La Industria Química en México despertó tras la Revolución Mexicana, cuando se desarrollaron las primeras plantas paraquímicas (que proliferaron durante los años 20 y 40) y se construyeron refinerías con capital extranjero, misma época en la que se fundó la primera fábrica de ácido sulfúrico en el país, al tiempo que nacía la fábrica experimental de fibra artificial, que posteriormente sería la gran empresa química “Celanese Mexicana”. La Escuela Nacional de Química Industrial (hoy Facultad de Química) se fundó en 1916, aunque sus primeros egresados fueron ignorados por la industria nacional, que recurría a los técnicos extranjeros. Desde los años 20 hasta los 40 hubo un gran avance en carreras y escuelas afines a la industria química, culminando en 1948 cuando se fundó la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas (ESIQIE). En los 30 se establecieron las primeras tecnologías para la producción de química inorgánica, que vio sus inicios con una planta de carbonato sódico, que no prosperó, pero sí sentó las bases para crear Sosa Texcoco en 1942. Alkamex no se quedaba atrás, pues producía sulfatos y ácidos, mientras que Syntex gozaba de reconocimiento mundial, hasta que colapsó después de que su materia prima para píldoras anticonceptivas sufriera un aumento. En 1938, se decretó la expropiación petrolera, lo que ocasionó tensas relaciones diplomáticas, embargos comerciales, y la necesidad de operar en refinerías deplorables, sin embargo, el hecho de producir compuestos que normalmente eran importados, y modernizar y construir nuevas refinerías eran buenas noticias. Los egresados de escuelas mexicanas ayudaron a impulsar la petroquímica, e implementar nuevas técnicas de producción; los grandes frutos se dieron 20 años después con la fundación y desarrollo de la Industria Petroquímica nacional. A inicios de los 50, en México se producían sales poco comunes. Entre las principales empresas, figuraban la planta Sulfato de Viesca, diseñada y construida en México, así como El Bufete Industrial, firma de ingeniería de proceso. En la farmacoquímica, los laboratorios permitían exportar compuestos semisintéticos. En 1956 nació la revista “Ingeniería Química”, y en el 58 se publicó por primera vez la “Guía de la Industria Química”. Durante los 60 creció la industria de los colorantes sintéticos, mientras que en los 70 creció la industria de los polímeros. La Industria Petroquímica nacional nació en 1956 con el inicio de la producción de Azufre por parte de PEMEX, y a finales de 1958 se adoptó una política nacionalista en dicha industria. Después de la crisis petrolera en los 70, en 1981 se buscó impulsar la Industria Petroquímica: se estimulaba a PEMEX para construir instalaciones modernas, desde entonces el desarrollo químico y petroquímico nacional sufrieron de una desaceleración. La mayoría de las pocas y pequeñas empresas petroquímicas del país cedieron ante la apertura económica de 1985. En 1982 ocurrió la crisis de la deuda latinoamericana: con el objetivo de industrializarse, países como México adquirieron grandes sumas de dinero de acreedores internacionales. La industria nacional dejó de tomar al consumo interno como prioridad, y tomó como prioridad las exportaciones. México pasó de tener un mercado protegido a competir desequilibradamente con empresas extranjeras tras la apertura comercial y la globalización; muchas empresas cerraron, fusionaron o fueron absorbidas por transnacionales, y al poco tiempo las decisiones se tomaban en otras partes del mundo, mientras que la producción se hacía en países que ofrecían mejores condiciones. Partiendo de 1989, el número de plantas se redujo a 322 en 20 años, y la paupérrima producción ocasionó aumentos en las importaciones, de tal manera que, aunque también aumentaron las exportaciones, México se hizo insuficiente, y la Industria Química disminuyó su participación en el PIB. Aunque la historia no ha sido benevolente con la Industria Química, la planeación de nuevas plantas, y las expansiones a algunas ya existentes, así como proyectos en la industria petroquímica, y la estabilidad de la industria farmacéutica, propician un aire de optimismo. Aunque para lograr el éxito se deben entender las tendencias, las ventajas, desventajas y estrategias de los bloques mundiales en la materia. Algunos de los retos que atraviesa actualmente esta industria son la capacidad de innovar, la competitividad, y el desarrollo, el cambio climático (que impone nuevas condiciones de mercado a las empresas que generan gases de efecto invernadero), la pérdida de biodiversidad, la contaminación de suelos y cuerpos de agua, etc. Lo cierto es que la Industria Química PyME en México debe considerar como estrategia la producción de químicos finos para la proveer a diferentes nichos de mercado, junto con un valor hacia la comercialización o distribución, pero esto sólo será posible si se reconoce la necesidad de innovación y renovación de los productos, y se capitalizan las fortalezas hacia la planta productiva. Innovar evita la obsolescencia, y para hacerlo se requiere una óptica multidisciplinaria que enlace a la empresa con los grupos de investigación, para poner en uso las piezas correctas de la tecnología, y así satisfacer las necesidades correctas del mercado.
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