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Hace unos 30 años, la sociedad solía tener una perspectiva estructural y no se

enfocaba tanto en la vida diaria, la comunicación y la cultura popular, y las


diferencias culturales y sociales. En la década de los 60 y 70, se hablaba sobre el
papel de los medios de comunicación en la dominación y cómo eran considerados
manipuladores de las mentes y al servicio de los intereses capitalistas e
imperialistas.
En los años 80 y 90, algunos teóricos de la comunicación, como Jesús Martín-
Barbero, Héctor Schmucler y Armand Mattelart, comenzaron a desafiar la idea de que
la comunicación era solo un proceso de dominación. En lugar de eso, argumentaron
que la dominación es un proceso de comunicación y se desplazaron hacia perspectivas
que cuestionan cómo los dominados trabajan para su propia dominación, sin darse
cuenta. Se descubrió que ciertas prácticas y procesos culturales populares trabajan
a favor del poder de los dominadores y existen complicidades que hacen que los
dominados se subyuguen a los intereses y modos de vida de los dominadores. Para
comprender esto, fue clave el concepto de hegemonía, que ayudó a mirar los procesos
políticos en términos de sentido en lugar de fuerza.
El término hegemonía tiene su origen en la antigua Grecia y significa poderío y
preponderancia para gobernar un grupo o sociedad. En la historia del pensamiento
político, ha habido dos significados principales del concepto de hegemonía: el
primero lo equipara con dominio y destacan su carácter coactivo y sumisión
política, mientras que el segundo se refiere a la capacidad de dirección
intelectual, moral y cultural. Antonio Gramsci es el pensador que más ha aportado
al pensamiento sobre la hegemonía y la construcción de una teoría de la misma. Para
Gramsci, una clase ejerce su supremacía mediante la coerción y la hegemonía, y esta
última tiene por objeto la formación del conformismo cultural en las masas. Los
grupos dominantes trabajan la hegemonía y el consenso a través de la educación, el
derecho, los partidos políticos, la opinión pública y los medios de comunicación,
entre otros.
El término hegemonía se refiere al poder y preponderancia para gobernar un grupo o
sociedad. El concepto tiene dos significados prevalecientes en la historia del
pensamiento político: uno lo equipara con dominio y el otro se refiere a la
capacidad de dirección intelectual, moral y cultural de una clase dominante.
Antonio Gramsci contribuyó significativamente a la teoría de la hegemonía al
distinguir la coerción de la sociedad política y la dirección de la sociedad civil.
Él argumentó que las prácticas hegemónicas tienen como objetivo formar el
conformismo cultural en las masas y permitir a los grupos dominantes convertirse en
dirigentes de la sociedad. La cultura es un espacio de hegemonía en el que una
clase se hace hegemónica al representar intereses diferentes de las clases
populares y en la medida en que los sectores populares se reconocen "adentro" del
proceso hegemónico y lo hacen propio. Las culturas populares sobreviven a través de
estratagemas y tácticas cotidianas frente a las estrategias hegemónicas para poder
materializar sus modos de vivir y de pensar. Las culturas populares logran filtrar,
apropiarse y reorganizar lo que viene de la cultura hegemónica y articularlo con su
memoria.
Según Ernesto Laclau, para que exista hegemonía, es necesaria una práctica de
articulación en la que dos elementos se relacionan y contribuyen a la formación de
una situación cultural diferente a ambas. La articulación no anula a ninguno de los
dos elementos, sino que crea algo nuevo. Un ejemplo histórico de articulación
simbólica es la aparición de la Virgen de Guadalupe en México en el siglo XVI. La
figura de la Virgen de Guadalupe ha sido utilizada de diversas formas a lo largo de
la historia de México. Desde su aparición, ha sido vista como un símbolo de
sincretismo y mestizaje cultural, que ha permitido la conciliación de prácticas
religiosas aztecas con las hispanas. En momentos de la historia mexicana, como en
la lucha por la independencia y la lucha por la hegemonía, ha sido utilizada como
un estandarte para diferentes movimientos sociales y políticos. La Guadalupana es
polisémica, lo que significa que puede tener múltiples significados y ser un punto
de convergencia sociocultural. A lo largo de la historia, su figura ha sido
utilizada tanto para fines de sometimiento como de liberación.
Raymond Williams define la hegemonía como la interacción compleja de fuerzas
políticas, sociales y culturales que sostienen el liderazgo de una sociedad sin
recurrir a la coerción o la fuerza. La hegemonía requiere la internalización de los
valores y prácticas de los sectores dominantes, pero también la articulación de
formas de lucha culturales y sociales para desarrollar una "hegemonía alternativa".
El argentino Ernesto Laclau sostiene que la sociedad es una configuración
discursiva y que todo en ella tiene un significado. La hegemonía trabaja en la
producción de un imaginario de orden coincidente con los intereses de los sectores
dominantes, y en la elaboración de equivalencias discursivas que naturalizan
ciertos significados sociales e históricos. Estas equivalencias pueden ser
subvertidas por significados emergentes que ponen en juego ciertas diferencias,
aunque la integración de estos depende de las culturas particulares y de las clases
sociales. En ocasiones, en el contexto de una cultura común, existen
representaciones discriminatorias más fuertes en algunas clases sociales que en
otras.

• Un ejemplo de la construcción de equivalencias discursivas es el significante


"familia tradicional", que a menudo se presenta como la única forma legítima y
natural de construir una familia. En este caso, el significado fijo y permanente
que se le atribuye incluye la idea de que la familia está compuesta por un padre,
una madre y sus hijos, y que esta estructura es superior a otras formas de familia,
como las familias monoparentales o las familias homoparentales.

• Otro ejemplo de la construcción de estatutos es la idea de que los hombres son


naturalmente más fuertes y agresivos que las mujeres. Esta creencia se ha
naturalizado y se ha utilizado para justificar la discriminación y la violencia
contra las mujeres, así como para mantener la desigualdad de género en muchas áreas
de la vida.

• Un ejemplo de cómo los significados pueden ser subvertidos es el movimiento


feminista, que ha cuestionado y desafiado las equivalencias y estatutos
tradicionales asociados con la mujer y ha promovido nuevos significados y
representaciones que incluyen a las mujeres como líderes, trabajadoras, y personas
independientes y empoderadas.

• Finalmente, el ejemplo que se menciona en el texto sobre el travesti que es


considerado "mujer" por los villeros es un ejemplo de cómo las representaciones y
significados pueden ser diferentes en diferentes contextos culturales y sociales.
En este caso, los villeros tenían una comprensión más amplia y flexible de lo que
significa ser una mujer y estaban dispuestos a incluir a personas que en otras
culturas podrían ser marginadas o discriminadas.

El texto aborda la relación entre comunicación y hegemonía, destacando cómo la


formación hegemónica establece fronteras imaginarias para determinadas situaciones,
construyendo una producción simbólica que busca afirmarse como un orden social
deseable. Para ello, interpela a los sujetos a través de diferentes medios como la
educación, la formación de opinión pública y los medios de comunicación, entre
otros. Además, históricamente, la formación hegemónica ha organizado el campo
social a través de pares binarios, contribuyendo a estructurar las percepciones
sobre el mundo. En este sentido, se analiza cómo en Argentina, por ejemplo, el
discurso político-cultural de Sarmiento estableció el par binario “civilización y
barbarie” como estrategia para “civilizar la barbarie”. En este proceso, los
dominados pueden asumir actitudes conformistas, aceptando los significados
impuestos como “naturales” y colaborando en la reproducción social del pánico moral
y la discriminación.

• En una sociedad determinada, los estereotipos de género son una construcción


social que se ha naturalizado y se ha convertido en un significado naturalizado.
Por ejemplo, se espera que las mujeres sean delicadas, emocionales y estén a cargo
del cuidado de los hijos y del hogar, mientras que se espera que los hombres sean
fuertes, racionales y proveedores. Estos estereotipos se han vuelto hegemónicos y
cualquier desviación de ellos puede ser objeto de pánico moral y discriminación.
Por ejemplo, un hombre que se dedica a labores domésticas y de cuidado de los hijos
puede ser visto como un "maricón" o "poco hombre" por no cumplir con el rol
esperado.

• En algunos países, los inmigrantes pueden ser objeto de pánico moral y


discriminación. En lugar de ser vistos como personas que buscan una vida mejor, son
estigmatizados como delincuentes, vagos y peligrosos. Estos estereotipos se han
vuelto hegemónicos y cualquier desviación de ellos puede ser objeto de
discriminación. Por ejemplo, un inmigrante que tiene un negocio exitoso puede ser
visto con desconfianza y resentimiento por los miembros de la comunidad que lo ven
como un "intruso" en su país.

• En algunas culturas, la homosexualidad es vista como una desviación de la norma y


es objeto de pánico moral y discriminación. Se espera que las personas sean
heterosexuales y se conformen a los roles de género hegemónicos. Por ejemplo, una
pareja del mismo sexo que se muestra en público puede ser objeto de miradas
desaprobatorias, comentarios ofensivos y agresiones verbales o físicas.

• En algunos países, el activismo político y social puede ser visto como una
amenaza a la estabilidad social y es objeto de pánico moral y represión. Los
militantes y activistas pueden ser estigmatizados como violentos, radicales y
peligrosos. Por ejemplo, un manifestante pacífico que lucha por la justicia social
y la igualdad puede ser objeto de violencia policial o judicial y ser visto como un
"subversivo" o "terrorista".

Es importante entender que estos ejemplos no son universales y que varían según la
cultura y la sociedad en la que se encuentren. Sin embargo, pueden ayudar a
comprender cómo los significados naturalizados y la formación hegemónica pueden
influir en la discriminación y el pánico moral en diferentes contextos.

El texto señala que entender la hegemonía no se limita a entender cómo los sectores
dominantes imponen su ideología, sino que también implica reconocer cómo los
sectores populares resisten y luchan por la autonomía y la encarnación de
significados alternativos. La resistencia implica saltar las fronteras imaginarias
y luchar por espacios sociales donde se puedan lograr relaciones más justas y
significados más humanos. La hegemonía es una dimensión de la comunicación donde se
juega la posibilidad de ser más libres y autónomos y luchar por una sociedad más
justa.
Jorge Huergo es un investigador argentino que ha trabajado en el campo de la
comunicación y el análisis del discurso. Las equivalencias discursivas son un
concepto que él ha desarrollado en su obra. Según Huergo, las equivalencias
discursivas son relaciones que se establecen entre distintas palabras, frases o
discursos que comparten significados, y que se utilizan para construir un sentido
coherente en una determinada situación discursiva.

En otras palabras, las equivalencias discursivas son una estrategia que utilizan
los hablantes para construir significados a partir de la relación entre distintas
palabras o discursos. Por ejemplo, si en un discurso se mencionan las palabras
"libertad" y "democracia", el hablante puede establecer una equivalencia discursiva
entre ambas palabras, sugiriendo que la libertad es una condición necesaria para la
democracia, y viceversa.

Huergo sostiene que las equivalencias discursivas son una herramienta poderosa para
la construcción del sentido, ya que permiten conectar distintas ideas y conceptos,
y establecer relaciones entre ellos. Sin embargo, también señala que es importante
ser conscientes de estas relaciones, ya que pueden ser utilizadas para reforzar
ciertos discursos dominantes y ocultar otros significados posibles.

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