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EL

EL NUEVO ESPÍRITU
Contexto histórico
Europa occidental salió de las penurias de la Edad Media con un espectacular florecimiento
cultural: el Renacimiento. Este movimiento hunde sus raíces a comienzos del siglo XIV, al-
canza su plenitud a finales del siglo xv y continúa su desarrollo a lo largo del siglo xv1.
En sus inicios, el Renacimiento se interesó por las formas de la arquitectura y la escultura
clásicas, fundamentalmente en Italia. Luego se expandió y se transformó en una importante
corriente cultural e intelectual, que cobró impulso a finales del siglo XIV. Su influencia se
dejó sentir en todos los estamentos de la sociedad, cada vez más próspera y moderna. La
economía monetaria reemplazó al sistema feudal, y las mercancías de consumo -con nive-
les y val.ores de precio fijo- comenzaron a estar disponibles en un mercado abierto.
Los humanistas -nuevos pensadores seglares italianos- redescubrieron a los escritores
de las antiguas Grecia y Roma, y relacionaron sus escritos sobre ciencia, sistemas de gobier-
no, filosofía, matemáticas y arte con las ideas cristianas contemporáneas. Desarrollaron la
premisa de Cicerón de que la razón dignifica al hombre y, como resultado de ello, duran-
te el Renacimiento los individuos fueron más conscientes de sí mismos y más extrovertidos.
En el plano artístico, las obras más influyentes fueron las de Vitrubio, un arquitecto roma-
no del siglo 1 a.C., que se interesó enormemente por la proporción y la simetría. Sus des-
cripciones de los distintos tipos de edificios romanos llevaron al estudio de los que seguían
en pie y a un inmediato resurgimiento del uso de sus formas. Vitrubio consideraba que el
cuerpo humano representaba la belleza de la proporción en la naturaleza, lo cual tuvo una
enorme repercusión en las líneas de las prendas, que se acomodaban a estas proporciones.
El Renacimiento se extendió enseguida por toda la Europa occidental, pero los princi- izquierda: Hombre arriba: El hombre que
vitruv/ano (estudiode encabeza la procesión,
pales focos de actividad se asentaron en los ricos estados del norte y el centro de Italia (par-
la proporción humana>, vestido con prendas
ticularmente, en Florencia, Roma y Venecia), así como en Flandes, que se convirtió en un de Leonardo da Vinci decoradas con bordados
(1451-1519). de oro, puede ser
importante núcleo comercial y artístico. Amberes, Brujas y Gante eran las ciudades por- Lorenzo de Médicis. Su
tuarias más activas, y florecientes centros textiles. Los pañeros flamencos crearon los tej i- patronazgo fue
fundamental, ya que
dos más lujosos del continente utilizando como materia prima lanas importadas de Ingla- convirtió Florencia en
terra. El "Renacimiento flamenco" no concernía a las formas arquitectónicas, sino a obras el núcleo del arte
renacentista y en un
más intelectuales, filosofía y pintura. importante centro para
la moda.
En Italia, las familias más notables -como los Gonzaga de Mantua y los Este de Ferra-
ra- vivían en casas imponentes, llevaban espléndidas ropas, empleaban su mente en pro-
pósitos intelectuales con personas afines, y prodigaban su riqueza personal en obras artís-
ticas para colecciones públicas y privadas.
Además de la corte papal de Roma, los mecenas más importantes eran los Médicis, que,
a pesar de no ostentar títulos oficiales, ejercían su dominio político en Florencia. Como
banqueros de todas las casas reales europeas, poseían oficinas a lo largo del continente (en
Lyon, Amberes y Londres), y utilizaban su inmensa riqueza para patrocinat' la cultura y las
artes en el norte de Italia. Los beneficiarios de la filantropía de los Médicis eran grandes
artistas -Leonardo da Vinci, Andrea del Verrocchio, Antonio y Piero Pollaiuolo, Miguel
Ángel, Sandro Botticelli y Filippino Lippi-, cuyas obras figuran en los mejores museos del
mundo. Con el liderazgo y el patronazgo de Lorenzo de Médicis, que será conocido como
CONTEXTO
HISTÓRICO

derecha: En el
Renacimiento, las prendas
se confeccionaban con
nuevos materiales, muy
gruesos. El terciopelo fue
especialmente popular en
el norte de Europa. Las
mujeres y los niños
representados aquí llevan
gorgueras en el cuello y
en las muñecas, y algunos
tienen acuchillados en
las mangas.

"el Magnífico", Florencia se convirtió en el centro artístico de Europa. Lorenzo supervisó


la ampliación de la biblioteca de su familia, creó la Biblioteca Platónica de Filosofía, y
gastó dinero público y sus propios fondos en edificios, festivales y arte para disfrute de los
ciudadanos de Florencia.
Los gremios, fundados en la Edad Media, también eran mecenas de las artes, especial-
mente en ciudades como Florencia y en los centros pañeros de Flandes. Sufragaban pintu-
ras, esculturas y edificios, y su influencia fue en aumento. Los gremios más poderosos y
ricos eran los que estaban relacionados con el trabajo textil. Los miembros de los gremios
llevaban uniforme en el trabajo e incluso en sus momentos de ocio. Estaban sujetos a nor-
mas muy estrictas. Cualquier afiliado que traicionase la confianza de su asociación -debían
mantener en secreto los conocimientos del gremio- podía ser capturado y asesinado. Los
gremios también preservaban los niveles de calidad y fijaban los precios de las mercancías.
Durante el Renacimiento, floreció en Europa la literatura. Italia fue el hogar de Petrar-
ca (1304-1374), Maquiavelo (1469-1527), Ariosto (1474-1533), Bandello (1485-1561)
y Aretino (1492-1556). En Francia, el poeta Pierre Ronsard (1524-1585) fundó la Pléya-
de -un grupo poético que componía himnos y elegías sobre el tema del amor-, y en Espa-
ña, Cervantes (1547-1616) satirizó en Don Quijote el concepto de la caballería romántica.
La innovación más importante de la época fue la imprenta. Inventada en 1452 por
Johann Gutenberg, incrementó la difusión del conocimiento y contribuyó a la evolución del
pensamiento, en un principio dominado por los teólogos católicos romanos y más adelante
por las ideas eclécticas más progresistas. La imprenta acentuó el ritmo de la comunicación.
CONTEXTO
HISTÓRICO
Anteriormente los libros se imprimían a mano y se escribían en latín, el idioma de los estu-
diosos. Pero la nueva clase media -la burguesía, que podía comprar libros- buscaba escri-
tos en su propio lenguaje. As í comienza a florecer el comercio para todo tipo de libros:
almanaques, libros de viajes, frívolas novelas románticas, poesía, filosofía griega y roma-
na, así como libros sobte etiqueta e indÜmentaria.
El Renacimiento fue una época de viajes, inventos, comunicaciones y descubrimientos.
Los cartógrafos (creadores portugueses de mapas) ensancharon el conocimiento del mundo.
Potentes barcos transportaban a los exploradores a lugares lejanos. Los viajes a Asia
-patrocinados por inversores privados- regresaban a Europa cargados de lujos como espe-
cias, seda y perfumes, cuya demanda se incrementó.
En 1492, Cristóbal Colón -hijo de un tejedor genovés- descubrió el Nuevo Mundo:
desembarcó en San Salvador, Cuba, Haití, Guadalupe, Puerto Rico, Jamaica, Trinidad, la
mayor parte de Sudamérica y otros lugares. En su segundo viaje fundó la primera ciudad
americana: La !sabela. Recibió este nombre por la reina Isabel de Castilla, que, con su
esposo, Fernando de Aragón, le había financiado el primer viaje. Estos grandes viajes pro-
veyeron a Europa de elementos exóticos: alimentos como maíz y patatas, además de taba-
co, cola, oro, plata, loros y plumas de brillante colorido, que se utilizaron para adornar los
arriba: El Renacimiento
sombreros masculinos. fue una época de grandes
descubrimientos. Las
A partir de finales del siglo xv, los exploradores portugueses, como Vasco da Gama y
expediciones al Lejano
Fernando Magallanes, viajaron cada vez más lejos hacia el este, y llegaron primero a Oriente abrieron el
camino e hicieron que
China, y luego a Japón, en 1517. Regresaron a Europa con artículos de lujo, como el aba-
lujosos objetos, como
nico articulado, un accesorio que ráp.idamente fue adoptado en los círculos cortesanos. abanicos, sedas y
plumas, fuesen más
El período comprendido entre 1484 y 1520 es conocido como Alto Renacimiento. En accesibles a los europeos.
este momento, los avances culturales, artísticos y científicos surgidos en el Renacimiento
temprano fueron entendidos y aceptados. Las ideas de la medicina moderna comenzaban a
tener gran aceptación: en el hospital de París - el HOtel Dieu-, Ambroise Paré, un antiguo
barbero que llegó a ser cirujano de cuatro reyes franceses, desde Enrique II hasta Enri-
que III, realizó grandes avances en la práctica de la cirugía.
Con el tiempo, Roma reemplazó a Florencia como centro artístico de Italia. Julio II
(papa desde 1503 hasta 1513) comenzó a atraer a la ciudad a los mejores artistas. Miguel
Ángel pintó el techo de la Capilla Sixtina, de donde era maestro de coro el compositor y
cantante flamenco Josquin des Prés. Desde Umbría, y a través de Florencia, llegó Rafael
para pintar frescos en el palacio del Vaticano. En la época en que León X, hijo de Loren-
zo el Magnífico, ocupaba el trono papal, Roma fue asentando su preeminencia artística y
cultural en Europa.
Europa miraba a Italia. Inglaterra y Francia adoptaban las ideas italianas sobre arte,
arquitectura y moda. El rey de Francia, Francisco I, fue el último mecenas del pintor y pen-
sador Leonardo da Vinci, al q~e otorgó una pensión anual. En 1516, Leonardo se instaló
en el Chateau Clou x, cerca de Amboise, donde vivió hasta 1519, año en que murió. Leo-
nardo es recordado como el genio más completo del Renacimiento. Sus libros de notas
reflejan unos conocimientos muy vastos sobre gran cantidad de materias, incluidas la bio-
CONTEXTO
HISTÓRICO

arriba: El color era un


elemento importante en
logía, la anatom ía, la mecánica y la aeronáutica. Fue un adelantado a su tiempo . Su creen-
la vestimenta masculina
y femenina, como se cia de que el círculo era la forma más pura y perfecta influyó en las nociones de simetría y
refleja en esta pintura
proporción que dominaron la estética durante el Renacimiento.
que muestra un baile
cortesano. La silueta En 1517, dos años antes de la muerte de Leonardo, un fraile agustino alemán, llama-
de la mujer, con el torso
fuertemente estrechado
do Martín Lutero, denunció la corrupción ex istente en el seno de la Iglesia católica, publi -
y el abultado efecto del canckJ una lista de agravios llamada Las noventa y cinco tesis. La imprenta ayudó a pr-opa-
verdugada debajo, es
característica del período gar las ideas de Lutero, y la Reforma resultante se extendió por toda Europa, terminando
renacentista. finalmente en un cisma entre el norte y el sur: los países del norte se hicieron protestantes,
mientras que el sur continuaba siendo católico. En Inglaterra, Enrique VIII defendió ini -
cialmente a la Iglesia católica, pero, cuando el papa se negó a concederle el divorcio de su
primera mujer, rompió con Roma y se autoproclamó cabeza suprema de la Iglesia de Ingla-
terra. De nuevo, Europa estaba a punto de sumergirse en una convulsión política.

La mujer
Aunque la verdadera igualdad entre los sexos tardará varios siglos en llegar, el Renaci -
miento fue una época en la que las mujeres disfrutaron de una libertad sin precedentes. Por
LA MUJER

arriba: E 1 llamado Retrato


de la Armada muestra a
ejemplo, Isabel I de Inglaterra 0533-1603), la segunda hija de Enrique VIII, recibió la
Isabel 1 con la Armada
misma educación que los hombres en gran cantidad de materias. Otras importantes muje- española (detrás de ella, a
la izquierda). La reina
res del momento, como Alexandra Manzini Strozzi e Isabella d'Este Gonzaga, marquesa
lleva un cuello fruncido de
de Mantua, eran reconocidas por su inteligencia. Isabel de Castilla, mecenas de Cristóbal encaje y prendas oscuras
con mangas de raso,
Colón, gobernaba España junto a su marido, Fernando de Aragón; supervisaba una guerra decoradas con cintas,
contra Portugal y tuvo éxito en su acoso a los ·árabes del país. El 7 de noviembre de 1558, gemas y perlas.

Isabel I accedió al trono inglés con 25 años. Durante sus 45 años de reinado intentó ser una
monarca sagaz. Con ella aumentó la prosperidad y el nivel cultural del país; dos años antes
de su muerte se representó por primera vez en un escenario el Hamlet de Shakespeare. Sus
importantes victorias salvaron a la Inglaterra protestante del dominio de la España cató-
lica, y en 1558 su armada frustró el intento de invasión de la Armada española. "Sé que
tengo el cuerpo frágil y débil de una mujer - arengó a sus tropas, concentradas en Tilbury,
antes de la batalla- , pero también el corazón y las entrañas de un rey."
A pesar de estos ejemplos que muestran la pujanza de la mujer, el ideal femenino duran-
te el Renacimiento tenía poco que ver con la habilidad intelectual, la perspicacia política o
la fuerza. Como observa acertadamente Victoria Griffin en The Mistress (Bioomsbury,
1 N DUMEN T ARI A

1999), la cortesana era la i~agen de la feminidad ideal. La más famosa de todas fue Diana
de Poitiers, amante de Enrique de Orleans, el futuro rey de Francia e hijo de Francisco 1,
gran rey renacentista y creador de Fontainebleau . El talento de Diana de Poitiers era legen-
dario. Tras enterarse de que la mujer de Enrique, Catalina de Médicis, se quejaba de su
imposibilidad para concebir, Diana trató de resolver la situación, una decisión que, como
señala Griffin, probablemente fue impulsada por la convicción de que una reina infértil
podía significar la anulación del matrimonio real, lo cual constituiría una amenaza para su
propia posición en la corte. Por consejo de Diana, Enrique se sometió a una operación
(posiblemente fimosis) y ensayó nuevas posturas al hacer el amor con Catalina. Introdujo
una nueva rutina en la vida sexual del rey: Enrique pasaba la primera mitad de la noche en
la cama de Diana y luego iba a acostarse con Catalina. El resultado fue que Catalina engen-
dró un hijo diez años después de su matrimonio, y pasó más de una década embarazada,
cosa que la convierte, según Griffin, en una de las esposas reales más prolíficas de la his-
toria. Tras la muerte de Enrique y de su hijo Francisco 11, Catalina se convirtió en la fuer-
za que sostuvo el trono para Carlos IX y Enrique III.

1ndu mentari a
Como el individuo comenzó a tener mayor conciencia de sí mismo, la ropa, y en particular
las prendas de moda, adquirieron mayor importancia durante el Renacimiento. La moda,
en ocasiones un pasatiempo de las personas acomodadas, también llegó a ser una preocu-
pación de la próspera clase media. Durante la Edad Media, los atuendos diferían en cada
país, pero el Renacimiento tuvo un gran efecto unificador. Las comunicaciones y el trans-
porte eran más rápidos y efectivos, proliferaron las espléndidas mercancías de lujo, y la
gente empezó a desearlas. Como ha observado Jack Cassin Scott, en la sastrería inglesa se
establecieron algunos recursos de confección excelentes, que fueron tomados de diferentes
estilos nacionales y mezclados a menudo en un solo atuendo.
Las prendas que confeccionaban los sastres -cuyos modelos estaban regulados por su
poderoso gremio- se adaptaban a los gustos de la clientela, y era habitual que un cliente
real izase varias visitas al taller sólo por una sencilla prenda. Los sastres comenzaron a izqu ierda: Diana de arr iba: En esta
Poitiers, amante del rey i lustrac ión aparece
crear redes de negocios estrechamente relacionadas con oficios específicos en regiones, francés Enrique 11, fue Enrique, duque de
pueblos o ciudades. En Londres, la zona del London Bridge acogió al primer mercero. La una de las cortesanas más Sajonia, luciendo un
famosas de su tiempo. imponente atuendo que
tienda, el hogar y el taller se localizaban en el mismo lugar. Los sastres ambulantes aten- Lleva el pe lo muestra el estilo
dían a la gente del campo, que no podía acceder fácilmente a los centros urbanos. senci !lamente adornado y conocido como
arreglado para hacer que "acuchillado" en
Las prendas eran consideradas una inversión, y se dedicaba tiempo a su mantenimien- su f rente parezca más el jubón, el abrigo
ancha, un aspecto que y el calzón .
to y reparación. Los cortesanos requerían un extenso guardarropa, y a menudo vendían sus
estuvo de moda entre las
ropajes en establecimientos de segunda mano para recuperar una parte de su costo. mujeres. También lleva
unos sencillos pendientes
En cuanto a la influencia de formas e innovación, había dos centros importantes: Flo-
de lágrima, muy
rencia y la corte de Carlos el Temerario, duque de Borgoña, en Flandes. Entre los estilos populares en el siglo XV I.

más influyentes y permanentes que surgen en Flandes, hay uno que fue el resultado de la
derrota de Carlos el Temerario en 1477. Cuando los suizos cayeron sobre sus tropas en
Nancy, para celebrar la victoria cortaron las tiendas, los espléndidos estandartes y los lujo-
INDUMENTARIA

sos vestidos del ejército borgoñón, y ataron las tiras a los desgarrones de sus propios ves-
tidos. A partir de ese momento se popularizó un estilo conocido como "acuchillado", en el
que las costuras están abiertas o se cortan deliberadamente en una prenda, y se deja visi-
ble el forro. Fue un tipo de adorno adoptado por hombres y mujeres, pero algo más pop¡,¡-
lar en los trajes masculinos y ciertamente uno de los motivos más característicos de la
moda del final del Renacimiento.
La gorguera es otro elemento del Renacimiento. Es un rasgo destacado en la indumen-
taria masculina y femenina, que comenzó como el efecto que se creaba al fruncir con un
cordón el escote de una camisa, dando la apariencia de un volante, pero que finalmente se
convirtió en un elemento independiente de la prenda. La gorguera se perfecc ionó gracias a
la introducción del almidón, fabricado originariamente en Flandes, y que llegó a Inglate-
rra en 1560. El almidón tiñe el blanco del volante y le añade un matiz azulado o amari-
llento. Para mantener la gorguera se ponían debajo soportes que consistían en alambres
forrados con tiras de seda. Los frunces de la gorguera se plegaron cada vez más, con lo que
sobresalían mucho y agobiaban por su altura. Más tarde, las gorgueras se hic ieron de gasa,
a veces con los característicos bordes de encaje dorado o plateado; podían hilvanarse al alto
cuello del cuerpo del vestido o utilizarse para decorar una camisa masculina. La gorguera
puede parecer incómoda, pero los historiadores de la moda aseguran que, si se llevaba bien
sujeta o con la cabeza alta, no molestaba.
Los hombres y las mujeres de clase media llevaban prendas con mangas desmontables
o con doble manga: una manga estrecha, que podía ir sujeta a una prenda interior, y una
manga más amplia, que también solía estar fijada al cuerpo de un vestido (o a un jubón
masculino). Estas mangas constituían un método asequible para cambiar el aspecto de una
prenda. Las mujeres italianas recurrían con frecuencia a ellas, pues con dos vestidos y diez
pares de mangas obtenían una gran variedad de modelos. Los historiadores señalan que la
práctica de usar mangas desmontables precede a la costumbre moderna de comprar cami-
sas y blusas para mezclar con otras prendas y cambiar de imagen.
Las agujetas eran otra importante característica del traje renacentista. Recuerdan el
sistema de cordones de los zapatos y se usaban para sujetar las calzas a la cintura del
jubón, o las mangas desmontables a la sisa de un jubón o un cuerpo. Aunque su función era
meramente funcional, la clase alta las llevaba con motivos decorativos. Las agujetas per-
arriba: Las man gas mitían que el vestido resultara más suntuoso y ornamental, o potenciaban en las prendas
de este jubón son
un aspecto más desenvuelto y cotidiano .
desmontabl es, y están
atadas con co rdones Abanicos y pañuelos eran la quintaesencia de los accesorios renacentistas. Los viajes de
a las sisas.
descubrimiento -a China y al Nuevo Mundo- introdujeron los abanicos en Eu ropa. Cuando
Cristóbal Colón regresó en 1496 de su segundo viaje, regaló a Isabel de Casti lla un abani-
co de plumas. En Inglaterra popularizó su uso la reina Isabel, que aparece en algunos
retratos llevando un abanico. Le gustaban sobre todo los de plumas, provistos de refinados
mangos enjoyados y destinados a complementar sus suntuosos trajes. En el inventario de
Isabel aparecen registrados treinta y un abanicos, algunos de los cuales costaban unas cua-
renta libras. Fuera de los círculos cortesanos, el abanico llegó a ser muy popular: formaba
PRENDAS
FEMENINAS
parte de un buen ajuar de novia. En el clima caluroso de Venecia, Milán, Génova y Siena,
la gente movía enérgicamente el abanico en verano, aunque en realidad era más un ele-
mento decorativo que funcional. Algunos modelos incorporaban un espejo en el centro;
otros estaban adornados con perlas. Las mujeres de los ricos mercaderes venecianos por-
taban abanicos en forma de bandera. Catalina de Médicis introdujo en Inglaterra el aba-
nico articulado. Ella disponía de sus propios perfumistas, que además tenían talento para
hacer abanicos. Un retrato del British Museum la muestra esgrimiendo un colgante pa-
ra abanicos finamente elaborado. Los abanicos articulados podían sujetarse al cinturón con
una cadena o una cinta para dejar las manos libres.
Tanto los hombres como las mujeres uti 1izaban pañuelos. Además de servir para sonar-
se la nariz, tenían un carácter decorativo. También se llevaban en la cabeza o alrededor del
cuello. Los pequeños se llevaban simplemente en la palma de la mano o sujetos con firme-
za por el centro para mostrar sus finos encajes. El pañuelo de bolsillo se popularizó en
Venecia a mediados del siglo XVI y llegó a ser el adorno favorito de la realeza europea, par-
ticularmente de Catalina de Médicis. El pañuelo fue considerado el objeto definitorio del
lujo, por lo que los pobres tenían prohibido su uso por ley. Enrique VIII promulgó leyes que
regulaban cómo podía estar decorado. La mayoría eran de lino o de seda y, con el tiempo,
llegaron a estar profusamente adornados. El pañuelo del siglo XVI estaba más ornamenta-
do que el del siglo xv. Llevaba remates de encaje o de ganchillo, bordes adornados con bor-
las y bordados.
Los estilos de vestir permanecieron más o menos constantes en el siglo xv. Los cam-
bios comenzaron a principios del siglo XVI, y los sucesivos modelos de la época pueden
verse en las pinturas de Miguel Ángel y Rafael, entre otros. Siguiendo la teoría de Leo-
nardo de que el círculo era la forma perfecta, la apariencia de los hombres y, sobre todo,
de las mujeres comenzó a ser más redondeada, y las prendas tomaron un aspecto más sen-
sual. Mangas y faldas se ensancharon. Las ropas se hacían con tejidos tupidos, lujosos y
suaves, como terciopelo, brocado y damasco. Los bordados y la ornamentación se emplea-
ban con frecuencia para añadir riqueza a la prenda y belleza al cuerpo humano, que
comenzaba a ser aceptado.

Prendas femeninas
A principios del siglo xv, las mujeres llevaban una versión abultada y suave de la hopalan- arriba: Este suntuoso
conjunto está realizado
da, una túnica larga y ancha, con mangas voluminosas y cuello alto. A mediados de siglo,
con terciopelo y brocado.
las prendas eran más amplias. El vestuario femenino básico se componía de una camisa E 1 rectangular escote
aparece decorado con
interior de lino blanco, de manga larga, sobre la que se llevaba un vestido de cintu"ra alta,
perlas, es ti lo que se
de un color contrastado. refleja en el tocado. La
mujer, E leonora di
A finales de siglo, el escote del vestido se hizo en forma de V hasta la cintura, y se aña- Toledo, sujeta un pañuelo,
dió una rígida pieza de tejido, el tassel, para tapar el pecho. Las mangas se abrían en los un accesorio de la moda
renacentista.
hombros, en los codos y en la parte posterior para dejar asomar por las aberturas las man-
gas de la prenda interior. En el siglo xvi, la pieza principal del guardarropa femenino será
la cota, o vestido interior.
PRENDAS
FEMENINAS
La invención más destacada del Renacimiento para la mujer fue el verdugada - una
estructura redondeada que armaba la falda-, que se utilizó por primera vez en 1468 en la
corte española. La prenda se transformó en otros países e incrementó su anchura. En 1530
aparece en Francia un verdugada más ancho, el verdugada de tambor.
El verdugada producía un balanceo en la falda femenina. Este movimiento se acentua-
ba con el uso de tacones. Los aros del verdugada se hacían con ramitas de sauce, con cañas
o con ballenas, y se cosían sobre un tejido. Había tres tipos principales de verdugada: el
reducido español; el de tambor, que era muy popular entre las francesas, y el de campana.
El incremento de la anchura en las faldas requería una gran cantidad de material. Se pro-
mulgaron leyes y edictos para reducir su uso, pero no dieron resultado. Como ha apuntado
Jack Cassin Scott, ningún edicto real pudo controlar nunca la moda.
Aunque las ropas femeninas eran muy pesadas en la última etapa del Renacimiento, la
silueta deseada estaba bien definida. Las prendas enfatizaban unos hombros amplios, un
largo y estrecho talle, y unas caderas anchas. La parte -superior del cuerpo femenino se
estrechaba con la basquiña. Confeccionada con un tejido rígido, esta prenda interior tipo
corsé se pegaba al cuerpo y le daba una forma de embudo, suprimiendo la redondez natu-
ral del seno y proyectándolo hacia arriba. Esta silueta se complementaba con el efecto
abultado del verdugada en la parte inferior. Los cuerpos emballenados constituían una
alternativa que producía un aspecto aplanado, efecto que se potenciaba al ut i 1izar un peto,
rígido y triangular, que terminaba en punta bajo la cintura y se curvaba sob re la falda.
En el Renacimiento florentino, las faldas se arrastraban inicialmente por el suelo, pero
pronto comenzó a dejarse ver la pierna bajo la falda, sobre todo cuando las mujeres pasea-
ban, cazaban, tomaban parte en deportes o bailaban. Este deseo de mostrar las piernas
llevó a buscar medias y calzas que se ajustasen a la perfección.
Catalina de Médicis fue una de las primeras en llevar calzones. Éstos proporcionaban
arriba: La fa mi 1ia de a la mujer una gran libertad: permitían montar a caballo de lado en la silla, una costum-
Feli pe I V de España .
En el centro se encuen t ra bre que se originó durante el Renacimiento; si la falda se desplazaba, se podían ocultar las
Marga r ita María, rodillas. Inicialmente, los calzones estaban ~echos de algodón o fustán, pero, conforme
que ll eva un ve rdu gado
de estilo españo l, más iban ganado aceptación, comenzaron a confeccionarse con tejidos más suntuosos, como el
est recho que el de
brocado, o con paños dorados y plateados. No obstante, los calzones no fueron adoptados
otros estil os.
por todas las mujeres europeas; por ejemplo, no llegaron a ser muy populares en Inglate-
rra y Alemania.
Las mujeres llevaban largas capas plisadas como prendas exteriores. Algunas tenían un
estrecho escote redondo y el toque frívolo de una abertura debajo de los brazos que mos-
traba el vestido.
Isabel I era famosa por su gusto por las prendas suntuosas. Aunque no es recordada
como una gran belleza, se la consideraba una mujer con mucho estilo. El típico aspecto isa-
belino era la rigidez. Llevaba gorguera Tudor, hombreras, una peluca enjoyada, un cuerpo
rígido y un verdugada. Se afeitaba el nacimiento del pelo y las cejas. Le gust aba tanto su
ropa que no se separaba de ningún elemento de su amplia indumentaria. Al morir, su guar-
darropa personal incluía tres mil vestidos y tocados. En 1998 su vida fue llevada a la pan-
PRENDAS
MASCULINAS

izquierda: Los embajadores


0533), de Hans Holbein.
E 1 embajador de la
izquierda lleva calzado en
pico de pato, más ancho
y redondeado que el
de anteriores estilos.
La barba era popular en
esta época porque añadía
dignidad a la apariencia
masculina. Ambos
hombres llevan prendas
forradas de piel, lo que
sugiere su posición
acomodada.

talla en Elizabeth , con la actriz australiana Cate Blanchett en el papel principal. Alexan-
dra Byrne, diseñadora del vestuario de la película, fue candidata al Osear por su trabajo.

Prendas masculinas
En el Renacimiento continuaron proliferando los colores, una característica de las prendas
masculinas de la Edad Media, y se añadió un elemento más de extravagancia, como fue el
hábito de usar prendas con parches de colores brillantes, así como de rayas, cuadrados y
triángulos. Los jefes de algunas familias de la elite mostraban su preferencia por ciertos
colores: Amadeo VI y Amadeo VII de Sabaya eran conocidos respectivamente como "el
Conde Verde" y "el Conde Rojo" por su gusto por esos colores. Los nobles podían vestir a
sus sirvientes con los mismos colores que llevaban ellos, y actividades específicas tenían
reservadas ciertas tonalidades; por ejemplo, el tono rojizo s~ empleaba habitualmente en
las actividades rurales. Los jóvenes llevaban a menudo colores brillantes.
La silueta de las prendas masculinas de esta época acentuaba el físico. Para que los
hombros y los pectorales pareciesen más anchos, se acolchaban los abrigos con heno y se
PRENDAS
MASCULINAS
colocaba un cinturón en la cintura. Las medias reemplazaron a las estrechas calzas, y la
entrepierna se convirtió en la zona más importante del cuerpo con la introducción de labra-
gueta y otras ornamentaciones, como las cintas. Los zapatos en punta fueron reemplaza-
dos por el calzado en pico de pato o pie de oso, muy ancho y redondeado en la puntera.
Los paladines de la moda europea del siglo XVI fueron Enrique VIII de Inglater.ra, Fran-
cisco I de Francia y Carlos I de España. Eran hombres eruditos: protegieron a Holbein,
Leonardo y Tiziano, respectivamente. Rivalizaban por la riqueza de sus prendas: Carlos,
por ejemplo, llevaba un jubón de brocado de oro y plata, forrado de marta cibelina. Sin
embargo, el líder europeo de la época fue Enrique VIII. Despiadado, atractivo y atlético,
Enrique uti 1izaba suntuosos atuendos. Sus ropas estaban confeccionadas con ricos broca-
dos, y llevaban bordados y joyas incrustadas.
El hombre europeo extraía de los libros las ideas para conseguir una apariencia ele-
gante. El libro del cortesano, de Castiglione, era el manual del caballero . Además de ofrecer
detalles acerca de la conducta ideal del cortesano, también aconsejaba sobre la ropa que
había que llevar en distintas ocasiones; por ejemplo, para ir a la guerra, para cazar o para
practicar deportes.
La ropa diaria masculina mostraba signos de creciente modernidad. El guardarropa
constaba de unos cuantos elementos indispensables:
• La camisa. La camisa masculina de lino blanca se convirtió en el símbolo de la
opulencia durante el Renacimiento, y en toda Europa reemplazó a la cota. Una
camisa limpia y planchada - de lino, seda o tafetán- distinguía al caballero del
campesino. El corte de la prenda era amplio, con el escote normalmente bajo; con
el tiempo se le agregó un cuello pequeño o un fruncido, adornado con bordados de
color negro, rojo, azul o dorado. Este adorno se convertiría en la gorguera.
• El jubón . Hasta el siglo xv1 fue la prenda principal de la parte superior del cuer-
po, llevado bajo el sobretodo; después evolucionará para dar paso a la chaqueta y
al chaleco . Rellenos y refuerzos daban forma a la prenda, y las hombreras la dota-
ban de un volumen adicional. El torso abombado era considerado un signo de viri-
ar riba: Enrique VIII fue derecha: Retrato de lidad, pero esta moda se abandonará en el siglo XV I I. La mayoría de los jubones
un paladín de la moda en Carlos IX, vestido con
acababan en punta. Las mangas se ataban con agujetas en la sisa, dejando ver los
la Europa del siglo xv1. un jubón, calzas y una
Lleva jubón acolchado, capa corta de terciopelo . acuchillados del codo y la parte posterior del brazo.
que acentúa los hombros, Resultaba muy
y bragueta, para masculino tener unas
• El justillo. Era el equivalente de la moderna chaqueta de traje, y podía tener el
proyectar una imagen de piernas bien torneadas, cuello alto o bajo. A menudo se llevaba abierto para mostrar el jubón, la camisa y
masculinidad y autoridad . de manera que estas
ca lzas se l levan para la bragueta. Inicialmente, las mangas eran desmontables, pero a mediados del
resaltar este aspecto. siglo XV I fueron suprimidas y la prenda se hacía sin mangas y rematada por unas
hombreras en forma de rollo de tejido o con un efecto de alas sobre los hombros.
• La bragueta. Para remarcar la ingle masculina, se llevaba en la entrepierna un
triángulo protector de tejido relleno. La bragueta iba sujeta al jubón con agujetas.
• Las calzas. Unas piernas bien formadas eran consideradas un signo de masculi-
nidad. Sin em ba rgo, la s calzas ajustadas no fueron universalmente adoptadas.
Como eran caras de producir, sólo las llevaban los caballeros adinerados. Los ele-
TEJIDOS

gantes componían su traje basándose en la elección de sus calzas, elemento indis-


pensable de todo guardarropa lujoso. Los gregüescos y las trusas eran unos calzo-
nes rellenos que iban desde la cintura hasta encima de la rodilla. Los había de
varios tipos, pero a mediados del siglo XVI el relleno se ponía preferentemente en
la cintura. Los encañonados eran unas piezas ajustadas de forma tubular que se
llevaban con las calzas cortas para cubrir los muslos. Los venecianos llevaban unos
calzones largos, poco ajustados en las caderas, que podían tener las perneras estre-
chas o anchas. Las calzas abombachadas y recortadas, hechas con bandas de teji-
do aprestadas sobre un forro, fueron muy populares en el norte de Europa. Otro
tipo de calzón bombacho, el slops, se hizo muy popular en Inglaterra.
• Las medias. Con la invención de la profesión de tejedor, las medias, antes corta-
das en tejido, evolucionaron hasta convertirse en una prenda ajustada y conforta-
ble. Las medias de punto se ornaban en el tobillo, adorno que perduró en las
medias femeninas hasta la II Guerra Mundial. Las jarreteras -finas cintas anuda-
das por encima de la rodilla- sujetaban las medias, que podían enrollarse sobre
ellas. En el siglo XV II la jarretera dejó de ser un elemento funcional y se convirtió
en un adorno.
Naturalmente, había variaciones locales de estas prendas básicas. Un rico mercader
veneciano podía llevar un par de ajustadas calzas, sujetas a un jubón con corchetes o alfi-
leres; un zipone -túnica abotonada que llegaba a la rodilla- sobre el jubón, y una capa lla-
mada zornea, que tenía mangas anchas e iba ceñida a la cintura con un cinturón.

Tejidos
La industria textil contribuyó enormemente al desarrollo del Renacimiento en Europa. En
Italia, las ganancias del comercio de tejidos sufragaron importantes proyectos de arte y
arquitectura. Con relación a Inglaterra, Harold Nicolson apunta: "Fue la lana, más que el
individualismo, la que primero nos dio la libertad". Los mercaderes de tejidos eran ciuda-
danos importantes. Por ejemplo, a finales de la Edad Media, el duque Felipe el Bueno de
Borgoña nombró consejero fiscal personal a Giovanni Arnolfini, que había hecho fortuna izquierda: Los colores arriba: Estas bellas
brillantes eran una marca mangas decoradas
vendiendo sedas.
de las prendas constituyen el testamento
En el Renacimiento, los tejidos eran incluso más elaborados y extravagantes porque los renacentistas, como se del inmenso talento de los
aprecia en esta escena trabajadores textiles de
trabajadores textiles -tejedores y fabricantes- consiguieron mayor destreza. Las preciosas veneciana. Los hombres, los siglos xv y xv1.
sedas que antes se importaban de Oriente eran fabricadas en Flandes -en Ieper, Brujas y vestidos con prendas
ceremoniales rojas, con
Gante-, donde se producían algunos de los brocados más lujosamente decorados, así como acuchillados negros y
samite (gruesa seda bizantina), tafetán y terciopelo. En el norte de Europa se apreciaban gorro, son miembros de la
confraternidad seglar de
de manera especial las prendas confeccionadas con terciopelo. Las pieles -armiño, ardilla, la escuela de San Juan
Evangelista.
cordero, zorro, rata almizcleña y conejo- continuaban usándose para ribetear. En este pe-
ríodo, sólo en París había cuatrocientos peleteros.
Bufandas, pañuelos y velos se hacían de fina seda, chitón y crepe. Otras prendas se
fabricaban con piel. Los viajeros estaban obligados a llevar jubones forrados con tafetán
porque este tejido era más resistente a las pulgas.
TEJIDOS

Se ha debatido mucho acerca del origen del encaje, y muchos historiado res de la mo-
da otorgan su invención al antiguo Egipto. Christopher Froschauer, en su libro sobre moda
impreso en 1536, asegura que el encaje era italiano, y que lo habían llevado a Suiza mer-
caderes venecianos. En Lace, Hlstory and Fashion, Annie l<raatz establece que venecianos y
flamencos (en torno a Amberes) perfeccionaron los métodos de trabajo del encaje a finales
del primer cuarto del siglo XV I. El uso de encaje en la fabricación de prendas elegantes fue
ampliándose a lo largo del Renacimiento. En Italia se denominaba merletto; en Alemania,
spitze (puntas), y en Francia, dentelle.
Eran habituales dos tipos de encaje: el de bolillos y el de aguja. A veces se combinaban
los dos métodos. El encaje de punto de aguja, por ejemplo, se confeccionaba con bandas de
encaje de bolillos junto con finas puntadas de aguja. El encaje se producía en talleres fami-
liares, conventos y orfanatos; se vendía por metros en las mercerías, y lo utilizaban habi-
tualmente tanto los hombres como las mujeres. Su popularidad se debía sobre todo a su
profusa utilización en las gorgueras. El encaje más fino se hacía en Italia.
En el Renacimiento se apreciaba la belleza de los tejidos. Conforme progresaba el siglo,
los tejidos suntuosos fueron desprendiéndose de adornos, e incorporaron las perlas, las
cuentas y los bordados de los bizantinos. En los motivos se advertía una influencia orien-
tal : frutos asiáticos, lotos y palmas eran los diseños habituales.
La lana, el lino y el algodón eran los tejidos más utilizados para la ropa cotidiana.
Inglaterra se convirtió en la suministradora de lana para Europa. East Anglia y Yorkshire
occidental producían lanas de diferentes pesos, tipos y colores. Alrededor de 1560, Isa-
bel I apoyó a un grupo de refugiados, que huían de la persecución religiosa de los Países
Bajos, para que se asentasen en East Anglia. Allí fabricaron los mejores hilados: lanas lige-
ras y blandas que fueron conocidas como "el nuevo tejido".
Alemania, Irlanda y Escocia producían el mejor lino . En España e Italia se fabricaban
terciopelos de alta calidad, damascos, brocados y rasos.
En las prendas predominaban los colores fuertes: rojo, azul marino, vino, oro y negro
eran los más frecuentes. A partir de 1550 adquirieron importancia los tonos joya, entre los
que se incluían el escarlata, el amarillo, el naranja y el esmeralda. A Isabel I le gustaban
arriba: Carlos VII de derecha: Estas botas
Francia, con una capa de piel parecen haber
las combinaciones de color, sobre todo la formada por blanco y plata.
de terc iopelo fo rrada con perteneci do a I sabe l l.
piel. Ambos materia les Quizá se acordonaban en
fueron muy populares el lateral y se anudaban Cal zado
durante el Renacimiento. en la parte superior.
Durante el Renacimiento, los zapatos se confeccionaban con una gran variedad de materia-
El som brero está
decorado con bordados. les, como piel, paño y seda. Las mujeres pudientes, las cortesanas y las prostitutas llevaban
chapines. Colin McDowell afirma que este zapato es uno de los caprichos más antiguos de
la moda. Al igual que los zancos, elevaban sobre el suelo a quien los llevaba y afectaban su
paso al caminar, pero este problema se alivió rebajando la suela; así surgieron los zapatos
de tacón alto. El calzado era caro, y los patines -plataformas de madera atadas a la suela
con cintas de tejido- protegían los zapatos del mal tiempo al separarlos del suelo.
La altura del tacón, la forma de la pala y la puntera cambiaban de vez en cuando, de
acuerdo con la moda del momento. En 1580 se desarrollaron los cordones de los zapatos.

JOYERÍA

Joyería
En las manos de los artesanos florentinos la joyería superó la idea de ser algo meramente
decorativo: en el Renacimiento fue elevada a categoría artística. En el siglo xv, dos jóvenes
orfebres, Ghiberti y Brunelleschi, consiguieron en Florencia una gran reputación como arte-
sanos. S in embargo, se enfrentaban a una dura competencia. Florencia era el centro de la
fabricación de joyas, y muchos artesanos importantes -como Antonio Pollaiuolo, Frances-
co Francia, Maso Finiguerra, Caradosso, Michelozzo, Verrocchio y Lorenzo di Credi- se
ocupaban de atender la insaciable demanda de las familias nobles y de la realeza europea.
Artistas famosos recibían encargos para diseñar joyas, diseños que eran luego completados
por los orfebres. Las cortes de Borgoña y Berry en Francia reclamaban a los joyeros flo-
rentinos por sus preciosas y suntuosas piezas.
Francisco I de Francia encargó a Benvenuto Cellini lujosos objetos de adorno. El escul-
tor, orfebre y grabador florentino es posiblemente el joyero más famoso del Renacimiento,
tanto por su reputación como por su trabajo; una pieza suya -un collar de la colección Des-
moni- se exhibe actualmente en Nueva York. Tras un duelo, Cellini fue desterrado a Roma,
donde estableció su taller y se convirtió en artista del metal. En una autobiografía que
redactó en 1558 para promocionarse, Cellini asegura que en la batalla de Roma de 1527
asesinó al condestable Barbón y se libró de Guillermo el Silencioso, príncipe de Orange. En
1537 es recibido en la corte de Francisco I, pero pronto retorna a Florencia, donde Cos-
me I de Médicis fue su patrón. En Italia completó su más famoso trabajo en bronce: Per-
seo con la cabeza de Medusa.
La joyería florentina era extremadamente detallista. Por ejemplo, la enseigne -un disco
que decoraba los sombreros masculinos- podía contener una escena de batalla completa
aunque sólo tuviera tres centímetros de diámetro.
Los diamantes -cortados en forma piramidal o en punta- fueron muy populares en el
siglo xv gracias a los Médicis, a reyes franceses como Enrique II y a las familias ricas de
la nobleza. El anillo de diamantes era un símbolo de poder y se llevaba en las ceremonias
izquierda: Francisco 1 de arriba: Esta muJer
de coronación. Se descubrió una nueva forma de cortar los diamantes, que permitía que los Francia rivalizaba con alemana va adornada con
Enrique VI 11 en la joyas. Las cadenas de oro
reflejos de la luz en el corte y las pulidas superficies de los cristales realzasen enormemente
suntuosidad de sus alrededor del cuello eran
la brillantez de la gema. Esto posibilitó un gran perfeccionamiento del trabajo del joyero. prendas. Aquí aparece muy populares en
llevando una armadura Alemania. Los anillos,
Las pinturas ofrecen pistas sobre las piezas que se llevaban en la época. En un retablo que la mujer lleva en
enjoyada, lujosamente
de Van Eyck que se encuentra en San Bavón, en Gante, una Virgen lleva una túnica blan- decorada. abundancia, constituían
un elemento importante
ca con un broche prendido en el pecho. Un retrato de una dama de Dure ro muestra un ele- de la joyería renacentista.
gante collar hecho de bolas de ámbar separadas por cuatro pares de perlas a cada lado. En
una pintura de la familia Sacrati, quizá de Baldassare Estense (1443-1504), la madre
lleva un collar de pequeñas cuentas sujetas con una cadena ligera.
Hombres y mujeres llevaban en el cuello cadenas de oro; éstas se hicieron muy popula-
res, sobre todo en Alemania. Los nobles, inspirados en los filósofos de Grecia y Roma, difun-
dieron otra manifestación artística clásica: el camafeo. Los mejores camafeos, con escenas
y figuras extraídas de la mitología griega, se hacían en Milán. Lorenzo de Médicis fue un
notable coleccionista de estos objetos, fabricados por maestros grabadores de gemas.
JOYERÍA

Los anillos eran quizá la pieza más importante de la joyería renacentista. Las grandes
innovaciones de la joyería del siglo XV I -afirma Sylvie Lambert- se aplicaron a los nuevos
diseños de anillos. De nuevo, el mérito debe atribuirse a Gutenberg. El desarrollo de la
impresión, unido a las nuevas técnicas de grabado utilizando madera y cobre, significó que
las láminas y los modelos pudiesen circular de un lado a otro entre orfebres y joyeros.
En el siglo xv 1, en la mayoría de los países europeos, no era frecuente el uso de pen-
dientes y brazaletes. Cuando se utilizaban, los pendientes eran unas. sencillas lágrimas de
perlas o gemas. En España, sin embargo, eran muy refinados. Gracias al descubrimiento
de América y a sus florecientes negocios con Oriente, España había llegado a ser el país
más rico del mundo, y el gusto por la joyería reflejaba su poderío económico, que no tenía
rival . Los joyeros españoles trabajaban las técnicas de la filigrana y el esmalte. También
hacían buen uso de la gran cantidad de esmeraldas recogidas en sus nuevos territorios de
Sudamérica, particularmente en Perú. De esta época son los pendientes largos -con esmal-
tes, perlas y piedras preciosas- , y los ornamentos de latón o las insignias de oro que lleva-
ban los clérigos. La joyería preferida en la corte era la de estilo eclesiástico: cruces y col-
gantes adornaban el cuello del rey, la reina y los cortesanos del escalafón más elevado.
El concepto de la joyería como arte se desarrolló en los siglos xv y XV I en Francia, Ale-
mania e Inglaterra. Enrique VIII era famoso por los aderezos que llevaba: un conjunto de
joyas coordinadas, que incluían botones para los jubones y broches para sujetar las man-
gas acuchilladas. En esta época, los nobles europeos decoraban con joyas sus elegantes
prendas de terciopelo, provistas de botones dorados y colgantes de oro. También adorna-
ban con medallas las capas y las gorras. Isabel I continuó con la tradición recargada de
Enrique VIII, que llevó a su máxima expresión , en opinión de algunos historiadores.
Según podemos observar, tenía predilección por las perlas. Las cosía a centenares en sus
vestidos, capas, velos y gorgueras, y las llevaba en el pelo y en el cuello. Su corte popu-
larizó el broche con monograma. Llevar reloj -objeto introducido desde la Europa orien-
tal en el siglo XVI - era un signo de elegancia durante el reinado de Isabel.
Augsburgo, Nuremberg y Munich eran importantes centros de fabricación de joyas. En
París, Jean Duvet (orfebre de Francisco I y Enrique Il) y Étienne Delaune (famoso por sus
grabados ornamentales) realizaron algunas de las piezas más codiciadas.

arriba: Retrato de Ana derecha: A I sabe l 1 le


Bolena, segunda mujer gustaba vestir de Máscaras
de Enri que VIII. Lleva una manera muy
Durante el Renacimiento, las máscaras formaban parte del traje de calle, y las utilizaban
un co lgante monog rama, extravagante . E1 vestido
muy habitual en la ép oca . lleva j oyas incru st adas, y tanto hombres como mujeres. Isabel I llevaba máscara mientras cazaba y cuando iba en su
Unas perl as ado rn an el pelo está deco rado con
el tocado, el cuell o gran cantidad de perlas,
carruaje . Las damas opulentas la llevaban mientras paseaban y en ocas iones especiales,
y el vest ido. a las que la re ina era como cuando salían al teatro. Las mujeres francesas se enmascaraban para resultar ele-
muy afic ionada.
gantes y resguardarse la piel. Los hombres a menudo lo hacían para ocultar su identidad.

Maquillaje y cuidados
Las mujeres se tomaban muchas molestias para estar bellas. Aunque hoy consideremos que
las cejas y el nacimiento del pelo depilados son las características principales de la belleza
MAQ_U I LLA
Y CUIDAD
de esta época, las mujeres también se maquillaban. Junto con otras damas importantes,
Catalina de Médicis fue miembro de una sociedad de belleza que experimentaba con nue-
'
vos productos y fórmulas. Al mismo tiempo, empezaban a publicarse libros sobre belleza,
entre los que destaca L'Embel/issement et Ornement du Corps humain, del médico parisien-
se Jean Liébaut, publicado en 1582. Esta obra incluía recetas de cosméticos, lociones cor-
porales, y productos para el cuidado del cabello y para tratamientos capilares. Fue copia-
da en el siglo XVII .
Se considera que Catalina de Médicis popularizó el maquillaje en Europa. Las mujeres
de todas las clases sociales apreciaban el colorete, las pinturas y los colores lavables. El
uso de la somb·ra de ojos no era tan habitual. El efecto deseado con el maquillaje era real-
zar sutilmente la propia belleza natural. Sin embargo, el hábito de aplicarse plomo blanco
en el rostro para obtener un cutis pálido continuó durante el Renacimiento. A veces las
mujeres se ponían varias capas en la cara y, como lavarse no era entonces una práctica
habitual, la pintura que permanecía en la piel desprendía su toxicidad. Pasaban por alto
las advertencias de los médicos y experimentaban con otras fórmulas peligrosas, como el
mercurio sublimado, que se aplicaba en la piel para conseguir suavidad, eliminar manchas
y disimular otras imperfecciones faciales.
Isabel 1 fue una ávida consumidora de cosméticos. Richard Corson afirma que influyó en
la amplia utilización de pinturas, polvos y pequeños lunares negros. Éstos surgieron influi-
dos por el uso de suntuosos tejidos negros, como el tafetán y el terciopelo. Su finalidad era
resaltar el cutis pálido, ideal femenino del momento. Corson comenta que la mujer rena-
centista prestaba más atención a la perfección de un lunar que al cuidado de sus dientes.
Como el baño no era una práctica común, la producción y la utilización de perfumes
proliferaron durante el Renacimiento. Tan abundante fue su uso que no sólo se lo aplica-
ban hombres y mujeres sobre la piel, sino que perfumaban el aire y a menudo empapaban
a sus mascotas. En 1508, los monjes dominicos del convento de Santa Maria Novella, en
Florencia, fundaron la que está considerada la perfumería más antigua de la historia. Los
papas y los Médicis eran sus clientes y, durante siglos, cada nuevo director de la farmacia
tenía que idear una receta para una "cura".
Entre tanto, el pequeño pueblo de Grasse, en el sur de Francia, comenzaba a convertí r-
se en centro del perfume. La decisión de fabricar perfume en Grasse se debía a que el pue-
blo se dedicaba a la industria del curtido. Durante este proceso, se empleaba habitualmen-
te orina, y los guantes de piel se perfumaban para ocultar el olor. Según afirma Susan
izquierda: Las cortesanas,
1rvine en Perfume: the Creation and Al/u re of C/assic Fragrances, los fabricantes de guantes
de Vittore Carpaccio,
también elaboraban e importaban perfumes, que vendían . Cuando la industria de la piel se representa a dos mujeres
que llevan postizos en el
vino abajo en el siglo xvrii, continuaron vendiendo perfumes. rizado pelo peinado hacia
Al igual que en la época medieval, era habitual que las mujeres, antes del matrimonio, la cara. Los vestidos
tienen escotes bajos y
llevasen el pelo suelto, largo y con raya en medio, desde donde caían en cascada los mecho- mangas acuchilladas, que
nes. Las mujeres casadas se cubrían el cabello, y se continuaban depilando el nacimiento muestran las prendas
interiores.
del pelo y las cejas. Sin embargo, comenzaron a experimentar con las trenzas -enrollán-
dolas sobre la cabeza e incorporar:JdO gruesos mechones de pelo trenzado sobre la coroni-
MAQUILLAJE
Y CUIDADOS
lla- , un estilo popular a finales del siglo xv . Las mujeres también se arreglaban el pelo uti-
lizando rizadores metálicos, aunque lo más habitual era llevarlo con un estilo sencillo,
dejando que el tocado proporcionase el toque decorativo.
También se usaban pelucas y postizos. Las mejores pelucas se elaboraban en Italia y
Francia, de seda o pelo natural. Éste era suministrado por campesinas y monjas, transpor-
tado y vendido en subasta pública. El rubio era todavía el color ideal, y las mujeres se apli-
caban decolorantes y tintes para conseguir esta tonalidad. Las fórmulas de los tintes eran
cada vez más complejas, por lo que se podían obtener distintos tipos de rubio: ceniza, dora-
do, rojizo, miel o una combinación de tonos. Los baños de luna eran también considerados
un método para embellecer el cabello .
A comienzos del siglo xv, los ancianos llevaban barba, pero los jóvenes elegantes iban
afeitados. Un siglo después, la barba volvió a ponerse de moda. Los hombres dedicaban
mucho tiempo a su cuidado: la peinaban y la lavaban, y también podían darle forma y rizar-
la. A veces llevaban barba postiza: en el funeral del duque de Borgoña, el duque de Lore-
na llevó una barba postiza dorada que le llegaba hasta la cintura .
Los estilos de pelo corto eran los favoritos de los hombres durante el Renacimiento.
Enrique V prefería el tipo tazón. El retrato que se exhibe de él en la National Portrait
Gallery de Londres tipifica esta imagen. En el siglo xv era habitual el pelo por los hombros
y más largo; por ejemplo, Luis XI de Francia lo llevaba largo. Gracias al duque Felipe de
Borgoña comenzó a popularizarse el pelo corto: en 1461 cayó enfermo, tuvo que afeitarse
la cabeza y quinientos nobles siguieron su ejemplo. Un extravagante estilo florentino cono-
cido como zazzera -largo hasta los hombros y rizado a los lados- cautivó a los hombres ele-
gantes en todo el continente. En Londres y París era conocido como "el corte florentino".

Sombreros y tocados
El retrato alcanza su cima durante el Renacimiento. La realeza y los miembros de las fami-
lias prominentes posaron para grandes artistas; de esta forma, su trabajo brinda a los his-

arriba: Este retrato de derecha: Esta gorra toriadores información sobre sombreros y peinados. El retrato de Arnolfini que pintó Van
Francisco 1 (c. 1535) inglesa, de f inales Eyck lo muestra llevando un sombrero de paja, muy popular entre los hombres. Se confec-
muestra el traje de corte del sig lo xv1, está
del momento. Lleva un intrincadamente bordada cionaba con paja tejida, y era posiblemente trabajo de campesinos. El chaperon -un som-
jubón de pane les con frutas y f lores,
brero estilo turbante- evolucionó de la caperuza. Los retratos de Enrique VIII y Eduar-
brocados, un justillo utilizando hilos de
bo rdado y una capa co lores bri ll ant es do VI muestran otros estilos que llevaban los poderosos; por ejemplo, gorras con ala estre-
forrada de piel. y dorados.
cha que se inclinaban sobre el rostro.
Los sombreros se adornaban con joyas y plumas. En los siglos xv y XV I, las mujeres ita-
lianas llevaban a menudo turbantes. Las caperuzas eran comunes en los Países Bajos,
mientras que las mujeres francesas llevaban gorros de terciopelo. Se colocaban bandas en
la frente, y los tocados se adornaban con lujosos bordados y preciosas gemas.

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