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Lectio Divina.

Marzo 2020

Diócesis de San Juan de los Lagos

Dom. Lun. Mar. Mié. Jue. Vie. Sáb.

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Lectio Divina. Domingo 1 de marzo de 2020.
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La tentación como medio de salvación.

Oración inicial:

Señor, haz que mi entendimiento solo medite lo que tú nos has predicado, para así fortalecer mi espíritu, que me lleve por
sendas de luz y no me haga perder en las oscuridades superfluas del dinero, tú que vives y reinas con el Padre en la unidad
del Espíritu Santo. Amén

Lectura. Mateo capítulo 4, versículos 1 al 11:

Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin
comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas
piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre, sino también de toda
palabra que sale de la boca de Dios”.

Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios,
échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no
tropiece tu pie en piedra alguna” Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.

Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo:
“Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al
Señor, tu Dios, y a él solo servirás”.

Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Mateo quiere darles a conocer a los judíos que formen parte de una nueva comunidad, donde deben poner en práctica la
voluntad del Padre, siguiendo las enseñanzas de Jesús.

Lo que quiere el diablo es que Jesús reniegue de su condición de Hijo de Dios, enviado por el padre.

Jesús con esta perícopa hace ver que él sí puede superar las pruebas y dificultades que un día tuvo el pueblo de Israel, ya
que ellos no las pudieron superar.

Meditación:

“Dos amores quisieron construir dos ciudades –escribe san Agustín en su famosa obra teológica ‘De Civitate Dei’-: el
amor de Dios hasta el desprecio del mundo y de sí mismo, y el amor del mundo y de sí mismo hasta llegar al desprecio de
Dios”. Esta es la historia de cada ser humano, de cada uno de nosotros: o escogemos a Dios y renunciamos a todo lo
demás –al pecado, al egoísmo, a los vicios del mundo-, o nos preferimos, a nosotros mismos hasta negar y rechazar a
Dios. Como aquellos hombres que quisieron construir la torre de Babel para escalar al cielo y destronar a Dios.

Esto es lo que nos enseña el Evangelio de hoy, con el que iniciamos este período litúrgico de la Cuaresma: las tentaciones
de Jesús en el desierto.
En los ejercicios espirituales se presenta esta meditación como “las dos banderas”: la bandera de Cristo está representada
en las bienaventuranzas y en el Sermón de la montaña, que acabamos de meditar hace apenas dos domingos; y la bandera
de Satanás, cuyo programa de vida se resume en las tentaciones.
Jesucristo nuestro Señor, a pesar de ser Dios, no quiso verse libre de las tentaciones porque quiso experimentar en su ser
todas las debilidades de nuestra naturaleza humana y poder, así, redimirnos: “Se hizo semejante a nosotros en todo,
excepto en el pecado –nos dice la carta a los hebreos (Hb 4, 15)— para poder expiar los pecados del mundo”. Pero no
solo. Además, padeciendo la tentación, quiso darnos ejemplo de cómo afrontarlas y vencerlas. Nos consiguió la gracia que
necesitábamos y nos marcó las huellas que nosotros debemos seguir para derrotar a Satanás, como Él, cuando se presente
en nuestra vida.

San Agustín, en efecto, nos dice: “El Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto y en Él eras tú también
tentado. Cristo tenía de ti la condición humana para sí, y de sí la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí y de sí la
vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí, y de sí honores para ti. Y también tenía de ti la tentación para sí, y de sí la victoria
para ti. Si en Él fuimos tentados, en Él venceremos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que
Cristo venció la tentación? Reconócete, pues, a ti mismo tentado en Él, y reconócete también a ti mismo victorioso en Él.
Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras
aprendido de Él a vencerla”.

¿Y cuál ese ejemplo que Cristo nos dejó para que nosotros aprendamos de Él? El Evangelio de hoy es sumamente
elocuente y pedagógico en este sentido. Veámoslo.

Ante todo, el demonio es un hábil oportunista que sabe sacar el mejor partido de las ocasiones peligrosas y de nuestras
debilidades. Después de que nuestro Señor había ayunado cuarenta días y cuarenta noches –en la Biblia el número
cuarenta es simbólico, y quiere decir “bastante tiempo”, un tiempo de plenitud y perfección— el demonio lo tienta por el
lado débil: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

Siempre juega con premeditación, alevosía y ventaja. Y, además, quiere que Jesús use sus poderes divinos para satisfacer
sus propias necesidades personales; o sea, quiere que cambie e invierta el plan de Dios para poner a Dios a su servicio y
comodidad.

Pero nuestro Señor no se deja vencer. Él no dialoga ni un instante con el tentador ni se pone a considerar si esa propuesta
es buena o interesante... No. Jesús rompe enseguida, y usa como único argumento la Palabra de Dios: “Está escrito: No
solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

El segundo asalto de Satanás: la vanagloria, la ostentación, la búsqueda de triunfos fáciles y rápidos. El demonio quiere
que Jesús use ahora su poder para impresionar y “apantallar” a toda la gente. Si se tira del pináculo del templo y los
ángeles de Dios lo recogen en sus manos, todo el mundo sabrá que de verdad Él es el Hijo de Dios y quedará conquistado
en un instante.

Pero Jesús vuelve a ser tajante con el tentador y de nuevo usa como arma la Palabra de Dios: “También está escrito: No
tentarás al Señor, tu Dios”. Está claro que Dios puede hacer lo que quiera, porque es Omnipotente, pero Cristo sabe que
no debe “obligarle” a actuar de determinada manera haciéndole peticiones inoportunas que no están dentro de su plan de
salvación.

Tercer asalto: la ambición del poder, la apostasía, el tratar que Jesús renuncie a la total dependencia de Dios. El demonio
lo lleva ahora a una montaña altísima y le muestra todos los reinos del mundo y su esplendor, y le dice: “Todo esto te daré
si te postras y me adoras”. ¡Esta tentación era mucho más terrible, insolente y descarada que las dos anteriores!
Así es siempre Satanás. Primero se insinúa y provoca con una hábil y sutil estratagema; luego es un poco más atrevido; y
después, cuando ve que Jesús ha resistido los primeros intentos, se vuelve tremendamente avasallador y descarado.

Diríamos que esta vez “va por todas” con tal de vencer. Es su última oportunidad y va a poner todas sus baterías para
hacer caer a Jesús. Ahora pretende que Jesús se postre a sus pies y lo adore. Tal cual. ¡Tamaña desfachatez! Si algo no
podía hacer Jesucristo era precisamente eso: ir en contra de Dios, sucumbir al pecado de idolatría. Eso fue lo que hizo
Luzbel cuando cedió a la tentación de rebeldía contra Yahvé: “¡No lo serviré!”. Y ahora quiere que Jesús haga otro tanto...

Pero nuestro Señor tampoco va a ceder esta vez. Si ahora es más descarado y frontal el ataque del enemigo, Jesús también
se vuelve ahora mucho más enérgico y radical con el tentador: “¡Vete, Satanás, porque está escrito: ¡Al Señor tu Dios
adorarás y a Él solo darás culto!”. Nuestro Señor pone por tercera vez el argumento de la Palabra de Dios y no se hace
sofismas ni fáciles razonamientos para engañar su conciencia. Dios no se equivoca.

Fijémonos en un detalle más: el demonio siempre usa la mentira y el engaño para tratar de seducirnos, y desafía nuestro
orgullo y amor propio para que nos rebelemos. Las tres veces comienza la tentación con esta provocación: “Si eres Hijo
de Dios...” y promete unos reinos que no son suyos ni le pertenecen.

Esta es siempre la táctica de Satanás. Fue lo que hizo con nuestros primeros padres en el paraíso. Y Esta es la “psicología”
de la tentación y de la caída. Aprendamos muy bien la lección y no permitamos jamás que el demonio nos aparte de Dios.
Vigilemos y oremos para no caer en la tentación. No juguemos con el tentador. Seamos tajantes. Y con el arma segura de
la Palabra de Dios -o sea, con la Sagrada Escritura, el Evangelio, la enseñanza autorizada de la Iglesia y la voz de nuestros
pastores y de nuestro director espiritual- no nos engañaremos y venceremos al enemigo. Permanezcamos al lado de Cristo
y aprendamos de Él para ser buenos discípulos suyos.

Oración:

Seños haz en mi un corazón resistente a las tentaciones del demonio, dame la fuerza que tuviste en el desierto para
soportar con paciencia las tentaciones, para así poder levantarme y mirar la voluntad para construir el reino que nos has
encomendado. Amén.

Contemplación:

El catecismo de la Iglesia católica nos dice en el numeral 2119: La acción de tentar a Dios consiste en poner a prueba, de
palabra o de obra, su bondad y su omnipotencia. Así es como Satán quería conseguir a Jesús que se arrojara del templo y
obligase a Dios, mediante este gesto, a actuar. Jesús le opone las palabras de Dios: “No tentaras al Señor, vuestro Dios” El
reto que contiene este tentar a Dios lesiona el respeto y la confianza que debemos a nuestro Creador y Señor. Incluye
siempre una duda respecto a su amor, su providencia y su poder.

Documento de Aparecida numeral 44: Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de realidad y solo
puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas.

Oración final:

La súplica más humilde y confiada es la que nos enseñó el mismo Jesús: No nos dejes caer en tentación.

Propósito:

El señor nos invita hoy, hacer prudentes en la tentación, si no se puede alejar de la tentación y si es muy pesada, nos invita
a ponernos en sus manos y él nos ayudará.
Lectio Divina. Lunes 2 de marzo de 2020.
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Espero en la bondad del Señor

Invocación al Espíritu Santo:

Dios, envíame también a mí tu Espíritu Santo para que me deje llevar hacia ti desde este día fatigoso y decepcionante. Tú
me has mostrado hoy que no puedo construir sobre mi capacidad, sobre mi voluntad, sobre mi acción, que no puedo vivir
del éxito y el reconocimiento, sino solo a partir de tu amor, para poder dormir en paz, sostenido por tus brazos benévolos,
en medio de la calma que me proporcionaron tus ángeles que tú me enviaste para mostrarme tu cercanía caritativa.

Lectura. Mateo capítulo 25, versículos 31 al 46

Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se
sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros,
como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes
desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era
forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los
justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te
fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos,
conmigo lo hicieron’.

Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y
sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me
hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’.

Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o
encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más
insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”. Palabra
del Señor.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para el texto:

El discurso de la venida del Hijo del hombre concluye con esta impresionante visión del juicio que tendrá lugar al final de
los tiempos. Será, ante todo, un acto de discernimiento en el que aparecerán con claridad las diversas actitudes. Lo más
sorprendente y llamativo es la medida que se utiliza, a saber, la actitud de amor o indiferencia ante los necesitados, en los
que se hace presente el Señor. Los discípulos de Jesús son quienes reconocen y socorren en el pobre y necesitado.

Meditación:

Los enemigos de Cristo y de su Iglesia han logrado desfigurar la verdadera esencia y raíz del cristianismo. Algunos creen
que el cristianismo consiste solo en rezos y posturas piadosas. Esto, indudablemente, tiene su valor y es un medio válido
para vivir la fe, pero no es lo único ni lo esencial.

Cristo, el día de hoy, nos viene a recordar cuál es la esencia de su mensaje: la caridad. La caridad no como mera
filantropía, sino como verdadero amor a Dios que vive realmente en mi prójimo. Jesús nos lo dice clarísimo “a mí me lo
hicisteis”, y además con ejemplos prácticos. Esta caridad brota naturalmente del amor a Dios. Si amo a Dios no puedo
dejar de amar a mi hermano.

Además de los actos externos, la caridad se aplica a la palabra. Sí, este es uno de los campos más difíciles, pero también
de los más hermosos. No basta conformarnos con no criticar a los demás, que ya sería bastante. Hace falta hablar bien de
mi prójimo, promover lo bueno y silenciar lo malo, forjar el hábito de la benedicencia. No hace falta inventarse virtudes y
cualidades donde no las hay, pero sí reconocer y hablar de las que tiene mi hermano.

Suena bonito, pero cuesta. Haz la prueba de hablar bien de tus hermanos tres veces al día, verás cómo no es tan fácil. Pero
Dios lo quiere, y, sobre todo, recuerda que Dios vive en tu prójimo.

Oración:

Señor Dios, tú has constituido a tu Hijo Jesús juez universal. Él vendrá al final de los tiempos para juzgar a todas las
naciones. Él viene cada día a nosotros de mil formas y nos pide que lo acojamos. Lo encontramos en la Palabra y en el
partir del pan. Y lo encontramos también en los hermanos partidos y desfigurados por el hambre, la opresión, la injusticia,
la enfermedad, el rechazo de la sociedad. Abre nuestros corazones para saber acogerlo en el hoy de nuestra vida, para ser
por Él acogidos en la eternidad del cielo. Amén.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1020: El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una
idea hacia Él y la entrada en la vida eterna. Cuando la Iglesia dice por última vez las palabras de perdón de la absolución
de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo sella por con una unción fortificante y le da a Cristo en el viatico como alimento
para el viaje.

Oración final:

Jesucristo, no debo temer a la muerte porque ella es el paso que me acerca a lo que más he buscado en mi vida: gozar en
plenitud de tu presencia. La vida es corta y tengo que aprovecharla para amarte y servirte, fortaleciéndome diariamente
con la oración y los sacramentos. Confío en Ti y te digo que puedes venir a buscarme cuando Tú quieras, como Tú
quieras y donde Tú quieras.

Propósito:

Acercarme diariamente a la comunión, sacramental o espiritualmente.


Lectio Divina. Martes 3 de marzo de 2020.
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La oración debe ser un diálogo con nuestro padre que nos ama y sabe lo que necesitamos.

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre, don, en tus dones esplendidos; luz que
iluminas las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descaso en nuestros esfuerzos, tregua en el
duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas, y reconforta en los duelos.

Lectura. Mateo capítulo 6, versículos 7 al 15:

Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración, no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a
fuerza de mucho hablar serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo
pidan. Ustedes pues, oren así:

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga tu Reino,

hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en tentación

y líbranos del mal.

Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no
perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El texto del evangelio de mateo es una verdadera catequesis en la que se propone una nueva forma de orar en contraste
con la oración de los fariseos y de los paganos. El modelo de la oración cristiana es el Padrenuestro, no es solo una
oración, sino una escuela de oración, en la que los discípulos deben aprender a orar y a dirigirse al Padre Celestial.

Meditación:
Jesús, cuando enseña el Padre Nuestro a sus discípulos, y a nosotros a través de ellos, nos da la pauta y el camino para que
nuestra oración sea escuchada por Dios: “No charléis mucho con los gentiles que se figuran que por su palabrería van a
ser escuchados...”.

Quiere decir que la oración que elevemos a Dios tiene que ser sencilla, hecha con el corazón, pensando en Dios y sus
intereses, no en nosotros mismos.

Por ejemplo, Es diferente orar pidiendo que me vaya bien en los negocios, aunque haya que pasar por encima de mi
prójimo, a decirle a Dios en la oración que me dé la fuerza para superar esa actitud de odio o disgusto contra el tipo que
ayer me gritó en la tienda cuando fui a comprar algo de despensa.

En el primer ejemplo la petición está hecha en base a mis propios intereses y nada más. En el segundo, en cambio, la
petición es justa porque se quiere superar un defecto propio por amor a Dios y el prójimo y no por amor a mí mismo ni
mis cosas.

Ahora, Dios es infinitamente misericordioso. Pero también infinitamente justo. Por eso Jesús nos advierte que cuando
queramos ser perdonados tenemos que perdonar a los que nos ofenden, si es que queremos ser perdonados por Dios. Cada
vez que vamos al confesionario le pedimos perdón a Dios por haberle ofendido en la persona de nuestro hermano. Y nos
lo da. ¿Es que acaso no vamos a perdonar las ofensas que recibimos siendo nosotros perdonados por lo que hacemos
contra Dios, que siempre es más grave? ¿Es justo que seamos siempre perdonados sin nosotros perdonar ni una vez?

Por tanto, vivamos hoy y siempre coherentemente con Dios y nuestros hermanos en Cristo.

Oración:

Padre, te pedimos que nos concedas el don de sentirnos hijos tuyos y que al orar saber tener un verdadero dialogo contigo,
de padre amoroso que nos sabe escuchar y sabe lo que necesitamos, te pedimos que, en esta oración del padre nuestro, que
tu hijo Jesucristo nos enseñó nos concedas fe y fortaleza para seguir el camino hacia ti, enséñanos a pedirte lo que es para
bien de nosotros mismos. Tú que nos escuchas y nos quieres como un padre. Amén

Contemplación:

El catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 2756: La oración del Padrenuestro nos la enseño y nos la dio el
Señor Jesús, Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es “del Señor” Es el maestro de nuestra
oración.

El documento de Aparecida nos dice en el numeral 255: La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo,
alimentado por la palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la
voluntad del padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso,
“es necesario aprender a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del maestro.

Oración final:

Jesucristo, ¡Venga tu Reino! Esta es la aspiración de mi vida, que tu Reino se establezca y se realice en este mundo,
iniciando en mi propia persona. Por eso te doy gracias por esta oración, permite que sepa escucharte, sentirte y seguirte.

Propósito:

Cuando se me presente una tentación para hacer o consentir el mal, rezaré de inmediato un padrenuestro.
Lectio Divina. Miércoles 4 de marzo de 2020.
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Piden una señal milagrosa.

Invocación al Espíritu Santo:

Espíritu Santo fuente de luz y sabiduría, que guías a tu Iglesia incesantemente, guía mi mente y toda mi persona para que
descubra a Jesús como mi único salvador y Dios, ven a mí y penetra todo mi ser con tu fuego e ilumina mi entendimiento.

Lectura. Lucas capítulo 11, versículos 29 al 32:

La multitud se apiñaba alrededor de Jesús y este comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide
una señal, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Pues, así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive,
lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.

Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque
ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que
Salomón.

Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque
ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o tres veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

A diferencia del texto paralelo de Mateo, Lucas no apunta a la resurrección de Jesús, aludida en los tres días que
permaneció Jonás dentro del pez, sino que más bien se fija en la predicación y la sabiduría de Jesús (más importante que
Jonás y Salomón). Ese es el signo que Dios da a aquella generación, la cual buscaba en lo maravilloso la presencia de
Dios.

Meditación:

Son palabras duras las del Señor. Y valen también para hoy, y con una actualidad que espanta. Veámoslo.

Dentro de los deseos del hombre constatamos con bastante frecuencia esa tendencia a ver “rarezas” por doquier. Nos
causa mucho placer, nos devora la curiosidad, nos arrojaríamos casi sin pensarlo adonde algún evento nos sacie este
anhelo de espectacularidades. Y más si se trata de lo del más allá y todas esas cosas.

Pero también están los “racionales”, los que piensan que todo tiene que tener una explicación científica, como si todo
fueran astros y cálculos matemáticos. El día en que algún científico logre hacer la ecuación que demuestre cuánto amor
tiene un hijo por su madre, seguramente llegará el fin del mundo porque nunca lo logrará. Entonces tenemos a los
demasiado crédulos y a los netamente incrédulos. Los que han pedido signos a Cristo representan a estos dos bandos. No
pedirían nada si fueran verdaderos creyentes. Veamos si las cosas no están así hoy en día.

Cerremos los ojos. Recordemos personas, situaciones, programas de televisión, etc. Seguramente saldrán a la memoria
aquellos sujetos que buscan hasta en las piedras volcánicas algún rastro de lo divino, o de los que se montan en una
exótica pirámide para aspirar energía cósmica. También serán rememorados los sabios del mundo que, mirando estrellas,
formulan teorías científicas sobre agujeros negros, quasares y supernovas mandando, eso sí, a la Inteligencia que los creó
a la oscuridad de supersticiones vanas.
Unos y otros piden una señal. ¿Qué ha dicho Cristo hoy por boca del evangelista Lucas? Que, lamentablemente, somos
“una generación malvada”, esto es, no hemos convertido el corazón al Dios vivo, lo tenemos cegado con nuestra mala
conducta y soberbia de la vida. ¿Cómo pedimos, entonces, una señal de fe si hemos cerrado, con esta actitud, el corazón a
acoger al Señor?

Por eso la única señal será la del profeta Jonás, el hombre que predica la conversión por toda la ciudad de Nínive, a ver si
libremente cada uno de nosotros acepta la propuesta, muda el corazón, y nos volvemos a Dios. Ya con esto habremos
logrado la más grande señal que Dios haya podido obrar en el alma libre: la conversión por propia y deliberada iniciativa
al Dios que da la vida, Fuente perenne del verdadero creyente, Verdad eterna del verdadero sabio.
Es mejor no pedir ninguna señal al Señor. Con esto hacemos mejor mérito a nuestra fe en Él.

Oración:

Gracias Padre por en Cristo nos diste el singo más grande de tu amor hacia nosotros, haz que sepamos ser signos nosotros
para los demás a ejemplo de Jesús. Líbranos, Señor de la tentación de pedirte pruebas de tu ternura para creer y
convertirnos. Tú prefieres un amor libre y de hijos amantes, abre Señor nuestros ojos, mente y corazón para captar tu
cariño y responderte como mereces.

Contemplación:

Jesús acompaña sus palabras con numerosos “milagros, prodigios y signos” (Hechos capítulo 2, versículo 22) que
manifiestan que el Reino está presente en Él. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado.

Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en Jesús. Concede lo que le
piden a los que acuden a Él con fe. Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: estas
testimonian que Él es Hijo de Dios. Pero también pueden ser ocasión de escándalo. No pretenden satisfacer la curiosidad
ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos; incluso se le acusa de obrar
movido por los demonios, (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 547 al 548).

Oración final:

Señor, ¡qué distinto sería el mundo si los cristianos viviéramos en todo tu mensaje redentor! Mi falta de fe y soberbia
inutilizan tu gracia, porque, aunque digo que soy cristiano, muchas veces, en la vida diaria, me comporto como si no lo
fuera, porque frecuentemente pierdo la paciencia, soy mal humorado y altanero en mi trato con los demás. Ayúdame para
que, lleno de alegría y optimismo, dedique mi tiempo a querer, a amar, a sonreír y a poner en práctica mi fe para hacer
feliz a los demás.

Propósito:

Rezar el resto de esta semana, una oración para pedir la humildad.


Lectio Divina. Jueves 5 de marzo de 2020.
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Dios padre escucha y atiende a sus hijos con un inmenso amor.

Invocación al Espíritu santo:

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres; ven, dador de las gracias; ven,
lumbre de los corazones. Descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad, consuelo en el llanto. Amen.

Lectura. Mateo capítulo 7, versículos 7 al 12:

Jesús dijo a sus discípulos: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide,
recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre.

¿Hay acaso entre ustedes alguno que le dé una piedra a su hijo, si este le pide pan? Y si le pide pescado, ¿le dará una
serpiente? Si ustedes, a pesar de ser malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuánta mayor razón el Padre, que está
en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan.

Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En este texto del Evangelio de San Mateo, Jesús describe a los discípulos la gran confianza que debemos tener a Dios
Padre, Jesús pone a Dios como un Padre amoroso que conoce a sus Hijos, y que se hace el encontradizo para aquel que lo
busca.

Meditación:

El sermón de la montaña es uno de los pasajes de los cuatro evangelios en que encontramos más claridad y precisión en
las palabras de Cristo. Jesús nos transmite dos cosas en este texto: la eficacia total de la oración y la ley de la caridad.

Con frecuencia se puede caer en la tentación de desanimarse en la vida de oración porque no vemos los frutos o no se nos
concede aquello que pedimos. Jesús, sin embargo, nos dice todo lo contrario. Todo lo que pidamos a Dios se nos
concederá, porque Él es un padre bueno que da a sus hijos aquello que le piden. ¿Qué pensaríamos de un padre que da a
su hijo una serpiente, como dice el evangelio, porque este le ha pedido un pan? Dios Padre es tan bueno que no nos
concede todo lo que pedimos, sino aquello que conviene a nuestra vida, aunque no nos demos cuenta.

Finalmente, Jesús concluye con la ley que sigue Dios: el amor. Dios nos concede todo por este único motivo. Nosotros,
que hemos sido creados a su imagen y semejanza, tenemos que vivir este mismo amor con todos de una manera universal,
como lo hace Él. Hagamos un esfuerzo especial estos días de cuaresma para amar más a todos los hombres a ejemplo e
imitación de Jesucristo.

Oración:

Señor te pedimos que nos dirijamos con confianza a ti como, como hijos queridos por nuestros padres, gracias, Señor por
ser tan buen padre que escucha y que procura que nada les haga falta a sus hijos, perdónanos porque esperamos de ti lo
que no te pedimos y algunas veces te reclamamos.

Contemplación:
El Catecismo de la Iglesia Católica señala en el número 2086: “Quien dice Dios, dice un ser constante, inmutable, siempre
el mismo, fiel, perfectamente justo. De ahí se sigue que nosotros debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en
Él una fe y una confianza completas.

El documento de Aparecida dice: “Jesús el buen pastor, quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida”.

Oración final:

Jesús, ayúdame a llevar a cabo mi misión, confiado en que Tú me darás la luz y la fortaleza para poder ser ese canal por el
cual fluya tu gracia e inunde a mis hermanos de tu amor. Soy un torpe y débil instrumento, pero sé que, si te lo pido y te
dejo actuar, podré lograr milagros. ¡Gracias Señor, por permitirme participar en la evangelización!

Propósito:

Dejar, con confianza, mis preocupaciones en manos de Dios y dedicar un tiempo a la evangelización.
Lectio Divina. Viernes 6 de marzo de 2020.
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Los cristianos, como hermanos de un mismo padre, estamos llamados a vivir la fraternidad sin discordias.

Invocación al Espíritu Santo:

Espíritu Santo, tú que llenas de fuego el corazón de los que buscan a Jesús, Tu que iluminas la mente de los pobres que
escuchan la palabra, buscando la voluntad del padre. Reafirma nuestros corazones la certeza del amor del Padre, la
seguridad de ser hijos suyos. Confírmanos en tu luz y tu amor, infunde en nosotros tu aliento. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 5, versículos 20 al 26:

Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no
entrarán ustedes en el Reino de los cielos.

Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo
el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el
tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.

Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja
contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.

Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te
metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de ahí hasta que hayas pagado el último centavo”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Las enseñanzas de Jesús no pretenden abolir la ley, sino llevarla a sus consecuencias más radicales. Según la doctrina de
los fariseos. El hombre debía practicar las obras buenas que lo hacen justo ante Dios.

Meditación:

Cristo nos plantea un punto de partida: “Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no podrán entrar en el
reino de los cielos”. Nos pone este punto, porque sabía que ellos no estaban del todo mal, pues intentaban seguir a la
perfección los preceptos de la ley; solo que olvidaban una cosa, lo que Dios había dicho: “Misericordia quiero y no
sacrificios”.

Esto era lo que no entendían ellos, e incluso hoy en día, muchas veces nos cuesta entender que el primer medio de
alabanza a Dios pasa por medio del perdón, de la reconciliación y del amor. Nosotros, como cristianos, estamos llamados
a ser transmisores del amor que Dios ha tenido a la humanidad.

Cuando vayas de camino con tu adversario arréglate pronto, no sea que te entregue. Con el paso del tiempo, nos
acercamos cada vez más al final de nuestra vida, y, querámoslo o no, tendremos que presentar cuentas a nuestro Juez.
¿Por qué no nos esforzamos desde ahora por arreglarnos con la persona que nos ha hecho -o a la que le hemos hecho- mal,
que no nos cae muy bien y a la que solemos criticar? Y en vez de presentarnos con un enemigo aquel día, ganemos
amigos que sean nuestros abogados, para la hora de este momento.

El mensaje de este evangelio es un mensaje de paz y de amor. ¡Cuánta paz alcanza un hombre que no está enemistado con
otro! Paz que no es ausencia de guerra, sino que es presencia de Dios, presencia de Amor.
La luz de un nuevo día, las flores que despiertan, el murmullo del viento que roza nuestra ventana, nos enseña cuán
grande y bello es el creador de todo. Y lo hizo para mí. Y lo hizo para mi hermano. Y lo hizo, también, para aquel con el
que estoy enemistado. Y lo habría hecho igual, aunque solo fuera yo el único habitante de este mundo, aunque fuera el
otro el único habitante de este mundo. Si Dios, que es Padre, nos da esto, cuanto más nosotros debemos dar lo mejor de
nosotros mismos a los demás, aun siendo el otro.

Jesús da un nuevo sentido a la ley rabínica, un nuevo sentido a nuestro modo de pensar; no matarás decía la antigua ley,
Cristo dice: no te enfades con tu hermano, perdona. A veces es difícil perdonar, pero tenemos el ejemplo de Cristo que
nos perdona todo, si se lo pedimos; que perdona a cualquier pecador si, en su corazón, se arrepiente.

Hoy podemos aprender una nueva cosa: amar. Amar nunca se aprende totalmente. “El amor que no se practica se seca”,
dicen. Hoy es el día oportuno para volver a regar esa planta del amor. Esa planta que es la rosa más preciosa del Jardín de
Dios.

Oración:

Señor te pedimos perdón por aquellas veces que no hemos tratado con respeto al hermano, concédenos humildad para
saber reconocer nuestros errores, apaga nuestro egoísmo que nos hace creer que somos superiores a los demás y nos hace
creer que tenemos derecho de juzgar y de insultar a los demás.

Contemplación:

El catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 1033: No podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra
Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos. Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su
hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanentemente en Él.

El documento de Aparecida nos dice en el numeral 7: La fe en Dios amor y la tradición católica en la vida y cultura de
nuestros pueblos son sus mayores riquezas. Se manifiestan en la fe madura de muchos bautizados y en la piedad popular
que expresa el amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y la reconciliación.

Oración final:

Jesús, Tú me conoces muy bien y sabes cuánto quiero agradarte, pero también conoces cuán débil soy y que tengo muchas
caídas a pesar de mis luchas. Ayúdame, por eso, Señor, a esforzarme por agradarte más, sirviendo a los hombres, quienes
son tus hijos y mis hermanos. Quiero practicar cada día más la caridad, virtud principal de tu corazón. Ayúdame como
cristiano a ser faro del amor. Pues solo así seré reconocido como discípulo tuyo.

Propósito:

Rezar un Ave María por aquellas personas que nos han ofendido y pedir a Dios la gracia de perdonar de corazón.
Lectio Divina. Sábado 7 de marzo de 2020.
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El testimonio de amor con los enemigos.

Invocación al Espíritu Santo:

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo
que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, cómo debo actuar, para procurar tu gloria, el bien de las almas y
mi propia santificación. Espíritu de Jesús, toda mi confianza está en Ti. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 5, versículos 43 al 48:

Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo:
Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean
hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los
injustos.

Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si
saludan tan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Sean, pues, perfectos
como su Padre celestial es perfecto”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda)

Indicaciones para la lectura:

De nuevo, hoy tenemos a Jesús sentado en una de las colinas cercanas a Cafarnaúm y rodeado de sus discípulos, que
escuchan atentamente sus enseñanzas. Los versículos que meditamos hoy corresponden a las palabras con que Jesús cierra
aquella parte del “Sermón de la montaña” en que hacía notar como su ley es superior a la ley antigua.

En el libro del Levítico se había ordenado al pueblo elegido: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”; pero no
encontramos en la Biblia que Dios les haya mandado explícitamente “odiar a sus enemigos”. Esta expresión en realidad
equivale a “no tienes por qué amar a tu enemigo”. Efectivamente, para el pueblo judío, el prójimo no era sino aquél que
pertenecía a su mismo pueblo y creía en su mismo Dios. Los no-judíos, por lo tanto, no eran prójimos, y la ley mandaba
hasta exterminarlos, en los casos límite (Números capítulo 35, versículo 31; Deuteronomio capítulo 23, versículo 4 y 7).
Pero Jesús responde a este modo de proceder de los israelitas con una enseñanza propia, llegando al colmo de mandarnos
amar al enemigo, es decir, a todos los hombres. Las palabras finales que reflexionamos hoy (Versículo 48) son la clave
para entender lo que Jesús se propone: Los que son del “Reino de cielos” se caracterizan por imitar al Padre con un estilo
de vida en el amor, sin límites ni barreras, motivados por dos cosas: que Dios es bueno con todos y no priva a ninguno de
su providencia (Versículo 45); y que amar a los enemigos implica recibir una recompensa que no conseguiremos en el
trato natural con nuestros amigos (Versículos 46 al 47).

Meditación:

Odia a tu enemigo. Este “precepto” perdió todo su sentido con la venida y el mensaje de Cristo. Él nos dijo: amad a
vuestros enemigos, porque el verdadero amor no pide nada a cambio, el verdadero amor se da, aunque sea pisoteado. El
sol, la lluvia y el viento que tocan a nuestra puerta son los mismos que tocan la puerta de mi enemigo. Dios es verdadero
amor porque me ama siempre y porque ama a quien me ha hecho mal. Ese es el verdadero amor, el que no tiene límites.

Los hombres somos criaturas finitas, pequeñas cosas comparadas con el universo o con el creador, pero en algo podemos
asemejarnos a Dios: en que tenemos la capacidad de amar infinitamente.
Es una nueva vía la que nos presenta Cristo: sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. ¿Qué es lo más
perfecto que podríamos hacer si no es amar? En esto nos podemos parecer a Dios: en que sabemos amar, sin distinciones
ni preferencias.

Dos llaves abren el corazón de Dios: el amor y el perdón. Dos llaves abren el corazón del hombre: el amor y el perdón.
Lleva las llaves al cuello y abre las puertas que parecen cerradas, así abrirás las puertas del corazón de Dios.

Oración:

Al hacer esta oración, pongamos en las manos de Dios a todas aquellas personas con quienes poco nos entendemos o se
nos dificulta la convivencia.

Padre bueno, ahora que tú me muestras tu amor, quiero pedirte por mis enemigos, y por aquellos que me ultrajaron y
dañaron. Ten compasión de ellos. Yo, desde mi más profundo dolor, los perdono de todo corazón y te ruego por la
salvación de sus almas.

Te ruego, Señor, que toda secuela de dolor y resentimiento, tú me la quites. Hoy renuncio al odio y al rencor, al
resentimiento y a la desdicha, y te pongo en ese lugar que queda vacío, porque tú llenas todo mi ser. Te recibo en mi
corazón como el Dios sanador de mi Espíritu, de mi Alma y de mi Cuerpo. Has que mis palabras, mis gestos y todas mis
acciones sean un testimonio de amor para el mundo. Amén.

Contemplación:

El Papa Benedicto XVI nos dice en su encíclica “Deus Caritas Est” 17: Dios no nos impone un sentimiento que no
podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de ese “antes” de Dios puede
nacer en nosotros el amor como respuesta.

18: Se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que,
en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto solo puede llevarse a cabo a
partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el
sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya solo con mis ojos y sentimientos, sino desde la
perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo […]. Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver
siempre en el prójimo solamente al otro, sin reconocer en él la imagen divina […]. Así, pues, no se trata ya de un
“mandamiento” externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que
por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor […].

Oración final:

¡Quédate conmigo, Jesús! Convénceme de que la gran tarea de mi vida es la búsqueda de la santidad y que Esta no puede
desligarse nunca de la gracia. Solo Tú, Señor, puedes hacer posible mi transformación en el amor. Me pongo en tus
manos, moldéame a tu antojo, te amo y confío plenamente en tu misericordia, porque soy débil, egoísta y soberbio, pero te
amo y libremente te entrego todo mi ser.

Propósito:

Ser ecuánime en mis estados de ánimo. Mi familia y los demás se merecen lo mejor de mí.
Lectio Divina. Domingo 8 de marzo de 2020.
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Dios se manifiesta a los hombres, no tengamos miedo en escuchar su voz

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre, don, en tus dones esplendidos; luz que
iluminas las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descaso en nuestros esfuerzos, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo
que enjuga las lágrimas, y reconforta en los duelos. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 17, versículos 1 al 9:

Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de este, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado.
Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas
como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías”.

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy
amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos
de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no
vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya
resucitado de entre los muertos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En este texto bíblico nos presenta la revelación de Jesús a sus tres más cercanos discípulos, esta revelación de la
transfiguración de Jesús como Hijo de Dios se realiza en la cima de un monte, Dios es quien da a conocer a Jesús
mediante una voz que viene de lo alto, Jesús es la plenitud de la ley de Moisés.

Meditación:

Jesús se aparta con tres de sus apóstoles para orar, y lo hace en un monte alto. ¿Qué sentido tiene este detalle para Él? Sin
duda alguna Jesucristo escogió un lugar adecuado para ofrecer una señal de su divinidad.

Jesús, para sus apóstoles, es el maestro y el guía de sus vidas, pero es fácil comprender que con el transcurrir del tiempo y
las largas horas en su compañía perdieran de vista que Jesús era también el Mesías. En el capítulo 16 de este mismo
evangelio podemos leer cómo Pedro realiza su confesión de fe, y manifiesta por primera vez que Cristo es el Mesías, el
enviado por Dios para redimir al mundo. Probablemente los milagros y curaciones no lograban mantener esta llama de
fuego interior, que es la fe, en el corazón de los apóstoles, y Jesús quiso transfigurarse delante de ellos, es decir, mostrarse
en toda su divinidad.

También nosotros podemos ser como los apóstoles. Los hechos extraordinarios o milagrosos no son suficientes para
mantener viva nuestra fe. En ocasiones pueden ayudarnos, pero la realidad es que, a Cristo, a Dios, se le conoce en el
diálogo, es decir, en la oración. Pidamos a Dios que realice en nosotros una “transfiguración interior” que nos permita
contemplar su divinidad con el fin de conocerle y amarle cada día con más intensidad.

Oración:

Señor ayúdanos a descubrir que tú te nos has revelado, no como en la trasfiguración, a veces no valoramos tantas cosas
maravillosas que nos regalas cada día en especial en la Eucaristía, aumenta nuestra fe, para no tener miedo a escuchar tu
voz cada día, nos hablas y nos dices tantas cosas, pero estamos sordos a tu voz. No nos abandones y quédate con nosotros.
Amén.

Contemplación:

El documento de aparecida señala en el numeral 93: Apertura a la acción de Dios por los frutos de la tierra, el carácter
sagrado de la vida humana, la valoración de la familia, el sentido de solidaridad y la corresponsabilidad en el trabajo
común, la importancia de lo cultural, la creencia en una vida ultraterrena”.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 35. Las facultades del hombre le hacen capaz de conocer la
existencia de Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en la intimidad de Él ha querido revelarse al hombre y
darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación, que no se opone a la razón Humana.

Oración final:

Señor, solo Tú eres la respuesta a todos mis anhelos y aspiraciones. Concédeme saber escucharte siempre para poder
discernir el bien y el mal y, con tu gracia, podré adherirme a tu voluntad. Gracias por recordarme que nunca debo temer,
porque Tú siempre estás conmigo, llenando mi vida de dones que tristemente, en ocasiones, dejo pasar.

Propósito:

Dedicar 15 minutos adicionales a esta meditación para gustar más de la contemplación de Cristo en el monte de la
oración.
Lectio Divina. Lunes 9 de marzo de 2020.
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El verdadero discípulo tiene como modelo a un Padre que lo ama, pero sobre todo Misericordioso y Justo.

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Creador Espíritu de los tuyos la mente a visitar, a encender en tu amor los corazones, que de la nada te gusto crear.
Tú que eres gran consolador y don altísimo de Dios fuente viva, y amor, y fuego ardiente y espíritu unción. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 6, versículos 36 al 38:

Jesús dijo a sus discípulos: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no
condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

Den y se les dará; recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque
con la misma medida con que midan, serán medidos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En el evangelio de Lucas podemos observar que tiene gran preferencia por los pobres es por ello que la actitud de
generosidad está muy marcada en este texto bíblica, una generosidad tanto espiritual como material.

Meditación:

En este texto del evangelio, Jesús tiene la intención de mover nuestros corazones en una sola dirección: el amor a nuestros
enemigos. “¡Qué fácil es amar a los que nos aman!”, dirá en otra ocasión. Sin embargo, lo más difícil del amor cristiano
es vivirlo con los que no nos corresponderán, con los que nos insultan o persiguen, con los que hablan mal de nosotros a
nuestras espaldas, con los que luchan por arrebatarnos nuestro puesto de trabajo: nuestros enemigos.

La consigna que nos envía Jesucristo es muy clara: “Sed misericordiosos”. Un corazón que no perdona no es un corazón
cristiano, sino que es un corazón que no agrada ni da gloria a Dios. Por eso Cristo dirá en otra ocasión que si cuando nos
acercamos a Dios para rendirle una ofrenda recordamos una enemistad con alguno de nuestros hermanos, primero
debemos reconciliarnos con él, y después realizar la ofrenda.

Practiquemos estas dos virtudes que nos propone Jesús en nuestra vida: la misericordia y la benevolencia. Propongámonos
que en ninguna de nuestras conversaciones, charlas o discusiones se mezcle jamás la más mínima crítica hacia ninguno de
nuestros hermanos, que son todos los hombres.

Oración:

Señor te pido que me ayudes a ser más generoso, te pido un corazón compasivo y misericordioso como el tuyo para saber
perdonara a aquel que me ha ofendido y no juzgarlo ni condenarlo, porque solo tú eres el que juzga. Jesucristo ilumina
cada día mi camino para que sea imagen de ti hacia los demás.

Contemplación:

EL documento de Aparecida nos dice en el numeral 5: Desde la primera evangelización hasta los tiempos recientes, la
Iglesia ha experimentado luces y sombras, sin embargo, siempre ha estado presente la luminosidad de la verdad y la
práctica de la justicia y la caridad.
El catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 1829: La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la
misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre
desinteresada y generosa; es amistad y comunión.

Oración final:

Para poder crecer en el amor a los demás, tengo que aprender a fijarme en ellos, como me ha recordado Benedicto XVI en
su mensaje para esta Cuaresma. Este fijarme lleno de amor y bondad, buscando el bien de la persona, de toda la persona,
es hacer vida el mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad
respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios. Gracias, Señor, por darnos al Papa como faro seguro y guía que nos
anima a seguir nuestro camino a la santidad.

Propósito:

Ser paciente con los defectos y limitaciones de los demás, mostrando, en todo y con todos, la bondad de Jesucristo.
Lectio Divina. Martes 10 de marzo de 2020.
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¡Yo no quiero títulos, yo quiero servir!

Invocación al Espíritu Santo:

Dios, para quien todo corazón es como un libro abierto, todo deseo manifiesto y para quien no hay secreto alguno;
purifica nuestros corazones dándonos al Espíritu Santo a fin de que vivamos santamente de acuerdo a las enseñanzas de tu
Palabra que es vida y abundancia para nosotros. Ven Espíritu Santo y llénanos con el fuego de tu amor. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 23, versículos 1 al 12:

Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan,
pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y
difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo
hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares
en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame
‘maestros’.

Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son
hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es solo el Padre celestial. No se
dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el de mayor de entre ustedes sea su servidor,
porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En el texto que hemos leído vemos que Jesús se dirige a sus discípulos y a las multitudes para emitir su juicio sobre la
respuesta del Israel histórico a la invitación última de Dios. Los responsables del pueblo han sabido conservar la
enseñanza de Moisés, pero no la han puesto en práctica. Más, aún, su conducta contradice el espíritu de esta enseñanza.
Jesús invita a rechazar esto, puesto que la comunidad cristiana no debe estar fundada sobre títulos y honores, sino en la
fraternidad, que nace del hecho de tener un Padre en común y de seguir a Jesús.

Meditación:

Claras y duras son las palabras de Nuestro Señor en este pasaje. Su estilo transparente puede hacernos sentir algo
“incómodos” y es que, no habrá en la historia de la humanidad hombre tan coherente como lo fue Jesús, el único. Que nos
puede advertir acerca de la hipocresía con justa razón. ¡Cuántas veces nos muestra a lo largo de los Evangelios su
descontento con los hipócritas! ¡Cuántas veces nos exhorta a no ser como ellos! Y es que el Señor sabe muy bien cuánto
daño hace la hipocresía en nuestro trabajo con los demás, y cuántas almas permanecen cerradas al amor de Dios porque
no ven en nuestro testimonio de cristianos una coherencia entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad
ponemos en práctica.

“Haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que hacen...” ¡Qué actual es esta recomendación que nos da el Señor!
¡Cuánto nos cuesta a los soberbios aceptar estas palabras! ¿Por qué desoímos tantas veces lo que el Señor nos pide a
través de su Palabra? ¿No será para justificarnos en la incoherencia de los demás? “No juzguéis y no seréis juzgados” dice
el Señor. Mejor sería que pusiéramos en práctica todo lo que el Señor nos va pidiendo sin esperar nada de los demás, sin
olvidar que el instrumento es pequeño.
Así pues, levantemos la mirada del horizonte y miremos en vertical, porque es de Dios y para Dios todo en nuestra vida.
No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás, pues nuestro único modelo debe ser Jesús, en Él debemos
fijar todas nuestras metas. Ante Él la verdad y la autenticidad permanecen, todo lo demás es desechado. Continúa el
pasaje: “uno solo es vuestro Padre, el del cielo.” Dice la canción: “¡Dios es mi Padre, ¡qué feliz soy!”.

Realmente es así de sencillo y de maravilloso, pero, ¿cuándo vamos a creer del todo estas palabras? ¿cuándo vamos a
interiorizarlas y a asumir la grandeza de este hecho? Porque si Dios es mi Padre, me conoce totalmente, me cuida, se
preocupa por mí, le interesa lo que a mí me interesa, vela por mi vida, por mi bien, me da lo que necesito... Con Jesús
descubrimos que Dios no es un Padre autoritario ni justiciero, sino amoroso y misericordioso que me ha amado y me ha
creado y, así, mi vida cobra un sentido, mi vida no es un absurdo. Podemos llegar aún más lejos: si Dios es mi Padre,
entonces Él tiene que encontrar en mí signos de que yo soy su hijo, pues los padres y los hijos se parecen.

Oración:

Ante ti Señor en este día queremos reconocer nuestras limitaciones y pedimos que alejes de nosotros aquellos deseos o
aquellas inclinaciones que nos induzcan a la hipocresía, a la autosuficiencia, al despotismo, etc. Queremos que Tú nos
liberes, que tú quites de nosotros todo eso que nos impide reconocer tu presencia en medio de nuestros hermanos.
Fortalece a todas las personas que se dedican anunciar tu Evangelio, bendice a los ministros de tu Iglesia para que sean
eficaces servidores de tu Reino. Finalmente te pedimos Señor que reavives en nosotros el deseo de servirte
completamente, que dejemos a un lado todo deseo de beneficio, que nos abandonemos en ti completamente para que tú
seas nuestro único Maestro, Padre y jefe. Así sea.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 642: La fe de la primera comunidad cristiana se funda en el
testimonio de hombres concretos que dieron su vida al anuncio del Evangelio a través de una vida de fe nutrida de sus
obras.

En el numeral 905: El cumplimiento de la misión profética de los cristianos es cumplido con el anuncio de Cristo
comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra.

El documento de Aparecida nos enseña en el numeral 55: El énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a
considerar el testimonio como un componente clave en la vivencia de la fe.

En el 105. En el testimonio de muchos hombres y mujeres que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente en
defensa de la dignidad de la persona humana, incluso hasta dar la vida por ello, resplandece la dignidad del ser humano.

Oración final:

Jesús mío, meditando tu Evangelio, me doy cuenta de que frecuentemente me preocupo de cosas sin importancia,
olvidando lo que debe ser mi principal preocupación: corresponder a tu amor. Mi fe no se manifiesta en ritos o
devociones, sino en mis actos concretos de amor a Dios y a los demás. Ayúdame, dame tu gracia, para que sepa amar,
dejando a un lado toda vanidad y deseo de aparecer.

Propósito:

Que Dios sea todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás.
Lectio Divina. Miércoles 11 de marzo de 2020.
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El más importante es aquel quien sirve y se humilla ante los demás.

Invocación al Espíritu Santo:

Oh, Espíritu Santo: Amor del Padre y del Hijo: Inspíranos siempre lo que debemos hacer y lo que debemos decir lo que
debemos pensar, para procurar tu gloria y el bien de las almas. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 20, versículos 17 al 28:

Mientras iba de camino a Jerusalén, Jesús llamó aparte a los Doce y les dijo: “Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del
hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los
paganos para que se burlen de Él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará”.

Entonces se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le
preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda, en tu Reino”. Pero Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?”.
Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y Él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no
me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben
que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser
grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre
no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El último anuncio de la pasión introduce la enseñanza de Jesús acerca del servicio. La actitud de Jesús camino a Jerusalén
para entregar sus vidas contrasta con el egoísmo de los Zebedeos, que buscan ser importantes. Los discípulos no han
entendido el anuncio de la pasión, es por eso necesaria una actitud de servicio.

Meditación:

Se acerca el momento de la pasión. Jesús está en Jerusalén con sus discípulos y pronuncia clarísimamente el tercer
anuncio de su muerte. ¿Qué pensaban los discípulos en ese instante? ¿Se les encogía el corazón solo de pensar en Jesús
torturado, escarnecido, insultado, como decían los antiguos profetas?

Contrariamente a todo esto los apóstoles se enredan en una discusión egoísta sobre quién será el primero en el Reino de
los Cielos. Si bien la discusión es originada por las palabras de la madre de Santiago y Juan, el pensamiento de quién de
ellos estaría más cerca de Jesús en su Reino se albergaba en el corazón de cada uno de ellos. También en ocasiones
nosotros, en el momento en que Cristo quiere decirnos algo importante o darnos una gracia especial, nos enredamos en
nuestros pensamientos egoístas, y no escuchamos todo aquello que Jesús quiere decirnos.

El que quiera ser el primero, que sea el último. Jesús ama a los humildes, a los sencillos, a los que son como niños. El que
es sencillo nunca desea el primer puesto para sí, sino para los demás. Vivamos estos días de preparación para la Semana
Santa esta virtud de la sencillez y la humildad para que Cristo vea en nuestros corazones la ternura de un niño.
Preparémonos de esta manera para la Pasión del Señor, y no como lo hacían los apóstoles movidos por sus pensamientos
egoístas.
Oración:

Señor Jesús en ocasiones nuestro egoísmo no ciego y queremos puestos principales aquí en la tierra y no sabemos buscar
puestos de honor en el cielo, ayúdanos a ver que los verdaderos puestos de honor están allá, queremos que tú nos ilumines
y que nos hagas ver que el más importante es aquel quien sirve a los demás, ayúdanos a morir a nosotros mismos y dar
vida en los demás, Amen

Contemplación:

En el documento de Aparecida, nos dice en el numeral 42: Que él se humano no le asusta la diversidad, sino que lo que le
asusta es no lograr reunir el conjunto de todos estos significados de la realidad, la persona busca siempre la verdad de su
ser que ilumina la realidad de tal modo que pueda desenvolverse con libertad y alegría.

En el catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 872: Por su regeneración en Cristo se da entre todos los
fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y
oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo.

Oración final:

Señor Jesús, qué fácilmente puedo caer en pensar que, dado que no mato, no robo, no hago conscientemente el mal, tengo
derecho a privilegios. Qué insensato puedo ser al acercarme a la oración con una actitud de superioridad, de exigencia.
Gracias por mostrarme que no es ese el camino cierto del amor. Eres mi Dios, mi hermano, mi amigo, mi mejor amigo,
que me ofreces la plenitud. Ayúdame a estar siempre abierto a tu gracia y servir a mis hermanos en tu Iglesia.

Propósito:

Dar a Cristo un “sí” generoso y dedicar un tiempo semanal para trabajar por la Iglesia.
Lectio Divina. Jueves 12 de marzo de 2020.
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Tener amor igual para todos a ejemplo de Cristo

Oración inicial:

Señor, envía tu Espíritu para darnos vida nueva. Ilumina nuestras ideas y guía nuestra acción. Que todo sea en ti, por ti y
como tú quieras. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 16, versículos 19 al 31:

Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente
cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las
sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron.
Estaba este en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro
junto a él.

Entonces gritó: ´Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque
la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y
Lázaro en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y
nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar ni hacia allá ni hacia acá´.

El rico insistió: ´Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco
hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ´Tienen a Moisés
y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se
arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni, aunque resucite un muerto´”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Esta historia es una ilustración de las bienaventuranzas y de las lamentaciones de Lucas capítulo 6, versículos 20 al 26: El
reproche que se hace al rico es el de no saber compartir lo que tiene con los más necesitados. Ha perdido, incluso, una
oportunidad de conversión por no haber escuchado a Moisés y a los profetas, donde habría encontrado muchas peticiones
de solidaridad para con los pobres. Su pecado consiste en haber hecho de las riquezas su dio.

Meditación:

Es interesante ver en este evangelio cómo el rico solo se acuerda de Lázaro cuando necesita de él. En su vida, nunca le
tuvo presente para ayudarle a tener una vida más digna. E igualmente, en nuestra vida, muchas veces pasa lo mismo. Solo
nos acordamos de los demás para nuestro propio provecho y bienestar.

El rico se fue para el infierno no por sus bienes, sino porque dedicó toda su vida a satisfacer su propio gusto, en vez de
haberla empleado en hacer obras de misericordia.

Todos los bienes y talentos que recibimos de Dios son para servir a los demás. Muchas veces no podremos ayudar
materialmente, pero podemos dedicar nuestro tiempo, dar una sonrisa, unas palabras amorosas. La mejor forma de
transmitir a Cristo, de evangelizar el mundo, es con nuestro ejemplo, con la donación de nuestro tiempo a los demás,
tiempo que es la mayor riqueza que tenemos.
Oración:

Señor, enséñanos a no amarnos egoístamente, a no contentarnos con amar a los nuestros, con amar a los que amamos.
Enséñanos a pensar solamente en los demás, a amar primeramente a los que no son amados. Haz que suframos el
sufrimiento de los demás. Señor, concédenos la gracia de advertir que, en cada instante de nuestra vida, de nuestra vida
dichosa y por ti protegida, hay millones de seres humanos que son tus hijos, que son nuestros hermanos, y que se mueren
de hambre, y que mueren de frío, y no han merecido morir de frío. Ten piedad de todos los pobres del mundo. Danos la
compasión de la miseria universal y líbranos de nosotros mismos si es tu voluntad. Amén.

Contemplación:

El catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda en el numero 544; “El reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es
decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres (Lucas
capítulo 4, versículos 18). Los declara bienaventurados porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo capítulo 5, 3); a
los pequeños es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes. Jesús, desde el
pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre, la sed y la privación. Aún más: se identifica con
los pobres de todas las clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su reino”.

Oración final:

Jesús, Tú me conoces bien. Dame fuerzas y una mirada espiritual para descubrirte en mis familiares, en mi vecino, en mi
colega de trabajo, en todas las personas que me rodean; tanto con las que me llevo bien, como con las que me caen
pesado. Que te vea tanto en el mendigo como en mi patrón, y que pueda transmitirte a ellos. Que mi gran ilusión sea
servir y ayudar a mi hermano en todas sus necesidades que me sea posible, para hacer su yugo más leve.

Propósito:

Buscaré hacer un acto de caridad, siendo consciente de que todo lo que hago a uno de estos pequeñitos por amor a Dios,
es a Cristo a quien lo hago.
Lectio Divina. Viernes 13 de marzo de 2020.
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No dejemos pasar esta oportunidad: aceptemos a Jesús en nuestra vida.

Invocación al Espíritu Santo:

Recibe, ¡oh, Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes
ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones: mi director, mi Luz, mi Guía, mi
Fuerza y todo el Amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reservas a tus divinas operaciones y quiero ser siempre dócil a tus santas inspiraciones.

¡Oh, Espíritu Santo!, dígnate formarme con María y en María según el modelo de vuestro amado JESÚS. Gloria al Padre
Creador; Gloria al Hijo Redentor; Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 21, versículos 33 al 43 y 45 al 46:

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un
viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos
viñadores y se fue de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero estos se
apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en
mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.

Por último, le mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron
unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del
viñedo y lo mataron.

Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?”. Ellos le respondieron: “Dará muerte
terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”.

Entonces Jesús les dijo: “¿No han leído nunca en la Escritura, la piedra que desecharon los constructores, es ahora la
piedra angular? Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable.

Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron
aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un profeta.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Con esta parábola, Jesús dirige su palabra crítica a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo, a los jefes de Israel, y a
los fariseos (v. 45). La viña de la parábola –una comparación ya usada por el profeta Isaías- es todo el pueblo de Israel,
pero los jefes son los responsables que deben cuidar de esa viña y dar al amo lo que le pertenece y espera; esto es, el
derecho y la justicia.

No hay padre que entregue a su hijo a semejante banda de criminales, pero Dios ha amado tanto al mundo que ha
entregado a su propio Hijo para que se salven cuantos crean en él y tengan vida (Juan capítulo 3, versículos 16). En estas
palabras de Jesús hay una profecía de la muerte que le espera en Jerusalén y una confesión indirecta de que él es el Hijo
de Dios. Mateo, teniendo en cuenta los acontecimientos de la crucifixión de Jesús en el calvario, dice aquí que los
arrendatarios, agarrando al heredero, “lo empujaron fuera de la viña y lo mataron”. Recordemos que Jesús murió fuera de
los muros de Jerusalén, rechazado por los jefes de Israel y el pueblo judío. Hecho este al que atribuye un hondo
significado el autor de la carta a los hebreos (13, versículos 12s).

Jesús acostumbraba a referirse a su muerte sin olvidar nunca la resurrección (16, 21; 17, 23; 20, versículos 19). Por eso
añade ahora una alusión a su exaltación final, sirviéndose de la cita del salmo 117(118): la piedra que desecharon los
constructores...

Meditación:

En nuestra sociedad, hay un creciente pensamiento de que la felicidad se encuentra en olvidarse de los problemas de
nuestra vida y vivir como si no existieran. La felicidad en los tiempos modernos, se resume en placeres, amor propio,
independencia. Pensemos en que el primer pecado de Adán y Eva fue el placer y el querer ser independientes. El querer
ser como Dios.

Abramos nuestro corazón para reflexionar y alzar nuestra mirada en Jesucristo Crucificado. Jesucristo sabe que las
soluciones que el mundo nos ofrece no son las más acertadas. Él quiere ayudarnos y para eso nos pide que creamos en él y
que nos aferremos a Él como un hijo se aferra en la cintura de su padre cuando siente temor. Sepamos poner todas
nuestras preocupaciones en sus manos y a vivir nuestra vida dándonos a nuestros seres queridos. Cumpliendo con
nuestros deberes habituales, para que nuestra vida sea plena.

Oración:

Con un himno de la liturgia de las horas (laudes del viernes de la primera semana).

Edificaste una torre para tu huerta florida; un lagar para tu vino y, para el vino, una viña. Y la viña no dio uvas, ni el lagar,
buena bebida: solo racimos amargos y zumos de amarga tinta. Edificaste una torre, Señor, para tu guarida; un huerto de
dulces frutos, una noria de aguas limpias, un blanco silencio de horas y un verde beso de brisas. Y esta casa que es tu
torre, este mi cuerpo de arcilla, esta sangre que es tu sangre y está herida que es tu herida te dieron frutos amargos,
amargas uvas y espinas. ¡Rompe, Señor, tu silencio, ¡rompe tu silencio y grita! Que mi lagar enrojezca cuando tu planta lo
pisa, y que tu mesa se endulce con el vino de tu viña. Amén.

Contemplación:

Del profeta Isaías (5, versículos 1 al 7):

Cantaré a mi amigo la canción de su amor por su viña. Adquirió mi amigo una viña en un collado fértil. La cavó, la
despedregó y la plantó de cepas escogidas, y edificó una torre en medio de ella, y construyó en ella un lagar, y esperó
hasta que diese uvas, y dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén, y vosotros, ¿oh varones de Judá!, sed jueces
entre mí y mi viña. ¿Qué es lo que debí hacer, y que no haya hecho por mi viña? ¿Por qué esperé que llevase uva y ella
dio agraces? Pues ahora os diré claramente lo que voy a hacer con mi viña; le quitaré su cerca, y será talada; derribaré su
tapia, y será hollada. Y la dejaré que se convierta en un erial; no será podada ni cavada, y crecerán en ella zarzas y
espinas, y mandaré a las nubes que no lluevan gotas sobre ella. La viña del señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los
hombres de Judá, su plantel delicioso, y me prometí de ellos justicia y no veo más que sangre; equidad, y no oigo sino
gritos de espanto.

Oración final:

Cristo, tu ejemplo en la cruz me motiva a vivir con más entusiasmo y con más sacrificio mi vida. Estoy valorando cada
vez más ese gran regalo de depender de ti. Ayúdame a alzar mi mirada a ti cada vez que me sienta desfallecer en el
camino. Ayúdame a amarte más y a demostrártelo con hechos siendo fiel a mis obligaciones diarias. Gracias Señor por
amarme. Gracias Dios, por ser mi Dios.

Propósito:
Hoy le pediré a Cristo frente a un crucifijo durante 5 minutos, la gracia de seguirlo y le pediré fuerzas para cargar con
valentía mi cruz de cada día.
Lectio Divina. Sábado 14 de marzo de 2020.
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El testigo promueve el regreso de su hermano a la casa del Padre.

Invocación al Espíritu Santo:

¡Ven Espíritu Santo!, y dame, el amor y la comprensión de la Palabra de Dios. Abre mis oídos para escucharla y dame
fuerza de voluntad para seguirla y obedecerla. ¡Ven Espíritu Santo!, destruye mi egoísmo con el fuego de tu luz y hazme
morir al hombre viejo que me amarra al pecado. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 15, versículos 1 al 3 y 11 al 32:

Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban
entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ´Padre, dame la
parte de la herencia que me toca´. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo
de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar
necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos.
Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me
estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no
merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció
profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ´Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo´.

Pero el padre les dijo a sus criados:

´ ¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro
gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido
y lo hemos encontrado´. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno
de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro
gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una
orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que
despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.

El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos,
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida estaba perdido y lo hemos encontrado’ “.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:


El pasaje de la Sagrada Escritura nos recuerda el tema de la búsqueda y el hallazgo de lo que estaba perdido, y de manera
concreta en la parábola del “Hijo pródigo”. Hay que destacar antes que nada algunos datos que nos ayudarán a lograr una
mejor comprensión del mensaje contenido en esta parábola: La ley judía preveía que el hijo más joven recibiera un tercio
de la fortuna de su padre. Y aunque la división de las propiedades del padre podía hacerse en vida, los hijos no accedían a
la herencia hasta después de la muerte del padre. Conociendo estos datos, la inmensa bondad de Dios, representado en el
padre de la parábola, está ya insinuada desde el comienzo del relato. Esta parábola, en efecto nos muestra la bondad del
padre que olvida todo lo que le hizo el hijo pródigo. Sin embargo, su gran generosidad no es comprendida por el hijo
mayor, el cual, con una actitud semejante a la de los fariseos y maestros de la ley, se niega a participar en la fiesta, y llena
de reproches a su padre. La respuesta del Padre pasa por alto los reproches del hijo y lo invita de nuevo a compartir la
fiesta y a experimentar la alegría por haber encontrado a quien estaba perdido.

Meditación:

Sabiendo que somos hijos de Dios pensamos que lo merecemos todo. A veces no somos ni capaces de agradecer a nuestro
Creador por el gran don de la vida. Y, mucho menos, nos esforzamos por corresponder a su amor infinito.
¿Cuánto hemos recibido de Dios? ¡Todo! Sin embargo, lo vemos como una obligación de parte de Él. Podríamos llegar a
quejarnos cuando no recibimos lo que queremos y tal vez hasta hemos llegado al punto de exigirle.
Dios, en su infinita bondad, no cesa de colmarnos de sus gracias y hasta cumple con nuestros caprichos. No importa si le
agradecemos o no.
Lo más hermoso es ver que Dios no se cansa y por mucho que nos alejemos de Él, cuando deseamos volver, ahí está con
los brazos abiertos esperándonos con un corazón lleno de amor.
Dios es el Pastor que se alegra al encontrar la oveja perdida. Él es el Padre misericordioso que espera a su hijo perdido
con grandes ansias, le perdona cualquier falta cuando ve un verdadero arrepentimiento y lo llena de su amor. Digamos a
Cristo: “Señor Tú lo sabes todo tú sabes que te quiero”.

Oración:

Señor nuestro, lleno de bondad y amor, que siempre esperas nuestro regreso, como el Padre comprensivo que sale al
encuentro de su hijo, el cual ha malgastado su vida, su dignidad, su persona; y lo abrazas con tu infinita misericordia.
Ayúdanos a salir de nuestra impureza y pecado, para recobrar así la gracia del perdón y que con nuestro testimonio
ocasionemos que nuestros hermanos también regresen a tu lado, porque ahí es a donde pertenecemos como hijos tuyos.
Amén.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 1487: Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su
propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser
una piedra viva.

Numeral 1439: El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola
llamada del Hijo pródigo, cuyo centro es el padre misericordioso, la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la
casa paterna, la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de
verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la
reflexión sobre los bienes perdidos, el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del
retorno, la acogida generosa del padre, la alegría del padre, todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El
mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida
del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Solo el amor de Cristo que conoce las
profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad
y belleza.

Oración final:

Señor y Padre mío, con qué facilidad puedo engañarme a mí mismo al seguir el camino fácil que me ofrece la vida y ser
un ciego y sordo indiferente a las necesidades de los demás, para concentrarme solo en mi propia felicidad. Dame tu
gracia para saber mantenerme siempre a tu lado. Que no me aleje de tu gracia, porque entonces mi corazón se convertirá
en roca, insensible a recibir y corresponder a tu amor. Libremente quiero depender siempre y en todo de Ti.

Propósito:

Vivir hoy de tal modo que pueda ser admitido en el festín eterno del cielo.
Lectio Divina. Domingo 15 de marzo de 2020.
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El encuentro de Jesús con la Samaritana, un diálogo que genera vida nueva Oración inicial:

Invocación al Espíritu santo:

Señor Jesús, envía tu Espíritu Santo, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a
los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la
presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda
esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Amén.

Lectura. Juan capítulo 4, Versículos 5 al 42:

Llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de
Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.

Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo
a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy
samaritano?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que
te pide beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.

La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva?
¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Jesús le
contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el
agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.

La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Él le
dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir:
‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.

La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio
donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni
en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la
salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al
Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad”.

La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le
dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.

En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le
dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir
a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Mesías?” Salieron del
pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.

Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no
conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer
la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la
siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el
segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el
segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían
trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’.
Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos
más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El texto describe el diálogo entre Jesús y la Samaritana. Diálogo muy humano, que demuestra cómo Jesús se relacionaba
con las personas y cómo Él mismo aprendía y se enriquecía hablando con otros. Durante la lectura, intenta prestar
atención a lo que más te sorprende en la conducta tanto de Jesús como de la Samaritana.

Meditación:

Cristo se presenta ante la samaritana como una persona fatigada, sedienta de tanto caminar, como quien tiene urgencia de
saciar una necesidad propia del organismo. Se presenta como hombre.

Podría haberse aparecido de otra forma por ejemplo diciéndole inmediatamente que era el Hijo de Dios o haciendo manar
gran cantidad de agua del pozo, para que supiese enseguida quién era. No obstante, la pedagogía de Cristo es una
pedagogía de amor, de espera, de comprensión, de respeto a la propia libertad.

Cristo está sediento y en esta cuaresma se acerca al pozo de nuestra vida para que le “demos de beber”. O, mejor dicho,
para caer en la cuenta de que los sedientos somos nosotros. “Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de
beber...” Somos nosotros los que tenemos necesidad de beber su agua solo nos hace falta conocer quién posee esta agua.
(Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2560)

Podemos preguntarnos ¿por qué no conocemos ese don de Dios? ¿Qué es lo que ata nuestro conocimiento para conocerlo?
El mensaje de Cristo se nos presenta claro, como una luz alejada de toda sombra u oscuridad. Sin embargo, nos
encontramos ante sombras que esconden el “don de Dios”. Ese don no es otro que el del amor, de la conversión, de la
paciencia, respeto a la vida etc. Abramos nuestro entendimiento para que como la samaritana conozcamos el don de Dios
y así nuestra vida sacie la sed de conocer a Dios.

Oración:

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine
nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como
María, tu Madre, podamos no solo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre
en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén

Contemplación:

Jesús y la Samaritana (Juan capítulo 4, versículo 42). Jesús toma la iniciativa y enfrenta a la mujer con su verdad. No la
condena y la invita a una adhesión personal a Cristo. Me quiero detener en una reflexión de este encuentro.

La Samaritana es una mujer. Cincuenta años después de Cristo, el historiador judío Flavio Josefo, que vivió en ambiente
romano, afirma que, en general, el pensamiento hebreo acerca de la unión matrimonial: “La mujer es inferior al hombre
en todo”. En las plegarias de los hebreos el hombre daba gracias a Dios por no haber nacido infiel, mujer, esclavo o
ignorante.

Jesús se relaciona con la mujer con una atención afectuosa y la ennoblece haciéndola, en alguna forma, protagonista de
sus enseñanzas de salvación. Habla con la Samaritana (Juan capítulo 4, versículos 1 al 42); cuando los discípulos de
regreso de buscar alimentos en la aldea vecina, encuentran a Jesús sentado en el pozo hablando con una mujer de Samaria,
“se sorprendieron de que hablara con una mujer”.

Oración final:

Señor, he buscado en todos los pozos donde me dijeron que se encontraba la vida. Busqué mi satisfacción personal y
quedé lleno de miserias; busqué en las riquezas, y quedé más solo; busqué en el ruido, y quedé despojado de mí. Señor,
dame de beber del agua que tú tienes para que nunca más vuelva a sentir sed. Descúbreme el misterio de tu inefable
presencia, pues solo tú, Señor, tienes palabras de vida eterna.

Propósito:

Trataré de recoger los frutos para la vida eterna, presentes en los sacramentos
Lectio Divina. Lunes 16 de marzo de 2020.
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Ser testigo implica ser rechazado.

Invocación al Espíritu Santo:

¡Ven Espíritu Santo!, Tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo. Tú, el aliento que vigoriza nuestra alma. Tú, la luz
que ilumina nuestra mente. Tú, el motor de nuestras obras. Danos docilidad para seguir tus mandatos y que gocemos
siempre de tu protección. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 4, versículos 24 al 30:

Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había
ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un
hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta,
ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue
curado, sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron
hasta un precipicio de la montaña sobre la que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero Él, pasando por en
medio de ellos, se alejó de allí.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Lucas a diferencia de Marcos y Mateo, inicia la misión de Galilea en Nazaret, el pueblo de Jesús. Lo hace en la sinagoga,
donde Jesús proclama que se ha cumplido un texto de Isaías, en el que se escribe de qué manera concreta llevará a cabo su
tarea el Mesías. Esta escena es como el programa de lo que va a ser el misterio de Jesús, y prefigura todo lo que va a
ocurrir; se anuncia la salvación para todos los hombres, los incrédulos piden signos, el pueblo judío rechaza su
predicación e intenta matarlo, pero la libertad soberana de Jesús vence a sus enemigos y la evangelización sigue su
camino. Lucas anuncia también en este texto el camino futuro de la Iglesia y las condiciones de su fidelidad al
Resucitado.

Meditación:

El Señor nos muestra en el Evangelio la necedad de los hombres al escuchar la palabra de Dios. Jesús habla, en primer
lugar, de dos extranjeros que recibieron la gracia de Dios: un leproso y una viuda. En ellos, están representados todos los
leprosos, es decir, los pecadores, los que están infectados con la lepra del egoísmo, y, por otra parte, nos muestra a la
viuda, la figura del necesitado. A ambos, Dios presta su socorro, a ambos, los abraza con su inmenso amor.

Ahora, podemos preguntarnos por qué dice esto el Señor. ¿Qué encontró Jesús en su pueblo natal? ¿Incredulidad? Tal vez.
¿Soberbia? Quizás. Todo esto lo podemos suponer, pero lo que no podemos suponer es lo que se nos narra: ellos quisieron
despeñarlo, lo quisieron matar. Jesús les reprochó el que no estuvieran abiertos a la acción de Dios, al divino amor que les
tenía. Les recordó cómo hasta los extraños no eran ajenos a la caridad de Divina. Sin embargo, los nazarenos no
estuvieron abiertos ni dispuestos para escuchar esas bellas palabras de Dios: Os amo.

Oración:

Señor Jesús, tú has pasado en medio de tu pueblo, llevando el mensaje de tu Padre celestial, y aunque has sido rechazado
por los de tu tierra, vecinos y conocidos; has salido victorioso, rompiendo las ataduras del pecado. Te pedimos que nos
ayudes a seguir evangelizando con nuestro testimonio a los de nuestra comunidad, a nuestros familiares y amigos, y
aunque seamos rechazados por ellos, y no acepten tu mensaje de salvación, pedimos tu auxilio para salir al igual que tú,
victoriosos de haber proclamado la buena nueva de tu Evangelio. Así sea.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 64). Por los profetas, Dios forma
a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres. Los
profetas anunciaban una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades, una salvación
que incluirá a todas las naciones. Serán todos los pobres y humildes del Señor, quienes mantendrán esta esperanza.

(Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2582). Elías es el padre de los profetas, de las razas de los que buscan a Dios,
los que van tras su rostro. Su nombre, el Señor es mi Dios, anuncia el grito del pueblo en respuesta a su oración sobre el
monte Carmelo.

Oración final:

Muchos leprosos y muchas viudas había en Israel; muchos pecadores y necesitados hay hoy en día en nuestro mundo,
pero solo visitaste y obraste, Señor, con los que se abrieron a tu amor. Yo convivo a diario contigo, Jesús; presencio cada
día infinidad de tus milagros. No obstante, no quiero acostumbrarme a tu presencia y a tus milagros, no quiero tenerte
como a un cualquiera. Por eso, te pido que abras, Jesús Bendito, mi corazón, y te ameré como nadie lo ha hecho jamás.

Propósito:

Hoy haré un acto de generosidad con aquella persona que me parece más antipática.
Lectio Divina. Lunes 17 de marzo de 2020.
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¿Si mi hermano me ofende?

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Lectura. Mateo capítulo 18, versículos 21 al 35:

Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete
veces?” Jesús le contestó: “No solo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.

Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El
primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él,
a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba,
diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la
deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo
agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le
rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel
hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo
llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber
tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos
para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Nuestro texto para este domingo es sobre el perdón. Es una palabra difícil de escuchar, porque encontramos que el perdón
es difícil, tanto recibirlo como darlo. Sin embargo, también es una palabra de suma importancia, porque recibir y dar
perdón es central a nuestra fe.

Meditación:

Dios nos muestra su amor perdonándonos nuestros pecados, deudas infinitas que tenemos con Él. Nos ofrece su
misericordia para que también nosotros podamos ser misericordiosos con los demás. El perdón es una característica del
amor perfecto de Dios a los hombres. Pero Él necesita de nosotros para que su misericordia llegue a la gente. Quiere que
nosotros seamos instrumentos de su perdón. Quiere mostrarles a los hombres su perdón a través de nosotros. Cuando nos
invita a amar como Él mismo nos ama, también se refiere al perdón. El perdón es la perfección de la caridad. Nos cuesta
mucho porque requiere que venzamos nuestro orgullo y que seamos humildes. Pero solamente así podemos ser sus
apóstoles y llevar su amor al mundo. Dios nos necesita y nos llama a esta misión maravillosa: ser instrumentos de su amor
y de su perdón.
Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar? Con esta respuesta Jesús no nos dice que perdonar sea fácil, sino que es un
requisito absolutamente indispensable para nuestra vida. Podríamos decir que es un mandamiento, porque nos dice
¡perdona! De otra forma el corazón se encuentra como una ciudad asediada por el enemigo, la caridad rodeada por el odio
y el progreso espiritual sumergido en un pozo profundo.

Por otro lado, no debemos preocuparnos por la correspondencia del otro si hemos hecho lo que estaba de nuestra parte.
Cada uno es diverso y, por lo tanto, cada uno dará cuentas a Dios de lo que ha hecho con su vida y con sus acciones.

Nuestro corazón deber ser un castillo donde solo reine Dios. Él es amor, como dice san Juan en su primera epístola, y
como tal aborrece el odio. Si, por el contrario, permitimos entrar al odio en nuestro corazón, Cristo abandonará el sitio
que estaba ocupando dentro de nosotros porque no puede ser amigo de quien odia. Por este motivo debemos trabajar en
amar en lugar de odiar, comprender en lugar de pensar mal, perdonar en lugar de buscar la venganza.

Odiando, matamos nuestra alma. El deseo de venganza significa que se quiere superar al otro en hacer el mal y esto en
vez de sanar la situación la empeora. Pidamos a Cristo la gracia de contar con un corazón como el suyo que sepa amar y
perdonar a pesar de las grandes o pequeñas dificultades de la vida.

Oración:

“Padre, sé que he quebrantado tus leyes y que mis pecados me han separado de ti. Estoy sinceramente arrepentido y ahora
quiero apartarme de mi pasado pecaminoso y dirigirme hacia ti. Por favor, perdóname y ayúdame a no pecar de nuevo.
Creo que tu hijo Jesucristo murió por mis pecados, resucitó de la muerte, está vivo y escucha mi oración. Invito a Jesús a
que se convierta en el Señor de mi vida, a que gobierne y reine en mi corazón de este día en adelante. Por favor, envía tu
Espíritu Santo para que me ayude a obedecerte y a hacer tu voluntad por el resto de mi vida. En el nombre de Jesús oro,
amén.”.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2840: Ahora bien, lo temible es que este desbordamiento de misericordia no
puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo
de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano y a la hermana a quienes
vemos. Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al
amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se abre a su gracia.

Numeral 2843: Así adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor.
La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial, acaba con esta frase:
“Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano”. Allí es, en
efecto, en el fondo “del corazón” donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla;
pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la
ofensa en intercesión.

Numeral 2844: La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos. Transfigura al discípulo configurándolo con su
Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede ser acogido más que en un corazón
acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el
pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la
reconciliación de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí.

Oración final:

Jesús, hoy te ofrezco mis pecados y mi debilidad, porque soy tu deudor. Sé que me quieres perdonar. Por eso vengo con
una gran confianza. Confío en tus méritos y en tu muerte. Yo quiero ser el instrumento de tu perdón. Dame esta gracia.
Yo sé que perdonar es la solución de muchos de mis problemas. Ayúdame a ser humilde y a aceptar mis propios defectos
y los de las personas a mi lado. ¡Ayúdame a ser un apóstol de tu perdón!

Propósito:
Hoy perdonaré de todo corazón a aquella persona que no he sabido perdonar o a quien hoy me pueda dar un disgusto.
Lectio Divina. Martes 18 de marzo de 2020.
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El testigo lleva a plenitud los mandamientos

Invocación al Espíritu Santo:

Respira en mí, oh Espíritu Santo, Para que sea santo mi pensar. Impúlsame, oh Espíritu Santo, Para que sea santa mi
actitud. Atráeme, oh Espíritu Santo, Para que yo ame, lo que es santo. Fortaléceme, oh Espíritu Santo. Protégeme, oh
Espíritu Santo, Para que jamás pierda lo que es santo. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 5, versículos 17 al 19:

Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles
plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma
de la ley.

Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de
los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Las enseñanzas de Jesús no pretenden abolir las leyes, sino llevarlas a sus consecuencias más radicales. Según la doctrina
de los fariseos, el hombre debía practicar las obras buenas que lo hacen justo ante Dios y le proporcionan la salvación. Sin
embargo, su interpretación de la ley había caído en la casuística y en la trampa de cumplir con lo mínimo imprescindible.
Jesús propone una vivencia de la ley desde dentro, sin barreras, fundamentada en la relación personal con el padre y
desbordando las exigencias de la misma ley por medio del amor vivido en plenitud.

Meditación:

Toda esa tremenda legislación se convirtió en una carga demasiado pesada. Los mismos judíos experimentan esta casi
insuperable dificultad. Ser un hombre perfecto, como Dios lo quiere, sin estar unido verdaderamente a Dios desde el
interior, es una tarea imposible.

Los actos externos, el culto, los ritos y todos los sacrificios, no pueden todo unido llegar al valor de un simple acto de
contrición, de una simple y sencilla oración que nace del corazón y que diga: “Señor, ten piedad de mí, porque soy un
pecador... un corazón contrito y humillado tú, Oh Dios, no lo desprecias”, dice el salmo. Cuántos se habían olvidado de
esto en aquellos tiempos, y cuántos hoy pensamos que para tranquilizar la conciencia basta un acto externo, una limosna,
o ni siquiera eso... Hemos adaptado tanto a nuestro antojo la ley de Dios que su contenido casi ha desaparecido o nos
contentamos con “decir algo a Dios de vez en cuando”.

El camino de una verdadera conversión interior, es el de un leal esfuerzo por interiorizar nuestra experiencia y relación
con Él, pero sin dejar de aprovechar las riquezas espirituales de la Iglesia, sobre todo a través de los sacramentos. Ahí
encontraremos al Señor siempre que le busquemos. Su espíritu está ahí presente y actúa por encima de las instituciones y
de las personas... Yo estaré con vosotros hasta el final del mundo...

Oración:

Toma Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y poseer. Tú me
lo diste, a Ti Señor lo torno; todo es tuyo. Dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que eso me
basta, sin que te pida otra cosa. Amén.
Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 592: Jesús no abolió la ley del Sinaí, sino que la perfeccionó
de tal modo que reveló su más profundo sentido y satisfizo por las transgresiones contra ellas.

En el numeral 2053: (…) el seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La ley no es abolida, sino que
el hombre es invitado a encontrarla en la persona de su Maestro, que es quien le da le plenitud perfecta.

Oración final:

Señor, erróneamente existe la tendencia de pensar que, así como el agua y el aceite no se mezclan, tampoco lo hacen tus
mandamientos y la felicidad. Por eso, con diligencia voy adormilando mi conciencia, y sutilmente hago a un lado todo lo
que implique renuncia, esfuerzo, sacrificio. Gracias por recordarme que me ofreces tu gracia y amor para ser fiel siempre
a tu ley, que tiene como fundamento el amor.

Propósito:

Cumplir siempre las leyes civiles y de la Iglesia y reflexionar en qué sentido me lleva a vivir más plenamente el amor.
Lectio Divina. Jueves 19 de marzo de 2020.
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La Sagrada Familia ejemplo de unidad y santidad.

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y todo
será de nuevo creado, y se renovará la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos según el mismo Espíritu
conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 2, versículos 41 al 51:

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años,
fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin
que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no
encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.

Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su
madre le dijo:

“Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”. Él les
respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?”. Ellos no
entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre
conservaba en su corazón todas aquellas cosas.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Lucas es el único evangelista que habla de la infancia de Jesús y relata su viaje a Jerusalén cuando tenía 12 años, uno
antes de la entrada ritual a su vida como judío adulto. Jesús debe haberle impresionado la ciudad ocupada por los romanos
y la importancia del templo, símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo.

Meditación:

Quién mejor que una madre como María sabe lo que significa perder al Hijo de Dios, y a su propio hijo. Si en eso
momentos Dios Padre le hubiese pedido cuentas a María de la educación de su hijo ¿qué hubiese respondido María? ¿Se
me perdió y no lo encuentro o está cumpliendo tu voluntad? Por lo angustiada que estaba parecería que respondería se me
perdió. Con esto no hay otra prueba más convincente de que María amaba a Jesús como tantas otras madres posiblemente
amaban sus hijos. Era su hijo y como tal lo amaba y lo cuidaba. Sin embargo, el mismo amor de madre le llevó a callarse
ante la respuesta de Jesús: tenía que ocuparme de las cosas de mi padre. ¿Qué Jesús no sabía que María estaba dando su
vida por Él? ¿No sabía que sin la ayuda de una madre no hubiese podido sobrevivir? ¿Y que si no moría de hambre
moriría asesinado por los hombres de Herodes? Posiblemente lo sabía, pero también tenía bien claro la misión que debía
cumplir, y debía comenzar cuanta antes.

Pero detengamos por más tiempo nuestra mirada en María. Una madre que ha cuidado durante 12 años a su hijo y ahora
su hijo le sale con esta respuesta tan desconcertante. Son los riesgos de una madre. A más amor por el hogar más
sacrificios que debe afrontar.
Ojalá que en nuestra vida también se cumplan estas palabras que dijo Juan Pablo II de ella: toda su vida fue una
peregrinación de fe. Porque caminó entre sombras y esperó en lo invisible, y conoció las mismas contradicciones de
nuestra vida terrena.

Oración:

Te pedimos que, a ejemplo de la sagrada familia, nos sintamos cada día pertenecidos y unidos a nuestra familia, ayúdanos
para que seamos una sola familia con un solo padre.

Contemplación:

El catecismo de la Iglesia Católica, nos dice en el numeral 564. Por sumisión a María y a José, así como por su humilde
trabajo durante largos años en Nazaret, Jesús nos da el ejemplo de la santidad en la vida cotidiana de la familia y del
trabajo.

El documento de Aparecida nos dice: Con la alegría de la fe que somos misioneros para proclamar el Evangelio de
Jesucristo y, en Él, la buena nueva de la dignidad humana, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con
la creación.

Oración final:

Señor Jesús, la angustia que pasó la santísima Virgen al no encontrarte es la peor pesadilla de cualquier padre de familia.
Qué difícil debe haber sido para ella el no entender tu aparente indiferencia a su sufrimiento. Permíteme crecer en tu
gracia para que, al igual que María, sepa aceptar la angustia o el dolor, sin dejar mi oración, confiando siempre en tu
Divina Providencia.

Propósito:

Que como María también nuestra vida sea un peregrinar en la fe cuando no entendamos los porqués de la vida y ofrecer
un misterio del rosario por un miembro de mi familia que esté alejado de la Iglesia.
Lectio Divina. Viernes 20 de marzo de 2020.
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El testigo manifiesta su amor a Dios mediante el amor al prójimo.

Invocación al Espíritu Santo:

Recibe, ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes
ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones: mi director, mi Luz, mi Guía, mi
Fuerza y todo el Amor de mi corazón.

Lectura. Marcos capítulo 12, versículos 28 al 34:

Uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió:
“El primero es: Escucha, Israel. El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tú Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
hay ningún mandamiento mayor que estos”.

El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y
amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que
todos los holocaustos y sacrificios”.

Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo, “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a
hacerle más preguntas.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

La pregunta del maestro de la ley, nace de la inquietud sentida por el pueblo de Israel. El gran número de normas que
debía cumplir el pueblo impedía ver con claridad lo realmente importante. La respuesta de Jesús se caracteriza por la
autoridad con que une el amor a Dios y el amor al prójimo.

Meditación:

Gracias a la pregunta del letrado sabemos a cuál de las numerosas normas que tenían los judíos -tenían más de seiscientas-
le daba más importancia Jesús. La respuesta no se hace esperar y responde claramente: “amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo”.

No sin razón el Papa Benedicto XVI recalca en sus mensajes para cuaresma la necesidad urgente de defender el derecho a
la vida de los no nacidos, de los ancianos, de los enfermos y de todo hombre sobre esta tierra. Porque también ellos son
nuestro prójimo y como tal debemos respetarlos y amarlos.

Por ello, vale la pena recordar que, antes de ir a comulgar se nos invita a dar la paz a los que tenemos al lado, como
representantes de todos los que encontraremos a lo largo del día. Tomemos conciencia por tanto de que recibimos a
Cristo, modelo de cómo hay que amar y darnos a nuestros hermanos. Modelo de cómo debemos entregarnos a los demás y
ser pan partido para ellos.

La cuaresma consiste en seguir el camino de Cristo a su Pascua. Y ese camino es de entrega, de amor total.

El Santo Padre nos ha mencionado que tenemos que llenarnos completamente del amor de Dios. Esto se puede lograr, ya
que San Pablo nos da un gran ejemplo cuando dice: “No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”. Es verdad. Todos
los que están con Jesús y saben amarlo al igual que al prójimo, pueden parecerse a Jesús, que siempre nos muestra un gran
ejemplo de amor al Padre y a los demás. Por eso, en este día, Cristo nos quiere invitar a acercarnos más al Reino de los
cielos sabiendo amarle por medio del prójimo.

Oración:

Señor Jesús, Tú nos llamas confiar en tu infinito amor y a transmitirlo a los demás. Te pedimos que seas Tú el centro de
nuestra vida, el motor que nos impulse a entregarnos a cada momento al servicio de nuestros hermanos. Bendito seas
Señor por tu presencia entre nosotros. Que toda nuestra vida esté plenamente dedicada a Ti, que nuestro sentir se asemeje
al tuyo, que nuestros pensamientos estén dedicados a ti, que toda nuestra vida esté plenamente dedicada a alabarte y
bendecirte por los siglos de los siglos. Amén.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 575: Muchas de las obras y de las palabras de Jesús han
sido, pues un signo de contradicción para las autoridades religiosas de Jerusalén, aquéllas a las que el Evangelio de san
Juan denomina con frecuencia los judíos, más incluso que a la generalidad del pueblo de Dios. Ciertamente, sus relaciones
con los fariseos no fueron solamente polémicas. Fueron unos fariseos los que le previnieron del peligro que corrían. Jesús
alaba a algunos de ellos y come varias veces en casa de fariseos, Jesús confirma doctrinas sostenidas por esta élite
religiosa del pueblo de Dios: la resurrección de los muertos, las formas de piedad (limosna, ayuno y oración) y la
costumbre de dirigirse a Dios como Padre, carácter central del mandamiento del amor a Dios y al prójimo.

Numeral 2196: El apóstol san Pablo lo recuerda: el que ama al prójimo ha cumplido la ley. (…) La caridad no hace mal al
prójimo. La caridad es por tanto la ley en plenitud.

Oración final:

Señor Jesús, después de meditar a tu lado cómo puedo amarte a través de mi prójimo, te doy gracias por enseñarme a
amar, sabiendo que no solo necesito amar a aquella persona que menos quiero, sino que también puedo amar al que lo
necesita.

Propósito:

Hoy viviré la caridad con mi prójimo y rezaré un Padrenuestro por todos los que buscan ser amados por Dios para que Él
los cuide.
Lectio Divina. Sábado 21 de marzo de 2020.
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Testigos del perdón de Dios

Invocación al Espíritu Santo:

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, permíteme descubrir tu
mensaje, a través de tu palabra de vida. Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas
que me suceda. Hazme conocer y cumplir tu voluntad a lo largo de toda mi vida.

Lectura. Lucas capítulo versículos 18, 9 al 14:

Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás:

“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su
interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy
como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.

El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el
pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.

Pues bien, yo les aseguro que este bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el
que se humilla será enaltecido”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En esta parábola se contraponen dos actitudes; primeramente, el fariseo que piensa obtener la salvación con su propio
mérito, y la otra, del recaudador de impuestos, que reconoce pecador y pide a Dios su ayuda para lograr la conversión de
su vida. Quien pide el auxilio de divino y no se apoya en sus propias fuerzas, es quien verdaderamente alcanza la
salvación.

Meditación:

Este tiempo de cuaresma nos invita a la conversión. Sin duda, todos tenemos necesidad de transformación interior, de
volver nuestro rostro a Dios. Durante nuestra vida, nosotros también nos comportamos algunas veces como el publicano o
como el fariseo. En ambas situaciones, tenemos necesidad de poner los ojos en Dios y reconocer lo que de verdad somos;
Él sí nos conoce y sabe de qué barro estamos hechos. Esta cuaresma es una nueva invitación que nos hace a fijarnos en Él,
en dejar de lado todo lo que nos distancia de su presencia. Con un corazón humilde acudamos a su presencia y
renovémosle nuestro amor, pidamos perdón por nuestras faltas y ofrezcámonos a ser cirineos en el camino al Calvario,
para alivianar la carga de Jesús.

La humildad, la sencillez, la docilidad al Espíritu Santo son esenciales para abrir el corazón de Cristo. A los hombres nos
gusta que nos aprecien, que nos estimen, que nos tomen en cuenta, que nos amen. Buscamos llamar la atención de quien
nos rodea, de quien queremos que nos ame. ¿No queremos de igual forma llamar la atención de Cristo? ¿No queremos
que Cristo nos vea y nos manifieste su amor? Pues estas virtudes serán el motivo para que Dios pose su mirada en
nosotros. Siempre lo hace, pero si nos esforzamos en vivir estas virtudes lo hará de manera especial.

Por el contrario, la soberbia, el orgullo, la vanidad nacen del egoísmo y lo que parecería oración no es otra cosa más que
alabanza a nosotros mismos. Come el fariseo que agradecía a Dios no ser como los demás hombres porque no cometía sus
mismos errores y pecados que ellos.
Los dos hombres estaban en oración, pero qué oraciones tan distintas. Una hecha con presunción personal y la otra con
humildad, con el corazón triste por haber fallado a Dios.

¿Quiere decir entonces que para hacer buena oración forzosamente debemos golpearnos el pecho y debamos hacer
exámenes personales de autocrítica, rayando casi con un pesimismo?

Seguramente Cristo no quiere esto. Él más bien nos pide que como niños nos acerquemos a su corazón reconociendo las
cualidades que nos ha dado, pero tan bien con la humildad necesaria para reconocer nuestras faltas. Recordemos lo que
dice el Catecismo respecto a la oración, dice que la piedad de la oración no está en la cantidad de las palabras sino en el
fervor de nuestra alma.

Pidamos a Cristo que nos enseñe a orar con espíritu humilde y sencillo como el publicano que el evangelio nos presenta el
día de hoy.

Oración:

Al reconocernos pequeños delante de tu gracia, salimos renovados y llenos de alegría por haber recibido tu perdón. A
donde quiera que vayas llévanos en tu compañía, y nunca permitas que el poder de las tinieblas nos venza y nos aleje de
ti. Amén.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña 1489. Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el
pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres.
Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás.

Oración final:

Señor, hoy como el publicano nos acercamos a Ti, pues nos reconocemos débiles y necesitados de Ti, que eres la fuente
de toda gracia. Señor, Tú conoces nuestro corazón y sabes que sin Ti nada podemos; por eso, queremos pedirte que te
quedes con nosotros, que nos acompañes en todo momento de nuestro día. Señor, queremos amarte, pero a veces no
conocemos bien el camino, o nos dejamos llevar por nuestros intereses; por eso, como el publicano, te pedimos: ¡Ten
compasión de nosotros! Y escucha nuestra oración.

Propósito:

Haré una visita al Santísimo en la que, con humildad, le pediré al Señor me enseñe a amarle más y a cumplir su Voluntad.
Lectio Divina. Domingo 22 de marzo de 2020.
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Un ciego encuentra la luz Los ojos se abren conviviendo con Jesús

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo
Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 9, versículos 1 al 41

Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que este naciera
ciego, él o sus padres?” Jesús respondió: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las
obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya
nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”.

Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina
de Siloé” (que significa ‘Enviado’). Él fue, se lavó y volvió con vista.

Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es este el que se sentaba a pedir
limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le
preguntaban: “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?” Él les respondió: “El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo
puso en los ojos y me dijo: ‘Ve a Siloé y lávate’. Entonces fui, me lavé y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde
está él?” Les contestó: “No lo sé”.

Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos.
También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó:” Me puso lodo en los ojos, me lavé y
veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban:
“¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al
ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?” Él les contestó: “Que es un profeta”.

Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus
padres y les preguntaron: “¿Es este su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres
contestaron: “Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no
lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo”. Los padres del que había sido ciego
dijeron esto por miedo a los judíos, porque estos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a
Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: ‘Ya tiene edad; pregúntenle a él’.

Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es
pecador”. Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntaron otra vez: “¿Qué
te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” Les contestó: “Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren
oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?” Entonces ellos lo llenaron de insultos y le
dijeron: “Discípulo de ese lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló
Dios. Pero ese, no sabemos de dónde viene”.

Replicó aquel hombre: “Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos
que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ese sí lo escucha. Jamás se había oído
decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le
replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?” Y lo echaron fuera.

Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “¿Y
quién es, Señor, ¿para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ese es”. Él dijo:
“Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró.
Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que
ven queden ciegos”. Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros
estamos ciegos?” Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su
pecado”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Meditando la historia de la curación del ciego, es bueno recordar el contexto de las comunidades cristianas en Asia Menor
hacia finales del siglo primero, para las cuáles fue escrito el Evangelio de Juan y que se identificaban con el ciego y con
su curación. Ellas mismas, a causa de una visión legalista de la ley de Dios, eran ciegas de nacimiento. Pero, como
sucedió para el ciego, también ellas consiguieron ver la presencia de Dios en la persona de Jesús de Nazaret y se
convirtieron. ¡Fue un proceso doloroso! En la descripción de las etapas y de los conflictos de la curación del ciego, el
autor del Cuarto Evangelio evoca el recorrido espiritual de la comunidad, desde la obscuridad hasta la plena luz de la fe
iluminada por Cristo

Meditación:

El comienzo del evangelio de hoy toca un tema trascendental para el ser humano. Los apóstoles, curiosos y crueles,
preguntan a Jesús, al ver a aquel desgraciado al borde del camino: Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que
naciera ciego?

Toda la revelación enseña que el pecado es la causa principal del sufrimiento. Pero muchas veces, individualmente no hay
relación directa y proporcionada entre el pecado y la desgracia. Ni él ni sus padres pecaron responde Jesús a los apóstoles
nació así para que se manifieste en él las obras de Dios. Este es el sentido más hermoso de nuestras adversidades: son el
signo, una señal de Dios.

Todos nuestros sufrimientos tienen su sentido, pero a veces debemos esperar, con gran paciencia y por mucho tiempo,
hasta que se revele su significación. ¡Cuántos años el ciego de nacimiento tenía que esperar! ¡Cuántos años de ceguera
absurda, de noche incomprensible, para que pudiera brillar la alegría de este día!

Gracias a la fe, podemos y debemos ver en nuestros sufrimientos, promesas y no mutilaciones. Ante cualquier dolor,
hemos de adorar el misterio que Dios propone al hombre. Dios nos pide creer que cualquier sufrimiento puede convertirse
en el sufrimiento de Cristo, que es su Pasión que prosigue: Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo, nos
enseña San Pablo. No hay dolor, no hay cruz que no se parezca a la Suya.

El ciego del Evangelio descubre el sentido de su ceguera en el encuentro con Jesucristo. Le regala no solo la vista del
cuerpo, sino también la visión del alma: la fe. Primero es invitado a dar testimonio del Señor. A los que le preguntan su
opinión sobre Jesús, les responde con mucha convicción: es un profeta. Y al encontrarse de nuevo con Jesús y reconocerlo
como su bienhechor, hace profesión de su fe: Creo, Señor. Y se postra ante Él.

Es la curación más profunda. Por cierto, es expulsado de la sinagoga, pero encuentra la fe: es el gran acontecimiento de su
vida.

Así se manifiestan las obras de Dios, por medio del actuar de Jesús. Sus milagros son signos que conducen hacia Dios, a
los hombres de buena voluntad y de corazón abierto. Pero a los soberbios y autosuficientes los endurecen en su pecado.

Los fariseos ven a Cristo, y sin embargo no lo ven, porque no quieren verlo. Él está dispuesto a darles luz, pero ellos
prefieren quedar en las tinieblas. Por eso, las palabras de Jesús suenan como una condena: Si estuvierais ciegos, no
tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste. El pecado de los fariseos consiste en cerrar los ojos a
la luz. ¿Qué sentido tiene que a luz de Cristo brille, si se cierran los ojos?
De modo que Dios puede elegir solo a aquellos que están abiertos y atentos para sus obras: los pequeños, los sencillos, los
humildes. Por eso eligió a María. Por eso eligió al ciego de nacimiento. Y por eso eligió también a David, el más pequeño
de sus hermanos, como escuchamos en la primera lectura de hoy: Porque la mirada de Dios no es como la mirada del
hombre: el hombre mira las apariencias, el Señor en cambio, mira el corazón.

Esa visión nueva en la fe ha de reglarnos el Señor: ver cómo ve el mismo Dios, adquirir su punto de vista, su perspectiva
divina ¡Señor, abre nuestros ojos miopes y haznos ver con tu mirada las cosas de este mundo y los acontecimientos de
nuestra vida!

Oración:

Salmo 117 (116)

¡Aleluya! ¡Alabad a Yahvé, todas las naciones, ensalzadlo, pueblos todos! Pues sólido es su amor hacia nosotros, la
lealtad de Yahvé dura para siempre.

Contemplación:

¿Cuántos de nosotros tendremos que ir al oculista para que nos gradúe la vista?

Pasamos de aquellas personas que practican una religiosidad distinta a la nuestra, de las que no tienen trabajo, de las que
son de otra escala social, de las que padecen una adicción, que la aparta de familiares y amigos, de los enfermos que
necesitan nuestra compañía, acogida y cariño; de los presos que por distintas causas cumplen condena y a los que no
vamos a visitar, ni acompañamos a sus familiares en esos momentos, de los jóvenes desorientados…

Ahí está Jesús y nosotros pasamos de largo.

Lo buscamos continuamente, pero ¿Dónde buscamos? Porque Dios Padre están en el perdón, en la acogida, en el amor, en
la entrega generosa y sobre todo en amar a los excluidos de la Iglesia y de la sociedad en general.
Graduémonos la vista, volvamos a la claridad y seremos testimonio auténtico del Evangelio.

Oración final:

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine
nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como
María, tu Madre, podamos no solo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre
en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Propósito:

Buscar verdaderamente a nuestro prójimo, para aplicar en él el verdadero Evangelio.


Lectio Divina. Lunes 23 de marzo de 2020.
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La fe ante los signos de la manifestación.

Invocación al Espíritu Santo:

Espíritu Santo fuente de luz y sabiduría, que guías a tu Iglesia incesantemente, guía mi mente y toda mi persona para que
descubra a Jesús como mi único salvador y Dios, ven a mí y penetra todo mi ser con tu fuego e ilumina mi entendimiento.

Lectura. Juan capítulo 4, versículos 43 al 54:

Jesús salió de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia
patria. Cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la
fiesta, pues también ellos habían estado allí.

Volvió entonces a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía un
hijo enfermo en Cafarnaúm. Al oír este que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar a
su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dijo: “Si no ven ustedes señales y prodigios, no creen”. Pero el funcionario del
rey insistió: “Señor, ven antes de que mi muchachito muera”. Jesús le contestó: “Vete, tu hijo ya está sano”.

Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Cuando iba llegando, sus criados le salieron al encuentro
para decirle que su hijo ya estaba sano. Él le preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Le contestaron: “Ayer, a la
una de la tarde, se le quitó la fiebre”. El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: ‘Tu hijo ya está
sano’, y creyó con todos los de su casa.

Esta fue la segunda señal milagrosa que hizo Jesús al volver de Judea a Galilea.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El texto bíblico se tratará de un pagano y la relación de Jesús, siendo pues los samaritanos enemigos de los judíos. En la
cual Jesús brinca las fronteras de esta relación siendo de esto un signo visible. Además, el desplazamiento de Jesús de un
lugar a otro (desde Cafarnaúm hasta Caná de Galilea) pues un profeta es escuchado de una manera mejor en otras tierras y
no en su misma patria y para realizar un milagro es necesario que a la tierra a donde va Jesús se les abran los ojos, siendo
importante la fe en las mismas palabras de Jesús será otro signo visible de fe y de manifestación del mismo Jesús. Ya que
la misión de Jesús es que se haga conocer en todo lugar la palabra verdadera a través de sus mismas obras.

Meditación:

Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo del funcionario real, y quiere liberarnos de toda esclavitud y tristeza
perdonándonos todas nuestras faltas. Si tenemos fe, si queremos que de verdad nos cure, debemos acercarnos
confiadamente para que nos llene de su gracia. Por esto, cada vez que nos disponemos a recibirle en la Eucaristía le
decimos una breve oración que nos hace más humildes, “Señor, no soy digno que entres a mi casa, pero sé que basta una
palabra tuya para sanarme”.

La vida diaria nos presenta un reto muy grande que consiste en vivir desde la fe, en creer plenamente en Cristo. El
Evangelio nos ofrece una clave preciosa para dirigir nuestras acciones cotidianas, para convertirnos en apóstoles
verdaderos de Cristo y obtener la vida. “Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino”. La
palabra de Cristo se convierte en transformativa cuando el hombre la acepta, se convierte, se pone en camino y así puede
llegar a la vida. Vida que no solo es física, sino vida espiritual y eterna. La fuerza de Dios se manifiesta en Cristo que es
la Palabra. Una Palabra en la que la vida, acciones y pensamientos están perfectamente unidos. Por ello Cristo es la
Persona más coherente y eso le da credibilidad. Los cristianos, como apóstoles y seguidores de Cristo, estamos llamados a
ser testimonios coherentes de vida. Por ello no se puede separar la fe de la vida y, en consecuencia, las acciones del
apóstol de Cristo siguen la moral cristiana. Por ello los mayores apóstoles de todos los tiempos han sido, no los hombres
buenos, sino los hombres santos. Aquellos que hablaban “de Cristo” pero porque habían hablado primero “con Cristo”.
Aquellos que habían hecho primero un encuentro profundo con la Palabra que cambió radicalmente su vida.

Oración:

Señor, permite en cada momento de mi vida, sentirte siempre, creer fielmente y no dudar de ti en ningún momento, estate
siempre en mi corazón, ayúdame a que mi fe nunca se desvíe por otros caminos que no los son los tuyos, plasma en mi
alma la emergente necesidad de buscar siempre en los acontecimientos de la vida tu amor que se derrama y mojarme con
la bondad pura que desde tu mirada me ilumines y lleves a buen término las necesidades y los proyectos que tengo.

Contemplación:

Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del
Espíritu Santo que los instruye y los conduce “a la verdad completa” (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 91)

La Iglesia, que es “columna y fundamento de la verdad”, guarda fielmente “la fe transmitida a los santos de una vez para
siempre”. Ella es la que guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la
confesión de la fe de los apóstoles. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 171)

En la antigüedad los maestros transmitían a sus discípulos la búsqueda de algo trascendente, puesto que deberían buscar la
verdad verdadera. (Confróntese Documento de Aparecida numeral 131)

Estamos llamados a intensificar nuestra respuesta de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de
la humanidad. (Documento de Aparecida numeral 134)

Oración final:

Jesús, Tú eres la Palabra del Padre que has venido al mundo para darme la vida y salvarme. Sé que Tú puedes
transformarme, pero quieres que yo libremente te acepte. Ayúdame para que crea y tenga vida y pueda mi experiencia de
encuentro contigo a toda mi familia.

Propósito:

Procuraré hacer una reflexión evangélica con toda mi familia.


Lectio Divina. Martes 24 de marzo de 2020.
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El encuentro de cristo en nuestra vida cotidiana.

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo
Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 5, versículos 1 al 16:

Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una
piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y
paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: “¿Quieres curarte?” Le
respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya
otro ha bajado antes que yo”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Al momento el hombre quedó curado,
tomó su camilla y se puso a andar.

Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: “No te es lícito cargar tu camilla”. Pero él
contestó: “El que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’ “. Ellos le preguntaron: “¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu
camilla y anda’?” Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más
tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo
peor. Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús,
porque hacía estas cosas en sábado.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Aquí se hará mención de un estanque que científicamente existe, en el cual se podría considerar como lugar para curarse.
En el texto falta el versículo cuatro, significativo pues hacen falta manuscritos para poder seguir manteniendo dicho
versículo. Pues se creía que un ángel del Señor descendería de los cielos y agitaría las aguas. Además, para los judíos es
muy importante respetar el día sábado, en la cual ni siquiera podrían cargar algo sobre sus hombros. Se manifiesta pues la
persecución de los judíos contra Jesús; sin embargo, Jesús seguía haciendo milagros, aunque fuera sábado. El evangelista
Juan designa a los judíos como dirigentes del judaísmo en cuantos enemigos de Jesús y de los discípulos, no como
habitantes de Judea.

Meditación:

El milagro del paralítico de la piscina es conmovedor. Cristo se acerca a aquel hombre y sabiendo que ya llevaba mucho
tiempo decide curarle.

Aquel enfermo era ciertamente un hombre de gran corazón. De esos que no se desaniman a pesar de los problemas. No
sabemos, pero tal vez no era de Jerusalén, y se había hecho traer hasta la ciudad en busca de curación.

Quizá muchas veces habría querido que todo terminase pronto para él. Quizá pensó que su vida ya no tenía sentido; que
vivía solo para sufrir, aceptando las burlas y las muecas de la gente que acertaba a pasar por ahí. Cuántos amaneceres y
atardeceres habrían pasado por encima de aquel pobre hombre, y él no perdía la esperanza de que el buen Dios de Israel le
auxiliaría.
Confiaba, y así pasó mucho tiempo hasta que Cristo se acercó. Y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo de sufrimiento,
se acercó para restablecerle la salud.

El Señor había previsto el encuentro para aquel momento preciso. No porque no hubiese querido ahorrarle el sufrimiento
de tantos años, sino porque quiso regalarle un don mayor: la fe y poco más tarde el perdón de sus pecados.

Todos estamos expuestos a sentirnos desamparados en los momentos duros, o en la cotidianidad de nuestro trabajo diario.
Sin embargo, Cristo nos sale al encuentro. Nos cura y hace que cambie nuestra vida yendo en contra de las costumbres
frívolas del mundo en que vivimos. Porque Él quiere permanecer con nosotros en nuestras almas, por medio de la gracia.
(Bajo la condición de que respetemos sus mandamientos.)

Entonces, el recuerdo de Cristo y su presencia en nosotros bastarán para aceptarnos y aceptar los pequeños sacrificios de
nuestra vida diaria.

Todos somos como este paralitico. Todos los días constatamos nuestra pequeñez y nos sentimos frágiles, sin fuerzas. Y en
realidad lo somos, pues cojeamos siempre en nuestros mismos defectos. Y este paralítico del evangelio de hoy nos da la
solución: Exponer nuestros problemas a Jesús con confianza y Él va a obrar maravillas en nosotros. Somos esos hombres
que continuamente tropiezan, somos cojos, necesitamos de alguien que nos sostenga.

Ese alguien es Cristo, el Hijo de Dios. Él quiere ser nuestra fortaleza, nuestra seguridad. A su lado todo lo podemos.
Debemos confiar ciegamente en Él, pues Él es el amigo fiel que nunca nos abandona.

¡Qué alegría debemos sentir al sabernos amados por Dios! Para Dios somos muy importantes. Con Él a nuestro lado, todo
lo podemos. Jesús es nuestra fortaleza.

Oración:

Clava en mi Señor, la necesidad de buscarte, plasma en mi vida los hechos que día a día transmites. Invade en mi corazón
la búsqueda y sed de esa agua que mi corazón lleva, busca y renueva en mí el deseo ardiente de encontrarte en los
acontecimientos y demostrar que te quiero.

Contemplación:

Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en Jesús. Concede lo que le
piden a los que acuden a él con fe. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 548)

Jesús acompaña sus palabras con numerosos milagros, prodigios y signos que manifiestan que el Reino está presente en
él. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 547).

Jesús salió al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros,
justos y pecadores… invitándolos a todos a su seguimiento. Hoy sigue invitando a encontrar en ÉL el amor del Padre. Por
eso el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre,
especialmente a los pobres y pecadores. (Documento de Aparecida numeral 147)

Oración final:

Señor, gracias por tu amor y tu presencia que verdaderamente hace que nos sintamos como hijos tuyos. Sé que hoy me has
escuchado y te pido la gracia de ser paciente para esperar que Tú obres en mí. Hazme ver tu mano amorosa que me
sostiene y me hace ver qué grande es tu amor hacia mí.

Propósito:

Hoy haré una visita a Jesús Eucaristía, exponiéndole mis problemas con plena confianza.
Lectio Divina. Miércoles 25 de marzo de 2020.
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María testigo, de la presencia de Dios en su vida.

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don, en tus dones espléndido; luz que penetras
las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro
trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del
alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no
envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito guía al que tuerce el sendero., reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos. Por tu bondad y
tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 1, versículos 26 al 38:

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret a una virgen desposada con un varón de
la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se
preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás
por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y Él
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?”. El ángel le contestó: “El
Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti,
será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el
sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del
Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

La salvación de Dios llega desde un lugar humilde, fuera de las grandes instituciones religiosas de Israel. Lucas estructura
su Evangelio de la infancia alrededor de la figura de María, mientras que Mateo lo centra en José. La fe de María
contrasta con la desconfianza de Zacarías en el anuncio del nacimiento de Juan.

Meditación:

Cuando pensamos en el “Sí” de María a la propuesta de Dios, lo podemos imaginar en un ambiente casi de novela
“romántica”, y olvidar que con ese “Sí”, toda su vida quedó comprometida. La respuesta que ella dio no era algo
espontáneo o “lógico”. María dirá que sí, más por confianza y fe, que por conocimiento. Ella apenas podía entender lo que
le había sido explicado... y, sin embargo, dice que “Sí”. Además, la fe de María será puesta a prueba cada día. Ella
quedará encinta. No sabe bien cómo, pero lo cierto es que su corazón está inundado por una luz especial. Aunque su
querido José dude, ella vive inmersa en el misterio sin pedir pruebas, vive unida al misterio más radical que existe: Dios.
Él sabrá encontrar las soluciones a todos los problemas, pero hacía falta fe, hacía falta abandono total a su voluntad.

María se dejó guiar por la fe. Esta la llevó a creer a pesar que parecía imposible lo anunciado. El Misterio se encarnó en
ella de la manera más radical que se podía imaginar.
Sin certezas humanas, ella supo acoger confiadamente la palabra de Dios. María también supo esperar, ¿cómo vivió María
aquellos meses, y las últimas semanas en la espera de su Hijo? Solo por medio de la oración y de la unión con Dios
podemos hacernos una pálida idea de lo que ella vivió en su interior. También María vivió con intensidad ese
acontecimiento que transformó toda su existencia de manera radical. Ella dijo “Sí” y engendró físicamente al Hijo de
Dios, al que ya había concebido desde la fe. Estas son experiencias que contrastan con nuestro mundo materialista,
especialmente en la cercanía de las fiestas de Navidad. Por ello, como cristianos, ¿cómo no centrar más nuestra vida al
contemplar este Misterio inefable? ¿Cómo no dar el anuncio de la alegría de la Navidad a todos los que no han
experimentado ese Dios-Amor?

No olvidemos que un día ese Dios creció en el seno de María, y también puede crecer hoy en nuestros corazones, si por la
fe creemos, y si en la espera sabemos dar sentido a toda nuestra vida mirando con valor al futuro.

Oración:

María llena de gracia el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. María, Dios te ha
elegido para que fueras la testigo fiel, de su presencia en tu vida. Te pedimos que intercedas por nosotros, para que al
igual que tú, también nosotros queramos estar unidos a Dios y aceptemos su voluntad sobre nuestra vida. Que al igual que
tú, no temamos puesto que para Dios no hay imposibles. Que seamos cada día instrumentos de alegría para los hermanos
que necesitan de nuestra ayuda. Así sea.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 490: Para ser la Madre del Salvador, María fue dotada por
Dios con dones a la medida de una misión tan importante. El ángel Gabriel en el momento de la Anunciación la saluda
como llena de gracia. En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que
ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.

Numeral 494: Al anuncio de que ella dará a luz al Hijo del Altísimo, sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo,
María respondió por la obediencia de la fe, segura de que nada hay imposible para Dios: He aquí la esclava del Señor:
Hágase en mí según tu palabra.

Oración final:

Dios mío, gracias por quedarte en la Eucaristía y por darme a María como madre y modelo de mi vida. Contemplar su
gozo, su actitud de acogida y aceptación, su humildad, me motivan a exclamar con gozo: heme aquí Señor, débil e infiel,
pero lleno de alegría por saber que, con tu gracia, las cosas pueden y van a cambiar.

Propósito:

Rechazar preocupaciones sobre las que no puedo hacer nada, para actuar confiadamente sobre lo que sí puedo cambiar.
Lectio Divina. Jueves 26 de marzo de 2020.
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Mantenernos firmes en la esperanza del que vendrá

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo
Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 5, 31 al 47

Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y
yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido.

Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el
testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes
quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha
concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre.

El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su
palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado.

Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí.
¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé
que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera
en nombre propio, a ese sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de
los otros y no buscan la gloria que solo viene de Dios?

No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su
esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos,
¿cómo darán fe a mis palabras?”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Las palabras que el evangelista pone en boca de Jesús contienen la defensa que Jesús hace de su propia persona frente a
quienes lo acusan, pero también pretenden defender a la comunidad joánica frente al judaísmo fariseo. Los cristianos son
acusados de apoyar su fe en el propio testimonio de Cristo.

Meditación:

Creer no es añadir una opinión a otras. Nosotros tenemos muchas opiniones de Dios en nuestras vidas. Pasa con mucha
frecuencia que pensamos que Dios es un juez, el omnipotente dictador de los cielos que gobierna con suprema autoridad.
Algo muy diferente de lo que es realmente Dios. Por eso, nos cuesta aceptar, creer y hacer Su voluntad. ¡Dios no es así!
Dios es misericordia, perdón, amor. Dios no se porta como dictador, sino, más bien, como un Padre que corrige para
señalar el camino correcto, porque ama y quiere lo mejor para su hijo. Actúa sabiendo que va a doler, pero es para que
todo salga adelante.

En esta verdadera orientación, encontramos a Dios, y surge natural la confianza de que creemos en Dios, porque hemos
hecho la experiencia del verdadero Dios, aquel que comprende, entiende y ayuda. Y es lógico que, después de esta
experiencia tan fuerte y viva, nuestro creer se transforme en acción. Un creer que va más allá de lo que es aceptar el amor
de Dios de forma pasiva; un creer que se compromete a entregarse totalmente a Él, en lo que me pida.

Jesús en este evangelio nos dirige un reproche. Cristo intenta defender su nombre, no porque le interesara en sí, sino para
que mayor número de personas creyeran en Él. Hace un esfuerzo por presentarse ante los judíos, siguiendo su mentalidad
de confiar en el testimonio de otros.

Hace y dice todo cuanto puede. Sin embargo, parece que sus palabras chocan y resbalan, ante la incredulidad de los
corazones soberbios.

Jesús apela al testimonio mismo del Padre, manifestado en los escritos de Moisés y en Juan Bautista. Al primero, Dios lo
había elegido para liberar y guiar a su pueblo a través del desierto hacia la tierra prometida. ¿No es Jesús mismo que nos
guía en medio del desierto de nuestra vida hasta la patria eterna? El segundo, Juan, proclamó la llegada del Mesías y
propuso un bautismo de penitencia. Jesús, en otro pasaje afirma, que era Elías, señalado como su predecesor, que allanaría
montes y rellenaría valles para el paso del Señor. ¿No es Jesús la voz que sigue gritando en el desierto de las conciencias
de tantos hombres, llamándoles a la conversión, atrayéndolos a su amor? Pero los judíos no le entendieron. ¿Le
entenderemos hoy nosotros?

Es triste, pero es verdad. En este evangelio Jesús nos reprocha no haber comprendido su mensaje. Vamos en busca de la
gloria que da el mundo a quienes obran según el slogan del momento. Corremos tras la vanidad del tener más y más; sin
compartir lo que Él mismo nos ha dado: amor, cariño y comprensión. Esto es leer las escrituras y no entender el mensaje
de Cristo: ir a misa y después no vivir el evangelio; llamarse cristiano y apenas conocer a Jesús. Pero Jesús es paciente.
Nos espera. Y si nos reprocha algo en nuestra conciencia, es porque nos ama y nos quiere cerca de su amantísimo
Corazón. Podemos corresponderle, acercándonos a la parroquia, viviendo y compartiendo nuestra fe. Regalando al mundo
sonrisa que da la alegría de la esperanza y la confianza en Jesús.

Oración:

Hacia la mirada puesta en Cristo me desbordo de gozo al saber que él está siempre en espera de volver a mirar hacia
delante. Cristo ayúdanos a ser más sencillos, contemplando el misterio de tu Pasión, Muerte y Resurrección. Llena mi
vida de luz y pon de manifiesto en mi corazón la única y especial atención de la necesidad que tengo de ti.

Contemplación:

El Espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de Cristo, nos educa para orar en la esperanza. La
oración personal nos ayuda y alimenta en nuestra oración. En el Señor puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y
escucho mi clamor. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2657)

La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos
ha dado. El amor es la fuente de la oración. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2658)

La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida
son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. (Documento de
Aparecida numeral 360)

El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Por eso pide a sus discípulos: ¡Proclamen que está llegando el
Reino de los cielos! Se trata del Reino de la vida. (Documento de Aparecida numeral 361)

Oración final:

Los momentos que reservo para tus cosas, Señor, son muy pocos y pasan rapidísimos. ¿Qué más puedo hacer por ti? No
quiero dejar pasar este momento de oración, como muchos que ya se han ido, sin dejar en mí una verdadera experiencia
de ti, Señor. No puedo salir sin comprometerme de verdad contigo. Ya he contemplado tu amor, cómo eres Tú en verdad;
ahora, falta mi parte. Tú me conoces, soy débil, pero sé que con tu gracia puedo; en ti, está mi fuerza; contigo, no vacilo.
Propósito:

Hoy amaré más al Señor en mi familia, ayudando a todos en los que necesiten de mí.
Lectio Divina. Viernes 27 de marzo de 2020.
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Cristo suma bondad de manifestación y conocimiento:

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo
Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 7, versículos 1 al 2 y capítulo 10 versículos 25 al 30

Jesús recorría Galilea, pues no quería andar por Judea, porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba ya la fiesta de
los judíos, llamada de los Campamentos.

Cuando los parientes de Jesús habían llegado ya a Jerusalén para la fiesta, llegó también él, pero sin que la gente se diera
cuenta, como de incógnito. Algunos, que eran de Jerusalén, se decían: “¿No es este al que quieren matar? Miren cómo
habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es el Mesías? Pero nosotros sabemos de
dónde viene este; en cambio, cuando llegue el Mesías, nadie sabrá de dónde viene”.

Jesús, por su parte, mientras enseñaba en el templo, exclamó: “Conque me conocen a mí y saben de dónde vengo... Pues
bien, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; y a él ustedes no lo conocen. Pero yo sí lo conozco,
porque procedo de él y él me ha enviado”. Trataron entonces de capturarlo, pero nadie le pudo echar mano, porque
todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El evangelista quiere destacar el rechazo, por parte de Jesús, de un mesianismo sensacionalista y político en el que
pensaban “sus hermanos”. No solo se reflejará el enfrentamiento de Jesús con sus contemporáneos solamente, sino que
también el enfrentamiento posterior entre el judaísmo y el cristianismo. La dificultad de los oyentes de Jesús consistía en
aceptar su origen divino. Jesús insiste de nuevo en que su origen está en Dios.

Meditación:

“Los judíos trataban de matarlo”. Jesús es el prototipo del justo que resulta incómodo y cuyo testimonio se quiere
silenciar. Sin embargo, todas las acusaciones que le hacen son “viscerales”, nacidas del odio. Por ejemplo, dicen que
saben de donde viene Jesús; el Mesías, en cambio no, por lo tanto, Jesús no es el Mesías porque saben de dónde viene
Jesús. Otras veces le creen endemoniado, otras le critican porque por encima de la ley da más preferencia a la vida de las
personas. Lo que los fariseos buscan es desacreditarle y huir para no tener que aceptar su testimonio.

No obstante, Jesús “grita” valientemente su identidad: “yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz, a Ese
vosotros no le conocéis; yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado.” Pero como aún no había llegado su
hora, la hora de la cruz en donde los fariseos entonces empezarán a creer más en él. Y aunque se esforzarán por acabar
completamente con sus enseñanzas, se darán cuenta de que efectivamente Jesús era el Mesías.

También en el mundo de hoy, junto a muchas personas que creen y aceptan a Cristo, hay otras muchas que han optado por
ignorarlo, o incluso, por perseguir toda idea suya. Por esto sus seguidores corren igual suerte. En una sociedad que va
perdiendo los valores fundamentales como el respeto a la vida, la caridad, el perdón, debería llevarnos a luchar y trabajar
por extender el reino de Cristo y no solo a lamentarnos por la situación. Nosotros somos los que cambiaremos el corazón
de las personas con nuestro testimonio de cristianos.
Tal vez no lleguemos a ser perseguidos físicamente, pero sí desacreditados y criticados por buscar la coherencia de vida
con nuestra fe. No temamos ser fieles a Cristo, porque si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Oración:

Ante la misión que tenemos de entregarnos por el amor a Dios, permítenos, Señor a realizar nuestras acciones enfocadas a
tu gran bondad, siguiendo el ejemplo vivo del mismo rostro de Jesús el Hijo amado del Padre.

Contemplación:

La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El espíritu Santo fue enviado para santificar el
seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina. El que es el Señor que da la vida. (Catecismo de la Iglesia Católica
numeral 485)

El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de la misión eclesial. Él es quien conduce la Iglesia por los caminos de la
misión. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 852)

Dios no es solo la suma Verdad. Él es también la suma Bondad y la suprema Belleza. (Documento de Aparecida numeral
496)

Oración final:

Padre y Señor mío, el poder conocerte en Jesús y poder comunicarme contigo por medio del Espíritu Santo es una gracia
que no he sabido aprovechar. Te ofrezco mi libertad, permite que esta oración me lleve a la experiencia de tu amor, y que
esta experiencia determine mi vida, mi comportamiento, la forma en que me relacione con los demás. Que mis debilidades
no impidan que pueda darte a los demás. Que tu Palabra penetre hondamente en mi corazón y la trasmita fielmente a todas
las personas que pongas en mi camino.

Propósito:

Iniciar siempre mi oración y mis actividades invocando al Espíritu Santo.


Lectio Divina. Sábado 28 de marzo de 2020.
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Cristo vendrá de la descendencia de David.

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo
Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 7, versículos 40-53:

Algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Este es verdaderamente el profeta”. Otros afirmaban:
“Este es el Mesías”. Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el
Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?” Así surgió entre la gente una división por causa
de Jesús. Algunos querían apoderarse de él, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y
los fariseos, y estos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese
hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por él? ¿Acaso ha creído en él
alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma esa, que no entiende la ley, está maldita”.

Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un
hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?” Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las
Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta”. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia
casa.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

También hoy, queridos hermanos y hermanas, nuestra alegría es compartir esta fe y responder juntos al Señor Jesús: “Tú
eres para nosotros el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Nuestra alegría también es ir a contracorriente e ir más allá de la
opinión corriente, que, como entonces, no logra ver en Jesús más que a un profeta o un maestro. Nuestra alegría es
reconocer en Él la presencia de Dios, el enviado del Padre, el Hijo que vino para ser instrumento de salvación para la
humanidad. Esta profesión de fe proclamada por Simón Pedro es también para nosotros. La misma no representa solo el
fundamento de nuestra salvación, sino también el camino a través del cual ella se realiza y la meta a la cual tiende.
En la raíz del misterio de la salvación está, en efecto, la voluntad de un Dios misericordioso, que no se quiere rendir ante
la incomprensión, la culpa y la miseria del hombre, sino que se dona a él hasta llegar a ser Él mismo hombre para ir al
encuentro de cada persona en su condición concreta. (Papa Francisco).

Meditación:

En este pasaje no aparece ninguna palabra de Cristo, pero se descubren los pensamientos sobre Jesús que hay en muchos
corazones (Lucas capítulo 2, versículo 35). Muchos se maravillan de la humilde procedencia de Jesús, pero porque no lo
conocen. En nuestra vida nos puede pasar del mismo modo, el maravillarnos de lo que se dice de Dios, malo o bueno,
pero nosotros no decimos nada porque le conocemos muy poco y no lo hemos experimentado.

Precisamente quien escucha a Jesús, quien lo conoce de cerca, queda maravillado. Quien oye las palabras de Cristo no
puede quedar igual. Por eso en el texto evangélico los soldados que habían sido enviados a apresar al Señor, vuelven
asombrados diciendo que nadie antes había hablado como Él. Esto hace que el enojo de los fariseos se agudice más
porque no pueden realizar sus artimañas malintencionadas. Nosotros en cambio debemos acercarnos a Cristo, dejar que Él
nos hable al corazón por medio del Evangelio, de la Eucaristía, de la Reconciliación. Poco a poco irá transformando
nuestra alma e irá convenciéndonos suavemente con su amor, con su bondad, con su alegría. Si escuchar la Palabra de
Dios puede cambiar el corazón, cuánto más no podrá hacer Él cuando le tenemos dentro.

Conocer a Cristo es una empresa apasionante que solo experimentan quienes quieren hacer esta experiencia. Uno sale
transformado de cada encuentro con el Señor, no porque nosotros hagamos o digamos algo, sino porque es Él el primer
interesando en nuestra santificación y en nuestro bien. Y cuando a Cristo le abrimos la puerta del corazón,
silenciosamente va invadiendo toda la casa hasta llenarla y poseerla toda, entonces es cuando como San Pablo podemos
decir “y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2, 20).

Pero poseer a Cristo es también transmitirlo, y al transmitirlo a los demás corremos el riesgo de no ser tomados en cuenta,
o de ser tachados por los demás de cualquier cosa. Así le pasó a Nicodemo al querer hacer ver que se cometería una
injusticia al juzgar a Jesús sin antes oírlo. Estas son las injusticias que sufren los amigos del Señor, pero Él ya lo había
anunciado en el sermón de las bienaventuranzas: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira
digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra
recompensa...” (Mt 5, 11). Y nadie que haya querido ser amigo verdadero de Jesús ha quedado defraudado ni se ha
arrepentido porque Dios siempre cumple sus promesas.

Oración:

Ante ti Señor en este día queremos reconocer nuestras limitaciones y pedimos que alejes de nosotros aquellos deseos o
aquellas inclinaciones que nos induzcan a la hipocresía, a la autosuficiencia, al despotismo, etc. Queremos que Tú nos
liberes, que tú quites de nosotros todo eso que nos impide reconocer tu presencia en medio de nuestros hermanos.
Fortalece a todas las personas que se dedican anunciar tu Evangelio, bendice a los ministros de tu Iglesia para que sean
eficaces servidores de tu Reino. Finalmente te pedimos Señor que reavives en nosotros el deseo de servirte
completamente, que dejemos a un lado todo deseo de beneficio, que nos abandonemos en ti completamente para que tú
seas nuestro único Maestro, Padre y jefe. Así sea.

Contemplación:

¿Cuáles son hoy las diversas opiniones sobre Jesús que existen en medio de la gente? Y en tu comunidad ¿existen
diferentes opiniones que generan confusión? ¿Cuáles? Cuéntalas.
Hay personas que solo aceptan lo nuevo si están de acuerdo con sus ideas que pertenecen al pasado. ¿Y yo?

Oración final:

Señor mío y Dios mío, Tú sabes que soy débil y muchas veces me dejo llevar por las cosas que a veces no te agradan.
Dame tu fuerza para luchar cada día y buscar agradarte. Ayúdame para poder ayudar a los demás. Haz que siempre dé
testimonio de Ti y de mi fe en Ti, para que pueda escuchar un día en el cielo tus palabras: “adelante, siervo bueno y fiel,
entra a tomar parte del banquete de tu Señor”. Jesús, confío en Ti; María, soy todo tuyo.

Propósito:

Haré una breve oración por las personas que pasan por alguna necesidad o problema, pidiendo a Dios y a la Santísima
Virgen que les haga experimentar su presencia y les ayude a solucionar y sobrellevar con fortaleza sus dificultades.
Lectio Divina. Domingo 29 de marzo de 2020.
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Yo soy la Resurrección y la Vida.

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo
Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 11, versículos 1 al 45:

Se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al
Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le
mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”.

Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo
de Dios sea glorificado por ella”.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo
dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”. Los discípulos le
dijeron: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no
tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de
noche tropieza, porque le falta la luz”.

Dijo esto y luego añadió: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron
sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del
sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado ahí,
para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: “Vayamos
también nosotros, para morir con él”.

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos
kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano.
Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si
hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le
pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”.
Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo
y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: “Ya vino el Maestro y te llama”.
Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino
que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola,
viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar ahí y la siguieron.

Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría
muerto mi hermano”. Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más
hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos
comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía este, que abrió los ojos al ciego de nacimiento,
hacer que Lázaro no muriera?”.

Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces
dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva
cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra.
Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me
escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego
gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta
en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Jesús se ha solidarizado y se ha hecho uno de nosotros en todo para redimirnos y darnos vida eterna. El autor de la carta a
los hebreos nos dice que Cristo “quiso asemejarse en todo a sus hermanos, a fin de hacerse Pontífice misericordioso y fiel
en las cosas que tocan a Dios, para expiar los pecados del pueblo” (Hebreos capítulo 2, versículo 17). Y, un poco más
adelante, añade: “no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, pues se hizo en todo
semejante a nosotros, menos en el pecado” (Hebreos capítulo 4, versículo 15).

Sí. Jesús llora con nosotros y por nosotros. Sus lágrimas son de un amor infinito, de una ternura y compasión que no
somos capaces de comprender suficientemente. Aquí está el motivo más profundo de la Encarnación y de la Redención.
Por eso quiso abrazar la cruz, los dolores más amargos y las más crueles torturas de su Pasión: por amor a cada uno de
nosotros.

Meditación:

En realidad, esta página evangélica muestra a Jesús como verdadero hombre y verdadero Dios. Ante todo, el evangelista
insiste en su amistad con Lázaro y con sus hermanas Marta y María. Subraya que “Jesús los amaba” (Juan capítulo 11,
versículo 5), y por eso quiso realizar ese gran prodigio. “Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo” (Juan
capítulo 11, versículo 11), así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios
sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar. Este señorío sobre la
muerte no impidió a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la separación. Al ver llorar a Marta y
María y a cuantos habían acudido a consolarlas, también Jesús “se conmovió profundamente, se turbó” y, por último,
“lloró” (Juan capítulo 11, versículo 33 y 35). El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se encontraron
perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor,
misericordia, ternura paterna y materna, del Dios que es Vida. La respuesta de Marta es ejemplar: “Sí, Señor, yo creo que
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo” (Juan capítulo 11, versículo 27). ¡Sí, oh Señor!
También nosotros creemos, a pesar de nuestras dudas y de nuestras oscuridades; creemos en ti, porque tú tienes palabras
de vida eterna; queremos creer en ti, que nos das una esperanza fiable de vida más allá de la vida, de vida auténtica y
plena en tu reino de luz y de paz (Benedicto XVI, Ángelus 9 de marzo de 2008).

Cristo, el Señor de la vida y de la historia, nos ama y quiere lo mejor para nosotros siempre. Él es nuestro padre y se
preocupa por cada uno de sus hijos. Jesús sufre con nuestras dolencias y pecados. Por eso, el Señor está dispuesto a morir
por nosotros para darnos la vida. La pasión, muerte y resurrección de Jesucristo iluminan la vida de todo hombre.
Nuestros sufrimientos y nuestra propia existencia solo tienen sentido en la persona de Cristo. Siguiendo el ejemplo de
Marta estamos llamados a responder con fe ante Aquél que es la resurrección y la vida.

Oración:

Señor, tu conoces el corazón de tus hijos y sabes bien cuáles son nuestras enfermedades. Ten misericordia de nosotros,
sana con tu amor todas nuestras dolencias. Permíteme ser un reflejo de tu misericordia y de tu amor entre las personas que
me rodean para que te conozcan, Dios mío, como Camino, Verdad y Vida.

Contemplación:
En Marta hemos encontrado un modelo de fe sencilla. Ella cree que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías; ella cree en la
resurrección y en el poder infinito de Dios. Lázaro, Marta y María conquistaron un lugar especial en el corazón del Señor
porque vivían una fe luminosa y llena de amor. Jesucristo encuentra verdaderos amigos en los corazones que se le abren
con fe y generosidad. “No tengáis miedo, abrid las puertas de vuestro corazón a Cristo. Él pide poco y lo da todo” (Juan
Pablo II).

Oración final:

Señor, gracias por escuchar mis oraciones y por estar siempre atento a mis necesidades. Dame la gracia de sentirme
verdaderamente hijo tuyo. Dios mío, aumenta mi fe para reconocerte y proclamarte como el único Señor de mi vida.
Ayúdame a levantar la mirada al cielo para tener siempre presente que caminamos en esta vida como peregrinos a nuestra
patria celestial.

Propósito:

Visitar un cementerio y hacer una oración en la tumba de algún familiar o amigo difunto. También puedo rezar un
misterio del rosario por las almas del purgatorio.
Lectio Divina. Lunes 30 de marzo de 2020.
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La persona es digna y es perdonada.

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo
Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 8, versículos 1 al 11:

Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y
él, sentado entre ellos, les enseñaba.

Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron:
“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a esas mujeres. ¿Tú
qué dices?”.

Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se. agachó y se puso a escribir en el suelo con
el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la
primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.

Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que
dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.

Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le
contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Este pasaje rompe el desarrollo de Juan capítulos 7 al 8; y no encaja con el contenido del evangelio de Juan; además falta
en la mayor parte de los manuscritos antiguos, y en algunos de ellos aparece en el evangelio de Lucas, que sería un lugar
más adecuado. Se trata pues, de un texto que originalmente no perteneció a este evangelio, pero que si perteneció a la
antigua tradición evangélica. Su enseñanza es clara: prohíbe emitir juicios condenatorios sobre los demás, ya que el que
así juzga es también culpable. No en vano Jesús vino para salvar a los pecadores, y no para condenarlos.

Meditación:

“Te pido, Señor, que no me midas con la vara de tu justicia, sino que sea medido con la de tu misericordia infinita”.

¡Qué distintos son los pensamientos de Dios y los de nosotros, los hombres! El pasaje evangélico que nos presenta a
Jesús, a la mujer adúltera y a los fariseos nos ayuda a contemplar el rostro amoroso y misericordioso de Cristo. A los
escribas y fariseos, que eran considerados los grandes sabios, maestros y doctores de la ley, no les gusta ver que la gente
siga y escuche a otro Maestro. Jesús va cumpliendo su obra de predicación y la gente lo escucha, porque saben que enseña
con autoridad y, sobre todo, con su ejemplo. Los escribas y fariseos, con el corazón lleno de hipocresía, presentan a Jesús
la mujer adúltera. Se acercan al Maestro, no porque busquen realmente saber cómo piensa o cuál es su doctrina sino para
tentarlo.

¿Aplicará la ley? ¿Será justo? ¿Será compasivo? Para cualquier respuesta, humanamente esperada, tenían motivos para
acusarle. Pero olvidaban que la Persona que estaba enfrente de ellos no solo era verdadero Hombre sino verdadero Dios.
Todos nosotros somos conscientes de nuestra debilidad y de la facilidad con la que caemos en el pecado sin la gracia de
Dios. Cristo nos hace ver que solo Él puede juzgar los corazones de los hombres. Por ello, los que querían apedrear a la
adúltera se van retirando, uno a uno, con la certeza de que todos mereceríamos el mismo castigo si Dios fuera únicamente
justicia. La respuesta que da a los fariseos nos enseña que Dios aborrece el pecado, pero ama hasta el extremo al pecador.
Así es como Dios se revela infinitamente justo y misericordioso.

Al final del evangelio vemos que Cristo perdona los pecados de esta mujer y a la vez le exhorta a una conversión de vida.
Para esto ha venido el Hijo de Dios al mundo, para redimirnos de nuestros pecados con su pasión y muerte.

El periodo de cuaresma nos ofrece constantes oportunidades para aplicar las enseñanzas de Cristo. Los padres, en algunas
ocasiones, deberán corregir a sus hijos. En esos momentos sepamos corregir lo que está mal y al mismo tiempo dejar la
puerta abierta al amor, al perdón, a la reconciliación. Cuando tenemos que hacer ver un error a alguien, podemos buscar
cómo hacerlo de la mejor forma para que no se mezclan mis buenas intenciones con algunas pasiones desordenadas.

Recordemos el ejemplo vivo de tantos sacerdotes que, cuando nos acercarnos al sacramento de la reconciliación, saben
ver la desgracia del pecado, pero al mismo tiempo acogen con amor al pecador, así como Cristo lo hizo con la mujer
adúltera.

Oración:

Te bendecimos, Padre, porque en Jesús de Nazaret denunciaste la hipocresía que nos corroe por dentro. ¡Pobre mujer
adúltera! Todos la señalaban con el dedo, pero Tú Jesús la perdonaste y le devolviste su dignidad. Ante ti Señor somos
pecadores e imperfectos. Ayúdanos a reconocerlo pues es nuestra salvación.

Contemplación:

Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no
es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas
la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así
a la realización de su designio. Dios no disminuye la dignidad de la persona, sino que realza. Sin el creador la criatura se
diluye, la persona sin Dios no es nada.

Oración final:

Jesucristo, gracias por el infinito amor que me tienes y por todas las veces que me has perdonado. Somos débiles y con
facilidad nos alejamos de Ti. Ayúdame, Señor, a caminar por el sendero de tu amor y extiende tu mano para levantarme
de las caídas. Te ofrezco mi esfuerzo y la lucha de cada día por ser un mejor cristiano.

Propósito:

Aprender a perdonar las molestias que me puedan causar los defectos de los demás.
Lectio Divina. Martes 31 de marzo de 2020.
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Cristo, luz, vida y salvación.

Invocación al Espíritu Santo:

Espíritu de amor, infunde en mi corazón el deseo ardiente de seguir a Cristo, que es la Luz, la Vida y la Salvación. Que tu
rayo de claridad disipe mis tinieblas, que me conduzca siempre al amor del Padre y a la salvación del Hijo.

Lectura. Juan capítulo 8, versículos 21 al 30:

Jesús dijo a los judíos: “Yo me voy y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no
pueden venir”. Dijeron entonces los judíos: “¿Estará pensando en suicidarse y por eso nos dice: ‘¿A dónde yo voy,
ustedes no pueden venir’?”. Pero Jesús añadió: “Ustedes son de aquí abajo y yo soy de allá arriba; ustedes son de este
mundo, yo no soy de este mundo. Se lo acabo de decir: morirán en sus pecados, porque si no creen que Yo Soy, morirán
en sus pecados”.

Los judíos le preguntaron: “Entonces ¿quién eres tú?”. Jesús les respondió: “Precisamente eso que les estoy diciendo.
Mucho es lo que tengo que decir de ustedes y mucho que condenar. El que me ha enviado es veraz y lo que yo le he oído
decir a Él es lo que digo al mundo”. Ellos no comprendieron que hablaba del Padre.

Jesús prosiguió: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy y que no hago nada por mi
cuenta; lo que el Padre me enseñó, eso digo. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago
siempre lo que a Él le agrada”. Después de decir estas palabras, muchos creyeron en Él.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

A Jesús no se le puede juzgar aplicando criterios humanos, porque él es de arriba. El único juicio adecuado es el que
puede hacerse desde el acontecimiento pascual. Esta escena está basada bajo el doble signo del “yo me voy” y “yo soy”.
El primero se refiere a la pasión y glorificación, y está orientado hacia lo segundo: la presentación de la identidad divina
de Jesús; el momento urge, ante Jesús se debe tomar partido: quien lo acepta tiene vida, y quien lo rechaza se auto excluye
de ella, ya está juzgado.

Meditación:

Cristo nos desvela el secreto de su éxito. Es sencillo, basta cumplir la voluntad de Dios. Eso es todo. Nos lo dice
clarísimo: “Yo hago siempre lo que a Él le agrada”. Esto podría ser el resumen de la vida de Jesús.

No hay que ser ingenuos y creer que ya todo está resuelto. El camino de la voluntad de Dios, en algunos momentos, es
duro. No todo es coser y cantar. Pero en nuestro peregrinar por la voluntad de Dios no vamos solos. Podrá haber
situaciones oscuras, ásperas, pero Dios no nos faltará. El secreto es no desviarse del camino, ni a derecha ni a izquierda.
Aparecerán atajos tentadores, guías espontáneos que intentarán llevarnos por otros senderos. Pero el camino ya está
decidido.

En este camino, la cruz es el punto de referencia. Es un faro en nuestro peregrinar. El que quiera venir en pos de mí, tome
su cruz cada día y sígame. Ciertamente debemos estar atentos a seguir el camino verdadero. Por eso Jesús nos dejó a su
Iglesia, para guiarnos por el sendero de la voluntad de Dios. Ellos son los verdaderos guías que nos podrán señalar el
sendero de salvación. Basta ser sinceros en la entrega y una vez claro el camino, seguir sin desviarse.

Oración:
Mediante tu luz esplendorosa, tu palabra verdadera, y tu salvación, Señor condúceme por la senda correcta, inspira en mi
alma la gracia de seguirte, de comprender que tú eres esa luz de mis ojos, esa palabra de mi corazón y razón y esa
salvación de mi espíritu. Guía mis pasos por el camino correcto y haz de mí una entrega total a tu servicio.

Contemplación:

Los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y participan de las funciones
de Cristo: sacerdote y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el
mundo. Son hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia.
(Documento de Aparecida numeral 209). Los bautizados son los hijos de la luz. (Documento de Aparecida numeral 1243)

Oración final:

Qué difícil puede ser el comprender la verdad tras la Palabra de Dios. Sobre todo, cuando siento que me apela en algún
aspecto que no me gusta, porque instintivamente busco la interpretación que mejor se acomode a la ley del mínimo
esfuerzo. Por lo anterior, quiero guardar el silencio necesario que me lleve a una auténtica contemplación de Cristo,
camino, verdad y vida, que me abrirá los ojos de mi corazón.

Propósito:

“Ir” a contemplar a Cristo crucificado y tener un diálogo íntimo con Él, en la oración.

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