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psicológico, este más bien apunta a la materialidad del hecho posible). El horror,
en cambio, es una reacción física frente a aquello que ya no es sólo una
posibilidad, sino que se manifiesta y adquiere una dimensión real, y que en
extremo puede representarse bajo las formas de lo grotesco, de lo asqueroso.
Ahora bien, tanto las ficciones del terror como las del horror se verán articuladas
por un eje principal: la muerte, núcleo que determinará las distintas
representaciones de lo prohibido y lo enajenante.
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terror aparece cuando hay un desplazamiento del centro social urbano,
“civilizado”, hacia el “no civilizado” o bárbaro, esto es: de Lima hacia las
provincias, o desde las zonas ribereñas hacia la espesura del bosque selvático
(de ahí que Honores, con la intensión de cotejar el exotismo con el que se trata a
las culturas “salvajes”, analice brevemente mitologías y leyendas de la sierra y la
Amazonía, donde brotan monstruos como el chullachaqui o el Tunchi).
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terror desde la plataforma del pecado, el infierno y el demonio, y opera como una
denuncia del fracaso de los valores tradicionales; el tercer tema es la figura del
monstruo (idea ubicada desde el texto El club monsters. Revelaciones de la
Arequipa oculta de Pablo Nicoli Segura), y que se asocia a los primeros contactos
entre el hombre europeo y la cultura americana, pues lo monstruoso implica la
inclusión de lo impuro y en términos simbólicos problematiza la noción de
identidad; y, finalmente, el cuarto asunto es el miedo al futuro (que parte de las
reflexiones sobre el relato “La reina madre” de José Güich), y que patentiza la
proyección de una suspicacia con respecto al devenir apocalíptico y distópico. De
esta forma, a partir de estos hechos literarios singulares, Honores liga las
expresiones del miedo en la narrativa de lo fantástico con las preocupaciones
existenciales y sociales de la realidad imperante.
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parámetro del urbanismo literario del cincuenta y el sesenta (focalizándose en
autores como Luis Loayza y Edgardo Rivera Martínez), intervalo espacial y
temporal mucho más accesible, pues sólo era necesario concentrarse en ciertos
márgenes coyunturales, muy útiles para concatenar las posturas ideológicas,
sociales y políticas con las teorías de lo fantástico (de Todorov, Harry Belevan y
otros). La selección histórica permitía ubicar un plan de acción en los textos, en
cambio, el pretender explicar el concepto del terror en la tradición peruana –de
manera total, sin especificidad alguna– escapa a las ambiciones analíticas
iniciales, el almacenar datos y sistematizarlos en cadenas de significantes
constituye una tarea en extremo complicada, por lo que el autor se ahoga en su
propia tesis. La amplitud del tema es su contratiempo.