse. No había
pensado en ello desde que conocí a Ladon. ¿Me iría yo? ¿Y él,
nosotros? No se irá, ¿verdad? ¿Quiero vivir sin él? ¿Y marcharme
para qué? Nunca se pretendió que llegáramos al nuevo mundo
natal. Ese no era el propósito de nuestra generación. Habríamos
vivido y muerto en la nave y nunca le habría conocido. Me
muerdo el labio pensando en ello. No sé. No quiero perder a mis
amigos, pero si encuentran una forma de salir del planeta no
estoy segura de ir.
Entramos en el edificio que es su casa y atravesamos la zona
donde dormíamos antes. Me siento retraída y más que perdida
en mis pensamientos. Ladon tampoco me presiona. Prepara la
cena y comemos en un cómodo silencio mientras le observo y
pienso en los últimos días.
Recuerdo la discusión de Gershom esta mañana con Rosalind
y conmigo cuando Ladon entró. Fue humillante.
—No creo que debamos seguir a este monstruo —dijo Gershom.
—No tenemos elección —replicó Rosalind.
—No es un monstruo —les dije.
Gershom se volvió hacia mí con puro odio en los ojos y en la
cara: —Claro que TÚ dirías eso. Te has acostado con esa... cosa—.
—Eso no tiene nada que ver con... −
—Solía pensar que eras especial, pero no eres más que basura,
eres una vergüenza—.
—¡Oye! ¡No puedes hablarme así! —Grité.
—Gershom retírate —le advirtió Rosalind.
—¡No! Todos lo estamos pensando. Eso es un animal. Está mal..
—¡Ladón no es un animal! —grité, acercándome a él.
Gershom se abalanzó sobre mí, con las manos en alto, y me
empujó. Tropecé hacia atrás y caí de espaldas. Se acercó a mí y el
miedo floreció. La mirada de su rostro dejaba claro que iba a
hacerme daño. Entonces Ladon estaba allí y Gershom era el que
estaba en el suelo. Nadie me había defendido antes, pero Ladon
iba a hacerle daño y eso lo habría empeorado todo.
Otras personas se reunieron y observaron. Algunos de los
hombres salieron corriendo y los vi regresar con armas. Si Ladon
no se detenía, nunca lo perdonarían. Tenía que detenerlo.
Ladon levanta la vista de su comida y sonríe y el calor me
inunda. Cuando sonríe me hace sentir que el mundo está bien.
Cuando estoy con él sé que todo va a estar bien porque está aquí.
¿Podría dejarlo atrás si se van?
Me pongo de rodillas y me arrastro para cerrar la pequeña
distancia que nos separa. Está sentado en el suelo apoyado en la
pared. Me arrastro hasta su regazo y recuesto mi cabeza en su
pecho. Escuchar el sonido de los latidos de sus corazones es
relajante y sexy. Su mano recorre mi espalda y me mira a los
ojos. Se inclina hacia mí y nos besamos. Besos suaves,
entrañables y hermosos que no cesan. Su mano se mueve suave
y lentamente a lo largo de mi piel.
Dejo caer mi mano entre sus piernas y me abro paso por
debajo de su ropa hasta encontrar su polla, ya dura como una
roca. Froto su suave parte inferior y él gime en mi boca, lo que
hace que mi deseo aumente. Una de sus manos se posa en mi
culo y lo aprieta suavemente, mientras la otra tantea mi
camiseta hasta liberar mis pechos.
Dejo que juegue con mis tetas durante unos minutos sin dejar
de besarlas y acariciarlas, y luego me desprendo de sus brazos.
Me pongo de rodillas y me quito la ropa de encima. Su polla está
erecta y libre como una torre que surge de su centro. Me inclino
y lamo la parte inferior, suave y lisa, hasta la punta. Inhala un
largo silbido de sorpresa y dice algo en voz baja en su propio
idioma. Parece una pregunta. ¿Nadie le ha hecho esto antes?
Voy a dejarle boquiabierto.
Cuando llego al final de su gran longitud, echa la cabeza hacia
atrás, cierra los ojos, gime y las primeras gotas de su esperma
brillan en la cabeza de su polla. Lo lamo con curiosidad por
conocer su sabor.
Es picante con un toque de frescura que me recuerda al epis.
Hace que mi boca se sienta agradablemente fresca. Sonriendo,
vuelvo a bajar y lamo de nuevo su longitud. Sus caderas se
mueven y él baja sus largos brazos para acariciar mis pechos.
Mis pezones se endurecen ante su atención, mientras continúo
prodigando su polla con mi lengua y mi boca. No puedo meterla
del todo, es demasiado grande para mi boca, pero uso la lengua
con gran efecto. No pasa mucho tiempo antes de que golpee sus
manos contra el suelo a ambos lados de él y entonces su polla
salta y su esperma sale en largos chorros.
Echa la cabeza hacia atrás y sisea en un sonido bajo y largo
que dura tanto como su orgasmo. Cuando termina, abre los ojos
y me mira con asombro. Sonrío y veo cómo su polla, ahora
blanda, se retira para ser reemplazada por la segunda, que está
más que lista para actuar. Me quito los pantalones y me arrastro
a lo largo de su cuerpo para colocarme sobre él. Me deslizo
lentamente sobre él para que ambos disfrutemos del momento
de la primera entrada. Cada centímetro de él que se desliza
dentro de mí con cada cresta dura es una pequeña liberación.
Las sensaciones son tan abrumadoramente placenteras que es
como si mi cerebro se apagara, por un instante incapaz de
procesar el pensamiento.
Sus manos están en mis caderas ayudándome a sostenerme,
pero me deja marcar el ritmo. Me deslizo hacia abajo hasta que
llega al fondo y la dura cresta de la base de su vástago me
presiona el clítoris. Mantengo la posición durante un momento,
dejando que mi cuerpo se adapte, y luego me deslizo hacia
delante y hacia atrás. La presión constante de esa dura cresta
sobre mi clítoris se combina con la plenitud de su polla estriada
dentro de mí y en un momento pierdo todo el control.
Me balanceo hacia delante y hacia atrás, luego subo un poco y
bajo. Pierdo todo el sentido de lo que no sea el placer a medida
que el orgasmo crece y luego me atrapa y me arrastra. El fuego
me quema, las estrellas me llenan la cabeza, mi respiración es
entrecortada mientras grito su nombre y él se corre conmigo,
llenándome de su semilla. Cuando por fin pasa, me derrumbo
contra él y en un momento me quedo dormida sobre su pecho.
Capítulo 20
Calista
—Hace demasiado calor —se queja Jolie.

Se limpia el sudor de los ojos. Su cabello cuelga en mechones
húmedos y su camisa está empapada.
—Lo sé —coincido con ella—. Sin embargo, creo que ya casi lo
tenemos—.
—Eso lo dijiste hace una hora —se queja.
—Sí, pero eso significa que estamos una hora más cerca —
digo con optimismo.
—A veces te odio —se ríe.
—¿Podrían callarse las dos? —pregunta Amara—. Pásame esa
llave inglesa—.
Jolie saca una herramienta de la caja y la levanta agitándola
hacia Amara, cuya cabeza asoma por debajo de una enorme
máquina.
—¿Esto? —pregunta Jolie.
—¿Te caíste de cabeza cuando eras un bebé? —gruñe Amara.
—Eh, no, soy botánica, ¿qué sé yo de llaves inglesas? —
pregunta Jolie.
—Nada aparentemente —dice Amara, deslizándose de debajo
de la máquina y cogiendo ella misma la herramienta mientras yo
me río—. ¿De qué te ríes? —Me apunta—. Tú no eres mejor.
—¡Oye, no estoy involucrada! —le digo.
—Y si lo sabré yo —dice ella.
Amara vuelve a meterse en la máquina y se oye el sonido de
metal contra metal y luego algo se estrella. Amara maldice justo
cuando se encienden las luces del túnel en el que estamos.
—¡Lo hiciste! —Le digo.
—Sí, todo gracias a mí —dice Amara, saliendo a rastras.
—Sí, su alteza —bromea Jolie, haciendo una burlona
reverencia a Amara.
Amara sonríe y se limpia la suciedad de la cara—. Vale, vale,
ya está bien —dice sonriendo.
—Entonces, ¿está realmente arreglado? —le pregunto.
—Creo que sí —dice Amara—. No creo que funcione a plena
potencia, pero al menos algunas partes de la ciudad funcionarán
ahora—.
—Eso es increíble —digo.
—Bueno, lo es por ahora —dice Amara—. Estoy segura de que
no pasará mucho tiempo antes de que algo se rompa. Parece que
este equipo ha estado aquí durante mil años o más—.
—Es muy posible que así sea —le respondo.
—¿Hablas en serio? —pregunta.
—Sí —le digo y le cuento el vídeo que he visto.
—¿Dónde has visto eso? —pregunta Jolie.
—En el edificio donde vivimos Ladon y yo. Creo que podría
ser una biblioteca o algo así. Parecía funcionar con una energía
mínima—.
—¿Una biblioteca? Vamos a comprobarlo—. Jolie se
entusiasma—. ¡Quizá funcione más ahora que Amara ha
arreglado los generadores!—
—De acuerdo —acepto.
Espero que tenga razón. Llevo a mis amigas a la biblioteca y,
en cuanto entramos, los paneles de cristal más intactos cobran
vida. Cada una de nosotras se acerca a uno y empieza a
toquetear. Mi mente científica quiere darle un término mucho
más esotérico, pero la verdad es que ninguna de nosotras sabe lo
que estamos haciendo y sólo estamos tocando cosas al azar.
Muevo mi mano a lo largo de ella de un lado a otro y luego hago
círculos y eso parece conseguir una reacción. Tarda un poco más
y finalmente, frustrada, aprieto las dos manos contra el cristal.
Dos líneas azules se iluminan por debajo de la palma de mis
manos a ambos lados. Las líneas de luz se desplazan hacia arriba
y hacia abajo y luego el panel parpadea rápidamente. Cambia de
color tan rápido que no puedo seguirlo. Los colores se fusionan y
se proyectan directamente en mi cerebro. Me hace parpadear
mucho y luego se acaba. El texto empieza a desplazarse por la
pantalla y me doy cuenta de que es un menú. En el mismo
momento en que lo noto, me doy cuenta de que lo estoy leyendo.
Puedo entenderlo. Esta máquina me acaba de enseñar el
lenguaje de Ladon.
Uno de los elementos del menú es epis. Lo toco con el dedo y
la pantalla parpadea y se desplaza más texto. Me acomodo y
empiezo a leer absolutamente fascinada. No me doy cuenta del
tiempo que paso sentada estudiando hasta que Amara está
detrás de mí.
—Oye, ¿has averiguado algo? —pregunta.
—Sí, tengo hambre —dice Jolie a su lado.
Me vuelvo hacia ellas y asiento con la cabeza—. Sí, he
descubierto algo.
—Bueno, ¿qué es?
—¿Sabes que algunos hablaban de abandonar el planeta?
—¿Sí? —pregunta Amara y Jolie asiente.
—Yo no puedo irme nunca. −
—¿Qué quieres decir? —pregunta Jolie.
—¿Recuerdas que te hablé de esa planta que te permite
sobrevivir mejor al calor?
—Sí —dice Jolie, animándome a seguir hablando.
—Pues tiene un efecto secundario —digo.
—Oh, mierda —dice Amara.
—Sí—.
—Bueno, ¿qué es? —pregunta Jolie.
—Hicieron mucha investigación sobre sus propiedades. Epis
era una de las mercancías más valiosas del universo y sólo crece
aquí. El problema es que es altamente adictivo. Una vez que lo
has tomado no hay manera de no tener que volver a tomarlo—.
—Bueno, entonces puedes desintoxicarte —dice Jolie.
—Podemos prepararte una rehabilitación para famosos—.
—No es tan fácil —digo.
—¿Por qué no? —pregunta Amara.
—Porque te cambia el ADN, ¿no? —pregunta Jolie mientras
todo encaja en su sitio.
—Sí —digo yo—. Te cambia a nivel celular. No sólo te ayuda a
adaptarte al calor, sino que reescribe partes de tu código
genético. Prolonga tu vida, te da fuerza y te permite adaptarte a
cualquier entorno, pero nunca puedes dejar de tomarlo—.
—¿Con qué frecuencia hay que tomarlo? —pregunta Jolie.
—De tres a cuatro veces al año para no desintoxicarse —digo.
—Bueno, tal vez podamos cultivar un poco y llevarlo con
nosotros —dice Jolie.
—Sí, eso funcionaría, ¿verdad? —pregunta Amara.
—Tal vez —digo, sin tener el valor de decirles que, por lo que
veo, toda la galaxia, con tecnologías mucho más avanzadas que
las nuestras, ha intentado hacer eso mismo durante décadas sin
éxito. Han averiguado que tiene que ver con los monstruosos
zemlja que sólo viven en Tajss. Epis sólo crece cerca de sus
guaridas subterráneas.
—Vale, ya lo resolveremos —dice Jolie y me abraza.
—Sí, claro, lo haremos—.
Nos abrazamos y entonces mi barriga refunfuña.
—¡Sí! ¡Tengo hambre! —Dice Jolie de nuevo riéndose.
—Vale, pues es hora de cenar.
Las acompaño fuera de la biblioteca y las pongo de camino a
casa. Informarán a Rosalind de todo lo que hemos aprendido.
Todos deben estar muy entusiasmados con el poder operativo
también. Mientras me dirijo a mi casa con Ladon, reflexiono
sobre mi vida. Puede que esté atrapada aquí para siempre, pero
eso no es tan malo. Tengo a Ladon y él me adora. Yo también le
adoro. Nunca he sido tan feliz ni me he sentido más completa
que desde que le conocí. Y ahora conozco su idioma. ¡Me muero
de ganas de tener una conversación de verdad con él!
Al pensar en eso, me pongo a correr.
Capítulo 21
Calista
Cuando encuentro a Ladon, está de pie en el tejado mirando

hacia el desierto.
—Así que estoy buscando a un sexy guerrero Zmaj que pueda
echarme una mano —le digo en su lengua materna.
Se da la vuelta, con los ojos muy abiertos y la boca abierta.
—¿Calista? —pregunta.
Sonrío y asiento emocionada—. ¡Su servidora! —le digo,
todavía en su lengua materna.
—¿Cómo? —mueve la cabeza de un lado a otro, confundido.
Me encojo de hombros—. Amara consiguió que la energía
funcionara y luego yo jugué con una de las máquinas de la zona
de la biblioteca de abajo. No sé cómo lo hice, pero... no sé...
descargué tu idioma en mi cerebro—.
—Eso no ha funcionado en siglos —dice.
—Sí, bueno, puede que haya sido una casualidad —me acerco
a él y me coge la mano.
Nos quedamos juntos y miramos el desierto. Todas las cosas
que desearía poder decirle las puedo decir ahora, pero en este
momento estoy feliz de estar aquí con él. Sin preocupaciones, sin
inquietudes, sólo nosotros dos. Dejo que el momento se alargue
todo lo que pueda. El sol cae cerca del horizonte.
—¿Ladon? —Atraigo su atención hacia mí.
—¿Hmmm? —pregunta todavía mirando al exterior.
—¿Estás contento?
Se gira para mirarme inclinando la cabeza hacia un lado.
Aprecio que no me dé una respuesta frívola, sino que considere
realmente lo que le estoy preguntando, aunque al mismo tiempo
me preocupa. ¿Y si no está contento? No pude consultar con él
antes de llevar a todos mis amigos y a los demás supervivientes
a su casa. No podíamos comunicarnos y si no actuaba estarían
muertos. No podía dejar que eso ocurriera, pero no quiero que
se enfade o se resienta—. Sí —dice por fin—. ¿Incluso con todos
—señalo hacia el edificio que los otros humanos han convertido
en su hogar —ellos? —Frunce el ceño y piensa—. Es... diferente.
El cambio no es fácil, pero el cambio no es malo en sí mismo. –
—Pero diferente, ¿diferente mejor? ¿Diferente peor?
Sacude la cabeza—. Diferente es simplemente diferente. Tú, tú
lo haces mejor—.
Asiento con la cabeza aceptando su sencilla respuesta.
Cogiéndole de la mano, nos conduzco hasta el borde del edificio,
lejos del desierto, para que podamos contemplar la ciudad.
—Quiero arreglar esto —hago un movimiento de barrido—.
Todo esto. Podemos devolver todo esto a la vida. Recuperar todo
lo que tu gente tenía antes y combinarlo con lo que mi gente
sabe. Juntos podemos hacer que este lugar vuelva a ser hermoso.
Puedo verlo todo dispuesto ante nosotros. Estos edificios
reparados, cuidados, brillantes y como nuevos. La cúpula, como
la que vi en los vídeos, que mantendrá alejados al clima y a
cualquier depredador. Nos pondrá a salvo—.
—Sí —dice simplemente.
—Será perfecto —digo yo.
—Tú eres perfecta. Será una extensión de ti. Eres mi mayor
tesoro —dice.
Me vuelvo hacia él y sonrío, luego me levanto y lo beso.
—Tenemos que conseguir epis —digo mientras vuelvo a
ponerme de pie—. Los otros no van a sobrevivir sin él—.
—Sí —está de acuerdo.
—¿Dirigirás una expedición? —Le pregunto.
—¿Llevar? ¿Llevarlos? —frunce el ceño.
—Y a mí —digo.
—No —dice negando con la cabeza—. Tú no irás—.
—¡Yo también iré! —Le discuto.
—No. Es demasiado peligroso. Te quedarás aquí. Haz tu
trabajo—.
—¡No soy una simple ama de casa a la que le das órdenes! —
Le grito.
—No, es demasiado peligroso. No voy a arriesgarte. Debes
quedarte.
—Eso no va a pasar —replico—. ¿Vas a encerrarme en mi
habitación y luego escabullirte? —Ha sido un comentario de
listillo, pero parece que lo está contemplando seriamente—. No
lo harías...
—Estarías a salvo —dice ladeando la cabeza.
—Y nunca te lo perdonaría.
Frunce el ceño, empieza a decir algo y luego sus hombros se
desploman: —Bien —dice—. Sin embargo, esto no es
prudente—.
—Puedo vivir con eso. –
—Me aseguraré de que lo hagas —dice y no estoy segura de
cómo tomarlo, así que lo dejo pasar.
—Tengo que explicarles lo del epis. Tienen que tomar una
decisión informada antes de tomarla—.
—Sí —dice pensativo—. Sin embargo, morirán sin ella—.
—Sí, probablemente, tal vez. No lo sé. No puedo engañarlos,
¿sabes? Tienen que saber que si lo toman, eso es todo. Están
atrapados aquí, para siempre—.
Él asiente y caminamos hacia la puerta y hacia abajo. Llevar a
todos los supervivientes a un mismo lugar es casi imposible.
Desde que estamos en la ciudad, Rosalind ha estado organizando
equipos de personas en función de sus habilidades para trabajar
en proyectos que aseguren o mejoren nuestra supervivencia
aquí. Están todo el día fuera, todos los días, en sus labores. Mis
amigas son más fáciles de reunir, así que decido empezar con
ellas. La voz debería correr lo suficientemente rápido después
de eso.
—¡Hola, Jolie! —Le llamo cuando Ladon y yo pasamos por la
biblioteca.
—¿Qué? —pregunta ella, levantando la vista con una sonrisa
en la cara.
—Oye, voy a informar a los demás del epis y de lo que significa
tomarlo. ¿Quieres acompañarme en caso de que haya alguna
pregunta?
—¿Te refieres a las que no podrías responder por ti misma?
—pregunta ella—. Porque sabes que ahora NO eres la empollona
de las dos—.
Jolie mira sugestivamente a Ladon, a quien agradezco
enormemente que no haya captado las implicaciones. Me arden
las mejillas y sacudo la cabeza.
—Sí, exactamente eso —me río, tratando de ocultar mi
vergüenza.
—¡Estás roja! —se ríe señalando.
—Entonces, vas a ayudar o...
—Claro, te acompaño. ¿Sabes que te pones del tono más
bonito de rosa?
—Gracias —digo, guiando el camino hacia los demás.
Entro en el edificio de los supervivientes y encuentro a Inga,
Amara y Lana trabajando en equipo limpiando el lugar.
—¿Vais a vivir en una pocilga? —Amara ladra—. En serio,
¿llaman a esto limpieza?
Amara señala imperiosamente una sección del suelo que me
parece limpia. Las otras dos agachan la cabeza y ponen los ojos
en blanco.
—Claro Amara, ¿cuándo vas a hacer realmente algo de trabajo
tú misma? —pregunta Inga.
—¡Oh! Tenemos a un hombre grande y fuerte que viene a
rescatarnos, ¿tal vez pueda ayudarnos? —dice Lana, cuya mirada
se desvía hacia Ladon y se detiene demasiado tiempo en él para
mi comodidad personal.
Los celos son un monstruo verde dentro de mí que quiere
rugir y devolverla a su sitio, pero, maldita sea, es tan guapa. Y
segura de sí misma, nunca olvides esa seguridad. Todo en ella
destila sexo y confianza. Cierro los ojos y hago a un lado todo
eso.
—Hola chicas —digo, tratando de dejar de lado mis propios
sentimientos—. Tengo que hablar con ustedes y luego hacer que
se corra la voz entre todos. ¿Está Rosalind por aquí?
—Estoy aquí —la oigo decir y miro a mi alrededor para saber
dónde está.
Finalmente miro hacia arriba y veo que está en el techo
haciendo algo. Se agarra al borde de la abertura por la que debe
haber entrado y se lanza en caída libre hacia abajo y luego
aterriza con gracia sobre sus pies. Ahora estoy celosa por una
razón totalmente diferente.
—Así que, sí, bueno, queríamos hablar contigo sobre los epis
—empiezo.
—¿Esa es la planta que dijiste que nos ayudaría a sobrevivir
en el planeta? —interrumpe Amara.
—Sí —digo—. La cosa es que la hemos estado estudiando y
bueno, es altamente adictiva—.
—¿Cómo de adictiva? −
—¿Cuáles son los efectos secundarios? —pregunta Rosalind,
yendo al grano.
Respiro profundamente y trato de organizar mis
pensamientos.
—Al cien por ciento. Parece que realmente, bueno, cambia tu
ADN. Lo ajusta para que te ajuste y adaptes perfectamente a este
planeta, por lo pude entender—.
—Vale, lo entiendo, pero hay algo que no estás diciendo.
¿Cómo nos afectará eso cuando seamos rescatados? —pregunta
Rosalind.
Los demás se someten a su liderazgo y esperan a que yo
responda. Esta es la parte que no quería tener que contarles.
Miro al suelo, a las paredes, a cualquier parte menos a ellos,
incapaz de encontrar sus ojos.
—No podremos irnos —digo.
Alguien jadea y los demás murmuran en voz baja.
—¿Por qué? ¿Exactamente? —pregunta Rosalind.
—Una vez que lo tomas el efecto es inmediato y luego tienes
que tomarlo de forma regular o morirás por el síndrome de
abstinencia —interviene Jolie rescatándome.
—Maldita sea —dice Amara.
—Eso es una mierda —dice Lana—. Cultivaremos algunas y
las llevaremos con nosotros. ¿Para qué servís los biólogos, o lo
que demonios sean, si ni siquiera pueden hacer eso?
—No es tan sencillo… —Jolie comienza
—Mentira —la corta Amara—. Tienen que arreglarlo—.
—No podemos. Los epis sólo crecen por algo que los zemlja le
hacen al suelo —digo.
—Y lo que sea que signifique todo eso —dice Amara—.
Arréglalo—.
Miro a Jolie sintiéndome desesperada y sin querer nada más
que irme. Ladon se pone justo delante de mí y puedo sentir la ira
que emana de él. Puede que no sea capaz de entender la
conversación, pero está captando el tono de sus palabras y no le
está sentando bien.
—No es tan fácil —repite Jolie.
—¡Me importa un bledo lo fácil! —grita Amara, con el rostro
enrojecido por la ira. Los otros que están con ella murmuran su
asentimiento y apoyo a ella—. ¡Es tu trabajo arreglarlo, así que
arréglalo! ¡No quiero estar atrapada en este segundo anillo del
infierno por el resto de mi vida! Seremos rescatados y quiero
poder ir a algún lugar, cualquier lugar que no sea aquí—.
—Amara, basta —dice Rosalind.
Rosalind no levanta la voz pero la boca de Amara se cierra de
golpe. Rosalind tiene ese efecto en la gente. Carisma, miedo, o
simplemente buen liderazgo. Sea lo que sea, la gente la escucha,
incluso Amara.
Quiero huir o decirles que sí, que lo arreglaré, pero no puedo
hacer ninguna de las dos cosas y lo sé. Los Zmaj lo intentaron
durante años y sólo consiguieron encontrar formas de mantener
la cosecha fresca. Yo aún no puedo hacer eso. Epis era la mayor
exportación del planeta antes de las guerras y la devastación.
Teniendo en cuenta que esta galaxia fue sondeada por nuestra
gente y se encontró que no era digna de asentarse y que no
contenía civilizaciones avanzadas, ese conocimiento
probablemente se haya perdido. Las personas de los planetas
que dependían de él probablemente murieron cuando se cortó el
suministro.
Rosalind se acerca a Ladon y se encontró con sus ojos. Se
miran fijamente en silencio durante un largo momento y luego
se aparta con un movimiento de cabeza. Luego se acerca a mí y
me coge de las manos. Cuando encuentro su mirada, hay una
fuerza y una seguridad que fluye de ella hacia mí.
—Haz lo que puedas —dice—. Cada uno tendrá que hacer su
elección y tirar los dados—.
—De acuerdo —digo en voz baja—. Haremos lo que
podamos—.
***Dos días después***
—Debería ir solo —dice por millonésima vez levantando la
vista de afilar su lochaber.
—Ya lo hemos hablado —vuelvo a repetir.
Retoma su trabajo—. Entonces te quedas —dice después de
unos momentos.
—¡No! No voy a quedarme aquí sentada preocupada por si vas
a volver—.
—Me preocuparé por ti —dice él, sacudiendo la cabeza—.
Estaré bien por mi cuenta—.
—Estoy segura de que lo harás, pero la respuesta sigue siendo
no. Ahora estoy aquí, estamos juntos, lo haremos juntos—.
Suspira y luego se levanta poniendo el lochaber en su soporte
a su lado. Él sonríe y yo se la devuelvo, luego me tiende la mano
y salimos al encuentro de los demás.
—¿Hay otros como tú? —Pregunto por impulso.
La pregunta me ronda por la cabeza desde hace tiempo, pero
he dudado en plantearla. He leído lo que he podido en la
biblioteca, pero con los detalles del trabajo y la ayuda para
asegurarme de que los demás se instalan y no hacen estupideces
ha habido poco tiempo. Sisea suavemente, un sonido que he
llegado a reconocer que hace cuando no está seguro de qué
decir.
—Sí —dice por fin.
—¿Dónde? —Pregunto con creciente excitación.
—En otras ciudades —dice.
—¿Hay... mujeres?
—No —dice—. Sólo un puñado de varones sobrevivió a la
devastación—. No sé qué decir a eso. Caminamos un poco en
silencio mientras mastico la información. Cuando nos acercamos
a las puertas del exterior donde vamos a encontrarnos con los
demás, se detiene y se vuelve hacia mí, cogiéndome las dos
manos.
—Son peligrosos. Si ven a las hembras, las robarán. Tú eres un
gran tesoro, te querrán a ti y a las que son como tú para ellos. –
—¿Qué quieres decir? —Pregunto, el miedo floreciendo en mí
ante el peso de sus palabras.
—Queda poco de belleza en Tajss. Todo fue destruido en la
devastación, estropeado por nuestra arrogancia y estupidez. Si
otros te ven a ti o a las que son como tú… —se detiene, pasando
los dedos de su mano derecha por mi mandíbula.
—¿Las secuestrarán?
Asiente con la cabeza.
—¿Cómo lo hiciste conmigo? —Me río, pero sus ojos se abren
de par en par por la sorpresa.
—¡No!
—Estoy bromeando —digo—. Lo entiendo. Tendremos que
pensar en eso. Advertirles, supongo, y asegurarnos de que se
quedan cerca de la ciudad—.
Asiente con la cabeza y salimos al brillante sol y encontramos
a los demás esperándonos junto a la estatua del centro de la
ciudad. Rosalind está de pie frente a ellos, todavía vestida con su
ropa blanca, inmaculada como siempre. Debe ser magia la que le
permite estar tan perfecta. Ni un solo cabello fuera de lugar ni
una sola mancha. Tres hombres la acompañan, entre ellos
Gershom. Pongo los ojos en blanco al verlo. Es un imbécil. Lleva
un rifle en la cadera y su pelo canoso está metido bajo una
especie de trapo. Mira imperiosamente a su alrededor como si
fuera el que manda y, por razones que escapan a mi
comprensión, los otros dos hombres parecen estar de acuerdo
con él.
—¿Listos? —le pregunto a Rosalind, ignorando a Gershom.
—Sí —dice ella.
Va armada no sólo con un rifle, sino también con una espada
atada a su costado. Sonrío y la señalo—. ¿Vienes preparada?
—Mejor que él no —responde señalando el lochaber de
Ladon.
Caminamos hacia la caverna donde Ladon me llevó antes. Las
mariposas bailan en mi estómago mientras recorremos la arena
roja. La última vez, Ladon resultó gravemente herido al intentar
cosechar el epis. Seguro que ahora tenemos todo un equipo con
nosotros, pero he visto lo que puede pasar y estoy preocupada.
Nadie habla mientras caminamos. Me aseguré de que todos
vieran los vídeos y se hicieran una idea de los retos a los que nos
enfrentaremos. Tenemos que tener éxito. La supervivencia de
nuestro grupo depende de ello. La apertura de la cueva se acerca
rápidamente y cuando la veo asomarse ante nosotros mi
corazón late más rápido. Aprieto el brazo de Ladon y él coloca su
mano sobre la mía. Sonríe y eso me tranquiliza, aunque sé que la
situación no ha cambiado. Su confianza me anima.
Nos detenemos frente a la entrada y todos se reúnen
alrededor de Ladon. Él mira a su alrededor y frunce el ceño.
—Diles que se callen, los zemlja cazan por el sonido —me
dice, así que le traduzco.
Todos asienten y nos dirigimos a la tranquilidad de la caverna.
Es exactamente como lo recuerdo. Mientras la oscuridad nos
envuelve, cada uno enciende una antorcha que corta la
oscuridad.
—Maldita sea —dice Gershom en voz baja.
Rosalind lo coge por el hombro y lo gira hacia ella. Se pasa un
dedo por los labios y sacude la cabeza. Gershom parece
enfadado, pero se calla, que es lo único que me importa. Ladon
observa el intercambio sin hablar antes de avanzar agachado
guiando el camino hacia el punto de estrechamiento que
tenemos que atravesar para llegar a donde crecen los epis.
Desaparece en la oscuridad, donde no puedo verlo. Él y Rosalind
insistieron en que me quedara en medio del grupo, ya que soy la
que menos experiencia tiene con las armas y la lucha.
—¡Ay, mierda! —grita alguien detrás de mí y el sonido
resuena en las paredes de piedra.
Otros hacen ruidos para que haga silencio, pero es demasiado
tarde. El aire se llena con el sonido de las alas coriáceas cuando
los sismis despiertan de su sueño diurno y atacan. Mientras me
agacho para hacerme un blanco más pequeño, los demás a mi
alrededor comienzan a disparar sus armas al azar y a gritar.
—¡Parad! —Grito pero no me oyen por el ruido.
Alguien grita y oigo que un cuerpo cae al suelo, pero no puedo
ver de quién se trata. Esto sólo agrava a los demás y disparan
más rápido y gritan más. Tengo una mano en el suelo a través de
la cual siento el estruendo. Esto va a ser malo. Poniéndome de
pie corro hacia el punto de estrechamiento con la esperanza de
estar lejos del sitio por donde vendrá el zemlja.
—¡CORRAN! —Grito— ¡Dispérsense! Ya viene, maldita sea.
Gershom se gira y me mira justo cuando el suelo estalla y el
zemlja irrumpe. Es grande, mucho más grande que la que Ladon
combatió antes. Domina el espacio de la caverna llenándola a
tope. Los míos salen despedidos y se estrellan contra las paredes
exteriores. Los disparos cesan al perder el control de sus armas.
Se me hace un nudo en el estómago mientras retrocedo para
adentrarme en la grieta intentando llegar a Ladon y Rosalind. A
cualquier lugar que esté lejos de esa cosa. Va de un lado a otro
en busca de comida, presas o simplemente para causar
destrucción. Sus enormes fauces se abren y se cierran una y otra
vez. Un sudor frío me recorre al igual que los escalofríos de
miedo que recorren mis miembros. Una mano me toca y grito
involuntariamente.
—¡Calista! —grita Ladon.
Su mano está en mi hombro y luego, de alguna manera, salta
delante de mí para salir de la grieta y aterrizar frente a la zemlja.
Algunos de los humanos se mueven. Agarran sus armas y tratan
de hacerlas valer, pero apenas hay espacio. El monstruo ocupa
tanto espacio que no pueden apuntarle. Ladon blande su
lochaber y apuñala al monstruo atrayendo su atención hacia él.
Se aleja de mi vista desde la grieta y, al mismo tiempo que se
aparta, Rosalind salta sobre mí.
—Quédate ahí —ordena, saliendo con su propia arma
desenfundada.
Apuñala la zemlja y luego baila hacia el lado opuesto al que
desapareció Ladon. No puedo dejar de ayudar, así que me
adelanto. Tengo una pistola a mi lado, así que la saco y apunto
con cuidado. Estoy a punto de apretar el gatillo cuando alguien
se mueve delante de mí y no puedo disparar porque tengo
demasiado miedo de darle. Me arrastro hasta el borde de la
abertura manteniéndome agachada. El zemlja emite un sonido
que hace vibrar toda la caverna y luego suena como si se
ahogara. Se mueve en círculos y luego sale volando de sus fauces
un trozo de saliva viscosa que cae sobre uno de sus atacantes.
Golpea a uno de los hombres y estos gritan. Un tono tan alto y
tan horripilante que hace que se me erice la piel mientras se
derrite literalmente ante mis ojos. Yo también grito incapaz de
contenerlo. Ahora estoy lo suficientemente adelantada como
para ver que Ladon y Rosalind están en lados opuestos del
monstruo. Bailan entrando y saliendo para apuñalar a la cosa
con cuidadosos empujones hacia arriba que se deslizan entre las
placas protectoras. El zemlja se eleva hasta tocar el techo y luego
se retira tirando hacia el suelo.
Todo el mundo mira el agujero que ha dejado a su paso
esperando a ver qué ocurre a continuación. Tengo miedo incluso
de respirar en el silencio que domina el espacio. Ladon está en
cuclillas con su arma delante y Rosalind podría ser un espejo de
su pose en el lado opuesto. Menos la cola, por supuesto.
Pasa un minuto, luego dos. Los que fueron arrojados contra la
pared se recuperan y se acercan a mirar por el agujero. Ladon y
Rosalind se mantienen en sus posiciones, listos para entrar en
acción. Por fin, parecen satisfechos de que no haya peligro por el
momento y se ponen de pie como un solo hombre. Rosalind mira
a los supervivientes.
—¿Quién ha disparado primero? —pregunta. Nadie la mira y
al final sacude la cabeza y se vuelve hacia Ladon—. Terminemos
antes de que alguien más haga una estupidez—.
Ladon asiente. Dirige el camino a través de la grieta hasta el
otro lado. El suave resplandor azul de los epis ilumina la
habitación. Es tan hermoso como lo recuerdo la última vez.
Varias personas jadean y se detienen para admirar la belleza y
luego nos ponemos a trabajar. Recogemos la planta que da vida y
salimos sin más incidentes.
El camino de vuelta se hace en silencio. En el viaje hasta aquí
reinaban el miedo y la inquietud, ahora al volver a casa hemos
perdido a otro de los nuestros y el ánimo es palpable. Cuando
por fin llegamos a la ciudad los que se quedaron atrás están
reunidos y esperando. Rosalind se pone al frente del grupo y se
sube a la fuente. La multitud la rodea y ella deja que se acerquen.
La observo, domina con tanta facilidad. Yo también quiero
esconderme en algún sitio. Hay demasiada gente demasiado
cerca, empujando, buscando respuestas.
—Tenemos los epis —dice, su voz llega fácilmente a todos—.
Ahora es vuestra elección. Como se les ha dicho, si toman esto,
nunca podrán dejar este planeta—.
—¿Y si llega el rescate? —pregunta alguien.
—No importará —dice ella—. Estarás atrapado aquí.
—¡No voy a hacer eso!
—¡No tenemos opción!
—¡Quiero salir de este agujero infernal Vulcano!
Ella los deja gritar y debatir hasta que un filo desesperado se
arrastra en sus voces.
—¡Escuchen! —dice ella, pero no se callan—. ¡ESCUCHEN!
Todos guardan silencio y dirigen su atención a ella.
—Bien. Es su elección. Tienen que hacerla. El epis ajustará su
cuerpo para que puedan sobrevivir aquí. También prolongará su
vida. A cambio, no podrán irse. Así que hagan su elección.
Nuestra cosecha no durará mucho.
Ella baja y la gente se pone en fila o se aleja. Los que se alinean
toman los epis y el resto se va a sus casas.
Capítulo 22
Calista
¡Hay mucho que hacer! Ahora que la ciudad cuenta con un

mínimo de energía, estamos todos ocupados investigando y
buscando. Ladon y yo pasamos la mayor parte del día separados,
pero cada noche volvemos a casa el uno con el otro. Se preocupa
mucho y es muy protector. Odia estar separado durante el día,
pero su atención es necesaria para supervisar a los equipos que
exploran la ciudad.
Parte de mi trabajo y de él de Jolie se rescató de los restos de
nuestra nave estrellada. Ella y yo estamos trabajando para ver si
podemos adaptar alguna de las semillas para que crezcan en
este entorno más duro. La comida es nuestro mayor problema
junto a la seguridad frente a los monstruos que rondan el
paisaje.
Ayer, una manada de guster entró en la ciudad y dos personas
perdieron la vida antes de poder encontrar refugio. Un equipo
de ingenieros está trabajando en el campo de fuerza que hemos
visto que tenía la ciudad en los vídeos de los drones de antes de
la devastación. Si conseguimos que funcione, al menos habrá un
lugar en el que podamos estar a salvo.
—Sabes —dice Jolie—. Este lugar realmente se parece a
Gallifrey4. Una ola aleatoria de náuseas me invade y de repente
siento escalofríos. Tengo calambres en el estómago y las ganas
de vomitar son tan fuertes que la bilis me sube a la garganta.
Jolie confunde mi malestar con confusión—. Gallifrey, sobre
4Gallifrey: Planeta ficticio de la serie británica Dr. Who, siendo el mundo

natal del Doctor y de los Señores del tiempo.
todo si conseguimos que la cúpula funcione —dice riendo.
—Sé… —las palabras que iba a decir fueron cortadas por otra
oleada de náuseas y luego corro por un cubo.
Me pongo enferma, de forma violenta, y siento que mi
estómago intenta sacar todo lo que he comido en toda mi vida.
Jolie corre hacia mí y me sujeta el cabello. Una vez que he
terminado, me siento mejor, como si no pasara nada. Me levanto
y me limpio el sudor frío de la frente. Jolie me da unos pañitos y
me limpio.
—¿Estás bien? —me pregunta.
—Eh, sí, al azar —digo—. Quizá algo que he comido.
Jolie me mira de arriba abajo frunciendo el ceño. Sus ojos se
posan en mi estómago y frunce más el ceño.
—¿Qué? —Pregunto.
—Nada —dice ella dándose la vuelta—. Así que sí, Gallifrey,
¿conoces al Doctor Who?
—No te vas a librar tan fácilmente, ¿qué?
—Nada, en serio —dice ella.
—No es nada y no es el Doctor Who. ¿Qué es?
—Bueno, es que… —se interrumpe y sus hombros se
desploman al ceder a mis exigencias—. ¿Has engordado un
poco?
—¿Qué? No. Quiero decir, ¡no!
Me siento desconcertada por su comentario. Desde luego no
es lo que esperaba que saliera de su boca. Mis manos se dirigen a
mi estómago y al tocarlo lo aplano.
—Quizá estoy un poco hinchada —digo.
—Uh huh —dice ella, sin apartar su atención del microscopio
que está mirando.
—Vale, qué más da, ¿qué es? —Vuelvo a preguntar.
—Es que... mira sólo pregunto pero ¿cuándo tuviste el periodo
por última vez?
—¿Mi qué? Uhm —tengo que hacer memoria—. Antes del
accidente.
—Lo cual fue hace casi un mes en la época en la que
estábamos en la nave —dice ella.
—No, eso no puede ser, quiero decir, es sólo el estrés,
¿verdad? Todo el estrés de vivir aquí, sobrevivir, la presión
puede hacerle eso a una chica—.
—Claro, podría ser —está de acuerdo—. ¿Crees que es sólo
eso? —
—¡Tiene que serlo! Quiero decir que el único chico con el que
he estado es Ladon y… —Me quedo sin palabras.
Nunca hemos usado ningún tipo de protección. Nuestras
dietas en la nave nos permitían controlar el embarazo sin pensar
en ello. Cuando estabas preparada para tener hijos, tomabas una
píldora para contrarrestar los productos químicos de nuestra
dieta. Era tan fácil que nunca pensé en lo que pasaría al dejar de
tener esa dieta.
—Ajá —dice Jolie sonriendo.
—Dios mío —digo, mi voz baja a un susurro.
Todo gira a mi alrededor y luego una ola de náuseas es
seguida por el mareo. Me agarro a la silla de al lado y me dejo
caer. Jolie se acerca y toma mis manos entre las suyas. Me sonríe
y asiente con la cabeza.
—¡Sí! ¡Esto es tan emocionante!
—No, no lo es —digo mientras el miedo amenaza con
abrumarme—. No sé... qué pasa si... cómo es su raza...
—¡Bah! Lo resolveremos. Eres brillante y yo también. Cruza
ese puente cuando lleguemos a él.
—Para ti es fácil decirlo —mi voz apenas supera un susurro.
Cruzo los brazos sobre el vientre y me quedo mirando. ¿Puede
ser esto? Tiene que serlo, ¿no? Se me llenan los ojos de lágrimas,
pero luego me siento más feliz que nunca. No sé si voy a reír o a
llorar. Jolie me abraza con fuerza.
—Está bien —dice suavemente—. Lo tenemos.
Inspirando profundamente, asiento con la cabeza y me
enderezo.
—Sí, es que es simplemente aterrador, ¿sabes?
—Sí, claro, pero está bien. Lo tenemos. Además, ¡te adora!
Diablos, estoy celosa. Quiero un tipo que me mire como a ti—.
—Sí, lo hace, ¿no? —Digo, sintiéndome mejor.
—¡Claro que sí! Está encantado contigo y lo sabes. ¿Ves cómo
se le iluminan los ojos en cuanto te ve?
Sonrío sabiendo exactamente de qué está hablando.
—¡Tengo que decírselo! —digo emocionada.
—¡Sí, tienes que hacerlo! —dice tan emocionada como yo.
La abrazo una vez más y salgo corriendo a buscar a Ladon. Es
sólo media tarde y tardo un poco en encontrarlo. Cuando lo
localizo, lo encuentro en lo alto de uno de los edificios más altos,
mirando hacia el desierto. Está solo y su cola se mueve de un
lado a otro. Salgo al tejado y me mira por encima del hombro.
—Calista —dice sonriendo.
—¿Qué haces aquí arriba? —le pregunto.
—Paz y tranquilidad —se ríe—. Toda esta gente, es extraña y
ruidosa—.
—¿Te molestan? —le pregunto.
—¿Molestar? —pregunta con aspecto pensativo—. Más bien,
son diferentes—.
—Está bien —digo poniendo mi mano en la suya.
—Es bonito —digo mirando al otro lado de la ciudad—.
Podemos arreglar todo esto y que vuelva a funcionar—.
Ladon se encoge de hombros—. Diferente—.
—Bueno, eso no es todo lo que va a ser diferente —digo
acercándome a lo que tengo que decir.
—Hmm —dice y suena más como un siseo.
—Espero que no te moleste... –
—¿Moleste? ¿Tú o ellos? Tú nunca serás una molestia. Me
haces feliz, repeles mi soledad—.
—Bien —digo—. Pronto se nos unirá alguien más—.
—¿Alguien? ¿Más de ellos? —pregunta señalando hacia donde
los otros supervivientes han establecido su hogar.
Sacudo la cabeza y se me cierra la garganta, incapaz de
pronunciar las palabras. Una lágrima cae y él la limpia
suavemente.
—Calista, ¿qué ocurre?
—Estoy embarazada —suelto.
Sus ojos se abren de par en par y sisea con fuerza—.
¿Embarazada? —repite la palabra ladeando la cabeza—. ¿Esta es
la palabra correcta?
—Sí —me río mirándome la barriga—. Embarazada—.
—¿Estás segura? —dice suavemente, colocando sus manos
sobre mi vientre. Asiento sin poder hablar, sin saber cuál va a
ser su reacción. Mueve sus manos en un movimiento circular
alrededor de mi vientre. Se arrodilla ante mí, se inclina y me
besa el estómago a través de la camisa. Emite un sonido suave,
como un zumbido, y luego llegan a mis oídos palabras en voz
baja y me doy cuenta de que está cantando. No puedo captar
toda la letra, pero el sonido es tan hermoso que me hace llorar.
Cuando termina, gira la cabeza y la apoya contra mí como si
escuchara los latidos de su corazón. Apoyo mis manos en su
cabeza abrazándolo y él me rodea con sus brazos. Por fin se
levanta y parpadea varias veces.
—¡Me prepararé! —dice bruscamente
—¿Preparar? —pregunto.
—Sí, hay mucho que hacer. Hay que arreglar la cúpula.
Nuestro hijo no se verá amenazado aquí, en nuestra casa.
Necesitaremos más espacio para vivir. Ya no irás a las cacerías
conmigo. Es demasiado peligroso y arriesgarías a dos. Entrenaré
a los otros para que sean útiles—.
—No soy frágil —digo.
—No, no frágil, perfecta. Eres perfecta—.
Se inclina y me besa.
—Gracias —digo sintiendo que su amor me rodea—. Te
amo—.
Se inclina hacia atrás y me mira a los ojos como si estuviera
buscando.
Mi corazón se niega a latir cuando me doy cuenta de que he
dicho las palabras. Las dos palabras que he estado reteniendo.
No quería decirlas realmente. Se me han escapado, pero se
sienten bien.
Es verdad, ¡lo amo!
Amo la forma en que me protege, la forma en que me toca, la
forma en que me cuida, amo la forma en que sonríe y mi corazón
salta al verlo. Lo amo. Me mira fijamente a los ojos y luego sonríe
y se extiende por su cara como los rayos del sol.
—Te amo —dice y me acerca.
Me aprieta contra su frescura y me rodea con sus brazos.
Apoya su cabeza sobre la mía y contemplamos el desierto. Su
cola se mueve de un lado a otro y sus alas revolotean haciendo el
único sonido cerca de nosotros. La ciudad es una ruina, pero
podemos arreglarla. Trabajaremos como un equipo, todos
nosotros, y crearemos un hogar para nuestro hijo. Nuestras dos
razas se fundirán en una y el futuro se convertirá en algo nuevo
y brillante. Eso es lo que creará nuestro amor. Sueño con cómo
será el futuro, feliz en sus brazos, en nuestra nueva ciudad que
será brillante y luminosa. El futuro que tendrán nuestros hijos y
el mundo que les dejaremos.
—Tengo que ir a ver a Jolie —digo, reacia a dejar sus brazos—
. Querrá saber cómo te lo has tomado todo—.
—Caminaré con mi amor —dice y bajamos juntos a la
biblioteca donde la dejé.
—¿Jolie? —Le llamo sin verla.
El silencio me responde. Ladon y yo recorremos los
expositores pero ella no aparece por ningún lado.
—¿Tal vez haya ido a buscar comida? —dice.
—Tal vez —digo, una sensación de inquietud se instala en mí.
Me detengo cuando salimos al exterior para dejar que mis ojos
se adapten a la luz más intensa. Mei está caminando alrededor
de la fuente vacía.
—¡Mei! —La llamo—. ¿Has visto a Jolie?
Mei deja de caminar y nos mira—. No —dice—. ¿No está en la
biblioteca?
—No, acabo de estar allí.
—Hmmm, bueno, acabo de llegar para mirar esta fuente para
ver si puedo averiguar de dónde viene su suministro de agua,
siento no haberla visto. Probablemente salió corriendo a
investigar alguna idea. Ya sabes lo impetuosa que puede ser—.
—Sí, puede ser —digo, pero la preocupación sigue
royéndome.
—Prueba en las barracas —dice encogiéndose de hombros.
—¿Las barracas? —Pregunto.
—Sí, así es como llamamos al edificio en el que dormimos. Es
más fácil que decir una docena de cosas diferentes. Todavía no
se siente como un hogar, así que, bueno, sí—.
—Vale, gracias —digo.
Caminamos hacia las barracas. Adelante veo a Amara e Inga.
Amara es ruidosa como siempre y abrasiva, Inga camina con la
cabeza baja.
—Lo único que digo es que si nos aseguráramos de que la
mayor parte de la energía vaya a las barracas no tendríamos este
problema.
—Oye, Amara —la llamo mientras nos acercamos.
—¿Qué? —pregunta ella mientras Inga levanta la vista,
rogándome que me la lleve con los ojos.
—¿Alguna de ustedes ha visto a Jolie? —Pregunto.
—No y no me importa —dice Amara, comenzando a caminar
junto a mí.
—¡Eh! No la encuentro —digo molesta.
Ladon se pone delante de ella impidiéndole el paso.
—¿Y ese es mi problema cómo? —pregunta Amara por encima
del hombro.
—Bueno, no lo es pero, quiero decir que podrías ayudar un
poco —digo sintiéndome derrotada.
—Sí, lo he hecho. No la he visto. ¿Algo más Princesa? —gruñe
Amara.
—No, eso es todo —digo—. Déjala ir —le digo a Ladon en su
lengua.
Se hace a un lado y Amara pasa junto a él, obviamente
molesta, pero sin decir nada más. Avanza tres metros por la calle
y se da la vuelta.
—¿Vienes o qué? —le grita a Inga.
—Claro —dice Inga, suspirando y corriendo tras ella.
—¿Qué ha sido eso? —pregunta Ladon mientras las vemos
irse.
—No lo sé —digo—. Mi única idea es revisar su litera—.
—De acuerdo, mi amor —dice.
—No tienes que venir —digo.
—Lo haré —dice, volviendo a mirar a Amara.
Es obvio que está siendo protector, pero eso me gusta de él.
Nos dirigimos a los barracones, entramos y subimos las
escaleras hasta la habitación de Jolie. No hay cerraduras en las
puertas, pero llamo para asegurarme. Nadie responde, así que la
abro de un empujón.
—¿Jolie? —Pregunto.
La habitación está vacía. Frunciendo el ceño, me dirijo a
Ladon.
—No crees que la hayan secuestrado, ¿verdad?
—No, nadie se atrevería ahora que está en mi ciudad. Sería
una afrenta. Ningún Zmaj se atrevería—.
—Ladon, es mi mejor amiga. Tenemos que encontrarla—.
—Probablemente se ha ido a explorar —dice.
—Sí, probablemente —digo, pero la duda me corroe.
Tiene razón. Estoy segura de que tiene razón. No hay nada
fuera de lugar, no falta ninguna de sus cosas, probablemente se
quedó mirando algo y no ha vuelto. Me convenzo de ello, sobre
todo, por fin.
—Si no está aquí mañana, ¿me ayudarás a encontrarla? —le
pregunto.
—Sí, por supuesto —dice.
—Gracias —digo y luego nos dirigimos a nuestra casa.
Capítulo 23
Calista
Casa. ¿Cuándo se convirtió esto en un hogar? Pensar en ello

me hace sonreír mientras termino de preparar la cena para
Ladon y para mí. Aquí, con él, en esta ciudad no tanto por lo que
es sino por lo que será. Gracias a nosotros, él y yo y mis amigos
haremos de este lugar algo maravilloso. Nuestros futuros están
unidos ahora. La vida dentro de mí lo garantiza. Ladon se acerca
por detrás de mí y me rodea el vientre con sus brazos.
—La cena está lista —le digo mientras me acaricia el cuello.
—Bien, me muero de hambre —dice.
—Entonces tendrás que soltarme para que pueda terminar de
emplatar —me río mientras su aliento frío me hace cosquillas.
Se aleja y yo termino de servir nuestros platos y él los lleva a
la mesita.
—Pronto deberíamos tener verduras para acompañar la
comida —digo mientras comemos.
—Hmm —dice con una clara falta de interés.
—Lo sé, lo sé, yo hombre, yo comer carne, pero las verduras
son una parte importante de una dieta equilibrada—.
—Como quieras, mi amor —dice.
—¿Estás citando a la Princesa Prometida? —Pregunto.
—¿Qué Princesa prometida? —levanta la vista de su comida
con cara de confusión.
—No importa, es una película. Era una película. Me pregunto
si alguna de las animaciones sobrevivió en el naufragio—.
Musito. No es que no lo haya visto todo un millón de veces. En el
barco no se producía nada nuevo. Todo el entretenimiento eran
viejos libros, películas y televisión de la Tierra que llegaron
antes de que la nave despegara.
Ladon aparta su plato y se reclina en su silla dando un sorbo a
su agua. Sonríe mientras sus ojos me recorren y sé dónde están
sus pensamientos. Los míos no están lejos del mismo lugar. Se
levanta de la silla y viene detrás de mí. Sus fuertes manos me
masajean los hombros con tanta suavidad que nunca deja de
sorprenderme.
—Mmm —gimo mientras la tensión desaparece de mis
músculos.
Me relajo hasta sentir que no soy más que gelatina bajo su
contacto.
—¿Más? —me pregunta.
—¡Sí! —Digo y, antes de que pueda terminar la sílaba, me
toma en sus brazos y me lleva a nuestro dormitorio.
Me tumba suavemente y me hace un gesto para que me ponga
boca abajo. Me quito la ropa y me estiro para él. La cama de
pieles se mueve de lado a lado cuando él se sube a ella y se
sienta a horcajadas sobre mí. Sus fuertes y duras manos trabajan
los músculos de mi espalda, empezando por los omóplatos y
luego bajando.
Mi mente se aleja cuando la tensión y los nudos del día ceden
ante su tacto. La relajación fluye desde sus dedos y a través de
mí hasta que llega a mi trasero y luego baja. Me masajea el culo y
las piernas. Toques lentos y largos, sensuales y llenos de amor
que me hacen sentir especial. Por fin llega a mis pies, a los que
presta especial atención. Mientras vuelve a subir lentamente por
mis piernas, meneo el culo y él sisea un sonido de placer.
—¿Ves algo que te guste? —Me burlo, contoneándome de
nuevo.
—Sííí —dice, una de las únicas palabras que conoce del
lenguaje común, arrastrando la S.
Sus manos masajean mientras separa los montículos de mi
trasero. El aroma de mi almizcle llena el aire y un torrente de
humedad sale de mí. Se inclina y me besa cada mejilla, luego
sube por mi espalda hasta la base del cuello y me besa. Un
escalofrío me recorre la columna vertebral como un toque
eléctrico y vuelvo a contonearme. A medida que sube, noto cómo
su polla se arrastra por mi pierna y luego presiona con fuerza
entre mis muslos, acercándose a mi abertura.
Empujo hacia arriba con mis caderas, forzándolo a entrar más
profundamente hasta que la cabeza de su impresionante polla
está en mi resbaladizo túnel. Estoy tan preparada para él que
empujo con más fuerza tratando de introducirlo en mi interior,
pero él me pone una mano en la parte baja de la espalda y me
empuja hacia abajo obligándome a alejarme del objeto de mi
deseo.
—Ahhh —gimo.
—Mi mayor tesoro, no tienes paciencia —me dice suavemente
al oído.
—Tengo toda la paciencia que necesito, te quiero dentro de
mí, te deseo —le digo.
—Quiero que disfrutes de la experiencia, no tenemos prisa. –
Es más fuerte que yo, de lejos, así que no tengo más remedio
que disfrutar de sus caricias, y lo hago. Recorre con las puntas de
sus dedos mi columna vertebral hasta mi culo y luego sube hasta
mi nuca. Desde ahí, recorre mis brazos hasta las manos y la
espalda, y luego baja hasta mi culo. Siento como si sus dedos
exploradores lanzaran pequeñas chispas eléctricas que crean
una tormenta en todo mi sistema nervioso. Mis sentidos se
disparan. Cada contacto es una belleza y una maravilla. Me
estremezco y me meneo bajo él, pero él no se detiene, sino que
añade su boca y su lengua a las ligeras caricias. Me toca, me besa
y me lame. Su polla palpita contra mi culo mientras trabaja,
atrayendo constantemente mi atención hacia ella y mi húmedo
deseo de que me penetre hasta la empuñadura.
—Ladon —digo, con la voz tensa por el deseo reprimido—. Te
necesito, ahora—.
—Pronto —susurra.
Otro escalofrío recorre mi cuerpo. La tormenta eléctrica va in
crescendo. Es como si las nubes de tormenta se acercaran. El
vello de mis brazos y mi cuello se eriza. El pulso de mi clítoris
acentúa la tormenta y establece una línea de fondo bajo su
creciente ritmo. Cada pulsación, cada latido, acentúa el dolor de
mi coño, que exige ser llenado.
Incapaz de contenerme, deslizo una mano por debajo de mí y
bajo. Presiono contra la parte superior de mis pliegues y hago
movimientos circulares, pero en lugar de aliviarme sólo me llena
de una mayor necesidad de él.
—¡Ladon, por favor! —Gimoteo—. Te necesito—.
—Eres mi mayor tesoro —dice colocando un brazo a cada
lado de mí y deslizando su polla hacia delante para que la cabeza
esté justo dentro de mis sedosos pliegues exteriores—. Me has
salvado del vacío y la soledad. Cuando te vi, supe que eras mi
tesoro. Tenía que tenerte. Dime que me has elegido—.
—¿Qué? —Pregunto.
—Dime que me eliges, elígeme —dice, conteniéndose para no
penetrar.
—Claro que sí —digo, sin entender.
—No, la elección es tuya. Te elijo a ti Calista, te elijo para que
seas mía, para siempre. Debes elegir, por tu propia voluntad,
debes elegir ser mía—.
—Yo no...
—Elige —me corta, me susurra al oído y luego me lame el
cuello. Me estremezco y me agito, pero él se mueve conmigo
para no penetrar más adentro.
—Lo hago —digo y mientras lo digo lo siento entre nosotros.
No sé qué es, pero algo ha cambiado. Me siento conectada a él
de alguna manera nueva y más profunda. Mi deseo parece
duplicarse, volviéndose completamente abrumador. Me inunda y
estoy atrapada en una pequeña isla de cordura a la que me
aferro sólo con la punta de los dedos, luchando por no ser
arrastrada por la tormenta que se desata a mi alrededor.
Él me desea. Me desea más que nada que haya experimentado,
me necesita de una forma que no sabía que una persona pudiera
necesitar a otra. Cuando se desliza dentro de mí, no sólo me
siento llena, sino también completa. Mientras entra en mí, todo
en mi vida no ha sido más que un preludio para este momento.
Este instante en el aquí y ahora en el que me convierto en uno
con él.
Cuando me penetra por detrás, el peso de su presión sobre la
cama hace que las crestas de la parte superior de su polla me
rocen de forma diferente. Mi cuerpo se expande y se desplaza
para acomodar su circunferencia mientras él desliza su longitud.
—¡Oh! —Grito de placer cuando se desliza más adentro.
Llega hasta el fondo y se queda quieto esperando a que me
acostumbre a las nuevas sensaciones. La cresta de la base de su
pene presiona entre las mejillas de mi culo, lo que me produce
nuevas e interesantes sensaciones de las que sólo soy
débilmente consciente, ya que su polla acapara la mayor parte
de mi atención. Se retira y, a medida que cada cresta se libera de
mis sedosos pliegues, grito de placer.
—Calista —gime, y luego vuelve a deslizarse hacia su
empuñadura—. Somos uno—.
—¡Sí! —Grito mientras la furiosa tormenta se apodera de mí y
pierdo el control de la pequeña isla.
Soy arrastrada por la corriente. Llevada por vientos salvajes y
zarandeada por olas de sensaciones y placer. Él gruñe y yo me
abalanzo sobre él. Me encantan los sonidos que hace mientras
hacemos el amor. Me siento zarandeada como un pequeño barco
en un mar tempestuoso, entonces él está ahí y me aferro a él.
Estamos entrelazados en algún nivel más allá de nuestros
cuerpos.
Me oigo gritar su nombre y él gime el mío. Nuestras voces se
mezclan con las del otro y se convierten en un solo sonido. Poco
a poco, mi cuerpo me atrae hacia dentro y, cuando vuelvo a
unirme a mi carne, él se desploma, se desplaza hacia un lado y
nos acurrucamos en la cama.
No puedo hablar. Tengo la garganta demasiado seca y las
palabras me parecen innecesarias. Mi cuerpo está agotado, así
que me tumbo a su lado con una pierna sobre la suya y dejo que
todo fluya. Duermo, no sé si minutos u horas, pero me despierto
y él sigue ahí. Su pecho sube y baja uniformemente. Me remuevo
y él me mira sonriendo.
—Te amo —digo por impulso y él sonríe más.
—Somos uno —dice—. Tú eres mía, yo soy tuyo—.
—¿Esto es...? —Sacudo la cabeza y me río sintiendo que me
llena tanta alegría que no sé si podré contenerla.
—Somos nosotros —dice—. Estamos unidos. Somos uno. Tú
eres mi tesoro, yo soy tu tesoro, nosotros elegimos—.
Sonrío y él me toca la mejilla—. Lo entiendo —digo.
—Lo sé —dice sonriendo—. Esto es amor—.
Asiento con la cabeza. Sobre esto escribieron los poetas y los
compositores que intentaron plasmarlo en su música. Esto es
para lo que he nacido, para unirme a él y estar con él. El cálido
resplandor de la vida que crece en mi vientre se extiende y sé
que nuestro futuro puede traer tiempos difíciles. Este mundo es
duro y está lleno de peligros, pero juntos no hay nada que no
podamos superar.
—Yo también te amo.
Fin

De Miranda Martin &amp; Juno Wells Dragon&#39;s Baby (Red Planet Dragons of Tajss 1)

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12 de junio de 2021 Página 1

Disclaimer............................... 2 Capítulo 11 .......................... 98

Alien Dragon’s Babys

Calista está feliz con su vida de investigación científica. No

Voy tarde. Salto de un pie a otro mientras espero en la cola de

La mañana siempre es muy temprano. Puaj. Me doy la vuelta y

Mi cabeza late como un bombo macizo tocado por el baterista

1 Tatooine: es un planeta ficticio del universo de Star Wars, un planeta

La manada de vivos circula y luego se detiene y echa raíces en

El sol está bajando. Tendré que encontrar pronto un refugio

Mi cuerpo se estremece y luego me despierto de golpe con

Me despierto lentamente y me estiro. Está fresco y cómodo y

Calista, pienso mientras caminamos.

Me despierto fresca y cómoda. Fresca, hmmm, me acurruco

—Maldita sea —siseo, arrojando mi ropa sobre mí y

Paso mis manos por su pecho. Es duro, fuerte y frío al tacto.

Estoy agradablemente dolorida mientras caminamos. Me

Ahora lo sabe. Conoce el gran fracaso que llevó a la caída de

El corazón me late tan fuerte en el pecho que estoy segura de

El bálsamo adormecedor ayuda a aliviar el dolor. Avanzamos a

Viajar es mucho más fácil ahora que antes. El calor no es tan

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