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“SU ÁNGEL”

LIBRO DOS DE LA SERIE TRIDENT SECURITY


SAMANTHA A. COLE
Traducido por
ELIZABETH GARAY
ÍNDICE
Nota De La Autora
QUIÉN ES QUIÉN Y LA HISTORIA DE Trident Security Y LA ALIANZA
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Otros libros de Samantha A. Cole
ACERCA DE LA AutorA
Su Ángel
Copyright © 2015 Samantha Cole
Todos los derechos reservados.
Suspenseful Seduction Publishing
Su Ángel es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas,
organizaciones, lugares, eventos y situaciones son producto de la imaginación
de la autora o son utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido con
personas reales, vivas o muertas, eventos o lugares es meramente una
coincidencia.
Editing by Eve Arroyo—www.evearroyo.com
Traducido por Elizabeth Garay —garayliz@gmail.com
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, escaneada o distribuida de
forma impresa o electrónica sin permiso. Por favor, no participe ni fomente la
piratería de materiales protegidos por derechos de autor en violación a los
mismos. Compre solo ediciones autorizadas.
A mis padres, que siempre me animaron a seguir mis
sueños.
NOTA DE LA AUTORA
La historia dentro de estas páginas es completamente
ficticia, pero los conceptos de BDSM son reales. Si decides
participar en el estilo de vida BDSM, por favor, investiga
con cuidado y toma todas las precauciones para protegerte.
La ficción se basa en la vida real, pero la vida real no se
basa en la ficción. Recuerda: ¡Seguro, Sano, Consensuado!
Cualquier información sobre personas o lugares ha sido
utilizada con licencia literaria creativa por lo que pueden
existir discrepancias entre la ficción y la realidad. Las
misiones y cualidades personales de los SEAL de la Marina
se han creado para mejorar la historia y, nuevamente,
podrían estar exageradas y no coincidir con la realidad.
La autora siente un gran respeto por los miembros del
ejército de los Estados Unidos y por los diversos miembros
de las fuerzas del orden, y les agradece su continuo
servicio para hacer que los Estados Unidos de
Norteamérica sea lo más seguro y libre posible.
QUIÉN ES QUIÉN Y LA HISTORIA DE
TRIDENT SECURITY Y LA ALIANZA
***Aunque no todos los personajes aparecen en todos los
libros, estos son los que tienen más menciones a lo largo de
la serie. Esta guía ayudará a los lectores a saber quién es
quién.
Trident Security (TS) es una agencia de seguridad y de
investigación privada, propiedad conjunta de Ian y Devon
Sawyer. Con contratos gubernamentales y civiles, la
compañía comenzó cuando los hermanos, y algunos de sus
compañeros del Equipo Cuatro de los SEAL, se retiraron al
sector privado. La empresa está ubicada en instalaciones
ampliamente vigiladas que, anteriormente pertenecían a
una compañía de importación y exportación que encubría
una operación de tráfico de drogas en Tampa, Florida. Tres
almacenes de la propiedad se convirtieron en grandes
apartamentos residenciables, en las oficinas de TS, el
gimnasio y en habitaciones con literas.
Además del negocio de seguridad, hay un cuarto
almacén que ahora alberga un club BDSM de élite, del que
son copropietarios Devon, Ian y su primo, Mitch Sawyer,
quien es el director. Se ha invertido mucho tiempo y dinero
en hacer de La Alianza la membresía más solicitada en el
área de St. Petersburg, Tampa y más allá. Los miembros
son investigados minuciosamente antes de concederles
acceso al elegante club.
Actualmente, hay más de veinte Dom que han sido
nombrados Amos del Calabozo (AC) y durante el mes, cada
uno rota en dos o tres turnos. Al menos cuatro AC están en
servicio en todo momento en varios puestos, en el Pozo y en
las salas de juegos, con uno adicional deambulando. Su
trabajo es garantizar la seguridad de todos los sumisos del
club. Intervienen en caso de que alguno utilice su palabra
de seguridad y el Dom en la escena no lo escuche o no le
haga caso. Además de que se aseguran de que el equipo
utilizado en las escenas no dañe a ninguno.
El equipo de seguridad de La Alianza se encarga de todo
lo que no está relacionado con las escenas, vigilan por
protección a todos los miembros y son esencialmente los
que evitan las rencillas, en otras palabras, son los gorilas
vigilantes. La actual membresía es de poco más de 350
miembros. Inicialmente, el inspector de incendios había
aprobado que el almacén, convertido ahora en club, llegara
a un aforo de 500 personas, pero los primos habían
mantenido ese número intencionalmente bajo para
mantener un estatus de élite.
En Trident Security y La Alianza hay mucho romance,
suspenso y tórridos encuentros. Siga leyendo para conocer
al Sexy Paquete de Seis, a sus amigos, familiares y
compañeros de equipo.
El Sexy Paquete de Seis (Equipo Alfa) y sus parejas

Ian, el ‘Jefe’ Sawyer: hermano de Devon y Nick;


SEAL de la Marina retirado; copropietario deTrident
Security y de La Alianza; Dom.
Devon ‘Perro Maldito’ Sawyer: hermano de Ian y de
Nick; SEAL de la Marina retirado; copropietario
deTrident Security y de La Alianza; Dom.
Ben ‘Boomer’ Michaelson: SEAL de la Marina
retirado; especialista en explosivos y municiones; hijo
de Rick y Eileen.
Jake ‘Reverendo’ Donovan: SEAL de la Marina
retirado; asignado temporalmente para dirigir el equipo
de la Costa Oeste; francotirador; Dom y Amo del Látigo
en La Alianza.
Brody ‘Cabeza de Huevo’ Evans: SEAL de la Marina
retirado; especialista en computadoras; Dom.
Marco ‘Polo’ DeAngelis: SEAL de la Marina retirado;
especialista en comunicaciones y piloto de respaldo de
helicópteros; Dom.
Nick Sawyer: hermano de Ian y Devon; actual SEAL
de la Marina.
Kristen ‘Chica Ninja’ Sawyer: autora de novelas
románticas y de suspenso; prometida y sumisa de
Devon.
Angelina ‘Angie/Ángel’ Sawyer: artista gráfica.

Familia extendida, amigos y asociados del Sexy


Paquete de Seis

Mitch Sawyer: primo de Ian, Devon y Nick;


copropietario y director de La Alianza, Dom.
T. Carter: espía y asesino estadounidense; trabaja
para la agencia encubierta Deimos; Dom.
Shelby Christiansen: encargada de recursos
humanos; superviviente de cáncer en dos ocasiones;
sumisa.
Curt Bannerman: SEAL de la Marina retirado;
propietario de Halo Customs, un taller de reparación de
motocicletas.
Jenn ‘Chica Bebé’ Mullins: estudiante universitaria;
ahijada de Ian; ‘Sobrina’ de Devon, Brody, Jake, Boomer
y Marco; su padre fue un SEAL de la Marina; sus
padres fueron asesinados.
Mike Donovan: propietario del bar irlandés
Donovan’s; hermano de Jake.
Charlotte ‘Ama China’ Roth: oficial de libertad
condicional; Domme y Maestra del Látigo en La
Alianza.
Travis ‘Tiny’ Daultry: ex jugador de fútbol
profesional; jefe de seguridad en el complejo de La
Alianza y Trident; guardaespaldas ocasional para TS.
Rick y Eileen Michaelson: padres de Boomer. Rick es
un SEAL de la Marina retirado.
Charles ‘Chuck’ y Marie Sawyer: los padres de Ian,
Devon y Nick. Charles es un multimillonario
inmobiliario que se hizo él solo. Marie es una cirujana
plástica involucrada en la organización sin fines de
lucro llamada ‘Operation Smile’.
Will Anders: Curador adjunto en el Museo de Arte de
Tampa, primo de Kristen Anders.
Dra. Roxanne London: pediatra; Domme (Ama Roxy)
y esposa de Kayla.
Kayla London: trabajadora social; sumisa y esposa
de Roxanne.
Chase Dixon: comando retirado del ejército;
propietario de Blackhawk Security; socio de TS.
Doug Henderson: Infante de marina retirado;
guardaespaldas.
Reggie Helm: abogado de TS y La Alianza; Dom y
novio de Colleen.
Colleen McKinley-Helm: gerente de oficina de TS;
novia y sumisa de Reggie.
Carl Talbot: profesor universitario; Dom y Amo del
Látigo en La Alianza.

Miembros de las Fuerzas del Orden

Larry Keon: subdirector del FBI.


Frank Stonewall: Agente especial a cargo del FBI de
Tampa.

Los K9 de Trident

Beau: Perro huérfano mezcla de labrador con pitbull,


rescatado por Ian. Ahora es un K9 entrenado que se ha
ganado con creces su lugar en el equipo Alpha.
CAPÍTULO UNO

«V AMOS , B EAU », LLAMÓ I AN S AWYER A SU MEZCLA DE


labrador y pitbull mientras se dirigía por el camino de
entrada a la nueva casa de Brody Evans. Antes de correr al
lado de su dueño, el enorme perro negro terminó una
llamada rápida a la naturaleza en el buzón de la acera de
Brody. A menudo, Ian se preguntaba si el perro callejero
tenía un gran danés en su pedigrí porque era lo
suficientemente alto como para que Ian, que medía casi dos
metros, casi pudiera acariciar la cabeza del animal sin
agacharse. No siempre había sido así. Cuando Ian encontró
por primera vez al cachorro de seis semanas, temblando y
llorando junto a su madre moribunda fuera de la puerta de
su casa, en ese momento Beau no podía haber pesado más
de dos o tres kilos.
Ian recordó que hacía poco más de un año y medio por
la noche, había escuchado la alerta de intrusos en su
teléfono. Se encontraba en su apartamento viendo las
noticias de las once. Su residencia estaba ubicada dentro
de un complejo comercial que estaba rodeado por una valla
de seguridad para mantener alejados a los visitantes
inesperados. Al menos así era hasta que el dúo de peludos
irrumpió en el lugar.
Cuando se activó la alerta, cambió el canal de televisión
para mostrar los múltiples ángulos de las cámaras CCTV
del complejo. Esperaba ver caminando a algún guardia, a
su hermano o a uno de los miembros de su equipo, pero se
sorprendió al ver a un animal cojeando hacia la puerta
principal. Se acercó y vio que era un perro gravemente
herido que llevaba un pequeño cachorro en la boca. Para
cuando salió, la madre había gastado lo último de su
energía y se derrumbó a unos metros de distancia. El
cachorro estaba sucio, un poco desnutrido y cubierto de
pulgas, pero en general, se veía con salud. Sin embargo, la
madre había sido despedazada por un perro o algún otro
animal. Cuando con precaución Ian se acercó a la pareja, la
perra empujó a su bebé más cerca del humano, de cierta
manera confiándoselo y luego falleció sin un solo sonido.
Después de llevar al cachorro a una clínica veterinaria
cercana abierta a todas horas, Ian regresó, siguió el camino
que había tomado la madre y descubrió que había cavado
debajo de la valla para llegar hasta su puerta. Siguió las
marcas de arrastre por el otro lado que conducían al
bosque. Un poco más adentro de la maleza descubrió a dos
cachorros que habían muerto varias horas antes. Cerca de
la una de la madrugada Ian recuperó una pala y el cuerpo
de la madre, luego enterró a los tres debajo de un árbol,
antes de regresar al complejo para rellenar el agujero que
había hecho la perra debajo de la valla.
El cachorro había sido bañado, castrado, se le había
colocado un chip y había recibido sus vacunas, luego Ian lo
llevó a casa. Los seis hombres que formaban el equipo
principal de Trident Security eran todos SEAL retirados de
la Armada, y durante las primeras semanas el pobre perro
había sido llamado ‘PCN’ por ‘puto chico nuevo’. Pero eso
cambió tan pronto como la ahijada de Ian conoció al
pequeño y le dio un nuevo nombre. Jenn había estado
leyendo ‘Beau Geste’ en la escuela y usó el mismo apodo
para la mezcla de pitbull.
Cuando Beau tenía tres meses, Ian pidió a un viejo
amigo de la Marina que comenzara a entrenar al perro de
la misma manera que los perros de trabajo militares. El
perro se había entregado al entrenamiento como si hubiera
sido criado para eso. Y aunque ahora era un perro de
rastreo y protección a toda regla, cuando no estaba de
servicio, el grandulón era un perro tonto que solo quería
que le rascaran la barriga o que jugaran a ir tras de él
hasta que caía rendido. El perro era una adición muy
querida para Trident Security y tenía acceso completo a las
instalaciones de la empresa, así como a los apartamentos
residenciales dentro del complejo.
Ian y su hermano Devon vivían en las instalaciones de la
empresa de las que eran propietarios. En cuanto a los otros
cuatro hombres del equipo de seguridad de Trident, todos
residían a diez minutos de las instalaciones. Unos dos
meses antes, Brody, que era uno de sus compañeros de
equipo, había comprado una casa muy cerca del lugar. Esta
noche se había organizado una barbacoa de último minuto
y como la casa tenía un patio trasero cercado, Ian había
llevado consigo al perro. Beau tendría mucho césped para
revolcarse, algo que no tenía en el complejo por estar
completamente pavimentado.
La puerta estaba abierta, así que Ian entró y Beau se
dirigió directamente a la cocina para saludar al resto de
sus seres humanos favoritos. Brody fue la primera persona
en agacharse y acariciarlo. El hombre alto y ancho,
también conocido como ‘Cabeza de Huevo’, era el experto
en informática y maestro hacker del equipo. Había
diseñado y/o programado todos los sistemas de seguridad y
rastreo, las computadoras y los dispositivos que usaba el
equipo. También era el coqueto y el bromista del grupo, y
rara vez se le veía sin su sonrisa característica y su rápido
ingenio.
El resto del equipo presente eran Jake ‘Reverendo’
Donovan, francotirador del equipo; Marco ‘Polo’ DeAngelis,
especialista en comunicación, y Ben ‘Boomer’ Michaelson,
experto en demoliciones y explosivos. Por último, pero no
menos importante, estaba el hermano menor de Ian, Devon
‘Perro Maldito’ Sawyer, que era su brechero y primer
escalador. Ian era su líder de equipo e interrogador, el
mismo puesto que había ocupado en el Equipo Cuatro de
los SEAL. Si bien cada hombre tenía sus especialidades
individuales, podían ocupar los puestos de los demás si
surgía la necesidad. Trabajaban tan bien juntos que había
momentos en los que casi podían leerse la mente entre
ellos.
Cuando Ian entró en la cocina, todos se detuvieron lo
suficiente para saludarlo antes de reanudar sus
conversaciones. Se inclinó y le dio a Kristen un rápido beso
en la mejilla mientras ella le sonreía.
En ese momento en la casa de Brody, Kristen Anders era
la única persona que no era miembro del equipo. Ella era la
futura cuñada de Ian, autora de novelas románticas
eróticas y el amor de la vida de Devon. El tipo le había
propuesto matrimonio tres meses antes, entre Acción de
Gracias y Navidad y, después de llorar durante varios
minutos, ella había aceptado. Para entonces, habían estado
en Nepal, visitando a los padres de Ian y Devon mientras su
madre realizaba una cirugía en una clínica para la
organización Operation Smile. Los dos habían pasado unos
diez días ayudando a construir una escuela en un pueblo
cercano, junto a Chuck Sawyer, su padre, y a muchos otros
voluntarios.
Ocho semanas antes, Devon había colocado el collar a su
sumisa en una ceremonia en La Alianza y debido a ello, la
proposición no había sido una sorpresa para nadie más que
para sus padres. La Alianza era el club BDSM del que los
hermanos también eran dueños, junto con su primo y
director, Mitch Sawyer.
Mientras Brody preparaba las pechugas de pollo
deshuesadas para ponerlas a la parrilla, Kristen formaba
hamburguesas con carne molida. Beau se dejó caer en el
suelo junto a ella y para deleite del perro, ella se quitó una
de sus sandalias y pasó su pie por la barriga del animal. Se
volvió hacia Ian y le preguntó: «¿Dónde está Jenn? ¿No vino
contigo?».
Ian se apoyó contra la encimera junto a ella, cruzó los
brazos sobre su pecho esculpido y refunfuñó: «No. Esta
tarde fue de compras con unas amigas de la universidad.
Aparentemente, tiene una cita esta noche».
Sus ojos se iluminaron reaccionando completamente
opuesto a como él lo había hecho después de enterarse de
que su ahijada tenía una cita. Con un chico que
probablemente no era bueno para ella. Quien tal vez solo
quería meterse en los pantalones de la bonita joven.
Mataría al bastardo si supiera quién era.
Antes de que Kristen pudiera responder y a unos metros
de distancia, Brody entrecerró los ojos frente a la puerta
abierta del refrigerador y exclamó: «¿Jenn va a tener una
cita?». Sorprendentemente, su fuerte voz estaba llena de
disgusto. «¿Con quién?».
El silencio que se apoderó de la habitación fue
interrumpido por un breve chillido de alegría de Kristen,
mientras cinco pares de ojos curiosos y molestos y un par
de ojos exaltados miraban a Ian. Este dejó escapar un
fuerte suspiro. «No tengo ni idea. Se negó a decírmelo
porque sabía que te haría investigarlo».
Todos los hombres grandes y protectores fruncieron el
ceño, pero fue Brody quien respondió. «Si no te da el
nombre del chico, dile a la ‘Chica Bebé’ que no puede ir.
Tan simple como eso».
Un fuerte gemido sonó y todos se volvieron hacia
Kristen quien estaba poniendo los ojos en blanco como si
estuviera en presencia de seis idiotas. «Chicos, vamos. Su
sobrina tiene diecinueve años y cumplirá veinte en tres
meses. Es una adulta, les guste o no. Es inteligente y puede
cuidarse sola. No pueden castigarla por negarse a dejar
que acosen a un pobre chico que quiere salir con ella».
Todos los hombres eran tíos sustitutos de Jennifer
Mullins. Su padre había sido su lugarteniente en los SEAL,
y el equipo pasaba muchas horas libres en la casa familiar
del hombre, cerca de su base. La que había sido una vez
una pequeña niña, había crecido con más de cuarenta ‘tíos’
con los que todavía mantenía el contacto a través de
correos electrónicos y llamadas telefónicas. Pero ella
siempre había estado más cerca de estos seis hombres.
Cuando nació, sus padres le habían pedido al mejor amigo
de Jeff, Ian, que fuera su padrino y tutor legal si les pasaba
algo. Ian había estado feliz de hacerlo, pero nunca pensó
que necesitaría ocuparse de ella tan pronto en su vida. A
finales de este mes se cumpliría el primer aniversario del
asesinato de sus padres.
En septiembre pasado, el equipo había descubierto que
sus asesinatos no habían sido el resultado de un robo que
había salido mal, sino de un complot más grande para
matar a varios ex miembros del Equipo Cuatro de los SEAL.
Un senador de Texas con grandes aspiraciones había
contratado a un sicario para eliminar a Jeff Mullins, Ian,
Devon, Jake, Brody y a otros dos. Se había dado cuenta de
que años antes habían estado en una misión de
investigación y que tal vez lo habían reconocido como un
hombre que se había encontrado con su hombre objetivo en
esa misión. El primo lejano del senador era un
narcotraficante colombiano, con quien había desarrollado
una relación clandestina a cambio del respaldo financiero
para salir de la pobreza y asistir a la universidad, y luego a
la facultad de derecho. A cambio, el senador se había
convertido en un activo de Ernesto Díaz en Dallas. Además
de ser el jefe de un lucrativo cartel de la droga, Díaz había
estado involucrado en el comercio sexual y el tráfico de
armas. Los investigadores del FBI y la Marina habían
establecido la conexión entre las muertes de Jeff y Lisa
Mullins, Eric Prichard y Quincy Dale. Los hombres de
Trident Security habían sido reunidos para revisar
montones de cajas de misiones clasificadas en las que
habían participado, para descubrir por qué el Equipo
Cuatro había sido atacado. Solo después de dos intentos
fallidos contra la vida de los cuatro hombres restantes en la
lista de blancos, descubrieron quién los quería muertos y el
motivo. Desde entonces, tanto el senador como el sicario
habían sufrido muertes prematuras. Durante todo el caos,
Devon y Kristen se conocieron y se enamoraron.
Con fuerza, Devon pellizcó el culo de su prometida, y
ella saltó y chilló casi dejando caer la hamburguesa cruda
que tenía en sus manos. «¿Quién dice que no podemos,
niña? Y no pongas los ojos en blanco estando en una
habitación llena de Doms».
Los demás se rieron entre dientes sabiendo que la dulce
sumisa quería mirarlos y decir algo sarcástico, pero mejor
lo pensó bien. Su trasero se pondría rojo si lo hacía. «De
acuerdo chicos, pero por favor, esta es la primera cita que
escucho que ella tendrá desde que se mudó aquí. Deberían
estar felices de que esté haciendo algo divertido,
especialmente cuando se acerca el aniversario de la muerte
de sus padres. Estoy segura de que, si hay una segunda o
tercera cita, les presentará al chico».
Después de los asesinatos y por tres meses, Ian se había
quedado en Virginia para acompañar a Jenn para que
pudiera terminar su bachillerato. Luego se había mudado a
Tampa, a vivir en el apartamento de Ian, antes de mudarse
a un dormitorio en la Universidad de Tampa, donde ahora
estaba inscrita. Le había tomado un tiempo lidiar con la
pérdida de sus padres, cosa que todos entendían. Pero
entre el psicólogo, su nueva escuela, los amigos, y sus
amados tíos, Jenn estaba saliendo de su caparazón,
volviendo a ser la mujer alegre y extrovertida que todos
conocían y amaban. Los hombres murmuraron sus reacios
asentimientos y cambiaron de tema.
«¿Qué tal?, ‘Jefe’». Brody le entregó a Ian una botella de
Bud Light. «Parece que tienes mala suerte con mi nueva
vecina».
Los ojos de Ian se entrecerraron y se enfriaron. «¿De
qué estás hablando?».
Brody se encogió de hombros. «Un tipo ha pasado todo
el día con Angie, y parece un tanto amistoso. Su coche
estuvo en la entrada de su casa durante toda la noche
anterior. Un poco desaliñado, que no creo que sea su tipo,
pero es obvio que se conocen bastante bien. Demasiado
bien para ser un pariente».
Un día, mientras ayudaba a su amigo a mudarse a su
nueva casa, Ian había conocido a la vecina de Brody,
Angelina Beckett. Era una mujer bonita, de unos treinta y
tres años, con un cuerpo asesino que hacía que la polla de
Ian reaccionara como un saludo ágil a un almirante, rápida
y rígida. Con el pelo largo y rubio hasta los hombros, ojos
verdes suaves, senos exuberantes y un trasero que le
encantaría tener en sus manos, había protagonizado varios
de sus sueños durante los últimos dos meses. Más de una
vez se había excitado en la ducha imaginándola de rodillas
frente a él, dándole la mamada de su vida. Desde que los
presentaron, solo había tenido unos pocos atisbos de la
mujer, pero su compañero de equipo debió haber notado su
interés en ella.
Sin decir una palabra más, destapó su cerveza y tomó un
trago antes de salir al patio con Beau pisándole los talones.
Mientras el perro corría directamente al césped y
comenzaba a olfatear todo lo que veía, Ian se sentó en la
mesa al aire libre frente al patio trasero de la Srita.
Beckett. Ella también estaba sentada en la mesa de su
patio de espaldas a él y su silla estaba girada en un ligero
ángulo para estar frente a su invitado. Los mechones de su
largo cabello estaban peinados en una trenza que
descansaba en el centro de su espalda, sobre su blusa azul
turquesa. Él prefería su cabello suelto y deseaba tener el
derecho de caminar hasta allí y deshacer los mechones
confinados. Cambió su mirada hacia el extraño hombre que
estaba sentado en un ángulo de noventa grados junto a
ella, e Ian lo estudió.
Brody tenía razón. El hombre era un poco desaliñado,
con barba y bigote descuidados y cabello largo hasta los
hombros. Pero por lo demás, parecía limpio, llevaba una
camiseta negra, jeans azules y zapatillas blancas. Parecía
tener aproximadamente la misma edad que ella. Sin
embargo, lo que molestó a Ian fue cómo el tipo masajeaba
los pies descalzos de Angie en su regazo, mientras
charlaban. Vio como los ojos del novio de Angie destellaron
hacia los suyos, luego de nuevo a los de ella. Ian no se dejó
engañar. En esa fracción de segundo, el extraño se dio
cuenta, evaluó y determinó que Ian no era una amenaza
inmediata. Era obvio que el hombre tenía entrenamiento.
Para Ian, su cuerpo y su lenguaje gritaban ex militar, sin
embargo, casi podía disimularlo. De hecho, si Ian no
hubiera sido como él, podría haberlo subestimado.
Cuando el resto del equipo de Ian se desplazó al patio y
tomó asiento alrededor de la mesa, la mirada del hombre se
dirigió hacia ellos antes de volver a posarse en Angie. Ian la
observó de pie con la gracia de una primera bailarina, sus
largas piernas y su trasero en forma de corazón envuelto
en unos vaqueros capri desteñidos hacían que se le hiciera
agua la boca. Cuando se volvió hacia la puerta trasera, la
escuchó decirle a su novio: «Dame unos minutos para
refrescarme e iremos a comer algo. Espero que estés de
humor para comida mexicana».
En el momento en que ella desapareció en la casa, sin
dudarlo, su novio centró su atención en los seis hombres
más allá de la cerca de la propiedad. Se puso de pie y se
acercó a ellos como un león interesado en un intruso en sus
dominios. Medía alrededor de un metro ochenta, con unos
noventa y cinco kilos magros, con cabello y ojos castaños.
Varios tatuajes asomaban por debajo de los brazos de su
camiseta de manga corta. También, fue lo suficientemente
inteligente como para detenerse a medio metro de la
barrera divisoria, a la altura del pecho, cuando notó que
Beau se acercaba corriendo y colocaba su enorme cuerpo
entre sus humanos y el desconocido. Ian tomó como una
buena señal que el perro, mientras estaba en modo
protector, no gruñera en advertencia.
Cauteloso, Brody se puso de pie y se acercó a la cerca
para saludar al hombre. «Hola, soy Brody Evans, el nuevo
vecino de Angie».
Con los brazos cruzados sobre su musculoso pecho, el
otro hombre asintió con la cabeza hacia Brody, antes de
volver su intensa mirada hacia Ian y Devon. «Sé quién eres,
Evans. Me preguntaba si mañana por la mañana podría
reunirme en las oficinas de Trident Security contigo y tus
empleadores, los hermanos Sawyer».
Los ojos de Ian se entrecerraron mientras sus atónitos
compañeros de equipo miraban de un lado a otro, entre él y
el extraño que sabía bastantes cosas sobre ellos, cuando
ellos no sabían nada sobre él, incluido su nombre. Y
ninguno estaba contento con ese hecho. Ian, sentado en su
sitio, se inclinó hacia delante, dejó la botella de cerveza en
la mesa y le clavó al hombre barbudo una mirada de
advertencia. «¿Quién eres tú?».
Echó un rápido vistazo por encima de su hombro e Ian
se preguntó por qué no quería que Angie escuchara la
confrontación. «Me llamo James Athos, y mañana les
explicaré el resto, pero por ahora, digamos que tenemos un
amigo en común y necesito de su ayuda».
Ian arqueó una ceja, su mirada gélida nunca vaciló.
«¿Amigo? ¿Y quién sería este amigo?».
«Un hombre llamado Carter».
Si alguno de ellos se sorprendió más por la revelación
del tipo de conocer a su viejo amigo, socio y espía del
gobierno de los Estados Unidos T. Carter, no lo demostró.
Carter estaba tan metido en el mundo de las operaciones
encubiertas que realmente el equipo de Ian no tenía idea
de para quién trabajaba. Parecía tener conexiones muy
importantes en todas las agencias del alfabeto en
Washington, D.C. (FBI, CIA, NSA, etcétera), así como en el
Pentágono, 1600 Pennsylvania Avenue y varios países
extranjeros. También era el hombre que hacía varios meses
había matado al sicario que había tenido como objetivo al
equipo, y muy probablemente, al senador que lo había
contratado, aunque ninguno de ellos lo sabría nunca con
certeza. Los ojos de Ian se dirigieron hacia la puerta
trasera, más allá de Athos, antes de regresar al rostro del
hombre. «Dime una cosa… ¿ella esta en peligro?».
Athos negó con la cabeza. «No, y me gustaría que
siguiera así. Tampoco quiero que sepa nada sobre nuestra
conversación. Angie significa el mundo para mí y haré todo
lo que pueda para protegerla. ¿A qué hora podamos
vernos?».
Ian revisó mentalmente la agenda de mañana. «¿A las
ochocientas?».
Cuando Athos asintió, la mujer en cuestión eligió ese
momento para salir y cerrar la puerta detrás de ella. Ahora
llevaba zapatos de lona blanca sin cordones y con un
pequeño bolso blanco, se acercó a donde estaba su novio.
Con reflejos automáticos, los hombres relajaron sus tensas
expresiones, sin darle ninguna indicación de que algo
andaba mal. Cuando se detuvo junto a Athos, miró a Brody,
luego al resto de los hombres con una sonrisa amistosa en
su bonito rostro. «Hola Brody, hola chicos. Veo que han
conocido a Jimmy».
Ian sintió un puñetazo de celos en el estómago cuando el
otro hombre le rodeó los hombros con el brazo y le dio un
tierno beso en la sien. «Ya me presenté, nena. Me alegro de
que tu nuevo vecino parezca un buen tipo. Me preocupaba
que pudieras tener a alguien como el último cabrón que
parecía no poder mantener las manos quietas. Eso fue
hasta que tuve una pequeña conversación con él y lo
amenacé con decírselo a su esposa después de darle una
paliza». Había lanzado una advertencia no tan sutil para los
otros hombres.
Angie puso los ojos en blanco y golpeó al chico en el
estómago con el dorso de la mano. «Te dije que lo tenía
bajo control. Y no lo amenazaste con golpearlo. Si mal no
recuerdo, fue con cortarle la hombría a George y metérsela
por su garganta, seguido de sus dedos, uno por uno. Vamos,
me muero de hambre. Llévame a cenar».
«Tus deseos son órdenes, nena».
Miró hacia atrás por encima de la valla y les dio a los
hombres un lindo saludo de niña. «Que pasen una buena
noche todos». Mientras giraban hacia el camino que
conducía a su entrada, Ian podría haber jurado que ella lo
miró directamente con un destello de calor en sus ojos.
Pero se fue tan rápido que debió haberse equivocado. Si
era real o imaginario, no le importaba a su polla, que se
agitó dentro de sus pantalones caqui al ver sus nalgas en
retirada. Joder, cómo quería dar un mordisco a esas nalgas.
«¿Qué carajo?», exclamó Boomer. «¿Quien demonios es
ese?».
Ian seguía mirando el lugar donde los dos habían
desaparecido por el costado de su casa. «No lo sé, pero
puedes estar seguro de que lo averiguaré. Ya sabes cuánto
odio las sorpresas».
Nadie dijo nada más sobre el hombre misterioso cuando
Kristen salió con un plato de hamburguesas y piezas de
pollo listas para que Brody las asara. Unos minutos más
tarde la conversación volvió a las bromas normales que
siempre ocurrían cuando estaban todos juntos, sin
embargo, Ian ya no estaba de humor relajado, ni hablador.
CAPÍTULO DOS

A NGIE SE SENTÓ FRENTE A J IMMY , SU MEJOR AMIGO , MIENTRAS


comían en un nuevo restaurante mexicano que ella se
moría por conocer. Continuaron poniéndose al día, y ella
deseó que su visita no tuviera que ser tan corta. Ambos se
habían criado en el norte del estado de Nueva York y
después de graduarse del bachillerato, ella asistió a la
universidad en Florida, mientras que él ingresó en la
Infantería de Marina. Seis años después fue reclutado por
la DEA y por razones de seguridad tuvo que cambiar su
apellido. Ahora trabajaba en su oficina de Atlanta. Al menos
no tenía que preocuparse por su trabajo tanto como solía
hacerlo, ya que ya no trabajaba en asignaciones secretas.
Eso les había impedido verse o hablar por teléfono durante
meses. Ahora trabajaba con un equipo que respaldaba a los
agentes encubiertos, pero todavía llevaba la barba y el pelo
largo que ella odiaba, y que sabía que eran necesarios. Era
un tipo guapo cuando tenía el vello facial bien recortado,
pero sin él, el hombre era un galán absoluto y lo había sido
desde que lo conoció en su primer año de instituto. En su
segundo año habían intentado salir una vez, pero no duró
mucho porque ambos temían arruinar la fuerte amistad que
se había desarrollado entre ellos. Sin embargo, después de
que ella rompiera con el chico con el que había estado
saliendo un mes antes, él la acompañó a su baile de
graduación. Ahora los dos amigos solían criticar las citas
del otro, pero seguían siendo protectores entre ellos. Por
eso, ella no se sorprendió cuando en la velada en la casa de
Brody, Jimmy había mencionado la amenaza a su vecino y
sus amigos… al hablar de sus pretendientes.
Mientras su mejor amigo se disculpaba para ir al baño,
la mente de Angie regresó a su nuevo vecino y sus
amigos… para ser más específica, a un amigo… Ian Sawyer.
Con su cabello negro, ojos azules, rostro hermoso y un
cuerpo esculpido que le hacía mojar las bragas, el hombre
podría ser una estrella de cine si quisiera. Brody le había
dicho que Ian se había retirado de la Marina y era dueño de
la empresa de seguridad para la que trabajaban él y los
demás. Últimamente, había estado pensando en pedirles
que actualizaran su sistema de alarma antirrobo. Jimmy
siempre la molestaba acerca de lo fácil que era burlar el
sistema que ya estaba instalado cuando había comprado
esa casa, hacía tres años. Dudaba que el dueño de la
empresa hiciera el trabajo él mismo, pero a menudo se
encontraba fantaseando con que él llegara a instalar una
nueva alarma. En sus fantasías, él llevaba puestos los
ajustados jeans descoloridos y la ajustada camiseta azul
real que había estado usando el primer día que lo conoció,
cuando ayudó a su amigo a mudarse. El color de su
camiseta hacía que sus ojos destacaran hasta el punto en
que estaba segura de que podría ahogarse en ellos. Y, santo
cielo, su voz profunda había provocado escalofríos por su
columna vertebral antes de asentarse entre sus piernas.
Cuando Brody le presentó a sus compañeros de equipo,
pensó que Ian le había sostenido la mano un momento más
que los demás, pero probablemente era una ilusión de su
parte.
«Y estaba pensando en teñirme el pelo de púrpura y
hacerme un tatuaje de corazón en la frente que diga
‘muérdeme’».
Angie sacudió los pensamientos descarriados de su
cerebro y miró a Jimmy, que se reía de su expresión de
asombro. «¿Eh? ¿De qué estás hablando?».
«Me estaba preguntando donde estabas. Regresé a
sentarme y te hice una pregunta, pero estabas en otro
planeta. Quería ver cuánto tiempo podía hablar sin sentido
antes de que te dieras cuenta».
Ella le arrojó un trozo de tortilla. «Tonto. ¿Cual fue la
pregunta?».
Se llevó el pedazo de tortilla a su boca, lo masticó y lo
tragó antes de responderle. «¿Cómo va el trabajo? ¿Algún
cliente nuevo?».
Angie era una diseñadora gráfica que trabajaba desde
casa. Varios corporativos le enviaban una gran cantidad de
trabajo, así como muchos particulares que necesitaban
proyectos puntuales u ocasionales. «Tengo un nuevo cliente
y estoy muy emocionada con él. Me contrataron para ser
una de los diseñadores de portadas de novelas románticas
para una editorial llamada Red Rose Books».
«¿En serio? Eso es genial, Ang. ¿Cómo te contactaste
con ellos?».
Tomó su teléfono inteligente, sacó una foto y se la
mostró. «Esta la hice para una antigua cliente que se
autopublicaba y que ahora está escribiendo libros
románticos. Pensó en mí cuando iba a sacar su primer libro
y me pidió que le diseñara la portada. Alguien de Red Rose
Books la vio, pensó que era vanguardista y que sería algo
que les interesaría, así que me localizaron. Es un gran
contrato con un pago decente por cada una que haga. Haré
una o dos por semana para poder concentrarme en mis
otros clientes».
Jimmy le sonrió. Siempre era su mayor apoyo cuando se
trataba de su arte. «Genial. El Sr. Abraham estaría
orgulloso de que hayas llegado tan lejos».
El Sr. Clark Abraham había sido su profesor de arte en
el bachillerato y fue el primero en reconocer su talento
artístico, que incluso Angie no sabía que tenía. Él le había
presentado las diferentes técnicas del arte y la había
animado a probarlas todas, hasta que encontrara la que
mejor se adaptara a sus necesidades. Además de los
dibujos a lápiz de grafito y las artes gráficas
computarizadas, a lo largo de los años también había
incursionado en la pintura al óleo y había vendido varias
piezas en una galería de arte local. Siempre era agridulce
pensar en el hombre de pelo gris que se había convertido
en su amigo y mentor. Una tarde del año después en que
ella se graduó, durante la hora del almuerzo, había sufrido
un ataque al corazón en su salón de clases vacío, y cuando
alguien lo encontró ya era demasiado tarde. «Sí, sé que así
sería». Bajó la voz unas octavas, e imitó al anciano: «Rojos,
Angie, ¿por qué estás tan obsesionada con los rojos? Echa
un poco de azul y verde allí, tal vez un poco de amarillo.
Sorpréndeme de vez en cuando, ¿quieres?».
Los dos se rieron mientras terminaban de comer y
hablaban de todo lo que había bajo el sol. Mañana muy
temprano, su amigo regresaría a Atlanta y Angie lo iba a
extrañar, pero por ahora aprovecharían al máximo su
tiempo juntos.

I AN ARROJÓ el bolígrafo al piso cuando se dio cuenta de


que lo había estado masticando y miró el pequeño reloj de
ancla de latón en el lado derecho de su escritorio. Su
hermano tenía uno idéntico y ambos habían sido regalos de
su madre cuando finalmente tuvieron escritorios donde
colocarlos. Dejó escapar un suspiro de frustración porque
solo eran las siete y media. Tenía otra media hora antes de
que el novio de Angie apareciera y comenzara a responder
las muchas preguntas que tenía para él. La noche anterior,
antes de salir de la casa de Brody, le había dicho al friki
que averiguara todo lo que pudiera sobre James Athos y le
llamara tan pronto como lo tuviera. Mientras tanto, Ian le
dejó un mensaje a Carter para que lo contactara lo antes
posible, lo cual, conociendo a su amigo, podría tardar un
tiempo. No tenía una línea directa para comunicarse con el
tipo, nadie la tenía, y tuvo que dejar un mensaje de voz en
el número que había memorizado años atrás. Carter
verificaba sus mensajes solo cuando era seguro para él
hacerlo, lo que significaba que podían pasar horas o días
antes de que tuviera una oportunidad, dependiendo de lo
que fuera en lo que estaba trabajando.
Esta mañana, el silencio en la oficina vacía que solía
disfrutar, lo estaba afectando. Se levantó y se dirigió al
exterior para tomar un poco de aire fresco, con Beau
siguiéndole los talones. Había estado dando vueltas toda la
noche, pensando en hacerle cosas eróticas a Angie,
alternando con especulaciones sobre lo que su novio quería
con Trident Security. Brody lo había llamado un poco antes
de la medianoche con una actualización bastante breve.
Había conseguido una copia de la licencia de conducir de
Georgia del hombre de treinta y tres años y descubrió que
en su expediente tenía algunos arrestos menores por
drogas y agresiones, sin haber cumplido condena en la
cárcel. Todo lo cual podría ser parte de actividades de un
agente encubierto, como Ian tenía la sensación de que era
así. La parte interesante era que hacía nueve años, James
Athos no existía, e Ian se preguntó qué tan bien conocía
Angie a su novio.
Empujó la puerta de entrada a la oficina, salió, inhaló
profundamente y miró a su alrededor. Desde el exterior, el
complejo parecía lo que había sido antes: un almacén
abandonado en las afueras de Tampa. Más de tres años
antes, cuando vio la propiedad por primera vez, Ian sabía
que sería el complejo perfecto para Trident Security.
La empresa, de la que era copropietario con su
hermano, se especializaba en seguridad personal, en
investigaciones y en operaciones clandestinas más que
ocasionales del ‘Tío Sam’. El complejo había sido utilizado
una vez por una empresa de importación y exportación
hasta que las autoridades descubrieron que el principal
producto que se procesaba allí era la cocaína. Después del
cierre del negocio, Ian pudo comprar el lote de cuatro
hectáreas de tierra en una subasta del gobierno por tan
solo una fracción de su valor estimado.
La propiedad contenía cuatro almacenes idénticos de
dos pisos alineados en fila, y estaba prácticamente aislada
del tráfico diario, ubicada a kilómetro y medio de distancia
de la vía principal. Con un mini bosque con árboles entre
los edificios y la carretera, que le otorgaba mucha
privacidad. Después de extensas renovaciones, el último y
más pequeño de los almacenes de la propiedad se había
convertido en la vivienda de los dos hermanos Sawyer. El
apartamento de Ian, de doscientos ochenta metros
cuadrados con tres dormitorios, estaba en el primer piso,
mientras que las escaleras conducían a la casa de Devon y
Kristen, que tenía una planta idéntica. Los restantes
quinientos sesenta metros cuadrados del lugar, detrás de
los dos apartamentos, se estaban utilizando para
almacenamiento, pero eso iba a cambiar cuando añadieran
dos nuevas residencias. Una pertenecería a la ahijada de
Ian y la otra a Nick, el más joven del clan Sawyer y actual
SEAL de la Marina con base en California. Sería suya para
cuando los visitara y finalmente dejara el ejército.
Echó un vistazo hacia la puerta principal e Ian saludó al
guardia matutino, mientras Beau olfateaba a lo largo de la
valla del complejo. Cuando una persona entraba al recinto
a través de una puerta de seguridad vigilada, el primer
almacén al que llegaban era la sede de La Alianza, un club
que atendía a aquellos que disfrutaban de algún tipo de
perversión en sus vidas. Esta era otra razón por la que la
propiedad había sido ideal para ellos. Unos años antes, su
primo Mitch se los había propuesto, casi al mismo tiempo
cuando ellos intentaban poner en marcha a Trident
Security. El club exclusivo al que todos pertenecían antes
había cerrado después de que el propietario fuera acusado
de evasión fiscal. El cierre había dejado a los miembros en
busca de un nuevo lugar donde pudieran practicar sus
fetiches sexuales individuales sin que se hicieran públicos.
Dado que Ian y Devon se centraron en Trident, Mitch con
su maestría en Negocios fue la elección obvia para
administrar el club. Sin embargo, había algunos asuntos en
los que su primo se remitía a Ian, ya que él era el Dom con
más experiencia.
Para pasar del primer almacén a los tres restantes en el
complejo, los visitantes tenían que ir por otra puerta de
seguridad que no estaba vigilada. Pero para atravesarla,
una persona tenía acceso a través de un zumbido de la
puerta o escaneando la huella de su mano en el sofisticado
sistema de identificación. El primero de esos edificios,
frente al cual Ian estaba ahora parado, estaba separado en
dos áreas, estando al frente las oficinas principales de
seguridad de Trident. En la parte de atrás había un gran
garaje para vehículos, junto con los contenedores de
equipo, armas y municiones. La siguiente estructura
contenía un campo interior de tiro, un gimnasio, una sala
de entrenamiento, y una sala de seguridad contra pánico,
en caso de una emergencia. Algunos podrían llamar
paranoicos a los hermanos Sawyer, pero uno nunca sabía
cuándo podrían llegar sus enemigos, por lo que siempre era
mejor estar preparado. De hecho, hace varios meses, el
equipo casi había sido eliminado por un francotirador que
se había instalado en un árbol justo después de la línea de
detección del sistema de seguridad. Como resultado, Ian y
Devon estaban trabajando para adquirir varias propiedades
no desarrolladas alrededor de las suyas para poder
extender sus líneas de defensa hacia el exterior.
Ian recogió la pelota de goma dura que Beau había
dejado caer a sus pies y jugó a buscarla durante unos diez
minutos hasta que Devon se acercó a saludarlo con una
taza de café en la mano. «Buenos días. ¿Brody averiguó
algo?».
Puso al tanto a su hermano mientras lanzaba la pelota
de Beau una vez más antes de darse la vuelta y caminar de
regreso a su oficina. Se detuvo en el camino en su sala de
descanso, tomó su tercera taza de café de la mañana y un
muffin de arándanos de un recipiente Tupperware. Los
muffins sobrantes del día anterior habían sido cortesía de
la Sra. Kemple, su gerente de oficina cuando había iniciado
Trident Security. Ella había renunciado el verano pasado
después de entrenar a una nueva gerente y se había
mudado a Miami, para ayudar a su hija con sus trillizos
recién nacidos. Desafortunadamente, su reemplazo, Paula
Leighton, se había vuelto demasiado entrometida y había
sido despedida tres semanas atrás, después de que una
mañana Brody la encontrara revisando archivos en la sala
de guerra del equipo. Era uno de los pocos lugares a los
que sabía perfectamente que no debía tener acceso. Él
había corrido al club para ayudar a Mitch con una falla de
la computadora y había dejado la puerta de su oficina
abierta, pensando que volvería enseguida. Después de que
él estuvo fuera más de lo esperado, la curiosidad de Paula
debió de apoderarse de ella porque cuando Brody regresó,
ella estaba de pie en su cuarto de guerra con la nariz en
uno de sus archivos. Ian la había despedido ese día. Marco
había sido el más aliviado por el despido de la mujer, ya
que parecía que ella le había echado el ojo para una
relación que iba más allá de ser compañeros de trabajo, y
el hombre no había estado interesado en absoluto.
La Sra. Kemple había regresado por un corto tiempo
para entrenar a Colleen McKinley, una sumisa del club.
Unas horas después de despedir a Paula, Ian estaba
hablando con el Dominante de Colleen, el Amo Reggie
Helm, quien le había mencionado que su sumisa no estaba
contenta con su trabajo actual y que estaba buscando un
cambio. Ian la llamó para una entrevista al día siguiente y
la contrató en el acto.
Hasta ahora, el único problema al que se enfrentaban
con Colleen, era lograr que mientras estaban en la oficina
los llamara a todos por sus nombres de pila y no por el de
Amo o Señor. También les tomó un poco a los chicos
acostumbrarse a verla en algo más que la lencería que a su
Dom le gustaba que usara en el club. Su ropa tendía a ser
bastante conservadora y profesional en el trabajo. Al menos
no tenían que ocultarle a Colleen el hecho de que Trident
Security estaba dirigido y empleado por un grupo de
Dominantes, como lo habían hecho con Paula. La Sra.
Kemple sabía sobre el club desde que abrió y nunca
pestañeó al respecto.
Cinco minutos antes de las ocho sonó el teléfono de Ian.
Era el guardia de la puerta principal advirtiéndole que por
la segunda puerta lo buscaba James Athos. Brody, que
había entrado unos minutos antes, se puso de pie y se
dirigió a la puerta para recibir al hombre, mientras Ian y
Devon permanecían en la sala de conferencias. Ian hubiera
preferido tener esta reunión después de hablar con Carter,
pero el espía aún no se había comunicado con él.
Brody volvió a entrar con Athos justo detrás de él y
ambos hombres se sentaron a la mesa. Ian no estaba de
humor para ofrecerle café, ni nada más, y aparentemente
tampoco su hermano, que también permaneció en silencio.
«Estoy seguro de que me investigaron anoche y que se
sienten frustrados con lo que encontraron y, lo que es más
importante, con lo que no encontraron. ¿Carter ya les
devolvió la llamada? Porque sé que es lo primero que
hicieron en cuanto me fui». Athos se reclinó en su silla y
apoyó un tobillo en la rodilla opuesta como si no le
importara nada en el mundo, pero Ian sabía que no era el
caso. El hombre tenía algo en mente y estaba preocupado
por eso.
Ian golpeó la mesa con la mano. «No, no lo ha hecho.
Ahora, en lugar de hacerte las ciento una preguntas que
tengo, ¿por qué no empiezas desde el principio y nos dices
lo que quieres?».
«Como estoy seguro de que se habrán dado cuenta,
Athos no es mi apellido. Solo hay dos personas en este
mundo que pueden relacionarme de manera concluyente
con el hombre que era hace nueve años. Una es Angie y el
otro es mi director de la DEA en Atlanta». Ian arqueó una
ceja, pero no dijo nada. Tampoco Devon, ni Brody, pero el
friki saltó a su computadora portátil, presumiblemente
consiguiendo el número de la oficina de Atlanta. «Me
reclutaron en los Marines después de un período de seis
años, cuatro de los cuales los pasé en las Fuerzas
Especiales. Me dieron una nueva identidad y mi registro
militar fue borrado. Pasé mis primeros tres años de
incógnito con una pandilla de motociclistas en Arizona y
Nuevo México. Ellos dirigían un lucrativo negocio de
cocaína al otro lado de la frontera. Me llevó un tiempo
ascender en el escalafón, pero después de una larga
investigación, pudimos cerrar el conducto. Y como saben,
eliminas a uno de esos cabrones y aparecen tres más. A
partir de ahí, me abrí camino por los estados hasta que me
cansé de vivir bajo las piedras con la escoria de la tierra.
Mi director, que también era mi reclutador, me llamó y
durante los últimos dos años he estado trabajando con un
equipo de apoyo fuera de la oficina de Atlanta. Una vez
más, bajo una nueva identidad; que todos en la DEA saben
que mi apellido es Austin. Una de las ventajas de venir es
que puedo ver y hablar con Angie casi en cualquier
momento que quiera, pero aún para mis compañeros de
trabajo, mantengo mi conexión con ella en secreto».
Ian levantó la mano para interrumpir. La declaración de
Athos de ayer todavía le estaba carcomiendo las entrañas.
‘Angie significa el mundo para mí’. «¿Quién es ella para
ti?».
El duro rostro del hombre se suavizó. «Te lo dije ayer,
ella es mi mundo, lo es y siempre lo será. Nos conocimos en
nuestro primer año de bachillerato e hicimos clic de
inmediato. Ella ha sido mi mejor amiga desde entonces. Si
no fuera por ella, me habría desmoronado hace años,
después de que mi madre y mi hermanita fueron asesinadas
por un traficante de drogas con quien no sabía que mi
hermana se había relacionado. Ocurrió mientras yo seguía
en la Infantería de Marina y en el extranjero. Hubiera
perseguido al bastardo y lo hubiera matado yo mismo si la
policía no lo hubiera hecho antes de que pudiera llegar a
casa. Angie fue mi roca, mi salvadora, y ella es la única
familia que tengo ahora y yo soy todo lo que ella tiene. Sus
padres eran mayores cuando la tuvieron y ambos murieron
con varios meses de diferencia por causas naturales a
finales de sus cincuenta años. Tenía un hermano mucho
mayor que murió en un accidente automovilístico cuando
ella tenía nueve años, y creo que eso fue lo que finalmente
mató a sus padres porque ninguno de ellos lo superó jamás.
De todos modos, a lo largo de los años siempre hemos
estado ahí el uno para el otro, y me destrozaría si algo le
sucediera a ella por mi culpa».
«Te metiste en la DEA como una forma de vengar la
muerte de tu hermana y tu madre». Ian no lo planteó como
una pregunta y Athos no lo negó. «Entonces, ¿dónde
encajamos nosotros?».
«Antes de que Angie cerrara la compra de su casa hace
tres años, hice lo que siempre hago cuando se trata de ella
y verifiqué a todos sus vecinos». El se encogió de hombros.
Aunque algunas de las averiguaciones que había hecho
eran técnicamente ilegales, no parecía avergonzado de
admitirlo frente a hombres que probablemente hubieran
hecho exactamente lo mismo. «Cuando mencionó que
Evans se había mudado a la casa de al lado, también lo
investigué. Vi su conexión con Trident Security y recordé
que Carter mencionó el nombre una noche hace unos años.
Dijo que, si alguna vez necesitaba ayuda con algo en Tampa
o el resto de Florida, debería contactar a Trident, y ustedes
apoyarían. Solo para asegurarme de que las cosas no
hubieran cambiado, me puse en contacto con él
nuevamente y me dijo que confiaba en ustedes con su vida.
Conozco al hombre desde hace más de siete años, ha
salvado mi lamentable trasero dos veces, por lo que era un
aval suficientemente bueno para mí».
Su voz se volvió dura de nuevo y se llenó de veneno. Ian
podía ver la rabia apenas contenida en sus ojos. «Hace dos
semanas, Aaron Reinhardt, un agente encubierto que
trabajaba en Nueva Orleans, fue torturado y asesinado. No
tenemos idea de cómo lo hicieron, y si lo quebraron o no. Vi
las fotos de la escena del crimen y no me sorprendería que
el pobre hombre se delatara, la mayoría de los agentes lo
habrían hecho. La peor parte fue que sus padres y su
hermano fueron encontrados muertos junto a él.
Descubrieron sus cuerpos antes de que alguien los
reportara como desaparecidos, arrojados al lado de un
cubo de basura detrás de un centro comercial, cerca de la
casa de su familia en Illinois. Como un pequeño consuelo,
su familia no fue torturada, pero cada uno recibió un
disparo en la nuca. Como la mayoría de los agentes
encubiertos, los familiares más cercanos de Aaron solo
eran conocidos por su director, y ambos tenemos al mismo,
Artie Giles, y ambos confiábamos en él, yo lo sigo haciendo.
Quienquiera que se haya enterado de su familia, no fue por
Artie».
«Aaron era amigo mío». Era obvio que Athos había
respetado al muerto. «Trabajé con él de forma intermitente
durante años. Era uno de los buenos y se suponía que esta
iba a ser su última operación encubierta porque había
llegado al punto en el que quería conocer a una buena
chica y sentar cabeza. Cuando nos enteramos de lo que
pasó, le dije a Artie que quería el trabajo. Mantuve y
actualicé mi tapadera, que cultivé a lo largo de los años,
por si alguna vez la volvía a necesitar. Al salir de aquí me
iré a Nueva Orleans para comenzar a trabajar de
encubierto. Después de la cena de anoche, se lo dije a
Angie, y ahora mismo está realmente enojada conmigo,
aunque no puedo culparla. Le había jurado que había
terminado con el trabajo de encubierto, pero esto es algo
que tengo que hacer. No puedo dejar que ganen esos
bastardos».
Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa de
conferencias. «Entonces, aquí es donde entran todos
ustedes. Necesito que la vigilen por mí sin que ella lo sepa.
Si se entera, estará lo suficientemente enojada como para
luchar contra cualquier intento de protección y terminará
lastimada o asesinada. Es inteligente, pero terca a veces, y
me preocupa que, si mi tapadera sale mal, alguien pudiera
llegar a ella para encontrarme a mí. Sin embargo, como
dije, es muy poco probable porque Artie es el único que
puede hacer la conexión entre nosotros dos. Sus archivos
se guardan en una caja fuerte en la oficina de su casa y el
nombre Athos y mi apellido de nacimiento no aparecen en
ninguna parte de mi archivo, ni tampoco el nombre de
Angie. Solo aparece su teléfono celular junto con la
contraseña que tiene que decir para verificar que es él
quien la llama. También están en dos papeles separados,
por lo que, si de alguna manera alguien entra en su caja
fuerte los dos no parecen estar relacionados. Nunca se han
reunido, ni han hablado por teléfono. Si alguien que diga
ser de la DEA la contacta sin esa frase, tiene instrucciones
para desaparecer sin dejar rastro hasta que pueda yo
alcanzarla. Nadie más en la agencia sabe que ella existe en
mi vida».
«Hasta donde tú sabes. Nada está cien por ciento
oculto», dijo Ian con ironía.
«Cierto». El agente asintió con la cabeza a
regañadientes. «Pero he sido lo más cuidadoso posible a lo
largo de los años. Demonios, he gastado una pequeña
fortuna en teléfonos desechables ya que destruyo uno
después de cada llamada que le hago a ella. Todavía lo sigo
haciendo, aunque ya no estoy encubierto. No quiero que
algo o alguien de uno de mis trabajos anteriores vuelva y
me muerda el trasero».
Athos estaba a punto de decir algo más, pero sonó el
celular de Ian. Miró la pantalla y antes de presionar el
botón del altavoz para conectar la llamada, vio al amigo de
Angie. Una voz profunda retumbó por la línea. «Ian,
¿llamaste? Siento no haber podido contactarte antes. ¿Qué
pasa?».
Se inclinó hacia adelante para poder ser escuchado sin
levantar la voz. «No hay problema, Carter. Parece que
tengo un conocido tuyo sentado en mi oficina, junto a
Devon y Brody».
Los sonidos del tráfico de fondo llegaban a través del
altavoz. «¿En serio? ¿Quién?».
Ian arqueó una ceja al agente de la DEA indicándole que
debía anunciarse.
«Qué tal amigo, soy Athos».
Hubo una pausa de dos segundos. «Confirma».
«Campanita da buena cabeza».
Mientras los otros tres hombres sonreían y negaban con
la cabeza ante la tonta frase de contraseña, Carter soltó
una carcajada. «Hace tiempo que no sabía de ti, amigo.
¿Cómo te va? ¿Ya te afeitaste el arbusto?».
A Athos se le escapó un divertido bufido. «Un poco bajo
últimamente, y no, no lo he hecho».
«Ian, todo está bien. Confío en este imbécil de cara
desaliñada tanto como confío en ti, y sabes que eso es
mucho. Le encanta comer su sopa de letras a las
cuatrocientas y todo lo que dice está en buen nivel».
La sopa de letras era una referencia a las múltiples
agencias gubernamentales abreviadas en los EEUU, y ‘a las
cuatrocientas’, significaba la cuarta letra del alfabeto, que
era la ‘D’. Era lo más cercano a decir ‘DEA’, como lo haría
el espía por teléfono. Como había dicho Athos
anteriormente, el aval de Carter era todo lo que necesitaba
Ian.
«¿Necesitas algo más? Solo tengo un minuto». En una
reacción reflexiva, Ian negó con la cabeza y dijo ‘no’ al
mismo tiempo. «Está bien, genial. Amigo, cuídate. Si
necesitas algo, llámame. Ha pasado mucho tiempo desde
que tú y yo levantamos el infierno juntos. ‘Perro Maldito’,
dile a tu linda prometida que estaré en Tampa en unas
semanas, y estoy deseando que me vuelvan a presentar a la
pequeña bibliotecaria».
Mientras Brody e Ian lo miraban con curiosidad, Devon
se rió entre dientes. Allí había una historia que no
conocían, pero tenían una buena idea de lo que podría ser.
Se sabía que el Amo Carter ocupaba el tercer lugar en un
ménage ocasional cuando visitaba La Alianza. «Se lo diré, y
estoy seguro de que ella también lo estará esperando. Oye,
¿cómo supiste que nos comprometimos? No has estado aquí
en meses».
«El todopoderoso Carter lo sabe todo. Me tengo que ir.
Nos vemos luego».
La conexión se cortó e Ian miró a Devon y Brody,
quienes asintieron con aprobación silenciosa, y luego a
Athos. «Danos los detalles».
CAPÍTULO TRES

A NGIE SE PASEABA DE UN LADO A OTRO DE LA SALA


preguntándose qué demonios estaba haciendo. Una de sus
amigas había insistido en concertarle una cita a ciegas,
algo que juró no volver a hacer después de la última que
había resultado un desastre. Sin embargo, aquí estaba toda
vestida y sin nada que hacer más que esperar otros quince
minutos antes de irse al restaurante donde planeaba
encontrarse con Melvin Fromm, un contador.
¿En serio? ¿Melvin? Cuando su amiga le contó a Angie
sobre él, ella lo llamó Mel, no Melvin, que es como él se
presentó cuando la llamó por primera vez. Angie hizo todo
lo que pudo para no imaginarlo apareciendo con una
riñonera y gafas unidas con un trozo de cinta adhesiva. Iba
a matar a Mandy si esto no funcionaba, que era lo más
seguro. Y eso la traía de vuelta a su pregunta original: ¿qué
diablos estaba haciendo?
Habían pasado más de tres semanas desde que Jimmy
había soltado la bomba. Regresaba a estar encubierto en
un caso más y eso la molestaba mucho. No tenía idea de
por qué decidía hacerlo después de dos años y, como
siempre, estaba clasificado y no podía darle detalles. Al
menos, eso era lo que siempre le decía. Pero pensó que era
más una mezcla entre que él no podía darle ningún detalle
y que no quería preocuparla. De cualquier manera, ella
estaba en la oscuridad, y estaría preocupada hasta que él la
contactara de nuevo. Y por experiencia, sabía que podría
ser dentro de una semana o seis meses. Maldita sea.
Ella siempre había entendido por qué había ido a
trabajar de encubierto para la DEA. Era su forma de
obtener algún tipo de venganza por la muerte de su familia.
La Sra. Andrews había sido una madre soltera muy
agradable cuyo esposo la había abandonado dos meses
después del nacimiento de su hija Ruthie; por causa de otra
mujer sin hijos. La única vez que había recibido
manutención de su ex para sus niños fue cuando el tribunal
finalmente obtuvo su cheque de pago. Y ya Ruthie tenía
tres años. Eso duró dos meses antes de que se mudara
fuera del estado y desapareciera para siempre. Como
resultado, los siguientes dieciocho años la mujer trabajó
duro en dos trabajos para mantener a Jimmy y a su
hermana menor. Algunas madres podrían haber llegado a
sentir resentimiento hacia sus hijos en una situación
similar, pero los hijos de Dorothy Andrews eran su mundo y
cada vez que podía, ella les hacía saber que los amaba.
También había amado a Angie tanto como su hijo amaba a
su mejor amiga.
La pequeña Ruthie había sido una chica dulce que se
había relacionado con la gente equivocada en la escuela
secundaria. Por desgracia, había llevado a que ella y su
madre fueran asesinadas a tiros, lo que la policía describió
como un caso de identidad equivocada. Una de sus amigas
había robado algunas drogas de un traficante que ambas
conocían, y el traficante culpó a Ruthie de las drogas
perdidas. No fue hasta después de que la policía mató al
sospechoso que la otra chica se presentó y admitió su papel
en el incidente. Dos años después, la misma joven moría
debido a una sobredosis.
Jimmy Andrews, ahora Jimmy Athos, estaba decidido a
librar al mundo de tantos narcotraficantes como pudiera.
Sin embargo, Angie deseaba que no fuera a expensas de su
vida. No solo estaba en peligro de que lo mataran en el
trabajo, sino que también se preocupaba por él de otras
formas. Por lo que ella sabía, rara vez tenía citas y cuando
lo hacía, las citas nunca resultaban en una relación que
durara más de dos o tres semanas. Tenía miedo de que él
nunca encontrara a alguien a quien amar y con quien
envejecer, y no era que ella ya hubiera encontrado a su
alma gemela. Había momentos en que deseaba que
hubieran intentado una relación romántica entre ellos, pero
el miedo a perderlo todo siempre los había detenido. Por
alguna razón, Angie había estado segura de que eso era lo
que habría pasado entre ellos así que, en cambio, eran más
como hermano y hermana. Un psiquiatra podría decir que
se estaban usando el uno al otro para reemplazar a los
hermanos que ambos habían perdido, pero ninguno de ellos
se había sentido así habiendo discutido el tema varias
veces a lo largo de los años. Al final, ella quería que él
fuera feliz sin remordimientos cuando mirara hacia atrás
en su vida mientras estuviera en su lecho de muerte. Sin
embargo, ella no lo creía posible para él, al menos no en
este momento de su vida.
Suspiró profundo y Angie volvió a mirar la hora en su
decodificador y cuando estaba a punto de agarrar su bolso
sonó su teléfono celular. Miró la pantalla y vio que era
Melvin llamándola diez minutos antes de su cita. Gimió,
sabiendo lo que el hombre iba a decir con la llamada de
último minuto. Conectó la llamada y caminó hasta la puerta
trasera y salió a la terraza porque tenía la sensación de que
iba a necesitar un poco de aire fresco.

I AN DIO dos pasos por la sala de estar de Brody hacia la


puerta corrediza de cristal que conducía al patio y ahí se
detuvo. ¿Qué diablos estaba haciendo? Se suponía que solo
debía pasar y recoger un archivo que su empleado debía
dejar en su casa, pero había recibido una llamada frenética
de un cliente corporativo muy temprano esa mañana y el
friki había subido a su camioneta y se había dirigido
directamente a Orlando, después de alertar a Ian del
problema. Uno de los expertos en informática de la propia
empresa había descubierto una manera de malversar
$800.000 dólares de una cuenta corporativa. Necesitaban
la ayuda de Brody para descubrir cómo lo había hecho el
tipo y cómo podían evitar que volviera a suceder. Por eso,
ahora ‘Cabeza de Huevo’ se encontraba cerca de Disney
World por al menos uno o dos días más, e Ian se encontraba
en la sala de estar del chico. Trataba de convencerse a sí
mismo de no salir por la puerta trasera para ver si Angie
estaba en su propio patio.
Después de que Athos les había dicho lo que quería que
hicieran, pusieron manos a la obra para mantener a salvo a
su mejor amiga. Tuvieron suerte cuando ella aceptó
actualizar su sistema de seguridad. Brody sacó el tema tan
sutilmente como pudo mientras hablaba con ella por
encima de la cerca compartida, y la mujer mordió el
anzuelo. Al día siguiente, su nuevo vecino y Boomer
instalaron su mejor sistema mientras le decían que era una
configuración normal para personas normales que llevaban
vidas normales y que probablemente no estaban en peligro.
Athos les dijo que no escatimaran en gastos y les dio un
número de tarjeta de crédito para cubrir cualquier
diferencia de costo de una unidad básica. Tenía que dejarla
pagar algo por la nueva instalación, de lo contrario
sospecharía.
Los compañeros instalaron todo el sistema en un día.
Luego, mientras Brody llevaba a Angie por la casa y le
mostraba todas las características interesantes, Boomer se
dedicó a instalar las últimas cosas que no querían que ella
supiera. Había colocado algunos micrófonos de audio
estratégicos y cámaras remotas, y luego había instalado un
dispositivo de rastreo en su teléfono, cartera y automóvil.
También se las había arreglado para meter algunos de ellos
dentro de varios de sus zapatos que estaban en su armario.
Al ver lo gastadas que estaban las suelas, pudo elegir las
que ella parecía usar más. Los discos planos eran muy
pequeños y trató de ponerlos donde ella o cualquier otra
persona no los notara. Si ella encontraba uno, las
posibilidades eran escasas de que supiera qué eran.
Brody también se había vuelto más amigable con su
nueva vecina, no demasiado amigable o Ian lo hubiera
matado, pero lo suficiente como para verla antes y después
del trabajo. Incluso, dos días antes la había invitado a cenar
con él en su patio, cocinando un par de filetes a la parrilla.
Querían que se sintiera lo suficientemente cómoda con el
friki en caso de que algo saliera mal. Athos les había dado
el número de su director y una contraseña de respaldo que
Angie conocía en caso de que tuvieran que pasar por alto
completamente a la DEA.
Si Brody hubiera sabido que durante las últimas tres
semanas Ian había estado viendo las imágenes en vivo de
Angie caminando por su casa, se habría reído de lo
acosador que estaba resultando su jefe. Por motivos de
seguridad, la transmisión se grababa en el equipo de la sala
de guerra de Trident, en caso de que tuvieran que revisarla
por algún motivo. Pero Ian no había podido evitar subir las
imágenes a su computadora unas cuantas veces al día, tan
solo para verla. Ninguna de las cámaras estaba en su baño,
y las cámaras de su habitación solo miraban hacia las
ventanas y la puerta, lo que le daba una pequeña cantidad
de privacidad para que él no se considerara un acosador.
Era un voyeur; no estaba seguro de cuál era la diferencia,
pero si alguien preguntaba, estaba seguro de que podía
pensar en algo.
Con el expediente que necesitaba y que había ido a
recoger, estaba a punto de darse la vuelta y marcharse
cuando un movimiento fuera de una de las ventanas llamó
su atención y se dio cuenta de que era Angie en su propio
patio. Suspiró y llamándose a sí mismo diez veces idiota,
llegó hasta la puerta corrediza de cristal, la abrió y salió.
Echó un vistazo hacia su patio trasero y casi se traga la
lengua.
«Joder», murmuró para sí mismo. Estaba de pie con la
cabeza gacha, llevaba un vestido de algodón azul marino
envolvente que se detenía a una pulgada por encima de sus
rodillas. El escote en V, aunque conservador, mostraba algo
de su amplio escote, lo que lo hacía querer rogar por ver
más. Sus piernas se veían increíbles y un par de tacones de
lunares azul marino y blanco aumentaban su altura a un
metro ochenta. Podía imaginar a dónde llegaría la parte
superior de su cabeza si estuviera parada junto a su propia
figura de un metro noventa. Su cabello rubio lo llevaba
suelto, como a él le gustaba, y anhelaba pasar los dedos por
las suaves ondas que le daban algo de volumen a los
mechones. Su maquillaje era sutil y sus joyas eran sobrias.
Todo combinado, era un pequeño paquete tentador que le
hacía agua la boca.
Le tomó un momento darse cuenta de que ella estaba en
su teléfono celular, y la escuchó decir, «No, de verdad. Todo
está bien. Estas cosas pasan». Hizo una pausa para
escuchar a quienquiera que estuviera al otro lado de la
llamada. «Sí. Está bien. Llámame si quieres reprogramar y
lo pensaré. Adiós».
Ian se dio cuenta de que ella no sabía que él estaba allí
hasta que sus bonitos ojos verdes se encontraron con los
suyos y se abrieron un poco antes de que ella le diera una
sonrisa tímida y un pequeño saludo. «Hola, Ian». Estaba
sorprendido de que ella recordara su nombre ya que, por lo
que él sabía, solo lo había escuchado la primera vez que se
conocieron, y ansiaba escucharla decirlo de nuevo. Nunca
pensó que escuchar su nombre verbalizado pudiera ser tan
excitante, pero eso había sido antes de escucharlo caer de
sus labios rojos y carnosos.
«Hola, Angie». Dio unos pasos hacia la valla y se alegró
cuando ella hizo lo mismo. «Te ves muy bien esta noche.
¿Vas a algún lugar?». Supuso por su conversación que sus
planes habían sido cancelados, pero en realidad tenía
curiosidad por saber cuáles habían sido.
Se encogió de hombros, aunque no parecía muy
decepcionada de que sus planes hubieran cambiado. «Se
suponía que tenía una cita, pero se canceló en el último
minuto».
«Sería una cita a ciegas».
Dándole una mirada curiosa, Angie ladeó la cabeza. «Así
es, pero ¿cómo lo supiste?».
Sus ojos azules se volvieron más oscuros cuando su
mirada la cubrió de pies a cabeza y volvió a subir. «Porque
si él supiera lo exquisita que te ves en este momento,
nunca la habría cancelado. Estaría pensando en cómo
podría terminar la noche contigo en su cama».
Un rubor manchó sus mejillas y después de un
momento, apartó los ojos de los de él, haciendo un gesto
con la cabeza hacia la puerta trasera. «Bueno, se lo perdió,
supongo. Me pondré un par de pantalones de chándal, me
comeré un recipiente completo de Ben & Jerry’s y veré una
película vieja».
«O podrías dejar que te lleve a cenar». ¿Qué diablos le
había hecho decir eso? Oh, sí, la cabecita en sus pantalones
lo hizo. Al mirar hacia abajo, se alegró de ver que sus
pantalones caqui estaban lo suficientemente sueltos como
para cubrir su leve erección. También estaba lo
suficientemente bien vestido, con su polo negro y sus
mocasines, para llevarla a cenar, si ella decía que sí, por
supuesto.
Todavía seguía sonrojada y el rubor no solo estaba en
sus mejillas, sino también en la parte superior del pecho.
Se preguntó si sería del mismo color que sus pezones, y la
idea hizo que su polla se sacudiera.
«No tienes que hacer eso. Estoy segura de que tienes
otros planes», le dijo.
«Angie, una cosa que debes saber sobre mí es que nunca
digo cosas que no quiero decir, y no hago nada que no
quiero hacer. Solo le ordeno a uno de mis empleados que lo
haga por mí». Ella sonrió como él pretendía. «Me gustaría
llevarte a cenar, si me dejas». Trató de mantener al mínimo
el deseo que sabía que había en sus ojos. Si supiera cuánto
deseaba desnudarla, atarla a su cama y hacer cosas
eróticas y desagradables en cada centímetro de su cuerpo,
saldría corriendo y gritando del patio.
Su expresión era más ansiosa que tímida, y a él le gustó
la combinación. «Bueno, ya que estoy vestida, y creo que se
me está acabando el Ben & Jerry’s… sí, me gustaría ir a
cenar contigo. Pero esta no es una cita». Ante su ceja
enarcada, agregó: «Quiero decir, no es como si esto
estuviera planeado, así que iremos al estilo holandés».
Sacudió la cabeza y le sonrió. «Uh-uh. Te invité a cenar y
yo pagaré. No espero nada a cambio esta noche, Angie,
solo el placer de tu compañía. Y tal vez un beso de buenas
noches, si decides que lo has pasado bien».
Y bueno, ¿por qué añadía esa última frase? Estaba a
punto de darse una patada mental cuando ella le sonrió.
«Ya veremos». Se volvió hacia su puerta mientras su
corazón latía un poco más rápido. «Déjame tomar mi bolso
y te veré en la puerta al frente».

CINCO MINUTOS DESPUÉS, Angie estaba sentada en


el asiento del pasajero del Ford Expedition de Ian,
preguntándose cómo había terminado allí. ¿La había
invitado a cenar por lástima de que la hubieran plantado en
el último minuto? ¿O realmente quería pasar algún tiempo
con ella? Cuando él dijo que se veía exquisita, sus partes
femeninas se sacudieron y se dio cuenta. ¿Realmente
podría estar interesado en ella? ¿Y su comentario sobre un
beso de buenas noches? ¿Estaba planeando besarla más
tarde? ¿Ella lo permitiría? La forma en que su cuerpo se
había estremecido cuando él tomó su mano y la ayudó a
subir al asiento alto de la camioneta la hacían pensar que,
si pedía besarla en ese momento, ella lo dejaría.
Se dio cuenta de lo poco que sabía de él al hablar con
Brody. La otra noche durante la cena del asado en que la
había invitado, le había hecho a su vecino un montón de
preguntas que las hizo parecer como si sintiera curiosidad
por todo el equipo y no solo por un miembro en particular.
Sabía que Ian era soltero, nunca se había casado y tenía
treinta y ocho años. Tenía una ahijada de diecinueve años,
Jennifer, que vivía con él cuando no estaba en la cercana
Universidad de Tampa. Hacía un año, Ian había acogido a
la chica después de que sus padres fueran asesinados en un
brutal allanamiento de morada en Virginia. Su hermano y
socio comercial era Devon, quien estaba comprometido con
una mujer llamada Kristen. Angie había vislumbrado a la
otra mujer de pasada, cuando visitaron a Brody, pero aún
no las habían presentado.
Los otros hombres también estaban solteros. Habían
servido juntos en el Equipo Cuatro de los SEAL de la
Marina, y le había impresionado saberlo. Había escuchado
por lo que los SEAL tenían que pasar física y mentalmente
para lograr la posición tan respetada. Ian, como teniente,
había tenido el rango más alto en el grupo, pero solo
durante dos años. Había habido un período de tres años en
el que los seis habían estado juntos antes de comenzar a
retirarse, uno o dos a la vez. Ian y Devon habían puesto en
marcha Trident Security y tan pronto como cada uno de sus
antiguos compañeros había dejado la Marina, los habían
contratado como empleados de confianza. Trident realizaba
numerosos trabajos de seguridad para sus clientes, incluido
el de guardaespaldas, sistemas de seguridad domésticos y
comerciales, investigaciones, seguridad corporativa y
recuperación de víctimas de secuestro o mercadería
robada. La compañía también hacía trabajos ocasionales
para el gobierno, de lo cual Brody comentó que no podía
decir más sobre eso. Contrataban a varios agentes de otras
agencias que proporcionaban mano de obra a empresas
como la suya, y estaban discutiendo sobre la contratación
de seis personas más para crear un segundo equipo.
De repente, Angie se dio cuenta de que Ian había
estacionado el auto después de un breve viaje y apagaba el
motor. Miró a través del parabrisas hacia el tranquilo
restaurante de carnes al que habían acordado acudir. Sin
decir una palabra, Ian salió del auto, cerró su puerta y
caminó para abrir la puerta de ella mientras ella lo
esperaba. De alguna manera, sabía que él haría eso y le
gustó el gesto. Había pasado un tiempo desde que alguien,
que no fuera Jimmy, le había abierto la puerta.
Mientras caminaban por el estacionamiento, Ian tomó su
mano y la enganchó debajo de su codo. Hábilmente evitó
los charcos que quedaron de la llovizna de la tarde que
había pasado por el área, y mantuvo la puerta del
restaurante abierta para que ella entrara. Tenía la
sensación de que él no estaba haciendo todas esas cosas
para impresionarla, sino que las hacía de forma natural
para cualquier mujer con la que saliera. El pensamiento la
hizo sentir que esta noche estaba en algún lugar entre la
rutina y lo especial para él, pero esperaba que se inclinara
más hacia lo especial.
Después de que se sentaron y pidieron sus bebidas, en
lugar de tomar el menú, Ian apoyó los antebrazos sobre la
mesa y la estudió por un momento. «Entonces, cuéntame
sobre esta cita a ciegas que ibas a tener, así puedo sacar de
mi sistema los celos que estoy sintiendo».
Ella se rió, pensando que estaba bromeando, pero siguió
el juego. «Bueno, no hay mucho que contar. Mi amiga me
puso en contacto con Melvin Fromm, un contador público
autorizado de treinta y cinco años con modales groseros ya
que canceló mi cita diez minutos antes de que nos
conociéramos. Y la mejor excusa que se le ocurrió fue
decirme ‘surgió algo’».
Las comisuras de la boca de Ian se crisparon dos veces
antes de que ya no pudiera ocultar su sonrisa y un bufido
silencioso. «Melvin, ¿eh?». Ella asintió con su propia
sonrisa divertida. «Está bien, no creo que en algún
momento en el futuro tenga que preocuparme de que él me
haga perder la cabeza, así que controlaré mis celos. Solo
estoy agradecido de que el idiota te cancelara porque me
dio la oportunidad de pasar la noche con una mujer
increíblemente hermosa».
Oh, Señor, ¿por qué no podía dejar de sonrojarse con
este hombre? No era como si nunca antes hubiera tenido
un chico guapo que la elogiara y coqueteara con ella. Salía
con frecuencia, pero por alguna razón, Ian la llevaba a un
nivel completamente nuevo. Les entregaron las bebidas,
una cerveza de barril para él y un cosmopolita para ella, y
entablaron una conversación tranquila sobre temas
normales y cotidianos. No fue hasta que su mesera se
acercó por tercera vez que tomaron sus menús para
ordenar la cena.
«Entonces», dijo Ian, después de que la mesera se
apartó para preparar sus pedidos, «dime qué haces como
diseñadora gráfica porque nunca antes he conocido a una.
Espera … primero dime cómo te convertiste en una. ¿Es
algo que siempre quisiste hacer?».
Angie tomó un sorbo de su bebida y luego negó con la
cabeza. «En realidad, nunca me di cuenta de que tenía una
habilidad artística, más allá de hacer garabatos, hasta mi
segundo año en la escuela secundaria cuando forzosamente
tenía que cursar una clase de arte. Mi maestro, el Sr.
Abraham, fue la primera persona en ver que tenía talento y
me empujó e inspiró a aprender más sobre todas las
técnicas artísticas que existen. Se convirtió en mi mentor,
me llevó a exposiciones de arte y museos, y me ayudó a
cultivar mi propio estilo. Terminé decidiéndome como mis
principales intereses, los dibujos a lápiz, la pintura al óleo y
los gráficos por computadora, aunque cuando me llega la
inspiración me dedico a hacer algunas acuarelas y
esculturas».
«Obtuve una beca parcial para la Escuela de Artes
Visuales de Nueva York y logré mi Maestría en Bellas Artes.
Pasé los siguientes seis años trabajando para una gran
empresa de diseño gráfico en la ciudad de Nueva York,
antes de que ya no pudiera soportar más los crudos
inviernos. La gota que colmó el vaso fue cuando un taxi
chocó contra un charco de aguanieve cerca de mí y me
cubrió de pies a cabeza con agua helada y desagradable
mientras me dirigía al trabajo». Ian soltó una carcajada
comprensiva ante la imagen de ella luciendo como una rata
furiosa y ahogada. «De cualquier forma, había visitado a
algunos amigos que viven en Tampa y me gustó. Entonces,
hice las maletas y hace cinco años me mudé al sur y nunca
miré hacia atrás. Había estado haciendo un trabajo paralelo
para algunos clientes de Internet mientras todavía seguía
en Nueva York, así que me diversifiqué y construí mi propio
negocio desde allí. Diseño sitios web, folletos impresos,
gráficos para revistas, libros y logotipos de empresas,
básicamente lo que quiera el cliente». Sacó su teléfono
celular y buscó la portada del libro electrónico que le había
mostrado a Jimmy unas semanas antes. «Esta portada la
diseñé el mes pasado para el libro de una clienta y con ella
logré conseguir un nuevo contrato con una editorial».
Le quitó el teléfono y estudió la foto. Era una foto de la
espalda y los hombros musculosos y desnudos de un
hombre del que se veía su cuello hasta su trasero cubierto
de cuero negro. Tenía un látigo entre las manos y se notaba
tenso por la espalda. Manos femeninas pasaban por su
frente, agarrando sus dos nalgas, y eran las únicas partes
visibles de la mujer. Sus largas uñas estaban pintadas de un
rojo intenso que casi parecía sangre. Por cómo estaban
situadas las manos de la mujer, cualquiera que mirara la
foto sabría que su rostro estaba en la entrepierna del tipo,
y eso hacía que uno se preguntara si ella ya le estaba
dando una mamada. El título del libro ‘El deseo de Lydia’ y
el nombre de la autora estaban escritos en el mismo color
rojo que las uñas de la mujer. Ian miró a Angie y sonrió. «El
culo de un chico y la espalda desnuda de un hombre no son
lo mío, pero conozco a muchas mujeres que estarían
babeando por esta portada. Tiene un aspecto erótico con el
látigo».
«Bueno, era un romance erótico de BDSM y todo, así
que tuve que condimentarlo un poco. En realidad, es un
buen libro».
Le devolvió el teléfono y enarcó una ceja. «¿Lees libros
con contenido erótico?».
Volvió a guardar el teléfono en el bolso y se encogió de
hombros, un poco avergonzada de haberlo admitido. «Hay
tanto por ahí hoy en día que es difícil de evitar, incluso si
no te gusta. No siempre se puede saber por el título y la
portada de un libro, pero es divertido leer y fantasear con
eso».

I AN TOMÓ un sorbo casual a su cerveza. Ella había


respondido a su pregunta alto y claro, incluso si su
respuesta era un poco vaga. Por sus modales, se daba
cuenta de que era sumisa; pero ser sumisa y saber que eres
una y que quieres participar en el estilo de vida, eran dos
cosas diferentes. No eran solo manzanas y naranjas, era
más como ratones y elefantes: eran dos especies diferentes,
y una podía aplastar a la otra si no se tenía cuidado.
Intencionalmente bajó la voz a su tono dominante. «¿Te
interesa el estilo de vida BDSM?».
Ella volvió a sonrojarse y sus ojos se posaron en la mesa.
Su ritmo cardíaco se aceleró y su pene comenzó a
endurecerse. Tanto si lo admitía verbalmente como si no, el
tema le interesaba y él se preguntaba si antes había
experimentado con el sexo. A los treinta y tres, dudaba que
fuera virgen, pero ¿en qué habían consistido sus anteriores
encuentros sexuales? ¿Habían sido puro romance
convencional o había dejado que alguno de sus amantes la
atara, la azotara o la flagelara? ¿Alguno de ellos la había
llevado más allá de sus límites, le había follado su culo en
forma de corazón? ¿Le habían provocado orgasmos de los
que tardaba una eternidad en recuperarse? ¿Alguna vez
alguien le había follado esos labios rojos y húmedos y se
había corrido en su garganta? De alguna manera, quería
que ella le dijera que practicaba ese estilo de vida y, por
otro lado, no quería pensar en ningún hombre que le
hiciera esas cosas. Quería ser él quien le presentara su
mundo de perversidad. Esperaba que ella lo agradeciera y
decidió dejarla libre… por ahora.
Se aclaró la garganta para hacerle saber que estaba
cambiando de tema. «El primo de mi futura cuñada… eh,
¿qué te parece esa manera de decir que conozco a un
chico? … es el curador adjunto del Museo de Arte de
Tampa. Mañana por la noche habrá una gran gala de
inauguración de una nueva exhibición para su personal y
benefactores. Recibimos invitaciones dado que mi hermano
y yo hicimos una donación recientemente. Iba a ir,
quedarme media hora y luego huir, pero ahora tengo una
mejor idea. ¿Podrías sacarme de mi miseria asistiendo
conmigo para que no tenga que hablar con un montón de
gente aburrida y estirada? Kristen y su primo Will, me
matarían si no voy, así que tengo que hacer acto de
presencia».
Su rostro se animó de emoción. «¿Es la exposición
prestada por el Louvre?». Cuando él asintió, ella dijo
efusivamente: «Dios mío, me encantaría ir. Estaba
planeando tomarme un día libre la semana que viene para
ir a verla».
«Bueno, puedes verla mañana por la noche, siempre y
cuando no te importe que no sepa nada sobre arte. Puedo
mirar algo y decir ‘sí, me gusta’ o ‘no, lo odio’, pero eso es
todo».
Su sonrisa era coqueta y contagiosa. «Estaré feliz de
enseñarte un poco sobre lo que sé».
«Solo si alguna vez me dejas enseñarte un poco sobre
algo que yo sé». Ian se iba a ir al infierno. Lo supo en el
momento en que la palabra ‘trato hecho’ salió de sus
bonitos labios rojos y no pudo evitar pensar en la suerte
que tenía.
La mesera les trajo la comida y después de asegurarse
de que no necesitaran nada más, Ian esperó a que se
alejara. «La gala comienza a las siete, así que te recogeré
como treinta minutos antes, ya que nos meteremos en el
tráfico de los viernes por la noche. Ah, y es de etiqueta».
Angie tomó su cuchillo y tenedor y comenzó a cortar su
pollo cordon bleu. «Entonces, tengo el vestido perfecto.
Una amiga mía se casó en el Guggenheim el año pasado, y
también fue de etiqueta. Solo me puse el vestido una vez y
siempre esperé poder volver a usarlo porque me encanta».
«Bueno, en ese caso, no puedo esperar a verte en él». Y
con suerte, pensó, se lo quitaría al final de la noche.
CAPÍTULO CUATRO

P OR CUARTA VEZ EN CINCO MINUTOS A NGIE SE REVISABA EL


cabello y el maquillaje. Tenía que dejar de preocuparse o
arruinaría lo que con tanto esfuerzo su peluquero y
maquillador de la estética le habían hecho. Su cabello lo
llevaba recogido en un romántico moño que dejaba
mechones alrededor de su rostro por la parte superior de
cada pómulo. Llevaba tantas horquillas y tanta laca para el
cabello que se sentía como un casco, pero no había forma
de que pudiera estropearlo, siempre y cuando dejara de
tocarlo. El maquillaje era más de lo que solía usar, pero aún
así era discreto. La sombra, el delineador y el rímel
alrededor de sus ojos hacían que su color verde resaltara y
le encantó el efecto. Llevaba joyas sencillas, un par de
aretes de diamantes que habían pertenecido a su madre y
un brazalete de oro que Jimmy le había regalado cuando se
graduó de la escuela de arte.
Miró su reflejo en el espejo colocado en la parte de atrás
de la puerta de su armario y volvió a comprobar su vestido.
Gracias a Dios que había continuado con sus
entrenamientos tres veces a la semana o no le habría
quedado. Desde que asistió a la boda de su amiga había
ganado alrededor de unos dos o tres kilos, sobre todo en
las caderas y los muslos, pero el forro de Spandex del
vestido negro de talla diez tenía suficiente holgura, por lo
que todavía se veía genial. La parte superior era de estilo
halter que se enganchaba alrededor de su cuello con una
cadena de oro y la parte delantera tenía un soporte de
sostén incorporado para que sus ‘chicas’ estuvieran bien.
El material de gasa se detenía debajo de sus brazos,
dejando sus hombros y la mayor parte de su espalda
desnudos antes de comenzar de nuevo en la línea de su
cintura y caer directamente hasta los pies. Tenía una
abertura en su pierna izquierda que llegaba hasta la mitad
de su muslo, y completaba el look con un par de relucientes
zapatos dorados de Michael Kors con tacones de aguja de
diez centímetros. Se alegraba de que Ian fuera mucho más
alto que algunos de los chicos con los que había salido
porque podía usar los tacones realmente altos que tanto
amaba.
Su mente regresó a cuando Ian la había dejado después
de la cena de la noche anterior. La había acompañado hasta
la puerta, le había quitado las llaves de la mano y le había
abierto la cerradura. No giró el pomo de la puerta porque
ella solo habría tenido treinta segundos para entrar, cerrar
la puerta e ingresar el código de alarma antes de que
enviaran a la policía. Cuando estuvo lo suficientemente
cerca para que ella sintiera el calor de su cuerpo, pero sin
tocarlo, ella quiso acercarse más.
Le devolvió las llaves y su voz se volvió baja y sexy.
«Entonces, ¿la pasaste bien?».
Un escalofrío había asaltado su cuerpo. Ella entendía lo
que estaba preguntando. Él había dicho antes que, si ella se
lo pasaba bien, quería un beso de buenas noches. Y
definitivamente la había pasado bien, de hecho, la había
pasado muy bien. «Sí, así fue. ¿Significa que me vas a
besar?».
Se había congelado en su lugar, incapaz de creer que
había dicho las palabras en voz alta. Nunca antes había
sido tímida con las citas, los juegos previos y el sexo, sin
embargo, normalmente tampoco era demasiado atrevida ya
que la mayor parte del tiempo seguía las señales del
hombre con el que estaba.
La boca de Ian había formado una sonrisa divertida
antes de levantar la mano para tomar su barbilla y atraerla
hacia él. Con sus labios a una pulgada escasa de tocarse,
susurró: «Así es».
Y luego volaron chispas.
¡Santo cielo, el hombre podía besar! Al principio, había
sido suave, usando solo sus labios mientras se movían
seductoramente sobre los de ella, dándole la oportunidad
de alejarse si quería. Cuando ella no lo hizo, su lengua
comenzó a sondear la comisura de sus labios, animándola a
abrirlos y darle acceso a su boca. Ella no había podido
negarse, y en el instante en que sus labios se separaron, su
lengua estaba dentro de ella, saboreando y explorando
cada centímetro de su boca. No había sido descuidado
como algunos hombres podrían serlo con la lengua; no, sus
acciones eran una mezcla entre ternura e insistencia, como
si la estuviera saboreando y devorando al mismo tiempo.
No hizo nada más que sujetar su barbilla y besarla.
Ninguna otra parte de sus cuerpos se tocó. Cuando él
terminó demasiado pronto el beso, se alejó y ella gimió y
casi le suplicó que la tomara allí mismo, frente a la puerta
principal, donde cualquiera pudiera verlos.
Él se detuvo un momento para que ambos recuperaran
el aliento antes de decirle que entrara, apagara la alarma,
cerrara la puerta con llave y activara de nuevo la alarma.
Ella notó a través de la larga y estrecha ventana, al lado de
la puerta principal, que él había esperado hasta que la
volviera a armar en el panel de control y después sonrió y
caminó de regreso a su auto. Ella se había quedado clavada
en el lugar durante mucho tiempo después de que él se
alejó, recordando cada segundo del increíble beso. Después
de que se quitó la ropa y se fue a la cama desnuda, lo cual
era normal, su mente todavía estaba concentrada en cómo
su cuerpo había cobrado vida en el momento en que hizo
contacto con el de él. Mientras su cerebro vagaba, su mano
se había movido a la unión entre sus piernas casi por su
propia voluntad. No le había llevado mucho tiempo
acariciarse a sí misma hasta sentir un orgasmo tan fuerte
que, después, se había quedado dormida con la mano
todavía entre las piernas y los sueños de Ian en la cabeza.

E L TIMBRE de la puerta sonó y la sacó de sus recuerdos.


De la cama tomó su bolso de noche y su chal,
prácticamente corrió hacia la puerta principal y la abrió.
Dios mío, se encontraba guapísimo con lo que ella creía
que era un esmoquin Armani que tenía que haber sido
hecho a la medida porque le quedaba perfecto. La sombra
de las cinco que había adornado su mandíbula la noche
anterior había desaparecido, y quería frotar su mano sobre
su piel suave, recién afeitada. No había nada fuera de lugar
desde la parte superior de su cabello oscuro hasta las
puntas de sus brillantes y formales zapatos negros, y el
hombre irradiaba poder, autoridad y, sobre todo,
sensualidad. Estaba segura de que esta noche estaría
luchando contra las mujeres para alejarlo de él. Cuando
respiró hondo, su colonia golpeó su nariz y casi se
desmayó. Era su favorita, Oud Wood de Tom Ford, y la
mareaba saber que la estaba usando pensando en ella.
Le tomó un momento darse cuenta de que ambos se
miraban en silencio el uno al otro cuando él se aclaró la
garganta. «Voy a ser la envidia de todos los hombres en la
gala de esta noche. Ángel, te ves impresionante».
Cuando se sonrojó por su cumplido, sus ojos casi se
llenaron. Nadie la había llamado ‘Ángel’ desde que su
hermano mayor, Sam, lo había hecho. Él había muerto en
un accidente automovilístico junto con otros tres miembros
de su equipo de fútbol de la escuela secundaria. Había sido
una tragedia que había conmocionado a su ciudad natal.
Nueve años mayor que Angie, su hermano la adoraba y la
había mimado y había sido su héroe. Se dio cuenta de lo
mucho que extrañaba escuchar a alguien llamarla por su
apodo, como si fuera la cosa más preciosa del mundo.
Tragó saliva y abrió la boca para decirle a Ian lo bien que
se veía, cuando de repente el panel de control de alarma
junto a ella comenzó a pitar rápidamente, advirtiéndole que
ingresara el código antes de que la policía fuera alertada.
«¡Demonios!». Se apresuró a ingresar el número de seis
dígitos, tanteando una vez y necesitando comenzar de
nuevo mientras Ian permanecía donde estaba, riéndose de
su dilema. Cuando se silenció la alarma y la luz regresó a
color verde, ella se volvió hacia él con una sonrisa
avergonzada. «Perdón. Estaba a punto de decir que tú
también te ves estupendo».
Él extendió la mano para tomar su chal, colocándoselo
sobre sus hombros cuando ella se giró hacia él. Volteó para
verlo y ella captó su mirada acalorada y pensó que, si no se
iban ahora, se dirigirían directamente a su habitación.
Como si tuviera el mismo pensamiento, él dio un paso atrás
y le tendió el brazo para que ella se apoyara. «¿Nos
vamos?».
Angie reinició la alarma, cerró la puerta con llave detrás
de ella y metió la mano debajo del brazo que él le ofrecía.
Dado que el tráfico de la tarde era más denso de lo
habitual, el viaje duró más de treinta y cinco minutos.
Mientras Ian conducía por las calles de Tampa su Audi RS 5
coupé gris oscuro, en lugar de su SUV, ella le contó lo que
sabía sobre la exposición que iban a ver, después de que él
le preguntó al respecto. La gran colección prestada por
Francia consistía en obras de arte del siglo XVIII con un
valor de unos doscientos millones de dólares. Si bien se
centraba en la mayoría de las formas de pintura, también
se incluían numerosas esculturas de muchos medios
diferentes. Al Museo de Arte de Tampa le tomó casi ocho
años negociar y planificar la exposición que permanecería
en Florida durante seis meses, antes de regresar a su hogar
en el Louvre. Antes de su último semestre en la escuela de
arte, Angie había pasado un viaje de dos semanas en París
durante las vacaciones y había visto la exhibición allá. Sin
embargo, siempre había querido tener la oportunidad de
volver a ver las hermosas obras de arte para estudiarlas en
su tiempo libre y estaba tan emocionada de poder tener
ahora la oportunidad. Pero, pensó, estar del brazo de su
apuesto acompañante iba a hacer que la experiencia fuera
inolvidable.

C UANDO SE ACERCARON a la entrada principal del museo,


el lugar estaba decorado con luces, una alfombra roja y
contaba con aparcacoches vestidos de rojo. Varios
fotógrafos esperaban la oportunidad de hacerse de una foto
de la élite visitante de Tampa. Se esperaba que asistieran el
alcalde, el gobernador y varias celebridades que vivían en
el área, así como empresarios prominentes y otros
residentes locales conocidos. Ian salió de su auto, dejando
la puerta abierta para el joven que estaba esperando para
llevarlo a un área de estacionamiento, tomó su boleto de
reclamo y rodeó el auto. Otro valet había ayudado a Angie a
salir del vehículo, así que Ian la tomó de la mano y la atrajo
hacia su costado. Algunos fotógrafos lo llamaron por su
nombre y él hizo una pausa de medio segundo para que
tomaran una foto suya y de Angie para las páginas de
sociedad. Aunque odiaba la atención, había aprendido
desde el principio que, si les daba a los buitres lo que
querían por un breve momento, no lo acosarían más tarde.
Su hermano y él tenían un negocio muy exitoso y de buena
reputación en Trident Security y un club aún más exitoso,
La Alianza. Como resultado, se habían ganado frecuentes
invitaciones a funciones de élite, aunque muy pocas
personas, fuera del club de sexo privado, sabían que los
hermanos Sawyer y su primo eran los dueños.
Menos aún la gente sabía de su relación con Charles
‘Chuck’ Sawyer, un multimillonario de Charlotte, Carolina
del Norte. Su padre se había abierto camino desde un
pequeño negocio de bienes raíces hasta un imperio
corporativo, siendo propietario de hoteles, complejos
turísticos, centros comerciales, conjuntos de apartamentos,
etcétera, en las Carolinas y las Virginias. Chuck y su esposa
Marie, una cirujana plástica, se habían esforzado por
asegurarse de que sus hijos fueran criados con alta moral y
una sólida ética de trabajo. Hicieron todo lo posible para
mantenerlos fuera de la atención pública que venía con el
dinero de su padre y los niños tenían que ganarse todo lo
que se les daba. Cuando llegaron a la adolescencia, todos
tuvieron que conseguir un trabajo o ser voluntarios en una
organización sin fines de lucro de su elección. Chuck
Sawyer había establecido fondos fiduciarios para cada uno
de sus hijos, siempre que fueran al ejército durante cuatro
años o tuvieran un título universitario de cuatro años. El
acceso total a sus fondos no se activaría hasta que
cumplieran los treinta años.
Ian había elegido la Marina mucho antes de su último
año, al igual que su hermano Nick, que a los veinticinco
años era trece más joven que Ian. Devon, era dos años
menor que Ian y originalmente había elegido la
universidad, pero abandonó después de un semestre
cuando su otro hermano, John, había muerto de una
intoxicación por alcohol. Se había saltado un día de clases
en su último año de bachillerato y esa mañana se había
quedado bebiendo en su casa. Cuando su padre lo encontró
al mediodía, estaba frío y azul por haber aspirado su propio
vómito. Nadie había sospechado que el adolescente había
caído en espiral hacia el vacío del alcoholismo.
Devon nunca regresó a la escuela y se unió a Ian en la
Marina en una especie de esfuerzo subconsciente para
hacerse cargo de los planes de carrera de John. Aunque Ian
no estaba de acuerdo con el razonamiento detrás del
alistamiento de Devon, al final, resultó ser lo mejor para él.
Escoltó a Angie por los escalones alfombrados al aire
libre y hacia el museo, Ian no pudo evitar la mezcla de
orgullo y celos que lo asaltó cuando notó que otros
hombres y algunas mujeres la admiraban y deseaban.
Sujetó su mano con un poco más de fuerza, no estaba
dispuesto a permitir que uno de los tiburones se acercara y
se la arrebatara. Al mirar a la hermosa mujer a su lado,
supo que no había exagerado antes, ella era deslumbrante.
El vestido negro y dorado le quedaba como un guante.
Cuando antes se había dado la vuelta para dejar que él le
pusiera el chal sobre los hombros, había echado un vistazo
a su espalda y hombros tonificados y desnudos y había
sentido que su polla se sacudía del deseo. Con la espalda
abierta del vestido, era obvio que no llevaba sujetador.
Había estado a segundos de cancelar sus planes y
arrastrarla a su habitación, cuando ella se dio la vuelta
para mirarlo de nuevo. De alguna manera, encontró la
fuerza para darle su brazo en lugar de ser víctima de su
lujuria.
Sus pensamientos volvieron a la noche anterior cuando
la acompañó hasta la puerta de su casa. Con la expresión
de la boca redonda y los ojos muy abiertos de Angie, sabía
que ella no había querido expresar su pregunta en voz alta
sobre besarla, pero se alegró de que lo hubiera hecho.
Cuando se trataba de mujeres, a Ian no le gustaba tener
que adivinar lo que estaban pensando, sintiendo o
queriendo. Hacía diez años, su ex prometida, Kaliope
Levine, lo abandonó después de decirle que estaba cansada
de que él no fuera romántico, capaz de captar sus estados
de ánimo, ni de anticipar lo que ella quería, entre otras
cosas. Ahora quería que todo lo que hubiera entre él y
cualquier mujer con la que saliera fuera comunicado.
Nunca dejaría que otra mujer se le acercara tanto de
nuevo, pero mientras saliera con alguien, no quería
malentendidos entre ellos. No era un lector de mentes. Era
una de las razones por las que amaba el estilo de vida que
llevaba. La franqueza y la honestidad eran una parte
importante de eso y le sentaba muy bien.
Después de que Ian tomara el chal de Angie y lo
entregara al guardarropa, tomó el talón de reclamo y junto
con el del aparcacoches los metió en el bolsillo de su
abrigo. Colocó una mano posesiva sobre la piel de su
espalda baja, por encima del borde de su vestido y la
condujo en la dirección debida. Dejó que el calor de su
mano se hundiera en su cuerpo y se emocionó al sentir un
escalofrío recorrerla. Mientras la dirigía hacia el ala donde
se estaban llevando a cabo la exhibición y la gala, se detuvo
frente a un mesero con esmoquin que sostenía una bandeja
de copas de champán. Tomó una y se la entregó a Angie
antes de tomar otra para él, sin quitar nunca la otra mano
de su espalda. Continuaron caminando acercándose a la
entrada del ala norte, y escuchó una voz masculina que lo
llamaba por su nombre. Volteó a ver a la gente a su
alrededor y se percató de que Will se acercaba a ellos. El
hombre extendió su mano, lo que obligó a Ian a quitar la
que estaba en la espalda de Angie antes de devolverla a su
lugar original después de saludar a su amigo. Will miró con
curiosidad a Angie e Ian los presentó. «Will, ella es mi cita
y la nueva vecina de ‘Cabeza de Huevo’, Angelina Beckett.
Angie, este es Will Anders».
Los dos se estrecharon la mano cuando Will le dio a
Angie una rápida inspección de la cabeza a los pies.
«Siempre supe que tenías buen gusto, ‘Jefe’. Angie, es un
placer conocerte, amor. Lástima que no me balanceo en tu
dirección, porque eres absolutamente hermosa. Sin
embargo, tengo algunas amigas ‘les’ que estarían
interesadas. [Nota de la T.: ‘les’, se refiere a lesbianas].
Solo di la palabra».
Si Ian no supiera que Will era gay y estaba bromeando
con ella, podría haberle arrancado la garganta al chico. Tal
y como estaba, se inclinaba por sacarle la lengua de la boca
al hombre. Angie le sonrió a Will, obviamente encantada y
para nada avergonzada por lo que el hombre había
insinuado. «Es un placer conocerte también, y gracias por
la oferta, pero salir con mujeres no es lo mío». Cambió de
tema con facilidad. «Ian me dice que eres el curador
adjunto del museo. Te envidio».
«Angie es artista», explicó Ian. «Aunque todavía no he
visto su trabajo, a excepción de una pieza digital, espero
que me lo muestre algún día».
Vio como el rostro del otro hombre se iluminaba aún
más. «¿De verdad, amor? ¿Cuál es tu técnica?».
«Sobre todo aceites y grafito», respondió Angie, «pero a
veces juego con arcilla y acuarelas. A lo largo de los años
he vendido algunas pinturas en lugares que presentan a
artistas aficionados como yo, pero si no fuera por mi
negocio de diseño gráfico, definitivamente sería una artista
muerta de hambre».
Un hombre con un capullo de rosa clavado en la solapa
de su esmoquin negro se acercó rápidamente e informó a
Will que lo necesitaban en la puerta principal. Antes de irse
apresuradamente, Will dijo: «Me encantaría ver tu trabajo,
y si alguna vez quieres un recorrido personal por el museo,
avísame. Ian, mi prima, Dev, Roxy y Kayla te esperan cerca
del bar a tu izquierda al entrar en la gran sala. No querían
empezar el recorrido sin ti. Los veré a ambos en un rato.
Ciao».
Mientras el curador adjunto se marchaba en una
dirección, Ian guió a Angie hacia la sala principal de la
exhibición y de inmediato vio al cuarteto. Como no estaba
seguro de si ella recordaba el nombre de su hermano,
volvió a presentarla a Devon, y luego a su prometida,
Kristen Anders, seguida por la Dra. Roxanne y Kayla
London, que eran buenas amigas de Kristen y Will. También
eran nuevas miembros de La Alianza, lo que por supuesto,
no agregó. Las tres mujeres lucían radiantes con su traje
de noche y para la ocasión, su hermano se había puesto su
esmoquin Hugo Boss. Kristen llevaba un vestido azul de
cintura alta y su cabello castaño estaba recogido similar al
de Angie. Sus joyas incluían el zafiro azul a juego y el collar
de sumisa de diamantes y el anillo de compromiso que Dev
había hecho diseñar exclusivo para ella. El grueso cabello
castaño rojizo de Roxy caía sobre sus hombros en suaves
ondas y había renunciado a su habitual negro de Domme,
por un hermoso vestido de noche rojo. Había más de un
hombre en la habitación deseando a la sexy sirena, pero
Roxy solo tenía ojos para su sumisa y esposa, Kayla, una
rubia de ojos azules, que era todo lo contrario a su
cónyuge, con su cuerpo de reloj de arena más corto,
ataviado con un vestido gris oscuro con mangas cortas.
Después de que todos saludaran, las cejas de Angie se
fruncieron pensativamente. «Kristen Anders. ¿Por qué
conozco ese nombre?».
Antes de que la mujer pudiera decir algo, Kayla habló
primero. «A Kristen no le gusta presumir, así que lo haré
por ella. Es una autora popular de novelas románticas.
Quizás hayas leído alguna de ellas».
Ian no estaba preparado para la respuesta que recibió la
declaración de Angie. Ella jadeó, sus ojos se agrandaron
por la sorpresa. «¡Oh Dios mío!».
Kayla sonrió y le dio un codazo en el brazo a Kristen.
«Ves, te sigo diciendo que eres famosa».
«No, sí, no, quiero decir, sí», tartamudeó Angie antes de
reír y sostener su mano en el aire como un guardia de
cruce que detiene el tráfico. Respiró hondo antes de
intentar hablar de nuevo. «Está bien, déjame empezar de
nuevo. Lo juro, normalmente no soy una idiota y tengo
habilidades sociales». Los demás se rieron entre dientes
con expresiones divertidas. «Sí, he leído todos tus libros,
pero no es por eso que reconozco tu nombre. Ayer recibí un
contrato de Red Rose Books para diseñar la portada de tu
nuevo libro».
Fue el turno de Kristen de quedarse atónita. «¡Oh Dios
mío! ¿Cuáles son las probabilidades de que eso suceda? Mi
editora me dijo que le estaban dando ‘Cuero y Encaje’ a
alguien nuevo, porque la mujer de Seattle, que hizo ‘Satén
y Pecado’, estaba haciendo una pausa debido a problemas
de salud. Esto es genial. Habla de un mundo pequeño».
«Ahora me emociona más diseñarlo. Tendremos que
charlar más tarde para que pueda obtener tu opinión antes
de empezar a jugar con las ideas». Ian solo podía imaginar
lo que se le ocurriría a Angie después de ver la portada del
otro libro que había hecho.
«¡Genial! No he tenido mucha participación en mis
portadas desde que firmé con Red Rose. Ahora lo reducen a
tres portadas similares y mi editora y yo elegimos una».
Mientras las dos mujeres continuaban hablando sobre el
negocio editorial, con Roxy y Kayla dando sus aportes
ocasionales, Ian y Devon dieron medio paso hacia un lado y
se miraron mientras ponían los ojos en blanco. Por mucho
que estuvieran orgullosos del éxito y la popularidad de
Kristen, la literatura de chicas no era lo suyo. Sin embargo,
a lo que Ian se había aferrado cuando llamó su atención,
fue cuando Angie dijo que había leído todos los libros de
Kristen. Supuso que incluían el último, ‘Satén y Pecado’, un
libro que había sorprendido a Devon cuando la pareja se
conoció, ya que era un romance erótico de superventas que
involucraba a un club BDSM. La continuación, ‘Cuero y
Encaje’, sobre la que ahora estaban discutiendo las
mujeres, era una historia sobre uno de los personajes
secundarios del libro anterior, el Amo Xavier. Ian miró a
Angie con el cerebro dando vueltas. Era la segunda vez que
admitía que leía literatura erótica y los pensamientos que
ahora volaban por su mente podrían escandalizarla. Pero
de nuevo, tal vez no.

P ASARON MÁS o menos una hora deambulando por la


abarrotada ala norte del museo, mirando las exhibiciones y
hablando sobre una amplia gama de temas, incluido el arte,
la literatura y las noticias locales. A medida que avanzaba
la noche, Angie se sentía cada vez más cómoda con Ian, su
familia y amigos. Will se había acercado varias veces antes
de salir corriendo para evitar otra crisis o dos, y numerosas
personas saludaban al grupo mientras se realizaban más
presentaciones. Le pareció interesante cómo cada vez que
Ian le presentaba a una de las muchas mujeres que
babeaban por él, apenas las miraba antes de volver a
mirarla a ella. Y cuando era un hombre el que estaba
siendo presentado, Ian la acercaba más a su costado en lo
que parecía ser un gesto de posesión. A ella le gustaron sus
reacciones y esperaba no estar malinterpretando su interés
en ella. También le gustaba que la mano de él estuviera en
contacto con una parte de su cuerpo: su espalda, cuello,
mano o brazo, tanto como era posible. Los ásperos callos
en su palma y dedos se sentían seductores contra su suave
piel. Mientras avanzaban de cuadro en cuadro, descubrió
que él entendía el arte más de lo que le había admitido, y
probablemente a sí mismo. La escuchaba, no con la mitad
de un oído, como lo habían hecho algunos de sus novios o
citas anteriores, y se mantuvo concentrado mientras
discutían lo que les gustaba o no les gustaba de cada obra.
Cuando otro mesero bien vestido llegó con una nueva
ronda de copas de champán, junto con una tónica y limón
para Devon, Angie miró a su alrededor y vio un baño de
mujeres a poca distancia. Se disculpó ante el grupo y
Kristen intervino para acompañarla.
Devon gimió. «¿Qué pasa con las mujeres que deben ir
juntas al baño?».
Todos se rieron cuando su prometida dijo: «Está en el
libro de reglas de socialización de las mujeres, cariño. ¿Por
qué no lo revisas alguna vez?».
Él gruñó suavemente, agarró a Kristen por la cintura y
le susurró algo al oído que la hizo sonrojarse y morderse el
labio inferior. Angie podría haber jurado que escuchó a la
mujer murmurar, ‘Sí, Señor’, antes de unirse a ella en el
camino a través de la sala, mientras que los otros cuatro
miembros de su grupo se quedaron y se rieron entre
dientes detrás de ellas.
El elegante baño de mujeres estaba casi vacío y después
de pasar rápidamente a los inodoros seguido de los
lavabos, Kristen se encontró con Angie en el tocador con
espejos, ubicado cerca de una sala de estar. Después de
que otras dos mujeres salieron de las instalaciones, se
encontraron solas. Angie terminó de aplicarse el lápiz labial
y miró el vestido y los zapatos de la otra mujer. Durante
toda la noche había estado admirando la creación azul de
corte imperio y los tacones plateados de Manolo Blahnik y
se lo comentó.
Kristen sonrió con los labios recién pintados. «Gracias.
Ya tenía los zapatos, pero el otro día Will y Kayla me
llevaron a comprar el vestido. Estoy bien cuando se trata
de elegir la ropa de todos los días, pero me pongo nerviosa
si tengo que jugar a disfrazarme. Nunca puedo decir si me
veo sosa, golfa o sexy».
«Mi voto es sosa, golfa y perra».
Angie jadeó ante el repentino insulto cuando Kristen se
dio la vuelta con rabia en sus ojos y miró a la mujer que lo
había dicho. Ninguna de las dos la había visto entrar. Cruzó
sus brazos sobre el pecho y la nueva amiga de Angie se
enderezó mientras miraba a la delgada pelirroja con un
vestido blanco sin tirantes. «¿En serio, Heather? ¿Quién
dejó entrar aquí tu culo de zorra? No reconocerías el arte
ni aunque te abofeteara. Oh, espera un minuto, parece que
ya te has llevado un óleo a la cara o ¿ese es tu maquillaje?
No puedo decirlo».
Si Angie no se hubiera sorprendido tanto, se habría
reído de la respuesta de Kristen porque era buena
contestación, considerando el lugar donde se encontraban.
«Honestamente vaca, no tengo idea de lo que el Amo
Devon ve en tu gordo trasero». La mirada llena de odio de
la pelirroja se centró en Angie a continuación. «Y déjame
adivinar, tú eres el nuevo polvo del Amo Ian. No te pongas
demasiado cómoda, puta, todo el mundo sabe que pasa por
las sumisas como un cerdo pasa por la basura».
¿Qué? Un momento … ¿Amo Ian? ¿Nuevo polvo? ¿Puta?
¿Sumisas? ¿Cerdo? La conmoción y la rabia pura hacia esta
extraña que llegaba lanzándoles insultos se apoderó de la
mente y el cuerpo de Angie. Dio un paso adelante para
enfrentarse a la mujer desagradable cuando una mano en
su antebrazo la detuvo. Al mirar a Kristen, se sorprendió al
ver una sonrisa de satisfacción en su rostro. Pero Kristen
no estaba mirando a Heather. Sus ojos estaban enfocados
en la persona que había entrado al tocador y ahora estaba
detrás de la perra…, Roxanne London, ¡y mierda! La buena
doctora parecía furiosa e intimidante.
Heather debió haberse dado cuenta de que había
alguien detrás de ella porque miró atrás por encima de su
hombro, y Angie se sorprendió al ver que la cara de la
pelirroja perdía todo el color… al menos sobre lo que no
estaba maquillado. El comportamiento agradable de Roxy
de antes había desaparecido, y en su lugar había una
actitud enojada, dominante, de no solo tomar prisioneros,
sino algo más. «Aparentemente, no aprendes Heather.
Sabes que es mejor no dejar escapar un asunto privado en
un lugar público. También sabes que te dije la última vez
que empezaste a acosar a Kristen que no lo toleraría. Y
ahora has insultado a otra amiga mía que, supongo, no
tiene idea de quién eres y no merece tu malicia. Sugiero
que salgas corriendo y le expliques a Scott, porque yo iré
un minuto detrás de ti, y él y yo vamos a tener una seria
conversación sobre tu continuo comportamiento. Ahora,
por mucho que me encantaría ver cómo Kristen te pone de
bruces, igual que la primera vez que se conocieron, este no
es el momento ni el lugar».
Se hizo a un lado y le abrió camino a Heather hacia la
puerta del baño. «Fuera. Ahora».
Cuando la pelirroja salió corriendo por la puerta, la
oyeron murmurar en voz baja, pero las palabras eran
ininteligibles. Después de que la puerta se cerró detrás de
la horrible mujer, las tres nuevas amigas se miraron y se
echaron a reír. Cuando finalmente se controlaron, Angie
abrió la boca para hacer una de las muchas preguntas que
tenía en la punta de la lengua. Sin embargo, antes de que
pudiera decir algo, Roxy levantó la mano y miró detrás de
ellas hacia donde estaban los inodoros y los lavabos.
Kristen captó la preocupación de la otra mujer y le dijo
que estaban solas en las instalaciones. Roxy hizo un gesto
hacia la sala de estar antes de tomar asiento en el pequeño
sofá y cruzar sus largas piernas, dejando las dos sillas
tapizadas de respaldo bajo para las otras mujeres. «En caso
de que te lo estés preguntando, vi a Heather entrar aquí y
supe que iba a ser la maleducada de siempre, así que entré
como respaldo. Aunque estoy segura de que ustedes
habrían tenido las cosas bajo control».
Después de que se reunieron con ella alrededor de una
pequeña mesa de cóctel, Roxy miró a Angie con una mezcla
de simpatía, preocupación y comprensión. «Por la
expresión de tu rostro puedo decir que estás sorprendida y
confundida. Estoy segura de que esta no es la forma en que
Ian quería que supieras que él es un Dominante, y
realmente creo que deberías llevarle la mayoría de tus
preguntas a él. Al ver la forma en que te mira, creo que su
interés en ti es obvio. No sé dónde se encuentran ustedes
dos en su relación y no es de mi incumbencia sobre cuándo,
y si estaba planeando pedirte que vayas por ese camino con
él. Es un buen hombre que, en el poco tiempo que tengo de
conocerlo, he llegado a respetar al ciento diez por ciento, y
sé que nunca impondría su estilo de vida a nadie. Dicho
esto, si quieres tomarte un momento y dejar que el impacto
se disipe y hacernos una o dos preguntas, las
responderemos lo mejor que podamos».
Angie se volvió hacia Kristen, quien asintió, luego
respiró hondo y dijo lo primero que le vino a la mente.
«Mierda, ¿quién era esa perra loca?». Cuando las otras dos
mujeres se rieron y se relajaron, continuó. «Está bien, esa
no era una pregunta seria; en realidad sí lo es, pero
volveremos a ella más tarde. Entonces, ¿a todos ustedes les
gusta …? ¿eso? ¿Me refiero también el estilo de vida
BDSM?».
Kristen asintió de nuevo. «Sí. Soy una novata de solo
seis o siete meses ahora. Conocí a Devon en el bar de su
amigo y terminé invitándolo a salir, sin saber que era un
Dom». Dejó escapar un bufido poco femenino. «Demonios,
ni siquiera sabía que era una sumisa. De todos modos, si
leíste ‘Satén y Pecado’, sabes de qué se trata BDSM, y
cuando fui al club de Devon e Ian, con su primo Mitch para
investigar… ups».
Angie estaba segura de que sus ojos estaban más
abiertos que los de Kristen. «¿E-e-ellos son dueños de un
club de sexo?».
Roxy se inclinó hacia delante y volvió a tomar el mando
de la conversación. «Sí, y a pesar de lo que algunas
personas… lo que la mayoría de la gente podría pensar, es
un club muy privado y de élite. Es donde las personas de
ideas afines que disfrutan de una variedad de perversiones
en sus vidas pueden practicar actividades seguras, sanas y
consensuadas que pueden incluir o no el sexo. Kayla y yo
nos unimos a La Alianza después de un largo proceso de
solicitud en el que nuestras vidas fueron examinadas con
un peine de dientes finos. Este no es un lugar donde
cualquier persona de la calle pueda entrar y comenzar a
azotar a alguien. Y, a diferencia de Heather, la mayoría de
las personas que participan en el estilo de vida no anuncian
su participación, ni la de nadie más cuando están en
público. Esta noche hay varias personas aquí presentes que
conozco de los clubes, pero pretenden conocerme de otro
lugar o dicen que no me conocen en absoluto. Soy Domme
desde la universidad y Kayla se convirtió en mi sumisa, y
luego en mi esposa cuando nos conocimos unos meses
después de terminar la escuela de medicina. Fui yo quien
reconoció que era una sumisa y le presenté el estilo de vida
que ha llegado a disfrutar».
Angie trataba de asimilar todo lo que decían y respiró
hondo de nuevo. «Está bien, no soy completamente
ingenua. He leído muchos libros de ficción sobre el tema e
incluso he navegado por Internet cuando mi curiosidad
surgió varias veces mientras leía esos libros. Y admito, para
ser sincera, que algunas cosas me excitaron. Pero nunca
conocí a nadie que tuviera ese estilo de vida, así que
simplemente enterré los pensamientos y preguntas que
tenía en el fondo de mi cerebro y los dejé allí. Pensé que no
había lugares reales como ese y todo lo que escuchaba o
leía era parte de un mundo de fantasía».
La puerta del baño se abrió sobresaltándolas, y cuatro
mujeres conversadoras entraron y se dirigieron hacia los
retretes. Roxy se puso de pie, puso su mano sobre el
hombro de Angie y bajó la voz para que nadie la oyera.
«Necesitas hablar con Ian. Como dije, es un buen hombre.
Si estás interesada en explorar, él es uno de los hombres
con los que te recomendaría que lo hicieras. Si no, lo
entenderá y no habrá daño».
«Estoy de acuerdo», coincidió Kristen, mientras asentía
con la cabeza. «Es uno de los tipos más agradables que
conozco, y no lo digo porque será mi cuñado. ¡Ah! Y, por
cierto, lo que dijo Heather acerca de que Ian era un
cerdo… nada de lo que he visto o escuchado me ha dado la
impresión de que le guste probar varias mujeres. Ella se
rió. «No estoy diciendo que sea un santo, pero ¿qué hombre
lo es?».
Angie le sonrió a Kristen y luego a Roxy, sintiéndose un
poco más tranquila. «Está bien, hablaré con él, pero no
aquí».
«Bien». La doctora dio unos pasos hacia la puerta y miró
por encima de su hombro. «¿Puedes decirle a mi hermosa
esposa que volveré en unos minutos? Necesito tener una
conversación con un colega».
Mientras la otra mujer salía furiosa por la puerta con
una misión, Angie miró a Kristen para aclararle la
afirmación. «El Amo de Heather… um, novio… es médico
del personal del mismo hospital que Roxy. Mira, sé que esto
es impactante, también lo fue para mí. Pero nunca me he
arrepentido de ninguna parte de mi relación con Devon. De
hecho, no puedo imaginar cómo he vivido sin… um… las
cosas que me hace y hacemos juntos. Mi ex marido me
había convencido de que yo era un pez frío en la cama.
Resulta que él era el problema porque mi vida sexual ahora
es increíblemente activa y no cambiaría a Devon por
ningún otro hombre en el mundo. Me aprecia como si fuera
la persona más importante del universo». Se inclinó hacia
adelante y bajó la voz en un susurro dramático. «Y me
mostró cómo era tener orgasmos múltiples». Kristen se rió
de la expresión de asombro de Angie y entrelazó sus
brazos, tirando de su nueva amiga en dirección a la puerta.
«Ahora, volvamos a nuestras hermosas citas antes de que
envíen un grupo de búsqueda».
CAPÍTULO CINCO

I AN SINTIÓ UNA INQUIETUD EN EL ESTÓMAGO CUANDO VIO A


Angie y Kristen caminar de regreso hacia Devon, Kayla y él.
Debía haber habido una larga cola habitual en el baño de
mujeres porque habían estado fuera un tiempo espantoso.
Aunque charlaban entre ellas mientras se acercaban,
tenían un aire pensativo. «¿Todo bien?».
Cuando Angie se detuvo a su lado, Kristen se acercó
sigilosamente a Devon y le rodeó la cintura con el brazo.
Observó a las dos mujeres mirarse la una a la otra antes de
que Angie pareciera encontrar algo interesante que mirar
en el suelo y su preocupación creció. Lo que dijo la
prometida de su hermano a continuación hizo que a Ian se
le cayera el estómago y sintió que la sangre se le escapara
de la cara. «Nosotras … um… tuvimos un encuentro con
Heather en el baño de mujeres, y lo siento Ian, pero como
que ella se fue de la lengua y dijo algunas cosas que no
debería haber dicho sobre ti y el club». Sus ojos se fijaron
en Angie, que ahora se sonrojaba, y volvieron a mirarlo con
una expresión optimista en el rostro. «Aunque creo que
está bien, pero ustedes dos necesitan hablar sobre algunas
cosas».
¡Mierda! Ian se pasó la mano por la cara con ira y
frustración. Maldita sea, Heather era una perra rencorosa.
Esta no era la forma en la que él quería que esto sucediera.
Había planeado ir a la casa de Angie esta noche para tomar
una copa y decirle que ser un Dominante era una parte
importante de su vida. Rezaría para que ella todavía
estuviera interesada en él y no lo echara a la calle. Aunque
le zumbaban los oídos, escuchó a Kristen informar cómo la
Ama Roxanne había aparecido y había manejado las cosas.
Al escuchar eso, Kayla respondió con una mueca.
«Maldita sea. Odio cuando entra en su personaje de Mujer
Maravilla y no estoy allí para verlo. Sabe cuánto me excita
eso».
Ian ignoró las risitas de las mujeres y agarró el codo de
Angie, llevándola hacia un rincón desocupado de la gran
sala, detrás de una escultura valorada en unos setenta y
cinco mil dólares. Cuando estuvo seguro de que estaban
fuera del alcance del oído, la miró con una punzada de
pesar. «Lo siento, Ángel. No es así como quería que
supieras sobre mí y mi estilo de vida. Estaba esperando la
oportunidad adecuada para contártelo».
«Entonces, ¿me lo ibas a decir?».
De acuerdo, era una ventaja que todavía no saliera
huyendo hacia las colinas. Su rostro parecía estar lleno de
curiosidad y algo más que él no podía identificar. No
significaba que estuviera a salvo, pero le daba esperanza.
«Sí, por supuesto. Estoy … es una parte de mí que no
puedo ignorar, ni cambiar. No me avergüenzo de quién soy.
Te lo iba a decir más tarde esta noche cuando estuviéramos
solos, pero ahora que ha salido, entenderé si quieres que te
lleve a casa». Y lo haría. Lo mataría, pero si ella no quería
tener nada que ver con él después de esto, él se alejaría y
trataría de borrar de su cerebro el recuerdo de su beso.
Ella pareció pensar las cosas por un momento antes de
responder: «Si quieres irte ahora, por mí está bien. Pero
me la estoy pasando bien, así que prefiero quedarme un
rato más y terminar de ver la exhibición. Es decir, si no te
importa. Me dará tiempo para recuperarme de mi
conmoción inicial y reflexionarlo. De esta manera, cuando
hablemos más tarde, estaré mejor preparada para hacerte
algunas preguntas, y sí que tengo preguntas». Él se rió
entre dientes ante su sonrisa irónica. «Lo admito Ian, tengo
curiosidad, pero esto surgió de la nada y es algo sobre lo
que solo había leído antes. Eso no significa que esté
dispuesta a involucrarme en cosas con los ojos totalmente
vendados… er, por así decirlo… pero estoy dispuesta a
hablarlo más tarde, si quieres».
El corazón de Ian se disparó y su polla se contrajo en
sus pantalones. Todavía tenía una oportunidad con ella, y
por lo que había dicho, tal vez ni siquiera fuera una
posibilidad remota. Le acarició la mandíbula con los dedos,
complacido cuando un destello de deseo apareció en sus
ojos. «Me gustaría mucho, ‘Ángel’».
«Solo dime una cosa».
Tomó un profundo respiro. «Cualquier cosa».
«Por favor, dime que esa perra asquerosa de Heather y
tú, nunca…». No estaba segura de qué palabras quería
usar, así que dejó la oración colgando allí, esperando que él
llenara los espacios en blanco.
«¡Oh diablos, no!». Ian ladró. «Por favor, dame algo de
crédito. Hace tiempo ella era miembro del club, junto con
su Amo, pero tenía la mala costumbre de acosar a otras
sumisas, y como resultado su membresía fue revocada. Es
obvio que todavía guarda rencor. Tendrás que preguntarle
a Kristen sobre la noche en que recibió el nombre de ‘Chica
Ninja’. Mi futura cuñada sabe cómo patearle el culo a una
perra».
La guió de regreso hacia su pequeño grupo, emocionado
de saber que todavía tenía una oportunidad con su hermoso
ángel.

A NGIE CAMINABA de un lado a otro de su sala de estar


tratando de ordenar sus pensamientos e Ian no se lo estaba
poniendo nada fácil. Durante el resto de la noche, él se
había relajado, volviendo a ser la persona que había sido
antes de que Kristen le contara lo que había sucedido en el
baño. Ahora, se encontraba sentado en su sofá tras quitarse
la chaqueta de esmoquin y la corbata. Un tobillo estaba
apoyado contra la rodilla opuesta y su brazo lo tenía en el
apoyabrazos del sofá, mientras que el otro lo tenía sobre el
respaldo. Se mantuvo paciente mientras la observaba
caminar, girar, caminar y girar de nuevo, sin interrumpirla.
Ella no sabía qué decir. Tenía tantos pensamientos
corriendo por su cabeza que era un desastre. Antes de salir
del museo, Kayla, Roxy y Kristen le habían dado sus
números de celular en caso de que tuviera alguna pregunta
que Ian no respondiera o si se sentía demasiado
avergonzada para preguntarle.
Angie no se avergonzaba en admitir que era una de esas
mujeres que amaban el sexo. La mayoría de sus novios
anteriores, y algunos encuentros temporales que ella
calificaría como algo intermedio entre aventuras de una
noche y relaciones reales, habían sido agradables en la
cama. El sexo rara vez había sido la razón para romper con
esos hombres. De hecho, algunos de ellos habían tomado el
control en el dormitorio, no hasta el punto de lo que
describían las historias BDSM que había leído, pero sí que
estaba excitada, incluso más de lo habitual. Su problema
con esos hombres había sido fuera del dormitorio. Después
de un tiempo, algunos de ellos se habían vuelto aburridos, y
otros solo se habían interesado en el sexo y sus citas
giraban en torno a ello. La relación más larga que había
tenido duró un poco más de seis meses y debía haber
terminado mucho antes, pero el chico había sido dulce y
seguía diciendo que la amaba. Y aunque le agradaba, no
había querido hacerle daño porque no sentía lo mismo que
él. Pero al final, tuvo que hacerlo. Su principal problema
era que no podía encontrar a un hombre que pudiera
mantener su interés dentro y fuera del dormitorio, y se
negaba a conformarse.
Se detuvo abruptamente frente a Ian y echó los brazos a
los lados con exasperación. «Está bien, debo admitir que no
tengo idea de cómo iniciar esta conversación, así que
¿puedes hacerlo tú, por favor?».
Con una sonrisa devastadora y sexy, le tendió la mano.
«Eso es lo que el Dom en mí estaba esperando. Ven aquí,
Ángel, y siéntate a mi lado».
Ella dudó solo un breve momento antes de colocar su
mano en la de él y tomar asiento. Él no soltó su mano y ella
lo encontró reconfortante a pesar de su inesperado
nerviosismo. «Tranquila cariño, estás temblando». Ella no
se dio cuenta de que lo estaba hasta que él lo dijo. «No voy
a derribarte, ni a destrozarte como un pirata que navega
por los siete mares… bueno, a menos que me lo pidas». Ella
se rió y se relajó un poco. «¿Qué te parece si te cuento
cómo comencé en este estilo de vida, por qué me gusta y
cosas así, hmmm?». Ella asintió con la cabeza y él le besó
los nudillos antes de apoyar ambas manos en su muslo.
«Bien. Uno de mis jefes en la Armada me presentó el BDSM
cuando tenía veintidós, casi veintitrés años. Me dijo que me
había visto una noche cuando un grupo de nosotros
estábamos en un bar con algunas fanáticas de la Marina.
Dijo que vio algo en mí que le hizo creer que estaría
interesado en el estilo de vida. Aparentemente, actué como
un Dom, antes de saber lo que era».
«Así que una noche, él y otros dos tipos que conocíamos
me llevaron a mi primer club y, mierda… hablando de un
choque cultural. Ahí estaba yo, ni idea de lo que estaba
haciendo en el lugar, y todos estos hombres y mujeres de
entre veinte y setenta años caminaban con todo tipo de
ropa, desde lo común hasta cuero, lencería o sus trajes de
recién nacidos. Sonidos de azotes, de latigazos y gemidos,
sexo y orgasmos intensos venían de diferentes escenas, y
no sabía dónde mirar primero. Demonios, me sentía
avergonzado e intrigado al mismo tiempo».
«No jugué en mi primera noche, ni durante mis
próximas visitas. En cambio, simplemente deambulaba y
observaba. Conversé con todos los que estaban dispuestos
a hablar conmigo y que me explicaron lo que obtenían de
sus manías individuales y qué los convertía en Dominantes
o sumisos. No me tomó mucho tiempo aprender que un
sumiso tiene todo el control en cada relación D/s».
Los ojos de Angie se entrecerraron con confusión.
«¿Como es eso posible? ¿No tienen que seguir las órdenes
de su Dominante?».
«Toda verdadera relación D/s, y no estoy hablando de
personas que afirman estar en el estilo de vida para
justificar lastimar a alguien, como un abusador doméstico,
o personas que se meten unas cuantas bofetadas y
cosquillas en el dormitorio. Estoy hablando de una
verdadera relación de intercambio de poder entre un
Dominante y un sumiso. En cada relación o encuentro
único, es el sumiso quien voluntariamente permite que su
Dominante le dé lo que quiere y necesita. Los sumisos
mantienen todo el control de una escena, desde sus
negociaciones con un Dom, hasta sus límites duros y
suaves, y sus palabras seguras. Pueden terminar una
escena en cualquier momento que quieran si algo no les
parece bien. En mi club, usamos el sistema de color
universal para que no haya confusión sobre la palabra
segura de un sumiso. El verde significa estar bien, el
amarillo es para frenar o aclarar algo y el rojo significa
detenerse. Y me refiero a que todo se detiene y la escena se
termina. El Dominante comienza inmediatamente el
cuidado posterior del sumiso, si es necesario, y hablan
sobre lo que salió mal, de por qué el sumiso sintió que era
necesario detenerse y cómo evitar la situación en el
futuro».
Ian hizo una pausa y ella se tomó un momento para
asimilarlo todo. Oyó que se quedaba sin aliento cuando se
puso de pie, así que sonrió para tranquilizarlo. Se quitó los
zapatos, fue a la cocina y sacó dos botellas de agua de su
refrigerador, luego le entregó una. Ambos abrieron sus
botellas y bebieron un trago. Podía sentir los engranes
girando dentro de su cabeza. «Está bien, creo que entiendo
lo que estás diciendo. Como te dije, ya antes he leído libros
basados en BDSM, así que no es un concepto
completamente extraño para mí. Pero es difícil captar lo
que creía que era un mundo de fantasía y traerlo al mundo
real». Cuando volvió a sentarse a su lado, él tomó su mano
de nuevo y la colocó en su muslo con la suya, como si
necesitara el contacto directo con ella. «Dijiste que me
dirías lo que obtienes al ser un Dom».
«Puro y simple, el placer y la confianza de mi sumisa».
No era la respuesta que esperaba, pero luego se dio cuenta
de que no sabía que era lo que esperaba. «Nada me da más
placer que saber que le he dado todo lo que necesita para
lograr su propio placer y/o liberación emocional, y que ha
confiado en mí para dárselo».
«¿Liberación emocional?».
Inclinándose hacia adelante, colocó su botella de agua
en un posavasos de su mesa de cóctel y volvió a sentarse.
«Mm-hm. El BDSM no se trata solo de sexo, ni mucho
menos. Aunque suele ser el agradable resultado final de
todo lo demás. Se trata de satisfacer las necesidades
individuales de cada uno y, a veces, implica dolor, ya sea
que el resultado final sea placer o algo más. Déjame darte
un ejemplo. Conocí a una sumisa cuando comencé a ser
aprendiz de algunos Doms expertos. Y antes de que me
preguntes, no, nunca jugué con ella porque no tenía mucha
experiencia para lo que ella necesitaba. Ava era una mujer
muy agradable, pero reservada, de unos treinta y cinco
años en ese momento, y su preferencia era ser azotada
hasta que finalmente rompiera en llanto. Pero nunca hubo
sexo involucrado en sus escenas. Una noche, tuve el valor
de acercarme a ella y le expliqué mi confusión sobre el
hecho de que no la veía disfrutar de sus escenas. Me
comentó que era muy joven cuando su madre se casó con
su padrastro, un hombre cruel verbalmente. Las pequeñas
cosas siempre parecían enfurecer al tipo, y si Ava lloraba,
él se enojaba más. Empezaba a tirar cosas y a romper sus
juguetes o tirar su ropa y posesiones. Entonces, para salvar
las cosas que amaba, esta pequeña niña de seis años, se las
arregló para controlar sus emociones, hasta el punto de
que ya no podía llorar por ningún motivo».
Angie jadeó. «Que horrible. Pobre niña».
«Exactamente. Esa niña que dejó de llorar se convirtió
en una mujer adulta, que no podía llorar a menos que un
Dominante rompiera sus barreras subconscientes, hasta el
punto en que podía encontrar su liberación emocional y
dejar que sus lágrimas cayeran. Por eso había adoptado ese
estilo de vida. Era una especie de terapia de limpieza para
ella». El hizo una pausa. «Parece que me he desviado
porque se supone que debo decirte por qué YO estoy en el
estilo de vida».
«Mi culpa, lo siento».
Ian se llevó su mano a la boca para darle un beso rápido.
«No te disculpes por hacer preguntas, ‘Ángel’. De eso se
trata que conversemos esta noche. De cualquier forma,
prefiero estar al mando en el dormitorio y, a veces, también
fuera de él. Cuando hago una escena o juego con una
sumisa, me gusta empujar sus límites, enseñarle cosas que
pueden hacer que su placer y su yo interior sean mejores
que antes. Me gusta ser responsable del placer y la salud
emocional o física de mi sumisa y darle lo que necesita, que
no siempre coincide con lo que quiere. La seguridad y el
bienestar de una sumisa son importantes para mí. Como
Dominante Residente, o Dominante Jefe en el club, toda la
seguridad y el bienestar de los sumisos caen en última
instancia bajo mi protección. Conozco el nombre de todos
los sumisos y esclavos en La Alianza, y soy consciente de
sus límites duros y de lo que buscan obtener del estilo de
vida. Si veo a un sumiso que no obtiene lo que necesita o
que se esfuerza hasta donde podría ser perjudicial para su
bienestar físico o psicológico, entonces intervengo y hago
lo que puedo para que vuelva a la normalidad. Tenemos
varios miembros que son médicos y psicólogos y que están
dispuestos a hablar con cualquiera que lo necesite, ya sea
un sum o un Dom, y que podrían beneficiarse de su
experiencia. Los Doms no son perfectos, y cualquiera que
diga serlo es un tonto. Cometemos errores, aprendemos de
ellos y crecemos junto con nuestros sumisos».
En algún momento, el pulgar de Ian había comenzado a
frotar el dorso de la mano de ella y las sensaciones que
evocaba tenían una conexión directa con el clítoris de
Angie. Le resultaba difícil pensar, pero una cosa que dijo la
confundió. «Mencionaste sum o esclavo. ¿No son lo
mismo?».
Sacudió la cabeza. «No, en absoluto. Un esclavo tiende a
estar en una relación con su Amo 24 horas al día, 7 días a
la semana, le otorga el control total de su vida. Desde lo
que visten y comen, hasta lo que hacen cada día y, por
supuesto, el aspecto sexual. No es para todo el mundo, no
es para mí, y puede ser toda una gran empresa para
algunos Doms. Es una gran responsabilidad para ellos y,
después de un tiempo, algunos descubren que no es lo que
realmente quieren. Una relación Dom/sumiso no es tan
extrema y generalmente consiste en el control de la
seguridad y el placer de un sumiso, aunque cada relación
es única».
«Guau. Esto es mucho más complicado de lo que
pensaba. Creía que solo se trataba de atar a una mujer y
azotarla».
Cuando hizo una pausa, dejó que el silencio se
prolongara durante unos minutos, mientras ella digería
todo lo que le había dicho mordisqueando su labio inferior.
Cuando él levantó el pulgar para rescatar su tierna carne
labial, ella estuvo tentada a mordisquearlo. «Supongo que
algunas partes de todo esto te interesan, ya que todavía
sigo sentado aquí y aún no me has echado a la calle».
Angie sonrió nerviosamente. «Sí, lo admito, estoy
intrigada, pero también estoy un poco asustada».
«Me preocuparía si no lo estuvieras. Esto es algo nuevo
y fuera de tu zona de confort. Pero, si estás dispuesta a
probar tus límites… estaré más que feliz de ayudarte a
explorar. Si lo deseas, podemos firmar un contrato abierto
que describa nuestra relación D/s y enumere las partes del
estilo de vida que te interesan y cuáles no, y también qué
espero de ti».
Su sonrisa se convirtió en un pequeño ceño fruncido.
Eso sonaba tan formal y profesional. «¿Un contrato?».
«No es tan frío como suena, cariño. La mayoría de las
veces, los Doms y sus sums firman un acuerdo que define
su relación para que no haya confusión ni falsas
expectativas. Hay contratos generales que tenemos
disponibles en el club, pero cada Dom y cada sum pueden
cambiarlos según sus necesidades. Las negociaciones que
hacen antes de firmar un contrato los obligan a hablar de
todo para que no haya conjeturas entre ellos. Piensa en
algunas de tus relaciones pasadas. ¿Hubo momentos en
que te preguntaste en qué estaba pensando tu novio, o
querías algo que no estabas recibiendo de él, pero no
estabas segura de cómo sacar el tema?».
Ella asintió con la cabeza, entendiendo cuánta
comunicación había entre un Dom y un sumiso. «Sí, los
había. A veces me volvía loca tratando de que uno de ellos
me dijera lo que tenía en mente».
«Exactamente». Ian sonrió. «Veo que ya estás
aprendiendo. ¿Quieres probar una relación D/s conmigo,
‘Ángel’?».
Su mirada se encontró con la de él por primera vez
desde que volvió a sentarse y cuando tragó saliva, sus ojos
se posaron en el movimiento de su garganta. El pulso de su
cuello se aceleró, al igual que su respiración, y parecía que
ese era todo el estímulo que necesitaba. Su otra mano, que
había estado apoyada en el respaldo del sofá, se envolvió
alrededor de su nuca antes de cerrar la brecha entre ellos.
Haciendo una pausa con sus labios sin tocarse del todo,
esperó. Cuando su respiración se detuvo, él acercó su boca
a la de ella. Uno o dos latidos después, sus labios se
separaron y él cambió el ángulo de su boca para poder
sumergir su lengua en sus profundidades.
Era el cielo. Como la noche anterior, su boca era el cielo
puro mezclado con un poco de infierno. Lo suficiente para
que ella quisiera dejarse llevar por el lado oscuro del sexo.
Su mano se deslizó por su espalda desnuda, deteniéndose
en su cintura antes de volver a subir. Sus escalofríos
hicieron que sus pezones se endurecieran más de lo que ya
estaban, y él la sentó en su regazo, sin soltar su boca. Se
quedaron así unos minutos, devorándose el uno al otro. Sus
manos se movieron alrededor de su cuello y metió los
dedos en el cabello, por la parte posterior de su cabeza.
Cuando él se apartó y la miró con ojos llenos de lujuria, ella
supo que sus ojos verdes revelaban su propio deseo. Ambos
jadeaban, y por mucho que ella quisiera que él tomara
posesión de su boca de nuevo, aparentemente él tenía
pensado otras cosas que quería hacerle. «Déjame darte una
pequeña muestra de mi mundo esta noche, ‘Ángel’. Sin
dolor, solo placer. Y sin coito. Quiero hacerte venir por mí.
Quiero que te quiebres bajo mi toque. ¿Me dejarías
complacerte?».
Su tono de voz, suave como el whisky, hizo que la
humedad se acumulara entre sus piernas, y ella no dudó en
responderle. «Oh, Dios, Ian. Sí, por favor».
Ahuecando su barbilla, esperó hasta tener su completa
atención. «Dilo, ‘Ángel’. Quiero oírte decirlo. Necesito
saber que comprendes lo que estás aceptando. Y si vamos a
jugar, quiero que me llames ‘Señor’».
Angie vaciló esta vez. ¿Era esto lo que quería
realmente? Su mente y su cuerpo le gritaban que le dijera
cualquier cosa que le hiciera besarla, tocarla y hacer lo que
quisiera con ella.
«Una cosa es decirme ‘sí’, pero necesito que lo digas tú
misma. No avanzaré hasta que me digas exactamente lo
que quieres. Necesito saber que estamos en la misma
página».
Estaba dando un gran paso, pero sabía que, si no lo
tomaba, se arrepentiría durante mucho tiempo. «Sí, Señor.
Por favor, hazme venir. Por favor, dame una probada y
enséñame cómo es ser tu sumisa».
Le pasó el pulgar por la línea de la mandíbula, dejando
un cosquilleo a su paso. «Será un placer para mí, ‘Ángel’, y
también para ti. Ahora, quiero que vayas a tu dormitorio, te
quites tu ropa por completo y te acuestes desnuda en
medio de tu cama boca arriba. Tienes tres minutos para
hacer eso antes de que te siga». Cuando ella dudó de
nuevo, él bajó la voz y agregó: «El reloj está corriendo,
cariño».
Saltó de su regazo y se apresuró a ir a su dormitorio
antes de que pudiera cambiar de opinión. Buscando a
tientas el cierre que sujetaba su vestido en su lugar en la
parte posterior de su cuello, estaba lista para rasgarlo
cuando se soltó repentinamente bajo sus manos
temblorosas. Dejó caer toda la prenda al suelo, la apartó de
una patada y añadió su tanga y medias a la pila. Se subió a
su cama tamaño matrimonial y se acomodó como él le
había ordenado, apoyando la cabeza en la almohada. Y
después, esperó.

A THOS IBA de un lado a otro en el estudio de una


habitación que había alquilado en Nueva Orleans. Tomó
otro trago de agua de una botella y eliminó lo último de
cocaína de su organismo. Seguía sin entender por qué
alguien pondría libremente esta basura en su cuerpo. En
este momento, la única razón por la que estaba bombeando
por sus venas y células era porque su otra opción era una
bala en su cerebro. Si no fuera por Angie, hubiera preferido
la bala.
Había tenido suerte y se encontró con un tipo que lo
conocía desde el día en que había estado de encubierto en
el suroeste. Después de pasar la noche fingiendo
emborracharse con el tipo, se metió en el negocio
clandestino de la droga de la ciudad. Después de algunas
actividades ilegales en las ligas menores, tuvo la
oportunidad de conocer a Manny Meléndez, uno de los
líderes del cartel local, y el tipo probablemente responsable
de la muerte de Aaron y su familia.
Era obvio que al cabrón lo ponía nervioso que alguien
nuevo entrara en su operación. Pero entre algunos arrestos
recientes y las muertes de sus secuaces relacionadas con
las pandillas, necesitaba nuevas manos dispuestas a
ensuciarse un poco. Así que, Athos tuvo una opción en su
reunión, la mierda en polvo o una bala de punta hueca por
la nariz.
Después de que Meléndez estuvo satisfecho con su
recluta, los dos y otros cinco pedazos de mierda fueron a
liberar un poco de su energía temporal de superhombre
provocada por las drogas. Meléndez quería enviar un
mensaje a una pandilla emergente deshaciéndose de
algunos aspirantes a pandilleros que habían encontrado a
unas pocas cuadras del territorio de Meléndez. Si Athos
tenía que darle una paliza a alguien para mantener su
tapadera, al menos los malditos pequeños delincuentes se
lo merecían.
Ahora, mientras bajaba de su subidón, los pocos cortes y
magulladuras que había recibido en la pelea se hacían
notar. Pero con la coca en su organismo, no quería agregar
nada más, ya fueran drogas de venta libre o alcohol. Se
dejó caer en la cama y buscó a tientas con el control
remoto del televisor hasta que encontró un juego de pelota
para mirar. ¿Quién estaba jugando?, no lo sabía ni le
importaba, siempre y cuando hubiera un ruido familiar de
fondo.
Cerró los ojos y pensó en Angie. Sabía que era lo
correcto tener a alguien vigilándola, y Carter juró que los
hombres de Trident eran los mejores. No estaba encantado
con sus actividades extracurriculares en el club que tenían
los hermanos Sawyer, pero mientras ella no tuviera que ir
allí por ningún motivo, no sería un problema.
Se quitó las botas y dejó que su mente divagara y el
cansancio comenzó a tirar de él bajo un velo de sueño.
Quizás era hora de romper con la DEA. Con los años, había
metido a cientos de traficantes en la cárcel o a dos metros
bajo tierra. Quizás era hora de que encontrara una vida
fuera de su búsqueda de venganza. Podría mudarse a
Tampa para estar cerca de Angie. Quizá conseguiría un
trabajo en Trident. Quizá. Quizá. Quizá.
CAPÍTULO SEIS

I AN CONTÓ LOS CIENTO OCHENTA SEGUNDOS EN SU CABEZA .


Mientras tanto, se quitó los gemelos de diamantes de los
puños, se los guardó en el bolsillo de la chaqueta y se
arremangó hasta los codos. Tomó otro trago de su agua
embotellada y luego la volvió a colocar en su posavasos. Le
dolía la erección en los pantalones y trató de ignorarlo. Más
tarde se ocuparía de eso por su cuenta. Cuando le había
asegurado que esta noche no tendrían relaciones sexuales,
lo había dicho en serio. Esta noche no se trataba de su
propia liberación. Se trataba de presentarle a su ángel el
intercambio de poder entre un Dominante y un sumiso.
Ciento setenta y ocho. Ciento setenta y nueve. Ciento
ochenta. Lista o no Ángel, aquí voy.
Ella había dejado la puerta del dormitorio entreabierta,
por lo que solo hizo falta un ligero empujón para abrirla por
completo. Se quedó sin aliento y el dolor en la ingle se
multiplicó por diez. Temprano en la noche, cuando
respondió su llamada a la puerta de su casa, no había
pensado que ella pudiera verse más hermosa. Estaba
equivocado.
Caminó hasta el final de su cama, contempló la sensual
vista que tenía ante él. Su cabello todavía estaba recogido
en su moño, o como diablos lo llamaran las mujeres, y su
cabeza y hombros descansaban sobre dos almohadas de
felpa. La piel de color marfil cubría cada centímetro de ella,
y no tenía líneas de bronceado, lo que no lo sorprendió ya
que habían tenido un febrero y marzo más fríos de lo
habitual. Se preguntó si cuando regresara el clima más
cálido ella usaría un traje de baño de una pieza o bikini, y
estaba ansioso por saberlo. La mayoría de los Dom
preferían que sus sumisos no llevaran nada debajo de su
ropa, pero no Ian. A él le gustaba una mujer con ropa sexy
y ropa interior aún más sensual. Tenía un fetiche por los
sujetadores de encaje, las bragas y la lencería, y
encontraba que las mujeres solían sentirse más hermosas
cuando las usaban, y más traviesas.
Su modestia se había manifestado en algún momento
mientras esperaba que él se aproximara. Cada una de sus
manos cubría un pecho grande y una rodilla estaba
doblada, inclinada sobre el muslo opuesto para que su coño
quedara oculto a su vista. La pose incierta lo excitó más
que si ella estuviera completamente expuesta, pero se
moría por verla por completo. Al mirar por encima de su
cabeza, se alegró de ver que la cabecera era de hierro
forjado con un intrincado trabajo de pergamino, y huecos lo
suficientemente grandes como para que pasaran sus
manos. Le daría algo a que aferrarse. Su mirada pasó de la
cabeza a los dedos de los pies y luego volvió a sus ojos
ansiosos pero acalorados. Por la luz que entraba por la
puerta abierta, vio que sus pupilas se dilataban de deseo.
Su lengua se escapó de su boca, humedeciendo sus labios,
ahora desprovistos de lápiz labial, y él gimió. Su angelito
iba a ser su muerte antes de que terminara la noche.
«Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida».
Le encantaba ver como su rubor se intensificaba con sus
palabras. «Pero voy a mostrarte cómo sentir esa belleza. Si
en algún momento te asustas o te sientes insegura, quiero
que digas la palabra ‘amarillo’. Si no puedes aceptar algo,
di la palabra ‘rojo’. Pero ten cuidado cariño, si dices la
palabra rojo, todo se detiene por la noche. Hablaremos de
tus miedos, luego me iré a casa e intentaremos algo más la
próxima vez. ¿Entendido?».
Ella asintió en silencio y él frunció el ceño. Al darse
cuenta de su error, lo corrigió. «Sí, entiendo. ‘Amarillo’
para asustada, ‘rojo’ para detener todo».
«Buena chica. Cuando estemos jugando, debes referirte
a mí como ‘Señor’. Ahora, no estamos en el nivel de
confianza en el que podría sujetarte, así que voy a hacer
que lo hagas tú. Muévete lentamente y pasa tus manos por
encima de tu cabeza. Agarra la cabecera y asegúrate de
estar cómoda porque las vas a mantener ahí». Contuvo el
aliento cuando las manos de ella dejaron sus deliciosos
pechos y avanzaron poco a poco, pasando por encima de su
clavícula y hombros, por delante de su cabeza, antes de
agarrar dos delgados trozos de hierro. Había tenido razón
sobre sus pezones: estaban rosados y excitados y se le
hacía agua la boca.
Caminó hacia el lado de la cama, se quitó los zapatos de
vestir antes de sentarse en el colchón junto a ella, en el
área entre su pecho y sus muslos. Colocó una mano sobre
el edredón del lado opuesto a ella, usándolo para soportar
parte de su peso, y la estudió de los pechos hacia arriba,
tocándola solo con la mirada. «Dime, ‘Ángel’, cuando estás
sola en esta gran cama, ¿cómo te das placer?».
Ella lo miró con los ojos muy abiertos, mordiéndose el
labio inferior de nuevo, pero no respondió. Dejó que el Dom
en él se hiciera cargo. Él pellizcó uno de sus pezones antes
de soltarlo, y ella chilló. «Te hice una pregunta y espero
una respuesta, o puedes esperar un castigo apropiado.
Ahora, te lo haré un poco más fácil ya que esto es nuevo
para ti. ¿Usas tu mano para jalar estos hermosos pezones
mientras tu otra mano juega con tu clítoris y los labios
húmedos de tu coño? ¿Te follas con los dedos hasta el
orgasmo o usas un vibrador o un consolador? En esto no
hay una respuesta correcta o incorrecta, pero quiero una
honesta. Y será mejor que incluya un ‘Señor’».
«Yo … yo …». Angie se aclaró la garganta
repentinamente seca y volvió a intentarlo. «Yo hago todo
eso, S-Señor. A veces juntos o, a veces, sin mi vibrador y
solo mi mano».
«¿Dónde guardas tus juguetes, cariño?».
¿QUÉ? ¿Quería ver sus vibradores? Oh, mierda. Si ella
le decía dónde estaban, él podría ver el pequeño tapón anal
que a veces usaba cuando se sentía especialmente traviesa.
Quizás no lo notaría en la habitación a oscuras. Cerró los
ojos, contó hasta tres y soltó: «En el cajón inferior de mi
mesita de noche junto a usted, Señor».
Observó cómo él se sentaba de nuevo y se inclinaba para
abrir el cajón. Sacó su vibrador de silicona favorito de
veintitrés pulgadas y lo sostuvo para que ella lo viera, con
las cejas arqueadas con diversión. «Nunca antes había visto
uno verde fluorescente. Interesante».
Dejó el vibrador en la cama y se inclinó hacia el cajón
nuevamente después de encender la lámpara de la mesilla
para poder ver mejor. Oh, poderoso Zeus, por favor
golpéame con un rayo para que no tenga que morir de
vergüenza. Lo siguiente que supo es que él estaba
sosteniendo su tapón anal rosa y su mente trajo una
imagen de él usándolo para follarle el culo, haciéndola
gemir y apretar los muslos.
«Bueno, esta es una inesperada sorpresa, pero
agradable». Ella lo miró a través de sus pestañas bajas y
vio una sonrisa satisfecha en su rostro. «Pero guardaremos
esto para la próxima vez, aunque sea un poco pequeño.
Tendremos que prepararte para algo más grande».
Él se rió entre dientes cuando sus ojos se abrieron. ¿Más
grande? ¿Por qué el pensamiento la aterrorizaba y excitaba
al mismo tiempo? Después de volver a colocar el tapón en
el cajón, sacó su botella de lubricante K-Y y un pequeño
libro de bolsillo. Ella gimió de nuevo cuando vio el libro en
su mano. A veces, cuando quería excitarse más rápido, leía
una pequeña historia erótica e imaginaba que era la mujer
traviesa a la que el chico guapo azotaba, devoraba y
follaba. Las malas palabras la excitaban y no tardaba en
correrse.
«‘Azótame’. Titulo atractivo. ¿Sabes que mi hermano me
mencionó que a veces hace que Kristen le lea las partes
sexuales de sus libros después de que las escribe? Dice que
es realmente excitante. Tendremos que intentarlo en otro
momento también, pero por ahora, tengo otros planes para
ti».
Volvió a arrojar el libro al cajón y lo volvió a cerrar. Se
dio cuenta de que su vibrador verde y su gel K-Y seguían
afuera y se preguntó cuáles serían esos planes suyos.
«‘Ángel’, estira las rodillas, separa las piernas y mantenlas
así. Si las cierras o quitas las manos de la cabecera, dejaré
de hacer lo que estoy haciendo y haré que tu orgasmo
inminente se desvanezca antes de empezar de nuevo. Eso
se llama privación del orgasmo y es bastante frustrante,
como podrás imaginar. ¿Lo comprendes?».
Apenas podía sacar su respuesta entrecortada de su
boca seca. «Sí». Frunció el ceño, levantó la ceja y ella
rápidamente agregó: «Señor».
«Buena chica». Ian esperó hasta que ella movió las
piernas, luego empujó el interior de sus rodillas hasta que
las abrió aún más. «Así. Mantenlas así».
Ella se sorprendió cuando dejó caer el lubricante y el
vibrador sobre el edredón entre sus piernas, y los dejó allí
antes de volverse hacia ella. Ella se sorprendió aún más
cuando él no tocó su cuerpo. En cambio, se inclinó hacia
adelante y le rozó la frente con los labios. «Cierra los ojos,
mi dulce Ángel».
Cuando lo hizo, besos ligeros salpicaron sus párpados,
nariz, mejillas, orejas y mandíbula. Evitó su boca y se tomó
su tiempo para explorar su rostro antes de moverse hacia
abajo. Su cuello, hombros y clavículas fueron los siguientes
y en este punto estaba respirando con más dificultad. Cada
beso parecía enviar rayos de electricidad a través de su
cuerpo hasta su centro palpitante, aumentando su
excitación aún más. Cada vez que sus labios tocaban su
piel, ella sentía que la punta de su lengua salía disparada
para probar brevemente esa parte, antes de pasar al
siguiente lugar. Su cuerpo estaba cubierto de piel de
gallina, y estaba más excitada de lo que nunca había estado
en toda su vida, y él ni siquiera había llegado a sus pechos
o a su coño. Que Dios la ayudara cuando lo hiciera, porque
estaba segura de que estallaría como una tonelada de
fuegos artificiales. Estaba desesperada por cerrar las
piernas para poder intentar crear un poco de fricción y
darse un poco de alivio, pero la advertencia de lo que
sucedería si lo hacía resonaba en su cabeza. De ninguna
manera quería que él se detuviera y comenzara de nuevo.

I AN ARRASTRÓ su boca más abajo por su delicioso cuerpo,


pasando por alto sus pezones, pero dándole a la hinchazón
superior e inferior de sus pechos pequeñas lamidas y
mordiscos. Se puso sobre manos y rodillas y se arrastró
entre sus piernas mientras exploraba su abdomen, todavía
usando solo su boca y lengua. Mientras inhalaba
profundamente, el aroma de su loción corporal se mezcló
con el aroma de su excitación, y la combinación lo mareó
un poco y duro, lo que no había pensado que fuera posible.
Sintió los escalofríos recorrer su cuerpo cuando besó y
lamió los pliegues de sus caderas. Una vez más, pasó por
alto donde sabía que ella más lo deseaba y la probó desde
la cadera hasta el pie izquierdo. Después de mordisquear
cada uno de los dedos del pie, le lamió el arco, haciendo
que su pie y su pierna se movieran. Cuando ella se rió y
gimió al mismo tiempo, él se acercó a su otro pie e hizo lo
mismo. Le encantaba que, a pesar de que tenía cosquillas
allí, se las arreglaba para mantener las piernas abiertas
para él.
Era una sumisa natural, ansiosa por complacerlo, y ni
siquiera se daba cuenta. En su camino de regreso por su
pierna derecha, miró su coño, dejando que lo atrajera más
cerca como con una cuerda invisible. Lo llevaba casi
desnudo, pero tenía un pequeño mechón de cabello rubio
recortado en su montículo sobre su clítoris, lo que
demostraba que el cabello de su cabeza tenía su color
natural. Le gustaba que sus mujeres se depilaran o
afeitaran, ya que aumentaba su sensibilidad y placer.
Mientras besaba y succionaba la parte interior de su
rodilla, observó cómo sus nalgas y su vagina se apretaban
al mismo tiempo. Sus caderas levitaron un poco fuera de la
cama y los jugos fluyeron de sus pliegues, empapándola
aún más. Ella estaba mojada por él, y se obligó a no
sumergirse para probarlo. La deseaba hasta el punto en
que le rogaba que se deleitara con ella.
Se arrastró de nuevo por su cuerpo, se agarró a un
pezón, lo succionó con fuerza en su boca antes de lamerlo
con pequeños movimientos de su lengua. Comenzó a
alternar entre chupar, lamer y rozar con los dientes la dura
protuberancia, animado por sus gemidos y gritos
hedonistas, respiración acelerada y palabras de rendición
masculladas. Cuando sus caderas se separaron de la cama
nuevamente, buscando satisfacción en su núcleo, él se
movió hacia su otro seno y le dio el mismo tratamiento. Sus
reacciones se amplificaron, volviéndose casi frenéticas,
pero todavía mantenía la posición que él le había indicado.
Liberó su pecho de su boca con un chasquido y la miró a la
cara. «Dime qué quieres, ‘Ángel’. ¿Qué parte de tu cuerpo
quieres que me coma ahora?».
Ella estaba moviendo la cabeza hacia adelante y hacia
atrás, sus caderas se movían mientras le suplicaba. «¡Por
favor, Señor! ¡Cómeme el coño, por favor! ¡Hazme llegar!
¡Tengo que correrme!».
Ian volvió a bajar entre sus piernas, metió las manos
debajo de su trasero y la levantó hacia su boca que
esperaba. «Entonces, vente por mí, cariño». Se la comió
como un hombre muerto de hambre, lamiendo y chupando
sus labios antes de clavar su lengua en su raja tan profundo
como pudo. Ella se estremeció, gritando su liberación a los
cielos, pero él no se detuvo, lo que alargó su orgasmo el
mayor tiempo posible.
Cuando finalmente comenzó a flotar de regreso a la
Tierra, él desaceleró sus acciones mientras se aseguraba
de beber cada gota de su dulce crema. Ella estaba
jadeando, pero de alguna manera se las arregló para
pronunciar algunas palabras. «Oh, oh, Dios mío, e-eso fue
increíble. ¡Santo cielo!».
Le sonrió y se quedó justo donde estaba y tomó su
vibrador y el lubricante. «Pero aún no he terminado, mi
angelito. De hecho, aún no llevo ni la mitad contigo.
Todavía tienes algunos orgasmos más que quiero reclamar
como míos esta noche».
Levantó la cabeza para poder verlo mejor, y se quedó
mirándolo como si él estuviera loco. «¿Q-qué? No puedes
hablar en serio. No hay forma de que pueda volver a hacer
eso tan pronto».
Con una sonrisa diabólica, él sonrió. «Oh, sí, puedes, y lo
harás».
Sin esperar a que ella respondiera, ya que no iba a
hacer ninguna diferencia a menos que dijera su palabra de
seguridad, Ian levantó la tapa de la botella y vertió un poco
de lubricante en el dedo índice y medio de una mano.
Cuando estuvo seguro de que había suficiente, volvió a
tapar la botella y la arrojó a un lado. «Mantén las piernas
abiertas, pero dobla las rodillas hacia arriba y coloca los
pies planos sobre la cama». Cuando hizo lo que le dijo, la
nueva posición le permitió ver la roseta fruncida más atrás
de su coño. Comenzó a frotar sus dedos lubricados hacia
arriba y hacia abajo por la hendidura de su culo con
movimientos cortos sobre su pequeño agujero, amando
cómo ella gemía cuando las sensaciones la asaltaban.
«Relájate, cariño. Esto es como cuando usas ese pequeño
tapón contigo misma». Su dedo medio rodeó su borde,
luego empujó hacia adentro. Se deslizó más fácilmente de
lo que esperaba, y le complació saber que al estar usando
el tapón hacía que su cuerpo aceptara voluntariamente su
invasión. Lentamente, le folló el culo con un dedo,
girándolo mientras lo empujaba más y más en el hueco
prohibido de su cuerpo con cada pasada. Mientras ella
gemía y suplicaba, su ano y vagina se apretaron al mismo
tiempo, y la presión casi aplasta su dedo.
Continuó follando con los dedos su agujero y tomó su
vibrador con la otra mano. Con el pulgar, pulsó el botón de
‘encendido’, sonrió cuando su cabeza voló hacia adelante
ante los sonidos que provenían de su juguete. Sus ojos se
agrandaron. «¡Oh no! ¡Ian, Señor! ¡Por favor, no lo hagas!».
Colocó el tembloroso juguete en la parte interna del
muslo, mientras reía, y lo arrastró hacia arriba, provocando
una mayor anticipación. «Pocas palabritas, y ninguna de
ellas era un color».
Ella no usó ninguna de las dos palabras seguras, y él
sabía que no lo haría porque estaba disfrutando demasiado.
Su clítoris hacía mucho tiempo que se había descubierto de
su capucha, y en el momento en que el vibrador tocó el
pequeño y duro brote, Angie volvió a estallar como un
cohete, gritando más fuerte que antes. Ella se retorcía
salvajemente, y el dedo en su culo casi se desprendió.
Levantó el vibrador de su clítoris hasta que ella comenzó a
flotar hacia abajo antes de volver a aplicar el juguete
zumbador, enviándola de nuevo hacia arriba… y otra vez …
hasta que no tuvo nada más que darle. Estaba medio
inconsciente cuando él sacó el dedo de su estrecho y
pequeño agujero. Nunca tuvo la oportunidad de meter su
segundo dedo, lo único que podía penetrar su dulce coño
era su lengua. La miró asombrado. Era la mujer más
sensible y sensual que jamás había conocido, y sabía que
cuando finalmente metiera su polla dentro de ella, podría
muy bien matarlo.
Ian se levantó de la cama, entró en su baño y encendió
la luz. Se enjabonó y se enjuagó las manos antes de
recuperar dos toallas de una pila en la torre de mimbre
junto a la bañera. Las remojó y añadió jabón a una de ellas
antes de escurrir el exceso de agua de ambas. Regresó a la
cama y, con una mano suave, la limpió. Cuando terminó, se
agachó y la levantó en sus brazos para poder mover el
edredón y la sábana hasta el fondo de la cama. Una vez que
estuvo de nuevo en un lado de la cama con las sábanas
hasta la cintura, cerró la puerta del dormitorio para
bloquear las luces que aún estaban encendidas en su sala
de estar. Rodeó el otro lado de su cama, se subió a su lado,
todavía completamente vestido. Si se quitaba la ropa, no
podría evitar tomarla. La atrajo hacia su costado y mientras
ella se quedaba dormida, la escuchó murmurar: «Gracias,
Señor».

A LAS OCHO de la mañana siguiente, Angie se despertó


sola y completamente descansada. Sabía que Ian no se
había marchado antes de las cuatro de la mañana porque
esa era la última vez que se había despertado en sus brazos
antes de acurrucarse más cerca y volver a dormirse. Al
estirarse, miró a su alrededor y se fijó en un trozo de papel
sobre su mesita de noche. Desdobló la nota, leyó las
palabras y sonrió.
Espero que hayas dormido bien. Me gustaría verte
hoy para almorzar juntos. Te llamaré alrededor de las
diez. Ponte algo sexy. Dejé fuera la ropa interior que
quiero que lleves puesta. Ian.
¿Había revisado el cajón de su ropa interior? Si bien
debía haber sonado como un acosador, no lo parecía. En
lugar de eso, la excitaba y volvió a revisar la habitación
para ver que su conjunto de tanga y sujetador de encaje
blanco transparente, se encontraban encima de su tocador.
Era uno de sus favoritos, con su ribete rosa y pequeños
lazos. El corte del sostén les daba a sus ‘chicas’ un impulso
hacia arriba y hacia adentro, con un lazo entre ellas. El otro
colgaba en la unión ‘Y’ de la tanga, y se asentaba justo en
la parte superior de su trasero.
Estaba emocionada de que él quisiera volver a verla tan
pronto y se metió en la ducha con una sonrisa descarada en
su rostro. Mientras el agua se calentaba, se quitó todas las
horquillas que todavía mantenía en su ahora arruinado
peinado. Su cuerpo todavía hormigueaba por toda la
atención que había recibido de las manos, boca y lengua de
Ian. Nunca en su vida había tenido orgasmos múltiples y,
sinceramente, había pensado que eran un mito. Pero él le
había demostrado una y otra vez que estaba equivocada.
No fue hasta la mitad de su rutina de ducha cuando se dio
cuenta de que, aunque se había venido varias veces, él no
lo había hecho en absoluto. De hecho, toda la noche había
mantenido su ropa puesta. El pensamiento la aturdió.
Ninguno de sus examantes la había hecho correrse nunca
sin disfrutar igual.
Unos minutos más tarde, terminó de darse un baño, se
secó y envolvió su cabello mojado en una toalla antes de
aplicar su loción corporal favorita. Regresó a su dormitorio
y recuperó el sujetador y la tanga que Ian había elegido
para ella. Mientras se los ponía, casi podía sentir sus
manos y dedos sobre ella, acariciándola. Se preguntó qué
otros conjuntos de ropa interior habría tocado y si ella
sentiría las mismas sensaciones cuando los usara.
Ahora en ropa interior, fue a su armario para encontrar
algo sexy que ponerse, siguiendo las instrucciones que Ian
le había dado. Se decidió por una minifalda gris ajustada y
un suéter pegado de manga corta. El profundo escote en V
era lo suficientemente bajo para ser sexy, pero no
demasiado revelador para ser considerada una zorra. Antes
de salir, completaría el atuendo con sus botas de cuero
negro hasta la rodilla, las que tenían tacones de casi diez
centímetros. Sin embargo, por ahora, dejó la ropa sobre su
cama. Se puso su bata de seda corta, con la que siempre se
sentía sensual, se dirigió a la cocina para tomar el
desayuno con una taza de café y granola.
Cinco minutos después de las diez, su teléfono celular
sonó desde el otro lado de la habitación. Con la esperanza
de que fuera Ian, presionó el ícono de guardar en su
computadora portátil, para no perder en lo que había
estado trabajando y se lanzó por el teléfono. «H-hola.
¡Mierda!». Tanteó el teléfono y este cayó al suelo.
«¡Espera! ¡Un momento!». Volvió a tomarlo de nuevo, miró
rápidamente para asegurarse de que no había abandonado
la llamada y vio que todavía seguía conectada. «¿Hola?».
Su risa baja llegó al otro lado de la línea y la excitó al
instante. «Hola, ‘Ángel’. ¿Todo bien?».
Se reía y se dejó caer en el sofá. «Ahora lo está. Lo
siento, dejé caer el teléfono».
«Me lo imaginé. ¿Dormiste bien?».
Santo cielo. ¿Cómo hacía para que una simple pregunta
sonara tan cargada de sexo? «Sí, muy bien. Me arropaste y
dormí hasta más tarde de lo habitual».
«Me alegro de haber sido útil». Hizo una pausa, luego su
voz se volvió más profunda, más sedosa. «¿Qué llevas
puesto ahora mismo?».
Un delicioso escalofrío recorrió su cuerpo. «Lo que
dejaste para mí y mi bata».
«Quítate la bata».
Miró alrededor de su sala de estar, se dio cuenta de que
las persianas verticales de su puerta corrediza de vidrio
estaban abiertas como de costumbre. No es que alguien
pudiera estar en su patio trasero para verla, pero Brody
había adquirido el hábito de asomarse durante el día para
saludarla. «Um, dame un segundo. Déjame ir a mi
habitación».
«No», gruñó él en el teléfono. «No te dije que lo
hicieras, ‘Ángel’. ¿Dónde estás? Y no me digas que en tu
dormitorio».
¿En serio? ¿Habla en serio?
«Responde la pregunta, ‘Ángel’. No querrás que te lo
vuelva a preguntar porque tu trasero lo pagará más tarde».
¡Mierda! «Um, estoy en mi sala de estar, pero las
persianas de mis puertas y ventanas están abiertas. ¿Qué
pasa si Brody viene a saludar?». Él era la única persona
que llamaba a su puerta trasera.
A varios kilómetros de distancia, Ian sabía que eso no
iba a suceder ya que su empleado estaba justo al final del
pasillo en la sala de guerra, terminando de forma remota
un trabajo para su cliente de Orlando. Pero no estaba
dispuesto a contarle ese hecho a Angie. Tenía el
presentimiento de que a ella le gustaría la idea de ser
atrapada siendo perversa y salvaje. «Eso no me preocupa.
Si lo hace, se quedará con los ojos abiertos y
probablemente se masturbará. Ahora, haz lo que te he
dicho y quítate la bata. Deja que se deslice por tu increíble
cuerpo hasta que se resbale a tus pies. Avísame cuando
estés solo en ropa interior».
Su voz era puro terciopelo, y Angie dejó que la
envolviera mientras el material sedoso se deslizaba por sus
hombros y caía al suelo. Estaba segura de que podía oír su
respiración acelerada. Su corazón también latía con fuerza,
en previsión de su próxima orden. «De acuerdo, ya está. Me
he quedado en bragas y sostén».
«Buena chica. Ahora ve a tu cocina y abre el
congelador». Angie frunció el ceño en confusión, hizo lo
que le dijo y abrió la puerta. ¡Oh no! ¡Tenía que estar
bromeando! Colocados al frente y al centro, para que no
pudiera perdérselos, estaban su vibrador verde
fluorescente y la botella de K-Y .
Tan pronto como la escuchó jadear, Ian se rió. «Tu
juguete y lubricante ya deberían estar bien fríos. Pon el
teléfono en altavoz y déjalo a un lado». Cuando lo hizo, le
dio más instrucciones. «Saca tu alegre gigante verde y
vuelve a colocarle las pilas, están sobre el mostrador».
Ella gimió ante su juego de palabras. «¿De verdad, Ian?
El ‘alegre gigante verde’ es el nombre de mis guisantes y
zanahorias, no de mi vibrador». Su mano tembló un poco
mientras agarraba el juguete para adultos y su ansiedad
aumentó un poco, así como su emoción cuando sintió el
plástico congelado. Sabía exactamente lo que la iba a hacer
con eso.
«Lo llamaré como quiera, cariño, y como estamos
jugando, deberías estar llamándome ‘Señor’. ¿Ya colocaste
las pilas?».
«Sí, Señor».
De vuelta en su oficina, Ian se levantó y cerró la puerta
antes de agarrar una toalla de mano del medio baño
adjunto a la habitación. Se sentó de nuevo en su escritorio
y liberó su erección palpitante. La puñeta que se había
dado esa mañana, seguida de una ducha fría, no había
hecho nada para aliviar el dolor de la ingle. Abrió el cajón
inferior de su escritorio y en el fondo encontró un tubo de
lubricante que no había usado en mucho tiempo. Deseó
haber podido ver su cara cuando vio su vibrador en la
nevera. Antes de llamarla, le indicó a Brody que apagara
por un tiempo las cámaras ocultas de la cocina y los
micrófonos de audio. Le encantaría ver la escena que
estaba a punto de suceder, pero sería un abuso de
confianza sin ella no lo sabía. Al menos la oiría por teléfono.
«Toma el K-Y y súbete a la isla de la cocina, ‘Ángel’. Te vas a
follar con esa polla helada y harás que me corra con la
mano mientras te escucho».
¡Madre mía! Había pasado mucho tiempo desde que
Angie se había entregado al sexo telefónico con un hombre,
pero esto ya estaba más caliente que cualquier cosa que
hubiera experimentado. Colocó el teléfono sobre la isla y
así como su lubricante y vibrador. Usó sus manos y brazos,
saltó y se retorció, jadeando cuando el granito frío tocó sus
nalgas desnudas. «B-bien, estoy en la isla. ¿Qué sigue?». Su
corazón latía con fuerza y su coño temblaba.
«Quítate la tanga, pero déjate el sexy sujetador. Pon un
poco de lubricante en los labios de tu vagina y humedécelos
bien».
«Creo que estoy lo suficientemente mojada». Se bajó la
tanga por las piernas y la tiró al suelo. «No necesito el K-Y ,
Señor».
Su voz se volvió más estricta. «No te pedí tu opinión,
‘Ángel’. Cuando te digo que hagas algo, lo haces sin
cuestionarme a menos que ponga en peligro tu seguridad o
te asuste. ¿Lo entiendes?».
Agarró la botella fría e inmediatamente se dio cuenta de
por qué quería que ella la usara. El líquido helado sobre su
sexo caliente iba a ser una tortura. «Sí, Señor».
«Buena chica. Ahora háblame, sensual y sucio, mientras
te follas con los dedos».
Eso podía hacerlo. Siempre disfrutaba de las charlas
sucias durante el sexo. «Tengo el lubricante frío en mis
dedos, es mucho. Estoy abriendo mis piernas y mi coño
desnudo está abierto para que lo veas. Estoy empapada. Lo
estaba desde la primera vez que escuché tu voz en el
teléfono». Angie jadeó mientras se tocaba los labios
inferiores, el lubricante helado enviaba escalofríos y piel de
gallina por todo su cuerpo. «¡Oh Dios! Hace mucho frío,
pero se calienta rápido. Lo extiendo por todos lados. Un
dedo está entrando en mi raja, ooohhhhhh, ahora dos. Me
froto el clítoris con la otra mano y me follo con los dedos.
Estás arrodillado frente a mí, mirando mi coño. Ay, Señor,
se siente tan bien. Estoy empapada y desearía que
estuvieras aquí para lamer mis jugos con tu lengua. Ay sí,
cómeme y fóllame con los dedos, Señor… Más rápido».
«Más despacio, ‘Ángel’». El gemido de Ian sonó
torturado. «Me estás matando, nena. Tengo mi puño
alrededor de mi polla. Está tan jodidamente dura, y todo
por ti. Coge el vibrador, cariño. Enciéndelo y toca tus
pezones a través de tu sujetador de encaje, pero sigue
follándote con los dedos. Hagas lo que hagas, no te corras
hasta que te lo diga, cariño. No te gustaría la paliza que
recibirías por ello».
Gimió ante la atractiva idea de que él le golpeara con la
mano el trasero desnudo, agarró el frío juguete de plástico
y accionó el interruptor en el extremo. «Está bien, está
encendido y … ¡Oh mierda! Está tan frío y mis pezones
están tan duros. Oh, lámelos, Señor. Por favor, chúpalos y
caliéntalos de nuevo. Oh mierda, puedo sentir cómo va de
mis tetas a mi coño».
«Nena, estás tan jodidamente caliente. Ojalá estuviera
allí para verte. Sin embargo, no creo que pudiera verte más
de un minuto, antes de que metiera mi polla en tu coño
caliente y te follara hasta que ninguno de los dos pudiera
caminar. Pon el vibrador en tu clítoris, ‘Ángel’, y mantén
esos malditos dedos moviéndose hacia adentro y hacia
afuera».
«Todavía los sigo bombeando. Estoy tan apretada y
mojada, y te sientes tan bien. Estoy a punto de …
¡ooohhhhhh! ¡Mierda! Oh, está tan jodidamente frío, y está
haciendo que mi clítoris palpite más fuerte. Por favor,
Señor, toca mi clítoris de nuevo… ¡Aaahhhh! Oh, carajo,
sí… Oh, por favor, Señor, fóllame con tu polla dura. Mete tu
verga profundamente en mi coño».
«Mierda, nena, hazlo. Pon esa polla congelada en tu
pequeño coño caliente y fóllate duro». De vuelta en su
oficina, la propia respiración de Ian seguía el ritmo del
jadeo de Angie. Iba a explotar en el momento en que la
dejara correrse. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que
había tenido sexo telefónico con una mujer? ¿Y alguna vez
había sido tan bueno? Lo dudaba.
Angie gritó. «¡¡¡Aaahhh, miiieeerda!!! Ay, mierda, sigue
helado, pero mis estrechas paredes calientes se están
derritiendo rápidamente. ¡Oh, fóllame, Señor! Duro y
rápido».
La mano de Ian se apretó alrededor de su polla y se
aceleró. Él gruñó y gimió cuando los sonidos de ella
follándose a sí misma para él se precipitaron por el
teléfono. «Sí, nena. Maldita sea, puedo sentir tu sexo
caliente y húmedo alrededor de mi polla. Se siente tan
jodidamente bien. Frota tu clítoris. Llega, ‘Ángel’,
prepárate para correrte».
«¡Estoy lista!, Señor, por favor, ¡date prisa!».
«¡Vente ahora!».
En los extremos opuestos de las líneas telefónicas, los
sonidos del éxtasis llegaron a los oídos del otro cuando
ambos explotaron, él chorreando su propio semen, ella sus
líquidos mientras ola tras ola de intensa gratificación los
golpeaba. Angie gritó su liberación, pero Ian no quería que
su secretaria ni nadie más lo escuchara masturbándose en
su oficina. Fue difícil mantener sus gritos de finalización en
meros gruñidos y murmullos, pero de alguna manera, lo
logró. Por primera vez desde que la vio vestida para su cita
a ciegas hacía dos noches, su polla finalmente estaba
saciada y flácida, y no había entrado en ella… aún.
CAPÍTULO SIETE

A LAS DOCE DEL MEDIODÍA , A NGIE DETUVO SU T OYOTA C AMRY


hasta la caseta de seguridad de la puerta que conducía al
recinto vallado. Gracias a Dios que Ian le había dicho que
había cuatro almacenes de metal azul en el complejo, de lo
contrario habría pensado que había dado una vuelta
equivocada en alguna parte, aunque solo había hecho un
giro en la carretera principal. El lugar estaba en medio de
la nada, pero él había dicho que tanto su negocio como su
casa estaban ubicados en la propiedad. Se preguntaba
dónde estaría su casa porque no veía ninguna. El guardia
de la puerta se acercó a su auto y ella bajó la ventanilla del
conductor. «Hola, mi nombre es Angie y vine a ver a Ian.
Dijo que usted sabría que vendría».
El hombre corpulento, con bigote y una pistola en la
cadera, le inclinó la gorra de béisbol azul marino y sonrió.
«Buenas tardes, señorita Beckett. Soy Murray y, de hecho,
Ian me dijo que vendría, pero necesito ver una
identificación».
Cogió su bolso. «Oh cierto, lo siento, me lo dijo también.
Y que va a tomarme una foto para referencia futura».
«Sí, señorita. No necesitará su identificación
nuevamente, pero hasta que los otros guardias la conozcan,
escanearán su etiqueta de registro e ingresarán su foto en
la computadora antes de dejarla entrar. Debido a la
naturaleza de los negocios, la seguridad y la privacidad de
Ian son una alta prioridad aquí». Él tomó su licencia y la
pasó por un escáner que tenía en la mano. Cuando la
máquina emitió un pitido, se la devolvió y luego escaneó la
etiqueta de la matrícula de su vehículo en el parabrisas.
«Gracias, señorita. Casi termino. Permítame tomar la
cámara».
Unos momentos después, cuando le tomó la foto, la
puerta se abrió y Angie entró conduciendo. Se cerró la
puerta detrás de ella mientras estacionaba junto al primer
edificio, como le dijo Ian. Había otra puerta y una valla que
separaban este almacén de los demás, pero no había nadie.
Mientras salía de su Toyota Camry, vio a Ian bajando un
tramo de escaleras en el exterior del edificio con una gran
mezcla de Labrador negro apretándose a su pierna
izquierda. Sonrió cuando la alcanzó, sus manos ahuecaron
su rostro y su boca se posó con fuerza sobre la de ella. Su
beso fue insistente y en el momento en que sus labios se
separaron, su lengua se hundió en su interior, lamiendo,
saboreando, consumiendo. Sin embargo, tan rápido como
comenzó el beso, terminó cuando apartó los labios y gimió,
tocando su frente con la de ella. «Ese sexo telefónico fue
una de las experiencias más calientes de mi vida, ‘Ángel’. Si
no dejo de besarte ahora, te inclinaré sobre el capó de tu
auto y te follaré como loco, y no me importa si Murray o
alguien más está mirando».
Angie no pudo evitar el estremecimiento que la recorrió,
ni el gemido que escapó de su boca. Ian levantó la cabeza y
la miró fijamente por un momento antes de que su rostro se
iluminara con una expresión seductoramente malvada. «Te
gusta cómo suena eso, ¿no es así? Parece que mi angelito
es un poco exhibicionista». Ella se sonrojó y trató de
apartar la mirada, pero sus manos aún sostenían su
mandíbula y no la soltaba. «Creo que tendremos que
explorar esa teoría, pero mientras tanto, ven conmigo y te
mostraré el club. Como te dije por teléfono, tenemos reglas
estrictas que se aplican a todos, desde los propietarios a
todos los empleados. No existen juegos entre miembros e
invitados en ningún lugar del club hasta que se complete
una verificación de antecedentes general y un examen de
salud. Y si Devon, Mitch y yo escatimamos en las reglas, los
miembros comenzarían a pedir favores y eso solo causaría
problemas. Desafortunadamente y debido a ello… este será
un recorrido sin jugar cuando entremos, porque si te toco,
voy a tirar el libro de reglas por la ventana».
Ella se rió a pesar de que sentía lo mismo. Volvió su
atención al perro sentado ansiosamente a sus pies,
admirando su paciencia. Parecía estar esperando el visto
bueno para saltar sobre ella y lamerla hasta matarla.
«¿Quién es este dulce muchacho? Un día lo vi en casa de
Brody, ¿verdad? ¿De qué raza es?». Extendió su mano,
tratando de permitir que el cachorro la oliera, pero en
cambio miró a Ian. Su rabo rechoncho se movía locamente,
pero permaneció sentado junto a su dueño.
Ian lo miró con orgullo. «Este es Beau. Lo encontré
cuando era un cachorro, y todo lo que sabemos es que es
una mezcla de labrador y pitbull. Cuando no se está
haciendo el tonto o molesta con su pelota de goma, es un
perro guardián y rastreador entrenado. Beau, esta es
Angie. In Ordnung».
Le dio permiso y Beau le metió la nariz en la mano y la
olfateó con entusiasmo. La confusión de Angie era
evidente. «¿In Ordnung? ¿Qué significa eso?».
«Significa ‘está bien’ en alemán. Solo sabe unas pocas
palabras en inglés. La mayoría de los perros militares,
policiales y de seguridad están entrenados en alemán
porque no es un idioma común en los Estados Unidos».
Angie se inclinó para acariciar la cabeza del perro y
rascar sus suaves y aterciopeladas orejas. Se rió cuando el
perro hizo una versión canina de un baile feliz. «He
escuchado eso antes, o lo he leído en alguna parte. De esa
forma, a menos que los malos sepan alemán, no podrán
darle órdenes al perro».
«Exactamente». Tomó su otra mano e Ian señaló hacia la
cerca entre los edificios. La cabeza de Beau giró en la
misma dirección. «Geh rein».
El perro saltó hacia la cerca, con la gran lengua
colgando por un lado de su boca, y Angie vio que una
puerta batiente para perros había sido cortada en una
parte del eslabón de la cadena. Había una pequeña caja
negra encima, debajo de una capucha de plástico
transparente. Cuando Beau se acercó a ella, la luz del
dispositivo cambió de rojo a verde y de nuevo a rojo
después de que el perro atravesó la puerta al otro lado.
Corrió hacia el siguiente edificio y desapareció por otra
puerta para perros.
Tirando de la mano de Angie, Ian la condujo hacia las
escaleras por las que había bajado antes. «Tiene un
microchip debajo de la piel que le abre las puertas para
perros. Ese es el cuartel general de Trident, y allí
encontrará a alguien a quien fastidiar para un juego de
pelota».
Ian colocó la palma de su mano en un escáner al lado de
la puerta y escuchó un clic cuando la puerta se abrió. Miró
a su alrededor en busca de una señal, pero no vio ninguna.
«¿Este es el club?». No podía ser. El edificio era de metal
azul y hormigón marrón, un almacén común y corriente.
La dejó entrar primero y ella se quedó boquiabierta al
ver el interior. «Sí, este es mi club, aunque no se puede ver
nada desde el exterior».
El área cerrada en la que había entrado era similar al
pequeño vestíbulo de un hotel de cinco estrellas con un
mostrador de recepción y una sala de estar que constaba
de un sofá, sillas, mesas y lámparas. Tenía alfombras
grises, paredes de color rojo oscuro, muebles elegantes,
obras de arte y accesorios; la primera palabra que le vino a
la mente fue opulencia. Había un conjunto de puertas
antiguas de madera tallada con tiradores de hierro forjado
que se mezclaban con la decoración y supuso que daban al
resto del club. Una pintura en una pared le llamó la
atención y dio un paso adelante para mirar más de cerca.
La escena era erótica, pero hermosa y elegante, con dos
mujeres desnudas a los pies de lo que parecía ser un dios
griego barbudo igualmente desnudo. Puños de cabello de
las mujeres estaban envueltos alrededor de sus palmas y
muñecas, mientras él echaba sus cabezas hacia atrás,
exigiendo su rendición. Y, ¡mierda!, el dios tenía su
miembro erguido, ¡como un caballo! Apartó los ojos de la
enorme erección, miró la firma del artista y se sorprendió
de reconocerla. «La conozco. Quiero decir, no la conozco
personalmente, pero es local y he visto sus pinturas en
algunas galerías de Tampa. Es muy buena».
No se había dado cuenta de que Ian estaba tan cerca
detrás de ella hasta que sintió su cálido aliento en su oído,
y casi se sobresaltó ante el bajo retumbar de su voz. «Sí,
ella lo es. Adentro tenemos varias piezas más de su trabajo.
Es miembro del club, pero es un poco excéntrica y no viene
a menudo. Parece que cuando hace acto de presencia,
busca inspiración creativa más que perversión».
Angie resopló y se rió. «Puedo ver que, si su estilo es
erótico, entonces venir a un club de sexo pervertido en
busca de inspiración tiene sentido».
Se alejó y se rió con ella mientras cruzaba la habitación
hacia el mostrador de recepción. Cogió una pila de papeles
en dos montones y se los entregó. «Pon esto en tu bolso y
léelos más tarde. Incluye las reglas y protocolos del club y
una lista de límites de los sumisos. Aprende las reglas y
protocolos, se administran castigos acordes según la
infracción. La primera regla que debes aprender es que
cuando estemos en el club te dirigirás a mí y a cualquier
otro Dom como Amo o Ama y su nombre, si lo sabes. Pero si
no, usa Señor o Señora. La segunda regla es que los
comentarios groseros o insultantes están mal vistos y
generalmente resultarán en una forma de disciplina para
un sumiso. Las bromas inocentes de otros Dom son
normales, pero si un Dominante es grosero contigo,
avísame y me haré cargo de eso. Pero dudo que suceda.
Cuando estés aquí, usarás un collar sencillo que te
proporcionaré más tarde. Muestra a otros Dom por quien
estás hablando, y deben hablar conmigo antes de
interactuar contigo, más allá de las cortesías. También
significa que nadie puede tocarte o disciplinarte sin mi
consentimiento, y como es algo que rara vez doy, no
tendrás de qué preocuparte. Otras sumisas me pedirán
permiso para hablar contigo si están juntas. Si les doy mi
consentimiento, está implícito que también puedes hablar
con ellas a menos que yo diga lo contrario. Sé que esto es
mucho para asimilar de una vez, pero la mayor parte está
en los protocolos que te di. ¿Entendido?».
Santa mierda. Esto era mucho más de lo que esperaba,
pero de ninguna manera la disuadió. Cuanto más aprendía,
más deseaba experimentarlo. «Sí, Señor. Lo entiendo todo
hasta ahora».
«Allí hay una lista de límites de sumisos que quiero que
completes más tarde y me la devuelvas. Marca qué
actividades disfrutas, cuáles deseas probar y cuáles son
límites duros que no deseas experimentar. Las actividades
marcadas con asterisco al final son las extremas que no
están permitidas en el club». Hizo una pausa. «Ahora, si
aprender a jugar en BDSM conmigo es lo que realmente
quieres, entonces hay algunos requisitos más que debemos
repasar para que podamos hacer una escena en el club».
Si lo de anoche y lo de esta mañana eran indicios del
‘juego’ al que se refería, entonces ella estaba de acuerdo.
«Sí, Señor, eso es lo que quiero».
Obviamente satisfecho con su respuesta, así como con la
facilidad del uso de la palabra «Señor», continuó. «Se te
deberá realizar un examen físico completo, incluido un
análisis de sangre, con tu ginecólogo o uno de los médicos
de nuestro personal y pedirles que completen el formulario
al final de las reglas. ¿Utilizas un control de natalidad?».
Ella asintió con la cabeza, no avergonzada en lo más
mínimo por la importante cuestión. «Sí, me pongo la
inyección cada tres meses porque me resulta más fácil que
la píldora. También tuve mi examen físico anual con mi
ginecólogo hace unas semanas, así que no será un
problema que ella complete el formulario».
«Bien. Los miembros deben hacerse un examen físico
cada seis meses para mantener los privilegios de juego. Los
condones son obligatorios aquí en el club, pero yo siempre
los uso. Mi autorización de salud está archivada aquí si
deseas verla». Ella sacudió su cabeza. «Bien, lo siguiente es
que todos los miembros e invitados potenciales deben
pasar por una verificación de antecedentes para asegurarse
de que no representan una amenaza para la seguridad y
privacidad de los demás. ¿Eso va a ser un problema para
ti?».
Angie se mordió el labio y sus ojos se abrieron con
alarma, haciendo que la sonrisa de Ian desapareciera.
«Um, bueno, veamos, ya sabes sobre mi adicción a Ben &
Jerry’s, pero hay un incidente en el que estuve involucrada
que podría ser un problema».
Ella no pudo contener su risa y se hizo obvio que se
estaba burlando de él. Dejó escapar un suspiro y la señaló
con el dedo. «¿Y qué sería eso, mi pequeña mocosa?».
«Cuando mi amiga y yo teníamos doce años, nos echaron
del campamento de Girl Scouts por escabullirnos al
campamento de Boy Scouts para poder espiarlos mientras
se cambiaban el traje de baño».
Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. «Oh,
pequeña zorrilla traviesa».
Trató de parecer inocente, pero no pensó que lo estaba
convenciendo. «¿Qué? Sentimos curiosidad después de
escuchar a dos de las niñas mayores hablar sobre cómo se
veían los pitos de los niños. Tenían trece años y más
experiencia que nosotras. Desafortunadamente, nos
atraparon antes de que pudiéramos ver algo bueno. Cuando
llegué a casa al final de la semana, mi mamá me llevó a mi
primera cita con el ginecólogo y mi papá me castigó
durante un mes».
«Tengo la sensación de que no fue la primera o la última
vez que te castigaron». Él se rió de nuevo y negó con la
cabeza cuando ella le lanzó una sonrisa descarada. «Eres
absolutamente adorable. Está claro que mantuviste a tus
padres en vilo». Le dio uno de los dos papeles que todavía
tenía en la mano, así como también un bolígrafo. «Está
bien, estas son las últimas cosas que tenemos que repasar.
El primero es un contrato de privacidad que establece que
no se permiten cámaras, ni equipos de grabación en el
club. Los teléfonos móviles deben colocarse en vibrador y
llevarse en un bolsillo o bolso. Si alguien recibe una
llamada o un mensaje de texto, no se les permite sacar sus
teléfonos a menos que estén aquí en el vestíbulo o afuera, y
eso incluye los vestuarios. No puedes repetir a nadie lo que
o a quien veas aquí en el club. La privacidad y el anonimato
en BDSM son valorados y esperados. Si te encuentras con
alguien del club en público en algún lugar, finge que lo
conoces de otro lugar o no lo reconozcas en absoluto. No se
considera de mala educación fingir que no los conoces y no
deberías ofenderte si hacen lo mismo. Lee esto y firma en
la parte inferior. Es un contrato vinculante con
consecuencias legales si se viola».
Angie leyó por encima el papel y era más o menos lo que
él le había dicho. Se dio la vuelta, se inclinó sobre la mesa
de café en el área de asientos en busca de algo duro donde
escribir y mientras lo firmaba, escuchó a Ian gemir. Vio por
encima de su hombro y se dio cuenta de que él estaba
mirando su trasero. Sabía que el dobladillo de su falda
estaba a escasos centímetros de mostrar lo que estaba
escondiendo debajo, ella hizo un seductor movimiento de
sus caderas, haciéndolo gruñir esta vez. Él le dio una
nalgada rápida y punzante que la hizo gritar y a él reír.
«Me estás matando, ‘Ángel’. Sigue así y voy a estar
azotando tu dulce trasero muy pronto. Amo a las sumisas
malcriadas tanto como amo disciplinarlas». Una idea
pareció surgirle a él, y ella le lanzó una mirada cautelosa
mientras él tomaba su teléfono, enviando un mensaje de
texto rápido antes de volver a guardarlo en el bolsillo de
sus pantalones cargo.
«¿Qué fue eso?».
Sonrió y negó con la cabeza. «No hay nada de qué
preocuparse… todavía». Él tomó la pluma y el contrato que
ella le devolvió, colocándolos en el mostrador de recepción.
«Una de las sumisas que trabaja en el mostrador archivará
esto más tarde. La última página es un contrato general. Lo
revisaremos y lo firmaremos más tarde. Por ahora, sigamos
con el recorrido, ¿de acuerdo?».
Abrió una de las puertas dobles y le indicó con un gesto
que lo siguiera. Angie se quedó boquiabierta de asombro al
dar dos pasos por encima del umbral. El club actualmente
vacío era precioso y la decoración del vestíbulo se extendía
hasta el gran espacio que tenían ante ellos. Se encontraban
en un enorme piso superior en forma de ‘U’, que dominaba
el piso de abajo. Había una barra curva de madera oscura a
lo largo de la base de la ‘U’ o herradura, y en el otro
extremo, había una pequeña tienda y oficinas. A los lados
del balcón había numerosas áreas para sentarse contra las
paredes, además de mesas y sillas estilo bar en la
barandilla de bronce para que la gente pudiera observar lo
que estaba sucediendo en el primer piso. Al otro lado del
bar había una grandiosa escalera elegante que conducía
hacia abajo. En el centro, colgando del techo sobre el
primer piso, había tres grandes candelabros de hierro
forjado que combinaban con los apliques de las paredes.
«Guau, Ian, esto es hermoso. Es algo salido de un antiguo
castillo francés o algo así. No sé que esperaba, pero nada
como esto».
«Gracias, me alegro que te guste». Obviamente, se
sentía orgulloso del lugar. «Se requirió mucho trabajo para
hacer de La Alianza el lugar principal para practicar BDSM
en el área de Tampa. Antes de decidir los planos finales,
Devon y yo, junto con Mitch, hicimos una gira por algunos
clubes de élite en los EEUU y algunos en Europa. Antes de
decidirnos por este estilo, buscamos y consultamos con
diseñadores que tenían experiencia en el estilo de vida. Los
nuevos miembros e invitados suelen tener la misma
reacción que tú. La puerta al lado del bar conduce a las
escaleras hacia los vestuarios de abajo, y también hay
entradas en la planta baja. Algunas personas vienen
directamente del trabajo o de algún otro lugar, y de esta
manera aquí pueden cambiarse a su ropa del club. Vamos,
déjame mostrarte el Pozo».
«¿El Pozo?», preguntó con curiosidad.
Él se rió entre dientes. «Así llamamos a la parte de
abajo».
«Podría pensar que lo llamarían el calabozo».
Miró su reloj, aceleró el paso y la condujo por la gran
escalera. Se preguntaba cuál era la prisa.
«Al principio se llamó el Calabozo, pero, poco después
de que abrimos los miembros a quienes les gusta mirar
desde arriba lo llamaron el ‘Pozo’ y el nombre se quedó».
Llegaron al final de las escaleras y él observó su rostro
mientras contemplaba la gran área de juego con una
mezcla de asombro, curiosidad e incluso un poco de
entusiasmo.
A lo largo de las paredes había estaciones de escenas
individuales, cada una limitada con cuerdas de terciopelo
rojo y soportes de latón, como las que se usan normalmente
en un teatro. Debido a los metros cuadrados con que
contaba el lugar, pudieron colocar diez grandes áreas
acordonadas a cada lado, debajo de las rectas de la
herradura de arriba. Los vestuarios se ubicaban debajo de
las escaleras y el bar. En dos pasillos separados en el otro
extremo del Pozo, debajo de la tienda, las oficinas y las
áreas de almacenamiento, había doce suites y salas
temáticas para juegos privados. Dentro de la ‘U’ de la
planta baja había numerosas áreas para sentarse. Algunas
de ellas tenían sofás, sillones con respaldo y tumbonas,
mientras que otras consistían en pequeñas mesas con sillas
a juego donde podían tener conversaciones y/o juegos
sexuales. Todo el mobiliario era de cuero o de madera, que
era fácil de limpiar.
Pero la obra maestra del club era la gran Cruz de San
Andrés, en lo alto de un pequeño escenario de sesenta
centímetros de altura en el centro del Pozo. El aparato de
tortura medieval de dos metros de alto estaba cubierto de
cuero negro y en los extremos había ataduras para las
muñecas y los tobillos. Y era hacia donde Ian la estaba
llevando ahora. «Usamos esto para demostraciones y
ceremonias de compromiso o collares, como la que tuvieron
Kristen y Devon hace unos meses. Sube al escenario,
cariño».
Su voz bajó a ese tono entrelazado sensual que estaba
comenzando a reconocer como su voz Dominante y sus ojos
se abrieron. Ella solo dudó un breve momento antes de
subir los dos escalones y vio su mirada recorrer su cuerpo
de arriba a abajo. «Me encantan las botas de cuero hasta la
rodilla. Esas te las puedes dejar. En cuanto al jersey y la
falda… desnúdate hasta quedarte con el sujetador y las
bragas, ‘Ángel’».
«¿Pensé que no podíamos jugar?». Estaba nerviosa y
excitada al mismo tiempo, y la declaración salió como una
pregunta. La boca de Ian se convirtió en la sonrisa malvada
que le gustaba darle, la que hacía que su cuerpo se
estremeciera y los labios de su vagina temblaran de
anticipación.
Cruzó los brazos sobre el pecho y separó las piernas al
ancho de los hombros. «El hecho de que no juguemos, ni
nos toquemos no significa que no pueda ver la bonita
lencería que llevas puesta. He estado fantaseando con esto
todo el día. Ahora, desnúdate o di tu palabra de seguridad».
Angie tragó saliva, pero agarró la parte inferior de su
suéter y se lo pasó por la cabeza, tirándolo al suelo junto a
ella. Ante la mirada acalorada de Ian, sus pezones se
tensaron bajo el encaje transparente de su sostén, y sintió
un chorro de sus jugos fluir de su coño, empapando su
pequeña tanga. Sus ojos se clavaron en los de él mientras
se llevaba la mano detrás de la espalda, soltando el cierre
en la parte superior de su falda y bajando la cremallera,
sintiendo que cada diente se soltaba de su compañero.
Cuando la prenda cayó a sus pies en un charco, salió de
ella y la pateó para unirse a su top en el piso del escenario.
«Eres hermosa, cariño. Absolutamente exquisita. Date la
vuelta lentamente para mí, completamente… ¡santa
mierda! Debería caer de rodillas para agradecer al Señor
de arriba por conceder tanta belleza a tu trasero, ‘Ángel’.
Quiero morder ese pequeño lazo rosa y arrancártelo con
mis dientes». Sus palabras hicieron que su corazón latiera
más rápido. No estaba acostumbrada a que un hombre
hablara tanto de su cuerpo. Cuando completó la vuelta,
señaló la cruz detrás de ella. «Da un paso atrás contra la
cruz. Levanta los brazos y agarra las muñequeras y luego
quédate así».
Ella acababa de agarrar el segundo brazalete de velcro
cuando ambos oyeron abrirse las puertas dobles del piso de
arriba y el sonido de voces de hombres. Angie estaba a
punto de bajar las manos para cubrirse o lanzarse a buscar
su ropa cuando él la detuvo. «Uh-uh, ‘Ángel’. A menos que
desees utilizar tu palabra de seguridad, permanece como
estabas. Hoy he decidido sobrepasar un poco más tus
límites. El equipo y yo necesitamos tener una reunión y
luego te mostraré el resto del recinto. Por supuesto, te
dejaré vestirte de nuevo antes de que salgamos». Giró la
cabeza y levantó la voz para que los demás pudieran
escucharlo. «Quédense arriba hasta la cuenta de treinta».
Las voces se callaron y él volvió a mirarla. «Tienes
veinte de esos segundos para usar tu palabra de seguridad.
Si lo haces, puedes vestirte y sentarte en el sofá de allí
durante unos minutos hasta que terminemos. No me
enojaré, ni me decepcionaré en absoluto. Si no usas tu
palabra de seguridad, mis hombres y yo tendremos nuestra
reunión mientras nos das algo hermoso para mirar. Nadie
te tocará ni dirá nada que te haga sentir incómoda.
Simplemente admirarán tu hermoso cuerpo, como lo estoy
haciendo yo».
Mientras Ian miraba su reloj, la mente de Angie se
aceleró. Nunca antes se había desvestido delante de más
de un hombre. Si bien la idea la ponía nerviosa, la excitaba
aún más. Ella tragó y dio a conocer su decisión. «Me
quedaré donde estoy, Señor».
Él sonrió y su corazón se apretó sabiendo que ella lo
complacía.
«Maldita sea, haces un bonito adorno. Deberíamos tener
todas nuestras reuniones de esta manera».
Angie jadeó y sus mejillas se enrojecieron, pero se
quedó donde estaba y no pronunció una palabra. No se
había dado cuenta de lo rápido que serían treinta
segundos. Los otros cinco miembros de su equipo, incluido
su vecino de al lado, habían bajado las escaleras y se
acercaron a ellos dos. No estaba segura de quién había
hecho el comentario, ya que todos la miraban, no de
manera lasciva, sino con aprecio, y eso la hizo sentir
hermosa, sexy y francamente traviesa. Aquí estaba ella en
ropa interior, luciendo como una bailarina en un local de
striptease, y no estaba avergonzada. ¡Carajo! Era
exhibicionista. ¿Cómo es que nunca lo supo?
Vio a Jake alejarse primero, sonriendo y negando con la
cabeza, antes de tomar asiento en una silla con respaldo
alado. El resto le sonreía o le guiñaba un ojo antes de
sentarse también, mientras Ian seguía siendo el único de
pie frente a ella. «Me complaces, ‘Ángel’, mucho». Ella
brilló bajo sus elogios. «Me gustaría que mantuvieras los
brazos en alto por ahora, pero cuando te sientas incómoda,
házmelo saber. ¿Entendido?».
Cuando ella asintió, él sacudió la cabeza frunciendo el
ceño. ¡Oh, sí! «Sí, señor. Entiendo».
«Buena chica. Esto llevará unos quince o veinte minutos,
pero sospecho que te cansarás mucho antes de que
terminemos. No te preocupes por interrumpir porque ya
eres una deliciosa distracción».
Se giró y tomó el último asiento frente a ella. Por cómo
estaban todos situados, podían mirar hacia arriba y verla
fácilmente, excepto Jake, que estaba de espaldas a ella. A
ella le pareció extraño que él no la mirara como los demás,
pero no la molestó. De hecho, se estaba mojando cada
segundo y apretó los muslos. Devon había comenzado la
reunión, cualquiera que fuera, pero sus ojos siguieron en el
rostro de Ian. Cuando la vio retorcerse, señaló sus pies e
indicó con las manos que quería que abriera las piernas.
Mierda. La tanga le daba una cobertura limitada en su
entrepierna, y todos podrían ver la mayor parte de su coño
reluciente. Cerró los ojos y respiró hondo antes de abrir las
piernas y luego miró a Ian de nuevo para ver su
asentimiento de aprobación. Luego se quedó allí, en ropa
interior, mientras los hombres tenían su reunión, casi
ignorándola, excepto por una mirada, una sonrisa o un
guiño ocasionales.
Devon abrió un archivo que tenía en su mano. «Hemos
reducido el nuevo equipo de seis a catorce candidatos.
Once hombres y tres mujeres, todos altamente
recomendados por sus superiores o, en algunos casos, por
sus subordinados o activos protegidos. Cuatro están en el
FBI con antecedentes militares. Siete se han retirado
recientemente o están a punto de retirarse de varias
Fuerzas Especiales, uno de los cuales fue prisionero de
guerra durante una semana en Afganistán. Dos son de
equipos SWAT, uno en Los Ángeles y el otro en Chicago. El
último es del Servicio Secreto y tiene experiencia con
objetivos de alto nivel. Y debo agregar, que él fue quien
personalmente, evitó el año pasado que la hija pequeña del
presidente de la Cámara de Representantes fuera
secuestrada en unas vacaciones familiares en Jamaica.
Estoy seguro de que todos recuerdan el incidente». Tres
miembros de Al Qaeda, de bajo nivel y demasiado fanáticos,
intentaron llevarse a la niña de doce años del hotel en el
que se alojaba su familia. Otros dos agentes del Servicio
Secreto fueron asesinados a tiros, y si no hubiera sido por
Cain Foster, la niña podría haber sido decapitada en algún
momento para una yihad grabada en video.
Ian tomó el relevo y a ratos, su mirada se dirigía a ella
para asegurarse de que estaba bien. «Nos gustaría intentar
conseguir al menos una de las tres mujeres en el equipo si
podemos, pero no a expensas de pasar por alto un activo
mejor calificado. Tener una mujer de guardia para una
operación, si es necesaria, evita que tengamos que buscar
una a través de nuestros contratistas. Estamos
considerando una posición extra y a una mujer por motivos
distintos al equipo Omega, que es como se llamará el
segundo equipo».
Boomer resopló. «Siempre que sepan que no son el
equipo Alfa, que es como decidí que se llamará a nuestro
equipo». El grupo de hombres se rió entre dientes ante el
juego de palabras ya que todos eran Dom machos alfa en el
club y, antes de agregar un nuevo equipo, nunca habían
necesitado un nombre de equipo para ellos mismos.
«¿Cuál es la posición extra?», preguntó Jake.
Devon sonrió como un chico con juguete nuevo. «Piloto
de helicóptero».
«Mierda, ¿vamos a tener un helicóptero?». Era el turno
de Boomer de sonar como un niño en una juguetería… o un
Dom en una tienda de juguetes sexuales, porque parecía
que estaba listo para soltar una carga, y no porque había
una sexy mujer en lencería parada a menos de tres metros
de él.
Ian asintió. «Sí, tengo una revisión en línea en uno y
espero que podamos llegar a un acuerdo para fin de mes.
Como saben, el mes pasado compramos las cuatro
hectáreas al norte del complejo y ahí es donde se
construirá el helipuerto. Polo, sé que tienes mucho tiempo
de vuelo y te usaremos como respaldo, pero no quiero un
lugar vacío en el equipo si tienes que quedarte con el
pájaro en una operación».
Marco asintió con la cabeza. «Por mí está bien. Lo
subiré y haré un poco de entrenamiento con el nuevo piloto
en caso de que tenga que tomar el relevo en una
emergencia».
«Buena idea». Ian hizo una pausa cuando miró a Angie.
«Disculpen un segundo», le dijo a su equipo mientras se
levantaba y se acercaba al escenario. «¿Tienes los brazos
cansados, ‘Ángel’?».
Sus brazos estaban un poco incómodos, pero estaba
haciendo todo lo posible por mantenerlos en alto. Ella negó
con la cabeza, no queriendo decepcionarlo. «No, Señor, en
realidad no».
Sus ojos se entrecerraron y su expresión era severa. «Te
estás retorciendo, y puedo decir al mirar tu cara que no te
sientes cómoda. Ahora, ¿te gustaría intentar responder la
pregunta de nuevo, esta vez honestamente y no con lo que
crees que quiero escuchar?».
Maldita sea, debió haberle dicho la verdad la primera
vez que le preguntó. «Um, lo siento Señor, pero sí, mis
brazos están cansados».
«La disculpa será mejor por no decirme la verdad, y no
porque lamentas que tus brazos se hayan cansado en esa
posición. Duraste más de lo que esperaba. Puedes bajar los
brazos». Se alejó unos metros y regresó con una silla de
madera de respaldo recto, la giró y la colocó en el
escenario de modo que, si ella se sentaba correctamente,
tendría la cruz detrás de ella. «Siéntate a horcajadas,
‘Ángel’, y apoya las manos en los muslos».
Angie no supo qué la sorprendió más, la posición en la
que la quería para que todos pudieran ver su entrepierna a
través de los estrechos cojines de la silla, o el hecho de que
ella lo obedeciera sin dudarlo. Después de que ella hizo lo
que le indicó, él le dijo que abriera más las rodillas. Cuando
estuvo satisfecho, volvió a su propia silla y continuó con su
reunión mientras ella se sentaba allí, sus jugos goteando
por su raja. No quería mirar hacia abajo, pero estaba
segura de que estaba haciendo un charco en el asiento
debajo de su coño. Sus paredes se apretaron con la
necesidad de una polla que la llenara. Y no cualquier polla,
su sexo solo quería una… la de Ian. Estaba tan llena de
lujuria que estuvo tentada de interrumpir su encuentro y
rogarle que la follara allí mismo, frente a todos y, por
supuesto, ese pensamiento encendió su deseo aún más.
Menos de diez minutos después, Ian se puso de pie y se
dirigió a sus hombres. «Lean los archivos de los candidatos
y den a Devon o a mí recomendaciones o inquietudes.
Comenzaremos las entrevistas la semana que viene, y
quiero que cada uno de ustedes conozca a tantos de ellos
como lo permitan sus casos. Si no hay preguntas…
piérdanse y disfruten el resto de su domingo. Me tomaré el
resto de la tarde libre para pasar tiempo con mi hermosa
sumisa».
De nuevo, sonrisas y guiños le enviaron a su manera
cuando todos los hombres se despidieron de ella, y luego se
quedó a solas con Ian. Sexualmente frustrada más allá de
todo lo que había conocido, gimió cuando él recogió su
ropa, la sacudió y se la entregó. Había olvidado que no
podían tener sexo ni nada parecido mientras estaban en el
club. Mientras se apresuraba a vestirse, esperaba que su
casa estuviera cerca. Si no era así, lo obligaría a hacer lo
que dijo antes, y haría que se la follara sobre el capó de su
auto mientras Murray, y cualquier otra persona que
estuviera alrededor, observaba.
CAPÍTULO OCHO

«¿A DÓNDE VAMOS ?».


Por la puerta peatonal en la cerca, Ian la guiaba a pie a
través del estacionamiento hacia la sección más grande del
complejo. Al pasar por el edificio que albergaba las oficinas
de Trident, Beau salió corriendo por detrás y se puso al
lado de Ian sin que nadie se lo dijera. «A mi casa.
Convertimos el último edificio en grandes apartamentos. El
mío está en el primer piso y Devon y Kristen viven en el
segundo».
Continuaron por el lote pavimentado con su escolta
canina. Más duro que el granito y por tercera vez desde
que volvieron a subir la grandiosa escalera, Ian se ajustó el
pantalón, no tan discretamente y Angie sonrió con
complicidad cuando lo sorprendió en el acto. Estaba tan
excitado como ella, si no es que más, y no podía esperar a
que estuvieran solos. Cuando llegaron a la puerta exterior,
colocó la palma de su mano en un escáner, como el que
estaba afuera del club. Abrió la puerta para ella, la dejó
entrar antes que él. Había una puerta interior a su
apartamento y al lado había una puerta pequeña para
Beau. Aunque el perro entró por la misma puerta exterior
que ellos, no esperó a que Ian abriera la segunda puerta y
optó por usar su propia entrada. Desapareció en el interior
cuando Ian dio un paso adelante para escanear su palma
una vez más. A su izquierda había una escalera que
conducía al segundo apartamento.
Cuando se abrió la puerta frente a ellos, tiró de ella con
impaciencia. La puerta se cerró de golpe al mismo tiempo
que él la empujaba contra la pared cercana y aplastaba su
boca contra la de ella. No hubo nada gentil en el beso, y
estaba agradecido de que ella no se opusiera. De hecho,
ella fue igual de brusca. Él tomó el control y una de sus
manos se hundió en su cabello y cerró el puño. Tiró de sus
mechones solo lo suficiente para picar y le encantó cómo la
hizo reaccionar aún más frenética contra él. Maniobró su
cabeza hacia donde quería para tener mejor acceso a su
boca que estaba devorando. Las manos de ella se
envolvieron alrededor de su cuello y lo sostuvieron con la
misma posesividad. Desde el pecho hasta la ingle, estaban
fusionados entre sí. Sus pezones estaban duros, pero no tan
duros como la erección que él estaba apretando contra su
montículo. Encajaban como las piezas de un rompecabezas.
Su otra mano bajó por el costado hasta la cadera y por
debajo de la falda hasta el trasero. Él apretó y ella gimió en
su boca. Dobló la rodilla y la llevó hasta su cadera,
envolviendo su pierna alrededor de su muslo, tratando
desesperadamente de acercarse a él a pesar de que era
físicamente imposible hacerlo.
La puerta junto a ellos se abrió de golpe, e Ian arrancó
sus labios de los de ella al mismo tiempo que escucharon
un chillido femenino. «¡Dios mío, tío Ian! Lo siento mucho.
Oh, mierda. No importa, subiré a casa del tío Devon».
«No». La palabra salió ronca e Ian se aclaró la garganta.
«No, no lo hagas, Chica Bebé. Salieron a almorzar para
encontrarse con Will y algunos amigos. Solo ve a la cocina
y danos un minuto, ¿está bien?».
Todavía estaban unidos por la cadera y, aunque sabía
cómo se veía, no había forma de que Ian se alejara de ella
frente a su sobrina con la erección palpitante que tenía. Su
frente descansaba sobre la de Angie mientras ambos
intentaban disminuir su respiración.
«Está bien, me iré a otro lugar».
Miró a la joven y guapa rubia cuando estaba a punto de
cerrar la puerta de nuevo. Él echó un vistazo a sus ojos
hinchados y su rostro manchado de lágrimas y la agarró del
brazo. «¿Nena? ¿Qué ocurre?».
En el momento en que lo dijo, supo lo que ella iba a
decir. Al día siguiente por la noche sería el aniversario del
asesinato de sus padres. Maldita sea. Debió haberse
asegurado de que hoy estuviera bien, pero lo había estado
anoche, cuando habló con ella, y pensó que no sentiría el
impacto total hasta mañana. Se había equivocado.
«Lo siento mucho, pero hoy estuve pensando demasiado
y no quería estar sola. Mi compañera de cuarto se ha ido
hasta mañana y no quería explicarle a nadie lo que estaba
mal. Pero iré a buscar a Brody o a Jake».
Aunque todavía estaba apoyado contra Angie, arrastró a
Jenn a la habitación y la llevó hacia la cocina. «Entra a la
cocina. Saca las guarniciones para los sándwiches y
estaremos allí en un minuto. Todavía no hemos almorzado».
Parecía que iba a discutir, pero él no la dejó y la
preocupación en su voz era evidente. «Es una orden, Jenn».
Después de que ella hizo lo que le dijo, con Beau
pisándole los talones, cerró la puerta y volvió la cabeza
hacia Angie, que se había quedado allí en silencio mientras
él hablaba con su sobrina. Él tomó su mandíbula entre sus
manos y la besó suavemente en los labios. Mantuvo la voz
baja y le dijo: «Lo siento mucho, ‘Ángel’. No esperaba que
esto sucediera, pero mañana será un mal día para ella. Ella
es mi ahijada».
«Está bien, Ian. No te disculpes. Mañana es el
aniversario de la muerte de sus padres, ¿no es así?». Ella
estaba susurrando y cuando él frunció el ceño en confusión,
agregó: «Brody me contó lo que pasó y por qué vivía
contigo ahora».
Él asintió con la cabeza y finalmente se alejó de su
cuerpo. Echó un vistazo por encima del hombro para
asegurarse de que la costa estaba despejada, se acomodó,
gimiendo mientras lo hacía. «Cuando no está en su
dormitorio en la U. de T., está aquí». Observó mientras ella
se arreglaba la ropa. «Me gustaría que te quedaras a
conocerla, pero lo entenderé si no quieres en este
momento».
«Me gustaría conocerla, pero ¿no se sentiría mejor si me
voy?».
Pasó sus manos por sus brazos hasta sus manos y las
sostuvo, amando cómo sus delicados dedos se veían
entrelazados con los de él, más grandes y ásperos. Su piel
era tan suave que no quería dejar de tocarla. «No, creo que
a ella le vendría bien la distracción. Además, si te vas, ella
me hará veinte millones de preguntas y se sentirá culpable,
creyendo que te fuiste por ella. El típico pensamiento
adolescente, lo sé, y cuando se lo propone, es mejor que la
mayoría de los interrogadores militares. Será mucho más
fácil estando tú conmigo, ya que aún no te conoce».
Ella se rió y miró hacia abajo a su abultada entrepierna.
«Bien. Te diré una cosa: ve a controlar tu pilín y yo iré a
presentarme a tu sobrina».
Su ceja arqueada la hizo reír con más fuerza. Él extendió
la mano y le pellizcó el culo, y ella se tragó su grito de
sorpresa. «Mocosa. Y deja de reírte porque formalmente
serás presentada a mi ‘pilín’ más tarde, y te prometo que
será la última vez que lo llames así».
Apartándose de la pared, dejó que su mano rozara su
ingle mientras se dirigía hacia la cocina. Sexualmente
frustrado más allá de todo lo que había conocido, golpeó
dramáticamente su cabeza contra la pared y la escuchó
reírse de él. Sonrió y la vio entrar a la cocina y saludar a su
ahijada. «Hola, soy Angie».

CUATRO HORAS DESPUÉS , Angie estaba metida bajo el


brazo de Ian en el sofá, mientras que Jenn estaba
acurrucada en su silla extra ancha favorita, con Beau
roncando en el suelo a su lado. Después de que Ian había
vuelto a poner su cuerpo a fuego lento, se había unido a
ellas en la cocina. Jenn había hecho su propio sándwich y
había estado dando los toques finales a su elección
habitual, mientras Angie estaba terminando su propia
creación. También sacaron un poco de ensalada de col y la
amada crema agria de Jenn y papas fritas con cebolla.
Las dos mujeres se habían caído bien instantáneamente.
No pasó mucho tiempo para convencer a Jenn de que no
había necesidad de disculparse por su interrupción, y Angie
pronto hizo que su sobrina hablara sobre la escuela y su
trabajo como mesera en el bar del hermano de Jake.
Mientras llevaban los sándwiches y las patatas fritas a la
sala de estar y se ponían cómodos, Ian cogió tres botellas
de agua del refrigerador y las siguió. Ahora estaban viendo
La Princesa Prometida seguido de Las Locas, Locas
Aventuras de Robin Hood. Afortunadamente, ambas
mujeres estaban de humor para un poco de comedia en
lugar de películas para chicas sentimentales.
Aunque lo estaba disfrutando, a Ian le costaba aceptar lo
cómoda que se sentía la escena doméstica. Era una rara
ocasión si traía a una mujer a casa, y esta era la primera
mujer en mucho tiempo que le presentaba a su ahijada.
Desde que su compromiso había terminado hacía diez años
ya, había salido con numerosas mujeres. Algunas de las
relaciones incluso duraban unos meses, pero cada vez que
una mujer lo presionaba para que siguieran, rompía. No
entraba en una relación con la intención de terminarla en
un momento determinado, sin embargo, es lo que siempre
pasaba. Mientras la mujer mantuviera las cosas ligeras y
sin complicaciones, Ian estaba bien, pero se negaba a
permitir que nuevamente una mujer se acercara demasiado
a él. A pesar de sus mejores esfuerzos para seguir adelante,
siempre se reducía a una cosa: no quería pasar por lo que
había experimentado cuando Kaliope le rompió el corazón.
Hubo un tiempo en el que había creído en las almas
gemelas y pensó que había encontrado la suya. Nunca
había sido el hombre más romántico del mundo. No
recitaba poesías, ni pensaba en llevar flores a una mujer
solo porque le apeteciera. Ella sabía cómo era él desde el
principio de su relación, pero Kaliope pensaba que podía
cambiarlo. Había tratado de demostrarle que la amaba a su
manera única, se aseguraba de que su coche estuviera
siempre en perfecto estado para que no se le estropeara;
compartía las tareas del hogar con ella, asegurándose de
hacer las cosas más pesadas y nunca dejar que ella sacara
la basura sucia; la elogiaba y la apoyaba en todo lo que
hacía, ya fuera un éxito o un fracaso. Ella era presentadora
de noticias locales en Virginia, mientras él estaba apostado
cerca, y fantaseaba con conseguir un puesto de
presentadora en un programa de noticias nacional.
Desafortunadamente, también lo hacían todos los demás
reporteros de televisión en los Estados Unidos. La
competencia podía ser dura y aunque Ian se había sentido
orgulloso sin importar lo que hiciera, no había sido
suficiente para ella. Si intentaba consolarla después de que
fracasara en una audición con una cadena más grande, ella
se enojaba y gritaba que solo la estaba tratando con
condescendencia. Lo peor había sido cuando ella le había
dicho que la estaba reteniendo de sus sueños. Había
querido a Kaliope y, al final, no había sido lo
suficientemente bueno para ella. Ahora Ian mantenía sus
relaciones simples, negándose a que nunca más le
destrozaran el corazón.
Cuando los créditos finales comenzaron a desplazarse
hacia arriba en el televisor de la pantalla plana de sesenta
pulgadas, Jenn se levantó y recogió los platos llenos de
migas que habían quedado de su comida. «Voy a ir a mi
habitación a trabajar en mi proyecto final. No te preocupes
por mí para la cena. Ya prepararé algo más tarde». Se
inclinó y besó su mejilla. «Gracias por todo, tío Ian. A ti
también, Angie, y fue un placer conocerte. Una vez más,
lamento mucho haber interrumpido su tarde».
Ambos le sonrieron, diciéndole que estaba bien y que
tenía que dejar de disculparse por necesitar compañía.
Después de que ella y Beau los dejaron solos, Ian tomó lo
último de los restos de su almuerzo y un tazón vacío de
palomitas de maíz, llevándolo todo a la cocina mientras
Angie miraba de nuevo alrededor del apartamento. Si
pudiera llamarlo apartamento, ya que se parecía más a una
enorme suite en el ático de un hotel de lujo. La sala de
estar tenía sofás y sillas con capacidad para al menos diez
personas, junto con un enorme centro de entretenimiento.
Detrás del sofá había otra área de conversación donde se
encontraba una barra de madera y espejos de cuatro
plazas. Un tablero de dardos colgaba entre la barra y la
esquina de la habitación, con una sección de corcho que
protegía la pared de lanzamientos erróneos. El comedor
adjunto contenía una mesa formal de ocho asientos, sillas y
un aparador de porcelana con dos sillas adicionales que se
podían usar cuando se requería la extensión. Una cocina
gourmet antecomedor estaba al otro lado del comedor con
electrodomésticos de acero inoxidable. Era el sueño de una
anfitriona de fiesta.
Temprano en la tarde, Angie se había quitado las botas y
trató de ponerse cómoda en el sofá junto a Ian, sin que su
entrepierna se mostrara debajo de su falda corta. Jenn se
dio cuenta de que estaba incómoda y le ofreció un par de
pantalones de yoga y una sudadera de la Universidad de
Tampa para que se cambiara. Agradecida, Angie aceptó la
oferta y utilizó el dormitorio principal para cambiarse
rápidamente. También había dos dormitorios adicionales, el
más alejado de la habitación de Ian era obviamente el de
Jenn, y un baño para invitados en el pasillo. Los dos
dormitorios más pequeños eran más grandes que la propia
sala de estar de Angie. Lo único extraño del apartamento
era que las ventanas horizontales de cada habitación
estaban elevadas a unos dos metros y medio por encima de
las paredes de tres metros, lo que permitía que entrara
mucha luz sin que nadie pudiera ver el interior desde el
exterior. Ella pensó que era una característica de seguridad
debido a su línea de trabajo. Con la excepción del elegante
dormitorio rosa y violeta de la joven, el resto de la casa
estaba bellamente decorado en tonos tierra. Ian le había
explicado que su madre se había hecho cargo después de
que los apartamentos se volvieran habitables y contrató a
un decorador de interiores para sus dos hijos. De lo
contrario, se habrían visto como las típicas casas de soltero
con muebles desiguales y nada en las paredes, excepto el
tablero de dardos. Tal como estaba, tuvo que convencer al
decorador para que lo incluyera en la decoración.
Ella miró una foto antigua colocada sobre una de las
mesas auxiliares cuando Ian regresó a la habitación. La
foto era de él y sus hermanos de hacía unos veinte años.
Ian estaba en el centro con dos niños un poco más
pequeños a cada lado y sostenía por las axilas a otro niño,
de alrededor de unos seis años. «Este eres tú, el mayor,
pero ¿cuál de estos dos es Devon? ¿Son gemelos?».
Señaló al adolescente a su izquierda. «Este es Dev. El
pequeño que está al frente es nuestro hermano Nick, y este
es John, y no, Devon es once meses mayor, pero mucha
gente tenía problemas para diferenciarlos».
«¿Nick y John también viven en Florida?».
Tomando su mano, la levantó del sofá y la atrajo hacia sí.
«Nick ahora tiene veinticinco años y está en la Marina en
San Diego». Una expresión de tristeza se apoderó de su
rostro. «Y John murió cuando tenía diecisiete años».
Sintiéndose muy mal por su pérdida, se dio cuenta de
que tenían más en común de lo que pensó originalmente.
«Lo siento. Perdí a mi hermano cuando él tenía diecisiete
años y yo nueve. Murió en un accidente automovilístico con
tres de sus amigos».
Ian tomó su mejilla con su pulgar acariciando su línea de
la mandíbula. «Lamento tu pérdida también. Sin que
nosotros lo supiéramos, John se había vuelto alcohólico y se
emborrachó un día que no asistió a la escuela. Se desmayó,
vomitó y aspiró. Mi papá lo encontró». Tragó saliva al
recordarlo. «Todos lo tomamos muy mal, pero Devon
mucho más. Se estaba torturando a sí mismo por una culpa
que no le correspondía al no haber podido evitar que John
cayera en la espiral. El problema era que el chico escondía
bien su adicción y ninguno de nosotros lo sabía. Y somos
una familia unida. De todos modos, Dev pensó que debería
haberse dado cuenta del problema y tomar el control de la
situación. El hecho de que no lo hiciera, se convirtió en un
problema para él. Su dolor y enojo estaban empezando a
sacar lo mejor, así que después de que terminamos en el
mismo equipo SEAL, le presenté el estilo de vida para
ayudarlo a lidiar con eso. Tomar el control de otros
aspectos de su vida le dio a Dev la capacidad de lidiar con
la muerte de John».
Movió sus manos de alrededor de su cintura y las subió
hacia su pecho, explorando su físico mientras hablaba. «¿Es
por eso que Devon no bebe? Lo vi solo tomando agua tónica
anoche». ¿La gala había sido solo anoche? Parecía que
habían pasado tantas cosas entre Ian y ella desde entonces.
«Sí». Él empujó sus caderas hacia las suyas, frotando su
erección contra ella. «Pero realmente no quiero hablar de
Devon ni de nadie más que de ti en este momento. Tenemos
algunos asuntos pendientes de los que debemos ocuparnos,
pequeña».
Se sintió perversa y se lamió los labios, lenta y
seductora, y él gimió ante la vista mientras ella subía sus
dedos por su pecho. «Pero ¿qué hay de Jenn?».
Se inclinó hacia adelante y le acarició el cuello con la
nariz. «Ella estará ocupada con su proyecto final, y mi
habitación está lo suficientemente lejos como para que no
escuche nada, siempre que mantengamos nuestras voces y
tus gritos en un susurro».
«Lo siento», murmuró mientras se sonrojaba.
La tomó de la mano y la condujo por el pasillo pasando
por la puerta cerrada de Jenn. «No lo lamentes. Me encanta
lo vocal que eres. Solo que no quiero que mi sobrina lo
sepa, y estoy seguro de que ella tampoco. Y no te
preocupes porque siempre usa sus auriculares y escucha su
iPod mientras hace sus tareas escolares». Después de
cerrar y echar llave a la puerta de su dormitorio detrás de
ellos, la abrazó y la besó. No comenzó tan explosivo como
lo hizo antes, pero no pasó mucho tiempo para que
volvieran a ese nivel. Pasaron varios minutos
consumiéndose el uno al otro antes de que Ian se relajara y
la soltara. Caminó hacia una pequeña sala de estar junto a
una chimenea de gas en el lado más alejado de su cama y
se sentó en una silla tapizada con rayas azules y verdes.
Cogió un remoto y suave música de jazz llenó el aire.
«Desnúdate para mí, ‘Ángel’. Sensual y lentamente.
Engatúsame. ¿Recuerdas cuál es tu palabra de
seguridad?».
Demonios, la ponía más caliente que la lava cuando le
hablaba con esa voz profunda y autoritaria. «Mi palabra de
seguridad es roja, Señor».
Le encantaba bailar y balancear sus caderas al ritmo de
la música y era algo que le salía natural. Ella procedió a
darle el mejor striptease y baile erótico de su vida. No le
tomó mucho tiempo quitarse la sudadera y los pantalones
de yoga, pero luego disminuyó la velocidad. Sensualmente
deslizó sus manos hacia arriba y hacia abajo por su cuerpo,
jugaba con sus pechos y clítoris a través de la tela de su
ropa interior hasta que Ian tuvo que desabrocharse los
pantalones para tener el espacio que tanto necesitaba para
su erección. Estaba sorprendida y emocionada de ver que
él se había puesto en ‘acción comando’, y gimió, sabiendo
que su pene duro había estado a un paso de su toque la
mayor parte del día. La cabeza de color púrpura oscuro
soltaba líquido y ella estaba ansiosa por saborearlo, pero
todavía no. Ella no había terminado de excitarlo.
Se dio la vuelta, se inclinó y estiró la mano para abrir
sus nalgas, sonriendo y moviendo las caderas cuando él
gruñó. «Joder, ‘Ángel’. Algún día, pronto, tomaré tu dulce
culo y lo follaré fuerte y rápido. Y te prometo que te
encantará cada minuto».
Su coño se estremeció al pensar en él follándola allí, un
lugar donde ningún otro hombre había estado. Se puso de
pie, permaneció de espaldas mientras se estiraba hacia
atrás y se desabrochaba el sujetador. Sostuvo con una
mano el frente en su lugar, se bajó los tirantes, centímetro
a centímetro, hasta que sus brazos quedaron libres. Ella
tomó la pieza de encaje y la arrojó sobre su cabeza en su
dirección. Cuando vio que lo atrapó, comenzó a mover sus
caderas y bajó su tanga, alargando el proceso tanto como
pudo. Luego salió de ellos, se dio la vuelta y se los tiró
también. Esta vez, cuando agarró la prenda, se la llevó a la
cara, inhalándola profundamente. Sus ojos azules
llamearon y se oscurecieron con un ardiente deseo.
«Maldita sea, cariño. Ojalá pudiera embotellar tu esencia y
llevarla conmigo a todas partes. Pasa tus dedos por tu coño
y pruébate a ti misma. Quiero que pruebes lo que yo hago
cuando te como».
¡Santo cielo! Nunca antes se había probado a sí misma,
pero a pesar de que se sonrojó, la demanda no la apagó. De
hecho, sintió que su reacción brotaba de entre sus piernas
como si su cuerpo le estuviera dando mucho por probar.
Sin prisa, se pasó la mano estirada por el abdomen
mientras sus dedos se deslizaban hacia abajo, marcando el
camino. Rozó su clítoris y sus saturados pliegues. Después
de tomar su humedad, se llevó los dedos a la boca y se
lamió cada dedo, uno por uno, gimiendo por el sabor
picante cuando golpeó su lengua.
Ian le hizo una señal con un dedo. «Ven aquí, cariño, y
hazlo de nuevo. Es mi turno saborearte».
Ella dio varios pasos hacia adelante y se detuvo con las
piernas a horcajadas sobre sus rodillas. Repitió el proceso
de recoger su crema, levantó la mano y la sostuvo a unos
centímetros de su boca, haciéndolo alcanzarla. La agarró
por la muñeca, separó los labios, tomó dos de sus dedos y
los chupó para limpiarlos antes de pasar a los dos
siguientes y, por fin, a su pulgar, que mordisqueó. El sonido
de los sorbos y su tarareo de satisfacción, hicieron que
deseara poner otras cosas en su boca, principalmente sus
tetas y clítoris.
«De rodillas, ‘Ángel’. Quiero que me la chupes».
¡Oh, gracias, carajo! Le encantaba dar mamadas y se
moría por saborear su pre-semen que se filtraba por la
punta. Ella se arrodilló ante él y se arrastró hacia adelante,
entre sus rodillas cuando él las separó. Él todavía tenía
puestos los pantalones cargo y la camisa, y esta vez ella se
sintió mal por que él estuviera vestido y ella desnuda.
Cuando alcanzó su polla, él la detuvo. «Solo tu boca, cariño.
Manos atrás de tu espalda, como cuando eras una niña,
moviéndote en busca de manzanas».
Sonrió, se lamió los labios e hizo lo que le dijo. Usó su
pulgar y el índice y colocó su pene de modo que apuntara al
techo. Con la otra mano, agarró un mechón de su cabello y
guió su boca para que tomara su punta. Pasó la lengua por
su cabeza y la probó. Estaba delicioso, y lo hizo de nuevo
antes de que lentamente comenzara a empalar su boca con
su eje. Movía sus caderas hacia adelante para que ella
pudiera tomar más de él, estableciendo el ritmo lento que
quería que ella usara mientras su cabeza se balanceaba
hacia arriba y hacia abajo. Él soltó el agarre de su mano en
su cabello, luego apartó los mechones sueltos que habían
caído alrededor de su rostro y los colocó detrás de sus
orejas para poder ver mejor su boca.
Él se inclinó y jugó con sus pezones mientras ella lo
metía y sacaba de su boca. Pellizcó, tiró y rodó sus
pequeños picos rígidos, y cuando ella ronroneó, supo que él
lo sentía a lo largo de su polla y en sus bolas. Usó su lengua
y ella lo lamió como un cono de helado en cada golpe hacia
arriba, provocando la muesca en forma de V en la parte
inferior de su polla, y fue su turno de tararear con
satisfacción.
Los ojos de Ian se volvieron a poner en blanco. «Joder,
‘Ángel’. Lo único mejor de como se siente, es cómo te ves
tomando mi polla entre tus labios rojos y carnosos.
Chúpame, cariño, tan fuerte como tú… ¡aaahhhh, joder!
¡Mierda! ¡Hazlo otra vez». Él comenzó a respirar con
dificultad, sus caderas se movieron hacia arriba, y ella lo
llevó tan atrás en su boca que él le golpeó la garganta.
¡Mierda! O no tenía reflejo nauseoso, o tenía un control
excepcional.
Cuando ella tragó, su garganta se cerró alrededor de él,
y vio estrellas mientras gemía de éxtasis. Iba a tener que
detenerla pronto porque quería estar en su coño cuando se
corriera dentro de su cuerpo por primera vez, pero se
sentía demasiado bien como para detenerla todavía.
«Mierda, nena. Quiero agradecer y luego matar al bastardo
que te enseñó a hacer una mamada, porque eres tan
jodidamente buena en eso. Pero no quiero imaginarte
haciéndole esto a nadie más que a mí».
No pudo aguantar más. La agarró de nuevo por el pelo,
la apartó de él, pero ella logró darle un último golpe en la
cabeza con la lengua, la pequeña mocosa. Dándole una
mano, la ayudó a ponerse de pie. Mientras ella se lamía los
labios hinchados, él le dijo: «Súbete a mi cama y ponte de
rodillas para que pueda tomarte por detrás. Me estabas
tomando el pelo con tu culito caliente antes en el vestíbulo,
y ahora voy a azotarlo antes de follarte. Hay consecuencias
por burlarse de un Dominante cuando no se te ha dicho que
lo hagas».
Angie se lanzó sobre la cama. Lo necesitaba dentro de
ella y no se avergonzaba de admitir que anhelaba la rudeza
que él le estaba ofreciendo. Ella siempre había querido que
la azotaran, pero el único novio que estaría de acuerdo en
hacerlo no había estado muy interesado y la experiencia la
dejó queriendo mucho más de lo que había recibido. Dos de
sus otros novios la habían mirado como si estuviera loca
cuando les dijo lo que quería y dejó de pedirlo. Pero tenía la
sensación de que Ian le iba a dar, no solo lo que ella quería,
sino lo que ansiaba.
Una vez que estuvo en posición, lo miró por encima del
hombro. Estaba de pie junto a la cama mirando su trasero
mientras se quitaba la ropa. «Ojos al frente».
Ella volteó y lo escuchó abrir un cajón de la mesita de
noche y luego el sonido de la envoltura del condón al
abrirse. La cama se hundió cuando él se subió por detrás, y
ella se sorprendió cuando comenzó a acariciar y apretar los
globos de su trasero en lugar de azotarla de inmediato.
«Hermoso, ‘Ángel’. Tienes el culo más bonito que he visto
en mi vida. Y se verá aún más bonito cuando le ponga un
bonito tono rosado».
No estaba preparada para el primer golpe, y aunque no
había sido demasiado fuerte, ella dejó escapar un grito e
instintivamente trató de alejarse. Ian la agarró por las
caderas y la mantuvo en su lugar. «¿Vas a algún lado,
cariño?».
Maldito sea. Sonaba divertido y ella puso los ojos en
blanco, agradecida de que no pudiera verle la cara. «No,
Señor. Simplemente no lo esperaba».
«Bueno, ahora lo harás. Recuerda, Jenn está al final del
pasillo, así que no grites».
Se alegró de que le recordara a su sobrina porque Angie
se había olvidado de la joven. Debe haber sido la razón por
la que había subido un poco el volumen de la música, antes
de unirse a ella en la cama porque amortiguaría el sonido
de su mano golpeando su piel desnuda. Su otra mano se
levantó y golpeó su otra nalga. Este fue un poco más duro
que el primero, pero se mantuvo en posición y contuvo su
chillido. Para cuando le dio la tercera, cuarta y quinta
nalgadas, su trasero comenzaba a sentirse como si
estuviera en llamas. No había golpeado el mismo lugar dos
veces, extendiéndolos por sus nalgas y la parte superior de
los muslos. Y en lugar de intentar escapar, Angie inclinaba
la espalda y empujaba las caderas más alto, dándole un
mejor acceso. ¿Estaba mal disfrutar del dolor hasta el
punto de que ella estaba empapada y lista para rogarle que
la follara? Se detuvo después del octavo golpe y puso su
mano sobre la carne que acababa de golpear, manteniendo
el calor y ella gimió. «¿Estás bien, ‘Ángel’? Dame un color:
¿verde, amarillo o rojo?».
«Verde … Señor». Su respiración había aumentado
después del tercer o cuarto azote y ahora estaba jadeando.
«Oh Dios … tan verde».
«¿En verdad?». Ella podía escuchar la sonrisa en su voz.
«¿Por qué no lo siento por mí, hmm?». Antes de que
pudiera responder, su mano se deslizó entre sus piernas.
«Mmmm. Tan agradable y húmedo. Pero no te corras sin mi
permiso».
Le quitó los dedos exploradores y ella lo escuchó
limpiarlos con la boca. Lo sintió acercarse a ella y frotar la
cabeza de su polla a través de sus pliegues empapados
antes de empujarla profundamente en su coño con un
movimiento rápido, gimiendo mientras lo hacía.
¡Santo cielo, es tan grande! Se sintió tan llena mientras
él se mantenía dentro de ella, esperando que su cuerpo se
adaptara a su tamaño. Tuvo que contener el impulso de
rogarle que se moviera y rezó para que no la hiciera
esperar demasiado antes de darle permiso para venirse
porque estaba al borde del precipicio.
Él arrastró su pene hacia afuera mientras su codicioso
coño se apretaba, tratando de mantenerlo dentro. Se
detuvo con la cabeza en el interior de ella, y como reacción,
ella empujó sus caderas hacia atrás tratando de que él
profundizara de nuevo. Su mano golpeó su nalga derecha y
ella jadeó. «Tú no pones el ritmo, cariño. Yo lo hago. Y
ahora mismo, estoy saboreando la sensación de ti a mi
alrededor, así que quédate quieta».
«S-sí, Señor. L-lo siento, pero te sientes tan bien».

IAN VOLVIÓ FÁCILMENTE A ENTRAR en ella hasta que


quedó enterrado hasta la empuñadura y repitió el ciclo
varias veces más, con una dura palmada en su trasero.
«Maldita sea, ‘Ángel’. Te sientes increíble. Tan caliente y
apretada. No creo que vaya a durar mucho».
Podría terminar siendo más rápido de lo que él quería,
pero se aseguraría de que fuera bueno para ella antes de
encontrar su propia liberación. El arrastre de sus paredes
contra su polla se sentía tan bien, era absolutamente
pecaminoso. La agarró por las caderas y no pudo evitar
acelerar, estableciendo un ritmo casi frenético mientras la
golpeaba por detrás. Los sonidos de la carne golpeando la
suya llenaron la habitación, mientras sus caderas
rebotaban en su delicioso trasero.
«Oh Dios, voy a venirme. ¡Por favor, Ian!». Aunque sus
palabras eran susurros suplicantes, aún podía escuchar su
desesperación.
«Todavía no, ‘Ángel’. Ya casi». Después de algunas
embestidas más, cuando sintió el hormigueo en la columna
vertebral dispararse a sus bolas, supo que tenía que
hacerla correrse. Alcanzó su cadera, localizó su clítoris y lo
pellizcó. «¡Ahora!».
Esa única palabra y un pellizco eran todo lo que
necesitaba mientras se hizo añicos a su alrededor. Sus
gritos de liberación fueron ahogados mientras gritaba en el
edredón y ordeñaba la semilla de su cuerpo. Ella se apretó
a su alrededor y él vio puntos negros ante sus ojos. Siguió
moviendo sus caderas, tratando de extender ambos
orgasmos el mayor tiempo posible, hasta que todo su
cuerpo finalmente se desplomó en la cama. Cayó hacia
adelante sobre sus antebrazos con uno a cada lado de la
cabeza de ella. Con el pecho contra la espalda de Angie, se
las arregló para mantener algo de su peso fuera. Ambos
estaban jadeando por aire, sus cuerpos cubiertos de sudor,
y por mucho que lo matara hacerlo, Ian se desprendió.
Cuando estuvo seguro de que podía estar de pie sin
colapsar, le acarició la espalda y el trasero mientras se
arrastraba fuera de la cama. «Quédate ahí, cariño. Vuelvo
enseguida».
Él sonrió ante su respuesta murmurada mientras ella
enderezaba las rodillas y se acostaba boca abajo. Descartó
su condón en el baño, metió la mano en la ducha y abrió el
agua para que se calentara. Se movió de nuevo al lado de la
cama y miró su cuerpo saciado, no se sorprendió cuando
comenzó a ponerse duro de nuevo al verla. No podía tener
suficiente de su angelito. Después de agarrar otro condón,
envolvió sus manos alrededor de sus tobillos y la arrastró
hacia él. Cuando ella refunfuñó en una débil protesta, él le
dio una palmada en el trasero rosado y llamó su atención.
Ella volteó y lo miró. «¿Qué ha sido eso?».
Él le dio una sonrisa maligna. «El Dom en mí tenía ganas
de hacerlo».
«Bueno, dile al Dom que hay en ti que sienta un poco de
simpatía porque estoy medio inconsciente. Me agotaste».
Riendo, la tomó en sus brazos, la llevó al baño y
directamente a su ducha extra grande. «Espero no haberte
agotado demasiado, porque estoy listo para más».
Su expresión era de sorpresa mientras miraba su ingle
después de que él soltara sus piernas, permitiéndole
ponerse de pie. Sonrió y la acompañó hacia el chorro de
agua caliente que venía de ambos lados de la ducha y
también de arriba. Ella se agachó e hizo un puño alrededor
de su erección todavía creciente. «Creo que me puede
quedar algo de energía ya que obviamente estás preparado
para ello».
Dejó que ella bombeara lentamente su eje mientras
arrojaba el condón en un estante y agarraba una botella de
jabón corporal, echando un poco en su mano. Formó
espuma, comenzó con su cuello y hombros y limpió cada
centímetro de su cuerpo, prestando especial atención a sus
senos, culo y entrepierna. Cuando terminó, le permitió a
ella hacer lo mismo con él, dejándola explorar para su
obvio deleite. Admiró sus dos tatuajes: la banda tribal
alrededor de la parte superior del brazo izquierdo y la
bandera estadounidense y el ancla sobre el hombro
derecho. Sus manos recorrieron sus diversas cicatrices,
preguntándole cómo había conseguido cada una. Él no
podía recordar cómo se había hecho algunas de ellas, pero
había tres que había recibido en combate que nunca
olvidaría. La cicatriz de ocho centímetros en la parte
superior de su brazo izquierdo y otra de trece centímetros
en su abdomen, eran heridas de cuchillo que habían
causado poco daño. Pero una herida de bala en el pecho
izquierdo, sobre su corazón, era un recordatorio constante
de lo peligrosas que habían sido algunas de sus vivencias
en la Marina. Los médicos le habían dicho que, si lo
hubiera golpeado un poco más abajo, se habría ido de Irak
en una bolsa para cadáveres.
No llevaba puesto su chaleco antibalas cuando salió del
comedor cuando un policía iraquí, al que se le había
permitido estar en su base para entrenar, decidió que
quería cambiar su lealtad. Mientras que dos infantes de la
marina habían muerto, él y otro SEAL habían resultado
heridos en el ataque de tres segundos, antes de que el
traidor fuera abatido por Marco, que había estado unos
pasos detrás de Ian. Afortunadamente, una de sus costillas
detuvo la bala de bajo calibre y, después de solo dos días en
el hospital, pudo regresar a los Estados Unidos hasta que
fue autorizado nuevamente para el servicio. Su Corazón
Púrpura estaba guardado con el resto de sus medallas en
una bandeja de valet en su tocador.
Después de que él le contó sobre las cicatrices que
recordaba haber recibido, ella besó cada una, y sus tiernas
acciones lo conmovieron. Pero pronto sacó esos
pensamientos de su cerebro, no queriendo dejar que ella se
acercara a su corazón donde él era más vulnerable porque
nunca permitiría que la historia se repitiera. La agarró por
las caderas y la hizo girar para que estuviera frente a un
banco empotrado de azulejos. Cogió el condón que había
tirado antes. «Inclínate, cariño, y pon tus manos en el
banco. Puedes venirte cuando lo necesites en este
momento». Ian se enfundó y luego se echó un poco más de
jabón en las manos. Pasando sus dedos por la rajadura de
su trasero, metió sus dedos resbaladizos en su agujero
trasero. Primero uno, seguido de dos. Pronto la hizo gemir
y retorcerse mientras los empujaba hacia adentro y hacia
afuera, haciéndolos tijeras para estirarla más. Por mucho
que quisiera llevarla allí, ella no estaba lista para su
tamaño. Tendría que usar un juego de tapones anales
progresivos para prepararla adecuadamente. Sin embargo,
por ahora usaría sus dedos. Mientras continuaba follándole
el culo, alineó su polla cubierta de látex con su núcleo y se
sumergió en ella. Ella se corrió instantáneamente, pero él
tuvo más control esta vez y estableció un ritmo constante,
decidido a conseguir uno o dos orgasmos más de ella.

LAS PIERNAS DE ANGIE temblaron mientras un


orgasmo se desvanecía y otro se acumulaba seguido, como
olas en el océano. ¿Era posible morir por demasiado sexo
increíble? Esperaba que no porque quería experimentar
tanto como pudiera antes de morir. Ian era un amante
habilidoso capaz de hacer que su cuerpo cantara de una
manera que nunca antes lo había hecho. Movió las caderas
y con el nuevo ángulo encontró su punto G oculto y la llevó
al límite de nuevo. La combinación de su polla y dedos,
tomándola al mismo tiempo la hizo correrse, y si no fuera
por él sosteniéndola por la cintura con su mano libre, se
habría derrumbado sobre el piso de baldosas. La tercera
vez que explotó, se lo llevó con ella y él gruñó su liberación.
Varias horas después, Angie se despertó con la boca y la
lengua de Ian entre sus piernas. El hombre era insaciable y,
aparentemente, ella también lo era cuando se corrió dos
veces antes de que él tomara su coño nuevamente. Con
desgana, accedió a dejarla ir a casa después de que ella le
dijera que no quería pasar toda la noche con su sobrina
durmiendo en el pasillo. Después de hacerle prometer que
le enviaría un mensaje de texto cuando llegara a casa sana
y salva, le permitió vestirse con la ropa y las sandalias que
Jenn le había prestado. Mientras tanto, se puso un par de
sus propios pantalones deportivos y una camiseta. Ella
agarró su otra ropa y él la acompañó a su auto, que todavía
estaba estacionado junto al club, con Beau como escolta. El
lote estaba vacío ya que el club había cerrado
aproximadamente una hora antes, y el guardia había
asegurado la puerta exterior después de que todos se
habían ido antes de regresar a su casa. Antes de que Angie
entrara en su auto, Ian la besó con la promesa de llamarla
por la tarde y luego se acercó para abrirle la puerta.
Condujo a casa con una sonrisa de satisfacción en el rostro
y deliciosos dolores en todo el cuerpo.
CAPÍTULO NUEVE

A NGIE ESTABA DESNUDA EN SU BAÑO MIENTRAS APUNTABA EL


secador de pelo a sus mechones mojados. Era viernes por
la noche e Ian la llevaría a su club. Se habían visto dos
veces durante la semana, pero las reuniones, entrevistas y
casos de Trident les impedían tener más de una noche
completa juntos a solas. No lo había visto desde muy
temprano el miércoles por la mañana. Estaba deseando
volver a verlo, aunque habían tenido un poco más de sexo
telefónico, que era tan caliente que se sorprendió de que su
torre celular local no explotara.
El lunes, Ian la había invitado a unirse a todos en el
apartamento de Devon y Kristen, cuando el equipo se hizo
presente para apoyar a Jenn durante el primer aniversario
de la muerte de sus padres. Pizza, cerveza y refrescos
sirvieron como una cena sencilla, mientras jugaban al
póquer y miraban un video de fotos de la joven y sus padres
desde antes de que ella naciera, hasta el final de su
adolescencia. Las últimas fotos de sus padres habían sido
tomadas durante la Navidad estando juntos. Muchas de las
fotos incluían a algunos o a todos los miembros del equipo
Trident, además de a otros ex SEAL que formaban la
familia extendida de Jenn. Los hombres y su sobrina
entretuvieron a Kristen y a Angie con innumerables
historias divertidas sobre las payasadas del equipo a lo
largo de los años. Angie dejó al grupo poco después de la
medianoche, cuando Ian y Brody necesitaron tener una
videoconferencia nocturna con un cliente que los había
llamado con una solicitud urgente de ayuda sobre algún
asunto.
Había pasado la noche del martes en los brazos de Ian
cuando finalmente tuvieron su apartamento para ellos
solos. También habían revisado el contrato y habían
discutido sus límites y sus expectativas. Ella se sorprendió
de que ninguna de sus peticiones la molestara de ninguna
manera. Él mantendría control sobre ella en el dormitorio y
superaría sus límites, todo dentro de sus colores verde y
amarillo. También tendría el control sobre su bienestar y
seguridad, pero en lugar de disgustarla, se sentía mimada y
valorada porque a él le importaba lo suficiente como para
asegurarse de que no sufriera ningún daño. Si bien el
contrato no era legalmente vinculante, eliminaba muchas
de las conjeturas de la relación. Pero, sobre todo, hacía
hincapié en que ella tenía el máximo control de su relación
a través de su palabra de seguridad y de su lista de límites.
Desde el miércoles él seguía en Miami, pero la noche
anterior habían hablado por teléfono y le preguntó si quería
ir visitar La Alianza con él. Al renunciar a la cuota mensual
de membresía del club, había acelerado la verificación de
antecedentes requerida. Ella, a su vez, completó su alta
médica para que pudieran jugar en el club y no dudó en
aprovechar la oportunidad de ir.
Se sorprendió cuando Brody pasó más temprano ese día
y le entregó una pequeña bolsa de compras negra con un
moño rojo. Le dijo que Ian había elegido en la tienda del
club dos conjuntos para ella y que eligiera uno para usarlo
en el club por primera vez. Le guiñó un ojo y le sonrió antes
de volverse para marcharse y Brody le dijo: «Mi favorito
personal es el rosa con blanco».
La había dejado allí parada con la boca abierta. Cuando
se recuperó, él ya se había ido hacía mucho, y corrió a su
habitación para ver qué había en la bolsa. El primer
conjunto que en realidad no eran ‘conjuntos’, más bien
eran juegos de lencería, contenía un sujetador de seda
verde oscuro con calzoncillo corto a juego. Pero sin
pensarlo dos veces, fue el body teddy rosa pálido con tanga
con ribete blanco lo que eligió usar. El material era
transparente, a excepción de dos pequeños triángulos, uno
sobre cada pecho.
Ahora, mientras se vestía, se dio cuenta de que el borde
inferior se detenía justo en la parte baja de sus nalgas y
que, si se inclinaba, todos verían su trasero desnudo a
pesar de que ya estaba expuesto a través del delgado
material. Los triángulos de seda del top cubrían los
pezones de su copa 38D, pero dejaban poco más a la
imaginación. Se admiró en el espejo, y en lugar de sentirse
como una zorra, se sintió hermosa, sexy y muy, muy
traviesa. Técnicamente, mostraba un poco más que su
bikini de verano, pero nunca se había puesto un traje de
baño con tanga. Después de ponerse un poco de maquillaje
y un par de sandalias blancas, que Brody había
recomendado ya que en el club estaría descalza, se puso un
vestido de algodón negro hasta la rodilla. Tenía estilo
tanque, era liviano y a veces lo usaba para cubrir su traje
de baño. Agarró un fino chal para el aire fresco de la tarde,
su bolso y su bolsa de viaje, salió de su apartamento y se
dirigió al complejo, emocionada de que Ian la viera con el
atuendo que había elegido para ella.
Le había dicho que se estacionara afuera de su
apartamento, y cuando ella se detuvo, Ian salió del edificio
y ella casi babeó al verlo. Maldita sea, el hombre era
hermoso. Pantalones ajustados de cuero negro cubrían sus
piernas largas y poderosas y un chaleco de cuero negro
abierto mostraba su pecho, abdomen y brazos esculpidos.
Con sus botas de cuero negro parecía que salía del set de
una película de motociclistas. Si el resto del elenco se
parecía a él, de seguro ella estaría en el centro de la
primera fila en el teatro la noche del estreno.
Él le abrió la puerta de su coche y le tendió la mano
para ayudarla a salir. Su mirada recorrió de forma posesiva
y seductora su cuerpo, y eso fue todo lo que necesitó para
excitarse. Después de darle un largo y pausado beso de
saludo, tomó sus llaves, su bolso y su bolsa de viaje, y los
colocó dentro de la puerta de su apartamento, antes de
regresar con ella. Sacó una banda trenzada blanca con
negro de su bolsillo y abrochó el collar de cuero alrededor
de su cuello, diciéndole que debía usarlo en todo momento
cuando estuvieran en el club. «Tampoco te quiero en el
club si no estás conmigo, al menos hasta que te sientas más
cómoda y familiarizada con los protocolos». Él hizo una
pausa. «Elimina lo que acabo de decir. No te quiero nunca
en el club sin mí».
No le importaba porque no estaba segura de querer ir
allí sin él. Por alguna razón, parecía que ella lo estaría
engañando si lo hacía. «Sí, Señor».
Charlaron mientras cruzaban el recinto y subían al
vestíbulo del club. Le presentó a Matthew, el sumiso de
turno en la recepción, y a Tiny, el enorme, calvo y negro
guardia de la puerta. A pesar de su tamaño intimidante,
Tiny era un hombre muy dulce y llamaba ‘señoritas’ junto
con sus nombres de pila, a todas las mujeres, lo que a
Angie le resultaba entrañable. Ian le dijo que el hombre era
el jefe de seguridad del club y que también hacía el trabajo
ocasional de guardaespaldas para Trident.
Después de que Tiny abrió una de las puertas dobles y
les permitió entrar al club, Ian le indicó que pasara por la
otra puerta que conducía a los vestidores y dejara su chal,
vestido y zapatos en un casillero. Le entregó un candado
simple para que lo usara y le dijo que regresara con él a la
barra, señalando el lugar donde tenía la intención de
esperarla a unos metros de distancia. Cruzó la puerta y
bajó el tramo de escaleras más cercano que tenía un letrero
que indicaba el vestuario de mujeres. Además de los
casilleros, estaban las áreas de baño y ducha, así como un
pequeño salón y un tocador. Algunas mujeres ya estaban
allí y dos de ellas la saludaron cortésmente mientras salían
por la puerta que conducía al Pozo. Una de ellas vestía un
traje de gato de vinilo negro, mientras que la otra vestía
solo una tanga con adhesivos en los pezones, y Angie no
pudo evitar mirar boquiabierta sus espaldas en retirada.
Otra mujer de su edad le sonrió y le tendió la mano a modo
de saludo. «Hola, soy Shelby. Debes ser nueva aquí».
Angie sonrió ante la personalidad burbujeante y el
cabello lacio azul eléctrico de la mujer que combinaba con
su conjunto de sujetador y falda corta. Ella estrechó la
mano de Shelby. «Hola, soy Angie y, sí, esta es mi primera
noche. Nunca antes había estado en un club como este, así
que estoy un poco nerviosa».
Los ojos de Shelby se abrieron un poco y se rió. «¿Una
novata-novata? Vaya, te espera un choque cultural.
Recuerdo mi primera vez hace unos doce años, y a veces
todavía me sorprende haber regresado por segunda vez
después de algunas de las cosas que vi. ¿Quién es tu
Amo?». Ante la mirada confusa de Angie, agregó: «Tu collar
significa que eres sumisa de alguien».
Estaba tan nerviosa y emocionada que Angie se había
olvidado de que lo tenía puesto. Tocando el suave cuero,
dijo: «Oh, claro. Estoy aquí con Ian… Quiero decir, el Amo
Ian».
La otra sumisa puso una expresión de asombro en su
rostro. «El Amo Ian es un encanto. De hecho, su hermano y
el resto de los chicos de Trident también lo son. Creo que
es una especie de requisito que tienen».
A pesar de que Angie estuvo de acuerdo, tuvo una
repentina punzada de celos al preguntarse si Ian y Shelby
se habían relacionado alguna vez. Se sacudió el
pensamiento y se dijo a sí misma que no tenía derecho a
preguntar por sus amantes anteriores, a pesar de que la
noche de la gala había preguntado por aquella perra,
Heather. Él no le había preguntado acerca de sus
relaciones pasadas, por lo que asumió que ambos estaban
dejando atrás su propio equipaje personal. El caso era que
él estaba aquí con ella y le había dicho a principios de
semana que, mientras estuvieran saliendo, insistía en que
fueran exclusivos. A Ian no le gustaba compartir, lo que
funcionaba bien porque tampoco a Angie.
«Solo recuerda», le decía Shelby, «no seas grosera ni
sarcástica con un Dominante o Domme y no te meterás en
problemas. Esas son las formas más fáciles de recibir un
castigo». Se rió. «A menos de que sea lo que busques.
Recuerda tu palabra de seguridad y, si no estás segura de
algo, díselo de inmediato al Amo Ian. Los Dom no leen la
mente, así que tienes que hablar si hay un problema o
tienes miedo por algo. Y si el Amo Ian no está a tu lado por
alguna razón, y hay un problema, busca a cualquiera de los
Amos del Calabozo que son quienes tienen chalecos
dorados, o a un oficial de seguridad con camisa roja y
corbata de moño».
Cuando Shelby la dejó sola, diciendo que la vería más
tarde, Angie eligió un casillero vacío. Se sintió un poco
mejor después de hablar con la amigable mujer, pero las
mariposas en su estómago todavía revoloteaban. Antes de
perder los nervios, arrojó su abrigo y zapatos en el pequeño
espacio de metal y se retiró el vestido por la cabeza,
colgándolo del gancho provisto. Cerró el casillero, colocó el
pequeño candado de tres dígitos y luego se acercó a un
espejo de cuerpo entero para asegurarse de que su cabello
y maquillaje todavía estuvieran bien. Satisfecha, respiró
hondo y se dirigió de nuevo a las escaleras, convenciéndose
de que estaba preparada para cualquier cosa.
Ian estaba justo donde dijo que la esperaría, hablando
con Devon, Kristen y otro hombre que Angie no reconoció.
Se alegró de volver a ver a Kristen y se sintió menos
nerviosa cuando vio a la otra mujer con un teddy rojo de
encaje y bragas. Cuando se acercó, los demás la saludaron,
pero su mirada estaba fija en la apreciación que vio en el
rostro de Ian. Era obvio que estaba encantado con su
elección de lencería para la noche. La atrajo hacia su lado y
le dio un beso que la habría dejado sin aliento si hubiera
estado respirando. Cuando finalmente la dejó respirar, le
presentó al otro hombre que estaba a su lado. «Angie, este
es el Amo Carl. Carl, sé amable con mi sumisa, Angie. Esta
es su primera vez en un club».
El hombre mayor parecía tener unos cincuenta años, era
delgado y un poco más bajo que Ian. Su cabello negro
canoso, perilla, camisa de vestir negra y pantalones de
cuero casi le daban el aspecto de un vampiro, menos los
colmillos, pero su sonrisa la tranquilizó. «Ian, me encanta
el gusto de los hermanos Sawyer por las mujeres. Angie,
querida, el Amo Ian sabe lo mucho que disfruto burlándome
de las nuevas sumisas, pero como me pidió que no lo
hiciera contigo, te daré la más cordial bienvenida a La
Alianza. Pero si alguna vez estás de humor para unos
azotes, ven a verme».
Los ojos de Angie se abrieron de asombro, pero se relajó
de nuevo cuando Ian gruñó mientras Devon y Kristen reían.
«¿Eso es lo que llamas ser amable?». Volvió la cabeza hacia
ella. «‘Ángel’, el Amo Carl es un sádico, además de ser un
bromista. Le gusta poner nerviosas a las sumisas, pero no
tienes nada de qué preocuparte porque en el fondo, es
realmente un gran blandengue».
Carl se burló. «Oh, gracias Ian. Si revelas todos mis
secretos, no me divertiré».
Los demás se rieron y Angie escuchó otra voz masculina
que le susurraba al oído por detrás: «Me alegro de que
hayas elegido el blanco, cariño».
Brody. Se veía muy sexy con una camiseta negra
ajustada, jeans desgastados ajustados y botas de vaquero.
Las sumisas del club debían pelear por él todo el tiempo.
Para ser un friki de las computadoras, estaba lejos de
parecer un nerd, con sus hombros anchos y su torso
cincelado. Y por alguna razón, era el único ante quien se
sentía un poco avergonzada por estar parada frente a él en
su actual estado de desnudez. Tal vez porque, aparte del
día en que estuvo presente en la reunión de su equipo en
ropa interior, la había visto casi todos los días
completamente vestida. Cuando sus mejillas se tornaron
rojas como un tomate, Brody le guiñó un ojo y le dio un
beso rápido en la mejilla e hizo lo mismo con Kristen.
«Hola, Chica Ninja. Te ves tan sexy como siempre».
Angie agradeció que Ian le pidiera una copa de vino y él
se tomara una cerveza. Sabía que había un límite de bebida
si planeaban jugar, y él le había dicho que así sería. Llevaba
su tarjeta de membresía para sus consumos, y así era como
los meseros y el personal de seguridad mantenían un
registro del consumo de alcohol de todos. Se negaba el
acceso al Pozo si un miembro tomaba más de dos bebidas.
Los seis charlaron durante unos minutos, y Angie
comenzó a relajarse aún más, a pesar de que la mano
posesiva de Ian descansaba sobre su nalga derecha debajo
del top de su teddy, apretando su carne desnuda de vez en
cuando. Miró alrededor de las áreas del bar y el balcón,
observando a personas de todas las formas, tamaños,
edades y etnias. Todos llevaban diferentes tipos de
vestimenta, y al mirar lo que vestían, le resultó bastante
fácil averiguar si una persona era dominante o sumisa. Era
muy extraño ver a algunos sumisos desnudos caminando
despreocupados, pero imaginó que era menos distracción
que estar en una playa nudista donde todos estarían
desnudos.
Una mesera, vestida con una falda negra corta,
sujetador rojo y corbata de moño negra, se acercó al grupo
y se detuvo junto a Brody. Esperó a que dejara de hablar,
todo el tiempo manteniendo la mirada hacia abajo. Brody
terminó lo que le estaba diciendo al Amo Carl y se volvió
hacia la paciente sumisa. «Sí, Cassandra. ¿Qué puedo
hacer por ti?».
«Buenas noches, Amo Brody». La bonita morena
mantuvo su mirada apartada del rostro del Dom. «Esta
noche el Amo Marco es un AC (Amo del Calabozo) en la
estación cuatro y solicita que vaya a verlo cuando tenga un
momento».
Él sonrió y, con dos dedos, levantó el rostro de la mujer
para que tuviera que mirarlo. «Gracias cariño. Si estás
interesada en hacer una escena cuando termine tu turno,
ven a buscarme. ¿De acuerdo?».
El rostro de Cassandra se iluminó. «Sí, Amo Brody. Lo
haré. Gracias, Señor».
La sumisa se alejó sonriendo, y Brody se disculpó antes
de dirigirse hacia la gran escalera. El Amo Carl los dejó un
minuto después, e Ian miró a Angie. «¿Lista para bajar?».
Respiró hondo y asintió. Ella había llegado tan lejos, así
que qué demonios. «Sí, Señor. Lo estoy».
«Bien, porque yo también». Tenía esa sonrisa en su
rostro que siempre la ponía nerviosa y húmeda al mismo
tiempo y su ritmo cardíaco aumentaba. Él tomó su vaso casi
vacío y lo dejó en la barra con el de ella, explicando que
solo se permitía agua embotellada en el Pozo para que los
sumisos que caminaban descalzos no tuvieran que
preocuparse por los vidrios rotos. La tomó de la mano y la
llevó por las escaleras, entregando su tarjeta de membresía
al guardia de seguridad que estaba en la parte superior. El
hombre la escaneó y luego hizo lo mismo con la de Kristen,
antes de devolvérselas a sus Dom. Ian la escoltó escaleras
abajo, seguidos por Devon y Kristen. Estaban a punto de
separarse de la otra pareja, cuando un Dom mucho más
joven se les acercó y les pidió hablar un momento en
privado a Ian y Devon. Ian había mencionado antes que su
primo Mitch, quien administraba el club, estaría en casa
con gripe durante unos días, por lo que en su lugar Ian o
Devon podrían necesitar hacerse cargo de algunas cosas.
«Kristen, ¿te importaría mostrarle a Angie la sala de espera
de los sumisos? Esto tomará unos minutos».
Kristen miró a su Dominante pidiendo permiso y él
asintió. «Sí, Señor. Vamos, Angie. Te presentaré con otros
sumisos».
Antes de que Kristen tuviera la oportunidad de llevarla
lejos, Ian le dio a Angie un beso rápido. «Quédate ahí hasta
que yo vaya a buscarte. Hay un AC cerca si hay algún
problema, que no debería haber. ¿De acuerdo?».
«Sí, Señor».
Ella se alegró de que se tomara el tiempo para
asegurarse de que se sintiera cómoda dejándola porque eso
la hacía sentirse segura. Kristen la llevó a una sala de estar
a medio camino entre las escaleras y el escenario, donde
varias otras sumisas estaban sentadas y conversaban. Una
de ellas era Shelby, quien se levantó de un salto y le dio un
abrazo a Kristen. Su amiga le explicó que Shelby era una
de sus lectoras Beta y que ella le había organizado un
recorrido por el club con el Amo Mitch. Fue durante ese
nefasto recorrido que la autora descubrió que su cita para
esa noche, Devon, era el copropietario del lugar.
Las dos mujeres le presentaron a otros cuatro sumisos,
dos hombres y dos mujeres. Todos estaban sentados en los
sofás, otomanas y sillas con respaldo alado y comenzaron a
ponerla al día de todos los chismes del club. De repente,
uno de los sumisos masculinos, que también era un
miembro nuevo, jadeó. «¿Quién es ese que habla con los
Amos Devon e Ian? Es absolutamente delicioso».
Todos se volvieron para mirar hacia las escaleras para
ver que el joven Dom se había alejado de los dos hombres,
y ahora estaban hablando con otro que parecía un Chris
Hemsworth más viejo. Incluso desde donde estaban
sentados los sumisos, podían ver sus deslumbrantes ojos
azules, y con su cabello rubio oscuro largo hasta los
hombros y rostro cincelado, el hombre era un auténtico
galán. Si algún sumiso se encontrara con el hombre de
metro ochenta fuera del club, reconocería de inmediato su
condición de Dominante. Se comportaba de una manera
imponente y misteriosa, y Angie supuso que el hombre era
popular entre los sumisos, a menos que tuviera uno propio.
Vestido con pantalones de cuero marrón, botas y una
camiseta color canela, que abrazaba su musculoso torso y
brazos, el hombre era digno de desmayo.
Fue Shelby quien dio la pista a todos después de dejar
escapar un suspiro dramático. «Ese es el Amo Carter. Es un
hombre de ensueño».
Angie casi se rió entre dientes porque parecía que
Shelby pensaba que la mayoría de los hombres guapos eran
‘hombres de ensueño’, pero la aguda inhalación de Kristen
llamó su atención. Miró a su nueva amiga y vio que la
mujer tenía la boca abierta y miraba con los ojos muy
abiertos a los tres hombres. «¿Ese es el Amo Carter? ¡Santo
cielo!».
Shelby parecía incrédula. «¿No lo conoces aún, Kristen?
Oh, es cierto, no creo que haya estado aquí en unos seis
meses, así que supongo que tiene sentido».
«Yo, eh, lo conocí, más o menos, pero no sabía cómo
era». Kristen no apartó la mirada de los hombres y su
respuesta hizo que las otras sumisas la miraran con
curiosidad.
Volvió a mirar al trío masculino y Angie estaba a punto
de preguntarle de qué estaba hablando cuando notó que los
Amos Devon y Carter sonreían ampliamente mientras
miraban a Kristen. Y pensó que podría haber una historia
detrás de las miradas de los hombres, pero Angie no estaba
segura de cuál sería. El Amo Carter de repente le guiñó un
ojo a Kristen cuando el maestro Devon le hizo un gesto con
el dedo a su prometida para que ella se acercara a él.
Kristen se puso de pie, pero recordó que Ian le había
dejado a su resguardo a Angie y se detuvo. Shelby alivió su
obvia preocupación. «Yo me ocuparé de Angie. Ve antes de
que te ganes una paliza, aunque cambiaría lugares contigo
si quieres».
Shelby se rió cuando Kristen no le respondió y corrió al
lado de su Dom, sonrojándose furiosamente cuando el Amo
Carter tomó su mano y la besó. Angie ahora sabía que
definitivamente había una historia entre los tres y si la veía
más tarde, le preguntaría a su amiga. Estaba tan absorta
en lo que estaba pasando con el trío, que no se dio cuenta
de que Ian se había acercado hasta que se paró frente a
ella bloqueando la vista del resto de la enorme sala. Saludó
a los otros sumisos por su nombre mientras le tendía la
mano para ayudarla a ponerse en pie. «Ven conmigo,
‘Ángel’. Caminaremos un poco y podrás observar algunas
de las escenas y luego tal vez podamos tener una propia».
Angie sintió un cálido y húmedo calor entre sus piernas
mientras se preguntaba qué iba a hacer Ian para su
primera escena pública. Aunque habían revisado su lista de
límites, él aún no había decidido qué pasaría durante la
noche, diciéndole que primero quería observar sus
reacciones.
Ian comenzó su recorrido en un banco de azotes ya que
ella ya lo había experimentado a principios de semana.
Además de las nalgadas con las manos desnudas, pudo ver
una flagelación, una paliza y un corte. Pasaron a otras
áreas donde había un sumiso encadenado a la pared con
pinzas en los pezones, un tapón anal vibratorio muy grande
y un anillo para el pene. Su Domme chupaba la verga de su
sumiso, pero negándole al hombre un orgasmo como
castigo por una infracción desconocida, y Angie casi sintió
pena por el chico.
Una escena que involucraba una varita violeta llamó la
atención de Angie, y después de verla hasta el final, le
preguntó a Ian si podía modificar su lista de límites. No
sabía lo que implicaba el juego eléctrico, por lo que lo
colocó en su columna de límites duros, pero ahora quería
intentarlo en algún momento. Él le dijo que estaba contento
de que ella mantuviera la mente abierta y que estuviera
dispuesta a desarrollar sus nuevos conocimientos.
Se detuvieron en una estación que era más grande que
las otras porque se usaba para escenas de látigos, y les
daba a los Dom el espacio que necesitaban para usar el
látigo más largo. En ese momento, el Amo Jake estaba
azotando a una sumisa, mientras que un hombre
arrodillado cerca, esperaba su turno. Ian explicó que Jake
había dominado el látigo durante muchos años y a menudo
los sumisos solteros le pedían que realizara escenas de
azotes con ellos. Otros Dom también solicitaban a Jake que
se hiciera cargo de sus sums cuando no tenían la
experiencia para hacerlo ellos mismos. La Ama China y el
Amo Carl también tenían una gran demanda como Amos
del Látigo, y los tres tendían a alternarse los jueves,
viernes y sábados por la noche para dar a los demás la
oportunidad de tener noches libres. Cada sesión con un
sumiso duraba en promedio unos quince minutos, y con
varias sesiones programadas por noche, balancear un
látigo durante casi dos horas seguidas creaba una tensión
en la parte superior de los brazos y la espalda.
La sumisa desnuda atada a la cruz de San Andrés se
deslizaba hacia el subespacio, y Jake redujo la velocidad de
sus golpes, pero el chasquido del látigo aún se podía
escuchar por encima de la música del club. Tenía la
espalda, las nalgas y la parte superior de los muslos
cubiertos de rayas rojas, pero ninguno de los golpes le
había roto la piel. Sin previo aviso, las rodillas de la mujer
gimiendo cedieron, y Jake soltó el látigo, corriendo para
ayudar a su Dominante a liberar a la mujer de sus ataduras.
Su Amo la envolvió en una manta, la tomó en sus brazos y
la llevó a una tumbona cercana, seguida por el Amo del
Látigo. La acostaron suavemente sobre su estómago y el
Dominante le apartó el cabello de la cara y le dijo algo al
oído que la hizo asentir con la cabeza, aunque sin abrir sus
ojos. Jake supervisó el intercambio a su lado hasta que
estuvo satisfecho de que la sumisa estaba bien. La dejó al
cuidado posterior de su Dom, regresó a la estación donde el
sumiso que esperaba su turno estaba limpiando la cruz con
un limpiador con aroma a cítricos.
Angie vio como Jake se pasaba una toalla por la cara
sudorosa y se preguntó por qué no se quitaba la camiseta
empapada, ya que estaba segura de que estaría más
cómodo. Él tenía un cuerpo musculoso, y ella no dudaba
que haría babear a los sumisos si se quedaba sin camisa.
«Tiene algunas cicatrices en la espalda que no deja que
la mayoría de la gente vea», explicó Ian. «No son tan malas
como él piensa, pero todavía se siente cohibido por ellas».
No se dio cuenta de que había expresado su
pensamiento en voz alta. «¿Se las hizo en combate como
tú?».
Ian negó con la cabeza cuando otro Dom y su sumiso
masculino se acercaron para hablar con él. «No, cariño, las
obtuvo cuando era más joven, y es su historia para contarte
si así lo desea. Disculpa un minuto». Se volvió y empezó a
hablar con los otros dos hombres, mientras Angie miraba a
Jake sujetar al sumiso masculino que se había quitado la
ropa y se quedaba desnudo.
Mientras el Dom comenzaba con una ligera flagelación
como calentamiento, Angie escaneaba las áreas a su
alrededor. Cerca, vio a un hombre hablando con Shelby,
pero era obvio que la mujer no quería tener nada que ver
con él. La sumisa de cabello azul estaba a punto de alejarse
de él cuando el hombre se echó hacia atrás y, para horror
de Angie, le lanzó un revés en la cara.
CAPÍTULO DIEZ

I AN ESTABA HABLANDO CON UNA PAREJA D/ S CUANDO DETRÁS


de él varias cosas sucedieron casi a la vez. Primero,
escuchó a una mujer gritar de dolor, pero no era un llanto
normal de los que frecuentemente había en el club. Un
segundo después escuchó a Angie gritar su nombre y a
otras personas más. En los pocos segundos que tardó en
darse la vuelta y localizar el problema, Angie se había
alejado de su lado.
El pánico se apoderó de él mientras corría hacia donde
rápidamente una multitud se había reunido, cerca de la
sala de espera de los sumisos. Se abrió paso a empujones y
contempló la vista que tenía delante. Marco, con los ojos
brillantes de ira y con su chaleco dorado de Amo del
Calabozo, tenía a un tipo boca abajo en el suelo. Un brazo
lo tenía levantado por la espalda del hombre en un agarre
del que no podía liberarse, a pesar de que estaba gritando
y haciendo todo lo posible para que el AC lo soltara. Angie
y la Ama China estaban arrodilladas en el suelo, consolando
a Shelby que tenía lágrimas en los ojos sorprendidos y se
llevaba una mano temblorosa a la cara. Por la expresión del
rostro de la Ama China, el tipo que estaba detenido tuvo
suerte de que Marco lo hubiera encontrado primero. La
diminuta mujer estadounidense de origen asiático se
complacía mucho en dar dolor a los sumisos y, de momento,
parecía dispuesta a desatar su furia. Ian no reconoció al
hombre, pero vio la banda amarilla en la muñeca del tipo,
lo que indicaba que era el invitado de un miembro. Justo al
instante, el Amo Parker se abrió paso entre la multitud.
Parker Christiansen era un miembro desde hacía mucho
tiempo, y su empresa de construcción había realizado la
mayoría de las renovaciones en todo el complejo. Era un
Dom querido y respetado, sin embargo, en ese momento, se
veía confundido y enojado mientras se dirigía al chico al
que Marco había inmovilizado. «¿Qué demonios, Dave?
¿Qué diablos hiciste?».
«No hice nada. Ahora quítame de encima a este maldito
gorila. Voy a demandar si no se quita de encima».
Quienquiera que fuera Dave, era todo lo contrario a Parker.
Parker era un Dom seguro de sí mismo y respeturoso y este
tipo parecía un idiota llorón.
Marco gruñó, pero no dejó que el hombre se levantara.
En cambio, miró a Parker e Ian con el ceño fruncido. «Este
imbécil le dio un revés a Shelby. Tenía gente en mi camino
y no pude llegar aquí lo suficientemente rápido para
detenerlo».
Ian estaba enojado, pero Parker estaba más que lívido.
Miró a la sumisa llorando y parecía que iba a explotar.
Apretó la mandíbula y dijo: «Es mi hermano. Suéltalo,
Marco».
Marco miró a Parker y luego a Ian. Tiny y varios otros
guardias de seguridad habían empujado a la multitud hacia
atrás para darles algo de espacio a los Dominantes. Ian se
puso de pie con los brazos cruzados y estudió el rostro de
Parker. Lo que vio lo hizo asentir una vez hacia Marco,
quien soltó a Dave y se puso de pie después de darle al tipo
un último empujón por la espalda. Cuando Dave se puso de
pie, fue lo suficientemente estúpido como para decir:
«¿Cuál es el problema? Todo el mundo está golpeando a las
mujeres por aquí, y ¿me meto en problemas por lo que
están haciendo todos?».
Dave se sacudió y Parker dio un paso más hacia él con
voz baja y apenas controlada. «¿Estás bien?».
Al no ver la furia en el rostro de Parker, el tipo sonrió.
«Sí, Park, estoy bien».
«Bien». El Dom asintió con la cabeza una vez, luego
golpeó a su hermano en la cara, noqueando al bastardo. Sin
darle al hombre tendido otra mirada, Parker se apresuró
hacia Shelby y se agachó frente a ella. «Lo siento mucho,
Shelby. Es culpa mía. No debí haberlo dejado solo».
La ayudó a ponerse de pie, pero la Ama China y Angie se
quedaron a su lado para apoyarla. Parker apartó
suavemente la mano de Shelby de su mejilla y gruñó
cuando vio el área roja e hinchada que estaba comenzando
a amoratarse. «Lo voy a matar».
Ella lo agarró del antebrazo con los ojos muy abiertos.
«No, no, Señor. Debí haber buscado al Amo Marco o a uno
de los otros AC. Estaba tratando de negociar conmigo. Vi su
pulsera de invitado y supe que no podía jugar, pero no
aceptaba un no por respuesta. Cuando traté de alejarme,
me golpeó».
Parker tomó a la sumisa en sus brazos y la abrazó un
momento mientras todos los demás miraban. Ian ladeó la
cabeza hacia Tiny, quien comenzó a dividir a la multitud
con los otros guardias. El Jefe Dominante luego habló con
Parker. «Vayamos a la oficina. ¿Qué quieres que hagamos
con él?».
Parker no respondió a Ian de inmediato, obviamente por
estar demasiado preocupado por Shelby. «Ve al salón de
mujeres y ponte hielo en la mejilla. Cuando termine con Ian
y el idiota de mi hermano, te llevaré a casa».
La falta de uso del título de Amo para Ian frente a una
sumisa, le indicaba al Jefe Dominante lo conmocionado que
estaba el otro hombre.
«Tú … no tienes que hacer eso. Puedo conducir yo
misma». La cara de Shelby se sonrojó y no miró a Parker.
Parecía casi tímida por estar en los brazos del Dom, e Ian lo
encontró interesante ya que la bonita sumisa era una
persona muy extrovertida.
«Necesito hacer esto, Shelby, por favor. Necesito
asegurarme de que estés bien y que llegas a casa a salvo.
Esto no es negociable». Le levantó la barbilla con los dedos
y la hizo mirarlo. «Por favor».
Se mordió el labio, pero asintió con la cabeza. La Ama
China rodeó con el brazo el hombro de la sumisa y la soltó
de los brazos de Parker. A pesar de ser un poco sádica, la
Domme tendía a ser una madre gallina para las sumisas.
«Yo me ocuparé de ella. Estaremos en el salón cuando estés
listo».
Parker le dio las gracias con la cabeza mientras Ian
hablaba con Angie. «Lo siento, pero tengo que ocuparme
de esto. Por favor, ve con ellas y espérame en el salón.
Tardaré unos minutos».
«Sí, Señor».
Se sorprendió por la mirada feroz que le lanzó al aún
inconsciente Dave. Casi esperaba que ella pateara al chico
mientras seguía a las otras dos mujeres. Marco también fue
con ellos después de pedirle a otro AC que cubriera su
estación. Ian pudo ver que su compañero de equipo estaba
molesto por no poder detener el asalto antes de que
sucediera. Él podría ser muy delicado cuando se trataba de
los sumisos y era a quien solían acudir si necesitaban a
alguien con quien hablar o algo de consuelo.
Ian le pidió a una de las meseras cercanas que llevara
una bolsa de hielo a Shelby antes de dirigirse a Parker,
quien todavía parecía querer cometer un homicidio
familiar. El otro Dom le entregó las llaves a Tiny y le pidió
que arrojara a su hermano en el asiento trasero de su
camioneta, no tan suavemente, para que pudiera llevarlo
de regreso a su motel. Luego se volvió hacia Ian con su
rostro lleno de pesar. «Terminemos con esto».
Unos minutos más tarde, Parker caminaba detrás de la
puerta cerrada de la oficina de Mitch mientras Ian se
sentaba contra el frente del escritorio y lo miraba.
«¡Mierda! Lo siento mucho, Ian. Solo me fui dos minutos
para orinar. Le dije que no se moviera de donde estábamos
sentados. Joder, sabía que no tenía permitido jugar ni
acercarse a ninguna sumisa. La única razón por la que lo
traje aquí es que me llamó hace unas semanas y me dijo
que quería ver el lugar mientras estaba en la ciudad por
negocios. Dijo que él y su esposa estaban pensando en
unirse a un club en Boston. Sabía que no debía haberlo
traído aquí. Él no entiende el estilo de vida como yo. Sé que
ha engañado a su esposa antes, pero no pensé que fuera
tan estúpido como para intentar algo aquí. ¡Mierda! Voy a
matarlo».
Ian lo dejó despotricar por otro minuto antes de que el
hombre airado finalmente respirara hondo y lo mirara.
«Rompí las reglas. Haz lo que tengas que hacer». Se dejó
caer en una de las sillas y bajó la cabeza, derrotado.
Ian se sintió mal por el Dom. Además de ser un buen
tipo, también era uno de los Amos del Calabozo del club, y
lo último que querría era que alguien resultara herido por
sus acciones, especialmente un sumiso. Pero había que
hacer cumplir las reglas. «Lamento tener que hacer esto,
pero sabes que no debes dejar solo a un invitado por esta
razón exactamente. Debiste haberle pedido a un AC o un
guardia que lo vigilara durante el tiempo que necesitaras
dejarlo solo». El otro hombre asintió, pero no dijo nada.
«Tengo que suspender tus privilegios de juego durante las
próximas doce semanas. Durante ese tiempo, tomarás tres
turnos de AC por semana. Mañana revisaré el horario y
coordinaré las fechas y horas contigo. Tus privilegios de
invitado también se suspenderán durante dos años».
Parker resopló. «No te preocupes. Creo que esta es la
última vez que traeré a alguien aquí, ya sea que esté en el
estilo de vida o no». Se pasó la mano por la cara mientras
se levantaba de nuevo. «Volveré por Shelby en unos
minutos. El motel de Dave está a unos cinco minutos de
aquí. Lo dejaré en su habitación y volveré. Si creyera que
un taxi pudiera recoger al idiota inconsciente, llamaría a
uno. Pero como la China y Marco se están encargando de
Shelby, primero me desharé de él».
Ian asintió y lo siguió fuera de la oficina. En las puertas
dobles principales, Parker continuó hacia el vestíbulo
mientras Ian tomaba la puerta y las escaleras que
conducían al vestuario de mujeres. Encontró a las tres
mujeres y a Marco sentados en el área de descanso con
Shelby sentada en el regazo del Dom mientras la acunaba,
hablándole en voz baja. Cuando vio a Ian, se levantó de un
salto y se aferró a su brazo con una expresión suplicante en
su rostro. «¡Amo Ian! Por favor, no castigue al Amo Parker.
No fue culpa suya. No quiero que se meta en problemas.
Por favor, no lo eches del club. Todo es mi culpa. Debería
haberme marchado antes».
Marco y la Ama China gruñeron ante su inapropiado
sentimiento de culpa, e Ian agarró a la sumisa casi
histérica por los hombros y la guió para que se sentara en
una silla vacía. Esto no era propio de ella, Ian nunca antes
había visto a la burbujeante sumisa alterada. «Cálmate,
Shelby». Su orden fue dada en un tono autoritario que
instantáneamente calmó a la mujer como él pretendía. «El
Amo Parker sabe que rompió las reglas y hay
consecuencias por lo que sucedió. Nada fue culpa tuya, y
no quiero volver a escuchar esas palabras de tu boca.
¿Entendido?».
«Sí, Señor. Pero…».
«Sin peros, Shelby». No tenía el hábito de discutir la
disciplina de un miembro con otros, pero necesitaba
tranquilizar a la preocupada sumisa. «No revoqué la
membresía del Amo Parker, pero recibió una suspensión
por sus acciones irresponsables. Aceptó toda la culpa de lo
sucedido y estuvo de acuerdo con el castigo. Ahora, volverá
en unos minutos para llevarte a casa, así que ¿por qué no
sacas tus cosas de tu casillero y te cambias? ¿De
acuerdo?».
Aún llorando suavemente, se puso de pie y murmuró:
«Sí, señor».
Ian la tomó en sus brazos y la abrazó. «Todo estará bien,
pequeña. Lo prometo. Creo que lo mejor que puedes hacer
es secarte los ojos, y cuando vuelva el Amo Parker, dale un
poco de tu descaro que todos amamos y deja que te cuide.
Creo que los hará sentir mejor a ambos, ¿ok?».
Ella se apartó y le dio una sonrisa acuosa. «Sí, Señor.
Gracias».
Marco la tomó del brazo y le dio un abrazo rápido
también, besándola en la parte superior de su cabeza de
cabello azul. «Cariño, lamento no haber estado allí cuando
me necesitaste».
«Está bien, Amo Marco. Llegaste lo más rápido que
pudiste».
Le dio otro apretón y la dejó ir a su casillero antes de
volverse hacia Angie, que había estado sentada
tranquilamente en el sofá junto a la Ama China. Sus ojos
gris acero la perforaron. «Y tú, pequeña sumisa, tienes que
darle algunas explicaciones a tu Amo».
¿Qué? Cuando la expresión de Ian se volvió severa,
Angie frunció el ceño en confusión. «¿Qué hiciste,
‘Ángel’?».
«Yo-yo no hice nada».
Miró de un lado a otro entre los dos Dominantes, como
si no estuviera muy segura de a qué se refería Marco. La
Ama China, con su body negro de cuerpo entero y botas por
encima del muslo, sonrió y se sentó para disfrutar del
espectáculo.
Marco sacudió la cabeza y le dijo a Ian: «Tu pequeña
sumisa trató de llegar al imbécil antes que yo. Estaba lista
para saltar sobre su espalda y empezar a golpearlo. Casi la
empujo por accidente cuando trató de derribarlo».
Los ojos de Ian se entrecerraron mientras la Domme
junto a ella cantaba, «Alguien está en problemas».
Ignoró a la otra mujer y dio un paso hacia su sumisa de
aspecto muy preocupado. «¿Es eso cierto, ‘Ángel’?».
«Yo-yo solo reaccioné. Lo vi golpear a Shelby y yo…».
Sus palabras se desvanecieron. Ian supo en el momento
que se daba cuenta de que no había nada que pudiera decir
que la sacara del lío en el que se encontraba. Volvió la
mirada al suelo. «Lo siento, Señor».
Con las manos en las caderas, Ian inclinó la cabeza
hacia atrás y habló con el techo por un momento. «Señor,
sálvame de las sumisas que quieren golpear a la gente de
mi club y ponerse en peligro». Marco resopló, sabiendo que
Ian se estaba refiriendo a la pelea varios meses antes de su
futura cuñada en el vestuario, lo que le valió el distintivo
del resto del equipo de ‘Chica Ninja’. La gran diferencia
entre los dos incidentes era que Kristen era más alta y unos
diez kilos más pesada que Heather y Michelle, la otra
sumisa; además, había tomado clases de defensa personal.
El hermano de Parker pesaba más que Angie por unos
treinta y cinco kilos y ya había golpeado a otra mujer. La
mirada de Ian volvió al rostro de Angie. «Puede que lo
sientas ahora, pero lo lamentarás más después de que te
azote el bonito trasero por haberte puesto en peligro». Él
ignoró su sorprendido jadeo. «Tenemos a los AC y guardias
por una razón en el club, ‘Ángel’. No necesitamos pequeñas
sumisas que ignoren su propia seguridad. No conocías al
tipo, es muchísimo más grande que tú y podría haberte
lastimado antes de que alguien tuviera la oportunidad de
hacer algo».
«Tiene razón, Señor». Dejó escapar un profundo suspiro
y asintió. «No sé lo que estaba pensando. No podía creer
que hubiera golpeado a Shelby, y mi primer instinto fue
atacarlo antes de que él la golpeara de nuevo».
Su aceptación no cambió la opinión de Ian sobre su
castigo cuando se volvió hacia Marco. «¿Podrías encontrar
una estación de azotes libre y pedirle a alguien que agarre
mi bolso de detrás de la barra, por favor?».
El otro Dom asintió y le dijo a Angie antes de salir de la
habitación: «Lo siento, pequeña, pero te lo ganaste».
Ella lo vio alejarse con la boca bien abierta, luego miró a
Ian con su aprensión evidente en el rostro. «Lo-lo siento.
No quise decir…».
Cuando hizo una pausa, la expresión de Ian se suavizó y
dejó escapar un profundo y lento suspiro. Se puso en
cuclillas frente a ella y tomó sus manos entre las suyas.
«No estoy enojado, cariño. Te escuché gritar y me di la
vuelta y no te vi. Entré en pánico. Mi estómago dio un
vuelco y estaba aterrorizado de que algo te sucediera. Y
debido a que actuaste sin tener en cuenta tu propia
seguridad, te ganaste tus primeros azotes públicos». Su
mirada nunca vaciló mientras la dejaba procesar lo que
había dicho.
La Ama China se puso de pie e Ian casi se había olvidado
que la otra mujer estaba en la habitación. Ella le dio una
palmada en el hombro y sonrió. «Voy a ir a buscar un
asiento de primera fila. Ha pasado mucho tiempo desde
que fui testigo del primer castigo de un sumiso».
Mantuvo sus ojos en Angie mientras la Domme
abandonaba la habitación. Podía decir que tenía una
miríada de emociones corriendo por su mente, desde la
conmoción, la vergüenza y la preocupación, hasta la
anticipación, la emoción y la necesidad. La idea de una
paliza pública la estaba excitando, a pesar de ser un
castigo, y no estaba segura de qué hacer con ese hecho.
Dejó que ella pensara en su próximo grito en el culo
mientras Shelby regresaba a la sala de estar vestida con
sudadera, una camiseta y zapatillas altas. Se había quitado
la peluca azul y su cabello rubio corto y puntiagudo parecía
como si se hubiera pasado las manos por él. Se levantó de
su posición agachada y le entregó la bolsa de hielo cuando
la puerta se volvió a abrir. Parker entró en el salón, sus ojos
buscando a la sumisa herida. Los hombres rara vez
entraban en el vestuario de mujeres, pero no
desconcertaba a nadie cuando lo hacían. No era como si no
hubieran visto a la mayoría de las mujeres desnudas en un
momento u otro.
Después de decirle a Ian que llamaría mañana para
obtener el horario de AC, Parker tomó a Shelby recargada
de un brazo y la acompañó fuera del club. Ian sabía que la
sumisa estaba en buenas manos y se preguntó si podría
haber un romance en ciernes entre ellos. No se
sorprendería por la forma en que se miraban el uno al otro
cuando Parker entró por primera vez en la habitación.
Volvió su atención a su propia sumisa, la tomó de la mano y
la condujo de regreso al Pozo, encontrando el banco de
azotes que Marco le había reservado. Si todavía no se
hubiera librado del miedo que sintió cuando la escuchó
gritar su nombre antes, podría haber disfrutado de su
nerviosismo. Pero este castigo era por su propia necesidad
de reforzar su regla de que su seguridad y bienestar
estaban antes que cualquier otra cosa, así como un
recordatorio para que ella no se metiera en una situación
peligrosa en el futuro.
Se había corrido la voz de que una sumisa estaría
recibiendo su primer castigo BDSM y el área alrededor del
banco de azotes se llenó de Dom y sumisos. Era un rito de
iniciación para cada nuevo sumiso, y sabía que marcaría el
tono para su futura participación en el estilo de vida.
Después de sus azotes, tenía la intención de recompensarla
por superar sus propios límites y aceptar las consecuencias
de sus acciones imprudentes. La multitud la estaba
poniendo más nerviosa, así que la giró hasta que estuvo
frente al banco y su espalda daba a la multitud, que seguía
creciendo. Él la agarró por la barbilla y se aseguró de que
estuviera concentrada en él. «Quiero que digas tu palabra
de seguridad en voz alta y clara para que todos la escuchen
y sepan cuál es».
No era necesario por el bien de la multitud, pero
necesitaba recordar que tenía todo el control a pesar de
que su trasero estaba a punto de recibir una paliza.
Ella tragó saliva. «Mi …». Se aclaró la garganta y volvió
a intentarlo. «Mi palabra de seguridad es roja, Señor».
«Tu castigo serán quince azotes con una paleta en tu
trasero desnudo, Ángel. ¿Deseas usar tu palabra de
seguridad o estás dispuesta a aceptar tu castigo?».
Varias veces sus ojos pasaron de él al banco y viceversa,
antes de que finalmente se posara en él de nuevo. Respiró
hondo, pero temblaba. «Aceptaré mi castigo, Señor».
«¿Y por qué te están castigando?».
«P-por ponerme en peligro, Señor».
Él sonrió y su mirada se suavizó. «Buena chica». Volvió a
tomar la mano de Angie y la llevó al lado del banco donde
estaba arrodillada. Parecía un caballete modificado con
almohadillas para las rodillas, el torso y los brazos. La
ayudó a subirse, con las rodillas dobladas y la cintura sobre
el centro. La posición inclinaba su cabeza hacia abajo y
levantaba su trasero, siendo el objetivo principal. Ella
manejó muy bien que le pusieran grilletes en las muñecas y
los tobillos, pero comenzó a hiperventilar cuando él le pasó
la correa de velcro por la parte baja de la espalda que la
mantendría en su lugar. Su respuesta fue normal para un
sumiso sin experiencia, y Marco, que había estado parado
dentro del área acordonada en caso de que lo necesitaran,
se agachó frente a ella. Le pasó la mano por la cabeza en
un intento de calmarla. «Tranquila, pequeña. Respira
profundo y lentamente conmigo. Mantén tus ojos en los
míos».
Mientras las manos de Ian se movían en una suave
caricia sobre su espalda, caderas y nalgas, su compañero
de equipo continuaba calmándola con palabras de elogio y
aliento. Ian dejó que el hombre hiciera lo que mejor sabía
hacer: consolar a un sumiso. Era uno de los mayores
placeres de Marco sobre el estilo de vida. Le gustaba que lo
necesitaran y era muy bueno en eso.
La respiración de Angie se desaceleró a un ritmo más
normal, pero su ritmo cardíaco aún estaba acelerado, como
era de esperar. Cuando Marco le pidió que repitiera su
palabra de seguridad, ella respondió: «R-rojo, Señor».
«¿Y qué castigo te dará tu Amo, pequeña?».
Tragó saliva de nuevo, pero su miedo pareció disminuir
a medida que aumentaba su excitación. «Quince azotes con
una paleta, Señor».
Marco sonrió y continuó acariciando su cabeza y mejilla.
«Buena chica. ¿Estás lista ahora? ¿Quieres que dé un paso
atrás o me quedo aquí contigo?».
Ian vio que Angie estaba sorprendida por la oferta de su
amigo y quedó complacido con su respuesta. «Por favor,
quédese, Señor. Estoy lista».
Aparentemente también satisfecho con su respuesta,
Marco se arrodilló frente a ella y le dio a Ian un
asentimiento para continuar. Su Dominante comenzó a
frotar y apretar sus nalgas un poco más fuerte. Llevar la
sangre a la superficie de la piel le facilitaría los impactos.
No tenía intención de lastimarla, pero su trasero estaría de
un bonito tono rozado para cuando él terminara. Su
malestar desaparecería por completo en veinticuatro horas,
pero antes, definitivamente lo sentiría y lo recordaría.
Le bajó la tanga desde las caderas hasta la mitad de los
muslos y la dejó allí. No le estorbaba, pero la haría sentir
más expuesta. Estaba emocionado de sentir que la tela de
la entrepierna estaba empapada con sus jugos. Tan ansiosa
como estaba, quería esto más de lo que temía, aunque
sabía que sería diferente a las simples nalgadas que él le
había dado la otra noche. Eso había sido una paliza de
juego, y ciertamente esta no lo era.
Caminó hacia donde Marco había dejado su bolsa de
juguetes, Ian recuperó la paleta de madera que había
planeado usar para su primera nalgada de castigo. Se
parecía a una de un juego de ping-pong, pero era un poco
más grande y no estaba cubierta de goma. El tamaño le
permitiría extender los golpes en sus nalgas, en lugar de
golpear el mismo lugar una y otra vez, que es lo que
sucedería si usara un implemento más grande. También
agarró un tapón anal, lubricante y un pequeño látigo con el
que comenzaría. El tapón le daría algo más en qué
concentrarse, algo que normalmente no usaba para una
disciplina de nalgadas. Si solo se tratara de un azote de
placer, también consideraría colocar una bala vibradora
dentro de su coño, pero no la quería demasiado distraída,
después de todo era un castigo. El propósito de una ligera
flagelación antes de una paliza era ayudar al sumiso a
relajarse un poco más y liberar las endorfinas del cuerpo. A
veces, un Dominante evitaba un calentamiento si la paliza
era un castigo, pero por primera vez, Angie quería hacerlo
soportable para que ella no temiera los azotes futuros. Si
todo salía como esperaba, para cuando Ian terminara de
imponer su disciplina, estaría a unos momentos de un
orgasmo intenso a pesar de su trasero llameante.
Caminó hasta donde Marco estaba arrodillado frente a
la sumisa y esperó a que ella levantara los ojos hacia él.
«Te voy a poner un tapón anal, ‘Ángel’. Es un poco más
grande de lo que has usado en el pasado, pero no mucho. A
continuación, empezaré con una ligera paliza. No será
dolorosa, sino más como una dura caricia. Después de
calentar tu dulce trasero, pasaré a la fase de castigo. Si
necesitas que reduzca la velocidad en algún momento, di la
palabra ‘amarillo’ y si no puedes soportarlo, di tu palabra
de seguridad ‘rojo’. Y recuerda, cariño, tú, como sumisa,
tienes el máximo poder aquí».
Sus mejillas se calentaron mientras él hablaba. Sabía
que una parte de ella quería aceptar lo fácil que le estaba
ofreciendo. Pero otra parte, quería satisfacer las ansias y la
necesidad que probablemente había estado recorriendo a
través de su cuerpo desde que él le contó sobre las
nalgadas que estaba a punto de darle. Demostró que
confiaba en él con su cuerpo y se decidió por lo último. «Lo
recuerdo, Señor. Estoy lista».
Ian besó la parte superior de su cabeza y se movió para
pararse detrás de ella, deslizando su mano suavemente por
su espalda hasta su trasero, mientras se alejaba. Un fuerte
escalofrío recorrió el cuerpo de ella, disparándole
directamente a la ingle. Ian colocó el látigo y la paleta en el
banco, entre sus rodillas abiertas. Su coño desnudo brillaba
y no podía esperar verlo gotear.
Abrió la botella, vertió lubricante en la hendidura de su
culo y en el tapón. Su pequeña roseta se apretó y luego se
relajó cuando él comenzó a frotar la punta del juguete
hacia arriba y hacia abajo entre sus nalgas. Mientras
presionaba hacia abajo en su agujero arrugado, dio paso a
la invasión y la escuchó gemir y rogar por más. Más que
feliz de dárselo, introdujo y sacó el enchufe de ella, un poco
más profundo cada vez, hasta que la parte acampanada la
abrió al máximo. Ian hizo una pausa por un breve momento
antes de darle el empujón final que necesitaba, y vio como
su borde se cerraba alrededor de la muesca, manteniéndolo
en su lugar. Su polla se endureció dolorosamente mientras
imaginaba reemplazar el enchufe con ella y follar su
estrecho agujero hasta que ninguno de los dos pudiera
caminar. Pronto.
Agarró el látigo, dio un paso hacia atrás y adoptó la
postura adecuada antes de lanzarlo hacia ella. El primer
golpe ligero de las hebras de cuero suave y flexible aterrizó
en la parte exterior de su muslo. Aunque ella se estremeció
por el impacto repentino, él sabía que no le había dolido.
Apuntó más golpes al otro muslo externo y varios por la
espalda y las nalgas. Mientras observaba cómo la tensión
desaparecía de su cuerpo, aceleró, dando un poco más de
empuje a los golpes. Los dos siguientes aterrizaron en la
parte interna de sus muslos y la vio esforzarse para acercar
su cuerpo a él, no alejarlo. Ella se estaba rindiendo a él y
rogaba por más. Volvió a colocar dos más en la parte
interna de sus muslos y luego movió su muñeca,
observando cómo los pequeños nudos al final de cada hebra
la golpeaban en su coño. Angie jadeó, luego gimió aún más
fuerte. Era música para los oídos de un Dom. Comenzó otro
ciclo, iniciando con la parte externa de sus muslos y luego
terminando con un asalto singular a su coño y clítoris. Esta
vez un grito suplicante escapó de sus labios y él se acercó a
ella. Acarició su trasero y se inclinó hacia adelante. «¿Estás
bien, ‘Ángel’? Dame un color».
Angie estaba jadeando y él sabía que estaba lista para
rogar por el orgasmo que estaba más allá de su alcance. La
excitaba aún más saber que había una multitud de
personas mirando su culo y su coño expuestos. «Verde,
Señor. Estoy bien».
Ian sonrió y le dio un apretón en su trasero. «Sí, lo estás,
‘Ángel’. Muy bien. Ahora voy a pasar a la paleta. Intenta
mantenerte relajada».

¿RELAJADA? ¿Hablaba en serio? ¿Cómo diablos se


suponía que iba a relajarse? Tomando una profunda
respiración y exhalando, Angie se concentró en el ritmo de
la música palpitante, en las tiernas palabras y toques de
Marco, en las caricias de Ian en su espalda baja, culo y
muslos, y en el tapón en su agujero trasero.
Para cuando escuchó el crujido de la madera contra la
carne, seguido por el repentino pinchazo, la había tomado
por sorpresa. El primer golpe aterrizó en su nalga derecha.
Esperando uno justo detrás de él en su otra nalga, se
sorprendió al sentir la mano de Ian frotar el lugar donde
había golpeado. Justo cuando comenzaba a relajarse con la
caricia, un golpe aterrizó en su nalga izquierda. Una vez
más, frotó el lugar y, a pesar del dolor, ella no pudo evitar
pensar que no estaba tan mal. Se equivocaba.
Ian comenzó a azotarla con la paleta repetidamente, con
solo una pausa momentánea entre cada golpe. Cada uno
aterrizaba en un lugar diferente de sus nalgas y se
asentaban en lugares por encima de donde se unían sus
muslos y su trasero. Y aumentaba la dureza con el anterior.
Perdió la cuenta cuando su trasero comenzó a arder. Ay,
Dios, ¿cuántos le estaba dando? Quince no le habían
parecido tan malos cuando él le había dicho el número,
pero ella estaba tan perdida en las sensaciones mezcladas
de dolor, placer, deseo y necesidad, que se sentía como si él
le hubiera dado docenas de ellos. Jadeaba y se esforzaba
contra las correas que la mantenían en su lugar. Marco
todavía estaba con ella, observando atentamente sus
respuestas y murmurando palabras de consuelo. A pesar de
la avalancha de dolor, ni una sola vez quiso decir ninguna
de sus palabras de seguridad. Su trasero estaba en llamas,
el calor se extendía por todo su cuerpo, y todo lo que
quería hacer era rogarle a Ian que la follara. No se había
dado cuenta de que estaba llorando hasta que notó que los
azotes se habían detenido y Marco secó las lágrimas de sus
mejillas. La cara de Ian apareció junto a la del otro Dom.
«Llevo once, ‘Ángel’. Los últimos cuatro serán los más
difíciles y luego, si quieres, dejaré que te corras. Dame un
color».
«¡Verde! ¡Por favor, Señor! ¡No pares! ¡Por favor déjame
venir!». Gritó las palabras tan fuerte que los miembros en
el área del bar tenían que haberla escuchado por encima de
la música y la distancia. Estaba tan absorta en su
excitación y necesidad, que no escuchó a la mayoría de la
multitud reír apreciativamente ante su respuesta. También
elogiaron el compromiso de la nueva sumisa de llevar su
castigo hasta el final.
Ian le sonrió a su ángel. «Será un placer, cariño».

R EGRESÓ A SU POSICIÓN ANTERIOR , tomó la postura correcta


para golpear justo encima de la rajadura de su trasero,
donde el extremo del tapón anal estaba al ras entre sus
nalgas. Echándose hacia atrás, golpeó el mismo lugar
cuatro veces, el sonido de la madera contra la carne resonó
en el aire. Zas. Zas. Zas. Zas. Ian dejó caer la paleta y
metió dos dedos directamente en su coño empapado. Eso
fue todo lo que se necesitó para enviarla gritando al borde
de la liberación. Frotó su clítoris con el pulgar, prolongó su
orgasmo tanto como pudo hasta que todo su cuerpo se
hundió de alivio.
Cuando Ian retiró la mano de entre sus piernas
temblorosas, la multitud estalló en aplausos a la exhausta
sumisa. Su trasero estaba de un rojo brillante y sus jugos
cubrían sus muslos. Los dos Dom trabajaron rápidamente
para liberarla de sus ataduras y frotaron cada miembro
para asegurarse de que su sangre circulara correctamente.
Marco se puso de pie, agarró una manta roja de un estante
cercano y se la entregó a Ian. «Me ocuparé de tus cosas
por ti».
Ian asintió antes de envolver a su sumisa en la manta y
llevarla a una gran silla de cuero con respaldo alado. Se
sentó con ella en su regazo y dejó que su trasero colgara
sobre el costado de su muslo para que no se sintiera
demasiado incómoda. Después de tomar unos sorbos de
agua de la botella que alguien le había dado, se acurrucó
en su pecho mientras sus fuertes brazos la sostenían. Su
corazón se apretó cuando ella lo miró con los ojos
hinchados y húmedos y suspiró. «Gracias, Amo».
CAPÍTULO ONCE

C UATRO DÍAS DESPUÉS , A NGIE TRABAJABA EN CASA LA PORTADA


de una nueva novela para Red Rose Books. Los editores
habían recibido los borradores finales de la novela de
Kristen y su editora, Jillian, había llamado a Angie para
darle a conocer grandes elogios de sus empleadores. Les
había encantado el trabajo y le pidieron que diseñara la
portada de otro esperado libro de un autor diferente.
Mientras trabajaba, hablaba por su teléfono celular con su
amiga Mandy, quien la había llamado muy emocionada para
contarle de un nuevo chico que había conocido. Un poco
antes de las dos de la tarde, Angie acababa de centrar el
título donde quería ubicarlo, cuando sonó el timbre. Supuso
que era el mensajero de UPS que le dejaría un nuevo
trabajo. Hizo clic en el icono de guardar en su computadora
portátil y terminó su llamada con Mandy.
Dejó su teléfono al lado de su computadora y se levantó
para abrir la puerta. Cuando miró por la ventana lateral
oblonga, frunció el ceño al ver a dos hombres vestidos con
trajes comprados en tienda. Un hombre la vio y levantó una
carpeta del tamaño de una billetera que contenía una placa
y una identificación en letras doradas que decía
‘Administración de Control de Drogas de los Estados
Unidos’.
El pánico la asaltó. La única razón posible por la que
alguien de la DEA tocaba a su timbre era porque algo le
había ocurrido a Jimmy. Marcó el código de seguridad en el
panel de alarma, abrió el pomo y el cerrojo de la puerta.
«¿Qué pasó? ¿Dónde está Jimmy? ¿Está herido?».
El más bajo de los dos hombres, que le había mostrado
su identificación a través de la ventana, habló con voz
tranquila pero autoritaria. «¿Es usted la Srita. Angelina
Beckett? ¿Podemos pasar a hablar con usted un minuto?».
«Sí, sí, por favor». Dio un paso atrás para permitirles
entrar a su casa a pesar de que una campana de
advertencia comenzó a sonar en su cerebro. La ignoró y
cerró la puerta antes de girarse para enfrentarlos. «Por
favor, díganme qué pasó».
Los dos agentes entraron en su sala de estar mientras
miraban a su alrededor. Parecían satisfechos con lo que
veían o no veían y de nuevo el más bajo habló. «Srita.
Beckett, soy el agente Jackson y este es el agente Holstein
de la oficina de la DEA en Atlanta». El hombre más alto y
de rostro severo le dio un breve asentimiento, pero
permaneció mudo. «Nos han ordenado que la pongamos
bajo custodia protectora».
«¿Custodia protectora? ¿Por qué? ¿Quién les dijo que
hicieran eso?». Las alarmas en su cerebro se hacían más
fuertes a cada segundo.
«El agente Athos, también conocido como el agente
Austin, está preocupado por su seguridad. Él cree que su
tapadera ha sido descubierta y, como dije, quiere que la
mantengamos bajo custodia protectora y la llevemos a una
de las casas de seguridad de la DEA».
Las advertencias ahora le gritaban. «¿Eso es todo lo que
dijo?».
Los ojos de ambos agentes se entrecerraron en
confusión. El más alto parecía impacientarse, pero todavía
era el más bajo el que hablaba. «¿No es suficiente?».
¡Mierda! No debería haberlos dejado entrar en la casa.
Ahora tenía que pensar en una forma de salir de allí de una
pieza. «Um, sí. Quiero decir, pensé que tal vez había una
amenaza específica o algo así». Angie saltó al oír un fuerte
golpe en su puerta corrediza de vidrio y miró para ver
quién era.
Ay, gracias a Dios. Brody estaba de pie en su patio, con
curiosidad y un poco de preocupación en sus ojos mientras
miraba a los dos hombres en su sala de estar y luego a ella.
Él le indicó que abriera la puerta y corrió hacia ella
mientras el Agente Jackson escupía: «¿Quién diablos es
ese?».
Vio al hombre alcanzar su pistola enfundada por el
rabillo del ojo, pero se sintió aliviada cuando no sacó el
arma. De alguna manera, tenía que advertir a Brody que
algo andaba terriblemente mal. Cuando abrió la puerta
corrediza, respondió esperando que él se diera cuenta
rápidamente de la situación. «Oh, este es mi novio, Brody.
Solo llevamos saliendo unas pocas semanas. Brody, estos
hombres son de la DEA. Son el agente Jackson y lamento
haber olvidado su nombre».
El hombre más alto habló por primera vez. «Agente
Holstein, y lo siento Srita. Beckett, pero realmente tenemos
que ponernos en marcha. Cuanto antes la llevemos a la
casa de seguridad, será mejor».
Era evidente que Brody se había dado cuenta porque su
brazo rodeó su cintura y la atrajo hacia su costado. Aunque
actuó tranquilo y convincentemente confundido, ella sintió
que la tensión lo abandonaba. Rezó que fuera bueno en su
labor de guardaespaldas que hacía para ganarse la vida.
Cuando habló, intensificó su acento sureño tejano.
«¿Agentes de la DEA? ¿Casa de seguridad? Amor, ¿de qué
están hablando estos hombres?».
Ella siguió el juego, esperando salir con vida. «Lo siento,
cariño. Sé que teníamos planes para este fin de semana,
pero ¿recuerdas a mi mejor amigo, Jimmy, de quien te
hablé?». Él todavía miraba a los otros hombres, pero
asintió con la cabeza, así que ella continuó. «Bueno, lo que
no te dije es que Jimmy está con la DEA y trabaja de
encubierto para ellos. Aparentemente, piensan que su
tapadera pudo haber sido descubierta y que yo podría ser
un objetivo, por lo que deben ponerme bajo custodia
protectora».
«¿En serio? ¿Como en las películas?». Dios mío, el
hombre podía actuar como un tonto cuando era necesario.
Y estaba segura de que era toda una actuación. «Bueno, si
tienen que mantener a mi bebé a salvo… ¿puedo ir con
ella?».
Fue Jackson quien respondió mientras su compañero
fulminaba con la mirada al recién llegado. «Me temo que
no, señor. Le prometo que la cuidaremos bien por usted.
Solo se irá unos días, una semana como máximo, hasta que
podamos asegurarnos de que no corre ningún peligro».
Brody se encogió de hombros como si todo este
escenario no fuera gran cosa. «Está bien, si creen que es
mejor. Cariño, ¿por qué no te ayudo a poner un poco de
ropa en una bolsa y me despediré de ti en privado?».
«No tenemos tiempo para eso. Podemos conseguirle algo
de ropa y cualquier otra cosa que necesite una vez que la
tengamos a salvo».
Con una falsa sonrisa suplicante, Angie aprovechó la
oportunidad para distanciarlos de los dos agentes, si es que
eran incluso quienes decían ser. Todo lo que sabía era que
Jimmy no los había enviado, ni tampoco su director. «Oh,
por favor. Solo me tomará unos momentos poner algunas
cosas en mi bolsa de lona. Me sentiría más cómoda con mis
propias cosas. Y realmente quiero un minuto para
despedirme de Brody. Seremos rápidos». Estaba a medio
camino de la puerta de su dormitorio con su novio de turno,
pero se detuvo y tomó su teléfono celular y su computadora
portátil de su escritorio colocado contra la pared del
comedor de su oficina improvisada. «Los meteré con mi
ropa para poder trabajar mientras ustedes me mantienen a
salvo».
Ambos hombres parecían más que molestos, pero el
agente Jackson asintió a regañadientes cuando los dos se
dirigieron hacia su dormitorio. En el instante en que
cruzaron el umbral, Brody la agarró por la cintura mientras
cerraba la puerta detrás de ellos y dijo lo suficientemente
alto como para que los oyeran: «Ven, muñeca, y dame un
poco de azúcar. Te amo tanto. Te voy a echar de menos».
Tan pronto como cerró, silenciosamente la arrastró
hacia la puerta corrediza de su dormitorio, que también
conducía a la terraza. Mantuvo su voz en un susurro: «Lo
siento, Brody, pero estoy en un grave problema. Jimmy no
los envió».
Miró hacia el panel de control de la alarma junto a la
puerta que conducía a la sala de estar, asegurándose de
que no se activara la alarma cuando abriera la puerta
deslizante. Su acento texano se había desvanecido, junto
con el volumen de su voz, aunque todavía había un indicio
del acento. «Creo que así lo entendí, querida».
Miró hacia abajo y un poco de alivio se apoderó de su
rostro cuando vio que ella tenía zapatillas de correr. «Tan
pronto como abra la puerta, correremos por los patios
traseros lejos de mi casa. Ojalá pudiéramos ir a buscar una
de mis armas, pero tendríamos que pasar por tu sala de
estar. Dirígete a la zona boscosa dos casas más abajo.
Desde allí, pasaremos a la siguiente calle. ¿Lista?». Ella
asintió con ansiedad, pero permaneció en silencio. «Todo
estará bien».
Silenciosamente deslizó la puerta para salir y cruzaron
por el patio de la vecina de al lado, corriendo lo más rápido
que pudieron… bueno, tan rápido como Angie pudo.
Estaban casi en el segundo patio cuando escucharon a los
agentes patear la puerta de su dormitorio y, cuando
llegaron al bosque, escuchó a uno de ellos gritar: «¡Oigan!
¡Mierda!».
Brody miró por encima del hombro, pero Angie seguía
corriendo. Afortunadamente, a poca distancia el follaje más
denso les proporcionó más cobertura. Los ocultaba a través
de la vegetación y cuando llegaron al claro de otro patio
trasero, escuchó a alguien atravesar la maleza detrás de
ellos, seguido de más maldiciones. Aunque Brody se movía
más rápido, ella lo instó a seguir. «Date prisa, los escucho».
«Por aquí». Él tiró de su brazo y ella casi pierde su
teléfono y su computadora portátil que todavía tenía
agarrados. Rodearon la casa y cruzaron la calle en
diagonal, pasando por otra vivienda, hacia un patio trasero
que tenía una cerca de madera de cuatro pies que lo
separaba del estacionamiento trasero de un pequeño
centro comercial. Cuando se acercaron a la cerca, Brody la
agarró por la cintura y casi la arrojó sobre ella, saltando la
barrera él mismo un segundo después. Angie estaba
sorprendida de haber aterrizado de pie y todavía tener sus
dispositivos electrónicos en sus manos. Gracias a Dios que
corría cinco kilómetros, cuatro veces a la semana, de lo
contrario ya se habría desmayado. Tal como estaba, su
pánico le hacía difícil recuperar el aliento.
Brody le rodeó el brazo con la mano y echaron a correr
de nuevo. Cuando rodearon el costado del edificio, ella
tropezó, pero su agarre impidió que se cayera. Cuando
llegaron a la acera, giró a la derecha y siguió corriendo
mientras la arrastraba por tiendas y negocios. No tenía
idea de si todavía los seguían y no se atrevió a mirar. Él,
por otro lado, miró hacia atrás varias veces, pero no redujo
la velocidad. Una cuadra más allá, giró y los empujó a
través de la calle, hacia el estacionamiento de otro centro
comercial. Se dio cuenta de que tenía un plan en mente y
sus pensamientos se confirmaron cuando corrió hacia la
puerta de un restaurante llamado Donovan’s. Vagamente
recordó que Jenn trabajaba ahí y que el hermano de Jake
era el dueño. Brody abrió la puerta y la arrastró al interior,
reduciendo la velocidad pero sin detenerse mientras la
apresuraba a lo largo de la barra y le gritaba al barman
sorprendido. «Mike, llama a Ian. Dile ‘código rojo’. Si no lo
consigues, llama a Jake o a Devon. Si dos tipos en traje
vienen diciendo que son federales, llama al 911».
Mike, quienquiera que fuera, aparentemente sabía de lo
que estaba hablando Brody porque tiró el trapo que había
estado usando para limpiar la barra y agarró el teléfono
detrás de él. Brody seguía sin dejar de moverse, llevándola
por un pasillo, más allá de los baños del bar y a una
habitación marcada como ‘Privada’. La llevó a la oficina,
cerró la puerta y echó el cerrojo. Finalmente, se detuvieron
por completo y ella estaba jadeando por aire. La molestaba
un poco que él ni siquiera respirara con dificultad, como si
correr cuatro o cinco cuadras en zigzag fuera algo
cotidiano, mientras alguien los perseguía.
«¿Qué …? ¿Qué pasa si … vienen aquí?». Ella pronunció
las palabras entre bocanadas de aire. Su corazón latía con
fuerza en su cerebro, sus pulmones en llamas, y si los
encontraban, no creía que pudiera dar un paso más.
Brody le quitó el teléfono de la mano, abrió la parte
posterior y arrancó la batería y la tarjeta SIM, metiendo
todo en el bolsillo de sus pantalones deportivos. Se acercó
a dos cajas fuertes que estaban atornilladas al suelo bajo el
escritorio lleno de papeles. Colocó su dedo medio en el
escáner de una de ellas, esperó tres segundos y la puerta
se abrió. Metió la mano, sacó una pistola Sig Sauer de 9
mm enfundada, comprobó que el cargador estuviera lleno
al máximo de balas con punta de latón y luego cerró la
puerta de la caja fuerte. Enganchó el arma enfundada en la
parte posterior de sus pantalones de chándal, lo que
terminó tirándolos más hacia abajo en sus caderas por el
gran peso de los mismos.
Angie no le tenía miedo al arma, de hecho, se alegraba
de que ahora tuviera una. «Obviamente has planeado
situaciones como esta, ¿eh?».
«Cuando empezamos Trident, el equipo ideó varios
planes de emergencia. Nunca antes había tenido que usar
uno de mi propia casa, pero me alegra saber que
funcionan». Vio que ella miraba nerviosamente la puerta de
la oficina. «Los perdimos hace un tiempo, así que estamos a
salvo hasta que Ian llegue. Cuando lo haga, saldremos por
la parte de atrás y nos subiremos a su auto».
Miró hacia donde él señalaba y vio otra puerta que
supuso conducía a un callejón o lote detrás de ellos. «Y, de
todos modos, ¿por qué fuiste a mi casa?». No era raro que
pasara por la mañana o por la noche, pero no a media
tarde. «No me quejo, por supuesto».
Hubo un golpe único y fuerte en la puerta por la que
habían entrado, y Angie saltó, pero Brody levantó la mano
para calmarla. La puerta no se abrió, pero escuchó una voz
masculina que decía: «Ian está a seis minutos de distancia.
Tocará la bocina dos veces. Parece estar todo despejado al
frente».
Brody respondió con un solo golpe en la puerta de
madera antes de darse la vuelta para mirarla de nuevo.
«Estuve trabajando hasta tarde anoche, así que hoy me
tomé el día libre. Me dirigía a correr cuando vi el extraño
auto en el camino de tu entrada con placas del gobierno.
Fui a ver cómo estabas, no quería interrumpirte si no me
necesitabas. Pero cuando vi tu cara, supe que algo no
estaba bien. Por cierto, lo hiciste fenomenal. Mantuviste la
calma, me ayudaste a descubrir que algo andaba mal y
actuaste como una profesional. ¿Alguna vez pensaste en
convertirte en actriz?».
Ella no le respondió. Algo en lo que había dicho la hizo
pensar que no estaba siendo cien por ciento sincero con
ella, pero en este punto no importaba. Necesitaba su ayuda
y la de Ian para llegar a la unidad de almacenamiento
donde se guardaba un vehículo de emergencia, dinero,
identificaciones falsas y dos bolsas llenas de ropa y otras
necesidades. Después de eso, podría salir de la ciudad y
seguir las órdenes que Jimmy le había aleccionado a lo
largo de los años.
El primer día de cada mes, conducía por Tampa en
carreteras menos transitadas sin un patrón establecido.
Una vez que estaba segura de que no la estaban siguiendo,
se dirigía a la unidad de almacenamiento alquilada con un
nombre ficticio y verificaba todo. Con la puerta de la
unidad exterior abierta, pondría en marcha el motor
mejorado del viejo Chevy Nova y lo dejaría funcionar
durante unos minutos para asegurarse de que las baterías
permanecieran cargadas. Luego, lo apagaba de nuevo y
volvía a cerrar la unidad hasta el primero del mes
siguiente, cuando volvía a hacer toda la rutina. Cada seis
meses sacaba el coche y lo llevaba a un cambio de aceite y
a afinación. Siempre había pensado que todo el proceso era
demasiado a la James Bond, pero ahora estaba agradecida
de haber seguido las instrucciones de Jimmy al pie de la
letra.
«¿Cómo supiste que no eran quienes decían ser y que tu
amigo no los había enviado?».
«No conocían la contraseña». Cuando él no dijo nada,
ella explicó: «Hace años, en caso de que alguna vez su
tapadera fuera descubierta, Jimmy preparó un plan de
escape para mí. Si los hubiera enviado, habrían dicho cierta
contraseña que solo nosotros dos y su director conocemos.
No la dijeron, así que ni Jimmy ni su director los habían
enviado. Ahora tengo que ir a mi escondite de emergencia y
salir de la ciudad hasta que él se comunique conmigo».
Brody asintió, pero no dijo nada y ella se preguntó qué
estaría pensando sobre todo esto. No se arrepentía de
haberla ido a ver, y si no lo hubiera hecho, ella no hubiera
tenido idea de cómo poder escapar de los hombres. De
repente recordó algo que mencionó. «¿Dijiste que las
placas del auto eran placas del gobierno? ¿Eso significa
que realmente eran de la DEA?».
Asintió de nuevo. «Sí, las placas fueron emitidas por el
gobierno, pero no sabré de qué agencia y de qué ciudad
hasta que las revise en mi computadora. Si son agentes
reales, entonces tu amigo tiene problemas aún mayores.
Tiene traidores dentro de su departamento».
Angie jadeó, sus ojos se agrandaron y empezó a temblar.
«Oh, mierda, no pensé en eso. ¿Y si le pasa algo? ¿Qué pasa
si no puede ponerse en contacto conmigo?». La mataría si
algo le sucedía a Jimmy.
La jaló a sus brazos y abrazó a su vecina. «Tranquila,
cariño. Una cosa a la vez. Primero te llevaremos a un lugar
seguro y luego lo localizaremos».
CAPÍTULO DOCE

I AN CONDUCÍA COMO UN LOCO CON COCAÍNA . H ABÍA CORRIDO A


su coche y acababa de arrancar el motor cuando Mike lo
llamó y le dijo que tenían una emergencia: Brody estaba en
la oficina del restaurante con una mujer rubia que Mike no
conocía. Pero Ian supo al instante quién era y agradeció a
las estrellas de arriba por su compañero de equipo. No
imaginaba cómo ‘Cabeza de Huevo’ se había enterado de
que Angie estaba en peligro, pero estaba agradecido de
que el friki la tuviera escondida.
Menos de dos minutos antes de la llamada de Mike,
había entrado otra llamada. La pantalla decía
‘Desconocido’, que era común en su negocio con todos sus
contactos que preferían permanecer en el anonimato.
Arrojó el bolígrafo que había estado usando para hacer la
contabilidad mensual, tomó su celular y contestó.
«Sawyer».
«La ‘Pata Daisy’ está en problemas. Sáquenla de allí».
La línea se cortó y él saltó de su silla, agarró su arma y
echó a correr. Athos era quien llamaba y la estúpida frase
de contraseña significaba que Angie estaba en peligro. El
corazón de Ian latía fuera de su pecho cuando saltó a su
auto. Entonces Mike llamó e Ian casi no contesta su
teléfono. Menos mal que lo hizo.
Se detuvo detrás de Donovan’s y tocó el claxon dos
veces, desesperado por ver a su ángel y asegurarse de que
ella estuviera ilesa. La puerta trasera del bar se abrió
cuando presionó el pestillo de la manija de la puerta junto a
él. Brody se apresuró a llevar a Angie hacia la camioneta y
casi la aventó al asiento trasero antes de lanzarse detrás de
ella.
«Manténganse abajo». No necesitó decir las palabras
porque su compañero de equipo conocía la rutina y pronto
tuvo a Angie tendida en todo el asiento trasero cubierta con
su propio cuerpo. Sin mirar atrás, Ian pisó el acelerador,
sacándolos de allí lo más rápido que pudo.
Quince minutos más tarde, Brody le había puesto al
corriente de lo sucedido y estaban casi en la pista de
aterrizaje privada donde se guardaba el pequeño avión de
Trident. Cuando finalmente sintió que era seguro, les dijo a
los dos que podían levantarse y luego miró por el espejo
retrovisor para demostrarse a sí mismo que Angie estaba
viva y bien.
La confusión de ella era evidente mientras giraba la
cabeza buscando algún punto de referencia familiar.
«¿Dónde estamos? Necesito que me lleves a mi unidad de
almacenamiento de emergencia para poder salir de la
ciudad».
Al entrar en el diminuto aeropuerto abandonado, no le
respondió hasta después de que se metió en un hangar y la
puerta enrollable cayó detrás de ellos gracias a Jake, a
quien había llamado de camino a Donovan’s. Jake, a su vez,
se puso en contacto con su piloto, un capitán retirado de la
Fuerza Aérea a quien tenían contratado, así también a un
contacto que estaría esperándolos en su destino con un
vehículo para ellos. Estacionó el auto, saltó, abrió la puerta
del pasajero trasero y sacó a Angie en brazos. No se había
dado cuenta de que la estaba aplastando hasta que ella le
dijo que no podía respirar y él la soltó de mala gana.
«Ian, ¿qué está pasando? ¿Por qué estamos aquí?
Necesito recoger mis cosas y salir de Tampa».
«Lo sé, Ángel, pero tus planes han cambiado». No
necesitaba mirar para saber que Brody estaba preparando
el avión, para que pudieran despegar tan pronto como su
piloto, Conrad Chapman, conocido como CC, llegara e
hiciera la lista de verificación previa al vuelo de último
minuto. Jake estaba afuera asegurándose de que nadie se
les acercara sigilosamente. Ian estaba seguro de que no los
habían seguido, pero tenía que comprobar que los hombres
que la habían visitado en su casa, de alguna manera, le
hubieran instalado algún dispositivo de rastreo. Abrió el
maletero, recuperó un escáner y lo pasó por todo su cuerpo
hasta que estuvo satisfecho de que estaba limpia. El
escáner había sonado cuando llegó a su zapatilla, pero un
código de frecuencia específico mostró que era uno de los
rastreadores Trident que Boomer había escondido en sus
zapatos. Haría que Brody revisara su computadora portátil
antes de que se fueran, pero su teléfono, si lo tenía, lo
dejaría en el vehículo.
Ella estaba desconcertada y comenzó a entrar en pánico.
«¿De qué estás hablando? ¿Qué estás haciendo? ¡Tengo que
salir de aquí!».
Respiró hondo y soltó: «Goofy está enamorado de
Minnie Mouse». Mierda, se sentía jodidamente ridículo al
decir eso. ¿Qué pasaba con Athos y sus extrañas
contraseñas de Disney?
«¿Qué dijiste?».
Sus dedos cubrieron su boca, mientras lo miraba
fijamente en estado de shock y dio un paso hacia atrás. Se
alejó de él, maldita sea. Era obvio que ella lo había
escuchado, así que no se molestó en repetirlo. «Athos temía
que algo pudiera salir mal en su misión, así que nos pidió
que te vigiláramos y te lleváramos a un lugar seguro si algo
sucedía».
La traición que vio en sus ojos fue más de lo que podía
soportar. «¿Él qué?». Su voz era aguda, lastimando sus
oídos, pero sabía que se lo merecía. «Has estado … ¿Qué?
¿Cuidando de mí? No sé con quién estoy más enojada, con
Jimmy o contigo. ¿Es por eso que me invitaste a salir y
porque has estado pasando tanto tiempo conmigo? ¿Jimmy
te pidió que lo hicieras? ¡Oh Dios! ¿Es por eso que Brody
estaba tan interesado en mi vida y me vigilaba todo el
tiempo? ¿Porque quería que fuéramos amigos?».
«Sí, él te estaba vigilando para asegurarse de que
estuvieras a salvo, pero hacerse tu amigo, tan solo era
Brody siendo Brody». Él ignoró su grito ahogado de
indignada incredulidad cuando la puerta lateral del hangar
se abrió y CC pasó a toda velocidad junto a ellos en su
camino hacia el avión, sin molestarse en cordialidades. El
hombre sabía que esto era urgente y actuaba en
consecuencia. Ian mantuvo sus ojos en los horrorizados de
Angie y esperó hasta que el piloto estuvo fuera del alcance
del oído de nuevo. «Y no, no es por eso que te invité a salir.
Te lo pedí porque ya no podía luchar más contra mi
atracción hacia ti, y tenía muchas ganas de conocerte
mejor. Si crees en algo ‘Ángel’, cree en esto. Lo que pasó
entre nosotros ha sido cien por ciento real».
Sacudió la cabeza con sospecha y dio otro paso atrás.
Apretó los dientes porque no tenían tiempo para esto.
«Explicaré todo en el avión, pero tenemos que partir y
alejarnos de la gente que te persigue».
«¿Por qué debería confiar en ti?».
La pregunta lo golpeó de lleno en el pecho y casi le quitó
el aire de los pulmones. Fue difícil recuperar la
compostura, pero de alguna manera lo logró. «Tres
razones. Uno: Athos confiaba en mí para cuidarte. Dos:
conocía la contraseña y solo hay una persona que podría
haberme dicho esa estupidez… una persona en la que
confías más que nadie en el mundo». Joder, le mataba decir
eso, pero era cierto. No habían llegado al punto en su
relación en el que ella confiara en él al cien por ciento y al
respecto, él acababa de dar tres pasos enormes hacia atrás.
«Y tres, porque me importas. Eres mi sumisa y es mi
responsabilidad mantenerte a salvo».
Él alcanzó su brazo, pero ella se apartó de él y gruñó:
«No me toques. Te juro Ian que, si me tocas ahora mismo,
te arrancaré los ojos. Y no soy tu sumisa. Ya no».
¡Mierda! Por mucho que quisiera demostrarle que
estaba equivocada, ahora no era el momento. Se mordió la
lengua y señaló el avión. «Bien, de acuerdo. Si no quieres
que te toque, sube al maldito avión. Cuanto más tiempo
estemos aquí, mayor será la posibilidad de que quienquiera
que esté detrás de ti nos localice».
Contó hasta tres, y ella aún no había pasado de cruzarse
de brazos sobre sus pechos mientras lo miraba mal. Athos
tenía razón: era terca cuando estaba enojada. Dando un
paso adelante, le dio una última advertencia, con su más
profunda y firme voz de Dominante. «’Ángel’, si no subes al
maldito avión, te arrojaré sobre mi hombro, te llevaré y te
ataré a un maldito asiento. Y una vez que estemos a salvo
en el aire, te daré una paliza en el trasero hasta que se me
caiga la mano y no podrás sentarte durante una semana».
Tan enojada como estaba, obviamente reconoció la
amenaza muy real, así como también la preocupación en su
voz. A pesar de que él le había mentido, todos le habían
mentido, tenía que saber que él la mantendría a salvo hasta
que pudieran localizar a Jimmy. Después de que le
aseguraran de que su mejor amigo estaba bien,
probablemente les patearía el trasero a ambos… y tal vez
también a Brody. Lanzó sus manos al aire. «¡Está bien! Iré
contigo, pero no me toques y no me hables a menos que sea
absolutamente necesario. Y quiero saber todo lo que está
pasando. Nada de mantenerme en la oscuridad como una
violeta encogida y que no puede cuidarse sola, porque no lo
toleraré».
Sin darle la oportunidad de responder, se dio la vuelta,
agarró su computadora portátil de donde estaba en el
asiento trasero y se dirigió hacia las escaleras que
conducían a la cabina interior del pequeño jet. Miró a
Brody, que estaba esperando al pie de las escaleras, cuando
él tomó su computadora. Ella no le respondió cuando le dijo
que tenía que comprobar si tenía dispositivos de rastreo.
En cambio, se cruzó de brazos de nuevo y esperó mientras
él la examinaba y luego asintió con la cabeza a Ian de que
todo estaba bien por el momento. El friki no la encendería
hasta que llegaran a la casa de seguridad donde podría
codificar cualquier señal que la computadora pudiera
enviar y que pudiera usarse para encontrar su ubicación.
Ian hubiera preferido dejarla atrás, pero sabía que todo su
trabajo estaba en eso, así que hizo una pequeña concesión.
Sin decir una palabra a nadie, Angie tomó su
computadora portátil y subió con fuerza las escaleras,
desapareciendo en la cabina. Jake escuchó los motores del
avión arrancar y se acercó a Ian, que todavía estaba de pie
junto a su camioneta, tratando de controlar sus emociones.
Devon e Ian habían puesto al corriente al resto del equipo
después de que Athos dejara la oficina ese día. «Dev,
Boomer y Marco se dirigen a casa de Angie para ver si
pueden encontrar huellas o algo que los agentes pudieran
haber dejado. Revisarán las grabaciones de vigilancia para
obtener imágenes fijas para que Brody las envíe a través de
su software de reconocimiento facial. Dev también está
pidiendo refuerzos para el complejo y para vigilar a Jenn y
a Kristen. Asignará a alguien para que ocupen las casas de
Angie y Brody. Si los agentes no son estúpidos, sin mucho
esfuerzo podrán relacionar a ‘Cabeza de Huevo’ con
Trident. Una vez que sepamos qué está pasando con Athos,
y el complejo esté seguro, Boomer y Marco estarán listos
para lo que sea que los necesitemos. Dev se quedará y
mantendrá el fuerte».
Ian asintió. Su equipo sabía lo que tenían que hacer y
confiaba en que lo harían. Brody se acercó a ellos y le
entregó el teléfono desmontado de Angie a Ian, quien lo
lanzó por la puerta trasera abierta de su vehículo antes de
cerrarla de golpe. Sabiamente, ninguno de los dos le dijo
nada más a su jefe, que estaba más allá de enojado y
aterrorizado de que la vida de Angie estuviera en peligro.
Nunca debería haber aceptado ocultarle las medidas de
protección. Ahora era demasiado tarde, así que lo mejor
que podía hacer era protegerla con su propia vida y tratar
de recuperar su confianza. Se preocuparía por todo lo
demás más tarde. Tanto si quería admitirlo como si no, él
seguía siendo su Dominante y ella seguía siendo su sumisa.
Tenían un contrato firmado y él iba a obligarla a cumplirlo
todo el tiempo que pudiera. Solo rezaba para que ella no
decidiera abandonarlo por esto. No estaba listo para
dejarla ir todavía, y Dios lo ayudara, no estaba seguro de
que alguna vez lo estuviera.
Brody abordó el avión con Ian siguiéndolo, y subió las
escaleras mientras Jake levantaba la puerta del hangar.
Después de que el avión salió al aire libre, la puerta
superior se cerró y Brody bajó las escaleras para que
subiera su compañero de equipo. Menos de cinco minutos
después, estaban en el aire e Ian dejó escapar un suspiro
de alivio. Por ahora, su ángel estaba a salvo y planeaba
mantenerla así.
CAPÍTULO TRECE

H ABÍAN ESTADO EN EL AIRE DURANTE MÁS DE MEDIA HORA ,


pero la ira de Angie aún estaba a punto de hervir, y aún no
había hablado con Ian o sus compañeros de equipo.
Sentada en uno de los asientos de lujo en la primera de las
dos filas de cuatro asientos, dos de cada lado, había
colocado su computadora portátil en el único asiento entre
ella y el pasillo, en un acto descarado que les decía a los
demás que no intentaran acercarse a ella. Por mucho que
quisiera respuestas, no creía que pudiera enfrentarlas
todavía sin querer arrojar algo a cualquiera de ellos,
especialmente a Ian. Los tres estaban detrás de ella en
algún lugar y ella estaba tan enojada cuando subió a bordo
que el resto del interior del pequeño jet era un borrón para
ella. Ahora, mientras miraba por la ventana a nada más que
a las nubes, repasó las últimas semanas una y otra vez en
su cabeza. Una de las cosas que más se destacó en su
mente fue que había estado tan absorta en su trabajo y en
su tiempo con Ian que apenas había pensado en Jimmy. Por
primera vez desde que eran adolescentes, sus
pensamientos y preocupaciones sobre su mejor amigo
habían pasado a un segundo plano frente a otra persona.
Eso nunca le había pasado con ninguno de los otros
hombres con los que había salido a lo largo de los años. Y
maldita sea, los dos imbéciles la habían mantenido en la
oscuridad sobre algo que les preocupaba; algo que debería
haber sabido desde el principio. Sabía que a lo largo de los
años Jimmy la había protegido lo mejor que podía del
mundo que estaba decidido a limpiar, un narcotraficante de
mierda a la vez, pero aun así la sacaba de quicio.
Se asomó cuando vio a alguien por el rabillo del ojo
tomar asiento al otro lado del pasillo. Era Jake, luciendo
cómodo con un par de jeans, camisa azul marino y botas
negras con suela de goma. Por ahora, Brody e Ian
sabiamente se mantenían alejados de ella. De todos los
compañeros de equipo de Ian, Jake era al que menos
conocía. Era el más tranquilo de los seis hombres, pero
todavía tenía esa imponente presencia de un macho
dominante. Estudió su perfil. Su mandíbula cincelada, sus
pómulos altos y sus largas pestañas la hacían anhelar tener
a su mano su bloc de dibujo. Durante las últimas semanas
había realizado varios bocetos a lápiz de Ian, y algunos de
Jenn y Beau, pero estaba ansiosa por capturar la dureza y
la tristeza que veía en el rostro de Jake.
Él volteó y la atrapó mirándolo y le dio una pequeña
sonrisa. «¿Qué piensas?».
Dejó escapar un bufido poco femenino. «No tienes ni
idea».
Se encogió de hombros y le contestó: «Ponme a prueba.
Puede que no sea tan hablador como Marco cuando
consuelo a un sumiso, pero soy un buen oyente».
«No soy una sumisa», escupió. «Ya no. Y no necesito
consuelo, gracias».
Su ceja izquierda se elevó cuando le lanzó una mirada
de ‘sí, claro, piénsalo de nuevo’, que la irritó porque podía
adivinar lo que estaba a punto de decir. «No puedes
encenderlo y apagarlo como un interruptor, Angie. Puedes
intentarlo, pero terminarás siendo miserable. El hecho de
que estés colérica no significa que tu cuerpo deje de desear
lo que has experimentado durante las últimas semanas. Era
una parte de ti que no sabías que existía, y ahora que lo
sabes, nunca volverás a ser como eras antes, sin
arrepentirte».
Sabía que tenía razón, pero aún sin querer admitirlo, se
volvió y miró por la ventana de nuevo. Jake podría trabajar
para Trident, pero él no había hecho nada para ser el
destinatario de su ira, y no quería desquitarse con él. Pero
Ian, Brody e incluso Boomer eran una historia diferente, así
también su mejor amigo. Escuchó a Jake ponerse de pie y
esperaba que volviera a donde había estado sentado antes,
pero él tomó su computadora portátil, la dejó en el asiento
que acababa de dejar libre y se sentó a su lado.
«Háblame. No tiene que ser sobre cosas de D/s, ni nada
que ver con el ‘Jefe’, ya que él es un tema delicado contigo
en este momento. Debes tener mil preguntas sobre lo que
sucedió hoy y, aunque todavía no tengo todos los hechos,
responderé lo que pueda».
Angie se movió en su asiento, apoyó su espalda en la
ventana y estudió al hombre. En sus ojos, ella vio la misma
compasión y comprensión que había visto en los de Marco
cuando se quedó con ella durante sus azotes públicos. El
pensamiento de esa noche y cómo había gritado su
liberación para que todos la oyeran hizo que sus mejillas se
calentaran. Se obligó a pensar en otra cosa, sin querer que
él supiera a dónde iba su mente y cómo esos pensamientos
aún hacían que su cuerpo hormigueara. «¿A dónde vamos?
Empecemos por ahí».
«Muy justo. En poco más de una hora aterrizaremos en
Spartanburg, Carolina del Sur. Desde allí,
aproximadamente será otra hora y media en automóvil
hasta la casa de seguridad en Maggie Valley, Carolina del
Norte».
«¿Casa de seguridad? ¿De quién?». ¿Hoy en día todos
tenían una casa de seguridad?
Jake asintió y asumió una posición más cómoda ya que
ella estaba haciendo preguntas. «Pertenece a Ian y Devon,
pero llevaría mucho tiempo rastrearla ya que la propiedad
está enterrada bajo un montón de negocios no relacionados
y nombres falsos. Ian y su padre encontraron el lugar
cuando se unió por primera vez a los SEAL. Uno de los más
veteranos le dijo que si tenía la oportunidad, debía
encontrar un lugar donde nadie pudiera localizarlo. A lo
largo de los años, por una u otra razón, con todos los
terroristas, los cárteles de la droga y la escoria del planeta
con los que nos hemos enfrentado, no es paranoia pensar
que todos tenemos un precio por nuestras cabezas. Pero
tenemos suerte de que la mayoría de ellos tenga mejores
intereses en lugar de buscar nuestras identidades y
hogares. Y es por eso que Ian y Dev invirtieron tanto en la
seguridad del complejo. En cuanto a la casa de seguridad, a
lo largo de los años la hemos usado varias veces, pero no
siempre para emergencias. Está en las montañas y en
ocasiones, es un gran lugar para escaparse. Pero siempre
tomamos precauciones si vamos allí y nuestro plan de vuelo
indica que vamos a Myrtle Beach en Carolina del Sur. Hay
aeropuertos más cercanos a Maggie Valley, pero de esta
manera es más difícil para alguien rastrear nuestros
movimientos».
Angie estaba un poco aturdida. Sabía que lo que hacían
los hombres de Trident a veces podía ser peligroso, pero
tener una recompensa por sus cabezas era algo que solo
pensaba que sucedía en el Viejo y Salvaje Oeste, o con los
criminales de la lista de los Más Buscados del FBI.
«¿Cuánto tiempo tengo que quedarme allí?».
«Hasta que tengamos noticias de tu amigo y
averigüemos cómo poner fin a la amenaza en tu contra. No
quiero asustarte, pero dijiste que querías estar informada.
No sé si los hombres de tu casa eran agentes reales, pero
lo averiguaremos cuando lleguemos a la casa de seguridad.
Por lo que pudimos averiguar, iban a secuestrarte y a
usarte contra Athos para sacarle información». Hizo una
mueca y agregó: «Y probablemente como venganza por
estar de infiltrado en el cartel de la droga».
La mirada que él le dirigió decía el resto: había una muy
buena posibilidad de que ni Jimmy ni ella sobrevivieran si
el cartel los atrapaba. A pesar de su miedo, una pizca de
esperanza que no sabía que faltaba comenzó a llenarla.
«Entonces, ¿eso significa que Jimmy todavía está vivo? Si
me quieren, eso debe significar que no lo tienen a él».
La inclinación de la cabeza de Jake no fue del todo
reconfortante. «Hasta hace poco, seguía vivo y asumimos
que no había sido capturado porque se comunicó con Ian
para informarnos que algo andaba mal y que te sacáramos
de Tampa. El ‘Jefe’ recibió la llamada justo antes de que mi
hermano lo llamara desde el bar. Si puede, Athos estará en
camino para reunirse con nosotros en Carolina del Norte».
«Ese tipo era tu hermano, ¿Mike?». Solo había
vislumbrado al hombre y no había notado ningún parecido,
pero Jake asintió.
«Entonces, ¿qué pasa ahora?».
«Esperamos hasta que tu amigo se comunique con
nosotros y lo ayudaremos cuando lo haga. Mientras tanto,
te mantendremos a salvo y trataremos de averiguar quién
está detrás de ti. Y lo eliminaremos».
Su estómago dio un vuelco por lo letal que sonaban esas
últimas tres palabras. «¿Eliminarlo? ¿Cómo?».
Los ojos de Jake se endurecieron y se clavaron en los de
ella. «Eliminaremos las amenazas y nos aseguraremos de
que nunca más te persigan».
«¿Matarían a alguien por mí?». Había una combinación
de incredulidad y asombro en su voz, y estaba segura de
que la expresión de su rostro coincidía con ella. «¿Por
qué?».
«En un abrir y cerrar de ojos, Angie. Porque es la forma
en que los hombres como nosotros estamos conectados.
Protegemos las vidas inocentes a toda costa. No es como si
tuviéramos un deseo de morir o algo así, pero si nos matan
protegiendo o salvando a alguien más, nos aseguramos de
luchar hasta el final para darles la mejor oportunidad de
sobrevivir. Te guste o no, si se trata de salvarte a ti y no a
mí, recuerda que quiero un velatorio tradicional irlandés,
con gaitas».
Angie tragó con fuerza. Había dicho la última parte con
una sonrisa burlona, pero ella sabía que hablaba en serio.
Vio la convicción en sus ojos y supo que no estaba
mintiendo al decir que daría su vida por la de ella. Lo haría
sin dudarlo ni un momento. Se dio cuenta de lo que le había
hecho anhelar dibujar su rostro antes. Jake Donovan le
recordaba mucho a Jimmy Andrews después de convertirse
en Jimmy Athos. Se preguntó qué le había sucedido al
amigo de Ian para poner la misma dureza y sensación de
pérdida en los hermosos pero atormentados ojos verdes del
hombre.
Ella sabía lo que quería decir con ‘eliminar’, antes de
que él lo confirmara, y no estaba segura de cómo se sentía
al respecto. El equipo podría tener que matar gente para
mantenerla a salvo, y odiaba el hecho de que tuvieran
sangre en las manos por su culpa. No era ingenua al pensar
que Ian, Jake y los demás nunca habían matado a nadie
antes. Eran ex SEAL de la Marina en una era en la que los
terroristas de todo el mundo estaban más que amenazando
el estilo de vida estadounidense, así como las vidas de sus
ciudadanos. Habían estado en combate, viendo y haciendo
cosas que la mayoría de la gente nunca había imaginado,
pero ahora, no matarían a nadie en todo Estados Unidos.
En cambio, estarían matando a alguien por el bien de una
persona: de ella, de Angelina Beckett, una diseñadora
gráfica de Tampa, Florida, que no reconocería a un
terrorista o al miembro de un cartel de la droga si se
tropezara con ellos. Con ese conocimiento, dejó de hacer
preguntas por el momento y se volvió hacia la ventana.
Después de unos momentos, sintió que Jake se levantaba y
regresaba al área detrás de ella, dejándola sola en sus
pensamientos.

IAN ESTABA listo para escupir uñas mientras veía a su


compañero de equipo hablar con Angie. Unos minutos
antes, había estado a punto de irrumpir en la parte
delantera del avión y obligarla a escucharlo, pero Jake lo
había detenido. No necesitaba su frustración en ese
momento y eso solo la alejaría más de él. Necesitaba
controlar sus emociones antes de hablar con ella. Entonces,
en lugar de hacerlo él mismo y arruinar las cosas aún más,
de mala gana permitió que su amigo hablara con la mujer
obstinada y enojada y calmara sus plumas erizadas.
Si Athos seguía vivo, debería estar de camino a Carolina
del Sur a la ubicación acordada. Cuando llegara, se pondría
en contacto con Ian, quien luego enviaría a sus compañeros
de equipo para recuperar al agente y llevarlo a través de la
frontera estatal a la casa de seguridad, después de
asegurarse de que no fueran seguidos o rastreados. Una
vez que supieran quién, qué, dónde, cuándo y cómo,
ayudarían a Athos de cualquier forma que pudieran
mientras mantenían a Angie a salvo.
Mientras Jake hablaba con Angie, Ian se sentó en el área
central del avión que estaba configurado como una sala de
estar, con sofás, sillones reclinables y mesas, todo
atornillado al piso. Miraba por la ventana a la nada,
pensando en lo rápido que la hermosa sumisa se había
metido debajo de su piel, un hecho que le preocupaba.
Habían caído en una cómoda rutina desde su primera
escena pública en el club el viernes pasado. La había
llevado de regreso a su casa después de que se recuperó
del subespacio que había alcanzado por su orgasmo y la
había follado varias veces hasta el amanecer, dejándolos a
ambos felices y saciados. Cada mañana ella se iba a casa,
solo para volver con él cada tarde y pasar la noche. Habían
regresado al club el sábado por la noche, y nuevamente el
domingo por la noche, participando en otra escena pública,
así como en una privada en la sala temática de la oficina,
donde ella fingía ser su secretaria traviesa. La había follado
de todas las formas en que podía pensar, utilizando el
escritorio y la silla para colocarla como él quería, e incluso
la había sentado encima de un archivador alto para poder
comer su dulce coño mientras él se mantenía en pie. Le
encantaba la forma en que ella abrazaba su lado travieso y,
a menudo su mente divagaba durante el día, pensando en
diferentes escenarios para que jugaran más tarde.
El club cerraba los lunes y martes, por lo que esas dos
noches habían preparado la cena en su cocina, se habían
acurrucado en el sofá y terminaron dándose placer el uno
al otro de diversas maneras. La mujer era tan insaciable
como él y más aventurera de lo que esperaba. Le había
dado varias piezas de lencería que había elegido en la
tienda del club, y le había dicho que debía usarlas y nada
más mientras estuvieran solos en su casa. Angie lucía la
lencería de una manera que rivalizaba con cualquier
modelo de Victoria’s Secrets. Si él se salía con la suya, ella
no llevaría nada, excepto los sexy retazos de tela las
veinticuatro horas del día. Incluso había adquirido el hábito
de cerrar con llave la puerta de entrada para asegurarse de
que Jenn no volviera a entrar por accidente.
Vio como Jake se levantó y caminó hacia la sala de estar,
para tomar su asiento anterior, en el sofá entre los dos
sillones reclinables que Ian y Brody habían ocupado
durante todo el vuelo. ‘Cabeza de Huevo’ estaba tomando
una breve siesta ya que no había mucho que hacer
mientras estaban en el aire y no había tenido tiempo de
agarrar una de sus propias computadoras portátiles.
Cuando llegaran a la casa de seguridad, él tendría una
instalación más pequeña, pero similar a la sala de guerra
en Trident. A partir de ahí, haría lo que mejor sabía hacer y
les proporcionaría la mayor cantidad de información sobre
quién estaba detrás de Angie.
Ian miró a Jake. «¿Sigue queriendo mi verga en una
jaula para pollas?».
«Si yo fuera tú, me mantendría fuera de su alcance por
un tiempo. Tus pelotas también». Se rió entre dientes
cuando su jefe hizo una mueca y cruzó las piernas en una
respuesta automática que la mayoría de los hombres tenían
ante la idea de que sus órganos reproductivos fueran
torturados. «No te preocupes. Le di algunas cosas en qué
pensar. Está preocupada por Athos, pero creo que también
está preocupada por ti y el resto de nosotros».
Confundido, Ian inclinó la cabeza. «¿Por mí? ¿Por
nosotros? ¿Por qué?».
Jake se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en las
rodillas. «Puede que sea sumisa, Ian, pero está lejos de ser
ingenua. Angie sabe que existe la posibilidad de que ella,
Athos o cualquiera de nosotros terminemos a dos metros de
profundidad para cuando todo esto se desarrolle. A pesar
de que su amigo fue quien trajo esto a su puerta, no
importa cuán involuntario y cuánto haya intentado de
evitar, ella sabe que haremos todo lo que sea necesario
para protegerla. Si alguno de nosotros tiene que matar a
alguien, lo cual es una posibilidad cercana al cien por
ciento, creo que lo va a pasar mal. Y Dios no quiera que
uno de nosotros esté atrapado en un fuego cruzado… ella
se sentirá responsable pase lo que pase».
Tomando un momento para pensar en las cosas desde el
punto de vista de Angie, Ian supo que su compañero de
equipo tenía razón. Ella no era parte de su mundo donde
matar a alguien, aunque nunca se tomaba a la ligera, era
algo que no se dudaba en hacer si fuera necesario para
proteger a sus compañeros de equipo, su familia, personas
inocentes y la mujer que amaba. ¡Oh, carajo! No solo
pensaba eso. Su estómago tocó fondo y no podía culpar a
las turbulencias ya que no las había. No podía estar
enamorado de ella… no podría permitírselo. Enamorarse de
una mujer solo provocaba dolor en el corazón, e Ian se
negaba a volver a pasar por eso. ¡Mierda! Arrastró su mano
por su rostro con frustración y obligó a los pensamientos de
amor no deseado a ocupar un espacio en el fondo de su
mente. Se ocuparía de eso más tarde.
CAPÍTULO CATORCE

A NGIE AÚN NO HABÍA DIRIGIDO A NADIE NI UNA SOLA PALABRA ,


excepto a Jake y no más allá de las necesarias de ‘sí’ o ‘no’
a sus preguntas. Habían aterrizado en Spartanburg y los
esperaba una camioneta negra con vidrios polarizados y
placas de matrícula que no podía rastrearse a ninguno de
ellos. Su piloto, CC, recibió instrucciones de ir a la
habitación de un motel cercano y descansar un poco hasta
que averiguaran dónde lo necesitarían para volar más
tarde. Lo más probable es que regresara a Tampa para
recoger y regresar con Marco y Boomer, pero por ahora,
Ian lo quería disponible en caso de que sus planes
cambiaran.
De camino a Maggie Valley, se detuvieron en un Walmart
para recoger algo de comida y suministros, además de algo
de ropa para Angie. Si bien el equipo tenía entre otras
cosas, ropa de repuesto en la casa de seguridad, ella solo
tenía lo que llevaba puesto. Mientras Brody esperaba en el
vehículo, Jake e Ian entraron en la tienda cuidando de
Angie. Primero, llegaron a la sección de mujeres y, ante la
insistencia de Ian, ella agarró dos pares de pantalones
deportivos, jeans y algunas camisetas. Encontró otro par de
zapatillas que eran más apropiadas para correr que las
simples Keds que calzaba. En los pasillos de ropa íntima,
rápidamente eligió unos calcetines, un paquete de bragas
blancas de Hanes y dos sujetadores deportivos. Se quedó
boquiabierta y puso las manos en sus caderas cuando Ian
regresó al estante el paquete de seis bragas y eligió varios
pares de tangas de encaje con sujetadores a juego.
Mientras Jake se alejaba para ocultar su risa, Ian se cruzó
de brazos, sonrió y miró a Angie, instándola a desafiarlo.
Afortunadamente, ella no se iba a poner a discutir con él en
medio del supermercado. Cuando se dio la vuelta y se
dirigió hacia la sección de salud y belleza en busca de
artículos de tocador, él y Jake la siguieron con el carrito.
A pesar de que estaban huyendo de los malos, Ian
decidió presionar un poco más los botones de su ángel. No
podía evitarlo, era el Dom que llevaba dentro. Mientras ella
pasaba por los estantes de bienestar sexual en el pasillo
siguiente buscando un cepillo de dientes, él tomó una caja
de condones y la arrojó al carrito. Como esperaba, ella
gruñó y agarró la caja con la intención de volver a ponerla
en el estante. Antes de que ella tuviera la oportunidad de
hacerlo, él la agarró de la muñeca con suavidad, pero con
firmeza, le quitó el paquete de la mano y lo volvió a colocar
intencionalmente en el carrito. Y, para conmocionarla un
poco más, agarró una segunda caja y la arrojó junto con la
primera. Sus ojos verdes brillaban de ira. Abrió y cerró la
boca dos veces antes de regresar alterada para continuar
con sus compras.
Cuando terminaron en los pasillos de comida, Ian pagó
en efectivo por las compras. En su pánico por apresurarse
a salir de su oficina para llegar a ella, no había podido
agarrar una de sus identidades falsas con las tarjetas de
crédito que la acompañaban. Si bien todo el equipo tenía
identificaciones de alias de respaldo y tarjetas de crédito
en la casa de seguridad, por ahora usaría efectivo para que
no los pudieran rastrear a través de las compras.
Menos de media hora después de que entraron en la
tienda, salían con un carrito lleno de bolsas. Brody los
estaba esperando en el carril de incendios, y después de
asegurar a Angie en el asiento de pasajeros, Ian y Jake
rápidamente llenaron el maletero trasero con sus
provisiones. En la sección de delicatessen, habían
seleccionado varios sándwiches ya preparados y luego
agregaron algunas papas fritas y refrescos de las opciones
disponibles en las cajas registradoras. No era la mejor
comida del mundo, pero todo el mundo tenía hambre y
estaban lejos de ser exigentes en ese momento. Comieron
en silencio, mientras Brody los conducía a su destino final.
Durante el resto del viaje, Ian se sentó junto a Angie en
el asiento trasero y trató de hacer caso omiso al hecho de
que ella lo estaba ignorando. No podía esperar llegar a la
casa para tener una conversación que sus compañeros de
equipo no escucharan. Aunque, sabía que ella no iba a
hablar con él sin gritar. Esperaba que, en alguna excursión
pasada de fin de semana, alguien hubiera dejado una
mordaza y ataduras en la casa. Nunca antes, Ian había
llevado a una mujer al lugar, pero algunos miembros de su
equipo sí lo habían hecho, principalmente Boomer, Brody y
Marco.
Antes de salir de Tampa, los tres hombres dejaron sus
teléfonos móviles en el vehículo de Ian. Ian tenía un
teléfono desechable en su maletero junto con otro equipo.
Athos sabía que, si Ian no respondía a su celular, debía
contactar a Devon para obtener el número del teléfono
desechable. De esta manera, no podrían ser rastreados y
Athos aún podría contactarlos. Cuando llegaron a la
frontera del pueblo de Maggie Valley, Ian envió un mensaje
a su hermano, confirmándole que habían llegado sanos y
salvos.
Unos minutos más tarde, Brody dobló por la carretera
de montaña que conducía a la casa de seguridad y, tres
kilómetros más adelante, se detuvo en el camino de grava.
Ian miró a Angie mientras ella veía boquiabierta la
estructura. No estaba segura de qué esperar, pero en lo
que respecta a las casas de seguridad, esta era la mejor.
Era un hermoso refugio en la montaña que su padre le
había encontrado hacía más de trece años. A veces tener
como padre a un multimillonario e inversionista en bienes
raíces era muy útil. La casa había sido propiedad de un
jeque árabe que compraba y vendía casas en todo el mundo
con tanta frecuencia como la mayoría de la gente mejoraba
sus teléfonos móviles. Estaba construida en la montaña, por
lo que no había patio trasero, pero el frente de la casa daba
a un lago a menos de un kilómetro debajo de ellos. Se
ocultaba fácilmente entre el paisaje, las ventanas eran a
prueba de balas y la configuración de seguridad era la de
Brody. Su vecino más cercano era un lugar vacacional a un
kilómetro al oeste. Si un vehículo subía por la carretera que
conducía a la casa, sonaría una alarma en el interior.
También había cámaras y sensores en el bosque que
rodeaban los tres lados abiertos del lugar. La mayoría de
las veces, una alerta sería el resultado de un animal
grande, como un ciervo o un oso, pero preferían recibir las
alertas y que no fuera nada en lugar de perder a un
depredador humano.
La casa en sí tenía ocho dormitorios, cada uno con su
propio baño. Seis de ellos estaban en el segundo piso y los
restantes en el primero, junto con una cocina gourmet y
una gran sala de estar con techos abovedados. En el sótano
se encontraban un gimnasio, una sala de juegos y un cuarto
de pánico oculto.
La casa también tenía un área de estudio abierta en el
segundo piso, con vista a la sala de estar, y se había
convertido en la mini sala de guerra de Brody. Si bien no
tenía todo lo que el friki tenía en su oficina de Trident,
tenía lo necesario para mantener la seguridad junto con un
sistema informático suficiente. Un oficial de la Armada
retirado, que había sido uno de los superiores de Ian
cuando salió por primera vez del entrenamiento básico,
vivía aproximadamente a media hora de distancia y era
quien daba mantenimiento a la propiedad para ellos. Devon
se pondría en contacto con el ex teniente para informarle
que el lugar estaría ocupado y que se mantuviera alejado
hasta que le avisara lo contrario.
Brody y Jake agarraron las bolsas del maletero del
vehículo mientras Ian escoltaba a Angie hasta la puerta
principal y la abría con un escaneo de su palma, al igual
que lo hacía en su sistema en el complejo. Dejó la puerta
abierta para sus compañeros de equipo que estaban unos
pasos detrás de ellos cuando él y Angie entraron a la casa.
Mientras ella continuaba asimilando su nuevo entorno, Jake
comenzó a desempacar sus comestibles e Ian tomó las
bolsas de ‘Cabeza de Huevo’, con los suministros de Angie.
El friki se dirigió al estudio para iniciar las computadoras y
armar el resto de los sistemas de seguridad que no estaban
en funcionamiento de forma regular. Mientras Angie lo
seguía, Ian llevó sus bolsas a su habitación y las colocó en
la cama de tamaño king. Sin una palabra, la dejó sola allí y
no se sorprendió demasiado cuando ella regresó a la sala
de estar varios minutos después con las bolsas en las
manos. Él le arqueó una ceja. «¿Vas a alguna parte,
Ángel?».
Ella se detuvo frente a donde estaba parado mientras lo
miraba. «Obviamente, esa es tu habitación con toda tu ropa
y esas cosas, y no me quedaré allí. Supongo que en una
casa de este tamaño habrá una habitación vacía donde
pueda quedarme».
Cruzó los brazos sobre su pecho, le dirigió una mirada
que la desafió a discutir con él. «Por supuesto, hay varias
habitaciones desocupadas, pero no te vas a quedar en
ninguna de ellas. Te quedarás en la mía».
«Entonces, ¿dónde dormirás tú? Porque no será
conmigo».
Esta vez, en lugar de responderle, Ian la tomó por el
brazo y la condujo de regreso a su habitación, con ropa y
todo, y cerró la puerta detrás de ellos. Se paró frente a su
ruta de escape para que ella no tuviera más remedio que
escucharlo. O eso pensaba, mientras ella arrojaba las
bolsas sobre la cama, luego irrumpió en el baño adjunto y
cerró la puerta de golpe. Él puso los ojos en blanco cuando
escuchó el clic de la cerradura. ¿De verdad creía que un
candado insignificante lo mantendría fuera?
En lugar de forzarla, recuperó una de esas llaves
universales que hoy en día abren la mayoría de las puertas
interiores y entró al baño. La encontró sentada en la tapa
cerrada del inodoro con los brazos cruzados como una niña
haciendo pucheros. «¿No puedo tener algo de privacidad?».
«Si vas a actuar como una mocosa, entonces no. Ahora,
¿vamos a tener esta conversación aquí o en el dormitorio,
donde estoy seguro de que te sentirás más cómoda? Te
guste o no Ángel, vamos a hablar. Será solo tu decisión si te
azoto el trasero o no, antes de que lo hagamos. Y es mejor
que creas que no lo pensaré dos veces antes de prender
fuego a tu trasero. Ahora, ¿qué va a ser?».
Ella lo miró boquiabierta con incredulidad cuando él la
llamó ‘mocosa’, y luego su amenaza de azotarla le produjo
un ceño fruncido. Sin decir una palabra, se puso de pie y
salió furiosa al dormitorio después de que él se hizo a un
lado para dejarla pasar. Antes de que pudiera decir algo,
ella se dio la vuelta y lo señaló con el dedo. «Entonces, ¿fue
toda una estratagema para espiarme, o solo me estabas
espiando y tenerme en tu cama fue solo un beneficio
adicional?».
Ian gruñó y entrecerró los ojos. «Te estaba manteniendo
a salvo, no espiando. Y nunca te consideré un beneficio
adicional de un trabajo». Tan pronto como las últimas
palabras salieron de su boca, supo que había sido un error.
Una expresión de horror cayó sobre su rostro y él quería
patear su propio trasero.
«Entonces, ¿yo era solo un trabajo para ti? ¿Así es como
haces todos tus trabajos, Ian, debajo de las sábanas?».
Reconoció cuando se le ocurrió un pensamiento y pudo
adivinar cuál era. «¿Qué pasaba cuando no estabas cerca?,
¡eh! Brody no estaba en casa todo el día, así que, ¿cómo me
mantenías a salvo entonces?». Vio como una expresión de
culpabilidad que no podía detener apareció en su rostro, y
supo que estaba metido con ella en una mierda más
profunda. «Hay cámaras en mi casa, ¿verdad? Brody y
Boomer pusieron cámaras en mi casa cuando estaban
configurando el sistema de seguridad, ¿no es así? ¿De
quién fue la idea, tuya o de Jimmy? No esperó una
respuesta y su voz se hacía más fuerte con cada pregunta
hasta que empezó a gritar. ¡Maldito bastardo! ¿Todos en
Trident disfrutaban del espectáculo mientras yo me
duchaba y me vestía todos los días? ¿Y la noche de la gala?
¿Sacaste una película porno de eso? ¿De lo que me hiciste
hacer en la cocina al día siguiente? ¿Cuál es la tarifa actual
del porno amateur en estos días, Ian?».
No pudo soportarlo más. Ella estaba al borde de la
histeria, pensaba lo peor de él y no le dejaba pronunciar
una sola palabra. Trató de poner sus manos sobre sus
hombros y apenas movió sus caderas a tiempo cuando ella
trató de darle un rodillazo en la ingle.
Furiosa por haber fallado, Angie comenzó a golpearle el
pecho con los puños. Él la agarró por las muñecas y la
obligó a tumbarse de espaldas en la cama después de
empujar sus bolsas fuera del camino. No quería lastimarla,
pero necesitaba que se calmara antes de que pudiera
lastimarse, así que se sentó a horcajadas sobre sus caderas
y sostuvo sus brazos por encima de su cabeza. Ella se
agitaba y movía sus caderas, tratando de quitárselo de
encima, la agotó bastante rápido y él se relajó un poco
cuando ella disminuyó la velocidad y luego dejó por
completo de luchar contra él. Desafortunadamente para
Ian, en este punto, ella comenzó a gritarle de nuevo,
llamándolo con todos los nombres del libro y algunos que
debió haber inventado por su cuenta. Por primera vez en la
historia, deseaba haber traído a otra mujer a esta casa
antes, porque podía usar un par de ataduras y una mordaza
en ese momento. Brody podría tener algunas en su
habitación, pero Ian no estaba dispuesto a llevar a uno de
sus compañeros de equipo a la línea de fuego de Angie, y
ella estaba bastante enojada con ‘Cabeza de Huevo’. Esto
era obra de Ian y él asumiría toda la responsabilidad por
ello.
Improvisó y se desabrochó el cinturón con una mano y
sacó el cuero de las presillas que le rodeaban la cintura.
Con movimientos rápidos y practicados, la puso boca abajo,
le puso los brazos detrás de la espalda y le sujetó las
muñecas antes de que ella se diera cuenta de lo que estaba
haciendo. Aún maldiciéndolo, ella comenzó a mover sus
caderas de nuevo, tratando de sacarlo de sus muslos.
«‘Ángel’», se inclinó hacia adelante y le gruñó al oído, «todo
lo que estás haciendo es agotarte y ponerme más duro de
lo que ya estoy. Toda tu acción de cadera está haciendo que
mi polla recuerde lo que es estar dentro de tu dulce cuerpo
mientras te follo duro y rápido. Ahora, cálmate y
escúchame, o mi mano y tu trasero se volverán realmente
íntimos el uno con el otro y los azotes del viernes pasado
parecerán un golpe de amor cuando termine contigo».
«¡No te atreverías!». Ella giró la cabeza para mirarlo por
encima del hombro. Sus hermosos ojos brillaban de ira y su
cabello estaba completamente desordenado.
Se movió hacia un lado para tener acceso a sus nalgas y
aterrizó un fuerte golpe encima de la derecha. Ella chilló y
trató de alejarse de él, pero con las manos atadas a la
espalda y la pierna derecha todavía sobre sus muslos, no
pudo ir muy lejos. Su mano descendió sobre su nalga
izquierda mientras ella gritaba su nombre con furia
potente. Siguieron más. Zas. Zas. Zas.
Continuó hasta que su rabia finalmente estalló y
comenzó a sollozar. Ian inmediatamente la hizo rodar a su
lado y la atrajo hacia su pecho, murmurando palabras de
consuelo. Las últimas horas de miedo, ira, confusión y dolor
salieron de Angie con los baldes de lágrimas que arrojaba.
«Está bien, ‘Ángel’. Shhh. Todo está bien. Por favor, déjame
explicarte todo, y si aún quieres seguir enojada conmigo,
me alejaré. Pero hasta entonces, me escucharás y, pase lo
que pase, harás lo que yo diga en lo que respecta a tu
seguridad. ¿De acuerdo?».
Pasaron varios minutos más antes de que Angie volviera
a controlar sus emociones y sus lágrimas. «D-déjame ir».
«No sucederá, cariño. No hasta que me escuches».
Frotó su rostro manchado de lágrimas contra su pecho
cubierto por la camiseta. Era obvio que todavía estaba
enojada y herida, pero la lucha había desaparecido de su
cuerpo y el cansancio se había apoderado de ella. «Por
favor, Ian. Te prometo que te escucharé, pero no más
mentiras. Quiero la verdad, toda la verdad. S-solo suelta
mis manos y dame un momento a solas en el baño. Por
favor».
La acomodó hacia atrás para poder estudiar su rostro.
Sus ojos estaban rojos e hinchados, y su pecho se apretó
sabiendo que él era la causa de su dolor. Incluso molesta y
llorando, la mujer era hermosa. Ella parpadeó y lo miró a
los ojos, y él supo que le estaba diciendo la verdad sobre
escucharlo, ¿y no era eso jodidamente irónico? Metiendo la
mano detrás de ella, desabrochó el cinturón que sujetaba
sus muñecas tan rápido como se las había atado. Cuando
volvió a llevar los brazos al frente, él los frotó desde las
muñecas hasta los hombros, asegurándose de que no
hubiera rigidez y que su circulación fuera buena. Antes de
dejarla sentarse, le dio un beso prolongado en la frente y
murmuró: «Lo siento, ‘Ángel’».
No dio más explicaciones porque lamentaba más de lo
que quería admitir. Nunca había tenido la intención de
lastimarla de ninguna manera, pero lo había hecho, y ahora
tenía que vivir con las consecuencias, rezando para que ella
lo perdonara.
Con un suspiro de cansancio, Angie se levantó de la
cama y entró al baño sin decir una palabra. Esta vez no se
molestó en cerrar la puerta con llave después de entrar. Ian
bajó las mantas de la cama, recogió sus bolsas del suelo y
desempacó sus cosas nuevas. Dobló la ropa, alineando
cuidadosamente todo en su tocador para que ella pudiera
encontrar lo que necesitaba. Desde el baño adjunto, el
inodoro y el agua comenzaron a fluir hacia el lavabo antes
de volver a cerrarse unos minutos más tarde. Justo cuando
estaba colocando una silla con respaldo alado junto a la
cama para conversar, la puerta del baño se abrió y Angie
emergió, más tranquila, pero agotada. Su cabello no estaba
tan salvaje y sus lágrimas habían desaparecido, pero sus
ojos todavía estaban rojos e hinchados. Se quedó allí,
insegura de qué hacer a continuación, mirando la cama y la
silla. Cuando él le entregó una de sus camisetas, ella lo
miró confundida. La volteó para mirar de nuevo hacia la
puerta del baño y le dio un pequeño empujón. «Por mucho
que me guste cómo duermes desnuda, prefiero que lo
lleves puesto en la cama en caso de que tengamos que
irnos a toda prisa. Jenn tiene algunas cosas en el
dormitorio, y después de que hablemos veré si hay un par
de sus pantalones cortos de correr para ti».
Dos minutos después, Angie salió del baño por tercera
vez desde que habían llegado a la casa cuarenta y cinco
minutos antes. Llevaba la camiseta que le llegaba hasta la
mitad de los muslos. Se preguntó si ella también se había
quitado las bragas y se dio una patada mental por siquiera
pensarlo. Cuando sus piernas desnudas atrajeron su
mirada, él trató de ignorar las sacudidas de su polla y le
hizo un gesto para que se metiera en la cama. Ella frunció
el ceño y luego miró por la ventana y él supo que estaba
sorprendida de ver que el sol se había puesto. Eran más de
las siete de la tarde. y seis horas antes, su vida había sido
normal.
Después de que ella se subió a la cama, Ian acercó las
mantas hasta su pecho, acercó la silla a la parte superior
de la cama y se sentó. Por primera vez en años, se sentía
inseguro ante una sumisa. Pero Angie no era una sumisa
cualquiera… no, ella era más que eso, y él no tenía idea de
qué hacer al respecto. Ella vio como él se pasaba ambas
manos por la cara con frustración antes de hablar. «Déjame
contarte todo lo que sé y luego puedes hacer preguntas.
¿Bien?». Esperó una respuesta y cuando ella asintió,
continuó con un suspiro. «Athos se acercó a Trident
después de que nos conocimos la noche que estuvo en tu
casa. Al parecer, investiga a todos tus nuevos vecinos, lo
que también haría yo si fuera él». Se encogió de hombros,
sin vergüenza. «Quisiera investigar a cualquier chico con
los que sale Jenn, pero ella no me dice sus nombres porque
sabe que lo haría. De todos modos, Athos nos dijo que
volvería de incógnito y que existía una pequeña posibilidad
de que pudieras estar en peligro si su tapadera fuera
descubierta».
La frente de Angie se arrugó en confusión. «¿Por qué de
repente sería un problema? Siempre tomaba precauciones
para que nadie pudiera conectarnos a nosotros dos».
Había sido demasiado para que ella mantuviera sus
preguntas hasta el final. Odiaba lo que estaba a punto de
decirle. «‘Ángel’, el agente al que estaba reemplazando fue
asesinado junto con su familia después de que el cartel
descubriera que era un infiltrado». Vio cómo las palabras
surtían efecto en su cerebro y sus ojos se abrieron con
horror. «Es por eso que Athos nos pidió que te
protegiéramos. También es por eso que insistió en las
mejoras de seguridad en tu casa. Y sí, es por eso que
colocamos cámaras allí, así como micrófonos de audio y
dispositivos de rastreo en tu automóvil, teléfono, bolso y
algunos de tus zapatos».
Pudo ver que ella estaba a punto de empezar a gritar de
nuevo, así que levantó la mano para detenerla. «Déjame
terminar. Querías escucharlo todo, así que te lo contaré.
Puedes gritarme todo lo que quieras cuando termine». Ella
se cruzó de brazos, su enfado aún era evidente, pero él
estaba agradecido cuando ella permaneció callada. «No
había cámaras frente a tu cama o en tu baño. Las de tu
dormitorio solo daban a la puerta del pasillo y a la puerta
corrediza. Borré el audio de la noche de la gala tan pronto
como regresé al complejo, y el audio y el video se apagaron
mientras tú y yo estábamos hablando por teléfono esa
mañana. Mientras no hubiera un motivo, nadie escuchaba
ni veía ninguna de las grabaciones. Bueno, nadie más que
yo».
Ella entrecerró los ojos y él miró hacia otro lado por un
momento antes de tomar una respiración profunda y seguir
adelante. «Desde el momento en que te vi, el día que
ayudamos a ‘Cabeza de Huevo’ con su mudanza, te he
deseado. Por alguna razón desconocida, luchaba contra mi
atracción por ti, pero cada vez que tenía la oportunidad de
ir a la casa de Brody, tenía la esperanza de verte. El último
día que Athos estuvo en tu casa, debo admitir que estaba
celoso de verlo masajear tus pies descalzos y ver lo
familiarizado que estaba contigo. Supuse que ustedes dos
tenían una relación íntima, pero Athos nos contó todo a la
mañana siguiente. Nos narró cómo se conocieron y se
convirtieron en mejores amigos, cómo estuvieron el uno
para el otro después de que ambos perdieron a sus familias
y cuánto trató de protegerte a lo largo de los años. Luego
nos explicó sobre su caso y lo que quería que hiciéramos
para mantenerte a salvo. En ningún momento acercarme a
ti fue parte de un plan».
«Sí, Brody te custodiaba y vigilaba cada vez que estaba
en casa, pero como te dije antes, podría haberlo hecho
desde la distancia. ‘Cabeza de Huevo’ es uno de esos tipos
que fácilmente forma amistades, y estoy seguro de que
ustedes dos se habrían hecho amigos incluso sin todo este
lío. Así es como es él».
Se mordió el labio inferior e Ian hizo una pausa,
tratando de ordenar sus pensamientos. «La noche de tu
cita a ciegas, estaba allí para recoger un archivo que
necesitaba. Me quedé en la sala de estar discutiendo
conmigo mismo sobre salir por la puerta trasera para ver si
estabas allí. Obviamente, perdí esa pelea. Te invité a salir
como un hombre que deseaba pasar tiempo con una mujer
con la que se sentía fascinado, y por ninguna otra razón.
Me encontré revisando tus videos durante el día como un
acosador loco y no estoy orgulloso de eso, pero sin siquiera
intentarlo, te metiste en mi piel. Y una vez que te probé,
supe que no era suficiente. No tengo relaciones largas,
‘Ángel’. No desde que mi prometida me abandonó hace diez
años. Ella buscaba a alguien más romántico, alguien que
pudiera leer su mente y anticipar todos sus caprichos.
Quería a alguien que le comprara flores solo porque era
miércoles o por alguna otra razón loca. Quería canciones
de amor cursis y escritura en el cielo que proclamara
cuánto la amaba». Él resopló y negó con la cabeza. «Y ese
no soy yo. Traté de demostrarle que la quería a mi manera,
pero no fue suficiente. Y juré que nunca volvería a pasar
por eso. Nunca más dejaría que una mujer se acercara lo
suficiente a mí hasta el punto en que, cuando me dejó, se
llevó mi corazón destrozado con ella. Y hasta que te conocí,
nunca fue un problema para mí». Una expresión de
desconcierto apareció en su hermoso rostro. «Pero tú,
cariño, me haces desear nunca haber hecho ese voto».
Cerró los ojos, inhaló profundamente y luego los volvió a
abrir lentamente, temiendo lo que pudiera ver en su
rostro… en sus ojos. ¿Lo odiaría, se disgustaría con él? ¿No
querría volver a verlo nunca, nunca dejaría besarse de
nuevo? Dios, esperaba que no. Su mirada se centró en la de
ella y se sorprendió al ver tristeza en lugar de ira. Tragó
saliva y esperó a que ella dijera algo y rezó para que no
fuera ‘lárgate’.
«¿Cómo se llamaba ella?», Angie susurró.
De todas las cosas que esperaba que dijera, esa no era
una de ellas. «Um, Kaliope. Kaliope Levine. Ella era una …
um… una reportera de noticias en Virginia, cerca de la
base naval».
«¿Ella también era sumisa?».
Ian asintió y sus ojos dejaron los de ella mientras miraba
hacia abajo. «Sí, lo era. La conocí en un club de allá.
Estuvimos juntos durante casi tres años».
Ella se acercó a su mano y le dio un apretón antes de
soltarla de nuevo. El gesto lo sorprendió, pero no tanto
como lo hicieron sus siguientes palabras. «Lamento lo que
te hizo pasar, pero yo no soy ella Ian, y cuando todo esto
termine, creo que me gustaría tener la oportunidad de
demostrártelo. Pero por ahora, todavía estoy enojada,
herida y asustada, por mí, por ti, por Jimmy y por tu
equipo». Ella exhaló un suspiro. «Quiero intentar dormir y
tal vez mañana sea más tolerante con todo lo que has
hecho hasta este momento. No puedo garantizarte que no
gritaré un poco más, pero trataré de evitar darte un
rodillazo en las pelotas».
Resoplando, le dio una sonrisa irónica. «Mis bolas lo
apreciarán, cariño». Su rostro volvió a ponerse serio.
«Mira, no lamento protegerte, tu seguridad siempre fue
una prioridad, pero me disculparé por la forma en que
todos lo hicimos. Nosotros deberíamos tener … Debería
habértelo dicho desde el principio y lamento no haberlo
hecho. Hice hincapié en que la confianza es una gran parte
del BDSM, pero también debería ser una parte importante
del resto de nuestra relación. Y sé que tengo que trabajar
para ganarme la tuya de nuevo». Él vaciló un momento, sin
saber cómo reaccionaría ella a su siguiente pregunta.
«¿Estaría bien si duermo a tu lado esta noche? Prometo
que no presionaré por nada más. Solo quiero abrazarte y
mantenerte a salvo».
Su estómago dio un vuelco y una oleada de náuseas lo
golpeó cuando ella negó con la cabeza. «No ahora, Ian».
Sabía que se lo merecía, inclinó la cabeza entendiéndolo y
se puso de pie, listo para encontrar otra cama para pasar la
noche. Él había dicho que no la presionaría más esta noche,
y lo decía en serio. «Pero si vuelves mientras estoy
dormida, no tendré exactamente otra opción, ¿verdad?».
Su corazón se disparó. Sonrió, se inclinó y le dio un
suave beso en la frente. «No, no la tendrás, ‘Ángel’». La
besó de nuevo. «Buenas noches, cariño».
Angie se enterró debajo de las mantas y cerró los ojos
mientras Ian apagaba la lámpara y salía de la habitación,
cerrando la puerta detrás de él. En cuestión de minutos, se
quedó dormida.
CAPÍTULO QUINCE

H ACÍA SOLO UNOS MINUTOS QUE HABÍA SALIDO EL SOL CUANDO


Angie se despertó a la mañana siguiente, envuelta en los
brazos de Ian mientras la acurrucaba por detrás. A pesar
de su erección matutina, su respiración superficial y su
pesado brazo alrededor de su cintura le decían que seguía
profundamente dormido. Había estado tan agotada la
noche anterior y se había quedado dormida tan rápido que
no tenía idea de a qué hora se había unido a ella en la gran
y cómoda cama. Ella se quedó allí por unos momentos,
absorbiendo su calidez, mientras todo lo del día anterior
volvía rápidamente a ella. Hacía menos de veinticuatro
horas, había estado haciendo un trabajo que amaba,
saliendo con un chico que le gustaba mucho, aprendiendo
más sobre sí misma cada día y siendo realmente feliz, por
primera vez en lo que parecía una eternidad. Ahora, ella
estaba huyendo de las personas que querían secuestrarla y
usarla contra su mejor amigo que estaba incomunicado
mientras un cartel de la droga lo perseguía. Su feliz vida
normal se estaba desmoronando y no sabía cómo detenerlo.
Ella también seguía luchando con el hecho de que Ian le
había mentido, aunque estaba trabajando para superarlo.
Sí, la ira y el dolor todavía estaban allí, pero también lo
estaba la comprensión de por qué él y Jimmy habían hecho
lo que hicieron. Jake tenía razón: hombres como su amante
y su mejor amigo estaban conectados de una manera
diferente. Necesitaban sentirse necesitados y proteger a
las personas que les importaban a toda costa, incluso si ella
no estaba de acuerdo con cómo lo hacían.
Su vejiga comenzó a insistir en que se levantara y
aliviara la presión que sentía, así que se alejó de Ian y salió
de la cama. Después de terminar, se dio una ducha rápida
mientras evitaba mojarse el cabello. En lugar de lavarlo,
optó por ponerlo en un giro fácil con un clip que había
recogido en la sección de belleza de la tienda. Se puso un
par de sus nuevos pantalones de chándal y una camiseta
sobre uno de sus sujetadores deportivos, pensando que tal
vez saldría a correr más tarde cuando alguien pudiera ir
con ella. Volvió hacia la cama, examinó a Ian mientras
seguía durmiendo, ahora boca abajo con las manos debajo
de la almohada. Su mandíbula y el labio superior tenían la
barba de la mañana que a ella le encantaba frotar contra la
parte interna de los muslos cuando él se colocaba sobre
ella. Un mechón de su cabello le había caído sobre la frente
y ella luchó contra el impulso de volver a ponerlo en su
lugar. No quería despertarlo, sabiendo que probablemente
necesitaba dormir. La sábana había sido empujada hacia
abajo, dejando al descubierto su musculosa espalda y la
parte superior de las nalgas. Maldita sea, el hombre tenía
un culo de granito que se le antojaba morder.
Si lo miraba mucho más tiempo, iba a saltar sobre sus
huesos, así que, en su lugar, buscó su nuevo cepillo de
dientes entre sus artículos de aseo del tocador. Fue
entonces cuando se dio cuenta de que él había encontrado
un par de pantalones cortos de algodón, que supuso que
eran de Jenn, y se los había dejado cerca. Sin importar qué,
tenía que admitir que él demostraba interés por ella a su
manera, como asegurarse de que ella estuviera cómoda y
segura, y siempre poniéndola en primer lugar. Cuando
tenían relaciones sexuales, se aseguraba de que ella
estuviera satisfecha antes de obtener su propio placer. Le
abría las puertas y le ofrecía la silla sin pensarlo dos veces.
En la cena en su casa, le llenaba el plato antes de tomar su
propia comida. Sus deseos y necesidades siempre parecían
estar antes que los de él. Y, sobre todo, estaba poniendo su
vida, y la vida de su equipo en riesgo porque la de ella
estaba en peligro. Pensó en lo que Kristen había dicho en la
noche de la gala en el baño de señoras, sobre cómo Devon
la hacía sentir querida, y Angie se dio cuenta de que era
exactamente como Ian lo hacía con ella. Entonces, no era
un tipo de flores y poesía y no podía ser un romántico por
definición, pero ella aceptaría que la apreciara más que
cualquier romanticismo en cualquier momento.
Después de cepillarse los dientes, tomó la libreta de arte
y los lápices de dibujo que había encontrado en la sección
de manualidades de Walmart. Salió de puntillas de la
habitación y cerró la puerta detrás de ella. En la cocina,
encontró una máquina de café Keurig y se preparó una sola
taza de la mezcla brasileña que seleccionó del carrusel
junto a la máquina. La casa estaba en silencio excepto por
los sonidos de su taza de café al llenarse. No queriendo
cocinar tan temprano y despertar a nadie más, eligió un
panecillo de salvado de la caja variada de dieciséis que Jake
había dejado en el mostrador. Lo comió junto con su café y
tomó los suministros de arte para salir al porche delantero.
Hacía frío, pero quería el aire fresco, así que colocó sus
cosas en una mesa pequeña y regresó al interior para
recuperar una manta del respaldo del sofá de la sala.
Después de abrigarse y ponerse cómoda en un sillón, que le
daba una hermosa vista del lago debajo, tomó su sencillo
desayuno y trató de no pensar en el peligro en el que
estaban todos.
Cuando se acabó su panecillo, Angie tomó el bloc de
dibujo y sacó un lápiz del paquete de seis. Abrió el bloc en
la primera página en blanco y dejó que su mente divagara
mientras comenzaba a dibujar. Poco tiempo después, se
sorprendió cuando escuchó una voz detrás de ella. «Guau,
ese soy yo».
Miró por encima de su hombro y vio a Jake de pie detrás
de su silla, con una camiseta arrugada de la Universidad de
Tampa y un par de pantalones de chándal grises. Debió
haberse levantado de la cama y no lo había oído salir por la
puerta. En su mano, sostenía una taza de café humeante
mientras estudiaba la imagen de su rostro que ella había
dibujado de memoria. No necesitó confirmar su
declaración, ya que el boceto se parecía mucho a cómo se
vería una fotografía de él.
«¿Por qué parezco tan triste? ¿Es así como me veo para
ti?».
Ella asintió mientras él se sentaba en una silla cercana a
ella y cruzaba sus pies cubiertos de zapatillas de deporte
que le llegaban a la altura de los tobillos, apoyándolos en
una de las otras sillas. «Algunas veces. Cuando crees que
nadie está mirando, o que tu mente parece estar en otra
parte, tienes esa mirada triste y distante en tu rostro».
«Huh», gruñó antes de tomar un sorbo de su café, sin
contradecir sus observaciones sobre él. «Entonces, ¿te
sientes mejor esta mañana? ¿No estás tan estresada y
enojada?». Él entrecerró los ojos y se burló de ella.
«Anoche no mataste a Ian mientras dormía, ni le cortaste
su posesión más preciada, ¿verdad?».
Riendo, negó con la cabeza. «No, él está respirando y
mantiene todas sus partes masculinas, pero no creas que
no estuve tentada a hacerlo un par de veces».
Él sonrió y permaneció en silencio mientras ella
analizaba su rostro y luego hacía algunos pequeños
cambios en el boceto con el que todavía seguía trabajando.
Sin pensarlo, soltó: «¿Tienes novia?».
«¡Ja! Uh, no, no tengo, cariño». Su expresión divertida la
confundió hasta que agregó: «Creo que la pregunta más
apropiada sería ‘¿tengo novio?’, y la respuesta igualmente
sería, no». Su boca se abrió y sus mejillas se enrojecieron,
pero él no parecía desconcertado por su sorpresa. «Sí,
Angie, soy gay. Y sí, la mayoría de la gente lo sabe».
«Guau». Ella negó con la cabeza, pero sonrió al mismo
tiempo, no queriendo que él pensara que ella creía que
había algo malo en ser gay. «Um, lo siento. Es solo que los
amigos gays que tengo no son tan machos y guapos como
tú». Ella hizo una mueca. «Eso sonó estereotipado, ¿no?».
Resopló y tomó otro sorbo de su taza. «Macho y guapo,
¿eh? Sí, bueno, eso es lo que pasa con ser gay, que no
discrimina. Venimos en todas las formas y tamaños». Abrió
la boca para preguntarle algo, pero cambió de opinión y
miró su dibujo. «Adelante, haz tu pregunta, cariño. No me
avergüenzo de quién soy».
Volvió a mirarlo y se encogió de hombros. «No pensé
que lo hicieras desde que fuiste directo y me lo dijiste, y no
estás avergonzado por eso, lo cual no deberías estar. No
puedo evitar pensar en cómo puedes trabajar con Ian y el
resto de ellos sin sentirte atraído por alguno de ellos.
Quiero decir, todos ustedes son hombres guapos».
Jake asintió en señal de comprensión y no dio la
impresión de que su pregunta lo desanimara. «Admito que
luché contra muchas atracciones por chicos heterosexuales
durante toda mi carrera en la Marina, diablos, casi toda mi
vida, pero cuando se trata del equipo, hemos estado juntos
tanto tiempo que se han convertido en mis hermanos. No
siento más atracción por ninguno de ellos que por mi
propio hermano de sangre, Mike».
«¿Cuándo te diste cuenta de que eras gay?». Sus ojos se
abrieron ante su brusquedad involuntaria. Su filtro de
cerebro a boca no funcionaba esta mañana. «Lo siento, eso
es demasiado personal. No respondas a eso».
«No, esta bien». Inclinó la cabeza y le sostuvo la mirada.
«Me gustas, Angie, y no soy como Brody, que hace amigos
fácilmente donde quiera que va, así que me aferro a los
amigos que tengo. En el poco tiempo que te conozco, me
gustaría pensar que nos hemos hecho amigos».
Ella le dedicó una sonrisa tímida. «Creo que también nos
hemos hecho amigos».
«Bien». Levantó su taza de café en un brindis silencioso
por su nueva amistad, luego bebió lo poco que quedaba.
«Entonces, en respuesta a tu pregunta, supongo que lo he
sabido desde la pubertad, tal vez un poco antes. Como la
mayoría de las personas homosexuales, luché con eso al
principio porque estaba fuera de la norma de cómo me
criaron, especialmente porque mi padre era un idiota
homofóbico».
Haciendo una mueca de dolor, ella preguntó: «¿Cómo se
lo tomó cuando lo revelaste o nunca se lo dijiste?».
«Oh, se enteró de alguna manera, cuando yo estaba en
el último año del bachillerato. Me dio una paliza, también
pensando que me convencería de que era heterosexual.
Como si tuviera elección. Toda mi vida, hasta ese momento,
había estado viviendo su vida indirectamente a través de
mí. Había sido un jugador de fútbol mediocre en la escuela,
y aquí estaba su hijo menor, el mariscal de campo estrella
del equipo de fútbol con una beca completa para jugar con
los Rutgers. Después de que me golpeó con su cinturón y
me dejó casi inconsciente, tres meses antes de la
graduación, no pude ir a la escuela durante casi dos
semanas. Mi madre decía que estaba enfermo de gripe o
algo así, y me cuidó para que me recuperara. Mi padre no
la dejó llevarme al hospital, ni siquiera con un médico; Dios
no permitiera que alguien descubriera que había golpeado
a su hijo, el maricón».
Se encogió de hombros ante el jodido recuerdo. «De
todos modos, después de que me recuperé, terminé con él.
Le arrojé mi beca en la cara y me alisté la misma tarde en
que me gradué del bachillerato, que también resultaba ser
mi decimoctavo cumpleaños. Si no fuera por mi madre y mi
hermano, nunca habría vuelto a ver a mi padre. Tal como
estaban las cosas, puede que nos hayamos dicho menos de
una docena de palabras durante el resto de su vida. Murió
hace cuatro años y la única razón por la que lamenté
nuestro distanciamiento fue por lo mucho que lastimó a mi
madre y a mi hermano».
A pesar de lo que dijo antes sobre que eran amigos, Jake
de repente pareció sorprendido por lo mucho que le había
dicho y había dejado de hablar. Una expresión de sorpresa
se apoderó de su hermoso rostro cuando ella se paró con
lágrimas en los ojos y tiró de su mano hasta que él también
estuvo de pie, luego lo abrazó con fuerza.
Con solo los sonidos de la naturaleza a su alrededor, se
abrazaron durante un minuto. A Angie se le rompió el
corazón por el adolescente que había sido y por cómo su
padre lo había agredido y repudiado por algo que estaba
más allá del control de Jake. «¿Es así como tienes las
cicatrices en tu espalda?». Se apartó y la miró con
confusión en los ojos, probablemente tratando de recordar
cuándo habría visto su espalda desnuda. «Ian me dijo que
por eso no te quitaste la camiseta en el club la noche en
que fuiste el Amo del Látigo. Estabas empapado en sudor,
pero te la dejaste puesta».
Sin darle mucha importancia, asintió. «Sí, por eso. Hay
bastantes cicatrices donde la hebilla del cinturón causó
daño permanente. Intento no mostrárselos a nadie, si se
puede evitar».
Sin saber qué más decir, Angie agarró su libreta y
cuidadosamente arrancó el boceto de Jake antes de
entregárselo. «Espero que algún día pueda dibujarte
cuando seas realmente feliz y encuentres a alguien a quien
ames con quien puedas compartir tu vida. Te lo mereces».
Él le dedicó una sonrisa irónica y la besó en la mejilla.
«No sé si eso sucederá alguna vez, cariño, pero si sucede,
espero que él sea la versión masculina de ti, genial y tierno,
todo envuelto en un hermoso paquete». Hizo una pausa y le
guiñó un ojo. «Y sin miedo a su lado perverso».
Los dos se rieron y Angie estaba a punto de decir algo
sarcástico cuando la puerta principal se abrió y Brody
asomó la cabeza. «Athos está al teléfono».
Todos los pensamientos sobre lo que ella y Jake habían
estado hablando pasaron a un segundo plano para el
bienestar de su mejor amiga. Estaba desesperada por
escuchar su voz y pasó corriendo junto a Brody mientras él
mantenía la puerta abierta para ella, luego él y Jake la
siguieron adentro. Ian estaba de pie en la sala de estar,
hablando por su teléfono celular. También parecía que
acababa de despertar, y tan pronto como la vio, le dijo a
Athos que lo estaba poniendo en altavoz. Presionando un
botón, le tendió el teléfono para que pudiera escuchar y
hablar con su amiga. «¿Jimmy? ¿Dónde estás? ¿Estás
bien?».
«Estoy bien, cariño. Siento mucho todo esto. Tenerte
involucrada en esto fue lo último que siempre quise. Estoy
de camino para encontrarme contigo y hablaremos cuando
llegue, ¿de acuerdo? Solo haz lo que Ian te diga y mantente
a salvo».
Un poco más tranquila después de escuchar su voz
familiar y reconfortante, miró a Ian y dijo por el micrófono
del teléfono: «Lo haré. Mantente a salvo, tú mismo, y trae
tu lamentable trasero aquí tan pronto como sea posible
para que pueda patearlo de aquí a la luna».
Una risa llegó a través de la línea. «Esa es mi chica. Te
veré pronto».

IAN LE INFORMÓ a Athos el lugar donde Jake y Brody se


encontrarían con él en Spartanburg, Carolina del Sur, no
lejos del aeropuerto al que habían llegado. Después de
asegurarse de que no los estuvieran siguiendo, los tres
hombres regresarían a la casa de seguridad donde todos se
reunirían y descubrirían cómo sacar a Angie de este lío.
Después de colgar el teléfono, Ian envió un mensaje de
texto a CC, ordenándole al piloto que volara de regreso a
Tampa y recogiera a Marco, Boomer y Tiny. Los llevaría a
Spartanburg, donde los estaría esperando otro SUV para
que pudieran conducir hasta la casa de seguridad. Luego,
Ian llamó a su hermano y lo puso al corriente,
asegurándose de que todo estuviera sano y salvo en el
complejo.
Veinte minutos después, Jake y Brody regresaban a
Carolina del Sur. Llegarían a su destino casi al mismo
tiempo que Athos, que había estado tomando las carreteras
secundarias desde el día anterior. Mientras tanto, Ian y
Angie tendrían unas tres horas de ocio. Ella miraba por la
ventana delantera hacia el lago cuando él se acercó detrás
de ella y envolvió sus brazos alrededor de su cintura,
apretando su trasero contra el suyo. Sabía que aún no se
había librado de los problemas con ella, pero le complació
sentirla relajarse en su abrazo. Acarició su barbilla contra
su cuello, depositó suaves besos en la piel que cubría su
pulso, amando cómo un escalofrío la recorría. Cuando ella
inclinó la cabeza para darle un mejor acceso, él comenzó a
mordisquear y lamer el área sensible. Ella gimió y
reaccionó empujando su culo en su ingle, lo que hizo que su
polla se pusiera feliz y dura. Él sonrió contra su piel cuando
ella dijo con voz ronca: «Para que lo sepas, todavía estoy
enojada contigo».
Ian deslizó una mano hacia arriba para jugar con uno de
sus senos mientras la otra mano llegaba abajo y ahuecaba
su montículo. «Lo sé. Pero, ¿qué tal si intentamos un poco
de sexo de reconciliación, hmm?». La mano en su pecho
apretó su exuberante carne mientras sus dedos abajo
comenzaban a frotar su clítoris a través de su ropa. Sus
caderas comenzaron a ondular cuando se estiró hacia atrás
con ambas manos y agarró su trasero, tratando de
mantenerlo quieto mientras jugueteaba con su enorme
erección a través de sus jeans. «Oh, mierda, ‘Ángel’. Te
sientes tan bien. Déjame hacerte olvidar todo, solo por un
momento».
Ella jadeó cuando él mordió con fuerza el lugar donde se
unían el cuello y el hombro. Un golpe de su lengua siguió
para calmar el escozor. Sabía que su cuerpo no le
permitiría negarse, incluso si su cerebro quisiera hacerlo.
Necesitaba lo que él le ofrecía, un breve período en el que
su mente no estuviera enfocada en el peligro al que todos
se enfrentaban. «Síííííííí».
La única palabra que salió como un siseo aumentó la
presión sobre su clítoris y pellizcó su pezón a través de su
delgada camisa y sujetador. La hizo girar, envolvió sus
brazos debajo de sus caderas y se levantó para que ella no
tuviera más remedio que enganchar sus piernas alrededor
de su cintura y sus brazos alrededor de su cuello. La
posición puso su rígida polla en contacto con su montículo,
y ella gimió de necesidad. Ella lo besó con toda la pasión y
desesperación que llevaba en su interior, mientras él la
llevaba a su habitación, cerrando la puerta de una patada
detrás de ellos. Después de ponerla en la cama, Ian revisó
su teléfono para asegurarse de que el sistema de seguridad
estuviera armado y luego colocó el dispositivo en la mesita
de noche. Su arma, que había estado enfundada en la parte
baja de la espalda, estaba junto al teléfono.
La levantó para que se sentara, le quitó la camiseta y
siguió con su sujetador deportivo. Su sudadera y tanga
fueron los siguientes y pronto su camisa y jeans se
agregaron a la creciente pila en el piso. Se arrodilló al lado
de la cama, Ian puso sus manos debajo de su trasero y tiró
de ella hacia el borde del colchón. Colocó su mano entre
sus pechos, la instó a que se recostara hasta que estuviera
boca arriba y luego le puso las piernas sobre los hombros.
El olor de su excitación golpeó su nariz y su boca se hizo
agua. Al diablo con lo lento y lo fácil. Él separó los labios de
su vagina con los pulgares y atacó su sexo como un hombre
que había pasado años sin ella. Lamió su raja varias veces
de abajo hacia arriba, gimiendo ante el sabor de ella, y
mordisqueó ambos lados de su abertura antes de endurecer
su lengua y apuñalarla. Las caderas de Angie rebotaron en
la cama mientras gritaba su nombre, rogando por más. Sus
manos se sumergieron en su cabello. Mientras una mano
sostenía su cabeza contra su centro, la otra tiraba de los
mechones cortos, haciéndolo gruñir cuando la bestia sexual
dentro de él se liberaba. Le dio un golpecito en el clítoris
con la lengua mientras hundía dos dedos en su coño
caliente y húmedo. Encontró y frotó el punto mágico y la
envió a volar, su grito agudo llenó la habitación.
Sin esperar a que se recuperara, Ian se puso de pie, la
puso boca abajo y agarró el lubricante que había
encontrado en la habitación de Boomer y lo colocó en el
cajón de la mesita de noche junto con los condones que
había comprado. No necesitaría uno de esos esta vez.
Había estado preparando su pequeño culo apretado
durante más de dos semanas y no podía esperar más para
llevarla allí. Con las autorizaciones de salud de ambos
firmadas y completadas, quería follar su culo sin nada más
que piel entre ellos. Abrió la tapa de la botella, vertió un
poco de lubricante en su grieta mientras tomaba dos dedos
de su otra mano y los empujaba de nuevo dentro de su coño
todavía tembloroso. No lo había esperado y la penetración
repentina envió otro orgasmo en espiral a través de ella,
sus paredes apretaban sus dedos juntos mientras él los
bombeaba dentro y fuera de su canal. Mientras ella todavía
se corría, él pasó su dedo medio libre por el valle entre sus
nalgas y lo cubrió con el fluido sedoso antes de introducirlo
en su agujero trasero. Ella lo aceptó sin problema y no pasó
mucho tiempo antes de que él agregara su dedo índice para
unirse al otro.
«Oh Dios. Sí. Síííííí. Síííííí. ¡Oh Dios!». Sus pulmones se
agitaron y empujó sus caderas hacia atrás, tratando de
llevarlo tan adentro de su cuerpo como podía. «Por favor,
Señor. No me hagas esperar. Tómame ahora. Fóllame el
culo y entra en mí. ¡Por faaaavooor!».
En cualquier otro momento, Ian la habría hecho esperar
y hubiera prolongado la dulce tortura, recordándole que él
estaba a cargo, no permitiéndole subir desde abajo. Pero
ahora la necesitaba tanto como ella a él. Mientras hacía un
movimiento de tijera con los dos dedos en su trasero,
estirándola más, agarró la botella de lubricante de nuevo y
vertió un poco en su dolorido eje. Después de arrojar la
botella tapada a un lado, sacó los dedos de su roseta
arrugada y agarró sus caderas, tirando hasta que sus pies
tocaron el suelo y su torso se inclinó sobre la cama. Usó
una mano para abrir sus nalgas, usó la otra para guiar la
punta de su polla hacia donde estaba suplicando entrar.
Lentamente, empujó hacia adelante y observó cómo su
cuerpo cedía a su invasión.
«Aaahhhh. Más. Oh, joder, Señor, dame más. Arde, pero
se siente tan bien. No te detengas. Oh, por favor no te
detengas».
Su súplica lo estimuló y una vez que estuvo seguro de
que no iba a lastimarla, empujó sus caderas hacia adelante
hasta llenarla, haciéndola jadear y luego rogarle que lo
hiciera de nuevo. Cuando ella trató de hacer que se
moviera, él gruñó, reprimiendo el impulso desesperado de
tomarla como un animal en celo. «Joder, ‘Ángel’. Te sientes
como el cielo. No voy a durar mucho».
Comenzó a bombear sus caderas a un ritmo lento,
amando el arrastre de su apretado borde a lo largo de él.
La necesidad lo atravesó y no pudo rechazar el deseo
urgente de su cuerpo de marcarla como suya de la manera
más primaria posible. Aceleró sus embestidas hasta que
ambos gruñían y gemían, alcanzando el pináculo más
extremo donde tomarían vuelo juntos. Un hormigueo
comenzó en la parte inferior de la columna de Ian y se
extendió a sus pesadas bolas que golpeaban su coño con
cada embestida hacia adentro. Alcanzó su cadera, pasó la
mano entre el cuerpo de Angie y la cama y encontró su
pequeña perla. Justo antes de que su propia liberación lo
atravesara, le pellizcó el clítoris y la envió rodando ante él.
Cuando las olas de su orgasmo la golpearon, los músculos
de su vagina vacía y su culo lleno se apretaron al unísono y
ella ordeñó la semilla de su cuerpo.
Ian no estaba seguro de cuánto tiempo permaneció en
ella, con su polla aún enterrada profundamente, cubriendo
la parte superior de su cuerpo con la suya. Gran parte de
su peso estaba sobre sus antebrazos, a cada lado de sus
hombros y la besó en la cabeza. Sus pulmones agitados
saciaron su desesperada necesidad de oxígeno y su
respiración se hizo más lenta a un ritmo más normal.
«¿Estás bien, ‘Ángel’?».
«Mmm-hmm».
Él se rió entre dientes ante su respuesta exhausta. Su
ahora flácida polla se deslizó de su bien usado agujero y
ambos gimieron por la pérdida de contacto. Empujándose
de la cama, Ian puso una mano en sus nalgas hasta que
estuvo seguro de que estaba firme sobre sus pies. Le dio un
apretón a su globo carnoso derecho, le dijo que se quedara
donde estaba mientras él tomaba una toalla húmeda para
limpiarla. Cuando terminó de borrar la evidencia de su sexo
de reconciliación perverso y salvaje, su teléfono emitió un
mensaje de texto, seguido de una alerta de que un vehículo
había violado el sensor de seguridad en la carretera que
conducía a la casa de seguridad.
Agarró su teléfono, revisó el mensaje de texto y vio que
era de Carter, advirtiéndole a Ian que pasaría por la
entrada de la casa de seguridad en menos de cinco
minutos. ¡Mierda! Por una vez, el espía de operaciones
encubiertas tenía una mala sincronización. Y, en primer
lugar, ¿cómo diablos sabía que se encontraban en el lugar?
CAPÍTULO DIECISÉIS

D E MALA GANA , I AN SE DIO UNA DUCHA DE DOS MINUTOS


mientras Angie dormitaba bajo las mantas con las que él la
había arropado después de levantarla y acostarla
correctamente. Deseó poder unirse a ella en un sueño feliz
solo para despertarla en una hora o así y hacer todo de
nuevo. En cambio, se vistió nuevamente con sus jeans y
camiseta y luego salió de la habitación descalzo, cerrando
la puerta detrás de él. Encontró a Carter sirviéndose una
taza de café, un plátano y dos panecillos con chispas de
chocolate.
Mientras su amigo se atiborraba durante unos minutos,
Ian tomó una botella de agua del refrigerador y bebió todo
el contenido. El sexo con Angie siempre lo dejaba reseco,
no es que se estuviera quejando. Arrojó la botella vacía en
el contenedor de reciclaje debajo del fregadero, tomó otra
botella y se sentó en la isla de la cocina junto a Carter.
«¿Debo molestarme en preguntar cómo supiste que
estábamos aquí? Y no me digas que estás aquí solo por la
comida, cabrón».
El espía que aparecía ‘solo por la comida’ era una broma
aburrida entre él y el equipo de Ian, y generalmente se
mencionaba cuando se encontraban en una misión. Si el
espía decía que por eso estaba allí, significaba que su
operación estaba clasificada y no podía discutirla con nadie
sin la autorización del gobierno, ni siquiera con los ex
SEAL, a quienes consideraba sus amigos más cercanos.
Para un hombre en un negocio mortal, tener seis amigos
con los que podía contar en situaciones de vida o muerte
era mucho, y nunca lo daba por sentado.
Carter sonrió mientras masticaba el último bocado de su
panecillo y luego tragaba. Tomó un sorbo de su café
sabiendo muy bien que Ian estaba impaciente por una
respuesta. «No. Esta vez la comida es un extra, y gracias,
estaba hambriento. En cuanto a por qué estoy aquí… Recibí
un mensaje de Athos diciendo que estaba en problemas y
que no podía confiar en nadie de su agencia. Dijo que se
dirigía a Spartanburg, Carolina del Sur y asumí que este
era su destino final. ¿Ya has tenido noticias suyas?». Sin
esperar una respuesta, agregó: «Supongo que tu nueva
novia está en su habitación poniéndose al día con el sueño
que tanto necesita».
Ian puso los ojos en blanco mientras el otro hombre
movía las cejas, al estilo de Groucho Marx. «A veces puedes
ser un verdadero cabrón. Lo sabes, ¿no es así?».
«Por supuesto. Es lo que mejor hago».
Ian dejó escapar un resoplido y negó con la cabeza ante
la afirmación práctica de Carter. «Sí, Angie está
durmiendo. Tuvimos noticias de Athos hace más de una
hora. ‘Reverendo’ y ‘Cabeza de Huevo’ fueron a recogerlo.
Devon está controlando el fuerte y CC se dirige a Tampa
para traer a Boomer, Polo y Tiny. Pensé que el tipo grande
podría ser útil si necesito un cuerpo extra para cuidarla.
Una vez que obtengamos la actualización completa de
Athos, decidiremos qué hacer a continuación».
Carter asintió, aparentemente satisfecho de que no
hubiera nada que necesitara su atención inmediata. «Bien.
Como tengo cerca de dos horas y media antes de que
regresen, voy a desaparecer por un rato».
Cuando el otro hombre se levantó y colocó su taza vacía
en el lavaplatos y su basura en el bote, Ian le dijo: «Toma la
habitación de Jenn. Le daré a Athos la habitación libre que
usan mis padres». Sus padres no visitaban Maggie Valley a
menudo, pero cuando lo hacían, la suite en el piso principal
era de ellos.
Sin decir una palabra más, Carter le hizo una pequeña
seña, agarró su bolsa de lona verde militar de donde la
había dejado junto a la puerta principal y se dirigió arriba,
para darse una ducha rápida y cerrar los ojos. Dado que su
amigo ya había sido atendido, Ian regresó a su habitación y
cerró la puerta. Se quitó la camisa una vez más, pero
dejándose los jeans puestos, se subió a la cama, tomó el
cuerpo dormido de Angie en sus brazos y cerró los ojos.

UNA HORA Y MEDIA DESPUÉS, Ian estaba sentado


en las amplias escaleras del porche, mirando el lago
mientras Angie terminaba de secarse el cabello después de
la ducha compartida, que como de costumbre, les había
tomado más tiempo de lo necesario. Hacía poco que había
recibido un mensaje de texto de Jake, avisando que
llegarían a la casa en unos cuarenta minutos más o menos,
e Ian se estaba poniendo ansioso. Cuanto más rápido
llegara Athos, más rápido podrían descubrir cómo acabar
con la amenaza contra Angie. Su teléfono celular lo alertó
de otro mensaje de texto e Ian miró la pantalla. Devon le
comunicaba que Marco, Boomer y Tiny se dirigían al
pequeño aeropuerto para encontrarse con CC, y estarían en
el aire en una hora.
La puerta detrás de él se abrió y no necesitó darse la
vuelta para saber que era su ángel. El fresco aroma de su
champú y jabón corporal lo golpeó y sintió un movimiento
en la ingle. Maldita sea, la mujer le dificultaba pensar en
otra cosa que no fuera sexo cuando estaba cerca de él. Ella
bajó dos escalones y dejó caer su dulce trasero en el
escalón superior junto a él. «Es hermoso aquí arriba».
Ian la rodeó con el brazo y la acercó a su cuerpo con la
cabeza apoyada en su hombro. «Ciertamente lo es. Ojalá
pudiera estar aquí más a menudo por placer que por
negocios. Si no te habías dado cuenta, el complejo tiene
una falta de jardinería dentro de las líneas de la cerca».
Ella se rió. «Como que me di cuenta un poco. ¿Te
retirarás aquí algún día?».
«Tal vez», reflexionó encogiendo su hombro desocupado.
«O tal vez compre una pequeña isla en el Caribe… mi
pequeño oasis en medio de la nada. Donde sea que termine,
tiene que haber agua en alguna parte, ya sea en un lago o
en el océano».
Se sentaron en silencio durante unos minutos antes de
que la puerta detrás de ellos se abriera de nuevo y Carter
salió y bajó los escalones hasta la grava de abajo, girándose
para poder mirar a la pareja. Se había quitado los
pantalones cargo y ahora usaba un par de jeans
descoloridos, una camiseta limpia y sus botas de combate.
Ian le dio a Angie un apretón. Angie, Carter. Carter, Angie.
El espía le tendió la mano. «Habla muy elocuentemente
a veces, ¿no es así?».

ANGIE SE RIÓ y estrechó la mano del hombre. «Sí, lo


hace, pero no me importa. Encantada de conocerte».
«Es un placer conocerte también, cariño, pero desearía
que fuera en mejores circunstancias». Mientras le lavaba el
pelo en la ducha, Ian le había contado sobre la presencia de
Carter en la casa y por qué el hombre estaba allí. «Lamento
no haber tenido la oportunidad de conocerte en el club la
otra noche, pero me encontraba… ocupado… más de lo que
esperaba. Me hubiera gustado haber visto tu primera
escena pública porque escuché que fue fantástica y que
tuvo un final feliz».
Angie bajó la cabeza y se sonrojó mientras ambos
hombres reían. No sabía por qué ahora se sonrojaba
cuando no se había avergonzado en absoluto en ese
momento cuando la azotaran y la llevaron a un orgasmo
intenso frente a la audiencia. Carter le guiñó un ojo y ella
negó con la cabeza, sonriendo ante sus bromas. No tuvo
que preguntar qué lo había mantenido ocupado en ese
momento porque Kristen la había puesto al corriente.
Carter se había unido a la pareja comprometida para
repetir el trío, y para la segunda participación del atractivo
Dom, Kristen no había estado con una venda en los ojos.
Tampoco había habido limitaciones de tiempo que sí habían
tenido durante su primera cita, por lo que, durante unas
horas, los tres habían disfrutado en una de las salas de
juegos privadas. Su amiga no le dio muchos detalles, pero
como antes había leído romances con ménages, Angie no
necesitaba que le pintaran el cuadro.
Aunque no estaba interesada en experimentar un trío
por sí misma, no tenía ningún problema con que nadie más
lo hiciera. Apenas sobrevivía a los intensos orgasmos que
Ian le daba de forma regular en estos días, y no había
forma de que pudiera manejar a dos hombres a la vez. Ian
se había alegrado de ver que los ménages estaban en su
lista de límites duros. Él le había dicho que, en sus
primeros días como Dominante, una vez había sido un
tercero. Y aunque había sido una gran experiencia,
descubrió que no le gustaba compartir a sus mujeres, a
diferencia de su hermano y algunos de sus amigos.
Angie se puso de pie. «Me iba a hacer un sándwich.
¿Alguien más tiene hambre?». Cuando ambos hombres
dijeron, «sí, por favor”, ella miró a Carter. «Sé lo que él
quiere, pero a ti ¿qué te gustaría comer?».
Con una amplia sonrisa, movió las cejas y ella se rió de
su ocurrencia mientras Ian gruñía. «Está bien, Ian va a
golpearme si digo algo sexual, tomaré lo que sea que estés
preparando para él, pero nada de mayonesa, por favor.
Odio esa cosa».
«Sin mayonesa, no hay problema». Pasó la mano por el
pelo corto de Ian mientras subía los dos escalones hacia el
porche y luego entraba para prepararles el almuerzo.
IAN VOLVIÓ A GRUÑIR cuando la descarada mirada de
Carter permaneció pegada al trasero de Angie hasta que
desapareció en la casa. «¿En serio, idiota?».
El espía se encogió de hombros y luego se sentó junto a
Ian. «¿Qué? Como has dicho muchas veces en el pasado,
‘solo porque no puedo tocar, no significa que no pueda
mirar’. Lástima que no te gusten los tríos porque ese es un
trasero hermoso, amigo mío, y tendría que estar dos metros
bajo tierra para no apreciarlo». Vio de reojo al hombre, que
seguía mirándolo, y dejó escapar un bufido. «Entonces, ella
es la indicada ¿eh?».
Los ojos de Ian se entrecerraron aún más. Antes de que
pudiera responder, su teléfono sonó con una alerta. Un
vehículo había activado un sensor cuando subía por la
carretera que conducía a la casa. Un segundo después,
recibió un mensaje de texto de Jake informándole que eran
ellos quienes subían la colina. Miró a Carter de nuevo. «La
indicada … ¿cómo?».
«La que te hará olvidar que alguna vez tuviste una zorra
como prometida que te jodió. Ya era hora».
«Vete a la mierda, cabrón», se burló Ian. «Sabes que
nunca volveré a tomar ese camino».
«¡Ja! Sigue repitiéndote eso, amigo, pero desde mi punto
de vista, no solo te diriges por ese camino, sino que estás
yendo por el camino correcto. Y yo pensaba que ibas a
revolcarte en el dolor por el resto de tu vida porque la
mujer con la que no se suponía que debías estar te
abandonó. ¿Alguna vez pensaste que la razón por la que
sucedió eso, ahora mismo está preparando tu almuerzo y
tiene un culo muy lindo?».
Antes de que Ian pudiera decirle a Carter que se fuera a
la mierda otra vez, la camioneta del equipo se detuvo en el
camino de entrada con Brody al volante y Jake en el asiento
del pasajero delantero. El vehículo estacionó y cuando las
puertas delanteras se abrieron, también lo hizo la puerta
del pasajero trasero y un Athos bien afeitado, pero con
aspecto cansado, salió del vehículo. Los dos hombres en los
escalones se pusieron de pie y se acercaron al trío.
Mientras Carter estrechaba la mano del agente de la DEA,
comentando su rostro desencajado, Ian miró a sus
compañeros de equipo. «¿Cómo ha ido todo?».
«Bien», le dijo Brody. «Sin rastreadores, sin
preocupaciones».
Ian asintió al friki, que se dirigió hacia la casa. Cuando
llegó a la parte superior de las escaleras del porche, Angie
salió por la puerta y bajó corriendo los escalones hacia el
coche… hacia su mejor amigo y saltó a sus brazos que la
esperaban. El corazón de Ian se apretó y cerró sus puños
mientras veía a su mujer abrazar a otro hombre tan fuerte
como podía. Rechinó los dientes y se obligó a no golpearse
el pecho y arrancarla del abrazo de Athos, como quería
hacer el cavernícola en él.
A su lado, Carter dijo en voz baja y divertida que nadie
más pudo oír: «Ajá. Sigue diciéndote que ella no es la
indicada, jefe. Quizás algún día puedas convencerte a ti
mismo, pero lo dudo».

DIEZ MINUTOS DESPUÉS, Angie entregaba un plato


con un desbordante sándwich de pan de centeno a Ian y
otro a Carter y luego se puso a preparar sándwiches para
Jimmy y para ella. Jake estaba en el lado opuesto de la isla
de la cocina preparando un almuerzo similar para él y para
Brody. ‘Cabeza de Huevo’ estaba arriba en el estudio,
buscando información que necesitaban sobre varios
agentes de la oficina de la DEA en Atlanta, incluidos los
agentes Jackson y Holstein. Athos había confirmado sus
identidades a partir de las fotos de vigilancia que Brody
había impreso.
Cuando terminaron de preparar los sándwiches, Jake
llevó el almuerzo de Brody a la sala de guerra antes de
unirse a Angie y al resto de ellos en la gran mesa del
comedor. Mientras se acomodaba, Angie notó que Ian aún
no había tocado su sándwich. Ella sonrió para sí misma
cuando se dio cuenta de que no lo había empezado a comer
por esperar a que ella tuviera el suyo. Había esperado
hasta estar seguro de que ella lo comiera primero. Desde
que se dio cuenta de que él siempre estaba anteponiendo
su bienestar al suyo, se fijó en muchas más de las pequeñas
cosas que hacía y le encantó cómo la hacían sentir. Podía
ser que el hombre no fuera un romántico en el sentido
tradicional, pero lo era a su manera.
Mientras todos comían, Athos les contó a Ian y Carter lo
que les había dicho a los demás en el camino de regreso a
la casa. «Las cosas parecían estar bien las primeras dos
semanas. Usaba contactos que había hecho hace unos años
atrás para abrirme camino. Tuve suerte. Me encontré con
un tipo que solo conocía mi tapadera y respondió por mí.
Un policía local me investigó para el jefe, encontró mi
historial de arrestos y me introdujo. Hice algunos pequeños
asuntos de inmediato. Recientemente habían tenido
algunos enfrentamientos con la policía y las pandillas
locales, por lo que estaban cortos de personal, de lo
contrario, no creo que hubiera entrado tan rápido. Ayer por
la mañana, estaba fisgoneando y escuché que el próximo
lunes a través del Golfo de México, un gran cargamento
llegaría de Colombia, proveniente del cartel de Díaz…».

«AH, MIERDA, HOMBRE», interrumpió Carter,


dejando caer su sándwich a medio comer en su plato. Miró
con complicidad a Ian, que estaba enojado como el infierno
porque el cartel de Díaz estaba involucrado en este lío.
«¿Emmanuel está detrás de todo esto? Maldita sea, cuando
te metes con él, realmente lo haces, jefe».
Athos se pasó una mano por la cara con frustración. «No
lo sé. Aaron, el agente al que reemplacé, sospechaba que
ahí era donde terminaba el rastro, pero no creo que Díaz
estuviera detrás del golpe contra él y su familia. Creo que
provino de más abajo, de la cadena alimentaria con ayuda
interna de la DEA». Miró al espía del gobierno. «Sabes que
hay suciedad en todas las agencias y la mía tiene su parte
justa».
«¿Cómo supiste que te habían delatado?». Ian estaba
tratando de pensar más allá de la participación del cartel y
su miedo por Angie. Varios años antes, su equipo Cuatro
SEAL había estado involucrado en la investigación y,
finalmente, en la muerte del hermano de Emmanuel,
Ernesto. El cartel no solo estaba involucrado en drogas,
sino que también, en ese momento, tenía un próspero
comercio sexual y de armas en el que Emmanuel estaba
trabajando arduamente para restablecerlo después de la
muerte de su hermano.
«La misma conversación. Después de escuchar los
detalles, el jefe del narcotráfico de Nueva Orleans, Manny
Meléndez, recibió una llamada telefónica de alguien. Lo
siguiente que supe fue que estaba ordenando el golpe hacia
mí y le decía a quienquiera que estuviera al teléfono que
averiguara mis debilidades. Salí de allí lo más rápido que
pude y te llamé». Angie estaba sentada en silencio entre él
e Ian, y él se acercó y tomó su mano. Sus ojos se llenaron
de profundo pesar. «Lo siento mucho, nena. Sabes que
nunca haría nada que pudiera resultar en que salieras
lastimada. Siempre he tomado precauciones para
mantenerte a salvo».
Ian no sabía quién se había sorprendido más, si él o
Athos cuando Angie soltó su mano del agarre de su mejor
amigo y se quedó mirándolo. «¿De verdad, Jimmy? Si eso
fuera cierto, entonces no habrían llegado dos agentes
corruptos de la DEA a mi puerta queriendo secuestrarme y
probablemente matarme. No estaría corriendo por mi vida,
y la vida de estos hombres…», señaló alrededor de la mesa,
«…no estaría en peligro porque me estuvieran
protegiendo».
Athos se levantó de su asiento y también Ian, pero
ninguno de los dos pudo decir una palabra porque ahora la
mujer estaba en rachada, gritando y señalando con el dedo
la nariz de su amigo. «No me estaría escondiendo aquí,
preocupándome de que pudieras estar muerto en alguna
parte. Y no creas que me olvidé de que les pediste que
pusieran micrófonos y cámaras en mi casa». Ella resopló y
se cruzó de brazos. «Ni siquiera sé cómo va a terminar todo
este lío. ¿Voy a estar corriendo por el resto de mi vida hasta
que uno de esos bastardos me alcance? ¿Podré volver a
casa alguna vez? ¿Voy a …?».
«Ang, deja de gritar. Cálmate y siéntate».
Tan pronto como las órdenes gruñidas salieron de la
boca de Athos, Ian supo que las cosas iban a empeorar por
la expresión del rostro de Angie. Estaba contento de que su
ira tuviera otro objetivo esta vez. Le gruñía a su amigo, con
las manos apretadas de rabia. «No me digas qué hacer, y
no te pongas a hacer esa mierda dominante conmigo
porque tengo más que suficiente con Ian».
Giró sobre sus talones y salió furiosa por la puerta
principal mientras Athos miraba a Ian, quien le devolvió la
mirada con creces. «¿Me estás tomando el pelo? Te dije que
la cuidaras y la mantuvieras a salvo, no que te la follaras y
la involucraras en tu maldita perversión. Y sí, sé todo sobre
tu puto club de sexo, pendejo, y no vas a llevarla allí».
Mientras Ian trataba de evitar golpear al chico, los otros
dos hombres se levantaron de la mesa y comenzaron a
caminar hacia la puerta detrás de la mujer muy molesta.
Jake miró por encima del hombro. «Iremos a vigilar a
Angie. Simplemente no se maten hasta después de que nos
ocupemos del objetivo principal, ¿de acuerdo?».
Ninguno de los dos le respondió porque había sido una
pregunta retórica. En cambio, se miraron el uno al otro e
Ian se asombró cuando Athos rompió el contacto visual
primero, suspirando de frustración y pasándose los dedos
por el pelo. «Mierda. Perdón. Puedes patearme el trasero
más tarde. No tengo nada que decir sobre con quién sale o
qué hacen ustedes dos. Solo quiero que ella sea feliz y esté
segura. Si eres el hombre que la ayudará a lograrlo,
entonces…».
Athos dejó el resto de la oración sin terminar e Ian pudo
ver la derrota en su expresión. Cruzó los brazos sobre el
pecho y se apoyó en la mesa del comedor donde todavía
estaban los restos del almuerzo de todos. Estudió al otro
hombre durante un minuto y dijo: «¿Ella lo sabe?».
Athos lo miró confundido. «Ella sabe … ¿qué?».
«¿Que estás enamorado de ella?».
Evidentemente, la pregunta era lo último que Athos
esperaba. En reflejo da la postura de Ian, se apoyó contra
el respaldo del sofá y miró por encima del hombro de Ian.
«Para amar a alguien como se merece, no solo debes tener
un corazón, sino también alma. Yo perdí ambos hace mucho
tiempo. He intentado vengarme de la muerte de mi madre y
mi hermana durante tanto tiempo…». Sacudió la cabeza
con tristeza. «No me queda nada para darle, por eso me
mantengo alejado de ella tanto como puedo, y aún así, me
aferro porque ella es todo lo que tengo».
Hizo una pausa y miró a Ian un momento. «Y de vuelta a
ti, Sawyer. ¿Sabe que estás enamorado de ella? Porque yo
tampoco estoy ciego, hombre».
Antes de que Ian pudiera responder, aunque no estaba
seguro de cuál hubiera sido su respuesta, Brody bajó
corriendo las escaleras desde el estudio con su
computadora portátil en la mano. La colocó sobre la mesa
del comedor para que ambos hombres pudieran ver la
pantalla. «Tenemos un gran problema».
CAPÍTULO DIECISIETE

I AN Y A THOS SE ACERCARON A LA MESA PARA LEER EL RESUMEN


de noticias del sitio en la red de CBS de Atlanta y ambos
comenzaron a maldecir. El director de Athos, Arthur Giles,
agente especial a cargo de la oficina de la DEA en Atlanta,
había muerto en un tiroteo desde un vehículo. A las siete y
cuarto de anoche, lo habían baleado cuando salía del auto
al llegar a su casa, en las afueras de la ciudad. No había
sospechosos reportados, pero la policía y los federales
estaban buscando a una banda local de narcotraficantes.
«¡Mierda! ¡Maldita sea!». Athos volvió a pasar ambas
manos por su cabello y se dio la vuelta buscando algo en lo
que descargar su ira. Al no encontrar nada más que una
pared, la golpeó, y el dolor ni siquiera se registró cuando
sus nudillos comenzaron a hincharse. «Su hija le dio su
primer nieto hace un mes. Y ahora está muerto por mi
jodida necesidad de vengarme de esos bastardos».
«No lo sabes con seguridad». Ian no creía en sus propias
palabras, pero necesitaba calmar al hombre. Athos se
volvió hacia él y se le acercó a la cara, pero Ian no
retrocedió.
«¿No es así? Vamos, Sawyer, no seas jodidamente
condescendiente conmigo. Ya sabes cómo va esto. Están
limpiando la casa después de que el cartel descubrió que
dos agentes de la DEA de la misma oficina se habían
infiltrado en ellos. Alguien descubrió quién era nuestro
puto director y puso fin a cualquier interferencia de él. Se
suponía que nadie de Atlanta sabía adónde nos había
enviado Artie. Carajo, se suponía que nadie en Atlanta
sabía quién diablos era Aaron».
Ian no dijo nada más porque ambos sabían que era
mínima la probabilidad de que Athos estuviera equivocado.
Había muy pocas coincidencias en su línea de trabajo y
dudaba que esta fuera una de ellas. Carter había escuchado
la conmoción y regresó para ver qué pasaba. Ian señaló la
computadora portátil aún abierta, y el operativo se acercó
para leerla, agregando sus propias maldiciones a las que
habían soltado antes. Él lanzó al agente de la DEA una
mirada comprensiva, habiendo escuchado su última
perorata. «No te culpes, amigo. Si no te hubieras
presentado voluntario, Artie habría enviado a otra persona
y el resultado habría sido el mismo. Echa la culpa a donde
pertenece: a los agentes sucios y al cartel». Hizo una pausa
y dejó que sus palabras penetraran en el cerebro del
hombre. «Artie era el único que sabía que te habías
infiltrado, ¿no es así?».
El hombre agitado asintió. Significaba que, en su propio
departamento, no le quedaba nadie en quien pudiera
confiar. Sabían que dos agentes, compañeros suyos,
estaban sucios y no tenían idea de quién más podría estarlo
en la oficina de Atlanta. No podía arriesgarse a contactar a
nadie hasta que no supiera con certeza que era seguro. Por
ahora, Carter y el equipo Trident eran su único respaldo.
Ian arqueó una ceja hacia Carter. «¿Dónde está Angie?».
«Fue a dar un paseo con Jake. Ella todavía sigue enojada
y no fui tan estúpido como para quedarme en la línea de
fuego. Esa mujer es un petardo».
Brody había estado callado desde que bajó por primera
vez y ahora respiró hondo. «Y bien, entonces, ¿a dónde
vamos desde aquí? Athos no tiene el respaldo de su
agencia. Su director está muerto. No podemos acabar con
todo el cartel de Nueva Orleans sin iniciar una guerra total
o meternos en prisión, o algo peor. Angie todavía está en
peligro. ¿Me perdí de algo?».
«No, y gracias por decir lo obvio, ‘Cabeza de Huevo’».
«No hay problema, Carter. Me alegro de poder ayudar a
mantenerte informado». Eliminó su sarcasmo y preguntó:
«¿Alguien tiene un plan?».
Mientras todos permanecían en silencio, tratando de
pensar en una manera de salir de esta historia de terror en
la que se encontraban, sonó el teléfono de Ian. Echó un
vistazo a la pantalla y vio que era el teléfono de respaldo
que su hermano tenía en su auto. «Hola, Dev, ¿qué pasa?».
«¡Jenn ha sido secuestrada!».
Ian se puso rígido en estado de shock, sin creer lo que
Devon acababa de soltar. El pánico lo asaltó. «¿Qué quieres
decir con que Jenn ha sido secuestrada?».
Los otros tres hombres también se quedaron
paralizados, con los ojos muy abiertos, buscando en el
pálido rostro de Ian como si tuviera todas las respuestas a
sus preguntas. Apretó el botón del altavoz y dejó el teléfono
sobre la mesa para que todos pudieran reunirse alrededor.
La voz frenética de su hermano se escuchó fuerte y clara.
«Henderson llamó. Por seguridad, él y su compañero tenían
asignada a Jenn. Fueron detenidos por un automóvil sin
distintivos mientras la llevaban a la universidad. Por la
descripción que me dio antes de que lo perdiera, parece
que fueron los dos agentes que intentaron atrapar a Angie.
Henderson recibió un balazo en el pecho y su compañero
recibió un disparo en la cabeza. Creo que Henderson se
desmayó, pero la línea sigue abierta, por eso sigo con los
refuerzos. Ahora, estoy de camino a la escena y acabo de
escuchar a la policía y a los paramédicos llegar».
«¿Jenn fue herida?».
«No lo sé, Ian. Todo lo que sé es que se la llevaron.
Estoy a unos cinco minutos. Te llamaré tan pronto como
sepa algo. Marco llamó hace unos veinte minutos y dijo que
aterrizaron y están en camino».
«Los llamaré y haré que regresen y luego me aseguraré
de que CC esté listo para despegar de nuevo. Mantenme
informado». Ian desconectó la llamada.
«No les hagas regresar». Todos miraron a Brody, que
subía corriendo las escaleras para recoger su equipo del
estudio. Levantó la voz para poder ser escuchado sin
detenerse. «Si ya están en la carretera, podemos hacer que
CC haga un salto rápido al aeropuerto de Ashville. Está a
medio camino entre nosotros. Podemos encontrarnos con
ellos allí y nos ahorrará algo de tiempo».
«Bien. Llámalo y ponlo en el aire». Ian señaló a Carter
con la barbilla. «¿Puedes ir a buscar a Jake y a Angie?
Saldremos de aquí en cinco».
Sin una respuesta, el hombre salió corriendo por la
puerta. Una vez que estuvo fuera de la vista, Ian agarró a
Athos por la camisa y lo empujó contra la pared. El agente
lo agarró por las muñecas, pero sabiamente no se resistió.
Ian dejó escapar un gruñido. «Si algo le sucede a mi
ahijada por tu culpa, no tendrás que preocuparte por el
cartel. ¿Me escuchas?».
El pesar llenó los ojos de Athos. «Te escucho y no
esperaría menos de ti. Si sirve de algo, lo siento».
«Me importa una mierda tu puta disculpa. Solo
ayúdanos a recuperar a Jenn, luego terminamos esto y
garantizamos la seguridad de Angie».
Sin esperar una respuesta, Ian lo soltó y se dirigió a su
dormitorio. «Tomemos lo que necesitamos y vámonos de
aquí. Llamaré a Marco desde la carretera».

POCOS MINUTOS después de que todos estuvieran en


el aire, Brody le tendió la mano a Boomer. «¿Trajiste mi
juguete nuevo?».
El hombre metió la mano en el bolsillo de sus jeans y le
entregó al friki la pieza de joyería que le había pedido que
tomara de la sala de guerra. Caminó desde el área del sofá
hasta donde Angie estaba sentada sola en el mismo asiento
que había ocupado en su primer vuelo, Brody se sentó a su
lado y le pidió que le extendiera el brazo izquierdo. Todavía
estaba enojada por todo, y ahora aterrorizada de que Jenn
hubiera sido secuestrada y posiblemente herida, o algo
peor. Cuando terminó de colocarle el brazalete de oro en su
muñeca, ella lo miró confundida. «Um, Brody, no tengo
ninguna alergia, no soy diabética, ni nada, entonces, ¿para
qué es el brazalete de alerta médica?».
«Solo dice que eres alérgica a las abejas, cariño. Nada
serio. Mientras tanto, si sucede algo, que vamos a evitar a
toda costa, puedo rastrearte con el GPS que lleva dentro. Si
estoy lo suficientemente cerca, también hay un micrófono
oculto unidireccional para que pueda escuchar lo que
sucede a tu alrededor a través de un receptor en mi
computadora portátil. Es de corto alcance, pero el GPS es
de largo alcance. Si es necesario, siempre puedo…», tosió
la palabra «…piratear» antes de continuar, «…en un
satélite para rastrearte. Ya nadie usa brazaletes de
identificación y necesitaba el espacio interior, así que pensé
que lo mejor era usar una alerta médica falsa. Es un
prototipo y tú eres mi conejillo de indias… perdón, por
decirlo de esa manera».
Aún sosteniendo su mano, vaciló un momento, como si
luchara con lo que quería decir a continuación. «¿Estamos
bien tú y yo? Sé que todavía estás enojada por que nosotros
intervenimos tu casa, pero cariño, mi amistad contigo era…
es real».
Ella asintió con la cabeza y vio su cuerpo tenso
relajarse. Su voz era indulgente, pero cansada. «Lo sé,
Brody. Es solo que todo me llegó de golpe, ¿sabes? He sido
independiente durante tanto tiempo y odio que me dejen
fuera de las cosas que me preocupan. Lo superaré, pero
será mejor que vayas a mi casa tan pronto como todo esto
termine y elimines todas y cada una de esas cámaras y
micrófonos». Ella le lanzó una mirada furiosa para hacerle
saber que hablaba en serio. «¿Entendido?».
«¡Sí, señora!». Él le sonrió con su famosa expresión
coqueta. «¿Sabes?, si no te conociera mejor, pensaría que a
veces eres una Domme. Por cierto, a eso se le llama
cambio. Pero no le digas a Ian que te lo dije. Me dispararía
por poner ideas en tu cabeza».
«Mmm. Tal vez podría hacer que Jake me entrene para
ser un Ama del Látigo».
La miró con fingido horror y ambos se rieron, contentos
de haber tenido la oportunidad de despejar la última pizca
de fricción que aún existía entre ellos. Cuando él se puso
de pie para volver con el resto del grupo, ella se levantó y
lo siguió, luego tomó el asiento al final del sofá entre
Boomer y el sillón reclinable de Ian, que estaba en posición
vertical. Ian le sonrió, pero no llegó a sus ojos, que estaban
llenos de preocupación. Angie se inclinó y entrelazó sus
dedos derechos con los izquierdos de él y puso sus manos
unidas en el apoyabrazos del sofá. Su otra mano sostenía el
teléfono del jet contra su oreja cuando recibió la
actualización de Devon. «Bien. Haz lo que puedas, llama a
quien necesites y mantenme informado». Desconectó la
llamada, levantó la mirada y les informó lo que sabía, que
no era mucho. «Aún no ha habido noticias de los
secuestradores, ni de los agentes, o como quieran llamar a
esos imbéciles. Tampoco hay pistas. Se emitió un boletín a
todos los medios de comunicación sobre el vehículo de la
agencia. Dev pidió algunos favores a los lugareños y, hasta
ahora, han accedido a mantener a la DEA al margen, a
pesar de la conexión. También llamó a Keon en caso de que
necesitemos anular a las fuerzas del orden local». Su
contacto en el FBI, Larry Keon, era el subdirector, también
conocido como el hombre número dos de la agencia, y les
ayudaría con todo lo que necesitaran. «Henderson está
vivo, pero aún inconsciente. Perdió mucha sangre y lo
llevaron a cirugía. Su compañero no lo logró. Dev está
contactando a todos los que puede y usando nuestros
contactos locales y soplones. Nada hasta ahora».
«¿Por qué se la llevaron? Quiero decir que Jimmy ni
siquiera conocía a Jenn».
Angie no veía el panorama general, pero los hombres sí.
Ian le apretó la mano. «‘Ángel’, es obvio que aún no te
conocen lo suficiente, de lo contrario habrían ido tras uno
de tus amigos. Habría llevado un tiempo averiguar con
quién correrías para salvarlo. No tienes más familia,
excepto Athos y viceversa. La única conexión que pudieron
descubrir rápidamente es Brody, ya que te ayudó. El rastro
de Brody los llevó a Trident. Su mejor oportunidad de
atraparte, y finalmente de Athos, era tomar a Kristen o a
Jenn. Kristen no ha salido del complejo, por lo que se
llevaron a Jenn. La recuperaremos, pero por ahora,
esperaremos a que nos contacten».
Su labio inferior temblaba, pero ella no se quebró.
«Quieren que me cambies por Jenn, ¿no es así?».
Ian tiró de su mano hasta que ella se puso de pie y la
sentó en su regazo. Envolvió un brazo alrededor de sus
caderas y sosteniéndola contra él, tomó su barbilla con la
otra mano y se aseguró de que ella lo mirara a los ojos.
«Eso no va a suceder, ‘Ángel’. Estoy muerto de miedo por la
seguridad de Jenn, pero me arrojaré a las puertas del
infierno antes de cambiar tu vida por la de ella. Una vez
que sepamos dónde la retienen, la recuperaremos… viva.
Es lo que hacemos, cariño. Dev llamó a algunos ex
miembros del equipo que pueden llegar rápido a Tampa.
Junto con otros más, el padre de Boomer ya está en camino
para ayudar. Estos bastardos van a lamentar el día en que
se metieron con Jennifer Mullins, te lo puedo garantizar».
Tiny intervino. «No se preocupe, señorita Angie.
Tenemos esto cubierto».
La mirada de Angie se trasladó a cada uno de los rostros
de los valientes hombres y vio su determinación. Ella
asintió con la cabeza, pero sabía que era evidente que
todavía estaba aterrorizada por la seguridad de Jenn. Se
bajó del regazo de Ian, se dirigió al baño del jet, que era el
doble del tamaño de las instalaciones normales de un
avión, y cerró la puerta. No fue hasta que estuvo sola, que
permitió que sus lágrimas cayeran. No quería que supieran
lo mal que se encontraba porque tenían suficiente con qué
lidiar para que ella se derrumbara frente a ellos. Pasaron
unos minutos antes de que recuperara el control y
comenzara a salpicar un poco de agua en su cara. Llamaron
a la puerta y se secó las manos y la cara antes de tirar la
toalla de papel a la basura. Cuando abrió la puerta, se
sorprendió al ver a Jimmy, y en lugar de hacerse a un lado
para dejarla salir, él entró en el pequeño espacio con ella y
cerró la puerta detrás de él. «¿Qué estás haciendo?».
Tomó sus manos entre las suyas. «Quería un momento a
solas contigo y esta era la única opción. Lo siento, Ang. No
tienes idea de cuánto lamento que tú y la sobrina de Ian
estén en peligro por mi culpa. Lamento haber puesto mi
necesidad de vengar las muertes de mamá y Ruthie antes
que mi relación contigo». Miró sus manos unidas. Tragó
saliva y luchó por encontrar las palabras adecuadas. «Antes
de que me llamaran a la oficina de mi comandante y me
dijeran que habían sido asesinadas, estaba planeando
terminar mi misión y luego salir. Iba a volver a casa e
invitarte a salir en una cita real». Angie miró boquiabierta
a su mejor amigo mientras él levantaba sus ojos tristes y se
encogía de hombros. «Lo sé, que locura, ¿verdad? Pero
estando lejos de ti, tan lejos, me di cuenta de lo mucho que
significas para mí. En algún momento, en medio de
nuestras cartas, llamadas telefónicas y mis rotaciones a
casa, me enamoré de mi mejor amiga. Demonios, había
estado enamorado de ti mucho antes de eso, pero me
negaba a admitirlo».
«Oh, Jimmy. ¿Por qué nunca dijiste nada?».
«Al principio, antes… simplemente estaba asustado.
Aquí estaba yo en Operaciones Especiales, y una pequeña
rubia linda, atrevida, que significa el mundo para mí, me
tenía asustado, pensando que no diría que sí a una cita.
Además, quería decírtelo cara a cara. No quería darte
tiempo para pensar demasiado las cosas. Entonces mi
mundo se vino abajo y estaba demasiado empeñado en
vengarme. Cuando Artie se acercó a mí con una forma de
vengarme de los sucios criminales que vendían drogas a mi
hermana y a millones de otros niños como ella, lo acepté. Y
no me gustó en quién me convertiría después. No podía
esperar que te enamoraras de un hombre que se había
vuelto tan sediento de sangre, que estaba dispuesto a tirar
por la borda lo mejor que le había pasado. Tú. Has sido mi
mundo desde el día en que te conocí en la clase de inglés
de noveno grado y recogí el libro que habías tirado de tu
escritorio y te lo devolví».
Ella le dedicó una sonrisa triste. «Yo también me sentía
así, pero pensé que no querías arruinar nuestra amistad
por algo que podría no funcionar».
«No lo hice. Pensé que, si no funcionaba, te perdería por
completo. Y cuando finalmente estuve listo para enfrentar
mi miedo…». Respiró hondo y volvió a soltarlo. «Sawyer es
bueno para ti. Lo he visto mirarte. Tú vienes antes que todo
lo demás para él. No puedo decir lo mismo de mí, y no
tienes idea de cuánto lo lamento. En un momento de mi
vida pensé que éramos almas gemelas, ¿sabes? Ahora creo
que, si bien es posible que hayas sido mía, yo nunca fui
tuyo. Pero si alguna vez él te lastima, pagará un infierno».
Ella empezó a decir algo, pero él negó con la cabeza y la
detuvo. «Quiero que seas feliz, cariño, y a pesar de todo lo
que está pasando, también me doy cuenta en la forma en
que lo miras. Sé que estás enamorada de él y estoy de
acuerdo con eso. Bueno, tal vez no por el momento, pero
llegaré allí. Quizás cuando todo esto termine, empezaré a
buscar a mi verdadera alma gemela, si ella está ahí fuera.
Pero, honestamente, Ang, vas a ser alguien difícil de
igualar».
Cuando Athos terminó de hablar, Angie estaba llorando
de nuevo. La tomó en sus brazos y la abrazó hasta que las
lágrimas se detuvieron por segunda vez. Luego la soltó,
pero no antes de depositar un prolongado beso en su
frente. «Te amo, Ang. Siempre lo haré».
«Yo también te amo, Jimmy Andrews. Siempre serás mi
mejor amigo».
Cuando los dos salieron juntos del baño, Ian vio sus ojos
rojos e hinchados, y ella pudo sentir la ira que lo
atravesaba mientras su mirada se desplazaba hacia el
hombre que la había hecho llorar. Antes de que pudiera
decir o hacer algo, Angie corrió hacia él, se subió a su
regazo y lo rodeó con sus brazos, necesitando calmarlo
junto con ella. Ella sintió que su cuerpo se relajaba cuando
le susurró al oído: «Está bien, Ian. Tenía algunas cosas que
quería decirme, pero es contigo con quien quiero estar.
Siempre será mi amigo, pero eres tú de quien estoy
enamorada».
Ian tiró de su cabello, jalando su cabeza hacia atrás
hasta que pudo mirarla a los ojos. Tenía que ver la verdad
allí: ella estaba enamorada de él. Su corazón le pertenecía
a él y solo a él. Se inclinó para que su boca estuviera al
lado de su oreja y habló para que nadie más la oyera. «Y yo
estoy enamorado de ti, mi dulce ángel».
CAPÍTULO DIECIOCHO

C UANDO REGRESARON AL COMPLEJO , FUERA DEL EDIFICIO DE


Trident se encontraron con un área de estacionamiento
casi llena. Había varios vehículos del gobierno y otros
marcados como autos del Departamento de Policía de
Tampa, así como vehículos personales pertenecientes a
cualquier persona con la que Devon se hubiera puesto en
contacto. Jenn tenía unos cuarenta tíos sustitutos del
Equipo Cuatro SEAL, todos los cuales dejarían todo por la
Chica Bebé, pero solo pocos de ellos estaban lo
suficientemente cerca de Tampa para llegar allí en un corto
tiempo. Incluso Beau sabía que estaba ‘de servicio’ y se
había colocado al lado de Angie, como si supiera que ella
era la humana que más lo necesitaba. El padre de Boomer,
Rick Michaelson, y Devon se acercaron a los vehículos de
Marco e Ian, que habían conducido al lugar desde la
pequeña pista de aterrizaje.
Mientras Boomer saludaba a su padre, quien también
era un ex SEAL, Devon se puso manos a la obra y los puso
al tanto de todo. «Todavía no hay noticias de los
secuestradores y no podemos entender por qué, ya que han
pasado más de tres horas. Todavía tienen que estar en
algún lugar de Tampa porque Angie es su objetivo. Dentro
de la sala de conferencias, además de Rick, tenemos a
Bannerman, Rad y Urkel haciendo lo que pueden para
coordinar todo y tratar de averiguar dónde podrían tenerla.
También llamamos a Chase y le pedimos que prescindiera
de quien tuviera a la mano, y con la experiencia que
necesitamos, resultaron ser cinco tipos». Cuando era
necesario, Trident contrataba mano de obra adicional de
Chase Dixon, propietario de Blackhawk Security. Habían
sido sus dos hombres los que habían sido baleados para
proteger a Jenn. «Pero si esto se prolonga, tendrá más
hombres mañana. Ahora mismo está en el hospital con
Henderson, quien todavía está en cirugía. Su gente está de
camino desde Jacksonville. Le dije a Chase que les
reservara una habitación en el Hilton, calle arriba del
hospital, y que me facturara. Me dijo que me fuera a la
mierda, ya que lo tiene cubierto».
«Mantendremos a la DEA al margen hasta que sepamos
en quién podemos confiar. Pero llamé a Keon. Está
atrapado en D.C., y se puso en contacto con la oficina local
y les ordenó que nos ayuden en todo lo que puedan.
Desafortunadamente, significa que Frank Stonewall estará
aquí y no está contento con eso».
El agente especial a cargo del FBI local no estaba nada
emocionado con su supervisor, con Trident, y con Carter,
después de que hacía varios meses, lo habían excluido de la
investigación en la que Carter había eliminado al asesino a
sueldo que había tenido en la mira al equipo. Mientras el
resto del grupo gimió ante el anuncio de Devon, Carter
sonrió. La última vez que él y Stonewall se conocieron, el
agente especial casi se caga en los pantalones cuando el
operativo cabreado se enfureció. Sería interesante ver la
reacción del federal cuando lo viera de nuevo.
«¡Angie!». Todas las cabezas se volvieron cuando
Kristen salió corriendo del edificio de la residencia
directamente a los brazos de la otra mujer y la abrazó con
fuerza. Las dos se esforzaron por no derrumbarse, pero no
pudieron evitar las pocas lágrimas que cayeron por sus
rostros.
Ian se acercó y se paró junto a ellas, frotando sus
espaldas de arriba a abajo para darles confort. «Kristen,
¿por qué no llevas a Angie a tu apartamento por ahora,
hmmm? Hay demasiada gente dentro de las oficinas y
simplemente estarían de más. Lleva a Beau contigo y les
haremos saber si nos enteramos de algo». Volvió la cabeza
hacia Angie y agregó: «Estamos haciendo todo lo que
podemos. La encontraremos y la traeremos a casa. Lo
prometo».
Las dos mujeres asintieron, ninguna de las dos confiaba
en poder hablar en ese momento. Ian besó a ambas
mujeres en la cabeza, deteniéndose más en la de Angie.
Luego vio como regresaban tambaleándose a los
apartamentos, abrazadas en apoyo mutuo mientras Beau
trotaba a su lado. Tomó una respiración profunda, se volvió
hacia su equipo ahora extendido y les hizo un gesto para
que se dirigieran a las oficinas. Había llegado el momento
de cumplir su promesa.
En el interior, Colleen estaba sentada en su escritorio de
recepción, pidiendo pizzas y dos cajas de agua embotellada
para los hombres que ahora ocupaban la sala de
conferencias. La oficina de Devon, así como dos escritorios
vacíos en una pequeña área abierta en la parte de atrás,
también estaban en uso. Los ojos de la joven secretaria
estaban rojos y era obvio que había estado llorando antes.
Mientras pasaban junto a ella, les dedicó una sonrisa
acuosa llena de confianza, como si no tuviera ninguna duda
de que los Dominantes harían todo lo posible para salvar la
vida de Jenn.
Brody fue directamente a su sala de guerra, la abrió y
comenzó a arrancar las diferentes computadoras que
necesitaría. Curt Bannerman, que había sido su especialista
de respaldo en computadoras en el Equipo Cuatro, se unió
a él, tomó una silla libre y la hizo girar para ayudar a su
compañero friki. Neil ‘Rad’ Radovsky y Steve ‘Urkel’
Romanelli le dieron a Ian y al resto del equipo un perezoso
saludo mientras permanecían en sus respectivos teléfonos
con sus contactos, tratando de encontrar dónde podría
estar detenida Jenn.
Dentro de la oficina de Devon, los cinco hombres
proporcionados por Chase estaban revisando sus armas y
esperando a que los llamaran al servicio. Uno estaba
hablando por teléfono y, por lo que se oía, hablaba con su
jefe, comprobando cómo estaba Henderson. Ian tendría que
averiguar más tarde sobre el guardaespaldas asesinado
para ver qué podían hacer para ayudar a la familia a lidiar
con su pérdida. Antes en el avión, Ian le había dicho a
Devon, que ellos se harían cargo de todos los costos del
funeral y el entierro y había estado de acuerdo. Si tuviera
esposa e hijos, ellos se asegurarían de que estuvieran bien
cuidados. Era lo mínimo que podían hacer por un hombre
que había dado su vida tratando de proteger a Jenn.
En la sala de conferencias se encontraban tres agentes
del FBI, incluido Stonewall con el ceño fruncido, dos
policías uniformados y dos detectives vestidos de civil de la
policía local. Si la situación no fuera tan grave, Ian podría
haberse reído cuando Stonewall palideció al ver a Carter
entrar en la habitación. Pero, aun así, escuchó a Boomer
reírse detrás de él cuando el chico notó lo mismo. Carter, a
su vez, le dio al agente su mejor mirada de Dom, luego
ignoró al federal y se puso a trabajar, llamando a sus
propios contactos.
También estaban presentes en la sala, el Dom de
Colleen, Reggie Helm y el primo de Ian, Mitch Sawyer,
quienes estrecharon la mano de Ian y ofrecieron toda la
ayuda que pudieran dar. Mitch preguntó: «¿Qué debemos
hacer con el club? ¿Quieres que lo cierre por la noche?».
Ian miró el reloj de la pared y suspiró. Todavía tenían
unas tres horas antes de que abriera el club a las
diecinueve treinta horas. «Sí, cuanta menos gente haya en
el complejo, mejor. No sabemos cuánto tiempo va a durar
esto. Hagas lo que hagas, no dejes que los miembros sepan
sobre Jenn, de lo contrario, todos los Dominantes
aparecerán para ayudar y, aunque lo agradecería, se
interpondrían en el camino. Tenemos suficiente personal
aquí».
Mitch asintió. «Enviaré el mensaje de texto masivo
desde mi oficina». Se volvió hacia Tiny. «¿Te importaría
ayudarme a llamar al personal? Quiero asegurarme de que
todos sepan que no deben presentarse y los teléfonos
probablemente comenzarán a sonar cuando los miembros
se enteren de que estamos cerrados, queriendo saber cuál
es el problema».
Ian le habló en voz baja a Reggie para que no lo oyeran,
«Te agradecería que te lleves a Colleen a casa contigo. Ella
no necesita estar aquí para esto y cuanto menos sepa,
mejor. Es posible que te necesitemos después de que todo
esto termine».
Reggie era uno de los abogados de Trident, y esta era la
forma de Ian para mantener al hombre fuera de la jugada
para cuando se armara grande el lío. Si Reggie necesitaba
defenderlos en la corte por cualquier motivo como, por
ejemplo, un cargo de asesinato, le daba una negación
plausible. Cuando los abogados hablaban con sus clientes
acusados de delitos, rara vez les preguntaban abiertamente
si eran culpables o no. No necesitaban saberlo para
defenderlos y, por lo general, no querían saberlo.
Justo después de que los dos Dom y Tiny se fueran con
Colleen a cuestas, sonó el teléfono de la empresa e Ian
contestó en uno de los teléfonos de la sala de conferencias
que había sobre la mesa. Tan pronto como escuchó una voz
alterada por computadora, comenzó a agitar rápidamente
la otra mano y a chasquear los dedos para alertar a todos
en la habitación que los secuestradores estaban haciendo
contacto. Todos se detuvieron a mitad de la frase y
permanecieron en silencio. Marco salió corriendo por la
puerta hacia la sala de guerra para decirle a Brody que
comenzara a rastrear la llamada mientras Ian oprimía el
botón del altavoz para que todos pudieran escuchar.
«… verla de nuevo. Mañana, a las ocho en punto,
recibirás un mensaje de texto. Haz que el agente Andrews
lleve a Angelina Beckett a la dirección que se te enviará, y
liberaremos a tu linda sobrina, aunque puede que ya no
esté demasiado bonita si no haces lo que se te dice».
El pelo de la nuca de Ian hormigueó cuando su miedo y
su ira se intensificaron. Apoyó sus dos manos en la mesa de
conferencias, gruñó a la persona al otro lado del teléfono.
«Escucha, maldito bastardo, si lastimas un maldito cabello
de la cabeza de esa chica, no habrá ningún lugar en esta
maldita tierra donde puedas esconderte y que no te
encuentre. ¡Y cuando termine contigo, me rogarás
jodidamente que te mate para terminar con tu sufrimiento!
¡Me oyes pedazo de mierda!».
Había estado en una rabia tan ciega y estaba gritando al
final de su perorata que no se dio cuenta de que la persona
que llamaba se había desconectado hasta que Devon le
puso la mano en el bíceps. «Ian, ya colgó».
La voz de Devon era baja, tratando de calmar a su
hermano, pero no funcionó. Ian agarró el teléfono de la
oficina, arrancó el cable y lo arrojó contra la pared donde
quedó destruido.
Nadie resultó herido por los escombros que salieron
despedidos, aunque varios de los hombres resultaron
golpeados. No se pronunció una palabra mientras el
hombre, normalmente imperturbable, salió furioso de la
habitación y se dirigió a su oficina, pasando por delante de
Marco que tenía la cara como de piedra. Cerró la puerta
detrás de él y escucharon un rugido de frustración y
angustia. Todos los hombres sabían que el tiempo de
llamada había sido demasiado corto para dejar rastro. Se
sentían igualmente frustrados porque, a pesar de todas las
misiones y casos en los que habían participado a lo largo de
los años, esta vez era algo personal. Devon miró a todos los
demás. «Denle unos minutos. Mientras tanto, vuelvan a
acosar a sus contactos».
ANGIE ESTABA en la habitación de Ian después de decirle
a Kristen que se recostaría unos minutos. A principios de
semana y por petición de Ian, Brody había programado la
huella de su mano para los escáneres de cerradura, por lo
que pudo entrar mientras Beau seguía a Kristen escaleras
arriba hasta su apartamento y el de Devon. Esta era la
primera vez que Angie tenía un momento para sí misma
desde que Jimmy había aparecido en el baño del avión,
aunque este había sido breve. Necesitaba algo de tiempo
para aceptar algunas cosas. Además de su preocupación
por Jenn, todavía se estaba recuperando de la confesión de
Jimmy y del hecho de que le había dicho a Ian que estaba
enamorada de él. No había esperado que él respondiera a
sus palabras, y aunque sabía que las decía en serio, no
pudo evitar pensar que todavía se estaba reprimiendo ante
ella. Su ex prometida debió haberle afectado mucho y se
alegró de que la mujer no viviera en ningún lugar cercano
porque podría haber ido a buscarla y golpearla por haberle
hecho daño.
Al entrar al baño, se lavó la cara de nuevo y luego se
limpió los dientes con el cepillo de repuesto que Ian le
había dado para que lo usara después de su primera
estancia de una noche. Al salir del baño, tomó la sudadera
que Ian le había dado para que se pusiera cuando comenzó
a temblar ante la noticia del secuestro y empezó a sacar las
piezas de su teléfono celular desmontado. Ella había
recuperado las partes del teléfono del asiento trasero de su
todoterreno, donde él lo había arrojado el día anterior, y se
las había metido en los bolsillos. Dios, ¿había sido solo ayer
por la tarde cuando ella y Brody habían estado corriendo
por sus vidas? Mucho había cambiado en menos de treinta
y seis horas.
Colocando la tarjeta SIM, seguida de la batería, cerró la
tapa y encendió el teléfono. De inmediato, comenzó a
alertarla sobre llamadas y mensajes de texto perdidos.
Primero revisó el registro de llamadas y vio cuatro
mensajes de voz de su amiga Mandy, Shelby del club, Red
Rose Books y otro cliente. Luego revisó sus mensajes de
texto y vio más de lo mismo, pero un mensaje Desconocido
le llamó la atención. Cuando lo abrió, Angie se horrorizó al
ver una foto de Jenn y sintió que se le helaba la sangre. La
chica había sido atada, amordazada y tenía los ojos
vendados. El mensaje con la foto le decía que se pusiera de
inmediato en contacto con el remitente, sin decirle a la
policía o al equipo de Trident, o de lo contrario, matarían a
Jenn. Comprobando la marca de tiempo, vio que el mensaje
se había recibido solo veinte minutos antes. Envió un
mensaje de texto de respuesta lo más rápido que pudo.

E STOY AQUÍ . Dime qué debo hacer.

M ENOS DE QUINCE SEGUNDOS DESPUÉS , el teléfono sonó en


su mano y estaba tan sorprendida que casi lo deja caer. En
la pantalla se leía Llamada desconocida. Después de
presionar el botón de conexión, se llevó el teléfono a la
oreja. «¿H-hola?».
Una voz disfrazada de computadora llegó a través de la
línea y las manos de Angie comenzaron a temblar. «Ven
sola a la dirección que te voy a enviar en un mensaje de
texto. Si veo a tu novio, a la policía o a cualquier otra
persona, la mataré. Tienes quince minutos».
Antes de que pudiera responder, la llamada se
desconectó. Se quedó mirando el teléfono hasta que sonó
una alerta de mensaje de texto.

1795 R UTA 301. . . ¡Sola!

F RENÉTICA , corrió a la sala de estar y comenzó a buscar


su bolso y las llaves del auto antes de recordar que su auto
no estaba allí. Todavía estaba en el camino de entrada de
su casa. Vio el juego de llaves de repuesto de Ian en un
estante de su centro de entretenimiento. Las agarró y salió
corriendo por la puerta principal y saltó a su Audi,
presionando el botón de arranque sin llave mientras se
colocaba el cinturón de seguridad. No podía arriesgarse a
decirle a Kristen adónde iba, ni a nadie más. Pero ella no
era estúpida. Cuando llegara al destino, le enviaría un
mensaje de texto a Ian para informarle dónde estaban ella
y Jenn.
Aliviada de ver que no había nadie afuera excepto dos
guardias de seguridad, a quienes apenas conocía, puso el
auto en marcha y aceleró tan rápido como se atrevió sin
advertirles que algo andaba mal. Las puertas se habían
dejado abiertas para permitir que la policía y los federales
entraran y salieran según fuera necesario, y Angie salió del
complejo en dirección a la carretera principal. Ian y Jimmy
iban a matarla si los traficantes de drogas no lo hacían por
ellos, pero ella sabía que no cambiarían su vida por la de
Jenn y se negó a ser responsable de la muerte de la chica.
No tardó en llegar a la Ruta 301, pero cuando llegó, no
sabía si tenía que ir al norte o al sur. Programó el GPS de
su teléfono con la dirección y giró hacia el norte cuando la
voz de la mujer irritantemente alegre le dijo que lo hiciera.
Unos minutos después, la misma voz volvió a hablar. ‘Te
estás acercando a tu destino a tu derecha’.
Angie se acercó al arcén y vio la estructura apartada de
la carretera. Era similar al complejo de Ian, pero tenía
menos árboles, sin valla y solo dos edificios de almacén que
eran los únicos a la vista en la franja despoblada de la
carretera. Desde donde estaba sentada, solo podía ver dos
vehículos: una camioneta negra y un sedán sencillo de
cuatro puertas que supuso pertenecía a los agentes de la
DEA que habían estado en su casa. Agarró su teléfono, le
escribió un mensaje de texto a Ian.
L OS SECUESTRADORES LLAMARON A MI CELULAR . Están en
1795 Ruta 301.
Cambio a Jenn, por mí. Apúrense.

D ESPUÉS DE PRESIONAR el botón de enviar, Angie tiró el


teléfono en el asiento del pasajero. Volvió a poner el coche
en marcha y avanzó lentamente, girando hacia el largo
camino de entrada que conducía a los edificios. Aparcó
junto a la camioneta y salió del coche, dejando el motor
encendido con el llavero en la consola central para que
Jenn pudiera escapar. Angie miró de un lado a otro entre
los dos edificios tratando de averiguar en cuál se suponía
que debía entrar cuando se abrió la puerta del lado
izquierdo. El agente Jackson estaba de pie en la entrada
apuntándole con su arma. «Adentro. ¡Ahora!».
Con las rodillas temblorosas y los pies pesados, Angie
comenzó a caminar penosamente hacia él, rezando para
que Ian llegara antes de que fuera demasiado tarde.
CAPÍTULO DIECINUEVE

D EVON ESTABA A PUNTO DE LLAMAR A LA PUERTA CUANDO ESTA


se abrió y vio la embravecida expresión de Ian. De
inmediato supo lo que veía en esos ojos azules tan similares
a los suyos: terror… terror puro. «¿Qué ocurre?».
En lugar de decírselo, su hermano le puso el teléfono en
la cara a Devon, para que pudiera leer el mensaje de texto
que Ian había recibido segundos antes.

L OS SECUESTRADORES LLAMARON A MI CELULAR . Están en


1795 Route 301.
Cambio el lugar de Jenn, por mí. Apúrense.

«¡A H , CARAJO !».


Ian corrió al área de recepción. «¡Tenemos que
movernos! ¡Ahora!».
El equipo, los antiguos SEAL, los hombres de Chase,
Carter, Athos, los federales y la policía, llegaron corriendo y
siguieron a los hermanos Sawyer hasta el estacionamiento.
«Tenemos una dirección. No solo tienen a Jenn…», Ian hizo
una pausa y miró directamente a Athos, «…sino que
contactaron a Angie en su celular y ella decidió interpretar
a la Mujer Maravilla. Está en camino de cambiar su lugar
por Jenn».
Los ojos de Athos reflejaban el mismo miedo que había
en los de Ian. A su alrededor había un coro de maldiciones
y gemidos frustrados. Los hombres sabían que no había
forma de que los secuestradores dejaran ir a Jenn, incluso
si tenían a Angie. Sin quererlo, el angelito de Ian les había
hecho el trabajo el doble de difícil y cuando la agarrara, no
podría sentarse durante un mes. Él se aseguraría de ello,
pero primero tenían que rescatar a las dos mujeres que
amaba.
«¿Dónde están?».
La pregunta llegó de Stonewall e Ian miró a Carter,
quien le hizo una leve sacudida de cabeza. Ian estuvo de
acuerdo. Harían esto sin la participación de las fuerzas del
orden local. Esto era lo que el equipo hacía mejor. Si
dejaban que la policía y los federales aparecieran en la
escena, se convertiría en un lío de primer grado, con las
vidas de Jenn y Angie en juego. El FBI y el Departamento
de Policía de Tampa tenían protocolos que, por ley, debían
seguir. Trident no tenía esas restricciones, y era mejor
disculparse más tarde que tener que pedir permiso antes
de actuar. Carter sacó su teléfono celular, uno de sus
muchos aparatos desechables, y marcó un número de
memoria mientras se alejaba del grupo.
Stonewall vio la vacilación de Ian y comenzó a gritar,
poniéndose rojo brillante en el proceso. «¡Oh no, Sawyer!
¡No otra vez! ¡Nos mantienen informados sobre esto o los
arrestaré a todos, aquí mismo, de inmediato!».
Por mucho que Ian quisiera correr para salvar a las dos
mujeres, sabía que, si se marchaba, los federales y los
locales lo seguirían. Probablemente asumió que Carter
estaba llamando a Keon y se obligó a esperar un momento.
Mientras que el agente federal continuaba
despotricando, sus dos subordinados y la policía local no
parecían muy felices ante la perspectiva de intentar
arrestar a diecisiete hombres exaltados. Hombres que
habían matado a muchos terroristas y criminales mientras
estaban en el ejército y que estaban en busca de sangre. La
mayoría de los operativos especialmente entrenados
ignoraban al iracundo agente y se habían reunido
alrededor del vehículo de Marco. El especialista en
comunicaciones estaba repartiendo auriculares para que
todos pudieran hablar entre ellos sin necesitar sus manos.
Las armas estaban siendo revisadas dos veces y Jake
estaba cargando su rifle de francotirador favorito, junto con
su MK11 de respaldo, que le prestaría a Carter si fuera
necesario.
En medio de la conmoción, Kristen bajó corriendo de las
residencias con Beau pisándole los talones. Corrió
directamente hacia Devon y le soltó que Angie había
desaparecido. Él le explicó lo que había sucedido y una
expresión de sorpresa apareció en su rostro. Agarró su
barbilla para llamar su atención. «Necesito saber que estás
a salvo. Tiny y Mitch están en la oficina del club. Tienes
que ir directamente allí y hacer todo lo que te digan, niña.
No puedo hacer mi trabajo si estoy preocupado por ti. Si
les provocas algún problema, recibirás una paliza pública
que nunca olvidarás. ¿Lo entiendes?».
Sabía que hablaba en serio cuando dijo la palabra
‘pública’ porque, si bien le encantaba ver a otros sumisos
ser disciplinados frente a todos en el club, no la
entusiasmaba que se exhibiera su trasero. «Sí, Señor. Te
Amo. Cuídate».
La besó en los labios. «Yo también te amo. Ahora ve.
Beau viene con nosotros. Te llamaré tan pronto como las
tengamos a salvo».
Mientras su prometida se dirigía directamente al edificio
que albergaba el club, Devon ordenó a Beau que lo
siguiera. El trasero del perro giró y se aproximó a la pierna
derecha de Devon, sin parecer feliz de ver a su anterior
equipo de protección alejarse sin él. Su humano se inclinó y
le rascó detrás de su peluda oreja. «Está bien, chico. Ella
esta bien. Necesitamos rescatar a Jenn y Angie, y tal vez
incluso darte a alguien a quien hincarle el diente».
Si bien Dev sabía que el perro debía entender muy poco
de lo que le decían, el canino parecía saber exactamente a
qué se refería. Beau dejó escapar un ladrido emocionado
ante la perspectiva de morder a alguien que se lo merecía.
Mientras tanto, Carter había dejado de hablar en su
celular y se acercó a Stonewall. Con una mirada que habría
hecho temblar a algunos hombres en sus botas, Carter le
entregó el teléfono. El federal palideció y pareció
confundido, pero tomó el dispositivo. Intentó salvar su
autoridad ladrando al altavoz. «Este es el agente especial
del FBI a cargo, Stonewall, ¿quién diablos es?». Ian, Devon
y Athos observaron cómo la última gota de sangre del
hombre desaparecía de su rostro. «Sí, director Moran,
señor… Entiendo, señor… no hay problema señor …».
Sin esperar a que el agente terminara de recibir la
paliza de su jefe y le entregara el culo, todos los hombres,
menos la policía, se apresuraron a llegar a sus vehículos y
salieron volando de la fila compuesta detrás de la
camioneta de Ian. Carter y Athos se sentaron atrás, detrás
de los hermanos Sawyer, con Beau entre ellos. El perro
pareció emocionarse con la acción mientras su lengua
colgaba de su boca jadeante.
Ian conducía mientras Devon, sentado en el asiento del
pasajero, mostraba las coordenadas GPS. Después de eso,
marcó su teléfono celular y esperó a que Tiny contestara.
Cuando el jefe de seguridad lo hizo, le dijo: «Necesito que
te lleves a Kristen y la encierres en la sala de pánico hasta
nuevo aviso. Dile a Mitch que se quede encerrado dentro
del club si no quiere ir contigo, pero asegúrate de que esté
armado. Cierra las puertas ya sea que la policía se retire o
no».
Cuando el grandulón confirmó las órdenes, Devon
desconectó el teléfono y miró por encima del hombro a
Carter. «¿Realmente usaste tu ‘única llamada’ para salir de
la cárcel para contactar al Gran Señor? ¿Por qué no
llamaste a Keon?».
El espía se encogió de hombros, pero su rostro
permaneció inexpresivo. Rara vez se contactaba con el
director Moran a menos que fuera necesario, prefiriendo
tratar con el subdirector. Menos política. «En realidad,
intenté llamar a Larry, pero no contestó, así que subí el
escalafón. El director ya estaba de mal humor y muy
contento de amenazar al imbécil con un traslado. Creo que
pudo haber mencionado algún pueblo de Alaska con una
población de dos habitantes».
Devon soltó una fuerte carcajada y sacudió la cabeza
con incredulidad antes de que la voz de Brody llegara a los
auriculares de todos. En su computadora portátil había una
transmisión en vivo de uno de los muchos satélites que
orbitaban la Tierra y la aproximó a su destino. «No
pregunten de quién es el SAT que estoy usando, porque no
quieren saberlo». Unas cuantas risitas llegaron a través de
los auriculares. «Ian, cuando llegues a la 301, irás al norte.
Siete kilómetros más arriba hay un camino de tierra a tu
derecha. Tómalo unos cien metros y acércate desde el sur a
pie con un ETA de dos minutos [Nota de la T.: ‘Estimated
Time of Arrival’- tiempo estimado de llegada]. La dirección
tiene dos almacenes que van de oeste a este. Hay tres
vehículos, parece que uno es tu Audi y creo que otro es el
sedán de la DEA de ayer, pero sin ver las placas, no puedo
confirmarlo. El otro vehículo es un SUV oscuro. Por su
forma de estacionarlos, no puedo decir en qué edificio se
encuentran, por lo que debemos verificar ambos. Un
segundo equipo puede pasar sin sospechas y salir como a
medio kilómetro por la carretera y entrar desde el norte».
Ian reconoció la información y pidió un desglose de
quién estaba en cada vehículo. Cuando tuvo la información,
los dividió en tres equipos. Marco lideraría al Equipo Dos,
mientras que Ian tomaría el Equipo Uno. Marco tenía a
Jake, Brody, Rick, Bannerman y Rad con él. El equipo de
Ian estaba formado por los tres hombres en su vehículo
junto con Boomer, Urkel y uno de los hombres de Chase,
Tanner. Y, por supuesto, Beau. El resto de los cuatro
agentes contratados ocuparían posición al otro lado de la
carretera y asaltarían el camino de entrada después de que
los equipos de ingreso se abrieran paso al edificio donde se
encontraban las rehenes e interceptarían a cualquiera que
intentara escapar.
Menos de diez minutos después, los vehículos estaban
en posición y los hombres salían de ellos. Mientras
esperaba información del complejo, Dev había ordenado a
los hombres de Chase que cargaran los vehículos con el
equipo que todos necesitarían para organizar un rescate.
Los hombres habían trabajado con Trident en varias
misiones y sabían lo que se necesitaba. Ahora los tres
equipos portaban chalecos antibalas, cuchillos KA-BAR,
armas de mano y granadas flash. Se utilizarían carabinas
Colt M4 o HK MP5, según la preferencia de cada hombre
por sus rifles de asalto. Jake y Carter llevarían sus rifles de
francotirador. Los hombres tomaron más equipo que
necesitarían. Beau estaba equipado con un arnés y un
chaleco antibalas canino especialmente diseñado para él.
Las orejas y la cola del perro se movían de emoción
mientras sus patas bailaban ansiosamente, pero
permaneció en silencio. No habría necesidad de
preocuparse de que ladrara y alertara a nadie de su
presencia, ya que había sido bien entrenado y a menudo el
equipo practicaba diferentes ejercicios con él. Beau haría
su trabajo con tanta precisión como sus homólogos
humanos lo harían con el suyo.
«Equipo dos, equipo tres, ¿listos?». Ian habló por los
auriculares conectados a su oreja derecha, mientras le
entregaba la correa de Beau a Boomer. Cuando las
respuestas fueron afirmativas, les dijo que se movieran. No
tenía que preocuparse por los hombres que no formaban
parte del núcleo seis de Trident. Todos tenían experiencia
en Operaciones Especiales, incluido Athos, por lo que
conocían los conceptos básicos de trabajo en equipo de
cada hombre. El Equipo Uno se acercó, saltando en dos
secciones, lo que significaba que mientras la mitad del
equipo avanzaba hacia el siguiente árbol u objeto para
ocultarse, los demás los cubrirían, listos para disparar sus
armas si era necesario.
En silencio, llegaron al edificio ubicado más al sur e Ian
hizo una señal a Urkel y Tanner para que se acercaran a la
estructura. Mientras Tanner los cubría, Urkel escaneó la
pared exterior con un dispositivo de mano de búsqueda de
calor y dio negativo en busca de ocupantes de cuerpo
cálido que no fueran unos pocos roedores a lo largo de la
línea del piso. Con señales de mano, hizo un gesto para que
todo quedara claro al Equipo Uno y el resto se unió a los
dos agentes, usando el edificio como protección. El susurro
de Brody atravesó los intercomunicadores. «Equipos,
mantengan la posición. Tengo audio proveniente del
brazalete de Angie. Maldita sea, funciona. Estén
preparados».
Ian reprimió su impulso de correr hacia el otro edificio y
disparar a todos los que no fueran las mujeres de su vida.

ANGIE SE ESFORZABA por hablar con voz tranquila. No


quería inquietar a Jenn más de lo que ya estaba. Si bien
Jenn podía escuchar todo, seguía llevando la mordaza y la
venda. Pero aparentemente, los sucios agentes de la DEA y
otros tres hombres, que parecían pandilleros, no habían
llevado un segundo juego para Angie, por lo que ella aún
podía ver y hablar. Estaba sentada en una silla en medio del
cavernoso almacén que estaba medio lleno de cajas y
contenedores. Tenía las muñecas esposadas a la espalda y
le había llevado un tiempo recordar que el brazalete GPS
que Brody le había colocado también tenía un micrófono.
Agradecida por el aparato, ignoró el hecho de que la estaba
lastimando ya que estaba debajo de las esposas de metal y
se clavaba en su carne. Rezó para que el experto en
tecnología estuviera escuchando mientras comenzaba a
hacer preguntas a los hombres que las tenían como
rehenes. «Yo soy quien ustedes quieren. ¿Por qué no dejan
ir a Jenn?».
Uno de los tres pandilleros con una cicatriz de cuchillo
en la cara levantó la vista del juego de póquer y se burló.
«Porque me gusta la mamita caliente. Ella y yo nos
divertiremos un poco después de que aparezca ese cerdo y
nos paguen».
«Cállate, idiota», le gruñó el Agente Holstein al de la
cicatriz, quien se encogió de hombros e hizo un gesto
vulgar hacia Jenn. Angie estaba agradecida de que la mujer
más joven no pudiera verlo porque ya temblaba lo
suficiente.
«Entonces, ¿se necesitan cinco para secuestrar a dos
mujeres y esposarlas a sillas en medio de un almacén?
Estamos indefensas y no vamos a ninguna parte, así que,
¿podrían guardar sus pistolas?». Por favor, Brody, sal de
alguna parte con Ian. Como no quería que los
secuestradores se dieran cuenta de que con suerte le
estaba dando información a Trident, cambió de tema. «Y de
cualquier forma ¿cómo se enteraron de Jimmy y de mí?».
Si bien Holstein no quería que ninguno de los
pandilleros respondiera a sus preguntas, no parecía
aplicarse lo mismo a su compañero. El agente Jackson
estaba sentado en una caja a unos cinco metros frente a
ella. «Vi al capullo hablando en uno de esos teléfonos
desechables que usaba mucho y me imaginé que había una
buena razón detrás de ello. Cuando traté de acercarme
para escuchar lo que estaba diciendo, colgó. Lo metió en su
cajón cuando entró un ‘agente caído’, cortesía de una
llamada anónima, por supuesto. Después de que se fue de
allí con el resto del equipo, abrí la cerradura de su
escritorio, verifiqué el teléfono y copié tu número. Pensé
que sería útil algún día. Andrews, o Athos, o el puto
imbécil, tú decides, nunca fue el tipo de hombre que podría
mantenerse alejado de estar de encubierto. Sabía que
volvería a hundirse algún día, y tenía razón. Rastreé el
número y te encontré. Cuando nuestros contactos de Nueva
Orleans llamaron para ver si conocíamos al chico nuevo
que los estaba poniendo nerviosos y me enviaron una foto
de él… bueno, digamos que no me sorprendió ver a tu
novio».
«Entonces, ¿fuiste tú quien les dijo a los
narcotraficantes quién era él y también el otro agente que
fue asesinado?». El hombre se encogió de hombros sin una
respuesta verbal, pero la expresión cruel de su rostro
confirmaba lo que ella había pedido. «¿Y ahora qué va a
pasar?».
«Ahora esperamos un poco y cuando estemos listos, vas
a llamar a tu novio y decirle dónde encontrarnos. Si viene
solo, ambos morirán. Si no lo hace, entonces mueres tú,
muere él y quien venga con él, muere. Luego cobramos el
dinero que se nos debe por esta puta operación… ¿Bastante
simple?».
Ella no le respondió.
«Por cierto, ¿cuál es realmente tu novio? Andrews o el
pueblerino con el que te escapaste?». Él la miró
lascivamente. «¿O te estás tirando a los dos?».
Se dio cuenta de que él todavía pensaba que Brody era
su novio y no sabía nada sobre su relación con Ian. Saltó de
la caja, dio un paso hacia ella y se puso en cuclillas frente a
su silla. «Tal vez vea qué tiene a todos estos imbéciles
abriéndose camino hacia tu puerta, ¿eh? ¿Eres tan buena
en la cama, cariño?».
Imitó el acento texano que Brody había usado con él.
Cuando deslizó un dedo por su rostro y cuello hasta su
pecho, ella se estremeció. Instintivamente pateó su pierna,
pero por pocos centímetros falló en conectar su espinilla
contra sus bolas. Él se movió a tiempo y luego le dio un
revés en la cara, haciéndola caer a ella junto con su silla.
«¡Maldita perra!».
Segundos después de que golpeara el suelo, las puertas
de metal en ambos extremos del almacén se abrieron,
seguidas de destellos de luz cegadora y fuertes explosiones.
Estallaron disparos y pandemonio y Angie empujó sus
piernas contra el piso de cemento, forzando la parte
superior de su cuerpo a llegar hacia donde estaba sentada
Jenn, esforzándose frenéticamente contra sus ataduras
mientras gritos ahogados emergían de su mordaza. A
diferencia de Angie, estaba atada a la silla y no podía salir
de la línea de fuego. Mientras continuaba el tiroteo, Angie
logró ponerse de rodillas y, usando la parte superior del
cuerpo, tiró de costado a Jenn, con la silla y todo, y luego
cubrió lo mejor que pudo el cuerpo de la mujer indefensa
con el suyo.

«REPORTE DE SITUACIÓN», ordenó Ian.


Todavía estaban en un patrón de espera. Brody estaba
escuchando por una oreja un auricular conectado a su
tableta portátil, que ejecutaba el mismo programa que su
computadora portátil, mientras que su equipo de
comunicación estaba en su otra oreja. La voz de Angie
llegaba fuerte y clara con algún que otro rasguño ocasional
y podía distinguir las voces masculinas en la distancia.
Presionó el ícono de grabación cuando escuchó que Angie
comenzaba a hacer las preguntas de las que el equipo
necesitaba respuestas. «Así se hace, cariño. Equipos, en
espera, nuestra chica nos está dando información… cinco
tangos… los principales están esposados a sillas al centro
de la estructura… pistolas listas. No hay indicios de otras
armas… ella está fuera de tema. Tu decisión, ‘Jefe’».
«Equipo Uno, tomen el extremo poniente. Equipo dos,
tomen el extremo del oriente. Dame confirmación de calor,
Dos». Ian les indicó a sus hombres que evitaran el almacén
vacío, en el que todavía estaban, hacia lo que eran las
entradas delanteras de ambos edificios. El otro equipo se
abriría camino hacia la parte de atrás. También le indicó a
Carter que encontrara un camino hacia el techo para ver si
podía ver el edificio norte. Si los edificios fueran los
mismos, las ventanas altas correrían a lo largo del lado sur
de la otra estructura. «’Reverendo’, francotirador del sur
en busca de posición, haz lo mismo en el norte si puedes».
Su compañero de equipo lo reconoció. «¿Firmas de calor?».
La voz de Rad llegó como un susurro bajo ya que
necesitaba estar de pie cerca del edificio objetivo.
«Afirmativo. Parecen tres sentados en una mesa pequeña.
Otros dos en sillas a unos seis metros a mi izquierda,
posiblemente nuestros principales. Uno que camina de este
a oeste, parece estar al sureste de los principales. Uno más
sentado entre el dúo y el trío, tal vez en una caja o algo
así».
«¿Ventanas, puertas?».
Los hombres en las mejores posiciones para responder
lo hicieron, comenzando con Rad en el lado norte y yendo
en el sentido de las agujas del reloj. «Ventanas del segundo
piso en el norte, sin entrada».
La voz de Marco vino a continuación. «Al oriente, una
puerta abatible, sin ventanas».
«Sur, ventanas, sin puertas», dijo Devon, quien fue el
primero en la fila a lo largo del frente del edificio
desocupado y podía ver los dos últimos lados desde donde
se encontraba. «Poniente, una puerta abatible, uno por
encima, sin ventanas».
Carter informó. «Posición de francotirador en la parte
superior de la estructura sur. Línea de visión parcial. Lo
mejor que puedo hacer. Puedo dispararle a la cabeza a todo
el mundo menos a la ‘liebre’, está demasiado cerca de mi
lado. Muchos escondites, chicos. Hay un montón de cajones
y contenedores de madera. Princesa A, sentada en una
silla, con las manos detrás de la espalda. Princesa J, a
metro y medio al oriente, manos igual, con ojos vendados y
amordazada».
«Tengo a la ‘liebre’ a la vista desde la posición norte en
el árbol». Jake estaba sentado a horcajadas sobre una rama
del árbol alto que había logrado trepar a unos quince
metros del edificio objetivo. No era el mejor lugar porque
no podía apoyar su rifle de francotirador contra nada, por
lo que tendría que ser un tiro de sujeción sin un
observador. Mientras la rama no se rompiera bajo su peso,
estaría bien.
Ian reconoció todas las transmisiones. «Equipo Uno,
brecha hacia el poniente, Equipo Dos, brecha hacia el
oriente. Equipo Tres, en espera de intercepciones. A mi
señal».
Marco tomó al resto de su equipo y rodeó el edificio
hacia la puerta trasera y dijo que estaban en posición,
mientras el equipo de Ian tomaba el frente. Antes de que
Ian diera la orden para que Devon usara el ariete móvil
para abrir una brecha en la puerta principal y que
Bannerman hiciera lo mismo en la parte trasera, Carter
habló por sus auriculares desde su puesto elevado.
«Cacharro Tango saltó hacia abajo, caminando hacia el
Principal A. Justo en frente de ella, sin amenaza de arma,
tiro en la cabeza, perdido… la golpeó, está en el suelo».
«¡Adentro!».
Simultáneamente, las puertas este y oeste se abrieron
de golpe y se lanzaron dos granadas explosivas a través de
cada una, lo suficientemente lejos como para causar la
mayor confusión entre los ocupantes del edificio.
Explosiones, gritos, órdenes, ladridos de Beau y sonidos de
disparos llenaron el ambiente mientras los miembros de
ambos equipos entraban, algunos iban a la izquierda, otros
a la derecha, y se ponían a cubierto. La voz tranquila de
Jake penetró por los auriculares. «‘Liebre’ caído, disparo en
la cabeza».
El trío de la mesa de póquer y el agente Jackson se
apresuraron a ponerse a cubierto mientras disparaban sus
armas en dirección a las puertas. Uno de los pandilleros
cayó con un agujero en la cabeza, gracias a Carter.
Devon y Tanner se habían ido a la izquierda después de
ingresar, mientras que Boomer y Urkel iban con Ian a la
derecha. Se abrieron camino alrededor de un laberinto de
cajas y contenedores mientras los dos pandilleros restantes
intentaban correr hacia la puerta principal usando lo que
podían encontrar como cobertura. Boomer soltó a Beau con
la orden de atacar y el perro se abalanzó sobre el chico
malo más cercano, clavando su mandíbula en el brazo del
hombre. El sospechoso gritó de dolor e intentó soltarse del
perro, pero solo logró caer al suelo con la bestia enfurecida
encima de él. Levantó su arma para disparar, pero Boomer
estaba allí, pateó el arma de su mano y empuñó su propia
arma contra la cara de mierda del tipo. «No te muevas,
pendejo».
Ian y Urkel se abrieron camino mientras el otro equipo
se acercaba desde el otro lado del largo almacén. Un
disparo final sonó cuando Devon sacó al último miembro de
la pandilla que todavía había estado disparando su arma
mientras se dirigía hacia la puerta. Todo estaba en silencio,
excepto por una respiración pesada que se escuchaba a
través de los auriculares y los ladridos de Beau, mientras
los equipos buscaban al tango desaparecido, el Agente
Jackson. Desde el lugar de Ian, detrás de una caja, podía
ver el cuerpo tendido de Angie sobre el de Jenn. Su sobrina
se agitaba contra sus ataduras y no podía decir si Angie se
estaba moviendo porque ella también estuviera luchando o
si las acciones de Jenn estaban haciendo que el cuerpo
encima de ella se moviera. Al no ver señales del último
sospechoso, y con Urkel cubriendo su seis, corrió hacia las
mujeres y se arrodilló junto a ellas, aliviado cuando su
ángel volvió la cabeza para mirarlo. «¡Ian!».
Dejó su rifle de asalto en el suelo a sus pies y se estiró
para ayudarla a levantarse así como a Jenn. Pero el sonido
de disparos casi simultáneos lo hizo sacar su arma y girar
hacia donde venían al otro lado de varias cajas grandes.
Ambos equipos convergieron en el lugar e Ian escuchó
maldiciones y Tanner, su médico, pedía a alguien que
llamara a una ambulancia. Desde donde todavía estaba
cubriendo a las mujeres, solo podía ver a algunos de los
miembros del equipo y no estaba seguro de quién había
sido alcanzado. Marco dijo «todo despejado, sospechosos
todos contabilizados», luego Brody apareció al lado de Ian
y le entregó la llave de las esposas, antes de volverse hacia
Jenn para comenzar a liberarla. Ian soltó las muñecas de
Angie y ella le rodeó el cuello con los brazos, abrazándolo
tan fuerte como pudo. «Gracias a Dios, estás aquí».
«Se acabó, cariño. Te tengo, pero te ganaste un castigo
infernal, ‘Ángel’». Le devolvió el abrazo, observó a su
compañero de equipo quitarle la venda de los ojos y la
mordaza a Jenn y luego cortar las cuerdas que la ataban a
la silla. Al igual que Angie, estaba llorando y temblando,
pero parecía estar ilesa aparte de algunos moretones. La
adrenalina, alimentada por la ira, el miedo y el alivio de
Ian, lo hizo temblar mientras abrazaba a Angie con fuerza,
pero se puso rígido cuando la voz de su hermano llegó a
través del auricular.
Angie gritó y se apresuró a ponerse de pie después de
escuchar a Devon decir: «Vamos, Athos. Quédate con
nosotros». Su oreja la había tenido presionada contra la de
Ian cuando las palabras habladas en voz baja llegaron a
través de sus auriculares. Ian la ayudó a levantarse y le
rodeó los hombros con el brazo mientras se apresuraban al
otro lado de las cajas. Marco estaba de pie junto al cadáver
del Agente Jackson mientras Tanner y Devon trabajaban
para reducir la velocidad de la sangre que brotaba del
costado del pecho de Athos.
El sucio agente rodeó las altas cajas de envío y se
encontró con el lado ciego del otro agente. Jackson había
disparado una milésima de segundo antes de que Rick
Michaelson lo viera y pudiera hacer su propio tiro,
alcanzando al bastardo en la cabeza. Pero el daño ya estaba
hecho. La bala había entrado en el pecho de Athos por el
lado izquierdo, en el área delgada debajo de su brazo que
no estaba cubierta por el material a prueba de balas. Era
uno de los peores lugares para un impacto mientras se
usaba un chaleco. Ian pudo ver el pesar en el rostro del
padre de Boomer por no haber visto al sospechoso dos
segundos antes. Y sí, era algo con lo que todos habían
aprendido a lidiar desde sus primeros momentos en
combate, pero nunca lo hacía más fácil. Jake y Carter
aparecieron y maldijeron cuando vieron lo que había
sucedido.
Angie corrió hacia adelante, cayendo de rodillas
mientras Devon le hacía espacio en la cabeza de Athos.
Agarró la mano derecha de su mejor amigo mientras Dev se
inclinaba sobre su pecho y continuaba presionando la
herida. Tanner comenzó rápidamente a poner una vía
intravenosa en el brazo izquierdo del herido. Los ojos de
Athos se abrieron al oír la voz de Angie rogándole que la
mirara. Luchando por respirar, su voz salió como un
susurro ronco. «Ang, ¿estás bien?».
«Estoy bien. Tú también, Jimmy. Te van a dejar como
nuevo». Le secó el sudor de la frente y la sangre que le
salía por las comisuras de la boca, pero esta seguía
saliendo. Su rostro estaba pálido y sus labios azules. Tanner
miró a Ian que estaba detrás de Angie y le dio una pequeña
sacudida de cabeza. No era bueno y, a menos que ocurriera
un milagro en los próximos cinco minutos, el hombre iba a
morir desangrado y no había nada que ninguno de ellos
pudiera hacer. La bala había causado demasiado daño
interno, probablemente cortando el corazón o la aorta
antes de alojarse en algún lugar de los pulmones.
«Prométeme algo, bebé». El agente herido se
desvanecía rápidamente. Su respiración dificultosa
aumentaba y la sangre que llenaba sus pulmones lo hacía
toser. «Prométeme que serás feliz y recuerda que te amo».
«Yo también te amo, y no vas a ir a ningún lado, ¡maldita
sea! Quédate aquí conmigo. ¡Eso es lo que me hará feliz!
¡Quédate conmigo!». Las lágrimas corrían por sus mejillas
y sus labios temblaban mientras le suplicaba.
Los ojos de Athos se movieron y se encontraron con los
de Ian. «Agárrala. Sal con ella …». El resto de sus palabras
se perdieron en un ataque de tos. Usó lo último de sus
fuerzas para levantar la mano que sostenía Angie e hizo un
gesto al hombre al que le estaba confiando su vida. Ian lo
entendió. Athos sabía que solo le quedaban unos minutos
de vida, tal vez incluso menos, y no quería que su mejor
amiga, la mujer que ambos amaban, viera sus últimos
momentos.
Ian asintió y agarró a Angie por los hombros, poniéndola
de pie. Ella comenzó a sacudirse de él, luchando por
quedarse donde estaba, pero su amigo le susurró: «Te amo,
cariño. Vete».
«No … ¡no, Jimmy! Angie se puso histérica e Ian no tuvo
más remedio que obligarla a abandonar la escena.
¡Suéltame, Ian! ¡Bájame! ¡Tengo que salvarlo! ¡Sálvalo, por
favor!».
Ian la tomó en sus brazos y la acunó contra su pecho
mientras ella continuaba luchando y gritando. Trató de
ofrecer palabras de consuelo, pero ella no lo estaba
escuchando. Por mucho que le doliera obligarla a
marcharse y que incluso, podría pensar que estaba siendo
cruel, sabía que sería peor si se quedaba. A medida que se
acercaba la muerte, Athos comenzó a toser mucha más
sangre y no era un espectáculo que ella necesitara ver.
Tampoco necesitaba escuchar el estertor de la muerte
mientras el hombre daba sus últimos respiros. Ian podía oír
los sonidos de las sirenas que se acercaban mientras la
llevaba a la puerta. Urkel y Boomer tenían esposado al
único sospechoso que quedaba, a quien Beau había
atrapado. Todos los demás fueron confirmados muertos.
La llevó al exterior, donde acababan de llegar los
paramédicos, la policía y el agente Stonewall muy
cabreado. Después de que terminó el tiroteo, Carter le
había informado, y nuevamente lo había puesto en contacto
con Keon. El subdirector se aseguraría de que se limpiara
la escena y de que nadie, salvo el pandillero superviviente,
tuviera problemas por el incidente. Los hombres de Chase
habían asegurado el área y comenzaron a hablar con los
agentes y oficiales en un intento de dar a Ian y a su equipo
un respiro.
Brody también había sacado a Jenn del lugar,
acomodándola en el asiento delantero del Audi que todavía
manejaba Ian. Un técnico de emergencias médicas corrió a
ver cómo estaban ella y Angie, mientras que los demás se
apresuraron al almacén donde más se les necesitaba. Angie
finalmente dejó de luchar contra él y él la puso de pie, pero
se negó a soltarla, abrazándola mientras ella sollozaba y
murmuraba en su pecho. «Él va a morir, ¿no es así?».
La dolorosa aceptación en su voz le provocó un nudo en
la garganta, así que, en lugar de responder, la abrazó con
más fuerza. Unos minutos más tarde, ambos levantaron la
cabeza cuando Carter se acercó. Colocó una mano sobre el
cuello de Angie, se inclinó y besó la parte superior de su
cabeza, susurrando: «Lo siento, nena. Se ha ido».
Su lamento de dolor fue escuchado por todos.
CAPÍTULO VEINTE

I AN OCUPABA EL ASIENTO DEL PASAJERO DE LA C HEVY


Suburban de Jake, cuando había ido por ellos al aeropuerto
y ahora los conducía a él y a Angie a casa en el complejo.
Ian ahora estaba menos tranquilo que antes cuando habían
iniciado su viaje. Habían pasado tres meses desde que
habían enterrado al mejor amigo de Angie, junto a su
madre y su hermana, en el norte del estado de Nueva York.
La grabación de Brody de las fanfarronadas del agente
Jackson había hecho que James Andrews fuera enterrado
honrándolo con una ceremonia militar del gobierno federal.
Una guardia de honor de la Infantería de Marina de los EE.
UU., había llevado su ataúd dentro y fuera de la iglesia de
Lake George, donde había sido bautizado cuando era un
bebé y había hecho su Primera Comunión y su
Confirmación. Los agentes de la DEA y otros miembros de
las fuerzas del orden, compañeros de la Infantería de
Marina, amigos del bachillerato y la familia extendida de
Trident Security, habían llenado los bancos de la iglesia
hasta el límite de su capacidad para el funeral del héroe
local. Los arreglos florales cubrieron el altar y, más tarde,
su tumba. Algunas de las coloridas exhibiciones
conmemorativas eran de Will Anders, Roxy y Kayla London,
del personal de La Alianza y de Tiny, Shelby Whitman,
varios amigos de Angie de Florida y uno de Red Rose
Books. Kristen debía haberle avisado a su editora sobre la
pérdida que había sufrido su nueva diseñadora gráfica.
Ian había visto a Carter, con gafas de sol oscuras, de pie
en la parte trasera de la iglesia y, de nuevo, a un lado del
cementerio. El espía nunca se acercó a ellos y desapareció
después de ver su mirada y la de Angie, dirigiéndoles un
solo movimiento de cabeza sombrío. En el lugar de la
tumba, se dispararon tres ráfagas de siete rifles en señal de
despedida, e Ian sostuvo a Angie llorando mientras tocaban
la melodía solemne de Taps. Un capitán de la Infantería de
Marina, elegantemente vestido, se arrodilló y le entregó la
bandera estadounidense que había sido colocada sobre el
ataúd y luego doblada con precisión experta. Él le dijo en
voz baja que el presidente de los Estados Unidos, la
Infantería de Marina de los Estados Unidos y la
Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos
estaban agradecidos por el servicio honorable y fiel a su
nación, por parte de su ser querido.
Con la muerte de Jimmy, lo que quedaba del cartel de la
droga en Nueva Orleans no tenía motivos para ir tras
Angie. Además del hecho de que ya no podía ser utilizada
como palanca para nada, ya que estaban demasiado
ocupados tratando de evitar recibir sentencias de prisión
de por vida sin libertad condicional. Las investigaciones
que siguieron llevaron al asesinato de Manny Meléndez
durante una redada y posterior tiroteo con los federales y
la policía local. También murieron tres de sus secuaces. Y
había habido una redada de sospechosos en toda la ciudad,
incluidos dos agentes de la DEA de la oficina de Nueva
Orleans y tres policías locales, además de otras treinta y
siete personas. Por ahora, las conexiones de Díaz en Nueva
Orleans estaban en la cárcel, huyendo o muertas. El gran
cargamento entrante de drogas había sido incautado del
buque de carga de transporte en una operación conjunta
entre la DEA, el FBI y la Guardia Costera.
Henderson había sobrevivido a la herida de bala en el
pecho, pero estaría fuera de servicio durante unos meses
mientras se recuperaba. Ian y Devon, junto con Chase
Dixon, habían cumplido su promesa y habían pagado el
funeral de su guardia. Más tarde esa misma semana, el
equipo, Angie, Kristen y Jenn también habían asistido a ese
entierro, antes de volar a Nueva York para el funeral de
Jimmy. Los moretones de Jenn se habían curado y con la
ayuda de su psicólogo, quien la había aconsejado sobre los
asesinatos de sus padres, estaba superando los recuerdos
del secuestro. Ahora tenía que convencer a sus tíos de que
redujeran su sobreprotección, que se había multiplicado
por diez desde el incidente. Volvieron a discutir con ella
sobre la realización de verificaciones de antecedentes de
sus futuros novios, entre otras precauciones ridículas.
Angie todavía tenía momentos en los que su dolor la
golpeaba. Ian hacía todo lo que podía para ayudarla en esos
momentos difíciles y decidió llevársela por un tiempo. Tomó
más de lo que esperaba, pero ambos lograron despejar sus
horarios y cargas de trabajo por poco más de dos semanas.
Volaron a Filipinas para reunirse con su familia durante
diez días, seguidos de cuatro días como invitados del rey
Rajeemh, que era el gobernante del pequeño país de
Timasur, en el norte de África, cerca de Mali. El rey era
dueño de una casa en Clearwater Beach, cerca de Tampa, y
se apoyaba en Trident Security para reforzar su propia
guardia personal, cada vez que él y su familia estaban de
visita. Durante los últimos dos años, había estado invitando
a Ian y al equipo a su país y esta era la primera vez que
alguno de ellos tenía la oportunidad de aceptar su generosa
oferta.
Presentar a Angie a sus padres había sido muy sencillo.
Como esperaba, se enamoraron de ella al instante. Su
madre los había llevado a recorrer las instalaciones donde
había estado realizando las cirugías e incluso, tuvo la
oportunidad de mostrarle a Angie ejemplos de primera
mano de antes y después de la cirugía en dos de sus
pacientes. Su ángel había estado completamente
asombrada por el trabajo que estaba haciendo su madre y
se lo dijo, para gran modestia de la mujer mayor. Su madre
estaba orgullosa del trabajo que hacía, sin embargo, no lo
hacía por los elogios, sino por las sonrisas de los niños a los
que ayudaba.
Cualquier reserva que Angie pudiera haber tenido sobre
conocer a su padre multimillonario, se olvidaron
rápidamente después de que el hombre le dio uno de sus
grandes abrazos de oso. Había trabajado codo a codo con
ellos cuando ayudaron a construir una nueva escuela en
una de las muchas islas filipinas, mientras Marie Sawyer
estaba ocupada en el hospital local. Dentro de las primeras
veinticuatro horas de su visita, sus padres habían
expresado su aprobación de la relación de Ian y Angie. Ian
solo deseaba sentirse tan seguro como ellos.
No le preocupaba la conexión que sentía con Angie
porque para él, en todos los sentidos, la mujer era perfecta
en un ciento diez por ciento. Ella lo amaba, estaba seguro
de ello, y encajaban bien. A ella le gustaba probar todo tipo
de cosas nuevas con él, dentro y fuera del dormitorio, y
obviamente disfrutaba del sexo ya que hablaba mucho
sobre ello. Y como él, ella no podía tener suficiente. Lo que
lo mantenía preocupado era saber si él podría seguir
haciéndola feliz por el resto de sus vidas. ¿Era lo
suficientemente bueno para ella? Porque la mujer se
merecía lo mejor y algo más. Sí, tenía mucho dinero para
que estuvieran económicamente cómodos, y sí, la hacía
sonreír… reír … y venirse, una y otra vez. Él le daría la luna
si pudiera, pero ¿y si en algún momento en el camino, ella
se cansaba de él? ¿Y si un día se despertaba y decidía que
no quería estar más con él, se retiraba el collar y salía por
la puerta? Ian sabía en su corazón que nunca se
recuperaría de la pérdida, nunca amaría a otra mujer como
amaba a su ángel. Su miedo a perderla era la razón por la
que tenía tanto temor a pedirle que se mudara con él y
finalmente se casaran.
C UANDO ESTUVIERON EN T IMASUR , fueron invitados del rey
en el palacio principal, un hermoso castillo de ochenta
habitaciones en diez hectáreas de césped bien cuidado y
jardines en forma de laberinto donde siempre se perdían.
Después del primer día, Ian comenzó a bromear que
necesitaba guardar algunas migas de pan de cada una de
sus comidas para dejar un rastro. De esa manera podrían
regresar a su opulenta suite sin tener que deambular
durante una hora buscándola.
El país era hermoso y habían pasado sus días con un
guía, Kael, que los llevó a muchos de los lugares de interés
histórico y natural de la pequeña nación. Kael estaba lleno
de historias e ingenio, haciéndolos reír a menudo mientras
les mostraba las maravillas de su pequeño rincón del
mundo. Cada noche, Ian y Angie terminaban exhaustos,
quedándose dormidos en los brazos del otro después de
una o dos rondas de increíbles encuentros amorosos. Él
nunca se cansaría de esta mujer, pero ¿eventualmente se
cansaría ella de él como lo había hecho Kaliope? Por
supuesto, no había desaparecido durante meses, como lo
había hecho durante su tiempo en la Marina, pero aún así
sus pensamientos seguían fastidiándolo. No podía superar
su desconfianza en las relaciones ‘por siempre’.
Mientras Angie dormía en su último día en Timasur,
temprano en la mañana Ian había aprovechado el gimnasio
completo ubicado en el ala este del palacio. A las siete en
punto llevaba en la cinta de correr más de cuarenta
minutos, marcando un ritmo cómodo hacia una meta de 11
kilómetros. Sus entrenamientos de carrera habían sido
limitados durante su viaje, por lo que esa mañana se
esforzó un poco más. Cuando estaba en medio de su octavo
kilómetro, la princesa Tahira entró y saltó a la cinta de
correr junto a él. La joven de veintitrés años tendía a volver
loco al equipo Trident en sus visitas a Florida, donde eran
contratados para ser su equipo de seguridad. Mientras que
el rey, la reina y el príncipe Raj eran personas muy
tranquilas que trataban a sus empleados con respeto y
gratitud, la princesa parecía una mocosa malcriada, simple
y llanamente. También sentía algo por los hombres
estadounidenses, especialmente por sus guardaespaldas en
buena forma física, con quienes siempre encontraba
pretextos para tocarlos. Si bien ninguno de ellos había
aceptado sus numerosas ofertas de placeres vespertinos,
eso no le impedía intentarlo. Y cuando seguían sin ceder,
ella encontraba la manera de torturarlos por negarle lo que
quería. Su forma habitual de venganza implicaba una
tarjeta de crédito, un centro comercial y cinco o seis horas
probándose todo lo que tenía a la vista, especialmente los
zapatos.
Ian se había sorprendido un poco de lo diferente que
había estado actuando Su Alteza durante su visita a su
tierra natal. Había sido educada, agradable al estar cerca y
muy amable con Angie y con él. Y ni una sola vez en su
visita se le había insinuado, lo cual no era habitual en ella.
Pasó la mayor parte del tiempo en su presencia esperando
que la fachada afable cayera y emergiera la verdadera
princesa. Después de cinco minutos de silencio mientras él
corría y ella caminaba en sus respectivas cintas de correr,
él no pudo soportarlo más y golpeó con la mano el botón de
parada. Cuando sus pies se detuvieron, agarró la toalla del
mango de la máquina y se secó el sudor de la cara antes de
girar su cuerpo hacia ella. «Está bien, Princesa, ¿qué
pasa?».
No se detuvo ni aminoró el paso mientras lo miraba con
una expresión confusa en el rostro. Ella parecía inocente, y
él no se lo tragó ni por un momento.
«¿Qué quieres decir, Ian Sawyer?».
Se había acostumbrado a la forma en que llamaba a la
mayoría de los estadounidenses por su nombre y apellido.
«Bueno, desde que Angie y yo llegamos aquí, te has
esforzado por ser agradable y cordial. No te has dirigido a
mí ni una vez, lo cual no es propio de ti, así que, ¿qué
pretendes?».
Pulsó el botón rojo de su cinta de correr y redujo la
velocidad hasta detenerse por completo, antes de volverse
para mirarlo con una sonrisa irónica. «A pesar de lo que
piensas de mí, de lo que crees saber de mí, lo único que no
hago, Ian Sawyer, es… ¿Cuál es la palabra que usan
ustedes los estadounidenses? Oh, sí, yo no… me enrollo
con…el hombre de otra mujer, no importa lo atractivo que
lo encuentre».
Después de sus últimas palabras, esperaba que ella
pusiera la mano sobre su pecho desnudo, a pesar de su
sudor, pero no lo hizo y eso lo sorprendió. Pensó en los
tiempos en que ella había estado en Florida y se dio cuenta
de que los únicos hombres que no se habían quejado de sus
constantes avances eran los pocos guardias contratados
que usaban anillos de boda.
«Te envidio, Ian Sawyer. Tú y Angelina Beckett han
encontrado algo con lo que yo solo he soñado».
Inclinó la cabeza y miró a la hermosa joven como si
nunca la hubiera visto antes. «¿Cómo es eso, princesa?».
Ella le sonrió. «Soy una firme creyente de las almas
gemelas. Pero también creo que no todo el mundo tiene la
suerte de encontrar la suya. Ustedes dos se tienen el uno al
otro. Tienen algo entre ustedes dos que nunca había tenido
el privilegio de ver de cerca».
Ian se encogió de hombros y tomó un sorbo de agua.
«Tus padres han estado felizmente casados durante mucho
tiempo, ¿no es así?».
Hizo una pausa lo suficiente para tomar un sorbo de su
propia botella de agua. «No siempre, no».
Al ver su ceja levantada, ella se rió entre dientes. Desde
que Ian había conocido a los miembros de la realeza,
habían sido una pareja afectuosa entre ellos, y si discutían
sobre algo, nunca era a la vista de los demás. «Sí, mis
padres están muy felices ahora, pero no siempre fue así. Al
igual que con mis abuelos y bisabuelos, cuando tenían
dieciocho años mi madre y mi padre fueron el resultado de
un matrimonio concertado, y ninguno de los dos estuvo
feliz al principio. Por lo que cuenta mi madre, aunque se
pensaban atractivos el uno al otro, ellos… ¿cómo se dice?
… se frotaban el uno al otro de la manera incorrecta?».
Él sonrió ante el cliché equivocado. «Se esforzaban por
tolerarse, pero entendí lo que querías decir. No tenía idea
de que el matrimonio de tus padres estuviera arreglado.
Vaya, no puedo imaginar cómo es que te elijan tu cónyuge
sin tu opinión».
«Afortunadamente, mis padres decidieron hace mucho
tiempo no imponer la misma tradición a mi hermano y a mí.
Somos libres de casarnos con quien queramos». Ella volvió
a poner en marcha su cinta de correr y empezó a caminar.
«Como dije antes, envidio lo que tú y Angelina Beckett
tienen. Has encontrado tu único amor verdadero, la
persona con la que estabas destinado a pasar el resto de tu
vida. Me preocupa no encontrar el mío, pero si está escrito
en las estrellas, tendré que esperar. Mientras tanto, me voy
a divertir». Ella lo miró antes de volver a mirar hacia
adelante. «También estoy celosa de los bebés que tendrás.
Eres muy guapo y ella es una mujer deslumbrante. Estoy
seguro de que sus bebés serán hermosos».
No pudo evitar el pánico que se había apoderado de su
pecho. ¿Él? ¿Papá? ¿Podría ser bueno? ¿Podría ser un buen
marido? Sabía en su corazón que la respuesta era sí, pero
todavía no podía evitar sentir que un día todo
desaparecería cuando Angie saliera por la puerta y lo
abandonara.
Tahira parecía haber terminado de hablar con él, así
que, abandonando el resto de su entrenamiento, se dirigió
a la puerta para regresar a su suite, pero luego se dio la
vuelta y regresó a su caminadora. Cuando ella siguió
caminando, y lo miró con curiosidad, él le dijo: «Espero que
algún día encuentres a quien estás buscando, princesa. Tu
alma gemela. Te lo mereces tanto como todos los demás».
«Gracias, Ian Sawyer. Espero que sea tan guapo como
tú».

IAN no se dio cuenta de que se habían acercado a la


puerta exterior del complejo y se detuvieron antes de que
Angie se inclinara hacia adelante desde el asiento trasero y
le pusiera la mano en el hombro. La miró y luego a un
sonriente Jake, ninguno de los cuales dijo nada mientras el
hombre le entregaba algo a Angie. Se movió de un lado a
otro entre los dos y entrecerró los ojos. Era obvio que
estaban tramando algo. «¿Qué?».
Jake permaneció en silencio mientras Angie sostenía lo
que le había dado. Una venda en los ojos. «Ponte esto».
«Uh, no sin una buena razón, ‘Ángel’».
Ella suspiró dramáticamente y su boca se curvó hacia
arriba. «¿Por favor? Es una sorpresa para tu cumpleaños».
Su risa y expresión estaban llenas de lascivia que la hizo
sonrojar. «Me diste mi regalo de cumpleaños hace una
semana».
Y qué regalo había sido. Por una vez, la había dejado
hacerse cargo por completo de la mamada que le había
dado mientras estaba vestida con un sujetador con tirantes
y bragas. También había usado un liguero, medias
transparentes y su par favorito de tacones ‘fóllame’, que
había empacado sin que él lo supiera. No había dejado que
él la tocarla con las manos y tampoco lo dejaría tener un
orgasmo hasta que ella se lo permitiera. Fue una hora de la
tortura más dulce a la que había sido sometido y pensó que
su corazón se detendría cuando ella finalmente le permitió
lanzar su semen por su garganta. Gracias a Dios que había
estado acostado en una cama porque después le tomó unos
buenos quince minutos antes de que sus piernas dejaran de
temblar.
Le entregó la venda para los ojos. «¿Por favor, Señor,
¿por mí?».
¿Cómo podría resistirse a ella? La respuesta era fácil: no
podía. Se colocó la venda en los ojos con su banda elástica,
la deslizó sobre su cabeza y sus ojos y luego suspiró. «Será
mejor que sea rápido porque me siento ridículo».
Ella se rió cuando Jake puso la camioneta en marcha
nuevamente y aceleró. «Ahora sabes cómo me siento a
veces». Sabía que estaba bromeando. A su angelito le
encantaba estar atada y con los ojos vendados mientras se
salía con la suya con ella, a veces en público y otras en
privado.
Ian sintió que el auto desaceleraba un poco mientras se
acercaban a la segunda puerta, y cuando no se detuvieron
para que le escanearan la mano a Jake, supo que alguien
más la había abierto para ellos. Cuando el vehículo se
detuvo, estimó que estaban en algún lugar cerca del
edificio residencial. Escuchó a los dos salir del vehículo y
cerrar las puertas antes de que se abriera la suya. Angie
tomó su mano entre las suyas y lo guió con cuidado fuera
del auto. Ella le dijo que diera tres pasos hacia adelante y
se detuviera. Cuando lo hizo, ella lo agarró por los hombros
y lo giró un poco hacia la derecha antes de soltarlo de
nuevo. «Está bien, a la cuenta de tres puedes quitártelo.
Uno … dos … ¡Tres!».
Un coro de ‘¡feliz cumpleaños!’ lo saludó.
¡Mierda! La boca de Ian se abrió y no podía creer lo que
veía. ¿Qué diablos han hecho? Era hermoso … más que
hermoso. Dio un paso hacia el gran espacio entre el tercer
y cuarto edificio y trató de abarcar todo a la vez. El área
era lo suficientemente amplia como para tener tres
remolques de tractor uno al lado del otro y lo
suficientemente largo como para que dos de ellos
estuvieran uno al lado del otro, por lo que era del tamaño
de un patio trasero residencial… y ahora, eso parecía.
Desde que él y Angie se habían marchado hacía dos
semanas, alguien había transformado el feo y pavimentado
espacio sin usar, en una especie de jardín. Tenía césped,
árboles, arbustos, flores, áreas para sentarse, una fogata e
incluso… ¿Era una cascada que llegaba a un pequeño
estanque en el otro extremo?
Por primera vez, desde que podía recordar, Ian se quedó
sin habla. Tenía un nudo en la garganta y mierda… las
lágrimas llenaron sus ojos y no se avergonzó de ninguna de
ellas. Dio unos pasos más, sin saber dónde mirar ya que a
cada paso veía algo nuevo. Había un bar y una cocina al
aire libre, que de alguna manera combinaba bien con el
paisaje, junto con una parrilla enorme y un televisor de
pantalla plana resistente a la intemperie. Beau estaba
rodando de espaldas en la hierba a unos metros de
distancia, luciendo como si estuviera en el cielo. Ahí estaré
contigo, perro, pensó Ian para sí mismo. Un pequeño
letrero de madera a medio metro de la línea de césped le
llamó la atención. Oasis de Ian.
Bien, ahora tenía que secarse las pocas lágrimas que
habían comenzado a caer. Se quedó mirando a Angie de pie
junto a él con las manos juntas en el pecho, esperando
ansiosamente que él dijera algo. Luego, su mirada se volvió
hacia su equipo, Mitch, Jenn, Kristen y Tiny, quienes
estaban sentados alrededor del pozo de la hoguera
oblonga. «¿Quién? … ¿Cómo?». Se aclaró la garganta
ahogada. «Mierda, no puedo hablar».
Todos se rieron y Angie aplaudió con evidente regocijo.
Su hermano se puso de pie y se acercó a él, sonriendo
como un tonto. Estrechó la mano de Ian e inclinó la cabeza
hacia Angie. «Feliz cumpleaños hermano. Esta fue idea de
tu señora, y ella lo diseñó todo en papel para nosotros.
Mientras estabas fuera, excavamos el asfalto e hicimos que
algunas personas trajeran el césped y el paisajismo e
instalaran la cocina y el estanque de peces koi. Todos
ayudamos tanto como pudimos porque queríamos que
supieras que esto salía de nuestro corazón. Angie eligió
todo, y mientras no estabas, Jenn y la Chica Ninja tomaron
la lista y se fueron de compras por los muebles, la parrilla,
la televisión y las cosas de la cocina. Por cierto, le hicieron
un daño importante a la tarjeta de crédito de Trident».
Ian se rió y se secó algunas lágrimas más que insistían
en caer, antes de mirar a su hermoso ángel. «¿Esto era lo
que estaban haciendo ustedes tres hace unas semanas?».
Un día salió de la oficina para reunirse con ella para
almorzar. Cuando no la encontró en su apartamento como
lo habían planeado, subió a buscarla, sabiendo que lo más
probable era que estuviera charlando con Kristen. Había
interrumpido una charla entre las dos junto con Jenn, y se
callaron cuando lo vieron, mientras Angie intentaba
esconder el cuaderno de bocetos que había estado
sosteniendo. Cuando había intentado averiguar qué
estaban haciendo las pequeñas mocosas, a pesar de sus
mejores esfuerzos, todas se quedaron en silencio y
rompieron su pequeña reunión. Lo había olvidado por
completo hasta ahora.
Angie asintió. «Quería hacer algo especial para tu
cumpleaños, y recordé lo que dijiste en la casa de
seguridad acerca de querer tu propio pequeño oasis en
medio de la nada. Esto no está exactamente en medio de la
nada, pero está lo suficientemente cerca hasta que tengas
la edad suficiente para jubilarte. Iba a sugerir que
fuéramos a Maggie Valley durante la semana, para que
pudieran hacer esto sin que tú lo supieras, y luego
sugeriste que fuéramos a visitar a tus padres. No podíamos
creer que fuéramos capaces de ocultártelo. Usted, señor, es
un muy buen interrogador».
«¡Ja! Aparentemente, no lo suficientemente bueno».
Todos los demás se pusieron de pie y hubo una ronda de
abrazos de las mujeres, seguidas de apretones de manos y
palmadas en la espalda de los hombres. Después de que
terminó con la línea de recepción, tomó a Angie en sus
brazos y la besó sin sentido. Cuando los silbidos y los gritos
se desvanecieron, terminó el beso que los dejó a ambos sin
aliento. Ella le puso las manos en las mejillas y lo miró con
todo el amor de su corazón. «Te amo, Ian. Te amo ahora y
te amaré cuando seas viejo y canoso. Nunca me alejaré de
ti, incluso si me empujas, sin intentar todo en el mundo
para permanecer a tu lado. Y si dejas este mundo antes que
yo, esperaré el día en que me una a ti en la otra vida,
porque eres para mí. Eres mi corazón, mi amigo, mi Dom,
mi amante y mi alma gemela, y te amaré por siempre».
Ian miró fijamente a los ojos de esta mujer increíble y,
como una bombilla encendida, todo encajó en su lugar para
él. No era Kaliope, ni ninguna otra mujer con la que había
estado a lo largo de los años. Ella era la mujer que su
corazón había estado buscando, y si alguna de esas otras
relaciones hubiera funcionado, él no estaría parado aquí
junto a su destino. Le vino a la mente una línea de una de
las canciones country de su hermano, algo sobre Dios
bendiciendo un camino roto que lo lleva a este punto y a
ella, y supo que sería su mantra por el resto de su vida. Le
quitó las manos de la cara y le besó los nudillos una vez,
pero no los soltó. Respiró hondo y dio un salto de fe.
«Cásate conmigo».
«¿Q-qué?». Angie se quedó atónita. Seguramente, ella
no lo había escuchado bien.
Ian apenas escuchó a las otras mujeres chillar, y los
hombres rieron y gimieron por el latido de su corazón. «No
soy perfecto. Ni siquiera soy un romántico. No soy un tipo
de flores y perfumes. No suelto poemas de mi boca, ni me
pongo a cantar. Demonios, ni siquiera tengo un anillo para
ti… todavía. Probablemente te volveré loca con mis
exigencias. Discutiremos, pelearemos, pero luego nos
reconciliaremos y eso es lo que más espero. Pero lo único
que sé es que … Te amo, ‘Ángel’, y te amaré mucho después
del día de mi muerte. Eres mi alma gemela. Cásate
conmigo. Ten hermosos bebés conmigo. Por favor».
Esperó un latido del corazón, y luego algunos más,
diablos, esperaría una eternidad por su respuesta antes de
que su boca se convirtiera en una sonrisa sexy. «¿Quién
dice que no eres un romántico? Porque definitivamente lo
eres, y sí, Señor, me casaré contigo».
Lleno de alegría, Ian la levantó por la cintura y la giró
antes de capturar su boca con la de él y besarla de nuevo
como un loco. Del grupo que los rodeaba llegó un coro de
vítores y aplausos, pero para él, su ángel era la única
persona presente.

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aprovechado sus experiencias de vida y su formación, para
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Su colección de relatos independiente, Scattered
Moments in Time, ganó la medalla de oro en los Premios
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de ficción. Su novela independiente, The Road to Solace
(anteriormente The Friar), ganó la medalla de plata en los
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Samantha tiene más de treinta libros publicados en
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su sitio web que se menciona a continuación:
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