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Cuentos Japoneses para niños

EL DIOS DE LA POBREZA Y EL DIOS DE LA FORTUNA


Hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo vivía un hombre muy
trabajador. Este a pesar de trabajar tanto vivía en la miseria ya que el dios de
la pobreza habitaba también la misma casa.

Un día decidió dejar de trabajar, cansado de ver que su situación no mejoraba


en nada.

Todo el pueblo al ver que este hombre había perdido las esperanzas en una
mejora de su situación decidieron presentarle una mujer que lo acompañe y
para la cual continúe luchando por la vida, con quien se casó.

Ella era muy trabajadora.

El hombre que no quería que sólo ella trabaje, empezó nuevamente a trabajar
con todos sus ánimos.

El dios de la pobreza al verlos esforzarse tanto dijo: "Cada día se me hace más
difícil vivir aquí, ellos esforzándose tanto y mientras yo esté en esta casa no
podrán dejar de ser pobres."

Al final de dicho año, el dios de la pobreza se


encontraba llorando en el desván de la casa, la
pareja al notarlo fueron a ver qué ocurría.

Ellos se sorprendieron y le preguntaron: "¿Quien


eres?".

El les contestó: "Soy el dios de la pobreza. Durante


mucho tiempo he vivido aquí pero ustedes trabajan
tanto que muy pronto tendré que abandonar esta casa
ya que vendrá el dios de la fortuna."

Ellos al escucharlo se sintieron muy tristes puesto que él era el dios que
cuidaba la casa durante mucho tiempo. Lo invitaron a bajar a la habitación.

El hombre le dijo: "Queremos que se quede aquí con nosotros para siempre
porque ésta es su casa", la mujer insistió : "Sí, está bien".

El dios de la pobreza se puso muy contento ya que era la primera vez que
alguien lo había tratado con tanto afecto.

En ese momento vino el dios de la fortuna y dijo "¡Todavía estás aquí! ¡Fuera,
rápido!

El dios de la pobreza contestó ¡No! ¡Esta casa es nuestra! y se abalanzó sobre


el dios de la fortuna, pero no podía competir con él porque era muy delgado y
el dios de la fortuna muy gordo.
Al ver eso los esposos le ayudaron y echaron de la
casa al dios de la fortuna.

Este no entendía nada de lo que acontecía. Se


preguntó a sí mismo: " Yo soy el dios de la fortuna
¿No?"

Al final, nunca pudieron llegar a ser ricos, pero,


vivieron felices para siempre.

El dios de la pobreza todavía vive en el desván de la


casa.

¡Y colorín colorado este cuento se ha acabado!.

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