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CUANDO “EL Nuevo Llega…?

Dra. Vidalina Ramos de Moreno Corzo

La motivación para este trabajo surgió de la observación en uno de los grupos que
coordinamos, de la sorpresiva actuación de una pareja de pacientes y de la consecuente
repercusión en todo el grupo, ante la incorporación de un nuevo miembro. Si bien pudimos
entender la dinámica subyacente, el hecho nos impulsó a ampliar y profundizar el
conocimiento de estas situaciones.

Posteriormente, al hablar con otros colegas, relataron experiencias también complejas,


como consecuencia de la incorporación “del nuevo” al grupo. Nos dedicamos luego a
revisar la literatura pertinente y para nuestra sorpresa, encontramos lo que, nuestro juicio
representa una información dispersa u no acorde con la importancia y frecuencia del
problema, lo cual nos llevó a dar un matiz diferente a esta presentación ya que, en un
principio nos dispusimos a examinar detalladamente todos los ángulos de nuestra
experiencia. Así decidimos hacer una presentación más general del problema y continuar
estudiándolo. Para ello revisamos detalladamente los capítulos de los libros en los cuales
pensábamos que encontraríamos información y juntamos comentarios, referencias y
material clínico nuestro y de algunos colegas que nos lo proporcionaron. Con todo esto
elaboramos el trabajo que hoy presentamos ante ustedes, en este II° Congreso de AMPAG1.

Alguien nos ha pedido una entrevista, se la hemos dado y ahora ya está en nuestro
consultorio, tratando de comunicarnos por qué viene, qué es lo que siente, cómo sus
síntomas lo limitan y hasta lo paralizan, finalmente, su gran deseo y necesidad de recibir un
tratamiento en el cual pone sus expectativas y esperanzas. Por eso, dice, acude a nosotros.
Esta es una escena frecuente en nuestros consultorios.

Sin embargo, es frecuente también que, apenas entramos a ver cómo y cuándo podríamos
iniciar la tarea terapéutica, cuando apenas tratamos de crear el marco dentro del cual vamos
a trabajar, comienzan a surgir problemas con los horarios, la distancia, los honorarios, las
presiones familiares y todo cuanto pueda, de entrada, condenar al aborto el tan deseado
tratamiento. Si finalmente se inicia, pronto nos enfrentamos a la siempre sorpresiva fuerza
con que el paciente emprende la lucha por preservar la misma enfermedad que lo hizo venir
y así, despliega cada sesión ante nosotros todo un arsenal de potentes armas, defensas,
resistencias, regreso a lo que inconscientemente vive como seguro y hasta salir
definitivamente del tratamiento para continuar “viviendo” según sus modelos. Y no podría
ser de otra manera: “lo que maneja es lo que tuvo, es lo que pudo hacer desde los primeros
días de su infancia como posibilidad de sobrevivencia; es algo muy suyo, muy profundo,

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II° Congreso Nacional de AMPAG; Noviembre de 1984, México, DF
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muy enraizado en sus orígenes.” Es lo conocido y el simple hecho de serlo le proporciona


seguridad. Siempre que intentamos ensayar algo nuevo, esto comporta esperanzas, pero por
desconocido resulta amenazador. Así, el deseo de cambio del paciente es siempre
ambivalente y todo tratamiento psicoterapéutico implica cambio.

Foulkes y Antoni nos dicen: “…el cambio es ‘El Gran Desconocido”. Por su parte,
O’Donnell advierte: “Toda transformación requiere, necesita una buena dosis de coraje”. Se
nos ocurre penar que en lo que a psicoterapia se refiere, esta dosis de coraje tiene que ser
doble, la del paciente y la del terapeuta, para disponerse ambos a liberar la batalla contra la
enfermedad. Por nuestra parte, quizá nos ayuda mucho el poder mirar hacia atrás, hacia
nuestro propio análisis, durante el cal fuimos feroces defensores de lo deseábamos cambiar.

Nos hemos referido al problema de lo nuevo y el cambio en terapia individual, porque esto,
tan conocido de todos nosotros, puede explicar la gran complejidad de las situaciones que
confronta el terapeuta de grupo; porque lo que sucede con el individuo se multiplica se
potencializa, se entreteje y refuerza, para oponerse al cambio: el soldado se vuelve ejército
y el enemigo es el terapeuta, al cual, al principio, se le reviste con el manto de la
idealización que le confiere tal omnipotencia en infalibilidad, que les permitirá ser curados
a pesar de ellos mismos. Este es siempre el principio del trabajo terapéutico en un grupo.
Más adelante, cuando se dé cuenta de que el terapeuta no satisface sus expectativas
iniciales, cuando inevitablemente frustra al callarse, al no responder preguntas ni aceptar
los roles que se han asignado, las defensas frente a un cambio, en el cual el grupo y cada
uno de sus integrantes tienen que ser agente activo, en el temor a lo nuevo se hace mayor y
se expresa ante cualquier situación que rompa las fantasías, la dinámica y el
funcionamiento del grupo.

Una de las situaciones que más repercusiones tiene en el grupo y en el terapeuta, es la


incorporación de un nuevo miembro. Cuando por alta o deserción salen pacientes del
grupo, salen pacientes del grupo, se crea una expectativa, teñida de ambivalencia, acerca de
quién o quiénes serán los nuevos. Las fantasías preceden a su llegada y el temor, que tiene
diferentes grados y expresiones en cada paciente, de acuerdo con su historia y que ayuda a
configurar fantasía grupal en relación con “el nuevo”, se expresa desde la primea sesión en
forma de indiferencia, hostilidad abierta o encubierta silencios, ritos de iniciación, retardos,
ausencias, mensajes destinados a que “el nuevo” se dé clara cuenta de que el grupo tiene su
vida, su historia y sus secretos. Se formarán parejas resistenciales, se atacará al terapeuta, y
hasta habrá deserciones. No será posible prever cómo reaccionará cada miembro del grupo,
ni cómo lo hará éste como tal, pero lo que sí se sabe y espera el terapeuta, es que de muchas
maneras, habrá reacciones porque ya no estará manejando al mismo grupo.

Foulkes, al referirse a las deserciones que ocurren en los grupos, señala muy especialmente
entre las causas de éstas “la particular respuesta ante la incorporación de un nuevo
miembro, en un momento dado” y considera que , las reacciones muy intensas, ocurren
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cuando no ha sido bien elegido por el terapeuta, el momento en que va a introducir a un


nuevo miembro y a no haber preparado suficientemente al grupo para recibirlo. Algunos
autores conceden gran importancia a la selección del nuevo ya a la preparación que se le
haya dado a éste, para que su actitud no contribuya a desatar situaciones de luego exigirán
un gran esfuerzo de todos para superarlas. De cualquier manera, es el terapeuta, líder
sancionado del grupo, quien tiene la responsabilidad de elegir al grupo para el paciente y al
paciente para el grupo, de detectar si el momento de su inclusión es la más favorable y de
preparar (no todos los autores lo recomiendan) al grupo y al nuevo.

En cuanto al factor “timing” habría que tomar en cuenta que un grupo terapéutico, una vez
constituido inicia una larga trayectoria en la cual va pasando por diferentes momentos.
Algunos autores han determinado etapas que consideran son vividas por todos los grupos.
Esto a nosotros nos parece un valioso intento de comprensión del desarrollo de la vida del
grupo, pero vemos el proceso como algo esencialmente dinámico que no puede ser
encasillado ni siquiera teóricamente.

Nos parecen más útiles los señalamientos que recomiendan valorar si el grupo se encuentra
en un momento constructivo, reparador, como una de las señales positivas para incluir un
nuevo miembro. Desde Freud, esto correspondería a un predominio del instinto de vida
sobre el de muerte; desde Klein, sería la posición depresiva del grupo la más favorable,
mientras que siguiendo a Bion, tendríamos al grupo funcionando en el supuesto básico de
dependencia, en que se acata lo que el terapeuta decide, en una actitud más aceptante del
“nuevo”, en contraste con el supuesto básico de lucha y fuga, en que los integrantes del
grupo se encuentran atacando unos y huyendo otros, como medio de preservar al grupo y
por lo tanto sin poder aceptar a lo que consideran débil.

Cualquiera que sea el enfoque que desde lo teórico tome el terapeuta, su contratransferencia
constituirá una importante guía.

Otros índices han sido recogidos a través de las observaciones hechas sobre este tema;
Yalom, recomienda introducir nuevos miembros cuando el grupo ha quedado en cinco o
menos y considera que serán mejor recibidos en las primeras doce o veinte sesiones o
después de un año y medio de trabajo. También recomienda que el terapeuta tome en
cuenta al “nuevo” y al grupo, más que sus necesidades para ampliar al grupo y considera
favorables las etapas de estacionamiento y aquellas en que los pacientes expresan su deseo
de que entren nuevos miembros. Recomienda también la inclusión de dos o más al mismo
tiempo, porque considera que así se economizan energías y tiempo en el proceso de
incorporación y que además los que entren, se sentirán menos solos y podrán asimilar
mejor los ataques del grupo, así como tomar actitudes de espera, antes de lanzarse a una
conquista que por prematura, podría provocar o aumentar el rechazo.
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Las dificultades que comporta la incorporación de nuevos miembros al grupo, las expresan
todos los autores revisados, las vemos en nuestro trabajo, en el de nuestros compañeros y
en las supervisiones; pero creemos que las motivaciones inconscientes de éstas, están
expresadas por Feder, cuando al referirse a los estratos profundos de la vida del grupo, dice:

“…la fantasía básica en un grupo es la de no aprender a llevarse bien con los otros, ni a
desarrollar un equipo de trabajo. La fantasía básica más profunda es la de destruir al
grupo y volver a la relación simbiótica con la madre…”

Estas fantasías marcarán las respuestas del grupo frente al nuevo miembro que como se
supone, trae elementos para la renovación, el cambio y la supervivencia. Y refiriéndose más
específicamente a la inclusión del “nuevo” en el grupo, Grotjahm, con la sencillez que
acostumbra tratar lo que a su desempeño terapéutico se refiere, nos dice:

“A veces es preciso poner en acción toda la pericia del terapeuta, para negociar
entre el recién llegado y el grupo, con el fin de evitar que una experiencia que
debiera ser terapéutica, se convierta en traumática.”

Y más adelante confiesa: “no he llegado a dominar el arte de presentar a un nuevo


integrante del grupo, sin desacelerar, temporalmente el proceso grupal…”

En este breve y parcial trabajo acerca de las respuestas del grupo ante la llegada de un
nuevo miembro, aparece, como el motivo más importante, para que con frecuencias
sea de resistencia a admitirlo y aún de franco rechazo, la ambivalencia ante o nuevo,
que indudablemente es universal. Pero cuando revisamos situaciones, concretas de los
grupos, encontramos que además de esta ambivalencia, que el Dr. Feder considera
arranca de la que vive la pareja pre conceptiva frente al nacimiento del hijo, hay
razones específicas para las respuestas individuales frente al nuevo. Trataremos de
ilustrar esto con algunas viñetas:

VIÑETA No. 1

A un grupo con cinco años de trabajo, siete pacientes de los cuales cuatro son
hombres y tres mujeres, una de éstas de 22 años y el resto de 30 y 40, se
incorpora una chica de 20 años, extranjera, bonita y seductora que acapara la
atención de los hombres desde la primera sesión. Éstos comienzan a extraer
sueños en los cuales abandonan a sus esposas y fantasías de ser amantes de la
nueva. Las otras mujeres, relegadas, reaccionan con mucha envidia y una de
ellas se convierte en portavoz, atacando ferozmente a la nueva y a los hombres;
la otra se mantiene al margen, seguramente porque al encontrar una vía para
satisfacer su hostilidad a través de su compañera, puede mantenerse pasiva, sin
comprometerse, de acuerdo con su estilo. El trabajo del grupo queda detenido u
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todo gira alrededor de la situación que se ha desatado. La chica de 22 de años


abandona el grupo y la nueva pierde su trabajo, no puede pagar y sale del
grupo. En este caso, la seducción que abarcó también al terapeuta, despertó la
rivalidad y la envidia de las otras, provocando la salida de la más joven, quien
se sintió desplazada por la nueva. Es posible que en ésta, hubiera funcionado
una gran culpa que la llevó a colocarse en la situación de tener que retirarse.

VIÑETA No. 2

Un grupo de tres años de trabajo y siete miembros, quedó reducido a cinco, dos
hombres y tres mujeres, el terapeuta incorpora tres nuevos miembros; un
hombre y tres mujeres, después de discutirlo con el grupo. La sesión en la cual
se incorporaban los nuevos, comenzó con diez minutos de retardo, debido a que
sólo habían llegado éstos. De los anteriores sólo llegaron dos. De entrada, una
mujer dijo que traía algo urgente que plantear y agregó sonriente: “…pero
cómo, están los nuevos…” significando que tendría que ceder su tiempo, y
jugando el rol de madre o hermana mayor que se sacrifica. Luego, sacó su
material que no correspondía a una emergencia. El grupo se estructuró en dos
subgrupos: una de las “veteranas” con una de las nuevas y el resto, en el de los
grades que repetían roles maternales y paternales. Se requirió mucho trabajo
para que los nuevos fueran aceptados sin mayores problemas. En este caso,
parece ser que la discusión previa y el hecho de que entraran los tres
simultáneamente, determinaron que las reacciones no fueran tan dramáticas
habría que pensar también en que el momento que vivía el grupo y la actitud de
los nuevos, contribuyeron a que hubiera una reacción poco intensa y la
recuperación a corto plazo del trabajo grupal.

VIÑETA No. 3

Grupo con seis meses de trabajo. Se había iniciado con tres hombres y cinco
mujeres y en las primeras semanas habían salido dos mujeres y se había
trabajado la incorporación de otras dos que aparentemente, fueron bien
recibidas; sin embargo, casi inmediatamente, una de las que ya estaban tuvo un
acting sexual con un compañero sin que antes huera habido acercamiento entre
ellos; otra entró en una crisis de celos frente a la pareja. A las que entraron se
les llamó “las mellizas” u se les ignoró totalmente. Surgió mucha agresión
hacia los terapeutas (hombre y mujer) omentras que, con excepción de la que
había tenido la crisis de celos los demás se mostraban encantados con la pareja
que se había formado. A pesar de esto, la pareja abandonó el grupo, como
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compensando en espejo, la entrada de la pareja de nuevas. Estas chicas, muy


frágiles, no soportaron la situación y se fueron al mes y medio. Los terapeutas
que antes habían trabajado con un grupo con características de obsesividad y
lentitud sintieron a éste muy violento y no podían trabajar cómodamente.
Pensamos que el momento, con sólo seis meses de trabajo, la fragilidad de las
nuevas y la vivencia de los terapeutas frente a la agresión del grupo, fueron
causas para que llegara casi a su desintegración.

VIÑETA No. 4

Grupo con un año y medio de trabajo, formado desde el principio por tres
hombres y dos mujeres, de los cuales uno tenía 24 años el resto un promedio de
35. Presentaba la característica de que todos los pacientes habían tenido
terapia individual por un período de tiempo entre seis meses y un año. Otro dato
importante era que los terapeutas formaban una pareja de esposos y que habían
tratado individualmente a los pacientes (situaciones que ameritan ser estudiadas
en cuanto a sus efectos en el grupo).

El trabajo se inició con pocas dificultades; era evidente que el tratamiento


individual previo facilitaba el del grupo; pero se podía detectar una división
encubierta la mayoría de las veces y abierta otras, entre los pacientes de él y los
de ella manifestada en una permanente confrontación de logros de unos y otros.

Se había iniciado un flirteo entre una mujer de 38 años divorciada dos veces y
con frecuentes relaciones amorosas y sexuales y un hombre de 42, desde hacía
un año; pero había sido posible contenerla gracias a las constantes
interpretaciones. Los otros aceptaban la situación con complacencia y uno de
ellos, disfrutando mucho a través de ésta.

El más joven era muy agredido por sus compañeros, se le acusaba de frenar e
trabajo del grupo; era el chivo expiatorio y así, los otros podrían sentirse más
sanos. A los seis meses se retiró y los que quedaron comenzaron a temer por la
continuidad del grupo y a pedir que se incorporaran otros miembros.

Al año entró una mujer de 34 años, con tres años de análisis y todos acudieron a
la primera sesión. La nueva produjo un fuerte impacto con su presencia física,
inteligencia y aparente seguridad. A la segunda sesión no llegó el paciente
involucrado con la otra chica y ésta se mantuvo retraída, alerta y manifestando
que le gustaría tener la desenvoltura de la nueva.

Quedó así el grupo dividido en: la nueva, la retraída, el ausente y los otros dos.
Tres sesiones después, cuando se reincorporó el ausente, la retraída confesó que
habían tenido una relación sexual. Es de advertir que esta paciente buscaba
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ocupar el rol de la favorita” y que los dos hombres la visualizan como si se


hubiera tratado de una niña violada.

Con estas reacciones, quedó totalmente paralizado el proceso grupal, que había
llevado un ritmo excepcionalmente bueno. Los subgrupos se invirtieron en una
lucha intensa entre hombre y mujeres; parecía que esperaba que los terapeutas
castigaran con la expulsión al “culpable”; las interpretaciones no eran tomadas
en cuenta y fue necesario largo y penoso período de tiempo y trabajo para que
muy lentamente, el grupo retomara el ritmo abandonado del proceso
terapéutico.

En este caso, consideramos que se juntaron varios factores, tales como: la


actitud de la nueva al mostrarse como muy fuerte, segura y desafiante desde su
entrada; la oralidad, de la fundadora que la tenía siempre al borde del acting,
aunada a su necesidad de ser “la favorita”. La lucha establecida entre los
pacientes de él y los de ella; el que los terapeutas constituyeran una pareja de
esposos y las circunstancias que las otras dos mujeres, una madre sotera y la
otra con una relación de pareja complicada, contribuyeron a determinar una
reacción que casi llevó a la desintegración del grupo.

Terminamos este breve trabajo, lamentando no haber podido disponer de más espacio
y tiempo. No pretendemos haber dado respuestas, más que eso, hemos querido enfocar
la atención hacia algo que frecuentemente estamos enfrentando los terapeutas
analíticos de grupo y, al hacerlo, hemos planteado preguntas que a veces, muy
angustiosamente, surgen en nosotros y buscando respuestas que sejan ido recogiendo
en el trabajo grupal.

Como ya lo señalamos, nos llama la atención que dada la importancia del problema
que plantea “el nuevo” en el grupo, al revisar la literatura, lo frecuente sea encontrar
referencias al tema engarzadas en capítulos que abordan otros puntos. Por nuestra
parte, con excepción del trabajo original del Dr. Luis Feder, intitulado “The Universal
Ambivalence toward change. The newcomer and the grup as containes in tha Aztec
myth of Coyolxauqui”, en el cual trata bellamente la ambivalencia frente a lo Nuevo;
de la extensa y precisa exposición que Yalom nos ofrece en su libro, de lo que Agustí
Palacios maneja en varios capítulos de su libro: “Técnicas de grupo en Psicoanálisis” y de
los valiosos conceptos vertidos por Grinberg, Langer y Rodrigué, sólo encontramos
referencias dispersas sobre lo que “el nuevo” moviliza en el grupo, en sí mismo y en el
terapeuta. Se nos ocurre preguntarnos, ¿por qué los que han vivido con esperanza y
temor estos episodios grupales, no han escrito más específicamente acerca de ellos?
¿Será porque la inclusión de “el nuevo” representa momentos a partir de los cuales
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pueden desatarse esas “escenas temidas del terapeuta de grupo” de las cuales nos
hablan Pavlovsky y sus colaboradores. Aun cuando sería posible sacar algunas
conclusiones generales acerca del tema de “el nuevo”, consideramos que sería más útil
continuar observando el fenómeno, registrando causas y respuestas, revisando lo
escrito y haciendo anotaciones que puedan levarnos a un mejor conocimiento del
problema, no sólo en sus repercusiones en el grupo como aquí lo hacemos, sino
también desde el ángulo del “nuevo” y del terapeuta.

Este es un tema que a todos los que trabajamos con grupo nos interesa y su más
amplio conocimiento podrá ayudarnos a prevenir, comprender y resolver las
situaciones que, inevitablemente, se presentan cuando “el nuevo” llega….

Bibliografía

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3. Bion, W.R.; Experiencia en Grupos; Paidós
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13. Palacios, Agustín; Técnica de Grupos en Psicoanálisis; Prensa Médica Mexicana
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19. Yalom, Irwin; The Theory and practice of Group Psychoterapy; Basic Book Inc.
Publishers. New York
20. Zimmerman, David; Estudios sobre psicoterapia Analítica de Grupos; Hormé Eds.

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