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EDUCACIÓN ES TRANSFORMACIÓN

Existirán tantísimas narrativas, de tiempos y lugares remotos como cercanos, que


nos confirmen que la educación es transformación; de horizontes de vida, de visiones
de mundos y realidades, de comprensión de uno mismo y de lxs otrxs. Podría pensarse
como una obviedad la afirmación “la educación es transformación”, en tanto quien
aprende -al igual que quien enseña- siempre se transforma, en las circunstancias que
sean, y aún cuando esos aprendices y enseñantes no sean concientes de sus
transformaciones. Ahora bien, hacia dónde pretendemos transformarnos o bajo qué
principios y direcciones es lo que se presenta como necesario senti-pensar,
principalmente quienes deseamos y actuamos en pos de “corazonar” -pensar desde la
memoria y el corazón, como plantea Cusicanqui (2018)- construcciones que tienen
como “sur” la libertad, la justicia y la igualdad.
Desde estas dimensiones y búsquedas no quedan otros caminos posibles que no
sean poner en crisis las formas de relación que habitamos y nos habitan (Skliar, 2008),
en un mundo que no nos muestra destinos de hospitalidad y felicidad -a menos que se
tenga con qué comprarlas...- o concepciones de vida buena que puedan tener alguna
posibilidad de universalizarse, es decir, de ser capaces de tener validez para cualquier
población en tanto modos de vida comunitaria que por ser corazonadas con
honestidad y desde el cuidado de sí y de lxs otrxs pueden conformar horizontes
emancipadores para vidas materiales y concretas (Flores, 2014). “La docencia es, por
definición, una práctica ético-política” plantea Cullen; y esta ética docente hoy en día
debe buscar múltiples caminos para contrarestar los horizontes hegemónicos que
pretenden implantar la mercantilización de relaciones sociales y jerarquías de ser y de
valor en las dimensiones vitales de comunidades y sujetos. No podemos soslayar que
nuestro mundo se haya todavía imbuido de sufrimientos y violencias que nos exigen,
a lxs educadorxs con memoria, responsabilidad y esperanza, una obligación ética y
estética para desaprender y encontrarnos en la comunicación, en la hospitalidad y la
participación de distintas formas de subjetividad en una pedagogía de la libertad
(Flores, 2014; Cullen, 2015).
Estas pedagogías de la libertad no podrán más que abrirse a la apertura del
pensar, del hacer, del sentir (Melich, 2006); actuando como anfitriones con
responsabilidad y ética afectiva frente a cualquier existencia de otres, no para
afirmarles sino para contrariarles, enfrentándonos con nuestras alteridades, viéndonos
en lo que no somos para que lleguemos a ser más nosotros mismos (Skliar, 2008).
“Sostener al otro todo el tiempo que sea posible y cuidarlo de nosotros mismos, de
nuestros estereotipos, de nuestros anclajes y de nuestras representaciones falaces.”
(Skliar, 2019)
El problema del cuidado, de nosotrxs mismxs, de lxs otrxs, del ambiente; nos
sugiere un desprendimiento de saberes que hoy sabemos que no son tales, al
obstaculizar la comprensión compleja de sistemas otros de vida, de entramados
culturales que no se corresponden con el eurocentrismo y la ciencia clásica pero que
pueden dar forma a cosmovisiones respetuosas y amables. Obstaculizan también esa
conversación y acogida reales al dejar a esxs otrxs -también al ambiente y su
biodiversidad- en lugares de poca jerarquía y trascendencia, abriendo paso a esquemas
de abandono y olvido insoportables para quienes deseamos comprendernos en
nuestros devenires, creando comunidad y singularidad a la vez, como un educar en
conversación para descifrar las relaciones entre el mundo y sus vidas, con palabras
propias que nos afectan y dan cuenta de otras interpretaciones y otros sentidos de
nuestras existencias (Skliar, 2019). Dar paso a lo imperceptible y a los devenires de
quienes estamos transformándonos y transformando, devenir que significa alianzas,
simbiosis, desobediencias o incorrecciones a lo instituido; todo es construcción, más
sin un plan previo que no sea salirnos de nosotrxs mismxs y abandonar lo que somos
en dirección de eso otro que estamos por ser. Sabiendo que no llegaremos a serlo
plenamente, en tanto es un camino que viene de lxs de antes y continuamos para que
otrxs lo retomen (Gallo, 2015).
Existen ciertamente, como afirma Dussel, “distintos tipos de utopías,
insignificantes para el sistema, pero lugar donde la vida comienza a soñarse” (citado
por Flores, 2014); que son las realidades donde debemos buscar anclajes que permitan
desarroparnos de las marcas vitales que la colonialidad del poder y del saber nos han
impuesto, en desmedro de creaciones sociales que regeneran relaciones sociales de
igualdad y justicia. Un “biopoder descolonizador” es posible para recrearnos una
nueva casa (Flores, 2014), tarea posible, en tanto tenemos al alcance de la mano hoy
en día posibles anclajes que nos traen posibles caminos descolonizadores, donde
comunidades, barrios y organizaciones se animan a sentipensarse y logran transformar
relaciones que hacen de sus vidas concretas existencias cotidianas más saludables,
solidarias y felices. Lxs educadorxs entonces cuentan con construcciones teóricas y
prácticas que ayuden a imaginar y construir posibles andares liberadores de las
políticas que mediante la individualización y la totalización de las estructuras de
poder nos ligan a dominaciones profundas de sujetos y sociedades (Foucault, 1988).
Salirnos de lo que somos sin saber bien hacia dónde vamos, pero con la certeza
de lo que no queremos ser. Tal tarea encierra -o abre- ciertamente un sendero
complejo, pero insoslayable para quienes no queremos repetirnos en modelos
arquetípicos y a-históricos, no por su lejanía en el tiempo-espacio, sino porque no nos
han traído horizontes de emancipación, sino más bien lo contrario.

El autonacimiento del Universo y el autonacimiento del hombre


son inseparables. Ciencia y conciencia, dos pilares de la futura
democracia universal, se sostienen una a la otra. La ciencia sin
conciencia es la ruina del ser humano, pero la conciencia sin
ciencia es también su ruina. La responsabilidad de la
autotrascendencia –nuestra responsabilidad- es el tercero
incluido que une ciencia y conciencia.

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