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Omar Sanz
[1]
Soneto I
La fecha de composición de este soneto parece bastante difícil de precisar; pero, por su
vinculación con las técnicas de poesía de cancionero (así el segundo cuarteto y los tercetos
emplean un parvo léxico para jugar con él gracias a diversas figuras retóricas), hay una
tendencia a situarlo entre los años 1526 y 1532.
La reflexión estoica de los seis primeros versos utiliza la imagen del caminante que
contempla la senda recorrida, mientras la reiteración conceptista de los ocho últimos
aborda el tema de la muerte como el único modo de aplacar el sentimiento amoroso.
Del cuarteto inicial se han señalado numerosos análogos, desde Plutarco a Dante;
pero Garcilaso, esencialmente, combina la musicalidad de Petrarca y el contenido de
Ovidio. El verso primero gozó de extraordinaria fortuna en la poesía del Siglo de Oro.
1-2 ‘Cuando me detengo a comprobar mi situación (‘stado) y a ver por donde (do) me han
traído mis pasos’; el sujeto de han traído es, lógicamente, pasos, aunque la gran mayoría de
testimonios lo concierta con estado, seguramente a partir de un error paleográfico
producido por la abreviatura de han (a).
5 ‘stó: ‘estoy’. Aún no se había generalizado la fusión de la forma etimológica sto y la
partícula y (<ibi ‘ahí).
8 cuidado: ‘preocupación amorosa; es palabra frecuente entre las composiciones amatorias
de los poetas de cancionero, y propia de su léxico abstracto y conceptual.
9 sin arte: ‘sin engaño, leal y honestamente’.
11 querello: ‘quererlo’. La asimilación de la –r del infinitivo a la l- del enclítico todavía era
corriente en el siglo XVI.
13 Entiéndase ‘que no está de mi parte’.
[2]
Soneto V
Soneto X
Soneto XIII
Soneto XVI
1-4 ‘No las odiosas armas francesas, puestas en contra del airado pecho, ni los tiros y saetas
ponzoñosas en los muros defendidos con munición’; véase Marullo, Epigramas, I, XXV, 1-
2: “non ego tela, non ego enses, / non incendia pestilentiasve…”.
6-8 ‘ni aquel fiero ruido (de la pólvora) que parece imitado (contrahecho) de aquel (el del rayo)
que fue hecho o forjado para Júpiter por las artificiosas manos de Vulcano’.
9 ‘aunque yo más me exponía’.
11 Entiéndase: ‘privarme una sola hora de las previstas por el hado’.
12 infición (‘infección, contaminación’) de aire: la ‘peste’, a la que llama Virgilio, Eneida, III,
138: “corrupto caeli tractu” (Herrera).
14 Parténope: nombre mítico de la ciudad de Nápoles, que corresponde al de la sirena bajo
cuya advocación se construyó la ciudad; la precisión de la muerte tan lejos de mi tierra forma
parte de un motivo muy recurrente en los epitafios.
[6]
Soneto XXIII
2 gesto: ‘rostro’.
3 ardiente: en correlación con rosa, símbolo de la sensualidad, y en contraposición a azucena,
que se corresponde con honesto; nótese la reminiscencia de Teócrito, Idilios, IV: “Nunc
iterum claro coelum splendore serenat”.
5-7 ‘y en tanto que el rubio cabello, escogido entre las hebras de un filón de oro (en la vena
del oro), el viento mueve, esparce y desordena alrededor del hermoso cuello blanco, erguido
(enhiesto)’; se trata de una imagen sensual.
9 La invitación al goce está formulada de forma idéntica a Ausonio, De rosae, v. 49
(“Colligo, virgo, rosas…”), y a Bernardo Tasso, Gli amori, fol. 65 (“cogliete, o giovenette, il
vago fiore / dei vostri più dolci anni…”).
10 airado: ‘enojado’; pero también ‘desapacible’; la referencia al invierno (vejez), en
contraposición a la primavera (juventud) se halla en Tasso.
11 cumbre: ‘cima’, que se cubrirá de nieve en invierno, y ‘cabeza’, que se tornará canosa.
13-14 ‘la edad ligera lo cambiará todo, ya que ella no cambia en su manera de proceder’; la
expresión por no hacer mudanza en su costumbre fue censurada por Herrera, para quien su
sentido proverbial no resultaba apropiado al tema filosófico del soneto; la edad ligera es el
tiempo presuroso, al que se solía representar con alas. Es más que probable la
reminiscencia de Virgilio, Bucólicas, IX, 51: “omnia fert aetas”.
[7]
Soneto XXIX
De tema mitológico, como los sonetos XI, XIII y XXIII, debe de pertenecer a la época
napolitana; contiene, además, un verso común a la égloga II.
Leandro atravesaba cada noche el Helesponto a nado, guiado por una lámpara que
su amada Hero encendía en lo alto de su casa; pero, una noche de tempestad, que apagó la
lámpara, no pudo alcanzar la costa; y, al día siguiente, las olas arrojaron su cadáver al pie de
la torre de Hero, quien se precipitó al vacío.
Garcilaso parafrasea un conocido epigrama de Marcial, De spectaculis, XXV: “Cum
peteret dulces audax Leandrus amores, / et fessus tumidis iam premeretur aquis, / sic
miser instantes affatus dicitur undas: / ‘Parcite dum propero, mergite dum redeo’”. El
primer dístico se corresponde casi exactamente con los cuartetos, mientras el segundo
equivale a los tercetos.
2 La pasión de Leandro está descrita en coincidencia con Virgilio, Geórgicas, III, 258-259:
“quid iuvenis, magnum cui versat in ossibus ignem /durus amor?”; y se corresponde con
un verso de Ariosto (Orlando, XIX, XXVI, 8), que Garcilaso vuelve a reproducir en la
égloga II, 1702.
3 esforzó el viento: se desató el vendaval.
6-8 ‘no pudiendo resistir (contrastar) a las olas, y más preocupado (congojoso) por dejar,
muriendo, de ver a la amada que por su propia vida’.
12 La apelación directa a las ondas podría ser sugerencia de otro epigrama de Marcial, XIV,
CLXXXI, 2: Mergite me, fluctus, cum rediturus ero” (Tamayo).
13 tornada: ‘vuelta’; en Las fortunas de Diana, Lope comenta: “Tornada y otras vocablos que se
ven en sus obras era lo que se usaba entonces”.
14 esecutá: ‘ejecutad’.
[8]
Soneto XXIII
1 Podría haber un eco del comienzo apócrifo de la Eneida: “at nunc horrentia Martis /
Arma uirunmque cano”; Marte es el dios de la guerra (Alcina).
2-4 ‘las cuales (las armas) hacen que, regando el suelo de África, vuelva a florecer allí el
imperio romano’.
5 reducido: con el sentido etimológico de ‘traído de nuevo’.
9 romano encendimiento: ‘ardor o arrojo de Roma’; aterró: ‘asoló’.
10 licenciosa: ‘impetuosa’; su uso fue muy ponderado por Herrera, quien aduce a Ariosto,
Orlando, XXVII, XXIV, 1-3: “licenziosa fiamma arde e camina”.
11 Cartago: aparte el recuerdo del incendio y destrucción de la ciudad por Escipión (véase v.
5), el poeta, secundariamente, podría tener presente la llama en que Dido se consumió por
Eneas (“et… flamma medullas”, según describe Virgilio, Eneida, IV, 66).
12 ‘amor daña (vuelve) y perturba (revuelve) mi pensamiento’.
13 temerosa: quizá en alusión a los ‘celos’ o al ‘deseo’, al que se califica así en el soneto XII.
[9]
Égloga I
Al virrey de Nápoles
[…]
[…]
La égloga I (dedicada al virrey de Nápoles, don Pedro de Toledo, a cuyo servicio estuvo el
poeta de 1532 a 1536) debió de ser escrita de una sola vez en 1534, si bien se ha
conjeturado que pudo redactarse a lo largo de varios años, entre 1531 y 1536.
La obra adopta la estructura de la égloga VIII de Virgilio: breve introducción,
dedicatoria, y dos monólogos, cada uno a cargo de un pastor que interviene por separado;
los monólogos recuerdan otros textos que presentan situaciones análogas: el de Salicio
sigue la pauta del de los pastores virgilianos, con la repetición de un verso a modo de
estribillo, mezclado con materiales petrarquistas, mientras el de Nemoroso tiene como
fuente principal a Petrarca, aunque tampoco carece de ecos virgilianos (y en ambos hay
reminiscencias de Ovidio, Ariosto y Sannazaro).
Garcilaso desarrolla dos temas que los debates medievales habían convertido en
quaestio tradicional: ¿cuál de los dos sufre mayor pena, el amante que llora la muerte de su
amada o el que lamente su desdén?; así se plantea en la anónima Cuestión de amor de dos
enamorados (Valencia, 1516) y evocada en I due pellegrini de Luigi Tansillo (un par de
años anterior a nuestra égloga), tomando como punto de partida el Filocolo de Boccaccio.
Los nombres con que el poeta designa a los pastores y ninfas tienen un origen
clásico, si bien solo el de Galatea pertenece a la tradición pastoril, y parecen ocultar a
personajes reales. Elisa es el nombre de Dido (Eneida, IV, 335), amada de Eneas, y coincide
parcialmente con la etimología de Isabel (de ahí que se identifique normalmente con Isabel
Freyre); Salicio (de salix ‘sauce llorón) se ha interpretado como un anagrama incompleto de
Garcilaso, si bien se ha querido ver en él el trasunto del poeta Francisco Sá de Miranda; y
Nemoroso (de nemus ‘bosque umbrío’) se ha considerado como una referencia al apellido
del poeta (“de la Vega”), aunque tampoco ha faltado quien lo haya identificado con Boscán
e incluso con don Antonio de Fonseca. La crítica se ha servido de estas asociaciones para
exagerar el aspecto autobiográfico de la égloga: en el canto de Salicio, Garcilaso lamenta la
boda de Isabel con Fonseca, y en el de Nemoroso llora su muerte.
[10]
ascuras y segura
por la secreta escala, disfraçada,
¡o dichosa ventura!
a escuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que naide me veya
ni yo mirava cosa
sin otra luz ni guía
sino la que en el coraçón ardía.
Aquesta me guiava
Más cierto que la luz de mediodía
adonde me esperava
quien yo bien me savía
en parte donde nadie parecía.
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros ayre daba.
Quedéme y olbidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cessó todo, y dexéme
dexando mi cuidado
entre las açucenas olbidado.
[11]
¡O cauterio suave!
¡O regalada llaga!
¡O mano blanda! ¡O toque delicado,
que a vida eterna save
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la as trocado.
¡O lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cabernas del sentido
que estava obscuro y ciego
con estraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
[12]
En mí yo no vivo ya
y sin Dios vivir no puedo
pues sin él y sin mí quedo
este vivir qué será?
Mil muerte se me hará
pues mi misma vida espero
muriendo porque no muero.
Estando absente de ti
qué vida puedo tener
sino muerte padescer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí
pues de suerte perservero
que muero porque no muero.
Y si me gozo Señor
con esperança de verte
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor
viviendo en tanto pabor
y esperando como espero
muérome porque no muero.
Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡O mi Dios! quándo será
quando yo diga de vero
vivo ya porque no muero?
[13]
[14]
[Glosa de el mismo.]
10
11
[16]
A Francisco de Salinas
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada. 5
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida. 10
Y, como se conoce,
en suerte y pensamiento se mejora;
el oro desconoce
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca engañadora. 15
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera. 20
Ve cómo el gran Maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado. 25
Y, como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entre ambos a porfía
se mezcla una dulcísima armonía. 30
Aquí la alma navega
por un mar de dulzura y finamente
en él ansí se anega,
que ningún accidente
estraño y peregrino oye y siente. 35
¡Oh desmayo dichoso!
¡oh muerte que das vida! ¡oh dulce olvido!
¡durase en tu reposo
sin ser restituido
jamás aqueste bajo y vil sentido! 40
A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos (a quien amo
sobre todo tesoro),
que todo lo visible es triste lloro. 45
¡Oh, suene de continuo,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos,
quedando a lo demás adormecidos! 50
Soneto I
La Arcadia
[19]
Recita esta canción el pastor Benalcio y es una elaboración más del tópico del beatus ille y
del tan recorrido tema del menosprecio de corte y alabanza de aldea, tan frecuente en la
lírica, la comedia y la obra en prosa de Lope.
5-6 Nótese la alusión al gran comercio de perlas procedentes del mar del Sur, en una de
cuyas expediciones perdió la vida ahogado un hijo de Lope.
17 tres hermanas: las Parcas de la mitología romana (Cloto, Láquesis, Átropos), que
representan los tres estadios de la existencia humana: el nacer, el vivir y el morir.
27 esento: ‘libre de cargas u obligaciones’.
32 entretengo: ‘paso con mínimo esfuerzo’.
33 ‘cuando peleo’.
34-37 muchacho ciego: Cupido, representado con una venda en los ojos y provisto de flecha y
arco; ponzoña: ‘veneno’, que inflige el dios a los amantes; fuego: metonimia por ‘pasión
amorosa’.
40 el aurora: ‘la aurora’; las palabras que empiezan, como en este caso, por a-, átona o tónica,
llevan el artículo masculino, aunque también se da el fenómeno moderno de “la armonía”.
44 ‘a orillas de este río’; es construcción frecuente en la lírica de la época, como en el
famoso estribillo de Góngora “Dejadme llorar / orillas del mar”
46-47 ‘más fuertemente calienta, me echo a dormir’; se refieren a la costumbre de la siesta,
a mediodía.
50 parleras: ‘cantarinas, sonoras’.
51 aura: ‘aire, viento suave’.
53-65 Nótense los ecos de las odas de Fray Luis de León y la alusión final (cuidadoso rey)
al Pastor Divino, Cristo.
66-78 Esta señalada descripción de Lope se ha visto a modo de un “bodegón literario”.
Lope presenta un pasaje similar en el canto VI del Isidro. El motivo de la descripción e
frutas, motivo clásico ovidiano, tiene un buen número de cultivadores. Entre los más
distinguidos está Góngora, que ilustra el motivo en el famoso poema La fábula de Polifemo y
Galatea con ocasión de la ofrenda que hace a esta Polifemo.
68 gualda: ‘amarilla’.
70 cermeña: ‘tipo de pera pequeña aromática y muy sabrosa’.
71 endrina: ‘tipo de ciruela áspera al gusto’.
73 Una vez más el emblema de la parra que se enlaza al olmo.
79 ‘no me produce insatisfacción’.
80 hábito costoso: ‘vestimenta lujosa’.
81 lascivo: ‘excesivo en deleite’.
100-110 Nótese en énfasis en la vida natural, libre y sencilla, propio del tópico del beatus ille;
con huellas muy directas, como ya observamos, de las odas de Fray Luis de León,
concretamente de “Canción a la vida retirada” (vv. 6-7). Alude Lope al “rico lisonjeo”, Fray
Luis a la “lengua lisonjera”, con obvia alusión en ambos a la fama con resonancias en las
Heroidas de Ovidio, XVII, 207.
107 ‘no cambio de opinión para adular al gobernante’; Gracián presenta en el Criticón al
camaleón como símbolo de la gran variedad de posturas que con tanta frecuencia adopta el
político.
117 El tópico de la vida como sueño, consagrado por Calderón en La vida es sueño, es
frecuente en la época, con reconocidas raíces en los autores clásicos.
El peregrino en su patria
[20]
Hermosas alamedas
deste prado florido
por donde entrar el sol pretende en vano;
fuentes puras y ledas,
que con manso ruido 5
a las aves lleváis el canto llano;
monte de nieve cano,
a quien te mira plata,
hasta que el sol en agua te desata.
Con diferentes ojos 10
os miran mis cuidados,
pareciéndome espejos diferentes,
pues veo los enojos
de los tiempos pasados,
para llorar, que los perdí, presentes; 15
montes, árboles, fuentes,
estadme un rato atentos,
veréis que he puesto en paz mis pensamientos.
En gran lugar se puso,
¡oh santas soledades! 20
quien goza el bien que vuestro campo encierra,
y libre del confuso
rumor de las ciudades,
es dueño de sí mismo en poca tierra,
adonde ni la guerra 25
sus paces interrompe,
ni ageno yugo su silencio rompe.
Ni por oficio grave
que el más indigno tenga,
la envidia o la lisonja le lastima, 30
ni espera que la nave
del indio a España venga
preñada del metal que el mundo estima;
y el duro mar la oprima,
o ya segura quede, 35
ni le puede quitar, ni darle puede.
Ni amor con blanco sueño
de imaginar suave
al suyo dio solícitos desvelos,
ni adora tierno dueño, 40
ni se queja del grave,
ni sus méritos puso contra celos;
que si a los mismos cielos
no toca el señorío,
¿por qué ha de ser esclavo el albedrío? 45
Agradecida mira
la planta que a su mano,
porque la puso, le rindió tributo;
y contento se admira
de ver que el cortesano 50
de tantas esperanzas pierda el fruto;
que no hay rey absoluto
como el que por sus leyes
conoce desde lejos a los reyes.
Siempre el hombre discreto 55
donde el poder alcanza
el apariencia del vivir limita;
dichoso el que este efeto
ha dado a su esperanza,
y del caer las ocasiones quita; 60
si en la tierra que habita
los ojos pone atentos,
aun no pasa de allí los pensamientos.
Quien no sirve ni ama,
ni teme ni desea, 65
ni pide ni aconseja al poderoso,
y con honesta fama
en su aumento se emplea,
solo puede llamarse venturoso.
¡Oh mil veces dichoso 70
quien no tiene enemigo
y todos le codician por amigo!
El hecho de que el poema fuese adaptado a la música explica la amplia difusión que
adquirió esta canción.
1-9 Son estos versos un claro ejemplo del conocido tópico del locus amoenus con ecos
inmediatos en la égloga III de Garcilaso. Por ejemplo, el vero de Garcilaso “que el sol no
halla paso a la verdura” (v. 62) asocia el verso 3 de esta canción.
4 ledas: ‘alegres, contentas’.
6 canto llano: ‘canto propio de la liturgia cristiana, cuyos punto o notas son de igual y
uniforme figura y proceden con las misma medida de tiempo’.
16-18 Las querellas o quejas de amor de estos versos tienen obvias resonancias del Cántico
espiritual de San Juan de la Cruz. La naturaleza participa de la querella amorosa (natura
audiens) y establece una secuencia ternaria (“montes, árboles, fuentes”) ya fijada en Fray
Luis de León del mismo modo que en la canción 48 de Boscán (vv. 1-13).
19-27 Traen a colación estos versos uno de los tópicos más extendidos en las letras del
Siglo de Oro: el “menosprecio de corte y alabanza de aldea”, cuyas fuentes se remontan a
Virgilio, Horacio y Séneca, y que es frecuentado por Lope de Vega en múltiples géneros.
33 preñada: ‘cargada, repleta’. La crítica social dirigida al afán de riquezas procedentes de
América fue recogida por Góngora, entre otros, en la “Soledad segunda”: “tributos digo
Américos, se bebe / en túmulos de espuma paga breve” (vv. 404-405).
39 solícitos: ‘diligentes, cuidadosos’. El mismo tono senequista y estoico cruza, como
veremos más adelante, el ciclo de las “barquillas” y de las “soledades”. Se repite el mismo
pensamiento en los versos 61-63 y 70-73.
54 El conocer de lejos a los reyes, el presumir de nunca verlos o el vivir lejos de la corte es
parte del tópico de la “alabanza de aldea”. En la comedia de Lope El villano en su rincón, el
personaje Juan Labrador le expresa a Feliciano, su hijo: “Yo propuse, Feliciano, / de no ver
al rey jamás / pues de la tierra en que estás / yo tengo el cetro en la mano” (I, vv. 495-498).
Y don García dirigiéndose al rey le indica: “que era el rey como la lumbre: / que calentaba
de lejos / y desde cerca quemaba” (I, vv. 600-603); el mismo pensamiento en El alcalde de
Zalamea (I, vv. 64-69) de Calderón.
Rimas
[21]
Soneto 2
2 De nuevo la imagen del tirano Amor presente también en el soneto dedicado a Cristóbal
de Virués.
5-8 cristal: metonimia por ‘vaso’; la razón acepta (bebe) la posibilidad de una recompensa
(veneno) que se toma en esperanzas vanas (en falsas alegrías); vestido: en forma de epíteto por
‘adornado con conceptos y palabras’; fantasías: ‘ficciones, presunciones vanas’.
9 Las yerbas del olvido, una vez cocidas, tenían la virtud de causar el olvido.
11 satisfacelle: por ‘satisfacerle’. De nuevo, la asimilación de la -r del infinitivo a la -l del
enclítico permanece todavía hasta finales del siglo XVII como por ejemplo en “vencelle”.
Es característica común en la lírica de Garcilaso; “en querello” del soneto “Cuando me
paro a contemplar mi ‘stado” (I, v. 11).
[22]
Soneto 26
Al Duque de Alba
Soneto 49
El epígrafe del soneto alude a don Antonio Álvarez de Toledo, quinto duque de Alba, a
quien Lope sirvió como secretario en Alba de Tormes a partir de 1591. Murió en 1639. Su
figura se enmascara en la Arcadia bajo el pastor Anfriso; con este nombre le dedica un
soneto, “Anfriso a Lope de Vega”. Basado en este dato se fecha el soneto hacia 1596, año
en que Lope deja Alba de Tormes, instalándose en la corte; en la misma línea están las
extensas composiciones de la “Égloga al duques de Alba” y la “Descripción del Abadía,
jardín del duque de Alba”.
Soneto 128
Las relaciones de Lope y Quevedo fueron siempre cordiales. Se inician, a juzgar por la
fecha de este soneto, cuando Quevedo apenas tenía veinte años. Los elogios mutuos se
extienden a lo largo de la vida de ambos; por parte de Quevedo al frente de una
composición que Lope incluye en El Peregrino en su patria (49-50) y en la elogiosa
aprobación, treinta años más tarde, que escribe al frente de las Rimas de Tomé de Burguillos.
[25]
Soneto 188
Se ha querido ver detrás del ciclo de los “mansos” una relación alegórica de los amores
entre Elena Osorio y Lope de Vega y de las rivalidades entre este y don Francisco Perrenot
de Granvela, que pretendió también a Elena y logró sus favores.
1 manso: ‘carnero, buey u otro animal que va delante guiando a los demás’; en los hatos de
ganado se denomina manso, indica Covarrubias, al que va delante de los demás; el mayoral es
el jefe de los pastores; extraño: ‘desconocido’.
2 de tu igual decoro: ‘de la misma estimación’.
3 la prenda: metáfora por ‘la amada’.
7 albricias: ‘regalo que se da generalmente al que trae buenas noticias’.
9 el vellocino: ‘la lana que se esquila de la oveja o carnero y sale toda junta, en una pieza’.
10 pardo: ‘de color castaño’; encrespado: ‘rizado’.
11 regalado: ‘dulce, delicado’.
12 Es Alcino el nombre del mayoral. Aparece en una gran número de comedias de Lope
con diversos oficios, el más frecuente es el de pastor.
14 De las manos del pastor toman las ovejas la sal, símbolo de la amistad y de la alianza,
aquí amorosa y sexual.
Rimas sacras
[26]
XLIII
A una calavera
3 por quien: ‘por quienes’. El cabello de la amada dentro de la tradición petrarquista servía de
prisión del galán.
7 de esmeralda: ‘de color verde’; impresos: ‘fijados’.
8 entretuvo: ‘divirtió, recreó’.
9 estimativa: “facultad o potencia para hacer juicios y formar conceptos de las cosas”
(Autoridades).
13 El rostro de la amada, ahora ya un esqueleto, es desdeñado hasta por los gusanos.
14 aposento: ‘estancia, residencia’.
Rimas de Tomé de Burguillos
[27]
4 galiciana: ‘gallega’.
6 requiebros: ‘palabras dulces, amorosas’; primitivos: ‘primeros’.
8 se avellana: ‘se envejece’.
Francisco de Quevedo
Poemas morales
[28]
El poema resulta ser una llamada a la muerte para desengañarse de la falsedad de la vida.
[29]
Se evocan los tópicos barrocos del paso del tiempo, la fugacidad de la vida y el desprecio
de una vida tan inestable e inasible.
1 Cuando me vuelvo atrás a ver los años: es imitación de un verso de Petrarca in morte de Laura
(Canzoniere, CCXCVIII, v. 1), que ya inspiró el comienzo de otro soneto garcilasiano.
7 pasa veloz del mundo la figura: estos motivos de la fugacidad de la vida, la rapidez con que se
viene la muerte, la cercanía de la cuna y la sepultura se encuentran también en otros
sonetos de Quevedo.
12 jornada: metáfora tópica.
13-14 cuna, sepultura: pareja arquetípica que da pie al famoso título quevediano ya citado de
La cuna y la sepultura.
15 La distancia entre nacimiento y muerte es ínfima, según el tópico senequista.
[30]
Variación del motivo de la muerte inexorable, proyectada al universo físico. El salmo del
Heráclito cristiano está organizado en cuatro instancias espaciales que se suceden
temporalmente: los muros, el campo, la casa, el sujeto que enuncia el poema.
[31]
Don Rodrigo Calderón nació en Amberes en 1577 o 1578, hijo de Francisco Calderón,
capitán de los tercios de Flandes. En 1614, después de una vida política intensa, se le
concede el título de marqués de las Siete Iglesias y sube bajo la protección del duque de
Lerma. A la caída de Lerma es detenido y acusado de numerosos cargos, desde soborno a
hechicería. Condenado a muerte fue ejecutado el 21 de octubre de 1621 ante la emoción
general por la gallardía mostrada en el cadalso.
1-2 Es el motivo de la mala vida en procura del medro sin escrúpulos (triunfos mundanos
que los ruines envidian), y de la muerte edificante (que pueden envidiar los buenos).
5-6 ‘si la Fama vocea las hazañas y virtudes de algunos al son de clarines y trompetas, para
ti, por tu actitud admirable ante la muerte, la Fama fabricó alabanzas entre los pregones que
anuncian los delitos de los reos’; estos anuncios infamantes se convirtieron en anuncios de
fama.
7 vida eterna, muerte desdichada: su desgraciada muerte le permitió, con su actitud cristiana y
valerosa, alcanzar la salvación.
8 filo: una acepción es la de ‘punto o línea que divide algo en dos partes iguales’, la vida y la
muerte de Don Rodrigo están igualmente divididas, confinan o se tocan en un filo; alusión al
filo de la espada con que fue degollado.
10 tu guarda: ‘nunca te vieron tan gallardo cuando capitaneabas la guarda tudesca (véase el
título del soneto) como en el momento de tu muerte, cuando la guardia te custodiaba como
preso’.
12 mejor guarda: alusión al ángel de la guarda.
Poemas amorosos
[32]
Es esta un tópica definición del amor por medio de contrarios, con figuras de antítesis y
oxímoros, procedimiento muy valorado en las teorías del ingenio. Quevedo imita,
libremente, un soneto atribuido a Camoens: “Amor é um fogo que arde sem se ver”.
1 Se inicia la serie de sintagmas paralelos, que son opuestos semánticos; cada sintagma
contiene un oxímoron. Quevedo transforma el primer verso de su fuente: en vez de “um
fogo que arde sem se ver”, presenta dos metáforas tópicas que oponen hielo y fuego.
3 Nótense las estructuras de antítesis y, ahora, quiasmo.
4-5 descanso-cansado y descuido-cuidado son figuras de derivación. El verso 5 desarrolla otro
topos: el amor entra sin que el amante se dé cuenta y es luego fuente de preocupación.
6 Compárese esta caracterización de Amor con los poemas en los que Quevedo presenta a
su amante dirigiendo una invectiva a Eros, en la tradición de la elegía romana y los
epigramas amorosos griegos.
10 parasismo: “accidente peligros o casi mortal, en que el paciente pierde el sentido y la
acción, por largo tiempo” (Autoridades).
12-14 Compárese con el conocido soneto 126 de las Rimas de Lope de Vega: “Desmayarse,
atreverse, estar furioso”.
[33]
Se construye este poema combinando dos topoi petrarquistas: 1) la visión entendida como
emisión de espíritus, procedentes del cerebro, a través de los ojos, como lo indica el
epígrafe; este es un motivo que se remonta a la medicina y a la filosofía antiguas, y fue
aplicado al enamoramiento desde los poetas del dolce stil nuovo; 2) el motivo del silencio del
amante, que no debe revelar públicamente su pasión. Los manuales de preceptiva amorosa
exponían el sentido de esta exigencia, que recogen muchos textos poéticos petrarquistas.
Quevedo estructura el soneto a partir de una hipótesis imposible, que se basa en
una metáfora de proporción: los párpados son como labios, porque tienen una propiedad
común: su forma, que aquí es la causa forma de la relación. Si esta proposición fuera
verdadera, las que la suceden también lo serían. Los primeros 11 versos desarrollan el
primer topos; el último terceto recrea el de la comunicación silenciosa a través de los ojos.
[34]
El motivo de la perduración del amor más allá de la muerte es aquí de filiación petrarquista.
En la tradición de los petrarquistas españoles, pertenece al mismo ámbito el XXV de
Garcilaso. El poema de Quevedo, en cambio, invierte la perspectiva: aquí es el poeta-
amante quien se imagina ya muerto y declara que su amor por Lisi será eterno.
1-2 Nótese el hipérbaton, por medio del cual se realza enfáticamente el sintagma verbal,
que queda en posición inicial del verso (cerrar podrá), y el encabalgamiento: ambos refuerzan
la dignidad de la dicción; la postrera sombra es el sujeto gramatical de la oración; me es el
complemento indirecto de la proposición relativa; el blanco día ‘vida’, funciona como
complemento directo de la proposición de relativo; postrera sombra: es aquí metonimia por
‘muerte’, y está en oposición a blanco día, sintagma que remite a un lugar horaciano según F.
Rico.
3-4 podrá desatar: forma quiasmo, en relación con cerrar podrá del verso 1; desatar esta alma mía:
metáfora frecuentemente usada para describir la separación de alma y cuerpo; desatar:
‘desunir, soltar’; otro hipérbaton separa el sintagma verbal, anticipado, podrá desatar, del
sujeto gramatical, hora: ‘la postrera, de la muerte’, y su calificativo lisonjera (a su afán ansioso),
‘que da gusto o complace el deseo vehemente del alma de separarse del cuerpo’.
5-8 dejará: el sujeto gramatical sigue siendo alma. El cuarteto recrea las representaciones
mitológicas del Hades, sin nombrarlo: las almas de los muertos bebían el olvido de la
existencia terrestre en el río Leteo y atravesaban la laguna Estigia, lugares aquí designados,
por sinécdoque, con los sintagmas agua fría y de esotra parte en la ribera, respectivamente.
mi llama: es metáfora tópica para el fuego del amor, en antítesis con agua, y topos sobre el
que se construyó la conocida dialéctica petrarquista del fuego y el agua que subyace a este
verso: nadar sabe mi llama el agua fría.
ley severa: ‘la inexorable de la muerte, que recuerda el sintagma leyes rigurosas de Garcilaso;
por otra parte, se ha señalado ya que ley severa contrasta con su complemento, el giro
coloquial ‘perder el respeto’ (Lázaro Carreter). Por medio de este concepto, además, el
amante niega el efecto del río del olvido: mas no dejará la memoria en donde ardía, es decir, ‘no
dejará la memoria de la amada, donde ardía el alma del amante’.
9 Los tercetos están estructurados en paralelismo; y se corresponden, semánticamente, los
versos 9 a 12, 10 a 13 y 11 a 14; todo un dios: ‘Eros’; es metáfora reiterada en esta poesía la
del alma encarcelada por Cupido, como en el soneto 104 y los textos paralelos allí citados.
10 humor: ‘cuerpo líquido y fluido’, es decir, ‘la sangre’; por las venas circula el amor, que es
fuego, dando lugar a la antítesis entre fuego y líquido, otra variante de la de llama y agua del
verso 7.
11 medulas: es de acentuación llana en la época.
12 cuidado: ‘la preocupación amorosa’; gloriosamente: podría aludir al estado de
bienaventuranza en el que se encuentra el enamorado. Además, se han actualizado ya las
connotaciones eróticas del lexema.
13-14 ceniza: retoma el contexto pagano al que se alude en el segundo cuarteto, ya que
puede referirse a la cremación del cadáver.
Poemas satíricos y burlescos
[35]
A una nariz
Es quizá el soneto burlesco más famoso de Quevedo. Pertenece a una larga tradición de
burlas a deformidades corporales o rasgos caricaturescos, en especial a las relativas a
grandes narices, como señalamos en las notas complementarias. A pesar de las fuentes
clásicas el giro peculiar del motivo en torno a las acusaciones de judaísmo actualiza el tema
respecto a la topística tradicional, y lo integra en el marco ideológico aurisecular, según un
mecanismo de adaptación que se da también en otras composiciones quevedianas, y con
otros temas.
1 Sarra: nombre burlesco que por sus connotaciones identifica a la vieja con un prototipo
de longevidad.
5 dolerse: ‘compadecerse’.
6 jigote: una especie de ‘guisado de carne picada’, y por extensión cualquier comida picada.
Comida significativa del estado dental de la vieja.
8 sacaabuelas: neologismo chistoso de Quevedo.
10 razones: las palabras de la vieja, que al no tener huesos (porque le faltan los dientes) son
como pulpa (“parte carnosa del cuerpo del animal o la carne quitado el hueso”, Autoridades).
11 raigón: “La raíz grande y vieja… común y familiarmente se llama la raíz de las muelas”
(Autoridades). Las muelas inexistentes han delegado la acción de masticar en los raigones,
que actúan de lugartenientes del mascar.
13 estar a diente: frase hecha que según Autoridades significa “lo mismo que no haber comido
teniendo buena gana. Y por traslación se aplica al que en general tiene gana de alguna cosa
y no la puede conseguir”. La vieja, en cuestión de amores, tiene la ventaja de no quedarse
nunca con las ganas (no poder estar a diente nunca), ya que no los tiene.
Romances
[37]
De un molimiento de güesos
a puros palos y piedras,
Don Quijote de la Mancha
yace doliente y sin fuerzas,
tendido sobre un pavés, 5
cubierto con su rodela,
sacando como tortuga
de entre conchas la cabeza.
Con voz raída y chillando,
viendo el escribano cerca, 10
ansí, por falta de dientes,
habló con él entre muelas:
“Escribid, buen caballero,
que Dios en quietud mantenga,
el testamento que fago 15
por voluntad postrimera.
Y en lo de “su entero juicio”,
que ponéis a usanza vuesa,
basta poner “decentado”,
cuando entero no le tenga. 20
A la tierra mando el cuerpo,
coma mi cuerpo la tierra,
que según está de flaco
hay para un bocado apenas.
En la vaina de mi espada 25
mando que llevado sea
mi cuerpo, que es ataúd
capaz para su flaqueza.
Que embalsamado me lleven
a reposar a la iglesia, 30
y que sobre mi sepulcro
escriban esto en la piedra:
“Aquí yace Don Quijote,
el que en provincias diversas
los tuertos vengó y los bizcos, 35
a puro vivir a ciegas”.
A Sancho mando las islas
que gané con tanta guerra,
con que si no queda rico
aislado a lo menos queda. 40
Item, al buen Rocinante
dejo los prados y las selvas
que crió el Señor de el cielo
para alimentar las bestias;
mándole mala ventura 45
y mala vejez con ella,
y duelos en qué pensar
en vez de piensos y yerba.
Mando que al moro encantado
que me maltrató en la venta, 50
los puñetes que me dio
al momento se le vuelvan.
Mando a los mozos de mulas
volver las coces soberbias
que me dieron, por descargo 55
de espaldas y de conciencia.
De los palos que me han dado,
a mi linda Dulcinea,
para que gaste el invierno
mando cien cargas de leña. 60
Mi espada mando a una escarpia,
pero desnuda la tenga,
sin que a vestirla otro alguno
si no es el orín, se atreva.
Mi lanza mando a una escoba 65
para que puedan con ella
echar arañas de el techo
cual si de San Jorge fuera.
Peto, gola y espaldar,
manopla y media visera, 70
lo vinculo en Quijotico,
mayorazgo de mi hacienda.
Y lo demás de los bienes
que en este mundo se quedan,
lo dejo para obras pías 75
de rescate de princesas.
Mando que en lugar de misas,
justas, batallas y guerras
me digan, pues saben todos
que son mis misas aquestas. 80
Dejo por testamentarios
a don Belianís de Grecia,
al caballero de el Febo,
a Esplandián el de las Xergas”.
Allí fabló Sancho Panza, 85
bien oiréis lo que dijera,
con tono duro y de espacio,
y la voz de cuatro suelas:
“No es razón, buen señor mío,
que cuando vais a dar cuenta 90
al Señor que vos crió
digáis sandeces tan fieras.
Sancho es, señor, quien vos fabla,
que está a vuesa cabecera
llorando a cántaros, triste, 95
un turbión de lluvia y piedra.
Dejad por testamentarios
al cura que vos confiesa,
al regidor Per Antón
y al cabrero Gil Panzueca. 100
Y dejaos de Esplandiones,
pues tanta inquietud nos cuestan,
y llamad a un religioso
que os ayude en esta brega”.
“Bien dices –le respondió 105
Don Quijote con voz tierna-,
ve a la Peña Pobre y dile
a Beltenebros que venga.”
En esto de la Extremaunción
asomó ya por la puerta, 110
pero él, que vio al sacerdote
con sobrepelliz y vela,
dijo que era el sabio proprio
de el encanto de Niquea,
y levantó el buen hidalgo 115
por hablarle la cabeza.
Mas viendo que ya le faltan
juicio, vida, vista y lengua,
el escribano se fue
y el cura se salió afuera. 120
Ejemplo del paradigma de testamento burlesco, construido sobre el esquema tópico de las
“mandas” o legados testamentarios, y parcialmente atenido al género de los disparates.
5-8 Evoca el episodio de Sancho durante el supuesto ataque a la ínsula (Quijote, II, 53), con
la imagen de la tortuga aplicada ahora a Don Quijote. Pavés es un tipo de escudo largo que
cubre el cuerpo; rodela es un escudo redondo más pequeño.
15 fago: como otros vocablos imita la fabla medieval.
17-20 decentado: la fórmula testamentaria puede modificarse ya que Don Quijote no está en
su entero juicio, sino que lo tiene decentado: decentar: “empezar a gastar alguna cosa”
(Autoridades), arcaísmo en tiempo de Quevedo.
21 mandar: ‘dejar en testamento un legado o manda’.
35 tuertos: juego con los sentidos ‘agravio, sinrazón, injusticia’ y ‘sin un ojo, con la vista
torcida’.
42-44 Entendemos ‘dejo en herencia a Rocinante los prados’: o sea, nada. En una serie de
mandas, introducidas por la fórmula “mando” o “dejo” nos parece obvio el sentido de este
dejo.
45 mándole mala ventura: frase coloquial: “Yo le mando mala ventura; mándole mala ventura.
Al que va desenfrenado y al que faltó amparo” (Correas).
47 pensar es dilogía: ‘reflexionar’ y “vale echar de comer a los animales” (Autoridades).
49-50 Véanse los episodios del Quijote, I, 16 y 17.
53-55 Quijote, I, 4.
68 San Jorge: se invocaba a San Jorge al matar a las arañas; “San Jorge mata la araña” es frase
coloquial “contra medrosos y para poco, que para nonada piden milagros y grandes
favores” (Correas).
69 peto, gola y espaldar: piezas de la armadura que protegen el pecho, la garganta y la espalda.
80 son mis misas: juega con la conocida frase hecha “Esas sean sus misas, esas son sus misas.
Cuando no son cosas buenas, sean del otro, y también en buena parte. Obras buenas sean,
o son, misas”.
82-84 Conocidos héroes todos de libros de caballerías.
88 cuatro suelas: “De tres u de cuatro suelas. Modo adverbial que vale fuerte, sólido y con
firmeza; y así decimos tonto de cuatro suelas” (Autoridades).
107-108 Beltenebros: es el nombre que toma Amadís durante su penitencia en la Peña Pobre:
véase Quijote, I, 25.
114 Niquea: alusión al encantamiento de la heroína Niquea en el Amadís. Este Don Quijote
no muere cuerdo.
Luis de Góngora
Letrilla
[38]
Ándeme yo caliente
y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días 5
mantequillas y pan tierno;
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
[39]
Bailando y partiendo,
las serranas bellas, 50
un piñón con otro,
si ya no es con perlas,
de Amor las saetas
huelgan de trocar,
unas por piñones, 55
otras por bailar.
Señala Carreira que estos versos suponen un “claro deslinde respecto de lo mitológico”,
comparable con la letrilla “Ansares de Menga”, de 1620. De esta manera, vuelve a intentar
Góngora una poesía realizada con elementos más “reales” y más tradicionales, puesto que
las “serranas” aparecen ya en el Marqués de Santillana.
1 de: ‘del’.
16 mudanzas: ‘movimientos de baile y cambios de la Fortuna’.
19 crespos: ‘rizos’.
21 impedido: ‘sujeto con’.
25 palmillas: ‘paño azul o verde’.
28 brújula: ‘agujero pequeño, resquicio’.
34 basa: ‘base o apoyo’.
44 Recuerda el mito de Orfeo, quien, tras perder a su amada, Eurídice, la lloraba cantando
en las orillas del Estrimón, y su canto amansaba a las fieras, ablandaba las piedras y hacía
que toda la naturaleza se conmoviera.
51 piñón: ‘diente’.
53 Amor: ‘Cupido’.
54 trocar: juegan con cambiar las saetas de Cupido.
61 ojos: ‘círculos soleados cuando se filtra la luz’. “Llama ojos del sol a los redondeles de luz
que se forman en el suelo al pasar los rayos del sol entre las hojas de los árboles; al mismo
tiempo descubre un segundo sentido: pisan, como venciéndolos con su belleza, los mismos
ojos del sol” (D. Alonso).
Romancillo
[40]
Hermana Marica,
Mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.
Pondráste el corpiño 5
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega,
y a mí me pondrán
mi camisa nueva, 10
sayo de palmilla
media de estameña;
y si hace bueno
trairé la montera
que me dio la Pascua 15
mi señora abuela,
y el estadal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria. 20
Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.
Compraremos de él 25
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;
y en la tardecica,
en nuestra plazuela, 30
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas
con las dos hermanas
Juana y Madalena
y las dos primillas 35
Marica y la tuerta;
y si quieres madre
dar las castañetas,
podrás tanto de ello
bailar en la puerta; 40
y al son del adufe
cantará Andrehuela:
“no me aprovecharon
madre, las hierbas”;
y yo de papel 45
haré una librea
teñida con moras,
por que bien parezca,
y una caperuza
con muchas almenas; 50
pondré por penacho
las dos plumas negras
del rabo del gallo
que acullá en la huerta
anaranjeamos 55
las Carnestolendas;
y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus tranzaderas; 60
y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos por riendas,
y entraré en la calle 65
haciendo corvetas;
yo, y otros del barrio,
que son más de treinta,
jugaremos cañas
junto a la plazuela 70
por que Barbolilla
salga acá y nos vea:
Bárbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme 75
tortas con manteca,
porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta. 80
Este romance es una de las composiciones que más ha atraído la atención de la crítica por
su gracias y por ser la primera composición de la literatura española en la que se encuentra
un narrador infantil. Fue muy celebrado en tiempos de Góngora, que alude a él, en un
romance posterior. Fue tremendamente imitado, hasta el punto de poder decir que creó un
todo un subgénero satírico, en el que suelen aparecer Perico y Marica y que comenzó con
el romancillo “Hermano Perico”, incluido en el Entremés de los romances. Se trata de una
deliciosa descripción de las expectativas de una día de fiesta (galas en la vestimenta, fiestas,
juegos infantiles), descritas por un niño (aunque algo apicarado).
[41]
El tópico del carpe diem (así llamado por cierto verso de Horacio, Odas, I, XI) tuvo una larga
descendencia en la poesía europea. El modelo más inmediato del siguiente soneto es otro
del italiano Bernardo Tasso (“Mentre che l’aureo crin v’ondeggia intorno”). Góngora
construye su poema con una correlación basada en los elementos de la belleza femenina
(cabello, frente, labio, cuello) y sus equivalentes metafóricos (oro, lilio, clavel, cristal), y, en
contraste con la visión más optimista de los textos del Renacimiento (compárese en
particular el soneto XXIII de Garcilaso) y aun de otros poemas suyos, lo cierra después
con una perfecta gradación de elementos negativos.
Soneto
[42]
A Córdoba
Soneto panegírico dedicado a la ciudad natal del poeta. Fue escrito desde Granada (o en el
viaje de vuelta de Granada a Córdoba: cf. vv. 9-12). Su estructura exclamativa y repetitiva
va entrelazando, con brevedad y precisión, varios elementos propios de la laus de ciudades:
entorno natural, edificios y ciudadanos ilustres en armas y letras.
II
III
IV
VI
VII
VIII
En su retiro cordobés, Góngora concibió sus proyectos más ambiciosos. Fue el primero
una Fábula de Polifemo y Galatea, basada esencialmente en la versión ovidiana de la historia
del cíclope (Metamorfosis, XIII, 738-897), aunque don Luis combinó con la fuente latina su
profundísimo conocimiento de la poesía italiana y española y su innata propensión a la
originalidad. El amor es el tema dominante del Polifemo, pero aparece rodeado de motivos
propios del elogio de la vida rústica y del contexto pastoril, piscatorio o náutico,
manifestando en todo ello su relación esencial con las Soledades.
Pronto acusaron a Góngora de haber cambiado los “modos” de la poesía antigua,
porque el Polifemo dislocó el sistema tradicional de los géneros y no era fácil decidir si se
trataba de una poema heroico (por la materia y por el modelo ilustre), lírico (por la
excelencia e importancia de las escenas amorosas) o bucólico (por la actividad cotidiana del
cíclope y por la recreación de motivos pastoriles). Pero también muy pronto se consolidó la
Fábula como un prodigio –cerrado, acabado, perfecto- de poesía descriptiva.
[44]
Soledad Primera
“¡Oh bienaventurado
albergue, a cualquier hora, 95
templo de Pales, alquería de Flora!
No moderno artificio
borró designios, bosquejó modelos,
al cóncavo ajustando de los cielos
el sublime edificio; 100
retamas sobre robre
tu fábrica son pobre,
do guarda, en vez de acero,
la inocencia al cabrero
más que el silbo al ganado. 105
¡Oh bienaventurado
albergue a cualquier hora!
No en ti la ambición mora
hidrópica de viento,
ni la que su alimento 110
el áspid es gitano;
no la que, en vulto comenzando humano,
acaba en mortal fiera,
esfinge bachillera,
que hace hoy a Narciso 115
Ecos solicitar, desdeñar fuentes,
ni la que en salvas gasta impertinentes
la pólvora del tiempo más preciso,
ceremonia profana
que la sinceridad burla villana 120
sobre el corvo callado.
¡Oh bienaventurado
albergue, a cualquier hora!
Tus umbrales ignora
la adulación, sirena 125
de reales palacios, cuya arena
besó ya tanto leño,
trofeos dulces de un canoro sueño.
No a la soberbia está aquí la mentira
dorándole los pies, en cuanto gira 130
la esfera de sus plumas,
ni de los rayos baja a las espumas
favor de cera alado.
¡Oh bienaventurado
albergue, a cualquier hora!” 135
El mayor esfuerzo creativo de Góngora quedó sin culminar. Parece ser que el plan inicial
de las Soledades se componía de cuatro partes: eran, según Díaz de Rivas, la Soledad de los
campos, la Soledad de las riberas, la Soledad de las selvas y la Soledad del yermo. Pellicer
creyó, en cambio, que las cuatro partes previstas se corresponderían con las cuatro edades
del hombre: “en la primera, la juventud, con amores, prados, juegos, bodas y alegrías; en la
segunda, la adolescencia, con pescas, cetrería, navegaciones; en la tercera, la virilidad, con
monterías, cazas, prudencia y economía, y en la cuarta, la senectud, y allí política y
gobierno”. No es imposible que el poeta pensase también en otras taxonomías de prestigio
(las edades del mundo o las estaciones del año). Sea como fuere, parece clara su intención
de lograr la total autonomía del lenguaje poético, dar una imagen completa del mundo
natural y elaborar temas y recursos característicos de la época (el desengaño y la alegoría,
por ejemplo), pero sin atenerse, a diferencia del Polifemo, a ningún asunto ilustre impuesto
o sancionado por la tradición.
Autores de la talla de Lope de Vega, Cascales, Quevedo o Juan de Jaúregui
combatieron el estilo de don Luis desde distintos frentes y con distintas armas. Y es que
también las Soledades desencajaron la división tradicional de los géneros.
[1-9] Garcilaso de la Vega, Obra poética y textos en prosa, ed. Bienvenido Morros, “Clásicos y
Modernos, 10”, Crítica, Barcelona, 2001.
[10-15] San Juan de la Cruz, Poesía, ed. Domingo Ynduráin, “Letras Hispánicas, 178”,
Cátedra, Madrid, 2000.
[16-18] Fray Luis de León, Poesía, ed. Juan Francisco Alcina, “Letras Hispánicas 184”,
Cátedra, Madrid, 2000.
[19-27] Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, ed. y estudio preliminar Antonio Carreño,
Barcelona, Crítica, 1998.
[28-37] Francisco de Quevedo, Un heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, ed. y
estudio preliminar Lía Schwartz e Ignacio Arellano, “Biblioteca Clásica, 62”, Crítica,
Barcelona, 1998.
[38-44] Luis de Góngora, Poesía selecta, ed. Antonio Pérez Lasheras y José María Micó,
“Clásicos Taurus, 5”, Taurus, Madrid, 1991.