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MAURO SALVADOR CHACÓN LEMUS

LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES

El presente trabajo ilustra el concepto de derechos fundamentales, aborda de forma


general la temática atinente a distintos tópicos de interés relacionados con la protección
de esos derechos y algunos casos en los que la Corte de Constitucionalidad ha realizado
interpretación de derechos fundamentales, lo cual proyecta su efectiva justiciabilidad.
Sumario
1. CONCEPCIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES ...................................................................................... 1
2. CARACTERÍSTICAS DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES ........................................................................ 9
3. EL DESARROLLO GENERACIONAL DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES ................................................ 14
4. EL RECONOCIMIENTO DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN GUATEMALA....................................... 22
5. UN CASO DE CONTRAPOSICIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES: LOS DERECHOS DE LAS
COMUNIDADES INDÍGENAS FRENTE AL DERECHO A LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO NATURAL ....... 27
6. UN CASO DE INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL ARMONIZADORA: LOS DERECHOS A SER ELECTOS Y A
OCUPAR CARGOS PÚBLICOS ................................................................................................................. 34
7. OTROS CASOS DE INTERPRETACIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES .................................................. 39
7.1. DERECHO A LA SALUD ........................................................................................................................... 39
7.2. LIBERTAD DE EXPRESIÓN VRS. DESACATO ................................................................................................... 40
7.3. CONSULTA DE BUENA FE DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS ................................................................................... 41
7.4. DERECHO A LA AUTODETERMINACIÓN INFORMATIVA ................................................................................... 43
7.5. DERECHO A LA PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES..................................................................................... 45
7.6. DERECHO A LA EDUCACIÓN SUPERIOR....................................................................................................... 47
8. BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................................................... 50
1

LOS DERECHOS FUNDAMENTALES

1. CONCEPCIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES

La clásica concepción de los derechos fundamentales brota con los ideales


de las revoluciones liberales del Siglo XVIII, y es en ese siglo que surgen las
primeras declaraciones de derechos con verdadero sentido democrático (por estar
dirigidas a la generalidad de la población y no a determinados estamentos
privilegiados, como fue el caso del Carta Magna expedida por el Rey Juan Sin
Tierra el 15 de junio de 1215 en Inglaterra) concretamente la Declaración de
Independencia de las 13 colonias inglesas de Norteamérica el 4 de julio de 1776 y
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamada en
Francia el 26 de agosto de 1789, después de la Revolución, además del Bill of
Rights inglés de 13 de febrero de 1689. Es innegable que estos derechos son un
producto de tales revoluciones burguesas que configuraron el moderno Estado
constitucional, del cual proceden. Esta concepción los configura como derechos
inalienables1 de la persona humana positivizados en un texto constitucional, es
decir, reconocidos por el poder constituyente y que limitan el poder estatal, pues
se basa en el respeto a las libertades individuales.
De esa cuenta, puede advertirse que los derechos fundamentales
constituyen un producto normativo que surgió de las revoluciones burguesas de
finales del Siglo XVIII2 y que fue evolucionando con los posteriores sucesos
históricos de suma relevancia universal, hasta llegar a las constituciones que
surgieron después de la Segunda Guerra Mundial –las que pertenecen a las
1
Así concibieron a tales derechos los miembros de la Asamblea Nacional del 26 de agosto de 1979, al
considerar en el Preámbulo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano como: “los
derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre”
2
Luis Prieto Sanchís, en su ensayo Los Derechos Sociales y el Principio de Igualdad Sustancial, explica
que el reconocimiento de los derechos humanos o fundamentales en el constitucionalismo de finales del
XVIII representa la traslación al derecho positivo de la teoría de los derechos naturales elaborada por el
iusnaturalismo racionalista desde comienzos del Siglo precedente: su objeto o finalidad, sus titulares y su
contenido resultan coincidentes. El objetivo era, en ambos casos, preservar ciertos valores o bienes
morales que se consideraban innatos, inalienables y universales, como la vida, la propiedad y la libertad.
(Prieto Sanchís, Luis; Los Derechos Sociales y el Principio de Igualdad Sustancial; España, Revista del
Centro de Estudios Constitucionales, núm. 22, Madrid, 1995. Pág. 15)
2

llamadas constituciones normativas, por ser de aplicación directa y poseer un


órgano especializado en su defensa– y que son propias para la configuración del
moderno Estado Constitucional de Derecho, del cual proceden; pero, desde un
plano teórico-jurídico, ¿qué son los derechos fundamentales?
Los derechos fundamentales son los atribuidos a todos en cuanto personas,
en cuanto ciudadanos, a todos en cuanto personas capaces de obrar y aquellos
atribuidos a todos en cuanto ciudadanos capaces de obrar, y se denominan por
medio de las expresiones "derechos de la persona", "derechos del ciudadano",
"derechos civiles", "derechos políticos" y "derechos sociales" que son las cinco
clases de derechos que pueden surgir a partir de una definición inicial de derechos
fundamentales.
Comúnmente se ha señalado que los derechos fundamentales son
derechos humanos positivizados en un ordenamiento jurídico concreto, es decir
que son los derechos humanos definidos espacial y temporalmente en un Estado
específico; entonces, el término “derechos humanos” se utiliza en el ámbito
internacional, porque lo que están expresando es la voluntad universal de las
declaraciones internacionales relativas a derechos de “todos” frente a los derechos
fundamentales positivizados primordialmente en cartas constitucionales. De esa
manera, lo definen algunos juristas: “El término derechos fundamentales designa
aquellos derechos incorporados en las Constituciones, los reconocidos en el
ordenamiento jurídico positivo o, tan sólo, a los derechos civiles y políticos (Cfr.
Alemany Verdaguer, p. 12 y Castro Cid, p. 25) […] La expresión derechos
fundamentales, actualmente, está relacionada con los derechos humanos
consagrados en el derecho positivo, mientras que la fórmula: derechos humanos
es la que se adopta en el plano internacional (Cfr. Pérez Luño (1979), p. 25)” 3.
Para Dieter Grimm, los derechos fundamentales constituyen una forma
histórica de protección jurídica de la libertad y como tales se sitúan en una larga
tradición; sin embargo, también constituyen una forma específica de protección

3
Cit. Pos. Arango Durling, Virgina; Introducción a los Derechos Humanos; Panamá, Ediciones Panamá
Viejo. 2000. 2ª edición. p. 31.
3

jurídica de la libertad. Explica Grimm que los derechos naturales del hombre se
transformaron asimismo en derecho positivo mediante la promulgación de las
declaraciones de derechos. Por ello, concluye que los derechos fundamentales no
sólo son difícilmente modificables, sino incluso refractarios a la modificación y, en
tanto que tales, son derechos jerárquicamente preeminentes.4 De esa definición,
se desprende el carácter histórico que el referido autor alemán otorga a los
derechos fundamentales, por ello, estima que son el resultado de la positivización
de los derechos naturales de los que hablaban los iusnaturalistas, entre ellos los
filósofos de la Ilustración que inspiraron tales declaraciones de derechos, como el
Bill of Rights norteamericano y la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, francesa. Además, esta definición limita los derechos fundamentales a
los derechos de libertad y les otorga el carácter de inmodificables.
Para Luigi Ferrajoli: "son „derechos fundamentales‟ todos aquellos derechos
subjetivos que corresponden universalmente a „todos‟ los seres humanos en
cuanto dotados del status de personas, de ciudadanos o personas con capacidad
de obrar; entendiendo por „derechos subjetivos‟ cualquier expectativa (en
prestaciones) o negativa (de no sufrir lesiones) adscrita a un sujeto por una norma
jurídica; y por „status’ la condición de un sujeto, prevista asimismo por una norma
jurídica positiva, como presupuesto de su idoneidad para ser titular de situaciones
jurídicas y/o autor de los actos que son ejercicio de éstas."5 La característica que
se puede extraer de esta definición, es la de que todo derecho fundamental es un
derecho subjetivo, con lo cual les está otorgando un grado de exigibilidad. Ello
significa que el titular del derecho tiene la facultad de exigir su respeto y
observancia, acudiendo, si fuere el caso, a los órganos jurisdiccionales
competentes, por medio de los mecanismos que el orden jurídico establezca para
demandar la protección y la separación del menoscabo sufrido. Según esta
concepción de los derechos fundamentales, no existe ningún derecho fundamental

4
Grimm, Dieter; Constitucionalismo y derechos fundamentales, traducción de Raúl Sanz Burgos y José
Luis Muñoz de Baena Simón; España, Editorial Trotta, 2006. Págs. 77-80.
5
Ferrajoli, Luigi; Garantismo, una discusión sobre derecho y democracia, traducción de Andrea Greppi;
España, Editorial Trotta. Pág. 45g.
4

que no sea al mismo tiempo un derecho subjetivo, es decir, que se encuentra en


relación necesaria con por lo menos una norma jurídica, una obligación jurídica y
una posición jurídica.6
Desde una óptica axiológica, Luis Pietro Sanchís señala que los derechos
fundamentales se invocan con una alta carga emotiva para referirse prácticamente
a cualquier exigencia moral que se considere importante para una persona, para
una colectividad o para todo un pueblo, y cuyo respeto o satisfacción se postula
como una obligación de otras personas, en particular de las instituciones políticas.
Ellos encarnan exigencias morales importantes, pero exigencias que pretenden
ser reconocidos como hechos punibles frente al poder público. Los derechos,
como el resto del ordenamiento jurídico, son obra del poder político y, sin
embargo, consiste precisamente en limitar ese poder.7
En el plano teórico-jurídico, Ferrajoli indica que la definición más fecunda de
los "derechos fundamentales" es aquélla que los identifica como derechos que
están adscritos universalmente a todos en cuanto personas, en cuantos
ciudadanos o personas con capacidad de obrar, son por tanto indisponibles e
inalienables. Agrega que la definición que ofrece el derecho positivo, es decir la
dogmática constitucional o internacional respecto de los derechos fundamentales,
es que son los derechos universales indisponibles establecidos por el derecho
positivo. Considera que deben estar garantizados como derechos fundamentales
todos los derechos vitales cuya garantía sea condición necesaria para la paz: el
derecho a la vida y la integridad personal, los derechos civiles y políticos, los
derechos de libertad, pero también –en un mundo en el que sobrevivir es siempre
menos un hecho natural y cada vez más un hecho artificial– los derechos sociales
para la supervivencia. Explica que todos los derechos fundamentales son leyes del
más débil en alternativa a la ley del más fuerte que regiría en su ausencia: en
primer lugar, el derecho a la vida contra la ley de quien es más fuerte físicamente;

6
Arango, Rodolfo; El Concepto de Derechos Sociales Fundamentales; Chile, Editorial Legis; 2005. Págs.
31-32.
7
Prieto Sanchís, Luis; Derechos Fundamentales, Neoconstitucionalismo y Ponderación Judicial; Perú,
Palestra Editores; 2007. Págs. 27-29.
5

en segundo lugar, los derechos de inmunidad y de libertad, contra el arbitrio de


quien es más fuerte políticamente; en tercer lugar, los derechos sociales, que son
derechos a la supervivencia contra la ley de quien es más fuerte social y
económicamente.8 De esa definición se extrae que son derechos fundamentales,
por una parte, en el ordenamiento internacional, los derechos universales
indisponibles establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948, los pactos internacionales y las demás convenciones internacionales
sobre Derechos Humanos, y por otra parte, los derechos constitucionalmente
reconocidos.
Robert Alexy define acertadamente los derechos fundamentales como
"posiciones tan importantes que su otorgamiento o no otorgamiento no pueden
quedar en manos de la simple mayoría parlamentaria".9 La consagración
constitucional de los derechos fundamentales se orienta a dotarlos de un alto
grado de importancia y protección, no es posible su modificación por medio de
simples leyes, de lo contrario, no serían realmente derechos fundamentales sino
meros derechos legales. En su Teoría de los Derechos Fundamentales, Robert
Alexy explica que toda aseveración acerca de la existencia de un derecho
fundamental, presupone la vigencia de una norma de derecho fundamental. Así, el
autor afirma que está evitando tomar posición respecto al problema clásico de si
ha de darse prioridad a la norma objetiva o la norma subjetiva, al derecho o al
deber ser, que son cuestiones de contenido; una norma de derecho fundamental,
según su estructura, puede ser principio o regla. Los principios son normas que
ordenan que algo sea realizado en la mayor medida posible, dentro de las
posibilidades jurídicas existentes; por lo tanto, los principios son mandatos de
optimización. En cambio, las reglas son normas que sólo pueden ser cumplidas o
no; si una regla es válida, entonces hay que hacer exactamente lo que ella exige.
Por tanto, las reglas contienen determinaciones en el ámbito de lo posible, tanto

8
Ferrajoli, Luigi. Sobre los derechos fundamentales. Del libro colectivo Miguel Carbonell (coord..); Teoría
del neoconstitucionalismo; España, Editorial Trotta, 2007. Págs. 73-75
9
Alexy, Robert; Teoría de los derechos fundamentales, traducido al español por Ernesto Garzón Valdés;
España, Centro de Estudios Constitucionales; 1993. Pág. 432
6

en lo fáctico como en lo jurídico. La diferencia entre regla y principios no es de


grado, sino cualitativa.10
Si bien los derechos fundamentales tienen un origen normativo en un
sistema de valores compartidos de manera amplia por un conjunto social, sólo
adquieren su auténtica naturaleza de derechos públicos subjetivos mediante su
positivización, y sólo adquieren la más plena garantía, incluso frente al legislador,
con la Constitución normativa. Sólo en estas constituciones, expresión del más
avanzado estadio del constitucionalismo que inició su andadura tras la Segunda
Guerra Mundial, consiguen los derechos fundamentales las características que
definen a una comunidad de derecho: vincular a todos los poderes públicos y, por
tanto, son indisponibles para el legislador, el cual deberá respetar su contenido
esencial, y tener eficacia directa, ser exigibles ante los tribunales, lo cual implica
una relación objetivo-institucional sustentada en el orden social y político.
Para Guastini, la expresión “derechos fundamentales” parece encerrar dos
matices de significado: “por un lado, se dicen fundamentales aquellos derechos
que dan fundamento al sistema jurídico; por otro, se dicen fundamentales aquellos
derechos que no requieren el fundamento del sistema jurídico”. El primer matiz
encierra una doctrina positivista del derecho y el segundo, una doctrina
iusnaturalista. En primer lugar, se dicen fundamentales aquellos derechos que
reposan sobre normas jurídicas, a su vez, fundamentales. En el pensamiento
jurídico moderno, se consideran “normas fundamentales” de cada sistema jurídico
las normas “materialmente” constitucionales. Se dicen “formalmente”
constitucionales todas (y sólo) las normas incluidas en un documento
constitucional. Se dicen “materialmente” constitucionales todas las normas que,
aunque no pertenecen a un documento constitucional (bien porque no existe
Constitución escrita, bien porque las normas en cuestión han sido incluidas en
simples leyes ordinarias), son relativas a la “materia” constitucional, es decir, son
el contenido típico de las Constituciones, de forma que podrían y quizás deberían
estar incluidas en una Constitución. Se consideran materialmente constitucionales

10
Alexy, Robert. Op. Cit. Págs. 83-87
7

todas aquellas normas que, por un lado, disciplinan las relaciones entre el Estado
y los ciudadanos, y por otro, aquéllas que versan sobre la organización de los
poderes públicos. A todas luces, pertenecen a esta categoría las normas que
confieren a los individuos derechos contra el Estado, de los “derechos públicos
subjetivos”, como suele decir. Es así como se denominan “fundamentales” los
derechos constitucionales de los particulares ante el Estado. Son formalmente
constitucionales aquellos derechos consagrados por una Constitución escrita. Son
materialmente constitucionales aquellos derechos que no han sido establecidos en
un documento constitucional, pero que se refieren a las relaciones entre el Estado
y los ciudadanos y que, por ese mismo motivo, inciden sobre la organización de
los poderes públicos. En segundo lugar, se denominan “fundamentales” aquellos
derechos que no requieren a su vez un fundamento o una justificación, o por lo
menos que no requieren un fundamento o una justificación jurídica positiva. En
ese sentido, los derechos fundamentales son derechos morales o “naturales”.
Según se advierte, en esa noción de “derechos fundamentales” se combinan ideas
iuspositivistas y iusnaturalistas: los derechos naturales son, al mismo tiempo,
derechos constitucionales (al menos “materialmente” constitucionales) y derechos
morales.11
De ambas concepciones, se puede deducir que son formalmente
constitucionales (positivos) aquellos derechos consagrados por una Constitución
escrita y son materialmente constitucionales (naturales) aquellos derechos que no
han sido establecidos en un documento constitucional, pero que se refieren a las
relaciones entre el Estado y los ciudadanos y que, por ese mismo motivo, inciden
sobre la organización de los poderes públicos.
Según se analizó, tradicionalmente los derechos fundamentales han sido
concebidos como derechos públicos subjetivos, es decir, como posibilidades de
hacer o no hacer que tiene el individuo considerado como tal frente al poder
estatal. No obstante, el reconocimiento de la supremacía de la dignidad humana,

11
Guastini, Riccardo. Derechos: Una Contribución Analítica (en SAUCA, J.M. Problemas actuales de los
Derechos Fundamentales). Universidad Carlos III de Madrid. España, 1994. Págs. 221 y 222.
8

como pilar del neconstitucionalismo –además del complejo desarrollo de las


relaciones sociales dentro de cada Estado– han llevado a comprender a los
derechos fundamentales como elementos esenciales del ordenamiento jurídico de
cualquiera que en rigor quiera denominarse un Estado Constitucional de Derecho.
La nueva concepción de los derechos fundamentales los distingue como
derechos de “participación” y no sólo como “límites frente al poder del Estado”.
Son un elemento necesario del orden social y del Estado democrático; por lo tanto,
se abandona la idea de “derechos fundamentales como simples límites frente al
poder del Estado”, pues se conciben como “derechos de participación”; ya que su
fuerza vinculante emana directamente de la propia Constitución, a partir del
reconocimiento de la dignidad humana, y ésta es la piedra angular del edificio de
los derechos fundamentales; por lo que se advierte que su connotación
“axiológica” estriba en que “la Constitución contiene normas de valores y
principios”.
A manera de síntesis, el término “fundamental” no significa solamente
importancia. La expresión “derechos fundamentales” encierra dos significados:
a) por un lado, se dicen fundamentales aquellos derechos que dan
fundamento al sistema jurídico;
b) por otro, se dicen fundamentales aquellos derechos que no requieren el
fundamento del sistema jurídico.
De esa cuenta, los derechos fundamentales deben ser considerados como
derechos “inviolables”: no ya en el sentido de que no puedan ser violados, sino en
el sentido, obviamente, de que no deben ser violados, por el hecho de ser
derechos morales o “naturales”, los cuales en ningún caso el Estado puede violar.
De esa cuenta, al analizar la naturaleza jurídica de los derechos
fundamentales se aprecia que poseen dos aspectos:
a) Una naturaleza subjetiva, pues los derechos fundamentales
garantizan un status jurídico particular a su titular, lo cual le permite
desplegar las facultades inherentes a ese derecho. (derechos
públicos subjetivos); y
9

b) Una naturaleza objetiva, la cual considera a los derechos


fundamentales como fundamento del orden jurídico y de la
participación ciudadana, pues ellos constituyen el fundamento jurídico
de la democracia moderna como forma de gobierno, y como
elementos básicos para la comprensión de todo ordenamiento
jurídico, cuyo respeto y cumplimiento debe ser ineludible (derechos
públicos objetivos).

2. CARACTERÍSTICAS DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES

Del análisis realizado, referente a la conceptualización de los derechos


fundamentales, se desprenden elementos que caracterizan a los derechos
fundamentales como tales, distintos de otras clases de derechos. Se señaló que
son derechos universales, ya que pertenecen a todos en cuanto a personas y en
cuanto a ciudadanos; asimismo, se indicó que son normas constitucionales, por lo
tanto son fundamentales, ya sean formales o materiales, las cuales derivan de
exigencias morales frente al poder público y que pueden ser principios o reglas;
además, se consideran derechos subjetivos, por ende, exigibles, derivados de una
norma jurídica, una obligación jurídica y una posición jurídica; y son indisponibles,
inalienables, interdependientes e indivisibles.
a) Universalidad: los derechos fundamentales son universales porque
pertenecen a todos los seres humanos y están basados en factores de
respeto a la dignidad humana con independencia de la raza, el color, el
sexo, el origen étnico o social, la religión, el idioma, la nacionalidad, la
edad, la orientación sexual, la discapacidad o cualquier otro elemento
distintivo. De ello derivan principios como el de igualdad y de no
discriminación. Así lo refiere la Constitución guatemalteca, en su artículo 4:
“…En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad
y derechos…”. Esa norma, al referirse a “todos los seres humanos” está
expresando un alto grado de igualdad entre personas nacionales y
personas extranjeras. Al respecto, la Corte de Constitucionalidad ha
10

indicado: “…La igualdad entre nacionales y extranjeros la reconoce la Ley


Fundamental, en dignidad y derechos, con las excepciones y limitaciones
que la misma Constitución y las leyes establecen. Las excepciones son
aquellas que excluyen del todo a los extranjeros de determinada actividad
negándoles para esos efectos la igualdad con respecto a los nacionales, y
están contenidas principalmente en la Constitución, aunque nada obsta
para que también se hagan por vía de ley. A manera de ejemplo, como
exclusiones constitucionales tenemos, la prohibición de intervenir en los
asuntos políticos del país (artículos 136 y 147) y la de ocupar ciertos cargos
públicos (artículos 162 para Diputados, 185 para Presidente y Vice-
Presidente de la República, 196 para los Ministros, y 159 para los
Magistrados y Jueces 207), e incluso sindicales (artículo 102, literal q)…”12.
b) Exigibilidad: esta característica conlleva al reconocimiento de que todo
derecho fundamental es un “derecho público subjetivo”, lo cual implica que
el titular del derecho –constitucionalmente reconocido por el Estado- pueda
exigir su respeto y observancia, incluso ante los órganos jurisdiccionales, y
que pueden conllevar cualquier expectativa (en prestaciones) o negativa
(de no sufrir lesiones) adscrita a un sujeto por una norma jurídica. Vinculan
a todos los poderes del Estado y son eficaces frente a terceros (ciudadanos
e instituciones privadas), pues todos somos responsables de la protección
de los derechos fundamentales. Humberto Nogueira Alcalá explica que los
derechos públicos subjetivos, desde una perspectiva formal, constituyen
pretensiones jurídicas que derivan de las cualificaciones concretas de la
personalidad, y desde una perspectiva material, son aquellos que
pertenecen al individuo en su calidad de miembros del Estado. Por el hecho
de que los derechos fundamentales sean exigibles y posean una eficacia

12
Sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 13 de noviembre de 2007, en el expediente de
inconstitucionalidad general parcial 1688-2007, que declaró inconstitucional el tercer párrafo del artículo
5 del Decreto 88-2005 del Congreso de la República, Ley para la Ejecución del Proyecto Vial
Denominado Franja Transversal del Norte, que literalmente dice: “No se efectuarán, bajo ninguna
circunstancia, cobros a los usuarios guatemaltecos de la carretera Franja Transversal del Norte”, con
base en la tesis aquí citada.
11

vinculante sobre todo el ordenamiento jurídico, no requieren de normas de


desarrollo para su plena eficacia. Nogueira aclara: “…el concepto de
„derechos subjetivos‟ no es totalmente aplicable al de „derechos
fundamentales‟, pues los derechos subjetivos pueden desaparecer por vía
de transferencia o prescripción, mientras que los derechos fundamentales
son inalienables e imprescriptibles…”13.
c) Inalienabilidad e imprescriptibilidad: tomando en cuenta la naturaleza del
ser humano y por ser a ellos a quienes están dirigidos, los derechos
fundamentales se caracterizan por ser inalienables, porque no pueden ser
transferidos a otras personas, a diferencia de lo que sucede con otros
derechos; y son imprescriptibles, porque no se adquieren ni se pierden por
el simple transcurso del tiempo, como ocurre con el resto de los derechos
adquiridos o derivados. La inalienabilidad también comporta a que ninguna
persona pueda ser despojada de sus derechos fundamentales, sino por
circunstancias claramente definidas en ley; por ejemplo, el derecho de una
persona a la libertad puede verse restringido si un tribunal la declara
culpable de un delito.
d) Indisponibilidad: al referirse a las conceptualizaciones de los juristas
Robert Alexy y Luigi Ferrajoli en el apartado II.1 de este trabajo, se
caracterizó que los derechos fundamentales son indisponibles para el
legislador, lo cual se refiere a que éste no puede regular respecto de éstos
a su libre disposición, arbitrariamente, sino únicamente por razones
fundadas y necesarias, y no puede con ello afectar el núcleo esencial del
derecho en cuestión. Esta característica implica que toda limitación de tales
derechos deben ser establecidas por el legislador (regla de reserva de ley),
el cual debe ser razonable y necesaria, respetando el contenido esencial de
cada derecho. Además, los derechos fundamentales quedan integrados al
elenco de los derechos preexistentes y no pueden ser suprimidos

13
Nogueira Alcalá, Humberto; Teoría y Dogmática de los Derechos Fundamentales; México,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003. Págs. 55-57.
12

posteriormente; este carácter se afirma en función a las exigencias del bien


común y un principio de justicia, en el marco de los valores y bienes
constitucionales. No obstante, los derechos fundamentales no pueden
considerarse como absolutos, como ilimitados en cuanto se refiere a su
goce y ejercicio. Los límites encuentran validez en el mismo convivir social,
pues comúnmente suele decirse que el derecho de una persona termina
donde comienza el derecho de los otros. Por otra parte, toda injerencia,
restricción o sanción que afecte un derecho fundamental debe aplicarse de
conformidad con la ley y debe ser necesaria para alcanzar los objetivos
respectivos y la realización del bien común; por ello, la necesidad de aplicar
limitaciones y adoptar las medidas respectivas debe ser manifiesta y
proporcional al bien que se pretende proteger.
e) Indivisibilidad e interdependencia: los derechos fundamentales son
indivisibles e interdependientes. Dado que cada derecho fundamental trae
consigo otros derechos humanos y depende de ellos, la violación de un
derecho afecta al ejercicio de otro. Por ejemplo, el derecho a la vida
presupone el respeto del derecho a los alimentos y a un nivel de vida
adecuado. Los derechos civiles y los derechos sociales son
complementarios e igualmente indispensables para la dignidad e integridad
de la persona. Esto conlleva a superar la visión jerarquizada o
categorizadora de derechos de primera, segunda y tercera generación,
pues ya no puede priorizarse unos derechos por sobre otros, por razones
históricas, políticas, reconocimientos, efectivización u otros motivos, pues al
ser interdependientes los derechos fundamentales, la observancia de unos
implica el cumplimiento de otros.
f) Irreversibilidad y progresividad: La irreversibilidad (o de no
regresividad) de los derechos fundamentales consiste en la imposibilidad de
desconocer la condición de un derecho como inherente a la persona
humana, una vez que el Estado lo ha reconocido por medio de normas
nacionales o internacionales, ya que el carácter de derecho inherente a la
13

persona no es reversible en cuanto al derecho en sí, quedando


implícitamente incluido de manera permanente como derecho
constitucional, pues resulta inconcebible para la dignidad humana, que lo
que hoy se reconoce como un atributo inherente a la persona, mañana
pudiera dejar de serlo por una decisión política. La característica de no
regresividad añade una limitante a la regulación de los derechos
fundamentales que veda a las autoridades estatales la posibilidad de
adoptar medidas que reduzcan el nivel alcanzado o el estándar obtenido
por los derechos fundamentales o de las prestaciones de que goza la
población. Así lo ha establecido la Corte de Constitucionalidad: “…la
obligación de no regresividad constituye una limitación que la Constitución y
los tratados internacionales en materia de Derechos Humanos imponen a
los poderes legislativo y ejecutivo a las posibilidades de reglamentación de
los derechos…”14. La progresividad lleva a aplicar siempre la disposición
más favorable a los derechos de las personas, por lo que siempre debe
aplicarse aquella norma que en mejor forma garantice el derecho, no
importando si la mayor garantía se encuentra en una norma interna o en
una de Derecho Internacional de los Derechos Humanos incorporada al
derecho interno, lo que lleva a una interpretación pro persona (pro-homine o
favor libertatis), o sea, a la interpretación que mejor favorezca y garantice
los derechos humanos. Respecto de la progresividad, la Corte de
Constitucionalidad ha indicado: “…se atribuye a aquellos derechos que
requieren la adopción de conductas que habrán de implementarse durante
un lapso para lograr la satisfacción del derecho de que se trate. Implicará
entonces, la adopción de medidas cuyo resultado sólo se logrará con
posterioridad al inicio de la actividad del Estado destinada a cumplirlas…”15.

14
Sentencia de 20-05-2010, expediente 4095-2009.
15
Sentencia de 25 de abril de 2007, expediente 2863-2006.
14

3. EL DESARROLLO GENERACIONAL DE LOS DERECHOS


FUNDAMENTALES

Como se indicó al analizar las características de indivisibilidad e


interdependencia de los derechos fundamentales la visión jerarquizada o
categorizadora de derechos fundamentales en generaciones (primera, segunda y
tercera generación) ha sido superada, dado que no puede priorizarse unos
derechos por sobre otros, por razones históricas, políticas, reconocimientos,
efectivización u otros motivos, por ser éstos interdependientes e indivisibles; sin
embargo, para fines académicos que impliquen análisis histórico del paulatino
reconocimiento de derechos fundamentales, resulta vigente estudiar el desarrollo
que generacionalmente ha tenido en los distintos sucesos históricos éstos
derechos, derivados de las luchas sociales, como se determinará a continuación.
El surgimiento de los derechos fundamentales –entidos como tales, según
la concepción expuesta– debe situarse a partir de las Revoluciones Inglesas que
comenzaron con el triunfo del Parlamento sobre una Monarquía que quería ser
absolutista, representada por Carlos I, continuó con la Independencia de los
Estados Unidos de América en 1776 y concluyó con la Revolución Francesa de
1789.
Estas revoluciones liberales, encabezadas por la burguesía, unieron a las
clases populares y constituyeron movimientos contra el absolutismo del antiguo
régimen. En su programa político figuraba claramente la división de poderes y la
protección de los derechos (el artículo 16 de la Declaración Francesa de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789: “Toda sociedad en la cual la
garantía de los derechos no esté asegurada, ni la separación de poderes
establecida, carece de Constitución”).
El fruto más estimable y fecundo de este tiempo político de la burguesía
fue, sin duda, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de agosto
de 1789 (documento que constituye el antecedente más remoto de la posterior
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948). El borrador de la
declaración aprobada finalmente por “les États generaux” fue presentado por el
15

Marqués de La Fayette, quien seguramente se inspiró en la Declaración del Buen


Pueblo de Virginia de 1776 y las constituciones de cada Estado que conformó la
Confederación de Estados Americanos, a las que posiblemente tuvo acceso
durante su paso por América y su participación militar en la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos, el cual posiblemente tuvo como líneas
inspiradoras las del Bill of Rights16, emitido por sus colonizadores en 1689.
Tanto el Bill of Rights inglés, como la Declaración de Independencia
norteamericana y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
francesa constituyen los antecedentes históricos de los derechos que han sido
llamados de la primera generación, que son los “individuales”, que comprenden
los llamados –en materia de Derechos Humanos– civiles y políticos. Los primeros
corresponden a la persona humana como tal: se conceden a todos los individuos,
sin distinción de raza, edad, sexo, idioma, religión, opinión política, origen
nacional, posición económica o cualquier otra condición, por el sólo hecho de
pertenecer al género humano. Los derechos políticos, en cambio, pertenecen a las
personas en cuantos miembros activos del Estado, esto es, en cuantos
ciudadanos. No todas las personas ostentan esta calidad en un Estado
determinado, la tienen solamente las que han cumplido determinadas condiciones
que la ley exige en cada Estado para la obtención de la ciudadanía que es una
condición jurídico-política especial que habilita a las personas para participar en
las actividades y decisiones de orden público dentro del Estado.
Esas primeras declaraciones de derechos propusieron crear –en beneficio
de cada persona– una esfera de libertad jurídicamente protegida y estuvieron
motivadas por la necesidad de limitar el poder del Estado, cuya experiencia lo
denotaba como el principal enemigo de las libertades públicas. Por eso, los
ideólogos de aquel tiempo se empeñaron en establecer un sistema de frenos y
contrapesos que controlaran la autoridad pública y protegieran a los gobernados

16
Además de otras leyes fundamentales inglesas anteriores, como la Carta Magna de 1215, el Petition of
Rights de 1628, el Habeas Corpus Act de 1679 y el Bill of Rights de 1689, según enseña el profesor
Naranjo. (Naranjo Meza, Vladimir; Teoría Constitucional e Instituciones Políticas; Colombia, Editorial
Temis, 4ª edición, 1991. Pág. 32).
16

de posibles excesos. Esta actitud de recelo respecto del poder fue la lógica
reacción histórica ante el absolutismo monárquico anterior.
En todas las declaraciones de derechos de esa época 17, gravitó la idea de
que la amenaza principal contra las prerrogativas personales proviene de la
autoridad pública. Más tarde, con el desarrollo desenfrenado del capitalismo y sus
aberraciones, se descubrieron nuevos peligros contra las libertades humanas en la
entraña de las fuerzas económicas de la sociedad. Se propaga a todas las
naciones –con el modelo de la Constitución norteamericana de 1787 y de la
francesa 1791– la idea de un texto fundamental que reconoce derechos
individuales y políticos del ciudadano, así como la organización y estructuración
del Estado, a saber: a) se instauró constitucionalmente un orden económico indivi-
dualista y liberal, declarándose a la propiedad como derecho inviolable (Cerdeña,
1848, art. 29; Argentina, 1853, art. 14; Costa Rica, 1888, art. 29); pleno (Brasil,
1891, art. 72), y hasta sagrado (Haití, 1889, art. 19; Uruguay, 1830, art. 144); b) la
propiedad es defendida en particular contra el Estado, ya que la constitución
impedía, generalmente, las confiscaciones (Cuba, 1899, art. 33; El Salvador,
1886) y admitía la expropiación sólo mediando una justa y previa indemnización al
propietario (Bélgica, 1831, art. 11; España, 1876, art. 10); c) se enunciaron
también una serie de derechos correlativos, como los de circulación de esa
propiedad, mediante la libertad de adquisición y disposición de los bienes y la
prohibición de establecer derechos feudales o de vasallaje; d) comúnmente, se
reconocían derechos de asociarse, de comerciar, de navegar y de ejercer cual-
quier industria; e) por otra parte, en el ámbito de las relaciones entre los
propietarios y los empleados, el constitucionalismo de esta primera etapa admitió
en algunos casos y de modo explícito el derecho a trabajar en cualquier industria o
comercio (Francia, 1793, art. 13; Brasil, 1891, art. 72).
17
A partir de la Revolución Francesa, los textos constitucionales se pusieron de moda y comenzaron a
dictarse en los Estados del mundo civilizado. Las las constituciones francesas de 1791, 1793, 1795 y 1799
repercutieron en las de España de 1812, Portugal de 1822, Noruega de 1814 y Bélgica de 1831. En
América, el predominio constitucional lo tuvo indiscutiblemente Estados Unidos, aunque tampoco puede
ignorarse la trascendencia de las constituciones de Francia y su Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789, así como la Constitución española de 1812 que, dicho sea de paso, rigió en países
como México, Guatemala y Colombia, durante el período colonial.
17

Coincidentemente ninguna constitución del período liberal estableció límites


a la posibilidad de acumular riqueza, lo cual se tradujo en una permisión para
acrecentarla ilimitadamente en manos privadas.
En definitiva, los contenidos de los derechos de la primera generación
constituyen un minucioso catálogo de facultades, garantías y derechos
personales, públicos y privados, tales como las libertades de acción, de tránsito,
de expresión, de cultos, de enseñar y aprender, los derechos de reunión, de
petición, de sufragio, a la privacidad, de inviolabilidad de la vivienda y de defensa,
dado que se desarrollaron en torno al respeto absoluto de la propiedad por parte
del Estado y su nula intromisión, cuyo reconocimiento fue establecido en las
primeras constituciones formales de la era moderna (la americana, la francesa…).
Por su parte, los derechos sociales, propios de la segunda generación
(llamados también derechos económicos, sociales y culturales, por su contenido),
surgen de los procesos de lucha por el reconocimiento formal de la existencia de
estos derechos y su proceso de incorporación al texto constitucional, para
defender a los grupos desafortunados mediante el establecimiento de barreras
verticales que impidieran o atenuaran la operación de las personas o
corporaciones económicamente fuertes sobre las económicamente débiles,
derivados de los primeros síntomas de protesta social que aparecieron en los años
centrales del Siglo XIX, la ingente acumulación de capital de cómo concencuencia
del industrialismo, basada en el mantenimiento de unas condiciones de
sobreexplotación (bajos salarios, jornadas de 12 a 14 horas, falta de seguridad
laboral, empleo generalizado de mano de obra femenina, etc.).
En esos años, también se desarrollaron dos fenómenos complejos que
precedieron a la parte del movimiento obrero con mayor grado de cualificación
ideológica y organizativa, tales fenómenos históricos fueron: a) el surgimiento de
experiencia de acción sindical, con diversos contenidos, planteamientos y
desarrollos; y b) la formulación de una serie de teorías alternativas a los
planteamientos sociales, políticos y económicos imperantes en la sociedad
industrializada y que se conocen en la historia de los movimientos sociales como
18

"socialismo utópico". Ambas corrientes, sindicalismo y socialismo utópico,


animaron el devenir del movimiento obrero hasta bien entrada la segunda mitad
del Siglo XIX, cuando encontró planteamientos ideológicos y organizativos más
maduros.
Ya en el Siglo XX y en el continente americano, comienzan a gestarse
movimientos sociales, es así como en 1910 se inicia el movimiento armado de la
Revolución Mexicana, a causa de las condiciones sociales, económicas y políticas
generadas por la permanencia de Porfirio Díaz en el poder por más de 30 años18.
Los debates constitucionales comenzaron en Querétaro en diciembre de 1916,
con la inclusión del establecimiento de normas que se consideraban
tradicionalmente como reglamentarias y propias de la legislación laboral y de la
organización económica; por ello, la Revolución Mexicana tuvo el legítimo orgullo
de mostrar al mundo que era el primer movimiento en establecer en una
Constitución los derechos de los trabajadores, la cual finalmente se promulgó en
esa ciudad el 5 de febrero 1917.
La importancia de la Constitución de Querétaro (vigente aún en México)
radica en que constituye el primer Texto Fundamental que implanta el principio de
limitación de la propiedad privada de interés público, condensa los derechos al
trabajo y su protección mediante el establecimiento de un carácter constitucional,
salario mínimo, jornada laboral de ocho horas, derecho de asociación y de huelga,
la responsabilidad del empleador en los accidentes de trabajo, la creación de
Juntas de Conciliación y Arbitraje para regular los conflictos entre capital y trabajo
y la indemnización en caso de despido19.
En Europa, la primera constitución social fue la que surgió con la
Revolución Bolchevique de octubre de 1917, que abolió la monarquía e implantó
un régimen socialista en el antiguo imperio de los zares, y que en enero de 1918
promulgó la "Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Minero”, la cual fue

18
Pereira-Orozco, Alberto y Marcelo Pablo Richter; Derecho Constitucional; Guatemala, Editorial De
Pereira, 4ª edición, 2008. Pág. 56.
19
Herrera, Carlos Miguel. Estado, Constituição e Direitos Sociais. Libro colectivo, Daniel Sarmiento
(coord.); Direitos Sociais; Brasil, Editora Lumen Juris, 2008 Págs. 13-15.
19

incorporada en julio de ese año a la primera Constitución soviética, la cual consta


de cuatro capítulos que desarrollan los principios de las organizaciones políticas y
económicas, los derechos sociales y la organización social. En Alemania, en la
Asamblea de Weimar aparece la idea del Estado benefactor e incorporó, en su
Constitución de 1919, los principios del constitucionalismo social, con la
constitucionalización de los derechos de determinados grupos sociales (familia,
jóvenes, niños, madres, empleados) y el reconocimiento de los derechos a la
educación y la vivienda, así como un conjunto de derechos "económicos" y los
derechos de los trabajadores.
Les siguieron en el área del constitucionalismo social las constituciones de
Estonia de 1920, Polonia, Yugoslavia de 1921, Dantzig de 1922 y Rumania de
1923. Posteriormente, se destacan la Constitución Republicana española de 1931,
y en América, la de Cuba de 1940.
En ellas se reconoció formalmente la existencia de los derechos sociales y
se los consagró junto a los demás derechos de la persona humana, lo cual
significó una transformación profunda de la doctrina de los derechos humanos.
Habían nacido los derechos llamados de la segunda generación, propios de la
persona como miembro activo del proceso de la producción: asistida del derecho a
trabajar y a elegir libremente su trabajo, a recibir justa remuneración por él, a tener
descanso remunerado, a sindicalizarse y a ejercer libremente la actividad sindical,
a participar en la integración del capital empresarial, a optar por el derecho de
huelga, a participar en la distribución de las utilidades de las empresas, a acordar
colectivamente las condiciones de trabajo, a tener educación gratuita por parte del
Estado, a alcanzar un nivel de vida adecuado, a acceder a los beneficios de la
seguridad social y lograr otras prerrogativas de este orden dirigidas a tutelar sus
intereses económicos.
En Guatemala, tras el triunfo de la Revolución del 20 de octubre de 1944, se
promulgó la Constitución propia para ese movimiento en 1945, la cual reconoció
derechos económicos, sociales y culturales, adoptando los postulados del
constitucionalismo social. La Constitución de ese período revolucionario, en su
20

Título III, denominado Garantías Individuales y Sociales, estableció en dos


capítulos lo concerniente a tales derechos.
A simple vista se advierte que los derechos de la primera generación son
oponibles al Estado, los de la segunda generación son exigibles del Estado, pues
los derechos sociales consisten en prestaciones y servicios a cargo del Estado,
primordialmente en favor de los sectores postergados de la población, ya que
tienen un carácter asistencial. Por eso, aunque formalmente están atribuidos a
todas las personas, son en realidad derechos de las capas pobres de la ciudad y
del campo y están contenidos especialmente en las leyes laborales, agrarias, de
seguridad social, de protección infantil, defensa del consumidor y demás estatutos
de esta índole.
Una de las características de estos derechos, que los diferencia de los de la
primera generación, es que no pueden satisfacerse únicamente con simples
acciones de “no hacer” o "inacciones" estatales (no matar, no torturar, no realizar
detenciones arbitrarias, no invadir la esfera privada de las personas), sino que
requieren un actuar dinámico del Estado para brindar a los más pobres servicios
compensatorios, como la protección de la salud o la seguridad social o la
promoción de un sistema educativo de masas, que demandan del Estado enormes
cantidades de recursos de su política social.
La expresión “derechos sociales” pertenece sobre todo al ámbito de la
filosofía política y jurídica y del Derecho Constitucional, y para el Derecho
internacional suele ser más usual la fórmula “derechos económicos, sociales y
culturales”. Concretamente, los derechos sociales son derechos económicos,
derechos sociales y derechos culturales fundamentales. Las denominaciones de
“económicos”, “sociales” y “culturales” expresan los contenidos u objetos sobre los
cuales versan estos derechos. Esos contenidos son principalmente, un bien
económico (por ejemplo: salario, prestaciones laborales, alimentación, vivienda,
etc.); servicios sociales (por ejemplo: seguros para situaciones de desgracia,
asistencia especial a la infancia, etc.); beneficios culturales (como la educación, la
participación en la vida cultural, etc.).
21

Los derechos de la tercera generación, también llamados derechos de


solidaridad20, constituyen una categoría de derechos humanos que han sido
positivizados en distintos cuerpos normativos nacionales e internacionales, los
cuales surgen como consecuencia de la aparición de una serie de necesidades del
ser humano que requieren protección. Éstos son derechos humanos que
contienen características de los derechos de primera y segunda generación y
tienen como naturaleza común el de ser tanto oponibles como exigibles al Estado
y requerir para su realización de la acción coordinada del Estado, de los individuos
y de las instituciones públicas y privadas.
Son derechos que requieren de un nivel muy elevado de solidaridad,
integrante imprescindible de la humanidad; son al mismo tiempo derechos
individuales, cuyos titulares son los individuos “todos los seres humanos” y
derechos colectivos, que pueden tener como titulares a otros sujetos de derecho,
como el Estado, los pueblos y las organizaciones internacionales.
Uno de los derechos de la tercera generación es el derecho al medio
ambiente sano y agradable. Su defensa, como la de todos los nuevos derechos,
implica una acción trasnacional que sólo puede provenir de la concertación de los
Estados o de la decisión comunitaria internacional, éste es el rasgo común de
estos derechos. La tutela excede de las capacidades de los Estados
individualmente considerados y demanda acciones coordinadas entre varios de
ellos o de la comunidad internacional para impedir la degradación del medio
ambiente, por la emisión de gases contaminantes, de plagicidas químicos
inadecuados, la descarga de desechos industriales tóxicos, la deforestación y
otros factores que deterioran el aire, el suelo y el agua del planeta.
Estos derechos, considerados como difusos, pueden ser apreciados como
derechos de las futuras generaciones, cuya contrapartida es el deber de las
presentes de legarles un mundo sin conflictos armados, sin contaminación y
población, sin agotamiento de los recursos naturales. Éstos son derechos
imprescriptibles e inalienables de las futuras generaciones.

20
Vid. Arango Durling, Virginia. Ob. Cit., p. 96.
22

Dentro de esos derechos de tercera generación, pueden ser incluidos el


derecho a disfrutar de un medio ambiente saludable y no degradado, a respirar
aire puro, a disponer de agua limpia y alimentos no contaminados, el derecho al
desarrollo, el derecho a la paz, el derecho a la autodeterminación de los pueblos,
el derecho al patrimonio común de la humanidad, el derecho a aprovechar los
avances de las ciencias y la tecnología.
La evolución de los derechos humanos no ha concluido con la aparición de
la tercera generación, y puede ampliarse con una cuarta generación que contaría
con derechos protegidos por el avance tecnológico, tales como los derechos
relacionados con los avances que se han producido en ingeniería genética, el
derecho a la protección de los datos personales, la libertad informática, los
derechos de las sociedades cibernéticas; así como los derechos reconocidos o
que persiguen el reconocimiento para determinados colectivos (feministas,
homosexuales, etc.), categoría que se encuentra poco definida y en desarrollo.

4. EL RECONOCIMIENTO DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN


GUATEMALA

En Guatemala, con la primera Constitución del período post-


independentista se comienzan a reconocer la mayoría de los derechos
individuales (civiles y políticos), de primera generación, considerados garantías de
la libertad individual. El 22 de noviembre de 1824, fue aprobada por la Asamblea
Nacional Constituyente la Constitución Federal de la República de Centroamérica.
En sus declaraciones dogmáticas declaraba su soberanía y autonomía; sus
primeros objetivos fueron la conservación de los derechos humanos de libertad,
igualdad, seguridad y propiedad. La Federación adoptó un sistema Republicano y
Representativo, instauró la División de Poderes con un régimen presidencial.
Posteriormente el Estado de Guatemala promulgó, con el objeto de complementar
esta Constitución Federal, la suya propia, el 11 de octubre de 1825. Para el
período liberal, iniciado con la revolución encabezada por Justo Rufino Barrios y
Miguel García Granados, se emite una nueva Constitución, decretada por la
23

Asamblea Nacional Constituyente el 11 de diciembre de 1879. Reconoció el


derecho de exhibición personal y enmarcó a los derechos individuales bajo el título
de “Garantías”.
Los primeros textos constitucionales que rigieron la República de
Guatemala reconocieron derechos fundamentales de contenido individual y
político, propios de aquella época.

Tras el triunfo de la Revolución del 20 de octubre de 1944, se reconocen


los derechos económicos, sociales y culturales, de segunda generación,
adoptando los postulados del constitucionalismo social. La Constitución de ese
período revolucionario, en su Título III, denominado Garantías Individuales y
Sociales, reconoce en dos capítulos lo concerniente a tales derechos.

La Constitución guatemalteca de 1945 recogió las tesis más avanzadas del


constitucionalismo social, según explica el doctor Jorge Mario García Laguardia:
"Trata con extensión el capítulo del trabajo (salario mínimo, jornadas, descansos y
vacaciones, sindicalización libre, huelga y paro, trabajo de mujeres y menores,
indemnización por despido, jurisdicción privativa, seguridad social, servicio civil,
etc. artículos 55-71), cuya regulación dejó a leyes ordinarias que eran
promulgadas poco después, implementando el primer sistema de seguro social y
el primer Código de trabajo del país. Reconoce la propiedad privada, pero la limita
por su función social; prohíbe los latifundios y autoriza la expropiación forzosa por
causa de utilidad pública o interés social (artículos 90-92) con lo que abrió la
puerta a la realización de la reforma agraria, punto central del programa
revolucionario y fija limitaciones al régimen de concesiones administrativas en
defensa contra las inversiones extranjeras, presente la preocupación por el
enclave bananero. En cuanto a la cultura aparecían típicas reivindicaciones de
clase media, al reconocer la autonomía de la universidad nacional y propiciar la
mejora del magisterio; además fijaba una política indigenista y de protección a las
24

artes e industrias populares como elemento de la cultura nacional y en general


incluía normas orientadas a la defensa del patrimonio cultural (artículos 83-85).”21

El proceso constituyente de 1985 –que dio lugar a la formulación de una


nueva Constitución para Guatemala– se consolidó con la elección de los diputados
que integraron la Asamblea Nacional Constituyente, el primero de julio de 1984.
Dicha Asamblea fue integrada por una pluralidad de partidos políticos y tendencias
ideológicas. Dentro de ella no existía una bancada mayoritaria, lo cual permitió la
búsqueda de consensos y el esfuerzo político en la discusión. El 31 de mayo de
1985, se promulga la nueva Constitución y entró en vigencia el 14 de enero de
1986. Esa Asamblea también dictó la Ley Electoral y de Partidos Políticos y la Ley
de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad.

Esta Constitución agrupa los derechos fundamentales en su Título II, que


en el capítulo I, bajo el acápite de Derechos Individuales y en el Capítulo III, con
el título de Deberes y derechos cívicos y políticos, figuran los derechos de
primera generación, “los civiles y políticos”, y en el Capítulo II, denominado
Derechos Sociales.

Se advierte que el constituyente de 1985, para el reconocimiento de los


derechos fundamentales, utilizó el criterio de clasificación que se ha utilizado en el
devenir histórico del constitucionalismo guatemalteco, al dividirlos en individuales,
sociales y cívico-políticos; sin embargo, entre los sociales incluyó además, los
culturales y lo que clasificó como “Régimen económico y social”, en el que
estableció los deberes económicos del Estado, los cuales se traducen como
mecanismos de protección de los derechos económicos, tácitamente reconocidos,
por constituir deberes y obligaciones del Estado para con la economía nacional.
También, dentro del capítulo de Derechos Sociales se encuentran los derechos de
segunda y tercera generación, tales como los económico, sociales y culturales,
y los relativos a las comunidades indígenas, la protección del patrimonio cultural,
del medio ambiente, el equilibro ecológico y el régimen de aguas.
21
García Laguardia, Jorge Mario. Breve Historia Constitucional de Guatemala; Guatemala, Ministerio de
Cultura y Deportes, 2002. Pág. 87.
25

Al analizar el contenido de la parte dogmática de la Constitución


guatemalteca, puede advertirse que los derechos fundamentales constituyen
aquéllos que crean un ámbito de desarrollo y dignificación al titular del derecho
reconocido por el Estado en la Constitución, frente de las interferencias o
intromisiones de los poderes públicos y eventualmente de los grupos sociales o
bien de otros individuos, conformados por todos los derechos inherentes a la
persona humana, tanto los que expresamente figuran en su Constitución como los
no enunciados en ella, e incluye aquéllos reconocidos en convenios y tratados
internacionales aceptados y ratificados por Guatemala; pues, la Constitución
Política de la República de Guatemala, en su artículo 44, reconoce que los
derechos y garantías que ella confiere no excluyen otros que, aunque no figuren
expresamente en su texto, son inherentes a la persona humana; y, en su artículo
46, establece que en materia de derechos humanos prevalecen sobre el derecho
interno los convenios y tratados internacionales aceptados y ratificados por
Guatemala.
Cabe aclarar que, a pesar de que la Constitución guatemalteca titula el
apartado que norma tales derechos como Derechos Humanos y atendiendo a las
definiciones aquí analizadas, en este trabajo se estará refiriendo a los derechos
inherentes a la persona humana como “derechos fundamentales22”, con el afán de
limitar la extensión del tema al ámbito del Derecho Constitucional guatemalteco, y
separarla del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y de la Filosofía del
Derecho actual.

La Asamblea Nacional Constituyente de Guatemala de 1985 creó tres


instituciones básicas para la defensa de los derechos fundamentales y de la
constitucionalidad desde entonces, que son: El Procurador de los Derechos
Humanos, como Defensor del Pueblo u Ombusdman, el Tribunal Suprema

22
Ese carácter de derechos humanos positivizados en textos constitucionales también es recogido en el
Diccionario de la Real Academia Española, el cual los definen como: “Los que, por ser inherentes a la
dignidad humana y por resultar necesarios para el libre desarrollo de la personalidad, suelen ser
recogidos por las constituciones modernas asignándoles un valor jurídico superior.”
http://buscon.rae.es/draeI/. Consultado el 28 de agosto de 2010.
26

Electoral, como único órgano encargado del control de los derechos políticos, y la
Corte de Constitucionalidad, como Tribunal Defensor del orden constitucional y
Protector de los derechos fundamentales. Cada uno de ellos con fines propios y
funciones limitadas a esos fines.

Al respecto de las categorías de derechos fundamentales de la Constitución


guatemalteca, la Corte de Constitucionalidad ha considerado: “…La discusión
sobre el alcance del concepto de los derechos humanos tiene en el plano teórico
diversos enfoques, atendiendo no sólo a su desarrollo histórico sino a la
correspondiente valoración que tienen en cada sistema político-ideológico. Se
reconoce en su evolución una primera generación de ellos, que son los derechos
civiles y políticos, tales las libertades del individuo frente a la injerencia del Estado,
como expresión del liberalismo; una segunda generación, desarrollada en el
constitucionalismo latinoamericano, que son los económicos, sociales y culturales,
que constituyen demandas dirigidas contra el Estado para obtener ciertos servicios
o beneficios, por ejemplo: trabajo, salud y educación; y una tercera, llamados
derechos a la solidaridad, que se empiezan a reconocer en textos internacionales
y que, por su propia naturaleza, implican para lograr su aplicación, una actividad
concentrada de todas las fuerzas sociales..."23. Respecto del catálogo de derechos
fundamentales, dicho tribunal ha reconocido: “…Las doctrinas modernas que
preconizan la vigencia y respeto debido a los derechos humanos, sostienen un
criterio vanguardista respecto de que el catálogo de derechos humanos
reconocidos en un texto constitucional no puede quedar agotado en éste, ante el
dinamismo propio de estos derechos, que propugna por su resguardo, dada la
inherencia que le es insita respecto de la persona humana…”24; tal reconocimiento
fue plasmado en un derecho inherente en concreto –a la intimidad y el honor–:
“…la intimidad y el honor de la persona constituyen conceptos inherentes al
reconocimiento de la dignidad del ser humano; de esa cuenta, su incorporación al
catálogo de derechos resulta innegable, deduciéndose con ello no sólo la facultad

23
Sentencia 87-88 de 26-05-1988.
24
Sentencia de 11-10-2006, expediente 1356-2006.
27

del individuo de exigir su respeto, sino la obligación que pesa sobre el Estado de
procurar su observancia, la que se torna imprescindible para asegurar, entre otras
cosas, el desarrollo integral de la persona […] conforme lo indicado en el artículo
44 del texto constitucional, los derechos a la intimidad y al honor de la persona
humana, por el solo hecho de ser inherentes a ésta, se, ubican dentro de la esfera
de protección que el Estado se ve obligado a proveer,' lo que también cabe
deducir de su inclusión en tratados internacionales ratificados por Guatemala, en
armonía con lo dispuesto por el artículo 46 de la ley suprema…”25.

5. UN CASO DE CONTRAPOSICIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES: los


derechos de las comunidades indígenas frente al derecho a la protección
del patrimonio natural

Indiscutiblemente Guatemala es un país multiétnico, pluricultural y


multilingüe. Por esa razón, dentro de los temas cuyo reconocimiento se intentó en
las propuestas de reformas constitucionales de 1999 fue precisamente el de tales
calificativos; sin embargo, el resultado de la Consulta Popular de esa ocasión fue
negativo.
No obstante, la Constitución Política de la República, en su artículo 66,
reconoce que Guatemala está formada por diversos grupos étnicos entre los que
figuran los grupos indígenas de ascendencia maya, con lo cual, compromete al
Estado a reconocer, respetar y promover las formas de vida, costumbres,
tradiciones, formas de organización social, el uso del traje indígena en hombres y
mujeres, idiomas y dialectos de dichos grupos. Se suma a ello la protección
especial (artículo 67) que por parte del Estado deben gozar las tierras de las
cooperativas, comunidades indígenas o cualesquiera otras formas de tenencia
comunal o colectiva de propiedad agraria, así como el patrimonio familiar y
vivienda popular, para garantizar su posesión y desarrollo, con la finalidad de
asegurar a todos los habitantes una mejor calidad de vida.

25
Sentencia de 27-09-2007, expediente 1201-2006.
28

El artículo 67 constitucional, en su segundo párrafo, indica: “Las


comunidades indígenas y otras que tengan tierras que históricamente les
pertenecen y que tradicionalmente han administrado en forma especial,
mantendrán ese sistema.” Además, de ese reconocimiento, el Constituyente
dispuso (artículo 68) que sea el Estado quien provea de tierras estatales a las
comunidades indígenas que las necesiten para su desarrollo, mediante programas
especiales y legislación adecuada.
Es complemento de ello, el Convenio 169 de la OIT, que versa sobre
pueblos indígenas y tribales en países independientes, el cual ha sido suscrito y
ratificado por el Estado de Guatemala, en junio de 1996. En la Opinión Consultiva
que formulara el Congreso de la República en 1995 a la Corte de
Constitucionalidad previo a su ratificación, en resolución del 18 de mayo de 1995,
dicho Tribunal consideró precisamente que ese Convenio desarrolla aspectos
complementarios del ordenamiento jurídico guatemalteco. En lo que respecta al

tema que aquí se trata, el artículo 7 de dicho convenio señala: “1. Los pueblos

interesados deberán tener el derecho de decidir sus propias prioridades en lo que


atañe el proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte a sus vidas,
creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan
de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo posible, su propio desarrollo
económico, social y cultural. Además, dichos pueblos deberán participar en la
formulación, aplicación y evaluación de los planes y programas de desarrollo

nacional y regional susceptibles de afectarles directamente... ”

La Constitución de Guatemala, a pesar de no reconocer expresamente


como derecho de sus habitantes el patrimonio natural, lo efectúa tácitamente en su
artículo 64, al declarar de interés nacional la conservación, protección y
mejoramiento del patrimonio natural de la Nación. Además, la Carta Magna
establece que es el Estado el que debe fomentar la creación de parques
nacionales, reservas y refugios naturales, los cuales reputa como inalienables. Por
otra parte, el Magno Texto (artículo 97), establece que el Estado, las
29

municipalidades y los habitantes del territorio nacional están obligados a propiciar


el desarrollo social, económico y tecnológico que prevenga la contaminación del
ambiente y mantenga el equilibrio ecológico. Asimismo, establece que el legislador
debe dictar las normas necesarias para garantizar que la utilización y el
aprovechamiento de la fauna, de la flora, de la tierra y del agua, se realicen
racionalmente, evitando su depredación.
Una de las normativas referente a ese deber del legislador es la Ley de
Áreas Protegidas (Decreto 4-89 del Congreso de la República), la cual considera
que la diversidad biológica, es parte integral del patrimonio natural de los
guatemaltecos y por lo tanto declaró de interés nacional su conservación por
medio de áreas protegidas debidamente declaradas y administradas. Para ello,
creó el Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (SIGAP) integrado por todas
las áreas protegidas y entidades que la administran. En el artículo 7 de dicha ley
se define a las áreas protegidas como: “…las que tienen por objeto la
conservación, el manejo racional y la restauración de la flora y fauna silvestre,
recursos conexos y sus interacciones naturales y culturales, que tengan alta
significación por su función o sus valores genéticos, históricos, escénicos,
recreativos, arqueológicos y protectores, de tal manera de preservar el estado
natural de las comunidades bióticas, de los fenómenos geomorfológicos únicos, de
las fuentes y suministros de agua, de las cuencas críticas de los ríos, de las zonas
protectoras de los suelos agrícolas, de tal modo de mantener opciones de
desarrollo sostenible…”
En esa ley, se establece que las personas individuales o jurídicas que se
encuentren asentadas dentro de las áreas protegidas o en las que en el futuro
obtengan su declaratoria legal, deben adecuar su permanencia en las mismas, a
las condiciones y normas de operación, usos y zonificación de la unidad de que se
trate, procurando su plena incorporación al manejo programado de la misma.
Por otra parte, existen cuerpos legales en los cuales el legislador ha
desarrollado las delimitaciones, las formas de conservación y administración de
varias de las 45 áreas que reconoce la Ley de Áreas Protegidas, en las cuales ha
30

obviado o desplazado los derechos de los pueblos asentados en tales


delimitaciones territoriales.
La Corte de Constitucionalidad tiene como función esencial la defensa del
orden constitucional y, entre sus funciones, la de conocer en única instancia de las
acciones de inconstitucionalidad interpuestas contra leyes, reglamentos o
disposiciones de carácter general, objetadas total o parcialmente, a fin de
mantener el principio de supremacía constitucional que sujeta a la ley fundamental
el resto de la normativa legal.
Ha sido criterio reiterado de la Corte de Constitucionalidad que el análisis
confrontativo que requiere ese tipo de acciones únicamente puede realizarse con
los artículos de la Constitución Política de la República de Guatemala invocados
por el accionante frente a las normas que denuncie como violatorias, por lo que no
puede invocarse en esos análisis “en abstracto” normas del ordenamiento jurídico
internacional de derechos humanos, por el carácter de control constitucional que
reviste dicho examen.
En varias ocasiones, dicho Tribunal ha conocido de acciones contra las
leyes que declaran áreas protegidas regiones ecológicas específicas del país,
promovidas por habitantes de tales regiones, por estimar que afectan derechos
constitucionales de los habitantes locales.
La Corte se ha pronunciado al respecto del tema, en donde la acción
promovida fue de inconstitucionalidad general total contra el Decreto 12-2005 del
Congreso de la República de Guatemala, Ley que Declara el Área Protegida “Área
de Uso Múltiple, Río Sarstún”, la cual dio inicio al expediente que se identificó con
el número 2130-2005. Dicha acción fue interpuesta por más de 100 miembros de
las comunidades Q’eqchí asentadas en el área que fue declarada zona de uso
múltiple desde hace ya más de 50 años, provenientes en su mayoría del
departamento de Alta Verapaz.
Con fundamento en los artículos 64 y 97 de la Constitución Política de la
República de Guatemala y la Ley de Áreas Protegidas, el Decreto 12-2005 declara
área protegida la región del Río Sarstún, ubicada al norte del departamento de
31

Izabal. Tal declaratoria tiene como objetivos generales (según el artículo 3 del
decreto en cuestión) la protección de la biodiversidad y los ecosistemas que se
encuentren en dicha área, fomentar el desarrollo comunitario rural desde una
perspectiva del desarrollo sostenible y compatible con la conservación de los
recursos naturales, manejar en forma sostenible los recursos naturales del área
para el beneficio de la población local y de toda la población guatemalteca,
proteger y manejar las cuencas hidrográficas de la región de Sarstún, promover el
turismo ecológico de bajo impacto, fomentar la participación ciudadana de los
pobladores locales para el manejo del Área Protegida y generar vínculos de
trabajo para el manejo racional y sostenido de los recursos forestales y productos
no maderables del bosque que mantengan la interconectividad de las regiones
boscosas de la región. En síntesis, esa ley promueve el desarrollo sostenible de la
región declarada área protegida y patrimonio natural de la Nación.
Los accionantes alegaban que el decreto impugnado lesiona sus derechos
al respeto y la promoción de sus formas de vida, costumbres, tradiciones, formas
de organización social y administración de sus tierras de forma especial, que
estiman son derechos que la Constitución Política de la República de Guatemala
les reconoce como miembros de comunidades de la etnia Q’eqchí, y que se
encuentran directamente afectados por ese decreto, pues habitan en el área que
fue declarada zona de uso múltiple, en la cual celebran ceremonias que consisten
en ofrecimientos a las montañas y cerros para agradecer o pedir por la vida, la
buena cosecha, la lluvia y que los animales no hagan daño a la siembra; ritos que
realizan durante el año llamado Mayejak, según su cosmovisión maya, que en
idioma Q’eqchí significa precisamente “celebración de ceremonias tradicionales”.
Puntualmente señalaron vicios de inconstitucionalidad, por concular sus derechos
a la vida, a la libertad e igualdad, a la propiedad privada, a la inalienabilidad del
patrimonio natural, a la protección que merecen como grupos étnicos y a la
potestad de administrar tierras que históricamente les pertenecen, así como a la
posibilidad de obtener tierras estatales para su desarrollo.
Al pronunciarse al respecto, la Corte de Constitucionalidad, en sentencia de
32

11 de septiembre de 2007, invocó la jurisprudencia que al respecto ha emitido en

fallos anteriores26, en la cual sostiene que el “desarrollo sostenible”, se encuentra

cubierto por la aplicación de la Ley de Áreas Protegidas, que es general para todo
tipo de regulaciones sobre áreas concretas, las cuales comprenden el patrimonio
natural de la Nación tutelado por el artículo 64 constitucional, y con base en el
principio de dominio eminente del Estado que tiende a proteger una riqueza que
pertenece a las diferentes generaciones guatemaltecas y, por ello, es viable su
regulación legal y administrativa con fines a su preservación, protección,
conservación y restablecimiento. Agregó ese Tribunal que ese desarrollo
sustentable, según lo definía Galo Leoro Franco, involucra el concepto de que no
es posible proceso alguno de desarrollo que no se vincule al mismo tiempo con la
necesidad de evitar la utilización indiscriminada de los recursos naturales que por
esta irracional circunstancia conduzca al agotamiento o a la drástica disminución
de éstos en perjuicio del bienestar de las generaciones futuras. Concluyó que la
declaratoria de una zona de protección ecológica o de área protegida, tiende
precisamente a preservar un entorno de riqueza natural que beneficia a la
población que la habite; esto, desde luego, sin que puedan afectarse de manera
irrazonable, inequitativa o injusta intereses legítimos en concreto de los individuos
o grupos, que, en todo caso, podrían acudir a la defensa de ésos en cada
situación en que creyeran vulnerados sus derechos, pues debe existir conciliación
entre el desarrollo o aprovechamiento de los recursos naturales y su conservación,
dado que los recursos no son ilimitados, pero tampoco son intocables, por lo que

26
Ese criterio jurisprudencial fue aplicado también en las sentencias de 23 de febrero de 1999, expediente
575-98; 23 de enero de 2002, expediente 1186-2000 y 5 de septiembre de 2006, expediente 941-2005. En
esta última sentencia (del 05-09-2006, dictada en la acción promovida por el Alcalde Municipal de la
circunscripción territorial a la que pertenece el área protegida por la ley impugnada en esa oportunidad) la
Corte de Constitucionalidad señaló: “…Al respecto del carácter municipal sobre el desarrollo sostenible
del área protegida por el Decreto sub judice, cabe señalar que el interés social por la preservación y
conservación de los recursos naturales del país prevalece sobre el interés particular, común o colectivo,
del desarrollo sostenible de dichos recursos, lo cual rebasa la esfera de la administración municipal
autonómica y se basa, más bien, en el nuevo Derecho Administrativo Ambiental, por el que las
Municipalidades deben coordinar sus políticas ambientales con las políticas de esa categoría del Estado;
por el principio del dominio eminente del Estado sobre los bienes que constituyen el patrimonio
natural...”
33

deben usarse para satisfacer las necesidades de la población, sin que ello
implique su destrucción o deterioro.
Por último, el Tribunal señaló que siguiendo el contexto del bien jurídico
superior, protegido por el artículo 64 de la Constitución, es evidente que no puede
haber contradicción con la protección a los grupos étnicos, a las tierras de las
cooperativas, comunidades indígenas y otras formas de tenencia comunal o
colectiva de propiedad agraria, y a su administración por éstas, o a la dotación de
tierras estatales a dichas comunidades (artículos 66, 67 y 78 de la Constitución)
con la declaratoria de determinada área como protegida para evitar el agotamiento
de los recursos naturales y la degradación ambiental, en detrimento de la flora,
fauna, potencial humano y biodiversidad, ya que con dicha protección se cumple
no sólo con lo prescrito en el precitado artículo 64, sino con los fines del Estado
como la realización del bien común y garantizarle a los habitantes la vida, la
libertad y el desarrollo integral de la persona; además de las previsiones que
deben proteger a los grupos a que se refieren los artículos constitucionales
invocados por los accionantes.
Finalmente, la Corte concluyó: “…la normativa impugnada no violan los
derechos a la propiedad privada, la protección a grupos étnicos, el resguardo a las
tierras agrícolas indígenas, la obtención de tierras para comunidades indígenas, ni
la autonomía municipal, por no ser invocables en el presente caso, conforme lo
resaltado anteriormente, por ser restrictiva la misma Carta Magna en cuanto a ello
–interpretada en forma armónica–, al declarar de interés nacional la conservación,
protección y mejoramiento del patrimonio natural de la Nación, y que el Estado
debe fomentar la creación de parques nacionales, reservas y refugios naturales,
los cuales son inalienables, según el artículo 64 constitucional. La invocación de
esos derechos produciría constantemente conflictos de interés particular y
colectivo, lo cual ha quedado dirimido por el constituyente con el establecimiento
de la norma citada, que especifica que esas actividades son de interés
nacional…”.
34

Por último, en la sentencia que se analiza, la Corte aclara que lo anterior no


excluye la posibilidad de denunciar la existencia de una administración de los
recursos naturales irrazonable, inequitativa o injusta que afecte intereses legítimos
concretos de individuos o grupos, quienes, de ser el caso, podrían accionar en su
defensa contra aquellas situaciones en que se aprecien vulnerados sus derechos,
según lo aclara la misma jurisprudencia aplicada.

6. UN CASO DE INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL ARMONIZADORA: los


derechos a ser electos y a ocupar cargos públicos

El hecho de que la Constitución Política de la República de Guatemala


defina su sistema de gobierno republicano, democrático y representativo (según
su artículo 140) conlleva como consecuencia necesaria el reconocimiento de
derechos de libertad que garanticen una esfera de autonomía del individuo frente
al Estado (status libertatis) y proteger el derecho a participar en la formación de la
voluntad estatal (status activae civitatis), pues como indica el artículo 141
constitucional «la soberanía radica en el pueblo», en cuanto a sujeto de la
soberanía nacional y es el autor último de la voluntad del Estado.
La forma tradicional, en las democracias occidentales, en que se expresa la
status activae civitates, ha sido el derecho a elegir y ser electo (sufragio activo y
pasivo) para las asambleas representantivas y demás cargos de elección popular
(Asamblea Nacional Constituyente, Congreso, Presidente de la República y
Alcaldes Municipales) y a ocupar cargos públicos. Tales derechos son reconocidos
por la Constitución guatemalteca en los artículos 136 y 113, respectivamente.
El artículo 136 constitucional define los derechos y deberes políticos de los
ciudadanos, entre ellos el de elegir y ser electo y optar a cargos públicos; y el
artículo 113, reconoce el derecho de los guatemaltecos a optar a empleos o
cargos públicos. Ese último artículo especifica que para su otorgamiento no se
atenderá más que a razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y
honradez.
35

Pese a lo anteriormente expuesto, el legislador ordinario al momento de


establecer límites al ejercicio de ciertos cargos públicos establece como
impedimento de postulación la edad mínima o de prosecución un límite de edad
máxima para poder continuar en el ejercicio del cargo de que se trate.
El derecho político a elegir reconocido por el artículo 136 constitucional
conlleva el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio
de representantes, libremente designados en elecciones periódicas por sufragio
universal. Votar constituye una función imprescindible para el funcionamiento del
Estado democrático y, por tanto, representa un deber para los ciudadanos.
Estas elecciones de representantes llevan implícito el derecho de
participación política por medio de ellos, es decir en forma indirecta, lo cual
advierte que tales representantes puedan desempeñar sus funciones, defendiendo
el ejercicio de esas funciones, pues con ello se defiende el derecho de participar
que tienen los ciudadanos que los eligieron para su representación en los asuntos
públicos. Así se ha referido el Tribunal Constitucional español “…la vulneración del
derecho reconocido a permanecer en el cargo y a ejercerlo sin perturbaciones
ilegítimas afecta también, como consecuencia, al derecho de los ciudadanos a
participar en los asuntos públicos a través de sus representantes…” (STC 81/91),
lo cual es aplicable al sistema guatemalteco, ya que la soberanía proviene del
Pueblo y para su ejercicio la delega en los tres organismos del Estado y la función
pública no es delegable (arts. 141 y 154).
El status activae civitatis, traducido en la actualidad como el derecho a
participar en la formación de la voluntad estatal, se encuentra contemplado en la
Constitución Política de la República de Guatemala, en su artículo 136, inciso b),
como un derecho y un deber de los ciudadanos (elegir y ser electo), el cual
comprende, por una parte, los derechos de participación electoral (derecho de
sufragio activo) en órganos de representación política y, por otra, el derecho a ser
elegido y, con ello, acceder a funciones públicas; es decir, que ese derecho
político no se agota en la elección de representantes. Íntimamente vinculado a
este derecho aparece en la historia constitucional el complementario, consistente
36

en acceder a los cargos públicos, esto es, a las posiciones de autoridad en que se
adoptan decisiones de relevancia pública; y ello en una doble vertiente: en lo que
se refiere a cargos públicos de acceso mediante elección (derecho de sufragio
pasivo) y, por otro lado, respecto de funciones y cargos públicos de índole no
representativa (acceso a la función pública).
En febrero del año 2008, la Corte de Constitucionalidad desarrolló
precisamente la interpretación de esos derechos de sufragio pasivo y acceso a
cargos públicos, en la sentencia dictada dentro del expediente formado por acción
de inconstitucionalidad general 2336-2007, promovida contra la expresión "o haya
desempeñado" de la literal e) del artículo 156 de la Ley Nacional para el Desarrollo
de la Cultura Física y del Deporte, la cual limitaba la postulación a elecciones de
cargos directivos del deporte federado a quienes estuvieran desempeñando o
hubieran desempeñado un cargo remunerado dentro de la organización
administrativa o técnica del deporte federado hasta transcurrido un periodo de
cuatro años a partir de la fecha en que había dejado el cargo. En esa oportunidad,
el Tribunal declaró: “…La Constitución Política de la República de Guatemala
reconoce ese derecho de acceso a funciones y cargos públicos, electivos o no, en
su artículo 113: «Los guatemaltecos tienen derecho a optar a empleos o cargos
públicos…». Debe tenerse en cuenta la previsión adicional que se introduce,
respecto del derecho en cuestión, en comparación con el reconocido en el primer
apartado del mismo artículo: «…y para su otorgamiento no se atenderá más que a
razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez». No viene por
tanto a configurarse el contenido del derecho como aplicable directamente a todos
los guatemaltecos: no se trata, evidentemente, de que cualquier ciudadano, por el
mero hecho de serlo, tenga derecho a acceder a cualquier cargo o función pública.
La Constitución establece, entonces, un derecho de configuración legal. El
legislador (y, en su caso, el reglamento) podrá restringir el ámbito de los
cualificados para optar por una función o cargo público, estableciendo
determinados requisitos, que excluirán desde el principio, a categorías de
ciudadanos…”. Es decir que solamente por medio de una ley ordinaria puede
37

limitarse el acceso o la postulación a cargos públicos, siempre que se atienda


razones cualitativas, que permitan le selección de ciertos ciudadanos por sobre
otros; sin embargo tales razones no pueden ser demasiados restrictivas que
permitan determinar discriminación o violación al principio de igualdad; en ese
sentido se continúa pronunciando el Tribunal Constitucional guatemalteco en la
sentencia referida: “…Esta configuración legal, sin embargo, se ve limitada, por el
artículo 4 constitucional, con una exigencia: que se mantenga el principio de
igualdad. El legislador podrá, pues, establecer un conjunto de condiciones o
requisitos, para poder ser candidato a las elecciones generales o locales, o para
acceder a la función pública. Pero esas condiciones o requisitos habrán de ser
enunciados de tal forma que no predeterminen el resultado del proceso de
selección en favor de un candidato, discriminando desde el principio a quienes se
encuentren en condiciones similares. El contenido del derecho reconocido en el
artículo 113 de la Constitución establece la debida razonabilidad que debe existir
en las limitantes, en aras del respeto del principio de igualdad, proclamado por el
artículo 4 constitucional, pues a diferencia de éste, dicha norma no reconoce una
igualdad entre todos los ciudadanos, sino entre aquéllos que cumplan los
requisitos previstos por la ley, que se basen en razones fundadas en méritos de
capacidad, idoneidad y honradez; será ésta la que fije las categorías de
ciudadanos a quienes se abra el acceso a funciones o cargos públicos. Ahora
bien, ello no supone que el legislador goce de una absoluta libertad de acción a la
hora de determinar los requisitos en cuestión: éstos no han de ser discriminadores
en sí mismos (por ejemplo, excluyendo a priori a personas de determinado sexo,
raza o religión), ni podrán suponer vulneración de otros artículos
constitucionales…” De ello, se advierte que a pesar de la potestad de
configuración legal de la que goza para ese efecto el Organismo Legislativo, éste
se no puede limitar o establecer requisitos que conlleven arbitrariedades o
contradicciones a normas constitucionales, pues únicamente puede configurar las
limitantes en exigencias de capacidad, idoneidad y honradez, pero no puede
realizar dentro de esa configuración, restricciones determinadas que impliquen
38

violaciones precisamente a esos derechos de sufragio pasivo, acceso a cargos


públicos y al de igualdad.
El derecho a elegir y ser electo viene matizado por el requerimiento de que
se trate de elecciones por sufragio universal (o consultas referendarias) lo que
limita ese derecho al sufragio activo en elecciones políticas; sin embargo, éste se
complementa con el artículo 113 del Magno Texto, el cual no sólo introduce el
reverso del derecho del sufragio activo, al reconocer el derecho de sufragio pasivo
en condiciones de igualdad para la provisión de cargos políticos, sino que va más
allá: extiende su ámbito a las funciones o cargos públicos y no sólo a los cargos
electivos, sino también a posiciones funcionariales y asimiladas. En dicho artículo
no se introduce requerimiento alguno de que sean de naturaleza política,
interpretado a la luz de los Pactos Internacionales sobre Derechos Fundamentales
suscritos por Guatemala, sólo hace referencia a los cargos y funciones
representativas a los que se llega por procedimientos electivos. Ello supone que la
protección del artículo 113 constitucional se extiende no sólo a los cargos públicos
electivos, sino también a los puestos que se cubren por procedimientos distintos
de la elección (concursos, oposiciones y demás), quedando fuera de su protección
los cargos o puestos en organizaciones que no puedan considerarse integradas
en el aparato del Estado. Esta restricción ha hecho que no se considere aplicable
el precepto constitucional a puestos no definibles como integrados en la función
pública…” El contenido de este derecho presenta peculiaridades que lo diferencian
del derecho al sufragio pasivo. El artículo 113 constitucional remite a los requisitos
que señalen las leyes, basados en razones fundadas en méritos de capacidad,
idoneidad y honradez; se trata, pues de un derecho de configuración legal. El
legislador puede restringir el ámbito de los ciudadanos que puedan acceder a la
función pública, pero esa restricción sólo podrá basarse en los criterios
mencionados y no en otros. Entonces, los requisitos contenidos en la regulación
del acceso a la función pública deben responder a dos limitaciones: a) no producir
discriminaciones en favor o en perjuicio de personas determinadas, lo cual implica
que las reglas y limitantes para el acceso a los cargos y funciones públicas y, entre
39

ellas, las convocatorias de concursos y oposiciones, se establezcan en términos


generales y abstractos y no mediante referencias individuales y concretas, pues
tales referencias son incompatibles con la igualdad; y b) no exigir para el acceso a
la función pública requisito o condición alguna que no sea referible a mérito de
capacidad, idoneidad y honradez.
Por eso, el Tribunal Constitucional concluyó que otros criterios que no
tengan como referencia tales méritos, vulnerarían la igualdad, y, con ello, los
artículos 4 y 113 constitucionales.

7. OTROS CASOS DE INTERPRETACIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES

7.1. Derecho a la salud


Dos casos emblemáticos respecto al derecho a la salud, han sido resueltos
por la Corte de Constitucionalidad, en sentencias de treinta y uno de julio de dos
mil ocho, dentro de los expedientes 1083-2008 y 106-2008, respectivamente. El
primero referente a una acción de amparo instada por el Procurador de los
Derechos Humanos a favor de una mujer enferma de cáncer de mama, en la que
el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social –IGSS- había suspendido el
suministro de medicamentos que podían provocarle daños irreversibles y hasta la
muerte.

Al conocer de dicha acción, el máximo Tribunal constitucional arguyó que al


tener el Estado como fin supremo la realización del bien común, y prestar a través
de sus instituciones, como el Instituto de Seguridad Social, la seguridad social a
los ciudadanos, debía hacer una evaluación médica completa a la paciente, con el
objeto de seguir preservando su vida y el nivel adecuado de salud, a fin de
proporcionarle los medicamentos apropiados, y de ser el caso, mantener una
asistencia médica adecuada, como consultas y hospitalizaciones, tendientes a
preservar la salud y la vida de dicha persona, con la celeridad que el caso
ameritara. En cuanto a la segunda sentencia citada, el caso subyacente varias
personas que aducían padecer de una deficiencia renal crónica, sometidos a
hemodiálisis y trasplante de riñón, procuraban la tutela constitucional, contra el
40

Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, ante la sustitución del medicamento


que se les suministraba en el tratamiento para evitar el rechazo del riñón
trasplantado, provocándoles un riesgo eminente en su salud, debido a que el
medicamento sustituto no contenía los mismos componentes que el primero de los
suministrados.

La Corte, al pronunciarse, realizó un análisis previo en cuanto a la


adquisición y administración de los medicamentos para los pacientes adscritos al
seguro social, y posteriormente estimó que no podía dar por hecho cuál de los dos
medicamentos era el mas apropiado para los enfermos del riñón, en tanto que la
documentación que se adjuntó como prueba, se refería a análisis técnicos
científicos de los componentes de los medicamentos, no pudiéndose establecer si
alguno de éstos era dañino, atendiendo a las condiciones personales de cada
paciente. Razón por la que la protección constitución tuvo como alcances jurídicos
que la autoridad del seguro social, bajo su responsabilidad, debía analizar
conforme a los criterio clínicos, suficientemente comprobados y verificados bajo
controles científicos, cuál era la prescripción médica adecuada para cada paciente,
y abstenerse de suministrarle cualquier medicamento que pudiera poner en riesgo
su salud conforme al tratamiento particularizado.

7.2. Libertad de expresión vrs. desacato


En la acción de inconstitucionalidad general parcial 1122-2005, resuelta en
sentencia del primero de febrero de dos mil seis, promovida contra lo regulado en
el Código Penal por los delitos de desacato a funcionarios públicos, la Corte de
Constitucionalidad consideró que en tales tipos no existía un bien jurídico que
mereciera la tutela que se pretendía al instituirlos, generando una protección
adicional respecto de críticas, imputaciones o señalamientos de la que no
disponen los particulares y un efecto disuasivo en quienes deseen participar en el
debate público, por temor a ser objeto de sanciones penales aplicadas conforme
una ley que carece de la debida certeza entre los hechos y los juicios de valor.
Agregó que no era ajeno a ese Tribunal que desde mil novecientos noventa y
41

cinco, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos haya considerado que


las leyes que establecen el delito de Desacato son incompatibles con el artículo 13
de la Convención Americana de Derechos Humanos, al haberse determinado que
no son acordes con el criterio de necesidad y que los fines que persiguen no son
legítimos, por considerarse que este tipo de normas se prestan para abuso como
un medio para silenciar ideas y opiniones impopulares y reprimen el debate
necesario para el efectivo funcionamiento de las instituciones democráticas. (Vid.
Informe sobre la Incompatibilidad entre las leyes de desacato y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, OEA/Ser.L/V/II.88, Doc. 9 Rev. [1995] 17 de
febrero de 1995).

Por lo tanto, resolvió que tal regulación no guardaba conformidad con el


contenido del artículo 35 constitucional; y de ahí que por tratarse aquéllos de
normas preconstitucionales, se determinaba que éstos contenían vicios de
inconstitucionalidad sobrevenida, por lo cual debían ser excluidos del
ordenamiento jurídico guatemalteco.

7.3. Consulta de buena fe de los pueblos indígenas


En sentencia de veintiuno de diciembre de dos mil nueve, dictada dentro del
expediente 3878-2007, la Corte de Constitucionalidad resolvió la apelación de un
amparo promovida contra un acuerdo municipal que convocaba a los vecinos de
las comunidades indígenas mayas kaqchikeles del municipio de San Juan
Sacatepéquez del departamento de Guatemala a participar en la consulta de
vecinos, relacionada con la autorización de una licencia de exploración y
explotación minera concedida a una cementera nacional.
Al respecto, la Corte de Constitucionalidad señaló que el derecho de los
pueblos indígenas a ser consultados sobre medidas susceptibles de causarles
afectación emana del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo,
del cual advierte que es incuestionable el derecho de los pueblos interesados a
ser consultados, por lo que afirmpo que el Estado de Guatemala posee el
compromiso internacional de asumir una posición definida acerca del derecho de
42

consulta de los pueblos indígenas, expresada en varios componentes:


i) su reconocimiento normativo propiamente dicho y, por ende, su inserción al
bloque de constitucionalidad como derecho fundamental, por virtud de lo
establecido en los artículos 44 y 46 de la Carta Magna;
ii) consecuentemente, la obligación de garantizar la efectividad del derecho en
todos los casos en que sea atinente; y
iii) el deber de realizar las modificaciones estructurales que se requieran en el
aparato estatal –sobre todo en cuanto a la legislación aplicable– a fin de dar
cumplimiento a esa obligación de acuerdo a las circunstancias propias del
país.
Agregó que el débil desarrollo legal del derecho de consulta a nivel interno
constituye la manifestación más sensible de una de las dos facetas en las que
puede desdoblarse la insuficiencia que se le señala al Estado de Guatemala
respecto al tenor del conjunto de instrumentos internacionales antes reseñados,
como lo es la omisión en generar los ajustes en el andamiaje estatal que permitan
efectivizar aquel derecho. La otra sería la inobservancia del deber de garantizar su
vigencia misma, fin último que lógicamente ve atenuada su expectativa de
consecución debido a la referida carencia normativa; y aclaró: “…Sin embargo, es
imperioso subrayar que pese a que esta última naturalmente dificulta la protección
del derecho, no puede ser considerada valladar infranqueable para cumplir ese
cometido, pues ello equivaldría a admitir que la pasividad del poder público tuviera
como resultado legítimo vaciar de contenido a aquél, conclusión a todas luces
incongruente con la Teoría General de los Derechos Humanos. La carencia de
legislación ordinaria ad hoc no puede significar la nulidad del derecho que asiste a
las poblaciones indígenas, que debe ser respetado por el Estado. Como bien lo
señala Robert Alexy [Teoría de los derechos fundamentales (traducción de
Ernesto Garzón Valdés). Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2007. Pág.
406], los derechos fundamentales son “posiciones tan importantes que su
otorgamiento o no otorgamiento no puede quedar en manos de la simple mayoría
parlamentaria”; menos aún puede estar sujeta a la potestad legislativa su eficacia
43

misma, una vez que incluso han sido –como el que ocupa el presente estudio–
objeto de reconocimiento estatal en el concierto internacional. Consecuentemente,
el Estado debe asumir la tarea de llevar a cabo las acciones que sean necesarias
a fin de hacer efectivo el derecho de consulta en cada caso en que sea atinente, a
partir de la optimización de la infraestructura legal preexistente, en armonía con
los principios rectores que lo informan, que se abordarán en el considerando
posterior…”.
En cuanto al derecho fundamental a la consulta de las poblaciones
indígenas, la Corte de Constitucionalidad indicó que éste es, en esencia, un
derecho fundamental de carácter colectivo, por el que el Estado está obligado a
instaurar procedimientos de buena fe destinados a recoger el parecer libre e
informado de dichas comunidades, cuando se avizoren acciones
gubernamentales, ya sean legislativas o administrativas, susceptibles de afectarles
directamente, a fin de establecer los acuerdos o medidas que sean meritorios.
Siguiendo la clasificación en la que la doctrina suele aglutinar a los derechos
fundamentales [Arango Rivadeneira, Rodolfo. El concepto de derechos sociales
fundamentales. Legis, Bogotá, 2005. Pág. 35], corresponde caracterizarlo como un
derecho de prestación, que supone la actuación positiva del Estado para su plena
y real vigencia.

7.4. Derecho a la autodeterminación informativa


En sentencia dictada dentro del expediente 1356-2006, la Corte de
Constitucionalidad resolvió la apelación de sentencia del amparo promovido contra
la actividad de divulgación de información, que de la persona del amparista realiza,
sin autorización de éste una sociedad anónima por medio de una página web. En
dicho fallo, el Tribunal señaló que para la debida intelección del respeto al derecho
a la autodeterminación informativa del individuo, debe tenerse presente lo
siguiente: i) en la definición de “dato personal”, debe considerarse como tales
todos aquéllos que permitan identificar a una persona, y que posibiliten de ésta la
determinación de una identidad que a ella pueda reputarse como propia. Esta
determinación puede devenir, por citar algunos ejemplos, de un número de
44

identificación o bien por uno o varios elementos específicos, característicos de su


identidad física, fisiológica, psíquica, económica, cultural o social, etc.; ii) la
protección de la persona respecto de sus datos personales que son objeto de
automatización, debe ser consecuencia de la observancia de una obligación
general de protección de derechos humanos que resultan particularmente
vulnerables, precisamente si tales datos pueden ser objeto de tratamiento a través
de tecnología informática. De ahí que toda regulación o disposición que de tales
datos se haya de realizar, debe respetar, como condición ineludible, el contenido
esencial del derecho a la dignidad humana. En íntima relación con lo anterior,
también debe entenderse que la expresión "protección de datos personales",
conlleva que el destinatario de la protección antes indicada debe ser la persona
cuyos datos personales son objeto de tratamiento automatizado, protección que
abarca, en sentido amplio, desde el momento de la obtención de tales datos hasta
la utilización para dominio público de aquéllos. Se acota que el alcance de esa
protección debe determinarse, en principio, en razón de la trascendencia social o
interés social legítimo de esos datos personales; iii) la plena eficacia de este
derecho a la autodeterminación informativa debe permitir, a su vez, a la persona:
a) el derecho a la actualización de sus datos; b) el derecho a la rectificación por
información errónea, incompleta o inexacta de sus datos; c) el derecho a la
reserva (confidencialidad) de cierta información que sobre ella se obtenga, y que
aun cuando ésta pueda ser legalmente requerida, se mantenga en grado de
confidencialidad para terceras personas ajenas a la situación que motivó el
requerimiento; y d) el derecho a la exclusión, en circulación informativa abierta o
restringida, de cierta información que pueda considerarse en extremo sensible
para el interesado, y que sea producto de noticias o datos que sólo a este último
conciernan; exclusión que, para ser admitida, también debe tomar en cuenta los
parámetros de trascendencia social o interés social legítimo antes indicados.
Señaló que la comercialización de información obtenida de registros o bases de
datos personales deberían observar por lo menos: a) los datos que para tal efecto
hubiesen obtenido, lo hayan sido conforme una finalidad plenamente definida, de
45

forma legítima y de manera voluntaria por parte de aquél cuyos datos vayan a ser
objeto de comercialización; b) la utilización de esos datos personales debe
hacerse sin obviar un previo asentimiento de la persona interesada, utilización que
debe realizarse con un propósito compatible con aquél para el que se hubiesen
obtenido; y c) el registro y utilización de los mismos debe conllevar,
necesariamente, la implementación de controles adecuados que permitan, por
aquél que disponga de esos datos, la determinación de veracidad y actualización
de los datos por parte de quien comercializa con ellos, como una responsabilidad,
y el amplio goce del derecho a la rectificación de éstos por aquél que pudiera
verse afectado en caso de una errónea o indebida actualización.

Por último, la Corte sostuvo que ante la carencia de otro medio reparador y
por la amplitud con la que está establecido el ámbito de conocimiento del amparo,
éste resulta ser la acción constitucional idónea para garantizar el derecho que a
toda persona asiste de acceder a su información personal recabada en bancos de
datos o registros particulares u oficiales (observándose, respecto de este último,
las situaciones de excepcionalidad contenidas en el artículo 30 constitucional), o
cuando esos datos sean proporcionados por personas individuales o jurídicas que
prestan un servicio al público de suministro de información de personas, a fin de
positivar aquellos derechos de corregir, actualizar, rectificar, suprimir o mantener
en confidencialidad información o datos que tengan carácter personal, y así
garantizar el adecuado goce de los derechos reconocidos en los artículos 4º, 28 y
31 de la Constitución Política de la República.

7.5. Derecho a la protección de datos personales


En sentencia dictada dentro del expediente 1201-2006, la Corte de
Constitucionalidad resolvió la acción de inconstitucionalidad total promovida contra
la Ley del Registro Nacional de Personas –RENAP-, en la que al respecto del
derecho a la intimidad y el honor de la persona estimó que constituyen conceptos
inherentes al reconocimiento de la dignidad del ser humano; de esa cuenta, su
incorporación al catálogo de derechos resulta innegable, deduciéndose con ello no
46

sólo la facultad del individuo de exigir su respeto, sino la obligación que pesa
sobre el Estado de procurar su observancia, la que se torna imprescindible para
asegurar, entre otras cosas, el desarrollo integral de la persona. En el plano
guatemalteco, la Constitución en los artículos 24, asegura la inviolabilidad de
correspondencia, documentos y libros; 25, establece la obligación de guardar el
respeto a la dignidad, intimidad y decoro ante registros personales; y 31, garantiza
el derecho al acceso, corrección, rectificación y actualización de la información
contenida en archivos y registros estatales, así como el conocimiento del uso que
se dé a dicha información. Asimismo, conforme lo indicado en el artículo 44 del
texto constitucional, los derechos a la intimidad y al honor de la persona humana,
por el solo hecho de ser inherentes a ésta, se ubican dentro de la esfera de
protección que el Estado se ve obligado a proveer, lo que también cabe deducir de
su inclusión en tratados internacionales ratificados por Guatemala, en armonía con
lo dispuesto por el artículo 46 de la ley suprema.

Al realizar el estudio correspondiente el Tribunal Constitucional indicó que la


normativa atacada de inconstitucionalidad no iba encaminada a propiciar que
cualquier persona accediera a la información a cargo del RENAP, como afirmaba
la accionante; por el contrario, el fin perseguido era proveer de las herramientas
necesarias que permitieran el efectivo cumplimiento de las distintas funciones
atribuidas al Estado, por medio de las instituciones y órganos establecidos para
ello. Indica la sentencia, que en efecto, la regulación legal permitía proporcionar la
información contenida en el Registro a distintas autoridades estatales, ante el
interés público de atender otros ámbitos para los cuales tales datos resultaran
indispensables. Afirma el fallo que si bien la normativa facultaba al RENAP a
proporcionar a entes públicos determinados datos personales sin que el titular de
éstos lo consintiera y sin hacer de su conocimiento el destinatario de tal
información o el uso que se le daría, tal facultad se justificaba ante la
preponderancia de los fines que se buscaban alcanzar mediante ello. En tal
sentido, el mantenimiento y promoción de la paz social, la justicia, la seguridad y el
desarrollo integral de la persona, como deberes que el Estado está obligado a
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garantizar conforme al artículo 2o de la Constitución, podían establecer


restricciones a la observancia absoluta de determinados derechos. En otras
palabras, ante acciones que perseguían garantizar valores y objetivos propios de
la función estatal que incumben al conglomerado social –incluidas la averiguación
y persecución de los delitos y la administración de justicia, entre otros–, el
resguardo indistinto de aquellos derechos debe ceder en aras de garantizar el
interés colectivo.

Estimando, además, que la facilitación de información al Ministerio Público


y a las autoridades policiales o judiciales tenía como fin coadyuvar con la tarea
propia de tales órganos, con la averiguación de aquellos hechos tipificados como
delito por la ley, el mantenimiento de la seguridad ciudadana o la resolución de los
distintos asuntos sometidos a conocimiento de los tribunales de justicia; asimismo,
los datos que pudiera requerir el Tribunal Supremo Electoral se hacían necesarios
para verificar el correcto funcionamiento de las organizaciones políticas, la
identidad de quienes se postulan a cargos de elección popular y la veracidad del
contenido del padrón electoral, entre otros fines. Por otro lado, aunque no se
mencionaba en dicha ley qué otras autoridades podrían solicitar información al
Registro Nacional de las Personas, sí se enunciaba que serían únicamente de
carácter estatal, con lo cual se evidencia que la información a que tenían acceso
sería utilizada para el ejercicio de las funciones propias de cada órgano público,
siendo el RENAP, el que debería determinar qué instituciones podían obtener
dicha información, en armonía con las atribuciones que les habían sido
encomendadas, para así asegurar el cumplimiento de la función encomendada a
las Municipalidades y coadyuvar con ello al alcance de los fines que la
Constitución impone al Estado.

7.6. Derecho a la educación superior


Dentro del expediente 448-2006, se conoció de la inconstitucionalidad
general parcial promovida contra artículos del reglamento general de evaluación y
promoción del estudiante de la Universidad de San Carlos de Guatemala
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referentes a la asignación, repitencia y requisitos de asignación, denunciados de


vicios por estimar el interponente que restringe el derecho a la educación que
reconoce la Constitución.

En esa oportunidad, la Corte de Constitucionalidad consideró que el


derecho a la educación es un derecho universal que comprende el derecho
fundamental de recibir gratuita y obligadamente educación primaria y secundaria y
la posibilidad de tener acceso a una formación técnica y profesional; sin embargo,
en cuanto a la educación superior, si bien ésta debe hacerse accesible a todos, es
sobre la base de la capacidad y rendimiento académico de cada uno, y en función
de los méritos respectivos. La educación superior estatal debe entenderse como
un servicio público, en cuya prestación se debe observar el respeto a los derechos
fundamentales, el cual debe ser proporcionado y facilitado por el Estado (artículo
71 constitucional), por medio de la Universidad de San Carlos de Guatemala, por
ser a ésta a la que le corresponde con exclusividad dirigir, organizar y desarrollar
la educación superior estatal, en ejercicio de su autonomía. El derecho que se
tiene es a recibir una educación de calidad, y para garantizarla se hace necesario
fijar requisitos mínimos de aprovechamiento por parte de quien se educa con fines
de formar un profesional competitivo. De esa cuenta, es razonable que la
Universidad estatal estime que si alguien –a pesar de esforzarse– no logra
alcanzar ese mínimo deba ser excluido del correspondiente programa académico.
Esta decisión de la Universidad no vulneraría el derecho al libre desarrollo de la
personalidad o el de educación, pues el ingreso y permanencia de quienes no
llenan los requisitos mínimos ni las exigencias para el aprovechamiento
académico, implica un desgaste al presupuesto de egresos de esa institución
pública y, por ende, del Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado;
por lo que no resulta arbitraria e irracional la decisión de imponer límites a un
estudiante que no cumple con dichos requisitos, cuando se hace necesario
priorizar el interés general ante el interés particular, con el fin de garantizar la
realización del bien común. Esto se complementa con la reiterada jurisprudencia
que este Tribunal Constitucional ha precisado, en cuanto a que ningún derecho
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fundamental tiene carácter absoluto, pues el ejercicio de los derechos


fundamentales puede ser objeto de la imposición de límites, ya sea para armonizar
su ejercicio con otros derechos de su mismo rango, o bien para lograr la
efectividad de otros bienes, principios o valores constitucionales. En ejercicio de la
autonomía universitaria, puede restringirse el derecho a la educación superior
estatal, cuando se justifique en el incumplimiento, por parte de un estudiante en
particular, del deber de desarrollar su preparación académica con honestidad y
responsabilidad, y los deberes que se comprometió a respetar al ingresar a la
institución. En ese caso, la ponderación entre el derecho a la educación del
infractor y el de la autonomía universitaria del ente académico es resuelto con
base en el interés social (que prevalece sobre el particular), en el que esa
institución educativa debe fundamentar su regulación para la formación de sus
estudiantes, por cuanto todo lo que tiene lugar en el ámbito universitario debe
estar encaminado a garantizar el desarrollo integral de sus estudiantes,
encaminado no sólo a que la persona adquiera conocimientos científicos, técnicos
y humanísticos, sino también que logre su debido aprovechamiento; pues de no
ser así, surge la necesidad de ceder su interés particular frente al interés general,
con el fin de garantizar la realización del bien común, como se mencionó
anteriormente. Mediante el ejercicio de la autonomía universitaria, es posible que
la Universidad de San Carlos de Guatemala regule el ejercicio de la educación
superior estatal, lo que le permite condicionarlo, sin imponer requisitos
desproporcionados que hagan nugatorio ese derecho, pues dicha facultad
autonómica fue otorgada por el constituyente en aras de garantizar ese ejercicio;
es decir que la educación superior estatal –como servicio público y social– no
puede organizarse, ciertamente, de manera que violente los derechos y libertades
que la Constitución garantiza, pero es claro que el Estado, por medio de la
Universidad de San Carlos de Guatemala –en uso de la autonomía que
constitucionalmente se le reconoce–, puede organizar la prestación de ese
servicio y, en particular, el modo de controlar el aprovechamiento de los
estudiantes de la forma que juzgue más conveniente.
50

Por lo tanto, los argumentos de violaciones constitucionales invocados por


el accionante, en cuanto a las limitantes establecidas en las normas impugnadas,
no tuvieron el sustento necesario para acoger su pretensión.

8. BIBLIOGRAFÍA

8.1. Obras consultadas


 Alexy, Robert; Teoría de los derechos fundamentales, traducido al español
por Ernesto Garzón Valdés; España, Centro de Estudios Constitucionales;
1993.
 Arango Durling, Virgina; Introducción a los Derechos Humanos; Panamá,
Ediciones Panamá Viejo. 2000. 2ª edición.
 Arango, Rodolfo; El Concepto de Derechos Sociales Fundamentales;
Chile, Editorial Legis; 2005.
 Chacón Corado, Mauro; La Justicia Constitucional y la Función del
Tribunal Constitucional en Guatemala; Libro colectivo, Ferrer Mac-Gregor,
Eduardo (coord.); La Ciencia del Derecho Procesal Constitucional.
Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta años
como investigador del Derecho, T. II, tribunales constitucionales y
democracia; México, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México, 2008.
 Ferrajoli, Luigi. Sobre los derechos fundamentales. Del libro colectivo
Miguel Carbonell (coord..); Teoría del neoconstitucionalismo; España,
Editorial Trotta, 2007.
 Ferrajoli, Luigi; Garantismo, una discusión sobre derecho y democracia,
traducción de Andrea Greppi; España, Editorial Trotta.
 García Laguardia, Jorge Mario. Breve Historia Constitucional de
Guatemala; Guatemala, Ministerio de Cultura y Deportes, 2002.
 Grimm, Dieter; Constitucionalismo y derechos fundamentales, traducción
de Raúl Sanz Burgos y José Luis Muñoz de Baena Simón; España, Editorial
Trotta, 2006.
51

 Guastini, Riccardo. Derechos: Una Contribución Analítica (en SAUCA,


J.M. Problemas actuales de los Derechos Fundamentales). Universidad
Carlos III de Madrid. España, 1994.
 Herrera, Carlos Miguel. Estado, Constituição e Direitos Sociais. Libro
colectivo, Daniel Sarmiento (coord.); Direitos Sociais; Brasil, Editora Lumen
Juris, 2008.
 Naranjo Meza, Vladimir; Teoría Constitucional e Instituciones Políticas;
Colombia, Editorial Temis, 4ª edición, 1991.
 Nogueira Alcalá, Humberto; Teoría y Dogmática de los Derechos
Fundamentales; México, Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003.
 Pereira-Orozco, Alberto y Marcelo Pablo Richter; Derecho Constitucional;
Guatemala, Editorial De Pereira, 4ª edición, 2008.
 Prieto Sanchís, Luis; Derechos Fundamentales, Neoconstitucionalismo y
Ponderación Judicial; Perú, Palestra Editores; 2007.
 Prieto Sanchís, Luis; Los Derechos Sociales y el Principio de Igualdad
Sustancial; España, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, núm.
22, Madrid, 1995.
 Vigo, Rodolfo L.; Los principios jurídicos. Perspectiva jurisprudencial;
Argentina, Editorial Depalma, 2000.
 Zagrebelsky, Gustavo; El Derecho Dúctil. Ley, Derechos, Justicia.
Traducción de Marina Gascón; España, Editorial Trotta, 6ª edición, 2005.

8.2. Sentencias referidas


 Sentencia de 26-05-1988, expediente 87-88
 Sentencia de 04-12-2007, expediente 184–2007
 Sentencia de 05-09-2006, expediente 941-2005
 Sentencia de 11-10-2006, expediente 1356-2006
 Sentencia de 13-11- 2007, expediente 1688-2007
 Sentencia de 15-04-1997, expediente 1246-96
52

 Sentencia de 17-03- 2004, expediente 1143-2003


 Sentencia de 18-05-1995, expediente 199-95
 Sentencia de 19-12- 2002, expediente 1250-2002
 Sentencia de 20-05-2010, expediente 4095-2009
 Sentencia de 25-04-2007, expediente 2863-2006
 Sentencia de 27-09-2007, expediente 1201-2006
 Sentencia de 30-03- 2005, expediente 2170-2004
 Sentencia de 30-09-2009, expediente, 3826-2008
 Sentencia de 16-01-2003, expediente 31-2001
 Sentencia de 29 -06-2002, expediente 949-2002

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