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EL GRAN CÁTULO

1.
Cuando ya de muchacho descubrí a Elías Castelnuovo, Roberto Mariani y Nicolás Oliva-
rí, los literatos iniciáticos del Grupo Boedo, no comprendía por qué me era familiar ese
tipo de literatura y por qué de alguna manera sentía afinidad con sus escritos, fue en-
tonces, que pude unir a ellos, una vieja historia que vino a mi memoria. Paso a contar -
les.
A veces, los sábados a la tarde, después de la siesta, el abuelo Américo me llevaba a
visitar a su hermano Jacinto, o sea, mi tío abuelo. De los hermanos del abuelo, Jacinto
era el más cariñoso conmigo, me mimaba mucho, y siempre, cada vez que íbamos, me
regalaba libros, claro, era obrero gráfico. Hasta acá, nada particular, pero resulta que
Jacinto vivía en Maza al 800 en Capital, y claro, cuando se juntaban, el solía recordar
anécdotas relacionadas con su quehacer de gráfico y el abuelo de las suyas en el frigo-
rífico. Ese tío abuelo, recordaba que su maestro en el oficio había sido un tal Boy, un
tipógrafo, que vivía en Boedo al 800, es decir, a la vuelta de su casa.
Es entonces que vengo a descubrir que el tal Boy, era nada más ni nada menos que el
tipógrafo de la imprenta de Don Manuel Lorenzo Raño, emplazada en el cuarto del
fondo del inquilinato de Francisco Munner, titular de la librería homónima de Boedo
833, hacedor de los primeros libros de los literatos creadores del Grupo Boedo.

2.
Si tu viejo fue el fundador de una universidad popular en la que enseñaba ingles ape -
nas farfullándolo, además animó la Peña Pacha Camac, integró el Grupo Boedo, a tu
casa iban a cenar Rubén Darío, el mismísimo José Bettinoti y encima era amigo, entre
otros de Evaristo Carriego, no había manera de que no salieras como saliste, querido
Catulo Castillo.
No se llamó Descanso Dominical González Castillo porque, el empleado del registro no
le permitió a don José Gonzáles Castillo anotar así a su hijo nacido el 6 de agosto de
1906, domiciliado en Castro 947. Don José, era un anarquista rosarino y de ahí la expli-
cación del nombre con el que quería registrar a su hijo, pero además era dramaturgo y
fundador de periódicos. Esa condición de anarquista obligó a la familia a exiliarse en
Valparaíso, Chile. De regreso en la Argentina, Catulo pasó por varios domicilios: San
Juan 3957, Quintino Bocayuva 957, Boedo 1060, Loria 1449. A todas luces el barrio de
Boedo fue su sino.
Catulo, casi participa de la Olimpiadas de Paris de 1924 como boxeador. Participación
que le fue arrebatada cuando siendo campeón liviano amateur de peso gallo, perdió el
invicto frente a Luis Rayo, quien más tarde pelearía con el mismísimo Justo Suarez, “el
torito de las pampas” en River Plate, esa derrota lo alejó del boxeo, pero no llevó a
Paris a Rayo, porque quien finalmente participó fue Pedrito Quartucci.
Alejado del box se vuelca a componer música. Gana un tercer premio en un concurso
con Organito de la Tarde. Con el dinero cobrado emprende un viaje a Europa con su
padre. Arma su propia orquesta con los hermanos Malerba, Miguel Caló, Alberto Flores
y la voz de Roberto Maida y gira por distintos países.
De regreso en el país comparte amistad con los jóvenes Manzi, Maffia y Piana. Todos
vecinos de Boedo. Catulo, supo contar en sus memorias lo siguiente: Mira Catulo, yo
tengo una letrita ¿Sabés?, se llama “el ciego del violín”, ¿No te gustaría ponerle músi-
ca? Le dije que sí. Le dedicamos el tango al viejo Carriego y se titula “viejo ciego”. El de
la ‘letrita’ era Homero Manzi, fue en 1926. Cátulo tenía 20 y Homero 19. La pucha,
¡que pedazo de creadores!

3.
Catulo Castillo fue profesor de música en el Conservatorio Nacional Manuel de Falla.
Fue sin lugar a dudas junto a Manzi, Expósito, Cadícamo, Discepolo y Corsini el mejor
sexteto de letristas de nuestro tango. Su sensibilidad nos dejó temas como Caminito
del taller, Tinta Roja, María, Caserón de tejas, Café de los angelitos, Arrabalera y El
último café. Algunos sostienen que el tema La última curda con música de Troilo, es su
tango inmortal.
https://www.youtube.com/watch?v=Q5MR6CgLTyU
Sus letras fueron musicalizadas por los maestros Aníbal Troilo, Atilio Stamponi, Carlos
Vivan y Armando Pontier. Con el arribo del peronismo al poder en la década del cua-
renta, es nombrado presidente de Sadaic y del Consejo Panamericano de Sociedades
Autorales, derrocado en 1955, recuperó su cargo en Sadaic con el gobierno de Arturo
Frondizi. Reivindicaba del peronismo la redistribución de la renta, el aguinaldo y las
vacaciones pagas. Ejerció el periodismo en La Última Hora, El Nacional, Antena y Ra-
diolandia, entre otros.
En 1948, Hugo del Carril canta con la Orquesta del Colón, la marcha de Catulo y Oscar
Ivanissevich, “Canto al Trabajo”. Escribió “Serenata a la muerte de Eva”, en la que dice:
No se olviden que duerme, se han callado los astros, la vida se detiene.
Para 1970, encerrado en su casa de Ezeiza, escribe “Amalio Reyes, un hombre”, metá-
fora de la realidad argentina: torturas y fusilamientos. Fue llevada al cine por Hugo del
Carril. Catulo Castillo se fue joven, con apenas 69 años, el 13 de octubre de 1975, para
algunos “murió de tristeza”.

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