SEAL de la Marina retirado; copropietario deTrident Security y de La Alianza; Dom. Devon ‘Perro Maldito’ Sawyer: hermano de Ian y de Nick; SEAL de la Marina retirado; copropietario deTrident Security y de La Alianza; Dom. Ben ‘Boomer’ Michaelson: SEAL de la Marina retirado; especialista en explosivos y municiones; hijo de Rick y Eileen. Jake ‘Reverendo’ Donovan: SEAL de la Marina retirado; asignado temporalmente para dirigir el equipo de la Costa Oeste; francotirador; Dom y Amo del Látigo en La Alianza. Brody ‘Cabeza de Huevo’ Evans: SEAL de la Marina retirado; especialista en computadoras; Dom. Marco ‘Polo’ DeAngelis: SEAL de la Marina retirado; especialista en comunicaciones y piloto de respaldo de helicópteros; Dom. Nick Sawyer: hermano de Ian y Devon; actual SEAL de la Marina. Kristen ‘Chica Ninja’ Sawyer: autora de novelas románticas y de suspenso; prometida y sumisa de Devon. Angelina ‘Angie/Ángel’ Sawyer: artista gráfica.
Familia extendida, amigos y asociados del Sexy
Paquete de Seis
Mitch Sawyer: primo de Ian, Devon y Nick;
copropietario y director de La Alianza, Dom. T. Carter: espía y asesino estadounidense; trabaja para la agencia encubierta Deimos; Dom. Shelby Christiansen: encargada de recursos humanos; superviviente de cáncer en dos ocasiones; sumisa. Curt Bannerman: SEAL de la Marina retirado; propietario de Halo Customs, un taller de reparación de motocicletas. Jenn ‘Chica Bebé’ Mullins: estudiante universitaria; ahijada de Ian; ‘Sobrina’ de Devon, Brody, Jake, Boomer y Marco; su padre fue un SEAL de la Marina; sus padres fueron asesinados. Mike Donovan: propietario del bar irlandés Donovan’s; hermano de Jake. Charlotte ‘Ama China’ Roth: oficial de libertad condicional; Domme y Maestra del Látigo en La Alianza. Travis ‘Tiny’ Daultry: ex jugador de fútbol profesional; jefe de seguridad en el complejo de La Alianza y Trident; guardaespaldas ocasional para TS. Rick y Eileen Michaelson: padres de Boomer. Rick es un SEAL de la Marina retirado. Charles ‘Chuck’ y Marie Sawyer: los padres de Ian, Devon y Nick. Charles es un multimillonario inmobiliario que se hizo él solo. Marie es una cirujana plástica involucrada en la organización sin fines de lucro llamada ‘Operation Smile’. Will Anders: Curador adjunto en el Museo de Arte de Tampa, primo de Kristen Anders. Dra. Roxanne London: pediatra; Domme (Ama Roxy) y esposa de Kayla. Kayla London: trabajadora social; sumisa y esposa de Roxanne. Chase Dixon: comando retirado del ejército; propietario de Blackhawk Security; socio de TS. Doug Henderson: Infante de marina retirado; guardaespaldas. Reggie Helm: abogado de TS y La Alianza; Dom y novio de Colleen. Colleen McKinley-Helm: gerente de oficina de TS; novia y sumisa de Reggie. Carl Talbot: profesor universitario; Dom y Amo del Látigo en La Alianza.
Miembros de las Fuerzas del Orden
Larry Keon: subdirector del FBI.
Frank Stonewall: Agente especial a cargo del FBI de Tampa.
Los K9 de Trident
Beau: Perro huérfano mezcla de labrador con pitbull,
rescatado por Ian. Ahora es un K9 entrenado que se ha ganado con creces su lugar en el equipo Alpha. CAPÍTULO UNO
«V AMOS , B EAU », LLAMÓ I AN S AWYER A SU MEZCLA DE
labrador y pitbull mientras se dirigía por el camino de entrada a la nueva casa de Brody Evans. Antes de correr al lado de su dueño, el enorme perro negro terminó una llamada rápida a la naturaleza en el buzón de la acera de Brody. A menudo, Ian se preguntaba si el perro callejero tenía un gran danés en su pedigrí porque era lo suficientemente alto como para que Ian, que medía casi dos metros, casi pudiera acariciar la cabeza del animal sin agacharse. No siempre había sido así. Cuando Ian encontró por primera vez al cachorro de seis semanas, temblando y llorando junto a su madre moribunda fuera de la puerta de su casa, en ese momento Beau no podía haber pesado más de dos o tres kilos. Ian recordó que hacía poco más de un año y medio por la noche, había escuchado la alerta de intrusos en su teléfono. Se encontraba en su apartamento viendo las noticias de las once. Su residencia estaba ubicada dentro de un complejo comercial que estaba rodeado por una valla de seguridad para mantener alejados a los visitantes inesperados. Al menos así era hasta que el dúo de peludos irrumpió en el lugar. Cuando se activó la alerta, cambió el canal de televisión para mostrar los múltiples ángulos de las cámaras CCTV del complejo. Esperaba ver caminando a algún guardia, a su hermano o a uno de los miembros de su equipo, pero se sorprendió al ver a un animal cojeando hacia la puerta principal. Se acercó y vio que era un perro gravemente herido que llevaba un pequeño cachorro en la boca. Para cuando salió, la madre había gastado lo último de su energía y se derrumbó a unos metros de distancia. El cachorro estaba sucio, un poco desnutrido y cubierto de pulgas, pero en general, se veía con salud. Sin embargo, la madre había sido despedazada por un perro o algún otro animal. Cuando con precaución Ian se acercó a la pareja, la perra empujó a su bebé más cerca del humano, de cierta manera confiándoselo y luego falleció sin un solo sonido. Después de llevar al cachorro a una clínica veterinaria cercana abierta a todas horas, Ian regresó, siguió el camino que había tomado la madre y descubrió que había cavado debajo de la valla para llegar hasta su puerta. Siguió las marcas de arrastre por el otro lado que conducían al bosque. Un poco más adentro de la maleza descubrió a dos cachorros que habían muerto varias horas antes. Cerca de la una de la madrugada Ian recuperó una pala y el cuerpo de la madre, luego enterró a los tres debajo de un árbol, antes de regresar al complejo para rellenar el agujero que había hecho la perra debajo de la valla. El cachorro había sido bañado, castrado, se le había colocado un chip y había recibido sus vacunas, luego Ian lo llevó a casa. Los seis hombres que formaban el equipo principal de Trident Security eran todos SEAL retirados de la Armada, y durante las primeras semanas el pobre perro había sido llamado ‘PCN’ por ‘puto chico nuevo’. Pero eso cambió tan pronto como la ahijada de Ian conoció al pequeño y le dio un nuevo nombre. Jenn había estado leyendo ‘Beau Geste’ en la escuela y usó el mismo apodo para la mezcla de pitbull. Cuando Beau tenía tres meses, Ian pidió a un viejo amigo de la Marina que comenzara a entrenar al perro de la misma manera que los perros de trabajo militares. El perro se había entregado al entrenamiento como si hubiera sido criado para eso. Y aunque ahora era un perro de rastreo y protección a toda regla, cuando no estaba de servicio, el grandulón era un perro tonto que solo quería que le rascaran la barriga o que jugaran a ir tras de él hasta que caía rendido. El perro era una adición muy querida para Trident Security y tenía acceso completo a las instalaciones de la empresa, así como a los apartamentos residenciales dentro del complejo. Ian y su hermano Devon vivían en las instalaciones de la empresa de las que eran propietarios. En cuanto a los otros cuatro hombres del equipo de seguridad de Trident, todos residían a diez minutos de las instalaciones. Unos dos meses antes, Brody, que era uno de sus compañeros de equipo, había comprado una casa muy cerca del lugar. Esta noche se había organizado una barbacoa de último minuto y como la casa tenía un patio trasero cercado, Ian había llevado consigo al perro. Beau tendría mucho césped para revolcarse, algo que no tenía en el complejo por estar completamente pavimentado. La puerta estaba abierta, así que Ian entró y Beau se dirigió directamente a la cocina para saludar al resto de sus seres humanos favoritos. Brody fue la primera persona en agacharse y acariciarlo. El hombre alto y ancho, también conocido como ‘Cabeza de Huevo’, era el experto en informática y maestro hacker del equipo. Había diseñado y/o programado todos los sistemas de seguridad y rastreo, las computadoras y los dispositivos que usaba el equipo. También era el coqueto y el bromista del grupo, y rara vez se le veía sin su sonrisa característica y su rápido ingenio. El resto del equipo presente eran Jake ‘Reverendo’ Donovan, francotirador del equipo; Marco ‘Polo’ DeAngelis, especialista en comunicación, y Ben ‘Boomer’ Michaelson, experto en demoliciones y explosivos. Por último, pero no menos importante, estaba el hermano menor de Ian, Devon ‘Perro Maldito’ Sawyer, que era su brechero y primer escalador. Ian era su líder de equipo e interrogador, el mismo puesto que había ocupado en el Equipo Cuatro de los SEAL. Si bien cada hombre tenía sus especialidades individuales, podían ocupar los puestos de los demás si surgía la necesidad. Trabajaban tan bien juntos que había momentos en los que casi podían leerse la mente entre ellos. Cuando Ian entró en la cocina, todos se detuvieron lo suficiente para saludarlo antes de reanudar sus conversaciones. Se inclinó y le dio a Kristen un rápido beso en la mejilla mientras ella le sonreía. En ese momento en la casa de Brody, Kristen Anders era la única persona que no era miembro del equipo. Ella era la futura cuñada de Ian, autora de novelas románticas eróticas y el amor de la vida de Devon. El tipo le había propuesto matrimonio tres meses antes, entre Acción de Gracias y Navidad y, después de llorar durante varios minutos, ella había aceptado. Para entonces, habían estado en Nepal, visitando a los padres de Ian y Devon mientras su madre realizaba una cirugía en una clínica para la organización Operation Smile. Los dos habían pasado unos diez días ayudando a construir una escuela en un pueblo cercano, junto a Chuck Sawyer, su padre, y a muchos otros voluntarios. Ocho semanas antes, Devon había colocado el collar a su sumisa en una ceremonia en La Alianza y debido a ello, la proposición no había sido una sorpresa para nadie más que para sus padres. La Alianza era el club BDSM del que los hermanos también eran dueños, junto con su primo y director, Mitch Sawyer. Mientras Brody preparaba las pechugas de pollo deshuesadas para ponerlas a la parrilla, Kristen formaba hamburguesas con carne molida. Beau se dejó caer en el suelo junto a ella y para deleite del perro, ella se quitó una de sus sandalias y pasó su pie por la barriga del animal. Se volvió hacia Ian y le preguntó: «¿Dónde está Jenn? ¿No vino contigo?». Ian se apoyó contra la encimera junto a ella, cruzó los brazos sobre su pecho esculpido y refunfuñó: «No. Esta tarde fue de compras con unas amigas de la universidad. Aparentemente, tiene una cita esta noche». Sus ojos se iluminaron reaccionando completamente opuesto a como él lo había hecho después de enterarse de que su ahijada tenía una cita. Con un chico que probablemente no era bueno para ella. Quien tal vez solo quería meterse en los pantalones de la bonita joven. Mataría al bastardo si supiera quién era. Antes de que Kristen pudiera responder y a unos metros de distancia, Brody entrecerró los ojos frente a la puerta abierta del refrigerador y exclamó: «¿Jenn va a tener una cita?». Sorprendentemente, su fuerte voz estaba llena de disgusto. «¿Con quién?». El silencio que se apoderó de la habitación fue interrumpido por un breve chillido de alegría de Kristen, mientras cinco pares de ojos curiosos y molestos y un par de ojos exaltados miraban a Ian. Este dejó escapar un fuerte suspiro. «No tengo ni idea. Se negó a decírmelo porque sabía que te haría investigarlo». Todos los hombres grandes y protectores fruncieron el ceño, pero fue Brody quien respondió. «Si no te da el nombre del chico, dile a la ‘Chica Bebé’ que no puede ir. Tan simple como eso». Un fuerte gemido sonó y todos se volvieron hacia Kristen quien estaba poniendo los ojos en blanco como si estuviera en presencia de seis idiotas. «Chicos, vamos. Su sobrina tiene diecinueve años y cumplirá veinte en tres meses. Es una adulta, les guste o no. Es inteligente y puede cuidarse sola. No pueden castigarla por negarse a dejar que acosen a un pobre chico que quiere salir con ella». Todos los hombres eran tíos sustitutos de Jennifer Mullins. Su padre había sido su lugarteniente en los SEAL, y el equipo pasaba muchas horas libres en la casa familiar del hombre, cerca de su base. La que había sido una vez una pequeña niña, había crecido con más de cuarenta ‘tíos’ con los que todavía mantenía el contacto a través de correos electrónicos y llamadas telefónicas. Pero ella siempre había estado más cerca de estos seis hombres. Cuando nació, sus padres le habían pedido al mejor amigo de Jeff, Ian, que fuera su padrino y tutor legal si les pasaba algo. Ian había estado feliz de hacerlo, pero nunca pensó que necesitaría ocuparse de ella tan pronto en su vida. A finales de este mes se cumpliría el primer aniversario del asesinato de sus padres. En septiembre pasado, el equipo había descubierto que sus asesinatos no habían sido el resultado de un robo que había salido mal, sino de un complot más grande para matar a varios ex miembros del Equipo Cuatro de los SEAL. Un senador de Texas con grandes aspiraciones había contratado a un sicario para eliminar a Jeff Mullins, Ian, Devon, Jake, Brody y a otros dos. Se había dado cuenta de que años antes habían estado en una misión de investigación y que tal vez lo habían reconocido como un hombre que se había encontrado con su hombre objetivo en esa misión. El primo lejano del senador era un narcotraficante colombiano, con quien había desarrollado una relación clandestina a cambio del respaldo financiero para salir de la pobreza y asistir a la universidad, y luego a la facultad de derecho. A cambio, el senador se había convertido en un activo de Ernesto Díaz en Dallas. Además de ser el jefe de un lucrativo cartel de la droga, Díaz había estado involucrado en el comercio sexual y el tráfico de armas. Los investigadores del FBI y la Marina habían establecido la conexión entre las muertes de Jeff y Lisa Mullins, Eric Prichard y Quincy Dale. Los hombres de Trident Security habían sido reunidos para revisar montones de cajas de misiones clasificadas en las que habían participado, para descubrir por qué el Equipo Cuatro había sido atacado. Solo después de dos intentos fallidos contra la vida de los cuatro hombres restantes en la lista de blancos, descubrieron quién los quería muertos y el motivo. Desde entonces, tanto el senador como el sicario habían sufrido muertes prematuras. Durante todo el caos, Devon y Kristen se conocieron y se enamoraron. Con fuerza, Devon pellizcó el culo de su prometida, y ella saltó y chilló casi dejando caer la hamburguesa cruda que tenía en sus manos. «¿Quién dice que no podemos, niña? Y no pongas los ojos en blanco estando en una habitación llena de Doms». Los demás se rieron entre dientes sabiendo que la dulce sumisa quería mirarlos y decir algo sarcástico, pero mejor lo pensó bien. Su trasero se pondría rojo si lo hacía. «De acuerdo chicos, pero por favor, esta es la primera cita que escucho que ella tendrá desde que se mudó aquí. Deberían estar felices de que esté haciendo algo divertido, especialmente cuando se acerca el aniversario de la muerte de sus padres. Estoy segura de que, si hay una segunda o tercera cita, les presentará al chico». Después de los asesinatos y por tres meses, Ian se había quedado en Virginia para acompañar a Jenn para que pudiera terminar su bachillerato. Luego se había mudado a Tampa, a vivir en el apartamento de Ian, antes de mudarse a un dormitorio en la Universidad de Tampa, donde ahora estaba inscrita. Le había tomado un tiempo lidiar con la pérdida de sus padres, cosa que todos entendían. Pero entre el psicólogo, su nueva escuela, los amigos, y sus amados tíos, Jenn estaba saliendo de su caparazón, volviendo a ser la mujer alegre y extrovertida que todos conocían y amaban. Los hombres murmuraron sus reacios asentimientos y cambiaron de tema. «¿Qué tal?, ‘Jefe’». Brody le entregó a Ian una botella de Bud Light. «Parece que tienes mala suerte con mi nueva vecina». Los ojos de Ian se entrecerraron y se enfriaron. «¿De qué estás hablando?». Brody se encogió de hombros. «Un tipo ha pasado todo el día con Angie, y parece un tanto amistoso. Su coche estuvo en la entrada de su casa durante toda la noche anterior. Un poco desaliñado, que no creo que sea su tipo, pero es obvio que se conocen bastante bien. Demasiado bien para ser un pariente». Un día, mientras ayudaba a su amigo a mudarse a su nueva casa, Ian había conocido a la vecina de Brody, Angelina Beckett. Era una mujer bonita, de unos treinta y tres años, con un cuerpo asesino que hacía que la polla de Ian reaccionara como un saludo ágil a un almirante, rápida y rígida. Con el pelo largo y rubio hasta los hombros, ojos verdes suaves, senos exuberantes y un trasero que le encantaría tener en sus manos, había protagonizado varios de sus sueños durante los últimos dos meses. Más de una vez se había excitado en la ducha imaginándola de rodillas frente a él, dándole la mamada de su vida. Desde que los presentaron, solo había tenido unos pocos atisbos de la mujer, pero su compañero de equipo debió haber notado su interés en ella. Sin decir una palabra más, destapó su cerveza y tomó un trago antes de salir al patio con Beau pisándole los talones. Mientras el perro corría directamente al césped y comenzaba a olfatear todo lo que veía, Ian se sentó en la mesa al aire libre frente al patio trasero de la Srita. Beckett. Ella también estaba sentada en la mesa de su patio de espaldas a él y su silla estaba girada en un ligero ángulo para estar frente a su invitado. Los mechones de su largo cabello estaban peinados en una trenza que descansaba en el centro de su espalda, sobre su blusa azul turquesa. Él prefería su cabello suelto y deseaba tener el derecho de caminar hasta allí y deshacer los mechones confinados. Cambió su mirada hacia el extraño hombre que estaba sentado en un ángulo de noventa grados junto a ella, e Ian lo estudió. Brody tenía razón. El hombre era un poco desaliñado, con barba y bigote descuidados y cabello largo hasta los hombros. Pero por lo demás, parecía limpio, llevaba una camiseta negra, jeans azules y zapatillas blancas. Parecía tener aproximadamente la misma edad que ella. Sin embargo, lo que molestó a Ian fue cómo el tipo masajeaba los pies descalzos de Angie en su regazo, mientras charlaban. Vio como los ojos del novio de Angie destellaron hacia los suyos, luego de nuevo a los de ella. Ian no se dejó engañar. En esa fracción de segundo, el extraño se dio cuenta, evaluó y determinó que Ian no era una amenaza inmediata. Era obvio que el hombre tenía entrenamiento. Para Ian, su cuerpo y su lenguaje gritaban ex militar, sin embargo, casi podía disimularlo. De hecho, si Ian no hubiera sido como él, podría haberlo subestimado. Cuando el resto del equipo de Ian se desplazó al patio y tomó asiento alrededor de la mesa, la mirada del hombre se dirigió hacia ellos antes de volver a posarse en Angie. Ian la observó de pie con la gracia de una primera bailarina, sus largas piernas y su trasero en forma de corazón envuelto en unos vaqueros capri desteñidos hacían que se le hiciera agua la boca. Cuando se volvió hacia la puerta trasera, la escuchó decirle a su novio: «Dame unos minutos para refrescarme e iremos a comer algo. Espero que estés de humor para comida mexicana». En el momento en que ella desapareció en la casa, sin dudarlo, su novio centró su atención en los seis hombres más allá de la cerca de la propiedad. Se puso de pie y se acercó a ellos como un león interesado en un intruso en sus dominios. Medía alrededor de un metro ochenta, con unos noventa y cinco kilos magros, con cabello y ojos castaños. Varios tatuajes asomaban por debajo de los brazos de su camiseta de manga corta. También, fue lo suficientemente inteligente como para detenerse a medio metro de la barrera divisoria, a la altura del pecho, cuando notó que Beau se acercaba corriendo y colocaba su enorme cuerpo entre sus humanos y el desconocido. Ian tomó como una buena señal que el perro, mientras estaba en modo protector, no gruñera en advertencia. Cauteloso, Brody se puso de pie y se acercó a la cerca para saludar al hombre. «Hola, soy Brody Evans, el nuevo vecino de Angie». Con los brazos cruzados sobre su musculoso pecho, el otro hombre asintió con la cabeza hacia Brody, antes de volver su intensa mirada hacia Ian y Devon. «Sé quién eres, Evans. Me preguntaba si mañana por la mañana podría reunirme en las oficinas de Trident Security contigo y tus empleadores, los hermanos Sawyer». Los ojos de Ian se entrecerraron mientras sus atónitos compañeros de equipo miraban de un lado a otro, entre él y el extraño que sabía bastantes cosas sobre ellos, cuando ellos no sabían nada sobre él, incluido su nombre. Y ninguno estaba contento con ese hecho. Ian, sentado en su sitio, se inclinó hacia delante, dejó la botella de cerveza en la mesa y le clavó al hombre barbudo una mirada de advertencia. «¿Quién eres tú?». Echó un rápido vistazo por encima de su hombro e Ian se preguntó por qué no quería que Angie escuchara la confrontación. «Me llamo James Athos, y mañana les explicaré el resto, pero por ahora, digamos que tenemos un amigo en común y necesito de su ayuda». Ian arqueó una ceja, su mirada gélida nunca vaciló. «¿Amigo? ¿Y quién sería este amigo?». «Un hombre llamado Carter». Si alguno de ellos se sorprendió más por la revelación del tipo de conocer a su viejo amigo, socio y espía del gobierno de los Estados Unidos T. Carter, no lo demostró. Carter estaba tan metido en el mundo de las operaciones encubiertas que realmente el equipo de Ian no tenía idea de para quién trabajaba. Parecía tener conexiones muy importantes en todas las agencias del alfabeto en Washington, D.C. (FBI, CIA, NSA, etcétera), así como en el Pentágono, 1600 Pennsylvania Avenue y varios países extranjeros. También era el hombre que hacía varios meses había matado al sicario que había tenido como objetivo al equipo, y muy probablemente, al senador que lo había contratado, aunque ninguno de ellos lo sabría nunca con certeza. Los ojos de Ian se dirigieron hacia la puerta trasera, más allá de Athos, antes de regresar al rostro del hombre. «Dime una cosa… ¿ella esta en peligro?». Athos negó con la cabeza. «No, y me gustaría que siguiera así. Tampoco quiero que sepa nada sobre nuestra conversación. Angie significa el mundo para mí y haré todo lo que pueda para protegerla. ¿A qué hora podamos vernos?». Ian revisó mentalmente la agenda de mañana. «¿A las ochocientas?». Cuando Athos asintió, la mujer en cuestión eligió ese momento para salir y cerrar la puerta detrás de ella. Ahora llevaba zapatos de lona blanca sin cordones y con un pequeño bolso blanco, se acercó a donde estaba su novio. Con reflejos automáticos, los hombres relajaron sus tensas expresiones, sin darle ninguna indicación de que algo andaba mal. Cuando se detuvo junto a Athos, miró a Brody, luego al resto de los hombres con una sonrisa amistosa en su bonito rostro. «Hola Brody, hola chicos. Veo que han conocido a Jimmy». Ian sintió un puñetazo de celos en el estómago cuando el otro hombre le rodeó los hombros con el brazo y le dio un tierno beso en la sien. «Ya me presenté, nena. Me alegro de que tu nuevo vecino parezca un buen tipo. Me preocupaba que pudieras tener a alguien como el último cabrón que parecía no poder mantener las manos quietas. Eso fue hasta que tuve una pequeña conversación con él y lo amenacé con decírselo a su esposa después de darle una paliza». Había lanzado una advertencia no tan sutil para los otros hombres. Angie puso los ojos en blanco y golpeó al chico en el estómago con el dorso de la mano. «Te dije que lo tenía bajo control. Y no lo amenazaste con golpearlo. Si mal no recuerdo, fue con cortarle la hombría a George y metérsela por su garganta, seguido de sus dedos, uno por uno. Vamos, me muero de hambre. Llévame a cenar». «Tus deseos son órdenes, nena». Miró hacia atrás por encima de la valla y les dio a los hombres un lindo saludo de niña. «Que pasen una buena noche todos». Mientras giraban hacia el camino que conducía a su entrada, Ian podría haber jurado que ella lo miró directamente con un destello de calor en sus ojos. Pero se fue tan rápido que debió haberse equivocado. Si era real o imaginario, no le importaba a su polla, que se agitó dentro de sus pantalones caqui al ver sus nalgas en retirada. Joder, cómo quería dar un mordisco a esas nalgas. «¿Qué carajo?», exclamó Boomer. «¿Quien demonios es ese?». Ian seguía mirando el lugar donde los dos habían desaparecido por el costado de su casa. «No lo sé, pero puedes estar seguro de que lo averiguaré. Ya sabes cuánto odio las sorpresas». Nadie dijo nada más sobre el hombre misterioso cuando Kristen salió con un plato de hamburguesas y piezas de pollo listas para que Brody las asara. Unos minutos más tarde la conversación volvió a las bromas normales que siempre ocurrían cuando estaban todos juntos, sin embargo, Ian ya no estaba de humor relajado, ni hablador. CAPÍTULO DOS
A NGIE SE SENTÓ FRENTE A J IMMY , SU MEJOR AMIGO , MIENTRAS
comían en un nuevo restaurante mexicano que ella se moría por conocer. Continuaron poniéndose al día, y ella deseó que su visita no tuviera que ser tan corta. Ambos se habían criado en el norte del estado de Nueva York y después de graduarse del bachillerato, ella asistió a la universidad en Florida, mientras que él ingresó en la Infantería de Marina. Seis años después fue reclutado por la DEA y por razones de seguridad tuvo que cambiar su apellido. Ahora trabajaba en su oficina de Atlanta. Al menos no tenía que preocuparse por su trabajo tanto como solía hacerlo, ya que ya no trabajaba en asignaciones secretas. Eso les había impedido verse o hablar por teléfono durante meses. Ahora trabajaba con un equipo que respaldaba a los agentes encubiertos, pero todavía llevaba la barba y el pelo largo que ella odiaba, y que sabía que eran necesarios. Era un tipo guapo cuando tenía el vello facial bien recortado, pero sin él, el hombre era un galán absoluto y lo había sido desde que lo conoció en su primer año de instituto. En su segundo año habían intentado salir una vez, pero no duró mucho porque ambos temían arruinar la fuerte amistad que se había desarrollado entre ellos. Sin embargo, después de que ella rompiera con el chico con el que había estado saliendo un mes antes, él la acompañó a su baile de graduación. Ahora los dos amigos solían criticar las citas del otro, pero seguían siendo protectores entre ellos. Por eso, ella no se sorprendió cuando en la velada en la casa de Brody, Jimmy había mencionado la amenaza a su vecino y sus amigos… al hablar de sus pretendientes. Mientras su mejor amigo se disculpaba para ir al baño, la mente de Angie regresó a su nuevo vecino y sus amigos… para ser más específica, a un amigo… Ian Sawyer. Con su cabello negro, ojos azules, rostro hermoso y un cuerpo esculpido que le hacía mojar las bragas, el hombre podría ser una estrella de cine si quisiera. Brody le había dicho que Ian se había retirado de la Marina y era dueño de la empresa de seguridad para la que trabajaban él y los demás. Últimamente, había estado pensando en pedirles que actualizaran su sistema de alarma antirrobo. Jimmy siempre la molestaba acerca de lo fácil que era burlar el sistema que ya estaba instalado cuando había comprado esa casa, hacía tres años. Dudaba que el dueño de la empresa hiciera el trabajo él mismo, pero a menudo se encontraba fantaseando con que él llegara a instalar una nueva alarma. En sus fantasías, él llevaba puestos los ajustados jeans descoloridos y la ajustada camiseta azul real que había estado usando el primer día que lo conoció, cuando ayudó a su amigo a mudarse. El color de su camiseta hacía que sus ojos destacaran hasta el punto en que estaba segura de que podría ahogarse en ellos. Y, santo cielo, su voz profunda había provocado escalofríos por su columna vertebral antes de asentarse entre sus piernas. Cuando Brody le presentó a sus compañeros de equipo, pensó que Ian le había sostenido la mano un momento más que los demás, pero probablemente era una ilusión de su parte. «Y estaba pensando en teñirme el pelo de púrpura y hacerme un tatuaje de corazón en la frente que diga ‘muérdeme’». Angie sacudió los pensamientos descarriados de su cerebro y miró a Jimmy, que se reía de su expresión de asombro. «¿Eh? ¿De qué estás hablando?». «Me estaba preguntando donde estabas. Regresé a sentarme y te hice una pregunta, pero estabas en otro planeta. Quería ver cuánto tiempo podía hablar sin sentido antes de que te dieras cuenta». Ella le arrojó un trozo de tortilla. «Tonto. ¿Cual fue la pregunta?». Se llevó el pedazo de tortilla a su boca, lo masticó y lo tragó antes de responderle. «¿Cómo va el trabajo? ¿Algún cliente nuevo?». Angie era una diseñadora gráfica que trabajaba desde casa. Varios corporativos le enviaban una gran cantidad de trabajo, así como muchos particulares que necesitaban proyectos puntuales u ocasionales. «Tengo un nuevo cliente y estoy muy emocionada con él. Me contrataron para ser una de los diseñadores de portadas de novelas románticas para una editorial llamada Red Rose Books». «¿En serio? Eso es genial, Ang. ¿Cómo te contactaste con ellos?». Tomó su teléfono inteligente, sacó una foto y se la mostró. «Esta la hice para una antigua cliente que se autopublicaba y que ahora está escribiendo libros románticos. Pensó en mí cuando iba a sacar su primer libro y me pidió que le diseñara la portada. Alguien de Red Rose Books la vio, pensó que era vanguardista y que sería algo que les interesaría, así que me localizaron. Es un gran contrato con un pago decente por cada una que haga. Haré una o dos por semana para poder concentrarme en mis otros clientes». Jimmy le sonrió. Siempre era su mayor apoyo cuando se trataba de su arte. «Genial. El Sr. Abraham estaría orgulloso de que hayas llegado tan lejos». El Sr. Clark Abraham había sido su profesor de arte en el bachillerato y fue el primero en reconocer su talento artístico, que incluso Angie no sabía que tenía. Él le había presentado las diferentes técnicas del arte y la había animado a probarlas todas, hasta que encontrara la que mejor se adaptara a sus necesidades. Además de los dibujos a lápiz de grafito y las artes gráficas computarizadas, a lo largo de los años también había incursionado en la pintura al óleo y había vendido varias piezas en una galería de arte local. Siempre era agridulce pensar en el hombre de pelo gris que se había convertido en su amigo y mentor. Una tarde del año después en que ella se graduó, durante la hora del almuerzo, había sufrido un ataque al corazón en su salón de clases vacío, y cuando alguien lo encontró ya era demasiado tarde. «Sí, sé que así sería». Bajó la voz unas octavas, e imitó al anciano: «Rojos, Angie, ¿por qué estás tan obsesionada con los rojos? Echa un poco de azul y verde allí, tal vez un poco de amarillo. Sorpréndeme de vez en cuando, ¿quieres?». Los dos se rieron mientras terminaban de comer y hablaban de todo lo que había bajo el sol. Mañana muy temprano, su amigo regresaría a Atlanta y Angie lo iba a extrañar, pero por ahora aprovecharían al máximo su tiempo juntos.
I AN ARROJÓ el bolígrafo al piso cuando se dio cuenta de
que lo había estado masticando y miró el pequeño reloj de ancla de latón en el lado derecho de su escritorio. Su hermano tenía uno idéntico y ambos habían sido regalos de su madre cuando finalmente tuvieron escritorios donde colocarlos. Dejó escapar un suspiro de frustración porque solo eran las siete y media. Tenía otra media hora antes de que el novio de Angie apareciera y comenzara a responder las muchas preguntas que tenía para él. La noche anterior, antes de salir de la casa de Brody, le había dicho al friki que averiguara todo lo que pudiera sobre James Athos y le llamara tan pronto como lo tuviera. Mientras tanto, Ian le dejó un mensaje a Carter para que lo contactara lo antes posible, lo cual, conociendo a su amigo, podría tardar un tiempo. No tenía una línea directa para comunicarse con el tipo, nadie la tenía, y tuvo que dejar un mensaje de voz en el número que había memorizado años atrás. Carter verificaba sus mensajes solo cuando era seguro para él hacerlo, lo que significaba que podían pasar horas o días antes de que tuviera una oportunidad, dependiendo de lo que fuera en lo que estaba trabajando. Esta mañana, el silencio en la oficina vacía que solía disfrutar, lo estaba afectando. Se levantó y se dirigió al exterior para tomar un poco de aire fresco, con Beau siguiéndole los talones. Había estado dando vueltas toda la noche, pensando en hacerle cosas eróticas a Angie, alternando con especulaciones sobre lo que su novio quería con Trident Security. Brody lo había llamado un poco antes de la medianoche con una actualización bastante breve. Había conseguido una copia de la licencia de conducir de Georgia del hombre de treinta y tres años y descubrió que en su expediente tenía algunos arrestos menores por drogas y agresiones, sin haber cumplido condena en la cárcel. Todo lo cual podría ser parte de actividades de un agente encubierto, como Ian tenía la sensación de que era así. La parte interesante era que hacía nueve años, James Athos no existía, e Ian se preguntó qué tan bien conocía Angie a su novio. Empujó la puerta de entrada a la oficina, salió, inhaló profundamente y miró a su alrededor. Desde el exterior, el complejo parecía lo que había sido antes: un almacén abandonado en las afueras de Tampa. Más de tres años antes, cuando vio la propiedad por primera vez, Ian sabía que sería el complejo perfecto para Trident Security. La empresa, de la que era copropietario con su hermano, se especializaba en seguridad personal, en investigaciones y en operaciones clandestinas más que ocasionales del ‘Tío Sam’. El complejo había sido utilizado una vez por una empresa de importación y exportación hasta que las autoridades descubrieron que el principal producto que se procesaba allí era la cocaína. Después del cierre del negocio, Ian pudo comprar el lote de cuatro hectáreas de tierra en una subasta del gobierno por tan solo una fracción de su valor estimado. La propiedad contenía cuatro almacenes idénticos de dos pisos alineados en fila, y estaba prácticamente aislada del tráfico diario, ubicada a kilómetro y medio de distancia de la vía principal. Con un mini bosque con árboles entre los edificios y la carretera, que le otorgaba mucha privacidad. Después de extensas renovaciones, el último y más pequeño de los almacenes de la propiedad se había convertido en la vivienda de los dos hermanos Sawyer. El apartamento de Ian, de doscientos ochenta metros cuadrados con tres dormitorios, estaba en el primer piso, mientras que las escaleras conducían a la casa de Devon y Kristen, que tenía una planta idéntica. Los restantes quinientos sesenta metros cuadrados del lugar, detrás de los dos apartamentos, se estaban utilizando para almacenamiento, pero eso iba a cambiar cuando añadieran dos nuevas residencias. Una pertenecería a la ahijada de Ian y la otra a Nick, el más joven del clan Sawyer y actual SEAL de la Marina con base en California. Sería suya para cuando los visitara y finalmente dejara el ejército. Echó un vistazo hacia la puerta principal e Ian saludó al guardia matutino, mientras Beau olfateaba a lo largo de la valla del complejo. Cuando una persona entraba al recinto a través de una puerta de seguridad vigilada, el primer almacén al que llegaban era la sede de La Alianza, un club que atendía a aquellos que disfrutaban de algún tipo de perversión en sus vidas. Esta era otra razón por la que la propiedad había sido ideal para ellos. Unos años antes, su primo Mitch se los había propuesto, casi al mismo tiempo cuando ellos intentaban poner en marcha a Trident Security. El club exclusivo al que todos pertenecían antes había cerrado después de que el propietario fuera acusado de evasión fiscal. El cierre había dejado a los miembros en busca de un nuevo lugar donde pudieran practicar sus fetiches sexuales individuales sin que se hicieran públicos. Dado que Ian y Devon se centraron en Trident, Mitch con su maestría en Negocios fue la elección obvia para administrar el club. Sin embargo, había algunos asuntos en los que su primo se remitía a Ian, ya que él era el Dom con más experiencia. Para pasar del primer almacén a los tres restantes en el complejo, los visitantes tenían que ir por otra puerta de seguridad que no estaba vigilada. Pero para atravesarla, una persona tenía acceso a través de un zumbido de la puerta o escaneando la huella de su mano en el sofisticado sistema de identificación. El primero de esos edificios, frente al cual Ian estaba ahora parado, estaba separado en dos áreas, estando al frente las oficinas principales de seguridad de Trident. En la parte de atrás había un gran garaje para vehículos, junto con los contenedores de equipo, armas y municiones. La siguiente estructura contenía un campo interior de tiro, un gimnasio, una sala de entrenamiento, y una sala de seguridad contra pánico, en caso de una emergencia. Algunos podrían llamar paranoicos a los hermanos Sawyer, pero uno nunca sabía cuándo podrían llegar sus enemigos, por lo que siempre era mejor estar preparado. De hecho, hace varios meses, el equipo casi había sido eliminado por un francotirador que se había instalado en un árbol justo después de la línea de detección del sistema de seguridad. Como resultado, Ian y Devon estaban trabajando para adquirir varias propiedades no desarrolladas alrededor de las suyas para poder extender sus líneas de defensa hacia el exterior. Ian recogió la pelota de goma dura que Beau había dejado caer a sus pies y jugó a buscarla durante unos diez minutos hasta que Devon se acercó a saludarlo con una taza de café en la mano. «Buenos días. ¿Brody averiguó algo?». Puso al tanto a su hermano mientras lanzaba la pelota de Beau una vez más antes de darse la vuelta y caminar de regreso a su oficina. Se detuvo en el camino en su sala de descanso, tomó su tercera taza de café de la mañana y un muffin de arándanos de un recipiente Tupperware. Los muffins sobrantes del día anterior habían sido cortesía de la Sra. Kemple, su gerente de oficina cuando había iniciado Trident Security. Ella había renunciado el verano pasado después de entrenar a una nueva gerente y se había mudado a Miami, para ayudar a su hija con sus trillizos recién nacidos. Desafortunadamente, su reemplazo, Paula Leighton, se había vuelto demasiado entrometida y había sido despedida tres semanas atrás, después de que una mañana Brody la encontrara revisando archivos en la sala de guerra del equipo. Era uno de los pocos lugares a los que sabía perfectamente que no debía tener acceso. Él había corrido al club para ayudar a Mitch con una falla de la computadora y había dejado la puerta de su oficina abierta, pensando que volvería enseguida. Después de que él estuvo fuera más de lo esperado, la curiosidad de Paula debió de apoderarse de ella porque cuando Brody regresó, ella estaba de pie en su cuarto de guerra con la nariz en uno de sus archivos. Ian la había despedido ese día. Marco había sido el más aliviado por el despido de la mujer, ya que parecía que ella le había echado el ojo para una relación que iba más allá de ser compañeros de trabajo, y el hombre no había estado interesado en absoluto. La Sra. Kemple había regresado por un corto tiempo para entrenar a Colleen McKinley, una sumisa del club. Unas horas después de despedir a Paula, Ian estaba hablando con el Dominante de Colleen, el Amo Reggie Helm, quien le había mencionado que su sumisa no estaba contenta con su trabajo actual y que estaba buscando un cambio. Ian la llamó para una entrevista al día siguiente y la contrató en el acto. Hasta ahora, el único problema al que se enfrentaban con Colleen, era lograr que mientras estaban en la oficina los llamara a todos por sus nombres de pila y no por el de Amo o Señor. También les tomó un poco a los chicos acostumbrarse a verla en algo más que la lencería que a su Dom le gustaba que usara en el club. Su ropa tendía a ser bastante conservadora y profesional en el trabajo. Al menos no tenían que ocultarle a Colleen el hecho de que Trident Security estaba dirigido y empleado por un grupo de Dominantes, como lo habían hecho con Paula. La Sra. Kemple sabía sobre el club desde que abrió y nunca pestañeó al respecto. Cinco minutos antes de las ocho sonó el teléfono de Ian. Era el guardia de la puerta principal advirtiéndole que por la segunda puerta lo buscaba James Athos. Brody, que había entrado unos minutos antes, se puso de pie y se dirigió a la puerta para recibir al hombre, mientras Ian y Devon permanecían en la sala de conferencias. Ian hubiera preferido tener esta reunión después de hablar con Carter, pero el espía aún no se había comunicado con él. Brody volvió a entrar con Athos justo detrás de él y ambos hombres se sentaron a la mesa. Ian no estaba de humor para ofrecerle café, ni nada más, y aparentemente tampoco su hermano, que también permaneció en silencio. «Estoy seguro de que me investigaron anoche y que se sienten frustrados con lo que encontraron y, lo que es más importante, con lo que no encontraron. ¿Carter ya les devolvió la llamada? Porque sé que es lo primero que hicieron en cuanto me fui». Athos se reclinó en su silla y apoyó un tobillo en la rodilla opuesta como si no le importara nada en el mundo, pero Ian sabía que no era el caso. El hombre tenía algo en mente y estaba preocupado por eso. Ian golpeó la mesa con la mano. «No, no lo ha hecho. Ahora, en lugar de hacerte las ciento una preguntas que tengo, ¿por qué no empiezas desde el principio y nos dices lo que quieres?». «Como estoy seguro de que se habrán dado cuenta, Athos no es mi apellido. Solo hay dos personas en este mundo que pueden relacionarme de manera concluyente con el hombre que era hace nueve años. Una es Angie y el otro es mi director de la DEA en Atlanta». Ian arqueó una ceja, pero no dijo nada. Tampoco Devon, ni Brody, pero el friki saltó a su computadora portátil, presumiblemente consiguiendo el número de la oficina de Atlanta. «Me reclutaron en los Marines después de un período de seis años, cuatro de los cuales los pasé en las Fuerzas Especiales. Me dieron una nueva identidad y mi registro militar fue borrado. Pasé mis primeros tres años de incógnito con una pandilla de motociclistas en Arizona y Nuevo México. Ellos dirigían un lucrativo negocio de cocaína al otro lado de la frontera. Me llevó un tiempo ascender en el escalafón, pero después de una larga investigación, pudimos cerrar el conducto. Y como saben, eliminas a uno de esos cabrones y aparecen tres más. A partir de ahí, me abrí camino por los estados hasta que me cansé de vivir bajo las piedras con la escoria de la tierra. Mi director, que también era mi reclutador, me llamó y durante los últimos dos años he estado trabajando con un equipo de apoyo fuera de la oficina de Atlanta. Una vez más, bajo una nueva identidad; que todos en la DEA saben que mi apellido es Austin. Una de las ventajas de venir es que puedo ver y hablar con Angie casi en cualquier momento que quiera, pero aún para mis compañeros de trabajo, mantengo mi conexión con ella en secreto». Ian levantó la mano para interrumpir. La declaración de Athos de ayer todavía le estaba carcomiendo las entrañas. ‘Angie significa el mundo para mí’. «¿Quién es ella para ti?». El duro rostro del hombre se suavizó. «Te lo dije ayer, ella es mi mundo, lo es y siempre lo será. Nos conocimos en nuestro primer año de bachillerato e hicimos clic de inmediato. Ella ha sido mi mejor amiga desde entonces. Si no fuera por ella, me habría desmoronado hace años, después de que mi madre y mi hermanita fueron asesinadas por un traficante de drogas con quien no sabía que mi hermana se había relacionado. Ocurrió mientras yo seguía en la Infantería de Marina y en el extranjero. Hubiera perseguido al bastardo y lo hubiera matado yo mismo si la policía no lo hubiera hecho antes de que pudiera llegar a casa. Angie fue mi roca, mi salvadora, y ella es la única familia que tengo ahora y yo soy todo lo que ella tiene. Sus padres eran mayores cuando la tuvieron y ambos murieron con varios meses de diferencia por causas naturales a finales de sus cincuenta años. Tenía un hermano mucho mayor que murió en un accidente automovilístico cuando ella tenía nueve años, y creo que eso fue lo que finalmente mató a sus padres porque ninguno de ellos lo superó jamás. De todos modos, a lo largo de los años siempre hemos estado ahí el uno para el otro, y me destrozaría si algo le sucediera a ella por mi culpa». «Te metiste en la DEA como una forma de vengar la muerte de tu hermana y tu madre». Ian no lo planteó como una pregunta y Athos no lo negó. «Entonces, ¿dónde encajamos nosotros?». «Antes de que Angie cerrara la compra de su casa hace tres años, hice lo que siempre hago cuando se trata de ella y verifiqué a todos sus vecinos». El se encogió de hombros. Aunque algunas de las averiguaciones que había hecho eran técnicamente ilegales, no parecía avergonzado de admitirlo frente a hombres que probablemente hubieran hecho exactamente lo mismo. «Cuando mencionó que Evans se había mudado a la casa de al lado, también lo investigué. Vi su conexión con Trident Security y recordé que Carter mencionó el nombre una noche hace unos años. Dijo que, si alguna vez necesitaba ayuda con algo en Tampa o el resto de Florida, debería contactar a Trident, y ustedes apoyarían. Solo para asegurarme de que las cosas no hubieran cambiado, me puse en contacto con él nuevamente y me dijo que confiaba en ustedes con su vida. Conozco al hombre desde hace más de siete años, ha salvado mi lamentable trasero dos veces, por lo que era un aval suficientemente bueno para mí». Su voz se volvió dura de nuevo y se llenó de veneno. Ian podía ver la rabia apenas contenida en sus ojos. «Hace dos semanas, Aaron Reinhardt, un agente encubierto que trabajaba en Nueva Orleans, fue torturado y asesinado. No tenemos idea de cómo lo hicieron, y si lo quebraron o no. Vi las fotos de la escena del crimen y no me sorprendería que el pobre hombre se delatara, la mayoría de los agentes lo habrían hecho. La peor parte fue que sus padres y su hermano fueron encontrados muertos junto a él. Descubrieron sus cuerpos antes de que alguien los reportara como desaparecidos, arrojados al lado de un cubo de basura detrás de un centro comercial, cerca de la casa de su familia en Illinois. Como un pequeño consuelo, su familia no fue torturada, pero cada uno recibió un disparo en la nuca. Como la mayoría de los agentes encubiertos, los familiares más cercanos de Aaron solo eran conocidos por su director, y ambos tenemos al mismo, Artie Giles, y ambos confiábamos en él, yo lo sigo haciendo. Quienquiera que se haya enterado de su familia, no fue por Artie». «Aaron era amigo mío». Era obvio que Athos había respetado al muerto. «Trabajé con él de forma intermitente durante años. Era uno de los buenos y se suponía que esta iba a ser su última operación encubierta porque había llegado al punto en el que quería conocer a una buena chica y sentar cabeza. Cuando nos enteramos de lo que pasó, le dije a Artie que quería el trabajo. Mantuve y actualicé mi tapadera, que cultivé a lo largo de los años, por si alguna vez la volvía a necesitar. Al salir de aquí me iré a Nueva Orleans para comenzar a trabajar de encubierto. Después de la cena de anoche, se lo dije a Angie, y ahora mismo está realmente enojada conmigo, aunque no puedo culparla. Le había jurado que había terminado con el trabajo de encubierto, pero esto es algo que tengo que hacer. No puedo dejar que ganen esos bastardos». Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa de conferencias. «Entonces, aquí es donde entran todos ustedes. Necesito que la vigilen por mí sin que ella lo sepa. Si se entera, estará lo suficientemente enojada como para luchar contra cualquier intento de protección y terminará lastimada o asesinada. Es inteligente, pero terca a veces, y me preocupa que, si mi tapadera sale mal, alguien pudiera llegar a ella para encontrarme a mí. Sin embargo, como dije, es muy poco probable porque Artie es el único que puede hacer la conexión entre nosotros dos. Sus archivos se guardan en una caja fuerte en la oficina de su casa y el nombre Athos y mi apellido de nacimiento no aparecen en ninguna parte de mi archivo, ni tampoco el nombre de Angie. Solo aparece su teléfono celular junto con la contraseña que tiene que decir para verificar que es él quien la llama. También están en dos papeles separados, por lo que, si de alguna manera alguien entra en su caja fuerte los dos no parecen estar relacionados. Nunca se han reunido, ni han hablado por teléfono. Si alguien que diga ser de la DEA la contacta sin esa frase, tiene instrucciones para desaparecer sin dejar rastro hasta que pueda yo alcanzarla. Nadie más en la agencia sabe que ella existe en mi vida». «Hasta donde tú sabes. Nada está cien por ciento oculto», dijo Ian con ironía. «Cierto». El agente asintió con la cabeza a regañadientes. «Pero he sido lo más cuidadoso posible a lo largo de los años. Demonios, he gastado una pequeña fortuna en teléfonos desechables ya que destruyo uno después de cada llamada que le hago a ella. Todavía lo sigo haciendo, aunque ya no estoy encubierto. No quiero que algo o alguien de uno de mis trabajos anteriores vuelva y me muerda el trasero». Athos estaba a punto de decir algo más, pero sonó el celular de Ian. Miró la pantalla y antes de presionar el botón del altavoz para conectar la llamada, vio al amigo de Angie. Una voz profunda retumbó por la línea. «Ian, ¿llamaste? Siento no haber podido contactarte antes. ¿Qué pasa?». Se inclinó hacia adelante para poder ser escuchado sin levantar la voz. «No hay problema, Carter. Parece que tengo un conocido tuyo sentado en mi oficina, junto a Devon y Brody». Los sonidos del tráfico de fondo llegaban a través del altavoz. «¿En serio? ¿Quién?». Ian arqueó una ceja al agente de la DEA indicándole que debía anunciarse. «Qué tal amigo, soy Athos». Hubo una pausa de dos segundos. «Confirma». «Campanita da buena cabeza». Mientras los otros tres hombres sonreían y negaban con la cabeza ante la tonta frase de contraseña, Carter soltó una carcajada. «Hace tiempo que no sabía de ti, amigo. ¿Cómo te va? ¿Ya te afeitaste el arbusto?». A Athos se le escapó un divertido bufido. «Un poco bajo últimamente, y no, no lo he hecho». «Ian, todo está bien. Confío en este imbécil de cara desaliñada tanto como confío en ti, y sabes que eso es mucho. Le encanta comer su sopa de letras a las cuatrocientas y todo lo que dice está en buen nivel». La sopa de letras era una referencia a las múltiples agencias gubernamentales abreviadas en los EEUU, y ‘a las cuatrocientas’, significaba la cuarta letra del alfabeto, que era la ‘D’. Era lo más cercano a decir ‘DEA’, como lo haría el espía por teléfono. Como había dicho Athos anteriormente, el aval de Carter era todo lo que necesitaba Ian. «¿Necesitas algo más? Solo tengo un minuto». En una reacción reflexiva, Ian negó con la cabeza y dijo ‘no’ al mismo tiempo. «Está bien, genial. Amigo, cuídate. Si necesitas algo, llámame. Ha pasado mucho tiempo desde que tú y yo levantamos el infierno juntos. ‘Perro Maldito’, dile a tu linda prometida que estaré en Tampa en unas semanas, y estoy deseando que me vuelvan a presentar a la pequeña bibliotecaria». Mientras Brody e Ian lo miraban con curiosidad, Devon se rió entre dientes. Allí había una historia que no conocían, pero tenían una buena idea de lo que podría ser. Se sabía que el Amo Carter ocupaba el tercer lugar en un ménage ocasional cuando visitaba La Alianza. «Se lo diré, y estoy seguro de que ella también lo estará esperando. Oye, ¿cómo supiste que nos comprometimos? No has estado aquí en meses». «El todopoderoso Carter lo sabe todo. Me tengo que ir. Nos vemos luego». La conexión se cortó e Ian miró a Devon y Brody, quienes asintieron con aprobación silenciosa, y luego a Athos. «Danos los detalles». CAPÍTULO TRES
A NGIE SE PASEABA DE UN LADO A OTRO DE LA SALA
preguntándose qué demonios estaba haciendo. Una de sus amigas había insistido en concertarle una cita a ciegas, algo que juró no volver a hacer después de la última que había resultado un desastre. Sin embargo, aquí estaba toda vestida y sin nada que hacer más que esperar otros quince minutos antes de irse al restaurante donde planeaba encontrarse con Melvin Fromm, un contador. ¿En serio? ¿Melvin? Cuando su amiga le contó a Angie sobre él, ella lo llamó Mel, no Melvin, que es como él se presentó cuando la llamó por primera vez. Angie hizo todo lo que pudo para no imaginarlo apareciendo con una riñonera y gafas unidas con un trozo de cinta adhesiva. Iba a matar a Mandy si esto no funcionaba, que era lo más seguro. Y eso la traía de vuelta a su pregunta original: ¿qué diablos estaba haciendo? Habían pasado más de tres semanas desde que Jimmy había soltado la bomba. Regresaba a estar encubierto en un caso más y eso la molestaba mucho. No tenía idea de por qué decidía hacerlo después de dos años y, como siempre, estaba clasificado y no podía darle detalles. Al menos, eso era lo que siempre le decía. Pero pensó que era más una mezcla entre que él no podía darle ningún detalle y que no quería preocuparla. De cualquier manera, ella estaba en la oscuridad, y estaría preocupada hasta que él la contactara de nuevo. Y por experiencia, sabía que podría ser dentro de una semana o seis meses. Maldita sea. Ella siempre había entendido por qué había ido a trabajar de encubierto para la DEA. Era su forma de obtener algún tipo de venganza por la muerte de su familia. La Sra. Andrews había sido una madre soltera muy agradable cuyo esposo la había abandonado dos meses después del nacimiento de su hija Ruthie; por causa de otra mujer sin hijos. La única vez que había recibido manutención de su ex para sus niños fue cuando el tribunal finalmente obtuvo su cheque de pago. Y ya Ruthie tenía tres años. Eso duró dos meses antes de que se mudara fuera del estado y desapareciera para siempre. Como resultado, los siguientes dieciocho años la mujer trabajó duro en dos trabajos para mantener a Jimmy y a su hermana menor. Algunas madres podrían haber llegado a sentir resentimiento hacia sus hijos en una situación similar, pero los hijos de Dorothy Andrews eran su mundo y cada vez que podía, ella les hacía saber que los amaba. También había amado a Angie tanto como su hijo amaba a su mejor amiga. La pequeña Ruthie había sido una chica dulce que se había relacionado con la gente equivocada en la escuela secundaria. Por desgracia, había llevado a que ella y su madre fueran asesinadas a tiros, lo que la policía describió como un caso de identidad equivocada. Una de sus amigas había robado algunas drogas de un traficante que ambas conocían, y el traficante culpó a Ruthie de las drogas perdidas. No fue hasta después de que la policía mató al sospechoso que la otra chica se presentó y admitió su papel en el incidente. Dos años después, la misma joven moría debido a una sobredosis. Jimmy Andrews, ahora Jimmy Athos, estaba decidido a librar al mundo de tantos narcotraficantes como pudiera. Sin embargo, Angie deseaba que no fuera a expensas de su vida. No solo estaba en peligro de que lo mataran en el trabajo, sino que también se preocupaba por él de otras formas. Por lo que ella sabía, rara vez tenía citas y cuando lo hacía, las citas nunca resultaban en una relación que durara más de dos o tres semanas. Tenía miedo de que él nunca encontrara a alguien a quien amar y con quien envejecer, y no era que ella ya hubiera encontrado a su alma gemela. Había momentos en que deseaba que hubieran intentado una relación romántica entre ellos, pero el miedo a perderlo todo siempre los había detenido. Por alguna razón, Angie había estado segura de que eso era lo que habría pasado entre ellos así que, en cambio, eran más como hermano y hermana. Un psiquiatra podría decir que se estaban usando el uno al otro para reemplazar a los hermanos que ambos habían perdido, pero ninguno de ellos se había sentido así habiendo discutido el tema varias veces a lo largo de los años. Al final, ella quería que él fuera feliz sin remordimientos cuando mirara hacia atrás en su vida mientras estuviera en su lecho de muerte. Sin embargo, ella no lo creía posible para él, al menos no en este momento de su vida. Suspiró profundo y Angie volvió a mirar la hora en su decodificador y cuando estaba a punto de agarrar su bolso sonó su teléfono celular. Miró la pantalla y vio que era Melvin llamándola diez minutos antes de su cita. Gimió, sabiendo lo que el hombre iba a decir con la llamada de último minuto. Conectó la llamada y caminó hasta la puerta trasera y salió a la terraza porque tenía la sensación de que iba a necesitar un poco de aire fresco.
I AN DIO dos pasos por la sala de estar de Brody hacia la
puerta corrediza de cristal que conducía al patio y ahí se detuvo. ¿Qué diablos estaba haciendo? Se suponía que solo debía pasar y recoger un archivo que su empleado debía dejar en su casa, pero había recibido una llamada frenética de un cliente corporativo muy temprano esa mañana y el friki había subido a su camioneta y se había dirigido directamente a Orlando, después de alertar a Ian del problema. Uno de los expertos en informática de la propia empresa había descubierto una manera de malversar $800.000 dólares de una cuenta corporativa. Necesitaban la ayuda de Brody para descubrir cómo lo había hecho el tipo y cómo podían evitar que volviera a suceder. Por eso, ahora ‘Cabeza de Huevo’ se encontraba cerca de Disney World por al menos uno o dos días más, e Ian se encontraba en la sala de estar del chico. Trataba de convencerse a sí mismo de no salir por la puerta trasera para ver si Angie estaba en su propio patio. Después de que Athos les había dicho lo que quería que hicieran, pusieron manos a la obra para mantener a salvo a su mejor amiga. Tuvieron suerte cuando ella aceptó actualizar su sistema de seguridad. Brody sacó el tema tan sutilmente como pudo mientras hablaba con ella por encima de la cerca compartida, y la mujer mordió el anzuelo. Al día siguiente, su nuevo vecino y Boomer instalaron su mejor sistema mientras le decían que era una configuración normal para personas normales que llevaban vidas normales y que probablemente no estaban en peligro. Athos les dijo que no escatimaran en gastos y les dio un número de tarjeta de crédito para cubrir cualquier diferencia de costo de una unidad básica. Tenía que dejarla pagar algo por la nueva instalación, de lo contrario sospecharía. Los compañeros instalaron todo el sistema en un día. Luego, mientras Brody llevaba a Angie por la casa y le mostraba todas las características interesantes, Boomer se dedicó a instalar las últimas cosas que no querían que ella supiera. Había colocado algunos micrófonos de audio estratégicos y cámaras remotas, y luego había instalado un dispositivo de rastreo en su teléfono, cartera y automóvil. También se las había arreglado para meter algunos de ellos dentro de varios de sus zapatos que estaban en su armario. Al ver lo gastadas que estaban las suelas, pudo elegir las que ella parecía usar más. Los discos planos eran muy pequeños y trató de ponerlos donde ella o cualquier otra persona no los notara. Si ella encontraba uno, las posibilidades eran escasas de que supiera qué eran. Brody también se había vuelto más amigable con su nueva vecina, no demasiado amigable o Ian lo hubiera matado, pero lo suficiente como para verla antes y después del trabajo. Incluso, dos días antes la había invitado a cenar con él en su patio, cocinando un par de filetes a la parrilla. Querían que se sintiera lo suficientemente cómoda con el friki en caso de que algo saliera mal. Athos les había dado el número de su director y una contraseña de respaldo que Angie conocía en caso de que tuvieran que pasar por alto completamente a la DEA. Si Brody hubiera sabido que durante las últimas tres semanas Ian había estado viendo las imágenes en vivo de Angie caminando por su casa, se habría reído de lo acosador que estaba resultando su jefe. Por motivos de seguridad, la transmisión se grababa en el equipo de la sala de guerra de Trident, en caso de que tuvieran que revisarla por algún motivo. Pero Ian no había podido evitar subir las imágenes a su computadora unas cuantas veces al día, tan solo para verla. Ninguna de las cámaras estaba en su baño, y las cámaras de su habitación solo miraban hacia las ventanas y la puerta, lo que le daba una pequeña cantidad de privacidad para que él no se considerara un acosador. Era un voyeur; no estaba seguro de cuál era la diferencia, pero si alguien preguntaba, estaba seguro de que podía pensar en algo. Con el expediente que necesitaba y que había ido a recoger, estaba a punto de darse la vuelta y marcharse cuando un movimiento fuera de una de las ventanas llamó su atención y se dio cuenta de que era Angie en su propio patio. Suspiró y llamándose a sí mismo diez veces idiota, llegó hasta la puerta corrediza de cristal, la abrió y salió. Echó un vistazo hacia su patio trasero y casi se traga la lengua. «Joder», murmuró para sí mismo. Estaba de pie con la cabeza gacha, llevaba un vestido de algodón azul marino envolvente que se detenía a una pulgada por encima de sus rodillas. El escote en V, aunque conservador, mostraba algo de su amplio escote, lo que lo hacía querer rogar por ver más. Sus piernas se veían increíbles y un par de tacones de lunares azul marino y blanco aumentaban su altura a un metro ochenta. Podía imaginar a dónde llegaría la parte superior de su cabeza si estuviera parada junto a su propia figura de un metro noventa. Su cabello rubio lo llevaba suelto, como a él le gustaba, y anhelaba pasar los dedos por las suaves ondas que le daban algo de volumen a los mechones. Su maquillaje era sutil y sus joyas eran sobrias. Todo combinado, era un pequeño paquete tentador que le hacía agua la boca. Le tomó un momento darse cuenta de que ella estaba en su teléfono celular, y la escuchó decir, «No, de verdad. Todo está bien. Estas cosas pasan». Hizo una pausa para escuchar a quienquiera que estuviera al otro lado de la llamada. «Sí. Está bien. Llámame si quieres reprogramar y lo pensaré. Adiós». Ian se dio cuenta de que ella no sabía que él estaba allí hasta que sus bonitos ojos verdes se encontraron con los suyos y se abrieron un poco antes de que ella le diera una sonrisa tímida y un pequeño saludo. «Hola, Ian». Estaba sorprendido de que ella recordara su nombre ya que, por lo que él sabía, solo lo había escuchado la primera vez que se conocieron, y ansiaba escucharla decirlo de nuevo. Nunca pensó que escuchar su nombre verbalizado pudiera ser tan excitante, pero eso había sido antes de escucharlo caer de sus labios rojos y carnosos. «Hola, Angie». Dio unos pasos hacia la valla y se alegró cuando ella hizo lo mismo. «Te ves muy bien esta noche. ¿Vas a algún lugar?». Supuso por su conversación que sus planes habían sido cancelados, pero en realidad tenía curiosidad por saber cuáles habían sido. Se encogió de hombros, aunque no parecía muy decepcionada de que sus planes hubieran cambiado. «Se suponía que tenía una cita, pero se canceló en el último minuto». «Sería una cita a ciegas». Dándole una mirada curiosa, Angie ladeó la cabeza. «Así es, pero ¿cómo lo supiste?». Sus ojos azules se volvieron más oscuros cuando su mirada la cubrió de pies a cabeza y volvió a subir. «Porque si él supiera lo exquisita que te ves en este momento, nunca la habría cancelado. Estaría pensando en cómo podría terminar la noche contigo en su cama». Un rubor manchó sus mejillas y después de un momento, apartó los ojos de los de él, haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta trasera. «Bueno, se lo perdió, supongo. Me pondré un par de pantalones de chándal, me comeré un recipiente completo de Ben & Jerry’s y veré una película vieja». «O podrías dejar que te lleve a cenar». ¿Qué diablos le había hecho decir eso? Oh, sí, la cabecita en sus pantalones lo hizo. Al mirar hacia abajo, se alegró de ver que sus pantalones caqui estaban lo suficientemente sueltos como para cubrir su leve erección. También estaba lo suficientemente bien vestido, con su polo negro y sus mocasines, para llevarla a cenar, si ella decía que sí, por supuesto. Todavía seguía sonrojada y el rubor no solo estaba en sus mejillas, sino también en la parte superior del pecho. Se preguntó si sería del mismo color que sus pezones, y la idea hizo que su polla se sacudiera. «No tienes que hacer eso. Estoy segura de que tienes otros planes», le dijo. «Angie, una cosa que debes saber sobre mí es que nunca digo cosas que no quiero decir, y no hago nada que no quiero hacer. Solo le ordeno a uno de mis empleados que lo haga por mí». Ella sonrió como él pretendía. «Me gustaría llevarte a cenar, si me dejas». Trató de mantener al mínimo el deseo que sabía que había en sus ojos. Si supiera cuánto deseaba desnudarla, atarla a su cama y hacer cosas eróticas y desagradables en cada centímetro de su cuerpo, saldría corriendo y gritando del patio. Su expresión era más ansiosa que tímida, y a él le gustó la combinación. «Bueno, ya que estoy vestida, y creo que se me está acabando el Ben & Jerry’s… sí, me gustaría ir a cenar contigo. Pero esta no es una cita». Ante su ceja enarcada, agregó: «Quiero decir, no es como si esto estuviera planeado, así que iremos al estilo holandés». Sacudió la cabeza y le sonrió. «Uh-uh. Te invité a cenar y yo pagaré. No espero nada a cambio esta noche, Angie, solo el placer de tu compañía. Y tal vez un beso de buenas noches, si decides que lo has pasado bien». Y bueno, ¿por qué añadía esa última frase? Estaba a punto de darse una patada mental cuando ella le sonrió. «Ya veremos». Se volvió hacia su puerta mientras su corazón latía un poco más rápido. «Déjame tomar mi bolso y te veré en la puerta al frente».
CINCO MINUTOS DESPUÉS, Angie estaba sentada en
el asiento del pasajero del Ford Expedition de Ian, preguntándose cómo había terminado allí. ¿La había invitado a cenar por lástima de que la hubieran plantado en el último minuto? ¿O realmente quería pasar algún tiempo con ella? Cuando él dijo que se veía exquisita, sus partes femeninas se sacudieron y se dio cuenta. ¿Realmente podría estar interesado en ella? ¿Y su comentario sobre un beso de buenas noches? ¿Estaba planeando besarla más tarde? ¿Ella lo permitiría? La forma en que su cuerpo se había estremecido cuando él tomó su mano y la ayudó a subir al asiento alto de la camioneta la hacían pensar que, si pedía besarla en ese momento, ella lo dejaría. Se dio cuenta de lo poco que sabía de él al hablar con Brody. La otra noche durante la cena del asado en que la había invitado, le había hecho a su vecino un montón de preguntas que las hizo parecer como si sintiera curiosidad por todo el equipo y no solo por un miembro en particular. Sabía que Ian era soltero, nunca se había casado y tenía treinta y ocho años. Tenía una ahijada de diecinueve años, Jennifer, que vivía con él cuando no estaba en la cercana Universidad de Tampa. Hacía un año, Ian había acogido a la chica después de que sus padres fueran asesinados en un brutal allanamiento de morada en Virginia. Su hermano y socio comercial era Devon, quien estaba comprometido con una mujer llamada Kristen. Angie había vislumbrado a la otra mujer de pasada, cuando visitaron a Brody, pero aún no las habían presentado. Los otros hombres también estaban solteros. Habían servido juntos en el Equipo Cuatro de los SEAL de la Marina, y le había impresionado saberlo. Había escuchado por lo que los SEAL tenían que pasar física y mentalmente para lograr la posición tan respetada. Ian, como teniente, había tenido el rango más alto en el grupo, pero solo durante dos años. Había habido un período de tres años en el que los seis habían estado juntos antes de comenzar a retirarse, uno o dos a la vez. Ian y Devon habían puesto en marcha Trident Security y tan pronto como cada uno de sus antiguos compañeros había dejado la Marina, los habían contratado como empleados de confianza. Trident realizaba numerosos trabajos de seguridad para sus clientes, incluido el de guardaespaldas, sistemas de seguridad domésticos y comerciales, investigaciones, seguridad corporativa y recuperación de víctimas de secuestro o mercadería robada. La compañía también hacía trabajos ocasionales para el gobierno, de lo cual Brody comentó que no podía decir más sobre eso. Contrataban a varios agentes de otras agencias que proporcionaban mano de obra a empresas como la suya, y estaban discutiendo sobre la contratación de seis personas más para crear un segundo equipo. De repente, Angie se dio cuenta de que Ian había estacionado el auto después de un breve viaje y apagaba el motor. Miró a través del parabrisas hacia el tranquilo restaurante de carnes al que habían acordado acudir. Sin decir una palabra, Ian salió del auto, cerró su puerta y caminó para abrir la puerta de ella mientras ella lo esperaba. De alguna manera, sabía que él haría eso y le gustó el gesto. Había pasado un tiempo desde que alguien, que no fuera Jimmy, le había abierto la puerta. Mientras caminaban por el estacionamiento, Ian tomó su mano y la enganchó debajo de su codo. Hábilmente evitó los charcos que quedaron de la llovizna de la tarde que había pasado por el área, y mantuvo la puerta del restaurante abierta para que ella entrara. Tenía la sensación de que él no estaba haciendo todas esas cosas para impresionarla, sino que las hacía de forma natural para cualquier mujer con la que saliera. El pensamiento la hizo sentir que esta noche estaba en algún lugar entre la rutina y lo especial para él, pero esperaba que se inclinara más hacia lo especial. Después de que se sentaron y pidieron sus bebidas, en lugar de tomar el menú, Ian apoyó los antebrazos sobre la mesa y la estudió por un momento. «Entonces, cuéntame sobre esta cita a ciegas que ibas a tener, así puedo sacar de mi sistema los celos que estoy sintiendo». Ella se rió, pensando que estaba bromeando, pero siguió el juego. «Bueno, no hay mucho que contar. Mi amiga me puso en contacto con Melvin Fromm, un contador público autorizado de treinta y cinco años con modales groseros ya que canceló mi cita diez minutos antes de que nos conociéramos. Y la mejor excusa que se le ocurrió fue decirme ‘surgió algo’». Las comisuras de la boca de Ian se crisparon dos veces antes de que ya no pudiera ocultar su sonrisa y un bufido silencioso. «Melvin, ¿eh?». Ella asintió con su propia sonrisa divertida. «Está bien, no creo que en algún momento en el futuro tenga que preocuparme de que él me haga perder la cabeza, así que controlaré mis celos. Solo estoy agradecido de que el idiota te cancelara porque me dio la oportunidad de pasar la noche con una mujer increíblemente hermosa». Oh, Señor, ¿por qué no podía dejar de sonrojarse con este hombre? No era como si nunca antes hubiera tenido un chico guapo que la elogiara y coqueteara con ella. Salía con frecuencia, pero por alguna razón, Ian la llevaba a un nivel completamente nuevo. Les entregaron las bebidas, una cerveza de barril para él y un cosmopolita para ella, y entablaron una conversación tranquila sobre temas normales y cotidianos. No fue hasta que su mesera se acercó por tercera vez que tomaron sus menús para ordenar la cena. «Entonces», dijo Ian, después de que la mesera se apartó para preparar sus pedidos, «dime qué haces como diseñadora gráfica porque nunca antes he conocido a una. Espera … primero dime cómo te convertiste en una. ¿Es algo que siempre quisiste hacer?». Angie tomó un sorbo de su bebida y luego negó con la cabeza. «En realidad, nunca me di cuenta de que tenía una habilidad artística, más allá de hacer garabatos, hasta mi segundo año en la escuela secundaria cuando forzosamente tenía que cursar una clase de arte. Mi maestro, el Sr. Abraham, fue la primera persona en ver que tenía talento y me empujó e inspiró a aprender más sobre todas las técnicas artísticas que existen. Se convirtió en mi mentor, me llevó a exposiciones de arte y museos, y me ayudó a cultivar mi propio estilo. Terminé decidiéndome como mis principales intereses, los dibujos a lápiz, la pintura al óleo y los gráficos por computadora, aunque cuando me llega la inspiración me dedico a hacer algunas acuarelas y esculturas». «Obtuve una beca parcial para la Escuela de Artes Visuales de Nueva York y logré mi Maestría en Bellas Artes. Pasé los siguientes seis años trabajando para una gran empresa de diseño gráfico en la ciudad de Nueva York, antes de que ya no pudiera soportar más los crudos inviernos. La gota que colmó el vaso fue cuando un taxi chocó contra un charco de aguanieve cerca de mí y me cubrió de pies a cabeza con agua helada y desagradable mientras me dirigía al trabajo». Ian soltó una carcajada comprensiva ante la imagen de ella luciendo como una rata furiosa y ahogada. «De cualquier forma, había visitado a algunos amigos que viven en Tampa y me gustó. Entonces, hice las maletas y hace cinco años me mudé al sur y nunca miré hacia atrás. Había estado haciendo un trabajo paralelo para algunos clientes de Internet mientras todavía seguía en Nueva York, así que me diversifiqué y construí mi propio negocio desde allí. Diseño sitios web, folletos impresos, gráficos para revistas, libros y logotipos de empresas, básicamente lo que quiera el cliente». Sacó su teléfono celular y buscó la portada del libro electrónico que le había mostrado a Jimmy unas semanas antes. «Esta portada la diseñé el mes pasado para el libro de una clienta y con ella logré conseguir un nuevo contrato con una editorial». Le quitó el teléfono y estudió la foto. Era una foto de la espalda y los hombros musculosos y desnudos de un hombre del que se veía su cuello hasta su trasero cubierto de cuero negro. Tenía un látigo entre las manos y se notaba tenso por la espalda. Manos femeninas pasaban por su frente, agarrando sus dos nalgas, y eran las únicas partes visibles de la mujer. Sus largas uñas estaban pintadas de un rojo intenso que casi parecía sangre. Por cómo estaban situadas las manos de la mujer, cualquiera que mirara la foto sabría que su rostro estaba en la entrepierna del tipo, y eso hacía que uno se preguntara si ella ya le estaba dando una mamada. El título del libro ‘El deseo de Lydia’ y el nombre de la autora estaban escritos en el mismo color rojo que las uñas de la mujer. Ian miró a Angie y sonrió. «El culo de un chico y la espalda desnuda de un hombre no son lo mío, pero conozco a muchas mujeres que estarían babeando por esta portada. Tiene un aspecto erótico con el látigo». «Bueno, era un romance erótico de BDSM y todo, así que tuve que condimentarlo un poco. En realidad, es un buen libro». Le devolvió el teléfono y enarcó una ceja. «¿Lees libros con contenido erótico?». Volvió a guardar el teléfono en el bolso y se encogió de hombros, un poco avergonzada de haberlo admitido. «Hay tanto por ahí hoy en día que es difícil de evitar, incluso si no te gusta. No siempre se puede saber por el título y la portada de un libro, pero es divertido leer y fantasear con eso».
I AN TOMÓ un sorbo casual a su cerveza. Ella había
respondido a su pregunta alto y claro, incluso si su respuesta era un poco vaga. Por sus modales, se daba cuenta de que era sumisa; pero ser sumisa y saber que eres una y que quieres participar en el estilo de vida, eran dos cosas diferentes. No eran solo manzanas y naranjas, era más como ratones y elefantes: eran dos especies diferentes, y una podía aplastar a la otra si no se tenía cuidado. Intencionalmente bajó la voz a su tono dominante. «¿Te interesa el estilo de vida BDSM?». Ella volvió a sonrojarse y sus ojos se posaron en la mesa. Su ritmo cardíaco se aceleró y su pene comenzó a endurecerse. Tanto si lo admitía verbalmente como si no, el tema le interesaba y él se preguntaba si antes había experimentado con el sexo. A los treinta y tres, dudaba que fuera virgen, pero ¿en qué habían consistido sus anteriores encuentros sexuales? ¿Habían sido puro romance convencional o había dejado que alguno de sus amantes la atara, la azotara o la flagelara? ¿Alguno de ellos la había llevado más allá de sus límites, le había follado su culo en forma de corazón? ¿Le habían provocado orgasmos de los que tardaba una eternidad en recuperarse? ¿Alguna vez alguien le había follado esos labios rojos y húmedos y se había corrido en su garganta? De alguna manera, quería que ella le dijera que practicaba ese estilo de vida y, por otro lado, no quería pensar en ningún hombre que le hiciera esas cosas. Quería ser él quien le presentara su mundo de perversidad. Esperaba que ella lo agradeciera y decidió dejarla libre… por ahora. Se aclaró la garganta para hacerle saber que estaba cambiando de tema. «El primo de mi futura cuñada… eh, ¿qué te parece esa manera de decir que conozco a un chico? … es el curador adjunto del Museo de Arte de Tampa. Mañana por la noche habrá una gran gala de inauguración de una nueva exhibición para su personal y benefactores. Recibimos invitaciones dado que mi hermano y yo hicimos una donación recientemente. Iba a ir, quedarme media hora y luego huir, pero ahora tengo una mejor idea. ¿Podrías sacarme de mi miseria asistiendo conmigo para que no tenga que hablar con un montón de gente aburrida y estirada? Kristen y su primo Will, me matarían si no voy, así que tengo que hacer acto de presencia». Su rostro se animó de emoción. «¿Es la exposición prestada por el Louvre?». Cuando él asintió, ella dijo efusivamente: «Dios mío, me encantaría ir. Estaba planeando tomarme un día libre la semana que viene para ir a verla». «Bueno, puedes verla mañana por la noche, siempre y cuando no te importe que no sepa nada sobre arte. Puedo mirar algo y decir ‘sí, me gusta’ o ‘no, lo odio’, pero eso es todo». Su sonrisa era coqueta y contagiosa. «Estaré feliz de enseñarte un poco sobre lo que sé». «Solo si alguna vez me dejas enseñarte un poco sobre algo que yo sé». Ian se iba a ir al infierno. Lo supo en el momento en que la palabra ‘trato hecho’ salió de sus bonitos labios rojos y no pudo evitar pensar en la suerte que tenía. La mesera les trajo la comida y después de asegurarse de que no necesitaran nada más, Ian esperó a que se alejara. «La gala comienza a las siete, así que te recogeré como treinta minutos antes, ya que nos meteremos en el tráfico de los viernes por la noche. Ah, y es de etiqueta». Angie tomó su cuchillo y tenedor y comenzó a cortar su pollo cordon bleu. «Entonces, tengo el vestido perfecto. Una amiga mía se casó en el Guggenheim el año pasado, y también fue de etiqueta. Solo me puse el vestido una vez y siempre esperé poder volver a usarlo porque me encanta». «Bueno, en ese caso, no puedo esperar a verte en él». Y con suerte, pensó, se lo quitaría al final de la noche. CAPÍTULO CUATRO
P OR CUARTA VEZ EN CINCO MINUTOS A NGIE SE REVISABA EL
cabello y el maquillaje. Tenía que dejar de preocuparse o arruinaría lo que con tanto esfuerzo su peluquero y maquillador de la estética le habían hecho. Su cabello lo llevaba recogido en un romántico moño que dejaba mechones alrededor de su rostro por la parte superior de cada pómulo. Llevaba tantas horquillas y tanta laca para el cabello que se sentía como un casco, pero no había forma de que pudiera estropearlo, siempre y cuando dejara de tocarlo. El maquillaje era más de lo que solía usar, pero aún así era discreto. La sombra, el delineador y el rímel alrededor de sus ojos hacían que su color verde resaltara y le encantó el efecto. Llevaba joyas sencillas, un par de aretes de diamantes que habían pertenecido a su madre y un brazalete de oro que Jimmy le había regalado cuando se graduó de la escuela de arte. Miró su reflejo en el espejo colocado en la parte de atrás de la puerta de su armario y volvió a comprobar su vestido. Gracias a Dios que había continuado con sus entrenamientos tres veces a la semana o no le habría quedado. Desde que asistió a la boda de su amiga había ganado alrededor de unos dos o tres kilos, sobre todo en las caderas y los muslos, pero el forro de Spandex del vestido negro de talla diez tenía suficiente holgura, por lo que todavía se veía genial. La parte superior era de estilo halter que se enganchaba alrededor de su cuello con una cadena de oro y la parte delantera tenía un soporte de sostén incorporado para que sus ‘chicas’ estuvieran bien. El material de gasa se detenía debajo de sus brazos, dejando sus hombros y la mayor parte de su espalda desnudos antes de comenzar de nuevo en la línea de su cintura y caer directamente hasta los pies. Tenía una abertura en su pierna izquierda que llegaba hasta la mitad de su muslo, y completaba el look con un par de relucientes zapatos dorados de Michael Kors con tacones de aguja de diez centímetros. Se alegraba de que Ian fuera mucho más alto que algunos de los chicos con los que había salido porque podía usar los tacones realmente altos que tanto amaba. Su mente regresó a cuando Ian la había dejado después de la cena de la noche anterior. La había acompañado hasta la puerta, le había quitado las llaves de la mano y le había abierto la cerradura. No giró el pomo de la puerta porque ella solo habría tenido treinta segundos para entrar, cerrar la puerta e ingresar el código de alarma antes de que enviaran a la policía. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para que ella sintiera el calor de su cuerpo, pero sin tocarlo, ella quiso acercarse más. Le devolvió las llaves y su voz se volvió baja y sexy. «Entonces, ¿la pasaste bien?». Un escalofrío había asaltado su cuerpo. Ella entendía lo que estaba preguntando. Él había dicho antes que, si ella se lo pasaba bien, quería un beso de buenas noches. Y definitivamente la había pasado bien, de hecho, la había pasado muy bien. «Sí, así fue. ¿Significa que me vas a besar?». Se había congelado en su lugar, incapaz de creer que había dicho las palabras en voz alta. Nunca antes había sido tímida con las citas, los juegos previos y el sexo, sin embargo, normalmente tampoco era demasiado atrevida ya que la mayor parte del tiempo seguía las señales del hombre con el que estaba. La boca de Ian había formado una sonrisa divertida antes de levantar la mano para tomar su barbilla y atraerla hacia él. Con sus labios a una pulgada escasa de tocarse, susurró: «Así es». Y luego volaron chispas. ¡Santo cielo, el hombre podía besar! Al principio, había sido suave, usando solo sus labios mientras se movían seductoramente sobre los de ella, dándole la oportunidad de alejarse si quería. Cuando ella no lo hizo, su lengua comenzó a sondear la comisura de sus labios, animándola a abrirlos y darle acceso a su boca. Ella no había podido negarse, y en el instante en que sus labios se separaron, su lengua estaba dentro de ella, saboreando y explorando cada centímetro de su boca. No había sido descuidado como algunos hombres podrían serlo con la lengua; no, sus acciones eran una mezcla entre ternura e insistencia, como si la estuviera saboreando y devorando al mismo tiempo. No hizo nada más que sujetar su barbilla y besarla. Ninguna otra parte de sus cuerpos se tocó. Cuando él terminó demasiado pronto el beso, se alejó y ella gimió y casi le suplicó que la tomara allí mismo, frente a la puerta principal, donde cualquiera pudiera verlos. Él se detuvo un momento para que ambos recuperaran el aliento antes de decirle que entrara, apagara la alarma, cerrara la puerta con llave y activara de nuevo la alarma. Ella notó a través de la larga y estrecha ventana, al lado de la puerta principal, que él había esperado hasta que la volviera a armar en el panel de control y después sonrió y caminó de regreso a su auto. Ella se había quedado clavada en el lugar durante mucho tiempo después de que él se alejó, recordando cada segundo del increíble beso. Después de que se quitó la ropa y se fue a la cama desnuda, lo cual era normal, su mente todavía estaba concentrada en cómo su cuerpo había cobrado vida en el momento en que hizo contacto con el de él. Mientras su cerebro vagaba, su mano se había movido a la unión entre sus piernas casi por su propia voluntad. No le había llevado mucho tiempo acariciarse a sí misma hasta sentir un orgasmo tan fuerte que, después, se había quedado dormida con la mano todavía entre las piernas y los sueños de Ian en la cabeza.
E L TIMBRE de la puerta sonó y la sacó de sus recuerdos.
De la cama tomó su bolso de noche y su chal, prácticamente corrió hacia la puerta principal y la abrió. Dios mío, se encontraba guapísimo con lo que ella creía que era un esmoquin Armani que tenía que haber sido hecho a la medida porque le quedaba perfecto. La sombra de las cinco que había adornado su mandíbula la noche anterior había desaparecido, y quería frotar su mano sobre su piel suave, recién afeitada. No había nada fuera de lugar desde la parte superior de su cabello oscuro hasta las puntas de sus brillantes y formales zapatos negros, y el hombre irradiaba poder, autoridad y, sobre todo, sensualidad. Estaba segura de que esta noche estaría luchando contra las mujeres para alejarlo de él. Cuando respiró hondo, su colonia golpeó su nariz y casi se desmayó. Era su favorita, Oud Wood de Tom Ford, y la mareaba saber que la estaba usando pensando en ella. Le tomó un momento darse cuenta de que ambos se miraban en silencio el uno al otro cuando él se aclaró la garganta. «Voy a ser la envidia de todos los hombres en la gala de esta noche. Ángel, te ves impresionante». Cuando se sonrojó por su cumplido, sus ojos casi se llenaron. Nadie la había llamado ‘Ángel’ desde que su hermano mayor, Sam, lo había hecho. Él había muerto en un accidente automovilístico junto con otros tres miembros de su equipo de fútbol de la escuela secundaria. Había sido una tragedia que había conmocionado a su ciudad natal. Nueve años mayor que Angie, su hermano la adoraba y la había mimado y había sido su héroe. Se dio cuenta de lo mucho que extrañaba escuchar a alguien llamarla por su apodo, como si fuera la cosa más preciosa del mundo. Tragó saliva y abrió la boca para decirle a Ian lo bien que se veía, cuando de repente el panel de control de alarma junto a ella comenzó a pitar rápidamente, advirtiéndole que ingresara el código antes de que la policía fuera alertada. «¡Demonios!». Se apresuró a ingresar el número de seis dígitos, tanteando una vez y necesitando comenzar de nuevo mientras Ian permanecía donde estaba, riéndose de su dilema. Cuando se silenció la alarma y la luz regresó a color verde, ella se volvió hacia él con una sonrisa avergonzada. «Perdón. Estaba a punto de decir que tú también te ves estupendo». Él extendió la mano para tomar su chal, colocándoselo sobre sus hombros cuando ella se giró hacia él. Volteó para verlo y ella captó su mirada acalorada y pensó que, si no se iban ahora, se dirigirían directamente a su habitación. Como si tuviera el mismo pensamiento, él dio un paso atrás y le tendió el brazo para que ella se apoyara. «¿Nos vamos?». Angie reinició la alarma, cerró la puerta con llave detrás de ella y metió la mano debajo del brazo que él le ofrecía. Dado que el tráfico de la tarde era más denso de lo habitual, el viaje duró más de treinta y cinco minutos. Mientras Ian conducía por las calles de Tampa su Audi RS 5 coupé gris oscuro, en lugar de su SUV, ella le contó lo que sabía sobre la exposición que iban a ver, después de que él le preguntó al respecto. La gran colección prestada por Francia consistía en obras de arte del siglo XVIII con un valor de unos doscientos millones de dólares. Si bien se centraba en la mayoría de las formas de pintura, también se incluían numerosas esculturas de muchos medios diferentes. Al Museo de Arte de Tampa le tomó casi ocho años negociar y planificar la exposición que permanecería en Florida durante seis meses, antes de regresar a su hogar en el Louvre. Antes de su último semestre en la escuela de arte, Angie había pasado un viaje de dos semanas en París durante las vacaciones y había visto la exhibición allá. Sin embargo, siempre había querido tener la oportunidad de volver a ver las hermosas obras de arte para estudiarlas en su tiempo libre y estaba tan emocionada de poder tener ahora la oportunidad. Pero, pensó, estar del brazo de su apuesto acompañante iba a hacer que la experiencia fuera inolvidable.
C UANDO SE ACERCARON a la entrada principal del museo,
el lugar estaba decorado con luces, una alfombra roja y contaba con aparcacoches vestidos de rojo. Varios fotógrafos esperaban la oportunidad de hacerse de una foto de la élite visitante de Tampa. Se esperaba que asistieran el alcalde, el gobernador y varias celebridades que vivían en el área, así como empresarios prominentes y otros residentes locales conocidos. Ian salió de su auto, dejando la puerta abierta para el joven que estaba esperando para llevarlo a un área de estacionamiento, tomó su boleto de reclamo y rodeó el auto. Otro valet había ayudado a Angie a salir del vehículo, así que Ian la tomó de la mano y la atrajo hacia su costado. Algunos fotógrafos lo llamaron por su nombre y él hizo una pausa de medio segundo para que tomaran una foto suya y de Angie para las páginas de sociedad. Aunque odiaba la atención, había aprendido desde el principio que, si les daba a los buitres lo que querían por un breve momento, no lo acosarían más tarde. Su hermano y él tenían un negocio muy exitoso y de buena reputación en Trident Security y un club aún más exitoso, La Alianza. Como resultado, se habían ganado frecuentes invitaciones a funciones de élite, aunque muy pocas personas, fuera del club de sexo privado, sabían que los hermanos Sawyer y su primo eran los dueños. Menos aún la gente sabía de su relación con Charles ‘Chuck’ Sawyer, un multimillonario de Charlotte, Carolina del Norte. Su padre se había abierto camino desde un pequeño negocio de bienes raíces hasta un imperio corporativo, siendo propietario de hoteles, complejos turísticos, centros comerciales, conjuntos de apartamentos, etcétera, en las Carolinas y las Virginias. Chuck y su esposa Marie, una cirujana plástica, se habían esforzado por asegurarse de que sus hijos fueran criados con alta moral y una sólida ética de trabajo. Hicieron todo lo posible para mantenerlos fuera de la atención pública que venía con el dinero de su padre y los niños tenían que ganarse todo lo que se les daba. Cuando llegaron a la adolescencia, todos tuvieron que conseguir un trabajo o ser voluntarios en una organización sin fines de lucro de su elección. Chuck Sawyer había establecido fondos fiduciarios para cada uno de sus hijos, siempre que fueran al ejército durante cuatro años o tuvieran un título universitario de cuatro años. El acceso total a sus fondos no se activaría hasta que cumplieran los treinta años. Ian había elegido la Marina mucho antes de su último año, al igual que su hermano Nick, que a los veinticinco años era trece más joven que Ian. Devon, era dos años menor que Ian y originalmente había elegido la universidad, pero abandonó después de un semestre cuando su otro hermano, John, había muerto de una intoxicación por alcohol. Se había saltado un día de clases en su último año de bachillerato y esa mañana se había quedado bebiendo en su casa. Cuando su padre lo encontró al mediodía, estaba frío y azul por haber aspirado su propio vómito. Nadie había sospechado que el adolescente había caído en espiral hacia el vacío del alcoholismo. Devon nunca regresó a la escuela y se unió a Ian en la Marina en una especie de esfuerzo subconsciente para hacerse cargo de los planes de carrera de John. Aunque Ian no estaba de acuerdo con el razonamiento detrás del alistamiento de Devon, al final, resultó ser lo mejor para él. Escoltó a Angie por los escalones alfombrados al aire libre y hacia el museo, Ian no pudo evitar la mezcla de orgullo y celos que lo asaltó cuando notó que otros hombres y algunas mujeres la admiraban y deseaban. Sujetó su mano con un poco más de fuerza, no estaba dispuesto a permitir que uno de los tiburones se acercara y se la arrebatara. Al mirar a la hermosa mujer a su lado, supo que no había exagerado antes, ella era deslumbrante. El vestido negro y dorado le quedaba como un guante. Cuando antes se había dado la vuelta para dejar que él le pusiera el chal sobre los hombros, había echado un vistazo a su espalda y hombros tonificados y desnudos y había sentido que su polla se sacudía del deseo. Con la espalda abierta del vestido, era obvio que no llevaba sujetador. Había estado a segundos de cancelar sus planes y arrastrarla a su habitación, cuando ella se dio la vuelta para mirarlo de nuevo. De alguna manera, encontró la fuerza para darle su brazo en lugar de ser víctima de su lujuria. Sus pensamientos volvieron a la noche anterior cuando la acompañó hasta la puerta de su casa. Con la expresión de la boca redonda y los ojos muy abiertos de Angie, sabía que ella no había querido expresar su pregunta en voz alta sobre besarla, pero se alegró de que lo hubiera hecho. Cuando se trataba de mujeres, a Ian no le gustaba tener que adivinar lo que estaban pensando, sintiendo o queriendo. Hacía diez años, su ex prometida, Kaliope Levine, lo abandonó después de decirle que estaba cansada de que él no fuera romántico, capaz de captar sus estados de ánimo, ni de anticipar lo que ella quería, entre otras cosas. Ahora quería que todo lo que hubiera entre él y cualquier mujer con la que saliera fuera comunicado. Nunca dejaría que otra mujer se le acercara tanto de nuevo, pero mientras saliera con alguien, no quería malentendidos entre ellos. No era un lector de mentes. Era una de las razones por las que amaba el estilo de vida que llevaba. La franqueza y la honestidad eran una parte importante de eso y le sentaba muy bien. Después de que Ian tomara el chal de Angie y lo entregara al guardarropa, tomó el talón de reclamo y junto con el del aparcacoches los metió en el bolsillo de su abrigo. Colocó una mano posesiva sobre la piel de su espalda baja, por encima del borde de su vestido y la condujo en la dirección debida. Dejó que el calor de su mano se hundiera en su cuerpo y se emocionó al sentir un escalofrío recorrerla. Mientras la dirigía hacia el ala donde se estaban llevando a cabo la exhibición y la gala, se detuvo frente a un mesero con esmoquin que sostenía una bandeja de copas de champán. Tomó una y se la entregó a Angie antes de tomar otra para él, sin quitar nunca la otra mano de su espalda. Continuaron caminando acercándose a la entrada del ala norte, y escuchó una voz masculina que lo llamaba por su nombre. Volteó a ver a la gente a su alrededor y se percató de que Will se acercaba a ellos. El hombre extendió su mano, lo que obligó a Ian a quitar la que estaba en la espalda de Angie antes de devolverla a su lugar original después de saludar a su amigo. Will miró con curiosidad a Angie e Ian los presentó. «Will, ella es mi cita y la nueva vecina de ‘Cabeza de Huevo’, Angelina Beckett. Angie, este es Will Anders». Los dos se estrecharon la mano cuando Will le dio a Angie una rápida inspección de la cabeza a los pies. «Siempre supe que tenías buen gusto, ‘Jefe’. Angie, es un placer conocerte, amor. Lástima que no me balanceo en tu dirección, porque eres absolutamente hermosa. Sin embargo, tengo algunas amigas ‘les’ que estarían interesadas. [Nota de la T.: ‘les’, se refiere a lesbianas]. Solo di la palabra». Si Ian no supiera que Will era gay y estaba bromeando con ella, podría haberle arrancado la garganta al chico. Tal y como estaba, se inclinaba por sacarle la lengua de la boca al hombre. Angie le sonrió a Will, obviamente encantada y para nada avergonzada por lo que el hombre había insinuado. «Es un placer conocerte también, y gracias por la oferta, pero salir con mujeres no es lo mío». Cambió de tema con facilidad. «Ian me dice que eres el curador adjunto del museo. Te envidio». «Angie es artista», explicó Ian. «Aunque todavía no he visto su trabajo, a excepción de una pieza digital, espero que me lo muestre algún día». Vio como el rostro del otro hombre se iluminaba aún más. «¿De verdad, amor? ¿Cuál es tu técnica?». «Sobre todo aceites y grafito», respondió Angie, «pero a veces juego con arcilla y acuarelas. A lo largo de los años he vendido algunas pinturas en lugares que presentan a artistas aficionados como yo, pero si no fuera por mi negocio de diseño gráfico, definitivamente sería una artista muerta de hambre». Un hombre con un capullo de rosa clavado en la solapa de su esmoquin negro se acercó rápidamente e informó a Will que lo necesitaban en la puerta principal. Antes de irse apresuradamente, Will dijo: «Me encantaría ver tu trabajo, y si alguna vez quieres un recorrido personal por el museo, avísame. Ian, mi prima, Dev, Roxy y Kayla te esperan cerca del bar a tu izquierda al entrar en la gran sala. No querían empezar el recorrido sin ti. Los veré a ambos en un rato. Ciao». Mientras el curador adjunto se marchaba en una dirección, Ian guió a Angie hacia la sala principal de la exhibición y de inmediato vio al cuarteto. Como no estaba seguro de si ella recordaba el nombre de su hermano, volvió a presentarla a Devon, y luego a su prometida, Kristen Anders, seguida por la Dra. Roxanne y Kayla London, que eran buenas amigas de Kristen y Will. También eran nuevas miembros de La Alianza, lo que por supuesto, no agregó. Las tres mujeres lucían radiantes con su traje de noche y para la ocasión, su hermano se había puesto su esmoquin Hugo Boss. Kristen llevaba un vestido azul de cintura alta y su cabello castaño estaba recogido similar al de Angie. Sus joyas incluían el zafiro azul a juego y el collar de sumisa de diamantes y el anillo de compromiso que Dev había hecho diseñar exclusivo para ella. El grueso cabello castaño rojizo de Roxy caía sobre sus hombros en suaves ondas y había renunciado a su habitual negro de Domme, por un hermoso vestido de noche rojo. Había más de un hombre en la habitación deseando a la sexy sirena, pero Roxy solo tenía ojos para su sumisa y esposa, Kayla, una rubia de ojos azules, que era todo lo contrario a su cónyuge, con su cuerpo de reloj de arena más corto, ataviado con un vestido gris oscuro con mangas cortas. Después de que todos saludaran, las cejas de Angie se fruncieron pensativamente. «Kristen Anders. ¿Por qué conozco ese nombre?». Antes de que la mujer pudiera decir algo, Kayla habló primero. «A Kristen no le gusta presumir, así que lo haré por ella. Es una autora popular de novelas románticas. Quizás hayas leído alguna de ellas». Ian no estaba preparado para la respuesta que recibió la declaración de Angie. Ella jadeó, sus ojos se agrandaron por la sorpresa. «¡Oh Dios mío!». Kayla sonrió y le dio un codazo en el brazo a Kristen. «Ves, te sigo diciendo que eres famosa». «No, sí, no, quiero decir, sí», tartamudeó Angie antes de reír y sostener su mano en el aire como un guardia de cruce que detiene el tráfico. Respiró hondo antes de intentar hablar de nuevo. «Está bien, déjame empezar de nuevo. Lo juro, normalmente no soy una idiota y tengo habilidades sociales». Los demás se rieron entre dientes con expresiones divertidas. «Sí, he leído todos tus libros, pero no es por eso que reconozco tu nombre. Ayer recibí un contrato de Red Rose Books para diseñar la portada de tu nuevo libro». Fue el turno de Kristen de quedarse atónita. «¡Oh Dios mío! ¿Cuáles son las probabilidades de que eso suceda? Mi editora me dijo que le estaban dando ‘Cuero y Encaje’ a alguien nuevo, porque la mujer de Seattle, que hizo ‘Satén y Pecado’, estaba haciendo una pausa debido a problemas de salud. Esto es genial. Habla de un mundo pequeño». «Ahora me emociona más diseñarlo. Tendremos que charlar más tarde para que pueda obtener tu opinión antes de empezar a jugar con las ideas». Ian solo podía imaginar lo que se le ocurriría a Angie después de ver la portada del otro libro que había hecho. «¡Genial! No he tenido mucha participación en mis portadas desde que firmé con Red Rose. Ahora lo reducen a tres portadas similares y mi editora y yo elegimos una». Mientras las dos mujeres continuaban hablando sobre el negocio editorial, con Roxy y Kayla dando sus aportes ocasionales, Ian y Devon dieron medio paso hacia un lado y se miraron mientras ponían los ojos en blanco. Por mucho que estuvieran orgullosos del éxito y la popularidad de Kristen, la literatura de chicas no era lo suyo. Sin embargo, a lo que Ian se había aferrado cuando llamó su atención, fue cuando Angie dijo que había leído todos los libros de Kristen. Supuso que incluían el último, ‘Satén y Pecado’, un libro que había sorprendido a Devon cuando la pareja se conoció, ya que era un romance erótico de superventas que involucraba a un club BDSM. La continuación, ‘Cuero y Encaje’, sobre la que ahora estaban discutiendo las mujeres, era una historia sobre uno de los personajes secundarios del libro anterior, el Amo Xavier. Ian miró a Angie con el cerebro dando vueltas. Era la segunda vez que admitía que leía literatura erótica y los pensamientos que ahora volaban por su mente podrían escandalizarla. Pero de nuevo, tal vez no.
P ASARON MÁS o menos una hora deambulando por la
abarrotada ala norte del museo, mirando las exhibiciones y hablando sobre una amplia gama de temas, incluido el arte, la literatura y las noticias locales. A medida que avanzaba la noche, Angie se sentía cada vez más cómoda con Ian, su familia y amigos. Will se había acercado varias veces antes de salir corriendo para evitar otra crisis o dos, y numerosas personas saludaban al grupo mientras se realizaban más presentaciones. Le pareció interesante cómo cada vez que Ian le presentaba a una de las muchas mujeres que babeaban por él, apenas las miraba antes de volver a mirarla a ella. Y cuando era un hombre el que estaba siendo presentado, Ian la acercaba más a su costado en lo que parecía ser un gesto de posesión. A ella le gustaron sus reacciones y esperaba no estar malinterpretando su interés en ella. También le gustaba que la mano de él estuviera en contacto con una parte de su cuerpo: su espalda, cuello, mano o brazo, tanto como era posible. Los ásperos callos en su palma y dedos se sentían seductores contra su suave piel. Mientras avanzaban de cuadro en cuadro, descubrió que él entendía el arte más de lo que le había admitido, y probablemente a sí mismo. La escuchaba, no con la mitad de un oído, como lo habían hecho algunos de sus novios o citas anteriores, y se mantuvo concentrado mientras discutían lo que les gustaba o no les gustaba de cada obra. Cuando otro mesero bien vestido llegó con una nueva ronda de copas de champán, junto con una tónica y limón para Devon, Angie miró a su alrededor y vio un baño de mujeres a poca distancia. Se disculpó ante el grupo y Kristen intervino para acompañarla. Devon gimió. «¿Qué pasa con las mujeres que deben ir juntas al baño?». Todos se rieron cuando su prometida dijo: «Está en el libro de reglas de socialización de las mujeres, cariño. ¿Por qué no lo revisas alguna vez?». Él gruñó suavemente, agarró a Kristen por la cintura y le susurró algo al oído que la hizo sonrojarse y morderse el labio inferior. Angie podría haber jurado que escuchó a la mujer murmurar, ‘Sí, Señor’, antes de unirse a ella en el camino a través de la sala, mientras que los otros cuatro miembros de su grupo se quedaron y se rieron entre dientes detrás de ellas. El elegante baño de mujeres estaba casi vacío y después de pasar rápidamente a los inodoros seguido de los lavabos, Kristen se encontró con Angie en el tocador con espejos, ubicado cerca de una sala de estar. Después de que otras dos mujeres salieron de las instalaciones, se encontraron solas. Angie terminó de aplicarse el lápiz labial y miró el vestido y los zapatos de la otra mujer. Durante toda la noche había estado admirando la creación azul de corte imperio y los tacones plateados de Manolo Blahnik y se lo comentó. Kristen sonrió con los labios recién pintados. «Gracias. Ya tenía los zapatos, pero el otro día Will y Kayla me llevaron a comprar el vestido. Estoy bien cuando se trata de elegir la ropa de todos los días, pero me pongo nerviosa si tengo que jugar a disfrazarme. Nunca puedo decir si me veo sosa, golfa o sexy». «Mi voto es sosa, golfa y perra». Angie jadeó ante el repentino insulto cuando Kristen se dio la vuelta con rabia en sus ojos y miró a la mujer que lo había dicho. Ninguna de las dos la había visto entrar. Cruzó sus brazos sobre el pecho y la nueva amiga de Angie se enderezó mientras miraba a la delgada pelirroja con un vestido blanco sin tirantes. «¿En serio, Heather? ¿Quién dejó entrar aquí tu culo de zorra? No reconocerías el arte ni aunque te abofeteara. Oh, espera un minuto, parece que ya te has llevado un óleo a la cara o ¿ese es tu maquillaje? No puedo decirlo». Si Angie no se hubiera sorprendido tanto, se habría reído de la respuesta de Kristen porque era buena contestación, considerando el lugar donde se encontraban. «Honestamente vaca, no tengo idea de lo que el Amo Devon ve en tu gordo trasero». La mirada llena de odio de la pelirroja se centró en Angie a continuación. «Y déjame adivinar, tú eres el nuevo polvo del Amo Ian. No te pongas demasiado cómoda, puta, todo el mundo sabe que pasa por las sumisas como un cerdo pasa por la basura». ¿Qué? Un momento … ¿Amo Ian? ¿Nuevo polvo? ¿Puta? ¿Sumisas? ¿Cerdo? La conmoción y la rabia pura hacia esta extraña que llegaba lanzándoles insultos se apoderó de la mente y el cuerpo de Angie. Dio un paso adelante para enfrentarse a la mujer desagradable cuando una mano en su antebrazo la detuvo. Al mirar a Kristen, se sorprendió al ver una sonrisa de satisfacción en su rostro. Pero Kristen no estaba mirando a Heather. Sus ojos estaban enfocados en la persona que había entrado al tocador y ahora estaba detrás de la perra…, Roxanne London, ¡y mierda! La buena doctora parecía furiosa e intimidante. Heather debió haberse dado cuenta de que había alguien detrás de ella porque miró atrás por encima de su hombro, y Angie se sorprendió al ver que la cara de la pelirroja perdía todo el color… al menos sobre lo que no estaba maquillado. El comportamiento agradable de Roxy de antes había desaparecido, y en su lugar había una actitud enojada, dominante, de no solo tomar prisioneros, sino algo más. «Aparentemente, no aprendes Heather. Sabes que es mejor no dejar escapar un asunto privado en un lugar público. También sabes que te dije la última vez que empezaste a acosar a Kristen que no lo toleraría. Y ahora has insultado a otra amiga mía que, supongo, no tiene idea de quién eres y no merece tu malicia. Sugiero que salgas corriendo y le expliques a Scott, porque yo iré un minuto detrás de ti, y él y yo vamos a tener una seria conversación sobre tu continuo comportamiento. Ahora, por mucho que me encantaría ver cómo Kristen te pone de bruces, igual que la primera vez que se conocieron, este no es el momento ni el lugar». Se hizo a un lado y le abrió camino a Heather hacia la puerta del baño. «Fuera. Ahora». Cuando la pelirroja salió corriendo por la puerta, la oyeron murmurar en voz baja, pero las palabras eran ininteligibles. Después de que la puerta se cerró detrás de la horrible mujer, las tres nuevas amigas se miraron y se echaron a reír. Cuando finalmente se controlaron, Angie abrió la boca para hacer una de las muchas preguntas que tenía en la punta de la lengua. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Roxy levantó la mano y miró detrás de ellas hacia donde estaban los inodoros y los lavabos. Kristen captó la preocupación de la otra mujer y le dijo que estaban solas en las instalaciones. Roxy hizo un gesto hacia la sala de estar antes de tomar asiento en el pequeño sofá y cruzar sus largas piernas, dejando las dos sillas tapizadas de respaldo bajo para las otras mujeres. «En caso de que te lo estés preguntando, vi a Heather entrar aquí y supe que iba a ser la maleducada de siempre, así que entré como respaldo. Aunque estoy segura de que ustedes habrían tenido las cosas bajo control». Después de que se reunieron con ella alrededor de una pequeña mesa de cóctel, Roxy miró a Angie con una mezcla de simpatía, preocupación y comprensión. «Por la expresión de tu rostro puedo decir que estás sorprendida y confundida. Estoy segura de que esta no es la forma en que Ian quería que supieras que él es un Dominante, y realmente creo que deberías llevarle la mayoría de tus preguntas a él. Al ver la forma en que te mira, creo que su interés en ti es obvio. No sé dónde se encuentran ustedes dos en su relación y no es de mi incumbencia sobre cuándo, y si estaba planeando pedirte que vayas por ese camino con él. Es un buen hombre que, en el poco tiempo que tengo de conocerlo, he llegado a respetar al ciento diez por ciento, y sé que nunca impondría su estilo de vida a nadie. Dicho esto, si quieres tomarte un momento y dejar que el impacto se disipe y hacernos una o dos preguntas, las responderemos lo mejor que podamos». Angie se volvió hacia Kristen, quien asintió, luego respiró hondo y dijo lo primero que le vino a la mente. «Mierda, ¿quién era esa perra loca?». Cuando las otras dos mujeres se rieron y se relajaron, continuó. «Está bien, esa no era una pregunta seria; en realidad sí lo es, pero volveremos a ella más tarde. Entonces, ¿a todos ustedes les gusta …? ¿eso? ¿Me refiero también el estilo de vida BDSM?». Kristen asintió de nuevo. «Sí. Soy una novata de solo seis o siete meses ahora. Conocí a Devon en el bar de su amigo y terminé invitándolo a salir, sin saber que era un Dom». Dejó escapar un bufido poco femenino. «Demonios, ni siquiera sabía que era una sumisa. De todos modos, si leíste ‘Satén y Pecado’, sabes de qué se trata BDSM, y cuando fui al club de Devon e Ian, con su primo Mitch para investigar… ups». Angie estaba segura de que sus ojos estaban más abiertos que los de Kristen. «¿E-e-ellos son dueños de un club de sexo?». Roxy se inclinó hacia delante y volvió a tomar el mando de la conversación. «Sí, y a pesar de lo que algunas personas… lo que la mayoría de la gente podría pensar, es un club muy privado y de élite. Es donde las personas de ideas afines que disfrutan de una variedad de perversiones en sus vidas pueden practicar actividades seguras, sanas y consensuadas que pueden incluir o no el sexo. Kayla y yo nos unimos a La Alianza después de un largo proceso de solicitud en el que nuestras vidas fueron examinadas con un peine de dientes finos. Este no es un lugar donde cualquier persona de la calle pueda entrar y comenzar a azotar a alguien. Y, a diferencia de Heather, la mayoría de las personas que participan en el estilo de vida no anuncian su participación, ni la de nadie más cuando están en público. Esta noche hay varias personas aquí presentes que conozco de los clubes, pero pretenden conocerme de otro lugar o dicen que no me conocen en absoluto. Soy Domme desde la universidad y Kayla se convirtió en mi sumisa, y luego en mi esposa cuando nos conocimos unos meses después de terminar la escuela de medicina. Fui yo quien reconoció que era una sumisa y le presenté el estilo de vida que ha llegado a disfrutar». Angie trataba de asimilar todo lo que decían y respiró hondo de nuevo. «Está bien, no soy completamente ingenua. He leído muchos libros de ficción sobre el tema e incluso he navegado por Internet cuando mi curiosidad surgió varias veces mientras leía esos libros. Y admito, para ser sincera, que algunas cosas me excitaron. Pero nunca conocí a nadie que tuviera ese estilo de vida, así que simplemente enterré los pensamientos y preguntas que tenía en el fondo de mi cerebro y los dejé allí. Pensé que no había lugares reales como ese y todo lo que escuchaba o leía era parte de un mundo de fantasía». La puerta del baño se abrió sobresaltándolas, y cuatro mujeres conversadoras entraron y se dirigieron hacia los retretes. Roxy se puso de pie, puso su mano sobre el hombro de Angie y bajó la voz para que nadie la oyera. «Necesitas hablar con Ian. Como dije, es un buen hombre. Si estás interesada en explorar, él es uno de los hombres con los que te recomendaría que lo hicieras. Si no, lo entenderá y no habrá daño». «Estoy de acuerdo», coincidió Kristen, mientras asentía con la cabeza. «Es uno de los tipos más agradables que conozco, y no lo digo porque será mi cuñado. ¡Ah! Y, por cierto, lo que dijo Heather acerca de que Ian era un cerdo… nada de lo que he visto o escuchado me ha dado la impresión de que le guste probar varias mujeres. Ella se rió. «No estoy diciendo que sea un santo, pero ¿qué hombre lo es?». Angie le sonrió a Kristen y luego a Roxy, sintiéndose un poco más tranquila. «Está bien, hablaré con él, pero no aquí». «Bien». La doctora dio unos pasos hacia la puerta y miró por encima de su hombro. «¿Puedes decirle a mi hermosa esposa que volveré en unos minutos? Necesito tener una conversación con un colega». Mientras la otra mujer salía furiosa por la puerta con una misión, Angie miró a Kristen para aclararle la afirmación. «El Amo de Heather… um, novio… es médico del personal del mismo hospital que Roxy. Mira, sé que esto es impactante, también lo fue para mí. Pero nunca me he arrepentido de ninguna parte de mi relación con Devon. De hecho, no puedo imaginar cómo he vivido sin… um… las cosas que me hace y hacemos juntos. Mi ex marido me había convencido de que yo era un pez frío en la cama. Resulta que él era el problema porque mi vida sexual ahora es increíblemente activa y no cambiaría a Devon por ningún otro hombre en el mundo. Me aprecia como si fuera la persona más importante del universo». Se inclinó hacia adelante y bajó la voz en un susurro dramático. «Y me mostró cómo era tener orgasmos múltiples». Kristen se rió de la expresión de asombro de Angie y entrelazó sus brazos, tirando de su nueva amiga en dirección a la puerta. «Ahora, volvamos a nuestras hermosas citas antes de que envíen un grupo de búsqueda». CAPÍTULO CINCO
I AN SINTIÓ UNA INQUIETUD EN EL ESTÓMAGO CUANDO VIO A
Angie y Kristen caminar de regreso hacia Devon, Kayla y él. Debía haber habido una larga cola habitual en el baño de mujeres porque habían estado fuera un tiempo espantoso. Aunque charlaban entre ellas mientras se acercaban, tenían un aire pensativo. «¿Todo bien?». Cuando Angie se detuvo a su lado, Kristen se acercó sigilosamente a Devon y le rodeó la cintura con el brazo. Observó a las dos mujeres mirarse la una a la otra antes de que Angie pareciera encontrar algo interesante que mirar en el suelo y su preocupación creció. Lo que dijo la prometida de su hermano a continuación hizo que a Ian se le cayera el estómago y sintió que la sangre se le escapara de la cara. «Nosotras … um… tuvimos un encuentro con Heather en el baño de mujeres, y lo siento Ian, pero como que ella se fue de la lengua y dijo algunas cosas que no debería haber dicho sobre ti y el club». Sus ojos se fijaron en Angie, que ahora se sonrojaba, y volvieron a mirarlo con una expresión optimista en el rostro. «Aunque creo que está bien, pero ustedes dos necesitan hablar sobre algunas cosas». ¡Mierda! Ian se pasó la mano por la cara con ira y frustración. Maldita sea, Heather era una perra rencorosa. Esta no era la forma en la que él quería que esto sucediera. Había planeado ir a la casa de Angie esta noche para tomar una copa y decirle que ser un Dominante era una parte importante de su vida. Rezaría para que ella todavía estuviera interesada en él y no lo echara a la calle. Aunque le zumbaban los oídos, escuchó a Kristen informar cómo la Ama Roxanne había aparecido y había manejado las cosas. Al escuchar eso, Kayla respondió con una mueca. «Maldita sea. Odio cuando entra en su personaje de Mujer Maravilla y no estoy allí para verlo. Sabe cuánto me excita eso». Ian ignoró las risitas de las mujeres y agarró el codo de Angie, llevándola hacia un rincón desocupado de la gran sala, detrás de una escultura valorada en unos setenta y cinco mil dólares. Cuando estuvo seguro de que estaban fuera del alcance del oído, la miró con una punzada de pesar. «Lo siento, Ángel. No es así como quería que supieras sobre mí y mi estilo de vida. Estaba esperando la oportunidad adecuada para contártelo». «Entonces, ¿me lo ibas a decir?». De acuerdo, era una ventaja que todavía no saliera huyendo hacia las colinas. Su rostro parecía estar lleno de curiosidad y algo más que él no podía identificar. No significaba que estuviera a salvo, pero le daba esperanza. «Sí, por supuesto. Estoy … es una parte de mí que no puedo ignorar, ni cambiar. No me avergüenzo de quién soy. Te lo iba a decir más tarde esta noche cuando estuviéramos solos, pero ahora que ha salido, entenderé si quieres que te lleve a casa». Y lo haría. Lo mataría, pero si ella no quería tener nada que ver con él después de esto, él se alejaría y trataría de borrar de su cerebro el recuerdo de su beso. Ella pareció pensar las cosas por un momento antes de responder: «Si quieres irte ahora, por mí está bien. Pero me la estoy pasando bien, así que prefiero quedarme un rato más y terminar de ver la exhibición. Es decir, si no te importa. Me dará tiempo para recuperarme de mi conmoción inicial y reflexionarlo. De esta manera, cuando hablemos más tarde, estaré mejor preparada para hacerte algunas preguntas, y sí que tengo preguntas». Él se rió entre dientes ante su sonrisa irónica. «Lo admito Ian, tengo curiosidad, pero esto surgió de la nada y es algo sobre lo que solo había leído antes. Eso no significa que esté dispuesta a involucrarme en cosas con los ojos totalmente vendados… er, por así decirlo… pero estoy dispuesta a hablarlo más tarde, si quieres». El corazón de Ian se disparó y su polla se contrajo en sus pantalones. Todavía tenía una oportunidad con ella, y por lo que había dicho, tal vez ni siquiera fuera una posibilidad remota. Le acarició la mandíbula con los dedos, complacido cuando un destello de deseo apareció en sus ojos. «Me gustaría mucho, ‘Ángel’». «Solo dime una cosa». Tomó un profundo respiro. «Cualquier cosa». «Por favor, dime que esa perra asquerosa de Heather y tú, nunca…». No estaba segura de qué palabras quería usar, así que dejó la oración colgando allí, esperando que él llenara los espacios en blanco. «¡Oh diablos, no!». Ian ladró. «Por favor, dame algo de crédito. Hace tiempo ella era miembro del club, junto con su Amo, pero tenía la mala costumbre de acosar a otras sumisas, y como resultado su membresía fue revocada. Es obvio que todavía guarda rencor. Tendrás que preguntarle a Kristen sobre la noche en que recibió el nombre de ‘Chica Ninja’. Mi futura cuñada sabe cómo patearle el culo a una perra». La guió de regreso hacia su pequeño grupo, emocionado de saber que todavía tenía una oportunidad con su hermoso ángel.
A NGIE CAMINABA de un lado a otro de su sala de estar
tratando de ordenar sus pensamientos e Ian no se lo estaba poniendo nada fácil. Durante el resto de la noche, él se había relajado, volviendo a ser la persona que había sido antes de que Kristen le contara lo que había sucedido en el baño. Ahora, se encontraba sentado en su sofá tras quitarse la chaqueta de esmoquin y la corbata. Un tobillo estaba apoyado contra la rodilla opuesta y su brazo lo tenía en el apoyabrazos del sofá, mientras que el otro lo tenía sobre el respaldo. Se mantuvo paciente mientras la observaba caminar, girar, caminar y girar de nuevo, sin interrumpirla. Ella no sabía qué decir. Tenía tantos pensamientos corriendo por su cabeza que era un desastre. Antes de salir del museo, Kayla, Roxy y Kristen le habían dado sus números de celular en caso de que tuviera alguna pregunta que Ian no respondiera o si se sentía demasiado avergonzada para preguntarle. Angie no se avergonzaba en admitir que era una de esas mujeres que amaban el sexo. La mayoría de sus novios anteriores, y algunos encuentros temporales que ella calificaría como algo intermedio entre aventuras de una noche y relaciones reales, habían sido agradables en la cama. El sexo rara vez había sido la razón para romper con esos hombres. De hecho, algunos de ellos habían tomado el control en el dormitorio, no hasta el punto de lo que describían las historias BDSM que había leído, pero sí que estaba excitada, incluso más de lo habitual. Su problema con esos hombres había sido fuera del dormitorio. Después de un tiempo, algunos de ellos se habían vuelto aburridos, y otros solo se habían interesado en el sexo y sus citas giraban en torno a ello. La relación más larga que había tenido duró un poco más de seis meses y debía haber terminado mucho antes, pero el chico había sido dulce y seguía diciendo que la amaba. Y aunque le agradaba, no había querido hacerle daño porque no sentía lo mismo que él. Pero al final, tuvo que hacerlo. Su principal problema era que no podía encontrar a un hombre que pudiera mantener su interés dentro y fuera del dormitorio, y se negaba a conformarse. Se detuvo abruptamente frente a Ian y echó los brazos a los lados con exasperación. «Está bien, debo admitir que no tengo idea de cómo iniciar esta conversación, así que ¿puedes hacerlo tú, por favor?». Con una sonrisa devastadora y sexy, le tendió la mano. «Eso es lo que el Dom en mí estaba esperando. Ven aquí, Ángel, y siéntate a mi lado». Ella dudó solo un breve momento antes de colocar su mano en la de él y tomar asiento. Él no soltó su mano y ella lo encontró reconfortante a pesar de su inesperado nerviosismo. «Tranquila cariño, estás temblando». Ella no se dio cuenta de que lo estaba hasta que él lo dijo. «No voy a derribarte, ni a destrozarte como un pirata que navega por los siete mares… bueno, a menos que me lo pidas». Ella se rió y se relajó un poco. «¿Qué te parece si te cuento cómo comencé en este estilo de vida, por qué me gusta y cosas así, hmmm?». Ella asintió con la cabeza y él le besó los nudillos antes de apoyar ambas manos en su muslo. «Bien. Uno de mis jefes en la Armada me presentó el BDSM cuando tenía veintidós, casi veintitrés años. Me dijo que me había visto una noche cuando un grupo de nosotros estábamos en un bar con algunas fanáticas de la Marina. Dijo que vio algo en mí que le hizo creer que estaría interesado en el estilo de vida. Aparentemente, actué como un Dom, antes de saber lo que era». «Así que una noche, él y otros dos tipos que conocíamos me llevaron a mi primer club y, mierda… hablando de un choque cultural. Ahí estaba yo, ni idea de lo que estaba haciendo en el lugar, y todos estos hombres y mujeres de entre veinte y setenta años caminaban con todo tipo de ropa, desde lo común hasta cuero, lencería o sus trajes de recién nacidos. Sonidos de azotes, de latigazos y gemidos, sexo y orgasmos intensos venían de diferentes escenas, y no sabía dónde mirar primero. Demonios, me sentía avergonzado e intrigado al mismo tiempo». «No jugué en mi primera noche, ni durante mis próximas visitas. En cambio, simplemente deambulaba y observaba. Conversé con todos los que estaban dispuestos a hablar conmigo y que me explicaron lo que obtenían de sus manías individuales y qué los convertía en Dominantes o sumisos. No me tomó mucho tiempo aprender que un sumiso tiene todo el control en cada relación D/s». Los ojos de Angie se entrecerraron con confusión. «¿Como es eso posible? ¿No tienen que seguir las órdenes de su Dominante?». «Toda verdadera relación D/s, y no estoy hablando de personas que afirman estar en el estilo de vida para justificar lastimar a alguien, como un abusador doméstico, o personas que se meten unas cuantas bofetadas y cosquillas en el dormitorio. Estoy hablando de una verdadera relación de intercambio de poder entre un Dominante y un sumiso. En cada relación o encuentro único, es el sumiso quien voluntariamente permite que su Dominante le dé lo que quiere y necesita. Los sumisos mantienen todo el control de una escena, desde sus negociaciones con un Dom, hasta sus límites duros y suaves, y sus palabras seguras. Pueden terminar una escena en cualquier momento que quieran si algo no les parece bien. En mi club, usamos el sistema de color universal para que no haya confusión sobre la palabra segura de un sumiso. El verde significa estar bien, el amarillo es para frenar o aclarar algo y el rojo significa detenerse. Y me refiero a que todo se detiene y la escena se termina. El Dominante comienza inmediatamente el cuidado posterior del sumiso, si es necesario, y hablan sobre lo que salió mal, de por qué el sumiso sintió que era necesario detenerse y cómo evitar la situación en el futuro». Ian hizo una pausa y ella se tomó un momento para asimilarlo todo. Oyó que se quedaba sin aliento cuando se puso de pie, así que sonrió para tranquilizarlo. Se quitó los zapatos, fue a la cocina y sacó dos botellas de agua de su refrigerador, luego le entregó una. Ambos abrieron sus botellas y bebieron un trago. Podía sentir los engranes girando dentro de su cabeza. «Está bien, creo que entiendo lo que estás diciendo. Como te dije, ya antes he leído libros basados en BDSM, así que no es un concepto completamente extraño para mí. Pero es difícil captar lo que creía que era un mundo de fantasía y traerlo al mundo real». Cuando volvió a sentarse a su lado, él tomó su mano de nuevo y la colocó en su muslo con la suya, como si necesitara el contacto directo con ella. «Dijiste que me dirías lo que obtienes al ser un Dom». «Puro y simple, el placer y la confianza de mi sumisa». No era la respuesta que esperaba, pero luego se dio cuenta de que no sabía que era lo que esperaba. «Nada me da más placer que saber que le he dado todo lo que necesita para lograr su propio placer y/o liberación emocional, y que ha confiado en mí para dárselo». «¿Liberación emocional?». Inclinándose hacia adelante, colocó su botella de agua en un posavasos de su mesa de cóctel y volvió a sentarse. «Mm-hm. El BDSM no se trata solo de sexo, ni mucho menos. Aunque suele ser el agradable resultado final de todo lo demás. Se trata de satisfacer las necesidades individuales de cada uno y, a veces, implica dolor, ya sea que el resultado final sea placer o algo más. Déjame darte un ejemplo. Conocí a una sumisa cuando comencé a ser aprendiz de algunos Doms expertos. Y antes de que me preguntes, no, nunca jugué con ella porque no tenía mucha experiencia para lo que ella necesitaba. Ava era una mujer muy agradable, pero reservada, de unos treinta y cinco años en ese momento, y su preferencia era ser azotada hasta que finalmente rompiera en llanto. Pero nunca hubo sexo involucrado en sus escenas. Una noche, tuve el valor de acercarme a ella y le expliqué mi confusión sobre el hecho de que no la veía disfrutar de sus escenas. Me comentó que era muy joven cuando su madre se casó con su padrastro, un hombre cruel verbalmente. Las pequeñas cosas siempre parecían enfurecer al tipo, y si Ava lloraba, él se enojaba más. Empezaba a tirar cosas y a romper sus juguetes o tirar su ropa y posesiones. Entonces, para salvar las cosas que amaba, esta pequeña niña de seis años, se las arregló para controlar sus emociones, hasta el punto de que ya no podía llorar por ningún motivo». Angie jadeó. «Que horrible. Pobre niña». «Exactamente. Esa niña que dejó de llorar se convirtió en una mujer adulta, que no podía llorar a menos que un Dominante rompiera sus barreras subconscientes, hasta el punto en que podía encontrar su liberación emocional y dejar que sus lágrimas cayeran. Por eso había adoptado ese estilo de vida. Era una especie de terapia de limpieza para ella». El hizo una pausa. «Parece que me he desviado porque se supone que debo decirte por qué YO estoy en el estilo de vida». «Mi culpa, lo siento». Ian se llevó su mano a la boca para darle un beso rápido. «No te disculpes por hacer preguntas, ‘Ángel’. De eso se trata que conversemos esta noche. De cualquier forma, prefiero estar al mando en el dormitorio y, a veces, también fuera de él. Cuando hago una escena o juego con una sumisa, me gusta empujar sus límites, enseñarle cosas que pueden hacer que su placer y su yo interior sean mejores que antes. Me gusta ser responsable del placer y la salud emocional o física de mi sumisa y darle lo que necesita, que no siempre coincide con lo que quiere. La seguridad y el bienestar de una sumisa son importantes para mí. Como Dominante Residente, o Dominante Jefe en el club, toda la seguridad y el bienestar de los sumisos caen en última instancia bajo mi protección. Conozco el nombre de todos los sumisos y esclavos en La Alianza, y soy consciente de sus límites duros y de lo que buscan obtener del estilo de vida. Si veo a un sumiso que no obtiene lo que necesita o que se esfuerza hasta donde podría ser perjudicial para su bienestar físico o psicológico, entonces intervengo y hago lo que puedo para que vuelva a la normalidad. Tenemos varios miembros que son médicos y psicólogos y que están dispuestos a hablar con cualquiera que lo necesite, ya sea un sum o un Dom, y que podrían beneficiarse de su experiencia. Los Doms no son perfectos, y cualquiera que diga serlo es un tonto. Cometemos errores, aprendemos de ellos y crecemos junto con nuestros sumisos». En algún momento, el pulgar de Ian había comenzado a frotar el dorso de la mano de ella y las sensaciones que evocaba tenían una conexión directa con el clítoris de Angie. Le resultaba difícil pensar, pero una cosa que dijo la confundió. «Mencionaste sum o esclavo. ¿No son lo mismo?». Sacudió la cabeza. «No, en absoluto. Un esclavo tiende a estar en una relación con su Amo 24 horas al día, 7 días a la semana, le otorga el control total de su vida. Desde lo que visten y comen, hasta lo que hacen cada día y, por supuesto, el aspecto sexual. No es para todo el mundo, no es para mí, y puede ser toda una gran empresa para algunos Doms. Es una gran responsabilidad para ellos y, después de un tiempo, algunos descubren que no es lo que realmente quieren. Una relación Dom/sumiso no es tan extrema y generalmente consiste en el control de la seguridad y el placer de un sumiso, aunque cada relación es única». «Guau. Esto es mucho más complicado de lo que pensaba. Creía que solo se trataba de atar a una mujer y azotarla». Cuando hizo una pausa, dejó que el silencio se prolongara durante unos minutos, mientras ella digería todo lo que le había dicho mordisqueando su labio inferior. Cuando él levantó el pulgar para rescatar su tierna carne labial, ella estuvo tentada a mordisquearlo. «Supongo que algunas partes de todo esto te interesan, ya que todavía sigo sentado aquí y aún no me has echado a la calle». Angie sonrió nerviosamente. «Sí, lo admito, estoy intrigada, pero también estoy un poco asustada». «Me preocuparía si no lo estuvieras. Esto es algo nuevo y fuera de tu zona de confort. Pero, si estás dispuesta a probar tus límites… estaré más que feliz de ayudarte a explorar. Si lo deseas, podemos firmar un contrato abierto que describa nuestra relación D/s y enumere las partes del estilo de vida que te interesan y cuáles no, y también qué espero de ti». Su sonrisa se convirtió en un pequeño ceño fruncido. Eso sonaba tan formal y profesional. «¿Un contrato?». «No es tan frío como suena, cariño. La mayoría de las veces, los Doms y sus sums firman un acuerdo que define su relación para que no haya confusión ni falsas expectativas. Hay contratos generales que tenemos disponibles en el club, pero cada Dom y cada sum pueden cambiarlos según sus necesidades. Las negociaciones que hacen antes de firmar un contrato los obligan a hablar de todo para que no haya conjeturas entre ellos. Piensa en algunas de tus relaciones pasadas. ¿Hubo momentos en que te preguntaste en qué estaba pensando tu novio, o querías algo que no estabas recibiendo de él, pero no estabas segura de cómo sacar el tema?». Ella asintió con la cabeza, entendiendo cuánta comunicación había entre un Dom y un sumiso. «Sí, los había. A veces me volvía loca tratando de que uno de ellos me dijera lo que tenía en mente». «Exactamente». Ian sonrió. «Veo que ya estás aprendiendo. ¿Quieres probar una relación D/s conmigo, ‘Ángel’?». Su mirada se encontró con la de él por primera vez desde que volvió a sentarse y cuando tragó saliva, sus ojos se posaron en el movimiento de su garganta. El pulso de su cuello se aceleró, al igual que su respiración, y parecía que ese era todo el estímulo que necesitaba. Su otra mano, que había estado apoyada en el respaldo del sofá, se envolvió alrededor de su nuca antes de cerrar la brecha entre ellos. Haciendo una pausa con sus labios sin tocarse del todo, esperó. Cuando su respiración se detuvo, él acercó su boca a la de ella. Uno o dos latidos después, sus labios se separaron y él cambió el ángulo de su boca para poder sumergir su lengua en sus profundidades. Era el cielo. Como la noche anterior, su boca era el cielo puro mezclado con un poco de infierno. Lo suficiente para que ella quisiera dejarse llevar por el lado oscuro del sexo. Su mano se deslizó por su espalda desnuda, deteniéndose en su cintura antes de volver a subir. Sus escalofríos hicieron que sus pezones se endurecieran más de lo que ya estaban, y él la sentó en su regazo, sin soltar su boca. Se quedaron así unos minutos, devorándose el uno al otro. Sus manos se movieron alrededor de su cuello y metió los dedos en el cabello, por la parte posterior de su cabeza. Cuando él se apartó y la miró con ojos llenos de lujuria, ella supo que sus ojos verdes revelaban su propio deseo. Ambos jadeaban, y por mucho que ella quisiera que él tomara posesión de su boca de nuevo, aparentemente él tenía pensado otras cosas que quería hacerle. «Déjame darte una pequeña muestra de mi mundo esta noche, ‘Ángel’. Sin dolor, solo placer. Y sin coito. Quiero hacerte venir por mí. Quiero que te quiebres bajo mi toque. ¿Me dejarías complacerte?». Su tono de voz, suave como el whisky, hizo que la humedad se acumulara entre sus piernas, y ella no dudó en responderle. «Oh, Dios, Ian. Sí, por favor». Ahuecando su barbilla, esperó hasta tener su completa atención. «Dilo, ‘Ángel’. Quiero oírte decirlo. Necesito saber que comprendes lo que estás aceptando. Y si vamos a jugar, quiero que me llames ‘Señor’». Angie vaciló esta vez. ¿Era esto lo que quería realmente? Su mente y su cuerpo le gritaban que le dijera cualquier cosa que le hiciera besarla, tocarla y hacer lo que quisiera con ella. «Una cosa es decirme ‘sí’, pero necesito que lo digas tú misma. No avanzaré hasta que me digas exactamente lo que quieres. Necesito saber que estamos en la misma página». Estaba dando un gran paso, pero sabía que, si no lo tomaba, se arrepentiría durante mucho tiempo. «Sí, Señor. Por favor, hazme venir. Por favor, dame una probada y enséñame cómo es ser tu sumisa». Le pasó el pulgar por la línea de la mandíbula, dejando un cosquilleo a su paso. «Será un placer para mí, ‘Ángel’, y también para ti. Ahora, quiero que vayas a tu dormitorio, te quites tu ropa por completo y te acuestes desnuda en medio de tu cama boca arriba. Tienes tres minutos para hacer eso antes de que te siga». Cuando ella dudó de nuevo, él bajó la voz y agregó: «El reloj está corriendo, cariño». Saltó de su regazo y se apresuró a ir a su dormitorio antes de que pudiera cambiar de opinión. Buscando a tientas el cierre que sujetaba su vestido en su lugar en la parte posterior de su cuello, estaba lista para rasgarlo cuando se soltó repentinamente bajo sus manos temblorosas. Dejó caer toda la prenda al suelo, la apartó de una patada y añadió su tanga y medias a la pila. Se subió a su cama tamaño matrimonial y se acomodó como él le había ordenado, apoyando la cabeza en la almohada. Y después, esperó.
A THOS IBA de un lado a otro en el estudio de una
habitación que había alquilado en Nueva Orleans. Tomó otro trago de agua de una botella y eliminó lo último de cocaína de su organismo. Seguía sin entender por qué alguien pondría libremente esta basura en su cuerpo. En este momento, la única razón por la que estaba bombeando por sus venas y células era porque su otra opción era una bala en su cerebro. Si no fuera por Angie, hubiera preferido la bala. Había tenido suerte y se encontró con un tipo que lo conocía desde el día en que había estado de encubierto en el suroeste. Después de pasar la noche fingiendo emborracharse con el tipo, se metió en el negocio clandestino de la droga de la ciudad. Después de algunas actividades ilegales en las ligas menores, tuvo la oportunidad de conocer a Manny Meléndez, uno de los líderes del cartel local, y el tipo probablemente responsable de la muerte de Aaron y su familia. Era obvio que al cabrón lo ponía nervioso que alguien nuevo entrara en su operación. Pero entre algunos arrestos recientes y las muertes de sus secuaces relacionadas con las pandillas, necesitaba nuevas manos dispuestas a ensuciarse un poco. Así que, Athos tuvo una opción en su reunión, la mierda en polvo o una bala de punta hueca por la nariz. Después de que Meléndez estuvo satisfecho con su recluta, los dos y otros cinco pedazos de mierda fueron a liberar un poco de su energía temporal de superhombre provocada por las drogas. Meléndez quería enviar un mensaje a una pandilla emergente deshaciéndose de algunos aspirantes a pandilleros que habían encontrado a unas pocas cuadras del territorio de Meléndez. Si Athos tenía que darle una paliza a alguien para mantener su tapadera, al menos los malditos pequeños delincuentes se lo merecían. Ahora, mientras bajaba de su subidón, los pocos cortes y magulladuras que había recibido en la pelea se hacían notar. Pero con la coca en su organismo, no quería agregar nada más, ya fueran drogas de venta libre o alcohol. Se dejó caer en la cama y buscó a tientas con el control remoto del televisor hasta que encontró un juego de pelota para mirar. ¿Quién estaba jugando?, no lo sabía ni le importaba, siempre y cuando hubiera un ruido familiar de fondo. Cerró los ojos y pensó en Angie. Sabía que era lo correcto tener a alguien vigilándola, y Carter juró que los hombres de Trident eran los mejores. No estaba encantado con sus actividades extracurriculares en el club que tenían los hermanos Sawyer, pero mientras ella no tuviera que ir allí por ningún motivo, no sería un problema. Se quitó las botas y dejó que su mente divagara y el cansancio comenzó a tirar de él bajo un velo de sueño. Quizás era hora de romper con la DEA. Con los años, había metido a cientos de traficantes en la cárcel o a dos metros bajo tierra. Quizás era hora de que encontrara una vida fuera de su búsqueda de venganza. Podría mudarse a Tampa para estar cerca de Angie. Quizá conseguiría un trabajo en Trident. Quizá. Quizá. Quizá. CAPÍTULO SEIS
I AN CONTÓ LOS CIENTO OCHENTA SEGUNDOS EN SU CABEZA .
Mientras tanto, se quitó los gemelos de diamantes de los puños, se los guardó en el bolsillo de la chaqueta y se arremangó hasta los codos. Tomó otro trago de su agua embotellada y luego la volvió a colocar en su posavasos. Le dolía la erección en los pantalones y trató de ignorarlo. Más tarde se ocuparía de eso por su cuenta. Cuando le había asegurado que esta noche no tendrían relaciones sexuales, lo había dicho en serio. Esta noche no se trataba de su propia liberación. Se trataba de presentarle a su ángel el intercambio de poder entre un Dominante y un sumiso. Ciento setenta y ocho. Ciento setenta y nueve. Ciento ochenta. Lista o no Ángel, aquí voy. Ella había dejado la puerta del dormitorio entreabierta, por lo que solo hizo falta un ligero empujón para abrirla por completo. Se quedó sin aliento y el dolor en la ingle se multiplicó por diez. Temprano en la noche, cuando respondió su llamada a la puerta de su casa, no había pensado que ella pudiera verse más hermosa. Estaba equivocado. Caminó hasta el final de su cama, contempló la sensual vista que tenía ante él. Su cabello todavía estaba recogido en su moño, o como diablos lo llamaran las mujeres, y su cabeza y hombros descansaban sobre dos almohadas de felpa. La piel de color marfil cubría cada centímetro de ella, y no tenía líneas de bronceado, lo que no lo sorprendió ya que habían tenido un febrero y marzo más fríos de lo habitual. Se preguntó si cuando regresara el clima más cálido ella usaría un traje de baño de una pieza o bikini, y estaba ansioso por saberlo. La mayoría de los Dom preferían que sus sumisos no llevaran nada debajo de su ropa, pero no Ian. A él le gustaba una mujer con ropa sexy y ropa interior aún más sensual. Tenía un fetiche por los sujetadores de encaje, las bragas y la lencería, y encontraba que las mujeres solían sentirse más hermosas cuando las usaban, y más traviesas. Su modestia se había manifestado en algún momento mientras esperaba que él se aproximara. Cada una de sus manos cubría un pecho grande y una rodilla estaba doblada, inclinada sobre el muslo opuesto para que su coño quedara oculto a su vista. La pose incierta lo excitó más que si ella estuviera completamente expuesta, pero se moría por verla por completo. Al mirar por encima de su cabeza, se alegró de ver que la cabecera era de hierro forjado con un intrincado trabajo de pergamino, y huecos lo suficientemente grandes como para que pasaran sus manos. Le daría algo a que aferrarse. Su mirada pasó de la cabeza a los dedos de los pies y luego volvió a sus ojos ansiosos pero acalorados. Por la luz que entraba por la puerta abierta, vio que sus pupilas se dilataban de deseo. Su lengua se escapó de su boca, humedeciendo sus labios, ahora desprovistos de lápiz labial, y él gimió. Su angelito iba a ser su muerte antes de que terminara la noche. «Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida». Le encantaba ver como su rubor se intensificaba con sus palabras. «Pero voy a mostrarte cómo sentir esa belleza. Si en algún momento te asustas o te sientes insegura, quiero que digas la palabra ‘amarillo’. Si no puedes aceptar algo, di la palabra ‘rojo’. Pero ten cuidado cariño, si dices la palabra rojo, todo se detiene por la noche. Hablaremos de tus miedos, luego me iré a casa e intentaremos algo más la próxima vez. ¿Entendido?». Ella asintió en silencio y él frunció el ceño. Al darse cuenta de su error, lo corrigió. «Sí, entiendo. ‘Amarillo’ para asustada, ‘rojo’ para detener todo». «Buena chica. Cuando estemos jugando, debes referirte a mí como ‘Señor’. Ahora, no estamos en el nivel de confianza en el que podría sujetarte, así que voy a hacer que lo hagas tú. Muévete lentamente y pasa tus manos por encima de tu cabeza. Agarra la cabecera y asegúrate de estar cómoda porque las vas a mantener ahí». Contuvo el aliento cuando las manos de ella dejaron sus deliciosos pechos y avanzaron poco a poco, pasando por encima de su clavícula y hombros, por delante de su cabeza, antes de agarrar dos delgados trozos de hierro. Había tenido razón sobre sus pezones: estaban rosados y excitados y se le hacía agua la boca. Caminó hacia el lado de la cama, se quitó los zapatos de vestir antes de sentarse en el colchón junto a ella, en el área entre su pecho y sus muslos. Colocó una mano sobre el edredón del lado opuesto a ella, usándolo para soportar parte de su peso, y la estudió de los pechos hacia arriba, tocándola solo con la mirada. «Dime, ‘Ángel’, cuando estás sola en esta gran cama, ¿cómo te das placer?». Ella lo miró con los ojos muy abiertos, mordiéndose el labio inferior de nuevo, pero no respondió. Dejó que el Dom en él se hiciera cargo. Él pellizcó uno de sus pezones antes de soltarlo, y ella chilló. «Te hice una pregunta y espero una respuesta, o puedes esperar un castigo apropiado. Ahora, te lo haré un poco más fácil ya que esto es nuevo para ti. ¿Usas tu mano para jalar estos hermosos pezones mientras tu otra mano juega con tu clítoris y los labios húmedos de tu coño? ¿Te follas con los dedos hasta el orgasmo o usas un vibrador o un consolador? En esto no hay una respuesta correcta o incorrecta, pero quiero una honesta. Y será mejor que incluya un ‘Señor’». «Yo … yo …». Angie se aclaró la garganta repentinamente seca y volvió a intentarlo. «Yo hago todo eso, S-Señor. A veces juntos o, a veces, sin mi vibrador y solo mi mano». «¿Dónde guardas tus juguetes, cariño?». ¿QUÉ? ¿Quería ver sus vibradores? Oh, mierda. Si ella le decía dónde estaban, él podría ver el pequeño tapón anal que a veces usaba cuando se sentía especialmente traviesa. Quizás no lo notaría en la habitación a oscuras. Cerró los ojos, contó hasta tres y soltó: «En el cajón inferior de mi mesita de noche junto a usted, Señor». Observó cómo él se sentaba de nuevo y se inclinaba para abrir el cajón. Sacó su vibrador de silicona favorito de veintitrés pulgadas y lo sostuvo para que ella lo viera, con las cejas arqueadas con diversión. «Nunca antes había visto uno verde fluorescente. Interesante». Dejó el vibrador en la cama y se inclinó hacia el cajón nuevamente después de encender la lámpara de la mesilla para poder ver mejor. Oh, poderoso Zeus, por favor golpéame con un rayo para que no tenga que morir de vergüenza. Lo siguiente que supo es que él estaba sosteniendo su tapón anal rosa y su mente trajo una imagen de él usándolo para follarle el culo, haciéndola gemir y apretar los muslos. «Bueno, esta es una inesperada sorpresa, pero agradable». Ella lo miró a través de sus pestañas bajas y vio una sonrisa satisfecha en su rostro. «Pero guardaremos esto para la próxima vez, aunque sea un poco pequeño. Tendremos que prepararte para algo más grande». Él se rió entre dientes cuando sus ojos se abrieron. ¿Más grande? ¿Por qué el pensamiento la aterrorizaba y excitaba al mismo tiempo? Después de volver a colocar el tapón en el cajón, sacó su botella de lubricante K-Y y un pequeño libro de bolsillo. Ella gimió de nuevo cuando vio el libro en su mano. A veces, cuando quería excitarse más rápido, leía una pequeña historia erótica e imaginaba que era la mujer traviesa a la que el chico guapo azotaba, devoraba y follaba. Las malas palabras la excitaban y no tardaba en correrse. «‘Azótame’. Titulo atractivo. ¿Sabes que mi hermano me mencionó que a veces hace que Kristen le lea las partes sexuales de sus libros después de que las escribe? Dice que es realmente excitante. Tendremos que intentarlo en otro momento también, pero por ahora, tengo otros planes para ti». Volvió a arrojar el libro al cajón y lo volvió a cerrar. Se dio cuenta de que su vibrador verde y su gel K-Y seguían afuera y se preguntó cuáles serían esos planes suyos. «‘Ángel’, estira las rodillas, separa las piernas y mantenlas así. Si las cierras o quitas las manos de la cabecera, dejaré de hacer lo que estoy haciendo y haré que tu orgasmo inminente se desvanezca antes de empezar de nuevo. Eso se llama privación del orgasmo y es bastante frustrante, como podrás imaginar. ¿Lo comprendes?». Apenas podía sacar su respuesta entrecortada de su boca seca. «Sí». Frunció el ceño, levantó la ceja y ella rápidamente agregó: «Señor». «Buena chica». Ian esperó hasta que ella movió las piernas, luego empujó el interior de sus rodillas hasta que las abrió aún más. «Así. Mantenlas así». Ella se sorprendió cuando dejó caer el lubricante y el vibrador sobre el edredón entre sus piernas, y los dejó allí antes de volverse hacia ella. Ella se sorprendió aún más cuando él no tocó su cuerpo. En cambio, se inclinó hacia adelante y le rozó la frente con los labios. «Cierra los ojos, mi dulce Ángel». Cuando lo hizo, besos ligeros salpicaron sus párpados, nariz, mejillas, orejas y mandíbula. Evitó su boca y se tomó su tiempo para explorar su rostro antes de moverse hacia abajo. Su cuello, hombros y clavículas fueron los siguientes y en este punto estaba respirando con más dificultad. Cada beso parecía enviar rayos de electricidad a través de su cuerpo hasta su centro palpitante, aumentando su excitación aún más. Cada vez que sus labios tocaban su piel, ella sentía que la punta de su lengua salía disparada para probar brevemente esa parte, antes de pasar al siguiente lugar. Su cuerpo estaba cubierto de piel de gallina, y estaba más excitada de lo que nunca había estado en toda su vida, y él ni siquiera había llegado a sus pechos o a su coño. Que Dios la ayudara cuando lo hiciera, porque estaba segura de que estallaría como una tonelada de fuegos artificiales. Estaba desesperada por cerrar las piernas para poder intentar crear un poco de fricción y darse un poco de alivio, pero la advertencia de lo que sucedería si lo hacía resonaba en su cabeza. De ninguna manera quería que él se detuviera y comenzara de nuevo.
I AN ARRASTRÓ su boca más abajo por su delicioso cuerpo,
pasando por alto sus pezones, pero dándole a la hinchazón superior e inferior de sus pechos pequeñas lamidas y mordiscos. Se puso sobre manos y rodillas y se arrastró entre sus piernas mientras exploraba su abdomen, todavía usando solo su boca y lengua. Mientras inhalaba profundamente, el aroma de su loción corporal se mezcló con el aroma de su excitación, y la combinación lo mareó un poco y duro, lo que no había pensado que fuera posible. Sintió los escalofríos recorrer su cuerpo cuando besó y lamió los pliegues de sus caderas. Una vez más, pasó por alto donde sabía que ella más lo deseaba y la probó desde la cadera hasta el pie izquierdo. Después de mordisquear cada uno de los dedos del pie, le lamió el arco, haciendo que su pie y su pierna se movieran. Cuando ella se rió y gimió al mismo tiempo, él se acercó a su otro pie e hizo lo mismo. Le encantaba que, a pesar de que tenía cosquillas allí, se las arreglaba para mantener las piernas abiertas para él. Era una sumisa natural, ansiosa por complacerlo, y ni siquiera se daba cuenta. En su camino de regreso por su pierna derecha, miró su coño, dejando que lo atrajera más cerca como con una cuerda invisible. Lo llevaba casi desnudo, pero tenía un pequeño mechón de cabello rubio recortado en su montículo sobre su clítoris, lo que demostraba que el cabello de su cabeza tenía su color natural. Le gustaba que sus mujeres se depilaran o afeitaran, ya que aumentaba su sensibilidad y placer. Mientras besaba y succionaba la parte interior de su rodilla, observó cómo sus nalgas y su vagina se apretaban al mismo tiempo. Sus caderas levitaron un poco fuera de la cama y los jugos fluyeron de sus pliegues, empapándola aún más. Ella estaba mojada por él, y se obligó a no sumergirse para probarlo. La deseaba hasta el punto en que le rogaba que se deleitara con ella. Se arrastró de nuevo por su cuerpo, se agarró a un pezón, lo succionó con fuerza en su boca antes de lamerlo con pequeños movimientos de su lengua. Comenzó a alternar entre chupar, lamer y rozar con los dientes la dura protuberancia, animado por sus gemidos y gritos hedonistas, respiración acelerada y palabras de rendición masculladas. Cuando sus caderas se separaron de la cama nuevamente, buscando satisfacción en su núcleo, él se movió hacia su otro seno y le dio el mismo tratamiento. Sus reacciones se amplificaron, volviéndose casi frenéticas, pero todavía mantenía la posición que él le había indicado. Liberó su pecho de su boca con un chasquido y la miró a la cara. «Dime qué quieres, ‘Ángel’. ¿Qué parte de tu cuerpo quieres que me coma ahora?». Ella estaba moviendo la cabeza hacia adelante y hacia atrás, sus caderas se movían mientras le suplicaba. «¡Por favor, Señor! ¡Cómeme el coño, por favor! ¡Hazme llegar! ¡Tengo que correrme!». Ian volvió a bajar entre sus piernas, metió las manos debajo de su trasero y la levantó hacia su boca que esperaba. «Entonces, vente por mí, cariño». Se la comió como un hombre muerto de hambre, lamiendo y chupando sus labios antes de clavar su lengua en su raja tan profundo como pudo. Ella se estremeció, gritando su liberación a los cielos, pero él no se detuvo, lo que alargó su orgasmo el mayor tiempo posible. Cuando finalmente comenzó a flotar de regreso a la Tierra, él desaceleró sus acciones mientras se aseguraba de beber cada gota de su dulce crema. Ella estaba jadeando, pero de alguna manera se las arregló para pronunciar algunas palabras. «Oh, oh, Dios mío, e-eso fue increíble. ¡Santo cielo!». Le sonrió y se quedó justo donde estaba y tomó su vibrador y el lubricante. «Pero aún no he terminado, mi angelito. De hecho, aún no llevo ni la mitad contigo. Todavía tienes algunos orgasmos más que quiero reclamar como míos esta noche». Levantó la cabeza para poder verlo mejor, y se quedó mirándolo como si él estuviera loco. «¿Q-qué? No puedes hablar en serio. No hay forma de que pueda volver a hacer eso tan pronto». Con una sonrisa diabólica, él sonrió. «Oh, sí, puedes, y lo harás». Sin esperar a que ella respondiera, ya que no iba a hacer ninguna diferencia a menos que dijera su palabra de seguridad, Ian levantó la tapa de la botella y vertió un poco de lubricante en el dedo índice y medio de una mano. Cuando estuvo seguro de que había suficiente, volvió a tapar la botella y la arrojó a un lado. «Mantén las piernas abiertas, pero dobla las rodillas hacia arriba y coloca los pies planos sobre la cama». Cuando hizo lo que le dijo, la nueva posición le permitió ver la roseta fruncida más atrás de su coño. Comenzó a frotar sus dedos lubricados hacia arriba y hacia abajo por la hendidura de su culo con movimientos cortos sobre su pequeño agujero, amando cómo ella gemía cuando las sensaciones la asaltaban. «Relájate, cariño. Esto es como cuando usas ese pequeño tapón contigo misma». Su dedo medio rodeó su borde, luego empujó hacia adentro. Se deslizó más fácilmente de lo que esperaba, y le complació saber que al estar usando el tapón hacía que su cuerpo aceptara voluntariamente su invasión. Lentamente, le folló el culo con un dedo, girándolo mientras lo empujaba más y más en el hueco prohibido de su cuerpo con cada pasada. Mientras ella gemía y suplicaba, su ano y vagina se apretaron al mismo tiempo, y la presión casi aplasta su dedo. Continuó follando con los dedos su agujero y tomó su vibrador con la otra mano. Con el pulgar, pulsó el botón de ‘encendido’, sonrió cuando su cabeza voló hacia adelante ante los sonidos que provenían de su juguete. Sus ojos se agrandaron. «¡Oh no! ¡Ian, Señor! ¡Por favor, no lo hagas!». Colocó el tembloroso juguete en la parte interna del muslo, mientras reía, y lo arrastró hacia arriba, provocando una mayor anticipación. «Pocas palabritas, y ninguna de ellas era un color». Ella no usó ninguna de las dos palabras seguras, y él sabía que no lo haría porque estaba disfrutando demasiado. Su clítoris hacía mucho tiempo que se había descubierto de su capucha, y en el momento en que el vibrador tocó el pequeño y duro brote, Angie volvió a estallar como un cohete, gritando más fuerte que antes. Ella se retorcía salvajemente, y el dedo en su culo casi se desprendió. Levantó el vibrador de su clítoris hasta que ella comenzó a flotar hacia abajo antes de volver a aplicar el juguete zumbador, enviándola de nuevo hacia arriba… y otra vez … hasta que no tuvo nada más que darle. Estaba medio inconsciente cuando él sacó el dedo de su estrecho y pequeño agujero. Nunca tuvo la oportunidad de meter su segundo dedo, lo único que podía penetrar su dulce coño era su lengua. La miró asombrado. Era la mujer más sensible y sensual que jamás había conocido, y sabía que cuando finalmente metiera su polla dentro de ella, podría muy bien matarlo. Ian se levantó de la cama, entró en su baño y encendió la luz. Se enjabonó y se enjuagó las manos antes de recuperar dos toallas de una pila en la torre de mimbre junto a la bañera. Las remojó y añadió jabón a una de ellas antes de escurrir el exceso de agua de ambas. Regresó a la cama y, con una mano suave, la limpió. Cuando terminó, se agachó y la levantó en sus brazos para poder mover el edredón y la sábana hasta el fondo de la cama. Una vez que estuvo de nuevo en un lado de la cama con las sábanas hasta la cintura, cerró la puerta del dormitorio para bloquear las luces que aún estaban encendidas en su sala de estar. Rodeó el otro lado de su cama, se subió a su lado, todavía completamente vestido. Si se quitaba la ropa, no podría evitar tomarla. La atrajo hacia su costado y mientras ella se quedaba dormida, la escuchó murmurar: «Gracias, Señor».
A LAS OCHO de la mañana siguiente, Angie se despertó
sola y completamente descansada. Sabía que Ian no se había marchado antes de las cuatro de la mañana porque esa era la última vez que se había despertado en sus brazos antes de acurrucarse más cerca y volver a dormirse. Al estirarse, miró a su alrededor y se fijó en un trozo de papel sobre su mesita de noche. Desdobló la nota, leyó las palabras y sonrió. Espero que hayas dormido bien. Me gustaría verte hoy para almorzar juntos. Te llamaré alrededor de las diez. Ponte algo sexy. Dejé fuera la ropa interior que quiero que lleves puesta. Ian. ¿Había revisado el cajón de su ropa interior? Si bien debía haber sonado como un acosador, no lo parecía. En lugar de eso, la excitaba y volvió a revisar la habitación para ver que su conjunto de tanga y sujetador de encaje blanco transparente, se encontraban encima de su tocador. Era uno de sus favoritos, con su ribete rosa y pequeños lazos. El corte del sostén les daba a sus ‘chicas’ un impulso hacia arriba y hacia adentro, con un lazo entre ellas. El otro colgaba en la unión ‘Y’ de la tanga, y se asentaba justo en la parte superior de su trasero. Estaba emocionada de que él quisiera volver a verla tan pronto y se metió en la ducha con una sonrisa descarada en su rostro. Mientras el agua se calentaba, se quitó todas las horquillas que todavía mantenía en su ahora arruinado peinado. Su cuerpo todavía hormigueaba por toda la atención que había recibido de las manos, boca y lengua de Ian. Nunca en su vida había tenido orgasmos múltiples y, sinceramente, había pensado que eran un mito. Pero él le había demostrado una y otra vez que estaba equivocada. No fue hasta la mitad de su rutina de ducha cuando se dio cuenta de que, aunque se había venido varias veces, él no lo había hecho en absoluto. De hecho, toda la noche había mantenido su ropa puesta. El pensamiento la aturdió. Ninguno de sus examantes la había hecho correrse nunca sin disfrutar igual. Unos minutos más tarde, terminó de darse un baño, se secó y envolvió su cabello mojado en una toalla antes de aplicar su loción corporal favorita. Regresó a su dormitorio y recuperó el sujetador y la tanga que Ian había elegido para ella. Mientras se los ponía, casi podía sentir sus manos y dedos sobre ella, acariciándola. Se preguntó qué otros conjuntos de ropa interior habría tocado y si ella sentiría las mismas sensaciones cuando los usara. Ahora en ropa interior, fue a su armario para encontrar algo sexy que ponerse, siguiendo las instrucciones que Ian le había dado. Se decidió por una minifalda gris ajustada y un suéter pegado de manga corta. El profundo escote en V era lo suficientemente bajo para ser sexy, pero no demasiado revelador para ser considerada una zorra. Antes de salir, completaría el atuendo con sus botas de cuero negro hasta la rodilla, las que tenían tacones de casi diez centímetros. Sin embargo, por ahora, dejó la ropa sobre su cama. Se puso su bata de seda corta, con la que siempre se sentía sensual, se dirigió a la cocina para tomar el desayuno con una taza de café y granola. Cinco minutos después de las diez, su teléfono celular sonó desde el otro lado de la habitación. Con la esperanza de que fuera Ian, presionó el ícono de guardar en su computadora portátil, para no perder en lo que había estado trabajando y se lanzó por el teléfono. «H-hola. ¡Mierda!». Tanteó el teléfono y este cayó al suelo. «¡Espera! ¡Un momento!». Volvió a tomarlo de nuevo, miró rápidamente para asegurarse de que no había abandonado la llamada y vio que todavía seguía conectada. «¿Hola?». Su risa baja llegó al otro lado de la línea y la excitó al instante. «Hola, ‘Ángel’. ¿Todo bien?». Se reía y se dejó caer en el sofá. «Ahora lo está. Lo siento, dejé caer el teléfono». «Me lo imaginé. ¿Dormiste bien?». Santo cielo. ¿Cómo hacía para que una simple pregunta sonara tan cargada de sexo? «Sí, muy bien. Me arropaste y dormí hasta más tarde de lo habitual». «Me alegro de haber sido útil». Hizo una pausa, luego su voz se volvió más profunda, más sedosa. «¿Qué llevas puesto ahora mismo?». Un delicioso escalofrío recorrió su cuerpo. «Lo que dejaste para mí y mi bata». «Quítate la bata». Miró alrededor de su sala de estar, se dio cuenta de que las persianas verticales de su puerta corrediza de vidrio estaban abiertas como de costumbre. No es que alguien pudiera estar en su patio trasero para verla, pero Brody había adquirido el hábito de asomarse durante el día para saludarla. «Um, dame un segundo. Déjame ir a mi habitación». «No», gruñó él en el teléfono. «No te dije que lo hicieras, ‘Ángel’. ¿Dónde estás? Y no me digas que en tu dormitorio». ¿En serio? ¿Habla en serio? «Responde la pregunta, ‘Ángel’. No querrás que te lo vuelva a preguntar porque tu trasero lo pagará más tarde». ¡Mierda! «Um, estoy en mi sala de estar, pero las persianas de mis puertas y ventanas están abiertas. ¿Qué pasa si Brody viene a saludar?». Él era la única persona que llamaba a su puerta trasera. A varios kilómetros de distancia, Ian sabía que eso no iba a suceder ya que su empleado estaba justo al final del pasillo en la sala de guerra, terminando de forma remota un trabajo para su cliente de Orlando. Pero no estaba dispuesto a contarle ese hecho a Angie. Tenía el presentimiento de que a ella le gustaría la idea de ser atrapada siendo perversa y salvaje. «Eso no me preocupa. Si lo hace, se quedará con los ojos abiertos y probablemente se masturbará. Ahora, haz lo que te he dicho y quítate la bata. Deja que se deslice por tu increíble cuerpo hasta que se resbale a tus pies. Avísame cuando estés solo en ropa interior». Su voz era puro terciopelo, y Angie dejó que la envolviera mientras el material sedoso se deslizaba por sus hombros y caía al suelo. Estaba segura de que podía oír su respiración acelerada. Su corazón también latía con fuerza, en previsión de su próxima orden. «De acuerdo, ya está. Me he quedado en bragas y sostén». «Buena chica. Ahora ve a tu cocina y abre el congelador». Angie frunció el ceño en confusión, hizo lo que le dijo y abrió la puerta. ¡Oh no! ¡Tenía que estar bromeando! Colocados al frente y al centro, para que no pudiera perdérselos, estaban su vibrador verde fluorescente y la botella de K-Y . Tan pronto como la escuchó jadear, Ian se rió. «Tu juguete y lubricante ya deberían estar bien fríos. Pon el teléfono en altavoz y déjalo a un lado». Cuando lo hizo, le dio más instrucciones. «Saca tu alegre gigante verde y vuelve a colocarle las pilas, están sobre el mostrador». Ella gimió ante su juego de palabras. «¿De verdad, Ian? El ‘alegre gigante verde’ es el nombre de mis guisantes y zanahorias, no de mi vibrador». Su mano tembló un poco mientras agarraba el juguete para adultos y su ansiedad aumentó un poco, así como su emoción cuando sintió el plástico congelado. Sabía exactamente lo que la iba a hacer con eso. «Lo llamaré como quiera, cariño, y como estamos jugando, deberías estar llamándome ‘Señor’. ¿Ya colocaste las pilas?». «Sí, Señor». De vuelta en su oficina, Ian se levantó y cerró la puerta antes de agarrar una toalla de mano del medio baño adjunto a la habitación. Se sentó de nuevo en su escritorio y liberó su erección palpitante. La puñeta que se había dado esa mañana, seguida de una ducha fría, no había hecho nada para aliviar el dolor de la ingle. Abrió el cajón inferior de su escritorio y en el fondo encontró un tubo de lubricante que no había usado en mucho tiempo. Deseó haber podido ver su cara cuando vio su vibrador en la nevera. Antes de llamarla, le indicó a Brody que apagara por un tiempo las cámaras ocultas de la cocina y los micrófonos de audio. Le encantaría ver la escena que estaba a punto de suceder, pero sería un abuso de confianza sin ella no lo sabía. Al menos la oiría por teléfono. «Toma el K-Y y súbete a la isla de la cocina, ‘Ángel’. Te vas a follar con esa polla helada y harás que me corra con la mano mientras te escucho». ¡Madre mía! Había pasado mucho tiempo desde que Angie se había entregado al sexo telefónico con un hombre, pero esto ya estaba más caliente que cualquier cosa que hubiera experimentado. Colocó el teléfono sobre la isla y así como su lubricante y vibrador. Usó sus manos y brazos, saltó y se retorció, jadeando cuando el granito frío tocó sus nalgas desnudas. «B-bien, estoy en la isla. ¿Qué sigue?». Su corazón latía con fuerza y su coño temblaba. «Quítate la tanga, pero déjate el sexy sujetador. Pon un poco de lubricante en los labios de tu vagina y humedécelos bien». «Creo que estoy lo suficientemente mojada». Se bajó la tanga por las piernas y la tiró al suelo. «No necesito el K-Y , Señor». Su voz se volvió más estricta. «No te pedí tu opinión, ‘Ángel’. Cuando te digo que hagas algo, lo haces sin cuestionarme a menos que ponga en peligro tu seguridad o te asuste. ¿Lo entiendes?». Agarró la botella fría e inmediatamente se dio cuenta de por qué quería que ella la usara. El líquido helado sobre su sexo caliente iba a ser una tortura. «Sí, Señor». «Buena chica. Ahora háblame, sensual y sucio, mientras te follas con los dedos». Eso podía hacerlo. Siempre disfrutaba de las charlas sucias durante el sexo. «Tengo el lubricante frío en mis dedos, es mucho. Estoy abriendo mis piernas y mi coño desnudo está abierto para que lo veas. Estoy empapada. Lo estaba desde la primera vez que escuché tu voz en el teléfono». Angie jadeó mientras se tocaba los labios inferiores, el lubricante helado enviaba escalofríos y piel de gallina por todo su cuerpo. «¡Oh Dios! Hace mucho frío, pero se calienta rápido. Lo extiendo por todos lados. Un dedo está entrando en mi raja, ooohhhhhh, ahora dos. Me froto el clítoris con la otra mano y me follo con los dedos. Estás arrodillado frente a mí, mirando mi coño. Ay, Señor, se siente tan bien. Estoy empapada y desearía que estuvieras aquí para lamer mis jugos con tu lengua. Ay sí, cómeme y fóllame con los dedos, Señor… Más rápido». «Más despacio, ‘Ángel’». El gemido de Ian sonó torturado. «Me estás matando, nena. Tengo mi puño alrededor de mi polla. Está tan jodidamente dura, y todo por ti. Coge el vibrador, cariño. Enciéndelo y toca tus pezones a través de tu sujetador de encaje, pero sigue follándote con los dedos. Hagas lo que hagas, no te corras hasta que te lo diga, cariño. No te gustaría la paliza que recibirías por ello». Gimió ante la atractiva idea de que él le golpeara con la mano el trasero desnudo, agarró el frío juguete de plástico y accionó el interruptor en el extremo. «Está bien, está encendido y … ¡Oh mierda! Está tan frío y mis pezones están tan duros. Oh, lámelos, Señor. Por favor, chúpalos y caliéntalos de nuevo. Oh mierda, puedo sentir cómo va de mis tetas a mi coño». «Nena, estás tan jodidamente caliente. Ojalá estuviera allí para verte. Sin embargo, no creo que pudiera verte más de un minuto, antes de que metiera mi polla en tu coño caliente y te follara hasta que ninguno de los dos pudiera caminar. Pon el vibrador en tu clítoris, ‘Ángel’, y mantén esos malditos dedos moviéndose hacia adentro y hacia afuera». «Todavía los sigo bombeando. Estoy tan apretada y mojada, y te sientes tan bien. Estoy a punto de … ¡ooohhhhhh! ¡Mierda! Oh, está tan jodidamente frío, y está haciendo que mi clítoris palpite más fuerte. Por favor, Señor, toca mi clítoris de nuevo… ¡Aaahhhh! Oh, carajo, sí… Oh, por favor, Señor, fóllame con tu polla dura. Mete tu verga profundamente en mi coño». «Mierda, nena, hazlo. Pon esa polla congelada en tu pequeño coño caliente y fóllate duro». De vuelta en su oficina, la propia respiración de Ian seguía el ritmo del jadeo de Angie. Iba a explotar en el momento en que la dejara correrse. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había tenido sexo telefónico con una mujer? ¿Y alguna vez había sido tan bueno? Lo dudaba. Angie gritó. «¡¡¡Aaahhh, miiieeerda!!! Ay, mierda, sigue helado, pero mis estrechas paredes calientes se están derritiendo rápidamente. ¡Oh, fóllame, Señor! Duro y rápido». La mano de Ian se apretó alrededor de su polla y se aceleró. Él gruñó y gimió cuando los sonidos de ella follándose a sí misma para él se precipitaron por el teléfono. «Sí, nena. Maldita sea, puedo sentir tu sexo caliente y húmedo alrededor de mi polla. Se siente tan jodidamente bien. Frota tu clítoris. Llega, ‘Ángel’, prepárate para correrte». «¡Estoy lista!, Señor, por favor, ¡date prisa!». «¡Vente ahora!». En los extremos opuestos de las líneas telefónicas, los sonidos del éxtasis llegaron a los oídos del otro cuando ambos explotaron, él chorreando su propio semen, ella sus líquidos mientras ola tras ola de intensa gratificación los golpeaba. Angie gritó su liberación, pero Ian no quería que su secretaria ni nadie más lo escuchara masturbándose en su oficina. Fue difícil mantener sus gritos de finalización en meros gruñidos y murmullos, pero de alguna manera, lo logró. Por primera vez desde que la vio vestida para su cita a ciegas hacía dos noches, su polla finalmente estaba saciada y flácida, y no había entrado en ella… aún. CAPÍTULO SIETE
A LAS DOCE DEL MEDIODÍA , A NGIE DETUVO SU T OYOTA C AMRY
hasta la caseta de seguridad de la puerta que conducía al recinto vallado. Gracias a Dios que Ian le había dicho que había cuatro almacenes de metal azul en el complejo, de lo contrario habría pensado que había dado una vuelta equivocada en alguna parte, aunque solo había hecho un giro en la carretera principal. El lugar estaba en medio de la nada, pero él había dicho que tanto su negocio como su casa estaban ubicados en la propiedad. Se preguntaba dónde estaría su casa porque no veía ninguna. El guardia de la puerta se acercó a su auto y ella bajó la ventanilla del conductor. «Hola, mi nombre es Angie y vine a ver a Ian. Dijo que usted sabría que vendría». El hombre corpulento, con bigote y una pistola en la cadera, le inclinó la gorra de béisbol azul marino y sonrió. «Buenas tardes, señorita Beckett. Soy Murray y, de hecho, Ian me dijo que vendría, pero necesito ver una identificación». Cogió su bolso. «Oh cierto, lo siento, me lo dijo también. Y que va a tomarme una foto para referencia futura». «Sí, señorita. No necesitará su identificación nuevamente, pero hasta que los otros guardias la conozcan, escanearán su etiqueta de registro e ingresarán su foto en la computadora antes de dejarla entrar. Debido a la naturaleza de los negocios, la seguridad y la privacidad de Ian son una alta prioridad aquí». Él tomó su licencia y la pasó por un escáner que tenía en la mano. Cuando la máquina emitió un pitido, se la devolvió y luego escaneó la etiqueta de la matrícula de su vehículo en el parabrisas. «Gracias, señorita. Casi termino. Permítame tomar la cámara». Unos momentos después, cuando le tomó la foto, la puerta se abrió y Angie entró conduciendo. Se cerró la puerta detrás de ella mientras estacionaba junto al primer edificio, como le dijo Ian. Había otra puerta y una valla que separaban este almacén de los demás, pero no había nadie. Mientras salía de su Toyota Camry, vio a Ian bajando un tramo de escaleras en el exterior del edificio con una gran mezcla de Labrador negro apretándose a su pierna izquierda. Sonrió cuando la alcanzó, sus manos ahuecaron su rostro y su boca se posó con fuerza sobre la de ella. Su beso fue insistente y en el momento en que sus labios se separaron, su lengua se hundió en su interior, lamiendo, saboreando, consumiendo. Sin embargo, tan rápido como comenzó el beso, terminó cuando apartó los labios y gimió, tocando su frente con la de ella. «Ese sexo telefónico fue una de las experiencias más calientes de mi vida, ‘Ángel’. Si no dejo de besarte ahora, te inclinaré sobre el capó de tu auto y te follaré como loco, y no me importa si Murray o alguien más está mirando». Angie no pudo evitar el estremecimiento que la recorrió, ni el gemido que escapó de su boca. Ian levantó la cabeza y la miró fijamente por un momento antes de que su rostro se iluminara con una expresión seductoramente malvada. «Te gusta cómo suena eso, ¿no es así? Parece que mi angelito es un poco exhibicionista». Ella se sonrojó y trató de apartar la mirada, pero sus manos aún sostenían su mandíbula y no la soltaba. «Creo que tendremos que explorar esa teoría, pero mientras tanto, ven conmigo y te mostraré el club. Como te dije por teléfono, tenemos reglas estrictas que se aplican a todos, desde los propietarios a todos los empleados. No existen juegos entre miembros e invitados en ningún lugar del club hasta que se complete una verificación de antecedentes general y un examen de salud. Y si Devon, Mitch y yo escatimamos en las reglas, los miembros comenzarían a pedir favores y eso solo causaría problemas. Desafortunadamente y debido a ello… este será un recorrido sin jugar cuando entremos, porque si te toco, voy a tirar el libro de reglas por la ventana». Ella se rió a pesar de que sentía lo mismo. Volvió su atención al perro sentado ansiosamente a sus pies, admirando su paciencia. Parecía estar esperando el visto bueno para saltar sobre ella y lamerla hasta matarla. «¿Quién es este dulce muchacho? Un día lo vi en casa de Brody, ¿verdad? ¿De qué raza es?». Extendió su mano, tratando de permitir que el cachorro la oliera, pero en cambio miró a Ian. Su rabo rechoncho se movía locamente, pero permaneció sentado junto a su dueño. Ian lo miró con orgullo. «Este es Beau. Lo encontré cuando era un cachorro, y todo lo que sabemos es que es una mezcla de labrador y pitbull. Cuando no se está haciendo el tonto o molesta con su pelota de goma, es un perro guardián y rastreador entrenado. Beau, esta es Angie. In Ordnung». Le dio permiso y Beau le metió la nariz en la mano y la olfateó con entusiasmo. La confusión de Angie era evidente. «¿In Ordnung? ¿Qué significa eso?». «Significa ‘está bien’ en alemán. Solo sabe unas pocas palabras en inglés. La mayoría de los perros militares, policiales y de seguridad están entrenados en alemán porque no es un idioma común en los Estados Unidos». Angie se inclinó para acariciar la cabeza del perro y rascar sus suaves y aterciopeladas orejas. Se rió cuando el perro hizo una versión canina de un baile feliz. «He escuchado eso antes, o lo he leído en alguna parte. De esa forma, a menos que los malos sepan alemán, no podrán darle órdenes al perro». «Exactamente». Tomó su otra mano e Ian señaló hacia la cerca entre los edificios. La cabeza de Beau giró en la misma dirección. «Geh rein». El perro saltó hacia la cerca, con la gran lengua colgando por un lado de su boca, y Angie vio que una puerta batiente para perros había sido cortada en una parte del eslabón de la cadena. Había una pequeña caja negra encima, debajo de una capucha de plástico transparente. Cuando Beau se acercó a ella, la luz del dispositivo cambió de rojo a verde y de nuevo a rojo después de que el perro atravesó la puerta al otro lado. Corrió hacia el siguiente edificio y desapareció por otra puerta para perros. Tirando de la mano de Angie, Ian la condujo hacia las escaleras por las que había bajado antes. «Tiene un microchip debajo de la piel que le abre las puertas para perros. Ese es el cuartel general de Trident, y allí encontrará a alguien a quien fastidiar para un juego de pelota». Ian colocó la palma de su mano en un escáner al lado de la puerta y escuchó un clic cuando la puerta se abrió. Miró a su alrededor en busca de una señal, pero no vio ninguna. «¿Este es el club?». No podía ser. El edificio era de metal azul y hormigón marrón, un almacén común y corriente. La dejó entrar primero y ella se quedó boquiabierta al ver el interior. «Sí, este es mi club, aunque no se puede ver nada desde el exterior». El área cerrada en la que había entrado era similar al pequeño vestíbulo de un hotel de cinco estrellas con un mostrador de recepción y una sala de estar que constaba de un sofá, sillas, mesas y lámparas. Tenía alfombras grises, paredes de color rojo oscuro, muebles elegantes, obras de arte y accesorios; la primera palabra que le vino a la mente fue opulencia. Había un conjunto de puertas antiguas de madera tallada con tiradores de hierro forjado que se mezclaban con la decoración y supuso que daban al resto del club. Una pintura en una pared le llamó la atención y dio un paso adelante para mirar más de cerca. La escena era erótica, pero hermosa y elegante, con dos mujeres desnudas a los pies de lo que parecía ser un dios griego barbudo igualmente desnudo. Puños de cabello de las mujeres estaban envueltos alrededor de sus palmas y muñecas, mientras él echaba sus cabezas hacia atrás, exigiendo su rendición. Y, ¡mierda!, el dios tenía su miembro erguido, ¡como un caballo! Apartó los ojos de la enorme erección, miró la firma del artista y se sorprendió de reconocerla. «La conozco. Quiero decir, no la conozco personalmente, pero es local y he visto sus pinturas en algunas galerías de Tampa. Es muy buena». No se había dado cuenta de que Ian estaba tan cerca detrás de ella hasta que sintió su cálido aliento en su oído, y casi se sobresaltó ante el bajo retumbar de su voz. «Sí, ella lo es. Adentro tenemos varias piezas más de su trabajo. Es miembro del club, pero es un poco excéntrica y no viene a menudo. Parece que cuando hace acto de presencia, busca inspiración creativa más que perversión». Angie resopló y se rió. «Puedo ver que, si su estilo es erótico, entonces venir a un club de sexo pervertido en busca de inspiración tiene sentido». Se alejó y se rió con ella mientras cruzaba la habitación hacia el mostrador de recepción. Cogió una pila de papeles en dos montones y se los entregó. «Pon esto en tu bolso y léelos más tarde. Incluye las reglas y protocolos del club y una lista de límites de los sumisos. Aprende las reglas y protocolos, se administran castigos acordes según la infracción. La primera regla que debes aprender es que cuando estemos en el club te dirigirás a mí y a cualquier otro Dom como Amo o Ama y su nombre, si lo sabes. Pero si no, usa Señor o Señora. La segunda regla es que los comentarios groseros o insultantes están mal vistos y generalmente resultarán en una forma de disciplina para un sumiso. Las bromas inocentes de otros Dom son normales, pero si un Dominante es grosero contigo, avísame y me haré cargo de eso. Pero dudo que suceda. Cuando estés aquí, usarás un collar sencillo que te proporcionaré más tarde. Muestra a otros Dom por quien estás hablando, y deben hablar conmigo antes de interactuar contigo, más allá de las cortesías. También significa que nadie puede tocarte o disciplinarte sin mi consentimiento, y como es algo que rara vez doy, no tendrás de qué preocuparte. Otras sumisas me pedirán permiso para hablar contigo si están juntas. Si les doy mi consentimiento, está implícito que también puedes hablar con ellas a menos que yo diga lo contrario. Sé que esto es mucho para asimilar de una vez, pero la mayor parte está en los protocolos que te di. ¿Entendido?». Santa mierda. Esto era mucho más de lo que esperaba, pero de ninguna manera la disuadió. Cuanto más aprendía, más deseaba experimentarlo. «Sí, Señor. Lo entiendo todo hasta ahora». «Allí hay una lista de límites de sumisos que quiero que completes más tarde y me la devuelvas. Marca qué actividades disfrutas, cuáles deseas probar y cuáles son límites duros que no deseas experimentar. Las actividades marcadas con asterisco al final son las extremas que no están permitidas en el club». Hizo una pausa. «Ahora, si aprender a jugar en BDSM conmigo es lo que realmente quieres, entonces hay algunos requisitos más que debemos repasar para que podamos hacer una escena en el club». Si lo de anoche y lo de esta mañana eran indicios del ‘juego’ al que se refería, entonces ella estaba de acuerdo. «Sí, Señor, eso es lo que quiero». Obviamente satisfecho con su respuesta, así como con la facilidad del uso de la palabra «Señor», continuó. «Se te deberá realizar un examen físico completo, incluido un análisis de sangre, con tu ginecólogo o uno de los médicos de nuestro personal y pedirles que completen el formulario al final de las reglas. ¿Utilizas un control de natalidad?». Ella asintió con la cabeza, no avergonzada en lo más mínimo por la importante cuestión. «Sí, me pongo la inyección cada tres meses porque me resulta más fácil que la píldora. También tuve mi examen físico anual con mi ginecólogo hace unas semanas, así que no será un problema que ella complete el formulario». «Bien. Los miembros deben hacerse un examen físico cada seis meses para mantener los privilegios de juego. Los condones son obligatorios aquí en el club, pero yo siempre los uso. Mi autorización de salud está archivada aquí si deseas verla». Ella sacudió su cabeza. «Bien, lo siguiente es que todos los miembros e invitados potenciales deben pasar por una verificación de antecedentes para asegurarse de que no representan una amenaza para la seguridad y privacidad de los demás. ¿Eso va a ser un problema para ti?». Angie se mordió el labio y sus ojos se abrieron con alarma, haciendo que la sonrisa de Ian desapareciera. «Um, bueno, veamos, ya sabes sobre mi adicción a Ben & Jerry’s, pero hay un incidente en el que estuve involucrada que podría ser un problema». Ella no pudo contener su risa y se hizo obvio que se estaba burlando de él. Dejó escapar un suspiro y la señaló con el dedo. «¿Y qué sería eso, mi pequeña mocosa?». «Cuando mi amiga y yo teníamos doce años, nos echaron del campamento de Girl Scouts por escabullirnos al campamento de Boy Scouts para poder espiarlos mientras se cambiaban el traje de baño». Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. «Oh, pequeña zorrilla traviesa». Trató de parecer inocente, pero no pensó que lo estaba convenciendo. «¿Qué? Sentimos curiosidad después de escuchar a dos de las niñas mayores hablar sobre cómo se veían los pitos de los niños. Tenían trece años y más experiencia que nosotras. Desafortunadamente, nos atraparon antes de que pudiéramos ver algo bueno. Cuando llegué a casa al final de la semana, mi mamá me llevó a mi primera cita con el ginecólogo y mi papá me castigó durante un mes». «Tengo la sensación de que no fue la primera o la última vez que te castigaron». Él se rió de nuevo y negó con la cabeza cuando ella le lanzó una sonrisa descarada. «Eres absolutamente adorable. Está claro que mantuviste a tus padres en vilo». Le dio uno de los dos papeles que todavía tenía en la mano, así como también un bolígrafo. «Está bien, estas son las últimas cosas que tenemos que repasar. El primero es un contrato de privacidad que establece que no se permiten cámaras, ni equipos de grabación en el club. Los teléfonos móviles deben colocarse en vibrador y llevarse en un bolsillo o bolso. Si alguien recibe una llamada o un mensaje de texto, no se les permite sacar sus teléfonos a menos que estén aquí en el vestíbulo o afuera, y eso incluye los vestuarios. No puedes repetir a nadie lo que o a quien veas aquí en el club. La privacidad y el anonimato en BDSM son valorados y esperados. Si te encuentras con alguien del club en público en algún lugar, finge que lo conoces de otro lugar o no lo reconozcas en absoluto. No se considera de mala educación fingir que no los conoces y no deberías ofenderte si hacen lo mismo. Lee esto y firma en la parte inferior. Es un contrato vinculante con consecuencias legales si se viola». Angie leyó por encima el papel y era más o menos lo que él le había dicho. Se dio la vuelta, se inclinó sobre la mesa de café en el área de asientos en busca de algo duro donde escribir y mientras lo firmaba, escuchó a Ian gemir. Vio por encima de su hombro y se dio cuenta de que él estaba mirando su trasero. Sabía que el dobladillo de su falda estaba a escasos centímetros de mostrar lo que estaba escondiendo debajo, ella hizo un seductor movimiento de sus caderas, haciéndolo gruñir esta vez. Él le dio una nalgada rápida y punzante que la hizo gritar y a él reír. «Me estás matando, ‘Ángel’. Sigue así y voy a estar azotando tu dulce trasero muy pronto. Amo a las sumisas malcriadas tanto como amo disciplinarlas». Una idea pareció surgirle a él, y ella le lanzó una mirada cautelosa mientras él tomaba su teléfono, enviando un mensaje de texto rápido antes de volver a guardarlo en el bolsillo de sus pantalones cargo. «¿Qué fue eso?». Sonrió y negó con la cabeza. «No hay nada de qué preocuparse… todavía». Él tomó la pluma y el contrato que ella le devolvió, colocándolos en el mostrador de recepción. «Una de las sumisas que trabaja en el mostrador archivará esto más tarde. La última página es un contrato general. Lo revisaremos y lo firmaremos más tarde. Por ahora, sigamos con el recorrido, ¿de acuerdo?». Abrió una de las puertas dobles y le indicó con un gesto que lo siguiera. Angie se quedó boquiabierta de asombro al dar dos pasos por encima del umbral. El club actualmente vacío era precioso y la decoración del vestíbulo se extendía hasta el gran espacio que tenían ante ellos. Se encontraban en un enorme piso superior en forma de ‘U’, que dominaba el piso de abajo. Había una barra curva de madera oscura a lo largo de la base de la ‘U’ o herradura, y en el otro extremo, había una pequeña tienda y oficinas. A los lados del balcón había numerosas áreas para sentarse contra las paredes, además de mesas y sillas estilo bar en la barandilla de bronce para que la gente pudiera observar lo que estaba sucediendo en el primer piso. Al otro lado del bar había una grandiosa escalera elegante que conducía hacia abajo. En el centro, colgando del techo sobre el primer piso, había tres grandes candelabros de hierro forjado que combinaban con los apliques de las paredes. «Guau, Ian, esto es hermoso. Es algo salido de un antiguo castillo francés o algo así. No sé que esperaba, pero nada como esto». «Gracias, me alegro que te guste». Obviamente, se sentía orgulloso del lugar. «Se requirió mucho trabajo para hacer de La Alianza el lugar principal para practicar BDSM en el área de Tampa. Antes de decidir los planos finales, Devon y yo, junto con Mitch, hicimos una gira por algunos clubes de élite en los EEUU y algunos en Europa. Antes de decidirnos por este estilo, buscamos y consultamos con diseñadores que tenían experiencia en el estilo de vida. Los nuevos miembros e invitados suelen tener la misma reacción que tú. La puerta al lado del bar conduce a las escaleras hacia los vestuarios de abajo, y también hay entradas en la planta baja. Algunas personas vienen directamente del trabajo o de algún otro lugar, y de esta manera aquí pueden cambiarse a su ropa del club. Vamos, déjame mostrarte el Pozo». «¿El Pozo?», preguntó con curiosidad. Él se rió entre dientes. «Así llamamos a la parte de abajo». «Podría pensar que lo llamarían el calabozo». Miró su reloj, aceleró el paso y la condujo por la gran escalera. Se preguntaba cuál era la prisa. «Al principio se llamó el Calabozo, pero, poco después de que abrimos los miembros a quienes les gusta mirar desde arriba lo llamaron el ‘Pozo’ y el nombre se quedó». Llegaron al final de las escaleras y él observó su rostro mientras contemplaba la gran área de juego con una mezcla de asombro, curiosidad e incluso un poco de entusiasmo. A lo largo de las paredes había estaciones de escenas individuales, cada una limitada con cuerdas de terciopelo rojo y soportes de latón, como las que se usan normalmente en un teatro. Debido a los metros cuadrados con que contaba el lugar, pudieron colocar diez grandes áreas acordonadas a cada lado, debajo de las rectas de la herradura de arriba. Los vestuarios se ubicaban debajo de las escaleras y el bar. En dos pasillos separados en el otro extremo del Pozo, debajo de la tienda, las oficinas y las áreas de almacenamiento, había doce suites y salas temáticas para juegos privados. Dentro de la ‘U’ de la planta baja había numerosas áreas para sentarse. Algunas de ellas tenían sofás, sillones con respaldo y tumbonas, mientras que otras consistían en pequeñas mesas con sillas a juego donde podían tener conversaciones y/o juegos sexuales. Todo el mobiliario era de cuero o de madera, que era fácil de limpiar. Pero la obra maestra del club era la gran Cruz de San Andrés, en lo alto de un pequeño escenario de sesenta centímetros de altura en el centro del Pozo. El aparato de tortura medieval de dos metros de alto estaba cubierto de cuero negro y en los extremos había ataduras para las muñecas y los tobillos. Y era hacia donde Ian la estaba llevando ahora. «Usamos esto para demostraciones y ceremonias de compromiso o collares, como la que tuvieron Kristen y Devon hace unos meses. Sube al escenario, cariño». Su voz bajó a ese tono entrelazado sensual que estaba comenzando a reconocer como su voz Dominante y sus ojos se abrieron. Ella solo dudó un breve momento antes de subir los dos escalones y vio su mirada recorrer su cuerpo de arriba a abajo. «Me encantan las botas de cuero hasta la rodilla. Esas te las puedes dejar. En cuanto al jersey y la falda… desnúdate hasta quedarte con el sujetador y las bragas, ‘Ángel’». «¿Pensé que no podíamos jugar?». Estaba nerviosa y excitada al mismo tiempo, y la declaración salió como una pregunta. La boca de Ian se convirtió en la sonrisa malvada que le gustaba darle, la que hacía que su cuerpo se estremeciera y los labios de su vagina temblaran de anticipación. Cruzó los brazos sobre el pecho y separó las piernas al ancho de los hombros. «El hecho de que no juguemos, ni nos toquemos no significa que no pueda ver la bonita lencería que llevas puesta. He estado fantaseando con esto todo el día. Ahora, desnúdate o di tu palabra de seguridad». Angie tragó saliva, pero agarró la parte inferior de su suéter y se lo pasó por la cabeza, tirándolo al suelo junto a ella. Ante la mirada acalorada de Ian, sus pezones se tensaron bajo el encaje transparente de su sostén, y sintió un chorro de sus jugos fluir de su coño, empapando su pequeña tanga. Sus ojos se clavaron en los de él mientras se llevaba la mano detrás de la espalda, soltando el cierre en la parte superior de su falda y bajando la cremallera, sintiendo que cada diente se soltaba de su compañero. Cuando la prenda cayó a sus pies en un charco, salió de ella y la pateó para unirse a su top en el piso del escenario. «Eres hermosa, cariño. Absolutamente exquisita. Date la vuelta lentamente para mí, completamente… ¡santa mierda! Debería caer de rodillas para agradecer al Señor de arriba por conceder tanta belleza a tu trasero, ‘Ángel’. Quiero morder ese pequeño lazo rosa y arrancártelo con mis dientes». Sus palabras hicieron que su corazón latiera más rápido. No estaba acostumbrada a que un hombre hablara tanto de su cuerpo. Cuando completó la vuelta, señaló la cruz detrás de ella. «Da un paso atrás contra la cruz. Levanta los brazos y agarra las muñequeras y luego quédate así». Ella acababa de agarrar el segundo brazalete de velcro cuando ambos oyeron abrirse las puertas dobles del piso de arriba y el sonido de voces de hombres. Angie estaba a punto de bajar las manos para cubrirse o lanzarse a buscar su ropa cuando él la detuvo. «Uh-uh, ‘Ángel’. A menos que desees utilizar tu palabra de seguridad, permanece como estabas. Hoy he decidido sobrepasar un poco más tus límites. El equipo y yo necesitamos tener una reunión y luego te mostraré el resto del recinto. Por supuesto, te dejaré vestirte de nuevo antes de que salgamos». Giró la cabeza y levantó la voz para que los demás pudieran escucharlo. «Quédense arriba hasta la cuenta de treinta». Las voces se callaron y él volvió a mirarla. «Tienes veinte de esos segundos para usar tu palabra de seguridad. Si lo haces, puedes vestirte y sentarte en el sofá de allí durante unos minutos hasta que terminemos. No me enojaré, ni me decepcionaré en absoluto. Si no usas tu palabra de seguridad, mis hombres y yo tendremos nuestra reunión mientras nos das algo hermoso para mirar. Nadie te tocará ni dirá nada que te haga sentir incómoda. Simplemente admirarán tu hermoso cuerpo, como lo estoy haciendo yo». Mientras Ian miraba su reloj, la mente de Angie se aceleró. Nunca antes se había desvestido delante de más de un hombre. Si bien la idea la ponía nerviosa, la excitaba aún más. Ella tragó y dio a conocer su decisión. «Me quedaré donde estoy, Señor». Él sonrió y su corazón se apretó sabiendo que ella lo complacía. «Maldita sea, haces un bonito adorno. Deberíamos tener todas nuestras reuniones de esta manera». Angie jadeó y sus mejillas se enrojecieron, pero se quedó donde estaba y no pronunció una palabra. No se había dado cuenta de lo rápido que serían treinta segundos. Los otros cinco miembros de su equipo, incluido su vecino de al lado, habían bajado las escaleras y se acercaron a ellos dos. No estaba segura de quién había hecho el comentario, ya que todos la miraban, no de manera lasciva, sino con aprecio, y eso la hizo sentir hermosa, sexy y francamente traviesa. Aquí estaba ella en ropa interior, luciendo como una bailarina en un local de striptease, y no estaba avergonzada. ¡Carajo! Era exhibicionista. ¿Cómo es que nunca lo supo? Vio a Jake alejarse primero, sonriendo y negando con la cabeza, antes de tomar asiento en una silla con respaldo alado. El resto le sonreía o le guiñaba un ojo antes de sentarse también, mientras Ian seguía siendo el único de pie frente a ella. «Me complaces, ‘Ángel’, mucho». Ella brilló bajo sus elogios. «Me gustaría que mantuvieras los brazos en alto por ahora, pero cuando te sientas incómoda, házmelo saber. ¿Entendido?». Cuando ella asintió, él sacudió la cabeza frunciendo el ceño. ¡Oh, sí! «Sí, señor. Entiendo». «Buena chica. Esto llevará unos quince o veinte minutos, pero sospecho que te cansarás mucho antes de que terminemos. No te preocupes por interrumpir porque ya eres una deliciosa distracción». Se giró y tomó el último asiento frente a ella. Por cómo estaban todos situados, podían mirar hacia arriba y verla fácilmente, excepto Jake, que estaba de espaldas a ella. A ella le pareció extraño que él no la mirara como los demás, pero no la molestó. De hecho, se estaba mojando cada segundo y apretó los muslos. Devon había comenzado la reunión, cualquiera que fuera, pero sus ojos siguieron en el rostro de Ian. Cuando la vio retorcerse, señaló sus pies e indicó con las manos que quería que abriera las piernas. Mierda. La tanga le daba una cobertura limitada en su entrepierna, y todos podrían ver la mayor parte de su coño reluciente. Cerró los ojos y respiró hondo antes de abrir las piernas y luego miró a Ian de nuevo para ver su asentimiento de aprobación. Luego se quedó allí, en ropa interior, mientras los hombres tenían su reunión, casi ignorándola, excepto por una mirada, una sonrisa o un guiño ocasionales. Devon abrió un archivo que tenía en su mano. «Hemos reducido el nuevo equipo de seis a catorce candidatos. Once hombres y tres mujeres, todos altamente recomendados por sus superiores o, en algunos casos, por sus subordinados o activos protegidos. Cuatro están en el FBI con antecedentes militares. Siete se han retirado recientemente o están a punto de retirarse de varias Fuerzas Especiales, uno de los cuales fue prisionero de guerra durante una semana en Afganistán. Dos son de equipos SWAT, uno en Los Ángeles y el otro en Chicago. El último es del Servicio Secreto y tiene experiencia con objetivos de alto nivel. Y debo agregar, que él fue quien personalmente, evitó el año pasado que la hija pequeña del presidente de la Cámara de Representantes fuera secuestrada en unas vacaciones familiares en Jamaica. Estoy seguro de que todos recuerdan el incidente». Tres miembros de Al Qaeda, de bajo nivel y demasiado fanáticos, intentaron llevarse a la niña de doce años del hotel en el que se alojaba su familia. Otros dos agentes del Servicio Secreto fueron asesinados a tiros, y si no hubiera sido por Cain Foster, la niña podría haber sido decapitada en algún momento para una yihad grabada en video. Ian tomó el relevo y a ratos, su mirada se dirigía a ella para asegurarse de que estaba bien. «Nos gustaría intentar conseguir al menos una de las tres mujeres en el equipo si podemos, pero no a expensas de pasar por alto un activo mejor calificado. Tener una mujer de guardia para una operación, si es necesaria, evita que tengamos que buscar una a través de nuestros contratistas. Estamos considerando una posición extra y a una mujer por motivos distintos al equipo Omega, que es como se llamará el segundo equipo». Boomer resopló. «Siempre que sepan que no son el equipo Alfa, que es como decidí que se llamará a nuestro equipo». El grupo de hombres se rió entre dientes ante el juego de palabras ya que todos eran Dom machos alfa en el club y, antes de agregar un nuevo equipo, nunca habían necesitado un nombre de equipo para ellos mismos. «¿Cuál es la posición extra?», preguntó Jake. Devon sonrió como un chico con juguete nuevo. «Piloto de helicóptero». «Mierda, ¿vamos a tener un helicóptero?». Era el turno de Boomer de sonar como un niño en una juguetería… o un Dom en una tienda de juguetes sexuales, porque parecía que estaba listo para soltar una carga, y no porque había una sexy mujer en lencería parada a menos de tres metros de él. Ian asintió. «Sí, tengo una revisión en línea en uno y espero que podamos llegar a un acuerdo para fin de mes. Como saben, el mes pasado compramos las cuatro hectáreas al norte del complejo y ahí es donde se construirá el helipuerto. Polo, sé que tienes mucho tiempo de vuelo y te usaremos como respaldo, pero no quiero un lugar vacío en el equipo si tienes que quedarte con el pájaro en una operación». Marco asintió con la cabeza. «Por mí está bien. Lo subiré y haré un poco de entrenamiento con el nuevo piloto en caso de que tenga que tomar el relevo en una emergencia». «Buena idea». Ian hizo una pausa cuando miró a Angie. «Disculpen un segundo», le dijo a su equipo mientras se levantaba y se acercaba al escenario. «¿Tienes los brazos cansados, ‘Ángel’?». Sus brazos estaban un poco incómodos, pero estaba haciendo todo lo posible por mantenerlos en alto. Ella negó con la cabeza, no queriendo decepcionarlo. «No, Señor, en realidad no». Sus ojos se entrecerraron y su expresión era severa. «Te estás retorciendo, y puedo decir al mirar tu cara que no te sientes cómoda. Ahora, ¿te gustaría intentar responder la pregunta de nuevo, esta vez honestamente y no con lo que crees que quiero escuchar?». Maldita sea, debió haberle dicho la verdad la primera vez que le preguntó. «Um, lo siento Señor, pero sí, mis brazos están cansados». «La disculpa será mejor por no decirme la verdad, y no porque lamentas que tus brazos se hayan cansado en esa posición. Duraste más de lo que esperaba. Puedes bajar los brazos». Se alejó unos metros y regresó con una silla de madera de respaldo recto, la giró y la colocó en el escenario de modo que, si ella se sentaba correctamente, tendría la cruz detrás de ella. «Siéntate a horcajadas, ‘Ángel’, y apoya las manos en los muslos». Angie no supo qué la sorprendió más, la posición en la que la quería para que todos pudieran ver su entrepierna a través de los estrechos cojines de la silla, o el hecho de que ella lo obedeciera sin dudarlo. Después de que ella hizo lo que le indicó, él le dijo que abriera más las rodillas. Cuando estuvo satisfecho, volvió a su propia silla y continuó con su reunión mientras ella se sentaba allí, sus jugos goteando por su raja. No quería mirar hacia abajo, pero estaba segura de que estaba haciendo un charco en el asiento debajo de su coño. Sus paredes se apretaron con la necesidad de una polla que la llenara. Y no cualquier polla, su sexo solo quería una… la de Ian. Estaba tan llena de lujuria que estuvo tentada de interrumpir su encuentro y rogarle que la follara allí mismo, frente a todos y, por supuesto, ese pensamiento encendió su deseo aún más. Menos de diez minutos después, Ian se puso de pie y se dirigió a sus hombres. «Lean los archivos de los candidatos y den a Devon o a mí recomendaciones o inquietudes. Comenzaremos las entrevistas la semana que viene, y quiero que cada uno de ustedes conozca a tantos de ellos como lo permitan sus casos. Si no hay preguntas… piérdanse y disfruten el resto de su domingo. Me tomaré el resto de la tarde libre para pasar tiempo con mi hermosa sumisa». De nuevo, sonrisas y guiños le enviaron a su manera cuando todos los hombres se despidieron de ella, y luego se quedó a solas con Ian. Sexualmente frustrada más allá de todo lo que había conocido, gimió cuando él recogió su ropa, la sacudió y se la entregó. Había olvidado que no podían tener sexo ni nada parecido mientras estaban en el club. Mientras se apresuraba a vestirse, esperaba que su casa estuviera cerca. Si no era así, lo obligaría a hacer lo que dijo antes, y haría que se la follara sobre el capó de su auto mientras Murray, y cualquier otra persona que estuviera alrededor, observaba. CAPÍTULO OCHO
«¿A DÓNDE VAMOS ?».
Por la puerta peatonal en la cerca, Ian la guiaba a pie a través del estacionamiento hacia la sección más grande del complejo. Al pasar por el edificio que albergaba las oficinas de Trident, Beau salió corriendo por detrás y se puso al lado de Ian sin que nadie se lo dijera. «A mi casa. Convertimos el último edificio en grandes apartamentos. El mío está en el primer piso y Devon y Kristen viven en el segundo». Continuaron por el lote pavimentado con su escolta canina. Más duro que el granito y por tercera vez desde que volvieron a subir la grandiosa escalera, Ian se ajustó el pantalón, no tan discretamente y Angie sonrió con complicidad cuando lo sorprendió en el acto. Estaba tan excitado como ella, si no es que más, y no podía esperar a que estuvieran solos. Cuando llegaron a la puerta exterior, colocó la palma de su mano en un escáner, como el que estaba afuera del club. Abrió la puerta para ella, la dejó entrar antes que él. Había una puerta interior a su apartamento y al lado había una puerta pequeña para Beau. Aunque el perro entró por la misma puerta exterior que ellos, no esperó a que Ian abriera la segunda puerta y optó por usar su propia entrada. Desapareció en el interior cuando Ian dio un paso adelante para escanear su palma una vez más. A su izquierda había una escalera que conducía al segundo apartamento. Cuando se abrió la puerta frente a ellos, tiró de ella con impaciencia. La puerta se cerró de golpe al mismo tiempo que él la empujaba contra la pared cercana y aplastaba su boca contra la de ella. No hubo nada gentil en el beso, y estaba agradecido de que ella no se opusiera. De hecho, ella fue igual de brusca. Él tomó el control y una de sus manos se hundió en su cabello y cerró el puño. Tiró de sus mechones solo lo suficiente para picar y le encantó cómo la hizo reaccionar aún más frenética contra él. Maniobró su cabeza hacia donde quería para tener mejor acceso a su boca que estaba devorando. Las manos de ella se envolvieron alrededor de su cuello y lo sostuvieron con la misma posesividad. Desde el pecho hasta la ingle, estaban fusionados entre sí. Sus pezones estaban duros, pero no tan duros como la erección que él estaba apretando contra su montículo. Encajaban como las piezas de un rompecabezas. Su otra mano bajó por el costado hasta la cadera y por debajo de la falda hasta el trasero. Él apretó y ella gimió en su boca. Dobló la rodilla y la llevó hasta su cadera, envolviendo su pierna alrededor de su muslo, tratando desesperadamente de acercarse a él a pesar de que era físicamente imposible hacerlo. La puerta junto a ellos se abrió de golpe, e Ian arrancó sus labios de los de ella al mismo tiempo que escucharon un chillido femenino. «¡Dios mío, tío Ian! Lo siento mucho. Oh, mierda. No importa, subiré a casa del tío Devon». «No». La palabra salió ronca e Ian se aclaró la garganta. «No, no lo hagas, Chica Bebé. Salieron a almorzar para encontrarse con Will y algunos amigos. Solo ve a la cocina y danos un minuto, ¿está bien?». Todavía estaban unidos por la cadera y, aunque sabía cómo se veía, no había forma de que Ian se alejara de ella frente a su sobrina con la erección palpitante que tenía. Su frente descansaba sobre la de Angie mientras ambos intentaban disminuir su respiración. «Está bien, me iré a otro lugar». Miró a la joven y guapa rubia cuando estaba a punto de cerrar la puerta de nuevo. Él echó un vistazo a sus ojos hinchados y su rostro manchado de lágrimas y la agarró del brazo. «¿Nena? ¿Qué ocurre?». En el momento en que lo dijo, supo lo que ella iba a decir. Al día siguiente por la noche sería el aniversario del asesinato de sus padres. Maldita sea. Debió haberse asegurado de que hoy estuviera bien, pero lo había estado anoche, cuando habló con ella, y pensó que no sentiría el impacto total hasta mañana. Se había equivocado. «Lo siento mucho, pero hoy estuve pensando demasiado y no quería estar sola. Mi compañera de cuarto se ha ido hasta mañana y no quería explicarle a nadie lo que estaba mal. Pero iré a buscar a Brody o a Jake». Aunque todavía estaba apoyado contra Angie, arrastró a Jenn a la habitación y la llevó hacia la cocina. «Entra a la cocina. Saca las guarniciones para los sándwiches y estaremos allí en un minuto. Todavía no hemos almorzado». Parecía que iba a discutir, pero él no la dejó y la preocupación en su voz era evidente. «Es una orden, Jenn». Después de que ella hizo lo que le dijo, con Beau pisándole los talones, cerró la puerta y volvió la cabeza hacia Angie, que se había quedado allí en silencio mientras él hablaba con su sobrina. Él tomó su mandíbula entre sus manos y la besó suavemente en los labios. Mantuvo la voz baja y le dijo: «Lo siento mucho, ‘Ángel’. No esperaba que esto sucediera, pero mañana será un mal día para ella. Ella es mi ahijada». «Está bien, Ian. No te disculpes. Mañana es el aniversario de la muerte de sus padres, ¿no es así?». Ella estaba susurrando y cuando él frunció el ceño en confusión, agregó: «Brody me contó lo que pasó y por qué vivía contigo ahora». Él asintió con la cabeza y finalmente se alejó de su cuerpo. Echó un vistazo por encima del hombro para asegurarse de que la costa estaba despejada, se acomodó, gimiendo mientras lo hacía. «Cuando no está en su dormitorio en la U. de T., está aquí». Observó mientras ella se arreglaba la ropa. «Me gustaría que te quedaras a conocerla, pero lo entenderé si no quieres en este momento». «Me gustaría conocerla, pero ¿no se sentiría mejor si me voy?». Pasó sus manos por sus brazos hasta sus manos y las sostuvo, amando cómo sus delicados dedos se veían entrelazados con los de él, más grandes y ásperos. Su piel era tan suave que no quería dejar de tocarla. «No, creo que a ella le vendría bien la distracción. Además, si te vas, ella me hará veinte millones de preguntas y se sentirá culpable, creyendo que te fuiste por ella. El típico pensamiento adolescente, lo sé, y cuando se lo propone, es mejor que la mayoría de los interrogadores militares. Será mucho más fácil estando tú conmigo, ya que aún no te conoce». Ella se rió y miró hacia abajo a su abultada entrepierna. «Bien. Te diré una cosa: ve a controlar tu pilín y yo iré a presentarme a tu sobrina». Su ceja arqueada la hizo reír con más fuerza. Él extendió la mano y le pellizcó el culo, y ella se tragó su grito de sorpresa. «Mocosa. Y deja de reírte porque formalmente serás presentada a mi ‘pilín’ más tarde, y te prometo que será la última vez que lo llames así». Apartándose de la pared, dejó que su mano rozara su ingle mientras se dirigía hacia la cocina. Sexualmente frustrado más allá de todo lo que había conocido, golpeó dramáticamente su cabeza contra la pared y la escuchó reírse de él. Sonrió y la vio entrar a la cocina y saludar a su ahijada. «Hola, soy Angie».
CUATRO HORAS DESPUÉS , Angie estaba metida bajo el
brazo de Ian en el sofá, mientras que Jenn estaba acurrucada en su silla extra ancha favorita, con Beau roncando en el suelo a su lado. Después de que Ian había vuelto a poner su cuerpo a fuego lento, se había unido a ellas en la cocina. Jenn había hecho su propio sándwich y había estado dando los toques finales a su elección habitual, mientras Angie estaba terminando su propia creación. También sacaron un poco de ensalada de col y la amada crema agria de Jenn y papas fritas con cebolla. Las dos mujeres se habían caído bien instantáneamente. No pasó mucho tiempo para convencer a Jenn de que no había necesidad de disculparse por su interrupción, y Angie pronto hizo que su sobrina hablara sobre la escuela y su trabajo como mesera en el bar del hermano de Jake. Mientras llevaban los sándwiches y las patatas fritas a la sala de estar y se ponían cómodos, Ian cogió tres botellas de agua del refrigerador y las siguió. Ahora estaban viendo La Princesa Prometida seguido de Las Locas, Locas Aventuras de Robin Hood. Afortunadamente, ambas mujeres estaban de humor para un poco de comedia en lugar de películas para chicas sentimentales. Aunque lo estaba disfrutando, a Ian le costaba aceptar lo cómoda que se sentía la escena doméstica. Era una rara ocasión si traía a una mujer a casa, y esta era la primera mujer en mucho tiempo que le presentaba a su ahijada. Desde que su compromiso había terminado hacía diez años ya, había salido con numerosas mujeres. Algunas de las relaciones incluso duraban unos meses, pero cada vez que una mujer lo presionaba para que siguieran, rompía. No entraba en una relación con la intención de terminarla en un momento determinado, sin embargo, es lo que siempre pasaba. Mientras la mujer mantuviera las cosas ligeras y sin complicaciones, Ian estaba bien, pero se negaba a permitir que nuevamente una mujer se acercara demasiado a él. A pesar de sus mejores esfuerzos para seguir adelante, siempre se reducía a una cosa: no quería pasar por lo que había experimentado cuando Kaliope le rompió el corazón. Hubo un tiempo en el que había creído en las almas gemelas y pensó que había encontrado la suya. Nunca había sido el hombre más romántico del mundo. No recitaba poesías, ni pensaba en llevar flores a una mujer solo porque le apeteciera. Ella sabía cómo era él desde el principio de su relación, pero Kaliope pensaba que podía cambiarlo. Había tratado de demostrarle que la amaba a su manera única, se aseguraba de que su coche estuviera siempre en perfecto estado para que no se le estropeara; compartía las tareas del hogar con ella, asegurándose de hacer las cosas más pesadas y nunca dejar que ella sacara la basura sucia; la elogiaba y la apoyaba en todo lo que hacía, ya fuera un éxito o un fracaso. Ella era presentadora de noticias locales en Virginia, mientras él estaba apostado cerca, y fantaseaba con conseguir un puesto de presentadora en un programa de noticias nacional. Desafortunadamente, también lo hacían todos los demás reporteros de televisión en los Estados Unidos. La competencia podía ser dura y aunque Ian se había sentido orgulloso sin importar lo que hiciera, no había sido suficiente para ella. Si intentaba consolarla después de que fracasara en una audición con una cadena más grande, ella se enojaba y gritaba que solo la estaba tratando con condescendencia. Lo peor había sido cuando ella le había dicho que la estaba reteniendo de sus sueños. Había querido a Kaliope y, al final, no había sido lo suficientemente bueno para ella. Ahora Ian mantenía sus relaciones simples, negándose a que nunca más le destrozaran el corazón. Cuando los créditos finales comenzaron a desplazarse hacia arriba en el televisor de la pantalla plana de sesenta pulgadas, Jenn se levantó y recogió los platos llenos de migas que habían quedado de su comida. «Voy a ir a mi habitación a trabajar en mi proyecto final. No te preocupes por mí para la cena. Ya prepararé algo más tarde». Se inclinó y besó su mejilla. «Gracias por todo, tío Ian. A ti también, Angie, y fue un placer conocerte. Una vez más, lamento mucho haber interrumpido su tarde». Ambos le sonrieron, diciéndole que estaba bien y que tenía que dejar de disculparse por necesitar compañía. Después de que ella y Beau los dejaron solos, Ian tomó lo último de los restos de su almuerzo y un tazón vacío de palomitas de maíz, llevándolo todo a la cocina mientras Angie miraba de nuevo alrededor del apartamento. Si pudiera llamarlo apartamento, ya que se parecía más a una enorme suite en el ático de un hotel de lujo. La sala de estar tenía sofás y sillas con capacidad para al menos diez personas, junto con un enorme centro de entretenimiento. Detrás del sofá había otra área de conversación donde se encontraba una barra de madera y espejos de cuatro plazas. Un tablero de dardos colgaba entre la barra y la esquina de la habitación, con una sección de corcho que protegía la pared de lanzamientos erróneos. El comedor adjunto contenía una mesa formal de ocho asientos, sillas y un aparador de porcelana con dos sillas adicionales que se podían usar cuando se requería la extensión. Una cocina gourmet antecomedor estaba al otro lado del comedor con electrodomésticos de acero inoxidable. Era el sueño de una anfitriona de fiesta. Temprano en la tarde, Angie se había quitado las botas y trató de ponerse cómoda en el sofá junto a Ian, sin que su entrepierna se mostrara debajo de su falda corta. Jenn se dio cuenta de que estaba incómoda y le ofreció un par de pantalones de yoga y una sudadera de la Universidad de Tampa para que se cambiara. Agradecida, Angie aceptó la oferta y utilizó el dormitorio principal para cambiarse rápidamente. También había dos dormitorios adicionales, el más alejado de la habitación de Ian era obviamente el de Jenn, y un baño para invitados en el pasillo. Los dos dormitorios más pequeños eran más grandes que la propia sala de estar de Angie. Lo único extraño del apartamento era que las ventanas horizontales de cada habitación estaban elevadas a unos dos metros y medio por encima de las paredes de tres metros, lo que permitía que entrara mucha luz sin que nadie pudiera ver el interior desde el exterior. Ella pensó que era una característica de seguridad debido a su línea de trabajo. Con la excepción del elegante dormitorio rosa y violeta de la joven, el resto de la casa estaba bellamente decorado en tonos tierra. Ian le había explicado que su madre se había hecho cargo después de que los apartamentos se volvieran habitables y contrató a un decorador de interiores para sus dos hijos. De lo contrario, se habrían visto como las típicas casas de soltero con muebles desiguales y nada en las paredes, excepto el tablero de dardos. Tal como estaba, tuvo que convencer al decorador para que lo incluyera en la decoración. Ella miró una foto antigua colocada sobre una de las mesas auxiliares cuando Ian regresó a la habitación. La foto era de él y sus hermanos de hacía unos veinte años. Ian estaba en el centro con dos niños un poco más pequeños a cada lado y sostenía por las axilas a otro niño, de alrededor de unos seis años. «Este eres tú, el mayor, pero ¿cuál de estos dos es Devon? ¿Son gemelos?». Señaló al adolescente a su izquierda. «Este es Dev. El pequeño que está al frente es nuestro hermano Nick, y este es John, y no, Devon es once meses mayor, pero mucha gente tenía problemas para diferenciarlos». «¿Nick y John también viven en Florida?». Tomando su mano, la levantó del sofá y la atrajo hacia sí. «Nick ahora tiene veinticinco años y está en la Marina en San Diego». Una expresión de tristeza se apoderó de su rostro. «Y John murió cuando tenía diecisiete años». Sintiéndose muy mal por su pérdida, se dio cuenta de que tenían más en común de lo que pensó originalmente. «Lo siento. Perdí a mi hermano cuando él tenía diecisiete años y yo nueve. Murió en un accidente automovilístico con tres de sus amigos». Ian tomó su mejilla con su pulgar acariciando su línea de la mandíbula. «Lamento tu pérdida también. Sin que nosotros lo supiéramos, John se había vuelto alcohólico y se emborrachó un día que no asistió a la escuela. Se desmayó, vomitó y aspiró. Mi papá lo encontró». Tragó saliva al recordarlo. «Todos lo tomamos muy mal, pero Devon mucho más. Se estaba torturando a sí mismo por una culpa que no le correspondía al no haber podido evitar que John cayera en la espiral. El problema era que el chico escondía bien su adicción y ninguno de nosotros lo sabía. Y somos una familia unida. De todos modos, Dev pensó que debería haberse dado cuenta del problema y tomar el control de la situación. El hecho de que no lo hiciera, se convirtió en un problema para él. Su dolor y enojo estaban empezando a sacar lo mejor, así que después de que terminamos en el mismo equipo SEAL, le presenté el estilo de vida para ayudarlo a lidiar con eso. Tomar el control de otros aspectos de su vida le dio a Dev la capacidad de lidiar con la muerte de John». Movió sus manos de alrededor de su cintura y las subió hacia su pecho, explorando su físico mientras hablaba. «¿Es por eso que Devon no bebe? Lo vi solo tomando agua tónica anoche». ¿La gala había sido solo anoche? Parecía que habían pasado tantas cosas entre Ian y ella desde entonces. «Sí». Él empujó sus caderas hacia las suyas, frotando su erección contra ella. «Pero realmente no quiero hablar de Devon ni de nadie más que de ti en este momento. Tenemos algunos asuntos pendientes de los que debemos ocuparnos, pequeña». Se sintió perversa y se lamió los labios, lenta y seductora, y él gimió ante la vista mientras ella subía sus dedos por su pecho. «Pero ¿qué hay de Jenn?». Se inclinó hacia adelante y le acarició el cuello con la nariz. «Ella estará ocupada con su proyecto final, y mi habitación está lo suficientemente lejos como para que no escuche nada, siempre que mantengamos nuestras voces y tus gritos en un susurro». «Lo siento», murmuró mientras se sonrojaba. La tomó de la mano y la condujo por el pasillo pasando por la puerta cerrada de Jenn. «No lo lamentes. Me encanta lo vocal que eres. Solo que no quiero que mi sobrina lo sepa, y estoy seguro de que ella tampoco. Y no te preocupes porque siempre usa sus auriculares y escucha su iPod mientras hace sus tareas escolares». Después de cerrar y echar llave a la puerta de su dormitorio detrás de ellos, la abrazó y la besó. No comenzó tan explosivo como lo hizo antes, pero no pasó mucho tiempo para que volvieran a ese nivel. Pasaron varios minutos consumiéndose el uno al otro antes de que Ian se relajara y la soltara. Caminó hacia una pequeña sala de estar junto a una chimenea de gas en el lado más alejado de su cama y se sentó en una silla tapizada con rayas azules y verdes. Cogió un remoto y suave música de jazz llenó el aire. «Desnúdate para mí, ‘Ángel’. Sensual y lentamente. Engatúsame. ¿Recuerdas cuál es tu palabra de seguridad?». Demonios, la ponía más caliente que la lava cuando le hablaba con esa voz profunda y autoritaria. «Mi palabra de seguridad es roja, Señor». Le encantaba bailar y balancear sus caderas al ritmo de la música y era algo que le salía natural. Ella procedió a darle el mejor striptease y baile erótico de su vida. No le tomó mucho tiempo quitarse la sudadera y los pantalones de yoga, pero luego disminuyó la velocidad. Sensualmente deslizó sus manos hacia arriba y hacia abajo por su cuerpo, jugaba con sus pechos y clítoris a través de la tela de su ropa interior hasta que Ian tuvo que desabrocharse los pantalones para tener el espacio que tanto necesitaba para su erección. Estaba sorprendida y emocionada de ver que él se había puesto en ‘acción comando’, y gimió, sabiendo que su pene duro había estado a un paso de su toque la mayor parte del día. La cabeza de color púrpura oscuro soltaba líquido y ella estaba ansiosa por saborearlo, pero todavía no. Ella no había terminado de excitarlo. Se dio la vuelta, se inclinó y estiró la mano para abrir sus nalgas, sonriendo y moviendo las caderas cuando él gruñó. «Joder, ‘Ángel’. Algún día, pronto, tomaré tu dulce culo y lo follaré fuerte y rápido. Y te prometo que te encantará cada minuto». Su coño se estremeció al pensar en él follándola allí, un lugar donde ningún otro hombre había estado. Se puso de pie, permaneció de espaldas mientras se estiraba hacia atrás y se desabrochaba el sujetador. Sostuvo con una mano el frente en su lugar, se bajó los tirantes, centímetro a centímetro, hasta que sus brazos quedaron libres. Ella tomó la pieza de encaje y la arrojó sobre su cabeza en su dirección. Cuando vio que lo atrapó, comenzó a mover sus caderas y bajó su tanga, alargando el proceso tanto como pudo. Luego salió de ellos, se dio la vuelta y se los tiró también. Esta vez, cuando agarró la prenda, se la llevó a la cara, inhalándola profundamente. Sus ojos azules llamearon y se oscurecieron con un ardiente deseo. «Maldita sea, cariño. Ojalá pudiera embotellar tu esencia y llevarla conmigo a todas partes. Pasa tus dedos por tu coño y pruébate a ti misma. Quiero que pruebes lo que yo hago cuando te como». ¡Santo cielo! Nunca antes se había probado a sí misma, pero a pesar de que se sonrojó, la demanda no la apagó. De hecho, sintió que su reacción brotaba de entre sus piernas como si su cuerpo le estuviera dando mucho por probar. Sin prisa, se pasó la mano estirada por el abdomen mientras sus dedos se deslizaban hacia abajo, marcando el camino. Rozó su clítoris y sus saturados pliegues. Después de tomar su humedad, se llevó los dedos a la boca y se lamió cada dedo, uno por uno, gimiendo por el sabor picante cuando golpeó su lengua. Ian le hizo una señal con un dedo. «Ven aquí, cariño, y hazlo de nuevo. Es mi turno saborearte». Ella dio varios pasos hacia adelante y se detuvo con las piernas a horcajadas sobre sus rodillas. Repitió el proceso de recoger su crema, levantó la mano y la sostuvo a unos centímetros de su boca, haciéndolo alcanzarla. La agarró por la muñeca, separó los labios, tomó dos de sus dedos y los chupó para limpiarlos antes de pasar a los dos siguientes y, por fin, a su pulgar, que mordisqueó. El sonido de los sorbos y su tarareo de satisfacción, hicieron que deseara poner otras cosas en su boca, principalmente sus tetas y clítoris. «De rodillas, ‘Ángel’. Quiero que me la chupes». ¡Oh, gracias, carajo! Le encantaba dar mamadas y se moría por saborear su pre-semen que se filtraba por la punta. Ella se arrodilló ante él y se arrastró hacia adelante, entre sus rodillas cuando él las separó. Él todavía tenía puestos los pantalones cargo y la camisa, y esta vez ella se sintió mal por que él estuviera vestido y ella desnuda. Cuando alcanzó su polla, él la detuvo. «Solo tu boca, cariño. Manos atrás de tu espalda, como cuando eras una niña, moviéndote en busca de manzanas». Sonrió, se lamió los labios e hizo lo que le dijo. Usó su pulgar y el índice y colocó su pene de modo que apuntara al techo. Con la otra mano, agarró un mechón de su cabello y guió su boca para que tomara su punta. Pasó la lengua por su cabeza y la probó. Estaba delicioso, y lo hizo de nuevo antes de que lentamente comenzara a empalar su boca con su eje. Movía sus caderas hacia adelante para que ella pudiera tomar más de él, estableciendo el ritmo lento que quería que ella usara mientras su cabeza se balanceaba hacia arriba y hacia abajo. Él soltó el agarre de su mano en su cabello, luego apartó los mechones sueltos que habían caído alrededor de su rostro y los colocó detrás de sus orejas para poder ver mejor su boca. Él se inclinó y jugó con sus pezones mientras ella lo metía y sacaba de su boca. Pellizcó, tiró y rodó sus pequeños picos rígidos, y cuando ella ronroneó, supo que él lo sentía a lo largo de su polla y en sus bolas. Usó su lengua y ella lo lamió como un cono de helado en cada golpe hacia arriba, provocando la muesca en forma de V en la parte inferior de su polla, y fue su turno de tararear con satisfacción. Los ojos de Ian se volvieron a poner en blanco. «Joder, ‘Ángel’. Lo único mejor de como se siente, es cómo te ves tomando mi polla entre tus labios rojos y carnosos. Chúpame, cariño, tan fuerte como tú… ¡aaahhhh, joder! ¡Mierda! ¡Hazlo otra vez». Él comenzó a respirar con dificultad, sus caderas se movieron hacia arriba, y ella lo llevó tan atrás en su boca que él le golpeó la garganta. ¡Mierda! O no tenía reflejo nauseoso, o tenía un control excepcional. Cuando ella tragó, su garganta se cerró alrededor de él, y vio estrellas mientras gemía de éxtasis. Iba a tener que detenerla pronto porque quería estar en su coño cuando se corriera dentro de su cuerpo por primera vez, pero se sentía demasiado bien como para detenerla todavía. «Mierda, nena. Quiero agradecer y luego matar al bastardo que te enseñó a hacer una mamada, porque eres tan jodidamente buena en eso. Pero no quiero imaginarte haciéndole esto a nadie más que a mí». No pudo aguantar más. La agarró de nuevo por el pelo, la apartó de él, pero ella logró darle un último golpe en la cabeza con la lengua, la pequeña mocosa. Dándole una mano, la ayudó a ponerse de pie. Mientras ella se lamía los labios hinchados, él le dijo: «Súbete a mi cama y ponte de rodillas para que pueda tomarte por detrás. Me estabas tomando el pelo con tu culito caliente antes en el vestíbulo, y ahora voy a azotarlo antes de follarte. Hay consecuencias por burlarse de un Dominante cuando no se te ha dicho que lo hagas». Angie se lanzó sobre la cama. Lo necesitaba dentro de ella y no se avergonzaba de admitir que anhelaba la rudeza que él le estaba ofreciendo. Ella siempre había querido que la azotaran, pero el único novio que estaría de acuerdo en hacerlo no había estado muy interesado y la experiencia la dejó queriendo mucho más de lo que había recibido. Dos de sus otros novios la habían mirado como si estuviera loca cuando les dijo lo que quería y dejó de pedirlo. Pero tenía la sensación de que Ian le iba a dar, no solo lo que ella quería, sino lo que ansiaba. Una vez que estuvo en posición, lo miró por encima del hombro. Estaba de pie junto a la cama mirando su trasero mientras se quitaba la ropa. «Ojos al frente». Ella volteó y lo escuchó abrir un cajón de la mesita de noche y luego el sonido de la envoltura del condón al abrirse. La cama se hundió cuando él se subió por detrás, y ella se sorprendió cuando comenzó a acariciar y apretar los globos de su trasero en lugar de azotarla de inmediato. «Hermoso, ‘Ángel’. Tienes el culo más bonito que he visto en mi vida. Y se verá aún más bonito cuando le ponga un bonito tono rosado». No estaba preparada para el primer golpe, y aunque no había sido demasiado fuerte, ella dejó escapar un grito e instintivamente trató de alejarse. Ian la agarró por las caderas y la mantuvo en su lugar. «¿Vas a algún lado, cariño?». Maldito sea. Sonaba divertido y ella puso los ojos en blanco, agradecida de que no pudiera verle la cara. «No, Señor. Simplemente no lo esperaba». «Bueno, ahora lo harás. Recuerda, Jenn está al final del pasillo, así que no grites». Se alegró de que le recordara a su sobrina porque Angie se había olvidado de la joven. Debe haber sido la razón por la que había subido un poco el volumen de la música, antes de unirse a ella en la cama porque amortiguaría el sonido de su mano golpeando su piel desnuda. Su otra mano se levantó y golpeó su otra nalga. Este fue un poco más duro que el primero, pero se mantuvo en posición y contuvo su chillido. Para cuando le dio la tercera, cuarta y quinta nalgadas, su trasero comenzaba a sentirse como si estuviera en llamas. No había golpeado el mismo lugar dos veces, extendiéndolos por sus nalgas y la parte superior de los muslos. Y en lugar de intentar escapar, Angie inclinaba la espalda y empujaba las caderas más alto, dándole un mejor acceso. ¿Estaba mal disfrutar del dolor hasta el punto de que ella estaba empapada y lista para rogarle que la follara? Se detuvo después del octavo golpe y puso su mano sobre la carne que acababa de golpear, manteniendo el calor y ella gimió. «¿Estás bien, ‘Ángel’? Dame un color: ¿verde, amarillo o rojo?». «Verde … Señor». Su respiración había aumentado después del tercer o cuarto azote y ahora estaba jadeando. «Oh Dios … tan verde». «¿En verdad?». Ella podía escuchar la sonrisa en su voz. «¿Por qué no lo siento por mí, hmm?». Antes de que pudiera responder, su mano se deslizó entre sus piernas. «Mmmm. Tan agradable y húmedo. Pero no te corras sin mi permiso». Le quitó los dedos exploradores y ella lo escuchó limpiarlos con la boca. Lo sintió acercarse a ella y frotar la cabeza de su polla a través de sus pliegues empapados antes de empujarla profundamente en su coño con un movimiento rápido, gimiendo mientras lo hacía. ¡Santo cielo, es tan grande! Se sintió tan llena mientras él se mantenía dentro de ella, esperando que su cuerpo se adaptara a su tamaño. Tuvo que contener el impulso de rogarle que se moviera y rezó para que no la hiciera esperar demasiado antes de darle permiso para venirse porque estaba al borde del precipicio. Él arrastró su pene hacia afuera mientras su codicioso coño se apretaba, tratando de mantenerlo dentro. Se detuvo con la cabeza en el interior de ella, y como reacción, ella empujó sus caderas hacia atrás tratando de que él profundizara de nuevo. Su mano golpeó su nalga derecha y ella jadeó. «Tú no pones el ritmo, cariño. Yo lo hago. Y ahora mismo, estoy saboreando la sensación de ti a mi alrededor, así que quédate quieta». «S-sí, Señor. L-lo siento, pero te sientes tan bien».
IAN VOLVIÓ FÁCILMENTE A ENTRAR en ella hasta que
quedó enterrado hasta la empuñadura y repitió el ciclo varias veces más, con una dura palmada en su trasero. «Maldita sea, ‘Ángel’. Te sientes increíble. Tan caliente y apretada. No creo que vaya a durar mucho». Podría terminar siendo más rápido de lo que él quería, pero se aseguraría de que fuera bueno para ella antes de encontrar su propia liberación. El arrastre de sus paredes contra su polla se sentía tan bien, era absolutamente pecaminoso. La agarró por las caderas y no pudo evitar acelerar, estableciendo un ritmo casi frenético mientras la golpeaba por detrás. Los sonidos de la carne golpeando la suya llenaron la habitación, mientras sus caderas rebotaban en su delicioso trasero. «Oh Dios, voy a venirme. ¡Por favor, Ian!». Aunque sus palabras eran susurros suplicantes, aún podía escuchar su desesperación. «Todavía no, ‘Ángel’. Ya casi». Después de algunas embestidas más, cuando sintió el hormigueo en la columna vertebral dispararse a sus bolas, supo que tenía que hacerla correrse. Alcanzó su cadera, localizó su clítoris y lo pellizcó. «¡Ahora!». Esa única palabra y un pellizco eran todo lo que necesitaba mientras se hizo añicos a su alrededor. Sus gritos de liberación fueron ahogados mientras gritaba en el edredón y ordeñaba la semilla de su cuerpo. Ella se apretó a su alrededor y él vio puntos negros ante sus ojos. Siguió moviendo sus caderas, tratando de extender ambos orgasmos el mayor tiempo posible, hasta que todo su cuerpo finalmente se desplomó en la cama. Cayó hacia adelante sobre sus antebrazos con uno a cada lado de la cabeza de ella. Con el pecho contra la espalda de Angie, se las arregló para mantener algo de su peso fuera. Ambos estaban jadeando por aire, sus cuerpos cubiertos de sudor, y por mucho que lo matara hacerlo, Ian se desprendió. Cuando estuvo seguro de que podía estar de pie sin colapsar, le acarició la espalda y el trasero mientras se arrastraba fuera de la cama. «Quédate ahí, cariño. Vuelvo enseguida». Él sonrió ante su respuesta murmurada mientras ella enderezaba las rodillas y se acostaba boca abajo. Descartó su condón en el baño, metió la mano en la ducha y abrió el agua para que se calentara. Se movió de nuevo al lado de la cama y miró su cuerpo saciado, no se sorprendió cuando comenzó a ponerse duro de nuevo al verla. No podía tener suficiente de su angelito. Después de agarrar otro condón, envolvió sus manos alrededor de sus tobillos y la arrastró hacia él. Cuando ella refunfuñó en una débil protesta, él le dio una palmada en el trasero rosado y llamó su atención. Ella volteó y lo miró. «¿Qué ha sido eso?». Él le dio una sonrisa maligna. «El Dom en mí tenía ganas de hacerlo». «Bueno, dile al Dom que hay en ti que sienta un poco de simpatía porque estoy medio inconsciente. Me agotaste». Riendo, la tomó en sus brazos, la llevó al baño y directamente a su ducha extra grande. «Espero no haberte agotado demasiado, porque estoy listo para más». Su expresión era de sorpresa mientras miraba su ingle después de que él soltara sus piernas, permitiéndole ponerse de pie. Sonrió y la acompañó hacia el chorro de agua caliente que venía de ambos lados de la ducha y también de arriba. Ella se agachó e hizo un puño alrededor de su erección todavía creciente. «Creo que me puede quedar algo de energía ya que obviamente estás preparado para ello». Dejó que ella bombeara lentamente su eje mientras arrojaba el condón en un estante y agarraba una botella de jabón corporal, echando un poco en su mano. Formó espuma, comenzó con su cuello y hombros y limpió cada centímetro de su cuerpo, prestando especial atención a sus senos, culo y entrepierna. Cuando terminó, le permitió a ella hacer lo mismo con él, dejándola explorar para su obvio deleite. Admiró sus dos tatuajes: la banda tribal alrededor de la parte superior del brazo izquierdo y la bandera estadounidense y el ancla sobre el hombro derecho. Sus manos recorrieron sus diversas cicatrices, preguntándole cómo había conseguido cada una. Él no podía recordar cómo se había hecho algunas de ellas, pero había tres que había recibido en combate que nunca olvidaría. La cicatriz de ocho centímetros en la parte superior de su brazo izquierdo y otra de trece centímetros en su abdomen, eran heridas de cuchillo que habían causado poco daño. Pero una herida de bala en el pecho izquierdo, sobre su corazón, era un recordatorio constante de lo peligrosas que habían sido algunas de sus vivencias en la Marina. Los médicos le habían dicho que, si lo hubiera golpeado un poco más abajo, se habría ido de Irak en una bolsa para cadáveres. No llevaba puesto su chaleco antibalas cuando salió del comedor cuando un policía iraquí, al que se le había permitido estar en su base para entrenar, decidió que quería cambiar su lealtad. Mientras que dos infantes de la marina habían muerto, él y otro SEAL habían resultado heridos en el ataque de tres segundos, antes de que el traidor fuera abatido por Marco, que había estado unos pasos detrás de Ian. Afortunadamente, una de sus costillas detuvo la bala de bajo calibre y, después de solo dos días en el hospital, pudo regresar a los Estados Unidos hasta que fue autorizado nuevamente para el servicio. Su Corazón Púrpura estaba guardado con el resto de sus medallas en una bandeja de valet en su tocador. Después de que él le contó sobre las cicatrices que recordaba haber recibido, ella besó cada una, y sus tiernas acciones lo conmovieron. Pero pronto sacó esos pensamientos de su cerebro, no queriendo dejar que ella se acercara a su corazón donde él era más vulnerable porque nunca permitiría que la historia se repitiera. La agarró por las caderas y la hizo girar para que estuviera frente a un banco empotrado de azulejos. Cogió el condón que había tirado antes. «Inclínate, cariño, y pon tus manos en el banco. Puedes venirte cuando lo necesites en este momento». Ian se enfundó y luego se echó un poco más de jabón en las manos. Pasando sus dedos por la rajadura de su trasero, metió sus dedos resbaladizos en su agujero trasero. Primero uno, seguido de dos. Pronto la hizo gemir y retorcerse mientras los empujaba hacia adentro y hacia afuera, haciéndolos tijeras para estirarla más. Por mucho que quisiera llevarla allí, ella no estaba lista para su tamaño. Tendría que usar un juego de tapones anales progresivos para prepararla adecuadamente. Sin embargo, por ahora usaría sus dedos. Mientras continuaba follándole el culo, alineó su polla cubierta de látex con su núcleo y se sumergió en ella. Ella se corrió instantáneamente, pero él tuvo más control esta vez y estableció un ritmo constante, decidido a conseguir uno o dos orgasmos más de ella.
LAS PIERNAS DE ANGIE temblaron mientras un
orgasmo se desvanecía y otro se acumulaba seguido, como olas en el océano. ¿Era posible morir por demasiado sexo increíble? Esperaba que no porque quería experimentar tanto como pudiera antes de morir. Ian era un amante habilidoso capaz de hacer que su cuerpo cantara de una manera que nunca antes lo había hecho. Movió las caderas y con el nuevo ángulo encontró su punto G oculto y la llevó al límite de nuevo. La combinación de su polla y dedos, tomándola al mismo tiempo la hizo correrse, y si no fuera por él sosteniéndola por la cintura con su mano libre, se habría derrumbado sobre el piso de baldosas. La tercera vez que explotó, se lo llevó con ella y él gruñó su liberación. Varias horas después, Angie se despertó con la boca y la lengua de Ian entre sus piernas. El hombre era insaciable y, aparentemente, ella también lo era cuando se corrió dos veces antes de que él tomara su coño nuevamente. Con desgana, accedió a dejarla ir a casa después de que ella le dijera que no quería pasar toda la noche con su sobrina durmiendo en el pasillo. Después de hacerle prometer que le enviaría un mensaje de texto cuando llegara a casa sana y salva, le permitió vestirse con la ropa y las sandalias que Jenn le había prestado. Mientras tanto, se puso un par de sus propios pantalones deportivos y una camiseta. Ella agarró su otra ropa y él la acompañó a su auto, que todavía estaba estacionado junto al club, con Beau como escolta. El lote estaba vacío ya que el club había cerrado aproximadamente una hora antes, y el guardia había asegurado la puerta exterior después de que todos se habían ido antes de regresar a su casa. Antes de que Angie entrara en su auto, Ian la besó con la promesa de llamarla por la tarde y luego se acercó para abrirle la puerta. Condujo a casa con una sonrisa de satisfacción en el rostro y deliciosos dolores en todo el cuerpo. CAPÍTULO NUEVE
A NGIE ESTABA DESNUDA EN SU BAÑO MIENTRAS APUNTABA EL
secador de pelo a sus mechones mojados. Era viernes por la noche e Ian la llevaría a su club. Se habían visto dos veces durante la semana, pero las reuniones, entrevistas y casos de Trident les impedían tener más de una noche completa juntos a solas. No lo había visto desde muy temprano el miércoles por la mañana. Estaba deseando volver a verlo, aunque habían tenido un poco más de sexo telefónico, que era tan caliente que se sorprendió de que su torre celular local no explotara. El lunes, Ian la había invitado a unirse a todos en el apartamento de Devon y Kristen, cuando el equipo se hizo presente para apoyar a Jenn durante el primer aniversario de la muerte de sus padres. Pizza, cerveza y refrescos sirvieron como una cena sencilla, mientras jugaban al póquer y miraban un video de fotos de la joven y sus padres desde antes de que ella naciera, hasta el final de su adolescencia. Las últimas fotos de sus padres habían sido tomadas durante la Navidad estando juntos. Muchas de las fotos incluían a algunos o a todos los miembros del equipo Trident, además de a otros ex SEAL que formaban la familia extendida de Jenn. Los hombres y su sobrina entretuvieron a Kristen y a Angie con innumerables historias divertidas sobre las payasadas del equipo a lo largo de los años. Angie dejó al grupo poco después de la medianoche, cuando Ian y Brody necesitaron tener una videoconferencia nocturna con un cliente que los había llamado con una solicitud urgente de ayuda sobre algún asunto. Había pasado la noche del martes en los brazos de Ian cuando finalmente tuvieron su apartamento para ellos solos. También habían revisado el contrato y habían discutido sus límites y sus expectativas. Ella se sorprendió de que ninguna de sus peticiones la molestara de ninguna manera. Él mantendría control sobre ella en el dormitorio y superaría sus límites, todo dentro de sus colores verde y amarillo. También tendría el control sobre su bienestar y seguridad, pero en lugar de disgustarla, se sentía mimada y valorada porque a él le importaba lo suficiente como para asegurarse de que no sufriera ningún daño. Si bien el contrato no era legalmente vinculante, eliminaba muchas de las conjeturas de la relación. Pero, sobre todo, hacía hincapié en que ella tenía el máximo control de su relación a través de su palabra de seguridad y de su lista de límites. Desde el miércoles él seguía en Miami, pero la noche anterior habían hablado por teléfono y le preguntó si quería ir visitar La Alianza con él. Al renunciar a la cuota mensual de membresía del club, había acelerado la verificación de antecedentes requerida. Ella, a su vez, completó su alta médica para que pudieran jugar en el club y no dudó en aprovechar la oportunidad de ir. Se sorprendió cuando Brody pasó más temprano ese día y le entregó una pequeña bolsa de compras negra con un moño rojo. Le dijo que Ian había elegido en la tienda del club dos conjuntos para ella y que eligiera uno para usarlo en el club por primera vez. Le guiñó un ojo y le sonrió antes de volverse para marcharse y Brody le dijo: «Mi favorito personal es el rosa con blanco». La había dejado allí parada con la boca abierta. Cuando se recuperó, él ya se había ido hacía mucho, y corrió a su habitación para ver qué había en la bolsa. El primer conjunto que en realidad no eran ‘conjuntos’, más bien eran juegos de lencería, contenía un sujetador de seda verde oscuro con calzoncillo corto a juego. Pero sin pensarlo dos veces, fue el body teddy rosa pálido con tanga con ribete blanco lo que eligió usar. El material era transparente, a excepción de dos pequeños triángulos, uno sobre cada pecho. Ahora, mientras se vestía, se dio cuenta de que el borde inferior se detenía justo en la parte baja de sus nalgas y que, si se inclinaba, todos verían su trasero desnudo a pesar de que ya estaba expuesto a través del delgado material. Los triángulos de seda del top cubrían los pezones de su copa 38D, pero dejaban poco más a la imaginación. Se admiró en el espejo, y en lugar de sentirse como una zorra, se sintió hermosa, sexy y muy, muy traviesa. Técnicamente, mostraba un poco más que su bikini de verano, pero nunca se había puesto un traje de baño con tanga. Después de ponerse un poco de maquillaje y un par de sandalias blancas, que Brody había recomendado ya que en el club estaría descalza, se puso un vestido de algodón negro hasta la rodilla. Tenía estilo tanque, era liviano y a veces lo usaba para cubrir su traje de baño. Agarró un fino chal para el aire fresco de la tarde, su bolso y su bolsa de viaje, salió de su apartamento y se dirigió al complejo, emocionada de que Ian la viera con el atuendo que había elegido para ella. Le había dicho que se estacionara afuera de su apartamento, y cuando ella se detuvo, Ian salió del edificio y ella casi babeó al verlo. Maldita sea, el hombre era hermoso. Pantalones ajustados de cuero negro cubrían sus piernas largas y poderosas y un chaleco de cuero negro abierto mostraba su pecho, abdomen y brazos esculpidos. Con sus botas de cuero negro parecía que salía del set de una película de motociclistas. Si el resto del elenco se parecía a él, de seguro ella estaría en el centro de la primera fila en el teatro la noche del estreno. Él le abrió la puerta de su coche y le tendió la mano para ayudarla a salir. Su mirada recorrió de forma posesiva y seductora su cuerpo, y eso fue todo lo que necesitó para excitarse. Después de darle un largo y pausado beso de saludo, tomó sus llaves, su bolso y su bolsa de viaje, y los colocó dentro de la puerta de su apartamento, antes de regresar con ella. Sacó una banda trenzada blanca con negro de su bolsillo y abrochó el collar de cuero alrededor de su cuello, diciéndole que debía usarlo en todo momento cuando estuvieran en el club. «Tampoco te quiero en el club si no estás conmigo, al menos hasta que te sientas más cómoda y familiarizada con los protocolos». Él hizo una pausa. «Elimina lo que acabo de decir. No te quiero nunca en el club sin mí». No le importaba porque no estaba segura de querer ir allí sin él. Por alguna razón, parecía que ella lo estaría engañando si lo hacía. «Sí, Señor». Charlaron mientras cruzaban el recinto y subían al vestíbulo del club. Le presentó a Matthew, el sumiso de turno en la recepción, y a Tiny, el enorme, calvo y negro guardia de la puerta. A pesar de su tamaño intimidante, Tiny era un hombre muy dulce y llamaba ‘señoritas’ junto con sus nombres de pila, a todas las mujeres, lo que a Angie le resultaba entrañable. Ian le dijo que el hombre era el jefe de seguridad del club y que también hacía el trabajo ocasional de guardaespaldas para Trident. Después de que Tiny abrió una de las puertas dobles y les permitió entrar al club, Ian le indicó que pasara por la otra puerta que conducía a los vestidores y dejara su chal, vestido y zapatos en un casillero. Le entregó un candado simple para que lo usara y le dijo que regresara con él a la barra, señalando el lugar donde tenía la intención de esperarla a unos metros de distancia. Cruzó la puerta y bajó el tramo de escaleras más cercano que tenía un letrero que indicaba el vestuario de mujeres. Además de los casilleros, estaban las áreas de baño y ducha, así como un pequeño salón y un tocador. Algunas mujeres ya estaban allí y dos de ellas la saludaron cortésmente mientras salían por la puerta que conducía al Pozo. Una de ellas vestía un traje de gato de vinilo negro, mientras que la otra vestía solo una tanga con adhesivos en los pezones, y Angie no pudo evitar mirar boquiabierta sus espaldas en retirada. Otra mujer de su edad le sonrió y le tendió la mano a modo de saludo. «Hola, soy Shelby. Debes ser nueva aquí». Angie sonrió ante la personalidad burbujeante y el cabello lacio azul eléctrico de la mujer que combinaba con su conjunto de sujetador y falda corta. Ella estrechó la mano de Shelby. «Hola, soy Angie y, sí, esta es mi primera noche. Nunca antes había estado en un club como este, así que estoy un poco nerviosa». Los ojos de Shelby se abrieron un poco y se rió. «¿Una novata-novata? Vaya, te espera un choque cultural. Recuerdo mi primera vez hace unos doce años, y a veces todavía me sorprende haber regresado por segunda vez después de algunas de las cosas que vi. ¿Quién es tu Amo?». Ante la mirada confusa de Angie, agregó: «Tu collar significa que eres sumisa de alguien». Estaba tan nerviosa y emocionada que Angie se había olvidado de que lo tenía puesto. Tocando el suave cuero, dijo: «Oh, claro. Estoy aquí con Ian… Quiero decir, el Amo Ian». La otra sumisa puso una expresión de asombro en su rostro. «El Amo Ian es un encanto. De hecho, su hermano y el resto de los chicos de Trident también lo son. Creo que es una especie de requisito que tienen». A pesar de que Angie estuvo de acuerdo, tuvo una repentina punzada de celos al preguntarse si Ian y Shelby se habían relacionado alguna vez. Se sacudió el pensamiento y se dijo a sí misma que no tenía derecho a preguntar por sus amantes anteriores, a pesar de que la noche de la gala había preguntado por aquella perra, Heather. Él no le había preguntado acerca de sus relaciones pasadas, por lo que asumió que ambos estaban dejando atrás su propio equipaje personal. El caso era que él estaba aquí con ella y le había dicho a principios de semana que, mientras estuvieran saliendo, insistía en que fueran exclusivos. A Ian no le gustaba compartir, lo que funcionaba bien porque tampoco a Angie. «Solo recuerda», le decía Shelby, «no seas grosera ni sarcástica con un Dominante o Domme y no te meterás en problemas. Esas son las formas más fáciles de recibir un castigo». Se rió. «A menos de que sea lo que busques. Recuerda tu palabra de seguridad y, si no estás segura de algo, díselo de inmediato al Amo Ian. Los Dom no leen la mente, así que tienes que hablar si hay un problema o tienes miedo por algo. Y si el Amo Ian no está a tu lado por alguna razón, y hay un problema, busca a cualquiera de los Amos del Calabozo que son quienes tienen chalecos dorados, o a un oficial de seguridad con camisa roja y corbata de moño». Cuando Shelby la dejó sola, diciendo que la vería más tarde, Angie eligió un casillero vacío. Se sintió un poco mejor después de hablar con la amigable mujer, pero las mariposas en su estómago todavía revoloteaban. Antes de perder los nervios, arrojó su abrigo y zapatos en el pequeño espacio de metal y se retiró el vestido por la cabeza, colgándolo del gancho provisto. Cerró el casillero, colocó el pequeño candado de tres dígitos y luego se acercó a un espejo de cuerpo entero para asegurarse de que su cabello y maquillaje todavía estuvieran bien. Satisfecha, respiró hondo y se dirigió de nuevo a las escaleras, convenciéndose de que estaba preparada para cualquier cosa. Ian estaba justo donde dijo que la esperaría, hablando con Devon, Kristen y otro hombre que Angie no reconoció. Se alegró de volver a ver a Kristen y se sintió menos nerviosa cuando vio a la otra mujer con un teddy rojo de encaje y bragas. Cuando se acercó, los demás la saludaron, pero su mirada estaba fija en la apreciación que vio en el rostro de Ian. Era obvio que estaba encantado con su elección de lencería para la noche. La atrajo hacia su lado y le dio un beso que la habría dejado sin aliento si hubiera estado respirando. Cuando finalmente la dejó respirar, le presentó al otro hombre que estaba a su lado. «Angie, este es el Amo Carl. Carl, sé amable con mi sumisa, Angie. Esta es su primera vez en un club». El hombre mayor parecía tener unos cincuenta años, era delgado y un poco más bajo que Ian. Su cabello negro canoso, perilla, camisa de vestir negra y pantalones de cuero casi le daban el aspecto de un vampiro, menos los colmillos, pero su sonrisa la tranquilizó. «Ian, me encanta el gusto de los hermanos Sawyer por las mujeres. Angie, querida, el Amo Ian sabe lo mucho que disfruto burlándome de las nuevas sumisas, pero como me pidió que no lo hiciera contigo, te daré la más cordial bienvenida a La Alianza. Pero si alguna vez estás de humor para unos azotes, ven a verme». Los ojos de Angie se abrieron de asombro, pero se relajó de nuevo cuando Ian gruñó mientras Devon y Kristen reían. «¿Eso es lo que llamas ser amable?». Volvió la cabeza hacia ella. «‘Ángel’, el Amo Carl es un sádico, además de ser un bromista. Le gusta poner nerviosas a las sumisas, pero no tienes nada de qué preocuparte porque en el fondo, es realmente un gran blandengue». Carl se burló. «Oh, gracias Ian. Si revelas todos mis secretos, no me divertiré». Los demás se rieron y Angie escuchó otra voz masculina que le susurraba al oído por detrás: «Me alegro de que hayas elegido el blanco, cariño». Brody. Se veía muy sexy con una camiseta negra ajustada, jeans desgastados ajustados y botas de vaquero. Las sumisas del club debían pelear por él todo el tiempo. Para ser un friki de las computadoras, estaba lejos de parecer un nerd, con sus hombros anchos y su torso cincelado. Y por alguna razón, era el único ante quien se sentía un poco avergonzada por estar parada frente a él en su actual estado de desnudez. Tal vez porque, aparte del día en que estuvo presente en la reunión de su equipo en ropa interior, la había visto casi todos los días completamente vestida. Cuando sus mejillas se tornaron rojas como un tomate, Brody le guiñó un ojo y le dio un beso rápido en la mejilla e hizo lo mismo con Kristen. «Hola, Chica Ninja. Te ves tan sexy como siempre». Angie agradeció que Ian le pidiera una copa de vino y él se tomara una cerveza. Sabía que había un límite de bebida si planeaban jugar, y él le había dicho que así sería. Llevaba su tarjeta de membresía para sus consumos, y así era como los meseros y el personal de seguridad mantenían un registro del consumo de alcohol de todos. Se negaba el acceso al Pozo si un miembro tomaba más de dos bebidas. Los seis charlaron durante unos minutos, y Angie comenzó a relajarse aún más, a pesar de que la mano posesiva de Ian descansaba sobre su nalga derecha debajo del top de su teddy, apretando su carne desnuda de vez en cuando. Miró alrededor de las áreas del bar y el balcón, observando a personas de todas las formas, tamaños, edades y etnias. Todos llevaban diferentes tipos de vestimenta, y al mirar lo que vestían, le resultó bastante fácil averiguar si una persona era dominante o sumisa. Era muy extraño ver a algunos sumisos desnudos caminando despreocupados, pero imaginó que era menos distracción que estar en una playa nudista donde todos estarían desnudos. Una mesera, vestida con una falda negra corta, sujetador rojo y corbata de moño negra, se acercó al grupo y se detuvo junto a Brody. Esperó a que dejara de hablar, todo el tiempo manteniendo la mirada hacia abajo. Brody terminó lo que le estaba diciendo al Amo Carl y se volvió hacia la paciente sumisa. «Sí, Cassandra. ¿Qué puedo hacer por ti?». «Buenas noches, Amo Brody». La bonita morena mantuvo su mirada apartada del rostro del Dom. «Esta noche el Amo Marco es un AC (Amo del Calabozo) en la estación cuatro y solicita que vaya a verlo cuando tenga un momento». Él sonrió y, con dos dedos, levantó el rostro de la mujer para que tuviera que mirarlo. «Gracias cariño. Si estás interesada en hacer una escena cuando termine tu turno, ven a buscarme. ¿De acuerdo?». El rostro de Cassandra se iluminó. «Sí, Amo Brody. Lo haré. Gracias, Señor». La sumisa se alejó sonriendo, y Brody se disculpó antes de dirigirse hacia la gran escalera. El Amo Carl los dejó un minuto después, e Ian miró a Angie. «¿Lista para bajar?». Respiró hondo y asintió. Ella había llegado tan lejos, así que qué demonios. «Sí, Señor. Lo estoy». «Bien, porque yo también». Tenía esa sonrisa en su rostro que siempre la ponía nerviosa y húmeda al mismo tiempo y su ritmo cardíaco aumentaba. Él tomó su vaso casi vacío y lo dejó en la barra con el de ella, explicando que solo se permitía agua embotellada en el Pozo para que los sumisos que caminaban descalzos no tuvieran que preocuparse por los vidrios rotos. La tomó de la mano y la llevó por las escaleras, entregando su tarjeta de membresía al guardia de seguridad que estaba en la parte superior. El hombre la escaneó y luego hizo lo mismo con la de Kristen, antes de devolvérselas a sus Dom. Ian la escoltó escaleras abajo, seguidos por Devon y Kristen. Estaban a punto de separarse de la otra pareja, cuando un Dom mucho más joven se les acercó y les pidió hablar un momento en privado a Ian y Devon. Ian había mencionado antes que su primo Mitch, quien administraba el club, estaría en casa con gripe durante unos días, por lo que en su lugar Ian o Devon podrían necesitar hacerse cargo de algunas cosas. «Kristen, ¿te importaría mostrarle a Angie la sala de espera de los sumisos? Esto tomará unos minutos». Kristen miró a su Dominante pidiendo permiso y él asintió. «Sí, Señor. Vamos, Angie. Te presentaré con otros sumisos». Antes de que Kristen tuviera la oportunidad de llevarla lejos, Ian le dio a Angie un beso rápido. «Quédate ahí hasta que yo vaya a buscarte. Hay un AC cerca si hay algún problema, que no debería haber. ¿De acuerdo?». «Sí, Señor». Ella se alegró de que se tomara el tiempo para asegurarse de que se sintiera cómoda dejándola porque eso la hacía sentirse segura. Kristen la llevó a una sala de estar a medio camino entre las escaleras y el escenario, donde varias otras sumisas estaban sentadas y conversaban. Una de ellas era Shelby, quien se levantó de un salto y le dio un abrazo a Kristen. Su amiga le explicó que Shelby era una de sus lectoras Beta y que ella le había organizado un recorrido por el club con el Amo Mitch. Fue durante ese nefasto recorrido que la autora descubrió que su cita para esa noche, Devon, era el copropietario del lugar. Las dos mujeres le presentaron a otros cuatro sumisos, dos hombres y dos mujeres. Todos estaban sentados en los sofás, otomanas y sillas con respaldo alado y comenzaron a ponerla al día de todos los chismes del club. De repente, uno de los sumisos masculinos, que también era un miembro nuevo, jadeó. «¿Quién es ese que habla con los Amos Devon e Ian? Es absolutamente delicioso». Todos se volvieron para mirar hacia las escaleras para ver que el joven Dom se había alejado de los dos hombres, y ahora estaban hablando con otro que parecía un Chris Hemsworth más viejo. Incluso desde donde estaban sentados los sumisos, podían ver sus deslumbrantes ojos azules, y con su cabello rubio oscuro largo hasta los hombros y rostro cincelado, el hombre era un auténtico galán. Si algún sumiso se encontrara con el hombre de metro ochenta fuera del club, reconocería de inmediato su condición de Dominante. Se comportaba de una manera imponente y misteriosa, y Angie supuso que el hombre era popular entre los sumisos, a menos que tuviera uno propio. Vestido con pantalones de cuero marrón, botas y una camiseta color canela, que abrazaba su musculoso torso y brazos, el hombre era digno de desmayo. Fue Shelby quien dio la pista a todos después de dejar escapar un suspiro dramático. «Ese es el Amo Carter. Es un hombre de ensueño». Angie casi se rió entre dientes porque parecía que Shelby pensaba que la mayoría de los hombres guapos eran ‘hombres de ensueño’, pero la aguda inhalación de Kristen llamó su atención. Miró a su nueva amiga y vio que la mujer tenía la boca abierta y miraba con los ojos muy abiertos a los tres hombres. «¿Ese es el Amo Carter? ¡Santo cielo!». Shelby parecía incrédula. «¿No lo conoces aún, Kristen? Oh, es cierto, no creo que haya estado aquí en unos seis meses, así que supongo que tiene sentido». «Yo, eh, lo conocí, más o menos, pero no sabía cómo era». Kristen no apartó la mirada de los hombres y su respuesta hizo que las otras sumisas la miraran con curiosidad. Volvió a mirar al trío masculino y Angie estaba a punto de preguntarle de qué estaba hablando cuando notó que los Amos Devon y Carter sonreían ampliamente mientras miraban a Kristen. Y pensó que podría haber una historia detrás de las miradas de los hombres, pero Angie no estaba segura de cuál sería. El Amo Carter de repente le guiñó un ojo a Kristen cuando el maestro Devon le hizo un gesto con el dedo a su prometida para que ella se acercara a él. Kristen se puso de pie, pero recordó que Ian le había dejado a su resguardo a Angie y se detuvo. Shelby alivió su obvia preocupación. «Yo me ocuparé de Angie. Ve antes de que te ganes una paliza, aunque cambiaría lugares contigo si quieres». Shelby se rió cuando Kristen no le respondió y corrió al lado de su Dom, sonrojándose furiosamente cuando el Amo Carter tomó su mano y la besó. Angie ahora sabía que definitivamente había una historia entre los tres y si la veía más tarde, le preguntaría a su amiga. Estaba tan absorta en lo que estaba pasando con el trío, que no se dio cuenta de que Ian se había acercado hasta que se paró frente a ella bloqueando la vista del resto de la enorme sala. Saludó a los otros sumisos por su nombre mientras le tendía la mano para ayudarla a ponerse en pie. «Ven conmigo, ‘Ángel’. Caminaremos un poco y podrás observar algunas de las escenas y luego tal vez podamos tener una propia». Angie sintió un cálido y húmedo calor entre sus piernas mientras se preguntaba qué iba a hacer Ian para su primera escena pública. Aunque habían revisado su lista de límites, él aún no había decidido qué pasaría durante la noche, diciéndole que primero quería observar sus reacciones. Ian comenzó su recorrido en un banco de azotes ya que ella ya lo había experimentado a principios de semana. Además de las nalgadas con las manos desnudas, pudo ver una flagelación, una paliza y un corte. Pasaron a otras áreas donde había un sumiso encadenado a la pared con pinzas en los pezones, un tapón anal vibratorio muy grande y un anillo para el pene. Su Domme chupaba la verga de su sumiso, pero negándole al hombre un orgasmo como castigo por una infracción desconocida, y Angie casi sintió pena por el chico. Una escena que involucraba una varita violeta llamó la atención de Angie, y después de verla hasta el final, le preguntó a Ian si podía modificar su lista de límites. No sabía lo que implicaba el juego eléctrico, por lo que lo colocó en su columna de límites duros, pero ahora quería intentarlo en algún momento. Él le dijo que estaba contento de que ella mantuviera la mente abierta y que estuviera dispuesta a desarrollar sus nuevos conocimientos. Se detuvieron en una estación que era más grande que las otras porque se usaba para escenas de látigos, y les daba a los Dom el espacio que necesitaban para usar el látigo más largo. En ese momento, el Amo Jake estaba azotando a una sumisa, mientras que un hombre arrodillado cerca, esperaba su turno. Ian explicó que Jake había dominado el látigo durante muchos años y a menudo los sumisos solteros le pedían que realizara escenas de azotes con ellos. Otros Dom también solicitaban a Jake que se hiciera cargo de sus sums cuando no tenían la experiencia para hacerlo ellos mismos. La Ama China y el Amo Carl también tenían una gran demanda como Amos del Látigo, y los tres tendían a alternarse los jueves, viernes y sábados por la noche para dar a los demás la oportunidad de tener noches libres. Cada sesión con un sumiso duraba en promedio unos quince minutos, y con varias sesiones programadas por noche, balancear un látigo durante casi dos horas seguidas creaba una tensión en la parte superior de los brazos y la espalda. La sumisa desnuda atada a la cruz de San Andrés se deslizaba hacia el subespacio, y Jake redujo la velocidad de sus golpes, pero el chasquido del látigo aún se podía escuchar por encima de la música del club. Tenía la espalda, las nalgas y la parte superior de los muslos cubiertos de rayas rojas, pero ninguno de los golpes le había roto la piel. Sin previo aviso, las rodillas de la mujer gimiendo cedieron, y Jake soltó el látigo, corriendo para ayudar a su Dominante a liberar a la mujer de sus ataduras. Su Amo la envolvió en una manta, la tomó en sus brazos y la llevó a una tumbona cercana, seguida por el Amo del Látigo. La acostaron suavemente sobre su estómago y el Dominante le apartó el cabello de la cara y le dijo algo al oído que la hizo asentir con la cabeza, aunque sin abrir sus ojos. Jake supervisó el intercambio a su lado hasta que estuvo satisfecho de que la sumisa estaba bien. La dejó al cuidado posterior de su Dom, regresó a la estación donde el sumiso que esperaba su turno estaba limpiando la cruz con un limpiador con aroma a cítricos. Angie vio como Jake se pasaba una toalla por la cara sudorosa y se preguntó por qué no se quitaba la camiseta empapada, ya que estaba segura de que estaría más cómodo. Él tenía un cuerpo musculoso, y ella no dudaba que haría babear a los sumisos si se quedaba sin camisa. «Tiene algunas cicatrices en la espalda que no deja que la mayoría de la gente vea», explicó Ian. «No son tan malas como él piensa, pero todavía se siente cohibido por ellas». No se dio cuenta de que había expresado su pensamiento en voz alta. «¿Se las hizo en combate como tú?». Ian negó con la cabeza cuando otro Dom y su sumiso masculino se acercaron para hablar con él. «No, cariño, las obtuvo cuando era más joven, y es su historia para contarte si así lo desea. Disculpa un minuto». Se volvió y empezó a hablar con los otros dos hombres, mientras Angie miraba a Jake sujetar al sumiso masculino que se había quitado la ropa y se quedaba desnudo. Mientras el Dom comenzaba con una ligera flagelación como calentamiento, Angie escaneaba las áreas a su alrededor. Cerca, vio a un hombre hablando con Shelby, pero era obvio que la mujer no quería tener nada que ver con él. La sumisa de cabello azul estaba a punto de alejarse de él cuando el hombre se echó hacia atrás y, para horror de Angie, le lanzó un revés en la cara. CAPÍTULO DIEZ
I AN ESTABA HABLANDO CON UNA PAREJA D/ S CUANDO DETRÁS
de él varias cosas sucedieron casi a la vez. Primero, escuchó a una mujer gritar de dolor, pero no era un llanto normal de los que frecuentemente había en el club. Un segundo después escuchó a Angie gritar su nombre y a otras personas más. En los pocos segundos que tardó en darse la vuelta y localizar el problema, Angie se había alejado de su lado. El pánico se apoderó de él mientras corría hacia donde rápidamente una multitud se había reunido, cerca de la sala de espera de los sumisos. Se abrió paso a empujones y contempló la vista que tenía delante. Marco, con los ojos brillantes de ira y con su chaleco dorado de Amo del Calabozo, tenía a un tipo boca abajo en el suelo. Un brazo lo tenía levantado por la espalda del hombre en un agarre del que no podía liberarse, a pesar de que estaba gritando y haciendo todo lo posible para que el AC lo soltara. Angie y la Ama China estaban arrodilladas en el suelo, consolando a Shelby que tenía lágrimas en los ojos sorprendidos y se llevaba una mano temblorosa a la cara. Por la expresión del rostro de la Ama China, el tipo que estaba detenido tuvo suerte de que Marco lo hubiera encontrado primero. La diminuta mujer estadounidense de origen asiático se complacía mucho en dar dolor a los sumisos y, de momento, parecía dispuesta a desatar su furia. Ian no reconoció al hombre, pero vio la banda amarilla en la muñeca del tipo, lo que indicaba que era el invitado de un miembro. Justo al instante, el Amo Parker se abrió paso entre la multitud. Parker Christiansen era un miembro desde hacía mucho tiempo, y su empresa de construcción había realizado la mayoría de las renovaciones en todo el complejo. Era un Dom querido y respetado, sin embargo, en ese momento, se veía confundido y enojado mientras se dirigía al chico al que Marco había inmovilizado. «¿Qué demonios, Dave? ¿Qué diablos hiciste?». «No hice nada. Ahora quítame de encima a este maldito gorila. Voy a demandar si no se quita de encima». Quienquiera que fuera Dave, era todo lo contrario a Parker. Parker era un Dom seguro de sí mismo y respeturoso y este tipo parecía un idiota llorón. Marco gruñó, pero no dejó que el hombre se levantara. En cambio, miró a Parker e Ian con el ceño fruncido. «Este imbécil le dio un revés a Shelby. Tenía gente en mi camino y no pude llegar aquí lo suficientemente rápido para detenerlo». Ian estaba enojado, pero Parker estaba más que lívido. Miró a la sumisa llorando y parecía que iba a explotar. Apretó la mandíbula y dijo: «Es mi hermano. Suéltalo, Marco». Marco miró a Parker y luego a Ian. Tiny y varios otros guardias de seguridad habían empujado a la multitud hacia atrás para darles algo de espacio a los Dominantes. Ian se puso de pie con los brazos cruzados y estudió el rostro de Parker. Lo que vio lo hizo asentir una vez hacia Marco, quien soltó a Dave y se puso de pie después de darle al tipo un último empujón por la espalda. Cuando Dave se puso de pie, fue lo suficientemente estúpido como para decir: «¿Cuál es el problema? Todo el mundo está golpeando a las mujeres por aquí, y ¿me meto en problemas por lo que están haciendo todos?». Dave se sacudió y Parker dio un paso más hacia él con voz baja y apenas controlada. «¿Estás bien?». Al no ver la furia en el rostro de Parker, el tipo sonrió. «Sí, Park, estoy bien». «Bien». El Dom asintió con la cabeza una vez, luego golpeó a su hermano en la cara, noqueando al bastardo. Sin darle al hombre tendido otra mirada, Parker se apresuró hacia Shelby y se agachó frente a ella. «Lo siento mucho, Shelby. Es culpa mía. No debí haberlo dejado solo». La ayudó a ponerse de pie, pero la Ama China y Angie se quedaron a su lado para apoyarla. Parker apartó suavemente la mano de Shelby de su mejilla y gruñó cuando vio el área roja e hinchada que estaba comenzando a amoratarse. «Lo voy a matar». Ella lo agarró del antebrazo con los ojos muy abiertos. «No, no, Señor. Debí haber buscado al Amo Marco o a uno de los otros AC. Estaba tratando de negociar conmigo. Vi su pulsera de invitado y supe que no podía jugar, pero no aceptaba un no por respuesta. Cuando traté de alejarme, me golpeó». Parker tomó a la sumisa en sus brazos y la abrazó un momento mientras todos los demás miraban. Ian ladeó la cabeza hacia Tiny, quien comenzó a dividir a la multitud con los otros guardias. El Jefe Dominante luego habló con Parker. «Vayamos a la oficina. ¿Qué quieres que hagamos con él?». Parker no respondió a Ian de inmediato, obviamente por estar demasiado preocupado por Shelby. «Ve al salón de mujeres y ponte hielo en la mejilla. Cuando termine con Ian y el idiota de mi hermano, te llevaré a casa». La falta de uso del título de Amo para Ian frente a una sumisa, le indicaba al Jefe Dominante lo conmocionado que estaba el otro hombre. «Tú … no tienes que hacer eso. Puedo conducir yo misma». La cara de Shelby se sonrojó y no miró a Parker. Parecía casi tímida por estar en los brazos del Dom, e Ian lo encontró interesante ya que la bonita sumisa era una persona muy extrovertida. «Necesito hacer esto, Shelby, por favor. Necesito asegurarme de que estés bien y que llegas a casa a salvo. Esto no es negociable». Le levantó la barbilla con los dedos y la hizo mirarlo. «Por favor». Se mordió el labio, pero asintió con la cabeza. La Ama China rodeó con el brazo el hombro de la sumisa y la soltó de los brazos de Parker. A pesar de ser un poco sádica, la Domme tendía a ser una madre gallina para las sumisas. «Yo me ocuparé de ella. Estaremos en el salón cuando estés listo». Parker le dio las gracias con la cabeza mientras Ian hablaba con Angie. «Lo siento, pero tengo que ocuparme de esto. Por favor, ve con ellas y espérame en el salón. Tardaré unos minutos». «Sí, Señor». Se sorprendió por la mirada feroz que le lanzó al aún inconsciente Dave. Casi esperaba que ella pateara al chico mientras seguía a las otras dos mujeres. Marco también fue con ellos después de pedirle a otro AC que cubriera su estación. Ian pudo ver que su compañero de equipo estaba molesto por no poder detener el asalto antes de que sucediera. Él podría ser muy delicado cuando se trataba de los sumisos y era a quien solían acudir si necesitaban a alguien con quien hablar o algo de consuelo. Ian le pidió a una de las meseras cercanas que llevara una bolsa de hielo a Shelby antes de dirigirse a Parker, quien todavía parecía querer cometer un homicidio familiar. El otro Dom le entregó las llaves a Tiny y le pidió que arrojara a su hermano en el asiento trasero de su camioneta, no tan suavemente, para que pudiera llevarlo de regreso a su motel. Luego se volvió hacia Ian con su rostro lleno de pesar. «Terminemos con esto». Unos minutos más tarde, Parker caminaba detrás de la puerta cerrada de la oficina de Mitch mientras Ian se sentaba contra el frente del escritorio y lo miraba. «¡Mierda! Lo siento mucho, Ian. Solo me fui dos minutos para orinar. Le dije que no se moviera de donde estábamos sentados. Joder, sabía que no tenía permitido jugar ni acercarse a ninguna sumisa. La única razón por la que lo traje aquí es que me llamó hace unas semanas y me dijo que quería ver el lugar mientras estaba en la ciudad por negocios. Dijo que él y su esposa estaban pensando en unirse a un club en Boston. Sabía que no debía haberlo traído aquí. Él no entiende el estilo de vida como yo. Sé que ha engañado a su esposa antes, pero no pensé que fuera tan estúpido como para intentar algo aquí. ¡Mierda! Voy a matarlo». Ian lo dejó despotricar por otro minuto antes de que el hombre airado finalmente respirara hondo y lo mirara. «Rompí las reglas. Haz lo que tengas que hacer». Se dejó caer en una de las sillas y bajó la cabeza, derrotado. Ian se sintió mal por el Dom. Además de ser un buen tipo, también era uno de los Amos del Calabozo del club, y lo último que querría era que alguien resultara herido por sus acciones, especialmente un sumiso. Pero había que hacer cumplir las reglas. «Lamento tener que hacer esto, pero sabes que no debes dejar solo a un invitado por esta razón exactamente. Debiste haberle pedido a un AC o un guardia que lo vigilara durante el tiempo que necesitaras dejarlo solo». El otro hombre asintió, pero no dijo nada. «Tengo que suspender tus privilegios de juego durante las próximas doce semanas. Durante ese tiempo, tomarás tres turnos de AC por semana. Mañana revisaré el horario y coordinaré las fechas y horas contigo. Tus privilegios de invitado también se suspenderán durante dos años». Parker resopló. «No te preocupes. Creo que esta es la última vez que traeré a alguien aquí, ya sea que esté en el estilo de vida o no». Se pasó la mano por la cara mientras se levantaba de nuevo. «Volveré por Shelby en unos minutos. El motel de Dave está a unos cinco minutos de aquí. Lo dejaré en su habitación y volveré. Si creyera que un taxi pudiera recoger al idiota inconsciente, llamaría a uno. Pero como la China y Marco se están encargando de Shelby, primero me desharé de él». Ian asintió y lo siguió fuera de la oficina. En las puertas dobles principales, Parker continuó hacia el vestíbulo mientras Ian tomaba la puerta y las escaleras que conducían al vestuario de mujeres. Encontró a las tres mujeres y a Marco sentados en el área de descanso con Shelby sentada en el regazo del Dom mientras la acunaba, hablándole en voz baja. Cuando vio a Ian, se levantó de un salto y se aferró a su brazo con una expresión suplicante en su rostro. «¡Amo Ian! Por favor, no castigue al Amo Parker. No fue culpa suya. No quiero que se meta en problemas. Por favor, no lo eches del club. Todo es mi culpa. Debería haberme marchado antes». Marco y la Ama China gruñeron ante su inapropiado sentimiento de culpa, e Ian agarró a la sumisa casi histérica por los hombros y la guió para que se sentara en una silla vacía. Esto no era propio de ella, Ian nunca antes había visto a la burbujeante sumisa alterada. «Cálmate, Shelby». Su orden fue dada en un tono autoritario que instantáneamente calmó a la mujer como él pretendía. «El Amo Parker sabe que rompió las reglas y hay consecuencias por lo que sucedió. Nada fue culpa tuya, y no quiero volver a escuchar esas palabras de tu boca. ¿Entendido?». «Sí, Señor. Pero…». «Sin peros, Shelby». No tenía el hábito de discutir la disciplina de un miembro con otros, pero necesitaba tranquilizar a la preocupada sumisa. «No revoqué la membresía del Amo Parker, pero recibió una suspensión por sus acciones irresponsables. Aceptó toda la culpa de lo sucedido y estuvo de acuerdo con el castigo. Ahora, volverá en unos minutos para llevarte a casa, así que ¿por qué no sacas tus cosas de tu casillero y te cambias? ¿De acuerdo?». Aún llorando suavemente, se puso de pie y murmuró: «Sí, señor». Ian la tomó en sus brazos y la abrazó. «Todo estará bien, pequeña. Lo prometo. Creo que lo mejor que puedes hacer es secarte los ojos, y cuando vuelva el Amo Parker, dale un poco de tu descaro que todos amamos y deja que te cuide. Creo que los hará sentir mejor a ambos, ¿ok?». Ella se apartó y le dio una sonrisa acuosa. «Sí, Señor. Gracias». Marco la tomó del brazo y le dio un abrazo rápido también, besándola en la parte superior de su cabeza de cabello azul. «Cariño, lamento no haber estado allí cuando me necesitaste». «Está bien, Amo Marco. Llegaste lo más rápido que pudiste». Le dio otro apretón y la dejó ir a su casillero antes de volverse hacia Angie, que había estado sentada tranquilamente en el sofá junto a la Ama China. Sus ojos gris acero la perforaron. «Y tú, pequeña sumisa, tienes que darle algunas explicaciones a tu Amo». ¿Qué? Cuando la expresión de Ian se volvió severa, Angie frunció el ceño en confusión. «¿Qué hiciste, ‘Ángel’?». «Yo-yo no hice nada». Miró de un lado a otro entre los dos Dominantes, como si no estuviera muy segura de a qué se refería Marco. La Ama China, con su body negro de cuerpo entero y botas por encima del muslo, sonrió y se sentó para disfrutar del espectáculo. Marco sacudió la cabeza y le dijo a Ian: «Tu pequeña sumisa trató de llegar al imbécil antes que yo. Estaba lista para saltar sobre su espalda y empezar a golpearlo. Casi la empujo por accidente cuando trató de derribarlo». Los ojos de Ian se entrecerraron mientras la Domme junto a ella cantaba, «Alguien está en problemas». Ignoró a la otra mujer y dio un paso hacia su sumisa de aspecto muy preocupado. «¿Es eso cierto, ‘Ángel’?». «Yo-yo solo reaccioné. Lo vi golpear a Shelby y yo…». Sus palabras se desvanecieron. Ian supo en el momento que se daba cuenta de que no había nada que pudiera decir que la sacara del lío en el que se encontraba. Volvió la mirada al suelo. «Lo siento, Señor». Con las manos en las caderas, Ian inclinó la cabeza hacia atrás y habló con el techo por un momento. «Señor, sálvame de las sumisas que quieren golpear a la gente de mi club y ponerse en peligro». Marco resopló, sabiendo que Ian se estaba refiriendo a la pelea varios meses antes de su futura cuñada en el vestuario, lo que le valió el distintivo del resto del equipo de ‘Chica Ninja’. La gran diferencia entre los dos incidentes era que Kristen era más alta y unos diez kilos más pesada que Heather y Michelle, la otra sumisa; además, había tomado clases de defensa personal. El hermano de Parker pesaba más que Angie por unos treinta y cinco kilos y ya había golpeado a otra mujer. La mirada de Ian volvió al rostro de Angie. «Puede que lo sientas ahora, pero lo lamentarás más después de que te azote el bonito trasero por haberte puesto en peligro». Él ignoró su sorprendido jadeo. «Tenemos a los AC y guardias por una razón en el club, ‘Ángel’. No necesitamos pequeñas sumisas que ignoren su propia seguridad. No conocías al tipo, es muchísimo más grande que tú y podría haberte lastimado antes de que alguien tuviera la oportunidad de hacer algo». «Tiene razón, Señor». Dejó escapar un profundo suspiro y asintió. «No sé lo que estaba pensando. No podía creer que hubiera golpeado a Shelby, y mi primer instinto fue atacarlo antes de que él la golpeara de nuevo». Su aceptación no cambió la opinión de Ian sobre su castigo cuando se volvió hacia Marco. «¿Podrías encontrar una estación de azotes libre y pedirle a alguien que agarre mi bolso de detrás de la barra, por favor?». El otro Dom asintió y le dijo a Angie antes de salir de la habitación: «Lo siento, pequeña, pero te lo ganaste». Ella lo vio alejarse con la boca bien abierta, luego miró a Ian con su aprensión evidente en el rostro. «Lo-lo siento. No quise decir…». Cuando hizo una pausa, la expresión de Ian se suavizó y dejó escapar un profundo y lento suspiro. Se puso en cuclillas frente a ella y tomó sus manos entre las suyas. «No estoy enojado, cariño. Te escuché gritar y me di la vuelta y no te vi. Entré en pánico. Mi estómago dio un vuelco y estaba aterrorizado de que algo te sucediera. Y debido a que actuaste sin tener en cuenta tu propia seguridad, te ganaste tus primeros azotes públicos». Su mirada nunca vaciló mientras la dejaba procesar lo que había dicho. La Ama China se puso de pie e Ian casi se había olvidado que la otra mujer estaba en la habitación. Ella le dio una palmada en el hombro y sonrió. «Voy a ir a buscar un asiento de primera fila. Ha pasado mucho tiempo desde que fui testigo del primer castigo de un sumiso». Mantuvo sus ojos en Angie mientras la Domme abandonaba la habitación. Podía decir que tenía una miríada de emociones corriendo por su mente, desde la conmoción, la vergüenza y la preocupación, hasta la anticipación, la emoción y la necesidad. La idea de una paliza pública la estaba excitando, a pesar de ser un castigo, y no estaba segura de qué hacer con ese hecho. Dejó que ella pensara en su próximo grito en el culo mientras Shelby regresaba a la sala de estar vestida con sudadera, una camiseta y zapatillas altas. Se había quitado la peluca azul y su cabello rubio corto y puntiagudo parecía como si se hubiera pasado las manos por él. Se levantó de su posición agachada y le entregó la bolsa de hielo cuando la puerta se volvió a abrir. Parker entró en el salón, sus ojos buscando a la sumisa herida. Los hombres rara vez entraban en el vestuario de mujeres, pero no desconcertaba a nadie cuando lo hacían. No era como si no hubieran visto a la mayoría de las mujeres desnudas en un momento u otro. Después de decirle a Ian que llamaría mañana para obtener el horario de AC, Parker tomó a Shelby recargada de un brazo y la acompañó fuera del club. Ian sabía que la sumisa estaba en buenas manos y se preguntó si podría haber un romance en ciernes entre ellos. No se sorprendería por la forma en que se miraban el uno al otro cuando Parker entró por primera vez en la habitación. Volvió su atención a su propia sumisa, la tomó de la mano y la condujo de regreso al Pozo, encontrando el banco de azotes que Marco le había reservado. Si todavía no se hubiera librado del miedo que sintió cuando la escuchó gritar su nombre antes, podría haber disfrutado de su nerviosismo. Pero este castigo era por su propia necesidad de reforzar su regla de que su seguridad y bienestar estaban antes que cualquier otra cosa, así como un recordatorio para que ella no se metiera en una situación peligrosa en el futuro. Se había corrido la voz de que una sumisa estaría recibiendo su primer castigo BDSM y el área alrededor del banco de azotes se llenó de Dom y sumisos. Era un rito de iniciación para cada nuevo sumiso, y sabía que marcaría el tono para su futura participación en el estilo de vida. Después de sus azotes, tenía la intención de recompensarla por superar sus propios límites y aceptar las consecuencias de sus acciones imprudentes. La multitud la estaba poniendo más nerviosa, así que la giró hasta que estuvo frente al banco y su espalda daba a la multitud, que seguía creciendo. Él la agarró por la barbilla y se aseguró de que estuviera concentrada en él. «Quiero que digas tu palabra de seguridad en voz alta y clara para que todos la escuchen y sepan cuál es». No era necesario por el bien de la multitud, pero necesitaba recordar que tenía todo el control a pesar de que su trasero estaba a punto de recibir una paliza. Ella tragó saliva. «Mi …». Se aclaró la garganta y volvió a intentarlo. «Mi palabra de seguridad es roja, Señor». «Tu castigo serán quince azotes con una paleta en tu trasero desnudo, Ángel. ¿Deseas usar tu palabra de seguridad o estás dispuesta a aceptar tu castigo?». Varias veces sus ojos pasaron de él al banco y viceversa, antes de que finalmente se posara en él de nuevo. Respiró hondo, pero temblaba. «Aceptaré mi castigo, Señor». «¿Y por qué te están castigando?». «P-por ponerme en peligro, Señor». Él sonrió y su mirada se suavizó. «Buena chica». Volvió a tomar la mano de Angie y la llevó al lado del banco donde estaba arrodillada. Parecía un caballete modificado con almohadillas para las rodillas, el torso y los brazos. La ayudó a subirse, con las rodillas dobladas y la cintura sobre el centro. La posición inclinaba su cabeza hacia abajo y levantaba su trasero, siendo el objetivo principal. Ella manejó muy bien que le pusieran grilletes en las muñecas y los tobillos, pero comenzó a hiperventilar cuando él le pasó la correa de velcro por la parte baja de la espalda que la mantendría en su lugar. Su respuesta fue normal para un sumiso sin experiencia, y Marco, que había estado parado dentro del área acordonada en caso de que lo necesitaran, se agachó frente a ella. Le pasó la mano por la cabeza en un intento de calmarla. «Tranquila, pequeña. Respira profundo y lentamente conmigo. Mantén tus ojos en los míos». Mientras las manos de Ian se movían en una suave caricia sobre su espalda, caderas y nalgas, su compañero de equipo continuaba calmándola con palabras de elogio y aliento. Ian dejó que el hombre hiciera lo que mejor sabía hacer: consolar a un sumiso. Era uno de los mayores placeres de Marco sobre el estilo de vida. Le gustaba que lo necesitaran y era muy bueno en eso. La respiración de Angie se desaceleró a un ritmo más normal, pero su ritmo cardíaco aún estaba acelerado, como era de esperar. Cuando Marco le pidió que repitiera su palabra de seguridad, ella respondió: «R-rojo, Señor». «¿Y qué castigo te dará tu Amo, pequeña?». Tragó saliva de nuevo, pero su miedo pareció disminuir a medida que aumentaba su excitación. «Quince azotes con una paleta, Señor». Marco sonrió y continuó acariciando su cabeza y mejilla. «Buena chica. ¿Estás lista ahora? ¿Quieres que dé un paso atrás o me quedo aquí contigo?». Ian vio que Angie estaba sorprendida por la oferta de su amigo y quedó complacido con su respuesta. «Por favor, quédese, Señor. Estoy lista». Aparentemente también satisfecho con su respuesta, Marco se arrodilló frente a ella y le dio a Ian un asentimiento para continuar. Su Dominante comenzó a frotar y apretar sus nalgas un poco más fuerte. Llevar la sangre a la superficie de la piel le facilitaría los impactos. No tenía intención de lastimarla, pero su trasero estaría de un bonito tono rozado para cuando él terminara. Su malestar desaparecería por completo en veinticuatro horas, pero antes, definitivamente lo sentiría y lo recordaría. Le bajó la tanga desde las caderas hasta la mitad de los muslos y la dejó allí. No le estorbaba, pero la haría sentir más expuesta. Estaba emocionado de sentir que la tela de la entrepierna estaba empapada con sus jugos. Tan ansiosa como estaba, quería esto más de lo que temía, aunque sabía que sería diferente a las simples nalgadas que él le había dado la otra noche. Eso había sido una paliza de juego, y ciertamente esta no lo era. Caminó hacia donde Marco había dejado su bolsa de juguetes, Ian recuperó la paleta de madera que había planeado usar para su primera nalgada de castigo. Se parecía a una de un juego de ping-pong, pero era un poco más grande y no estaba cubierta de goma. El tamaño le permitiría extender los golpes en sus nalgas, en lugar de golpear el mismo lugar una y otra vez, que es lo que sucedería si usara un implemento más grande. También agarró un tapón anal, lubricante y un pequeño látigo con el que comenzaría. El tapón le daría algo más en qué concentrarse, algo que normalmente no usaba para una disciplina de nalgadas. Si solo se tratara de un azote de placer, también consideraría colocar una bala vibradora dentro de su coño, pero no la quería demasiado distraída, después de todo era un castigo. El propósito de una ligera flagelación antes de una paliza era ayudar al sumiso a relajarse un poco más y liberar las endorfinas del cuerpo. A veces, un Dominante evitaba un calentamiento si la paliza era un castigo, pero por primera vez, Angie quería hacerlo soportable para que ella no temiera los azotes futuros. Si todo salía como esperaba, para cuando Ian terminara de imponer su disciplina, estaría a unos momentos de un orgasmo intenso a pesar de su trasero llameante. Caminó hasta donde Marco estaba arrodillado frente a la sumisa y esperó a que ella levantara los ojos hacia él. «Te voy a poner un tapón anal, ‘Ángel’. Es un poco más grande de lo que has usado en el pasado, pero no mucho. A continuación, empezaré con una ligera paliza. No será dolorosa, sino más como una dura caricia. Después de calentar tu dulce trasero, pasaré a la fase de castigo. Si necesitas que reduzca la velocidad en algún momento, di la palabra ‘amarillo’ y si no puedes soportarlo, di tu palabra de seguridad ‘rojo’. Y recuerda, cariño, tú, como sumisa, tienes el máximo poder aquí». Sus mejillas se calentaron mientras él hablaba. Sabía que una parte de ella quería aceptar lo fácil que le estaba ofreciendo. Pero otra parte, quería satisfacer las ansias y la necesidad que probablemente había estado recorriendo a través de su cuerpo desde que él le contó sobre las nalgadas que estaba a punto de darle. Demostró que confiaba en él con su cuerpo y se decidió por lo último. «Lo recuerdo, Señor. Estoy lista». Ian besó la parte superior de su cabeza y se movió para pararse detrás de ella, deslizando su mano suavemente por su espalda hasta su trasero, mientras se alejaba. Un fuerte escalofrío recorrió el cuerpo de ella, disparándole directamente a la ingle. Ian colocó el látigo y la paleta en el banco, entre sus rodillas abiertas. Su coño desnudo brillaba y no podía esperar verlo gotear. Abrió la botella, vertió lubricante en la hendidura de su culo y en el tapón. Su pequeña roseta se apretó y luego se relajó cuando él comenzó a frotar la punta del juguete hacia arriba y hacia abajo entre sus nalgas. Mientras presionaba hacia abajo en su agujero arrugado, dio paso a la invasión y la escuchó gemir y rogar por más. Más que feliz de dárselo, introdujo y sacó el enchufe de ella, un poco más profundo cada vez, hasta que la parte acampanada la abrió al máximo. Ian hizo una pausa por un breve momento antes de darle el empujón final que necesitaba, y vio como su borde se cerraba alrededor de la muesca, manteniéndolo en su lugar. Su polla se endureció dolorosamente mientras imaginaba reemplazar el enchufe con ella y follar su estrecho agujero hasta que ninguno de los dos pudiera caminar. Pronto. Agarró el látigo, dio un paso hacia atrás y adoptó la postura adecuada antes de lanzarlo hacia ella. El primer golpe ligero de las hebras de cuero suave y flexible aterrizó en la parte exterior de su muslo. Aunque ella se estremeció por el impacto repentino, él sabía que no le había dolido. Apuntó más golpes al otro muslo externo y varios por la espalda y las nalgas. Mientras observaba cómo la tensión desaparecía de su cuerpo, aceleró, dando un poco más de empuje a los golpes. Los dos siguientes aterrizaron en la parte interna de sus muslos y la vio esforzarse para acercar su cuerpo a él, no alejarlo. Ella se estaba rindiendo a él y rogaba por más. Volvió a colocar dos más en la parte interna de sus muslos y luego movió su muñeca, observando cómo los pequeños nudos al final de cada hebra la golpeaban en su coño. Angie jadeó, luego gimió aún más fuerte. Era música para los oídos de un Dom. Comenzó otro ciclo, iniciando con la parte externa de sus muslos y luego terminando con un asalto singular a su coño y clítoris. Esta vez un grito suplicante escapó de sus labios y él se acercó a ella. Acarició su trasero y se inclinó hacia adelante. «¿Estás bien, ‘Ángel’? Dame un color». Angie estaba jadeando y él sabía que estaba lista para rogar por el orgasmo que estaba más allá de su alcance. La excitaba aún más saber que había una multitud de personas mirando su culo y su coño expuestos. «Verde, Señor. Estoy bien». Ian sonrió y le dio un apretón en su trasero. «Sí, lo estás, ‘Ángel’. Muy bien. Ahora voy a pasar a la paleta. Intenta mantenerte relajada».
¿RELAJADA? ¿Hablaba en serio? ¿Cómo diablos se
suponía que iba a relajarse? Tomando una profunda respiración y exhalando, Angie se concentró en el ritmo de la música palpitante, en las tiernas palabras y toques de Marco, en las caricias de Ian en su espalda baja, culo y muslos, y en el tapón en su agujero trasero. Para cuando escuchó el crujido de la madera contra la carne, seguido por el repentino pinchazo, la había tomado por sorpresa. El primer golpe aterrizó en su nalga derecha. Esperando uno justo detrás de él en su otra nalga, se sorprendió al sentir la mano de Ian frotar el lugar donde había golpeado. Justo cuando comenzaba a relajarse con la caricia, un golpe aterrizó en su nalga izquierda. Una vez más, frotó el lugar y, a pesar del dolor, ella no pudo evitar pensar que no estaba tan mal. Se equivocaba. Ian comenzó a azotarla con la paleta repetidamente, con solo una pausa momentánea entre cada golpe. Cada uno aterrizaba en un lugar diferente de sus nalgas y se asentaban en lugares por encima de donde se unían sus muslos y su trasero. Y aumentaba la dureza con el anterior. Perdió la cuenta cuando su trasero comenzó a arder. Ay, Dios, ¿cuántos le estaba dando? Quince no le habían parecido tan malos cuando él le había dicho el número, pero ella estaba tan perdida en las sensaciones mezcladas de dolor, placer, deseo y necesidad, que se sentía como si él le hubiera dado docenas de ellos. Jadeaba y se esforzaba contra las correas que la mantenían en su lugar. Marco todavía estaba con ella, observando atentamente sus respuestas y murmurando palabras de consuelo. A pesar de la avalancha de dolor, ni una sola vez quiso decir ninguna de sus palabras de seguridad. Su trasero estaba en llamas, el calor se extendía por todo su cuerpo, y todo lo que quería hacer era rogarle a Ian que la follara. No se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que notó que los azotes se habían detenido y Marco secó las lágrimas de sus mejillas. La cara de Ian apareció junto a la del otro Dom. «Llevo once, ‘Ángel’. Los últimos cuatro serán los más difíciles y luego, si quieres, dejaré que te corras. Dame un color». «¡Verde! ¡Por favor, Señor! ¡No pares! ¡Por favor déjame venir!». Gritó las palabras tan fuerte que los miembros en el área del bar tenían que haberla escuchado por encima de la música y la distancia. Estaba tan absorta en su excitación y necesidad, que no escuchó a la mayoría de la multitud reír apreciativamente ante su respuesta. También elogiaron el compromiso de la nueva sumisa de llevar su castigo hasta el final. Ian le sonrió a su ángel. «Será un placer, cariño».
R EGRESÓ A SU POSICIÓN ANTERIOR , tomó la postura correcta
para golpear justo encima de la rajadura de su trasero, donde el extremo del tapón anal estaba al ras entre sus nalgas. Echándose hacia atrás, golpeó el mismo lugar cuatro veces, el sonido de la madera contra la carne resonó en el aire. Zas. Zas. Zas. Zas. Ian dejó caer la paleta y metió dos dedos directamente en su coño empapado. Eso fue todo lo que se necesitó para enviarla gritando al borde de la liberación. Frotó su clítoris con el pulgar, prolongó su orgasmo tanto como pudo hasta que todo su cuerpo se hundió de alivio. Cuando Ian retiró la mano de entre sus piernas temblorosas, la multitud estalló en aplausos a la exhausta sumisa. Su trasero estaba de un rojo brillante y sus jugos cubrían sus muslos. Los dos Dom trabajaron rápidamente para liberarla de sus ataduras y frotaron cada miembro para asegurarse de que su sangre circulara correctamente. Marco se puso de pie, agarró una manta roja de un estante cercano y se la entregó a Ian. «Me ocuparé de tus cosas por ti». Ian asintió antes de envolver a su sumisa en la manta y llevarla a una gran silla de cuero con respaldo alado. Se sentó con ella en su regazo y dejó que su trasero colgara sobre el costado de su muslo para que no se sintiera demasiado incómoda. Después de tomar unos sorbos de agua de la botella que alguien le había dado, se acurrucó en su pecho mientras sus fuertes brazos la sostenían. Su corazón se apretó cuando ella lo miró con los ojos hinchados y húmedos y suspiró. «Gracias, Amo». CAPÍTULO ONCE
C UATRO DÍAS DESPUÉS , A NGIE TRABAJABA EN CASA LA PORTADA
de una nueva novela para Red Rose Books. Los editores habían recibido los borradores finales de la novela de Kristen y su editora, Jillian, había llamado a Angie para darle a conocer grandes elogios de sus empleadores. Les había encantado el trabajo y le pidieron que diseñara la portada de otro esperado libro de un autor diferente. Mientras trabajaba, hablaba por su teléfono celular con su amiga Mandy, quien la había llamado muy emocionada para contarle de un nuevo chico que había conocido. Un poco antes de las dos de la tarde, Angie acababa de centrar el título donde quería ubicarlo, cuando sonó el timbre. Supuso que era el mensajero de UPS que le dejaría un nuevo trabajo. Hizo clic en el icono de guardar en su computadora portátil y terminó su llamada con Mandy. Dejó su teléfono al lado de su computadora y se levantó para abrir la puerta. Cuando miró por la ventana lateral oblonga, frunció el ceño al ver a dos hombres vestidos con trajes comprados en tienda. Un hombre la vio y levantó una carpeta del tamaño de una billetera que contenía una placa y una identificación en letras doradas que decía ‘Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos’. El pánico la asaltó. La única razón posible por la que alguien de la DEA tocaba a su timbre era porque algo le había ocurrido a Jimmy. Marcó el código de seguridad en el panel de alarma, abrió el pomo y el cerrojo de la puerta. «¿Qué pasó? ¿Dónde está Jimmy? ¿Está herido?». El más bajo de los dos hombres, que le había mostrado su identificación a través de la ventana, habló con voz tranquila pero autoritaria. «¿Es usted la Srita. Angelina Beckett? ¿Podemos pasar a hablar con usted un minuto?». «Sí, sí, por favor». Dio un paso atrás para permitirles entrar a su casa a pesar de que una campana de advertencia comenzó a sonar en su cerebro. La ignoró y cerró la puerta antes de girarse para enfrentarlos. «Por favor, díganme qué pasó». Los dos agentes entraron en su sala de estar mientras miraban a su alrededor. Parecían satisfechos con lo que veían o no veían y de nuevo el más bajo habló. «Srita. Beckett, soy el agente Jackson y este es el agente Holstein de la oficina de la DEA en Atlanta». El hombre más alto y de rostro severo le dio un breve asentimiento, pero permaneció mudo. «Nos han ordenado que la pongamos bajo custodia protectora». «¿Custodia protectora? ¿Por qué? ¿Quién les dijo que hicieran eso?». Las alarmas en su cerebro se hacían más fuertes a cada segundo. «El agente Athos, también conocido como el agente Austin, está preocupado por su seguridad. Él cree que su tapadera ha sido descubierta y, como dije, quiere que la mantengamos bajo custodia protectora y la llevemos a una de las casas de seguridad de la DEA». Las advertencias ahora le gritaban. «¿Eso es todo lo que dijo?». Los ojos de ambos agentes se entrecerraron en confusión. El más alto parecía impacientarse, pero todavía era el más bajo el que hablaba. «¿No es suficiente?». ¡Mierda! No debería haberlos dejado entrar en la casa. Ahora tenía que pensar en una forma de salir de allí de una pieza. «Um, sí. Quiero decir, pensé que tal vez había una amenaza específica o algo así». Angie saltó al oír un fuerte golpe en su puerta corrediza de vidrio y miró para ver quién era. Ay, gracias a Dios. Brody estaba de pie en su patio, con curiosidad y un poco de preocupación en sus ojos mientras miraba a los dos hombres en su sala de estar y luego a ella. Él le indicó que abriera la puerta y corrió hacia ella mientras el Agente Jackson escupía: «¿Quién diablos es ese?». Vio al hombre alcanzar su pistola enfundada por el rabillo del ojo, pero se sintió aliviada cuando no sacó el arma. De alguna manera, tenía que advertir a Brody que algo andaba terriblemente mal. Cuando abrió la puerta corrediza, respondió esperando que él se diera cuenta rápidamente de la situación. «Oh, este es mi novio, Brody. Solo llevamos saliendo unas pocas semanas. Brody, estos hombres son de la DEA. Son el agente Jackson y lamento haber olvidado su nombre». El hombre más alto habló por primera vez. «Agente Holstein, y lo siento Srita. Beckett, pero realmente tenemos que ponernos en marcha. Cuanto antes la llevemos a la casa de seguridad, será mejor». Era evidente que Brody se había dado cuenta porque su brazo rodeó su cintura y la atrajo hacia su costado. Aunque actuó tranquilo y convincentemente confundido, ella sintió que la tensión lo abandonaba. Rezó que fuera bueno en su labor de guardaespaldas que hacía para ganarse la vida. Cuando habló, intensificó su acento sureño tejano. «¿Agentes de la DEA? ¿Casa de seguridad? Amor, ¿de qué están hablando estos hombres?». Ella siguió el juego, esperando salir con vida. «Lo siento, cariño. Sé que teníamos planes para este fin de semana, pero ¿recuerdas a mi mejor amigo, Jimmy, de quien te hablé?». Él todavía miraba a los otros hombres, pero asintió con la cabeza, así que ella continuó. «Bueno, lo que no te dije es que Jimmy está con la DEA y trabaja de encubierto para ellos. Aparentemente, piensan que su tapadera pudo haber sido descubierta y que yo podría ser un objetivo, por lo que deben ponerme bajo custodia protectora». «¿En serio? ¿Como en las películas?». Dios mío, el hombre podía actuar como un tonto cuando era necesario. Y estaba segura de que era toda una actuación. «Bueno, si tienen que mantener a mi bebé a salvo… ¿puedo ir con ella?». Fue Jackson quien respondió mientras su compañero fulminaba con la mirada al recién llegado. «Me temo que no, señor. Le prometo que la cuidaremos bien por usted. Solo se irá unos días, una semana como máximo, hasta que podamos asegurarnos de que no corre ningún peligro». Brody se encogió de hombros como si todo este escenario no fuera gran cosa. «Está bien, si creen que es mejor. Cariño, ¿por qué no te ayudo a poner un poco de ropa en una bolsa y me despediré de ti en privado?». «No tenemos tiempo para eso. Podemos conseguirle algo de ropa y cualquier otra cosa que necesite una vez que la tengamos a salvo». Con una falsa sonrisa suplicante, Angie aprovechó la oportunidad para distanciarlos de los dos agentes, si es que eran incluso quienes decían ser. Todo lo que sabía era que Jimmy no los había enviado, ni tampoco su director. «Oh, por favor. Solo me tomará unos momentos poner algunas cosas en mi bolsa de lona. Me sentiría más cómoda con mis propias cosas. Y realmente quiero un minuto para despedirme de Brody. Seremos rápidos». Estaba a medio camino de la puerta de su dormitorio con su novio de turno, pero se detuvo y tomó su teléfono celular y su computadora portátil de su escritorio colocado contra la pared del comedor de su oficina improvisada. «Los meteré con mi ropa para poder trabajar mientras ustedes me mantienen a salvo». Ambos hombres parecían más que molestos, pero el agente Jackson asintió a regañadientes cuando los dos se dirigieron hacia su dormitorio. En el instante en que cruzaron el umbral, Brody la agarró por la cintura mientras cerraba la puerta detrás de ellos y dijo lo suficientemente alto como para que los oyeran: «Ven, muñeca, y dame un poco de azúcar. Te amo tanto. Te voy a echar de menos». Tan pronto como cerró, silenciosamente la arrastró hacia la puerta corrediza de su dormitorio, que también conducía a la terraza. Mantuvo su voz en un susurro: «Lo siento, Brody, pero estoy en un grave problema. Jimmy no los envió». Miró hacia el panel de control de la alarma junto a la puerta que conducía a la sala de estar, asegurándose de que no se activara la alarma cuando abriera la puerta deslizante. Su acento texano se había desvanecido, junto con el volumen de su voz, aunque todavía había un indicio del acento. «Creo que así lo entendí, querida». Miró hacia abajo y un poco de alivio se apoderó de su rostro cuando vio que ella tenía zapatillas de correr. «Tan pronto como abra la puerta, correremos por los patios traseros lejos de mi casa. Ojalá pudiéramos ir a buscar una de mis armas, pero tendríamos que pasar por tu sala de estar. Dirígete a la zona boscosa dos casas más abajo. Desde allí, pasaremos a la siguiente calle. ¿Lista?». Ella asintió con ansiedad, pero permaneció en silencio. «Todo estará bien». Silenciosamente deslizó la puerta para salir y cruzaron por el patio de la vecina de al lado, corriendo lo más rápido que pudieron… bueno, tan rápido como Angie pudo. Estaban casi en el segundo patio cuando escucharon a los agentes patear la puerta de su dormitorio y, cuando llegaron al bosque, escuchó a uno de ellos gritar: «¡Oigan! ¡Mierda!». Brody miró por encima del hombro, pero Angie seguía corriendo. Afortunadamente, a poca distancia el follaje más denso les proporcionó más cobertura. Los ocultaba a través de la vegetación y cuando llegaron al claro de otro patio trasero, escuchó a alguien atravesar la maleza detrás de ellos, seguido de más maldiciones. Aunque Brody se movía más rápido, ella lo instó a seguir. «Date prisa, los escucho». «Por aquí». Él tiró de su brazo y ella casi pierde su teléfono y su computadora portátil que todavía tenía agarrados. Rodearon la casa y cruzaron la calle en diagonal, pasando por otra vivienda, hacia un patio trasero que tenía una cerca de madera de cuatro pies que lo separaba del estacionamiento trasero de un pequeño centro comercial. Cuando se acercaron a la cerca, Brody la agarró por la cintura y casi la arrojó sobre ella, saltando la barrera él mismo un segundo después. Angie estaba sorprendida de haber aterrizado de pie y todavía tener sus dispositivos electrónicos en sus manos. Gracias a Dios que corría cinco kilómetros, cuatro veces a la semana, de lo contrario ya se habría desmayado. Tal como estaba, su pánico le hacía difícil recuperar el aliento. Brody le rodeó el brazo con la mano y echaron a correr de nuevo. Cuando rodearon el costado del edificio, ella tropezó, pero su agarre impidió que se cayera. Cuando llegaron a la acera, giró a la derecha y siguió corriendo mientras la arrastraba por tiendas y negocios. No tenía idea de si todavía los seguían y no se atrevió a mirar. Él, por otro lado, miró hacia atrás varias veces, pero no redujo la velocidad. Una cuadra más allá, giró y los empujó a través de la calle, hacia el estacionamiento de otro centro comercial. Se dio cuenta de que tenía un plan en mente y sus pensamientos se confirmaron cuando corrió hacia la puerta de un restaurante llamado Donovan’s. Vagamente recordó que Jenn trabajaba ahí y que el hermano de Jake era el dueño. Brody abrió la puerta y la arrastró al interior, reduciendo la velocidad pero sin detenerse mientras la apresuraba a lo largo de la barra y le gritaba al barman sorprendido. «Mike, llama a Ian. Dile ‘código rojo’. Si no lo consigues, llama a Jake o a Devon. Si dos tipos en traje vienen diciendo que son federales, llama al 911». Mike, quienquiera que fuera, aparentemente sabía de lo que estaba hablando Brody porque tiró el trapo que había estado usando para limpiar la barra y agarró el teléfono detrás de él. Brody seguía sin dejar de moverse, llevándola por un pasillo, más allá de los baños del bar y a una habitación marcada como ‘Privada’. La llevó a la oficina, cerró la puerta y echó el cerrojo. Finalmente, se detuvieron por completo y ella estaba jadeando por aire. La molestaba un poco que él ni siquiera respirara con dificultad, como si correr cuatro o cinco cuadras en zigzag fuera algo cotidiano, mientras alguien los perseguía. «¿Qué …? ¿Qué pasa si … vienen aquí?». Ella pronunció las palabras entre bocanadas de aire. Su corazón latía con fuerza en su cerebro, sus pulmones en llamas, y si los encontraban, no creía que pudiera dar un paso más. Brody le quitó el teléfono de la mano, abrió la parte posterior y arrancó la batería y la tarjeta SIM, metiendo todo en el bolsillo de sus pantalones deportivos. Se acercó a dos cajas fuertes que estaban atornilladas al suelo bajo el escritorio lleno de papeles. Colocó su dedo medio en el escáner de una de ellas, esperó tres segundos y la puerta se abrió. Metió la mano, sacó una pistola Sig Sauer de 9 mm enfundada, comprobó que el cargador estuviera lleno al máximo de balas con punta de latón y luego cerró la puerta de la caja fuerte. Enganchó el arma enfundada en la parte posterior de sus pantalones de chándal, lo que terminó tirándolos más hacia abajo en sus caderas por el gran peso de los mismos. Angie no le tenía miedo al arma, de hecho, se alegraba de que ahora tuviera una. «Obviamente has planeado situaciones como esta, ¿eh?». «Cuando empezamos Trident, el equipo ideó varios planes de emergencia. Nunca antes había tenido que usar uno de mi propia casa, pero me alegra saber que funcionan». Vio que ella miraba nerviosamente la puerta de la oficina. «Los perdimos hace un tiempo, así que estamos a salvo hasta que Ian llegue. Cuando lo haga, saldremos por la parte de atrás y nos subiremos a su auto». Miró hacia donde él señalaba y vio otra puerta que supuso conducía a un callejón o lote detrás de ellos. «Y, de todos modos, ¿por qué fuiste a mi casa?». No era raro que pasara por la mañana o por la noche, pero no a media tarde. «No me quejo, por supuesto». Hubo un golpe único y fuerte en la puerta por la que habían entrado, y Angie saltó, pero Brody levantó la mano para calmarla. La puerta no se abrió, pero escuchó una voz masculina que decía: «Ian está a seis minutos de distancia. Tocará la bocina dos veces. Parece estar todo despejado al frente». Brody respondió con un solo golpe en la puerta de madera antes de darse la vuelta para mirarla de nuevo. «Estuve trabajando hasta tarde anoche, así que hoy me tomé el día libre. Me dirigía a correr cuando vi el extraño auto en el camino de tu entrada con placas del gobierno. Fui a ver cómo estabas, no quería interrumpirte si no me necesitabas. Pero cuando vi tu cara, supe que algo no estaba bien. Por cierto, lo hiciste fenomenal. Mantuviste la calma, me ayudaste a descubrir que algo andaba mal y actuaste como una profesional. ¿Alguna vez pensaste en convertirte en actriz?». Ella no le respondió. Algo en lo que había dicho la hizo pensar que no estaba siendo cien por ciento sincero con ella, pero en este punto no importaba. Necesitaba su ayuda y la de Ian para llegar a la unidad de almacenamiento donde se guardaba un vehículo de emergencia, dinero, identificaciones falsas y dos bolsas llenas de ropa y otras necesidades. Después de eso, podría salir de la ciudad y seguir las órdenes que Jimmy le había aleccionado a lo largo de los años. El primer día de cada mes, conducía por Tampa en carreteras menos transitadas sin un patrón establecido. Una vez que estaba segura de que no la estaban siguiendo, se dirigía a la unidad de almacenamiento alquilada con un nombre ficticio y verificaba todo. Con la puerta de la unidad exterior abierta, pondría en marcha el motor mejorado del viejo Chevy Nova y lo dejaría funcionar durante unos minutos para asegurarse de que las baterías permanecieran cargadas. Luego, lo apagaba de nuevo y volvía a cerrar la unidad hasta el primero del mes siguiente, cuando volvía a hacer toda la rutina. Cada seis meses sacaba el coche y lo llevaba a un cambio de aceite y a afinación. Siempre había pensado que todo el proceso era demasiado a la James Bond, pero ahora estaba agradecida de haber seguido las instrucciones de Jimmy al pie de la letra. «¿Cómo supiste que no eran quienes decían ser y que tu amigo no los había enviado?». «No conocían la contraseña». Cuando él no dijo nada, ella explicó: «Hace años, en caso de que alguna vez su tapadera fuera descubierta, Jimmy preparó un plan de escape para mí. Si los hubiera enviado, habrían dicho cierta contraseña que solo nosotros dos y su director conocemos. No la dijeron, así que ni Jimmy ni su director los habían enviado. Ahora tengo que ir a mi escondite de emergencia y salir de la ciudad hasta que él se comunique conmigo». Brody asintió, pero no dijo nada y ella se preguntó qué estaría pensando sobre todo esto. No se arrepentía de haberla ido a ver, y si no lo hubiera hecho, ella no hubiera tenido idea de cómo poder escapar de los hombres. De repente recordó algo que mencionó. «¿Dijiste que las placas del auto eran placas del gobierno? ¿Eso significa que realmente eran de la DEA?». Asintió de nuevo. «Sí, las placas fueron emitidas por el gobierno, pero no sabré de qué agencia y de qué ciudad hasta que las revise en mi computadora. Si son agentes reales, entonces tu amigo tiene problemas aún mayores. Tiene traidores dentro de su departamento». Angie jadeó, sus ojos se agrandaron y empezó a temblar. «Oh, mierda, no pensé en eso. ¿Y si le pasa algo? ¿Qué pasa si no puede ponerse en contacto conmigo?». La mataría si algo le sucedía a Jimmy. La jaló a sus brazos y abrazó a su vecina. «Tranquila, cariño. Una cosa a la vez. Primero te llevaremos a un lugar seguro y luego lo localizaremos». CAPÍTULO DOCE
I AN CONDUCÍA COMO UN LOCO CON COCAÍNA . H ABÍA CORRIDO A
su coche y acababa de arrancar el motor cuando Mike lo llamó y le dijo que tenían una emergencia: Brody estaba en la oficina del restaurante con una mujer rubia que Mike no conocía. Pero Ian supo al instante quién era y agradeció a las estrellas de arriba por su compañero de equipo. No imaginaba cómo ‘Cabeza de Huevo’ se había enterado de que Angie estaba en peligro, pero estaba agradecido de que el friki la tuviera escondida. Menos de dos minutos antes de la llamada de Mike, había entrado otra llamada. La pantalla decía ‘Desconocido’, que era común en su negocio con todos sus contactos que preferían permanecer en el anonimato. Arrojó el bolígrafo que había estado usando para hacer la contabilidad mensual, tomó su celular y contestó. «Sawyer». «La ‘Pata Daisy’ está en problemas. Sáquenla de allí». La línea se cortó y él saltó de su silla, agarró su arma y echó a correr. Athos era quien llamaba y la estúpida frase de contraseña significaba que Angie estaba en peligro. El corazón de Ian latía fuera de su pecho cuando saltó a su auto. Entonces Mike llamó e Ian casi no contesta su teléfono. Menos mal que lo hizo. Se detuvo detrás de Donovan’s y tocó el claxon dos veces, desesperado por ver a su ángel y asegurarse de que ella estuviera ilesa. La puerta trasera del bar se abrió cuando presionó el pestillo de la manija de la puerta junto a él. Brody se apresuró a llevar a Angie hacia la camioneta y casi la aventó al asiento trasero antes de lanzarse detrás de ella. «Manténganse abajo». No necesitó decir las palabras porque su compañero de equipo conocía la rutina y pronto tuvo a Angie tendida en todo el asiento trasero cubierta con su propio cuerpo. Sin mirar atrás, Ian pisó el acelerador, sacándolos de allí lo más rápido que pudo. Quince minutos más tarde, Brody le había puesto al corriente de lo sucedido y estaban casi en la pista de aterrizaje privada donde se guardaba el pequeño avión de Trident. Cuando finalmente sintió que era seguro, les dijo a los dos que podían levantarse y luego miró por el espejo retrovisor para demostrarse a sí mismo que Angie estaba viva y bien. La confusión de ella era evidente mientras giraba la cabeza buscando algún punto de referencia familiar. «¿Dónde estamos? Necesito que me lleves a mi unidad de almacenamiento de emergencia para poder salir de la ciudad». Al entrar en el diminuto aeropuerto abandonado, no le respondió hasta después de que se metió en un hangar y la puerta enrollable cayó detrás de ellos gracias a Jake, a quien había llamado de camino a Donovan’s. Jake, a su vez, se puso en contacto con su piloto, un capitán retirado de la Fuerza Aérea a quien tenían contratado, así también a un contacto que estaría esperándolos en su destino con un vehículo para ellos. Estacionó el auto, saltó, abrió la puerta del pasajero trasero y sacó a Angie en brazos. No se había dado cuenta de que la estaba aplastando hasta que ella le dijo que no podía respirar y él la soltó de mala gana. «Ian, ¿qué está pasando? ¿Por qué estamos aquí? Necesito recoger mis cosas y salir de Tampa». «Lo sé, Ángel, pero tus planes han cambiado». No necesitaba mirar para saber que Brody estaba preparando el avión, para que pudieran despegar tan pronto como su piloto, Conrad Chapman, conocido como CC, llegara e hiciera la lista de verificación previa al vuelo de último minuto. Jake estaba afuera asegurándose de que nadie se les acercara sigilosamente. Ian estaba seguro de que no los habían seguido, pero tenía que comprobar que los hombres que la habían visitado en su casa, de alguna manera, le hubieran instalado algún dispositivo de rastreo. Abrió el maletero, recuperó un escáner y lo pasó por todo su cuerpo hasta que estuvo satisfecho de que estaba limpia. El escáner había sonado cuando llegó a su zapatilla, pero un código de frecuencia específico mostró que era uno de los rastreadores Trident que Boomer había escondido en sus zapatos. Haría que Brody revisara su computadora portátil antes de que se fueran, pero su teléfono, si lo tenía, lo dejaría en el vehículo. Ella estaba desconcertada y comenzó a entrar en pánico. «¿De qué estás hablando? ¿Qué estás haciendo? ¡Tengo que salir de aquí!». Respiró hondo y soltó: «Goofy está enamorado de Minnie Mouse». Mierda, se sentía jodidamente ridículo al decir eso. ¿Qué pasaba con Athos y sus extrañas contraseñas de Disney? «¿Qué dijiste?». Sus dedos cubrieron su boca, mientras lo miraba fijamente en estado de shock y dio un paso hacia atrás. Se alejó de él, maldita sea. Era obvio que ella lo había escuchado, así que no se molestó en repetirlo. «Athos temía que algo pudiera salir mal en su misión, así que nos pidió que te vigiláramos y te lleváramos a un lugar seguro si algo sucedía». La traición que vio en sus ojos fue más de lo que podía soportar. «¿Él qué?». Su voz era aguda, lastimando sus oídos, pero sabía que se lo merecía. «Has estado … ¿Qué? ¿Cuidando de mí? No sé con quién estoy más enojada, con Jimmy o contigo. ¿Es por eso que me invitaste a salir y porque has estado pasando tanto tiempo conmigo? ¿Jimmy te pidió que lo hicieras? ¡Oh Dios! ¿Es por eso que Brody estaba tan interesado en mi vida y me vigilaba todo el tiempo? ¿Porque quería que fuéramos amigos?». «Sí, él te estaba vigilando para asegurarse de que estuvieras a salvo, pero hacerse tu amigo, tan solo era Brody siendo Brody». Él ignoró su grito ahogado de indignada incredulidad cuando la puerta lateral del hangar se abrió y CC pasó a toda velocidad junto a ellos en su camino hacia el avión, sin molestarse en cordialidades. El hombre sabía que esto era urgente y actuaba en consecuencia. Ian mantuvo sus ojos en los horrorizados de Angie y esperó hasta que el piloto estuvo fuera del alcance del oído de nuevo. «Y no, no es por eso que te invité a salir. Te lo pedí porque ya no podía luchar más contra mi atracción hacia ti, y tenía muchas ganas de conocerte mejor. Si crees en algo ‘Ángel’, cree en esto. Lo que pasó entre nosotros ha sido cien por ciento real». Sacudió la cabeza con sospecha y dio otro paso atrás. Apretó los dientes porque no tenían tiempo para esto. «Explicaré todo en el avión, pero tenemos que partir y alejarnos de la gente que te persigue». «¿Por qué debería confiar en ti?». La pregunta lo golpeó de lleno en el pecho y casi le quitó el aire de los pulmones. Fue difícil recuperar la compostura, pero de alguna manera lo logró. «Tres razones. Uno: Athos confiaba en mí para cuidarte. Dos: conocía la contraseña y solo hay una persona que podría haberme dicho esa estupidez… una persona en la que confías más que nadie en el mundo». Joder, le mataba decir eso, pero era cierto. No habían llegado al punto en su relación en el que ella confiara en él al cien por ciento y al respecto, él acababa de dar tres pasos enormes hacia atrás. «Y tres, porque me importas. Eres mi sumisa y es mi responsabilidad mantenerte a salvo». Él alcanzó su brazo, pero ella se apartó de él y gruñó: «No me toques. Te juro Ian que, si me tocas ahora mismo, te arrancaré los ojos. Y no soy tu sumisa. Ya no». ¡Mierda! Por mucho que quisiera demostrarle que estaba equivocada, ahora no era el momento. Se mordió la lengua y señaló el avión. «Bien, de acuerdo. Si no quieres que te toque, sube al maldito avión. Cuanto más tiempo estemos aquí, mayor será la posibilidad de que quienquiera que esté detrás de ti nos localice». Contó hasta tres, y ella aún no había pasado de cruzarse de brazos sobre sus pechos mientras lo miraba mal. Athos tenía razón: era terca cuando estaba enojada. Dando un paso adelante, le dio una última advertencia, con su más profunda y firme voz de Dominante. «’Ángel’, si no subes al maldito avión, te arrojaré sobre mi hombro, te llevaré y te ataré a un maldito asiento. Y una vez que estemos a salvo en el aire, te daré una paliza en el trasero hasta que se me caiga la mano y no podrás sentarte durante una semana». Tan enojada como estaba, obviamente reconoció la amenaza muy real, así como también la preocupación en su voz. A pesar de que él le había mentido, todos le habían mentido, tenía que saber que él la mantendría a salvo hasta que pudieran localizar a Jimmy. Después de que le aseguraran de que su mejor amigo estaba bien, probablemente les patearía el trasero a ambos… y tal vez también a Brody. Lanzó sus manos al aire. «¡Está bien! Iré contigo, pero no me toques y no me hables a menos que sea absolutamente necesario. Y quiero saber todo lo que está pasando. Nada de mantenerme en la oscuridad como una violeta encogida y que no puede cuidarse sola, porque no lo toleraré». Sin darle la oportunidad de responder, se dio la vuelta, agarró su computadora portátil de donde estaba en el asiento trasero y se dirigió hacia las escaleras que conducían a la cabina interior del pequeño jet. Miró a Brody, que estaba esperando al pie de las escaleras, cuando él tomó su computadora. Ella no le respondió cuando le dijo que tenía que comprobar si tenía dispositivos de rastreo. En cambio, se cruzó de brazos de nuevo y esperó mientras él la examinaba y luego asintió con la cabeza a Ian de que todo estaba bien por el momento. El friki no la encendería hasta que llegaran a la casa de seguridad donde podría codificar cualquier señal que la computadora pudiera enviar y que pudiera usarse para encontrar su ubicación. Ian hubiera preferido dejarla atrás, pero sabía que todo su trabajo estaba en eso, así que hizo una pequeña concesión. Sin decir una palabra a nadie, Angie tomó su computadora portátil y subió con fuerza las escaleras, desapareciendo en la cabina. Jake escuchó los motores del avión arrancar y se acercó a Ian, que todavía estaba de pie junto a su camioneta, tratando de controlar sus emociones. Devon e Ian habían puesto al corriente al resto del equipo después de que Athos dejara la oficina ese día. «Dev, Boomer y Marco se dirigen a casa de Angie para ver si pueden encontrar huellas o algo que los agentes pudieran haber dejado. Revisarán las grabaciones de vigilancia para obtener imágenes fijas para que Brody las envíe a través de su software de reconocimiento facial. Dev también está pidiendo refuerzos para el complejo y para vigilar a Jenn y a Kristen. Asignará a alguien para que ocupen las casas de Angie y Brody. Si los agentes no son estúpidos, sin mucho esfuerzo podrán relacionar a ‘Cabeza de Huevo’ con Trident. Una vez que sepamos qué está pasando con Athos, y el complejo esté seguro, Boomer y Marco estarán listos para lo que sea que los necesitemos. Dev se quedará y mantendrá el fuerte». Ian asintió. Su equipo sabía lo que tenían que hacer y confiaba en que lo harían. Brody se acercó a ellos y le entregó el teléfono desmontado de Angie a Ian, quien lo lanzó por la puerta trasera abierta de su vehículo antes de cerrarla de golpe. Sabiamente, ninguno de los dos le dijo nada más a su jefe, que estaba más allá de enojado y aterrorizado de que la vida de Angie estuviera en peligro. Nunca debería haber aceptado ocultarle las medidas de protección. Ahora era demasiado tarde, así que lo mejor que podía hacer era protegerla con su propia vida y tratar de recuperar su confianza. Se preocuparía por todo lo demás más tarde. Tanto si quería admitirlo como si no, él seguía siendo su Dominante y ella seguía siendo su sumisa. Tenían un contrato firmado y él iba a obligarla a cumplirlo todo el tiempo que pudiera. Solo rezaba para que ella no decidiera abandonarlo por esto. No estaba listo para dejarla ir todavía, y Dios lo ayudara, no estaba seguro de que alguna vez lo estuviera. Brody abordó el avión con Ian siguiéndolo, y subió las escaleras mientras Jake levantaba la puerta del hangar. Después de que el avión salió al aire libre, la puerta superior se cerró y Brody bajó las escaleras para que subiera su compañero de equipo. Menos de cinco minutos después, estaban en el aire e Ian dejó escapar un suspiro de alivio. Por ahora, su ángel estaba a salvo y planeaba mantenerla así. CAPÍTULO TRECE
H ABÍAN ESTADO EN EL AIRE DURANTE MÁS DE MEDIA HORA ,
pero la ira de Angie aún estaba a punto de hervir, y aún no había hablado con Ian o sus compañeros de equipo. Sentada en uno de los asientos de lujo en la primera de las dos filas de cuatro asientos, dos de cada lado, había colocado su computadora portátil en el único asiento entre ella y el pasillo, en un acto descarado que les decía a los demás que no intentaran acercarse a ella. Por mucho que quisiera respuestas, no creía que pudiera enfrentarlas todavía sin querer arrojar algo a cualquiera de ellos, especialmente a Ian. Los tres estaban detrás de ella en algún lugar y ella estaba tan enojada cuando subió a bordo que el resto del interior del pequeño jet era un borrón para ella. Ahora, mientras miraba por la ventana a nada más que a las nubes, repasó las últimas semanas una y otra vez en su cabeza. Una de las cosas que más se destacó en su mente fue que había estado tan absorta en su trabajo y en su tiempo con Ian que apenas había pensado en Jimmy. Por primera vez desde que eran adolescentes, sus pensamientos y preocupaciones sobre su mejor amigo habían pasado a un segundo plano frente a otra persona. Eso nunca le había pasado con ninguno de los otros hombres con los que había salido a lo largo de los años. Y maldita sea, los dos imbéciles la habían mantenido en la oscuridad sobre algo que les preocupaba; algo que debería haber sabido desde el principio. Sabía que a lo largo de los años Jimmy la había protegido lo mejor que podía del mundo que estaba decidido a limpiar, un narcotraficante de mierda a la vez, pero aun así la sacaba de quicio. Se asomó cuando vio a alguien por el rabillo del ojo tomar asiento al otro lado del pasillo. Era Jake, luciendo cómodo con un par de jeans, camisa azul marino y botas negras con suela de goma. Por ahora, Brody e Ian sabiamente se mantenían alejados de ella. De todos los compañeros de equipo de Ian, Jake era al que menos conocía. Era el más tranquilo de los seis hombres, pero todavía tenía esa imponente presencia de un macho dominante. Estudió su perfil. Su mandíbula cincelada, sus pómulos altos y sus largas pestañas la hacían anhelar tener a su mano su bloc de dibujo. Durante las últimas semanas había realizado varios bocetos a lápiz de Ian, y algunos de Jenn y Beau, pero estaba ansiosa por capturar la dureza y la tristeza que veía en el rostro de Jake. Él volteó y la atrapó mirándolo y le dio una pequeña sonrisa. «¿Qué piensas?». Dejó escapar un bufido poco femenino. «No tienes ni idea». Se encogió de hombros y le contestó: «Ponme a prueba. Puede que no sea tan hablador como Marco cuando consuelo a un sumiso, pero soy un buen oyente». «No soy una sumisa», escupió. «Ya no. Y no necesito consuelo, gracias». Su ceja izquierda se elevó cuando le lanzó una mirada de ‘sí, claro, piénsalo de nuevo’, que la irritó porque podía adivinar lo que estaba a punto de decir. «No puedes encenderlo y apagarlo como un interruptor, Angie. Puedes intentarlo, pero terminarás siendo miserable. El hecho de que estés colérica no significa que tu cuerpo deje de desear lo que has experimentado durante las últimas semanas. Era una parte de ti que no sabías que existía, y ahora que lo sabes, nunca volverás a ser como eras antes, sin arrepentirte». Sabía que tenía razón, pero aún sin querer admitirlo, se volvió y miró por la ventana de nuevo. Jake podría trabajar para Trident, pero él no había hecho nada para ser el destinatario de su ira, y no quería desquitarse con él. Pero Ian, Brody e incluso Boomer eran una historia diferente, así también su mejor amigo. Escuchó a Jake ponerse de pie y esperaba que volviera a donde había estado sentado antes, pero él tomó su computadora portátil, la dejó en el asiento que acababa de dejar libre y se sentó a su lado. «Háblame. No tiene que ser sobre cosas de D/s, ni nada que ver con el ‘Jefe’, ya que él es un tema delicado contigo en este momento. Debes tener mil preguntas sobre lo que sucedió hoy y, aunque todavía no tengo todos los hechos, responderé lo que pueda». Angie se movió en su asiento, apoyó su espalda en la ventana y estudió al hombre. En sus ojos, ella vio la misma compasión y comprensión que había visto en los de Marco cuando se quedó con ella durante sus azotes públicos. El pensamiento de esa noche y cómo había gritado su liberación para que todos la oyeran hizo que sus mejillas se calentaran. Se obligó a pensar en otra cosa, sin querer que él supiera a dónde iba su mente y cómo esos pensamientos aún hacían que su cuerpo hormigueara. «¿A dónde vamos? Empecemos por ahí». «Muy justo. En poco más de una hora aterrizaremos en Spartanburg, Carolina del Sur. Desde allí, aproximadamente será otra hora y media en automóvil hasta la casa de seguridad en Maggie Valley, Carolina del Norte». «¿Casa de seguridad? ¿De quién?». ¿Hoy en día todos tenían una casa de seguridad? Jake asintió y asumió una posición más cómoda ya que ella estaba haciendo preguntas. «Pertenece a Ian y Devon, pero llevaría mucho tiempo rastrearla ya que la propiedad está enterrada bajo un montón de negocios no relacionados y nombres falsos. Ian y su padre encontraron el lugar cuando se unió por primera vez a los SEAL. Uno de los más veteranos le dijo que si tenía la oportunidad, debía encontrar un lugar donde nadie pudiera localizarlo. A lo largo de los años, por una u otra razón, con todos los terroristas, los cárteles de la droga y la escoria del planeta con los que nos hemos enfrentado, no es paranoia pensar que todos tenemos un precio por nuestras cabezas. Pero tenemos suerte de que la mayoría de ellos tenga mejores intereses en lugar de buscar nuestras identidades y hogares. Y es por eso que Ian y Dev invirtieron tanto en la seguridad del complejo. En cuanto a la casa de seguridad, a lo largo de los años la hemos usado varias veces, pero no siempre para emergencias. Está en las montañas y en ocasiones, es un gran lugar para escaparse. Pero siempre tomamos precauciones si vamos allí y nuestro plan de vuelo indica que vamos a Myrtle Beach en Carolina del Sur. Hay aeropuertos más cercanos a Maggie Valley, pero de esta manera es más difícil para alguien rastrear nuestros movimientos». Angie estaba un poco aturdida. Sabía que lo que hacían los hombres de Trident a veces podía ser peligroso, pero tener una recompensa por sus cabezas era algo que solo pensaba que sucedía en el Viejo y Salvaje Oeste, o con los criminales de la lista de los Más Buscados del FBI. «¿Cuánto tiempo tengo que quedarme allí?». «Hasta que tengamos noticias de tu amigo y averigüemos cómo poner fin a la amenaza en tu contra. No quiero asustarte, pero dijiste que querías estar informada. No sé si los hombres de tu casa eran agentes reales, pero lo averiguaremos cuando lleguemos a la casa de seguridad. Por lo que pudimos averiguar, iban a secuestrarte y a usarte contra Athos para sacarle información». Hizo una mueca y agregó: «Y probablemente como venganza por estar de infiltrado en el cartel de la droga». La mirada que él le dirigió decía el resto: había una muy buena posibilidad de que ni Jimmy ni ella sobrevivieran si el cartel los atrapaba. A pesar de su miedo, una pizca de esperanza que no sabía que faltaba comenzó a llenarla. «Entonces, ¿eso significa que Jimmy todavía está vivo? Si me quieren, eso debe significar que no lo tienen a él». La inclinación de la cabeza de Jake no fue del todo reconfortante. «Hasta hace poco, seguía vivo y asumimos que no había sido capturado porque se comunicó con Ian para informarnos que algo andaba mal y que te sacáramos de Tampa. El ‘Jefe’ recibió la llamada justo antes de que mi hermano lo llamara desde el bar. Si puede, Athos estará en camino para reunirse con nosotros en Carolina del Norte». «Ese tipo era tu hermano, ¿Mike?». Solo había vislumbrado al hombre y no había notado ningún parecido, pero Jake asintió. «Entonces, ¿qué pasa ahora?». «Esperamos hasta que tu amigo se comunique con nosotros y lo ayudaremos cuando lo haga. Mientras tanto, te mantendremos a salvo y trataremos de averiguar quién está detrás de ti. Y lo eliminaremos». Su estómago dio un vuelco por lo letal que sonaban esas últimas tres palabras. «¿Eliminarlo? ¿Cómo?». Los ojos de Jake se endurecieron y se clavaron en los de ella. «Eliminaremos las amenazas y nos aseguraremos de que nunca más te persigan». «¿Matarían a alguien por mí?». Había una combinación de incredulidad y asombro en su voz, y estaba segura de que la expresión de su rostro coincidía con ella. «¿Por qué?». «En un abrir y cerrar de ojos, Angie. Porque es la forma en que los hombres como nosotros estamos conectados. Protegemos las vidas inocentes a toda costa. No es como si tuviéramos un deseo de morir o algo así, pero si nos matan protegiendo o salvando a alguien más, nos aseguramos de luchar hasta el final para darles la mejor oportunidad de sobrevivir. Te guste o no, si se trata de salvarte a ti y no a mí, recuerda que quiero un velatorio tradicional irlandés, con gaitas». Angie tragó con fuerza. Había dicho la última parte con una sonrisa burlona, pero ella sabía que hablaba en serio. Vio la convicción en sus ojos y supo que no estaba mintiendo al decir que daría su vida por la de ella. Lo haría sin dudarlo ni un momento. Se dio cuenta de lo que le había hecho anhelar dibujar su rostro antes. Jake Donovan le recordaba mucho a Jimmy Andrews después de convertirse en Jimmy Athos. Se preguntó qué le había sucedido al amigo de Ian para poner la misma dureza y sensación de pérdida en los hermosos pero atormentados ojos verdes del hombre. Ella sabía lo que quería decir con ‘eliminar’, antes de que él lo confirmara, y no estaba segura de cómo se sentía al respecto. El equipo podría tener que matar gente para mantenerla a salvo, y odiaba el hecho de que tuvieran sangre en las manos por su culpa. No era ingenua al pensar que Ian, Jake y los demás nunca habían matado a nadie antes. Eran ex SEAL de la Marina en una era en la que los terroristas de todo el mundo estaban más que amenazando el estilo de vida estadounidense, así como las vidas de sus ciudadanos. Habían estado en combate, viendo y haciendo cosas que la mayoría de la gente nunca había imaginado, pero ahora, no matarían a nadie en todo Estados Unidos. En cambio, estarían matando a alguien por el bien de una persona: de ella, de Angelina Beckett, una diseñadora gráfica de Tampa, Florida, que no reconocería a un terrorista o al miembro de un cartel de la droga si se tropezara con ellos. Con ese conocimiento, dejó de hacer preguntas por el momento y se volvió hacia la ventana. Después de unos momentos, sintió que Jake se levantaba y regresaba al área detrás de ella, dejándola sola en sus pensamientos.
IAN ESTABA listo para escupir uñas mientras veía a su
compañero de equipo hablar con Angie. Unos minutos antes, había estado a punto de irrumpir en la parte delantera del avión y obligarla a escucharlo, pero Jake lo había detenido. No necesitaba su frustración en ese momento y eso solo la alejaría más de él. Necesitaba controlar sus emociones antes de hablar con ella. Entonces, en lugar de hacerlo él mismo y arruinar las cosas aún más, de mala gana permitió que su amigo hablara con la mujer obstinada y enojada y calmara sus plumas erizadas. Si Athos seguía vivo, debería estar de camino a Carolina del Sur a la ubicación acordada. Cuando llegara, se pondría en contacto con Ian, quien luego enviaría a sus compañeros de equipo para recuperar al agente y llevarlo a través de la frontera estatal a la casa de seguridad, después de asegurarse de que no fueran seguidos o rastreados. Una vez que supieran quién, qué, dónde, cuándo y cómo, ayudarían a Athos de cualquier forma que pudieran mientras mantenían a Angie a salvo. Mientras Jake hablaba con Angie, Ian se sentó en el área central del avión que estaba configurado como una sala de estar, con sofás, sillones reclinables y mesas, todo atornillado al piso. Miraba por la ventana a la nada, pensando en lo rápido que la hermosa sumisa se había metido debajo de su piel, un hecho que le preocupaba. Habían caído en una cómoda rutina desde su primera escena pública en el club el viernes pasado. La había llevado de regreso a su casa después de que se recuperó del subespacio que había alcanzado por su orgasmo y la había follado varias veces hasta el amanecer, dejándolos a ambos felices y saciados. Cada mañana ella se iba a casa, solo para volver con él cada tarde y pasar la noche. Habían regresado al club el sábado por la noche, y nuevamente el domingo por la noche, participando en otra escena pública, así como en una privada en la sala temática de la oficina, donde ella fingía ser su secretaria traviesa. La había follado de todas las formas en que podía pensar, utilizando el escritorio y la silla para colocarla como él quería, e incluso la había sentado encima de un archivador alto para poder comer su dulce coño mientras él se mantenía en pie. Le encantaba la forma en que ella abrazaba su lado travieso y, a menudo su mente divagaba durante el día, pensando en diferentes escenarios para que jugaran más tarde. El club cerraba los lunes y martes, por lo que esas dos noches habían preparado la cena en su cocina, se habían acurrucado en el sofá y terminaron dándose placer el uno al otro de diversas maneras. La mujer era tan insaciable como él y más aventurera de lo que esperaba. Le había dado varias piezas de lencería que había elegido en la tienda del club, y le había dicho que debía usarlas y nada más mientras estuvieran solos en su casa. Angie lucía la lencería de una manera que rivalizaba con cualquier modelo de Victoria’s Secrets. Si él se salía con la suya, ella no llevaría nada, excepto los sexy retazos de tela las veinticuatro horas del día. Incluso había adquirido el hábito de cerrar con llave la puerta de entrada para asegurarse de que Jenn no volviera a entrar por accidente. Vio como Jake se levantó y caminó hacia la sala de estar, para tomar su asiento anterior, en el sofá entre los dos sillones reclinables que Ian y Brody habían ocupado durante todo el vuelo. ‘Cabeza de Huevo’ estaba tomando una breve siesta ya que no había mucho que hacer mientras estaban en el aire y no había tenido tiempo de agarrar una de sus propias computadoras portátiles. Cuando llegaran a la casa de seguridad, él tendría una instalación más pequeña, pero similar a la sala de guerra en Trident. A partir de ahí, haría lo que mejor sabía hacer y les proporcionaría la mayor cantidad de información sobre quién estaba detrás de Angie. Ian miró a Jake. «¿Sigue queriendo mi verga en una jaula para pollas?». «Si yo fuera tú, me mantendría fuera de su alcance por un tiempo. Tus pelotas también». Se rió entre dientes cuando su jefe hizo una mueca y cruzó las piernas en una respuesta automática que la mayoría de los hombres tenían ante la idea de que sus órganos reproductivos fueran torturados. «No te preocupes. Le di algunas cosas en qué pensar. Está preocupada por Athos, pero creo que también está preocupada por ti y el resto de nosotros». Confundido, Ian inclinó la cabeza. «¿Por mí? ¿Por nosotros? ¿Por qué?». Jake se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en las rodillas. «Puede que sea sumisa, Ian, pero está lejos de ser ingenua. Angie sabe que existe la posibilidad de que ella, Athos o cualquiera de nosotros terminemos a dos metros de profundidad para cuando todo esto se desarrolle. A pesar de que su amigo fue quien trajo esto a su puerta, no importa cuán involuntario y cuánto haya intentado de evitar, ella sabe que haremos todo lo que sea necesario para protegerla. Si alguno de nosotros tiene que matar a alguien, lo cual es una posibilidad cercana al cien por ciento, creo que lo va a pasar mal. Y Dios no quiera que uno de nosotros esté atrapado en un fuego cruzado… ella se sentirá responsable pase lo que pase». Tomando un momento para pensar en las cosas desde el punto de vista de Angie, Ian supo que su compañero de equipo tenía razón. Ella no era parte de su mundo donde matar a alguien, aunque nunca se tomaba a la ligera, era algo que no se dudaba en hacer si fuera necesario para proteger a sus compañeros de equipo, su familia, personas inocentes y la mujer que amaba. ¡Oh, carajo! No solo pensaba eso. Su estómago tocó fondo y no podía culpar a las turbulencias ya que no las había. No podía estar enamorado de ella… no podría permitírselo. Enamorarse de una mujer solo provocaba dolor en el corazón, e Ian se negaba a volver a pasar por eso. ¡Mierda! Arrastró su mano por su rostro con frustración y obligó a los pensamientos de amor no deseado a ocupar un espacio en el fondo de su mente. Se ocuparía de eso más tarde. CAPÍTULO CATORCE
A NGIE AÚN NO HABÍA DIRIGIDO A NADIE NI UNA SOLA PALABRA ,
excepto a Jake y no más allá de las necesarias de ‘sí’ o ‘no’ a sus preguntas. Habían aterrizado en Spartanburg y los esperaba una camioneta negra con vidrios polarizados y placas de matrícula que no podía rastrearse a ninguno de ellos. Su piloto, CC, recibió instrucciones de ir a la habitación de un motel cercano y descansar un poco hasta que averiguaran dónde lo necesitarían para volar más tarde. Lo más probable es que regresara a Tampa para recoger y regresar con Marco y Boomer, pero por ahora, Ian lo quería disponible en caso de que sus planes cambiaran. De camino a Maggie Valley, se detuvieron en un Walmart para recoger algo de comida y suministros, además de algo de ropa para Angie. Si bien el equipo tenía entre otras cosas, ropa de repuesto en la casa de seguridad, ella solo tenía lo que llevaba puesto. Mientras Brody esperaba en el vehículo, Jake e Ian entraron en la tienda cuidando de Angie. Primero, llegaron a la sección de mujeres y, ante la insistencia de Ian, ella agarró dos pares de pantalones deportivos, jeans y algunas camisetas. Encontró otro par de zapatillas que eran más apropiadas para correr que las simples Keds que calzaba. En los pasillos de ropa íntima, rápidamente eligió unos calcetines, un paquete de bragas blancas de Hanes y dos sujetadores deportivos. Se quedó boquiabierta y puso las manos en sus caderas cuando Ian regresó al estante el paquete de seis bragas y eligió varios pares de tangas de encaje con sujetadores a juego. Mientras Jake se alejaba para ocultar su risa, Ian se cruzó de brazos, sonrió y miró a Angie, instándola a desafiarlo. Afortunadamente, ella no se iba a poner a discutir con él en medio del supermercado. Cuando se dio la vuelta y se dirigió hacia la sección de salud y belleza en busca de artículos de tocador, él y Jake la siguieron con el carrito. A pesar de que estaban huyendo de los malos, Ian decidió presionar un poco más los botones de su ángel. No podía evitarlo, era el Dom que llevaba dentro. Mientras ella pasaba por los estantes de bienestar sexual en el pasillo siguiente buscando un cepillo de dientes, él tomó una caja de condones y la arrojó al carrito. Como esperaba, ella gruñó y agarró la caja con la intención de volver a ponerla en el estante. Antes de que ella tuviera la oportunidad de hacerlo, él la agarró de la muñeca con suavidad, pero con firmeza, le quitó el paquete de la mano y lo volvió a colocar intencionalmente en el carrito. Y, para conmocionarla un poco más, agarró una segunda caja y la arrojó junto con la primera. Sus ojos verdes brillaban de ira. Abrió y cerró la boca dos veces antes de regresar alterada para continuar con sus compras. Cuando terminaron en los pasillos de comida, Ian pagó en efectivo por las compras. En su pánico por apresurarse a salir de su oficina para llegar a ella, no había podido agarrar una de sus identidades falsas con las tarjetas de crédito que la acompañaban. Si bien todo el equipo tenía identificaciones de alias de respaldo y tarjetas de crédito en la casa de seguridad, por ahora usaría efectivo para que no los pudieran rastrear a través de las compras. Menos de media hora después de que entraron en la tienda, salían con un carrito lleno de bolsas. Brody los estaba esperando en el carril de incendios, y después de asegurar a Angie en el asiento de pasajeros, Ian y Jake rápidamente llenaron el maletero trasero con sus provisiones. En la sección de delicatessen, habían seleccionado varios sándwiches ya preparados y luego agregaron algunas papas fritas y refrescos de las opciones disponibles en las cajas registradoras. No era la mejor comida del mundo, pero todo el mundo tenía hambre y estaban lejos de ser exigentes en ese momento. Comieron en silencio, mientras Brody los conducía a su destino final. Durante el resto del viaje, Ian se sentó junto a Angie en el asiento trasero y trató de hacer caso omiso al hecho de que ella lo estaba ignorando. No podía esperar llegar a la casa para tener una conversación que sus compañeros de equipo no escucharan. Aunque, sabía que ella no iba a hablar con él sin gritar. Esperaba que, en alguna excursión pasada de fin de semana, alguien hubiera dejado una mordaza y ataduras en la casa. Nunca antes, Ian había llevado a una mujer al lugar, pero algunos miembros de su equipo sí lo habían hecho, principalmente Boomer, Brody y Marco. Antes de salir de Tampa, los tres hombres dejaron sus teléfonos móviles en el vehículo de Ian. Ian tenía un teléfono desechable en su maletero junto con otro equipo. Athos sabía que, si Ian no respondía a su celular, debía contactar a Devon para obtener el número del teléfono desechable. De esta manera, no podrían ser rastreados y Athos aún podría contactarlos. Cuando llegaron a la frontera del pueblo de Maggie Valley, Ian envió un mensaje a su hermano, confirmándole que habían llegado sanos y salvos. Unos minutos más tarde, Brody dobló por la carretera de montaña que conducía a la casa de seguridad y, tres kilómetros más adelante, se detuvo en el camino de grava. Ian miró a Angie mientras ella veía boquiabierta la estructura. No estaba segura de qué esperar, pero en lo que respecta a las casas de seguridad, esta era la mejor. Era un hermoso refugio en la montaña que su padre le había encontrado hacía más de trece años. A veces tener como padre a un multimillonario e inversionista en bienes raíces era muy útil. La casa había sido propiedad de un jeque árabe que compraba y vendía casas en todo el mundo con tanta frecuencia como la mayoría de la gente mejoraba sus teléfonos móviles. Estaba construida en la montaña, por lo que no había patio trasero, pero el frente de la casa daba a un lago a menos de un kilómetro debajo de ellos. Se ocultaba fácilmente entre el paisaje, las ventanas eran a prueba de balas y la configuración de seguridad era la de Brody. Su vecino más cercano era un lugar vacacional a un kilómetro al oeste. Si un vehículo subía por la carretera que conducía a la casa, sonaría una alarma en el interior. También había cámaras y sensores en el bosque que rodeaban los tres lados abiertos del lugar. La mayoría de las veces, una alerta sería el resultado de un animal grande, como un ciervo o un oso, pero preferían recibir las alertas y que no fuera nada en lugar de perder a un depredador humano. La casa en sí tenía ocho dormitorios, cada uno con su propio baño. Seis de ellos estaban en el segundo piso y los restantes en el primero, junto con una cocina gourmet y una gran sala de estar con techos abovedados. En el sótano se encontraban un gimnasio, una sala de juegos y un cuarto de pánico oculto. La casa también tenía un área de estudio abierta en el segundo piso, con vista a la sala de estar, y se había convertido en la mini sala de guerra de Brody. Si bien no tenía todo lo que el friki tenía en su oficina de Trident, tenía lo necesario para mantener la seguridad junto con un sistema informático suficiente. Un oficial de la Armada retirado, que había sido uno de los superiores de Ian cuando salió por primera vez del entrenamiento básico, vivía aproximadamente a media hora de distancia y era quien daba mantenimiento a la propiedad para ellos. Devon se pondría en contacto con el ex teniente para informarle que el lugar estaría ocupado y que se mantuviera alejado hasta que le avisara lo contrario. Brody y Jake agarraron las bolsas del maletero del vehículo mientras Ian escoltaba a Angie hasta la puerta principal y la abría con un escaneo de su palma, al igual que lo hacía en su sistema en el complejo. Dejó la puerta abierta para sus compañeros de equipo que estaban unos pasos detrás de ellos cuando él y Angie entraron a la casa. Mientras ella continuaba asimilando su nuevo entorno, Jake comenzó a desempacar sus comestibles e Ian tomó las bolsas de ‘Cabeza de Huevo’, con los suministros de Angie. El friki se dirigió al estudio para iniciar las computadoras y armar el resto de los sistemas de seguridad que no estaban en funcionamiento de forma regular. Mientras Angie lo seguía, Ian llevó sus bolsas a su habitación y las colocó en la cama de tamaño king. Sin una palabra, la dejó sola allí y no se sorprendió demasiado cuando ella regresó a la sala de estar varios minutos después con las bolsas en las manos. Él le arqueó una ceja. «¿Vas a alguna parte, Ángel?». Ella se detuvo frente a donde estaba parado mientras lo miraba. «Obviamente, esa es tu habitación con toda tu ropa y esas cosas, y no me quedaré allí. Supongo que en una casa de este tamaño habrá una habitación vacía donde pueda quedarme». Cruzó los brazos sobre su pecho, le dirigió una mirada que la desafió a discutir con él. «Por supuesto, hay varias habitaciones desocupadas, pero no te vas a quedar en ninguna de ellas. Te quedarás en la mía». «Entonces, ¿dónde dormirás tú? Porque no será conmigo». Esta vez, en lugar de responderle, Ian la tomó por el brazo y la condujo de regreso a su habitación, con ropa y todo, y cerró la puerta detrás de ellos. Se paró frente a su ruta de escape para que ella no tuviera más remedio que escucharlo. O eso pensaba, mientras ella arrojaba las bolsas sobre la cama, luego irrumpió en el baño adjunto y cerró la puerta de golpe. Él puso los ojos en blanco cuando escuchó el clic de la cerradura. ¿De verdad creía que un candado insignificante lo mantendría fuera? En lugar de forzarla, recuperó una de esas llaves universales que hoy en día abren la mayoría de las puertas interiores y entró al baño. La encontró sentada en la tapa cerrada del inodoro con los brazos cruzados como una niña haciendo pucheros. «¿No puedo tener algo de privacidad?». «Si vas a actuar como una mocosa, entonces no. Ahora, ¿vamos a tener esta conversación aquí o en el dormitorio, donde estoy seguro de que te sentirás más cómoda? Te guste o no Ángel, vamos a hablar. Será solo tu decisión si te azoto el trasero o no, antes de que lo hagamos. Y es mejor que creas que no lo pensaré dos veces antes de prender fuego a tu trasero. Ahora, ¿qué va a ser?». Ella lo miró boquiabierta con incredulidad cuando él la llamó ‘mocosa’, y luego su amenaza de azotarla le produjo un ceño fruncido. Sin decir una palabra, se puso de pie y salió furiosa al dormitorio después de que él se hizo a un lado para dejarla pasar. Antes de que pudiera decir algo, ella se dio la vuelta y lo señaló con el dedo. «Entonces, ¿fue toda una estratagema para espiarme, o solo me estabas espiando y tenerme en tu cama fue solo un beneficio adicional?». Ian gruñó y entrecerró los ojos. «Te estaba manteniendo a salvo, no espiando. Y nunca te consideré un beneficio adicional de un trabajo». Tan pronto como las últimas palabras salieron de su boca, supo que había sido un error. Una expresión de horror cayó sobre su rostro y él quería patear su propio trasero. «Entonces, ¿yo era solo un trabajo para ti? ¿Así es como haces todos tus trabajos, Ian, debajo de las sábanas?». Reconoció cuando se le ocurrió un pensamiento y pudo adivinar cuál era. «¿Qué pasaba cuando no estabas cerca?, ¡eh! Brody no estaba en casa todo el día, así que, ¿cómo me mantenías a salvo entonces?». Vio como una expresión de culpabilidad que no podía detener apareció en su rostro, y supo que estaba metido con ella en una mierda más profunda. «Hay cámaras en mi casa, ¿verdad? Brody y Boomer pusieron cámaras en mi casa cuando estaban configurando el sistema de seguridad, ¿no es así? ¿De quién fue la idea, tuya o de Jimmy? No esperó una respuesta y su voz se hacía más fuerte con cada pregunta hasta que empezó a gritar. ¡Maldito bastardo! ¿Todos en Trident disfrutaban del espectáculo mientras yo me duchaba y me vestía todos los días? ¿Y la noche de la gala? ¿Sacaste una película porno de eso? ¿De lo que me hiciste hacer en la cocina al día siguiente? ¿Cuál es la tarifa actual del porno amateur en estos días, Ian?». No pudo soportarlo más. Ella estaba al borde de la histeria, pensaba lo peor de él y no le dejaba pronunciar una sola palabra. Trató de poner sus manos sobre sus hombros y apenas movió sus caderas a tiempo cuando ella trató de darle un rodillazo en la ingle. Furiosa por haber fallado, Angie comenzó a golpearle el pecho con los puños. Él la agarró por las muñecas y la obligó a tumbarse de espaldas en la cama después de empujar sus bolsas fuera del camino. No quería lastimarla, pero necesitaba que se calmara antes de que pudiera lastimarse, así que se sentó a horcajadas sobre sus caderas y sostuvo sus brazos por encima de su cabeza. Ella se agitaba y movía sus caderas, tratando de quitárselo de encima, la agotó bastante rápido y él se relajó un poco cuando ella disminuyó la velocidad y luego dejó por completo de luchar contra él. Desafortunadamente para Ian, en este punto, ella comenzó a gritarle de nuevo, llamándolo con todos los nombres del libro y algunos que debió haber inventado por su cuenta. Por primera vez en la historia, deseaba haber traído a otra mujer a esta casa antes, porque podía usar un par de ataduras y una mordaza en ese momento. Brody podría tener algunas en su habitación, pero Ian no estaba dispuesto a llevar a uno de sus compañeros de equipo a la línea de fuego de Angie, y ella estaba bastante enojada con ‘Cabeza de Huevo’. Esto era obra de Ian y él asumiría toda la responsabilidad por ello. Improvisó y se desabrochó el cinturón con una mano y sacó el cuero de las presillas que le rodeaban la cintura. Con movimientos rápidos y practicados, la puso boca abajo, le puso los brazos detrás de la espalda y le sujetó las muñecas antes de que ella se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Aún maldiciéndolo, ella comenzó a mover sus caderas de nuevo, tratando de sacarlo de sus muslos. «‘Ángel’», se inclinó hacia adelante y le gruñó al oído, «todo lo que estás haciendo es agotarte y ponerme más duro de lo que ya estoy. Toda tu acción de cadera está haciendo que mi polla recuerde lo que es estar dentro de tu dulce cuerpo mientras te follo duro y rápido. Ahora, cálmate y escúchame, o mi mano y tu trasero se volverán realmente íntimos el uno con el otro y los azotes del viernes pasado parecerán un golpe de amor cuando termine contigo». «¡No te atreverías!». Ella giró la cabeza para mirarlo por encima del hombro. Sus hermosos ojos brillaban de ira y su cabello estaba completamente desordenado. Se movió hacia un lado para tener acceso a sus nalgas y aterrizó un fuerte golpe encima de la derecha. Ella chilló y trató de alejarse de él, pero con las manos atadas a la espalda y la pierna derecha todavía sobre sus muslos, no pudo ir muy lejos. Su mano descendió sobre su nalga izquierda mientras ella gritaba su nombre con furia potente. Siguieron más. Zas. Zas. Zas. Continuó hasta que su rabia finalmente estalló y comenzó a sollozar. Ian inmediatamente la hizo rodar a su lado y la atrajo hacia su pecho, murmurando palabras de consuelo. Las últimas horas de miedo, ira, confusión y dolor salieron de Angie con los baldes de lágrimas que arrojaba. «Está bien, ‘Ángel’. Shhh. Todo está bien. Por favor, déjame explicarte todo, y si aún quieres seguir enojada conmigo, me alejaré. Pero hasta entonces, me escucharás y, pase lo que pase, harás lo que yo diga en lo que respecta a tu seguridad. ¿De acuerdo?». Pasaron varios minutos más antes de que Angie volviera a controlar sus emociones y sus lágrimas. «D-déjame ir». «No sucederá, cariño. No hasta que me escuches». Frotó su rostro manchado de lágrimas contra su pecho cubierto por la camiseta. Era obvio que todavía estaba enojada y herida, pero la lucha había desaparecido de su cuerpo y el cansancio se había apoderado de ella. «Por favor, Ian. Te prometo que te escucharé, pero no más mentiras. Quiero la verdad, toda la verdad. S-solo suelta mis manos y dame un momento a solas en el baño. Por favor». La acomodó hacia atrás para poder estudiar su rostro. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y su pecho se apretó sabiendo que él era la causa de su dolor. Incluso molesta y llorando, la mujer era hermosa. Ella parpadeó y lo miró a los ojos, y él supo que le estaba diciendo la verdad sobre escucharlo, ¿y no era eso jodidamente irónico? Metiendo la mano detrás de ella, desabrochó el cinturón que sujetaba sus muñecas tan rápido como se las había atado. Cuando volvió a llevar los brazos al frente, él los frotó desde las muñecas hasta los hombros, asegurándose de que no hubiera rigidez y que su circulación fuera buena. Antes de dejarla sentarse, le dio un beso prolongado en la frente y murmuró: «Lo siento, ‘Ángel’». No dio más explicaciones porque lamentaba más de lo que quería admitir. Nunca había tenido la intención de lastimarla de ninguna manera, pero lo había hecho, y ahora tenía que vivir con las consecuencias, rezando para que ella lo perdonara. Con un suspiro de cansancio, Angie se levantó de la cama y entró al baño sin decir una palabra. Esta vez no se molestó en cerrar la puerta con llave después de entrar. Ian bajó las mantas de la cama, recogió sus bolsas del suelo y desempacó sus cosas nuevas. Dobló la ropa, alineando cuidadosamente todo en su tocador para que ella pudiera encontrar lo que necesitaba. Desde el baño adjunto, el inodoro y el agua comenzaron a fluir hacia el lavabo antes de volver a cerrarse unos minutos más tarde. Justo cuando estaba colocando una silla con respaldo alado junto a la cama para conversar, la puerta del baño se abrió y Angie emergió, más tranquila, pero agotada. Su cabello no estaba tan salvaje y sus lágrimas habían desaparecido, pero sus ojos todavía estaban rojos e hinchados. Se quedó allí, insegura de qué hacer a continuación, mirando la cama y la silla. Cuando él le entregó una de sus camisetas, ella lo miró confundida. La volteó para mirar de nuevo hacia la puerta del baño y le dio un pequeño empujón. «Por mucho que me guste cómo duermes desnuda, prefiero que lo lleves puesto en la cama en caso de que tengamos que irnos a toda prisa. Jenn tiene algunas cosas en el dormitorio, y después de que hablemos veré si hay un par de sus pantalones cortos de correr para ti». Dos minutos después, Angie salió del baño por tercera vez desde que habían llegado a la casa cuarenta y cinco minutos antes. Llevaba la camiseta que le llegaba hasta la mitad de los muslos. Se preguntó si ella también se había quitado las bragas y se dio una patada mental por siquiera pensarlo. Cuando sus piernas desnudas atrajeron su mirada, él trató de ignorar las sacudidas de su polla y le hizo un gesto para que se metiera en la cama. Ella frunció el ceño y luego miró por la ventana y él supo que estaba sorprendida de ver que el sol se había puesto. Eran más de las siete de la tarde. y seis horas antes, su vida había sido normal. Después de que ella se subió a la cama, Ian acercó las mantas hasta su pecho, acercó la silla a la parte superior de la cama y se sentó. Por primera vez en años, se sentía inseguro ante una sumisa. Pero Angie no era una sumisa cualquiera… no, ella era más que eso, y él no tenía idea de qué hacer al respecto. Ella vio como él se pasaba ambas manos por la cara con frustración antes de hablar. «Déjame contarte todo lo que sé y luego puedes hacer preguntas. ¿Bien?». Esperó una respuesta y cuando ella asintió, continuó con un suspiro. «Athos se acercó a Trident después de que nos conocimos la noche que estuvo en tu casa. Al parecer, investiga a todos tus nuevos vecinos, lo que también haría yo si fuera él». Se encogió de hombros, sin vergüenza. «Quisiera investigar a cualquier chico con los que sale Jenn, pero ella no me dice sus nombres porque sabe que lo haría. De todos modos, Athos nos dijo que volvería de incógnito y que existía una pequeña posibilidad de que pudieras estar en peligro si su tapadera fuera descubierta». La frente de Angie se arrugó en confusión. «¿Por qué de repente sería un problema? Siempre tomaba precauciones para que nadie pudiera conectarnos a nosotros dos». Había sido demasiado para que ella mantuviera sus preguntas hasta el final. Odiaba lo que estaba a punto de decirle. «‘Ángel’, el agente al que estaba reemplazando fue asesinado junto con su familia después de que el cartel descubriera que era un infiltrado». Vio cómo las palabras surtían efecto en su cerebro y sus ojos se abrieron con horror. «Es por eso que Athos nos pidió que te protegiéramos. También es por eso que insistió en las mejoras de seguridad en tu casa. Y sí, es por eso que colocamos cámaras allí, así como micrófonos de audio y dispositivos de rastreo en tu automóvil, teléfono, bolso y algunos de tus zapatos». Pudo ver que ella estaba a punto de empezar a gritar de nuevo, así que levantó la mano para detenerla. «Déjame terminar. Querías escucharlo todo, así que te lo contaré. Puedes gritarme todo lo que quieras cuando termine». Ella se cruzó de brazos, su enfado aún era evidente, pero él estaba agradecido cuando ella permaneció callada. «No había cámaras frente a tu cama o en tu baño. Las de tu dormitorio solo daban a la puerta del pasillo y a la puerta corrediza. Borré el audio de la noche de la gala tan pronto como regresé al complejo, y el audio y el video se apagaron mientras tú y yo estábamos hablando por teléfono esa mañana. Mientras no hubiera un motivo, nadie escuchaba ni veía ninguna de las grabaciones. Bueno, nadie más que yo». Ella entrecerró los ojos y él miró hacia otro lado por un momento antes de tomar una respiración profunda y seguir adelante. «Desde el momento en que te vi, el día que ayudamos a ‘Cabeza de Huevo’ con su mudanza, te he deseado. Por alguna razón desconocida, luchaba contra mi atracción por ti, pero cada vez que tenía la oportunidad de ir a la casa de Brody, tenía la esperanza de verte. El último día que Athos estuvo en tu casa, debo admitir que estaba celoso de verlo masajear tus pies descalzos y ver lo familiarizado que estaba contigo. Supuse que ustedes dos tenían una relación íntima, pero Athos nos contó todo a la mañana siguiente. Nos narró cómo se conocieron y se convirtieron en mejores amigos, cómo estuvieron el uno para el otro después de que ambos perdieron a sus familias y cuánto trató de protegerte a lo largo de los años. Luego nos explicó sobre su caso y lo que quería que hiciéramos para mantenerte a salvo. En ningún momento acercarme a ti fue parte de un plan». «Sí, Brody te custodiaba y vigilaba cada vez que estaba en casa, pero como te dije antes, podría haberlo hecho desde la distancia. ‘Cabeza de Huevo’ es uno de esos tipos que fácilmente forma amistades, y estoy seguro de que ustedes dos se habrían hecho amigos incluso sin todo este lío. Así es como es él». Se mordió el labio inferior e Ian hizo una pausa, tratando de ordenar sus pensamientos. «La noche de tu cita a ciegas, estaba allí para recoger un archivo que necesitaba. Me quedé en la sala de estar discutiendo conmigo mismo sobre salir por la puerta trasera para ver si estabas allí. Obviamente, perdí esa pelea. Te invité a salir como un hombre que deseaba pasar tiempo con una mujer con la que se sentía fascinado, y por ninguna otra razón. Me encontré revisando tus videos durante el día como un acosador loco y no estoy orgulloso de eso, pero sin siquiera intentarlo, te metiste en mi piel. Y una vez que te probé, supe que no era suficiente. No tengo relaciones largas, ‘Ángel’. No desde que mi prometida me abandonó hace diez años. Ella buscaba a alguien más romántico, alguien que pudiera leer su mente y anticipar todos sus caprichos. Quería a alguien que le comprara flores solo porque era miércoles o por alguna otra razón loca. Quería canciones de amor cursis y escritura en el cielo que proclamara cuánto la amaba». Él resopló y negó con la cabeza. «Y ese no soy yo. Traté de demostrarle que la quería a mi manera, pero no fue suficiente. Y juré que nunca volvería a pasar por eso. Nunca más dejaría que una mujer se acercara lo suficiente a mí hasta el punto en que, cuando me dejó, se llevó mi corazón destrozado con ella. Y hasta que te conocí, nunca fue un problema para mí». Una expresión de desconcierto apareció en su hermoso rostro. «Pero tú, cariño, me haces desear nunca haber hecho ese voto». Cerró los ojos, inhaló profundamente y luego los volvió a abrir lentamente, temiendo lo que pudiera ver en su rostro… en sus ojos. ¿Lo odiaría, se disgustaría con él? ¿No querría volver a verlo nunca, nunca dejaría besarse de nuevo? Dios, esperaba que no. Su mirada se centró en la de ella y se sorprendió al ver tristeza en lugar de ira. Tragó saliva y esperó a que ella dijera algo y rezó para que no fuera ‘lárgate’. «¿Cómo se llamaba ella?», Angie susurró. De todas las cosas que esperaba que dijera, esa no era una de ellas. «Um, Kaliope. Kaliope Levine. Ella era una … um… una reportera de noticias en Virginia, cerca de la base naval». «¿Ella también era sumisa?». Ian asintió y sus ojos dejaron los de ella mientras miraba hacia abajo. «Sí, lo era. La conocí en un club de allá. Estuvimos juntos durante casi tres años». Ella se acercó a su mano y le dio un apretón antes de soltarla de nuevo. El gesto lo sorprendió, pero no tanto como lo hicieron sus siguientes palabras. «Lamento lo que te hizo pasar, pero yo no soy ella Ian, y cuando todo esto termine, creo que me gustaría tener la oportunidad de demostrártelo. Pero por ahora, todavía estoy enojada, herida y asustada, por mí, por ti, por Jimmy y por tu equipo». Ella exhaló un suspiro. «Quiero intentar dormir y tal vez mañana sea más tolerante con todo lo que has hecho hasta este momento. No puedo garantizarte que no gritaré un poco más, pero trataré de evitar darte un rodillazo en las pelotas». Resoplando, le dio una sonrisa irónica. «Mis bolas lo apreciarán, cariño». Su rostro volvió a ponerse serio. «Mira, no lamento protegerte, tu seguridad siempre fue una prioridad, pero me disculparé por la forma en que todos lo hicimos. Nosotros deberíamos tener … Debería habértelo dicho desde el principio y lamento no haberlo hecho. Hice hincapié en que la confianza es una gran parte del BDSM, pero también debería ser una parte importante del resto de nuestra relación. Y sé que tengo que trabajar para ganarme la tuya de nuevo». Él vaciló un momento, sin saber cómo reaccionaría ella a su siguiente pregunta. «¿Estaría bien si duermo a tu lado esta noche? Prometo que no presionaré por nada más. Solo quiero abrazarte y mantenerte a salvo». Su estómago dio un vuelco y una oleada de náuseas lo golpeó cuando ella negó con la cabeza. «No ahora, Ian». Sabía que se lo merecía, inclinó la cabeza entendiéndolo y se puso de pie, listo para encontrar otra cama para pasar la noche. Él había dicho que no la presionaría más esta noche, y lo decía en serio. «Pero si vuelves mientras estoy dormida, no tendré exactamente otra opción, ¿verdad?». Su corazón se disparó. Sonrió, se inclinó y le dio un suave beso en la frente. «No, no la tendrás, ‘Ángel’». La besó de nuevo. «Buenas noches, cariño». Angie se enterró debajo de las mantas y cerró los ojos mientras Ian apagaba la lámpara y salía de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. En cuestión de minutos, se quedó dormida. CAPÍTULO QUINCE
H ACÍA SOLO UNOS MINUTOS QUE HABÍA SALIDO EL SOL CUANDO
Angie se despertó a la mañana siguiente, envuelta en los brazos de Ian mientras la acurrucaba por detrás. A pesar de su erección matutina, su respiración superficial y su pesado brazo alrededor de su cintura le decían que seguía profundamente dormido. Había estado tan agotada la noche anterior y se había quedado dormida tan rápido que no tenía idea de a qué hora se había unido a ella en la gran y cómoda cama. Ella se quedó allí por unos momentos, absorbiendo su calidez, mientras todo lo del día anterior volvía rápidamente a ella. Hacía menos de veinticuatro horas, había estado haciendo un trabajo que amaba, saliendo con un chico que le gustaba mucho, aprendiendo más sobre sí misma cada día y siendo realmente feliz, por primera vez en lo que parecía una eternidad. Ahora, ella estaba huyendo de las personas que querían secuestrarla y usarla contra su mejor amigo que estaba incomunicado mientras un cartel de la droga lo perseguía. Su feliz vida normal se estaba desmoronando y no sabía cómo detenerlo. Ella también seguía luchando con el hecho de que Ian le había mentido, aunque estaba trabajando para superarlo. Sí, la ira y el dolor todavía estaban allí, pero también lo estaba la comprensión de por qué él y Jimmy habían hecho lo que hicieron. Jake tenía razón: hombres como su amante y su mejor amigo estaban conectados de una manera diferente. Necesitaban sentirse necesitados y proteger a las personas que les importaban a toda costa, incluso si ella no estaba de acuerdo con cómo lo hacían. Su vejiga comenzó a insistir en que se levantara y aliviara la presión que sentía, así que se alejó de Ian y salió de la cama. Después de terminar, se dio una ducha rápida mientras evitaba mojarse el cabello. En lugar de lavarlo, optó por ponerlo en un giro fácil con un clip que había recogido en la sección de belleza de la tienda. Se puso un par de sus nuevos pantalones de chándal y una camiseta sobre uno de sus sujetadores deportivos, pensando que tal vez saldría a correr más tarde cuando alguien pudiera ir con ella. Volvió hacia la cama, examinó a Ian mientras seguía durmiendo, ahora boca abajo con las manos debajo de la almohada. Su mandíbula y el labio superior tenían la barba de la mañana que a ella le encantaba frotar contra la parte interna de los muslos cuando él se colocaba sobre ella. Un mechón de su cabello le había caído sobre la frente y ella luchó contra el impulso de volver a ponerlo en su lugar. No quería despertarlo, sabiendo que probablemente necesitaba dormir. La sábana había sido empujada hacia abajo, dejando al descubierto su musculosa espalda y la parte superior de las nalgas. Maldita sea, el hombre tenía un culo de granito que se le antojaba morder. Si lo miraba mucho más tiempo, iba a saltar sobre sus huesos, así que, en su lugar, buscó su nuevo cepillo de dientes entre sus artículos de aseo del tocador. Fue entonces cuando se dio cuenta de que él había encontrado un par de pantalones cortos de algodón, que supuso que eran de Jenn, y se los había dejado cerca. Sin importar qué, tenía que admitir que él demostraba interés por ella a su manera, como asegurarse de que ella estuviera cómoda y segura, y siempre poniéndola en primer lugar. Cuando tenían relaciones sexuales, se aseguraba de que ella estuviera satisfecha antes de obtener su propio placer. Le abría las puertas y le ofrecía la silla sin pensarlo dos veces. En la cena en su casa, le llenaba el plato antes de tomar su propia comida. Sus deseos y necesidades siempre parecían estar antes que los de él. Y, sobre todo, estaba poniendo su vida, y la vida de su equipo en riesgo porque la de ella estaba en peligro. Pensó en lo que Kristen había dicho en la noche de la gala en el baño de señoras, sobre cómo Devon la hacía sentir querida, y Angie se dio cuenta de que era exactamente como Ian lo hacía con ella. Entonces, no era un tipo de flores y poesía y no podía ser un romántico por definición, pero ella aceptaría que la apreciara más que cualquier romanticismo en cualquier momento. Después de cepillarse los dientes, tomó la libreta de arte y los lápices de dibujo que había encontrado en la sección de manualidades de Walmart. Salió de puntillas de la habitación y cerró la puerta detrás de ella. En la cocina, encontró una máquina de café Keurig y se preparó una sola taza de la mezcla brasileña que seleccionó del carrusel junto a la máquina. La casa estaba en silencio excepto por los sonidos de su taza de café al llenarse. No queriendo cocinar tan temprano y despertar a nadie más, eligió un panecillo de salvado de la caja variada de dieciséis que Jake había dejado en el mostrador. Lo comió junto con su café y tomó los suministros de arte para salir al porche delantero. Hacía frío, pero quería el aire fresco, así que colocó sus cosas en una mesa pequeña y regresó al interior para recuperar una manta del respaldo del sofá de la sala. Después de abrigarse y ponerse cómoda en un sillón, que le daba una hermosa vista del lago debajo, tomó su sencillo desayuno y trató de no pensar en el peligro en el que estaban todos. Cuando se acabó su panecillo, Angie tomó el bloc de dibujo y sacó un lápiz del paquete de seis. Abrió el bloc en la primera página en blanco y dejó que su mente divagara mientras comenzaba a dibujar. Poco tiempo después, se sorprendió cuando escuchó una voz detrás de ella. «Guau, ese soy yo». Miró por encima de su hombro y vio a Jake de pie detrás de su silla, con una camiseta arrugada de la Universidad de Tampa y un par de pantalones de chándal grises. Debió haberse levantado de la cama y no lo había oído salir por la puerta. En su mano, sostenía una taza de café humeante mientras estudiaba la imagen de su rostro que ella había dibujado de memoria. No necesitó confirmar su declaración, ya que el boceto se parecía mucho a cómo se vería una fotografía de él. «¿Por qué parezco tan triste? ¿Es así como me veo para ti?». Ella asintió mientras él se sentaba en una silla cercana a ella y cruzaba sus pies cubiertos de zapatillas de deporte que le llegaban a la altura de los tobillos, apoyándolos en una de las otras sillas. «Algunas veces. Cuando crees que nadie está mirando, o que tu mente parece estar en otra parte, tienes esa mirada triste y distante en tu rostro». «Huh», gruñó antes de tomar un sorbo de su café, sin contradecir sus observaciones sobre él. «Entonces, ¿te sientes mejor esta mañana? ¿No estás tan estresada y enojada?». Él entrecerró los ojos y se burló de ella. «Anoche no mataste a Ian mientras dormía, ni le cortaste su posesión más preciada, ¿verdad?». Riendo, negó con la cabeza. «No, él está respirando y mantiene todas sus partes masculinas, pero no creas que no estuve tentada a hacerlo un par de veces». Él sonrió y permaneció en silencio mientras ella analizaba su rostro y luego hacía algunos pequeños cambios en el boceto con el que todavía seguía trabajando. Sin pensarlo, soltó: «¿Tienes novia?». «¡Ja! Uh, no, no tengo, cariño». Su expresión divertida la confundió hasta que agregó: «Creo que la pregunta más apropiada sería ‘¿tengo novio?’, y la respuesta igualmente sería, no». Su boca se abrió y sus mejillas se enrojecieron, pero él no parecía desconcertado por su sorpresa. «Sí, Angie, soy gay. Y sí, la mayoría de la gente lo sabe». «Guau». Ella negó con la cabeza, pero sonrió al mismo tiempo, no queriendo que él pensara que ella creía que había algo malo en ser gay. «Um, lo siento. Es solo que los amigos gays que tengo no son tan machos y guapos como tú». Ella hizo una mueca. «Eso sonó estereotipado, ¿no?». Resopló y tomó otro sorbo de su taza. «Macho y guapo, ¿eh? Sí, bueno, eso es lo que pasa con ser gay, que no discrimina. Venimos en todas las formas y tamaños». Abrió la boca para preguntarle algo, pero cambió de opinión y miró su dibujo. «Adelante, haz tu pregunta, cariño. No me avergüenzo de quién soy». Volvió a mirarlo y se encogió de hombros. «No pensé que lo hicieras desde que fuiste directo y me lo dijiste, y no estás avergonzado por eso, lo cual no deberías estar. No puedo evitar pensar en cómo puedes trabajar con Ian y el resto de ellos sin sentirte atraído por alguno de ellos. Quiero decir, todos ustedes son hombres guapos». Jake asintió en señal de comprensión y no dio la impresión de que su pregunta lo desanimara. «Admito que luché contra muchas atracciones por chicos heterosexuales durante toda mi carrera en la Marina, diablos, casi toda mi vida, pero cuando se trata del equipo, hemos estado juntos tanto tiempo que se han convertido en mis hermanos. No siento más atracción por ninguno de ellos que por mi propio hermano de sangre, Mike». «¿Cuándo te diste cuenta de que eras gay?». Sus ojos se abrieron ante su brusquedad involuntaria. Su filtro de cerebro a boca no funcionaba esta mañana. «Lo siento, eso es demasiado personal. No respondas a eso». «No, esta bien». Inclinó la cabeza y le sostuvo la mirada. «Me gustas, Angie, y no soy como Brody, que hace amigos fácilmente donde quiera que va, así que me aferro a los amigos que tengo. En el poco tiempo que te conozco, me gustaría pensar que nos hemos hecho amigos». Ella le dedicó una sonrisa tímida. «Creo que también nos hemos hecho amigos». «Bien». Levantó su taza de café en un brindis silencioso por su nueva amistad, luego bebió lo poco que quedaba. «Entonces, en respuesta a tu pregunta, supongo que lo he sabido desde la pubertad, tal vez un poco antes. Como la mayoría de las personas homosexuales, luché con eso al principio porque estaba fuera de la norma de cómo me criaron, especialmente porque mi padre era un idiota homofóbico». Haciendo una mueca de dolor, ella preguntó: «¿Cómo se lo tomó cuando lo revelaste o nunca se lo dijiste?». «Oh, se enteró de alguna manera, cuando yo estaba en el último año del bachillerato. Me dio una paliza, también pensando que me convencería de que era heterosexual. Como si tuviera elección. Toda mi vida, hasta ese momento, había estado viviendo su vida indirectamente a través de mí. Había sido un jugador de fútbol mediocre en la escuela, y aquí estaba su hijo menor, el mariscal de campo estrella del equipo de fútbol con una beca completa para jugar con los Rutgers. Después de que me golpeó con su cinturón y me dejó casi inconsciente, tres meses antes de la graduación, no pude ir a la escuela durante casi dos semanas. Mi madre decía que estaba enfermo de gripe o algo así, y me cuidó para que me recuperara. Mi padre no la dejó llevarme al hospital, ni siquiera con un médico; Dios no permitiera que alguien descubriera que había golpeado a su hijo, el maricón». Se encogió de hombros ante el jodido recuerdo. «De todos modos, después de que me recuperé, terminé con él. Le arrojé mi beca en la cara y me alisté la misma tarde en que me gradué del bachillerato, que también resultaba ser mi decimoctavo cumpleaños. Si no fuera por mi madre y mi hermano, nunca habría vuelto a ver a mi padre. Tal como estaban las cosas, puede que nos hayamos dicho menos de una docena de palabras durante el resto de su vida. Murió hace cuatro años y la única razón por la que lamenté nuestro distanciamiento fue por lo mucho que lastimó a mi madre y a mi hermano». A pesar de lo que dijo antes sobre que eran amigos, Jake de repente pareció sorprendido por lo mucho que le había dicho y había dejado de hablar. Una expresión de sorpresa se apoderó de su hermoso rostro cuando ella se paró con lágrimas en los ojos y tiró de su mano hasta que él también estuvo de pie, luego lo abrazó con fuerza. Con solo los sonidos de la naturaleza a su alrededor, se abrazaron durante un minuto. A Angie se le rompió el corazón por el adolescente que había sido y por cómo su padre lo había agredido y repudiado por algo que estaba más allá del control de Jake. «¿Es así como tienes las cicatrices en tu espalda?». Se apartó y la miró con confusión en los ojos, probablemente tratando de recordar cuándo habría visto su espalda desnuda. «Ian me dijo que por eso no te quitaste la camiseta en el club la noche en que fuiste el Amo del Látigo. Estabas empapado en sudor, pero te la dejaste puesta». Sin darle mucha importancia, asintió. «Sí, por eso. Hay bastantes cicatrices donde la hebilla del cinturón causó daño permanente. Intento no mostrárselos a nadie, si se puede evitar». Sin saber qué más decir, Angie agarró su libreta y cuidadosamente arrancó el boceto de Jake antes de entregárselo. «Espero que algún día pueda dibujarte cuando seas realmente feliz y encuentres a alguien a quien ames con quien puedas compartir tu vida. Te lo mereces». Él le dedicó una sonrisa irónica y la besó en la mejilla. «No sé si eso sucederá alguna vez, cariño, pero si sucede, espero que él sea la versión masculina de ti, genial y tierno, todo envuelto en un hermoso paquete». Hizo una pausa y le guiñó un ojo. «Y sin miedo a su lado perverso». Los dos se rieron y Angie estaba a punto de decir algo sarcástico cuando la puerta principal se abrió y Brody asomó la cabeza. «Athos está al teléfono». Todos los pensamientos sobre lo que ella y Jake habían estado hablando pasaron a un segundo plano para el bienestar de su mejor amiga. Estaba desesperada por escuchar su voz y pasó corriendo junto a Brody mientras él mantenía la puerta abierta para ella, luego él y Jake la siguieron adentro. Ian estaba de pie en la sala de estar, hablando por su teléfono celular. También parecía que acababa de despertar, y tan pronto como la vio, le dijo a Athos que lo estaba poniendo en altavoz. Presionando un botón, le tendió el teléfono para que pudiera escuchar y hablar con su amiga. «¿Jimmy? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?». «Estoy bien, cariño. Siento mucho todo esto. Tenerte involucrada en esto fue lo último que siempre quise. Estoy de camino para encontrarme contigo y hablaremos cuando llegue, ¿de acuerdo? Solo haz lo que Ian te diga y mantente a salvo». Un poco más tranquila después de escuchar su voz familiar y reconfortante, miró a Ian y dijo por el micrófono del teléfono: «Lo haré. Mantente a salvo, tú mismo, y trae tu lamentable trasero aquí tan pronto como sea posible para que pueda patearlo de aquí a la luna». Una risa llegó a través de la línea. «Esa es mi chica. Te veré pronto».
IAN LE INFORMÓ a Athos el lugar donde Jake y Brody se
encontrarían con él en Spartanburg, Carolina del Sur, no lejos del aeropuerto al que habían llegado. Después de asegurarse de que no los estuvieran siguiendo, los tres hombres regresarían a la casa de seguridad donde todos se reunirían y descubrirían cómo sacar a Angie de este lío. Después de colgar el teléfono, Ian envió un mensaje de texto a CC, ordenándole al piloto que volara de regreso a Tampa y recogiera a Marco, Boomer y Tiny. Los llevaría a Spartanburg, donde los estaría esperando otro SUV para que pudieran conducir hasta la casa de seguridad. Luego, Ian llamó a su hermano y lo puso al corriente, asegurándose de que todo estuviera sano y salvo en el complejo. Veinte minutos después, Jake y Brody regresaban a Carolina del Sur. Llegarían a su destino casi al mismo tiempo que Athos, que había estado tomando las carreteras secundarias desde el día anterior. Mientras tanto, Ian y Angie tendrían unas tres horas de ocio. Ella miraba por la ventana delantera hacia el lago cuando él se acercó detrás de ella y envolvió sus brazos alrededor de su cintura, apretando su trasero contra el suyo. Sabía que aún no se había librado de los problemas con ella, pero le complació sentirla relajarse en su abrazo. Acarició su barbilla contra su cuello, depositó suaves besos en la piel que cubría su pulso, amando cómo un escalofrío la recorría. Cuando ella inclinó la cabeza para darle un mejor acceso, él comenzó a mordisquear y lamer el área sensible. Ella gimió y reaccionó empujando su culo en su ingle, lo que hizo que su polla se pusiera feliz y dura. Él sonrió contra su piel cuando ella dijo con voz ronca: «Para que lo sepas, todavía estoy enojada contigo». Ian deslizó una mano hacia arriba para jugar con uno de sus senos mientras la otra mano llegaba abajo y ahuecaba su montículo. «Lo sé. Pero, ¿qué tal si intentamos un poco de sexo de reconciliación, hmm?». La mano en su pecho apretó su exuberante carne mientras sus dedos abajo comenzaban a frotar su clítoris a través de su ropa. Sus caderas comenzaron a ondular cuando se estiró hacia atrás con ambas manos y agarró su trasero, tratando de mantenerlo quieto mientras jugueteaba con su enorme erección a través de sus jeans. «Oh, mierda, ‘Ángel’. Te sientes tan bien. Déjame hacerte olvidar todo, solo por un momento». Ella jadeó cuando él mordió con fuerza el lugar donde se unían el cuello y el hombro. Un golpe de su lengua siguió para calmar el escozor. Sabía que su cuerpo no le permitiría negarse, incluso si su cerebro quisiera hacerlo. Necesitaba lo que él le ofrecía, un breve período en el que su mente no estuviera enfocada en el peligro al que todos se enfrentaban. «Síííííííí». La única palabra que salió como un siseo aumentó la presión sobre su clítoris y pellizcó su pezón a través de su delgada camisa y sujetador. La hizo girar, envolvió sus brazos debajo de sus caderas y se levantó para que ella no tuviera más remedio que enganchar sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de su cuello. La posición puso su rígida polla en contacto con su montículo, y ella gimió de necesidad. Ella lo besó con toda la pasión y desesperación que llevaba en su interior, mientras él la llevaba a su habitación, cerrando la puerta de una patada detrás de ellos. Después de ponerla en la cama, Ian revisó su teléfono para asegurarse de que el sistema de seguridad estuviera armado y luego colocó el dispositivo en la mesita de noche. Su arma, que había estado enfundada en la parte baja de la espalda, estaba junto al teléfono. La levantó para que se sentara, le quitó la camiseta y siguió con su sujetador deportivo. Su sudadera y tanga fueron los siguientes y pronto su camisa y jeans se agregaron a la creciente pila en el piso. Se arrodilló al lado de la cama, Ian puso sus manos debajo de su trasero y tiró de ella hacia el borde del colchón. Colocó su mano entre sus pechos, la instó a que se recostara hasta que estuviera boca arriba y luego le puso las piernas sobre los hombros. El olor de su excitación golpeó su nariz y su boca se hizo agua. Al diablo con lo lento y lo fácil. Él separó los labios de su vagina con los pulgares y atacó su sexo como un hombre que había pasado años sin ella. Lamió su raja varias veces de abajo hacia arriba, gimiendo ante el sabor de ella, y mordisqueó ambos lados de su abertura antes de endurecer su lengua y apuñalarla. Las caderas de Angie rebotaron en la cama mientras gritaba su nombre, rogando por más. Sus manos se sumergieron en su cabello. Mientras una mano sostenía su cabeza contra su centro, la otra tiraba de los mechones cortos, haciéndolo gruñir cuando la bestia sexual dentro de él se liberaba. Le dio un golpecito en el clítoris con la lengua mientras hundía dos dedos en su coño caliente y húmedo. Encontró y frotó el punto mágico y la envió a volar, su grito agudo llenó la habitación. Sin esperar a que se recuperara, Ian se puso de pie, la puso boca abajo y agarró el lubricante que había encontrado en la habitación de Boomer y lo colocó en el cajón de la mesita de noche junto con los condones que había comprado. No necesitaría uno de esos esta vez. Había estado preparando su pequeño culo apretado durante más de dos semanas y no podía esperar más para llevarla allí. Con las autorizaciones de salud de ambos firmadas y completadas, quería follar su culo sin nada más que piel entre ellos. Abrió la tapa de la botella, vertió un poco de lubricante en su grieta mientras tomaba dos dedos de su otra mano y los empujaba de nuevo dentro de su coño todavía tembloroso. No lo había esperado y la penetración repentina envió otro orgasmo en espiral a través de ella, sus paredes apretaban sus dedos juntos mientras él los bombeaba dentro y fuera de su canal. Mientras ella todavía se corría, él pasó su dedo medio libre por el valle entre sus nalgas y lo cubrió con el fluido sedoso antes de introducirlo en su agujero trasero. Ella lo aceptó sin problema y no pasó mucho tiempo antes de que él agregara su dedo índice para unirse al otro. «Oh Dios. Sí. Síííííí. Síííííí. ¡Oh Dios!». Sus pulmones se agitaron y empujó sus caderas hacia atrás, tratando de llevarlo tan adentro de su cuerpo como podía. «Por favor, Señor. No me hagas esperar. Tómame ahora. Fóllame el culo y entra en mí. ¡Por faaaavooor!». En cualquier otro momento, Ian la habría hecho esperar y hubiera prolongado la dulce tortura, recordándole que él estaba a cargo, no permitiéndole subir desde abajo. Pero ahora la necesitaba tanto como ella a él. Mientras hacía un movimiento de tijera con los dos dedos en su trasero, estirándola más, agarró la botella de lubricante de nuevo y vertió un poco en su dolorido eje. Después de arrojar la botella tapada a un lado, sacó los dedos de su roseta arrugada y agarró sus caderas, tirando hasta que sus pies tocaron el suelo y su torso se inclinó sobre la cama. Usó una mano para abrir sus nalgas, usó la otra para guiar la punta de su polla hacia donde estaba suplicando entrar. Lentamente, empujó hacia adelante y observó cómo su cuerpo cedía a su invasión. «Aaahhhh. Más. Oh, joder, Señor, dame más. Arde, pero se siente tan bien. No te detengas. Oh, por favor no te detengas». Su súplica lo estimuló y una vez que estuvo seguro de que no iba a lastimarla, empujó sus caderas hacia adelante hasta llenarla, haciéndola jadear y luego rogarle que lo hiciera de nuevo. Cuando ella trató de hacer que se moviera, él gruñó, reprimiendo el impulso desesperado de tomarla como un animal en celo. «Joder, ‘Ángel’. Te sientes como el cielo. No voy a durar mucho». Comenzó a bombear sus caderas a un ritmo lento, amando el arrastre de su apretado borde a lo largo de él. La necesidad lo atravesó y no pudo rechazar el deseo urgente de su cuerpo de marcarla como suya de la manera más primaria posible. Aceleró sus embestidas hasta que ambos gruñían y gemían, alcanzando el pináculo más extremo donde tomarían vuelo juntos. Un hormigueo comenzó en la parte inferior de la columna de Ian y se extendió a sus pesadas bolas que golpeaban su coño con cada embestida hacia adentro. Alcanzó su cadera, pasó la mano entre el cuerpo de Angie y la cama y encontró su pequeña perla. Justo antes de que su propia liberación lo atravesara, le pellizcó el clítoris y la envió rodando ante él. Cuando las olas de su orgasmo la golpearon, los músculos de su vagina vacía y su culo lleno se apretaron al unísono y ella ordeñó la semilla de su cuerpo. Ian no estaba seguro de cuánto tiempo permaneció en ella, con su polla aún enterrada profundamente, cubriendo la parte superior de su cuerpo con la suya. Gran parte de su peso estaba sobre sus antebrazos, a cada lado de sus hombros y la besó en la cabeza. Sus pulmones agitados saciaron su desesperada necesidad de oxígeno y su respiración se hizo más lenta a un ritmo más normal. «¿Estás bien, ‘Ángel’?». «Mmm-hmm». Él se rió entre dientes ante su respuesta exhausta. Su ahora flácida polla se deslizó de su bien usado agujero y ambos gimieron por la pérdida de contacto. Empujándose de la cama, Ian puso una mano en sus nalgas hasta que estuvo seguro de que estaba firme sobre sus pies. Le dio un apretón a su globo carnoso derecho, le dijo que se quedara donde estaba mientras él tomaba una toalla húmeda para limpiarla. Cuando terminó de borrar la evidencia de su sexo de reconciliación perverso y salvaje, su teléfono emitió un mensaje de texto, seguido de una alerta de que un vehículo había violado el sensor de seguridad en la carretera que conducía a la casa de seguridad. Agarró su teléfono, revisó el mensaje de texto y vio que era de Carter, advirtiéndole a Ian que pasaría por la entrada de la casa de seguridad en menos de cinco minutos. ¡Mierda! Por una vez, el espía de operaciones encubiertas tenía una mala sincronización. Y, en primer lugar, ¿cómo diablos sabía que se encontraban en el lugar? CAPÍTULO DIECISÉIS
D E MALA GANA , I AN SE DIO UNA DUCHA DE DOS MINUTOS
mientras Angie dormitaba bajo las mantas con las que él la había arropado después de levantarla y acostarla correctamente. Deseó poder unirse a ella en un sueño feliz solo para despertarla en una hora o así y hacer todo de nuevo. En cambio, se vistió nuevamente con sus jeans y camiseta y luego salió de la habitación descalzo, cerrando la puerta detrás de él. Encontró a Carter sirviéndose una taza de café, un plátano y dos panecillos con chispas de chocolate. Mientras su amigo se atiborraba durante unos minutos, Ian tomó una botella de agua del refrigerador y bebió todo el contenido. El sexo con Angie siempre lo dejaba reseco, no es que se estuviera quejando. Arrojó la botella vacía en el contenedor de reciclaje debajo del fregadero, tomó otra botella y se sentó en la isla de la cocina junto a Carter. «¿Debo molestarme en preguntar cómo supiste que estábamos aquí? Y no me digas que estás aquí solo por la comida, cabrón». El espía que aparecía ‘solo por la comida’ era una broma aburrida entre él y el equipo de Ian, y generalmente se mencionaba cuando se encontraban en una misión. Si el espía decía que por eso estaba allí, significaba que su operación estaba clasificada y no podía discutirla con nadie sin la autorización del gobierno, ni siquiera con los ex SEAL, a quienes consideraba sus amigos más cercanos. Para un hombre en un negocio mortal, tener seis amigos con los que podía contar en situaciones de vida o muerte era mucho, y nunca lo daba por sentado. Carter sonrió mientras masticaba el último bocado de su panecillo y luego tragaba. Tomó un sorbo de su café sabiendo muy bien que Ian estaba impaciente por una respuesta. «No. Esta vez la comida es un extra, y gracias, estaba hambriento. En cuanto a por qué estoy aquí… Recibí un mensaje de Athos diciendo que estaba en problemas y que no podía confiar en nadie de su agencia. Dijo que se dirigía a Spartanburg, Carolina del Sur y asumí que este era su destino final. ¿Ya has tenido noticias suyas?». Sin esperar una respuesta, agregó: «Supongo que tu nueva novia está en su habitación poniéndose al día con el sueño que tanto necesita». Ian puso los ojos en blanco mientras el otro hombre movía las cejas, al estilo de Groucho Marx. «A veces puedes ser un verdadero cabrón. Lo sabes, ¿no es así?». «Por supuesto. Es lo que mejor hago». Ian dejó escapar un resoplido y negó con la cabeza ante la afirmación práctica de Carter. «Sí, Angie está durmiendo. Tuvimos noticias de Athos hace más de una hora. ‘Reverendo’ y ‘Cabeza de Huevo’ fueron a recogerlo. Devon está controlando el fuerte y CC se dirige a Tampa para traer a Boomer, Polo y Tiny. Pensé que el tipo grande podría ser útil si necesito un cuerpo extra para cuidarla. Una vez que obtengamos la actualización completa de Athos, decidiremos qué hacer a continuación». Carter asintió, aparentemente satisfecho de que no hubiera nada que necesitara su atención inmediata. «Bien. Como tengo cerca de dos horas y media antes de que regresen, voy a desaparecer por un rato». Cuando el otro hombre se levantó y colocó su taza vacía en el lavaplatos y su basura en el bote, Ian le dijo: «Toma la habitación de Jenn. Le daré a Athos la habitación libre que usan mis padres». Sus padres no visitaban Maggie Valley a menudo, pero cuando lo hacían, la suite en el piso principal era de ellos. Sin decir una palabra más, Carter le hizo una pequeña seña, agarró su bolsa de lona verde militar de donde la había dejado junto a la puerta principal y se dirigió arriba, para darse una ducha rápida y cerrar los ojos. Dado que su amigo ya había sido atendido, Ian regresó a su habitación y cerró la puerta. Se quitó la camisa una vez más, pero dejándose los jeans puestos, se subió a la cama, tomó el cuerpo dormido de Angie en sus brazos y cerró los ojos.
UNA HORA Y MEDIA DESPUÉS, Ian estaba sentado
en las amplias escaleras del porche, mirando el lago mientras Angie terminaba de secarse el cabello después de la ducha compartida, que como de costumbre, les había tomado más tiempo de lo necesario. Hacía poco que había recibido un mensaje de texto de Jake, avisando que llegarían a la casa en unos cuarenta minutos más o menos, e Ian se estaba poniendo ansioso. Cuanto más rápido llegara Athos, más rápido podrían descubrir cómo acabar con la amenaza contra Angie. Su teléfono celular lo alertó de otro mensaje de texto e Ian miró la pantalla. Devon le comunicaba que Marco, Boomer y Tiny se dirigían al pequeño aeropuerto para encontrarse con CC, y estarían en el aire en una hora. La puerta detrás de él se abrió y no necesitó darse la vuelta para saber que era su ángel. El fresco aroma de su champú y jabón corporal lo golpeó y sintió un movimiento en la ingle. Maldita sea, la mujer le dificultaba pensar en otra cosa que no fuera sexo cuando estaba cerca de él. Ella bajó dos escalones y dejó caer su dulce trasero en el escalón superior junto a él. «Es hermoso aquí arriba». Ian la rodeó con el brazo y la acercó a su cuerpo con la cabeza apoyada en su hombro. «Ciertamente lo es. Ojalá pudiera estar aquí más a menudo por placer que por negocios. Si no te habías dado cuenta, el complejo tiene una falta de jardinería dentro de las líneas de la cerca». Ella se rió. «Como que me di cuenta un poco. ¿Te retirarás aquí algún día?». «Tal vez», reflexionó encogiendo su hombro desocupado. «O tal vez compre una pequeña isla en el Caribe… mi pequeño oasis en medio de la nada. Donde sea que termine, tiene que haber agua en alguna parte, ya sea en un lago o en el océano». Se sentaron en silencio durante unos minutos antes de que la puerta detrás de ellos se abriera de nuevo y Carter salió y bajó los escalones hasta la grava de abajo, girándose para poder mirar a la pareja. Se había quitado los pantalones cargo y ahora usaba un par de jeans descoloridos, una camiseta limpia y sus botas de combate. Ian le dio a Angie un apretón. Angie, Carter. Carter, Angie. El espía le tendió la mano. «Habla muy elocuentemente a veces, ¿no es así?».
ANGIE SE RIÓ y estrechó la mano del hombre. «Sí, lo
hace, pero no me importa. Encantada de conocerte». «Es un placer conocerte también, cariño, pero desearía que fuera en mejores circunstancias». Mientras le lavaba el pelo en la ducha, Ian le había contado sobre la presencia de Carter en la casa y por qué el hombre estaba allí. «Lamento no haber tenido la oportunidad de conocerte en el club la otra noche, pero me encontraba… ocupado… más de lo que esperaba. Me hubiera gustado haber visto tu primera escena pública porque escuché que fue fantástica y que tuvo un final feliz». Angie bajó la cabeza y se sonrojó mientras ambos hombres reían. No sabía por qué ahora se sonrojaba cuando no se había avergonzado en absoluto en ese momento cuando la azotaran y la llevaron a un orgasmo intenso frente a la audiencia. Carter le guiñó un ojo y ella negó con la cabeza, sonriendo ante sus bromas. No tuvo que preguntar qué lo había mantenido ocupado en ese momento porque Kristen la había puesto al corriente. Carter se había unido a la pareja comprometida para repetir el trío, y para la segunda participación del atractivo Dom, Kristen no había estado con una venda en los ojos. Tampoco había habido limitaciones de tiempo que sí habían tenido durante su primera cita, por lo que, durante unas horas, los tres habían disfrutado en una de las salas de juegos privadas. Su amiga no le dio muchos detalles, pero como antes había leído romances con ménages, Angie no necesitaba que le pintaran el cuadro. Aunque no estaba interesada en experimentar un trío por sí misma, no tenía ningún problema con que nadie más lo hiciera. Apenas sobrevivía a los intensos orgasmos que Ian le daba de forma regular en estos días, y no había forma de que pudiera manejar a dos hombres a la vez. Ian se había alegrado de ver que los ménages estaban en su lista de límites duros. Él le había dicho que, en sus primeros días como Dominante, una vez había sido un tercero. Y aunque había sido una gran experiencia, descubrió que no le gustaba compartir a sus mujeres, a diferencia de su hermano y algunos de sus amigos. Angie se puso de pie. «Me iba a hacer un sándwich. ¿Alguien más tiene hambre?». Cuando ambos hombres dijeron, «sí, por favor”, ella miró a Carter. «Sé lo que él quiere, pero a ti ¿qué te gustaría comer?». Con una amplia sonrisa, movió las cejas y ella se rió de su ocurrencia mientras Ian gruñía. «Está bien, Ian va a golpearme si digo algo sexual, tomaré lo que sea que estés preparando para él, pero nada de mayonesa, por favor. Odio esa cosa». «Sin mayonesa, no hay problema». Pasó la mano por el pelo corto de Ian mientras subía los dos escalones hacia el porche y luego entraba para prepararles el almuerzo. IAN VOLVIÓ A GRUÑIR cuando la descarada mirada de Carter permaneció pegada al trasero de Angie hasta que desapareció en la casa. «¿En serio, idiota?». El espía se encogió de hombros y luego se sentó junto a Ian. «¿Qué? Como has dicho muchas veces en el pasado, ‘solo porque no puedo tocar, no significa que no pueda mirar’. Lástima que no te gusten los tríos porque ese es un trasero hermoso, amigo mío, y tendría que estar dos metros bajo tierra para no apreciarlo». Vio de reojo al hombre, que seguía mirándolo, y dejó escapar un bufido. «Entonces, ella es la indicada ¿eh?». Los ojos de Ian se entrecerraron aún más. Antes de que pudiera responder, su teléfono sonó con una alerta. Un vehículo había activado un sensor cuando subía por la carretera que conducía a la casa. Un segundo después, recibió un mensaje de texto de Jake informándole que eran ellos quienes subían la colina. Miró a Carter de nuevo. «La indicada … ¿cómo?». «La que te hará olvidar que alguna vez tuviste una zorra como prometida que te jodió. Ya era hora». «Vete a la mierda, cabrón», se burló Ian. «Sabes que nunca volveré a tomar ese camino». «¡Ja! Sigue repitiéndote eso, amigo, pero desde mi punto de vista, no solo te diriges por ese camino, sino que estás yendo por el camino correcto. Y yo pensaba que ibas a revolcarte en el dolor por el resto de tu vida porque la mujer con la que no se suponía que debías estar te abandonó. ¿Alguna vez pensaste que la razón por la que sucedió eso, ahora mismo está preparando tu almuerzo y tiene un culo muy lindo?». Antes de que Ian pudiera decirle a Carter que se fuera a la mierda otra vez, la camioneta del equipo se detuvo en el camino de entrada con Brody al volante y Jake en el asiento del pasajero delantero. El vehículo estacionó y cuando las puertas delanteras se abrieron, también lo hizo la puerta del pasajero trasero y un Athos bien afeitado, pero con aspecto cansado, salió del vehículo. Los dos hombres en los escalones se pusieron de pie y se acercaron al trío. Mientras Carter estrechaba la mano del agente de la DEA, comentando su rostro desencajado, Ian miró a sus compañeros de equipo. «¿Cómo ha ido todo?». «Bien», le dijo Brody. «Sin rastreadores, sin preocupaciones». Ian asintió al friki, que se dirigió hacia la casa. Cuando llegó a la parte superior de las escaleras del porche, Angie salió por la puerta y bajó corriendo los escalones hacia el coche… hacia su mejor amigo y saltó a sus brazos que la esperaban. El corazón de Ian se apretó y cerró sus puños mientras veía a su mujer abrazar a otro hombre tan fuerte como podía. Rechinó los dientes y se obligó a no golpearse el pecho y arrancarla del abrazo de Athos, como quería hacer el cavernícola en él. A su lado, Carter dijo en voz baja y divertida que nadie más pudo oír: «Ajá. Sigue diciéndote que ella no es la indicada, jefe. Quizás algún día puedas convencerte a ti mismo, pero lo dudo».
DIEZ MINUTOS DESPUÉS, Angie entregaba un plato
con un desbordante sándwich de pan de centeno a Ian y otro a Carter y luego se puso a preparar sándwiches para Jimmy y para ella. Jake estaba en el lado opuesto de la isla de la cocina preparando un almuerzo similar para él y para Brody. ‘Cabeza de Huevo’ estaba arriba en el estudio, buscando información que necesitaban sobre varios agentes de la oficina de la DEA en Atlanta, incluidos los agentes Jackson y Holstein. Athos había confirmado sus identidades a partir de las fotos de vigilancia que Brody había impreso. Cuando terminaron de preparar los sándwiches, Jake llevó el almuerzo de Brody a la sala de guerra antes de unirse a Angie y al resto de ellos en la gran mesa del comedor. Mientras se acomodaba, Angie notó que Ian aún no había tocado su sándwich. Ella sonrió para sí misma cuando se dio cuenta de que no lo había empezado a comer por esperar a que ella tuviera el suyo. Había esperado hasta estar seguro de que ella lo comiera primero. Desde que se dio cuenta de que él siempre estaba anteponiendo su bienestar al suyo, se fijó en muchas más de las pequeñas cosas que hacía y le encantó cómo la hacían sentir. Podía ser que el hombre no fuera un romántico en el sentido tradicional, pero lo era a su manera. Mientras todos comían, Athos les contó a Ian y Carter lo que les había dicho a los demás en el camino de regreso a la casa. «Las cosas parecían estar bien las primeras dos semanas. Usaba contactos que había hecho hace unos años atrás para abrirme camino. Tuve suerte. Me encontré con un tipo que solo conocía mi tapadera y respondió por mí. Un policía local me investigó para el jefe, encontró mi historial de arrestos y me introdujo. Hice algunos pequeños asuntos de inmediato. Recientemente habían tenido algunos enfrentamientos con la policía y las pandillas locales, por lo que estaban cortos de personal, de lo contrario, no creo que hubiera entrado tan rápido. Ayer por la mañana, estaba fisgoneando y escuché que el próximo lunes a través del Golfo de México, un gran cargamento llegaría de Colombia, proveniente del cartel de Díaz…».
«AH, MIERDA, HOMBRE», interrumpió Carter,
dejando caer su sándwich a medio comer en su plato. Miró con complicidad a Ian, que estaba enojado como el infierno porque el cartel de Díaz estaba involucrado en este lío. «¿Emmanuel está detrás de todo esto? Maldita sea, cuando te metes con él, realmente lo haces, jefe». Athos se pasó una mano por la cara con frustración. «No lo sé. Aaron, el agente al que reemplacé, sospechaba que ahí era donde terminaba el rastro, pero no creo que Díaz estuviera detrás del golpe contra él y su familia. Creo que provino de más abajo, de la cadena alimentaria con ayuda interna de la DEA». Miró al espía del gobierno. «Sabes que hay suciedad en todas las agencias y la mía tiene su parte justa». «¿Cómo supiste que te habían delatado?». Ian estaba tratando de pensar más allá de la participación del cartel y su miedo por Angie. Varios años antes, su equipo Cuatro SEAL había estado involucrado en la investigación y, finalmente, en la muerte del hermano de Emmanuel, Ernesto. El cartel no solo estaba involucrado en drogas, sino que también, en ese momento, tenía un próspero comercio sexual y de armas en el que Emmanuel estaba trabajando arduamente para restablecerlo después de la muerte de su hermano. «La misma conversación. Después de escuchar los detalles, el jefe del narcotráfico de Nueva Orleans, Manny Meléndez, recibió una llamada telefónica de alguien. Lo siguiente que supe fue que estaba ordenando el golpe hacia mí y le decía a quienquiera que estuviera al teléfono que averiguara mis debilidades. Salí de allí lo más rápido que pude y te llamé». Angie estaba sentada en silencio entre él e Ian, y él se acercó y tomó su mano. Sus ojos se llenaron de profundo pesar. «Lo siento mucho, nena. Sabes que nunca haría nada que pudiera resultar en que salieras lastimada. Siempre he tomado precauciones para mantenerte a salvo». Ian no sabía quién se había sorprendido más, si él o Athos cuando Angie soltó su mano del agarre de su mejor amigo y se quedó mirándolo. «¿De verdad, Jimmy? Si eso fuera cierto, entonces no habrían llegado dos agentes corruptos de la DEA a mi puerta queriendo secuestrarme y probablemente matarme. No estaría corriendo por mi vida, y la vida de estos hombres…», señaló alrededor de la mesa, «…no estaría en peligro porque me estuvieran protegiendo». Athos se levantó de su asiento y también Ian, pero ninguno de los dos pudo decir una palabra porque ahora la mujer estaba en rachada, gritando y señalando con el dedo la nariz de su amigo. «No me estaría escondiendo aquí, preocupándome de que pudieras estar muerto en alguna parte. Y no creas que me olvidé de que les pediste que pusieran micrófonos y cámaras en mi casa». Ella resopló y se cruzó de brazos. «Ni siquiera sé cómo va a terminar todo este lío. ¿Voy a estar corriendo por el resto de mi vida hasta que uno de esos bastardos me alcance? ¿Podré volver a casa alguna vez? ¿Voy a …?». «Ang, deja de gritar. Cálmate y siéntate». Tan pronto como las órdenes gruñidas salieron de la boca de Athos, Ian supo que las cosas iban a empeorar por la expresión del rostro de Angie. Estaba contento de que su ira tuviera otro objetivo esta vez. Le gruñía a su amigo, con las manos apretadas de rabia. «No me digas qué hacer, y no te pongas a hacer esa mierda dominante conmigo porque tengo más que suficiente con Ian». Giró sobre sus talones y salió furiosa por la puerta principal mientras Athos miraba a Ian, quien le devolvió la mirada con creces. «¿Me estás tomando el pelo? Te dije que la cuidaras y la mantuvieras a salvo, no que te la follaras y la involucraras en tu maldita perversión. Y sí, sé todo sobre tu puto club de sexo, pendejo, y no vas a llevarla allí». Mientras Ian trataba de evitar golpear al chico, los otros dos hombres se levantaron de la mesa y comenzaron a caminar hacia la puerta detrás de la mujer muy molesta. Jake miró por encima del hombro. «Iremos a vigilar a Angie. Simplemente no se maten hasta después de que nos ocupemos del objetivo principal, ¿de acuerdo?». Ninguno de los dos le respondió porque había sido una pregunta retórica. En cambio, se miraron el uno al otro e Ian se asombró cuando Athos rompió el contacto visual primero, suspirando de frustración y pasándose los dedos por el pelo. «Mierda. Perdón. Puedes patearme el trasero más tarde. No tengo nada que decir sobre con quién sale o qué hacen ustedes dos. Solo quiero que ella sea feliz y esté segura. Si eres el hombre que la ayudará a lograrlo, entonces…». Athos dejó el resto de la oración sin terminar e Ian pudo ver la derrota en su expresión. Cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en la mesa del comedor donde todavía estaban los restos del almuerzo de todos. Estudió al otro hombre durante un minuto y dijo: «¿Ella lo sabe?». Athos lo miró confundido. «Ella sabe … ¿qué?». «¿Que estás enamorado de ella?». Evidentemente, la pregunta era lo último que Athos esperaba. En reflejo da la postura de Ian, se apoyó contra el respaldo del sofá y miró por encima del hombro de Ian. «Para amar a alguien como se merece, no solo debes tener un corazón, sino también alma. Yo perdí ambos hace mucho tiempo. He intentado vengarme de la muerte de mi madre y mi hermana durante tanto tiempo…». Sacudió la cabeza con tristeza. «No me queda nada para darle, por eso me mantengo alejado de ella tanto como puedo, y aún así, me aferro porque ella es todo lo que tengo». Hizo una pausa y miró a Ian un momento. «Y de vuelta a ti, Sawyer. ¿Sabe que estás enamorado de ella? Porque yo tampoco estoy ciego, hombre». Antes de que Ian pudiera responder, aunque no estaba seguro de cuál hubiera sido su respuesta, Brody bajó corriendo las escaleras desde el estudio con su computadora portátil en la mano. La colocó sobre la mesa del comedor para que ambos hombres pudieran ver la pantalla. «Tenemos un gran problema». CAPÍTULO DIECISIETE
I AN Y A THOS SE ACERCARON A LA MESA PARA LEER EL RESUMEN
de noticias del sitio en la red de CBS de Atlanta y ambos comenzaron a maldecir. El director de Athos, Arthur Giles, agente especial a cargo de la oficina de la DEA en Atlanta, había muerto en un tiroteo desde un vehículo. A las siete y cuarto de anoche, lo habían baleado cuando salía del auto al llegar a su casa, en las afueras de la ciudad. No había sospechosos reportados, pero la policía y los federales estaban buscando a una banda local de narcotraficantes. «¡Mierda! ¡Maldita sea!». Athos volvió a pasar ambas manos por su cabello y se dio la vuelta buscando algo en lo que descargar su ira. Al no encontrar nada más que una pared, la golpeó, y el dolor ni siquiera se registró cuando sus nudillos comenzaron a hincharse. «Su hija le dio su primer nieto hace un mes. Y ahora está muerto por mi jodida necesidad de vengarme de esos bastardos». «No lo sabes con seguridad». Ian no creía en sus propias palabras, pero necesitaba calmar al hombre. Athos se volvió hacia él y se le acercó a la cara, pero Ian no retrocedió. «¿No es así? Vamos, Sawyer, no seas jodidamente condescendiente conmigo. Ya sabes cómo va esto. Están limpiando la casa después de que el cartel descubrió que dos agentes de la DEA de la misma oficina se habían infiltrado en ellos. Alguien descubrió quién era nuestro puto director y puso fin a cualquier interferencia de él. Se suponía que nadie de Atlanta sabía adónde nos había enviado Artie. Carajo, se suponía que nadie en Atlanta sabía quién diablos era Aaron». Ian no dijo nada más porque ambos sabían que era mínima la probabilidad de que Athos estuviera equivocado. Había muy pocas coincidencias en su línea de trabajo y dudaba que esta fuera una de ellas. Carter había escuchado la conmoción y regresó para ver qué pasaba. Ian señaló la computadora portátil aún abierta, y el operativo se acercó para leerla, agregando sus propias maldiciones a las que habían soltado antes. Él lanzó al agente de la DEA una mirada comprensiva, habiendo escuchado su última perorata. «No te culpes, amigo. Si no te hubieras presentado voluntario, Artie habría enviado a otra persona y el resultado habría sido el mismo. Echa la culpa a donde pertenece: a los agentes sucios y al cartel». Hizo una pausa y dejó que sus palabras penetraran en el cerebro del hombre. «Artie era el único que sabía que te habías infiltrado, ¿no es así?». El hombre agitado asintió. Significaba que, en su propio departamento, no le quedaba nadie en quien pudiera confiar. Sabían que dos agentes, compañeros suyos, estaban sucios y no tenían idea de quién más podría estarlo en la oficina de Atlanta. No podía arriesgarse a contactar a nadie hasta que no supiera con certeza que era seguro. Por ahora, Carter y el equipo Trident eran su único respaldo. Ian arqueó una ceja hacia Carter. «¿Dónde está Angie?». «Fue a dar un paseo con Jake. Ella todavía sigue enojada y no fui tan estúpido como para quedarme en la línea de fuego. Esa mujer es un petardo». Brody había estado callado desde que bajó por primera vez y ahora respiró hondo. «Y bien, entonces, ¿a dónde vamos desde aquí? Athos no tiene el respaldo de su agencia. Su director está muerto. No podemos acabar con todo el cartel de Nueva Orleans sin iniciar una guerra total o meternos en prisión, o algo peor. Angie todavía está en peligro. ¿Me perdí de algo?». «No, y gracias por decir lo obvio, ‘Cabeza de Huevo’». «No hay problema, Carter. Me alegro de poder ayudar a mantenerte informado». Eliminó su sarcasmo y preguntó: «¿Alguien tiene un plan?». Mientras todos permanecían en silencio, tratando de pensar en una manera de salir de esta historia de terror en la que se encontraban, sonó el teléfono de Ian. Echó un vistazo a la pantalla y vio que era el teléfono de respaldo que su hermano tenía en su auto. «Hola, Dev, ¿qué pasa?». «¡Jenn ha sido secuestrada!». Ian se puso rígido en estado de shock, sin creer lo que Devon acababa de soltar. El pánico lo asaltó. «¿Qué quieres decir con que Jenn ha sido secuestrada?». Los otros tres hombres también se quedaron paralizados, con los ojos muy abiertos, buscando en el pálido rostro de Ian como si tuviera todas las respuestas a sus preguntas. Apretó el botón del altavoz y dejó el teléfono sobre la mesa para que todos pudieran reunirse alrededor. La voz frenética de su hermano se escuchó fuerte y clara. «Henderson llamó. Por seguridad, él y su compañero tenían asignada a Jenn. Fueron detenidos por un automóvil sin distintivos mientras la llevaban a la universidad. Por la descripción que me dio antes de que lo perdiera, parece que fueron los dos agentes que intentaron atrapar a Angie. Henderson recibió un balazo en el pecho y su compañero recibió un disparo en la cabeza. Creo que Henderson se desmayó, pero la línea sigue abierta, por eso sigo con los refuerzos. Ahora, estoy de camino a la escena y acabo de escuchar a la policía y a los paramédicos llegar». «¿Jenn fue herida?». «No lo sé, Ian. Todo lo que sé es que se la llevaron. Estoy a unos cinco minutos. Te llamaré tan pronto como sepa algo. Marco llamó hace unos veinte minutos y dijo que aterrizaron y están en camino». «Los llamaré y haré que regresen y luego me aseguraré de que CC esté listo para despegar de nuevo. Mantenme informado». Ian desconectó la llamada. «No les hagas regresar». Todos miraron a Brody, que subía corriendo las escaleras para recoger su equipo del estudio. Levantó la voz para poder ser escuchado sin detenerse. «Si ya están en la carretera, podemos hacer que CC haga un salto rápido al aeropuerto de Ashville. Está a medio camino entre nosotros. Podemos encontrarnos con ellos allí y nos ahorrará algo de tiempo». «Bien. Llámalo y ponlo en el aire». Ian señaló a Carter con la barbilla. «¿Puedes ir a buscar a Jake y a Angie? Saldremos de aquí en cinco». Sin una respuesta, el hombre salió corriendo por la puerta. Una vez que estuvo fuera de la vista, Ian agarró a Athos por la camisa y lo empujó contra la pared. El agente lo agarró por las muñecas, pero sabiamente no se resistió. Ian dejó escapar un gruñido. «Si algo le sucede a mi ahijada por tu culpa, no tendrás que preocuparte por el cartel. ¿Me escuchas?». El pesar llenó los ojos de Athos. «Te escucho y no esperaría menos de ti. Si sirve de algo, lo siento». «Me importa una mierda tu puta disculpa. Solo ayúdanos a recuperar a Jenn, luego terminamos esto y garantizamos la seguridad de Angie». Sin esperar una respuesta, Ian lo soltó y se dirigió a su dormitorio. «Tomemos lo que necesitamos y vámonos de aquí. Llamaré a Marco desde la carretera».
POCOS MINUTOS después de que todos estuvieran en
el aire, Brody le tendió la mano a Boomer. «¿Trajiste mi juguete nuevo?». El hombre metió la mano en el bolsillo de sus jeans y le entregó al friki la pieza de joyería que le había pedido que tomara de la sala de guerra. Caminó desde el área del sofá hasta donde Angie estaba sentada sola en el mismo asiento que había ocupado en su primer vuelo, Brody se sentó a su lado y le pidió que le extendiera el brazo izquierdo. Todavía estaba enojada por todo, y ahora aterrorizada de que Jenn hubiera sido secuestrada y posiblemente herida, o algo peor. Cuando terminó de colocarle el brazalete de oro en su muñeca, ella lo miró confundida. «Um, Brody, no tengo ninguna alergia, no soy diabética, ni nada, entonces, ¿para qué es el brazalete de alerta médica?». «Solo dice que eres alérgica a las abejas, cariño. Nada serio. Mientras tanto, si sucede algo, que vamos a evitar a toda costa, puedo rastrearte con el GPS que lleva dentro. Si estoy lo suficientemente cerca, también hay un micrófono oculto unidireccional para que pueda escuchar lo que sucede a tu alrededor a través de un receptor en mi computadora portátil. Es de corto alcance, pero el GPS es de largo alcance. Si es necesario, siempre puedo…», tosió la palabra «…piratear» antes de continuar, «…en un satélite para rastrearte. Ya nadie usa brazaletes de identificación y necesitaba el espacio interior, así que pensé que lo mejor era usar una alerta médica falsa. Es un prototipo y tú eres mi conejillo de indias… perdón, por decirlo de esa manera». Aún sosteniendo su mano, vaciló un momento, como si luchara con lo que quería decir a continuación. «¿Estamos bien tú y yo? Sé que todavía estás enojada por que nosotros intervenimos tu casa, pero cariño, mi amistad contigo era… es real». Ella asintió con la cabeza y vio su cuerpo tenso relajarse. Su voz era indulgente, pero cansada. «Lo sé, Brody. Es solo que todo me llegó de golpe, ¿sabes? He sido independiente durante tanto tiempo y odio que me dejen fuera de las cosas que me preocupan. Lo superaré, pero será mejor que vayas a mi casa tan pronto como todo esto termine y elimines todas y cada una de esas cámaras y micrófonos». Ella le lanzó una mirada furiosa para hacerle saber que hablaba en serio. «¿Entendido?». «¡Sí, señora!». Él le sonrió con su famosa expresión coqueta. «¿Sabes?, si no te conociera mejor, pensaría que a veces eres una Domme. Por cierto, a eso se le llama cambio. Pero no le digas a Ian que te lo dije. Me dispararía por poner ideas en tu cabeza». «Mmm. Tal vez podría hacer que Jake me entrene para ser un Ama del Látigo». La miró con fingido horror y ambos se rieron, contentos de haber tenido la oportunidad de despejar la última pizca de fricción que aún existía entre ellos. Cuando él se puso de pie para volver con el resto del grupo, ella se levantó y lo siguió, luego tomó el asiento al final del sofá entre Boomer y el sillón reclinable de Ian, que estaba en posición vertical. Ian le sonrió, pero no llegó a sus ojos, que estaban llenos de preocupación. Angie se inclinó y entrelazó sus dedos derechos con los izquierdos de él y puso sus manos unidas en el apoyabrazos del sofá. Su otra mano sostenía el teléfono del jet contra su oreja cuando recibió la actualización de Devon. «Bien. Haz lo que puedas, llama a quien necesites y mantenme informado». Desconectó la llamada, levantó la mirada y les informó lo que sabía, que no era mucho. «Aún no ha habido noticias de los secuestradores, ni de los agentes, o como quieran llamar a esos imbéciles. Tampoco hay pistas. Se emitió un boletín a todos los medios de comunicación sobre el vehículo de la agencia. Dev pidió algunos favores a los lugareños y, hasta ahora, han accedido a mantener a la DEA al margen, a pesar de la conexión. También llamó a Keon en caso de que necesitemos anular a las fuerzas del orden local». Su contacto en el FBI, Larry Keon, era el subdirector, también conocido como el hombre número dos de la agencia, y les ayudaría con todo lo que necesitaran. «Henderson está vivo, pero aún inconsciente. Perdió mucha sangre y lo llevaron a cirugía. Su compañero no lo logró. Dev está contactando a todos los que puede y usando nuestros contactos locales y soplones. Nada hasta ahora». «¿Por qué se la llevaron? Quiero decir que Jimmy ni siquiera conocía a Jenn». Angie no veía el panorama general, pero los hombres sí. Ian le apretó la mano. «‘Ángel’, es obvio que aún no te conocen lo suficiente, de lo contrario habrían ido tras uno de tus amigos. Habría llevado un tiempo averiguar con quién correrías para salvarlo. No tienes más familia, excepto Athos y viceversa. La única conexión que pudieron descubrir rápidamente es Brody, ya que te ayudó. El rastro de Brody los llevó a Trident. Su mejor oportunidad de atraparte, y finalmente de Athos, era tomar a Kristen o a Jenn. Kristen no ha salido del complejo, por lo que se llevaron a Jenn. La recuperaremos, pero por ahora, esperaremos a que nos contacten». Su labio inferior temblaba, pero ella no se quebró. «Quieren que me cambies por Jenn, ¿no es así?». Ian tiró de su mano hasta que ella se puso de pie y la sentó en su regazo. Envolvió un brazo alrededor de sus caderas y sosteniéndola contra él, tomó su barbilla con la otra mano y se aseguró de que ella lo mirara a los ojos. «Eso no va a suceder, ‘Ángel’. Estoy muerto de miedo por la seguridad de Jenn, pero me arrojaré a las puertas del infierno antes de cambiar tu vida por la de ella. Una vez que sepamos dónde la retienen, la recuperaremos… viva. Es lo que hacemos, cariño. Dev llamó a algunos ex miembros del equipo que pueden llegar rápido a Tampa. Junto con otros más, el padre de Boomer ya está en camino para ayudar. Estos bastardos van a lamentar el día en que se metieron con Jennifer Mullins, te lo puedo garantizar». Tiny intervino. «No se preocupe, señorita Angie. Tenemos esto cubierto». La mirada de Angie se trasladó a cada uno de los rostros de los valientes hombres y vio su determinación. Ella asintió con la cabeza, pero sabía que era evidente que todavía estaba aterrorizada por la seguridad de Jenn. Se bajó del regazo de Ian, se dirigió al baño del jet, que era el doble del tamaño de las instalaciones normales de un avión, y cerró la puerta. No fue hasta que estuvo sola, que permitió que sus lágrimas cayeran. No quería que supieran lo mal que se encontraba porque tenían suficiente con qué lidiar para que ella se derrumbara frente a ellos. Pasaron unos minutos antes de que recuperara el control y comenzara a salpicar un poco de agua en su cara. Llamaron a la puerta y se secó las manos y la cara antes de tirar la toalla de papel a la basura. Cuando abrió la puerta, se sorprendió al ver a Jimmy, y en lugar de hacerse a un lado para dejarla salir, él entró en el pequeño espacio con ella y cerró la puerta detrás de él. «¿Qué estás haciendo?». Tomó sus manos entre las suyas. «Quería un momento a solas contigo y esta era la única opción. Lo siento, Ang. No tienes idea de cuánto lamento que tú y la sobrina de Ian estén en peligro por mi culpa. Lamento haber puesto mi necesidad de vengar las muertes de mamá y Ruthie antes que mi relación contigo». Miró sus manos unidas. Tragó saliva y luchó por encontrar las palabras adecuadas. «Antes de que me llamaran a la oficina de mi comandante y me dijeran que habían sido asesinadas, estaba planeando terminar mi misión y luego salir. Iba a volver a casa e invitarte a salir en una cita real». Angie miró boquiabierta a su mejor amigo mientras él levantaba sus ojos tristes y se encogía de hombros. «Lo sé, que locura, ¿verdad? Pero estando lejos de ti, tan lejos, me di cuenta de lo mucho que significas para mí. En algún momento, en medio de nuestras cartas, llamadas telefónicas y mis rotaciones a casa, me enamoré de mi mejor amiga. Demonios, había estado enamorado de ti mucho antes de eso, pero me negaba a admitirlo». «Oh, Jimmy. ¿Por qué nunca dijiste nada?». «Al principio, antes… simplemente estaba asustado. Aquí estaba yo en Operaciones Especiales, y una pequeña rubia linda, atrevida, que significa el mundo para mí, me tenía asustado, pensando que no diría que sí a una cita. Además, quería decírtelo cara a cara. No quería darte tiempo para pensar demasiado las cosas. Entonces mi mundo se vino abajo y estaba demasiado empeñado en vengarme. Cuando Artie se acercó a mí con una forma de vengarme de los sucios criminales que vendían drogas a mi hermana y a millones de otros niños como ella, lo acepté. Y no me gustó en quién me convertiría después. No podía esperar que te enamoraras de un hombre que se había vuelto tan sediento de sangre, que estaba dispuesto a tirar por la borda lo mejor que le había pasado. Tú. Has sido mi mundo desde el día en que te conocí en la clase de inglés de noveno grado y recogí el libro que habías tirado de tu escritorio y te lo devolví». Ella le dedicó una sonrisa triste. «Yo también me sentía así, pero pensé que no querías arruinar nuestra amistad por algo que podría no funcionar». «No lo hice. Pensé que, si no funcionaba, te perdería por completo. Y cuando finalmente estuve listo para enfrentar mi miedo…». Respiró hondo y volvió a soltarlo. «Sawyer es bueno para ti. Lo he visto mirarte. Tú vienes antes que todo lo demás para él. No puedo decir lo mismo de mí, y no tienes idea de cuánto lo lamento. En un momento de mi vida pensé que éramos almas gemelas, ¿sabes? Ahora creo que, si bien es posible que hayas sido mía, yo nunca fui tuyo. Pero si alguna vez él te lastima, pagará un infierno». Ella empezó a decir algo, pero él negó con la cabeza y la detuvo. «Quiero que seas feliz, cariño, y a pesar de todo lo que está pasando, también me doy cuenta en la forma en que lo miras. Sé que estás enamorada de él y estoy de acuerdo con eso. Bueno, tal vez no por el momento, pero llegaré allí. Quizás cuando todo esto termine, empezaré a buscar a mi verdadera alma gemela, si ella está ahí fuera. Pero, honestamente, Ang, vas a ser alguien difícil de igualar». Cuando Athos terminó de hablar, Angie estaba llorando de nuevo. La tomó en sus brazos y la abrazó hasta que las lágrimas se detuvieron por segunda vez. Luego la soltó, pero no antes de depositar un prolongado beso en su frente. «Te amo, Ang. Siempre lo haré». «Yo también te amo, Jimmy Andrews. Siempre serás mi mejor amigo». Cuando los dos salieron juntos del baño, Ian vio sus ojos rojos e hinchados, y ella pudo sentir la ira que lo atravesaba mientras su mirada se desplazaba hacia el hombre que la había hecho llorar. Antes de que pudiera decir o hacer algo, Angie corrió hacia él, se subió a su regazo y lo rodeó con sus brazos, necesitando calmarlo junto con ella. Ella sintió que su cuerpo se relajaba cuando le susurró al oído: «Está bien, Ian. Tenía algunas cosas que quería decirme, pero es contigo con quien quiero estar. Siempre será mi amigo, pero eres tú de quien estoy enamorada». Ian tiró de su cabello, jalando su cabeza hacia atrás hasta que pudo mirarla a los ojos. Tenía que ver la verdad allí: ella estaba enamorada de él. Su corazón le pertenecía a él y solo a él. Se inclinó para que su boca estuviera al lado de su oreja y habló para que nadie más la oyera. «Y yo estoy enamorado de ti, mi dulce ángel». CAPÍTULO DIECIOCHO
C UANDO REGRESARON AL COMPLEJO , FUERA DEL EDIFICIO DE
Trident se encontraron con un área de estacionamiento casi llena. Había varios vehículos del gobierno y otros marcados como autos del Departamento de Policía de Tampa, así como vehículos personales pertenecientes a cualquier persona con la que Devon se hubiera puesto en contacto. Jenn tenía unos cuarenta tíos sustitutos del Equipo Cuatro SEAL, todos los cuales dejarían todo por la Chica Bebé, pero solo pocos de ellos estaban lo suficientemente cerca de Tampa para llegar allí en un corto tiempo. Incluso Beau sabía que estaba ‘de servicio’ y se había colocado al lado de Angie, como si supiera que ella era la humana que más lo necesitaba. El padre de Boomer, Rick Michaelson, y Devon se acercaron a los vehículos de Marco e Ian, que habían conducido al lugar desde la pequeña pista de aterrizaje. Mientras Boomer saludaba a su padre, quien también era un ex SEAL, Devon se puso manos a la obra y los puso al tanto de todo. «Todavía no hay noticias de los secuestradores y no podemos entender por qué, ya que han pasado más de tres horas. Todavía tienen que estar en algún lugar de Tampa porque Angie es su objetivo. Dentro de la sala de conferencias, además de Rick, tenemos a Bannerman, Rad y Urkel haciendo lo que pueden para coordinar todo y tratar de averiguar dónde podrían tenerla. También llamamos a Chase y le pedimos que prescindiera de quien tuviera a la mano, y con la experiencia que necesitamos, resultaron ser cinco tipos». Cuando era necesario, Trident contrataba mano de obra adicional de Chase Dixon, propietario de Blackhawk Security. Habían sido sus dos hombres los que habían sido baleados para proteger a Jenn. «Pero si esto se prolonga, tendrá más hombres mañana. Ahora mismo está en el hospital con Henderson, quien todavía está en cirugía. Su gente está de camino desde Jacksonville. Le dije a Chase que les reservara una habitación en el Hilton, calle arriba del hospital, y que me facturara. Me dijo que me fuera a la mierda, ya que lo tiene cubierto». «Mantendremos a la DEA al margen hasta que sepamos en quién podemos confiar. Pero llamé a Keon. Está atrapado en D.C., y se puso en contacto con la oficina local y les ordenó que nos ayuden en todo lo que puedan. Desafortunadamente, significa que Frank Stonewall estará aquí y no está contento con eso». El agente especial a cargo del FBI local no estaba nada emocionado con su supervisor, con Trident, y con Carter, después de que hacía varios meses, lo habían excluido de la investigación en la que Carter había eliminado al asesino a sueldo que había tenido en la mira al equipo. Mientras el resto del grupo gimió ante el anuncio de Devon, Carter sonrió. La última vez que él y Stonewall se conocieron, el agente especial casi se caga en los pantalones cuando el operativo cabreado se enfureció. Sería interesante ver la reacción del federal cuando lo viera de nuevo. «¡Angie!». Todas las cabezas se volvieron cuando Kristen salió corriendo del edificio de la residencia directamente a los brazos de la otra mujer y la abrazó con fuerza. Las dos se esforzaron por no derrumbarse, pero no pudieron evitar las pocas lágrimas que cayeron por sus rostros. Ian se acercó y se paró junto a ellas, frotando sus espaldas de arriba a abajo para darles confort. «Kristen, ¿por qué no llevas a Angie a tu apartamento por ahora, hmmm? Hay demasiada gente dentro de las oficinas y simplemente estarían de más. Lleva a Beau contigo y les haremos saber si nos enteramos de algo». Volvió la cabeza hacia Angie y agregó: «Estamos haciendo todo lo que podemos. La encontraremos y la traeremos a casa. Lo prometo». Las dos mujeres asintieron, ninguna de las dos confiaba en poder hablar en ese momento. Ian besó a ambas mujeres en la cabeza, deteniéndose más en la de Angie. Luego vio como regresaban tambaleándose a los apartamentos, abrazadas en apoyo mutuo mientras Beau trotaba a su lado. Tomó una respiración profunda, se volvió hacia su equipo ahora extendido y les hizo un gesto para que se dirigieran a las oficinas. Había llegado el momento de cumplir su promesa. En el interior, Colleen estaba sentada en su escritorio de recepción, pidiendo pizzas y dos cajas de agua embotellada para los hombres que ahora ocupaban la sala de conferencias. La oficina de Devon, así como dos escritorios vacíos en una pequeña área abierta en la parte de atrás, también estaban en uso. Los ojos de la joven secretaria estaban rojos y era obvio que había estado llorando antes. Mientras pasaban junto a ella, les dedicó una sonrisa acuosa llena de confianza, como si no tuviera ninguna duda de que los Dominantes harían todo lo posible para salvar la vida de Jenn. Brody fue directamente a su sala de guerra, la abrió y comenzó a arrancar las diferentes computadoras que necesitaría. Curt Bannerman, que había sido su especialista de respaldo en computadoras en el Equipo Cuatro, se unió a él, tomó una silla libre y la hizo girar para ayudar a su compañero friki. Neil ‘Rad’ Radovsky y Steve ‘Urkel’ Romanelli le dieron a Ian y al resto del equipo un perezoso saludo mientras permanecían en sus respectivos teléfonos con sus contactos, tratando de encontrar dónde podría estar detenida Jenn. Dentro de la oficina de Devon, los cinco hombres proporcionados por Chase estaban revisando sus armas y esperando a que los llamaran al servicio. Uno estaba hablando por teléfono y, por lo que se oía, hablaba con su jefe, comprobando cómo estaba Henderson. Ian tendría que averiguar más tarde sobre el guardaespaldas asesinado para ver qué podían hacer para ayudar a la familia a lidiar con su pérdida. Antes en el avión, Ian le había dicho a Devon, que ellos se harían cargo de todos los costos del funeral y el entierro y había estado de acuerdo. Si tuviera esposa e hijos, ellos se asegurarían de que estuvieran bien cuidados. Era lo mínimo que podían hacer por un hombre que había dado su vida tratando de proteger a Jenn. En la sala de conferencias se encontraban tres agentes del FBI, incluido Stonewall con el ceño fruncido, dos policías uniformados y dos detectives vestidos de civil de la policía local. Si la situación no fuera tan grave, Ian podría haberse reído cuando Stonewall palideció al ver a Carter entrar en la habitación. Pero, aun así, escuchó a Boomer reírse detrás de él cuando el chico notó lo mismo. Carter, a su vez, le dio al agente su mejor mirada de Dom, luego ignoró al federal y se puso a trabajar, llamando a sus propios contactos. También estaban presentes en la sala, el Dom de Colleen, Reggie Helm y el primo de Ian, Mitch Sawyer, quienes estrecharon la mano de Ian y ofrecieron toda la ayuda que pudieran dar. Mitch preguntó: «¿Qué debemos hacer con el club? ¿Quieres que lo cierre por la noche?». Ian miró el reloj de la pared y suspiró. Todavía tenían unas tres horas antes de que abriera el club a las diecinueve treinta horas. «Sí, cuanta menos gente haya en el complejo, mejor. No sabemos cuánto tiempo va a durar esto. Hagas lo que hagas, no dejes que los miembros sepan sobre Jenn, de lo contrario, todos los Dominantes aparecerán para ayudar y, aunque lo agradecería, se interpondrían en el camino. Tenemos suficiente personal aquí». Mitch asintió. «Enviaré el mensaje de texto masivo desde mi oficina». Se volvió hacia Tiny. «¿Te importaría ayudarme a llamar al personal? Quiero asegurarme de que todos sepan que no deben presentarse y los teléfonos probablemente comenzarán a sonar cuando los miembros se enteren de que estamos cerrados, queriendo saber cuál es el problema». Ian le habló en voz baja a Reggie para que no lo oyeran, «Te agradecería que te lleves a Colleen a casa contigo. Ella no necesita estar aquí para esto y cuanto menos sepa, mejor. Es posible que te necesitemos después de que todo esto termine». Reggie era uno de los abogados de Trident, y esta era la forma de Ian para mantener al hombre fuera de la jugada para cuando se armara grande el lío. Si Reggie necesitaba defenderlos en la corte por cualquier motivo como, por ejemplo, un cargo de asesinato, le daba una negación plausible. Cuando los abogados hablaban con sus clientes acusados de delitos, rara vez les preguntaban abiertamente si eran culpables o no. No necesitaban saberlo para defenderlos y, por lo general, no querían saberlo. Justo después de que los dos Dom y Tiny se fueran con Colleen a cuestas, sonó el teléfono de la empresa e Ian contestó en uno de los teléfonos de la sala de conferencias que había sobre la mesa. Tan pronto como escuchó una voz alterada por computadora, comenzó a agitar rápidamente la otra mano y a chasquear los dedos para alertar a todos en la habitación que los secuestradores estaban haciendo contacto. Todos se detuvieron a mitad de la frase y permanecieron en silencio. Marco salió corriendo por la puerta hacia la sala de guerra para decirle a Brody que comenzara a rastrear la llamada mientras Ian oprimía el botón del altavoz para que todos pudieran escuchar. «… verla de nuevo. Mañana, a las ocho en punto, recibirás un mensaje de texto. Haz que el agente Andrews lleve a Angelina Beckett a la dirección que se te enviará, y liberaremos a tu linda sobrina, aunque puede que ya no esté demasiado bonita si no haces lo que se te dice». El pelo de la nuca de Ian hormigueó cuando su miedo y su ira se intensificaron. Apoyó sus dos manos en la mesa de conferencias, gruñó a la persona al otro lado del teléfono. «Escucha, maldito bastardo, si lastimas un maldito cabello de la cabeza de esa chica, no habrá ningún lugar en esta maldita tierra donde puedas esconderte y que no te encuentre. ¡Y cuando termine contigo, me rogarás jodidamente que te mate para terminar con tu sufrimiento! ¡Me oyes pedazo de mierda!». Había estado en una rabia tan ciega y estaba gritando al final de su perorata que no se dio cuenta de que la persona que llamaba se había desconectado hasta que Devon le puso la mano en el bíceps. «Ian, ya colgó». La voz de Devon era baja, tratando de calmar a su hermano, pero no funcionó. Ian agarró el teléfono de la oficina, arrancó el cable y lo arrojó contra la pared donde quedó destruido. Nadie resultó herido por los escombros que salieron despedidos, aunque varios de los hombres resultaron golpeados. No se pronunció una palabra mientras el hombre, normalmente imperturbable, salió furioso de la habitación y se dirigió a su oficina, pasando por delante de Marco que tenía la cara como de piedra. Cerró la puerta detrás de él y escucharon un rugido de frustración y angustia. Todos los hombres sabían que el tiempo de llamada había sido demasiado corto para dejar rastro. Se sentían igualmente frustrados porque, a pesar de todas las misiones y casos en los que habían participado a lo largo de los años, esta vez era algo personal. Devon miró a todos los demás. «Denle unos minutos. Mientras tanto, vuelvan a acosar a sus contactos». ANGIE ESTABA en la habitación de Ian después de decirle a Kristen que se recostaría unos minutos. A principios de semana y por petición de Ian, Brody había programado la huella de su mano para los escáneres de cerradura, por lo que pudo entrar mientras Beau seguía a Kristen escaleras arriba hasta su apartamento y el de Devon. Esta era la primera vez que Angie tenía un momento para sí misma desde que Jimmy había aparecido en el baño del avión, aunque este había sido breve. Necesitaba algo de tiempo para aceptar algunas cosas. Además de su preocupación por Jenn, todavía se estaba recuperando de la confesión de Jimmy y del hecho de que le había dicho a Ian que estaba enamorada de él. No había esperado que él respondiera a sus palabras, y aunque sabía que las decía en serio, no pudo evitar pensar que todavía se estaba reprimiendo ante ella. Su ex prometida debió haberle afectado mucho y se alegró de que la mujer no viviera en ningún lugar cercano porque podría haber ido a buscarla y golpearla por haberle hecho daño. Al entrar al baño, se lavó la cara de nuevo y luego se limpió los dientes con el cepillo de repuesto que Ian le había dado para que lo usara después de su primera estancia de una noche. Al salir del baño, tomó la sudadera que Ian le había dado para que se pusiera cuando comenzó a temblar ante la noticia del secuestro y empezó a sacar las piezas de su teléfono celular desmontado. Ella había recuperado las partes del teléfono del asiento trasero de su todoterreno, donde él lo había arrojado el día anterior, y se las había metido en los bolsillos. Dios, ¿había sido solo ayer por la tarde cuando ella y Brody habían estado corriendo por sus vidas? Mucho había cambiado en menos de treinta y seis horas. Colocando la tarjeta SIM, seguida de la batería, cerró la tapa y encendió el teléfono. De inmediato, comenzó a alertarla sobre llamadas y mensajes de texto perdidos. Primero revisó el registro de llamadas y vio cuatro mensajes de voz de su amiga Mandy, Shelby del club, Red Rose Books y otro cliente. Luego revisó sus mensajes de texto y vio más de lo mismo, pero un mensaje Desconocido le llamó la atención. Cuando lo abrió, Angie se horrorizó al ver una foto de Jenn y sintió que se le helaba la sangre. La chica había sido atada, amordazada y tenía los ojos vendados. El mensaje con la foto le decía que se pusiera de inmediato en contacto con el remitente, sin decirle a la policía o al equipo de Trident, o de lo contrario, matarían a Jenn. Comprobando la marca de tiempo, vio que el mensaje se había recibido solo veinte minutos antes. Envió un mensaje de texto de respuesta lo más rápido que pudo.
E STOY AQUÍ . Dime qué debo hacer.
M ENOS DE QUINCE SEGUNDOS DESPUÉS , el teléfono sonó en
su mano y estaba tan sorprendida que casi lo deja caer. En la pantalla se leía Llamada desconocida. Después de presionar el botón de conexión, se llevó el teléfono a la oreja. «¿H-hola?». Una voz disfrazada de computadora llegó a través de la línea y las manos de Angie comenzaron a temblar. «Ven sola a la dirección que te voy a enviar en un mensaje de texto. Si veo a tu novio, a la policía o a cualquier otra persona, la mataré. Tienes quince minutos». Antes de que pudiera responder, la llamada se desconectó. Se quedó mirando el teléfono hasta que sonó una alerta de mensaje de texto.
1795 R UTA 301. . . ¡Sola!
F RENÉTICA , corrió a la sala de estar y comenzó a buscar
su bolso y las llaves del auto antes de recordar que su auto no estaba allí. Todavía estaba en el camino de entrada de su casa. Vio el juego de llaves de repuesto de Ian en un estante de su centro de entretenimiento. Las agarró y salió corriendo por la puerta principal y saltó a su Audi, presionando el botón de arranque sin llave mientras se colocaba el cinturón de seguridad. No podía arriesgarse a decirle a Kristen adónde iba, ni a nadie más. Pero ella no era estúpida. Cuando llegara al destino, le enviaría un mensaje de texto a Ian para informarle dónde estaban ella y Jenn. Aliviada de ver que no había nadie afuera excepto dos guardias de seguridad, a quienes apenas conocía, puso el auto en marcha y aceleró tan rápido como se atrevió sin advertirles que algo andaba mal. Las puertas se habían dejado abiertas para permitir que la policía y los federales entraran y salieran según fuera necesario, y Angie salió del complejo en dirección a la carretera principal. Ian y Jimmy iban a matarla si los traficantes de drogas no lo hacían por ellos, pero ella sabía que no cambiarían su vida por la de Jenn y se negó a ser responsable de la muerte de la chica. No tardó en llegar a la Ruta 301, pero cuando llegó, no sabía si tenía que ir al norte o al sur. Programó el GPS de su teléfono con la dirección y giró hacia el norte cuando la voz de la mujer irritantemente alegre le dijo que lo hiciera. Unos minutos después, la misma voz volvió a hablar. ‘Te estás acercando a tu destino a tu derecha’. Angie se acercó al arcén y vio la estructura apartada de la carretera. Era similar al complejo de Ian, pero tenía menos árboles, sin valla y solo dos edificios de almacén que eran los únicos a la vista en la franja despoblada de la carretera. Desde donde estaba sentada, solo podía ver dos vehículos: una camioneta negra y un sedán sencillo de cuatro puertas que supuso pertenecía a los agentes de la DEA que habían estado en su casa. Agarró su teléfono, le escribió un mensaje de texto a Ian. L OS SECUESTRADORES LLAMARON A MI CELULAR . Están en 1795 Ruta 301. Cambio a Jenn, por mí. Apúrense.
D ESPUÉS DE PRESIONAR el botón de enviar, Angie tiró el
teléfono en el asiento del pasajero. Volvió a poner el coche en marcha y avanzó lentamente, girando hacia el largo camino de entrada que conducía a los edificios. Aparcó junto a la camioneta y salió del coche, dejando el motor encendido con el llavero en la consola central para que Jenn pudiera escapar. Angie miró de un lado a otro entre los dos edificios tratando de averiguar en cuál se suponía que debía entrar cuando se abrió la puerta del lado izquierdo. El agente Jackson estaba de pie en la entrada apuntándole con su arma. «Adentro. ¡Ahora!». Con las rodillas temblorosas y los pies pesados, Angie comenzó a caminar penosamente hacia él, rezando para que Ian llegara antes de que fuera demasiado tarde. CAPÍTULO DIECINUEVE
D EVON ESTABA A PUNTO DE LLAMAR A LA PUERTA CUANDO ESTA
se abrió y vio la embravecida expresión de Ian. De inmediato supo lo que veía en esos ojos azules tan similares a los suyos: terror… terror puro. «¿Qué ocurre?». En lugar de decírselo, su hermano le puso el teléfono en la cara a Devon, para que pudiera leer el mensaje de texto que Ian había recibido segundos antes.
L OS SECUESTRADORES LLAMARON A MI CELULAR . Están en
1795 Route 301. Cambio el lugar de Jenn, por mí. Apúrense.
«¡A H , CARAJO !».
Ian corrió al área de recepción. «¡Tenemos que movernos! ¡Ahora!». El equipo, los antiguos SEAL, los hombres de Chase, Carter, Athos, los federales y la policía, llegaron corriendo y siguieron a los hermanos Sawyer hasta el estacionamiento. «Tenemos una dirección. No solo tienen a Jenn…», Ian hizo una pausa y miró directamente a Athos, «…sino que contactaron a Angie en su celular y ella decidió interpretar a la Mujer Maravilla. Está en camino de cambiar su lugar por Jenn». Los ojos de Athos reflejaban el mismo miedo que había en los de Ian. A su alrededor había un coro de maldiciones y gemidos frustrados. Los hombres sabían que no había forma de que los secuestradores dejaran ir a Jenn, incluso si tenían a Angie. Sin quererlo, el angelito de Ian les había hecho el trabajo el doble de difícil y cuando la agarrara, no podría sentarse durante un mes. Él se aseguraría de ello, pero primero tenían que rescatar a las dos mujeres que amaba. «¿Dónde están?». La pregunta llegó de Stonewall e Ian miró a Carter, quien le hizo una leve sacudida de cabeza. Ian estuvo de acuerdo. Harían esto sin la participación de las fuerzas del orden local. Esto era lo que el equipo hacía mejor. Si dejaban que la policía y los federales aparecieran en la escena, se convertiría en un lío de primer grado, con las vidas de Jenn y Angie en juego. El FBI y el Departamento de Policía de Tampa tenían protocolos que, por ley, debían seguir. Trident no tenía esas restricciones, y era mejor disculparse más tarde que tener que pedir permiso antes de actuar. Carter sacó su teléfono celular, uno de sus muchos aparatos desechables, y marcó un número de memoria mientras se alejaba del grupo. Stonewall vio la vacilación de Ian y comenzó a gritar, poniéndose rojo brillante en el proceso. «¡Oh no, Sawyer! ¡No otra vez! ¡Nos mantienen informados sobre esto o los arrestaré a todos, aquí mismo, de inmediato!». Por mucho que Ian quisiera correr para salvar a las dos mujeres, sabía que, si se marchaba, los federales y los locales lo seguirían. Probablemente asumió que Carter estaba llamando a Keon y se obligó a esperar un momento. Mientras que el agente federal continuaba despotricando, sus dos subordinados y la policía local no parecían muy felices ante la perspectiva de intentar arrestar a diecisiete hombres exaltados. Hombres que habían matado a muchos terroristas y criminales mientras estaban en el ejército y que estaban en busca de sangre. La mayoría de los operativos especialmente entrenados ignoraban al iracundo agente y se habían reunido alrededor del vehículo de Marco. El especialista en comunicaciones estaba repartiendo auriculares para que todos pudieran hablar entre ellos sin necesitar sus manos. Las armas estaban siendo revisadas dos veces y Jake estaba cargando su rifle de francotirador favorito, junto con su MK11 de respaldo, que le prestaría a Carter si fuera necesario. En medio de la conmoción, Kristen bajó corriendo de las residencias con Beau pisándole los talones. Corrió directamente hacia Devon y le soltó que Angie había desaparecido. Él le explicó lo que había sucedido y una expresión de sorpresa apareció en su rostro. Agarró su barbilla para llamar su atención. «Necesito saber que estás a salvo. Tiny y Mitch están en la oficina del club. Tienes que ir directamente allí y hacer todo lo que te digan, niña. No puedo hacer mi trabajo si estoy preocupado por ti. Si les provocas algún problema, recibirás una paliza pública que nunca olvidarás. ¿Lo entiendes?». Sabía que hablaba en serio cuando dijo la palabra ‘pública’ porque, si bien le encantaba ver a otros sumisos ser disciplinados frente a todos en el club, no la entusiasmaba que se exhibiera su trasero. «Sí, Señor. Te Amo. Cuídate». La besó en los labios. «Yo también te amo. Ahora ve. Beau viene con nosotros. Te llamaré tan pronto como las tengamos a salvo». Mientras su prometida se dirigía directamente al edificio que albergaba el club, Devon ordenó a Beau que lo siguiera. El trasero del perro giró y se aproximó a la pierna derecha de Devon, sin parecer feliz de ver a su anterior equipo de protección alejarse sin él. Su humano se inclinó y le rascó detrás de su peluda oreja. «Está bien, chico. Ella esta bien. Necesitamos rescatar a Jenn y Angie, y tal vez incluso darte a alguien a quien hincarle el diente». Si bien Dev sabía que el perro debía entender muy poco de lo que le decían, el canino parecía saber exactamente a qué se refería. Beau dejó escapar un ladrido emocionado ante la perspectiva de morder a alguien que se lo merecía. Mientras tanto, Carter había dejado de hablar en su celular y se acercó a Stonewall. Con una mirada que habría hecho temblar a algunos hombres en sus botas, Carter le entregó el teléfono. El federal palideció y pareció confundido, pero tomó el dispositivo. Intentó salvar su autoridad ladrando al altavoz. «Este es el agente especial del FBI a cargo, Stonewall, ¿quién diablos es?». Ian, Devon y Athos observaron cómo la última gota de sangre del hombre desaparecía de su rostro. «Sí, director Moran, señor… Entiendo, señor… no hay problema señor …». Sin esperar a que el agente terminara de recibir la paliza de su jefe y le entregara el culo, todos los hombres, menos la policía, se apresuraron a llegar a sus vehículos y salieron volando de la fila compuesta detrás de la camioneta de Ian. Carter y Athos se sentaron atrás, detrás de los hermanos Sawyer, con Beau entre ellos. El perro pareció emocionarse con la acción mientras su lengua colgaba de su boca jadeante. Ian conducía mientras Devon, sentado en el asiento del pasajero, mostraba las coordenadas GPS. Después de eso, marcó su teléfono celular y esperó a que Tiny contestara. Cuando el jefe de seguridad lo hizo, le dijo: «Necesito que te lleves a Kristen y la encierres en la sala de pánico hasta nuevo aviso. Dile a Mitch que se quede encerrado dentro del club si no quiere ir contigo, pero asegúrate de que esté armado. Cierra las puertas ya sea que la policía se retire o no». Cuando el grandulón confirmó las órdenes, Devon desconectó el teléfono y miró por encima del hombro a Carter. «¿Realmente usaste tu ‘única llamada’ para salir de la cárcel para contactar al Gran Señor? ¿Por qué no llamaste a Keon?». El espía se encogió de hombros, pero su rostro permaneció inexpresivo. Rara vez se contactaba con el director Moran a menos que fuera necesario, prefiriendo tratar con el subdirector. Menos política. «En realidad, intenté llamar a Larry, pero no contestó, así que subí el escalafón. El director ya estaba de mal humor y muy contento de amenazar al imbécil con un traslado. Creo que pudo haber mencionado algún pueblo de Alaska con una población de dos habitantes». Devon soltó una fuerte carcajada y sacudió la cabeza con incredulidad antes de que la voz de Brody llegara a los auriculares de todos. En su computadora portátil había una transmisión en vivo de uno de los muchos satélites que orbitaban la Tierra y la aproximó a su destino. «No pregunten de quién es el SAT que estoy usando, porque no quieren saberlo». Unas cuantas risitas llegaron a través de los auriculares. «Ian, cuando llegues a la 301, irás al norte. Siete kilómetros más arriba hay un camino de tierra a tu derecha. Tómalo unos cien metros y acércate desde el sur a pie con un ETA de dos minutos [Nota de la T.: ‘Estimated Time of Arrival’- tiempo estimado de llegada]. La dirección tiene dos almacenes que van de oeste a este. Hay tres vehículos, parece que uno es tu Audi y creo que otro es el sedán de la DEA de ayer, pero sin ver las placas, no puedo confirmarlo. El otro vehículo es un SUV oscuro. Por su forma de estacionarlos, no puedo decir en qué edificio se encuentran, por lo que debemos verificar ambos. Un segundo equipo puede pasar sin sospechas y salir como a medio kilómetro por la carretera y entrar desde el norte». Ian reconoció la información y pidió un desglose de quién estaba en cada vehículo. Cuando tuvo la información, los dividió en tres equipos. Marco lideraría al Equipo Dos, mientras que Ian tomaría el Equipo Uno. Marco tenía a Jake, Brody, Rick, Bannerman y Rad con él. El equipo de Ian estaba formado por los tres hombres en su vehículo junto con Boomer, Urkel y uno de los hombres de Chase, Tanner. Y, por supuesto, Beau. El resto de los cuatro agentes contratados ocuparían posición al otro lado de la carretera y asaltarían el camino de entrada después de que los equipos de ingreso se abrieran paso al edificio donde se encontraban las rehenes e interceptarían a cualquiera que intentara escapar. Menos de diez minutos después, los vehículos estaban en posición y los hombres salían de ellos. Mientras esperaba información del complejo, Dev había ordenado a los hombres de Chase que cargaran los vehículos con el equipo que todos necesitarían para organizar un rescate. Los hombres habían trabajado con Trident en varias misiones y sabían lo que se necesitaba. Ahora los tres equipos portaban chalecos antibalas, cuchillos KA-BAR, armas de mano y granadas flash. Se utilizarían carabinas Colt M4 o HK MP5, según la preferencia de cada hombre por sus rifles de asalto. Jake y Carter llevarían sus rifles de francotirador. Los hombres tomaron más equipo que necesitarían. Beau estaba equipado con un arnés y un chaleco antibalas canino especialmente diseñado para él. Las orejas y la cola del perro se movían de emoción mientras sus patas bailaban ansiosamente, pero permaneció en silencio. No habría necesidad de preocuparse de que ladrara y alertara a nadie de su presencia, ya que había sido bien entrenado y a menudo el equipo practicaba diferentes ejercicios con él. Beau haría su trabajo con tanta precisión como sus homólogos humanos lo harían con el suyo. «Equipo dos, equipo tres, ¿listos?». Ian habló por los auriculares conectados a su oreja derecha, mientras le entregaba la correa de Beau a Boomer. Cuando las respuestas fueron afirmativas, les dijo que se movieran. No tenía que preocuparse por los hombres que no formaban parte del núcleo seis de Trident. Todos tenían experiencia en Operaciones Especiales, incluido Athos, por lo que conocían los conceptos básicos de trabajo en equipo de cada hombre. El Equipo Uno se acercó, saltando en dos secciones, lo que significaba que mientras la mitad del equipo avanzaba hacia el siguiente árbol u objeto para ocultarse, los demás los cubrirían, listos para disparar sus armas si era necesario. En silencio, llegaron al edificio ubicado más al sur e Ian hizo una señal a Urkel y Tanner para que se acercaran a la estructura. Mientras Tanner los cubría, Urkel escaneó la pared exterior con un dispositivo de mano de búsqueda de calor y dio negativo en busca de ocupantes de cuerpo cálido que no fueran unos pocos roedores a lo largo de la línea del piso. Con señales de mano, hizo un gesto para que todo quedara claro al Equipo Uno y el resto se unió a los dos agentes, usando el edificio como protección. El susurro de Brody atravesó los intercomunicadores. «Equipos, mantengan la posición. Tengo audio proveniente del brazalete de Angie. Maldita sea, funciona. Estén preparados». Ian reprimió su impulso de correr hacia el otro edificio y disparar a todos los que no fueran las mujeres de su vida.
ANGIE SE ESFORZABA por hablar con voz tranquila. No
quería inquietar a Jenn más de lo que ya estaba. Si bien Jenn podía escuchar todo, seguía llevando la mordaza y la venda. Pero aparentemente, los sucios agentes de la DEA y otros tres hombres, que parecían pandilleros, no habían llevado un segundo juego para Angie, por lo que ella aún podía ver y hablar. Estaba sentada en una silla en medio del cavernoso almacén que estaba medio lleno de cajas y contenedores. Tenía las muñecas esposadas a la espalda y le había llevado un tiempo recordar que el brazalete GPS que Brody le había colocado también tenía un micrófono. Agradecida por el aparato, ignoró el hecho de que la estaba lastimando ya que estaba debajo de las esposas de metal y se clavaba en su carne. Rezó para que el experto en tecnología estuviera escuchando mientras comenzaba a hacer preguntas a los hombres que las tenían como rehenes. «Yo soy quien ustedes quieren. ¿Por qué no dejan ir a Jenn?». Uno de los tres pandilleros con una cicatriz de cuchillo en la cara levantó la vista del juego de póquer y se burló. «Porque me gusta la mamita caliente. Ella y yo nos divertiremos un poco después de que aparezca ese cerdo y nos paguen». «Cállate, idiota», le gruñó el Agente Holstein al de la cicatriz, quien se encogió de hombros e hizo un gesto vulgar hacia Jenn. Angie estaba agradecida de que la mujer más joven no pudiera verlo porque ya temblaba lo suficiente. «Entonces, ¿se necesitan cinco para secuestrar a dos mujeres y esposarlas a sillas en medio de un almacén? Estamos indefensas y no vamos a ninguna parte, así que, ¿podrían guardar sus pistolas?». Por favor, Brody, sal de alguna parte con Ian. Como no quería que los secuestradores se dieran cuenta de que con suerte le estaba dando información a Trident, cambió de tema. «Y de cualquier forma ¿cómo se enteraron de Jimmy y de mí?». Si bien Holstein no quería que ninguno de los pandilleros respondiera a sus preguntas, no parecía aplicarse lo mismo a su compañero. El agente Jackson estaba sentado en una caja a unos cinco metros frente a ella. «Vi al capullo hablando en uno de esos teléfonos desechables que usaba mucho y me imaginé que había una buena razón detrás de ello. Cuando traté de acercarme para escuchar lo que estaba diciendo, colgó. Lo metió en su cajón cuando entró un ‘agente caído’, cortesía de una llamada anónima, por supuesto. Después de que se fue de allí con el resto del equipo, abrí la cerradura de su escritorio, verifiqué el teléfono y copié tu número. Pensé que sería útil algún día. Andrews, o Athos, o el puto imbécil, tú decides, nunca fue el tipo de hombre que podría mantenerse alejado de estar de encubierto. Sabía que volvería a hundirse algún día, y tenía razón. Rastreé el número y te encontré. Cuando nuestros contactos de Nueva Orleans llamaron para ver si conocíamos al chico nuevo que los estaba poniendo nerviosos y me enviaron una foto de él… bueno, digamos que no me sorprendió ver a tu novio». «Entonces, ¿fuiste tú quien les dijo a los narcotraficantes quién era él y también el otro agente que fue asesinado?». El hombre se encogió de hombros sin una respuesta verbal, pero la expresión cruel de su rostro confirmaba lo que ella había pedido. «¿Y ahora qué va a pasar?». «Ahora esperamos un poco y cuando estemos listos, vas a llamar a tu novio y decirle dónde encontrarnos. Si viene solo, ambos morirán. Si no lo hace, entonces mueres tú, muere él y quien venga con él, muere. Luego cobramos el dinero que se nos debe por esta puta operación… ¿Bastante simple?». Ella no le respondió. «Por cierto, ¿cuál es realmente tu novio? Andrews o el pueblerino con el que te escapaste?». Él la miró lascivamente. «¿O te estás tirando a los dos?». Se dio cuenta de que él todavía pensaba que Brody era su novio y no sabía nada sobre su relación con Ian. Saltó de la caja, dio un paso hacia ella y se puso en cuclillas frente a su silla. «Tal vez vea qué tiene a todos estos imbéciles abriéndose camino hacia tu puerta, ¿eh? ¿Eres tan buena en la cama, cariño?». Imitó el acento texano que Brody había usado con él. Cuando deslizó un dedo por su rostro y cuello hasta su pecho, ella se estremeció. Instintivamente pateó su pierna, pero por pocos centímetros falló en conectar su espinilla contra sus bolas. Él se movió a tiempo y luego le dio un revés en la cara, haciéndola caer a ella junto con su silla. «¡Maldita perra!». Segundos después de que golpeara el suelo, las puertas de metal en ambos extremos del almacén se abrieron, seguidas de destellos de luz cegadora y fuertes explosiones. Estallaron disparos y pandemonio y Angie empujó sus piernas contra el piso de cemento, forzando la parte superior de su cuerpo a llegar hacia donde estaba sentada Jenn, esforzándose frenéticamente contra sus ataduras mientras gritos ahogados emergían de su mordaza. A diferencia de Angie, estaba atada a la silla y no podía salir de la línea de fuego. Mientras continuaba el tiroteo, Angie logró ponerse de rodillas y, usando la parte superior del cuerpo, tiró de costado a Jenn, con la silla y todo, y luego cubrió lo mejor que pudo el cuerpo de la mujer indefensa con el suyo.
«REPORTE DE SITUACIÓN», ordenó Ian.
Todavía estaban en un patrón de espera. Brody estaba escuchando por una oreja un auricular conectado a su tableta portátil, que ejecutaba el mismo programa que su computadora portátil, mientras que su equipo de comunicación estaba en su otra oreja. La voz de Angie llegaba fuerte y clara con algún que otro rasguño ocasional y podía distinguir las voces masculinas en la distancia. Presionó el ícono de grabación cuando escuchó que Angie comenzaba a hacer las preguntas de las que el equipo necesitaba respuestas. «Así se hace, cariño. Equipos, en espera, nuestra chica nos está dando información… cinco tangos… los principales están esposados a sillas al centro de la estructura… pistolas listas. No hay indicios de otras armas… ella está fuera de tema. Tu decisión, ‘Jefe’». «Equipo Uno, tomen el extremo poniente. Equipo dos, tomen el extremo del oriente. Dame confirmación de calor, Dos». Ian les indicó a sus hombres que evitaran el almacén vacío, en el que todavía estaban, hacia lo que eran las entradas delanteras de ambos edificios. El otro equipo se abriría camino hacia la parte de atrás. También le indicó a Carter que encontrara un camino hacia el techo para ver si podía ver el edificio norte. Si los edificios fueran los mismos, las ventanas altas correrían a lo largo del lado sur de la otra estructura. «’Reverendo’, francotirador del sur en busca de posición, haz lo mismo en el norte si puedes». Su compañero de equipo lo reconoció. «¿Firmas de calor?». La voz de Rad llegó como un susurro bajo ya que necesitaba estar de pie cerca del edificio objetivo. «Afirmativo. Parecen tres sentados en una mesa pequeña. Otros dos en sillas a unos seis metros a mi izquierda, posiblemente nuestros principales. Uno que camina de este a oeste, parece estar al sureste de los principales. Uno más sentado entre el dúo y el trío, tal vez en una caja o algo así». «¿Ventanas, puertas?». Los hombres en las mejores posiciones para responder lo hicieron, comenzando con Rad en el lado norte y yendo en el sentido de las agujas del reloj. «Ventanas del segundo piso en el norte, sin entrada». La voz de Marco vino a continuación. «Al oriente, una puerta abatible, sin ventanas». «Sur, ventanas, sin puertas», dijo Devon, quien fue el primero en la fila a lo largo del frente del edificio desocupado y podía ver los dos últimos lados desde donde se encontraba. «Poniente, una puerta abatible, uno por encima, sin ventanas». Carter informó. «Posición de francotirador en la parte superior de la estructura sur. Línea de visión parcial. Lo mejor que puedo hacer. Puedo dispararle a la cabeza a todo el mundo menos a la ‘liebre’, está demasiado cerca de mi lado. Muchos escondites, chicos. Hay un montón de cajones y contenedores de madera. Princesa A, sentada en una silla, con las manos detrás de la espalda. Princesa J, a metro y medio al oriente, manos igual, con ojos vendados y amordazada». «Tengo a la ‘liebre’ a la vista desde la posición norte en el árbol». Jake estaba sentado a horcajadas sobre una rama del árbol alto que había logrado trepar a unos quince metros del edificio objetivo. No era el mejor lugar porque no podía apoyar su rifle de francotirador contra nada, por lo que tendría que ser un tiro de sujeción sin un observador. Mientras la rama no se rompiera bajo su peso, estaría bien. Ian reconoció todas las transmisiones. «Equipo Uno, brecha hacia el poniente, Equipo Dos, brecha hacia el oriente. Equipo Tres, en espera de intercepciones. A mi señal». Marco tomó al resto de su equipo y rodeó el edificio hacia la puerta trasera y dijo que estaban en posición, mientras el equipo de Ian tomaba el frente. Antes de que Ian diera la orden para que Devon usara el ariete móvil para abrir una brecha en la puerta principal y que Bannerman hiciera lo mismo en la parte trasera, Carter habló por sus auriculares desde su puesto elevado. «Cacharro Tango saltó hacia abajo, caminando hacia el Principal A. Justo en frente de ella, sin amenaza de arma, tiro en la cabeza, perdido… la golpeó, está en el suelo». «¡Adentro!». Simultáneamente, las puertas este y oeste se abrieron de golpe y se lanzaron dos granadas explosivas a través de cada una, lo suficientemente lejos como para causar la mayor confusión entre los ocupantes del edificio. Explosiones, gritos, órdenes, ladridos de Beau y sonidos de disparos llenaron el ambiente mientras los miembros de ambos equipos entraban, algunos iban a la izquierda, otros a la derecha, y se ponían a cubierto. La voz tranquila de Jake penetró por los auriculares. «‘Liebre’ caído, disparo en la cabeza». El trío de la mesa de póquer y el agente Jackson se apresuraron a ponerse a cubierto mientras disparaban sus armas en dirección a las puertas. Uno de los pandilleros cayó con un agujero en la cabeza, gracias a Carter. Devon y Tanner se habían ido a la izquierda después de ingresar, mientras que Boomer y Urkel iban con Ian a la derecha. Se abrieron camino alrededor de un laberinto de cajas y contenedores mientras los dos pandilleros restantes intentaban correr hacia la puerta principal usando lo que podían encontrar como cobertura. Boomer soltó a Beau con la orden de atacar y el perro se abalanzó sobre el chico malo más cercano, clavando su mandíbula en el brazo del hombre. El sospechoso gritó de dolor e intentó soltarse del perro, pero solo logró caer al suelo con la bestia enfurecida encima de él. Levantó su arma para disparar, pero Boomer estaba allí, pateó el arma de su mano y empuñó su propia arma contra la cara de mierda del tipo. «No te muevas, pendejo». Ian y Urkel se abrieron camino mientras el otro equipo se acercaba desde el otro lado del largo almacén. Un disparo final sonó cuando Devon sacó al último miembro de la pandilla que todavía había estado disparando su arma mientras se dirigía hacia la puerta. Todo estaba en silencio, excepto por una respiración pesada que se escuchaba a través de los auriculares y los ladridos de Beau, mientras los equipos buscaban al tango desaparecido, el Agente Jackson. Desde el lugar de Ian, detrás de una caja, podía ver el cuerpo tendido de Angie sobre el de Jenn. Su sobrina se agitaba contra sus ataduras y no podía decir si Angie se estaba moviendo porque ella también estuviera luchando o si las acciones de Jenn estaban haciendo que el cuerpo encima de ella se moviera. Al no ver señales del último sospechoso, y con Urkel cubriendo su seis, corrió hacia las mujeres y se arrodilló junto a ellas, aliviado cuando su ángel volvió la cabeza para mirarlo. «¡Ian!». Dejó su rifle de asalto en el suelo a sus pies y se estiró para ayudarla a levantarse así como a Jenn. Pero el sonido de disparos casi simultáneos lo hizo sacar su arma y girar hacia donde venían al otro lado de varias cajas grandes. Ambos equipos convergieron en el lugar e Ian escuchó maldiciones y Tanner, su médico, pedía a alguien que llamara a una ambulancia. Desde donde todavía estaba cubriendo a las mujeres, solo podía ver a algunos de los miembros del equipo y no estaba seguro de quién había sido alcanzado. Marco dijo «todo despejado, sospechosos todos contabilizados», luego Brody apareció al lado de Ian y le entregó la llave de las esposas, antes de volverse hacia Jenn para comenzar a liberarla. Ian soltó las muñecas de Angie y ella le rodeó el cuello con los brazos, abrazándolo tan fuerte como pudo. «Gracias a Dios, estás aquí». «Se acabó, cariño. Te tengo, pero te ganaste un castigo infernal, ‘Ángel’». Le devolvió el abrazo, observó a su compañero de equipo quitarle la venda de los ojos y la mordaza a Jenn y luego cortar las cuerdas que la ataban a la silla. Al igual que Angie, estaba llorando y temblando, pero parecía estar ilesa aparte de algunos moretones. La adrenalina, alimentada por la ira, el miedo y el alivio de Ian, lo hizo temblar mientras abrazaba a Angie con fuerza, pero se puso rígido cuando la voz de su hermano llegó a través del auricular. Angie gritó y se apresuró a ponerse de pie después de escuchar a Devon decir: «Vamos, Athos. Quédate con nosotros». Su oreja la había tenido presionada contra la de Ian cuando las palabras habladas en voz baja llegaron a través de sus auriculares. Ian la ayudó a levantarse y le rodeó los hombros con el brazo mientras se apresuraban al otro lado de las cajas. Marco estaba de pie junto al cadáver del Agente Jackson mientras Tanner y Devon trabajaban para reducir la velocidad de la sangre que brotaba del costado del pecho de Athos. El sucio agente rodeó las altas cajas de envío y se encontró con el lado ciego del otro agente. Jackson había disparado una milésima de segundo antes de que Rick Michaelson lo viera y pudiera hacer su propio tiro, alcanzando al bastardo en la cabeza. Pero el daño ya estaba hecho. La bala había entrado en el pecho de Athos por el lado izquierdo, en el área delgada debajo de su brazo que no estaba cubierta por el material a prueba de balas. Era uno de los peores lugares para un impacto mientras se usaba un chaleco. Ian pudo ver el pesar en el rostro del padre de Boomer por no haber visto al sospechoso dos segundos antes. Y sí, era algo con lo que todos habían aprendido a lidiar desde sus primeros momentos en combate, pero nunca lo hacía más fácil. Jake y Carter aparecieron y maldijeron cuando vieron lo que había sucedido. Angie corrió hacia adelante, cayendo de rodillas mientras Devon le hacía espacio en la cabeza de Athos. Agarró la mano derecha de su mejor amigo mientras Dev se inclinaba sobre su pecho y continuaba presionando la herida. Tanner comenzó rápidamente a poner una vía intravenosa en el brazo izquierdo del herido. Los ojos de Athos se abrieron al oír la voz de Angie rogándole que la mirara. Luchando por respirar, su voz salió como un susurro ronco. «Ang, ¿estás bien?». «Estoy bien. Tú también, Jimmy. Te van a dejar como nuevo». Le secó el sudor de la frente y la sangre que le salía por las comisuras de la boca, pero esta seguía saliendo. Su rostro estaba pálido y sus labios azules. Tanner miró a Ian que estaba detrás de Angie y le dio una pequeña sacudida de cabeza. No era bueno y, a menos que ocurriera un milagro en los próximos cinco minutos, el hombre iba a morir desangrado y no había nada que ninguno de ellos pudiera hacer. La bala había causado demasiado daño interno, probablemente cortando el corazón o la aorta antes de alojarse en algún lugar de los pulmones. «Prométeme algo, bebé». El agente herido se desvanecía rápidamente. Su respiración dificultosa aumentaba y la sangre que llenaba sus pulmones lo hacía toser. «Prométeme que serás feliz y recuerda que te amo». «Yo también te amo, y no vas a ir a ningún lado, ¡maldita sea! Quédate aquí conmigo. ¡Eso es lo que me hará feliz! ¡Quédate conmigo!». Las lágrimas corrían por sus mejillas y sus labios temblaban mientras le suplicaba. Los ojos de Athos se movieron y se encontraron con los de Ian. «Agárrala. Sal con ella …». El resto de sus palabras se perdieron en un ataque de tos. Usó lo último de sus fuerzas para levantar la mano que sostenía Angie e hizo un gesto al hombre al que le estaba confiando su vida. Ian lo entendió. Athos sabía que solo le quedaban unos minutos de vida, tal vez incluso menos, y no quería que su mejor amiga, la mujer que ambos amaban, viera sus últimos momentos. Ian asintió y agarró a Angie por los hombros, poniéndola de pie. Ella comenzó a sacudirse de él, luchando por quedarse donde estaba, pero su amigo le susurró: «Te amo, cariño. Vete». «No … ¡no, Jimmy! Angie se puso histérica e Ian no tuvo más remedio que obligarla a abandonar la escena. ¡Suéltame, Ian! ¡Bájame! ¡Tengo que salvarlo! ¡Sálvalo, por favor!». Ian la tomó en sus brazos y la acunó contra su pecho mientras ella continuaba luchando y gritando. Trató de ofrecer palabras de consuelo, pero ella no lo estaba escuchando. Por mucho que le doliera obligarla a marcharse y que incluso, podría pensar que estaba siendo cruel, sabía que sería peor si se quedaba. A medida que se acercaba la muerte, Athos comenzó a toser mucha más sangre y no era un espectáculo que ella necesitara ver. Tampoco necesitaba escuchar el estertor de la muerte mientras el hombre daba sus últimos respiros. Ian podía oír los sonidos de las sirenas que se acercaban mientras la llevaba a la puerta. Urkel y Boomer tenían esposado al único sospechoso que quedaba, a quien Beau había atrapado. Todos los demás fueron confirmados muertos. La llevó al exterior, donde acababan de llegar los paramédicos, la policía y el agente Stonewall muy cabreado. Después de que terminó el tiroteo, Carter le había informado, y nuevamente lo había puesto en contacto con Keon. El subdirector se aseguraría de que se limpiara la escena y de que nadie, salvo el pandillero superviviente, tuviera problemas por el incidente. Los hombres de Chase habían asegurado el área y comenzaron a hablar con los agentes y oficiales en un intento de dar a Ian y a su equipo un respiro. Brody también había sacado a Jenn del lugar, acomodándola en el asiento delantero del Audi que todavía manejaba Ian. Un técnico de emergencias médicas corrió a ver cómo estaban ella y Angie, mientras que los demás se apresuraron al almacén donde más se les necesitaba. Angie finalmente dejó de luchar contra él y él la puso de pie, pero se negó a soltarla, abrazándola mientras ella sollozaba y murmuraba en su pecho. «Él va a morir, ¿no es así?». La dolorosa aceptación en su voz le provocó un nudo en la garganta, así que, en lugar de responder, la abrazó con más fuerza. Unos minutos más tarde, ambos levantaron la cabeza cuando Carter se acercó. Colocó una mano sobre el cuello de Angie, se inclinó y besó la parte superior de su cabeza, susurrando: «Lo siento, nena. Se ha ido». Su lamento de dolor fue escuchado por todos. CAPÍTULO VEINTE
I AN OCUPABA EL ASIENTO DEL PASAJERO DE LA C HEVY
Suburban de Jake, cuando había ido por ellos al aeropuerto y ahora los conducía a él y a Angie a casa en el complejo. Ian ahora estaba menos tranquilo que antes cuando habían iniciado su viaje. Habían pasado tres meses desde que habían enterrado al mejor amigo de Angie, junto a su madre y su hermana, en el norte del estado de Nueva York. La grabación de Brody de las fanfarronadas del agente Jackson había hecho que James Andrews fuera enterrado honrándolo con una ceremonia militar del gobierno federal. Una guardia de honor de la Infantería de Marina de los EE. UU., había llevado su ataúd dentro y fuera de la iglesia de Lake George, donde había sido bautizado cuando era un bebé y había hecho su Primera Comunión y su Confirmación. Los agentes de la DEA y otros miembros de las fuerzas del orden, compañeros de la Infantería de Marina, amigos del bachillerato y la familia extendida de Trident Security, habían llenado los bancos de la iglesia hasta el límite de su capacidad para el funeral del héroe local. Los arreglos florales cubrieron el altar y, más tarde, su tumba. Algunas de las coloridas exhibiciones conmemorativas eran de Will Anders, Roxy y Kayla London, del personal de La Alianza y de Tiny, Shelby Whitman, varios amigos de Angie de Florida y uno de Red Rose Books. Kristen debía haberle avisado a su editora sobre la pérdida que había sufrido su nueva diseñadora gráfica. Ian había visto a Carter, con gafas de sol oscuras, de pie en la parte trasera de la iglesia y, de nuevo, a un lado del cementerio. El espía nunca se acercó a ellos y desapareció después de ver su mirada y la de Angie, dirigiéndoles un solo movimiento de cabeza sombrío. En el lugar de la tumba, se dispararon tres ráfagas de siete rifles en señal de despedida, e Ian sostuvo a Angie llorando mientras tocaban la melodía solemne de Taps. Un capitán de la Infantería de Marina, elegantemente vestido, se arrodilló y le entregó la bandera estadounidense que había sido colocada sobre el ataúd y luego doblada con precisión experta. Él le dijo en voz baja que el presidente de los Estados Unidos, la Infantería de Marina de los Estados Unidos y la Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos estaban agradecidos por el servicio honorable y fiel a su nación, por parte de su ser querido. Con la muerte de Jimmy, lo que quedaba del cartel de la droga en Nueva Orleans no tenía motivos para ir tras Angie. Además del hecho de que ya no podía ser utilizada como palanca para nada, ya que estaban demasiado ocupados tratando de evitar recibir sentencias de prisión de por vida sin libertad condicional. Las investigaciones que siguieron llevaron al asesinato de Manny Meléndez durante una redada y posterior tiroteo con los federales y la policía local. También murieron tres de sus secuaces. Y había habido una redada de sospechosos en toda la ciudad, incluidos dos agentes de la DEA de la oficina de Nueva Orleans y tres policías locales, además de otras treinta y siete personas. Por ahora, las conexiones de Díaz en Nueva Orleans estaban en la cárcel, huyendo o muertas. El gran cargamento entrante de drogas había sido incautado del buque de carga de transporte en una operación conjunta entre la DEA, el FBI y la Guardia Costera. Henderson había sobrevivido a la herida de bala en el pecho, pero estaría fuera de servicio durante unos meses mientras se recuperaba. Ian y Devon, junto con Chase Dixon, habían cumplido su promesa y habían pagado el funeral de su guardia. Más tarde esa misma semana, el equipo, Angie, Kristen y Jenn también habían asistido a ese entierro, antes de volar a Nueva York para el funeral de Jimmy. Los moretones de Jenn se habían curado y con la ayuda de su psicólogo, quien la había aconsejado sobre los asesinatos de sus padres, estaba superando los recuerdos del secuestro. Ahora tenía que convencer a sus tíos de que redujeran su sobreprotección, que se había multiplicado por diez desde el incidente. Volvieron a discutir con ella sobre la realización de verificaciones de antecedentes de sus futuros novios, entre otras precauciones ridículas. Angie todavía tenía momentos en los que su dolor la golpeaba. Ian hacía todo lo que podía para ayudarla en esos momentos difíciles y decidió llevársela por un tiempo. Tomó más de lo que esperaba, pero ambos lograron despejar sus horarios y cargas de trabajo por poco más de dos semanas. Volaron a Filipinas para reunirse con su familia durante diez días, seguidos de cuatro días como invitados del rey Rajeemh, que era el gobernante del pequeño país de Timasur, en el norte de África, cerca de Mali. El rey era dueño de una casa en Clearwater Beach, cerca de Tampa, y se apoyaba en Trident Security para reforzar su propia guardia personal, cada vez que él y su familia estaban de visita. Durante los últimos dos años, había estado invitando a Ian y al equipo a su país y esta era la primera vez que alguno de ellos tenía la oportunidad de aceptar su generosa oferta. Presentar a Angie a sus padres había sido muy sencillo. Como esperaba, se enamoraron de ella al instante. Su madre los había llevado a recorrer las instalaciones donde había estado realizando las cirugías e incluso, tuvo la oportunidad de mostrarle a Angie ejemplos de primera mano de antes y después de la cirugía en dos de sus pacientes. Su ángel había estado completamente asombrada por el trabajo que estaba haciendo su madre y se lo dijo, para gran modestia de la mujer mayor. Su madre estaba orgullosa del trabajo que hacía, sin embargo, no lo hacía por los elogios, sino por las sonrisas de los niños a los que ayudaba. Cualquier reserva que Angie pudiera haber tenido sobre conocer a su padre multimillonario, se olvidaron rápidamente después de que el hombre le dio uno de sus grandes abrazos de oso. Había trabajado codo a codo con ellos cuando ayudaron a construir una nueva escuela en una de las muchas islas filipinas, mientras Marie Sawyer estaba ocupada en el hospital local. Dentro de las primeras veinticuatro horas de su visita, sus padres habían expresado su aprobación de la relación de Ian y Angie. Ian solo deseaba sentirse tan seguro como ellos. No le preocupaba la conexión que sentía con Angie porque para él, en todos los sentidos, la mujer era perfecta en un ciento diez por ciento. Ella lo amaba, estaba seguro de ello, y encajaban bien. A ella le gustaba probar todo tipo de cosas nuevas con él, dentro y fuera del dormitorio, y obviamente disfrutaba del sexo ya que hablaba mucho sobre ello. Y como él, ella no podía tener suficiente. Lo que lo mantenía preocupado era saber si él podría seguir haciéndola feliz por el resto de sus vidas. ¿Era lo suficientemente bueno para ella? Porque la mujer se merecía lo mejor y algo más. Sí, tenía mucho dinero para que estuvieran económicamente cómodos, y sí, la hacía sonreír… reír … y venirse, una y otra vez. Él le daría la luna si pudiera, pero ¿y si en algún momento en el camino, ella se cansaba de él? ¿Y si un día se despertaba y decidía que no quería estar más con él, se retiraba el collar y salía por la puerta? Ian sabía en su corazón que nunca se recuperaría de la pérdida, nunca amaría a otra mujer como amaba a su ángel. Su miedo a perderla era la razón por la que tenía tanto temor a pedirle que se mudara con él y finalmente se casaran. C UANDO ESTUVIERON EN T IMASUR , fueron invitados del rey en el palacio principal, un hermoso castillo de ochenta habitaciones en diez hectáreas de césped bien cuidado y jardines en forma de laberinto donde siempre se perdían. Después del primer día, Ian comenzó a bromear que necesitaba guardar algunas migas de pan de cada una de sus comidas para dejar un rastro. De esa manera podrían regresar a su opulenta suite sin tener que deambular durante una hora buscándola. El país era hermoso y habían pasado sus días con un guía, Kael, que los llevó a muchos de los lugares de interés histórico y natural de la pequeña nación. Kael estaba lleno de historias e ingenio, haciéndolos reír a menudo mientras les mostraba las maravillas de su pequeño rincón del mundo. Cada noche, Ian y Angie terminaban exhaustos, quedándose dormidos en los brazos del otro después de una o dos rondas de increíbles encuentros amorosos. Él nunca se cansaría de esta mujer, pero ¿eventualmente se cansaría ella de él como lo había hecho Kaliope? Por supuesto, no había desaparecido durante meses, como lo había hecho durante su tiempo en la Marina, pero aún así sus pensamientos seguían fastidiándolo. No podía superar su desconfianza en las relaciones ‘por siempre’. Mientras Angie dormía en su último día en Timasur, temprano en la mañana Ian había aprovechado el gimnasio completo ubicado en el ala este del palacio. A las siete en punto llevaba en la cinta de correr más de cuarenta minutos, marcando un ritmo cómodo hacia una meta de 11 kilómetros. Sus entrenamientos de carrera habían sido limitados durante su viaje, por lo que esa mañana se esforzó un poco más. Cuando estaba en medio de su octavo kilómetro, la princesa Tahira entró y saltó a la cinta de correr junto a él. La joven de veintitrés años tendía a volver loco al equipo Trident en sus visitas a Florida, donde eran contratados para ser su equipo de seguridad. Mientras que el rey, la reina y el príncipe Raj eran personas muy tranquilas que trataban a sus empleados con respeto y gratitud, la princesa parecía una mocosa malcriada, simple y llanamente. También sentía algo por los hombres estadounidenses, especialmente por sus guardaespaldas en buena forma física, con quienes siempre encontraba pretextos para tocarlos. Si bien ninguno de ellos había aceptado sus numerosas ofertas de placeres vespertinos, eso no le impedía intentarlo. Y cuando seguían sin ceder, ella encontraba la manera de torturarlos por negarle lo que quería. Su forma habitual de venganza implicaba una tarjeta de crédito, un centro comercial y cinco o seis horas probándose todo lo que tenía a la vista, especialmente los zapatos. Ian se había sorprendido un poco de lo diferente que había estado actuando Su Alteza durante su visita a su tierra natal. Había sido educada, agradable al estar cerca y muy amable con Angie y con él. Y ni una sola vez en su visita se le había insinuado, lo cual no era habitual en ella. Pasó la mayor parte del tiempo en su presencia esperando que la fachada afable cayera y emergiera la verdadera princesa. Después de cinco minutos de silencio mientras él corría y ella caminaba en sus respectivas cintas de correr, él no pudo soportarlo más y golpeó con la mano el botón de parada. Cuando sus pies se detuvieron, agarró la toalla del mango de la máquina y se secó el sudor de la cara antes de girar su cuerpo hacia ella. «Está bien, Princesa, ¿qué pasa?». No se detuvo ni aminoró el paso mientras lo miraba con una expresión confusa en el rostro. Ella parecía inocente, y él no se lo tragó ni por un momento. «¿Qué quieres decir, Ian Sawyer?». Se había acostumbrado a la forma en que llamaba a la mayoría de los estadounidenses por su nombre y apellido. «Bueno, desde que Angie y yo llegamos aquí, te has esforzado por ser agradable y cordial. No te has dirigido a mí ni una vez, lo cual no es propio de ti, así que, ¿qué pretendes?». Pulsó el botón rojo de su cinta de correr y redujo la velocidad hasta detenerse por completo, antes de volverse para mirarlo con una sonrisa irónica. «A pesar de lo que piensas de mí, de lo que crees saber de mí, lo único que no hago, Ian Sawyer, es… ¿Cuál es la palabra que usan ustedes los estadounidenses? Oh, sí, yo no… me enrollo con…el hombre de otra mujer, no importa lo atractivo que lo encuentre». Después de sus últimas palabras, esperaba que ella pusiera la mano sobre su pecho desnudo, a pesar de su sudor, pero no lo hizo y eso lo sorprendió. Pensó en los tiempos en que ella había estado en Florida y se dio cuenta de que los únicos hombres que no se habían quejado de sus constantes avances eran los pocos guardias contratados que usaban anillos de boda. «Te envidio, Ian Sawyer. Tú y Angelina Beckett han encontrado algo con lo que yo solo he soñado». Inclinó la cabeza y miró a la hermosa joven como si nunca la hubiera visto antes. «¿Cómo es eso, princesa?». Ella le sonrió. «Soy una firme creyente de las almas gemelas. Pero también creo que no todo el mundo tiene la suerte de encontrar la suya. Ustedes dos se tienen el uno al otro. Tienen algo entre ustedes dos que nunca había tenido el privilegio de ver de cerca». Ian se encogió de hombros y tomó un sorbo de agua. «Tus padres han estado felizmente casados durante mucho tiempo, ¿no es así?». Hizo una pausa lo suficiente para tomar un sorbo de su propia botella de agua. «No siempre, no». Al ver su ceja levantada, ella se rió entre dientes. Desde que Ian había conocido a los miembros de la realeza, habían sido una pareja afectuosa entre ellos, y si discutían sobre algo, nunca era a la vista de los demás. «Sí, mis padres están muy felices ahora, pero no siempre fue así. Al igual que con mis abuelos y bisabuelos, cuando tenían dieciocho años mi madre y mi padre fueron el resultado de un matrimonio concertado, y ninguno de los dos estuvo feliz al principio. Por lo que cuenta mi madre, aunque se pensaban atractivos el uno al otro, ellos… ¿cómo se dice? … se frotaban el uno al otro de la manera incorrecta?». Él sonrió ante el cliché equivocado. «Se esforzaban por tolerarse, pero entendí lo que querías decir. No tenía idea de que el matrimonio de tus padres estuviera arreglado. Vaya, no puedo imaginar cómo es que te elijan tu cónyuge sin tu opinión». «Afortunadamente, mis padres decidieron hace mucho tiempo no imponer la misma tradición a mi hermano y a mí. Somos libres de casarnos con quien queramos». Ella volvió a poner en marcha su cinta de correr y empezó a caminar. «Como dije antes, envidio lo que tú y Angelina Beckett tienen. Has encontrado tu único amor verdadero, la persona con la que estabas destinado a pasar el resto de tu vida. Me preocupa no encontrar el mío, pero si está escrito en las estrellas, tendré que esperar. Mientras tanto, me voy a divertir». Ella lo miró antes de volver a mirar hacia adelante. «También estoy celosa de los bebés que tendrás. Eres muy guapo y ella es una mujer deslumbrante. Estoy seguro de que sus bebés serán hermosos». No pudo evitar el pánico que se había apoderado de su pecho. ¿Él? ¿Papá? ¿Podría ser bueno? ¿Podría ser un buen marido? Sabía en su corazón que la respuesta era sí, pero todavía no podía evitar sentir que un día todo desaparecería cuando Angie saliera por la puerta y lo abandonara. Tahira parecía haber terminado de hablar con él, así que, abandonando el resto de su entrenamiento, se dirigió a la puerta para regresar a su suite, pero luego se dio la vuelta y regresó a su caminadora. Cuando ella siguió caminando, y lo miró con curiosidad, él le dijo: «Espero que algún día encuentres a quien estás buscando, princesa. Tu alma gemela. Te lo mereces tanto como todos los demás». «Gracias, Ian Sawyer. Espero que sea tan guapo como tú».
IAN no se dio cuenta de que se habían acercado a la
puerta exterior del complejo y se detuvieron antes de que Angie se inclinara hacia adelante desde el asiento trasero y le pusiera la mano en el hombro. La miró y luego a un sonriente Jake, ninguno de los cuales dijo nada mientras el hombre le entregaba algo a Angie. Se movió de un lado a otro entre los dos y entrecerró los ojos. Era obvio que estaban tramando algo. «¿Qué?». Jake permaneció en silencio mientras Angie sostenía lo que le había dado. Una venda en los ojos. «Ponte esto». «Uh, no sin una buena razón, ‘Ángel’». Ella suspiró dramáticamente y su boca se curvó hacia arriba. «¿Por favor? Es una sorpresa para tu cumpleaños». Su risa y expresión estaban llenas de lascivia que la hizo sonrojar. «Me diste mi regalo de cumpleaños hace una semana». Y qué regalo había sido. Por una vez, la había dejado hacerse cargo por completo de la mamada que le había dado mientras estaba vestida con un sujetador con tirantes y bragas. También había usado un liguero, medias transparentes y su par favorito de tacones ‘fóllame’, que había empacado sin que él lo supiera. No había dejado que él la tocarla con las manos y tampoco lo dejaría tener un orgasmo hasta que ella se lo permitiera. Fue una hora de la tortura más dulce a la que había sido sometido y pensó que su corazón se detendría cuando ella finalmente le permitió lanzar su semen por su garganta. Gracias a Dios que había estado acostado en una cama porque después le tomó unos buenos quince minutos antes de que sus piernas dejaran de temblar. Le entregó la venda para los ojos. «¿Por favor, Señor, ¿por mí?». ¿Cómo podría resistirse a ella? La respuesta era fácil: no podía. Se colocó la venda en los ojos con su banda elástica, la deslizó sobre su cabeza y sus ojos y luego suspiró. «Será mejor que sea rápido porque me siento ridículo». Ella se rió cuando Jake puso la camioneta en marcha nuevamente y aceleró. «Ahora sabes cómo me siento a veces». Sabía que estaba bromeando. A su angelito le encantaba estar atada y con los ojos vendados mientras se salía con la suya con ella, a veces en público y otras en privado. Ian sintió que el auto desaceleraba un poco mientras se acercaban a la segunda puerta, y cuando no se detuvieron para que le escanearan la mano a Jake, supo que alguien más la había abierto para ellos. Cuando el vehículo se detuvo, estimó que estaban en algún lugar cerca del edificio residencial. Escuchó a los dos salir del vehículo y cerrar las puertas antes de que se abriera la suya. Angie tomó su mano entre las suyas y lo guió con cuidado fuera del auto. Ella le dijo que diera tres pasos hacia adelante y se detuviera. Cuando lo hizo, ella lo agarró por los hombros y lo giró un poco hacia la derecha antes de soltarlo de nuevo. «Está bien, a la cuenta de tres puedes quitártelo. Uno … dos … ¡Tres!». Un coro de ‘¡feliz cumpleaños!’ lo saludó. ¡Mierda! La boca de Ian se abrió y no podía creer lo que veía. ¿Qué diablos han hecho? Era hermoso … más que hermoso. Dio un paso hacia el gran espacio entre el tercer y cuarto edificio y trató de abarcar todo a la vez. El área era lo suficientemente amplia como para tener tres remolques de tractor uno al lado del otro y lo suficientemente largo como para que dos de ellos estuvieran uno al lado del otro, por lo que era del tamaño de un patio trasero residencial… y ahora, eso parecía. Desde que él y Angie se habían marchado hacía dos semanas, alguien había transformado el feo y pavimentado espacio sin usar, en una especie de jardín. Tenía césped, árboles, arbustos, flores, áreas para sentarse, una fogata e incluso… ¿Era una cascada que llegaba a un pequeño estanque en el otro extremo? Por primera vez, desde que podía recordar, Ian se quedó sin habla. Tenía un nudo en la garganta y mierda… las lágrimas llenaron sus ojos y no se avergonzó de ninguna de ellas. Dio unos pasos más, sin saber dónde mirar ya que a cada paso veía algo nuevo. Había un bar y una cocina al aire libre, que de alguna manera combinaba bien con el paisaje, junto con una parrilla enorme y un televisor de pantalla plana resistente a la intemperie. Beau estaba rodando de espaldas en la hierba a unos metros de distancia, luciendo como si estuviera en el cielo. Ahí estaré contigo, perro, pensó Ian para sí mismo. Un pequeño letrero de madera a medio metro de la línea de césped le llamó la atención. Oasis de Ian. Bien, ahora tenía que secarse las pocas lágrimas que habían comenzado a caer. Se quedó mirando a Angie de pie junto a él con las manos juntas en el pecho, esperando ansiosamente que él dijera algo. Luego, su mirada se volvió hacia su equipo, Mitch, Jenn, Kristen y Tiny, quienes estaban sentados alrededor del pozo de la hoguera oblonga. «¿Quién? … ¿Cómo?». Se aclaró la garganta ahogada. «Mierda, no puedo hablar». Todos se rieron y Angie aplaudió con evidente regocijo. Su hermano se puso de pie y se acercó a él, sonriendo como un tonto. Estrechó la mano de Ian e inclinó la cabeza hacia Angie. «Feliz cumpleaños hermano. Esta fue idea de tu señora, y ella lo diseñó todo en papel para nosotros. Mientras estabas fuera, excavamos el asfalto e hicimos que algunas personas trajeran el césped y el paisajismo e instalaran la cocina y el estanque de peces koi. Todos ayudamos tanto como pudimos porque queríamos que supieras que esto salía de nuestro corazón. Angie eligió todo, y mientras no estabas, Jenn y la Chica Ninja tomaron la lista y se fueron de compras por los muebles, la parrilla, la televisión y las cosas de la cocina. Por cierto, le hicieron un daño importante a la tarjeta de crédito de Trident». Ian se rió y se secó algunas lágrimas más que insistían en caer, antes de mirar a su hermoso ángel. «¿Esto era lo que estaban haciendo ustedes tres hace unas semanas?». Un día salió de la oficina para reunirse con ella para almorzar. Cuando no la encontró en su apartamento como lo habían planeado, subió a buscarla, sabiendo que lo más probable era que estuviera charlando con Kristen. Había interrumpido una charla entre las dos junto con Jenn, y se callaron cuando lo vieron, mientras Angie intentaba esconder el cuaderno de bocetos que había estado sosteniendo. Cuando había intentado averiguar qué estaban haciendo las pequeñas mocosas, a pesar de sus mejores esfuerzos, todas se quedaron en silencio y rompieron su pequeña reunión. Lo había olvidado por completo hasta ahora. Angie asintió. «Quería hacer algo especial para tu cumpleaños, y recordé lo que dijiste en la casa de seguridad acerca de querer tu propio pequeño oasis en medio de la nada. Esto no está exactamente en medio de la nada, pero está lo suficientemente cerca hasta que tengas la edad suficiente para jubilarte. Iba a sugerir que fuéramos a Maggie Valley durante la semana, para que pudieran hacer esto sin que tú lo supieras, y luego sugeriste que fuéramos a visitar a tus padres. No podíamos creer que fuéramos capaces de ocultártelo. Usted, señor, es un muy buen interrogador». «¡Ja! Aparentemente, no lo suficientemente bueno». Todos los demás se pusieron de pie y hubo una ronda de abrazos de las mujeres, seguidas de apretones de manos y palmadas en la espalda de los hombres. Después de que terminó con la línea de recepción, tomó a Angie en sus brazos y la besó sin sentido. Cuando los silbidos y los gritos se desvanecieron, terminó el beso que los dejó a ambos sin aliento. Ella le puso las manos en las mejillas y lo miró con todo el amor de su corazón. «Te amo, Ian. Te amo ahora y te amaré cuando seas viejo y canoso. Nunca me alejaré de ti, incluso si me empujas, sin intentar todo en el mundo para permanecer a tu lado. Y si dejas este mundo antes que yo, esperaré el día en que me una a ti en la otra vida, porque eres para mí. Eres mi corazón, mi amigo, mi Dom, mi amante y mi alma gemela, y te amaré por siempre». Ian miró fijamente a los ojos de esta mujer increíble y, como una bombilla encendida, todo encajó en su lugar para él. No era Kaliope, ni ninguna otra mujer con la que había estado a lo largo de los años. Ella era la mujer que su corazón había estado buscando, y si alguna de esas otras relaciones hubiera funcionado, él no estaría parado aquí junto a su destino. Le vino a la mente una línea de una de las canciones country de su hermano, algo sobre Dios bendiciendo un camino roto que lo lleva a este punto y a ella, y supo que sería su mantra por el resto de su vida. Le quitó las manos de la cara y le besó los nudillos una vez, pero no los soltó. Respiró hondo y dio un salto de fe. «Cásate conmigo». «¿Q-qué?». Angie se quedó atónita. Seguramente, ella no lo había escuchado bien. Ian apenas escuchó a las otras mujeres chillar, y los hombres rieron y gimieron por el latido de su corazón. «No soy perfecto. Ni siquiera soy un romántico. No soy un tipo de flores y perfumes. No suelto poemas de mi boca, ni me pongo a cantar. Demonios, ni siquiera tengo un anillo para ti… todavía. Probablemente te volveré loca con mis exigencias. Discutiremos, pelearemos, pero luego nos reconciliaremos y eso es lo que más espero. Pero lo único que sé es que … Te amo, ‘Ángel’, y te amaré mucho después del día de mi muerte. Eres mi alma gemela. Cásate conmigo. Ten hermosos bebés conmigo. Por favor». Esperó un latido del corazón, y luego algunos más, diablos, esperaría una eternidad por su respuesta antes de que su boca se convirtiera en una sonrisa sexy. «¿Quién dice que no eres un romántico? Porque definitivamente lo eres, y sí, Señor, me casaré contigo». Lleno de alegría, Ian la levantó por la cintura y la giró antes de capturar su boca con la de él y besarla de nuevo como un loco. Del grupo que los rodeaba llegó un coro de vítores y aplausos, pero para él, su ángel era la única persona presente.
¿Quieres saber cómo es el complejo de Trident Security?
¡Mira el mapa en mi website! ¡No te pierdas de ningún nuevo lanzamiento! ¡Visita mi website y suscríbete a mi boletín! OTROS LIBROS DE SAMANTHA A. COLE *DISPONIBLES EN ESPAÑOL Trident Security Series Cuero y Encaje* Su Ángel* Waiting For Him Not Negotiable: A Novella Topping The Alpha Watching From the Shadows Whiskey Tribute: A Novella Tickle His Fancy No Way in Hell: A Steel Corp/Trident Security Crossover: Books 1 & 2 Absolving His Sins Option Number Three: A Novella Salvaging His Soul Trident Security Field Manual Torn In Half: A Novella T HE D EIMOS S ERIES Handling Haven: Special Forces: Operation Alpha Cheating the Devil: Special Forces: Operation Alpha T HE T RIDENT S ECURITY O MEGA T EAM S ERIES Mountain of Evil A Dead Man’s Pulse Forty Days & One Knight The Doms of La Alianza Series Double Down & Dirty Entertaining Distraction Knot a Chance T HE M ALONE B ROTHERS S ERIES Take the Money and Run The Devil’s Spare Change T HE B LACKHAWK S ECURITY S ERIES Tuff Enough Blood Bound H AZARD F ALLS S ERIES Don’t Fight It Don’t Shoot the Messenger M ASTER K EY S ERIES Master Key Resort L ARGO R IDGE S ERIES Cold Feet A WARD -W INNING S TANDALONE B OOKS The Road to Solace Scattered Moments in Time: A Collection of Short Stories & More T HE B ID ON L OVE S ERIES (W ITH 7 OTHER AUTHORS !) Going , Going, Gone: Book 2 T HE C OLLECTIVE : S EASON T WO ( WITH 7 OTHER AUTHORS !) Angst: Book 7 ACERCA DE LA AUTORA Samantha A. Cole, la autora más vendida y galardonada de USA Today, es una policía jubilada y ex paramédica. Ha aprovechado sus experiencias de vida y su formación, para esforzarse por encontrar la combinación perfecta de suspenso y romance para el deleite de sus lectores. Su colección de relatos independiente, Scattered Moments in Time, ganó la medalla de oro en los Premios 2020 Readers’ Favorite Awards, en el género de Antología de ficción. Su novela independiente, The Road to Solace (anteriormente The Friar), ganó la medalla de plata en los premios 2017 Readers’ Favorite Awards, en el género de Romance Contemporáneo. Samantha tiene más de treinta libros publicados en varias series diferentes y también tiene algunas novelas independientes. Se puede encontrar una lista completa en su sitio web que se menciona a continuación: Sexy Six-Pack’s Sirens Group en Facebook www.samanthacoleauthor.com Suscríbete a mi boletín: eepurl.com/b2hNQj www.samanthacole.allauthor.com