Dido y Eneas

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Dido y Eneas

Una desgraciada historia de amor


Una historia de amor en la que nadie come perdices

ENEAS, hé roe de la guerra de Troya, que tras la caída de su ciudad logró escapar
emprendiendo un viaje, se desvió de su ruta y aterrizó en Cartago.

DIDO era fenicia de nacimiento, de la ciudad de Tiro. Obligada a huir de su


patria tras el asesinato de su esposo, estaba terminando de construir una
nueva ciudad en Cartago cuando Eneas y sus hombres fueron arrastrados
hasta la playa má s cercana.
Los recibió generosamente y casi de inmediato se enamor ó de é l.
Alentada por su hermana Ana, empezó a aceptar su deseo por el extranjero y
a esperar que la pidiera en matrimonio.
Su encuentro les llevó a vivir una historia de amor y pensaban casarse. Pero el
destino tenía otra cosa preparada para ellos.

Un día, cuando Eneas y ella estaban de caza, se desencaden ó una tormenta y


ambos se refugiaron a solas en una cueva. Hicieron el amor mientras rug ía la
tempestad y a partir de entonces vivieron juntos como marido y mujer y Eneas
actuó casi como si fuera el rey de Cartago.

Pero un día llegó el mensajero de los dioses a recordarle a Eneas su deber,


fundar una nueva Troya en Italia , y el troyano decidió abandonar a su amada
y continuar su viaje.

Dido descubrió enseguida sus intenciones y le reproch ó su traició n. Y aunque


estaba muy triste, Eneas só lo pudo argumentar que los dioses le obligaban a
marchar y rogarle que no hiciera su partida a ú n má s dolorosa.

Desesperada, Dido decidió suicidarse. Creó una enorme pira funeraria, simulando
que estaba destinado a un rito má gico para recuperar a Eneas o al menos para
curarse de su amor. Tras una noche de insomnio, vio que el barco de Eneas ya
había levado anclas. Maldicié ndole y rogando por la eterna enemistad entre
Cartago y los descendientes del troyano, subi ó a la pira, cogió la espada de su
amante y se provocó una herida mortal.

Eneas no pudo escapar nunca por completo de Dido. En su viaje a los infiernos, vio
al fantasma de la reina e intentó una vez má s justificar su conducta, pero Dido se
negó a hablarle y volvió con el fantasma de su marido.

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