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como la del acto jurídico de derecho privado.” (Tratado de Derecho Administrativo. Tomo II. Ed.
Abeledo Perrot. Buenos Aires. 1988. Pág. 218)
3 Curso de Derecho Administrativo. Ed. Civitas. Séptima edición. Madrid. 1995. pág. 520 y
521.
4 Miguel S. Marienhoff participa de esta idea, pero ejemplifica los otros medios en: el acto
de administración, el acto político o de gobierno y el acto institucional. (Ob. Cit. Pág. 220). En el
mismo sentido José Roberto Dromi. El acto Administrativo. Ediciones Ciudad Argentina. Primera
reimpresión de la tercera edición. 2000. pág. 21.
Lo cierto del caso es que esta razón histórica no quedó anclada en el pasado, se
proyectó en el tiempo y sigue produciendo efectos, ininterrumpidos y concretos,
pues en nuestro país los diferentes códigos contencioso administrativos han
condicionado la procedibilidad de las acciones de nulidad, nulidad y
restablecimiento del derecho, electoral, de cumplimiento –entre otras- a la
circunstancia de que el objeto demandado sea un acto administrativo6.
Habría convenido que el nuevo CCA se hubiese despojado de este efecto procesal,
que hace depender de la naturaleza jurídica de la decisión la posibilidad de
acudir a la justicia, y que se hubiese abierto sustancialmente la posibilidad de
demandar en ejercicio de las acciones tradicionales otros actos de la
administración que no adquieren el carácter de administrativos. Tal es el caso de
todos aquellos a través de los cuales se está administrando al Estado, pero que
son de discutible naturaleza, y que sólo para poder enjuiciarlos es que se requiere
calificarlos como administrativos. En este sentido Raúl Bocanegra Sierra expresa
que es inadecuado que el acto administrativo se haya convertido en el criterio que
determina la jurisdicción, porque cumple una función que no tiene qué asumir.
Cita el caso del derecho alemán, que se desprendió de esa función jurisdiccional.8
Esta misma lógica creemos que aplica tratándose de la nulidad por inconstitucionalidad –
art. 135-, el control inmediato de legalidad –art. 136- y la nulidad electoral –art. 139- y parte de las
controversias contractuales -art. 141-.
7 Una aplicación cruda de este efecto la puso de presente la sentencia del 9 de septiembre de
2009 -Exp. 19.224. CP. Miriam Guerrero de Escobar- quien indagó por la posibilidad material de
estudiar el asunto sub iudice, en los siguientes términos: “Resulta pertinente examinar, si el acto
acusado -Resolución No. 136 de 2000-, es susceptible de ser controlado por vía jurisdiccional, es
decir, si éste puede ser tenido como un verdadero acto administrativo, toda vez que a la luz de lo
preceptuado por el artículo 84 del C.C.A., la acción de nulidad solamente procede frente a actos
administrativos.” Y concluyó que “…no existe duda sobre la naturaleza de acto administrativo que
detenta la Resolución demandada, susceptible de ser controlada por vía jurisdiccional.”
En idéntico sentido se expresó la sentencia del 18 de febrero de 2010 –Sección Tercera. Exp.
33.934. CP. Enrique Gil Botero-: “La revisión de la naturaleza de las Circulares demandadas es un
aspecto fundamental, toda vez que la normatividad vigente concibe a la acción de nulidad sólo
frente a actos administrativos…”
Así mismo, y en diferentes períodos de la historia de la jurisprudencia, se puede consultar
esta misma posición: Sección Segunda, sentencia de 20 de abril de 1983, exp. 6.273,
CP. Joaquín Vanín Tello; Sección Cuarta, sentencia de 22 de enero de 1988, sin número de
radicación, CP. Hernán Guillermo Aldana; Sección Segunda, sentencia de 28 de noviembre de 1988,
exp. 11.376, CP. Álvaro Lecompte Luna; Sección Primera, sentencia de 26 de noviembre de 2008,
exp. 13001-23-31-000-2000-99073-01, CP. Rafael Ostau de Lafont.
Un matiz de este criterio –en el campo de las controversias contractuales-
se expresó en la sentencia de la Sección Tercera de 21 de julio de 2005 –exp.
13.920. CP. Alier E. Hernández Henríquez-: “Es cierto, en principio, como lo afirma el
Tribunal, que un acto que no sea administrativo no puede ser controlado judicialmente, pues lo
propio de esta jurisdicción es conocer de la validez de los actos administrativos; y no de los puros y
simples actos de la administración, que se expiden sin tener como fundamento el ejercicio del poder
y la autoridad pública.
“Lo anterior, sin embargo, admite matices, pues tratándose de relaciones contractuales,
estas bien pueden manifestarse a través típicos actos administrativos -como los que expresan el
ejercicio de los poderes exorbitantes, imponen multas, declaran un siniestro, etc.-, o a través de
comunicaciones que no alcanzan a constituir actos administrativos, pero que sí exteriorizan la
voluntad de la administración, en relación con el manejo y desarrollo del contrato.”
8 Ob. cit. Págs. 25 a 29.
Lo cierto del caso es que la noción, alcance y contenido del acto administrativo
debe precisarse hoy más que antes, sobre todo en los tiempos modernos, porque
entre el pasado y hoy –y ya se avizora el porvenir- las instituciones jurídicas no
han permanecido inmutables, como si nada hubiera pasado –aunque el derecho
civil es más resistente al tiempo-. En estos términos, este trabajo pretende revisar
la noción del acto administrativo, partiendo de su historia9 para llegar a la
situación en la que se desenvuelve el derecho de la administración, hasta ponerla
al día, si se nos permite plantear las cosas de esta manera.
Esto no significa que todas las expresiones de voluntad sean las mismas, en su
forma, esencia y estructura. De hecho, la declaración de voluntad que se integra
al contrato estatal es tan particular que el derecho administrativo creó para ella
una teoría propia, que se estudia como una materia separada en el derecho
administrativo. Lo mismo cabe decir de aquellas manifestaciones de voluntad –o
la ausencia de ella- que producen hechos u omisiones, de las cuales se ocupa la
teoría de la reparación directa. Sin embargo, en este capítulo sólo nos
ocuparemos de las declaraciones voluntad que producen actos administrativos.
9 Manuel María Diez enseña que la expresión acto administrativo apareció en Francia -en la
Ley del 16 Fructidor del año III (3 de septiembre de 1790), y mencionada luego en el 2 Germinal del
año V (22 de abril de 1797)-. Destaca que su irrupción tuvo por finalidad prohibir que los tribunales
los juzgaran, así que surgió para cumplir una finalidad eminentemente procesal. Agrega que se
trata de un concepto eminentemente empírico, no apriorístico, que cumple una función
metodológica en el derecho administrativo (Manuel María Diez. El acto administrativo. Ed.
Tipografía Editora Argentina SA. Buenos Aires. 1993. ágs. 101 a 103)
Las mismas referencias normativas históricas al derecho francés hace José Antonio García-
Trevijano Fos, en: Los Actos Administrativos, Ed. Civitas, segunda edición, Madrid, 1991. Págs. 48 a
53) y Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso… ob. Cit. pág. 519.
10 José Roberto Dromi, el acto… Págs. 11 y 15.
No obstante, muy pocas ideas de fondo se infieren de ella. Por ejemplo, no define
ni se ocupa de su contenido, tampoco determina la autoridad que lo expide, ni la
función pública que se ejerce para producirlo, ni cuáles son sus elementos, ni sus
características. Pero esto no sorprende, porque una Carta Política no tiene estos
propósitos. Por esa razón, la legislación, la jurisprudencia y la doctrina han
asumido la función de esclarecer el acto administrativo, como efectivamente
acontece de tiempo atrás.
11 José Roberto Dromi, El acto… Pág. 20. La Sección Tercera del Consejo de Estado,
Subsección C, sostiene lo mismo en las sentencia de marzo de 2011 –exp. 37.423. CP. Jaime Orlando
Santofimio-.
12 La sentencia de 17 de junio de 1999 -Sección Tercera. Exp. ACU-765. CP. Ricardo Hoyos
Duque- manifestó al respecto: “… No importa la manera como las partes hayan querido calificar
tales actos, debe atenderse el contenido de la manifestación de voluntad de la administración y no a
la denominación que se les haya dado para determinar frente a qué tipo de acto se encuentra el
fallador en la situación concreta y las acciones procedentes para su exigibilidad.”
En el mismo sentido, la sentencia de 9 de septiembre de 2009 –Sección Tercera. Exp. 19.224.
CP. Miriam Guerrero de Escobar- señaló la Sala: “No importa, como se aprecia, la calificación formal
de la decisión que se demanda; la misma podría denominarse ‘acto administrativo’, ‘resolución’,
‘circular’ o de cualquier otra manera; puesto que lo determinante es que contenga los elementos
referidos y de ser así, resulta procedente el juicio de legalidad que se proponga ante esta
jurisdicción.”
Entre otras cosas, en la sentencia de 18 de febrero de 2010 –Exp. 33.934. CP. Enrique Gil
Botero- la Sección Tercera hizo un estudio sobre la acepción más técnica de la denominación
“circular”, y concretamente si es o no un acto administrativo.
Por esta razón, se considera que la colisión de un vehículo oficial que causa un
daño no expresa la voluntad administrativa, porque se trata de una pura acción
fenoménica desprovista de consentimiento. Lo mismo acontece con el disparo
accidental de un arma de fuego de la fuerza pública, que tampoco manifiesta la
voluntad estatal. En el mismo sentido, un accidente provocado por un hueco en
la vía pública no es una expresión de la voluntad, pese a que puede serle
imputable al Estado. Finalmente, no existe voluntad cuando se causa un daño
con redes de energía eléctrica; se trata de una simple circunstancia fáctica, que la
excluye de la categoría de los actos administrativos.
20 En el auto de 8 de octubre de 1988 –exp. 14.912. CP. Ricardo Hoyos Duque- la Sección
Tercera del Consejo de Estado analizó la posibilidad de demandar una comunicación, cuyo análisis
le llevó a las siguientes conclusiones: “La Sala no comparte este criterio ya que como se pone de
presente en su última parte, simplemente se comunica que es un asunto que debe ser debatido y
decidido por el Consejo Regional de Planificación de la Costa Atlántica, como máximo organismo
rector. Así mismo se expresa que se buscará la manera de resolver concertadamente y en forma
satisfactoria la solicitud de Ecocarbón, como es apenas obvio, ya que se trata de un conflicto entre
dos entidades de carácter público.
“Esa comunicación no constituye pues un acto definitivo como lo califica el inciso final del
artículo 50 del C.C.A. - sería más exacto llamarlo resolutivo - toda vez que no puso fin a una
actuación administrativa, en tanto no decidió directa o indirectamente el fondo del asunto.”
En el mismo sentido, expresó la Subsección C de la Sección Tercera -sentencia del 27 de
septiembre de 2012. Exp. 21.579. CP. Enrique Gil Botero-: “La omisión de alguno de estos elementos
de la noción desnaturaliza la calidad de acto administrativo, y por eso es necesario revisar que se
cumplan todos, en cada acto que se repute como administrativo. En el caso concreto, si bien el acta
es prueba de que el Consejo de Gobierno declaró que recomendaba adjudicarle el contrato a
Colservicios Ltda., y que esa declaración es unilateral, y que se produjo en ejercicio de la función
administrativa, también es cierto que no se trata de una decisión, porque esta autoridad
departamental no resolvió quién era el adjudicatario, sólo recomendó a alguien hacerlo en ese
oferente. En esta misma línea de pensamiento, la sentencia del 25 de noviembre de 1999 –Sección
Primera, exp. 5.735- expresó al estudiar una demanda contra un oficio que tenía por objeto hacer
cumplir una decisión antes adoptada por la administración, que: ‘Así las cosas, es evidente que la
demanda es sustancialmente inepta por estar dirigida contra un oficio que no tiene la entidad de
acto administrativo, puesto que el oficio materia de la misma, el número 280 de 27 de marzo, no
contiene decisión que cree, modifique o extinga situación jurídica alguna, y menos la que el actor le
atribuye. Como lo expresó la Sala en reciente fallo, ‘Siendo así, la demanda deviene en inepta, en razón
de que lo que en ella se pide anular, en el presente caso, no es pasible en sí mismo de control jurisdiccional…’.’
“Por esta sola circunstancia, ni siquiera Colservicios Ltda., pudo deducir de allí el derecho a
la adjudicación, y los demás participantes tampoco habían perdido la oportunidad de serlo, porque
en esa reunión del Consejo de Gobierno no tomó la decisión, de manera que los efectos jurídicos
propios de la adjudicación no provienen de la recomendación.”
Pero para aproximar el comentario a una idea más concreta, basta considerar la
sentencia del Consejo de Estado del 20 de enero de 1972 –sin número de
expediente. CP. Fernando Gómez Mejía-, donde se manifestó al respecto:
“Elemento esencial, parte nuclear del acto administrativo es el que sea una
declaración de voluntad del funcionario o corporación administrativos, de deseo,
o de juicio; este elemento lo ponen invariablemente todos los tratadistas de
Derecho Administrativo; consecuencialmente donde no hay declaración de
voluntad, de juicio, de deseo con la finalidad de producir un efecto en derecho no
puede predicarse la existencia de un acto administrativo. Tal es el caso de la
certificación en donde la Administración no hace ninguna manifestación de
voluntad sino que se contrae a dejar constancia de algo existente, de algo que
compruebe por todos los medios normales o de hechos que se han sucedido en
presencia del funcionario público y de los cuales no queda constancia en el
expediente. Pero en esta hipótesis la voluntad de la Administración no quiere, no
se determina, no se manifiesta, no es su deseo producir consecuencias jurídicas;
otra cosa es el uso que de la certificación haga el interesado.”23
defiende (El acto... ob. Cit. Pág. 98). Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández incluso
incorporan a su definición de acto administrativo esta clasificación del intelecto humano-
administrativo (Curso… ob. Cit. págs. 522 y 523).
23 Constituye un dilema clásico en la teoría del acto administrativo determinar si los actos
de certificación tienen esta naturaleza jurídica. La sentencia citada –de 1972- consideró que no, pero
el art. 84 del CCA. de 1984 y el actual art. 137 del nuevo CCA. definieron en forma idéntica el tema:
“También puede pedirse que se declare la nulidad de las circulares de servicio y de los actos de
certificación y registro.” Claro está que aquí no se dispone que las certificaciones sean actos
administrativos, sino que son demandables en ejercicio de la acción de nulidad.
No obstante, la Sección Primera expresó al respecto, en la sentencia de 10 de noviembre de
1992 -exp. 1.843, CP. Ernesto Rafael Ariza-, que: “El acto enjuiciado es un verdadero acto
administrativo toda vez que se trata de una expresión o manifestación de voluntad en ejercicio de la
función administrativa, contentivo del reconocimiento expreso hecho por la Subsecretaria Jurídica
del Ministerio de Relaciones Exteriores, de que el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación
suscrito entre Colombia y el Reich Alemán en 1892 ‘...no está vigente pues terminó como
consecuencia de la declaración de Beligerancia...’ entre los países antes aludidos.
“A través de tal Certificación la mencionada funcionaria afirmó el hecho de la falta de
vigencia y la terminación del mencionado Tratado como resultado de la declaración de beligerancia
entre los países que lo suscribieron.
y conoce, sino que además ‘opina’ y ‘enjuicia’ el fenómeno que se le presenta… La voluntad
adquiere más importancia que antes.” (El acto… Ob. cit. Pág. 59)
27 José Antonio García-Trevijano sostiene que en este caso “… la voluntad juega un papel
sustancial y preponderante porque es soberana y dueña del fenómeno. Decimos así que la voluntad
es constitutiva.” (Ob. cit. Pág. 59)
La sentencia de 18 de diciembre de 1991 –Sección Segunda. Exp. 3336. CP. Álvaro Lecompte
Luna- señaló sobre el atributo de la voluntad del acto administrativo que: “Resulta entonces
suficientemente establecido que la demanda sólo pretendió la nulidad de un acto administrativo y
la de unos informativos consignados ‘infundadamente en contra de mi poderdante’ en su hoja de
vida, y ya se ha explicado que los dichos informativos no pueden ser objeto de nulidad en una
acción de restablecimiento del derecho por no ser manifestaciones de voluntad de ningún órgano
administrativo.”
En el mismo sentido, Raúl Bocanegra Sierra expresa que las comunicaciones, informes,
opiniones y recomendaciones tampoco son actos administrativos –ob. Cit. Pág. 34-.
28 José Antonio García-Trevijano, Ob. cit. Pág. 60.
29 En sentido similar, es decir, prestando poca importancia a la clasificación de estas
30El silencio administrativo sustancial –que se constituye frente a la petición inicial-, quedó
consagrado en el art. 83 del nuevo CCA. –Ley 1.437 de 2011-: “Silencio negativo. Transcurridos tres
(3) meses contados a partir de la presentación de una petición sin que se haya notificado decisión
que la resuelva, se entenderá que esta es negativa.
“En los casos en que la ley señale un plazo superior a los tres (3) meses para resolver la
petición sin que esta se hubiere decidido, el silencio administrativo se producirá al cabo de un (1)
mes contado a partir de la fecha en que debió adoptarse la decisión.
“La ocurrencia del silencio administrativo negativo no eximirá de responsabilidad a las
autoridades. Tampoco las excusará del deber de decidir sobre la petición inicial, salvo que el
interesado haya hecho uso de los recursos contra el acto presunto, o que habiendo acudido ante la
Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo se haya notificado auto admisorio de la demanda.”
Por su parte, el silencio administrativo negativo procedimental, o constituido frente a los
recursos, quedó consagrado en el art. 86 del mismo Código: “Silencio administrativo en recursos. Salvo
lo dispuesto en el artículo 52 de este Código, transcurrido un plazo de dos (2) meses, contados a
partir de la interposición de los recursos de reposición o apelación sin que se haya notificado
decisión expresa sobre ellos, se entenderá que la decisión es negativa.
“El plazo mencionado se suspenderá mientras dure la práctica de pruebas.
“La ocurrencia del silencio negativo previsto en este artículo no exime a la autoridad de
responsabilidad, ni le impide resolver siempre que no se hubiere notificado auto admisorio de la
demanda cuando el interesado haya acudido ante la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo.
“La no resolución oportuna de los recursos constituye falta disciplinaria gravísima.”
31 El art. 135 del decreto 01 de 1984 lo hizo en los siguientes términos –norma que, con
ligeras modificaciones, corresponde al actual art. 161.2 del nuevo CCA.-: “La demanda para que se
declare la nulidad de un acto particular, que ponga término a un proceso administrativo, y se
restablezca el derecho del actor, debe agotar previamente la vía gubernativa mediante acto expreso
o presunto por silencio negativo.
“El silencio negativo, en relación con la primera petición también agota la vía gubernativa.
“Sin embargo, si las autoridades administrativas no hubieran dado oportunidad de
interponer los recursos procedentes, los interesados podrán demandar directamente los
correspondientes actos.”
La doctrina también lo admite unánimemente, tal es el caso de José Antonio García-
Trevijano Fos, Los Actos… ob. Cit. Pág. 40.
32 Enrique Sayagués Laso niega, con particular sentido lógico, que el silencio pueda
considerarse una decisión ficta, pero entiende -con sentido práctico- que es necesario que las
normas le asignen un efecto concreto a la omisión de la administración en responder (Tratado…
Ob. Cit. Págs. 439 a 440). La misma perspectiva crítica expresa Raúl Bocanegra Sierra, Lecciones…
Ob. Cit. Pág. 44.
Desde este punto de vista, urge ampliar la definición tradicional del acto
administrativo, para incorporar esta clase de actos. En adelante, tendrá que
decirse que se trata de declaraciones de voluntad, pero también de omisiones de
ella, suplidas y supuestas por la ley.
No pensamos lo mismo de las señales y de los signos, como los que emite un
semáforo, los que da una cartelera o un funcionario de tránsito o de policía,
porque no se trata de una declaración de voluntad. Entre otras cosas, en la
jurisprudencia nacional tampoco hay pronunciamiento que dirija este debate;
aunque, por el contrario, José Roberto Dromi considera que se trata de actos
administrativos35.
Siempre nos ha parecido difícil de entender, y más aún de explicar, por qué para
la jurisprudencia y la doctrina ciertas actuaciones materiales o fácticas de la
administración no constituyen actos administrativos, porque si se observan
intrínsecamente, por lo menos algunas muy concretas, no cabe duda que
también expresan la voluntad de un órgano.
Se debe aclarar que este escrito no defiende, por lo pronto, la idea de que esas
actuaciones materiales -mediadas por la voluntad- también constituyan actos
administrativos. Sólo se advierte que falta una explicación adecuada que
justifique por qué son “puros hechos”, cuando es innegable que la voluntad del
órgano público está presente en muchos de ellos: Desde el punto de vista
epistemológico y también del causal, es incuestionable que se trata de
actuaciones voluntarias.
33 Miguel S. Marienhoff señala, en la misma línea de pensamiento, que si bien los actos
de Estado: “En otras palabras, al igual que en el evento referido antes, en este tampoco existe
manifestación expresa del Presidente de la Cámara de Representantes, llamando a quien debía
llenar la vacancia absoluta ocasionada con la muerte del Representante Alex Durán Fernández, por
lo cual, ha de entenderse que el hecho de la posesión del señor Fernando Pisciotti Van Strahlen,
como reemplazo del fallecido Durán Fernández, prueba la existencia de un acto tácito de voluntad
del Presidente de la Corporación mencionada, procediendo en consecuencia, el estudio de su
validez, frente a las disposiciones que en la demanda se citan como infringidas.” –Sección Quinta.
Sentencia del 29 de octubre de 1993. Rad. 0992-
35 José Roberto Dromi, El acto… Pág. 67.
se resolvió esta problemática de la misma manera como se hace hoy en día, es decir, con un sentido
muy práctico: “Como lo observa la Fiscalía, tratándose de operaciones administrativas o hechos
materiales, no es necesario que preceda la declaratoria de nulidad, entre otras cosas porque esos
hechos materiales u operaciones administrativas no son actos jurídicos. Se desprende esta conclu-
sión de la simple lectura del artículo 68 citado, cuando dice que no será necesario ejercitar la acción
de nulidad, cuando se trata de tales hechos u operaciones, sino demandar directamente de la
Administración las indemnizaciones o prestaciones correspondientes. Lo que equivale a decir que
no hay acto sobre el cual pueda recaer una declaración de nulidad, porque solamente son
susceptibles de anulación los actos administrativos propiamente dichos.”
37 Miguel S. Marienhoff. Tratado…, ob. cit. Pág. 206. Para Raúl Bocanegra Sierra las
ejecuciones materiales tampoco son actos administrativos, “siempre que su objetivo tenga sólo ese
carácter material”, es decir, que sí lo son “las decisiones que justifican, y a través de las cuales se
adopta, este medio de ejecución forzosa de los actos administrativos” –ob. Cit. Pág. 35-.
38 En la sentencia de 9 de julio de 1998 –Sección Primera. Exp. AC-6014. CP. Ernesto Rafael
El problema que surge en los últimos dos casos es que el ciudadano no conoce la
orden verbal previa, sólo padece su ejecución material, y en esa medida -para él-
las circunstancias se comportan como un hecho administrativo puro y simple, de
ahí que la responsabilidad extracontractual asuma el estudio del daño derivado
de allí.
Al respeto, hay que aclarar que los vicios de la voluntad de los actos
administrativos no son los mismos que afectan a los contratos públicos y/o
privados –error, fuerza y dolo-41, porque la legislación administrativa les establece
defectos propios. Esto dispone el inciso segundo del art. 137 del nuevo CCA., que
39 La sentencia de 14 de junio de 1961 –CP. Carlos Gustavo Arrieta- distinguen muy bien
estos conceptos, y nos parece que en la forma en que lo sugerimos en este lugar: “El acto y la
operación, en sus diversas modalidades, constituyen siempre manifestaciones de la voluntad
administrativa del poder público. Los actos materiales que forman la operación, no son más que el
fruto de la actividad voluntaria y del obrar de la administración. En razón de que se realizan
materialmente, pudieran catalogarse como hechos administrativos, pero semejante apreciación
llevaría a confundir dos conceptos que los estatutos diferencian.
(…)
“El criterio de distinción no puede ser otro que el aceptado universalmente por la ciencia
del derecho para diferenciar el acto jurídico del hecho jurídico: la voluntariedad del agente. En
principio, la idea de hecho jurídico sólo está limitada por la fuerza que las normas le otorguen para
generar efectos de derecho. Cualquier suceso determinado por simples fenómenos físicos, por la
conjunción de elementos, naturales y humanos, o por la sola intervención del hombre, es un hecho
jurídico in genere, siempre que la ley le asigne consecuencias de derecho. Pero esa concepción
general ha sido desarrollada por la filosofía y la ciencia jurídica en el sentido de estructurar dos
categorías diferenciadas: el acto jurídico, como fruto de la voluntad humana. Es esta la causa
generadora, directa y necesaria el fenómeno de derecho; y el hecho jurídico específico, como
producto de las fuerzas naturales solamente, de la intervención mediata o indirecta del hombre, o
de ambos factores coaligados. La voluntad no actúa como el elemento principal y determinante del
suceso.”
40
Miguel S. Marienhoff participa de nuestra visión del problema, y en forma categórica
declara: “De modo que, excepcionalmente, la voluntad administrativa puede resultar de la
interpretación racional de su actividad material, por lo que, en tales casos, ésta es idónea como
medio de exteriorizar dicha voluntad.
“El acto administrativo, pues, en casos excepcionales, puede consistir en acciones
materiales de la Administración Pública.” (Ob. Cit. Pág. 250)
En igual sentido se expresa José Antonio García-Trevijano Fos, Los Actos… Págs. 39 a 40 y
José Roberto Dromi. El acto… Pág. 12.
41 En sentido contrario, Michel Stassinopoulus admite que los actos administrativos pueden
quedar viciados por error, fuerza o dolo -El acto Administrativo… Ob. Cit. pág. 23-.
Por esta razón, pese a que objetivamente nada impide que la declaración de
voluntad que integra un acto administrativo se afecte por error, fuerza o dolo42,
no significa que estos vicios -propios de las declaraciones que originan un
contrato- sean extensibles a ellos43. Por el contrario, la ley de procedimiento
administrativo les creó un régimen propio de casuales que vician la voluntad,
ajustado a esta clase de decisiones.
Claro está que tampoco será difícil enmarcar los tres vicios de la voluntad del
derecho privado en alguna de las causales de nulidad de los actos
administrativos, y eso es lo que brinda tranquilidad al respecto.
virtud de un error inferido por el beneficiado con ella, o que la misma es provocada por dolo o
fuerza inferida por el ciudadano. Esto, que duda cabe, es perfectamente posible en el mundo causal.
43 En sentido contrario se expresa Enrique Sayagués Laso, para quien “La voluntad
administrativa puede verse afectada por error, fuerza y dolo”, dando algunos ejemplos de ello (Ob.
Cit. Págs. 434 y 513).
44 Enrique Sayagués Laso, Ob. Cit. Pág. 389; Raúl Bocanegra Sierra, Lecciones… Ob. Cit.
Pág. 41; Michel Stassinopoulus, El acto Administrativo… Ob. Cit. pág. 40; José Antonio García-
Trevijano Fos, Los Actos… Pág. 45, José Roberto Dromi. El acto… Pág. 17 y Eduardo García de
Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso… ob. Cit. pág. 524.
45 En el mismo sentido, Raúl Bocanegra Sierra, Ob. Cit. Págs. 38 y 41; José Antonio García-
Trevijano Fos, Los Actos…Pág. 45, José Roberto Dromi. El acto… Pág. 17 y Eduardo García de
Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso… ob. Cit. pág. 521.
46 La jurisprudencia ha expresado al respecto, en sentido concordante, que: “En
47 Sección Tercera, Subsección C, exp. 24.020 de 2013. CP. Enrique Gil Botero. fl. 45
48 Miguel S. Marienhoff defiende la posibilidad de que los actos bilaterales sean
administrativos, pero reconoce que “Doctrinariamente no hay cuestión respecto de los actos
administrativos unilaterales, cuya existencia es reconocida por todos los autores. No ocurre lo
mismo con los actos administrativos ‘bilaterales’, pues algunos tratadistas niegan su existencia”,
entre ellos cita a Fernández de Velasco, García Oviedo, Zanobini, Fragola y Manuel María Diez.
(Ob. cit. Pág. 227)
49 “Art. 71. Todos los actos administrativos que afecten las apropiaciones presupuestales
requisito de perfeccionamiento del contrato, lo cual se extrae del inciso segundo del mismo artículo
49 de la Ley 179 de 1994, cuando hace alusión a que “[e]sta operación es un requisito de
perfeccionamiento de estos actos administrativos”, refiriéndose estrictamente a la operación de registrar
la afectación presupuestal que se hace con el acto administrativo o contrato…”
51 Es interesante observar que en la sentencia de 24 de abril de 1934 –Sin número de
expediente. CP. Nicasio Anzola-, el Consejo de Estado tuvo el mismo criterio: “Estima pues el
Consejo de Estado, que si bien los actos administrativos pueden ostentar y en
realidad ostentan caracteres diversos, todos ellos tienen una fisonomía común y
específica que les da el carácter de tales, a saber: un acto jurídico emanado de
una declaración de la voluntad administrativa, sea unilateral o bilateral, hecha
por razón de un servicio público y de conformidad con la ley que lo reglamenta.
Con estos caracteres, el acto es administrativo, y será acusable ante la
jurisdicción contencioso si quebranta dicha ley, sin que haya necesidad de
indagar, por inútil, si el servicio se ha prestado mediante acto unilateral o
bilateral, porque esto no podrá quitarle al acto su fisonomía propia.”
En el mismo sentido se manifestó la sentencia de 20 de abril de 1983 -
Sección Segunda. Exp. 6.273. CP. Joaquín Vanín Tello-.
Tal es la opinión -que compartimos- de Enrique Sayagués Laso (Ob. Cit. Pág. 389) y José
53
55
En sentido contrario, Miguel S. Marienhoff -consecuente con su criterio, que admite el acto
administrativo bilateral-, señala que la participación del ciudadano en la formación de la voluntad
de la administración es más importante de lo que se ha creído en la doctrina tradicional, y por eso
exclama: “Disiento con los que subestiman el valor de la voluntad del administrado en lo que
respecta a la ‘formación’ de los actos administrativos. Este aspecto del derecho administrativo debe
ser objeto de revisión o replanteo. Todo lo atinente a la concurrencia o expresión de las voluntades
necesarias para la existencia del acto administrativo, requiere un nuevo análisis…”. De este modo,
concluye que la solicitud o petición del administrado se integra al acto administrativo, porque sin
ellas no se podría expedir. (Ob. Cit. Pág. 240)
56 Enrique Sayagués Laso. Ob. Cit. Pág. 389.
57 La sentencia de 13 de mayo de 2004 –Consejo de Estado, Sección Quinta. Exp. 19001-23-
31-000-2003-1542- 01(ACU). CP. Darío Quiñones- comparte este criterio: “Sin embargo, al igual que
el sector mayoritario de la doctrina, la Sala considera que si bien es cierto existen algunos actos
administrativos que se expiden con la participación e, incluso, con la necesaria intervención de los
particulares, pues sólo así tienen eficacia jurídica y les son oponibles –los actos sancionadores sólo
resultan válidos si se garantizó el derecho de defensa al administrado-, no lo es menos cierto que
esa intervención no se ubica en el mismo plano de la administración simplemente porque quien
adopta la decisión final es ella y no el particular. Por ello, se concluye que los actos de la
administración no incluyen las manifestaciones bilaterales de voluntad.” En sentido similar,
sentencia de 17 de junio de 1999. exp. ACU-765. CP. Ricardo Hoyos Duque. En la doctrina, Michel
Stassinopoulus hace un análisis similar en El acto Administrativo… Ob. Cit. pág. 43.
Por su parte, el revés de la anterior afirmación nos enseña que la rama legislativa
tampoco ejerce exclusivamente sus funciones con miras a expedir leyes. Para ella
también es necesario administrarse internamente, con el propósito de ordenar el
funcionamiento y satisfacer las necesidades normales de la institución. Incluso,
puede sostenerse, sin riesgo a equivocarse, que la mayor parte de las decisiones
que expide no son leyes sino actos administrativos. Desde luego que la misma
lógica le aplica a los demás órganos y ramas del poder público.
58 Entre muchos que comparten esta idea se encuentran: Raúl Bocanegra Sierra, Ob. Cit.
Así las cosas, entre función pública y función administrativa existe una relación
de género-especie; la función pública es más omicomprensiva y por eso es el
género, que recoge las demás funciones que desarrolla el Estado, entre ellas la
administrativa.
Ahora bien, los criterios definitorios de las funciones en las que se divide el poder
del Estado han generado un profundo debate en la doctrina y la jurisprudencia,
en torno al criterio a partir del cual se define su naturaleza. Esto lo expresa el
profesor argentino MARTÍN DÍAZ ACHAVAL, cuando señala que “[e]xiste insuficiencia
de los criterios propuestos dado que no logran verdaderas definiciones que
satisfagan la exigencia de explicitar lo que cada una de aquellas actividades es en
sí misma y aquello por lo cual no se confunde con las demás”65.
No obstante esta dificultad, las posturas para definir las funciones del Estado
pasan por criterios como el subjetivo u orgánico y el objetivo, material o
sustancial, para que confluyen en un criterio ecléctico o mixto. A modo de repaso,
se comentarán brevemente.
separación de poderes: “Pero es una experiencia eterna, que todo hombre que tiene poder siente la
inclinación de abusar de él, yendo hasta donde encuentra límites...". (CHARLES LOUIS DE SECONDAT
MONTESQUIEU, Barón de, Del espíritu de las leyes, Barcelona, Altaya, 1993, pág. 114).
65 MARTÍN DÍAZ ACHAVAL, Curso de derecho administrativo, Documento electrónico, en
http://www.todoelderecho.com/marco_maestro.htm?http://www.todoelderecho.com/Destacados/bol1.htm
”La doctrina jurídica ha tenido muchas dificultades para precisar qué se entiende
por función administrativa por dos razones básicas. De un lado, por cuanto no es
66 MANUEL MARÍA DÍEZ, Derecho administrativo, t. I, Buenos Aires, Bibliografía Ameba, 1963,
págs. 99 y ss.
67 Sobre estos criterios, ver entre otros, JUAN FRANCISCO LINARES, Derecho administrativo,
Pons, 1991, t. I, cap. XI. JOSÉ BERMEJO VEGA, Derecho administrativo. Parte especial, Madrid, Civitas,
1994, cap. 1º.
“La Corte aprecia que el moderno concepto de Estado social de derecho apareja
un insoslayable aumento del intervencionismo estatal, como mecanismo
necesario para la realización efectiva de los derechos. Esta circunstancia supone
que el concepto clásico de la función administrativa se vea reemplazado por otro
más acorde con la nueva realidad jurídica y que, así mismo, la organización del
Estado moderno responda a nuevos criterios. Las formas de organización
actuales no son en manera alguna aquellas propias del llamado Estado
gendarme, sino que corresponden más bien al concepto de Estado social servidor,
e implican un movimiento tendiente hacia la descentralización administrativa y
hacia nuevas formas de delegación y desconcentración en la administración
centralizada. En este sentido el artículo 209 de la Carta expresa:
(…)
69 Sobre esta distinción, ver JOSÉ ROBERTO DROMI, Instituciones de derecho administrativo,
Buenos Aires, Astrea, 1983, págs 170 y ss. Ver igualmente JUAN FRANCISCO LINARES, Derecho
administrativo, Buenos Aires, Astrea, 1986, págs. 179 y ss.
70 Sent. C-189 de 1998, M. P. Alejandro Martínez Caballero.
”En concordancia con dicha disposición, el artículo 123 de la Carta advierte que
los servidores públicos se encuentran al servicio del Estado y de la comunidad y
ejercerán sus funciones en la forma prevista por la Constitución, la ley y el
reglamento”.
Un problema más complejo aún surge al indagar por la naturaleza jurídica del
servicio público -¿es función administrativa o actividad mercantil?-. La respuesta
a este interrogante es quizá la que más preocupaciones ofrece en nuestro país, y
por eso mismo la que enfrenta con más encono a la jurisprudencia entre sí, a la
doctrina entre sí, e incluso a los operadores de los servicios públicos con una
parte de los anteriores. Pero en otros países no se advierte mayor preocupación
por el tema –a juzgar por su doctrina y jurisprudencia-, porque no dan cuenta de
un debate intenso como este, en parte atribuido a que su solución no tiene los
mismos efectos prácticos sobre otros problemas cercanos, que sí son evidentes en
nuestro país –los cuales analizaremos a continuación, concretamente si la
prestación de servicios públicos conduce a la expedición de actos administrativos-
. En definitiva, dos posturas ofrecen estas dos fuentes del derecho.
“En este orden de ideas, en procura de los cometidos señalados por el artículo
365 y siguientes de la Constitución se expidió la ley 142 de 1994, por la cual se
establece el régimen de los servicios públicos domiciliarios. Esta ley dispuso en
su artículo 32, como regla general, que la constitución y los actos de las
empresas de servicios públicos se rigen por el derecho privado,
independientemente del tipo empresarial de que se trate, esto es: empresa de
servicios públicos oficial, mixta, privada o empresa industrial y comercial del
Estado. Siendo clara la inaplicabilidad de esta regla a los municipios cuando
asuman la prestación de los mencionados servicios a través de su administración
central, ya que por no encajar dentro del concepto de empresa deberán estar a lo
reglado en el derecho público, salvo en lo dispuesto por el artículo 31 de la misma
ley en materia contractual.
71 Ibidem.
”Solamente en caso que la prestación haga necesario el ejercicio por parte de ese
particular de potestades inherentes al Estado, como por ejemplo, señalamiento de
conductas, ejercicio de coerción, expedición de actos unilaterales, podrá
considerarse que este cumple en lo que se refiere a dichas potestades una
función pública”.
Fue así como en providencia del 26 de julio de 2001, la Sección Tercera del
Consejo de Estado negó la procedencia de una acción de cumplimiento porque la
actividad desarrollada por algunos integrantes de la parte demandada —Celcaribe
S.A., Orbitel SA ESP., Cocelco SA, Celumovil SA. y Comcel SA., de prestación del
servicio de telefonía móvil celular y larga distancia nacional e internacional— no
constituía función administrativa, condición necesaria para que procediera dicha
acción, en virtud del artículo 6º de la ley 393 de 1997, pues la prestación de esos
servicios, y su facturación, no se considera función administrativa72.
Acción de cumplimiento.
73 Sección Tercera, 8 febrero 2001. Rad. 12.383. Actor: Cereales del llano S. A.
”Así mismo, la Carta establece, en su artículo 150 numeral 23, que el Congreso
debe «expedir las leyes que regirán el ejercicio de las funciones públicas y la
prestación de los servicios públicos», lo cual muestra, con claridad, que se trata
de dos actividades diferentes, al margen de que ambas deban ser reguladas por el
legislador.
”Debe recordarse así mismo que como se desprende del artículo 365 superior, la
actividad de prestación de los servicios públicos no es únicamente del Estado, y
que bien puede éste decidir dejarla en manos de los particulares, no obstante que
la regulación, control y vigilancia de dichos servicios le corresponda ejercerla
directamente y con exclusividad (arts. 189-22, 365, 370).
76Ibidem.
77Ibidem.
78 C. de E., Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, 27 septiembre 2006, C.
“[...] b) No obstante esto, las citadas empresas pueden dictar ciertos actos
administrativos, susceptibles de recursos y de acciones contencioso
administrativas, entre los que pueden citarse los de negativa a celebrar el
contrato de servicios públicos, los que ordenan su suspensión o terminación o
deciden el corte del servicio y su facturación (art. 154 inc 1º). c) Asimismo, esas
empresas pueden celebrar contratos sometidos por regla general al derecho
privado y a la jurisdicción ordinaria; y otros como los de prestación de servicios
regulados en los arts. 128 y ss y los demás contratos que contengan cláusulas
exorbitantes por imposición o autorización de las comisiones de regulación, en los
cuales el derecho público será predominante y cuyas controversias serán de
jurisdicción administrativa (art 31 inc 2º), porque quien presta esos servicios se
convierte en copartícipe, por colaboración, de la gestión estatal; o, en otras
palabras, cumple actividades o funciones administrativas. d) El ejercicio de las
facultades previstas en los arts. 33, 56, 57, 116, 117 y 118 de la ley 142, darán
lugar a la expedición de actos controlables por la jurisdicción administrativa, y e)
Los contratos especiales enunciados en el art. 39 de la mencionada ley estarán
sujetos al derecho privado, salvo el señalado en el art. 39.1 que estará sometido
al derecho público y a la jurisdicción administrativa”80 (subrayas fuera de texto).
79 Sección Tercera, auto 19 marzo 1998, C. P. Ricardo Hoyos Duque, rad. 14196. Actor:
En todo caso, esta tesis no niega el ejercicio de la función pública, sólo que la
reduce en su alcance, limitándola a algunas decisiones del operador del servicio.
Sin embargo, resulta difícil calcular qué tantas actuaciones al interior de un
operador quedan excluidas de esta función, pues lo cierto es que casi todas las
relaciones que se dan con el usuario están marcadas por la prerrogativa pública
en manos de la empresa.
”Cuando el Estado opta por la gestión de los bienes de uso público y de los
servicios públicos a través del sistema de concesión, no nos encontramos, en el
punto de partida, en el campo de la libertad económica, sino en el de la función
pública, no sólo porque la titularidad de la actividad es de naturaleza pública,
sino también porque se trata de la satisfacción del interés público, para lo cual el
legislador puede establecer las condiciones y limitaciones necesarias para el logro
de sus fines competenciales.
Nicasio Anzola-, el Consejo de Estado trató esta misma temática, pero aplicada al acto
administrativo, y señaló: “En fuerza de estas consideraciones el Consejo de Estado
estima que es inútil y hasta nocivo para los efectos de la jurisdicción las
clasificaciones de actos administrativos de gestión y actos administrativos de
poder o autoridad, desde luego que unos y otros serán administrativos por razón
de su fin, o sea en cuanto se encaminan a proveer un servicio público, caso en el
cual la competencia será administrativa. Si esos actos responden a finalidad
distinta, la competencia será judicial. De esta suerte toda la función
Administrativa se presenta como gestora de servicios públicos, y de una mane ra
general quedará sometida al derecho y bajo una acción de derecho.”
83La consecuencia de esta distinción llevó en una ocasión a la Sección Tercera del Consejo
de Estado a sostener que los actos administrativos son aquellos donde se percibe el poder y la
fuerza del Estado, lo que en nuestro criterio es equivocado, porque ese requisito no pertenece a la
noción de acto administrativo que comparte la doctrina y la jurisprudencia –sentencia de 10 de
noviembre de 2005. Exp. 13.920. CP. Alier E. Hernández Enríquez-: “4.2.3. También se muestra
inconforme el apelante con el hecho de que el Tribunal Administrativo, en relación con la
pretensión de nulidad de los oficios demandados, y que corresponden a los años de 1988, 1989,
1990, 1991, 1992, 1993 y 1994, haya estimado que no se trata de actos administrativos, y la
jurisdicción contencioso administrativa no es competente para conocer de una controversia que
verse sobre ellos.
“La Sala estima preciso aclarar que, efectivamente, dichos oficios no contienen actos
administrativos, sino que constituyen las comunicaciones que expresan las relaciones contractuales
de las partes, sin que ello los constituya en una categoría jurídica especial, como la que pretende el
actor en su demanda. No obstante, también es cierto que no por ello dejan de estar sometidos a
control judicial, a través de la acción contractual, ejercida en el presente caso, pues existe una
diferencia importante que se debe hacer en esta materia.
“Es cierto, en principio, como lo afirma el Tribunal, que un acto que no sea administrativo
no puede ser controlado judicialmente, pues lo propio de esta jurisdicción es conocer de la validez
de los actos administrativos; y no de los puros y simples actos de la administración, que se expiden
sin tener como fundamento el ejercicio del poder y la autoridad pública.
“Lo anterior, sin embargo, admite matices, pues tratándose de relaciones contractuales,
estas bien pueden manifestarse a través típicos actos administrativos -como los que expresan el
ejercicio de los poderes exorbitantes, imponen multas, declaran un siniestro, etc.-, o a través de
comunicaciones que no alcanzan a constituir actos administrativos, pero que sí exteriorizan la
voluntad de la administración, en relación con el manejo y desarrollo del contrato.
“En el primer caso, lo que caracteriza al acto administrativo es la expresión del poder
público y el ejercicio de la autoridad administrativa, contenida en la decisión misma; mientras que,
en el segundo caso, se trata de las relaciones propias de quien es parte en un contrato, y se
pronuncia sobre el desarrollo del mismo a la luz de su posición como parte del mismo, sin que el
ejercicio del poder estatal caracterice su comportamiento.
(…)
“A partir de lo dicho encuentra la Sala que efectivamente no procede el análisis de validez
de dichas comunicaciones, como si tratara de actos administrativos; pero si el análisis de
responsabilidad contractual, para saber si ellas violan los derechos y/o deberes de las partes del
contrato. En este orden de ideas, el control que sobre estas comunicaciones hace la jurisdicción
contenciosa no es sobre su validez, sino sobre el comportamiento contractual de las partes.”
En tal sentido, basta señalar que los tribunales de arbitramento son una forma
de competencia frente a la justicia formalizada institucionalmente, que está
entregada a la órbita mercantil; no obstante, ¿quién se atreve a decir que también
ha dejado de ser función jurisdiccional, y sobre todo servicio público?
Por tanto, con mayor fundamentación jurídica debe sostenerse que los servicios
públicos forman parte de la función administrativa, conclusión que se deriva de
una rigurosa hermenéutica constitucional y legal, ya que, por un lado, la Carta
Política (art. 365) dispone que los servicios públicos son inherentes a la finalidad
social del Estado, y que es su deber asegurar su prestación eficiente a todos los
habitantes del territorio nacional; además, en cualquier caso dichos servicios
estarán enmarcados dentro del control, la regulación y la vigilancia estatal; y, por
otro, la ley 142 de 1994, en varias disposiciones (arts. 5º al 8º) establece que si
los particulares no lo hacen, el Estado debe asegurar la prestación de los
servicios públicos.
En esta perspectiva, tal vez sea mejor enunciar algunos beneficios que responden
a la pregunta de por qué es útil y necesario –jurídicamente hablando- que los
servicios públicos sean considerados parte de la función administrativa, para
comprender mejor el alcance de las posturas divergentes.
En primer lugar, puede afirmarse, sin lugar a dudas, que por el fortalecimiento
del control sobre la gestión del servicio, porque no hay duda que la función
administrativa es más rigurosa por el control que existe sobre ella
Obsérvese que una parte del Consejo de Estado y la Corte Constitucional acuden,
principalmente, a un criterio formal, en virtud del cual la prestación de los
servicios públicos ni siquiera suponen el ejercicio de la función pública, puesto
que la Constitución dispone que una y otra materia serán objeto de regulación
legal separada. Y en ese sentido se cita el numeral 23 del artículo 150, que
distingue las leyes que rigen el ejercicio de las funciones públicas de aquellas que
se ocupan de la prestación de los servicios públicos. En el mismo sentido, la
jurisprudencia plantea que el constituyente reguló los servicios públicos en el
título XII, que se ocupa del régimen económico y de la hacienda pública, mientras
que lo relativo a la función pública se encuentra en el capítulo II del titulo V,
denominado “De la organización del Estado”, aspecto que demuestra que al estar
en apartes distintos de la Constitución Política fueron considerados materias
distintas
Pues bien, acogiendo hasta cierto punto la teoría alemana, pero haciendo una
lectura inversa para formular un alcance en términos positivos, consideramos
que, por razones de seguridad jurídica y de practicidad, la función administrativa,
excluidas las tareas a cargo de las ramas legislativa y judicial, es toda la
actividad que realice la rama ejecutiva del poder público, porque al fin y al cabo
con ella cumple las tareas asignadas por la Constitución y la ley en favor de la
dirección de esa fracción del aparato estatal. Y desde luego que otras ramas del
poder, así como los particulares, ejercen la misma función, cuando cumplen
tareas similares encomendadas a la rama administrativa.
84 “No sobra precisar que la Constitución hace referencia a las expresiones «función pública»
y «funciones públicas» de manera específica en el capítulo II del título V sobre la organización del
Estado, en el que se establecen los principios que rigen el cumplimiento de «funciones públicas» por
los servidores públicos. Cabe recordar, así mismo, que la Constitución califica expresamente como
«funciones públicas» la administración de justicia (art. 228 C. P.) y el control fiscal (art. 267 C. P.), en
tanto que el artículo 209 se refiere a la «función administrativa» (art. 209 C. P.) especie dentro del
género función pública” (sent. C-037/03 M. P. Alvaro Tafur Galvis).
Me parece que se trata del criterio más seguro que se puede formular, de ahí que
todo lo que corresponde realizar a la administración se debe orientar por los
principios de la función administrativa, y también debe respetar los derechos
fundamentales y los colectivos –en el acto mismo de llevarlos a cabo- y los demás
efectos, características, oportunidades y limitaciones que otras normas del
ordenamiento le imponen a la administración, cuando actúa para cumplir sus
obligaciones.
En este lugar se indaga por otra hipótesis: Se plantea que también se expiden
actos administrativos cuando las contralorías realizan la función de control que
les corresponde desempeñar –a través de trabajos de auditoría, de investigaciones
la doctrina nacional y extranjera. Tal es el caso, a manera de ejemplo -que muestra la constante-, de
la sentencia de 18 de febrero de 2010 –Sección Tercera. Exp. 33.934-, donde se expresa: “En efecto, el
operador jurídico debe observar el cumplimiento de dos condiciones para concluir que está frente a
una manifestación de la voluntad susceptible de control judicial: 1. Que provenga de una autoridad
o particular que cumpla funciones administrativas, y…”
Increíblemente existen dos respuestas a esta cuestión –como ocurre en casi todos
los problemas del derecho-: algunos juristas opinan que se despliega la función
administrativa y otros pensamos que se ejercitan funciones autónomas e
independientes: la de control y la electoral. Los primeros reducen a la función
administrativa cualquier función pública que no sea legislativa o judicial; los
segundos independizamos las funciones de las tres ramas del poder de las
gestiones que ejercen los órganos de control y el electoral, porque entendemos
que se trata de actividades públicas autónomas, según se deduce del art. 113 de
la CP86. En este sentido, entendemos que las tareas de control y electoral son
independientes de la función administrativa, porque no puede reducirse a la
función administrativa cualquier actividad pública que no encaje en las otras dos
ramas del poder. Por el contrario, la Constitución Política de 1991 creó dos
funciones públicas, así no se les haya calificado como ramas del poder, lo que es
explicable si se tiene en cuenta que no existían cuando siglos antes se forjó la
división de los poderes.
Inclusive, el artículo 113 de la CP. es claro al disponer que además de las tres
ramas del poder público “… existen otros [órganos], autónomos e independientes,
para el cumplimiento de las demás funciones del Estado” (ajuste fuera de texto), y
de aquí se deduce que esos entes ejecutan otras tareas públicas, también a cargo
del Estado, con la cualidad de ser autónomas e independientes.
“Art. 113. Son Ramas del Poder Público, la legislativa, la ejecutiva, y la judicial.
86
“Además de los órganos que las integran existen otros, autónomos e independientes, para
el cumplimiento de las demás funciones del Estado. Los diferentes órganos del Estado tienen
funciones separadas pero colaboran armónicamente para la realización de sus fines.”
“En tal contexto, la actora y los intervinientes tienen igualmente razón en insistir
en que, conforme a esa nueva visión del principio de separación de poderes, la
Carta otorga no sólo autonomía orgánica sino también unas funciones propias y
específicas a las contralorías (CP arts 113, 119, 267 y 268), por lo cual es claro que
estos órganos de control no hacen parte de la Rama Ejecutiva ni desarrollan, como
actividad, principal tareas administrativas, como las que adelantan la
administración central y las administraciones seccionales. Por ello, tal y como
esta Corporación ya lo había señalado, la Constitución quiso "distinguir
nítidamente la función propiamente administrativa del Ejecutivo de la función
fiscalizadora de la Contraloría, pues consideró que la confusión de tales funciones
comportaba efectos perjudiciales para la marcha del Estado. Esto se desprende
con nitidez no sólo del texto constitucional, que explicita que la tarea propia de
estas entidades es la vigilancia y el control fiscal de la administración (CP arts
119 y 267) sino, además, del examen de los debates constituyentes, en donde
claramente se señaló que ‘no se debe confundir la función fiscalizadora con la
función administrativo o gubernativa, pues son de naturaleza totalmente distinta
y se ejerce por actos también diferentes.
Por las razones anotadas nos parece oportuno y necesario actualizar la definición
de acto administrativo, de la manera cómo proponemos, para que quepan en ella
las nuevas decisiones estatales, producto de las últimas funciones públicas que
incorporó la Constitución Política –y que la revolución francesa no vislumbró-.
87 "Artículo 80. Si el acto administrativo que da apertura al juicio fiscal no se hubiere podido
notificar personalmente, una vez transcurrido el término para su notificación por edicto, la
Contraloría designará un apoderado de oficio para que represente al presunto responsable en el
juicio. (…)” (Resalto fuera de texto)
“13- El anterior examen muestra que si bien, en general, todo ejercicio de una
función administrativa, en el sentido de ejecución administrativa, se hace por
medio de actos administrativos, por el contrario no todos los actos administrativos
son expresión de una función administrativa, ya que pueden desarrollar otras
funciones del Estado, como las funciones de control o de organización electoral. Por
ende, no es incompatible con la autonomía de las funciones de control que sus
actos sean calificados por la ley como administrativos, pues ello no confiere
naturaleza administrativa a la actuación del órgano sino que simplemente señala
que, debido a la ausencia de los requisitos de imparcialidad, independencia e
inamovilidad de los funcionarios que los emiten, estos actos no son definitivos,
pues pueden ser revisados por los jueces en cuestión…” -Itálicas fura de texto-
88 Argumentó el actor: “… los apartes demandados violan los artículos 113, 117, 121 y 267
Claro está que la problemática moderna de este asunto –y por tanto el aspecto
más interesante a considerar en la actualidad- consiste en el mismo dilema que
se planteó atrás acerca de la identificación de las actividades que constituyen o
no ejercicio de la función administrativa. En este lugar aplican las extensas
reflexiones hechas antes -a las cuales remitimos- acerca de la noción de función
administrativa y de las tareas que la integran, especialmente la problemática de
la gestión de los servicios públicos en un mercado en competencia. Para recordar
nuestra conclusión, aplicada a este apartado, consideramos que la prestación de
servicios públicos también es ejercicio de esta función, como cuando los presta el
Estado91.
los particulares la ejerzan, en circunstancias especiales. Ello da cuenta de la razón por la cual hay
casos en los que sujetos privados administran justicia, colaboran en el ejercicio del control e,
incluso, cumplen funciones administrativas. Por esta razón, la Corte Constitucional señaló que: “[...]
la posibilidad de desempeñar funciones públicas se predica no solo de las personas que se vinculan
con el Estado mediante la elección o nombramiento y la posesión en un cargo, sino también de los
particulares que, en los casos taxativamente señalados en la Constitución y la ley, puedan investirse
de la autoridad del Estado y desempeñar funciones públicas administrativas (arts. 123-3, 210-2, 267-
2) o funciones públicas judiciales (art. 118-3)”. (Sent. C-189 de 1998, MP. Alejandro Martínez
Caballero)
En la sentencia C-866 de 1999 ya había señalado la Corte que no sólo las funciones
administrativas otorgadas a los particulares se atribuyen mediante actos administrativos y
convenios que fijen, en cada caso concreto, las condiciones y circunstancias de dichas potestades,
sino, además, que no toda función puede transferirse a los sujetos privados, mediante la técnica de
la delegación, en tanto no pueden ejercer actividades de contenido político o gubernamental, de
contenido materialmente legislativo o jurisdiccional que ocasionalmente ejercen las autoridades
administrativas, las exclusivas de las autoridades administrativas —como, por ejemplo, la de fuerza
pública—, las que aún no están en cabeza de alguna autoridad administrativa, pero que necesitan
de una norma constitucional o legal que haga la respectiva atribución —como, por ejemplo, algunas
de las ejercidas por los notarios y las cámaras de comercio—; o las que vacían la competencia de la
autoridad que las otorga. Restricciones que se hallan no sólo en la Constitución sino en la ley,
puesto que el legislador se encuentra facultado por la Carta Política para regular las condiciones del
ejercicio de la función administrativa por los particulares.
En nuestro país no existe, entonces, un criterio subjetivo a partir del cual se dilucida el
ejercicio de la función pública, sino un criterio funcional, que atiende a la naturaleza de la
atribución. Así, esta institución no pierde su esencia por el simple hecho de que no la realice un
servidor público, sino un particular investido por autorización legal, porque no es la competencia
del sujeto la que la define, sino el contenido material el que la gobierna.
91 Quienes piensan distinto tienen que concluir que si la prestación de los servicios públicos
no es función administrativa, y menos en manos de los particulares, entonces las decisiones que
adoptan no son actos administrativos.
Ahora bien, en relación con los actos administrativos expedidos por los
particulares que ejercen la función de control fiscal, la fundamentación para su
posibilidad es la misma indicada antes, en relación con la expedición de actos
administrativos con ocasión de la prestación de dicha función pública. A ese
análisis nos remitimos.
La discusión académica del inmediato futuro, en esta materia, tiene que ver con
la naturaleza jurídica que se le adjudicará a los actos que expidan los
particulares cuando actúen como sujetos pasivos del derecho de petición, en los
términos que autoriza el art. 23 de la CP.: “Toda persona tiene derecho a
presentar peticiones respetuosas a las autoridades por motivos de interés general
o particular y a obtener pronta resolución. El legislador podrá reglamentar su
ejercicio ante organizaciones privadas para garantizar los derechos
fundamentales” –resalto fuera de texto-. Esta disposición fue desarrollada –al fin¡-
por los arts. 32 y 33 de la ley 1.437 de 201095.
92“Art. 210. Los particulares pueden cumplir funciones administrativas en las condiciones
que señale la ley.”
93 “Art. 267. (…) Dicho control se ejercerá en forma posterior y selectiva conforme a los
procedimientos, sistemas y principios que establezca la ley. Esta podrá, sin embargo, autorizar que,
en casos especiales, la vigilancia se realice por empresas privadas colombianas escogidas por
concurso público de méritos, y contratadas previo concepto del Consejo de Estado.”
94 “Art. 116. Los particulares pueden ser investidos transitoriamente de la función de
fundamentales. Toda persona podrá ejercer el derecho de petición para garantizar sus derechos
fundamentales ante organizaciones privadas con o sin personería jurídica, tales como sociedades,
corporaciones, fundaciones, asociaciones, organizaciones religiosas, cooperativas, instituciones
financieras o clubes.
“Salvo norma legal especial, el trámite y resolución de estas peticiones estarán sometidos a
los principios y reglas establecidos en el Capítulo Primero de este Título.
“Las organizaciones privadas sólo podrán invocar la reserva de la información solicitada en
los casos expresamente establecidos en la Constitución y la ley.
“Las peticiones ante las empresas o personas que administran archivos y bases de datos de
carácter financiero, crediticio, comercial, de servicios y las provenientes de terceros países se regirán
por lo dispuesto en la Ley Estatutaria del Hábeas Data.
ii) De otro lado, para quienes será un acto administrativo, porque se trata de la
respuesta a un derecho de petición y también porque el particular que funge de
sujeto pasivo la tramita conforme al procedimiento administrativo del CCA.,
puesto que la norma dispone que “… el trámite y resolución de estas peticiones
estarán sometidos a los principios y reglas establecidos en el Capítulo Primero de
este Título”, es decir, que la forma de la petición, los términos para responderla y
todas las demás circunstancias propias de su ejercicio se aplicarán a los
particulares que ejercen actividad privada. En estos términos, se argüirá que los
mecanismos de protección de esta decisión deben ser los mismos que operan
para cualquier otro derecho de petición.
“Parágrafo 1°. Este derecho también podrá ejercerse ante personas naturales cuando frente
a ellas el solicitante se encuentre en situaciones de indefensión, subordinación o la persona natural
se encuentre ejerciendo una función o posición dominante frente al peticionario.
“Parágrafo 2°. Los personeros municipales y distritales y la Defensoría del Pueblo prestarán
asistencia eficaz e inmediata a toda persona que la solicite, para garantizarle el ejercicio del derecho
constitucional de petición que hubiere ejercido o desee ejercer ante organizaciones o instituciones
privadas.”
“Artículo 33. Derecho de petición de los usuarios ante instituciones privadas. Sin perjuicio de lo
dispuesto en leyes especiales, a las Cajas de Compensación Familiar, y a las Instituciones del
Sistema de Seguridad Social Integral, que sean de carácter privado, se les aplicarán en sus
relaciones con los usuarios, en lo pertinente, las disposiciones sobre derecho de petición previstas
en los dos capítulos anteriores.”
96 En este sentido, ver análisis al respecto en el numeral 9.6 de este capítulo.
Una declaración de voluntad que cumpla los requisitos examinados hasta ahora
todavía no es un acto administrativo. Es necesario que decida algo y por tanto
que produzca efectos jurídicos97. Esto significa, para nosotros, que la declaración
debe crear, modificar o extinguir situaciones jurídicas98. Según Raúl Bocanegra
Sierra, comentando el derecho alemán, a este elemento de la definición se le
denomina “carácter regular” del acto administrativo, expresión confusa para
nosotros, pero que significa lo mismo que se viene comentando –ob. cit. Pág. 33-,
Con algunos ejemplos se entiende mejor el tema:
Entre otras cosas, se debe distinguir bien entre lo que es producir cualquier clase
de efectos y la producción de efectos jurídicos. De hecho, podría alegarse que las
felicitaciones por el cumpleaños del servidor público, que las excusas por la
inasistencia a la cena y que el deseo de feliz navidad sí producen efectos, porque
emocionalmente sus destinatarios se sienten complacido y felices, o de pronto
defraudados; sin embargo, esa sensación de bienestar o malestar no sale del
plano fenomenológico u ontológico hasta incidir en el campo jurídico, que es el
determinante para estar ante un acto administrativo y no frente a un simple acto
de la administración.
97 Sobre este requisito ver: José Antonio García-Trevijano Fos, El acto... ob. Cit. Pág. 99; José
Roberto Dromi, El acto… Pág. 21 y Jaime Orlando Santofimio, Tratado de derecho administrativo,
T. II, Ed. Universidad Externado de Colombia, cuarta edición. Bogotá. 2003. pág. 135.
También se pueden consultar muchas providencias, entre ellas: sentencia de 20 de
abril de 1983 -Sección Segunda. Exp. 6.273. CP. Joaquín Vanín Tello-; sentencia de 22
de enero de 1988 -Sección Cuarta. Sin número de radicación. CP. Hernán Guillermo Aldana-;
sentencia de 14 de noviembre de 1996 –Sección Segunda, exp. 10.803, CP. Carlos Arturo Orjuela G.-;
sentencia de 13 de marzo de 1998 - Sección Cuarta. Exp. 8487. CP. Delio Gómez Leyva-; sentencia
de 21 de octubre de 1999 –Sección Tercera. Exp. 11.616. CP. Alier E. Hernández Enríquez.
98 La sentencia de 25 de noviembre de 1999 –Sección Primera, exp. 5.735. CP. Juan Alberto
Polo Figueroa- expresó al estudiar una demanda contra un oficio que tenía por objeto hacer cumplir
una decisión antes adoptada por la administración, que: “Así las cosas, es evidente que la demanda
es sustancialmente inepta por estar dirigida contra un oficio que no tiene la entidad de acto
administrativo, puesto que el oficio materia de la misma, el número 280 de 27 de marzo, no
contiene decisión que cree, modifique o extinga situación jurídica alguna, y menos la que el actor le
atribuye. Como lo expresó la Sala en reciente fallo, ‘Siendo así, la demanda deviene en inepta, en razón
de que lo que en ella se pide anular, en el presente caso, no es pasible en sí mismo de control jurisdiccional…’.
Otros agregan uno más. Exigen que el acto produzca efectos jurídicos subjetivos,
para destacar que los efectos jurídicos generales –como los reglamentos- no son
actos administrativos. De este criterio se muestra Enrique Sayagués Laso –
tratado… Ob. Cit. Pág. 390-, José Antonio García-Trevijano Fos -Los Actos…
Ob.cit. Págs. 26 a 35- y José Roberto Dormí -El acto… ob.cit. Págs. 25 a 26-.
Enrique Gil Botero- se aludió implícitamente a esta clasificación, cuando se expresó: “Para la Sala
resulta claro que las circulares demandadas constituyen verdaderos actos administrativos, pues
aunque sus destinatarios directos fueron los gerentes regionales del INCORA (hoy INCODER) y se trataba
de unificar criterios sobre la autorización de venta y fraccionamiento de predios baldíos, ocasionaron efectos
sobre los particulares condicionando situaciones jurídicas, toda vez que la posibilidad de enajenación de
un bien cuyo dominio inicial provenga de la adjudicación de baldíos nacionales se supedita al
pronunciamiento favorable de la autoridad administrativa.
“Se constata entonces, que las circulares demandadas reflejan la capacidad del ente
administrativo de trazar efectivas reglas de conducta en desarrollo de lo prescrito por el legislador,
con alcances generales y de obligatorio cumplimiento por parte de los destinatarios; ello denota la
verificación de los elementos propios del acto administrativo como son: (1) manifestación unilateral
de la voluntad de la administración o de la entidad pública o el particular en ejercicio de la función
administrativa, (2) capaz de producir efectos jurídicos frente a otros sujetos de derecho (3) sin necesidad de
contar con su anuencia para ello.” (Resalto fuera de texto)
En sentido similar pueden consultarse las siguientes providencias del Consejo de Estado:
Sección Cuarta, sentencia de enero 22 de 1988, CP. Hernán Guillermo Aldana Duque; Sección
Primera, sentencia de 14 de octubre de 1.999, exp. No. 5064, CP. Manuel Urueta Ayola; Sección
Primera, sentencia de 16 de febrero de 2001, exp. 3531, CP. Olga Inés Navarrete Barrero.
100 En efecto, prescribe el artículo 84 del Código Contencioso Administrativo: “Toda
persona podrá solicitar por sí, o por medio de representante, que se declare la nulidad de los actos
administrativos...”. Más adelante señala la misma disposición que ésta acción puede también
interponerse contra “circulares de servicio” y contra “actos de certificación y registro”.
Para empezar, notamos que existe una creencia, casi un mito -sin respaldo
normativo por cierto-, que considera que los actos administrativos deben constar
por escrito. Sin embargo, nada es más alejado de la verdad, porque basta
preguntar ¿qué disposición apoya ese criterio?102 Esta pregunta es la rectora del
análisis de este asunto, y la respuesta correcta, definitivamente, es que no existe
una regla general que exija que los actos administrativos consten por escrito103
104.
En ocasión más reciente también se expresó: “Se observa, en efecto, que recibidas
y calificadas las propuestas por parte de la Universidad del Tolima, ésta decidió
101 El mismo criterio defiende José Antonio García-Trevijano Fos, cuya opinión expone a
manera de crítica a Manuel María Diez, que tiene opinión distinta (Los Actos… ob. Cit. Pág. 42.)
102 En la sentencia de 15 de febrero de 1983 –Sección Primera. Exp. 3.762. CP. Jacobo Pérez
alcance –aunque admite escasas excepciones-, según la cual los contratos deben constar por escrito:
“Art. 41. Del perfeccionamiento del contrato. Los contratos del estado se perfeccionan cuando se
logre acuerdo sobre el objeto y la contraprestación y éste se eleve a escrito. (…)”
104 En sentido contrario, Enrique Sayagues Laso considera que los actos administrativos,
pese a que no existe norma que lo exija “… parece indiscutible, como principio general, que deben
constar por escrito. Esta regla admite algunas pocas excepciones…” (Ob. Cit. Pág. 459) En el mismo
sentido José Roberto Dromi, para quien “La admisibilidad de la forma verbal debe ser interpretada
restrictivamente.” (El acto… Págs. 66 a 67)
105 En el caso concreto, lo demandado fue el acto verbal de la Mesa Directiva del Congreso,
que “llamó” a una persona ocupar el cargo de congresista que dejó vacante su titular.
106 La providencia agregó que: “Los anteriores documentos permiten inferir pues, la
existencia del acto administrativo de adjudicación de un contrato cuyo objeto fue la Construcción
de Obras de Acabados Arquitectónicos en Zonas Exteriores, Carpintería en Madera, Instalación
Hidráulica, Gabinetes y Tableros en el Edificio de Aulas 02 del Bloque 32 de la Universidad del
Tolima, que efectivamente se celebró entre ésta y el señor Sierra Martínez el día 27 de septiembre de
1995, y que contiene, como una de sus consideraciones, la de que “...la Junta de Licitaciones, Pedidos y
Contratos en su sesión del día 5 de septiembre de 1995, mediante Acta número 012 de 1995, luego de evaluar
el informe presentado por el Arquitecto JAIME ORLANDO ACOSTA RIOS y el concepto técnico del
Arquitecto JAIME MARTINEZ TÉLLEZ, como Decano de la Facultad de Tecnologías, le presentó al señor
Rector orden de elegibilidad de las propuestas para adjudicar el contrato de acabados arquitectónicos...” y
menciona además, que mediante el “...oficio DR-158 del 18 de septiembre de 1995, el señor Rector
autoriza la contratación de la obra al Arquitecto JULIO ALBERTO SIERRA MARTINEZ, según Propuesta
No. 02” (fls. 95 y 96, cdno. ppl.).” (Sección Tercera. Sentencia de abril 25 de 2005. Rad. 14.519, CP.
Ramiro Saavedra Becerra)
107 En el mismo sentido, en el auto de diciembre 15 de 2011, Subsección B de la Sección
Tercera del Consejo de Estado -CP. Ruth Stella Correa-: “El aparte del acto administrativo
contenido en el oficio n.o 15500-2009- 0166 de 18 de enero de 2010, suscrito por el Director de
Contratación y Compras, cuya suspensión provisional se solicita es el siguiente: (...)
“En el sub lite, debe determinarse si con la expedición del acto administrativo demandado
se trasgredieron, de manera palmaria y directa, las disposiciones jurídicas citadas por el actor.
(…)
“En consecuencia, la Sala considera que el acto administrativo contenido en el oficio n.o
15500 – 2009 – 0166 de 18 de enero de 2010 demandado, infringe o transgrede de manera manifiesta
los artículos 6 y 121 de la Constitución Política, normas invocadas por el solicitante de la medida
cautelar que consagran la obligación de los funcionarios de ejercer solo las atribuciones que la
En primer lugar, el criterio analizado hasta ahora lo ratifica el art. 35 del nuevo
CCA. –a diferencia del Decreto 01 de 1984- que redefinió algunas reglas al
respecto. Empieza por admitir que los procedimientos administrativos se pueden
adelantar verbalmente o por escrito, al indicar, en el inciso primero, que: “Los
procedimientos administrativos se adelantarán por escrito, verbalmente, o por
medios electrónicos de conformidad con lo dispuesto en este Código o la ley.” Esto
significa que si es posible adelantarlos de esa manera, entonces pueden concluir
de la misma forma.
También cabe referirse el caso del acto administrativo producto del silencio
positivo, porque la ley de procedimiento establece la obligación de protocolizar
una escritura que acredite su configuración -ley 1.437 de 2011, art. 85-. No
obstante, es claro que el acto administrativo no es la escritura pública sino la
decisión ficta protocolizada allí, pero si no se cumple este requisito el acto no
produce efectos jurídicos, y por eso se cita en este lugar, como ejemplo de la
formalidad para su aplicación108.
Esta regla, a su vez, tiene una excepción: tratándose del silencio positivo que se
configura en las reclamaciones en el sector de los servicios públicos domiciliarios,
no es necesario protocolizar la escritura, por disposición del art. 123 del decreto
2.150 de 1995, en cuyo caso el acto administrativo ficto no consta por escrito109.
Constitución y la ley les asignan, pues fue expedido por el Director de Contratación y Compras de
la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá sin que tuviese competencia.”
108 La Sección Primera, en la sentencia de 26 de noviembre de 2008 -exp. 13001-23-31-000-
Finalmente, existen muchos otros casos que exigen la formalidad escrita para su
existencia, pero la regla de análisis del tema consiste en que la ritualidad requiere
norma que la imponga.
En tercer lugar, a falta de una regla especial, los actos administrativos –incluidos
los procedimientos donde se expiden- pueden ser verbales, lo cual se confirma en
el inciso primero del art. 35 del CCA., citada atrás.
Claro que el acto administrativo verbal ofrece menos garantías probatorias para
quien necesita demostrar su existencia. Pero esta circunstancia no incide en la
posibilidad de que los actos administrativos consten por escrito. Incluso, muchas
entidades públicas expiden las decisiones unilaterales por escrito, pero por
razones de orden administrativo, de disciplina y de seguridad jurídica, pues son
conscientes de la inconveniencia de dejar al azar la acreditación posterior de su
contenido. Ni qué decir de la dificultad que tiene el ciudadano cuando no le
entregan un documento que contenga la decisión –sobre todo si es favorable-,
porque será muy difícil hacerla cumplir. Sin embargo, se insiste, esta actitud
práctica de la administración y del administrado no incide en la posibilidad de
expedir actos administrativos verbales, cuando la ley no exige que consten por
escrito110.
“Pasado ese término, salvo que se demuestre que el suscriptor o usuario auspició la demora
o que se requirió la práctica de pruebas se entenderá que la petición, queja o recurso ha sido
resuelto en forma favorable. Dentro de las setenta y dos (72) horas siguientes al vencimiento del
término de los quince (15) días hábiles, la entidad prestadora del servicio público domiciliario
reconocerá al suscriptor o usuario los efectos del silencio administrativo positivo. Si no lo hiciere, el
peticionario podrá solicitar de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, la
imposición de las sanciones a que haya lugar conforme a la, ley, sin perjuicio de que ella adopte las
decisiones que resulten pertinentes para hacer efectiva la ejecutoriedad del acto administrativo
presunto. (…)”
110 Esta misma inquietud se resolvió en la sentencia de 14 de julio de 1961 –sin número de
radicado. CP. Carlos Gustavo Arrieta-: “Ciertamente que la función administrativa se cumple
ordinariamente por medio de decisiones escritas: reglamentación de las leyes, nombramientos y
remociones, celebración de contratos administrativos, permisos, etc. La estabilidad de las
situaciones jurídicas que esos actos crean, la correcta organización del servicio público y las
circunstancias normales en que actúa el gobierno al expedirlos, aconsejan y hacen necesaria la
utilización de los procedimientos escritos. La misma ley impone la obligación de apelar a ellos
cuando expide decisiones que deban publicarse o notificarse. Pero el artículo 120 de la Constitución
incluye algunas atribuciones que por su misma naturaleza y por las circunstancias especiales en que
se ejercitan, en muchas ocasiones imponen la necesidad de acudir a sistemas más expeditos y
rápidos. Disponer de la fuerza pública en situaciones de emergencia, conservar y restablecer el
orden alterado, dirigir las operaciones de guerra, proveer a la seguridad exterior de la República,
etc., son actividades que en la mayor parte de los casos sólo se pueden desarrollar por medio de
procedimientos verbales. Las decisiones que en tales momentos de urgencia se toman, son actos
administrativos, no sólo porque así se infiere del art. 120 núms. 6º, 7º, 8° y 9º sino porque las
profiere la administración con la finalidad de producir efectos de derecho. La naturaleza jurídica
del ordenamiento no se altera por la existencia o inexistencia de un escrito. Esta doctrina fluye
Si del universo de los actos administrativos se toman sólo los que constan por
escrito, se observará que pueden adoptar dos formas: electrónica y física. Éstos
corresponden a las declaraciones unilaterales de voluntad que constan en un
documento de papel, que por cierto es la forma más conocida en el derecho, y fue
en la concibió el Decreto 01 de 1984 para organizar los procedimientos
administrativos.
Esta disposición fue complementada por la ley 962 de 2005, que incorporó la
expresión “acto administrativo electrónico” –creemos que por primera vez en el
ordenamiento- en el inciso segundo del art. 6: “La sustanciación de las
actuaciones así como la expedición de los actos administrativos, tendrán lugar en
la forma prevista en las disposiciones vigentes. Para el trámite, notificación y
De una manera exótica, pero al fin y al cabo introducida por la ley, el art. 71 del
Decreto 111 de 1996 incorporó una figura sin antecedentes en la teoría del acto
Esta norma dispone: “Art. 6o. MEDIOS TECNOLÓGICOS. Para atender los trámites y
112
De esta norma se desprenden varias ideas: de un lado, que no todos los actos
administrativos se perfeccionan de la manera indicada en ella, pues esta
disposición sólo rige para los que involucran gastos. Por tanto, las demás
decisiones unilaterales están exentas de esta exigencia, y surge una clasificación
especial: actos administrativos que deben perfeccionarse –con el registro
presupuestal- y actos administrativos que no lo necesitan.
Laso utilizó esta expresión en un apartado de su Tratado de Derecho Administrativo, para decir
que: “El acto administrativo es perfecto cuando se han cumplido todos los requisitos de
procedimiento y de forma establecidos.” (Tratado… Ob. Cit. Págs. 486 y 488).
Por tanto, en los términos que se viene analizando, el método para identificar los
actos administrativos -al interior del universo de las decisiones de la
administración-, consiste en tomar la definición dada -como si tratara de un
fórmula matemática, física o química, o de una plantilla o un molde- para
aplicarla a cada uno de los actos de la administración frente a los cuales exista
interés en precisar su naturaleza, y determinar, como si tratara de un test, si
satisface todos los elementos de la definición. Si lo hace, no queda la menor duda
que el acto es administrativo, pero si no cumple alguno de los requisitos –así sea
sólo uno- tampoco se puede vacilar en que la decisión no tiene esta naturaleza.
De esta precisión y rigor técnico es la labor que ejecuta el operador que tiene el
deber de identificar el ADN de las distintas manifestaciones de la voluntad de los
órganos del Estado. Como si se tratara de un científico, asume el deber de
concretar, con certeza y minuciosidad técnica, cuáles decisiones son y no son
actos administrativos, para lo cual la definición analizada es la herramienta
insustituible.
114 En sentido contrario, Enrique Sayagués Laso sostiene que “… el problema debe
Del mismo criterio es José Roberto Dromi, para quien “El acto no deja de ser
administrativo porque sus efectos excepcionalmente puedan estar comprendidos
en el marco del Derecho privado.”116
115 José Antonio García-Trevijano Fos explica que “Esta postura no es pacífica. Una corriente
autorizada encuadra entre los actos administrativos, los de derecho privado de la administración,
así D’Alesio, Cammeo, Tivaroni, y fundamentan su posición en que es administrativa la
designación de los órganos que han de actuar, el procedimiento de formación, de voluntad, las
declaraciones que han de llevarse a cabo y han de someterse a todos los principios de equidad, a la
prohibición de abuso del derecho y puede ser fiscalizada esta actividad a través de los recursos
normales…”. Luego explica que “Esta postura no es admisible”, y que Forsthoff, Vita, Cassagne,
Stassinopoulus y Kormann difieren de ese criterio, porque es necesario que se actúe con base en el
poder público y el derecho administrativo para que exista un acto administrativo (Los Actos…Págs.
42 a 44). Finalmente, se manifiesta conforme a este criterio porque define el acto administrativo
como el que se expide cuando la administración actúa “en su faceta de derecho público” (pág. 99).
116 José Roberto Dromi, El acto… Pág. 23.
117 Marín Cortés, Fabián G. Ed. Temis. 2010. Bogotá. Págs. 375 a 380. En el mismo sentido,
ya habíamos defendido esta idea en: “La contratación de las empresas de SPD, evolución del tema y
perspectiva legislativa”. En: Revista Letras Jurídicas. Vol. 11, No. 1. Empresas Públicas de Medellín.
Marzo de 2006. Págs. 63 a 97.
“De aceptarse esta posición, además de que los actos serían administrativos, su
control correspondería, necesariamente, a la justicia contencioso administrativa,
por la sencilla razón de que, en Colombia, por aplicación del art. 238 CP., sólo
ella puede anular o suspender actos administrativos –sentencia C-1436 de 2000,
entre muchas otras-.
“Sin embargo, y de otro lado, se puede decir que el acto es privado, porque el
régimen del contrato es el derecho privado, de manera que esto determina su
naturaleza.
“En apoyo de esta posición, aunque desde argumentos diferentes, recuérdese que
una reciente decisión de la Sección Tercera -auto de junio 17 de 2005, exp.
27.673. CP. Alier E. Hernández Enríquez- sostuvo que la prestación de servicios
públicos no constituye función pública, por las siguientes razones: (…)
“De aceptarse esta posición, los actos serían privados, porque la función ejercida,
al contratar, no involucra actos de poder público.
“En este exclusivo sentido, no tiene por qué existir diferencia, en esta materia
precisa, entre un proceso de selección de contratistas regido por la ley 80 de
1993, y un procedimiento regido por el derecho privado, cuando uno u otro lo
emplea una entidad estatal, pues, en ambos casos, la naturaleza de la decisión
debe ser idéntica, a pesar de que se empleen regímenes diferentes para llegar a
una decisión técnicamente similar. Resultaría injustificado, por ende, que la
selección de un contratista sea un acto administrativo cuando es escogido
sirviéndose de la ley 80, y que no lo sea cuando lo escogen con base en el derecho
privado, pues lo determinante en estos casos no es el régimen jurídico aplicable,
sino la función administrativa que se ejerce al momento de tomar la decisión. Sin
embargo, y sólo en gracia de discusión, no se olvide que ahora el régimen
contractual de las empresas ya no es el derecho privado puro, sino una mezcla de
ordenamientos jurídicos.
“El análisis realizado hasta este momento permite llegar a otra conclusión, cada
vez más evidente: Que la función administrativa la presta no sólo el Estado, sino
también por los particulares; e igualmente, y esto es lo importante, se puede
ejercer bajo las reglas del derecho privado o las del derecho público, pero una u
otra posibilidad no varía la naturaleza de los actos que se expiden, en cada caso.
“Esta conclusión, que dio la Sala cuando las universidades públicas se regían de
manera pura por el derecho privado, debe ser hoy más contundente con el art. 13
de la ley 1.150 de 2007, el cual establece que el régimen de estas entidades se
constituye por una combinación de derecho privado con principios de la función
administrativa y de la gestión fiscal.”
A estas ideas basta agregar ahora que un acto unilateral que produzca efectos
jurídicos, regido por el derecho privado, también está determinado por muchas
normas públicas que lo rigen, por ejemplo: la competencia para expedirlo, la
causa o motivo de interés general que lo inspira, su adecuación a las normas que
lo determinan, entre otros aspectos que exigen revisar su adecuación al
ordenamiento jurídico.
8.2. Posición del derecho alemán, que dista del nacional, por la existencia de
una norma legal que define el tema
De los diversos elementos de esa noción, interesa destacar el hecho de que, para
que un acto sea administrativo, debe expedirse en el ámbito del derecho público,
esto es, que si la entidad se rige por el derecho privado el acto será civil o
comercial. Esta noción de acto administrativo, que RAUL BOCANEGRA SIERRA
califica de “restringida”, es esclarecedora de la tradición alemana, pero no de la
española -según dice el autor-119, y agregaría yo de la colombiana, donde no
existe una definición legal y, según vemos, la jurisprudencial y la doctrinaria
están en debate.
“Se observa, en efecto, que recibidas y calificadas las propuestas por parte de la
Universidad del Tolima, ésta decidió contratar con el señor Julio Alberto Sierra
Martínez, lo que significa que le adjudicó el contrato a este cotizante; aunque tal
decisión no esté contenida en una resolución que así lo declare de manera
expresa, constituye un acto administrativo cuya existencia se deduce de varios
documentos: (...)”120
En sentido similar, la misma Subsección analizó luego la naturaleza del acto por
medio del cual una empresa oficial de servicios públicos domiciliarios expidió un
reglamento o manual interno de contratación estatal. El debate procesal, al
interior de una acción de simple nulidad, radicó alrededor de su naturaleza
jurídica, pues la entidad demandada consideraba que no era un acto
administrativo, y que por eso no era objeto de esa acción122, mientras que el actor
consideraba que sí lo era, pese a que la empresa se regía por el derecho privado
en materia contractual. Se concluyó, ante un recurso de apelación de la
demandada, que discutió la sentencia de primera instancia porque llegó a esa
conclusión, que: “La Sala constata entonces, al analizar la normas demandadas,
que la presencia de los elementos propios de los actos administrativos se verifica
en este caso concreto, pues se está ante manifestaciones unilaterales de la
voluntad de la administración, que se producen sin la anuencia de sus
destinatarios y que trazan verdaderas reglas de conducta obligatorias para éstos.
“Así, las normas demandadas son actos administrativos a través de los cuales las
empresas de servicios públicos domiciliarios, en este caso la ETB, establecen
reglas contractuales que les permiten desarrollar su objeto, reglas que deben
121 Sección Tercera, sentencia de 21 de febrero de 2011, exp. 16.656. CP. Olga Mélida Valle
de De la Hoz.
122 El Consejo de Estado resumió el problema, desde la óptica de la entidad estatal, de la
siguiente manera: “La naturaleza jurídica de las normas demandadas ha sido cuestionada por la
ETB, tanto en la contestación de la demanda, como en el recurso de apelación interpuesto contra la
sentencia de primera instancia. Para la entidad, las normas demandadas fueron expedidas por su
Junta Directiva en virtud de facultades previstas en sus propios estatutos. Es decir, la entidad
demandada sostiene que dichos reglamentos se expidieron en cumplimiento de una disposición
estatutaria amparada en el derecho privado y no en ejercicio de función administrativa, como lo
afirma el demandante, situación que, a su juicio, no fue tenida en cuenta por el Tribunal en el fallo
de primera instancia.”
“Por todo lo expuesto, a juicio de la Sala, los actos demandados deben ser
calificados como actos administrativos.”123
123 Sección Tercera del Consejo de Estado, Subsección C, sentencia de marzo de 2011, exp.
126 De este criterio es Miguel S. Marienhoff. Tratado…, Ob. Cit. Pág. 223, especialmente
págs. 224 a 226.
127 De este parecer ha sido la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado, quien
en el concepto de 7 de febrero de 1997 –Exp. 955. CP. María Elena Restrepo- señaló, sobre la
naturaleza jurídica de una ordenanza que reguló las prestaciones sociales de los empleados del
Departamento –es decir, que se trataba de un reglamento-: “Los actos generales de las asambleas
departamentales constituyen un acto administrativo; éste tiene las cualidades de presumirse de legal y
de veraz: lo primero en cuanto al derecho y lo segundo en cuanto a los hechos.
“Si a través de ordenanzas se regularon prestaciones sociales, diferentes a la pensión de
jubilación, de los empleados públicos departamentales, esos actos son obligatorios mientras no hayan
sido anulados o suspendidos por la jurisdicción en lo contencioso administrativo (artículo 66 del
C.C.A).
“Las ordenanzas que pudieron regular esas prestaciones sociales, constituyen un acto
administrativo general, por cuanto crean situaciones impersonales, abstractas; no confieren situaciones
jurídicas individuales.”
En el mismo sentido se expresó la Sección Tercera del Consejo de Estado, quien manifestó en la
sentencia de 9 de septiembre de 2009 -Exp. 19.224. CP. Miriam Guerrero de Escobar-, al juzgar la
validez de una resolución 136 de 2000, expedida por la CRA, “Por la cual se dictan medidas
tendientes a la promoción de la competencia, se fijan procedimientos y condiciones en materia de
selección de contratistas y se ejercen otras competencias en materia contractual en el sector de agua
potable y saneamiento básico”, que: “Del contenido de los artículos de la Resolución 136 de 2000,
que han sido enjuiciados, se evidencia la imposición de unas reglas de contratación, que deben ser
cumplidas por los operadores de los servicios de acueducto y saneamiento básico cuando quiera
que vayan a celebrar negocios jurídicos; la necesidad de adelantar un procedimiento de selección
objetiva o de incluir cláusulas excepcionales en unos determinados contratos, es decir, que existe
una manifestación de la voluntad de la administración pública que produce un efecto jurídico sobre
los operadores de los servicios, en consecuencia, no existe duda sobre la naturaleza de acto
administrativo que detenta la Resolución demandada, susceptible de ser controlada por vía
jurisdiccional.”
En el mismo sentido se pueden consultar: sentencia de Sala Plena del Consejo de Estado, de
mayo 3 de 1999. CP. Ricardo Hoyos Duque. Exp. AC- 011; y sentencia de 26 de abril de 2007. Rad.
25000-23-24-000-2003-00834-02. CP. Rafael E. Ostau De Lafont.
Ahora, han sido las particularidades o características que tiene el reglamento los
que han llevado a muchos a proclamar su autonomía. Nos referimos,
esencialmente, a la capacidad creadora de derecho, la cual niegan de los actos
administrativos. Sin embargo, esta cualidad –innegable- no es una diferencia
entre unos y otros, sino tan sólo eso: una particularidad, una especificidad que
distingue a este acto administrativo –el reglamento- de otros actos
administrativos, de manera que se trata, tan sólo, de un accidente, que no tiene
la capacidad de modificar las cosas, a la hora de concretar la naturaleza jurídica
de la institución.
128 DE OTTO, IGNACIO. Derecho Constitucional. Sistema de Fuentes. Madrid. Ed. Ariel.
Pág. 215.
129 APARICIO PÉREZ, MIGUEL ÁNGEL. Temas de derecho constitucional. Madrid. Ed.
131 Ob. Cit. Págs. 115 a 116. Del mismo criterio se manifiestan: Enrique Sayagues Laso, ob.
cit. Pág. 390; Raúl Bocanegra Sierra, ob. cit. Pág. 40; Michel Stassinopoulus, El acto
Administrativo… Ob. Cit. págs. 44 a 47; José Antonio García-Trevijano Fos, Los Actos… ob. Cit.
Págs. 26 a 35. Éste último enseña que Forsthoff, Kormann y Forti son del mismo criterio. Manuel
María Diez. El acto… ob. Cit. Pág. 111. José Roberto Dromi presenta varios criterios diferenciadores:
el fin, los efectos, el procedimiento, la fuerza innovadora del ordenamiento jurídico y el régimen
jurídico aplicable -El acto… Págs. 25 a 27-. Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández
también distinguen estas dos normas, Curso… ob. Cit. págs. 173 a 174, 521 y 524.
132 El profesor Hernando Devis Echandía intentó hacer lo propio, de la siguiente manera -a
nuestro juicio sin buenos resultados, porque las razones que expuso son discutibles con facilidad-:
"Para Carnelutti la distinción se funda en la diferencia entre el interés público en cuanto a la
composición de los conflictos y el interés público en el interés en conflico, o sea entre el interés
público externo y los intereses públicos internos. La función procesal tiende a satisfacer el primero,
y la administrativa persigue el desenvolvimiento de los últimos. ‘La función administrativa se
cumple en el conflicto: la función procesal, en cambio, actúa sobre el conflicto. Por lo tanto, la
diferencia entre el acto procesal y el acto administrativo es claramente causal’.
"Es decir, lo que constituye la diferencia entre jurisdicción y administración es la posición
del agente. Es criterio externo, porque no se basa en el fin perseguido, sino en el hecho externo de la
posición del juez y de la administración al obrar: el primero, frente a las partes; la segunda, como
parte.
"El concepto de Ugo Rocco se aproxima al de Carnelutti cuando dice que si el Estado,
dentro de los límites que el derecho le fija, persigue su interés, desarrolla una actividad
administrativa, al paso que cuando interviene para la satisfacción de intereses que no son suyos,
sino de particulares u otras entidades, que por sí mismos no pueden lograrlo, existe jurisdicción;
que administrar es cuidar intereses propios y perseguir fines directos, y hacer justicia es intervenir
en el interés de otros y perseguir un fin indirecto.
"En nuestro concepto tienen razón Carnelutti y Rocco en esta clara diferencia de posición
del sujeto de la función judicial o administrativa, en lo que están de acuerdo. También Rosenberg. Y
en cambio consideramos errada la idea de la sustitución de la actividad particular por la del Estado,
al administrar justicia, porque creemos que el Estado obra sobre las partes y no en su lugar, como
consecuencia de su soberanía y del derecho subjetivo de jurisdicción que de ella emana y también
de la prohibición que los particulares tienen de pretender hacerse justicia por sí mismos. No vemos
que exista sustitución, sino superposición de actividades.
"Pero hay otra diferencia entre esas dos funciones: la administración puede obrar no
solamente para casos concretos, sino por vía general, mediante decretos o resoluciones de carácter
abstracto, que obligan a los ciudadanos que se encuentran en las condiciones y circunstancias
Esta postura, sin duda, es equivocada, porque se sabe que muchas sentencias no
están antecedidas de un litigio –como ocurre con muchos procesos de separación
o de divorcio, o con las sucesiones de mutuo acuerdo-. Y a su vez, nadie niega
que buena parte de los actos administrativos son producto de una controversia,
como la que existe para asignar una sustitución pensional a una de dos personas
que discuten el derecho a recibirla, o el conflicto que suele presentarse para
asignar un empleo público de carrera o una licitación pública, cuando dos o más
personas creen tener el derecho.
La deficiencia de este criterio se ha hecho evidente con el paso de los años, y más
en los últimos tiempos que antes, porque ya no se discute que las actuaciones
administrativas también deben observar este derecho fundamental, como lo
señala el inciso primero del art. 29 de la CP.: “El debido proceso se aplicará a
toda clase de actuaciones judiciales y administrativas.” Esto ha llevado a la
Sección Tercera del Consejo de Estado a expresar que134: “Lo expuesto no es más
que un mapa conceptual y general del estado del debido proceso administrativo,
en términos de visión de conjunto. Sin embargo, vale la pena destacar ese
desarrollo lineal, ascendente y exponencial -en buena hora-, cuya evolución es
heterogénea o dispar entre los distintos procedimientos administrativos, de
donde se puede concluir que:
“i) Algunos han alcanzado un formidable desarrollo, similar al del derecho penal,
donde cada garantía rige en forma absoluta –tal es el caso de los procedimientos
sancionatorios disciplinarios y fiscales-; mientras que,
previstas, como ocurre con la ley; en cambio que los funcionarios judiciales no pueden proveer sino
para el caso especial y en cada proceso". (Compendio de Derecho Procesal. Tomo I. Tercera Edición.
Pág. 91).”
133 Michel Stassinopoulus sugiere criterios similares a los que se expondrán en este escrito.
“Para la Sala no cabe duda que el debido proceso rige en todos los procedimientos
administrativos, sin importar que sean sancionatorios o no. Esta clasificación
tiene incidencia para otros efectos, por ejemplo para determinar los derechos del
debido proceso que rigen en unas y en otras actuaciones, como quiera que es
indiscutible que las garantías se potencializan en las primeras y se reducen en
las segundas, por razones obvias. Así, en las actuaciones sancionatorias es
exigible el derecho a la preexistencia de la falta y la sanción, pero en las no
sancionatorias carece de espacio. Lo mismo aplica para el derecho a la presunción
de inocencia, ya que en los procedimientos sancionatorios tiene aplicación plena,
mientras que en los no sancionatorios carece de sentido introducirlo, porque allí
no se imputa nada a quienes participan de ellos.”
Una vez más se tendría que concluir que si se admite este factor –
equivocadamente, por supuesto- un acto administrativo y una sentencia tendrían
la misma naturaleza jurídica.
En este horizonte, a juzgar por el origen de las decisiones, tendría que concluirse
que hasta los actos administrativos que expide el poder judicial –un
nombramiento, por ejemplo- serían sentencias, sencillamente porque provienen
de él. Como si fuera poco, este criterio desconoce otra verdad evidente: que
excepcionalmente la rama ejecutiva ejerce función judicial, de manera que
cuando actúa expide providencias judiciales, no actos administrativos –art. 116
de la CP.-.
135 Este criterio lo comparte Enrique Sayagués Laso, Tratado… ob. cit. Pág. 487; Michel
Stassinopoulus, El acto Administrativo… Ob. Cit. pág. 55, entre muchos otros.
136 Agregó la Sala que: “En el caso presente el acto acusado es apenas el resultado de un
procedimiento disciplinario que, como se ha visto, tiene consecuencias jurídicas muy diferentes a
las que produce una decisión jurisdiccional propiamente dicha. Como culminación de un proceso
administrativo disciplinario el Tribunal Disciplinario sancionó al doctor Humberto Barrera
Domínguez con la destitución de su cargo de magistrado de la Corte. Desde luego que en el acto
enjuiciado se analizan todas las circunstancias que rodearon al hecho que le fue imputado, el cual se
calificó como una conducta atentatoria contra la dignidad de la administración de Justicia
generadora de sanción disciplinaria; pero la trascendencia del mismo radica en que tuvo fines
esencialmente administrativos, como son fines eminentemente sociales los que persigue la justicia
En este evento, queda una leve sospecha sobra la infalibilidad de este criterio de
distinción; pero no cabe que es el mejor que se ha propuesto.
penal sin que naturalmente pueda confundirse la facultad sancionadora de la administración con el
poder punitivo general del Estado. Por manera que cuando se acusa una providencia del Tribunal
Disciplinario, lo que se está es cuestionando un acto administrativo sancionador de una falta
disciplinaria, acto que por su naturaleza y las consecuencias administrativas que produce, cae bajo
el control jurisdiccional contencioso administrativo.”
137 Sección Primera, auto de 12 de septiembre de 1978 –exp. 2.952. CP. Mario Enrique Pérez-.
138 Circunstancia que el Decreto 01 de 1984 denominaba “agotamiento de la vía
gubernativa”, concepto que la nueva ley de procedimiento administrativo derogó, no obstante que
conservó la necesidad de interponer el recurso de apelación –cuando proceda- para acceder a la
jurisdicción.
Para empezar, lo más inmediato que debe recordarse –que peca de ser
excesivamente teórico- es que los actos administrativos se expiden en ejercicio de
las funciones administrativa, de control y electoral, mientras que los actos civiles
son propios de la actividad privada. Por esta misma razón, los actos
administrativos deben perseguir una finalidad de interés general, mientras que
los actos civiles tienen una evidente intencionalidad económica y particular.
ii) La distinción de los casos concretos en que los particulares que ejercen función
administrativa expiden actos civiles, porque se admite que en determinados casos
no ejercen la actividad pública sino que conservan ciertos espacios donde
mantienen su condición natural.
139 Recaredo Fernández de Velasco, El Acto Administrativo, pág. 70, citado por Miguel S.
distinguir estos actos, unos más acertados que otros, algunos definitivamente equivocados -incluso
para él-. Entre ellos se refiere a: i) la causa del acto, que hace depender de que la decisión tenga un
fin económico –acto civil- o un fin de interés general –acto administrativo-; ii) la autonomía de la
voluntad, según que el acto se base principalmente en la ley –acto administrativo- o no se apoye en
ella –acto civil-; iii) la ejecución, según que se pueda ejecutar por mano propia –acto administrativo-
o con ayuda del juez –acto civil-; iv) el sujeto de quien proviene, que depende del autor del acto.
Finalmente cita a Forsthoff, para decir que “La facultad de obligar a otros, de poner en juego un
poder superior y coactivo, constituye la esencia del acto administrativo.”(El acto… ob. Cit. Págs. 115
a 117)
141 Sobre la distinción entre acto civil y acto administrativo ver a Miguel S. Marienhoff,
Entre los actos problemáticos de identificar, esta vez a la luz del requisito de la
producción de los efectos jurídicos, se encuentran los conceptos que profiere la
administración, que pueden ser jurídicos o técnicos, dependiendo del
conocimiento que los caracteriza143.
142 Un catálogo de diferencias entre estos actos puede consultarse en: Miguel S. Marienhoff,
ob. cit. Págs. 258 a 259; Michel Stassinopoulus. El acto Administrativo. Edición informal, traducción
de Francisco Sierra Jaramillo. 1981. págs. 17 a 19.
143 Los conceptos se pueden dividir de la siguiente manera, para efectos académicos:
vinculantes y no vinculantes.
El concepto típico es el no vinculante, porque tan sólo sugiere cómo se deberían hacer,
ejecutar o tratar ciertos temas, o cuál es la interpretación correcta de una norma, o qué debería
hacerse en determinada situación. En estos términos, se trata de una sugerencia o de un estudio
donde se indica a otro funcionario o una persona particular qué debería hacerse en un caso dado.
Existen otros conceptos que son vinculantes, porque expresan un mandato acerca de lo que
se debe hacer en determinada circunstancia. Sin embargo, muchas veces ocurre que este concepto
no es la fuente vinculante directa de la decisión, porque requiere una refrendación o ratificación, y
es el acto adicional el que avala lo que expresa el concepto, del cual se predica que es el acto
definitivo. Es decir, que el concepto vincula pero no es la decisión misma. Esta se contiene en otro
acto, que se apoya en el concepto.
Ahora, los conceptos vinculantes se pueden clasificar en: i) conceptos que es obligatorio
escuchar, pero no vinculan en su observación: En esos casos la ley obliga a la autoridad a oír el
concepto de otro órgano, pero la deja en libertad de seguirlo; ii) otros conceptos es obligatorio
escucharlos y también atenderlos: En tal caso, la ley impone escuchar a otro órgano y además seguir
su criterio -se trata de una variable de lo anterior, pero no es exactamente la misma situación-; iii)
también ocurre a la inversa: hay conceptos que no es obligatorio pedirlos, pero en caso de hacerlo es
obligatorio acatarlos –este efecto también lo disponen las normas-.
144 Miguel S. Marienhoff. Ob. Cit. Pág. 250 y Manuel María Diez. El acto… ob. Cit. Pág. 107.
145 “Art. 28. Alcance de los conceptos. Salvo disposición legal en contrario, los conceptos
emitidos por las autoridades como respuestas a peticiones realizadas en ejercicio del derecho a
formular consultas no serán de obligatorio cumplimiento o ejecución.”
Esta norma se debe concordar con el numeral 2 del art. 14 de la misma ley 1437 de 2011, que
dispone: “2. Las peticiones mediante las cuales se eleva una consulta a las autoridades en relación
con las materias a su cargo deberán resolverse dentro de los treinta (30) días siguientes a su
recepción.”
Así mismo, conviene tener en cuenta el art. 46: “Consulta obligatoria. Cuando la Constitución
o la ley ordenen la realización de una consulta previa a la adopción de una decisión administrativa,
dicha consulta deberá realizarse dentro de los términos señalados en las normas respectivas, so
pena de nulidad de la decisión que se llegare a adoptar.”
146 En este sentido se pueden consultar las siguientes providencias: Sección Cuarta. Auto de
13 de diciembre de 1976. Exp. 4068. CP. Jorge Dávila Hernández.; autos del 21 de junio de 1979, CP.
Bernardo Ortiz Amaya y del 23 de mayo de 1979, CP. Lleras Pizarro; Sección Primera, sentencia del
21 de octubre de 1999, exp. 11.616; Sección Cuarta. Sentencia de 22 de enero de 1988. sin número de
radicación. CP. Hernán Guillermo Aldana.
147 Sección Cuarta. Sentencia de 26 de mayo de 1995. Exp. 5.761. CP. Delio Gómez Leyva.
148 En la sentencia de 10 de julio de 1997 –Sección Cuarta. Exp. 1997-N8208B. CP. Delio
Gómez Leyva- se expresó: “El acto acusado, expedido por la Subdirección Jurídica de la DIAN,
constituye un acto administrativo, puesto que es una manifestación de autoridad competente que
produce efectos jurídicos al disponer que la materia prima empleada en la industria colombiana de
fertilizantes no es un elemento exento de gravámenes arancelarios, manifestación de autoridad que
en virtud de su publicación oficial (folios 36 y ss), es de obligatoria aplicación para los funcionarios
de la DIAN, y en virtud de lo prescrito en el artículo 264 de la ley 223 de 1995, produce efectos
jurídicos tanto para los particulares que actúen bajo su amparo, como para las autoridades
tributarias, pues en tratándose de conceptos escritos de la Subdirección Jurídica de la DIAN y
durante el tiempo en que los mismos se encuentren vigentes, “las actuaciones tributarias realizadas
a su amparo no podrán ser objetadas por las autoridades tributarias.”
149 La competencia para conocer en segunda instancia del recurso de apelación contra
algunas providencias expedidas en los procesos de jurisdicción coactiva estaba asignaban en los
arts. 133.2 y 134C del Decreto 01 de 1984, pero desapareció esa competencia en la ley 1437 de 2011.
“El asunto tiene, sin embargo, una variante que la Sala no puede soslayar: es la
intervención del juez administrativo en el procedimiento de jurisdicción coactiva.
(…)
150 “Artículo 5°. Facultad de cobro coactivo y procedimiento para las entidades públicas. Las
entidades públicas que de manera permanente tengan a su cargo el ejercicio de las actividades y
funciones administrativas o la prestación de servicios del Estado colombiano y que en virtud de
estas tengan que recaudar rentas o caudales públicos, del nivel nacional, territorial, incluidos los
órganos autónomos y entidades con régimen especial otorgado por la Constitución Política, tienen
jurisdicción coactiva para hacer efectivas las obligaciones exigibles a su favor y, para estos efectos,
deberán seguir el procedimiento descrito en el Estatuto Tributario.
Con fundamento en esta norma la sentencia citada antes concluyó: “De modo
que, si bien la mencionada ley no es aplicable al caso que debe resolver la Sala,
es claro que a partir de su promulgación de la norma citada, las entidades a las
cuales se aplica deberán acudir, en adelante, a los preceptos de cobro coactivo
establecidos en el título VIII, artículos 823 a 843, del Estatuto Tributario, lo cual
implica que los actos derivados de tal procedimiento serán impugnables ante la
jurisdicción de lo contencioso administrativo, según se ha visto.
(…)
“Por último, la Sala considera necesario anotar que del solo hecho de que la ley
utilice el vocablo “jurisdicción”, para referirse al cobro coactivo, y de “sentencia”,
para aludir la providencia que decide sobre las excepciones, no se sigue que la ley
esté atribuyendo una función jurisdiccional a la administración. Para demostrarlo
basta recordar que el artículo 170 del Código Disciplinario Único, ley 734 de
2002, denomina “fallo” al acto que decide un proceso de esa naturaleza, sin que
por ello pueda afirmarse que el mismo revista naturaleza jurisdiccional. Si la
atribución de funciones jurisdiccionales a los funcionarios administrativos es de
carácter excepcional y si, por lo tanto necesita de atribución y calificación expresa
de la ley, no puede fundarse tal carácter sobre simples deducciones de vocablos
equívocos usados por el legislador.”
Otro acto que pertenece al grupo de los casos difíciles son los denominados por la
normatividad, primero, y luego por la jurisprudencia, como actos académicos. Se
trata de las decisiones que expiden las instituciones educativas con ocasión de la
actividad evaluativa de los estudiantes, así como de la organización del plan
académico; pero se diferencia de las demás decisiones administrativas de
dirección de la misma actividad –aunque no tan fácilmente, en muchos casos-.
En este sentido, mientras la evaluación de un examen o la calificación de un
trabajo de grado son típicos actos académicos, la sanción disciplinaria a un
alumno es un acto administrativo.
Claro está que la razón para calificar una decisión como acto académico o
administrativo no obedece a que el servicio público de educación no se considere
una función administrativa151. Se trata más bien de una circunstancia práctica,
“Parágrafo 1°. Se excluyen del campo de aplicación de la presente ley las deudas generadas
en contratos de mutuo o aquellas derivadas de obligaciones civiles o comerciales en las que las
entidades indicadas en este artículo desarrollan una actividad de cobranza similar o igual a los
particulares, en desarrollo del régimen privado que se aplica al giro principal de sus negocios,
cuando dicho régimen esté consagrado en la ley o en los estatutos sociales de la sociedad.
“Parágrafo 2°. Los representantes legales de las entidades a que hace referencia el presente
artículo, para efectos de dar por terminados los procesos de cobro coactivo y proceder a su archivo,
quedan facultados para dar aplicación a los incisos 1° y 2° del artículo 820 del Estatuto Tributario.
“Parágrafo 3°. Las Administradoras de Régimen de Prima Media con Prestación Definida
seguirán ejerciendo la facultad de cobro coactivo que les fue otorgada por la Ley 100 de 1993 y
norma s reglamentarias.”
151 La sentencia de la Sección Primera del Consejo de Estado, de 5 de octubre de 2009 –rad.
“Pero un asunto diferente es el relativo a otros actos, que aunque emanados del
ejercicio de dicha función administrativa, no pueden tener la connotación de
administrativos sino netamente académicos que, por lo mismo, escapan al control
de esta jurisdicción. Son tales, por ejemplo: el señalamiento del calendario
académico, los planes de enseñanza e investigación, el sistema, forma y criterio
de calificaciones, de exámenes y de matrículas, entre otros, pues dichos aspectos
tienen que ver con el fuero interno de las Instituciones de Educación Superior, ya
que son la máxima expresión de su autonomía y forman parte del reglamento que
gobierna las relaciones entre la Institución y sus educandos, debiendo, en
consecuencia, la primera, en virtud del compromiso que adquiere, cumplir con la
obligación de educar, y, correspondiéndole a los segundos, sujetarse a las
disposiciones de aquél.”153
un campo de acción o en un cargo. Antes de la ley 30 de 1992 que definió los actos académicos, la
jurisprudencia del Consejo de Estado desde el año de 1970 sostuvo que este tipo de actos no eran
demandables ante la justicia de lo contencioso administrativa. La Corte Constitucional en varias
oportunidades ha recurrido a las diferencias legales entre los actos administrativos de las
Universidades Públicas y los actos académicos de éstas, para concluir que la acción de tutela sí
resulta residual y por consiguiente es el mecanismo apto para demandar los actos meramente
académicos, porque frente a estos no cabe otro mecanismo judicial de defensa.”
152 La sentencia del Consejo de Estado de 22 de marzo de 1985 –CP. Miguel Betancur Rey-
planteó el tema en los siguientes términos: "... No todos los actos de las entidades oficiales están
sujetos a control jurisdiccional. Será posible, por ejemplo, que ante el Consejo de Estado se
demande la calificación ‘reprobatorio’ de un examen de anatomía presentado por un estudiante de
universidad oficial y como restablecimiento del derecho se pida que el Consejo, en su sabiduría
médica, ordene a la Universidad asignar al actor una ‘aprobatoria’?. Será posible solicitar al Consejo
de Estado que ordene a la Universidad Nacional modificar las conclusiones técnicas a que llegó en
la investigación sobre desbordamientos del río Magdalena?. No todo acto proveniente de
organismos oficiales tiene carácter administrativo, aún dentro de ámbitos en que la ley haya
guardado silencio sobre ellos. Pero en el caso de los actos académicos no guardó silencio: distinguió
entre éstos y los actos administrativos..." (Código Contencioso Administrativo, página 16 1, Mario
Madrid - Malo G. la. Edición 1985).”
Con anterioridad, la Sección Primera del Consejo de Estado había expresado lo mismo, en
la sentencia de 15 de junio de 1970 -Actor: Jaime Castro y otros-, y lo reiteró en la providencia del 17
de marzo de 2000 -Exp. 5583. Actor: Gladis María Sierra Mendoza-.
153 En esta sentencia, en particular, se consideró que la negativa de la universidad a otorgar
a los estudiantes -demandantes- una mención meritoria de grado, era un acto académico, y por eso
se declaró la excepción de falta de jurisdicción para conocer de esa controversia.
154 Claro está que la sentencia de 17 de junio de 1982 –Sección Segunda, exp. 1.764. CP.
Ignacio Reyes Posada- da cuenta de un interesante debate jurisprudencial acerca del control de los
actos académicos y de su naturaleza jurídica, reflejando que este concepto no nació exento de
debates fuertes: “… como lo ha sostenido reiteradamente esta Corporación, la legislación
colombiana no permite distinguir entre actos administrativos y académicos o docentes, para
someter a aquéllos, y no a éstos, al control jurisdiccional. Este criterio ha sido sostenido en
numerosas providencias del Consejo de Estado, entre ellas, la del 28 de octubre de 1974 de la
Sección Primera. Según esta jurisprudencia, el llamado acto académico es una especie del género
acto administrativo.”
Bibliografía
Carlos Betancur Jaramillo- se negó al procedencia de una acción de tutela contra una sanción
disciplinaria impuesta por una universidad, aduciendo que se trataba de un acto académico –
naturaleza que no compartimos, porque este es el típico acto administrativo de las instituciones
educativas-, y que además existían otros medios de control para esa decisión, dejando cierta
perplejidad a este respecto, porque lo propio del acto académico es su exclusión del control
contencioso administrativo. Señaló la providencia:
“La medida disciplinaria tomada por la Universidad está contenida en un acto jurídico
académico, el que como tal no puede estar exento de los controles de legalidad, bien como acto
administrativo propiamente dicho o bien como acto privado. Para los efectos aquí pretendidos y
dados los alcances de la acción propuesta, sobra entrar a calificar su naturaleza, porque en una u
otra hipótesis su cuestionamiento jurisdiccional aparece indiscutible, bien ante la jurisdicción
administrativa en acción de nulidad y restablecimiento (artículos 1Q, 82 y 85 del C. C. A.) o bien
ante la ordinaria en proceso de cognición.”
En sentido contrario –que compartimos por tanto-, en la sentencia de 17 de junio de 1982 –
Sección Segunda, exp. 1.764. CP. Ignacio Reyes Posada- se había estimado que las sanciones
disciplinarias son actos administrativos, y por tanto demandables ante la jurisdicción de lo
contencioso administrativo. Esta contradicción refleja, fielmente, la problemática que existe al
momento de calificar cuáles actos son administrativos y cuáles académicos.
DIEZ, Manuel María. El acto administrativo. Ed. Tipografía Editora Argentina SA.
Buenos Aires.