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Poetry as an art of poverty: notes on Diario de una costurera proletaria by Victoria Guerrero
Resumen
El artículo ofrece una lectura del Diario de una costurera proletaria de Victoria
Guerrero Peirano desde la perspectiva de un arte de la pobreza como espacio
simbólico de producción de lo femenino, que cuestiona las distintas formas de
violencia que atraviesan los cuerpos/vidas precarias de las mujeres trabajadoras.
En este sentido, explora la textualidad poética del diario de vida a partir de la
intimidad y el trabajo de costura/escritura que plantea el “lenguaje de la carencia”
de los oficios femeninos, a los cuales la palara poética les concede agencia
política.
Palabras clave: poesía peruana, arte de la pobreza, intimidad, diario de vida.
Abstract
The article proposes a reading of the Diario de una costurera proletaria by
Victoria Guerrero Peirano from the perspective of an art of poverty as a symbolic
space for the production of the feminine, which questions the different forms of
violence that cross the bodies/lives precarious of working women. In this sense,
the poetic textuality of the daily life is explored from the intimacy and the
sewing / writing work posed by the "language of lack" of female trades, to which
the poetic word grants them political agency.
Keywords: Peruvian poetry, art of poverty, intimacy, diary of life
Coser y coser
Bordar y bordar
Pintar y penar
V. Guerrero
Que Victoria Guerrero Peirano (Lima, 1971) es una de las escritoras más prominentes de
la poesía peruana contemporánea lo demuestra no solo su versátil y prolífica escritura literaria,
sino también su declarada y obstinada militancia feminista como ciudadana, escritora y editora.
Sus Documentos de barbarie2, así como su novelita sentimental pequeño burguesa, Un golpe de
dados, dan cuenta de una trayectoria vital y estética, reveladora de la batalla o lucha interna que
la poeta ha debido librar contra la identidad de su “ser” mujer y escritora, en una toma de partido
por el uso de la palabra como un derecho y un deber ético que se afirma en la pérdida del miedo:
UN DÍA ESCUCHÉ GRITOS DE PROTESTA contra el tirano [...] las palabras utopía,
revolución y militancia ya no tenían encanto para las nuevas generaciones, aunque sí para
la adolescente que fui y para las generaciones que me precedieron. Durante mi exilio
habían sido proscritas por el tirano [...] Decidí, entonces, hablar (2015, p. 75).
La decisión de hablar se funda en un gesto político que busca otorgar agencia a la escritura del
cuerpo y la intimidad femeninas. Tratándose de una escritura lacerante, donde narración y lirismo
se acoplan “en desgarrada e inevitable conjunción” para conjurar la violencia en todos sus
regímenes de expresión. Acto de habla que implica, además, una voluntad de memoria en acto
que llama la atención del presente: “a todo lo que no se logró en el pasado, recordando al presente
su condición de producto de una catástrofe anterior, del pasado entendido como catástrofe”
(Avelar, 2011, p. 261). Y es que la palabra de Victoria Guerrero hace política o se concibe a sí
misma como una política de la estética, en la medida en que, como señala Guerra-Muente, se
compromete con la acción de quienes constantemente reconfiguran el espacio de lo común, en la
apuesta por una ética de la acción “donde se colectiviza la disconformidad” (2013, p. 53) desde
una toma de posición frente a la vida y a la poesía como “acto de vivir escribiendo” (2013, p. 53),
o de disponer del espacio poético como “una relación entre el pensamiento, el lenguaje y la
ideología” (2013, p. 54).
En Diario de una costurera proletaria es el espacio de la intimidad lo que abre la
escritura hacia la experiencia de la vida, un campo de “afectos y efectos que no se dejan detener
por la actividad del poema” (Kamenszain, 2016, p. 12). En este poemario, la filiación entre
escritura y política acicatea la intimidad de un sujeto privado, que circunda las grietas de la vida y
la literatura para exponer las taras de una poeta-costurera que entra y sale de la literatura por
necesidades de la vida, parafraseando a Kamenszain, como un modo afectivo de escribir política
y poéticamente la intimidad.
La poeta y crítica argentina utiliza el concepto lacaniano de extimidad para connotar, en
poesía, la paradoja de una intimidad de lo privado, puesta en escena, abierta, expuesta o
teatralizada, que se exhibe en lo público, pero que, en lugar de provocar o escandalizar,
normaliza: “[e]l término […] significa exponer la propia intimidad en las vitrinas globales de la
Web […] esto es lo que sucede cuando en el arte actual se exhibe lo éxtimo: la pretensión no
parece ser la de escandalizar, sino la de tornarlo inofensivo.” (2016, pp. 58-9) 3. Pensada esta
categoría en la obra de Guerrero, podríamos decir que si bien es relevante el tratamiento de la
intimidad como recurso expresivo, en el caso del Diario de una costurera proletaria ella deviene
pública por una operación política de la palabra que busca ser leída como un documento de
barbarie: la cultura de la violencia patriarcal y económica del mercado global que atraviesa,
raigalmente, la historia de las mujeres. En el fondo, su escritura plantea una poética de la
intimidad éxtima que permite entrar y salir de la literatura porque en ese acto-agenciamiento
produce disenso, esto es, un conflicto o disputa por la configuración del mundo común “por el
cual un mundo común existe” (Rancière, 2006, p. 12) en tanto palabra, experiencia y memoria
social compartida.
La primera NN del “Levantamiento de las veinte mil” habla del sentido de refugio que le
da el coser. La costura es una terapia contra la violencia de la historia: “Una puntada tras otra //
Yo me encerré en una fábrica para estar sola // (La pérdida no es algo que se resuelva en un
año) // Coser me hace olvidar / Trabajar como una bestia me hace olvidar / me // de ti&de mi”
(2018, p. 27). La segunda NN cose con rabia intentando sanar sus heridas, pero, paradójicamente,
su tratamiento de costura repite el gesto de quien ejerce la violencia: el patrón y, a través suyo, el
rigor del encierro, la fuerza, el castigo: “Me encierro con la misma llave con que me encerraron
ellos / Tomo la llave del patrón y le doy las vueltas a la cerradura / […] / A fuerza me siento y
aprendo el alfabeto / A fuerza cuento los días en que he salir de aquí / A fuerza acelero el pedal
Acelero la rabia / A fuerza me metieron aquí / Veo la luz una vez al día / Un día le devolveré las
llaves al patrón // Ese día espero ya esté muerto” (2018, p. 29). La tercera NN quiere hablar. Al
igual que la poeta, quiere romper el silencio por medio de la palabra. Ella se pregunta si la poesía
tiene la capacidad de decir la barbarie: “¿hablará la poesía? Yo quiero gritar / Tengo la garganta
seca / La garganta áspera de tanto estar callada” (2018, p. 31).
Esta NN se aproxima a la voz poética de los textos de la primera parte del Diario, no solo
por su interés en la poesía, sino también por el énfasis autobiográfico que conecta lo público con
lo privado, la intimidad de una vida personal que se vuelve pública y colectiva al incorporar las
voces de la otredad: las de todas las otras costureras, NN, proletarias del mundo. Así, cuando ella
remite a la Guerra del Pacífico y a su abuela: “(Mi abuela fue costurera en las fábricas / Después
de la guerra del Pacífico viuda con cinco hijos)” (2018, p. 31), no es tan relevante –y, tal vez, esto
lo sugiera el uso del paréntesis– el hecho de saber o descubrir si efectivamente la abuela de la
poeta fue o no costurera de las fábricas, sino por qué sus versos aportan esos datos
autobiográficos para elaborar la intimidad éxtima del Diario y, en tal sentido, qué relevancia
pueden tener en el contexto histórico-enunciativo que les da lugar en el poema-documento de la
obra.
Al respecto, habría que reparar en la situación epocal (“después de la guerra del Pacífico”)
y contextual (“viuda con cinco hijos”) aludidas. La primera referencia nos llevaría a la época de
la modernización de fines del siglo XIX y comienzos del XX, donde las fábricas empezaron a
ocupar parte importante del rostro progresista de las ciudades latinoamericanas del tercer mundo.
La segunda referencia, en tanto, a la situación social, íntima y privada, de una familia
pequeñoburguesa trabajadora, donde la muerte del padre, sustento económico del hogar, obligaría
a la madre a tomar el relevo del trabajo asalariado para poder subsistir, considerando el agravante
de los cinco hijos. De este modo, la palabra que busca su cauce en la estridencia de un grito mudo
o en la elocuencia del silencio más radical, asedia el fantasma de la fábrica que ha devenido
espacio de simbolización (¿abdicación?) de lo precario femenino: “Fábricas de sonidos / Fábricas
de mujeres mudas / Fábricas de miradas” (2018, p. 31). La voz poética anónima de esta NN
quiere hablar (gritar) por medio del lenguaje que mejor conoce: la poesía, pero no está segura de
sus alcances simbólicos y pragmáticos, de su poder para decir la rabia y producir, en
consecuencia, un cambio social de mayor envergadura: “Y si la poesía hablara / ¿qué sería?
¿cómo? / ¿Podrá decir su rabia?” (2018, p. 31).
La cuarta NN también coincide con la voz poética de la primera parte del Diario de una
costurera proletaria. Podría decirse incluso que esta actúa como el alter ego de la poeta que,
frente a la pregunta por la poesía y su capacidad de hablar, (le) ordena: “No pienses / Pisa el
pedal / Hiere la tela / Cuida tus manos / No pienses / Borda / Hila / Teje / Trama / No pienses /
Tira los dados // En el azar / Quizá encontremos / Un porvenir” (2018, p. 33). La posibilidad de
que esta NN se corresponda con la voz de la hablante de la primera parte del Diario lo corrobora
también la mención de tirar los dados y el azar, que en Un golpe de dados (novelita sentimental
pequeño-burguesa) le permitía a la narradora del texto declarar su poética: “La palabra no existe
en medio de la guerra, a no ser la palabra puesta en la calle o el cuerpo expuesto a la muerte [...]
No puedo decir más. He intentado quebrar el silencio. Decir más sería vulgar, abusivo. He
pretendido susurrar algo, no sé si lo he logrado [...] la tristeza es un resto hondo que no lo quita
nadie. Hay que ahogarse y atravesar túneles ciegos para hacerse militante de una vida luminosa”
(2015, p. 73). Del mismo modo, el “Arte poética” de otro de los documentos de barbarie de
Victoria Guerrero, Berlín, insistía en esta búsqueda expresiva de la palabra pública, cuyo límite
más radical era el silencio: “Solo yo alcanzaré un verso justo El verso sabio del silencio / Cuando
al lanzar los dados el azar sea abolido” (2011, p. 42). Como se ve, la voz NN 4 recicla los
esfuerzos que viene haciendo la escritora peruana por (a)bordar una política de escritura –doliente
y/o del duelo– en torno a lo femenino como experiencia y saber histórico de la lucha,
agenciamiento político-colectivo y lema feminista contra la poesía y los poetas higiénicos: un arte
de la excrecencia, un arte de la incomplacencia.
Por último, la quinta NN asume la voz de una operaria que relata la explotación de las
mujeres costureras en Camboya. Como se advirtió anteriormente, el poema es la
reescritura/montaje de una noticia aparecida en el diario español elmundo.es el 12 de marzo de
2015, y con él se cierra esta segunda parte del Diario, como dándole una clausura más coyuntural
a la escritura poética. La trinchera aquí ya no puede ser solo la del nombre propio. Es preciso
expandir la trama discursivo-simbólica de la costura hacia el afuera del poema, hacer que en ese
acto de salida de la literatura y entrada en la realidad de lo cotidiano, lo común, la palabra, sin
dejar de convocar la intimidad del yo, provoque, desestabilice, incomode, incendie el mundo. Y
para ello la voz poética debe apoyarse en el documento, en la facticidad de los hechos que
testimonian23, con un sentido de inmediatez y urgencia, el padecimiento de los sujetos
explotados: las mujeres que trabajan en las fábricas por un sueldo miserable, sin cuidados,
garantías ni derechos laborales: “La cuota de producción que nos fijaban / en el sector de costura
era de 80 [prendas] / por hora / Pero cuando se aumentó el salario mínimo, la elevaron a 90 / Si
no lo logramos, nos gritan furiosos / Nos dicen que trabajamos con lentitud / Que tenemos que
hacer horas extras / Y no podemos negarnos / Somos como esclavos / Incluso si vamos al
servicio, nos llaman para que regresemos / Ni siquiera podemos ir al baño // (Ni siquiera eso)”
(2018, p. 35)24.
Leído en clave epocal y documental, el “Levantamiento de las veinte mil” pone en tensión
fenómenos sociales y políticos actuales, que interrogan de qué manera y a través de qué
dispositivos de control de los cuerpos (las fábricas textiles, pero también las de producción del
conocimiento como las universidades) se han ejercido y ejercen todavía distintas formas de
violencia contra las mujeres obreras: violencia política, patriarcal, laboral, racial, de género. La
operación de reescritura/montaje, en este caso, responde a la pregunta de la tercera NN: “¿hablará
la poesía” (2018, p. 31), y si lo hace, “¿qué sería? ¿cómo? ¿Podrá decir su rabia? (2018, p. 32).
Sin duda, como recurso estético, ella es tanto un modo de hablar –gritar o callar– como una forma
de expresar, lejos de la nostalgia, el pathos o la melancolía que se espera de una voz de mujer
(Masiello, 2001), la rabia de esas costuras/heridas que han quedado marcadas en la piel de las
costureras proletarias; esas que ahora son palabras-hilos, palabras-telas, para bordar la memoria
en acto, la memoria viva del presente, contra la violencia de ayer y hoy.
Hablamos de reescribir y desapropiar el afuera para (re)escribir el adentro, desde adentro
de una fábrica que oprime y reprime el cuerpo de las costureras proletarias, un cuerpo que en el
Diario de una costurera proletaria enhebra y desenhebra los hilos de una trama de
poderes/saberes que atraviesan lo femenino como subjetividad y lenguaje de lo precario, la
carencia. De ello se desprende que la enunciación del cuerpo femenino explotado y, al mismo
tiempo, expuesto en la palabra pública de las NN (la intimidad éxtima de unos cuerpos que se
hacen visibles por el oficio de la costura-tejido-bordado de lo femenino), articule una
corporalidad crítica que intenta hablar con las voces de las otras mujeres que han debido lidiar
con el dolor y la rabia de las costuras impagas.
Para finalizar
Referencias bibliográficas