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LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES
3
Cit. Pos. Arango Durling, Virgina; Introducción a los Derechos Humanos; Panamá, Ediciones Panamá
Viejo. 2000. 2ª edición. p. 31.
3
jurídica de la libertad. Explica Grimm que los derechos naturales del hombre se
transformaron asimismo en derecho positivo mediante la promulgación de las
declaraciones de derechos. Por ello, concluye que los derechos fundamentales no
sólo son difícilmente modificables, sino incluso refractarios a la modificación y, en
tanto que tales, son derechos jerárquicamente preeminentes.4 De esa definición,
se desprende el carácter histórico que el referido autor alemán otorga a los
derechos fundamentales, por ello, estima que son el resultado de la positivización
de los derechos naturales de los que hablaban los iusnaturalistas, entre ellos los
filósofos de la Ilustración que inspiraron tales declaraciones de derechos, como el
Bill of Rights norteamericano y la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, francesa. Además, esta definición limita los derechos fundamentales a
los derechos de libertad y les otorga el carácter de inmodificables.
Para Luigi Ferrajoli: "son „derechos fundamentales‟ todos aquellos derechos
subjetivos que corresponden universalmente a „todos‟ los seres humanos en
cuanto dotados del status de personas, de ciudadanos o personas con capacidad
de obrar; entendiendo por „derechos subjetivos‟ cualquier expectativa (en
prestaciones) o negativa (de no sufrir lesiones) adscrita a un sujeto por una norma
jurídica; y por „status’ la condición de un sujeto, prevista asimismo por una norma
jurídica positiva, como presupuesto de su idoneidad para ser titular de situaciones
jurídicas y/o autor de los actos que son ejercicio de éstas."5 La característica que
se puede extraer de esta definición, es la de que todo derecho fundamental es un
derecho subjetivo, con lo cual les está otorgando un grado de exigibilidad. Ello
significa que el titular del derecho tiene la facultad de exigir su respeto y
observancia, acudiendo, si fuere el caso, a los órganos jurisdiccionales
competentes, por medio de los mecanismos que el orden jurídico establezca para
demandar la protección y la separación del menoscabo sufrido. Según esta
concepción de los derechos fundamentales, no existe ningún derecho fundamental
4
Grimm, Dieter; Constitucionalismo y derechos fundamentales, traducción de Raúl Sanz Burgos y José
Luis Muñoz de Baena Simón; España, Editorial Trotta, 2006. Págs. 77-80.
5
Ferrajoli, Luigi; Garantismo, una discusión sobre derecho y democracia, traducción de Andrea Greppi;
España, Editorial Trotta. Pág. 45g.
4
6
Arango, Rodolfo; El Concepto de Derechos Sociales Fundamentales; Chile, Editorial Legis; 2005. Págs.
31-32.
7
Prieto Sanchís, Luis; Derechos Fundamentales, Neoconstitucionalismo y Ponderación Judicial; Perú,
Palestra Editores; 2007. Págs. 27-29.
5
8
Ferrajoli, Luigi. Sobre los derechos fundamentales. Del libro colectivo Miguel Carbonell (coord..); Teoría
del neoconstitucionalismo; España, Editorial Trotta, 2007. Págs. 73-75
9
Alexy, Robert; Teoría de los derechos fundamentales, traducido al español por Ernesto Garzón Valdés;
España, Centro de Estudios Constitucionales; 1993. Pág. 432
6
10
Alexy, Robert. Op. Cit. Págs. 83-87
7
todas aquellas normas que, por un lado, disciplinan las relaciones entre el Estado
y los ciudadanos, y por otro, aquéllas que versan sobre la organización de los
poderes públicos. A todas luces, pertenecen a esta categoría las normas que
confieren a los individuos derechos contra el Estado, de los “derechos públicos
subjetivos”, como suele decir. Es así como se denominan “fundamentales” los
derechos constitucionales de los particulares ante el Estado. Son formalmente
constitucionales aquellos derechos consagrados por una Constitución escrita. Son
materialmente constitucionales aquellos derechos que no han sido establecidos en
un documento constitucional, pero que se refieren a las relaciones entre el Estado
y los ciudadanos y que, por ese mismo motivo, inciden sobre la organización de
los poderes públicos. En segundo lugar, se denominan “fundamentales” aquellos
derechos que no requieren a su vez un fundamento o una justificación, o por lo
menos que no requieren un fundamento o una justificación jurídica positiva. En
ese sentido, los derechos fundamentales son derechos morales o “naturales”.
Según se advierte, en esa noción de “derechos fundamentales” se combinan ideas
iuspositivistas y iusnaturalistas: los derechos naturales son, al mismo tiempo,
derechos constitucionales (al menos “materialmente” constitucionales) y derechos
morales.11
De ambas concepciones, se puede deducir que son formalmente
constitucionales (positivos) aquellos derechos consagrados por una Constitución
escrita y son materialmente constitucionales (naturales) aquellos derechos que no
han sido establecidos en un documento constitucional, pero que se refieren a las
relaciones entre el Estado y los ciudadanos y que, por ese mismo motivo, inciden
sobre la organización de los poderes públicos.
Según se analizó, tradicionalmente los derechos fundamentales han sido
concebidos como derechos públicos subjetivos, es decir, como posibilidades de
hacer o no hacer que tiene el individuo considerado como tal frente al poder
estatal. No obstante, el reconocimiento de la supremacía de la dignidad humana,
11
Guastini, Riccardo. Derechos: Una Contribución Analítica (en SAUCA, J.M. Problemas actuales de los
Derechos Fundamentales). Universidad Carlos III de Madrid. España, 1994. Págs. 221 y 222.
8
12
Sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 13 de noviembre de 2007, en el expediente de
inconstitucionalidad general parcial 1688-2007, que declaró inconstitucional el tercer párrafo del artículo
5 del Decreto 88-2005 del Congreso de la República, Ley para la Ejecución del Proyecto Vial
Denominado Franja Transversal del Norte, que literalmente dice: “No se efectuarán, bajo ninguna
circunstancia, cobros a los usuarios guatemaltecos de la carretera Franja Transversal del Norte”, con
base en la tesis aquí citada.
11
13
Nogueira Alcalá, Humberto; Teoría y Dogmática de los Derechos Fundamentales; México,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003. Págs. 55-57.
12
14
Sentencia de 20-05-2010, expediente 4095-2009.
15
Sentencia de 25 de abril de 2007, expediente 2863-2006.
14
16
Además de otras leyes fundamentales inglesas anteriores, como la Carta Magna de 1215, el Petition of
Rights de 1628, el Habeas Corpus Act de 1679 y el Bill of Rights de 1689, según enseña el profesor
Naranjo. (Naranjo Meza, Vladimir; Teoría Constitucional e Instituciones Políticas; Colombia, Editorial
Temis, 4ª edición, 1991. Pág. 32).
16
de posibles excesos. Esta actitud de recelo respecto del poder fue la lógica
reacción histórica ante el absolutismo monárquico anterior.
En todas las declaraciones de derechos de esa época 17, gravitó la idea de
que la amenaza principal contra las prerrogativas personales proviene de la
autoridad pública. Más tarde, con el desarrollo desenfrenado del capitalismo y sus
aberraciones, se descubrieron nuevos peligros contra las libertades humanas en la
entraña de las fuerzas económicas de la sociedad. Se propaga a todas las
naciones –con el modelo de la Constitución norteamericana de 1787 y de la
francesa 1791– la idea de un texto fundamental que reconoce derechos
individuales y políticos del ciudadano, así como la organización y estructuración
del Estado, a saber: a) se instauró constitucionalmente un orden económico indivi-
dualista y liberal, declarándose a la propiedad como derecho inviolable (Cerdeña,
1848, art. 29; Argentina, 1853, art. 14; Costa Rica, 1888, art. 29); pleno (Brasil,
1891, art. 72), y hasta sagrado (Haití, 1889, art. 19; Uruguay, 1830, art. 144); b) la
propiedad es defendida en particular contra el Estado, ya que la constitución
impedía, generalmente, las confiscaciones (Cuba, 1899, art. 33; El Salvador,
1886) y admitía la expropiación sólo mediando una justa y previa indemnización al
propietario (Bélgica, 1831, art. 11; España, 1876, art. 10); c) se enunciaron
también una serie de derechos correlativos, como los de circulación de esa
propiedad, mediante la libertad de adquisición y disposición de los bienes y la
prohibición de establecer derechos feudales o de vasallaje; d) comúnmente, se
reconocían derechos de asociarse, de comerciar, de navegar y de ejercer cual-
quier industria; e) por otra parte, en el ámbito de las relaciones entre los
propietarios y los empleados, el constitucionalismo de esta primera etapa admitió
en algunos casos y de modo explícito el derecho a trabajar en cualquier industria o
comercio (Francia, 1793, art. 13; Brasil, 1891, art. 72).
17
A partir de la Revolución Francesa, los textos constitucionales se pusieron de moda y comenzaron a
dictarse en los Estados del mundo civilizado. Las las constituciones francesas de 1791, 1793, 1795 y 1799
repercutieron en las de España de 1812, Portugal de 1822, Noruega de 1814 y Bélgica de 1831. En
América, el predominio constitucional lo tuvo indiscutiblemente Estados Unidos, aunque tampoco puede
ignorarse la trascendencia de las constituciones de Francia y su Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789, así como la Constitución española de 1812 que, dicho sea de paso, rigió en países
como México, Guatemala y Colombia, durante el período colonial.
17
18
Pereira-Orozco, Alberto y Marcelo Pablo Richter; Derecho Constitucional; Guatemala, Editorial De
Pereira, 4ª edición, 2008. Pág. 56.
19
Herrera, Carlos Miguel. Estado, Constituição e Direitos Sociais. Libro colectivo, Daniel Sarmiento
(coord.); Direitos Sociais; Brasil, Editora Lumen Juris, 2008 Págs. 13-15.
19
20
Vid. Arango Durling, Virginia. Ob. Cit., p. 96.
22
22
Ese carácter de derechos humanos positivizados en textos constitucionales también es recogido en el
Diccionario de la Real Academia Española, el cual los definen como: “Los que, por ser inherentes a la
dignidad humana y por resultar necesarios para el libre desarrollo de la personalidad, suelen ser
recogidos por las constituciones modernas asignándoles un valor jurídico superior.”
http://buscon.rae.es/draeI/. Consultado el 28 de agosto de 2010.
26
Electoral, como único órgano encargado del control de los derechos políticos, y la
Corte de Constitucionalidad, como Tribunal Defensor del orden constitucional y
Protector de los derechos fundamentales. Cada uno de ellos con fines propios y
funciones limitadas a esos fines.
23
Sentencia 87-88 de 26-05-1988.
24
Sentencia de 11-10-2006, expediente 1356-2006.
27
del individuo de exigir su respeto, sino la obligación que pesa sobre el Estado de
procurar su observancia, la que se torna imprescindible para asegurar, entre otras
cosas, el desarrollo integral de la persona […] conforme lo indicado en el artículo
44 del texto constitucional, los derechos a la intimidad y al honor de la persona
humana, por el solo hecho de ser inherentes a ésta, se, ubican dentro de la esfera
de protección que el Estado se ve obligado a proveer,' lo que también cabe
deducir de su inclusión en tratados internacionales ratificados por Guatemala, en
armonía con lo dispuesto por el artículo 46 de la ley suprema…”25.
25
Sentencia de 27-09-2007, expediente 1201-2006.
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tema que aquí se trata, el artículo 7 de dicho convenio señala: “1. Los pueblos
Izabal. Tal declaratoria tiene como objetivos generales (según el artículo 3 del
decreto en cuestión) la protección de la biodiversidad y los ecosistemas que se
encuentren en dicha área, fomentar el desarrollo comunitario rural desde una
perspectiva del desarrollo sostenible y compatible con la conservación de los
recursos naturales, manejar en forma sostenible los recursos naturales del área
para el beneficio de la población local y de toda la población guatemalteca,
proteger y manejar las cuencas hidrográficas de la región de Sarstún, promover el
turismo ecológico de bajo impacto, fomentar la participación ciudadana de los
pobladores locales para el manejo del Área Protegida y generar vínculos de
trabajo para el manejo racional y sostenido de los recursos forestales y productos
no maderables del bosque que mantengan la interconectividad de las regiones
boscosas de la región. En síntesis, esa ley promueve el desarrollo sostenible de la
región declarada área protegida y patrimonio natural de la Nación.
Los accionantes alegaban que el decreto impugnado lesiona sus derechos
al respeto y la promoción de sus formas de vida, costumbres, tradiciones, formas
de organización social y administración de sus tierras de forma especial, que
estiman son derechos que la Constitución Política de la República de Guatemala
les reconoce como miembros de comunidades de la etnia Q’eqchí, y que se
encuentran directamente afectados por ese decreto, pues habitan en el área que
fue declarada zona de uso múltiple, en la cual celebran ceremonias que consisten
en ofrecimientos a las montañas y cerros para agradecer o pedir por la vida, la
buena cosecha, la lluvia y que los animales no hagan daño a la siembra; ritos que
realizan durante el año llamado Mayejak, según su cosmovisión maya, que en
idioma Q’eqchí significa precisamente “celebración de ceremonias tradicionales”.
Puntualmente señalaron vicios de inconstitucionalidad, por concular sus derechos
a la vida, a la libertad e igualdad, a la propiedad privada, a la inalienabilidad del
patrimonio natural, a la protección que merecen como grupos étnicos y a la
potestad de administrar tierras que históricamente les pertenecen, así como a la
posibilidad de obtener tierras estatales para su desarrollo.
Al pronunciarse al respecto, la Corte de Constitucionalidad, en sentencia de
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cubierto por la aplicación de la Ley de Áreas Protegidas, que es general para todo
tipo de regulaciones sobre áreas concretas, las cuales comprenden el patrimonio
natural de la Nación tutelado por el artículo 64 constitucional, y con base en el
principio de dominio eminente del Estado que tiende a proteger una riqueza que
pertenece a las diferentes generaciones guatemaltecas y, por ello, es viable su
regulación legal y administrativa con fines a su preservación, protección,
conservación y restablecimiento. Agregó ese Tribunal que ese desarrollo
sustentable, según lo definía Galo Leoro Franco, involucra el concepto de que no
es posible proceso alguno de desarrollo que no se vincule al mismo tiempo con la
necesidad de evitar la utilización indiscriminada de los recursos naturales que por
esta irracional circunstancia conduzca al agotamiento o a la drástica disminución
de éstos en perjuicio del bienestar de las generaciones futuras. Concluyó que la
declaratoria de una zona de protección ecológica o de área protegida, tiende
precisamente a preservar un entorno de riqueza natural que beneficia a la
población que la habite; esto, desde luego, sin que puedan afectarse de manera
irrazonable, inequitativa o injusta intereses legítimos en concreto de los individuos
o grupos, que, en todo caso, podrían acudir a la defensa de ésos en cada
situación en que creyeran vulnerados sus derechos, pues debe existir conciliación
entre el desarrollo o aprovechamiento de los recursos naturales y su conservación,
dado que los recursos no son ilimitados, pero tampoco son intocables, por lo que
26
Ese criterio jurisprudencial fue aplicado también en las sentencias de 23 de febrero de 1999, expediente
575-98; 23 de enero de 2002, expediente 1186-2000 y 5 de septiembre de 2006, expediente 941-2005. En
esta última sentencia (del 05-09-2006, dictada en la acción promovida por el Alcalde Municipal de la
circunscripción territorial a la que pertenece el área protegida por la ley impugnada en esa oportunidad) la
Corte de Constitucionalidad señaló: “…Al respecto del carácter municipal sobre el desarrollo sostenible
del área protegida por el Decreto sub judice, cabe señalar que el interés social por la preservación y
conservación de los recursos naturales del país prevalece sobre el interés particular, común o colectivo,
del desarrollo sostenible de dichos recursos, lo cual rebasa la esfera de la administración municipal
autonómica y se basa, más bien, en el nuevo Derecho Administrativo Ambiental, por el que las
Municipalidades deben coordinar sus políticas ambientales con las políticas de esa categoría del Estado;
por el principio del dominio eminente del Estado sobre los bienes que constituyen el patrimonio
natural...”
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deben usarse para satisfacer las necesidades de la población, sin que ello
implique su destrucción o deterioro.
Por último, el Tribunal señaló que siguiendo el contexto del bien jurídico
superior, protegido por el artículo 64 de la Constitución, es evidente que no puede
haber contradicción con la protección a los grupos étnicos, a las tierras de las
cooperativas, comunidades indígenas y otras formas de tenencia comunal o
colectiva de propiedad agraria, y a su administración por éstas, o a la dotación de
tierras estatales a dichas comunidades (artículos 66, 67 y 78 de la Constitución)
con la declaratoria de determinada área como protegida para evitar el agotamiento
de los recursos naturales y la degradación ambiental, en detrimento de la flora,
fauna, potencial humano y biodiversidad, ya que con dicha protección se cumple
no sólo con lo prescrito en el precitado artículo 64, sino con los fines del Estado
como la realización del bien común y garantizarle a los habitantes la vida, la
libertad y el desarrollo integral de la persona; además de las previsiones que
deben proteger a los grupos a que se refieren los artículos constitucionales
invocados por los accionantes.
Finalmente, la Corte concluyó: “…la normativa impugnada no violan los
derechos a la propiedad privada, la protección a grupos étnicos, el resguardo a las
tierras agrícolas indígenas, la obtención de tierras para comunidades indígenas, ni
la autonomía municipal, por no ser invocables en el presente caso, conforme lo
resaltado anteriormente, por ser restrictiva la misma Carta Magna en cuanto a ello
–interpretada en forma armónica–, al declarar de interés nacional la conservación,
protección y mejoramiento del patrimonio natural de la Nación, y que el Estado
debe fomentar la creación de parques nacionales, reservas y refugios naturales,
los cuales son inalienables, según el artículo 64 constitucional. La invocación de
esos derechos produciría constantemente conflictos de interés particular y
colectivo, lo cual ha quedado dirimido por el constituyente con el establecimiento
de la norma citada, que especifica que esas actividades son de interés
nacional…”.
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en acceder a los cargos públicos, esto es, a las posiciones de autoridad en que se
adoptan decisiones de relevancia pública; y ello en una doble vertiente: en lo que
se refiere a cargos públicos de acceso mediante elección (derecho de sufragio
pasivo) y, por otro lado, respecto de funciones y cargos públicos de índole no
representativa (acceso a la función pública).
En febrero del año 2008, la Corte de Constitucionalidad desarrolló
precisamente la interpretación de esos derechos de sufragio pasivo y acceso a
cargos públicos, en la sentencia dictada dentro del expediente formado por acción
de inconstitucionalidad general 2336-2007, promovida contra la expresión "o haya
desempeñado" de la literal e) del artículo 156 de la Ley Nacional para el Desarrollo
de la Cultura Física y del Deporte, la cual limitaba la postulación a elecciones de
cargos directivos del deporte federado a quienes estuvieran desempeñando o
hubieran desempeñado un cargo remunerado dentro de la organización
administrativa o técnica del deporte federado hasta transcurrido un periodo de
cuatro años a partir de la fecha en que había dejado el cargo. En esa oportunidad,
el Tribunal declaró: “…La Constitución Política de la República de Guatemala
reconoce ese derecho de acceso a funciones y cargos públicos, electivos o no, en
su artículo 113: «Los guatemaltecos tienen derecho a optar a empleos o cargos
públicos…». Debe tenerse en cuenta la previsión adicional que se introduce,
respecto del derecho en cuestión, en comparación con el reconocido en el primer
apartado del mismo artículo: «…y para su otorgamiento no se atenderá más que a
razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez». No viene por
tanto a configurarse el contenido del derecho como aplicable directamente a todos
los guatemaltecos: no se trata, evidentemente, de que cualquier ciudadano, por el
mero hecho de serlo, tenga derecho a acceder a cualquier cargo o función pública.
La Constitución establece, entonces, un derecho de configuración legal. El
legislador (y, en su caso, el reglamento) podrá restringir el ámbito de los
cualificados para optar por una función o cargo público, estableciendo
determinados requisitos, que excluirán desde el principio, a categorías de
ciudadanos…”. Es decir que solamente por medio de una ley ordinaria puede
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misma, una vez que incluso han sido –como el que ocupa el presente estudio–
objeto de reconocimiento estatal en el concierto internacional. Consecuentemente,
el Estado debe asumir la tarea de llevar a cabo las acciones que sean necesarias
a fin de hacer efectivo el derecho de consulta en cada caso en que sea atinente, a
partir de la optimización de la infraestructura legal preexistente, en armonía con
los principios rectores que lo informan, que se abordarán en el considerando
posterior…”.
En cuanto al derecho fundamental a la consulta de las poblaciones
indígenas, la Corte de Constitucionalidad indicó que éste es, en esencia, un
derecho fundamental de carácter colectivo, por el que el Estado está obligado a
instaurar procedimientos de buena fe destinados a recoger el parecer libre e
informado de dichas comunidades, cuando se avizoren acciones
gubernamentales, ya sean legislativas o administrativas, susceptibles de afectarles
directamente, a fin de establecer los acuerdos o medidas que sean meritorios.
Siguiendo la clasificación en la que la doctrina suele aglutinar a los derechos
fundamentales [Arango Rivadeneira, Rodolfo. El concepto de derechos sociales
fundamentales. Legis, Bogotá, 2005. Pág. 35], corresponde caracterizarlo como un
derecho de prestación, que supone la actuación positiva del Estado para su plena
y real vigencia.
forma legítima y de manera voluntaria por parte de aquél cuyos datos vayan a ser
objeto de comercialización; b) la utilización de esos datos personales debe
hacerse sin obviar un previo asentimiento de la persona interesada, utilización que
debe realizarse con un propósito compatible con aquél para el que se hubiesen
obtenido; y c) el registro y utilización de los mismos debe conllevar,
necesariamente, la implementación de controles adecuados que permitan, por
aquél que disponga de esos datos, la determinación de veracidad y actualización
de los datos por parte de quien comercializa con ellos, como una responsabilidad,
y el amplio goce del derecho a la rectificación de éstos por aquél que pudiera
verse afectado en caso de una errónea o indebida actualización.
Por último, la Corte sostuvo que ante la carencia de otro medio reparador y
por la amplitud con la que está establecido el ámbito de conocimiento del amparo,
éste resulta ser la acción constitucional idónea para garantizar el derecho que a
toda persona asiste de acceder a su información personal recabada en bancos de
datos o registros particulares u oficiales (observándose, respecto de este último,
las situaciones de excepcionalidad contenidas en el artículo 30 constitucional), o
cuando esos datos sean proporcionados por personas individuales o jurídicas que
prestan un servicio al público de suministro de información de personas, a fin de
positivar aquellos derechos de corregir, actualizar, rectificar, suprimir o mantener
en confidencialidad información o datos que tengan carácter personal, y así
garantizar el adecuado goce de los derechos reconocidos en los artículos 4º, 28 y
31 de la Constitución Política de la República.
sólo la facultad del individuo de exigir su respeto, sino la obligación que pesa
sobre el Estado de procurar su observancia, la que se torna imprescindible para
asegurar, entre otras cosas, el desarrollo integral de la persona. En el plano
guatemalteco, la Constitución en los artículos 24, asegura la inviolabilidad de
correspondencia, documentos y libros; 25, establece la obligación de guardar el
respeto a la dignidad, intimidad y decoro ante registros personales; y 31, garantiza
el derecho al acceso, corrección, rectificación y actualización de la información
contenida en archivos y registros estatales, así como el conocimiento del uso que
se dé a dicha información. Asimismo, conforme lo indicado en el artículo 44 del
texto constitucional, los derechos a la intimidad y al honor de la persona humana,
por el solo hecho de ser inherentes a ésta, se ubican dentro de la esfera de
protección que el Estado se ve obligado a proveer, lo que también cabe deducir de
su inclusión en tratados internacionales ratificados por Guatemala, en armonía con
lo dispuesto por el artículo 46 de la ley suprema.
8. BIBLIOGRAFÍA