Está en la página 1de 15

EL BURGUÉS GENTILHOMBRE

MOLIÈRE
ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

(Acción de Jourdain. Después entran Lucila y Nicolasa)

LUCILA: Disculpen a mi papá. Es que desde hace poco menos de un años esta… bastante cambiado.
NICOLASA: Insoportable.
LUCILA: ¡Nicolasa!
NICOLASA: Es la verdad. Al señor el dinero se le subió a la cabeza
LUCILA: Mi papá, heredó hace unos años una gran fortuna de mis abuelos. Pero hace poco tiempo comenzó a juntarse con
personas muy ricas… elegantes.
NICOLASA: Pedantes de primera que sólo quieren robarlo.
LUCILA: ¡Nicolasa! Y ahora el cree que nosotros debemos comportarnos como ellos. Pero nosotros… no somos así.
NICOLASA: El señor apenas está aprendiendo a leer. Es un verdadero nacazo.
LUCILA: ¡Nicolasa, basta!
NICOLASA: Perdón, ahora si me excedí.
LUCILA: Se la pasa gastando el dinero en hacer todo lo que la gente elegante hace, tanto, que mi mamá ya está preocupada que
nos vayamos a quedar sin nada.
NICOLASA: Tiene maestros de todo. Que uno de baile, para bailar como la gente bien. Que otro de moda para vestir como la
gente bien. Que uno de música para apreciar la música que aprecia la gente bien. Que otro de modales, para sentarse a la mesa
como la gente bien.
LUCILA: No está mal que mi papá intente superarse, pero es sólo que… está intentando ser algo que él no es.
NICOLASA: Y lo que es peor es que esos méndigos maestros, ni les importa enseñarle, para ellos es sólo una mina de oro.
LUCILA: Lo que a mí en verdad me preocupa es que no quiera que yo me case con Cleonte, mi enamorado, porque viene de una
familia humilde.
NICOLASA: No te preocupes por eso, tú mamá y yo nos encargaremos de convencerlo. Ve a buscarla para que venga de una vez
a hablar con él.
LUCILA: Gracias, Nicolasa.

ESCENA II
NICOLASA: El señor Jourdain tiene la cabeza más hueca que una calabaza. Y es terco lo que le sigue. En mi rancho cuando un
wey no entiende y se quiere salir del camino, se le hace entender a latigazos. Así voy a hacer yo que mi señor entienda.

ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA

NICOLASA, JOURDAIN y CRIADOS

JOURDAIN. -¡Nicolasa!
NICOLASA. -¿Qué manda el señor?
JOURDAIN. -Oye.
NICOLASA (Sin poder contener la risa.) -¡Ja, ja, ja, ja!
JOURDAIN. -¿De qué te ríes?
NICOLASA. -¡Ji, ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¿Qué le sucede a esta bribonaza?
NICOLASA. -¡Ji, ji, ji! ¡Qué traje se ha puesto! ¡Ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¿Qué significa esa risa?
NICOLASA. -¡Ay, Dios mío! ¡Ji, ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¿Qué desvergüenza es ésta? ¿Te burlas de mí?
NICOLASA. -No, señor, Dios me libre... ¡Ji, ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¡Como sigas riendo, te voy a dar un soplamocos!
NICOLASA. -¡No puedo remediarlo, señor!... ¡Ji, ji, ji, ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¡Te callas!
NICOLASA. -Perdóneme el señor; pero es que no puedo contener la risa viéndolo tan ridículo. ¡Ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¡Puede oírse mayor insolencia!
NICOLASA. -¡Estás tan gracioso con ese traje!... ¡Ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¡Te…!
NICOLASA. -¡Le ruego que me perdone! ¡Ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¡Te juro que, como vuelvas nada más que a sonreír, te doy la bofetada más terrible que jamás se haya dado!
NICOLASA. -No, señor, no; ya no me río más. Ya lo ves, señor, cómo no me río.
JOURDAIN. -¡Mucho ojo!... Es preciso que limpies inmediatamente...
NICOLASA. -¡Ji, ji!
JOURDAIN. -Que limpies a conciencia...
NICOLASA. -¡Ji, ji!
JOURDAIN. -Te estoy diciendo que es preciso que limpies la sala y...
NICOLASA. -¡Ji, ji!
JOURDAIN. -¡Otra vez!
NICOLASA. –Deme ahora mismo una paliza, señor; pero deje que me ría hasta hartarme. ¡Ji, ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¡Me estás quemando la paciencia!
NICOLASA. -¡Deje que me ría! ¡Ji, ji, ji!
JOURDAIN. -¡Como llegue a echarte mano!...
NICOLASA. -See... ñor... Es que, si no me río, revie...ento. ¡Ji, ji, ji!
JOURDAIN. -Pero ¿se ha visto nunca bellaca semejante?
NICOLASA. -¿Qué me manda el señor?
JOURDAIN. -Que cuides, de prepararlo todo para recibir las visitas que aguardo y que comenzarán a venir dentro de un instante.
NICOLASA. -¡Vaya!... ¡Ahora sí que se me han quitado las ganas de más risa! ¡Esas gentes que vienen a verlo arman aquí tal
barullo que sólo con nombrármelas ya me pongo de mal humor!

ESCENA II

MADAMA JOURDAIN, MONSIEUR JOURDAIN, NICOLASA y CRIADOS

MADAMA JOURDAIN. -¿Quieres decirme, señor marido, qué significa ese traje? ¿Quieres que todos se burlen de ti?
JOURDAIN. -Sólo los tontos y las tontas, señora mía, podrán reírse de mí.
MADAMA JOURDAIN.- Pues debo advertirte que te ves tan ridículo que…
JOURDAIN.- Lo que pasa es que ustedes no saben de moda. Eso es todo. Visten con sus ropitas, anticuadas y recatadas que las
hacen ver tan comunes.
MADAMA JOURDAIN.- Efectivamente. Nos vestimos como toda la gente. Y no con esas prendas que nadie entiende…
(TEXTOS EN REFERENCIA A LA ROPA)
JOURDAIN.- El sastre me ha dicho que esto es lo más “in”. ¿Escuchaste? Ha dicho la palabra “in” y cuando sus ayudantes me
vieron el traje puesto me llamaron “su majestad”, “su excelencia”, “gentilhombre”.
NICOLASA: Y de seguro usted, les dio dinero cada que lo llamaron así.
JOURDAIN.- Naturalmente. Uno tiene que mostrarse bondadoso y compensar los servicios de los otros.
NICOLASA.- Si me va a dar monedas de oro a mí también, yo lo llamo como quiera.
JOURDAIN.- ¡Silencio!
MADAMA JOURDAIN. - Estoy escandalizada de la vida que llevas. ¿Para que quieres tener maestros de quién sabe que tanta
cosa a tu edad? ¿Maestro de Baile?
NICOLASA.- ¿Maestro de armas?
MADAMA JOURDAIN.- ¿Quieres aprender a bailar para cuando no te sostengan las piernas?
NICOLASA. -¿Es que piensas matar a alguien?
JOURDAIN. -¡Silencio, he dicho!... ¡Son unas verdaderas ignorantes?
NICOLASA. –Y oí decir que hoy mismo ha tomado un maestro de filosofía y otro de gramática.
JOURDAIN. -Precisamente. Quiero aprender a razonar, para discutir luego con gentes instruidas... Hablan las dos como dos
bestias cuya ignorancia produce sonrojo. ¿Quieren que se los demuestre? A ver: ¿sabe alguna de ustedes qué es lo que está
diciendo ahora mismo?
MADAMA JOURDAIN. -¡Claro! Y sé que lo que digo está muy bien dicho, y que tú deberías comportárte
JOURDAIN. -¡No me refiero a eso!... Les pregunto qué son las palabras que están pronunciando.
MADAMA JOURDAIN. -Palabras mucho más sensatas que tú.
JOURDAIN. -Repito que no hablo de eso. Esto que hablo con ustedes, lo que estoy diciendo ahora mismo, ¿qué es?
MADAMA JOURDAIN. -¿Qué? Acaba...
JOURDAIN. -¿Cómo se llama?
MADAMA JOURDAIN. -Se llama... ¡como cada uno lo quiera llamar!
JOURDAIN. -¡Se llama prosa, ignorante!
MADAMA JOURDAIN. -¿Prosa?
JOURDAIN. - Sí, prosa. Todo lo que es prosa no es verso, y todo lo que no es verso, no es prosa5. ¡Ea, aquí tienes lo que es
estudiar! ...
NICOLASA.- ¿Y eso de que le sirve? Si de cualquier modo, yo sé a hablar sin saber eso.
JOURDAIN.- Ay, que irritante es tropezar con ignorantes.
MADAMA JOURDAIN. -¡Bah! A toda esos mastros, con sus boberías, debieras mandarla a paseo.
NICOLASA. -Sobre todo, a ese maestro de armas, que me deja los muebles con un dedo de polvo.
JOURDAIN. -¡Parece que la has tomado con el maestro de armas! Pero voy a hacerte ver ahora mismo tu impertinencia. (Hace
traer dos floretes y da uno a Nicolasa.) Toma. Razón demostrativa: Posición del cuerpo. Y puedes estar segura de que no hay en el
mundo quién te mate! ¿No es maravilloso llevar esta seguridad en sí mismo cuando uno va a batirse? Anda…, atácame para que te
convenzas.
NICOLASA. -Vamos a ver... (Nicolasa lo acomete, dándole una zurra.)
JOURDAIN. -¡Bueno está!... ¡Bueno!... ¡Que el diablo te lleve, granuja!
NICOLASA. -¿No me dijisteis que atacara?
JOURDAIN. -Sí, pero me acometes en tercia antes de haber atacado en cuarta; Acomódate otra vez y verás. Lo que me es tomar
clase de armas. Acomódate en primera y espera en segunda. Y… (Nicolasa vuelve a atacarlo y le da una golpiza) No sabes nada
de armas, a leguas se te ve que eres una imbécil que salta al ataque sin pasar por tercera.
MADAMA JOURDAIN. -¡Estas extravagancias te han hecho perder el juicio!... Y todo ello viene desde que te dio por juntarte
con la gente de la alta sociedad. Que no hace más que sacarte dinero. Y hace que pagues sus fiestas y caprichos. Particularmente el
tal Dorante ese.
JOURDAIN.- De él, mi querido amigo, no te permitiré que hables mal.
MADAMA JOURDAIN.- ¿Amigo? ¿Que ha hecho el por ti que no sea sacarte dinero?
JOURDAIN.- El se junta con gente con clase. Y me dijo que hoy mismo le habló al mismísimo Gobernador de mí.
MADAMA JOURDAIN.- ¿Y para que quieres que le hablen al Gobernador de ti?
JOURDAIN.- Las personas que nacen corrientes no tienen aspiraciones.
MADAMA JOURDAIN.- Tus aspiraciones son puros caprichos y excesos. Y pareces estar dispuesto a pagar lo que sea para
cumplirlos. Dime, cuánto dinero te ha pedido ya ese Dorante.
JOURDAIN.- Me debe algo así como 400 mil pesos.
NICOLASA.- Más los 150 mil que le pidió hoy mismo. Yo lo escuché todo.
MADAMA JOURDAIN.- Que conveniente hablarle al Gobernador de ti el mismo día que te pide una cantidad tan excesiva ¿no te
parece? Has gastado tanto dinero, que nuestras finanzas ya no están tan bien cómo antes.
JOURDAIN.- Son las dos unas impertinentes. (A Nicolasa) ¿Y tú que te andas metiendo en lo que no te importa? ¿No te bastó la
tunda que te di hace un momento por entrometida? Ya me cansé de sus imprudencias. Me voy, que debe estarme esperando mi
maestro de porte. Para caminar como la gente decente. Adiós, ignorantes.

ESCENA VII

MADAMA JOURDAIN Y NICOLASA

MADAMA JOURDAIN.- ¿Has escuchado algo de lo que ha hablado hace un momento Dorante con mi marido?

NICOLASA. – Sí, señora. La curiosidad me ha costado cara; pero he descubierto que hablaban de un asunto del que no quieren
que usted se entere.
MADAMA JOURDAIN. -Mis sospechas no son de ahora; ya hacía tiempo que recelaba de mi marido. Pero pensemos en mi hija.
Ha ido a hablar conmigo. Y estoy dispuesta a ayudarla en sus pretensiones para que se casé con Cleonte.
NICOLASA. -No quepo en mí de gozo oyéndla hablar así; porque si a usted el amo le agrada, no me agrada a mí menos el criado;
y yo pensaba que, a la sombra de la de ellos, podría también celebrarse nuestra boda.
MADAMA JOURDAIN. –Pues estás de suerte, que mira, quién viene por ahí. Dile que llame a su amo Cleonte, para que juntos
pidamos a mi marido la mano de Lucila.
NICOLASA. –Así lo haré, mi señora, con mucho agrado.

(Sale MADAMA JOURDAIN)

ESCENA VIII

CLEONTE, COVIELLE y NICOLASA

NICOLASA. -¡Que a tiempo llegas!... Soy portadora de júbilos, y vengo...


CLEONTE. -¡Aparta, pérfida, no vengas a distraerme con tus engañadoras palabras!
NICOLASA. -Es así como recibes...
CLEONTE. -¡Aparta, te repito, y ve a decirle a la infiel de tu ama que nunca más podrá abusar de la extremada candidez de
Cleonte!
NICOLASA. -¿Qué mala hierba pisaste?... Explícame mi Covielle.
COVIELLE. -¿Tu Covielle, malvada?... Vamos, quítate pronto de mi vista y déjame en paz.
NICOLASA. -¿Cómo?...
COVIELLE. -¡Que te quites de mi vista te digo, y no vuelvas a hablarme en tu vida!
NICOLASA. -¿Qué mosca les ha picado?
(Vase.)

ESCENA IX

CLEONTE y COVIELLE

CLEONTE. -¿Cómo quieren que no estemos molestos?


COVIELLE. -¡Es espantoso lo que nos han hecho!
CLEONTE. – Después de cinco días de no ver a Lucila, hoy por fin me la encuentro casualmente en la plaza. En cuánto la veo, me
lleno de júbilo y mi corazón late de amor. Corro hacia ella. Y, ¿ella que es lo que hace? Pasa bruscamente a mi lado sin siquiera
dirigirme la mirada, como si jamás en su vida me hubiera visto.
COVIELLE. – ¿Y yo que he de decir? Si no he demostrado más que amor a Nicolasa. Y hoy que la veo junto a su ama, la llamo
por su nombre, la llamó con dulces palabras, le gritó, y ni siquiera me dirige la mirada, como si yo no existiera.
CLEONTE. -¿Puede darse, Covielle, perfidia semejante a la de esa ingrata de Lucila?
COVIELLE. -¿Y a la de esa truhana de Nicolasa, señor?
CLEONTE. -¡Después de tan ardientes sacrificios!
COVIELLE. -¡Después de tan asiduos homenajes!
CLEONTE. -¡Tantas lágrimas derramadas a sus pies!
COVIELLE. -¡Tantos cubos de agua que saqué del pozo por ella!
CLEONTE. -¡Y huye de mí con desprecio!
COVIELLE. -¡Y me vuelve las espaldas descaradamente!
CLEONTE. -¡Es una perfidia digna del más duro castigo!
COVIELLE. -¡Es una traición que merece mil penas!
CLEONTE. -¡Que no se te ocurra en la vida venirme a hablar de ella, te lo ruego!
COVIELLE. -¡Dios me libre!
CLEONTE. -No me vengas queriendo disculpar su inconstancia.
COVIELLE. -No temas tal cosa.
CLEONTE. -Porque te advierto que todas las razones que encuentres para disculparla serán inútiles.
COVIELLE. -Pero, ¿quién piensa en eso?
CLEONTE. -Quiero mantener mi resentimiento.
COVIELLE. -Me parece muy bien.
CLEONTE. -Te ruego encarecidamente que me digas lo más malo que se te ocurra de su persona, haciéndome resaltar todos los
defectos que hayas podido advertir en ella para que sienta hastío.
COVIELLE. - No encuentro en ella nada que no sea mediocre. Si la miramos a los ojos, tiene unos ojillos pequeñines.
CLEONTE. -Es verdad: los ojos son pequeños; pero tan llenos de fuego y con tal atractivo que, en el mundo, no se podrán ver
otros iguales.
COVIELLE. -Tiene la boca grande.
CLEONTE. -Pero con una gracia que no hallarás en las demás.
COVIELLE. -En cuanto a la estatura, no es alta.
CLEONTE. -Ni alta ni baja: lo que se dice un talle cómodo.
COVIELLE. -¿Y aquel afectado abandono en sus palabras y en sus ademanes?
CLEONTE. -Es verdad; pero todo ello la agracia. Sus maneras tienen un no sé qué tan atrayente...
COVIELLE. -En lo que toca a su ingenio...
CLEONTE. -Su ingenio es el más fino y el más delicado.
COVIELLE. -Su conversación...
CLEONTE. -¡Encantadora conversación!
COVIELLE. -¡No me negaréis que es la mujer más caprichosa de la tierra!
CLEONTE. -De acuerdo con que es caprichosa; pero a las mujeres bonitas todo les sienta bien y todo se les soporta.
COVIELLE. -Por este camino, señor, lo único que saco en claro son las ganas que tenéis de amarla para siempre.
CLEONTE. -¿Yo? ¡Antes la muerte! Y bien quisiera odiarla tanto como la he amado.
COVIELLE. -¿Cómo es posible, hallándola tan repleta de perfecciones?
CLEONTE. -Eso mismo hará que mi venganza sea más ruidosa y pondrá bien de manifiesto la entereza de mi corazón; Aquí viene

ESCENA X

CLEONTE, LUCILA, COVIELLE y NICOLASA

NICOLASA (A Lucila). -A mi me han tratado espantosamente


LUCILA. -Tiene que ser lo que te he dicho. Pero aquí está.
CLEONTE. -No quiero ni hablarte.
COVIELLE. -Y yo lo voy a imitar.
LUCILA. -¿Qué es esto, Cleonte?... ¿Qué tenéis?
NICOLASA. -¿Qué tenéis, Covielle?
LUCILA. -¿Por qué estás enojado?
NICOLASA. -¿De qué viene tan mal humor?
CLEONTE. -¡Se necesita ser malvada!
COVIELLE. -¡Hace falta ser Judas!
LUCILA. -Ya veo que nuestro último encuentro te turbó el juicio.
CLEONTE. -Cada cual reconoce su obra.
NICOLASA. -El recibimiento de esta mañana te perturbó. ¿No es verdad, Cleonte, que este es el motivo de tu despecho?
CLEONTE. -Sí, pérfida; ¡ya que me obligas a decírlo, ese es!... Muchas penas me costará arrancar el amor que te tengo; me
causará una gran pesadumbre y sufriré algún tiempo; pero, al fin, todo habrá terminado.
COVIELLE. -Ídem por ídem.
LUCILA. -Mucho ruido por bien poca cosa. Voy a decirte, el motivo que me obligó a apartarme de ti esta mañana.
CLEONTE. -No, no quiero escuchar.
NICOLASA. -Quiero que te enteres de por qué pasamos tan de prisa.
COVIELLE. -No me da la gana de enterarme.
LUCILA. –Lo que pasa es que esta mañana...
CLEONTE. -Te digo que no.
NICOLASA. -Has de saber que...
COVIELLE. -No, traidora.
LUCILA. -¡Cleonte!
CLEONTE. -¡No!
NICOLASA. -¡Covielle!
COVIELLE. -¡Nada!
LUCILA. -¡Aguarda!
CLEONTE. -¡Cuentos!
NICOLASA. -¡Escúchame!
COVIELLE. -¡Patrañas!
LUCILA. -¡Dos palabras!
CLEONTE. -No; esto acabó.
NICOLASA. -¡Una palabra!
COVIELLE. -Ya está cerrado el trato.
LUCILA. -Pues bien; ya que no quieres escucharme, has lo que te plazca. Adiós.
NICOLASA. -¡Ya que te pones de ese modo, tómalo como quieras! Me marcho...
CLEONTE. -¡Sepamos de una vez el motivo de tan galante recibimiento!
LUCILA. -No tengo ganas de dar explicaciones.
COVIELLE. -Cuéntame esa historia.
NICOLASA. -No tengo qué contar.
CLEONTE. -Por favor...
LUCILA. -Te digo que no.
COVIELLE. -Por caridad...
NICOLASA. –No quiero.
CLEONTE. –Te lo ruego.
LUCILA. -Déjame.
COVIELLE. -¡Por estas!...
NICOLASA. -¡Aparta de ahí!
CLEONTE. -¡LUCILA!
LUCILA. -No.
COVIELL.E. -¡Nicolasa!
NICOLASA. -¡Punto en boca!
CLEONTE. -¡Por Dios bendito!...
LUCILA. -No quiero.
COVIELLE. -Háblame.
NICOLASA. -Ni palabra.
CLEONTE. -Pues bien; ya que te es indiferente libertarme de mis penas, me ves ahora por última vez; voy lejos de aquí a morir de
aflicción y de amor.
COVIELLE. -Yo seguiré sus pasos.
LUCILA. -¡Cleonte!
NICOLASA. -¡Covielle!
LUCILA. -¿Adónde vas?
COVIELLE. -¡A morirnos!
CLEONTE. -¡Sí, cruel, puesto que tú lo quieres!
LUCILA. -¿Yo desear tu muerte?
CLEONTE. -¿No es desear mi muerte negarte a aclarar mis sospechas?
LUCILA. - Si se hubieran dignado a escucharnos les habríamos explicado que no podíamos hablarles porque se encontraba muy
cerca mi tía. Una mujer de antiguas costumbres que cree que es pecado el sólo hecho de que una mujer le hablé a un hombre que
no es su esposo.
NICOLASA. -¡Ya tienes aclarado el secreto!
CLEONTE. -¿No me engañas, Lucila?
COVIELLE. -¿No querrás darme la castaña?
LUCILA. -Nada más cierto que lo que acabo de decirte
NICOLASA. -Tal y como ocurrió.
COVIELLE. -¿Nos damos por vencidos?
CLEONTE. -¡Ah, Lucila...; una sola palabra de tu boca vuelve el sosiego a mi corazón!
COVIELLE. -¡Qué fácilmente nos dejamos acariciar por estos endiabladas personitas!

ESCENA XI

MADAMA JOURDAIN, CLEONTE, LUCILA, COVIELLE y NICOLASA

MADAMA JOURDAIN. -Celebro el encontrarte Cleonte. Mi marido llega: disponeos a pedirle la mano de
Lucile.
CLEONTE. -¡Oh señora, qué dulces palabras y cómo halagan mis deseos!

ESCENA XII

JOURDAIN, MADAMA JOURDAIN, CLEONTE, LUCILA, CO-VIELLE Y NICOLASA

CLEONTE. -Señor: no he querido valerme de nadie para hacerle una demanda que medito hace tiempo, y que debo ser yo mismo
quien la haga. Así, pues, sin más rodeos, le suplico me conceda el honor de casarme con su hija
JOURDAIN. -Antes de responderle le suplico me diga si es de la alta alcurnia.
CLEONTE. –Señor, no queriendo adjudicarme una condición que otros en mi lugar creerían poder aplicarse, le digo francamente
que vengo de una familia humilde.
JOURDAIN. -Dame la mano... Mi hija no es para ti.
CLEONTE. -¿Cómo?
JOURDAIN. -No eres persona de clase, no serás mi yerno.
MADAMA JOURDAIN. -¿Acaso pertenecemos nosotros a la casta de algún rey? ¿No fue mercader tu padre como el mío?
JOURDAIN. -¡Malditas sean todas las mujeres! ¡No han de callar jamás! Si tu padre fue tendero, peor para él; del mío sólo las
malas lenguas lo podrán decir. Y basta ya: lo único que voy a decir es que quiero un yerno de la alta sociedad.
MADAMA JOURDAIN. -A nuestra hija lo que debes de buscarle es un marido que le convenga; y vale más un hombre honrado,
rico y buen mozo que un noble pobretón y contrahecho.
JOURDAIN. -Mi hija es bastante rica, y no necesita de nada más que de casarse con alguien que esté a su altura.
MADAMA JOURDAIN. -¡Dios me libre!
JOURDAIN. -¡Es cosa decidida!
MADAMA JOURDAIN. -¡Pues no he de consentirlo!... ¿Cómo he de consentir que un yerno pueda echar en cara a mi hija la
condición de sus padres, y que el día de mañana mis nietos se avergüencen de llamarme abuela?... ¡Jamás consentiré en uno de
esos matrimonios! Mi hija se casará con un hombre, hombre y nada más, que le esté a ella obligado, y al que yo pueda decirle:
"Siéntate ahí y almuerza conmigo."
JOURDAIN. -¡Sentimientos de espíritus mezquinos! Mi hija será de la alta, a despecho de todo el mundo; y si insistes en ir en
contra ´mía hasta hacerme montar en cólera, hago que se case con algún rey. (SALE JOURDAIN)
MADAMA JOURDAIN. -No pierdas las esperanzas, Cleonte. Ven aquí, hija mía; vamos a decirle a tu padre resueltamente que o
te casas con él o no te casas.

ESCENA XIII

CLEONTE Y COVIELLE

COVIELLE. -¡Buena la has hecho con tus sentimientos delicados!


CLEONTE. -¿Qué quieres? Mis escrúpulos están por encima de mi conveniencia.
COVIELLE. -¿Pero no ves que este hombre está más que rematado? ¿Qué trabajo te costaba seguirle la corriente en su chifladura
y decirle que si eras de la alta?
CLEONTE. -Tienes razón; pero no pensé nunca que fuera necesario fingir algo para casarse con la hija del señor Jourdain.
COVIELLE. -¡Ja, ja, ja!
CLEONTE. -¿De qué te ríes?
COVIELLE. -De una idea que se me acaba de ocurrir para verle la cara a ese loco y conseguir lo que queremos
CLEONTE. -¿ Cómo?
COVIELLE. -Hace álgún tiempo se hizo una mascarada que viene como anillo al dedo para introducirla en la burla que le vamos a
jugar a este tipo ridículo. Tengo actores y trajes; déjame a mí conducir la trama.
CLEONTE. -Pero dime...
COVIELLE. -Ahora te lo explicaré todo, pero retirémonos, porque vuelve.

ESCENA XIV

JOURDAIN y el CRIADO

JOURDAIN. -No tienen otra cosa que echarme en cara más que mi predilección por la grandeza... ¡De buena gana diera yo dos
dedos de la mano por haber nacido marqués, rey o príncipe! Pero ya estoy viendo el modo de deshacerme de este peso. Desde hace
días que no puedo sacarme de la cabeza a Dorimena una mujer de clase y elegancia. Que sabe de poesía y habla de pinturas y
cosas que la gente común no entiende. Una mujer letrada. No como mi esposa. Mi buen amigo Dorante me ha ayudado a
convencerla de que venga aquí está noche a cenar conmigo para que yo le declaré mi amor. No se preocupen, ya mandé a mi mujer
de paseo con su hermana.

(Entra NICOLASA)

NICOLASA. -Señor... Señor, una dama muy elegante, dice que tiene una cita con usted.
JOURDAIN. -¡Vaya por Dios! Aún tenía que dar algunas órdenes... Diles que entre y que me espere un momento

ESCENA XV

NICOLASA Y DORIMENA

NICOLASA. -El señor me encargó decirle que estará aquí inmediatamente.


DORIMENA. – Sí, gracias. ¿Ha llegado ya el señor Dorante?
NICOLASA.- Ha venido temprano con el Señor Jourdain, pero se ha retirado. ¿Es usted conocida del señor Dorante?
DORIMENA.- Yo diría que un poco más que conocida. Me ha declarado sus intenciones de casarse conmigo. Tiene tiempo
tratando de conquistarme. Y es él quién me ha ayudado a conseguir esta cita con el Señor Jourdain, que entiendo ha despilfarrado
su dinero. Y le traigo un negocio que hará bien para los dos.
NICOLASA.- Mire, que ya hace falta que alguien ponga en la tierra al señor Jourdain, o por lo menos que lo ayude a sanar sus
finanzas.
DORIMENA.- No sé, pero me parece que no obro bien viniendo a cenar a una casa en la que no conozco a nadie.
NICOLASA.- ¿No conoce al Señor Jourdain?
DORIMENA.- No, sólo sé que es un buen amigo del señor Dorante. Por eso me lo ha recomendado para este negocio. El mismo
Dorante ha pagado toda la cena. Él ha hecho tanto por mí que tiene un lugar bien ganado en mi corazón. ¿El señor Jourdain, es de
gestos amables?
NICOLASA.- ¿Amables? Ridículos diría yo. Un burguesillo ridículo.
DORIMENA.- Algo así me ha dicho Dorante, y que le gusta mucho coquetear, pero que no lo tome en serio que no es más que
una broma
NICOLASA.- Justo así es él. Una broma andando. Pero ya lo verá usted por su propia cuenta. Aquí viene ya el señor Jourdain.

ESCENA XVI

JOURDAIN, DORIMENA, DORANTE

JOURDAIN. -(Después de hacer dos reverencias se encuentra demasiado próximo a Dorimena.) Un poco más atrás,
señora.
DORIMENA. -¿Cómo?
JOURDAIN. -Un paso, si me hace el favor.
DORIMENA. -¿Para qué?
JOURDAIN. –Hágase un poco atrás para que pueda hacer la tercera. Señora: es una gloria para mí el verme tan afortunado y tan
dichoso, al tener el honor que usted ha tenido la bondad de concederme, haciéndome el honor de honrarme con el favor de su
presencia; y si yo tuviera igualmente méritos para merecer un mérito como el que me concede, y que el cielo..., envidioso de mi
suerte..., me hubiese concedido... el privilegio de verme digno... de...
DORANTE. -¡Perdóneme pero no lo entiendo!
NICOLASA (En volumen bajo).- Le dije que no era sino un burguecillo ridículo.
DORIMENA. -(Lo mismo.) Ya lo veo.
JOURDAIN. -¿Qué le ha parecido mi reverencia?
DORIMENA. -De una galantería exquisita.
JOURDAIN.- Estoy encantado de tenerla en mi casa y que haya aceptado la invitación a comer.
DORIMENA. -Me hace un gran honor.
JOURDAIN. – Me parece usted la criatura más bella del...
DORIMENA. -Favor que me hace...
JOURDAIN. – Es usted la que hace los favores, señora, y...
DORIMENA. -Pero ¿comemos?
JOURDAIN. -Pues a la mesa, y comamos. Sé que mi humilde mesa es indigna de usted.
DORIMENA. – Me hace honores que no merezco
JOURDAIN. –Claro que los merece, mire qué manos más lindas
DORIMENA. -Las manos son mediocres. Y no tienen nada de especial
JOURDAIN.- Tienen de especial a la portadora de la misma…
DORIMENA.- La comida se ve exquisita.
JOURDAIN.- Cómo exquisita resulta su visita en mi…
DORIMENA.- ¿Puedo tomar asiento?
JOURDAIN.- Dónde usted guste. Permítame que le ayude.
DORIMENA.- Gracias, yo puedo sola.
JOURDAIN.- Bien, me sentaré por aquí. Cerca. Señora, quería yo decirle que usted…
DORIMENA.- ¿Podríamos poner algo de música para la velada?
JOURDAIN.- Sí, claro. Que tonto he sido. ¡Nicolasa! Pon algo de música. (Pone música) ¡Nicolasa! Que música espantosa has
puesto.
NICOLASA.- Pero si es su canción favorita.
JOURDAIN.- Perdón, un momento. Pon las otras canciones.
NICOLASA.- ¿Cuáles las que dijo que eran como canciones de supermercado?
JOURDAIN.- ¡Nicolasa! (Sale, pone la música) Ah, música exquisita. Nadie como los hermanos Warner.
DORIMENA.- Es Wagner, el compositor es Wagner.
JOURDAIN.- Sí, si si, eso dije.
DORIMENA.- No sé si sea la música más adecuada para una cena.
JOURDAIN.- Sí, claro. Sólo la quise poner porque es mi canción favorita desde que era pequeño. Permítame un segundo. Ahora
pongo algo adecuado. (Pone otra canción) No le resulta realmente fascinante la música de Chaplin.
DORIMENA.- ¿Chaplin? Esa canción es de Chopin.
JOURDAIN.- Chopin. Estaba bromeando. Era sólo para saber si usted sabía de quién era esa canción. Bien, así estamos bien.
Cómo le decía, usted me parece simplemente…

ESCENA II

MADAMA JOURDAIN, JOURDAIN, DORIMENA, DORANTE, MÚSICOS y CRIADOS

MADAMA JOURDAIN. -¡Oh, qué intimidad más agradable! Pero, por lo visto, no contabas conmigo... Me mandas de paseo con
mi hermana, mientras invitas a esta señora a cenar y a no sé qué otras cosas, tenías todo bien dispuesto, por eso la urgencia a que
yo me fuera.
DORIMENA. – Perdón, señora. No sé qué está pensando, pero yo sólo he venido aquí porque el señor Dorante me lo ha dicho.
JOURDAIN. -¡Lo has oído, impertinente! Esta señora distinguidísima nos hace el honor de visitarnos para hablar de...
MADAMA JOURDAIN. -Veo perfectamente lo que ocurre, señor. Gastando nuestro dinero en la conquista de otras mujeres.
DORIMENA.- ¿Gastando qué? No, señora, el señor Dorante me dijo que él ha pagado todo para que esta cena se dé.
JOURDAIN.- Ahí lo tienes. Yo no he gastado ni un peso. (A Dorimena) Hace bien en mentir para calmar las sospechas de mi
mujer.
MADAMA JOURDAIN.- No te creo ni una pizca. Y no permitiré que te rías a mi espalda. En cuanto a usted, señora, no es lo mas
decoroso, en una dama de su rango, traer la discordia a una casa y tolerar que mi marido la coquetee.
DORIMENA. - ¿Cómo se le ocurre pensar que yo…? No voy a tolerar esto.
DORANTE. -¿Adónde va…? ¡Señora!... Nicolasa. Ve a hablar con la señora Dorimena, que no se vaya de la casa. (A madama
Jourdain.) ¡He aquí los frutos de vuestras impertinencias! Echas de mi casa a personas tan distinguidas...
MADAMA JOURDAIN. -Yo me río de tanta distinción.
JOURDAIN. -¡Maldita seas!... No sé cómo me detengo, y no te abro la cabeza con todo este servicio del banquete que has venido
a perturbar.
MADAMA JOURDAIN. -(Saliendo.) Defiendo mi derecho, y tendré de mi parte a todas las mujeres del mundo.
JOURDAIN. -Hace bien en huir de mi cólera... Ha llegado en el instante más inoportuno; cuando yo estaba en vena de decir las
cosas más lindas... Pero, ¿qué será esto?

ESCENA III

COVIELLE, con un disfraz. JOURDAIN y CRIADOS.

COVIELLE. -Señor: yo no sé si tengo el honor de que me conozcas. Yo lo conocí cuando no eras más que un niño en brazos.
JOURDAIN. -¿A mí?
COVIELLE. -A usted. Era el niño más precioso del mundo. Yo fui íntimo amigo de su difunto padre. Un hombre de gran
elegancia.
JOURDAIN. -¿Cómo dices?
COVIELLE. -Digo que era un hombre de elegancia y de mucha clase
JOURDAIN. -¿Mi padre?
COVIELLE. -Sí. Un hombre realmente distinguido
JOURDAIN. -¿Mi padre, un hombre distinguido?
COVIELLE. -¿Qué duda cabe?
JOURDAIN. -¡Quién entiende a este mundo! ¡Hay imbéciles que se atreven a asegurar que fue un simple comerciante!
COVIELLE. -¿Comerciante? ¡Imposturas de malhablados! Lo único que se podría decir de él es que era servicial y oficioso como
nadie; y, siendo inteligentísimo y estaba siempre a la moda, buscaba las prendas más bellas por aquí y por allá, y las traía a su
casa y se las ofrecía a sus amigos estimados a cambio de dinero.
JOURDAIN. -Estoy encantado de oírlo, porque usted podrá demostrar que mis aire de grandeza lo traigo en la sangre.
COVIELLE. -Lo sostendré ante todo el orbe.
JOURDAIN. - ¿Y qué lo trae por acá?
COVIELLE. - Vengo a comunicarle la noticia más estupenda.
JOURDAIN. -¿Cuál?
COVIELLE. -Ya sabéis que el hijo del Gran Turco está aquí.
JOURDAIN. -No, no sabía.
COVIELLE. -¡Cómo no! Trae una comitiva maravillosa; todo el mundo va a visitarlo, y se le ha recibido en el país como a un
señor de la más elevada jerarquía.
JOURDAIN. -Pues confieso que no sabía nada.
COVIELLE. -Pero lo extraordinario para usted es que se ha enamorado de su hija.
JOURDAIN. -¿El hijo del Gran Turco?
COVIELLE. -Sí, y quiere ser su yerno.
JOURDAIN. -¿Mi yerno el hijo del Gran Turco?
COVIELLE. -El hijo del Gran Turco vuestro yerno. Fui a visitarle, y, como yo entiendo perfectamente su lengua, comenzamos a
hablar... Charlamos de varios asuntos, y al final me dijo: "Acciam croc soler onch alá mustaf gidelenum amanaten varahini usere
carbulath." Que significa: "¿Conoces a una joven bellísima, hija de un caballero parisiense llamado Jourdain?"
JOURDAIN. -¿El hijo del Gran Turco dijo eso de mí?
COVIELLE. -Eso mismo. Y como le respondiera que os conocía particularmente y que conocía también a vuestra hija, exclamó:
"¡Ah! Marababa sahem". Que quiere decir: "¡Ah, estoy loco por ella!"
JOURDAIN. -¿Marababa sahem significa "estoy loco por ella"?
COVIELLE. -Sí.
JOURDAIN. -Es un lenguaje admirable el turco!
COVIELLE. -¡Mucho más admirable de lo que uno se figura! ¿Sabéis lo que quiere decir Cacaracamuchen?
JOURDAIN. -¿Caceracamuchen? No.
COVIELLE. - Pues quiere decir "alma mía".
JOURDAIN. -¿Cacaracamuchen quiere decir "alma mía"?
COVIELLE. -Sí. Cacaracamuchen. En fin, para cumplir con el objeto de mi embajada, terminaré diciéndoos que traigo la misión
de pedirle la mano de vuestra hija. Su futuro esposo, para tener un suegro digno de él, lo nombra Mamamuquí.
JOURDAIN. -¿Mamamuquí?
COVIELLE. -Sí. Mamamuquí, que en nuestro idioma quiere decir paladín. No hay distinción de más alta nobleza en el mundo.
JOURDAIN. -El hijo del Gran Turco me honra demasiado, y te ruego que me llevéis a su presencia para darle las gracias.
COVIELLE. -No es necesario, porque le verás aquí.
JOURDAIN. -¿Va a venir a mi casa?
COVIELLE. -Sí. Y traerá consigo todo lo necesario para la ceremonia de vuestra exaltación. ¡Su amor no tiene espera!
JOURDAIN. -Lo único que me preocupa es que a mi hija, se le ha metido entre ceja y ceja casarse con un tal Cleonte, y jura que
no se ha de casar más que con él.
COVIELLE. -Viéndole cambiará de opinión, porque ocurre una particularidad maravillosa: y es que el hijo del Gran Turco y el tal
Cleonte, a quien acabo de ver, se parecen como dos gotas de agua, y... Me parece que llegan. Aquí está.

ESCENA IV

CLEONTE, vestido de turco.


CLEONTE. -Ambusahin oqui baraf, Jordina, sala malequi.
COVIELLE. -Quiere deciros: "Señor Jourdain, vuestro corazón se mantenga todo el año como un rosal florido." Son galanterías
del país.
JOURDAIN. -Humilde servidor de vuestra alteza turca.
COVIELLE. -Carigar cam boto ustin moraf.
CLEONTE. -Ustin yoe catamalequi baum base ala moran.
COVIELLE. -Dice que el cielo os dé la fuerza del león y la prudencia de la serpiente.
JOURDAIN. -Su alteza turca me honra en extremo, y le deseo toda suerte de prosperidades.
COVIELLE. -Ossa binamen sadoe bobally aracaf uram.
CLEONTE. -Bel-men.
COVIELLE. -Desea que vayáis inmediatamente con él para disponeros a la ceremonia, a fin de ver luego a vuestra hija y
dejar terminado el matrimonio.
JOURDAIN. -¿Todo eso en dos palabras?
COVIELLE. -Todo eso. La lengua turca es así: hablando poco dice mucho. Haced al momento lo que os ordenan.

ESCENA V

COVIELLE. -(Solo.) ¡Ja, ja, ja! Esto es verdaderamente gracioso.


NICOLASA. - (Sale.) ¡Ah, eres tú, Covielle!... ¿ Quién te hubiera reconocido con ese traje?
COVIELLE. -Ya me veis.
NICOLASA. -Pero ¿de qué te reías?
COVIELLE. -De algo que bien lo merece.
NICOLASA. -Cuéntame.
COVIELLE. – Ahora mismo verás la estratagema que hemos urdido para decidir al señor Jourdain a que entregue su hija a mi amo
y ya después te contaré el resto.

(REGRESAN JOURDAIN Y CLEONTE. Hacen la ceremonia para convertirlo en Mamamuquí)

ACTO QUINTO

ESCENA PRIMERA

MADAMA JOURDAIN y MONSIEUR JOURDAIN

MADAMA JOURDAIN. -¡Dios mío, misericordia! ¿Qué significa esto? ¿Quién te ha disfrazado así?
JOURDAIN. -¡No seáis impertinente, hablando de este modo a un Mamamuquí!
MADAMA JOURDAIN. -¿Cómo?
JOURDAIN. -Desde ahora es menester que me trates con más respeto: acabo de ser nombrado Mamamuquí.
MADAMA JOURDAIN. -¿Qué queréis decir con eso?
JOURDAIN. -Que soy Mamamuquí.
MADAMA JOURDAIN. -¿Y qué animal es ese?
JOURDAIN. -Mamamuqui quiere decir, en nuestra lengua, paladín. que es la dignidad que se me acaba de conceder, después de
una gran ceremonia.
MADAMA JOURDAIN. -¿Qué ceremonia ha sido esa?
JOURDAIN. -Mahameta per Giurdina.
MADAMA JOURDAIN. -¿Y qué quiere decir eso?
JOURDAIN. -Giurdina quiere decir Jourdain.
MADAMA JOURDAIN. -Jourdain, ¿y qué?
JOURDAIN. -Voler farar una paladina de Giurdina.
MADAMA JOURDAIN. -¿Cómo?
JOURDAIN. -Dar turbanta con galera.
MADAMA JOURDAIN. -¿Qué estáis diciendo?
JOURDAIN. -Per defender Palestina.
MADAMA JOURDAIN. -¿Qué significa esta monserga?
JOURDAIN. -Dara, dara, bastonara.
MADAMA JOURDAIN. -¡Ay,Dios mío, que mi marido se ha vuelto loco!
JOURDAIN (Marchándose.) -¡Callaos insolente habla con más respeto a este gran Mamamuqui.
MADAMA JOURDAIN. -¿Cómo ha podido perder el juicio hasta tal extremo? (Ve llegar a Dorimena.) ¡Ah, aquí viene a punto lo
que nos faltaba! Por todas partes no le llegan a una más que disgustos. (Sale)

ESCENA II

NICOLASA y DORIMENA
NICOLASA.- Gracias por no retirarse. Y quedarse para tratar con el señor Jourdain. Ahora verás la cosa más chistosa del mundo.
Y le pido tan sólo que siga la corriente a lo que ya le he contado. Ya que es conveniente para una buena persona.
DORIMENA. –Está bien. Así lo haré Nicolasa.
NICOLASA.- El señor Jourdain, es una persona difícil, y hay que saber cómo tratar con él.
DORIMENA.- Así lo veo. Y por lo mismo estoy más que agradecida por lo que ha hecho por mí Dorante. De tal modo que
aceptaré su propuesta de matrimonio.
NICOLASA.- Estoy segura que eso lo pondrá feliz, y aún más a mi ama.
DORIMENA.- Aquí llega tu amo.

ESCENA III

JOURDAIN y DORIMENA
DORIMENA. -Vengo, señor, a rendir homenaje a su nueva dignidad y a felicitarlo con el enlace de su hija y el Hijo del Gran
Turco
JOURDAIN (Después de hacer una gran reverencia.) -Señora, le deseo la fuerza de la serpiente y la prudencia del león.
DORIMENA.- ¿Y dónde se encuentra su alteza el hijo del gran turco?
JOURDAIN. -Aquí llega, y ya he mandado llamar a mi hija para entregársela.

ESCENA IV

CLEONTE, COVIELLE, JOURDAIN, etc.


DORIMENA. -¡Señor!... Como amigos suyos, venimos a saludar a su alteza, ofreciéndole nuestros respetos y nuestros humildes
servicios.
JOURDAIN. - Ya verás cómo responde; habla maravillosamente el turco... (A Coville) Digale que la señora es mi amiga, persona
de alta calidad que vienen a saludarle y a ponerse a sus órdenes. Ahora verá cómo contesta.
COVIELLE. -Alábala crociam acci boram ala bamen.
CLEONTE. -Cataliqui tubal urin soter amaluchan.
JOURDAIN. -¿Está viendo?
COVIELLE. -Dice que una lluvia de prosperidades riegue perpetuamente el jardín de vuestra familia.
JOURDAIN. -¿No le dije yo que hablaba el turco?
DORIMENA. -¡Es admirable!

ESCENA V

LUCILA, JOURDAIN, DORANTE, DORIMENA, etc.


JOURDAIN. -Acércate, hija mía, y da la mano a este señor, que te hace el honor de pedirte como esposa.
LUCILA. -¡Cómo! ¿Qué dices, padre mío?
JOURDAIN. -He aquí el marido a quien estás destinada.
LUCILA. -¿Yo?
JOURDAIN. -Sí, tú. Dale la mano y agradece a los cielos la dicha que te depara.
LUCILA. -Yo no quiero casarme.
JOURDAIN. -Pues yo, que soy tu padre, sí lo quiero.
LUCILA. -¡Como si no!
JOURDAIN. -Nada de escenas... ¡Dale la mano como te he dicho!
LUCILA. -No, padre mío. Ya os dije que no habrá poder en el mundo que me obligue a admitir por esposo a otro que a Cleonte, y
llegaré al último extremo antes que... (Reconociendo a Cleonte.) Pero bien mirado, eres mi padre, a quien debo entera obediencia,
y que puede disponer de mi a su capricho.
JOURDAIN. -¡Ah!... Me complazco viéndote recobrar tan prontamente el sentimiento de tu deber y celebro tener una
hija obediente.

ESCENA VI

MADAMA JOURDAIN, MONSIEUR JOURDAIN, CLEONTE, etc.

MADAMA JOURDAIN. -¡Me han dicho que quieres casar a nuestra hija con un mascarón!
JOURDAIN. -¿Quieres callarte, impertinente? Pretendo casar a Lucila con el hijo del Gran Turco.
MADAMA JOURDAIN. -¿Con el hijo del Gran Turco?
JOURDAIN. -Sí. Saludale por mediación del truchimán, aquí presente.
MADAMA JOURDAIN. - Yo misma le diré en su cara que jamás le entregaré mi hija.
JOURDAIN. -Una vez más te repito que calles.
NICOLASA. –Tenga en cuenta que su hija accede a los deseos de su padre.
MADAMA JOURDAIN. -¿Mi hija consiente en casarse con un turco?
NICOLASA. -Indudablemente.
MADAMA JOURDAIN. -¿Y puede olvidar a Cleonte?
JOURDAIN. -¡Basta ya! Te repito que se celebrará el matrimonio.
MADAMA JOURDAIN. -Y yo os repito que no.
LUCILA. -¡Mamá!
MADAMA JOURDAIN. -¡Aparta! Eres una coqueta.
JOURDAIN. -¡Cómo! ¿La rgañas porque me obedece?
MADAMA JOURDAIN. -Sí. Tengo sobre ella los mismos derechos que vos.
COVIELLE. -Señora.
MADAMA JOURDAIN. -¿Qué es lo que quieres?
COVIELLE. -Una palabra.
MADAMA JOURDAIN. -No me interesa.
COVIELLE (A Madame Jourdain.) -Si quisiera escuchar reservadamente una palabra, yo os respondería de su consentimiento.
(Aparte, a madama Jourdain.) -¡Le estamos haciendo señas desde hace una hora!... ¿No comprende que todo esto es por seguirle
la corriente a su marido, y que ese hijo del Gran Turco es Cleonte en persona?
MADAMA JOURDAIN. -¡Ah!
COVIELLE. -Y yo, Covielle, soy el que hace de intérprete. Ahora, disimule.
MADAMA JOURDAIN. -¡Bien!... Hemos hablado y consiento en la boda.
JOURDAIN. -¡Ya era hora de que todo el mundo se aviniera con la razón! ¡Yo estaba seguro de que cuando supieras lo que
significa ser hijo del Gran Turco!...
MADAMA JOURDAIN. -Me lo ha explicado y me ha convencido. Hagan.
DORIMENA. -Bien dicho. Y ahora, para mayor satisfacción vuestra y para desvanecer toda ocasión de celos, sepan que yo
también me casaré próximamente con el señor Dorante.
MADAMA JOURDAIN. -Cuenten con mi consentimiento.
JOURDAIN (Bajo a Nicolasa) -¿Eso lo dice para engañar a mi mujer?
NICOLASA (Bajo a jourdain.) -.Sí, señor, justo para eso.
JOURDAIN. -Bueno. Pues vamos rápido al notario que quiero que se consume rápido esta boda.
MADAMA JOURDAIN. -¿Y Nicolasa no se casará?
JOURDAIN. -Se la otorgo al intérprete. Si así lo quiere.
COVIELLE. -Gracias, señor, con todo gusto la tomaré como esposa.
JOURDAIN (A público).- Ven cómo todo termina bien. Aunque estos ignorantes creían que mis aspiraciones eran torpes y
ridículas. Y no perdían oportunidad en burlarse de mí. Veamos ahora quién se atreve a burlarse de mí, ahora que soy un gran
mamamuqui.
COVIELLE.- ¡Si puede hallarse hombre más loco díganme, que yo iré a contarlo hasta Roma!
JOURDAIN.- Vamos todos al notario.

FIN.

También podría gustarte