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D IV E R S ID A D F E M IN IS T A

Feminicidio:
una perspectiva global

jmComisión Especial

Diana E. R u sse ll y para Conocer y dar


■ Seguimiento a las

Roberta A. H arm es S lfl Retactonadas con k>s


Fenumcidios en la
•1 RopuPhca Mexicana
■ yal a Procuración
Ed ito ras ■ de Justicia Vinculada

Presentación de
Marcela Lagarde y de los Ríos
BIBLIOTECA DIGITAL

TEXTOS DE DERECHO

HISTORIA JUDICIAL, CONSEJO DE LA JUDICATURA, ÉTICA, JUECES, FISCALES,


ABOGADOS, BUENAS PRÁCTICAS JUDICIALES

ARTÍCULOS SOBRE ALGUNOS TIPOS DE DELITOS Y OTROS

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación derecho: 3697


Número del texto en clasificación por autores: 32501
Título del libro: Feminicidio: una perspectiva global
Título original del libro: Femicide in Global Perspecíive
Traductor (es): Guillermo Vega Zaragoza
Autor(es): Diana E. Russell y Roberta A. Harmes (editoras)
Editor (es): Universidad Nacional Autónoma de México
Registro de propiedad: ISBN: 970-32-3001-6
Año: 2001
Ciudad y País: México D.D. – México
Número total de páginas: 385
Fuente: https://ebiblioteca.org/?/ver/107079
Temática: Feminicidio
Comité editorial del c e iic h

Luis Benítez-Bribiesca
Norma Blazquez Graf
Daniel Cazés Menache
Enrique Contreras Suárez
Rolando García Boutigue
Rogelio López Torres
John Saxe-Fernández
Isauro Uribe Pineda
Guadalupe Valencia García
Feminicidio:
una perspectiva global

Editado por
Diana E. H. Russell
Roberta A. Harmes

Introducción de
Marcela Lagarde y de los Ríos

Comisión Especial
para Conocer y dar
Seguimiento a tas
investigaciones
Relacionadas con los
Feminicidios en la
República Mexicana
y a la Procuración
de Justicia Vinculada
Título original: Femicide in Global Perspecíive, Serie Athene, 2001
Publicado porTeachers College Press, 1234 Amsterdam Avenue,
New York, NY 10027, Columbia University, Nueva York y Londres
Copyright ®Diana E. H. Russell
Editado por Diana E. H. Russell y Roberta A. Harmes

En esta edición

Traducción: Guillermo Vega Zaragoza


Diseño de portada: Lorena Salcedo Bandala
Cuidado de la edición: Josefina Jiménez Cortés

®Diana E. H. Russell
@Introducción de Marcela Lagarde y de los Ríos
®Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
Universidad Nacional Autónoma de México
Torre II de Humanidades, 4o piso, Circuito Interior,
Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510, México, D.F.
www.unam.mx/ceiich

ISBN 970-32-3001-6

Impreso en México / Printed in México


índice

Presentación a la ediciónen español ............................. 11


Introducción
Marcela Lagarde y de los Ríos ................... ....................... 15
D edicatoria.......................................................................... 43
Reconocimientos ................................................................ 45
Prefacio ................................................................................. 49

Hay un hombre sin huellas


Chrystos ................................................................................. 53

1. Introducción: las políticas del feminicidio


Diana E.H. Russell ....................................................... 57
2. Definición de feminicidio y conceptos
relacionados
Diana E.H. Russell ....................................................... 73

FEMINICIDIO EN ESTADOS UNIDOS

No más metáforas
Chrystos ...............
3. Feminicidio por arma de fuego:
un año de crímenes de odio mortales
en Estados Unidos
Diana E.H. Russell ....................................................... 101
4. Feminicidio íntimo: un panorama
demográfico nacional
Karen D. Stout .............................................................. 119
5. Pornografía feminicida
Diana E.H. Russell ....................................................... 135

F e m in ic id io e n á f r i c a

6. El velo sobre Argelia: feminicidio,


islamismo y el hijab
Rod Skilbeck .................................................................. 155
7. Feminicidio íntimo y mujeres que han
sufrido abuso y asesinan: una perspectiva
legal feminista
Shereen Winifred Mills ............................................... 169
8. Feminicidio en Africa del Sur
Charlotte Watts, Susanna Osam y Everjoice Win .. 201
9. El SIDA como feminicidio en masa:
énfasis en África del Sur
Diana E.H. Russell ....................................................... 219

FEMINICIDIO EN OTRAS NACIONES

10. Feminicidio íntimo en Israel: patrones


temporales, sociales y motivacionales
Simha F. Landau y Susan Hattis Rolef ..................... 243
11. Feminicidio: un coloquio internacional
Diana E.H. Russell ....................................................... 265
12. Infanticidio femenino en China:
el espectro de los derechos humanos
y reflexiones hacia otra visión
Sharon K. Hom ............................................................. 281
13. Asesinato de mujeres: feminicidio íntimo
en Ontario: 1974-1994
Rosemary Gartner, Myrna Dawson
y María Crawford ......................................................... 297
14. Feminicidio en Australia: resultados del
Programa Nacional de Monitoreo de Homicidios
Jenny Mouzos ................................................................ 329

Conclusión
Feminicidio: la "solución final"
de algunos hombres para las mujeres
Diana E.H. Russell .............................................................. 345

Bibliografía sobre feminicidio........................................ 367

Semblanza curricular ....................................................... 377

índice analítico........................................ ........................... 385


Presentación
a la edición en español

M e complace presentar la edición de un texto indispensa­


ble para comprender y enfrentar la violencia feminicida.
En septiembre de 2004 la Comisión Especial de Femini-
cidio de la Cámara de Diputados1realizó el Seminario Interna­
cional sobre el Feminicidio, al que invitamos, entre destacadas
ponentes, a Diana Russell, una de las autoras y editoras, jun­
to con Jill Radford, del libro Femicide: The politics o f women
killing. En México, ese trabajo ha sido emblemático. Nos per­
mitió comprender y nombrar lo que sucede en Ciudad Juárez,
por lo menos desde hace trece años. Desde entonces, se ha
dado un importante debate académico y político entre quie­
nes normalizan, naturalizan o invisibilizan los asesinatos de
niñas y mujeres a partir de enfoques sociales funcionalistas,
biologicistas y misóginos y quienes encontramos en la teoría
expuesta en ese libro una visión esclarecedora.

1 El nombre oficial con el que la aprobó la Cámara de Diputados es


Comisión Especial para Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los
Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada.
De manera abreviada: Comisión Especial del Feminicidio. El nombre pluraliza
el concepto con una interpretación distinta a la propuesta original.
En el Seminario, Diana Russell expuso el arduo camino
de la concepción que existe sobre el femicide y escuchó nues­
tros avances. Se sorprendió de la enorme influencia de esta
concepción en México y otros países de América Latina, al
grado de que está incorporada en diversos análisis, en el de­
bate académico y en los medios, así como en el enfoque y en
el nombre de la Comisión de la Cámara de Diputados.
En mi intervención expliqué por qué al traducir el térmi­
no no lo hice como femicidio, sino como feminicidio. En espa­
ñol, femicidio puede ser sólo interpretado como el término
femenino de homicidio; es decir, como un concepto que es­
pecifica el sexo de las víctimas. Mi intención fue aclarar, des­
de el término mismo, feminicidio, que no se trata sólo de la
descripción de crímenes que cometen homicidas contra ni­
ñas y mujeres, sino de la construcción social de estos críme­
nes de odio, culminación de la violencia de género contra las
mujeres, así como de la impunidad que los configura. Anali­
zado así, el feminicidio es un crimen de Estado, ya éste no es
capaz de garantizar la vida y la seguridad de las mujeres en
general, quienes vivimos diversas formas y grados de vio­
lencia cotidiana a lo largo de la vida. En esta situación, como
plantea Diana Russell, algunas mujeres son asesinadas.
El feminicidio es la cima de la normalización y la toleran­
cia de la violencia de género y de otras formas de violencia
que, al cometerse los asesinatos, desencadenan, como en
Juárez, un proceso de violencia institucional sobre las fami­
lias de las víctimas y sobre la sociedad, quienes llevan trece
años enfrentando la culpabilización de las víctimas, así como
un trato autoritario y negligente, discriminación, maltrato y
amenazas por parte de autoridades ineficientes y, en muchos
casos, corruptas. El feminicidio, en tanto violencia institu­
cional, se caracteriza también por el no esclarecimiento de
los casos, la falta de acceso a la justicia, a la verdad y a la
reparación del daño. Todo ello, conforma la fractura del Es­
tado democrático de derecho.
Así, pues, es preciso reconocer que el feminicidio sucede
en condiciones de dominación de género, clase, raza, etnia,
edad, condición física y mental; en ese sentido, la democracia
para las mujeres sólo abarca algunos aspectos y ámbitos. Aún
entre las mismas mujeres privan enormes desigualdades. De
fondo, en las sociedades y en las circunstancias que generan
feminicidio, la democracia es una simulación. Erradicar la
violencia de género, en particular la violencia feminicida, es
una condición para la democracia y la vigencia del Estado
democrático de derecho y de los derechos humanos de las
•mujeres.
Diana estuvo de acuerdo con nuestra propuesta. Por eso,
y con su aval, a lo largo de estas páginas, femicide ha sido tra­
ducido como feminicidio. Le planteamos el interés de la Co­
misión Especial por publicar alguna obra suya, a lo que
accedió gustosa. Escogimos de común acuerdo Femicide in
Global Perspective,<iue editó con Robería A. Harmes, y me so­
licitó un capítulo para incluirlo en la obra general.
En el Seminario Internacional participaron también Nor­
ma Blazquez y Patricia Castañeda del Centro de Investiga­
ciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la
UNAM, quienes son parte del Comité Científico de la investi­
gación que realiza la Comisión Especial sobre el feminicidio
en México. Ellas mostraron un gran interés en coeditar este
libro. Para ello contamos con el apoyo entusiasta de Daniel
Cazés, director de dicho centro de investigaciones.
Agradezco a nombre de la Comisión Especial el interés y
la generosidad de Diana Russell y su enorme compromiso en
sororidad con la causa de las mujeres. Confirmo que la mira-
da feminista, además de dotarnos de recursos analíticos ex­
traordinarios, es una visión política trastocadora para enfren­
tar la política patriarcal y construir los derechos humanos de
las mujeres. El feminismo es paradigmático e indispensable
para erradicar la violencia feminicida y lograr el respeto in­
eludible a la vida y a la libertad de las mujeres.

— MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS


Introducción
Por la vida y la libertad de las mujeres.
Fin al feminicidio

La democracia es esa forma de vida


en que es imprescindible ser persona

MARÍA ZAMBRANO

L a s luchas y los movimientos de las mujeres a lo largo del


siglo XX colocaron la violencia de género como un problema
político para el mundo.
A través de investigaciones científicas diferenciamos las
formas de violencia, erradicamos conceptos misóginos no
científicos, como el de crimen pasional, y definimos jurídica­
mente la violencia sexual — la violación, el estupro, el inces­
to, el acoso—, la violencia conyugal y familiar, la callejera, y
otras formas de violencia de género: laboral, patrimonial,
psicológica, intelectual, simbólica, lingüística, económica, ju­
rídica y política.
Hoy, la violencia contra las mujeres ocupa un sitio priorita­
rio en la conciencia política de las mujeres, en la agenda política
democrática de cada país y del mundo; la violencia de género,
es decir la violencia por el solo hecho de ser mujer, sintetiza,
además, formas de violencia sexista y misógina, clasista, etaria,
racista, ideológica y religiosa, identitaria y política. Millones de
mujeres abrimos espacios, creamos oportunidades y partici­
pamos en los más diversos ámbitos de la sociedad, la cultura
y la política. Mujeres de distintos países damos vida a la cul­
tura democrática al denunciar la opresión de género y crear
una conciencia crítica sobre la condición de las mujeres, así
como normas y prácticas sociales modernas y democráticas;
nombramos y definimos la discriminación, la marginación,
la explotación y la enajenación genéricas; enfrentamos la fal­
sa creencia sobre la inevitabilidad de la violencia; la sacamos
del encierro y el silencio, del tabú y la complicidad.
La violencia de género ya es percibida como un atentado
a los derechos humanos de las mujeres y uno de los más gra­
ves problemas sociales y de urgente atención. Sabemos que
no es natural: la violencia se incuba en la sociedad y en el
Estado debido a la inequidad genérica patriarcal: falta de
democracia y desarrollo, instituciones rebasadas por la pro­
blemática social, falta de políticas públicas adecuadas.
Uno de los aspectos relevantes de la violencia de género
es su dimensión de mecanismo político, cuyo fin es mante­
ner a las mujeres en desventaja y desigualdad en el mundo y
en las relaciones con los hombres, permite excluir a las muje­
res del acceso a bienes, recursos y oportunidades; contribuye
a desvalorizar, denigrar y amedrentar a las mujeres, y repro­
duce el dominio patriarcal.
La violencia de género contra las mujeres y entre los hom­
bres recrea la supremacía de género de los hombres sobre las
mujeres y les da poderes extraordinarios en la sociedad.
Como nunca antes aparece más cercana a su horizonte la
alternativa, el camino para erradicar la violencia, que no es
otro que la construcción de los derechos humanos de las muje­
res en condiciones sociales de democracia, desarrollo y paz.
Diversos organismos, cumbres y conferencias mundiales
reconocen una guerra soterrada o abierta contra las mujeres;
es loable la aspiración de mujeres de todo el mundo a detener­
la y erradicarla. Pero es preciso apresurarnos, de lo contrario,
en el futuro haremos procesos de desafuero a gobernantes y
juicios contra quienes, cobijados por la impunidad, permitie­
ron esta violencia que, al atentar contra la integridad, la se­
guridad, la libertad y la vida de las mujeres, nos coloca frente
al colapso del Estado de derecho.
La violencia contra las mujeres abarca a mujeres de di­
versos países y culturas, condiciones sociales e identidades;
afecta una enorme gama de esferas de la vida social, de expe­
riencias vitales, >de prácticas y relaciones sociales. Sólo por
mencionar algunas de ellas traigo a este recinto la violencia
que han vivido y viven en América Latina, entre otras, las
desplazadas por la violencia armada: policiaca, militar, in­
surgente, paramilitar, sicaria, que fractura la convivencia
pacífica, como en México el caso de mujeres indígenas de
Chiapas en la zona del alzamiento zapatista y en Acteal, donde
asesinaron con crueldad a las entrañables Lunas; el caso de
mujeres guatemaltecas con decenas de miles de desplazadas
y refugiadas por la guerra que durante décadas azoló a Gua­
temala y de mujeres asesinadas con saña feminicida aún des­
pués de la firma de los Acuerdos de Paz; y el de mujeres
colombianas con los miles de personas que viven en zonas
ocupadas de Colombia por los narcos, las guerrillas y el ejér­
cito, o que han huido de ellas.
La violencia que viven las migrantes internas en nuestros
países y las que van a Estados Unidos, la violencia conyugal
que sufren las novias, las esposas, concubinas o amantes, la
cual incluye a veces la violencia sexual, pero implica también
la psicológica, los malos tratos, el repudio, el abandono y otras
formas de violencia económica y patrimonial; la violencia
contra las niñas caracterizada por golpes, abuso, explotación,
incesto, malos tratos y abandono; la violencia contra mujeres
adultas tratadas como menores y sin derechos; la violencia
que significa la calle para muchas niñas y mujeres, la prosti­
tución, la pornografía y el tráfico de personas. Todo ello acom­
pañado del secuestro y la desaparición; la violencia política
caracterizada por la represión y la exclusión de la justicia que
vivieron durante décadas terribles del siglo pasado y que si­
guen viviendo mujeres de México, El Salvador, Guatemala,
Honduras, Haití, Nicaragua, Perú, Bolivia, Uruguay, Chile,
Argentina y Paraguay.
Está ahí la pobreza que se extiende cada día para la ma­
yoría de las latinoamericanas, violencia cuya clasificación se
ha sofisticado en pobreza económica, pobreza alimentaria,
pobreza extrema, entre otras, que convierte la miseria en vida
cotidiana. Está entre nosotras la terrible feminización de la
pobreza. Aún se presenta en nuestras tierras la muerte de
niñas y mujeres por hambre, enfermedades curables y com­
plicaciones en la atención de embarazos, partos, abortos y
puerperios. No amaina, desde luego, la violencia jurídico
política que conculca la ciudadanía plena a todas las muje­
res. De ello dan cuenta las permanentes luchas por salir de la
minoría, la marginación y la periferia políticas; por eliminar
la exclusión y la dominación política sobre las mujeres; por
abatir la desigualdad que nos afecta a todas.

Violencia, impunidad y feminicidio

En muchos casos se enseñorea la violencia sobre la violencia,


perversidad ocasionada por la impunidad, como sucede en
México en el feminicidio, con la consecuente injusticia en los
casos de crímenes contra mujeres derivada de pésimas in­
vestigaciones y movilización policiaca; averiguaciones mal
integradas; ministerios públicos dolosos y machistas que
desatienden las denuncias de las víctimas y jueces misóginos,
para quienes la vida de las mujeres es secundaria, o mues­
tran un claro sesgo descalificador y culpabilizador de las
mujeres; procuradores para quienes la reiteración de los he­
chos no constituye un problema ni les quita el sueño; legisla­
dores insensibles a su función normativa y de representación
de las necesidades y los intereses de las ciudadanas y de la
ciudadanía que quiere convivir en paz; para quienes la vio­
lencia contra las mujeres no es un problema prioritario; y
gobiernos implicados en la violencia al mantener una orga­
nización social articulada, por lo menos en parte, fuera del
Estado de derecho y de la ley.
Para Celia Amorós1 la violencia contra las mujeres a lo
largo de la historia ha sido y sigue siendo un recurso coerciti­
vo estructural del pacto político patriarcal entre hombres,
quienes para monopolizar el poder se alian, excluyendo a las
mujeres; en su fratría se reconocen como iguales y se confie­
ren la ciudadanía, aseguran sus poderes de dominio y sus
libertades. Dominio y libertades mañosamente articulados al
sexo masculino, convertidos en características de género, en
identidades y en poderes logrados a partir de sujetar a las
mujeres.

¿Q ué es el feminicidio?

La categoría feminicidio es parte del bagaje teórico feminista.


La desarrollé a partir del trabajo de Diana Russell y Jill

1 Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales, en Maquieira, Virginia


y Cristina Sánchez: Violencia y sociedad patriarcal. Ed. Pablo Iglesias, Madrid,
1990.
Radford expuesto en su texto Femicide. The politics o f woman
killing.2 La traducción d e femicide es femicidio.
Transité d e femicidio a feminicidio porque en castellano
femicidio es una voz homologa a homicidio y sólo significa
asesinato de mujeres. Nuestras autoras definen al femicidio
como crimen de odio contra las mujeres, como el conjunto de
formas de violencia que, en ocasiones, concluyen en asesina­
tos e incluso en suicidios de mujeres.
Identifico algo más que contribuye a que crímenes de este
tipo se extiendan en el tiempo: es la inexistencia del Estado
de derecho, en la cual se reproducen la violencia sin límite y
los asesinatos sin castigo. Por eso, para diferenciar los térmi­
nos, preferí la voz feminicidio para denominar así el conjunto
de delitos de lesa humanidad que contienen los crímenes, los
secuestros y las desapariciones de niñas y mujeres en un cua­
dro de colapso institucional. Se trata de una fractura del Es­
tado de derecho que favorece la impunidad. El feminicidio
es un crimen de Estado.
En los últimos tiempos se ha producido feminicidio tanto
en procesos de guerra como en situaciones de paz. Por sólo
mencionar algunos que todas conocemos cito los casos de:
Bosnia Herzegovina, Ruanda, Burundi, El Congo, México,
Guatemala, España, Perú y Chile.
En Perú fueron asesinadas 79 mujeres en 2003; en Chile
han sido asesinadas. 581 mujeres en una década (no se ha iden­
tificado al asesino en 78 de los crímenes y 345 fueron cometi­
dos por el cónyuge).
En Guatemala, el doctor Rolando Morales Chávez, presi­
dente del Congreso de la República, en su carta de invita­
ción, señala que "...el asesinato contra mujeres ha cobrado

2 Twayne Publishers, 1992, Nueva York.


más de 250 vidas humanas en lo que va del año. De acuerdo
con la Procuraduría de Derechos Humanos fueron asesina­
das 360 mujeres en el año 2003, y de acuerdo con la Red de la
No Violencia contra la Mujer han sido asesinadas 1 049 muje­
res en dos años.
El feminicidio es una ínfima parte visible de la violencia
contra niñas y mujeres; sucede como culminación de una si­
tuación caracterizada por la violación reiterada y sistemática
de los derechos humanos de las mujeres. Su común denomi­
nador es el género: niñas y mujeres son violentadas con cruel­
dad por el solo hecho de ser mujeres, y sólo en algunos casos
son asesinadas como culminación de dicha violencia pública
o privada.
De acuerdo con Diana Russell y Jill Radford, los crímenes
se dan en todo el mundo y son el resultado de la violencia
misógina llevada al extremo y, por ende, son la muestra más
visible de múltiples formas previas de hostigamiento, mal­
trato, daño, repudio, acoso y abandono. Sociedades del pasa­
do y del presente han convertido el feminicidio en una
costumbre y una práctica social para desechar a las niñas a
través del infanticidio o, en la actualidad, se extiende la prác­
tica del feticidio selectivo de productos XX en busca de gestar
niños, ante la imposibilidad de las parejas de procrear más
de una criatura.
La explicación del feminicidio se encuentra en el domi­
nio de género: caracterizado tanto por la supremacía mascu­
lina como por la opresión, discriminación, explotación y, sobre
todo, exclusión social de niñas y mujeres, como señala Haydee
Birgin. Todo ello, legitimado por una percepción social
desvalorizadora, hostil y degradante de las mujeres. La arbi­
trariedad e inequidad social se potencian con la impunidad
social y judicial en torno a los delitos contra las mujeres. Es
decir, la violencia está presente antes del homicidio de for­
mas diversas a lo largo de la vida de las mujeres. Después de
perpetrado el homicidio, continúa como violencia institucio­
nal a través de la impunidad que caracteriza casos particula­
res como el de México, por la sucesión de asesinatos de niñas
y mujeres a lo largo del tiempo. En el país ha habido perio­
dos femiriicidas ligados a territorios específicos, en los que la
impunidad favorece las condiciones que permiten los críme­
nes, y se da en contra de las mujeres.
Cada niña o mujer asesinada había experimentado du­
rante su vida múltiples formas de violencia y daños á su inte­
gridad, dignidad y desarrollo, que atentaron contra su
libertad.
Los crímenes contra niñas y mujeres se cometen en socie­
dades o en círculos sociales cuyas características patriarcales
y la violación de los derechos humanos se concentran y
agudizan de manera crítica. En su mayoría se articulan con
otras condiciones sociales y económicas de extrema margi-,
nación y exclusión social, jurídica y política. Son el producto
de una organización social basada en la dominación de hom­
bres sobre mujeres, caracterizada por formas agudas de
opresión de las mujeres con sus constantes mecanismos de des­
valorización, exclusión, discriminación y explotación a las que
son sometidas las mujeres por el solo hecho de serlo.
Los asesinatos abarcan a niñas y mujeres de diferentes
edades, condiciones socioeconómicas y educativas. La ma­
yor parte de ellas no pertenecía a círculos sociales delictivos.
Estos asesinatos fueron cometidos por conocidos y descono­
cidos.
En México los homicidios de niñas y mujeres han sido
perpetrados en entidades federativas con distintos grados,
tipos de desarrollo y encuadre social y cultural; en munici-
pios urbanos y rurales, zonas metropolitanas y suburbanas,
regiones fronterizas del sur y del norte, y también en zonas
del centro del país. En esta diversidad, sin embargo, son ase­
sinadas mayoritariamente niñas y mujeres con alto grado de
insegüridad, vulnerabilidad vital y nula protección social e
institucional, en zonas de devastación social donde predo­
minan la inseguridad, el delito, una convivencia marcada por
la ilegalidad, los poderes tácticos, el desbordamiento de las
instituciones y la ruptura del Estado de derecho.
En la mayor parte de las entidades federativas en que hay
focos rojos de asesinatos de niñas y mujeres es muy alto el
índice de asesinatos de hombres; en ese sentido, es alarman­
te la situación de inseguridad prevaleciente, y la violencia
está en todas partes. Se suceden hechos violentos por doquier,
que alcanzan a personas ajenas a la violencia. Los asesinatos
dolosos están asociados a la delincuencia organizada, al trá­
fico de personas, drogas, armas, dinero y mercancías, así como
al secuestro y a la violencia policiaca, militar y paramilitar
que culmina en asesinatos.
En el caso de las mujeres, además de estar en dichas con­
diciones y de que las alcancen hechos violentos, la situación
se agrava con la violencia familiar machista y misógina, en
particular la violencia conyugal presente en todas las formas
de emparejamiento (desde el noviazgo y el matrimonio, has­
ta el amasiato, el concubinato y las uniones libres), la prosti­
tución forzada, la producción y el consumo de pornografía.
Estas formas de violencia se dan en el marco de un alto rango
de exclusión, marginación, explotación y extrema pobreza de
las mujeres, base de índices elevados de morbilidad y morta­
lidad femenina, como la materna e infantil, debidas al creci­
miento precario, la desnutrición, los padecimientos y las
enfermedades no atendidas.
Hasta este momento, la Comisión Especial ha investigado
la muerte violenta de niñas y mujeres en México a través de
información oficial. Esto nos ha permitido dar cuenta de la
amplitud e importancia de las precarias condiciones de vida
de la mayoría de las mujeres y la prevalencia de la violencia de
género en todo el ciclo de vida de mujeres de todas las clases
sociales y todos los grupos étnicos. Ese conjunto de condi­
ciones conduce al feminicidio. La atención insuficiente e in­
adecuada por parte de las instituciones, además de ser
inaceptable, agrava la problemática y la propicia.
De acuerdo con Belém Do Pará, la CEDAW, la Conferencia
de Beijing y Beijing + 10, la violencia contra niñas y mujeres
es un mecanismo de dominio, control y opresión de género de
las mujeres. En grados distintos, todas las mujeres en México
están sometidas a la sujeción de hombres e instituciones; de
las familias, de todas las formas de organización social y de las
comunidades, hasta del Estado. La desigualdad de género es
social y económica, pero también jurídica, política y cultural.
La cosificación (el trato de las mujeres como cosas y no como
seres humanas) prevalece en el maltrato cotidiano visible e
invisible hacia las mujeres en las familias, con sus parejas; es
realizada por parientes, cónyuges y amistades. En otros cír­
culos sociales es concretada por conocidos y desconocidos,
por autoridades, gobernantes, funcionarios, representantes,
dirigentes, profesionales, colegas y compañeros.
Los estereotipos cosificadores prevalecen en el campo de
las representaciones sociales, culturales y lingüísticas. Así, la
violencia de género y los estereotipos son difundidos por los
medios de comunicación y recreados por científicos, intelec­
tuales y artistas en producciones científicas, de publicidad,
artísticas y literarias, a través de la radio, la televisión, el cine,
la prensa, los videos, la Internet y toda clase de espectáculos.
La inversión económica en la reproducción de la violencia es
inconmensurable.
De hecho, las mujeres están colocadas casi siempre en
condiciones de desigualdad y sometimiento; además, en cons­
tante inseguridad. La violencia conyugal y familiar hace que
la casa no sea un sitio de resguardo, y la violencia pública
hace que los centros educativos y laborales, las calles, los si­
tios de diversión o de reunión social o cultural, los transpor­
tes, los caminos, los barrios, los parques y los terrenos baldíos,
sean percibidos como peligrosos. Es evidente también que el
horario de menor riesgo es limitado para las mujeres y es una
costumbre generalizada que éstas no deben andar solas.
El maltrato a las mujeres, la desigualdad y la inequidad
de género prevalecen én el mercado laboral formal e infor­
mal, en la educación, el acceso a la salud, lo que impacta de
manera negativa en el desarrollo personal y colectivo y en el
acceso de las mujeres a la distribución de la riqueza y del
poder político. Es decir, la mayoría de las niñas y de las mu­
jeres es más pobre que los hombres de su misma condición
social; la explotación es mayor en las niñas y las mujeres de­
bido a la desprotección social, sindical, y a la asimétrica or­
ganización del trabajo, la doble jornada, la brecha salarial, la
y explotación infantil y la jerarquía laboral. En México es evi­
dente la feminización de la pobreza. Gran'parte de las perso­
nas analfabetas y monolingües son niñas y mujeres; incluso
aquellas mujeres con alta preparación profesional ocupan po­
siciones secundarias y reciben menor remuneración.
Las mujeres están subrepresentadas en los espacios pú­
blicos, en las instituciones y en el Estado. Son pocas las que
gobiernan — en mayor número son ediles—; sólo hay una go­
bernadora en 33 entidades federativas y no llega al 25% la
participación de las mujeres en el Congreso de la Unión,
con 22.8% en la Cámara de Diputados y 16% en el Senado. El
porcentaje es mucho menor en la mayoría de los congresos
locales. De hecho, el proceso de construcción de la ciudada­
nía de las mujeres es desigual y heterogéneo, por ello las
mujeres en México, como género, tienen una condición polí­
tica minorizada.
La agresión, el castigo y la venganza dañina son dere­
chos reales ejercidos sobre las mujeres por parte de los hom­
bres, a quienes la sociedad y el Estado, así como diversas
ideologías, creencias, tradiciones, usos y costumbres, legiti­
man en una posición de supremacía sobre las mujeres, pre­
viamente inferiorizadas, colocadas en sujeción, bajo su control
y el de las instituciones.
A lo largo de la vida, las niñas, las adolescentes, las jóve­
nes, las maduras y las ancianas son objeto de agresiones sexua­
les, físicas, emocionales, verbales, patrimoniales y simbólicas.
La sociedad considera natural esta violencia; culpabiliza a
niñas y mujeres, las señala como víctimas propiciatorias de
los delitos en su contra y exonera a los hombres; en ocasiones
se frivoliza y es parte del humor cultivado socialmente y de
los chistes. En diversos círculos socioculturales la violencia
es parte de las prácticas sociales y las relaciones entre las per­
sonas, aun entre las confiables y próximas, y es frecuente la
violencia en el enfrentamiento de todo tipo de conflictos.
Los hombres están colocados en posiciones de suprema­
cía de género y las mujeres en posiciones inferiores, supedi­
tadas además a múltiples formas de poder y dominio de los
hombres. Estas posiciones sociales de género se dan en el
marco de creencias e ideologías sobre la natural y real igual­
dad entre unos y otras. Múltiples explicaciones sostienen que
los problemas de violencia, discriminación o exclusión de
niñas y mujeres se deben a fallas de ellas mismas, mientras
que los hechos de violencia y dominación de los hombres se
deben a algo externo que se ingiere, como las drogas o el al­
cohol, a facetas de personalidad o alteraciones emocionales
provocadas, o a su naturaleza. La prevalencia de dichas creen­
cias y explicaciones impide tener conciencia sobre las causas
de la violencia y la opresión genérica y sobre las medidas
personales, sociales e institucionales para eliminarlas. La so­
ciedad, las autoridades, las niñas y las mujeres que la pade­
cen no elaboran racionalmente la experiencia ni aprenden de
otras alternativas para diseñar soluciones. En ese sentido, se
plantean diversas interpretaciones fantásticas del problema
y se ponen en práctica medidas parciales, equívocas e inefi­
caces para enfrentarlas.
Los hombres son educados para reaccionar con violencia
ante lo que les disgusta, por impotencia y competencia, pero
también como muestra de autoafirmación y valía, de sober­
bia y poder. Las mujeres son educadas para soportar la vio­
lencia como un destino, para no responder con violencia, ni
siquiera en defensa propia. El machismo y la misoginia con­
forman núcleos fundamentales de las identidades masculi­
nas; son, asimismo, dimensiones vigentes de formas de
identidad nacional y del sexismo generalizado.
Los avances de las mujeres, insuficientes y desiguales aún,
se han dado en este marco; han merecido grandes dosis de
rechazo social y un sinfín de obstáculos superados con enor­
mes esfuerzos sociales y de las mujeres mismas.
A pesar de que nuestra Constitución tutela los derechos a
la igualdad (Artículo 4o) y a la no discriminación (Artículo Io),
prevalecen en México la hostilidad y el desprecio misógino
hacia las mujeres, la vanagloria machista de los hombres y
una enorme tolerancia hacia el dominio y la violencia de los
hombres, lo cual produce una gran impunidad. Diversas ideo-
logias justifican la violencia en los hombres como un compo­
nente de su identidad, así como la obligación de las mujeres
de soportar la violencia y aceptar la desigualdad, el trato
inequitativo, la injusticia y la falta de derechos y de libertad,
como un rasgo moral de identidad femenina.
En la sociedad y en el Estado hay un reconocimiento des­
igual de los derechos humanos de las mujeres, incluyendo
los derechos sexuales, sociales, económicos, civiles y políti­
cos, los cuales no son universales y son permanentemente
violentados. En varias entidades federativas la violencia con­
tra las mujeres no se considera un delito y, en términos gene­
rales, sólo está tipificada la violencia familiar o intrafamiliar.
No se reconoce jurídica ni judiciálmente la violencia específi­
ca contra las mujeres como violencia de género.
Éste es el marco de la cotidianidad de las mujeres en Méxi­
co. Cuando se concentran o aumentan las formas de opre­
sión y violencia, las mujeres quedan en vulnerabilidad y, en
el extremo, en riesgo de ser asesinadas. La base de los críme­
nes contra las mujeres radica en estas condiciones de vida, en
las que el género opresivo sobredetermina tanto a las muje­
res, como a los hombres. De ella dan cuenta los medios de
comunicación, y son denunciados con indignación por orga­
nizaciones civiles y, con impotencia, por familiares.
En 2004, el presidente Vicente Fox, obligado por las reco­
mendaciones emanadas, se pronunció por primera vez y nom­
bró a una comisionada especial. Al poco tiempo, presionado
por la ciudadanía, el Procurador General de la República nom­
bró a una fiscal especial. Del análisis de 50 casos, la fiscal
concluyó que 81 funcionarios locales incurrieron en faltas
administrativas o delitos en los procesos. Aún no han sido
presentados ante la ley; por el contrario, algunos han sido
nombrados en cargos públicos.
La presencia de Guadalupe Morfín Otero, como su comi­
sionada, a partir del 3 de noviembre de 2003, fue por demás
alentadora por su solvencia ética, su destacada defensa de
los derechos humanos, su compromiso de contribuir al se­
guimiento de las investigaciones y al enlace de los tres nive­
les de gobierno en su intervención, con un mandato que exige
reconstituir el tejido social, el acceso de las víctimas a una
justicia integral en sus componentes de investigación y san­
ción de los responsables, reparación del daño, adopción de
medidas de no repetición y garantía del derecho a saber la
verdad.
Finalmente, la creación por parte de la Procuraduría Ge­
neral de la República (PGR) de una Fiscalía Especial para la
Atención de Delitos Relacionados con los Homicidios de Mu­
jeres en el Municipio de Juárez, Chihuahua, es alentadora tam­
bién. El nombramiento de María López Urbina,3 como fiscal
especial y su compromiso de que "esta vez no nos detendrán",
puede deparar la conjugación, por fin, del tejido institucional
en el Estado, que permita enfrentar la oprobiosa violencia de
género contra las niñas y las mujeres en nuestro país.
Con todo, sin recursos suficientes, su intervención enfren­
ta dificultades que sólo pueden resolverse con el compromi­
so político que evidencie una clara posición gubernamental
en favor del reclamo civil e institucional nacional e interna­
cional.
Estas últimas buenas noticias tienen una larga y azarosa
historia de la cual sólo menciono algunos puntos culminan­
tes antecedidos de incontables esfuerzos vitales y políticos:

1A partir del 30 de mayo de 2005 la sustituyó la doctora Mireille Rocatti,


quien sólo duró en el cargo 3 meses y medio, para integrarse al gabinete de
Peña Nieto en el Estado de México.
• Tomo el 15 de mayo de 1998 como un hito en la bús­
queda por detener los crímenes oprobiosos contra las
mujeres con la recomendación 4 4 / 9 8 de Mireille
Roccatti, presidenta de la Comisión Nacional de Dere­
chos Humanos (CNDH), para atender las denuncias y
proceder a investigar y resolver los crímenes y las des­
apariciones de mujeres y niñas en Ciudad Juárez.
• El 25 de noviembre de 1999, Asma Jahangir, relatora
especial sobre las Ejecuciones Sumarias Arbitrarias de
la ONU, en su Informe Derechos Civiles y Políticos, en
particular las cuestiones de las desapariciones y las eje­
cuciones sumarias, no hizo ninguna recomendación
específica sobre Juárez, pero sí observó que "al descui­
dar deliberadamente la protección de las vidas de los
ciudadanos por razón de su sexo había provocado una
sensación de inseguridad en muchas de las mujeres de
Ciudad Juárez, con lo que, indirectamente, se logró que
los autores de esos delitos quedaran impunes [...] Por
lo tanto, los sucesos de Ciudad Juárez son el típico ejem­
plo de delito sexista favorecido por la impunidad".
Asma Jahangir puso el caso en conocimiento de la
relatora especial, Radhika Coomaraswamy sobre la Vio­
lencia contra la Mujer.
• El 8 de noviembre de 2001 fue aprobada por la LVI1I
Legislatura de la Cámara de Diputados, la Comisión Es­
pecial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investiga­
ciones de los Homicidios de Mujeres en Ciudad Juárez.
• El 24 de enero de 2002, Dato’Param Coomaraswamy,
relator especial sobre la Independencia de los Magis­
trados y los Abogados de la ONU, además de recomen­
dar investigar a fondo los asesinatos de mujeres en
Ciudad Juárez, aún no resueltos, y llevar a sus autores
ante la justicia, mejorar la impartición de justicia y el
acceso de las mujeres a ella, recomendó de manera con­
tundente la formación de la policía y de los fiscales en
relación con el trato a las víctimas de la violencia sexual.
En 2002 fue creado el Instituto Chihuahuense de las
Mujeres (ICHIMU) para promover y difundir los dere­
chos de la mujer y realizar acciones para la sensibiliza­
ción social sobre los homicidios en Ciudad Juárez.
En marzo de 2003 la relatora especial de los Derechos
de la Mujer de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, Marta Altolaguirre, subrayó que "...cuando
una violación de derechos humanos es el resultado de un
acto clasificado como criminal, la víctima tiene derecho
a que el Estado lleve a cabo una investigación judicial
realizada seriamente con los medios a su alcance a fin de
castigar y procesar a los culpables".
El 11 de agosto de 2003, Irene Khan, directoría de Am­
nistía Internacional, en su informe "Muertes Intolera­
bles. Diez años de desapariciones y asesinatos de
mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua", hizo varias
recomendaciones: investigar y condenar las desapari­
ciones de mujeres; sancionar a los responsables con to­
das las garantías del debido proceso; brindar reparación
y apoyo a las víctimas y a sus familiares y prevenir la
violencia contra las mujeres.
En octubre de 2003 el Senado de la República creó su
Comisión Especial para Dar Seguimiento a los Asesi­
natos de Mujeres en Ciudad Juárez.
En noviembre de 2003, Patricia Olamendi, subsecreta­
ría para Temas Globales, presentó el "Documento so­
bre las Desapariciones y Homicidios en Ciudad Juárez,
Chihuahua"; en él hace un resumen de la situación y
concluye que "el gobierno de México reconoce el pro­
blema de los homicidios y las desapariciones de muje­
res en Ciudad Juárez y le da prioridad a su atención y a
la búsqueda de soluciones que lo erradiquen. Ambos
fenómenos son resultado de deficiencias en la procu­
ración de justicia y de la convergencia de diversas cau­
sas de índole social que deben ser abordadas mediante
acciones integrales. Por ello, la cooperación interguber­
namental e internacional para el esclarecimiento de es­
tos crímenes resulta de gran importancia.
• El 27 de noviembre de 2003, en el Informe Especial de
la CNDH, sobre los casos de homicidios y desaparicio­
nes de mujeres en Ciudad Juárez, José Luis Soberanes,
presidente de la misma, propuso al gobierno federal
fortalecer la asistencia de la PGR a la Procuraduría Ge­
neral del Estado de Chihuahua (PGJCH), así como la par­
ticipación de la Conferencia Nacional de Procuradores,
parte integral del Sistema Nacional de Seguridad Pú­
blica, en la elaboración de un registro nacional de per­
sonas desaparecidas.
El ombudsman propuso también a los distintos ni­
veles de gobierno deslindar responsabilidades de ser­
vidores públicos de la PGJCH; replantear la labor de la
Fiscalía Especial en el municipio de Ciudad Juárez. So­
licitó presupuesto para poner en práctica un programa
específico de Seguridad Pública, con personal califica­
do, y requirió informes sobre el cumplimiento de las
recomendaciones emitidas por los organismos interna­
cionales. Un punto relevante está en la reparación del
daño a los familiares de las víctimas.
• En noviembre de 2003, la Comisión de Expertos Inter­
nacionales de la Oficina de las Naciones Unidas contra
la Droga y el Delito presentó su informe sobre la Mi­
sión en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. En él sos­
tiene que: "Teniendo en cuenta la tragedia familiar y
social que ya representa un solo homicidio, es la inca­
pacidad relativa del Estado de resolver de manera ade­
cuada lo que ha llevado a una Comisión de Expertos de
la ONU a ser invitada por el gobierno federal de Méxi­
co". Con ello subraya uno de los elementos fundamen­
tales del feminicidio: la incapacidad del Estado y la
omisión de investigar, procesar y castigar a los perpe­
tradores. Y añade: "Lo que hace excepcional el caso de
Ciudad Juárez es la propia gravedad del fenómeno cri­
minal de los homicidios de mujeres."
La extraordinaria importancia en cuanto al número
de víctimas, su sucesión temporal a lo largo de una dé­
cada, la gravedad intrínseca a cada uno de los crímenes
y la complejidad de la investigación requerida, han
puesto a prueba un sistema, de por sí insuficiente, que
ha sido desbordado por un desafío criminal para el que
no estaba preparado, dando lugar a un colapso
institucional que ha determinado la impunidad gene­
ralizada de los responsables de los crímenes. Sin em­
bargo, aprecian "señales inequívocas de mejoría en las
últimas investigaciones".
• El 8 de diciembre de 2003, en el "Diagnóstico sobre la
Situación de los Derechos Humanos en México", el re­
presentante del Alto Comisionado para los Derechos
Humanos de la ONU, Anders Kompass, apoyado en el
trabajo impecable de Clara Jussidman, Sergio Aguayo,
Isidro Cisneros y Miguel Sarre, hizo un exhorto al go­
bierno de nuestro país a utilizar "todos los recursos
disponibles" para investigar los asesinatos y las desa­
pariciones de mujeres en Ciudad Juárez, así como para
procesar a los autores de dichos crímenes. Quiero des­
tacar que en su enfoque consideró fundamental "elimi­
nar la discriminación contra las mujeres en sus derechos
económicos, sociales y culturales", así como asegurar
la salud sexual y reproductiva de las mujeres, "promo­
ver el establecimiento de programas, instituciones y ser­
vicios para prevenir, atender y eliminar la violencia
sistémica de género". No omitió desde luego "fortale­
cer los mecanismos públicos responsables de promo­
ver la equidad de género".
• El 20 de enero de 2004, en el Foro Social Mundial de
Bombay, la Premio Nobel de la Paz, la iraní Shirin Ebadi,
exigió que la Corte Penal Internacional, símbolo dejos
esfuerzos por globalizar la justicia al proteger los dere­
chos humanos de las personas por encima de los lími­
tes de los Estados, atienda los casos de violencia de
género contra las mujeres.
• En abril de 2004, la LIX Legislatura de la Cámara de
Diputados creó la Comisión Especial para dar segui­
miento al feminicidio ya no sólo en Ciudad Juárez, sino
en la República Mexicana, ante denuncias de incremen­
to de asesinatos de niñas y mujeres en otros estados.
Esta Comisión Especial ha dado seguimiento a las
investigaciones sobre los asesinatos de mujeres en todo
el país. Ha llamado a comparecer a las autoridades
mexicanas relacionadas con el tema:

- 26 de mayo de 2004, doctor José Luis Soberanes, pre­


sidente de la CNDH.
- 9 de junio de 2004, licenciada Guadalupe Morfín Ote­
ro, titular de la Comisión para Prevenir y Erradicar
la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez,
Chihuahua.
- 23 de junio de 2004, licenciada Patricia Olamendi, sub­
secretaría de Temas Globales de la Secretaría de Re­
laciones Exteriores (SRE).
- 20 de julio de 2004, licenciada María López Urbina,
titular de la Fiscalía Especial para la Atención de
Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres
en Ciudad Juárez.
- 2 de agosto de 2004, licenciada Josefina Vázquez
Mota, titular de la Secretaría de Desarrollo Social
(Sedesol).
- 24 de agosto de 2004, doctor Roberto Tapia, subse­
cretario de Salud, y doctora Patricia Uribe, directora
general del Centro Nacional de Equidad, Género y
Salud Reproductiva, de la Secretaría de Salud (SS).
- 12 de octubre de 2004, Ramón Martín Huerta, titular
de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).
- 28 de octubre de 2004, general Rafael Macedo de la
Concha, procurador general de la República (PGR).
- 2 de marzo de 2005, licenciada María López Urbina,
titular de la Fiscalía Especial para la Atención de
Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres
en Ciudad Juárez.

Para cumplir con el mandato de dar seguimiento a las


investigaciones relacionadas con los feminicidios en la Re­
pública Mexicana, y con el fin de conocer de qué se trata este
problema social, qué mujeres son victimadas en este país, en
qué circunstancias y por qué, la Comisión Especial solicitó
información a los procuradores de justicia, a los presidentes
de las Comisiones de Derechos Humanos y a las directoras
de los Institutos de las Mujeres Estatales. Ante la insuficien­
cia de los resultados se propuso realizar desde la Cámara de
Diputados, una investigación científica, una investigación
diagnóstica que arroje la diversidad, las recurrencias y los
elementos necesarios para diseñar las políticas públicas y de
Estado, para enfrentar la violencia feminicida y desmontar
los mecanismos que la reproducen.
La investigación se lleva a cabo en once estados de la Re­
pública Mexicana: Baja California, Chiapas, Chihuahua, Dis­
trito Federal, Estado de México, Guerrero, Morelos, Oaxaca,
Quintana Roo, Sonora y Veracruz.
La Comisión Especial ha firmado convenios de colabora­
ción y cartas compromiso para el avance de la investigación
con los siguientes gobiernos:
Convenios con los gobiernos de Chiapas y Oaxaca; con­
venios en trámite con el Estado de México (con el procurador
de Justicia del Estado), Distrito Federal, Guerrero y Veracruz;
carta compromiso firmada con Morelos (procurador de Justi­
cia del Estado, la Universidad Autónoma del Estado de
Morelos y ONG); cartas compromiso en trámite con el Estado
de México (Instituto Mexiquense de la Mujer, el Tribunal
Superior de Justicia del Estado de México y el Centro de Es­
tudios de la Marginalidad y la Pobreza).
Parte de la labor legislativa realizada por la Comisión
Especial es la de elaborar iniciativas para prevenir, atender,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, en par­
ticular la violencia feminicida. A este efecto se presentó/el 7
de diciembre de 2004, una iniciativa de reforma para introdu­
cir en el Código Penal Federal un capítulo sobre delitos de gé­
nero y tipificar el delito de feminicidio que se trabaja de
manera conjunta con la Comisión de Justicia y Derechos Hu­
manos; y se encuentra en elaboración la Iniciativa de Ley
General para la Protección del Derecho de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia en los Estados Unidos Mexicanos, en
conjunto con la Comisión de Equidad y Género.

• El 21 de junio de 2005, la diputada Ruth-Gaby Vermot-


Mangold, relatora del Comité de Igualdad de Oportu­
nidades para Mujeres y Hombres, presentó ante la
Asamblea Parlamentaria la recomendación 1709, don­
de hizo referencia a la resolución 1454 (2005) sobre la
desaparición y muerte de un gran número de mujeres
y niñas en México, la cual incluye la invitación al
Congreso mexicano a dar una consideración positiva
a la propuesta de esta Comisión Especial de "incluir
el delito de feminicidio en la legislación de México y
preparar un amplio estudio de diagnóstico sobre la pre-
valencia de la violencia basada en el género...".
• En abril de 2005 en Ginebra, la relatora especial sobre
la Violencia contra la Mujer, sus causas y consecuen­
cias, Yakin Ertük, presentó una declaración preliminar
ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en
la que señaló:

En México no son vigentes los derechos humanos de las mu­


jeres [...] los asesinatos de mujeres no pueden considerarse
hechos aislados o de carácter interno, las mujeres no son sólo
víctimas de violencia criminal, en algunos casos, se trata de
bandas delictivas de diverso tipo y de traficantes de seres
humanos. De manera generalizada, las mujeres son víctimas
de graves abusos en la esfera doméstica que culminan en el
asesinato de un importante número de ellas.
El derecho a la vida de las mujeres es expropiado cuando
no sólo no se resuelve cada crimen ni la desaparición de cen­
tenares de mujeres, sino que, además de Ciudad Juárez, en la
ciudad de Chihuahua y otras ciudades del estado hay focos
rojos que hacen suponer a denunciantes, que el feminicidio
se presenta también en Sonora, Jalisco, Guanajuato, Coahuila,
Distrito Federal y Estado de México.

La paz para las mujeres es ser humanas:


vivir investidas de derechos humanos

El anverso de la violencia y el feminicidio es la paz y, en


particular, la paz para las mujeres. Lograrla implica recono­
cer que las latinoamericanas no estamos incluidas en un pac­
to social democrático, igualitario y equitativo en el Estado.
Es tarea de las y los legisladores armonizar nuestras leyes
con el paradigma para el siglo XXI, sintetizado en la segun­
da mitad del siglo XX y, de manera condensada, en la última
década:
Hace más de 50 años que Simone de Beauvoir escribió
ese árbol de la vida que es El Segundo sexo. Más o menos por
entonces (1948) se proclamaron los Derechos Humanos, pro­
movidos por las feministas, en voz de Leonora Roosevelt, para
eliminar la aberración de los derechos del hombre. Hace 10 años
de Beijing y su magnífica Plataforma de Acción, pactada por
las mujeres con los gobiernos y los organismos internaciona­
les; 11 años de Viena, con su proclama de los derechos huma­
nos de las mujeres, y en que la ONU aprobó la declaración
sobre la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres; diez
años de Belem Do Pará y su decisión de erradicar la violencia
contra las mujeres; 12 años de la Cumbre de la Tierra, y diez
de la Conferencia Mundial sobre Desarrollo Social con el de­
recho al desarrollo humano sustentable, también para las
mujeres.
Por eso, la agenda política y, en particular, la legislativa
de las latinoamericanas, se propone satisfacer los reclamos
de los movimientos de mujeres y feministas en la historia de
los últimos siglos, los cuales hoy son parte de acuerdos inter­
nacionales suscritos por nuestros gobiernos o en espera de
serlo. Implica la inclusión de las mujeres en el contrato social
y en el pacto político del Estado en condiciones de paridad,
así como la reforma del Estado desde la perspectiva de la de­
mocracia genérica y una transformación del modelo o la vía
a un desarrollo con equidad y bienestar para las mujeres.
Si queremos erradicar la violencia de género, como sínte­
sis de todas las violencias experimentadas por las mujeres, y
si nos decidimos a erradicar el feminicidio de nuestras tie­
rras, es preciso priorizar en la agenda política democrática la
justicia y los derechos humanos de las mujeres.
Las y los legisladores tenemos una gran responsabilidad
y una extraordinaria oportunidad para hacer propuestas le­
gislativas y de políticas públicas, así como aprobar presu­
puestos etiquetados para avanzar en el enfrentamiento y
prevención de la violencia contra las mujeres y la introduc­
ción de los derechos humanos en el Estado.
En el paradigma alternativo al orden depredador y neo­
liberal, los derechos humanos sintetizados en la última déca­
da del siglo son la columna vertebral de las mujeres:

El derecho a la vida en primera persona.


El derecho al desarrollo y a los beneficios del desarrollo.
El derecho a la democracia con equidad para alcanzar la
igualdad.
El derecho a la protección y a la seguridad por parte del
Estado.
El derecho al trato respetuoso y a la integridad personal.
El derecho a la justicia plena.
El derecho a vivir una vida sin miedo y sin violencia.
El derecho a la paz social y a la paz en la vida cotidiana.

Por ello, la solución de la problemática de género de las


mujeres pasa por la defensa de los recursos y los bienes ma­
teriales simbólicos necesarios para la vida con desarrollo y
bienestar. Es concordante con la defensa de los recursos y los
bienes de nuestras naciones frente a la expropiación neoliberal
e imperialista.
Es preciso que los casos paradigmáticos de feminicidio
sean intérpretados como focos rojos, sobresalientes de una
situación crítica relativamente soterrada, como la constata­
ción de que el Estado falla no sólo ahí donde se produce el
feminicidio, sino en muchos otros lugares.
Y, como ocurre en México, si es necesario, debemos im­
pulsar una reforma profunda de las instituciones del Estado
que ya no son adecuadas para enfrentar los nuevos retos. Me
refiero a la reforma del sistema de impartición de justicia y
del sistema de seguridad pública. El primero debe garantizar
la intervención policiaca a tiempo, profesional, confiable y
eficiente, respetuosa de los derechos humanos, la adecuada
averiguación, el débido proceso, el conocimiento de la ver­
dad, la sanción a los responsables directos e indirectos (fun­
cionarios) y la reparación del daño con equidad. El segundo,
la seguridad pública, debe ser atendido por profesionales ca­
paces de prevenir la violencia de género a través de reformas
educativas, participación ciudadana, y tener como meta ga­
rantizar la vida y el bienestar de las mujeres y erradicar la
violencia de género. Es preciso comprender que todas las ins­
tituciones del Estado tienen un papel que desempeñar en es­
tos objetivos y que deben actuar de manera coordinada e
integral al poner en práctica políticas públicas eficaces. Es
fundamental garantizar la consulta y la participación de la
sociedad civil y de los organismos internacionales en estos
procesos. Es imprescindible, por tanto, la defensa de la de­
mocracia basada en la vigencia del Estado de derecho y la
legalidad, así como del laicismo en la vida pública.
Para apoyar el derecho al desarrollo equitativo de las mu­
jeres es necesaria la defensa del desarrollo y el progreso de
nuestras sociedades, del enriquecimiento de nuestras cultu­
ras en la diversidad, el acceso a la educación, la promoción
de una ética respetuosa de los derechos humanos, la protec­
ción del medio ambiente y la defensa de nuestro patrimonio
histórico y cultural. Y construir y consolidar la paz como el
bien más preciado y el resultado del mejoramiento de la cali­
dad de la vida.
La lucha por los derechos de las mujeres es específica y
debe ser visible y estar inscrita en la agenda política, legisla­
tiva y gubernamental de nuestras instituciones, así como in­
tensificarse en los organismos internacionales.
Con una profunda convicción democrática debemos fa­
vorecer el empoderamiento de las mujeres, sin el cual no po­
dremos alcanzar nuestras metas de desarrollo y democracia
para detener el feminicidio. Por eso, las mujeres como géne­
ro debemos actuar políticamente y convertirnos en protago­
nistas de esta causa y, con voluntad, conciencia y acciones
contundentes, decir ya basta de violencia, crímenes e impu­
nidad, de feminización de la pobreza y de negación de la ciu­
dadanía a las mujeres.
Así, la lucha por erradicar el feminicidio y todas las for­
mas de opresión coincide con la lucha por extender hacia to­
das las mujeres los derechos humanos y las oportunidades
de desarrollo de los que gozamos algunas. Y, desde luego,
alcanzar la paz social, en concreto, la paz para las mujeres.
Hacerlo conduce a transformar de manera radical nuestras
sociedades.
La razón nos asiste y la justicia es un bien exigible, una
condición fundante del Estado de derecho. Legisladoras y
legisladores, aún estamos a tiempo de sumarnos a la defensa
de la vida y la libertad de las mujeres, y contribuir a poner fin
al feminicidio.

MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS


Dedicatoria

E s te libro está dedicado a todas las víctimas de feminicidio


y a aquellas personas que han sufrido por su pérdida. Tam­
bién está dedicado a todas las organizaciones e individuos
que están dispuestos a enfrentar la realidad del feminicidio,
tomar un papel activo al crear conciencia sobre el problema y
comprometerse con acciones para combatir la más extrema
forma de violencia contra las mujeres.

— DIANA E. H . RUSSELL

Quiero dedicar este libro a la memoria de todas las vícti­


mas de feminicidio; a mis hermanas globales que luchan
para crear un mundo libre de violencia masculina; a la acadé­
mica feminista Diana Russell por su dedicada investigación
sobre el feminicidio, y a Laura X, directora de la National
Clearinghouse on Marital and Date Rape, quien me dio la
oportunidad de trabajar con Diana Russell.

— ROBERTA H a r m e s
Reconocimientos

M i más grande deuda de gratitud es para Roberta Harmes


por la cantidad de trabajo que hizo para nuestro libro. Aun­
que Roberta me ha ayudado con muchos libros previos y
numerosos artículos, ésta es la primera vez que somos co-
editoras. Fue su responsabilidad ubicar los artículos sobre
feminicidio al hacer búsquedas exhaustivas y continuas den­
tro y fuera de Internet. Los resultados de estos hallazgos pue­
den ser encontrados en la bibliografía al final del libro, la cual
incluye aquellos trabajos que usan el término feminicidio.
Además, Roberta hizo la mayoría del trabajo dedicado a
obtener los permisos para la publicación o reedición de los
trabajos de nuestros colaboradores. También hizo un trabajo
milagroso al encontrar cualquier tipo de información que re­
querí para los capítulos de mi autoría. Y escaneó, además de
editar, todas las colaboraciones que habían sido publicadas
con anterioridad.
A parte de los capítulos que escribí, edité también algu­
nos de los capítulos de los colaboradores, tomé decisiones
acerca de cuáles incluir y tuve la responsabilidad final sobre
el manuscrito.
Estoy en tremenda deuda con Tammy Gordon por la fa­
bulosa edición que hizo de todos mis capítulos, así como de
varios de los capítulos de los colaboradores. También me dio
sus opiniones acerca de los aciertos y debilidades de muchos
de los artículos de los que teníamos que hacer nuestra selec­
ción. Además del papel de Tammy como mi editora y conse­
jera, también ubicó nuevos artículos sobre el feminicidio que
no se habían materializado en las investigaciones de Roberta.
Como Roberta, también me entregó el trabajo con increíble
entusiasmo. Valoro mucho su interés y entusiasmo por el
proyecto, así como su apoyo emocional.
También agradezco a Gayle Pitman por su excelente asis­
tencia editorial en los primeros borradores de algunos de mis
capítulos, así como por su útil evaluación de algunos de los
artículos sobre feminicidio que recopilamos. Lamenté mucho
haber perdido su invaluable asistencia cuando obtuvo su gra­
do doctoral y empezó a trabajar como maestra.
Quiero agradecer también a Teachers College Press por
aceptar la publicación de este trabajo. Me siento particular­
mente afortunada de haber tenido a Susan Liddicoat como
editora de adquisiciones para supervisar las publicaciones
de este libro. Ha sido maravilloso trabajar con ella y, al igual
que Tammy y Roberta, ha sido increíblemente atenta con to­
das sus comunicaciones.
Aprecio también el apoyo personal que he recibido de
Esther Rothblum y Jeanne Quint, durante la preparación de
este manuscrito. Además, estoy muy agradecida con Jan
Dennie por su excelente trabajo de codificación de la base de
datos para el capítulo 3, y con Marie Swaim por su asistencia
en el análisis cualitativo para el mismo.

— DIANA E. H. RUSSELL
Quiero agradecer a Diana Russell por invitarme a coeditar
este volumen con ella. Estoy también muy agradecida con
Susan Liddicoat por su orientación, paciencia y comprensión.
Particularmente quiero agradecer a mis colegas en Colorado
College: Diana Bredersen, la coordinadora de préstamo
interbibliotecario; Robin Satter White, la bibliotecaria de cien­
cias sociales, y Leroy Smith, el bibliotecario de humanida­
des. Finalm ente, quiero agradecer a mi hermana, Sheri
Harmes, por su invaluable asistencia con los problemas téc­
nicos con la computadora.

— ROBERTA A. HARMES
Prefacio

H a sido extremadamente difícil decidir cuáles artículos ex­


cluir de este volumen. Lo que sigue es el criterio que utiliza­
mos para seleccionar los materiales:

1. El término feminicidio tenía que ser usado más que


como un concepto en boga (un número sorprendente
de artículos usaban el terminofeminicidio sólo una vez,
a menudo en el título). La inclusión de dos poemas es
la única excepción a este criterio.
2. La calidad sustantiva y estilística del artículo tenía que
ser buena o excelente.
3. Se dio preferencia a las colaboraciones de países dife­
rentes a los de América del Norte.
4. Se dio preferencia a formas atípicas de feminicidio.
Esto explica por qué se excluyeron artículos excelen­
tes sobre el feminicidio de pareja íntima.

Al principio planeamos solicitar que se usara mi defi­


nición d e fem inicidio, pero renegamos de esta idea porque
muchos investigadores sobre feminicidios de pareja íntima
utilizan el término más ampliamente. Sin embargo, como se
hizo evidente muy pronto, estos feminicidios también entran
en mi definición de feminicidio.
La bibliografía sobre feminicidio enlista la mayoría de los
materiales en los cuales se utiliza el término feminicidio.
Harmes localizó muchos de ellos en Internet, así como otros
trabajos de referencia. Excluimos de nuestra bibliografía unos
cuantos artículos que juzgamos sin valor, así como artículos
de periódico y algunas piezas breves obtenidas en Internet.
Entre el tiempo que propuse esta antología a Teachers
Collegue Press y el término del manuscrito, localizamos más
artículos sobre feminicidio. Como consecuencia, los artículos
que habían tenido la intención de incluir algunas veces fue­
ron descartados en favor de unos nuevos que habíamos des­
cubierto. Roberta y yo queremos agradecer a todos los autores
que gentilmente nos dieron permiso de publicar sus artícu­
los, incluyendo aquellos que no pudimos incluir en este vo­
lumen. Lamentamos que nuestro límite de páginas requiriera
que descartáramos algunos excelentes artículos, algunos a ve­
ces nada más porque eran muy extensos o difíciles de resumir.
Estamos especialmente agradecidos con los colaborado­
res que nos dieron permiso de eliminar fragmentos de sus
artículos o editarlos a fin de tratar de ajustarlos a nuestro li­
mitado espacio. Me siento particularmente apenada porque
mi autoría de siete capítulos ha contribuido a la falta de espa­
cio para el trabajo de otros autores. Muchas veces pensé ex­
cluir algunas de mis contribuciones, particularmente mi
capítulo sobre la pornografía feminicida. Sin embargo, deci­
dí lo contrario porque es un asunto importante y muy dife­
rente a la materia del resto del libro.
También lamento haber excluido el capítulo titulado
"Feminicidios de honor entre los árabes palestinos", basado
en la transcripción de una presentación de dos mujeres
palestinas en la Conferencia Internacional sobre Violencia,
Abuso y Ciudadanía, en Brighton, Reino Unido, en 1996. No
fuimos capaces de localizar a las presentadoras para pedirles
permiso de publicarlo en Feminicidio: una perspectiva global.
Lamentamos el hecho, porque pensamos que sería especial­
mente importante que un capítulo sobre los feminicidio de
honor fuera incluido en nuestra antología.
Esperamos que esta antología demostrará a los investiga­
dores, teóricos y activistas de todo el mundo la importancia
vital de utilizar el término feminicidio en lugar de homicidio,
un término que borra el significado de género a ésta, la forma
más extrema de violencia contra las mujeres.
Hay un hombre sin huellas

Chrystos

que tortura vio la asesina


Tres de nosotras nos hemos congelado bajo él en seis meses
La policía está haciendo pruebas con el semen que escupió
en nuestras vaginas muertas No tienen pistas
Él ataca con una media de nylon detrás de la puerta
Esas llaves que tintinean en nuestros armarios no dicen su nombre
en la mañana él usa los cuchillos de la cocina usa guantes
para mantener las manos limpias
Tortura a una de nosotras durante ocho horas antes de que ella muera
El juez sabe estas cosas con la precisión de nuestro terror
Le mostramos signos de que nos defendimos
palmas cortadas rodillas rasguñadas Él piensa que el barrio
es su territorio Todas las mujeres viven solas
Yo vivo sola con un cuchillo de asesinato en mi estómago listo para él
Miro la calle mientras regreso a casa con los ojos como navaja de afeitar
listos para él
Abro mi puerta a patadas lista para él
Él ataca entre las 8 y las 10 de la noche Conoce los hábitos
de las mujeres que asesina Nos observa
desde las ventanas de la cafetería a pequeños sorbos
La policía a quienes no les gusta que les llamen cerdos
lo siguen muy de cerca Dicen
que no quieren que entremos en pánico
Yo sólo sé de él porque una mujer policía lo mencionó
en mi clase de Historia de las Mujeres
Sus palabras una morgue
Este no es un poema es un periódico una advertencia escrita
rápidamente
Siempre en guardia lista para matar para sobrevivir
El no tiene rostro El podría ser cualquier hombre
que te esté observando
C raffiti contra el feminicidio (foto por Chris Domingo)
Introducción:
las políticas del feminicidio
Diana E. H. Russell

"¿Cuánto de esta verdad puedo soportar


ver y aún vivir sin estar ciega?"

AUDRE LORDE, 1981

"Todos los casos de terror sexual sirven


como lecciones para todas las mujeres."

JANE CAPUTI, 1987, p. 47

E l conocimiento público sobre la violencia en contra de las


mujeres se ha incrementado sustancialmente en las últimas
tres décadas, tanto en Estados Unidos como en muchos otros
países, debido a las protestas realizadas por las mismas mu­
jeres. Sin embargo, a pesar de la extensa cobertura periodísti­
ca acerca de los asesinatos de mujeres perpetrados por
hombres en Estados Unidos —incluyendo aquello que pare­
ce ser una creciente cantidad de asesinos en serie que se en­
focan en mujeres y jovencitas—, algunas personas parecen
registrar que muchos de esos asesinatos son manifestaciones
extremas del dominio masculino y del sexismo. En contraste,
muchos individuos reconocen que algunos de estos asesina­
tos de afroamericanas, latinas, asiático-americanas, indíge­
nas americanas, y otras personas de color, son racistas, de la
misma manera en que los asesinatos de judíos son considera­
dos antisemitas y algunos de los asesinatos de homosexuales
y lesbianas son considerados homofóbicos.
He escogido el término feminicidio —el asesinato de mu­
jeres a manos de hombres debido a que son mujeres— con la
esperanza de que al nombrar así estos crímenes sea más fácil
reconocerlos.
Al ubicar el asesinato de mujeres en el terreno de la políti­
ca sexual, rechazo la concepción popular de que el asesinato
de mujeres es un asunto privado o patológico, o ambas cosas a
la vez. Cuando los hombres matan a mujeres o jovencitas, el
poder dinámico de la misoginia y el sexismo casi siempre se
ve involucrado (como se demostrará en el capítulo 3).
Los feminicidios son crímenes de odio mortales. Aunque
en 20 estados de la Unión Americana se han aprobado leyes
que penalizan los crímenes de odio basados en el género o en
la orientación sexual, hasta donde sé, ni un solo asesinato
misógino ha sido procesado como un crimen de odio. Esta
ausencia de aplicación de las leyes contra los crímenes de odio
basados en el género no se ha presentado en asesinatos, debi­
dos a motivaciones diversas.
El feminicidio se encuentra en el extremo de un continuo
de aterrorizamiento sexista a mujeres y jovencitas. Violación,
tortura, mutilación, esclavitud sexual, abuso sexual infantil
incestuoso y extrafamiliar, maltrato físico y emocional, y casos
serios de acoso sexual se encuentran también en este conti­
nuo. Siempre que estas formas de terrorismo sexual desem­
bocan en la muerte, se convierten en feminicidios.

Metas de este libro

Una de las mayores metas de esta antología es demostrar el


valor de la conceptualización del feminicidio como el asesina­
to de mujeres a manos de hombres por-ser-mujeres. A ello se
debe que incluyamos en este volumen únicamente aquellos
artículos en los que se utiliza el término feminicidio. Espera­
mos que demuestren la utilidad del concepto, así como la fre­
cuencia y la gravedad del feminicidio, sus dimensiones
mundiales y la necesidad urgente de colocarlo en la agenda
de acciones. También esperamos que facilite una mayor acep­
tación y una utilización más amplia del término, especial­
mente por las feministas. Nuestra aspiración más ambiciosa
es que el término feminicidio sea pronto incorporado al len­
guaje de hombres y mujeres que trabajan en el campo de la
violencia contra las mujeres, y que subsecuentemente se con­
vierta en parte del vocabulario de todos los hombres y las
mujeres.
Otra meta importante de este volumen es atraer la aten­
ción de los lectores sobre el alcance internacional que tiene el
feminicidio, ya que es un serio problema que se ha extendido
en todo el mundo.
Nuestra preocupación acerca del feminicidio no significa
que sean asesinadas más mujeres que hombres en Estados
Unidos. Al contrario, muchos más hombres que mujeres son
asesinados ahí, y los hombres son asesinados en su mayoría
por otros hombres. Sin embargo, así como la gente blanca
que asesina a otras personas blancas rara vez lo hace por odio
a la gente blanca, parece seguro asumir que los hombres que
asesinan a otros hombres rara vez, si acaso, lo hacen por odio
o desprecio, o porque se sientan con derecho, por posesividad
o por superioridad de género hacia otros hombres. Tampoco
hay mujeres que asesinen a hombres motivadas por estos sen­
timientos y actitudes hacia los hombres. La mayoría de las
mujeres que matan a hombres lo hacen en defensa propia.
Disimulando la relevancia del género

Rara vez me he encontrado esfuerzos tan ardientes de inves­


tigadores y escritores varones para usar terminología de gé­
nero neutro como cuando discuten el asunto del asesinato de
mujeres, a pesar del hecho de que la gran mayoría de los ase­
sinatos de mujeres son cometidos por hombres. Por ejemplo,
los agentes del FB I Robert Ressler y John Douglas, y la acadé­
mica Ann Burgess (1988) afirman que "los individuos pueden
matar para tener actividad sexual, producir desmembramien­
to, mutilación, destripamiento u otras actividades que tienen
significado sexual únicamente para el atacante" (p. 141; el
subrayado es mío). Esta formulación borra el hecho de que
estas actividades son practicadas aplastantemente por varo­
nes. De manera similar, el antropólogo canadiense Elliot
Leyton (1986) escribe en Hunting Humans (Cazando humanos):
"En nuestra sociedad, un número cada vez mayor de perso­
nas matan por el placer que parecen obtener" (p. 63; de nue­
vo el subrayado es mío). Es probable que Leyton encontrara'
difícil nombrar una sola mujer a quien se le pudiera aplicar
su aseveración.
Muchos autores (particularmente varones) fuera de la
academia ocultan las cuestiones de género de una manera
similar. Lo que sigue es una descripción oficial de la policía
de un proyecto de perfil del Asesino de Green River, de Seattle,
Washington, de quien se cree que mató a cerca de 50 muje­
res, la mayoría de ellas prostitutas: "Estamos buscando a una
persona inteligente (sic), una persona (sic) que, de alguna ma­
nera, podría tener animosidad contra las mujeres o quizá ten­
ga una interpretación bíblica acerca de la limpieza de las
mujeres, al bautizarlas en el río, o lo que sea" (citado en
Caputi, 1987, p. 112).
La masacre de la Columbine High School, perpetrada por
Eric Harris y Dylan Klebold en Littleton, Colorado, el 20 de
abril de 1999 (el cumpleaños de Hitler), ofrece un ejemplo
más reciente. En respuesta a esta tragedia, el presidente Bill
Clinton, entre otros, la describió repetidamente con términos
de género neutro, como reflejo de un problema entre la "ju­
ventud", los "jóvenes" o los "niños" estadounidenses (véase,
por ejemplo, Braun, 1999; Federal News Service, 1999; Scottish
Media Newspapers Limited, 1999). Hubiera sido más apro­
piado referirse a la juventud masculina o a los jóvenes varones
estadounidenses. Después de que Clinton convocó a una cum­
bre sobre "violencia juvenil", este término fue reiterado con
frecuencia durante la cobertura de dicha reunión por parte
de los medios de comunicación.
Al hablar en la reunión cumbre acerca de "los 200 mil
actos de violencia dramatizados y 40 mil asesinatos dramati­
zados que el típico joven estadounidense ha visto al cumplir
los 18 años", Clinton prosiguió: "Los jóvenes (sic) se sienten
atraídos por ello y no calculan las consecuencias. Al mismo
tiempo que aumenta la exposición a la violencia, en algunos
casos profundamente problemáticos de niños (sic) particu­
larmente vulnerables, crece el gusto por ella. No debería sor­
prendernos que la mitad de los videojuegos que juega un
alumno típico de secundaria (sic) sean violentos" (Federal
News Service, 1999).
El presidente Clinton no fue el único que escondió la vio­
lencia masculina con términos de género neutro. Muchos
periodistas varones también usaron términos de género neu­
tro para describir los tiroteos de Harris y Klebold. Por ejem­
plo, un periodista se refirió a Harris y Klebold como "los
adolescentes responsables" (Scotish Media Newspapers
Limited, 1999), y otro se refirió a lo ocurrido en la escuela
como "violencia entre adolescentes" (Broder, 1999). John
Broder también escribió acerca de la "rabia homicida en 'la
gente joven'" y "los arrebatos violentos de los adolescentes".
Claramente, el hecho que se borra repetidamente con es­
tas afirmaciones genéricamente neutras es que casi siempre
son hombres, y no mujeres, quienes actúan de manera vio­
lenta. Afirmaciones similares, neutras en cuanto al género,
se vertieron en la cobertura mediática de otro feminicidio en
masa que tuvo lugar en Jonesboro, Arkansas, el 24 de marzo
de 1998, donde cuatro jovencitas, de 11 y 12 años, y una mu­
jer fueron asesinadas por dos muchachos. En contraste con
los ejemplos anteriores, la escritora independiente Trish
Wilson (1999) observó que

Ni un solo reportero hizo la conexión entre dos chicos que blan­


dían pistolas y rifles de asalto con la matanza al por mayor y
lesión de las jovencitas. Incluso cuando después se supo que la
novia del muchacho más grande había roto recientemente con
él, que la había amenazado, y que ella era una de las víctimas
sobrevivientes de la balacera, los medios de comunicación si­
guieron rehusándose a hacer la conexión.

Wilson apunta que "el tópico más importante de todos


ha estado ausente de la discusión: el feminicidio, el asesinato
directo de jovencitas". También hizo énfasis en que dos mu­
chachos (boys) se involucraron en la matanza de cuatro niñas
y una mujer, "no 'estudiantes', 'personas' o 'compañeros de
clase"', o "un maestro" ("a teacher").
Como lo ilustra el caso de Jonesboro, el lenguaje que borra
la condición de género parece coincidir con la negación de que
los asesinatos son manifestación de una misoginia mortal. In­
cluso en el evidente caso de feminicidio en masa de Montreal,
en diciembre de 1989, en el cual Marc Lépine gritó "¡Son un
montón de jodidas feministas!" mientras disparaba contra 14
mujeres estudiantes, la mayoría de los periodistas y comenta­
ristas varones negaron la motivación misógina de Lépine.
Varias mujeres que colaboraron en un libro sobre el
feminicidio en masa de Montreal anotaron que los principa­
les medios de comunicación de Quebec "se regodearon en
ignorar o soslayar la relevancia de que las víctimas fueran
mujeres", y también ignoraron, ridiculizaron o rechazaron
con hostilidad las afirmaciones feministas de que la masacre
"no fue el acto aislado de un loco, sino un horrorizante refle­
jo de la misoginia" en la sociedad de Quebec ("Publishers'
note", 1991, p. 9). Tan pronto como se supo que las víctimas
fueron mujeres, este feminicidio en masa fue "inmediatamen­
te etiquetado como 'inexplicable', 'incomprensible'" por los
medios de comunicación cuando "el propio asesino aportó
toda la evidencia necesaria para entender qué había hecho",
de acuerdo con Armande Saint-Jean (1991, pp. 61-62).
Muchos comentaristas varones como Yves Lamontagne
también trataron de despolitizar este feminicidio en masa al
sostener que "éste no es un fenómeno social, sino un gesto
individual realizado por alguien enfermo" (citado por Cóté,
1991, p. 67). Nótese la extrema minimización de este devasta­
dor crimen que se revela con la palabra "gesto" y la neutrali­
dad de género reflejada en la selección de la palabra "alguien"
para referirse a Marc Lépine.

Reacciones feministas al feminicidio

Desafortunadamente, muchas feministas, incluidas activis­


tas contra la violencia hacia las mujeres, tampoco reconocen
las políticas sexuales del feminicidio. De las muchas mani­
festaciones y marchas contra la violencia hacia las mujeres en
las cuales he participado, sólo en dos o tres se ha incluido al
feminicidio o al asesinato de mujeres en los cantos y las con­
signas. Dado que muchas feministas ignoran el feminicidio,
difícilmente puede sorprendernos que las no feministas fa­
llen en reconocer la naturaleza política de la mayoría de los
asesinatos de mujeres.
Esta severa laguna en la conciencia feminista es particu­
larmente irónica, dado que los feminicidios son la forma más
extrema de violencia misógina contra las mujeres. Además,
los medios de comunicación proporcionan amplia cobertura
a los feminicidios, aunque a menudo de manera manipulada
y sexualmente excitante. Además, el asesinato es el destino
de varias mujeres golpeadas y víctimas de violación, situa­
ciones por las que se han dado movilizaciones feministas
masivas durante muchos años. Aunque es relativamente pe­
queño el porcentaje de mujeres golpeadas y víctimas de vio­
lación que son efectivamente asesinadas, el miedo a ser
asesinadas es un aspecto principal en el trauma generado por
estos crímenes. De hecho, el miedo a ser asesinadas por un
hombre es sentido probablemente por la mayoría de las mu­
jeres en algún momento de sus vidas, incluidas aquellas mu­
jeres quienes nunca han sufrido algún abuso.
Considero que el uso infrecuente del término feminicidio
por parte de las feministas es la razón más importante por la
cual el feminicidio permanece como la forma más desatendi­
da de violencia contra las mujeres. La poca familiaridad de
muchas feministas con este término puede explicar también
por qué las tan dispares campañas feministas organizadas
para combatir el feminicidio en Estados Unidos y en otras
partes no han logrado conseguir que las diferentes corrientes
del movimiento contra la violencia hacia las mujeres incluyan
sistemáticamente el asesinato de mujeres en sus agendas.
El nombrar y definir formas recién reconocidas de opre­
sión femenina puede jugar un papel crítico en la moviliza­
ción de las feministas para tratar de combatir y prevenir el
problema. Antes de que fuera inventado por las feministas el
término acoso sexual para nombrar las insinuaciones y el abu­
so de las mujeres hecho por millones de hombres en el lugar
de trabajo, este problema sin nombre fue ignorado por casi
todos, incluidas las feministas. Hasta que las feministas se
den cuenta de que existe un término que se aplica a los asesi­
natos de mujeres por-ser-mujeres, probablemente no recono­
cerán el vínculo entre los diversos tipos de feminicidio ni se
embarcarán en una campaña concertada para protestar y tra­
tar de prevenir los feminicidios. Como lo descubrió Betty
Friedan en los años cincuenta, nombrar un problema es vital
tanto para la concientizacion como para la acción.
El rechazo académico del feminicidio por parte de las fe­
ministas se revela en el hecho de que sólo una fracción de las
autoras feministas de libros y artículos sobre violencia contra
las mujeres mencionan siquiera el problema de la matanza
de mujeres, y son aún menos las que utilizan el término
feminicidio para describir estos asesinatos. Irónicamente, las
feministas escriben más libros sobre mujeres que matan a
hombres (por ejemplo, Browne, 1987; Gillespie, 1989; Jones,
1980; Walker, 1989) que libros sobre hombres que matan
mujeres. Jane Caputi (1987) fue la primera feminista que pu­
blicó un libro en Estados Unidos con un análisis feminista
sobre uno de los más escalofriantes tipos de asesinatos
misóginos: los feminicidios en serie. Ese mismo año (1987),
fue publicado el libro de las académicas feministas británicas
Deborah Cameron y Elizabeth Frazer sobre el asesinato sexual.
Cinco años después siguieron el de Jill Radford y la antolo­
gía que coedité con el título: Femicide: The Politics o f Woman
Killing (1992; Feminicidio: la política del asesinato de mujeres).
Sin embargo, estos libros han sido insuficientes para derribar
el muro de la resistencia feminista a reconocer el ubicuo pro­
blema de feminicidio.
¿Qué otros factores hay que tomar en cuenta que las fe­
ministas no abordan en el problema del feminicidio?
— No hay sobrevivientes de feminicidio de quienes las
feministas puedan ser abogadas. Esto debe desalentar a las
feministas para lidiar con el asunto, ya no digamos para en­
focarse en él o crear organizaciones para combatirlo. Sin em­
bargo, tanto sobrevivientes de intentos de feminicidio como
familias y otras amistades de personas que han sufrido in­
tentos de feminicidio o feminicidios completados (¡debemos
evitar describirlos como "exitosos"!) requieren el apoyo de
abogados litigantes, particularmente para lidiar con el siste­
ma legal.
Una organización nacional para padres de niños asesina­
dos en Estados Unidos que cabildea con los políticos y sirve
como un grupo de apoyo para padres afligidos es un exce­
lente modelo para este tipo de abogados. Sin embargo, es
importante que las organizaciones feministas encargadas de
confortar a los padres afligidos incluyan un análisis político
del asesinato que reconozca el papel del sexismo y la misogi­
nia en la mayoría de los casos de muchachas asesinadas.
— La finalidad y el extremismo del feminicidio puede ser
otra razón de la falta de organizaciones feministas que abor­
den este crimen. Puede ser que estas características hagan el
trabajo más deprimente y difícil que con los casos de viola­
ciones y de mujeres golpeadas. Las autoras feministas del
tema han tenido que estar atentas al efecto que sus escritos
tienen en las familias de las mujeres muertas y son cautelo­
sas para evitar acusaciones de que con sus textos explotan el
pesar de estas familias.
— Quizá la razón más significativa del continuo silencio
de muchas feministas sobre este asunto es que esta forma úl­
tima de violencia masculina, como la amenaza de un holo­
causto nuclear, es simplemente demasiado terrorífica como
para pensar en ella. Quizá la negación y la confusión provocan
que las mujeres eviten tener que encarar su vulnerabilidad para
convertirse en una víctima de feminicidio; particularmente
las mujeres heterosexuales activas se encuentran en mucho
mayor riesgo de ser asesinadas por su pareja o expareja mas­
culina que las lesbianas.
Cualesquiera que sean las explicaciones de por qué las
feministas han fallado en abordar el feminicidio, este volu­
men muestra que un número creciente de personas que se
dedican a la investigación y de periodistas es sensible a los
asuntos de género (véase la Bibliografía); en muchos países
diferentes están utilizando por fin esta terminología al escri­
bir sobre esta forma extendida de aterrorizamiento masculi­
no de mujeres y jovencitas.

El valor de nombrar el feminicidio: un ejemplo

Natalie Nenadic (1996) le da el crédito a la activista feminista


Asja Armanda como la primera persona que nombró femi­
nicidio (femicide) a las extendidas y fatales atrocidades sexua­
les que fueron perpetradas por los hombres serbios en contra
de las mujeres croatas en Bosnia-Herzegovina durante la gue­
rra civil en dicha región (p. 456, nota al pie 1). Nenadic apun­
ta que la adición de la palabra feminicidio a nuestro vocabulario
feminista hizo posible que Armanda y otras mujeres recono­
cieran que el gran número de asesinatos y violaciones
misóginos contra mujeres que ocurrían en esta región del
mundo, y que formaba parte deliberada y sistemática de la
estrategia de guerra de los serbios, constituía un horrendo cri­
men en masa contra las mujeres único en el mundo.
Algunas mujeres sobrevivientes de este feminicidio en
masa buscaron que Catharine MacKinnon fuera su abogada
en los procesos legales internacionales (véase MacKinnon,
1993; MacKinnon, 1994). MacKinnon decidió presentar car­
gos contra los perpetradores en una corte de Nueva York.
En un alegato innovador, presentó cargos contra ellos por
prácticas tanto genocidas como feminicidas. Considerar el
feminicidio como un crimen distinto y separado del genocidio
hizo posible que MacKinnon incluyera crímenes específicos
en contra de las mujeres víctimas en Croacia y Bosnia-
Herzegovina.
Nenadic (1996) apunta que el cargo por genocidio como
una categoría criminal separada en el Tribunal de Crímenes
de Guerra de Nuremberg estableció un precedente internacio­
nal que cambió la forma en que el genocidio era percibido y
manejado por la comunidad internacional. Ella sugiere que

presentar cargos por el delito de Feminicidio [...] como una


categoría de crimen dentro del resto del Tribunal de Crímenes de
Guerra de La Haya, puede hacer por las mujeres lo que Nuremberg
hizo por los grupos sojuzgados por su raza, nacionalidad, ori­
gen étnico y religión, (p. 462)

Nenadic reporta que "grupos de mujeres indígenas y gru­


pos sobrevivientes están pugnando por este reconocimien­
to" (1996, p. 462).
La distinción de MacKinnon entre prácticas feminicidas
y genocidas proporciona un drástico ejemplo de cómo nom­
brar el feminicidio puede ayudar a los esfuerzos de las muje­
res por llamar la atención hacia las mortales atrocidades contra
las mujeres, sin importar si ocurren en tiempos de guerra o
en tiempos de paz,1 así como facilitar nuestro trabajo para
combatir estos serios y extendidos —aunque negados— crí­
menes.
En el siguiente capítulo se discuten diversas definiciones
d e feminicidio y conceptos relacionados, y se proporcionan
dos tipologías de feminicidio.

Referencias

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Afeminist investigation o f sexual murder. Nueva York, New
York University Press.
Caputi, Jane. (1987). The age ofsex crime. Bowling Green, IN,
Bowling Green State University Popular Press.

1 Al mencionar el término tiempo de paz, es también importante reconocer


que la paz entre los hombres no significa que la guerra contra las mujeres
-incluida la perpetración de miles de actos feminicidas- haya terminado o
disminuido. Cuando la gente habla de tiempo de paz, deberíamos preguntar
siempre: "¿Tiempo de paz para qu/en?
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[Disponible en línea: http://xvxvw.feminista.com/v3nl/
xvilson.html]
Definición de feminicidio
y conceptos relacionados
Diana E. H. Russell

Ei término homicidio se deriva de la palabra latina hom, que


significa "hombre". Como la palabra humanidad (mankind) y
el uso genérico de hombre (man), homicidio se aplica también a
las mujeres. Las feministas han objetado desde hace mucho
el uso de las palabras humanidad (mankind) en lugar de
humankind, y de hombre en lugar de gente, a causa de su sexismo
inherente; pero las palabras homicidio y matanza (manslaughter)
no han atraído la misma crítica feminista que muchas otras pa­
labras a las que humorísticamente se refieren como "Manglish".
Como una de las pocas críticas feministas al término homici­
dio (véase Radford y Russell, 1992), procuraré evitar su uso
para referirme a los asesinatos de hombres-contra-mujeres
en mis contribuciones a este volumen; entonces, cuando uti­
lizo el término asesinato (murder) en lugar de homicidio
(homicide), no intento honrar la distinción legal entre asesina­
to y homicidio (maslaughter).
De acuerdo con tres diccionarios consultados, homicidio
no sólo es definido como "el asesinato de un ser humano por
otro", sino también como "la persona que mata a otra", es
decir, el asesino (Random House Webster's College Dictionary,
1961).’ Por lo tanto, parece razonable inferir que el término
homicida femenino se refiere a las mujeres asesinas y homicida
masculino a los hombres asesinos. Sin embargo, no existen
términos criminológicos comparables para el asesinato de
mujeres y el asesinato de hombres. La falta de dichos térmi­
nos revela la exigua atención al análisis de género en el cam­
po de la criminología, dominado por los hombres. Además,
en una fuente informal sobre el significado de homicida fem e­
nino, descubrí que mucha gente piensa que este término se
refiere al asesinato de mujeres. Con el interés de fomentar
mayor investigación de género acerca del asesinato, más ade­
lante ofrezco una terminología. Aunque estos términos ge­
néricos no intentan tomar en cuenta la forma en que se
concreta el término feminicidio, se sugiere la siguiente termi­
nología en lugar de los términos ambiguos de homicida fem e­
nino y homicida masculino:

Terminología con perspectiva de género relacionada con el ase­


sinato

1. El asesinato de mujer/niña y hombre/niño con perspectiva


de género
Desde que las feministas crearon el término asesinato
de mujer (woman-killing), sugerí que se continuara con
la utilización del término. Los términos asesinato de
niña (girl-killing) para el asesinato de una niña y asesi­
nato femenino (female-killing) para el asesinato de una
mujer o de una niña, son consistentes con el de asesi­
nato de mujer.

' The American Heritage Dictionary (1972) y The Pocket Oxford Dictionary
(1992) fueron otros dos diccionarios consultados.
Los términos comparables para el asesinato de un
hombre podrían ser, entonces, asesinato de hombre (man-
killing), asesinato de niño (boy-killing) y asesinato mascu­
lino (male-killing).
2. El asesino de una mujer/niña o de un hombre/niño con pers­
pectiva de género
Asesinato perpetrado por un hombre y asesinato per­
petrado por una mujer.
3. El asesino y la víctima
Los cuatro tipos posibles de asesinatos con perspecti­
va de género son:
a) Asesinato de hombre contra hombre.
b) Asesinato de hombre contra mujer.
i. feminicidio (se define más adelante)
ii. asesinato no feminicida
c) Asesinato de mujer contra mujer.
d) Asesinato de mujer contra hombre.

La historia del término feminicidio

El término feminicidio ha estado en uso desde hace casi dos


siglos. Fue utilizado por primera vez en A Satirical View o f
London at the Commencement ofth e Nineteenth Century (Corry)
en 1801 para denominar el "asesinato de una mujer".2En 1827
se publicó la tercera edición de The Confessions ofan Unexecuted
Femicide. Este breve manuscrito fue escrito por el perpetrador
de un feminicidio, William MacNish, sobre el asesinato de

2 A Satirical View of London (1801). Antes que éste, creo que fue Carol
Orlock quien utilizó por primera vez este término como el título de un
manuscrito suyo que nunca fue publicado.
una mujer joven. Y, de acuerdo con la edición de 1989 de The
Oxford English Dictionary,feminicidio apareció en el Law Lexicón
de Wharton en 1848, svigiriendo que se había convertido en
un delito punible (p. 825). ' Sin embargo, incluso después de
mi reciente descubrimiento de la historia del término fem i­
nicidio, no me inclino a sustituir la definición del diccionario
por la mía, debido que estuve, y aún lo estoy, convencida de
que el aspecto sexista de la mayoría de los asesinatos de muje­
res perpetrados por hombres requieren ser incorporados en la
definición de feminicidio. Mi definición de feminicidio es el
asesinato de mujeres por hombres por ser mujeres.
Cuando escuché la palabra feminicidio por primera vez en
1974, pensé inmediatamente que sería un nuevo término ade­
cuado para el asesinato misógino de mujeres. Creí que el uso
de tal término ayudaría a retirar el velo oscurecedor del tér­
mino masculinizante homicidio (homicide y manslaughter). Si
uno se imagina referirse al asesinato de hombres como
feminicidio y al asesinato ilegal de hombres "sin malicia pre­
meditada" como womanslaughter (como en el Webster's College
Dictionary, 1996), el sexismo inherente a los términos homicide
y manslaughter se vuelve aún más obvio.
Utilicé el término feminicidio por primera vez cuando
testifiqué sobre este crimen en el Tribunal Internacional de
Crímenes tontra Mujeres en Bruselas en 1976 (Russell y Van
de Ven, 1976, pp. 144-146). Sin embargo, en esa ocasión no

3 Los siguientes diccionarios definen feminicidio de la misma manera que


el Oxford English Dictionary (1a. edición), 1989, que es "el asesinato de una
mujer": New English Dictionary on Historical Principies, 1901; Black's Law
Dictiionary (6a. edición), 1990; Bouvier's Law Dictionary and Concise
Encyclopedia (3a. edición), 1914; The Random House Dictionary ofthe English
Language (2a. edición), 1987; A Satirical View of London, 1801, y Wharton
Law Lexicón (la edición de Londres), 1848.
proporcioné una definición explícita de este concepto. En
1990, Jane Caputi y yo definimos feminicidio como "el asesi­
nato de mujeres realizado por hombres motivado por odio,
desprecio, placer o un sentido de propiedad de las mujeres"
(1990, p. 34), en tanto que en 1992, Radford y yo lo definimos
simplemente como "el asesinato misógino de mujeres por
hombres" (Radford y Russell, 1992, pp. xi, 3).
Aunque la definición d e feminicidio de The Oxford English
Dictionary como "el asesinato de una mujer" no tiene la con­
notación de asesinato sexista, parece por lo menos dudoso
que el término intentara cubrir los asesinatos irrelevantes en
cuanto al género; por ejemplo, un hombre accidentalmente
dispara y mata a una persona en la calle. La víctima del
feminicidio de MacNish, por el contrario, fue una mujer que
había sido seducida, embarazada, abandonada y luego asesi­
nada (1827).
Al recordar posteriormente que las suegras de algunas
mujeres recién casadas en la India a veces participan en el
asesinato de sus nueras por parte de sus hijos al prenderles
fuego debido a la insuficiente dote (feminicidios de dote), deci­
dí referirme a tales actos de las suegras como asesinatos de
mujeres contra mujeres, en lugar de ampliar mi-definición de
feminicidio para incluir a perpetradoras femeninas.
Sustituí la palabra féminas por mujeres en mi definición de
feminicidio en este libro como reconocimiento del hecho de
que muchas jovencitas y bebés son víctimas de feminicidio.
De manera similar, porque muchos niños y jóvenes son
perpetradores de feminicidio, mi definición se refiere a "va­
rones" en lugar de "hombres".
Además, mi definición amplía el término feminicidio más
allá de los asesinatos misóginos, para aplicarlo a todas las fo r­
mas de asesinato sexista. Los asesinatos misóginos se limitan a
aquellos motivados por el odio hacia las mujeres, en tanto
que los asesinatos sexistas incluyen a los asesinatos realiza­
dos por varones motivados por un sentido de tener derecho
a ello o superioridad sobre las mujeres, por el placer o deseos
sádicos hacia ellas, o por la suposición de propiedad sobre
las mujeres.

Definiciones de feminicidio de otros investigadores

Desmond Ellis y Walter DeKeseredy (1996) sostienen que "los


sociólogos feministas diferencian el asesinato intencional de
varones (homicidios) del asesinato intencional de mujeres por
varones (feminicidios)" (p. 68). En otro lugar, estos autores
establecen que así es también como las feministas de Estados
Unidos definen el feminicidio. Sin embargo, el uso del térmi­
no intencional es lo problemático, debido a que los asesinatos
inintencionales de mujeres también pueden ser instancias de
feminicidio. Por ejemplo, un marido golpeador pudo no te­
ner la intención de asesinar a su esposa cuando la atacó, pero
este acto inintencional podría ciertamente calificar como
feminicidio de acuerdo con mi definición.
Jacquelyn Campbell y Carol Runyan (1998), entre otros,
han redefinido el feminicidio como "todos los asesinatos de
mujeres, sin importar el motivo o la situación del perpetrador"
(p. 348). El razonamiento para esta redefinición es que quie­
ren evitar hacer inferencias acerca de los motivos de los ase­
sinos. Sin embargo, esto no explica por qué no utilizan un
término como asesinato de mujeres, en lugar de cambiar el sig­
nificado d e feminicidio de manera tan drástica. Su redefinición
casi logra crear confusión en esta nueva área de investiga­
ción, como cuando fueron editoras invitadas para un núme­
ro especial sobre feminicidio en la revista Homicide Studies y
solicitaron a los colaboradores utilizar su nueva definición
de este término sin siquiera hacerla explícita. Como una de
ellos, fui víctima de este requerimiento. Aunque a veces
puede ser difícil, o hasta imposible, inferir los motivos, to­
dos los crímenes de odio requieren la valoración de los mo­
tivos de los criminales. No obstante, parece dudoso que
cualquier individuo políticamente progresista abogaría por
negar el concepto de asesinato racista debido a la dificultad
de establecer el motivo.
De acuerdo con mi definición, de la misma manera que
los asesinatos que tienen como objetivo a los afroamericanos
pueden ser diferenciados de los que son racistas de aquellos
que no los son, y en los asesinatos que tienen como objetivo a
las lesbianas pueden diferenciarse de aquellos que son lesbo-
fóbicos de los que no lo son, en los asesinatos que tienen como
objetivo a las mujeres pueden diferenciarse de aquellos que
son feminicidios de los que no lo son. Cuando el género fe­
menino de una víctima es irrelevante para el perpetrador,
estamos tratando con un asesinato no feminicida. Por ejem­
plo, un varón armado que dispara y mata a los propietarios,
hombre y mujer, de un supermercado en el transcurso de su
crimen, no ha cometido un feminicidio. Lo mismo aplica al
hombre que mata accidentalmente a una transeúnte cuando
intenta apuntar a un hombre.
Por otro lado, para Campbell y Runyan, los últimos ejem­
plos califican como feminicidios. Al igual que algunos otros
investigadores usan el término feminicidio para referirse a to­
dos los asesinatos de mujeres sin importar la motivación para
esos actos mortales. Al omitir la frase final de nuestra defini­
ción ("porque son mujeres"), estos investigadores han elimi­
nado el componente político de mi definición.
Afortunadamente, la mayoría, si no es que todos los in­
vestigadores que utilizan la redefinición de feminicidio de
Campbell y Runyan, se enfocan en el feminicidio de la pareja
íntima. Por lo tanto, probablemente sus estudios incluyen sólo
unos pocos casos que no califican como feminicidio de acuer­
do con mi definición. Debido a que muchos hombres que
matan a sus parejas lo hacen porque son mujeres, las diferen­
cias en nuestras definiciones están lejos de ser notables como
es el caso de muchos otros tipos de asesinato. Sin embargo,
espero que aquellos que escriben o dirigen investigaciones
sobre los feminicidas de mujeres que no son sus parejas adop­
ten mi definición en lugar de utilizar la definición despoliti­
zada que usan algunos otros investigadores.
Ellis y DeKeseredy (1996) reportan que feministas hin­
dúes del sudeste asiático usan el término feminicidio para
referirse a "el asesinato intencional de mujeres por hombres
y de mujeres por otras mujeres por intereses de hombres" (p.
70). De acuerdo con Ellis y DeKeseredy, las feministas hin­
dúes diferencian tres tipos de asesinatos feminicidas perpe­
trados por mujeres: "asesinatos parentales por negligencia,
asesinatos como consecuencia del descubrimiento del sexo
(de los hijos), y asesinato por marido/suegro/suegra por gas­
to" (p. 7 0).4
Parece que las feministas hindúes han adoptado la defi­
nición original de feminicidio de Radford y mía, adaptándo­
la a la realidad del asesinato de mujeres en su país. Las

4 La fuente citada por Ellis y DeKeseredy para la definición de feminicidio


de las mujeres hindúes es inexacta. Tratamos de comunicarnos personalmente
con Ellis para aclarar este hecho, pero no obtuvimos respuesta (febrero 7 y
marzo 16, 2000), y los esfuerzos de Harmes para localizar la definición fueron
infructuosos.
jovencitas y las mujeres hindúes enfrentan una realidad en la
cual los fetos femeninos son abortados con frecuencia debi­
do a la preferencia ampliamente extendida por los niños va­
rones. Las bebés y las niñas también mueren debido a la
negligencia deliberada de sus madres, y el marido de una
mujer, su suegra o su suegro no con poca frecuencia partici­
pan en el asesinato de la esposa debido a que no están satis­
fechos con el monto de la dote que recibieron por ella de parte
de sus padres.
La frase que las mujeres hindúes incluyen en su defini­
ción de feminicidio ("por intereses de hombres") es única y
provoca la reflexión. La mayoría de los asesinatos de mujeres
perpetrados por otras mujeres debido a que son mujeres pro­
bablemente son realizados por intereses de un hombre o de los
hombres. La definición de feminicidio de las feministas hin­
dúes me impulsó a desarrollar una tipología del asesinato de
mujeres por mujeres, la cual se muestra en el cuadro 1.

Origen étnico y feminicidio

Campbell y sus colegas Karen Soeken, Judith McFarlane y


Barbara Parker (1998) proporcionan algunas estadísticas sobre
origen étnico y feminicidio. Una gran ventaja del uso limitado
que hacen del término feminicidio es que está disponible una
considerable cantidad de datos sobre el asesinato de muje­
res, aunque no sucede lo mismo en el caso de los asesinatos
de mujeres por hombres debido a que son mujeres. Estas in­
vestigadoras reportan que

El feminicidio es la principal causa de muerte de mujeres


afroamericanas entre 15 y 34 años de edad en los Estados Uni-
CUADRO 1. Tipología de feminicidios
perpetrados por mujeres
Mujeres que actúan como agentes Mujeres que actúan como Mujeres que actúan por sus
del patriarcado agentes de perpetradores propios motivos
masculinos

A sesinatos relacionados con la C óm plices de fem inicidios: A sesinatos m otivados por


dote: p.e., su eg ras que m atan a p.e., esclavitud sexual en la los celos: p .e., m adre celo­
sus nueras o ay u d an a sus p a­ cual la esp osa/p areja ayuda sa m ata a la nuera; mujer ce­
rientes varo n es en tales asesi­ al m arido/pareja a com eter el losa m ata a la am ante del
natos. feminicidio; esposas golpea­ m a r i d o ; le s b ia n a c e lo s a
das que participan en femini­ m ata a la am ante.
A sesinatos relacionados con la cidios de la hija iniciados por
p referen cia de hijos v aro n es: el p ad re; fem in icidios que Asesinatos relacionados con
p .e., m ad res que m atan a sus involucran a otros parientes la codicia o cuestiones finan­
hijas (infanticidio), o m aquinan femeninos. cieras: p.e., m ujer que m ata
su m uerte p o r aban dono, negli­ a su m a d re , re la ció n con
gencia, inanición o m edidas se­ F em in icid io s re la cio n a d o s m ujer rica, con m ujer em ­
m ejantes. con pandillas: p.e. cóm plices pleadora rica, u otra mujer
de m iem b ros de p a n d illa s para ganancia financiera.
M u ertes r e la c io n a d a s co n la que participan o ayudan a los
m utilación genital: p.e., m uer­ m iem bros m asculinos en fe­ Suicidios de m ujeres que se
tes p r o v o c a d a s p o r m é to d o s m inicidios de m iem bros fe­ m atan a sí m ism as a causa
prim itivos o antihigiénicos usa­ m en in o s de la p a n d illa u d e a c c io n e s a b u siv a s de
dos por o p erad o ras fem eninas; otras m ujeres. o tras m ujeres: p.e. am antes
m uertes de m ujeres m utiladas fem eninas, m adres violen­
genitalm ente du ran te el alum ­ Feminicidios de "h on or": p.e. ta s , m u je re s q u e a b u sa n
bram iento a cau sa de com plica­ mujeres que son cóm plices o sexualm ente, m adres que se
cio n e s r e la c i o n a d a s co n la ayudan a parientes varones coluden con varones abusa­
m utilación. en feminicidios de "h o n o r". d ores.

Mujeres cóm plices de algunos Suicidios de mujeres obliga­ A sesinatos de m ujeres m o­


asesinatos: p.e., casos m ortales das a m atarse a sí m ism as: tivados por la ira: p.e., muje­
de o p eracio n es de m utilación p.e., por m aridos abu sivos, res sobrevivientes del incesto
genital a las cuales las m adres padres, hijos, padrotes, aco ­ que asesinan coludidas con
obligan a las hijas a som eterse, sa d o re s, p e rp e tra d o re s de las m adres abusivas.
o casos en los cuales parientes in c e sto ; es d e c ir, m u je re s
femeninos som eten por la fuer­ que, a causa del abuso m as­ A s e s in a to s r e la c io n a d o s
za a las víctim as du ran te la ope­ culino, se destruyen a sí m is­ con las d ro gas: p.e., m uje­
r a c ió n , la s a te s t ig u a n o las m as (suicidios fem inicidas) res irrita d a s que m atan a
p erm iten ; m ad res y o tras p a ­ o tra s m u jeres p a ra sa cia r
rientes fem eninas que fuerzan a sus hábitos.
las hijas viudas para que se in­
m olen en la pira funeraria de A sesinatos m otivados
sus m aridos. ideológicam en te: p.e.,
m ujeres políticam ente
radicales que se sienten
au to rizad as u obligadas a
m atar a m ujeres que son
sus enem igas ideológicas.
dos (Farley, 1986) y es la séptima entre todas las causas de muer­
te prematura de mujeres [...] Aunque las tasas de homicidio
entre parejas íntimas heterosexuales es mayor en las parejas
afroamericanas que en las americanas de origen europeo, se
vuelven comparables cuando la situación socioeconómica está
controlada. (Centerwall, 1984)

Otras causas de muerte femenina se han reducido desde


1940, pero la muerte por feminicidio se ha incrementado tan­
to para las estadounidenses de origen europeo como para las
afroamericanas (Farley, 1986). El feminicidio se presenta me­
nos frecuentemente entre las mujeres de origen hispano y sólo
ha sido medido separadamente hace algunos años, por lo que
la progresión de las tasas nacionales a lo largo del tiempo no
están disponibles.

Tipos de feminicidio

La mayor parte de la investigación que se ha realizado sobre


feminicidio se refiere a parejas íntimas, y la mayoría de los
investigadores refieren esto como "feminicidio íntimo" —un
predominio— que se refleja en las colaboraciones para este
libro. Karen Stout (1991) define el feminicidio íntimo (su térmi­
no) como "el asesinato de mujeres por sus parejas íntimas
masculinas" (p. 476). María Crawford y Rosemary Gartner
(1992) no limitaron originalmente su definición de feminicidio
íntimo a los asesinos varones ("el asesinato de mujeres por
su pareja íntima actual o antigua" [citado en DeKeseredy y
MacLeod, 1997, p. 70]). No obstante, en 1998, Myrna Dawson
y Gartner definieron el feminicidio íntimo "como el asesi­
nato de mujeres por parejas íntimas masculinas, es decir,
esposos actuales o anteriores, parejas en unión libre, o no­
vios" (p. 383).
Campbell y Runyan (1998) utilizan el término feminicidio
de pareja íntima en lugar d e feminicidio íntimo. Prefiero este
término en lugar de feminicidio íntimo porque este último
debe ser asumido para aplicarse al feminicidio de padres y
otros miembros de la familia. Sin embargo, ninguno de los
investigadores que utilizan el término feminicidio íntimo in­
cluye a ese tipo de parientes. Además, aquellos que no están
familiarizados con el significado del término feminicidio ínti­
mo es poco probable que sean capaces de comprender lo que
significa. En contraste, el término feminicidio de pareja íntima
habla por sí mismo.
Dawson y Gartner (1998) anotan que los feminicidios ín­
timos tienen "una serie de características en común que los
distinguen de otro grupo de asesinatos principales" (p. 379).
Esto, sostienen, ha animado a los investigadores a alejarse
del uso de conceptos tales como violencia familiar, "que impli­
can aspectos comunes entre asesinatos a través de muy dife­
rentes tipos de relaciones íntimas" (p. 379).
Existen otros tipos de feminicidios que pueden ser iden­
tificados; por ejemplo, feminicidios en serie, feminicidio con
violación, feminicidio racista, feminicidio de esposa, femi­
nicidio de conocida, feminicidio de amante, feminicidio de
cita, feminicidio de prostituta, feminicidio relacionado con
las drogas, feminicidio de "honor', feminicidio lesbofóbico,
feminicidio relacionado con el abuso sexual a menores y
feminicidio en masa. Éstas no son categorías separadas de­
bido a que un caso particular de feminicidio puede caer en
dos o hasta tres categorías; por ejemplo, un feminicidio con
violación, racista y relacionado con drogas.
Feminicidio social o encubierto

El concepto de feminicidio incluye formas encubiertas de ase­


sinar a las mujeres, como que se permita su muerte a causa
de actitudes o instituciones sociales misóginas. Por ejemplo,
en cualquier lugar donde no se reconoce el derecho de las
mujeres a elegir ser madres, miles de mujeres mueren cada
año debido a abortos mal practicados. Es decir, estas muertes
califican como feminicidios. Como testifiqué en el Tribunal
Internacional de Crímenes contra Mujeres en 1976:

No se conoce el número de mujeres que mueren realmente cada


año como consecuencia [de abortos erráticosl, pero es proba­
blemente tan alto como el número de bajas en la más mortal y
patriarcal guerra geopolítica. (Russell y Van de Ven, 1976, p. 26)

De manera similar, al escribir acerca de Estados Unidos


en 1970 —un periodo en el cual la pena de muerte había sido
dictaminada como inconstitucional por la Suprema Corte de
los Estados Unidos—, Kate Millett (1970) apuntó:

Indirectamente, hay una forma de "pena de muerte" que to­


davía sigue impune hoy en Estados Unidos. Los sistemas le­
gales patriarcales que privan a las mujeres del control de sus
propios cuerpos las conducen a abortos ilegales; se estima que
mueren entre dos y cinco mil mujeres cada año por esta cau­
sa". (pp. 43-44)

La estimación de Millett de 5 000 feminicidios como resul­


tado de abortos ilegales es demasiado baja, incluso para 1970.
De acuerdo con un testigo de Portugal que testificó en el
Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres, "cerca
de 2 000 mujeres mueren cada año como consecuencia de
prácticas abortivas" tan sólo en su país (Russell y Van de Ven,
1976, p. 9). Por lo que respecta a las estadísticas recientes, un
reporte de la Organización Mundial de la Salud publicado en
2001 indicó que "30 millones de abortos ilegales dan como
resultado de 200 000 a 400 000 muertes cada año" ("Bush rolls
back", 2001, p. A20).
Otros ejemplos de feminicidios encubiertos incluyen:
muertes a causa de cirugías innecesarias, tales como histerec-
tomías; mutilación de genitales (particularmente excisión e
infibulación); experimentación en cuerpos de mujeres, inclu­
yendo el uso de métodos de control natal insuficientemente
probados, algunos de los cuales han resultado cancerígenos;
prácticas matrimoniales peligrosas, como aquellas en las que
mujeres extremadamente jóvenes se casan con hombres mu­
cho más viejos, algunas de las cuales mueren como resultado
del coito forzoso; y la deliberada preferencia de hijos varo­
nes en muchas culturas, lo que da como resultado la muerte
de muchas mujeres por negligencia, enfermedad e inanición
en muchas naciones empobrecidas, tales como China y la
India.
En lugar d e feminicidio encubierto, Sharon Hom (1991-92)
utiliza el concepto d e feminicidio social "para sugerir la impli­
cación del papel de un orden social existente en prácticas que
llevan a la muerte y a la devaluación de las vidas femeninas"
(p. 260, nota 38). Las consecuencias mortales de la preferen­
cia por el hijo varón es un ejemplo de feminicidio social que
Hom analiza en el capítulo 12 de este volumen, en el que cita
una estimación de las Naciones Unidas, según la cual "cerca
de un millón de niñas mueren cada año como resultado de la
negligencia" (Hom, 1991-92, p. 260, nota 38). Ella concluye
que "el infanticidio femenino refleja el impacto mortal que
tienen para las niñas los sistemas de valores y las 'preferen­
cias' de las sociedades patriarcales, y esto es una forma de
feminicidio social" (p. 260, nota 38).
La inclusión de Hom de la "devaluación de las vidas fe­
meninas" en su definición de feminicidio social no califica como
feminicidio según la mía (el asesinato de mujeres por hom­
bres porque son mujeres). Dado que la devaluación de las vi­
das femeninas es característica de todos los patriarcados — es
decir, de toda sociedad conocida en el planeta—, en mi opi­
nión, la definición de Hom es demasiado incluyente. Si exclui­
mos la "devaluación de las vidas femeninas" de la definición
d e feminicidio social, creo que el término es una excelente adi­
ción al estudio del feminicidio y es preferible al concepto de
feminicidio encubierto, por connotar una dimensión política más
amplia.

Una tipología del feminicidio

Se pueden desarrollar diferentes tipologías del feminicidio


dependiendo de la investigación o el análisis del que se par­
te. Dawson y Gartner (1998) sugieren que

La relación entre la víctima y el delincuente es crítica para entender


el contexto y la dinámica del homicidio [...] Aunque reconozca­
mos el poder explicativo de la relación víctima-delincuente en la
violencia mortal, los investigadores de homicidios analizan en
la actualidad los homicidios sin tomar en cuenta la relación entre
la víctima y el delincuente, (pp. 378-379, énfasis en el original)

Presumiblemente, estas observaciones también se pueden


aplicar al feminicidio.
Desmond Ellis y Walter DeKeseredy (1996) identifica­
ron un continuo de feminicidios basados en la relación en­
tre víctimas y perpetradores con el feminicidio íntimo en
un extremo y el feminicidio de extrañas en el otro. Así, de­
sarrollaron una tipología basada en este continuo, diferen­
ciando entre feminicidios íntimos, feminicidios relacionados,
feminicidios de conocidos y feminicidios de extraños (p. 71).
Mi tipología, que se basa en la de Ellis y DeKeseredy, dife­
rencia entre asesinos feminicidas y asesinos no feminicidas.
También distingue entre cuatro tipos de feminicidio: 1)
feminicidios de pareja íntima, 2) feminicidios de familiares,
3) feminicidios por otros perpetradores conocidos, y 4)
feminicidios de extraños. El cuadro 2 proporciona ejemplos

CUADRO 2. Tipología de feminicidios basados


en la relación entre los asesinos y sus víctimas
Feminicidios Feminicidios Otros perpetradores Feminicidio de
de pareja de familiares conocidos de extraños
feminicidio

Amantes Padres/ Amigos masculinos de Extraños


masculinos/ padrastros la familia masculinos
Parejas sexuales Hermanos Amigos masculinos de
Esposo adoptivos/ la víctima
Exesposos hermanastros/ Colegas masculinos/
Concubinos medios hermanos colegas
Exconcubinos Tíos/tíos Figuras masculinas de
Examantes políticos autoridad, p.e.:
masculinos/ Abuelos/ maestros, sacerdotes,
Parejas sexuales abuelastros empleadores
Novios Hijos/hijastros Conocidos masculinos
(comprometidos) Suegros Citas masculinas (no
Exnovios Cuñados sexual)
(comprometidos) Otros parientes Otros perpetradores
Otras parejas masculinos masculinos
íntimas
masculinas
de perpetradores en tres de las cuatro categorías mutuamen­
te excluyentes de feminicidio.
Mi tipología utiliza el término feminicidio familiar en lu­
gar del término feminicidio relacionado, usado por Ellis y
DeKeseredy (1996) en su tipología, debido a que considero
que las cuatro categorías de feminicidio pueden ser relacio­
nadas. Encontré también que el término "otros perpetradores
conocidos de feminicidios" es preferible a feminicidio de co­
nocidos, debido a que este último no parece apropiado para
relaciones tales como citas5 o amigos.

Genocidio, ginocidio y feminicidio:


similitudes y diferencias

El genocidio está definido de forma muy diferente en diversas


fuentes. Por ejemplo, el Webster's New World Dictionary (1958)
define genocidio como "el asesinato sistemático o exterminio
de todo un pueblo o nación". The American Heritage Dictionary
(1992) lo define de una manera similar como "el exterminio
sistemático y planeado de todo un grupo nacional, racial po­
lítico o étnico". Sin embargo, la definición de la Convención
sobre el Genocidio, que fue aprobada por la Asamblea Gene­
ral de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948, lo defi­
ne de una manera mucho más incluyente:

5 Algunos investigadores incluyen "feminicidios de cita" como una forma


de feminicidio de pareja íntima. Dado que el concepto de cita se puede aplicar
a la primera vez que se sale con un extraño (una cita a ciegas), y en tanto que
los términos novio y amante se utilizan para definir relaciones más
comprometidas y de largo plazo, he categorizado los "feminicidios de cita"
como una forma de feminicidios "perpetrados por otros conocidos".
El genocidio significa cualquiera de los siguientes actos
cometidos con la intención de destruir, en todo o en parte, un
grupo nacional, étnico [sic], racial o religioso, tales como:

a) Asesinar a miembros del grupo.


b) Causar daño severo corporal o mental a miembros del
grupo.
c) Infligir deliberadamente al grupo condiciones de vida
encaminadas a lograr su destrucción física en todo o
en parte.
d) Imponer medidas dirigidas a evitar los nacimientos
dentro del grupo,
e) Transferir forzadamente a niños del grupo a otro gru­
po (citado en Kuper, 1981, p. 11, y p. 210 para el texto
completo de la Convención sobre el Genocidio).

La teóloga feminista Mary Daly y Jane Caputi (1987) uti­


lizan la palabra ginocidio para aplicarla a las m edidas
intencionales para causar la destrucción de las mujeres en
una población específica. Definen ginocidio como:

El intento fundamental del patriarcado global: la destrucción


planeada, institucionalizada espiritual y corporalmente, de las
mujeres; el uso deliberado de medidas sistemáticas (como ase­
sinato, heridas corporales o mentales, condiciones de vida insoporta­
bles, prevención de nacimientos), que están encaminados a la
destrucción de las mujeres como fuerza política y cultural, la erradi­
cación de la religión y el lenguaje biológico¡femenino, y con el fin
último de exterminar a la Raza de las Mujeres y a todo ser ele­
mental. (p. 77; el subrayado es mío)

Así, como la definición utilizada por la Convención so­


bre el Genocidio, la definición de Daly y Caputi incluye otras
formas de opresión además de la aniquilación física. Poste­
riormente, Andrea Dworkin (1976) también define el ginocidio
como "la mutilación, violación y /o asesinato de mujeres por
hombres... la violencia perpetrada por el género masculino
contra el género femenino" (p. 16; énfasis añadido).
En consonancia con las amplias definiciones de ginocidio
de Daly y Caputi, y de Dworkin, propongo adoptar la defini­
ción amplia de genocidio de la Convención. Sin embargo,
considero preferible definirlo como cualquiera de los siguien­
tes actos cometidos con la intención de destruir a las mujeres
como género, en todo o en parte:

1. Por asesinato, es decir, feminicidio.


2. Al causar daño severo corporal o mental a las muje­
res, por violación generalizada, abuso sexual infantil,
acoso sexual, violencia física, abuso verbal, restriccio­
nes de la libertad, etcétera.
3. Al infligir deliberadamente sobre las mujeres condi­
ciones de vida encaminadas a su destrucción física
parcial; por ejemplo, al discriminarlas económicamen­
te, de tal forma que sigan dependiendo de los hom­
bres; al socializarlas para que crean que es su deber
que pasen parte importante de sus vidas y energías
criando a los hijos y manteniendo la casa en lugar de
competir con los hombres en la fuerza de trabajo pa­
gada, etcétera.
4. Al imponer medidas para prevenir nacimientos por
racismo u otras razones poco apropiadas.
5. Al trasladar forzadamente al hombre (incluyendo a
hombres que abusan sexual o físicamente de sus hi­
jos) a los hijos de parejas divorciadas involucradas en
litigio por la custodia (a pesar de que las mujeres han
tenido típicamente la mayor responsabilidad de criar­
los), particularmente si la madre tiene menos capaci­
dad económica que el padre o si ella es considerada
incapacitada simplemente por racismo, lesbofobia u
otras razones poco apropiadas.

Mientras al menos cuatro de los cinco criterios de


ginocidio son aplicables a lo que les sucede hoy a las mujeres
en Estados Unidos, no creo que estos actos tengan la inten­
ción de destruir a un número importante de mujeres porque
son mujeres, como lo requiere nuestra definición. Así que no
considero que las mujeres de Estados Unidos estén experi­
mentando un periodo de ginocidio.
Dado que el genocidio y el ginocidio incluyen actos
feminicidas, estos términos no se reducen a dichos actos. Ni
se aplican esos términos a actos mortales que ocurren en un
nivel individual. El feminicidio está reservado al último acto
del sexismo masculino: la destrucción literal de la vida de
mujeres y niñas como individuos, no en un nivel institu­
cionalizado, como tampoco en el institucionalizado a gran
escala. A diferencia de los términos genocidio y ginocidio, el
feminicidio no se limita a los esfuerzos intencionales para ex­
terminar a las mujeres como género.
En resum en, aunque ambos términos, ginocidio y
feminicidio, incluyen actos de asesinato de mujeres por hom­
bres, son complementarios, más que excluyentes.

Conclusión

Desafortunadamente, los términos y definiciones utilizados


por los colaboradores en otros capítulos del presente volu­
men podrían no estar en concordancia con lo que se propone
aquí. Sin embargo, espero que este ensayo sirva como una
guía útil en el nuevo campo de la investigación sobre el
feminicidio. También espero que cuestionará lo que las femi­
nistas británicas llaman investigadores de criminología
"dominantemente masculina" y que algo de la terminología y
las definiciones serán incorporadas en este campo.

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Feminicidio
Estados Unidos
Manifestación y marcha para conmemorar y llorar las muertes de dos
feminicidios por causa de la prostitución.
No más metáforas

Chrystos

P or las víctim as de Green R iver

Ser una prostituta es caminar frías calles húmedas


en una noche peligrosa dependiente
del ansia de los extraños vulnerable ante su odio
puños deseos perversos enfermedades
Usar el propio cuerpo y la propia cara literalmente
para pagar la renta al padrote las utilidades las medias
el lápiz labial
llevar un moretón donde late el corazón
ser un túnel para el esputo del hombre
ser un hoyo para el odio de la mujer
vender el propio cuerpo cada noche
podrías decir
el único trabajo honesto que consigue una mujer

Ser un asesino de prostitutas


es ser libre
es hacerlo
cuantas veces te plazca
o estar calientito regularmente alimentado
en una celda por la que no pagas renta
tener tabaco gratis biblioteca artes y manualidades
programas deportivos
rehabilitación
Vivir hasta edad avanzada
seguro en muros estrechos
el radio tocando con sueños húmedos en la noche
de sus cuerpos
pechos abiertos en canal
sus rostros no florecen más
recuerdos de cómo son las cosas
en verdad
Feminicidio por arma de fuego:
un año de crímenes de odio
mortales en Estados Unidos
Diana E. H. Russell

L a revista Time publicó un breve compendio de datos, acom­


pañado de fotografías (cuando estaban disponibles), de to­
das las víctimas conocidas de muertes por disparo de arma
de fuego que ocurrieron en Estados Unidos durante la pri­
mera semana de mayo de 1989 (Magnuson, 1989). Este ca­
pítulo proporciona un análisis de género de esta información
que el autor Ed Magnuson omitió. Más específicamente, mi
objetivo aquí es determinar qué porcentaje de los asesinatos
de mujeres por disparo ocurridos esa semana fueron femi­
nicidios.
Debido a que defino feminicidio como el asesinato de mu­
jeres por hombres porque son mujeres, alcanzar mi objetivo
no fue tan sencillo como contar el número de mujeres a quie­
nes les dispararon mortalmente. (En la sección acerca de la
metodología a seguir se explicará cómo indagué si una mujer
fue víctima de asesinato por feminicidio o no.) Para aquellos
que definen feminicidio simplemente como el asesinato de
mujeres, no existe tal problema. Sin embargo, esa definición
excluye la posibilidad de encontrar el porcentaje de asesina­
tos que califican como crímenes génericos de odio. Esta cues­
tión está creciendo de manera importante ahora que el género
ha sido finalmente reconocido como un fundamento en los
crímenes de odio en algunos estados.
Si bien los datos de Time tienen más de una década de
antigüedad, la información proporcionada en ese artículo nos
brinda una oportunidad única para determinar el porcentaje
de asesinatos por feminicidio y no feminicidios durante un
año en particular. La información cuantitativa sobre asesina­
tos reportada en otros estudios y compendios estadísticos
carece comúnmente de datos cualitativos sobre cada caso.
Cuando tal información cualitativa está disponible, incluyen­
do muestras de estudio aleatorias, la información acerca de
cada caso comprendido en el estudio está generalmente au­
sente. Por lo tanto, a pesar de la antigüedad de la informa­
ción de Time y la escasa información cualitativa proporcionada
acerca de cada asesinato, vale la pena hacer un esfuerzo de
análisis sobre este artículo.
Durante la primera semana de mayo de 1989, se presen­
taron 464 muertes por arma de fuego, sumando asesinatos y
suicidios. Ochenta y tres pos ciento de las víctimas fueron hom­
bres (387) y 17% mujeres (77); 53% (248) de las 464 muertes
fueron asesinatos, y 47% fueron suicidios. Al considerar el ase­
sinato, Magnuson (1989), autor y analista del artículo de Time,
apuntó que las víctimas "fueron frecuentemente de los más
vulnerables en la sociedad: el pobre, el joven, el abandonado,
el enfermo y el anciano" (p. 31). Nótese que Magnuson omi­
tió completamente a las mujeres como un grupo vulnerable.
La información proporcionada en las 28 páginas de bre­
ves bosquejos de las 464 muertes por disparo de arma de fue­
go, durante lo que Magnuson (1989) refiere como "los siete
días de muerte" (p. 30), permite efectuar el análisis de género
que dejó sin hacer. Los datos son particularmente valiosos
porque incluyen todos los asesinatos de mujeres por disparo
de arma de fuego —no sólo una muestra— y porque las esta­
dísticas oficiales del FBI sobre asesinatos son reconocidas por
ser mucho más precisas que las estadísticas sobre otros crí­
menes violentos de los que se conserva registro. Además, las
armas de fuego son utilizadas en la mayoría de los asesina­
tos. De acuerdo con Ann Goetting (1988), "las armas de fue­
go son los instrumentos más comunes para infligir la muerte
en este país [Estados Unidos]. Entre 1968 y 1978, la propor­
ción de muertes cometidas con armas de fuego osciló entre
63% y 65.7%" (pp. 10-11).
Al considerar el feminicidio de pareja íntima, Karen Stout
(1991) encontró en su estudio de estadísticas de asesinato en
Estados Unidos publicadas en el Uniform Crime Reports del
FBI, que "las víctimas fueron asesinadas por algún tipo de
arma de fuego (pistola, escopeta, rifle, y así sucesivamente)
en 67.9% de los casos" (pp. 482-483). Este porcentaje consti­
tuye más de dos tercios de los asesinatos, y es tan sólo un
poco más alto que el rango del 63% al 65.7% reportado por
Goeting (1988) para todos los asesinatos por arma de fuego
en Estados Unidos.
Al analizar los homicidios cometidos en todo el país en
1992, la Oficina de Estadísticas de Justicia concluyó que "las
armas de fuego fueron usadas para matar al 69 por ciento de
esposas y exesposas [y al] 60 por ciento de novias [asesina­
das]" (Ewing, 1997, p. 154). Estas cifras son muy similares al
67.9% de Stout.
Dichos estudios revelan que las armas de fuego son usa­
das en cerca de dos tercios de los asesinatos y feminicidios de
pareja íntima en Estados Unidos. La observación dada por
Ewing (1997) de que "los asesinatos intrafamiliares" son "co­
metidos más frecuentemente con armas de fuego que han
estado presentes en el hogar mucho tiempo antes de ser usa­
das para matar" (p. 159), hace evidente que el alto porcentaje
de posesión de armas de fuego en Estados Unidos es un fac­
tor preponderante en las altas proporciones de feminicidios
y homicidios. Esto es de lo más alarmante, pues, de acuerdo
con Ewing, "el acceso y la posesión de armas alcanzaron los
niveles más altos durante la década pasada [de los ochenta]"
(p. 16).

Metodología

La analista investigadora Karen Trocki y yo desarrollamos


una plantilla codificada para todos los casos de asesinato de
mujeres, la cual sería completada por dos codificadores inde­
pendientes. Se incluyó la siguiente información: las edades
de la víctima y del asesino; la relación de la víctima con el
asesino; el origen étnico de la víctima; el motivo presunto del
asesinato, y cualquier otra información relevante en las con­
cisas descripciones acerca del caso para juzgar si los asesinos
estuvieron motivados por sexismo.1 También se codificaron

1 Ejemplos de motivaciones sexistas que podrían calificar como asesinatos


de mujeres por hombres como feminicidios:
a. El mayor número de asesinatos de mujeres por sus esposos, amantes y
novios son sexistas y, por lo tanto, ejemplos de feminicidio. Estos feminicidios
son motivados por la percepción de los hombres de "su" mujer como su
posesión, como su inferior o por no tener derecho a iniciar el fin de su relación,
o varias de estas causas a la vez. Varios de estos hombres creen que están
autorizados para usar la violencia contra su compañera como un medio para
controlarlas o disciplinarlas, o como una expresión de celos hacía ellas,
incluyendo la violencia mortal.
b. Los asesinatos sexuales o relacionados con el sexo son sexistas y, por
lo tanto, ejemplos de feminicidio. Por ejemplo, cuando fulanos (clientes de
prostitutas) matan a sus víctimas porque las ven como "mujeres malas", o
cuando otros hombres matan a prostitutas por la misma razón, o cuando
todos los suicidios por disparo de arma de fuego, pero recibi­
rán poca atención en este capítulo, pues es imposible deter­
minar cuáles fueron provocados por hombres o instituciones
patriarcales.
Los codificadores tuvieron que decidir cómo ubicar me­
jor cada caso dentro de las siguientes categorías: 1) feminicidio
indudable, 2) posible feminicidio, 3) asesinato pero no
feminicidio, 4) suicidio, 5) asesinato de mujer por mujer, y 6)
indeterminable. Luego verifiqué las decisiones de los
codificadores en las que tuvieron desacuerdo y apliqué mi
propio juicio en tales casos, además de condensar las dos pri­
meras categorías. La mayor parte del siguiente análisis se
enfocará en comparar los asesinatos feminicidas descritos por
Time con los no feminicidas.

hombres matan a mujeres porque son necrófilos, o porque se enfurecen cuando


una mujer rechaza su proposición sexual (e.g., algunos acosadores); o cuando
los hombres se excitan sexualmente por representaciones de asesinatos sexuales
(asesinos en serie, violadores/asesinos, etc.); o cuando los hombres desvalorizan
tanto a las mujeres que se sienten autorizados a expresar su misoginia sádica
matándolas; o cuando los hombres son motivados a representar torturas sexuales
y asesinatos para lograr ganancias monetarias (p.e., hacer películas "snuff").
c. La mayor parte de los asesinos en masa (casi todos son hombres), cuyo
objetivo son mujeres, están motivados por el sexismo. Muchos quieren matara
una mujer específica entre aquéllas que tienen como objetivo —comúnmente
una novia, amante, esposa o "enamorada" que los rechazó, o con quien tienen
riñas, o una mujer a la que quieren impresionar—. Otros asesinos en serie que
no tienen específicamente como objetivo a las mujeres pueden, sin embargo,
estar motivados por rabia y venganza hacia una mujer en particular.
d. Los famiIicidios perpetrados por hombres están frecuentemente
motivados también por la cólera de un hombre, deseo de venganza o
sentimiento de propiedad, debido a lo cual pueden ser clasificados como una
forma de feminicidio; por ejemplo, cuando un hombre asesina a su esposa,
hijos, u otras parientes o amigas para castigar a su esposa por sospecha de
infidelidad o infidelidad real.
Resultados y discusión

El primer punto a destacar acerca de los datos sobre género y


muerte por arma de fuego es que de las 464 muertes por arma
de fuego durante la primera semana de mayo de 1989, 91%
(387) de las víctimas fueron hombres, en comparación con
sólo 9% (77) de mujeres (estas cifras incluyen suicidios). De
las muertes de mujeres por arma de fuego, el porcentaje de
los suicidios fue más alto que el porcentaje de los feminicidios
(45% contra 34%). Como varios de los participantes enfati­
zaron en sus discursos sobre feminicidio en la Conferencia
Internacional sobre Violencia, Abuso y Ciudadanía de la
Mujer celebrada en Bretaña en 1996, algunas de las mujeres
que cometieron suicidio fueron conducidas a hacerlo por la
misoginia de su compañero masculino (véase capítulo 11 y
cuadro 1 en el capítulo 2). Es bien sabido que las mujeres,
particularmente las que se sienten impotentes, tienden a diri­
gir su cólera hacia ellas mismas. Por lo tanto, algunos (o mu­
chos) de los suicidios de mujeres probablemente son casos
encubiertos de feminicidio. El suicidio feminicida es el término
que propongo para este fenómeno.
Es recomendable examinar en futuras investigaciones la
relevancia del sexismo y la misoginia como causas del suici­
dio de mujeres, en particular de aquellas mujeres excepcio­
nalmente vulnerables, como son las víctimas de abuso
masculino y violencia doméstica (esposas e hijas). Sabemos
ya que las mujeres golpeadas que también son violadas por
sus esposos son más susceptibles de ser asesinadas por estos
hombres, tanto como de asesinarlos a ellos (Campbell y
Alford, 1989). ¿Son ellas también más propensas a convertir­
se en víctimas de suicidio feminicida?
La frecuencia de feminicidios

De los 36 caso de mujeres asesinadas por hombres (excluyen­


do los casos que no fueron verificables y aquellos perpetra­
dos por mujeres), 72% (26) fueron considerados feminicidios
y 28% (10) no feminicidios. En un análisis posterior, se harán
comparaciones entre estos dos tipos de asesinato de mujeres.
Sin embargo, lo reducido de las cifras involucradas hace difí­
cil confiar en algunos de los resultados de estas comparacio­
nes. Por esa razón, no se realizaron análisis estadísticos con
estos datos.

El género de los asesinos

De las 39 mujeres asesinadas por arma de fuego (excluyendo


los suicidios y aquellos casos que no fueron verificables), 92%
(36) fueron asesinadas por uno o más hombres, mientras que
sólo 8% (3) fueron asesinadas por mujeres. Este porcentaje de
asesinato mujer-mujer es muy cercano al 4%, cifra encontrada
en un estudio realizado por la Comisión Nacional sobre las Cau­
sas y Prevención de la Violencia a fines de los años sesenta
(Mulvihill, Tumin y Curtís, 1969). Estos bajos porcentajes de
asesinatos mujer-mujer indican lo atípico que es para las mu­
jeres asesinar cuando no están peleando por su vida.

El número de víctimas y perpetradores


de asesinato de mujeres

En ningún caso hay más de una víctima femenina. En tres


casos, un hombre fue asesinado al mismo tiempo que una
mujer, y en nueve casos hubo dos víctimas porque los hom­
bres perpetradores también se mataron a sí mismos.

La edad de las mujeres víctimas de asesinato

Las edades de las víctimas de feminicidio fluctúa entre los 16


y los 61 años, con una edad promedio de 34.6 años. El rango
de edad para las víctimas de asesinato no feminicida fue casi
idéntica: de los 15 a los 60 años. Sin embargo, el promedio de
edad fue algunos años menor para las víctimas de asesinato
no feminicida (30.5 años).

El origen étnico de las mujeres víctimas de asesinato

El origen étnico fue deducido solamente a partir de las foto­


grafías en blanco y negro (disponibles) y los nombres (en el
caso de latinas y mujeres americanas nativas) que acompa­
ñaban las descripciones de todas aquellas asesinadas en la
primera semana de mayo de 1989. Estos indicadores de ori­
gen étnico son muy problemáticos. Dado que algunas perso­
nas fueron identificadas como negras que parecían blancas,
los errores llevan más probablemente a clasificar equivoca­
damente a las víctimas como blancas en lugar de afro­
americanas. A pesar de esta probable tendencia, más de la
mitad (52%) de todas las mujeres víctimas de asesinato eran
afroamericanas, algo más de un tercio (35%) fueron blancas,
y 13% latinas. Estas cifras son virtualmente idénticas para los
feminicidios.
Cuando los porcentajes son recalculados para tomar en
cuenta los números de mujeres blancas, afroamericanas y la­
tinas en la población de Estados Unidos en 1989 (año en que
se recolectaron los datos), la sobrerrepresentación de la mu­
jer afroamericana tanto en los feminicidios como en los que
no lo fueron es aún mayor. Más específicamente, cuando se
suma el número total de mujeres blancas en 1989 (106 738 000)
al número total de afroamericanas (16 115 000) y latinas
(10 188 000; total: 133 041 000), vemos que aproximadamente
la mitad de las víctimas de feminicidio fueron mujeres
afroamericanas, aunque sólo conforman el 12% de las mujeres
en estos tres grupos étnicos en ese año (Oficina de Censos de
Estados Unidos, 1991, pp. 17-18). En contraste, solamente una
tercera parte de las víctimas de feminicidio fueron mujeres
blancas, a pesar de que constituían 80% de las mujeres en
estos tres grupos étnicos en 1989.
Es digno de mención que durante la primera semana de
mayo de 1989, ninguna mujer asiático-americana fue asesina­
da por arma de fuego en Estados Unidos. Lo mismo se aplica a
las mujeres nativas americanas, asumiendo que los asesina­
tos de estas mujeres fueron atendidos por personal de procu­
ración de justicia.
En su estudio estadístico sobre feminicidio de pareja ínti­
ma en Estados Unidos, Stout (1991) reportó que:

Si bien las mujeres blancas (incluidas las hispanoamericanas)


abarcan la mayoría de víctimas (60.4%), las mujeres afroame­
ricanas están desproporcionalmente representadas en el 37.1%
de todas las víctimas de feminicidio por pareja íntima. Cua­
renta y una mujeres nativas americanas (.9%) y 41 mujeres asiá­
ticas (.9%) fueron víctimas de feminicidio íntimo, (p. 481)

Estos hallazgos acerca de la enorme sobrerrepresentación


de mujeres afroamericanas víctimas de feminicidio y asesi­
nato no feminicida, además de la perturbadora observación
de Campbell (1992), de que "el homicidio es la principal cau­
sa de muerte de mujeres afroamericanas entre los 15 y 34 años"
(p. 99), ponen de relieve la importancia de colocar a las muje­
res afroamericanas al frente de la agenda de aquellas perso­
nas comprometidas con la investigación, la elaboración de
políticas y el activismo para combatir la violencia mortal con­
tra las mujeres.

Las relaciones entre las mujeres víctimas de asesinato


y sus victimarios masculinos

En el estudio de Time, los esposos y exesposos fueron los


perpetradores en exactamente la mitad de los feminicidios,
mientras que un poco más del 25% de los perpetradores fue­
ron novios y exnovios. Por lo tanto, más del 75% de los
feminicidios son clasificados como feminicidios de pareja ín­
tima. Esto no es ninguna sorpresa, dado que estudio tras es­
tudio se ha mostrado que las mujeres son más propensas a
ser asesinadas por un miembro de sus familias (E.G., Ewing,
1997; Kellerman y Mercy, 1992; Smith y Brewer, 1992; Wilson
y Daly, 1992). Además, 100% de los asesinatos por la pareja
íntima fueron casos de feminicidio.
Un estudio dirigido por el experto en asesinatos James
Fox, junto con un equipo encabezado por Lawrence Greenfeld
de la Oficina de Estadísticas de Justicia, encontró que para
1996 "los asesinatos por parejas íntimas se habían desploma­
do dramáticamente en los últimos 20 años" (Lardner, 1998, p.
A10). Sin embargo, George Lardner (1998) apuntó que este
hallazgo solamente aplicaba al asesino de hombres: "El por­
centaje de mujeres asesinadas por parejas íntimas ha perma­
necido estable en cerca del 30 por ciento de todas las mujeres
víctimas de homicidio", (p. A10).
En todo caso, se desconoce si la enorme discrepancia en­
tre Fox, el estudio de Greenfeld y la información de Time se
debe al hecho de que sus estadísticas no se limitaron a los
asesinatos por arma de fuego.
Cuando se desglosan los feminicidios por pareja íntima y
se calculan los números de diferentes tipos de parejas como
un porcentaje del número total de tales feminicidios, encon­
tramos que:

• 35% fueron perpetrados por esposo legal o en unión


libre.
• 30% fueron perpetrados por esposos separados o
exesposos.
• 30% fueron perpetrados por novios/amantes o concu­
binos.
• 5% fueron perpetrados por exnovios y examantes.

Dado que obviamente en cualquier momento hay más


mujeres casadas que aquellas que han dejado sus matrimo­
nios, este desglose muestra que éstas últimas se encuentran
en mayor riesgo de convertirse en víctimas de feminicidio
por parte de sus exesposos o de sus esposos, de los que están
alejadas o separadas, que por parte de los hombres con los
que todavía están casadas. Con base en la información pro­
vista por la Encuesta Estadística de Homicidio en Canadá,
Margo Wilson y Martin Daly (1994) advierten que "en com­
paración con las parejas que viven juntas, la separación pro­
voca un incremento de seis veces en el riesgo [de feminicidio]
a las esposas" (citado en Ellis y DeKeseredy, 1997, p. 591).
Después de revisar ampliamente este asunto, Desmond Ellis
y Walter DeKeseredy (1997) concluyeron que "la separación
marital predice significativamente el feminicidio de pareja
íntima" (p. 591, n. I, p. 607).2
"El esfuerzo de los hombres por reafirmar su poder y su
control fue la consecuencia fundamental en homicidios de
compañeros separados", apunta Campbell (1992, p. 106). En
referencia específica a las mujeres golpeadas, Ewing (1997)
coincide con el énfasis que hace Campbell del deseo de estos
hombres por controlar a las mujeres:

La mayoría de las mujeres golpeadas asesinadas por sus


golpeadores son aquellas que [...] no solamente intentaron sino
que lograron abandonar a sus golpeadores. Sus compañeros
[...] pudieron aceptar la pérdida del control que experimenta­
ron cuando "sus" mujeres los abandonaron. Incapaces de re­
cuperar el control por algún otro medio, recurrieron a la última
forma de control: el asesinato, (pp. 23-24)

Sin embargo, este hallazgo no corresponde a los datos de


Time sobre el feminicidio por exnovios y novios (5% contra el
30%, respectivamente).

Suicidios feminicidas

Muchos investigadores sobre violencia masculina hacia sus


parejas han advertido que "la unión de homicidio con suici­

2 En contraste, Stout (1991) encontró en uno de sus estudios que la mayoría


de las mujeres asesinadas por sus parejas íntimas estaban casadas. Sin embargo,
en otro de sus estudios reporta que encontró que las "personas que están
separadas son los perpetradores más frecuentes de feminicidio íntimo" (1993,
p. 81).
dio ocurre con frecuencia en hombres que asesinan a miem­
bros de su fam ilia" (Hart, 1988, p. 241; tam bién véase
Campbell, 1992; Browne, 1987). De los nueve casos de suici­
dio-asesinato de Time, todos clasifican como feminicidios
debido a la misoginia evidente en la descripción de estos crí­
menes. Los siguientes son cinco ejemplos:

Sylvia Contreras, 26 años: después de nueve años de violencia


y abuso de su concubino, Sylvia Contreras huyó de su casa des­
pués de otra golpiza. Juan Valencia, granjero, le pidió una recon­
ciliación cuando ella regresó a recoger a sus tres niños. Después
de que ella se rehusó, él le dijo: "Si no vas a vivir conmigo, no vas
a vivir para nada". Ella salió corriendo de la casa. El la persi­
guió hasta el jardín, con su rifle .22 en la mano. Los vecinos
miraron con impotencia cómo él le disparó repetidamente en el
pecho. Luego, apuntó el arma hacia sí, dando fin a su coraje,
sus remordimientos y su vida (Magnuson, 1989, p. 35; énfasis
añadido)
Elisia Cruz Saavedra, 32 años: en el cumpleaños de Elisia,
Odilón [Saavedral rompió la ventana de la recámara donde
estaba su esposa, de la que se había separado, madre de tres hijas,
con la de cuatro años de edad. La madre huyó. Él la atrapó
mientras ella golpeaba frenéticamente la puerta del vecino. Él
le disparó tres veces con una pistola, luego se disparó a sí mis­
mo. (Magnuson, 1989, p. 36; énfasis añadido)
Mary E. Brown, 58 años: Él [Jones] y Brown tuvieron una rela­
ción intermitente de cinco años que ella había intentado terminar. Él
le disparó a ella tres veces con un revólver, le roció gasolina y le
prendió fuego. Después él se disparó a sí mismo y fue alcanza­
do por las llamas. (Magnuson, 1989, p. 41; énfasis añadido)
Diana Bird, 38 años: edecán; estaba cambiando de turno en el
casino de un hotel cuando su exesposo desempleado, quien an­
tes había sido despedido por acosarla, regresó y le disparó
con una pistola enfrente de otros empleados del casino. Lue­
go apuntó el arma hacia sí mismo. (Magnuson, 1989, p. 45;
énfasis añadido)
Marian Andino, 34 años: aunque divorciados entre sí, ella y su
exesposo todavía vivían juntos, pero Andino estaba planeando
mudarse a Puerto Rico a finales de mes. Enloquecido, Montes le
disparó a ella con una pistola, después se disparó a sí mismo.
(Magnuson, 1989, p. 58; intensidad adicional)

Este subgrupo de suicidios feminicidas constituye poco


más de un tercio (35%) de todos los feminicidios, lo que indi­
ca qué tan frecuentemente los hombres —mayormente espo­
sos y otros afectos significativos— se matan a sí mismos
después de asesinar a sus parejas. Por ejemplo, los suicidios
feminicidas descritos más arriba involucran esposos o novios
separados o exesposos/novios. En tres de los casos, es claro
que los hombres mataron a sus parejas porque ellas planea­
ron abandonarlos o rechazaron la reconciliación. Eñ contras­
te, no hay ningún caso, entre los 464 decesos, en el cual una
mujer cometiera suicidio después de asesinar a un hombre.
Por lo tanto, el fenómeno suicidio-asesinato es claramente un
síndrome masculino.

Conclusión

Las descripciones que hace Magnuson de las muertes por arma


de fuego ocurridas durante una semana en mayo de 1989 es­
tán lejos de resultar satisfactorias para concluir si pueden o no
ser calificadas como feminicidios. La razón fundamental para
usarlas es la carencia de conjuntos de datos más satisfactorios.
Por ejemplo, es imposible obtener datos sobre feminicidio en
estadísticas nacionales y estatales sobre asesinato, recolecta­
das por el FBI y publicadas anualmente en los Uniform Crime
Reports. Esto podría deberse a que todos los otros análisis
empíricos sobre feminicidio en este libro usan la definición
revisada de este concepto; esto es, mujeres asesinadas, no el
asesinato de mujeres por hombres debido a que son mujeres.
Uno de los mayores hallazgos que salieron de este análi­
sis de la información de Time es que casi tres cuartos (72%)
de los hombres-perpetradores de asesinato de mujeres por
arma de fuego durante una semana en 1989, fueron feminici­
dios (excluyendo los casos que no fueron averiguados y aque­
llos perpetrados por mujeres). Otro más es el hallazgo de que,
de las muertes de mujeres por arma de fuego, el porcentaje de
suicidios fue más alto que el porcentaje de feminicidios (45%
contra 34%). Sobre la base de este hallazgo, recomiendo que
futuras investigaciones examinen la relevancia del sexismo y
la misoginia como causas del suicidio de mujeres, particular­
mente por mujeres excepcionalmente vulnerables, tales como
las víctimas de abuso masculino y violación doméstica (es­
posas e hijas).
Muchas otras preguntas importantes deberían ser con­
signadas en investigaciones sobre feminicidio. Ejemplos
importantes (dos de los cuales mencioné previamente): ¿Son
las esposas víctimas de violación más propensas a convertir­
se en víctimas de suicidio feminicida? ¿Son también los hom­
bres que violan a sus esposas más propensos a morir por su
propia mano? ¿Y por qué las mujeres afroamericanas tienen
más riesgo de convertirse en víctimas de feminicidio que las
mujeres blancas, latinas, asiáticas y nativas-americanas?
La negligencia absoluta de Magnuson acerca de la rele­
vancia de género en su análisis de las 464 muertes por arma
de fuego en Estados Unidos durante una semana de 1989 es
común tanto en la literatura académica como en la popular.
Espero que mi crítica de esta práctica en éste y otros capítulos
del presente volumen sirva para disuadir sobre esta seria omi­
sión, al mostrar el valor del análisis de género comprometido.
Agradecimientos. Me gustaría dar las gracias a Karen Trocki
por su asistencia con el desarrollo de códigos para el análisis
de la información de la revista Time; a Jan Dennie y Gretchen
Lieb por codificar la información, y a Marie Schwaim por su
contribución al análisis de los datos.

Referencias

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Feminicidio íntimo: un panorama
demográfico nacional*
Karen D. Stout

E l asesinato de mujeres por parejas íntimas es un problema


que ha recibido muy poca atención dentro de las ciencias so­
ciales y dentro del campo académico que se enfoca a la vio­
lencia contra las mujeres. Se pueden dar varias explicaciones
para la escasa literatura sobre víctimas de feminicidio ínti­
mo. Sin embargo, a pesar de la falta de investigación enfoca­
da a esta área, la literatura sugiere que cuando las mujeres
son asesinadas, es con mayor frecuencia por sus esposos y
novios. Esta investigación enfoca el problema del feminicidio
íntimo. El tema de feminicidio, conjuntamente con el subtema
de feminicidio íntimo, es un enlace necesario en la investiga­
ción actualizada sobre violencia contra las mujeres.
El feminicidio íntimo es el término elegido en la presente
investigación para enfocar claramente la atención sobre un
subgrupo de víctimas de homicidio: mujeres asesinadas por
sus parejas íntimas. Este subgrupo ha recibido muy poca aten­
ción de los sociólogos, criminalistas, trabajadores sociales y

* Ésta es una versión editada de un artículo que fue publicado previamente


por Karen Stout bajo el mismo título en el journal of Interpersonal Vioíence,
6(4), 476-485, 1991.
otros profesionales y grupos académicos. Las víctimas de
feminicidio íntimo también han recibido poca atención en los
tópicos académicos de investigación relacionados con la vio­
lencia contra las mujeres. La elección de las palabras feminicidio
íntimo no encubre la intención de la investigación, e identifi­
ca más fácilmente el problema de las mujeres asesinadas por
sus parejas actuales o anteriores. La elección de las palabras
feminicidio íntimo vinculará esta investigación, por el nombre
y la intención, con otros estudios que examinan la violencia
contra las mujeres.
La información más consistente respecto al asesinato de
mujeres por parejas íntimas es la evidente carencia de investi­
gación en esta área (Campbell, 1981; Chimbos, 1978; McClain,
1982; Wilbanks, 1982), a pesar de que la evidencia de mujeres
asesinadas por esposos y parejas íntimas masculinas no es
nueva información descubierta en los años setenta por las
feministas, científicos de la conducta o el público en general.
En una fecha tan remota como 1911, MacDonald apuntó: "hay
miles de personas inocentes asesinadas en Estados Unidos
cada año. Muchas de éstas son mujeres indefensas" (p. 91).
En 1948, Von Hentig advirtió que "cuando un hombre es en­
contrado asesinado debemos indagar primero entre sus co­
nocidos; cuando una mujer es asesinada, entre sus familiares,
principalmente su esposo, y después su amasio, presente o
pasado" (p. 393). Una década después, en un estudio de la
ciudad de Filadelfia, Wolfgang (1958) encontró que 41% de
las mujeres víctimas de homicidio fueron asesinadas por sus
esposos.
Estudios más recientes siguen confirmando el problema
de mujeres asesinadas por sus parejas íntimas. Dobash y
Dobash (1979) hicieron la crónica de la historia de la mujer
golpeada y la esposa asesinada desde épocas tan antiguas
como el año 753 a.C. hasta mediados de los setenta. Okun
(1986) destacó que "desde la fundación del primer albergue
de mujeres golpeadas de Estados Unidos en 1974 hasta fina­
les de 1983, mucho más de 19 000 norteamericanas murieron
en incidentes de abuso femenino u otras formas de violencia
conyugal" (p. xiv).
El feminicidio íntimo por parejas masculinas se presenta
en el contexto de las relaciones cercanas. Que la violencia
ocurra entre personas que se conocen bien entre sí, que debe­
rían tener un lazo de amor entre ellos y que podrían compar­
tir hijos, le parece increíble a mucha gente, incluidas las
víctimas que terminaron involucradas en una relación vio­
lenta. Peplau (1979) atrajo la atención hacia algunos de los
componentes de las relaciones cercanas que podrían no tener
tan frecuentemente presentes en nuestra mente cuando con­
sideramos las relaciones íntimas. Estableció que:

Las norteamericanas somos sentimentales acerca del amor. Al


pensar en el romance ponemos énfasis en la intimidad y los
cuidados; nos gusta ver a nuestro amante y a la relación como
únicos. No le ponemos énfasis a la parte que los valores cul­
turales y los roles sociales juegan en determinar a quiénes
amamos y cómo nos conducimos con ellos. En particular, des­
cuidamos un aspecto crucial en las relaciones amorosas: el po­
der. (p. 106)

Desafortunadamente, la violencia ha sido un instrumen­


to mediante el cual muchas parejas íntimas escogieron ejercer el
poder y canalizar las frustraciones y el enojo. Levinson (1981)
ha presentado datos que sugieren que, en todo el mundo, las
mujeres son las víctimas preferidas de la violencia familiar. En
Estados Unidos, las mujeres son desproporcionadamente re­
presentadas como víctimas de agresión incestuosa, hostiga­
miento sexual violación y golpizas.
Gelles y Cornell (1985) apuntan que "no pensamos co­
múnmente en la familia como la institución social más vio­
lenta de la sociedad. Típicamente se piensa que la vida familiar
sea cálida, íntima, reduzca la tensión y sea el lugar al que la
gente escapa para sentirse segura" (p. 12; subrayado en el ori­
ginal). Como un resultado de la renuencia de investigadores
y profesionales para exponer o ver la violencia en las familias
y compañías cercanas, investigar sobre abuso infantil, espo­
sas abusadas y esposas violadas, sólo recientemente estos te­
mas han sido objetivo de investigaciones académicas.
Wilbanks (1982) destaca una tendencia aparente de los
investigadores que pudiera estar obstaculizando las investi­
gaciones sobre mujeres asesinadas por hombres:

Aparentemente, las mujeres asesinas son mucho más interesan­


tes para los investigadores que las mujeres víctimas de asesina­
to. Las mujeres asesinas parecen ser una anomalía; se espera
que los hombres sean agresivos y violentos, pero las mujeres
no. Por otro lado, la mujer víctima no es una anomalía; debido
a que las mujeres son vistas como vulnerables y pasivas no nos
sorprende cuando las mujeres son convertidas en víctimas. Los
estereotipos de género acerca de las mujeres, entonces, parecen
haber afectado a los investigadores cuando abordan el asunto
de las mujeres y el homicidio, (p. 160)

McClain (1982), preocupado por la falta de investigación


sobre mujeres afroamericanas víctimas de homicidio, sugirió
que la "triple legitimación" de la situación de víctima de las
mujeres negras —pobres, negras y mujeres— puede contar
también para la ausencia de investigación sobre su papel como
víctimas de violencia mortal (p. 205).
Otros académicos sugieren que la visión del mundo de
las mujeres y los significados que las mujeres atribuyen a la
violencia contra ellas han sido ocultados y negados (Spender,
1980; Stanko, 1985). Esta negación percibida impulsó a Stanko
(1985) a abogar por una lucha definida de las mujeres contra
la opresión de los hombres y a inocular en la conciencia pú­
blica y profesional el significado que la violencia tiene en la
vida de las mujeres.
Cada una de estas perspectivas traslapadas es importan­
te en el proceso conjunto de llenar el vacío histórico en la
investigación sobre la violencia contra las mujeres y la actual
ausencia de investigación a fondo sobre el feminicidio ínti­
mo. Es importante destacar que pocas personas quisieran
pensar que los hombres y las mujeres que están en una rela­
ción de "amor" puedan tener la capacidad para matar a su
pareja, hombre o mujer. Sin embargo, los investigadores y
profesionales necesitan preguntarse por qué las mujeres pue­
den ser vistas como víctimas "apropiadas", y como tales no
han sido consideradas merecedoras de un estudio serio.
Esta investigación identifica el problema del feminicidio ínti­
mo y sugiere que es un problema social digno de estudio y de una
discusión seria. El feminicidio íntimo es, de hecho, el acto último
de violencia contra las mujeres por sus parejas. Esta investiga­
ción indaga hacia dónde dirigir algunas cuestiones básicas que
se requieren para identificar claramente el problema. La infor­
mación presentada se basará en tasas de feminicidio íntimo en
Estados Unidos, la relación de la víctima con el delincuente, la
edad de las víctimas y de los delincuentes, la raza y origen
étnico de las víctimas y los delincuentes, el arma escogida y la
información disponible sobre la circunstancia del crimen.
Método

Esta investigación aborda el feminicidio íntimo en Estados


Unidos. El enfoque es sobre mujeres de más de 16 años de edad
que fueron asesinadas por sus parejas íntimas durante 1980,
1981 y 1982. Todas las mujeres, de 16 años y mayores, asesina­
das por sus parejas y cuyas muertes fueron clasificadas como
"asesinato u homicidio premeditado no negligente" se inclu­
yen en la información analizada. Las parejas íntimas incluyen
esposos, concubinos, exesposos, amigos y novios, de 16 años
en adelante. Los casos de homicidio en los cuales la relación de
la víctima con el agresor es desconocida fueron descartados,
porque esta relación es el criterio de clasificación integral en
este proyecto de investigación.
La información de estudio descriptivo y exploratorio se
deriva de los Uniform Crime Reports (UCR): Supplemental
Homicide Report, 1980-1982}
O'Brien (1985) criticó la validez de la información de los
UCR, particularmente al comparar las jurisdicciones a lo lar­
go del país. La crítica está relacionada con los temas políticos
que confrontan a las agencias procuradoras de justicia, leyes
que difieren, número de policías per cápita y otros factores
políticos relacionados, tales como la necesidad política de
demostrar la disminución en las tasas de crímenes. Sin em­
bargo, O'Brien (1985) sugirió que

1 Los datos utilizados para analizar la incidencia de feminicidios íntimos‘


entre 7980-1982 y la subsecuente información demográfica fueron ofrecidos
por el Inter-University Consortium for Political and Social Research. Los datos
para los Uniform Crime Reports: Supplemental Homicide Report, 1980-1982
fueron originalmente reunidos por la Oficina Federal de Investigación. Ni el
recolector de la información original ni el consorcio tienen alguna responsabilidad
por el análisis e interpretación presentados en esta investigación.
Es importante hacer énfasis en que la tasa de homicidios es
una excepción. Las tendencias en los homicidios dentro de los
Estados Unidos y las diferencias en las tasas de homicidio en­
tre jurisdicciones (dada una gran base poblacional, por lo que
las tasas no son inestables), son probablemente válidas.

Block (1981) llamó nuestra atención acerca de que mien­


tras los datos sobre homicidio pueden ser más válidos que
los datos sobre otros tipos de crímenes violentos, es impor­
tante reconocer que la víctima del crimen está muerta y no
puede comunicarnos su perspectiva. La muerte de la víctima
hace que el crimen sea reconstruido por la policía o el delin­
cuentes. Esto es importante en este estudio para determinar
la relación de la víctima con el delincuente y las circunstan­
cias alrededor de la muerte de la mujer. La codificación de
estas variables es realizada por el FBI (en contraposición con
el personal asignado en cada programa estatal de Uniform
Crime Reports, UCR) para ampliar la consistencia de la codifi­
cación. Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas
clasificaciones pueden no reflejar las circunstancias o la rela­
ción como pudiera haber sido definida por la víctima.

Resultados

Panorama nacional o tasas de feminicidio íntimo

En el mapa 1 está representa la incidencia de feminicidio en


los 50 estados de Estados Unidos. Los porcentajes de
feminicidio fueron clasificados desde los 2.3 por millón de
habitantes en el estado de Iowa, a los 16.2 por millón en el
estado de Alabama. Esta ilustración gráfica del feminicidio
Mapa 1: Estados Unidos. Proporción de feminicidio íntimo.

íntimo muestra claramente que la proporción de feminicidio


íntimo es más alta en las regiones del sureste y suroeste del
país.

Relación de la víctima con el delincuente

La mayoría de las mujeres asesinadas por sus parejas íntimas


estaban casadas, con 2 415 (57.7%) mujeres clasificadas como
esposas. Las novias (1 041:24.9%) tienen la siguiente frecuen­
cia más alta de victimización mortal, seguidas en frecuencia
por concubinas (332: 7.9%), exesposas (205: 4.9%) y amigas
(196: 4.7%).
Edad de las víctimas y de los delincuentes

Al revisar la información nacional desde 1980 a 1982, la edad


de las víctimas se clasificó de los 16 a los 91 años. La edad
modal, o edad más frecuente de la víctima, fue de 26 años. La
edad media de la víctima fue 35 años. El grupo de edad de 25
a 29 años fue la categoría modal por grupo de edad. El núme­
ro de asesinatos por parejas íntimas decae en cada categoría
subsecuente de edad. El grupo de edad de 30 a 34 años fue el
grupo de edad modal para los agresores masculinos. Como
en la información agrupada por edad para las víctimas, el
número de asesinatos declinó por cada grupo de edad subse­
cuente después del grupo de edad modal de 30 a 34 años.

Raza y origen étnico

Aunque las mujeres blancas (incluyendo hispanas) compren­


den la mayoría de las víctimas (60.4%), las mujeres afroame­
ricanas están desproporcionadamente representadas, con el
37.1% de todas las víctimas de feminicidio íntimo. Cuarenta
y un mujeres americanas nativas (0.9%) y 41 mujeres asiáti­
cas (0.9%) fueron víctimas de feminicidio íntimo. Los datos
sobre la raza se perdieron en 20 de las víctimas. El origen
étnico de las víctimas está clasificado separadamente de la
raza en los U C R . La mayoría de las víctimas (2 764: 66%) fue­
ron de origen no hispano. Trescientas nueve (7.4%) fueron
hispanas, y las restantes 1116 (26.6%) fueron clasificadas como
de origen "desconocido".
Esta investigación indica que los feminicidios íntimos son,
con mayor frecuencia, interraciales. De 2 528 feminicidios don­
de la raza de la víctima y del delincuente fue reconocida como
blanca, 2 413 mujeres blancas fueron asesinadas por pare­
jas masculinas blancas. De las mujeres negras víctimas de
asesinato, 1 530, es decir, 98.5%, fueron asesinadas por pare­
jas íntimas negros. De 41 mujeres americanas nativas, 25 (61%)
fueron asesinadas por parejas íntimas americanos nativos.
Cuarenta y un mujeres asiáticas fueron asesinadas por un
compañero íntimo, y 24 (58.5%) de estos asesinatos fueron
interraciales. En 27 de los 4 189 casos de feminicidio íntimo
se desconoce la raza de la víctima o del delincuente.

Situación y circunstancia

La situación que rodea el incidente del feminicidio íntimo se


describe en los U C R como el número de delincuentes involu­
crados en el asesinato y el número de víctimas involucradas
en el asesinato. Como puede esperarse en los asesinatos ínti­
mos, la gran mayoría (96.8%) de los asesinatos de feminicidio
íntimo involucraron a un solo delincuente y una sola vícti­
ma. La segunda situación más frecuente fue la de múltiples
víctimas asesinadas por uno sólo.
El siguiente análisis exploratorio sobre el feminicidio ín­
timo se centra en la circunstancia en la cual el asesinato tuvo
lugar. ¿Fue el asesinato el resultado de un robo, una discu­
sión, un altercado bajo la influencia del alcohol? Los U C R
enlistan cinco tipos de circunstancias:

1. "Tipo crimen grave", el cual incluye asesinatos que


ocurrieron durante la comisión de uña violación, robo,
robo con allanamiento de morada, incendio provoca­
do, otro delito sexual, violación de leyes de narcóti­
cos y otros delitos graves.
2. "Otro tipo de crímenes graves", el cual incluye trián­
gulos amorosos, disputas bajo la influencia del alco­
hol, riñas bajo la influencia de narcóticos, disputas por
dinero o propiedad, otras riñas y asesinatos criminales.
3. "Homicidio premeditado en circunstancias negligen­
tes" u "otros crímenes no graves".
4. "Homicidio civil justificable".
5. "Hechos que no permiten ser determinados".

La mayoría de los casos de feminicidio íntimo cayeron


dentro de "Otro tipo de crímenes graves", en la categoría de
circunstancia de "otras riñas". Esto podría ser consistente con
la terminología profana y policiaca de "disputa doméstica".
Estas 2 426 "disputas domésticas" terminaron en la muerte
de la compañera. La segunda categoría más frecuente (203
casos) fue la de "triángulos amorosos". Ésta es la categoría
descrita a menudo en la literatura profana y académica como
"crímenes pasionales". Noventa muertes fueron atribuidas al
alcohol o a las drogas usadas por parte del delincuente. Los
términos "disputa doméstica, triángulo amoroso y crímenes
pasionales" demeritan la seriedad del asesinato de más de 2 600
mujeres y disfrazan la realidad de que éstos son crímenes de
violencia y control.

Arma elegida

Las víctimas de feminicidio íntimo fueron asesinadas con al­


gún tipo de arma de fuego (pistola, escopeta, rifle y otros) en
67.9% de los casos. La segunda arma sobresaliente de femi­
nicidios íntimos fue un cuchillo (14.4%), seguida de armas cor­
porales (golpizas con manos, pies) en 8% de los casos.
Discusión

Cada día en Estados Unidos, aproximadamente cuatro muje­


res son asesinadas por una pareja íntima masculina. Los por­
centajes de feminicidio íntimo son más altos en el sureste y
suroeste. La investigación precedente de Stout (1989) sugiere
que existe una correlación negativa entre porcentajes de fe­
minicidio íntimo y servicios disponibles para atender la vio­
lencia contra las mujeres, tales como albergues y centros de
atención a mujeres víctimas de violación. Quizá los profesio­
nales de la ayuda deban evaluar la necesidad de servicios de
albergue en aquellos estados donde son altas las tasas de fe­
minicidio íntimo.
Este análisis demográfico de feminicidio íntimo sugiere
que las víctimas de feminicidio íntimo se encuentran con más
frecuencia en grupo de edad de 25 a 29 años, mientras que
los delincuentes se encuentran con mayor frecuencia en el
grupo de 30 a 34 años. Estos asesinatos son interraciales y
dentro de los mismos grupos étnicos. Las mujeres son más
frecuentemente asesinadas por arma de fuego y por un solo
delincuente. Los asesinatos son provocados por una discu­
sión. Las esposas son las víctimas más frecuentes de femini­
cidio íntimo, seguidas de las novias. Las concubinas son
asesinadas más a menudo que las exesposas.
Este análisis de factores demográficos describe la prepon­
derancia del feminicidio íntimo y presenta información so­
bre la naturaleza del evento y la naturaleza de las relaciones
víctima-delincuente. Aunque las mujeres de 25 a 29 años pa­
recen estar en el más alto riesgo de ser víctimas mortales de
sus parejas masculinas, es importante destacar que mujeres
de todas las edades son presa del feminicidio íntimo, que es
el acto final de violencia contra las mujeres. Ningún abogado
debe negar la posibilidad de peligro mortal en la vida de los
clientes. Parece relevante destacar que la mayoría de los
feminicidios íntimos se registran como el resultado final de
una discusión. Esto implica que las estrategias de interven­
ción educativa y clínica deberían encaminarse hacia la meta
de evitar la violencia en el hogar familiar y servir como evi­
dencia para derrumbar el mito de que estas muertes son
atribuibles a la infidelidad por parte de la víctima.
El primer paso en cualquier esfuerzo de investigación es
identificar el problema. Con optimismo, los datos presenta­
dos aquí son el primer paso hacia la identificación del
feminicidio íntimo como un problema social que merece aten­
ción y acción. Se espera que los profesionales que trabajan
con víctimas y golpeadores tomen con seriedad los aspectos
del feminicidio íntimo y el miedo de las mujeres a convertir­
se en víctimas mortales. Adicionalmente, se espera que esta
investigación impulse a otros a examinar el problema del
feminicidio. Las posibilidades de una investigación fructífe­
ra incluyen un análisis enfocado en las mujeres golpeadas
que son asesinadas por sus golpeadores masculinos y una
investigación sobre violación/feminicidio. Además, una in­
vestigación futura debería enfocarse en el resultado de estos
casos para determinar si la tasa de enjuiciamiento es más baja
y las sentencias en casos de feminicidio son más leves que en
otros casos de homicidio. Tal investigación podría ser una
valiosa contribución para la literatura resultante sobre vio­
lencia contra las mujeres.
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Pornografía feminicida
Diana E. H. Russell

Introducción

La normalización de la violencia mortal contra las mujeres se


manifiesta en las ubicuas y a menudo erotizadas representa­
ciones de hombres asesinando violentamente a mujeres en
filmes sangrientos, películas taquilleras, programas de tele­
visión y juegos de video. La normalización del asesinato misó­
gino es también evidente en las representaciones feminicidas
de mujeres en la pornografía. También se utiliza el humor
con este propósito, particularmente en las caricaturas porno­
gráficas.
Irónicamente, tienden a ser los estadounidenses mejor
educados quienes típicamente creen que las interminables
imágenes de hombres enfrascados en feminicidios sangrien­
tos son inofensivas cuando son representadas en la porno­
grafía (véanse los datos de la opinión pública en Russell, 1998),
aun cuando muchos de esos mismos individuos expresan su
preocupación acerca de los efectos negativos en las repre­
sentaciones de formas no sexualizadas de violencia en la
televisión, en juegos de video, en la música y las películas
taquilleras. Después de la masacre de la preparatoria de
Columbine, perpetrada por Eric Harris y Dylan Klebold en
Littleton, Colorado, el día del cumpleaños de Hitler (20 de
abril) de 1999, el presidente Clinton (junio 1, 1999) hizo la
siguiente declaración en una sesión informativa en respuesta
a la "dosis diaria de violencia" con la que la industria del
entretenimiento alimenta a los niños:

Ahora, 30 años de estudios han mostrado que esto desensibiliza


a nuestro niños con respecto a la violencia y sus consecuencias.
Sabemos ahora que, cuando el niño típico norteamericano lle­
ga a la edad de 18 años, él o ella ha visto 200 000 actos de vio­
lencia dramatizados y 40 000 asesinatos dramatizados. Los
chicos [kids] (sicY se sienten atraídos por ello y no calculan las
consecuencias. Al mismo tiempo que aumenta la exposición a
la violencia, en algunos casos profundamente problemáticos de
jóvenes [children] (sic) particularmente vulnerables, así crece el
gusto por ella. No debería sorprendernos que la mitad de los
juegos de video que juega un típico alumno de secundaria (sic)
sean violentos. Cualquiera que dude del impacto de la agre­
sión cultural puede echarle un vistazo ahora, después de 30
años, a cerca de 300 estudios, todos los cuales muestran que
hay un vínculo entre la exposición sostenida [...] al entreteni­
miento violento y la conducta violenta. (Federal News Service,
junio 1,1999; sin foliación)

No obstante, cuando las feministas apuntan que la por­


nografía, que también es parte de la industria del entreteni-

1 He insertado "sic" en la cita de Clinton para puntualizar donde utiliza


terminología genéricamente neutra en lugar de anotar que sus declaraciones
se aplican ampliamente a niños, no a niñas. [N. deí Trad.: entre corchetes el
término usado en el original cuando no se encontró una equivalencia neutra.]
miento, desensibiliza a los espectadores masculinos al degra­
dar la conducta hacia las mujeres, promover la crueldad sexual
hacia las mujeres, perpetuar los mitos de la violación y soca­
var las inhibiciones masculinas sociales e internas contra la
exteriorización de conductas violentas y degradantes hacia las
mujeres, la mayoría de los estadounidenses educados alegan
que no hay evidencia científica que justifique estas conclu­
siones. Este alegato es falso e ilógico. No tiene sentido soste­
ner que la violencia no pornográfica promueve la violencia,
pero la violencia pornográfica no lo hace.
Este criterio ilógico doble es defendido frecuentemente
con el argumento ilógico de que cualquier crítica a la porno­
grafía es un ataque a la libertad de expresión. Mientras tanto,
existe evidencia sustancial para demostrar que dichas repre­
sentaciones juegan un papel significativo al fomentar actitu­
des negativas de los espectadores hacia las mujeres, al erotizar
la violencia perpetrada por los hombres contra las mujeres, y
al promover la exteriorización de conductas misóginas indu­
cidas o permitidas por la pornografía (véase, por ejemplo,
Check y Guloien, 1989; Russell, 1993,1994). Es imposible sa­
ber cuántas mujeres y chicas son sacrificadas anualmente por
hombres que han sido condicionados a considerar normal y
erótico el feminicidio al asistir al más común y cotidiano esti­
lo norteamericano de entretenimiento.

Ejemplos de pornografía feminicida

Las siguientes descripciones de fotografías proporcionan


ejemplos de pornografía que representa feminicidio sexual (el
asesinato de mujeres por hombres para obtener gratificación
sexual).2 De todos los tipos de poder que una persona puede
ejercer sobre otra, el último es el poder de la vida y la muerte.

Fotografía 1

Éste es un cartel que hace publicidad a la tristemente célebre


película de 1979 llamada Snuff, en la cual una mujer es tortu­
rada, mutilada y asesinada. En la escena final, un hombre
desgarra su útero y lo sostiene en el aire mientras eyacula.
Algunas personas alegaron que las escenas violentas eran si­
muladas, mientras otras creyeron que eran reales.
El cartel muestra una foto de una bella mujer joven des­
nuda, la cabeza reclinada hacia atrás. La foto ha sido cortada
en cuatro partes con un gigantesco par de tijeras sangrantes
desplegadas al lado del cuerpo de la mujer. Se muestran gran­
des cantidades de sangre fluyendo de su cuello, pechos y la
región sobre la pelvis, debido a que esas partes de su cuerpo
han sido cortadas por las tijeras. Tres frases dan el toque final
a este anuncio fílmico, prometiendo a la audiencia una orgía
de violencia sexual de odio a la mujer:

La película que dijeron que NUNCA se exhibiría...


La película que sólo pudo haberse hecho enSudamérica... don­
de la vida es ¡BARATA!
¡¡La cosa más sangrienta que nunca antes había sucedido ante
una cámara!!

2 La fuente de las siguientes descripciones puede ser encontrada en Russell,


1998, pp. 98-109. Las imágenes descritas han sido reproducidas en Russell,
1994.
Comentario 1. Incluso si asumiéramos que el feminicidio y
la mutilación presentados en la película Snuff fueran simula­
dos por trucos fotográficos, resulta difícil averiguar si en ver­
dad fueron simulados. Las protestas de las feministas que
recibieron el estreno de esta película en 1979 provocaron
que la palabra snuff se convirtiera en el término genérico
para las películas pornográficas de feminicidios sexuales.
Para que las películas snuff se hayan convertido en un géne­
ro subterráneo vendible en la industria de la pornografía,
un número importante de hombres deben encontrar sexual-
mente excitante ver feminicidios sexualizados. Esta es una
realidad aterrorizante y macabra para las mujeres, muchas
de las cuales han sido asesinadas o amenazadas por extra­
ños, conocidos, citas, novios, amantes, esposos, fulanos,
miembros cercanos de la familia o parientes más lejanos que
odian a las mujeres.

Fotografía 2

Una foto de una mujer desnuda en la revista Cheri la muestra


de pie en posición de Cristo con los brazos extendidos y la
cabeza desplomada a un lado. Sangre salpicada sobre todo
su cuerpo. Alguien fuera de cuadro está jalando el pezón iz­
quierdo de la mujer con un par de gruesas pinzas. La leyenda
bajo el encabezado SNUFF L1B dice: "La increíble y misterio­
sa saga de una película que ninguno de nosotros quería ver.
Por el maestro de obra del gore* de Cheri".
Comentario 2. El término snuff lib {snuff liberado) sugiere
que los aspirantes a feminicidas habían sido reprimidos al

* Core: género cinematográfico dedicado a lo sangriento (N. del Trad.).


haber permanecido en el clóset. Es también un llamado a los
hombres a los que les gustaría cometer feminicidio al salir
del clóset y exteriorizar sus deseos feminicidas. Dados todos
los asesinos en serie de mujeres que esta cultura ha produci­
do en los últimos 30 años, distribuir pornografía como ésta
representa el culmen de la irresponsabilidad. Y tan repulsivo
es, que la revista Cheri debió tener, o incluso pretendió tener,
un "maestro del gore".

Fotografía 3

La portada de la revista Hustler de junio de 1978 muestra una


mujer que ha sido puesta de cabeza en la entrada de un moli­
no manual de carne y del otro lado sale lo que parece carne
molida. Sus nalgas y piernas, que han sido empapadas con
lustroso aceite para el cuerpo, sobresalen grácilmente en la
parte superior del molino. Una pila de mujer molida (cabeza
y parte superior del cuerpo) se ha acumulado en un plato de
la mesa bajo el molino de carne. Un letrero que parece la es­
tampilla de un empaque de carne proclama: "La última edi­
ción con pura carne— Calidad 'A' Tierna". La siguiente cita
de Larry Flynt también adorna la portada: "Nunca más pon­
dremos a las mujeres como pedazos de carne".
Comentario 3. Frecuentemente las feministas han protes­
tado acerca de que en la pornografía las mujeres son tratadas
como pedazos de carne. Larry Flynt utiliza esta acusación
como un pretexto para intensificar su agresión contra las
mujeres. Aunque su pulla — "Nunca más pondremos a las
mujeres como pedazos de carne"— suena como una inespe­
rada concesión a las feministas, la fotografía anuncia que en
lugar de eso molerá a las mujeres — es decir, las matará— .
Obviamente, hay un elemento canibalístico en esta pieza de
sexualizada pornografía feminicida de Hustler.

Fotografía 4

Dentro de la edición de Hustler con la mujer-en-un-molino-


de-carne de junio de 1978, hay dos fotos de mujeres desnu­
das que están siendo servidas como platillos de carne. La
primera foto muestra a una mujer desnuda que yace acosta­
da entre dos panes de hamburguesa. Ella es el bocadillo de
carne, rodeada de cebolla, tomate y lechuga. La salsa catsup,
que parece sangre, ha sido rociada en el estómago y las pier­
nas, al igual que entre sus grandes pechos. Tiene las piernas
separadas para mostrar la vulva y el vello púbico. Un frag­
mento del texto que acompaña dice: "Asada a la parrilla en
interiores o al aire libre, se necesitan dos manos para manejar
a este tierno bocadillo".
La foto adjunta muestra a una mujer agachada, sin cabe­
za —con la espalda y las nalgas hacia el espectador—, como
la carne en un plato de espagueti. El espectador puede ver los
genitales de la mujer porque ha colocado sus manos por de­
bajo del torso entre sus macizas piernas para separar sus la­
bios. Una vez más, está cubierta de salsa que parece sangre.
Comentario 4. Aquí Larry Flynt lleva más allá el "chiste"
de la mujer-como-carne: no volverá a poner a las mujeres
como pedazos de carne: las volverá platillos. Una vez más,
está implícito el canibalismo sexualizado en estas dos fotos.
Estas imágenes y la foto de la portada son la evidencia gráfi­
ca de la crudeza, la misoginia y los sentimientos de violencia
de Flynt hacia las mujeres.
Fotografía 5

Una fotografía publicada en una edición de Hustler de 1979


titulada "Lo Mejor de Hustler" muestra a una mujer desnu­
da, con la cabeza rapada y las manos esposadas, sentada a
horcajadas en una silla con las piernas sobre los descan-
sabrazos, exponiendo la vulva. Un hombre uniformado a su
derecha tiene una mano bajo la pierna derecha de ella mien­
tras sostiene la cabeza de ella con la otra, volviéndole el
rostro hacia él, mientras observa atentam ente la cara
inexpresiva de ella. Una mujer uniformada a la izquierda de
la mujer está rasurándole el vello público con una navaja y
crema de afeitar.
Comentario 5. Esta fotografía proviene de una historia fo­
tográfica titulada "Los desnudos y los muertos", acerca del
destino de la mujer en la foto que se acaba de describir. La
mujer está ya desnuda en la primera foto mientras es llevada
a una celda por guardias totalmente vestidos. En la segunda
escena se muestra a la mujer con la cabeza rapada: un acto
que guarda semejanza con las cabezas rapadas de los inter­
nos de los campos de concentración nazis. La imagen descri­
ta más arriba viene después, seguida por una en la cual la
mujer es violada por un guardia. El cuadro final está vacío,
excepto por la palabra "POOF!" en grandes letras, sugirien­
do que la mujer ha sido víctima de feminicidio.
Una vez más, tenemos que pensar acerca de lo que signi­
fica que la humillación, la violación y el ataque feminicida
contra una mujer sean considerados entretenimiento para
hombres, usados por los hombres como material para la mas­
turbación, y que sean juzgados por Larry Flynt o uno de sus
equipos como un ejemplo de "Lo Mejor de Hustler".
Fotografías 6 y 7

Once fotos fueron publicadas en un ensayo fotográfico titu­


lado "Sakura" en la edición de diciembre de 1984 de la revis­
ta Penthouse. Un haiku, una forma poética clásica japonesa,
acompaña las fotos en un intento por darle credibilidad artís­
tica y volver más aceptable su llamado a la necrofilia entre
los consumidores de clase media. El fotógrafo Akira Ishigaki
describe el significado del título de la siguiente manera:

Sakura es la palabra para nombrar la flor de la cereza. De mi infancia


[...] recuerdo el parecido entre los pétalos de la flor de la cereza y
el cuerpo de la mujer. En la primavera de mis doce años, acaricié
los pétalos con mis dedos y los besé suavemente con mis labios.

La sensible y sutil palabrería de Ishigaki contrasta drástica­


mente con las brutales fotografías feminicidas que erotizan
el torturar, atar, colgar y matar a jóvenes mujeres japonesas
(algunas parecen adolescentes). El mensaje implícito en estas
series es que la representación de brutalidad extrema hacia
mujeres y niñas puede ser publicada en una revista de por­
nografía blanda cuando coincide con los criterios artísticos
de la sociedad.
Fotografía 6. El foco principal de una de las fotografías en
"Sakura" está en las nalgas desnudas y las piernas de una
niña/mujer que yace boca abajo, con las manos atadas a la
espalda, las piernas muy juntas con las plantas de los pies
desnudas hacia el espectador y los genitales expuestos par­
cialmente. Su cuerpo inerte, que yace en un inhóspito acanti­
lado rocoso en el mar, parece un cadáver.
Comentario 6. Hay una espeluznante ausencia de vida en
esta fotografía. Ishigaki ha utilizado sus habilidades para darle
glamour y erotizar las nalgas de un cadáver femenino. El efec­
to es escalofriante y macabro; la postura congelada transmite
la impresión del rigor mortis. Fotografías como ésta y las de la
serie previa (descrita en el comentario 5) erotizan la necrofilia
y pueden también intensificar la respuesta erótica en aquellos
hombres que ya se hayan excitado con esta idea o práctica.
Fotografía 7. Otra foto de "Sakura" muestra a una niña/
mujer en un arnés, los brazos atados en la espalda, suspendi­
da de un árbol alto por una cuerda que está amarrada al ar­
nés. Está vestida con un conjunto largo que parece japonés, y
medias blancas cortas, muestra el muslo de una pierna. Está
aparentemente muerta o inconsciente, su cuerpo flácido, la
cabeza echada hacia delante. A su alrededor hay muchos ár­
boles con ramas sin hojas. El ambiente de la foto es sombrío y
amenazante.
Comentario 7. Esta fotografía evoca recuerdos de los
linchamientos de afroamericanos a quienes dejaban colgados
de los árboles después de torturarlos y asesinarlos. Dos me­
ses después de la aparición en los puestos de periódicos de
esta edición de la revista Penthouse, Jean Kar-Har Fewel, una
niña china de ocho años que vivía en Carolina del Norte, fue
encontrada violada, asesinada y atada a un árbol con cuerdas
alrededor del cuello. Muchas feministas creen que el dueño de
la revista Penthouse, Bob Guccione, es en parte responsable
de su espeluznante muerte.

Fotografía 8

Una vieja lámina japonesa de fines del siglo XIV titulada


"Evisceración" fue reproducida en una revista japonesa so­
bre sadomasoquismo titulada A Garden ofPain. Al centro de
la imagen está una mujer muy vieja cubierta con ropa tradi­
cional, mostrando un pecho, sentada en el piso. Hunde su
mano izquierda en la vagina de una mujer joven que está
doblada hasta la cintura. La mujer joven está desnuda pero
tiene un trapo muy ligero alrededor de la cintura; la boca
amordazada, el torso atado y todo su aspecto refleja un ma­
lestar extremo.
En primer plano, una segunda joven mujer desnuda yace
de espaldas, los pies amarrados en un poste horizontal en el
piso que mantiene sus piernas abiertas. Sus brazos y hom­
bros están atados y sus entrañas sangrantes están amontona­
das sobre su estómago y caen al piso en forma de cascada a
su lado. Sentado con las piernas cruzadas en una mesa baja
detrás de la anciana está un hombre joven, totalmente vesti­
do y sonriente, que masturba su descomunal pene mientras
la observa trabajar.
Esta complicada imagen ilustra un antiguo cuento tradi­
cional japonés. De acuerdo con el texto, la lámina representa:

Un célebre acontecimiento de la época, bastante parecido a cier­


tos llamados asesinatos "rituales" [...] de la época moderna
[...] De acuerdo con la leyenda, un malvado joven rico, Shangi
Kuto [...] incrementó cada vez más sus gustos que podríamos
llamar hoy "¡sadistas! La historia relata cómo le otorga una
considerable cantidad de dinero a una tal Hessuto Mofini, una
anciana decrépita con un ferviente odio por las mujeres jóve­
nes, a condición de que arregle un "espectáculo" algo extrava­
gante para él. La anciana [...] droga a dos jovencitas, las amarra
en su casa y, mientras el joven "vividor" observa (y se masturba)
ella las eviscera con un cuchillo grande y afilado [...] hacién­
dolas antes objeto de varias torturas, incluyendo la inserción
de velas encendidas en sus respectivas vaginas.
[...] La vieja y el joven Shangi Kuto sufren la decapitación y la
mutilación per parte de perros hambrientos, después de haber
sido juzgados... (Todas las comillas en el original de la revista;
sin número de folios.)

Comentario 8. En mi investigación sobre asesinato a lo lar­


go de los años, no puedo recordar haber leído nunca acerca
de una mujer que mutilara y asesinara a otras mujeres a cam­
bio de dinero. Me he encontrado con algunos casos de mujeres
que habían asesinado y mutilado a sus maridos abusadores.
Pero este tipo de perpetradoras femeninas son muy raras en
comparación con el número de hombres involucrados en ase­
sinatos de mutilación, tanto de hombres como de mujeres.
Jack el Destripador es quizá el ejemplo más famoso (o cele­
brado) de estos asesinos en serie (véase la fotografía de la
representación de una de sus víctimas que se exhibe como
una atracción turística en la figura 1).
Vale la pena destacar que al menos el cuento tradicional
japonés deja en claro que la anciana no representa a las muje­
res en general (se le describe como "con un ferviente odio con­
tras las mujeres jóvenes"). El doloroso destino de la anciana y
el joven vividor descrito en el cuento tradicional los pone aparte
de la mayoría de la pornografía occidental, donde los violado­
res y otros perpetradores quedan típicamente impunes. La fa­
lla de la pornografía para representar consecuencias negativas
a los hombres que lastiman a las mujeres contribuye a su im­
pacto destructivo en los hombres y las mujeres.

Fotografía 9

Un dibujo de línea de una sangrienta escena de tortura


feminicida en lo que parece ser un escenario exterior, es otra
Esta realista escultura de una de las víctimas de feminicidio de Jack el
Destripador forma parte de una popular exhibición turística dedicada a este
notorio perpetrador feminicida en el London Dungeon, Inglaterra. El guía de
turistas, disfrazado, dirige a los grupos de visitantes a través de la exhibición
mientras genera ansiedad y miedo entre las visitantes femeninas por un
Destripador vivo (fotografía por Diana E.H. Russell).

lámina japonesa del siglo X IV , reproducida en A Garden ofPain.


Con la mano izquierda, un hombre calvo, maduro, hiende
una larga espada curva tan dentro de la vagina de una mujer
desnuda que ha salido a través del estómago. Con la mano
derecha, este hombre, que viste una bata y tiene una sonrisa
en la cara, usa un instrumento como tenazas para arrancar el
pezón derecho de la mujer. El cuerpo de la mujer está arquea­
do hacia atrás, el cuello rodeado por una cuerda y los brazos
y pies atados a un tubo, a unos cuantos palmos de su cabeza,
forzando a que abra mucho las piernas. Largas agujas sobre­
salen de su cuello. El tubo de un pequeño enema parecido a
una jeringa ha sido clavado en el ano. Su pierna derecha h<)
sido rebanada desde el tobillo hasta la rodilla. Está totalmen­
te abierta, revelando la carne y el músculo. La sangre sale a
borbotones del agujero en el pecho del que ha sido arrancado
el pezón. La sangre también gotea de la boca y de las heridas
del cuello, estómago y pierna, así como de la vagina. Con los
ojos abiertos y una expresión vacía en el rostro, no queda cla­
ro si está viva, inconsciente o muerta. Al fondo, los cadáveres
de dos mujeres mutiladas están colgados de más cruces, con
los pies amarrados y separados. Sangre y visceras caen de la
vagina de uno de estos cadáveres. Varios instrumentos de
tortura yacen en el suelo, al alcance del hombre, como agujas
largas, tijeras, cuerda y cuchillos. Muy cerca, la bata floreada
de la mujer está tirada en el piso.
Comentario 9. Esta representación de un Jack el Destripador
japonés torturando y mutilando hasta la muerte es la imagen
más horripilante que haya visto. Parece dudoso que el artista
haya creado dicha imagen sin haber sufrido de una gran ne­
cesidad de torturar mutilar y matar mujeres. Lo más impor­
tante, sin embargo, es la forma en que dicha pornografía afecta
a los espectadores (véase Russell, 1995; 1994).

Fotografía 10

Cuatro fotografías de cadáveres de mujeres (estas imágenes


no son simuladas) yacen sobre un fondo que parece piel arru­
gada de mujer, con la textura del cuero (véase Hustler, junio
1990: los cadáveres en estas fotografías fueron descritos como
víctimas de accidentes de tránsito). Diez hojas de rasurar han
sido colocadas en las esquinas o las orillas de las fotografías,
como si estuvieran sujetas a la piel. Un clítoris y un pezón
recortado, así como dos pedazos inidentificables de piel de
mujer, han sido sujetos a la piel con ganchos e imperdibles.
Una fotografía muestra el cadáver decapitado de una
mujer desnuda que yace sobre sus espaldas, el cuello y los
hombros sangrantes vueltos hacia el espectador. Sus brazos,
cuyas manos han sido cortadas, están plegados sobre sus gran­
des pechos.
Una vista aérea del cadáver de otra mujer desnuda se
muestra en la segunda fotografía. Ella yace sobre sus espal­
das en el suelo, la pierna derecha evidentemente torcida, como
una rana, con el talón tocando su entrepierna. Su pierna iz­
quierda está perdida, su tronco está desgarrado y abierto, sus
visceras caen fuera de su bajo abdomen y el área pélvica, y
sus genitales están destrozados.
Un largo cuchillo yace encima de las ropas a su lado, lo
que sugiere que la mujer fue asesinada. Una herida profunda
en el hombro derecho y que baja por la axila casi le ha separa­
do el brazo. La carne también ha sido cortada alrededor de su
rodilla derecha, exponiendo hueso y músculo. Hay heridas
de cuchillada en el seno derecho y largos cortes en el muslo
derecho. Parece haber perdido el ojo derecho y la sangre es­
curre de la nariz.
La tercera fotografía muestra otra vista cenital del cadá­
ver de una mujer desnuda que yace sobre sus espaldas en el
piso de un baño cerca de un retrete. El brazo izquierdo está
tendido encima de la cabeza, mientras el brazo derecho está
doblado sobre su pecho. Sangre salpicada sobre todo el cuer­
po y en el piso.
La cuarta fotografía, la más grande, muestra el tronco
mutilado de una mujer cuyas piernas han sido amputadas
hasta las rodillas. Este cadáver trunco yace recostado, los
muslos juntos y el vello púbico de la mujer es claramente vi­
sible. Hay una gran herida sangrante donde el muslo dere­
cho se conecta con el torso de la mujer. La extraña ausencia
de sangre sugiere que el cadáver ha sido limpiado.
Comentario 10. Esta imagen también figura como una de
las más brutales que haya visto. Que las mujeres en las foto­
grafías sean víctimas de accidentes (presumiblemente no-
feminicidios) es irrelevante para el hecho de que Larry Flynt
escogiera publicar un collage macabro de cadáveres mutila­
dos y partes corporales como material masturbatorio para
hombres.
¿Por qué tantos hombres (Hustler tenía una circulación
de 808 667 suscripciones pagadas en 1997) encuentran la le­
sión, la mutilación y el feminicidio de mujeres tan aceptable
que no se genera ninguna protesta pública después de la
publicación de esta foto pornográfica? ¿Cuál sería la reac­
ción si se hubieran publicado fotos de comparable sadismo
contra hombres negros en una revista dedicada a la gente
blanca? ¿Y si se publicarán las imágenes de hombres homo­
sexuales mutilados y asesinados en una revista para muje­
res? Apostaría que la reacción hubiera sido mucho más
grande en otros contextos. Tratar de explicar por qué la vio­
lencia contra las mujeres, incluso en sus formas más extre­
mas, continúa siendo vista como entretenimiento inofensivo
por algunas de las personas más educadas de los Estados
Unidos es el reto que me he lanzado en dos de mis libros
(Russell 1994,1998).

Conclusión

Violación, golpizas y feminicidio son típicamente considera­


dos delitos criminales. No obstante, la representación de es­
tos crímenes contra las mujeres son una forma popular de
entretenimiento en muchos países. Millones de hombres
eyaculan regularmente mirando fotografías degradantes de
mujeres. Esto, a su vez, intensifica su respuesta sexual cuan­
do se abusa de las mujeres. Es este componente sexual, inclu­
yendo la gratificación sexual involucrada, lo que separa a la
pornografía de las representaciones no pornográficas que son
degradantes o violentas hacia las mujeres, lo que hace a la
pornografía particularmente peligrosa.
Se considera aceptable ver este tipo de material, y mastur-
barse con él implica más que una tolerancia y una desensibi­
lización hacia el dolor y la degradación de las mujeres.
Constituye un crimen de odio masivo contra las mujeres como
género. ¿Serían los hombres tan complacientes acerca de la
pornografía, y la considerarían mera libertad de expresión, si
en lugar de la violación de mujeres por hombres, la porno­
grafía celebrara que las mujeres le cortaran los penes y los
testículos a los hombres? Las sociedades que se llaman a sí
mismas civilizadas no pueden continuar tolerando al mismo
tiempo la invitación de la pornografía para que los hombres
violen, abusen, mutilen y cometan feminicidio contra las
mujeres.

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El velo sobre Argelia: feminicidio,
islamismo y el hijab
Rod Skilbeck
Lo primero es un partido (FIS) [El Frente de Salvación Islámica].
Lo segundo es un pedazo de tela, el Fiijjab [sic] Ambos
son usados para entretejer un mismo material: un velo.

MARTINE GOZLAN, 1992, p. 57

Ninguna de nosotras quiere usar el velo... pero el miedo


es más fuerte que nuestras convicciones o que nuestra voluntad
dé ser libres. El miedo nos rodea. Nuestros padres, nuestro hermanos son
unánimes: "Usa el velo y sigue viva. Esto pasará".

FÁTIMA, una subgerente de fábrica de 22 años


de Tlemcen (Slyomovics, 1995, p.10)

"Katia era inflexible, incluso si tenía que morir ella nunca usaría
el velo... El pistolero se acerco a ellos. Le hizo una seña a la muchacha con velo
para que se alejara. Entonces le disparó a Katia".

NASSIMA BENGANA (BBC, 1994)

D u ran te la mayor parte de los años noventa, Argelia fue


escenario de un amplio y frecuente terrorismo, la forma en
que el gobierno secular y sus opositores islámicos luchaban
para controlar la identidad argelina. El conflicto fue dirimido
en la lógica de la pertenencia a agrupaciones políticas y gre­
mios de varios grupos de elite, así como sobre la base de las
diferencias raciales y lingüísticas (las que a menudo equiva­
len a pertenecer a un grupo político). Sin embargo, a media­
dos de los noventa, el terrorismo abiertamente antifemenino
surgió como una arma de ambos bandos: las mujeres eran
amenazadas y asesinadas sobre la base de lo que representa­
ban como mujeres.
La cultura en Argelia se ha establecido sobre una combi­
nación insegura e insostenible de tradiciones islámicas, cul­
tura árabe, jerarquía de poder tradicional y las modernas
realidades poscoloniales. Las mujeres están delimitadas por
los centros de poder patriarcales antagónicos: la ciudad, el
pueblo y, más recientemente, el resentido militante islámico.
La violencia sexual contra las mujeres está extendida en Ar­
gelia, cruza el Medio Oriente y el norte de África. Las muje­
res son castigadas allí donde son vistas dando un paso fuera
de los confines establecidos con anterioridad por sus padres,
los ancianos del pueblo o las autoridades civiles. El conflicto
civil que engulló a Argelia a lo largo de los noventa vio reem­
plazado el feminicidio doméstico y marital por el feminicidio
en masa: el asesinato misógino de mujeres por grupos de
hombres armados, basados únicamente en cómo las mujeres
escogían vestirse.
Entre las víctimas estuvieron tres muchachas estudian­
tes. Katia Bengana, de 17 años, fue asesinada a tiros mientras
caminaba rumbo a la preparatoria el 28 de febrero de 1994.
Un mes después Razika Meloudjemi, de 18 años, y Naima
Kar Ali, de 19, fueron asesinadas por un motociclista armado
con una ametralladora en Boudouaou. Estos dos ejemplos de
feminicidio resumen mucho de lo que está teniendo lugar en
Argelia durante su actual crisis innombrada.
El Estado argelino moderno está fuertemente influido por
la antigua política basada en los clanes y por la fuerza del
ejército. Estas presiones antimodernas y antidemocráticas
socavan la noción de que Argelia es un Estado nación mo­
derno y pone en cuestión la situación de las mujeres como
ciudadanas. El reciente ascenso de la militancia islámica, el
fortalecimiento de las comunidades bereberes extremadamen­
te patriarcales y la toma del poder por las fuerzas armadas
han revelado un deseo profundamente enraizado entre los
hombres argelinos de restablecer los modos tradicionales de
poder mientras luchan por el control de las estructuras de po­
der de la nación. Al igual que en la Guerra de Independencia
contra Francia en los años cincuenta y sesenta, el terrorismo
contra la población civil ha sido utilizado a fin de eliminar la
oportunidad del diálogo, que interrumpiría la violencia.
Hasta 1989, Argelia era un Estado monopartidista gober­
nado por el FLN. El FLN siempre fue y se mantiene como un
partido nacionalista con fuertes principios islámicos; el par­
tido fue formado sobre las espaldas de la ulema del Jeque
Abdel Hamid Ben Badis en los años treinta. Debido a la pre­
sión de los islamistas a principios de los años ochenta (y a
pesar de la acalorada oposición de grupos de mujeres), el Có­
digo Familiar de 1984 fue promulgado, eliminando la mayo­
ría de los derechos otorgados a las mujeres bajo la Carta de
Argel establecida después de la independencia. Las mujeres
fueron convertidas en menores de edad hasta el matrimonio
y se hizo que requirieran del permiso de sus esposos para
trabajar. Éstas y otras leyes que despojaron a las mujeres de
la protección legal hicieron aún más fácil que los hombres
cometieran agresiones domésticas y feminicidio. Incluso seis
meses antes de las primeras elecciones nacionales, cientos de
miles de simpatizantes del islamista partido FIS marcharon
en favor de las posturas legales del gobierno acerca de los
derechos de las mujeres. Esta marcha a finales de 1989 fue
una respuesta a una marcha de varios cientos de mujeres que
se oponían al Código Familiar. La marcha que organizó el FIS
al día siguiente contó con cientos de miles e incluyó a miles
de mujeres (Burgat, 1994, p. 276).
Luego de las reformas políticas y la arrasadora victoria
del FIS a finales de 1991, el gobierno volcó el experimento
democrático e instaló sus propios gobernantes, ahora organi­
zados como el RND. El ala armada del FIS y una red más oscu­
ra conocida como el Grupo Islámico Armado (GIA) iniciaron
actividades guerrilleras contra los paramilitares y finalmen­
te, en pasos intensificados, contra el gobierno, los medios de
comunicación, la cultura y la verdadera identidad de Arge­
lia. Sus tentativas por hacerse del poder o crear caos en Arge­
lia se encontraron con una salvaje represión por los militares
y sus propios grupos guerrilleros.
Durante todo 1992 y 1993, comunicados del GIA advirtie­
ron a las mujeres no aparecer en público sin el velo o cometer
otros actos que se estimaran inapropiados (tales como vivir
solas, ser divorciadas, trabajar, etcétera). Las muestras públi­
cas de estas conductas se encontrarían con la fuerza feminicida.
Mientras tanto, también surgieron unidades de guerrilla lai­
ca, como la Organización de Jóvenes Argelinos Libres (OJAL),
que prometió matar a 20 mujeres con velo (o a hombres bar­
bados) por cada mujer sin velo que fuera asesinada (Barrouhi,
1995). Las mujeres fueron rebajadas inmediatamente a blan­
cos por ambos lados; sin importar a cuál proscripción patriar­
cal se adhirieran, corrían el riesgo real de ser asesinadas
porque eran mujeres.
Los controles del gobierno sobre las noticias de Argelia
durante el conflicto ocultaron muchos detalles del terror a
que eran sujetas las mujeres. El asesinato de Katia Bengana
fue tratado en forma sensacionalista por el gobierno a fin de
presentar a sus asesinos islámicos como animales. Mayor
confusión rodeó la cobertura de los asesinatos de Razika
Meloudjemi y Naima Kar Ali. Los medios de comunicación
de Argelia reportaron que las tres mujeres estaban sin velo
cuando fueron asesinadas. Testigos oculares aseguraron que
Razika y Naima sí portaban velo. La versión de los hechos
fue dada a conocer por la radio francesa y Antenne 2 TV. La
historia del gobierno (de que las tres mujeres no portaban
velo) fue divulgada por RFI y posteriormente por Reuters y
el New York Times. El FIS rápidamente culpó a los militares de
las muertes de Razika y Naima y aseguraron que sus "her­
manas creyentes [...] que todos los llamamientos a matar mu­
jeres provienen de [...] gente infiel y sedienta de sangre [es
decir, los militares] para alcanzar sus innobles propósitos"
(Haddam, 1994).
Las mujeres se convirtieron en una materia prima utiliza­
da por dos fuerzas antagónicas. La discusión de si Razika y
Naima vestían velo o no cuando fueron ultimadas en la para­
da del autobús escolar ilustra cómo la utilización política eclip­
só rápidamente todas las preocupaciones humanitarias acerca
de sus muertes. El dilema se volvió sin género: ¿cómo po­
drían los militares negociar con los musulmanes?, ¿quién es­
taba diciendo la verdad?, ¿empezarían a usar las mujeres el
velo? No se hizo ninguna mención al hecho de que fueron
hombres de ambos bandos los que amenazaron con asesinar
mujeres y que llevaron a cabo esas amenazas.
El feminicidio no podía evitarse complaciendo las deman­
das de uno de los grupos terroristas. Era inconsecuente si la
culpa recaía en la Compañía de la Muerte Verde, OJAL, la Fa­
lange de la Muerte o los militares; no es menos real que al­
guien podía matarte si eras mujer y salías a la calle. El
resultado inmediato fue que las mujeres o huían de Argelia o
permanecían encerradas — rarísima vez sin protección mas­
culina en público.
Que esta reacción de miedo encaje perfectamente dentro
de las perspectivas tradicionales de la esfera de influencia
propia de las mujeres es una bendición para los islamitas. En
cambio, esto enciende la reacción de las feministas. En los
sesenta, Argelia fue uno de los estados árabes líderes en tér­
minos de avance de los derechos de la mujer. La influencia
femenina (aparecida de tiempo en tiempo en la historia arge­
lina en figuras como la líder de la resistencia berebere Kahina
o Zaynab Lalla, quien encabezó la poderosa orden sufí
Rahmaniyya en la década de 1890) sobresalió al interior del
FLN durante la liberación, cuando más de 10 000 mujeres pe­
learon por la independencia, incluyendo a heroínas tales como
Djamila Boupacha, Zohra Driff y Hassiba Ben Bouali. En una
situación inversa a la que se dio en los años noventa, hubo
también una batalla por el velo, durante la Guerra de Inde­
pendencia, cuando mujeres en favor del FLN se quitaron el
hijab como señal de protesta. Hassiba Ben Bouali se vistió como
europea e introdujo armas en el casbáh desde 1956 hasta su
muerte al año siguiente. Luego de la independencia, el movi­
miento de las mujeres produjo la poderosa Unión Nacional
de Mujeres Argelinas (UNFA), que logró introducir a 90 000
mujeres a la fuerza de trabajo en 1966. A pesar de la coopta­
ción dentro del FLN, 365 000 mujeres trabajaban en Argelia
en los ochenta y, lo más importante, 1.5 millones de niñas
asistían a la escuela (cifras de 1979) (Ruedy, 1992).
La educación de las mujeres ha tenido diversos resulta­
dos: las mujeres se casan a una mayor edad, son vistas en
público (las primeras protestas islamistas rechazaban a las
mujeres en los campus universitarios y se llegó a arrojar áci­
do al rostro de las mujeres que no portaban velo), y llenaron
los prerrequisitos de empleo dentro de la elite tecnocrática.
Esto desafió no sólo los papeles tradicionalmente concebidos
para las mujeres sino también las perspectivas de empleo de
los graduados varones. El desafío percibido al empleo y el
estudio masculino fue la raíz de uno de los más célebres ata­
ques feminicidas en el mundo occidental: la matanza de 14
mujeres estudiantes por Marc Lépine en Canadá. Resultó que
en Argelia, muchísimos hombres jóvenes con educación uni­
versitaria se unieron a los grupos terroristas islámicos que re­
gularmente secuestraban, violaban y asesinaban mujeres.
Más allá de las obvias incursiones (por ejemplo, la magis-
trada que leyó la orden de la corte para disolver el FIS en mar­
zo de 1992 era mujer) (Moghadam, 1993), las mujeres argelinas
no han asegurado una posición fuerte en la sociedad ni en el
Estado. Los avances que se han hecho vinieron a detenerse to­
talmente con la capitulación del presidente Chadli Ben-Jadid
por las presión islamista en los ochenta. La caída del poder del
FLN en 1992 dejó a la UNFA con muy poca influencia.
Desde la formación del FIS, en 1989, han sido fundados en
Argelia 40 grupos de mujeres (entre ellos la Unión Argelina
de Mujeres Democráticas y el Grupo de Apoyo Internacional
de Intelectuales Argelinos) para protestar por la reducción
de las libertades y los derechos de las mujeres. Sus miembros
han recibido regularmente amenazas de muerte y han sido
considerados blanco de asesinatos junto con otros opositores
al FIS y el GIA. Keltoum Boudjar, de 94 años, fue asesinada
porque su hijo era policía. Mientras el GIA y el FIS habían ase­
sinado en ocasiones a familiares de oficiales de policía antes
de febrero de 1995, ha sido la policía estatal del GIA la que
desde entonces ha tenido como blanco a las familias de los
policías, aparentemente en respuesta por el tratamiento ne­
gativo de sus simpatizantes femeninos. Las simpatizantes y
miembros de las familias de diversas agrupaciones políticas
en Argelia han sido víctimas de violaciones y asesinatos.
En marzo de 1994 el GIA "inició una campaña de secues­
tro y violación de niñas y mujeres... incluso la esposa de un
imam no fundamentalista fue violada por miembros de un
grupo armado" (Bennoune, 1994, p. 29). Mujeres jóvenes se­
cuestradas por las guerrillas fueron llevadas a las montañas,
hechas prisioneras y violadas durante un largo periodo antes
de ser asesinadas. El mouta'a, práctica medieval islámica —o
matrimonio por conveniencia—, fue frecuentemente usado por
las tropas que podían tomar a mujeres enemigas como rehe­
nes. Un pequeño grupo islámico, el Movimiento por un Esta­
do Islámico, se separó del GIA después de que su líder Said
Makhloufi encontró que el GIA había aprobado una fatw a per­
mitiendo el mouta'a.
Otro grupo se escindió del GIA luego de descubrir los pla­
nes para asesinar a la hija de un líder del FIS y echarle la cul­
pa al ejército argelino o al gobierno. Otras mujeres destacadas
habían sido elegidas como blanco. La líder feminista y autora
Nabila Diahnine fue asesinada poco antes de un viaje a París,
donde planeaba asistir al Día Internacional de la Mujer (8 de
marzo) de 1995. La ministra subalterna Leila Aslaoui, secre­
taria de Estado para la familia y la solidaridad nacional, re­
nunció a su puesto al comienzo del diálogo entre el gobierno
y el FIS, días después de que su guardaespaldas fue asesina­
do. Monique Afri fue otro blanco, debido a su cabello rubio
(es decir, por su apariencia extranjera). Yasmina Drici (una
lectora de pruebas medio francesa del periódico antislamista
Le Soir d'Algérie) fue asesinada en julio de 1994 mientras acom­
pañaba a una mujer polaca. Ambas eran extranjeras en apa­
riencia y no portaban velo, pero la polaca salió ilesa. El trabajo
de Drici en un periódico hostil a los musulmanes fue la moti­
vación principal del asesinato. Como es claramente evidente,
la vestimenta no es la única razón por la cual las mujeres son
seleccionadas como sacrificios del cambio político. Es difícil
decir quién es exactamente el responsable de los asesinatos
de las mujeres sin velo. El analista argelino Qusai Saleh
Darwish (1994) del periódico saudita Al-Sharq al Aszuat pro­
pone las siguientes tres posibilidades en relación con los ase­
sinatos:

• Fueron musulmanes quienes cometieron los actos.


• Agentes del gobierno estuvieron involucrados para
hacer inaccesibles a los militantes.
• Una facción armada extremista cometió los asesinatos
para debilitar al entonces presidente Zeroual y asegu­
rar que la línea ultradura de los generales "erradica-
cionistas" pudiera llegar al poder.

Mientras las fuerzas militares e islámicas se armaron más


fuertemente y establecieron áreas de control, mientras los
extranjeros abandonaron Argelia y sus embajadas emplea­
ban más guardias o bajaban la cortina, fueron las mujeres solas
las que se convirtieron en blanco fácil, atrayendo a jóvenes
pobres que cobraban recompensa por cada asesinato, o a pro­
fesionales en busca de lucimiento público. En Blida, un gru­
po guerrillero, "Los Redentores", utilizó el grito de batalla de
"Todas las mujeres que salen de noche morirán". Desde el
principio de las tensiones civiles en Argelia hasta finales de
1994, 200 mujeres fueron asesinadas por terroristas políticos
(este término incluye al ejército y sus aliados). El mismo nú­
mero de mujeres fueron asesinadas tan sólo en los primeros
siete meses de 1995. Durante este periodo sangriento, muchí­
simas mujeres optaron por ponerse el hijab. A pesar de que
esto reflejó el énfasis puesto por los medios de comunicación
influidos por el gobierno acerca de las atrocidades islámicas
a la exclusión de la amenaza hecha por la OJAL, desde la pers­
pectiva de los programas de los militantes no fue casualidad.
En los últimos años muchas mujeres han reanudado la utili­
zación de vestimenta occidental mientras la situación de se­
guridad parece mejorar.
Cualquier miembro de la comunidad que pareciera to­
mar partido, o no tomara el partido correcto, era considerado
como blanco. Esto se ha extendido a las artes, donde las can­
tantes, incluyendo a Chaba Fadela y Malika Domrane, huye­
ron a Francia tras recibir amenazas de muerte. Una actriz no
identificada del Teatro Nacional de Argelia, quien también
huyó dijo:

Tenía miedo en la calle y cuando iba al supermercado. Tenía


miedo de ser asesinada en el escenario. Tenía miedo en la no­
che cuando sonaba el teléfono y una voz me decía que pronto
sería mi turno. (Bedarida, 1995)

Como observa acertadamente Marnia Lazreg:

Argelia es la única nación del Medio Oriente donde las mujeres


son asesinadas como mujeres porque son mujeres. Las mujeres
han perdido la vida por no usar el velo y también por usarlo.
Aparecen ahora, ya sea como símbolos de la autenticidad
islámica, o de la modernidad, (citada en Ghuneim, 1995)

Desde otra perspectiva, la aterrorización de las mujeres


puede ser vista como un intento por ganar el control de una
muy importante sección de Argelia. Las mujeres son vistas
como las custodias de los "profundos" valores tradicionales
de Argelia. Si las mujeres se ponen el pañuelo magrebí (haik)
o el velo(hijab o jilbab) —incluso sin temor— entonces reafir­
man las fuerzas de la tradición. Todo lo que el velo significa
—modesta obediencia, probidad sexual, conformidad— se
expresa pública y abiertamente cuando se porta. Las deman­
das feministas de autonomía e integración pública son vistas
como de una conjura colonial para debilitar la cultura. Una
casa sin una mujer es semejante a un pueblo en ruinas. El
velo forzoso proporciona una apariencia superficial de uni­
dad; de modernidad en retirada. Las mujeres son animadas a
ser vistas como modernizadas e independientes, o con velo y
obedientes. Los hombres de ambos bandos del conflicto lo
encuentran necesario para controlar (o quitar de la vista) es­
tas diversidades.
La revolución es el propósito de los musulmanes: una in­
versión temporal de valores y actitudes sociales que provo­
carán una transferencia del control del Estado de los hombres
educados en sus cincuenta, que dominan hoy el país para
los hombres en sus treinta, que fueron educados en las escuelas
coránicas. La decisión de los jóvenes islamitas de sitiar al Esta­
do argelino limita las posibles reacciones. La creación del te­
rror mediante el asesinato y las amenazas azuza a quienes
más tienen que perder al combatir el fuego con el fuego.
La guerra brutal entre las fuerzas militares seculares y las
guerrillas islamistas crea un estrecho "espacio de muerte" en
el cual la verdadera autocrítica, la reforma y el diálogo están
eliminadas como posibles resoluciones. La política guberna­
mental basada en los clanes, la milicia, los islamistas y los
etnonacionalistas bereberes ha resultado en colectivos
subnacionales que se han convertido en suposiciones del Es­
tado, atando a la ciudadanía a los líderes tribales: el padre.
La política y la guerra en Argelia son la extensión del patriar­
cado. Las tradiciones son impuestas por la violencia de las
guerrillas, los decretos islámicos en las leyes personales es­
tán respaldados por todos los partidos, menos uno. En agos­
to de 1995, el Consejo de Ministros aprobó sin reservas un
proyecto de ley sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación en contra de las mujeres: un proyecto de ley
que había sido ignorado desde que fue escrito 17 años antes y
fue aún más ignorado desde este tropiezo. Los derechos de
las mujeres en Argelia han sido conquistados por unas pocas
entre millones y son tratados como privilegios por las autori­
dades gobernantes.
Cuando el GIA se declaró como una alternativa de gobier­
no (un califato en el exilio) en agosto de 1994, dio a conocer
muy claramente sus prioridades:

1. Declaración de un gobierno alternativo.


2. Una exigencia para que todos los recaudadores de
impuestos dejen de trabajar inmediatamente.
3. Una advertencia para que las mujeres deban desistir
de nadar en albercas mixtas o ir a la playa (GIA, 1994).

En relación con las últimas dos prohibiciones, la violen­


cia era el castigo. Aquí tenemos en una nuez la materia prima
por la que se peleaba en la crisis argelina: poder político, di­
nero y regulación de las relaciones y la moral sexual, todo
ello respaldado por la violencia legitimada.
No es sorprendente que las mujeres argelinas fueran víc­
timas y blanco en esta batalla por el poder. La privación de
derechos políticos era lo primero a ser sacrificado por aque­
llos que estaban en el poder y por aquellos que esperaban
obtenerlo. El diálogo — indeseado por muchos de los grupos
involucrados— podía evitarse por las sensacionales contra­
acusaciones de asesinato de inocentes. El simbolismo de las
mujeres como defensoras de la tradición (modesta, obedien­
te, con velo y en casa) o como la vanguardia del cambio so­
cial (modernizante, liberada, trabajadora y "ganchos para
ropa") las hace un indicador obvio de quién tiene el control.
Los conflictos violentos al interior de un Estado plantean
muchos desafíos a la libertad personal y de elección. Pero lo
que vino a pasar en las calles de Argelia en los noventa fue
una decisión imposible: usar velo o no usar velo. La máxima
del poeta asesinado Tahar Djaout, "Si hablas mueres/Si no
hablas también. Entonces habla y muere", podía ser aplicada
con facilidad al hecho de ser mujer en Argelia. Las mujeres
son vistas por todos los actores políticos como el símbolo de
su nación. Mientras estos actores pelean para proteger otros
símbolos de la nación, todos han sido cómplices de feminicidio
en masa, en una batalla por destruir y remover un difícil sím­
bolo de la nación: una nación con una identidad esquizo­
frénica.
Reconocimiento: Este artículo es una versión abreviada del
que apareció en el Journal ofArabic and Middle Eastern Studies,
2(2), pp. 43-54, 1995. También contiene material de Rod
Skilbeck, The potes ofpermisiveness: power, pop and God in Algeria,
tesis de maestría, Macquiarie University, 1996.

Referencias

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Militant hunt as toll rises", Reuters World Service.
BBC2 World Service (1994, noviembre 19). "Algeria's hidden
war". Assignment 1915 GMT [programa de noticias de
radio].
Bedarida, Catherine. (1995, abril 23). "Algerian women take
lonely road to exile". Guardian Weekly, p.16.
Bennoune, Karima. (1994). "Algerian women confront fun-
damentalism", Monthly Review, 46(4), 26-39.
Burgat, Francois. (1994). IsJamic movements o f North Africa.
Austin, TX:. Center for Middle Eastern Studies.
Darwish, Qusai Saleh. (1994, agosto 9). Ashard al-Aswat.
Ghuneim, Mona. (1995, junio 28). "Algerian women". Voice
of America [programa de radio].
GIA [Armed Islamic Group] (1994, agosto 29). "Communique".
Federal News Service.
Gozlan, M. (1992, enero 2). L’Evenement du Jeudi, 374, p.57.
Haddam, Anwar. (1994, abril 1). FIS [The Islamic Salvation
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Moghadam, Valentine. (1993). Modernizing women: Gender and
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Reuters. (1994, abril 1). "Islamists blame Algerian regime for
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Ruedy, John. (1992). Modern Algeria: The origins and develop-
ment o f a nation. Bloomington, IN, Indiana University
Press.
Slyomovics, Susan. (1995, enero-febrero). "Hassiba Benbouali:
If you could see our Algeria". Middle East Report, 25(1), 8-
13.
Feminicidio íntimo y mujeres
que han sufrido abuso y asesinan:
una perspectiva legal feminista
Shereen Winifred Mills

E s te capítulo se centra en dos fenómenos, el feminicidio por


pareja íntima, que es el asesinato dé mujeres por sus compañeros
íntimos, y los casos de mujeres que han sufrido abuso y asesi­
nan a sus compañeros. Existe muy poca investigación y lite­
ratura en Sudáfrica sobre ambos fenómenos, particularmente
sobre el tratamiento judicial de tales casos.
El término feminicidio fue desarrollado por las feministas
para destacar el hecho de que varios asesinatos son motiva­
dos por el género, fundados en creencias particulares acerca
de las mujeres, tales como que las mujeres son propiedad de
los hombres.
El fundamento para la investigación de ambos fenóme­
nos es el problema social de la violación de mujeres en la
esfera doméstica. Quizá sea trillado decir que estos fenóme­
nos ilustran la deficiencia de nuestro sistema legal para pro­
teger adecuadamente a las mujeres de la violencia doméstica.
Sin embargo, este capítulo no sólo expone la culpabilidad
del sistema de aplicación de justicia al no proteger a las
mujeres, sino cómo el sistema de justicia criminal está ade­
más implicado en el trato injusto a las mujeres en estas si­
tuaciones. Esto ocurre en los dos niveles, desde el prejuicio
de género y las actitudes sexistas que delatan las decisiones de
los jueces, hasta el contenido de la propia ley. Las cortes de
Sudáfrica parecen renuentes a admitir la evidencia del abuso
en las relaciones, aun cuando esto con frecuencia es esen­
cial para el enjuiciamiento efectivo del feminicidio, y para
explicar las experiencias singulares de mujeres de quienes
se abusa frecuentemente, y particularmente la desespera­
ción de aquellas que asesinan a sus esposos abusadores. Más
fundamentalmente, las defensas en la ley disponible para
las mujeres que asesinan a sus esposos son sistemáticamente
discriminatorias.
Gracias a la extensa campaña de organizaciones de mujeres,
la violencia doméstica y la conducta más extrema —feminicidio
por la pareja íntima— han ganado una creciente atención pú­
blica en años recientes en Sudáfrica. Sin embargo, la difícil
condición de las mujeres que han sufrido abuso y que asesi­
nan, en gran medida ha pasado inadvertida. Estas mujeres
son tratadas por el sistema de justicia criminal como crimina­
les ordinarias, o peor. Si las víctimas de violación son "viola­
das" dos veces al sufrir un segundo vilipendio en las cortes,
las mujeres que han sufrido abuso y asesinan son violadas
tres veces: primero por el violador; segundo por la sociedad,
la cual culpa a la víctima por originar el abuso sobre ella mis­
ma, y, finalmente, por el sistema legal, el cual la acusa por no
abandonar a su compañero abusador (Littleton, 1996). Éste
es el rostro de nuestro nuevo orden constitucional, con su
énfasis en la igualdad.
En este capítulo, a fin de dar una vista general del proble­
ma en Sudáfrica, primero observo las estadísticas existentes
sobre la incidencia de violencia doméstica, el feminicidio ín­
timo, y las mujeres que han sufrido abuso y asesinan.
Segundo, intento un análisis de dos estudios de caso: uno
de feminicidio íntimo y el otro de una mujer violada que ase­
sinó a su esposo abusador. También examino el impacto del
prejuicio judicial no reconocido y la naturaleza de género de
las defensas disponibles para las personas que asesinaron a
sus parejas íntimas. Lo hago en el contexto de la jurispru­
dencia internacional, particularmente de los argumentos
legales feministas acerca de cómo el tratamiento desigual de
las mujeres y los hombres que asesinan a sus parejas íntimas
por el sistema judicial afecta negativamente a las mujeres que
asesinan.
Tercero, observo las respuestas al feminicidio íntimo y a
las mujeres que han sufrido abuso y asesinan desde una pers­
pectiva constitucional, específicamente el derecho a la igual­
dad y el derecho a la libertad y seguridad de la persona,
consagrado en el Documento de Derechos de Sudáfrica (Acta
de la Constitución de la República de Sudáfrica, Núm. 108 de
1996).
Finalmente, subrayo las acciones emprendidas por orga­
nizaciones no gubernamentales —tales como la Alianza de la
Justicia para las Mujeres— para destacar las desigualdades
en el tratamiento judicial de los hombres y las mujeres que
han asesinado a sus parejas íntimas, y proponer alternativas
para el mejoramiento de la ley y la operación del sistema ju­
dicial.

La violencia contra las mujeres en Sudáfrica

La violencia contra las mujeres en Sudáfrica debería ser ana­


lizada en el contexto de la violencia en Sudáfrica en general.
Sudáfrica es considerado uno de los países más violentos en
el mundo. Tal violencia tiene una orientación de género, con
más hombres que mujeres como perpetradores de crimen.
Las investigaciones sobre violencia doméstica en Sudáfrica
estiman, conservadoramente, que entre 18% y 25% de las mu­
jeres están involucradas en relaciones de abuso. De acuerdo
con Human Rights Watch (citado en Bollen et a i, 1991), estas
cifras subestiman la magnitud del problema. Otra investiga­
ción eleva la estimación hasta 60% (Joubert, 1997). La inciden­
cia de violencia doméstica parece incrementarse severamente
en las áreas rurales. En un estudio de caso realizado en la po­
blación rural de Southern Cape (una de las nueve provincias
de Sudáfrica), se estimó que un promedio de 80% de las muje­
res rurales son víctimas de violencia doméstica (Artz, 1999).
Esto coincide con la situación socioeconómica más baja de las
mujeres en las áreas rurales, quienes son predominantemente
negras y pobres. Además de eso, cada semana, cuatro mujeres
son forzadas a huir de sus hogares debido a que sus vidas es­
tán en peligro; cerca del 70% de toda la violencia tiene lugar en
el hogar, y sólo 4% de las mujeres que buscan protección poli­
ciaca en estas situaciones la buscaría de nuevo (Olckers, 1994).
La investigación de Lisa Vetten (1996) sobre el feminicidio
íntimo identificó 130 casos en el periodo de 1993 a 1994, sólo
en el área de Gauteng (una de las nueve provincias en Sudáfri­
ca). Vetten obtuvo estos datos, los cuales consideró incom­
pletos, a partir de investigaciones en la corte en 1994 y reportes
noticiosos de 1993 a 1995. Los análisis de estos casos revelan
que las mujeres son más propensas a ser asesinadas por miem­
bros masculinos de su familia y amigos, que por extraños;
que los esposos y novios se ubican como la amenaza más gran­
de a las vidas de las mujeres; y que en Gauteng se registra el
asesinato de al menos una mujer por su compañero íntimo
cada seis días.
El estudio de Vetten también encontró que más de la
mitad de los hombres que cometieron feminicidio, posterior­
mente se suicidaron. Con frecuencia asesinaron también a
otros, particularmente miembros de su familia, incluyendo
niños. Los feminicidios frecuentemente parecen ser precipi­
tados por la decisión de la mujer de terminar la relación (casi
20% parece haber estado en una relación directa), o por su
supuesta infidelidad. La decisión de la mujer de terminar la
relación a menudo tiene poco efecto para mitigar la descon­
fianza sexual de su compañero y su respuesta violenta. Con
frecuencia, mujeres separadas o divorciadas fueron asesi­
nadas —al igual que sus nuevas parejas— por el compañero
de quien se habían separado cuando iniciaron nuevas rela­
ciones. Finalmente, en muchos de los casos existió una histo­
ria de violencia en la relación. Las mujeres fueron asesinadas
aun cuando poseían órdenes de la corte o prohibiciones con­
tra sus compañeros para prevenir la violencia.
Un mayor acercamiento a la información reveló que los
hombres que cometieron feminicidio contra la pareja íntima
provenían de una variedad de estratos sociales, desde acau­
dalados hombres de negocios y académicos hasta conducto­
res de taxi y desempleados. Los policías constituyeron cerca
del 20% de la muestra. La mayoría de las muertes fueron cau­
sadas por heridas de arma de fuego. Puñaladas, golpizas, pa­
lizas, estrangulación e incineración completan el resto. (Una
revisión de casos recientes de feminicidio íntimo muestra que
los hombres con recursos a menudo emplean asesinos a suel­
do para matar a sus esposas.)
El promedio de edad de las mujeres asesinadas fue de 30
años (la víctima más joven era de 14 y la mayor de 41). A los
30 años, las mujeres son más propensas a casarse, ocupándo­
se de atender a los niños; son económicamente activas y de­
sarrollan habilidades laborales. De esta forma, estas muertes
son no sólo un trágico desperdicio de las vidas individuales
de mujeres, sino también una irreparable pérdida para los
hijos, las familias, la comunidad y la economía. Adicional­
mente, 12% de las mujeres en el grupo examinado tenían 20
años o eran más jóvenes, lo que sugiere que las mujeres jóve­
nes se ven envueltas en relaciones abusivas cuando todavía
son adolescentes.
De acuerdo con el estudio de Vetten, la más dura senten­
cia impuesta a un hombre que cometió feminicidio contra su
compañera íntima durante el periodo examinado (1993-1994)
fueron 14 años de cárcel. Este hombre había asesinado a la
mujer y a sus dos hijos, de quienes no era el padre. Esto debe
ser visto a la luz del hecho de que hasta 1995, cuando el
castigo capital fue abolido por la Corte Constitucional en S
vs. Makwanyane y otros [1995(3) SA 391(CC)], la pena de
muerte era considerada una sentencia adecuada para el ase­
sinato. Desde entonces, una sentencia de 25 años es lo que
prescribe el Acta de Procedimientos Criminales de 1977 (hay
discreción judicial limitada dependiendo de los factores ate­
nuantes).
Las mujeres que sufrieron abuso y asesinaron recibieron
sentencias que variaron desde la supervisión correccional
hasta la pena de muerte. Según el estudio de Vetten (1996),
con frecuencia las mujeres recibieron sentencias largas.
Adicionalmente, establece:

Las mujeres africanas están recibiendo las sentencias más du­


ras de todas. Una revisión de la forma en que los juicios son
conducidos sugiere que el sistema legal de Sudáfrica no está
dotado con la jurisprudencia para entender la dinámica del
abuso; ni los jueces y magistrados se sienten cómodos al tener
que escuchar los testimonios de expertos alrededor de la vio­
lencia doméstica. (Vetten, 1997, p.2)

La doble carga de discriminación que sufren las mujeres


negras (Crenshaw, 1989; Harris, 1990) merece un escrutinio
más cercano en el contexto de Sudáfrica, donde las mujeres
negras forman el grupo con la desventaja histórica más gran­
de y continúan sufriendo los efectos de dicha desventaja,
particularmente la desventaja socioeconómica. El prejuicio
contra las mujeres africanas refleja patrones de inequidad en
relación con el acceso a la justicia.
Aparece en un estudio posterior, actualmente en desa­
rrollo, que varias mujeres que asesinaron a sus compañeros
lo hicieron después de sufrir años de abuso a manos de sus
compañeros (Vetten y Ngwane, 2000). Tales asesinatos del
compañero íntimo están altamente diferenciados según el
género: los casos de mujeres que asesinan a sus parejas ínti­
mas está muy lejos de la frecuencia con que lo hacen los hom­
bres. De hecho, es raro que una mujer asesine a alguien, sea o
no su compañero. Parece claro que los hombres y las mujeres
asesinan en diferentes circunstancias y por razones aparen­
temente distintas (Stubbs, 1996). En un análisis preliminar
de la información no se podría identificar ni un solo caso de
una mujer que haya golpeado a su compañero hasta causarle
la muerte en un arrebato de celos. Sin embargo, lo contrario
ocurre con bastante frecuencia.
En el escenario anterior, los hombres se declaran inocen­
tes sobre la base de incapacidad criminal no patológica o au­
tomatismo demencial, o se declaran culpables, pero alegan
razones tales como la infidelidad sexual y, por lo tanto, la
provocación, para mitigar su sentencia. Mientras estos ha­
llazgos son aún tentativos, ya señalan un área de la ley que
podría ser susceptible para la manipulación de estereotipos
acerca de los hombres y las mujeres, manipulación que tiene
el potencial para prejuiciar la ley y el pensamiento judicial en
favor de los hombres. Más fundamentalmente, las diferen­
cias de contexto y las razones para el feminicidio no se refle­
jan en la doctrina legal en Sudáfrica. Tales diferencias tampoco
han sido reconocidas ni exploradas. Por esta razón, no hay
un caso en Sudáfrica donde la legítima defensa haya tenido
éxito para una mujer violada que mató a su esposo abusador
(Wolhuter, 1998).

Estudio de Caso 1: Feminicidio íntimo

El caso de S vs. Ramontoedi (Caso Núm. 188/96 [División Lo­


cal de Witwatersrand], 1996) es dolorosamente conmovedor.
Ratsapana Sandy Ramontoedi, un vigilante de prisión, dis­
paró y asesinó a su esposa Yvonne, de 26 años, durante una
diligencia sobre la pensión infantil en la Corte de Pensiones
de Johannesburgo. Ratsapana le disparó en una oficina de
averiguación de la Corte cuando el fiscal abandonó la habita­
ción, dejándola sola con él. El hijo de ella, de 3 años, estaba
esperando en el corredor afuera de la oficina con su herma­
na. Su petición para la manutención del hijo menor de la pa­
reja parece haber incitado la balacera. Su esposo negó la
paternidad y la acusó de tener un romance. En los meses que
precedieron a la muerte de ella, la había amenazado de muerte
en numerosas ocasiones, atacándola y disparándole al me­
nos una vez. Ella reportó el abuso de su esposo y la amenaza
de muerte en la estación local de policía. Yvonne temía por
su vida y había solicitado una escolta de la policía el día de
su aparición en la Corte. Su esposo la siguió, insultándola y
amenazándola, mientras la policía la escoltaba a la Corte.
Cuando Yvonne llegó, reportó las amenazas al fiscal. No obs­
tante todos estos intentos para protegerse, no le quitaron la
pistola a Ratsapana estando ahí.
En la prueba, Ratsapana fue encontrado culpable de ase- _
sinato. Se declaró inocente sobre la base de que las heridas de
su esposa fueron autoinfligidas, como consecuencia de un
forcejeo por la pistola. Sin embargo, no hubo señal de force­
jeo en el salón y la evidencia balística y forense demostró que
el deceso fue por tres disparos a corta distancia.
No se presentó ninguna evidencia de su conducta abusiva
anterior durante el enjuiciamiento de Ratsapana. Sobre la base
de la provocación, el juez encontró que la sentencia de super­
visión correccional era apropiada, sentenciando a Ratsapana
a sólo 3 años de servicio a la comunidad durante los fines de
semana en periodos de 20 horas. La provocación no fue apo­
yada con alguna evidencia. En ningún momento durante el
juicio se alegó la provocación ni como defensa ni como ate­
nuante de la sentencia.
Es claro, por el tenor de la sentencia, que el juez fue exce­
sivamente compasivo con Ratsapana durante todo el juicio.
De acuerdo con los hechos, el acusado era un hombre peli­
groso que llegó a la Corte armado y agresivo, y dispuesto a
llevar a cabo su amenaza de asesinar a su esposa en la prime­
ra oportunidad que se le presentara. Aunque la Corte encon­
tró que él tenía la intención requerida para asesinar en la más
grave forma de "dolus directus" (Sentencia de octubre 1,1997,
p. 2), no pudo encontrar premeditación, insistiendo que "esto
fue el impulso del momento al disparar y no podía haberlo
planeado" (Sentencia de Octubre 1, 1997, p. 3). El juez des­
cartó el testimonio de la madre de Yvonne y de dos herma­
nas sobre las amenazas de muerte previas por parte de
Ratsapana, acusando a las mujeres de una conspiración (Jui­
cio de junio 23,1996, p. 7). Apuntó sólo de pasada que Yvonne
pensó que era necesario conseguir una escolta policiaca para
el día de la audiencia.
El juez procedió a abordar el tema de la provocación,
asentando puntualmente que Ratsapana "sostuvo genuina-
mente" la sospecha de que su esposa estaba teniendo un
romance con Radebe, un anciano pastor eclesiástico (Juicio
de junio 23, 1996, p. 10). Contó la versión de Ratsapana so­
bre lo sucedido: que Ratsapana había sido citado a la Corte
"para apoyar a un niño que no era de él, la difunta estaba
efectivamente [énfasis nuestro] teniendo una relación con otro
hombre, el cual había terminado con su matrimonio" (Jui­
cio de junio, 1996, p. 11). Estaba ya claro en este escenario
que el juez tomó la versión de Ratsapana como definitiva,
no obstante que ninguna evidencia había apuntado en esa
dirección, salvo el testimonio de Ratsapana de que su espo­
sa estaba teniendo una relación. En su sentencia, la versión
de Ratsapana de lo que sucedió fue transformada en un he­
cho concreto. El juez sostuvo que había una

gran cantidad de provocación, no como una invención de la


imaginación del acusado o suspicacias, sino como un hecho bien
asentado. Las probabilidades son que la difunta estaba tenien­
do en verdad una relación con Radebe durante algún tiempo y
había engañado deliberadamente al acusado por algún tiempo
considerable anterior a la balacera y que la "seria provocación"
continuó por mucho tiempo antes de que ocurriera la balacera.
(Sentencia de octubre 1,1997, pp. 2-3)

Es evidente que el juez enjuició a Yvonne y no pensó en


la necesidad de darle un juicio justo. En su mente fue etique­
tada como "adúltera", y aunque no llegó tan lejos como decir
que ella merecía morir, la tragedia de su muerte y la pérdida
de su familia no parecieron interesarle. Efectivamente, no trató
este aspecto en su juicio, excepto para referirse a la inacepta­
blemente alta incidencia de asesinatos intrafamiliares en
Sudáfrica. A la luz de las justificaciones del juez para la con­
ducta sanguinaria de Ratsapana, su renuencia a castigarlo,
evidenciada por la simbólica sentencia obsequiada, resulta
poco sorprendente.
El juez terminó su defensa diciendo que, "debido a la re­
nuencia del acusado para decir la verdad sobre cómo tuvo
lugar exactamente el baleo de la difunta, la corte está a oscu­
ras acerca de cómo fue esa provocación realmente y el grado
de ésta" (Sentencia de octubre, 1,1997, p. 3). Esta declaración
contradice directamente el razonamiento previo del juez. Para
justificar a Ratsapana, ahora buscó ubicar el acto provocador
en el momento del asesinato, dado que la prueba de provo­
cación —que es subjetiva— requiere la pérdida del control
de sí mismo como resultado de la conducta provocativa, e
implica un sentido de inmediatez. El juez no fue disuadido
por el hecho de que hubo testigos independientes que sostu­
vieron que los disparos tuvieron lugar también inmediata­
mente después de que el fiscal dejó la habitación (Juicio de
junio 23,1996, p. 9). De hecho, Yvonne no tuvo tiempo para
provocarlo, solamente el tiempo necesario para que le dispa­
raran tres veces: una directamente en la cabeza, el disparo
que le causó la muerte. Sin embargo, el juez logró encontrar
la provocación, aunque la inferencia más clara a seguir era
que no hubo provocación en la escena del crimen y que la
renuencia de Ratsapana a decir la verdad fue precisamente
por esa razón: planeó matar a Yvonne, y lo hizo.
Finalmente, al término de su juicio, el juez castigó a la
policía por dejar a la difunta sin protección dentro de la Cor­
te, sabiendo que el acusado estaba en un ánimo agresivo (Jui­
cio de junio 23, 1996, p. 29). Absolvió a Ratsapana de toda
responsabilidad en su conducta, acusando a la policía en su
lugar. Si no hubiera existido su "extraordinaria" negligencia
del deber, sostuvo, la policía podía haber prevenido la muer­
te de Yvonne. De acuerdo con el razonamiento del juez, la
policía debió prever un acto de despecho. La decisión del juez
fue al mismo tiempo que no había sido planeado y sí provo­
cado. Él falló completamente al ignorar los temores de muer­
te inminente de Yvonne.

Discusión

Este caso es destacable por varias razones, no sólo debido al


descuido de la policía para tomar en serio los temores de
Yvonne y darle la protección que requería: envía a los hom­
bres abusivos el mensaje inequívoco de que el sistema legal
disculpa a los hombres que cometen feminicidio íntimo por
celos. La omisión del fiscal para atender la evidencia de abu­
so pasado en la relación, así como también evidencia del con­
texto social de abuso a esposas en Sudáfrica, le permitió al
juez tratar este feminicidio muy a la ligera. Le permitió verlo
como una aberración, poco factible que volviera a ocurrir,
dado que Ratsapana probablemente no iba a conocer a otra
mujer tan voluble como Yvonne. Por el contrario, la investi­
gación demuestra que los hombres que abusan de sus espo­
sas con frecuencia siguen abusando de las mujeres en sus
relaciones subsecuentes (Coker, 1992). Adicionalmente, al
enfocarse en la conducta de Yvonne, trasladó la responsabili­
dad de la violencia de Ratsapana hacia ella. Que una víctima
sea acusada por la magistratura no es exclusivo de Sudáfrica.
Keller (1996) cita dos grupos de trabajo estadounidenses que
concluyeron que los jueces en ese país tienen a menudo la
percepción, en casos como éste, de que la mujer provocó al
hombre a matarlas.
Posiblemente el aspecto más vergonzoso del proceso es
el prejuicio de género explícito en el tenor del juicio. Es claro
que el juez se identificó con Ratsapana en una forma que
enturbió el juicio. Su razonamiento era que cualquier hom­
bre cuerdo podría ser justificado al comportarse de la mis­
ma forma, ante la provocación del adulterio. Esencialmente,
sus razonamientos provienen de actitudes patriarcales ha­
cia las mujeres como posesiones, y sus estereotipos de las
mujeres como engañosas y conspiradoras. Además, sostuvo
la opinión inexplicable de que es apropiado para un hombre
responder violentamente a tal "ataque" sobre su hombría.
En relación con el tema del adulterio como provocación,
el prejuicio de género es mucho más profundo. Los abusa­
dores que asesinan, frecuentemente invocan razones tales
como infidelidad o abandono como incitadoras de sus reac­
ciones violentas, porque hay una tradición alrededor del adul­
terio que disculpa al asesino de la esposa o le provee "la
ilustración arquetípica de provocación adecuada" (Coker,
1992). El efecto es desviar el foco de atención del abusador
hacia la conducta de la víctima. Esto oculta la verdadera cau­
sa «del abuso conyugal y el feminicidio, donde imperan el
poder y el control. Los hombres abusivos que asesinan a sus
esposas son con frecuencia extremadamente dependientes,
posesivos, controladores y celosos (Ratsapana encaja clara­
mente en este perfil). La violencia que infligen es intencional,
un recurso para retener el control sobre sus esposas. Mucha
de la supuesta provocación es imaginaria, basada en patro­
nes establecidos muy anteriormente en la relación (Raeder,
1996).
El concepto de provocación se basa en la suposición de
que un hombre razonable puede ser provocado a cometer
feminicidio por la conducta insubordinada de su esposa, sien­
do el adulterio el acto más extremo de insubordinación (Coker,
1992). En la ley de Sudáfrica, la provocación no opera como
una defensa completa ni como atenuante de la sentencia. La
distinción trazada por la corte en S vs. Ramontoedi entre los
hombres que asesinan a sus esposas con premeditación y los
hombres que son provocados por el adulterio de sus esposas
—y por esto son menos culpables— es sospechosa. Proviene
de la falsa idea de que la violencia en respuesta a la provoca­
ción percibida —que es el adulterio— es incontrolable. El he­
cho es que la cadena causal que conduce al hombre de la ira a
la violencia es una construcción social (Raeder, 1996). Ambas
cosas no están conectadas racionalmente. Rara vez las muje­
res, si es que llega a pasar, escapan alegando que fueron pro­
vocadas a la violencia por el adulterio de sus esposos. El uso
de la violencia refleja el poder desequilibrado entre las par­
tes, y la valoración del abusador de que una reacción violen­
ta es apropiada socialmente (Coker, 1992). Los feminicidios
íntimos "pasionales" son tan inaceptables como los asesina­
tos "despiadados" de desconocidos, y deben ser tomados en
cuenta como tales. Si las mujeres son capaces de abstenerse
del comportamiento violento en situaciones de infidelidad
de sus esposos, entonces es razonable esperar que los hom­
bres hagan lo mismo. El escenario de hombres "fuera de con­
trol" y mujeres "provocadoras" en el contexto de las relaciones
abusivas tiene su origen en el mito de que las mujeres tienen
el poder de seducción para hacer perder el control a los hom­
bres sexualmente. Y, como en el caso de la violación, este mito
está basado en la creencia de que los hombres son víctimas
emocionales que no responden a su conducta sexual, mien­
tras que las mujeres son consideradas moralmente responsa­
bles por su propia conducta y la de los hombres (Coker, 1992).
Tales creencias permiten a la ley ignorar la interacción de
poder y control, de dominio y subordinación, en las relacio­
nes abusivas (Mahoney, 1996).

Estudio de Caso 2: Mujeres que sufrieron


abuso y asesinaron

En contraste con el resultado de S vs. Ramontoedi, en el caso S


vs. Boucher (Caso Núm. 179/96 [WLD], 1997), una mujer, víc­
tima de abuso, llamada Elizabeth Boucher, que asesinó a ti­
ros a su esposo, fue sentenciada a 18 años de prisión. Muy
poco peso tuvo el testimonio de Elizabeth sobre el hecho de
que su esposo había abusado de ella y su hija durante su ma­
trimonio, incluyendo ataques sexuales a una de sus hijas jó­
venes. Ninguna evidencia se tomó en cuenta en su defensa
sobre la frecuencia y el efecto de tales abusos sobre ella. El
alegato de Elizabeth de que ella vivía atemorizada por su es­
poso, se lo apropió el alegato del Estado en el sentido de que
era él, de hecho, quien le temía a ella.
El punto de crisis en la relación se alcanzó cuando
Elizabeth decidió abandonar a su esposo. La evidencia puso
en claro que ella temía por su vida en la semana que precedió
a la balacera mortal y que ella sentía que su vida estaba en
peligro cuando le disparó a su esposo. Elizabeth sostuvo que
la balacera fue precedida por ataque, intento de violación y
amenazas por parte de su esposo de que si no podía tenerla,
no sería de nadie más. La Corte olvidó que ella alegó legíti­
ma defensa y fue encontrada culpable de asesinato "despia­
dado".

D iscusión

La conducción del juicio estuvo prejuiciada contra Elizabeth


de dos maneras. Primero, está claro a partir de la evidencia y
el juicio, que los oficiales judiciales y asesores entendieron
muy poco acerca de los efectos del abuso prolongado sobre
Elizabeth. De tal modo, la evidencia pericial debió haberse
presentado. Segundo, la hipótesis de legítima defensa adopta­
da por la Corte fue sobre si un "hombre razonable en la posi­
ción del acusado" podría haber actuado de manera similar.
No resulta sorprendente, si se considera la jurisprudencia de
defensa criminal de Sudáfrica, que no hubiera cuestiona-
miento acerca de la naturaleza de género de la prueba. Los
criterios aplicados a Elizabeth en el caso fueron neutrales en
cuestión de género. Fue tratada como hubiera sido tratado
un hombre. Sin embargo, está claro que la aplicación de una
noción formal de igualdad no fue suficiente para asegurar
que Elizabeh Boucher recibiera tratamiento justo y equitati­
vo. La evidencia debería haber sido presentada en el contex­
to de las experiencias vividas por las mujeres que han sufrido
abuso, y las preguntas deberían haber surgido acera de la sis­
temática propensión de género o la discriminación arraigada
en la propia ley.
1. Peritaje. Hay gran cantidad de escritos legales y prece­
dentes legales en Estados Unidos, Canadá, Australia y Reino
Unido sobre el peritaje necesario en casos de mujeres que han
sufrido abuso y asesinan [véase la célebre decisión canadien­
se de R vs. Lavallée 1990, volumen 1, Supreme Court Repórter,
p. 852)]. Dado que el abuso a mujeres en las relaciones ínti­
mas está tan extendido en Sudáfrica, podría asumirse que las
experiencias de abuso de las mujeres son del conocimiento
público. Sin embargo, el desarrollo de los principios legales,
particularmente en el área de la violencia, ha ignorado du­
rante mucho tiempo la vida de las mujeres. De este modo, es
necesario el peritaje para educar a jueces y magistrados
(Stubbs, 1996). La finalidad de tal peritaje podría ser educar a
la magistratura acerca de las experiencias y características que
las mujeres golpeadas tienen en común

a fin de refutar los mitos ampliamente sostenidos y las falsas


ideas concernientes a las mujeres golpeadas que podrían inter­
ferir con [su] habilidad para evaluar justamente la acción de la
mujer. El testimonio experto puede presentar una imagen dife­
rente al demostrar que la mujer golpeada era una víctima.
(Schneider, 1996, p. 312)

El último aspecto es de particular importancia en Sudáfri­


ca, donde es claro en el caso que se analiza, al igual que en
otros, que la situación de estas mujeres como víctimas al
momento de asesinar es considerada en sus pruebas como de
poco o ningún peso (Nathoo, 1999). (El análisis de Nathoo
de la consecutiva imposición de identidades sobre las muje­
res, primero como víctima, después como perpetradora y des­
pués otra vez como víctima, está basado en entrevistas con
mujeres en la Prisión de Johannesburgo.)
En el caso de Elizabeth Boucher, la Corte concedió que la
relación entre las partes era "tormentosa" y que podría no
descartar la posibilidad de agresión en el transcurso de la re­
lación (Juicio de febrero 17, 1997, p. 468A). Sin embargo, la
Corte evitó hacer cualquier conexión causal entre el estado
psicológico de Elizabeth en el momento del asesinato y la
historia de agresión infligida sobre ella durante su matrimo­
nio con Deon. La evidencia deja en claro que había una histo­
ria de abuso en el matrimonio, pero al efecto de tal abuso
sobre el estado mental de Elizabeth no se le dio ningún peso
en la evaluación de su culpabilidad.
De acuerdo con la evidencia, Elizabeth reportó a la poli­
cía una serie de casos de ataques y daños dolosos en su pro­
piedad. Testificó en al menos cinco de tales reportes durante
los 18 meses de su matrimonio (Juicio de febrero 17,1997, p.
159). Ciertamente, ella era bien conocida en la estación local
de la policía. Un policía testificó que recordaba a Elizabeth
pidiendo auxilio cuando ella estaba con Deon. Elizabeth des­
cribió brevemente algunos incidentes del abuso. Por ejem­
plo, después de un incidente en 1995, dijo que requería rayos
X. Esto revela la seriedad del ataque de Deon. Pareció afectada
más profundamente por el último incidente en el mismo año,
cuando Deon deliberadamente le fracturó la pierna a su hija
de 7 años, Nikita, y abusó sexualmente de la hija de 15 años,
Jo-Anne. Deon fue arrestado por ello y luego exonerado de
estos actos (Juicio de febrero 17,1997, p. 160).
Tomando en cuenta las dos semanas que condujeron a la
balacera mortal, Elizabeth describió un creciente comporta­
miento extraño de Deon: amenazó con dispararle, después
decidió que mejor la colgaría (la policía corroboró esto con
evidencia de una cuerda colgando en un pasillo de su casa).
Le dijo que había disfrutado rompiéndole la pierna a Nikita
y que "Jo-Anne era carne fresca", y que "todavía no había
terminado con ella". Ella respondió: "En otras palabras, soy
una mala madre porque no estuve cerca de mis hijas". Es cla­
ro que el darse cuenta de que Deon había disfrutado al rom­
perle la pierna a Nikita tuvo un profundo efecto psicológico
en ella. Ella se paró sobre la silla que había colocado bajo la
cuerda y dijo "Está bien, hazlo [mátame]" (Juicio de febrero
17.1997, p. 177).
El sábado que precedió a la balacera, Deon le dijo a Elizabeth
que había estado tentado a dispararle mientras estaba dur­
miendo y que había cavado una tumba en el jardín para ente­
rrarla. No es claro en la evidencia si en efecto hubo una tumba
(sirvientes que dormían en la propiedad negaron haberla vis­
to), pero Elizabeth insistió sobre su existencia durante todo
el desahogo de la evidencia, a pesar del daño que le hizo a su
credibilidad como testigo. No obstante la honestidad de ella
y su convicción acerca de esto, la Corte la consideró una prue­
ba adicional de que estaba mintiendo. Testificó que Deon
estaba "peor que nunca" durante este periodo, amenazando
matar a los padres de él y a su hijo. Él describió a su hijo
como un "pedazo de placenta" (Juicio de febrero 17, 1997,
p. 159).
La evidencia mostró que Elizabeth estaba perturbada por
la sagacidad de Deon. Se refirió constantemente a la habili­
dad sobrenatural de él para "cacharla": "Deon es muy, muy
astuto", dijo ella (Juicio de febrero 17,1997, p. 468B), "nada
puede detener a Deon, hace lo que quiere" (Juicio de febrero
17.1997, p. 180). En la semana que llevó a la balacera mortal,
es claro que ella temía por su vida. Preguntó a su trabajadora
doméstica y a su hermana si podían dormir en la casa con
ella después de un intento de ataque de Deon el sábado que
precedió a la balacera. Ella las despertaba al regresar del tra­
bajo cada noche para preguntar si todo estaba bien e insistía
constantemente que no dejaran pasar a Deon a la casa (Juicio
de febrero 17, 1997, p. 14). Ella también testificó que llamó
para pedir a la gente que alguien se quedara en casa con ella
por su seguridad, y pidió a la familia de Deon que le consi­
guieran ayuda a él (Juicio de febrero 17,1997, p. 181). El lu­
nes que precedió a la balacera, llamó a un abogado y le
preguntó si podría redactarle su testamento, según el cual
todas sus posesiones serían para sus hijas si algo le pasaba
(Juicio de febrero 17, 1997, p. 187). Al día siguiente también
llamó a la policía y preguntó si podrían obsequiarle una pro­
hibición contra Deon y también si podrían darle protección.
Le dijeron que no tenían suficiente personal (Juicio de febre­
ro 17,1997, p. 188).
Este es quizá el aspecto que les cuesta más trabajo creer a
las cortes: cuando una mujer de quien se ha abusado sabe,
después de haber sufrido años de abuso, que el próximo acto
podría ser mortal para ella. Es necesario el peritaje para ex­
plicar a la Corte el poder de las dinámicas en la relación, la
naturaleza acumulativa de la experiencia de abuso y el cono­
cimiento del abusador por parte de la mujer, lo que le permi­
te "leer" su humor y predecir un ataque (Sheehy, Stubbs y
Tolmie, 1992).
Las cortes también tienen dificultad para entender por
qué las mujeres que han sufrido abuso no aband<pnan a sus
abusadores. Las razones de por qué muchas mujeres siguen
relaciones abusivas ha sido documentada, incluyendo facto­
res tales como el miedo a represalias, la carencia de recursos
económicos, la falta de apoyo social y los sentimientos de ais­
lamiento causados por el abuso (Dutton, 1993). Las mujeres
que han abandonado, con frecuencia regresan con el abusa­
dor debido a las amenazas y a la carencia de apoyo social. En
el caso de Elizabeth, la Corte no fue la excepción. El juez re­
calcó que "la acusada ya había visto a un abogado sobre el
divorcio y las partes estaban separadas, por lo tanto, ella
[Elizabeth] estaba consciente de las opciones para resolver el
problema [de abuso] sin recurrir a la violencia" (Juicio de fe­
brero 17,1997, p. 468B). Elizabeth trató de abandonarlo y era
su decisión abandonarlo, lo que provocó el violento ataque
final de su esposo contra ella. La investigación demuestra que
la mayoría de las mujeres que asesinan a sus parejas lo hacen
una vez que dejaron la relación (p.e., Dutton, 1993). Esta pre­
ocupación sobre por qué las mujeres que han sufrido abuso
se quedan, ignora sus experiencias vividas y el contexto per­
sonal y social de poder en el cual están inmersas. Los concep­
tos de victimización y acción que subrayan las suposiciones
acerca de abandonar o quedarse necesitan ser cambiados
(Mahoney, 1994).
2. Legítima Defensa. Está claro que a partir de la discusión
anterior sobre la cantidad de dificultades que debe enfrentar
una mujer que ha sufrido abuso y que intenta mostrar que el
acto de matar a su esposo abusador fue una respuesta ra­
zonable y necesaria al comportamiento de él. Tal conducta
amenaza "estereotipos profundamente sostenidos de la con­
ducta femenina permitida, sumisa y de autoridad patriarcal"
(Schneider, 1996, p. 312). Es esencial que estos estereotipos sean
expuestos a la magistratura tal cual son.
El peritaje podría haber sido invaluable para ayudar a la
Corte a reconocer y entender el estado mental de Elizabeth
en el momento de la balacera mortal y probar que su conduc­
ta fue razonable y se constituía en legítima defensa. La Corte
sostuvo que

la cuestión de si un acusado actuó lícitamente en legítima de­


fensa en las circunstancias es determinada objetivamente, apli­
cando la prueba de la personá supuestamente razonable en la
posición del acusado. La acusada no pasa esta prueba ni si­
quiera en su propia versión. (Juicio de Febrero 17,1997, p. 394)
Elizabeth, como otras mujeres que han sufrido abuso y
asesinan, no asesinó en la forma supuesta por la doctrina tra­
dicional de la legítima defensa. Ella abandonó a un hombre,
a quien alegó temer dentro de su casa, y le disparó tres veces
cuando intentó atacarla. La doctrina tradicional fue desarro­
llada en el contexto de una disputa entre iguales, la tradicio­
nal riña de cantina entre hombres. La doctrina, basada en la
norma masculina, yerra al equiparar a esa norma la expe­
riencia de las mujeres que asesinan a sus parejas en respues­
ta a la violencia en curso. Al aplicar estrictamente la prueba
objetiva del "hombre razonable" a las acciones de Elizabeth,
a la Corte le faltó examinar el prejuicio de género de la prue­
ba y tomar en cuenta la compleja realidad social de las muje­
res que han sufrido abuso y que asesinan a sus abusadores
(Schneider, 1996).
Como punto de partida, las mujeres que asesinan para
escapar de la amenaza de muerte o de lesiones graves, como
Elizabeth, deberían tener la misma defensa disponible que
los hombres que asesinan por las mismas razones. La dife­
rencia entre los hombres y las mujeres en este aspecto es que
los hombres están relativamente seguros en la esfera privada
y es más probable que tengan superioridad física sobre sus
atacantes. Esta diferencia también cuenta para las formas no
tradicionales en que matan las mujeres; por lo tanto, no de­
bería ser usado prejuiciosamente contra las mujeres en la Corte
{McColgan, 1993).

El sistema constitucional de igualdad

La violencia contra las mujeres es tratada en la jurispruden­


cia constitucional como discriminación contra las mujeres o
una violación del derecho de igualdad en los ámbitos del sexo
y el género. La Sección 9 de la Constitución Sudafricana esti­
pula que ni el Estado ni los particulares pueden "discriminar
injustamente, directa o indirectamente, a nadie en uno o más
ámbitos, incluyendo raza, género, sexo" [Sección 9(3) y (4)].
Adicionalmente, el derecho de cualquiera a ser "libre de to­
das las formas de violencia de cualquier fuente pública y pri­
vada" es reconocida en la Sección 12. Por ello, a los individuos
que son víctimas de violencia debe proporcionárseles protec­
ción constitucional no solamente de los agentes del Estado,
sino también en la esfera privada, donde las mujeres y los
niños son más vulnerables (La Ley de Sudáfrica, 1997, párra­
fo 235, nota al pie 12).
La igualdad es un valor medular de la Constitución
Sudafricana. La Corte constitucional ha sostenido que

A la luz de nuestra particular historia y nuestra visión del futu­


ro, se redactó una Constitución con la igualdad como eje. La
igualdad es el centro de nuestra Constitución y su principio de
organización. [The President ofthe RSA vs. Hugo 1997 (4) South
Africa Constitutional Court, párrafo 74]

Al considerar la igualdad como un derecho, los juicios de


la Corte constitucional de Sudáfrica indican que está com­
prometida a un entendimiento sustantivo de igualdad que
busca reparar la desigualdad (Albertyn y Goldblatt, 1998).
Este compromiso involucra un análisis contextual basado en
la eliminación de los efectos de la discriminación. En un caso
de discriminación contra las mujeres, la Corte podría ser re­
querida para examinar el contexto social de desigualdad y
desventaja (ambas presente e histórica) y cómo se relaciona
con formas sistemáticas de dominación en la sociedad [The
National Coalition for Gay and Lesbian Equality and Other vs.
Minister o f Justice and Others 1999 (1) South African Law
Reports (6) at para 60-64; City Council of Pretoria vs. Walker 1998
(3) Butterworths Constitutional Law Reports 257 Constitutional
Court, párrafo 62],
El concepto de igualdad, como lo expusieron académicas
feministas críticas, pretende

encontrar el entendimiento de la ley y los conceptos legales


en las experiencias vividas de las mujeres y los hombres. La
igualdad, por lo tanto, tiene que dirigirse hacia las condicio­
nes actuales de la vida humana. (Albertyn y Goldblatt, 1998,
p. 252)

El derecho a la igualdad, interpretado sustantivamente,


prevé una obligación positiva del Estado no solamente para
prevenir la violencia doméstica, sino también para involu­
crarse en el problema y eliminar prejuicios de género por parte
de la magistratura, así como también examinar la discrimi­
nación sistemática en la ley (Wolhuter, 1998, p. 2). Esto signi­
fica tomar en cuenta, para extenderla, los segmentos de la ley
que se basan en los valores no solamente del sexo dominan­
te, sino también de la raza dominante y clase. Como se afir­
mó previamente, las mujeres negras pobres constituyen el
grupo con la mayor desventaja histórica en Sudáfrica. De este
modo resulta esencial cambiar las normas existentes e infun­
dir en la ley la diversidad de las experiencias de tales mujeres
(Albertyn, 1994; Wolhuter, 1998).
La Corte constitucional sudafricana ha reconocido la di­
námica de poder y control que conforma el abuso conyugal,
al sostener que,
hasta el punto de que es sistémica, persuasiva y abrumado­
ramente específica de género, la violencia doméstica refleja y
refuerza la dominación patriarcal, y lo hace de una forma parti­
cularmente brutal. (S vs. Baloyi 1998 South African Constitutional,
p.9)

Estos problemas han sido tomados en cuenta, pero di­


chas decisiones no se han traducido en toma de decisiones
judiciales básicas.
El precedente (y, de hecho, inspiración) para las tareas
próximas puede encontrarse en el caso canadiense de R vs.
Lavallée (1990,1 SCR 852), el cual proporciona un análisis de
la naturaleza de género de la ley de legítima defensa dentro
del contexto del derecho constitucional a la igualdad. La Corte
atendió los actos de legítima defensa de la acusada dentro
del contexto específico de la historia de violencia en la rela­
ción y dentro del contexto social más amplio. También aten­
dió la necesidad del peritaje para educar a la magistratura
sobre las experiencias de las mujeres que han sufrido abuso.
El aspecto más significativo del juicio fue que, al atender la
demanda de "peligro inminente", la Corte tomó en cuenta la
experiencia de mujeres que han sufrido abuso y sostuvo que
debería considerarse el efecto acumulativo del abuso previo
contra la acusada.

Conclusión

La llegada de un nuevo orden democrático constitucional en


Sudáfrica, con énfasis en el derecho de igualdad, y la forma­
ción de una Comisión de Igualdad de Género (un órgano in­
dependiente establecido en 1997 para promover la igualdad
de género), ha tenido varias implicaciones positivas para los
derechos de las mujeres. Ha abierto el camino para la socie­
dad civil de abogar por la reforma del tratamiento de las
mujeres en la sociedad. Los grupos defensores de los dere­
chos de las mujeres se han vuelto más organizados en rela­
ción con temas como la violación, el abuso a niñas, la violencia
doméstica y el feminicidio íntimo, y estos temas se han con­
vertido en el foco de atención de muchos medios de comuni­
cación. En los años recientes esto llevó al Estado a atender
algunos de estos temas como un asunto de interés público
(The Law of South Africa, 1997, párrafo 235). Se han incremen­
tado los esfuerzos para asegurar los servicios y las reformas
legales a los sobrevivientes de violencia de género, así como
los esfuerzos para proporcionar capacitación para sensibili­
zar sobre género a los proveedores de servicios clave, tales
como la policía y los magistrados.
No obstante estas mejoras, está claro, a partir de los casos
analizados, que el sistema de aplicación de la ley de Sudáfrica
y, a fin de cuentas, el sistema judicial, han persistido en no
proteger efectivamente de la violencia a las mujeres. Esta fa­
lla, se ha argumentado, es un factor que contribuye mucho a
la incidencia del feminicidio íntimo, y de los casos de las
mujeres que han sufrido abuso y asesinan a sus parejas. Am­
bos fenómenos son con frecuencia una consecuencia trágica
de la ineficacia policiaca y del seguimiento de los casos de
violencia doméstica, y ambos reflejan la actitud de la socie­
dad en relación con la violencia en el hogar.
El prejuicio de género en favor de los hombres y las nocio­
nes sexistas acerca de lo que constituye un comportamiento
"propio" para las mujeres y su lugar en la sociedad, conti­
núan influyendo en la manera en que son tratados tales ca­
sos en las cortes. Adicionalmente, los principios legales que
subyacen a las defensas disponibles para las acusadas en jui­
cios por asesinato tienen premisas sobre nociones masculi­
nas de lo que constituye el comportamiento "razonable". Tales
defensas, cuando son usadas por las mujeres que han sufrido
abuso y que asesinan, no funcionan efectiva o completamen­
te, porque están basadas en la norma de dominación del hom­
bre blanco, y porque ignoran por completo la experiencia
singular de las mujeres que han sufrido abuso y asesinan.
Esta sutil forma de discriminación sistemática probará la di­
ficultad para superarla.
El trabajo sobre el fenómeno de feminicidio íntimo y el
de mujeres que han sufrido abuso y asesinan, en el contexto
del derecho a la igualdad, está todavía en niveles muy preca­
rios en Sudáfrica. Lo que está claro, sin embargo, es que si
nosotros agregamos una definición constitucional de igual­
dad sustantiva, puede construirse un caso fuerte para el me­
joramiento de la ley y las acciones del Estado.
Agradecimientos: La autora desea dar las gracias a Lisa
Vetten por su invaluable contribución inicial y a Beth
Goldblatt por sus comentarios incisivos.

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Margaret Benes.j
Feminicidio en África del Sur*
Charlotte Watts, Susanna Osam
y Everjoice Win
Es triste leer que a los ladrones de ganado se les impongan
castigos más severos que a quienes asesinan mujeres.

RUDE Y KAZUNGA (1995)

L o s miembros de Mujeres en Ley y Desarrollo en África


(WiLDAF, por sus siglas en inglés) en cinco países de África
del Sur — Botswana, Sudáfrica, Swazilandia, Zambia y
Zimbabwe— emprendieron en cada país un estudio sobre el
feminicidio como parte de los preparativos para la Conferen­
cia Mundial sobre Mujeres de las Naciones Unidas realizada
en Beijing en 1995 (véase Galloway, 1995; Mkhonta y Aphane,
1995; Pillay, Vetten y Moeketsi, 1995; Rude y Kazunga, 1995,
y Sejoe-Galetshoge, 1995). Nombramos al estudio "El proyecto
FEMINICIDIO": el feminicidio es el asesinato o muerte de muje­
res porque son mujeres.
Los objetivos específicos de este estudio fueron:

1. Reunir y recopilar los nombres, edades y otros deta­


lles pertinentes de las mujeres y niñas que han sido

* Este capítulo consiste de extractos editados de Charlotte Watts, Susanna


Osam y Everjoice Win, The prívate ¡s public: A study of violence against
women in Southern Africa, Harare, Zim babwe, Women in Law and
Development in Africa, 1995.
víctimas de feminicidio, incluyendo cómo, por que,
cuándo y dónde fueron asesinadas y cuál fue la sen­
tencia del asesino en los casos en que fueron a la Corte.
2. Documentar estos casos en un registro para que sir­
van como evidencia de feminicidio.
3. Confeccionar una colcha (como la colcha del SIDA) con
los nombres de estas mujeres para llevarlos a Beijing
y también usarlo en campañas de toma de conciencia
en ámbitos nacionales. Tanto el registro como la col­
cha personalizan el feminicidio y aseguran que las víc­
timas no serán reducidas a estadísticas sin rostro ni
nombre.
4. Demostrar la magnitud, las manifestaciones y otros
factores relacionados con el feminicidio.
5. Contribuir al discurso sobre feminicidio analizándo­
lo desde una perspectiva africana.
6. Observar cuándo y cómo el Estado ha jugado un pa­
pel activo o pasivo en la perpetuación del feminicidio
a través de sus acciones y su inacción.
7. Utilizar esta información para abogar y cabildear en
los niveles nacional e internacional, e integrar el Re­
porte Especial sobre Violencia contra las Mujeres a
las Nacional Unidas.

WiLDAF prevé que las m ujeres en Á frica del Sur m ostra­


rán a los líderes africanos y a otros grupos de derechos h u ­
m anos que el fem inicidio y otros tipos de violencia contra las
m ujeres son un rasgo de las sociedades africanas, y que hay
necesidad de que los Estados y la sociedad entren en acción
inm ediatam ente para detener esta flagrante violación de los
derechos hum anos de las m ujeres.
WiLDAF eligió centrarse en el feminicidio por diversas ra­
zones. La primera, el feminicidio se encuentra al final de un
continuo de violencia contra las mujeres. Segundo, el femini­
cidio también muestra la misoginia que con frecuencia
subyace en la violencia contra las mujeres. Tercero, las formas
en que las mujeres son tratadas brutalmente demuestran el
grado en el cual algunos hombres conciben conscientemente a
las mujeres como inferiores que merecen ser torturadas. Cuar­
to, el enfoque en el feminicidio proporciona a WiLDAF un in­
dicador del grado de seriedad con el que la sociedad y, mucho
más importante, el Estado, atienden las violaciones de los
derechos de las mujeres y la violencia contra ellas, especial­
mente su expresión última en el feminicidio. Finalmente, qui­
simos recomendar qué tipos de intervenciones se necesitan
realizar para combatir el feminicidio.

Metodología

Aunque se conoce que la violencia contra las mujeres existe


en los países estudiados por WiLDAF, oficialmente no hay
información reunida sobre el alcance de este problema en
ninguno de estos países. Los datos sobre ataque u homicidio,
cuando están disponibles en la Corte o en las estadísticas
policiacas, con frecuencia no están separados por sexo o por
la relación víctima-perpetrador. En forma similar, los regis­
tros de muertes y las estadísticas de los servicios de salud a
menudo registran solamente la causa inmediata de muerte o
daño, en lugar de los hechos de largo plazo que culminaron
en el asesinato. Esta escasez de información refleja la falta de
compromiso para abordar la violencia contra las mujeres en
general, y el feminicidio en particular. Además, la ausencia
de información detallada hace invisible el problema, permi­
tiendo a los gobiernos negar su seriedad. Por consiguiente,
no pueden explorar su papel en la prevención del feminicidio.
Ante la falta de datos WiLDAF tuvo que reunir informa­
ción sobre el feminicidio de una gama de fuentes formales e
informales. En cada país de África del Sur, los miembros de
WiLDAF compilaron estadísticas sobre feminicidio de cual­
quier fuente de información que estuviera disponible. Más
específicamente, las fuentes de información fueron las si­
guientes: registros de la Corte (Zimbabwe, Botswana, Sudáfri­
ca); registros de la policía (Zambia, Sudáfrica); reportes de
revistas y periódicos (Zambia, Sudáfrica, Swazilandia,
Botswana), y fuentes orales (Zambia). Para cada caso identi­
ficado, los investigadores trataron de compilar detalles acer­
ca de la mujer o la niña asesinada, las circunstancias alrededor
de su muerte y la calidad de la respuesta judicial y social.
El estudio compiló información sobre feminicidios ocu­
rridos entre 1983 y 1993. De los 754 feminicidios analizados,
35% (263) ocurrieron en Zambia, 33% (249) en Zimbabwe, 12%
(90) en Swazilandia, 10% (78) en Botswana, y 10% (74) en
Sudáfrica. Las limitaciones de tiempo y recursos determina­
ron ampliamente las escalas temporales sobre cuáles regis­
tros de feminicidios fueron compilados y el número de casos
analizados en cada país.

Tipos de casos de feminicidio identificados

El estudio identificó los siguientes tipos de feminicidio:

1. Feminicidio íntimo. Mujeres asesinadas por novios o


esposos en las llamadas disputas domésticas.
2. Feminicidio por otros miembros de la familia. Feminicidio
por hombres de la familia y parientes políticos que,
por costumbre en las sociedades de Africa del Sur,
con frecuencia sienten que tienen el derecho de con­
trolar a las mujeres.
3. Feminicidio sexual. La violación es en ocasiones segui­
da del asesinato, ya sea para encubrir el crimen o des­
hacerse de los testigos. Algunos violadores también
obtienen placer matando a sus víctimas.
4. Feminicidios de brujas. Otro ejemplo de feminicidio es el
asesinato de mujeres acusadas de ser brujas; en algunas
ocasiones son quemadas, como sucede en Sudáfrica, o
lapidadas, como en Zimbabwe. Estos feminicidios ocu­
rren predominantemente en áreas rurales.
5. Feminicidios rituales. Algunos feminicidios parecen ser
rituales de naturaleza, asociados con creencias sobre
el poder de los órganos sexuales femeninos. En estos
casos, las mujeres son asesinadas a fin de arrancarles
estos órganos. W iLDAF documentó tales casos en
Zambia, Zimbabwe y Sudáfrica.
6. Suicidios de mujeres que padecen violencia. En algunos
pocos casos, el suicidio de mujeres se clasificó como
feminicidio cuando hubo fuerte evidencia de que se
habían matado ellas mismas para escapar de niveles
intolerables de violencia infligida por sus esposos o
por otros miembros masculinos de su familia.
7. Mujeres asesinadas por ladrones. Los ladrones con fre­
cuencia ven a las mujeres como objetivos vulnerables,
dentro de sus casas o en las calles. Como consecuen­
cia, el estudio de Zambia eligió incluir en sus regis­
tros de feminicidio las muertes de mujeres que han
sido asesinadas por ladrones (Rude y Kazunga, 1995).
Las circunstancias alrededor del feminicidio

La causa inmediata de muerte

Los investigadores quedaron particularmente impresionados


y preocupados por la brutalidad de algunos feminicidios. Va­
rios de los casos incluyeron crueldad extrema y mutilación de
los cuerpos de las mujeres: algunas habían sido decapitadas;
otras tenían un seno cercenado; otras tenían los rostros tasa­
jeados con un cuchillo, y otras tenían clavos encajados en las
cuencas de los ojos (Rude y Kazunga, 1995). Las armas más
comunes de ataque: machetes, tubos metálicos, mazos y aza­
dones. Las mujeres fueron mutiladas con una gama de objetos
punzantes, incluyendo cuchillos y arpones.
La mayoría de los feminicidios fueron premeditados. Las
armas y métodos utilizados revelan cómo los delincuentes
pretendieron torturar y tratar brutalmente a las mujeres y, en
varios casos, asegurarse de que la víctima no sobreviviera.

Rango de edad de las víctimas de feminicidio

Los estudios de WiLDAF demostraron que no hay una edad


en la cual una mujer esté a salvo del feminicidio. Las víctimas
de feminicidio fueron clasificadas desde unos meses de edad
hasta más de 80 años. Sin embargo, se encontró que las muje­
res en mayor riesgo de feminicidio están entre los 21 y los 40
años. A esta edad, en las sociedades de África del Sur, la ma­
yoría de las mujeres están casadas y tienen hijos y otros pa­
rientes que mantener. El asesinato de una mujer es una trágica
pérdida de su vida y tiene también un impacto devastador
en sus hijos y su familia. Generalmente las mujeres son sexual-
mente activas entre los 21 y 40 años; éstos son los años en que
el control masculino sobre la sexualidad y la libertad de las
mujeres está en su apogeo. En muchos de los casos que ocu­
rrieron en este rango de edad, la razón básica dada por los
hombres para asesinar fue la supuesta infidelidad sexual de
la mujer.
Las mujeres de edad avanzada, que se podría suponer
que han ganado posición y poder en la sociedad, también
son vulnerables al feminicidio. Una razón de su vulnerabili­
dad puede ser que se han vuelto más dependientes de otros
para su sostén económico. Otra puede ser la propiedad de
bienes que miembros de la familia más jóvenes quisieran te­
ner. El estudio encontró que estas víctimas mayores de
feminicidio comúnmente fueron acusadas de ser brujas an­
tes de ser asesinadas. Por ejemplo, de los 42 casos de femi­
nicidio de mujeres por encima de los 50 años en Zimbabwe,
la mayoría eran tías, madres y abuelas que parientes mascu­
linos habían acusado de ser brujas (Galloway, 1995). El mie­
do a la brujería deja a las mujeres de edad avanzada en una
situación vulnerable, con hombres que pueden usar la excu­
sa de sospechar que son brujas como una justificación para
cometer cualquier acto violento contra ellas, incluyendo el
feminicidio.
Estos ejemplos ilustran cómo algunos hombres sexistas
ven el cambio de las mujeres con la edad: pasan de ser seduc­
toras o prostitutas a ser brujas o hechiceras. En ambos extre­
mos de este espectro, las mujeres son percibidas como
peligrosas y como una amenaza para los hombres, por lo que
justifican su destrucción.
Relación del perpetrador con la víctima

En cada país, la mayoría de los feminicidios fueron perpetra­


dos por hombres que eran o habían sido esposos o novios de
las víctimas, entre 40% y 60% de los casos analizados según
el país. En muchos casos, estos feminicidios fueron precedi­
dos por una historia de violencia de pareja. Como apunta
Galloway (1995), "cuando las mujeres son víctimas de homi­
cidio es usualmente la última y más extrema forma de vio­
lencia continuada a manos de un compañero masculino". En
algunos casos, las mujeres fueron asesinadas por rechazar a
sus compañeros. Aunque Rude y Kazunga (1995) apuntan
que tradicionalmente no se espera que un novio ejerza pose­
sión sobre su novia en la cultura africana, los novios también
cometen feminicidios íntimos. Esto demuestra que los hom­
bres asesinan a las mujeres aun cuando no tienen excusa, in­
cluso la tan frecuentemente utilizada, de que es un acto que
forma parte de "nuestra cultura". Esto también demuestra
que el factor principal que subyace en la violencia contra las
mujeres, incluyendo el feminicidio, es el deseo de poder y
control de los hombres sobre ellas.
En contraste con la situación en las sociedades occidenta­
les, los miembros de la familia ampliada con frecuencia ocu­
pan importantes posiciones de poder en la familia en África
del Sur. Por ejemplo, los parientes masculinos del esposo de
una mujer a menudo tienen el derecho a "disciplinarla" en
ausencia del esposo. El estudio de Zimbabwe indica que este
poder desproporcionado puede conducir al feminicidio.
Específicamente, cerca de un cuarto de los feminicidios iden­
tificados en Zimbabwe fueron cometidos por un pariente mas­
culino de la mujer muerta.
En diferentes grupos de edad, las mujeres fueron objeto
de diferentes tipos de feminicidio. Por ejemplo, las mujeres
jóvenes parecieron ser más vulnerables al feminicidio por su
compañero íntimo, mientras que algunas adolescentes fue­
ron más vulnerables al feminicidio por sus padres y otros
miembros masculinos de la familia inmediata o lejana. En
Zimbabwe, estas adolescentes fueron asesinadas porque sus
parientes masculinos quisieron castigarlas por ofensas tales
como presunto robo, llegar a casa tarde de la escuela o no
traer a casa el monto correcto del cambio del dinero que les
habían dado para hacer una compra.
Se encontró que las mujeres de edad avanzada fueron vul­
nerables al feminicidio por parientes masculinos más jóve­
nes. En la ausencia de un esposo, en Swazilandia siempre se
espera que los hijos protejan y mantengan a sus madres. Sin
embargo, Faith Mkhonta y Doo Aphane (1995), investiga­
doras de Swazilandia, apuntaron que los casos de hijos que
asesinaron a sus madres eran una tendencia nueva y pertur­
badora en ese país. Como en Zambia, la mayoría de las muje­
res por encima de los 50 años fueron asesinadas por sus hijos
o parientes.
En Zimbabwe, los ataques de extraños constituyeron un
porcentaje relativamente pequeño de los feminicidios (6%).
Los porcentajes más altos encontrados en Botsw ana y
Sudáfrica podrían reflejar los niveles más altos de todos los
crímenes violentos en esos países, o pudieran ser resultado
del pequeño número de casos analizados, o tendencias surgi­
das de las fuentes de información utilizadas. Con respecto a
los feminicidios cometidos por hombres extraños, los inves­
tigadores de WiLDAF sospechan que fueron coa frecuencia
precedidos de violación. Vetten (1995) destacó que esta posi­
bilidad casi nunca fue explorada por los médicos forenses.
Supuestos motivos y circunstancias de los feminicidios

Como todas las palabras y hechos que supuestamente provo­


can el feminicidio usualmente están consignados en el dere­
cho de las mujeres para decir y hacer, la culpa de feminicidios
es con frecuencia volcada sobre las víctimas, usando su
comportamiento para justificar el asesinato. Registros de la
Corte y de periódicos señalan las simples, y algunas veces
absurdas, excusas que invocan los hombres acusados de
feminicidio.
Un análisis de las excusas dadas por los hombres en dife­
rentes países para cometer feminicidio revela varias tenden­
cias importantes. Durante los años reproductivos de las
mujeres, son más comúnmente acusadas de infidelidad
sexual. Por ejemplo, en más de un tercio de los casos en
Zimbabwe, la sospecha de adulterio fue la principal razón
dada para el feminicidio. En aquellos casos donde hubo sufi­
cientes registros detallando las razones alegadas para el
feminicidio en Botswana, 34% de los atacantes alegaron que
la mujer que asesinaron había sido infiel. En la mayoría de
los casos esta acusación no fue corroborada.
Estos ejemplos revelan un doble criterio en lo que se es­
pera de los hombres y las mujeres. Mientras que una mujer
típicamente tolera el adulterio de su pareja, la infidelidad de
una esposa es vista por los hombres como una de las peores
humillaciones posibles (Galloway, 1995). Galloway (ibid.)
apunta que "es culturalmente aceptable para un hombre gol­
pear a su esposa cuando sospecha adulterio". En consecuen­
cia, la comunidad frecuentemente aprueba la violencia de un
hombre contra su esposa si denuncia que sospecha que le fue
infiel. Esto da a los hombres el poder para golpear o asesinar
a sus esposas y después utilizar la acusación de sospecha de
adulterio para justificar sus acciones, colocando a las muje­
res casadas en una situación particularmente vulnerable al
feminicidio.
Los investigadores de Swazilandia reportaron que los
hombres creen que también tienen derecho de atacar a sus
esposas cuando determinados servicios (tales como el inter­
cambio sexual) no han sido prestados por ellas.
El alcohol fue comúnmente utilizado para explicar la re­
ducción de la responsabilidad de un hombre por sus accio­
nes en casos de feminicidio. Por ejemplo, en Swazilandia,
discusiones familiares o malentendidos precedieron a la ma­
yoría de los feminicidios, particularmente cuando uno o am­
bos miembros de la pareja estaban borrachos. En la Corte, la
presencia del alcohol fue vista como atenuante de la respon­
sabilidad del perpetrador en el crimen. Estar borracho es vis­
to como una circunstancia atenuante que disminuye la
gravedad, y la sentencia, de los feminicidios.
Aunque no fue incluida en el estudio sobre feminicidio,
los investigadores recibieron información de la policía de
Zimbabwe sobre más de 60 feminicidios en la provincia de
Harare. De éstos, 44 mujeres y niñas se suicidaron. En la ma­
yoría de estos casos, la razón dada para los suicidios fueron
las así llamadas disputas domésticas. Algunas de las mujeres
se mataron prendiéndose fuego a sí mismas después de un­
tarse parafina, o tomando una sobredosis de tabletas contra
la malaria. En ninguno de los casos se responsabilizó a al­
guien por estas muertes. Al no actuar, el Estado perdona im­
plícitamente las muertes de estas mujeres. Por ejemplo, una
mujer joven cometió suicidio después de haber sido objeto
de una violación extrema. Fue drogada por un hombre de
negocios que le cercenó sus partes privadas para un hechi­
zo de negocios (un objeto que se cree que trae buena suerte
en los negocios). Nunca se presentaron cargos contra este hom­
bre de negocios por falta de evidencia. Los casos en los cuales
las mujeres cometieron suicidio como resultado de violencia
en su contra deben ser tomados en cuenta por el Estado.
En resumen, muchos factores, incluyendo la tradición, la
cultura y el uso del alcohol por los hombres, hacen a las mu­
jeres vulnerables al feminicidio. Debido a que la violencia
contra las mujeres es perdonada en ciertas circunstancias,
cuando esta violencia lleva al feminicidio la percepción co­
mún del asesino es que él llegó más lejos por el calor del
momento o que estaba borracho en esa ocasión. Por ello, la
aprobación general de formas menores de violencia a final
de cuentas permite a la sociedad y al Estado disculpar las
formas extremas y brutales de feminicidio.

Patrones de condena y sentencia

Una vez que se ha establecido en la Corte que el acusado co­


metió el crimen, con frecuencia el juicio se centra en si hubo
alguna posible circunstancia atenuante que pudiera propor­
cionar una excusa parcial para el feminicidio. Las excusas
presentadas fueron a menudo endebles e insostenibles. Los
estudios revelaron, sin embargo, que estas excusas consiguie­
ron la indulgencia para el perpetrador, que pesó en la Corte
particularmente cuando era pareja de la víctima de femini­
cidio. Análisis de las condenas a los hombres en cada uno de
los cinco países indican que aun si el cargo inicial fue asesi­
nato, la mayoría fueron reducidas al cargo menor de homici­
dio culposo e incluso ataque común. Estos veredictos fueron
justificados sobre el alegato de provocación por parte de la víc­
tima o circunstancias atenuantes.
En la mayoría de los casos, las defensas comúnmente plan-
teadas fueron las de provocación, intoxicación o demencia.
Por ejemplo, Galloway (1995) destacó que en la mayoría de
los casos en Zimbabwe, "las defensas de provocación e in­
toxicación se plantean simultáneamente, pues usualmente el
hombre estaba tan borracho que cualquier acción de su espo­
sa lo habría provocado". En Swazilandia, los cargos iniciales
de asesinato fueron casi siempre reducidos a cargos meno­
res. Por ejemplo, en un caso en el cual un nieto dijo que mató
a su abuela porque sospechaba que lo embrujaba, el juez en­
contró que su creencia en la hechicería fue una circunstancia
aténuante.
El alegato de locura normalmente se introduce en casos
en los cuales el feminicidio fue cometido de una manera muy
violenta y horrenda. Esto sugiere que la magistratura (y la
sociedad) no pueden creer que una persona sana pudiera ase­
sinar a alguien de tal manera. En tales casos, es importante
preguntar: ¿Por qué cuando los hombres padecen insania
mental, asesinan a mujeres y no a hombres? Cuando se ha
interpuesto un alegato de demencia, el enfoque cambia de
castigar al delincuente a encontrarlo menos culpable por lo
que hizo. Al reducir los cargos a cualquiera otro diferente del
asesinato, los magistrados en todos los Estados estudiados
ostentan la actitud de que la muerte de estas mujeres no me­
recía ser tratada seriamente.
En cada país, los patrones de sentencia revelaron que los
hombres que cometieron feminicidio son sentenciados típi­
camente a cortos periodos en prisión. En Zambia, un año o
dos por un cargo de homicidio premeditado fue la pena típi­
ca. Los patrones de sentencia para Botswana y Zambia mues­
tran que la mayoría de los delincuentes recibieron sentencias
de seis años o menos. En Swazilandia, las sentencias oscila­
ron desde absoluciones y suspensión de sentencias hasta pe­
riodos de encarcelamiento normalmente menores a los diez
años. En Botswana, el feminicidio fue castigado más fre­
cuentemente con una sentencia menor a seis años (Sejoe-
Galetshoge, 1995). En referencia a Zambia, Rude y Kazunga
(1995) apuntan que "es triste leer que a los ladrones de gana­
do se les impongan castigos más severos que a quienes asesi­
nan mujeres ".
En general, se encontró que los cargos y sentencias im­
puestos en casos de feminicidio fueron particularmente in­
dulgentes cuando el perpetrador era el esposo o un pariente
masculino de la mujer fallecida.
La respuesta inadecuada y en algunos casos negativa del
Estado a la violencia contra las mujeres puede entenderse
también a partir del análisis de algunas de las declaraciones
de los magistrados curndo dictan sentencia en casos de
feminicidio. El cuadro 1 es una lista de los comentarios he­
chos por la magistratura de Zambia en casos de feminicidio
íntimo y las sentencias que fueron manejadas (Rude y
Kazunga, 1995). La magistratura usó con frecuencia la su­
puesta presencia de circunstancias atenuantes y provoca­
ción para aprobar sentencias particularmente indulgentes.
En un caso muy publicitado de Zimbabwe en el cual un
hombre golpeó brutalmente a su esposa y la mató con un palo
porque lo insultó, el magistrado del juicio sostuvo que la di­
funta "estaba buscando problemas al comportarse como lo
hizo" y concluyó que, por lo tanto, buscaba su propia muerte
(S vs. Chapusa). El asesino fue encontrado culpable de homi­
cidio culposo y sentenciado a pagar una fianza de 250 dóla­
res. Sin embargo, este fallo fue revocado más tarde por la
suprema Corte. Este resultado pone en relieve que los patro­
nes de sentencia y condena para los hombres que son encon-
CUADRO 1. C om entarios sobre casos de fem inicidio
[de pareja] hechos por la Judicatura en Z am bia
(W atts et ah, 1995, p. 41)

"No podía esperarse razonablemente que él tuviera control de sus


facultades mentales. El esposo hizo lo que cualquier hombre razonable
habrían hecho en esa circunstancia".

-Caso de Kasuba, 1993, cuyo esposo obtuvo una sentencia de 2


años por matarla.

"La difunta tuvo la culpa".

-Caso de Kazhila, 1989, cuyo esposo obtuvo 1 año por asesinarla.

"La provocación ofrecida por su esposa fue tal que cualquier persona que
se respete hubiera perdido el control. Los hechos revelan que usted no usó
un arma mortal, solamente utilizó sus puños. Siento que este caso clama
por una indulgencia máxima".

-Caso de Mulampa, 1986, cuyo esposo obtuvo una sentencia de 3


años, suspendida.

Un esposo obtuvo 18 meses por homicidio premeditado, pero se le dijo que


no fuera violento cuando se volviera a casar, "¡porque podría no tener
tanta suerte la próxima vez!".

-Caso de Nata, 1985.

"El acusado era un ciudadano responsable con seis hijos y padres a los
cuales mantener y por eso obtuvo una sentencia de 18 meses, suspendida
por 2 años, a condición de que no sea encontrado culpable de ninguna
ofensa que involucrara violencia".

-Caso de Nshingano, 1986.


trados culpables de feminicidio están fuertemente influidos
por las actitudes del juez que encabeza cada caso.
Muchas personas en las sociedades de África del Sur to­
davía creen que los hombres tienen derecho a golpear a sus
esposas. Los funcionarios que aplican la ley y los magistra­
dos están sujetos a las mismas fuerzas de socialización y
cultura y, por lo tanto, tienden a asumir puntos de vista si­
milares acerca de la violencia contra las mujeres. Los resul­
tados ilustran claramente cómo la visión patriarcal de que
los hombres poseen a las mujeres influye bastante en la ad­
ministración de justicia en casos de feminicidio, con jueces
que frecuentemente se compadecen y perdonan el feminicidio
cometido.
La falta de penas duras contra hombres que cometen
feminicidio es muy preocupante. Al disculpar los femini­
cidios violentos en la forma en que algunos de los jueces lo
hacen, al no tratar los feminicidios como asesinatos, el Esta­
do está faltando a sus responsabilidades. El derecho a la vida
está protegido por la ley internacional y es el más funda­
mental de los derechos humanos. Pero aún no se protege a
las víctimas de feminicidio, a pesar de que sus vidas termi­
nan con frecuencia en espantosa tortura, dolor y sufrimien­
to. Estos actos violentan el derecho a vivir libre de las torturas
y de tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes. Es­
tos son derechos garantizados en la Carta Africana de Dere­
chos Humanos de los Pueblos y por algunos organismos de
las Naciones Unidas. Por lo tanto, el Estado tiene la obliga­
ción de asegurar la protección de todos los ciudadanos.
El tipo de violencia que los hombres perpetran sobre las
víctimas de feminicidio destaca la desigualdad entre hom­
bres y mujeres, y el Estado refuerza esta desigualdad. Al ob­
servar por qué los hombres cometieron los feminicidios, está
claro que con frecuencia las mujeres son asesinadas por razo­
nes triviales. En África del Sur esto se escuda con causas cul­
turales, tradicionales y religiosas, y el Estado ha consentido
estas excusas por los feminicidios. Al ignorar en la defensa
las normas y principios de los derechos humanos asumidos
libre y voluntariamente, el Estado está faltando, implícita y
explícitam ente, a sus obligaciones hacia las víctimas de
feminicidio.
Reconocimientos. El proyecto de feminicidio fue idea de
Darlene Rude, quien trabajó con la Asociación Cristiana de
Mujeres Jóvenes de Zambia (YWCA, por sus siglas en inglés).
Fue ella quien convenció a la YWCA para empezar este pro­
yecto en Zambia. Gracias a ti, Darlene, por inspirar a toda una
subregión para llevar a cabo este estudio. A Mary Kazunga y a
todo el equipo de la "Y ", nuestra sincera gratitud por tener el
valor de destapar los horrores que muchos no se atreverían a
exponer.
Gracias, sinceramente, a las siguientes mujeres que con­
dujeron los estudios en diferentes países de África del Sur:
Doo Aphane, Amelia Bazima, Whitney Bell, Mónica Clear,
Skha' Dube, Sheila Galloway, M. Kazunga, Faith Mkhonta,
Caroline Moeketsi, Sanu' Moya, Salina Mumbengegwi, Nomsa
Nicube, Emilia Noormohamed, Anu Pillay, D. Rude, Doreen
Sejoe-Galetshoge, Nanisa Sigauke, Lisa Vetten, y a todas las
personas del Grupo Acción de Mujeres, y a Eunice Njovana y
toda la gente del Proyecto Musasa.
Quisiéramos también agradecer a todos los patrocinadores
que apoyaron el proyecto en los cinco países. Gracias espe­
cialmente a todos los policías, ministros de justicia y otros
funcionarios estatales que nos dieron acceso a la información,
y apoyo moral.
Continuemos demandando los espacios públicos que nos
han sido negados por mucho tiempo y hagamos que el mun­
do escuche el análisis de nuestras vidas desde nuestra(s)
propia(s) perspectiva(s).

Referencias

Galloway, Sheila. (1995). Femicide project. Reporte por país


inédito de WiLDAF sobre Zimbabwe.
Mkhonta, Faith y Doo Aphane. (1995). Thefemicide report. Reporte
por país inédito de SWAGA y WLSA sobre Swazilandia.
Pillay, Anu, Lisa Vetten y Caroline Moeketsi. ( 1995). Femi­
cide project. Reporte por país inédito de POWA sobre
Sudáfrica.
Rude, Darlene y Mary Kazunga. (1995). Report on the fem i­
cide research. Reporte por país inédito de WiLDAF sobre
Zambia.
Sejoe-Galetshoge, Doreen M. (1995). Violence against ivomen.
Reporte por país inédito de WiLDAF sobre Botswana.
Vetten, Lisa. (1995). "Man shoots xvife": A pilot study detailing
intímate femicide in Guaterng, South Africa. Un proyecto de
People Opposing Women Abuse (POWA) en Sudáfrica y
la ONG Secretariat de Beijing. [Sin pie de imprenta].
Watts, Charlotte, Susanna Osam y Everjoyce Win (1995). The
prívate is public: A study of violence against women in South­
ern Africa. Havare, Zimbabwe, Barnaby Printers.
El SIDA como feminicidio en masa:
énfasis en África del Sur
Diana E. H. Russell

El privilegio sexual masculino es el que impulsa


la epidemia [del SID A ]

MARK SCHOOFS, 1999, p. 68

En este país [Sudáfrica], la violación


no es sólo un acto de violencia devastador.
Puede ser una sentencia de muerte.

K e l l y St . J o h n , 2000, p. A l

E n muchas mujeres y niñas el impacto mortal del SIDA pue­


de reconocerse como una forma de feminicidio en masa que
devasta a las mujeres alrededor del mundo. Estos feminicidios
ocurren como resultado de la coincidencia de cuatro proble­
mas relacionados con el género: SIDA, sexismo y dominio
masculinos, mutilación genital y violación.
La combinación del sexismo y el dominio masculinos ha
jugado un papel significativo en las causas de la rápida pro­
pagación del SIDA en el Caribe. De acuerdo con Jeannie Relly
(2000), el ministro de Salud de Trinidad y Tobago informó
que siete de cada ocho personas infectadas con VIH/SIDA entre
los 10 y 19 años de edad eran mujeres. El ministro de salud
de Jamaica atribuyó la propagación del SIDA a "la irrespon­
sable conducta sexual de nuestros hombres" (p. A15). Peggy
McEvoy, líder del equipo de política sobre SIDA para un pro­
grama del Caribe, explicó que "las mujeres casadas enfren­
tan grandes riesgos porque sus parejas son infieles y no utili­
zan condones" (citado en Relly, 2000, p. A15). Si las mujeres
insisten en que sus esposos usen condones, "sus esposos po­
drían patearlas", explica McEvoy. Más adelante, añade: "Mu­
chas mujeres tampoco son conscientes de que sus maridos
tienen relaciones extramaritales" (citado en Relly, 2000, p. A15).
Las causas de la vulnerabilidad de las mujeres al SIDA en
el Caribe son comunes en la mayor parte del mundo. Consi­
dero que la propagación mundial del SIDA se debe, sobre todo,
a la conducta sexista masculina dentro de un contexto pa­
triarcal. Aunque un porcentaje desconocido de mujeres que
mueren de SIDA no son necesariamente víctimas de femini­
cidio (aquellas que se infectaron por agujas contaminadas,
por ejemplo), muchas más sí lo son.

La distribución mundial del v ih /sid a

Una reciente estimación mundial del número de personas en


el mundo que viven con SIDA es de 34.3 millones, y aproxi­
madamente 24.75 millones de esos individuos infectados vi­
ven en África, en comparación con:

• 900 000 en América del Norte


• 1.3 millones en América Latina
• 520 000 en Europa Occidental
• 420 000 en Europa del Este y Asia Central
• 530 000 en el Este de Asia y el Pacífico
• 5.6 millones en el Sur y el Sudeste de Asia
• 15 000 en Australia y nueva Zelanda
(Programa de SIDA de las Naciones Unidas, véase mapa
en Perlman, 2000a, p.A6).
De acuerdo con otra fuente, dos tercios de las personas
en el mundo que están infectadas con VIH/SIDA viven en
África (Shaw, 1999). Las tasas más altas de infección en el
mundo se encuentran actualmente en siete naciones del sur
de África, incluyendo Sudáfrica, donde "al menos una quin­
ta parte de la población está infectada" (Programa ONUSIDA,
citado en Perlman, 2000a, p. A6; Russell, 2000a, especifica 20%
de los adultos como infectados). De esta manera, el enfoque
primario del presente análisis estará en el impacto particu­
larmente devastador del SIDA en África del Sur.
En el África subsahariana, nuevas cifras muestran que
"55% de todos los adultos infectados son mujeres" (Schoofs,
1999, p. 68). Y de acuerdo con datos compilados por el Pro­
grama ONUSIDA: "Por cada 10 hombres africanos con la en­
fermedad, hay 12 mujeres infectadas" (Reuters, 1999, p. 4).
L a relació n cau sal en tre sexism o y d o m in io m ascu lin o s,
m u tilació n gen ital, violació n y la ep id em ia del SIDA en Á fri­
ca se a b o rd a n a h o ra en ese ord en .

Sexismo y dominio masculinos y sid a

Las creencias y las conductas sexistas y misóginas de los hom­


bres heterosexuales hacia las mujeres en las sociedades
patriarcales son la causa principal de la propagación del SIDA
y, de este modo, del incremento de las tasas de feminicidio.1

1 Hay también un factor biológico que contribuye a que los hombres


infecten con mayor rapidez a las mujeres y no a la inversa. Schoofs (1999)
apunta que "debido a que un hombre eyacula dentro de una mujer es más
probable que los hombres transmitan el virus, mientras que es más probable
que las mujeres contraigan el s i d a sin transmitirlo" (p. 68). Sin embargo, mi
análisis se enfoca en factores no biológicos.
El pasaje anterior sobre la propagación del SIDA en el Caribe
proporciona ejem plos de m anifestaciones comunes del
sexismo y el dominio masculino que pueden tener consecuen­
cias mortales para Jas mujeres cuando sus parejas masculi­
nas tienen VIH /SID A:

L Hombres que rehúsan usar condones con sus parejas


femeninas a pesar de entablar relaciones sexuales con
otros (hombres o mujeres).
2. Hombres que tienen sexo con otros (hombres o mu­
jeres), pero no divulgan su conducta no monogámica
a sus parejas sexuales femeninas. Esto priva a estas
mujeres de la oportunidad de cuidarse a sí mismas
de contraer el VIH, proteger a sus hijos de que tengan
la misma suerte, y de salvar sus propias vidas ne­
gándose a tener relaciones sexuales con sus parejas.

Otros ejemplos:

3. Maridos que se sienten a sí mismos autorizados por


la ley patriarcal o la costumbre, a exigir, demandar o
forzar a sus esposas a tener sexo con ellos, y que apli­
can este derecho conyugal.
4. Hombres que ignoran su condición de VIH-positivo y
que no usan condón o se rehúsan a usarlo.
5. Hombres que tienen sexo con mujeres prostituidas.
Estas mujeres tienen alto riesgo de contraer VIH/
SIDA, especialmente si no han usado condones. Mu­
chas mujeres — incluidas las mujeres prostituidas—
no saben de la importancia de usar condones para
proteger y complacer a sus clientes, a quienes les
puede disgustar o se niegan a usarlos. Algunos hom­
bres también ignoran la importancia de los condo­
nes, mientras que otros consideran el sexo con con­
dón menos satisfactorio y ponen su propio disfrute
por encima de la preferencia y la seguridad de las
mujeres.

Las mujeres y jóvenes que contraen VIH/SIDA de sus pa­


rejas masculinas debido a sus actitudes y conducta sexistas y
debido a su poder superior y situación dominante, son —cuan­
do mueren— víctimas de feminicidio.
El periodista del Village Voice Mark Schoofs (1999), quien
ganó el Premio Pulitzer en 1999 por su serie de artículos so­
bre el SIDA en África, dedicó un artículo a "La muerte y el
segundo sexo". Este artículo sobre el feminicidio proporcio­
na evidencia devastadora del dominio sexual masculino en
África del Sur y cómo se relaciona con el SIDA. Por ejemplo,
Schoofs anota que "las mujeres africanas subordinan su se­
guridad sexual al placer de los hombres" (p. 67). Por todo el
sur de África, donde la epidemia del SIDA es peor que en cual­
quier parte del mundo", muchas mujeres africanas practican
el "sexo seco" para complacer a sus maridos (p. 67). Algunas
mujeres secan sus vaginas con tierra mezclada con orines de
mandril; otras usan "detergentes, sal, algodón o pedazos de
papel periódico" (p. 67). Schoofs describe la forma en que
Sipewe Mhakeni secaba su vagina:

Mhakeni usaba hierbas del árbol de Mugugudhu. Después de


moler el tallo y las hojas, ella mezclaría sólo una pizca del
polvo color arena con agua, lo envolvería en un pedazo de
media de nylon y lo insertaría en su vagina de 10 a 15 minu­
tos. Las hierbas hincharían los suaves tejidos de la vagina, los
calentarían y los secarían. Esto hace el sexo "muy doloroso",
dice Mhakeni. Pero, añade, “nuestros maridos africanos dis­
frutan el sexo con la vagina seca".

Otras mujeres también informaron que tener sexo seco es


doloroso. Además, "la investigación muestra que el sexo seco
causa laceraciones vaginales y suprime las bacterias natura­
les de la vagina, todo lo cual incrementa la probabilidad de
infección de VIH. Y algunos trabajadores especializados en
SIDA creen que la fricción adicional hace que los condones se
rompan más fácilmente" (p. 67).
Schoofs informa que las adolescentes del sur de África "son
socializadas para ceder, al hombre la toma de decisiones sexua­
les" (p. 67). Prisca Mhlolo, quien estaba a cargo del asesoramiento
psicológico en una organización para los VIH-positivos de
Zimbabwe, apuntó que a las mujeres ni siquiera se les permite
decir "¿Podemos tener sexo?", así que es aún más difícil para
ellas traer a colación el asunto de los condones. Por ejemplo, el
marido de Mhlolo, que la infectó de SIDA, rechazó su sugerencia
de que usara condón cuando desarrolló llagas abiertas de her­
pes en el pene, acusándola de tener un novio.
Debido a que las mujeres en el sur de África "son incapa­
ces de negociar el sexo", tienen que "arriesgarse a la infección
para complacer al hombre", observa Shoofs. Cita a Mhlolo al
comentar que esta situación "es parte de nuestra cultura... y
nuestra cultura es parte del porqué se está propagando el SIDA"
(p. 68). Schoofs sostiene que los hombres africanos "conservan
la inclinación por la poligamia", que se practicaba en sus cul­
turas tradicionales. Ahora, en lugar de que los hombres practi­
quen la poligamia en aquellas naciones africanas donde es
ilegal, ellos "tienen muchas parejas a través del comercio sexual
o de relaciones de 'segundo frente', que socavan la cohesión
social de los matrimonios tradicionales" (p. 68).
El doctor Michel Carael, investigador responsable de un
estudio de las Naciones Unidas realizado en septiembre de
1999, encontró que el VIH "se propaga más rápidamente en
lugares donde las adolescentes se vuelven sexualmente acti­
vas a una edad temprana" (citado por Shaw, 1999, p. A15).
De acuerdo con un reporte de ONUSIDA, "los hombres mayo­
res, que a menudo coaccionan a las jóvenes para que tengan
sexo o compran sus favores con regalos de 'segundo frente',
son la principal fuente de VIH para las jóvenes adolescentes"
(Reuters, 1999, p. 4). Por su parte, algunas "jovencitas pien­
san que los hombres mayores las pueden mantener", de acuer­
do con Anne Buve del Instituto de Medicina Tropical en
Antwerp, Bélgica (citada en Shaw, 1999, p. A15). Sus relacio­
nes con hombres mayores, ya sean forzadas, coaccionadas o
compradas, incrementan su vulnerabilidad para contraer
VIH. Como apunta Peter Piot, director ejecutivo de la Junta
de las Naciones Unidas del Programa sobre el VIH/SIDA, "la
desigualdad de género — incluyendo la dependencia eco­
nómica de las mujeres respecto a los hombres— es la fuerza
que impulsa la epidemia del SIDA (Associated Press, 2000a,
p. A6).

Mutilación genital y sida

A pesar de la cantidad de diferentes factores que contribu­


yen a la perpetuación de la mutilación genital en muchas re­
giones del mundo, coincido con la visión de Efua Dorkenoo
de que "las raíces de esta práctica radican en la familia pa­
triarcal y en la sociedad [patriarcal] en general" (p. 95). Entre
más persiste la desigualdad de género en las sociedades que
practican la mutilación genital femenina y más extrema es la
desigualdad de género, más difícil será combatir esta opera­
ción a veces mortal.
Aunque "no hay ninguna encuesta mundial exhaustiva
sobre la frecuencia de la mutilación genital femenina" (Dor-
kenoo, 1999, p. 91), las expertas Fran Hosken y Nahid Toubia
estiman "que a la fecha hay más de 120 millones de niñas y
mujeres que han sufrido alguna forma de mutilación genital
femenina" {citada en Dorkenoo, 1999, p. 87). De acuerdo con
diversas fuentes citadas por Dorkenoo (ibid.), la mayoría de
estas niñas y mujeres mutiladas viven en 28 países africanos.
Sin embargo, reporta, esta operación también se practica

en las regiones del sur de la Península Arábiga y a lo largo del


Golfo Pérsico y, cada vez más, en algunas poblaciones inmi­
grantes en Europa, Australia, Canadá y los Estados Unidos [...]
También se ha reportado que es practicada por los musulma­
nes de Daudi Bohra, que viven en la India, y entre las poblacio­
nes musulmanas en Malasia e Indonesia. (1999, p. 87)

El Grupo de Trabajo Técnico de la Organización Mun­


dial de la Salud (OMS) define la mutilación genital femenina
como "extirpación de parte o todos los órganos sexuales fe­
meninos externos y /o la lesión de los órganos genitales feme­
ninos por razones culturales o no terapéuticas" (citado en
Dorkenoo, 1999, p. 88). Este grupo de la OMS distingue cua­
tro tipos de mutilación genital femenina, que van desde la
forma más leve de Tipo I, que implica la extirpación del ca­
puchón del clítoris, hasta la completa clitoridectomía. En las
operaciones del Tipo n es extirpada parte de los labios me­
nores junto con el clítoris. El Tipo III, conocido como infibu-
lación,
implica la extirpación completa del clítoris y los labios meno­
res, junto con la superficie interior de los labios mayores. Los
bordes abiertos de los labios menores son entonces cosidos jun­
tos con espinas, seda o suturas de cuerda de intestino de oveja,
así que cuando sana la piel de los labios menores que queda­
ron, se forma un puente de piel cicatrizada sobre la vagina. Se
conserva una pequeña abertura [...] para permitir el paso de la
orina y la sangre menstrual, (citado en Dorkenoo, 1999, p. 88)

El Tipo IV es una nueva categoría concebida para abarcar


otras prácticas quirúrgicas, por ejemplo, "la cauterización al
quemar el clítoris y la piel circundante" y la introducción de
sustancias en la vagina para apretarla o estrecharla (Dorkenoo,
1999, p. 88).
Dorkenoo estima que el 80% de todas las mutilaciones
genitales femeninas practicadas califican dentro del Tipo II,
mientras que cerca del 15% son del Tipo III. Ésta, la forma
más extrema de mutilación genital femenina, es practicada
ampliamente en Somalia, Sudán, Etiopía, Eritrea, el norte de
Kenia y pequeñas regiones de Mali y el norte de Nigeria
(1999).
A pesar del enorme interés de muchos investigadores del
SIDA en descubrir por qué esta enfermedad tiene un azote
tan colosal, particularmente en África, la probable conexión
entre SIDA y mutilación genital ha recibido muy poca aten­
ción. Debido a que el VIH se transmite mediante esperma o
sangre infectada que entra al torrente sanguíneo de alguien
que antes estaba libre del virus, la tendencia a sangrar de los
genitales mutilados pone a las mujeres mutiladas genital­
mente en alto riesgo de contraer esta enfermedad.
Entre más severa es la forma y más extendida es la prácti­
ca de la mutilación genital femenina, más contribuye esta atro­
cidad a las cantidades masivas de mujeres y niñas infectadas
por VIH. Subsecuentemente muchas mueren — víctimas de
feminicidio— . Cantidades desconocidas de víctimas de mu­
tilación genital femenina también mueren de infecciones no
relacionadas con el SIDA, particularmente de aquellas rela­
cionadas con el parto.
La edad en la cual las niñas son sujetas a la mutilación
genital varía ampliamente en diferentes sociedades. En algu­
nos grupos, esta operación se realiza en bebés de unos cuan­
tos días de nacidas; en otros, en niñas de cerca de siete años
de edad; en otros más, en adolescentes. Las primitivas herra­
mientas destinadas para realizar estas innecesarias, peligro­
sas y a veces mortales operaciones a menudo son utilizadas
en un grupo de niñas en la misma sesión, con sólo un enjua­
gue superficial del cuchillo o navaja de afeitar. Así, si una
niña tiene SIDA, es probable que todas las demás niñas lo con­
traigan también.
Las mujeres infibuladas a menudo han sido cosidas tan
estrechamente que el coito fácilmente puede provocar que
sangren sus genitales mutilados. Esto significa que tienen
mucho mayor riesgo de ser infectadas con SIDA. Además, el
sangrado genital es común en las mujeres infibuladas que
han tenido relaciones sexuales, debido a la fricción implica­
da, su vulnerabilidad a las rasgaduras vaginales y la falta de
lubricación debida a una ausencia del deseo sexual. El san­
grado también ocurre debido a que los hombres recién casa­
dos con frecuencia abren las apretadamente cosidas vaginas
de sus novias en la noche de bodas para alojar sus penes o los
utilizan para forzar la entrada. Las mujeres también son cosi­
das cuando sus maridos dejan el hogar por un largo tiempo,
y las abren de nuevo cuando regresan. Además, las mujeres
embarazadas tienen que ser abiertas para dar a luz, después
de lo cual son cosidas apretadamente de nuevo. Si un marido
reanuda las relaciones sexuales antes de que las heridas de
su mujer hayan sanado, es especialmente probable que ocu­
rra el sangrado.
De esta forma, la horrenda y compulsiva costumbre pa­
triarcal de los tipos más graves de mutilación genital impues­
tos a millones de niñas en África, provoca que las mujeres de
todas las edades estén en mucho mayor riesgo de morir debi­
do a lo letal del SIDA. La probabilidad de que las formas menos
graves de mutilación genital también provoquen más san­
grado que el que ocurre en los genitales no mutilados es una
cuestión empírica que es necesario investigar con urgencia.
La mutilación genital también provoca otras tantas com­
plicaciones mortales de salud aparte del SIDA. Se desconoce
la cifra de jovencitas que mueren por infecciones resultado
de los métodos a menudo antihigiénicos utilizados para rea­
lizar esta insoportablemente dolorosa operación. Se desco­
noce la cifra de mujeres infibuladas que mueren durante el
parto o debido a infecciones mortales provocadas por la re­
petida apertura y costura. Por lo tanto, la mutilación genital
es también una forma directa de feminicidio en masa.
Debido a que la mutilación genital está diseñada para fa­
vorecer las necesidades sexuales de los hombres y mantener
su excesivo control sobre las mujeres, las muertes por SIDA
resultantes de esta práctica califican como feminicidio. La
mutilación genital y otras costumbres patriarcales como el
secado vaginal (descrito arriba) contribuyen a esta trágica
realidad perpetrada por los hombres. La importancia de es­
tos factores como conducentes a la infección por VIH y el
feminicidio esperan urgentemente la investigación necesaria.
Violación y s id a

El África subsahariana, donde reside el 10% dé la población


mundial,1"tiene casi el 70% de los enfermos de VIH/SIDA", de
acuerdo con Reuters (1999, p. 4)
No hay estadísticas fidedignas sobre la frecuencia de la
violación en África. Sin embargo, Sudáfrica ha sido identifi­
cada como uno de los países con más altas tasas de violación
respecto a los países donde han sido estimadas estas tasas.
Por ejemplo, Radhika Coomaraswamy, la relatora especial
de las Naciones Unidas sobre la violencia contra las mujeres,
apuntó que la policía sudafricana estima que sólo les repor­
tan aproximadamente 2.8% de las violaciones que ahí ocu­
rren, por lo que "Sudáfrica podría... tener probablemente el
nivel más alto de violaciones entre los países que han tenido
la iniciativa de recopilar estadísticas sobre la violencia contra
las mujeres" (1997, p. 3).
Las fuentes más recientes tampoco están tan equivoca­
das. "Sudáfrica tiene... la tasa de violaciones per cápita más
alta del mundo", establece Kelly St. John (2000, p. Al). No
obstante las altas tasas de violación en Estados Unidos, St.
John sostiene que " una mujer [en Sudáfrica] tiene cinco ve­
ces más probabilidades de ser violada que en los Estados
Unidos" (p. A5); Daniel Wakin (1999) proporciona una cifra
comparativa de tres veces más probabilidad. Además, aproxi­
madamente uno de cada ocho adultos sudafricanos estaba
infectado de SIDA en 1999 (Wakin, 1999) y "el VIH/SIDA se
está propagando más rápidamente en Sudáfrica que en cual­
quier otra parte del mundo (St. John, 2000, p. A5).
La frecuencia del virus del SIDA "hace el ataque sexual
cada vez más mortal" en Sudáfrica (Wakin, 1999, p. A10). En
el otoño de 1999, "cinco compañías de seguros empezaron a
vender 'seguros contra violación'" en Sudáfrica (St. John, 2000,
p. A5). Una firma vende una póliza "cuyos beneficios inclu­
yen un triple cóctel de drogas retrovirales por 28 días y prue­
bas gratis de VIH durante un año después de la violación"
(St. John, 2000, p. A5).
Por razones desconocidas, la violencia contra las muje­
res, incluida la violación, ha aumentado desde que el expre­
sidente Nelson Mandela y el Congreso Nacional Africano
llegaron al poder en abril de 1994. Por ésta y otras razones, se
ha dado una considerable publicidad internacional acerca de
las alta tasas de violaciones en Südáfrica. En un país con una
alta tasa de violaciones así como con una alta tasa de SIDA,
habrá una tasa muy alta de violaciones relacionadas con SIDA.
Así, las muy altas tasas de violación en Sudáfrica han con­
tribuido indudablemente a la severidad de la epidemia de
SIDA en ese país, así como también a la epidemia de femi­
nicidios relacionados con violaciones (Cape Town [Ciudad
del Cabo] es ahora llamada a veces "Rape Town" [Ciudad de
la Violación] [Anne Mayne, comunicación personal, octubre
24,2000]).
Otro factor que contribuye tanto a la tasa de violación
como a la tasa de SIDA en Sudáfrica es la creencia de algunos
hombres en el mito de que un hombre infectado de VIH "se
puede curar a sí mismo de VIH si tiene sexo con úna virgen"
(St. John, 2000, p. A5), y sólo se puede suponer que lo sean
las niñas. Algunos hombres libres de SIDA también eligen
violar a niñas en lugar de mujeres porque asumen que las
jovencitas estarán libres de SIDA. Así, hay cifras crecientes de
niñas que se convierten en víctimas de esta forma de femini­
cidio cuando contraen la enfermedad mortal.
Los hombres africanos en otros países del continente tam­
bién creen en el mito del efecto curativo del sexo con vírge­
nes, para lo cual sólo las niñas pueden ser tomadas en cuen­
ta. Michel Carael, de la oficina de ONUSIDA en Ginebra, fue el
investigador principal del estudio de una muestra aleatoria
de 1 000 hombres y 1 000 mujeres en cada una de cuatro ciu­
dades ubicadas en Zambia, Kenia, Camerún y Benin. Los in­
vestigadores encontraron que "la frecuencia del virus en niñas
muy jóvenes es un gran motor de esta epidemia" (citado en
Shaw, 1999, p. A15). También informaron que

entre más joven es una niña cuando tiene su primera experien­


cia sexual, es más probable que contraiga la enfermedad ( vih ),
debido en parte a la creencia entre muchos hombres sexual-
mente activos de que las niñas son "seguras", e incluso que el
sexo con una virgen puede curar el sid a , (citado en Shaw, 1999,
p. A15)

Estrategias para prevenir el sid a

Entre más frecuente es el SIDA, hay mayor riesgo de que las


víctimas de violación y mutilación genital contraigan esta
mortal enfermedad de violadores y parejas sexuales infecta­
dos de SIDA. Además, cuando las tasas de violación aumen­
tan, también aumenta la frecuencia del SIDA en las mujeres y,
por lo tanto, el feminicidio. Dadas las proporciones epidémi­
cas de la violación, el SIDA y la mutilación genital, dichos pro­
blemas provocan un incremento geométrico en las cifras de
bajas por feminicidio en el mundo hoy.
El presidente sudafricano Thabo Mbeki ha sido duramente
criticado por muchos líderes y especialistas en SIDA de las
naciones occidentales, incluido su propio país, por su insis­
tencia en que el SIDA no es causado por el VIH (p.e. véase
Cauvin, 2000; Jeter, 2000). Sostiene que "la pobreza es un
enemigo más grande que el virus" (Russell, 2000b, p. A l;
también véase Russell, 2000d, p. 8). La noción de que la inmu-
nodeficiencia sólo puede adquirirse de un solo virus no pue­
de sostenerse", dijo Mbeki a la revista Time (Associated Press,
2000b). Más extrem ista aún, un periódico progresista
sudafricano informó que "Mbeki dijo en una reunión parla­
mentaria del C N A [el partido político gobernante] que Esta­
dos Unidos y las empresas farmacéuticas habían conspirado
para establecer un vínculo falso entre V IH y S ID A para pro­
mover las ventas de drogas antirretrovirales" (citado por Jeter,
2000, p. D4).
Mbeki ha sido también duramente criticado en Sudáfrica
y en el nivel internacional por su rechazo a la costosa medi­
cación antiviral como el instrumento para combatir el cre­
ciente problema del S ID A en su país. Su posición ni siquiera
vaciló cuando se le ofrecieron las drogas contra el S ID A a pre­
cios sustancialmente más bajos. Sin embargo, su rechazo a la
relación causal entre V IH y S ID A no fue la única razón de su
postura. Joseph Kahn (2000) informa que

aún con 90 por ciento de descuento, un coctel típico de drogas


supresoras del sida puede costar 2 000 dólares al año por un
solo paciente en África, cuatro veces más que el ingreso per
cápita en muchos de los países más afectados.

Además de declarar que Sudáfrica no se puede dar el lujo


de una estrategia médica, incluso a estos presuntos precios
de ganga, Mbeki también afirma que el S ID A en África pare­
cer ser significativamente diferente en sus manifestaciones
que en Europa y Estados Unidos, donde se ha concentrado
entre los hombres homosexuales, y se pregunta "si hay dife­
rentes circunstancias biológicas que afectan a África" (Russell,
2000a, p. Aló).
Pienso seriamente que Mbeki debería proporcionar me­
dicación gratuita contra el S ID A a las mujeres embarazadas y
que mantienen niños en Südáfrica, así como a las víctimas
(hombres y mujeres) de violación, incesto y abuso sexual in­
fantil extrafamiliar, y otras formas de ataque sexual. Sin em­
bargo, pienso que Mbeki tiene razón al rechazar el costoso
enfoque farmacéutico practicado en Estados Unidos, que se
dedica a prolongar la vida de todo aquel que ya esté infecta­
do del virus del S ID A , y cuya enfermedad está cubierta por
un seguro médico o Medicare, en lugar de enfocarse a la pre­
vención de la enfermedad.
Sin embargo, el 7 de julio de 2000, Boehringer Ingelheim,
"una compañía farmacéutica internacional que comercializa
una poderosa droga antiviral contra el S ID A " que ha probado
ser efectiva para prevenir la "transmisión del virus del S ID A
de las mujeres embarazadas a sus hijos", anunció "que en los
próximos cinco años, donará suministros gratis de la droga a
cada nación en el mundo en desarrollo que lo pida" (Perlman,
2000b, p. Al). A pesar del hecho de que esta oferta debilita
las razones económicas de Mbeki para rechazar el enfoque
farmacéutico del S ID A para las mujeres embarazadas en
Sudáfrica, la rechazó (Russell, 2000c).
El escandaloso rechazo de Mbeki para aceptar el obsequio
de Boehringer Ingelheim cuando se le ofreció en primera ins­
tancia, fue irracional e indefendible. Casi seis meses después, el
primero de febrero de 2001, Mbeki dio finalmente marcha atrás
a su decisión y aceptó la donación por cinco años de Boehringer
Ingelheim para las mujeres embarazadas infectadas con V IH
(Jeter, 2001, pp. A9-A10). Con base en las estimaciones
pediátricas de que al año nacen 70 000 bebés con V IH en
Sudáfrica, o que "lo contraen poco después del nacimiento", la
demora de Mbeki para aceptar la oferta de Boehringer
Ingelheim, el 7 de junio de 2000, dio como resultado que 35 000
bebés contrajeran VIH (Jeter, febrero 7 ,2 0 0 1 , p. A9).
Sin embargo, hay también un fundamento feminista casi
por completo ignorado para rechazar una solución exclusi­
vamente farmacéutica al problema del V IH / S ID A en Sudáfrica
y en muchos otros países africanos y no africanos. La igno­
rancia de la conexión entre el sexismo común, las prácticas
sexuales misóginas y la etiología del V IH / S ID A socavan seria­
mente la eficacia de las estrategias de prevención que ponen
énfasis en la medicación por sobre todo lo demás. Las actitu­
des masculinas comunes que destacan la hombría, la sexuali­
dad masculina y el derecho masculino de dominar a sus
parejas sexuales femeninas no están influidas por la medica­
ción. Como dijo Geeta Rao Gupta, presidenta del Centro In­
ternacional de Investigación sobre la Mujer con sede en
Washington:

los roles de género que desempoderan a las mujeres y le dan a


los hombres una falsa sensación de poder, están matando a nues­
tros jóvenes, mujeres y hombres en sus años más productivos.
(Russell, 2000d, p. A8)

Así, el primer paso del asunto requiere educar a la gente


acerca del papel del sexismo y el dominio masculirio en la pro­
pagación del V IH / S ID A . Tienen que desarrollarse políticas para
trabajar sobre la erradicación de estas manifestaciones del
patriarcado; no basta con dirigir campañas educacionales
enfocadas sólo a la necesidad de evitar las conductas sexua­
les riesgosas, como el uso del condón —particularmente cuan­
do se involucra sexo anal—, la necesidad de indagar sobre
las h isto rias sexu ales d e las parejas sexu ales p oten ciales, el
p elig ro d e ten er sexo co n d iferentes p arejas y c ó m o reco n o cer
los sín to m as del VIH/SIDA.
Es también de suma importancia que aquellos responsa­
bles de infectar conscientemente a otra persona con VIH/SIDA
cuando se involucran en sexo voluntario puedan ser proce­
sados por asesinato y feminicidio. Los procesos judiciales
medirían así lo suficiente para asegurar que las campañas
educativas sean tomadas más seriamente. Aunque algunos
hombres con VIH/SIDA han sido procesados en Estados Uni­
dos por infectar deliberadamente a sus parejas sexuales (p.e.
véase Sherman, 1991), estos casos representan sólo una peque­
ña fracción de la enorme cantidad de hombres culpables a
quienes me refiero como perpetradores de SIDA. No es fácil en­
contrar alguna evidencia de que el miedo a ser procesado con­
tenga a los portadores de SIDA de la transmisión riesgosa de la
enfermedad a sus parejas sexuales.
El pornógrafo Larry Flynt ha sido acusado por William
Rider —jefe de seguridad de Flynt por más de siete años y
"uno de sus más cercanos confidentes"— de contratar a otro
hombre para que inyectara el virus del SIDA a su esposa Althea
(Rider, 1997, p. 48). (Rider también informa que "Flynt ame­
nazó con contagiar de SIDA a varios empleados" [p. 52].)
Althea, quien también estaba convencida del papel de Flynt
en este crimen, murió posteriormente de una combinación
de esta enfermedad y una sobredosis de drogas. Si esta acu­
sación fue investigada por la policía, parece ser un secreto
bien guardado. Ni siquiera se ha convertido en un escándalo
público. Parece poco probable que un cargo como ese hubie­
ra sido igualmente ignorado si Althea hubiera sido acusada,
en un relato igualmente creíble, de inyectar a Flynt con el
mortal virus.
Dejar que estos hombres se libren de la situación es una
atroz reacción sexista a un serio crimen feminicida. Revela
una indigna actitud de ligereza hacia los millones de mujeres
y niñas que han muerto debido a la conducta sexista e hipó­
crita de los hombres.2 El patriarcado devalúa en tal forma las
vidas de las mujeres, que la conducta de los perpetradores
masculinos de feminicidio por V IH / S ID A tampoco se toma
con seriedad.
Es vital que se reconozca la naturaleza feminicida de la
epidemia del S ID A . Ojalá que este capítulo contribuya a la
consecución de esta meta tan importante.

Referencias

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tion: An agenda for the next decade". Women's Studies
Quarterly, 27(1-2), 87-97.

2 Aunque pienso que las mujeres, al igual que los hombres que son
culpables de este delito, deberían ser procesadas, esto no debería incluir a las
mujeres cuyas acciones son controladas por otro (p.e. si su marido o su padre
insisten en que tengan sexo con otro hombre a pesar de su situación como v i h -
positivas).
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Feminicidio
en otras naciones
Feminicidio íntimo en Israel:
patrones temporales, sociales
y motivacionales*
Simha F. Landau
Susan Hattis Rolef

D u ran te las dos últimas décadas, las golpizas a la pareja fe­


menina se han convertido en un asunto de preocupación pú­
blica general. Investigadores y profesionales están de acuerdo
en que como la mayoría de las formas de violencia intrafa-
miliar, las golpizas contra la pareja femenina son un fenóme­
no extendido y, como tal, deberían ser consideradas un serio
problema social. Como están las cosas, sólo una pequeña
fracción de tales casos son conocidos por la policía u otras agen­
cias sociales, debido a la reticencia de parte de las víctimas de
reportarlos a las autoridades. En Israel, por ejemplo, se ha
estimado oficialmente que cerca del 10% de todas las mujeres
casadas son, o han sido, víctimas de golpizas por la pareja
íntima (Landau, 1991). Una encuesta más reciente informa
que 16% de las mujeres adultas judías son víctimas de abusos
físicos en el hogar (Sadan, 1993).

* Ésta es una versión editada del artículo de Simha F. Landau y Susan


Hattis Rolef, "Feminicidio íntimo en Israel: patrones temporales, sociales y
motivacionales", European iournal on Criminal Policy and Research 6, pp.
75-90, 1998. Una versión anterior de este texto fue presentada en el Noveno
Simposio de Victimología, Ámsterdam, agosto 1997.
Este capítulo se enfoca en la forma más extrema de abuso
de la pareja femenina, con el nombre de feminicidio íntimo
(el asesinato de mujeres por su pareja o expareja masculina).
Como en el caso del homicidio en general, las estadísticas de
la incidencia de feminicidio íntimo son mucho más precisas
que aquellas sobre violencia no mortal contra las mujeres en
las relaciones íntimas. El feminicidio íntimo debe ser visto
como "la punta del iceberg" de un problema oculto de vio­
lencia contra las mujeres, mucho más profundo y más fre­
cuente de lo que se cree. Es, además, de alguna manera
sorprendente que este asunto haya recibido tan poca aten­
ción en la literatura sobre la violencia contra las mujeres.
Claramente, el feminicidio íntimo debería ser estudiado
como un asunto por derecho propio y no simplemente como
parte de la investigación del homicidio en general. Los re­
sultados de tal investigación, en cambio, conllevarán segu­
ramente importantes implicaciones para los profesionistas
y los políticos.
En Israel, la violencia contra las mujeres ha figurado muy
prominentemente en la agenda pública de los últimos diez
años aproximadamente. Los casos reportados de golpizas
contra la pareja femenina, especialmente el asesinato de mu­
jeres por sus parejas, son objeto de una amplia cobertura por
parte de los medios de comunicación. La creciente concien­
cia pública sobre el problema y la iniciativa de una cantidad
de mujeres integrantes del Knesset (el parlamento israelí) llevó
en 1995 al establecimiento de un Comité Parlamentario Es­
pecial de Indagación para la Investigación del Asesinato de
Mujeres por sus Parejas íntimas (Dayan y Livnat, 1996). Sin
embargo, debido al hecho de que las elecciones generales en
Israel fueron adelantadas (de noviembre de 1996 a mayo de
1996), este comité tuvo que terminar su trabajo más pronto
de lo planeado, y se presentó un reporte un tanto incompleto
en junio de 1996.
El presente estudio analiza con mayor profundidad los
datos recopilados por este comité. Los datos cubren todos los
casos de feminicidio íntimo cometidos en Israel durante los
años de 1990-1995: 76 casos en total.1 Las fuentes principales
de información fueron los registros de la policía, los archivos
de la Corte y los diarios, así como material recopilado por
organizaciones voluntarias involucradas en la prevención de
la violencia contra las mujeres y en la asistencia a las vícti­
mas de dicha violencia. El relativamente pequeño número
de casos disponibles para este estudio impuso limitaciones a
la aplicación de análisis estadísticos. Sin embargo, el hecho
de que estemos tratando aquí con una "población" completa
(en lugar de una muestra) reduce la necesidad de pruebas de
relevancia estadística. Debe notarse que la incidencia de los
casos contrarios —mujeres que matan a sus parejas masculi­
nas— es extremadamente rara en Israel. Durante el periodo
de seis años que cubre nuestros datos, hubo tan sólo cuatro,
dos de los cuales fueron casos claros de asesinato de una pare­
ja masculina abusiva. Esta baja tasa contrasta claramente con
los encontrado en otros países, especialmente en Estados Uni­
dos, donde el asesinato de hombres por sus parejas femeninas
representa una proporción considerable de homicidios íntimos.
Por ejemplo, un estudio realizado en Jacksonville, Florida
(Rasche, 1993), informó que 38% de los homicidios que
involucran a los cónyuges fueron cometidos por mujeres, y un
estudio en Chicago (Block y Christakos, 1995) encontró que en
tales homicidios hombres y mujeres están representados por

' Originalmente fueron 79 casos, pero tres fueron omitidos del análisis,
porque fueron cometidos en 1989.
igual. Sin embargo, la mayoría de las mujeres que matan a sus
maridos lo hacen en legítima defensa.
Este capítulo se enfoca en los siguientes tres aspectos del
feminicidio íntimo: la distribución temporal de estos casos
durante el periodo 1990-1995, la representación diferencial
de varios grupos de población en el feminicidio íntimo y los
motivos/razones aducidos para el feminicidio íntimo.

La distribución temporal del feminicidio íntimo:


1990 -1 9 9 5

Veamos primero la incidencia del feminicidio íntimo en Is­


rael. El cuadro 1 presenta las tasas anuales de feminicidio ín­
timo para los años 1990-1995.2 Este cuadro muestra que la
tasa más alta de feminicidio íntimo ocurrió en 1991. Hubo un
marcado descenso en 1992 y posteriormente las tasas se mo­
deraron entre estos dos extremos. Más específicamente:

• La tasa de feminicidios íntimos en 1991 (3.84 por cada


millón de habitantes) se incrementó en 19.3% en com­
paración con la tasa de 1990 (3.22).
• La tasa de feminicidios íntimos en 1992 (1.17 por mi­
llón) fue más de tres veces más baja que la de 1991 (3.84).
• La tasa de feminicidios íntimos en 1995 (1.98) fue 17.8%
más baja que la de 1994 (2.41).

Aunque debemos tener precaución al intentar explicar ten­


dencias de estadísticas de corto plazo de eventos poco fre-

2 El tamaño de la población durante estos años fue obtenido en la Oficina


Central de Estadística (1991-1997).
CUADRO 1. N ú m e ro y tasas de fem inicidios
ín tim os en Israel: 1 9 9 0 -1 9 9 5

Feminicidios íntimos
Año n Tasa por
1 000 000 hab.

1990 15 3.22
1991 19 3.84
1992 6 1.17
1993 12 2.28
1994 13 2.41
1995 11 1.98
Total 76 2.48

FUENTE: Adaptación de la Tabla 1 en Landau y Rolef, p. 77, con el permiso de


los autores.

cuentes tales como el feminicidio íntimo en Israel, algunos


de los datos de nuestro estudio parecen prestar una explica­
ción dentro de un contexto social más amplio y en términos
de desarrollos relevantes en el nivel macro.
Nuestros hallazgos sugieren que el marcado incremento
de los feminicidios íntimos en 1991 puede atribuirse al eleva­
do estrés en el nivel nacional que rodeó la Guerra del Golfo
Pérsico, iniciada a principio de ese año. Esta guerra fue única
en el sentido en que, a diferencia de muchas otras guerras
anteriores, todo el país se convirtió en un "frente", donde se
forzó a la población civil a soportar periodos prolongados de
reclusión en habitaciones cerradas. Entre los síntomas más
frecuentemente reportados durante la Guerra del Golfo Pér­
sico estuvieron la ira y la cólera (Landau, 1998b), lo que refle­
jó la frustración y el desamparo que sintieron amplios sectores
de la población debido al papel pasivo impuesto a Israel por
sus aliados. El estrés acumulado en esta guerra se expresó a
través de conductas violentas al término de la misma. Un in­
cremento alarmante de golpizas a la pareja femenina fue re­
portado en los meses siguientes a la guerra [Landau, 1998b].
Greenberg y Stanger (1991) reportan que entre febrero y agosto
de 1991, más de 12 mujeres israelíes fueron asesinadas por
sus maridos, y añaden:

Muchos israelíes culpan del incremento [del feminicidio ínti­


mo] al estrés psicológico provocado por la guerra. Hombres
entrenados para manejar columnas de tanques y unidades de
infantería fueron forzados a quedarse sentados en casa con sus
familias mientras las fuerzas de la coalición tomaron el trabajo
de vencer a Irak. Con muchos negocios cerrados, la gente no
podía trabajar o comprar. Recluidos en pequeños cuartos ce­
rrados bajo la amenaza de ataques de misiles Scud, aumenta­
ron las tensiones familiares [...J Se dio una emasculación de
los hombres israelíes [...] Sentían miedo y desamparo. Su ira
aumentó, (p. 15)

Landau (1994) reporta un incremento similar en todos los


homicidios provocados por conflictos domésticos en 1991.
Reportes de líneas de emergencia durante e inmediatamente
después de la guerra apoyan la interpretación de las cifras de
feminicidio íntimo de 1991 mencionadas arriba: hubo un in­
cremento marcado en las llamadas de mujeres descargando
su frustración por las intensas agresiones de los hombres ha­
cia ellas, que parecen haberse desatado con la guerra
("Tensions, Threats", 1991).
El marcado descenso de los feminicidios íntimos en 1992
pudo deberse a un avance importante en el combate a las
golpizas de pareja masculina en un nivel social: la promul­
gación de la Ley de Prevención de la Violencia Familiar por
el Knesset en 1991. De acuerdo con esta ley, con base tan sólo
en su palabra, una mujer puede obtener una orden inmediata
de la Corte, separando del hogar al marido violento por un
periodo de siete días. Al final del periodo de siete días, la
orden restrictiva puede ser extendida por un periodo de has­
ta tres meses más, sujeta a la comparecencia de ambas partes
ante la Corte, si la evidencia de abuso se considera suficiente.
La orden puede prolongarse por un segundo periodo de tres
meses después de un careo adicional. Este proceso legal rela­
tivamente simple proporciona a las mujeres golpeadas un
instrumento de acción rápida para protegerlas del peligro fí­
sico inminente de una pareja masculina abusiva. Esta ley fue
ampliamente discutida y difundida en los medios de comu­
nicación. Las organizaciones de mujeres voluntarias distri­
buyeron (gratuitamente) folletos acerca de la ley (incluyendo
instrucciones detalladas de acción) a través de agencias de
bienestar social, centros de cuidados diurnos, salas de emer­
gencia de hospitales y otros canales relevantes. Más impor­
tante aún, la ley facilitó cambios radicales en la práctica de
las agencias sociales que tratan con víctimas de golpizas con­
tra la pareja femenina (la policía, agencias de bienestar so­
cial, hospitales, etcétera).
Vale la pena notar que el impacto de esta ley fue más allá
de las agencias formales inmediatamente relevantes. Por ejem­
plo, además de un incremento en el número de las quejas
presentadas por mujeres golpeadas, también hubo un incre­
mento en el número de hombres a los que se les pidió que se
sometieran a programas de tratamiento de grupo para mari­
dos violentos (Fishkoff, 1992). Así, los efectos combinados de
esta ley — el empoderamiento de las mujeres golpeadas, jun­
to con el aumento más general de la conciencia del público
(incluyendo a los maridos golpeadores) en relación con el pro­
blema de la violencia masculina en la familia— pudieron ha­
ber contribuido al marcado descenso de los feminicidios
íntimos en 1992. Ésta es también la impresión de los profesio­
nales que tratan con mujeres golpeadas ("Fewer Wives", 1993).
Como podría esperarse, la mayor efectividad de esta legis­
lación se observó en 1992, inmediatamente después de su
promulgación. En los tres años siguientes (1993-1995), aumen­
taron las tasas de feminicidio íntimo, pero sólo moderadamente,
alcanzando un nivel mucho más bajo no sólo respecto a la tasa
de 1991 sino también respecto a la de 1990 (el año anterior a la
Guerra del Golfo Pérsico). El impacto de largo plazo de la nue­
va ley en la frecuencia y la severidad de la violencia contra las
mujeres requiere ser evaluada claramente por separado.

Presentación diferencial por grupos de población

Además de la distribución dispar de homicidios de cónyuge


según el género, los factores culturales y estructurales contri­
buyen al hecho de que la violencia es más frecuente en algu­
nos sectores de la población que en otros. El feminicidio íntimo
no es la excepción en este aspecto. El cuadro 2 muestra las pro­
porciones de los grupos de población en Israel y su respectiva
representación entre la delincuencia por feminicidio íntimo.3
La principal división social/étnica en Israel es entre la
mayoría judía y la minoría no judía (en su mayoría árabe-
musulmana). Como puede verse en el cuadro 2, la población

3 Datos sobre las proporciones de varios grupos de población en la


población total y sobre la inmigración a Israel fueron obtenidos en la Oficina
Central de Estadística (1996).
CUADRO 2. Proporciones de varios grupos sociales
en la población y entre los delincuentes
de feminicidios íntimos, 1990-1995 (en porcentaje)
Grupo social Proporción promedio Proporción Sobre/sub
en la población entre los delincuentes representación
de fem inicidio íntimo entre delincuentes de
fem inicidio íntimo

1. Judíos 81.4 75.0 -7.9


2. No judíos 18.6 25.0 +34.3
3. Inmigrantes
de la exUnión Soviética 12.5 19.7 +57.6
4. Inmigrantes de Etiopía 0.9 9.1 +922.2

judía está levemente subrepresentada entre los delincuentes


de feminicidio íntimo, mientras que la población no judía está
sobrerrepresentada por cerca de un tercio. Este hallazgo está
en la línea de investigaciones anteriores que muestran tasas
de crímenes violentos entre los no-judíos en Israel en compa­
ración con sus contrapartes judías (Landau, 1975; Zonshein,
1976). De hecho, en los estudios mencionados arriba, la
sobrerrepresentación de los no judíos entre todos los delin­
cuentes de feminicidio íntimo es considerablemente más alta
que su sobrerrepresentación en los casos de feminicidio ínti­
mo encontrados en el presente estudio. Esta tasa "menor a lo
esperado" de no judíos entre los delincuentes de feminicidio
íntimo en nuestro estudio bien puede deberse al hecho de
que, en el caso de infidelidad de la esposa, la cultura musul­
mana de Medio Oriente exige el asesinato de la mujer "cul­
pable" por haber "traído la deshonra sobre el nombre de la
familia", a manos de un miembro de su propia familia nu­
clear, generalmente su padre o un hermano, no su marido.
De ahí la tasa "menor a lo esperado" de feminicidio íntimo
en este grupo (Kressel, 1981; Landau, 1998a).
Los hallazgos más sobresalientes en el cuadro 2 se rela­
cionan con la alta sobrerrepresentación de dos grupos espe­
cíficos de inmigrantes en el feminicidio íntimo: aquellos que
provienen de la exUnión Soviética y los que provienen de
Etiopía. Como puede verse, los inmigrantes de la exUnión
Soviética están sobrerrepresentados por casi 60 por ciento, y
la proporción de inmigrantes de Etiopía involucrados en
feminicidios íntimos es 10 veces más alta que en la población
total de Israel. Alguna información de antecedentes sobre esos
grupos de población distintivos exige claramente un intento
de explicación de sus altas tasas de feminicidio íntimo.
Durante el periodo 1990-1995, hubo una enorme afluen­
cia de casi 600 000 inmigrantes de la exUnión Soviética. En
1994, este grupo de población constituyó el 14 por ciento del
total de la población israelí (comparado con el 7.2 de 1983).
En conjunto, el hecho de que muchos de estos recién llega­
dos fueran gente preparada, de clase media y bien educada,
los ayudó a que se adaptaran al nuevo ambiente. Sin embar­
go, desarraigarse de su país de origen y readaptarse a la cul­
tura de un nuevo país constituye un proceso estresante. En
un estudio sobre el bienestar psicológico de los inmigrantes
de la exUnión Soviética (Lemer, Mirsky y Barasch, 1992), se
encontró que este grupo social calificó significativamente más
alto en una "escala de desmoralización" que una muestra re­
presentativa de veteranos israelíes. El mismo estudio infor­
ma que la proporción de inmigrantes que reportaron sentir
angustia se incrementó marcadamente entre la preemigración
y la llegada a Israel.
Las cifras oficiales confirman estos hallazgos: durante los
años de 1990-1991, las tasas de admisión psiquiátrica anual
de inmigrantes (la gran mayoría de ellos de la exUnión So­
viética) fueron 40% más altas que la de la población general
de Israel (Popper y Horowitz, 1992). Nuestros hallazgos están
en la línea de los estudios mencionados arriba: sugieren que el
estrés relacionado con la adaptación de los inmigrantes de la
exUnión Soviética inevitablemente cobró sus víctimas; contri­
buyó a incrementar la tensión dentro de las familias y entre
las parejas y, sucesivamente, condujo a la sobrerrepresenta-
ción de este grupo entre los delincuentes de feminicidio ínti­
mo en Israel.
Los problemas de adaptación de los judíos exsoviéticos,
sin importar qué tan estresante haya sido, parecen casi trivia­
les en comparación con los inmigrantes etíopes. Este grupo,
junto con la corriente principal del judaismo después del total
aislamiento de más de 2 000 años, llegó a Israel en dos olas
principales: en 1984-1985 (Operación Moisés) y en 1991 (Ope­
ración Salomón). Después de todo, cerca de 50 000 inmigrantes
etíopes llegaron a Israel, y para 1994 el tamaño de esta comu­
nidad había alcanzado los 57 000. Muchos de ellos llegaron
solos, sin familias. La inmigración de la Operación Moisés
requirió un viaje arduo y largo, gran parte de él a pie, vía
Sudán, plagado de hambre, enfermedad y persecución. Tan­
tos como el 30% de aquellos que emprendieron la larga cami­
nata perecieron antes de alcanzar la "Tierra Prometida".
La adaptación de los judíos etíopes a la vida de Israel fue
altamente problemática, incluso traumática, tanto para los
inmigrantes como, en gran medida, para la sociedad absor­
bente: la sociedad israelí como un todo sintió compasión por
esta "tribu perdida" debido al sufrimiento que habían sopor­
tado en su viaje a Israel. Sin embargo, la demanda oficial del
rabinato (la suprema autoridad de Israel oficialmente autori­
zada en relación con asuntos religiosos), que dudaba de su
judaismo, para que se sometieran .a ceremonias de conver­
sión, fue percibida por los etíopes como una severa afrenta,
en vista de su fiel adhesión al judaismo a lo largo de los si­
glos, no obstante la persecución. Su sensación de alienación
fue más que exacerbada por las reacciones negativas de algu­
nos israelíes hacia su tez morena.
La adaptación de los inmigrantes etíopes, la mayoría de
los cuales provenían de pequeñas comunidades rurales, a las
realidades de la moderna y esencialmente occidentalizada so­
ciedad israelí, tuvo amplias repercusiones en su estructura fa­
miliar, esencialmente patriarcal. En muchos casos, fue socavado
el poder del patriarca en la familia. La alta tasa de desempleo
entre estos inmigrantes contribuyó a la desmoralización, a las
disputas familiares y, en su mayoría, a los actos de violencia
masculinos. Arieli y Ayche (1993) reportaron que 10% de la
comunidad etíope adulta en su estudio habían visitado clíni­
cas locales de salud mental. Otro estudio (Arieli, Gilat y Ayche,
1996) reportó que la tasa de suicidio entre inmigrantes etíopes
fue mucho más alta que entre la población general: en 1986 fue
seis veces más alta, y en 1991 y 1992, tres veces más.
Nuestros hallazgos sugieren que la extremadamente alta
sobrerrepresentación de los inmigrantes etíopes entre los de­
lincuentes de feminicidio íntimo es otro indicador más de la
actitud extremadamente violenta de los hombres hacia sus
esposas como reacción al estrés, el cual experimentan al adap­
tarse a la moderna sociedad israelí.

Motivos/razones para el feminicidio íntimo

Cualquier intento de clasificar motivos es bastante proble­


mático. De hecho, la literatura sobre los motivos de homici­
dio está cargada de inconsistencias en la terminología
utilizada. Un montón de términos con diferentes significa­
dos son utilizados por los investigadores, entre ellos: intento,
razón, motivo, causa, justificación, excusa y explicación (Landau,
Drapkin y Shlomo, 1974; Rasche, 1993). En el presente análi­
sis nos enfocamos en la razón interactiva inmediata para el
ataque mortal. En la mayoría de los casos fue dado más de un
motivo o razón por el delincuente masculino o por personas
que conocían a la pareja (p.e. parientes, vecinos, personal de
las agencias de bienestar social) para asesinar a su pareja fe­
menina. Otras personas fueron también importantes infor­
mantes en casos donde el delincuente masculino se suicidó
sin dejar información acerca de su motivación. Las razones
reportadas están agrupadas en las tres categorías siguientes:

• Posesividad. Esto incluye las subcategorías de celos, pro­


tección del honor de la familia, amenazas de la víctima
de abandonar a la pareja y sospecha de infidelidad de
la víctima. Esta categoría fue mencionada en 75% de
los casos.
• Discusiones/conflicto. Esto incluye las subcategorías de
discusiones y riñas sobre una variedad de asuntos, in­
cluyendo el dinero. Esta categoría fue mencionada en
45.9% de los casos de feminicidio.
• Otros. Esto incluye las subcategorías de delincuentes
masculinos que tenían problemas mentales, problemas
con la bebida o problemas de drogadicción, además de
otros motivos. Estas razones fueron mencionadas en
55.4% de los feminicidios íntimos.

El cuadro 3 muestra las diversas combinaciones de moti­


vos/razones dadas en el presente estudio. Como puede verse
en el cuadro, la "posesividad" es el motivo dominante, pero es
aducido como un motivo único en sólo una cuarta parte de los
CUADRO 3. Motivos/razones
para el feminicidio íntimo

n Porcentaje

1. Posesividad 18 24.7
2. Posesividad y discusiones/conflicto 10 13.7
3. Posesividad y otros 15 20.5
4. Posesividad, discusiones/conflicto y otros 12 16.4
5. Discusiones/conflicto y otros 8 11.0
6. Discusiones/conflicto 4 5.4
7. Otros 6 8.3
Total 73 100.0

casos, apareciendo mayormente en combinación con otros


motivos (en orden descendente); "otro" (20.5%), "otro" más
"discusiones/conflicto" (16.4%), o "discusiones/conflicto"
(13.7%). "Discusiones/conflicto" más "otros" como motivos
únicos o combinados sin "posesividad" aparece sólo en un
pequeño número de los feminicidios íntimos.
El cuadro 4 presenta la distribución de los m otivos/razo­
nes por grupo de población. Los hallazgos principales según
dicho cuadro pueden resumirse como sigue:

• Entre los delincuentes masculinos no judíos y los de


origen etíope, la "posesividad" es particularmente alta
y la motivación por "discusiones/conflicto" es relati­
vamente baja. La similitud entre estos dos grupos de
población en relación con la "posesividad" tiene que
ver con su carácter patriarcal más extremo y la situa­
ción inferior de las mujeres en esos grupos.
CUADRO 4. D istribución de m o tiv o s /r a z o n e s
d e fem in icid io íntim o p o r g ru p o d e p ob lación
d e d elin cu en tes m ascu lin os (en p orcen taje)

Grupo de población

Motivo/razón Judíos No judíos Inmigración Inmigración Total


de exUnión Soviética de Etiopía

1. P o s e s iv id a d 7 1 .4 8 3 .3 7 3 .3 8 5 .7 7 5 .0
2 .D is c u s io n e s /c o n f lic to 5 0 .0 3 3 .3 6 0 .0 2 8 .6 4 5 .9
3. O tro 6 0 .7 3 8 .9 6 0 .0 5 7 .1 5 5 .0
n 56 18 15 7 74

• "Otros" motivos (los cuales son indicativos principalmente


de las patologías personales del delincuente masculino)
son relativamente bajos entre los agresores masculinos
no judíos. Entre los delincuentes de origen etíope, sin em­
bargo, la frecuencia de esta categoría es muy similar a la
de todos los delincuentes masculinos judíos y a la de los
de la exUnión Soviética.

Así, en relación con el motivo, los delincuentes masculi­


nos de origen etíope son el único grupo de población que
está fuertemente representado en motivos de una naturale­
za de cultura patriarcal extrema ("posesividad", similar a
los delincuentes no judíos), también los motivos de una na­
turaleza patológica individual ("otros"), similar a los delin­
cuentes masculinos judíos. Esto debe ser visto tan sólo como
otro indicador de la reacción de los hombres a la traumática
adaptación de este grupo social luego de su inmigración a
Israel.
El cuadro 5 presenta la relación entre el motivo y la rela­
ción víctima-delincuente. Como puede verse, el hallazgo más
destacado en el cuadro es que la categoría "discusiones/con-
CUADRO 5. Motivos/razones de feminicidio íntimo
según la relación víctima-delincuente (en porcentaje)

Relación víctima-delincuente
Motivo/razón Casados o pareja Divorciados, separados Total
o exparejas

1. Posesividad 77.6 69.6 75.0


2. Discusiones/conflicto 34.7 69.6 45.8
3. Otros 55.1 56.5 55.6
a 49 23 72

flicto" entre parejas divorciadas y separadas y parejas no casa­


das es dos veces más frecuente que entre las parejas casadas o
no casadas que viven juntas. Esta diferencia es poco sorpren­
dente debido a que la situación del divorcio o separación im­
plica antecedentes de conflicto en la pareja. Es de especial
interés el hallazgo de que entre parejas la "posesividad" toda­
vía aparece como un motivo en cerca de 70% de los casos.
Independientemente de que la separación sea oficial o no ofi­
cial, la pareja masculina no renuncia a su "propiedad" sobre
la mujer. Este hallazgo parece ser indicativo de la norma cul­
tural patriarcal profundamente incrustada de dominación de
los hombres sobre las mujeres en la sociedad.

Reflexión

Los hallazgos de este estudio sugieren fuertemente una rela­


ción entre el feminicidio íntimo en Israel y los principales
hechos o procesos específicos experimentados por la socie­
dad israelí durante el periodo investigado. Nuestros hallaz­
gos están en línea con el modelo teórico basado en el estrés
propuesto por Landau y Beit-Hallahmi (1983), que postula
que la violencia en la sociedad estará relacionada positiva­
mente a los factores de estrés, y negativamente relacionada
con los sistemas de apoyo. Este modelo ha recibido una con­
siderable aceptación en buena cantidad de estudios. Una re­
lación positiva fue hallada entre homicidio (en un nivel
agregado) y varios factores de estrés en la sociedad israelí en
el nivel macrosocial, tales como estrés económico (inflación,
desempleo) y estrés relacionado con la seguridad (víctimas
de guerra e incidentes relacionados con la seguridad) (Landau
y Pfeffermann, 1988; Landau y Raveh, 1987). En otro estudio,
se encontró que las tasas de homicidio en Israel estaban rela­
cionadas positivamente con las medidas subjetivas de estrés
en la población (insatisfacción con la situación económica,
política o de seguridad) y negativamente con las medidas de
apoyo subjetivas (solidaridad entre varios grupos sociales en
la sociedad), como fue predicho por el modelo (Landau, 1988,
1997, para más detalles, véase también Landau, 1994; Landau
y Beit-Hallahmi, 1983).
En términos del modelo basado en el estrés, discutido arri­
ba, la Guerra del Golfo Pérsico y las dificultades y tribulacio­
nes de la inmigración pueden ser vistas como factores
constitutivos de estrés y, como tales, se encontró que estaban
relacionadas con un incremento en el feminicidio íntimo,
como lo predijo el modelo. La Ley para Prevenir la Violencia
Familiar puede ser vista como constitutiva de un sistema de
apoyo para las mujeres golpeadas y, como tal, se encontró
que estaba relacionada con un descenso en el feminicidio ín­
timo, como predijo el modelo.
El marcado descenso del feminicidio íntimo en el periodo
inmediatamente posterior a la promulgación de la Ley para
Prevenir la Violencia Familiar es indicativo del efecto poten­
cialmente positivo de los cambios en la legislación y en la
política social sobre la violencia en la familia (incluyendo el
feminicidio íntimo). Sin embargo, como muestran nuestras
cifras, la drástica reducción del feminicidio íntimo posterior
a esta legislación fue de muy corta vida. Es necesario un se­
guimiento cuidadoso para evaluar su impacto a largo plazo.
El feminicidio en Israel es un crimen relativamente raro
y, por lo tanto, es muy difícil recomendar medidas específi­
cas para su prevención. Sin embargo, debido a que este fenó­
meno debe ser visto como "la punta del iceberg" de un
problema mucho más amplio de violencia masculina en la
familia, las medidas que lidian con este problema más am­
plio parecen tener un efecto reductor en la frecuencia del
feminicidio íntimo. Lo más importante es que se requiere un
esfuerzo concertado para la deslegitimación de la violencia
contra las mujeres en la sociedad. Se debe poner atención es­
pecífica a aquellos grupos sociales que están sujetos a estrés
(nuevos inmigrantes, grupos sociales marginales, etcétera),
así como a aquellos sectores de la sociedad en los cuales la
estructura patriarcal más extrema expone a las mujeres a un
abuso más extremo. Nuestros hallazgos muestran que, en vista
de los rasgos únicos del feminicidio íntimo, éstos deberían
ser estudiados separadamente, no como parte del crimen más
general de homicidio. Finalmente, debería ponerse énfasis en
que el estudio de feminicidio íntimo está apenas en ciernes.
Debe realizarse más investigación en este campo. Aún tene­
mos que analizar nuestros datos en relación con los factores
situacionales, los antecedentes criminales de los delincuen­
tes masculinos, violencia previa en la relación, la búsqueda
de ayuda por parte de la víctima o el agresor y el tratamiento
del sistema de justicia criminal en estos casos. Están pendien­
tes exámenes más detenidos de las diferencias socioculturales
entre varios sectores de la población, así como de los cambios
socioculturales.
Las conclusiones alcanzadas deberían ser tratadas con
cierta cautela debido al periodo relativamente corto cubierto
por este estudio. El lapso de la investigación en este tema
requiere ser ampliado a fin de incrementar nuestro conoci­
miento y comprensión de este problema social.
Reconocimiento. Las autoras quieren agradecer la Tali Elfrati
por su ayuda en el análisis de los datos.

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11
Feminicidio:
un coloquio internacional
Diana E. H. Russell

E s te capítulo presenta una versión editada de las contribu­


ciones de las mujeres participantes en el taller titulado "Un
Coloquio sobre el Feminicidio", que organicé para la Confe­
rencia Internacional sobre Violencia, Abuso y Ciudadanía de
las Mujeres en Brighton, Inglaterra, en noviembre de 1996.
Este taller fue uno de los pocos abiertos únicamente a las
mujeres. Puse esto como una condición de asistencia porque
comparto la creencia de varias feministas de que son necesa­
rios marcos exclusivamente femeninos para que las mujeres
compartan material delicado. ¡Sin embargo, costó un poco
persuadir al guardaespaldas de la primera dama de Botswana
para que abandonara su trabajo mientras duraba el taller!
Alrededor de 40 mujeres provenientes de diferentes paí­
ses asistieron al coloquio sobre feminicidio, sentándose in­
formalmente en el conocido círculo feminista. Se le pidió a
las participantes que hablaran en inglés, como fue el caso de
todas las sesiones del programa de conferencias. Inicialmen­
te, sentí mucha ansiedad acerca de si un grupo culturalmente
diverso de mujeres, quienes eran en su mayoría extrañas en­
tre sí, podría estar dispuesto a compartir sus experiencias. El
hecho de que las víctimas de feminicidio no pudieran hablar
por ellas mismas hacía diferente este coloquio de los colo­
quios para las sobrevivientes de violación, golpizas, abuso
incestuoso y cosas parecidas. Me sentí muy aliviada cuando
las mujeres comenzaron a compartir sus pensamientos, sus
sentimientos y sus experiencias sobre feminicidio.
Comencé el coloquio definiendo el feminicidio, para de­
cir después: "Aunque las víctimas de feminicidio no pueden
hablar por ellas mismas, sí pueden hacerlo aquellas que han
sobrevivido a los intentos de feminicidio. Por lo tanto, tam­
bién pueden hacerlo aquellas que han sido afectadas o trauma­
tizadas por víctimas de feminicidio a quienes cuidaban o
conocían, tales como una pareja íntima, otro miembro de la
familia, una amiga o una compañera de trabajo. El feminicidio
por extraños también puede tener un impacto traumático en
las mujeres, al volvernos temerosas y más dispuestas a res­
tringir nuestras vidas con la esperanza de prevenir esta for­
ma máxima de victimación. Escuchar las experiencias de
aquellas de ustedes que han sido afectadas por el feminicidio
ayudará a promover la conciencia de esta importante, pero
terriblemente desatendida forma de violencia contra las mu­
jeres. Esto, en cambio, debería motivar las acciones indivi­
duales y organizadas para tratar de combatir el feminicidio".
La siguiente es una selección de las declaraciones hechas
por las mujeres en el taller.
Mujer no identificada, Bangladesh. Represento al Centro de
Estudios para Niños y Mujeres. Mi investigación encontró
que la mayoría de las mujeres son asesinadas por personas
vinculadas cercanamente, como esposos y hermanos. La ma­
yoría de las peleas que resultan en estos asesinatos son riñas
familiares acerca de la dote, como la familia del esposo de la
mujer que demanda más dote de dinero después del casa­
miento. Ustedes ven muchos de los reportes de suicidios en
los periódicos y otros medios. Pero la mayoría de estos suici­
dios no son realmente suicidios. Son casos camuflados de
maridos que asesinan a sus esposas. Por ejemplo, después del
asesinato de sus esposas, en ocasiones los hombres las cuelgan
de un árbol y después van a la estación de policía y dicen que
sus esposas se mataron. En ciertas áreas de Bangladesh hay
más reportes de suicidio de mujeres que de muertes o asesi­
natos de mujeres. Cuando estos asesinatos suceden en los
pueblos, las estaciones de policía están muy lejos. Cuando la
policía finalmente investiga el caso, los esposos con frecuen­
cia los sobornan para registrar como suicidio la causa de la
muerte de sus esposas. Sin embargo, todo mundo en el pue­
blo sabe lo que hicieron los maridos.
Tan pronto como una muchacha se casa, tiene que irse a
vivir con sus parientes políticos por el resto de su vida. Debi­
do a que los parientes políticos no van a admitir que sus hijos
las asesinaron, es muy difícil —aun para los grupos de muje­
res— llevar estos casos. Y no hay autopsias en los pueblos;
por lo tanto la policía clasifica estos asesinatos como suici­
dios. Sólo si un grupo de mujeres descubre alguna nueva in­
formación relevante se permite que el cuerpo de la mujer
muerta sea sacado de la tumba para examinarlo. Pero a me­
nudo para entonces se ha perdido mayor evidencia, lo que
hace muy difícil probar estos casos. Y no hay muchas bases
de organizaciones de mujeres trabajando en estos remotos
pueblos, por lo que es más difícil.
Aunque en el Islam no estamos de acuerdo con las prácti­
cas de dote, la influencia de las prácticas hindúes ha hecho a
la dote una costumbre incluso entre aquellos que creen en el
Islam. Esta costumbre se ha vuelto particularmente frecuen­
te entre las familias pobres. Algunos esposos de las mujeres
arrojan ácido a los rostros de sus esposas, causándoles la pér­
dida de la vista. A pesar de que ahora la ley ha sido cambiada
para castigar a estos hombres, estas leyes no se han puesto en
práctica.
Margaret, Inglaterra. Represento [como abogada] a muje­
res en Ayuda a Mujeres de Great Easter Heights [un albergue
para mujeres golpeadas] que o bien han sido juzgadas por el
asesinato de quien abusó de ellas, o bien casi fueron asesina­
das por él y ahora buscan acusarlo criminalmente. El punto
que quiero enfatizar es que las mujeres no siempre mueren direc­
tamente como resultado del ataque. Lo que les hayan hecho con
un cuchillo o un hacha no es lo único importante; sino el daño
que permanece y lo que les espera luego de ser atacadas.
Una mujer a quien representé recientemente había trata­
do de golpear al hombre con el que vivía porque le clavó un
cuchillo en la vagina. Este ataque la dejó con una fístula (un
tramo anormal entre la vagina y el recto como resultado de
una herida, una enfermedad o desorden congénito). Es proba­
ble que ella muera como resultado de este ataque, porque las
fístulas no pueden sanar y porque ahora tiene problemas de
alcoholismo a raíz del horrendo abuso que sufrió año tras año.
Esta mujer probablemente logrará disminuir la pena en el jui­
cio por asesinato, pero después estará en la calle sin apoyo, sin
asesoramiento y sin ninguna clase de ayuda. Morirá en la ca­
lle. No será una de las heroínas. No será un icono feminista.
Morirá inadvertida y olvidada.
El esposo de otra mujer, con la que yo había estado traba­
jando, intentó estrangularla. Fue sólo cosa de suerte que fue­
ra encontrada tendida en el piso con un cordón eléctrico
amarrado muy apretadamente alrededor de la garganta. Se
le negó alegar heridas criminales porque no cooperó comple­
tamente con la policía, que durante años se rehusó a arrestar
a su esposo cuando la golpeaba en forma atroz. Ahora está
sufriendo una profunda depresión, ansiedad, insomnio, pen­
samientos desatinados, hipervigilancia y todos los otros sig­
nos del [desorden] de estrés postraumático. ¿Dónde está su
vida? (pregunta Margaret muy indignada). Le quitaron la vida
con la misma eficacia que si él le hubiera hundido un cuchi­
llo en el corazón. Por lo tanto, el feminicidio para mí no se trata
sólo de estar muerta. Se trata de la extinción del derecho de la mujer
a vivir una vida completa, feliz y segura. Pienso que este tipo de
destrucción tiene que estar presente en una lucha organizada
contra el feminicidio.
Joyce Andersen, Botswana. Nosotras en Botswana tenemos
una red con otros países de África del Sur, como Zimbabwe,
Zambia, Swazilandia y Sudáfrica, para coordinar nuestro
trabajo sobre el problema del feminicidio. Tenemos pláticas
acerca de qué es el feminicidio y sobre sus causas, y hemos
formulado estrategias para apoyar a aquellas que lo sufren.
Hemos enumerado todos los casos de mujeres que han sido
golpeadas hasta morir o llevadas al suicidio por la depre­
sión y los problemas económicos. También hemos organi­
zado una red que produce programas para apoyar a las
mujeres de quienes han abusado, así como para ayudar a
las familias de las víctimas de feminicidio.
También hemos colaborado con nuestros gobiernos y con
las ONG [organizaciones no gubernamentales] de mujeres y
les hemos informado sobre el problema del feminicidio en
nuestros países. Queremos que la gente de nuestros países
sea consciente de lo que es el feminicidio, incluyendo a todas
las mujeres que están muertas en vida.
Norma Hoteling, Estados Unidos. Soy una sobreviviente de
la prostitución y directora de una organización llamada el
Proyecto Sage en San Francisco, manejado por y para las so­
brevivientes de la prostitución. Mi trabajo está motivado por
mis amigas que murieron en la calle porque eran prostitutas.
Aunque San Francisco es considerada una ciudad muy
sofisticada, a la moda y progresista, sé que si yo hubiera
muerto en las calles, a nadie le habría importado. Probable­
mente hubieran dicho: "¡Otra puta más que se muere! ¡Gra­
cias a Dios que se fue!"
Todos nuestros debates acerca de la prostitución han ca­
recido de las voces de las mujeres muertas y de las voces de
las mujeres que han sido tan heridas por la prostitución que
encuentran difícil platicar sobre sus experiencias. Por lo tan­
to, decidimos confeccionar una colcha para las mujeres con­
vertidas en víctimas de feminicidio, porque fueron prostitutas,
como una manera de darles voz. Dos muy buenas amigas
mías — Laura y Cheryl— están en la colcha. Ahora tenemos
cinco parches más que agregarle. Le doy gracias a Dios de
que sobreviví a mis años en la prostitución.
Muchas de las sobrevivientes estamos muy afligidas ahora
porque hace dos semanas perdimos a otra de nuestras her­
manas en la calle. Tres mujeres prostituidas fueron brutal­
mente asesinadas en San Francisco en el último año, y otras
tantas han muerto por sobredosis. Todas ellas están perdidas
en este mundo, como muchas otras mujeres y niños. Son crí­
menes sobre los que creo que tenemos que enfocamos.
Mujer no identificada, Asia. Visité una clínica de fístulas
donde madres jóvenes que se casaron a los 11 y 12 años de
edad habían sido desgarradas muy, muy cruelmente duran­
te el parto porque sus cuerpos son muy diminutos para que
salga un bebé. Por ello, se les forman fístulas. Consecuente­
mente, son rechazadas por sus esposos y por la sociedad. Es
muy triste ver lo pequeñas que son estas niñas, y mirar en
sus ojos y darse cuenta de que no tienen ningún lugar a dón­
de ir más que a la clínica. Para mí, ellas son las muertas en vida.
Esto es un feminicidio que puede verse.
Ruth Resnick, Israel. Fundamos un albergue en Israel en
1978 cuando una mujer fue asesinada por su esposo a los tres
meses de casada. Al año siguiente, el 18 de julio de 1979, una
mujer llamada Camila Knocish, fue asesinada en los terrenos
de nuestro refugio. Así fue como el hecho de que las mujeres
pueden ser asesinadas por sus esposos llegó por primera vez
al público israelí. Se conmocionaron especialmente porque
esta atrocidad sucedió en los terrenos del refugio. Cuando
visité a la familia de la mujer muerta durante la semana de
luto, me dijeron que había sido forzada a casarse con este
hombre, porque había amenazado con asesinar a su familia
si ella se rehusaba. Estaba loco de celos, como la mayoría de
los hombres violentos. Este asesinato nos forzó a mudar nues­
tro albergue, que luego rebautizamos con el nombre de esta
mujer.
El 25 de noviembre del año pasado [1995] hubo una se­
sión en el parlamento en la cual se dieron a conocer más de
100 nombres de víctimas de feminicidio asesinadas en los
pasados cinco años.
Albertine, Antigua, el Caribe. Quiero compartir con uste­
des la muerte de una muy buena amiga mía llamada Era
Hecta. Fuimos compañeras de escuela. Ella era muy activa
en el movimiento de mujeres en Antigua y era la esposa del
líder de la oposición. Ella y su esposo ofrecieron su amistad a
un hombre que estaban tratando de rehabilitar porque con
frecuencia había estado en prisión por robo. Un día, cuando
el esposo de mi amiga estaba fuera del país y ella estaba en
una granja fuera de la capital con este hombre, éste la violó y
la asesinó. Me sentí realmente devastada por esto. Parece
bastante increíble que alguien a quien ella ofreció su amistad
pudiera atacarla de esa forma. Lo que le sucedió a mi amiga
perdura en mí. Ahora nosotras intentamos fundar el primer
albergue en Antigua para mujeres víctimas de abuso, al cual
le pondremos su nombre.
También quiero insistir en lo que mi hermana hizo aquí.
Soy psiquiatra y trabajo con frecuencia con mujeres víctimas
de abuso en Antigua. La depresión que veo luego de años de abu­
so constante es una forma de muerte. No sólo estamos hablando
acerca del asesinato material sino del asesinato emocional, y
me atrevo a decir, al asesinato espiritual. Estas mujeres real­
mente no pueden disfrutar la vida porque su autoestima es
muy baja. No tienen ninguna calidad de vida. Tenemos la obli­
gación de ver el feminicidio en este amplio contexto.
Susan, Inglaterra. Encuentro difícil hablar. Sufrí en casa
por más de 20 años viendo a mi padre tratando de matar a
mi madre. Fue increíblemente aterrador para mí y siento
que ha tenido un alto costo en mi persona que todavía estoy
pagando. Estoy hablando de depresión, problemas de rela­
ciones, lo que ustedes manden, mi vida es todo un lío. Mi
madre permaneció con mi padre por 27 años antes de dejarlo
finalmente.
Vivir en esa situación fue horrendo. Estaba acostumbra­
da a ver el cuchillo de carne sobre el rellano y a mi padre
persiguiendo a mi madre al piso de arriba con el cuchillo en
la mano. Yo la ocultaba en mi recámara y ponía la cómoda
contra la puerta, y le decía que se metiera en mi cama. Des­
pués salía de mi recámara para quitarle el cuchillo a mi pa­
dre. Esto sucedió docenas y docenas de veces en mi vida. Va
más allá de las palabras describir esta situación. En realidad,
mi padre nunca asesinó a mi madre, pero la constante ame­
naza fue casi tan dañina, porque nunca supe por qué lo ha­
cía. Sentí que nunca podría irme, que tenía que permanecer
en casa con mi madre porque quién sabe qué podría suceder-
le si me iba y la dejaba sola. Ahora comprendo que me volví
hipervigilante. Siempre tenía que estar atenta porque él po­
dría regresar a casa temprano, o podría hacer algo, o ella po­
dría decir algo, y toda esa clase de cosas que podrían provocar
que explotara. Exponer a esto a un niño te destruye. Todavía
estoy tratando de encontrar más acerca de los efectos que todo
esto ha tenido en mí, y los efectos que este tipo de situación
tiene en los niños en general. Lo que yo padecí es todavía
muy doloroso para mí.
Selena, Zimbabwe. Estoy aquí con otras que han trabajado
en el Proyecto Feminicidio en Africa del Sur. Me gustaría com­
partir con ustedes algunos de los suicidios que no son reco­
nocidos como feminicidios, como dijo antes una hermana.
Después de que las mujeres reciben su pago por haber traba­
jado arduamente en los campos de algodón, los hombres
nomás despilfarran el dinero. Esto lleva a las mujeres a los
extremos. La mayoría de ellas se quitan la propia vida bebien­
do el insecticida que se rocía sobre el algodón. Estos son
feminicidios, porque ellas son llevadas a matarse por los hombres que
las privan de sus medios económicos de sobrevivencia. Pero sus muer­
tes son reportadas como suicidios, no como feminicidios. Y ellas son
halladas culpables por matarse.
Otro tipo de feminicidio sucede a veces cuando las mujeres son
acusadas de brujería por sus parientes cercanos. Por ejemplo, hay
un caso de nuestro registro de feminicidios en Zimbabwe
donde una mujer de edad avanzada fue acusada por su hijo
de embrujar a sus hijos. Por lo tanto, ella se ahogó en una
alberca. Cuando las mujeres mueren así, son culpables por
hacerlo. Por lo tanto, las mujeres están muriendo silenciosa­
mente sin que se reconozca la causa de sus muertes. Los fac­
tores económicos que provocan feminicidios, así como las
acusaciones de brujería, deben ser observados con mayor
cuidado.
Vivían, Sudán. Mis orígenes son sirios, pero yo nací en Su­
dán. Vivo allá en una pequeña ciudad. Es una costumbre en
Sudán que las niñas de 13 y 14 años de edad se casen, a veces
antes de su primera menstruación. Algunas de estas jóvenes
casadas se suicidan o intentan suicidarse debido a la forma
vulgar en que sus maridos se acercan a ellas sexualmente,
especialmente en la primera noche.
Una de estas jóvenes era amiga mía; habíamos estudiado
juntas en la escuela. Nos pusimos felices cuando supimos que
se iba a casar. Pero un par de semanas después, oímos que
estaba muerta. Después de platicar con los amigos y parien­
tes de la comunidad, encontramos que su esposo había usa­
do un cuchillo para tener sexo con ella en su primera noche.
Usar un cuchillo para abrir la vagina de la niña o mujer era la
costumbre en tiempos pasados. Debido a la tradición, este
hombre nunca fue encontrado culpable. Dijo que su joven
esposa no había cooperado de buena gana a sus proposicio­
nes sexuales. Esto lo frustró, por lo que tuvo que ser rudo con
ella.
Mi amiga perdió su vida como otras jóvenes casadas. Es­
toy de acuerdo con las otras mujeres que aquí han dicho que los
suicidios en estas circunstancias son en realidad feminicidios.
Mujer no identificada. Escocia. Realmente no quiero decir
esto, pero pienso que tengo que hacerlo. Hace 11 años Anne,
una muy buena amiga mía que vivió en Escocia, desapare­
ció. Meses después fue encontrada desnuda y envuelta en un
pedazo de alfombra, atascada en un desagüe, a cinco minu­
tos de la casa donde vivía. Oficiales de la policía investigaron
su asesinato. Después de examinar la evidencia forense, ave­
riguaron que había sido violada sexualmente en forma grave
por lo menos por tres hombres, y que esos ataques tuvieron
lugar en su propia casa. Sé que Anne no podría haber admiti­
do extraños en su casa, y no hay evidencia de que se hubiera
forzado la entrada. Pero los asesinos nunca fueron encontra­
dos. Probablemente conozca a estos hombres. Probablemen­
te incluso bebí con ellos, lo cual es un terrible pensamiento. Y
el hecho de que estos hombres puedan hacer esto y escaparse
realmente me angustia.
Obviamente la muerte de Anne tuvo un efecto devasta­
dor en su familia. Como una mujer dijo antes aquí, Anne no
será un icono feminista, pero me gustaría invitarlas a recor­
darla y recordar que ella fue una persona maravillosa.
Mujer no identificada, Inglaterra. Al escuchar a la última
mujer que habló, comprendo que todavía estoy cargando un
sentimiento de injusticia por una amiga mía que fue asesina­
da en su propia casa, cuando tenía 31 años, por un hombre
que vivía en el piso de abajo. Otra amiga y yo la encontramos
desnuda y brutalmente apaleada y golpeada. Finalmente, la
policía encontró al hombre que la asesinó, ¡pero lo sentencia­
ron a sólo cinco años de prisión! ¡Y salió en cuatro años y
medio!
Cuando vi en la calle mientras conducía el otro día a la
hermana de mi amiga muerta, lucía como si fuera una mujer
de cerca de 100 años aunque tiene solamente 45. Toda su fa­
milia está sufriendo todavía porque no se hizo justicia, y de­
bido a que hoy su asesino está fuera de prisión.
Mujer no identificada, Inglaterra. Como otras mujeres aquí,
quiero platicar acerca de las mujeres que no están necesariamen­
te muertas, pero todo su sentido de la propia identidad ha sido aniqui­
lado desde muy niñas. Trabajo en un sistema de salud mental en
Exeter. Formo parte de un pequeño grupo de mujeres, cole­
gas y amigas que tratan de proveer mejores servicios para las
mujeres que buscan servicios de salud mental y que han ex­
perimentado abuso sexual en su infancia. Recientemente ter­
miné un trabajo de investigación, y entrevisté a muchas
mujeres y escuché sus historias de vida sobre la tortura que
experimentaron desde muy niñas: sexual, física y emocional,
lo que ustedes gusten y manden. Describieron cómo su senti­
do de la realidad y su sentido de la propia identidad fueron
destruidos consistente y sistemáticamente. Después, como
adultas, con frecuencia fueron llevadas a dañarse a sí mis­
mas. Muchas de ellas intentaron suicidarse y algunas lo lo­
graron. Como otra mujer dijo aquí, con frecuencia el suicidio es
en realidad feminicidio. Y cuando ellas encuentran los llama­
dos servicios de cuidado de salud mental, esos servicios a
menudo confirman la pérdida del sentido de la propia iden­
tidad de las mujeres, así que se rehúsan a escuchar sus expe­
riencias y a menudo les niegan todos los servicios. Pienso
que más de nosotras deberíamos compartir nuestras expe­
riencias acerca de estos problemas, pero desafortunadamen­
te estos servicios son controlados en su mayoría por hombres,
y la profesión médica es predominantemente masculina, por
lo tanto es muy difícil conseguir que se escuchen las voces de
las mujeres.
Monica, Irlanda. Ha sido realmente un año difícil en cuan­
to a feminicidios en el sur de Irlanda, donde yo trabajo, en
Ayuda a Mujeres. Dieciséis mujeres han sido asesinadas este
año, diez de ellas en sus propios hogares. Una mujer tenía sosa
cáustica derramada sobre el cuerpo, lo cual le causó la muer­
te. Su esposo y su hijo habían sido acusados del asesinato.
Los hijos se han involucrado en los asesinatos de sus madres
en otros dos casos. En uno de ellos, la mujer había obtenido
una orden de protección.
Lo que me preocupa es que pedimos a las mujeres que
usen la legislación y esto las hace creer que el Estado las pro­
tegerá de sus esposos abusadores. Pero cuando ellas consi­
guen una orden, no les proporcionan ningún teléfono, por lo
que no pueden ayudarlas cuando lo necesitan. Así que todas
las que trabajamos en los refugios debemos preguntarnos:
¿cómo vamos a tomar nosotras mismas la responsabilidad de
proteger a estas mujeres, o vamos a continuar dándoles la ilu­
sión de que el Estado les dará esta protección?
Mujer no identificada, Inglaterra. No es suficiente dotar de
género al crimen; nosotras también tenemos que darle géne­
ro al perpetrador. Bea Campbell ha señalado que el 87% de
los perpetradores que llegan a la Corte son hombres. Nunca
se indica esto en las estadísticas criminales.
Mujer no identificada, Escocia. Como mi hermana de Edim­
burgo, quiero que recuerden a las cinco mujeres que conocí y
que fueron todas asesinadas en Glasgow hace unos años. A
una de ellas, llamada Leona, la conocí muy bien. Todas tra­
bajaron en la prostitución y todas habían sido víctimas de
abuso sexual cuando eran muy jóvenes. He comprendido que
la prostitución no se trata sólo de vender sexo, se trata de la
continuación del abuso. Trabajo en pro de todas las mujeres
que fueron destruidas porque algunos hombres las penetra­
ron con el pene cuando tenían solamente 6 o 7 años de edad.
Algunas veces esto sucedió en las noches. Cinco de estas
mujeres fueron asesinadas, pero nadie ha sido condenado.
Recuerdo que el caso del Destripador de Yorkshire sólo
fue tratado seriamente cuando una no-prostituta fue asesina­
da. Hay demasiada misoginia hacia las mujeres que sirven
sexualmente a los hombres. Son golpeadas no solamente por
sus padrotes, sino también por sus parejas con las que viven.
Quiero que recuerden a estas mujeres. Desearía que Leona
estuviera aquí ahora. Era verdaderamente una mujer mara­
villosa y estoy realmente, realmente triste de que ella tuviera
que morir en estas atroces circunstancias.
Mujer no identificada, Inglaterra. Las historias que hemos
escuchado aquí hoy son las únicas que conocemos. Pero hay
cientos y cientos que desconocemos. Muchas niñas y muje­
res jóvenes están desaparecidas o se van a la calle, donde
son llevadas a la prostitución y luego con frecuencia des­
aparecen.

Conclusión

Me conmovió mucho la buena voluntad de varias mujeres


para compartir sus experiencias. Aunque no incluí los ar­
gumentos que algunas de ellas presentaron durante el colo­
quio, como estrategias para combatir el feminicidio, mi
declaración de clausura estuvo enfocada al tema de la acción:
"Desafortunadamente, se ha acabado el tiempo. Quiero
agradecer a todas profundamente por venir a este coloquio,
particularmente a aquellas que compartieron sus experien­
cias e ideas. Y quiero exhortarlas a educar a otras mujeres
acerca del feminicidio y presionar para que lo incluyan en
todas sus campañas y acciones de combate a la violencia con­
tra las mujeres y las niñas.
"A pesar de que las acciones individuales puedan ser efec­
tivas, las acciones de organizaciones —aun las organizacio­
nes muy pequeñas— tienden a ser más efectivas. Algunos de
nuestros países cuentan con centros de crisis para ayudar a
las sobrevivientes de violación y albergues para ayudar a las
sobrevivientes de golpizas. En Estados Unidos también hay
organizaciones nacionales para concebir políticas y estrate­
gias para centros locales de emergencia o albergues, así como
para formular políticas y estratregias en el nivel nacional.
Pero no hay organizaciones para apoyar a las sobrevivien­
tes de intentos de feminicidio (a menos que ellas se identifi­
quen como mujeres golpeadas o víctimas de violación),
incluyendo a las sobrevivientes de intentos de suicido que
son feminicidios disimulados, así como aquellas que han
sido traumatizadas o afectadas negativamente de otras ma­
neras por feminicidios disimulados o evidentes.
"Sí, se han hecho campañas alrededor de casos particula­
res de feminicidio en algunos países, por ejemplo el llamado
Destripador de Yorkshire en Inglaterra [de 1975 a 1981]. Estas
campañas son importantes, pero sólo duran lo que lleva resol­
ver el caso, siempre y cuando la motivación de las partidarias
termine enfrentando la falla a resolver. Necesitamos organiza­
ciones vigentes contra el feminicidio que reconozcan y traba­
jen en el amplio ámbito de acción de esta forma de violencia
contra las mujeres, tales como feminicidios de pareja, femini­
cidios intrafamiliares, feminicidios por conocidos, amigos y
figuras de autoridad sin parentesco, y feminicidios por extra­
ños. Necesitamos ser creativas para inventar formas efectivas
de organización contra este problema masivo y mundial, un
problema que ha sido desconocido por mucho tiempo.
"Quiero exhortar a aquellas de ustedes que están verda­
deramente preocupadas por el problema del feminicidio a
que planeen, junto con otras que comparte sus preocupacio­
nes, formas de organización contra el feminicidio en su país.
Si nosotras nos movilizamos para combatir el feminicidio de
la misma manera que nos hemos movilizado contra otras for­
mas de violencia contra las mujeres, entonces millones de
víctimas de feminicidio a lo largo del mundo no habrán muer­
to en vano".
Análisis

Uno de los aspectos más sorprendentes de los testimonios


del coloquio fue cómo varias mujeres consideraron impor­
tante extender la palabra feminicidio más allá de la aniquila­
ción física para incluir el asesinato psíquico y a los hombres
provocadores de suicidios. El suicidio feminicida es el término
que propuse usar en el capítulo 2 para las mujeres que son
llevadas a matarse por los hombres, por el sistema patriarcal
o por ambos.
La frase muerta en vida con que describieron algunas de
las víctimas del patriarcado las integrantes del taller fue par­
ticularmente conmovedora. Una participante también sugi­
rió que la privación económica impuesta por los hombres
—basada en el género— puede conducir a algunas mujeres a
matarse o a morir de hambre. Esta forma de feminicidio disi­
mulado o encubierto se ha convertido en un lugar común en
Afganistán desde que fundamentalistas musulmanes tali-
banes patriarcales llegaron al gobierno en 1996 y prohibieron
a las mujeres trabajar u obtener una educación.
Aunque las colaboraciones de este volumen se enfocan al
feminicidio como aniquilación física, la articulación de for­
mas más sutiles de feminicidio por varias participantes del
coloquio es una contribución particularmente estimulante a
los debates teóricos sobre cómo definir mejor el feminicidio.
Infanticidio femenino en China:
el espectro de los derechos
humanos y reflexiones
hacia otra visión*
Sharon K. Hom

L o s crímenes de género y las prácticas culturales que tienen


un impacto adverso y a menudo devastador en las mujeres,
están presentes en todos los grupos culturales y socioeco­
nómicos. Éstos incluyen el extendido abuso físico, la mutila­
ción genital, las novias quemadas o "muertes por dote", el
uso de amniocentesis para abortar fetos femeninos y la alta
tasa de mortandad femenina. De acuerdo con un estudio de
las Naciones Unidas (1986), las vidas de 75 millones de muje­
res y niñas son afectadas por la mutilación genital; cerca de
un millón de niñas muere cada año debido al abandono, y
hay aproximadamente cinco millones de muertes perinatales
cada año. Las estadísticas no pueden ni por asomo reflejar el
sufrimiento, la pena y los costos humanos de estas prácticas.
Como apuntó Lori Heise, "el factor de riesgo es ser mujer"
(Heise, 1989, p. B4).

* Este capítulo es una edición del extracto de un artículo más amplio


publicado originalmente bajo el mismo título en Columbia Human Rights
Law Review, 23(2), pp. 249-314, 1992. El artículo completo examina la
violencia en China basada en el género dentro de la ley nacional china y el
marco de los derechos humanos internacionales de las mujeres, y sugiere
visiones feministas, valores y decisiones alternativas.
Podría decirse que el infanticidio femenino en China no
es una norma general de práctica social, sino más bien una
extrema y persistente forma de abuso y devaluación de la vida
de las mujeres. Sin embargo, como un crimen de género (es
decir, género como "la definición cultural de comportamien­
to definida como apropiada a los sexos en una sociedad de­
terminada y en un tiempo determinado... un conjunto de roles
culturales" [Lerner, 1986, p. 238]), sugiere la presencia de ele­
mentos perturbadores dentro de los factores ideológicos, es­
tructurales y políticos que contribuyen a mantener el estatus
de inferioridad de las mujeres chinas. Al recalcar las conse­
cuencias vitales y mortales de la ideología y la construcción
contingente de una vida social (p.e., ley, política gubernamen­
tal o la familia), el infanticidio femenino proporciona una ópti­
ca radical a través de la cual pueden analizarse preguntas más
amplias acerca de la justicia social y la opresión de género.

Infanticidio femenino: ambientes


de violencia y fantasmas en el pozo

"No deben contarle a nadie lo que les voy a platicar" dijo mi


madre. "En China su padre tenía una hermana que se mató.
Saltó dentro del pozo de la familia. Nosotros decimos que su
padre tiene sólo hermanos porque es como [si] ella nunca hu­
biera nacido". (Kingston, 1975, p. 3)

Panorama: infanticidio femenino en China

Defino ampliamente infanticidio femenino como la muerte in­


ducida (eutanasia) de infantes por sofocación, ahogamiento,
abandono, exposición al peligro u otros métodos. En China,
los métodos reportados también incluyen el aplastamiento
del cráneo del infante con fórceps cuando asoma durante el
alumbramiento, o la inyección de formaldehído en la molle­
ra (Chang, 1988).
El infanticidio "ha sido practicado en todos los continentes
y por personas de todos los niveles de complejidad cultural
[...] En lugar de ser la excepción, ha sido la regla" (Williamson,
1978, p. 61). Como señala Laila Williamson (1978), el infantici­
dio ha satisfecho importantes necesidades familiares, econó­
micas y sociales. Por ejemplo, en la China Imperial, Japón y
Europa, fue usado como un método para el control del creci­
miento de la población, para evitar el hambre y prevenir tras­
tornos sociales. Aunque no era visto como cruel o violento por
las sociedades que lo practicaron en el pasado, el infanticidio
es considerado ahora como un crimen por los gobiernos na­
cionales de todo el mundo (Williamson, 1978). Debido a que
hay muy pocos casos de infanticidio por preferencia del géne­
ro masculino como una práctica social universal, el infantici­
dio es un reflejo de las letales consecuencias para las mujeres
de la dominación cultural de los valores y la cultura patriarcales.
El infanticidio femenino en China se remonta a épocas
tan antiguas como 2000 a.C. "Las niñas eran las principales,
si no es que exclusivas, víctimas de infanticidio, y tendían a
una alta tasa de mortandad infantil en tiempos de pobreza y
hambruna" (Croll, 1980, p. 24). No obstante la consideración
del infanticidio como homicidio durante diversas dinastías
chinas, parece poca la evidencia registrada en textos de ver­
dadera fiabilidad o en castigos criminales impuestos a los
padres que asesinaron a sus infantes.
En 1985, Michael Weisskopf, un reportero norteamerica­
no, al extrapolar información demográfica compilada por el
censo nacional de China de 1982, sugirió que hubo casi 300 000
casos de infanticidio femenino durante 1982 y 345 000 en 1983.
Aunque el Renmin Ribao (1983) ya ha reportado que "es muy
serio el fenómeno de los destazamientos, los ahogamientos y
el abandono de niñas para que mueran" (p. 4), y pueden en­
contrarse numerosas referencias oficiales del problema en los
medios chinos, el gobierno, no obstante, exigió que Weisskopf
se retractara. El gobierno chino sostuvo que los reportes eran
exagerados y que solamente hubo casos raros, los cuales fue­
ron verificados y corregidos inmediatamente.
Desde el resurgimiento público de infanticidio femenino
en la era posMao, solamente algunos casos bien publicitados
fueron enjuiciados en los inicios de los años ochenta. A pesar
de la condena y la indignación oficial china por el crimen de
infanticidio femenino, y a pesar del pronunciamiento legisla­
tivo para prohibir esa práctica (véase U.S. Department of State,
1991; Marriage Law, 1980), la realidad es que el infanticidio
femenino continúa (véase Kristof, 1991; "Surge", 1990). La fre­
cuencia de la práctica es difícil de documentar debido en par­
te a que cerca del 80% del pueblo chino vive en la pobreza, en
áreas rurales donde el único freno efectivo al infanticidio
puede ser la buena voluntad de los vecinos para reportar he­
chos sospechosos. El alcance del infanticidio femenino es aún
más difícil de cuantificar. No obstante, Reuters ("Surge", 1990)
reportó que la práctica de ahogar bebitas ha revivido otra vez
en la provincia china de Guangxi, lo que ha dado como resul­
tado una proporción de niñas y niños recién nacidos de 100 a
121. Y Nicholas Kristof (1991) sugirió que los datos del censo
oficial chino de 1990 recientemente revelado "sustenta las sos­
pechas previas de que el cinco por ciento de todas las niñas
nacidas en China no aparece" (p. Al). Aunque varios repor­
tes, tanto extranjeros como oficiales chinos, difieren en su aná­
lisis de la frecuencia y las reacciones al infanticidio femenino
(p.e., Chengzun, 1985, citado en Chang, 1987; Weisskopf,
1985), los funcionarios del gobierno chino no niegan la re­
aparición de lo que ellos interpretan como un vergonzoso le­
gado de la China feudal.
Aunque podría decirse que el infanticidio femenino en
China es un crimen dentro de la existente estructura legal de
la ley civil doméstica y criminal, y es condenado clara y ofi­
cialmente por los líderes chinos, la tendencia de éstos a defi­
nir limitadamente el infanticidio femenino, aislado de la
cuestión más amplia de la desigualdad de género y la vio­
lencia contra las mujeres, limita su análisis del problema y
las posibles respuestas. La literatura china, la retórica ofi­
cial del gobierno y el análisis occidental del infanticidio fe­
menino se enfocan en la persistencia del pensamiento y las
prácticas feudales como la causa del problema. Esta propues­
ta refleja una tendencia a caracterizar el infanticidio feme­
nino como la "consecuencia desafortunada" del control
demográfico en China y las políticas de modernización. Esta
concepción de infanticidio femenino y las explicaciones re­
sultantes necesitan ser reexaminadas. El cómo se conceptua-
lice el problema es filtro de nuestra capacidad para imaginar
soluciones y visiones alternativas que pudieran difundirse.
Expandir y contextualizar más ampliamente el infanticidio
femenino puede ayudar a romper el dominio de la coercitiva
narrativa hegemónica acerca de la vida de las mujeres chinas
dictada por los autoritarios ostentadores del poder, y puede
también promover un cuestionamiento de la supuesta legiti­
midad que presumen las instituciones y prácticas sociales
existentes.
Reconceptualizar el infanticidio femenino
com o feminicidio social

Utilizo el término feminicidio social para sugerir que un orden


social existente está implicado en prácticas que provocan la
muerte de las mujeres y la devaluación de las vidas de las
mujeres.
Maxine Hong Kingston ha escrito poderosa y elocuen­
temente para romper el silencio en su familia acerca del pa­
sado, cuando las mujeres que rompieron las reglas sociales
pagaron sus "transgresiones" con la vida. En la historia de
"Mujer sin nombre", una tía de Kingston, embarazada por un
hombre cuya identidad protegió con su vida, es violentamente
atacada y aterrorizada por los lugareños. Finalmente, abru­
mada por la desesperación y el agotamiento de dar a luz en
un chiquero, se arroja junto con su recién nacida dentro de
un pozo. En el suicidio y el "infanticidio" no hay solamente
un asesinato de otro, sino un asesinato de la propia vida, una
aceptación del disminuido valor de la vida de la mujer, de su
hija y de la suya. Trágicamente, estas dos muertes no se limi­
tan a las memorias semiautobiográficas del pasado familiar
de Kingston; son también advertencias de la dificultad para
erradicar esta violencia de género en los ambientes domésti­
co, nacional y global.
Debido a que el impacto de incidentes particulares de
violencia tiene ramificaciones que van más allá de la vícti­
ma individual, el infanticidio femenino debe ser reconcep-
tualizado más que como una práctica privada, como una
práctica social prohibida causada por los vestigios del feu­
dalismo. El asesinato de niñas es una forma de violencia
contra su infancia, contra sus madres y contra todas las mu­
jeres en la sociedad en que ocurre. El infanticidio femenino
es un juicio discriminatorio basado en el género acerca de
quién sobrevivirá.
En el nivel familiar y social, con frecuencia la madre está
sujeta a una enorme presión para parir a un hijo, o para tener
que enfrentar el abuso y la humillación. Por ejemplo, María
Chang (1988) reportó que se abusa de las mujeres en China y
son discriminadas sistemáticamente por el hecho de dar a luz
a niñas. Cita dos ejemplos: una mujer de Tianjin que sofocó a
su hija y después se suicidó luego del repetido abuso físico
infligido por su esposo y su suegra por dar a luz a una niña, y
el feminicidio de una mujer y sus dos hijas a manos de su
esposo porque, declaró él, era demasiado joven para estar
condenado a una vida sin hijos varones. Las mujeres son cul­
padas por el sexo femenino de las hijas y

las esposas que fracasan son envenenadas, estranguladas, apa­


leadas y socialmente excluidas [Algunas han sido conducidas]
al suicidio, otras ingresadas en instituciones mentales [...] La
presión sobre las mujeres es tan grande que muchas rompen
en llanto al enterarse de que han dado a luz a una niña. (Chang,
citada en Weisskopf, 1985, p. A l)

En su mortal persistencia, el infanticidio femenino puede


operar como una práctica terrorista de control sobre las mu­
jeres para mantenerlas en su prescrito papel reproductivo
como las dadoras de hijos.
En las historias de los medios de comunicación, en algu­
nos pronunciamientos oficiales, y en el contenido de nume­
rosas campañas educativas que intentan erradicar estos
abusos, existen recordatorios de la persistencia del infantici­
dio femenino. En los engañosos mensajes ideológicos implí­
citos que se transmiten comúnmente, niñas, mujeres y
hombres pueden ser condicionados a aceptar la legitimidad
o, quizá peor, la inevitabilidad de esta práctica. La ideología
socialista china y las dos principales instituciones sociales de
poder, el Partido Comunista Chino (PCC) y la familia china,
reflejan supuestos autoritarios y jerárquicos que legitiman la
supremacía de una visión de género masculino del orden
"natural" de la sociedad (Hom, 1992b).
Al mismo tiempo, es importante señalar a los actores
involucrados en el infanticidio femenino y no dejar mi recon-
ceptualización propuesta a la deriva en un mar de fuerzas so­
ciales sin mediación de individuos, instituciones o ideologías
sin rostro. Si se ve limitadamente como el asesinato de niñas,
las partes culpables responsables resultan ser la propia madre,
o el padre, parientes, parteras o trabajadores médicos que pu­
dieran estar involucrados (véase Chang, 1988, para una discu­
sión de infanticidio "sancionado por el Estado", practicado por
doctores de hospital y personal médico). Una "solución" apro­
piada para esta concepción privatizada del problema sería
criminalizar este comportamiento y enfocarse en la educación,
la disuasión y el castigo de individuos. Esta "solución" descri­
be de hecho la propuesta del gobierno chino. Además de las
prohibiciones criminales y civiles en general contra el infanti­
cidio femenino y el maltrato de los hijos, las campañas de edu­
cación y propaganda son las estrategias primarias del gobierno
chino en respuesta a la persistencia del problema del infantici­
dio femenino, que continúa insistiendo en la implementación
de políticas de control de la población en China.
Aunque las prohibiciones y protecciones legales son cla­
ramente significativas en términos de la construcción de nor­
mas y la contribución a un clima de igualdad para las niñas y
las mujeres, el reducir la criminalización del problema al
ámbito privado es insuficiente para erradicar la práctica o las
causas ideológicas y estructurales implícitas del problema. Si
se ve como una forma de feminicidio social que ocurre como
resultado de la existencia de ambientes de violencia contra
las mujeres, el infanticidio femenino debería ser más que un
crimen cometido por individuos. Dentro de una "conceptua-
lización de ámbitos de violencia", el infanticidio femenino,
el aborto forzado de fetos femeninos contra la voluntad de la
mujer embarazada, el aborto de embarazos múltiples, el abu­
so en contra de esposas que "no consiguen" al parir hijos va­
rones, los suicidios de mujeres abatidas y la malnutrición de
las niñas en favor de los niños, son todas formas de la devalua­
ción de la vida de las mujeres.
Todas estas formas de abuso contra las mujeres son de
hecho consecuencias de género, inevitables y previsibles, de
las políticas oficiales chinas adoptadas en el contexto de las
realidades estructurales, ideológicas y culturales existentes.
Tampoco es la primera vez que las políticas chinas han teni­
do consecuencias previsibles y desastrosas para las mujeres.
Tras la introducción de las reformas al matrimonio y el divor­
cio en 1949 y 1950, siguió un alarmante aumento en el número
de suicidios, feminicidios y otros actos de violencia contra las
mujeres que intentaron usar sus recién garantizados "derechos"
para entablar un divorcio. En una encuesta en 59 condados de
la provincia de Shanxi realizada en 1949 por la Asociación de
Mujeres, de 464 muertes violentas de mujeres, 97% estuvieron
relacionadas con los esfuerzos de las mujeres para conseguir
un divorcio. Estas muertes violentas incluyeron suicidios de
mujeres a las que se les negó el divorcio (40%); suicidio debi­
do al abuso infligido, por otras mujeres de sus familias por
iniciar procesos de divorcio (20%); muerte de mujeres como
resultado de tortura y abuso por su familia (25%), y suicidio
relacionado con peleas familiares sobre el divorcio (12%). Este
patrón se repitió en otras partes de China, registrando más
de 10 000 muertes violentas de mujeres sólo en el centro y el
sur de China (Chang, 1988; Tieding, 1951).
Aunque las autoridades apoyaron los derechos de las mu­
jeres y las reformas sociales en el ámbito familiar, su incapa­
cidad para preparar o educar a las masas a aceptar tales
políticas y cambios legislativos dio como resultado que las
mujeres cargaran los costos de la resistencia a estos cambios.
Los líderes gubernamentales no pueden simplemente apun­
tar a una política y a un sistema legal formal para evitar la
responsabilidad de promulgar políticas que tienen consecuen­
cias devastadoras basadas en el género. Tampoco planearon
adecuadamente la resistencia y reacción inevitable de la po­
blación china.
Estos feminicidios sociales implican a líderes y realiza­
dores de políticas gubernamentales en los niveles institucio­
nales e ideológicos, y también generan cuestionamientos
acerca de su responsabilidad por el impacto de sus decisiones
políticas. Reconceptualizar el infanticidio femenino como
feminicidio social fomentará una más apropiada respuesta
social a este extendido problema.

Las explicaciones

La letanía de la ciencia social estadounidense y las explica­


ciones oficiales chinas por la persistencia del infanticidio fe­
menino y la devaluación de las vidas de las mujeres en China
es familiar: una tradición feudal de miles de años, normas
culturales profundamente incrustadas que privilegian el va­
lor social de los hijos varones, el papel social de proyección
de los hijos varones (los hijos son vistos como protección con­
tra el hambre y abandono futuro por la avanzada edad de los
padres), factores estructurales (p.e., la falta de un sistema
adecuado de seguridad social, junto con los pueblos predo­
minantemente patrilocales, mantienen la presión en los ni­
ños varones de ser la garantía del futuro de sus padres), y
políticas definidas por los asuntos económicos y de sobre­
vivencia colectiva (p.e., la política de tener sólo un hijo). Apar­
te de estas explicaciones familiares de la ciencia social, he
sugerido en otro momento que el vacío entre las normas le­
gales chinas y su práctica actual, y el problemático papel de
la ley china como una institución, contribuyen a la dificultad
de eliminar los profundamente arraigados valores patriarcales
y las prácticas abusivas (Hom, 1992b).
A pesar de que China ha llevado a cabo un significativo
progreso social y económico y avanza en sus esfuerzos por
construir un sistema legal, parece que las mujeres y niñas
todavía son las más vulnerables de ser sacrificadas por la
sobrevivencia como un todo definido por un liderazgo pre­
dominantemente masculino.

Conclusión

Anteriormente sugerí que el infanticidio femenino necesita


ser reconceptualizado como parte de un ambiente de violen­
cia contra las mujeres, tanto globalmente como en China. Re­
sultado de una compleja interacción de factores estructurales,
ideológicos y culturales, esta violencia contra las mujeres es
un crimen de género; es decir, un feminicidio social — la prác­
tica de asesinar mujeres— . Sin embargo, reconociendo las di­
mensiones globales de la violencia, teóricos, creadores de
políticas y líderes gubernamentales no pueden embarcarse
en una condena (auto)rigorista de los abusos de otros países
mientras ignoren los mismos abusos en sus propios países.
Las dimensiones globales de la violencia contra las mujeres
indican que los costos humanos de la ideología y las institu­
ciones patriarcales no se limitan claramente a algún contexto
culturalmente específico.
Las perspectivas antropológicas proporcionan una exce­
lente estructura crítica para un análisis de la universalidad
de la opresión a las mujeres. Apuntan hacia la asimetría uni­
versal en la evaluación cultural de los sexos reflejada en la
distribución de alimentos, economía, lingüística y la impor­
tancia relativa asignada a las mujeres y a los hombres, con
los hombres como figuras del poder cultural (Rosaldo, 1983).
Todos estos factores son relevantes para entender la situa­
ción de subordinación social de las mujeres chinas.
¿Cómo el asesinato de niñas suscita cuestiones sobre la
violencia global contra las mujeres? Por principio, la violen­
cia contra las mujeres existe globalmente y parece estar incrus­
tada en las relaciones de género interculturales de desigualdad
y opresión. Mientras las mujeres representan 50% de la pobla­
ción mundial, realizan cerca de dos tercios de todas las horas
de trabajo, reciben solamente una décima parte del ingreso
mundial, y poseen menos del 1% de la propiedad del mundo
(Conferencia Mundial, 1985). Como ha observado una femi­
nista activista y teórica:

La discriminación sexual mata mujeres diariamente. Cuando se


combina con la raza, la clase y otras formas de opresión, el [infan­
ticidio femenino] constituye una devastadora negación del dere­
cho a la vida y la libertad de las mujeres a gran escala por todo el
mundo. La más penetrante violación de mujeres es la violencia
contra las mujeres en todas sus manifestaciones. (Bunch, 1990)
Además del infanticidio femenino, otras formas de vio­
lencia y abuso emanan de la mercantilización1 y explota­
ción de la vida de las mujeres, tales como la prostitución, la
violación, el secuestro y la venta de mujeres y niñas2 (U.S.
Department of State, 1990). El infanticidio femenino es una
parte de estos ámbitos concéntricos de violencia contra las
mujeres. De este modo, el análisis amplio del infanticidio fe­
menino debe situarse primero dentro de la realidad global y
china más amplia, de la violencia y discriminación sexual
contra las mujeres.

Referencias

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1 La categoría "mercancía" se refiere a materiales, términos o conceptos,


tales como fuerza laboral, que son objetos de intercambio o comercio. La
mercantilización se refiere a un proceso por el cual lasypersonas o las cosas
son transformadas en "cosas" intercambiables o vendibles en el mercado. Por
ejemplo, el tráfico de niñas y mujeres es una "mercantilización" de la vida de
las mujeres.
2 Vender mujeres era un "problema creciente" que el gobierno chino
enlistó como uno de "seis males" a ser erradicados. (Los "seis males" son
prostitución, pornografía, secuestro de mujeres y niñas, consumo y tráfico de
drogas, apuestas y superstición). Citando fuentes no oficiales y fuentes oficiales,
el Reporte por Países del Departamento de Estado de Estados Unidos estima
decenas de miles de casos de venta de esposas y el secuestro de 16 000
mujeres y 900 niñas en la provincia de Shandong entre 1981 y 1988 (Harbin
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Asesinato de mujeres: feminicidio
íntimo en Ontario: 1974-1994*
Rosemary Gartner,
Myrna Dawson
y María Crawford

E n marzo de 1988, una joven madre de dos hijos fue asesi­


nada por su esposo, del que estaba separada, en un pueblo al
norte de Ontario, Canadá. El asesino había estado visitando
a su esposa, que se estaba quedando en un albergue para
mujeres víctimas de abuso. Convencido de que no iba a re­
gresar con él, le disparó dos veces a corta distancia. Más tar­
de, ese mismo año, en un pequeño pueblo fuera de Edmonton,
Alberta, una mujer fue herida de muerte en su hogar por su
esposo, del que estaba separada y quien luego disparó y se
suicidó. Milagrosamente, la hija de la mujer, de tres años de
edad, a quien ella cargaba en sus brazo cuando le dispara­

* Este capítulo es una versión revisada de un artículo de Gartner, Dawson


y Crawford con el mismo título en Resources for Feminist Research , 26, pp.
151-173, 1998/1999.
La mayoría de los fondos para los estudios descritos en este texto fueron
proporcionados por la Junta Directiva de Mujeres de Ontario. Tanto el
Ministerio de Servicios Comunitarios y Sociales y la Escuela de Estudios de
Posgrado de la Universidad de Toronto proporcionaron fondos adicionales
para uno de los estudios. Los análisis y opiniones en el texto son de las autoras
y no representan necesariamente los puntos de vista de ninguno de estos
patrocinadores.
ron, no resultó herida. Estas mujeres fueron dos de las 202
víctimas femeninas de feminicidio en Canadá. Otras 68 vícti­
mas femeninas tenían también una relación conyugal con sus
asesinos. Estas dos mujeres también compartieron la expe­
riencia de haber sido dientas y amigas de mujeres que traba­
jaban en albergues para mujeres víctimas de abuso en Ontario.
En respuesta a éstos y otros feminicidios íntimos de
mujeres con quienes habían trabajado, ocho mujeres que
trabajaban en albergues para mujeres víctimas de abuso
se reunieron en enero de 1989 para compartir sus experien­
cias y proporcionarse entre sí apoyo emocional. En pocos
meses el grupo se autonombró Women We Honour Action
Committee (Comité de Acción Mujeres que Honramos) y se
impuso la tarea de aprender más acerca del fenómeno de las
mujeres asesinadas por sus parejas íntimas, o feminicidio ín­
timo. Con apoyo de la Junta Directiva de Mujeres de Ontario,
encabezaron el que fue el primer estudio sobre el feminicidio
íntimo en Ontario. El estudio tuvo tres objetivos: documen­
tar la incidencia del feminicidio íntimo en Ontario, incluyen­
do los esposos legales, parejas en unión libre y novios,
viviendo juntos o separados; describir las características de
las personas involucradas y las circunstancias que rodearon
esos asesinatos y presentar las historias de un pequeño nú­
mero de víctimas de feminicidio íntimo. Este estudio, termina­
do en 1992, recopiló y analizó datos de todos los feminicidios
íntimos conocidos por las autoridades en Ontario de 1974 a
1990 (Crawford, Gartner y el Women We Honour Action
Committe, 1992). Un segundo estudio, diseñado para actua­
lizar los datos hasta 1994, fue concluido en abril de 1997
(Crawford, Gartner y Dawson, 1997). En las líneas siguientes,
describimos los principales hallazgos de esos dos estudios.
Enmarcando el tema del feminicidio íntimo

El feminicidio íntimo es un fenómeno que se distingue de


manera importante, tanto del asesinato de hombres por sus
parejas íntimas, como de la violencia no mortal contra las
mujeres; por lo que requiere su propio análisis. Esta perspec­
tiva contrasta mucha de la literatura anterior sobre la "vio­
lencia conyugal", tratada como un fenómeno relativamente
indiferenciado surgido de las intensas emociones, tensiones
y conflictos que caracterizan a menudo las relaciones mari­
tales (p.e., Blinder, 1985; Boudoris, 1971; Chimbos, 1978;
Goode, 1969). Estos análisis tienden a localizar las fuentes de
la "violencia conyugal" en patrones de aprendizaje tempra­
no en la vida, en los efectos desinhibitorios del consumo de
alcohol y en los patrones disfuncionales de comunicación en
las parejas maritales. También estos primeros trabajos sólo le
dedicaron atención limitada al análisis de las diferencias de
género en la violencia conyugal.
En respuesta a esta falta de atención al género, varios
analistas han hecho del género un elemento central en sus
recuentos de violencia conyugal. Los teóricos de los papeles
sexuales destacan las diferencias de género en la socializa­
ción, que enseñan a los varones a ver la rudeza, el poder y el
control como atributos masculinos. Los teóricos de la evolu­
ción argumentan que la violencia es una estrategia adaptativa
para los varones con la que enfrentan la pérdida de estatus y
control sobre sus parejas. Los teóricos de los recursos ven la
violencia como el último recurso disponible para los hom­
bres cuando se agotan otros instrumentos de ejercicio del con­
trol sobre sus parejas. Los teóricos de los sistemas generales
arguyen que para los hombres las recompensas de la violen­
cia contra sus esposas son mayores que los costos, debido a
las lagunas de la sociedad para sancionar adecuadamente
dicha violencia. Los argumentos de estos análisis más sensi­
bles al género resuenan con las experiencias de miembros del
Women We Honour Action Committee. Poder, control y do­
minación fueron temas que encontraron cotidianamente al
hablar con mujeres víctimas de abuso, y que detectaron en
las relaciones que terminaron en feminicidio íntimo.
En trabajos más recientes enfocados específicamente en
las mujeres víctimas de feminicidio íntimo, estos temas han
sido elaborados acerca de, y en el caso de análisis feministas,
ubicados en, un contexto histórico e institucional (Campbell,
1992; Kelkar, 1992; Mahoney, 1994; Marcus, 1994). Por ejem­
plo, Wilson y Daly (1992) citan "el sentido de propiedad"
como el motivo predominante en el asesinato de esposas a
través de las culturas y las épocas históricas:

Los hombres exhiben una tendencia a pensar en las mujeres como


"propiedad" sexual y reproductiva que pueden poseer e inter­
cambiar [...] los derechos de propiedad sobre las personas han
sido concebidos e institucionalizados idénticamente a los dere­
chos de propiedad de la tierra, enseres y otros recursos econó­
micos. (p. 85)

Y anotan: "Que los hombres tienen una visión propieta­


ria de la sexualidad y la capacidad reproductiva femenina,
se manifiesta en varias prácticas culturales", incluyendo las
prácticas de mutilación genital, las leyes asimétricas sobre
el adulterio y la compra de novias (bride-price). Desde esta
perspectiva, una manifestación extrema, aunque aparente­
mente incongruente, del sentido de la propiedad masculina
es el feminicidio íntimo. Si es incapaz de controlar o coaccio­
nar a su pareja mediante otros instrumentos, un hombre pue­
de ejercer el control último sobre ella matándola.
Así, el sentido de la propiedad masculina, o los celos
sexuales masculinos, han sido colocados en el centro de mu­
chos análisis empíricos y teóricos del feminicidio íntimo. Por
ejemplo, investigaciones sobre el feminicidio íntimo y el ase­
sinato conyugal en Canadá, Australia, Gran Bretaña y Esta­
dos Unidos (Daly y Wilson, 1988; Dobash y Dobash, 1984;
Easteal, 1993; Polk, 1994; Wallace, 1986) han identificado un
núcleo común en esos asesinatos de "control masculino, don­
de las mujeres son vistas como posesiones de los hombres, y
la violencia refleja los pasos tomados por los hombres para
hacer valer su dominio sobre 'sus' mujeres" (Polk, 1994, p.
56). Este trabajo empírico desafía muchas de las nociones
populares acerca de las características de tales crímenes; por
ejemplo, la creencia de que son actos explosivos, sin planea-
ción e impredecibles. Al mismo tiempo, refutan la validez
y coherencia de concepto de "homicidio conyugal", con sus
connotaciones de simetría sexual en la violencia, al revelar
diferencias distintivas entre los asesinatos de parejas íntimas
perpetrados por hombres y aquellos perpetrados por muje­
res. Como Dobash, Dobash, Wilson y Daly (1992) apuntan:

Los hombres con frecuencia asesinan a sus esposas luego de


largos periodos de violencia física prolongada, acompañada de
otras formas de abuso y coerción; los papeles en tales casos
raras veces son al contrario. Los hombres perpetran masacres
familiares, asesinan juntos a la esposa y a los hijos: las mujeres
no. Los hombres comúnmente persiguen y asesinan a las espo­
sas que los han abandonado; las mujeres difícilmente se com­
portan de manera similar. Los hombres matan a sus esposas
como parte de un asesinato-suicidio planeado; casi no se cono­
cen actos análogos de las mujeres. Los hombres matan en res­
puesta a revelaciones de infidelidad de la esposa; las mujeres
casi nunca responden de manera similar, (p. 81)

Fuentes

Comenzamos nuestra recolección de datos buscando en los


registros de muertes conservados en la Oficina del Juez Ins­
tructor en Jefe de Ontario. Los registro del juez instructor
proporcionaron una fuente centralizada de información de
todas las muertes en Ontario, instrumentos de identificación
y acceso a los registros de las muertes identificadas por la
Oficina del Juez Instructor como homicidios. Estos archivos
contenían frecuentemente copias de los reportes policiacos,
así como reportes médicos sobre la condición del cuerpo, la
forma en que fue asesinada la mujer y la violencia que sufrió,
detalles que con frecuencia no están disponibles en otras fuen­
tes. Sin embargo, los registros del juez instructor, como todas
las fuentes oficiales de información sobre homicidios, son
mediciones imperfectas del número real de muertes por ho­
micidio. Por ejemplo, los casos de feminicidio y homicidio en
los cuales no fue encontrado el cuerpo estarán ausentes de los
registros del juez instructor. Como consecuencia, esperamos
que nuestras estimaciones sobre la incidencia del feminicidio
íntimo estén por debajo de la verdadera incidencia, un tema
que discutiremos con mayor profundidad más adelante.
Fuimos capaces de cruzar datos e información adicional
de los registros del juez instructor al revisar los archivos de
investigación de homicidios de la policía respecto a muchos
de nuestros casos. En el segundo estudio, también pudimos
revisar los datos de los archivos del fiscal de la Corona (es
decir, la parte acusadora) en muchos de los casos donde los
cargos fueron presentados entre 1991 y 1994. En ambos estu­
dios complementamos los datos que recopilamos de fuentes
oficiales con datos de los informes de los medios de comuni­
cación sobre algunos de los feminicidios íntimos y los juicios
de algunos de los presuntos delincuentes. Nuestro instrumen­
to final de recolección de datos fue diseñado para proporcio­
nar códigos para aproximadamente 52 variables, así como
espacio para registrar una narración del caso donde había
más información disponible.

La incidencia del feminicidio íntimo


en Ontario, 1974-1994

Entre 1974 y 1994 fueron asesinadas en Ontario 1 206 mujeres


mayores de 15 años de edad, de acuerdo con los registros
oficiales. En 1 120 (93%) de estos casos, los crímenes fueron
resueltos y los asesinos fueron identificados. En 705 (63%) de
los casos resueltos, los asesinos eran los esposos legales o
exesposos, parejas en unión libre o novios de las víctimas.
Así, en Ontario, durante este periodo de 21 años, las parejas
m asculina fueron responsables de la mayoría de todos los
feminicidios, y un promedio de 34 mujeres fueron víctimas
de feminicidio íntimo cada año. Estos datos indican que el
enfoque de las publicaciones oficiales y de algunas investi­
gaciones académicas sobre "homicidios conyugales" de mu­
jeres proporcionan una imagen incompleta del fenómeno más
general del feminicidio íntimo. Por ejemplo, excluir los ase­
sinatos de mujeres por sus parejas de unión libre de los que se
han separado, o por novios actuales o exnovios, subestima el
número total de feminicidios íntimos en cerca de 25 por ciento.
El número real de feminicidios íntimos en Ontario du­
rante esos años es indudablemente más alto que esto. Las
parejas íntimas fueron ciertamente responsables de cierta
parte de los casos en los cuales ningún agresor fue identifica­
do o en los cuales tuvimos muy poca información para deter­
minar la naturaleza precisa de la relación entre la víctima y el
delincuente. Al ajustar los casos excluidos, estimamos que
los feminicidios íntimos pueden haber sumado tanto como el
76% de todos los feminicidios en Ontario entre 1974 y 1994.
Sin embargo, dado que es imposible saber el número y las
características de los casos excluidos, el análisis que sigue se
enfoca en aquellos 75 casos en los que el delincuente fue iden­
tificado oficialmente como la actual pareja o expareja íntima
de la víctima.

Tendencias en el feminicidio íntimo

Entre 1974 y 1994, la tasa de feminicidios íntimos (es decir, el


número de víctimas de feminicidio íntimo por cada 100 000
mujeres en la población general) tuvo una variación que os­
ciló de un piso de 0.55 en 1978 a un techo de 1.26 en 1991,
pero no parece haber seguido ninguna tendencia en particu­
lar a través del tiempo (véase figura 1). Sin embargo, al dividir
el periodo de 21 años a la mitad, se sugiere lo contrario: la tasa
anual promedio para la segunda mitad del periodo (1.02) es
ligeramente más alta que la tasa para la primera década (.92).
De suyo, esta diferencia es estadística y debe parecer
sustancialmente insignificante. Sin embargo, cuando se com­
para con el estadísticamente significativo descenso de otros
tipos de violencia mortal, la tasa ligeramente más alta de
feminicidio íntimo en el último periodo cobra mayor impor-
FIGURA 1. Tendencias en tasas de violencia
mortal en Ontario: 1974-1994

tancia. La proporción anual en la cual las mujeres fueron ase­


sinadas por extraños o agresores desconocidos disminuyó
significativamente de un promedio de 0.27 durante 1974-1983
a 0.16 durante 1984-1994. Además, la tasa anual de hombres
asesinados por sus esposas también disminuyó significa­
tivamente, de una tasa promedio de 0.31 durante 1974-1983 a
0.18 durante 1984-1994. En otras palabras, durante un periodo
donde disminuyó el riesgo de las mujeres con los extraños y de los
hombres con las esposas, los riesgos de las mujeres con sus parejas
masculinas se incrementaron ligeramente. Puesto de otra forma,
después de 1984 —un periodo de expansión sustancial en los
servicios a las mujeres víctimas de abuso— los riesgos de los
hombres de ser asesinados por sus parejas íntimas descen­
dieron significativamente, mientras que los riesgos de las
mujeres no lo hicieron.
Una posible explicación de este patrón es que mientras la
expansión de los servicios para las mujeres víctimas de abu­
so pudo haber servido para proteger a los hombres abusivos
de la violencia defensiva de sus parejas femeninas, estos mis­
mos servicios no necesariamente protegieron a las mujeres
de la violencia de sus parejas masculinas. Es más probable
que las mujeres maten a sus parejas íntimas masculinas lue­
go de un abuso prolongado y cuando temen que continúe o
escale a formas de violencia más seria contra ellas o sus hijos,
(p.e., Browne, 1987). Donde existen los servicios para las
mujeres víctimas de abuso, las mujeres en relaciones abusivas
tienen una alternativa al asesinato de sus parejas. Como apun­
tan Browne y Williams (1989), "al ofrecer protección, escape
y ayuda a las mujeres amenazadas, los recursos [legales y
extralegales] pueden generar una conciencia de que hay al­
ternativas a permanecer en riesgo" y así prevenir "los asesi­
natos que ocurren por la desesperación" (p. 91). Su análisis
de datos de Estados Unidos apoya esta interpretación; esta­
blece que con niveles más altos de servicios a las mujeres víc­
timas de abuso se tienen tasas más bajas de asesinatos
conyugales de hombres, pero no tasas más bajas de asesina­
tos conyugales de mujeres.

Características de las víctimas y sus asesinos

En muchos aspectos, las mujeres asesinadas por sus parejas


íntimas masculinas y los hombres que las asesinan, son muy
similares a las mujeres y los hombres de la población general
de Ontario, como puede verse en los datos del cuadro 1. Por
ejemplo, las mujeres asesinadas por sus parejas íntimas tenían,
en promedio, 37 años de edad; 51% tenían empleo; 80% tenían
CUADRO 1. Características de las víctimas de feminicidio
íntimo y sus asesinos masculinos, Ontario: 1974-1994

Características Víctimas Delincuentes

Número total 705 705


Edad promedio 37 41
% nacido en Canadá 76 70
% con hijos 80 87
Situación laboral
% empleado 51 64
% desempleado 17 21
% amas de casa 18 0
% estudiantes 5 2
% retirados o pensionados por incapacidad 9 13
Relación de la víctima con el delincuente
% cónyuge legal, cohabitando 39
% cónyuge legal, separados 16
% pareja en unión libre, cohabitando 18
% pareja en unión libre, separado 7
% esposo divorciado <1
% novia actual 12
% novia separada 8
% Aborigen 6 6

hijos, y 76% nacieron en Canadá. Estas características no dis­


tinguen a las víctimas de las otras mujeres en Ontario.
En algunos otros aspectos, sin embargo, las víctimas de
feminicidio íntimo y sus asesinos masculinos difieren de las
mujeres y los hombres de la población en general. Podemos
pensar que estas diferencias son señales de riesgo para el
feminicidio íntimo porque nos dicen que algunos tipos de
mujeres y hombres enfrentan riesgos desproporcionadamente
altos de agresión o victimización íntima. Cada una de las se­
ñales que discutimos más adelante han sido también asocia­
das a los riesgos crecientes de violencia mortal contra las
mujeres en otra investigación.

Estatus de ¡a relación

La investigación con base en datos acerca de asesinatos en


Gran Bretaña, Australia, Estados Unidos y Canadá muestra
que dos indicadores del estatus de la relación — separación y
unión libre— están asociados con un riesgo más alto de
feminicidio íntimo (Campbell, 1992; Dawson y Gartner, 1998;
Johnson, 1996; Wallace, 1986; Wilson y Daly, 1993). Encon­
tramos evidencia de patrones similares en nuestra investiga­
ción, aunque las limitaciones de los datos restringieron de
alguna manera nuestro análisis.
El censo de Canadá recopila información sobre separa­
ciones conyugales, pero sólo de los matrimonios registrados.
De acuerdo con las cifras del censo, durante los años de nues­
tro estudio, 3% de las mujeres en Ontario estaban separadas
de sus maridos legales. De acuerdo con nuestros datos, entre
las víctimas de feminicidio íntimo, 16 % estaban separadas
de sus maridos legales. La separación, entonces, parece ser
un factor de riesgo para el feminicidio íntimo, dado que las
mujeres que estaban separadas de sus parejas estaban sobre-
rrepresentadas entre las víctimas de feminicidio íntimo. Sin
embargo, exactamente qué tan grandes son los riesgos para
las mujeres separadas, no puede determinarse a partir de
nuestros datos. Esto se debe a que nuestra medida de separa­
ción y la medida de separación del censo no son precisamen­
te comparables: la medida del censo capta las separaciones
de largo plazo y relativamente bien establecidas, mientras que
nuestra medida es más sensible y capta tanto las separacio­
nes de corto plazo como las de largo plazo. Así es que nues­
tra medida arrojará una estimación más alta de parejas
separadas. No obstante, esperamos que incluso corrigiendo
esta diferencia, podríamos encontrar que la separación está
asociada a mayores riesgos de feminicidio íntimo.
Sólo se tienen datos sobre la frecuencia de las uniones libre
en la población en general desde 1991, así que sólo podemos
estimar los riesgos para las mujeres que viven relaciones en
unión libre para los años más recientes de nuestra investiga­
ción. De acuerdo con los datos del censo, 4% de las mujeres
vivían en unión libre en 1991 en Ontario. De acuerdo con nues­
tros datos, durante 1991-1994,21% de las víctimas de feminicidio
íntimo fueron asesinadas por las parejas con quienes estaban
viviendo en unión libre. Así, la tasa de feminicidio íntimo para
las mujeres en unión libre fue aproximadamente cinco veces
mayor que la tasa promedio de feminicidio íntimo en Ontario a
principios de los años noventa. Claramente, entonces, las muje­
res en unión libre estaban altamente sobrerrepresentadas entre
las víctimas de feminicidio íntimo a principios de los noventa, y
quizá en años anteriores también.
Los mayores riesgos asociados con la situación de unión
libre y la separación han sido interpretados de varias mane­
ras. Comparadas con las parejas de matrimonios registrados,
es más frecuente que las parejas en unión libre sean pobres,
jóvenes, desempleadas y sin hijos, factores todos asociados
con mayores tasas de homicidio. Comparadas con las parejas
que cohabitan, es más frecuente que las parejas separadas
tengan una historia de mujer golpeada (Johnson y Sacco, 1995;
Rodgers, 1994). Esta violencia podría estar asociada tanto con
las decisiones de las mujeres de abandonar las relaciones,
como con mayores riesgos de feminicidio íntimo. En otras
palabras, "el hecho de que las parejas separadas constituyan
un subgrupo de los matrimonios con una historia de discor­
dia podría explicar sus altas tasas de homicidio" (Wilson y
Daly, 1994, p. 8).
El sentido de propiedad sexual masculina podría jugar
también un papel en los altos riesgos de las relaciones de
unión libre y separadas. Si, como se ha especulado, "los ma­
ridos pueden sentirse menos seguros de sus reclamos de pro­
piedad sobre sus esposas en las uniones libres que en las
uniones registradas" (Wilson, Johnson y Daly, 1995, p. 343),
podrían preferir recurrir a la violencia grave para reforzar
esos reclamos o utilizar la violencia mortal cuando son desa­
fiados. Haciendo eco a un tema similar, varios estudios que
han encontrado elevados riesgos durante la separación han
señalado la incapacidad masculina para aceptar la termina­
ción de una relación y los deseos obsesivos para mantener el
control sobre su pareja sexual: "Podría destruir su íntima 'po­
sesión' en lugar de dejarla caer en las manos de un varón
competidor" (Polk, 1994, p. 29).

Origen étnico

De acuerdo con varios estudios, las mujeres de ciertos grupos


étnicos tienen riesgos de feminicidio íntimo desproporcionados
respecto a su representación en la población. Por ejemplo, en
Estados Unidos, las mujeres afroamericanas enfrentan inu­
sualmente altos riesgos de feminicidio íntimo. En Canadá, tal
investigación es más difícil de realizar debido a las restriccio­
nes en la recopilación de las estadísticas de crímenes por raza
y origen étnico. Sin embargo, Statistics Cañada ha recopilado
datos sobre las víctimas aborígenes de homicidios conyugales
que indican que las tasas de feminicidio íntimo en ese rubro
son entre cinco y diez veces más altas que las tasas de mujeres
no aborígenes (Kennedy, Forde y Silverman, 1989; Silverman
y Kennedy, 1993).
Inicialmente esperábamos poder explorar las diferencias
étnicas y culturales del riesgo de feminicidio íntimo en nues­
tra investigación, sin embargo, nuestro acuerdo de investi­
gación con el Ministerio del Notario General nos impidió
compilar estadísticas basadas en grupos sociales, culturales,
regionales, lingüísticos, raciales o étnicos a partir de los re­
gistros del juez instructor. No obstante, fuimos capaces de
documentar el número de víctimas aborígenes de feminicidio
íntimo a partir de otras fuentes de datos.
Estimamos que al menos 6% de las víctimas de feminicidio
íntimo en Ontario entre 1974 y 1994 fueron mujeres aboríge­
nes; durante esos años, menos de 1% de todas las mujeres en
Ontario se clasificaron a sí mismas como aborígenes. Así, las
mujeres aborígenes en Ontario parecen estar sobrerrepresen-
tadas entre las víctimas de feminicidio íntimo. Por el contra­
rio, los hombres aborígenes están sobrerrepresentados como
delincuentes, dado que todas, menos cuatro de las víctimas,
fueron asesinadas por hombres aborígenes.
Varios factores deben explicar los riesgos despropor­
cionados de feminicidio íntimo que enfrentan las mujeres
aborígenes. Los canadienses aborígenes, de manera similar a
los afroamericanos, son una minoría étnica económicamente
empobrecida y políticamente privada de derechos. Una buena
cantidad de investigadores han mostrado que las desventa­
jas económicas, sociales y políticas están asociadas general­
mente a mayores tasas de homicidio, así como a mayores tasas
de violencia conyugal grave. Además, las parejas hetero­
sexuales canadienses aborígenes también tienen tasas despro­
porcionadas de otras señales de riesgo de violencia de pareja
íntima, tales como estado conyugal de unión libre, bajos in­
gresos, periodos de desempleo masculino, exposición a la
violencia durante la infancia, abuso del alcohol, condiciones
de hacinamiento doméstico y aislamiento social, todos los
cuales han sido señalados como causas de las altas tasas de
violencia familiar en las comunidades aborígenes (Health y
Welfare Cañada, 1990; Long, 1995). Algunos analistas colo­
can estos factores de riesgo dentro de un enfoque estructu­
ral que los ve como consecuencias del colonialismo interno:
"Las condiciones del colonialismo [están] directamente re­
lacionadas con los actos aborígenes de violencia política, así
como con las tasas de suicidio, homicidio y violencia fami­
liar entre el pueblo aborigen" (Long, 1995, p. 42; véase tam­
bién Bachmann, 1993; Frank, 1993).

Empleo

El desempleo masculino es comúnmente señalado como un


factor de riesgo de los ataques a las esposas y se asocia tam­
bién con elevados riesgos de feminicidio íntimo. Por otro lado,
la situación de empleo de las mujeres no parece estar consis­
tentemente asociada con el riesgo de violencia por parte de
las parejas masculinas (Johnson, 1996; Macmillan y Gartner,
1999). El vínculo entre el desempleo de los hombres y la vio­
lencia contra sus parejas femeninas ha sido atribuido tradi­
cionalmente al estrés producido por el desempleo y los
recursos económicos limitados. Pero si éste fuera el caso, uno
podría esperar encontrar evidencia de que el desempleo de
las mujeres también está asociado con la violencia de los hom­
bres contra sus parejas femeninas, y no es el caso. Para aque­
llos que ven la violencia masculina contra sus parejas como
un recurso para demostrar poder y control, la especificidad de
género de los efectos del desempleo no es sorprendente: los
hombres que carecen de los recursos más tradicionales (tales
como éxito económico) podrían "forjar un tipo particular de
masculinidad que se centra en el control último del ámbito
doméstico a través del uso de la violencia" (Messerschmidt,
1993, p. 149).
Nuestros datos sobre feminicidio íntimo son consistentes
con esta interpretación. Para las mujeres, la situación de em­
pleo no está asociada con riesgos diferenciales de feminicidio
íntimo: 51% de las mujeres tanto en la población víctima como
en la población general tuvieron empleo durante el periodo
de nuestro estudio. Para los hombres, sin embargo, la situa­
ción de desempleo está asociada con riesgos diferenciales.
Entre los delincuentes de feminicidio íntimo, 64% estaban
empleados, mientras que en la población general, 73% de los
hombres tenían empleo. En Ontario, entonces, el desempleo
masculino parece estar asociado con mayores riesgos de
feminicidio íntimo.

Historias de delincuentes violentos

Varios estudios han mostrado que los hombres que matan a


sus esposas frecuentemente tienen historias de conducta vio­
lenta, tanto dentro como fuera de sus relaciones conyugales.
Como apunta Johnson (1996), "aunque algunos asesinatos de
esposas son el resultado de súbitos e imprevisibles ataques
de maridos deprimidos o mentalmente inestables y no están
relacionados con una historia de violencia en la familia, la
mayoría no parece ajustarse a esta descripción" (p. 183). De­
bido a esto, las herramientas de cálculo de riesgo diseñadas
para evaluar el riesgo de violencia mortal de las mujeres gol­
peadas incluye típicamente medidas de la violencia de sus
parejas contra sus hijos y fuera del hogar, así como las ame­
nazas de violencia grave contra las esposas u otras personas
(Campbell, 1995).
También encontramos evidencia de niveles inusuales de
violencia en los antecedentes de los delincuentes masculinos
de nuestra muestra. Al menos 31% de ellos habían tenido una
orden de arresto por un delito violento, y otro 30% había sido
arrestado y consignado por delitos criminales no violentos.
Al menos 53% de ellos eran conocidos por haber sido violen­
tos en el pasado contra las mujeres que terminaron asesinan­
do. Esto corresponde a los datos para Canadá, como un todo,
que indican que en 52% de los homicidios conyugales de
mujeres entre 1991 y 1993, la policía tuvo conocimiento de
incidentes violentos previos entre los esposos (Canadian Cen­
tre for Justice Statistics, 1993). Además, en al menos 34% de
los casos de feminicidio íntimo, los maridos eran conocidos
por haber amenazado previamente a sus esposas con violen­
cia. (En contraste, en sólo 6% de los casos las víctimas eran
conocidas por haber tenido conducta violenta hacia sus ase­
sinos en el pasado, y sólo en 2% de los casos se conocía que
las víctimas habían amenazado previamente a sus maridos
con violencia.) Al menos 10% de los feminicidios íntimos ocu­
rrieron cuando las parejas masculinas de las víctimas esta­
ban bajo palabra o en libertad condicional, o bajo una orden
de restricción. Esta información contradice claramente la vi­
sión de que los feminicidios íntimos son típicamente asesi­
natos por furia momentánea o al-calor-de-la-pasión, por
hombres que de otra forma no son violentos, que se ven obli­
gados a salirse de sus casillas por circunstancias extremas.

Un sumario de señales de riesgo


para feminicidio íntimo

Las mujeres asesinadas por sus parejas íntimas masculinas y


los hombres que las matan provienen de todas las clases so­
ciales, todos los grupos de edad, todos los antecedentes cul­
turales y étnicos. Sin embargo, las víctimas de feminicidio
íntimo y sus asesinos masculinos en nuestro estudio difieren
de otras mujeres y hombres de Ontario en algunos aspectos
importantes: es más probable que estén separados de sus
parejas que los hombres y las mujeres en general, que tengan
relaciones de unión libre y sean aborígenes. Además, es más
probable que los hombres que matan a sus parejas íntimas
sean desempleados y tengan historias de violencia criminal.
Estas señales de riesgo para el feminicidio íntimo han sido
anotadas en otras investigaciones sobre homicidios conyu­
gales y han sido interpretadas desde varios marcos teóricos.
Sugerimos que quizá son más consistentes en un marco que
ve el feminicidio íntimo como una manifestación de actitu­
des y conductas extremas (y, finalmente, de autoderrota) de
control y propiedad de los hombres respecto a sus parejas
femeninas.

Características de los asesinatos

Los feminicidios íntimos son típicamente actos muy priva­


dos: tres cuartas partes de las víctimas fueron asesinadas en
sus propios hogares y, en casi la mitad de esos casos, en sus
propios dormitorios. Menos de 20% ocurrieron en lugares
públicos, tales como calles, parques, lugares de trabajo o edi­
ficios públicos. El método más típico fue el disparo de arma
de fuego. Un tercio de las víctimas fueron asesinadas con ar­
mas de fuego. Virtualmente todos los otros métodos requi­
rieron contacto físico directo y a veces prolongado entre el
delincuente y la víctima: cerca de dos tercios de los hombres
apuñalaron, apalearon, golpearon, estrangularon o desolla­
ron a sus víctimas.
Uno de los rasgos distintivos del feminicidio íntimo es el
grado y la naturaleza de la violencia infligida a la víctima. A
diferencia de los asesinatos hechos por mujeres contra sus
parejas íntimas masculinas, los feminicidios íntimos a menu­
do involucran múltiples métodos o mucha más violencia de la
necesaria para matar a la víctima. Por ejemplo, en cerca de la
mitad de los apuñalamientos, los delincuentes infligieron cua­
tro o más heridas de puñal. Las golpizas y palizas involucran
típicamente violencia prolongada, obligando a algunos jueces
instructores a usar el término "asesinato excesivo" (overkill) para
describirlos. En cerca de 20% de los casos, los agresores usa­
ron múltiples métodos contra sus víctimas, tales como apuña­
lar y estrangular o golpear y desollar. En cerca de 10% de los
casos, también encontramos evidencia de que el cuerpo de la
víctima había sido mutilado o desmembrado.
La violencia en estos feminicidios íntimos es mucho más
probable que sea sexualizada que cuando las mujeres matan
a sus parejas íntimas. En aproximadamente la mitad de los
casos en nuestro estudio los registros nos proporcionaron su­
ficiente información para determinar si la violencia sexual
estuvo presente. En 27% de estos casos encontramos eviden­
cia de que las víctimas habían sido violadas, sodomizadas o
sexualmente mutiladas; en otro 22% de los casos el cuerpo de
la víctima fue hallado parcial o completamente desnudo.
El consumo de alcohol por los delincuentes o las víctimas
no fue más común en los feminicidios íntimos que en otros
asesinatos: 39% de los agresores y 32% de las víctimas de
feminicidio íntimo habían estado bebiendo justo antes del ase­
sinato. En sólo 3% de los casos hubo evidencia del uso de
drogas por estos hombres o mujeres inmediatamente antes
del asesinato.
El intento por establecer los motivos en estos feminicidios
íntimos está plagado de dificultades, como se sugirió antes.
Hicimos nuestra propia determinación del motivo después de
revisar toda la información que teníamos disponible. En cerca
de una cuarta parte de los casos sentimos que teníamos infor­
mación insuficiente para hacer un juicio acerca del motivo del
delincuente masculino. En los casos restantes predominó cla­
ramente un motivo: la furia o la desesperación del delincuente
sobre la real o inminente separación de su pareja. Este motivo
caracterizó a 45% de los feminicidios íntimos en los cuales se
identificó un motivo. En contraste, las mujeres que mataron a
sus parejas íntimas sólo rara vez mataron cegadas por la furia
de una separación (Browne, 1987; Daly y Wilson, 1988).
La infidelidad real o presunta de la víctima es el motivo
en otro 15% de los feminicidios íntimos. En 10% de los casos
los asesinatos parecen haber sido el acto final de violencia en
una relación caracterizada por abuso masculino continuado.
En sólo 5% de los casos las estresantes circunstancias de la
vida —tales como la bancarrota, la pérdida del empleo o una
enfermedad grave— parecieron motivar al delincuente; y sólo
en 3% de los casos hubo evidencia de que el delincuente esta­
ba mentalmente enfermo.
Otro rasgo que distingue al feminicidio íntimo de los ase­
sinatos de pareja íntima perpetrados por mujeres, es el núme­
ro de personas que mueren como resultado de esos crímenes.
Los 705 caso de feminicidio íntimo resultaron en la muerte
de 977 personas. La mayoría de estas muertes adicionales fue­
ron suicidios de los agresores: 31% de los agresores se mata­
ron a sí mismo después de asesinar a sus parejas íntimas
femeninas. Pero los agresores mataron a 74 personas adicio­
nales, la mayoría de las cuales eran hijos de las víctimas. Ade­
más, más de 100 niños atestiguaron la muerte de sus madres;
así, aunque pudieron escapar del daño físico, obviamente
sufrieron daño psicológico inestimable.
Nuestra documentación de estas características de femini­
cidio íntimo no pueden comunicar suficientemente la com­
plejidad y el contexto que rodeó a estos crímenes. No obstante,
es útil para importantes propósitos. Comparar las caracterís­
ticas de los asesinatos de parejas íntimas por hombres y mu­
jeres muestra lo distintivo de estos dos tipos de asesinatos
—distinciones que son ocultadas en estudios que tratan los
asesinatos de pareja íntima por hombres y mujeres como
ocurrencias de un mismo fenómeno— . Comparado con los
asesinatos de hombres por parejas íntimas femeninas, es mu­
cho más probable que los feminicidios íntimos involucren
violencia extrema y sexualizada, que sean motivados por la
ira provocada por la separación, que sean seguidos por el
suicidio del delincuente y que estén acompañados por el ase­
sinato de víctimas adicionales. Estos rasgos destacan la espe­
cificidad de género de los asesinatos de pareja íntima y son
consistentes con la perspectiva sobre el feminicidio íntimo,
basada en un sistema mucho más grande de inequidad de
género y estratificación que perpetúa el control masculino
sobre la sexualidad, el trabajo y, en ocasiones, la vida y la
muerte de las mujeres.

La naturaleza específica de género


del feminicidio íntimo

Entre aquellos que estudian el homicidio, es bien conocido


que las mujeres y los hombres son muertos en diferente pro­
porción por diferentes tipos de personas y en diferentes cir­
cunstancias. Las mujeres tienen menos probabilidad de ser
víctimas de homicidio que los hombres en virtualmente to­
das las sociedades (Gartner, 1909; Gartner, Baker y Pampel,
1990). Canadá en general y Ontario en específico no son dife­
rentes: los hombres superaron a las mujeres como víctimas
de homicidio en una proporción de aproximadamente 2 a 1
entre 1974 y 1994.
Esto parece indicar que las mujeres tienen una especie de
ventaja protectora respecto a los hombres; es decir, al menos
en este ámbito de la vida social, las mujeres no están en des­
ventaja relativa respecto a los hombres. Sin embargo, si consi­
deramos las diferencias de género al delinquir, surge una
imagen diferente. Los hombres sumaron 87% de todos los de­
lincuentes de homicidio en Ontario durante estos años; en otras
palabras, los hombres sobrepasaron a las mujeres como delin­
cuentes en una proporción de casi 7 a 1. Cuando las mujeres
están involucradas en homicidios, entonces, es tres veces más
probable que sean víctimas y no victimarios; cuando los hom­
bres están involucrados es más probable que sean victimarios
y no víctimas. En otras palabras, las mujeres están sobre-
rrepresentadas entre las víctimas y subrepresentadas entre los
agresores; para los hombres resulta todo lo contrario.
También es mucho más probable que las mujeres sean ase­
sinadas por alguien del sexo opuesto que los hombres, como
estas cifras sugieren. Un contundente 98% de todas las muje­
res muertas en Ontario entre 1974 y 1994 fueron asesinadas
por hombres. Sólo 17% de las víctimas masculinas adultas fue­
ron asesinadas por mujeres. Así, el asesinato masculino apare­
ce principalmente como un reflejo de las relaciones dentro de
un género, mientras que el asesinato femenino parece princi­
palmente un asunto de relaciones entre géneros. Debido a que
las mujeres son la mayoría de las víctimas en los asesinatos de
sexos opuestos, tales asesinatos pueden ser vistos como uno
de los altos costos para las mujeres de la dominación masculi­
na y el deseo de control en las relaciones heterosexuales.
Es en las relaciones íntimas entre mujeres y hombres don­
de es más probable que la dominación y el control masculino
estallen en violencia física. Las mujeres sumaron cerca de 75%
de todas las víctimas de los asesinatos conyugales en Ontario
durante las pasadas dos décadas. Así que las mujeres sobre­
pasaron a los hombres entre las víctimas de los asesinatos
conyugales en una proporción de alrededor de 3 a 1. Ade­
más, los homicidios conyugales sumaron más del 50% de to­
dos los asesinatos de mujeres, pero menos del 10% de los
asesinatos de hombres.
Si los hombres, a diferencia de las mujeres, no son asesi­
nados principalmente por sus parejas íntimas, ¿quiénes son
asesinados por quién y bajo qué circunstancias? En Ontario,
cerca de 60% de las víctimas masculinas son asesinados por
conocidos o extraños; otro 20% son asesinados por agresores
desconocidos. La mayoría de los homicidios entre hombres
son el resultado de discusiones o disputas que llegan hasta el
asesinato. En muchos casos, tanto la víctima como el delin­
cuente han estado bebiendo, y quién se convierte en la vícti­
ma y quién en delincuente, es una cuestión imprevisible. Un
estudio clásico sobre el homicidio (Wolfgang, 1958) concluyó
que los homicidios entre hombres, como un reflejo de la con­
ducta de los hombres en general más físicamente agresiva,
convergen con las nociones de la identidad masculina. Cuan­
do los hombres asesinan a sus parejas íntimas femeninas, sus
métodos y sus motivos para asesinar toman un carácter dis­
tinto de los asesinatos entre hombres, un carácter que denota
la especificidad de género del feminicidio íntimo. Como se
anotó arriba, una proporción sustancial de los feminicidios
íntimos involucraron múltiples métodos, fuerza excesiva y
violencia continuada, incluso después de que la muerte de la
mujer fuese evidente (véase también Wolfgang, 1967). La vio­
lencia en los feminicidios íntimos involucra también frecuen­
temente alguna forma de ataque sexual, algo que sucede muy
rara vez en los asesinatos de hombres.
Los motivos del feminicidio íntimo también apuntan ha­
cia su especificidad de género. El predominio de la furia mas­
culina en reacción con la separación como un motivo en los
feminicidios íntimos no tiene contraparte obvia en los asesina­
tos de hombres, incluso en los asesinatos de hombres por sus
parejas íntimas femeninas. Estamos de acuerdo con otros que
ven este motivo como un reflejo del sentido de propiedad de
los hombres respecto a sus parejas íntimas femeninas.
En suma, nuestro análisis del feminicidio íntimo y nues­
tra revisión de otras investigaciones y datos sobre las dife­
rencias de género en el homicidio sugieren que el asesinato
de mujeres en general y el feminicidio íntimo en particular
son actos de género únicos. Con esto queremos decir que es­
tos asesinatos reflejan importantes dimensiones de la estrati­
ficación del género, tales como las diferencias de poder en las
relaciones íntimas y la construcción de las mujeres general­
mente como objetos sexuales y como propiedad sexual en
contextos particulares. El feminicidio íntimo — y probable­
mente la mayoría de los feminicidios— no es simplemente la
violencia contra una persona que resulta que es una mujer.
Es la violencia que ocurre y toma formas particulares porque
su blanco es una mujer, una mujer que ha estado íntimamen­
te involucrada con su asesino.

Conclusión

Nuestro panorama del alcance y el carácter del feminicidio


íntimo en Ontario entre 1974 y 1994 ha generado por lo me­
nos tantas preguntas como respuestas. Por ejemplo, ¿por qué
los riesgos de feminicidio íntimo de las mujeres se incremen­
tan levemente cuando la preocupación pública y los recursos
disponibles para las mujeres víctimas de abuso también se
incrementan; cuando otras formas de violencia mortal dismi­
nuyen, y cuando la justicia criminal que responde al femini­
cidio íntimo se está volviendo más punitiva? ¿Por qué algunas
mujeres —como aquellas que viven en unión libre y las abo­
rígenes— enfrentan grandes riesgos desproporcionadamente
elevados de feminicidio íntimo? ¿Hay otros tipos de mujeres
con riesgos elevados de feminicidio íntimo — por ejemplo,
las mujeres inmigrantes o las discapacitadas— a quienes no
pudimos identificar debido a las limitaciones de nuestros da­
tos? ¿Por qué los asesinatos de pareja íntima por hombres y
mujeres son tan señaladamente diferentes? Todas estas pre­
guntas merecen respuesta, pero las respuestas requerirán un.i
investigación que vaya más allá de los datos y análisis que
hemos sido capaces de presentar aquí.
Hay otro tipo de preguntas que aparecieron en nuestra
investigación y que son inmediatamente apremiantes, acerca
de cómo prevenir los feminicidios íntimos. Nuestra investi­
gación ha mostrado que los feminicidios íntimos no son ac­
tos de pasión aislados e impredecibles como se solía pensar a
menudo. La mayoría de los asesinos en nuestro estudio han
actuado violentamente contra sus parejas u otras personas
en el pasado y muchos han tenido contacto previo con la po­
licía como consecuencia. Muchas de las víctimas han busca­
do ayuda de una variedad de fuentes. En una porción
sustancial de estos feminicidios íntimos, entonces, había cla­
ras señales de peligro que precedían al asesinato, señales que
estaban disponibles para quienes deberían haber sido capa­
ces de intervenir para prevenir el crimen. Creemos que esta
información podría ser combinada con lo que sabemos acer­
ca de los factores de riesgo para el feminicidio íntimo — como
la separación— para desarrollar intervenciones que puedan
salvar la vida de las mujeres. Ésta es la cuestión que ha sido
el núcleo de nuestra investigación y es la recomendación que
hemos presentado en la conclusión de nuestros dos estudios.
Desde luego, cualquier intervención debe estar unida a los
esfuerzos por difundir las causas subyacentes de feminicidio
íntimo. Si, como nosotras y otros hemos argumentado, las
causas yacen al menos en parte en actitudes y conductas que
han sido apoyadas durante siglos por los sistemas patriarcales
de poder y privilegio, dichas actitudes y conductas, así como
los sistemas que las apoyan, deben ser confrontados e im­
pugnados. Algunas feministas argumentan que uno de los
instrumentos para hacer esto es a través del refinamiento y
reformulación de la ley como un arma contra la violencia ín­
tima de los hombres contra las mujeres. Isabel Marcus (1994),
por ejemplo, argumenta que hay que identificar la violencia
masculina contra sus parejas femeninas con el terrorismo y,
como tal, como una violación a los acuerdos internacionales
de derechos humanos. Elizabeth Schneider (1996) sugiere
redimensionar el concepto de intimidad, no para mantener
al Estado fuera de las relaciones íntimas según solía usarse
en el pasado, sino para hacer énfasis en la independencia y la
autonomía de los individuos. Argumenta que este aspecto
afirmativo de la intimidad podría enmarcar una nueva agen­
da feminista contra el abuso femenino.
Como éstos y otros análisis destacan, la prevención del
feminicidio íntimo requerirá que tanto el público como aque­
llos que trabajan en campos relevantes para la prevención de
la violencia, empiecen a ver el feminicidio íntimo como un
crimen prevenible. A partir de investigaciones sobre violen­
cia íntima — la propia y la de otros—, debería quedar claro
que estos crímenes tienen patrones y son predecibles. El peli­
gro estriba en mantener la visión de que la violencia es inevi­
table, ineludible e inherente a las relaciones íntimas. Dicho
fatalismo debe ser desafiado, a fin de que la seguridad de las
mujeres dentro y fuera de sus hogares sea vista como una
meta superior y alcanzable.

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Feminicidio en Australia:
resultados del Programa Nacional
de Monitoreo de Homicidios*
Jenny Mouzos

E s te capítulo proporciona un panorama de los principales


hallazgos de un extenso estudio del feminicidio adulto en
Australia. El feminicidio es definido aquí como el asesinato de
mujeres, independientemente del género del delincuente o
el motivo para el crimen. Esta definición incluye a mujeres
que fueron asesinadas debido a un crimen oportunista, tales
como robo a mano armada y balaceras en masa. Adicional­
mente, una pequeña minoría de las mujeres también fueron
asesinadas por otras mujeres.
Nuestro estudio analizó información del Programa Na­
cional de Monitoreo de Homicidios, el cual está basado en
todos los casos de homicidio identificados por los servicios
de policía del Estado y el Territorio Australiano. Esta infor­
mación contiene un total de 2 821 incidentes de homicidio
que ocurrieron entre el 1 de julio de 1989 y el 30 de junio de

* Ésta es una versión editada del artículo de Jenny Mouzos, "Femicide:


An Overview of Mayor Findings", aparecido en Trends & Issues in Crime and
Criminal Justice, 124, 1999, pp.1-6, y algunos pasajes de su largo reporte
Femicide: The killing of women in Australia 1989-1998. Canberra, Austral ian
Institute of Criminology, 1999, pp. i-45.
1998. Estos incidentes fueron perpetrados por 3 314 delincuen­
tes identificados, dando como resultado la muerte de 3 045
víctimas, de las cuales 1 125 (37%) fueron mujeres y 1 913
(63%) hombres. (En siete casos fue desconocido el género.)
La diferenciación de violencia homicida entre los sexos
es evidente cuando se examina el género del delincuente
homicida. Más de la mitad de los homicidios que ocurrieron
durante el periodo de nueve años, de 1989 a 1998, involucraron
el asesinato de hombres por otros hombres (véase cuadro 1).
Por otra parte, cuando las mujeres asesinaron, fueron más pro­
pensas a asesinar hombres que a otras mujeres. Por lo general,
durante el periodo de nueve años, donde el género fue conoci­
do, los hombres sumaron el 88.6% de todos los homicidas y las
mujeres solamente el 11.4%.

CUADRO 1. Distribución de víctimas de homicidio de


acuerdo al género del delincuente (n=2 704)*,
julio 1 , 1989-junio 30,1998

Víctimas delinc. hombre delinc. mujer Total delinc.


Núm. Núm. Núm.
Víctimas % Víctimas % Víctimas %
hombre 1464 54.2 237 8.8 1 701 62.9

mujer 931 34.4 72 2.6 1003 37.1

Total 2 395 88.6 309 11.4 2 704 100.0

* Exceptuando 125 delincuentes no identificados y 222 casos donde el género


de ía víctima o del delincuente fue desconocido/no establecido.
Fuente: Programa Nacional de Monitoreo de Homicidios, Instituto Australia­
no de Criminología.
Tendencias en el feminicidio

Durante el periodo revisado, las mujeres en Australia fueron


asesinadas en un porcentaje promedio anual de 1.4 por cada
100 000 habitantes y los hombres en un porcentaje promedio
anual de 2.4 por cada 100 000 habitantes. Hubo una leve ten­
dencia a la baja en el número de feminicidios por año. El nú­
mero anual de feminicidios de 1989-1990 a 1997-1998 fluctuó
entre los 147 en 1990-1991 y los 111 en 1996-1997. En prome­
dio, hubo 125 víctimas de feminicidio por año.
Debido a los diferentes niveles de exposición a la violen­
cia durante el ciclo de vida, la victimización homicida varía
significativamente de acuerdo con la edad Jjames y Carcach,
1998). La figura 1 muestra el porcentaje de feminicidios por
cada 100 000 habitantes de edades específicas de los 0 a más
de 80 años.
El cuadro 1 también muestra que las mujeres están re­
lativamente en alto riesgo de feminicidio antes de su pri-

FlGURA 1. Porcentaje de victimización de homicidio


a mujeres por edad específica por cada 100 000 habitantes,
julio 1 de 1998-junio 30 de 1998

Edad de las víctim as

Fuente: Programa Nacional de Monitoreo de Homicidio, Instituto Australiano


de Criminología.
mer año de vida (el porcentaje es 2.7 por cada 100 000 habi­
tantes) y de su avanzada adolescencia (un porcentaje de 2.3
por cada 100 000 habitantes) hasta principio de la treintena
(con un porcentaje promedio de 2.1 para mujeres de 18 a 31
años de edad). El más alto riesgo de feminicidio (un porcen­
taje de 2.8 por cada 100 000 habitantes) es entre los 21 y los
23 años.

El contexto de la relación en el feminicidio

La naturaleza de la relación entre la víctima y el delincuente


determina el contexto y la dinámica del feminicidio. Por lo
tanto, resulta esencial examinar los contextos en los cuales
ocurre el feminicidio en la distancia de la relación entre la
mujer y el hombre delincuente.
Nuestro estudio se enfocó en los feminicidios de adultas
ocurridos en cuatro tipos de relación víctima-delincuente:
íntimos, familiares, amigos/conocidos, y extraños. Excluimos
a 137 víctimas de 0-14 años de edad, así como a 113 víctimas
cuyos delincuentes fueron desconocidos o no fueron regis­
trados en los reportes criminales, o cuando la relación víctima-
delincuente fue diferente a las cuatro categorías identificadas
arriba. De las 1125 víctimas restantes de feminicidio identifi­
cadas en el periodo de nueve años, 875 se convirtieron en el
centro de nuestro análisis.
Los delincuentes hombres asesinaron aproximadamente
a 94% de las víctimas mujeres adultas. La inmensa mayoría
de estos feminicidios ocurrió en relaciones con parejas ínti­
mas (57.6%). Solamente 14.6% de las víctimas mujeres adul­
tas fueron asesinadas por extraños, 16% por amigos o
conocidos y 11.8% por miembros de la familia. Sin embargo,
cuando las mujeres asesinan a mujeres, es más probable que
la relación sea familiar o de amigas o conocidas.
También parece haber diferencias precisas en la relación
víctima-delincuente entre feminicidios y homicidios mascu­
linos. Por ejemplo, mientras que 57.6% de las mujeres fueron
asesinadas por su pareja íntima, los hombres fueron más pro­
pensos a ser asesinados por un amigo o conocido (45%) o un
extraño (32%). En aproximadamente 95% de estos homici­
dios no íntimos, el delincuente fue un hombre. En contraste,
solamente 11% de los hombres fueron asesinados por una
pareja íntima, la mayoría de las cuales (84%) fueron mujeres.
Estos hallazgos indican que los feminicidios adultos en
Australia son abrumadoramente actos dominados por hom­
bres, en los cuales, con más frecuencia que en otros casos,
hay alguna familiaridad entre la víctima y el delincuente.

Contexto espacial y motivos para los feminicidios

En las relaciones de parejas íntimas, aproximadamente 90%


de las víctimas de feminicidio fueron asesinadas como resul­
tado de "altercados de naturaleza doméstica". Este término se
refiere a discusiones domésticas, abandono o terminación de
la relación íntima, y celos o rivalidad. Estos fueron los motivos
de aproximadamente 40% de los feminicidios. Cuando las víc­
timas de feminicidio en relaciones íntimas fueron asesinadas
como resultado de altercados domésticos, la mayoría (77%)
fueron asesinadas en una residencia privada, ya sea su propia
casa o la casa del delincuente. Menos de una cuarta parte
(22.6%) de las víctimas de feminicidio fueron asesinadas en
algún otro sitio, tales como una calle o área abierta, en un local
comercial, en el transporte público o en instalaciones de trans­
porte, tales como paraderos de autobuses, parada de tranvías,
estaciones de tren o sitios de taxi. (Todos, excepto tres de es­
tos casos involucraron a un delincuente hombre.)
En contraste, cuando los hombres asesinaron a mujeres
que les eran extrañas, cerca de tres cuartos de estas víctimas
de feminicidio fueron asesinadas en algún sitio diferente a
una residencia privada, y más de la mitad (57%) fueron ase­
sinadas en la progresión de otros crímenes, incluyendo ro­
bos, ataques sexuales, secuestros y entradas forzosas a lugares.

Armas usadas en el feminicidio

El tipo de arma usada para asesinar a las víctimas varió de


acuerdo con la relación víctima-delincuente. En las relacio­
nes íntimas, los hombres delincuentes fueron más propensos
que las mujeres delincuentes a utilizar un cuchillo u otro ins­
trumento afilado. Estas armas fueron también probablemen­
te usadas tanto por hombres como por mujeres, contra la
familia o amigos. Por otra parte, cuando los hombres extra­
ños cometieron feminicidio, fue más probable que usaran la
fuerza corporal (ataque con manos, pies o ambos).

Factores asociados con la incidencia del feminicidio

Hay una serie de factores que están asociados con un riesgo


elevado de feminicidio, incluyendo sitio, motivo y relación
víctima-delincuente. La probabilidad de feminicidio varía con
el grado en el cual estos factores se relacionan con las carac­
terísticas sociodemográficas de las víctimas de feminicidio y
sus delincuentes.
Edad

El cuadro 2 muestra la edad promedio de víctimas de


feminicidio y los delincuentes con base en su relación. El ha­
llazgo más impresionante a partir de este cuadro es que la edad
del delincuente varía de acuerdo con la relación específica en­
tre la víctima y el delincuente. Mientras la edad promedio del
delincuente disminuye, también lo hace el nivel de familiari­
dad entre él y la víctima. Los agresores tienden a ser mayores
que sus víctimas en aquellos feminicidios donde el vínculo entre
ellos es más fuerte, sobre todo en relaciones que involucran a
compañeros íntimos y otros miembros de la familia. Sin em­
bargo, tienden a ser más jóvenes que sus víctimas cuando el
vínculo entre ellos es más débil (Smith y Stanko, 1999).

Apariencia racial

La apariencia racial y la relación víctima-delincuente también


están asociadas a la mortalidad diferencial homicida. El por-

CUADRO 2. Edad promedio de víctimas de feminicidio


y delincuentes, con base en su relación,
julio 1 , 1989-junio 20,1998
Relación Promedio de edad Promedio de edad
de la víctima del delinc.
íntima 36 años 39 años
Familiar 50 años 32 años
Amigos/ conocidos 36 años 31 años
Extraños 41 años 28 años
Fuente: Programa Nacional de Monitoreo de Homicidios, Instituto Australia
no de Criminología.
centaje de víctimas de feminicidio aborígenes/isleños del
Estrecho de Torres que son asesinadas por un compañero ín­
timo (75.4%) fue más alto que los porcentajes de víctimas de
feminicidio caucásicas (54.2%) y asiáticas (51%). Como pre­
viamente apunté, 57.6% de todas las víctimas de feminicidio
fueron asesinadas por un compañero íntimo.
Solamente 1.5% de víctimas aborígenes/isleños del Es­
trecho de Torres fueron asesinadas por un extraño, mientras
que 17.2% de víctimas caucásicas y 16.3% de víctimas asiáti­
cas fueron asesinadas por un extraño. Esta diferencia puede
ser explicada en términos de la estructura de las comunida­
des aborígenes/isleñas del Estrecho de Torres, donde la gen­
te tiende a vivir con la familia inmediata y los parientes en
una comunidad muy unida. Un extraño (que probablemente
sea un aborigen desplazado de otra área) que entra a una co­
munidad es más propenso que se dé a notar que en otros
ambientes y, por lo tanto, tiene menores oportunidades para
cometer feminicidio u homicidio.
Los feminicidios en Australia generalmente son cometi­
dos por delincuentes que tienen la misma apariencia racial
que las víctimas, con lo que solamente 5% son de naturaleza
interracial. Además, fue más probable que los feminicidios
interraciales ocurrieran entre extraños. Los sitios del femini­
cidio también tienden a variar con la apariencia racial de la víc­
tima y el delincuente. Los feminicidios de mujeres caucásicas o
asiáticas fueron más propensos a ocurrir en una residencia pri­
vada. En contraste, las mujeres aborígenes/isleñas del Estre­
cho de Torres fueron más propensas a ser asesinadas en otro
sitio más que en una residencia privada.
Una de las diferencias más significativas entre caucásicas
y aborígenes/isleñas del Estrecho de Torres fue la sobrerrepre­
sentación de víctimas y perpetradores de feminicidio de aborí­
genes/isleños del Estrecho de Torres. En 16% de los casos de
feminicidio, la víctima y el delincuente fueron de apariencia
aborígenes/isleños del Estrecho de Torres. Por lo general, las
mujeres aborígenes/isleñas del Estrecho de Torres fueron
aproximadamente 15% de las víctimas de feminicidio, aunque
comprendieron solamente cerca de 2% del total de la pobla­
ción femenina australiana (Australian Bureau of Statistics
[ABS], 1996).

Situación conyugal y laboral

Muchos investigadores han tratado la relación entre la situa­


ción conyugal y la victimización homicida. Algunos afirman
que para los hombres, el matrimonio es una forma de control
social que los aleja de involucrarse en el comportamiento
riesgoso que tiende a la victimización homicida: frecuentar
bares, beber en exceso, salir hasta tarde, peleas y así sucesi­
vamente (Breault y Kposowa, 1997). A la inversa, para las
mujeres, casarse implica mucho más riesgo de feminicidio
que no casarse (Gartner y McCarthy, 1991). Por ejemplo,
Kposowa y Singh (1994) encontraron que las mujeres casa­
das en Estados Unidos eran doblemente propensas a ser víc­
timas de feminicidio, respecto a los hombres casados que
estaban en riesgo de homicidio.
La teoría de la rutina sugiere que las características
sociodemográficas que están asociadas con individuos que
pasan más tiempo en casa, o cerca de la casa, también debe­
rían ser asociadas con niveles de feminicidio despropor­
cionados, en comparación con otros sitios (Messner y Tardiff,
1985). Esta teoría sugiere además que las características
sociodemográficas tales como género (femenino), situación
de empleo (sin trabajo) y situación conyugal (casada) tam­
bién están asociadas a riesgos más altos de feminicidio en el
hogar (Carcach y James, 1998: Messner y Tardiff, 1985).
Nuestro análisis muestra que un incremento en la proba­
bilidad de feminicidio estuvo asociado con cuatro factores
significativos: 1) mujeres víctimas desempleadas; 2) hombres
delincuentes desempleados; 3) víctimas y delincuentes recién
involucrados en relaciones íntimas, y 4) ubicación en residen­
cias privadas. Además, los porcentajes más bajos de femini­
cidio entre parejas íntimas u otros miembros de la familia
estuvieron asociados con las víctimas recién empleadas. Pue­
de ser que una situación de mejoramiento económico de la
mujer reduzca su exposición al feminicidio porque tiene me­
nos limitaciones financieras que desemboquen en relaciones
violentas (Dugan, Nagin y Rosenfeld, 1997).

Uso del alcohol

No se encontró que el alcohol fuera un factor mayormente


asociado con el feminicidio que involucra víctimas y delin­
cuentes caucásicos (sólo 12% de los casos). Sin embargo, en
cerca del 75% de los feminicidios que involucraron aboríge­
nes/isleños del Estrecho de Torres (cuando esa información
estuvo disponible), las víctimas y los delincuentes estaban
bajo la influencia del alcohol.

Comparación de hombres y mujeres


com o víctimas de feminicidio y homicidio

La información en el cuadro 3 proporciona una comparación


entre hombres víctimas de homicidio y mujeres víctimas de
CUADRO 3. Una comparación de características
de víctimas de homicidio masculino y feminicidio de 15 años
de edad y mayores, julio 1 de 1989-junio 30 de 1998
C aracterísticas Víctimas Femeninas Víctimas Masculinas
(n = 875) ( n = l 574)

Características del incidente


Incid ente o cu rrid o en residen cia privada *69.8% 54.7%
In cid ente o cu rrid o en o tro sitio *30.2% 45.3%
MOTIVOS ALEGADOS DEL INCIDENTE
C e lo s /a b a n d o n o *29.4% 7.1%
A ltercad o dom éstico *43.7% 13.7%
D in e ro /d ro g a s *7.3% 15.2%
V enganza *2.6% 11.7%
A lcoh o l-d iscu sion es relacionadas *5.0% 24.1%
O tros *3.2% 19.4%
M otivos no aparen tes 8.8% 8.8%
A rm as m a s c o m u n e s u s a d a s p a r a m a t a r a l a v íc t im a
C uchillo y otros instru m en tos p u n tiagudo s 33.1% 38.2%

Características de víctimas-delincuente
Ed a d
E d ad prom ed io d e la víctim a 38 años 37 años
E d ad p rom ed io del delin cu ente 35 años 29 años
E d ad m edia de la víctim a 35 años 34 años
Edad m edia del delin cu ente 32 años 27 años
V íctim as m ás jóvenes que el delin cu ente *52.5% 31.0%
V íctim as de la m ism a ed ad que el delin cu ente 7.4% 5.8%
V íctim as m ás gran d es que el delin cu ente *40.1% 63.2%
G ÉNERO DEL DELINCUENTE
H om bre *93.8% 85.8%
M ujer *6.2% 14.2%
A p a r ie n c ia r a c ia l
V íctim a y d elin cu en te cau cásico 75.3% 74.3%
V íctim a y d elin cu en te ab o rig e n /IE T *15.5% 11.7%
V íctim a y d elin cu en te de diferen te raza *5.1% 9.6%
Esta t u s de em pleo
V íc tim a /d e lin c u e n te con trabajo 10.9% 10.2%
V íctim a con trab ajo /d elin cu en te sin trabajo ■10.3% 22.6%
V íctim a sin trab a jo /d e lin cu e n te con trabajo '■16.5% 8.2%
V íc tim a /d e lin c u e n te sin trabajo i>2.4% 59.0%
CONSUM O DE ALCOHOL
Víctim a y d elin cu ente bebed ores *20.7% 39.1%
V íctim a bebed ora p ero no el delin cu ente *2.5% 6.0%
D elincuente b ebed or p ero no la víctim a 10.5% 8.3%
N inguna v íc tim a /d e lin c u e n te bebedor *66.3% 46.4%

Relación víctima-delincuente
íntim os *57.6% 11.1%
Fam ilia 11.8% 12.3%
A m ig o s /c o n o c id o s *16.0% 44.9%
E xtrañ os *14.6% 31.8%

*p< .05
feminicidio sobre características asociadas con el incidente,
la víctima y el delincuente, y la relación víctima-delincuente.
Las siguientes son algunas de las diferencias evidentes entre
feminicidios y homicidios:

• Una mujer es más propensa que un hombre a ser asesi­


nada en el hogar.
• Una mujer es más propensa a ser asesinada como re­
sultado de un altercado doméstico, mientras que un
hombre es más propenso a ser asesinado como resulta­
do de discusiones relacionadas con el alcohol.
• Una víctima femenina es usualmente más joven que el
hombre delincuente, mientras que una víctima mascu­
lina suele ser mayor que el delincuente.
• Las mujeres son menos propensas que los hombres a
ser asesinadas por mujeres.
• Los feminicidios son menos probables que los homici­
dios de naturaleza interracial.
• Los feminicidios son menos probables que los homici­
dios que involucran el alcohol.
• Una mujer es más propensa a ser asesinada por una
pareja íntima, mientras que un hombre es más propen­
so a ser asesinado por un amigo o conocido.

Im plicaciones políticas

Nuestros hallazgos presentan un número de implicaciones


políticas:

• La necesidad de las mujeres que no trabajan remunera-


damente a tener más acceso a recursos y servicios para
protegerlas y protegerse ellas mismas.
• La necesidad de dar asesoramiento subsidiado a las
parejas en las que ambos no están trabajando.
• La necesidad de programas amplios para la comuni­
dad aborigen/isleña del Estrecho de Torres para tratar
y prevenir problemas de alcohol y violencia.1
• La necesidad de incrementar la participación de las
mujeres en la fuerza de trabajo a fin de reducir su vul­
nerabilidad al feminicidio íntimo.

Aunque la violencia entre íntimos existe en todo el espec­


tro económico, el feminicidio y el homicidio entre compañe­
ros íntimos tiende a concentrarse en el nivel más bajo. Se
requieren mayores esfuerzos para tratar las causas subyacen­
tes de los conflictos entre parejas íntimas.
Adicionalmente, la sobrerrepresentación de mujeres abo­
rígenes/isleñas del Estrecho de Torres como víctimas de
feminicidio y el hecho de que la inmensa mayoría de vícti­
mas y delincuentes en esta comunidad estuvieron bajo la in­
fluencia del alcohol en el momento del crimen son también
un desafío político mayor.
La prevención de la violencia íntima, y con frecuencia
mortal, requiere no solamente cambios a largo plazo en el
comportamiento, sino también cambios culturales y sociales
que podrían disminuir la violencia, como un camino apro­
piado para los hombres en el sentido de resolver conflictos
en las relaciones íntimas.
Algunos delincuentes sostienen que la violencia dirigida
a las mujeres aborígenes/isleñas del Estrecho de Torres es

1 Para un panorama completo de ¡deas y estrategias para racionalizar el


uso del alcohol en comunidades aborígenes/isleñas del Estrecho de Torres,
véase Brady (1998).
parte de "la cultura tradicional aborigen", mientras que otros
están en desacuerdo con este punto de vista. Sin embargo, las
mujeres aborígenes creen que la violencia no es aceptable de
ninguna forma (Langton et al., 1991, citado en Saggers y Gray,
1998).
Identificar los factores asociados con el incremento en la
probabilidad del feminicidio —como nosotros hemos hecho
aquí— y proponer e implementar sondeos políticos basados
en estos hallazgos puede contribuir a la reducción del femini­
cidio en Australia.

Referencias

Australian Bureau of Statistics (ABS). (1996). Australian Popu-


lation Census. Canberra, Author.
Brady, Maggie. (1998). The grog book: Strengthening indigenous
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thal danger: The killing of and by women in England and
Wales, 1986-1996". Texto inédito, ESRC Violence Research
Program, Brunel University, Uxbridge, Middlesex, Reino
Unido.
Conclusión
Feminicidio: la "solución final"
de algunos hombres
para las mujeres
Diana E. H. Russell
"La discriminación sexual mata mujeres todos los días"

BUNCH, 1990. p. 486

"Ser mujer significa que eres asesinable,


y es malo para ti que lo seas"

NICOLE WARD JOUVE, 1986.

"Semana a semana y mes tras mes, las mujeres son pateadas, golpeadas,
empujadas hasta que las aplastan, despedazadas, apuñaladas, rociadas
con sosa cáustica, mordidas, destripadas con atizadores al rojo vivo, e
incendiadas deliberadamente, y a este tipo de atrocidades, si la mujer
muere, se les llama 'homicidio': si la mujer vive se le llama
'ataque común".

FENWICK M il l e r , 1888

L a mayoría de la gente cree que las mujeres nunca estuvie­


ron mejor que en Europa occidental y en Norteamérica. Al­
gunos también creen que la situación de las mujeres está
mejorando en otras regiones del mundo. Hay muchas razo­
nes sensatas para estas afirmaciones. Incluso en países don­
de el poder de las mujeres y el estatus se han elevado debido
a la exitosa lucha feminista y a los cambios tecnológicos, como
la contracepción, muchos hombres han reaccionado a ello
intensificando sus, de por sí, altos niveles de violencia contra
las mujeres.
Cuando los que se encuentran en el poder se sienten ame­
nazados o desafiados por sus subordinados, típicamente se
sienten con el derecho de usar cualquier fuerza que sea nece­
saria para mantener su poder. Mucha gente reconoció esta di­
námica en Sudáfrica durante la era del apartheid cuando los
supremacistas blancos se volvieron más violentamente repre­
sivos contra la gente negra como reacción a la creciente resis­
tencia del pueblo negro y el desafío a las leyes de los blancos.
Como muchos de los colaboradores de este volumen han
señalado, el riesgo de las mujeres de convertirse en víctimas
de feminicidio por sus parejas masculinas es mucho mayor
para aquellas que inician el fin de la relación. Algunos hom­
bres se sienten con el derecho de matar a las mujeres porque
se perciben sin poder o desmasculinizados cuando les desa­
fían su autoridad y superioridad masculina sobre las muje­
res. Algunos hombres también se sienten con derecho a matar
a cualquier niña o mujer que encuentran debido al rechazo
real o imaginario o al insulto de otra mujer. Por ejemplo, el
asesino en serie David Berkowitz declaró: "Tenía la determi­
nación y estaba en total acuerdo conmigo mismo de que de­
bía asesinar a una mujer con propósitos de venganza y para
humillarlas por todo el sufrimiento que me causaron".
El feminicidio, como la violación, es una forma de terro­
rismo que funciona para definir las líneas de género, para
promulgar y reforzar el dominio masculino y para volver a
todas las mujeres crónica y profundamente inseguras. Esto
proviene de una cultura misógina como sin duda el lincha­
miento proviene de una cultura racista. En 1976, Louise
Merrill y yo nos referimos a todos los feminicidios que esta­
ban ocurriendo en ese tiempo como "la quema de brujas del
siglo veinte" (Russell y Van de Ven, 1976, p. 144). Justo cerca
de una década después, Jean Caputi (1987) también argumen­
tó que "vivimos en medio de un periodo de ginocidio inten­
sificado, equivalente en destrucción a la locura de las brujas
en Europa" p. 117).
Mientras muchas de las mujeres que se pasaron de la raya
en la temprana Europa moderna fueron torturadas y asesina­
das como brujas —Anne Barstow (1994) estima que fueron
85 000 mujeres—, hoy tales mujeres son consideradas "cabro-
nas" o "perras" (en el caso de las mujeres feministas: "femi-
nazis", odiadoras de hombres y lesbianas) que merecen que
caiga sobre ellas cualquier cantidad de horrores, incluido el
feminicidio. "¿Por qué está mal deshacerse de unas pinches
cabronas?", pidió saber Kenneth Bianchi, el llamado Estran-
gulador de Hillside (Linsey, 1984). "¡Maten a las perras femi­
nistas!" es un graffiti revelador encontrado en el campus de
Ontario occidental después del feminicidio en masa de 14
mujeres estudiantes de ingeniería en Montreal por Marc
Lépine (véase Malette y Chalouh, 1991, para una antología
feminista canadiense de esta masacre antifeminista).
A pesar de la salvajada del feminicidio en masa de las
"brujas" en Europa durante tres siglos, la realidad y el signi­
ficado de ese periodo feminicida continúa siendo distor­
sionado y disminuido, si no es que borrado. Por ejemplo, el
término "locura de las brujas" (witchcraze), que es a menudo
utilizado para describir estas atrocidades institucionalizadas,
incluso por notables académicas feministas (p.e., Barstow,
1994; Caputi, 1987), oculta la enormidad de brutalidades
misóginas que dichos hombres se permitieron.
El eufemismo locura de las brujas también anima a la gente
a considerar estos hechos horrendos una curiosidad histórica
(de ahí la creación de Jack el Destripador como héroe y su
transformación en una atracción turística). El uso de la pala­
bra bruja y la creencia, que empezó en el siglo XIV, de que las
brujas tenían presunto poder sobrenatural proveniente del
diablo (Barstow, 1994), las hizo las malvadas en lugar de los
hombres responsables de su tortura y feminicidio. De ahí que
"aunque las mujeres cometían muchos menos crímenes que
los hombres, el principal estereotipo criminal de la época, el
de la bruja, era femenino". Esta creencia demonizadora tam­
bién justificó el reino del terror contra las mujeres, o lo que
Barstow (1994) describe como "el asesinato en masa intencio­
nal de las mujeres" (p. 26).
Así como los feminicidios de brujas son trivializados y
despolitizados por la palabra locura, los feminicidios de hoy
son trivializados y despolitizados por el alegato de que los
perpetradores de feminicidio están en su mayoría "locos".
Como apunta Caputi (1987): "Ahora esperamos entender la
aterrorización de las mujeres, no en términos políticos, sino
como la aberrante conducta de misteriosos maniacos sexua­
les, monstruos sobrenaturales o, en la jerga psicológica, psi­
cópatas y sociópatas" (p. 109: subrayado en el original).
Cuando las mujeres fueron quemadas, torturadas y ase­
sinadas como brujas, ¿cuántas personas reconocieron que la
razón verdadera para estos acto feminicidas era que los hom­
bres en el poder buscaban aterrorizar a las mujeres hasta la
obediencia absurda al destruir a aquellas que se habían pasa­
do de la raya? Las mujeres de hoy están siendo asesinadas en
grandes cantidades; algunas veces son asesinadas luego de
padecer años de tortura física y mental por parte de sus mari­
dos, amantes o novios; algunas veces son asesinadas después
de atroces sufrimientos en manos de perpetradores descono­
cidos; algunas veces son eliminadas abruptamente por algu­
nos hombres que consideran que matar a una mujer es un
acto insignificante ("¿Qué es una persona menos en la faz de
la tierra, en todo caso?", comentó Ted Bundy [Leyton, 1986,
p. 67]; véase otros ejemplos en el cuadro 1); algunas veces
son masacradas y desmembradas por hombres que se exci­
tan sexualmente con dicha conducta.
A pesar de la sensacional publicidad que se le ha dado a
algunos femincidios selectos, la mayoría de la gente es inca­
paz de reconocer la naturaleza feminicida del periodo en el
que las mujeres viven —y mueren— hoy. Algunas personas
deberían preguntarse si es posible que el feminicidio en masa
en el nivel global no sea reconocido por la gran mayoría de
personas en el mundo. Vale la pena recordar que la realidad
del holocausto nazi fue negada por la mayoría de los alema­
nes mientras estaba sucediendo — incluyendo muchos judíos
que se dieron cuenta demasiado tarde del peligro mortal en
el que estaban— , sin mencionar la negación de los ciudada­
nos y los gobiernos de las naciones aliadas.
La mayoría de las personas también son incapaces de re­
conocer que la familia nuclear ha funcionado como un mini­
campo de concentración para millones de niñas y mujeres
(véase la historia de la sobreviviente del incesto en Russell,
1997, capítulo 4). Aunque ningún alambre de púas encarcela
a las mujeres en matrimonios abusivos, sus maridos funcio­
nan a veces como guardias de tiempo completo que amena­
zan con matar a sus prisioneras-esposas, a sus hijos y a otros
miembros de sus familias si se atreven a escapar o logran
hacerlo. Y muy a menudo esta amenaza se cumple (como se
ha documentado por varios autores en este volumen).
Antes de proporcionar más ejemplos del alcance del
feminicidio hoy en el mundo, me enfocaré en el extremo de
algunos feminicidios de odio contra las mujeres en Estados
Unidos. El objetivo de detallar tales atrocidades no es horro-
"Las mujeres que mató eran sucias prostitutas bastardas que estaban ensuciando
¡as calles. Sólo estaba limpiando el lugar un poco."

— Peter Sulcliffe, el Destripador de Yorkshire (citado en Beattie, 1981, p. 133)

"Necesito esclavizar a una mujer porque disfruto el sexo, pero soy, de hecho, un
solitario. Quiero ser capaz de usar a una mujer como y cuando yo quiera. Y cuando
estoy cansado, simplemente quiero que se vaya"

— Leonard Lake, asesino en serie, cuyas torturas a mujeres fueron


documentadas en cinta de video.

"Nosotros ios sadistas no consideramos que nuestras víctimas sean auténticamente


humanas. Ted [Bnndyl nunca pensó en las mujeres que mató como personas, sino
sólo como objetos. Yo hice lo mismo y encontré una excelente forma de evitar
cualquier sentimiento humano por ellas."

—Gerard John Schaefer

"No quería lastimarlas la las mujeres], sólo quería matarlas."

—David Berkowitz

"Hombre, me hace sentir poderoso cuando puedo hacer que esas chicas hagan lo
que yo quiero, hacer que se sometan a mí, no soy nada en esta vida... Pero quiero
ser algo."

—Albert de Salvo, el Estrangulador de Boston (citado en Ley ton, 1986, p. 51)

"Estas chicas no eran más que niñas, supongo, pero sentí... que ya tenían la edad
suficiente para saber mejor que hacer las cosas que estaban haciendo... allá afuera,
pidiendo aventón, cuando no había razón ni necesidad.. Estaban ostentando en
mi cara el hecho de que podían hacer cualquier maldita cosa que quisieran..."

—Edmund Kemper (citado en Ley ton, 1986, p. 51)

"Estaba pensando... maté a dos [mujeres], debería matar también a ésta."

—Jeff (pseudónimo) después de violar a una mujer (citado en Ressler,


Burguess y Douglas, 1988, p. 129)
rizar al lector, sino tratar de remontar la resistencia a recono­
cer que las mujeres están viviendo actualmente, en una épo­
ca de extremos, crecientes y brutales feminicidios; una época
en la cual el mito persiste entre muchas jóvenes mujeres, es­
tudiantes privilegiadas, de que la revolución feminista ha sido
cumplida y que tienen las mismas opciones y oportunidades
que los hombres.

El extremo de los feminicidios de odio contra las mujeres

Muchos oficiales de procuración de la ley que ven numeroso


casos de asesinato han comentado que un creciente número
de mujeres están siendo no sólo asesinadas, sino también so­
metidas a atroces torturas, como ser acuchilladas muchas
veces en los pechos, estómagos o vaginas. Estos oficiales de
policía también han apuntado que muchos de estos actos vi­
ciosos han sido perpetrados en mujeres después de haber sido
asesinadas. Los actos revelan un intenso odio hacia las muje­
res, incrementan el trauma para los seres queridos de la vícti­
ma y, en general, sirven para aterrorizar a los vivos.
Algunos de los siguientes casos de feminicidio fueron tra­
zados a partir del estudio del FBI de 36 perpetradores de
feminicidios sexuales, convictos y encarcelados, realizado en
1986. Los investigadores Robert Ressler, Ann Burguess y John
Douglas (1988) creen que ésta es la muestra más grande de
asesinos sexuales que hayan sido entrevistados con fines de
investigación. Todos los perpetradores eran hombres y, en su
mayoría, blancos. Siete fueron condenados por el asesinato de
una persona, mientras que el resto mataron a múltiples vícti­
mas. También se reunieron datos sobre 118 de las víctimas de
estos hombres: la mayoría de las cuales fueron mujeres.
Estos hombres fueron identificados como asesinos sexua­
les por

las evidencias u observaciones que indicaban que el asesinato


era de naturaleza sexual. Esto incluía: víctima con ropa o sin
ropa; exposición de las partes sexuales del cuerpo de la vícti­
ma; posicionamiento sexual del cuerpo de la víctima; inserción
de objetos extraños en las cavidades del cuerpo de la víctima;
evidencia de coito sexual (oral, anal, vaginal), y evidencia de
actividad sexual sustituía, interés o fantasía sádica. (Ressler et
al., 1988, p. xiii)

Mucha gente cree que los asesinos seriales son simple­


mente hombres "locos" que posiblemente tuvieron una in­
fancia mala y traumatizante con madres negligentes y
abusadoras. Como Caputi y yo (1992) apuntamos en nuestro
artículo sobre el feminicidio en masa de Lépine en Montreal,
nadie pierde el tiempo pensando si los individuos lincha-
dores o los guardias del SS nazi tuvieron alguna experien­
cia personal traumática con afroamericanos o judíos. Ni
nadie se inquieta mucho acerca de si los linchadores o guar­
dias del SS estaban locos o psicópatas. La gente — al menos
hasta ahora— acepta generalmente que el linchamiento y la
tortura de los presos en los campos de concentración nazis
eran formas de violencia política, cuyo motivo era preser­
var la supremacía blanca y la supremacía aria/nazi, sin im­
portar la psicopatología individual de los participantes.
Ni se tiene que argumentar que la preservación de la su­
premacía masculina es la meta real de los hombres que co­
meten feminicidio para ver que ésta es, a muy final de cuentas,
una de las consecuencias de estos crímenes. ¿Cuál es la dife­
rencia para las víctimas de feminicidio o genocidio si sus ase­
sinos son considerados mentalmente enfermos o no? Estar
mentalmente enfermo no libera a los hombres de su misogi­
nia o su racismo, así que su enfermedad es irrelevante para el
punto de vista de que sus ataques feminicidas o racistas son
actos misóginos o racistas que sirven para perpetuar la miso­
ginia y la supremacía blanca. Hemos sido tan deslumbrados
por el enfoque psiquátrico de las causas de la violencia crimi­
nal que a menudo nos cegamos con ver el papel de los facto­
res socioculturales que contribuyen a las causas de los actos
criminales.
Por ejemplo, Edmund Kemper, quien asesinó a sus abue­
los, a seis mujeres estudiantes y a su madre, revela en las
siguientes declaraciones qué tan atrapado está en las nocio­
nes de la sexualidad masculina "apropiada" a la cual se sus­
criben la mayoría de los varones en Estados Unidos.

No podía soportar el fin masculino de la responsabilidad, así


que mis fantasías se volvieron... si las mato, tú sabes, no po­
drían rechazarme como hombre. Fue más o menos como hacer
una muñeca con un ser humano... y realizar mis fantasías con
una muñeca, una muñeca humana viviente.
Tenía plenas intenciones de matarlas a ambas [dos mujeres que
pedían aventón y a las que ofreció llevarlas}. Me hubiera en­
cantado violarlas. Pero no tenía ninguna experiencia en esa
área... este es el primer gran problema que tuve.
Cuando las estaba matando, no me pasaba nada por la mente,
excepto que iban a ser mías... Que ésa era la única forma en
que iban a ser mías, (citado en Leyton, 1986, p. 43)

Ressler y sus colegas reportaron que un tercio de las 92


víctimas en su estudio, cuya información estuvo disponible,
mostraron evidencia de haber sido torturadas. Dos ejemplos:
Roy Norris, de Los Ángeles, California, se confesó culpa­
ble de torturar y asesinar a cinco muchachas adolescentes
junto con Lawrence Bittaker en 1979. Una grabación de 17
minutos de los gritos de una de las víctimas moribundas fue
reproducida en el juicio. Shirley Ledford clama por clemen­
cia mientras era violada y "mutilada con un par de pinzas,
golpeada con un martillo y pinchada en la oreja con un
picahielo" ("Forty-five-year prison sentence", 1981, p. A19).
De acuerdo con un reporte del juez de instrucción, Ledford
"había sido estrangulada con un gancho de ropa y su cara y
cuerpo mutilados y cortados" (Gillott, 1980, p.Al).
Jack King, un acosador sexual de niños convicto, de 65
años, fue hallado culpable de destruir virtualmente el rostro
de Cheryl Bess, de 16 años, al rociarle ácido en la cabeza des­
pués de haber tratado de violarla. Estaba convicto por "se­
cuestro, ataque con intención de cometer asesinato, intento
de violación, copulación oral forzada, ataque con liquido co­
rrosivo, ataque con arma mortal y mutilación" (San Francisco
Chronicle, 1985, p. 54). Bess sobrevivió al ataque, pero quedó
ciega permanentemente, su oído quedó severamente dañado
y su rostro totalmente desfigurado (United Press, 1985, p. 22).
En los feminicidios sexuales estudiados por Ressler y sus
colegas (1988), a menudo fueron insertados objetos extraños
en "las cavidades anales y vaginales de las víctimas. Este acto
con frecuencia está combinado con otros actos de mutilación,
tales como acuchillar el cuerpo, cortar los pechos y las nal­
gas, y morder varias partes del cuerpo" (p. 55).
Algunos asesinos sexuales también mutilan el rostro de
la mujer muerta o sus genitales, cortan sus pechos, amputan
sus miembros, la desmembran, la vampirizan y eyaculan en
las heridas abiertas con puñal en el abdomen (Ressler et al.,
1988).
Estas mutilaciones "ocurren a menudo cuando la víctima
ya está muerta, un tiempo en el que el asesino tiene por fin
control total sobre la víctima". Algunos asesinos sexuales
conservan el cuerpo de la mujer muerta en sus casas. Un hom­
bre, por ejemplo, "mató a dos mujeres y conservó partes de
sus cuerpos en su casa durante ocho años. Hizo máscaras con
sus cabezas, y tambores y cubiertas para asientos con sus pie­
les" (Ressler et al., 1988, p. 131).
Una víctima de asesinatos sexuales estudiados por el FBI
fue encontrada con sus genitales mutilados y sus pechos
amputados. Su asesino había cortado sus pechos cuando re­
gresó a la escena del crimen 14 horas después de haberla ase­
sinado (Ressler et al., 1988). Regresar a la escena del crimen es
muy común para esto asesinos. Seis por ciento de ellos regre­
san para tener sexo con el cadáver, 8% para matar a otra víc­
tima, y 26% para revivir su crimen (Ressler et al., 1988).
Ressler y sus colegas (1988) describen a otra víctima de
feminicidio en su estudio que fue encontrada "con heridas
de puñal en la vagina y la ingle y con la garganta acuchillada.
Sus pezones habían sido arrancados y su cara severamente
golpeada, y su cabello arrancado fue encontrado colgando
de la rama de un árbol cercano" (p. 56).
Otro asesino de la muestra de Ressler y sus colegas fue
acusado de asesinato, robo y violación de una madre de dos
niños, de 24 años. Su cadáver fue hallado yaciendo cara arri­
ba en un área arbolada. Su pecho izquierdo había sido corta­
do y estaba perdido. Este hombre también raptó a una mujer
de 44 años a punta de pistola, y luego la mató con un disparo
en el rostro. Regresó al día siguiente a mutilar el cadáver cor­
tándole el estómago, las piernas y los pechos; éstos últimos
los dejó yaciendo entre las piernas (Ressler et al., 1988).
Otro de los 36 asesinos estudiados por estos investiga­
dores había cortado el cuerpo de su víctima y le arrancó las
uñas.
En un caso, a una mujer que salió a tirar la basura le dis­
pararon cuatro veces en la cabeza y

después le sacaron las entrañas con un cuchillo que tenía en su


casa. No se encontró ninguna evidencia de acoso' o ataque
sexual más que heridas de puñal en los pechos y mutilación de
los órganos reproductores internos. La víctima fue primero apu­
ñalada en el abdomen y el agresor jaló los intestinos fuera de la
cavidad corporal. La víctima tenía en la boca lo que después se
pudo determinar como heces animales... Se encontró un vaso
de yoghurt, e indicios de que el asesino utilizó el vaso para
recoger la sangre de la víctima, la cual se bebió. (Ressler et a i ,
1988, p. 132)

Un hombre de 27 años apuñaló y mutiló severamente a


una mujer a la cual también mató:

Ella había sido asesinada en el dormitorio donde también le


sacaron las entrañas desde el esternón hasta el área pélvica.
Los órganos internos, incluyendo el bazo, los riñones y los ór­
ganos reproductores habían sido arrancados y mutilados. No
se notó ningún ataque a los genitales externos. El asesino inten­
tó arrancar un ojo e insertó un cuchillo en el ducto anal, cortan­
do severamente a la víctima en esa área... Se encontró en el
piso un aro de sangre, indicando que se utilizó un recipiente
tipo cubeta para recoger la sangre. (Ressler et al., 1988, p. 132).

El cadáver de una joven mujer fue hallado en el techo de


un edificio de apartamentos donde vivía.
Ella había sido duramente golpeada en la cara y estrangulada
con el asa de su bolso. Los pezones habían sido cortados des­
pués de muerta y colocados en el pecho. Garabateado con tinta
en la parte interna del muslo decía: "No pueden detenerme".
Las palabras "Jódanse" estaban garabateadas en el abdom en...
Un paraguas y una pluma fuente fueron introducidos a fuerza
en la vagina... Había marcas de mordidas posmortem en el muslo
de la víctima, así como contusiones, hemorragias y laceraciones
en el cuerpo. (Ressler et al, 1988, p. 146)

Ressler y sus colegas describen a algunos asesinos como


excitados cuando exteriorizaban sus fantasías asesinas. Uno
de ellos describió su sentimiento después como sigue:

Manejo hasta mi departamento con dos chicas asesinadas en


mi auto. La cajuela es un lío, con un cuerpo apuñalado hasta
morir. El otro [cuerpo] está en el asiento de atrás... Llevo las
cabezas a mi cuarto. Podría sentarme ahí mirando las cabezas
sobre una silla rebosante, tirándolas a la cama, mirándolas cuan­
do vina de ellas se salga de su lugar, se caiga de la silla, muy
macabra. Se cae de la silla, rueda sobre el cojín y golpea la al­
fombra, pum. El vecino de abajo odia mis agallas. Siempre es­
toy haciendo ruido tarde en la noche. Toma una escoba y golpea
en el techo. "Am igo", digo yo, "Lo siento, se me fue la cabeza,
lo siento". Esto ayudó a sacarme de la depresión". (Citado en
Ressler et al., 1988, p. 53)

En 27% de los homicidios sexuales estudiados por Ressler


y sus colegas, el asesino conservó un "recuerdo" de su asesi­
nato. "El valor de estos objetos para el asesino como recuerdo
del asesinato aumenta el riesgo de ser identificado mediante
la posesión de tal evidencia incriminatoria. Los recuerdos le
proporcionan al asesino la prueba tangible de que es capaz
de activar su fantasía", y también sirve como un catalizador
para fantasías posteriores (p. 63). Ejemplos de recuerdos in­
cluyen "pies, pechos y sangre" (idem).
"Estos recuerdos tienen un significado especial, sexual",
de acuerdo con Ressler y sus colegas:

Varios artículos de ropa interior son comunes objetos de feti­


chismo guardados por el asesino. En el caso del hombre que
conservó los pies de sus víctimas en el congelador, los pies de
mujer en zapatos de tacón alto le proporcionaban excitación
sexual, (p. 64)

Algunos delincuentes "conservan objetos personales que


pertenecían a la víctima como un tipo de trofeo o premio que
conmemora un esfuerzo exitoso". Para ellos, "el objeto es muy
parecido a la cabeza de un animal montada para el gran caza­
dor: una prueba de su habilidad" (Ressler et al., 1988, p. 64).
Ejemplos de fuentes diferentes a las del estudio del FBI
incluyen el caso de los estudiantes de secundaria Carol King
y Robert Jensen, quienes fueron lo suficientemente desafor­
tunados como para darle un aventón al asesino en serie Char­
les Starkweather. Jensen fue encontrado después con seis tiros.
King también fue asesinada, con varias heridas de puñal "di­
rectamente en la ingle, una de ellas extendiéndose a través
de la pared de la cervix hasta el recto" (Leyton, 1986, p. 206).
Gary Heidnik, blanco de 43 años, y Cyril "Tony" Brown,
negro de 31 años, fueron arrestados y acusados de violación,
secuestro y asesinato por los siguientes feminicidios:

Cuando la policía hizo la redada en la casa del pobre vecinda­


rio, se encontraron con una escena escalofriante de muerte y
sufrimiento humano. Tres mujeres, medio desnudas y mal ali­
mentadas, estaban encadenadas con grilletes al tubo de la ca­
ñería en un sótano que servía también como cámara de tortura,
y se descubrieron 24 libras de miembros humanos apilados en
el congelador, así como otras partes de cuerpo en un horno y
en una cacerola de la cocina.
Las mujeres cautivas, que tenían entre 18 y 26 años, dijeron a
las autoridades macabras historias de violación y golpizas, y
que fueron obligadas a comer comida para perro, pan y agua.
También contaron de dos mujeres que murieron en cautive­
rio, una electrocutada en una cisterna bajo el piso de concreto
del sótano, y la otra de una caída. ("Black Women Report",
1987, p. 6)

Edmund Kemper, mencionado previamente como el "ase­


sino del colegio" de Santa Cruz, California, asesinó a seis
mujeres estudiantes, generalmente levantándolas cuando
pedían aventón. Era un necrofílico que a veces tenía relacio­
nes sexuales a través de las heridas de puñal en su cuerpos.
Decapitó a algunas de ellas, conservando las cabezas en su
departamento. También se comió su carne. Kemper terminó
su orgía de asesinatos al matar, decapitar y violar sexualmente
a su madre (Cameron y Frazer, 1987).
Kemper explicó lo que le provocaba excitación sexual, así:

"Escuchas esa pequeña explosión y arrancas sus cabezas y las


jalas de los cabellos. Arrancarles la cabeza, su cuerpo sentado
ahí. Eso me enloquecía". (Leyton, 1986, p. 42)

Kemper rió entre dientes enfrente de su entrevistador


cuando dijo: "Con una chica, hay mucho que queda en el cuer­
po de una chica sin cabeza. Desde luego, no tiene personali­
dad". Al explicar por qué com ió la carne de varias de sus vícti­
mas, K em per dijo: "L as quería para mí, quería que fueran una
parte de m í, y ahora lo son" (citado en Leyton, 1986, p. 43).
A unqu e la aniquilación de las m ujeres no ha sido in stitu ­
cionalizada en Estados U nidos, se ha dado su aniqu ilación
en las representaciones de los m edios de com unicación. Los
varones estadounidenses están crecientem ente saturados con
im ágenes fem inicidas en la form a de pornografía y "san grien-
to grafía" (gorenography , artículos que, com o las pelícu las so­
bre asesinatos, se especializan en sensacionalizar y fetichizar
las escenas de v iolen cia" [Caputi, 1992, p. 210]). Las im áge­
nes fem inicidas son parte integral de la m áquina de p rop a­
g a n d a m u ltib illo n a ria qu e p ro m u ev e e fe c tiv a m e n te las
actitud es y prácticas m isóginas, incluyendo el fem inicidio
(véase cap ítu lo 5). Sentarse ante un aparato de televisión o en
un cine para ver películas de m ujeres que son torturadas y
asesinadas es ahora una actividad favorita de esparcim iento
para los estadou nidenses, particularm ente adolescentes.
U n folleto que anuncia una película para adu ltos, "e n la
que aparecen fragm entos de las películas gore fav o ritas", con ­
tiene el sigu iente incentivo:

Ve a carniceros sedientos de sangre, asesinos con taladros, caní­


bales enloquecidos, zombies, horrores sangrientos, pervertidos
de plasma y matanzas sádicas, estragulamiento, destrozamien-
to y mutilación de bellezas amarradas con pechos desnudos.
(Citado en Goode, 1983, p. 4)

N o sorp rende que R essler y sus colegas (1988) hayan en ­


contrado que:

Estos hombres aprenden muy pronto que pueden hacer de las


suyas con conducta violenta. En esencia no ven nada de malo
en lo que están haciendo. Muchos de ellos enfatizan que están
haciendo exactamente lo que todo mundo piensa hacer, (p. 40).

M ien tras que los cam pos de concentración nazi fueron


in ven tad os e im plantados por los líderes nazis, con lo que de
ese m od o calificaron com o un caso claro de genocidio in stitu ­
cionalizado, el fem inicidio en la m ayoría de los países es p rac­
ticado sobre una base voluntaria, sin pago, por h om bres de
todas las clases y grupos étnicos.

El ámbito del feminicidio

D ado que el concepto de fem inicidio está todavía en ciernes,


el en foqu e hasta el m om ento, incluido en este libro, se ha
dado en su form a m ás abierta: el asesinato. Sin em bargo, com o
apu nté en el capítulo 2, el fem inicidio incluye form as en cu ­
biertas de asesinato de m ujeres (fem inicidio social), tales com o
que se perm ita que m ueran m ujeres por actitudes m isóginas
o ley es sexistas e in stitu cio n es sociales. P or ejem p lo, hay
m uchas m uertes en países donde se ha crim inalizado la con-
tracep ción y el aborto. En 1976, la m ujer que testificó acerca
de los abortos ilegales en Portugal reportó que cerca de 2 000
m ujeres habían m uerto cada año en ese país com o resultado
de abortos riesgosos (Russell y V an de V en, 1976, p. 9). C on ­
cluí la sección sobre abortos ilegales en el libro del tribunal
(m e referí a este problem a com o m aternidad com pulsiva):

El número de mujeres que en realidad mueren cada año como


consecuencia [de la negativa de las sociedades patriarcales a
reconocer nuestro derecho a escoger o rechazar la maternidad]
no se conoce, pero es muy probable que sea tan alta como el
número de víctimas en la más mortal, patriarcal y geopolítica
de las guerras. Sin embargo, las víctimas de la guerra de los
hombres contra las mujeres están escondidas, y no son recono­
cidas como lo que son. (Russell y Van de Ven, 1976, p. 26)

El número masivo de mujeres y niñas descritas como "des­


aparecidas" constituye mayor evidencia sobre las dimensio­
nes escondidas del feminicidio en ciertas regiones del mundo
actual. Amartya Sen (1990) concluye su artículo académico
sobre este tema al asegurar que" "Muchos más de cien millo­
nes de mujeres están 'desaparecidas'"^. 61). Sen llegó a esta
sorprendente estimación al calcular "el número de 'mujeres
desaparecidas' en relación con los números que podrían es­
perarse si hombres y mujeres recibieran cuidados similares
en cuanto a salud, medicina y nutrición" en gran parte de
Asia y África (idem). Tan sólo en China, sobre esta base esti­
ma que están desaparecidas 50 millones de mujeres. Sen co­
menta que "estos números nos dicen, calladamente, una
historia terrible de desigualdad y negligencia que lleva a la
excesiva mortandad de mujeres" (idem). Termina su artículo
diciendo que "enfrentamos aquí lo que es claramente uno de
los problemas más cruciales y negados que enfrenta el mun­
do actual" (p. 66).
Desafortunadamente, los gobiernos patriarcales niegan
muchos de los problemas trascendentales que victimizan a
las mujeres, incluso cuando son evidentes (como lo es el
feminicidio de pareja íntima). Típicamente no reconocen las
formas más abiertas de feminicidio social, tales como los mi­
llones de casos en los cuales la conducta sexista masculina
provoca que mujeres y niñas mueran después de contraer SIDA
(véase capítulo 9).
Conclusión

Espero que esté ahora claro para el lector por qué empecé
este capítulo comparando tres siglos de feminicidio en masa
de brujas en Europa con el feminicidio global en masa que ha
estado ocurriendo en años recientes. De hecho, mi análisis
pone en claro que muchos más feminicidios ocurriendo hoy
que los que ocurrían en la cima del periodo de persecución
de las brujas en Europa, de 1560 a 1760 (Barstow, 1994). En el
capítulo 9, argumenté que millones de feminicidios están ocu­
rriendo como resultado de las actitudes sexistas (p.e., sentido
de propiedad masculino) y conductas (p.e., promiscuidad y
actos sexuales depredadores) de los hombre hacia las muje­
res y las jóvenes en las sociedades patriarcales.
Mi deseo es que al citar una pequeña muestra de las atro­
cidades feminicidas en este capítulo, así como en otros capí­
tulos, romperán las muchas capas de negación que permitirán
a la gente enfrentar la ubicuidad del feminicidio, el cual está a
menudo combinado con la tortura, mutilación profanación e
inanición de los cuerpos y mentes de las mujeres y niñas en
todo el mundo.
Una vez que las feministas en particular encaren el pro­
blema del feminicidio, presumiblemente seremos capaces de
detenerlo tan efectivamente como hemos hecho con otras
menos mortales manifestaciones de violencia contra las mu­
jeres.
Aunque hay todavía una epidemia de formas no mortales
de violencia contra las mujeres y las niñas —tales como viola­
ción, abuso sexual infantil y mujeres golpeadas—, hemos en­
contrado formas de reformar las leyes, las políticas sociales y
las instituciones en relación con estos crímenes. También he­
mos sido capaces de ayudar a algunos sobrevivientes que han
tenido el valor de reportar su victimización, y hemos puesto la
culpa en donde pertenece —en los perpetradores masculinos
de esos crímenes—, en lugar de en las sobrevivientes femeni­
nas. Además, hemos reconocido el papel del patriarcado al
causar estos crímenes de odio contra las mujeres.
El movimiento de las mujeres tiene delante una tarea im­
portante y urgente. Lo primero es lidiar con nuestro propio
deseo de negar la enormidad del odio de muchos hombres
contra nosotras, un odio que se manifiesta en ascenso en el
feminicidio. Lo segundo es confrontar la negación de las de­
más. Y, finalmente, nuestra tarea es emprender acciones mili­
tantes y multifacéticas para combatir y prevenir el feminicidio.

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who kill and femicide: The final acts of violence against
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Nueva York, Chapman & Hall, International Thomson
Publications.
Women We Honour Action Committee. (1990, diciembre).
Final report to the Ontario Women's Directorate: Research
Project on Homicides Related to Domestic Violence Against
Women. Manuscrito inédito.
Semblanza curricular

Diana E. Russell obtuvo un diplomado de posgrado de la


London School of Economics and Political Science (LSE's)
(mención honorífica) en 1961. Recibió el Premio Mostyn Lloyd
Memorial, otorgado al mejor estudiante de posgrado. Subse­
cuentemente recibió su doctorado por la Universidad de
Harvard en 1970.
La doctora Russell es profesora emérita en el Mills College,
de Oakland, California, donde enseña sociología y estudios
de la mujer desde hace 22 años. Es autora, coautora, editora o
coeditora de 16 libros. Su libro The Secret Trauma: Incest in the
Lives ofG irls and Women fue coganador del Premio C. Wright
Mills (1986), a la investigación más sobresaliente dirigida a
un importante problema social.
La doctora Russell, quien vive en Berkeley, California, ha
hablado ampliamente en Estados Unidos y en el extranjero
acerca de la situación política en Sudáfrica, violación, inces­
to, abuso sexual de niños en general, pornografía, feminicidio
y toda forma de violencia hacia la mujer.

Roberta A. Hermes obtuvo su B.A. en Estudios de Leyes de


la Universidad de California en Berkeley. Desde 1995 ha sido
coordinadora temporal en el Colorado College. Ha sido tam­
bién investigadora feminista independiente por 10 años.
Hermes ha asistido a la doctora Russell con varios de sus li­
bros, por ejemplo, Making Violence Sexy: Feminist Views on
Pornography, Dangerous Relationships: Pornography, Misogyny
and Rape y The Epidemic ofR ape and Chiíd Sexual Abuse; loca­
lizó material bibliográfico y descargó materiales de la red;
obtuvo estadísticas difíciles de encontrar y mucha más infor­
mación de toda clase de fuentes. Harmes ha coeditado tam­
bién bibliografías sobre violación marital junto con la doctora
Russell y Laura X.

Marcela Lagarde y de los Ríos nació en México, Distrito Fe­


deral, el 30 de diciembre de 1948. Es etnóloga, maestra y doc­
tora en Antropología. Actualmente es diputada federal del
Congreso Mexicano en la LIX Legislatura (2003-2006), donde
funge como presidenta de la Comisión Especial para Cono­
cer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con
los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración
de Justicia Vinculada. Es catedrática de los posgrados de An­
tropología y Sociología de la Universidad Nacional Autóno­
ma de México; estudiosa de la antropología de la mujer, el
feminismo, las identidades genéricas, la sexualidad y la cul­
tura; promotora de Redes Sindicalistas; enseña en institucio­
nes académicas y agrupaciones civiles, y colabora con grupos
y redes feministas de América Latina y España. Es autora dé
más de cien artículos y de los libros: Los cautiverios de las mu­
jeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas (1990); Género y
feminismo. Desarrollo humano y democracia (1996); Identidad de
género y feminismo (1997). Diversos trabajos sobre etnicidad,
género y feminismo están en la obra complida Las alzadas
(1997); Claves feministas para el poderío y la autonomía de las
mujeres (1998); Una mirada feminista en el umbral del milenio
(1999); Claves feministas para liderazgos entrañables (2000), Cla­
ves feministas para la negociación en el amor (2001) y Claves fem i­
nistas para la autoestima de las mujeres (2001).

Chrystos es una activista Two-Spirited Menominee, escrito­


ra y pintora. Nació fuera de la reservación de San Francisco
el 7 de noviembre de 1946. Es autora de Not Vanishing, Dream
On, In Her I Am, Fugitive Color, Fire Power y Wilder Reis, así
como colaboradora de numerosas antologías, más recientemen­
te Reinventing the Enemy's Language y My Home as I Remember.
Viaja internacionalmente, dando presentaciones poéticas y
discursos. Su actividad política incluye trabajos acerca de
agrsiones físicas hacia lesbianas y violencia hacia las muje­
res; en nombre de prisioneros políticos, particularmente mu­
jeres nativas; alfabetización para jóvenes de color; acuerdos y
derechos de tierra. Otras áreas de actividad política incluyen
talleres de racismo interiorizado para mujeres de color y ca­
sos de abuso ambiental. Está orgullosa de haber marchado
en otra Take Back the Night en abril de 2000, tal como lo ha
hecho durante 30 años. Es autodidacta y vive sola en un pe­
queño departamento rentado en el Pacífico Noroeste.

María Crawford tiene un B.A. en sociología y un título hono­


rífico en trabajo social. Ha trabajado muy de cerca por más
de 14 años con mujeres maltratadas. Sus intereses de investi­
gación incluyen violencia mortal en relaciones de pareja ínti­
ma, así como el diseño de intervenciones alternativas que
ayuden a reducir el feminicidio íntimo.

Myrna Dawson es candidata al doctorado en el departamen­


to de sociología y asistente de investigación en el Centro de
Criminología de la Universidad de Toronto. Sus intereses de
investigación incluyen justicia criminal, victimización violenta
y estudios de género. Su trabajo actual examina el efecto de
las relaciones víctima-victimario sobre la toma de decisiones
de la justicia criminal en los casos de crímenes violentos.

Rosemary Gartner es directora del Centro de Criminología y


profesora de sociología en la Universidad de Toronto. Conti­
nua investigando sobre el feminicidio y el feminicidio íntimo
desde una perspectiva histórica y comparativa, utilizando
información del estudio descrito en este volumen y de otro
estudio de cuatro áreas urbanas durante el periodo 1900-1990.
Con Candace Kruttschnitt, dirige también un estudio de ex­
periencias de mujeres encarceladas en dos prisiones de
California durante los años noventa.

Sharon K. Hom es profesora de leyes en la Ciudad Universi­


taria de la Escuela de Leyes de Nueva York en Queens y abo­
gada supervisora en la Immigrant and Refugee Rights Clinic.
Fue becaria de la Fundación Fulbright en la República Popu­
lar China (1986-1988) y continua activa en los intercambios
de capacitación legal entre Estados Unidos y China, y el tra­
bajo de estudios sobre mujeres chinas. Forma parte de los
consejos de Human Rights Watch/Asia y Human Rights en
China, y también ha servido como juez en el Tribunal Global
sobre Violencia contra las Mujeres, convocado por la Cuarta
Conferencia Mundial sobre Mujeres y el NGO Forum 95. Fue
becaria residente en el Centro Bellagio de la Fundación
Rockefeller (verano 2000), trabajando en un proyecto de cola­
boración de derechos humanos/civiles.
Simha F. Landau es profesor de la cátedra de criminología
Mildred y Benjamín en la Universidad Hebrea de Jerusalén,
Israel. Recibió su doctorado en 1973 de la Universidad He­
brea. Su campo mayor de investigación es la violencia y la
agresión, incluyendo violencia en la familia. Ha publicado
ampliamente sobre éstos y otros tópicos en libros y revistas
profesionales sobre criminología y victimología. Actualmen­
te está envuelto en un amplio estudio sobre feminicidio en
Israel. Ha ocupado numerosos cargos como visitante en uni­
versidades e instituciones de investigación, tales como las
universidades de Pennsylvania, de Illinois en Chicago, de
California en Berkeley, la Home Office Research Unit en In­
glaterra y el Max Plank Institute for International Criminal
Law and Criminology en Friburgo, Alemania.

Shereen Winifred Mills empezó su carrera como abogada


de interés público y derechos humanos trabajando en su ma­
yoría con personas indigentes en Sudáfrica. Está involucrada
hoy en activismo de género, haciendo investigación en el Pro­
yecto de Investigación de Género de la Universidad del
Witwaterstrand en Johannesburgo. Su trabajo se enfoca en
los derechos de las mujeres, particularmente asegurándose
de que las mujeres tengan acceso sustantivo al derecho a la
equidad. En 1998 ganó la beca de investigación María Pia
Gratton de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaigne,
Estados Unidos.

Jenny Mouzos, B.A., obtuvo un diploma de posgrado en


criminología en la Universidad de Melbourne, Australia. Ha
trabajado en el Instituto Australiano de Criminología desde
julio de 1998. Actualmente es analista de investigación en el
instituto, donde dirige el Programa Nacional de Monitoreo
de Homicidios y el Programa de Monitoreo de Armas de Fue­
go. Ha publicado varios reportes sobre asuntos relacionados
con armas de fuego y diversos tipos de homicidio, incluyen­
do un estudio sobre feminicidio. Terminó hace poco un am­
plio estudio en el que examina los patrones y tendencias de
10 años de homicidios y encuentros homicidas en Australia.

Susanna Osam fue consultora para Women in Law and


Development en Africa (WiLDAF).

Susan Hattis Rolef nació en Haifa en 1943 de padres prove­


nientes de Chicago en 1932. Obtuvo un B.Sc. en relaciones
internacionales en la London School of Economics and
Political Sciences en 1965 y un doctorado en la University
Institute for Higher International Studies en Ginebra en 1970.
Enseñó hebreo en la Universidad Hebrea en Jerusalén de 1969
a 1975.
Además de su trabajo académico, la doctora Rolef trabajó
para Yigal Allon, y más tarde para el Partido Laborista de
Israel de 1977 a 1994. Ha trabajado para el Knesset (Parla­
mento israelí) como editora del sitio web del Knesset desde
1994. También ayudó en el establecimiento de un centro de
información e investigación en el Knesset. Es autora de mu­
chos libros y artículos, incluyendo The Political Dictionary o f
the State o f Israel, y escribió una columna semanal en el
Jerusalem Post de 1983 a 1998.

Rod Skilbeck obtuvo un B.A. (mención honorífica) por la


Universidad de Melbourne, seguido por un M.A. (mención
honorífica) por la Macquarie University. Desde 1991 se ha
especializado en la política del Medio Oriente, concentrado
en Argelia. Su tesis (Poles ofPermissiveness: Power, Pop and God
in A lgeria ) exam ina las raíces históricas del conflicto civil co n ­
tem poráneo en A rgelia y las esferas que rodean al conflicto,
incluyendo m úsica, aspectos étnicos, política sexual y u rba­
nización. Tam bién ha publicado un cap ítu lo sobre m úsica
argelina y sus efectos políticos en The A rab-African and Islamic
Worlds: Interdisciplinary Studies, de R. K evin Lacey y Ralph
M. C oury, com ps. (Peter Lang Publishing, octubre 2000). A c­
tualm ente dirige una com pañía proveedora de sim uladores
académ icos basad os en Internet junto con otras aplicaciones.

Karen D. Stout es profesora asociada en la Escuela de G ra­


duados de Trabajo Social en la U niversidad de H ouston, d on­
de actu alm ente trabaja com o presidenta de la actividad de
trabajo social y político. Perdió su prim era paciente de tera­
pia a causa del fem inicidio antes de que tuviera 23 años y
sigue eternam ente com prom etida en acabar con el fem inicidio
y todas las form as de violencia contra las m ujeres.

Charlotte Watts es conferenciante en epidem iología y p o líti­


cas de salud en la unidad de política sanitaria del d ep arta­
m ento de salud pú blica y política de la Lond on Sch ool of
H ygiene and Tropical M edicine en Londres, Inglaterra. Entre
1994 y 1997 fue transferida al Proyecto M usasa — un innova­
dor proyecto de prevención de violaciones en Z im babw e— y
a la U niversid ad de Z im babw e. M ientras estuvo en la u n i­
versidad , diseñó un estudio com parativo in tern acional sobre
el fem inicidio, así com o condujo la investigación sobre el p re­
dom inio de la violencia contras las m ujeres y las im plicaciones
sanitarias de este problem a.
W atts es consejera técnica del estudio internacional sobre la
salud de las m ujeres y la violencia dom éstica contra las m u je­
res de la O rg an ización M undial de la Salud. Sus in tereses de
investigación incluyen la carga de salud pú blica in tern acio­
nal de la violencia contra las m ujeres, los vínculos entre la
violencia contra las m ujeres y el VIH/SIDA, y el desarrollo y
evaluación de intervenciones com unitarias dirigidas a la vio­
lencia contra las m ujeres. A ctualm ente im parte un curso so­
bre C iencia, Política y Políticas Públicas.

E v e rjo ice W in es una fem inista zim babuense. H a trabajado


con varias ONG en Á frica, incluyendo la Pan A frican W om en
in Law and D evelop m ent in A frica (WiLDAF) y A kina M am a
wa A frika (AMWA). Su m ás reciente tarea fue com o consejera
de la C om m onw ealth Fund for Technical C oop eration en la
C om isión sobre Equidad de G énero en Sudáfrica.
índice analítico

Aborto, 85-86, 289, 361 Aguayo, Sergio, 33


Abuso sexual en la infancia, Albertyn, Cathi, 191,192
como feminicidio emocional, Alcohol
276 y feminicidio en Australia,
Acoso sexual, 58, 65,91 341
Acteal, 17 y feminicidio en el estudio de
Acuerdos de Paz, 17 Mujeres en Ley y
Afganistán, fundamentalismo Desarrollo en África
musulmán talibán y, 280 (WiLDAF) en África, 201-
Afri, Monique, 162 206
África, 153-239; véase también los y feminicidio de pareja íntima
nombres específicos de en Ontario Canadá, 317,
naciones africanas 320
y SIDA como feminicidio en Alegato de locura, y feminicidio,
. masa, 219-239 Alford, Peggy, 106
mutilación genital femenina Alianza de la Justicia para las
en, 225-228 Mujeres, 171
emigración judía a Israel Altolaguirre, Marta, 31
desde Etiopía, 252-257 Ali, Naima Kar, 156,159
violación en, 230, 231 América Latina, 12
Mujeres en Ley y Desarrollo crimen pasional, 15,17, 220
en África (WiLDAF), dominación de género, clase,
estudio 201-206 13
explotación, 16,17, 21, 22, 23, y Jack El Destripador, 146-
25 148, 347
machismo y misoginia en la pornografía, 137-138,
pornografía, 18, 23, 50,135- 146-148
137, 139, 141,143, 146, 148, Arma de fuego relacionada
151, 293, 360 en Argelia, 155-168
prostitución, 18, 23, 98, 269, feminicidio familiar como,
270, 277, 278, 293 102
supremacía de género, 16, 26 feminicidio de pareja íntima
tráfico de personas, 18, 23 como, 103,109-112
violencia, 13-15,15-29, 31, 34, en Sudáfrica, 173
36-44, 51, 57 En Estados Unidos, 101-117,
violencia armada, 17 130
violencia contra las niñas, 17 suicidio feminicida como,
violencia conyugal, 15,17, 23, 103, 112-114
25 Armanda, Asja, 67
violencia económica y Artz, Lisa, 196
patrimonial, 17 Asesino de Green River, 60
violencia de género, 12,13,15, Asesinato premeditado
16, 24, 28,29, 34, 39,40, 41 (mcinslaughter), 73, 76
violencia institucional, 12,22 Aslaoui, Leila, 162
violencia jurídico política, 18 Associated Press, 225,233
violencia política, 18 Australia, 329-343
violencia psicológica peritaje y mujeres víctimas de
violencia pública, 21, 25 abuso que asesinaron, 184
Amorós, Celia, 19 Programa Nacional de
Andersen, Joyce, 269 Monitoreo de Homicidios,
Andino, Marian, 114 329-343
Aphane, Doo, 209,217, 218 investigación sobre
Argelia, terrorismo feminicidio íntimo y
antifemenino en, 155-168 homicidio conyugal en,
Arieli, Ariel, 254 299, 308
Arma blanca, feminicidio con Ayche, Seffefe, 254
feminicidio de pareja íntima
como, 49, 84, 89,103,109, Bachmann, Ronet, 312
112, 362 Badis, Abdel Hamid Ben, 157
Baja California, 36 Bouali, Hassiba Ben, 160
Baker, Kathryn, 319 Boucher, Elizabeth, 183-185
Bangladesh, suicidio por dote Boudjar, Keltoum, 161
e n ,266 Boudoris, James, 299
Barasch, M., 252 Boupacha, Djamila, 160
Barrouhi, Abdelaziz, 158 Brady, M., 341
Barstow, Anne L., 347 Braun, Stephen, 61
Bazima, Amelia, 217 Breault, K. D., 337
Beattie, John, 350 Brewer, Victoria E., 110
Bedarida, Catherine, 164 Broder, John M., 62
Beit-Hallahmi, Benamin, 259 Brown, Cyril "Tony", 358
Bell, Whitney, 217 Brown, Mary E., 113
Bengana, Katia, 155, 156,158 Browne, Angela, 65, 306, 317
Bengana, Nassima, 155 Bunch, Charlotte, 292, 345
Benin, SIDA y violación de Bundy, Ted, 349, 350
jovencitas, 232 Burgat, Francois, 158
Ben Jadid, Chadli, 161 Burgess, Ann, 60
Bennoune, Karima, 162 Buve, Anne, 225
Berkowitz, David, 346, 350
Bess, Cheryl, 354 Cameron, Deborah, 65, 359
Bianchi, Kenneth, 347 Camerún, SIDA y violación de
Bird, Diana, 113 jovencitas, 232
Birgin, Haydee, 21 Campbell, Bea, 277
Bittaker, Lawrence, 354 Campbell, Jacquelyn C., 81, 84,
Blazquez, Norma, 13 106,110,112, 113,120, 300,
Blinder, Martin, 299 308, 314
Block, Carolyn Rebecca, 245 Campos de concentración, 349,
Block Richard, 225 352, 361
Boehringer, Ingelheim, 234, 235 Canadá
Bollen, S., 172 peritaje y mujeres víctimas de
Bosnia-Herzegovina, feminicidio abuso que asesinaron, 184-
en, 67, 68 185
Botswana, estudio de estadísticas, 111, 311
feminicidio y de Mujeres en feminicidio en masa en
Ley y Desarrollo en Africa Montreal (1989), 62, 63,
(WiLDAF) y, 201-218, 269 161, 347, 352
feminicidio de pareja íntima Comisión Especial para
en Ontario 1974-1994, 297, Conocer y Dar
328 Seguimiento a las
investigación sobre Investigaciones de los
feminicidio íntimo y Homicidios de Mujeres en
homicidio conyugal en, Ciudad Juárez, 30
301, 308 Chimbos, Peter, C., 120, 299
Women We Honour Action China
Committee, 298, 300 infanticidio femenino en, 86,
Canadian Centre for Justice 281-295
Statistcs, 297 mujeres y jóvenes
Caputi, Jane, 3, 60, 65, 77, 90, 91, "desaparecidas" en, 362
347, 348, 352, 360 Christakos, Antigone, 245
Carael, Michel, 225, 232 Chrystos, 53, 99
Carcach, Carlos, 331, 338 Cisneros, Isidro, 33
Caribe, naciones del, 219-222, Comité de Igualdad de
271 Oportunidades para Mujeres
"Carne", metáfora, en y Hombres; véase equidad,
pornografía, 140 107
Castañeda, Patricia, 13 Comisión Nacional de Derechos
Cauvin, Henri, 294 Humanos (CNDH), 30
Cazés, Daniel, 13 Comisión Nacional sobre las
Censo de Canadá, 308 Causas y Prevención de la
Centerwall, B. S., 83 Violencia (E.U.A.; 1969), 107
City Council of Pretoria vs., Clear, Monica, 217
Walker 1998 (Sudáfrica), 192 Clinton, Bill, 61, 70,136 n. 1
Chalouh, Marie, 347 Clitoridectomía, 226
Chang, Dae, 285 Coker, Donna K., 180-183
Chang, Maria Hsia, 283, 287, Columbine, masacre de la
288, 290 secundaria (1999), 61, 136
Check James, 137 Condones, SIDA/VIH y, 220, 222,
Cheri, revista, 139,140 223, 224
Chiapas, 17,36 Conferencia Internacional sobre
Chihuahua Violencia, Abuso y
Instituto Chihuahuense de las Ciudadanía de las Mujeres
Mujeres (ICHIMU), 31 (1996), 106, 265
Contreras, Sylvia, 113 Dobash, Russell, 120, 301
Coomaraswamy, Dato’ Param, 30 Domrane, Malika, 164
Cornell, Claire P., 122 Do Pará, Belém, 24, 38
Corte Penal Internacional, 34 Dorkenoo, Efua, 225, 226, 227
Cóté, Andrée, 63 Douglas, John, 60, 350, 351
Crawford, Maria, 83, 297, 328, Drapkin, Israel, 255
379 Drici, Yasmina, 162
Crenshaw, Kimberle, 175 Driff, Zohra, 160
Crímenes de odio, 12, 58, 79, Dube, Skha', 217
101, 102, 364 Dugan, L., 338
Croll, Elisabeth J., 283 Dutton, Mary Ann, 188,189
Curtis, Lynn A., 107 Dworkin, Andrea, 91

Daly, Martin, 111, 300, 301, 308, Easteal, Patricia Weiser, 301
310, 317 Ebadi, Shirin, 34
Daly, Mary, 90, 91 Edad
Darwish, Qusai Saleh, 163 como factor asociado con el
Dawson, Myrna, 83, 84, 87, 297- feminicidio, 335
328 de víctimas de mutilación
Dayan, Yael, 244 genital femenina en África,
Defensa propia y mujeres 230
víctimas de abuso que de víctimas de feminicidio en
asesinaron, 189-190 el estudio de Mujeres en
DeKeseredy, Walter, 78-80, 83, Ley y Desarrollo en África
88, 89,111,112 (WiLDAF) en África, 206-
Dennie, Jan, 46,116 209
Depresión, 269, 272 de víctimas de feminicidio
Derecho a la vida, 38, 39, 216, con arma de fuego en
292 Estados Unidos, 108
DeSalvo, Albert, 350 de víctimas de feminicidio de
"Desaparecidas", mujeres y pareja íntima, 126-127, 130-
niñas, en China, 362 131,170, 306
Diahnine, Nabila, 162 de víctimas de violación en
Distrito Federal, 36, 38 África, 231
Djaout, Tahar, 167 Ejecuciones Sumarias
Dobash, R. Emerson, 120, 301 Arbitrarias de la ONU, 30
Elfrati, Tali, 261 feminicidio por arma de
Ellis, Desmond, 78-88, 89,111 fuego y, 101-117f 129
Equidad feminicidio de pareja íntima
y el Comité de Igualdad de y, 103,109-112,119-133,
Género (Sudáfrica), 193 310
falta de, para mujeres en Jonesboro, Arkansas, masacre
Sudáfrica, 190-193 de (1998), 62
Eritrea, mutilación genital prostitución en, 269-270
femenina en, 227 investigación sobre
Ertük, Yakin, 37 feminicidio íntimo y
Escocia, feminicidio en, 274-275, homicidio conyugal, 149,
277-278 308
Estado de México Oficina de Censos de E.U. A.,
Instituto Mexiquense de la 109
Mujer, 36 Estrangulador de Boston, el, 350
Estados Unidos, 97-152 Etiopía
U.S. Department of State, 284, emigración a Israel desde,
293 252, 253, 257
mujeres víctimas de abuso mutilación genital femenina
que asesinaron a sus en, 227
parejas en, 245 Ewing, Charles Patrick, 103,104,
víctimas afroamericanas de 110-112
feminicidio en, 81-82,109, Experimentación en cuerpos
127, 310 de mujeres, 86
masacre de la Columbine peritaje y mujeres víctimas de
High School (1999), 61, abuso que asesinaron, 184-
135-136 189, 192-193
peritaje y mujeres víctimas de
abuso que asesinaron, 184- Fadela, Chaba, 83
185 Farley, R., 94
feminicidio familiar en, 88, 89 FBI
pornografía feminicida y, 135- estudio de asesinos sexuales
152 (1988), 60, 351-358
suicidio feminicida en, 106, Uniform Crime Report, 103,
115-116 115,124 n. 1,125,128
Federal News Service, 61, 136 como terrorismo, 155-167, 346
Femicidio, 12, 20 tendencias en el, 331
Feminicidio tipos de, 83-89, 204-205
en África, 153-239 tipologías de, 82, 87, 88
en Australia, 329-349 en Estados Unidos, 97-152
en Bosnia Herzegovina, 20, valor de nombrar, 67
67, 68 armas usadas en el, 206, 274,
definición de, 49, 50, 73-81 334; véase también
dote, 77, 81, 82, 266-267, 281 Feminicidio con arma de
cicatrices emocionales como fuego; Feminicidio con
forma de, 266-267, 271-272, arma blanca
280 Feminicidio de brujas
origen étnico y, 81-83,108, definición, 205
123, 310, 335-337 extensión de, 347-348
formas extremas de, 355-361 en el estudio de Mujeres en
factores asociados con, 334-340 Ley y Desarrollo en África
reacciones feministas al, 63-67 (WiLDAF), 205, 207, 206,
como "solución" final para 273
las mujeres, 345-366 Feminicidio con arma de fuego
genocidio versus, 68, 89-92 en Argelia, 155-167
infanticida; véase Infanticidio en Estados Unidos, 101-117,
femenino; Feminicidio 129
de pareja íntima feminicidio familiar como,
motivos para el, 104 n. 1, 333 106
contexto de las relaciones del, suicidio feminicida como,
332-333, 338 107,112-114
véase también mujeres feminicidio de pareja íntima
víctimas de abuso que como, 103,110-112,129,
asesinaron a sus parejas; 316
Feminicidio familiar; en Sudáfrica, 172
Feminicidio de pareja Feminicidio de pareja íntima;
íntima véase también Mujeres víctima
enfoque de, 361-362 de abuso que asesinaron a
contexto espacial del, 333 sus parejas; Mujeres
suicidio como; véase Suicidio golpeadas; Feminicidio
feminicida familiar
edad de las víctimas y los tendencias en, 304, 306
atacantes, 127, 130-131, en tipología del feminicidio, 88
173, 206-207, 209, 303 en Estados Unidos, 103,109-
estudio de caso de, 176-183 112, 119-133, 310-312
comparado con otros tipos de estudio de Mujeres en Ley y
violencia, 299-302 Desarrollo en África
definición de, 78-81, 83-84 (WiLDAF), 204, 208, 213
origen étnico de víctimas y Feminicidio familiar; véase
atacantes, 108-110, 127, también Feminicidio de pareja
250-254, 310-312 íntima
presiones externas y, 247-254 Feminicidio encubierto, 85-87
naturaleza específica de definición de, 87
género del, 319-322 con arma de fuego en Estados
con arma de fuego, 102-103, Unidos, 103
110-112, 129,315-316 en tipología del feminicidio,
incidencia de, 120-122,125- 88
126, 172-173, 229, 246-250, en estudio de feminicidio de
303-304 Mujeres en Ley y
en Israel, 243-263 Desarrollo en África
con arma blanca, 129, 274, (WiLDAF), 204, 206-209
316, 334 Feminicido por desconocido, en
en Ontario, Canadá, 1974- tipología del feminicidio, 88
1994, 297-375 Feminicidio por dote, 77, 81,
y poder en las relaciones 266-267, 281
amorosas, 112,121, 254- Feminicidio social, infanticidio
258, 299-302, 308-310, 319- femenino como, 85-87, 286-
322 290, 291
relación de la víctima con el Feminicidio Sexual;
atacante, 110-112,126,130- véase también Pornografía
131,172, 208, 308-310 feminicida
situaciones y circunstancias estudio del FBI sobre, 60, 351-
de, 128-129, 172, 210, 254- 361
258, 308, 310, 315-317 feminicidio de pareja íntima
en Sudáfrica, 169-175, 176- como, 315
182, 183-184, 190-195 en Sudán, 274
en el estudio de Mujeres en Gilat, Itzhak, 254
Ley y Desarrollo en África Gillespie, Cynthia K., 65
(WiLDAF), 204 Gillott, Roger, 354
Fewel, Jean Kar-Har, 144 Goetting, Ann, 103
Fishkoff, Sue, 249 Goldblatt, Beth, 191-195
Flynt, Larry, 140-142, 150, 236 Goode, Erica, 360
Forde, David R., 311 Goode, William, 299
Fox, James, 110,111 Gordon, Tammy, 46
Fox, Vicente, 28 Gozlan, Martine, 155
Frank, Sharlene, 312 Gray, D., 342
Frazer, Elizabeth, 65, 359 Greenberg, S. H., 248
Friedan, Betty, 65, 359 Greenfeld, Lawrence, 110,111
Fundamentalismo islámico Guanajuato, 38
talibán, 280 Guccione, Bob, 144
Guerrero, 36
Galloway, Sheila, 201, 207, 208, Guerra del Golfo Pérsico,
210, 213, 217 impacto sobre el feminicidio
Garden ofPain, A (revista), 144- de pareja íntima en Israel,
148 247-259
Gartner, Rosemary, 83, 84, 87, Guloien, Ted, 137
297-328, 337 Gupta, Geeta Roa, 235
Gelles, Richard, 122 Ginocidio, 89-92, 347
Género
como base del feminicidio, Fíaddam, Anwar, 159
57-58 Flarris, Angela P., 175
definición de, 281 Harris, Eric, 61,136
en asesinatos de pareja Flart, Barbara, 113
íntima, 319-322 Fieidnik, Gary, 358
de asesinos de feminicidio Heise, Lori, 281
con arma de fuego, 107 Hillside, El estrangulador de,
obscurecer la relevancia del, 347
60-63 Hinduismo, feminicidio de dote
preferencia de hijos varones y, 77, 81, 226
en China y, 86, 281-295 Hitler, Adolfo, 61,136
Genocidio, 68, 89, 90-92 Hom, Sharon K., 86, 94,
Ghuneim, Mona, 164 281-295
Homicidio suicidio de dote y, 266
feminicidio versus, 73-75, 78- feminicidio de pareja íntima
80, 319-320, 329-343 por infidelidad y, 251
armas y, 103 fundamentalismo talibán en
infanticidio como, 283-284; Afganistán, 280
véase también Infanticidio Israel, 243-264
femenino albergue de mujeres
Horowitz, R., 253 golpeadas en, 271
Hosken, Fran, 226 feminicidio de pareja íntima
Hoteling, Norma, 269 en, 243-264
Human Rights Watch, 172-173
Hustler, revista, 140-142,148-150 Jack El Destripador, 146, 147,
Histerectomía, 86 148, 347
Jahangir Asma, 30
Inmigración, impacto sobre el James, Marianne, 331, 338
feminicidio de pareja íntima, Jalisco, 38
250-252 Jensen, Robert, 358
Incesto, 349 Jeter, Jon, 233
Infanticidio femenino, 81 Johnson, Holly, 308, 309, 312-313
en China, 86, 281-295 Jones, Ann, 65,113
definición de, 282 Jonesboro, Arkansas, masacre de
como feminicidio social, 286- (1998), 62
290, 291 Joubert, W. A., 172
India Jouve, Nociel Ward, 345
feminicidio en, 77, 80, 86 Jussidman, Clara, 33
preferencia de hijo varón en, 86
Infibulación, 225-230 Kahina, 160
Inglaterra Kahn, Irene, 31
feminicidio en, 275, 277, 278 Kahn, Joseph, 233
mujeres golpeadas en, 268- Kazunga, Mary, 201, 204-205,
269, 272-273 206, 214, 217
Irlanda, feminicidio en, 277 Kelkar, Govind, 300
Ishigaki, Akira, 143 Keller, Wendy, 181
Islam Kellerman, Arthur, 110
y terrorismo antifemenino Kemper, Edmund, 350, 353, 359,
argelino, 155-168 360
Kennedy, Leslie W., 311 Lindsey, Robert, 347
Kenia Littleton, Christine A., 170
SIDA y violación de Livnat, Limot, 244
jovencitas, 232 Long, David A., 312
mutilación genital femenina López Urbina, María, 29, 35
en, 227 Lorde, Audre, 57
King, Carol, 358 Louw, A., 172
King, Jack, 354
Kingston, Maxine Hong, 282, MacDonald, Arthur, 120
286 Macedo de la Concha, Rafael, 35
Klebold, Dylan, 61,136 MacKinnon, Catharine A., 68, 69
Knocish, Camila, 271 MacLeod, Linda, 83
Kompass, Anders, 33 Macmillan, Ross, 312
Kposowa, Augustine, 337 MacNish, William, 75, 77
Kressel, Gideon, 251 Magnuson, Ed, 101,102,113,
Kristof, Nicolás, D., 284 114, 115
Kuper, Leo, 90 Mahoney, Martha, 183,189, 300
Makhloufi, Said, 162
Lagarde y de los Ríos, Marcela, Malette, Louise, 347
15-42 Mali, mutilación genital
Lake, Leonard, 350 femenina en, 227
Lalla, Zaynab, 160 Mandela, Nelson, 231
Lamontagne, Yves, 63 Marcus, Isabel, 300, 323
Landau, Simha F., 243-264, 247, Martín Huerta, Ramón, 35
248-250, 254-255, 259 Mayne, Anne, 231
Lardner, George, 110 Mbeki, Govan, 233-235
Law Lexicón (Wharton), 76 McCarthy, Bill, 337
Lazreg, Marnia, 164 McClain, Paula D., 120,122
Ledford, Shirley, 354 McColgan, Aileen, 190
Lepine, Marc, 63,161, 347, 367 McEvoy, Peggy, 219, 220
Lerner, Gerda, 282 McFarlane, Judith, 81, 93
Lerner, Y., 252 Medios de comunicación; véase
Levinson, David, 121 Pornografía feminicida
Leyton, Elliot, 60, 349, 350, 353, Meloudjemi, Razika, 156,159
358-360 Mercantilización de las mujeres,
Lieb, Gretchen, 116 293 y 293 n. 1
Mercy, James A., 110 Mirsky, J., 252
Merrill, Louise, 346 Mkhonta, Faith, 201, 209, 217
Messerschmidt, James W., 313 Moeketsi, Caroline, 201, 217
Messner, Steven, 337, 338 Moghadam, Valen tiñe, 161
México, 11-14, 15-42 Montreal, feminicidio en masa
Centro de Estudios de la (1989), 62, 161, 347, 352
Marginalidad y la Pobreza, Morales Chávez, Rolando, 20
36 Morelos, 36
Centro Nacional de Equidad, Universidad Autónoma del
35 Estado de Morelos, 36
Género y Salud Reproductiva, Morfín Otero, Guadalupe, 29, 34
de la Secretaría de Salud, 35 Mouzos, Jenny, 329-343
Coahuila, 38 Moya, Sanu, 217
Congreso de la Unión, 25 Mujeres Aborígenes/Isleñas del
construcción de los derechos, Estrecho de Torres como
13-14, 16 víctimas de feminicidio, 335-
crimen de Estado, 12, 20 337, 338, 341
culminación de la violencia Mujeres afroamericanas
de género, 12 Feminicidio como causa
derechos humanos de las principal de muerte, 81-82
mujeres, 13-14,16, 21, 28, y feminicidio con arma de
37, 38, 39 fuego, 109
femicidio, 12, 20 y feminicidio de pareja
feminicidio, 12,13,15 íntima, 127, 310-311
feminización de la pobreza, escasa investigación sobre,
18, 25, 41 102
Institutos de las Mujeres Mujeres asiático-americanas,
Estatales, 36 109, 127
impunidad, 12,17,18-19, 20, Mujeres en Ley y Desarrollo erí
21, 22, 27, 30, 33, 41 África (WiLDAF), 201-218
salud sexual, 34 Mujeres europeo-americanas,
Mhakeni, Sipewe, 223-224 83,109,127-128
Mhlolo, Prisca, 224 Mujeres golpeadas, 64; véase
Miller, Fenwick, 345 también Mujeres víctimas de
Millett, Kate, 85 abuso que mataron a sus
Mills, Shereen Winifred, 169-198 parejas
en Inglaterra Estimaciones de feminicidio,
en Israel 85
albergues y otros apoyos Definición de genocidio y, 89-
para, 269-270, 278-279 90
Mujeres de origen hispano, 83, Conferencia Mundial sobre
109, 127-128 Mujeres de las Naciones
Mujeres nativas americanas, Unidas (1995), 201
109, 127-128 y el estudio de Mujeres en
Mujeres víctimas de abuso que Ley y Desarrollo en África
asesinaron a sus parejas; (WiLDAF), 201-203
véase también Mujeres Conferencia Mundial para
golpeadas; Feminicidio de revisar y organizar la
pareja íntima, Década de las Mujeres de
disponibilidad de servicios las Naciones Unidas
sociales y, 304-306 (1985), 292
en Canadá, 304-306 Nagin, D., 338
en Sudáfrica, 169-171,174- Nathoo, H., 185
176, 180-195 National Coalitionfor Gay and
en Estados Unidos, 245 Lesbian Equality and Other vs.
Mulvihill, Donald J., 107 Minister ofjustice and Others
Mumbengegwi, Salina, 217 1999 (Sudáfrica), 192
Mutilación genital femenina, 86, Nenadic, Natalie, 67, 68
281, 354-355 New York Times, 159
y SIDA, 223-224, 225-229 Ngwane, Collette, 175
definición de, 226 Nivel de empleo
"sexo seco" en Africa y, 223-224 y feminicidio en Australia, 336
y suicidio feminicida, 211 y feminicidio de pareja íntima
fístulas en, 268, 270 en Israel, 253
en pornografía, 137-138,145, y feminicidio de pareja íntima
146,147 en Ontario, Canadá, 308
en feminicidios rituales, 205 Ncube, Nomsa, 217
Nigeria, mutilación genital
Naciones Unidas femenina en, 227
Programa ONUSIDA, 221, 225, Njovana, Eunice, 217
232 Noormohamed, Emilia, 217
Norris, Roy, 354 Pfeffermann, Danny, 259
Nuremberg, Tribunal de los Piliay, Anu, 201, 217
Crímenes de Guerra, 68 Piot, Peter, 225
Polk, Kenneth, 301, 310
Oaxaca, 36 Popper, M., 253
O'Brien, Robert M., 124 Pornografía feminicida, 135-152,
Oficina de Estadísticas de 360
Justicia (Estados Unidos), 103 ejemplos de, 137-150
Okun, Lewis, 121 y normalización de la
Olamendi, Patricia, 31, 35 violencia mortal contra las
Olckers, Ilze, 172 mujeres, 135-137
Ontario, feminicidio de pareja Portugal, aborto en, 85, 361
íntima, 1974-1994, 297-328 Poder
Organización Mundial de la y SIDA/VIH, 121-225, 233-235
Salud (OMS), 226 y terrorismo antifemenino
Origen étnico, argelino, 155-168
Feminicidio y, 81-82, 335-337 y feminicidio en el estudio de
de víctimas de feminicidio Mujeres en Ley y
por arma de fuego en Desarrollo en África
Estados Unidos, 108-110 (WiLDAF), 208, 209
feminicidio de pareja íntima y feminicidio de pareja
y, 108-110,127, 250-254, íntima, 111,121, 254-258,
310-312 299-302, 309-310, 320, 321,
Orlock, Carol, 75 322, 323, 324
Osam, Susanna, 201-218 Programa Nacional de
Otros perpetradores conocidos Monitoreo de Homicidios
de feminicidio, en tipología (Australia), 329-343
del feminicidio, 87, 89 Prostitución, 222, 269-270, 277-278
Oxford English Dictionary, 74, 76, Proyectos de colchas, 199, 202,
77 270

Pampel, Fred, 319 Quintana Roo, 36


Parker, Barbara, 81
Penthouse, revista, 143-144 Radford, Jill, 11, 20, 21, 66, 73,
Peplau, Letitia Anne, 121 77, 80
Perlman, David, 220, 221, 234 R vs. Lavalles (Canadá), 185,193
Raza; véase Origen étnico Ruedy, John, 160
Raeder, Myrna S., 182 Runyan, Carol W., 78-79, 80, 84
Ramontoedi, Ratspana Sandy, Russell, Diana E. H., 11,12,13,
176-183 19, 21, 57-71, 73-96, 101-117,
Rasche, Christine E., 245, 255 135-152, 219-239, 265-280,
Raveh, Adi, 259 345-366
Red de la No Violencia contra la Russell, Sabin, 221, 233, 234, 235,
Mujer, 21 238
Reino Unido
mujeres golpeadas en "Sangrietografía", 360
Inglaterra, 268, 272-273 Sarre, Miguel, 33
peritaje y mujeres víctimas de Sonora, 36, 38
abuso que asesinaron, 184 Saavedra, Elisia Cruz, 113
feminicidio en Inglaterra, 275- Sacco, Vincent, 309
276, 277 Sadan, Sasha, 243
feminicidio en Escocia, 274- Saggers, S., 342
175, 277 Saint Jean, Armande, 63
investigación sobre San Francisco Chronicle, 354
feminicidio íntimo y Schaefer, Gerard John, 350
homicidio conyugal en, Schneider, Elizabeth, 185,189,
301, 308 190, 324
Relly, Jeannie, 219, 220 Schoofs, Mark, 219, 221 n. 1, 223,
Renmin Ribao, 284, 293 n. 2 224
Resnick, Ruth, 271 Schwaim, Marie, 116
Ressler, Robert, 60, 350-360 Scottish Media Newspapers
Reuters, 159, 221, 225, 230, 384 Limited, 61
Rider, William, 236 Sejoe-Galetshoge, Doreen M.,
Rituales, feminicidios, 205 201, 214, 217
Roccatti, Mireille, 30 Sen, Amartya, 362
Rodgers, Karen, 309 Shaw, Angus, 221, 225, 232
Rolef, Susan Hattis, 243-264, 247 Sheehy, Elizabeth, 188
Rosaldo, Michelle Zimbalist, 292 Sherman, Rorie, 236
Rosenfeld, R., 338 Sistema legal
Roosevelt, Leonora, 38 Peritaje y, 184-189,193
Rude, Darlene, 201, 204-205, y feminicidio en Sudáfrica,
206, 208, 217 176-194
y feminicidio en estudio de parejas en, 169-174,176-
Mujeres en Ley y 183, 190-195
Desarrollo en Africa SIDA en, 230-232, 233
(WiLDAF), 212-213 feminicidio de pareja íntima
Shlomo, Arad, 255 en, 169-175, 176-183, 190-
SIDA/VIH, 219-239 195
uso del condón y, 220, 222, violación en, 230-232
223, 224, 235 violencia contra las mujeres
mutilación genital femenina en, 171-193
y, 221-223, 225-229 estudio sobre el feminicidio
distribución global del, 220 de Mujeres en Ley y
y sexismo y dominación Desarrollo en África
masculina, 219-223, 225-229 (WiLDAF), 201-218
prostitución y, 222 Unión Soviética, emigración a
violación y, 230-232 Israel desde la ex, 152-153,
estrategias para prevenir la 257
propagación del, 232-237 Stubbs, Julie, 175,185,188
Sigauke, Nanisa, 217 Sudán
Silverman, Robert Av 311 mutilación genital femenina
Singh, Gopal, 337 e n ,227
Skilbeck, Rod, 155,168 suicidio feminicida en, 273
Slyomovics, Susan, 155 Suicidio
Smíth, Dwayne M., 110 Feminicida; véase Suicidio
Smith, Jonathan, 335 feminicida
Snuff (películas), 138-139 Feminicidio camuflado como,
Snuff lib, 139 269, 273
Soeken, Karen, 81 Suicidio feminicida
Somalia, mutilación genital definición de, 106
femenina, en 227 negación de divorcio y, 289-
Sonora, 36, 38 290
St. John, Kelly, 219, 230-231 sexo femenino de infante y, 287
Stout, Karen Dv 83,103,109,112 con arma de fuego, 105,112-
n. 2,119-133 114
Sudáfrica prevalescencia de, 275, 280
mujeres víctimas de abuso en Sudáfrica, 171-172
que asesinaron a sus en Sudán, 174
en estudio de feminicidio de Uniform Crime Report, 103,115,
Mujeres en Ley y 124 n. 1,125
Desarrollo en Africa Uso de drogas, y feminicidio de
(WiLDAF), 204, 211 pareja íntima en Ontario,
S vs. Boucher (Sudáfrica), 183-190 Canadá, 317
S vs. Chapusci (Zimbabwe), 214
S vs. Makwanyane & another Van de Ven, Nicole, 76, 85, 86,
(Sudáfrica), 174 347, 361, 362
S vs. Ramontoedi (Sudáfrica), 176- Vázquez Mota, Josefina, 35
184 Veracruz, 36
Sutcliffe, Peter, 350 Vermot-Mangold, Ruth-Gaby, 37
Swazilandia, estudio sobre el Vetten, Lisa, 172, 73-75,195, 201,
feminicidio de Mujeres en 209, 217
Ley y Desarrollo en Africa Village Voice, 223, 224
(WiLDAF) y, 201-218 Violación, víctimas de, 63-64;
véase también Feminicidio
Tapia, Roberto, 35 sexual
Tardiff, Kenneth, 337, 338 en África, 230-232
Tensión, y feminicidio de pareja SIDA y, 230-232
íntima, 247-148, 250-254 en el terrorismo antifemenino
Tieding, Ma, 290 argelino, 156
Time revista, datos sobre centros de crisis por violación
víctimas de disparo de arma y otro apoyos para, 278
de fuego en 1989,101-117 Violencia doméstica; véase
Tolmie, Julia, 188 mujeres víctimas de abuso
Toubia, Nahid, 226 que asesinaron a sus parejas;
Tribunal Internacional de Mujeres golpeadas;
Crímenes contra las Mujeres Feminicidio de pareja íntima
(1976), 76, 85 Von Hentig, Hans, 120
Trocki, Karen, 104,116
Tumin, Melvin M., 107 Wakin, Daniel ]., 230
Walker, Lenore E., 65
UNAM Wallace, Alison, 301, 308
Centro de Investigaciones Watts, Charlotte, 201-218
Interdisciplinarias en Weisskopf, Michael, 283-287
Ciencias y Humanidades, 13 Wharton, John, 76
Wilbanks, William, 120,122 Zambia
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Williamson, Laila, 283 jovencitas, 231-232
Wilson, Margo, 110, 111, 301, Estudio sobre el feminicidio
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Wilson, Trish, 62 Desarrollo en Africa
Win, Everjoice, 199, 201-218 (WiLDAF) y, 201-218
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Wolhuter, Lorraine, 176,192 feminicidio de Mujeres en
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